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PRINCETON, N. J. ^
Presented by A.G. C 0\-m er-ovu
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NUESTRO SEÑOR JESU CRISTO,
TRADUCIDO
DE LA BIBLIA VULGATA LATINA
EN ESPAÑOL
POR EL RMO. P. FELIPE SCIO DE S, MIGUEL,
OBISPO ELECTO DE SEGOVIA,
REIMPRESO
LITERAL Y DILIGENTEMENTE,
CONFOltME A LA SEGCNDA EDICION HECHA EN MABRID, AÑO OK 1797,
REVISTA Y CORREGIDA POR SU MISMO TRADUCTOR.
JESUS les dixo : Erráis, no sabiendo las Escrituras.
S. Mat. Cap. xxii. V. 29.
NUEVA YORK :
EDICION BSTEHEOTIPA, POB ELIHU WRITE.
A COSTA DE LA SOCIEDAD AMERICANA DE LA BIBLIA.
ASO de 1819.
ORDEN DE LOS LIBROS
DEL NUEVO TESTAMENTO,
CON EL NUMERO DE LOS CAPITULOS.
£1 Sto. Erangelio según S. Mateo capítulos 28
El Sto. Evangelio según S. Marcos 16
El Sto. Evangelio según S. Lucas 24
£1 Sto. Evangelio según S. Juan 21
Los Actos ó Hechos de los Apóstoles . . . . « 28
LAS EPISTOLAS DE LOS APOSTOLES.
San Pablo á los Romanos 16
— — — á los Corintios, La 1 16
La II 13
— á los Galatas . 6
' ■ á los Efesios 6
á los Filipenses 4
á los Coíossenses 4
á los Tessalonicenses, La 1 5
. La II 3
á Timoteo, La 1 6
La II 4
á Tito 3
á Filemon 1
— — á los Hebreos 13
La Epístola Católica de Santiago 5
Las Epístolas Católicas de San Pedro, La 1 5
La II. . 3
Las Epístolas Católicas de San Juan, La 1 5
La II 1
La III 1
La Epístola Católica de San Judas 1
El Apocalipsis, ó Revelación de San Juan 22
EL SANTO EVANGELIO
DE JESU-CRISTO
SEGUN SAN MATEO.
CAPITULO I.
1 T EBRO de la g^enera-
J-i cion de Jesu-Cristo
hijo de David, hijo de Abraham.
2 Abraham engendró á Isaac.
Y Isaac engendro á Jacob. Y
Jacob engendró á Júdas y á sus
hermanos.
3 Y Júdas engendró de Ta-
mar á Fares, y á Zara. Y Fa-
res engendró á Esrón. Y Esrón
engendró á Arám.
4 Y Arara engendró á Ami-
nadáb. Y Aminadáb engendró
á Naassón. Y Naassón engen-
dró á Sahnón.
5 Y Salmón engendró de
Raháb á Boóz. Y Boóz engen-
dró de Ruth á Obéd. Y Obéd
engendró á Jessé. Y Jessé
engendró á David el Rey.
6 Y David el Rey engendró
á Salomón, de aquella que fué
de Urías.
7 Y Salomón engendró á Ro-
boám. Y Roboám engendró á
Abías. Y Abías engendró á Asá.
8 Y Asá engendró á Josa-
fat. Y Josafat engendró á
Jorám. Y Jorám engendró á
Ozías.
9 Y Ozías engendró á Joa-
tam. Y Joatam engendró á
Acaz. Y Acaz engendró á
Ezequías.
10 Y Ezequías engendró á
Manassés. Y Manassés engen-
dró á Amón. Y Amón engendró
á Josías.
1 1 Y Josías engendró á Jeco-
nías, y á sus hermanos, en la
transmigración de Babilonia.
12 Y después de la transmi-
gración de Babilonia, Jeconías
engendró á Salatiel. Y Salatiel
engendró á Zorobabél.
13 Y Zorobabél engendró á
Abiúd. Y Abiíid engendró á
Ehacím. Y Eliacím engendró
á Azór.
14 Y Azór engendró á Sa-
dóc. Y Sadóc engendró á
Aquim. Y Aquim engendró á
EHúd.
15 Y EHúd engendró á Elea-
zar. Y Eleazár engendró á
Matan. Y Matan engendró á
Jacob.
16 Y Jacob engendró á Jo-
sef, esposo de María, de la qual
nació Jesús, que es llamado el
Cristo.
17 De manera que todas las
generaciones desde Abraham
hasta David, catorce genera-
ciones : y desde David hasta la
transmigración de Babilonia.
catorce generaciones : y desde
la transmigración de Babilonia
hasta Cristo, catorce genera-
ciones.
18 Y la generación de Jesu-
Cristo fué de esta manera :
Que siendo María su madre des-
posada con Josef, antes que
viviesen juntos, se halló haber
concebido en el vientre, de Es-
píritu Santo.
19 Y Josef su esposo, como
d
SAN MATEO.
era justo, y no quisiese infamar-
la, quiso dcxarla secretainente.
20 Y estando él pensando en
esto, he aquí que el Angel del
Señor le apareció en sueños,
diciendo : Josef hijo de David,
no temas de recibir á María tu
muger ; porque lo que en ella
ha nacido, de Espíritu Santo es.
21 Y parirá un hijo ; y llama-
rás su nombre Jesús ; porque él
salvará á su pueblo de los peca-
dos de ellos.
22 Mas todo esto fué hecho,
para que se cumpliese lo que
habló el Señor por el Profeta,
que dice,
23 He aquí la Vírg-en conce-
birá, y parirá hijo ; y llamarán
su nombre Emmanuel, que quie-
re decir. Con nosotros Dios.
24 Y despertando Josef del
!*ueño, hizo como el Angel del
Señor le había mandado, y reci-
bió á su mug-er.
25 Y no la conoció hasta que
parió á su hijo Primogénito : y
llamó su nombre Jesús.
CAPITULO II.
1 IjUES quando hubo na-
Jl cido Jesús en Bethle-
hem de Judá en tiempo de
Heródes el Key, he aquí unos
Magos viniéron del Oriente á
Jerusalém,
2 Diciendo: ¿Donde está el
Rey de los Judíos, que ha naci-
do ? porque vimos su Estrella en
el Oriente, y venimos á adorarle.
3 Y el Rey Heródes, quando
lo oyó, se turbó, y toda Jerusa-
lém con él.
4 Y convocando todos los
Príncipes de los Sacerdotes y
los Escribas del pueblo, les pre-
guntaba, donde habia de nacer
el Cristo.
5 Y ellos le dixéron: en
Bethlehera deJudá: porque así
está escrito por el Profeta :
6 Y tú, Bethlehem, tierra de
Judá, no eres la menor entre
las principales de Judá : porque
de tí saldrá el Caudillo, que go-
bernará á mi pueblo de Israél.
7 Entónces Heródes, llaman-
do en secreto á los Magos, se
informó de ellos cuidadosamente
del tiempo, en que les apareció
la Estrella :
8 Y encaminándolos á Beth-
lehem, les dixo : Id, é informaos
bien del Niño : y quando le hu-
biereis hallado, hacédmelo saber,
para que yo también vaya á ado-
rarle.
9 Ellos, luego que esto oyeron
del Rey, se fuéron. Y he aquí
la Estrella, que habían visto en
el Oriente, iba delante de ellos,
hasta que llegando se paró, sobre
donde estaba el Niño.
10 Y quando viéron la Estrel-
la, se regocijáron en gran ma-
nera.
11 Y entrando en la casa,
halláron al Niño con María su
madre, y postrándose le adorá-
ron : y abiertos sus tesoros, le
ofreciéron dones, oro, incienso
y mirra.
12 Y habida respuesta en
sueños, que no volviesen á He-
ródes, se volvieron á su tierra
por otro camino.
13 Después que ellos se fue -
ron, he aquí un Angel del Señor
apareció en sueños á Josef, y
le dixo : Levántate, y toma al
Niño, y á su madre, y huye á
Egipto, y estáte allí hasta que
yo te lo diga ; porque ha de
acontecer, que Heródes busque
al Niño para matarle.
14 Levantándose Josef, to-
CAPITULO IIL
7
mó al Niño, y á su madre de
noche, y se retiró á Egipto :
15 Y permaneció allí hasta
la muerte de Hcródes: para que
se cumpliese lo que habia habla-
do el Señor por el Profeta, que
dice: De Egipto llamé á mi
Hijo.
16 Entonces Heredes, quan-
do vió, que habia sido burlado
por los Magos, se irritó mucho ;
y enviando hizo matar todos los
niños, que habia en Bethlehem
y en toda su comarca de dos
años y abaxo, conforme al tiem-
po, que habia averiguado de los
Magos.
17 Entonces fué cumplido lo
que se habia dicho por Jeremías
el Profeta, que dice :
18 Voz fué oida en Ramá,
lloro, y mucho lamento : Raquel
llorando sus hijos, y no quiso ser
consolada, porque no son.
19 Y habiendo muerto Heró-
des, he aquí el Angel del Señor
apareció en sueños á Josef en
Egipto.
20 Diciendo : Levántate, y
toma al Niño, y á su madre, y
vete á tierra de Israel : porque
muertos son, los que querían
matar al Niño.
21 Levantándose Josef, to-
mó al Niño, y á su madre, y se
vino para tierra de Israel.
22 Mas oyendo, que Arque-
láo, reynaba en la Judéa en
lugar de Heredes su padre, te-
mió de ir allá : y avisado en
sueños, se retiró á las tierras de
Galüéa.
23 y vino á morar en una
ciudad, que se llama Nazareth :
para que se cumphese lo que
habían dicho los Profetas : Que
aera llamado Nazareno.
CAPITULO III.
1 en aquellos días vino
1l Juan el Bautista pre-
dicando en el desierto de la
Judéa,
2 y diciendo : Haced peni-
tencia, porque se ha acercado
el reyno de los cielos.
3 Pues este es, de quien ha-
bló el Profeta Isaías, diciendo :
Voz del que clama en el de-
sierto : Aparejad el camino del
Señor: haced derechas sus ve-
redas.
4 y el mismo Juan tenia un
vestido de pelos de camellos, y
un ceñidor de cuero al rededor
de sus lomos ; y su comida eran
langostas y miel silvestre.
5 Entónces salía á él Jerusa-
léra, y toda la Judéa, y toda la
tierra de la comarca del Jordán ;
6 y eran bautizados por él
en el Jordán, confesando sus
pecados.
7 Mas viendo, que muchos de
los Fariseos, y de los Sadducéos
venían á su Bautismo, les dixo :
Raza de víboras, ¿ quién os ha
enseñado á huir de la ira veni-
dera''
8 Haced pues fruto digno de
penitencia. *
9 Y no queráis decir dentro
de vosotros : á Abraham tene-
mos por Padre. Porque os digo,
que poderoso es Dios para le-
vantar hijos á Abraham de estas
piedras.
10 Porque ya está puesta la
segúr á la raíz de los árboles.
Pues todo árbol, que no hace
buen fruto, cortado será, y echa-
do en el fuego.
11 Yo en verdad os bautizo
en agua para penitencia : mas el
3
SAN MATEO.
que ha de venir en pos de mí,
mas fuerte es que yo, cu)''o cal-
zado no soy dig-no de llevar : él
os bautizará en Espíritu Santo, y
en fuego.
12 Su bieldo en su mano está;
y limpiará bien su era ; y re-
cogerá su tñgo en el g-ranero;
mas quemará las pajas en fuego,
que no se podrá apagar jamas.
13 Entonces vino Jesús de la
Galilea al Jordán á Juan, para
ser bautizado por él.
14 Mas Juan se lo estorbaba,
diciendo: Yo debo ser bauti-
zado por tí, y tú vienes á mí?
15 Y respondiendo Jesús, le
dixo: Dexa ahora, porque así
nos conviene cumplir toda jus-
ticia. Entónces le dexó.
16 Y después que Jesús fué
bautizado, subió luego del agua,
y he aquí se le abriéron los
cielos, y vió al Espíiitu de Dios,
que descendía como paloma, y
que venia sobre él.
17 Y he aquí una voz de los
cielos que decia: Este es mi
Hijo el amado, en quien rae he
complacido.
CAPITULO IV.
1 -|71NTONCES Jesús fué
3-J llevadd al desierto por
el Espíritu, para ser tentado del
diablo.
2 Y habiendo ayunado qua-
renta dias y quarenta noches,
después tuvo hambre.
3 Y llegándose á él el tehta-
dor, le dixo : Si eres hijo de
Dios, di que estas piedras se
hagan panes.
4 El qual le respondió y dixo:
Escrito está: No de solo pan
vive el hombre, mas de toda pa-
labra que sale de la boca de
Dios.
5 Entonces le tomó el diablo,
y le llevó á la santa ciudad, y le
puso sobre la almena del templo,
6 Y le dixo : Si eres hijo de
Dios, échate de aqiií abaxo, por-
que escrito está : Que mandó á
sus Angeles acerca de tí, y te
tomarán en palmas, porque no
tropieces en piedra con tu pie.
7 Jesús le dixo : También
está escrito : No tentarás al Se-
ñor tu Dios.
8 De nuevo le subió el diablo
á un monte muy alto ; y le mos-
tró todos los reynos del mundo,
y la gloria de ellos,
9 Y le dixo: Todo esto te
daré, si cayendo me adorares.
10 Entónces le dixo Jesús:
Vete, Satanás : porque escrito
está : Al Señor tu Dios adorarás,
y á él solo servirás.
1 1 Entónces le dexó el diablo :
y he aquí los Angeles liegáron y
le servían.
12 Y quando oyó Jesús, que
Juan estaba preso, se retiró á la
Gahléa :
13 Y dexando la ciudad de
Nazareth, fué á morar á Cafar-
naum, ciudad marítima, en los
confines de Zabulón, y de Nefta-
lí:
14 Para que se cumpliese, lo
que dixo Isaías el Profeta,
15 Tierra de Zabulón, y tier-
ra de Neftalí, camino de la
mar, de la otra parte del Jordán,
Galiléa de los Gentiles,
16 Pueblo, que estaba senta-
do en tinieblas, vió una grande
luz; y á los que moraban en
tierra de sombra de muerte, luz
les nació.
17 Desde entónces comenzó
Jesús á predicar y á decir : Ha-
ced penitencia, porque se ha
acercado el rey no de los cielos.
CAPITULO V.
9
18 Y yendo Jesús por la ribe-
ra de la mar de Galilea, vió dos
liermanos, Simón, que es llamado
Pedro, y Andrés su hermano,
que echaban la red en la mar,
(pues eran pescadores,)
19 Y les dixo; Venid en pos
de mí, y haré que vosotros seáis
pescadores de hombres.
20 Y ellos al instante dexadas
las redes, le sig-uiéron.
21 Y pasando de allí, vió
otros dos hermanos, Santiagx) de
Zebedéo, y Juan su hermano, en
un barco con Zebedéo su padre,
que remendaban sus redes ; y
los llamó.
22 Y ellos al punto dexadas
las redes y el padre,' le sig-uiéron.
23 Y andaba Jesús rodeando
toda la Galilea, enseñando en
las Sinagog-as de ellos, y predi-
cando el Evang-eüo del reyno ;
y sanando toda enfermedad, y
toda dolencia en el pueblo.
24 Y corrió su fama por toda
la Siria ; y le traéron todos los
que lo pasaban mal poseidos de
varios achaques y dolores, y los
endemoniados, y los lunáticos, y
los paralíticos, y los sanó :
25 Y le fueron si^iendo mu-
chas tropas de la Galiléa, y de
DecápoUs, y de Jerusalém, y de
Judéa, y de la otra ribera del
Jordán.
CAPITULO V.
1 "yKT viendo Jesús las gen-
JL tes, subió á un monte,
y después de haberse sentado, se
llegaron á él sus discípulos,
2 Y abriendo su boca, los en-
señaba, diciendo :
3 Bienaventurados los pobres
de espíritu ; porque de ellos es
el reyno de les cielos.
4 Bienaventurados los mansos;
porque ellos poseerán la tierra.
5 Bienaventurados los que
lloran; porque ellos serán con-
solados.
6 Bienaventurados los que
han hambre, y sed de justicia ;
porque ellos serán hartos.
7 Bienaventurados los miseri-
cordiosos ; porque ellos alcanza-
rán misericordia-
8 Bienaventurados los de lim-
pio corazón ; porque ellos verán
á Dios.
9 Bienaventurados los pacífi-
cos ; porque hijos de Dios serán
llamados.
10 Bienaventurados los que
padecen persecución por la jus-
ticia ; porque de ellos es el rey-
no de los cielos.
1 1 Bienaventurados sois, quan-
do 03 raaldixeren, y os persi-
guieren, y dixeren todo mal con-
tra vosotros mintiendo, por mi
causa :
12 Gózaos y alegraos, porque
vuestro galardón muy grande es
en los cielos. Pues así también
persiguieron á los Profetas, que
fueron antes de vosotros.
13 Vosotros sois la sal de la
tierra. Y si la sal se desvane-
ciere, ¿con qué será salada? no
vale ya para nada, sino para ser
echada fuera, y pisada por los
hombres.
14 Vosotros sois la luz dei
mundo. Una ciudad, que está
puesta sobre un monte, no se
puede esconder.
15 Ni encienden una antor-
cha, y la ponen debaxo del cele-
mín, sino sobre el candelero,
para que alumbre á todos los que
están en la casa.
16 A este modo ha de briUar
vuestra luz delante de los hom-
1*
10
SAN MATEO.
bres; para que vean vuestras
buenas obras, y den gloria á
vuestro Padre, que está en los
cielos.
1 7 No penséis, que he venido
á abrogar la Ley, ó los Profe-
tas : no he venido a abroarlos,
sino á darles cumplimiento.
18 Porque en verdad os digo,
que hasta que pase el cielo y la
tierra, no pasará de la Ley ni un
punto, ni una tilde, sin que todo
sea cumplido.
19 Por lo qual quien que-
brantare uno de estos manda-
mientos muy pequeños, y ense-
ñare así á los hombres, muy
pequeño será llamado en el rey-
no de los cielos ; mas quien hi-
ciere y enseñare, este será lla-
mado g-rande en el reyno de los
cielos.
20 Porque os digo, que si
vuestra justicia no fuere mayor
que la de los Escribas y de los
Fariseos, no entrareis en el
reyno de los cielos.
21 Oisteis que fué dicho á los
antiguos : No mataras, y quien
matare, obligado quedará á
juicio.
22 Mas yo os digo, que todo
aquel que se enoja con su her-
mano, obligado será á juicio ; y
quien dixere á su hermano raca,
obligado será á concilio ; y quien
dixere insensato, quedará obli-
gado á la gehenna del fuego.
23 Por tanto si fueres á ofre-
cer tu ofrenda al altar, y allí te
acordares, que tu hermano tiene
alguna cosa contra tí,
24 Dexa allí tu ofrenda de-
lante del altar, y ve primera-
mente 1 reconciliarte con tu
hermano ; y entonces ven á ofre-
cer tu ofrenda.
25 Acomódate luego con tu
contrario, mientras que estas
con él en el camino : no sea que
tu contrario te entregue al juez,
y el juez te entregue al minis-
tro ; y seas echado en la cárcel.
26 En verdad te digo, que no
saldrás de allí, hasta que pagues
el último quadrante.
27 Oisteis que fué dicho á los
antiguos: No adulterarás.
28 Pues yo os digo, que todo
aquel, que pusiere los ojos en
una muger para codiciarla, ya
cometió adulterio en su corazón
con ella.
29 Y si tu ojo derecho te sirve
de escándalo, sácale, y échale
de tí ; porque te conviene perder
uno de tus miembros, ántes que
todo tu cuerpo sea arrojado al
fuego del infierno.
30 Y si tu mano derecha te
sirve de escándalo, córtala y
échala de tí ; porque te conviene
perder uno de tus miembros, án-
tes que todo tu cuerpo vaya a!
fuego del infierno.
31 También fué dicho : Qual-
quiera que repudiare á su muger,
déle carta de repudio.
32 Mas yo os digo, que el que
repudiare á su muger, á no ser
por causa de fornicación, la hace
ser adúltera ; y el que tomare la
repudiada, comete adulterio;
33 Además oisteis que fué di-
cho á loB antiguos : No perjura-
rás ; mas cumplirás al Señor tus
juramentos.
34 Pero yo os digo, que de
ningún modo juréis, ni por el
cielo, porque es el trono de
Dios ;
35 Ni por la tierra, porque es
la peana de sus pies ; ni por Je-
rusalém, porque es la Ciudad
del grande Rey ;
36 Ni jures por tu cabeza ;
CAPITULO VI.
11
porque no puedes hacer un ca-
bello blanco 6 negro.
37 Mas vuestro hablar sea, sí,
sí ; no, no : porque lo que ex-
cede de esto, de mal procede.
38 Habéis oido que fué dicho :
Ojo por ojo, y diente por diente.
39 Mas yo os dig-o, que no
resistáis al mal : antes si alguno
te hiriere en la mexilla derecha,
párale también la otra.
40 Y á aquel que quiere po-
nerte á pleyto, y tomarte la tú-
nica, déxale también la capa.
41 Y al que te precisare á ir
carg-ado mil pasos, vé con él
otros dos mil mas.
42 Da al que te pidiere ; y al
que te quiera pedh- prestado, no
le vuelvas la espalda.
43 Habéis oido que fué dicho:
Amarás á tu próximo, y aborre-
cerás á tu enemig-o.
44 Mas yo os digo : Amad á
vuestros enemigos ; haced bien
á los que os aborrecen ; y rogad
por los que os persiguen y ca-
lumnian :
45 Para que seáis hijos de
vuestro Padre, que está en los
cielos; el qual hace nacer su
sol sobre buenos y malos ; y
llueve sobre justos y pecadores.
46 Porque si amáis á los que
os aman, ¿qué recompensa ten-
dréis? ¿No hacen también lo
mismo los Publícanos ?
47 Y si saludareis tan sola-
mente á vuestros hermanos,
¿ qué hacéis de mas ? ¿ No hacen
esto mismo los Gentiles ?
48 Sed pues vosotros perfec-
tos, así como vuestro Padre ce-
lestial es perfecto.
CAPITULO VI.
1 ■j^M"IRAD, que no hagáis
ITJ. vuestra justicia de-
lante de los hombres, para ser
vistos de ellos : de otra manera,
no tendréis galardón de vuestro
Padre, que está en los cielos.
2 Y así quando haces limosna,
no hagas tocar la trompeta de-
lante de tí, como los hypócritas
hacen en las Sinagogas, y en
las calles, para ser honi'ados de
los hombres : En verdad os digo,
recibieron su galardón.
3 Mas tú, quando haces li-
mosna, no sepa tu izquierda, lo
que hace tu derecha :
4 Para que tu limosna sea en
oculto, y tu Padre, que vé en lo
oculto, te premiará.
5 Y quando oráis, no seréis
como los hypócritas, que aman
el orar en pie en las Sinagogas,
y en los cantones de las plazas,
para ser vistos de los hombres.
En verdad os digo, recibieron su
galardón.
6 Mas tú quando orares, en-
tra en tu aposento, y cerrada la
puerta, ora á tu Padre en secre-
to ; y tu Padre, que vé en lo se-
creto, te recompensará.
7 Y quando orareis, no habléis
mucho, coího los Gentiles. Pues
piensan, que por mucho hablar
serán oidos.
8 Pues no queráis asemejaros
á ellos : porque vuestro Padre
sabe lo que habéis menester,
ántes que se lo pidáis.
9 Vosotros pues así habéis de
orar : Padre nuestro, que estás
en los cielos ; santificado sea el
tu nombre ;
10 Venga el tu reyno ; há-
gase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra ;
1 1 Danos hoy nuestro pan so-
bresubstancial ;
12 Y perdónanos nuestras
deudas, así como nosotros per-
12
SAN MATEO.
donamos á nuestros deudores;
13 Y no nos dexes caer en la
tentación ; Mas líbranos de mal.
Amen.
14 Porque si perdonareis á los
hombres sus pecados, os perdo-
nará también vuestro Padre ce-
lestial vuestros pecados :
15 Mas si no perdonareis á
los hombres, tampoco vuestro
Padre os perdonará vuestros pe-
cados.
16 Y quando ayunéis, no os
pong-ais tristes como los hypó-
critas. Porque desfiguran sas
rostros, para hacer ver á los
hombres que ayunan. En ver-
dad es digo, que recibieron su
galardón.
17 Mas tú, quando ayunas,
ung-e tu cabeza, y lava tu cara :
1 8 Para no parecer á los hom-
bres que ayunas, sino solamente
á tu Padre, que está en lo escon-
dido : y tu Padre, que vé en lo
escondido, te g-alardonará.
19 iS^o queráis atesorar para
vosotros tesoros ei) la tierra,
donde orin y polilla los consume ;
j- en donde ladi-ones los desen-
tierran, y roban.
20 Mas atesorad para voso-
tros tesoros en el cielo, en don-
de ni los consume orin ni poUlla ;
y en donde ladrones no los de-
sentierran, ni roban.
21 Porque en donde está tu
tesoro, allí está también tu co-
razón.
22 La antorcha de tu cuerpo
es tu ojo. Si tu ojo fuere sen-
cillo, todo tu cuerpo será lumi-
noso.
23 Mas si tu ojo fuere malo,
todo tu cuerpo será tenebroso.
Pues si la lumbre, qwe hay en tí,
son tinieblas, ¿quán grandes se-
rán las mismas tinieblas í
24 Niaguno puede servir i
dos señores : porque ó aborrece-
rá al uno, y amará al otro ; ó al
uno sufrirá, y al otro desprecia-
rá. No podéis servir á Dios, y
á las riquezas.
25 Por tanto os digo, no an-
déis afanados' para vuestra alma,
qué comeréis, ni para vuestro
cuerpo, qué vestiréis. ¿No es
mas el alma, que la comida : y
el cuerpo mas que el vestido ?
26 Mirad las aves del cielo,
que no siembran, ni siegan, ni
*álegan en troxe^ y vuestro Pa-
dre Celestial las alimenta. ¿Pues
no sois vosotros mucho mas que
eUas?
27 ;Y quién de vosotros dis-
curriendo puede añadir un codo
á su estatura ?
28 ¿Y por qué andáis acongo-
jados pol el vestido f Considerad
como crecen los lirios del cam-
po : no trabajan, ni hilan. > i
29 Ya digo, que ni Salomón
en toda su gloria fué cubierto
como uno de estos.
30 Pues si al heno del campo,
que hoy es, y mañana es echado
en el homo, Dios viste' así .-
¿ quánto mas á vosotros, hombres
de poca fe ? ■
31 No os acongtjjeis pues, di-
ciendo : ¿Qué comeremos, ó qué
beberemos, ó con qué nos cu-
briremos ?
32 Porque los Gentiles se afa-
nan por estas cosas ; y vuestro
Padre sabe, que tenéis necesi-
dad de todas ellas.
33 Buscad pues primeramente
el reyno de Dios, y su justicia ;
y todas estas cosas os serán añar
didas.
34 Y así no andéis cuidadosos
por el dia de mañana. Porque
el dia de mañana á sí mi^o se
CAPITULO vir.
13
traerá su cuidado. Le basta al
día su propio afán.
CAPITULO VII.
1 "T^rO queráis juzgar, para
j3I que no seáis juzgados.
2 Pues con el juicio, con que
juzg-areis, seréis juzgados: y con
la medida con que midiereis, os
volverán á medir.
3 ¿ Por qué pues ves la pajita
en el ojo de tu hermano, y no
ves la viga en tu ojo ?
4 ¿ O como dices á tu herma-
no : Dexa, sacaré la pajita de tu
ojo, y se está viendo una viga en
el tuyo?
5 Hypécrita, saca primero la
viga de tu ojo ; y entonces verás
para sacar la mota del* ojo de tu
hermano.
6 No deis lo santo á los perros,
lii echéis vuestras perlas delante
de los puercos : no sea que las
huellen con sus pies, y revol-
viéndose contra vosotros os des-
pedacen.
7 Pedid, y se os dará ; buscad,
y hallareis; llamad, y se os
abrirá.
8 Porque todo el que pide,
recibe ; y el que busca, halla ;
y al que llama se le abrirá.
9 -O quién de vosotros es el
hombre, á quien si su hijo pi-
diere pan, le dará una piedra ?
10 ¿O si le pidiere un pez,
por ventura le dará una ser-
piente ?
11 Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas
á vuestros hijos, ¿quánto mas
vuestro Padre, que está en los
cielos, dará bienes á los que se
ios pidan ?
12 Y así todo lo que queréis
que los hombres hagan con voso-
tros, hacedlo también vosotros
con ellos : porque esta es la Ley
y los Profetas.
13 Entrad por la puerta estre-
cha : porque ancha es la puerta,
y espacioso el camino, que lleva
á la perdición, y muchos son las
que entran por él.
14 ¡Qué angosta es la puerta,
y qué estrecho el camino, que
lleva á la vida ; y pocos son los
que atinan con él !
1 5 Guardáos de los falsos Pro-
fetas, que vienen á vosotros
con vestidos de ovejas, y dentro
san lobos robadores :
16 Por sus frutos los conoce-
réis. ¿Por ventura cogen uvas
de los espinos, 5 higos de los
abrojos?
1 7 Así todo árbol bueno lleva
buenos frutos; y el mal árbol
lleva malos frutos.
18 No puede el árbol bueno
llevar malos frutos ; ni el árbol
malo llevar buenos frutos.
19 Todo árbol, que no lleva
buen fruto, sera cortado, y meti-
do en el fuego.
20 Así pues, por los frutos de
ellos los conoceréis.
21 No todo el que me dice,
Señor, Señor, entrará en el rey-
no de los cielos ; sino el que hace
la voluntad de mi Padre, que es-
tá en los cielos, ese entrará en el
reyno de los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel
dia : Señor, Señor, ¿pues no
profetizamos en tu nombre, y
en tu nombre lanzamos demo-
nios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros ?
23 Y entonces yo les diré
claramente : Nunca os conocí :
apartaos de mí los que obráis la
iniquidad.
54 Pues todo aquel que oye
14
SAN MATEO.
estas mis palabras, y las cumple,
comparado será á un varón sabio,
que edificó su casa sobre la peña.
25 Que descendió lluvia, y
vinieron rios, y soplaron vientos,
y dieron impetuosamente en a-
quella casa, y no cayó ; porque
estaba cimentatada sobre peña.
26 Y todo el que oye estas mis
palabras, y no las cumple, seme-
jante será á un hombre loco, que
edificó su casa sobre arena :
27 Que descendió lluvia, y
vinieron rios, y soplaron vientos,
y dieron impetuosamente sobre
aquella casa, y cayó, y fué su
l uina g-rande.
28 Y fué, que quando Jesús
Lubo acabado estos discursos, se
maravillaban las gentes de su
doctrina.
29 Porque los enseñaba, como
quien tiene autoridad, y no como
los Escribas de ellos, y los Fa-
riseos.
CAPITULO VIII.
1 "WT como descendió del
JL monte, le sig'uiéron
muchas gentes :
2 Y vino un leproso, y le ado-
raba, diciendo : Señor, si quie-
res, puedes limpiarme.
3 Y extendiendo Jesús la ma-
jio, le tocó, diciendo : Quiero.
Sé limpio. Y lueg-o su lepra fué
limpiada.
4 Y le dixo Jesús : Mira, que
no lo digas á nadie ; mas vé,
muéstrate al Sacerdote ; y ofrece
la ofrenda que mandó Moisés,
en testimonio á ellos.
5 Y habiendo entrado en Ca-
farnaum, se llegó á, él un Cen-
turión, rogándole,
6 Y diciendo : Señor, mi sier-
vo paralítico está postrado en
casa, y es reciamente atormen-
tado.
7 Y le dixo Jesús : Yo iré, y
lo sanaré.
8 Y respondiendo el Centu-
rión, dixo : Señor, no soy digno
de que entres en mi casa : mas
mándalo con tu palabra, y será
sano mi siervo.
9 Pues también yo soy hom-
bre sugeto á otro, que tengo
soldados á mis órdenes, y digo á
este: Vé, y va; y al otro: Ven,
y viene ; y á mi sien'o : Haz esto,
y lo hace.
10 Quando esto oyó Jesús, se
maravilló, y dixo á los que le se-
guían : Verdaderamente os digo,
que no he hallado fe tan grande
,en Israel.
11 Y os digo, que vendrán
muchos de Oriente, y de Occi-
dente, y se asentai-án con Abra:-
ham, y Isaac, y Jacob en el rey-
no de los cielos :
12 Mas los hijos del reyno se-
rán echados en las tinieblas exte-
riores : allí será el llanto y el
cruxir de dientes.
13 Ydixo Jesús al Centurión:
Vé, y como creíste, así te sea
hecho. Y fué sano el siervo en
aquella hora.
14 Y habiendo llegado Jesús
á la casa de Pedro, vió á su sue-
gra que yacía en cama, y con
fiebre ;
15 Y le tocó la mano, y la
dexó la fiebre ; y se levantó y
los servia.
16 Y siendo ya tarde, le pre-
sentaron muchos endemoniados ;
y lanzaba con su palabra los es-
píritus ; y sanó todos los enfer-
mos :
17 Para que se cumpliera, lo
que fué dicho por el Profeta
laaías, que dixo : El mismo tomó
CAPITULO IX.
15
nuestras enfermedades, y cargó
con nuestras dolencias.
18 Mas como viese Jeaus mu-
chas gentes al rededor de sí,
mandó pasar á la otra parte del
lago.
19 Y llegándose á él un Escri-
ba, le dixo : Maestro, te seguiré
á donde quiera que fueres.
20 Y Jesús le dice : Las rapo-
sas tienen cuevas, y las aves del
cielo nidos ; mas el hijo del hom-
bre no tiene en donde recueste
la cabeza.
21 Y otro de sus discípulos le
dixo : Señor, déxame ir primero,
y enterrar á mi padre.
I 22 Mas Jesús le dice : Sí-
I guerae, y dexa que los muertos
entierren á sus muertos. .
23 Y entrando él en un barco,
le siguieron sus discípulos :
24 Y sobrevino luego un
grande alboroto en la mar, de
modo que las ondas cubrían el
barco ; mas él dormía.
25 Y se llegaron á él sus dis-
cípulos, y le despertaron dicien-
do : Señor, sálvanos, que pere-
cemos.
26 Y Jesús les dice: ¿Qué
teméis hombres de poca fe? Y
levantándose al punto, mandó á
los vientos y á la mar, y se siguió
una grande bonanza.
27 Y los hombres se mara-
villaron, y decían: ¿Quién es
este, que los vientos y la mar le
obedecen ?
28 Y quando Jesús hubo pa-
sado de la otra parte del lago á
tierra de los G érasenos, le vi-
nieron al encuentro dos endemo-
niados, que salían de los sepul-
cros, fieros en tal manera, que
ninguno podía pasar por aquel
camino.
29 Y empezaron luego á decir
á gritos : ¿Qné tenemos nosotros
contigo, Jesús Hijo de Dios?
¿Has venido acá á atormentamos
ántes de tiempo ?
30 Y no léjos de ellos andaba
una piara de muchos puercos
paciendo.
31 Y los demonios le rogaban,
diciendo : Si nos echas de aquí,
envíanos á la piara de puercos.
32 Y les dixo: Id. Y eUos
saliéron, y se fuéron á los puer-
cos, y en el mismo punto toda la
piara corrió impetuosamente, y
por un despeñadero se precipitó
en la mar ; y murieron en las
aguas.
33 Y los pastores huyéron;
y venidos á la ciudad, lo contá-
ron todo, y el suceso de los en-
demoniados.
34 Y salió luego toda la ciu-
dad á encontrar á Jesús ; y quan-
do le viéron, le rogaban, que
saliese de sus términos.
CAPITULO IX.
1 "XT entrando en un barco,
JL pasó á la otra ribera,
y fué á su ciudad.
2 Y he aquí le presentáron
un paralítico postrado en un le-
cho. Y viendo Jesús la fé de
ellos, dixo al paralítico : Hijo,
ten confianza, que perdonados te
son tus pecados.
3 Y luego algunos de los Es-
cribas dixéron dentro de sí : Este
blasfema.
4 Y como viese Jesús los pen-
samientos de ellos, dixo : ¿Por
qué pensáis mal en vuestros co-
razones ?
5 ¿Qué cosa es mas fácil,
decir : Perdonados te son tus
pecados ; 6 decir : Levántate, y
anda?
SAN MATEO.
6 Pues para que sepáis, que
el hijo del hombre tiene potestad
sobre la tierra de perdonar peca-
dos, dixo entonces al paralítico:
Levántate, toma tu lecho, y vete
á tu casa.
7 Y levantóse, y fuese á su
casa.
8 Y quando esto viéron las
gentes, temieron, y loáron á
Dios, que dio tal potestad k los
hombres.
9 Y pasando Jesús de allí, vio
á un hombre, que estaba senta-
do z\ Banco, llamado Mateo, y
le dixQ : Sigúeme. Y levantán-
dose le siguió.
10 y acaeció que estando Je-
sús sentado á la me^a en la casa,
vinieron muchos pubiicanos y
pecadores, y se sentaron á comer
con él, y con sus discípulos.
1 1 Y viendo esto los Fariseos,
4ecian á sus discípulos: ¿Por
que come vuestro Maestro con
los publícanos y pecadores ?
12 Y oyéndolo Jesús: dixo:
Los sanos no tienen necesidad
de Médico, sino los enfermos.
13 Id pues, y aprended qué
cosa es : Misericordia quiero, y
no sacrificio : Porque no he ve-
nido á llamar justos, sino peca-
dores.
14 A esta sazón se llegaron á
íl los discípulos de Juan, y le
dixéron : ¿Por qué nosotros y
los Fariseos ayunamos muchas
•V cees, y tus discípulos no ayu-
nan ?
15 Y Jesús les dixo: ¿Por
ventura pueden estar tristes los
hijos del esposo, miéntras que
está con ellos el esposo ? Mas
vendrán dias, en que les será
quitado el esposo ; y entonces
a^-unarán.
16 Y ninguno echa remiendo
de paño recio en vestido viejo :
porque se lleva quanto alcanza
del vestido, y se hace peor la
rotui-a.
17 Ni echan vino nuevo en
odres viejos. De otra manera,
se rompen los odres, y se vierte
el vino, y se pierden los odres.
Mas echan vino nuevo eo nue-
vos, y así se conserva lo uno y
lo otro.
18 Diciéndoles él estas cosas,
he aquí un príncipe se llegó á él,
y le adoró, diciendo : Señor, a-
hora acaba de morir mi hija;
mas ven, pon tu mano sobre ella^
y vivirá.
19 Y levantándose Jesús, le
fué siguiendo con sus discípulos.
20 Y he aquí una muger, que
padecía fluxo de sangre doce
años había, y llegándose por de-
trás, tocó la orla de su vestido.
21 Porque decía dentro de sí :
Si tocare tan solamente su ves-
tido, seré sana.
22 Y volviéndose Jesús, y
viéndola, dixo: Tén confianza,
hija, tu fé te ha sanado. Y que-
dó sana la muger desde aquella
hora.
23 Y quando vino Jesús á la
casa de aquel Príncipe, y vio
los tañedores de fláutas, y una
tropa de gente, que hacia ruido,
dixo :
24 Retiraos : pues la muchacha
no es muerta, sino que duerme.
Y se mofaban de él.
25 Y quando fué echada fuera
la gente, entró : y la tomó por
la mano. Y se levantó la mu-
chacha.
26 Y corrió esta fama por toda
aquella tierra.
27 Y pasando Jesús de aquel
lugar, le siguieron dos ciegos
gritando, y diciendo : Tén mi-
CAPITULO X.
17
sericordia de nosotros, hijo de
David.
28 Y llegue á la casa, vinie-
ron á él los ciegos. Y les dice
Jesús : ¿ Creéis, que puedo ha-
cer esto á vosotros ? Ellos disé-
ron : Si Señor.
29 Entonces tocó sus ojos, di-
ciendo : Seg^ vuestra fe os sea
liecho.
30 Y fueron abiertos sus ojos;
y Jesús les amenazó diciendo:
3Iirad, que nadis lo sepa.
31 Mas ellos, saliendo de allí,
lo publicáron por toda aquella
tierra.
32 Y luego que sahéron, le
presentaron un hombre mudo,
poseído del demonio.
33 Y quando hubo lajizado el
demonio, habló el mudo, y mara-
villadas las gentes, decían : Nun-
ca se Wó tal cosa en Israel.
34 Mas los Fariseos decían :
En virtud del príncipe de los de-
monios lanza los demenios.
35 Y rodeaba Jesús por todas
las ciudades, y villas, enseñan-
do en las Sinagogas de ellos, y
predicando el Evangeho del rey-
no, y sanando toda dolencia, y
toda enfermedad.
36 Y quando vio aquellas gen-
tes, se compadeció de ellas :
porque estaban fatigadas y de-
caídas, como ovejas, que no
tienen pastor.
37 Entonces dice á sus discí-
pulos : La mies verdaderamente
es mucha, mas los obreros pocos.
38 Rogad pues al Señor de la
núes, que envié trabajadores á
su mies.
CAPITULO X.
1 habiendo convocado á
Jl 3US doce discípulos,
les dió potestad sobre los espí-
ritus inmundos, para lanzarlos,
y para sanar toda dolencia, y
toda em'ermedad.
2 Y los nombres de los doce
Apóstoles son estos. El prime-
ro : Simón, que es llamado Pe-
dro, y Andrés su hermano ;
3 Santiago de Zebedéo, y
(J uan su hermano ; Fehpe y
Bartolomé ; Tomas, y Maieo
el Publicano ; Santiago de Al-
féo y Tadeo.
4 Simón Cananéo ; y Judas
Iscariotes, aquel que lo entregó.
5 A estos doce emió Jesús,
mandándoles, y diciendo : No
vayáis á camino de Gentiles, ni
entréis en las ciudades de los
Samaritanos :
6 Mas id antes á las ovejas,
que pereciéron de la casa de Is-
rael.
7 Id, y predicad, diciendo :
Que se acercó el reyno de los
cielos.
8 Sanad enfermos, resucitad
muertos, limpiad leprosos, lan-
zad demonios : graciosamente
recibisteis, dad graciosamente.
9 No poseáis oro, ni plata, ni
dinero en vuestras faxas :
10 No alforja para el camino,
ni dos túnicas, ni calzado, ni
bastón : porque digno es el tra-
bajador de su alimento.
11 Y en qualquier ciudad 6
aldea en que entrareis, pregun-
tad quien hay en ella digno ; y
estaos allí hasta que salgáis.
12 Y quando entréis en la ca-
sa, saludadla, diciendo : Paz sea
en esta casa.
13 Y si aquella casa fuere
digna, vendrá sobre ella vuestra
paz : mas sino fuere digna, vues-
tra paz se volverá á vosotros.
14 Y todo el que no os reci-
18
SAN MATEO.
biere, ni oyere vuestras palabras,
ai salir fuera de la casa, ó de la
ciudad, sacudid el polvo de vues-
tros pies.
1 5 En verdad os digo : Que
será mas tolerable á la tierra de
los de Sodoma, y de Gomorra
en el dia del juicio, que á aquella
ciudad.
1 6 Ved que yo os envío como
ovejas en medio de lobos. Sed
pues prudentes como serpientes,
y sencillos como palomas.
17 Y guardaos de los hom-
bres. Porque os harán compa-
recer en sus Audiencias, y os
azotarán en sus Sinagogas :
18 Y seréis llegados ante los
Gobernadores, y los Reyes por
causa de mí, en testimonio á
ellos, y á los Gentiles.
19 Y quando os entregaren,
no penséis cómo, ó qué habéis
de hablar : porque en aquella
hora os será dado lo que hayáis
de hablar.
20 Porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu
de vuestro Padre, que habla en
vosotros.
21 Y el hermano entregará á
muerte al hermano, y el padre
al hijo ; y se levantarán los hijos
contra los padres, y los harán
morir ;
22 Y seréis aborrecidos de
todos por mi nombre : mas el
que perseverare hasta el fin, este
será salvo.
23 Y quando os persiguieren
en esa ciudad, huid á la otra.
En verdad os digo, que no aca-
baréis las ciudades de Israel,
hajsta que venga el Hijo del
Hombre.
24 No es el discípulo mas que
su Maestro, ni el siervo mas que
su Señor.
23 Bástale al discípulo, ser
como su Maestro; y al siervo,
como su vSeñor. Si llamaron
Beelzebub al padre de familias,
¿ quánto mas á sus domésticos ?
26 Pues no los temáis ; porque
nada hay encubierto, que no se
haya de descubrir; ni oculto,
que no se haya de saber.
27 Lo que os digo en tinieblas,
decidlo en la luz ; y lo que ois á
la oreja, predicadlo sobre los te-
jados.
28 Y no temáis á los que ma-
tan el cuerpo, y no pueden ma-
tar el alma : temed ántes al que
puede echar el alma y el cuerpo
en el infierno.
29 ¿ Por ventura no se venden
dos paxarillos por un quarto ; y
uno de ellos no caerá sobre la
tierra sin vuestro padre ?
30 Aun los cabellos de vues-
tra cabeza están todos contados.
31 No temáis pues ; porque
mejores sois vosotros que muchos
páxaros.
32 Todo aquel pues que me
confesáre delante de los hom-
bres, lo confesaré yo también
delante de mi Padre, que está
en los cielos :
33 Y el que me negare de-
lante de los hombres, lo negaré
yo también delante de mi Padre,
que está en los cielos.
34 No penséis, que vine á me-
ter paz sobre la tierra : no vine
á meter paz, sino espada.
35 Porque vine á separar al
hombre contra su padre, y á la
hija contra su madre, y á la
nuera contra su suegra :
36 Y los enemigos del hom-
bre, los de su casa.
37 El que ama á padre, 6 k
madre mas que á mí, no es dig-
no de mí. Y el que ama á hijo.
CA1>ITÜL0 XI.
19
6 á hija noas qtie á mi, no es dig-
no de mí.
38 Y el que no tcana su cruz,
y me sig-ue, no es digno de mí.
39 El que halla su alma, la
perderá ; y el que perdiere su
abra por mí, la hallará.
40 El que á vosotros recibe,
á mí recibe ; y el que á mí re-
cibe, recibe á aquel que me
envió.
41 El que recibe á un Pro-
feta en nombre de Profeta,
galardón de Profeta recibii-á;
y el que recibe á un justo en
nombre de justo, galardón de
justo recibirá.
42 Y todo el que diere á beber
á uno de aquellos pequeñitos un
vaso de agua fria tan solamente
en nombre de discípulo, en ver-
dad os digo, que no perderá su
galardón.
CAPITULO XI.
1 "^T" acaeció, que quando
jL Jesús acabó de dar es-
tas instrucciones á sus doce dis-
cípulos, pasó de allí á enseñar y
predicar en las ciudades de ellos.
2 Y como Juan estando en la
cárcel oyese las obras de Cris-
to, envió dos de sus discípulos,
3 Y le dixo: ¿ Eres tú el que
ha de venir, ó esperamos á otro?
4 Y respondiendo Jesús, les
dixo : Id y contad á Juan lo que
habéis oido, y visto.
5 Los ciegos ven, los coxos
andan, los lepresos son limpia-
dos, los sordos oyen, los muertos
resucitan, y á los pobres les es
anunciado el Evangelio :
6 Y bienaventurado, el que
no fuere escandalizado en mí.
7 Y luego que ellos se fueron,
comenzó Jesús á hablar de Juan
á las gentes : ¿ Qué salisteis á
ver al desierto ? ¿ una caña mo-
vida del viento ?
8 ¿Mas que salisteis á ver?
¿ un hombre vestido de ropas de-
licadas ? Cierto los que visten
ropas delicadas, en casas de
Reyes están.
9 ¿Mas qué salisteis á ver?
¿•^un Profeta? Ciertamente os
digo, y aun mas que Profeta.
10 Porque este es, de quien
está escrito : He aquí yo envió
mi Angel ante tu faz, que apa-
rejará tu camino delante de tí.
1 1 En verdad os digo : que
entre los nacidos de mugeres no
se levantó mayor que Juan el
Bautista ; mas el que menor es
en el reyno de los cielos, mayor
es que él.
12 Y desde los dias de Juan
el Bautista hasta ahora, el reyno
de los cielos padece fuerza, y los
que se la hacen, lo arrebatan.
13 Porque todos los Profetas
y la Ley hasta Juan profetiza^
ron:
14 Y si queréis recibir, él es
aquel Elias, que ha de venir.
15 El que tiene orejas para
oir, oyga.
16 ¿ Mas á quién diré que es
semejante esta generación ? Se-
mejante es á unos muchachos
que están sentados en la plaza,
y gritando á sus iguales,
17 Dicen : Os cantamos, y no
baylasteis ; lloramos, y no plañis-
teis.
18 Porque vino Juan, que ni
comia, ni bebia, y dicen : De-
monio tiene.
19 Vino el hijo del hombre,
que come y bebe, y dicen : He
aquí un hombre glotón, y bebe-
dor de vino, amigo de Publica-
nos, y de pecadores. Mas la sa-
30
SAN MATEO.
biduría ha sido justificada por
sus hijos.
20 Entonces comenzó á re-
conrenir á las ciudades, en que
fueron hechas muy muchas de
sus maravillas, de que no habian
hecho penitencia.
21 ¡ Ay de tí, Corozain ! ¡Ay
de ti, Betsaida ! que si en Ty-
ro, y en Sidón se hubieran he-
cho las maravillas que han sido
hechas en vosotras, ya mucho ha
que hubieran hecho penitencia
en cilicio y en ceniza.
22 Por tanto os dig-o : Que
habrá menos rig"or para Tyro y
Sidón, que para vosotras en el
dia del juicio.
23 ¿ Y tú Cafamaum, por
ventura te alzaras hasta el cielo ?
hasta el infierno descenderás.
Porque si en Sodoma se hu-
bieran hecho los prodig-ios, que
han sido hechos en tí, tal vez
hubieran permanecido hasta este
dia.
24 Por tanto os digt), que en el
dia del juicio habrá ménos rigor
para la tierra de Sodoma que
para tí.
25 En aquel tiempo respon-
diendo Jesús, dixo : Doy gloria
á tí, Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque escondiste estas
cosas á los sabios y entendidos,
y las has descubierto á los pár-
vulos.
26 Así es. Padre : porque así
fué de tu agrado.
27 Mi Padre puso en mis ma-
nos todas las cosas. Y nadie
conoce al Hijo, sino el Padre ;
ni conoce ninguno al Padre, si-
no el Hijo, y aquel á quien lo
quisiere revelar el Hijo.
28 Venid á mí todos los que
estáis trabajados, y cargados, y
yo os aliviaré.
29 Traed mi yugo sobre vo-
sotros, y aprended de mí, qué
manso soy, y humilde de cora-
zón, y hallareis reposo para
vuestras almas.
30 Porque mi yugo suave es,
y mi carga hgera.
CAPITULO xn.
1 iri N aquel tiempo andaba
JL-J Jesús un dia de Sába-
do por unos sembrados; y sus
discípulos, como tuviesen ham-
bre, comenzáron á cortar espi-
gas, y á comer.
2 Y los Fariseos, quando lo
vieron, le dixéron : Álira que
tus discípulos hacen, lo que no
es lícito hacer en Sábado.
3 Pero él les dixo: ¿No ha-
béis leido lo que hizo David,
quando él tuvo hambre, y los
que con él estaban?
4 ¿ Cómo entró en la casa de
Dios, y comió los panes de la
proposición, que no le era lícito
comer, ni á aquellos que con él
estaban, sino á solos los Sacer-
dotes ?
5 ¿O no habéis leido en la
Ley, que los Sacerdotes los Sá-
bados en el templo quebrantan
el Sábado, y son sin pecado ?
6 Pues dígoos, que aquí está,
el que es mayor que el templo.
7 Y si supieseis qué es : Mi-
sericordia quiero, y no sacrificio;
jamas condenaríais á los ino-
centes :
8 Porque el Hijo del hombre
es Señor aun del Sábado.
9 Y habiendo pasado de allí,
vino á la Sinagoga de ellos.
10 Y he aquí un hombre que
tenia la mano seca, y ellos por
acusarle, le preguntaron, dicien-
do: Si es lícito curar en loe
Sábados ?
CAPITULO XII.
21
11 Y él les dixo : ¿ Qué hom-
bre habrá de vosotros, que tenga
una oveja, y si esta cayere el
Sábado en un hoyo, por ventura
no echará mano, y la sacará ?
12 ¿ Pues quánto mas vale un
hombre que una oveja ? Así que
lícito es hacer bien en Sábados.
1 3 Entónces dixo al hombre :
Extiende tu mano. Y él la ex-
tendió, y le filé restituida sana
como la otra.
14 Mas los Fariseos saliendo
de allí, consultaban contra él,
como le harían morír.
15 Y Jesús sabiéndolo, se
retiró de aquel lugar ; y fueron
muchos en pos de él, y los sanó
á todos :
16 Y les mandó, que no le
descubriesen.
17 Para que se cumpliese, lo
que fué dicho por el Profeta
Isaías, que dice :
18 He aquí mi siervo, que
escogí, mi amado, en quien se
agradó mi alma. Pondré mi
espíritu sobre él, y anunciará
justicia á las gentes.
19 No contenderá, ni voceará,
ni oirá ninguno su voz en las
plazas :
20 No quebrará la caña que
está cascada, ni apagará la tor-
cida que humea, hasta que saque
á victoria el juicio :
21 Y las gentes esperarán en
su nombre.
22 Entonces le traxéron un
endemoniado, ciego y mudo, y le
sanó ; de modo que habló y vio.
23 Y quedaban pasmadas to-
das las gentes, y decían : ¿ Por
ventura es este el Hijo de David?
24 Mas los Fariséos, oyén-
dolo, decían : Este no lanza los
demonios sino en virtud de Beel-
zebul) pnucipe de los demonios.
25 Y Jesús sabiendo los pen-
samientos de eUos, les dixo : To-
do reyno dividido contra sí mis-
mo, desolado será; y toda ciudad,
ó casa dividida contra sí misma,
no subsistirá.
26 Y si Satanás echa fuera á
Satanás, contra sí mismo está
jdividido : ¿ pues cómo subsistirá
su reyno ?
27 Y si yo lanzo los demonios
en virtud de Beelzebub, ¿ en
virtud de quién los lanzan vues-
tros hijos? Por eso serán ellos
vuestros jueces.
28 Mas si yo lanzo los demo-
nios por el espíritu de Dios, cier-
tamente á vosotros ha llegado el
reyno de Dios.
29 ¿ O como puede alguno
entrar en la casa del fuerte, y
saquear sus alhajas, si primero
no hubiere atado al fuerte? y
entonces saqueará su casa.
30 El que no es conmigo,
contra mí es ; y el que no allega
conmigo, esparce.
31 Por tanto os digo : Todo
pecado y blasfemia serán per-
donados á los hombres, mas la
blasfemia del espíritu no será
perdonada.
32 Y todo el que dixere pala-
bra contra el hijo del hombre,
perdonada le será ; mas el que
la dixere contra el Espíritu San-
to, no se le perdonará ni en este
siglo, ni en el otro.
33 O haced el árbol bueno, y
su fruto bueno ; ó haced el árbch
malo, y su fruto malo: porque
el árbol por el fruto es conocido.
34 Raza de víboras, ¿cómo
podéis hablar cosas buenas, sien-
do malos? porque de la abun-
dancia del corazón habla la boca.
35 El hombre bueno del buen
tesoro saca buenas cosas; mas
SAN MATEO.
el hombre malo del mal tesoro
saca malas cosas.
36 Y díg-oos, que de toda pala-
bra ociosa que hablaren los hom-
bres, darán cuenta de ella en el
dia del juicio.
37 Porque por tus palabras
serás justificado, y por tus pala-
bras serás condenado.
38 Entonces le respondieron
ciertos Escribas y Fariseos, di-
ciendo: Maestro, queremos ver
señal de tí.
39 El les respondió diciendo :
La g-eneracion mala y adulterina
señal pide ; mas no le será dada
señal, sino la señal de Joñas el
Profeta :
40 Porque así como Joñas
estuvo tres dias, y tres noches
en el vientre de la ballena, así
estará el Hijo del hombre tres
dias, y tres noches en el corazón
de la tierra.
41 Los Ninivitas se levanta-
rán en juicio con esta genera-
ción, y la condenarán : porque
hicieron penitencia por la predi-
cación de Jonás. Y he aquí en
este lugar mas que Jonás.
42 La Reyna del Austro se
levantará en juicio con esta
generación, y la condenará : por-
que vino de los fines de la tierra
á oir la sabiduría de-^alomón, y
Le aquí mas que Salomón.
43 Quando el espíritu inmun-
do ha salido de un hombre, anda
por lugares secos, buscando re-
poso, y no le halla.
44 Entonces dice : Me volveré
á mi casa, de donde salí. Y
quando viene, hállala desocupa-
da, barrida, y alhgjada.
45 Entonces va, y toma con-
sigo otros siete espíritus peores
que él, y entran dentro, y moran
allí : y lo postrero de aquel hom-
bre es peor que lo primero. Así
también acontecerá á esta gene-
ración muy mala.
46 Quando estaba todavía ha-
blando á las gentes, he aquí su
madre y hermanos estaban fuera,
que le querían hablar.
47 Y le dixo uno : Mira que
tu madre, y tus hermanos están
fuera, y te buscan.
48 Y él respondiendo al que
le hablaba, le dixo : ¿ Quién es
mi madre, y quienes son mis her-
manos ?
49 Y extendiendo la mano ha-
cia sus discípulos, dixo: Ved
aquí mi madre, y mis hermanos.
50 Porque todo aquel que hi-
ciere la voluntad de mi Padre,
que está en los cielos, ese es mi
hermano, y hermana, y madre.
CAPITULO XIII.
1 TT^N aquel dia saliendo
JLLá Jesús de la casa, se
sentó á la orilla de la mar.
2 Y se llegáron á él- muchas
gentes ; por manera que entran-
do en un barco se sentó ; y toda
la gente estaba en pie á la ribera,
3 Y les habló muchas cosas
por parábolas, diciendo: He aquí
que salió un sembrador á sem-
brar.
4 Y quando sembraba, algu-
nas semillas cayeron junto al
camino, y viniéron las aves del
cielo, y las comieron ;
5 Otras cayeron en lugares
pedregosos, en donde no tenían
mucha tierra ; y n?.ciéron lueg-o,
porque no teuian tierra profunda:
6 Mas en saliendo el sol, se
quemaron, y se secáron, porque
no teuian raiz :
7 Y otras cayeron sobre las
espinas ; y crecieron las espinas,
y las ahogaron.
CAPITULO xm.
23
8 Y otras cayeron en tierra
buena, y rendían fruto ; una á
ciento, otra a sesenta, y otra á
treinta.
9 El que tiene orejas para oir,
oyga.
1 0 Y lleg-ándose los discípulos,
le dixéron : ¿ por qué les hablas
por parábolas ?
1 1 El les respondió, y dixo :
Porque á vosotros os es dado sa-
ber los misterios del réyno de
los cielos ; mas á eUos no les es
dado.
12 Porque al que tiene, se le
dará, y tendrá mas ; mas al que
no tiene, aun lo que tiene, se le
quitará.
13 Por eso les hablo por pará-
bolas : porque viendo no vén ; y
oyendo no oyen, ni entienden.
14 Y se cumple en ellos la
profecía de Isaías, que dice :
De oido oiréis, y no entenderéis ;
y viendo veréis, y no veréis.
15 Porque el corazón de este
pueblo se ha engrosado, y de las
orejas oyeron pesadamente, y
cerráron sus ojos ; para que no
vean de los ojos, y oygan de las
orejas, y del corazón entiendan,
y se conviertan, y los sane.
16 Mas bienaventurados vues-
tros ojos, porque vén; y vuestras
orejas, porque oyen.
17 Porque en verdad os dig-o,
que muchos Profetas y justos
codiciáron ver lo que veis, y no
lo viéron ; y oir lo que ois, y no
lo oyéron.
18 Vosotros pues oid la pará-
bola del que siembra.
19 Qualquiera que oye la pa-
labra del reyno, y no la entiende,
viene el malo, y arrebata lo que
se sembró en su corazón: este
es el que fué sembrado junto al
camino.
I 20 Mas el que fué sembrado
I sobre las piedras, este es el que
oye la palabra, y por el pronto
la recibe con gozo:
21 Pero no tiene en sí raíz,
ántes es de poca duración : y
quando le sobreviene tribulación
y persecución por la palabra,
luego se escandaliza.
" 22 Y el que fué sembrado en-
tre las espinas, este es el que
oye la palabra ; pero los cuidados
de este siglo, y el engaño de las
riquezas ahogan la palabra, y
queda infructuosa.
23 Y el que fué sembrado en
tierra buena, este es el que oye
la palabra, y la entiende, y lleva
fruto : y uno lleva á ciento, y
otro á sesenta, y otro á treinta.
24 Otra parábola les propuso,
diciendo : Semejante es el reyno
de los cielos á un hombre, que
sembró buena simiente en su
campo:
23 Y miéntras dormían los
hombres, vino su enemigo, y
sembró zizaña en medio del tri-
go, y se fué :
26 Y después que creció la
yerba, é hizo fruto, apareció tam-
bién entonces la zizaña.
27 Y llegando los siervos del
padre de familias, le dixéron :
¿ Señor, por ventura no sembras-
te buena simiente en tu campo ^
¿ pues de donde tiene zizaña ?
28 Y les dixo : Hombre ene-
migo ha hecho esto. Y le dixé-
ron los siervos : ¿ Quieres que
vamos, y la cojamos ?
29 No, les respondió : no sea
que cogiendo la zizaña, arran-
quéis también con ella el trigo.
30 Dexad crecer lo uno y lo
otro hasta la siega ; y en el tiem-
po de la siega diré á los sega-
dores : Coged primeramente la
24
SAN MArao.
ztzaña, y atsidla en manojos para
quemarla ; mas el trigo recoged-
lo en mi granero.
31 Otra parábola les propuso,
diciendo : Semejante es el reyno
de los cielos á un grano de mos-
taza, que tomó un hombre, y
sembró en su campo :
32 Este en verdad es el menor
de todas las simientes ; pero des-
pués que crece, es mayor que
todas las legumbres, y se hace
árbol, de modo que las aves del
cielo vienen á anidar en sus ra-
mas.
33 Les dixo otra parábola.
Semejante es el rejTio de los
cielos á la levadura que toma
una muger, y la esconde en tres
medidas de harina, hasta que to-
do queda fermentado.
34 Todas estas cosas habló
Jesús al pueblo por parábolas ;
y no le hablaba sin parábolas :
35 Para que se cumpliese, lo
que habia dicho el Profeta, que
dice : Abriré en parábolas mi
boca ; rebosaré cosas escondidas
desde el establecimiento del
mundo.
36 Entonces despedidas las
gentes, se vino á casa ; y llegán-
dose á él sus discípulos, le di-
xéron: Explícanos la parábola
de la zizaña del campo.
37 El les respondió, y dixo :
El que siembra la buena simien-
te, es el Hijo del hombre ;
38 Y el campo es el mundo ;
y la buena simiente son los hijos
del reyno; y la zizaña son los
hijos de la iniquidad ;
39 Y el enemigo, que la sem-
bró, es el diablo ; y la siega, es
la consumación del siglo ; y los
segadores, son los Angeles.
40 Por manera que así como
es cogida la zizaña, y quemada
al fuego, así será en la consu-
mación del siglo.
41 Enviará el Hijo del hombre
sus Angeles, y cogerán de su
reyno todos los escándalos, y á
los que obran iniquidad ;
42 Y echárloshan en el homo
del fu^o : allí será el llanto, y
el crugir de dientes.
43 Entónces los justos res-
plandecerán como el Sol en el
reyno de su Padre. El que tie-
ne orejas para oir, oyga.
44 Semejante es el reyno de
los cielos á un tesoro escondido
en el campo, que quando lo lialla
un hombre, lo esconde ; y por el
gozo de ello va, y vende quanto
tiene, y compra aquel campo.
45 Asimismo es semejante el
reyno de los cielos á un hombre
negociante, que busca buenas
perlas :
46 Y habiendo hallado una de
gran precio, se fué, y vendió
quanto tenia, y la compró.
47 También el reyno de los
cielos es semejante á una red,
que echada en la mar, allega to-
do género de peces :
48 Y quando está llena, la
sacan á la orilla, y sentados allí,
escogen los buenos, y los meten
en vasijas, y echan fuera á los
malos.
49 Así será en la consuma-
ción del siglo: saldrán los Ange-
les, y apartarán á los malos de
entre los justos,
50 Y los meterán en el horno
del fuego : allí será el llanto, y
el crugir de dientes.
51 ¿Habéis entendido todas
estas cosas ? Ellos "dixéron : Sí.
52 Y les dixo : Por eso todo
Escriba instruido en el reyno
de los cielos, es semejante á
un padre de familias, que saca
CAPITULO XIV.
25
de su tesoro cosas nuevas j
j viejas.
I 53 Y qnando Jesús hubo aca-
I bado estas parábolas, se fué de
aUí.
64 Y vino á su patria, y los
instruía en las Sinag-ogas de e-
llos ; de modo que se maravilla-
ban, y decían : ¿ De donde á este
este saber, y maravillas ?
55 ¿ Por ventura no es este el
hijo del Artesano ? ¿ No se llama
su madre María, y sus hermanos
Santiago, y Josef, y Simón, y
Judas?
56 ¿ Y sus hermanas no están
todas entre nosotros ? ¿ Pues de
donde á este todas estas cosas ?
57 Y se escandalizaban en él.
IMas les díxo Jesús ; No hay
Profeta sin honra, sino eri su
patria, y en su casa.
58 Y no hizo allí muchos mi-
lagros, á causa de la incredulidad
de ellos.
CAPITULO XIV.
1 Xj^^ aquel tiempo He-
Há ródes el Tetrarchá
oyó la fama de Jesús :
2 Y díxo á sus criados : Este
es Juan el Bautista, que resucitó
de entre los muertos ; y por eso
virtudes obran en él.
» 3 Porque Heredes había he-
cho prender á Juan, y atado,
ponerle en la cárcel, por causa de
Herodías mug-er de su hermano.
4 Porque le decía Juan : No
te es lícito tenerla.
5 Y queriéndole matar, temía
al pueblo: porque le miraban
como á un Profeta.
6 Mas el día del nacimiento
de Herádes la hija de Herodías
danzó delan&e de todos, y agradó
á Hero'des.
7 Por lo que prometió con
juramento, que le daría todo lo
que le pidiese.
8 Y ella prevenida por su ma-
dre, díxo : Dame aquí en un
plato la cabeza de Juan el Bau-
tista.
9 Y el Rey se entristeció:
«as por el juramento, y por los
que estaban con él á la mesa, se
la mandó dar.
10 Y envió, é hizo degollar á
Juan en la cárcel ;
11 Y fué traída su cabeza
en un plato, y dada á la mucha-
cha ; y ella la llevó á su madre.
12 Y vinieron sus discípulos,
y tomáron su cuerpo, y lo enter-
raron ; y fuéron á dar la nueva
á Jesús.
13 Y quando lo oyó Jesús, se
retiró de allí en un barco á un
lugar desierto apartado : y ha-
biéndolo oído las gentes, le si-
guieron á píe de las ciudades.
14 Y quando salió, vió una
grande multitud de gente, y tuvo
de ellos compasión, y sanó los
enfermos de ellos.
15 Y venida la tarde, se llega-
ron á él sus discípulos, y le dixé-
ron : Desierto es este lugar, y la
hora ya es pasada ; despacha las
gentes, para que pasando á las
aldeas, se compren que comer.
16 Y les dixo Jesús : No tie-
nen necesidad de irse : dadles
vosotros de comer.
17 Le respondiéron : No te-
nemos aquí sino cinco panes, y
dos peces.
18 Jesús les dixo: Traédme-
los acá.
19 Y habiendo mandado á la
gente, que se recostase sobre el
heno, tomó los cinc© panes, y
los dos peces ; y alzando los ojos
al cielo, bendixo, y partió los pa-
2
26
SAN MATEO.
nes, y iOs dio á los discípulos, y
los discípulos á las g-entes :
20 Y comiéron todos, y se sa-
ciaron : y alzaron las sobras,
doce cestos llenos de pedazos ;
21 Y el número de los que
comiéron fué cinco mil hombres,
sin contar mujeres, y niños.
22 Y Jesús hizo subir luego á
sus discípulos en el barco, y que
pasasen antes que él á la otra
ribera del lago, mientras despe-
día la gente.
23 Y luego que la despidió,
subió á un monte solo á orar. Y
quando vino la noche, estaba él
allí solo.
24 Y el barco en medio de la
mar era combatido de las ondas :
porque el viento era contrario.
25 Mas á la quarta vigilia de
la noche vino Jesús acia eUos
andando sobre la mar.
26 Y quando le viéron andar
sobre la mar, se turbaron, y de-
cían : Que es fantasma. Y de
miedo comenzaron á dar voces.
27 Mas Jesús les habló al mis-
mo tiempo, y dixo : Tened buen
ánimo : yo soy, no temáis.
28 Y respondió Pedro, y dixo :
Señor, si tú eres, mándame venir
á tí sobre las aguas.
29 Y él le dixo: Ven. Y
baxando Pedro del barco, an-
daba sobre el agua para llegar á
Jesús.
30 Mas viendo el viento recio,
tuvo miedo : y como empezase á
hundirse, dio voces diciendo :
Valedme, Señor.
31 Y luego extendiendo Jesús
la mano, travó de él, y le dixo :
Hombre de poca fe, ¿ por qué
dudaste ?
32 Y luego que entraron en
el barco, cesó el viento.
33 Y los que estaban en el
barco, viu'.éron, y le adoraron,
diciendo : Verdaderamente Hijo
de Dios eres.
34 Y habiendo pasado á la
otra parte del lago, fueron á la
tierra de Genesar.
35 Y después que le conocie-
ron los hombres de aquel lugar,
enviaron por toda aquella tierra,
y le presentáron todos quantos
padecían algún mal :
36 Y le rogaban, que les per-
mitiese tocar siquiera la orla de
su vestido. Y quantoa la toca-
ron, quedáron sanos.
CAPITULO XV.
1 TjlNTONCES se llegaron
Mlá á él unos Escribas y
Fariséos de Jerusalém, diciendo :
2 ¿Por qué tus discípulos
traspasan la tradición de los an-
cianos? Pues no se lavan las
manos, quando comen pan.
3 Y él respondiendo les dixo :
¿ Y vosotros por qué traspasáis el
mandamiento de Dios por vues-
tra tradición? pues Dios dixo:
4 Honra al padre y á la ma-
dre. Y : Quien maldixere al
padre ó á la madre, muera de
muerte.
5 Mas vosotros decís : Qual-
quiera que dixere al padre ó á
la madre : todo don que yo ofre-
ciere, á tí aprovechará :
6 Y no honrará á su padre ó
á su madre ; y habéis hecho vano
el mandamiento de Dios por
vuestra tradición.
7 Hipócritas, bien profetizo
de vosotros Isaías, diciendo :
8 Este pueblo con los labios
me honra ; mas el corazón de
ellos léxos está de mí.
9 Y en vano me honran, en-
señando doctriaas y inandainien^
tos de hombres.
CAPITULO XV
10 Y- habiendo convocado así
á las g-entes, les dixo : Oid y en-
tended.
11 No ensucia al hombre, lo
que entra en la boca ; mas lo
que sale de la boca, eso ensucia
al hombre.
12 Entonces llegándose sus
discípulos, le dixéron : ■ Sabes,-
que los Fariséos se han escanda-
lizado, quando han oído esta pa-
labra?
13 Mas él respondiendo dixo :
Toda planta, que no plantó mi
Padre celestial, arrancada será
de raiz.
14 Dexadlos : cieg-os son, y
guias de ciegos. Y si un ciego
guia á otro ciego, entrambos
caen en el hoyo.
15 Y respondiendo Pedro le
dixo : Explícanos esa parábola.
16 Y dixo Jesús ; ¿ Aun tam-
bién rosoti'os sois sin entendi-
miento ?
n ¿ No comprehendeis, que
toda cosa que entra en la boca,
va al vientre, y es echado en un
lugar secreto ?
1 8 Mas lo que sale de la boca,
del corazón sade, y esto ensucia
al hombre :
19 Porque del corazón salen
Jos pensamientos malos, homici-
dios, adulterios, fornicaciones,
hurtos, falsos testimonios, blas-
femias.
20 Estas cosas son las que en-
f ucian al hombre ; mas el co-
mer con las manos sin lavar, no
ensucia al hombre.
21 Y saliendo Jesús de allí, se
fué á las partes de Tiro y de
Sidón.
22 Y he aquí una muger Ca-
nanéa, que habia salido de aque-
llos términos, y clamaba dicién-
dole : Señor, hijo de David, ten ;
27
piedad de mí ; mi hija es mala-
mente atormentada del demonio.
23 Y él no le respondió pala-
bra. Y llegándose sus discípu-
los, le rogaban y decían : Despá-
chala, porque viene gritando eu
pos de nosotros.
24 Y él respondiendo dixo :
No soy enviado sino á las ovejas,
que pereciéron, de la casa de
Israél.
25 Mas ella vino, y le adoró,
diciendo : !¿eúor, valedme.
26 El respondió, y dixo : No
es bien tomar el pan de los hijos,
y echarlo á los perros.
27 Y ella dixo: Así es. Señor;
mas los perrillos comen de las
migajas, que caen de la mesa de
sus señores.
28 Entóuces respondió Jesús,
y le dixo : O muger. gi*ande es
tu fe : háguse contigo como
quieres. Y desde aquella hora
fué sana su hija.
29 Y habiendo salido Jesús de
allí, vino junto al mar de Gali-
lea : y subiendo á un monte, se
sentó allí.
30 Y se llegaron á él muchas
gentes, que traían consigo mu-
dos, ciegos, coxos, mancos, y
otros muchos ; y los echaron á
sus pies, y los sanó :
31 De manera que se mara-
villaban las gentes, viendo hablar
los mudos, andar los coxos, ver
los ciegos ; y loaban en gran
manera al Dios de Israél.
32 Mas Jesús, llamando á sus
discípulos, dixo : Tengo compa-
sión de estas gentes ; porque ha
ya tres dias que perseveran con-
migo, y no tienen que comer ; y
no quiero despedirlas en ajunaS;
porque no desfallezcan en el ca-
mino.
33 Y le dixéron los discípu-
28
SAN MATEO.
los : ¿ Como podremos hallar en
este desierto tantos panes, que
hartemos tan g-i-ande multitud de
gente ?
34 Y Jesús les dixo : ¿ Quan-
tos panes tenéis? Y ellos dixé-
rou : Siete, y unos pocos pece-
cillos.
35 Y mandó á la gente recos-
tarse sobre la tierra.
36 Y tomando los siete panes,
y los peces, y dando gracias los
partió, y dió á sus discípulos, y
los discípulos los dieron al pue-
blo.
37 Y comieron todos, y se
hartaron. Y de los pedazos que
sobraron, alzaron siete espuertas
llenas.
38 Y los que comieron, fue-
ron quatro mil hombres, sin los
niños y mugeres.
39 Y despedida la gente, en-
tró en un barco ; y pasó á los
términos de Magedán.
CAPITULO XVI.
1 "¥7^ se llegaron á él los
jL Fariséos, y los Sad-
ducéos para tentarle ; y le roga-
ron, que les mostrase alguna se-
ñal del cielo.
2 Y él respondió, y les dixo :
Quando va llegando la noche
decis : Sereno hará, porque roxo
está el cielo.
3 Y por la mañana : Tempes-
tad habrá hoy, porque el cielo
triste tiene arreboles.
4 Pues la faz del cielo sabéis
distinguir, i y las señales de los
tiempos no podéis saber? La
generación perversa y adúltera
Beñal pide ; y señal no le será
dada, sino la señal de Jonás el
Profeta. Y los dexó, y se fué.
5 Y pasando sus discípulos á
la otra ribera, se hablan olvidadd
de tomar panes.
6 J esus les dixo ; Mirad, y
guardaos de la levadura de los
Fariséos, y de los Sadducéos.
7 Mas ellos pensaban, y de-
cían dentro de sí : porque no
hemos tomado panes.
8 Y Jesús conociéndolo, les
dixo : Hombres de poca fé, ¿por
qué estáis pensando* dentro de
vosotros, que no tenéis panes ?
9 ¿No comprehendeis aun, ni
os acordáis de los cinco panes
para cinco mil hombres, y quán-
tos cestos alzasteis ?
10 ¿Ni de los siete panes para
quatro mil hombres, y quántas
espuertas recogisteis ?
11 ¿ Cómo no comprehendeis,
que no por el pan os dixe : guar-
daos de la levadura de los Fari-
séos, y de los Sadducéos?
12 Entónces entendieron, que
no había dicho que se guardasen
de la levadura de los panes, sino
de la doctrina de los Fariséos,
y de los Sadducéos.
13 Y vino Jesús á las partes
de Cesárea de Filipos ; y pre-
guntaba á sus discípulos, dicien-
do : ¿ Quién dicen los hombres
qne es el Hijo del hombre ?
14 Y ellos respondiéron : Loa
unos, que Juan el Bautista ; los
otros, que Elias ; y los otros, que
Jeremías, ó uno de los Profetas.
15 Y Jesús les dice : ¿Y vo-
sotros quién decis que soy yo ?
16 Respondió Simón Pedro, y
dixo : Tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios el vivo.
17 Y respondiendo Jesús, le
dixo: Bienaventurado eres Si-
món hijo de Juan ; porque no te
lo reveló carne ni sangre, sino
mi Padre, que está ea los cielos,
1 18 Y yo te digo, que tú ere?
CAPITULO XVII.
20
Pedro, y sobre esta piedra edifi-
caré mi Ig-lesia, y las puertas del
infierno no prevalecerán contra
ella.
19 Y á tí daré las llaves del
reyno de ios cielos. Y todo lo
que ligares sobre la tierra, ligado
cera en los cielos ; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será
también desatado en los cielos.
20 Entonces mandó á sus dis-
cípulos, que no dixesen á ningu-
no, que él era Jesús el Cristo.
21 Desde entonces comenzó
Jesús á declarar á sus discípulos,
que convenia ir él á Jerusalém,
y padecer muchas cosas de los
ancianos, y de los Escribas, y de
los Príncipes de los Sacerdotes,
y ser muerto, y resucitar, al ter-
cero dia.
22 Y tomándole Pedro aparte,
comenzó á increparle, diciendo :
Léxos esto de tí, Señor ; no será
esto contigo.
23 Y vuelto ácia Pedro, le
dixo : Quítateme delante. Sata-
nás ; estorbo me eres ; porque
no entiendes las cosas que son
de Dios, sino las de los hom-
bres.
24 Entónces dixo Jesús á sus
discípulos : Si alguno quiere ve-
nir en pos de mí, niegúese á sí
mismo, y tome su cruz, y sí-
g'ame.
25 Porque el que su alma
quisiere salvar, la perderá ; mas
el que perdiere su alma por raí,
la hallará.
26 ¿ Porque qué aprovecha al
hombre si ganare todo el mundo,
y perdiere su alma? ¿O qué
cambio dará el hombre por su
alma ?
27 Porque el Hijo del hom-
bre ha de venir en la gloria de
6U Padre con sus Angeles ; y en-
tonces dará a cada uno según sus
obras.
28 En verdad os digo, que hay
algunos de los que están aquí,
que no gustarán la muerte, has-
ta que vean al Hijo del hombre
venir en su reyno.
CAPITULO XVII.
1 "^fT" después de seis días
JL toma Jesús consigo á
Pedro, y á Santiago, y á Juan su
hermano, y los lleva aparte á un
monte alto :
2 Y se transfiguró delante de
ellos ; y resplandeció su rostro
como el Sol ; y sus vestiduras se
pararon blancas como la nieve.
3 Y he aquí les apareciéron
Moisés, y Elias hablando con él.
4 Y tomando Pedro la palabra^
dixo á Jesús : Señor, bueno es,
que nos estemos aquí : si quieres
hagamos aquí tres tiendas, una
para tí, otra para Moisés, y otra
para Elias.
5 El estaba aun hablando,
quando vino una nube luminosa
que los cubrió. Y he aquí una
voz de la nube diciendo: Este
es mi Hijo el amado, en quien
yo mucho me he complacido : á
él escuchad.
6 Y quando lo oyeron los dis-
cípulos, cayéron sobre sus ros-
tros, y tuviéron grande miedo.
7 Mas Jesús se acercó, y los
tocó, y les dixo: Levantaos, y
no temáis.
8 Y alzando ellos sus ojos, á
nadie vieron, sino solo á Jesús.
9 Y al baxar ellos del monte,
les mandó Jesús, diciendo : No
digáis á nadie la visión, hasta
que el Hijo del hombre resucite
de entre los muertos.
10 Y sus dÍ8cípulos-ie pregun-
30
SAN MATEO.
táron, y dixéron : ¿ Pues porqué
dicen los Escribas, que Elias
debe venir primero ?
11 Y él les respondió, y dixo :
Elias en verdad ha de venir, y
restablecerá todas las cosas :
12 Mas os digo, que ya vino
Elias, y no le conociéron, antes
hiciéron con él quanto quisiéron.
Así también liarán ellos padecer
al Hijo del hombre.
13 Entonces entendieron los
discípulos, que de Juan el Bau-
tista les habia hablado.
1 4 V quando lleg-ó á donde
estaba la gente, vino á él un
hombre, é hincadas las rodillas
delante de él, le dixo : Señor,
apiádate de mi hijo, que es luná-
tico, y padece mucho : pues mu-
chas veces cae en el fuego, y
muchas en el agua.
15 Y lo he presentado a tus
discípulos, y no le han podido
sanar.
1 6 Y respondiendo Jesús, di-
xo : ¿O generación incrédula
y depravada ? ¿ hasta quándo es-
taré con vosotros ? ¿ hasta quán-
do os sufriré ? Traédmele acá.
1 7 Y Jesús lo increpó, y salió
de él el demonio, y desde aquella
hora fué sano el mozo.
18 Entonces se llegáron á
Jesús los discípulos aparte, y le
dixéron : ¿ Por qué nosotros no
le pudimos lanzar ?
19 Jesús les dixo: Por vues-
tra poca fe. Porque en verdad
os digo, que si tuviereis fé, quan-
to un grano de mostaza, diréis á
este monte : Pásate de aquí allá,
y se pasará; y nada os será im-
posible.
20 Mas esta casta no se lanza
sino por oración y ayuno.
21 Y estando ellos én la Gali-
lea, les dixo Jesús: El Hijo del
hombre ha de ser entregado en
manos de los hombres ;
22 Y lo matarán, y resucitará
al tercero dia. Y ellos se en-
tristeciéron en extremo.
23 Y como llegáron á Cafar-
naum, viniéron á Pedro los que
cobraban los didrachmas, y le
dixéron : ¿ Vuestro Maestro no
paga los didrachmas ?
24 Dixo : Sí. Y entrando en
la casa, Jesús le habló primero
diciendo : ¿ Qué te parece, Si-
món ? ¿ Los Keyes de la tierra
de quién cobran el tributo ó el
censo ? ¿ De sus hijos, ó de los
extraños ?
25 De los extraños, respon-
dió Pedro. Jesús le dixo : Lue-
go los hijos son francos.
26 Mas porque no los escan-
dalicemos, ve á la mar, y echa
el anzuelo : y el primer pez que
viniere, tómalo; y abriéndole la
boca, hallarás un estatero : tó-
malo, y se lo darás por mí, y
por tí.
CAPITULO xvin.
1 TT^ N aquella hora se lie-
-Hi gáron los discípulos á
Jesús, diciendo: ^- Quién piensas
que es mayor en el reyno de los
cielos ?
2 Y llamando Jesús á un ni-
ño, lo puso en medio de ellos,
3 Y dixo : En verdad os digo,
que sino os volviereis, é hiciereis
como niños, no entraréis en el
reyno de los cielos.
4 Qualquiera pues que se
humillare como este niño, este
es el mayor en el reyno de los
cielos.
5 Y el que recibiere á un
niño tal en mi nombre, á ítíí
recibe.
CAPITULO XVIII.
31
6 Y el que escandalizare á
uno de estos pequeñitos, que en
mí creen, mejor I(; fuera que
coleasen á su cuello una piedra
de molino de asno, y le anegasen
en el profundo de la mar.
7 ¡ Ay del mundo por los es-
cándalos ! Porque necesario es
que veng-an escándalos ; mas ayi
de aquel hombre, por quien
viene el escándalo.
3 Por tanto si tu mano, 6 ta
pie te escandaliza, córtale, y
échale^ de tí : porque mas te vale
entrar en la vida manco 6 coxo,
que teniendo dos manos ó dos
pies, ser echado en el fuego
eterno.
9 Y si tu ojo te escandaliza,
sácale, y échale de tí : porque
mejor te es entrar en la vida
con un solo ojo, que tener dos
ojos, y ser echado en la geheuna
del fuego.
10 Mirad que no tengáis en
poco á uno de estos pequeñitos :
porque os digo, que sus Angeles
en los cielos siempre ven la cara
de mi padre, que está en los
cielos.
11 Porque el Hijo del hom-
bre vino a salvar lo que habia
perecido.
12 cQué os parece? Si tu-
viere alguno cien ovejas, y se
descarriare una de ellas, ¿por
ventura no dexa las noventa y
nueve en los montes, y va á bus-
car aquella, que se extravió ?
13 Y si aconteciere el hallar-
la, dígcos en verdad, que se
goza mas con ella, que con las
noventa y nueve, que no se ex-
traviáron.
14 Así no es la voluntad de
Tuestro Padre, que está en los
cielos, que perezca uno de estos
pequeñitos.
15 Por tanto si tu hermano
pecare centra tí, ve, y corrígele
entre tí y él solo. Si te oyere,
ganado habrás á tu hermano.
16 Y si no te oyere, toma aun
contigo uno ó dos, para que por
boca de dos ó de tres testigos
conste toda palabra :
17 Y si no los oyere, dilo á la
Iglesia : y si no oyere á la
Iglesia, tenlo como un Gentil, y
un Publicano.
18 En verdad os digo, que
todo aquello que ligareis sobre
la tierra, ligado será también en
el Cielo ; y todo lo que desata-
reis sobre la tierra, desatado será
también en el Cielo.
19 Dígoos otrosí, que si dos
de vosotros se convinieren sobre
la tierra, de toda cosa que pidie-
ren, les será hecho por mi Padre,
que está en los Cielos.
20 Porque donde están dos ó
tres congredados en mi noiabre,
aUí estoy en medio de ellos.
21 Entónces Pedro llegán-
dose á él, dixo : ¿ Señor, quantas
veces pecará mi hermano contra,
mí, y le perdonaré ? ¿ hasta siete
veces ?
22 Jesús le dice : No te digo
hasta siete, sino hasta setenta
veces siete veces.
23 Por esto el reyno de los
Cielos es comparado á un hom-
bre Rey, que quiso entrar en
cuentas con sus siervos :
24 Y habiendo comenzado á
tomar las cuentas, le fué presen-
tado uno, que le debia diez rail
talentos :
25 Y como no tuviese con que
pagarlos, mandó su señor que
fuese vendido él, y. su muger, y
sus hijos, y quanto tenia, y que
se le pagase.
26 Entonces el siervo, arro-
32
SAN MATEO.
jáodose á sus pies, le rogaba, di-
ciendo ; Señor, espérame, que
todo te lo pag-aré.
27 Y compadecido el señor
de aquel siervo, le dexó libre, y
íe perdono la deuda.
28 Mas luego que salió aquel
siervo, halló á uno de sus con-
siervxís, que le debia cien dena-
i-ios ; y travando de él, le quería
ahogar, diciendo: Paga lo que
me debes.
29 Y arrojándose á sus pies
su compañero, le rogaba, dicien-
do: Ten un poco de paciencia,
y todo te lo pagaré.
30 Mas él no quiso; sino que
fué, y le hizo poner en la cárcel^
hasta que pagase lo que le debia.
31 Y viendo los otros siervos
sus compañeros lo que pasaba,
se entristeciéron mucho ; y fué-
ron á contar á su señor todo lo
que habia pasado.
32 Entonces le llamó su se-
ñor, y le dixo : Siervo malo,
ioua ia deuda te perdoné, porque
rae lo rogaste :
33 ¿Pues no debias tú tam-
bién tener compasión de tu com-
pañero, así como yo la tuve de tí ?
34 Y enojado su señor le hizo
entregar á los atormentadores,
liasta que pagase todo lo que
debia.
35 Del mismo modo hará
también con vosotros mi Padre
celestial, si no perdonareis de
vuestros corazones cada uno á
áu hermano.
CAPITULO XIX.
1 "V^ aconteció, que quan-
JL do Jesús hubo acaba-
do de decir estas palabras, se fué
de la Galilea, y pasó á los con-
fines de la Judéa de la otra parte
del Jordán ;
2 Y le siguieron muchas gen-
tes, y los sanó allí.
3 Y se llegaron 1 él los Farí-
séos tentándole, y diciendo: ¿Es
lícito á un hombre repudiar á
su muger por qualquiera causa ?
4 El respondió, y les dixo :
¿ No habéis leido, que el que
hizo al hombre desde el princi-
pio, macho y hembra los hizo ?
y dixo :
5 Por esto dexará el hombrd
padre, y madre, y se ayuntará, á
su muger, y serán dos en una
carne.
6 Así que ya no son dos, sino
una carne. Por tanto lo que
Dios juntó, el hombre no lo
separe.
7 Dícenle : ¿ Pues por que
mandó Moisés dar carta de di-
vorcio, y repudiarla ?
8 Les dixo: Porque Moisés
por la dureza de vuestros cora-
zones os permitió repudiar éi
vuestras mugeres ; mas al pria-
cipio no fué así.
9 Y dígoos, que todo aquel
que repudiare á su muger, sino
por la fornicación, y tomare otra,
comete adulterio ; y el que se
casare con la que otro repudió^
comete adulterio.
10 Sus discípulos le dixéron:
Si así es la condición del hom-
bre con su muger, no conviene
casarse.
11 El Ies dixo : No todos son
capaces de esto, sino aquellos á.
quienes es dado.
12 Porque hay castrados, que
así naciéron del vientre de su
madre ; y hay castrados, que lo
fuéron por los hombres ; y hay
castrados, que á sí mismos se
castrái'on por amor del reyno de
los Cielos. El que puede ser
capaz, séalot
CAPITULO XX.
35
13 Entonces le presentaron
unos niños, para que pusiese las
manos sobre ellos, y orase : mas
los discípulos los reñian.
14 Y Jesús les dixo : Dexad
! á los niños, y no los estorbéis de
venir á mí ; porque de los tales
es el reyno de los cielos.
1 5 Y quando Ies hubo impues-
, to las manos, se fué de allí.
16 Y vino uno, y le dixo;
Maestro bueno, ¿ qué bien haré
para conseguir la vida eterna ?
17 El le dixo: ¿Porqué me
preguntas de bien ? Solo uno es
bueno, que es Dios. Mas si
quieres entrar en la vida, guarda
I los Mandamientos.
18 El le dixo: ¿Quales? Y
Jesús le dixo : No matarás ; No
adulterarás ; No hurtarás ;* No
dirás falso testimonio ;
19 Honra á tu padre, y á tu
madre ; y amarás á tu próximo
como á tí mismo.
20 El mancebo le dice : Yo
he guardado todo eso desde mi
juventud : ¿ qué me falta aun ?
21 Jesús le dixo : Si quieres
ser perfecto, ve, vende quanto
tienes, y dalo á los pobres, y
tendrás un tesoro en el Cielo ; y
ven, sigúeme :
22 Y quando oyó el man-
cebo estas palabras, se fué
triste ; porque tenia muchas po-
sesiones.
*23 Y dixo Jesús á sus discí-
pulos : ^ En verdad os digo, que
con dificultad entrará un rico en
el reyno de los cielos.
24 Y además os digo : Que mas
fácil cosa es pasar un camello
por el ojo de una agwja, que en-
trar un rico en el reyno de los
cielos.
25 Los discípulos, quando
oyeron estas palabras, se maravi-
llaron mucho, y dixéron : ¿ Pues
quien podrá salvarse ?
26 Y mirándolos Jesús, les
dixo : Esto es imposible para los
hombres ; mas para Dios todo es
posible.
27 Entonces tomando Pedro
la palabra, le dixo : He aquí, que
nosotros todo lo hemos dexado,
y te liemos seguido : ¿ qué es
pues, lo que tendremos ?
28 Y Jesús les dixo : En ver-
dad os digo, que vosotros que
me habéis seguido, quando en
la regeneración se sentará el
Hijo del hombre en el trono de
su magestad, os sentaréis tam-
bién vosotros sobre doce sillas,
para juzgar á las doce tribus de
Israél.
29 Y qualquiera que dexare
casa, ó hermanos, ó hennaaas,
ó padre, ó madre, ó mugar, 6
hijos, ó tierras, por mi nombre,
recibirá ciento por uno, y po-
seerá la vida eterna.
30 Mas muchos primeros se-
rán postreros; y postreros pri-
meros.
CAPITULO XX.
1 QJEMEJANTEeselrey-
k3 no de los Cielos á un
hombre Padre de familias, que
salió muy de mañana á ajustar
trabajadores para su viña.
2 Y habiendo concertado coa
los trabajadores darles un dena-
rio por dia, los envió á su viña.
3 Y saliendo cerca de la hora
de tercia, vi6 otros en la plaza,
que estaban ociosos.
4 Y les dixo : Id también vo-
sotros á mi viña, y os daré lo
que fuere justo.
5 Y ellos fuéron. Volvió á
salir cerca de la hora de sexta y
de nona, é hizo lo mism.o.
2*
34
SAN MATEO.
6 Y salió cerca de la hora de
vísperas, y halló otros, que se
estaban allí, y les dixo: ¿Que
hacéis aquí todo el dia ociosos?
7 Y ellos le respondieron;
Porque ning-uno nos ha llamado
á, jornal. Díceíes: Id también
vosotros á mi viña.
8 Y al venir la noche, dixo el
dueño de la viña á su mayordo-
mo: Llama los trabajadores, y
págales su jornal, comenzando
desde los postreros hasta los pri-
meros.
9 Quando vinieron los. que
habían ido cerca de la hora de
vísperas, recibió cada uno su
denario.
10 Y quando llegaron los pri-
meros, creyeron, que les darían
mas ; pero no recibió sino un
denario cada uno.
11 Y tomándole murmuraban
contra el Padre de familias,
12 Diciendo : Estos postreros
sola una hora han trabajado, y
los has hecho iguales á nosotros
que hemos llevado el peso del
dia y del calor.
13 Mas él respondió á uno de
ellos, y le dixo : Amigo, no te
hago agravio: ¿no te concertaste
conmigo por un denario?
14 Toma lo que es tuyo, y
vete : pues yo quiero dar á este
postrero tanto como á tí.
15 ¿ No me es lícito hacer lo
que quiero ? ¿ Acaso tu ojo es
malo, porque yo soy bueno ?
16 Así serán los postreros,
primeros ; y los primeros, postre-
ros : porque muchos son los lla-
mados, mas pocos los escogidos.
17 Y subiendo Jesús á Jeru-
saiém, tomó aparte á los doce
discípulos, y les dixo :
18 Ved que subirnos á Jeru-
&além, y trl Hijo del hombre seríl
entregado á los Príncipes de los
Sacerdotes, y á los Escribas, y
le condenarán á muerte,
19 Y le entregarán á los Gen-
tiles para que le escarnezcan, y
azoten, y crucifiquen; mas al
tercero dia resucitará.
20 Entonces se acercó á él
la madre de los hijos del Zebe-
déo con sus hijos, adorándole, y
pidiéndole alguna cosa.
21 El le dixo : ¿ Qué quieres ?
Ella le dixo : Di que estos mis
dos hijos se sienten en tu reyno,
■«1 uno á tu derecha, y el otro á
tu izquierda.
22 Y respondiendo Jesús, di-
xo: No sabéis lo que pedis. ¿Po-
déis beber el cáliz, que yo he de
beber? Dícenle: Podemos.
23 Díxoles: En verdad be-
beréis mi cáliz: mas el estar
sentados á mi derecha ó á mi
izquierda, no me pertenece á mí
darlo á vosotros, sino á los que
está preparado por mi Padre.
24 Y quando los diez oyeron
esto, se indignaron contra los
dos hermanos.
25 Mas Jesús los llamó á sí,
y dixo: Sabéis que los Príncipes
de las gentes avasallan á sus
pueblos, y que los que son mayo-
res exercen potestad sobre ellos.
26 No será así entre vosotros ;
mas entre vosotros todo el que
quiera ser mayor, sea vuestro
criado ; *
27 Y el que entre vosotros
quiera ser primero, sea vuestro
sier\^o.
28 Así como el Hijo del hom-
bre no vino para ser servido, sino
para sevir, y para dar su vida en
redención por muchos.
29 Y saliendo ellos de Jeri-
cho, le siguió mucha gente ;
30 Y he aquí dos ciegos sen-
CAPITULO XXI.
35
tados junto al camino oyeron
que Jesús pasaba, y comenzaron
a gritar diciendo: Señor, Hijo
de David, ten misericordia de
■flosotros.
31 Y la gente los reñia para
que callasen. Pero ellos alza-
ban mas el grito, diciendo : Se-
ñor, hijo de David, ten miseri-
cordia de nosotros.
32 Y Jesús se paró, y los lla-
mó, y dixo : ¿ Qué queréis que
os haga ?
33 Señor, le respondieron :
que sean abiertos nuestros ojos.
34 Y Jesús compadecido de
ellos, les tocó los ojos. Y vie-
ron en el mismo instante, y le
siguieron.
CAPITULO XXI. *
1 "^T quando se acercaron
X á Jemsalem, y llegá-
ron á Bethfage al monte del Oli-
var, envió entonces Jesús á dos
discípulos,
2 Diciéndoles : Id á, esa aldea
que está enfrente de vosotros, y
luego hallaréis una asna atada,
y un pollino con ella : desatadla,
y traédmelos :
3 Y si alguno os dixere algu-
na cosa, respondedle que el Se-
ñor los ha menester : y luego los
dexará.
4 Y esto todo fué hecho, para
que se cumpliese lo que habia
dicho el Profeta, que dice :
5 Decid á la hija de Sión : He
aquí tu Rey viene manso para
tí, sentado sobre una asna, y un
pollino hijo ^e la que está baxo
de yugo.
6 Y fueron los discípulos, é
hicieron como les habia man-
dado Jesús.
7 Y traéron la asna, y el
pollino; y pusieron sobre ellos
sus vestidos, y le hiciéron sentar
encima.
8 Y una grande multitud de
pueblo tendió también sus ropas
por el camino ; y otros cortaban
ramos de los árboles, y los ten-
dían por el camino ;
^ 9 Y las gentes que iban de-
lante, y las que iban detras, gri-
taban, diciendo : Hosanna al
Hijo de David ; bendito, el que
viene en el nombre del Señor :
Hosanna en las alturas.
10 Y quando entró en Jerusa-
lém, se conmovió toda la ciudad,
diciendo : ¿ Quien es este ? ■
11 Y los pueblos decían : Este
es Jesús el Profeta de Nazaréth
de Galiléa.
12 Y entró Jesús en el templo
de Dios, y echaba fue^p. todos
los que vendían y compraban en
el templo ; y trastornó las mesas
de los banqueros, y las sillas de
los que vendían palomas ;
13 Y les dice: Escrito está:
Mi casa, casa de oración será
llamada; mas vosotros la habéis
hecho cueva de ladrones.
14 Y vinieron á él ciegos, y
cojos en el templo, y los sanó.
15 Y quando los Príncipes de
los Sacerdotes, y los Escribas
viéron las maravillas que habia
hecho, y los muchachos en el
templo gritando, y diciendo ;
Hosanna al Hijo de David, se
indignáron,
16 Y le dixéron: ¿Oyes lo
que dicen estos? Y Jesús les
dixo : Sí. ¿ Nanea leísteis, que
■de la boca de los niños, y de
los que maman, sacaste perfecta
alabanza ?
17 Ydexándolos, se fué fuera
de la ciudad á Betauia ; y se
estuvo allí.
35
SAN MATEO.
18 Y por la mañana, quando
volvía á la ciudad, tuvo hambre.
19 Y viendo un árbol de hi-
guera junto al camino, se acerco
á ella ; y no hallando en ella sino
hojas solamente, le dixo : Nunca
jamas nazca fruto de tí. Y se
secó al punto la higuera.
20 Y viéndolo lo» discípulos,
se maravillaron, y decian ; ¿ Co-
mo se secó al instante ?
21 Y respondiendo Jesús, les
dixo : En verdad os dig-o, que si
tuviéreis fe, y no dudareis, no
tan solamente haréis esto de la
higuera, mas aun si dixéreis á
este monte : Quítate, y échate
en la mar, será hecho.
22 Y todas lajs cosas que
pidiérels en la oración, creyen-
do, las tendréis.
23 YAabiendo ido al templo,
los Príncipes de los Sacerdotes
y los ancianos del pueblo se lle-
g'áron á él á sazón que estaba
enseñando, y le dixéron : ¿ Con
qué autoridad haces estas cosas?
¿ Y quien te dió esta potestad ?
24 Respondiendo Jesús les
dixo : Quiero yo también pre-
guntaros una palabra : y si me la
dixéreis, yo también os diré, con
qué potestad hago estas cosas.
25 ¿ El bautismo de Juan de
donde era ? ¿ del Cielo, ó de los
hombres ? Y ellos pensaban en-
tre sí, diciendo :
2o 6i dixéremos, del Cielo,
aos dirá : ¿ Pues por qué no le
creísteis ? Y si dixéremos, de los
hombres, tememos las gentes :
porque todos miraban á Juan
como ün Profeta.
27 Y respo;idiéron á Jesús,
'liciendo : No sabemos. Y les
dixo él mismo: Pues ni yo os
digo, con que potestad hago es-
tas cosas.
28 ¿ Mas que os parece ? Un
hombre tenia dos hijos, y llegan-
do al primero, le dixo : Hijo, ve
hoy, y trabaja en mi viña.
29 Y respondiendo él, le di-
xo : No quiero. Mas después
se arrepintió, y fué.
30 Y llegando al otro, le dixo
del mismo modo : y respondien-
do él, dixo: Voy, señor; mas
no fué.
31 ¿ Quál de los dos hizo la
voluntad del padre? Dicen ellos:
El primero. Jesús les dice : En
verdad os digo, que los Publica-
nos, y las rameras os irán delante
al rcyno de Dios.
32 Porque vino Juan á voso-
tros en camino de justicia, y no
le creísteis. Y los Publícanos
y las rameras le creyeron: y vo-
sotros, viéndole, ni aun hicisteis
penitencia después, para creeHe.
33 Escuchad otra parábola:
Habia un Padre de familias, que
plantó una viña, y la cercó de
vallado, y cavando hizo en ella
un lagar, y edificó una torre, y
la dió á renta á unos labradores,
y se partió léjos.
34 Y quando se acercó el
tiempo de los frutos, envió sus
siervos á los labradores, para que
percibiesen los frutos de ella.
35 Mas los labradores, echan-
do mano de los siervos, hiriéroD
al uno, mataron al otro, y al otro
le apedrearon.
36 De nuevo envió otros sier-
vos en mayor número que los
primeros ; y los trataron del mis-
mo modo.
37 Por último les envió m
hijo, diciendo : Tendrán respeto
á mi hijo.
38 Mas los labradores, quan-
do viéron al hijo, dixéron entre
sí ; Este es ^ heredero, yemd,
CAPITULO xxrr.
matémosle, y tendremos su he-
rencia.
39 Y travando de él, le echa-
ron fuera de la viña, y le mata-
ron.
40 Pues quando viniere el Se-
ñor de la viña, ¿qué hará á
aquellos labradores ?
41 Ellos dixéron; A los malos
destruirá malamente; y arren-
dará su viña á otros labradores,
que le paguen el fruto á sus
tiempos.
42 Jesús les dice : ¿ Nunca
leísteis en las Escrituras : La
I piedra, que desecháron los ^ue
I edificaban, esta fué puesta por
i cabeza de esquina ? Por el Se-
ñor fué esto hecho, y es cosa
maravillosa en nuestros ojos :
43 Por tanto os digo, que qui-
tado os será el reyno de Dios, y
será dado á un pueblo que haga
los frutos de él.
44 Y el que caj'^ere sobre esta
piedra, será quebrantado ; y so-
bre quien ella cayere, lo desme-
nuzará.
43 Y quando los Príncipes de
los Sacerdotes y los Fariséos
oj'éron sus parábolas, entendié-
¡ ron que de ellos hablaba.
I 46 Y queriéndole echar mano,
j temiéron al pueblo; porque le
I miraban como un Profeta.
' CAPITULO XXIL
1 XT" respondiendo Jesús,
JL Íes volvió á hablar
i otra vez en parábolas, diciendo :
2 Semejante es el re3'no de
ios cielos á cierto Rey, que hizo
bodas á su hijo;
3 Y envió sus siervos á llamar
á ios convidados á las bodas;
mas no quisieron ir.
4 Envió de nuevo otros sier-
vos, diciendo : Decid á los con-
vidados : He íquí he preparado
mi banquete, mis toros, y los
animales cebados están ya muer-
tos, todo está pronto : venid á las
bodas.
5 Mas ellos lo despreciáron,
y se fuéron, el uno á su granja,
y el otro á su tráfico :
6 Y los otros echáron mano
de los siervos ; y después de ha-
berlos ultrajado, los matáron.
7 Y el Key, quando lo oyó,
se irritó, y enviando sus exér-
citos, acabó con aquellos homi-
cidas, y puso fuego á su ciudad.
8 Entónces dixo á ^us sier-
vos : Las bodas ciertamente es-
tán aparejadas, mas los que ha-
bian sido convidados, no fueron
dignos.
9 Pues id á las salidas de los
caminos, y á quantos halláreis,
llamadlos á las bodas.
10 Y habiendo salido sus sier-
vos á los caminos, congregároD.
quantos halláron, malos y bue-
nos ; y se Uenáron las bodas de
convidados. '
1 1 Y entró el Key para ver
á los que estaban á la mesa,
y^ió allí un hombre que no
<í(Pllba vestido con vestidura de
boda.
12 Y le dixo: Amigo, ¿como
has entrado aquí no teniendo
vestido de boda? Mas él enmu-
deció.
13 Entónces el Rey dixo á
sus Ministros : Atado de pies y-
de manos, arrojadle en las tinie-
blas exteriores : allí será el llorar
y el "crugir de dientes.
14 Porque muchos son los
llamados, y pocos los escogidos.
15 Entónces los Fariséos se
fuéron, y consultaron entre sí,
cómo le sosprenderian en lo que
hablase.
38
16 y lo envían «US discípulos
juntamente con los Herodianos,
diciendo: Maestro, sabemos que
eres veraz., y que enseñas el
camino de Dios en verdad, y que
no te cuidas de cosa alguna:
porque no miras á la persona de
los hombres :
17 Dinos pues, ¿ qué te pa-
rece, es lícito dar tñbuto al Ce-
gar, ó no ?
18 Mas Jesús, conociendo la
malicia de ellos, dixo : ¿ Por qué
me tentáis, hipócritas ?
1 9 Mostradme la moneda del
tributo. Y ellos le presentáron
un denano.
20 Y Jesús les dixo : ¿ Cuya
es esta figura, é inscripción?
21 Dícenie: del César. En-
tonces les dixo : Pues pagad á
César, lo que es del César: y á
Dios, lo que es de Dios.
22 Y quando esto oyéron, se
maravillaron, y dexándole, se
retiraron.
23 En aquel dia se llegaron á
él los Sadducéof , que dicen no
haber resurrección : y le pre-
guntaron,
24 Diciendo : Maestro, Moi-
sés dixo: Si muriere alguno ^gjfe
no tenga hijo, su hermano Se
case con su muger, y levante
linage á su hermano.
25 Pues habia entre nosotros
siete hermanos : y habiéndose
casado el primero, murió : y por
no haber tenido sucesión, dexó
su rauger á su hermano.
26 Y lo mismo el segundo, y
el tercero hasta el séptimo. -
27 Y después de todos murió
también la muger.
28 ; Pues en la resurrección,
de quál de los si ele será muger?
porque todos la tuviéron.
29 Y respondiendo Jesús, les
SAN MATEO.
dixo: Erráis, no sabiendo las
Escrituras, ni el poder de Dios.
30 Porque en la resurrección,
ni se casarán ni serán dados en
casamiento : sino que serán como
Angeles de Dios en el Cielo.
31 Y de la resurrección de
los muertos, ; no habéis leído las
palabras, que Dios os dice :
32 Yo soy el Dios de Abra-
ham, y el Dios de Isaac, y el
Dios de Jacob ? No es Dios de
muertos, sino de vivos.
33 Y oyendo esto las gentes,
se maravillaban de su doctrina.
34 Mas los Fariseos, quando
oyéron que habia hecho callar
á los Sadducéos, se juntaron á
consejo :
35 Y le preguntó uno de ellos,
que era Doctor de la Ley, ten-
tándole :
36 Maestro, ¿quál es el grande
mandamiento en la Ley ?
37 Jesús le dixo : Amarás al
Señor tu Dios de todo tu cora-
zón, y de toda tu alma, y de todo
tu entendimiento.
38 Este es el mayor, y el
primer mandamiento.
39 Y el segundo semejante es
á este : Amarás á tu próximo,
como á tí mismo.
40 De estos dos madamientos
depende toda la Ley, y los Pro-
fetas.
41 Y estando juntos los Fari-
séos, les preguntó Jesús,
42 Diciendo : ¿ Qué os parece
del Cristo ? ¿ de quién es hijo ?
Dícenie : de David.
43 Díceles : ¿ Pues como Da-
vid en espíritu le llama Señor,
diciendo :
44 Dixo el Señor á mi Señor:
siéntate á mi derecha, hasta que
ponga tus enemigos por peana de
tus pies ?
/
CAPITULO XXIII.
39
45 Pues si David le llama
Señor, ¿ cómo es su hijo ?
46 Y nadie le pedia responder
palabra : ni alguno desde aquel
dia fué osado mas á preguntarle.
CAPITULO XXIII.
1 Tj^NTONCES Jesús ha
JCj bló á la multitud, y ár
sus discípulos,
2 Diciendo : Sobre la Cáte-
dra de Moisés se sentaron los
Escribas y los Fariséos.
3 Guardad pues, y haced todo
lo que os dixeren; mas no hagáis
según las obras de ellos ; porque
dicen, y no hacen.
'4 Pues atan cargas pesadas,
é insoportables, y las ponen so-
bre los hombros de los honores :
mas ni aun con su dedo las quie-
ren mover.
5 Y hacen todas sus obras por
ser vistos de los hombres. Y
así ensanchan sus fikcterias, y
extienden sus franjas. "
6 Y aman los primeros lugares
en las cenas, y las primeras sillas
en las Sinagogas,
7 Y ser saludados en la plaza,
y que los hombres los llamen
Rabbí.
8 Mas vosotros no queráis ser
llamados Rabbí ; porque uno solo
es vuestro Maestro, y vosotros
todos sois hermanos.
9 Y á nadie llaméis padre
vuestro sobre la tierra ; porque
uno es vuestro Padre, que está
en los Cielos.
10 Ni os llaméis Maestros ;
porque uno es vuestro Maestro,
el Cristo.
11 El que es mayor entre vo-
sotros, será vuestro siervo.
12 Porque el que se ensalzare,
será humillado ; y el que se hu-
millare; será ensalzado.
13 ¡*Mas ay de vosotros, Es-
cribas y Fariséos hipócritas, que
cerráis el re}Tio de los Cielos
delante de los hombres. Pues
ni vosotros entráis, ni á los que
entrarían, dexais entrar 1
14 ¡Ay de vosotros. Escribas
y Fariséos hipócritas, que devo-
ráis las casas de las viudas, ha-
ciendo largas oraciones ; por esto
llevaréis un juicio mas riguroso!
15 ¡ Ay de vosotros, Escribas
y Fariséos hipócritas, porque
rodeáis la mar y la tierra, por
hacer un prosélito; y después
de haberle hecho, le hacéis dos
veces mas digno del infierno que
vosofros !
16 ¡ Ay de vosotros, guias cie-
gos, que decis : Todo el que
jurare por el templo, nada es ;
mas el que jurare por el oro del
templo, deudor es !
17 .'Necios y ciegos! ¿Qué
es mayor, el oro, ó el templo
que santifica al oro ?
18 Y todo el que jurare por
el altar, nada es : mas qual-
quiera, que jurare por la ofren-
da, que está sobre él, deudor es,
19 ¡Ciegos! ¿Quál es mayor,
la ofrenda, ó el altar que santi-
fica la ofrenda?
20 Aquel pues que jura por
el altar, jura por él, y por todo
quanto sobre él está.
21 Y todo el que jura por e!
templo, jura por él, y por el que
mora en él :
22 Y el que jura por el Cielo,
jura por el trono de Dios, y
por a%uel que está sentado sobre
él.
23 ¡ Ay de vosotros, Escribas
y Fariséos hipócritas, que diez-
máis la yerba buena, y el eneldo,
y el comino, y habéis dexado las
cosas, que son mas importantes
40
SAN MATEO.
de la Ley, la justicia, y ia mi-
sericordia, y la f é ! Esto era
menester hacer, y no dexar lo
otro.
24 Guias cieg'os, que coláis
el mosquito, y os tragáis el ca-
mello.
25 ¡ A y de vosotros, Escribas
y Fariséos hipócritas, que lim-
piáis lo defuera del faso y del
plato ; y por dentro estáis llenos
de rapiña, y de inmundicia !
26 Fariseo ciego, limpia pri-
mero lo interior del vaso, y del
plato, para que sea limpio, lo
que esta fuera.
27 ¡ Ay de vosotros-. Escribas
y Fariséos hipócritas, que sois
semejantes á los sepulcros blan-
queados, que parecen defuera
hermosos á los hombres, y den-
tro están llenos de huesos de
muertos, y de toda suciedad !
28 Así también vosotros, de
fuera os mostráis en verdad jus-
tos á los hombres : mas de dentro
estáis llenos de hipocresía, y de
iniquidad.
29 ¡ Ay de vosotros, Escribas
y Fariséos hipócritas, que edifi-
cáis los sepulchros de los Profe-
tas, y adornáis los monumentos
de los justos !
30 y decis: Si hubiéramos
vivido en los dias de nuestros
padres, no hubiéramos sido sus
compañeros en la sangre de los
Profetas.
31 Y así dais testimonio á
vosotros mismos, de que sois hi-
jos de aquellos, que mataron á
los Profetas. •
32 Y llenad vosotros la medi-
da de \ uestros padres.
' 33 Serpientes, raza de víbo-
ras, ^ cómo huiréis del juicio de
}a Gehenna ?
24 Por esto he aquí yo envío
á vosotros Profetas, y sabios, y
Doctores, y de ellos mataréis, y
crucificaréis, y de ellos azotaréis
en vuestras Sinagogas, y los
perseguiréis de ciudad en ciu-
dad:
35 Para que venga sobre vo-
sotros toda la sangre inocente,
que se ha vertido sobre la tierra,
desde la sangre de Abel el justo
hasta la sangre de Zacarías,
hijo de Baraquías, al qual ma-
tasteis entre el templo y el altar.
36 En verdad os digo, que to-
das estas cosas vendrán sobre
esta generación.
37 Jerusalém, Jerusaléra, que
matas los Profetas, y apedreas á
aquellos que á tí 'son enviados,
¿ quantas veces quise allegar tus
hijos, como la gallina allega sus
pollos debaxo de las alas, y no
quisiste ?
38 He aquí, que os quedará
desierta vuestra casa.
39 Porque os digo, que desde
ahora no me veréis, hasta que
digáis : Bendito el que viene en
el nombre del Señor.
CAPITULO XXIV.
1 '\7* habiendo salido Jesús
X del templo, se reti-
raba. Y se llegaron á él sus
discípulos, para mostrarle los
edificios del templo.
2 Mas él les respondió, dicien-
do: ¿ Veis todo esto ? En, verdad
os digo, que no quedará aquí
piedra sobre piedra, que no sea
derribada.
3 Y estando sentado él en el
monte del Olivar, se llegaron á
él sus discípulos en secreto, y le
dixéron : Dinos, ¿ quándo serán
estas cosas ? ¿ y qué señal habrá
de tu venida, y de la consuma-
ción del siglo ?
CAPITULO XXIV.
41
4 Y respondiendo Jesús, les
dixo: Guardaos que no os en-
gañe alguno ;
5 Porque vendrán muchos en
mi nombre, y dirán : Yo soy el
Cristo; y á muchos engañarán.
6 Y también oiréis guerras, y
mmores de guerras : mirad que
no os turbéis. Porque conviene
que esto suceda, mas aun no es
el fin.
7 Porque se levantará gente
contra gente, y remo contra
Texno ; y habrá pestilencias, y
hambres, y terremotos por los
lugares.
8 Y todas estas cosas princi-
pios soti dolores.
9 Entonces os entregarán á
tribulación, y os matarán ; y.se-
réis abon'ecidos de todas las
g-entes por causa de mi nombre.
10 Y muchos entonces serán
escandalizados, y se eutregarán
unos á otros, y se aborrecerán
entre sí.
11 Y se levantarán muchos
.fbJsos Profetas, y engañarán á
muchos.
1-2 Y porque se multiplicará
la iniquidad, se resfriará la cari-
dad de muchos.
13 Mas el que perseverare
hasta el fin, este será salvo.
14 Y será predicado este
Evangelio del rejmo por todo el
mundo, en testimonio á todas las
gentes : y entonces vendrá el fin.
15 Por tanto, quando viereis
que la abominación de la desola-
ción, que fué dicha por el Pro-
feta Daniél, está en el lugar
santo, el que lee entienda :
16 Entonces ios que estén en
la Judéa, huyan á los montes ;
17 Y el que en el tejado, no
descienda á tomar alguna cosa
de su casa ;
18 Y el que en el campo, no
vuelva á tomai- su túnica.
1 9 ¡ Mas ay de las preñadas,
y de las que crian en aquellos
dias !
20 Rogad pues, que vaestra
huida no suceda en invierno, o
en sábado :
'21 Porque habrá entonces
grande tribulación, qual no fue
desde el principio del mund©
hasta aliora, m será.
22 Y si no fuesen abreviados
aquellos dias, ninguna canie
seria salva; mas por los esco-
gidos aquellos dias serán abre*
viados.
23 Entonces si alguno os di-
xere : Mirad, el Cristo est»
aquí ó allí, no lo creáis.
24 Porque se levantarán fal*»
sos Cristos, y falsos Profetas j
y darán grandes señales, y pro»
áigios, de modo que, si puede
ser, caygan en error aim los es-
cogidos.
25 Ved que os lo he dicho d©
antemano.
26 Por lo qual si os dixeren j
He aquí que está en el desierto,
no salgáis : mirad que está ea
lo mas retirado dtfhla casa, no lo
creáis.
27 Porque como el relámpago
sale del Oriente, y se dexa vcl*
hasta el Occidente, así será
también la venida del Hijo dej
hombre.
28 Donde quiera que' estu*
viere el cuerpo, allí se juntarán
también las águilas.
29 Y luego después de la tri-
bulación de aquellos dias, el Sai
se obscurecerá, y la Luna ho
dará su lumbre, y las estrellas
caerán del cielo, y las virtudes
del cielo serán conmovidas :
30 Y entónoss parecerá b
42
SAX MATEO.
señal del Hijo del homore en el
Cielo ; y entónces plañirán todas
las tribus de la tierra, y verán
al Hijo del hombre que vendrá
eíi las nubes del cielo con grande
poder y mag-estad ;
31 Y enviará sus Angeles con
trompetas, y con grande voz ; y
allegarán sus escogidos de los
quatro vientos, desde lo sumo
de los Cielos hasta los términos
de ellos.
32 Aprended de la higuera
una comparación: quando sus
ramos están ya tiernos, y las
hojas han brotado, sabéis que
está cerca el EsMo :
33 Pues del mismo modo,
quando vosotros viereis todo
esto, sabed que está cerca á las
puertas.
34 En verdad os digo, que no
pasará esta generación, que no
sucedan todas estas cosas.
35 El Cielo y la tierra pa-
sarán, mas mis palabras no pa-
sarán.
36 Mas de aquel dia, ni de
aquella hora, nadie sabe, ni los
Angeles de los Cielos, sino solo
el Padre.
37 Y así como en los dias de
Noe, así será también la venida
del Hijo del hombre.
38 Porque así como en los
dias ántes del diluvio se estaban
comiendo y bebiendo, casándose
y dándose en casamiento, hasta
el dia en que entró Noé en el
arca,
39 Y no lo entendieron hasta
que vino el diluvio, y los llevó á
todas ; así será también la veni-
da del Hijo del hombre.
40 Entónces estarán dos en
el campo ; el uno será tomado,
y el otro será dexado.
41 Dos mugeres molerán en
un molino ; la una será tomada,
y la otra será dexada.
42 Velad pues, porque no sa-
béis á qué hora ha de venir
vuestro Señor.
43 Mas sabed, que si el Padre
de famihos supiese á qué hora
liabia de venir el ladrón, velaría
sin duda, y no dexaria minar su
casa.
44 Por tanto estad apercibi-
dos también vosotros ; porque á
la hora que ménos pensáis, ha
de venir el Hijo del hombre.
45 ¿ Quién, creéis, que es el
siervo fiel, y prudente, á quien
su señor puso sobre su familia,
para que les dé de comer á
tiempo ?
46 Bienaventurado aquel sier-.
vo, á quien hallare su señor así
haciendo, quando viniere.
47 En verdad os digo, que I©
pondrá sobre todos sus bienes.
48 Mas si dixere aquel sier-
ro malo en su corazón : Se tarda
mi señor en venir ;
49 Y comenzare á' maltratar
á sus compañeros, y á comer, y
beber con los que se embriagan ;
50 Vendrá el Señor de aquel
siervo el dia que no espera, y á
la hora que no sabe ;
51 Y lo separará, y pondrá
su parte con los hipócritas. Allí
será el llorar, y el cruxir de
dientes.
CAPITULO XXV.
1 TTl NTONCES será seme-
jLjá jante el reyno.de lo5
cielos á diez vírgenes, que to-
mando sus lámpai'as, salieron í,
recibir al Esposo y á la Esposa
2 Mas las cinco de ellas erai
fátuas, y las cinco prudentes ;
3 Y laa cinco fátuas, hablen
CAPITULO XXV.
45
3b tomado sus lámpaiss, no lle-
varon consig-o aceyte.
4 Mas las prudentes tomaron
aceyte en sus vasijas juntamente
coa las lámparas.
, 5 y lardándose el Esposo,
comenzaron á cabecear, y se
durmieron todas.
6 Quando á la media noche
se oyó g-ritar : Mirad que viene
el Esposo, salid á recibirle.
7 Entónces se levantaron to-
das aquellas vírg-enes, y adere-
zaron sus lámparas.
! 8 Y dixéron las fatuas á las
i prudentes : Dadnos de vuestro
lacejte, porque nuestras lámpa-
1 ras se ai)agan.
9 Respondieron las prudentes,
diciendo : Porque tal vez ^ no
alcanze para nosotras y para vo-
sotras, id antes á los que lo
venden, y comprad para voso-"
tras.
10 Y mientras que ellas fue-
ron á comprarlo, vino el Esposo ;
y las que estaban apercibidas,
entraron con él á las bodas, y
fué cerrada la puerta.
11 Al fin viniéron también las
otras vírg-cnes diciendo : Señor,
Señor, ábrenos.
12 Mas él respondió, y dixo ;
En verdad os digo, que no os
conozco.
13 Velad, pues, porque no
sabéis el dia, ni la hora.
14 Porque así es, como un
hombre, que al partirse lejos,
llamó á sus siervos, y les entregó
sus bienes ;
15 Y dio al uno cinco talen-
tos, y al otro dos, y al otro dió
uno, á cada uno según su capa-
cidad : y se partió luego.
16 El que habia recibido los
cinco talentos, se fu^S á negociar
con ellos, y ganó otros cinco ;
17 Asimismo el que habió,
recibido dos, ganó otros dos ;
18 IVÍas el que habia recibida
uno, fué y cavó en la tierra, y es-
condió allí el dinero de su señor.
19 Después de largo tiempo
vino el señor de aquellos siervos,
y los llamó á cuentas.
^20 Y llegando el que había
recibido los cinco talentos, pre-
sentó otros cinco talentos, di-
ciendo : Señor, cinco talentos
me entregaste, he aquí otros
cinco he ganado demás.
21 Su Señor le dixo Bluy
bien, siervo bueno y fiel ; por-
que fuiste fiel en lo poco, te
pondré sobre lo mucho, entra en
el gozo de tu Señor.
22 Y se llegó también el qu6
habia recibido los dus talentos,
y dixo : Señor, dos talentos me
entregaste, aquí tienes otros dos
que he ganado.
23 Su Señor le dixo: Bi^n
está, siervo bueno y fiel; porque
fuiste fiel sobre lo poco, te pon-
dré sobre lo mucho, entra en eji
g-ozo de tu Señor.
24 Y llegando también el que
habia recibido un talento, dixo :
Señor, sé que eres un hombre
de recia condición, siegas en
donde no sembraste, y allegas
en donde no esparciste :
25 Y temiendo, me fui, y es-
condí tu talento en tierra : he
aquí tienes lo que es tuyo.
26 Y respondiendo su señor,
le dixo : Siervo malo y perezoso,
sabias que siego en donde no
siembro, y que alleg-o en donde
no he esparcido :
27 Pues debiste haber dado
mi dinero á los banqueros, y
viniendo yo hubiera recibido
ciertamente con usura, lo que
era mió.
SAN MATEO.
44
28 Quitadle pues el talento, y
dádselo al que tiene diez talentos.
29 Porque será dado á todo el
que tuviere, y tendrá mas : mas
al que no tuviere, le será quita-
do aun lo que pajece que tiene.
30 Y al siervo inútil echadlo
én las tinieblas exteriores : allí
será el llorar, y el crugir de
dientes.
31 Y quando viniere el Hijo
del hombre en su mag-estad, y
todos los Ang-eles con él, se
sentará entonces sobre el líx)no
de su Mag-estad :
32 Y serán todas las gentes
ayuntadas ante el, y apartará
los unos de los otros, como el
pastor aparta las ovejas de los
cabritos :
o3 Y pondrá las ovejas á su
derecha, y los cabritos á la
izquierda.
34 Entonces dirá el Rey á los
que estarán á su derecha : Ve-
nid benditos de mi Padre, poseed
el reyno que os está preparado
desde el establecimiento del
mundo :
35 Porque ture hambre, y
rae disteis de comer ; tuve sed,
y me disteis de beber; era
huésped, y me hospedasteis ;
36 Desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis ; esta-
ba en la cárcel, y me venísteis
á ver.
37 Entónces le responderán
los justos, y dirán : Señor,
¿quando te vimos hambriento,
y te dimos de comer; ó sediento,
y te dimos de beber ?
38 ¿ Y quando te vimos hués-
ped, y te hospedamos ; ó desnu-
do, y te vestimos ?
39 ¿ O quando te vimos enfer-
mo, 6 en la cárcel, y te fuimos
á ver ?
40 Y respondiendo el Rey leé
dirá : En verdad os dig^o, que en
quanto lo hicisteis á uno de estos
mis hermanos pequeñitos, á mí
lo hicisteis.
41 Entonces dirá también a
los que estarán á la izquierda :
Apartaos de mí malditos al fue-
go eterno, que está aparejada
para el diablo y para sus án-
geles.
42 Porque tuve hambre, y no
me disteis de comer; tuve sed,
y no me disteis de beber ;
43 Era hiiésped, y no me
hospedásteis ; desnudo, y no me
cubristeis ; enfermo, y en la cár-
cel, y no me visitásteis.
44 Entónces ellos también le
responderán diciendo : Señor,
¿ quando te vimos hambriento, 6
sediento, ó huésped, ó desnudo,
ó enfermo, ó en la cárcel, y no
te servimos ?
45 Entónces les responderá
diciendo : en verdad os digo ;
que en quanto no lo hicisteis á
uno de estos pequeñitos, ni á mí
lo hicisteis.
46 E irán estos al suplicio
eterno, y los justos á la vidí^
eterna.
CAPITULO XXVI.
aconteció que quando
hubo Jesús acabado
todos estos razonamientos, dixo
á sus discípulos :
2 Sabéis que de aquí' á dog
dias será la Pascua, y el Hijo
del hombre será entregado para
ser crucificado.
3 Entónces se juntáron los
príncipes de los sacerdotes, y
los magistradas del pueblo en el
atrio del príncipe de los sacer-
dotes, que se llamaba Caifas :
CAPITULO xxvr.
45
4 Y tuvieron consejo para
prender á Jesús con engaño, y
hacerle morir.
5 Mas decían : No en el di a
de la fiesta, porque acaso no
sucediese alboroto en el pueblo.
6 Y estando Jesús en Beta-
nia en ca?a de Simón el leproso,
7 Se lle^ó á él uaa muger
que traía un vaso de alabastro
de ungüento precioso, j lo der-
ramo sobre la cabeza de él, es-
tando recostado á ^a mesa.
8 Y quando lo vieron sus dis-
cípulos, se indignlron diciendo:
¿ A qué fin este desperdicio ?
9 Porque podía esto venderse
en mucho precio, y darse á los
pobres..
10 Mas entendiéndolo Je^us,
les dixo: ¿ Por qué sois molestos
á esta muger? pues ha hecho
conmigo una buena obra.
11 Porque siempre tenéis po-
bres con vosotros : mas á mí no
siempre me tenéis.
12 Porque derramando esta
este ungüento sobre mi cuerpo,
para sepultarme lo hizo.
13 En verdad os digo, que en
todo lugar, donde fuere predica-
do este Evangelio en todo el
mundo, se contará también, lo
que esta ha hecho, para memoria
de ella.
14 Entonces se fué uno de
los doce, llamado Judas Isca-
riotes a los Príncipes de los Sa-
cerdotes :
15 Y les dixo: ¿Qué me que-
réis dar, y yo os le entregaré ?
Y ellos le señalaron treinta mo-
nedas de plata.
16 Y desde entonces buscaba
oportunidad para entregarle.
17 Y el primer día de Iqs
ázymos se llegaron los discípu-
los á Jesusj y le dixéron: ¿En
donde quieres, que dispongamos
para que comas la Pascua.'*
18 Y dixo Jesús: Id á la ciu-
dad á casa de cierta persona, y
decidle: El Maestro dice: Mi
tiempo está cerca, en tu casa
hago la Pascua con mis dicí-
pulos.
f9 Y los discípulos hiciéron,
como Jesús les había mandado,
y dispusieron la Pascua.
20 Y quando vino la tarde, se
sentó á la mesa con sus doce
discípulos.
21 Y quando ellos estaban
comiendo, dixo : En verdad os
digo, que uno de vosotros me ha
de entregar.
22 Y ellos muy llenos de tris-
teza, cada uno comenzó á decir :
¿ Por ventura soy yo, Señor ?
23 Y él respondió, y dixo:
El que mete conmigo la mano
en el plato, ese es el que me
entregará.
24 El Hijo del hombre va
ciertamente, como está escrito
de él : pero ay de aquel hombre
por quien será entregado el
Hijo del hombre: mas le valiera
á aquel hombre no haber nacido.
25 Y respondiendo Júdas, que
le entregó, dixo : ¿ Soy yo por
ventura. Maestro ? Dícele : Tú
lo has dicho.
26 Y cenando ellos, tomó Je-
sús el pan, y lo bendixo, y lo
partió, y lo dió á sus discípulos,
diciendo: Tomad, y comed: este
es mi cuerpo.
27 Y tomando el cáliz, dió
gracias, y se les dió, diciendo :
Bebed de este todos.
28 Porque esta es mi Sangre
del nuevo Testamento, que será
derramada por muchos para re-
misión de pecados.
29 Y dígoos, que desde hoy
46
SAN MATEO.
dro :
mas no beberé de este fruto de
vid, hasta aquel dia, quando le
beba nuevo con vosotros en el
reyno de mi Padre.
30 Y dicho el Himno, salié-
Xon al monte del Olivar.
31 Entonces Jesús les dixo:
Todos vosotros padeceréis es-
cándalo en mí esta noche. Por-
<jue escrito está: Heriré al Pas-
tor, V se descarriarán las ovejas
del rebaño.
32 Mas después que resuci-
tare, iré delante de vosotros á
la Galiléa.
33 Respondió Pedro, y le di-
30 : Aunque todos se escandali-
zaren en tí, yo nunca me escan-
dalizaré.
34 Jesús le dixo: En verdad
te digo, que . esta noche antes
que cante el gallo, me negarás
tres veces.
35 Pedro le dixo : Aunque
sea menester morir yo contigo,
no te negaré. Y todos los otros
discípulos dixéron lo mismo.
36 Entonces fué Jesús con
ellos á una granja, llamada
Getsemaní, y dixo á sus dis-
cípulos : Sentaos aquí, mien-
tras que yo voy allí, y hago
oración.
37 Y tomando consigo á Pe-
dro, y á los dos hijos de Zebe-
déo, empezó á entristecerse y
angustiarse.
38 Y entónces les dixo : Tris-
te está mi alma hasta la muerte :
esperad aquí, y velad conmigo.
39 Y habiendo dado algunos
pasos, se postró sobre su rostro,
é hizo oración, y dixo : Padre
mió, si es posible, pase de mí
este cáliz : mas no como yo
quiero, sino como tú.
40 Y vino á sus discípulos, y
los halló dormidos, y dixo á Pe-
Así, no habéis podido
velar una hora conmigo?
41 Velad, y orad para que no
entréis en tentación. El espí-
ritu en verdad pronto está, mzs
la carne ' enferma.
42 Se fué de nuevo segunda
vez, y oró, diciendo: Padre
mió, sino puede pasar este cáliz
sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.
43 Y vino otra vez, y los ha-
lló dormidos, porque estaban
cargados los ojos de ellos.
44 Y los dexó, y de nuevo
fué á orar tercera vez, diciendo
las mismas palabras.
45 Entónces vino á sus discí-
pulos, y les dixo ; Dormid ya, y
reposad : ved aquí llegada la
hora, y el Hijo del hombre será
entregado en manos de peca-
dores.
46 Levantáos, vamos : ved,
que ha llegado el que me entre-
gará.
47 Y estando él aun hablando,
he aquí llegó Jüdas uno de los
doce, y con él una grande tropa
de gente con espadas, y con pa- '
los, que habían enviado los Prín
cipes de los Sacerdotes, y los
Ancianos del pueblo.
48 Y el que le entregó, les
dió señal, diciendo : El que yo
besare, él mismo es, prendedle.
49 Y se llegó luego á Jesús,
y dixo : Dios te guarde, Maes-
tro. Y le besó.
50 Y Jesús le dixo : ¿ Amigo,
á qué has venido ? Al mismo
tiempo llegáron, y echáron ma-
no de Jesús, y le prendiéron.
51 Y uno de los que estaban
con Jesús, adargando la mano,
sacó su espada, é hiriendo á un
sien o del Pontífice, le cortó la
oreja.
CAPITULO XXVI.
47
52 Entonces le dixo Jesús :
Vuelve tu espada á. su lug-ar :
porque todos los que tomaren
espada, á espada morirán.
%3 ¿ Por ventura piensas, que
no puedo rog-ar á mi Padre, y
me dará ahora mismo mas de
doce leg-iones de Angeles ?
34 ¿ Pues como se cumplirán
las Escrituras, de que así con-
viene que se hag^ ?
55 En aquella hora dixo Je-
sús á aquel tropel de gente :
Corno á ladrón habéis salido con
espadas y con palos á pren-
derme : cada dia estaba sentado
en el templo con vosotros ense-
ñando, y no me prendisteis.
56 iMas esto todo fué hqcho,
para que se cimipliesen las Es-
crituras de los Profetas. En-
tonces le desampararon todos los
discípulos, y huyeron.
57 Mas los que tenian preso
á Jesús, le llevaron á casa de
Caifas el Príncipe de los Sacer-
dotes, en donde se habían jun-
tado los Escribas y los ancianos.
58 Y Pedro le seguía de lejos
hasta el Palacio del Príncipe de
los Sacerdotes. Y habiendo en-
trado dentro, se estaba sentado
con los sirvientes, para ver el
fin.
59 Mas los Príncipes de los
Sacerdotes, y todo el Concilio
buscaban alg^n falso testimonio
contra J esus, para entregarle á
la muerte :
60 Y no le hallaron, aunque
se habían presentado muchos
falsos testigos. Mas por último
llegaron dos testigos falsos,
61 Y dixéron : Este dixo:
Puedo destruir el templo de
Dios, y reedificarlo en tres dias.
62 Y levantándose el Prín-
cipe de los Sacerdotes, le dixo : '
¿ No respondes nada á lo que
estos deponen contra tí ?
63 Y Jesús callaba. Y el
Príncipe de los Sacerdotes le di-
xo : Te conjuro por el Dios vivo,
que nos digas, si tú eres el Cris-
to el hijo de Dios.
^4 Jesús le dice : Tú lo has
dicho ; y aun os digo, que veréis
desde aquí á poco al Hijo del
hombre sentado á la derecha de
la virtud de Dios, y venir en las
nubes del Cielo.
65 Entonces el Príncipe de
los Sacerdotes rasgó sus vesti-
duras, y dixo : Ha blasfemado :
¿ Qué necesidad tenemos ya de
testigos ? He aquí ahora acabáis
de oir la blasfemia :
66 ¿ Qué os parece ? Y eUos
respondiendo dixéron : Reo es
de muerte.
67 Entonces le escupieron en
la cara, y le maltrataron á pu-
ñadas, y otros le dieron bofeta-
das en el rostro,
68 Diciendo : Adivínanos,
Cristo, ¿ quién es el que te ha
herido ?
69 Pedro entre tanto estaba
sentado fuera en el átrio : y se
llegó á él una criada, diciendo :
Tú también estabas con Jesús el
Galiléo.
70 Mas el lo negó delante de
todos, diciendo : Ño sé lo que
dices.
71 Y saliendo él á la puerta,
le vio otra criada, y dixo á los
que estaban allí : Este estaba
también con Jesús Nazareno.
72 Y negó otra vez con jura-
mento, diciendo : No conozco
tal hombre.
73 Y de allí á un poco se
acercaron los que estaban allí,
y dixéron á Pedro : Segura-
mente tú también eres de ellos :
SAN MATEO.
48
porque aun tu habla te da bien
á conocer.
74 Entonces comenzó á hacer
imprecaciones, y á jurar que no
conocia á tal hombre. Y canto
Juego el g-allo.
75 Y Pedro se acordó de la
palabra, que le habia dicho Je-
sús : Antes que cante el gallo,
me negarás tres veces. Y ha-
biendo salido fuera, lloró amar-
gamente.
CAPITULO XXVII.
venida la mañana, to-
dos los Príncipes de
los Sacerdotes y los Ancianos
del pueblo entraron en consejo
contra Jesús, para entregarle á.
la muerte.
2 Y le llevaron atado, y le
entregaron al Presidente Poncio
Pilato.
3 Entonces Judas, que le ha-
bia entregado, quando vió que
habia sido condenado : movido
de arrepentimiento, volvió las
treinta monedas de plata á los
Príncipes de los Sacerdotes y á
los Ancianos,
4 Diciendo : He pecado, en-
tregando la sangre inocente.
Mas ellos dixéron : ¿ Qué nos
importa á. nosotros ? viéraslo tú.
5 Y arrojando las monedas de
plata en el templo, se retiró, y
fué, y se ahorcó con un lazo.
6 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes tomando las monedas
de plata, dixéron : No es lícito
meterlas en el tesoro, porque es
precio de sangre.
7 Y habiendo deliberado so-
bre ello, compraron con ellas el
campo de un alfarero, para se-
pultura de los extrangeros.
8 Por lo qual fué llamado
aquel campo, Haceldama, esto
es, campo de sangre, hasta el
dia de hoy.
9 Entónces se cumplió lo que
fué dicho por Jeremías el Pro-
feta, que dixo: Y tomaron las
treinta monedas de plata, precio
del apreciado, al qual aprecia-
ron de los hijos de Israel ;
10 Y les dieron por el campo
del alfarero, así como me lo or-
denó el Señor.
11 Y Jesús fué presentado
ante el Presidente ; y le pre-
guntó el Presidente, y dixo :
¿Eres tú el Rey de los Judíos?
Jesús le dice : Tú lo dices.
12 Y como le acusasen los
Príncipes de los Sacerdotes, y
los Ancianos, nada respondió.
13 Entónces le dice Pilato:
¿ No oyes quantos testimonios
dicen contra tí ?
14 Y no le respondió á pala-
bra alguna, de modo que se
maravilló el Presidente en gran
manera.
15 Por el dia solemne acos-
tumbraba el Presidente entregar
libre al pueblo un preso, el que
querian.
16 Y á la sazón tenia un pre-
so muy famoso, que se llamaba
Barrabas.
17 Y habiéndose ellos junta
do, les dixo Pilato : ¿ A quien
queréis que os entregue libre?
¿ á Barrabas, ó por ventura á
Jesús, que es llamado el Cristo ?
18 Pues sabia que por envidia
le habían entregado.
19 Y estando él sentado en su
tribunal, le envió á decir su mu-
ger : Nada tengas tú con aquel
Justo ; porque muchas cosas he
pade«ido hoy en visión por causa
de él.
20 Mas los Príncipes de tos
CAPITULO XXVII.
49
Sacerdotes, y los Ancianos per-
suadieron al pueblo que pidiese
á Barrabas, y que hiciese morir
á Jesús.
21 Y el Presidente les res-
pondió, y dixo : ¿A quái de los dos
queréis que os entregue libre ?
y dixéron ellos : A Barrabas.
22 Pilato les dice: ¿Pues que
haré de Jesús, que es llamado
el Cristo ?~
23 Dicen todos : Sea crucifi-
cado. El Presidente les dice :
¿ Pues que mal ha hecho ? Y
ellos levantaban mas el grito,
diciendo : Sea crucificado.
24 Y viendo Pilato que nada
adelantaba, sino qüe crecía mas
el alboroto, tomando agua, se
lavó las manos delante del ¡Jue-
blo, diciendo : Inocente soy yo
de la sangre de este Justo ; aUá
os lo veáis vosotros.
25 Y respondiendo todo el
pueblo, dixo : Sobre nosotros, y
sobre nuestros hijos sea su san-
gre.
26 Entonces les soltó á Bar-
rabas ; y después de haber he-
cho azotar á Jesús, se le entre-
gó para que le crucificasen.
27 Entónces los soldados del
Presidente tomando á Jesús
para llevarle al pretorio, hicie-
ron formar al rededor de él toda
la cohorte ;
28 Y desnudándole, le vistie-
ron un manto de grana ;
29 Y texiendo una corona de
espinas, se la pusieron sobre la
cabeza, y una caña en su mano
derecha. Y doblando ante él
la rodilla, le escamecian, di-
ciendo : Dios te salve, Rey de
los Judío's.
30 Y escupiéndole, tomaron
una caña, y le herían en la
cabeza.
3
I 31 Y después que lo escarne-
cieron, le desnudaron del manto,
y le vistieron sus ropas, y lo lle-
váron á crucificar.
32 Y al salir fuera, hallaron
un hombi-e de Cirene, por nom-
bre Simón; á éste obligáron á
que. cargase con la Cruz de
Jesús.
33 Y vinieron á un lugar, lla-
mado Gólgota, esto es, lugar
de la Calavera.
34 Y le diéron á beber vino
mezclado con hiél. Y habién-
dolo probado, no lo quiso beber.
35 Y después que le hubieron
crucificado, repartiéron sus ves-
tiduras, echando suerte : para
que se cumpliese lo que fué di-
cho por el Profeta, que dice : Se
repartiéron mis vestiduras, y so-
bre mí túnica echaron suerte.
36 Y sentados le hacían la
guardia.
37 Y pusiéron sobre su cabe-
za su causa escrita: Este es
Jesús el Rey de los Judíos.
38 Entónces crucificáron dos
ladrones con él ; uno á la dere-
cha, y otro á la izquierda.
39 Y los que pasaban le blas-
femaban moviendo sus cabezas,
40 Y diciendo : Ha, tú el que
destruíes el templo de Dios, y
lo reedificas en tres días, sálvate
á tí mismo: si eres Hijo de
Dios, desciende de la cruz.
41 Asimismo insultándole tam-
bién los Príncipes de los Sacer-
dotes con los Escribas, y An-
cianos, decían :
42 A otros salvó, y á sí mis-
mo no pjiede salvar : si es el
Rey de Israel, descienda ahoia
de ia cruz, y le creemos :
43 Confió en Dios ; líbrelo
ahora, sí le ama ; pues dixo ;
Hijo soy de Dios.
50
SAN MATEO.
44 Y los ladrones que estaban
crucificados con él, le impro-
pei-aban.
45 Mas desde la hora de sexta
hubo tinieblas sobre toda la tier-
ra hasta la hora de nona.
46 Y cerca de la hora de
nona clamó Jesús con grande
voz, diciendo: Eli, Eli, lamma
SABACTHANI? CStO CS : DioS mio,
Dios mió, ; por qué me has des-
amparado ?
47 Algunos pues de los que
allí estaban, quando esto oyé-
ron, decian : A Elias llama
este.
48 Y luego corriendo uno de
ellos, lomó una esponja, y la
empapó en vinagre, y la puso
sobre una caña, y le daba á
beber.
49 Y los otros decian: De-
xad, veamos si viene Elias á li-
brarle.
60 Mas Jesús clamando se-
gunda vez con grande voz, en-
tregó el espíritu.
51 Y he aquí se rasgó el velo
del templo en dos partes de alto
á baxo, y tembló la tierra, y se
hendieron las piedras.
52 Y se abrieron los sepul-
cros ; y muchos cuerpos de
Santos, que habían muerto, re-
sucitaron.
53 Y saliendo de los sepul-
cros después de la resurrección
de él, vinieron á la santa ciu-
dad, y aparecieron á muchos.
54 Mas el Centurión, y los
que con él estaban guardando á
Jesús, visto el terremoto, y las
cosas que pasaban, tuvieron
grande miedo, y decían : Ver-
daderamente Hijo de Dios era
este.
65 Y estaban allí muchas mu-
geres á lo léjos, que habían se-
guido á Jesús desde Galilea, sir-
viéndole :
56 Entre las quales estaba
María Magdalena, y María ma-
dre de Santiago y de Josef,
y la madre de los hijos de Zebe-
déo.
57 Y quando fué tarde, vino
un hombre rico de Arimatéa,
llamado Josef, el qual era tam-
bién discípulo de Jesús.
58 Este llegó á Pílate, y le
pidió el cuerpo de Jesús. Pilato
entónces mandó que se le diese
el cuerpo.
59 Y tomando Josef el cuer-
po, le envolvió en una sábana
hmpia.
60 Y lo puso en un sepulcro
suyo nuevo, que había hecho
abrir en una peña. Y revolvió
una grande losa á la entrada del
sepulcro, y se fué.
61 Y María Magdalena, y la
otra María, estaban allí senta-
das enfrente del sepulcro.
62 Y otro dia, que es el que
se sigue al de la Parasceve, los
Príncipes de los Sacerdotes y
los Fariseos acudiéron juntos á
Pilato,
63 Diciendo: Señor, nos acor-
damos, que dixo aquel impostor,
quando todavía estaba en vida :
Después de tres días resucitaré.
64 Manda pues que se guarde
el sepulcro hasta el tercero
dia ; no sea que vengan sus dis-
cípulos, y lo hurten, y digan á
la plebe : Resucitó de entre los
muertos ; y será el postrer error
peor que el primero.
65 Pilato les dixo : Guardas
tenéis, id, y guardadlo como
sabéis.
66 Ellos pu(?s fueron, y para
asegurar el sepulcro, sellaron
la. piedra, y pusieron guardas.
CAPITULO XXVIII.
51
CAPITULO XXVIII.
1 ]%/rAS en la tarde del
ItJL Sábado, al amanecer
el primer dia de la semana, vino
María Mag-dalena, y la otra Ma-
ría á ver el sepulcro.
2 Y habia habido un grande
terremoto. Porque un Angel
del Señor descendió del Cielo ;
y llegando revolvió la piedra, y
se sentó sobre ella ;
3 Y su aspecto era como un
, relámpago ; y su vestidura como
la nieve.
4 Y de temor de él se asom-
braron los guardas, y quedaron
como muertos.
5 Mas el Angel tomando la
palabra, dixo á las mugeres :
No tengáis miedo vosotras ; por-
que sé, que buscáis á Jesús, el
que fué crucificado.
6 No está aquí ; porque ha
resucitado, como dixo. Venid,
y ved el lugar donde habia sido
puesto el Señor.
7 E id luego, decid á sus dis-
cípulos que ha resucitado ; y he
aquí vá delante de vosotros á
Galilea : allí le veréis. He
aquí os lo he avisado de ante-
mano.
8 Y saliéron al punto del se-
pulcro con miedo y con gozo
grande, y fueron corriendo á
dar las nuevas á sus discípulos.
9 Y he aquí Jesús les salió al
encuentro, diciendo : Dios os
guarde. Y ellas se llegaron á
él, y abrazáronle sus pies, y le
adoráron.
10 Entonces les dixo Jesús :
No temáis : id, dad las nuevas á
mis hermanos para que vayan á
la Galiléa, allí me verán.
1 1 Y miéntras ellas iban, he
aquí algunos de los guardas fue-
ron á la ciudad, y dieron aviso
á los Príncipes de los Sacerdotes
de^todo lo que habia pasado.
12 Y habiéndose juntado con
los Ancianos, y tomado consejo,
diéron una grande suma de di-
nero á los soldados,
13 Diciendo : Decid, que vi-
niéron de noche sus discípulos,
y le hurtaron miéntras que no-
sotros estábamos durmiendo.
14 Y si llegáre esto á oidos
del Presidente, nosotros se lo
haremos creer, y mirarémos por
vuestra seguridad.
15 Y ellos tomando el dinero,
lo hiciéron conforme habian sido
instruidos. Y esta voz, que se
divulgó entre los Judíos, dura
hasta hoy dia.
16 Y los once discípulos -se
fuéron á la Galiléa al monte, á
donde Jesús les habia mandado.
17 Y quando le vieron, le
adoráron: mas algunos dudaron.
18 Y llegando Jesús les ha-
bló, diciendo : Se me ha dado
toda potestad en el Cielo y en la
tierra.
19 Id pues, y enseñad á todas
las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo:
20 Enseñándolas á observar
todas las cosas que os he man-
dado, y mirad que yo estoy
con vosotros todos los dias hasta
la consultación del siglo.
EL SANTO EVANGELIO
DE JESU-CRISTO
SEGUN SAN MARCOS.
CAPITULO I.
1 -pRINCIPIO del Evan-
Mr g-elio de Jesu-Cristo,
Hijo de Dios.
2 Así como está escrito en
- Isaías el Profeta : He aquí yo
envió á mi Ang-el delante de tu
faz, que preparará tu camino
delante de tí.
3 Voz del que clama en el
desierto : Aparejad el camino
del Señor; haced derechas sus
sendas.
4 Estaba Juan en el desierto
bautizando, y predicando el bau-
tismo de penitencia para remi-
sión de pecados.
5 Y salia á él toda la tierra
de Judéa, y todos los de Jeru-
salém, y eran bautizados por él
en el rio Jordán, confesando sus
pecados.
6 Y Juan andaba vestido de
pelos de camello, y traia un
ceñidor de piel al rededor de sus
lomos, y comía langostas y miel
silvestre. Y predicaba, dicien-
do :
7 En pos de mí viene el que
es mas fuerte que yo, ante el
qual no soy digne de postrarme
para desatar la correa de sus
zapatos.
8 Yo os he bautizado en agua,
mas él os bautizai-á en Espíritu
Santo.
9 Y aconteció, que en aque-
llos dias Jesús vino do Nazareth
de Galilea : y fué bautizado por
Juan en el Jordán*
10 Y subiendo luego del agua,
vió los Cielos abiertos, y al Es-
píritu, en figura de paloma, que
descendía y posaba en él mismo.
11 Y se oyó esta voz de los
Cielos : Tú eres mi hijo el ama-
do, en tí me he complacido.
12 Y luego el Espíritu le im-
pelió al desierto.
13 Y estuvo en el desierto
quarenta dias, y quarenta no-
ches : y le tentó Satanás : y
moraba con las fieras, y los An-
geles le servían.
14 Mas después que Juan fue
preso, vino Jesús á la Galiiéa,
predicando el Evangelio del rey-
no de Dios,
15 Y diciendo : Pues que el
tiempo se ha cumplido, y se ha
acercado el reyno de Dios : ha-
ced penitencia, y creed al Evan-
gelio.
16 Y pasando por la ribera
del mar de Galiiéa, vió á Simón
y á Andrés su hermano, que
echaban sus redes en la mar,
pues eran pescadores.
17 Y Jesús Ies dixo : Venid
6n pos de mí, y haré que vo-
sotros seáis pescadores de hom-
bres.
18 Y luego dexadas las redes,
le siguiéron.
19 Y pasando un poco mas
adelante, vió á Santiago hijo de
Zebedéo, y á Juan su hermano,
que estaban también en un barco
componiendo las redes :
20 Y luego ios llamó. Y ellos,
dexando en el barco á Zebedéo
CAPITULO I.
63
su padre con los jornaleros, le
sig-uiéron.
2 1 Y entraron en Cafamaum :
y lueg-o en los Sábados como
entrase en la sinag-oga, los en-
señaba.
22 Y se pasmaban de su doc-
trina : porque los instruía, como
quien tenia potestad, y no como
los Escribas.
23 Y habia en la sinagoga de
ellos un hombre poseído de un
espíritu inmundo, que comenzó
á gritar^
24 Diciendo: ¿Qué tenemos
que ver nosotros contigo, Jesús
Nazareno ? ¿ Has venido á des-
truirnos ? Sé quien eres, el San-
to de Dios.
25 Y le amenazó Jesús, di-
ciendo : Enmudece, y sal del
hombre.
26 Y maltratándole recia-
mente el espíritu inmundo, y dan-
do grandes alaridos, aalió de él.
27 Y se maravillaron todos,
de tal manera que se pregunta-
ban los unos i los otros, dicien-
do : ¿Qué es esto? ¿Qué nueva
doctrina es esta? Que manda
con imperio aun á los mismos
espíritus inmundos, y le obe-
decen.
28 Y corrió luego su fama por
toda la tierra de la Galilea.
29 Y saliendo luego de la si-
nagoga, fuéron á casa de Simón,
y de Andrés, con Santiago, y
con Juan.
30 Y la sueg-ra de Simón es-
taba en cama con fiebre : y le
hablaron luego de ella.
31 Y acercándose, la tomó
por la mano, y la levantó : y al
momento la dexó la fiebre, y les
servia.
32 Y por la tarde puesto ya
el sol, le traían todos los que
estaban enfermos, y los endemo-
niados :
33 Y toda la ciudad se habia
juntado á la puerta.
34 Y sanó á muchos, que eran
afligidos de diversas enferme-
dades ; y lanzaba muchos demo-
nios ; y no les permitía decir, que
sabían quien era.
35 Y levantándose muy de
mañana salió, y fué á un lugar
desierto, y hacia aUí oración.
36 Y fué en pos de él Simón,
y los que con él estaban.
37 Y quando le halláron, le
dixéron : Todos te andan bus-
cando.
38 Y les dice : Vamos á las
aldeas, y ciudades mas cercanas,
para predicar también aDí ; por-
que para esto he venido.
39 Y predicaba en las sina-
gog'as de ellos, y por toda la Ga-
liléa, y lanzaba los demonios.
40 Y vino á él un leproso,
rogándole : é hincándose de ro-
dillas, le dixo : Si quieres, pue-
des limpiarme.
41 Y Jesús compadecido de
él, extendió su mano ; y tocán-
dole, le dixo : Quiero ; Sé lim-
pio.
42 Y" dicho esto, en el mo-
mento desapareció de él la lepra^
y fué limpio.
43 Y Jesús le amenazó, y
luego le despidió,
44 Y le dice : Cuidado que
no lo digas á nadie ; mas vé,
preséntate al Príncipe de los
Sacerdotes, y ofrece por tu lim-
pieza, lo que mandó Moisés en
testimonio á ellos.
45 Mas él, luego que salió,
comenzó á publicar, y divulgar
lo acaecido, de manera que Je-
sús ya no podía entrar manifies-
tamente en la ciudad, sino qufe
64
SAN MARCOS.
estaba fuera en lugares desiertos,
y acudían á él de todas partes.
CAPITULO IL
entro otra vez en Ca-
farnaura después de
algunos dias ;
2 Y se sonó que estaba en
una casa, y acudió un tan cre-
cido número de gente, que no
cabia, ni aun á la puerta, y les
hablaba la palabra.
3 Y vinieron á él trayendo
un paralítico, que le conducían
qoatro á cuestas.
4 Y como no pudiesen po-
nérsele delaate á cansa del tro-
pel de la gente, destecharon la
casa en donde estaba; y habien-
do hecho una abertura, descol-
garon la camilla en que yacía el
paralítico.
5 Y quando Jesús víó la fé
de ellos, dixo al paralítico : Hi-
jo, perdonados te son tas pecados.
6 Y había allí sentados algu-
nos de los Escribas, que decían
en su interior:
7 ¿Como este hombre habla
a^í ? blasfema. ¿ Quién puede
perdonar pecados, sino solo Dios?
8 Jesús, conociendo luego su
interior, y que pensaban de este
modo dentro de sí, les dice ;
jPor qué pensáis esto dentro de
vuestros corazones ?
9 ¿ Qué es mas fácil, decir al
paralítico : Perdonados te son
tus pecados ; ó decirle : Leván-
tate, toma tu camilla, y anda ?
10 Pues para que sepáis, que
el Hijo del hombre tiene potes-
tad en la tierra de perdonar pe-
cados, dice al paralitico,
11 A tí digo : Levántate, to-
ma tu camilla, y vete á tu casa.
12 Y al punto se levantó él ;
y tomando su camilla, se fué á
vista de todos ; de manera que se
maravillaron todos, y alababan á
Dios, diciendo : Nunca tal cosa
vimos.
13 Y salió otra vez ácia la
mar ; y venían á él todas las
gentes, y los enseñaba.
14 Y pasando, vió á Leví hi-
jo de Alféo, que estaba sentado
á la mesa, y le dice : Sigúeme.
Y levantándose, le siguió.
15 Y acaeció, que estando
Jesús sentado á la mesa en casa
de él, estaban también á la mesa
con Jesús, y con sus discípulos
muchos Publícanos, y pecadores;
porque había muchos, que tam-
bién le seguían.
16 Y quando los Escribas, y
los Fariséos viéron que comía
con los Publícanos, y pecadores ;
decían á sus discípulos : ¿ Por
que vuestro Maestro come, y
bebe con los Publícanos, y coa
los pecadores ?
17 Quando esto oyó Jesús, les
díxo : Los sanos no tienen ne-
cesidad de Médico, sino los que
están enfermos : pues no he ve-
nido á llamar justos, sino peca-
dores.
18 Y los discípulos de Juan y
los Fariséos que ayunaban, vie-
nen á él, y le dicen ; ¿ Por qué
los discípiilos de Juan y los de
los Fariséos ayunan, y tus dis-
cípulos no ayunan ?
19 Y Jesús les dice: ¿Por
ventura los hijos de las bodas
pueden ayunar, mientras que
está con ellos el Esposo ? Todo
el tiempo que tienen consigo ai
Esposo, no pueden ayunar.
20 Mas vendrán dias, quando
les será quitado el Esposo ; y
entónces ayunaran en aquellos
días.
CAPITULO lií.
55
21 Ninguno echa en un ves-
tído viejo un remiendo de paño
recio : de otra suerte el remien-
do nuevo quita de lo viejo, y se
hace mayor rotura :
22 Y ninguno echa vino nue-
vo en odres viejos : de otra ma-
nera romperá el vino los odres,
y el vino se verterá, y perecerán
los odres : mas debe echarse el
vino nuevo en odres nuevos.
23 Y acaeció otra vez, que
andando el Señor por unos sem-
brados en el dia de Sábado, sus
discípulos se adelantáron, y co-
menzáron á arrancar espigas.
24 Y los Fariseos le decían :
Mira, ¿cómo hacen en Sábado
lo que no es lícito ?
25 Y él les dixo : ¿ No habéis
leido jamas, lo que hizo David,
quando se halló en necesidad, y
los que con él estaban, tuvieron
hambre ?
26 ¿ Como entró en la casa de
Dios en tiempo de Abiatár,
Príncipe de los Sacerdotes, y
comió los panes de la proposi-
ción, de los quales no era lícito
comer, sino á los Sacerdotes, y
aun dió á los que con él estaban?
27 Y les decía: El Sábado
Cae hecho por el hombre, y no el
hombre por el Sábado.
28 Así que el Hijo del hom-
bre es Señor también del Sábado.
CAPITULO III.
entró Jesús de nuevo
en la Sinagoga: y
había allí un hombre que tenia
una mano seca.
2 Y le estaban acechando, si
sanaría en dia de Sábado, para
acusarle.
3 Y dixo al hombre que tenia
la mano seca: Levántate en
medio.
4 Y les dice: ¿Es lícito en
dia de Sábado hacer bien, ó mal?
¿ salvar la vida, ó quitarla? ?»^Ias
ellos callaban.
5 Y mirándolos al rededor
con indignación, condolido de la
ceguedad de su corazón, dice al
hombre : Extiende tu mano. Y
la extendió, y le fué restablecida
la mano.
6 Mas los Fariseos saliendo
de allí, entráron luego en con-
sejo contra él con los Hero-
dianos, buscando medios de ha-
cerle perecer.
7 Mas Jesús se retiró con suB
discípulos ácia la mar ; y le fué
siguiendo una grande multitud
de la Galilea, y de la Judea,
8 Y de Jerusalém, y de la
Iduméa, y de la otra ribera del
Jordán ; y los de la comarca de
Tiro, y de Sidón en grande nú-
mero viniéron á él, quando oye-
ron las cosas que hacia.
9 Y mandó á sus discípulos,
que le tuviesen listo un barco
en que pudiese entrar, para que
el tropel de la gente no le opri-
miese.
10 Porque sanaba á muchos ;
de tal manera que todos los que
padecían algún mal, se arrojaban
sobre él por tocarle.
1 1 Y quando los espíritus in-
mundos le veían, se postraban
ante él, y gritando decían :
12 Tú eres el Hijo de Dios.
Mas él les amenazaba recias
mente, para que no lo descu-
briesen.
13 Y subiendo á un monte,
llamó á sí á los que él quiso : y
viniéron á él.
14 Y escogió doce, para que
estuviesen con él, y para enviar-
los á predicar.
15 Y les dió potestad de s^-
£6
SAN MARCOS.
nar enfermedades, y de lanzar
demonios.
1 6 Y á Simón le puso el nom-
bre de Pedro :
17 Y á Santiago de Zebedéo,
y á Juan liermano de Santiago,
á los quales dio el nombre de
Boanerges, que quiere decir,
hijos de trueno :
18 Y á Andrés, y á Felipe,
y á Bartolomé, y á Mateo, y
á Tomas y á Santiago de Al-
féo, y á Tadeo, y á Simón el
Cananío,
19 Y á Judas Iscariotes, que
le entregó.
20 Y vinieron á la casa, y
concurrió de nuevo tanta gente,
que ni aun podian tomar ali-
mento.
21 Y quando lo oyeron los
suyos, salieron para echarle ma-
no; porque decían: Se ha pues-
to enagenado.
22 Y los Escribas, que ha-
bian baxado de Jerusalém, de-
cían : Tiene á Beelzebúb, y en
virtud del Príncipe de los demo-
nios lanza ios demonios.
23 Y habiéndolos convocado,
les decía en parábolas : ¿ Cómo
puede Satanás echar fuera á
<3a tanas ?
24 Y sí un reyno está dividi-
do contra sí mismo, no puede
durar aquel reyno.
25 Y si una casa estuviere
dividida contra sí misma, no
puede permanecer aquella casa.
26 Y si Satanás se levantare
contra sí mismo, dividido está, y
no podrá durar, ántes está para
acabar.
27 No puede nmguno entrar
en la casa del vaheante, y robar
sus alhajas, sí primero ^no ata al
valiente, para poder después sa-
qyear su casa.
28 En verdad os digo, que á
los hijos de los hombres perdo-
nados les serán todos los peca-
dos, y las blasfemias, que pro-
firieren :
29 Mas el que blasfemare con-
tra el Espíritu Santo, nunca ja-
mas tendrá perdón, sino que será
reo de eterno delito.
30 Por quanto decían ; Tiene
espíritu inmundo.
31 Y llegaron su madre, y sus
hermanos : y quedándose de la
parte de afuera, le enviáron á
llamar,
32 Y estaba sentado al re-
dedor de él un crecido número
de gente, y le dixéron : Mira,
tu madre, y tus hermanos te
buscan ahí fuera.
33 Y lea respondió, diciendo :
¿ Quién es mi madre, y mis her-
manos ?
34 Y mirando á los que esta-
ban sentados al rededor de sí :
He aquí, les dixo, mi madre, y
mis hermanos.
35 Porque el que hiciere la
voluntad de Dios, ese es mi her-
mano, y mi hermana, y mi
madre.
CAPITULO IV.
1 ItT de nuevo se puso á
JL enseñar á la orilla de
la mar ; y se allegáron al rede-
dor de él tantas gentes, que en-
trándose en un barco, se sentó
dentro en la mar ; y toda la gente
estaba en tierra á la orilla :
2 Y les enseñaba muchas co-
sas por parábolas, y les decía en
su doctrina :
3 Oid : He aquí salió el sem-
brador á sembrar.
4 Y al tiempo de sembrar,
ima parte cayó cerca del cami-
CAPITULO IV.
57
no, y TÍniéron las aves del cielo,
y úk comiéron.
5 Y otra cayó sobre pedre-
gales, donde no tenia mucha
tierra; y nació luego, porque
no habia profundidad de tierra:
6 Mas luego, que salió el Sol,
Bft asolanó ; y como no tenia
raíz, se secó.
7 Y otra cayó entre espinas,
fy creciéron las espinas, y la
abogfáron, y no dió fruto.
8 Y otra cayó en buena tier-
I ra, y dió fruto, que subió, y cre-
I ció ; y uno dió á treinta, otro á
sesenta, y otro á ciento.
9 Y decia : Quien tiene orejas
para oir, oyga.
10 Y quando estuvo solo, le
pregfuntáron los doce, que ésta-
ban con él, de la parábola.
11 Y les dixo : A vosotros es
dado saber el misterio del rejmo
de Dios ; mas a los que están
fuera, todo se les trata por pará-
bolas.-
12 Para que viendo vean, y
no vean; y oyendo oygan, y no
entiendan; no sea que alguna
vez se conviertan, y les sean
perdonados los pecados.
13 Y Ies dixo : ¿ No entendéis
esta parábola ? ¿ Pues cómo en-
tenderéis todas las parábolas ?
14 El que siembra, siembra
la palabra.
15 Y estos son los de junto al
camino, en los que la palabra es
sembrada; mas quando la han
oido, viene al punto Satanás, y
quita la palabra que fué sem-
brada en sus corazones.
16 Y asimismo, estos son los
que reciben la simiente en pe-
dregales; los que quando han
oido la palabra, luego la reciben
con gozo ;
17 Ma3 DO tienen rai2; en si,
3*
ántes son temporales ; y después
en levantándose la tribulación,
y la persecución por la palabra,
luego se escandalizan ;
18 Y estos son los que re-
ciben la simiente entre espinas,
los que oyen la palabra,
19 Mas los afanes del siglo, y
la ilusión de las riquezas, y las
otras pasiones á que dan entra-
da, ahogan la palabra, y no da
fruto alguno.
20 Y estos son los que reciben
la simiente en buena tierra, los
que oyen la palabra, y la reci-
ben, y dan fruto, uno á treinta,
otro á sesenta, y otro á ciento.
21 Y les decia : ¿ Por ventura
se trae una antorcha para me-
terla debaxo de un celemín, ó
debaxo de la cama? ; No la tra-
en para ponerla sobre el can-
delero ?
22 Porque no hay cosa escon-
dida, que no haya de ser mani-
festada; ni cosa hecha en oculto,
que no haya de venir en público.
23 Si alguno tiene orejas para
.oir, oyga.
24 Y les decia : Atended á lo
que vais á oir : Con la medida
con que midiereis, os medirán á
vosotros, y se os añadirá.
25 Porque al que tiene, ffe
dará : y al que no tiene, aun lo
que tiene, se le quitará.
26 Decia también : Tal es el
reyno de Dios, como si un hom-
bre echa la semilla sobre h.
tierra,
27 Y que duerme, y se le-
vanta de noche y de dia ; y la
semilla brota, y crece sin que él
lo advierta.
28 Porque la tierra de suyo
dá fruto, primeramente yerba,
después espiga, y por último
grano lleno en la espiga.
33
SAN MARCOS.
29 Y q-uanJo ha producido los
fmtos, lueg'o echa la hoz, por-
que la sieg-a es llegada.
30 Y decia: ¿ A qué aseme-
jaréiuos el reyno de Dios ? ¿ ó
con qué parábola lo compararé-
mos ? . ^
31 Como un grano de mosta-
za, que quando se siembra en la
tierra, es el menor de todas las
simientes, que hay en la tierra :
32 Mas quando fuere sem-
brado, sube, y crece mas que
todas las leg-umbres, y cria gran-
des ramas, de modo, que las
aves del cielo pueden morar ba-
xo de su sombra.
33 Y así les proponía la pala-
bra con muchas parábolas como
estas, conforme á lo que podían
oir ;
34 Y sin parábola no les ha-
blaba: mas quando estaba aparte
con sus discípulos se lo declara-
ba todo.
35 Y aquel dia, quando fué
va tarde, les dixo : Pasemos en-
frente.
36 Y después de haber despe-
dido la gente, lo tomaron así
como estaba en el barco ; y ha-
bía también con él otros barcos.
37 Y se levantó una grande
tempestad de viento, que metia
las olas en el barco, de manera
que este se llenaba de agua.
30 Y el mismo estaba en la
popa durmiendo sobre un cabe-
zal ; y le despiertan, y le dicen :
^ Maestro, no te se da nada, que
perezcamos ?
39 Y levantándose amenazó
al viento, y dixo á la mar : Ca-
lla, enmudece. Y cesó el vien-
to, y sobrevino una grande bo-
nanza.
40 Y les dixo : ¿ Por qué es-
táis medrosos? ¿auii no tenéis
fé ? Y tuvieron grande miedo, y
decían el uno al otro: ¿Quién
piensas, es este, que aun el vien-
to y la mar le obedecen ?
CAPITULO V.
pasaron á la otra ori-
lla de la mar al ter^
ritorio de los Gerasenos.
2 Y al salir Jesús de la barca,
vino luego á él de los sepulcros
un hombre con un espíritu in-
mundo,
3 El qual tenía en los sepul-
cros su domicilio, y ni aun con
cadenas le podía alguno atar :
4 Porque habiéndole atado
muchas veces con grillos, y con
cadenas, había roto las cadenas,
y despedazado los grillos, y na-
die le podía domar.
5 Y de día y de noche estaba
continuamente en los sepulcros
y en los montes, dando gritos, é
hiriéndose con piedras.
6 Y quando vio á Jesús de
léjos, fué corriendo, y le adoró:
7 Y clamando á voz en grito,
dixo: ¿Qué tengo yo contigo,
Jesús Hijo de Dios Altísimo? te
conjuro por Dios, que no me
atormentes.
8 Porque le decia : Sal del
hombre, espíritu inmundo.
9 Y le preguntaba: ¿Quál
es tu nombre ? Y le dice : Le-
gión es mí nombre, porque
muchos somos.
10 Y le rogaba mucho, qwe
no le echase fuera de aquella
tierra.
11 Habia en aquel lugar pa-
ciendo al rededor del monte una
grande piara de puercos.
12 Y le rogaban los espíritus,
diciendo : Envíanos á los puer-
cos para uue entremos en elloi.
CAPITULO V.
39
15 Y Jesús al punto se lo
fiiorg-ó. Y saliendo los espíritus
inmundos, entraron en los puer-
cos ; y la piara se precipitó con
grande ímpetu en la mar como
hasta dos mil ; y se ahogúron en
la mar.
14 Y los que los apacentaban
huyeron, y lo contaron en la
ciudad, y en los campos. Y
salieron á ver, lo que habia
sucedido ;
15 Y vienen á Jesús ; y ven
al que habia sido atormentado
del demonio, sentado, vestido, y
en su juicio cabal, y tuvieron
miedo.
16 Y los que lo habían visto,
les contaron todo él hecho como
habia acontecido al endemonia-
do, y lo de los puercos.
17 Y comenzaron á rogarle,
que se retirase de los términos
de ellos.
18 Y quando entró Jesús en
el barco, comenzó á rogarle el
que habia sido maltratado del
demonio, que le dexase estar
con él :
19 Mas no se lo concedió,
sino que le dixo : Vete á tu casa
á los tuyos, y cuéntales quan
grandes cosas te ha hecho el
Señor, y la misericordia que
contigo ha usado.
20 Y se fué, y comenzó á
publicar en DecápoHs quan
grandes cosas le habia hecho Je-
sús : y se maravillaban todos.
21 Y habiendo pasado otra
Vez Jesús en un barco á la otra
orilla, se alleg-ó al rededor de él
una g-rande multitud de pueblo ;
y estaba cerca del mar.
22 Y ^-ino uno de los Prín-
cipes de la Sinagoga nombrado
Jairo: y luego que le vió, se
postró á sus pies,
23 Y. le rogaba nltcho, di-
ciendo : Mi hija está en los últi-
mos. Ven á ]X)ner sobre elía -la
mano, para que sea salva, y
viva.
24 Y se fué con él, y le
seguía mucha gente, y le apre-
taban.
25 Y una muger, que padecía
un fluxo de sangre doce años
había,
26 Y que habia pasado mu-
chos trabajos en manos de mu-
chos médicos, y gastado todo lo
que tenia, sin haber adelantado
nada, ántes empeoraba mas :
27 Quando oyó hablar de Je-
sús, Uegó por detrás entre la
confusión de la gente, 3,- tocó su
vestidura :
28 Porque decía : Tan sola-
mente con tocar su vestidura,
seré sana.
29 Y en el mi-:mo instante
cesó sú fluxo de sangre, y sintió
en su cuerpo, que estaba sana
de aquel azote.
30 ]Mas Jesús conociendo lue-
go en sí mismo la virtu>i, que de
él habia salido, volviéndose ácia
la gente, dixo : ¿Quién ha tocado
mi vestidura ?
31 Y sus discípulos le decían :
Ves la gente que te está apre-
tando, y dices : ¿ Quién me ha
tocado ? ^
32 Y miraba al rededor per
ver á la que esto habia hecho.
33 Entonces la muger me-
drosa, y temblando, sabiendo lo
que le Labia acaecido, llegó y se
postró ante él, y le dixo toda h?
verdad.
34 Y él le dixo : Hija, tu fé
te ha sanado ; vete en paz, t-
queda libre de tu azote.
35 Quando aun estaba él ha-
blando, llegaron de casa del
60
SAN MARCOS.
Príncipe de la Sinagoga, y le
dixéron: Tu hija es muerta:
¿ para qué fatigas mas al Maes-
tro?
36 Mas Jesús, quando oyó lo
que decían, dixo al Príncipe de
la Sinagoga: No temas; cree
solamente.
37 Y no dexó ir consigo á
ninguno, sino á Pedro, y á San-
tiago, y á Juan hermano de
Santiago.
38 Y llegan á la casa del
Príncipe de la Sinagoga, y vé
el ruido, y á los que lloraban, y
daban grandes alaridos.
39 Y habiendo entrado, les
dixo: ¿Por qué hacéis este
ruido, y estáis llorando? la mu-
chacha no es muerta, sino que
duerme.
40 Y se mofaban: Pero él
echándolos i todos fuera, toma
consigo al padre y á la madre de
la muchacha, y á los que con él
estaban, y entra donde la mu-
chacha yacía.
41 Y tomando la mano de la
muchacha, le dixo: TalÜhacumi,
que quiere decir : Muchacha, á
tí te digo, levántate.
42 Y se levantó luego la mu-
chacha, y echó á andar : y tenia
doce años : y quedaron atónitos
de un grande espanto.
43 Y él mandó con mucha
eficacia, que nadie lo supiese, y
dixo le dieran de comer á ella.
CAPITULO VI.
1 ~WT habiendo salido de allí,
Jl se fué á su patria : y
e seguian sus discípulos :
2 Y llegado el Sábado co-
menzó á enseñar en la Sina-
goga ; y muchos que le oían, se
tnaraviÜaban de su doctrina, di-
ciendo : ¿ De dónde á este todas
estas cosas ? ¿ y qué sabiduría es
esta que le es dada ; y tales ma-
ravillas, que por sus manos son
obradas ?
3 ¿ No es este el artesano, el
hijo de María, hermano de San-
tiago, y de Josef, y de Júdas,
y de Simón? ¿y sus hermanas
no están aquí también con noso-
tros ? y se escandalizaban en él.
4 Y Jesús les decía : No hay
Profeta sin honor sino en su
patria, y en su casa, y entre sus
parientes.
5 Y no podia allí hacer mila-
gro alguno ; solamente sanó al-
gunos pocos enfermos poniendo
sobre ellos las manos :
6 Y estaba maravillado de la
incredulidad de ellos, y andaba
predicando por todas las aldeas
del contomo.
7 Y llamó á los doce ; y co-
menzó á enviarlos de dos en dos,
y les daba potestad sobre los
espíritus inmundos ;
8 Y les mandó que no lleva-
sen nada para el camino, ni al-
forja, ni pan, ni dinero en la
bolsa, sino solamente un bordón;
9 Mas que calzasen sandalias,
y que no vistiesen dos túnicas.
10 Y les decía: En qualquie-
ra parte donde entráreis en una
casa, permaneced en ella, hasta
que salgáis de allí :
11 Y todos los que no os re-
cibieren, ni os escucharen, al
salir de allí, sacudid el polvo de
vuestros pies, en testimonio á
ellos.
12 Y saliendo, predicaban
que hiciesen penitencia :
13 Y lanzaban muchos de-
monios, y ungían con óleo á
muchos enfermos, y sanaban.
1-1 Y llegó esto á noticia del
CAPITULO VI.
61
Rey Heródes, porque se habia
hecho notorio su nombre, y de-
cía : Juan el Bautista ha resuci-
tado de entre los muertos ; y
por eso virtudes obran en él.
15 Otros decian: Elias es.
Y decian otros : Profeta es, co-
mo uno de los Profetas.
16 Quando lo oyó Heredes,
dixo: Este es aquel Juan que
yo degollé, que ha resucitado de
entre los muertos.
17 Porque el mismo Heródes
habia enviado á prender á Juan,
y le habia hecho aherrojar en la
cárcel á. causa de Herodías mu-
ger de Felipe su hermano;
porque la habia tomado por
mug-er.
18 Porque decia Juan á He-
ródes : No te es lícito tener la
rauger de tu hermano.
19 Y Herodías le armaba la-
zos; y le quena hacer morir,
pero no podia.
20 Porque Heródes temia á
Juan, sabiendo que era varón
justo, y santo ; y le tenia á cus-
todia, y por su consejo hacia
muchas cosas, y le oía de buena
gana.
21 Hasta que últimamente
llegó un dia favorable, en que
Heródes celebraba el dia de su
nacimiento, dando una cena á
los Grandes de su corte, á los
Tribunos, y á los principales de
la Galilea ;
22 Y habiendo entrado la hija
de Herodías, y danzado, y dado
gusto á Heródes, y á los que con
él estaban á la mesa, dixo el
Rey á la raozuela : Pídeme lo
que quieras, y te lo daré :
23 Y le juró: Todo lo que
me pidieres te daré, aunque sea
la mitad de mi reyno.
24 Y habiendo ella salido.
dixo á su madre : ¿Qué pediré ?
T ella dixo : La cabeza de Juan
el Bautista.
25 Y volviendo luego á en-
trar apresurada adonde estaba el
Rey, pidió diciendo: Quiero que
lu^o al punto me dés en un
plato la cabeza de Juan el Bau*
tista.
26 Y el Rey se entristeció;
mas por el juramento, y por los
que con él estaban á la mesa, no
quiso disgustarla :
27 Mas enviando uno de su
guardia, le mandó traer la ca-
beza de Juan en un plato. Y le
degolló en la cárcel.
28 Y traxo su cabeza en un
plato, y la dió á la mozuela, y
la mozuela la dió á su madre.
29 Y quando sus discípulos lo
oyéron, víniéron, y tomáron su
cuerpo, y lo pusieron en un
sepulcro.
30 Y llegándose los Após-
toles á Jesús, le contáron todo
lo que habían hecho, y ense-
ñado.
31 Y les dixo : Venid aparte
á un lugar solitario, y reposad
un poco. Porque eran muchos
los que iban, y venían ; y ni aun
tiempo para comer tenían.
32 Y entrando en un barco,
se retiráron á un lugar desierto,
y apartado.
33 Y los vieron muchos como
se iban, y lo conocieron ; y con-
curriéron allá á pie de todas las
ciudades, y llegáron ántes que
ellos.
34 Y al desembarcar vió Je-
sús una grande multitud, y tuvo
compasión de ellos; porque eran
como ovejas que no tienen Pas-
tor, y comenzó á enseñarles
muchas cosas.
35 Y como ya fuese muy
62
SAN MARCOS.
tarde, se Ueg'áron á él sus dis-
cípulos, y le dixéron: Desierto
es este lugar, y la hora es ya
pasada ;
36 Despídelos, que vayan á
las g-ranjas, y aldeas de la co-
marca a comprar que comer.
37 Y él les respondió, y di-
xo: Dadles vosotros de comer.
Y le dixéron : Iremos á com-
prar pan por doscientos denarios,
y les daremos de comer.
38 Y les dice : ¿ Quántos pa-
nes tenéis ? id, y vedlo. Y ha-
biéndolo visto, dicen : Cinco, y
dos peces.
39 Y les mando, que los hi-
ciesen recostar á todos por ran-
chos sobre la yerba verde.
40 Y se recostaron en ran-
chos, de ciento en ciento, y de
cincuenta en cincueiita.
41 Y tomando los ciaco panes,
y los dos peces, alzando los ojos
al Cielo, bendixo, y partió los
panes, y los dió á sus discípulos,
para que se los pusiesen delante ;
y repartió entre todos los dos
peces.
42 Y comi 'ron todos, y se
hartaron.
43 Y alzaron lo qu'^' sobró de
los pedazos, doce cestos Henos,
y de los peces.
44 Y los que comieron, eran
cinco mil hombres.
45 Y dió lueg-o priesa á sus
discípulos, á que entrasen en el
barco, y que fuesen ántes que él
á Betsaida á la otra parte del
íag-o, mientras que él despedía
7\l pueblo.
46 Y después que los hubo
despedido, se fué al monte a orar.
47 Y como fuese tarde, estaba
el barco en medio del mar, y él
solo en tierra.
4S Y viéndolos remar con
gran fatiga, porque el viento Ies
era contrario ; y cerca de la
quarta vigilia de la noche vino a
ellos paseando sobre el mar ; y
quería dexarlos atrás.
49 Mas ellos, quando le vie-
ron andar sobre el mar, pensa-
ron que era fantasma, y co-
menzaron á gritar.
50 Porque todos le vieron, y
se turbaron. Mas luego habló
con ellos, y les dixo : Tened
buen ánimo, yo soy, no temáis.
51 Y subió á ellos al barco,
y cesó el viento : y mas y mas
se pasmaban en su interior ;
52 Porque todavía no habían
entendido lo de los panes ; por
quanto su corazón estaba ofus-
cado.
53 Y quando estuviéron de la
otra parte, fuéron á tierra de
Genesareth, y arrimaron.
54 Y en saliendo del barco,
luego lo conociéron :
55 Y recorriendo toda aquella
comarca, le traían de toda ella
los enfermos en sus camillas,
luego que oyéron que estaba
allí.
56 Y donde quiera que entra-
ba, en aldeas, 6 en granjas, ó en
ciudades, ponían los enfermos en
las calles, y le rogaban, que
permitiese tocar siquiera la orla
de su vestido : y quantos le toca-
ban, quedaban sanos.
CAPITULO VIL
*
1 "WT" viniéron á él los Fa-
JL riséos, y a'gunos de
los Escribas, que habían llegado
de Jerusalém.
2 Y quando vieron comer á
algunos de sus discípulos con
manos comunes, esto es, sin ha-
bérselas lavado, lo vituperaron.
CAPITULO vir.
63
. 3 Porque los Fariseos, y to-
dos los Judíos, sino se lavan las
manos muchas veces, no comen,
wguiendo la tradición de los
ancianos ;
4 Y quando vuelven de la
*plaza, no comen, si antes no se
i bañan ; y guardan muchas cosas
I que tienen por tradición, lavato-
I rios de vasos y de jarros, y de
vasijas de metal, y de lechos.
5 Y le preguntaban los Fa-
riseos, y los Escribas : ¿Por qué
tus discípulos no andan con-
formes á la tradición de los ac-
cianos, sino que comen pan sin
lavarse las manos ?
6 Y él respuudió, y Ies dixo :
Hipócritas, bien profetizó Isaí-
as de vosotros, como está escri-
to : Este pueblo con los labios
me honra, mas su corazón está
lejos de mí.
7 En vano pues me honran,
ensenando doctrinas y manda-
mientos de hombres.
8 Porque dexando el man-
damiento de Dios, os asis de la
tradición de los hombres, el lavar
de los jarros, y de los vasos; y
hacéis otras muchas cosas seme-
jantes á estas.
I 9 Y les decia : Bellamente
hacéis vano el mandamiento de
I Dios por guardar vuestra tra-
! dicion.
10 Porque Moisés dixo:
Honra á tu padre, y á tu madre.
I Y : El que maldixere al padre,
i 6 á la madre, muera de muerte.
1 1 Mas vosotros dccis : Basta
que el hombre diga á su padre,
, ó á su madre, qualquier Corban,
I esto es, el don que yo ofreciere,
I á tí aprovechará :
^ 12 Y no le permitís hacer
í ninguna otra cosa mas por el
padre, ó por la madre,
13 Invalidando la palabra de
Dios por vuestra tradición, que
enseñasteis : y hacéis otras mu-
chas cosas semejantes á esta.
14 Y convocando de nuevo al
pueblo, les decia : Escuchadme
todos, y entended.
16 No hay cosa fuera del
hombre, que entrando en él, le
pueda ensuciar ; mas las que
salen de él, esas son las que en-
sucian al hombre.
16 Si hay quien tenga orejas
para oir, oyga.
17 Y luego que dexo la gente,
y entro en casa, le preguntaban
3US discípulos de la parábola.
18 Y les dixo: ¿Qué voso-
tros también tenéis tan poca in-
teligencia ? No comprehendeis,
que toda cosa que de fuera en-
tra en el hombre, no le puede
hacer immundo.
19 Porque no entra en su co-
razón, sino que pasa al vientre,
y después se echa en lugares
excusados, purgando todas las
viandas.
20 Y les decia : Las cosas,
que salen del hombre, son las
que ensucian al hombre.
21 Porque de lo interior del
corazón de los hombres salen los
pensamientos malos, los adulte-
rios, las fornicaciones, los homi-
cidios,
22 Los hurtos, las avaricias,
las maldades, el engaño, las des-
honestidades, el ojo maligno, la
blasfemia, la soberbia, la locura.
23 Todos estos males de den-
tro salen, y hacen inmundo al
hombre.
24 Y levantándose de allí, se
fué á los confines de Tiro y de
Sidon : y entrando en una casa,
quiso que nadie lo supiese, mas
no se pudo encubrir.
14
SAN MARCOS.
25 Porque una muger, que
tenia una hija poseída de un es-
píritu inmundo, quando oyó ha-
blar de él, entrd, y se ecb6 k
sus pies.
26 y la muger era Gentil,
Sírofenisa de nación. Y le ro-
gaba, que echase de su hija al
demonio.
27 Jesús le dixo : Dexa pri-
mero hartarse los hijos : porque
no es bien tomar el pan de los
hijos, y echarlo k los perros.
28 Mas ella respondió, y di-
xo : Así es, Señor, porque los
cachorrillos comen dehaxo de la
mesa, de las migajas de los hijos.
29 Entónces le dixo: Por
esto que has dicho, vé, que el
demonio ha salido de tu hija.
30 Y quando llegó á, su casa,
halló á su hija echada sobre la
cama, y que habia salido de ella
el demonio.
31 Y saliendo otra vez de los
confines de Tiro, fué por Sidón
á el mar de Galilea, atravesando
el territorio de Decápolis.
32 Y le traxéron un sordo y
mudo, y le rogaban que pusiese
la mano sobre él.
33 Y sacándole aparte de en-
tre la gente, le metió los dedos
en sus orejas ; y escupiendo, le
tocó su lengua :
34 Y mirando al Cielo, gimió,
y le dixo : Ephphetha, que quiere
decir : Sé abierto.
35 Y luego fuéron abiertas
sus orejas, y fué desatada la li-
gadura de su lengua, y hablaba
bien.
36 Y les mandó que á nadie
lo dixesen. Pero quanto mas
se lo mandaba, tanto mas lo di-
vulgaban :
37 Y tanto mas se maravilla-
ban, diciendo : Bien lo ha hecho
todo : á los sordos ha hecho oír,
y á los mudos hablar.
CAPITULO VIII.
1 Tj^N aquellos días como
Mlá el pueblo hubiese
concurrido otra vez en grande
número, y no tuviesen que co-
mer, llamando Jesús á sus discí-
pulos, les dixo :
2 Compasión tengo de estas
gentes : porque tres dias ha que
están conmigo, y no tienen que
comer :
3 Y si los enviare en ayunas
á .su casa, desfallecerán en el
camino: pues algimos de ellos
han venido de léjos.
4 Y BUS discípulos le reepon-
diéron : ¿ De dónde podrá algu-
no hartarlos de pan aquí en esta
soledad ?
5 Y les preguntó: ¿Quántos
panes tenéis ? Ellos dixéron :
Siete.
6 Y mandó á la gente que se
recostase sobre la tierra. Y to-
mando los siete panes, dando
gracias, los partió, y dió á sus
discípulos para que los distri-
buyesen ; y los distribuyéron en-
tre la gente.
7 Tenían también unos pocos
pececillos ; y los bendixo, y
mandó, que también se los dis-
tribuyesen.
8 Y comiéron, y se hartaron,
y alzáron de los pedazos que
habían sobrado, siete espuertas.
9 Y eran los que habían co-
mido como quatro mil : y los
despidió.
10 Y entrando luego en el
barco con sus discípulos, pasó al
territorio de Dalmanuta.
11 Y salieron los Fariséos,
y se pusieron á disputar con él,
CAPITULO VIII.
65
pidiéndole lina señal del Cielo
por tentarle.
12 Mas Jesús g-imiendo en su
interior, Ies dixo ; ¿ Por qué
esta generación pide señal ? En
verdad os digo, que no se dará
señal á esta generación.
13 Y dexándolos, volvió á en-
trar en el barco,, y pasó á la
otra orilla del lago.
14 Y se habian olvidado de
tomar pan ; y no tenían consigo
sino un pan en el barco.
15 Y les mandó, diciendo -
Mirad, y guardaos de la leva-
dura de los Fariseos, y de la
levadura de Heredes.
16 Y discurrían entre sí di-
ciendo : Porque no traemos
pan.
17 Lo que habiendo conocido
Jesús, les dixo: ¿Qué estáis
pensando, sobre que no tenéis
pan ? ¿ aun no conocéis, ni en-
tendéis ? ¿ todavía tenéis ciego
vuestro corazón ?
18 ¿Teniendo ojos, no veis?
¿y teniendo orejas, no oís? Y
Ao os acordáis,
19 Quando partí los cinco
panes entre cinco mil, ¿quántas
espuertas alzasteis llenas de pe-
dazos ? Doce, le respondiéron.
20 Y quando los siete panes
entre quatro mil, ¿ quintas es-
puertas alzasteis de pedazos ?
Siete, le dixéron.
21 Y les decia : ¿ pues cómo
no entendéis aun ?
22 Y vinieron á Betsaida, y
le traxéron un ciego ; y le roga-
ban que lo tocase.
,23 Y tomando al ciego por la
mano, lo sacó fuera de la aldea ;
y escupiéndole en los ojos, y po-
niendo las manos encima, le
preguntó, si veia algo.
I 24 Y él alzando los ojos, di-
xo : Veo los hombres como ár-
boles que andan.
25 Y le puso otra vez las ma-
nos sobre los ojos, y comenzó á
ver ; y fué sano, de modo que
veia claramente todas las cosas»
2^ Y lo envió á su casa, di-
ciendo: Vete á tu casa; y si
entrares en la aldea, á nadie lo
digas.
27 Y salió Jesús con sus dis-
cípulos por las aldeas de Cesa-
réa de Fihpos ; y preguntaba
por el camino á sus discípulos,
diciéndoles : ¿ Quién dicen loa
hombres que soy yo ?
28 Ellos le respondiéron di-
ciendo ; Juan el Bautista, otros
Elias, y otros como uno de los
Profetas.
29 Entonces les dixo: ¿Y
vosotros quién decis, que soy
yo? Respí lidió Pedro, y le dixo:
Tú eres el Cristo.
30 Y les piohibió con amena*
zas, que á ninguno dixesen esto
de él.
31 Y comenzó á declararles,
que convenia que el Hijo del
hombre padeciese muchas cosas,
y que fuese desechado por los
Ancianos, y por los Príncipes de
los Sacerdotes, y por los Escri-
I bas, y que fuese entregado á 1^
muerte, y que resucitase des-
pués de tres dias.
32 Y claramente decia est^
palabra. Entonces Pedro tomán-
dole aparte, comenzó á reñirle.
33 Mas él, volviéndose, y mi-
rando á sus discípulos, amenazo
á Pedro, diciendo : Quítateme
delante. Satanás, porque no
sabes las cosas que son de Dios,
sino las que son de los hombres.
34 Y convocando al pueblo
con sus discípulos, les dixo : Si
alguno quiere seguirme, lúé-
SAN MARCOS.
gTiese á, sí mismo : y tome sn
cruz, y síg-ame.
35 Porque el que quisiere sal-
var su vida, la perderá : mas el
que perdiere su vida por mí y
por el Evangelio, la salvará.
36 Porque ¿ qué aprovechará
al hombre si grang-eare todo el
mundo, y pierde su alma ?
37 ¿O qué recompensa dará
el hombre por su alma ?
38 Y quien se afrentare de
mí, y de mis palabras en medio
de esta generación adúltera y
pecadora, el Hijo del hombre
también se afrentará de él,
quando viniere en la gloria de
su Padre acompañado de los
santos Angeles.
39 Y les decia : En verdad os
digo, que hay algunos de los que
están aquí, que no gustarán la
muerte, hasta que vean el reyno
de Dios, que viene con poder.
CAPITULO IX.
1 "y^T seis días después to-
Jl m6 Jesús consigo á
Pedro, y á Santiago, y á Juan ;
y los llevó solos á un monte alto
en lugar apartado, y se trans-
figuró en presencia de ellos.
2 Y sus vestidos se tomáron
resplandecientes, y en extremo
blancos como la nieve, tanto,
que ningún batanero sobre la
tierra los puede hacer tan
blancos.
3 Y les apareció Elias con
Moyses ; y estaban conversando
con Jesús.
4 Y tomando Pedro la pala-
bra, dixo á Jesús : Maestro,
bien será, que nos estemos aquí ;
y hagamos tres tiendas ; para tí
una, para Moisés otra, y para
Elias otra ;
5 Porque no sabia lo que se
decia : pues estaban atónitos de
miedo.
6 Y vino una nube, que les
hizo sombra ; y salió una voz de
la nube, que decia : Este es mi
Hijo el muy amado, oidle.
7 Y mirando luego al rede-
dor, no vieron mas á nadie con-
sigo, sino solamente á Jesús.
8 Y qnando baxaban del
monte, les mandó, que á nadie
dixesen lo que habían visto,
hasta que el Hijo del hombre
hubiese resucitado de entre los
muertos.
9 Y tuvieron el caso en se-
creto, preguntándose entre sí,
qué seria aquello; Quando hu-
biere resucitado de entre los
muertos.
10 Y le preguntaron, dicien-
do : ¿\Pues cómo dicen los Fari-
seos, y los Escribas, que Elias
debe venir primero ?
11 El les respondió, y dixo :
Elias, quando vendrá primera,
reformará todas las cosas ; y
como está escrito acerca del
Hijo del hombre, debe padecer
mucho, y será despreciado.
12 Mas dígoos, que Elias ya.
vino, é hiciéron con él quanto
quisiéron, como está escritp
de él.
13 Y riñiendo á sus discípu-
los, vió cerca de eUos una
grande multitud de gente, y que
los Escribas estaban disputando
con ellos.
14 Y todo el pueblo viendo á
Jesús, quedó suspenso, y llenos
de temor acudiéron corriendo á
saludarle.
15 Y les preguntó: ¿Qué es
de lo que estáis disputando entre
vosotros ?
16 Y respondiendo unp d?
entre la ^ente, dixo : Maestro,
te he trahido mi hijo, que está
poseído de un espíritu raudo:
17 Y donde quiera, que le
toma, le tira contra la tierra, y
le hace echar espumarajos, y
cruxir los dientes, y se va se-
cando : y dixe á tus discípulos,
que le lanzasen, y no pudie-
ron.
18 Jesús les respondió y di-
xo: ¡O g-eneracion incrédula !
¿Hasta quándo estaré con vo-
sotros ? ¿ Hasta quándo os su-
friré ? Traédmele á mí.
19 Y se le traxéron. Y lue-
go que le vio, comenzó el espí-
ritu á atormentarle ; y estrella-
do contra la tierra, se revolcaba
echando espumarajos.
20 Y preguntó al padre de
él: ¿Quánto tiempo ha que le
sucede esto ? Y él dixo : Desde
la infancia :
21 Y muchas veces le ha ar-
rojado en el fuego, y en las
agnas, para acabar con él. Mas
si algo puedes, ayúdanos, apia-
dado de nosotros.
22 Y Jesús le dixo : Si pue-
des creer, todas las cosas son
posibles para el que cree.
23 Y exclamando luego el
padre del muchacho, decia con
lágrimas : Creo, Señor : ayuda
mi incredulidad.
24 Y quando vió Jesús, que
la gente iba concurriendo en
tropel, amenazó al espíritu in-
mundo, diciéndole : Espíritu sor-
do y mudo, yo te mando, sal de
él : y no entres mas en él.
25 Entónces dando grandes
alaridos, y maltratándolo mucho,
salió de él, y quedó como muer-
to, de manera que muchos de-
cían : Muerto está.
,..2Q Mas tomándole Jesús por
CAPITULO IX. 67
la mano, le ayudó á alzarse, y se
levantó.
27 Y después, que entró en
la casa, bus discípulos le pre-
' guntaban aparte : ¿Por qué no
le pudimos nosotros lanzar ?
28 Y les dixo : Esta casta
con nada puede salir, sino coa
oración, y ayuno.
29 Y habiendo partido de allí,
cara ináron mas allá de Galiléa,
y no queria, que nadie lo supiese.
30 Y enseñaba á sus discí-
pulos, y les deeia : El Hijo del
hombre será entregado en ma-
nos de hombres, y le harán mo-
rir, y después de muerto resu-
citará al tercero dia.
31 Pero ellos no entendían
esta palabra ; y temían el pre-»
guntarle.
32 Y llegáron á Cafamaum.
Y quando estaban en la casa,
les preguntaba : ¿ Qué ibais tra-
tando por el camino ?
33 Mas ellos callaban, porque
en el camino habían altercado
entre sí, sobre quál de ellcs
seria el mayor.
34 Y sentándose, llamó á los
doce, y les dixo : Si alguno
quiere ser el primero, será el
postrero de todos, y el siervo de
todos.
85 Y tomando un niño, le
puso en medio de ellos ; y des-
pués de haberlo abrazado, ies
dixo :
36 Qualquiera que recibiere á
uno de estos niños en mi nom-
bre, á mí recibe ; y todo el que
á mí recibiere, no recibe á mí,
sino á aquel que me envió.
37 Y le respondió Juan, di-
ciendo : Maestro, hemos visto á
uno, que lanzaba demonios en
tu nombre, que no nos sigue, y
se lo vedamos*.
^ SAN MARCOS.
68
38 y dixo Jesús : No se lo ve-
deis ; porque qo hay nin^no,
que hag-a milagro en mi nombre,
y que pueda luego decir mal de
mí.
39 Porque el que no es con-
tra vosotros, por vosotros es.
40 Y qualquiera que os diere
á beber un vaso de agua en mi
nombre, porque sois de Cristo,
en verdad os digo, que no per-
derá su galardón.
41 Y todo aquel que escan-
dalizare á. uno de estos pequeñi-
tos que creen en mi, mas le
valdría que se le atase al cuello
una piedra de las que mueve un
asno, y que se le echara en el
mar.
42 Y si tu mano te escandali-
zare, córtala: mas te vale en-
trar manco en la vida, que tener
dos manos, é ir al infierno, al
fuego que nunca
apagar :
43 En donde el
aquellos no muere,
nunca se apaga.
44 Y si tu pie te escandaliza,
córtale ; mas te vale entrar
coxo en la vida eterna, que te-
ner dos pies, y ser echado en el
infierno de fuego inextinguible :
45 En donde el gusano de
aquellos no muere, y el fuego
nunca se apaga.
46 Y si tu ojo te escandaliza,
échale fuera: mas te vale en-
trar tuerto en el reyno de Dios,
que tener dos ojos, y ser arro-
jado en el fuego del infierno :
47 En donde no muere el
gusano de aquellos, y el fuego
nunca se apaga.
48 Porque todos serán sala-
dos con fuego, y toda víctima
será salada con sal.
4^ Buena es la sal : mas si la
se puede
gusano de
y el fuego
sal perdiere su sabor, ; con que
la sazonaréis ? Tened sal en vo-
sotros, y tened paz entre voso-
tros.
CAPITULO X.
1 XT" partiéndose de allí
M. se fué á los términos
de la Judéa de la otra parte del
Jordán ; y volvieron las gentes
á juntarse á él ; y de nuevo los
enseñaba como soha.
2 Y llegándose los Fariséos,
le preguntaban por tentarle : Si
es lícito al marido repudiar á su
muger.
3 Mas el respondiendo, les
dixo : ¿ Qué os mandó Moisés ?
4 EUos dixéron : Moisés per-
mitió escribir carta de divorcio,
y repudiar.
5 Y Jesús les respondió, y
dixo : Por la dureza de vuestro
corazón os dexó escrito este
mandamiento.
6 Pero al principio de la crea-
ción, macho, y hembra los hizo
Dios.
7 Por esto dexara el hombre
á su padre, y á su madre, y se
juntará á su muger,
8 Y serán dos en una carne.
Asi que no son ya dos, sino una
carne.
9 Pues loque Dios juntó, el
hombre no lo sepáre.
10 Y volvieron á preguntarle
sus discípulos en casa sobre lo
mismo.
11 Y les dixo: Qualquiera
que repudiare á su muger, y se
casare con otra, adulteriip co-
mete contra aquella.
12 Y si la muger repudiare á
su marido, y se casare con otro,
comete adulterio.
13 Y le presentaban unos nif
CAPITULO X.
69
Sos para que los tocase. Mas
los discípulos reñían á los que
los presentaban.
14 Y quando lo vió Jesús, lo
jjllevó muy á mal, y les dixo:
|Dexad los niños venir á raí, y no
¡se lo estorbéis; porque de los
Itales es el reyno de Dios.
15 En verdad os dig^o: Que
el que no recibiere el reyno de
Dios como niño, no entrará
en él.
! 16 Y abrazándolos, y po-
niendo sobre ellos las manos, los
bendecía.
17 Y quando salió para po-
¡nerse en camino, corrió uno a
el, é hincándosele de rodillas, le
preguntaba : Maestro bueno,
: qué haré para conseguir la
i^ida eterna ?
18 Y Jesús le dixo : ¿ Por
jué me dices bueno? Ninguno
3Ueno, sino solo Dios.
19 Bien sabes los manda-
nientos : No hagas adulterio :
Vo mates : No hurtes : No digas
i'also testimonio : No hagas en-
j^año. Honra á tu padre, y á
u madre.
20 Mas él le respondió, di-
ciendo : Maestro, todo esto he
ll-uardado desde mi juventud.
21 Y Jesús poniendo en él
ios ojos, le mostró agrado, y le
|lilixo: Una sola cosa te falta:
inda, vende quanto tienes, y
, lálo á los pobres, y tendrás te-
j oro en el Cielo ; y vén, si-
lgúeme.
j ¡ 22 Mas él, afligido al oír esta
^ ¡lalabra, se retiró triste ; porque
I lenia muchas posesiones.
I 23 Y Jesús mirando al rede-
I i or, dixo á sus discípulos : ¡ Con
I uánta dificultad entrarán en el
' ,eyno de Dios, los que tienen
• iquezas !
24 Y los discípulos se asom-
braban de sus palabras. Mas
Jesús les respondió otra vez, di-
ciendo : Ilijitos, ¡ quán difícil
cosa es entrar en el reyno de
Dios los que confian en las ri-
quezas !
25 Mas fácil cosa es pasar un
camello por el ojo de una aguja,
que entrar el rico en el reyno
de Dios.
26 Ellos se maravillaban mas,
y se decían unos á otros: ¿Y
quién podrá salvarse ?
27 Entónces mirándolos Je-
sús, dixo : Para los hombres
cosa es esta, que no puede ser,
mas no para Dios : porque para
Dios todas las cosas son posi-
bles.
28 Y comenzó Pedro á de-
cirle : He aquí, que nosotros
hemos dexado todas las cosas, y
te hemos seguido.
29 Respondiendo Jesús, dixo :
En verdad os digo, que no hay
ninguno, que haya, dexado casa,
ó hermanos, ó padre, ó madre, 5
hijos, ó tierras por mí, y por ei
Evangelio,
30 Que no reciba cien tantos,
ahora en este tiempo, casas, y
hermanos, y hermanas, y ma-
dres, é hijos, y tierras, con per-
secuciones, y en el siglo veni-
dero la vida eterna.
31 Mas muchos primeros se-
rán postreros, y postreros prime-
ros.
32 Y estaban en el camino
para subir á Jerusalém; y Je-
sús iba delante de ellos, y se
maravillaban : y le seguían con
miedo. Y volviendo á tomar
aparte á los doce, comenzó á
decirles las cosas, que habían de
venir sobre él.
33 He aquí nosotros subimo^s
SAN MARCOS.
á Jérusalém, y el Hijo del hom-
bre será entregado á los Prínci-
pes de los Sacerdotes, y á los
Escribas, y á los Ancianos, y le
sentenciarán á muerte, y le en-
tregarán á los Gentiles :
34 Y le escarnecerán, y le
escupirán, y le azotarán, y le
quitarán la vida : y al tercero
dia resucitará.
35 Entonces se ll?gáron á él
Santiago, y Juan hijos de Zebe-
déo, y le dixéron : Maestro,
queremos, que nos concedas
todo lo que te pidiéremos.
36 Y él les dixo : ¿ Qué que-
réis que os haga ?
37 Y dixéron : Concédenos,
que nos sentemos en tu gloria,
el uno á tu diestra, y el otro a
tu siniestra. ^
38 Mas Jesús les dixo : No
sabéis lo que os pedis : ¿ Podéis
"beber el cáliz que yo bebo ? ¿ O
' ser bautizados con el bautismo,
con que yo soy bautizado?
39 Y ellos le dixéron : Pode-
mos. Y Jesús les dixo : Voso-
tros en verdad beberéis el cáliz,
que yo bebo ; y seréis bautiza-
dos con el bautismo, con que yo
soy bautizado :
40 Mas sentarse á mi diestra,
6 á mi siniestra, no es mió darlo
á vosotros, sino á aquellos para
quienes está aparejado.
41 Y quando los diez lo oyé-
ron, comenzáron á indignarse
contra Santiago y Juan.
42 Mas Jesús los llamó, y les
dixo : Sabéis, que aquellos, que
se ven mandar á las gentes, se
enseñorean de ellas ; y los Prín-
cipes de ellas tienen potestad
sobre ellas.
43 JVIas no es así entre voso-
tros ; antes el que quisiere ser
el mayor, será vuesto criado :
44 Y el que quisiere ser él
primero entre vosotros, será
siervo de todos.
45 Porque el Hijo del hombre
no vino para ser servido; sino
para servir, y dar su vida en
rescate por muchos.
46 Y fueron á Jerico, y al
salir de Jerico él y sus discí-
pulos y muchas gentes con ellos,
Bartiméo el ciego, hijo de Ti-
méo, estaba sentado junto al ca-
mino pidiendo limosna.
47 Y quando oyó, que era
Jesús Nazareno, comenzó á dar
voces, y decir, Jesús, hijo de
David, ten misericordia de mí.
48 Y le reñían muchos para
que callase. Mas él gritaba
mucho mas : Hijo de David, ten
misericordia de mí.
49 Y se paró Jesús, y le
mandó llamar. Llaman pues al
ciego, y le dicen : Ten buen
ánimo ; levántate, que te llama.
50 El arrojó su capa, y sal-
tando se fué á él.
51 Y tomando Jesús la pala-
bra le dixo: ¿Q.U8 quieres que
te haga? Y el ciego le dixo :
Maestro, que vea.
52 Y Jesús le dixo: Anda,
tu fe te ha sanado : Y luego vio,
y le seguia por el camino.
CAPITULO XL
1 "WT quando se acercaron
Jl á Jérusalém y á
BeÜiania cerca del marte de las
Olivas, envia doij de sus discí-
pulos,
2 Y les dice j Id al lugar que
está enfrente de vosotros, y lue-
go que entráreis en él, liallaréis
un pollino atado, sobre el que na
ha subido aun ningún hoinhj*e ;
desatadlo, y traedlo.
CAPITULO XI.
71
3 Y si alguno os dixere ;
¿ Qué hacéis ? decid, que el Se-
ñor lo ha menester , y luego os
le dexará traer acá.
4 Y fueron y hallaron el po-
j Uino atado á la puerta fuera en
la encrucijada ; y lo desatan.
i 5 Y algunos de los que esta-
I ban allí, les decían : ¿ Qué
I hacéis desatando el pollino ?
6 Ellos les respondieron como
Jesús les habia mandado, y se lo
¡ dexáron.
i 7 Y traéron el pollino á Je-
[sus, y echaron sobre él sus ro-
pas, y se sentó sobre él.
8 Y muchos tendiéron sus
vestidos por el camino ; y otros
cortaban hojas de los árboles, y
las tendian por el camino.
9 Y los que iban delante, y
los que seguian detras, daban
roces diciendo ; Hosanna ; -
10 Bendito el que viene en el
nombre del Señor ; Bendito el
ceyno de nuestro padre David,
si qual viene ; Hosanna en las
alturas.
11 Y entró en Jerusalém en
ú templo ; y después de haberlo
'econocido todo, como fuese ya
:arde, se salió á Betania con
os doce.
12 Y otro dia, como salieron
le Betania, tuvo hambre.
13 Y viendo á lo lejos una hi-
l:uera que tenia hojas, fué allá
jtpr si hallaría alguna cosa en
I Ha ; y quando llegó á ella, nada
'. iialló sino hojas ; porque no era
' ¡ijempo de higos.
I 14 Y respondiendo, le dixo :
j ijíunca mas coma nadie fruto de
' |i para siempre. Y lo oyeron
j jas discípulos.
j I 15 Vienen pues á. Jerusalém.
. i' habiendo entrado en el tem-
' lo, comenzó á echar fuera á los
que vendían y compraban en el
templo ; y trastornó las mesas
de los banqueros, y las sillas de
los que vendían palomas.
16 Y no consentía que algu-
no trasportase mueble alguno
por el templo ;
n )Y les enseñaba, diciendo :
¿ No está escrito : Mi casa, casa
de oración será llamada de todas
las gentes ? Mas vosotros la ha-
béis hecho cueva de ladrones.
18 Quando lo supiéron los
Príncipes de los Sacerdotes y
los Escribas, buscaban como
quitarle la vida ; porque le te-
mían, por quanto todo el pueblo
estaba maravillado de su doc-
trina.
19 Y quando vino la tarde, se
salió de la ciudad.
20 Y al pasar por la mañana,
viéron que la higuera se habia
secado de raíz.
21 Y se acordó Pedro, y le
dixo : Maestro, cata ahí la hi-
guera que maldixiste, como se
ha secado.
22 Y respondiendo Jesús, les
dixo : Tened fe de Dios.
23 En verdad os digo, que
qualquiera que dixere á este
monte : Levántate, y échate en
el mar ; y no dudare en su cora-
zón, mas creyere que se hará
quanto dixere, todo le será,
hecho.
24 Por tanto os digo, que to-
das las cosas que pidiéreís oran-
do, creed, que las recibiréis ; y '
os vendrán.
25 Y quando estuviéreis para
orar, si tenéis alguna cosa con-
tra alguno, perdonadle ; para
que vuestro Padre, que está en
los Cielos, os perdone también
vuestros pecados.
26 Porque si VQsoíros no perr
72
SAN MARCOS.
donáreis, tarnpoco vuestro Pa-
dre, que está en los Cielos, os
perdonará vuestros pecados.
27 Y volvieron otra vox á Je-
rusalém. Y andando él por el
templo, se llegaron 1 él los
Príncipes de los Sacei'dotes, y
los Escribas, y los Ancianos ;
28 Y le dixéron; ¿Con qué
autoridad haces estas cosas ? ¿ y
quién te ha dado esta potestad
para hacer esas cosas ?
29 Y Jesús les respondió, y
dixo : Yo también os haré una
preg-unta, y respondedme ; y os
diré, con qué autoridad hago
estas cosas.
30 ¿ El bautismo de Juan era
del Cielo, 6 de los hombrea?
Respondedme.
31 Y ellos estaban entre sí
pensando, y decian : Si dijére-
mos, que del Cielo, nos dirá;
¿Por qué no lo creísteis ?
32 Si dixéramos, de los hom-
bres, tememos al pueblo. Por-
que todos estaban perj^uadidos,
que Juan era verdaderamente
Profeta.
33 Y respondieron á Jesús,
diciendo : Pío lo sabemos. Y
Jesús les respondió, y dixo :
Pues ni yo tainuoco os diré, con
que autoridad hago estas cosas.
CAPITULO XII.
1 "WT" comenzó á hablarles
Jl por parábola»^ : Un
hombre plantó una viña, y la
cercó con vallado, y cavó un la-
gar, y ediñcó una torre, y la ar-
rendó á unos labradores, y se fué
lejos de su tierra.
2 Y á su tiempo envió uno de
sus siervos á los labradores, para
que recibiese de los labradores
el fruto de la viña.
3 Ellos asiendo de él, le hirié-
ron, y le enviaron vacío :
4 Y volvió k enviarles otro
siervo ; y le hiriéron en la ca-
beza, y le hiciéron muchos es-
carnios.
5 Y de nuevo envió otro, y le
matáron ; y otros muchos ; de
los quales á unos hiriéron, y á
otros matáron.
6 Mas como tuviese aun un
hijo, á quien amaba (iema-
raente, se le envió támhien el
postrero, diciendo : tendrán res-
peto á mi hijo.
7 Pero los labradores dixéron
entre sí : Este es el heredero ;
venid, matémosle, y será nues-
tra la heredad.
8 Y travando de él, le matá-
ron ; y le echárou fuera de la
viña.
9 ¿Qué hará pues el dueño
de la viña? Vendrá, y acabará
con los labradores, y dará la
viña á otros.
10 ¿No habéis leído, esta es-
critura : La piedra, que desecha-
ron los que edificaban, esta es
puesta por la principal de la es-
quina:
1 1 Por el Señor ha sido hecho
esto; y es cosa maravillosa en
nuestros ojos ?
12 Y buscaban medios de
prenderle : mas temieron al
pueblo; porque entendieron, que
contra ellos habia dicho esta
parábola. Y dexándole, se fué-
ron.
13 Y le enviaron algunas de
los Fariseos y de los Horodianos,
para que le tomasen en alguna
palabra.
14 Ellos viniendo le dicen:
Maestro, sabemos que eres hom-
bre veraz, y que no atiendes 1
respetos humanos : porque no
CAPITULO XII.
73
miras á, los hombres por la apa-
riencia, sino que enseñas el ca-
mino de Dios segim verdad :
¿ Es lícito dar tributo al César,
ó no se lo daremos ?
15 El, entendiendo la super-
chería de ellos, les dixo : ¿ Por
qué me tentáis? traedme acá
un denario, para verlo.
16 Y ellos se lo traéron. Y
les dixo : ¿ Cuya es esta figura,
y letrero ? Del César, le respon-
dieron.
17 Y Jesús respondió, y les
dixo : Pues dad al César, lo que
es del César ; y á Dios, lo que
es de Dios. Y se maravillaban
de ello.
18 Y viniéron á él los Saddu-
eéos, que niegan la resurrec-
ción, y le preguntaban, di-
ciendo :
19 Maestro, Moisés nos de-
xo escrito, que si muriere el her-
mano de alguno, y dexare mu-
ger, y no tuviere hijos, que
tome su hermano la muger de
él, y que levante linage á su
hermano.
20 Pues eran siete hermanos ;
y el mayor tomó muger, y mu-
rió sin dexar sucesión.
21 El segundo la tomó, y mu-
rió también sin dexar hijos. Y
el tercero de la misma manera.
22 Y así mismo la tomaron
los siete, y no dexáron hijos. Y
la postrera de todos murió tam-
bién la muger.
23 ¿ Al tiempo pues de la re-
surrección, quando volvieren á
vivir, de qual de estos será mu-
ger? porque todos siete la tu-
vieron por muger.
24 Y respondiendo Jesús, les
dixo : ¿ No veis que erráis, por-
que no comprehendeis las Escri-
turas, ai la virtud de Dios ?
4
I
25 Porque quando resucita-
rán de entre los muertos, ni se
casarán, ni serán dados en casa-
miento, sino que serán como los
Angeles en los Cielos.
26 ¿Y de los muertos que
hayan de resucitar, no habéis
leid9 en el libro de Moisés, co-
mo Dios le habló sobre la zarza,
diciendo : Yo soy el Dios de
Abraham, y el Dios de Isaac, y
el Dios de Jacob ?
27 No es Dios de muertos,
sino de vivos. Y así vosotros
erráis mucho.
28 Y se llegó uno de los Es-
cribas, que los habia oido dis-
putar, y viendo que Ies habia
respondido bien,- le preguntó
qual era el primero de todos los
Mandamientos.
29 Y Jesús le respondió: El
primer mandamiento de todos
es : Escucha Israél, el Señor tu
Dios un solo Dios es :
30 Y amarás al Señor tu Dios
de todo tu corazón, y de toda
tu alma, y de todo tu entendi-
miento, y de todas tus fuer-
zas. Este es primer el Manda-
miento.
31 Y el segundo semejante es
á él : Amarás á tu próximo co-
mo á tí mismo. No hay otro
Mandamiento mayor que estos.
32 Y le dixo el Escriba ;
Maestro, en verdad has dicho
bien, que uno es Dios, y no hay
otro fuera de él.
33 Y que amarle de todo cc^
razón, y de todo entendimiento,
y de toda el alma, y de todo po-
der ; y amar al próximo como á
sí mismo, es m&s que todos los
holocaustos, y sacrificios.
34 Jesús, quando vió que ha-
bia respondido sabiamente, le
dixo: No estás lejos del reyno
74
de Dios. Y ya ninguno se atre-
FÍa á preguntarle.
35 Y respondiendo Jesús de-
cia, enseñando en el templo :
;Cómo dicen los Escribas, que
el Cristo es hijo de David ?
35 Porque el mismo David
por Espíritu Santo, dice : Dixo
el Señor á mi Señor, siéntate á
mi derecha, hasta que ponga tus
enemigos por tarima de tus pies.
37 Pues el mismo David le
llama Señor : ¿ De dónde pues es
su hijo ? Y una grande multitud
de pueblo le oia con gusto.
38 Y les decia en su doc-
trina : Guardaos de los Escribas,
que gustan de andar con ropas
largas, y que los saluden en las
plazas,
39 Y estar en las Sinagogas
en las primeras sillas, y en las
cenas en los primeros asientos :
40 Que devoran las casas de
las viudas con pretexto de largas
oraciones : estos serán juzgados
con mayor rigor.
41 Y estando Jesús sentado
de frente al arca de las ofrendas,
estaba mirando como echaban
las gentes el dinero en el arca:
y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una pobre viuda, y
echó dos pequeñas piezas del
valor de un quadrante,
43 Y llamando á sus discí-
pulos, les dixo: En verdad os
digo, que mas echó esta pobre
viuda, que todos los otros que
echaron en el arca.
44 Porque todos han echado
de aquello que les sobraba ; mas
esta de su pobreza echó todo lo
que tenia, todo su sustento.
CAPITULO XIII.
1 ^CT" al salir del templo, le
Jl dixo uno de sus dis-
SAN MARCOS.
cípulos: Maestro, mira que pie-
dras, y que fábrica.
2 Y respondiendo Jesús, le
dixo : ¿ Vés todos estos grandes
edificios? No quedará piedra so-
bre piedra, que no sea derribada.
3 Y estando sentado en el
monte del Olivar de cara al tem-
plo, le preguntaban aparte Pe-
dro, y Santiago, y Juan, y An-
drés :
4 Dinos, ¿ quando serán estas
cosas? ¿y que señal habrá, quan-
do todas estas cosas comenzarán
á cumplirse ?
5 Y respondiéndoles Jesús,
comenzó á decirles : Guardáos,
que nadie os engañe :
6 Pqrque muchos vendrán en
mi nombre, que dirán : yo soy :
y engañarán á muchos.
7 Mas quando oyereis do
guerras, y de rumores de guer-
ras, no temáis; porque con-
viene, que esto sea ; mas aun no
será el fin.
8 Porque se levantará gente
contra gente, y rey no contra
reyno, y habrá terremotos por
los lugares, y hambres. Esto
será principio de dolores.
9 Mas guardáos á vosotros
mismos. Porque os entregarán
en los concilios, y seréis azo-
tados en las Sinagogas, y com-
pareceréis ante los Goberna-
dores y Reyes por mí, en testi-
monio á ellos.
10 Y ante todas cosas con-
viene, que sea predicado el
Evangelio á todas las gentes.
11 Y quando os llevaren para
entregaros, no premeditéis lo
que habéis de hablar; mas decid
lo que os fuere dado en aquella
hora ; porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu
Santo.
CAPITULO XIII.
75
12 Y el hermano entreg-ará al
hermano á la muerte, y el padre
al hijo; y los hijos se levantarán
contra los padres, y los matarán.
13 Y seréis aborrecidos de
todos por mi nombre. Mas el
que perseverare hasta el fin,
este será salvo.
14 Y quando viereis la abomi-
nación de la desolación estar, en
donde no debe ; quien lee, en-
tienda; entonces los que estén
en la Jndéa, huyan á los montes :
15 Y el que esté sobre el
tejado, no descienda á la casa,
ni entre dentro para tomar algu-
na cosa de su casa :
16 Y el que estuviere en el
campo, no vuelva atrás para to-
mar su vestido.
17 ¡Mas ay de las preñadas,
y de las que criaren en aquellos
dias !
18 Rog-ad pues, que no sean
estas cosas en invierno.
19 Porque aquellos dias serán
tribulaciones tales, quales no
fuéron desde el principio de las
criaturas, que hizo Dios hasta
ahora, ni serán.
20 Y si el Señor no hubiera
abreviado aquellos dias, no se
salvaría ninguna carne; mas por
amor de los escogidos, que esco-
gió, abrevió aquellos dias.
21 Entonces si alguno os di-
xere : He aquí está el Cristo,
ó hételo allí, no lo creáis.
22 Porque se levantarán fal-
sos Cristos, y falsos Profetas, y
darán señales y portentos, para
engañar, si puede ser, aun á los
escogidos.
23 Estad pues vosotros sobre
aviso : He aquí que todo os lo
dixe de antemano.
24 Mas en aquellos dias, des-
.pues de aquella tribulación, se
obscurecerá el Sol, y la Luna
no dará su resplandor,
25 Y caerán las estrellas del
Cielo, y se moverán las virtudes
que están en los Cielos.
26 Y verán entónces al Hijo
del hombre, que vendrá en las
nubes con gran poder y gloria.
27 Y entónces enviará sus
Angeles, y juntará sus escogidos
de los quatro vientos, desde el
un cabo de la tierra hasta el ca-
bo del Cielo.
28 Y de la higuera aprended
una semejanza. Quando sus ra-
mos están ya tiernos, y las hoja?;
nacidas, conocéis que está cerca
el Estío :
29 Pues así también quando
viéreis, que acontecen estas co-
sas, sabed que está cerca á las
puertas.
30 En verdad os digo, que no
pasará esta generación, que todo
esto no sea cumplido.
31 El Cielo y la tierra pasarán,
mas mis palabras no pasarán.
3^ Mas de aquel dia, y de
aquella hora nadie sabe, ni los
Angeles en el Cielo, ni el Hijo,
sino el Padre.
33 Estad sobre aviso, velad, 5'^
orad ; porque no sabéis, quando
será el tiempo.
34 Así como un hombre, que
partiéndose lejos, dexó su casa,
y eribargó á cada uno de sus
siervos todo lo que debia hacer,
y mandó al portero, que velase.
35 Velad pues, porque no sa-
béis, quando vendrá el dueño de
la casa ; si de tarde, ó á media
noche, ó al canto del gallo, ó á
la mañana.
36 No sea que quando viniere
de repente, os halle durmiendo.
37 Y lo que á vosotros digo,
á todos lo di^o : Velad.
•76
SAN MARCOS.
CAPITULO XIV.
1 ""ÍT" dos dias después era la
Jl Pascua, y los Azi-
mos ; y los Príncipes de los Sa-
cerdotes, y los Escribas andaban
buscando como le prenderían
por eng-año, y le bañan morir.
2 Mas decian : No en el dia
de la fiesta, porque no se mo-
viese alboroto en el pueblo.
3 Y estando Jesús en Beta-
nia en casa de Simón el leproso,
sentado á la mesa, llegó una
muger, que traia im vaso de
alabastro de ung-üento muy pre-
cioso de naido espique, y que-
brando el vaso, derramó el bál-
samo sobre su cabeza.
4 Y alg-unos de los que había
allí, lo llevaban muy á. mal en-
tre sí mismos, y decían : ¿ A
qué fin es este desperdicio de
ungüento ?
5 Pues pudiera venderse este
ungüento por mas de trescientos
denarios, y darse á los pobres.
Y bramaban contra ella.
6 Mas Jesús dixo : Dexacfla :
¿ por qué la molestáis ? buena
obra ha hecho conmigo.
7 Porque siempre tenéis po-
bres con vosotros; y quando qui-
siereis, les podéis hacer bien ;
mas á mí no siempre me tenéis.
8 Hizo esta lo que pudo; se
adelantó á ungir mi cuerpo ^ara
la sepultura.
9 En verdad os digo, que don-
de quiera que fuere predicado
este Evangelio por todo el mun-
do, también lo que esta ha he-
cho será contado en memoria de
ella. *
10 Y Júdas Iscariotes, uno de
los doce, fué á los Príncipes de
los Sacerdotes, para entregár-
sele.
11 Ellos, quando lo oyérorr,
se holgaron; y prometieron dar-
le dinero. Y buscaba ocasión
oportuna para entregarle.
12 Y el primer dia de los
Azimos, quando sacrificaban la
Pascua, le dicen sus discípulos :
¿Dónde quieres, que veamos á
disponerte, para que comas la
Pascua ? -
13 Y envía dos de sus discí-
pulos, y les dice : Id á la ciudad,
y encontraréis un hombre, que
lleva un cántaro de agua, se-
guidle :
14 Y en donde quiera que en-
trare, decid al dueño de la casa,
el Maestro dice : ¿Donde está
el aposento, en donde he de co-
mer la Pascua con mis discí-
pulos?
15 Y él os mostrará un cená-
culo grande, aderezado : dispo-
ned allí para nosotros.
16 Y partieron los discípulos,
y fueron á la ciudad; y lo ha-
liáron, como les habia dicho, y
aderezaron la Pascua.
17 Y llegada la tarde, fué con
los doce.
18 Y quando estaban senta-
dos, y comiendo á la mesa, les
dixo Jesús : En verdad os digo,
que uno de vosotros, que come
conmigo, me entregará.
19 Entonces ellos comenzá-
ron á entristecerse, y á decirle
cada uno por sí ? Acaso soy yo ?
20 Y él les respondió : Uno
de los doce, el que mete conmi-
go la mano en el plato. •
21 Y el Hijo del hombre va
en verdad, como está escrito de
él: ¡mas ay de aquel hombre,
por quien será entregado el Hijo
del hombre ! Bueno le fuera á
aquel hombre, si nunca hubiera
nacido.
CAPITULO XIV.
•57
22 Y estando ellos comiendo,
tomó Jesús el pan, y bendicién-
doio, lo partió, y les dió, ydixo:
Tomad, este es mi cuerpo.
23 Y tomando el cáliz, dando
gracias, se lo alargó; y bebie-
ron de él todos.
24 Y les dixo: Esta es mi
sangre del nuevo Testamento,
que por muchos sera derramada.
25 En verdad os digo, que no
beberé ya de este fruto de vid
hasta aquel dia, que lo beberé
nuevo en el reyno de Dios.
26 Y dicho el hymno, salieron
al monte del Olivar.
27 Y Jesús les dixo : Todos
seréis escandalizados en mí esta
noche ; porque escrito está : He-
riré al Pastor, y se descarriarán
las ovejas.
28 Mas después que resuci-
,tare, iré ántes que vosotros á
GaUléa.
29 Y Pedro le dixo : Aunque
todos en tí se escandalicen, mas
no yo.
30 Y Jesús le dixo : En verdad
te digo, que tú, hoy en esta no-
che, ántes que el gsJlo haya can-
tado dos veces, me negarás tres
veces.
31 Pero él con mayor porfía
decia : Aunque sea menester que
yo muera juntamente contigo,
no te negaré. Y lo mismo tam-
bién decian todos.
32 Y fueron á una heredad,
llamada Getsemaní. Y dixo á
sus discípulos : Sentaos aquí,
mientras que hago oración.
33 Y llevó consigo á Pedro,
y á Santiago, y á Juan ; y co-
menzó á atemorizarse, y á an-
gustiarse.
34 Y les dixo : Mi alma está
triste hasta la muerte ; esperad
aquí, y velad.
35 Y habiendo ido adelante
un poco, s» postró en tierra ; y
pedia, que si ser pudiese, pasase
de él aquella hora :
36 Y dixo: Abba padre, to-
das las cosas te son posibles ;
traspasa de mí este cáliz : mas
no lo que yo quiero, sino lo que
tú.
37 Y vino, y los halló dur-
miendo. Y dixo á Pedro : ¿ Si-
món, duermes ? ¿ no has podido
velar una hora ?
38 Velad, y orad, para que
no entréis en tentación. El es-
píritu en verdad está pronto, mas
la carne enferma.
39 Y fué otra vez á orar, di-
ciendo las mismas palabras.
40 Y vuelto, los halló de nue-
vo dormidos ; porque sus ojos es-
taban cargados, y no sabían, qué
responderle.
41 Y vino la tercera vez, y
les dixo : Dormid ya, y reposad.
Basta ; la hora es llegada ; ved
que el Hijo del hombre va á
ser entregado en manos de peca-
dores.
42 Levantaos, vamos. He
aquí el que me ha de enti-egar,
está cerca.
43 Y estando aun él hablan-
do, llega Júdas Iscariotes, uno
de los doce, y con él un grande
tropel de gente, con espadas, y
palos, de parte de los Príncipes
de los Sacerdotes, y de los Es-
cribas, y de los Ancianos.
44 Y el traidor les había dado
una señal, diciendo : Aquel que
yo besare, aquel es ; prendedle,
y llevadle con cuidado.
45 Y quando llegó, se acercó
luego á él, y dixo : IMaestro.
Dios te gtarde ; y le besó.
46 Entónces ellos le echáron
las manos, y le prendieron.
SAN MARCOS.
47 Y uno de los que estaban
con Jesu-Cristo, sacando la es-
pada, hirió á un siervo del Sumo
Sacerdote ; y le cortó la oreja.
48 Y tomando Jesús la pala-
bra, les dixo : ¿ Como á ladrón
habéis salido á prenderme con
espadas, y con palos ?
49 Cada dia estaba con voso-
tros enseñando en el templo, y
no me prendisteis. Mas para
que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces desamparándole
sus discípulos, huyéron todos.
51 Y un mancebo iba en pos
de él, cubierto de una sábana
sobre el cuerpo desnudo; y le
asieron.
52 Mas él, soltando la sábana,
se les escapo desnudo.
53 Y llevaron á Jesús á casa
del Sumo Sacerdote ; y se junta-
ron todos los Sacerdotes, y los
Escribas, y los Ancianos.
54 Mas Pedro le fué siguiendo
á lo lejos hasta dentro del pala-
cio del Sumo Sacerdote; y se
estaba sentado al fueg^o con los
Ministros, calentándose.
55 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes, y todo el concilio bus-
caban algnn testimonio contra
Jesús para hacerle morir, y no
ío hallaban.
56 Porque muchos decían tes-
timonio falso contra él ; mas no
concordaban sus testimonios.
57 Y levantándose unos, ates-
tiguaban falsamente contra él,
diciendo :
58 Nosotros le hemos oído
decir: Yo destruiré este tem-
plo hecho de mano, y en tres
dias edificaré otro no hecho de
mano.
59 Y no se concertaba el tes-
timonio de ellos.
CO Y levantándose en medio
el Sumo Sacei-dote, pregfuntó á
J esus, diciendo : ¿ No respondes
alguna cosa, á lo que estos ates-
tiguan contra tí ?
61 Mas él callaba, y nada
respondió. Le volvió á pregun-
tar el Sumo Sacerdote, y le di-
xo : ¿ Eres tú el Cristo, el Hijo
de Dios bendito ?
62 Y Jesús le dixo : Yo soy ;
y veréis al Hijo del hombre sen-
tado á la diestra del poder de
Dios, y venir con las nubes del
Cielo.
63 Entónces el Sumo Sacer-
dote, rasgando sus vestiduras,
dixo: ¿Qué necesitamos ya de
testigos ?
64 ¿Habéis oido la blasfe-
mia? ¿ Qué os parece? Y le con-
denaron todos ellos á que era
reo de muerte.
65 Y algunos comenzáron á
escupirle, y cubriéndole la cara,
le daban golpes, y le decían :
Adivina: y los Ministros le da-
ban de bofetadas.
66 Y estando Pedro abaxo en
el atrio, lleg-ó una de las criadas
del Sumo Sacerdote :
67 Y quando vio á Pedro, que
se calentaba, clavando en él los
ojos, le dixo: Y tú con Jesús
Nazareno estabas.
68 Mas él lo negó, ^díxo :
Ni le conozco, ni sé, lo que
dices. Y se salió fuera delante
del atrio, y cantó el gallo.
69 Y viéndole de nuevo la
criada, comenzó á decir á los
que estaban presentes : Este de
ellos es.
70 Mas él lo negó otra vez.
Y poco después los que allí esta-
ban, decían á Pedro : Verdade-
ramente tú de ellos eres ; porque
eres también Galiléo.
71 Y él comenzó á malde»
CAPITULO XV.
79
cirse, y á jurar: No conozco á
ese hombre, que decis.
72 Y en el mismo punto cantó
el g-allo la seg-unda vez. Y se
acordó Pedro de la palabra, que
Jesús le habia dicho : Antes que
el gallo cante dos veces, rae ne-
garas tres veces. Y comenzó
á llorar.
CAPITULO XV.
1 "WT luego por la mañana
JL teniendo consejo los
Príncipes de los Sacerdotes con
los Ancianos, y los Escribas, y
todo el concilio, haciendo atar á
Jesús, le llevaron, y entregaron
á Pilato.
2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres
tú el Rey de los Judíos? Y él
respondiendo le dixo : Tú lo
dices.
3 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes le acusaban de muchas
cosas.
4 Y Pilato le preguntó otra
vez, diciendo: ;No respondes
nada ? mira, de quóntas cosas te
acusan.
5 Mas Jesús ni aun con eso
respondió, de modo que se mara-
villaba Pilato.
6 Pero acostumbraba en el
dia de la fiesta dar libertad á
uno de los presos, qualquiera
que ellos pidiesen.
7 Y habia uno llamado Barra-
bás, que estaba preso con otros
sediciosos, por haber hecho una
muerte en una revuelta.
8 Y como concurriese el pue-
blo, comenzó á pedirle la gracia
que siempre les hacia.
9 Y Pilato les respondió, y
dixo : ¿ Queréis que os suelte al
Rey de los Judíos ?
10 Porque sabia, que por en-
vidia lo habían entregado los
Príncipes de los Sacerdotes.
1 1 Mas los Pontífices incitá-
ron á la gente, para que les sol-
tase ántes á Barrabás.
12 Y Pilato les respondió, y
di^o otra vez: ¿Pues que que-
réis que haga del Rey de los
J udíos ?
13 Y ellos volvieron á gritar;
Crucifícale.
14 Mas les decía Pilato r
«¿Pues que mal ha hecho? Y ellos
gritaban mas : Crucifícale.
15 Y Pilato, queriendo con-
tentar al pueblo, les puso en li-
bertad á Barrabás, y después de
haber hecho azotar á Jesús, le
entregó, para que le crucificasen.
16 Y los soldados le llevaron
al atrio del Pretorio, y convocan
toda la cohorte,
17 Y le visten de púrpura, y
texiendo una corona de espinas,
se la pusieron.
18 Y comenzaron á saludar-
le : Dios te salve, Rey de los
Judíos.
1 9 Y le herían en la cabeza
con una caña ; y le escupían ; e
hincando las rodillas, le ado-
raban.
20 Y después de haberle es-
carnecido, le desnudáron de la
púrpura, y le vistieron sus ropas;
y le sacan fuera para crucifi-
carle.
21 Y compelieron á uno que
pasaba, Simón Cirenéo, que
venia de una granja, padre de
Alexandro, y de Rufo, á que
cargase con la Cruz de Jesús.
22 Y lo llevan á un lugar lla-
mado Góigota ; que se inter-
preta lugar de la Calavera.
23 Y le daban á beber vino
mezclado con mirra, y no lo
tomó.
80
SAN MARCOS.
24 Y después de haberle cru-
cificado, repartieron sus ropas,
echando suertes sobre ellas, para
ver lo que llevaría cada uno.
25 Era pues la hora de tercia,
quando le crucificaron.
26 Y el título de su causa te-
nia esta inscripción : El Rey
DE LOS Judíos.
27 Y crucificaron con él dos
ladrones ; el uno á su derecha,
y el otro a su izquierda.
28 Y se cumplió la Escritura,
que dice : Y fué contado con
los malos.
20 Y los que pasaban, blas-
femaban de él, moviendo sus ca-
bezas, y diciendo ; Ah, el que
derribas el templo de Dios, y en
tres dias lo reedificas :
30 Sálvate á tí mismo, y des-
ciende de la Cruz.
31 Y de esta manera, escar-
neciéndole también los Prínci-
pes de los Sacerdotes con los
Escribas, decían unos á otros:
A otros salvó, á sí mismo no
puede salvar.
32 El Cristo, el Rey de Israel
descienda ahora de la Cruz, paca
que lo veamos, y creamos. Tam-
bién los que estaban crucificados
con él, le denostaban.
33 Y quando fué hora de sex-
ta, se cubrió de tinieblas toda
la tierra hasta la hora de nona.
34 Y á la hora de nona ex-
clamó Jesús con gi*ande voz,
diciendo : Eloi, Eloi, lamma
SABACTHANi ? quc quicrc decir :
;Dios mió, Dios mío, por qué
me has desamparado ?
35 Y alg-unos, de los que es-
taban presentes, quando lo oyé-
ron, decían: Mirad, á Elias
llama.
36 Y corriendo uno, y empa-
pando una esponja en vinagre, y
atándola en una caña, le daba á
beber, diciendo : Dexad, veamos
si viene Elias á quitarle.
37 Mas Jesús, dando una
grande voz, espiró.
38 Y se rasgó el velo del
templo en dos partes, de alto a
baxo.
39 Y quando el Centurión,
que estaba enfrente, vió, que así
clamando había espirado, dixo :
Verdaderamente este hombre
era Hijo de Dios.
40 Y había también allí unas
mugeres mirando de léjos : entre
las quales estaba María Magda-
lena, y María madre de Santia-
go el menor, y de Josef, y Sa-
lomé :
41 Las quales, quando estaba
en Galilea, le seguían, y le ser-
vían ; y otras muchas, que jun-
tamente con él habían subido á
Jerusaléra.
42 Y quaudo se hizo ya tarde,
pues era la Pai-asceve, que ea la
víspera del Sábado,
43 Vino Josef de Arimatea,
ilustre Senador, que también él
esperaba el rejno de Dios, y
entró osadamente á Pílate, y pi-
dió el cuerpo de Jesús.
44 Y Pílate se maravillaba de
que tan pronto hubiese muerto :
y llamando al Centurión, le pre-
guntó, si era ya muerto.
46 Y después que lo supo del
Centurión, dió el cuerpo á Jo-
seph.
46 Y Josef compró una sá-
bana, y quitándole, lo envolvió
en la sábana, y lo puso en un
sepulcro, que estaba abierto ea
piedra, y arrimó una losa á la
boca del sepulcro.
47 Y María Magdalena, y
María madre de Josef miraban,
donde le ponían.
CAPITULO XVI.
81
CAPITULO XVI.
1 "WT como pasó el sábado,
Jl María Magdalena, y
María madre de Santiag-o, y Sa-
lomé compraron aromas para ir
á embalsamar á Jesús.
2 Y muy de mañana el pri-
mero de los sábados vienen al
sepulcro, salido ya el Sol.
3 Y decían entre sí : ¿ Quién
nos quitará la losa de la puerta
del sepulcro ?
4 Mas reparando, vieron re-
vuelta la losa ; porque era muy
grande.
5 Y entrando en el sepulcro,
viéron un mancebo sentado al
lado derecho, cubierto de una
ropa blanca, y se pasmaron.
6 El les dice: No os asustéis;
Buscáis á Jesús Nazareno, el
que fué crucificado : ha resuci-
tado ; no está aquí ; ved aquí el
lugar, en donde le pusieron.
7 Mas id, y decid á sus discí-
pulos, y á Pedro, que va delante
de vosotros á Galilea: allí lo ve-
réis, como os dixo.
8 Y ellas saliendo huyéron
del sepulcro; porque las había
tomado temor y espanto, y á na-
die dixéron nada, porque esta-
ban poseídas de miedo.
9 Mas habiendo resucitado por
la mañana, el primer día de la
semana, apareció primeramente
á María Magdalena, de la qual
había lanzado siete demonios.
16 £Ua lo fué á decir, 4 Los
que habían estado con el, que
estaban afligidos, y llorando.
11 Y ellos, quando oyeron
que estaba, vivo, y que ella le
había visto, no lo creyeron.
12 Mas después de esto se
mostró en otra forma á dos de
ellc^, que iban á una aldea :
13 Y estos fueron á decirlo á
los otros ; y tampoco los cre-
yérón.
14 Finalmente estando senta-
dos á la mesa los once, se les
apareció ; y les afeó su incredu-
lidad, y dureza de corazón ; por
no haber creído á los que le ha-
bían visto resucitado.
15 Y les dixo : Id por todo el
mundo, y predicad el Evangelio
á toda criatura.
16 El que creyere, y fuere
bautizado, será salvo ; mas el
que no creyere, será condenado.
17 Y estas señales seguirán á
los que creyeren : Lanzarán de-
monios en mi nombre ; hablarán
nuevas lenguas ;
1 8 Quitarán serpientes ; y si
bebieren alguna cosa mortífera,
no les dañará; pondrán las manos
sobre los enfermos, y sanarán.
19 Y el Señor Jesús después
que les habló, fué recibido arri-
ba en el Cielo, y está sentado á
la diestra de Dios.
20 Y ellos salieron, y predi-
caron en todas partes, obrando
el Señor con ellos, y confirman-
do su doctrina con los mílagrosj
que la acompañaban.
EL SANTO EVANGELIO
DE JESU-CRISTO
SEGUN SAN LUCAS.
CAPITULO I.
1 ■^ÍT'A que muchos han in-
X tentado poner en 6r-
den la narración de las cosas,
que entre nosotros han sido cum-
plidas ;
2 Como nos las contaron los
que desde el principio las vieron
por sus ojos, y fueron ministros
de la palabra ;
3 Me ha parecido también á
mí, después de haberme muy
bien informado, como pasaron
desde el principio, escribírtelas
por órden, ó buen Teófilo.
4 Para que conozcas la ver-
dad de aquellas cosas, en que
has sido instruido.
5 Hubo en los dias de Here-
des, Rey de Judéa, un Sacer-
dote nombrado Zacarías, de la
suerte de Abías ; y su mug-er de
las hijas de Aaron; y el nombre
de ella Elisabeth.
6 Y eran ambos justos delante
de Dios, caminando irreprehen-
siblemente en todos los manda-
mientos y estatutos del Señor,
7 Y no tenían hijo; porque
Ehsabetb era estéril ; y ambos
eran abanzados en sus dias.
8 Y aconteció, que exercien-
do Zacárías su ministerio de
.Sacerdote delante de Dios en el
orden de su vez,
9 Según la costumbre del Sa-
cerdocio, salió por su suerte á
poner el incienso, entrando en
el templo del Señor ;
10 Y toda la muchedumbre
del pueblo estaba fuera orando
á la hora del incienso.
11 Y se le apareció el Angel
del Señor, puesto en pie á la
derecha del altar del incienso.
12 Y Zacarías al verle se
turbó, y cayó temor sobre él.
13 Mas el Angel le dixo : No
temas, Zacarías ; porque tu ora-
ción ha sido oida; y tu muger
Elisabeth te parirá un hijo, y
llamarás su nombre Juan ;
14 Y tendrás gozo y alegría,
y se gozarán muchos en su naci-
miento ;
15 Porque será grande delan-
te del Señor ; y no beberá vino,
ni sidra ; y será lleno de Espíritu
Santo aun desde el vientre de su
madre ;
16 Y á muchos de los hijos de
Israel convertirá al Señor el
Dios de ellos ;
17 Porque él irá delante de
él con el espíritu, y virtud de
Elias, para convertir los cora-
zones de los padres á los hijos, y
los incrédulos á la prudencia de
los justos, para aparejar al Señor
un pueblo perfecto.
18 Y dixo Zacárías al An-
gel : ¿ En que conoceré esto ?
porque yo soy viejo, y mi muger
está abanzada en dias.
19 Y respondiendo el Angel,
le dixo : Yo soy Gabriel, que
asisto delante de Dios ; y soy en-
viado á hablarte, y á traerte
esta feliz nueva-,
CAPITULO I.
83
20 Y tú quedarás mudo, y no
podrás hablar hasta el día en
que esto sea hecho ; porque no
creíste á mis palabras, las quales
se cumplirán á su tiempo.
21 Y el pueblo estaba espe-
rando á Zacarías ; y se mara-
villaban, de que se tardase él en
el templo.
22 Y quando salió, no Ies po-
día hablar ; y entendieron, que
había visto visión en el templo.
Y él se lo significaba por señas,
y quedó mudó.
23 Y quando fueron cumpli-
dos los dias de su ministerio, se
fué á su casa :
24 Y después de estos dias
concibió EUsabeth su mug-er, y
se estuvo escondida cinco meses,
diciendo :
25 Porque el Señor rae hizo
esto en los dias, en que atendió
á quitar mi oprobrio de entre los
hombres.
26 Y al sexto mes el Ang-el
Gabriel fué enviado de Dios á
una ciudad de Galilea, llamada
Nazaréth,
27 A una Vírg-en desposada
con un varón, que se llamaba Jo-
aeph, de la casa de David, y el
nombre de la Vírg-en era María.
28 Y habiendo entrado el An-
gel, á donde estaba, dixo : Dios
te salve, llena de gracia: El Se-
ñor es contigo : Bendita tú entre
las mugeres.
29 Y quando ella esto oyó, se
turbó coa las palabras de él ; y
pensaba, qué salutación fuese
esta.
30 Y el Angel le dixo : No
temas, María ; porque has halla-
do gracia delante de Dios :
31 He aquí, concebirás en tu
seno, y parirás un hijo, v llama-
rás su nombre Jesús.
32 Este será grande, y será
llamado Hijo del Altísimo ; y le
dará el Señor Dios el trono de
David su padre; y reynará en la
casa de Jacob por siempre ;
33 Y no tendrá fin su rey no.
34 Y dixo María al Angel;
¿ Como será esto, porque no co-
nozco varón ?
35 Y respondiendo el Angel,
le dixo : El Espíritu Santo ven-
drá sobre tí, y te hará sombra
la virtud del Altísimo. Y por
eSo lo Santo, que nacerá de tí,
será llamado Hijo de Dios.
36 Y he aquí Elisabeth tu pa-
rienta, también ella ha conce-
bido un hijo en su vejez ; y este
es el sexto mes á ella, que es
llamada la estéril :
37 Porque no hay cosa alguna
imposible para Dios.
38 Y dixo María : He aquí la
esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra. Y se retiró
el Angel de ella.
39 Y en aquellos dias levan-
tándose María, fué con priesa á
la montaña, á una ciudad de
Judá :
40 Y entró en casa de Zaca-
rías, y saludó á Elisabeth.
41 Y quando Elisabeth oyó la
salutación de María, la criatura
dió saltos en su vientre : Y
fué llena Elisabeth de Espíritu
Santo:
42 Y exclamó en alta voz, y
dixo : Bendita tú entre las mu-
geres, y bendito el fruto de tu
vientre.
43 ¿ Y de donde esto á mí,
que la madre de mi Señor venga
á mí?
44 Porque be aquí luego que
llegó la voz de tu salutación á
mis oidos, la criatura dió saltos
de gozo en mi vientre
84
SAN LUCAS.
45 Y bienaventurada la que
creíste; porque cumplido será,
lo que te fué dicho de parte del
Señor.
46 Y dixo María: Mi alma
engi-andece al Señor,
47 Y mi espíritu se regocijó
en Dios mi Salvador ;
48 Porque miró la baxeza de
su esclava : pues ya desde ahora
me dirán bienaventurada todas
las g-enei-aciones ;
49 Porque me ha hecho gran-
des cosas, el que es poderoso ; y
santo el nombre de él.
50 Y su misericordia de ge-
neración en generación sobre
los que le temen.
51 Hizo valentía con su bra-
zo ; esparció á los soberbios del
pensamiento de su corazón.
52 Destronó á los poderosos,
y ensalzó á los humildes.
53 Hinchió de bienes á los
hambrientos ; y á los ricos dexó
vacíos.
54 Recibió á Israél su siervo,
acordándose de su misericordia.
55 Así como habló á nuestros
padres, á Abraham, y á su des-
cendencia por los siglos.
56 Y María se detuvo con ella
como tres meses ; y se volvió á
su casa.
57 Mas á Elisabeth se le cum-
plió el tiempo de parir, y parió
un hijo.
58 Y oyeron sus vecinos, y
parientes, que el Señor habia
señalado con ella su misericor-
dia; y se congratulaban con ella.
59 Y aconteció que al octavo
dia vinieron á circundidar al ni-
ño; y le llamaban del aombre de
su padre, Zacarías.
60 Y respondiendo su madre,
dixo : De ningxm modí), sino Ju-
an será llamado.
61 Y le dixéron : Nadie hay
en tu linage, que se llame coa
este nombre.
62 Y preguntaban por seña»
al padre del niño, cómo quería
que se le Llamase.
63 Y pidiendo una tableta,
escribió, diciendo : Juan es su
nombre. Y se maravilláron todos.
64 Y luego fué abierta su bo-
ca, y su lengua, y hablaba ben-
diciendo á Dios.
65 Y vino temor sobre todos
los vecinos de ellos ; y se ex-
tendiéron todas estas cosas por
todas las montañas de la Judéa :
66 Y todos los que las oian,
las conservaban en su corazón,
diciendo: ^ Quién pensáis, que
será este niño? Porque la mano
del Señor era con él.
67 Y Zecáiías su padre fué
lleno de Espíritu Santo, y pro-
fetizó, diciendo :
68 Bendito el Señor Dios de
Israél, porque visitó, é hizo la
redención de su pueblo :
69 Y nos alzó el cuerno de
salud en la casa de David su
siervo.
70 Como habló por boca de
sus Santos Profetas, que ha ha-
bido de todo tiempo :
71 Salud de nuestros enemi-
gos, y de mano de todos los que
nos aborrecen ;
72 Para hacer misericordia
con nuestros padres, y acordarse
de su santo testamento.
73 El juramento, que juró á
nuestro padre Abraham, que él
daria á nosotros ;
74 Para que librados de las
manos de nuestixis enemigos, le
sirvamos sin temor,
75 En santidad, y en justicia
delante de él mismo, todos Ips
d[ias de aoestra
CAPITULO II.
85
7G Y tú, Niño, Profeta del
Altísimo serás llamado; porque
irás ante la faz del Señor, para
aparejar sus caminos ;
77 Para dar conocimiento de
salud á su pueblo para la remi-
sión de sus pecados ;
78 Por las entrañas de mise-
ricordia de nuestro Dios, con
que nos visitó de lo alto el O-
liente,
79 Para alumbrar, á los que
están de asiento en tinieblas, y
en sombra de muerte ; para en-
derezar nuestros pies á camino
de paz.
80 Y el niño crecia, y era
fortificado en espíritu ; y estuvo
en los desiertos hasta el dia, que
se manifestó á Israel.
CAPITULO II.
1 "yíT aconteció en aquellos
JL dias, que salió un edic-
to de César Augusto, para que
fuese empadronado todo el mun-
do:
2 Este primer empadrona-
miento fué hecho por Girino,
Gobernador de la Siria :
3 E iban todos á empadro-
narse cada uno á su ciudad.
4 Y subió también Josef de
Galiléa de la ciudad de Naza-
réth, á Judéa, á la ciudad de
David, que se llama Betlehém ;
porque era de la casa y familia
de David ;
5 Para empadronarse con su
esposa María, que estaba pre-
ñada.
6 Y estando allí, aconteció,
que se cumpliéron los dias en
que habia de parir.
7 Y parió á su Hijo primogé-
nito, y lo envolvió en pañales, y
lo recostó en un pesebre ; por-
que no había lugar para ellos en
el mesón.
8 Y habia unos pastores en
aquella comarca, que estaban
velando, y guardando las velas
de la noche sobre su ganado.
9 Y he aquí se puso junto á
eltos un Angel del Señor, y la
claridad de Dios los cercó de
resplandor, y tuviéron grande
temor.
10 Y les dixo el Angel: No
temáis; porque he aquí os anun-
cio un grande gozo, que será á
todo el pueblo :
11 Que hoy os es nacido ei
Salvador, que es el Cristo Se-
ñor, en la ciudad de David.
12 Y esta os será la señal:
Hallaréis al Niño envuelto en
pañales, y echado en un pesebre.
13 Y súbitamente apareció
con el Angel una tropa numero-
sa de la milicia celestial, que
alababan á Dios, y decían :
14 Gloria á Dios en las al-
turas, y en la tierra paz á los
hombres de buena voluntad.
15 Y aconteció, que luego
que los Angeles se retiraron de
ellos al Cielo, los pastores se de-
cían los unos á los otros : Pase-
mos hasta Bethlehém, y veamos
esto, que ha acontecido, lo qual
el Señor nos ha mostrado.
16 Y fuéron apresurados, y
hallaron á María, y á Josef, y
al Niño echado en el pesebre.
17 Y quando esto vieron, en-
tendieron lo que se les habia di-
cho acerca de aquel Niño.
18 Y todos los que lo oyeron,
se maravillaron; y también de
lo que les habían referido los
pastores.
19 Mas María guardaba todas
estas cosas, conúriéndelas en su
corasoa.
86
SAN LUCAS.
20 Y se volvieron los pastores,
glorificando y loando á Dios
por todas las cosas que habian
oido y visto, así como les habia
sido dicho.
21 Y después que fueron pa-
sados los ocho dias para circun-
cidar al Niño, llamaron su nom-
bre Jesús, como le habia llama-
do el Angel, antes que fuese
concebido en el vientre.
22 Y después que fueron cum-
plidos los dias de la purificación
de María, según la ley de Moi-
sés, lo llevaron á Jerusalém,
para presentarlo al Señor ;
23 Como está escrito ea la
Ley del Señor : Que todo macho
que abriere matriz, será consa-
grado al Señor.
24 Y para dar la ofrenda,
conforme está mandado en la
Ley del Señor, un par de tórto-
las, 6 dos palominos.
25 Y habia á la sazón en
Jerusalém un hombre llamado
Simeón, y este hombre justo y
temeroso de Dios, esperaba la
consolación de Israel, y el Espí-
ritu Santo era en él.
26 Y habia recibido respuesta
del Espíritu Santo, que él no
vería la muerte, sin ver antes al
Cristo del Señor.
27 Y vino por espíritu al tem-
plo. Y trayendo los padres al
Niño Jesús, para hacer según la
costumbre de la Ley por él,
28 Entonces él le tomó en
sus brazos, y bendixo á Dios, y
dixo :
29 Ahora, Señor, despides á
tu sieiTO, según tu palabra, en
paz:
30 Porque han visto mis ojos
tu salud,
31 La qual has aparejado ante
la faz de todos los pueblos,
32 Lumbre para ser revelada
á los Gentiles, y para gloria de
tu pueblo Israel.
33 Y su padre y madre esta-
ban maravillados de aquellas co-
sas que de él se decían.
34 Y los bendixo Simeón, y
dixo á María su madre : He aquí
que este es puesto para caída, y
para levantamiento de muchos
en Israel ; y para señal á la que
se hará contradicción :
35 Y una espada traspasará
tu alma de tí misma, para que
sean descubiertos los pensamien-
tos de muchos corazones.
36 Y habia una Profetisa lla-
mada Ana, hija de Fanuel, de la
tribu de Aser; esta era ya de
muchos dias, y habia vivido siete
años con su marido desde su vir-
ginidad.
37 Y esta era viuda, como de
ochenta y quatro años ; que no
se apartaba del templo, sirvien-
do día y noche en ayunos y ora-
ciones.
38 Y como llegase ella en la
misma hora, alababa al Señor;
y hablaba de él á todos los que
esperaban la redención de Is-
rael.
39 Y quando lo hubieron todo
cumplido conforme á la Ley del
Señor, se volviéron á Galilea á
su ciudad de Nazareth.
40 Y el Niño crecía, y se for-
tificaba, estando lleno de sabi-
duría; y la gracia de Dios era
en él.
41 Y sus padres iban todos
los años á Jerusalém en el día
solemne de la Pascua.
42 Y quando tuvo doce años,
subiéron ellos á Jerusalém, se-
gún la costumbre del día de la
fiesta,
43 Y acabados los dias, quanf
CAPITULO III.
87
do se volvían, se quedó el Niño
Jesús en Jerusalém, sin que sus
padres lo advirtiesen.
44 Y creyendo, que él estaba
con los de la comitiva, anduvie-
ron camino de un dia, y le bus-
caban entre los parientes, y en-
tre los conocidos.
45 Y como no le hallasen, se
volvieron á Jerusalém, buscán-
dole.
46 Y aconteció que tres dias
después le hallaron en el tem-
plo, sentado en medio de los
Doctores, oyéndolos, y preg-un-
tándoles.
47 Y se pasmaban todos los
que le oian, de su inteligencia,
y de sus respuestas.
48 Y quando le vieron, se
maravillaron. Y le dixo su ma-
dre : Hijo, ¿ por qué lo has he-
cho así con nosotros ? mira como
tu padre, y yo angustiados te
buscábamos.
49 Y les respondió : ¿ Para
qué me buscabais? ¿No sabíais,
que en las cosas que son de mi
Padre me conviene estar ?
50 Mas ellos no entendiéron
la palabra, que les habló.
51 Y descendió con ellos, y
vino á Nazareth ; y estaba suje-
to á ellos. Y su madre giiar-
daba todas estas cosas en su co-
mzon.
52 Y Jesús crecía en sabidu-
ría, y en edad, y en gi-acia de-
lante de Dios y de los hombres.
CAPITULO III.
1 ""tT* ®^ décimo quin-
JL to del imperio de Ti-
berio César, siendo Poncio Pi-
lato Gobernador de la Judéa, y
Heródes Tetrarcá de Galilea,
y su hermano Felipe Tetrarcá
de Ituréa, y de la provincia de
Traconite, y Lysanias Tetrar-
cá de Abilina,
2 Siendo Príncipes de los Sa-
cerdotes Annás y Caifás, vino
palabra del Señor sobre Juan,
hijo de Zacárías, en el desierto.
3 Y vino por toda la región
del Jordán, predicando bautis-
mo de penitencia para remisión
de pecados,
4 Como está escrito en el
libro de las palabras de Isaías
Profeta : Voz del que clama en
el desierto : Aparejad el camino
del Señor; haced derechas sus
sendas ;
5 Todo valle se henchirá ; y
todo monte y collado será aba-
sado ; y lo torcido será endere-
zado; y los caminos fragosos
allanados :
6 Y verá toda carne la salud
de Dios.
7 Y decía á las turbas, que
venían á que las bautizase :
¿ Raza de víboras, quién os mos-
tró á huir de la ira, que ha de
venir?
8 Haced pues frutos dignos
de penitencia, y no comencéis á
decir : Tenemos por padre á
Abraham. Porque os digo, que
puede Dios de estas piedras le-
vantar hijos á Abraham.
9 Porque ya está puesta la
segur á la raíz, de los árboles.
Pues todo árbol, que no hace
buen fruto, cortado será, y echa-
do en el fuego.
10 Y le preguntaban las gen-
tes, y decían : ¿Pues qué hare-
mos ?
11 Y respondiendo les decía :
El que tiene dos vestidos, dé al
que no tiene ; y el que tiene
que comer, haga lo mismo.
12 Y viniéron también á éJ
88
SAN LUCAS.
Publícanos, para que los bauti-
zase, y le dixéron : ¿ Maestro,
qué haremos ?
13 Y él les dixo : No exijáis
mas de lo que os está ordensudo.
14 Le preg-untaban también
los soldados, diciendo : ; Y noso-
tros que haremos ? Y les dixo :
No maltratéis á nadie, ni le ca-
lumniéis, y contentaos con vues-
tro sueldo.
15 Y como el pueblo creyese,
y todos pensasen en sus cora-
zones, si por ventura Juan era
el Cristo ;
16 Respondió Juan, y dixo á
todos : Yo en verdad os bautizo
en agiia ; mas vendrá otro mas
fuerte que yo, de quien no soy
dig"no de desatar la correa de
sus zapatos : él os bautizará en
Espíritu Santo, y fuego :
17 Cuj'o bieldo está en su
mano, y limpiará su era, y alle-
gará el trigo en su granero, y la
paja quemará con fuego, que no
se apaga.
1 8 Y así anunciaba otras mu-
chas cosas al pueblo en sus
exhortaciones.
19 Mas Heródes el Tetrarcá,
siendo reprehendido por él á
causa de Herodías muger de su
hermano, y de todos los males,
que Heródes había hecho,
20 Añadió á todos también
este de hacer encerrar á Juan
en la cárcel.
21 Y aconteció, que como
recibiese el bautismo todo el
pueblo, también fué bautizado
Jesús, y estando él orando, se
abrió el Cielo :
22 Y baxó sobre él el Espí-
ritu Santo en figura corporal,
como paloma ; y se oyó esta voz
del Cielo : Tú eres mi Hijo el
aunad») en tX me he complacido.
23 Y el mismo Jesús comen-
zaba á ser como de treinta años,
hijo, según se creia, de Josef,
que lo fué de Helí, que lo fué
de Matat,
24 Que lo fué de Leví, que
lo fué de Melchi, que lo fué de
Janne, que lo fué de Josef,
25 Que lo fué de Matatías,
que lo fué de Amos, que lo fué
de Nahum, que lo fué de Heslí,
que lo fué de Nagge,
26 Que lo fué de Maliath,
que lo fué de Matatías, que
lo fué de Semei, que lo fué de
Josef, que lo fué de Judá,
27 Que lo fué de Joanna, que
lo fué de Resa, que lo fué de
Zorobabél, que lo fué de Sala-
tiél, que lo fué de Neri,
28 Que lo fué de Melchi, que
lo fué de Addí, que lo fué de
Cosan, que lo fué de Helmadán,
que lo fué de Her,
29 Que lo fué de Jesús, que
lo fué de Eliezer, que lo fué de
Jorim, que lo fué de Matat,
que lo fué de Leví,
30 Que lo fué de Simeón, que
lo fué de Júdas, que lo fué de
Josef, que lo fué de Jonás,
que lo fué de Eliaquim.
31 Que lo fué de Melea, que
lo fué de Menna, que lo fué de
Matata, que lo fué de Na-
tán, que lo fué de David,
32 Que lo fué de Jessé, que
lo fué de Obed, que lo fué de
Booz, que lo fué de Salmón, que
lo fué de Naassón,
33 Que lo fué de Aminadab,
que lo fué de Arám, que lo fué
de Esron, que lo fué de Farés,
que lo fué de Júdas,
34 Que lo fué de Jacob, que
lo fué de Isaac, que lo fué de
Abi*aham, que lo fué de Tare,
que io fué de Nacór,
CAPITULO IV.
35 Que ló fue <3e Sarug-, que
lo fué de liagau, que lo fué de
Faleg-, que lo fué de Heber, que
lo fué de Salé,
3G Que lo fué de Cainán, que
lo fue de Avfaxad, que lo fué de
Sern, que lo fué de Noé, que lo
fué de Lamecb,
37 Que lo fus de Matusalé,
que lo fué de Henoch, que lo
fué de Jared, que lo fué de Ma-
laleel, que lo fué de Cainán,
38 Que lo fué de Henos, que
lo fué de Seth, que lo fué de
Adám, que lo fué de Dios.
CAPITULO IV.
1 ]%yf AS Jesús lleno de Es-
1? -1. píritu Santo, se vol-
vió del Jordán, y fué llevado por
el Espíritu al desierto
2 Y estuvo allí quarenta dias,
y le tentaba el diablo. Y no
comió nada en aquellos dias ; y
pasados estos, tuvo hambre.
3 Y le dixo el diablo : Si Hi-
jo de Dios eres, di á esta piedra,
que se vuelva pan.
4 Y Jesús le respondió : Es-
crito está: Que no vive el hom-
bre de solo pan, mas de toda pa-
labra de Dios.
5 Y le llevó el diablo á un
monte elevado, y le mostró todos
Jos reynos de la redondez de la
tierra en un momento de tiempo,
6 Y le dixo: Te daré todo
este poder, y la g^loria de ellos ;
porque á mí se me han dado, y
á quien quiero, los doy.
7 Por tanto, si postrado me
adorares, serán todos tuyos.
8 Y respondiendo Jesús, le
dixo : Escrito ésta : A tu Señor
Dios adorarás, y á él solo ser-
virás.
9 Y le Uevó á Jerusalém, y
lo puso sobre la almena del tem-
plo, y le dixo : Si eres el Hijo
de Dios, échate de aquí abaxo.
10 Porque escrito está, que á
sus Angeles mandó de tí, que te
g-uarden ;
11 Y que te sostengan en sus
manos, para que no hieras tu pie
en alguna piedra.
12 Y respondiendo Jesús, le
dixo: Dicho está: No tentarás
al Señor tu Dios.
13 Y acabada toda tentación,
se retiró de él el diablo hasta €fl
tiempo.
14 Y volvió Jesús en virtud
del Espíritu á Galilea ; y la fa-
ma de él se divulgó por toda la
tierra.
15 Y él enseñaba en las Si-
nagogas de eUos, y era aclamadQ
de todos.
1 6 Y fué á Nazaréth, en don-
de se habia criado, y entró según
su costumbre el dia de Sábado
en la Sinagoga, y se levantó á
leer.
17 Y le fué dado el libro de
Isaías el Profeta. Y quando
desarrolló el libro, halló el lu-
gar, en donde estaba escrito :
18 El Espíritu del Señor sobre
mí ; por lo que me ha ungido,
para dar buenas nuevas á los po-
bres me ha enviado, para sanar
á los quebrantados de corazón,
1 9 Para anunciar á los cauti-
vos redención, y á los ciegos
vista, para poner en libertad á
los quebrantados, para publicar
el año favorable del Señor, y el
dia del galardón.
20 Y habiendo arrollado el
libro, se lo dio al ministro, y se
sentó. Y quantos habia en. la
Sinagoga, tenían los ojos clava-
dos en él.
21 Y les empezó á decir:
90 SAN
Hoy se lia cumplido esta Escri-
tura en vuestras orejas.
22 Y todos le daban testimo-
nio; y se maravillaban de las
palabras de gracia, que salian
de su boca, y decian : ¿No es
este el hijo de Joseph ?
23 Y les dixo : Sin duda me
diréis esta semejanza : Médico
cúrate, á tí mismo ; todas aque-
llas g-randes cosas, que oimos
decir que hiciste en Cafamaum,
hazlas también aquí en tu patria.
24 Y dixo : En verdad os di-
go, que ningún Profeta es acep-
to en su patria.
25 En verdad os digo, que
muchas viudas habia en Israel
en los dias de Elias, quando fué
cerrado el Cielo por tres años, y
seis meses, quando hubo una
grande hambre por toda la tier-
ra ;
26 Mas á ninguna de ellas fué
enviado Elias, sino á una muger
viuda en Sarepta de Sidonia.
27 Y muchos leprosos habia
en Israel en tiempo de Elisco
Profeta ; mas ninguno de ellos
fué limpiado, sino Naamán de
Syria.
28 Y fueron en la Sinagoga
todos llenos de saña, oyendo esto.
29 Y se levantaron, y lo echá-
ron fuera de la ciudad ; y lo lle-
varon hasta la cumbre del monte,
sobre el qual estaba edificada su
ciudad, para despeñarlo.
30 Mas él, pasando por medio
de ellos, se fué.
31 Y baxó á Cafamaum ciu-
dad de la Galiléa, y allí los en-
señaba en los Sábados.
32 Y se maravillaban de su
doctrina, porque era con autori-
dad su palabra.
33 Y habia en la Sinagoga
im hombre poseído de un demo-
LUCAS.
nio inmundo, y exclamó en voz
alta,
34 Diciendo : Déxanos, ¿qué
tienes tú con nosotros, Jesús de
Nazai'éth? ¿has venido ú des-
truirnos? conozco bien, quien
tú eres, el Santo de Dios.
35 Y Jesús le increpó, y di-
xo : Enmudece, y sal de él. Y
el demonio derribándolo en me-
dio, salió de él, y no le hizo da-
ño alguno.
36 Y quedáron todos llenos
de espanto, y se hablaban los
unos á los otros, diciendo: ¿Qué
cosa es esta, porque con poder,
y con virtud manda á los espíri-
tus inmundos, y salen ?
37 Y sonaba la fama de él por
todos los lugares de la comarca.
38 Y saliendo Jesús de la Si-
nagoga, entró en casa de Simón :
Y la suegra de Simón padecía
recias fiebres ; y le rogaron por
ella.
39 E inclinándose ácia ella,
mandó á la fiebre ; y la fiebre la
dexó. Y ella se levantó luego,
y les servia.
40 Y quando el Sol se puso,
todos los que tenían enfermos de
diversas enfermedades, se los
traían. Y él, poniendo las ma-
nos sobre cada uno de ellos, los
sanaba.
41 Y salian de muchos los de-
monios, gritando, y diciendo :
Que tú eres el Hijo de Dios ; y
los reñía, y no les permitía decir,
que sabían, que él era el Cristo.
42 Y quando fué de día, salió
para irse á un lugar desierto;
y las gentes le buscaban, y fué-
l on hasta donde él estaba ; y le
detenían, para que no se apar-
tase de ellos.
43 El les dixo : A las otras
ciudades es menester también
CAPITULO V.
91
que yo anuncie el re3'no de Dios ;
pues para esto he sido enviado.
44 Y predicaba en las Sina-
gog-as de la Galilea.
CAPITULO V.
1 líT aconteció que atrope-
Jl liándose la gente, que
acudía á él para oir la palabra
de Dios, él estaba á la orilla del
lago de Genesaréth.
2 Y vio dos barcos, que esta-
ban á la orilla del lag-o; y los
pescadores habían saltado en
tierra, y lavaban sus redes.
3 Y entrando en uno de estos
barcos, que era de Simón, le ro-
gó, que le apartase un poco de
tierra. Y estando sentado ense-
ñaba al pueblo desde el barco.
4 Y luego que acabó de ha-
blar, diso á Simón : Entra mas
adentro, y soltad vuestras redes
para pescar.
5 Y respondiendo Simón, le
dixo ; Maestro, toda la noche
hemos estado trabajandoj sin ha-
ber cogido nada ; mas en tu pa-
labra soltaré la red.
6 Y quando esto hubieron he-
cho, cogieron un tan crecido
número de peces, que se rompía
su red.
7 Y hicieron señas á ios otros
compañeros, que estaban en el
otro barco, para que viniesen á
aj udarlos. Ellos vinieron, y de
tal manera llenaron los dos bar-
cos, que casi se sumergían.
8 Y quando esto vió Simón
Pedro, se arrojó á los píes de
Jesús, diciendo : Señor, apártate
de mí, que soy un hombre pe-
cador.
9 Porque él, y todos los que
con él estaban, quedáron atóni-
cos de la presa de los peces, que
habían cogido :
10 Y asimismo Santiago, y Ju-
an, hijos de Zebedéo, que eran
compañeros de Simón. Y dixo
Jesús á Simón : No temas ; des-
de aquí en adelante serás pesca-
dor de hombres.
1 1 Y tirados los barcos á tier-
ra, lo dexáron todo, y le siguie-
ron.
12 Y aconteció, que estando
en una de aquellas ciudades, vi-
no un hombre cubierto de lepra,
y quando vio á Jesús, se echó
rostro por tierra, y le rogó, di-
ciendo : Señor, si quieres, pue-
des limpiarme.
13 Y él extendiendo la mano,
le tocó diciendo : Quiero ; Sé
limpio. Y luego desapareció de
él la lepra.
14 Y le mandó, que no lo
dixese á ninguno ; mas vé, le
dixo, y muéstrate al Sacerdote,
y ofrece por tu limpieza, como
mandó Moysés, en testimonio á
ellos.
15 Y tanto mas se extendía
su fama ; y acudían en tropas
los pueblos por oírle, y para ser
curados de sus enfermedades.
16 Mas él se retiraba al de^
sierto á orar.
17 Y aconteció, que un día
él estaba sentado enseñando. Y
había también sentados allí unos
Fariséos, y Doctores de la Ley,
que habían venido de todos los
pueblos de la Gahléa, y de Ju-
déa, y de Jerusalém ; y la virtud
del Señor obraba para sanarlos,
18 Y viníéron unos hombres,
que traían sobre un lecho un
hombre, que estaba paralítico;
y le querían meter dentro, y po-
nerle delante de él.
19 Mas no hallando por don-
de poderlo meter por el tropel
de la gente, subiéron sobre el
SAN LUCAS.
techo, y por el tejado le descol-
gáron con el lecho, poniéndolo
en medio delante de Jesús.
20 Y quando vio la fé de ellos,
dixo : Hombre, perdonados te
son tus pecados.
21 Y los Escribas, y Fariseos
comenzaron á pensar, y decir :
¿ Quién es este, que habla blas-
femias ? ¿ Quién puede perdonar
pecados, sino solo Dios ?
22 Y Jeeus, como entendió
los pensamientos de ellos, les
respondió, y dixo : ¿Qué pensáis
en vuestros corazones?
23 ¿ Qué es mas fácil, decir :
Perdonados te son tus pecados ;
ó decir : Levántate, y anda ?
24 Pues para que sepáis, que
el Hijo del hombre tiene potes-
tad sobre la tierra de perdonar
pecados, dixo al paralítico : A tí
dig-o, levántate, toma tu lecho, y
vete á tu casa.
25 Y se levantó luego á vista
de ellos, y tomó el lecho, en que
y acia ; y se fué á su casa, dando
gloria a Dios.
26 Y quedaron todos pasma-
dos, y glorificaban á Dios; y
penetrados de temor, decian :
Maravillas hemos visto hoy.
27 Y después de esto salió, y
vio á un pubhcano llamado Leví,
que estaba sentado al bancQ, y
le dixo : Sigúeme.
28 Y levantándose dexó todas
sus cosas, y le siguió.
29 Y le hizo Leví un grande
banquete en su casa, y asistió
á él un grande número de
publicanos, y de otros, que es-
taban sentados con ellos á la
mesa.
30 Mas los Fariséos, y los
Escribas de ellos estaban mur-
murando, y decian á los discípu-
los de Jesús : ¿ Por qué coméis,
y bebéis con los publícanos, y
pecadores ?
31 Y Jesús les respondió, y
dixo: Los sanos no necesitan
de médico, sino los que están
enfermos.
32 No soy venido á llamar á
los justos á penitencia, sino á los
pecadores.
33 Y ellos le dixéron; ¿Poi
qué los discípulos de Juan ayu-
nan tanto, y oran, y también los
de los Fariséos ; y los tuyos co-
men y beben ?
34 A los quales él dixo : ¿ Poi
ventura podéis hacer, que los
hijos del Esposo ayunen, mién-
tras con ellos está el Esposo ?
35 Mas vendrán dias, en que
el Esposo Ies será quitado, y
entóuces ayunarán en aquellos
dias.
36 Y les decia una semejanza:
No pone nadie remiendo de pañc
nuevo en vestido viejo ; porque
de otra manera el neuevo rompe
el viejo ; y además no cae bier
remiendo nuevo con el viejo.
37 Y ainguno echa vino nuS'
vo en odres viejos, porque de
otra manera el vino nuevo rom-
perá los odres, el vino se derra-
mará, y se perderán los odres.
38 Mas el vino nuevo se debe
echar en odres nuevos ; y lo une
y lo otro se conserva.
39 Y ninguno, que bebe de le
añejo, quiere luego lo nuevo,
porque dice : Mejor es lo añejo
CAPITULO VI.
1 "WT aconteció un Sábadc
JL segundo primero, que
como pasase por los sembrados
sus discípulos cortaban espigas
y estregándolas entre las manos,
¡as comían.
CAPITÜLO VI.
95
2 Y alg^unos de los Fariseos
les decían : ¿ Por qué hacéis lo
que no es lícito en los sábados ?
3 Y Jesús, tomando la palabra,
les respondió : ¿ Ni aun esto ha-
béis leído, que hizo David, quan-
do tuvo hambre él, y los que con
él estaban ?
4 ¿ Como entró en la casa de
Dios, y tomó los panes de la pro-
posición, y comió, y dió a los
que con él estaban ; aunque no
podían comer de ellos, sino solos
ios Sacerdotes?
5 Y les decía : El Hijo del
hombre es Señor también del
sábado.
6 Y aconteció, que otro sába-
do entró también en la Sinag-o-
ga, y enseñaba. Y había allí
un hombre, que tenia seca la
mano derecha.
7 Y los Escribas, y los Fari-
seos le estaban acechando, por
ver, si curaría en sábado ; para
hallar de que acusarlo.
8 Mas él sabía los pensamien-
I tos de ellos, y díxo al hombre,
que tenia la mano seca : Leván-
: tate, y ponte en medio. Y él
i levantándose, se puso en pie.
9 Y Jesús les díxo : Os pre-
I gTinto, ¿es lícito en sábados ha-
cer bien, ó hacer mal ; salvar la
; vida, ó quitarla ?
' 10 Y mirándolos á todos al
rededor, dixo al hombre : Tiende
tu mano. El la tendió, y fué
1 sana la mano.
I 1 1 Y ellos se llenaron de fu-
! ror, y hablaban los unos con los
I otros, que harían de Jesús.
I 12 Y aconteció en aquellos
i días, que salió al monte á hacer
oración, y pasó toda la noche
orando á Dios.
1 13 Y quando fué de di a, 11a-
I mó á sus discípulos, y escogió
doce de ellos, que nombró Apos-
tóles ;
14 A Simón, á quien dió el
sobrenombre de Pedro, y á An-
drés su hermano, á Santiag-o,
y a Juan, á Felipe, y á Bar-
tholomé,
15' A Mateo, y á Tomás, á
Santiago de Alféo, y á Simón,
llamado el Zelador,
16 A Judas hermano de San-
tiag-o, y á Jiidas Iscariotes, que
fué el traidor.
17 Y descendiendo con ellos,
se paró en un llano, y la com-
pañía de sus discípulos, y de un
g-rande gentío de toda la Judéa,
y de Jerusalém, y de la marina,
y de Tiro, y de Sidón,
1 8 Que habían venido á oírle,
y á que los sanase de sus enfer-
medades. Y los que eran ator-
mentados de espíritus inmundos,
eran sanos.
19 Y toda la gente procuraba
tocarle ; porque salía de él vir-
tud, y los sanaba á todos.
20 Y él, alzando los ojos acia
sus discípulos, decia: Bienaven-
turados los pobres, porque vues-
tro es el reyno de Dios.
21 Bienaventurados los que
ahora tenéis hambre ; porque
hartos seréis : Bienaveaturados
los que ahora lloráis ; porque
reiréis.
22 Bienaventurados seréis,
quando os aborrecieren los hom-
bres, y os apartaren de sí, y os
ultrajaren, y desecharen vuestro
nombre, como malo, por el Hijo
del hombre ;
23 Gózaos en aquel dia, y re-
gocíjaos ; porque vuestro galar-
dón grande es en el Cielo ; por-
que de esta manera trataban á
los Profetas los padres de ellos.
24 ¡ Mas ay de vosotros los
SAN LUCAS.
94
ricos, porque tenéis vuestro con-
suelo !
25 ¡ Ay de vosotros, los que
estáis hartos ; porque tendréis
hambre ! ¡ Ay de vosotros, los
que ahora reis ; porque gemiréis,
y lloraréis !
26 ¡Ay de vosotros, quando
os bendixeren los hombres ; por-
que así bacian á los falsos Pro-
fetas los padres de ellos I
27 Mas dígoos á vosotros, que
lo oís : Amad á vuestros enemi-
gos ; haced bien á los que os
quieren mal ;
28 Bendecid á los que os mal-
dicen, y orad por los que os ca-
lumniai).
29 Y al que te hiriere en una
mexilla, preséntale también la
otra. Y al que te quitare la
Capa, no le impidas llevar tam-
bién la túnica.
30 Da á todos los que te pi-
dieren ; y al que tomare lo que
es tuyo, no se lo vuelvas á pedir.
31 Y lo que queréis que ha-
gan á vosotros los hombres, eso
mismo haced vosotros á ellos.
32 Y si amáis á los qne os
aman, ¿que mérito tendréis?
porque los pecadores también
aman á los que los aman á
ellos.
33 Y si hiciéreis bien á los
que os hacen bien, ¿ que mérito
tendréis? porque los pecadores
también hacen esto.
34 Y si prestareis á aquellos,
de quienes esperáis recibir, ¿ qué
mérito tendréis ? porque tam-
bién los pecadores prestan unos
á otros, para recibir otro tanto.
33 Amad pues á vuestros ene-
migos ; haced bien, y dad pres-
tado, sin esperar por eso nada ;
y vuestro galardón será grande,
y seréis hijos del Altísimo ; por-
que él es bueno aun para los in- ^
gratos y malos. ^
36 Sed pues misericordiosos, .
como también vuestro Padre es J
misericordioso. P
37 No juzguéis, y no seréis ^
juzgados ; no condenéis, y no se-
réis condenados. Perdoüad, y í
séreis perdonados. ^
38 Dad, y se os dará ; buena ^
medida, y apretada, y remecida,
y colmada darán en vuestro se-
no. Porque con la misma me-
dida con que midiereis, se o3 í"
volverá á medir. P
39 Y les decia también una
semejanza : ¿ Acaso podrá un
ciego guiar á otro ciego ? ¿ no
caerán ambos en el hoyo ? (
40 No es el discípulo sobre el i
Maestro ; mas será perfecto to- i
do aquel, que fuere como su í
Maestro.
41 ¿Y por que miras -la mota
en el ojo de tu hermano ; y no i
reparas en la viga, que tienes en
tu ojo ? í
42 ¿O como puedes decir á (
tu hermano : Déxame, herma-
no, sacarte la mota de tu ojo, no )
viendo tú la viga, que hay en tu \
ojo ? Hipócrita, saca primero la i
viga de tu ojo. y después verás,
para sacar la mota del ojo de tu i
hermano. i
43 Porque no es buen árbol, r
el que cria frutos malos ; ni mal
árbol, el que lleva buenos frutos. »
44 Pues cada árbol es cono- t
cido por su fruto. Porque ni n
cogen higos de espinos, ni ven-
dimian uvas de zarzas.
45 El hombre bueno del buen
tesoro de su corazón saca bien ;
y el hombre malo del mal tesoro f
saca mal. Porque de la abun- g
dancia del corazón habla la boca. ^
46 ¿ Por que pues me llamáis |
CAPITULO vn.
SeSor, SeSor, y no hacéis lo que
digo ?
47 Todo el que viene á mí,
y oye mis palabras, y las cum-
ple, os mostraré á quien es se-
mejante :
48 Semejante es á un hombre,
que edifica una casa, el qual
cavó, y aliondó, y cimentó sobre
la piedra; y quando vino una
avenida de aguas, dio impetuosa-
mente la inundación sobre aque-
lla casa, y no pudo moverla;
porque estaba fundada sobre
piedra.
49 Mas el que oye, y no hace,
semejante es á, un hombre, que
fabrica su casa sobre tierra sin
cimiento, y contra la qual dió
impetuosamente la corriente, y
luego cayó; y fué grande la
ruina de aquella casa.
CAPITULO VIL
1 '^ÍT quando acabó de decir
JL todas sus palabras al
pueblo, que las oia, se entró en
Cafarnaum.
2 Y habia allí muy enfermo
y casi á la muerte un criado de
un Centurión ;«|ue era muy esti-
mado de él.
3 Y quando oyó hablar de
Jesús, envió á él unos Ancianos
de los Judíos, rogándole, que
viniese á sanar á su criado.
4 Y ellos, luego que llegaron
á Jesús, le hacían grandes ins-
tancias, diciéndole : Merece,
que le otorgues esto.
5 Porque ama á nuestra na-
ción ; y él nos ha hecho una
Sinagoga.
6 Y Jesús iba con ellos. Y
quando estaba cerca de la casa,
envió á él el Centurión sus ami-
gos, diciéndole : Señor, no te
tomes este trabajo, que no soy
digno, de que entres dentro de
mi casa.
7 Por lo qual ni aun me he
creído yo digno de salir á bus-
carte ; pero mándalo con una pa-
labra, y será sano mi criado.
8 Porque también yo soy un
Oficial subalterno, que tengo
soldados á mis órdenes ; y digo
á este : Ve, y va ; y al otro :
Ven, y viene ; y á mi siervo :
Haz esto, y lo hace.
9 Quando lo oyó Jesús, quedó
maravillado ; y vuelto acia el
pueblo, que le iba siguiendo, di-
xo: En verdad os digo, que ni
en Israel he hallado una fé tan
grande.
10 Y quando volvieron á casa
los que habían sido enviados,
hallaron sano al criado, que ha-
bia estado enfermo.
1 1 Y aconteció después, que
iba á una ciudad, llamada Naím ;
y sus discípulos iban con él, y
una grande muchedumbre de
pueblo.
12 Y quando llegó cerca de
la puerta de la ciudad, he aquí
que sacaban fuera á un difunto,
hijo único de su madre, la qual
era viuda ; y venia con ella mu-
cha gente de la ciudad.
1 3 Luego que la vió el Señor,
movitfe de misericordia por ella,
le dixo : No llores.
14 Y se acercó, y tocó el fé-
retro. Y los que lo llevaban, se
pararon. Y dixo : Mancebo, á
tí digo, levántate.
15 Y se sentó el que habia
estado muerto, y comenzó á ha-
blar. Y le dió á su madre.
16 Y tuviéron todos grande
miedo, y glorificaban á Dios, di-
ciendo : Un gran Profeta se ha
levantado entre nosotros ; y Di-
os ha visitado á su pueblo.
96
SAN LUCAS.
17 Y la fama de este milagro
corrió por toda la Judéa, y por
toda la comarca.
18 Y contaron á Juan sus
discípulos todas estas cosas.
19 Y Juan llamó dos de sus
discípulos, y los envió á Jesús,
diciendo : ¿ Eres tú el que ha de
venir, ó esperamos á otro ?
20 Y como viniesen estos
hombres á él, le dixéron : Juan
el Bautista nos ha enviado á. tí,
y dice : ¿ Eres tú el que ha de
venir, ó esperamos á otro ?
21 Y Jesús en aquella misma
hora sanó á muchos de enferme-
dades, y de llagas, y de espíritus
malignos, y dió vista á muchos
eieg-os.
22 Y después les respondió,
diciendo : Id, y decid á Juan, lo
que habéis oido, y visto ; Que
los cieg-os ven, los coxos andan,
los leprosos son limpiados, los
sordos oyen, los muertos resuci-
tan, á los pobres es anunciado el
Evang-elio :
23 Y bienaventurado es el que
no fuere escandalizado en mí.
24 Y quando se hubieron ido
los mensageros de J uan, comen-
zó á decir á las gentes de J uan :
¿ Que salisteis á ver en el de-
sierto ? ¿ una caña raovi(^ del
viento ?
25 ¿ Mas que salisteis á ver ?
un hombre vestido de ropas de-
licadas ? Ciertamente ios que
visten ropas preciosas, y viven
en delicias, en las casas de los
Keyes están.
26 ¿ Mas que salisteis á ver ?
• un Profeta ? En verdad os di-
go, y mas que Profeta :
27 Este es, del que está es-
crito : He aquí envió mi Angel
delante de tu faz, que aparejará
tu camino delante de tí.
28 Porque yo os digo, que en-
tre los nacidos de mugeres, no ,
hay mayor Profeta, que Juan el |
Bautista ; mas el que es menor j
en el reyno de Dios, es mayor
que él. j
29 Y todo el pueblo, y los ,
Publícanos, que le oyéron, dié- \
ron gloria á Dios, los que habían ,
sido bautizados con el bautismo j
de Juan.
30 Mas los Fariseos, y los j
Doctores de la Ley despreciaron j
el consejo de Dios en daño de sí )
mismos ; los que no habían sido
bautizados por él. ,
31 Y dixo el Señor : ¿ Pues á
quien diré, que se semejan los ,
hombres de esta g'eneracion, y á
quien se parecen ? «
32 Semejantes son á los mu- e
chachos, que están sentados en i
la plaza hablando entre sí, y di-
ciendo: Os hemos cantado con }
flautas, y no baylásteis ; os he- p
mos endechado, y no llorasteis. 5
33 Porque vino Juan el Bau-
tista, que ni comía pan, ni bebía ¡
vino, y decís : Demonio tiene. t
34 Vino el Hijo del hombre, i
que come, y beb«, y decís : He i
aquí un hombre glotón, y bebe- i
d(fr de vino, amigo de Publica- i
nos, y de pecadores.
35 Mas la sabidui-ia ha sido t
justificada por todos sus hijos. j
36 Y le rogaba un Fariséo,
que fuese á comer con él ; y ha- |
bienck) entrado en la casa del i
Fariséo, se sentó á la mesa.
37 Y una muger pecadora, 1 1
que liabia en la ciudad, quando ■
supo que estaba á la mesa en p
casa del Fariséo, llevó un vaso
de alabastro, lleno de ungüento:
38 Y poniéndose á sus pies en
pos de él, comenzó á regarle
con lágrimas los pies, y los cnju* |
CAPITULO VIII.
97
gaba con los cabellos de su ca-
beza, y le besaba los pies, y los
«ngia con el ung-üento.
39 Y quando esto vi6 el Fari-
seo, que le habia convidado, di-
xo entre sí mismo : Si este hom-
bre fuera Profeta, bien sabría
quien, y qual es la muger, que
le toca ; porque pecadora es.
40 Y Jesús le respondió, di-
ciendo : Simón, te quiero de-
cir una cosa. Y él respondió :
Maestro, di.
41 Un acreedor tenia dos
deudores ; el uno le debia qui-
nientos denarios, y el otro cin-
cuenta.
42 Mas como no tuviesen de
que pagarle, se los perdonó á
entrambos. ¿Pues qual de los
dos le ama mas ?
43 Respondió Simón, y dixo :
Pienso, que aquel, á quien mas
perdonó. Y Jesús le dixo:
Rectamente has juzgado.
44 Y volviéndose acia la mu-
ger, dixo á Simón : ¿ Ves esta
muger? Entré en tu casa, no
me diste agua para los pies ; mas
esta con sus lágrimas ha regado
mis pies, y los ha enjugado con
sus cabellos.
45 No me diste beso ; mas es-
ta, desde que entró, no ha cesa-
do de besarme los pies.
46 No ungiste mi cabeza con
óleo ; mas esta con ungüento ha
ungido mis pies.
47 Por lo qual te digo : Que
perdonados le son sus muchos
pecados, porque amó mucho.
Mas al que menos se perdona,
ménos ama.
48 Y dixo á ella; Perdonados
te son tus pecados.
49 Y los que comian allí, co-
menzaron á decir entre si :
¿ Quién es este, que aun los pe-
cados perdona ?
50 Y dixo á la muger: Tu
fé te ha hecho salva: Vete en
paz.
CAPITULO VIH.
1 "^ÍT^ aconteció después, qi^e
JL JiCsus caminaba por
ciudades y aldéas, predicando y
anunciando el reyno de Dios, y
los doce con él,
2 Y también algunas mugeres,
que habia él sanado de espíritus
malignos, y de enfermedades;
María, que se llama Magdalena,
de la qual habia echado siete
demonios,
3 Y Juana muger de Chúza
Procurador de Heródes, y Su-
sanna, y otras muchas, que le
asistian de sus haciendas.
4 Y como hubiese concurrido
un crecido número de pueblo, y
acudiesen solícitos á él de las
ciudades, les dixo por semejanza:
5 Un hombre salió á sembrar
su simiente ; y al sembrarla, una
parte cayó junto al camino, y fué
hollada, y la comiéron las aves
del Cielo.
6 Y otra cayó sobre piedra ;
y quando fué nacida, se secó
porque no tenia humedad.
7 Y otra cayó entre espinas,
y las espinas, que naciéron con
ella, la ahogáron.
8 Y otra cayó en buena tier-
ra ; y nació, y dió fruto á, ciento
por uno. Dicho esto, comenzó
á decir en alta voz : Quien tiene
orejas de oir, oyga.
9 Sus discípulos le pregunta-
ban, que parábola era esta. .
10 El les dixo : A vosotros es
dado saber ^1 misterio del rey
98
SAN LUCAS.
no de Dios, mas á los otros por
parábolas ; para que viendo no
vean, y oyendo no entiendan.
1 1 Es pues esta parábola : La
simienté es la palabra de Dios.
12 Y los que junto al camino,
soa aquellos que la oyen; mas
lueg'o viene el diablo, y quita la
palabra del corazón de ellos,
porque no se salven creyendo.
13 Mas los que sobre la pie-
dra ; son los que reciben con
gozo la palabra, quando la oye-
ron ; y estos no tienen raices ;
porque á tiempo creen, y en el
tiempo de la tentación vuelven
atrás.
1 4 Y la que cayó entre espi-
nas ; estos son, los que la oye-
ron, pero después en lo sucesivo
quedan ahogados de ios afanes,
y de las riquezas, y deleytes de
esta vida, y no llevan fruto.
15 Mas la que cayó en buena
tierra ; estos son, los que oyendo
la palabra con corazón bueno
y muy sano la retienen, y llevan
fruto en paciencia.
16 Nadi í -aciende una antor-
cha, y la cubre con alguna vasi-
ja, 6 la pone debaxo de la cama;
mas la pone^obre el candelero,
para que vean la luz los que
entran.
17 Porque no hay cosa encu-
bierta, que no baya de ser mani-
festada; ni escondida, que no
haya de ser descubierta, y ha-
cerse pública.
18 Ved pues, como ois. Por-
que á aquel que tiene, le será
dado ; y al que no tiene, aun
aquello mismo, que piensa tener,
le será quitado.
19 Y vinieron á él su madre,
y sus hennanos, y no podían lle-
gar á él por la mucha gente.
20 Y le dixéron: Tu madre
y tus hermanos están fuera, que
te quieren ver.
21 Mas él respondió, y lea
dixo : Mi madre, y mis herma-
nos son aquellos, que oyen la
palabra de Dios, y la guardan.
22 Y aconteció, que un día
entró él, y sus discípulos en un
barco, y les dixo : Pasemos á la
otra ribera del lago. Y se par-
tiéron.
23 Y miéntras ellos navega-
ban, él se durmió, y sobrevino
una tempestad viento en el
lagO) y se henchían de agua, y
peligraban.
24 Y llegándose á él, le des-
pertáron, diciendo : Maestro, que
perecemos. Y él levantándose
increpó al viento, y á la tempes-
tad del agua, y cesó ; y fué he-
cha bonanza.
25 Y les dixo: ¿Donde está
vuestra fé ? Y ellos llenos de te-
mor se maravillaron, y decían
los unos á los otros : ¿ Quien
piensas es este, que así manda
á los vientos y al mar, y le obe-
decen ?
26 Y navegaron á la tierra de
los Gerascnos, que está enfrente
de la Galilea.
27 Y luego que saltó en tier-
ra, fué á él un hombre, que
tenia demonio hacia largo tiem-
po, y no vestía ropa alguna, ni
habitaba en casa, sino en los
sepulcros.
28 Este, luego que vió á Je-
sús, se postró delante de él, y
exclamando en alta voz, dixo :
¿ Que tienes que ver conmigo,
Jesús Hijo del Dios Altísimo?
Ruégote, que no me atormentes.
29 Porq«e mandaba al espí-
ritu inmundo, que saliese del
hombre; porque mucho tiempo
había que le arrebataba; y aunque
CAPITULO VIII.
99
le tenían encerrado, y atado con
cadenas y con grillos, rompía las
prisiones, y acosado del demonio
huia á los desiertos.
30 y Jesús le preguntó, y di-
xo : ¿ Que nombre tienes tú ?
Y él respondió : Legión ; porque
habian entrado en él muchos de-
monios.
31 Y le rogaban, que no les
mandase ir al abismo.
32 Andaba allí una grande
piara de cerdos paciendo en el
monte; y le rogaban, que les
permitiese entrar en ellos. Y se
lo permitió.
33 Salieron pues los demonios
del hombre, y entráron en los
cerdos ; y luego los cerdos se
arrojaron por un despeñadero
impetuosamente en el lago, y
se ahogglron.
34 Quando esto viéron los pas-
tores, huyéron, y lo dixéron en
la ciudad, y por las granjas.
35 Y salieron á ver lo que
Iiabia sido, y vinieron á Jesús ;
y hallaron sentado al hombre, de
quien habian salido los demonios,
que estaba ya vestido, y en su
juicio, á los pies de él,"y tuvieron
grande miedo.
36 Y les contaron los que lo
habian visto, como habia sido li-
brado de la legión :
37 Y le rogó toda la gente
del territorio de los Gerasenos,
que se retirase de ellos ; porque
tenían grande miedo. Y él su-
bió en el barco, y se volvió.
38 Y el hombre, de quien
habian salido los demonios, le
rogaba por estar con él. Mas
Jesús lo despidió, y dixo ;
39 Vuélvete á tu casa, y
cuenta quan grande merced ha
hecho Dios contigo. Y fué
diciendo por toda la ciudad,
quanto bien le hahia hecho
Jesús.
40 Y aconteció, que habiendo
vuelto Jesús, le recibieron las
gentes ; pues todos le estaban
esperando.
41 Y vino un hombre, llamado
Jairo, que era Príncipe de la
Sinagoga ; y postrándose á los
píes de Jesús, le rogaba, que
entrase en sa casa,
42 Porqne tenía una hija úni-
ca como de doce años, y esta se
estaba muriendo. Y mientras
que él iba, le apretaban las
gentes.
43 Y una muger padecía flu-
xo de sangre doce años habia, y
habia gastado quanto tenia en
médicos, y de ninguno pudo ser
curada :
44 Se acercó á él por las es-
paldas, y tocó la orla de su ves-
tido ; y en el mismo punto cesó
el fluxo de su sangre.
45 Y díxo Jesús : ¿ Quien me
ha tocado? Y negándolo todos,
díxo Pedro, y los que con él es-
taban : Maestro, las gentes te
aprietan, y oprimen, y dices ;
¿ Quien me ha tocado ?
46 Y díxo Jesús : Alguno me
ha tocado ; porque yo he cono-
cido, que ha salido virtud de mí.
47 Quando la muger se vio
así descubierta, vino temblando,
y se postró á sus pies ; y decla-
ró delante de todo el pueblo la
causa, por que le habia tocado ;
y como habia sido luego sanada.
48 Y él le dixo : Hija, tu fé
te ha sanado ; vete en paz.
49 Aun no habia acabado de
hablar, quando vino uno al Prín-
cipe de la Sinagoga, y le dixo .-
Muerta es tu hija, no le molestes.
50 Mas Jesús, quando esto
oyó, dixo al padre de la mucha-
100
SAN LUCAS.
cba : No temas, cree tan sola-
mente, y será sana.
51 Y quando Ueg-ó á la casa,
no dexó entrar consigo á ningu-
no, sino á Pedro, y á Santiago,
y á Juan, y al padre, y á la ma-
dre de la muchacha.
52 Y todos lloraban, y la pla-
ñían. Y él dixo : No lloréis, no
es muerta la muchacha, sino que
duerme.
53 Y se le burlaban, sabien-
do, que era muerta.
54 Mas él la tomo por la ma-
no, y dixo en alta voz : Mucha-
cha, levántate.
55 Y volvió el espíritu á ella,
y se levanto luego. Y mandó,
que le diesen de comer.
56 Y sus padres quedáron es-
pantados, y él les mandó, que á
nadie dixesen lo que había sido
hecho.
CAPITULO IX.
1 "^7" llamando á los doce
Jl Apóstoles, les dió vir-
tud y potestad sobre todos los
demonios, y que sanasen enfer-
medades.
2 Y los envió á predicar el
reyno de Dios, y á sanar los en-
fermos.
3 Y les dixo : No llevéis na-
da para el camino, ni bastón, ni
alforja, ni pan, ni dinero, ni ten-
gáis dos túnicas.
4 Y en qualquiera casa en
que entrareis, allí permaneced,
y no salgáis de allí.
5 Y todos los que no os reci-
bieren ; al salir de aquella ciu-
dad, sacudid aun el polvo de
vuestros pies en testimonio con-
tra ellos.
6 Y habiendo salido, iban de
pueblo en pueblo, predicando el
Evangelio, y sanando por todas
partes.
7 Y llegó á noticia de He-
ródes el Tetrarca todo lo que
hacia Jesús, y quedó con^p sus-
penso, porque decían
8 Algunos : Que Juan ha re-
sucitado de entre los muertos ;
y otros : Que Elias habia apare-
cido ; y otros : Que un Profeta
de los antiguos habia resucitado.
9 Y dixo Heredes : Yo de-
gollé á Juan : ¿ Quién pues es
este, de quien oy^o tales cosas
y procuraba verle.
10 Y vueltos los Apóstoles, le
contáron quanto habían hecho ;
y tomándolos consigo aparte, se
fué á un lugar desierto, que es
del territorio de Betsaida.'-
1 1 Y quando las gentes lo su-
piéron, le siguiéron ; y Jesús los
recibió, y les hablaba del reyno
de Dios, y sanaba á los que lo
habían menester.
12 Y el día habia comenzado
ya á declinar : Quando llegán-
dose á él los doce, le dixéron :
Despide á estas gentes, para que
vayan á las aldeas, y granjas de
la comarca, se alverguen, j ha-
llen que comer ; porque aquí es-
tamos en un lugar desierto.
13 Y les dixo: Dadles voso-
tros de comer. Y dixéron ellos :
No tenemos mas de cinco panes
y dos peces ; á no ser que vamos
nosotros á comprar viandas para
toda esta gente.
14 Porque eran como unos
cinco mil hombres. Y él dixo
á sus discípulos : Hacedlos sen-
tar en ranchos de cincuenta en
cincuenta.
15 Y así lo executáron. Y
los hiciéron sentar á todos.
16 Y tomando los cinco panes,
y los dos peces, alzó los ojos al
CAPITULO IX.
101
Cielo, los bendixo, y partió ; y
dio á sus discípulos, para que los
pusiesen delante de las gentes.
17 Y comieron todos, y se sa-
ciaron. Y alzaron lo que les
sobró, doce cestos de pedazos.
18 Y aconteció, que estando
solo orando, se hallaban con él
sus discípulos ; y Ies preguntó, y
dixo : ¿ Quien dicen las gentes,
que soy yo ?
19 Y ellos respondieron, y
dixéron : Juan el Bautista, y
otros Elias, y otros, que resucitó
alguno de los antiguos Profetas.
20 Y les dixo : ¿ Y vosotros
quien decis, que soy yo? Res-
pondiendo Simón Pedro, dixo:
El Cristo de Dios.
21 El entónces les amenazó,
y mandó, que no lo dixesen á
nadie,
22 Diciéndoles: Es necesario,
que el Hijo del hombre padezca
muchas cosas, y que sea dese-
chado de los Ancianos, y de los
Príncipes de los Sacerdotes, y
de los Escribas ; y qué sea en-
tregado á la muerte, y que resu-
cite al tercero dia.
23 Y decia á todos : Quien en
pos de raí quiere venir, niéguese
á sí mismo, y tome su cruz cada
dia, y sígame.
24 Porque el que quisiere sal-
var su alma, la perderá ; y quien
perdiere su alma por amor de
mí, la salvará.
25 ¿ Porque qué aprovecha un
hombre, si grangeáre todo el
mundo, y se pierde él á sí mis-
mo, y se daña á sí mismo ?
26 Porque el que se afrentare
de mí, y de mis palabras, se a-
frentará de él el Hijo del hom-
bre, quando viniere con su ma-
gestad, y con la del Padre, y de
los santos Angeles.
27 Mas dígoos en verdad:
Que algunos hay aquí, que no
gustarán la muerte, hasta que
vean el reyno de Dios.
28 Y aconteció como ocho di-
as después de estas palabras, que
tomó consigo á Pedro, y á San-
tiago, y á Juan, y subió á un.
monte á orar.
29 Y entretanto que hacia
oración, la figura de su rostro se
hizo otra ; y sus vestidos se tor-
naron blancos, y resplandecien-
tes.
30 Y he aquí que hablaban
con él dos varones. Y estos
eran IMoisés, y Elias,
31 Que apareciéron en ma-
gestad ; y hablaban de su salida,
que habia de cumplir en Jeru-
salém.
32 Mas Pedro, y los que con
él estaban, se hallaban cargados
de sueño; y dispertando viéron
la gloria de Jesús, y á los dos
varones, que con él estaban.
33 Y quando se apartaron de
él, dixo Pedro á Jesús : Maestro,
bueno es que nos estemos aquí ;
y hagamos tres tiendas, una para
tí, y otra para Moisés, y otra
para Elias ; no sabiendo, lo que
se decia.
34 Y quando él estaba dicien-
do esto, vino una nube, y los
cubrió; y tuviéron miedo, en-
trando ellos en la nube.
35 Y vino una voz de la nube,
diciendo : Este es mi Hijo el
amado, á él oid.
36 Y al salir esta voz, hallá-
i ron solo á Jesús, y ellos callaron,
ly á nadie dixéron en aquellos
dias cosa alguna, de las que ha-
bían visto.
37 Y otro dia baxando ellos
del monte, les vino al encuentro
una grande tropa de gente.
102
SAN LUCAS.
38 Y he aquí un hombre de la
turba clamó, diciendo : Maestro,
le ruego, que atiendas á mi hijo,
porque yo no teng-o otro :
39 Y he aquí que un espíritu
le toma, y súbitamente da voces;
y le tira por tierra, y le que-
branta haciéndole echar éspu-
ma, y apenas se aparta de él,
despedazándole :
40 Y rogué á tus discípulos,
-que le echasen fuera, y no pu-
dieron.
41 Y respondiendo Jesús, di-
xo : ¡O generación infiel y per-
versa ! ¿ hasta quando estare con
vosotros, y os sufriré ? Trae acá
tu hijo.
42 Y quando se acercaba, le
tiro el demonio en tierra, y le
maltrató.
43 Mas Jesús increpó al es-
píritu inmundo, y sanó al mucha-
cho, y se le volvió á su padre.
44 Y se pasmaban todos del
gran poder de Dios ; y maravi-
llándose todos de todas las cosas
que hacia, dixo á sus discípulos ;
Poned en vuestros coi-azones es-
tas palabras : El Hijo del hom-
bre ha de ser entregado en ma-
nos de hombres.
45 Mas ellos no entendían es-
la palabra, y les era tan obscura,
que no la comprehendian ; y te-
mían de preguntarle acerca de
ella.
46 Y les vino también el pen-
samiento, quién de ellos seria el
mayor.
47 Mas Jesús, viendo lo que
pensaban en su corazón, tomó
un niño, y lo puso junto á sí,
48 Y les dixo: El que reci-
biere á este niño en mi nombre,
á mí recibe ; y qualquiera que á
mí recibiere, recibe á aquel, que
me envió : Porq.ue el que es me-
nor entre todos vosotros, este es
el mayor.
49 Entonces Juan, tomando
la palabra, dixo : Maestro, he-
mos visto á uno, que lanzaba los
demonios en tu nombre, y se lo
vedamos ; porque no te sigue
con nosotros.
50 Y Jesús le dixo : No se lo
vedéis ; porque el que no es con-
tra vosotros, por vosotros es.
51 Y como se acercase el
tiempo de su Asunción, hizo
firme semblante de ir á Jeru-
salém.
52 Y envió delante de sí men-
sageros : ellos fuéron, y entráron
en una ciudad de los Samarita-
nos, para prevenirle posada.
53 Y no le recibieron, por
quanto hacia semblante de ir á
Jerusalém.
54 Y quando lo vieron San-
tiago, y Juan sus discípulos,
dixéron : ¿ Señor, quieres que
digamos, que descienda fuego
del Cielo, y los acabe ?
55 Mas él, volviéndose acia
ellos, los riñó, diciendo : No sa-
béis, de que espíritu sois.
56 El Hijo del hombre no ha
venido á perder las almas, sino á
salvarlas. Y se fuéron á otra
aldea.
57 Y aconteció, que yendo
ellos por el camino, dixo uno á
Jesús : Yo te seguiré á donde
quiera que fueres.
58 Jesús le dixo: Las raposas
tienen cuevas, y las aves del
Cielo nidos ; mas el Hijo del
hombre no tiene donde recline
la cabeza.
59 Y á otro dixo : Sigúeme.
Y él respqndió : Señor, déxame
ir antes á enterrar á mi padre.
60 Y Jesús le dixo: Dexa
que los muertos entierren á sus
CAPITULO X.
103
muertos ; mas tú ve, y anuncia
el reyno de Dios.
61 Y otro le dixo: Te se-
guiré, Señor; mas primeramente
déxame ir á dar disposición de
lo que tengo en mi casa.
62 Jesús le dixo: Ninguno,
que pone su mano en el arado,
y mira atrás, es apto para el
reyno de Dios.
CAPITULO X.
1 1LT después de esto señaló
Jl el Señor también otros
setenta y dos ; y los envió de
dos en dos delante de si á cada
ciudad y lugar, á donde él había
de venir.
2 Y les decía : La míés cier-
tamente es mucha, mas los tra-
bajadores pocos. Rogad pues al
Señor de la míes, que envíe tra-
bajadores á su mies.
3 Id : He aquí que yo os en-
vío, como corderos en medio de
lobos.
4 No llevéis bolsa, ui alforja,
ni calzado, ni saludéis á ninguno
por el camino.
5 En qualquíera casa que en-
trareis, primeramente decid :
Paz sea á esta casa :
6 Y si hubiere allí hijo de
paz, reposará sobre él vuestra
paz ; y si no, se volverá á vo-
sotros.
7 Y permaneced en la misma
casa, comiendo y bebiendo lo
que ellos tengan; porque el tra-
bajador digno es de su salario.
No paséis de casa en casa.
8 Y en qualquíera ciudad en
que entrareis, y os recibieren,
comed lo que os pusieren de-
lante :
9 Y curad á los enfermos, que
en ella hubiere, y decidles : Se
ha acercado á vosotros el reyno
de Dios.
10 Mas si en la ciudad en que
entrareis, no os recibieren, sa-
liendo por sus plazas, decid :
1 1 Aun el polvo, que se nos
ha pegado de vuestra ciudad,
sacudimos contra vosotros : Sa-
bed no obstante, que se ha acer-
cado el reyno de Dios.
12 Os digo, que en aquel día
habrá menos rigor para Sodoma,
que para aquella ciudad.
13 ¡ Ay de tí, Corozain ! ¡ ay
de ti Betsaída! que sí en Tiro,
y en Sídón se hubieran hecho
los milagros, que se han hecho
en vosotras, tiempo ha que sen-
tados en cilicio y en ceniza, hu-
bieran hecho penitencia.
14 En verdad para Tiro, y
Sídón habrá en el juicio ménos
rigor, que para vosotras.
15 Y tú Cafarnaum, ensalza-
da hasta el Cielo, hasta el mfier-
no serás sumergida.
16 Quien á vosotros oye, á
mí me oye ; y quien á vosotros
desprecia, á mí me desprecia.
Y el que á mí me desprecia;
desprecia á aquel, que me envió-
17 Y volvieron los setenta y
dos con gozo, diciendo: Señor,
aun los demonios se nos sujetan
en tu nombre.
18 Y les dixo: Veía á Sata-
nás como un relámpago, que
caía del Cíelo.
19 Veis, que os he dado po-
testad de pisar sobre serpientes,
y escorpiones, y sobre todo el
poder del enemigo; y nada os
dañará.
20 Mas en esto no os gocéis,
porque los espíritus os están
sujetos ; ántes gózaos, de que
vuestros nombres están escritos
en los Cíelos.
104
SAN LUCAS.
21 En aquella misma hora se
rcg"Ocijó en el Espíritu Santo, y
dixo : Doy á tí loor, Padre, Se-
ñor del Cielo y de la tierra, por-
que escondiste estas cosas á los
sabios y entendidos, y las has
revelado á los pequeñitos. Así
es. Padre; porque así ha sido
de tu ag-rado.
22 Todas las cosas me son en-
tregadas de mi Padre. Y nadie
sabe, quien es el Hijo, sino el
Padre, ni quien es el Padre, sino
el Hijo, y aquel, á quien lo qui-
siere revelar el Hijo.
23 Y volviéndose acia sus dis-
cípulos, dixo : Bienaventurados
ios ojos, que ven lo que vosotros
veis.
24 Porque os digo, q,ue mu-
chos Profetas, y Reyes quisieron
ver lo que vosotros veis, y no lo
vieron ; y oir lo que oís, y no lo
oyeron :
25 Y se levantó un Doctor de
la Ley, y le dixo por tentarle :
; Maestro, que haré para poseer
ia vida eterna ?
26 Y él le dixo : ¿ En h l^j
""ZZ ll«y crícnTo ¿' como lees ?
' 27 El respondiendo dixo :
Amarás al Señor tu Dios de todo
tu corazón, y de toda tu alma, y
de todas tus fuerzas, y de todo
tu entendimiento ; y á tu próxi-
mo como á tí mismo.
28 Y le dixo : Bien has res-
pondido : Haz eso, y vivirás.
29 Mas él queriéndose justi-
ficar á sí mismo, dixo á Jesús :
¿ Y quién es mi próximo ?
30 Y Jesús, tomando la pala-
bra, dixo: Un hombre baxaba
de Jerusalém á Jcricó, y dió
en mano? de unos ladrones, los
quales le despojaron ; y después
de haberle herido, le dexáron
medio muerto, y se fueron.
31 Aconteció pües, que pasa-
ba por el mismo camino un Sa-
cerdote ; y quando le vio, paso
de largo.
32 Y asimismo un Levita,
llegando cerca de aquel lugar,
y viéndole, pasó también de
largo.
33 Mas un Sa^aritano, que
iba su camino, se llegó cerca de
él ; y quando le vió, se movió á
compasión.
34 Y acercándose, le vendó
las heridas, echando en ellas
aceyte y vino ; y poniéndole so-
bre su bestia, le Uevó á una
venta, y tuvo cuidado de él.
35 Y otro dia sacó dos dena-
rios, y los dió al Mesonero, y le
dixo: Cuídamele ; y quanto gas-
tares de mas, yo te lo daré quan-
do vuelva.
36 ¿ Quál de estos tres te pa-
rece que fué el próximo de
aquel, que dió en manos de los
ladrones ?
37 Aquel, respondió el Doc-
tor, cus 'jSG con él de misericor-
dia. Pues ve, le dixo entonces
Jesús, y haz tú lo mismo.
38 Y aconteció, que como
fuesen de camino, entró Jesús
en una aldea; y una muger, que
se llamaba Marta, lo recibió
en su casa,
39 Y esta tenia una hermana,
llamada Maria, la qual también
sentada á los pies del Señor, oía
su palabra.
40 Pero Marta estaba afa-
nada de continuo en las hacien-
das de la casa ; la qual se pre-
sentó, y dixo : ¿ Señor, no ves,
como mi hermana me ha dexado
sola para servir ? dile pues, que
me avude.
41' Y el Señor le respondió, y
dixo : Marta, INIarta, muy cuí-
C.4PITULO XI.
105
dadosa estas, y en muchas cosas
te fatigas.
42 En verdad una sola es ne-
cesaria. María ha escogido la
mejor parte, que no le será qui-
tada.
CAPITULO XI.
1 "WT aconteció, que estan-
Jl do orando en cierto
lugar, quando acabo, le dixo
uno de sus discípulos : Señor,
enséñanos á orar, como también
Juan enseñó i sus discípulos.
2 Y les dixo : Quando ora-
reis, decid : Padre, santificado
sea el tu nombre. Venga el tu
rejno.
3 Danos hoy el pan nuestro
de cada dia.
4 Y perdónanos nuestros pe-
cados, así como nosotros perdo-
namos á todo el que nos debe.
Y no nos dexes caer en la ten-
tación.
3 Les dixo también: Quién
de vosotros tendrá un amigo, é
irá á él á media noche, y le dirá :
Amigo, préstame tres panes,
6 Porque acaba de llegar de
viage un amigo mió, y no tengo
que ponerle delante ;
7 Y el otro respondiese de
dentro, diciendo: No me seas
molesto, ya está cerrada la puer-
ta, y mis criados están también
como yo en la cama, no me pue-
do levantar á dártelos.
8 Y si el oiro perseveráre lla-
mando á la puerta, os digo, que
ya que no se levantase á dárselos
por ser su amigo, cierto por su
importunidad se icvantana, y le
daría quantos panes hubiese me-
nester.
9 Y yo digo á vosotros : Pedid,
y se os dará ; buscad, y halla-
réis ; llamad, y se o-i abrirá.
10 Porque todo aquel que
pide, recibe ; y el que busca,
halla; y al que llama, se le
abrirá.
11 ¿Y si alguno de vosotros
pidiere pan á su padre, le dará
él una piedra ? ¿ O si un pez ;
por ventura le dará una ser-
piente en lugar del pez ?
12 ¿ O si le pidiere un huevo,
por ventura le alargará un es-
corpión ?
13 Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas
á vuestros hijos, ¿ quánto mas
vuestro Padre celestial dará es-
píritu bueno á los que se lo pi-
dieren ?
14 Y estaba Jesús lanzando
un demonio ; y este era mudo ;
y quando hubo lanzado al demo-
nio, habló el mudo, y se mara-
villáron las gentes.
15 Mas algunos de ellos dixé-
ron : En virtud de Beelzebub
príncipe de los demonios, lanza
los demonios.
16 Y otros por pi-obarle, le
pedían señal del cielo.
17 El, quando vió los pensa-
mientos de ellos, les dixo : Todo
reyno dividido contra sí mismo,
será asolado; y caerá casa sobre
casa.
18 Pues si Satanás está tam-
bién dividido contra sí mismo,
¿ como estará en pie su reyno ?
porque decís, que yo lanzo los de-
monios por virtud de Beelzebub.
19 Pues si yo por virtud de
Beelzebub lanzo los demonios,
¿ \Tiestros liijos por quien los lan-
zan ? r or esto serán ellos jueces
de vosotros.
20 Mao sí en el dedo de Dios
lanzo los demonios, ciertamente
el reyao de Dios ha llegado á
vosotros.
6*
SAN LUCAS.
21 Quiando el fuerte armado
^arda su atrio, en paz están
todas las cosas, que posee.
22 Mas si sobreviniendo otro
mas fuerte que él, le venciere,
le quitará todas sus armas, en
que fiaba, y repartirá sus des-
pojos.
23 El qua no es conmig-o, con-
tra mí es ; y el que no coge con-
migo, esparce.
24 Quando el espíritu inmun-
do ha salido de un hombre, anda
por lugares secos buscando re-
poso ; y quando no lo halla,
dice : Me volveré á mi casa, de
donde salí.
25 Y quando vuelve, la halla
barrida, y alhajada.
26 Entonces va, y toma con-
sigo otros siete espíritus, peores
que él, y entran dentro, y moran
allí. Y lo postrero de aquel
hombre es peor que lo primero.
27 Y aconteció, que diciendo
él esto, una muger de en medio
del pueblo levantó la voz, y le
dixo: Bienaventurado el vientre
que te trao, y los pechos, que
mamaste.
28 Y él dixo: Antes bien-
aventurados los que oyen la pa-
labra de Dios, y la guardan.
29 Y como las gentes acudie-
sen de todas partes, comenzó á
decir: Esta generación, gene-
ración malvada es ; señal pide, y
señal no le será dada, siiio la se-
ñal del Profeta Jonás.
30 Porque así como Jonás
fué señal á los de Nínive, así
también el Hijo del hombre lo
será á esta generación.
31 La Rey na do Mediodía se
levantará en juicio contra los
hombres de esta generación, y
los condenará ; porque vino de
los fines d3 la tivírra á oir la sa-
biduría de Salomón ; y lie aquí
mas que Salomón en este lugar.
32 Los hombres de Nínive se
levantarán en juicio contra esta
generación, y la condenarán;
porque hiciéron penitencia á la
predicación de Jonás ; y he aquí
mais que Jonás en este lugar.
33 Ninguno enciende una an-
torcha, y la pone en un lugar
escondido, ni debaxo de un cele-
mín ; sino sobre un candelero,
para que los que entran vean la
luz.
34 La antorcha de tu cuerpo
es tu ojo. Si tu ojo fuere sen-
cillo, todo tu cuerpo será res^
plandeciente ; mas si fuere malo,
también ta cuerpo será tene-
broso.
35 Mira pues, que la lumbre
que hay en tí, no sean tinieblas.
36 Y así si todo tu cuerpo
fuere resplandeciente, sin tener
parte alguna de tinieblas, todo
él será luminoso, y te alumbrará
como una antorcha de resplan-
dor.
37 Y quando estaba hablando,
le rog^ un Fariséo, que fuese á
comer con él. Y habiendo en-
trado, se sentó á la mesa.
38 Y el Fariséo comenzó á
pensar, y decir dentro de sí, por
qué no se habria lavado antes
de comer.
39 Y el Señor le dixo . Ahora
vosotros los Fariséos limpiáis lo
defuera del vaso, y del plato ;
mas vuestro interior está lleno
de rapiña, y de maldad.
40 Necios, ¿ el que hizo lo
que está de fuera, no hizo tam-
bién lo que está de dentro ?
41 Esto no obstante, lo que
resta, dad limosna ; y todas las
cosas os son limpias.
4-2 ¡ Mas ay de vosotros, Fa.
CAPITULO XII.
ri&éos, que diezmáis la yerba
buena, y la ruda, y toda hortali-
za, y traspasáis la justicia, y el
amor de Dios ! Pues era nece-
sario hacer estas cosas, y no
dexar aquellas.
43 ¡ Ay de vosotros, Fariseos ;
que amáis los primeros asientos
en las Sinag-ogas, y ser saluda-
dos en las plazas !
44 ¡ Ay de vosotros, que sois
como los sepulcros, que no pa-
recen, y no lo saben los hom-
bres, que andan por encima !
45 Y respondiendo uno de los
Doctores de la Ley, le dixo:
JMaestro, diciendo estas cosas,
nos afrentas también á nosotros.
46 Y 61 dixo : ¡ Y ay de vo-
sotros. Doctores de la Ley ; que
cargáis los hombres de cargas,
que no pueden llevar, y vosotros
ni aun con uno de vuestros de-
dos tocáis las cargas !
47 ¡ Ay de vosotros, que edi-
ficáis ios sepulcros de los Profe-
tas ; y vuestros padres los ma-
taron !
48 Verdaderamente dais á en-
tender, que consentís en las o-
bras de vuestros padres ; porque
ellos en verdad los mataron, mas
vosotros edificáis sus sepulcros.
49 Por eso dixo también la
sabiduría de Dios : Les enviaré
Profetas y Apóstoles, y de ellos
matarán, y perseguirán :
50 Para que sea pedida á está
generación la sangre de todos
los Profetas, que fué derramada
desde el principio del mundo,
51 Desde la sangre de Abel
hasta la sangre de Zacarías,
que pereció, entre el altar, y el
templo. Así os digo, que pedi-
da será á esta generación.
52 ¡ Ay de vosotros, Doctores
¿e la Ley, que os alzasteis con
la llave de la ciencia ! vosotros
no entrasteis, y habéis prohibido
á los que entraban.
53 Y diciéndoles estas cosas,
los Fariseos, y los Doctores de
la Ley comenzaron á instar por-
fiadamente, y á importunarle con
muchas pregimtas,
54 Armándole lazos, y pro-
curando cazar de su boca alguna
cosa para poderle acusar.
CAPITULO XII.
1 "WT como se hubiesen jun-
Jl tado al rededor de Je-
sús machas gentes, de modo que
unos á otros se atropellaban, co-
menzó á decir á sus discípulos :
Guardaos de la levadura de los
Fariseos, que es hipocresía.
2 No hay cosa encubierta*,
que no se haya de descubrir ;
ni cosa escondida, que no se haya
de saber.
3 Porque las cosas, que dixís-
teis en las tinieblas, á la luz se-
rán dichas ; y lo que hablasteis
á la oreja en los aposentos, será
pregonado sobre los texados. .
4 A vosotros pues amigos mios
os digo : Que no os espantéis de
aquellos, que matan el cuerpo,
y después de esto no tienen mas
que hacer.
5 Mas yo os mostraré á quién
habéis de temer ; temed á a^uel,
que después de haber quitado la
vida, tiene poder de arrojar al in -
fierno, así os digo, á este temed .
6 ¿ No se venden cinco paxa-
rillos por dos quartos, y ni uno
de ellos está en olvido delante
de Dios ?
7 Y aun los cabellos de vues-
tra cabeza todos están contados.
Pues no temáis ; porque de mas
estima sois vosotros, que mi:chos
paxarillos.
SAN LUCAS.
8 Y también os digo: Que
todo aquel, que me confesáre
delante de los hombres, el Hijo
del hombre lo confesará también
á él delante de los Angeles de
Dios :
9 Mas el que me negare de-
lante de los hombres, negado
sera delante de los Angeles de
Dios.
1 0 Y todo el que profiere una
palabra contra el Hijo del hom-
bre, perdonado le será; mas á
aquel, que blasfemáre contra el
Espíritu Santo, no le será per-
donado.
1 1 Y quando os llevaren á las
Sinagogas, y á los IMagistrados,
y á las Potestades, no andéis
cuidadosos, como, ó qué habéis
de responder, ó decir.
12 Porque el Espíritu Santo
os mostrará en aquella hora lo
que convendrá decir.
13 Y imo del pueblo le dixo :
Maestro, di á mi hermano, que
parta conmigo la herencia.
14 Mas él le respondió :
¿•Hombre, quien rae ha puesto
por juez, ó repartidor entre vo-
sotros ?
15 Y les dixo : Mirad, y guar-
daos de toda avaricia; porque
la vida de cada uno no está en
la abundancia de las cosas, que
posee.
16 Y les contó una parábola,
diciendo : El campo de un hom-
bre rico habla llevado abundan-
tes frutos :
17 Y él pensaba entre sí mis-
mo, y decia : ¿Que haré, porque
no tengo en donde encerrar mis
frutos ?
18 Y dixo: Esto haré: Der-
ribaré mis graneros, y los haré
mayores; y allí recogeré todos
rais frutos, y mis bienes :
19 Y diré á mi alma : Ahna,
muchos bienes tienes allegados
para muchísimos años: descansa,
come, bebe, ten banquete?.
20 Mas Dios lOvdixo : INecio,
esta noche te vuelven á pedir el
alma : ¿ lo que has allegado, pa-
ra quien será ?
21 Así es el que atesora para
sí, y no es rico en Dios.
22 Y dixo á sus discípulos :
Por tanto os digo : JSo andéis
solícitos para vuestra alma, que
comeréis, ni para el cuerpo, que
vestiréis.
23 Mas es el alma, que la co-
mida, y el cuerpo mas que el
vestido.
24 Mirad los cuervos, que no
siembran, ni siegan, ni tienen
despensa, ni granero, y Dios los
alimenta. ¿ Pues quanto mas
valéis vosotros, que ellos ?
25 ¿Y quien de vosotros, por
mucho que lo piense, puede aña-
dir á su estatura un codo ?
26 Pues si lo que es ménos no
podéis : ¿ por que andáis afana-
dos por las otras cosas ?
27 Mirad los lirios come cre-
cen ; que ni trabajan, ni hilan ;
pues os digo, que ni Salomón en
toda su gloria se vistió como uao
de estos.
28 Pues si á la yerba, que hoy
está en el campo, y raaña&a se
hecha en el homo, Dios viste
así ; ¿ quanto mas á vosotros de
poquísima fé ?
29 No andéis pues afanados
por lo que habéis de comer, ó
beber ; y no andéis^ elevados :
30 Porque todas estas son co-
sas, por las que andan afanadas
las gentes del mundo. Y vues-
tro Padre sabe, que de estas te-
néis necesidad.
31 Por tanto, buscad prime-
CAPITULO XIT.
109
i-amente el re5nio de Dios, y su
justicia ; y todas estas cosas os
serán añadidas.
32 No temáis, pequeña g^rey ;
porque á vuestro Padre pI«g"o
daros el reyno.
33 Vended lo que poseéis, y
dad limosna. Haceos bolsas, que
no se envejecen, tesoro en los
Cielos, que jamas falta ; á, donde
el ladrón no llega, ni roe la
polilla.
34 Porque donde está vuestro
tesoro, allí también estará vues-
tro corazón.
35 Tened ceñidos vuestros lo-
mos, y antorchas encendidas
en vuestras manos :
36 Y sed vosotros semejantes
á los hombres, que esperan á su
señor, quando vuelva de las bo-
das ; para que quando viniere, y
llamare á la puerta, luego le
abran.
37 Bienaventurados aquellos
siervos, que hallare velando el
Señor, quando viniere : En ver-
dad os digo, que se ceñirá, y los
hará sentar á la mesa, y pasando
los servirá.
38 Y si viniere en la segunda
vela, y si viniere en la tercera
vela, y así los hallare, bienaven-
turados son los tales siervos.
39 Mas esto sabed, que si el
padre de familias supiese la hora,
en que vendría el ladrón, vela-
ría sin duda, y no dexaña minar
su casa.
40 Vosotros pues estad aper-
cibidos ; porque á la hora, que
no pensáis, vendrá el Hijo del
hombre.
41 Y Pedro le dixo : ¿ Señor,
dices esta parábola á nosotros, 6
también á todos ?
42 Y dixo el Señor : ¿ Quién,
crees, que es el mayordomo fiel
y prudente, que puso el Señoi'
sobre su familia, para que les dé
la medida de trigo en tiempo ?
43 Bienaventurado aquel sier-
vo, que quando el Señor viniere,
le haJlare así haciendo.
44 Verdadei-araente os digo,
que le pondrá sobre todo quanto
posee.
45 Mas si dixere el tal siervo
en su corazón : Se tarda mi Se-
ñor de venir, y comenzare á mal-
tratar á los siervos, y á las cria*
das, y á comer, y á beber, y a
embriagarse ;
46 Vendrá el Señor de aquel
siervo el dia, que no espera, y á.
la hora que no sabe, y le apar-
tará, y pondrá su parte con los
desleales.
47 Porque aquel siervo, que
supo la voluntad de su Señor, y
no se apercibió, y no hizo con-»
forme á su voluntad, será muy
bien azotado :
48 Mas el que no la supo, y
hizo cosas dignas de castigo, po-
co será azotado. Porque á todo
aquel, á quien mucho fué dado,
mucho le será demandado ; y a!
que mucho encomendáron, mas
le pedirán.
49 Fuego vine á poner en la
tierra : ¿ Y que quiero, sino quq
arda ?
50 Con bautismo es menester
que yo sea bautizado : ¿ y como
rae angustio, hasta quo se cum-
pla?
51 ¿ Pensáis, que soy venido
á poner paz en la tierra ? Os di-
go, que no, sino división ;
52 Porque de aquí adelante
estarán cinco en una casa divi-
didos, los tres estarán contra los
dos, y los dos contra los tres ;
53 Estarán divididos el pa^-
dre conti-a el bijo, y el hijo con^
no
SAN LUCAS
tra su pajrc ; la madre contra
la hija, y la hija contra la madre ;
la suegra contra su nuera, y la
nuera contra su suegra.
54 Y decia también al pueblo :
Quando veis asomar la nube de
parte del Poniente, luego decis :
Tempestad viene ; y así sucede.
55 Y quando sopla el Austro,
decis : Calor hará ; y es así.
56 Hipócritas, sabéis distin-
guir los aspectos del Cielo y de
la tierra ; ¿ pues como no sabéis '
reconocer el tiempo presente ?
57 ¿ Y por que no juzgáis pnr
vosotros mismos lo que es justo ?
50 Quando vas con tu contra-
rio al príncipe, haz lo posible
por librarte de él en el camino,
porque no te lleve al juez, y el
juez te entregue al alguacil, y el
alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo, que no saldrás de
allí, hasta que pagues el último
maravedí.
CAPITULO XIIL
1 "WT en este mismo tiempo
Jl estaban allí unos, que
le decían nuevas de los Galiléos,
cuya sangre había mezclado Pi-
lato con la dé los sacrificios de
ellos.
2 Y Jesús les respondió, di-
ciendo : ¿ Pensáis, que aquellos
Galiléos fueron mas pecadores
que todos los otros, por haber
padecido tales cosas ?
3 Os digo, que no : Mas si no
hiciéreis penitencia, todos pere-
ceréis de la misma manera.
4 Así como también aquellos
diez y ocho hombres, sobre los
quales cayó la torre en Siloé, y
los mató; ¿pensáis, que ellos
fuéron mas deudores que todos"
los hombres, que moraban en
Jerusalém *
5 Os di^o, que no : Mas si no
hiciéreis penitencia, todos pere-
ceréis de la misma manera.
6 Y decia también esta seme-
janza : Un hombrfe tenia una hi-
guera plantada en su viña, y fue
á buscar fruto en ella, y no le
halló.
7 Y dixo al que labraba ía
viña: Mira, tres años ha que
vengo á buscar fruto en esta hi-
guera, y no le hallo ; córtala
pues : ¿ para que ha de ocupar
aun la tierra ?
8 Mas él respondió, y le dixo : ,
Señor, déxala aun este año, y la
cavaré al rededor, y le echaré
estiércol :
9 Y si con esto diere fruto ;
y si no, la cortarás después.
10 Y estaba enseñando en ía
Sinagoga de ellos los Sábados.
11 Y he aquí una rauger, que
tenia espíritu de enfermedad diez
y ocho años había ; y estaba taa
encorvada, que no podía mirar
acia arriba.
12 Quando la vió Jesús, la
llamó á sí, y le dixo : Muger,
libre estás de tu enfermedad.
13 Y puso sobre ella las manos,
y en el punto ae enderezó, y daba
gloria á Dios.
14 Y tomando la palabra el
Príncipe de la Sinagoga, indig-
nado porque Jesús había curado
en el Sábado, dixo al pueblo :
Seis días hay, en que se puedo
trabajar ; en estos pues venid, y
que os cure, y no en Sábado.
15 Y respondiéndole el Señor
dixo : ¿ Hipócritas, cada uno de
vosotros no desata en Sábado su
buey, ó su asno del pesebre, y
lo lleva á abrevar ?
16 ¿Y esta hija de Abrabam,
á quien tuvo ligada Satanás diez
y ocho años, no convino desas
CAPITULO XIV.
111
tarla de este lazo en dia de Sá-
bado ?
17 Y diciendo estas cosas, se
avergonzaban todos sus adversa-
rios ; mas se gozaba todo el pue-
blo de todas las cosas, que 61
hacia gloriosamente.
Ifí Decia pues: ¿A que es
semejante el reyno de Dios, y á
que lo compararé ?
19 Semejante es al grano de
la mostaza, que lo tomó, un
hombre, y lo sembró en su huer-
to, y creció, y se hizo grande
árbol ; y las aves del Cielo re-
posaron en sus ramas.
20 Y dixo otra vez : ¿ A que
diré, que el reyno de Dios es
semejante ?
21 Semejante es á la levadu-
ra, que tomó una muger, y la
escondió en tres medidas de ha-
rina, hasta que todo quedase fer-
mentado.
22 E iba por las ciudades y
aldeas enseñando, y caminando
icia Jerusalém.
23 Y le dixo un hombre :
¿ Señor, son pocos los que se
salvan ? Y él les dixo :
24 Porfiad á entrar por la
puerta angosta ; porque os digo,
que muchos procuraran entrar,
y no podrán.
25 Y quando el padre de fa-
milias hubiere enti-ado, y cerra-
do la puerta, vosotros estaréis
fuera, y comenzaréis á llamar á
la puerta, diciendo : Señor, ábre-
nos ; y él os responderá, dicien-
do : No sé, de dónde sois voso-
tros :
26 Entónces comenzaréis á
decir : Delante de tí comimos y
bebimos, y- en nuestras plazas
enseñaste.
27 Y os dirá : No sé, de dón-
de sois vosotros ; apartaos de mí
todos los obradores de la iniqui-
dad.
28 Allí será el llorar, y e!
cruxir de dientes ; quando vié-
reis á Abraham, y á Isaac, y á.
Tíicob, y á todos los Profetas en
el reyíio do r^ios, y que vosotros
sois arrojados fuera.
29 Y vendrán de Oriente, y
de Occidente, y de Aquilón, y
de Austro, y se sentarán á la
mesa en el reyno de Dios.
30 Y he aquí que son postre-
ros, los que serán primeros, y
que son primeros, los que serán
postreros.
31 Este mismo dia se Uegáron
á él ciertos Fariséos, y le dixé-
ron : Sal de aquí, y vete ; por*
que Heródes te quiere matar.
32 Y les dixo : Id, y decid á
aquella raposa, que yo lanzo de-
monios, y doy perfectas sanida-
des hoy y mañana, y al tercero
dia soy consumado.
33 Pero es necesario, que yo
ande hoy, y mañana, y otro dia;
porque no cabe, que un Profeta
muera fuera de Jerusalém.
34 Jerusalém, Jerusalém, que
matas á los Profetas, y apedreas
á los que son enviados á tí,
¿ quántas veces quise juntar tus
hijos, como el ave su nido de-
baxo de sus alas, y no quisiste ?
35 He aquí que os será dexa-
da desierta vuestra casa. Y os
digo que no me veréis, hasta que
venga tiempo, quando digáis :
Bendito, el que viene en el nom-
bre del Señor.
CAPITULO XIV.
1 ~%T aconteció, que enti'an-
JL do Jesús un Sábado en
casa de uno de los principales
Fariséos á comer pan, ellos le
estaban acechando.
SAN LUCAS.
2 Y he aquí un hombre hy-
dropico estaba delante de él.
3 Y Jesús dirigiendo su pala-
bra á los Doctores de la Ley, y
á los Fariseos, les dixo : ¿ Si es
lícito curar en Sábado ?
4 Mas ellos callár^^»- El en-
tónces le tomO, le sano, y le des-
pidió.
5 Y les respondió, y dixo :
¿ Quien hay de vosotros, que
viendo su asno, ó su buey caido
en un pozo, no le saque luego
en dia de Sábado ?
6 Y no le podian replicar á
estas cosas.
7 Y observando también, co-
mo los convidados escogian los
primeros asientos en la mesa, les
propuso una parábola, y dixo :
8 Quando fueres convidado á
bodas, no te sientes en el primer
lugar, no sea que haya allí otro
convidado mas honrado que tú,
9 Y que venga aquel, que te
convidó á tí y á él, y te diga :
Da el lugar á este ; y que en-
tónces tengas que tomar el últi-
mo lugar con vergüenza.
10 Mas quando fueres llama-
do, ve, y siéntate en el último
puesto ; para que quando venga
el que te convidó, te diga : Ami-
go, sube mas arriba. Entonces
serás honrado delante de los que
estuvieren contigo á la mesa.
11 Porque todo aquel, que se
ensalza, humillado será ; y el
que se humilla, será ensalzado.
12 Y decia también al que le
habia convidado: Quando das
una comida, ó una cena, no lla-
mes á tus amigos, ni á tus her-
manos, ni á tus parientes, ni á
tus vecinos ricos, no sea que te
vuelvaji ellos á convidar, y te lo
pagu^.
13 J.Ias quando haces convite,
llama á los pobres, lisiados, co<
xos, y ciegos :
14 Y serás bienaventurado,
porque no tienen con que cor-
responderto i mas te se galardo-
nará en la resurrección de los
justos.
15 Quando uno de los que
comían á la mesa oyó esto, le
dixo: Bienaventurado el que
comerá pan en el reyno de Dios.
16 Y él le dixo : Un hombre
hizo una grande cena, y convidó
á muchos.
17 Y quando fué la hora dé
la cena, envió uno de sus siervos
á decir á los convidados, que vi-
niesen, porque todo estaba apa-
rejado.
18 Y todos á una comenzaron,
á excusarse. El primero le di-
xo: He comprado una granja,
y necesito ir á verla ; te ruego,
que me tengas por excusado.
1 9 Y dixo otro : He compra-
do cinco yuntas de buéyes, y
quiero ir á probarlas ; te ruego,
que me tengas por excusado.
20 Y dixo otro : He tomado
rauger, y por eso no puedo ir allá.
21 Y volviendo el siervo, dió
cuenta á su señor de todo esto.
Entónces ayrado el padre de fa-
milias, dixo á su siervo : Sal
luego á las plazas, y á las calles
de la ciudad ; y traeme acá
quantos pobres, y lisiados, y cie-
gos, y coxos hallares.
22 Y dixo el siervo: Señor,
hecho está, como lo mandaste, y
aun hay lugar.
23 Y dixo el Señor al siervo :
Sal á los caminos, y á los cerca-
dos ; y fuérzaJos á entrar, para
que se llene mi casa.
24 Os digo, que ninguno de
aquellos hombres, que fueron
llamados, gustará mi cena.
CAPITULO XV.
lis
25 Y muchas gentes iban con
él, y volviéndose, les dixo :
26 Si alg-uno viene á mí, y no
aborrece á su padre, y madre, y
mug-er, é hijos, y hermanos, y
hermanas, y aun también su vi-
da, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que uo lleva su cruz
á cuestas, y viene en pos de mí,
uo puede ser mi discípulo.
28 ¿Porque quien de vosotros
queriendo edificar una torre, no
cuenta primero de asiento los
^stos, que son necesarios, vien-
do si tiene para acabarla ?
29 No sea que después que
hubiere puesto el cimiento, y no
la pudiere acabar, todos los que
lo vean, comiencen á hacer bur-
la de él,
30 Diciendo: ¿Este hombre
comenzó á edificar, y no ha po-
dido acabar ?
31 ¿O qué Rey queriendo sa-
lir á pelear contra otro Rey, no
considera antes de asiento, si
podrá salir con diez mil hom-
bres á hacer frente al que viene
contra él con veinte mil ?
32 De otra manera, aun quando
el otro está lejos, envia su emba-
xada, pidiéndole tratados de paz.
33 Pues así qualquiera de vo-
sotros, que no renuncia á todo lo
que posee, no puede ser mi dis-
cípulo.
34 Buena es la sal. Mas si
la sal perdiere su sabor, ¿con
que será sazonada ?
35 No es buena, ni para la
tierra, ni para el muladar ; mas
la echarán fuera : Quien tiene
orejas de oir, oiga.
CAPITULO XV.
1 X/" se acercaban á él los
1- Publícanos, y pecado-
res, para oirie.
2 Y los Fariseos, y los Escri-
bas munnuraban, diciendo : Es-
te recibe pecadores, y come con
ellos.
3 Y les propuso esta parábola,
diciendo :
4 ¿ Quien de vosotros es el
hombre, que tiene cien ovejas,
y si perdiere una de ellas, no
dexa las noventa y nueve en el
desierto, y va á buscar la que
se había perdido, hasta que la
halle ?
5 Y quando la hallare,- la pone
sobre sus hombros gozoso :
6 Y viniendo á casa, llama á
sus amigos, y vecinos, dicién;»
doles : Dadme el para"bien, por-
que he hallado mi oveja, que se
había perdido.
7 Os digo, que así habrá mas
gozo en el Cielo sobre un peca-
dor que hiciere penitencia, que
sobre noventa y nueve justos,
que no han menester penitencia,
8 ¿O que muger que tiene
diez drachmas, si perdiere una
drachraa, no enciende el candilf
y barre la casa, y la busca con
cuidado hasta hallarla ?
9 Y después que la ha halla-
do, junta las amigas, y vecinas,
y dice : Dadme el parabién, por-
que he hallado la drachma, que
había perdido.
10 Así os digo, que habrá g-o-
zo delante de los Angeles de Di'
os por un pecador que hace pe-
nitencia.
1 1 Mas dixo : Un hombre tu-
vo dos hijos ;
12 Y dixo el menor de ellos á
su padre : Padre, dame la parte
de la hacienda, que me toca.
Y él les repartió la hacienda.
13 Y no muchos dias después,
juntando todo lo suyo el hijo me-'
aor, se fué lejos á un país muy
114
SAN LUCAS.
distante, y allí malrotó todo su
iiaber, viviendo disolutamente.
14 Y qasmdo todo lo hubo
j^astado, vino una grande ham-
bre en aquella tierra, y él co-
mentó á padecer necesidad.
15 Y fué, y se arrimó á uno
¿e los ciudadanos de aquella
tierra; el qual le envió á su
cortijo á guardar puercos.
16 Y deseaba henchir su vien-
tre de las mondaduras, que los
puercos comian ; y ninguno se
las daba.
17 Mas volviendo sobre sí,
dixo : ¡ Quintos jornaleros en la
casa de mi padre tienen el pan
de sobra, y yo me estoy aquí
muriendo de hambre !
18 Me levantaré, é iré á mi
padre, y le diré : Padre, pequé
contra el Cielo, y delante de tí ;
19 Ya no soy digno de ser
llamado hijo tuyo ; hazme como
á uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose se fué para
su padre. Y como aun estuviese
lejos, le vio su padre, y se movió
á misericordia ; y corriendo á él,
le echó los brazos al cuello, y le
besó.
21 Y el hijo le dixo : Padre,
he pecado contra el Cielo, y de-
lante de tí ; ya no soy digno de
ser llamado hijo tuyo.
22 Mas el padre dixo á sus
criados : Traed aquí prontamen-
te la ropa mas preciosa, y ves-
tidle, y ponedle anillo en su ma-
no, y calzado en sus pies :
23 Y traed un ternero ceba-
do, y matadlo, y comamos, y ce-
lebremos un banquete ;
24 Porque este mi hijo era
muerto, y ha revivido ; se habia
perdido, y ha sido hallado. Y
comenzaron á celebrar el ban-
quete.
25 Y su hijo el mayor estabá 5
en el campo ; y quando vino, y f
se acercó á la casa, oyó la sin- i n
fonía, y el coro ; I £
26 Y llamando á uno de los '
criados, le preguntó que era p
aquello. ¿
27 Y este le dixo: Tu her- »
mano ha venido, y tu padre ha
hecho matar un ternero cebado ;
porque le ha recobrado salvo. j i
28 El entónces se indignó, y f I
no quería entrar : mas saliendo
el padre, comenzó á rogarle. _ "t
29 Y él respondió á su padre, I
y dixo : He aquí tantos años ha
qne te sirvo, y nunca he traspa-
sado tus mandamientos, y nunca l
me has dado un cabrito, par^ i
comerle alegremente con mis i
amigos :
30 Mas quando vino este tu í
hijo, que ha gastado su hacienda i
con rameras, le has hecho matar i
un ternero cebado.
31 Entónces el padre le dixo:
Hijo, tú siempre estás conmigo,
y todos mis bienes son tuyos :
32 Pero razón era celebrar
un banquete, y regocijamos;
porque este tu hermano era
muerto, y revivió ; se habia per-
dido, y ha sido hallado.
CAPITULO XVL
1 "WT decía también á suí i
JL discípulos : Habia un i
hombre rico, que tenia un ma-
yordomo ; y este fué acusado !
delante de él, como disipador de
sus bienes.
2 Y le llamó, y le dixo: ¿Qué
es esto, que oygo decir de tí ?
da cuenta de tu mayordomía;
porque ya no podrás ser mi ma- i
yordomo. j
3 Entónces el mayordomo di>> I
CAPITULO XVI.
115
Xo entre sí : ¿ Que br-.ré, porque
1 mi señor me quila la mayordo-
inía ? Cavar no puedo ; de men-
¡ dig-ar tengo vcrg-iienza.
4 Yo sé lo que he de hacer,
para que quando fuere removido
de la mayordomía, me reciban
en sus casas.
5 Llamó pues á cada uno de
los deudores de su señor, y dixo
al primero : ¿ Quanto debes á mi
señor ?
6 Y este le respondió : Cien
barriles de acej-te. Y le dixo :
Toma tu escritura, y siéntate
iueg-o, y escribe cincuenta.
7 Después dixo á otro : ¿ Y tú
quanto debes ? Y él respondió :
Cien coros de trig-o. El dixo ;
Toma tu vale, y escribe ochenta.
8 Y loó el Señor al mayordo-
mo infiel, porque lo hizo cuer-
damente ; porque los hijos de
este siglo mas sabios son en su
g-eneracion que los hijos de la
luz.
9 Y yo os digo : Que os ganéis
9jnigos de las riquezas de iniqui-
dad ; para que quando fallecie-
reis, os reciban en las eternas
moradas.
10 El que es fiel en lo menor,
también lo es en lo mayor ; y el
que es injusto en lo poco, tam-
bién es injusto en lo mucho.
1 1 Pues si en las riquezas in-
justas no fuisteis fieles : ¿ quien
os fiará lo que es verdadero ?
12 Y si no fuisteis fieles en lo
ageno : ¿ lo que es vuestro, quien
os lo dará ?
13 Ningún siervo puede ser-
vir á dos señores ; porque ó abor-
recerá al uno, y amará al otro ;
ó al uno se llegará, y al otro des-
preciará : no podéis servir á Di-
as, y á las riquezas.
,1^14 Mas los Fariseos, que eran
avaros, oían todas estas cosas ; y
le escamecian.
15 Y Ies dixo; Vosotros sois
los que os vendéis por justos de-
lante de los hombres ; mas Dios
conoce vuestros corazones ; por-
que lo que los hombres tienen
por sublime, abominación es de-
lante de Dios.
16 La Ley, y los Profetas
hasta Juan ; desde entónces es
anunciado el reyno de Dios, y
todos hacen fuerza contra él.
17 Y mas fácil cosa es pasar
el Cielo y la tierra, que caer un
solo tilde de la Ley.
18 Qualquiera que dexa su
muger, y toma otra, hace adul-
terio ; y también el que se casa
con la que repudió el marido,
comete adulterio.
19 Habia un hombre rico, que
se vestía de púrpura y de lino
finísimo, y cada dia tenia con-
vites expléndidos.
20 Y habia allí un mendi-
go llamado Lázaro, que yacía
á la puerta del rico, lleno de
llagas,
21 Deseando hartarse de las
migajas, que caían de la mesa del
rico, y ninguno se las daba ; mas
venian los perros, y le lamían
las llagas.
22 Y aconteció, que quando
murió aquel pobre, lo lleváron
los Angeles al seno de Abraham.
Y murió también el rico, y fue
sepultado en el infierno.
23 Y alzando los ojos, quando
estaba en los tormentos, vió de
lejos á Abraham, y á Lázaro en
su seno :
24 Y él, levantando el grito,
dixo: Padre Abraham, compa-
décete de mí, y envía á Lázaro,
que moje la extremidad de su
dedo en agua, para refrescar mt
116 SAN ]
lengTia, porque soy atormentado
en esta llama.
25 Y Abraham le dixo : Hijo,
acuérdate, que recibiste tus bie-
nes en tu vida, y Lázaro tam-
bién males ; pues ahora es él
aquí consolado, y tú atormen-
tado.
26 Fuera de que hay una sima
impenetrable entre nosotros y
vosotros ; de manera que los que
quisieren pasar de aquí á voso-
tros, no pueden, ni de ahí pasar
acá.
27 Y dixo : Pues te rueg-o,
padre, que lo envíes á casa de
mi padre.
28 Porque tengo cinco her-
manos, para que les dé testimo-
nio, no sea que vengan ellos
también á este lugar de tormea-
tos.
29 Y Abrahám le dixo : Tie-
nen á Moysés, y á los Profetas ;
oyganlos'.
30 Mas él dixo : No, padre
Abrahám ; mas si alguno de los
muertos fuere á ellos, harán pe-
nitencia.
31 Y Abrahám le dixo : Si no
oyen á Moisés, y á los Profetas,
tampoco creerán, aun quando al-
guno de los muertos resucitere.
CAPITULO XVII.
1 XT" dixo á sus discípulos :
JL Imposible es, que no
vengan escándalos ; ¡ mas ay de
aquel, por quien vienen !
2 Mas le valdría, que le pu-
siesen al cuello una piedra de
molino, y le lanzasen en el mar,
que escandalizar á uno de estos
pcqueíiitos.
3 Mirad por vosotros : Si pe-
care tu hermano contra tí, cor-
rígele ; y si se arrepintiere, per-
dónale.
4 Y si pecare contra tí siete
veces al día, y siete veces al día
se volviere á tí, diciendo : Me
pesa, perdónale.
5 Y dixéron los Apóstoles al
Señor : Auméntanos la fé.
6 Y dixo el Señor : Si tuvie-
reis fé, como un grano de mos-
taza, diréis á este moral : Ar-
ráncate de raiz, y trasplántate
en el mar ; y os obedecerá.
K ¿Y quien de vosotros tenien-
do un siervo, que ara, ó guarda
el ganado, quando vuelve del
campo, le dice f Pasa luego, sién-
tate á la mesa ;
8 Y no le dice ántes : Dis-
ponme de cenar, y ponte á ser-
virme, mientras que como, y
bebo ; que después comerás tu
y beberás ?
9 ¿ Por ventura debe agrade-
cimiento á aquel siervo, porque
este hizo lo que le mandó ?
10 Pienso que no. Asi tara-
bien vosotros, quando hiciereis
todas las cosas, que os son man-
dadas, decid : Siervos inútiles
somos ; lo que debíamos hacer,
hicimos.
1 1 Y aconteció, que yendo él
á Jerusalém, pasaba por meuio
de Samaría, y de Galiléa.
12 Y entrando en una aldea,
saliéron á él diez hombres lepro-
sos, que se paráron de léjos :
13 Y alzaron la voz, diciendo:
Jesús maestro, ten misericordia
de nosotros.
14 El quando los vió, dixo:
Id, mostraos á los Sacerdotes.
Y aconteció, que mientras iban,
quedaron limpios.
1 5 Y uno de ellos, quando vió,
que había quedado limpio, vol-
vió glorificando á Dios á grandes
voces,
16 Y se postró en tierra á los
CAPITULO XVIII.
117
pies de Jesús, dándole gracias ;
y este era Samaritano.
1 7 Y respondió Jesús, y dixo :
¿ Por ventura no son diez los
que fueron limpios ? ¿y los nueve
donde están ?
18 No hubo quien volviese, y
diese gloria á Dios, sino este ex-
trangero.
19 Y le dixo: Levántate,
vete, que tu fé te ha hecho
salvo.
20 Y preguntándole los Fari-
seos : ¿ Quando vendrá el reyno
de Dios ? les respondió, y dixo :
El reyno de Dios no vendrá con
muestra exterior ;
21 Ni dirán: Helo aquí, ó helo
allí ; porque el reyno de Dios
está dentro de vosotros.
22 Y dixo á sus discípulos :
Vendrán dias, quando desearéis
ver un dia del Hijo del hombre,
y no lo veréis.
23 Y os dirán: Vedle aquí,
ó vedle allí. No queráis ir, ni
le sigáis.
24 Porque como el relámpago,
que relumbrando en la región
inferior del Cielo, resplandece
desde la una hasta la otra parte ;
así también será el Hijo del
hombre en su dia.
25 Mas primero es menester,
que él padezca mucho, y que
sea reprobado de esta genera-
ción.
26 Y como fué en los dias de
Noé, así también será en los
dias del Hijo del hombre.
27 Comian, y bebían; los
hombres tomaban mugeres, y
las mugeres maridos, hasta el dia
en que entró Noé en el arca, y
vino el diluvio, y acabó con
todos.
23 Asimismo como fué en los
dias de Lot : Comían, y bebían ;
compraban, y vendían ; planta-
ban, y hacían casas.
29 Y el dia, que salió Lot de
Sodoma, llovió fuego y azufre
del Cielo, y los mató á todos :
30 De esta manera será el
dia en que se manifestará el
Hijo del hombre.
31 En aquella hora el que es-
tuviere en el tejado, y tuviere
sus alhajas dentro de la casa, no
descienda á tomarlas ; y el que
en el campo, así mismo no tome
atrás.
32 Acordaos de la muger de
Lot.
33 Todo aquel que procuráre
salvar su vida, la perderá; y
quien la perdiere, la vivificará.
34 Os digo, que en aquella
noche dos estarán en un lecho,
el uno será tomado, y el otro
dexado.
35 Dos mugeres estarán mo-
liendo juntas ; la una será toma-
da, y la otra dexada ; dos en el
campo; el uno será tomado, y
el otro dexado.
36 Respondiéron, y le dixé-
ron : ¿ En dónde Señor ?
37 Y él les dixo ; Do quiera
que estuviere el cuerpo, allí
también se cong^regarán las
águilas.
CAPITULO XVIII.
1 "WT les decía también esta
Jl parábola, que es me-
nester orar siempre, y no des-
fallecer,
2 Diciendo: Había un Juez
en cierta ciudad, que ni temía á
Dios, ni respetaba á hombre al-
guno;
3 Y había en la misma ciudad
una viuda, que venia á él, y le
decía : Hazme justicia de mi
contrario.
118
SAN LUCAS.
4 Y él por mucho tiempo no
quiso. Pero después de esto dixo
entre sí: Aunque ni temo áDíos»
ni á hombre tengo respeto,
6 Todavía, porque me es im-
portuna esta viuda, le haré jus-
ticia, porque no venga tantas ve-
ces, que al fin me muela.
6 Y dixo el Señor: Oid lo
que dice el injusto Juez.
7 ¿ Pues Dios no hará ven-
ganza de sus escogidos, que cla-
man á él dia y noche f ¿ y ten-
drá paciencia en ellos ?
8 Os digo, que presto los ven-
gará. Mas quando viniere el
Hijo del hombre, ¿pensáis que
hallará fe en la tierra ?
9 Y dixo también esta pará-
bola á unos, que fiaban en sí
mismos, como si fuesen justos, y
despreciaban á los otros :
10 Dos hombres subieron al
templo á orar ; el uno Fariséo,
y el otro Publicano.
11 El Fariséo estando en pie,
oraba en su interior de esta ma-
nera : Dios, gracias te doy, por-
que no soy como los otros hom-
bres, robadores, injustos, adúl-
teros ; así como este Publicano.
12 Ayuno dos veces en la se-
mana; doy diezmos de todo lo
que poseo.
13 Mas el Publicano, estando
lejos, no osaba ni aun alzar los
ojos al Cielo ; sino que heria su
pecho, diciendo : Dios, mués-
trate propicio á mí pecador.
14 Os digo, que este, y no
aquel, descendió justificado á su
casa : Porque todo hombre, que
se ensalza, será humillado ; y el
que se humilla, será ensalzado.
15 Y le traian también nüios,
para que los tocase. Y quando
lo vieron los discípulos, los re-
ñían.
16 Mas Jesús los llamó, y di-
xo: Dexad, que vengan á mí
los niños, y no los impidáis;
porque de los tales es el reynó
de Dios :
17 En verdad os digo: Que
el que no recibiere el reyno de i
Dios, como niño, no entrará en él.
18 Y le preguntó un hombre
principal, diciendo : Maestro
bueno, ¿ que haré para poseer
la vida eterna ?
19 Y Jesús le dixo : ¿Porque
me llamas bueno ? ninguno hay
bueno, sino solo Dios.
20 Sabes los Mandamientos:
No matarás ; No fornicarás ; No
hurtarás ; No dirás falso testi-
monio ; Honra á tu padre, y á
tu madre.
21 El dixo: Todo esto he
guardado desde mi juventud.
22 Quando esto oyó Jesús, le
dixo : Aun te falta una cosa ;
vende todo quanto tienes, y dalo
á pobres, y tendrás un tesoro en
el Cielo ; y ven, y sigúeme.
23 Quando él oyó esto, se en-
tristeció ; porque era muy rico.
24 Y Jesús le dixo, quando le
vio triste : ¡ Quán dificultosa-
mente entrarán en el reyno de
Dios los que tienen los dineros I
25 Porque mas fácil cosa es
pasar un camello por el ojo de
una aguja, que entrar un rico en
el reyno de Dios.
26 Y dixéron los que lo oian :
¿ Pues quién puede salvarse ?
27 Les dixo : Lo que es im-
posible para los hombres, es po-
sible para Dios.
28 Y dixo Pedro: Bien ves,
que nosotros hemos dexado todas
las cosas, y te hemos seguido.
29 El les dixo : En verdad os
digo, que ninguno hay, que haya
dexado casa, ó padres, ó herma-
CAPITULO XIX.
119
nos, ó rnugcr, ó hijos por el rey-
\g- de Dios,
Que no haya de recibir
iBUcho mas en este tiempo, y en
el sig-lo venidero la vida eterna.
31 Y tomó Jesús aparte á los
doce, y les dixo : Mirad, vamos
á Jerusalém, y serán cumplidas
todas las cosas, que escribieron
los Profetas del Hijo del hombre.
32 Porque será entregado, á
los Gentiles, y será escarnecido,
y azotado, y escupido.
33 Y después que le azotaren,
le quitarán la vida, y resucitará
al tercero dia.
34 Mas ellos no entendieron
nada de esto ; y esta palabra Ies
era escondida ; y no entendían,
lo que les decia.
35 Y aconteció, que acercán-
dose á Jericó, estaba un ciego
sentado cerca del camino, pi-
diendo limosna.
36 Y quando oyó el tropel de
la gente que pasaba, preguntó
que era aquello.
37 Y le dixéron, que pasaba
Jesús Nazareno.
38 Y dixo á voces : Jesús Hijo
de David, ten misericordia de
raí.
39 Y los que iban delante le
reñian, para que callase. Mas
él gritaba mucho mas : Hijo de
David, ten misericordia de mí.
40 Y Jesús parándose, mandó
que se 1^ traxesen. Y quando
estuvo cerca, le preguntó,
41 Diciendo : ¿ Que quieres
que te haga ? Y él respondió :
Señor, que vea.
42 Y Jesús le dixo : Vce, tu
fe te ha hecho salvo.
43 Y luego vió, y le seguía
glorificando á Dios. Y quando
vió esto todo el pueblo, dio loor
á Dios.
CAPITULO XIX.
1 "WT habiendo entrado Je-
Jl sus, pasaba por Jeri-
có.
2 Y he aquí un hombre lla-
mado Zaqueo; y este era uno
de los principales entre los Pub-
lícanos, y rico :
3 Y procuraba ver á Jesüs,
quien fuese ; y no podía por la
mucha gente, porque era peque-
ño de estatura.
4 Y corriendo delante, se su-
bió en un árbol cabrahigo para
verle ; porque por allí había de.
pasar.
5 Y quando llegó Jesús á.
aquel lugar, alzando los ojos, le
vió, y le dixo : Zaqueo, descien-
de presto, porque es menester
hospedarme hoy en tu casa.
6 Y él descendió apresurado ;
y le recibió gozoso.
7 Y viendo esto todos, mur-
muraban, diciendo, que había
ido á posar á casa de un pecador.
8 Mas Zaquéo, presentándose
al Señor, le dixo : Señor, la mi-
tad de quanto tengo doy á los
pobres ; y si en algo he defrau-
dado á alguno, le vuelvo quatro
tantos mas.
9 Y Jesús le dixo : Hoy ha
venido la salud á esta casa ;
porque él también es hijo de
Abraham.
10 Pues el Hijo del hombre
vino á buscar, y á salvar lo que
había perecido.
11 Oyendo ellos esto, prosi-
guió diciéndoles una parábola,
con ocasión de estar cerca de
Jerusalém ; y porque pensaban
que luego se manifestaría el rey-
no de Dios.
12 Dixo pues: Un hombre
noble fué á una tierra distante
120
SAN LUCAS.
^ara recibir allí un reyno, y des-
pués volverse.
1 3 Y habiendo llamado á diez
• de sus siervos, les di6 diez minas,
y les dixo : Traficad entretanto
que vengo.
14 Mas los de su ciudad le
aborrecían; y enviando en pos
de él una embaxada, le dixéron:
No queremos que re3me este so-
bre nosotros.
15 Y quando volvió, después
de haber recibido el reyno, man-
dó llamar á aquellos siervos, á
quienes había dado el dinero,
para saber lo que había nego-
ciado cada uno.
16 Llegó pues el primero, y
dixo : Señor, tu mina ha ganado
diez minas.
17 Y le dixo: Está bien, buen
siervo ; pues que en lo poco has
sido fiel, tendrás potestad sobre
diez ciudades.
18 Y vino otro, y dixo : Señor,
tu mina ha ganado cinco minas.
19 Y dixo á este : Tú tenia
sobre cinco ciudades.
20 Y vino el tercero, y dixo :
Señor, aquí tienes tu mina, la
qual he tenido guardada en un
lienzo :
21 Porque tuve miedo de tí,
que eres hombre recio de con-
dición ; llevas lo que no pusiste,
y siegas lo que no sembraste.
22 Entónces él le dixo : Mal
siervo, por tu propia boca te
condeno : Sabias, que yo era
hombre recio de condición, que
llevo lo que no puse, y siego lo
que no sembré :
23 ¿Pues por que no diste mi
dinero al banco, para que quando
volviese lo tomara con las ga-
nancias?
24 Y dixo á los que estaban
allí : Quitadle la mina, y dád-
sela al que tiene las diez min^».
25 Y ellos le dixéron : F * xrcf
que tiene diez minas.
26 Pues yo os digo, que á
todo aquel que tuviere, se le
dará, y tendrá mas ; mas al que
no tiene, se le quitará aun lo
que tiene.
27 Y en quanto á aquellos
mis enemigos, que no quisiéron
que yo reynase sobre ellos, traéd-
melos acá, y matadlos delante
de mí.
28 Y dicho esto, iba delante
subiendo á Jerusalém.
29 Y aconteció, que quando
llegó cerca de Betfage, y de
Betania al monte, que se llama
del Olivar, envió dos de sus dis-
cípulos,
30 Diciendo : Id á esa aldea,
que está enfrente ; y luego que
entrareis en ella, hallaréis un
pollino de asna atado, sobre el
qual nunca se sentó hombre al-
guno ; desatadlo, y traedlo.
31 Y si alguno os preguntare;
¿ Por que lo desatáis ? le respon-
deréis así : Porque el Señor lo
ha menester.
32 Fueron pues los que ha-
bían sido enviados, y halláron el
poUino, que estaba como les ha-
bía dicho.
33 Y quando desataban al po-
Uino, le dixéron sus dueños :
¿ Por que desatáis al pollino ?
34 Y ellos respondiéron : Por-
que el Señor le ha menester.
35 Y lo traéron á Jesús. Y
echando sobre el pollino sus ro-
pas, pusiéron encima á Jesús.
36 Y yendo él así, tendían
sus vestidos por el camino.
37 Y quando se acercó á la
baxada del monte del Olivar, to-
dos los discípulos ea tropas, lle-
nos de gozo comenzaron á ala-
CAPITULO XX.
121
liar á Dios en alta vra por todas
las maravillas que habían visto,
38 Diciendo : Bendito el Rey
«i|ue viene en el nombre del Se-
ñor, paz en el Cielo, y gloria en
las alturas.
39 y algunos de los Fariséos,
que estaban entre la gente, le
dixéron : Maestro, reprehende
á tus discípulos.
40 El les respondió : Os dig-o,
que si estos callaren, las piedras
darán voces.
41 Y quando llegó cerca, al
ver la ciudad, lloró sobre ella,
diciendo :
42 ¡ Ah si tú reconocieses, si-
quiera en este tu dia, lo que
puede traerte la paz í mas aho-
ra está encubierto de tiís ojos.
43 Porque vendrán dias con-
tra tí, en que tus* enemigos te
cercarán de trincheras, y te
pondrán cerco, y te estrecharán
por todas partes :
44 Y te derribarán en tierra,
y á tus hijos, que están dentro
de tí, y no dexarán en tí piedra
sobre piedra ; por quanto no co-
nociste el tiempo de tu visita-
ción.
45 Y iiabiendo entrado en el
templo, comenzó á echar fuera á
todos los que vendían, y com-
praban en él,
46 Diciéndoles : Escrito esta:
Mi casa, casa de oración es.
Mas vosotros la habéis hecho
cueva de ladrones.
47 Y cada dia enseñaba en el
templo. Mas los Príncipes de
los Sacerdotes, y los Escribas, y
los principales del pueblo le que-
rían matar :
48 Y no sabían, que hacerse
con él. Porque todo el pueblo
estaba embelesado quando le
oia.
CAPITULO XX.
1 X/^ aconteció un dia, que
Jl estando el en el tem-
plo instruyendo al pueblo, y e-
vangelizando, se juntaron los
Príncipes de los Sacerdotes, y
los Esci'ibas ccn los Ancianos,
2 Y le hablaron de esta mane-
ra: ¿Dinos con que autoridad
haces estas cosas ? ¿ ó quien es
el que te dió esta potestad ?
3 Y Jesús respondió, y les
dixo : Yo también os haré una
pregunta. Respondedme :
4 ¿ El bautismo de Juan era
del Cielo, ó de los hombres ?
5 Ellos pensaban dentro de
sí, diciendo : Si dixeremos, que
del Cielo, dirá : ¿ Pues por que
no le creísteis ?
6 Y si dixeremos : De los
hombres, nos apedreará todo el
pueblo ; pues tiene por cierto,
que Juan era Profeta.
7 Y respondieron que no sa-
bían de donde era.
8 Y les dixo Jesús : Pues ni
yo os digo, con que potestad
hago estas cosas.
9 Y comenzó á decir al pue-
blo esta parábola: Un hombre
plantó una viña, y la arrendó á
unos labradores ; y el estuve
ausente por muchos tiempos.
10 Y en una ocasión envió
uno de sus siervos á los labra-
dores, para que le diesen del
fruto de ia viña. Mas ellos Is
hiriéron, y le enviaron vacío.
11 Y volvió á enviar otro sist-.
vo. Mas ellos hírifrroa también
á este, y ultrajándole, lo envia-
ron vacío.
12 Y volvió á enviar á otro
tercero; á quien ellos del mismo
modo hirieron, y le echáron
fuera. Q
SAN LUCAS.
13 Y dixo el Señor de la viña :
^Que haré? enviaré á mi amado
hijo ; puede ser, que quando le
vean, le tengan respeto.
14 Quando le vieron los la-
bradores, pensaron entre sí, y
dixéron : Este es el heredero,
matémosle, para que sea nuestra
ía heredad.
15 Y sacándole fuera de la
viña, le mataron. ;Que hará
pues con ellos el dueño de la
viña ?
16 Vendrá, y destruirá estos
labradores, y dará su viña á
otros. Y como ellos lo oyeron,
le dixéron : Nunca tal sea.
17 Y él mirándolos, dixo :
¿ Pues que es esto, que está es-
crito : La piedra, que desecha-
ron los que edificaban, esta vi-
no á ser la principal de la es-
quina ?
18 Todo aquel, que ca3'ere
sobre aquella piedra, quebran-
tado será ; y sobre quien ella
cayere, le desmenuzará.
19 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes, y los Escribas le que-
rian echar mano en aquella ho-
ra, mas temiéron al pueblo ;
porque entendieron, que contra
ellos habia dicho esta parábola.
20 Y acechándole enviáron
malsines, que se fing-iesen justos,
para sorprehenderle en alg-una
palabra, y entrenzarle á la juris-
dicción, y potestad del Presi-
dente.
21 Estos pues le preguntáron,
diciendo : Maestro, sabemos,
que hablas, y enseñas recta-
mente ; y que no tienes respeto
á persona, sino que enseñas en
verdad el camino de Dios :
22 ¿ Nos es lícito pagar el tri-
buto á César, ó no ?
23 Y él. entendiendo la astu-
cia de ellos, les dixo : ¿ Por que
me tentáis ?
24 IMostradme un denario.
¿ Cuya es la figura, y el letrero,
que tiene? De Cesar, le res-
pondiéron ellos.
25 Y les dixo: Pues dad á
César lo que es de César ; y a
Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron reprehender
sus palabras delante del pueblo ;
ántes maravillados de su res-
puesta, calláron.
27 Además se llegáron algu-
nos de los Sadducéos, que nie-
gan la resurrección, y le pre-
guntáron,
28 Diciendo: Maestro, Moi-
sés nos dexó escrito : Si muriere
el hermano de alguno teniendo
muger, y sin dexar hijos, que se
case con ella el Iiermano, y le^
vante linage á su hermano.
29 Pues eran siete hermanos,
y tomó muger el mayor, y murió
sin hijos.
30 Y la tomó el segundo, y
murió también sin hijo.
31 Y la tomó el tercero. Y
así sucesivamente todos siete, los
quales muriéron sin dexar su-
cesión.
32 Y á la postre de todos mu-
rió también la muger.
33 ¿ Pues en la resurrección
de quál de ellos será muger?
pues todos siete la tuviéron por
muger.
34 Y Jesús les dixo : Los hi-
jos de este siglo se casan, y son
dados eii casamiento :
35 Mas los que serán juzga-
dos dignos de aquel siglo, y de
la resuiTCCcion de los muertos,
ni se casarán, ni serán dados en
casamiento :
36 Porque no podrán ya mas
morir ; por quanto son iguales á
CAPITULO XXI.
123
los Anales, é hijos son de Dios,
quando eon hijos de la resurrec-
ción.
37 Y que los muertos hayan
de resucitar, lo mostró también
Moisés, quando junto á la zarza
llamó al Señor, el Dios de Abra-
ham, y el Dios de Isaac, y el
Dios de Jacob.
38 Y no es Dios de muertos,
sino de vivos ; porque todos
viven á él.
39 Y respondiendo algunos de
los inscribas, le dixéron : Maes-
tro, bien has dicho.
40 Y no se atrevieron á pre-
guntarle ya mas.
41 Y él les dixo : ¿ Como di-
cen, que el Cristo es hijo de
David ?
42 Y el mismo David dice en
el libro de los Psalmos : Dixo el
Señor á mi Señor: Siéntate á
mi derecha,
43 Hasta que ponga á tus ene-
migos, por peana de tus pies.
44 Luego David le llama Se-
Sor : ¿ pues como es su hijo ?
45 Y oyéndolo todo el pueblo,
dixo á sus discípulos :
46 Guardaos de los Escribas,
que quieren andar con ropas ta-
lares, y gustan de ser saludados
en las plazas, y de las primeras
sillas en las Sinagogas, y de los
primeros asientos en los con-
vites :
47 Que devoran las casas de
las viudas, pretextando larga
oración. Estos recibirán mayor
condenación.
CAPITULO XXL
1 estando mirando, vió
JL los ricos, que echaban
sus ofrendas en el gazofilacio.
2 Y vió también una viuda
pobrecita, que echaba dos pe-
queñas monedas.
3 Y dixo : En verdad os digo,
que esta pobre viuda ha echado
mas que todos los otros.
4 Porque todos estos han echa-
do para las ofrendas de Dios, de
lo que les sobra ; mas esta de su
pobreza ha echado todo el sus-
tento, que tenia.
5 Y dixo á algunos, que de-
cian del templo, que estaba ador-
nado de hermosas piedras, y de
dones :
6 E^tas cosas que veis, ven-
drán días, quando no quedará
piedra sobre piedra, que no sea
demolida.
7 Y le preguntaron, y dixé-
ron : ¿ Maestro, quando será es-
to ? ¿y que señal habrá, quando
esto comenzare á ser ?
8 El dixo : Mirad, que no
seáis engañados ; porque muchos
vendrán en mi nombre, dicien-
do ; } o soy, y el tiempo está
cercano ; guardáos pues de ir en
pos de ellos.
9 Y quando oyéreis guerras
y sediciones, no os espantéis ;
porque es necesario, que esto
acontezca primero, mas no será
luego el fin.
10 Entonces les decia : Se
levantará gente contra gente, y
reyno contra rejuo.
1 1 Y habrá grandes terremo-
tos por los lugares, y pestilencias^
y hambres, y habrá cosas espanto-
sas, y grandes señales del Cielo.
12 Mas antes de todo esto os
prenderán, y perseguirán, en-
tregándoos, á las Sinagogas, y á
las cárceles, y os llevarán á los
Reyes, y á los Gobernadores,
por mi nombre :
13 Y esto CB acontecerá eji
testimonio,
124
SAN LUCAS.
14 Tened pues íixo en vues-
tros corazones de no pensar an-
tes como habéis de responder.
15 Porque yo os daré boca y
saber, al que no podrán resistir,
ni contradecir todos vuestros ad-
versarios.
16 Y seréis entreg-ados de
vuestros padres, y hermanos, y
parientes, y amigos, y harán mo-
rir á alg-unos de vosotros ;
17 Y os aborrecerán todos por
mi nombre.
18 Mas no perecerá un ca-
bello de vuestra cabeza.
19 Con vuestra paciencia po-
seeréis vuestras almas.
20 Pues quando viereis á
Jenisalém cercada de un exér-
cito, entonces sabed que su de-
solación está cerca ;
21 Entonces los que están en
la Judéa, huyan á los montes ;
y los que en medio de eiia, sál-
gcLnse ; y los que en ios campos,
no entren en ella.
22 Porque estos son dias de
veng-anza, para que se cumplan
todas las cosas que están escri-
tas.
23 ¡ Mas ay de las preñadas y
de las que dan de mamar en
aquellos dias! Porque habrá
grande apretura sobre la tierra,
é.ira para este pueblo.
24 Y caerán á filo de espada;
y serán llevados en cautiverio á
todas las naciones ; y Jerusaléra
será hollada de ios Gentiles ;
kasta que se cumplan los tiem-
¿:os de las naciones.
25 Y habrá señales en el Sol,
y en la Luna, y en las estrellas ;
y en la tierra consternación de
Jai g-entes, por la confusión que |
causará el ruido del mar y de j
.sus ondas. j
26 Quedando ios hombres yer- 1
tos por el temor y recelo de las
cosas, que sobrevendrán á todo
el universo ; porque las virtudes
de los Cielos serán conmovidas :
27 Y entonces verán al Hijo
del hombre venir sobre una nube
con grande poder y mag^estad.
28 Quando comenzáren pues
á cumplirse estas cosas, mirad,
y levantad vuestras cabezas ;
porque cerca está vuestra re-
dención.
29 Y les dixo una semejanza:.
Mirad la higuera, y todos* los
árboles :
30 Quando j-a producen de sí
el fruto, entendéis que cerca es-
tá el Estío.
3 1 Así también vosotros, quan-
do viereis hacerse estas cosas,
sabed que cerca está el reyno
de Dios.
32 En verdad os digo, que no
pasára esta generación, hasta
que todas estas cosas sean he-
chas.
33 El Cielo y la tierra pasa-
rán ; mas mis palabras no pasa-
rán.
34 Mirad pues por vosotros,
no sea que vuestros corazones
se carguen de glotonería y de
embriaguez, y de los afanes de
esta vida ; y que venga de re-
pente sobre vosotros aquel dia :
35 Porque asj como un lazo
vendrá sobre todos los que están
sobre ia haz de toda la tierra.
36 Velad pues orando en todo
tiempo, para que seáis dignos de
evitar todas estas cosas, que han
de ser, y de estar en pie delante
del Hijo del hombre.
37 Y estaba enseñando de dia
en el templo; y de noche se
j salia, y lo pasaba en el monte,
j llamado del Olivar,
l 28 Y todo el pueblo nra.-
CAPITULO xxir.
125
lírug-aLa, por reuir á oirle en el :
templo.
. CAPITULO XXII.
1 IST estaba ya cerca la
1. fiesta de los Azimos,
que es llamada Pascua :
2 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes, y los Escribas busca-
ban, como harían morir á J esus ;
mas temían al pueblo.
3 Y Batanas entró en Judas,
que tenia por sobrenombre Is-
cariotes, uno de los doce.
4 Y fué, y trató con los Prín-
cipes de los Sacerdotes, y con
los Magistrados de como se lo
entreg-aria.
5 Y so holg-áron, y concer-
taron de darle dinero.
6 Y quedó con ellos de acuer-
do. Y buscaba sazón, para
entreg-arlo sin concurso de
gentes.
7 Vino pues el dia de los
Azimos, en que era menester
matar la Pascua.
8 Y envió á Pedro y á Juan,
diciendo: Id á aparejarnos la
Pascua, para que comamos.
9 Y ellos dixéron : ¿ En
donde quieres que la apare-
jemos ?
10 Y les dixo : Luego que
entréis en la ciudad, encon-
traréis un hombre, que lleva un
cántaro de ag-ua ; seguidle hasta
la casa, en donde entrare,
11 Y decid al Padre de fa-
milias de la casa : El Maestro
te dice ; ¿ En donde está el
aposento, donde tengo de co-
mer la Pascua con mis discí-
pulos ?
12 Y él os mostrará una
garande sala aderezada, díspo-
nedla allí.
13 Y ellos fueron, y lo ha-
llaron así como les había dicho»
y prepararon la I*ascua.
14 Y quando fué hora, se
sentó á la mesa, y los doce
Apóstoles con él.
15 Y les dixo : Con deseo he
deseado comer con vosotros esta
Pascua, antes que padezca.
16 Porque os digo, que no
comeré mas de ella hasta que
sea cumplida en el rey no de-
Dios.
17 Y tomando el cáliz, dió
gracias, y dixo : Tomad, y dis-
tribuidlo entre vosotros :
18 Porque os digo, que no
beberé mas de fruto de vid,
hasta que venga el reyno do
Dios.
19 Y habiendo tomado el pan,
dió gracias, y lo partió, y se lo
dió, diciendo : Este es mi cuer-
po, que es dado por vosotros ;
esto haced en memoria de mí.
20 Y asimismo el cáliz, des-
pués de haber cenado, diciendo;
Este cáliz es el nuevo Testa-
mento en mi saiigTe, que serú
derramada por vosotros.
21 Pero ved ahí que la mano
del que me entrega, conmigo
está á la mesa.
22 Y en verdad el Hijo del
hombre va, según lo que estfi
decretado : ; Mas ay de aquel
hombre, por quien será entre-
gado !
23 Y ellos comenzaron á pre-
guntarse unos á otros, qnál do
ellos seria, el que esto había de
hacer.
24 Y se movió también entre
ellos contienda, quál de ellos
parecía ser el mayor.
25 Mas él les dixo : Los
Reyes de las gentes se ense-.
ñorean de ellas ; y ios que fie-
126 Sx\N
nen poder sobre ellas, son lla-
mados bienhechores.
26 Mas vosotros no así ; antes
el que es mayor entre vosotros,
hág-asc como el menor ; y el que
])recede, como el que sirve.
27 • Porque qual es mayor, el
que está sentado á la mesa, ó el
que sirve ? ¿ no es mayor el que
ceta sentado á la mesa ? Pues yo
estoy en medio de vosotros, así
como el que sirve.
28 IMas vosotros sois los que
habéis permanecido conmigo en
mis tentaciones :
29 Y por esto dispongo yo del
rcyno para vosotros, como mi
Padre dispuso de él para mí,
30 Para que comáis y bebáis
á m.i mesa en mi reyno, y os
sentéis sobre tronos, para juz-
gar á las doce tribus de Israel.
31 Y dixo mas el Señor: Si-
món, Simón, mii*a, que Satanás
os ha pedido para zarandearos
como trigo :
32 Mas yo he rogado por tí,
que no falte tu fé ; y tú, una vez
convertido, confirma á tus her-
manos.
33 El le dixo : Señor, apare-
jado estoy para ir contigo aun á
cárcel, y á muerte.
34 IMas Jesús le dixo : Te
digo, Pedro, que no cantará hoy
cl galio, sin que tres veces hayas
negado que me conoces. Y les
dixo :
35 Quando os envié sin bolsa,
y sin alforja, y sin calzado, ¿ por
\ entura os fsdtó alguna cosa ?
36 Y ellos " respondiéron :
Nada. Luego les dixo : Pues
ahora quien tiene bolsa, tómela ;
y también alforja ; y el que no
ía tiene, venda su túnica, y
CQfljpre espada.
37 Porque os digo, que es
LUCAS.
necesario que s6 vea cumplido en
mí aun esto que está escrito :
Y fué contado con los iniquos.
Porque las cosas, que miran á
raí, tienen su cumplimiento.
38 Mas ellos respondiéron :
Señor, he aquí dos espadas. V
él les dixo : Basta.
39 Y saliendo, se fué, como
soha, al monte de las Olivas. Y
le fueron también siguiendo sus
discípulos.
40 Y quando llegó al lugar,
les dixo : Haced oración, para
que no entréis en tentación.
41 Y se apartó él de ellos,
como un tiro de piedra ; y puesto
de rodillas, oraba,
42 Diciendo : Padre, si quie-
res, traspasa de mí este cáhz :
Mas no se haga mi voluntad^
sino la tuya.
43 Y le apareció un Angel
del Cielo, que le confortaba. Y
puesto en agonía, orába cou
mayor vehemencia.
44 Y fué su sudor, como
gotas de sangre, que coria hasta
la tierra.
45 Y como se levantó de orar,
vino á sus discípulos, y los hallo
durmiendo de tristeza.
46 Y les dixo : ¿ Por qué'dor-
mis ? levantaos, y orad, para
que no entréis en tentación.
47 Y quando estaba él aun
hablando, se dexó ver una qua-
drilla de gente ; y el que era
llamado Júdas, uno de los doce,
iba delante de ellos ; y se acercS
á Jesús para besarle.
48 Mas Jesús le dixo : ¿ Jú-
das, con beso entregas al Hijo
del hombre ?
49 Y quando vieron los qtic
estaban con él, lo que iba á su-
ceder, le dixéron : Señorj ^ Ireri-
mas can espada ?
CAPITULO XXIII.
127
50 Y uno de ellos hirió á un
siervo del Príncipe de los Sa-
cerdotes, y le cortó la oreja
derecha.
51 Mas Jesús, tomando la pa-
labra, dixo : Dexad hasta aquí.
Y le tocó la oreja, y le sanó.
52 Y dixo Jesús á los Prínci-
pes de los Sacerdotes,, y á los
Magistrados del templo, y á, los
ancianos, que habían venido
allí : ¿ Como á ladrón habéis sa-
lido con espadas y con palos ?
53 Habiendo estado cada dia
con vosotros en el templo, no
extendisteis las manos contra
raí ; mas esta es vuestra hora, y
el poder de las tinieblas.
54 Y echando mano de él, le
llevaron á la casa, del Príncipe
de los Sacerdotes; y Pedro le
seg-uia á lo lejos.
55 Y habiendo encendido
fuego en medio del atrio, y sen-
tándose ellos al rededor, estaba
también Pedro en medio de
ellos.
56 Una criada, quando le vió
sentado á la lumbre, lo miró con
atención, y dixo ; Y este con él
estaba.
57 Mas él lo negó, diciendo :
Muger, no le conozco.
58 Y un poco después, vién-
dole otro, dixo : Y tú de eUos
eres. Y dixo Pedro : Hombre,
no soy.
59 Y pasada como una hora,
afirmaba otro y decia : En ver-
dad este con él estaba ; porque
es también Galiléo.
60 Y dixo Pedro: Hombre,
no sé lo que dices. Y en el
mismo instante, quando él estaba
aun hablando, cantó el gallo.
61 Y volviéndose el Señor,
miró á Pedro. Y Pedro se
SKOrdó de la palabra del Señor,
como le había dicho : Antes qu'e
el gallo cante, me negarás tres
veces :
62 Y saliendo Pedro fuera>
lloró amargamente.
63 Y aquellos, que tenían á.
Jesús, le escarnecían hiriéa-
dole.
64 Y le vendaron los ojos, y
le herían en la cara, y le pre-
guntaban, y decían : ¿ Adivina^,
quien es el que te hirió ?
65 Y decían otras muchas co-
sas blasfemando contra él.
66 Y quando fué de dia se
juntáronlos ancianos del pueblo,
y los Príncipes de los Sacer-
dotes, y los Escribas, y lo Uevá^
ron á su concilio, y le dixéron í
Si tú eres el Cristo, dínoslo.
67 Y les dixo: Si os lo áb-
xere, no me creeréis :
68 Y también si os pregun-
tare, no me responderéis, ni me
dexaréis.
69 Mas desde ahora el Hijo
del hombre estará sentado á ía
diestra de lá virtud de Dios.
70 Dixéron todos : ¿ Luego
tú eres el Hijo de Dios? El
dixo : Vosotros decis, que yo lo
soy.
71 Y ellos dixéron : ¿ Que
necesitamos mas testimonio ?
pues nosotros mismos lo habernos
oido de su boca.
CAPITULO XXIIL
1 XT" se levantó toda aquella
Jl multitud, y lo ílevá-
ron á Pilato.
2 Y comenzaron á acusarle,
diciendo ; A este hemos halladü
pervirtiendo á nuestra nación, y
vedando dar tributo á César, y
diciendo que él es el Cristo
Rey.
m
SAN LUCAS.
3 Y Pilato le preguntó, y
dixo: ¿Eres tú el Rey de los
Judíos ? Y él le respondió, di-
ciendo : Tú lo dices.
4 Dixo Pilato á los Príncipes
.le los Sacerdotes, y á la g-ente :
'\ingnn delito hallo en este
iiombre.
5 Mas ellos insistian, dicien-
do : Tiene alborotado el pueblo
con la doctrina, que esparce
por toda la Judéa, comenzando
desde la Galilea hasta aquí.
6 Pilato, que oyó decir Ga-
iiléa, preguntó si era de Ga-
íiléa.
7 Y quando entendió, que era
de la jurisdicción de Heródes, le
remitió á Heredes, el qual á la
fc'azon se hallaba también en
Jerusalém.
O Y Heródes, quando vió á
Jesús, se holgó mucho. Porque
de largo tiempo le habia deseado
V er, por haber oido decir de él
muchas cosas, y esperaba verle
hacer algún milagro.
9 Le hizo pues muchas pre-
guntas. Mas él nada le res-
pondía.
10 Y estaban los Príncipes
de los Sacerdotes, y los Escri-
bas acusándole con grande ins-
tancia.
1 1 Y Heródes con sus solda-
dos le despreció ; y escarne-
ciéndole, le hizo vestir de una
ropa blanca, y le volvió á enviar
á Pilato.
12 Y aquel dia quedaron ami-
gos Heródes, y Pilato; porque
ántes eran enemigos entre sí.
13 Pilato pues llamó á los
Príncipes de los Sacerdotes, y á
ios Magistrados, y al pueblo,
14 Y les dixo : Me habéis
^iresentado este hombre, como
pervertidor del pueblo, y ved
que preguntándole yo doian-te de
vosotros, no hallé en este hom-
bre culpa alguna de aquellas, de
que le acusáis.
15 Ni Heródes tampoco :
porque os remití á él, y he aquí
que nada se ha probado, que
merezca muerte.
16 Y ^sí le soltaré después
de haberle castigado.
17 Y debia soltarles uno en el
dia de la fiesta.
1 8 Y todo el pueblo dio voces
á una, diciendo: Haz morir á,
este, y suéltanos á Barrabas,
19 Este liabia sido puesto ea
la cárcel por cierta sedición
acaecida en la ciudad, y por un
homicidio.
20 Y Pilato les habló de
nuevo, queriendo soltar á Jesús.
21 Mas ellos volvían á dar
voces, diciendo : Crucifícaiej
crucifícale.
22 Y él tercera vez Ie& dixo :
¿ Pues que mal ha hecho este ?
Yo no hallo en él ninguna causa
de muerte ; le castigaré pues, y
le soltaré.
23 Mas ellos insistian pidien-
do á grandes voces, que fuese
crucificado, y crecían mas sus
voces.
24 Y Pilato juzgó, que se hi-
ciera lo que ellos pedían.
25 Y les soltó al que por se*
dicion, y homicidio habia sido
puesto en la cárcel, al qual ha-
bían pedido ; y entreg'ó á Jesús
a, la voluntad de ellos.
26 Y quando le llevaron, to-
maron un hombre de Cirenc,
llamado Simón, que venia de
una granja ; y le cargáron la
cruz, para que la llevase en pos
de Jesús.
27 Y le seguía una grande
multitud de pueblo, y de mu-
CAPITULO XXIII.
1?9
jSferes, las quales lo plaman, y
lioraban.
23 Mas Jesús, volviéndose
ácia ellas, les dixo : Hijas de
Jerusalém, no lloréis sobre mí ;
ántes llorad sobre vosotras mis-
mas, y sobre vuestros hijos.
29 Porque vendrán dias, en
que dirán : Bienaventuradas las
estériles, y los vientres, que no
concibieron, y los pechos que no
dieron de mamar.
30 Eiitónces comenzarán á
decir á los montes : Caed sobre
nosotros ; y á los collados : Cu-
bridnos.
31 Porque si en el árbol
verde hacen esto, ¿ en el seco,
que se hará ?
32 Y llevaban también con
él otros dos, que eran malhe-
chores, para hacerlos morir.
33 Y quando lleg-áron al lu-
gar, que se llama de la Cala-
vera, le crucificáron allí ; y á
los ladrones, uno á la derecha, y
otro á la izquierda.
34 Mas Jesús decia : Padre,
perdónalos ; porque no saben lo
que hacen. Y dividiendo sus
vestidos, echáron suertes.
35 Y el pueblo estaba miran-
do, y los Príncipes juntamente
con él, le denostaban, y decían :
A otros hizo salvos, sálvese á sí
mismo, si este es el Cristo, el
escogido de Dios.
3G Le escarnecian taTnbisn
los soldados, acercándose á él, y
presentándole vinagre,
37 Y diciendo : Si tú eres el
Rey de los Judíos, sálvate á tí
mismo. j
38 Y había también sobre el
un título escrito en letras Grie-
gTLs, Latinas, y Hebraicas : |
Este es el Rlz de ios I
Judíos. j
39 Y uno de aquellos la
drones, que estaban colgados, le
injuriaba, diciendo: Si tú eres
el Cristo, sálvate á tí mismo, y
á nosotros.
40 Mas el otro respondiendo,
le reprehendió, diciendo : Ni
aun tú temes á Dios, estando en
el mismo suplicio.
41 Y nosotros en verdad por
nuestra culpa, porque recibimos
lo que merecen nuestras obras ;
mas este ningún mal ha hecho.
42 Y decia á Jesús : Señor,
acuérdate de mí, quando vinie-
res á tu reyno.
43 Y Jesús le dixo : En ver-
dad te dig-o, que hoy serás con-
mig-o en el Paraíso.
44 Y era ya casi la hora de
sexta, y toda la tierra se cubrió
de tinieblas hasta la hora de
nona.
45 Y se obscureció el Sol ; y
el velo del templo se rasgó por
medio.
46 Y Jesús, dando una grande
voz, dixo : Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu. Y di-
ciendo esto, espiró.
47 Y quando vio el Centuri-
ón lo que habia acontecido, glo-
rificó á Dios, diciendo : Ver-
daderamente este hombre eru
justo.
48 Y todo el gentío, que
asistía á este espectáculo, y
veía lo que pasaba, se volvía,
dándose golpes en los pechos.
49 Y todos los conocidos de
Jesús, y las mugeres, que le ha-
bían seguido de Galilea, esta-
ban de lójos mirando estas cosa-.
50 Y he aqaí un varón llama-
do Josef, el qual era Senador,
varón bueno y justo,
51 Que no habia consentido
en c-1 consejo, ni ca los hechos
130
SAN LUCAS.
(Te ellos, de Arimatéa, ciudad
de la Judéa, el qual esperaba
también el reyno de Dios.
52 Este Ue^ó á Pilato, y le
pidió el cuerpo de Jesús :
53 Y habiéndole quitado, lo
envolvió en una sábana, y lo
puso en un sepulcro labrado en
una peña, en el qual ningu-
no ha&ta entónces habia sido
puesto.
54 Y era el dia de Parasceve,
y ya raiaba el Sábado.
55 Y viniendo también las
mug-eres que habian seguido á
Jesús desde Galilea, vieron el
sepulcro, y como fué depositado
feu cuerpo.
56 Y volviéndose, preparáron
aromas y ungüentos ; y reposa-
ron el Sábado conforme al raan-
dainiento.
CAPITULO XXIV.
1 1^ el primer dia de la se-
jL mana fueron muy de
iiañana al* sepulcro, llevando los
aromas, que habian preparacjo :
2 Y halláron la losa revuelta
del sepulcro.
3 Y entrando, no halláron el
cuerpo del Señor Jesús.
4 Y aconteció, que estando
consternadas por esto, he aquí
dos vai'ones, que se paráron jun-
to á ellas con vestiduras resplan-
decientes.
5 Y como estuviesen medro-
sas, y baxasen el rostro á tierra,
Ies dixéron : ¿ Por que buscáis
entre los nmertos, al que vive ?
6 No está aquí, mas ha resu-
citado : acordaos de lo que os
habló, estando aun en Galilea,
7 Diciendo : Es menester,
que el Hijo del hombre sea en-
treg^ado en manos de hombres
pecadores, y que sea Gpuci^ca-
do, y resucite al tercero dia.
8 Entónces se acordaron de
las palabras de él.
9 Y saliéron del sepulcro, y
fuéron á contar todo esto á las
once, y á todos los demás.
10 Y las que refiriéron á los
Apóstoles estas cosas eran Ma-
ría Magdalena, y Juana, y Ma-
ría madre de Santiago, y las de-
mas, que estaban con ellas.
11 Y ellos tuviéron por un
desvarío estas sus palabras, y no
las creyéron.
12 Mas levantándose Pedro,
corrió al sepulcro, y baxándose,"
vio solo los lienzos, que estaban
allí echados, y se fué admirando
entre sí lo que habia sucedido.
13 Y dos de ellos aquel mis-
mo dia iban á una aldea llamada
Emmaús, que distaba de Jem-
salém sesenta estadios.
14 Y ellos iban conversando
entre sí de todas estas cosas,
que habian acaecido.
15 Y como fuesen hablando y
conferenciando el uno con el
otro, se llegó á ellos el mismo
Jesús, y caminaba en su com-
pañía :
16 Mas los ojos de ellos esta-
ban detenidos, para que no le
conociesen.
17 Y les dixo : ¿ Que pláticas
son esas, que tratáis entre voso-
tros caminando, y por que estáis
tristes ?
18 Y respondiendo uno de
ellos, llamado Cleofas, le dixo :
¿ Tú solo eres forastero en Jeru-
salém, y no sabes lo que allí ha
pasado estos dias ?
19 El les dixo : ¿ Que cosa ?
Y respondieron : De Jesús Na»
zareno, que fué un varón Pro-'
fetaj poderoso en obras y ejx pa*
CAPITULO xxrv.
131
labras (leíante de Dios y de todo
el pueblo :
20 Y como le entreg^áron los
Sumos Sacerdotes y nuestros
Príncipes á condenación de
muerte, y le crucificaron :
21 jNÍas nosotros esperába-
mos, que él era el que liabia de
redimir á Israel ; y ahora sobre
todo esto hoy es el tercer dia,
que han acontecido estas cosas.
22 Aunque también unas mu-
g-ercs de las nuestras nos han
espantado, las quales antes de
amanecer, fueron al sepulcro,
23 Y no habiendo hallado su
cuerpo, v'olviéron, diciendo que
habian visto allí visión de Ange-
les, los quales dicen que él vive.
24 Y algunos de los nuestros
fueron al sepulcro; y lo halla-
ron, así como las mugeres lo ha-
bian referido ; mas á él no le
hallaron.
25 Y Jesús les dixo : ¡ O ne-
cios y tardos de corazón, para
creer todo lo que los Profetas
han dicho !
26 ¿ Pues que no fué menes-
ter, que el Cristo padeciese estas
cosas, y que así entrase en su
g-loria ?
27 Y comenzando desde Moi-
sés, y de todos los Profetas, se
lo declaraba en todas las Escri-
turas, que hablan de él.
28 Y se acercaron al castillo,
á donde iban ; y él dió muestras
de ir mas léjos.
29 Mas le detuviéron por
fuerza, diciendo : Quédate con
nosotros, porque se hace tarde,
y está ya incUuado el dia. Y
entro con ellos.
30 Y estando sentado con
ellos á la mesa, tomó el pan, y
lo bendixo, y habiéndolo ¡mrtido,
se b daba.
31 Y fuéron abiertos los ojos
de ellos, y }^ conociéron ; y él
entonces se desapareció de su
vista.
32 Y dixéron uno á otro:
¿ Por ventura no ardia nuestro
corazón dentro de nosotros,
quando en el camino' nos ha-
blaba, y nos explicaba las Es-
crituras ?
33 Y levantándose en la mis-
ma hora, volviéron á Jerusalém;
y hallaron cong-regados á losr
once, y á los que estaban con
cUos,
34 Que decían: Ha resuci-
tado el Señor verdaderamente,
y ha aparecido á Simón.
35 Y ellos contaban lo que
Ies había acontecido en el ca-
mino ; y como le habian cono-
cido al partir el pan.
36 Y estando hablando estas
cosas, se puso Jesús en medio de
eUos, y les dixo : Paz á voso-
tros : Yo soy, no temáis.
37 Mas ellos turbados y es-
pantados, pensaban que veían
algún espíritu.
38 Y les dixo : ¿ Por que es-
tais turbados, y suben pen-
samientos á vuestros cora-
zones ?
39 Ved mis manos y mis píes,
que yo mismo soy ; palpad y
ved ; que el espíritu no tiene
carne ni huesos, como veis que
yo tengo.
40 Y dicho esto, les mostró
las manos y los pies.
41 Mas como aun no lo aca-
basen de creer, y estuvicsea
maravillados de gozo. Ies dixo :
¿ Tenéis aquí algo de comer ?
42 Y ellos le presentaron
parte de un pez asado, y un pa-
nal de miel.
43 Y habiendo comido de-
132 SAN
íante Je ellos, tomó las sobras,
y se las dió.
44 Y les dixo : Estas son las
palabras, que os hable, estando
aun coa vosotros, que era nece-
sario, que se cumpliese todo lo
<¿ue está escrito de mí en la ley
de Moisés, y en los Profetas, y
calos Salmos.
45 Entonces les abrió el sen-
ido, para que entendiesen las
'üscii turas.
4G, Y les dixo : Así está es-
rito, y así era menester, que el
Cristo padeciese, y resucitase
al tercero dia de entro los
muertos :
47 Y que se predicase en su
nombre penitencia y remisión
de pecados á todas las nación- ,
JUAN.
es, comenzando de Jeiiisalém.
48 Y vosotros testigos sois de
estas cosas.
49 Y yo envió al prometido
de mi Padre sobre vosotros :
mas vosotros permaneced aquí
en la ciudad, hasta que seáis
vestidos de la virtud de lo alto.
50 Y los saco fuera hasta Be-
thania ; y alzando sus manos,,
los bcndixo.
51 Y aconteció, que mien-
tras los bendecia, se partió do
ellos, y era llevado al Cielo.
52 Y ellos, después de haberle
adorado, se volvieron á Jerusa-
Icm con g-rande g-ozo :
53 Y estaban siempre en el
templo loando y bendiciendo á
[ Dios. Amen.
EL SANTO EVANGELIO
DE JESU-CRISTO
SEGUN SAN JUAN.
CAPITULO I.
1 Tj^-^ principio era el
Xli \'erbo, y el Verbo era
con Dios, y el Verbo era Dios.
2 Este era en el principio con
Dios.
3 Todas las cosas fueron he-
cuas por el ; y nada de lo que
Íu6 hecho, se hizo sin cí,
4 En él estaba la vida, y la
vida era la iuz de los hombres :
5 Y la luz en las tinieblas
r-ospiacdecc ; mas las linieUaB
i:ü ia comprehendiéron.
6 Fuá ua hombre enviado de
Dios, que tenia por nombre Juan.
7 Este vino en testimonio, pa- i
ra d-ir testimonio de la luz, para ]
q'i3 creycóca lodos por él. '
8 No era el la luz, sino para
que diese testimonio de la luz.
9 Era la luz verdadera, que
alumbra á todo hombre, que
viene á este mundo.
10 En el mundo estaba, y el
mundo por él fué hecho, y no le
conoció el mundo.
1 i A lo suyo vino, y los suyos
no le recibieron.
12 Mas á quantos le recibie-
ron, les dió poder de ser liechos
hijos de Dios, á aquellos que
creen en su nombre :
IJ Los quales son nacidos no-
; de sangres, ni de voluntad de
,' carne, ni de voluntad de varón,
¡ mas de Dios.
' 14 Y el Verbo fué hecho car^
CAPÍTULO I.
133
ne, V habitó entre nosotros ; y
vimos la gloria de él, gloria co-
j mo de Unigénito del Padre, lle-
no de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de él,
y clama, diciendo : Este era el
que yo dixe : El que ha de venir
en pos de mí, ha sido engendra-
do ántes de mí ; porque primero
era que yo.
IG Y de su plenitud recibimos
nosotros todos, y gracia por gra-
cia.
17 Porque la ley fue dada por
* Moisés ; mas la gracia, y la ver-
dad fué hecha por Jesu-Cristo.
1 8 A Dios nadie le vio jamas.
El Hijo Unigénito, que está en
el seno del Padre, él mismo lo
ha dcclai-ado.
19 Y este es el testimonio de
Juan, quando los Judíos envia-
ron á él de Jerusalém Sacer-
dotes, y Levitas á. preguntarle :
¿ Tú quien eres ?
20 Y confesó, y no negó ; y
confesó : Que } o no soy el
Cristo.
21 Y le preguntaron: ¿Pues
que cosa ? ¿ Eres tú Elias ? Y
dixo; No soy. ¿Eres tú el Pro-
feta ? Y respondió : No.
22 Y le dixéron : ¿ Pues quién
eres, para que podaixíos dar res-
puesta á los que nos han envia-
do f ¿ Que dices de tí mismo ?
23 El dixo : Yo soy voz del
que clama en el desierto : En-
derezad el camino del Señor,
como dixo Isaías Profeta.
24 Y los que habian sido en-
viados, eran de los l'ariséos.
25 Y le preguntaron, y le di-
xéron : ¿ Pues por que bautizas,
si tú no eres el Cristo, ni Elias,
ui el Profeta ?
2G J uan les respondió, y dixo :
Yo bautizo en agua; mas en
medio de vosotros estuvo, á quien
vosotros no conocéis.
27 Este es el que ha de venir
en pos de mí, que ha sido engen-
drado ántes do mí ; del qual yo
no soy digno de desatar la conx;a
del zapato.
28 Esto aconteció en Betafiía
de la otra parte del Jordán, ea
donde estaba Juan bautizando.
29 El dia siguiente vio Juan
á Jesús venir á él, y dixo : He
aquí el Cordero de Dios, he
aquí el que quita el pecado del
mundo.
30 Este es aquel, de quien yt>
dixe: En pos de mí. viene un
varón, que fué engendrado ántes
de raí ; porque primero era que
yo-
31 Y yo no le conocía, mas
para que sea manifestado en Is-
raél, por eso vine yo á bautizar
en agua.
32 Y Juan dió testimonio, di-
ciendo : Que vi el Espíritu que
descendía del Cielo como palo-
ma, y reposó sobre él.
*23 Y yo no le conocía; mas
aquel que me envió á bautizar
en agua, me dixo : Sobre aquel
que tú vieres descender el Espí-
ritu, y reposar sobre él, este es
el que bautiza en Espíritu Santo.
34 Y yo le vi ; y di testimo-
nio, que este es el Hijo de Dios.
35 El dia siguiente otra vez
estaba Juan, y dos de sus discí-
pulos.
36 Y mirando á Jesús que
pasaba, dixo : He a^^uí el Cor-
dero de Dios.
37 Y lo ov éron hablar dos de
sus discípulos, y siguieron á
Jesús.
38 Y volviéndose Jesús, y
viendo que le seguían, les dixo :
¿ Que buscáis ? Ellos le dixéron;
134
SAN JUAN.
¿ Rabbí, que quiere decir Maes-
tro, en donde moras ?
39 Les dixo : Venid, y vedlo.
Eiios fueron, y vieron en donde
moraba, y se quedaron con él
aquel dia ; era entonces como la
hora de las diez.
40 Y Andrés hermano de Si-
món Pedro era uno de los dos,
que habían oido decir esto á
Juan, y que habian seguido á
Jesús.
41 Este halló primero á su
hermano Simón, y le dixo : He-
mos hallado al Mcssías. (Que
quiere decir el Cristo.)
42 Y le llevó á Jesús. Y
Jesús le miró, y dixo: Tú eres
Simón hijo de Joná ; tú serás
llamado Cefas, que se interpreta
Pedro.
43 El dia siguiente quiso ir á
Galilea, y halló á Felipe. Y
Jesús le dixo : Sigúeme.
44 Era Felipe de Betsaida,
ciudad de Andrés, y de Pedro.
45 Felipe halló á Natanaél,
y le dixo : Hallado hemos á
aquel, de quien escribió Moisés
en la Ley, y los Profetas, á Je-
sús, el hijo de Josef, el de Naza-
réth.
46 Y Natanael le dixo : ¿ De
Nazaréth puede haber cosa bue-
na? Felipe le dixo: Ven, y veelo.
47 Vió Jesús á Natanaél,
que venia á buscarle, y dixo de
C:l : He aquí un verdadero Is-
raelita, en quien no hay engaño.
43 Natanaél le dixo : ¿ De
donde mé conoces? Respondió
Jesús, y le dixo : Antes que Fe-
lipe te llamara, quando estabas
debaxo de la higuera, te vi.
49 Natanaél le respondió, y
dixo : Maestro, tú eres el Hijo
de Diosj tú eres el Rey de Is-
raéK
50 Jesús respondió, y le dixo:
Porque te dixe, que te vi de-
baxo de la higuera, crees ; ma-
yores cosas que estas verás.
51 Y le dixo: En verdail, en
verdad os digo, que veréis el
Cielo abierto, y los Angeles de
Dios subir, y descender sobre el
Hijo del hombre.
CAPITULO II.
1 "WT de allí á tres dias se
Jl celebráron unas bodas
en Caná de Galiléa; y estaba
allí la Madre de Jesús.
2 Y fué también convidado
Jesús, y sus discípulos á las
bodas.
3 Y llegando á faltar vino, la
Madre de Jesús le dice : No
tienen vino.
4 Y Jesús le dixo : ¿ Muger,
que nos va á mí y á tí ? aun no
es llegada mi hora.
5 Dixo la Madre de él á los
que servían : Haced quanto él
os dixere.
6 Y habia allí seis hydrias de
piedra conforme á la purificación
de los Judíos, y cabían en cada
una dos ó tres cántaros.
7 Y Jesús les dixo : Llenaxl
las liídrias.de agua. Y lasJle-
náron hasta arriba.
8 Y Jesús les dixó: Sacad
ahora,^ llevad al Maestresala.
Y le llevaron. ^
9 Y luego que gíistó el Maes-
tresala el agua hecha vino, y no
sabia de donde era, aunque los
que servían lo sabían porque ha-
bian sacado el agua ; llamó al
esposo el Maestresala,
10 Y le dixo : Todo hombre
í-irvc primero el buen vino ; y
después que han bebido bien,
eatónces da el que no es tan
CAPITULO III.
135
tuicno; mas tú guardaste el
buen vino hasta aliora.
1 1 Este fue el primer milagro,
que hizo Jesús en Cana de Ga-
lilea ; y manifestó su gloria, y
creyeron en él sus discípulos.
12 Después de esto se fu6 á
Cafarnaum él, y su Madre, y sus
hermanos, y sus discípulos ; y
estuvieron allí no muchos dias.
13 Y estaba cerca la Pascua
de los Judíos, y subió Jesús á
Jerusalém :
14 Y halló en el templo ven-
diendo bueyes, y ovejas, y palo-
mas, y á los cambistas sentados.
15 Y haciendo de cuerdas co-
mo un azote, los echó á todos
del templo, y las ovejas, y los
bueyes, y arrojó por tierra el
dinero de los cambistas, y der-
ribó las mesas.
1 6 Y dixo á los que vendían
las palomas : Quitad esto de aquí,
y la casa de mi Padre no la ha-
gáis casa de tráfico.
1 7 Y se acordaron sus discí-
pulos, que está escrito ; El zelo
de tu casa me comió.
18 Y los Judíos le respondie-
ron, y dixéron : ¿ Que señal nos
muestras, de que haces estas
cosas ?
19 Jesús les respondió, y di-
xo : Destruid este templo, y en
tres dias lo levantaré.
20 Los Judíos le dixéron :
¿ En quarenta y seis años fué
hecho este templo, y tú lo le-
vantarás en tres dias ?
21 Mas él hablaba del templo
de su cuerpo.
22 Y quando resucitó de en-
tre lofi muertos, se acordaron sus
discípulos, que por esto lo decia,
y ci-eyéron á la Escritura, y á
la palabra, que dixo Jesús.
¿3 Y estando en Jerusalém i
en el día solcfranc de la Pascua,
muchos creyéron en su nombre,
viendo los milagros que hacia.
24 Mas el mismo Jesús no se
fiaba de ellos, porque los conocía
á todos,
25 Y porque el no había me-
nester, que alguno le diese tes*
timonio del hombre ; porque sa-
bia por sí mismo lo que había en
el hombre.
CAPITULO IIL
1 "^TT habia un hombre dé
jL los Fariseos, llamado
Nicodemo, Príncipe de los Ju-
díos.
2 Este vino á Jesús de noche,
y le dixo : Rabbí, sabemos, que
eres Maestro venido de Dios;
porque ninguno puede hacer es-
tos milagros que tú haces, si
Dios no estuviere con él.
3 Jesús respondió, y le dixo :
En verdad, en verdad te digo,
que no puede ver el reyno de
Dios, sino aquel que renaciere
de nuevo.
4 Nicodemo le dixo : ¿ Como
puede un hombre nacer, siendo
viejo ? ¿ por ventura puede vol-
ver al vientre de su madre, y
nacer otra vez ?
5 Jesús respondió : En ver-
dad, en verdad te digo, que no
puede entrar en el reyno de
Dios, sino aquel que fuere re*
nacido de agua y de Espíritu
Santo.
6 Lo que es nacido de carne,
carne es ; y lo que es nacido de
espíritu, espíritu es.
7 No te maravilles, porque te
dixe ; os es necesario nacer otra
vez. ^
8 El espíritu donde quiere
sopla ; y oyes su voz, uiaa ux>
13^ SAN JUAN.
sabes de donde viene, ni á donde
va ; así es todo aquel que es na-
le
cido de espíritu.
9 Respondió Nicodemo, y
dixo : i Como puede hacerse esto?
10 Respondió Jesús, y le di-
raél, y esto ig-noras ?
11 En verdad, en verdad te
dig"o, que lo que sabemos, eso
Lablamos ; y lo que hemos visto,
atestig-uamos, y no recibís nues-
tro testimonio.
12 Si os he dicho cosas terre-
nas, y no las creéis, ¿ como
creeréis, si os dixere las celes-
tiales ?
13 Y ninguno subió al Cielo,
sino el que descendió del Cielo,
el Hijo del hombre, que está en
el Ciclo.
14 Y como Moisés levantó la
serpiente eu el desierto ; así
también es necesario, que sea
levantado el Hijo del hombre :
15 Para que todo aquel, que
cree en el, no perezca, sino que
tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que dió á su
Hijo Unigénito ; para que todo
aquel que cree en él, no pe
rezca, sino que tenga
eterna.
1 7 Porque no envió Dios su
Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino })ara que el mundo
se salve por él.
lo Quien en éi cree, no es
juzgado ;'mas el que no cree, ya
)ia sido juzgado : porque no cree
en el nombre del ünig'énito
Hijo do Dios.
19 Mos este es el juicio;
que la luz vino ál mundo, y los
hombres aij||iron mas las tinie-
blas, que la hiz ; porque sus
obras eran jrcJus.
20 Porque todo hombre, quf;
obra mal, abori'ece la luz, y no
viene á la luz, para que sus
obras no sean reprehendidas :
21 Mas el que obra verdad,
viene á la luz, para que parez-
can sus obras, porque son he-
chas en Dios.
22 Después de esto vino Je-
sús con sus discípulos á la tierra
de Judéa ; y allí se estaba con
ellos, y bautizaba.
23 "^Y Juan bautizaba tam-
bién en Ennon junto á Salim ;
porque liabia allí muclias aguas ;
y venían, y eran bautizados
allí.
24 Porque Juan aun no habia
sido puesto en la cárcel.
25 Y se movió una qüestion
entre los discípulos de Juan y
los Judíos acerca de la purifica-
ción.
26 Y fueron á Juan, y le di-
xéron : ■Maestro, el qviC estaba
contigo de la otra parte del Jor-
dán, de quien tú diste testimo-
nio, mira que él bautiza, y to-
dos vienen á él.
27 Respondió Juan, y dixo :
No puede el hombre recibir
algo, si no le fuere dado del
vida ! Cielo.
28 Vosotros mismos me sois
testigos de que dixe : Yo no soy
el Cristo, sino que soy enviado
delante de él.
29 El que tiene la Esposa, es
el Esposo ; mas el amigo del Es-
poso, que está con él, y le oye,
so llena de gozo con la voz del
Esposo. Así pues este mi gozo
es cumplido.
30 Es necesario, que él crez-
ca, y que yo mengüe.
ol £1 que de arriba viene,
sobre todos es. El que es de
la tierra, ten'cno es, y de la
CAPITULO IV.
137
tierra habla. El que viene del
Cielo, sobre todos es.
32 Y lo que rió, y oyó, eso
testifica ; y nadie recibe su tes-
timonio.
33 El que ha recibido su tes-
timonio, confirmó que Dios es
verdadero.
34 Porque el que Dios envió,
las palabras de Dios habla ;
porque Dios no le da el «espíritu
por medida.
35 El Padre ama al Hijo, y
todas las cosas puso en sus
manos.
36 El que cree en el Hijo,
tiene vida eterna ; rnas el que
no da crédito al Hijo, no verá la
» ida, sino que la ira de Dios está
sobre él.
CAPITULO IV.
1 'WT quando entendió Je-
JL sus, que los Fariseos
habian oido, que él hacia mas
discípulos, y bautizaba mas que
Juan,
2 Aunque Jesús no bautiza-
ba, sino sus discípulos :
3 Dexó la Judéa, y se fué
otra vez á Galilea.
4 Debia por tanto pasar por
Samaria.
5 Vino pues á una ciudad de
Samaria, que se llamaba Si-
chár ; cerca del campo, que dio
Jacob á su hijo Josef.
6 Y estaba allí la fuente de
Jacob. Jesús pues cansado del
camino, estaba así sentado so-
bre la fuente. Era como la
hora de sexta.
7 Vino una mug^er de Sama-
ría á sacar agna. Jesús le dixo :
Dáme de beber.
8 Porque sus discípulos ha-
bían ido á la ciudad á camprar
de comer.
9 Y aquella mugcr Samarita-
na le dixo : ¿ Como tú, siendo
Judío, me pides de beber á mí,
que sof muger Samaritana ?
porque los Judíos no tienen
trato con los Samaritanos.
10 Respondió Jesús, y le di«
xo : Si supieses el don de Dios,
y quien es el que te dice : Dame
de beber ; tú de cierto le pidieras
á él, y te daria ag-ua viva.
11 La muger le dixo : Señor,
no tienes con que sacarla, y el
pozo es hondo ; ¿ de donde pues
tienes el agua viva ?
12 ¿ Por ventura eres tú ma-
yor que nuestro padre Jacob, el
qual nos dió este pozo, y él be-
bió de él, y sus hijos, y sus ga-
nados ?
13 Jesús respondió, y le dixo;
Todo aquel que bebe de esta
ag-ua, volverá á tener sed ; mas
el que bebiere del agua que yo
le daré, nunca jamas tendrá sed;
14 Pero el ag-ua que yo le
daré, se hará en él una fuente
de agfua, que saltará hasta la
vida eterna.
15 La muger le dixo : Señor,
dame esa agua, para que no
tenga sed, ni venga aquí á sa»
caria.
16 Jesús le dixo • Ve, Uamít
á tu marido, y ven acá.
17 La muger respondió, y di-»
xo : No tengo marido : Jesús le
dixo : Bien has dicho, no tengo
marido :
1 8 PorcJUe cinco maridos l«r5
tenido ; y el que ahora tienes,
no es tu marido : Esto has dicho
con verdad.
19 La muger le dixo : Señor,
veo que tú eres Profeta.
20 Nuestros padres en este
monte adoráron, y vosotros de-
cís, que en Jerusalém estíi c%
m SAN
lugur en donde es menester
adorar.
21 Jesús le dixo : Mugér,
créeme, que viene la ñora, en
que ni en este monte, ni en Je-
l usalém adorareis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no
sabéis ; nosotros adoramos lo
que sabemos, porque la salud
viene de los Judíos.
23 Mas viene la hora, y abora
es quando los verdaderos adora-
dores adorarán al Padre en es-
píritu y en verdad. Porque el
Padre también busca tales, que
Id adoren.
24 Dios es espíritu ; es me-
nester que aquellos que le ado-
ran, le adoren en espíritu y en
verdad.
25 La mu^er le dixo : Yo sé
que viene el Messías, que se
llama CrisYo ; y quando viniere
él, nos declarará todas las cosas.
26 Jesús le dixo : Yo soy,
que hablo contigo.
27 Y al mismo tiempo lleg-a-
Yon sus discípulos, y se maravi-
llaban de que hablaba con una
mug-er. Pero ninguno le dixo :
¿ Que preguntas, ó que hablas
con ella ?
28 La muger pues dex6 su
cántaro, y se fue á la ciudad, y
dixo á aquellos hombres :
29 Venid, y ved á un hombre
que me ha dicho todas quantas
cosas he hecho ; si quizá es este
el Cristo ?
30 Salieron entonces de la
ciudad, y vinieron á él.
31 Entre tanto le rogaban
sus discípulos, diciendo : Maes-
tro, come.
32 Jesús les dixo : Yo tengo
para comer un manjar, que vo-
^tros no sabéis.
33 Decían pues los discípulos
JUAN.
unos á otros : ¿ Si le habrá ti'ais
do alguno de comer ?
34 Jesús les dixo : Mi comi-
da es, que haga la voluntad del
que me envió, y que cumpla su
obra.
35 ¿ No decis vosotros, que
aun hay quatro meses hasta la
siega ? Pues yo os digo : Alzad
vuestros ojos, y mirad los cam-
pos, que están ya blancos para
segarse.
36 Y el que siega, recibe jor-
nal, y allega fruto para la vida
eterna ; para que se gocen á una^
el que siembi-a, y el que siega.
37 Porque en esto el refrán
es verdadero ; que uno es el que
siembra, y otro es el que siega.
38 Yo os he enviado á segar
lo que vosotros no labrasteis ;
otros lo labraron, y vosotros ha-
béis entrado en sus labores.
39 Y creyeron en él muchos
Samaritanos de aquella ciudad
por la palabra de la muger, que
atestiguaba, diciendo : Que me
ha dicho todo quanto he hecho.
40 Mas como viniesen á él los
Samaritanos, le rogáron que se
quedase allí. Y se detuvo alli
dos dias.
41 Y creyéron en él muchos
mas por la predicación de él.
42 Y decían á la muger : Ya
no creemos por tu dicho ; porque
nosotros mismos le hemos oido,
y sabemos, que este es verdade»
ramenle el Salvador del mundo.
43 Y dos dias después salió
de allí, y se fué á la Galilea.
44 Porque el mismo Jesús di6
testimonio, que un Profeta no es
honrado en su patria.
45 Y quando vino á la Gali-
lea, le recibieron los Galiléos,
porque habían visto todas las cor-
sas que babia hecho ei día de la
CAPITÜLO V.
139
&estz en Jerasalém ; pues ellos
también habían asistido á la
fiesta.
46 Vino pues oti-a vez á Ca-
na de Galilea, en donde liabia
hecho el ag^ua vino. Y habia en
Cafaraaum un señor de la Corte,
CUYO hijo estaba enfermo.
47 Éste habiendo oido que
Jesús venia de la Judea á la
Galilea, fué á él, y le robaba,
que descendiese, y sanase á su
hijo ; porque se estaba rau-
riendo.
48 Y Jesús le dixo : Si no
1 icrcis milagros y prodigios, no
creéis.
49 El de la Corte le dixo:
Señor, ven antes que muera mi
hijo.
50 Jesús le dixo : Vé, que tu
hijo vive. Creyó el hombre á
la palabra que le dixo Jesús, y
se fué.
51 Y quando se volvía, salie-
ron a él sus criados, y le dieron
nuevas, diciendo, que su hijo
vivia.
52 Y les pregimtó la hora, en
que habia comenzado á mejorar.
Y le dixéron : Ayer á las siete
le dexó la fiebre.
53 Y entendió entonces el
padre, que era la misma hora,
en que Jesns le dixo : Tu hijo
Five ; y creyó él, y toda su casa.
54 Este seg-undo milagro hizo
Jesús otra vez, quando vino de
la Judéa á la Galiléa.
CAPITULO V.
1 Tr|ESPUES de estas co-
jLr sas, era el dia de fies-
ta de los Judíos, y subió Jesús á
Jerusalém.
2 Y en Jerusalém está la
fístina Probática, que ea He-
breo se llama Bctsaida, la qual
tiene cinco pórticos.
3 En estos yacía grande mu-
chedumbre de cnfennos, ciegos,
coxos, paralíticos, esperando él
movimiento del agua.
4 Porque un Angel del Se-
ñor descendía en cierto tiempo
i. la Piscina ; y se movía el
agua. Y el que primero entra-
ba en la Piscina después del mo-
vimiento del agua, quedaba sano
de qualquíer enfermedad que
tuviese.
5 Y estaba allí un hombre,,
que habia treinta y ocho años^
que estaba enfermo.
6 Y quando Jesús vio, que
yacía aquel Iiombre, y conociój>
qu« estaba ya de m.ucho tiempOj
le dixo : ¿ Quieres ser sano ?
7 El enfermo le respondió ;
Señor, no tengo hombre, que
me meta en la Piscina, quando
el agua fuere revuelta ; porque
entre tanto que yo voy, otro en-»
tra ántes que yo.
8 Jesús le dixo : Levántate
toma tu lecho, y anda.
9 Y luego fué sano aquá
hombre, y tomo su camilla, y
caminaba. Y era Sábado aquéi
día.
10 Dixéron entónces los Ju»
dios al hombre, que habia sido
sanado : Sábado es, y no te es
lícito llevar tu camilla.
1 1 Les respondió : Aquel, que
me sanó, me dixo : Toma tu ca-«
milla, y anda.
12 Entónces le preguntáron :
¿ Quien es aquel hombre, que te
dixo : Toma tu camilla, y anda ?
13 Y el que habia sido sana-
do, no sabia quien era ; porque
Jesús se había retirado del tro»
peí de gente que Irdhla en a^^u^
140
SAN JUAN.
14 Despuas le halló Jesús en
el templo, y le dixo : Mira, que
5'a estás sano ; no quieras pecar
mas, porque no te acontezca al-
guna cosa peor.
15 Fu^ aquel hombre, y dixo
á los Judíos, que Jesús era el
que le habia sanado.
1 6 Por esta causa los Judíoajr
perseguían á. Jesús, porque hacia
estas cosas en Sábado.
17 Y Jesús les respondió :
Mi Padre obra hasta ahora, y yo
obro.
18 Y por esto los Judíos tan-
to mas procuj-aban matarle ; por-
que no solamente quebrantaba
el Sábado, sino porque también
decia, que era Dios su Padre,
haciéndose ig-ual á Dios. Y así
Jesús respondió, y les dixo :
19 En verdad, en verdad os
digo : Que el Hijo no puede ha-
cer por sí cosa /alguna, sino lo
que viere hacer al Padre ; por-
que todo lo queelPadre hiciere,
}o hace también igualmente el
Hijo.
20 Porque el Padre ama al
Hijo, y le muestra todas las co-
sas, que él hace ; y mayores
obras, que estas le mostrará, de
manera que os maravilléis voso-
tros.
21 Porque así como el Padre
resucita los muertos, y les da
vida ; así el Hijo da vida á los
que quiere.
22 Y el Padre no juzga á nin-
guno ; mas todo el juicio ha da-
do al Hijo,
23 Para que todos honren al
Hijo, como honran al Padre ;
quien no honra al Hijo, no honra
al Padre, que le envió.
24 En verdad, en verdad os
digo : Que el que oye mi pala-
lira, y cree á aquel, que me en-
vió, tiene vida eterna, y no vientí.
á juicio, mas paso de muerte á
vida.
25 En verdad, en verdad os
digo : Que viene la hora, y aho-
ra es, quando los muertos oirán
la voz del Hijo de Dios ; y los
que la oyeren, vivirán.
26 Porque así como el Padre
tiene vida en sí mismo, así tam-
bién dió al Hijo el tener vida en
sí mismo :
27 Y le dió poder de hacer
juicio, porque es Hijo del hom-
bre.
28 No os maravilléis de esto,
porque viene la hora, quando to-
dos los que están en los sepul-
cros, oirán la voz del Hijo de
Dios :
29 Y los que hicieron bien,
irán • á resurrección de vida ;
mas los que hicieron mai, á re-
surrección de juicio.
30 No puedo yo de mí mismo
hacer cosa alguna. Así como
cugo, juzgo ; y mi juicio es justo;
porque no busco mi voluntad,
sino la voluntad de aquel que
rae envió.
31 Si yo doy testimonio dC
mí mismo, mi testimonio no es
verdadero.
32 Otro es el que da testimo*
nio de mí ; y sé que es verdade-
ro el testimonio que da de mí.
33 Vosotros enviásteis á Juan ;
y dió testimonio á la verdad.
34 Mas yo no tomo testimo-
nio de hombre ; pero digo esto,
para que vosotros seáis salvos.
35 El era una ^antorcha, que
ardia y alumbraba. Y vosotros
quisisteis por breve tiempo ale-
graros con su luz.
36 Pero yo tengo mayor tes-
timonio que Juan. Porque las
obras, que el Padre me dió quE
CAPITULO VI.
Uí
cumpliese; las mismas obras
que yo hag-o dan testimonio de
mí, que el Padre me ha enviado :
37 Y el Padre que me envió,
él dió testimonio de mí ; y voso-
tros nunca habéis oido su voz,
ni habéis visio su semejanza.
38 Ni tenéis en n osotros esta-
ble su palabra ; porque al que
él envió, á este vosotros no
creéis. ^
39 Escudriñad las Escritu-
ras, en las que vosotros creéis
■^ner la vida eterna ; y ellas
son las que dan testimonio de mí :
40 Y no queréis venir á mí,
para que teng-ais vida.
41 No recibo g-loria de hom-
bres.
42 Mas yo os he conocido,
que no tenéis el amor de Dios
en vosotros.
43 Yo vine en nombre de mi
Padre, y no me recibís ; si otro
viniere en su nombre, á aquel
recibiréis.
44 j Como podéis creer voso-
tros, que recibís la g-loria los
unos de los otros, y no buscáis
la p-íoria que de solo Dios viene?
45 No penséis que yo os he de
acusar delante del Padre ; otro
hay que os acusa, jMoisés, en
quien vosotros esperáis. •
' 46 Porque si creyeseis á
Moisés, también me creeríais á
mí ; pues él escribió de mí.
47 Mas si á sus escritos do
creéis, ¿ como creeréis á . mis
palabras ?
CAPITULO VI.
1 "|>ESPUES de esto pasó
JLI' Jesús á la otra parte
Je la mar de Galilea, que es de
Tiberíades ;
2 Y le seguía una ^ande mul-
titud de gente, porque veían los
milagros que hacia sobre los en-
fermos.
3 Subió pues Jesús á un mon-
te ; y se sentó allí con sus dis-
cípulos.
4 Y estaba cerca la Pascua,
dia de la fiesta de los Judíos.
5 Y habiendo alzado Jesús los
ojos, y viendo que venia á él
una tan gran multitud, dixo á,
Fehpe : ¿ De donde comprare-
mos pan, para que coman estos ?
6 Esto decia por probarle ;
porque él sabia lo que había de
hacer.
7 Felipe le respondió : Dos-
cientos den?.rios de pan no les
bastan, para que cada uno tome
un poco.
8 Uno de sus discípulos, An-
drés, hermano de Simón Pedro,
le dixo :
9 Aquí hay un muchacho, que
tiene cinco panes de cebada, y
dos peces : ¿ mas que es esto pa-
ra tanta gente ?
10 Y dixo Jesús: Haced sen-
tar la gente. En aquel lugar
había mucho heno. Y se senta-
ron á comer, como en número
de cinco mil hombres.
11 Tomó pues Jesús los pa-
nes ; y habiendo dado gracias,
les repartió entre los que esta-
ban sentados ; y asimismo de los
peces, quanto querían.
12 Y quando se hubieron sa-
ciado, dixo á sus discípulos :
Recoged los pedazos, que haa
sobr?jdo, que no se pierdan.
13 Y a;sí recogieron, y Ue-
náfon doce canastos de pedazos
i de ios cinco panes de cebada,
que sobráron á los que habiaa
comido,
14 Aquellos hombres, quando
viéron el nülagro que habisi
342
SAN JUAN.
hecho Jesús, dedan : Este es
verdaderamente el Profeta que
ha de venir al mundo.
15 Y Jesús quando entendió
que habían de venir para arre-
batarle, y hacerle Rey, huyó
otra vez al monte él solo.
16 Y como se hiciese tarde,
descendieron sus discípulos al
mar.
17 Y habiendo entrado en un
barco, pasaron de la otra parte
del mar acia Cafarnaum ; y era
ya obscuro ; y no habia venido
Jesús á ellos.
18 Y se levantaba el mar con
el viento recio, que soplaba.
19 Y quando hjjjbiéron rema-
do como unos vemte y cinco ó
treinta estadios, vieron á Jesús
andando sobre el mar, y que se
acercaba al barco, y tuvieron
miedo.
20 Mas él les dice : Yo soy,
no temáis.
21 Y ellos quisieron recibirle
en el barco ; y el barco llegó
íueg'O á la tierra, á donde iban.
22 El dia siguiente la gente
que estaba de la otra parte del
mar, vió que no habia allí sino
un solo barco, y que Jesús no
habia entrado en el barco con
sus discípulos, sino que sus dis-
cípulos se habían ido solos.
23 Y llegaron otros barcos de
Tiberíade, cerca del lugar en
donde habían comido el pan,
después de haber dado gracias
el Señor.
24 Pues quando vió la gente
que no estaba allí Jesús, ni sus
discípulos, entraron en los bar-
cos, y fueron á Cafarnaum éu
busca de Jesús.
25 Y quando le hallaron de
la otra parte del mar, le dixéron :
¿ Maestro, quando llegaste acá ?
26 Jesús Ies respondió, y ¿u
xo : En verdad, en verdad os
digo: Que me buscáis, no por
los milagros que visteis, mas
porque comisteis del pan, y os
saciasteis.
27 Trabajad no por la comida
que perece, jnas por la que per-
manece para vida eterna, la que
os dará el Hijo del hombre.
Porque á. este señaló el Padre el
Dios.
28 Y le dixéron : Que haré-
mos para hacer las obras de
Dios ? •
29 Respondió Jesús, y Ies di-
xo: Esta es la obra de Dios, que
creáis en aquel que él envió.
30 Entónces le dixéron : ¿Pues
que milagro haces, para que lo
veamos, y te creamos ? ¿ que
obras tú ?
31 Nuestros padres comieron
el manná en el desierto, como
está esCrito : Pan del Cielo les
dió á comer.
32 Y Jesús les dixo : En ver-
dad, en verdad os digo : Que no
os dió Moisés pan del Cielo,
mas mi Padre os da el pan ver-
dadero del Cielo.
33 Porque el pan de Dios es
aquel que descendió del Cielo, y
da vida>al mundo.
34 Ellos pues le dixéron : Se-
ñor, danos siempre este pan.
35 Y Jesús les dixo : Yo soy
el pan de la vida ; el que á mí
viene, no tendrá hambre ; y el
que en mí cree, nunca jamas
tendrá sed.
36 Mas ya os he dicho, que
me habéis visto, y no creéis.
37 .Todo lo que rae da el Pa-
dre, á raí vendrá ; y aquel que
á mí viene, no le echaré fuera :
38 Porque descendí del Cielo,
no para haeer jni voluntad; íjÍod
CAPITULO Vi.
143
la voluntad de aquel que me
envió.
39 Y esta es la voluntad de
aquel Padre, que me envió :
Que nada pierda de todo aquello
I que él rae dió, sino que lo resu-
I cite en el último dia.
40 Y la voluntad de mi Padre,
que me envió es esta : Que todo
aquel que vé al Hijo, y cree en
él, ten^ vida eterna, y yo le
resucitare en el último dia.
41 Los Judíos pues murmu-
raba» de 6J, porque habia dicho :
Yo soy el pan vivo, que descendí
del Cielo.
42 Y decían : ¿ No es este Je-
sús el hijo de Joscf, cuyo pa-
dre y madre nosotros conoce-
mos ? ¿ Pues como dice este :
Que del Cielo descendí ?
43 Mas Jesús respondió, y les
dixo : No murmuréis entre vo-
sotros.
.44 Nadie puede veisHll^í,
si no le traxere el Padre que me
envió ; y yo le resucitaré en el
postrimero dia.
45 Escrito está en los Profe-
tas : Y serán todos enseñados de
Dios. Todo aqifel, que oyó del
Padre, y aprendió, viene á mí.
46 No porque algxmo ha visto
al Padre, sino aquel que vino de
Dios, este ha visto al Padre.
47 En verdad, en verdad os
dig-o : Que aquel que cree en
mí, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Vuestros padres comieron
el manná en el desierto, y murie-
ron.
50 Este es el pan, que des-
ciende del Cielo i para que el
que comiere de él, no muera.
51 Yo soy el pan vivo, que
descendí del Cielo.
52 Si alguno comiere de este
pan, vivirá eternamente, y el
pan que yo daré, es mi carne
por la vida del mundo.
53 Comenzáron entónces los
Judíos á altercar unos con otros,
y decían : ¿ Como nos puede dar
este su carne á comer ?
54 Y Jesús les dixo : En ver-
dad, en verdad os digo : Que si
no comiereis la carne del Hijo
del hombre, y bebiereis su san-
gre, no tendréis vida en vosotros.
55 El que come mi carne, y
bebe mi sangre, tiene vida eter-
na ; y yo le resucitaré en el úl-
timo dia :
56 Porque mi carne verdade-
ramente es comida ; y mi sangre
verdaderamente es bebida.
57 El que come mi carne, y
bebe mi sangre, en mí mora, y
yo en él.
58 Como me envió el Padre
viviente, y yo vivo por el Padre ;
así también el que me come, él
mismo vivirá por mí.
59 Este es el pan, que des-
cendió del Cielo. No como el
manná, que comieron vuestros
padres, y murieron. Quien come
este pan, vrvirá eternamente.
60 Esto dixo en la Sinagogar,
enseñando en Cafarnaum.
61 Mas muchos de sus discí-
pulos, que esto oyeron, dixéron:
Duro es este razonamiento, ¿ y
quien lo puede oir ?
62 Y Jesús sabiendo en sí
mismo, que murmuraban sus dis-
cípulos de esto, Ies dixo : ¿ Esto
os escandahza ?
63 ¿ Pues que si viereis al
Hijo del hombre subir adonde
estaba ántes ?
64 El espíritu es el que da
vida ; la carne nada aprovecha.
Las palabras que yo os he dicbo^
espíritu y vida soja.
144 SAN
65 Mas hay algtmos de voso-
tros, que no creen. Porque Je-
sús sabia desde el principio quie-
Bes eran los que no creían, y
quien le habia de entreg-ar.
66 Y decía : Por esto os he
dicho, que ninguno puede venir
á mí, si no le fuere dado de mi
Padre.
67 Desde entonces muchos de
sus discípulos volvieron atrás, y
no andaban ya con él.
68 Y dixo Jesús á los doce :
¿Y vosotros queréis también
iros ?
69 Y Simón Pedro le respon-
dió : ¿ Seíior, á. quien iremos ? tú
tienes palabras de vida eterna.
70 Y nosotros hamos creído y
conocido, que tú eres el Cristo
el Hijo de Dios.
71 Jesús les respondió : ¿ No
os escog-í yo á los doce, y el uno
de vosotros es diablo ?
72 Y liablaba de Júdas Isca-
riotes, hijo de Simón ; porque
este, que era uno de los doce, le
feabia de entregar.
CAPITULO VII.
1 'WT después de esto anda-
Jl ba Jesús por la Gali-
lea, porque no quería pasar á la
Judéa, por quanto los Judíos le
buscaban para matarle.
2 Y estaba próxima la fiesta
de los Judíos, llamada de los ta-
bernáculos.
3 Y sus hermanos le dixéron:
Quítate de aquí, y vé á la Ju-
déa, para que tus discípulos vean
también las obras que haces.
4 Pues ninguno hace cosa en
©culto, y procura ser conocido
en lo púbhco; si esto haces,
Mianiíi éstate al mundo.
5 Porque ni aun sus hermanos
creíjin en él
JUAN.
6 Y Jesús Ies dixoí Mi iiemf
po aun no ha venido ; mas vues-
tro tiempo siempre está prepa-
rado.
7 No puede el mundo aborre-
ceros á vosotros ; mas á mí me
aborrece ; porque yo doy testi-
monio de él, que sus obras son
malas.
8 Subid vosotros á esta fiesta ;
yo no subo todavía al esta fiesta ;
porque mi tiempo no es aun
cumplido.
9 Habiendo dicho esto, se
quedó él en la Galilea.
10 Mas después que sus her-
manos hubiéron subido, él en-
tónces subió también á la fiesta
no públicamente, mas como en
oculto.
11 Y los Judíos le buscaban
el dia de la fiesta, y decían ;
¿ En donde está aquel ?
12 JL habia grande murmullo
aceisel^de él entre la . gente.
Porque los unos decían : Bueno
es. Y los otros : No, antes en-
gaña á las gentes.
13 Pero ninguno hablaba a-
biertamente de él por miedo de
los Judíos.
14 Y al medio de la fiesta su-
bió Jesús al templo, y enseñaba.
15 Y se maravillaban los Ju-
díos, y decían : ¿Como sabe este
letras, no habiéndolas aprendido?
16 Jesús les respondió, y di-
xo ; Mi doctrina no es mía, ^ino
de aquel que me ha enviado.
17 El que quisiere hacer su
voluntad, coitócerá de la doctri-
na, si es de Dios, 6 si yo hablo
de mí mismo.
18 El que de sí mismo habla,
busca su propria gloria ; mas el
que busca la gloria de aquel que
le envió, este veraz es, y no hay
en él injusticia.
CAPITULO VII.
145
19 ¿Por ventura no «s dio
IMoisés la ley; y ninguno de
vosotros hace la ley ?
20 ¿ Por que rae queréis ma-
tar? Respondió la gente, y di-
xo : Demonio tienes ; ¿ quien te
quiere matar ?
21 Jesús les respondió, y di-
xo : Hice una obra, y todos os
maravilláis.
22 Por esto os dió Moisés la
circuncisión ; no porque ella es
de Moisés, sino de los Padres,
y circuncidáis al hombre en Sá-
bado.
23 ¿Si recibe el hombre la
circuncisión en Sábado, porque
no se quebrante la ley de Moi-
sés ; os ensañáis contra mí, por-
que sané en Sábado á todo un
hombre ?
24 No juzguéis seg-un lo que
aparece, mas juzgad justo juicio.
25 Y decían algunos Je-
rusalém : ¿ No es este el que
buscan para matarle ?
26 Pues ved aquí que habla
en público, y no le dicen nada.
¿ Por ventura han reconocido
los Príncipes, que este es el
Cristo ?
27 Mas este sabemos de donde
es ; y quando viniere el Cristo,
ninguno sabe de donde sea.
28 Y Jesus alzaba la voz en
el templo, enseñando, y diciendo:
Vosotros me conocéis, y sabéis
de donde soy ; empero yo no vine
de mí mismo, mas es veraz el
que me envió, á quien vosotros
uo conocéis.
29 Yo le conozco, porque de
él soy, y él me envió.
30 Y le querían prander ; mas
ninguno le ecli© la mano, porque
todavía no era llegada su hora.
31 Y muchos del pueblo cre-
yéron en él, y decían : ¿ Quando
viniere el Cristo, hará mas mi-
lagros que los que epte hace ?
32 Oyeron los Fariseos estos
murmullos que había en el pue-
blo acerca de él; y los Prín-
cipes de los Sacerdotes, y los
Fariséos enviáron ministros para
que le prendiesen.
33 Y Jesús les dixo : Aun es-
taré con vosotros un poco de
tiempo; y voy á aquel que me
envió.
34 Me buscaréis, y no me
hallaréis ; y donde yo estoy, vo-
sotros no podéis venir.
35 Dixéron los Judíos entre
sí mismos : ¿ A donde se ha de
ir este, que no le hallaremos?
¿ querrá ir á las gentes que están
dispersas, y enseñar á los Gen-
tiles ?
36 ¿ Que palabra es esta, qué
dixo : Me buscaréis, y no me
hallaréis ; y donde yo estoy, vo-
sotros no podéis venir ?
37 Y en el último grande día
de la fiesta estaba allí Jesús, y
decía en alta voz : Sí alguno
tiene sed, venga i, mí, y beba.
38 El que cree en mí, como
dice la Escritura, de su vientre
correrán ríos de agua viva.
39 Esto dixo del Espíritu, que
habían de recibir los que creye-
sen en él ; porque aun no había
sido dado el Espíritu, por quanto
Jesús no había sido aun g^ri>
ficado.
40 Muchas pues de aquellas
gentes habiendo oído estas pala-
bras, decían : Este verdadera-
mente es el Profeta.
41 Otros decían : Este es ei
Cristo. Mas algunos decían :
¿ Pues que de la Galíléa ha de
venir el Cristo ?
42 ¿ No dice la Escritura :
Que del linage de David, y d<TÍ
7
146 SAN
castillo de Betlehém, en donde
estaba David, ha de venir el
Cristo ?
43 Así que había disensión en
el pueblo acerca de él.
44 Y algunos de ellos le que-
rían prender ; mas ninguno puso
las manos sobre él.
45 Volvieron los Ministros á
los Príncipes de los Sacerdotes
y á los Fariséos. Y estos Ies
dixéron : ¿ Por que no le habéis
traído ?
46 Respondieron los Minis-
tros : Nunca así habló hombre,
como este hombre.
47 Los Fariséos les replica-
ron : ¿ Pues que vosotros habéis
sido también seducidos ?
48 ¿ Por ventura ha creído en
él alguno de los Príncipes, ó de
los Fariséos ?
49 Sino esas gentes del vulgo,
que no saben la Ley ; malditas
son.
50 Nicodemo, aquel que vino
á Jesús de noche, que era uno
de ellos, les dixo :
51 ¿ Por ventura nuestra Ley
juzga á un hombre, sin haberle
oído primero, y sin informarse de
lo que ha hecho ?
52 Le respondieron, y dixé-
ron : ¿ Eres tú también Galiléo ?
Escudriña las Escrituras, y en-
tiende, que de la Galiléa no se
levantó jamas Profeta.
53 Y se volviéron cada uno á
su casa.
CAPITULO VIIL
1 IST" se fué Jesús al monte
i del Olivar :
2 Y otro dia de mañana vol-
vió al templo, y vino á él todo
el pueblo, y sentada lus ense-
naba.
JUAN.
3 Y los Escribas y los Fari-
séos le traéron una muger sor-
prehendida en adulterio ; y la
pusiéron en medio,
4 Y le dixéron : Maestro, es-
ta mnger ha sido ahora sorpre-
hendida en adulterio.
5 Y Moisés nos mandó en la
Ley apedrear á estas tales»
¿ Pues tú que dices ?
6 Y esto lo decían tentándole,
para poderle acusar. Mas Je-
sús inclinado ácia abaxo, escri-
bía con el dedo en tierra.
7 Y como porfiasen en pre-
guntarle, se enderezó, y les di-
xo ; El que entre vosotros esté
sin pecado, tire contra ella la
piedra el primero.
8 E inclinándose de nuevo,
continuaba escribiendo en tierra.
9 Ellos quando esto oyeron,
se saliéron los unos en pos de
los otros, y los mas Ancianos los
primeros ; y quedó Jesús solo, y
la muger que estaba en píe en
medio. , -
10 Y enderezándose Jesús, le
dixo : ¿ Muger en donde están
los que te acusaban ? ¿ ninguno
te ha condenado ?
1 1 Dixo ella : Ninguno, Se-
ñor. Y dixo Jesús : Ni yo tam-
poco te condenaré : Vete, y no
peques ya mas.
12 Y otra vez les habló Jesús,
diciendo : Yo soy la luz del
mundo; el que me sigue, no
anda en tinieblas, mas tendrá la
lumbre de la vida.
13 Y los Fariséos le dixéron:
Tú das testimonio de íí mismo ;
tu testimonio no es verdadero.
14 Jesús les respondió, y
dixo : Aunque 3-0 de mí mismo
doy testimonio, verdadero es mi
testimonio ; porque sé de donde
vine, y á donde voy ; mas vofso •
CAPITULO VIII.
147
tros no sabéis de donde vengo,
ni á donde voy.
15 Vosotros juzgáis según la
carne ; mas yo no juzgo á nin-
guno :
16 Y si juzgo yo, mi juicio es
verdadero, porque no soy solo ;
mas yo y el Padre, que me envió.
17 Y en vuestra Ley está es-
crito, que el testimonio de dos
iíombres es verdadero.
18 Yo soy, el que doy testimo-
nio de mí mismo; y testimonio
dá de mí el Padre, que me
envió.
19 Y le decian : ¿ En donde
está tu Padre ? Respondió Je-
sús : Ni me conocéis á raí, ni á
mi Padre ; si me conocieseis á
mí, en verdad conocierais tam-
bién á mi Padre.
20 Estas palabras dixo Jesús
en el gazofilacio, enseñando en
el templo ; y ninguno le echó
mano, porque no habia venido
aun su hora.
21 Y en otra ocasión les dixo
Jesús : Yo me voy, y me busca-
réis, y moriréis en vuestro pe-
cado. A donde yo voy, vosotros
no podéis venir.
22 Y decian los Judíos : ¿ Por
ventura se matará á sí mismo,
pues ha dicho : A donde yo voy,
vosotros no podéis venir ?
23 Y les decia : Vosotros sois
de abaxo ; yo soy de arriba.
Vosotros sois de este mundo ; yo
lio soy de este mundo.
24 Por eso os dixe, que mo-
riréis en vuestros pecados ; por-
que sino creyereis que yo soy,
moriréis en vuestro pecado.
25 Y le decían r ¿ Tú, quien
eres ? Jesús les dixo : El Prin-
cipio, el mismo que os hablo.
26 Muchas cosas tengo que
decir de vosotros, y que juzgar >
mas el que me envió, es verda-
dero ; y yo, lo que oí de él, eso
hablo en el mundo.
27 Y no entendieron, que á
su Padre llamaba Dios.
28 Jesús pues les dixo : Quan-
do alzareis al Hijo del hombre,
entónces entenderéis, que yo
soy, y que nada hago de mí mis-
mo ; mas como mi Padre me
mostró, esto hablo :
29 Y el que me envió, conmi-
go está, y no me ha dexado solo ;
porque yo hago siempre lo que á
él agrada.
30 Diciendo él estas cosas,
creyeron muchos en él.
31 Y decia Jesús á los Judíos,
que en él habían creído : Si vo-
sotros perseveráreis en mi pala-
bra, verdaderamente seréis mis
discípulos :
32 Y conoceréis la verdad, y
la verdad os hará libres.
33 Le respondiéron : Linage
somos de Abraham, y nunca ser-
vimos á ninguno ; ¿ pues como
dices tú : Seréis libres ?
34 Jesús les respondió : En
verdad, en verdad os digo ; que
todo aquel que hace pecado, es-
clavo es del pecado.
35 Y el esclavo no queda en
casa para siempre ; mas el hijo
queda para siempre.
36 Pues si el hijo os hiciere
libres, verdaderamente seréis li-
bres.
37 Yo sé, que sois hijos de
Abraham ; mas me queréis ma-
tar, porque n5i palabra no cabe
en vosotros.
38 Yo digo lo que vi en mi
Padre ; y vosotros hacéis lo que
visteis en vuestro padre.
39 Respondiéron. y le dixe-
ron ; Nuestro padre es Abra-
,ham. Je§us les dixo: Si sois
148
SAN JUAN.
hijos de Abpaham, haced las
obras de Abraham.
40 Mas ahora me queréis ma-
tar, siendo hombre, que os he
dicho la verdad, que oí de Dios :
Abraham no hizo esto.
41 Vosotros hacéis las obras
de vuestro padre. Y ellos le
dixéron : Nosotros no somos na-
cidos de fornicación ; un Padre
tenemos, que es Dios.
42 Y Jesús les dixo : Si Dios
fuese vuestro Padre, ciertamente
me amaríais. Porque yo de
Dios salí y vine ; y no de mí
mismo, mas él me envió.
43 ¿ Por que no entendéis
este mi lenguage ? Porque no
podéis oir mi palabra.
44 Vosotros sois hijos del dia-
blo ; y queréis cumplir los de-
seos de vuestro padre : él fué
homicida desde el principio, y
no permaneció en la verdad ;
porque no hay verdad en él:
quando habla mentira, de suyo
habla ; porque es mentiroso, y
padre de la mentira.
45 Mas aunque yo os dig-o la
verdad, no me creéis.
46 ¿ Quiqn de vosotros me ar-
güirá de pecado ? ¿ Si os digo
verdad, por que no me creéis ?
47 El que es de Dios, oye las
palabras de Dios. Por eso vo-
sotros no las oís, porque no sois
de Dios.
48 Los Judíos respondiéron, y
le dixéron : ¿ No decimos bien
nosotros, que tú eres Samarita-
no, y que tienes demonio ?
49 Jesús respondió : Yo no
tengo demonio ; mas honro á mi
Padre, y vosotros me habéis des-
honrado.
50 Y yo no busco mi gloria ;
hay quien la busque, y juzgue.
61 En verdad, en verdad os
digo : Que el que guardare mi
palabra, no verá muerte para
siempre.
52 Los Judíos le dixéron :
Ahora conocemos, que tienes de-
monio, Abraham murió y los
Profetas, y tú dices : El que
guardáre mi palabra, no gustará
muerte para siempre.
53 ¿ Por ventura eres tú
mayor que nuestro padre Abra-
ham, el qual murió, y los Profe-
tas, que también murieron ?
¿ Quien te haces á tí mismo ?
54 Jesús les respondió : Si yo
me glorifico á mí mismo, mi gío-
ria nada es : mi Padre es el que
me glorifica; el que vosotros
decis, que se vuestro Dios,
55 Y no le conocéis ; mas yo
le conozco : Y si dixere, que no
le conozco, seré mentiroso como
vosotros. Mas le conozco, y
guardo su palabra.
56 Abraham vuestro pádre
deseó con ansia ver mi dia ; le
vió, y se gozo.
57 Y los Judíos le dixéron :
¿ Aun no tienes cincuenta años,
y has visto á Abraham ?
58 Jesús les dixo : En ver-
dad, en verdad os digo, que an-
tes que Abraham fuese yo soy.
59 Tomáron entónces piedras
para tíraselas ; mas Jesús se es-
condió, y salió del templo.
CAPITULO IX.
1 'WT al pasar Jesús, vió un
Jl hombre ciego de naci-
miento :
2 Y le preguntáion sus discí*
pulos : ¿ Maestro, quien pecó,
este, ó sus padres, para haber
nacido ciego ? ♦
3 Respondió Jesús; Ni este
pecó, ríi sus padres ; mas para
CAPITULO IX.
149
qtie las obias de Dios se mani-
fiesten en él.
4 Es necesario que yo obre
las obras de aquel que me en-
vió, mientras que es de dia ;
vendrá la noche, quando nadie
podrá obrar.
5 Miéntras que estoy en el
mundo, luz soy del mundo.
6 Quando esto hubo dicho,
escupió en tierra, é hizo lodo
con la saliva, y ung-ió con el lo-
do sobre los ojos del ciego.
7 Y le dixo : Vé, lávate en
la piscina de Siloé, (que quiere
decir Enviado.) Se fué pues, y
se lavó, y volvió con vista.
8 Los vecinos, y los que le
habiaa visto ántes pedir limosna,
decían : ¿ No es este el que es-
taba sentado, y pedia limosna ?
Los unos decian : Este es.
9 Y los otros : No es ese,
aino que se le parece. Mas él
decia : Yo soy.
10 Y le decian: ¿Como te
fueron abiertos los ojos ?
1 1 Respondió él : Aquel hom-
bre, que se llama Jesús, hizo
lodo; y ungió mis ojos, y me
dixo : Vé á la piscina de Siloé,
y lávate. Y fui, me lavé, y veo.
12 Y le dixéron : ¿ En donde
está aquel? Respondió él: No sé.
13 Lleváron á los Fariséos al
que habia sido ciego.
14 Y era Sábado, quando hi-
Sio Jesús el lodo, y le abrió los
ojos.
15 Y de nuevo le pregunta-
ban los Fariséos, como habia re-
cibido la vista. Y él les dixo :
Lodo puso sobre mis ojos, y me
tavé, y veo.
16 Y decian algunos de los ¡
Fariséos : Este hombre no es de
Dios, pues que no guarda el Sá-
bado. Y otros decian : ¿ Como
puede un hombre pecador hacer
estos milagros ? Y habia disenr
sion entre ellos.
17 Y vuelven á decir al cie-
go ; ¿ Y tú que dices de aquel
que abrió tus ojos ? Y él dixo ;
Que es Profeta.
18 Mas los Judíos no creye-
ron de él, que hubiese sido cie-
go, y que hubiese recibido ía
vista, hasta que llamáron á los
padres del que habia recibido ía
vista :
19 Y les preguntaron, y dixé-
ron : ¿ Es este vuestro hijo, el
que vosotros decís que nació
ciego ? ¿ Pues como vé ahora ?
20 Sus padres les respondié^
ron, y dixéron : Sabemos, que
este es nuestro hijo, y que nació
ciego :
21 Mas no sabemos como
ahora tenga vista ; ó quien le
haya abierto los ojos, nosotras
no lo sabemos : preguntadlo á
él ; edad tiene, que hable él
por sí mismo.
22 Esto dixéron los padres
del ciego, porque temían á los
J udíos ; porque ya habían acor-
dado los Judíos, que si alguno
confesase á Jesús por Cristo,
fuese echado de la Sinagoga.
23 Por eso dixéron sus pa>
dres : Edad tiene, preguntadle
á él.
24 Volviéron pues á llamar al
hombre, que había sido ciego, y
le dixéron : Dá gloria á Dios ;
nosotros sabemos que ese hom-
bre es pecador.
25 El les dixo : Si es pecador,
no lo sé ; una cosa sé, que ha-
biendo yo sido ciego, ahora veo.
, 26 Y ellos le dixéron : ¿ Que
te hizo ? ¿ Como te abrió los
ojos ?
27 Les jrespondió : Ya os io
150
SAN JUAN.
he dicho, y lo habéis oido ; ¿ por
que lo queréis oír otra vez ?
¿ por ventura queréis vosotros
también haceros sus discípu-
los?
28 Y le maldixéron, y dixé-
ron : Tú seas su discípulo ; que
nosotros somos discípulos de
Moyscs.
29 Nosotros sabemos que ha-
bló Dios á Moisés ; mas este no
sabemos de donde sea.
30 Aquel hombre les respon-
dió, y dixo : Cierto que es esta
cosa maravillosa, que vosotros
no sabéis de donde es, y abrió
mis ojos.
31 Y sabemos que Dios no
oye á los pecadores ; mas si al-
g^uno es temeroso de Dios, y
hace su voluntad, á este oye.
32 Nunca fué oido, que abriese
alguno los ojos de uno que nació
ciego.
33 Si este no fuese de Dios,
oo pudiera hacer cosa alguna.
34 Respondieron, y le dixé-
ron : ¿ En pecado eres nacido
todo, y tú nos enseñas ? Y le
echaron fuera.
35 Oyó Jesüs, que le habían
echado fuera ; y quando le halló,
le dixo : ¿ Crees tú en el Hijo
de Dios ?
36 Respondió él, y dixo :
¿ Quien es, Señor, para que crea
en él ?
37 Y Jesús le dixo : Y le has
visto, y el que habla contigo, ese
mismo es.
38 Y él dixo : Creo, Señor.
Y postrándose, le adoró.
39 Y dixo Jesús : Yo vine á
este mundo para juicio ; para
que vean los que no vén, y los
que vén sean hechos ciegos.
40 Y le oyéron algunos de los
Fariseos, que estaban con él, y
le dixéron : ¿ Pues que nosotrca
somos también ciegos ?
41 Jesús les dixo : Si í\iéseid
ciegos, no tendríais pecado ; mas
ahora porque decis : Vemos ;
por eso permanece • vuestro pe-
cado.
CAPITULO X.
1 T7^ N verdad, en verdad os
jUj digo : Que el que no
entra por la puerta en el aprisco
de las ovejas, mas sube por otra
parte, aquel es ladrón y saltea-
dor.
2 Mas el que entra por la
puerta, pastor es de las ovejas.
3 A este abre el portero, y
las ovejas oyen su voz, y á las
ovejas propias llama por su nom-
bre, y las saca.
4 Y quando ha sacado fuer?,
sus ovejas, va delante de ellas ;
y las ovejas le siguen, porque
conocen su voz.
5 Mas al extraño no le si-
guen, antes huyen de él ; por-
que no conocen la voz ue los ex-
traños.
6 Este proverbio les dixo Je-
sús. Mas ellos no entendiéron
lo que les decía.
7 Y Jesús les dixo otra vez :
En verdad, en verdad os digo,
que yo soy la puerta de las
ovejas.
8 Todos quantos vinieron, la-
drones son y salteadores, y no
no los oyéron las ovejas.
9 Yo soy la puerta. Quien
por mí entrare, será salvo ; y
entrará, y saldrá, y hallará
pastos.
10 El Ladrón no vioao, sino
para hurtar, y para matar, y pa-
ra destruir. Yo he venido para
que tengan vida, y para que ia
tengan en mas aljundancia.
CAPITULO X.
11 Yo say el buen Pastor.
El buen pastor da su vida por
sus ovejas.
12 Mas el asalariado, y que
no es el pastor, del que no son
propias las ovejas, vé venir al
lobo, y dexa las ovejas, y huye ;
y el lobo arrebata, y esparce las
ovejas ;
13 Y el asalariado huye, por-
que es asalariado, y porque no
tiene parte en las ovejas.
14 Yo soy el buen Pastor ; y
conozco mis ovejas, y las mías
ine conocen.
15 Como el Padre me conoce,
así conozco yo al Padre ; y pon-
go mi alma por mis ovejas.
16 Teng-o también otras ove-
jas, que no son de este aprisco ;
es necesario que yo las traiga, y
oirán mi voz, y será hecho un
solo aprisco, y un pastor.
1 7 Por eso me ama el Padre ;
porque yo pongo mi alma para
volverla á tomar.
18 No me la quita ninguno;
majs yo la pongo por mí mismo ;
poder tengo para ponerla, y po-
der tengo para volverla á tomar
Este mandamiento recibí de mi
Padre.
19 Y hubo nuevamente di-
sensión entre los Judíos por es-
tas palabras.
20 Y decían muchos de ellos :
Demonio tiene, y está fuera de
sí ; ¿ por que le escucháis ?
21 Otros decían : Estas pala-
bras no son de endemoniado ;
i por ventura puede el demonio
abrir los ojos de los ciegos ?
22 Y se celebraba en Jerusa-
lém la £esta de la Dedicación ;
y ei-a invierno.
23 Y Jesús se paseaba en el
tempb por el pórtico de Salo-
món.
24 Y los Judíos le cercaron,
y le dixéron : ¿ Hasta quando
nos acabas el alma ? si tü eres
el Cristo, dínoslo abiertamente.
25 Jesús les respondió : Os lo
digo, y no me creéis ; las obras
que yo hago en nombre de mi
Padre, estas dan testimonio de
mí :
26 Mas vosotros no creéis,
porque no sois de mis ovejas.
27 Mis ovejas oyen mi voz ; y
yo las conozco, y me siguen :
28 Y yo les doy vida etemaj
y no perecerán jamas, y ningu-
no las arrebatará de mi mano.
29 Lo que me dio mi Padre,
es sobre todas las cosas ; y na-
die lo puede arrebatar de h.
mano de mi Padre.
30 Yo y el Padre somos una
cosa.
31 Entonces los Judíos toma-
ron piedras para apedrearle.
32 Jesús les respondió : Mu-
chas buenas obras os he mostra-
do de mi Padre, ¿ por quál obra
de ellas rae apedreáis ?
33 Los Judíos le respondie-
ron : No te apedreamos por la
buena obra, sino por la blasfe-
mia ; y porque tú, siendo hom-
bre, te haces Dios á tí mismo.
34 J esus les respondió : ¿ No
está escrito en vuestra ley : Yo
dixe^ Dioses sois ?
35 Pues si llamó Dioses á
aquellos, á quienes vino la pa-
labra de Dios, y la Escritura no
puede faltar :
36 A mí, que el Padre santi
ficó, y envió al mundo, vosotros
decís : ¿ Que blasfemo ; porque
he dicho, soy Hijo de Dios ?
37 Si no hago las obras de mi
Padre, no me creáis.
38 Mas si las bago, aunque á
mí no me queráis creeT, creed á
152
SAN JUAN.
las obras ; para que conozcáis,
y creáis que el Padre está en
mí, y yo en el Padre.
39 Y ellos querían prenderle :
mas se salió de entre sus manos.
40 Y se fue otra vez á la otra
ribera del Jordán á aquel lugar,
en donde primero estaba bauti-
zando Juan ; y se estuvo allí.
41 Y vinieron á él muchos, y
decían : Juan en verdad no hizo
nin^n milagro.
42 Mas todas las cosas que
Juandixo de éste, eran verda-
deras. Y nuichos creyéron en él.
CAPITULO XI.
1 "WT" había un «nfermo Ua-
Jl mado L»azaro de Be-
tania, aldea de María y de
Marta su hermana.
2 Y María era la que habia
ung-ido al Señor con ungüento,
y limpiado sus pies con sus ca-
bellos ; cuyo hermano Lázaro
estaba enfermo.
3 Enviaron pues sus herma-
nas á decir á Jesús, Señor, he
a(}uí el que amas está enfermo.
4 Y quando lo oyó Jesús, les
dixo : lista enfermedad tw es
para muerte, sino para gloria de
Dios, para que sea glorificado el
Hijo de Dios por ella.
5 Y amaba Jesús á Marta, y
á María su hermana, y á Lá-
zaro.
6 Y quando oyó que estaba
enfermo, se detuvo aun doa dias
en aquel lugar.
7 Y pasados estos dixo á sus
discípulos: Vamos otra vez á
Judéa.
8 Los discípulos Le dixéron :
¿ Maestro, ahora querían ape-
drearte los Judíos, y vas alia
otía vez ?
9 Jesús respondió : ¿Por ven-
tura no son doce las horas del
día ? El que anduviere de día,
no tropieza, porque vé la luz de
este mundo :
10 Mas si anduviere de no-
che, tropieza, porque no hay
luz en él. •
11 Esto dixo, y después les
dixo : Lázaro nuestro amigo
duerme í mas voy á diapertarle
del sueño.
12 Y dixéron sus discípulos *
Señor, si duerme, será sano.
13 Mas Jesús habia hablado
de su muerte ; y ellos entendie-
ron que decía del dormir dé
sueño.
14 Entóneos Jesús les dixo
abiertamente : Lázaro es muerto»
15 Y me huelgo por vosotras
de no haber estado allí, para que
creáis. Mas vamos á él.
16 Dixo entonces Tonaás,
llamado Didimo, á los otfos coa-
discípulos : Vamos también no-
sotros, y muramos con él.
17 Vino pues Jesús, y hali^
que habia ya quatro dias que es-
taba en el sepulcro.
18 Y Betania distaba de Je-
rusalém como unos quince esta-
dios.
19 Y muchos Judíos habían.,
venido á Marta y á María,
para consolarlas de su hermano.
20 Marta pues quando oyó
que venia J esus, le salió á reci-
bir ; mas María se quedó en
casa.
21 Y Marta dixo á Jesús:
Señor, si hubieras estado aquí,
mi hermano no hubiera muerto :
22 Mas también sé ahora, que
todo lo que pidieres á Dios, te lo
otorgará Dios.
23 Jesús le dixo ; Resucitaiá.
tu hermano.
CAPITULO XI.
24 Marta le dice: Bien sé
que resucitará en la resurrección
en el último dia.
25 Jesús le dixo : Yo soy la
resurrección y ta vida: el que
cree en mi, aunque hubiere
muerto, vivirá ;
26 Y todo aquel, que vive, y
cree en mí, no morirá jamas.
I ¿Crees esto?
27 Ella le dixo : Sí Señor, yo
he creído, que tú eres el Cristo
el Hijo de Dios vivo, que has
venido á este mundo.
28 Y dicho esto, fué y llamó
en secreto á María su hermana,
y dixo : El Maestro está aqilf, y
te llama.
29 Ella quando lo oyó, se le-
vantó luego, y fué á él.
30 Porque Jesús aun no ha-
bía llegado á la aldea, sino que se
estaba en aquel lugar en donde
IVTarta había salido á recibirle.
31 Los Judíos pues que es-
taban en la casa con ella, y la
consolaban, quando viéron que
María se había levantado apre-
surada, y había salido, la siguié-
ron, diciendo : Al sepulcro va á
llorar allí.
32 Y María quando llegó á
donde Jesús estaba, luego que
le vió, se postró á sus pies, y le
I dice : Señor, si hubieras estado
I aquí, raí hermano no hubiera
I muerto.
33 Jesús quando la vió lloran-
do, y que también lloraban los
Judíos que habían venido con
ella, gimió en su ánimo, y se
turbó á sí mismo,
34 Y dixo: ¿En donde le
pusisteis ? Le dicen : Ven, Se-
ñor, y lo verás.
¡ 35 Y lloró Jesús.
36 Y dixéron entónces los
I Judíos : Ved como le amaba.
37 Y algunos de ellos dixé-
ron : ¿ Pues este, que abrió les
ojos del que nació ciego, no
pudiera hacer que este no mu-
riese ?
38 Mas Jesús gimiendo otra
vez en sí mismo, fué al sepulcro.
Era una gruta ; y habían puesto
una losa sobre eÚa.
39 Dixo Jesús : Quitad la losa%
Marta, que era hermana del
difunto, le dice : Señor, ya hiede,
porque es muerto de quatro días.
40 Jesús le dixo : ¿ No te he
dicho, que si creyeres, verás la
gloria de Dios ?
41 Quitáron pues la losa; y
Jesús alzando los ojos á lo alto,
dixo : Padre, gracias te doy
porque me has oído.
42 Yo bien sabia que siempre
rae oyes ; mas por el paeblo,
que está al rededor, lo díxe ;
para que crean que tú me has
enviado.
43 Y habiendo dicho esto,
gritó en aJta voz, diciendo : Lá-
zaro, ven fuera.
44 Y en el mismo punto saKó
el que había estado muerto, ata-
dos los pies y las manos con ven-
das, y cubierto el rostro con un
sudario. Jesús les dixo : De-
satadle, y dexadle ir.
45 Muchos pues de los Ju-
díos, que habían venido á ver á
María y á Marta, y viéron lo
que hizo Jesús, creyéron en él.
46 Mas algunos de ellos se
fuéron á los Fariséos, y les dixé-
ron lo que había hecho Jesús.
47 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes, y los Fariséos juntá-
ron concilio, y decían : ¿ Que
hacemos, porque este hombre
hace muchos milagros ?
48 Si lo dexamos así, creerán
todos en él ; y vendrán los lio-
7*
154
SAN J0AN.
manos, y amiinarán nuestra ciu-
dad y nación.
49 Mas uno de ellos, llamado
Caifás, que era el Sumo Pontí-
fice de aquel año, les dixo : Vo-
sotros no sabéis nada,
50 Ni pensáis que os con-
viene, que muera un hombre
por el pueblo, y no que toda la
nación perezca.
51 Mas esto no lo dixo de sí
mismo ; sino que siendo Sumo
Pontífice aquel año, profetizó^
que Jesús habia de morir por la
nación,
52 Y no solamente por la na-
ción, mas también para juntar en
uno los hijos de Dios, que esta-
ban dispersos.
53 Y así desde aquel dia pen-
saron como le darían la muerte.
54 Por lo qnal no se mostraba
ya Jesús en púbhco entre los
Judíos, sino que se retiró á, un
territorio cerca del desierto á
una ciudad, llamada Efrem ; y
allí moraba con sus discípulos.
55 Y estaba ya cerca la Pas-
cua de los Judíos ; y muchos de
aquella tierra subiéron á Jeru-
salém antes de la Pascua, para
purificarse.
56 Y buscaban á Jesús ; y se
decían unos á otros, estando en
el templo : ¿ Que os parece, de
que no haya venido á la fiesta ?
Y los Príncipes de Los Sacer-
dotes, y los Fariseos habían da-
do mandamiento, que si alguno
sabia en donde estaba, lo mani-
festase, para prenderle.
CAPITULO XII.
1 TESUS pues seis días an-
J tes de la Pascua vino
4 Betania, en donde habia
muerto Lázaro, al que Jesús re-
sucitó.
2 Y le dieron allí una cena ;
y Marta servia, y Lázaro era
uno de los que estaban sentados
con él á la mesa.
3 Entónces María tomó una
libra da ung-uento de nardo puro
de gran precio, y ungió los pies
de Jesús, y le enxugó los pies
con sus cabellos ; y se llenó la
casa del olor del ungüento.
4 Y dixo uno de sus discípu-
los, Júdas Iscariotes, el que le
habia'de entregar :
5 ¿ Por que no se ha vendido
este ungüento por trescientos
denarios, y se ha dado á pobres ?
% Y dixo esto, no porque él
cuidase de los pobres, sino por-
que era ladrón, y teniendo sus
bolsillos, traía lo que se echaba
en ellos.
7 Y dixo Jesús : Dexadla que
lo guarde para el dia de mi en-
tierro.
8 Porque á los pobres, siem-
pre los tenéis con vosotros ; mas
á mí no siempre me tenéis.
9 Entendió pues un crecido
número de Judíos, que Jesús
estaba allí ; y vinieron, no sola-
mente por causa de él, sino tam-
bién por ver á Lázaro, al que
habia resucitado de entre los
muertos.
10 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes pensaron matar tam-
bién á Lázaro ;
1 1 Porque muchos por él se
separaban de los Judíos, y
creían en Jesús.
12 Y el dia siguiente una
grande muchedumbre de gente,
que habia venido á la fiesta,
quando oyeron que venia Jesús
á Jerusalém,
13 Tomaron ramos d« palmas,
y saliéron á recibirle, y cJama-
1 ban : Hosanna, bendito eJ que
viene en el nombre del Señor, el
Rey de Israel.
14 Y halló Jesús un jumen-
tillo, y se sentó sobre él, como
está escrito :
15 No temas, hija de Sion;
he aquí tu Rey, que viene sen-
tado sobre un pollino de una
asna.
16 Esto no entendieron sus
discípulos al principio ; mas
quando fué glorificado Jesús,
entónces se acordaron, que es-
taban estas cosas escritas de él,
y que le hiciéron estas cosas.
1 7 Y daba testimonio la mu-
cha gente, que estaba con Je-
sús, de quando llamó á Lázaro
del sepulcro, y le resucitó de
entre los muertos.
18 Y por esto vinieron á re-
cibirle las gentes ; porque ha-
bían oido, que él habia hecho
este milagro :
19 Mas los Fariseos dixéron
unos á otros : ¿ No veis, que
nada adelantamos ? mirad que
todo el mundo se va en pos de él.
20 Y habia allí algunos Gen-
tiles de aquellos, que habían su-
bido á adorar en el dia de la
¿esta.
21 Estos pues se llegaron á
Felipe, que era de Betsaida de
Galiléa, y le rogaban, diciendo :
Señor, queremos ver á Jesús.
22 Vino Felipe, y lo dixo á
Andrés ; y Andrés, y Felipe lo
dixéron á Jesús.
23 Y Jesús les respondió, di-
ciendo : Viene la hora, en que
sea glorificado el Hijo del hom-
bre.
24 En verdad, en verdad os
digo, que si el gr?.no de trigo,
que cae en la tierra, no mu-
riere, él solo queda ; mas. si
murieré, mucho fruto iieva
CAPITULO Xn. 155
25 Quien ama su alma, la per-
derá ; y quien aborrece su alma
en este mundo, para vida eterna
la guarda.
26 Si alguno me siiTe, sígame;
y en donde yo estoy, allí tam-
bién estara mi ministro. Y si
alguno me sirviere, le honrará
mi Padre.
27 Ahora mi alma está turba-
da. ¿ Y que diré ? Padre, sál-
vame de esta hora. Mas por
eso he venido á esta hora.
28 Padre, glorifica tu nom-
bre. Entónces vino una voz det
Cielo, que dixo : Ya lo he glori-
ficado, y otra vez lo glorificaré.
29 Las gentes que estaban
aüí, quando oyeron la voz, de-
cían que habia sido un trueno.
Otros decían : Un Angel le ha
hablado.
30 Respondió Jesús, y dixo r
No ha venido esta voz por mi
causa, sino por causa de voso-
tros.
31 Ahora es el juicio del mun-
do ; ahora será lanzado fuera eT
Príncipe de este mundo.
32 Y si yo fuere alzado de
la tierra, todo lo atraeré á mí
mismo.
33 Y decia esto, para mos-
trar de que muerte habia de
morir.
34 La gente le respondió:
Nosotros habemos oido de Ja
Ley, que el Cristo permanece
para siempre ; ¿ pues como dices
tú, conviene que sea alzado el
Hijo del hombre ? ¿ Quien es
este Hijo del hombre ?
35 Jesús les dixo : Aun hay
en vosotros un poco de luz. An-
dad, miéntras que tenéis luz,
porque no os sorprehendan las
tinieblas ; Y el que anda en tr-
i nieblas, no sabe á donde vá.
156
SAN JÜAN.
3G Miénlras que tenéis luz,
creed en la luz, para que seáis
hijos de luz. Esto dixo Jesús ;
y se fué, y se escondió de
ellos.
37 Mas aunque habia hecho á
presencia de ellos tantos mila-
gros, no creían en él :
38 Para que se cumpliese la
palabra del Profeta Isaías, que
dixo : ¿ Señor, quien ha creido á
nuestro oído ? ¿ y á quien ha
sido revelado el brazo del Señor?
39 Por esto no podian creer,
porque dixo Isaías en otro lug-ar :
4© Les cegó los ojos, y les
endureció el corazón, para que
no vean de los ojos, ni entien-
dan de corazón, y se conviertan,
y los sane.
41 Esto dixo Isaías, quando
Tió su gloria, y habló de él.
42 Con todo eso aun de los
Príncipes »uchos creyeron en
él ; mas por causa de los Fari-
seos no lo manifestaban, por no
ser echados de la Sinagoga ;
43 Porque amaron mas la
gloria de los hombres, que la
gloria de Dios.
44 Y Jesús alzó la voz, y di-
xo : Quien cree en mí, no cree
en mí, sino en aquel que me
envió.
45 Y el que rae vé á mí, vé á
aquel que me envió.
46 Yo he venido luz ai mun-
do, para que todo aquel que en^
mí cree, no permanezca en ti-
nieblas.
47 Y si alguno oyere rais pa-
labras, y no las guardare, no le
juzgo yo. Porque no be venido
á juzgar al mundo, sino á salvar
al mundo.
48 El que me desprecia, y no
recibe mis palabras, tiene quien
le juzgue ; la palabra que he
hablado, ella le juzgará en él
día postrimero.
49 Porque yo no he hablado
de mí mismo ; mas el Padre que
me envió, el me dio manda:^
miento de lo que tengo de decir,
y de lo que tengo de hablar.
50 Y se, que su mandamiento
es la vida eterna. Pues lo que
yo hablo, como el Padre rae lo
ha dicho, así lo hablo.
CAPITULO XIII.
1 A NTES del dia de ía
jLjL fiesta de la Pascua, sa-
biendo Jesús que era venida su
hora de pasar de este mundo ají
Padre ; habiendo amado á los
suyos, que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin.
2 Y acabada la cena, como ei
diablo hubiese ya puesto en el
corazón á Júdas hijo de Siman
Iscariotes, que lo entregase ;
3 Sabiendo Jeáus que el Pa-
dre le habia dado codas las cosas
en las manos, y que de Dios ha-
bia salido, y á Dios iba ;
4 Se levanta de la cena, y se
quita sus vestiduras ; y tomando
una toalla, se la ciñó.
5 Echó después agua en un
lebrillo, y comenzó á lavar los
pies de los discípulos, y á lim-
piarlos coíi la toalla, con que
estaba ceñido.
6 Vino pues á Simón Pedro.
Y Pedro le dice : ¿ Señor, tú me
lavas á mí los pies ?
7 Respondió Jesús, y le dixo :
Lo que yo hago, tú no lo sabes
ahora, mas lo sabrás después.
8 Pedro le dice: INo me la-
varás los pies jamás. Jesús le
respondió : Si no te lavare, no
tendrás parte conmigo.
9 Simo» Pedro le dice : Se*
CAPITULO XIII.
157
j Bar, no solamente mis pies, mas
I las manos también y la cabeza.
10 Jesús le dice : El que está
lavado, no necesita sino lavar
los pies, pues esta todo limpio.
Y vosotros limpios estáis, mas no
todos.
1 1 Porque sabia quien era el
que le habia de entregar : por
eso dixo: No todos estáis lim-
pios.
12 Y después que Ies hubo
lavado los pies, y hubo tomado
su ropa, volviéndose á sentar á
la mesa, les dixo : ¿ Sabéis lo
que he hecho con vosotros ?
13 Vosotros me llamáis Maes-
tro, y Señor ; y bien decis ; por-
que lo soy.
14 Pues si yo, el Señor, y el
Maestro, os he lavado los pies,
vosotros también debéis lavar
los pies los unos á los otros.
15 Porque exemplo os he da-
do, para que como yo he hecho
á vosotros, vosotros también ha-
gáis.
16 En verdad, en verdad es
digo ; El siervo no es mayor que
su Señor ; ni el enviado es ma-
yor, que aquel que le envió.
1 7 Si esto sabéis, bienaventu-
rados seréis si lo hiciereis.
18 No hablo de todos voso-
tros ; yo sé los que escog^í ; mas
para que se cumpla la Escritu-
ra : El que come el pan conmig'o,
levantará contra mí su calcañar.
19 Desde ahora os lo digo,
ántes que sea, para que quando
fuere hecho, creáis que 5 0 soy.
20 En verdad, en verdad os
digt) : El que recibe al que yo
enviare, á mí rne recibe ; y
quien me recibe á mí, recibe á
aquel que me envió.
21 Quando esto hubo dicho
Jesús, se turbó en el espíritu ; y
protesto, y dixo : Efi verdad, en
verdad os digo : Que uno de vo-
sotros me entregará.
22 Y los discípulos se miraban
los unos á los otros, dudando de
quien decia.
* 23 Y uno de sus discípulos, al
qual amaba Jesús, estaba recos*
tado á la mesa en el seno de
Jesús.
24 A este pues hizo una seña
Simón Pedro, y le dixo : ¿ Quien
es de quien habla ?
25 El entonces recostándose
sobre el pecho de Jesús, le di-
xo : ¿ Señor, quien es ?
26 Jesús le respondió : Aquel
es, á quien yo diere el pan mo-
jado. Y mojando el pan, se lo
dio á Júdas, hijo de Simón
cariotes.
27 Y tras el bocado entró ea
él Satanás. Y Jesús le dixo:
Lo que haces, hazlo presto.
28 Mas ninguno de los quB
estaban á la mesa supo por que
se lo decia.
29 Porque algfunos pensaron,
que porque Júdas traia la bolsa,
le habia dicho Jesús : Compra
lo que habernos menester para
el dia de la fíesta ; ó que diese
algo á los pobres.
30 Y quando él hubo tomado
el bocado, se salió luego fuera*
Y era de noche.
31 Y como hubo salido, dixo
Jesús: Ahora es glorificado el
Hijo del hombre ; y Dios es glo-
rificado en él.
32 Si Dios es glorificado en
él. Dios también lo glori^cará á
él en sí mismo ; y luego le glo-
rificará.
33 Hijitos, aun estoy un poco
con vosotros. Me buscaréis, y
así como dixe á los Judíos :
A^londe yo voy, vosotros no pv»*
15B
SAN JUAN.
deis venir, lo mismo digo ahora
á vosotros.
34 Un Mandamiento nuevo os
doy : Que os améis los unos á
los otros, así como yo os he ama-
do, para que vosotros os améis
también entre vosotros mismo?.
35 En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, si tuvie-
reis caridad entre vosotros.
36 Simón Pedro le dixo : ¿ Se-
ñor, á donde vas ? Respondió
Jesús : Adonde yo voy, no me
puedes ahora seguir; mas me
seguirás después.
37 Pedro le dice : ¿ Por que
no te puedo seguir ahora? mi
alma pondré por tí.
38 Jesús les respondió : Tu
alma pondrás por mí ? En ver-
dad, en verdad te digo ; Que no
cantará el gallo, sin que me
hayas negado tres veces.
CAPITULO XIV.
1 TVTO se turbe vuestro
i.^ corazón. Creéis en
Píos, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre hay
muchas moradas : si así no fue-
ra, yo os lo hubiera dicho. Pues
voy á aparejaros el lugar.
3 Y si me fuere, y os apare-
jare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré á mí mismo, para que
en donde yo estoy, estéis tam-
bién vosotros.
4 También sabéis á donde yo
voy, y sabéis el camino.
5 Thomás le dice : ¿ Señor,
no sabemos á donde vas ; pues
como podemos saber el camino ?
6 Jesús le dice : Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida :
Nadie viene al Padre, sino por
mí.
7 Si me conocieseis á mí,
ciertamente conociérais también
á mi Padre ; y desde ahora le
conoceréis, y lo habéis visto.
8 Felipe le dice : Señor,
muéstranos al Padre, y nos basta.
9 Jesús le dice : ¿ Tanto tiem-
po ha que estoy con vosotros, y
no me habéis conocido ? Felipe,
el que me vé á mí, vé también
al Padre. ¿ Como pues tú dices :
Muéstranos al Padre ?
10 ¿ No creéis que yo estoy
en el Padre, y el Padre en mí ?
Las palabras que yo os hablo, no
las hablo de mi mismo. Mas el
Padre, que está en mí, él hace
las obras.
1 1 ¿ No creéis que yo estoy en
el Padre, y el Padre en mí ?
12 Y sino creedlo por las mis-
mas obras. En verdad, en ver-
dad os digo : El que en mí cree,
él también hará las obras que yo
hago, y mayores que estas hará ;
porque yo voy al Padre.
13 Y todo lo que pidiéreis al
Padre en mi nombre, yo lo haré ;
para que sea el Padre glorifica-
do en el Hijo.
14 Si algo me pidiéreis en mi
nombre, lo haré.
15 Si me amáis, guardad mis
mandamientos.
1 6 Y yo rogaré al Padre, y os
dará otro Consolador, para que
more siempre con vosotros,
17 El Espíritu de la verdad,
á quien no puede recibir el
mundo, porque ni lo ve, ni lo
conoce ; mas vosotros lo cono-
ceréis, porque morai á con voso-
tros, y estará en vosotros.
18 No os dexaré huérfanos,
vendré á vosotros.
19 Todavía un poquito ; y el
mundo ya no me ve. Mas vo-
sotros me veis ; porque yo vivo,
y vosotros viviréis.
CAPITULO XV.
159
20 En aquel dia vosotros co-
noceréis que yo estoy en mi Pa-
dre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros.
21 Quien tiene mis manda-
mientos, y los guarda, aquel es
el que me ama. Y el que rae
ama, será amado de mi Paídre ; y
yo le amaré, y me le manifes-
taré á mí mismo.
22 Le dice entónces Júdas,
no aquel Iscariotes : ¿ Señor, que
es le causa, que te has de mani-
festar á nosotros, y no al mundo?
23 Jesús respondió, y le dixo:
Si alguno me ama, guardará mi
palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos á él, y haremos mo-
rada en él.
24 El que no me ama, no
gfuarda mis palabras. Y la pa-
labra que habéis oido, no es mia;
sino del Padre, que me envió.
25 Estas cosas os he hablado
estando con vosotros.
26 Y el Consolador, el Espí-
ritu «Santo, que enviará el Pa-
dre en mi nombre, él os enseña-
ra todas las cosas, y os recorda-
rá todo aquello que yo os hu-
biere dicho.
27 La paz os dexo, mi paz os
doy; no os la doy yo como la da
el mundo. No se turbe vuestro
corazón, ni se acobarde.
28 Ya habéis oido que os he
dicho : Voy, y vengo á vosotros.
»Si me amaseis, os gozaríais cier-
tamente, porque voy al Padre ;
porque el Padre es mayor que yo.
29 Y ahora os lo he dicho an-
tes que sea ; para que lo creáis,
quando fuere hecho.
30 Ya no hablaré con voso-
tros muchas cosas, porque viene
el Príncipe de este mundo, y no
íiehe nada en mí.
31 Rías para que el mundo
conozca que amo al Padre, y
como me dió el mandamiento el
Padre, así hago. Levantaos,
y vamos de aquí.
CAPITULO XV.
1 "WTO soy la verdadera vid-,
JL y mi Padre es el La-
brador.
2 Todo sarmiento que no
diere fruto en mí, lo quitará ; y
todo aquel que diere fruto, lo
limpiará, para que dé mas fruto,
3 Vosotros ya estáis limpios
por la palabra, que os he ha-
blado.
4 Estad en mí ; y yo en voso-
tros. Como el sarmiento no
puede de sí mismo llevar fruto,
si no estuviere en la vid ; así ni
vosotros, si no estuviereis en raí.
5 Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos ; el que está en mí, y
yo en él, este lleva mucho fruto ;
porque sin mí no podéis hacer
nada.
6 El que no estuviere en mí,
será echado fuera, así como el
sarmiento, y se secará, y lo co-
gerán, y lo meterán en el fuego,
y arderá.
7 Si estuviereis en mí, y mis
palabras estuvieren en vosotros,
pediréis quanto quesiéreis, y os
será hecho.
8 En esto es glorificado mi
Padre, en que llevéis mucho
fruto, y en que seáis mis discí-
pulos.
9 Como el Padre me amó, así
también yo os he amado. Per-
severad en mi amor.
10 Si guardáreis mis manda-
mientos, perseveraréis en mi
amor ; así como yo también he
guardado los mandamientos de
mi Padre, y estoy en su anaor.
m
SAN JUAN.
11 Estas cosas os he dicho;
papa que mi gozo esté en voso-
tros, y vuestro gozo sea cum-
plido.
12 Este es mi mandamiento,
que os améis los unos á los otros,
cerno yo os amé.
13 Ninguno tiene mayor amor
que este, que es poner su vida
por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos,
si hiciereis las cosas que yo os
mando.
15 No os llamare ya siervos,
porque el siervo no sabe lo que
hace su señor. Mas á vosotros
os he llamado amigos ; porque os
he hecho conocer todas las co-
sas, que he oido de mi Padre.
16 No me elegisteis vosotros
á mí ; mas yo os elegí á voso-
tros, y os he puesto para que
vayáis, y llevéis fruto, y que
permanezca vuestro fruto ; para
que os dé el Padre todo lo que
le pidiereis en mi nombre.
17 Esto os mando, que os
imeis los unos á los otros.
18 Si el mundo os aborrece,
sabed que me aborreció á mí
antes que á vosotros.
19 Si fuerais del mundo, el
inundo amaria lo que era suyo ;
mas porque no sois del mundo,
antes yo os escogí del mundo,
por eso os aborrece el mundo.
20 Acordaos de mi palabra,
que yo os he dicho : El siervo
no es mayor que su señor. Si á
mí han perseguido, también os
perseguirán á vosotros ; si mi
palabra han guardado, también
guardarán la vuestra.
21 Mas todas estas cosas os
harán por causa de mi nombre ;
porqu« DO conocen á aquel que
me ha enviado.
22 »Si Qo hubiera venido ni les
hubiera hablado, no tendrían pe-
cado ; mas ahora no tienen ex*
cusa de su pecado.
23 El que me aborrece, tam-
bién aborrece á mi Padre.
24 Si no hubiese hecho entre
ellos obras, que ningún otro ha
hecho, no tendrían pecado ; mas
ahora, y las han visto, y me
aborrecen á mí y á mi Padre.
25 Mas para que se cumpla la
palabra que está escrita en su
Ley : Que me aborrecieron de
grado.
26 Pero quando viniere el
Consolador que yo os enviaré
del Padre, el Espíritu de verdad,
que procede del Padre, él dará
testimonio de mí.
27 Y vosotros daréis testimo-
nio, porque estáis conmigo desde
el principio.
CAPITULO XVL
1 TT^ STO os he dicho, para
JCi que no os escanda-
licéis.
2 Os echarán de las Sinago-
gas ; mas viene la hora en que
quaJquiera que os mate, pensará
que hace servicio á Dios.
3 Y os harán esto, porque no
conocieron al Padre, ni á mí.
4 Mas esto os he dicho ; para
que quando viniere la hora, os
acordéis de ello, que yo os lo
dixe.
5 No os dixe estas cosas al
principio, porque estaba con vo-
sotros. Mas ahora voy á aquel
que me envi0 ; y ninguno de vo-
sotros me pregunta: ¿A donde
vás ?
6 Antes porque os he dicho
estas cosas, la tristeza ha ocupa-
do vuestro corazón.
7 Mas yo os digo la verdad^
CAPITULO XVI.
que conviene á Fosotros que yo
me vaya : porque si no me fuere,
no vendrá á vosotros el Consola-
dor ; mas si me fuere, os lo en-
viaré.
8 Y quando éJ viniere, argüi-
rá al mundo de pecado^ y de jus-
ticia, y de juicio.
9 De pecado ciertamente ;
porque no han creido en mí.
10 Y de justicia ; porque voy
al Padre, y ya no me veréis :
11 Y de juicio ; porque el
Príncipe de este mundo ya es
juzgudo.
l'¿ Aun ten^ que deciros
muchas cosas ; mas no las podéis
llevar ahora.
13 3Ias quando viniere aquel
Espíritu de verdad, os enseñará
toda la verdad ; porque no ha-
blará de sí mismo, mas hablará
todo lo que oyere, y os anuncia-
rá las cosas que han de venir.
14 El me glorificará ; porque
Qe lo naio tomará, y lo anunciará
á vosotros.
1 5 Todas quantas cosas tiene
el Padre, mias son. Por eso os
dixe, que de lo mió tomará, y
Id anunciará á vosotros.
1 tí Un poco, y ya no me ve-
réis ; y otro poco, y me veréis ;
porque voy al Padre.
17 Entbnces algunos de sus
discípulos se dixéron unos á
otros : ¿ Que es esto que nos
dice : Un poco, y no me veréis ;
y otro poco, y rae veréis, y por-
que voy al Padre ?
18 Y decían : ¿ Que es esto
que nos dice, Un poco ? no sabe-
mos lo que dice.
19 Y entendió Jesús que le
querían preguntar, y les dixo :
Disputáis entre vosotros de esto
que dixe : Un poco, y no me ve-
réis ; y otro poco, y me veréis.
20 En verdad, en verdad os
digo : Que vosotros lloraréis, y
gemiréis, mas el mundo se go-
zará ; y vosotros estaréis tristes,
mas vuesti-a tristeza se conver-
tirá en gozo.
21 La muger quando pare es-
tá triste, porque viene su hora ;
mas quando ha parido un niño,
ya no se acuerda del apuro, por
el gozo de que ha nacido uéí
hombre en el mundo.
22 Pues también vosotros
ahora ciertamente tenéis triste-
za ; mas otra vez os he de ver,
y se gozará vuestro corazón ; y
ninguno os quitará vuestro gozot
23 Y en aquel día no me pre-
guntaréis nada. En verdad, ea
verdad os digo : Que os dará el
Padre todo lo que le pidiéreis en
mi nombre.
24 Hasta aquí no habéis pe*
dido nada en mi nombre. Pedid,
y recibiréis, para que vuestro
gozo sea cumplido.
25 Estas cosas os he hablado
en parábolas. Viene la hora ea
que ya no os hablaré por para-
bolas ; mas os anunciara clara*
mente de mi Padre.
26 En aquel día pediréis en
nú nombre ; y no os digo que yo
rogaré al Padre por vosotros.
27 Porque el mismo Padre os
aína, porque vosotros me amas-
teis, y habéis creido que yo safi
de Di as.
28 Salí del Padre, y vine al
mundo : otra vez dexo el mundo,
y voy al Padre.
29 Sus discípulos le dicen:
He aquí ahora hablas clara-
mente, y no dices ningún pro-
verbio.
30 Ahora conocemos, que sa*
bes todas las cosas, y que no es
menester, que nadie te pregun*
102
SAN JUAN.
te : en esto creemos, que has
salido de Dios.
31 Jesús les respondió : ¿Aho-
ra creéis ?
32 He aquí viene, y ya es
venida la hora, en que seáis es-
parcidos cada uno por su parte,
y que me dexeis solo ; mas no
estoy solo, porque el Padre está
conmigo.
33 Esto 03 he dicho, para que
teng-ais paz en mí. En el mun-
do tendréis apretura ; mas tened
confianza, que yo he vencido al
mundo.
CAPITULO XVII.
1 TjlSTAS cosas dixo Je-
jUj sus ; y alzando los ojos
ál Cielo, dixo : Padre, viene la
hora, glorifica á tu Hijo, para
que tu Hijo te glorifique á tí.
2 Como le has dado poder so-
bre toda carne, para que todo lo
que le diste á él, les dé á ellos
vida eterna.
3 Y esta es la vida eterna;
Que te conozcan á tí solo Dios
verdadero, y á Jesu-Cristo á
quien enviaste.
4 Yo te he glorificado sobre
la tierra ; he acabado la obra,
que me diste á hacer.
5 Ahora pues. Padre, glorifi-
came tü en tí mismo con aquella
gloria, que tuve en tí, antes que
füese el mundo.
6 He manifestado tu nombre
á Los hombres, que me diste del
mundo: Tuyos eran, y me los
diste á mí, y guardáron tu pala-
bra.
7 Ahora han conocido, que
todas las cosas, que me diste, de
tí son.
8 Porque les he dado las pa-
labras, que me diste ; y ellos las
han recibido, y han conocido
verdaderamente, que yo salí de
tí, y han creído, que tú me en-
viaste.
9 Yo ruego por ellos. No
ruego por el mundo ; sino por es-
tos, que me diste, porque tuyos
son :
10 Y todas mis cosas son tuyas
y las tuyas son raias ; y en ellas
he sido clarificado.
11 Y ya no estoy en el mun-
do, mas estos están en el mundo,
y yo voy á tí. Padre santo,
guai-da por tu nombre á aquellos,
que me diste ; para que sean
una cosa, como también nosotros.
12 Mientras que yo estaba
con ellos, los guardaba en tu
nombre. Guardé á los que me
diste, y no pereció ninguno de
ellos, sino el hijo de perdición,
para que se cumphese la Escri-
tura.
13 Mas ahora voy á tí, y ha-
blo esto en el mundo, para que
tengan mi gozo cumplido en sí
mismos.
14 Yo les di tu palabra, y el
mundo los aborreció, porque no
son del mundo, como tampoco
yo soy del mundo.
15 No te ruego, que los quites
del mundo, sino que los guardes
de mal.
16 No son del mundo, así co-
mo tampoco yo soy del mundo.
17 Santifícalos con tu verdad.
Tu palabra es la verdad.
18 Como tú me enviaste al
mundo, también yo los he envia-
do al mundo.
19 Y por ellos yo rae santi-
fico á mí mismo ; para que ellos
sean también santificados en
verdad.
20 Mas no ruego tan sola-
mente por ellos, sino tscmbiea
CAPITULO xviir.
163
por los que han de creer en mí
por la palabra de ellos :
21 Para que sean todos una
cosa, así como tú, Padre, en mí,
y yo en tí, que también sean
ellos una cosa en nosotros ; para
que el mundo crea, que tú me
enviaste.
22 Yo les he dado la gloria,
que tú me diste ; para que sean
una cosa, como también noso-
tros somos una cosa.
23 Yo en ellos, y tú en mí ;
para que sean consamados en
una cosa ; y que conozca el
mundo, que tú me has enviado,
y que los has amado, como tam-
bién me amaste á mi :
24 Padre, quiero que aquellos,
que tú me diste, estén conmigo
en donde yo estoy ; para que
vean mi g-loria, que tú me diste ;
porque me has amado antes del
establecimiento del mundo.
25 Padre justo, el mundo no
te ha conocido ; mas yo te he
conocido ; y estos han conocido,
que tú me enviaste.
26 Y les hice conocer tu nom-
bre, y se lo haré conocer ; para
que el amor, con que me has
amado, esté en ellos, y yo en
ellos.
CAPITULO XVIII.
1 /RUANDO Jesús hubo
dicho estas cosas, sa-
llo con sus discípulos de la otra
parte del arroyo de Cedrón, en
donde habia un huerto, en el
qual entró él, y sus discípulos.
2 Y Júdas, que lo entregaba,
sabia también aquel lugar ; por-
que muchas veces concurría allí
Jesús con sus discípulos.
3 Júdas pues, habiendo toma-
do una coherte, y los Alguaciles
de los Pontífices, y de los Fari-
seos, vino allí con linternas, y
con bacilas, y con armas.
4 Mas Jesús, sabiendo todas
las cosas, que habían de venir
sobre él, se adelantó, y les dixo :
¿ A quien buscáis ?
5 Le respondiéron : A Jesús
Nazareno. Jesús les dice : Ya
soy. Y Júdas, aquel que lo
entregaba, estaba también con
ellos.
6 Luego pues que les dixo:
Yo soy, volvieron atrás, y ca*
yéron en tierra.
7 Mas les volvió á preguntar :
¿ A quien buscáis ? Y ellos dixé-
ron : A Jesús Nazareno.
8 Respondió Jesús : Os he di-»
cho que yo soy ; pues si me bus*
cais á mí, dexad ir á estos.
9 Para que se cumpliese la
palabra, que dixo: De los que
me diste, á ninguno de ellos
perdí.
10 Mas Simón Pedro, que te*
nia una espada, la sacó, é hirió
á un siervo del Pontífice, y le
cortó la oreja derecha, Y él
siervo se llamaba Maleo.
1 1 Jesús entónces dixo á Pe-
dro : Mete tu espada en la vay-
na. ¿ El Cáliz, que me ha dado
el Padre, no lo tengo de beber ?
12 La cohorte pues, y el Tri-
buno, y los Ministros de los Ju-
dios prendieron á Jesús, y le
atáron :
13 Y le llevaron primero á
Anas, porque era suegro de
Caifás, el qual era Pontífice de
aquel año.
14 Y Caifás era el que habia
dado el consejo á los Judíos^
que convenia que muriese un
hombre por el pueblo.
15 Simón Pedro, y otro discí-
pulo seguían á Jesús. Y aquel
164
SAN JUAN.
discípulo era conocido del Pon-
tífice, y entró con Jesús en el
atrio del Pontífice,
16 Mas Pedro estaba fuera á
la puerta. Y salió el otro discí-
pulo, que era conocido del Pon-
tífice, y lo dixo á la portera, é
hizo entrar á Pedro.
17 Y dixo á Pedro la criada
portera: ¿No eres tú también
de los discípulos de ese hombre ?
Dice él : No soy.
18 Los criados, y los Minis-
tros estaban en pie á la lumbre,
orque hacia frío, y se calenta-
an ; y Pedro se estaba también
en pie calentándose con ellos.
19 El Pontífice pues preguntó
á Jesús sobre sus discípulos, y
sobre su doctrina.
20 Jesús le respondió : Yo
manifiestamente he hablado al
mundo ; yo siempre he enseñado
en la Sinagoga, y en el templo,
adonde concurren todos los Ju-
díos, y nada he hablado en
oculto.
21 ¿ Que me preguntas á mi ?
Pregunta á aquellos, que han
oido lo que yo les hablé ; he aquí
estos saben lo que yo he dicho.
22 Quando esto hubo dicho,
uno de los Ministros que estaba
allí, did una bofetaba á Jesús,
diciendo : ¿ Así respondes al Pon-
tífice ?
23 Jesús le respondió : Si he
hablado mal, dá testimonio del
mal ; mas si bien, ¿ por que me
hieres ?
24 Y Anas lo envió atado al
Pontífice Caifas.
25 Estaba pues allí en pie Si-
món Pedro calentándose. Y le
dixéroü : ¿ No eres tú también
de sus discípulos? Negó él, y
dixo : No soy.
26 Díceie uno de los criados
del Pontífice, pariente de aquel,
á quien Pedro habia cortado ía
oreja : ¿ No te vi yo á tí en el
huerto con él ?
27 Y otra vez negó Pedro ;
y luego cantó el gallo.
28 Llevan pues á Jesús desde
casa de Caifas al pretorio. Y
era por la mañana ; y ellos no
entraron en el pretorio, por no
contaminarse, y por poder comer
la Pascua.
29 Pilato pues salió fuera á
ellos, y dixo : ¿ Que acusación
traéis contra este hombre ?
30 Respondiéron, y le dixéron :
Si este no fuera malhechor, no
te le hubiéramos entregado.
31 Pilato les dixo entonces :
Tomadle allá vosotros, y juz-
gadle según vuestra Ley. Y los
Judíos le dixéron : No nos es
lícito á nosotros matar á alguno.
32 Para que se cumpliese la.
palabra, que Jesús habia dicho,
señalando de que muerte habia
de morir.
33 Volvió pues á ^trar Pila-
to en el pretorio, y llamó á Je-
sús, y le dixo : ¿ Eres tú el Rey
de los Judíos ?
34 Respondió Jesús : Dices
tú esto de tí mismo, ó te lo han
dicho otros de raí ?
35 Respondió Pilato : ¿ Soy
acaso yo Judío? Tu nación, y
los Pontífices te han puesto eu
mis manos : ¿ que has hecho ?
36 Respondió Jesús : Mi rey-
no no es de este mundo : si de
este mundo fuera mi reyno, mis
Ministros sin duda pelearían,
para que yo no fuera entregado
á los Judíos ; mas ahora mi rey-
no no es de aquí.
37 Entónces Pilato le dixo:
¿ Luego Rey eres tú? Respondió
Jesús : Tú dices que yo soy Rey.
CAPITULO XIX.
163
Yo para esto nací, y para esto
vine al mundo, para dar testimo-
nio á la verdad ; todo aquel que
es de la verdad, escucha mi voz.
38 Pilato le dice : ¿ Que cosa
es verdad ? Y quando esto hubo
dicho, salió otra vez á los Ju-
I dios, y les dixo : Yo no hallo en
I él nin^na causa.
39 Costumbre tenéis vosotros
que os suelte uno en la Pascua ;
^Queréis pues que os suelte al
Rey de los Judíos?
40 Entonces volvieron á gri-
tar todos diciendo ; No á este,
sino á Barrabas. Y Barrabas
era un ladrón.
CAPITULO XIX.
1 "piLATO pues tomó en-
Jr toDces á Jesús, y azo-
I tóle.
! 2 Y los soldados texiendo una
corona de espinas, se la pusieron
sobre la cabeza, y le vistiéron
I un manto de púrpura.
3 Y venian á él, y decían :
Dios te salve, Rey de los Judíos ;
I y le daban de bofetadas.
! 4 Pilato pues salió otra vez
fuera, y les dixo : Ved que os le
saco fuera, para que sepáis que
no hallo en él causa alguna.
5 Y salió Jesús llevando una
corona de espinas, y un manto
de púrpura. Y Pilato les dixo:
! Ved aquí el hombre.
|| 6 Y quando le viéron los Pon-
1 tífices, y los Ministros daban vo-
[' ees diciendo : Crucifícale, cru-
cifícale. Pilato les dice : To-
i madle allá vosotros, y crucifi-
i cadle ; porque yo no hallo en él
i causa.
I 7 Los J udíos le respondiéron :
Nosotros tenemos ley, y según
! la ley debe morir, porque se hizo
Hijo de Dios.
8 Quando Pilato oyó estas pa-
labras, temió mas.
9 Y volvió á entrar en el pre»
torio, y dixo á Jesús : ¿ De
donde eres tú ? Mas Jesús no le
dió respuesta.
10 Y Pilato le dice: ¿A mí
no me hablas ? ¿ no sabes que
tengo poder para crucificarte, y
que teng-o poder para soltarte ?
1 1 Respondió Jesús : No ten-
drías poder alguno sobre mí, sino
te hubiera sido dado de arriba.
Por tanto, el que á tí me ha en-
tregado, mayor pecado tiene.
12 Y desde entónces procu-
raba Pilato soltarle. Mas Iojs
Judíos gritaban diciendo : Si á
este sueltas, no eres amig-o de
César; porque todo aquel que
se hace Rey, contradice á César.
13 Pilato pues quando oyó
estas palabras, sacó fuera á Je-
sús, y se sentó en su Tribunal
en el lug^r que se llama Lithós-
trotos, y en el Hebréo Gabbatha-.
1 4 Y era el dia de la prepa-
ración de la Pascua, y como la
hora de sexta, y dice á los Ju-
díos : Ved aquí vuestro Rey.
15 Y ellos gritaban: Quita,
quita, crucifícale. Les dice Pi-
lato : ¿ A vuestro Rey he de cru-
cificar ? respondiéron los Pontí-
fices : No tenemos Rey, sino á
César.
16 Y entónces se lo entregó
para que fuese crucificado. Y
tomaron á Jesús, y le sacáron
fuera.
17 Y llevando su Cruz á cues-
tas, salió para aquel lugar, que
se llama Calvario ; y en Hebreo
Gólgotha :
18 Y allí le crucificaron, y
con él á otros dos, de una parte
y otra, y á Jesús en medio.
19 Y Pilato escribió también
166
SAN JUAN.
un título, y le puso sobre la
Cruz. Y lo escrito era : Jesús
Nazareno, Rey de los Judíos.
20 Y muchos de los Judíos
íeyéron este título ; porque es-
taba cerca de la ciudad el lugar
en donde crucificaron á Jesús.
Y estaba escrito en Hebreo, en
Griego, y en Latín.
21 Y decían á Pilato los Pon-
tífices de los Judíos : No escri-
bas Rey de los Judíos ; sino que
él dixo : Rey soy de los Judíos.
22 Respondió Pilato : Lo que
Le escrito, he escrito.
23 Los soldados, después de
liaber crucificado á Jesús, toma-
ron sus vestiduras, (y las hicié-
3 on quatro partes, para cada sol-
dado su parte) y la túnica. Mas
ía túnica no tenia costura, sino
que era toda texida desde arriba.
24 Y dixéron unos á otros :
No la partamos, mas echemos
suertes sobre ella, cuya será ;
para que se cumpliese la Escri-
tura, que dice : Repartieron mis
vestidos entre sí, y echaron
suerte sobre mi vestidura. Y
los soldados ciertamente hicie-
ron esto.
25 Y estaban junto á la Cruz
de Jesús su Madre, y la lierma-
íia de su Madre María de Cleo-
íás, y María Magdalena.
26 Y como vio Jesús á su
JMadre, y al discípulo que ama-
ba, que estaba allí, dixo á su
Madre ; Muger, he ahí tu hijo.
27 Después dixo al discípulo,
lie ahí tu Madre. Y desde
aquella hora el discípulo la re-
cibió por suya.
28 Después de esto sabiendo
.Jesús, que todas las cosas eran
ya cumplidas, para que se cum-
pliese la Escritura dixo: Sed
tengo.
29 Habia allí un vaso lleno
de vinagre. Y ellos poniendo al
rededor de un hisopo una espon-
ja empapada en vinagre, se la
aplicaron á la boca.
30 Y luego, que Jesús tom6
el vinagre, dixo : Consumado
es. E inclinando la cabeza, dio
el espíritu.
31 Y los Judíos (porque era
la Parasceve, para que no que-
dasen los cuerpos en la cruz el
Sábado, porque aquel era el
grande día de Sábado) rogaron á
Pilato, que les quebrasen las
piernas, y que fuesen quitados.
32 Vinieron pues los Soldados ;
y quebraron las piernas al pri-
mero, y al otro, que ftié crucifi-
cado con él.
33 Mas quando vinieron á Je-
sús, viéndole ya muerto, no le
quebrantáron las piernas :
34 Mas uno de los Soldados
le abrió el costado con una lan-
za, y salió luego sangre y agua.
35 Y el que lo vió, dio testi-
monio, y verdadero es el testi-
monio de él ; y él sabe que dice
verdad, para que vosotros tam-
bién creáis.
36 Porque estas cosas fueron
hechas, para que se cumpliese
la Escritura : No desmenuzaréis
hueso de él.
37 Y también dice otra Es-
critura : Verán en el que tras-
pasaron.
38 Después de esto Josef de
Arimatéa (que era discípulo de
Jesús, aunque oculto por miedo
de los Judíos) rogó á Pilato, que
le permitiese quitar el cuerpo de
Jesús. Y Pilato se lo pennitió.
Vino pues, y quitó el cuerpo de
Jesús.
39 Y Nicodemo, el que habia
ido primeramente de noche 4
CAPITULO XX.
167
Jesús, vino también, trayendo
lina confección como de cien li-
bras, de mirra, y de aloe.
40 Y tomaron el cuerpo de
Jesús, y lo atáxon en lienzos con
aromas, así como los Judíos
acostumbran sepultar.
41 Y en aquel lugar, en don-
de fué crucificado, había un
huerto, y en el huerto un se-
pulcro nuevo, en el que aun no
íiabia sido puesto alguno.
42 Allí pues por causa de h.
Parasceve de los Judíos, porque
estaba cerca el sepulcro, pusie-
ron á Jesús.
CAPITULO XX.
1 XT" el primer dia de la
X semana vino María
Magdalena de mañana al sepul-
cro, quando ann era obscuro, y
vio quitada la losa del sepulcro.
2 Y fué corriendo á Simón
Pedro, y al otro discípulo, a
quien amaba Jesús, y les dixo :
Han quitado al Señor del sepul-
cro, y no sabemos en donde le
ban puesto.
3 Salió pues Pedro, y aquel
otro discípulo, y fueron al se-
pulcro.
4 Y corrían los dos á la par ;
mas el otro discípulo se adelantó
corriendo mas apriesa que Pe-
dro, y llegó primero al sepulcro.
5 Y habiéndose abaxado, vió
los lienzos puestos ; mas no en-
tró dentro.
6 Llegó pues Simón Pedro,
que le venia sig'uiendo, y entró
en el sepulcro, y vió los lienzos
puestos,
7 y el sudario, que habia te-
nido sobre la cabeza, no puesto
con los lienzos, sino envuelto en
un lugar aparte.
8 Entóneos entró también el
otro discípulo, que habia llegado
primero al sepulcro ; y vió, y
creyó :
9 Porque aun no entendían la
Escritura, que era menester,
que él resucitsjfa de entre los
muertos.
10 Y se volvieron otra vez los
discípulos á su casa.
11 Pero María estaba fuera
llorando junto al sepulcro. Y
estando así llorando, se abaxó, y
miró acia el sepulcro :
12 Y vió dos Angeles vesti-
dos de blanco, sentados, el uno
á la cabecera, y el otro á los.
pies, en donde habia sido puesto
el cuerpo de Jesús.
13 Y le dixéron: ¿Muger,
por que lloras ? Díceles : Por-
que se han llevado de aquí á mi
Señor, y no sé donde le han
puesto :
14 Y quando este hubo dicho,
se volvió á mirar atrás, y vió á
Jesús, que estaba en pie ; mas
no sabia que era Jesús.
15 Jesús le dice : ¿ Muger,
por que lloras ? ¿ á quien buscas?
Ella creyendo que era el horte-
lano, le dixo : Señor, si tú lo has
llevado de aquí, dime en donde
lo has puesto ; y yo lo llevaré.
16 Jesús le dice : María.
Vuelta ella, le dice : Rabboni
(que quiere decir Maestro.)
1 7 Jesús le dice ; No me to-
ques, porque aun no he subido á
mi Padre ; mas vé á mis herma-
nos, y diles : Subo á mi Padre,
y vuestro Padre, á mi Dios, y
vuestro Dios.
18 Vine Ptlaría Magdalena
dando las nuevas á los discípu-
los: Que he visto al Señor, y esto
me ka dicho.
i 19 Y como fué lu tíirde de
SAN
JUAN.
auqnel dia, el primero de la se-
mana, y estando cerradas las
puertas, en donde se hallaban
juntos los discípulos por miedo
de los Judíos, vino Jesús, y se
puso en medio, y les dixo ; Paz
SI vosotros. #
20 Y quando esto hubo dicho,
les móstró las manos y el costa-
do. Y se gozaron los discípulos,
viendo al Señor.
21 Y otra vez les dixo: Paz
á. vosotros. Como el Padre me
envió, así también yo os envió.
22 Y dichas estas palabras,
sopló sobre ellos, y les dixo :
Jiecibid el Espíritu Santo :
23 A los que perdonareis los
pecados, perdonados les son ; y
á los que se los retuviereis, les
5on retenidos.
24 Pero Tomás uno de los
doce, que se llamaba Didimo,
no estaba con ellos quando vino
Jesús.
23 Y los otros discípulos le
dixéron : Hemos visto aJ Señor.
Mas él les dixo : Si no viere en
sus manos la hendidura de los
fciavos, y metiere mi dedo en el
Aigar de los clavos, y metiere
mi mano en su costado, no lo
creeré.
26 Y al cabo de ocho dias,
estaban otra vez sus discípulos
dentro, y Tomás cun ellos ; vino
Jesús cerradas las puertas, y se
puso en medio, y dixo : Paz á
vosotros.
27 Y después dixo á Tomás :
Mete aquí tu dedo, y mira mis
manos, y da acá tu mano, méte-
la en mi costado ; y no seas in-
crédulo, sino fiel.
28 Respondió Tomás, y le di-
xo : Señor mió y Dios mió. ~
29 Jesús le dixo : Porque me
has visto, Tomás, has creído :
Bienaventurados los que no vie-
ron, y creyéron.
30 Otros muchos milagros
hizo también Jesús en presencia
de sus discípulos, que no están
escritos en este libro.
31 Mas estos han sido escri-
tos, para que creáis que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios ; y
para que creyendo, tengáis vida
en su nombre.
CAPITULO XXI.
1 TTWESPUES se mostró
JLr Jesús otra vez á sus
discípulos en el mar de Tibería-
des : Y se mostró así ;
2 Estaban juntos Simón Pe-
dro y Tomás, llamado Didimo,
y Natanaél, que era de Cana
de Galilea, y los hijos de Zebe-
déo, y otros dos de sus discípuloa.
3 Simón Pedro les dice : Voy
á pescar. Le dicen : Vamos
también nosotros contigo. Sa-
lieron pues, y subieron en un
barco ; y aquella noche no eo-
giéron nada.
4 Mas quando vino la maña-
na, se puso Jesús á la ribera ;
pero no conocieron los discípulos
que er?. Jesús.
5 Y Jesús les dixo: ¿Hijos,,
tenéis algo de comer ? Le res-
pondiéron : No.
6 Les dice: Echad la red á
la derecha del barco, y hallaréis.
Ecbáron la red ; y ya no la po-
dían sacar por la muchedumbre
de los peces.
7 Dixo entónces á Pedro
aquel discípulo á quien amaba
Jesús : El Señor es. Y Simón
Pedro quando oyó que era el
Señor, se ciño su túnica (porque
estaba desnudo) y se eciró en él
mar.
CAPITULO XXI.
160
Y los otros discípulos vinié-
ton con el barco (porque no es-
taban léjos de tierra, sino como
doscientos codos) tirando de la
red con los peces.
9 Y luego qae saltaron en
tierra vieron brasas puestas, y
Un pez sobre ellas, y pan.
10 Jesús les dice: Traed acá
fie los peces, que cogisteis ahora.
11 Entonces subió Simón Pe-
dro, y traxo la red á tierra llena
de grandes peces, ciento y cin-
cuenta y tres. Y aunque eran
tantos, no se rompió la red.
12 Jesús les dice : Venid, co-
med. Y ninguno de los que co-
mian con él osaba preguntarle :
¿ Tú quien eres ? sabiendo que
era el Señor.
13 Llega pues Jesús, y to-
mando el pan se le da, y asimis-
mo del pez.
14 Esta fué ya la tercera vez
que se manifestó Jesús á sus dis-
cípulos, después que resucitó de
entre los muertos.
15 Y quando hubieron comi-
do, dice Jesús á Simón Pedro :
¿ Simón hijo de Juan, me amas
mas que estos ? Le responde :
Sí Señor, tú sabes que te amo.
Le dice : Apacienta mis cor-
deros.
1 G Le dice segunda vez : ¿ Si-
món hijo de Juan, me amas ?
Lo responde : Sí Señor, tú sa-
/bes que te amo. Le dice : Apa-
'cienta mis corderos.
17 Le dice tercera vez : ¿ Si-
món hijo de Juan, me amas ?
Pedro se entristeció, porque le
habia dicho la tercera vez : ¿ Me
amas ? y le dixo : Seüor, tú sa-
bes todas las cosas ; tú sabes que
te amo. Le dixo : Apacienta
mis ovejas.
18 En verdad, en verdad te
digo, que quando eras mozo, te
ceñías, é ibas á donde querías ;
mas quando ya fueres viejo, ex-
tenderás tus manos, y te ceñirá
otro, y te llevará á donde tú no
quieras.
19 Esto dixo, señalando coa
que muerte habia de glorificar á
Dios ; y habiendo dicho esto, le
dice : Sigúeme.
20 Volviéndose Pedro vio que
le seguía aquel discípulo, a quien
amaba Jesús, y que en la cena
estuvo recostado sobre su pecho,
y le habia dicho : ¿ Señor, quien
es el que te entregará ?
21 Y quando Pedro le vió, di-
xo á Jesús : ¿ Señor, y este que?
22 Jesús le dixo : Así quiero
que él quede hasta que yo ven-
ga, ¿ que te va á tí ? tú sigúeme.
23 Salió pues esta palabra
entre los hermanos, que aquel
discípulo no muere. Y no le
dixo Jesús : Pso muere ; sino :
Así quiero que quede hasta que
yo venga, ¿ á tí que te va ?
24 Este es aquel discípulo,,
que da testimonio de estas cosas,
y escribió estas cosas ; y sabe-
mos que su testimonio es veixia-
dero.
25 Otras muchas cosas hajr
también que hizo Jesús ; que er
se escribiesen una por una, me
parece que ni aun en el mundo
cabrían los libros, que se habrían
de escribir.
8
LOS HECHOS
DE LOS APOSTOLES.
CAPITULO I.
1 TTE hablado, ó Teófilo,
XX en mi primer discui-so
de todas las cosas, que Jesús co-
menzó á hacer, y enseñar,
2 Hasta el dia, en que después
de haber instruido por el Es-
píritu Santo á los Apóstoles, que
habia escocido, fué recibido ar-
riba :
3 A los quales se mostró tam-
bién vivo después de su Pasión
con muchas pruebas, aparecién-
doseles por quarenía dias, y ha-
blándoles deirevno de Dios.
4 Y comiendo con ellos, les
mandó que no se fuesen de Je-
ra sal?'» ni, sino que esperasen la
])romesa del Padre, que oísteis,
dixo, de mi boca :
5 Porque Juan en verdad bau-
tizó en ag-ua, mas vosotros seréis
bautizados en Espíritu Santo, no
mucho después de estos dias.
6 Entonces los que se habían
cong-regado, le preguntaban, di-
ciendo : ¿Señor, si restituirás en
este tiempo el reyno á Israel?
7 y les dixo : No toca á voso-
tros saber los tiempos ó los mo-
nicatos, que puso el Padre en su
propio poder:
8 j\Ias recibiréis la virtud del
Espíritu Santo, que vendrá so-
bre vosotros, y me serCis testig-os
en Jerusalém, y en toda la Ju-
déa, y Samaría, y hasta las ex-
tremidades de la tierra.
9 Y quando esto hubo dicho,
viéndolo ellos, se fué elevando ;
y le recibió una nube, que le
ocultó á sus ojos.
1 0 Y estando mirando al Cielo
quando él se iba, he aquí se piT-
siéron al lado de ellos dos va-
rones con vestidui-as blancas,
1 1 Los quales también les di-
xéron : ¿ Varones Galiléos, que
estáis mirando al Cielo ? este
Jesús, que de vuestra vista se
ha subido al Cielo, así vendrá,
como le habéis visto ir al Cielo.
12 Entonces se volvieron á
Jerusalém desde el monte lla-
mado del Olivar, que está cerca
de Jerusalém, camino de un
Sábado.
13 Y quando entráron, subie-
ron al cenáculo, en donde esta-
ban Pedro y Juan, Santiago y
Andrés, Felipe y Tomas, Bar-
tolomé y JMatéo, Santiago de
Alféo, y Simón el Zeloso, y Jú-
das hermano de Santiago.
14 Todos estos perseveraban
unánimes en oración con Jas mu-
geres, y con jMaría Madre de
Jesús, y con los hermanos de
él.
15 En aquellos dias levantán-
dose Pedro en medio de los her-
manos (y eran los que estaban
allí juntos como unos ciento y
veinte hombres) dixo :
16 Varones hermanos, era
necesario que se cumpliese la
Escritura, que predixo el Espí-
ritu Santo por boca de David
acerca de Judas, que fué el cau-
dillo de aquellos que prendiéron
á Jesús :
17 El que era contado con
nosotros, y tenia suerte en este
ministerio.
18 Este pues poseyó un cam-
po del precio de la iniquidad, y
colgándose rebcotó por medio;
CAPITULO II.
171
y se derramaron todas sus en-
trañas.
19 T se hizo notorio á todos
los moradores de Jerusalém, así
que fué llamado aquel campo en
su propia leng-ua, Haceldama,
que quiere decir, campo de san-
gre.
20 Porque escrito esta en el
Libro de los Salmos : Sea he-
cha desierta la habitación de
ellos, y no haya quien more en
ella ; y tome otro su Obispado.
21 Conviene pues, que de es-
tos varones, que han estado en
nuestra compañía todo el tiempo
que entró y salió con nosotros el
Señor Jesús,
22 Comenzando desde el bau-
tismo de Juan hasta el día en
que fué tomado arriba de entre
nosotros, que uno sea testig'o con
nosotros de su resurrección.
23 Y señalaron á dos, á Josef,
que era llamado Barsabas, y te-
nia por sobrenombre el Justo ; y
á Matías.
24 Y orando dixéron : Tú,
Señor, que conoces los corazones
de todos, muéstranos de estos dos
quai has escogido,
25 Para que tome el lu^ar de
este ministerio y Apostolado, del
qual por su prevaricación cayó
Judas para ir á su lugar.
26 Y les echaron suertes, y
cayó la suerte sobre Matías, y
fué contado con los once Após-
toles.
CAPITULO II.
1 XT" quando se cumplían
JL los dias de Pentecos-
tés, estaban todos unánimes en
un mismo lugar :
2 Y vino de repente un es-
trueado del Cielo, gomo de vien- 1
to, que soplaba con ímpetu, y
llenó toda la casa en donde esta-
ban sentados.
3 Y se les aparecieron unas
lenguas repartidas como de fue-
go, y reposó sobre cada uno do
ellos :
4 Y fueron todos llenos de
Espíritu Santo, y comenzaron á
hablar en varias lenguas, como el
Espíritu Santo les daba que ha-
blasen.
5 Y residían entónces en Je-
rusalém Judíos, varones religio-
sos de todas las naciones que hay
debaxo del Cielo.
6 Y hecha esta voz, acudió
mucha gente, y quedó pasmada,
porque los oia hablar cada uno
en su propia lengua.
7 Y estaban todos atónitos, y
se maravillaban, diciendo : ¿ No
veis que son Galiléos todos estos
que hablan ?
8 ¿ Pues como los oímos noso-
tros hablar cada uno en nuestra
lengua, en que nacimos ?
9 Partos y Medos, y Elami-
tas, y los que moran en la Me-
sopotamia, en Judéa y Capado-
cia, Ponto y Asia,
10 En Frigia y Panfilia,
Egipío, y tierras de la Libia,
que está comarcana á Cirene, y
los que han venido de Roma,
11 Judíos también, y Prosé-
litos, Cretenses, y Arabes ; los
habernos oído hablar en nues-
tras lenguas las grandezas de
Dios.
12 Se pasmaban pues todos, y
se maravillaban, diciendo unos á
otros : ; Que quiere ser esto ?
13 Mas otros burlándose de-
cían : Estos llenos están de
mosto.
14 Mas Pedro en compañía
I de los once, puesto en pie alz^
in LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
8U VOZ, y Ies dixo : Varones de
Judéa, y todos los que habitáis
en Jerusalém, esto os sea noto-
rio, y oid con atención mis pala-
bras.
15 Porque estos no están em-
briag-ados, como vosotros pen-
sáis, siendo la hora de tercia del
día :
16 Mas esto es lo que fué di-
cho por el Profeta Joel :
17 Y acontecerá en los pos-
treros dias, dice el Señor, que
yo derramaré de mi Espíritu so-
bre toda carne ; y profetizarán
vuestros hijos, y vuestras hijas,
y vuestros mancebos verán vi-
siones, y vuestros ancianos soña-
rán sueños.
18 Y ciertamente en aquellos
dias derramaré de mi Espíritu
sobre mis siervos y sobre mis
siervas, y profetizarán ;
19 Y daré maravillas arriba
en el Cielo y señales abaxo en
3a tierra, sangre y fueg-o, y va-
por de humo.
20 El Sol se c&nvertirá en ti-
ni^bias y la Luna en sang-re,
antes que venga el dia del Señor
g^rande é ilustre.
21 Y acontecerá, que todo
aquel que invocare el nombre
del Señor, será salvo.
22 Varones de Israel, escu-
chad estas palabras : A Jesús
Nazareno, varón aprol^ado por
Dios entre vosotros con virtudes
y prodií^ios y señales, que Dios
obró por él en medio de voso-
tros, como también vosotros sa-
béis,
23 A este que por determina-
do consejo y presencia de Dios
fué entregado, le matasteis, cru-
cificándole por manos de mal-
vados ;
^4 Al qual Dios lia resucita-
do, sueltos los dolores de la
muerte, por quanto era imposi-
ble ser detenido de ella.
25 Porque David dice de él í
Veía siempre al Señor delante
de mí ; porque él está á mi de-
recha, para que yo no sea mo-
vido :
26 Por esto se alegró mi co-
razón, y se regocijó mi lengua,
y además mi carne reposará en
esperanza ;
27 Porque no dexaras mi al-
ma en el sepulcro, ni permitirás
que tu Santo vea corrupción.
28 Me hiciste conocer los ca-
minos de la vida ; y me henchi-
rás de gozo con tu presencia.
29 Varones hermanos, séame
lícito deciros con libertad del
Patriarca David, que murió, y
fué enterrado ; y su sepulcro esta
entre nosotros hasta el dia de
hoy :
30 Siendo pues Profeta, y sa-
biendo que con juramento le ha-
bía Dios jurado, que del fruto de
sus lomos se sentaría sobre su
trono :
31 Previéndolo habló de la
resurrección del Cristo, que ni
fué dexado en el sepulcro, ni su
carne vio corrupción.
32 A este Jesús resucitó Dios,
de lo qual somos testigos todos
nosotros.
33 Así que ensalzado por la
diestra de Dios, y habiendo re-
cibido del Padre la promesa del
Espíritu Santo, ha derramado
sobre nosotros á este, á quien
vosotros veis y oís.
34 Porque ' David no subió á
los Cielos ; y dice con todo eso :
Dixo el Señor á mi Señor ; Sién-
tate á mi diestra,
35 Hasta que ponga tus ene*
raigos por tarima de tus pies,
CAPITULO IIL
m
-'^ 36 Por tanto sepa ccrtísima-
rnente toda la casa de Israel,
que Dios hizo Señor y Cristo á
este Jesús, á quien vosotros cru-
cificasteis.
37 Y oidas estas cosas, se
compuDg-icron de corazón, y di-
xéron á Pedro y á los otros
Apóstoles : Varones hermanos,
¿ que haremos ?
38 Y Pedro les dixo : Arre-
pentios, y cada uno de vosotros
sea bautizado en el nombre de
Jesu-Cristo para remisión de
vuestros pecados ; y recibiréis
el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es la
promesa, y para vuestros hijos,
y para todos los que están lejos,
quantos llamare á sí el Señor
nuestro Dios.
40 Con otras muchísimas ra-
zones lo atestiguó, y los exhor-
taba, diciendo : Salvaos de esta
generación depravada.
41 Y los que recibieron su
palabra, fueron bautizados ; y
fuéron añadidas aquel dia cerca
de tres mil personas.
42 Y ellos perseveraban en la
doctrina de los Apóstoles, y en
la comunicación de la fracción
del pan, y en las oraciones.
43 Y toda persona tenia te-
mor ; y los Apóstoles liacian
muchos prodigios y señales en
Jerusalem, y en todos habia un
gran temor.
44 Y todos los que creían, es-
taban unidos, y tenían todas las
cosas comunes.
45 Vendían sus posesiones y
haciendas, y las repartían á to-
dos, conforme la necesidad de
cada uno.
46 Y diariamente persevera-
rían unánimemente en el templo;
y partiendo el pan por las casas,
I tomaban la comida con alegría
y sencillez de corazón,
47 Alabando á Dios, y hallart.
do gracia con todo el pueblo. Y
el Señor aumentaba cada dia los
que se habían de salvar en esta
unidad.
CAPITULO III.
1 "pEDRO y Juan iban al
jL templo á la oración ^
hora de nona.
2 Y traian á un hombre, que
era coxo desde el vientre de su
madre ; al qual ponían cada dia
á la puerta del templo llamada
la Hermosa, para que pidiese li-
mosna á los que entraban en el
templo.
3 Este quando vió á Pedro y
á Juan que iban á entrar en el
templo, rogaba que le diesen li-
mosna.
4 Y Pedro fixando en el los
ojos juntamente con Juan, le di-
xo : Míranos.
5 Y él los miraba con aten-
ción, esperando recibir de ellos
alguna cosa.
6 Y Pedro dixo : No tengp
oro ni plata ; pero lo que tengo,
esto te doy : En el nombre de
Jesu-Cristo Nazareno levántate^
y anda.
7 Y tomándole por la mano
derecha, le levantó, y en el mis-
mo punto fueron consolidados
sus pies, y sus plantas.
8 Y dando un salto se puso en
pie, y eclió á andar ; y entró
con ellos en el templo andando,
y saltando, y alabando á Dios.
9 Y todo el pueblo le vió an-
dando, y loando á Dios.
10 Y conocían que él era el
mismo que se sentaba á la puer-
ta Hermosa del templo á la lí-
m LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
mosna ; y quedaron llenos de es-
panto, y como fuera de sí por lo
que á aquel habia acontecido.
11 Y estando asido de Pedro,
y de Juan, vino apresuradamen-
te á ellos todo el pueblo al pór-
tico que se llama de Salomón,
atónitos.
12 Y viendo esto Pedro, dixo
al pueblo : Varones Israelitas,
¿ por que os maravilláis de esto,
ó por que ponéis los ojos en no-
sotros, como si por nuestra vir-
tud ó poder hubiéramos hecho
andar á este ?
13 El Dios de Abraham, y el
Dios de Isaac, y el Dios de Ja-
cob, el Dios de nuestros Padres
ha g-lorificado á su Hijo Jesús, á
quien vosotros entreg-ásteis, y
neg-ásteis delante de Pilato, juz-
gando él que se debia librar.
• 14 Mas vosotros negasteis al
Santo, y al Justo ; y pedísteis
que se os diese un hombre ho-
micida :
15 Y matasteis al Autor de la
vida, á quien Dios resucitó de
entre los muertos ; de lo qual
nosotros somos testigos.
16 Y en la fé de su nombre,
ha confirmado su nombre á» este
que vosotros habéis visto, y co-
nocéis, y la fé que es por él, le
ha dado esta entera sanidad á
vista de todos vosotros.
17 Y ahora, hermanos, yo sé
que lo hicisteis por ignorancia,
como también vuestros Prín-
cipes.
18 Pero Dios, lo que de antes
tenia anunciado por boca de to-
dos los Profetas, que padecería
su Cristo, así lo ha cumplido.
19 Arrepentios pues, y con-
vertios, para que vuestros peca-
dos os sean perdonados :
20 Para que quando vinieren
los tiempos del refrigerio delante
del Señor, y enviáre á aquel Je-
su-Cristo, que á vosotros fué
predicado,
21 Al qual ciertamente es
menester que el Cielo reciba
hasta los tiempos de la restaura-
ción de todas las cosas, las qua-
les habló Dios por boca de sus
Santos Profetas, que han sido
desde el siglo.
22 Porque Moisés dixo : Pro-
feta os levantará el Señor vues-
tro Dios de entre vuestros her-
manos, como á mí : A él oiréis
en todo quanto os dixere.
23 Y acontecerá, que toda
alma, que no oyere á aquel
Profeta, será exterminada del
pueblo.
24 Y todos los Profetas desde
Samuél, y quantos despües han
hablado, anunciaron estos días.
25 Vosotros sois los hijos de
los Profetas, y del testamento,
que ordenó Dios á nuestros pa-
dres, diciendo á Abraham : Y en
tu simiente serán benditas todas
las familias de la tierra.
26 Dios resucitando á su Hijo,
os le ha enviado primeramente á
vosotros para que os bendiga, á
fin de que cada uno se aparte de
su maldad.
CAPITULO IV.
1 "W^ estando ellos hablan-
Jl do al pueblo, sobrevi-
niéron los Sacerdotes, y el Ma-
gistrado del templo, y los Sadu-
céos,
2 Pesándoles de que ensena-
sen al pueblo, y de que predica-
sen en Jesús la resurrección de
los muertos :
3 Y les echaron mano, y los
metiéron en la cárcel" hasta el
otro dia ; porque era ya tarde.
CAPITULO IV.
lis
4 Mas mucbos de los que ha-
bían oido la predicación, creyé-
ron, y fué el número de los va-
rones cinco mil.
5 Y acaeció, que al dia si-
guiente se juntaron en Jerusa-
léin los Príncipes de ellos, y los
Ancianos, y los Escribas,
6 Y Anas el Príncipe de los
Sacerdotes, y Caifas, y Juan, )
Alexandro, y todos quantos eran
del linaje sacerdotal :
7 Y haciéndolos presentar en
medio, les preguntaron : ¿ Con
que poder, ó en nombre de quien
habéis hecho vosotros esto ?
8 Entonces Pedro lleno de
Espíritu Santo, les dixo : Prín-
cipes del pueblo, y vosotros An-
cianos, escuchad :
9 Puesto que hoy se nos pide
razón del beneficio hecho á un
hombre enfermo por virtud de
quien este ha sido sanado,
10 Sea notorio á todos voso-
tros, y á todo el pueblo de Israel,
que en el nombre de nuestro
Señor Jesu-Cristo Nazareno, á
quien vosoti-os crucificásteis, y
á quien Dios resucitó de entre
los muertos, por virtud de él es-
tá sano este delante de vosotros.
11 Esta es la piedra, que ha
sido reprobada de vosotros los
arquitectos, que ha sido puesta
por cabeza del ángulo :
12 Y no hay salud en ningún
otro. Porque no hay otro nom-
bre debaxo del Cielo, dado á los
hombres, en que nos sea necesa-
rio ser salvos.
13 Ellos viendo la firmeza de
Pedro, y de Juan, entendiendo
que eran hombres sin letras, é
idiotas, se maravillaban, y los
conocían que habían estado con
Jesús :
M Y vieado estar también
con ellos el hombre que había
sido sanado, no podían decir
nada en contra.
15 Mas les mandáron salir
fuci-a de la junta ; y conferian
entre sí,
16 Diciendo : Que haremos
á estos hombres ? porque han
hecho un milagro notorio á quan-
tos moran en Jerusalém ; pa-
tente es, y no lo podemos negar.
17 Todavía para que no se di-
vulgue mas en el pueblo, ame-
nacémosles que en adelante no
hablen mas á hombre alguno en
este nombre.
1 8 Y llamándolos, les intima-
ron que nunca mas hablasen,
ni enseñasen en el nombre de
Jesús.
19 Entonces Pedro y Juan
respondiendo, les dixéron : Sí es
justo delante de Dios oíros á vo-
sotros antes que á Dios, juzgad-
lo vosotros :
20 Pues no podemos dexar de
hablar las cosas, que habernos
visto y oido.
21 Ellos entonces amenazán-
doles, los dexáron ir libres, no
hallando achaque para castigar-
los por miedo del pueblo, porque
todos ensalzaban este glorioso
hecho en lo que había aconte-
cido.
22 Por quanto tenia ya mas
de quarenta años el hombre, eti
quien había sido hecho aquel
prodigio de sanidad.
23 Puestos ellos en libertad,
viniéi'on á los suyos ; y les con-
tái'on quanío les habían f*icho
los Príncipes de los Sacerdotes,
y los Ancianos.
24 Y quando lo oyéron, todos
unánimes levantáron la voz á
Dios, y dixeron : Señor, tú eres
el que hiciste el Ciclo y la tier-
176 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
ra, el mar, y todo lo que hay en
ellos :
25 Que en Espíritu Santo por
btca de nuestro padre David tu
ciervo, dixiste : ¿ Por que bra-
maron las g-entes, y los pueblos
pensaron cosas vanas ?
26 Se levantaron lo^ Reyes
de la tierra, y los Príncipes se
juntaron en uno contra el Señor,
y contra su Cristo.
27 Porque verdaderamente se
ligaron á una en esta ciudad
contra tu tanto Hijo Jesús, al
que ung-iste, Heródes y Poncio
Pilato con los Gentiles, y con
los pueblos de Irsaél,
20 Para hacer lo que tu mano
y tu consejo decretaron, que se
hiciese.
29 Y ahora. Señor, pon los
ojos en sus amenazas, y concede
á tus siervos, que con toda liber-
tad hablen tu palabra,
30 Extendiendo tu mano á sa-
nar las enfermedades, y á que se
hag-an maravillas y prodigios en
el nombre de tu Santo Hijo
Jesús.
3 1 Y quando hubieron orado,
tembló el lugar en donde esta-
ban congregados ; y fueron to-
dos llenos de Espíritu Santo, y
hablaban la palabra de Dios con
firmeza.
32 Y de la muchedumbre de
los creyentes el corazón era uno,
y el alma una ; y ninguno de
ellos decia ser suyo propio nada
de lo que poseía, sino que todas
las cosas les eran comunes.
33 Y con grande fortaleza da-
ban los Apóstoles testimonio de
!a Resurrección de Jesu-Cristo
nuestro Señor; y habia mucha
gracia en todos ellos.
34 Y no liabia ninguno nece-
sitado ejitre ellos ; porque quan-
tos poseían campos ó casas, las
vendían, y traían el precio délo
que vendían,
35 Y lo ponían á los pies de
los Apóstoles ; y se repartía á
cada uno según lo que habia me-
nester.
36 Y Josef, á quien los Após*
toles daban el sobrenombre de
Bernabé (que quiere decir hijo
de consolación) Levita, natural
de Chipre,
37 Como tuviese un campo,
lo vendió, y llevó el precio, y
púsolo ante los pies de ios Apó.s<
toles.
CAPITULO V.
1 un varón por nombre
JL Ananías con su muger
Safíra vendió un campo,
2 Y defraudó del precio del
campo, consintiéndolo su mu-
ger; y llevando una parte, la
puso á los pies de los Apóstoles.
3 Y dixo Pedro : ¿ Ananías,
por que tentó Satanás tu cora*
zon para que mintieses tú al Es-»
píritu Santo, y defraudases del
precio del campo ?
4 ¿ No es verdad, que conser.<
vándolo quedaba para tí, y ven-
dido lo tenias en tu poder ? ¿ Por
que pues pusiste en tu corazón
esta cosa ? Tú no mentiste á los
hombres, sino á Dios.
5 Ananías, luego que oyó es-
tas palabras, cajó y espiró ; y
vino un gran temor sobre todoa
los que lo oyeron.
6 Y levantándose unos man-
cebos, lo retiraron ; y llevándole
lo enterraron.
7 Y de ahí como al cabo de
tres horas, entró también su mu-
ger, no sabiendo lo que» liabia
acaecido.
I 8 Y Pedro le dixo : ¿Diiiie,
¡ Ynuger, vendisteis por tanto la
i heredad? Y ella dixo: Sí, por
tanto.
9 Y Pedro á ella : ¿ Por que os
habéis concertado para tentar al
Espíritu del Señor ? He aquí a
la puerta los pies de los que han
enterrado á tu marido, j te lle-
varán á tí.
10 Al punto cayó ante sus
pies, y espiró. Y habiendo en-
trado los mancebos, la hallaron
muerta, y la lleváron á enterrar
con su marido.
11 Y sobrevino un g"ran temor
en toda la Ig-lesia, y en todos los
que oyéron estas cosas.
12 Y por las manos de los
Apóstoles se hacían muchos mi-
lag-ros y prodigios en el pueblo ;
y estaban todos unám'mes en la
galería de Salomón^
13 Y ninguno de los otros
osaba juntarse con ellos ; mas
el pueblo los honraba en grande
manera.
14 Y se aumentaba mas el
número de hombres y de muge-
res, que creían en el Señor,
15 Tanto que sacaban los en-
fermos á las calles, y los poniau
en camillas y lechos, para que
quando pasase Pedro, al menos
su sombra tocase á alguno de
ellos, y quedasen libres de sus
enfermedades.
1 6 Y acudía también á Jeru-
salém mucha gente de las ciu-
dades comarcanas, trayendo los
enfermos, y los que eran ator-
mentados de los espíritus inmun-
dos ; los quales eran curados.
17 Mas levantándose el Prín-
cipe de los Sacerdotes y todos
los que con él estaban, (que es
la secta de los Saducéos) s« lle-
cáron de zelo :
ULO V. m
18 Y prendieron á los Após-
toles, y los pusieron en la cárcel
pública.
19 Mas el Angel del Señor
abriendo de noche las puertas de
la cárcel, y sacándolos fuera, les
dixo :
20 Id, y presentándoos en el
templo, predicad al pueblo todas
las palabras de esta vida.
21 Ellos quando esto oyeron-^
entraron de mañana en el tem-
plo, y enseñaban. Mas llegan-
do el Príncipe de los Sacerdotes,
y los que estaban con él, convo-
caron el Concilio y á todos los
Ancianos de los hijos de Israél ;
y enviáron á la cárcel, para que
los traxesen.
22 Mas quando fueron los
Ministros, y abriendo la cárcel
no los haUáron, volvieron á dar
el aviso,
23 Diciendo : La cárcel cier-
tamente hallamos muy bien cer-
rada, y los guardas que estaban .
dcdante de las puertas ; mas ha-
biéndolas abierto, no hallamos
dentro á ninguno.
24 Quando esto oyeron el
Magistrado del templo y los
Príncipes de los Sacerdotes, es-
taban en duda de lo que se ha-
bría hecho de ellos. •
25 Pero al mismo tiempo lle-
gó uno que les dixo : Mirad,
aquellos hombres que metisteis
en la cárcel, están en el templo,
y enseñan al pueblo. .
26 Entonces fué el Magis-
trado con sus Ministros, y los
traxo sin violencia ; porque te-
mían al pueblo que no los ape-
drease.
27 Y luego que los traxéron,
los presentaron en el Concilio ;
Y el Príncipe de ios Sacerdotes •
les preguntó,
8*
178 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
28 EHciendo : Con expreso
precepto os mandamos, que no
enseñaseis en este nombre ; y
ved que habéis llenado á Jeru-
salém de vuestra doctrina ; y
queréis echar sobre nosotros la
sangre de ese hombre.
29 Y respondiendo Pedro y
los Apóstoles, dixéron : Es me-
nester obedecer á Dios antes
que á los hombres.
30 El Dios de nuestros pa-
dres resucitó á Jesús, á quien
vosoírcs matasteis poniéndole en
na madero.
31 A este ensalzó Dios con
su diestra por Príncipe y por
Salvador, para dar arrepenti-
miento á Israel, y remisión de
pecados.
32 Y nosotros somos testigos
detestas palabi-as, y también el
Espíritu Santo, que ha dado
Dios á todos los que le obedecen.
33 Quando esto oyeron re-
bentaban, y consultaban como
les darían la muerte.
34 Mas levantándose en el
Concilio un Fariseo, llamado
Gamaliél, Doctor de la Ley,
hombre de respeto en todo el
pueblo, mandó que saliesen fue-
ra aquellos hombres por un breve
rato. •
35 Y les dixo : Varones Is-
raelitas, mirad bien por vosotros,
y atended á lo que vais á hacer
con esos hombres.
36 Porque antes de aliora hu-
bo un cierto Teodas, diciendo,
que él era alguien ; y hubo co-
mo unos quatrocientos hombres
que le siguieron; y después lo
joatáron ; y quantos le dieron
crédito, fueron disipados y redu-
cidos á nada.
37 De6pues.de este se levan-
tó Judas el Gaiiléo eu el tiempo
del empadronamiento, y arras-
tró tras sí al pueblo ; mas éí
pereció también, y fueron dis-
persos todos quantos le siguieron.
38 Pues ahora os digo, que no
os metáis con esos hombres, y
que los dexeis ; porque si este
consejo ó esta obra viene de los
hombres, se desvanecerá :
39 Mas si viene de Dios, no
la podréis deshacer, porque no
parezca que queréis resistir á
Dios. Y ellos siguieron su con-
sejo.
40 Y habiendo llamado á los
Apóstoles, después de haberlos
hecho azotar. Ies mandaron que
no liablasen mas en el nombre
de Jesús, y los soltáron.
41 Pero ellos saliéi-on gozosos
de delante del Concilio, porque
habían sido hallados dignos de
sufrir afrentas por el nombre de
Jesús.
42 Y cada dia no cesaban de
enseñar y de predicar á Jesu-
cristo en el templo y por la§
casas.
CAPITULO VI.
1 TT^j^^ aquellos días cre-
JLJ ciendo el número de
los discípulos, se movió murmu-
ración de los Griegos contra los
Hebreos, de que sus viudas eran
despreciadas en el servicio de
cada dia.
2 Por lo qnal los doce convo^
cando la multitud de los discípu-
los, dixéron: No es justo que
dexemos nosotros la palabra de
Dios, y que sirvamos á las mesas.
3 Escoged pues, hermanos, de
entre vosotros siete varones de
1 buena reputación, Henos de Es-
píritu Santo y de sabiduría, á los
! qiiales eacargarémgs esta obra»
CAPITULO VII.
1T9
4 Y nosotros atenderemos de
continuo á la oracioü, y á la ad-
ministración de Ja palabra.
5 Y pareció bien á toda la
jnnta esta proposición. Y eli-
g^iéron á Estovan, hombre lleno
de fé, y de Espíritu Santo, y á
Felipe, y á Procóro, y á ISica-
nór, y á Timón, y á Parmenai-,
y á JVicolás prosélito de An-
tiociiia.
6 A estos pusieron delante de
los Apóstoles ; y orando pusiéron
las manos sobre ellos.
7 Y crecia la palabra del Se-
ñor, y se multiplicaba mucho el
número de los discípulos en Je-
rusalém. Y una grande multi-
tud de los Sacerdotes obedecía
también á la fé.
8 IMas Esteran, lleno de g-ra-
cia. y de fortaleza, hacia grandes
prodigios, y milagros en el pue-
blo.
9 Y algunos de la Sinagoga,
que se llama de los Libertinos, y
de los Cirenéos, y de los -\lexan-
drinos, y de aquellos que eran de
Cilicia, y de Asia, se levantaron
á disputar con Estovan :
10 Mas no podían resistir á la
sabiduría, y al Espíritu, que ha-
blaba.
1 1 Entonces sobornaron á al-
gunos, que dixesen que ellos le
habían oído decir palabras de
blasfemia contra Moisés, y con-
U'a Dios.
12 Y conmovieron al pueblo,
y á los Ancianos, y á los Escri-
bas ; y conjurados, lo aiTebatá-
i*on, y lo llevaron al Concilio,
13 Y presentaron testigos fal-
sos, que dixesen : Este hombre
no cesa de hablar palabras con-
t3r2L el lugar santo, y contra la
Ley. , V
M Porque le hemos oido de-
cir: Que esc Jesús Nazareno
destruirá este lugar, y cambiará
las tradiciones, que nos dió Moy-
sés.
15 Y fixando en él los ojos
todos quantos estaban en el Con-
cilio, vieron su rostro cerno ros-
tro de un Angel.
CAPITULO vn.
1 -¡-ENTONCES el Sumo
JLJ Sacerdote dixo : ; Si
eran así estas cosas ?
2 El dixo : Varones herma-
nos, y padres, escuchad : El Di-
os de la gloria apareció á nues-
tro padre Abraham quando esta-
ba en la Mesopotamia, antes que
morase en Cáran,
3 Y le dixo : Sal de tu tierra,
y de tu parentela, y vén á la
tierra, que te mostraré.
4 Entonces salió de la tierra
de los Caldeos, y moró en Cá-
ran. Y después que murió su
j padre, lo traspasó á esta tierra,
en donde vosotros ahora moráis.
5 Y no le dió heredad en ella,
ni aun el espacio de un pie ; mas
le prometió que se la daria á él
en posesión, y á su posteridad
después de él, quando no tenia
hijo.
6 Y le dixo Dios : Que su
descendencia seria moradora en
tierra agena, y que la reducirían
á servidumbre, y la maltratarían
por espacio de quatrocientos
años ;
7 Mas yo juzgaré la gente, á
quien ellos hubieren servido, di-
xo Dios. Y después de esto
saldrán, y me servirán á raí en
este lugar.
8 Y le dió testamento de la
circuncisión ; y así engendró ^
i Isaac, y le circuncidó al cabo ¿iq-
180 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
ocho días ; y Isaac engendró á
Jacob, y Jacob á los doce Pa-
triarcas.
9 Y loa Patriarcas movidos
de envidia, vendiéron á Josef
para Egipto ; mas Dios era con
él:
10 Y le libró de todas sus tri-
tnüaciones ; y le dio gracia, y
sabiduría delante de Fai-aón Rey
de Egipto, el qual le hizo Go-
bernador de Egipto, y de toda
su casa.
11 Vino después hambre en
toda la tierra de Egipto, y de
Canaan, y grande tribulación ;
y nuestros padres no hallaban
que comer.
12 Y quando oyó Jacob que
había trigo en Egipto, envió la
primera vez á nuestros padres :
13 Y en la segunda fué cono-
cido Josef de sus hermanos, y
fué descubierto á Faraón el li-
nage de él.
1 4 Y envió Josef,- é hizo ir á
su padre Jacob, y á toda su pa-
rentela, que consistía en setenta
y cinco personas. (
15 Y Jacob descendió á E-
gipto, y murió él, y nuestros
pajdres.
IG Y fuéron trasladados á, Si-
chém, y puestos en el sepulcro
que compró Abraham á precio
de plata de los hijos de Hemór
hijo de Sichém.
17 Y quando se acercó el
tiempo de la promesa, que habia
Dios jurado á Abraham, creció
ei pueblo, y se multiplicó en
Egipto,
18 Hasta que se levantó otro
Rej' en Egipto, que no conocía
á, Josef.
19 Este usando de astucia
contra nuestra nación, apremió
á nuestros padres, que abando-
nasen á sus hijos, porque no vi«
viesen.
20 En aquel tiempo nació
Moisés, y fué agradable á Dios,
y fué criado tres meses en la
casa de su padre.
21 Mas habiéndole después
abandonado, le tomó la hija de
Faraón, y le crió como si fuera
hijo suyo.
22 Y fué Moisés instruido en
toda la sabiduría de los Egip-
cios ; y era poderoso en pala-
bras, y en sus obras.
23 Y después que cumphó el
tiempo de quarenta años, le vino
al corazón el visitar á sus her*
manos los hijos de Israel.
24 Y como viese á uno que
era injuriado, le defendió ; y
vengó al que padecía la injuria,
matando al Egipcio.
25 Y él pensaba que entende-
rían sus hermanos, que Dios por
su mano les habia de dar salud ;
pero ellos no lo entendiéron.
2G Y al día siguiente riñendo
: ellos, se les mostró, y los metia
en paz, diciendo : Varones, her-
manos sois, ¿ por que os maltra-
táis el uno al otro ?
27 Mas el que hacia injuria á
su próximo, le desechó, dicien-
do : ; Quien te ha puesto á tí
por Príncipe y Juez sobre no-
sotros ?
28 ¿ O por ventura quieres tú
matarme, como mataste ayer al
Egipcio ?
29 Y por esta palabra huyó
Moisés ; y moró como cstran-
gero en tierra de Madian, en
donde engendró dos hijos.
30 Y cumplidos quarenta años,
le apareció en el desierto del
monte de Sina un Angel en la
llama de una zarza que ardia.
31 Moisés, qu£«ido Jo -vió,' S$
maTávílló cíe esta vísíod ; y acer-
cándose él para considerarla, le
fué Lecha voz del Señor, di-
ciendo :
32 Yo soy el Dios de tus pa-
dres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac, y el Dios de Ja-
cob. Pero Moisés espantado,
lio osaba mirar.
33 Y el Señor le dixo : Desa-
ta el calzado de tus pies ; porque
el lugar, en que estás, tierra
santa es.
34 Ver he visto la aflicción de
mi pueblo, que está en Eg-ipto,
y he oído el gemido de ellos, y
he descendido para librarlos ;
ahora ven,
gipto.
35 A este Moisés, al que de-
secharon, diciendo : ■ Quien te
hizo Príncipe y Juez ? A este
envió Dios por Caudillo y Re-
dentor por mano del Ang-el, que
le apareció en la zarza.
36 Este los sacó haciendo
prodig-ios y milagros en tierra de
Egipto, y en el mar Bermejo,
y en el desierto por quarenta
años.
37 Este es el Moisés, que di-
xo á los hijos 3e Israel : Profeta
os levantará Dios de enmedio de
vuestros hermanos, como yo, á
él oiréis.
38 Este es el que estuvo en la
Iglesia en el desierto con el Au-
írel, que le hablaba en el monte
Sina, y con nuestros padres : que
recibió palabras de vida para
darlas á nosotros.
39 A quien no quisiéron obe-
decer nuestros padres ; antes lo
desecharon, y con sus corazones
se tomaron á Egipto,
40 Diciendo á Aaron : Haz-
nos dioses, que vayan delante de
cosotros; porgue no sabemos que
CAPITULO VU. 181
le ha acontecido á esté Moisés.,
que nos sacó de Egipto.
41 E hicieron un becerro en
aquellos dias, y ofrecieron sa-
crificio al ídolo, y se alegraban
en las obras de sus manos.
42 Mas Dios se apartó, y los
abandonó á que sin icscn al e-
xórcito del Cielo, así como estti
escrito en el libro de los Profe-
víctimas y sacriLicios quarenta
años en el desierto, ó casa de
Israél ?
43 Y recibisteis la tienda de
^loloch, y la estrella de vuestro
dios Kerafam, águras que hicís-
y te enviaré á E-4 teis para adorarlas. Pues yo os
j trasportaré mas allá de Babi-
lonia.
44 El tabernáculo del testi*-
monio estuvo con nuestros pa»
dres en el desierto, así como lo
ordenó Dios, diciendo á Moisés,
que lo hiciera según el modelo
que habia visto.
45 Y nuestros padres habién*
dolo recibido, lo ileváron baxo
la conducta de Josué á la pose*
sion de los Gentiles, á ios que
echó Dios de la presencia de
nuestros padres hasta ios dias de
David,
46 El qual halló gracia de»
lante de Dios, y pidió el hallar ta^
bernáculo para el Dios de Jacob>
47 Mas Salomón le edificó la
casa.
48 Pero el Altísimo no mora
en hechuras de manos, como dice
el Profeta ;
49 El Cielo es mi trono, y la
tierra el estrado de mis pies.
¿ Que casa fabricaréis, dice el
Señor ? ■ ó quál es lugar de mi
reposo ?
50 ¿Xo bizQ nu maco todas
estas cosas f
18^ LOS HECHOS DE
51 Duros de cerviz, é incir-
tuncisos de corazones y de ore-
jas, vosotros resistís siempre al
Espíiitu Santo, como vuestros
padres, así también vosotros.
52 i A qual de los Profetas no
persig-uiéron vuestros padres ?
Ellos mataron á los que anuncia-
ban la venida del Justo, del qual
vosotros ahora habéis sido trai-
dores, y homicidas :
53 Que recibisteis la Ley por
ministerio de Angeles, y no la
guardasteis.
54 Al oir tales cosas rebenta-
ban en su interior, y cruxian los
dientes contra él.
55 Mas como él estaba lleno
de Espíritu Santo, mirando al
Cielo, vio la gloria de Dios, y á
Jesús que estaba en pie á la
diestra de Dios. Y dixo : He
aquí veo los Cielos abiertos, y al
Hijo del hombre que está en pie
a la diestra de Dios.
56 iVIas ellos clamando á gran-
des voces, taparon sus orejas, y
todos de un ánimo arremctiéron
impetuosamente contra él.
57 Y sacándole fuera de la
ciudad, le apedreaban ; y los
testigos pusieron sus ropas á los
pies de un mancebo, que se lla-
maba Saulo.
5íi Y apedreaban á Este van,
que oraba y decia : Señor Jesús,
recibe mi espíritu.
59 Y puesto de rodillas, clamó
en voz alta, diciendo : Señor, no
les imputes este pecado. Yquan-
do esto hubo dicho, durmió en el
Señor. Y Saulo era consencien-
le de su muerte.
CAPITULO vni.
1 *W7" en aquel dia se movió
jL una ^aude persecu-
LOS APOSTOLES.
cion en la Iglesia, que estaba eh
J erusalém ; y fuéron todos es-
parcidos por las provincias de
la Judéa y de Samaría, salvo los
Apóstoles.
2 Y unos hombres piadosos
llevaron á enterrar á Estevan, é
hicieron grande llanto sobre él.
3 Mas Saulo asolaba la Igle-
sia entrando por las casas, y sa-
cando con violencia hombres y
mugeres, las hacia poner en la
cárcel.
4 Y los que habían sido espar-
cidos, iban de una parte á oti*a
anunciando la palabra de Dios.
5 Y Felipe descendiendo á
una ciudad de Samaría, les pre-
dicaba á Cristo.
6 Y las gentes escuchaban
atentamente lo que decia Felipe,
oyéndole de un ánimo, y viendo
los milagros que hacia.
7 Porque muchos de los que
tenían espíritus inmundos, salían
dando grandes voces.
8 Y muchos paralíticos y
coxos fuéron curados.
9 Por lo qual hubo grande
gozo en aquella ciudad. Había
allí un varón por nombre Simón,
que ántes habia sido mago en la
ciudad, engañando las gentes de
Samaría, diciendo que él era una
gran persona :
10 Y le daban oídos todos
desde el menor hasta el mayor,,
diciendo : Este es la virtud de
Dios, que se llama grande.
11 Y le atendían; porque con
sus artes mágicas los habia en-
tontecido mucho tiempo.
12 Mas habiendo creído lo
que Felipe les predicaba del
reyno de Dios, se bautizaban en
el nombre de Jesu-Cristo hom-
bres y mugeres.
13 Simón entonces creyó él
CAPITULO vrn.
185
íambien ; y después que fue bau-
tizado, se lleg-ó á Felipe. Y
viendo los grandes prodigios y
milagros que se hacían, estaba
atónito de admiración.
14 Y quando oyeron los Após-
toles, que estaban en Jerusa-
lém, que Samaria habia fecibido
la palabra de Dios, les enviaron
á Pedro y á Juan.
15 Los quales llegados que
fueron, hiciéi"on por ellos ora-
ción para que recibiesen el Es-
píritu Santo.
16 Porque no habia venido
aun sobre ninguno de ellos, sino
que habian sido solamente bau-
tizados en el nombre del Señor
Jesús.
17 Entonces ponian las manos
sobre ellos, y recibian el Espí-
ritu Santo.
18 Y como vió Simón, que
por la imposición de las manos
de los Apóstoles se daba ej Es-
píritu Santo, les ofreció dinero,
19 Diciendo : Dadme á mí
también esta potestad, que reci-
ba el Espíritu Santo todo aquel
^Kguien yo impusiere las manos.
""^Pedro le dixo :
20 Tu dinero sea contigo en
perdición ; porque has creído
que el don de Dios se aleanzaba
por dinero. ^
21 No tienes tú parte ni suer-
te en este ministerio ; porque tu
corazón no es recto delante de
Dios.
22 Haz pues penitencia de
esta tu malicia ; y ruega á Dios,
si por ventura te será perdonado
este pensamiento de tu corazón.
23 Porque veo que tú estás
en hiél de amargura, y en lazo
de iniquidad.
24 Y respondiendo Simón, di-
Jlo : Rogad vosotros J?or mí al
Señor, para que no venga sobré
mí ninguna cosa de las que ha-
béis dicho.
25 Y ellos después de haber
dado testimonio y anunciado la
palabra del Señor, se volviéroQ
á Jerusalém, y predicaban por
muchos lugares de los Samarí-
tanos.
26 Y el Angel del Señor ha-
bló á Fehpe, diciendo : Leván-
tate, y vé acia el mediodía por
la vía, que desciende de Jerusa-
lém á Gaza ; esta es desierta.
27 Y levántandose, fué. Y
he aquí un varón Etíope, Eunu^
co. Valido de Candace Rey na.
de Etiopia, ^qual era Super-
intendente de todos sus tesoros,
y habia venido para adorar en
Jerusalém :
28 Y se volvía sentado sobre
su carro, é iba leyendo al Pro-
feta Isaías.
29 Y el Espíritu dixo á Fe-
lipe : Acércate, y llégate a es&
carro.
30 Y acercándose Felipe, le
oyó que leía en el Profeta Isaías,
y le dixo : ¿ Entiendes lo que
lees ?
31 El respondió: ;Y como
puedo, si no hay alguno que rae
lo explique ? Y rogó á Felipo
que subiese, y se sentase con él,
32 Y el lugar de la Escritura,
que leía, era este : Como oveja
fué llevado al matadero, y como
cordero mudo delante del que le
trasquila, así él no abrió su boca,
33 En su abatimiento su jui-r
cío fué ensalzado. ¿ Su genera-
ción quien la contará, porque
quitada será su vida de la tierra?
34 Y respondiendo el Eunu-
co á Felipe, dixo : RuC'gote?
; de quien dixo esto el Profeta *
(de sí mismo, ó de algún otror
184
LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES.
35 y abriendo Felipe su boca,
y dando principio por esta Escri-
tura, le anunció á Jesús.
36 Y yendo por el camino,
llegaron á un lugar donde había
a.^a, y dixo el Eunuco : He
aquí agna, ¿ que impide que yo
&Ea bautizado ?
37 Y dixo Felipe : Si crees
de todo corazón, bien puedes.
Y él respondió, y dixo : Creo,
que Jesu-Cristo es el Hijo de
Dias.
38 Y mandó parar el carro ;
y descendieron los dos al a^a,
Felipe y el Eunuco, y le bau-
tizó. -
39 Y quandd^aliéron del
agTia, el Espíritu del Señor arre-
bató á Felipe, y no le %'ió mas el
Eunuco. Y se fué g-ozoso por
su camino.
40 Y Felipe se halló en Azo-
to, y pasando predicaba el Evan-
gelio á todas las ciudades, hasta
que llegó á Cesárea.
CAPITULO IX.
1 AÜLO pues respirando
k5 aun amenazas y muer-
te contra los discípulos del Se-
ñor, se presentó al Príncipe de
los Sacerdotes,
2 Y le pidió cartas para las
Sinag-og-as de Damasco, con el
fin de llevar presos á Jerusalém
á qriantos hallase de esta pro-
fesión, hombres y mugeres.
3 Y yendo por el camino,
aconteció que estando ya cerca
de Damasco, repentinamente le
rodeó un resplandor de luz del
Cielo.
4 Y cayendo en tierra, oyó
una voz que le decia: Saulo,
Saulo, ¿ por que me persig^ues ?
b Él dixo : f Quien eres, Se-
ñor r Y él : Yo soy Jesús, á
quien tú persigues ; dura cosa
te es cocear contra el agTiijon.
6 Y temblando, y despavorido,
dixo : Señor : ¿ que quieres que
yo haga r
7 Y el Señor á él: Leván-
tate, y éntra en la ciudad, y allí
te se dirá lo que te conviene ha-
cer. Y los hombres que le
acompañaban, quedáron atónitos
oyendo bien la voz, y no viendo
á ningiino.
8 Saulo se levantó de tierra,
y abiertos los oíos no veía nada.
Y ellos llevándole por la mano,
le metieron en Damasco.
9 Y estuvo allí tres dias sin
ver, y no comió ni bebió.
10 Y en Damasco habia un
discípulo por nombre Ananías ;
y le dixo el Señor en visión ;
Ananías. Y él respondió : He-
me aquí, Señor.
11» Y el Señor á él : Leván-
tate, y vé al hamo que se llama
Derecho : y busca en casa de
Judas á uno de Tarso llamado
Saulo : porque he aquí está
orando.
12 (Y vió un hombre pornf(F
bre Ananías, que entraba á él,
y que le imponía las manos para
que recobradla vista.)
13 Y respOTidió Ananías : Se-
ñor, he oído decir á muchos de
este hombre quántos males hizo
á tus Santos en Jerusalém :
14 Y este tiene poder de los
Príncipes de los Sacerdotes de
prender á quántos invocan tu
nombre.
15 Mas el Señor le dixo : Vé,
porque este me es un vaso esco-
gido para llevar mi nombre de-
lante de las gentes y de los
Reyes y de los hijos de Israel.
16 Porque yo le mosirarS-
CAPITULO IX,
185
quantas ccteas le es necesario
padecer por mi nombre.
17 Y fue Ananías, y entró en
Ja casa; y poniendo las manos
sobre el, dixo : Saulo hermano,
el Señor Jesús, que te apareció
cu el camino por donde venias,
inc ha enviado para que reco-
bres la vista, y seas lleno de Es-
píritu Santo.
18 Y. al instante se cayeron
lie sus ojos unas como escamas,
y recobróla vista; y levantándose
íué bautizado.
19 Y después que tomó ali-
mento, recobró las fuerzas ; y
estuvo algunos dias con los dis-
cípulos, que estal^n en Da-
masco.
20 Y luego predicaba en las
Sinagogas á Jesús, que este es
el Hijo de Dios.
21 Y se pasmaban todos los
que le oían, y decian : ¿ Pues no
es este el que pei-seguia en Je-
rusaléra á los que invocaban ese
nombre ; y por esto vino acá
para llevarlos presos á los Prín-
cipes de los Sacerdotes ?
22 Mas Saulo mucho mas se
esforzaba, y confundía á los Ju-
díos que moraban en Damas-
co, afirmando que este es el
Cristo.
23 Y como pasaron muchos
dias, los Judíos tuvieron juntos
consejo para matarle.
24 Mas Saulo fué advertido
de sus asechanzas. Y guarda-
ban las puertas de noche y de
d¡á, para matarle.
25 Y los discípulos tomándole
de noche, y metiéndole en una
espuerta, le descolgáron por el
muro.
26 Y quando vino i Jerusa-
lém quería juntarse con los dis-
cípulos : mas todos se temían de
él, no creyendo que era dlscí*
pulo.
27 Entónces Bernabé tomáa»
dolé consigo, lo llevó á los A]xjs*
toles ; y les contó como había
vistOji^il Señor en el camino, y
que le habia hablado, y como
después habia predicado en Da-
masco libremente en el nombre
de Jesús.
28 Y estaba con ellos en Je*
nisalém, entrando y saliendo, y
hablando con libertad en el ñora*
bre del Señor.
29 Hablaba también con loS
Gentiles, y disputaba con los
Griegos ; y ellos trataban de
matarle.
30 Y quando lo entendiéron
los hermanos, le ?.compañaroa
hasta Cesárea, y le enviaron ^
Tarso.
31 La Iglesia entónces tenía
paz por toda la Judéa y Galilea;
y Samaría, y se propagaba ca-»
minando en el temor del Señor,
y estaba llena del consuelo del
Espíritu Santo.
32 Acaeció pues que visitando
Pedro á todos, llegó á los santos^
que moraban en Lidda.
33 Y halló allí un hombre,
por nombre Eneas, y habia oche
años que yacía en un lecho, por-»
que estaba paralítico.
34 Y Pedro le dixo : Eneasj
el Señor Jesu-Cristo te sana ;
levántate, y hazte la cama. V
en el momento se levantó.
35 Y le vieron todos los mo«
radores de Lídda. y de Sarona ;
y se convirtieron al Señor.
36 Habia también en Joppé
una discípula, por nombre Ta-
bita, que quiere decir Dorcas,
Esta era llena de buenas obras y
de limosnas, que hacia.
37 Y acaeció en atiuellos dias^»
m LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
que enfermo y murió. Y des-
pués que la hubieron lavado, la
pusieron en el cenáculo.
38 Y como Lidda estaba cer-
ca de Joppe, oyendo los discí-
pulos, que Pedro estaba allí, le
enviaron dos hombres, rogán-
dole : No te detengas de venir
hasta nosotros.
39 Y levantándose Pedro, se
fué con ellos. Y luego que lle-
gó, le llevaron al cenáculo ; y le
cercaron todas las viudas llo-
rando, y mostrándole las túni-
cas y los vestidos, que les hacia
Dore as.
40 Mas Pedro, habiéndolos
hecho salir á todos fuera, ponién-
dose de rodillas, hizo oración ; y
volviéndose acia el cuerpo, di-
xo : Tabita, levántate. Y ella
abrió sus ojos ; y viendo á Pe-
dro, se sentó.
41 Le dió la mano, y la levan-
tó. Y llámando á los santos y á
las viudas, se la entregó viva.
42 Y se publicó esto por toda
Joppe ; y creyeron muchos en
el Señor.
43 Y así fué, que Pedro per-
maneció muchos dias en Joppe
en casa de un curtidor llamado
Simón.
CAPITULO X.
1 ■^7' habia en Cesárea un
JL hombre por nombre
Cornelio, Centurión de una com-
pañía ; que se llama Itálica,
2 Religioso y temeroso de
Dios con toda su casa, que hacia
muchas limosnas al pueblo, y es-
taba orando á Dios incesante-
mente.
3 Este vio en visión manifies-
tamente, como á eso de la hora
nona, que un Angel de Dios
entraba á 61, y le decía : CoTr
nelio.
4 Y él fixando en él los ojos,
poseído de temor, dixo : ¿ Que es,
Señor ? Y le dixo : Tus ora-
ciones y tus limosnas han subido
en memoria delante de Dios.
5 Envía pues ahora hombres
á Joppe, y haz venir acá á un.
cierto Simón, que tiene por so-
brenombre Pedro :
6 Este posa en casa de uu
cierto Simón curtidor, que tiene
su casa junto á el mar ; él te
dirá lo que te conviene hacer.
7 Y luego que se retiró el
Angel, que le hablaba, llamó á
dos de sus ¿omésticos, y á un
soldado temeroso de Dios, de
áqueUos que estaban á sus ór-»
denes.
8 Y habiéndoles contado toda
esto, los envió á Joppe.
9 Y el día siguiente, yendo
ellos su camino, y estando ya
cerca de la ciudad, subió Pedro
á lo alto de la casa á hacer ora-»
cion cerca de la hora de sexta.
10 Y sintiéndose con hambre,
quiso desayunarse. Y miéntra^
se lo aparejaban, le sobrevino
un exceso de espíritu.
11 Y vió el Cielo abierto, y
que descendía un vaso, como un
grande lienzo, que atado por los
quatro cabos, era abaxado del
Cielo á la tierra,
12 En el que habia de todos
los quadríípedos, y de los reptiles
de la tierra, y de las aves del
Cielo.
13 Y vino á él una voz que le
dixo: Levántate, Pedro, mata,
y come,
14 Y dixo Pedro : No Señor,
porque nunca comí ninguna co-
sa común, ni impura.
13 Y otra vez la voz á él i
CAPITULO X.
liO que Dios ha purificaxio, no lo
llames tú común.
1 6 Y esto se repitió hasta tres
rccee ; y luego el vaso se volvió
al Cielo.
17 Y mientras Pedro dudaba
entre sí que seria la visión, que
habia visto ; he aquí los hom-
bres, que habia enviado Cor-
nelio, que preg-untando por la
casa de Simón, llegaron á la
puerta.
18 Y habiendo llamado, pre-
guntaban, si estaba allí hospeda-
do Simón, el que tiene por so-
brenombre Pedro.
19 Y pensando Pedro en la
visión, le dixo el Espíritu : He
ahí tres hombres que te buscan.
■^0 Levántate, pues, baxa, y
ve con ellos sin dudar ; porque
yo los he enviado.
21 Y descendiendo Pedro á,
los hombres, les dixo t Vedme
aquí, yo soy el que buscáis ;
¿ que es la causa por que habéis
venido ?
22 Y ellos dixéron : El Cen-
turión Corneho, hombre justo y
temeroso de Dios, y que tiene el
testimonio de toda la nación de
los Judíos, recibió respuesta del
santo Angel, que te hiciese lla-
mar á su casa, y que escuchase
tus palabras.
23 Pedro pues, haciéndolos
entrar, los hospedó. Y el dia
siguiente se levantó, y se fué con
ellos ; y algunos de los her-
manos le acompañaron desde
Joppe.
24 Y otro dia después entró
en Cesárea. Y Corneho los es-
taba esperando, habiendo convi-
dado á sus parientes y mas ínti-
mos amigos.
25 Y acaeció, que quando
Pedro estaba para enti-ar le sa*
lió Cornelio a recibir, y derri
bándose á sus pies, le adoró.
26 Mas Pedro le alzó, y dixo :
Levántate, que yo también soy
hombre.
27 Y entró hablando con él^
y halló muchos que se habiaa
juntado :
28 Y Ies dixo : Vosotros sa-
béis como es cosa abominable
para un Judío el juntarse ó alle-
garse á extrangero ; mas Dios
me ha mostrado, que á ningún
hombre llamase común ó in-
mundo.
29 Y por esto sin dificultad
he venido, luego que rae has lla-
mado. Pregunto pues, ;por que
causa me habéis hecho venir ?
30 Y dixo Cornelio : Hoy
hace quatro dias que estaba,
orando en mi casa á hora de no-
na, y he aquí se me puso delante
un varón con una ropa blanca, y
me dixo :
31 Cornelio, oida es tu ora-»
cion, y tus limosnas han venido
en memoria delante de Dios.
32 Envía pues á Joppe, y haz
llamar á Simón, que tiene por
sobrenombre Pedro ; este posa
en casa de Simón el curtidor
junto á el mar.
33 Y luego envié á buscarte ;
y tú has hecho bien en venir.
Y ahora nosotros todos estamos
en tu presencia para escuchar
todas las cosas que el Señor te
ha mandado.
34 Entonces Pedro abrió su
boca, y dixo : Verdaderamente
reconozco, que Dios no es acep-
tador de personal;
35 ]Mas en qualquiera gente,
del que le teme, y obra justicia,
se agrada.
36 Dios envió palabra á los
hijos de Isr?i€l, anunciándcleg
18B LOS líECHOS DE
LOS APOSTOLES.
paz por Jesu-Cristo : (este es el
Señor de todos.)
37 Vosotros sabéis la palabra
que ha sido hecha por toda la
.Tudéa ; y comenzando desde la
Galilea después del bautismo
^ue predicó Juan,
38 A Jesús de Nazaréth ; co-
mo Dios le ung-ió de Espíritu
Santo, y de virtr.d, el qual an-
duvo haciendo bienes, y sanando
á todos los oprimidos del diablo,
porque Dios era con él.
39 Y nosotros somos testigos
de todo quanto liizo en la región
de los Judíos, y en Jenisalém ;
al qual ellos mataron, colgándolo
en un leño.
40 A este le resucitó Dios al
tercero dia, y quiso que se ma-
riifestase,
41 No á todo el pueblo, sino
á los testigos que Dios habia or-
denado antes ; á nosotros, que
comimos, .y bebimos con él, des-
pués que resucitó de entre los
líiuertos.
42 Y nos mandó que predicá-
remos al pueblo, y que diésemos
testimonio de que él es el que
Dios ha puesto por Juez de vi-
vos, y de muertos.
43 A este dan testimonio to-
dos los Profetas, que todos los
que crean en él, recibirán per-
don de los pecados por su nom-
bre.
44 Estando aun diciendo Pe-
dro estas palabras, descendió el
Espíritu Santo sobre todos quan-
tos oian la palabra.
45 Y se espantaron los fieles
que eran de ia circuncisión, y
habían venido con Pedro, de que
la gracia del Espíritu Santo se
difundiese también sobre los
Gentiles.
46 Porque ios oian hablar en
lenguas, y decir grandes cosas
de Dios.
47 Entónces respondió Pe-"
dro ; ; Por ventura puede algu-
no impedir el agua del bautismo
á estos, que han recibido el Es-
píritu Santo, así como nosotros ?
48 Y mandó que fuesen bau-
tizados en el nombre del Señor
Jesu-Cristo. Entónces le roga-
ron que se quedase con ellos al?-
guuos dias.
CAPITULO xr.
1 oyeron los Apóstoles,
JL y los hermanos, qué
estaban en la Judéa, que tam'
bien los Gentiles habían recibi-
do la palabra de Dios.
2 Y quando Pedro pasó á Je*
rusalém, disputaban contra él l03
que eran de la circuncisión,
3 Diciendo : ¿ Por que en»
traste á gentes que no son cir-
cuncidadas, y comiste con ellas?
4 Y Pedro tomando las cosas
desde el principio, se las declaró <
por su órden, diciendo : '
5 Yo estaba orando en la ciu»
dad de Joppe, y vi en un éxtasis
una visión, que descendía un
vaso como un grande lienzo, que
por los quatro cabos era abaxa*
do del Cielo, y vino hasta mí.
6 Y corno yo lo estuviese mi-
rando y contemplando, vi allr
animales terrestres de quatro
pies, y fieras, y reptiles, y ave*
del Cielo.
7 Y oí también una voz, qu^
me decía : Levántate, Pedro^
mata, y come.
8 Y dixe : No haré, Señor >
porque nunca entró en mi boca
cosa común ó inmunda.
9 Y me respondió otra vez
la voz del Cielo ; Lp que Pio$
CAPITULO XI.
La purificado, tú no lo llames
común.
10 Y esto fué hecho por tres
Veces ; y se volvió todo esto al
Cielo.
1 1 Y he aquí que luego lle-
garon tres varones á la casa en
donde yo estaba, enviados á mí
de Cesaréa,
12 Y me di xo el Espíritu, que
fuese con ellos, no dudando na-
da. Y vinieron también conmi-
go) estos seis liermanos, y entra-
mos en casa de aquel varón.
13 Y nos contó como habia
visto en su casa al Acg-el, que
se le puso delante, y le dixo :
Envía á Joppe, y haz venir á
Simón, que tiene por sobrenom-
bre Pedro,
14 El que te dirá palabras,
por las quales serás salvo tú, y
toda tu casa.
15 Y quando comencé á ha-
blar, descendió el Espíritu Santo
sobre ellos, así como sobre noso-
tros al principio.
16 Y me acordé entónces de
las palabras del Señor, como él
habia dicho : Juan en verdad
bautizó en agua, mas vosotros
seréis bautizados en Espíritu
Santo.
1 7 Pues si Dios dió á aquellos
la misma gracia, que á nosotros
que creímos en el Señor Jesu-
cristo : ¿ quien era yo, que pu-
diese estorbar á Dios ?
18 Quando esto hubiéron
oído, callaron ; y gloriücáron á
Dios, diciendo : De manera que
Dios también ha concedido pe-
nitencia á los Gentiles para vida.
19 Y los otros, que habían
sido esparcidos por la tribula-
ción que habia acaecido por
causa de Estevan, llegaron hasta
Fenicia, y Chipre, y Attiochía,
18S>
no predicando á otros la pala-
bra, sino solo á los Judíos.
20 Y entre ellos había algu-
nos de Chipre, y de Cirene ; los
quales quando entraron en An-
tíocbia, hablaban también á los
Griegos, y anunciaban al SeñoT
Jesús.
21 Y la mano del Señor era
con ellos ; y un grande número
de creyentes se convirtió al Se-
ñor.
22 Y llegó la fama de estas
cosas á oídos de la Iglesia que
estaba en Jerusalém ; y enviá-
ron á Antiochia á Bernabé.
23 El quando llegó, y vió la
gracia de Dios, se gozó ; y ex-
hortaba á todos á perseverar en
el Señor en el propósito de stt
corazón :
24 Porque era varón bueno,
y Heno de Espíritu Santo, y de
fe. Y se allegó al Señor gi-ande
número de gente.
25 Y desde allí se fué Ber-
nabé a Tarso en busca de Sau-
lo ; y quando le hubo hallado, le
llevó á Antiochia.
26 Y estuvieron todo aquel
año en esta Iglesia ; é instruyé-
ron una grande multitud de gen-
te, de manera, que en Antiochia
fué ron primero los discípulos lla-
mados Cristianos.
27 Y en estos dias descendie-
ron de Jerusalém á Antiochia
unas Profetas :
28 Y levantándose uno de
ellos, por nombre Agabo, daba á
entender por espíritu, que habia
de haber una grande hambre poj>
todo el mundo ; esta vino en
tiempo de Claudio.
29 Y los discípulos, cada uno
según sus facultades, resolviéroa
enviar algún socorro á los her-
manos ^ue moraban en la J udéa ;
190
LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES.
30 Lo que executáron, en-
Viándolo á los Ancianos por ma-
no de Bernabé, y de Saulo.
CAPITULO xn.
1 ^ÍT en el mismo tiempo el
X Rey Heródes envió
tropas para maltratar á. algunos
de la Ig-lesia.
2 Y mató á cuchillo á Santia-
go hermano de Juan.
3 Y viendo que hacia placer
á los Judíos, pasó también á
prender á Pedro. Eran entón-
ces los dias de los Azimos.
4 Y habiéndole hecho pren-
der, le puso en la cárcel, y le
dió á guardar á quatro piquetes
de quatro soldados cada uno,
queriendo sacarle al pueblo des-
pués de la Pascua.
5 Y mientras que Pedro era
así guardado en la cárcel, la
Iglesia liacia sin cesar oi-acion á
Dios por él.
6 IVIas quando Heródes le ha-
bía de sacar, aquella misma no-
che estaba Pedro durmiendo en-
tre dos soldados, aherrojado con
dos cadenas ; y los guardas esta-
ban delante de la puerta guar-
dando la cárcel.
7 Y he aquí sobrevino el An-
gel del Señor, y resplandeció
lumbre en aquel lugar, y tocan-
do á Pedro en el lado, le desper-
tó, y dixo : Levántate pronto.
Y cayeron las cadenas de sus
manos.
8 Y el Angel le dixo : Cíñete,
y cálzate tus sandalias. Y lo
hizo así. Y le dixo : Echate
encima tu ropa, y sigúeme.
9 Y salió, y le iba siguiendo ;
y no sabia que fuese verdad lo
. que hacia el Angel ; mas pen-
saba que él veía visioa.
10 Y pasando la primera y la
segunda guardia, Uegáron á la
puerta de hierro, que vá á la
ciudad, la que se les abrió de
suyo. Y habiendo salido, pasá-
ron una calle ; y luego se apartó
de él el Angel.
1 1 Entónces Pedro volviendo
en sí, dixo : Ahora sé verdade-
ramente que el Señor ha envia-
do su Angel, y me ha librado de
mano de Heródes, y de toda la
expectación del pueblo de los
Judíos.
12 Y considerando esto, fué á
casa de María la madre de Juan,
que tenia por sobrenombre IMár-
cos, en donde estaban muchos
congregados, y orando.
13 Y tocando él á la puerta
del patio, una muchacha lla-
mada Rhode salió á escuchar.
14 Y luego que conoció la
voz de Pedro, de gozo co abrió
la puerta, sino que conió den-
tro, y dió nuevas que estaba Pe-
dro á la puerta.
15 Y ellos le dixéron : Tú
estás loca. Pero ella afirmaba
que así era. Y ellos decían :
Su Angel es.
10 Entretanto Pedro conti-
nuaba llamando; y habiéndole
abierto, le viéron, y quedaron
pasmados.
17 Y como él les hiciese se-
ñal con la mano que callasen,
les contó el modo con que el Se-
ñor le había sacado de la cárcel,
y dixo : Haced saber esto á San-
tiago y á los hermanos. Y sa-
liendo de allí, se fué á otro lugar.
18 Y quando fué de día, liubc
un grande alboroto entre los sol-
dados, sobre lo que se había he^
cho de Pedro.
19 Y Heródes habiéndole he
cho buscar, y no hallándole, ex, '
CAPITULO xni.
m
Ominados los g-uardas, los mandó
llevar ; y pasó de Judéa á Ce-
sárea, en donde se quedo.
20 Estaba ayrado contra los
de Tiro, y de Sidon. Mas ellos
de común acuerdo vinieron á él,
y liabiendo ganado á Blasto, que
era Camarero del Rey, solicita-
ban la paz, porque las tierras de
ellos eran abastecidas del Rey.
21 Y un dia señalado Heró-
des vestido de trag-e Real, se
sentó en el tribinial, y les hacia
su razonamiento.
22 Y el pueblo le aplandia di-
ciendo : Voces de Dios, y no de
hombre.
23 Y al punto le hirió el An-
gel del Señor, por quanto no ha-
bia dado la honra á Dios ; y co-
mido de g-usanos espiró.
24 Mas la palabra del Señor
Grecia, y se multiplicaba.
25 Y Bernabé y Saulo se
volvieron de Jerusalém después
de haber cumplido su ministe-
rio, y llevaron consigo á Juan,
que tenia el sobrenombre de
Marcos.
CAPITULO XIII.
1 TTABIA pues en la I-
jn g-lesia, que estaba en
Antiochia, Profetas y Doctores,
y entre ellos Bernabé y Simón,
que era llamado iSiger, y Lucio
de Cirene, y Manahen, herma-
no de leche de Ileródes el Te-
trarca, y Saulo.
2 Y estando ellos ministrando
al Señor, y ayunando, les dixo
el Espíi-itu Santo : Separadme á
Saulo, y á Bernabé para la obra,
á que los he destinado.
3 Entónces ayunando y oran-
do, é imponiéndoles las manos,
los enviaron.
4 Y ellos enviados así por el
Espíritu Santo, fueron á Seleu-
cia ; y desde allí navegáron has-
ta Chipre.
5 Y quando llegaron á Sala-
mina, predicaban la palabra de
Dios en las Sinagogas de los Ju-
díos. Y tenían también á Juan
en el ministerio.
6 Y habiendo atravesado toda
la isla hasta Pafo, hallaron un
hombre Mago, falso Profeta, Ju-
dío, llamado Barjesús,
7 El qual estaba con el Pro-
cónsul Sergio Paulo varón pru-
dente. Este, habiendo hecho
llamar á Bernabé y á Saulo, de-
seaba oir la palabra de Dios.
8 Mas Elimas el Mago (por-
que así se interpreta su nombre)
se les oponía, procurando apar-
tar al Procónsul de la fe.
9 Mas Saulo, que es también
llamado Pablo, lleno de Espíritu
Santo, fixando en él los ojos,
10 Dixo : O lleno de todo en-
gaño y de toda astucia, hijo del
diablo, enemigo de toda justicia
no cesarás de trastornar los ca-
minos derechos del Señor.
1 1 Mas he aquí ahora sobre tí
la mano del Señor, y serás ciego,
que no verás el Sol hasta cierto
tiempo. Y luego cayó en él
obscuridad y tinieblas, y vol-
viéndose de todas partes, busca-
ba quien le diese la mano.
12 El Procónsul entónces,
quando vió este hecho, abrazó
la fe, maravillado de la doctrina
del Señor.
13 Y Pablo con sus compañe-
ros saliéron de Pafo, y fueron
por mar á Perges de Panfilia.
Mas Juan apartándose de ellos,
se volvió á Jerusalém.
14 Y ellos pasando por Perges,
fueron á Antiochia de Pisidia ; y
192 LOS HECH03 DE
LOS APOSTOLES.
habiendo entrado en la Sinagoga
nn dia de Sábado, tomáron a-
eiento.
1 5 Y después de la lección de
)a Ley y de los Profetas, les en-
viaron á decir los Príncipes de
la Sinagoga : Varones hermanos,
si tenéis que decir alguna pala-
bra de exhortación al pueblo,
decid.
16 Y levantándose Pablo, y
haciendo con la mano señal de
silencio, dixo : Varones Israeli-
tas, y los que teméis á Dios, oid :
17 El Dios del pueblo de Is-
mael escogió á nuestros padres,
y ensalzó al pueblo, siendo ellos
extrangeros en tierra de Egipto,
de donde los sacó con brazo
sublime,
18 Y soportó las costumbres
de ellos en el desierto por espa-
cio de quarenta años.
19 Y destruyendo siete na-
ciones en tierra de Canaan,
distribuyó entre ellos por suerte
aquella tierra,
20 Casi quatrocientos y cin-
cuenta años después ; y en se-
guida les dió Jueces hasta el
Profeta Samuel.
21 Y después pidieron Rey ;
y les dió Dios á Saúl hijo de Cis,
varón de la Tribu de Benjamin,
por quarenta años.
22 Y quitado este, les levantó
por Rey á David, á quien dió
testimonio, diciendo : He halla-
do á David hijo de Jessé, hom-
bre según mi corazón, que hará
todas mis voluntades.
23 Y del linage de este según
la promesa ha traido Dios á Is-
jraél el Salvador Jesús.
24 Habiendo Juan predicado
^tes de su venida bautismo de
penitencia á todo el puebb de
25 Y quando Juan cumplía
su carrera, decia : No soy yo,
el que pensáis que yo soy, mas
he aquí que viene en pos de mí
aquel de quien no soy yo digno
de desatar el calzado de los pies.
26 Varones liermanos» hijos
del linage de Abraham, y los
que entre vosotros temen á Dios,
á vosotros es enviada la palabra
de esta salud.
27 Porque los que moraban
en Jerusalém, y los Príncipes
de ella, no conociendo á este, ni
á las voces de los Profetas, que
cada Sábado se leen, las cum-»
pliéron sentenciándole :
28 Y no hallando en él m"u-
guna causa de muerte, pidiéroD
á Pilato, que se le quitase la
vida.
29 Y quando hubiéron cura"
plido todas las cosas, que esta-
ban escritas, de él, quitándole
del madero, le pusiéron en ua
sepulcro.
30 Mas Dios le resucitó al
tercero dia de entre los muer-
tos ; y le vieron muchos dias
aquellos,
31 Que subieron juntamente
con él de la Galilea á Jerusa-
lém ; los quales hasta aliora dan
testimonio de él al pueblo.
32 Y nosotros os anunciamos
aquella promesa, que fué hecha
á nuestros padres :
33 La qual ciertamente ha
cumplido Dios á nuestros hijos,
resucitando á Jesús, como tara-
bien está escrito en el Salmo se-
gundo : Tú eres mi Hijo, yo hoy
te he engendrado.
34 Y que le haya resucitado
de entre los muertos para nunca
mas volver á corrupción, lo dixo
de esta manera : Os daré las co-
sas santas de David ñrmes.
CAPITULO XIV.
18S
35 Y por esío dice también
on otro iug^ar : Tío permitirás
que tu Santo vea corrupción.
36 Porque David en su tiem-
po habiendo servido, se^un la
voluntad de Dios murió ; y fué
puesto con sus padres, y vió cor-
rupción.
37 Pero aquel, que Dios ha
resucitado de entre los muertos,
no vió corrupción.
38 Séaos pues notorio, varo-
nes hermanos, que por este se os
anuncia remisión de pecados, y
de todo lo que no pudisteis ser
justificados por la Ley de Moi-
sés,
39 En este es justificado todo
que] que cree.
40 Pues guardaos que no ven-
ga sobre vosotros, lo que dixéron
los Profetas :
41 Mirad raenospreciadores,
y maravillaos, y desapareced ;
que yo obro una obra en vues-
tros dias, obra que no creeréis,
si alg^uno os la contare.
42 Y al salir ellos les rog-aban
que al otro Sábado Ies dixesen
estas palabras.
43 Y despedida la Sinagog-a,
muchos de los Judíos y Proséli-
tos temerosos de Dios siguieron
á Pablo y á Bernabé ; j estos
con sus razones los exhortaban á
perseverar en la gracia de Dios.
44 Y el siguiente Sábado con-
currió casi toda la ciudad á, oir
la palabra de Dios.
43 Y quando los Judíos vie-
ron las gentes, se llenaron de
zelo, y contradecian á lo que
Pablo decia, blasfemando.
46 EfTtónces Pablo y Bernabé
les dixéron con firmeza : A vo-
sotros convenia que se hablase
primero la palabra de Dios ; mas
porque la desecháis, y os juzgáis
indignos de la vida eterna, desde
este punto nos volvemos á los
Gentiles.
47 Pcyrque el Señor así nos lo
mandó : Yo te he puesto para
lumbre de las gentes, para que
seas en salud hasta el cabo de
la tierra.
48 Quando esto oyeron los
Gentiles, se gozaron, y glorifi-
caban la palabra del Señor; y
creyéron quantos habian sido
predestinados para la vida eterna.
49 Y la palabra del Señor se
esparcia por toda la tieri-a.
50 Mas los Judíos concitaron
á algunas mugeres devotas e
ilustres, y á los principales de la
ciudad, y movieron una perse-
cución contra Pablo, y Bernabé ;
y los echáron de sus términos.
51 Ellos entónces, sacudien-
do el polvo de sus pies contra
ellos, se fuéron a Iconio.
52 Y los discípulos estaban
llenos de gozo, y de Espíritu
Santo.
CAPITULO XIV.
1 "^7" acaeció en Iconio, que
M. entraron juntos en la
Sinagoga de los Judíos, y aüí
predicaron, de manera que
creyó un crecido número de
Judíos, y de Griegos.
2 Mas los Judíos que no
creyeron, levantaron é irritáron
el ánimo de los Gentiles contra
sus hermanos.
3 y por esto se detuvieron
allí mucho tiempo, trabajando
con confianza en el Señor, que
daba testimonio á la palabra de
su gracia, concediendo que se
hiciesen por sus manos prodigios
y milagros.
4 Y se dividieron las gentes
9
194 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
de la ciudad ; y los unos eran
por los Judíos, y los otros por
los Apóstoles.
5 Mas como los Gentiles, y
ios Judíos con sus caudillos fie j
amotinasen para ultrajarlos, y
apedrearlos,
6 Entendiéndolo ellos, huyé-
ron á Listra, y Derbe, ciudades
de Licaonia, y á toda aquella
comarca, y allí predicaban el
Evangelio.
7 Y en Listra habia un
hombre lisiado de los pies, coxo
desde el vientre de su madre, el
Cjual nunca habia andado.
H Este oyó predicar á Pablo.
Quien poniendo en él los ojos, y
viendo que tenia fe para ser sano,
9 Dixo en alta voz : Leván-
tate derecho sobre tas pies. Y
él saltó, y andaba.
10 Y las g-entes quando vie-
ron lo que Pablo habia hecho,
ievantáron su voz, y dixéron en
lengTia Licaónica : Han des-
centlido á nosotros Dioses en
forma de hombres.
11 Y llamaban á Bernabé Jú-
piter, y á Pablo Mercurio ; por-
que él era el que llevaba la pa-
labra.
12 También el Sacerdote de
Júpiter, que estaba á la entrada
de la ciudad, trayendo ante las
puertas toros, y giiimaldas, que-
ría sacrificar con el pueblo.
13 Y quando lo oyeron los
Apóstoles Bernabé, y Pablo,
rasgando sus vestiduras, salta-
ron en medio de las gentes, dan-
do voces,
14 Y diciendo : ¿ Varones,
por que hacéis esto ? Nosotros
íiombres somas también morta-
les así como vosotros, y os pre-
dicamos que de estas cosas vanas
os convirtáis al Dios vivo, que
hizo el Cielo, y la tierra, y el
mar, y todo quanto hay en
ellos :
1 5 El que en los siglos pasa-
dos ha permitido á todos los Gen-
tiles andar en sus caminos.
16 Y nunca se dexó á sí mis-
mo sin testimonio, haciendo bien
del Cielo, dando lluvias, y tiem-
pos favorables para los frutos,
llenando nuestros corazones de
mantenimiento, y de alegría.
17 Y diciendo esto, apenas
pudieron apaciguar las gentes,
que no les sacrificasen.
18 Mas sobrevinieron algunos
Judíos de Antiochia, y de Iconio ;
y habiendo ganado la voluntad
del pueblo, y apedreando, á Pa-
blo, le sacaron arrastrando fuera
de la ciudad, creyendo que es-
taba muerto.
19 Mas rodeándole los discí-
pulos, se levantó, y entró en la
ciudad ; y al dia siguiente se
partió con Bernabé á Derbes.
20 Y habiendo predicado el
Evangelio en aquella ciudad, y
enseñado á muchos, se volvie-
ron á Listra, y á Iconio, y á
Antiochia,
21 Confirmando los corazones
de los discípulos, exhortándolos
á perseverar en la fé ; y que por
muchas tribulaciones nos es ne-
cesario entrar en el reyno de
Dios.
22 Y después qne hubiéron
ordenado Presbíteros en cad?i
Iglesia de ellos, y hubiéron he-
cho oración con ayunos, los en-
comendáron al Señor, en quien
habían creído.
23 Y atravesando la Pisidia,
fuéron á Panfilia,
24 Y anunciando la palabra
del Señor en Perges, descendie-
ron á Atali'J
CAPITULO XV.
19:
'25 Y desde aUí naveg-áron á
Antiochia, de donde liabian sido
encomendados á la gracia de
Dios para la obra que habían
acabado.
26 Y habiendo llegfado, y con-
gregado la Iglesia, contaron to-
das las cosas que Dios habia he-
cho con ellos, y como habia
abierto la puerta de la fe á. los
Gentiles.
27 Y se detuvieron con los
discípulos no poco tiempo.
CAPITULO XV.
1 "WT vinieron algunos de la
X Judéa que enseñaban
á los hermanos : Si no os cir-
cuncidáis según el rito de Moy-
sés, no podéis ser salvos.
2 Y después que Pablo, y
Bernabé disputaron fuertemente
contra ellos sin convencerlos,
resolvieron que fuesen Pablo, y
Bernabé, y algunos' de los otros
fí los Apóstoles, y Presbíteros
de Jerusalém sobre esta qües-
tion.
3 Ellos pues enviados por la
Iglesia, pasaron por la Fenicia,
y por Samaría, contando la con-
versión de los Gentiles ; y daban
grande gozo á todos Iqs her-
manos.
4 Y quando llegaron á Jeru-
salém, fueron recibidos por la
Iglesia, y por ios Apóstoles, y
por los Presbíteros, á quienes
referían todas las cosas que Dios
habia hecho con ellos.
5 Mas se levantaron algunos
de la secta de los Faríséos, que
habían creído, diciendo : Que
era necesario que ellos fuesen
circuncidados, y que se les man-
dase también guardar 1:í ley de
Moisés.
6 Y se congregaron Ies Após-
toles, y Presbíteros para tratar
de esta controversia.
7 Y después de un maduro
examen, levantándose Pedro, les
dixo : Varones hermanos, voso-
tros sabéis que desde los prime-
ros días ordenó Dios entre noso-
tros que por mi boca oyesen los
Gentiles la palabra del Evange-
lio, y que creyesen.
8 Y Dios que conoce los co-
razones, dió testimonio, dándo-
les á ellos también el Espíritu
Santo, como á nosotros.
9 Y no hizo diferencia entre
nosotros y ellos, habiendo purifi-
cado con la fé sus corazones.
10 ¿ Ahora pues por que ten-
táis á Dios, poniendo un yugo
sobre las cer\'ices de los discípu-
los, que ni nuestros padres, ni
nosotros pudimos llevar ?
11 Mas creemos ser salvos
por la gracia del Señor Jesu-
cristo, así como ellos.
12 Y calló toda la multitud ;
y escuchaban á Bernabé y á
Pablo, que les contaban quan
grandes señales y prodigios habia
hecho Dios entre los Gentiles
por ellos.
13 Y después que calláron,
respondió Santiago, y dixo : Va-
rones hermanos, escuchadme.
14 Simón ha contado como
Dios primero visitó á los Gen-
tiles para tomar de ellos un pue-
blo para su nombre.
1 5 Y con esto concuerdan las
palabras de los Profetas, como
está escrito ;
16 Después de esto volveré, y
reedificaré el tabernáculo de
David, que cayó ; y repararé sus
ruinas, y le alzaré :
17 Para que ei resto de los
hombres busque á Dios, y todas
196 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
las gentes sobre las que ha sido
invocado mi nombre, dice el Se-
ñor que hace estas cosas.
18 Conocida es al Señor su
obra desde el sig-lo.
19 Por lo quai yo juzg-o, que
no se inquiete á los Gentiles,
que se convierten á Dios,
20 Sino que se les escriba
que se absteng-an de las conta-
minaciones de los ídolos, y de
fornicación, y de cosas ahoga-
das, y de saíigre.
21 Porque Moisés desde
tiempos antiguos tiene en cada
ciudad quien le predique en las
Sinagogas, en donde es leido ca-
da Sábado.
22 Entonces pareció bien á
los Apóstoles, y á los Presbíte-
ros con toda la Iglesia elegir va-
rones de ellos, y enviarlos á An-
íiochia con Pablo y Bernabé, á
Júdas, que tenia el sobrenombre
de Barsabas, y á Sitas, varo-
nes principales entre los herma-
nos,
23 Y les escribiéron por ma-
node ellos así. Los Apóstoles, y
ios Presbíteros hermanos, á los
hermanos que son de los Gen-
tiles, y están en Antiochia, y en
Syria, y en Cilicio, salud.
24 Por quanto habemos oido
que algunos que han salido de
nosotros, trastornando vuestros
corazones, os han turbado con
palabras, sin habérselo man-
dado :
25 Congregados en uno, nos
ha parecido escoger varones, y
enviarlos á vosotros con nues-
tros muy amados Bernabé y
Pablo,
26 Hombres que han entrega-
do sus vidas por el nombre de
nuestro Señor Jesu-Cristo.
27 Enviamos pues á Júdas y
á Silas, los quales os dirán tam-
bién de palabra esto mismo.
28 Porque ha parecido al Es-
píritu Santo, y á nosotros, de no
poner sobre vosotros mas carga
que estas cosas necesarias :
29 Que os abstengáis de cosas
sacrificadas á ídolos, y de san-
gre, y de ahogado, y de fornica-
ción ; de lo qual si os guardareis,
haréis bien. Dios sea con voso-
tros.
30 Ellos pues despachados de
esta suerte, fueron á Antiochia ;
y habiendo juntado á los fieles,
entregaron la carta.
31 Y quando la huhiéron
leido, se gozáron de aquel con-
suelo.
32 Y Júdas y Silas, que eran
Profetas, consolaron con muchas
palabras á los hermanos, y los
confirmaron en la fé.
33 Y después de haberse de-
tenido allí algún tiempo, los her-
manos los despacharon en paz á
los que los habían enviado.
34 Silas no obstante tuvo por
bien quedarse all/; y se fué Jú-
das solo á Jerusalém.
35 Y Pablo y Bernabé se es-
taban en Antiochia, enseñando,
y predicando con otros muchos
la palabra del Señor.
36 Y de allí á algunos días
dixo Pablo á Bernabé : Volva-
mos á visitar los hermanos por
todas las ciudades, en donde he-
mos predicado la palabra del Se-
ñor, para ver como les va.
37 Y Bernabé quería también !
llevar consigo á Juan, que tenia í
por sobrenombre Marcos.
38 Mas Pablo le rogaba y de-
cía, que pues se habia scparado
de ellos desde Panfiiia, y no
había ido con ellos á la obra, no
era bien que fuese admitido.
CAPITULO xvr.
197
39 Y hubo tal desavenencia
entre ellos, que se separaron el
uno del otro, y Bernabé llevó
consigt) á Marcos, y se fué por
mar á Chipre.
40 Y Pablo habiendo escoci-
do á Silas, se partió, encomen-
dado á la gracia de Dios por los
hermanos.
41 Y anduvo por la Siria, y
por Cilicia, confinnando las Igle-
sias ; mandando que se observa-
sen los reglamentos de los Após-
toles y de los Presbiteros.
C APITULO XVI.
1 "WT* llegó á Derbe y á Lis-
jL tra. Y había allí un
discípulo por nombre Timoteo,
hijo de una muger fiel de Judéa,
y de padre Gentil.
2 De este daban buen testi-
monio los hermanos que estaban
en Listra y en Iconio.
3 Pablo quiso que este fuese
en su compañía ; y le tomó y le
circuncidó por causa de los Ju-
díos, que habia en aquellos lu-
gares. Porque todos sabían que
su padre era Gentil.
4 Y quando pasaban por las
ciudades, les enseñaban que
guardasen los decretos, que ha-
bían sido establecidos por los
Apóstoles y por los Presbíteros,
que estaban en Jerusaléra.
5 Y las Iglesias eran confir-
madas en la fé, y crecían en nú-
mero cada dia.
6 Y atravesando la Frigia, y
1 la provincia de Galacia, les vedó
el Espíritu Santo que predicasen
la palabra de Dios en el Asia.
7 Y quando llegaron á Mi-
sia, querían ir á Bitinia, y no
los dexó el Espíritu de Jesús.
1 8 Y después de haber atra- 1
vesado la ÍMisia, basaron á
Troade :
9 Y de noche fué mostrada
visión á Pablo ; se le puso de-
lante un hombre Macedonio,
que le rogaba, y decía : Pasa á
Macedonia, y ayúdanos.
10 Y luego que tuvo la visión^
procuramos ir á Macedonia, cer-
tificados que Dios nos habia lla-
mado para que les predicásemos
el Evangelio.
11 Por lo que embarcándonos
en Troade, navegamos derecha-
mente á Samotracia, y el dia
siguiente á Ñapóles :
12 Y desde allí á Filipos,
que es una colonia, y ciudad
principal de aquella parte de
Macedonia, Y en esta ciudad
noa detuvimos algnnos días con-
ferenciando.
13 Y un dia de los Sábados
salimos fuera de la puerta junto
al rio, en donde parecía que se
hacia la oración ; y sentándonos
allí, hablábamos á las raugeres,
que habían acudido.
14 Y una muger llamada Li-
dia, de la ciudad de los Tiatí-
ros, que comerciaba en púrpura,
temerosa de Dios oyó ; y abrió
el Señor su corazón, para que
atendiese á lo que decia Pablo.
15 Y quando fué bautizada
ella con su famiUa, rogó, y díxo:
Si habéis héciao juicio que yo
soy fiel al Señor, entrad en mi
casa, y posad allí. Y nos obli-
gó á ello.
16 Acaeció pues, que yendo
nosotros á la oración, nos en-
contró una muchacha que tenia
espíritu de Pitón, y daba mu-
cho que ganar á sus araos adi-
vinando.
17 EUa siguiendo á Pablo y
á nosotros, daba voces diciendt» :
I9S LOS HECHOS DE
Estos hombres sou siervos del
Dios excelso, que os anuncian el
camino de la salud.
18 Y esto lo hacia muchos
dias. Mas Pablo indig-nado ya
se volvió, y dixo al espíritu : Te
mando en el nombre de Jesu-
cristo que salg-as de ella. Y en
la misma hora salió.
19 Y quando vieron sus amos
que se les habia escapado la es-
peranza de su g-anancia, echan-
do mano de Pablo y de Silas,
los llevaron al Juzgado á los
Príncipes ;
20 Y presentándolos á los Ma-
gistrados, dixeron : Estos hom-
bres son Judíos, y alborotan
nuestra ciudad ;
21 Y predican ritos, que á
nosotros no nos es lícito recibir
ni guardar, siendo Romanos.
22 Y el pueblo se atropello
contra ellos ; y loa Magistrados
haciéndoles rasgar las túnicas,
los mandaron azotar con varas.
23 Y después de haberles da-
do muchos golpes, los metieron
en la cárcel, mandando al car-
celero que los tuviese á buen
recaudo.
24 El luego que recibió esta
orden, los puso en un calabozo,
y les apretó los pies en el cepo.
25 Mas á media noche pues-
tos en oración Pablo y Silas,
alababan á Dios ; y los que esta-
ban presos, los oían.
26 Y súíjitamente se sintió un
terremoto tan grande, que se
movieron los cimientos de la
cárcel ; y se abrieron luego to-
das las puertas, y fuéron sueltas
las prisiones de todos.
27 Y habiendo despertado el
carcelero, quando vió abiertas
las puertas de la cárcel, desen-
vaynó la espada, y se quena ma-
LOS APOSTOLES.
tar, pensando que se habían hui-
do los presos.
28 Mas Pablo clamó en alt j
voz, diciendo : No te hagas nin»
gun mal, porque todos estamos
aquí.
29 El entónces pidió unaluz^
y entró dentro ; y temblando se
arrojó á los pies de Pablo y de
Silas :
30 Y sacándolos fuera, les di-
xo : ¿ Señores, que es lo que de-
bo yo hacer para ser salvo ?
31 Y ellos le dixeron; Cree
en el Señor Jesús, y serás salvo
tú y tu casa.
32 Y le predicaron la palabra
del Señor, y á todos los que es-
taban en su casa.
33 Y tomándolos en aquella
misma hora de la noche, les lavo
las llagas ; é inmediatamente
fué bautizado él y toda eu fa-
milia.
34 Y habiéndolos llevado á
su casa, les puso la mesa, y se
alegró con todos los de su casa
creyendo en Dios.
35 Y quando fué de día, le
enviáron los Magistrados á decir
por los Alguaciles : Dexa ir li-
bres á esos hombres.
36 Y el carcelero dió aviso de
esto á Pablo : Los Magistrados
han enviado orden para que os
ponga en libertad; pues ahora
salid, é id en paz.
37 Entónces Pablo les dixo :
¿ Azotados públicamente, sin for-
ma de juicio, siendo Romanos,
nos pusiéron en la cárcel, y aho-
ra nos echan fuera en secreto ?
No será así ; mas vengan,
38 Y saquennos ellos mismos.
Y los Alguaciles hicieron saber
estas palabras á los Magistrados.
Y ellos temieron, quando oyéron
que eran Romanos :
CAPITULO XVII.
39 Y vinieron pidiéndoles per-
don, y sacándolos, les ro^ban
que saliesen de la ciudad.
40 Y luego que salieron de la
cárcel, entráron en casa de Li-
dia, y visitando á los hermanos,
los consoláron, y se fueron.
CAPITULO XVII.
1 "C^ quando hubieron pa-
Jl sado por Anfipolis y
Apolonia, llegaron á Tesaloni-
ca, en donde habia una Sinago-
ga de Judíos.
2 Y Pablo entró á ellos según
su costumbre, y por tres sába-
dos disputaba con ellos sobre las
Escrituras,
3 Declarando y mostrando que
habia sido necesario que Cristo
padeciese, y resucitase de entre
los muertos ; y C3te es Jeau-
Cristo, el que yo os anuncio.
4 Y creyeron algunos de
ellos, y se juntáron con Pablo y
con Silas, como también una
grande multitud de temerosos de
Dios, y de los Gentiles, y no po-
cas mugeres ilustres.
5 Mas los Judíos, movidos de
zelo, y tomando consigo algunos
de la plebe, hombres malos, y
haciendo gente, levantaron la
ciudad ; y asediaron la casa de
Jasón, queriendo presentarlos al
pueblo.
6 Y no hallándolos, traxéron
violentamente á Jasón y á algu-
nos de los hermanos á los Ma-
gistrados de la ciudad, gritando :
Estos son los que alborotan la
ciudad, y vinieron acá,
7 A los quales ha acogido Ja-
són, y todos estos hacen contra
los decretos de César, diciendo
que hay otro Rey, que es Jesús.
8 Y alborotaron al pueblo y á
los principales de la ciudad al
oir estas cosas.
9 Mas recibida satisfacción
de Jasón, y de los otros, dexá-
ronlos ir libres.
10 Y los hermanos, luego que
llegó la noche, enviaron á Pablo
y á Silas á Beréa ; y quando lle-
garon, entráron em la Sinagog^a
de los Judíos.
11 Y estos eran mas noble?
que los de Tesalonica, pues re-
cibieron la palabra con toda
afirmación, escudriñando todo el
dia atentamente las Escrituras,
si estas cosas eran así.
12 Y abí muchos de ello^
creyeron con muchas mugeres
Grentiles de calidad, y no pocos
hombres.
13 Mas quando los Judíos de
Tesalonica supiéron 'que Pablo
habia también predicado en Be-
réa la palabra de Dios, fueron
allá á turbar y levantar el pue-
blo.
14 Y los hermanos luego al
punto hicieron salir á Pablo para
que fuese hasta el mar ; mas Si-
las y Timoteo se quedáron allí.
15 Y los que acompañaban á
Pablo, le llevaron hasta Ate-
nas ; y después de haber recibi-
do sus órdenes para Silas y Ti-
moteo, que muy presto viniesen
á él, se fueron.
16 Y miéntras que Pablo los
esperaba en Atenas, se infla-
maba su espíritu dentro de sí
mismo, viendo la ciudad entre-
gada á la idolatría.
17 Y así disputaba en la Sina-
goga con los Judíos y con los
Prosélitos, y en la plaza cad?
dia con los que se le ponían de-
lante.
18 Y algunos Filósofos Epi-
cúreos y Estoicos disputabar^
200 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
con él, y unos decían : ¿ Que
nos quiere decir este sembrador
de palabras ? Y otros : Parece
que es predicador de nuevos dio-
ses ; porque Ies anunciaba á, Je-
sús, y la resurrección.
1 9 Y asiéndole lo llevaron al
Areópago, diciendo ; ¿ No pode-
rnos saber que doctrina nueva es
esta, que predicas ?
20 Porque metes en nues-
tras orejas ciertas novedades :
Pues queremos saber que quiere
ser esto.
21 (Y los Atenienses todos,
y los forasteros que allí mora-
ban, no entendían en otra cosa,
sino en decir, ó en oir algo de
nuevo.)
22 Pablo pues, puesto en pie
on rnedio del Areópag-o, dixo :
Varones Atenienses, en todas
las cosas os veo como mas super-
sticiosos.
23 Porque pasando, y viendo
vuestros simulacros, bailé tam-
bién una ara, en que estaba es-
crito : Al Dios yo conocido.
A aquel pues, que vosotros ado-
i-ais sin conocerle, ese es el que
yo os anuncio.
24 El Dios que hizo el mundo
y todas las cosas que hay en él,
este siendo Señor de Cielo y de
tierra, no mora en templos he-
chos de mano ;
25 Ni es servido por manos
de hombres, como si necesitase
de alguna cosa, pues él mismo
da á todos vida, y respiración, y
todas las cosas :
26 Y de uno solo hizo todo el
iinag-e humano, para que habi-
tase en toda la haz de la tierra,
señalando el orden de los tiem-
pos, y los términos de su habita-
ción,
27 Para que buscasen á Dios,
si por ventura le pudiesen tocar
ó haUar, aunque no está lejos de
cada uno de nosotros.
28 Porque en él mismo vivi-
mos, y nos movemos, y somos ;
como dixéron también algunos
de vuestros Poetas : Porque de
él también somos Hnage.
29 Siendo pues linage de Dios,
no debemos pensar que la Divi-
nidad es semejante á oro, ó plata,
ó piedra, labrada por arte, ó in-
dustria de hombre.
30 Y Dios disimulando los
tiempos de esta ignorancia, de-
nuncia ahora á los hombres, que
todos en todo lugar hagan peni-
tencia ;
31 Por quanto ha establecido
dia, en el qual ha de juZgar al
mundo según justicia, por aquel
varón que Habia determinado,
dando certidujTibre á todos, re
sucitándole de entre los muertos.
32 Y quando oyeron la resur-
rección de los muertos, los unos
hacían burla, y los otros dixé-
ron : Te oiremos otra vez sobre
esto.
33 Así Pablo salió de enme-
dio de ellos.
34 Mas algunos creyéron, y
se allegaron á él ; entre los
qualeñ fué Dionisio Areopagita,
y una muger por nombre Dama-
ris, y otros con ellos.
CAPITULO xvin.
1 "rkESPUES de esto saliu
JLf de Atenas, y fué á
Coiinto.
2 Y hallando allí un Judío
por nombre Aquila, natural de
Ponto, que poco antes habia lie-
gado de Itaha, y á Priscila su
muger (porque habia mandado
Claudio salir de Roma á todo»
los Judíos) se allegó á ellos.
4
CAPITULO XVIU.
201
3 Y por qiranlo era de su mis-
mo oficio, estaba con ellos, y
trabajaba ; (porque su oficio era
de hacer tiendas.)
4 Y disputaba cada Sábado
en la Sinagog-a ; y haciendo en-
trar en sus discursos el nombre
del Señor Jesús, convencía á los
Judíos, y á los Griegos.
6 Y quando vinieron de Ma-
cedonia Silas, y Timotéo, Pa-
blo predicaba incesantemente,
dando testimonio á los Judíos
que Jesús era el Cristo.
6 Mas contradiciendo ellos, y
blasfemando, sacudió sus vesti-
dos, y les dixo : Vuestra sangre
sea sobre vuestra cabeza ; yo
estoy limpio, desde ahora me
Toy á los Gentiles.
7 Y partiéndose de allí, en-
tró en casa ^e uno, que se lla-
maba Tito Justo, temeroso de
Dios, cuya casa estaba contigua
á la Sinagoga.
8 Y Crispo, que era el Prín-
cipe de la Sinagoga, creyó en el
Señor con todos los de su casa ;
y muchos de los Corintios que
oyéndole creían, y eran bauti-
zados.
9 Y dixo el Señor á Pablo de
noche en visión : No temas, mas
habla, y no calles :
10 Porque yo soy contigo ; y
nadie te se acercará para da-
ñarte ; porque tengo mucho
pueblo en esta ciudad.
11 Y se detuvo allí un año y
seis meses enseñándoles la pala-
bra de Dios. I
12 Y siendo Galion Procón- 1
sul de la Acaya, los Judíos se I
levantáron de acuerdo contra |
Pablo, y le llevaron al tribunal,
13 Diciendo : Que este per- i
snade á los hombres que sirvan !
á Dios contra hi Ley. i
14 Y como Pablo comenzase
á abrir su boca, dixo Galion á
los Judíos : Si fuese algún agra-
vio, ó enorme crimen, os oiría, o
Judíos, según derecho.
15 Mas si son qiiesíiones de
palabra, y de nombres, y de
vuestra Ley, vedlo allá vosotros;
porque yo no quiero ser Juez de
estas cosas.
16 Y los hizo salir de su tri-
bunal.
17 Entonces ellos echándose
sobre Sostenes Príncipe de la
Sinagoga, le daban golpes de-
lante del tribunal, sin que Ga-
lion hiciese caso de ello.
18 Mas Pablo habiendo per-
manecido allí aun muchos días,
despidiéndose de loe hermanos,
se fué por mar á la Syria (y con
él Priscila, y Aquila) y se ha-
bía hecho cortar en Cencrís ei
cabello ; porque tenia voto.
1 9 Y llegó á Efeso, y los dexó
allí. Y entrando él en la Sina-
goga, disputaba con los Judíos.
20 Y rogándole ellos que se
quedase allí mas tiempo, no con-
sintió en ello,
21 Sino que despidiéndose de
ellos, y díciéndoles : Otra vez
volveré á vosotros queriendo
Dios, se partió de Efeso.
22 Y descendiendo á Cesá-
rea, subió á saludar la Iglesia, y
desde allí pasó á Antíochia.
23 Y habiendo estado allí al-
gún tiempo, partió y anduvo por
órden la tierra de Galacia, y la
Frigia, fortaleciendo á todos los
discípulos.
24 Y vino á Efeso un Judío
por nombre Apolo, natural de
Alexajidria, hombre eloqüente,
y muy docto en las Escrituras.
25 Este era instruido en el
camino del Señor ; y hablaría
9^-
202
LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
con fen or de espíritu, y ense-
ñaba con dilig-encia lo que per-
tenecía á Jesús, y solamente co-
nocía él bautismo de Juan.
26 Este pues comenzó á ha-
blar con libertad en la Sinago-
ga. Y quando le oyeron Pris-
cila, y Aquila, le llevaron consi-
g-o, y le declararon mas particu-
lamiente el camino del Señor.
27 Y queriendo él ir á la
Acaya, habiéndole alentado á
ello los hermanos, escribiéron á
ios discípulos que le recibiesen.
Y quando estuvo allí, fué de mu-
cho provecho á los que habían
creído.
28 Porque con gran vehemen-
cia convencía públicamente á
las Judíos, mostrándoles por las
Escrituras, que Jesús era el
Cristo.
CAPITULO XIX.
1 ~WT aconteció que estando
JL Apolo en Corinto,
Pablo después de haber atrave-
sado las provincias superiores,
vino á Efeso, y halló algunos dis-
cípulos :
2 Y les dixo : Quando abra-
zasteis la fé, recibisteis el Espí-
ritu Santo ? Y ellos le respon-
dieron : Antes ni aun hemos
oído, si hay Espíritu Santo.
3 Y él les dixo : ¿ Pues en
que habéis sido bautizados ?
Ellos díxéron: En el bautismo
de Juan.
4 Y dixo Pablo : Juan bau-
tizó al pueblo con bautismo de
penitencia, diciendo: Que creye-
sen en aquel que había de venir
después de él, esto es, en Jesús.
^ Oidas estas cosas, fuéron
bautizados en el nombre del Se-
ñor Jesús.
6 Y habiéndoles Pablo puesto
las manos, vino sobre ellos el
Espíritu Santo, y hablaban en
lenguas, y profetizaban.
7 Y eran todos como doce
personas.
8 Y entrando en la Sinagoga,
habló con libertad por espacio
de tres meses, disputando, y per-
suadiendo del reyno de Dios.
9 Mas como algunos se endu-
reciesen y no creyesen, maldi-
ciendo el camino del Señor de-
lante de la multitud, apartándose
de ellos, separó los discípulos,
disputando cada día en la escue-
la de un cierto Tirano.
10 Y esto fué por dos años, de
tal manera que todos los que mo-
raban en Asía, oían la palabra
del Señor, Judíos yjGentiles.
11 Y Dios hacia virtudes ex-
traordinarias por mano de Pa-
blo :
12 Tanto que aun quando los
sudarios de su cuerpo y las fa-
xas se aplicaban á los enfermos,
los dexaban las enfermedades, y
salían los espíritus malignos.
13 Y algunos Judíos exórcis-
tas, que andaban de una parte á
otra tentaron á invocar el nom-
bre del Señor Jesús sobre los que
estaban poseídos de los espíritus
mahgnos, diciendo : Conjuróos
por Jesús, el que Pablo predica.
14 Y los que hacían esto eran
siete hijos de un Judío Prín-
cipe de los Sacerdotes, llamado
Sceva.
15 Mas el espíritu maligno
les respondió diciendo : Conozco
á Jesús, y se quien es Pablo :
¿ mas vosotros quien sois ?
16 Y el hombre en quien es-
taba el espíritu maligno, saltan-
do sobre ellos, y apoderándose
de dos, prevaleció contra eJlüs,
CAPITULO XIX.
203
tle tal manera que desnudos y
heridos huyéron de aquella casa.
17 Y esto fué manifiesto á to-
dos los Judíos y Gentiles que
moraban en Efeso ; y cayo te-
mor sobre todos ellos, y era en-
salzado el nombre del Señor
Jesús.
18 Y muchos de los que ha-
bían creído, venían confesando
y denunciando sus hechos.
19 Y muchos de aquellos que
habían seguido las artes vanas,
traxéron los Hbros, y los quema-
ron delante de todos ; y calcula-
do su valor, se halló, que subía
á cincuenta mil denaríos.
20 De este modo crecía mu-
cho, y tomaba nuevas fuerzas la
palabra de Dios.
21 Y cumplidas estas cosas,
propuso Pablo por espíritu de ir
á Jerusaíém, atravesando la Ma-
cedonia y la Acaia, diciendo :
Porque después que estuviere
allí es necesario también que yo
vea a Roma.
22 Y habiendo enviado á Ma-
cedonía á dos de los que le asis-
tían, Timoteo y Erasto, él se
mantuvo por algún tiempo en
Asía.
23 I\Ias en aquel tiempo so-
brevino un alboroto no pequeño
acerca del camino del Señor.
24 Porque un Platero llama-
do Demetrio, que hacía de plata
templos de Diana, daba no poco
que g-anar á los artífices :
25 A los quales habiendo con-
VQcado, y también á los que tra-
bajaban en semejantes obras, di-
xo : Varoaes, vosotros sabéis la
I ganancia que nos resulta de esta
Maestría :
26 Y estáis viendo y oyendo
que no tan solamente en fcíeso,
mas por toda Asia retrae con
sus persuasiones este Pablo mu-
chas gentes, diciendo: Que no
son Dioses los que son hechos de
manos.
27 Por lo qual no solamente
corre peligro que nuestra profe-
sión venga en descrédito, sino
que el templo de la grande Dia-
na sea tenido en nada, y co-
mience á ir por tierra la majes-
tad de aquella á quien toda ei
Asia y el mundo adora.
28 Oido esto, se llenaron de
ira, y alzaron el grito diciendo :
Grande Diana la de Efeso.
29 Y se llenó toda la ciu-
dad de confusión, y todos á una
arremetieron al teatro, arreba^
tando á Gaio y Aristarco Ma-
cedoníos, compañeros de Pablo.
30 Y queriendo Pablo salir al
pueblo, no le dexáron los dis-
cípulos.
31 Y también algunos de los
principales de Asia, que eran
sus amigos, le enviárou á rogar
que no se presentase en el tea-
tro :
32 Y otros gritabas otro ;
Porque la concurrencia era con-
fusa ; y los mas no sabían por
que se habían juntado.
33 Y sacaron á Alexandro de
entre la gente, llevándole á em-
pellones los Judíos. Y Alexan-
dro pidiendo silencio con la
mano, quería dar razón al pue-
blo.
34 Y quando conocieron que
él era Judío, todos á una voz
gritaron por espacio de casi dos
horas ; Grande Diana la de los
Efesios.
35 Eaíónces el Escribano ha-
biendo apaciguado á la gente, di-
xo : Varones de Efeso, ¿ quien
de los hombres hay que no sepa
que la ciudad de jEfeso es hon-
20i LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES.
radora de la grande Diana, é
hija de Júpiter ?
36 Y pues á esto no se puede
contradecir, conviene que os so-
seg^ueis, y que nada hagáis in-
consideradamente.
37 Porque estos hombres que
habéis traido aquí, ni son sacri-
legos, ni blasfemos contra vues-
tra Diosa.
38 Mas si Demetrio y los
oficiales que están con él tienen
alguna querella contra alguno,
Audiencia pública hay, y Pro-
cónsules hay, acúsense los unos
á ios otros.
39 Y si demandáis algo sobre
otros negocios en legitimo ayun-
tamiento, se podrá despachar.
40 Porque hay peligro de que
nos acusen de sediciosos por lo
de hoy; no habiendo ninguna
causa, por la qual podamos dar
razón de este concurso. Y ha-
biendo dicho esto, despidió la
junta.
CAPITULO XX.
1 "WT" después que cesó el
JL alboroto, llamando Pa-
blo a los discípulos, y haciéndo-
les una exhortación, se despidió
de ellos, y se partió para ir á
Macedonia.
2 Y después que hubo anda-
do aquellas tierras, y de haber-
les exhortado allí con muchas
palabras, se vino á la Grecia :
3 En donde habiendo estado
tres meses, le fuéron puestas
asechanzas por los Judíos, es-
tando él para navegar á la Si-
ria; y así acordó volverse por
Macedonia.
4 Y le acompañaron Sopatro
de Beréa, hijo de Pirro, y de
los de Tesalonica Aristarco, y
Secundo, y Gaio Derbéo, y Ti-
motéo; y de los de Asia Ti-
chico, y Trofimo.
5 Estos fuéron delante, y nos
esperaron en Troade :
6 Y nosotros después de la^
dias de los Azimos nos hicimos
á la vela desde Filipos, y llega-
mos á ellos á Troade en cinco
dias, y nos detuvimos allí siete
dias.
7 Y el primer dia de la sema-
na, habiéndonos juntado para
partir el pan, Pablo que se ha-
bía de ir al otro dia, disputaba
con ellos, y fué alargando el dis-
curso hasta media noche.
8 Y habia muchas lámparas
en el cenáculo, en donde estába-
mos congregados.
9 Y un mancebo por nombre
Eutico se sentó sobre una ven-
tana, y como se durmiese pro-
fundamente entre tanto que Pa-
blo prolongaba su razonamiento,
llevado del sueño, cayó abaxo
desde el tercer alto de la casa,
y lo alzáron muerto.
10 Al qual habiendo descen-
dido Pablo, se recostó sobre él,
y abrazándole dixo : No os tur-
béis, que su alma en él está.
11 Y subiendo y partiendo el
pan, comió, y les habló larga-
mente hasta que fué de dia, y
después se fué.
12 Y lleváron vivo al mance-
bo, de lo que recibieron extraor-
dinario consuelo.
1 3 Mas nosotras entrando en
el navio, fuimos á A&sdn, para
recibir de allí á Pablo; porque
así lo habia él dispuesto, debien-
I do hacer el viage por tierra.
14 Y habiéndose juntado con
I nosotros en Asson, le tomamos,
j y fuiníos á Mitiiene. .
I 15 Y navegando desde allí el
CAPITULO XX.
203
dia siguiente, nos pusimos en-
frente de Chio, y al otro toma-
mos puerto en Samos, y en el si-
guiente lleg-amos á Rlileto.
16 Porque Pablo habia deter-
minado pasar adelante de Efeso
por no detenerse en la Asia ;
pues se apresuraba quanto le era
posible, por celebrar en Jeiusa-
iém el dia de Pentecostés.
17 Y enviando desde Mileto
á Efeso, llamó á los Ancianos de
la Iglesia.
18 Ellos vinieron á él, y es-
tando todos juntos, les dixo : Vo-
sotros sabéis desde el primer dia
que entré en el Asia, de que
manera me he portado toJo el
tiempo que he estado coa voso-
tros,
19 Sirviendo al Señor con to-
da humildad y con lágrimas y
con tentaciones, que me vinié-
ron por las asechanzas de los
Judíos :
20 Como nada que os fuese
útil me he retraído de decíroslo,
y de enseñaros en público y por
las casas,
21 Predicando á los Judíos y
á los Gentiles la conversión á
Dios, y la fe en nuestro Señor
Jesu-Cristo.
22 Y ahora he aquí que yo
constreñido del Espíritu, voy á
Jerusalém : no sabiendo las co-
sas, que allí me han de acon-
tecer ;
23 Sino lo que el E&píritu
Santo me asegura por todas las
ciudades, diciendo, que me
aguardan en Jerusalém prisio-
■ nos y IriLulacioues.
24 Mas no temo ninguna de
I: estas cosas, ni hago mi propia
li vida mas preciosa que á mí mis-
il mo, con tal que acabe mi carre-
t' ra^ y el ministerio de la palabra,
que recibí del Señor Jesús, para
dar testimonio del Evangelio de
la gracia de Dios.
25 Y ahora he aquí yo sé que
no veréis mas mi cara todos vo-
sotros, por los quales he pasado
predicando el reyno de Dios.
26 Por tanto os protesto en
este dia, que estoy limpio de la
sangre de todos.
27 Porque no he rehusado el
anunciaros todo el consejo de
Dios.
28 Mirad por vosotros y por
toda la grey, en la qual el Espí-
ritu Santo os ha puesto por Obis-
pos para gobernar la Iglesia de
Dios, la qual él ganó con su
sangre.
29 Yo sé, que después de mi
partida entraran á vosotros lobas
arrebatadores, que no perdona-
rán á la grey.
30 Y de entre vosotros mis-
mos se levantarán hombres, que
dirán cosas perversas, para lle-
var discípulos tras de sí.
31 Por tanto velad, teniendo
en memoria, que por tres año3
no he cesado noche y dia de
amonestar con lágrimas á cada
uno de vosotros.
32 Y ahora os encomiando a
Dios, y á la palabra de su í;ra-
cia, á aquel que es poderoso pa-
ra edificar, y daros heredad en-
tre todos los que son santificados.
33 No he codiciado plata, ni
oro, ni vestido de ninguno, como
34 Vosotros mismos lo sabéis ;
porque estas manos me han sub-
ministrado las cosas necesarias á
mí, y á los que están conmigo.
35 En todo os he mostradol
que trabajando de esta manera,
conviene recibir los enfermos, y
acordarse de aquellas palabras
que 4ixo el Señor : Cosa mscs
206 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
bienaventurada es dar, que re-
cibir.
36 Y habiendo dicho esto, se
hinco de rodillas, é hizo oración
con todos ellos.
37 Y se levantó grande llanto
entre todos ; y derribándose so-
bre el cuello de Pablo, le besa-
ban,
38 Aflig-idos en gran manera
por la palabra que había dicho,
que no verían mas su cara. Y
le fueron acompañando hasta el
navio.
CAPITULO XXL
1 XT" habiéndonos hecho á
JL la vela después que
nos separamos de ellos, fuimos
camino derecho á Coos, y el dia
siguiente á Rodas, y desde allí
á Pátara.
2 Y habiendo hallado un na-
vio que pasaba á Fenicia, en-
tramos en él, y nos hicimos á. la
vela.
3 Y habiendo avistado á Chi-
pre, dexándola á la izquierda,
continuamos nuestro rumbo acia
la Siria, y arribamos á Tiro ;
porque el navio habia de dexar
allí su carga.
4 Y como hallásemos discípu-
los, nos detuvimos allí siete dias:
Y decían á Pablo por el Espí-
ritu, que no subiese á Jerusa-
lém.
5 Y pasados estos dias, sali-
mos de allí, acompañándonos
todos con sus mugeres y con
sus hijos hasta fuera de la ciu-
dad, y puestos de rodillas en la
ribera, hicimos oración.
6 Y despidiéndonos unos de
otros, entramos en el navio ; y
ellos se volvieron á sus casas.
7 Nosotros, coaeluida nuestra
navegación, de Tiro pasamos á,
Tolemaida; y habiendo saluda-
do á los hermanos, nos detuvi-
mos un dia con ellos.
8 Y al dia siguiente partiendo
de allí, llegamos á Cesárea. Y
entrando en casa de Felipe el
Evangelista, que era uno de los
siete, nos hospedamos en su casa.
9 Y tenia este quatro bija»
vírgenes, que profetizaban.
10 Y durante la mansión que
hicimos allí por algunos dias,
llegó de la Judéa un Profeta,
por nombre Agabo.
1 1 Este como vino á nosotros,
tomó el ceñidor de Pablo, y
atándose los pies y las manos,
dixo : Esto dice el Espíritu San-
to : Así atarán los Judíos en Je-
rusalém al varón, cuyo es este
cíngulo, y lo entregarán en ma-
nos de los Gentiles.
12 Quando oírnos esto, noso-
tros, y los que eran de aquel lu-
gar, le rogábamos que no su-
biese á Jerusalém.
13 Entonces Pablo respondió
diciendo : ¿ Que hacéis llorando,
y quebrantándome el corazón ?
Porque yo estoy aparejado no
solo para ser atado, sino también
para morir en Jerusalém por el
nombre del Señor Jesús.
14 Y viendo que no le podía-
mos persuadir, no le importuna-
mos mas, diciendo: Hágase la
voluntad del Señor.
15 Después de estos dir^ ha-
biéndonos prevenido, subimos á
Jerusalém.
16 Y algunos de los discípu-
los viniéron también con noso-
tros desde Cesárea, los quales
llevaban consigo á un Mnasén
de Chipre, discípulo antiguo,
para hospedarnos en su easa.
17 Y quando Degamos á Je-
CAPITULO XXT.
207
rusalém, los hermanos nos reci-
bieron de buena voluntad.
18 Y el dia siguiente Pablo
entro con nosotros á Santiago,
en cuya casa se juntaron todos
los ancianos.
19 Y habiéndolos saludado,
les contó una por una todas las
cosas que Dios habia hecho en-
tre los Gentiles por su minis-
terio.
20 Y quando ellos lo oyeron,
glorificaban á Dios, y le dixé-
ron : Bien ves, hermano, quan-
tos millares de Judíos son los
que han creido, y todos son ze-
ladores de la Ley.
21 Y han oido decir de tí, que
enseñas á los Judíos, que están
entre los Gentiles, que dexen á
Moisés, diciendo : Que no de-
ben circuncidar á sus hijos, ni
andar según los ritos.
22 ¿ Pues que se ha de hacer ?
De Cierto es menester que la
multitud se junte ; porque oirán
que tú has venido.
23 Haz pues lo que te vamos
á decir : Tenemos aquí quatro
varones, que tienen voto sobre sí.
24 Toma estos contigo, santi-
ficate con ellos, y hazles la cos-
ta, para que se raygan las cabe-
zas ; y sabrán todos, que es fal-
so quanto de tí oyeron, y que
por el contrario sigues tú guar-
dando la Ley.
25 Y acerca de aquellos que
creyeron de los Gentiles, noso-
tros hemos escrito, ordenando,
que se abstengan de lo que
fuere sacrificado á los ídolos, y
de sangre, y de ahogado, y de
fornicación.
26 Entonces Pablo tomando
consigo aquellos hombreas, y pu-
rificado con ellos el dia siguiente
! eatro en el templo, haciendo sa-
ber el cumplimiento de los dias
de la purificación, hasta que se
hiciese la ofrenda por cada uno
de ellos.
27 Y quando se acaban los
siete dias, los Judíos que estabaa
allí del Asia, quando le vieron
en el templo, alborotaron todo el
pueblo, y le echaron mano, di-
ciendo á gritos :
28 Varones de Israél, favor :
Este es aquel hombre, que por
todas partes enseña á todos con-
tra el pueblo y contra la Ley, y
contra este lugar, y demás de
esto ha introducido los Gentiles
en el templo, y ha profanado
este santo lugar.
29 Porque habían visto andar
con él por la ciudad á Trofimo
de Efeso, y creyéron que le ha-
bia metido Pablo en el templo.
30 Y se conmovió toda la ciu-
dad, y concurrió el pueblo. Y
travando de Pablo, le arrastra-
ron fuera del templo, y luego
fuéron cerradas las puertas.
31 Y queriéndole matar, fué
dado aviso al Tribuno de la co-
horte, que toda Jerusalém esta-
ba en alboroto.
32 El tomó luego soldados y
centuriones, y corrió allá. Ellos,
quando viéron al Tribuno y á
los Soldados, cesáron de herir á
Pablo.
33 Entonces se llegó el Tri-
buno, le prendió, y le mandó
atar con dos cadenas ; y le pre-
guntó quien erá, y que habia
hecho.
34 Y entre el tropel de la
gente los unos gritaban uno, y
los otros otro. Viendo pues que
no podia saber cosa cierta por
causa del alboroto, lo mandó
llevar á la fortaleza.
35 Y quando llegó á las gra«
20a LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
das, fué necesario que los solda-
dos le llevasen en peso por la
violencia del pueblo.
36 Porque le seguia la multi-
tud de pueblo gritando : Quítale
la vida.
37 Y quando comenzaban ya
á meter á Pablo en la fortaleza,
dixo al Tribuno : ¿ Me es per-
mitido hablarte dos palabras ? Y
él respondió : ¿ Sabes el Griego?
38 ¿ Eres tú quizá aquel Egip-
cio que pocos dias ha moviste un
alboroto, y llevaste al desierto
quatro mil hombres salteadores ?
39 Y Pablo le dixo : Yo en
verdad soy hombre Judío, ciu-
dadano de Tarso, noble ciudad
de la Cilicia. Mas te ruego que
me permitas hablar al pueblo.
40 Y quando se lo permitió el
Tribuno, poniéndose en pie so-
bre las gradas, hizo señal al pue-
blo con la mano; y habiendo
quedado todos en silencio, habló
Pablo en lengua Hebréa, di-
ciendo :
CAPITULO xxn.
1 "WTARONES hermanos y
▼ padres, cid la razón
que al presente os doy.
2 "Y quando oyeron que les
hablaba en lengua Hebréa, le
escucharon con mayor silencio.
3 Y dixo : Yo soy Judío, que
nací en Tarso de Cilicia, pero
me crié en esta ciudad, instrui-
do á los pies de Gamaliel según
verdad en la Ley de nuestros
padres, zelador de la Ley, así
como todos vosotros los sois el
dia de hoy :
4 Que perseguí este camino
hasta la muerte, prendiendo y
metiendo en cárceles hombres y
raugeres,
5 Como el Príncipe de los Sa-
cerdotes y todos los Ancianos me
son testigos, de los quales ha-
biendo también tomado cartas
para los hermanos iba á Damas-
co, con el fin de traerlos de alK
atados á Jerusalém para que
fuesen castigados.
6 Y acaeció que quando yo
iba, y estaba ya cerca de Da-
masco al medio dia, me vi ro-
deado súbitamente de una gran-
de luz del Cielo :
7 Y cayendo en tierra, oí una
voz que me decia : Saulo, Saulo,
¿ por que me persigues ?
8 Y yo respondí : ¿ Quien
eres Señor ? Y me dixo : Yo soy
Jesús Nazareno, á quien tú per-
sigues.
9 Y los que estaban conmigo
vieron en verdad la luz ; mas no
oyéron la voz del que hablaba
conmigo.
10 Y dixe: ¿Que haré, Se-
ñor ? Y el Señor me respondió :
Levántate, y vé a Damasco ; y
allí te será dicho todo lo que te
conviene hacer.
11 Y como no viese por la
claridad de aquella luz, me Ue-
váron de la mano los compañe-
ros, y me conduxéron á Da-
masco.
12 Y un cierto Ananías, va-
ron según la ley, de quien daban
testimonio todos los Judíos que
allí moraban,
13 Viniendo á mí, y ponién-
doseme delante, me dixo : Saulo
hermano, recibe la vista. Y en
el mismo punto le vi á él.
14 Y él me dixo : El Dios de
nuestros Padres te ha predesti-
nado para que conocieses su vo-
luntad, y vieses al Justo, y oye-
ses la voz de su boca :
15 Porque tú stras testigo
CAPITULO XXIIÍ.
209
S.UJO delante de todos los hom-
bres de las cosas que has visto y
has oido.
16 Y ahora ¿ que te detienes ?
Levántate, y bautízate, y lava
tus pecados, invocando su nom-
bre.
17 Y así fué, que quando vol-
ví á Jerusalém, y estaba orando
en el templo, fui arrebatado
fuera de mí,
18 Y le vi que me decia :
Date priesa, y sal presto de Je-
rusalém ; porque no recibirán
tu testimonio de mí.
19 Y yo dixe: Señor, ellos
mismos saben que yo era el que
encerraba en cárceles, y azota-
ba por las Sinagogas á lo? que
creían en tí :
20 Y quando se derramaba la
sangn-e de Estevan, testigo tuyo,
yo estaba presente, y lo consen-
tía, y guardaba las ropas de los
que le mataban.
21 Y me dixo : Vé porque yo
te enviaré á las naciones de
lejos.
22 Y le habían escuchado
hasta esta palabra, mas levanta-
ron entonces el grito, diciendo :
Quita del mundo á un tal hom-
bre ; porque no es justo que él
viva.
23 Y como ellos diesen alari-
dos, y echasen de sí sus ropas, y
arrojasen polvo al ayre,
24 Mandó el Tribuno meterle
en los Reales, y que le azotasen,
y diesen tormento, para saber
por que causa clamaban así con-
tra él.
25 Y quando le hubieron
apretado con correas, dixo Pa-
blo al Centurión que estaba allí :
¿ Os es lícito á vosotros azotar á
un hombre Romano, y sin ser
condenado ?
26 Quando lo oyó el Centu-
rión, fué al Tribuno, y le dio
aviso, diciendo : Mira lo que vas
á hacer, porque este hombre es
Ciudadano Romano.
27 Y viniendo el Tribuno, le
dixo : ¿ Dime si tú eres Roma-
no ? Y él dixo : Sí.
28 Y respondió el Tribuno:
Yo por una grande suma alcancé
este privilegio de Ciudadano.
Pues yo, respondió Pablo, lo soy
de nacimiento.
29 Al. punto pues se aparta-
ron de él los que le habían de dar
el tormento ; y aun el Tribuno
entro en temor luego que supo
que era Ciudadano Romano, por
haberle bocho atar.
30 Y el dia siguiente querien-
do saber de cierto la causa que
tenían los Judíos para acusarle,
le hizo desatar, y mandó que so
juntasen los Sacerdotes y todo el
Concilio, y sacando á Pablo, 1^
presentó delante de ellos.
CAPITULO XXIIL
1 "p^^LO pues poniendo
jL los cjos en el Concilio,
dixo : Varoneí- hermanos, hasta
este dia rae he portado yo de-
lante de Dios con toda buenu
conciencia.
2 Y Ananías, Príncipe de los
Sacerdotes, mandó á los que es-
taban junto á él que le hiriesen
en la boca.
3 Entónces Pablo le dixo;
Dios te herirá á tí, pared blan-
queada. ¿ Tú estás sentado pa-
ra juzgarme según la Ley, y me
mandas herir contra la Ley ?
4 Y los que estaban allí, dixé-
ron : ¿ Maldices al sumo Sacer-
ÜOÍ.C de Dios ?
5 Y dixo Pablo: No sabia.
210 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
hermanos, que es Príncipe de los
Sacerdotes ; porque escrito está:
No maldecirás al Príncipe de tu
pueblo.
6 Y sabiendo Pablo, que la
una parte era de los Saducéos, y
la otra de Fariseos, dixo en alta
voz en el Concilio : Hermanos,
yo soy Fariseo, hijo de Fariseos,
de la esperanza y de la resurrec-
ción de los muertos soy yo juz-
gado.
7 Y quando esto dixo, se mo-
vió una grande disensión entre
los Fariseos, y los Saducéos, y
se dividió la multitud.
o Porque los Saducéos dicen,
que no hay resurrección, ni An-
gel, ni Espíritu ; mas los Fari-
seos confiesan lo uno y lo otro.
9 Hubo pues grande vocería.
Y levantándose algunos de los
Fariséos, altercaban, diciendo :
No hallamos mal ninguno en este
hombre ; ¿ quanto mas, si le ha
hablado Espíritu, ó Angel ?
10 Y por la grande disensión
que habia, temiendo el Tribuno
que ellos no despedazasen á Pa-
blo, mandó que viniesen los sol-
dados, y que le sacasen de en
medio de ellos, y que le llevasen
á la fortaleza.
11 Y la noche siguiente apa-
reciéndosele el Señor, le dixo :
Ten constancia, porque así co-
mo has dado testimonio de mí en
Jerusalém, conviene que lo des
también en Roma.
12 Y quando fué de dia, se
coligaron algunos de los J udíos,
y se maldixéron, diciendo : Que
no comerían ni beberían, hasta
que matasen á Pablo.
13 Y eran mas de quarenta
hombres los que habían hecho
esta conjuración :
14 Los quales fuéron á los
Príncipes de los Sacerdbtes, y
á los Ancianos, y dixéron i No-
sotros nos hemos obligado so
pena de maldición á no gastar
bocado, hasta que matemos á
Pablo.
1 5 Pues ahora vosotros con el
Concilio significad al Tribuno
que os le saque fuera, como que
queréis conocer con mas certi-
dumbre de su causa. Y noso-
tros estaremos esperando para
matarle ántes que llegue.
1 6 Y quando oyó esta conspi-
ración un hijo de la hermana de
Pablo, fué, y entró en la forta-
leza, y dió aviso á Pablo. i
1 7 Y Pablo, Hernando á uno i
de los Centuriones, dixo : Lleva
este mozo al Tribuno, porque
tiene cierto aviso que darle.
18 Y tomándole él consigo, le
llevó al Tribuno, y dixo : El I
preso Pablo me rogó que tra-
xese á tí este mozo, porque tiene
algo que hablarte. i
19 Y tomándole el Tribuno )
de la mano, y retirándole aparte,
le preguntó ; ¿ Que es lo que
tienes que decirme ?
20 Y él dixo ; los Judíos han
concertado rogttrte, que mañana
presentes á Pablo al Concilio,
como que quieren inquirir de él
alguna cosa mas cierta ;
21 Mas tú no los creas, por-
que hay mas de quarenta de
ellos, que lo acechan, y han ju-
rado so pena de maldición, que
no comerán ni beberán, hasta
que le maten ; y ahora están ya
apercibidos, aguardando que tú
se lo prometas.
22 Entónces el Tribuno des-
pidió al mozo, y le mandó que á
nadie dixese que le habia dado
aviso de esto.
23 Y llamando dos Centurio-
CAPITULO XXIV.
211
nes, les dixo : Tened prontos
doscientos soldados, que vayan
hasta Cesárea, y setenta de á
caballo y doscientas lanzas des-
de la hora tercera de la noche :
24 Y aparejad cabal^duras en
que sea conducido Pablo á ca-
ballo con toda se^ridad al Go-
bernador Félix.
25 (Porque temió no se le ar-
rebatasen los Judíos, y le mata-
sen, y después le calumniasen á
él de haber recibido dinero :)
26 Y escribió una carta en es-
tos términos : Claudio Lisias
al Optimo Gobernador Félix
salud.
27 A este hombre, que pren-
diéron los Judíos, y estaban á
punto de matarle, sobreviniendo
yo con la tropa le libré, enten-
diendo que era Romano :
28 Y queriendo saber el de-
lito de que le acusaban, le llevé
al Concilio de ellos.
29 Y hallé, que le acusaban
sobre qüestiones de la ley de
ellos, sin haber en él delito al-
guno que mereciese muerte, ó
prisión.
30 Y habiéndoseme avisado
que los Judíos le tenían puestas
asechanzas, le envié á tí, inti-
mando también á los acusadores,
que acudan á tí. Ten salud.
31 Los soldados pues, con-
forme á la órden que tenían, to-
maron á Pablo, y le llevaron de
noche á Antipatride.
32 Y el dia simiente dexando
á los de á caballo que fuesen
con él, se volviéron á la guar-
nición.
33 Y quando llegaron á Ce-
saréa, entregaron la carta al
Gobernador, y presentaron tam-
bién á Pablo delante de él.
,1 34. Y habiéndola leído, y pre-
guntado de que provincia era ; y
sabido que era de Cilicia,
35 Le dixo : Te oiré quando
vinieren tus acusadores. Y di6
órden que fuese guardado en el
pretorio de Heródes.
CAPITULO XXIV.
1 "WT" 3lI1í á cinco dias
X vino Ananías el Prín-
cipe de los Sacerdotes con algu-
nos Ancianos, y con un cierto
Tértulo orador, y comparecie-
ron ante el Gobernador contra
Pablo.
2 Y citando á Pablo, comenzó
Tértulo á acusarle, diciendo :
Como sea que nosotros por tí vi-
vamos en grande paz, y muchas
cosas sean corregidas por tus
providencias ;
3 En todo tiempo y lugar lo
reconocemos, Optimo Félix, con
todo hacimiento de gracias.
4 Mas por no detenerte mu-
cho tiempo, te ruego, que según
tu clemencia nos oigas un breve
rato.
5 Hemos hallado que este
hombre es pestilencial, y que
levanta sediciones á los Judíos
por todo el mundo, y es cabeza
de la secta sediciosa de los Na-
zarenos :
6 El qual intentó además pro-
fanar el templo. Y habiéndole
prendido, le quisimos juzgar se-
gún nuestra ley.
7 Mas sobreviniendo el Tri-
buno Lisias, con gran violencia
nos le quitó de las manos,
8 Mandando que acudiesen 6
tí sus acusadores. De él po-
drás tú mismo juzgando, tomar
conocimiento de todas estas co-
sas de que le acusamos.
9 Y también los Judíos aña-
dieron, diciendo que esto era así»
212 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
10 Mas Pablo, haciéndole se-
ñal el Gobernador que hablase,
respondió : Sabiendo que eres
Juez de esta nación muchos
años ha, con buen ánimo satis-
faré por mí.
11 Porque puedes fácilmente
saber, que no hay mas de doce
dias que yo subí á Jerusalém á
adorar :
12 Y ni me halláron en el
templo disputando con alguno,
ni haciendo concurso de gente,
ni en las Sinagogas,
13 Ni en la ciudad ; ni te
pueden probar las cosas de que
ahora me acusan.
1 4 Pero confieso esto delante
de tí, que según la secta que
ellos dicen heregía, sirvo yo á
mi Padre y Dios, creyendo to-
das las cosas que están escritas
en la Ley, y en ios Profetas :
15 Teniendo esperanza en
Dios, como ellos mismos espe-
yaa, que ha de ser la resurrec-
ción de los justos, y de los peca-
dores.
1 6 y por esto procuro tener
siempre mi conciencia sin tro-
piezo delante de Dios, y de los
hombres.
17 Y después de muchos años
vine á mi gente á hacer limos-
nas, y ofrendas, y votos.
18 Y en esto me halláron pu-
rificado en el templo ; no con
gente, ni con alboroto.
19 Y estos fueron unos Judíos
de Asia, que debían comparecer
ante tí, y acusarme, si tenían
algo contra mí :
20 O estos mismos digan, si
liallároa en mí maldad alguna,
quando yo comparecí en el Con-
cilio,
21 Sino solo de estas pala-
bras, que proferí en alta voz es-
tando en medio de ellos : Por la
resurrección de los muertos soy
yo juzgado hoy de vosotros.
22 Félix pues, sabiendo cier-
tamente las cosas de este cami-
no, los remitió á otro tiempo,
diciendo : Quando viniere el
Tribuno Lisias, os daré au-
diencia.
23 Y le mandó guardar á un
Centurión, y que tuviese alivio,
y que no vedase á ninguno de
los suyos entrar á asistirle.
24 Y después de algunos dias
vino Félix con Drusila su muger,
que era Judía ; y llamó á Pablo,
y le oyó hablar de la fe, que es
en Jesu-Cristo.
25 Mas como disputase Pablo
de la justicia, y de la castidad, y
del juicio que ha de venir, es-
pantado Félix, dixo : Por ahora
vete, que quando fuere menester
te volveré á llamar :
26 Esperando asimismo, que
Pablo le daria dinero ; y por eso
le hacia llamar muchas veces, y
hablaba con él.
27 Mas al cabo de dos años,
tuvo Félix por sucesor á Pórcio
Festo. Y queriendo ganar la
gracia de los J udíos, dex5 á Pa-
blo en prisiones.
CAPITULO XXV.
1 XT'ESTO pues, entrado en
X? la provincia, al cabo
de tres dias subió de Cesárea á
Jerusalém.
2 Y los Príncipes de los Sa-
cerdotes, y los principales de los
Judíos acudieron á él contra
Pablo ; y le rogaban,
3 Pidiendo favor contra éJ,
para que le mandase venir á Je- -
rusalém, poniéndole asechanzas
para asesinarle en el camino.
4 Blas Festo les respondió
CAPITULO XXV.
213
que estaLa gaardado Pablo en
Cesárea ; y que él quanto antes
partiría.
3 Y los principales, dixo, de
vosotros veng-an conmig-o; y si
hay alg-un delito en este hombre,
acúsenle.
6 Y habiéndose detenido en-
tre ellos no mas de ocho 6 diez j
dias, baxó á Cesárea ; y el dia [
simiente se sentó en el tribunal,
y mandó traer á Pablo.
7 Y quando fué llevado, le
rodearon los Judíos, que habían
venido de Jenisalém, acusán-
dole de muchos y graves delitos,
que no podían probar,
8 Y Pablo se defendía, di-
ciendo ; En nada he pecado, ni
contra la Ley de los Judíos, ni
contra el templo, ni contra
César.
9 Mas Festo, queriendo con-
g-raciarse con los Judíos, respon-
dió á Pablo, y dixo : ; Quieres
subir á Jerusalém, y ser allí
juzg-ado de estas cosas delante
de mí ?
10 Y Pablo dixo: Ante el
tribunal de César estoy, donde
conviene que sea juzgado; nin-
guB. mal he hecho yo á los Ju-
díos, como tú lo sabes mejor.
11 Y si les he hecho algún
agravio, ó cosa digna de muerte,
Bo rehuso morir ; mas sí nada
hay de aquello, de que estos me
acusan, ninguno me puede en-
tregar á. ellos ; al César apelo.
12 Entonces Festo, después
lié haber hablado con el Con-
cilio, respondió : ¿ Al César has
a:peIado r al César irás.
13 Y pasados algunos días, el
Rey Agrippa y Bereníce vinie-
ron á Cesaréa á saludar á Festo. 1
14 Y deteniéndose allí mu- ¡
I chos diasj Festo dio noticia al j
P.ey de Pablo, diciendo : Félix
dexó aquí un cierto preso,
15 Sobre el qual, quando es-
tuve en Jerusalém, acudieron á
mí los Príncipes de los Sacer-
dotes, y los Ancianos de los Ju-
díos, pidiendo que le condenase.
16 A los quales respondí :
I Que no es costumbre de los Ro-
i manos condenar á ningún hom-
bre, sin que el acusado tenga
presentes á sus acusadores, y
sin darle lugar de defensa para
justificarse de los cargos.
17 Y habiendo ellos acudido
acá sin la menor dUacion, al otro
dia me senté en mi tribunal, y
mandé traer á este hombre.
18 A quien, estando presentes
sus acusadores, ningún delito
opusiéron, de los que yo sospe-
chaba :
19 Solamente tenían contra él
algunas qüestiones sobre su su-
perstición, y sobre un cierto Je-
sús difunto, el qual Pablo afir-
maba vivir.
20 Y dudando yo de semejan-
te qüestion, le dixe, si quería ir
á Jerusalém, y allí ser juzgado
de estas cosas.
21 Mas apelando Pablo, que
se le reservase para el juicio de
Augusto, mandé que le guarda-
sen, hasta que yo le envié al
César.
22 Entonces Agrippa dixo á
Festo : Yo también quería oir á
ese hombre. Y respondió él ;
Pues mañana le oirás.
23 Y al otro dia viniendo
Agrippa y Bereníce con grande
ostentación, y habiendo entrado
en la Audiencia con los Tribu-
nos, y con las personas principa-
les de la ciudad, fue presentado
Pablo por orden de Festo.
2 i Y dixo Festo ; P^y Agrip-
214 LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
pa, y todos los que aquí estáis
con nosotros, veis á este hombre
contra quien todo el pueblo de
Jos Judíos hizo recurso á mí en
Jerusalém, pidiendo á grandes
♦'oces, que no convenia que él
viviese mas.
25 Y yo he hallado, que no
ha hecho cosa alguna digna de
muerte. Mas habiendo él mis-
mo apelado á Augusto, he deter-
minado enviársele.
26 Del qual no tengo cosa
cierta, que escribir al Señor.
Por lo qual os lo he presentado,
y mayormente á tí, 6 Rey Agrip-
pa, para tener que escribirle
después de hecha la información.
27 Porque me parece sinra-
zón enviar un hombre preso, y
no informar de las acusaciones,
que le hacen.
CAPITULO XXVI.
1 "líT" dixo Agrippa á Pablo :
JL Te se permite hablar
por tí mismo. Entonces Pablo,
extendiendo la mano, comenzó
á dar razón de sí.
2 Debiendo yo hacer hoy mi
defensa en tu presencia, 6 Rey
Agrippa, de todo quanto me acu-
san los Judíos, me tengo por di-
choso.
3 Mayormente que tú sabes
todas las cosas, y las costumbres,
y qüestiones que hay entre los
J udíos ; por lo qual yo te supli-
co, que me oigas con paciencia.
4 Y en verdad la vida, que
iiice en Jerusalém entre los de
mi nación desde el principio de
rni juventud, la saben todos los
Judíos,
ó Los quales me conocen des-
de mis principios (si quieren dar
de ello testimonio) porque yo se-
gún la secta mas segura de nues-
tra religión viví Fariseo.
6 Y ahora soy acusado enjui-
cio por esperar la promesa, que
fué hecha por Dios á nuestros
padres :
7 La qual nuestras doce tri-
bus, sintiendo á Dios de noche y
de dia, esperan ver cumplida.
Por esta esperanza, ó Rey, soy
acusado de los Judíos.
8 ¿ Pues que se tiene por cosa
increíble entre vosotros, que
Dios resucite los muertos ?
9 Y yo en verdad había pen-
sado, que debía hacer la mayor
resistencia contra el nombre de
Jesús Nazareno.
10 X así lo hice en Jerusa-
lém, y yo encerré en cárceles á
muchos Santos, habiendo recibi-
do poder de los Príncipes de los
Sacerdotes ; y quando los ha-
cían morir, consentí también en
ello.
1 1 Y muchas veces castigán-
dolos por todas las sinagogas, los
forzaba á blasfemar. Y enfure-
ciéndome mas y mas contra ellos,
los perseguía hasta en las ciuda-
des extrañas.
12 En las quales cosas, yendo
á Damasco con poder y comi-
sión de los Príncipes de los Sa-
cerdotes,
13 Al medio dia vi, 5 Rey, en
el cammo una lumbre del cielo,
que sobrepujaba el resplandor
del Sol, que me rodeó á mí, y 1
los que iban conmigo.
14 Y habiendo caído todos no-
sotros en tierra, oí una voz que
me decia en lengua Hebrea,
Saulo, Saulo, ¿ por que me per-
sigues ? Dura cosa te es cocear
contra el aguijón.
15 Y yo dixe: ¿Quien eres,
Señor Y el Señor dixo : Yo
CAPITULO XXVII.
215
soy Jesús, á quien tú persi-
gues.
16 Mas levántate, y está so-
bre tus pies ; porque por esto te
he aparecido, para ponerte por
ministro y testigo de las cosas,
que has visto, y de las que yo te
mostraré en mis apariciones.
17 Librándote del Pueblo y
de los Gentiles, á los quaJes yo
te envió ahora,
18 Para que les abras los ojos,
y se conviertan de las tinieblas á
la luz, y del poder de Satanás á
Dios, y para que reciban perdón
de sus pecados, y suerte entre
los Santos por la fe, que es en raí.
19 Por lo qual, ó Rey Agrip-
pa, no fui desobediente á la vi-
sión celestial.
20 Sino que prediqué prime-
ramente á los de Damasco, y
después en Jerusalém, y por to-
da la tierra de Judéa, y á los
Gentiles, que hiciesen peniten-
cia, y se convirtiesen á Dios,
haciendo obras dignas de peni-
tencia.
21 Por esta causa, estando
yo en el templo, me prendie-
ron los Judíos, y me quisieron
matar,
22 Mas asistido del socorro
; de Dios, permanezco hasta el
dia de hoy, dando testimonio de
ello á chicos y á grandes, no
diciendo otras cosas fuera de
aquellas, que dixéron los Profe-
l tas y Moisés, que habían de
S acontecer,
23 Que el Cristo habia de pa-
decer, que habia de ser el pri-
meix) de la resurrección de los
f muertos, para anunciar la luz al
I pueblo y á las gentes.
24 Diciendo él estas cosas en
su defensa, dixo Festo en alta
voz ; Estás loco, Pablo ; las mu-
chas letras te sacan fuera de
sentido.
25 Y Pablo : No estoy yo lo-
co, dixo, Optimo Festo ; mas
digo palabras de verdad y de
cordura.
26 Porque de estas cosas tie-
ne conocimento el Rey, en cuya
presencia hablo con toda liber-
tad ; pues creo que nada de ello
se le encubre. Porque no han
sido hechas estas cosas en algún
rincón.
27 ¿ Crees, 6 Rey Agrippa, á
los Profetas ? Yo sé, que sí crees.
28 Entonces Agrippa dixo á
Pablo : Por poco me persuades
á hacerme Cristiano.
29 Y Pablo : Plugiese á Dios
que por poco y por mucho, no
tan solamente tú, sino también
todos quantos me oyen, fuéseis
hechos hoy tales, qual yo soy,
salvo estas prisiones.
30 Y se levantó el Rey, y el
Gobernador, y Berenice, y los
que estaban sentados junto á
ellos.
31 Y retirándose de allí, ha-
blaban los unos con los otros,
diciendo : Este hombre no ha
hecho cosa por la qual deba mo-
rir, ni estar preso.
32 Y Agrippa dixo á Festo :
Podia este hombre darse por li-
bre, si no hubiera apelado al
César.
CAPITULO XXVII.
1 ]\/rAS como fué deter-
ItJL minado enviarle por
mar á Italia, y que Pablo fuese
entregado eon otros presos á uu
Centurión llamado Jubo de la
cohorte Augusta,
2 Entrando en un navio Adru-
metino, nos hicimos á ía vela.
LOS HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
costeando las tierras de Asia,
y llevando en nuestra compañía
á Aristarco Macedonio de Te-
salónica.
3 Y el dia simiente arriba-
mos á Sidón ; y Julio tratando á
Pablo con humanidad, le permi-
tió ir á sus amigos, para que se
proveyese de lo necesario.
4 Y quando movimos de allí,
fuimos navegando por debaxo de
Chipre, porque eran los vientos
contrarios.
5 Y habiendo pasado la mar
de Cilicia y de Panfilia, llega-
mos á Listra, que es de la
Licia :
6 Y hallando allí el Centu-
rión un navio de Alexandría,
que iba á Italia, nos trasportó
a él.
7 Y como muchos dias nave-
gásemos lentamente, y apenas
pudiésemos avistar á Gnido,
siéndonos contrario el viento,
fuimos costeando la Isla de Can-
día junto á Salmón :
8 Y navegando con mucho
trabajo lo largo de la costa, lle-
j^amos á un lugar, que se llama
Buenos-puertos, cerca del qual
estaba la ciudad de Talassa.
9 Y como se hubiese gastado
mucljo tiempo, y no fuese ya se-
gura la navegación, poi quanto
era ya pasado el ayuno, Pablo
los alentaba,
10 Diciéndoles : Varones, veo
que la navegación comienza á
ser muy trabajosa, y con mucho
daño, no solamente del navio, y
de su carga, mas aun de nues-
tras vidas.
11 Pero el Centurión daba
mas crédito al Piloto, y al Maes-
tre de la nave, que á lo que Pa-
blo decia.
1^ Y como el puerto no fuese
bueaio para invernar, los mas
fueron de parecer que se saliese
de allí por si se podia airibar á
Fenice, para invernar en ella, i
por ser un puerto de Candía, que *
mira al Africo, y al Coro. ^
1 3 Y corriendo viento de Me- i,
diodia, pensando tener ya logra-
do su intento, levantando anclas ^
desde Assón, iban costeando la
Candía.
14 Mas de allí apoco dió con- ^
tra la nave un viento tempes- j
tuoso, llamado Euroaquilon.
15 Y siendo ella arrebatada, ,
y no podiendo resistir al viento, ^
éramos llevados, dexada la nave
á los vientos. ^
16 Y arrojados de la corriente ^
á una pequeña isla, llamada ¿
Cauda, apenas pudimos ganar el j
esquife. ^
17 Y recogiéndole, se valían
de todos los medios, ciñendo el g
navio, y temerosos de dar en la .
Sirte, caladab las velas, eran así |
llevados.
1 8 Y agitados de lo recio de ^
la tormenta, el dia siguiente ali- ^
jaron : j
19 Y al tercero dia arrojáron
también con sus manos los apa- |
rejos de la nave.
20 Y no pareciendo por mu- |
chos dias Sol ni estrellas, y ame- '
nazados de una tempestad des- j
hecha, teníamos ya perdida toda j
la esperanza de nuestra salud. J
21 Y habiendo estado mucho
tiempo sin comer, se levantó en- j
tónces Pablo en medio de ellos, j
y dixo : Hubiera sin duda con-
venido, ó varones, siguiendo mi ,
consejo, no haber salido de ^
Candía, y evitar este peligro, y ^
daño. ü
22 Mas ahora os amonesto ^!
que tengáis buen ánimo. Por-
CAPITULO xxvir.
21?
qne no perecerá ninguno de vo-
sotros, sino solamente el navio.
23 Porque esta noche me apa-
reció el Angel de Dios, de quien
yo soy, y á quien sirro,
24 Diciendo : No temas, Pa-
blo ; es necesario que comparez-
cas delante de César ; y he aquí
que Dios te ha hecho gracia de
todos los que navegan contigo.
25 Por lo qual, varones, tened
buen ánimo ; porque confio en
Dios que será así como se me
La dicho.
26 Mas es necesario que de-
mos en una isla.
27 Y quando llegó la noche
del dia catorce, como navegáse-
mos por el mar Adriático, los
marineros cerca de la media no-
che sospecharon que se les des-
cubría alguna tierra.
28 Y echando la sonda, halla-
ron veinte pasos ; después un
poco mas adelante, hallaron
quince pasos.
' 29 Y temiendo que diésemos
en algún escollo, echaron quatro
I áncoras desde la popa, y desea-
' ban que viniese el dia.
j 30 Y los marineros queriendo
íhuir del navio, echaron el es-
1 quifc en la mar, con pretexto de
querer largar las anclas de proa,
31 Dixo Pablo al Centurión,
ry á los soldados : Si estos hom-
; bres no permanecen en el navio,
I vosotros no podéis salvaros.
32 Entonces los soldados cor-
laron las amarras del esquife, y
i!o dexáron perder.
I 33 Y quando comenzó á apa-
recer el dia, rogaba Pablo á to-
* ilos que comiesen algo, diciendo :
Catorce dias ha que estáis espe-
ríjido en ayunas, y sin tomar
aada.
34 Por tanto por vuestra sa-
lud os ruego que comáis ; por-
que no perecerá ni un solo cu-
bello de la cabeza de ninguno
de vosotros.
35 Y dicho esto, tomando pan,
dio gracias á Dios en presencia
de todos ; y partiéndole, comen-
zó á comer.
36 Con esto tomaron todos
aliento, y comiéron tambiea
ellos.
37 Y todas las personas que
Íbamos en el navio eramos dos-
cientas y setenta y seis.
38 Y saciados de comida, ali-
jaban el navio, arrojando el trigo
á la mar.
39 Y aunque se hizo de dia¿
no conociéron la tierra ; sola-
mente veían una ensenada que
tenia ribera, y pensaban como
podrían encallar allí el navio.
40 Y alzando las anclas, se
dexaban llevar de la mar ; y lar-
gando también las ataduras de
los gobernalles, y alzada la vela
del artemon para tomar el vien-
to, iban ácia la playa.
41 Mas dando en un lugar de
dos aguas, encallaron el navio ¡
y liíncada la proa, estaba sia
moverse, y la popa se abria coa
los golpes de la mar.
42 EntÓDces el parecer de los
soldados fué que matasen á los
presos ; porque ninguno huyese^
escapándose á nado.
43 Mas el Centurión, querien-
do salvar á Pablo, vedó que no
lo hiciesen ; y mandó, que los
que supiesen nadar, se arrojasen
los primeros, y que saliesen á
tierra :
44 Y los demás fueron saca-
dos unos en tablas, y otros so-
bre los despojos del navio ; y así
se logró, que todos saliesen -sál •
vos á tierra.
10 i
m Las HECHOS DE
LOS APOSTOLES.
CAPITULO XXVHL
1 7|7" estando ja en salvo,
X supimos que la isla se
llamaba Meíita. Y los Bárba-
ros nos trataron con mucha hu-
manidad.
2 Porque encendiendo una
grande hoguera, nos repararon
á todos á causa de la lluvia que
estaba encima, y del frío.
3 Y habiendo allegado Pablo
TJna porción de sarmientos, y
metiéndolos en el fuego, saltó
por el calor una víbora, y le
travo de la mano.
4 Y quando los Bárbaros vie-
ron la bestia colgando de su ma-
no, se decian los unos á los otros:
Este hombre ciertamente es un
homicida, pues habiendo escapa-
do de la mar, la venganza no le
dexa vivir.
5 Mas él sacudió la vívora
en el fuego, y no sintió mal nin-
guno.
6 Pero ellos creían que se iria
hinchando, y que caería muerto
de repente. Mas después de
haber esperado largo rato, quan-
do viéron que no le sobrevenía
mal ninguno, mudando de pare-
cer, decian que él era Dios.
7 Y en aquellos lugares habta
>mas tierras del Príncipe de la
isla, que se llamaba PubUo, el
qual nos hospedó en su casa tres
flias, y nos trató muy bien.
8 Y acaeció que el padre de
Publio se hallaba á la sazón en
cama afligido de fiebres, y dy-
senteria. Entró Pablo á verle ;
y haciendo oración, y poniendo
sobre él las manos, le sanó.
9 Y hecho esto, venían quan-
tos en la isla tenían enfermeda-
3es, y quedaban sanos :
10 Los quales asimismo nos
hiciéron muchas honras, yquan*
do nos embarcamos, nos pro-
veyeron de todo lo necesario.
11 Y después de tres meses
entramos en un navio de Ale-
xandría, que habia pasado el in-
vierno en la isla, que tenia por
divisa á Castor y á Polux.
12 Y como llegamos á Sira*
cusa, nosdetuvimos allí tres dias.
13 Costeando desde allí fui-
mos á Regio ; y teniendo otro
dia viento meridional, llegamos
el segundo á Puzoi ;
14 Donde hallados algunos
hennanos, nos rogáron que estu-
viésemos en su compañía siete
días ; y en seguida venimos á
Roma.
15 Y quando lo oyeron los
hermanos, nos salieron á recibir
hasta el Foro de Apio, y las tres
posadas ; y quando los vió Pa-
blo, dió gracias á Dios, y tom^
aliento.
16 Y como llegamos á Roma,
le permitieron á Pablo estar en
casa particular con un soldado
que le guardase.
1 7 Y tres días después convo-
có Pablo á los principales de los
Judíos. Y estando juntos, les
dixo : Varones hermanos, aun-
que yo nada he hecho contra el
Pueblo, ni contra los ritos pater-
nos, fui preso en Jerusalém, y
entregado en manos de los Ro-
manos :
18 Los quales habiéndose in-
formado de mí, me quisiérondar
por libre, no hallando cosa por
la que yo debiese morir.
19 Mas oponiéndose los Ju-
díos, me vi obligado á apelar á
César ; no como que yo tenga
de que acusar á mi nación.
20 Pues por esto os he llaíia-
do, j?ara veros y hablaros ; por-*
CAPITULO I.
219
fyae por la esperanza de Israel
estoy rodeado de esta cadena.
21 Entónces ellos le respon-
dieron : Nosotros ni hemos reci-
bido cartas de la Judéa sobre tí,
ni ninguno de los hermanos vino
i avisarnos 6 decimos mal nin-
guno de tí.
22 Mas quisiéramos oir de tí
que es lo que entiendes ; pues
de esta secta nos es notorio, que
en todas partes se le contra-
dice.
23 Y ellos habiéndole señala-
do dia, viniéron en gran número
á él á su alojamiento ; á los
quales predicaba dando testimo-
nio del reyno de Dios, y demos-
traba lo que esta dicho de Je-
sús por la Ley de Moisés, y por
los Profetas, desde la mañana
basta la tarde.
24 Y algunos creían lo que
se les decía, y otros no lo
creían.
25 Y como no estuviesen en-
tre sí acordes, estaban pai-a re-
tirarse, quando les dixo Pablo
esta palabra : Bien habló el Es-
píritu Santo por el Profeta Isaías
á nuestros Padres,
26 Diciendo : Vé á ese pue-
blo, y diles : De oido oiréis, y
no entenderéis ; y viendo veréis,
y no percibiréis.
27 Porque se ha embotado el
corazón de este pueblo, y de los
oídos oyéron pesadamente, y
apretaron sus ojos ; porque no
vean de los ojos, y oigan de los
oídos, y entiendan del corazón, y
se conviertan, y los sane.
28 Pues os hago saber á voso-
tros que á los Gentiles es envia-
da esta salud de Dios, y ellos
oirán.
29 Y acabando de decir esto,
se saliéron de allí les Judíoí?,
teniendo entre sí grande con-
tienda.
30 Y Pabló permaneció dos
años enteres en la casa, que te-
nia alquilada ; y recibía a todos
los que venían á verle,
31 Predicando el reyno de
Dios, y enseñando las cosas que
son del Señor Jesu-Cristo coq
toda libertad, sin prohibición.
EPISTOLA
DE SAN PABLO
A LOS ROMANOS.
CAPITULO I.
1 T3 ABLO, sien'o de Jesu-
JL Cristo, llamado Após-
tol, escogido para el Evangelio
I de Dios,
2 El qual había prometido
ántes por sus Profetas en las
santas Escrituras.
3 Acelca dfe su Hijo, que te
fué hecho del linage de Dand
según la carne,
4 El que ha sido predestina-
do Hijo de Dios con poder seguíl
el espíritu de santificación por
la resurrección de Jesu-Cristo
Señor nuestro de entre los muer-
tos :
5 Por el qyíaX habemps. reci-
bido ^cla, y ApQstbíado |>ara
EPIST. DE S. PABLO A LOS ROiMANOS.
Dios para salud á todo el que
cree ; al Judío primero, y al
que se obedezca á la fé en todas
las g-entes por su nombre,
6 Entre las que también yo-
sctros sois llamados de Jesu-
cristo :
7 A todos los que están en
Roma, amados de Dios, llamados
santos. Gracia á vosotros, y
paz de Dios nuestro Padre, y del
Señor Jesu-Cristo.
8 Primeramente doy gracias
á rai Dios por Jesu-Cristo acer-
ca de todos vosotros ; porque
vuestra fé es divulg-ada por todo
el mundo.
9 Porque Dios, á quien sirvo
en mi espíritu en el Evangelio
de su Hijo, me es testig-o, que
sin cesar hago mención de. voso-
tros,
10 Rogándole siempre en mis
oraciones, que me abra por fin
algún camino favorable, siendo
esta su voluntad, para ir á voso-
tros.
1 1 Porque os deseo ver, para
Comunicaros alguna gracia espi-
ritual con que seáis confirmados :
12 Esto es, para consolarme
juntamente con vosotros por
aquella fé que tenemos los unos
y los otros, vuestra y mia.
13 Mas no quiero que igno-
réis, hermanos, que muchas ve-
ces he propuesto ir á vosotros (y
he sido impedido hasta ahora)
para lograr también algún fruto
entre vosotros, como entre las
otras naciones.
14 Soy deudor á Griegos, y á
Bárbaros, á sabios, y á igno-
rantes :
15 Y así (quanto está en mí)
estoy pronto para anunciar el
Evangelio á vosotros, que estáis
en Roma.
16 Pues no me avergüenzo
del Evangelio ; Que es virtud de
Griego.
17 Porque la justicia de Dios
se descubre en él de fé en fé,
como está escrito : Que el justo
vive de fé.
18 Porque la ira de Dios se
manifiesta del cielo contra toda
la impiedad, é injusticia de
aquellos hombres, que deticnea
la verdad de Dios en injusticia ;
19 Puesto que lo que se puede
conocer de Dios, les es manifies-
to á ellos. Porque Dios se lo
manifestó.
20 Porque las cosas de él in-
visibles, se ven después de la
creación del mundo, considerán-
dolas por las obras criadas ; aun
su virtud eterna, y su divinidad ;
de modo que son inexcusables,
21 Pues aunque conociéron á
Dios, no le glorificaron como á
Dios, ó diéron gracias ; antes se
desvanecieron en sus pensamien-
tos, y se obscureció su corazón
insensato :
22 Porque teniéndose ellos
por sabios, se hiciéron necios.
23 Y mudaron la gloria del
Dios incorruptible en semejanza
de figura de hombre corruptible,
y de aves, y de quadrúpedos, y
de sierpes.
24 Por lo qual los entregó
Dios á los deseos de su corazón,
á la inmundicia ; de modo que
deshonraron sus cuerpos en sí
mismos :
25 Los quales mudáron la ver-
dad de Dios en la mentira ; y
adoraron, y sirvieron á la cria-
tura antes que al Criador, el
qual es bendito por los siglos.
Amen.
26 Por esto los entregó Dios
á pasiones vergonzosa?. Porque
i
^u? mujeres rauJáron el natural
U30, en otro uso que es contra
naturaleza.
27 Y asimismo los hombres
dexáron el natural uso de las
mujeres, y ardieron ca sus de-
seos mutuamente, haciendo unos
con otros cosas nefandas, y re-
cibiendo en sí mismos la paga
que era debida á su pecado.
23 Y como no dieron pruebas
de que conociesen a Dios, así
los entreg-ó Dios á un reprobo
sentido, para que hiciesen cosas,
que no convienen ;
29 Llenos de toda iniquidad,
de malicia, de fornicación, de
0.varicia, de maldad ; llenos de
envidia, de homicidios, de con-
tiendas, de eng-año, de maligni-
dad; chismosos,
30 Murmuradores, aborreci-
dos de Dios, injuriadores, sober-
bios, altivos, inventores de ma-
les, desobedientes á sus padres,
31 Necios, inmodestos, malé-
volos, sin fé, sin misericordia :
32 Los que habiendo conoci-
do la justicia de Dios, no enten-
diérou, que los que tales cosas
hacen, son dignos de muerte ; y
no tan solamente los que estas
cosas hacen, sino también los
que consienten á los que las
hacen.
CAPITULO IL
1 "pOR lo qual eres inex-
Mr cusable, tú hombre,
qualquiera que juzgas. Porque
en lo mismo en que juzgas á
otro, á tí mismo te condenas ;
porque haces esas mismas cosas,
que juzgas.
2 Porque sabemos, que el jui-
cio de Dios es según verdad
contra aquellos que hacen tales
I cosa?.
üLo II. m
■ 3 Y tú, hombre, que juzgas á
aquellos que hacen tales cosas,
y execuías las mismas, ¿ piensas-
que escaparás del juicio da
Dios?
4 ¿ O menosprecias las rique
zas de su bondad, y paciencia, y
longanimidad ? ¿ No sabes, que
la benignidad de Dios te convida
á penitencia ?
5 Mas por tu dureza y cora-
zón impenitente, atesoras para
tí ira en el dia de la ira, y de la
revelación del justo juicio de
Dios,
6 El qual retribuirá á cada
uno según sus obras :
7 Esto es, con la vida eterna,
á los que perseverando en hacer
obras buenas, buscan gloria, y
honra, é inmortalidad ;
8 Mas con ira, é indignacici?,
á los que son de contienda, y
Que no se rinden á la verdací,
sino que obedecen á la injus-
ticia.
9 Tribulación y angustia será
sobre toda alma de hombre, que
obra mal ; del Judío pi imera-
mcníe, y del Griego :
10 Mas gloria, y honra, y pa?;
á todo obrador del bien ; al Ju-
dío primeramente, y al Griego :
1 1 Porque no hay acepción de
personas para con Dios.
12 Porque todos los que sin
Ley pecaron, sin Ley perece-
rán ; y quantos en Ley pecaron,
por Ley serán juzgados.
13 Porque no son justos de-
lante de Dios los que oyen la
Ley, mas los hacedores de la
Ley serán justificados.
14 Porque quando los Gen-
tiles que no tienen Ley natu-
ralmente hacen las cosas de la
Ley, estos tales que no tienen
Ley, ellos son Ley á sí mismos :
^2 EPIST. DE S. PABLO A LOS ROANOS.
15 Que demuestran la obr&
de la Ley escrita en sus corazo-
nes, dando testimonio á ellos su
misma concieRcia, y los pensa-
ínientos de dentro, que unas ve- '
o£s los acus-an, y otras los de-
ñe.nden,
1 6 En el dia, en que Dios juz-
gará las cosas ocultas de los
Iiombres según mi Evangelio por
Jesu-Cristo.
17 IMas si tú, que llevas el
sobrenombre de Judío, y reposas
sobre la Ley, y te glorías en
Dios,
18 Y sabes su voluntad, y dis-
tingues lo que es mas provecho-
sa), instruido por la Ley,
19 Y te tienes por guia de
ciegos, lumbre de aquellos que
están en tinieblas,
20 Doctor de ignorantes,
Maestro de niños, que tienes la
regla de la ciencia y de la verdad
en la Ley.
21 Tú pues, que a otro ense-
ñas, no te enseñas á tí mismo ;
tú que predicas, que no se ha de
Imrtar, hurtas ;
22 Tú, que dices que no se
haga adulterio, lo cometes ; tú,
que abominas los ídolos, los ado-
ras sacrilegamente;
23 Tú; que te glorías en la
Ley, deshonras á Dios quebran-
tando la Ley.
24 (Porque el nombre de
Dios por vosotras es blasfemado
entre las Gentes, así como está
escrito.)
25 La circuncisión en verdad
aprovecha, si guardares la Ley ;
nms si quebrantares la Ley, tu
circuncisión se convirtió en pre-
pucio.
26 Pues si el incircunciso
íi^Tardare los preceptos de la
Ley; ¿no es cierto, que su pre-
pucio será estimado como cli
cuncision ?
27 Y sí el que naturalmente
es incircunciso, cumple perfec-
tamente la Ley, te juzgará á
tí, que con la letra y con la cir-
cuncisión eres transgresor de h.
Ley.
j 28 Porque no es Judío el que
lo es manifiestamente ; ni es cir-
cuncisión, la que se hace exte-
riormente en la carne :
29 Mas es Judío, el que lo es
en lo interior ; y la circuncisión
de corazón es en espíritu, y no
en letra ; cuya alabanza no
de los hombres, sino de Dios.
C-iPITULO III.
UE pues tiene de ma?
el Judío ? ¿ 6 que prO'
vecho el de la circuncisión ?
2 Mucho en todas maneras.
Primero porque les fueron con-
fiados los oráculos de Dios.
3 ¿-Pues que si algunos de ellos
no creyeron ? ¿ Por ventura su.
incredulidad hará vana la fideli-
dad de Dios ? No por cierto.
4 Porque Dios es veraz ; y
todo hombre falaz, como está es-
crito : Para que seas reconocido
ñel en tus palabras ; y venza^
quando seas juzgado.
5 Pues si nuestra injusticia
encarece la justicia de Dios.
¿ que diremos f ; Es por ventura
Dios injusto, que castiga en ira :
6 (Como hombre hablo :)
por cierto ; de otra manera.
¿ como juzgará Dios á este
mundo ?
7 Porque si la verdad de Dios
por mi mentira creció á gloria
suya ; ; por que soy yo todavía,
juzgado como pecador ?
8 Y no (como somos denxjstí^''
CAPITULO IV.
dos, y como algilnos dicen, que
crecimos nosotros) que hagamos
males, para que vengan bienes ;
la ^ndenacion de los quales es
justa.
9 Pues que ¿ tenemos noso-
tros alguna ventaja sobre ellos ?
En ninguna manera. Porque
ya hemos probado, que Judíos y
Gentiles están todos debaxo de
pecado,
10 Así como está escrito : No
hay ninguno justo :
1 1 No hay quien entienda, no
hay quien busque á Dios.
12 Todos se desviáron, á una
SE hicieron inútiles ; no hay
quien haga bien, no hay ni uno
Solo.
13 La garganta de ellos es se-
pulcro abierto, con sus lenguas
fó.bricaban engaños ; veneno de
áspides baxo los labios de ellos :
14 Cuya boca está llena de
maldición y de amargura :
15 Veloces los pies de ellos,
para derramar sangre :
1 6 Quebranto y calamidad en
los caminos de ellos :
17 Y no conocieron camino
áe paz :
18 No hay temor de Dios de-
lante de los ojos de ellos.
19 Sabemos pues, que quanto
ía Ley dice, á aquellos que en
la Ley están lo dice ; para que
toda boca sea cerrada, y todo el
mundo se sujete á Dios :
20 Porque por las obras de la
Ley no será justificado ningún
hombre delante de él ; porque
por la Ley es el conocimiento
del pecado.
21 Mas ahora sin la Ley se
Xia manifestado la justicia de
Dios ; atestiguada por la Ley, y
•jror los Profetas :
22 íT la ju&ticia de Dios es-
por la fe de Jeau-Crisío para to-
dos, y sobre todos los que creen
en él ; porque no hay distinción:
23 Pues todos pecaron, y
tienen necesidad de la gloria dte
Dios.
24 Justificados gratuitamente
por la gracia del mismo, por la
redención, que es en Jesu-
Cristo,
25 A quien Dios ha propuesto
en propiciación por la fe en su
sangre, á fin de manifestar su
justicia por la remisión de los
pecados pasados ;
26 En la paciencia de Dias^
para demostrar su justicia en
este tiempo; á fin que él sea
hallado justo, y justificador de
aquel, que tiene la fe de Jesu-
cristo.
27 ¿ Donde está pues el moti-
vo de su gloria ? Excluida que^
da. ¿ Por que ley ? ¿ De las
obras ? No ; sino por la Ley de
la fe.
28 Y así concluimos, que es
justificado el hombre por la fé«
sin las obras de la Ley.
29 ¿ Por ventura Dios es sola»
mente de los Judíos ? ¿ no lo es
también de los Gentiles ? Sí
por cierto, es también de los
Gentiles.
30 Porque en verdad un solo
Dios es, que por la fé justifícala
circuncisión, y por la fé el pre-
pucio.
31 ¿ Destruimos pues la Ley
por la fé ? No por cierto : ántes
establecemos la Ley.
CAPITULO IV.
1 ¿ "53 L'ES que diremos qué
-mT halló Abi-aham nues-
tro padre según la carne ?
2 Poi-que si Abraham fíié jus-
221 EPIST. DE S. PABLO A LOS ROMANOS.
tificado por las obras, tiene de
que g-loriarse, mas no delante de
Dios.
3 ¿ Que es pues lo que dice la
Escritura ? Abraham creyó á
Dios ; y le fué imputado á jus-
ticia.
4 Y al que obra, no se le
cfuenta el jornal por gracia, sino
por deuda.
5 IVías al que no obra, y cree
en aquel que iustiíjca al impío,
su fé le es imputada á justicia
según el decreto de la gracia de
Dios.
6 Como también David de-
clara la bienaventuranza del
Jiombre á quien Dios atribuye
justicia sin obras.
7 Bienaventurados aquellos,
cuyas maldades son perdonadas,
y cuyos pecados son cubiertos.
8 Bienaventurado el varón
a quien no imputó el Señor pe-
cado,
9 ¿ Pues esta bienaventuran-
za está tan solamente en la cir-
cuncisión, ó también en el pre-
pucio ? pues decimos que ia fé
fué imputada á Abrabam á jus-
ticia.
10 Pues como le fue imputa-
da, ¿ en la circuncisión, ó en el
prepucio ? No en la circuncisión,
sino en el prepucio.
11 Y recibió la señal de la
circuncisión, como sello de la
justicia de la fé, que tuvo en el
prepucio ; á fin que fuese padre
de todos los que creen estando
en el prepucio, y que también
á ellos les sea imputado á jus-
ticia:
12 Y sea Padre de la circun-
cisión, no solamente á aquellos
que son de la circuncisión, sino
á los que siguen las pisadas de
la fé, que tuvo nuestro padre
Abraham antes de ser circun-
cidado.
13 Porque la promesa á Abra«
ham, ó Ti su posteridad, que,se-
ria heredero del mundo, no fué-
por la Ley, sino por la justicia
de la fé.
14 Porque si los de la Ley
son los herederos ; queda ani-
quilada la fé, y la promesa si»
valor.
1 5 Porque la Ley obra ira ;
puesto que en donde no hay Ley,
no hay quebrantamiento.
15 Y así es por la fé, á fin
que por gracia la promesa sea
firme á toda su posteridad, do
tan solo al que es de la Ley, si-
no también al que es de la fé de
Abraham, que es padre de todos
nosotros,
17 (Como está escrito : Yo te
he constituido Padre de muchas
gentes) delante de Dios, á quien
habia creído, el qual da vida fi
los muertos, y llama las cosas
que no son, como las que son.
18 El creyó en esperanza
contra esperanza, que seria Pa-
dre de muchas gentes, según lo
que se le habia dicho : Así será,
tu linage.
19 Y no se enflaqueció en la
fé, ni consideró su propio cuer-
po ya amortiguado, siendo ya de
casi cien años, ni que la virtud
de concebir se habia extinguido
en Sara :
20 Tampoco vaciló, ni tuvo la
menor desconfianza en la promC"
sa de Dios ; antes se fortificó en
la fé, dando gloria á Dios :
21 Teniendo por muy cierto,
que también es poderoso para
cumplir todo quanto habia pro-
metido.
22 Y por esto le fué también
, imputado á justicia»
CAPITULO V.
225-
&3 T no está escrito solamen-
te por él, que le fué imputado
á justicia :
24 Mas también por nosotros,
á quienes será imputado si cree-
mos en aquel, que resucitó de
entre ios muertos á Jesu-Cristo
nuesti'o Señor,
25 El qual fué entregado por
nuesti'os pecados, y resucité para
nuestra justificación.
CAPITULO V.
1 JUSTIFICADOS pues
por la fé, teng'amos paz
con Dios por nuestro Señor Jesu-
Cristo :
2 Por el qual tenemos tam-
bién la entrada por la fé á esta
gracia en la qual estamos fir-
mes, y nos gloriamos en la espe-
i*anza de la g^loria de los hijos de
Dios.
3 Y no solamente esto, mas
nos gloriamos también en ias tri-
bulaciones, sabiendo q)je la tri-
bulación obra paciencia,
4 Y la paciencia prueba, y la
prueba esperanza :
5 Y la esperanza no trae con-
fusión ; porque la caridad de
Dios está ditundida on nuestros
corazones por el Espíritu Santo,
que se ncs ha dado.
6 ; Pues á que fin Cristo,
quando aun estábamos enfermos,
murió á au tiempo por unos im-
píos ?
7 Porque apénas hay quien
muera por iin justo ; auiique al-
guno se atreva á morir por un
bienhechor.
8 Mas Dios hace brillar su
caridad en nosotros ; porque aun
quando éramos pecadores, en su
tiempo.
9 Murió Cristo por nosotros :
Pues mucho mas ahora que so-
mos justificados por su sangre,
sei'émos salvos de la ira por él
mismo.
10 Porque si siendo enemig-os
fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo ; mu-
cho mas estando ya reconcilia-
dos, seremos salvos por su vida.
11 Y no tan solamente esto ;
mas nos gloriamos también en
Dios por nuestro Señor Jesu-
Cristo, por quien ahora hemos
recibido la reconciliación.
12 Por tanto así com.o por un
hombre entro el pecado en este
mundo, y por el pecado la m.uer-
te ; así también pasó la muerte
á todos los hombres por aquel»
en quien todos pecaron.
13 Porque hasta la Ley el
pecado estaba en el mundo : mas
no era imputado el pecado quan-
do no había Ley.
14 Esto no obstante reynó la
muerte desde Adam hasta Moy-
sés, aun en aquellos que no ha-
blan pecado con una transgre-
sión semejante á la de Adam, el
que es figura de aquel que había
de venir.
1 5 Mas no es el don como el
pecado. Porque si por el peca-
do de uno murieron muchos ;
muciio mas la grgcia de Dios y
el don por la gracia de un sokj
hombre, que es Jesu-Crislo,
abundó sobre mucL'os.
16 Y no fué el don, como el
pecado por uno. Porque el jui-
cio á la verdad fué de un peca-
do pai*a condenación ; mas la
gracia fué de muchos delitos
para justiñcacion.
17 Poi-que si por el pecado de
uno re} nó la muerte por un solo -
hombre, mucho mas reyaarán .
en vida por un solo Jesu-jCrKie,- '
226
EPTST. DE 9. PABLO A LOS ROSTANOS.
los que reciben la abundancia de
íá gracia, y del don, y de la jus-
ticia.
18 Pues como por el pecado
de uno solo cayeron todos los
hombres en condenación ; así
lambien por la justicia de uno
solo, irán todos los hombres en
justificación de vida.
1 9 Porque como por la deso-
bediencia de un solo hombre
muchos fueron hechos pecado-
res, así también serán muchos
hechos justos por la obediencia
de uno solo.
20 Y sobrevino la Ley, para
que abundase el pecado. Mas
quaudo creció el pecado, sobre-
pujó la g-racia.
21 Para que como reynó el
Í>ecado para muerte, así tam-
bién reyne la g-racia por justicia
para vida eterna por Jesu-Cristo
nuestro Señor.
CAPITULO VI.
1 ¿ T>UES que diremos ?
Mr ¿ Perseveraremos en
el pecado, para que crezca la
^cia ?
2 No lo permita Dios ; porque
los que hemos muerto al pecado,
¿ como viviremos aun en él ?
3 ¿ O no sabéis, que todos los
que hemos sido bautizados en
Jesu-Cristo, hemos sido bautiza-
dos en su muerte ?
4 Porque somos sepultados
coa él en muerte por el bautis-
mo ; para que como Cristo re-
sucitó de muerte á vida por la
j^loria del Padre; así también
nosotros andemos en novedad de
vida.
5 Porque si fuimos plantados
juntamente con él á la seme-
janza de 6u muerte ; lo sere-
mos también á la de su lUsui'*
reccion,
6 Sabiendo esto, que nueístro
viejo hombre ha sido crucificado
juntamente con él, para que sea
destruido el cuerpo del pecado,
y no sirvamos ya mas al pecado»
7 Porque el que es muerto^
libre está del pecado.
8 Y si somos muertos coa
Cristo ; creemos, que juntamen-
te viviremos también con Cristo:
9 Ciertos, que habiendo Cris-
to resucitado de entre los muer-
tos, ya no muere ; la muerte no
se enseñoreará mas de él.
10 Porque en quanto al haber
muerto por el pecado, murió una
vez ; mas en quanto al vivir
vive para Dios.
1 1 Así también vosotras con
sideraos, que estáis de cierto
muertos al pecado, pero vífos
para Dios en nuestro Señor Je-
su-Cristo.
12 Por tanto no re}Tic el pe-
cado en vuestro cuerpo mortal,
de modo que obedezcáis á sus
concupiscencias.
13 Ni ofrezcáis vuestros
miembros al pecado por instru-
mentos de iniquidad ; mas ofre-
céos á Dios, como resucitadas
de los muertos ; y vuestros miem-
bros á Dios, como instrumentos
de justicia.
14 Porque el pecado no os
dominará ; puesto que no estáis
baxo de la Ley, sino de la
gracia.
1 5 ¿ Pues que ? ¿ pecaremos,
porque no estamos baxo de la
Ley, sino baxo de la gracia ?
No lo permita Dios.
16 ¿No sabéis, que á quien
os ofrecéis por siervos para obe-
decerle, sois siervos del mismo,
á auiea obedecéis, 6 del pecado
^ára muerte, 6 de la obediencia
para justicia ?
17 Pero gracias á Dios, que
fuisteis siervos del pecado ; mas
habéis obedecido de corazón á
aquel'a forma de doctrina, á que
habéis sido entregados.
18 Y libertados del pecado,
habcís sido hecho, siervos de la
justicia.
19 Cosa humana os dig'o por
Ja flaqueza de vuestra carne ;
que como para maldad ofrecis-
teis vuestros miembros, que sir-
viesen á la inmundicia, y á la
iniquidad, así para santificación
ofreced ahora vuestros miem-
bros, que sirvan á la justicia.
20 Porque quando erais sier-
vos del pecado, fuisteis libres de
la justicia.
21 ¿Y que fruto tuvisteis en-
tonces en aquellas cosas, de que
ahora os avergonzáis? Pues el
fin de ellas es muerto.
22 Mas ahora que estáis li-
bres del pecado, y que habéis
sido hechos siervos de Dios, te-
neis vuestro fruto en sanctifica-
cion, y por fin la vida eterna.
23 Porque los gages del peca-
do son muerte ; mas la gracia
de Dios es vida perdurable en
nuestro Seaor Jesu-Cristo^
CAPITULO VIU
1 ¿ "I^OR ventura ignoráis,
JT liermanos (pufis lia-
blo con los que saben la Ley)
que la Ley tiene señorío sobre
el hombre todo el tiempo q^ue
vive ?
2 Porque la muger que está
sujeta á marido, mientras que
vive el marido, atada está á la
Ley ; mas quando muere su ma-
rido, suelta queda de la Ley del
mari^io.
CAPITULO vn. m
3 Pues ai viviendo el marido,
fuere hallada con otro hombre,
será llamada adúltera ; mas sí
muriere su marido, libre es de
la Ley del marido ; de manera
que no es adúltera si estuviere
con otro marido.
4 Así también vosotros, her^
manos raios, muertos estáis á la
Ley por el cuerpo de Cristo, pa-
ra que seáis de otro, del que re^
sucitó de entre los muertos, á
fin de que demos fruto á Dios.
5 Porque mientras estábamos
en la carne, los afectos de los
pecados, que eran por la Ley,
obraban en nuestros miembros^
para dar fruto á la muerte.
6 Mas ahora sueltos estamos
de la Ley de muerte, en la qual
estábamos presos, para que sir-
vamos en novedad de espíritu, y
no en vegez de letra.
7 ¿ Pues que diremos ? ¿ La-
Ley es pecado ? En ninguna
manera. Mas yo no conocí al
pecado, sino por la Ley ; porque
no conocia la concupiscencia, si
la Ley no dixera ; No codi-
ciarás.
C Y el pecado, tornando oca-
sión por el mandamiento, obro
en mí toda concupiscencia ; por->
que sin la Ley el pecado estaba
muerto^
9 Y yo vivia sin Ley en algua
tiempo ; mas quando vino e?
mandamiento, revivió el pecado.
10 Y yo he sido muerto ; y el
mandamiento que me era para
vida, fué hallado serme para,
muerte.
1 1 Porque el pecado, tomando
ocasión del mandamiento, me
engañó^ y por él me mató..
12 Y así la Ley ea vendad es
santa ; y el mandamiento santa»,
y justo, y bueno..
728 EPIST. DE S. PABLO A LOS ROMANOS'.
13 ;Luegro lo que es bueno su-Cristo nuestro Señor. "Luegú
^ Lueg-o lo que es bueno
nc ha hecho muerte para mí ?
No icT cierto ; sino que el pe-
cado, para mostrarse pecado, en-
g'cndró en mí la muerte por lo
bueno ; á fin que el pecado se
liag-a sobremanera maligno por
el mandamiento.
14 Porque sabemos que la
Ley es espiritual ; mas \"o soy
carnal, vendido debaxo del pe-
cado.
1 5 Porque lo que hago, no lo
entiendo ; porque no ha,^o lo
Lusno que quiero ; mas lo malo
que aborrezco, aquello hag-o.
16 Y bi lo que yo no quiero,
aquello hago ; apruebo la Ley,
como buen
yo mismo con el espíritu sirvo- á
la Ley de Dios ; y con la camfl
á la ley del pecado.
CAPITULO VIIL
P
UES ahora nada de con*
denacion tienen los
que están en Jesu-Cristo ; los
quales no andan según la carne.
2 Porque la Ley del espirita
de vida en Jesu-Cristo me libro
de la ley del pecado y de la
muerte.
3 Porque lo que era imposi-
ble á la Ley, en quanto era de-
bilitada por la carne, enviando
Dios á su Hijo en semejanza de
1 7 De manera que yo ya no I carne de pecado, aun del pecado
obro aquello, sino el pecado que
mora en raí.
18 Porque sé, que no mora
en mí, esto es, en mi carne, lo
bueno. Porque el querer lo
bueno, está en mí ; mas no al-
canzo como cumplirlo.
19 Porque lo bueno que quie-
ro, esto no lo hago ; mas lo malo
que no quiero, esto hago.
20 Y si hago lo que no quiero,
condenó al pecado en la carne,
4 Para que la justificación de
la Le}^ se cumpliese en nosotros,
que no andamos según la carne,
sino según el espíritu.
5 Porque los que son según la
carne, gustan de las cosas de la
carne ; mas los que son según ei
espíritu, perciben las cosas que
son del espíritu.
6 Porque la prudencia de la
ya no lo obro yo, sino el pecado i carne es muerte ; mas la pru
dencia del espíritu es vida y
que mora en m
21 Así queriendo yo hacer el ¡paz.
bien, hallo la ley, de que el mal
reside en mí
7 Porque el saber de la camo
es enemigo de Dios ; puesto que
22 Porque yo me deley to en | no está sujeto á la Ley de Dios ;
la Ley de Dics, según el hom- ' ni tampoco puede.
bre interior : 8 Mas los que viven según la
23 Ivlas veo otra ley en mis i carne no pueden agradar á Dios
miembros, qrie contradice á la
Y vosotros no estáis en la
carne, sino en el espíritu ; si es
lev de mi voluntad, y rae lleva
esclavo á la ley del pecado, que ! que el Espíritu de Dios mora en
está en mis m.iembros.
24 : ?rliserab]e hombre de mí
vosotros. Mas el que no tiene
el Espíritu de Cristo, este tal no
: Quien me librará del cuerpo de | es de el.
' 10 Y si Cristo está en voso-
tros, el cuerpo verdadcrameot»
esta muerte r
25 La gracia de Dios por Je-
CAPITULO VIII.
eslá muérto por el pecado, mas
el espíritu vive por la justicia.
11 Y si el espíritu de aquel
que resucitó á Jesús de éntrelos
muertos mora en vosotros, el
que resucitó á Jesu-Cristo de
entre los muertos, vivificará
también vuestros cuerpos mor-
tales por su Espíritu que mora
vosotros.
12 Por tanto, hermanos, so-
mos deudores, no á la carne, pa-
i^a que vivamos según la carne ;
13 Porque si viviéreis según
la carne, moriréis ; mas si por el
espíritu hiciereis morir los he-
chos de la carne, viviréis.
14 Porque todos los que son
movidos por el Espíritu de Dios,
ios tales son hijos de Dios.
15 Porque no habéis recibido
el espíritu de servidumbre para
estar otra vez con temor, sino
que habéis recibido el espíritu
de adopción de hijos, por el qual
clamamos : Abba, Padre.
16 Porque el mismo Espíritu
dá testimonio á nuestro espíritu,
que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también here-
deros ; herederos verdaderamen-
te de Dios, y coherederos de
Cristo : pero si padecemos con
é!, para que seamos también glo-
rificados con él.
18 Porque entiendo, que no
son de comparar los trabajos de
c^te tiempo con la gloria veni-
dera, que se manifestará en no-
sotros.
1 9 Porque el gran deseo de la
criatura espera la manifestación
de los hijos de Dios.
20 Porque la criatura está su-
jeta á la vanidad, no de su gra-
do, sino por aquel, que la some-
tió con esperanza :
31 Y porque la misma cria-
m
tura será librada de la semduní*
bre de la corrupción á la .liber-
tad gloriosa de ios hijos de Dio?.
22 Porque sabemos que todas
las criaturas gimen, y están dG
parto hasta ahora.
23 Y no solo ellas, mas tan>
bien nosotros mismos, que teñe-»
mos las primicias del Espíritu,
aun nosotros gemimos dentro dé
nosotros, esperando la adopcioa
de hijos de Dios, la redención de
nuestro cuerpo.
24 Porque en la esperanza,
hemos sido hechos salvos. Pues
la esperanza que se ve, no es es-
peranza ; porque lo que uno ve,
¿ como lo espera ?
25 Y si lo que no vemos, es-
peramos, por paciencia lo espC"-
ramos.
26 Y asimismo el Espíritu
ayuda también á nuestra flaque-
za ; porque no sabemos lo que
habemos de pedir, como convie-
ne ; mas el mismo Espíritu pide
por nosotros con gemidos inex«
plicables.
27 Y el que escudriña los co-
razones, sabe le que desea el
Espíritu ; porque él según Dios
pide por los Santos.
28 Y sabemos también, que á
los que aman á Dios, todas las
cosas les contribuyen al bien, á
aquellos, que según su decreto
son llamados santos.
29 Porque los que conoció en
su presciencia, á estos tambiea
predestinó, pai-a ser hechos con-
formes á la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito
entre muchos lícrmanos.
30 Y á los que predestinó, á
estos también llarnó ; y á los quQ
llamó, á estos también justificó j
y á los que justificó, á estos tanir
bien glorificó.
530
EPIST. DE S. PABLO A LOS ROMANOS.
31 <; Pues que diremos á estas
Cosas ? Si Dios es por nosotros,
^ quien será contra nosotros ?
32 Ei que aun á su propio
Hijo no perdono, sino que le en-
tregó por todos nosotros ; ¿ como
no nos donó también con él to-
das las cosas ?
33 ¿ Quien pondrá acusación
(Contra los escog-idos de Dios ?
Dios es el que justifica,
34 ¿ Quien es el que conde-
nará ? Jesu-Cristo es el que mu-
rió, ántes el que también resu-
citó, el que está á la diestra de
Dios, el que también intercede
por nosotros.
35 ¿ Pues quien nos separará
del amor de Cristo ? tribulación ?
ó angustia ? ó hambre ? ó des-
nudez ? ó peligro ? ó persecu-
ción ? ó espada ?
36 (Así como está escrito :
Porque por tí somos entregados
á la muerte cada dia ; somos re-
putados como ovejas para el ma-
tadero.)
37 Mas en todas estas cosas
Vencemos por aquel que nos
amó.
38 Por lo qual estoy cierto,
que ni muerte, ni vida, ni An-
geles, ni Principados, ni Virtu-
des, ni cosas presentes, ni veni-
deras, ni fortaleza,
39 Ni altura, ni profundidad,
ni otra criatura nos podrá apar-
tar del amor de Dios, que es en
Jesu-Cristo Señor nuestro.
CAPITULO IX.
1 "^ERDAD digo en Cris-
▼ to, no miento, dán-
dorafi testimonio mi conciencia
en el Espíritu Santo,
2 Que tengo muy grande tris-
teza, y continuo dolor en mi co-
razón-.
3 Porque deseaba yo mismd
ser anatema por Cristo, por
amor de mis hermanos, que son
mis deudos según la carne,
4 Que son los Israelitas, d^
los quales es la adopción de las'
hijos, y la gloria, y la alianza, y
la legislación, y el culto, y laiá
promesas :
5 Cuyos padres son los mis-
mos, de quienes desciende tam-
bién Cristo según la carne, que
es Dios sobre todas las cosas
bendito en los siglos. Amen.
6 Y no que la palabra de Dios
haya faltado ; porque no todos
los que son de Israel, estos son.
Israelitas :
7 Ni los que son linagc de
Abrahara, todos son hijos ; mas
de Isaac te será llamado linage :
8 Esto es, no los que son hijos
de la carne, estos son hijos de
Dios ; sino los que son hijos de
la promesa, son contados por
descendientes.
9 Porque la palabra de la pro-
mesa es esta : Por este tiempo
vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no solamente ella, mas
también Rebecca de un ayunta-
miento que tuvo con Isaac nues-
tro padre concibió.
11 Porque no habiendo aun
nacido, ni hecho bien ni mal,
(para que según la elección per-
maneciese el decreto de Dios,)
12 No por las obras, sino por
el que llama, le fué dicho á ella :
13 Que el mayor serviria al
menor, conforme á lo que está
escrito : Amé á Jacob, y abor-
recí á Esaú.
1 4 ¿ Pues que diremos ? ¿ Por
ventura hay en Dios injusticia ?
No por cierto.
15 Porque á Moisés dice;
Me compadeceré de aquel de
CAPÍTULO X.
231
4.uíen me compadezco ; y haré
I misericordia de aquel de quien
! me compadeceré.
16 Luego no es del que quiere,
ni del que corre, sino que es de
Dios, que tiene misericordia.
17 Porque dice la Escritura á
Faraón : Para esto mismo te
le\anté, para mostrar en tí mi
poder, y que sea anunciado mi
nombre por toda la tierra.
18 Luego tiene misericordia
de quien quiere, y al que quiere
endurece.
1 9 Pero me dirás : ¿ Pues de
que se queja ? porque ¿ quien
resiste á su voluntad ?
20 O hombre, ¿ quien A*es tú,
para altercar con Dios ? Por
ventura dirá el vaso de barro al
que lo labró ; ¿ por que me hi-
ciste asíip
21 ¿ O no tiene potestad el al-
farero de hacer de una misma
masa nn vaso para honor, y otro
para ignominia ?
22 Y que, si queriendo Dios
mostrar su ira, y hacer manifies-
to su poder, sufrió con mucha
paciencia los vasos de ira, apa-
rejados para muerte,
23 A fin de mostrar las rique-
zas de su gloria sobre los vasos
de misericordia, que preparó
para gloria.
24 Que somos nosotros, á
quienes llamó no solo de los
Judíos, mas también de los Gen-
tiles ;
25 Así como dice en Oseas :
Llamare pueblo mió, al que no
era mi pueblo ; y amado, al que
uo era amado ; y que alcanzó
misericordia, al que no había al-
canzado misericordia.
26 Y acontecerá que en el
lugar eií^que les fue dicho : No
sois pueblo mió vostjtros, aili
serán llamados hijos del Dios
vivo.
27 Isaías clama también so-
bre Israél : Si fuere el número
de los hijos de Israél como la
arena de la mar, las reliquias
serán salvas.
28 Porque palabra consuma-»
dora, y abreviadora en justicia ;
porque palabra abreviada hará
el Señor sobre la tierra :
29 Y así como antes dixó
Isaías : Si el Señor de los Exér-»
citos no nos hubiera dexado pos-
teridad, tornados hubiéramos
sido como Sodoma, y semejantes
seriamos á Gomorrha.
30 ¿ Pues que diremos ? Qué
los Gentiles, que no seguían jus-
ticia, han alcanzado justicia, y
la justicia que es por fé.
31 Mas Israél, que seguía la
ley de justicia, no ha llegado á
la ley de justicia.
32 ¿ Por que causa ? Porque
no por fé, sino como por obras :
pues tropezaron en la piedra del
escándalo.
33 Así como está escrito : He
aquí yo pongo en Sión piedra de
tropiezo, y piedra de escándalo ;
y todo aquel que cree en él, na
será confundido.
CAPITULO X.
1 TTERMANOS, el huea
XJL deseó de mi corazón,
y mi oración á Dios es, para que
ellos tengan salud.
2 Pues yo les doy testimonio^
que ellos tienen zelo de Dios,
mas no según ciencia.
3 Por quanto no conociendo
la justicia de Dios, y queriendo
establecer la suya propia, no se
someten á la justicia de Dios.
4 Porque Cristo es ei ñü de
EPIST. DE S. PABLO A LOS ROMANOí
la Ley, para justificar á todo el
que cree.
o Porque Moisés escribió,
que el hombre, que hiciere b.
justicia que es de la Ley, vivi-
rá en ella.
6 Mas la justicia que es de la
fé dice así : No digas en tu co-
razón : ¿ Quien subirá al cielo ?
esto es, á traer de le alto á
Cristo :
7 ¿ O quien descenderá al
abismo ? esto es, para voh^er á
ti-aer á Cristo de entre los muer-
tos.
8 ¿ Mas que dice la Escritu-
ra ? Cerca está la palabra en tu
boca, y en tu corazón ; esta es
la palabra de la fé, que predica-
mos.
9 Porque si confesares con tu
boca al Señor Jesús, y creyeres
en tu corazón, que Dios íe re-
sucitó de entre los muertos, se-
rás salvo.
10 Porque de corazón se cree
para justicia ; mas de boca se
nace la confesión para salud.
11 Porque dics la Escritura :
Todo el que cree en él, no será
confundido.
1:2 Porque no hay distinción
de Judío y de Grieg-o ; puesto
que uno mismo es el Señor de
todos, rico para con todos los que
le invocan.
13 Porque todo aquel que
invocare el nombre del Señor, j
será salvo.
14 ¿ Pues como invocarán á
aquel en quien no creyeron r
¿O como creerán á aquel que
no oyeron ? ¿ Y como oirán sin
predicador ?
15 ¿Y como predicarán, si no j
fueren enviados ? así como está
escrito : j Que hermosos los pie^
lio de paz, de los que anuncian
los bienes !
16 Pero no todos obedecen al
Evangelio. Porque Isaías dice :
Señor, ¿ quien creyó á nuestro
oído ?
1 7 Luego la fe es por el oído,
y el oído por la palabra de
Cristo.
18 Mas pregunto: ¡Que no
han oído ? Sí ciertamente, pues
por toda la tierra salió el sonido
de ellos, y hasta les cabos de la
redondez de la tierra la palabra
de ellos.
19 Mas pregunto: ^ Pues que
Israel iio le ha conocido ? Moi -
sés dice el primero : Yo os pro-
vocaré á zelos con una que no
es gente ; yo os moveré á ira
con una gente ignorante.
20 Y Isaías osa dedir : Fui
hallado de los que no me busca-
brn ; claramente me descubrí á
los que no preguntaban por mí.
21 Y á Israel dice : Todo el
día abrí mis manos á un pueblo
incrédulo y rebelde.
CAPITULO XL
1 jr| IGO pues : ■ Por ven-
3^ tura ha desechado
Dios á su pueblo ? No por cier-
to ; porque taoíbien yo soy Is-
raelita del linage de Abraham,
de la tribu de Beajamin.
2 No ha desechado Dios á
su pueblo, al que conoció en su
presciencia. ' ^ O no íí abéis lo que
dice de Elias la Escritura, como
se queja á Dios contra Isi-aél ?
3 Señor, mataron tus Profe-
tas, derribaron tus altares ; y yo
he quedado solo, y me buscan
para matarme. ^
4 ¿ Mas que le dice la res-
de los que anuncian el Evange- puesta de Dios ? Me he reserva-
CAPITULO XI.
5o siete mil varones, que no han
doblado las rodillas delante de
Üaal.
5 Pues así también en este
tiempo, los que se han reservado
de ellos, seg-ua la elección de la
gracia, se han hecho salvos.
6 Y si por gracia ; luego no
por obra ; de otra manera la
g-racia ya no es gracia.
7 ¿ Pues que ? lo que busca-
ba Israel, esto no lo alcanzó ;
tnas los escogidos lo alcanzaron;
y los demás fueron cegados :
8 Así como está escrito : Les
dió Dios espíritu de remordi-
miento ; ojos para que no vean,
y orejas para que no oigan hasta
hoy dia.
9 Y David dice : La mesa de
ellos se les convierta en lazo, y
en presa, y en escándalo, y en
10 Escurecidos sean los ojos
de ellos para que no vean ; y
agoviacada vez mas su espinazo.
1 1 Pues digo : ¿ Que trope-
zaron de manera que cayesen ?
jVo por cierto. Mas por el pe-
cado de ellos vino la salud á los
Gentiles, para incitarlos á la
imitación.
12 Y si el pecado de ellos son
las riquezas del mundo, y el me-
noscabo de ellos las riquezas de
los Gentiles ; ¿ quanto mas la
plenitud de ellos ?
1 3 Porque con vosotros hablo,
Gentiles : Mientras que yo sea
Apóstol de las Gentes, honraré
zni ministerio,
14 Por si de algún modo pue-
do mover á emulación á los de
jni nación, y hacer que se salven
algunos de ellos.
15 Porque si la pérdida de
ellos es la reconciliación del
mundoj ¿ quyj eera su restable*
233.
sino vida de los muer-
enmonto,
tos?
16 Y si el primer fruto essan-*
to, lo es también la masa ; y st
la raiz es santa, también los ra-c
mos.
17 Y si algunos de los ramea
fueron quebrados, y tú siendo
acebuche, fuiste ingerido en
ellos, y has sido hecho partici-v
panto de la raiz, y de la grosura
de la oliva,
18 No te jactes contra los ra->
mos. Porque si te jactas, tú no
sustentas á la raiz, sino la raizj
á ti,
19 Pero dirás : Los ramo$
lian sido quebrados, para que yo
sea ingerido.
20 Bien ; por su incredulidad
fueron quebrados ; mas tú por h\
fe estás en pie ; pues no te en-»
^ias por eso, nías ántes tesie.
21 Porque si Dios no perdO'*
no á los ramos naturales ; ni
menos te perdonará á tí.
22 IVIira pues la bondad y la
severidad de Dios ; la severidacl
para con aquellos que cayeron ;
y la bondad de Dios para conti-»
go, si permanecieres en la bon-»
dad ; de otra manera serás tú
también cortado.
23 Y aun ellos, si no perma»
nocieren en la incredulidad, se^
rán ingeridos ; pue=j Dios es po«
deroso para ingeriilos de nuevo,
24 Porque si tú fuiste cortado
del natural acebuche, y contra
natura has sido ingerido en buea
olivo ; ¿ quanto mas aquellos^
que son naturales, serán ingerí*
dos en su propio olivo ?
25 Mas no quiero, hermanos^
que ignoréis este misterio (por»
que no seáis sabios en vosotros
mismos) que la ceguedad ha ve*
cidu en parte á Israel- hasta ^ugJ
23Á
EPIST. DE S. PABLO A LOS ROMANOS.
baja entrado la plenitud de las
Gentes,
26 Y que así todo Israel se
salvase, como está escrito : Ven-
drá de Sión el Libertador, que
desterrará la impiedad de Jacob.
27 Y esta será mi alianza con
ellos, quando quitare sus peca-
dos.
28 En verdad según el Evan-
gelio son enemigos por causa de
vosotros ; mas según la elección
Éon muy amados por causa de
sus padres.
29 Pues los dones y vocación
<lo Dios son inmutables.
30 Porque como también vo-
sotros en algún tiempo no creís-
teis á Dios, y ahora habéis al-
canzado misericordia por la in-
credulidad de ellos :
31 Así también estos ahora no
Lan creído en vuestra misericor-
dia ; para que ellos alcancen
también misericordia.
32 Porque Dios todas las co-
éas encerró en incredulidad, pa-
ra usar con todos de misericor-
dia.
33 ¡ O profundidad de las ri-
quezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios ! ¡ Quan incom-
prehensibles son sus juicios, é
impenetrables sus caminos !
34 Porque ¿ quien entendió
Ta mente del Señor ? ¿ O quien
fué su consejero ?
35 ¿ O quien le dio á él pri-
mero, para que le eea recom-
pensado ?
36 Porque de él, y por él, y
en él son todas las cosas ; á él
5ea gloria en los siglos. Amen.
CAPITULO XII.
1 así 03 ruego, herma-
X DOS, pdr la misericor-
dia de Dios, que ofrezcáis vucs;
tros cuerpos á Dios en hostia
viva, santa, agradable á Dios,
que es el culto racional que le
debéis.
2 Y no os conforméis con este
siglo, sino reformaos en novedad
de vuestro espíritu ; para que
experimentéis qual es la volun-
tad de Dios buena, y agradablCf
y perfecta.
3 Pues por la gracia que me
ha sido dada, digo á todos loa
que están entre vosotros, que no
sepan mas de lo que conviene
saber, sino que sepan con tera^
planza ; y cada uno, como Dios
le repartió la medida de la fe.
4 Porque de la manera que
en un cuerpo tenemos muchos
miembros, mas todos los raiem*
bros no tienen una misma ope»
ración .-
5 Así muchos somos un solo
cuerpo en Cristo, y cada uno
miembro los unos de los otros.
6 Mas tenemos dones diferen'»
tes según la gracia, que nos ha
sido dada ; ya sea profecía segim
la proporción de la fé,
7 O ministerio en adminis»
trar, ó el que enseña en doc«
trina ; •
8 El que amonesta en exhor*
tar, el que reparte en sencillezj
el que preside en solicitud, el
que hace misericordia en ale-
gría.
9 El amor sea sin fingiraien»
to. Aborreciendo lo malo, apíii
candóos á lo bueno ;
10 Amándoos recíprocamente
con amor fraternal ; adelantán»
doos para honraros los unos á log
otros ;
1 1 En hacer bien nada pere*
zosos ; fervorosos de ts^vítx^
sirviendo al SeSor j
CAPITULO XIII.
15 En la esperanza gozosos ;
en la tribulación sufridos ; en la
oración perseverantes ;
13 Socorriendo las necesida-
des de los Santos ; exercitando
ta hospitalidad.
14 Bendecid á. vuestros pcr-
scgTiidores ; bendecidlos, y no
los maldigáis.
15 Gózaos con los que se go-
zan ; llorad con los que lloran ;
16 Sintiendo entre vosotros
una misma cosa ; no blasonando
de cosas altas, sino acomodán-
doos á las humildes. No seáis
sabios en vuestra opinión ;
17 No pagando á nadie mal
por mal ; procurando bienes, no
solo delante de Dios, sino tam-
l)ien delante de todos los hom-
bres.
18 Si ser puede, quanto esté
Úe vuestra parte, teniendo paz
con todos los hombres.
19 No defcndiéudoos á voso-
tros mismos, muy amados, mas
dad lugar á la ira ; porque es-
crito está : A mí me pertenece
la venganza ; yo pagaré, dice el
SeSor.
20 Por tanto si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer ;
§i tiene sed, dale de beber : por-
que 8Í esto hicieres, carbones
encendidos amontonarás sobre
su cabeza.
21 No te dexes vencer de
Id malo ; mas vence el mal con
qí bien.
CAPITULO xiir.
1 FT10DA alma esté some-
A tida á las potestades
euperiores : Porque no hay po-
testad, sino de Dios ; y las que
fion, de Dios son ordenadas,
'i V(Sr io qu^ el que reslsle á
la potestad, resiste á la <M^ena»
cion de Dios ; y los que le re-t
sisten, ellos mismos atraen á Sí
la condenación.
3 Porque los Príncipes no san
para temor de las que obran lo
bueno, sino lo malo. ¿ Quieres
tú no temer á la potestad ? haz^
lo bueno, y tendrás alabanza de
ella :
4 Porque es Ministro de Dio?
para tu bien. Mas si hicieres
lo malo, teme ; porque no en var«
no trae la espada ; pues es MU
nistro de Dios ; vengador en
ira contra aquel, que hace lo
malo.
5 Por lo qual es necesario^
que le estéis sometidos, no sola»
mente por la ira, mas tambieu
por la conciencia.
6 Por esta causa pagáis tam*
bien tributos; porque son Mi-»
nistros de Dios, sirviéndole eix
esto mismo.
7 Pues pagad á todos lo quC
se les debe ; á quien tributo^
tributo ; *á quien pecho, pecho ;
• á quien temor, temor ; á quien
honra, honra.
8 No debáis nada Á nadie ;
sino que os améis los unos á lo$
otros ; porque el que ama á sU
próximo, cumplió la Ley.
9 Porque : No adulterarás ;
no matarás ; no hurtarás ; no di^.
ras falso testimonio ; no codicia-»
rás ; y si hay algún otro manda<i
miento, se comprehcnde suma«
ñámente en esta palabra : Ama»
rás á tu próximo, como á t|
mismo.
10 El amor del próximo no
obra mal ; y así la caridad es él
cumplimiento de la Ley.
1 1 Y esto sabiendo el tiempo,
que es ya hora de levantarnos
del sü^ño ; porque aliora est^
EPIST. DE S. PABLO A LOS ROMANOS.
mas cerca micstra salud, que
quando creímos.
1 2 La noche paso, y el dia se
ajcercó. Pues desechemos las
obras de las tinieblas, y vistá-
monos las armas de la luz.
13 Caminemos como de dia,
honestamente, no en glotonerías
y embriagueces, no en sensuali-
dades y disoluciones, no en pen-
dencias y envidia :
14 Mas vestios de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo ; y no hag-ais
caso de la carne en sus apetitos.
CAPITULO XIV.
1 'WT al que es flaco en la
jL fe, sobrellevadle, no
'Cin contestaciones de opiniones :
2 Porque uno cree, que pue-
de comer de todas cosas ; mas el
r[uc es flaco, no coma sino le-
•gumbres.
" 3 El que come, no desprecie
al que no come ; y el que no
come, no juzgue al que come :
porque Dios le ha recibido por
áuyo.
4 ¿ Quien eres tíí, que juzgas
íil siervo ageno ? Para su Señor
está en pie, ó cae ; mas estará
firme ; porque poderoso es Dios
para hacerlo estar firme.
5 Uno hace diferencia entre
dia y dia, y otro considera igua-
les todos los dias ; cada uno
abunde en su sentido.
6 El que distingue el dia, pa-
l'a el Señor le distingue ; y el
que come, para el Señor come ;
porque á Dios da gracias. Y el
que no come, para el Señor no
come, y da gracias á Dios.
7 Porque ninguno de nosotros
j>ara sí vive, y ninguno para sí
{nuere.
8 Porque si vivimos, para el
Señor vivimos ; y si morimos^
para el Señor morimos. Y así,
que vivamos, que muramos, deí
Señor somos.
9 Porque por esto murió eí
Señor, y resucitó, para ser Se*
ñor de muertos y do vivos.
10 Y tú ¿ por que juzgas áta
hermano ? ó tú ¿ por que menos-
precias á tu hermano ? Pues to-
dos compareceremos ante el tri*
bunal de Cristo.
11 Porque escrito está : Viva
yo, dice el Señor, que ante mí
se doblará toda rodilla, y toda
lengua dará loor á Dios.
12 Y así cada uno de noso*
tros dará cuenta á Dios de sí
mismo.
13 Pues no nos juzguemos ya
mas los unos á los otros ; antea
bien pensad de no poner tropie-
zo, ó escándalo al hennano.
14 Yo sé, y estoy persuadido
en el Señor, que nada hay in-
mundo de suyo, y que no hay
cosa inmunda, sino para aquel
que cree que es inmunda.
1 5 Pues si por causa de la co-
mida contristas á tu hermano,
ya no andas en caridad. No
pierdas tú por tu manjar á aquel
por quien Cristo murió.
16 Pues no sea blasfemado
nuestrd*bien.
17 Porque el reyno de Dios
no es comida ni bebida ; sino
justicia, y paz, y gozo en el Es»-
píritu Santo :
18 Y quien en esto sirve á
Cristo, agrada á Dios, y tiene la
aprobación de los hombres.
1 9 Por lo qual sigamos las co-
sas que son de paz ; y las que
son de edificación, guardémoslas
los unos con los otros.
20 No quieras destruir la obra
de DÍQs por causft do la vianda^
CAPITULO XV.
Todas las cosas en verdad son
limpias ; pero malo es al hom-
bre que come con escándalo.
21 Bueno es no comer carne,
ni beber vino, ni cosa en que tu
bermano halla tropiezo, ó se le
escandaliza, ó se le enflaquece.
22 ¿ Tú tienes fé ? Pues tenia
en tí mismo delante de Dios :
Bienaventurado el que se con-
dena á 8Í mismo en aquello que
aprueba.
23 ]Mas el que hacé distinción,
bí lo comiere, es condenado ;
porque no lo come por fé. Y
todo lo que no es según fé, es
pecado.
CAPITULO XV.
1 así nosotros, como mas
3. fuertes, debemos su-
fHr las enfermedades de los fla-
cos, y no complacemos á noso-
tros mismos.
2 Cada uno de vosotros hag^
placer á su próximo en bieu,
para ediñcacion.
3 Porque Cristo no se hizo
placer á sí mismo ; mas antes
como está escrito : Los vitupe-
rios de los que te vituperan
cavérou sobre mí.
4 Porque todas las cosas que
han sido escritas, para nuestra
enseñanza están escritas, para
que por la paciencia y consola-
ción de las Escrituras tengamos
esperauza.
5 Mas el Dios de la paciencia
y del consuelo os dé á sentir una
misma cosa entre vosotros con-
forme á Jesu-Cristo :
G Para que unánimes, á una
boca gloriñqueis al Dios, y
Padre de nuestro Señcr Jesu-
Cristo.
.^ 'J Por tanto recibios los unos
á los otros, como Cristo os rcci^
bio pai*a gloria de Dios.
8 Digo pues, que Jesu-CristO
fué ]\Iinistro de la circuncisión
por la verdad de Dios, para con-
firmar las promesas de los pa-«
dres :
9 Y los Gentiles glorifiquen á
Dios por la merced que os hizo,
como está escrito : Por esto yo
te confesaré, Señor, entre las
Gentes, y cantaré á tu nombre^
1 0 Y en otro lugar : Alegraos,
Gentes, con su pueblo.
11 Y otra vez : Alabad al Se-
ñor todas las Gentes ; y ensal-
zadle todos los pueblos.
12 Y así mismo dice Isaías :
Será raiz de Jessé, y el que se
levantará á regir las Gentes, ea
él esperarán las Gentes.
13 El Dios de la esperanza os
colme de todo gozo, y de paz en
el creer ; para que abundéis ea
esperanza y en la virtud del Es-
píritu Santo.
14 Mas yo estoy cierto, her-
manos mios, por le que toca á
vosotros, que estáis también lle-
nos de caridad, llenos de todo
saber ; de manera que os po-
déis amonestar los unos á los
otros.
15 No obstante, hermanos, os
he escrito con alguna osadía,
como trayéndoos esto á la mé»
moria, á causa de la gracia que
á mí me es dada de Dios,
16 Para que yo sea ministro
de Jesu-Cristo en las Gentes ;
santificando el Evangelio de
Dios, á fin que sea agradable la
ofrenda de las Gentes, y santifi-
cada en Espíritu Santo.
17 Tengo pues gloria en Je-
su-Cristo para con Dios.
18 Porque no oso hablar cosa
alguna de aquellas, que no hace
538 EPIST. DE S. PABLO A LOS EO:\IANOS.
Cristo por mí, para traer á la
obediencia á las Gentes por pa-
labras, y por hechos :
19 Por eficacia de señales y
áe prodigios, en virtud del Es-
píritu Santo ; de manera que
desde Jerusalém y tierras co-
marcanas hasta el Ilirico, lo he
llenado todo del Evangelio de
Cristo,
20 Y así he anunciado este
Evangelio, no en donde se habia
liecho ya mención de Cristo, por
üo edificar sobre cimiento de
Otro ; mas como está escrito :
21 Aquellos á quienes no fué
predicado de él, verán ; y los
que no oyéron, entenderán.
22 Por le qual muchas veces
no he podido ir á veros, y he
sido impedido hasta aquí.
23 Mas ahora no teniendo ya
motivo para detenerme mas en
estas tierras, y deseando muchos
años ha pasar á veros :
24 Quando rae encamináre
para España, espero que al paso
os veré, y que me acompañareis
hasta allá, después de haber
gozado algún tanto de voso-
tros.
2o Mas ahora me parto á
Jerusalém en servicio de los
Santos.
26 Porque la Macedonia, y
la Acaia tuvieron por bien ha-
cer una colecta para los pobres
de entre los Santos, que están en
Jerusalém.
27 Porque así lo tuviéroa por
bien, y también les son deudo-
res ; porque si los Gentiles han
sido hechos participantes de sus
bienes espirituales, deben tam-
bién ellos asistirles en los tem-
porales.
28 Pues quando haya cumpli-
do esto, y lea baya entregado
este fruto, iré á España pasaocTo ¿
por ahí. c
29 Sé en verdad, que quando i
venga á vosotros, vendré en í
abundancia de bendición del
Evangelio de Cristo. j
30 Pues ruégeos, hermanos, i
por rmcstro Señor Jesu-Cristo,
y por el amor del Espíritu Santo, I
que me ayudéis con vuestras I
oraciones por mí á Dios,
31 Para que me libre de los 1
infieles, que hay en la Judéa, y
sea grata á los Santos de Jeru- i
salém la ofrenda de mi servicio,
32 Para que yo venga á voso-
tros con gozo por la voluntad de
Dios, y sea recreado con voso-
tros.
33 Y el Dios de la paz sea
con todos vosotros. Amen.
CAPITLXO XVI.
1 encomiendo á Febe
\^ nuestra hermana, que
está en el servicio de la Iglesia
de Cencrea,
2 Que la recibáis en el Señor»
como deben los Santos, y la
ayudéis en todo lo que os hu-
biefé menester ; porque ella ha
asistido á muchos, y á mí en par-
ticular.
3 Saludad á Prisca, y á Aqui-
la, que trabajáron conmigo ea
Jesu-Cristo :
4 (Los que por mi vida expu-
sieron sus cabezas ; y no lo
agradezco yo solo, mas también
todas las Iglesias de las Gentes.)
5 Y del mismo modo á la Igle-
sia, que está en sn casa. Salu-
dad á Epenéto mi amigo, que es
las primicias del Asia en Cristo*
6 Saludad á María, la que tn>-
bajó mucho entre vosotras.
7 Saludad á And^j&flico, y á
CAPITULO XVT.
236
i Jimia, mis parientes, y cautivos
I conmigo ; los qtiales se han se-
ñalado en el Apostolado, y fuéron
antes que yo en Cristo.
O Saludad á Ampliato, á quien
amo entrañablemente en el Se-
ííor.
9 Saludad á Urbano, que ha
trabajado coamig-o en Jesu-
cristo, y á mi amado Estachys.
10 Saludad á Apeles, probado
en Cristo.
11 Saludad á aquellos, que
son de la casa de Aristóbulo.
Saludad á Herodión mi pariente.
Saludad á los de la casa de Nar-
ciso, que son en el Señor.
12 Saludad á Trifena, y á
Trifosa, que trabajan en el Se-
ñor. Saludad á nuestra amada
Pérside, que trabajó mucho en el
Señor.
13 Saludad á Rufo, escogido
en el Señor, y á su madre y
mia.
14 Saludad á Asincrito, á
Flegonte, á Hermas, á Patrobas,
á HeiTnes, y á los hermanos que
están con ellos.
15 Saludad á Filólog-o, y á
Julia, á Nereo, y á su hermana,
y á Olympiade, y á todos los
Santos, que con ellos están.
16 Saludaos los unos á los
otros en ósculo santo. Todas las
Ig-lcsias de Cristo os saludan.
17 Y 03 ruego, hermanos, que
no perdáis de vista á aquellos,
que causan divisiones, y escán-
dalos contra la doctrina, que ha-
béis aprendido ; y que os apar-
téis de ellos.
18 Porque los tales no sirren
lá nuestro SeScrr Jesu-Cristo,
j sino á su vientre ; y con dulces
palabras, y con bendiciones en-
gañan los corazones de los sen-
cillos.
19 Porque vuestra obediencia
es manifiesta á todos ; por lo
qual yo me gozo en vosotros.
Ñas quiero que seáis sabios eti
el bien, y simples en el mal.
20 Y el Dios de la paz que-
brante presto á Satanás debaxo
de vuestros pies. La gracia de
nuestro Señor Jesu-Cristo sea
con vosotros.
21 Salúdaos Timoteo mi coad-
jutor, y Lucio, y Jason, y Sosi-
patro, mis deudos.
22 Yo Tercio, que he escrito
esta carta, os saludo en el Señoj'*
23 Salúdaos Cayo mi huésped,
y toda la Iglesia. Salúdaos Eras*
to, Tesorero de la ciud&d, y
Quarto hermano.
24 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea con todos
vosotros. Amen.
25 Y al que es poderoso para
confirmaros según mi Evangeho,
y la predicación de Jesu-Cristo,
según la manifestación del mis-
terio escondido desde tiempos
eternos,
26 El qual ahora se ha descu-
bierto por las Escrituras de los
Profetas, según el mandamiento
del etenio Dios, declarado á to-
das las Gentes para obedecer á
la fé,
27 A Dios que es solo sabio, á,
él la honra y la gloria por Jesu-
Cristo en los siglos de los siglc^r
Amen.
EPISTOLA PRIMERA
BE SAN PABLO
A LOS CORINTIOS.
CAPITULO I.
1 T>ABLO llamado Ap6s-
Mr tol de Jesu-Cristo por
voluntad de Dios, y Sostenes el
hermano,
2 A la Iglesia de Dios, que
está en Corinío, á los santifica-
rlos en Jesu-Cristo, llamados
Santos, con todos los que en
qualquier lugar invocan el nom-
bre de nuestro Señor Jesu-Cris-
to, de ellos, y nuestro :
3 Gracia á vosotros, y paz de
Dios nuestro Padre, y del Señor
Jesu-Ciisto.
4 Gracias doy incesantemente
á mi Dios por vosotros por la
■g-racia de Dios, que os ha sido
dada en Jesu-Cristo :
5 Porque en todas cosas sois
enriquecidos en él, en toda pa-
labi-a, y en toda ciencia :
6 Así como ha sido confirma-
do en vosotros el testimonio de
Cristo :
7 De manera que nada os
falta en ninguna gracia, esperan-
do la manifestación de nuestro
Señor Jesu-Cristo,
í> El que también os confirma-
,rá hasta el fin sin culpa, en el
dia del advenimiento de nuestro
^eñor Jesu-Cristo.
9 Fiel es Dios, por el que ha-
béis sido Uam.ados á la compañía
de su Hijo nuestro Señor Jesu-
Cristo.
10 Trías os mego, hermanos,
por el nombre de nuestro Señor
Jesu-Cristo, que todos digáis una
.misma cosa, y que no haya di-
visiones entre vosotros ; ántíjs
sed perfectos en un mismo áni-
mo y en un mismo parecer.
11 Porque de vosotros, her-
manos mios, se me ha sign^cado
por los que son de Cloe, que
hay contiendas entre vosotros.
12 Y digo esto, porque cada
uno de vosotros dice : Yo en
verdad soy de Pablo, y yo de
Apolo ; pues yo de Cefas, y yo.
de Cristo.
13 ¿ Está dividido Cristo ?
¿ Por ventura Pablo fué crucifi-
cado por vosotros ? ¿ ó habéis
sido bautizados en el nombre de
Pablo ?
14 Gracias á Dios, porque no
he bautizado á ninguno de voso-
tros, sino á Crispo y á Cayo ;
15 Para que ninguno diga,
que en mi nombre habéis sido
bautizados.
16 Y también bauticé la fa-
milia de Estéfana ; y no sé si he
bautizado á algún otro.
17 Porque no me envió Cristo
á bautizar, sino á predicar el
Evangelio ; no en sabiduría de
palabras, para que no sea hecha
vana la cruz de Cristo.
18 Porque la palabra de la
cruz á la verdad locura es para
los que perecen ; mas para los
que se salvan, esto es, para no-
sotros, es virtud de Dios.
1 9 Porque escrito está : Des-
truiré la sabiduría de los sabios,
y desecharé la prudencia de los
prudentes.
20 ¿ En donde está el sabio ?
¿ cü donde el Escriba ? ¿ en don-
CAPITULO li.
241
Ic el escudriñador de este sijlo?
; No hizo Dios loco el saber de
Dste mundo ?
2M|B|ót!^i por quanto en la sa-
bidán^de Dios no conoció el
mundo a Dios por la sabiduría,
quiso Dios liacer salvos á los que
creyesen en el, por la locura de
lia predicación.
I 22 Puesto que los Judíos pi-
den milagros, y los Griegos bus-
; can sabiduría ;
23 Mas nosotros predicamos á
[Cristo crucificado, que es escán-
dalo para los Judíos, y locura
para los Gentiles ;
24 Mas para los que han sido
llamados, tanto Judíos, como
Griegos, predicamos á Cristo,
virtud de Dios, y sabiduría de
Dios :
25 Pues lo que parece loco
en Dios, es mas sabio que los
hombres ; y lo que parece flaco
en Dios, es mas fuerte que los
hombres.
26 Y así, hermanos, ved vues-
tra vocación, que no sois mu-
chos sabios según la carne, no
muchos poderosos, no muchos
nobles :
27 Mas las cosas locas del
mundo escogió Dios, para con-
fundir á los sabios ; y las cosas
flacas del mundo escogió Dios,
para confundir las fuertes ;
28 Y las cosas viles, y despre-
ciables del mundo escogió Dios,
y aquellas que no son ; para des-
truir las que son ;
29 Para que ningún hombre
se jacte delante de él.
30 Y por el mismo sois voso-
tros en Jesu-Cristo, el qual nos
ha sido hecho por Dios sabidu-
ría, y justificación, y santifica-
ción, y redención ;
31 Para que como está escrito :
El que se gloría, gloríele en el
Señor.
CAPITULO II.
1 X7" yo, hermanos, quondo
jL vine á vosotros, no
vine con sublimidad de palabra
ni de sabiduría á anunciaros el
testimonio de Cristo.
2 Porque yo no he creído sa-
ber algo entre vosotros, sino á
Jesu-Cristo, y este crucificado.
3 Y yo estuve entre vosotros
con pusilanimidad, y temor, y
mucho temblor ;
4 Y mi conversación, y mi
predicación no fué en palabras
persuasivas de humano saber,
sino en demostración de "espíri-
tu, y de virtud ;
5 Para que vuestra fé no con-
sistiese en sabiduría de hom-
bres, smo en virtud de Dios.
6 Esto no obstante entre los
perfectos hablamos sabiduría ;
mas no sabiduría de este siglo,
ni de los Príncipes de este siglo,
que son destruidos ;
7 Sino que hablamos sabidu-
ría de Dios en misterio, la que
está encubierta, la que Dios
predestinó antes de los siglos
para nuestra gloria,
8 La que no conoció ninguno
de los Príncipes de este siglo ;
porqué si la hubieran conocido,
nunca hubieran crucificado al
Señor de la gloria.
9 Antes como está escrito .
Que ojo no vió, ni oreja oyó, ni
en corazón de hombre subió, lo
que preparó Dios para aquellos
que le aman :
10 Mas Dios nos lo reveló a.
nosotros por su Espíritu ; porque
el Espíritu lo escudriña todo,
aun las profundidades de Pio£.
11
242 EPIST. I. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
11 Porque ¿ quien de los
hombres sabe las cosaa del hom-
bre, sino el espíritu del hombre,
>que está en él ? así tampoco na-
die conoció las cosas de Dios,
sino el Espíritu de Dios.
12 Y nosotros no hemos reci-
bido el espíritu de este mundo,
sino el Espíritu que es de Dios,
para que conozcamos las cosas,
que Dios nos ha dado :
13 Lo qual también anuncia-
mos, no con doctas palabras de
humana sabiduría, sino con doc-
trina de espíritu, acomodando lo
espiritual á lo espiritual. »
14 Mas el hombre animal no
percibe aquellas cosas, que son
del Espíritu de Dios ; porque le
son un* locura, y no las puede
entender ; por quanto se juzgan
espiritualmente.
15 Mas el espiritual juzga to-
das las cosas ; y él no es juzga-
do de nadie.
1 6 Porque ¿ quien conoció el
consejo del Señor, para que le
pueda instruir ? Mas nosotros
sabemos la mente de Cristo.
CAPITULO III.
1 "W^ yo, hermanos, ao os
JL pude hablar como á
espirituales, sino como á cama-
les. Como á párvulos en Cristo.
2 Leche os di á beber, no
vianda; porque entonces no po-
díais, y ni aun ahora podéis ;
porque todavía sois carnales.
3 Pues habiendo entre voso-
tros envidia y contienda, ¿ no
es así que sois camales, y andáis
según el hombre ?
4 Porque diciendo el uno : Yo
ciertamente soy de Pablo ; y el
'í, yo de Apolo ; ¿ no es claro,
•oís aun hombres ¿ Pues
Apolo ^ ó que es Pablo?
5 Ministros de aquel, en quien
creísteis, y según que el Señor
dio á cada uno.
6 Yo planté, Apolo regátttaas
Dios es el que ha dado el^jfeii-
miento.
7 Y así ni el que planta es
algo, ni el que riega ; sino Dios,
que da el crecimiento.
8 Y el que planta, y el que
riega son una misma cosa. Mas
cada uno recibirá su propio ga-
lardón según su trabajo.
9 Porque somos coadjutores
de Dios ; labranza de Dios sois,
edificio de Dios sois.
10 Según la gracia de Dios,
que se me ha dado, eché el ci-
miento, como sabio arquitecto ;
mas otro edifica sobre él. Pero
mire cada uno. como edifica so-
bre él.
11 Porque nadie puede poner
otro cimiento, que el que ha sido
puesto, que es Jesu-Cristo.
12 Y si algTino sobre este fun-
damento pone oro, plata, piedras
preciosas, madera, heno, paja,
13 Manifiesta será la obra de
cada uno ; porque el dia del Se-
ñor la demostrara, por quanto en
fuego será descubierta ; y qual
sea la obra de cada uno, el fuego
lo probará.
14 Si permaneciere la obra,
del que labró encima, recibirá
galardón.
15 Si la obra de alguno se
quemare, será perdida ; y él
será salvo ; ma,s así como por
fuego.
16 ¿ No sabéis, que sois tem-
plo de Dios, y que el Espíritu de
Dios mora en vosotros
17 Si alguno violare el templo
de Dios, Dios le destruirá. Por-
que el templo de Dios, que sois
Tosotroí, santo es.
CAPITULO IV.
13 Ninguno se cngaüe á *sí
mismo : Si alg-nno entre voso-
tros se tiene por sabio en este
mundo, hágase necio, para que
sea sabio.
19 Porque la sabiduría de
«ste mundo es locura delante de
Dios. Por quanto escrito está :
Yo prenderé á los sabios en la
astucia de ellos.
20 Y otra vez : El Señor co-
noce los pensamientos de los sa-
bios, que son vanos.
21 Por lo qual ninguno se
gloríe entre los hombres.
22 Porque todas las cosas son
vuestras ; sea Pablo, sea Apolo,
sea Cefas, sea mundo, sea vida,
sea muerte, sean presentes, sean
por venir, todo es vuestro,
23 Y vosotros de Cristo, y
Cristo de Dios.
CAPITULO IV.
1 A SI nos. tenga el hom-
i\. bre, como Ministros de
Cristo, y dispensadores de los
misterios de Dios.
2 Ahora lo que se requiere en
los dispensadores es, que cada
qual sea hallado fiel.
3 Ea quanto á mí poco mé
importa ser juzgado de vosotros,
ó de humano dia ; pues ni aun
yo me juzgo á mí mismo.
4 Porqué de nada me arguye
la conciencia ; mas no por eso
soy justificado ; pues el que me
juzga, es el Señor.
5 Por lo qual no juzguéis an-
tes de tiempo, hasta que venga
el Señor ; el qual aclarará aun
las cosas escondidas de las tinie-
blas, y manifestará los designios
de los corazones ; y entonces
cada uno tendrá de Dios la ala-
banza.
6 IVIas y(í|^ hermanos, he re-
presentado estas cosas en mí, y
en Apolo, por amor de vosotros ;
para que en nosotros aprendáis,
que el uno por causa del otro no
se ensoberbezca contra el otro,
fuera de lo que está escrito.
7 Porque ¿ quien te distin-
gue ? f y que tienes tú, que no
hayas recibido ? Y si lo has reci-
bido, ; por que te glorías, como
si no lo hubieras recibido ?
8 Ya estáis hartos, ya estáis
ricos ; sin nosotros rcyníiis ; y
plegué á Dios que reyneis, para
que nosotros reynemos también
con vosotros.
9 Porque entiendo que Dios
nos ha puesto por los últimos de
los Apóstoles, como sentencia-
dos á muerte ; porque somos
hechos espectáculo al mundo
y a los Angeles, y á los hom-
bres.
10 Nosotros necios por Cris-
to, y vosotros sabios en Cristo ;
nosotros flacos, y vosotros fuer-
tes ; vosotros nobles, y nosotros
viles.
11 Hasta esta hora padece-
mos hambre, y sed, y andamos
desnudos, y somos abofeteados,
y no tenemos morada segura,
12 Y trabajamos obrando por
nuestras propias manos ; no3
maldicen, y bendecimos ; nos
persiguen, y lo sufrimos ;
13 Somos blasfemados, y ro-
gamos ; hemos llegado á ser co-
mo las basuras de este mundo,
como la escoria de todos hasta
ahora,
14 No os escribo esto por
avergonzaros, mas os amonesto
como á hijos mios muy amados.
15 Porque aunque teng-ais
diez mil ayos en Cristo ; mas no
muchos padres. Porque yo soy,
244 EPIST. I. DE S. PABl
el que os he en^ndrado en
Jesu-Cristo por el Evang-elio.
16 Por tanto os rueg-o, que
seáis mis imitadores, como tam-
bién yo lo soy de Cristo.
1 7 Por esta causa os envié á
Timoteo, que es mi hijo muy
amado, y fiel en el Señor ; que
os hará saber mis caminos, que
son en Jesu-Cristo, cómo yo en-
seño por todas partes en cada
Iglesia.
18 Alg-unos andan hinchados,
como si yo no hubiera de ir á
vosotros.
1 9 Mas presto iré á vosotros,
si el Señor quisiere ; y exámi-
naré, no las palabras de los que
ajsí andan hinchados, sino la vir-
tud.
20 Porque el rey no de Dios
no está en palabras, sino en vir-
tud.
21 ¿ Que queréis ? ¿ iré á
vosotros con vara, ó con cari-
dad y con espíritu de manse-
dumbre ?
CAPITULO V.
1 "l^OR cosa cierta se dice,
.§ que hay entre voso-
tros fornicación, y tal fornicación,
qual ni aun entre los Gentiles ;
tanto que alguno abusa de la
muger de su padre.
2 Y andáis aun hinchados ; y
ni menos habéis mostrado pena,
para que fuese quitado de en-
tre vosotros, el que hizo tal mal-
dad.
3 Yo en verdad aunque au-
sente con el cuerpo, mas pre-
sente con el espíritu, ya he juz-
gado como presente á aquel que
así se portó.
4 En el nombre de nuestro
Señor Jesu-Cristo congregados
A LOS CORINTIOS.
vosotros y mi espíritu, con la
potestad de nuestro Señor Jesús,
5 Sea el tal entregado á Sa-
tanás para mortificación de la
carne, y que su alma sea salva
en el dia de nuestro Señor Jesu-
Cristo.
6 No es buena vuestra jac-
tancia. ¿ No sabéis, que un po-
co de levadura corrompe toda la.
masa ?
7 Limpiad la vieja levadura,
para que seáis una nueva masa,
como sois ázimos. Porque Cris-
to, que es nuestra Pascua, ha
sido inmolado.
8 Y así solemnicemos el con-
vite, no con levadura vieja, ni
con levadura de maldad, ni de
pecado ; mas con ázimos de sin-_
ccridad y de verdad.
9 Os envié á decir en la car-
ta: Que no os mezclaseis con
los fornicarios.
10 No ciertamente con los
fornicarios de este mundo, ó con
los avaros, ó ladrones, ó que
adoran ídolos ; porque si no de-
bierais salir de este mundo.
11 Mas ahora os he escrito,
que no os mezcléis ; esto es, si
aquel, que se llama hermano, es
fornicario, ó avaro, ó idólatra,
6 maldiciente, ó dado á la em-
briaguez, ó ladrón, con este tal
ni aun tomar alimento.
12 Porque ¿ que me va á mí
en juzgar de aquellos, que están
fuera ? '¿ Por ventura no juzgáis
vosotros de aquellos, que están
dentro ?
13 Pues Dios juzgará á los
que están fuera. Quitad de en
medio de vosotros á ese iaiqüo.
CAPITULO VL
1 ¿/^SA alguno de vosotros
\J teniendo negocio con-
CAPITULO VII.
245
tra oíro, ir á jaicio ante los ini-
qüos, y no delante de los Santcw?
2 ¿ Y que no sabéis, que los
Santos juzgarán de este mundo
Y si vosotros habéis de juzgar el
mundo, ¿ no seréis dig-nos de juz-
gar cosas de poquísima monta ?
3 ¿ No sabéis, que juzgaremos
á los Angeles ? pues • quanto
mas las cosas del siglo ?
4 Por tanto si tuviereis dife-
rencias por cosas del siglo ; es-
tableced á los que son de menor
estimación en ia Iglesia para
juzgarlas.
5 Para confusión* vuestra lo
dig^. ¿ Pues que no hay entre
vosotros algún hombre sabio,
que pueda juzg^ar entre sus her-
manos ?
6 ¿ Sino que el hermano trae
pleyto con el hermano ; y esto
en el tribunal de los infieles ?
7 De manera que cierto hay
ya culpa en vosotros en traer
pleytos los unos con los otros.
¿ Por que no sufris antes la in-
juria ? ¿ Por que no toleráis an-
tes el daño ?
8 Mas vosotros sois los que
injuriáis y dañáis ; y esto á los |
hermanos.
9 ¿ No sabéis, que los iniqiios
no poseerán el reyno de Dios ?
No 03 engañéis ; pues ni los for-
nicarios, ni los adoradores de
ídolos, ni los adúlteros,
10 Ni los afeminados, ni los
de pecados nefandos, ni los la-
drones, ni los avaros, ni los da-
dos á la embriaguez, ni los mal-
dicientes, ni los robadores po-
seerán el reyno de Dios.
11 Y tales habéis sido algu-
nos ; mas habéis sido íavados,
mas habéis sido santificados, mas
habéis sido justificados en el
nombre de nuestro Señor Jesu-
cristo, y por el Espíritu de nues-
tro Dios.
12 Todo me es permitido, mas
no todo rae conviene ; todo me
es permitido, mas yo no me pon-
dré baxo del poder de ninguno.
13 Las viandas para el vien-
tre, y el vientre para las vian-
das ; mas Dios destruirá á aquel
y á estas : y el cuerpo no es pa-
ra la fornicación, sino para e!
Señor ; y el Señor para el
cuerpo.
14 Y Dios resucitó al Señor ;
y nos resucitará también á noso-
tros por su virtud.
15 ¿No sabéis, que vuestros
cuerpos son miembros de Cristo ?
¿ Quitaré pues yo los miembros
de Cristo, y los haré miembros
de ramera ? No por cierto.
16 ¿ No sabéis, que el que se
allega á una ramera, un cuerpo
se hace con ella ? Porque serán,
dixo, dos en una carne.
17 Mas el que se allega al
Señor, un espíritu es.
18 Huid la fornicación. Todo
pecado que hiciere el hombre,
es fuera del cuerpo ; mas el que
I comete fornicación, peca contra
su mismo cuerpo.
19 ¿ O no sabéis, que vuestros
miembros son templo del Espíritu
Santo, que está en vosotros, el
que tenéis de Dios, y que no sois
vuestros ?
20 Porque comprados fuisteis
por grande precio. Glorificad
á Dios, y llevadle en vuestro
cuerpo.
CAPITULO VII.
1 "13 hdice á la?
JL cosas sobre que me
escribisteis, bueno seria á un
hombre co tocar rauger ;
245 EPIST. I. DE S. PAB]
2 Mas por evitar la fornica-
oion, cada uno tenga su mug-er,
y cada una tenga su marido.
3 El marido pague á su mu-
^er lo que le debe ; y de la mis-
ma manera la muger al marido.
4 La muger no tiene potestad
sobre su propio cuerpo, sino el
marido. Y asimismo el marido
no tiene potestad sobre su pro-
pio cuerpo, sino la muger.
5 No os defraudéis el uno al
otro, sin« de acuerdo por algún
tiempo, para dedicaros á la ora-
ción ; y de nuevo volved á co-
habitar, porque no os tiente Sa-
tanás por vuestra incontinencia.
6 Mas esto digo por indulgen-
í;ia, no por mandamiento.
7 Porque quiero, que todos
vosotros seáis tales, como yo
mismo ; mas cada uno tiene de
Dios su propio don ; el uno de
una manera, y al otro de otra.
8 Digo también á los solteros
y á las viudas, que les es bueno
si permanecen así, como tam-
bién yo.
9 Mas si no tienen don de
continencia, cásense. Porque
mas vale casarse, que abrasarse.
10 Mas á aquellos que están
unidos en matrimonio, mando no
yo, sino el Señor, que la muger
no se separe del marido :
11 Y si se separare, que se
quede sin casar, ó que baga paz
con su marido. Y el marido
tampoco dexe á su muger.
12 Pero á los demás, digo 5 0,
n» el Señor: Si algún hermano
tiene muger infiel, y ella con-
siente morar con él, no la dexe.
13 Y si una muger fiel tiene
marido infiel, y él consiente
morar coa • ella, no dexe al ma-
rido :
14 Porque el marido infiel es
.0 A LOS CORINTIOS.
santificado por la muger fiel ; y
santificada es la muger infiel por
el marido fiel ; porque sino vues-
tros Lijos uo serian limpios, mas
ahora son santos.
15 Y si el infiel se separare,
sepárese ; porque el hermano, ó
la hermana no está sujeto á ser-
vidumbre en tales < ' sas; mas
Dios nos ha llamado en paz.
16 Porque ¿ donde sabes tu,
muger, si salvarás al marido ?
¿6 donde sabes tú, marido, si
salvarás á la muger ?
1 7 Sino que cada uno, como
Dios le haya repartido, y cada
uno como Dios le haya llamado,
así ande ; y esto es como yo lo
ordeno en todas las Iglesias.
18 ¿ Es llamado alguno sien-
do circuncidado ? que no bus-
que prepucio. ¿ Es llamado al-
guno en prepucio ? que no se
circuncide.
19 La circuncisión nada es, y
el prepucio nada es ; sino la
guarda de los mandamientos de
Dios.
20 Cada uno en la vocación
en que fué llamado, en ella per-
manezca.
21 ¿ Fuiste llamado siendo
siervo ? no te dé cuidado ; y si
puedes ser libre, aprovéchate
mas bien.
22 Porque el siervo que fué
llamado en el Señor, liberto es
del Señor ; asimismo el que fué
llamado siendo libre, siervo es
de Cristo.
23 Por precio sois corapradosj
no os hagáis siervos de hombres.
24 Pues cada uno, hermanos,
estése delante de Dios, en
aquelfo en que fue llamado.
25 Quanto á las vírgenes, no
tengo mandamiento del Señor ;
mas doy consejo, así como quien
CAPITULO VIII.
247
ha alcanzado misericordia del
Señor, para ser fiel.
26 Pienso pues, que esto es
bueno, á causa de la necesidad
que apremia, porque bueno es al
hombre el estarse así.
27 ¿ Estás ligado á mug:er ?
uo busques soltura. ¿ Estás li-
bre de muger ? no busques mu-
gen
28 Mas si tomares mnger, no
pecaste. Y si la virgen se ca-
sare, no pecó ; pero los tales
quebranto tendrán de la carne.
Mas yo os perdono.
29 Pues lo que digo, herma-
nos, es que el tiempo es corto ;
lo que resta es, que los que tie-
nen mugeres, sean como si" no
las tuviesen ;
30 Y los que lloran, como si
no llorasen ; y los que se alegran,
como si no se alegrasen ; y los
que compran, como si no po-
seyesen ;
31 Y los que usan de este
mundo, como si no usasen ;
porque pasa la figura de este
mundo.
32 Quiero pues, que viváis sin
inquietud. El que está sin mu-
ger, está cuidadoso de las cosas
que son del Señor, como ha de
agradar á Dios.
33 Mas el que está con muger,
está afanado en las cosas del
mundo, como ha de dar gusto á
su muger, y anda dividido.
34 Y la muger soltera, y la
TÍrgen piensa en las cosas del
Señor, para ser santa de cuerpo,
y de alma ; mas la que es ca-
sada, piensa en las cosas que son
del mundo, y como agradar al
marido.
35 En verdad esto digo para
provecho vuestro ; no para echa-
Tos lazo, sino solamente para lo
que es honesto, y que os dé facul-
tad de orar al Señor sin estorbo.
36 Mas si á alguno le parece
que no le es honesto á su virgen,
si se le pasa la edad de casarse,
y que así es necesario que se
cumpla, haga lo que quisiere ;
no peca, si se casa.
37 Porque el que tomo en sí
una firme resolución, no obli-
gándole necesidad, sino antes
teniendo potestad de su propia
voluntad, y determinó en su co-
razón guardar su virgen, bien
hace.
38 Y así el que casa á su vir-
gen, hace bien ; y el que no la
casa, hace mejor.
39 La muger está atada á la
ley, mientras vive su marido ;
pero si muriese su marido, que-
da libre ; cásese con quien quie-
ra ; con tal que sea en el Señor.
40 Pero será mas bienaven-
turada, si permaneciere así, se-
gún mi consejo ; y pienso que yo
también tengo Espíritu de Dios%
CAPITULO VIII.
1 quanto á las cosas que
X son sacrificadas á los
ídolos, sabemos que todos tene-
mos ciencia. La ciencia hin-
cha, mas la caridad edifica.
2 Y si alguno cree saber al-
go, aun no ha conocido de que
manera le convenga saber.
3 Si alguno ama á Dios, este
es conocido de él.
4 Y quanto á las viandas, que
son sacrificadas á los ídolos, sa-
bemos que el ídolo es nada en eJ
mundo, y que no hay otro Dios
sino solo uno.
5 Porque aunque haya algu-
nos que se llamen dioses, ya en
el cielo, ya en la tierra (pues
5248 EPIST. I. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
hay muchos dioses, y muchos
eeüores ;)
6 Mas para nosotros es solo
UR Dios, el Padre, de quien son
todas las cosas, y nosotros en el;
y solo un Señor Jesu-Cristo, por
quien son todas las cosas, y noso-
tros por «1.
7 Mas no en todos hay cono-
cimiento. Porque algunos hasta
ahora con conciencia del ídolo,
comen como sacrificado á ídolo ;
y la conciencia de estos, como
enferma, es contaminada.
8 Y la vianda no nos hace
agradables á Dios : Porque ni
comiéndola, seremos mas ricos ;
ni serépios mas pobres, no co-
miéndola.
9 Mas mirad, que esta liber-
tad que tenéis, no sea ocasión de
tropiezo á los flacos.
10 Porque si al^no viere al
que tiene ciencia, estar sentado
á la mesa en el lugar de los ído-
los ; ¿ por ventura con su con-
ciencia enferma, no se alentará
á comer de lo sacrificado á los
ídolos ?
íí ¿Y por tu ciencia perece-
rá el hermano enfermo por el
qual murió Cristo ?
12 Y de este modo pecando
contra los hennanos, y libando
su débil conciencia, pecáis con-
tra Cristo.
13 Por lo qual, si la vianda
sirve de escándalo á mi herma-
no ; nunca jamas comeré carne,
por no escandalizar á mi her-
mano.
CAPITULO IX.
1 ¿ "TVTO soy yo hbre ? ¿ no
±^ soy Apóstol ? ¿ no he
visto á Jesu-Cristo Señor nues-
tro ? ¿ no sois vosotros obra mia
cu el Señor
2 Y aunque para los otros
no fuera Apóstol, para vosotros
ciertamente lo soy ; porque vo-
sotros sois el sello de mi Aposto-
lado en el Señor..
3 Esta es mi defensa para coa
aquellos, que rae preguntan.
4 ¿ Acaso no tenemos potes-
tad de comer y de beber ?
5 ¿Por ventura no tenemos
potestad de llevar por todas par-
tes una rauger hermana, así como
los otros Apóstoles, y los her-
manos del Señor, y Cefas ?
6 ¿O yo solo, y Bernabé no
tenemos potestad de hacer esto ?
7 ¿ Quien jamas va á campa-
ña á sus expensas ? ¿ Quien
planta viña, y no come del fruto
de ella ? ¿ Quieil apacienta ga-
nado, y no come de la leche del
ganado ?
8 ¿ Por ventura digo yo esto
como hombre.'' ¿O no lo dice
también la Ley ?
9 Porque escrito está en la
Ley de Moisés: No atarás la
boca al buey que trilla. ¿ Aca-
so tiene Dios cuidado de loa
bueyes ?
10 ¿Y que no dice esto por
nosotros ? Sí ciertamente, por
nosotros están escritas estas co-
sas. Porque el que ara, debe
arar con esperanza ; y el que
trilla, con esperanza de percibir
los frutos.
11 Si nosotros os sembramos
las cosas espirituales, ¿ es gran
cosa, si recogemos las carnales
que pertenecen á vosotros ?
12 Si otros participan de esta
potestad sobre vosotros, ¿ por
que no mas bien nosotros ? Mas
no hemos hecho uso de esta fa-
cultad; ánles todo lo sufrimos,
por no poner algún estorbo al
Evangelio de Cristo.
CAPITULO X.
249
13 ¿ No sabéis, que los que
tFabajan en el santuario, comen
de lo que es del santuario ; y que
los que sirven al altar, partici-
pan juntamente del altar ?
14 Así también el Señor or-
denó, que los que anuncian el
Evangelio, vivan del Evangelio.
15 Pero yo de nada de esto
he usado : Ni tampoco he escri-
to esto para que se haga así con-
migo ; porque tengo por mejor
morir, antes que ninguno rae ha-
ga perder esta gloria.
16 Porque si predico el Evan-
gelio, no tengo de que gloriar-
me ; porque me es impuesta ob-
ligación ; pues ay de mí, si yo
no evangelizare.
1 7 Por lo qual si lo hago de
voluntad, tendré premio ; mas
si por fuerza, la dispensación me
ha sido encargada.
18 ¿ Qual pues es mi galar-
dón ? Que predicando el Evan-
gelio, dispense yo el Evangelio
sin causar gasto, para no abu-
sar de mi potestad en el Evan-
gelio.
19 Por lo qual siendo libre
para con todos, me he hecho
siervo de todos, para ganar mu-
cho mas.
20 Y me he hecho para los
Judíos como Judío, para ganar
á los Judíos.
21 A los que están baxo de
Ley (como si yo estuviera baxo
de Ley) no estando baxo de
Ley, por ganar aquellos que es-
taban baxo de Ley ; y á los que
estaban sin Ley, como si yo es-
tuviera sin Ley, (aunque no es-
taba sin la Ley de Dios ; antes
estando en la Ley de Cristo) por
ganar á los que estaban sin Ley.
22 Me he hecho enfermo con
los enfermos, por ganar á los en- ,
fermos. Me he hecho todo para
todos, para salvarlos á todos.
23 Y todo lo hago por el
Evangelio ; para hacerme par-
ticipante de él.
24 ¿ No sabéis, que los que
coiTen en el Estadio, todos en
verdad corren, mas uno solo lle-
va la joyB. ? Corred de tal mane-
ra que la alcancéis.
25 Y todo aquel que ha de li-
diar, de todo se abstiene ; y
aquellos ciertamente, por recibir
una corona corruptible ; mas no-
sotros incorruptible.
26 Pues yo así corro, no co-
mo á. cosa incierta ; así lidio, no
como quien da golpes al ayre :
27 Mas castigo mi cuerpo, y
le pongo en servidumbre ; por-
que no acontezca, que habien-
do predicado á otros, me haga
yo mismo reprobado.
CAPITULO X.
1 "pORQUE no quiero,
JL hermanos, que igno-
réis, que nuestros padres esíu-
viéron todos debaxo de la nube,
y todos pasaron la mar,
2 Y todos fueron bautizados
en Moisés, en la nube, y en la
mar : •
3 Y todos comieron una mis-
ma vianda espiritual,
4 Y todos bebieron una mis-
ma bebida espiritual ; (porque
bebían de una piedra espiritual,
que los iba siguiendo ; y la pie-
dra era Cristo.)
5 Mas de muchos de ellos Dios
no se agradó ; por lo qual fueron
postrados en el desierto.
6 Mas estas cosas fueron he-
chas en figura de nosotros, para
que no seamos codiciosos de co-
sas malas, como ellos las codi-
ciaron.
U*
250 EriST. I. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
7 Ni os hagáis idólatras co-
mo alg-unos de ellos, conforme
está escrito : Se sentó el pueblo
á comer y á beber, y se levan-
taron á jugar.
8 Ni forniquemos, corao algu-
nos de ellos fornicaron, y mu-
rieron en un dia veinte y tres mil.
9 Ni tentemos á Cristo, como
■algunos de ellos le tentaron, y
iuéron muertos por las ser-
pientes.
10 Ni murmuréis como mur-
muraron algunos de ellos, y los
mato el extei-minador.
1 1 Todas estas cosas Ies acon-
tecían á ellos en figura ; mas
fueron escritas para escarmien-
ió de nosotros, ea quienes los
fmes de los siglos han llegado.
12 Y así el que piensa que
está en pie, mire ne cayga.
13 No os tome tentación sino
humana ; mas fiel es Dios, que
no permitirá que seáis tentados
mas allá de vuestras fuerzas;
antes hará que saquéis provecho
de la misma tentación, para que
podáis perseverar.
14 Por lo qual, mny amados
mio3, huid de adorar ídolos :
i 5 Como á prudentes os ha-
blo, vosotros, mismos juzgad lo
que digo.
16 El cáhz de bendición, al
qual bendecimos, ¿ no es la co-
munión de la sangre de Cristo ?
y el pan que partimos, ¿ no es la
participación del Cuerpo del Se-
ñor ?
17 Porque un pan, un cuerpo
somos muchos, todos aquellos,
que participamos de im mismo
pan.
18 Considerad á Israel según
la carne : Los que comen las j
víctimas, ¿ por ventura no tienen ;
parte con el altar? i
19 ¿ Pues que ? ¿ digo, que lo
que ha sido sacrificado á los ido- '
los, es alguna cosa f ¿ ó que el '
ídolo es alguna cosa ?
20 Antes digo, que las cosas i
que sacrifican los Gentiles, las *
sacrifican á los demonios, y no á ^
Dios. Y no quiero, que voso-
tros tengáis sociedad con los de-
monios ; no podéis beber el cá-
hz del Señor, y el cáliz de los i
demonios ; '
21 No podéis ser participan- ■
tes de la mesa del Señor, y de la I
mesa de los demonios.
22 ¿ Queremos irritar con ze-
los al Señor ? ¿ Somos acaso mas
fuertes que él ? Todo me es per-
mitido, mas no todo me conviene.
23 Todo me es permitido, mas
no todo es de edificación.
24 Ninguno busque lo que es
suyo, sino lo que es del otro.
25 De todo lo que se vende en
la plaza, comed, sin preguntar
nada por causa de la conciencia.
26 Porque del Señor es la
tierra, y quanto hay en ella.
27 Si alguno de los infieles os
convida, y queréis ir, comed de
todo lo que os pongan delante,
no preguntando nada por causa
de la conciencia.
28 Y si alguno dixere : Esto
ha sido sacrificado á los ídolos,
no lo comáis en atención de
aquel, que lo advirtió, y de la
conciencia :
29 Conciencia digo, no la
tuya, sino la del otro. Porque
■ á que fin mi libertad es juzga-
da por conciencia agena ?
30 Si yo con gracia participo,
¿ á que fin soy blasfemado por lo
que doy gracias ?
i 31 Pues si coméis, ó si bebéis,
i 6 hacéis qualquiera otra cosa ;
i hacedlo todo á gloria de Dios.
CAPITULO XI.
251
32 Sed tales, que no ofendáis,
ni á los Judíos, ni á los Gentiles,
ni á la Iglesia de Dios :
33 Como también yo en todo
procuro agradar á todos, no bus-
cando mi provecho, sino el de
muchos ; para que sean salvos.
CAPITULO XI.
1 C1 ED imitadores mios, co-
^ mo yo también lo soy
de Cristo.
2 Y os alabo, hermanos, por-
que en todo os acordáis de mí ;
y guardáis mis instrucciones,
como yo os las enseñé.
3 Pero quiero, que vosotros
sepáis, que Cristo es la cabeza
de todo varón ; y el varón la ca-
beza de la muger ; y Dios la
cabeza de Cristo.
4 Todo hombre, que. ora, 6
profetiza con la cabeza cubierta,
deshonra su cabeza.
5 Y toda muger, que ora, ó
profetiza con la cabeza descu-
bierta deshonra su cabeza ; por
que es lo mismo que si estuvie-
ra raída.
6 Porque si no se cubre la
muger, trasquílese también. Y
si es cosa fea á una muger el
trasquilarse, ó raerse, cubra sn
cabeza.
7 El raron en verdad no debe
cubrir su cabeza ; porque es
imagen y gloria de Dios ; mas la
muger es gloria del varón.
8 Porque no fué hecho el va-
ron de la muger, sino la muger
del varón.
9 Porque no fué criado el va-
ron por causa de la muger, sino
Ja muger por causa del varón.
10 Por eso debe la muger
llevar la potestad sobre su cabe-
za por causa de los Angeles.
1 1 Mas ni el varón sin la mu-
ger, ni la muger sin el varón
en el Señor.
12 Porque como la muger fue
hecha del varón, así también eí
varón por la muger ; mas todas
las cosas de Dios.
1 3 Juzgad vosotros mismos :
¿ Es decente, que una muger ha-
ga oración á Dios no teniendo
velo ?
14 Que ni la misma naturale-
za os esseña, que le seria ig-
nominioso al varón el criar ca-
bello :
15 Mas al contrario le es de-
coroso á la muger criar cabello ;
porque los cabellos le han sido
dados en lugar de velo.
16 Con todo eso, si alguno
parece ser contencioso ; noso-
tros no tenemos tal costumbre,
ni la Iglesia de Dios.
17 Esto os mando ; mas no
apruebo, el que os congregáis,
no para mejor, sino para peor.
18 Porque en primer lugar
oigo, que quando os congregáis
en la Iglesia, hay disensiones
entre vosotros ; y en parte lo
creo.
T9 Pues es necesario que
haya también heregías, para que
los que son aprobados seau ma-
nifiestos entre vosotros.
20 De manera que quando os
congregáis en uno, ya no es pa-
ra comer la cena del Señor.
21 Porque oada uno toma an-
tes su propia cena para comer.
Y el uno tiene hambre ; y e*I
otro está muy harto.
22 ¿ Por ventura no tenéis
casas para comer y beber ? ¿ ó
despreciáis la Iglesia de Dios, y
avergonzáis á aquellos que no
tienen ? ¿ Que os diré ? ; Os ala-
baré ? en esto oo os slabo.
23 Porque yo recibí del Se-
^S^ EPIST. I. DE S. PABLO A LOS CORINTIO?,
Sor, lo que tarabiea os enseñé á
vosotros, que el Señor Jesús, en
ia noche en que fué entregado,
tomó el pan,
24 Y dando gracias, le partió,
y dixó : Tomad, y comed ; este
-^3 mi Cuerpo, que será entrega-
do por vosotros ; haced esto en
iOemoria de mí.
25 Asimismo tomó el cáliz,
después de haber cenado, di-
ciendo : Este cáliz en el Nuevo
Testamento en mi Sangre. Ha-
ced esto, quantas reces lo be-
biéreis, en memoria de mí.
26 Porque quantas veces co-
miereis este pan, y bebiéreis
este cáliz ; anunciaréis la muer-
te del Señor, hasta que venga.
27 De manera, que el que co-
miere este pan, ó bebiere el cá-
liz del Señor indignamente ; será
reo del Cuerpo y de la Sangre
del Señor.
28 Por tanto pruébese el
hombre á sí mismo ; y así coma
de aquel pan, y beba del cáliz.
29 Porque el que come y be-
be indignamente, come y bebe
su propio juicio ; no haciendo
discernimiento del Cuerpo del
Señor.
30 Por esto hay entre voso-
tros muchos enfermos y flacos, y
duermen mnchos.
31 Pero si nos exáminásemos
á nosotros mismos, ciertamente
no seriamos juzgados.
32 ]\Ias quando somos juzgados,
somos corregidos del Señor, para
que no seamos condenados con
este mundo.
33 Pues, hermanos mios,
quando os juntáis para comer,
esperaos unos á otros.
34 Y si alguno tiene hambre,
coma en casa ; porque no os
-juntéis para juicio. Las djemas
I cosas las ordenaré, quando fi-
niere.
CAPITULO XII.
1 "YT" sobre los dones espiri-
Jl tuales no quiero, her-
manos, que viváis en ignorancia.
2 Sabéis, que quando éraís
Gentiles, os ibais á los ídolos
mudos, como erais llevados.
3 Por tanto os hago saber,
que ninguno que habla por Espí-
ritu de Dios, dice anatema á
Jesús. Y ninguno puede decir,
Señor Jesús, sino por el Espíritu
Santo.
4 Pues hay repartimientos de
gracias, mas uno mismo es el
Espíritu ;
5 Y hay repartimientos de
ministerios, mas uno mismo es el
Señor ;
6 Y hay repartimientos de
operaciones, mas uno mismo es
el Dios, que obra todas las cosas
en todos.
7 Y á cada uno es dada la
manifestación del Espíritu para
provecho.
8 Porque á uno por el Espí-
ritu es dada palabra de sabidu-
ría ; á otro palabra de ciencia
según el mismo Espíritu ;
9 A otro fé por el mismo Es-
píritu ; á otro gracia de sanida-
des en un mismo Espíritu ;
10 A otro operación de virtu-
des ; á otro profecía ; á otro dis-
creción de espíritus ; á otro li-
nages de lenguas ; á otro inter-
pretación de palabras.
1 1 Mas todas estas cosas obra
solo uno y el mismo Espíritu,
repartiendo á cada uno como
quiere.
12 Porque así como el cuerpo
es uno, y tiene muchos miem-
CAPITULO xni.
233
bros, y todos los miembros del
cuerpo, aunque sean muchos,
son no obstante un solo cuerpo ;
así también Cristo.
13 Porque en un mismo Es-
píritu hemos sido bautizados to-
dos nosotros para ser un mismo
cuerpo, ya Judíos, 6 Gentiles,
ysi siervos, 6 libres ; y todos he-
mos bebido en un mismo Espí-
ritu.
14 Porque tampoco el cuer-
po es un solo miembro sino mu-
chos.
15 Si dixere el pie : Porque
no soy mano, no soy del cuer-
po, ¿ dexa por eso de ser del
cuerpo ?
16 Y 6Í dixere la oreja : Por-
que no soy ojo, no soy del cuer-
po, ¿ dexa por eso de ser del
cuerpo ?
17 Si todo el cuerpo fuese
ojo, ¿ donde estaría el oido ? Y
si todo fuese oido, ¿ donde esta-
ría el olfato ?
1 8 Mas ahora Dios ha puesto
los miembros en el cuerpo, cada
uno de ellos así como quiso.
19 Y si todos los miembros
fuesen uno, ¿ donde estaría el
cuerpo ?
20 Mas ahora los miembros
en verdad son muchos, pero el
cuerpo es uno solo.
21 Y el ojo no puede decir á
la mano : No te he menester ;
ni tampoco la cabeza á los pies :
No me sois necesarios.
22 Antes los miembros del
cuerpo que parecen mas flacos,
son mas necesarios :
23 Y los que tenemos por mas
viles miembros del cuerpo, á
esos cubrimos con mas decoro ;
y los que en nosotros son mas
íéos, los adornamos con mas de-
cencia.
24 Porque loí que én noso-
tros son mas honestos, no tienen
necesidad de nada ; raas Dios
templó el cuerpo, dando honra
mas cumplida á aquel que no la
tenia en sí,
25 Para que no haya disen»
sion en el cuerpo, sino que to«
dos los miembros conspiren en»
tre sí á ayudarse «nos á otros.
26 De manera que si aJg-ua
mal padece un miembro, todos
los miembros padecen con el ; 5
si un miembro es honrado, todos
los miembros se regocijan con él.
27 Pues vosotros sois cuerpo
de Cristo, y miembros de miem-
bro.
28 Y así á unos puso Dios en
la Iglesia, en primer lugar Após-
toles, en segundo Profetas, en
tercero Doctores, después vir-
tudes, luego gracias de curacio-
nes, socorros, gobernaciones,
géneros de lenguas, interpreta»
clones de palabras.
29 ¿ Por ventura son todos
Apóstoles ? ¿ son todos Profetas ?
¿ son todos Doctores ?
30 ¿ O todos virtudes ? ¿ 6 to-
dos tienen gracia de curaciones ?
¿ 6 todos hablan lenguas ? ¿ ó to-
dos interpretan ?
31 Aspirad pues á los mejores
dones. Yo os muestro un ca-
mino aun mas excelente.
CAPITULO XIIL
1 I yo hablara lenguas de
^ hombres y de Angeles,
y no tuviera caridad, soy como
metal que suena, 6 campana que
retiñe.
2 Y si tuviere profecía, y su-
piere todos los misterios, y quan-
to se puede saber ; y si tuviese
toda la féf de njaaera que tras-
254 EPIST. I. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
pasase los montes, y no tuviere
caridad, nada soy.
3 Y si distribuyere todos mis
bienes en dar de comer á po-
bres, y si entregare mi cuerpo
para ser quemado, y no tuviere
caridad, nada me aprovecha.
4 La caridad es paciente, es
benigna ; la caridad no es en-
vidiosa, no obra precipitadamen-
te, no se ensoberbece,
5 No es ambiciosa, no busca
sus provechos, no se mueve á
ira, no piensa mal,
6 No se g-oza de la iniquidad,
mas se g-oza de la verdad :
7 Todo lo sobrelleva, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo so-
porta.
8 La Caridad nunca fenece ;
aunque se hayan de acabar las
profecías, y cesar las lenguas, y
ser- destruida la ciencia.
9 Porque en parte conoce-
mos, y en parte profetizamos.
10 Mas quando viniere loque
es perfecto, abolido será lo que
es en parte.
11 Quando yo era niño, ha-
blaba como niño, sentía como
niño, pensaba como niño. Mas
quando fui ya hombre hecho, di
de mano á las cosas de niño.
1 2 Ahora vemos como por es-
pejo en obscuridad ; mas enton-
ces cara á cara. Ahora conoz-
co en parte ; mas entonces co-
noceré, como soy conocido.
13 Y ahora permanecen estas
tres cosas, la Fe, la Esperanza,
y la Caridad ; mas de estas, la
mayor es la Caridad.
CAPITULO XIV.
1 ^EGUID la Caridad;
^ codiciad los dones es-
pirituales, y sobre todo el de
, profecía.
2 Porque el que habla una
lengua, no habla á hombres,
sino á Dios ; porque ninguno le
oye. Y en Espíritu habla mis-
terios.
3 Mas el que profetiza, habla
á hombres para edificación, y
exhortación, y consolación.
4 El que habla una lengua,
se edifica á sí mismo ; mas el
que profetiza, edifica á la Igle»
sia de Dios.
5 Quiero pues, que vosotras
todos habléis lenguas ; pero mas
bien que profeticéis ; porque
mayor es el que profetiza, que el
que habla lenguas ; á no ser que
también interprete, de manera
que la Iglesia reciba edificación.
6 Pues ahora, hermanos, si yo
fuere á vosotros hablando len-
guas ; ¿ que os aprovecharé, si
no os hablare, ó en revelación,
ó en ciencia, ó en profecía, ó en
doctrina ?
7 Ciertamente las cosas ina-
nimadas que dan sonido, como la
flauta, y el harpa, si no hacen
diferencia de sonidos, ¿ como se
distinguirá lo que se canta á la
fláuta, ó lo que se tañe al harpa?
8 Y si la trompeta diere un
confuso sonido, ^ quien se aper-
cibirá á la batalla ?
9 Así también vosotros, si por
la lengua no diereis palabras in-
teligibles, ¿ como se entenderá
lo que se dice ? porque habla-
réis al ayre.
10 Hay, por exemplo, tantos
linages de lenguas en este muja-
do, y nada hay sin voz.
1 1 Pues si yo no entendiere
el valor de la voz, seré bárbaro
para aquel á quien hablo ; y el
que habla, lo s«rá para mí.
12 Así también vosotros, por
quanto sois codiciosos ác d^nes
CAPITULO XIV.
255
espirituales, procurad abundar
en ellos para edificación de la
Iglesia.
13 Y por esto el que habla
una lengua, pida la gracia de in-
terpretarla.
14 Porque si orare en una
lengua, mi espíritu ora ; mas mi
mente queda sin fruto.
15 ¿ Pues que haré ? oraré
con el espíritu, oraré también
con la mente ; cantaré con el
espíritu, cantaré también con la
mente.
16 Mas si bendixeres con el
espíritu, el que ocupa lugar
del eimple pueblo, ; como dirá,
Amen, sobre tu bendición ?
puesto que no entiende lo que
tú dices.
17 Verdad es, que tú das bien
las gracias ; mas el otro no es
ediñcado.
18 Gracias doy á mi Dios,
porque hablo en lengua de todos
vosotros.
19 Y mas bien quiero hablar
en la Iglesia cinco palabras de
mi inteligencia, y para instruir
también á los otros, que no diez
mil palabras en lengua.
20 Hermanos, no seáis niños
en el sentido ; mas sed peqneñi-
tos en la malicia, y sed per-
fectos en el sentido.
21 En la Ley está escrito :
Que en otras lenguas, y en otros
labios hablaré á este pueblo ; y
ni aun así me oirán, dice el Se-
ñor.
22 Y así las lenguas son para
señal no á los fieles, sino á los
infieles ; mas las profecías no á
los infieles, sino á los fieles.
23 Pues si toda la Iglesia se
congregare en uno, y todos ha-
blasen lenguas diversas, entran-
do entonces idioías ó iiiüeLes :
¿ no dirán que estáis fuera de
juicio ?
24 Pero si todos profetizaren,
y entrare algún infiel, ó idiota,
de todos será convencido, de to-
dos será juzgado ;
25 Las cosas ocultas de su
corazón se harán manifiestas ; y
así postrado sobre el rostro, ado-
rará á Dios, declarando, que
Dios verdaderamente está en
vosotros.
26 ¿ Pues que hay, herma-
nos ? quando os congregáis, ca-
da uno de vosotros tiene salmo,
tiene doctrina, tiene revelación,
tiene lengua, tiene interpreta-
ción ; hágase todo para edifica-
ción.
27 Si alguno hablare en len-
gua, sea por dos, lo mas por tres,
y esto á veces, y que uno inter-
prete.
28 Y si no hubiere intérprete,
calle en la Iglesia, y hable á ai
mismo, y con Dios.
29 En quanto á los Profetas,
hablen dos ó tres, y los dema^
juzguen.
30 Y si á otro que estuviere
sentado hubiere sido revelada
alguna cosa, calle él primero.
31 Y todos uno por uno po-
déis profetizar ; para que todos
aprendan, y todos sean amones*
tados :
32 Y los espíritus de ios Pro-
fetas están sujetos á los Pro-
fetas.
33 Porque Dios no es Dios de
disensión, sino de paz ; como yo
también enseño en todas las
Ig'Iesias de los Santos.
34 Las mugeres callea en las
Iglesias ; porque no les es dado
hablar, sino que estén sujetas,
como también lo dice la Ley.
35 Y si quieren aprender al-
255 EPIST. I. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
guna cosa, pregunten en casa á
sus maridos. Porque indecente
cosa es á, una muger hablar en
la Iglesia.
36 ¿ Por ventura la palabra
de Dios salió de vosotros ? ¿ ó ha
llegado á solos vosotros ?
37 Si alguno se tiene por Pro-
feta, ó por espiritual, conozca
que las cosas que os escribo, son
mandamientos del Señor.
38 Y quien no conociere, no
será conocido.
39 Y así, hermanos, codiciad
el profetizar ; y no vedéis el ha-
blar lenguas.
40 Mas todo se haga con de-
cencia y con órden.
CAPITULO XV.
1 /^S hago pues presente,
V-F hermanos, el Evange-
lio que os prediqué, el que tara-
bien recibisteis, y en el que per-
severáis,
2 Por el qual asímiano sois
salvos, si le guardáis al tenor de
lo que yo os prediqué, á no ser
que en vano hayáis creido.
3 Porque desde el principio
yo os enseñé lo mismo que ha-
bia aprendido ; que Cristo mu-
rió por nuestros pecados según
las Escrituras ;
4 Y que fué sepultado, y que
resucitó al tercero dia según las
Escrituras ;
5 Y que se apareció á Cefas,
y después de esto á los once ;
6 Después fué visto por mas
de quinientos hermanos estando,
juntos ; de los quales aun hoy
dia viven muchos, y otros ya
finaron ;
7 Después apareció á San-
tiago, y luego á todos los Após-
toles ;
8 Y el postrero de todos, co-
mo á un abortivo, me apareció
también á. mí.
9 Porque yo soy el menor de
los Apóstoles, que no soy digno
de ser llamado Apóstol, porque
perseguí la Iglesia de Dios.
10 Mas por la gracia de Dio3
soy aquello que soy, y su gracia
no ha sido vana en mí ; ántes he
trabajado mas copiosamente, que
todos ellos ; mas no yo, sino la
gracia de Dios conmigo :
11 Porque sea yo, 6 sean
ellos, así predicamos, y así ha-
béis creido.
12 Y si se predica, que Cristo
resucitó de entre los muertos,
¿ como dicen algunos entre vo-
sotros, que no hay resurrección
de muertos ?
13 Pues si no hay resurrec-
ción de muertos ; tampoco Cris-
to resucitó.
14 Y si Cristo no resucitó,
luego vana es nuestra predica-
ción, y también es vana vues-
tra fe : •
15 Y somos asimismo halla-
dos por falsos testigos de Dios ;
porque dimos testimonio contra
Dios diciendo, que resucitó i
Cristo ; al qual no resucitó, si ios
muertos no resucitan.
1 6 Por que si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resu-
citó.
17 Y si Cristo no resucitó,
vana es vuestra fe, porque aun
estáis en vuestros pecados.
18 Y por consiguiente tam-
bién los que durmieron en Cris-
to han perecido.
19 Si en esta vida tan sola-
mente esperamos en Cristo, los
mas desdichados somos de todos
los hombres.
20 Mas ahora Cristo résucitó
CAPITULO XV.
257
de entre los muertos, primicias
de los que duermen.
21 Porque como la muerte
fué por un hombre, también por
un hombre la resurrección de
los muertos.
22 Y así como en Adam mue-
ren todos, así también todos se-
rán vivificados en Cristo.
23 Mas cada uno en su or-
den ; las primicias Cristo ; des-
pués los que son de Cristo, que
creyeron en su advenimiento.
24 Luego será el fin ; quando
hubiere entregado el reyno á
Dios y al Padre, quando hubiere
destruido todo principado, y po-
testad, y virtud.
25 Porque es necesario que
él rejne, hasta que ponga á to-
dos sus enemig-os debaxo de sus
pies.
26 Y la enemiga muerte será
destruida la postrera : Porque
todas las cosas sujeto débaxo de
los pies de él. Y quando dice ;
27 Todo está sujeto á él, se
exceptúa &in duda aquel que co-
metió á él todas las cosas.
28 Y quando todo le estuviere
sujeto, entonces aun el mismo
Hijo estará sometido á aquel
que sometió á él todas las co-
sas, para que Dios sea todo en
todos.
29 De otra manera, ^ que ha-
rán los que se bautizan por los
muertos, si de ningún modo los
muertos resucitan ? ¿ Pues por
que se bautizan por ellos- r*
20 ¿Y por que nosotros esta-
mos á peligro en cada hora ?
31 Cada dia, hermanos, mue-
ro por vuestra gloria, la qual
teng-o en Jesu-Cristo Señor
nuestro.
32 (Si como hombre) lidié yo
coa las bestias en Efeso, ¿ que
me aproveclia, si no resucitan
los muertos ? Comamos y beba-
mos, que mañana moriremos.
33 No queráis ?cr engañados:
Las malas couvei*saciones cor-
rompen las buenas costumbres.
34 Velad, justos, y no pe-
quéis ; porque algunos no tienen
el conocimiento de Dios, pai-a
vergüenza vuestra lo dig-o.
35 Mas dirá alguno : ; Como
resucitarán los muertos ? ¿ ó en
que calidad de cuerpo vendrán r*
36 Necio, lo que tú siem-
bras, no se vivifica, si ántes no
muere.
37 Y quando siembras, no
siembras el cuerpo que ha de
ser, sino el grano desnudo, así
como de trig-o, ó de alg-uuo de
los otros.
38 Mas Dios le dá el cuerpo-
como quiere ; y á cada una de
las semillas su propio cuerpo.
39 No toda carne es una mis-
ma carne ; mas una ciertamente
es la de los hombres, otra la de
las bestias, otra la de las aves, y
otra la de los peces.
40 Y cuerpos hay celestiales,
y cuerpos teiTestres ; mas una
es la gloria de los celestiales, y
otra de los terrestres :
41 Una es la claridad del Sol,
otra la claridad de la Luna, y
otra la claridad de las estrellas.
Y aun hay diferencia de estrella
á estrella en la claridad :
42 Así también la resurrec*
cion de los muertos. Se siem*
bra en corrupción, resucitará eo
incorrupción.
43 Es sembrado en vileza,
resucitará en gloria ; es sem-
brado en flaqueza, resucitará en
vigor ;
44 Es sembrado cuerpo ani-
mal, resucitará cuerpo espiri»
558 EPIST. I. DE S. PABLO A LOS CORIXTIOS.
twal. Si hay cuerpo animal, lo
hay también espiritual, así como
está, escrito :
45 Fué hecho el prim'cr hom-
bre Adara en alma viviente, el
postrer Adam en espíritu vivi-
íicante.
46 Blas no antes lo que es es-
piritual, sino lo que es animal ;
después lo que es espiritual.
47 El primer hombre de la
t ierra, terreno ; el segundo hom-
bre del -cielo, celestial.
43 Qual el terreno, tales tam-
bién los terrenos ; y qual el ce-
lestial, tales también los celes-
tiales.
49 Por lo qual, así como tra-
ximos la iraág-en del terreno,
llevemos también la imág-en del
celestial.
50 Mas dig-o esto, hermanos :
Que la carne y la sangre no pue-
den poseer el rejuo de Dios ; ni
la corrupción poseerá la incor-
ruptibilidad.
51 He aquí os digo un Mys-
terio ; Todos ciertamente resu-
citaremos, mas no todos seremos
mudados.
52 En un momento, en un
abrir de ojo, en la final trompe-
ta ; pues la trompeta sonará, y
los muertos resucitarán incor-
ruptibles ; y nosotros seremos
mudados.
53 Porque es necesario que
esto corruptible se vista de in-
corruptibilidad ; y esto que es
mortal, se vista de inmortali-
dad.
64 Y quando esto, que es
mortal fuere revestido de in-
inartalidad, entonces se cumpli-
rá la palabra que está escrita :
Tragada ha sido la muerte en la
victoria.
- ¿í5 ¿ Donde está, 6 muerte, tu
victoria ? ¿ donde está, 5 muerte,
tu aguijón ?
56 El aguijón pues de la
muerte es el pecado, y la fuer-
za del pecado es la Ley ;
57 IMas gracias á Dios, que
nos dio la victoria por nuestro
Señor Jesu-Cristo.
58 Y así, am.ados hermanos
mios, estad firmes y constantes,
creciendo siempre en la obra dcí
Señor, sabiendo que vuestro tra-
bajo no es vano en el Señor.
CAPITULO XVL
1 TVF-'^S en quanto á las
lyM. colectas que se ha-
cen para los Santos, haced tam-
bién vosotros, así como lo orde-
né en las Iglesias de Galacia.
2 El primer dia de la semana
cada uno de vosotros ponga apar-
te, y guarde en su casa lo que
guste, para que no se hagan las
colectas quando yo viniere.
3 Y quando estuviere pre-
sente, los que vosotros aproba-
reis por cartas, aquellos enviaré
para que lleven á Jerusalém.
vuestro socorro.
4 Y si la cosa mereciere que
yo también vaya, irán conmigo.
5 Mas iré á vosotros, luego
que hubiere pasado por la Ma-
cedonia ; porque por Macedonia
pasaré.
6 Y por ventura me quedaré
con vosotros, y pasaré también
el invierno, para que me acom-
pañéis adonde hubiere de ir.
7 Porque no os quiero ahora
ver de paso ; ántes espero dete-
nerme algún tiempo con voso-
tros, si el Señor lo permitiere.
8 Y estaré en Efeso hasta
Pentecostés.
9 Porque se me ha abierto
CAPITULO I.
25D
una puerta grande, y espaciosa ;
y los adversarios son muchos.
10 Y si viniere Timoteo, cui-
dad que esté sin temor entre vo-
sotros ; porque ti-abaja en la
obra del Señor, así como yo.
1 1 Por tanto ninguno le tenga
en poco ; antes acompañadle en
paz, para que venga á mí ; por-
que le espero con los hermanos.
12 Y os hago saber del her-
mano Apolo, que le rogué mu-
cho, que pasase á vosotros con
los hermanos ; y en verdad no
fué su voluntad de ir ahora á
vosotros ; mas irá quando tu-
viere oportunidad.
13 V.elad, estad firmes en la
fé, portaos varonilmente, y sed
fuertes.
14 Todas vuestras cosas sean
hechas en caridad.
15 Y os ruego, hermanos, ya
conocéis la casa de Estéfana, y
de Fortunato, y de Acáico ;
porque son las primicias de la
Acaya, y se consagraron al ser-
vicio de los Santos :
16 Que vosotros estéis obe-
dientes á csías tales, y á todo
aquel que nos ayuda, y trabaja,
17 Y me huelgo de la venida
de Estéfana, y de Fortunato, y
de Acáico ; porque lo que á
v^osotros faltaba, ellos lo supiié*
ron :
18 Porque recrearon mi es-«
píritu, y el vuestro. Tened
pues consideración á tales per-
sonas.
19 Os saludan las Iglesias de
Asia. Os saludan mucho en M
Señor Aquila, y Priscila con la
Iglesia de su casa, en la que me
hallo hospedado.
20 Os saludan todos los her-
manos. Saludaos los unos á los
otros en ósculo santo.
21 La salutación de mi propia
mano, Pablo.
22 Si alguno no ama á nues-
tro Señor Jesu-Cristo, sea exco-^
mulgado, perpetuamente exe-
crable.
23 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea con vosotros.
24 Mi amor sea con todos vo-
sotros en Jesu-Cristo. Amen.
EPISTOLA SEGUNDA
DE SAN PABLO
A LOS CORINTIOS.
CAPITULO I.
1 T>ABLO Apóstol de Je-
JL su-Cristo por la volun-
tad de Dios, y Timoteo el her-
mano, á la Iglesia de Dios, que
está en Corinto, con todos los
Santos, que están en toda la
Acaia :
. 2 Gracia sea á vosotros, y paz
de Dios nuestro Padre, 3'del Se^
ñor Jesu-Cristo.
3 Bendito sea el Dios y Pa-
dre de nuestro Señor Jesu-Cria-
to, el Padre de las misericordias,
y Dios de todo consolación,
4 El qual nos consuela en
toda nuestra tribulación ; para
que podamos también consolar,
á los que están en toda angustí».
í>60 EPIST. II. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
con la consolación con que aun
nosotros somos consolados de
Dios.
5 Porque como abundan las
aflicciones de Cristo en nosotros,
así también por Cristo abunda
nuestra consolación.
6 Porque si somos atribula-
dos, por vuestra exhortación es
y salud ; si somos consolados,
por vuestra consolación es ; si
somos confortados, por vuesti-a
Confortación es y salud, la que
obra sufrimiento de las mismas
aflicciones, que nosotros también
sufrimos :
7 Para que sea firme nuestra
esperanza por vosotros ; estando
ciertos, que así como sois com-
pañeros en las aflicciones, lo se-
réis también en la consolación.
8 Porque no queremos, her-
manos, que ignoréis la tribula-
ción que tuvimos en el Asia ;
porque fuimos agravados desme-
didamente sobre nuestras fuer-
zas, en tanto grado, que aun el
vivir nos era pesado.
9 Mas nosotros en nosotros*
mismos tuvimos respuesta de
muerte, para que no fiemos en
nosotros, sino en Dios, que re-
sucita los muertos :
10 El que nos libró y saca
de tan grandes peligros, en quien
esperamos que aun nos librará,
11 Si vosotros nos aj^udais
también orando por nosotros ;
para que por el don, que se nos
ha concedido por respeto de
muchas personas, por muchos
sean dadas gracias por nosotros.
12 Porque nuestra gloria es
esta, el testimonio de nuestra
conciencia, que en simplicidad
de corazón, y en sinceridad de
DioS) y no en sabiduría carnal,
mas por la g^racia de Dios, he-
rhos vivido en este mundo ; y
mayonnente con vosotros.
13 Porque no os escribimos
otra cosa, sino lo que habéis
leido y conocido. Y espero que
lo conoceréis hasta el fin,
14 Como también nos habéis
conocido en parte, que somos
vuestra gloria, así como también
vosotros la nuestra, para el dia
de nuestro Señor Jesu-Cristo.
15 Y con esta confianza quise
primero ir á vosotros, para que
tuvieseis un segundo beneficio :
16 Y por vosotros pasar á
Macedón ia, y de Macedonia ve-
nir otra vez á vosotros, y ser
acompañado de vosotros, hasta la
Judéa.
17 Pues quando yo propuse
esto, ¿ use acaso de ligereza ?
¿ O lo que pienso, lo pienso se-
gún la carne, de manera que
haya en mí Si y no ?
18 Mas Dios es fiel testigo,
que no hay Si y no en aquella
palabra, que tuve con vosotros.
19 Porque el Hijo de Dios,
Jesu-Cristo, que ha sido predi-
cado entre vosotros por mí, y
por Silvano, y Timoteo, no ha
sido Si y NO, mas ha sido Si
en él.
20 Porque todas las promesas
de Dios, son en el Si ; y así
tambien-son por él mismo Amen
á Dios para nuestra gloria.
21 Y el que nos confirma con
vosotros en Cristo, y el que nos
ungió, es Dios :
22 El qual también nos selló,
y dió en nuestros corazones la
prenda del Espíritu.
23 Mas yo llamo á Dios por
testigo sobre mi alma, de que
por perdonaros, no he pasado
mas á Corinto ; no que tenga-
mos señorío sobre vuestra féj
CAPITULO II. III.
261
mas somos ayudadores de vues-
tro g-ozo ; pues por la fe estáis en
pie.
CAPITULO II.
1 TVf AS yo he determinado
ItJL en mí, de no venir
Otra vez á vosotros con tristeza.
2 Porque si yo os contristo,
¿ quien es el que me alegrará,
sino el que es contristado por
mí ?
3 Y esto mismo os he escrito,
para que quando pasare á veros,
no teng-a tristeza sobre tristeza,
de los que me debiera gozar ;
confiando en todos vosotros, que
mi gozo es el de todos vosotros.
4 Porque por la mucha aflic-
ción y angustia de corazón, y
con muchas lágrimas os escribí ;
no para que fueseis contrista-
dos ; sino para que supieseis,
quanto mas amor tengo para con
vosotros.
5 Y si alguno me contristo,
10 me contristó sino en parte,
por no cargaros á todos voso-
tros.
6 Bástale al que es tal, esta
•eprehension hecha por rau-
ijhos:
i 7 Y al contrario debéis ahora
isar con él de indulgencia, y
;onsolarle ; porque no acontez-
a, que el tal sea consumido de
emasiada tristeza.
8 Por lo qual os ruego, que
■i deis pruebas seguras de ca-
lidad.
¡ 9 Y por esto también os es-
I ibí, para ver por esta prueba,
sois obedientes en todas las
Dsas.
10 Y al que perdonasteis en
go, también yo ; pues yo tam-
en, si algo he condonado, lo
he condonado por vosotros en
persona de Cristo,
11 Para que no seamos sor-
prehendidos de Satanás ; porque
no ignoramos sus maquinacio-
nes.
12 Mas quando pasé á Troas
por el Evangelio de Cristo, y
rae fu6 abierta puerta en el Se-
ñor,
13 No tuve reposo en mi es-
píritu, porque no hallé á mi her-
mano Tito ; así despidiéndome
de ellos, partí para Macedonia.
14 Mas gracias á Dios, que
nos hace siempre triunfar en Je-
su-Cristo, y maniñesta por no-
sotros el olor del conocimiento
de sí mismo en todo lugar :
15 Porque somos para Dios
buen olor de Cristo, en los que
se salvan, y en los que perecen:
16 A los unos en verdad olor
de muerte para muerte ; y á los
otros olor de vida para vida. Y
para estas cosas ¿ quien es tan
idóneo ?
17 Porque no somos falsifica-
dores de la palabra de Dios, co-
mo muchos ; mas hablamos en
Cristo con sinceridad, como de
parte de Dios, delante de Dios.
CAPITULO III.
1 ¿I^OMENZAMOS de
Vy nuevo á alabarnos á
nosotros mismos ? ¿ ó tenemos
necesidad, como algunos, de car-
tas de recomendación para vo-
sotros, ó do vosotros ?
2 Nuestra carta sois vosotros,
escrita en nuestros corazones,
que és reconocida y leída de to-
dos los hombres.
3 Siendo manifiesto, que vo-
sotros sois carta de Cristo, he-
cha por nuestro ministerio, y os-
262 EPÍST. II. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
crita no con tinta, sino con Es-
píritu de Dios vivo ; no en ta-
blas de piedra, sino en tablas de
carne del corazón.
4 Y tenemos tal confianza en
Dios por Cristo :
5 No que seamos suficientes
de nosotros mismos para pensar
algo, como de nosotros ; mas
nuestra suficiencia viene de
Dios :
6 El que también nos ba he-
cho Ministros idóneos del nuevo
testamento ; no por la letrá, mas
por el espíritu ; porque la letra
mata, y el espíritu vivifica.
7 Y 6Í el ministerio de muerte
g-rabado con letras sobre piedras,
fué en gloria, de manera que los
hijos de Israel no podian mirar á
la cara de Moysés por la gloria
de su semblante, la que habia de
perecer,
8 ¿ Como no será mucho mas
en gloria el ministerio del Espí-
ritu ?
9 Porque si el ministerio de
condenación fué gloria, mucho
mas abunda en gloria el ministe-
rio de la justicia.
10 Porque lo que resplande-
ció en esta parte, no fué glorioso
á vista de la sublime gloria.
11 Porque si lo que perece,
es por gloria ; mucho rnas es en
gloria lo que permanece.
12 Así pues teniendo tal es-
peranza, hablamos con mucha
confianza.
13 Y no como' Moisés, que
ponia un velo sobre su rostro,
para que los Israelitas no fixasen
la vista en su cara, cuya gloria
habia de perecer,
1 4 Por lo qual los sentidos de
ellos quedaron embotados : Pues
hasta el dia de hoy permanece
en la lección del antigno testa-
mento el mismo velo sin alzarse,
(porque no se quita sino por
Cristo;)
1 5 Y aun hasta el dia de hoy,
quando leen á Moysés, el velo
está puesto sobre el corazón de
ellos.
IG Mas quando se convir-
tiere al Señor, será quitado el
velo.
17 Porque el Señor es Es-
píritu : Y en donde está el Es-
píritu del Señor, allí hay liber-
tad.
18 Así todos nosotros regís- '
trando á cara descubierta la glo-
ria del Señor, somos transforma
dos de claridad en claridad en la ^
misma imagen, como por el Es-
píritu del Señor.
CAPITULO IT. J
1 ~f30R lo qual teniendo '
jL nosotros esta adminis- »
tracion, según la misericordiar
que hemos alcanzado, no des- ^
mayamos : ' ,
2 Antes desechamos los disi- ,
mulos vergonzosos, no andando
en astucia, ni adulterando la pa- ,
labra de Dios, mas recqmeHdán-
donos á nosotros mismos á toda *
conciencia de hombres delante
de Dios en la manifestación de ^
la verdad.
3 Y si nuestro Evangelio aun
está encubierto, en aquellos que
se pierden está encubierto :
4 En los quales el Dios de es-
te siglo cegó los entendimientos i. ^
de los incrédulos, para que no
les resplandezca la luz del Evan-
gelio de la gloria de Cristo, el '
qual es la imagen de Dios.
5 Porque no nos predicamos
á nosotros mismos, sino á Jesu-
cristo Señor nuestro ; y que
CAPITULO V.
263
nosotros somos yuestros siervos
por Jesús :
6 Porque Dios, que dixo que
de las tinieblas resplandeciese
la luz, él mismo resplandeció en
nuestros coraiujnes, para ilumi-
nación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesu-
cristo.
7 Pero tenemos este tesoro en
vasos de barro ; para que la al-
teza sea de la vjrtud de Dios, y
no de nosotros.
8 En todo padecemos tribula-
ción, mas no nos acongojamos ;
estamos en apuros, mas no que-
damos sin recurso ;
9 Padecemos persecución, mas
no somos desamparados ; somos
abatidos, mas no perecemos ;
10 Trayendo siempre la mor-
tificación de Jesús en nuestro
cuerpo, para que la vida de Je-
sús se manifieste también en
nuestros cuerpos.
'11 Porque nosotros, que vivi-
mos, somos á cada paso entrega-
dos á muerte por Jesús ; para que
la vida de Jesús se manifieste
también en nuestra carne mortal.
12 De manera que la muerte
obra en nosotros, mas la vida en
vosotros.
13 Pero teniendo el mismo
spíritu de la fé, conforme está
scrito : Creí, por lo qiaal hablé :
losotros también creemos, y por
so hablamos ;
14 Estando ciertos, que el
^}ue resucitó á Jesús, nos resuci-
ará también á nosotros con Je-
us, y nos colocará con vosotros.
1 5 Pues todo es por vosotros ;
ara que la gracia, que abunda
or el hacimiento de gracias de
iucho3,redundc en gloria deDios.
16 Por tanto no desmayamos ;
ates aunque este nuestro hom-
bre, que está fuera, se debilite ;
pero el que está dentro, se re-
nueva de dia en dia.
17 Porque lo que aquí es pa-
ra nosotros de una tribulación
momentánea y ligera, engendra
en nosotros de un modo muy ma-
ravilloso un peso eterno de gloria,
18 No atendiendo nosotros á
las cosas que se ven, sino á las
que no se ven. Porque las co-
sas que se ven, son temporales :
mas las que no se ven, son
eternas.
CAPITULO V.
1 T^ORQUE sabemos, que
Jl si nuestra casa teires-
tre de esta morada fuere dese-
cha, tenemos de Dios un edifi-
cio, casa no hecha de mano, que
durará siempre en los cielos.
2 Y por esto también gemi-
mos, deseando ser revestidos de
nuestra habitación, que es del
cielo :
3 Si es que fuéremos hallados
vestidos, y no desnudos.
4 Porque también los que es-
tamos en este tabernáculo, ge-
mimos agoviados ; porque no
queremos ser despojados, sino
revestidos ; para que lo que es
mortal, se lo sorba la vida. -
5 Mas el que nos hizo para
esto mismo, es Dios, que nos ha
dado la prenda del espíritu.
6 Por esto vivimos siempre
confiados, sabiendo, que mien-
tras estamos en el cuerpo, vivi-
mos ausentes del Señor :
7 (Porque andamos por fé, y
ne por visión.)
8 Mas tenemos confianza, y
queremos mas ausentarnos del
cuerpo, y estar presentes al Señor.
9 Y por esto procuramos con
tesón, ahora estemos ausen-
264 EPIST. II. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
tes, ahora presentes, serle agra-
dables.
10 Porque es necesario, que
todos nosotros seamos manifes-
tados ante el tribunal de Cristo,
para que cada uno reciba, según
lo que ha hecho, ó bueno, ó ma-
lo, estando en el propio cuerpo.
1 1 Ciertos pues del temor que
Se debe al Señor, persuadimos á
los hombres ; mas á Dios esta-
mos descubiertos ; y espero que
también estamos descubiertos en
vuestras conciencias.
12 No nos alabamos de nuevo
á vosotros, mas solamente os da-
mos ocasión de gloriaros por no-
sotros ; para que tengáis que
decir, á los que se glorían en la
apariencia, y no el corazón.
13 Porque si extáticos nos
enagenamos, es para Dios ; y si
somos sobrios, es para vosotros.
14 Porque el amor de Cristo
nos estrecha ; considerando es-
to, que si uno murió por todos,
por consiguiente todos son muer-
tos :
15 Y Cristo murió por todos ;
para que los que viven, no vivan
ya para sí, sino para aquel, que
murió por ellos, y resucitó.
16 Y así nosotros desde hoy
mas no conocemos á ninguno
según la carne. Y si conoci-
mos á Cristo según la carne,
mas ahora ya no le conocemos.
17 Pues si alguna criatura es
hecha nueva en Cristo, las cosas
viejas ya pasaron : he aquí to-
das son hechas nuevas.
18 Y todas sonde Dios, que
nos reconcilió á sí por Cristo ;
y nos dio el ministerio de la re-
conciliación.
19 Porque ciertamente Dios
estaba en Cristo reconciliando
el mundo consigo, no impután-
doles sus pecados, y puso en no-
sotros la j^alabra de la recon-
ciliación.
20 Nosotros pues somos em-
baxadores en nombre de Cristo,
como que Dios os amonesta
por nosotros. Os rogamos por
Cristo, que os reconciliéis con
Dios.
21 A aquel, que no habia co-
nocido pecado, le hizo pecado
por nosotros, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios
Gn*el.
CAPITULO VI.
1 "VT asi nosotros como coaJ- <
M. jutores, os exhorta-
mos á que no recibáis la gracia >
de Dios en vano. i
2 Porque él dice : Te oí en i
tiempo agradable, y te ayudé en i
dia de salud. He aquí ahora el
tiempo, favorable, he aquí aljcra (
el dia de la salud. • t
3 No demos á nadie ocasión
de escándalo, porque no sea vi- í
tuperado nuestro ministerio : 1
4 Antes en todas cosas nos »
mostremos como Ministros de i
Dios en mucha paciencia, en
tribulaciones, en necesidades, en i .
angustias, I
5 En azotes, en cárceles, en ik
sediciones, en trabajos, en vi- "
gilias, en ayunos, ,
6 En pureza, en ciencia, en
longanimidad, en mansedumbre, *
en Espíritu Santo, en caridad «
no fingida,
7 En palabra de verdad, en
virtud de Dios, por armas de
justicia á diestro y á siniestro :
8 Por honra y por deshonra :
por infamia y por buena fama ;
como seductores, aunque verda- !»
deros ; como desconocidos, sun- ¿e
que conocidos ; J i
CAPITULO vn.
d Como murieudo, y be aquí
que vivimos ; como castigados,
mas no amortiguados ;
10 Como tristes, mas siempre
alejares ; como pobres, mas en-
riqueciendo á muchos; como que
no tenemos nada, mas poseyén-
dolo todo.
1 1 Nuestra boca abierta está
para vosotros, ó Corintios ; nues-
tro corazón se ha dilatado.
12 No estáis estrechos en no-
sotros ; mas estáis estrechos en
vuestras entrañas :
13 Y correspondiendo igual-
mente, os hablo como á hijos ;
ensanchaos también vosotros.
14 No traygais yugo con los
infieles. Porque ¿ que comu-
nicación tiene la justicia con la
injusticia? ; O qu-e compañía la
luz con las tinieblas ?
15 ¿ O que concordia Cristo
con Belial ? ¿ O que parte tiene
el fiel con el infiel ?
16 O que concierto el templo
de Dios con los ídolos ? Porque
Vosotros sois el Templo del Dios
vivo, como dice Dios : Que yo
nppraré en ellos, y andaré entre
ellos, y seré el Dios de ellos, y
ellos serán mi Pueblo.
17 Por tanto salid de medio
1' de ellos, y apartaos, dice el Se-
ñor, y no toquéis lo que es in-
mundo ;
18 Y yo os recibiré, y os
seré Padre, y vosotros me seréis
I en lugar de hijos é hijas, dice el
Ij Señor Todo-Poderoso.
CAPITULO VIL
1 rpENIENDO pues noso-
! A tros estas promesas,
, Tnuy amados mios, limpiémonos
■ de toda contaminación de carne
y de espíritu, perfeccionando
nuestra santifioíLcioa eu temor
de Dios.
2 Dadnos lugar. A nadie
hemos hecho injuria, á nadie he-
mos pervertido, á nadie h^imoa
engañado.
3 No lo digo para condena-*
ros. Porque ya os dixe ántes
de ahora, que estáis en nuestros
corazones, para morir, ó para
vivir juntamente.
4 Tengo grande confianza de
vosotros y mucho motivo de glo-
riarme por vosotros, lleno estoy
de consolación, abundo sobro
manera de gozo en toda nuestra
tribulación*
5 Porque aun quando pasa-
mos á Macedonia, ningún repo-
so tuvo nuestra carne ; antea
sufrimos toda tribulación ; com-
bates de fuera, temores de den-
tro,
6 Mas Dios, que consuela á
los humildes, nos consoló con la
venida de Tito.
7 Y no solo con su venida,
mas también con la consolación,
que él tuvo en vosotros, contán-
donos vuestro deseo, vuestro
llanto, y vuestro zelo por mí ;
de manera que yo recibí mas
gozo.
8 Por quanto aunque os con-
tristé con aquella carta, no me
an'epiento ; y si me arrepintiera,
viendo que aquella carta os com-
tristó aunque por poco tiempo :
9 Ahora me gozo ; no porque
os contristasteis, sino porque os
contristásteis para penitencia.
Porque os cor^trislásteis según
Dios, de manera que ninguna
pérdida habéis padecido por no-
sotros.
10 Porque la tristeza que es
según Dios, engendra peniten-
cia estable para salud ; roas la
12
1266 EPÍST. II. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS.
tristeza del siglo eng-endra
muerte.
11 Y red aquí, este mismo
contristaros seg-un Dios, quanta
solicitud eng-endra en vosotros ;
7iia3 aun defensa, mas iodigna-
-cion, mas temor, mas deseo, mas
-zelo, mas venganza. En todo
os habéis mostrado puros en este
negocio.
12 Y así, aunque os escribí,
no lo hice por causa de aquel
^ue hizo la injuria, ni por el que
la padeció ; sino por manifestar
3auestra solicitud, que tenemos
f>or vosotros
13 Delante de Dios : y por
esto nos hemos consolado. Mas
«n nuestra consolación aun mas
TIOS hemos g-ozado por el gozo de
Tito, por quanto su espíritu fué
recreado de todos vosotros.
14 Y si en alguna cosa yo me
he gloriado con él de vosotros,
no me avergüenzo de ello ; an-
tes bien como todo lo que habla-
mos dicho de vosotros fué en
verdad, así también el habernos
gloriado con Tito, se ha hallado
ser verdad,
15 Y sus entrañas están muy
aficionadas á vosotros, quando se
acuerda de la obediencia de to-
dos vosotros, de como le recibis-
teis con temor y con reverencia.
16 Me gozo de que tengo
confianza de vosotros en todo.
CAPITULO VIII.
1 A SIMISMO, hermanos
jljL míos, os hacemos sa-
ber la gracia de Dios que ha si-
do dada en las Iglesias de la Ma-
cedonia :
2 Como en grande prueba de
tribulación tuvieron ellos abun-
dancia de gozo ; y su profunda !
pobreza abundó en riquezas de
su benignidad :
3 Porque yo les doy testimo-
nio, que según sus fuerzas, y
aun sobre sus fuerzas han sido
voluntarios,
4 Rogándonos con mucha ins-
tancia, que comunicásemcs la
gracia y servicio que se hace
para los Santos.
5 Y no como lo esperábamos ;
mas aun se dieron á sí mismos,
primero al Señor, y después á
nosotros por voluntad de Dios ;
6 De manera que rogamos á
Tito, que así como comenzó, así
también acabe en vosotros esta
gracia.
7 Para que como en todo
abundáis en fé, y en palabra, y
en ciencia, y en toda diligencia,
y además en el afecto que nos
tenéis, así también abundéis en
esta gracia.
8 No lo digo como quien
manda ; mas por la solicitud
acerca de los otros, y también
para experimentar la buena ín-
dole de vuestra caridad.
9 Porque sabéis la gracia
nuestro Señor Jesu-Cristo, qúe
siendo rico, se hizo pobre por
amor vuestro, á fin de que voso-
tros fuéseis ricos por su pobreza.
10 Y os doy consejo en esto ;
porque esto es lo que os cumple ;
puesto que no solo lo comenzas-
teis á hacer, mas ya tuvisteis el
designio desde el año pasado :
11 Pues ahora cumplidlo de
hecho ; para que así como la
voluntad está pronta para que-
rerlo, así también lo esté para
cumplirlo de aquello que tenéis.
12 Porque si la voluntad está
pronta, según aquello que tiene
es acepta, no según uquello que
! no tiene.
CAPITULO IX.
, 3 No que los otron hayan de
tener alivio, y vosotros quedéis
I en estrechez, sino que liaj-a
I igualdad.
I 14 Al presente vuestra abun-
¡ dancia supla la indig^encia de
aquellos ; para que la abundan-
cia de aquellos sea también su-
plemento á vuestra indig-encia,
de manera que haya igualdad,
como está escrito :
15 Al que mucho, no le so-
bró ; y al que poco, no le faltó.
16 Y gracias á Dios, que pu-
so en el corazón de Tito el mis-
mo cuidado por vosotros :
17 Porque en verdad recibió
la exhortación ; mas estando él
Kiuy solícito, de su voluntad se
partió para vosotros.
. 18 Enviamos tiunbien con él
al hermano cuya alabanza es
en el Evangelio por todas las
Iglesias :
19 Y no tan solamente esto,
sino que las Iglesias nos le die-
ron por compañero de nuestra
peregrinación para esta gracia,
de que nos encargamos para
gloria del Señor, y para mostrar
nuestra pronta voluntad :
20 Evitando que nadie nos
pueda censurar en esta abun-
dancia, de que somos los Admi-
nistradores.
21 Porque procuramos lo ho-
nesto, no solamente de Dios,
sino también delante de los hom-
bres.
22 Enviamos asimismo con
ellos á nuestro hermano, al qual
muchas veces hemos expeiimen-
íádo diligente ; mas ahora lo se-
rá mucho mas por la grande
confianza que tenemos en voso-
tros,
23 Ya sea por Tito, que es
mi cümpañei'o y coadjutor para
26?
con vosotros, ya sean nuestro?
hermanos, que son Legados de
las Iglesias, gloria de Cristo.
24 Pues manifestad para con
ellos ante la faz ds las Iglesias
la muestra de vuestra amor, y de
que sois nuestra gloria.
CAPITULO IX.
1 "pORQUEde la adminís-
jL tracion que se hace
para los Santos, por demás me
es escribiros.
2 Porque conozco la pronti-
tud de vuestro corazón ; de la
qual me glorío yo delante de los
5lacedonios : Porque Acaia es-
tá pronta desde el año pasado, y
vuestro "^lo ha alentado á mu-
chísimos.
3 Y he enviado á los herma-
nos, para que lo que nos glo-
riamos acerca de vosotros, no
dexe de tener efecto en esta
parte, para que estéis preveni-
dos, como lo he dicho :
4 No sea que quando vinic;ren
los de Macedonia conmigo, y os
hallen desprevenidos, tengamos
que avergonzarnos nosotros, por
no decir vosotros, por esta causa.
5 Por tanto, he creído que
era necesario rogar á los herma-
nos, que vayan antes á vosotros,
y apronten la bendición ya pro-
metida, así como bendición, y
no como avaricia.
6 Y digo esto : Que quien es-
casamente siembra, también se-
gará escasamente ; y el que
siembra en bendiciones, de ben-
diciones también segará.
7 Cada uno, como propuso eii
su corazan, no con tristeza, ni
como por fuerza ; porque Dios
ama al que alegremente dá.
& y l»oderoso es Dios para
^6 EPIST. n. DE S. PAE
hacer abundar en vosotros toda
gracia ; para que estando siem-
pre abastecidos en todo, abun-
déis para toda obra buena,
9 Así como está escrito : Der-
ramo, dio á los pobres ; su jus-
ticia permanece en el siglo del
siglo.
10 Y el que suministra si-
miente al sembrador, dará tam-
bién pan para comer, y multi-
plicará vuestra simiente, y au-
mentará los acrecentamientos de
iOS frutos de vuestra justicia :
1 1 Para que enriquecidos en
todas cosas, abundéis en toda
sinceridad, la qual hace que por
nosotros sean dadas gracias á
Dios. ^
12 Porque la administración
de esta ofrenda no solamente su-
ple lo que á los Santos falta, sino
que abunda también en muchas
acciones de gracias al Señor,
13 Por la experiencia de este
servicio, dando gloria á Dios por
la sumisión que mostráis al Evan-
gelio de Cristo, y por Ja sinceri-
dad de vuestra comunicación
con ellos y con todos,
14 Y en la oración que hacen
por vosotros, los quales os aman
ue corazón á causa de la emi-
nente gracia de Dios que hay
en vosotros.
15 Gracias sean á Dios por
su don inefable.
CAPITULO X.
1 IVT AS yo mismo Pablo os
iTi ruego por la manse-
dumbre y modestia de Cristo, yo,
que quando estoy entre vosotros
me muestro humilde, mas au-
sente soy osado con vosotros.
2 Os ruego pues, que quando
estUTÍerft preieate, no me rea
LO A LOS COrJNTIOS.
obligado á usar con libertad de
la osadía, que se rae atribuye
contra algunos, que nos juzgan
como si anduviésemos seg-un la
carne.
3 Porque aunque andamos en
carne, no militamos según la
carne.
4 Porque las armas de nues-
tra milicia no son carnales ; sino
poderosísimas en Dios para des-
truir fortalezas, derribando con-
sejos,
5 Y toda altura que se levan-
ta contra la ciencia de Dios, y
reduciendo á cautiverio todo en-
tendimiento para que obedezca
á Cristo,
6 Y teniendo á la mano el po-
der para castigar toda desobe-
diencia, quando fuere cumplida
vuestra obediencia.
7 Mirad las cosas que son
según la faz. Si alguno está
confiado que él es de Cristo,
piense esto también dentro de
sí ; que como él es de Cristo,
así también nosotros.
8 Porque aunque yo me glo-
ríe algo mas del poder que el
Señor nos dio para vuestra edi-
ficación, y no para vuestra des-
trucción, no tendré por que
avergonzarme :
9 Mas para que no parezca,
que os quiero como aterrar por
cartas :
10 Porque en verdad las car-
tas, dicen algunos, son graves y
fuertes ; mas la presencia del
cuerpo es flaca, y la palabra
despreciable ;
11 El tal que así siente, en-
tienda, que quales somos, en la
palabra por cartas estando au-
sentes, tales seremos en el he-
cho quando estemos presentes.
12 Porque no osamos entre-
CAPITULO XI.
melemos 6 comparamos con al-
gunos, que se alaban á sí mis-
mos ; mas nos medimos con no-
sotros mismos, y nos compara-
mos á nosotros mismos.
13 Nosotros pues no nos glo-
riaremos fuera de medida, sino
según la medida de la regla con
que Dios nos ha medido, medida
de alcanzar hasta vosotros.
14 Porque no nos extende-
mos con exceso como si no al-
canzásemos á vosotros ; porque
hasta vosotros hemos llegado en
el Evangelio de Cristo :
15 No gloriándonos fuera de
medida en los trabajos ágenos ;
mas esperando que creciendo
vuestra fé, seremos en abundan-
cia engrandecidos en vosotros
según nuestra regla,
16 Y que anunciaremos el
Evangelio en los lugares, que
están mas allá de vosotros, no en
medida de otro, para gloriarnos
en lo que ya estaba aparejado.
17 IVIas el que 6e ^oría, glo-
ríese en el Señor.
18 Porque no el que se alaba
á sí mismo, el tal es aprobado ;
bino aquel á quien Dios alaba.
tros no hemos predicado, ó si re-
cibís otro Espíritu que no ha-
béis recibido, ú otro Evangelio
que no habéis abi-azado, bien lo
toleraríais.
5 Mas entiendo, que no hice
yo menos que los grandes Após-
toles.
6 Porque aunque tosco en
lenguage, mas no en el saber ;
en todo nos hemos dado á co-
nocer á vosotros.
CAPITULO XI.
1 -pLUGUIESE á Dios
Mr que sufrieseis un poco
mi imprudencia ;
2 Porque os zelo con zelo de
Dios. Pues os he desposado
con Cristo, para presentaros co-
mo virgen pura al único Esposo.
3 Mas temo, que como la ser-
piente engañó á Eva con su as-
tucia, así sean viciados vuestros
sentidos, y se aparten de la sin-
ceridad, que es en Cristo.
4 Perqué si aquel que viene,
predica otro Cristo que noso«
7 ¿ O por ventura éometí de-
lito, ImmiUándome á mí misino,
para que vosotros fueseis enzal-
zados ? ¿ porque sin interés os
prediqué el Evangelio ?
8 Yo despojé las otras Igle-
sia?, tomando asistencias para
serviros á vosotros.
9 Y quando estaba con voso-
tros, y me hallaba necesitado,
á ninguno fui gravoso ; porque
lo que me faltaba, lo suplieron
los hermanos, que vinieron de
Macedonia; y en todo me ho
guardado de serviros de cai^a, y
me guardaré.
10 La verdad de Cristo está
en mí, que no será quebrantada
en mí esta gloria, en quanto á
las regiones de Acaia.
11 ¿ Y por que? ¿es porque no
os amo ? Dios lo sabe.
12 IMas esto lo hago y lo haré,
para cortar la ocasión á aquello?
mas toleradme: i que buscan ocasión de ser halla
dos tales como nosotros, para
hacer alarde de ello.
13 Porque los tales /alsos
Apóstoles son obreros engaño-
sos, que se transfiguran en Após-
toles de Cristo.
14 Y no es de extrañar ; por-
que el mismo Satanás se traiis-
figura en Angel de luz.
15 Y así no es mucho, si su5
MiuistTos se traiisfigurao en Mi-
270 EPIST. lí. DE S. PABLO A LOS CORINTIOS-
nistros de justicia ; cuyo fin será
según sus obras.
10 Otra vez lo digo, para que
nadie rae teng-a por imprudente,
y sino tenedme en hora buena
por imprudente, á trueque de
gloriarme aun un poquito,
17 Lo que hablo por lo que
hace á esta materia de gloria,
no lo digo según Dios, mas como
por imprudencia.
IcJ Y^ a que muchos se glo-
ríala según la carne, yo tam-
bién me gloriaré. •
. 19 Porque de buena gana su-
frís á los necios, siendo vosotros
sabios :
20 Porque sufrís á quien os
pone en servidumbre, á quien
03 devora, á quien de vosotros
toma, á quien se ensalza, á quien
os hiere en la cara.
21 Lo digo quanto á la afren-
ta, como si nosotros hubiésemos
Saqueado en esta parte. En lo
que otro tiene osadía, hablo con
imprudencia, también yo la
tengo :
22 Son Hebreos, yo también.
Son Israelitas, yo también. Son
linage de Abrahara, también yo.
23 Son Ministros de Cristo,
hablo como menos sabio, yo mas;
en mayores trabajos, en cárceles
mas ; en azotes sin medida, en
riesgos de muerte muchas veces.
24 De los Judíos he recibido
cinco quarentenas de azotes,
lié ríos uno.
23 Tres veces fui azotado con
/aras, una vez fui apedreado,
tres veces padecí naufragio, no-
che y dia estuve en lo profundo
de la mar,
*26 En caminos muchas veces,
cu peligros de rios, en peligros
de ladrones, en peligros de los
de iiú nación, en pelisros de los
Gentiles, peligros en la ciudad,
peligros en el desierto, peligros
en la mar, peligros de falsos
hermanos :
27 En trabajo y fatiga, en
•muchas vigilias, en hambre y
sed, en muchos ayunos, enfrio y
en desnudez :
28 Sin las cosas que son de
fuera, mis ocurrencias urgentes
de cada dia, la solicitud que
tengo de todas las Igicoias.
29 ¿ Quien enferma, y yo no
enfermo ? ¿ Quien se escandali-
za, y yo no me abi-aso ?
30 Si es menester gloriarse,
me gloriaré en la cosas que son
de mi flaqueza.
31 El Dios y Padre de nues-
tro Señor Jesu-Cristo, que es
bendito en los siglos, sabe que
no engaño.
32 £n Damasco el Goberna-
dor de la provincia por el liev
Arelas, Labia puesto guardas poi
la ciudad, paia prenderme :
33 Y por una ventana me
descolgaron por el muro en una
espuerta, y así escapé de su¿
manos.
CAPITULO XIL
1 C^I es necesario gloriarse,
^ lo que no conviene en
verdad, vendré á las visiones,
y á las revelaciones del Señor.
2 Conozco á un hombre en
Cristo, que catorce años ha fue
arrebatado ; si fué en el cufir-
po, no lo sé, ó si fuera del cuer-
po, no lo áé, Dios lo sabe ; hasta
el tercer citlo.
3 Y conozco- y. este tal hora^
bre ; si fué en el cuerpo, 6 fuera
del cuerpo, no lo sé, Dios lo
sabe ;
4 Que fué arrebatado al Pa-
CAPITULO XIL
2n
raiso, y oyó palabras secretas,
que al hombre no le es lícito ha-
blar.
5 De este tal me g-loriaré ;
mas de mí no me gloriaré, sino
en mis flaquezas.
6 Porque aun quando me qui-
siere gloriar, no seré necio ; por-
gue diré verdad ; mas dexo es-
to, para que ning-uno piense de
mí fuera de lo que vé en mí, ú
oye de, -mí.
* 7 Y para que la grandeza de
las revelaciones no me ensalce,
me ha sido dado un aguijen de
mi carne, el Angel de Satanás,
que me abofetee.
8 Y por esto rogué al" Señor
tres veces, para que se apartase
dé mí :
9 Y me dixo : Te basta mi
gracia ; porque la virtud se per-
fecciona en la enfermedad. Por
tanto de buena gana me glo-
riaré en mis enfermedades, para
que more en mí la virtud de
Cristo.
<<lO Porloqual me complazco en
mis enfermedades, en las afren-
tas, en las necesidades, en las
persecuciones, en las angustias
por Cristo ; Porque quando
estoy enfermo, entonces soy
fuerte
» 11 Me he hecho imprudente ;
vosotros me obligasteis á ello.
PorquG yo debia ser loado de vo-
sotros ; puesto que en nada fui
inferior á los mas excelentes
Apóstoles ; aunque yo nada
soy ;
12 Con todo eso las señales
de mi Apostolado fueron hechas
sobre vosotros en toda paciencia,
en milagros, y prodigios, y vir-
tudes.
13 Porque ¿ que es en lo que
VDSotros habéis sido inferiores él
las otras Iglesias, sino en que yo
mismo no os fui de gravamen ?
Perdonadme esta injuria.
14 Ved aquí, esto)' aparejado
para ir á vosotros la tercera vez ;
y no os seré gravoso ; porque no
busco vuestras cosas, sino á vo-
sotros. Pues no deben los hijos
atesorar para los padres, sino lo&
padres para los hijos.
15 Y yo de muy buena gana
daré lo mió, y me daré á mí mis-
rao por vuestras almas : aunque
amándoos yo mas, sea amado
ménos.
16 Mas sea así ; yo no os he
gravado ; pero como soy astuto,
os tomé por dolo.
17 ¿ Por ventura os engañe
por alguno de aquellos que os
envié ?
18 Rogué á Tito, y envié con
él un hermano. ¿ Por ventura
Tito os engañó ? ¿ no anduvimos
con un mismo espíritu, y por
unas mismas pisadas?
19 ; O pensáis aun que nos
escusaraos con vosotros ? Dios
es testigo, que en Cristo habla -
mos, y todo, m.uy amados mios.
para vuestra edificación.
20 Porque me temo, que
quando yo viniere, no os halle
quales yo quiero ; y que voso-
tros me hallaréis qual no que-
réis ; que por desgracia no hayn
entre vosotros contiendas, envi
dias, riñas, disensiones, detrac-
ciones, chismes, hinchazones,
bandos :
21 No sea que quando yo-
venga, me humille Dios otn\
vez entre vosotros ; y que llore
á muchos de aquellos que
pecaron, y no hicieron
tencia de la inmundicia, y
nicacion, y deshonestidad que
cometieron.
272
EPIST. DE S. PABLO A LOS G.VLATAS.
CAPITULO XIII
1 "^ffTED que voy á vosotros
T la tercera vez : En la
boca de dos ó tres testigos esta-
rá toda palabra.
2 Ya lo dixe antes estando
presente, y lo dig^o ahora au-
sente, que £Í yo voy otra vez, no
perdonaré á los que antes pecá-
i-on, ni á todos los demás.
3 ¿ O buscáis prueba de aquel,
que habla en raí Cristo, el qual
no es flaco en vosotros, antes es
poderoso en vosotros ?
4 Pues aunque fué crucifica-
do por cnfemiedad, mas vive
fx)r el poder de Dios. Porque
nosotros somos también enfer-
mos en él ; mas viviremos con
el por la virtud de Dios en voso-
tros.
5 Examinaos á vosotros mis-
mos si estáis en fe ; probaos á
vosotros mismos. ¿ O no os co-
nocéis á vosotros mismos, que
Jesu-Cristo está en vosotros ? si
ya no sois reprobados.
6 Mas espero que conoceréis
que nosotros no somos reproba-
dos.
7 Y rogamos á Dios, que no
hagáis mal ninguno ; no porque
nosotros parezcamos aprobados,
mas á fin que vosotros hagáis la
bueno, aunque nosotros seamos
como reprobados.
8 Porque nada podemos con-^
tra la verdad, sino por la ver-
dad.
9 Porque nos gozamos de sel*
flacos, mientras vosotros sois fuer-
tes. Y aun rogamos por vuestra
perfección.
10 Por tanto yo os escribo es-
to ausente, para que estando
presente no emplee con severi-
dad la autoridad, que Dios me
dió para edificación, y no para
destrucción :
11 Por lo demás, hermanos,
gózaos, sed perfectos, amones-
taos, sentid una misma cosa, te-
ned paz, y el Dios de la paz
y de la caridad será con voso-
tros.
12 Saludaos unos á otros en
ósculo santo. Todos los Santos
os saludan.
13 La gracia de nuestro TÍe-
ñor Jesu-Cristo y la caridad de
Dios y la comunicación del Es-
píritu Santo sea con todos voso-
tros. Amen.
EPISTOLA
DEL APOSTOL SAN PABLO
A LOS CALATAS.
CAPITULO I.
2 Y todos los hermanos que
están conmigo, á las Iglesias de
"pABLO Ap&stol, no de Galacia:
'HP JL los hombres, ni por 3 Gracia sea á vosotros y paz
hombre, mas por Jesu-Cristo, y de Dios Padre y de nuestro Se*
por Dios Padre, que le resucitó ñor J esu-Crislo,
de entre los muertos : j 4 El qual se dió á sí mismo
■í
CAPITULO n.
|3ov nuestros pecados, para li-
braraos de este presente sig-lo
malo, según la voluntad de Dios
y Padre nuestro,
5 Al qual es la gloria en los
siglos de los siglos : Amen.
6 Me maravillo, como así tan
de ligero os pasáis de aquel que
os llamó á la gracia de Cristo, á
otro Evangelio :
7 Porque no hay otro, sino
que hay algunos que os pertur-
ban, y quieren trastornar el
Evangelio de Cristo.
8 Mas aun quando nosotros,
6 un Angel del cielo os evange-
lize fuera de loque nosotros os he-
mos evangelizado, sea anatema.
9 Así como antes lo diximos,
ahora también de nuevo lo digo :
Si alguno 03 predicare fuera de
lo que habéis recibido, sea ana-
tema.
10 ¿ Pues yo ahora hago la
causa de los hombres, 6 de Dios ?
¿ ó pretendo agradar hombres ?
Si agradase aun á los hombres,
no seria siervo de Cristo.
1 1 Porque os hago saber, her-
manos, que el Evangelio que JOOS
he predicado, no es según hombre:
\2 Porque yo ni le he recibi-
do ni aprendido de hombre, sino
por revelación de Jesu-Cristo.
13 Porque ya habéis oido de
-que manera vivia en otro tiempo
en el Judaismo ; y con que ex-
ceso perseguía la Iglesia de
Dios, y la destruía,
1 4 Y aprovechaba en el Ju-
daismo mas que muchos coetá-
neos mios de mi nación, siendo
en extremo zeloso de las tradi-
ciones de mis padres.
15 Mas quando plugo á aquel
que me destino desde el vientre
de mi madre, y me llamó por su
gracia, ,
16 Para revelar á sti Hijo por
mí, á fin que yo le predicase
entre las Gentes, desde aquel
punto no me acomodé á carne y
sangre,
1 7 Ni vine á Jerusalém á los
que eran Apóstoles antes que yo,
mas partí para Arabia ; y de
nuevo volví á Damasco :
1 8 Desde allí al cabo de tress
años vine á Jerusalém á ver á
Pedro, y estuve con él quince
días :
19 Y no vi á otro alguno de
los Apóstoles, sino á Santiago el
hermano del Señor.
20 Y en esto, que os escribo,
os digo delante de Dios, que na
engaño.
21 Desde allí fui á tierra de
Siria, y de Cilicia.
22 Y las Iglesias de Cristo
que habia en la Judéa, ni aun
de vista me conocían :
23 Mas solamente habían oido
decir : Aquel, que antes nos
perseguía, ahora predica aquella
fé que en otro tiempo combatía :
24 Y glorificaban á Dios en
mi.
CAPITULO II.
1 I^ATORCE años des-
pues subí otra vez á
Jerusalém, con Bernabé, toman-
do también conmigo á Tito.
2 Y subí según revelación ; y
comuniqué con ellos el Evange-
lio, que predico entre los Gen-
tiles, y particularmente con
aquellos, que parecían de mayor
consideración ; por temor de no
correr en vano, ó de haber cor-
rido.
3 i\Ias ni aun Tito, que esta-
ba conmigo, siendo Gentil, fué
apremiado á que ?e circuacidases
12^
274
EPIST. DE S. PABLO A LOS GALATAS
4 Ni aun por los falsos her-
manos, que se entremetieron á
escudrinar nuestra libertad, que
tenemos en Jesu-Ciisto, para
reduciiTios á servidumbre.
5 A los qualcs ni una hora so-
la quisimos estar en sujeción,
para que permanezca entre vo-
sotros la verdad del Evang-elio :
6 Mas de aquellos, que pare-
cían ser alg-o, quales hayan sido
ñlgxiü. tiempo, nada me toca.
Dios no acepta la apariencia del
hombre, á mí ciertamente los
que parecian ser alg-o, nada me
comunicaron.
7 Mas al contrario, visto, que
me habia sido encomendado á
mí el Evang-elio del prepucio,
como a Pedro el de la circun-
cisión ;
8 (Porque el qne obro en Pe-
dro para el Apostolado de la cir-
cuncisión, también obró en mí
para con las Gentes.)
9 Y como Santiag;o, Cefas, y
.Juan, que parecian ser las co-
lumnas, conocieron la gracia,
que se me habia dado, nos dieron !
Fas diestras á Bernabé, y á mí '
en señal de compañía ; pai-a que
nosotros fueseoios á los Gentiles,
y ellos á la circuncisión.
10 Solamente, que nos acor-
dásemos de los pobres ; lo mis-
mo, que también procuré hacer
con esmero.
11 Y quando vino Cefas á
Antiochia, le resistí en su cara,
porque merecía reprehensión.
12 Por quanto antes que vi-
niesen algunos de parte de San-
tia^, comía con los Gentiles ;
mas después que vinieron, se
retiraba, y separaba, temiendo á
ios que eran de la circuncisión.
13 Y los otros Judíos consin-
tieron en su disimulación, tai
que aun Bernabé fué mducida
por ellos en aquella simulación.
14 Mas quando yo vi que nO
andaban derechamente confor-
me á la verdad del Evang-eho,
dixc á Cefas delante de todos :
Sí tú, siendo Judío, vives como
los Gentiles, y no como los Ju-
díos, ¿ como oblig-as á los Gen-
tiles á judaizar ?
15 Nosotros somos Judíos de
naturaleza, y no pecadores de
entre los Gentiles.
16 Mas sabemos, que el hom-
bre no es justifica por las obras
de la Ley, sino por la fe de Je-
su-Cristo ; y nosotros creemos
en Jesu-Cristo para obtener la
justicia por la fé de Cristo, y no
por las obras de la Ley ; por
quanto por las obras de la Ley
no será justificada toda carne.
17 Pues si nosotros, que bus-
camos ser justificados en Cristo,
somos también hallados pecado-
res, ¿ es por ventura Cristo mi-
nistro de pecado ? No por cierto»
18 Porque si yo vuelvo á edi-
ficar lo mismo, que he destrui-
do, me hag-o á raí mismo preva-
ricador.
1 9 Porque yo por la Ley soy
muerto á la Ley, á fin de vivir
para Dios ; estoy enclavado en
la Cruz juntamente con Cristo.
20 Y vivo, ya no yo ; mas vi-
ve Cristo en mí ; y lo que vivo
ahora en carne ; lo vivo en la fé
del Hijo de Dios, que me amó, y
se entregó á sí mismo por mí.
21 No desecho la gracia de
Dios ; porque si la justicia es
por la Ley, sigúese, que Cristo
murió en vano.
CAPITULO in.
insensatos Gálatas í
¿ quien os ha embaí-
O
CAPITULO III.
275
■4o, para no obedeccT á la ver-
'íad ; vosotros, ante cuyos ojos
ha sido ya representado Jesu-
cristo, como crucificado en vo-
sotros mismos ?
2 Solo quiero saber esto de
vosotros ; ¿ habéis recibido el
Espíritu por las obras de la Ley,
6 por el oido de la fe ?
3 ¿ Tan necios sois, que ha-
biendo comenzado por espíritu,
acabéis por carne ?
4 ¿ Tantas cosas habéis sufri-
do en vano ? sí empero es en
vano.
5 ¿ Aquel pues, que os comu-
nica el Espíritu, y obra virtudes
en vosotros, es por las obras de
la Ley, ó por el oido de la fé ?
5 Así como está escrito :
Abraham creyó á Dios, y le fué
imputado á justicia. .
7 Reconoced pues, que los
que son de la fé, los tales son
hijos de Abraham.
8 Mas viendo antes la Escri-
tura, que Dios por la fé justifica
! las g-entes, anunció primero á
Abraham : En tí serán benditas
todas las Gentes.
9 Y así los que son de la fé,
serán benditos con el fiel Abra-
I ham.
' 10 Porque todos los que son
de las obras de la Ley, están
( baxo de maldición. Porque es-
crito está : Maldito todo el que
no permaneciere en todas las
cosas que están escritas en el
; libro de la Ley, para hacerlas.
11 Y que ninguno en la Ley
sea justificado delante de Dios,
es manifiesto ; porque el justo
vive de la fé.
12 Y la Ley no es de la fé ;
mas, quien hiciere aquellas co-
sas, vivirá en ellas.
13 Jesu-Cristo nos redimió de
de la maldición de la Ley, hecho
por nosotros maldición ; porque
está escrito : Maldito todo aquel
que es oolgcido en un madero :
14 Para que la bendición de
Abraham fuese comunicada á
los Gentiles por Jesu-Cristo, á,
fin de que por la fé recibamos la
promesa del Espíritu.
15 Hermanos, hablo como
hombre, aunque un testamento
sea de un hombre, con todo sien-
do confirmado, ning-uno le re-
prueba, ni le pone de mas.
16 Las promesas fueron di-
chas á Abraham, y á su simien-
te. No dice : Y á las simien-
tes, como de muchos ; sino co-
mo de uno : Y á tu simiente,
que es Cristo.
17 Mas digo esto : Que el tes-
tamento confirmado por Dios, 1%
Ley que fué hecha quatrocien-
tos y treinta años después, no lo
abrog-a para anular la promesa.
18 Porque si la herencia es
por la Ley, ya no es por la pro-
mesa. Y Dios por promesa le
hizo á Abraham la donación.
19 ¿ Pues para que la Ley ?
Por causa de las transg-resiones
fué puesta, hasta que viniese la
simiente á quien había hecho la
promesa, ordenada por Ang-eles
en manos de un mediador.
20 Mas el mediador no es de
uno solo ; y Dios es uno.
21 ¿Lueg-o la Ley es contra
las promesas de Dios ? No por
cierto. Porque sí la Ley dada
pudiese vivificar, la justicia en
verdad seria por la Ley.
22 Mas la Escritura todas las
cosas encerró baxo de pecado,
para que la promesa fuese dada
á loa creyentes por la fé en Je-
su-Cristo.
23 I\Ias antes que la fé n-
EPIST. DE 3. PABLO A LOS GALATA5.
^76
uiese, estábarnos l¡axo la gnarda
de la Ley encerrados, para aque-
lla fe que habia de ser revelada.
2 i Y así la Ley fu^ el Aya
que nos conduxo á Cristo, para
que fuésemos justificados por
íafé.
25 Mas desde que vino la fé,
no estamos ya baxo del Ayo.
26 Pues todos sois hijos de
Dios por la fé, que es en Jesu-
cristo.
27 Porque todos los que ha-
béis sido bautizados en Cristo,
estáis revestidos de Cristo.
28 No hay Judío, ni Griego ;
no hay siervo, ni libre : no hay
macho, ni hembra ; porque to-
dos vG.;oti*Ds sois uno CU Jesu-
Cristo.
29 Y si vosotros sois de Cris-
to, ciertaotiente la simiente de
Abraham sois, los herederos se-
gim la promesa.
CAPITULO IV.
í "TVIGO pues, que quanto
JU^ tiempo el heredero es
váüOy en nada difiere del siervo,
lunque sea Señor de todo :
2 Mas está debaxo de tutores,
j curadores hasta el tiempo de-
terminado por el Padre :
3 Así también nosotros, quan-
do éramos niaos,*serviaraos baxo
los rudimentos del mundo.
4 Mas quando vino el cum-
plimiento del tiempo, envió Dios
fi su Flijo, hecho de mug-er, he-
oho sujeto á la Ley,
5 Para redimir á aquellos que
estaban baxo de la Ley, para
que recibiésemos la adopción de ¡
bijos.
6 Y por quanto vosotros sois
liijos, ha enviado Dios á vues-
tros corazones el Espíritu de
su Hijo, que clama : Abba, Pa-»
dre.
7 Y así ya no es siervo, sino
hijo: Y si hijo, también here^
dero por Dios.
8 Mas entonces que no cono-
cíais á Dios, servíais á los que
por naturaleza no son Dioses.
9 Pero ahora habiendo cono-
cido á Dios, ó por mejor decir,
siendo conocidos de Dios, ¿co-
mo os volvéis otra vez á los ru -
dimentos flacos y pobres, á los
quales queréis de nuevo servir ?
10 Guardáis los dias, y los
meses, y los tiempos, y los años.
11 Me temo de vosotros, que
no haya trabajado en vano en
vosotros.
12 Sed como yo, porque yo
también soy como vosotros : Ós
ruego, hermanos : En nada me
habéis agraviado.
13 Y sabéis que al principia
os prediqué el Evangelio con
enfermedad de la carne : y vues-
tra tentación en mi carne,
14 No la despreciasteis, ni
desechasteis ; antes me recibis-
teis como á un Angel de Dios,
como á Jesu-Cristo.
15 ¿Donde está pues vuestra
bienaventuranza ? Porque os doy
testimonio, que si ser pudiese,
os hubiérais sacado los ojos, y
me los hubiérais dado.
16 ¿ Me he hecho pues ene-
migo vuestro, diciéndoos la ver-
dad ?
17 Os zelan no bien; porque
os quieren separar, para que los
sigáis á ellos.
18 Sed pues zelosos del bien
I en bien siempre ; y no tan sola-
mente quando yo estoy con vo-
sotros. F
19 Mijitos míos, de los que j
otra vez estoy de parto, hasta í
CAPITULO V.
que Cristo sea fbrmado en voso-
tros,
20 Querría ciertamente estar
ahora con vosotros, y mudar mi
voz ; porque estoy avergonzado
en vosotros.
21 Decidme, os ruego, les
que queréis estar baxo de la
Ley, ¿ no habéis leido la Ley ?
22 Porque escrito está : Que
Abraham tuvo dos hijos, uno de
la sierva, y otro de la libre.
23 JMas el de la sierva nació
scg-un la carne ; y el de la libre,
por la promesa :
24 Las qualcs cosas fueron
dichas por alegoría. Porque es-
tos son los dos testamentos. El
uno ciertamente en el monte
Sina, que engendra para servi-
dumbre ; este es Agar :
25 Porque el Sina es un mon-
te en la Arabia, que tiene en-
lace con la que ahora es Jeru-
salém, la qual sirve con sus
hijos.
28 Rías aquella Jerusaléra
que está arriba, es libre ; la
qual es nuestra madre.
27 Porque escrito está : Alé-
grate la estéril, que no pares ;
esfuérzate y dá voces, la que no
estás de parto ; porque son mu-
chos mas los hijos de la desolada
que de aquella que tiene ma-
rido.
28 Y nosotros, hermanos, so-
mos hijos de la promesa según
Isaac.
29 I\Ias como entonces aquel
que habia nacido según la carne,
perseguia al que era según el
espíritu ; así también aliora.
30 ; Pero que dice la Escri-
tura ? Echa fuera á la sierva, y
á su liijo ; porque no será here-
•dero el hijo de la sierva coa el
liijo de h. libre»
257
31 Y así, hermanos, no somos
hijos de la sierva, sino de la li-
bre ; con cuya libertad Cristo
nos hizo libres.
CAPITULO V.
1 T¡^ STAD firmes, y no qs
jOjí sometáis otra vez al
yugo de servidumbre.
2 Mirad que os digo yo Pa-.
blo, que si os circuncidareis,
Cristo no os aprovechará nada.
3 Y de nuevo protexto á todo
hombre que se circuncida, que
está obligado á guardar toda la
Ley.
4 Vacíos sois de Cristo, los
que os justificáis por la Ley ; ha-
béis caído de la gracia.
5 Porque nosotros aguarda*
mos por el Espíritu la esperanza
de la justicia, por la fé.
6 Porque en Jcsu-Cristo ni la
circuncisión vale algo, ni el pre-
pucio, sino la fé que obra por
caridad.
7 Vosotros corríais bien ^
¿ Quien os ha impedido el no
obedecer á la verdad ?
8 Esta persuasión no es de
aquel que os llama.
9 Un poco de levadura aceda
toda la masa.
10 Yo confio de vosotros en
el Señor, que no sentiréis otra
cosa ; mas el que os inquieta,
quien quiera que él sea, llevará
sobre sí la condenación.
11 Yo ciertamente, hermanos,
si aun predico la circuncisión;
¿ á que fin padezco aun persecu-
ción ? Luego se ha acabado el
escándalo de la Cruz.
12 Oxalá fuesen también cor-»
tados, los que os inquietan.
13 Porque vosotros, herma-
nos, habéis sido llamados á li«.
2.78 EPTST. DE S. PABLO A LOS G.1LATA5.
bertad ; solamente que no deis
la libertad por ocasión de la car-
ne ; mas servios unos á otros por
la caridad del Espíritu.
14 Porque toda la Ley se -re-
sume en una palabra: Amarás
á tu próximo como á tí mismo.
15 Mas si os mordéis, y os
Coméis los unos á los otros ;
gniardaos no os consumáis los
unos á los otros.
16 Dig-o pues: Andad en Es-
píritu, y no cumpliréis los de-
seos de la carne.
17 Porque la carne codicia
contra el espíritu, y el espíritu
contra la carne ; porque estas
cosas son contrarias entre sí ;
para que no hagáis todas las co-
sas que quisiereis.
18 y si sois g-uiados del espí-
ritu, no estáis baxo de la Ley.
19 Mas las obras de la carne
están patentes, como son forni-
cación, impureza, deshonestidad,
luxuria,
20 Idolatría, hechicerías, ene-
mistades, contiendas, zelos, iras,
riñas, discordias, sectas,
21 Envidias, homicidios, em-
briagueces, g-loíonerías y otras
cosas como estas, sobre las qua-
les os denuncio, como ya lo dixe :
Que los que tales cosas hacen,
no alcanzarán el reyno de Dios.
22 Mas el fruto del espíritu
es caridad, g-ozo, paz, pacien-
cia, benignidad, bondad, longa-
nimidad,
23 Mansedumbre, fé, modes-
tia, continencia, castidad. Con-
tra estas cosas no hay Ley.
24 Y los que son de Cristo,
crucificaron su propia carne con
sus vicios y concupiscencias.
25 Si vivimos por espíritu,
andemos también por espíritu.
2G No seamos codiciosos de
vana gloria, irritándonos los una5
á los otros, envidiándonos lo¿
unos á los otros.
CAPITULO VL
1 TTERMANOS, si aigu-.
JLJL no como hombre fue-
re sorprehendido en algún deli-
to, vosotros que sois espirituales
amonestadle con espíritu de
mansedumbre, y tú considérate
á tí mismo, no seas también ten-
tado.
2 Llevad los unos las cargas
de los otros, y de esta manera
cumpliréis la Ley de Cristo.
3 Porque si alguno estima ser
algo, no siendo nada, él mismo
se engaña.
4 Mas pruebe cada uno su
obra, y así él tendrá gloria en sí
mismo solamente, y no en otro.
5 Porque cada qual llevará su
carga.
6 Y el que es doctrinado en
la palabra, comunique en todos
los bienes al que le doctrina.
7 No queráis errar : Dios no
puede ser burlado.
8 Porque aquello que sem-
brare el hombre, eso también
segará. Y así el que siembra
en su carne, de la carne segará
corrupción ; mas el que siembra
en el Espíritu, del espíritu sega-
rá vida eterna.
9 No nos cansemos pues de
hacer bien ; porque á su tiempo
segaremos, si no desfallecemos.
10 Y así mientras tenemos
tiempo, hagamos bien á todos, y
mayormente á los domésticos de
la fé.
1 1 Mirad que carta os he es-
crito de mi mano.
12 Porque todos los que quie-
ren agradar ea la carne, estos
CAPITULO r.
5s apremian á que as círcucideis,
st)lo por no padecer ellos la per-
stícucion de la Cruz de Cristo.
13 Porque ni aun los que se
circuncidan guardan la Ley ;
sino que quieren que vosotros
seáis circuncidados, para glo-
riarse en vuestra carne.
14 Mas nunca Dios permita
que yo me gloríe, sino en la
Cruz de nuestro Señor Jesu-
cristo ; por el qual el mundo
me es crucificado á mí, y yo al
mundo.
15 PoiTiUC cm Jesu-Cristo na-
da vale ni la circuncisión, ni el
prepucio, sino la nueva criatura.
16 Y todos los que siguiei*en
esta regla, paz sobre ellos, y
misericordia, y sobre el Israel
de Dios.
17 De aquí adelante nadie
me sea molesto ; porque yo tray-
go en mi cuerpo las marcas del
ÍSeñor Jesiis.
18 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea, hermanos,
con vuestro Espíritu. Amen.
EPISTOLA
DEL APOSTOL SAN PABLO
A LOS EFESIOS.
CAPITULO I.
1 "pABLO Apóstol de Je-
JL su-Cristo por voluntad
de Dios, á todos los Santos que
hay en Efeso, y fieles en Jesu-
Cristo.
2 Gracia sea á vosotros y paz
de Dios nuestro Padre, y del Se-
ñor Jesu-Cristo.
3 Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesu-Cristo, que
nos bendixo con toda bendición
espiritual en bienes celestiales
en Cristo,
4 Así como nos eligió en él
mismo antes del establecimiento
del mundo, para que fuésemos
pantos, y sin mancilla delante de
61 en caridad.
5 El que nos predestinó para
adoptamos en hijos por Jesu-
Cristo en sí mismo ; según el
propósito de su voluntad,
6 Para loor de gloria de su
gracia, por la qual nos ha hecho
agradables en su amado Hijo.
7 En el que tenemos la re-
dención por su sangre, la remi-
sión de los pecados, según las
riquezas de su gracia,
8 La qual ha abundarlo en no-
sotros copiosamente en toda sa-
biduría é inteligencia :
9 Para hacernos conocer el
sacramento de su voluntad, se-
gún su beneplácito, que habia
propuesto en sí mismo,
10 Para restaurar en Cristo
todas las cosas en la dispensa-
ción del cumplimiento de los
tiempos ; así las que hay en el
cielo, como en la tierra, en éi
mismo :
11 En el qual fuimos también
llamados por suerte, predestina-
dos según el decreto de aquel,
que obra todas las cosas, según,
el consejo de su voluntad,
12 Para que seamos en loor
SSü EPIST. DE S. PABLO A LOS EFESIOS.
de su gloria nosotros, que antes
habíamos esperado en Cristo :
13 En el qual también voso-
tros, quando oísteis la palabra
de la verdad, el Evangelio de
vuestra salud ; y habiendo crei-
do en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo, que era prome-
tido,
14 El qual es la prenda de
nuestra herencia, para reden-
ción de la posesión adquirida,
para loor de la gloria de él
mismo.
15 Por esto yo también ha-
biendo oido la fé, que tenéis vo-
sotros en el Señor Jesús, y el
amor para con todos los Santos,
1 6 No ceso de dar gracias por
vosotros, haciendo memoria de
Vosotros en mis oraciones ;
17 Para que el Dios de nues-
tro Señor Jesu-Cristo, el Padre
de la gloria, os dé espíritu de
sabiduría y de revelación por su
conocimiento ;
18 Iluminados los ojos de vues-
tro corazón, para que sepáis,
qual es la esperanza de su voca-
ción, y quales las riquezas de la
gloria de su herencia en los San-
tos,
19 Y qual es aquella sobera-
na grandeza del poder que obra
en nosotros, que creemos según
la eficacia de su poderosa virtud,
20 La qual efectuó en Cristo,
resucitándole de los muertos, y
colocándole á su derecha en los
cielos,
21 Sobre todo Principado, y
Potestad, y Virtud, y Domina-
ción, y sobre todo nombre que
se nombra, no solo en este siglo,
mas aun en el venidero.
22 Y todas las cosas sometió |
baxo los pies de él ; y le puso j
por cabeza sobre toda ía Iglesia, I
23 La qual es su cuerpo, y et
cumplimiento de aquel, que lo
llena todo en todas cosas.
CAPITULO II.
1 XT'A vosotros, estando
JL muertos por vuestros
delitos y pecados,
2 En que anduvisteis en otro
tiempo conforme á la costum-
bre de este mundo, conforme al
Príncipe de la potestad de este
ayre, que es el espíritu, que aho-
ra obra sobre los hijos de la in-
fidelidad ;
3 Entre los quales vivimos
también todos nosotros en otro
tiempo según nuestros deseos
camales, haciendo la voluntad
de la carne y de sus pensamien-
tos, y eramos por naturaleza hi-
jos de ira, como también los
otros ;
4 Mas Dios, que es rico en
misericordia, por su extremada
caridad con que nos amó,
5 Aun quando estábamos
muertos por los pecados, nos di6
vida juntamente en Cristo, por
cuya gracia sois salvos,
6 Y con él nos resucitó, y nos
hizo sentar en los Cielos con
Jesu-Cristo ;
7 Para mostrar en los siglos
venideros las abundantes rique-
zas de su gracia por su bondad
sobre nosotros en Jesu-Cristo :
8 Porque de gracia sois salvos
por la fé, y esto no de vosotros ;
porque es un don de Dios ;
9 No por obras, para que na-
die se gloríe :
1 0 Porque somos hechura de
él mismo, criados en Jesu-Cris-
I to para íjuenas obras, las que
j preparó Dios para que anduvié-
I sernos en ellas*
CAPITULO III.
181
11 Por tanto acordaos, que
en algún tiempo vosotros los
Gentiles en carne, que erais lla-
mados prepucio por los que en
carne tienen la circuncisión he-
cha por mano :
12 Que estabais en aquel
tiempo sin Cristo, separados de
la comunicación de Israel, y ex-
trangercs de ios testamentos, no
teniendo esperanza de la pro-
mesa, y sin Dios en este mundo.
13 Mas ahora por Jesu-Cris-
lo, vosotros que en otro tiempo
estabais lejos, os habéis acerca-
do por la sang-re de Jesu-Cristo.
11 Porque él es nuestra paz,
el que de ambos ha heciio im
pueblo, deshaciendo en su carne
la pared intermedia de la cerca,
las enemistades :
15 Derogando con sus decre-
tos la Ley de los preceptos, para
formar en sí mismo los dos en
un hombre nuevo, haciendo la
paz;
IG Y para* reconciliarlos con
Dios a arabos en un cuerpo por
la Cruz, matando las enemista-
des en sí mismo.
17 Y viniendo evangelizó paz
7í vosotros, que estabais lejos;
y paz á aquellos que estaban
cerca :
1 8 Por quanto por él los unos
y lot, otros tenemos entrada al
Padre en un Espíritu.
1 9 Demanera que ya no sois
extrangeros, ni advenedizos ;
sino que sois Ciudadanos de los
Santos y domésticos de Dios :
20 Edificados sobre el funda-
mento de los Apóstoles y Profe-
tas, en el mismo Jesu-Cristo, que
es la principal piedra angular :
21 En el qual todo el edificio
que se ha levantado crece para
ser ua templo santo en el Señor ;
22 En el qual vosotros sois
también juntamente edificados,
para morada de Dios en EspíritUt
CAPITULO III.
1 "P^^ ^sta causa yo Pa-
jL blo el prisionero de
Jesu-Cristo, por vosotros los
Gentiles,
2 Si es que oísteis la dispen-
sación de la gracia de Dios, que
me fué dada para con vosotros :
3 Puesto que por revelación
se me ha hecho conocer el Sa -
cramento, como arriba escrihí
en pocas palabras :
4 En donde si leéis, podéis
conocer la inteligencia, que ten-
go en el misterio de Cristo ;
5 El qual en otras generacio»
nes no fué conocido de los hijos
de los hombres» así como ahora
ha sido revelado á sus Santos
Apóstoles y Profetas en Espí^
ritu,
6 Que los Gentiles son cohe-
rederos, é incorporados, y par-
ticipantes de su promesa en Je*
su-Cristo por el Evangelio ;
7 Del qual yo he sido hecho
Ministro, según el ¿on de la
gracia de Dios, que se me ha
dado según la operación de su
virtud.
8 A mí que soy el menor de
todos los Santos, me ha sido dada
esta gracia de predicar á los
Gentiles las inapeables riquezas
de Cristo,
9 Y de manifestar á todos,
qual sea la comunicación del Sa-
cramento escondido desde los
siglos en Dios, que lo crió todo.
10 Para que la multiforme sa-
biduría de Dios, sea notificada
por la Iglesia á Iqg Principados
y Potestades en los Cielos,
282
EPI3T. DE S. PABLO A LOS EFESIOS
11 Conforme á la determina-
ción de los siglos, que ha cum-
plido en Jesu-Cristo nuestro Se-
ñor: ^
12 En el que tenemos la se-
g-uridad, y el llegarnos á 61 con-
fiadamente por su fé.
13 Por lo qual os pido, que no
desmayéis en mis tribulaciones
por vosotros, que es vuestra
gloria.
14 Por esta causa doblo mis
rodillas al Padre de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo,
15 Del que toda paternidad
toma el nombre en los Cielos y
en la tierra,
16 Para que según las rique-
zas de su gloria, os dé que seáis
corroborados en virtud por su
Espíritü en el hombre interior,
1 7 Para que Cristo more por
la fé en vuestvos corazones, ar-
raygados y cimentados en cari-
dad,
18 Para que podáis compre-
hender con todos los Santos, qual
sea la anchura, y la longura, y
la altura, y la profundidad,
19 Y conocer también la ca-
ridad de, Cristo, que sobrepuja
todo entendimiento, para que
seáis llenos de toda la plenitud
de Dios.
20 Y á aquel que es poderoso
para hacer todas las cosas, mas
abundantemente que pedimos ó
entendemos, según la virtud que
obra en nosotros,
21 A él la- gloria en la Iglesia,
y en Jesu-Cristo, por todas las
edades del siglo de los siglos.
Amen.
CAPITULO IV.
I "WT a^ os ruego yo el pri-
X sionero en el Señor, l
que andéis como conviene á la
vocación, coa que habéis sido
llamados,
2 Con toda humildad y man-
sedumbre, con paciencia, sobre-
llevándoos unos á otros en cari-
dad;
3 Solícitos en guardar la uni-
dad del espíritu en vinculó de
paz.
4 Un cuerpo y un espíritu,
como fuisteis llamados en una
esperanza de vuestra vocación.
5 Un Señor, una fé, uñ bau-
tismo.
6 Un Dios y Padre de todos,
que es sobre todos, y por todas
las cosas, y en todos nosotros.
7 Mas á cada uno de nosotros
ha sido dada la gracia según la
medida de la donación de Crista.
8 Por lo qual dice : Quando
él subió á lo alto, llevo cautiva
la cautividad ; dió dones á los
hombres.
9 y que subió, ¿ que es, sino
porque ántes habla descendido
á los lugares mas baxos de la
tieiTa ? I
10 El que descendió, ese mis- I
mo es el que subió sobre todos '
los cielos, para llenar todas las |
cosas.
11 Y el mismo dió á unos cier-
tamente Apostóles, y á otros,
Profetas, y á otros, Evang-elish
tas, y á otros. Pastores y Doc-
tores,
12 Para la consumación de
los Santos, en la obra del minis-
terio, para edificar el cuerpo de
Cristo ;
1 3 Hasta que todos lleguemos
en la unidad de la fé, y del co-
nocimiento del Hijo de Dios, ?
varón perfecto, según la medidr
de la edad cumplida de Cristo :
18 I'ara que no seamos ya ni :
CAPITULO V.
283
ños fiuctuantes, y nos dexemos
traer en rededor de todo viento
.de doctrina, por la malignidad
de los hombres que engañan con
astucia en error.
15 Antes siguiendo verdad en
caridad, crezcamos en todas co-
sas en aquel que es la cabeza,
1 Cristo :
! 16 Por el qual todo el cuerpo
coligado y unido por toda coyun-
üira por donde se le suministra
. el alimento, obrando á propor-
ción he cada miembro, toma au-
mento el cuerpo, para edificarse
tí en caridad.
17 Pues esto digo y requiero
en el Señor, que no andéis ya,
como andan las Gentes en la va-
nidad de su sentido,
18 Teniendo el entendimien-
to obscurecido de tinieblas, ena-
genados de la vida de Dios, por
la igTiorancia que hay en ellos,
per la ceguedad de su corazón,
19 Los que desesperando, se
entregaron á sí mismos á la di-
solución, á obras de toda impu-
reza, á la avaricia.
20 ?»las vosotros no habéis
aprendido así á Cristo,
21 Si es que lo habéis oido,
y habéis sido enseñados en él,
como está la verdad en Jesús.
22 A despojaros del hombre
Hejo, según el qual* fué vuestra
'^^igua conversación, que se vi-
-e^nn los deseos del error.
Renovaos pues en el espi-
de vuestro entendimiento,
¿ -4 Y vestios del hombre nue-
j vo, que fué criado según Dios
si en justicia, y>en santidad de ver-
J dad. /
i 25 Por lo qual dexando la
gi{ mentira, hablad verdad cada uno
i con su próximo; porque somos
¡.j miembros los unos de los otros.
i
26 Ayraos, y no pequéis : El
sol no se ponga sobre vuestra
ira:
27 No deis lug-ar al diablo :
28 El que hurtaba, ya no
hurte ; antes bien trabaje obran-
do de sus manos lo que es bueno,
para que tenga de donde dar ai
que padece necesidad.
29 Ninguna palabra mala sal-
ga de vuestra boca ; sino solo la
que sea buena para edificación
de la fé, de manera que dé gra-
cia á los que la oyen.
30 Y no contristéis al Espíritu
Santo de Dios, en el qual estáis
sellados para el dia de la reden-
ción.
31 Toda amargura, y enojo,
é indignación, y grileria, y blas-
femia con toda malicia, sea des-
terrada de entre vosotros.
32 Antes sed los unos con los
otros benignos, misericordiosos,
perdonándoos los unos á los
otros, como también Dios por
Cristo os ha perdonado.
CAPITULO V.
1 pues imitadores de
^ Dios, como hijos muy
amados ;
2 Y andad en caridad, así co-
mo Cristo también nos amó, y
se entregó á sí mismo por noso-
tros o f re nd? y hostia á Dios eii
olor de suavidad.
3 Por tanto, fornicación, y
toda impureza, ó avaricia, "ni aun
se nombre entre vosotros, como
conviene á Santos ;
4 Ni palabras torpes, ni ne-
cias, ni chanzas, que son imper-
tinentes ; sino antes acciones de
gracias.
5 Porque habéis de saber y
entender; que ningún fornica-
284 EPLST. DE S. PABLO A LOS ÉFESIOS.
rio, ó inmundo, ó avaro, lo qual es
culto de ídolos, no tiene heren-
cia en el reyno de Cristo, y de
Dios.
6 Nin^no os encañe con pa-
labras vanas ; pues por esto vie-
ne la ira de Dios sobre los hijos
de la incredulidad.
7 No tengfais pues cosa co-
mún con ellos.
8 Porque en otro tiempo erais
tinieblas ; mas ahora sois luz en
•el Señor. Andad como hijos de
luz :
9 Pues el fruto de la luz con-
£iste en toda bondad, y en justi-
cia, jr en verdad :
10 Aprobando lo que es a^a-
(lable á Dios :
1 1 y no comuniquéis con las
obras infructuosas de las tinie-
blas ; mas. al contrario conde-
nadlas.
12 Porque las cosas que ellos
hacen en secreto, vergüenza es
aun el decirlas.
1 3 Mas todas las que son re-
prehensibles, se descubren por
la luz ; porque todo lo que se ma-
nifiesta, es luz.
14 Por lo qual dice : Despier-
ta tú que duermes, y levántate
de entre los muertos, y te alum-
brará. Cristo.
13 Y así mirad, hermanos, que
-andéis avisadamente ; no como
necios,
16 Mas como sabios, redi-
miendo el tiempo; porque los
dias son malos.
17 Por tanto no seáis indis-
cretos ; mas entended qual es la
voluntad de Dios.
18 Y no os entreguéis con ex-
ceso al vino, en el que hay lu-
xuria ; mas llenaos de Espíritu
Santo,
19 Hablando entre vosotros
mismos en salmos, y en himnos,
y canciones espirituales, can-
tando y loando al Señor en vues-
tros corazones,
20 Dando siempre gracias al
Dios y Padre por todo en el
nombre de nuestro Señor Jesu-
cristo.
21 Sometidos los unos á loa
otros en temor de Cristo.
22 Las mugeres estén suje-
tas á sus maridos, como al Se
ñor:
23 Porque el marido es ca-
beza de la muger ; como Cristc '
es Cabeza de la Iglesia, de k
que él mismo es Salvador, come '
de su cuerpo. '
24 Y así como la Iglesia estí
sometida á Cristo, así lo eatéi *
las mugeres á sus maridos ei
todo. '
25 Vosotros, maridos, amad í
vuestras mugeres, como Crist ^
amo también á la Iglesia, y e
entregó á sí mismo por ella,
26 Para santificarla, puriC
candóla con el bautismo de agu -
por la palabra de vida, C
27 Para presentársela á í
mismo Iglesia gloriosa, que n ■
tenga mancha, ni arruga, ni ce '
sa semejante, sino que sea sant
y sin mancilla.
28 Así también deben ams
los maridos a sus mugeres, com ,
á sus propios cuerpos. Él qu *
ama á 6U muger, á sí mism
ama. k
29 Porque nadie aborreció jí ■
mas su carne ; antes la mantií
ne y abriga, así como tambie
Cristo á la Iglesia :
30 Porque somos miembros c
su cuerpo, de su carne, y de si
huesos. j
31 Por esto dexará el homb] f
á su ¡ladre, y á su madre, y i
CAPITULO VI.
285
allegará á su mugev ; y serán
dos en una carne.
32 Este Sacramento es gran-
de ; mas yo dig;o ca Cristo y en
la Iglesia.
33 Empero también vosotros
cada uno de por sí ame á su mu-
ger como a. sí mismo ; y la rau-
gQT reverencie á su marido.
CAPITULO VI.
1 TTIJOS, obedecí ávues-
JLX tros padres en el Se-
ñor ; porque esto es justo.
2 ílonra á tu padre, y á tu
madre, que es el primer manda-
miento coa promesa,
3 Para que te vaya bien, y
seas de larga vida sobre la tierra.
4 Y vosotros, padres, no pro-
voquéis á ira á vuestros hijos ;
mas criadlos en disciplina, y cor-
rección del Señor.
5 Siervos, obedeced á vues-
tros Señores temporales con te-
mor, y con respeto, en seucilez
de vuestro corazón, como á
Cristo :
6 No sirviéndoles al ojo, co-
mo por agradar á hombres ; sino
como siervos de Cristo, hacien-
do de coi-ázon la voluntad de
Dios,
7 Sirviendo con buena volun-
i tadj como al Señor, y no como á
loe hombres :
¡ 8 Sabiendo que cada uno re-
cibirá del Señor aquel bien ó
, mal que hiciere, ya sea siervo,
I ya hbre.
j 9 Y vosotros los señores ha-
ced eso mismo con ellos, dexan-
1 do las^ amenazas ; sabiendo que
I el Seuor de ellos y el vuestro
' está en los cielos, y que no hay
¡acepción de personas para con él.
JO £a lo demás, hermanos,
confortaos en el Señor, y en el
poder de su virtud.
11 Vestios la armadura de
Dios, para que podáis estar firmes
contra las asechanzas del diablo :
12 Porque nosotros no tene-
mos que luchar contra la carne,
y la sangre ; sino contra los
principados, y potestades, contra
los gobernadores de estas tinie-
blas del. mundo, contra los espí-
ritus de maldad en los ayres.
13 Por tanto tomad toda la
armadura de Dios, para que po-
dáis resistir en el dia malo, y es-
tar cumplidos en todo.
14 Estad pues firmes, ceñidos
vuestros lomos en verdad, y ves-
tidos de la loriga de la justicia,
15 Y teniendo los pies calza-
dos en la preparación del Evan-
gelio de la paz :^
16 Sobre todo embrazando el
escudo de la fe, con que podáis
apagar todos los dardos encendi-
dos del maligno :
17 Tomad también el yelmo
de la salud, y la espada del Es*
píritu, que es la palabra de Dios.
1 8 Orando en todo tiempo con
toda deprecación, y ruego en es-
píritu ; y velando para esto mis-
mo con todo fervor, y rogando
por todos los Santos :
19 Y por mí, para que me sea
dada palabra en el abrir de mi
boca con confianza, para hacer
conocer el misterio del Evan-
gelio :
20 Por el qual aun estando en
la cadena hago oficio de Emba-
xador, de manera que yo hable
Hbremente por el, como debo
hablar.
21 Y para que sepáis también
el estado de mis cosas, y lo que
yo hago, os informará de todo
Tycbico nuestro hermano. muy
286 EPIST. DE S. PABLO A LOS FILIPENSES.
amado, y Ministro fiel en el Se- 23 Paz sea á los hermanos, y
ñor : caridad con fe, de Dios Padre, y
22 A quien os he enviado pa- del Señor Jesa-Cristo.
ra esto mismo, para que sepáis 24 La gracia sea con todos los
jo que es de nosotros, y que con- que aman á nuestro Señor Jcsu
suele vuestros corazones. Cristo con toda pureza. Amen
EPISTOLA
DEL. APOSTOL, SAN PABLO
A LOS FILIPENSES.
CAPITULO L
í "pABLO, y Timoteo,
Jr siervos de Jesu-Cris-
io, á todos los Santos en Jesu-
cristo, que están en Filippos,
con los Obispos^ Diáconos.
2 Gracia sea á vosotros, y paz
de Dios nuestro Padre, y del
Señor Jcsu-Cristo.
3 Gracias doy á mi Señor ca-
da vez que me acuerdo de voso-
tros,
4 Rogando siempre con gozo
por todos vosotros en todas mis
oraciones,
5 Sobre vuestra comunica-
ción en el Evangelio de Cristo
desde el primer dia hasta aliora.
6 Teniendo per cierto esto
mismo, que el que comenzó en
vosotros la buena obra, la per-
feccionará hasta el dia de Jesu-
cristo.
7 Como es justo, que yo sien-
ta esto de todos vosotros : porque
os tengo en el corazón, y en mis
prisiones, y en la defensa, y con-
firmación del Evangelio, que
fcois vosotros todos compañeros
de mi gozo.
8 Porque Dios me es testigo,
<ie que modo 03 amo á todos vo-
sotros en las entrañas de Jesu-
cristo.
9 Y esto mego, que vuestra
caridad abunde mas y mas en
ciencia, y en todo conocimiento:
10 Para que aprobéis lo me-
jor, y seáis sinceros, y sin tro-
piezo, para el dia de Cristo.
11 Llenos de fruto de justicia
por Jesu-Cristo, para gloria y
loor de Dios.
12 Quiero pues, hermanos
que sepáis, que todas las cosas,
que me han sucedido, han con-
tii buido mas al provecho de]
Evangelio : .
13 De manera, que mispri-l
siones se han hecho botonas ec §
Cristo por todo el Pretoiio, j
por todos los otros,
14 Y muchos de los hermanof |
en el Señor, cobrando áninlo cor >
mis prisiones, han osado mas
alentadamente hablar la palabrí %
de Dios sin temor. J
15 Verdad es, que alguno;
predican á Cristo por envidia ^
porfía ; mas otros también lo ha
cen con buena voluntad :
16 Otros por caridad ^ sabien
do, que yo he sido puesto pir.
defensa del Evangelio :
17 Mas otros predican á Je
CAPITULO II.
287
su-Cristo por contención no sin-
ceramente, creyendo acrecentar
aflicción á mis cadenas.
18 ¿ Mas que importa ? Con
tal, que Jesu-Cristo en todas
maneras sea anunciado, ó por
pretexto, ó por verdad, en este
me g-ozo, y aun me gozaré.
19 Porque sé, -que esto se me
convertirá en salud, por m uestra
oración, y por el socoíto del Es-
píritu de Jesu-Cristo, ^
20 Según mis ansias y espe-
ranza, de que en ninguna cosa
seré confundido ; antes con toda
confianza, así como siempre,
también ahora será Cristo en-
grandecido en mi cuerpo, ya sea
por vida, ya por muerte.
21 Porque para mí el vivir es
Cristo, y el morir ganancia.
22 Y si el vivir en carne, este
es para mí fruto del trabajo, no
sé en verdad que debo escoger.
23 Pues me veo estrechado
por dos partes ; tengo deseo de
ser desatado de la carne, y estar
con Cristo, que rae es mucho
mejor :
24 Mas el permanecer en
carne, es necesario por voso-
tros.
25 Y persuadido de esto, sé
que quedaré, y permaneceré
con todos vosotros, para prove-
cho vuestro, y gozo de la fé :
26 Para que vuestro regocijo
abunde por mí en Cristo Jesús,
por mi nueva ida á vosotros.
27 Solo que donverseis como
conviene al Evangelio de Cristo:
a que, ó sea que vaya á ve-
.6 que esíé ausente, oiga de
vosotros, que permanecéis uná-
nimes en un mismo espíritu, tra-
bajando á una en la fé del Evan-
gelio, •
28 Y en nada os espantéis de
vuestros adversarios ; lo qual á
ellos es motivo de perdición, y á
vosotros de salud, y esto de
Dios :
29 Porque é vosotros os es
dado por Cristo, no tan solo que
creáis en él, sino que padezcáis
también por él ;
30 Sufriendo el mismo com-
bate, que visteis en mí, y ahora
habéis oido de mí.
CAPITULO II.
1 "pC^I^ tanto, si hay al-
JL guna consolación en
Cristo, si algún refrigerio de
caridad, si alguna comunica-
ción de espíritu, si algunas en-
trañas de compasión,
2 Haced cumplido mi gozo,
sintiendo una misma cosa, te-
niendo una misma caridad, un
mismo ánimo, unos mismos pen-
samientos :
3 Tíada hagáis por porfia, ni
por vanagloria ; sino con humil-
dad teniendo cada uno por su-
periores á los otros,
4 No atendiendo uno á las co-
sas, que son suyas propias, sino
á las de los otros.
5 Y el mismo sentimiento
haya en vosotros que hubo tam-
bién en Jesu-Cristo ;
6 Que siendo en forma de
Dios, no tuvo por usui-pacion el
ser él igual á Dios ;
7 Sino que sé anonadó á sí
mismo tomando forma de siervo,
hecho á la semejanza de hom-
bres, y hallado en la condición
como hombre,
8 Se humilló á sí mismo, he-
cho obediente hasta la muerte, y
muerte de Cruz.
9 Por io qual Dios también le
ensalzó, y le dió un nombre, que
es sobre todo nombre :
288
EPIST. DE S. PABLO A LOS PILIPENSES.
10 Para que al nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los
que están en los Cielos, en la
tierra, y en las infiernos,
11 Y toda Ifcfjg-ua confiese,
que el Señor Jesu-Cristo está en
la g-loria de Dios Padre.
12 Por tanto, muy amados
mios, puesto que siempre fuis-
teis obedientes, obrad vuestra
salud con temor y con temblor,
no solo como en mi presencia,
sino mucho mas ahora en mi au-
sencia :
13 Porque Dios es el que
obra en vosotros así el querer,
como el executar según su bue-
na voluntad.
14 Y haced todas las cosas sin
murmuraciones, ni dudas :
13 Para que seáis irreprehen-
sibles, y sencillos hijos de Dios
sin tacha en medio de una na-
ción depravada, y aviesa ; entre
Jos quales resplandecéis como
lumbreras en el mundo,
16 Reteniendo la palabra de
vida para g-loria mia en el dia de
Cristo, porque yo no he corrido
en vano, ni he trabajado en
vano.
17 Mas aun quando yo sea
inmolado sobre el sacrificio, y
víctima de vuectra fe, me huel-
go, y me doy el parabién con
todos vosotros.
18 Y vosotros también rozaos,
y dadme el parabién á mí por
esto mismo.
19 Y espero en el Señor Je-
sús, que presto os enviaré á Ti-
moteo ; para que yo también es-
te de buen ánimo, sabiendo el
estado de vuestras cosas.
20 Porque no tengo ninguno
tan unido de corazón conmigo,
que con sincera afición muestre
solicitud por vosotros*
21 Porque todos buscan snu á
propias cosas, y no las que soa d
de Jesu-Cristo-
22 Y en prueba de ello sabed, '
que como hijo á padre, sirvió
conmigo en el Evangelio.
23 Espero pues enviárosle jfl
luego que hubiere visto el esta-
do de mis negocios. | á'
24 Y confio en el Señor, que d
yo mismo iré presto á, vosotros. ^:
25 Y he tenido por necesario
enviaros á Epafrodito mi herma- k
no, y coadjutor, y compañero, y i
vuestro Apóstol, y que me ha
asistido en mis necesidades :
26 Porque él deseaba veros á,
todos vosotros ; y estaba angus-
tiado, porque habíais sabido su ^
enfermedad. r
27 Y cierto que enfermó has-
ta punto de morir ; mas Dios i
tuvo de él misericordia ; y no a
solo de él, sino también de mí,
para que no tuviese yo tristeza p¡
sobre tristeza. k
28 Y así le he enviado mas h
presto, para que vi enejóle, os ^
gocéis de nuevo, y yo esté sia n
tristeza.
29 Recibidle pues con todo ie
gozo en el Señor, y tened en ho« b
ñor á tales personas : |
30 Puesto que por la obra de t'
Cristo llegó hasta la muerte, en- •
tregando su vida por suplir lo
que vosotros no podíais en mi ,
servicio.
CAPITÜLO in.
1 XJ ESTA, hermanos mioS;
JL%/ que os gocéis en e.'
Señor. A mí no me es mo-
lesto el escribiros las misma:
cosas, y es necesario para voso- "
tros.
2 Guardaos de los perros, guar
CAPITULO IV.
üaos de los malos obreros, guar-
daos de la tajadura.
3 Porque nosotros somos la
circuncisión, los que servimos á
Dios en espíritu, y nos gloria-
mos en Jesu-Cristo, y no tene-
mos confianza en la carne :
4 Aunque yo tenga tarahien
de que confiar en la carne. Si
algún otro piensa, que tiene de
que confiar en la carne, yo mas,
5 Que he sido circuncidado al
octavo dia, del linage de Israel,
de la tribu de Benjamin, He-
breo de Hebreos, quanto á la
Ley, Fariseo,
6 Quanto al zelo, perseguidor
de la Iglesia de Dios, quanto á
la justicia de la Ley, he vivido
irreprehensible :
7 Pero las cosas que me fue-
ron ganancias, las he reputado
como pérdidas por Cristo.
8 Y en verdad todo lo tengo
por pérdida por el eminente co-
nocimiento de Jesu-Cristo mi
Señor ; por el qual todo lo he
perdido, y lo tengo por basura,
I con tal que gane á Cristo,
9 Y que sea hallado en él, no
teniendo mi justicia, que es de
la Ley, sino aquella que es de la
fe de Jesu-Cristo; la justicia,
; que viene de Dios por la fé,
i 10 Para conocerle á él, y la
! virtud de su resurrección, y la
i comunicación de sus aflicciones ;
' siendo hecho conforme á su
muerte :
1 1 Por si de alguna manera
puedo llegar á la resurrección,
' que es de los muertos :
I 12 Noqu43 la haya ya alcan-
I zado, 6 que sea ya perfecto ; mas
I voy siguiendo, por si de algún
i modo podré alcanzar aquello pa-
I ra lo que yo fui tomado de Jesu-
Cristo.
13 Hermanos, yo juzgo ha
berlo ya alcanzado. IVIas esto
solo ;*que olvidando lo que que-
da atrás, y extendiéndome acia lo
que está delante,
14 Prosigo según el fm pro-
puesto al premio de la sobera-
na vocación de Dios en Jesu-
Cristo.
15 Y asi todos los que somos
perfectos, vivamos en estos sen-
timientos; y si sentís algo de
otra manera, Dio^s también os lo
revelará.
16 Mas en quanto á lo que
hemos ya llegado, tengamos
unos mismos sentimientos, y
permanezcamos en una misma
regla.
17 Sed imitadores mios, her-
manos, y no perdáis de vista á
los que así andan, según que te-
neis nuestro exemplo.
18 Porque muchos andan, de
quienes otras veces os decia, y
ahora también lo digo llorando,
que son enemigos de la Cruz d€;
Cristo.
19 Cuyo fin es la perdición ;
cuyo Dios es el vientre ; y su
gloria es para confusión de ellos^
que gustan solo de lo terreno.
20 Mas nuestra morada está
en los cielos ; de donde también
esperamos al Salvador nuestro
Señor Jesu Cristo,
• 21 El qual reformará nuestro
cuerpo, abatido para hacerle
conforme á su cuerpo glorioso,
según la operación con que tam-
bién puede sujetar á sí todas las
cosas.
CAPITULO IV.
1 "I3OR tanto, muy amados
Jr y deseados hermanos
mios, gozo raio, y corona mi a
13
290 EPÍST. DE S. PABLO A LOS FILIPENSES.
estad así firmes en el Señor, ca-
rísimos.
2 Ruego á Evodia, y suplico
á Sintrque, que sientan lo mis-
mo en el Señor.
3 Y también te ruego á tí,
fiel compañero, que asistas á
aquellas, que trabajaron coa-
migo en cl Evangelio con Cle-
mente, y con los otros que rae
ayudaron, cuyos nombres están
en el libro de la vida.
4 Gózaos siempre en el Se-
ñor ; otra vez digo, gózaos.
5 Vuestra modestia sea mani-
fiesta á todos los hombres; el
Señor está cerca.
6 No tengáis solicitud de cosa
alguna ; mas co ^ mucha oración
y ruegos, con baciraiento de gra-
cias sean manifiestas vuestras
peticiones delante de Dios.
7 Y la paz de Dios, que so-
brepuja todo entendimiento,
guarde vuestros corazones, y
vuestros sentimientos en Jesu-
cristo.
8 Resta, hermanos, que todo
lo que es verdadero, todo lo ho-
nesto, todo lo justo, todo lo san-
to, todo lo amable, todo lo que
es de buena fama, si hay alguna
virtud, si hay alguna alabanza
de costumbres, esto pensadlo.
9 Lo que aprendisteis, y reci-
bisteis, y oísteis, y visteis en mí,
esto hacedlo ; y el Dios de la
paz será con vosotros.
10 En gran manera me hs
gozado en el Señor, de que ya
por fin habéis renovado vuestro
cuidado acerca de mí ; pues aun-
que lo teníais, mas os faltaba la
oportunidad-
11 No lo digo como por nece-
sidad ; porque yo he aprendido
á contentarme con lo que tengo.
12 Sé vivir humillado, y sé
vivir en abundancia ; de todos
modos estoy hecho á todo, á te-
ner hartura, y á sufrir hambre,
á tener abundancia, y á padecer
uecesidad.
13 Todo lo puedo, en aquel
que rae conforta.
1 4 Sin embargo habéis hecho ,
bien, en haber entrado á la parte ^
de mi tribulación.
1 5 Y sabéis también vosotros, ^
Filipenses, que en el principio
del Evangelio, quando salí de
Macedoaia, ninguna Iglesia co- ^[
municó conmigo en razón de dar
y de recibir, sino vosotros solos :
16 Porque una y dos veces ?
me enviasteis á Tesalónica lo ^
que habia menester.
17 No porque yo busco dádi-
vas, mas busco fruto que abunde
á cuenta vuestra.
18 Así que tengo y abundor "
de todo ; lleno estoy de lo que )
rae enviáateis, y recibí por Epa- i
frodito, como olor de suavidad, |
hostia acepta, agradable á Dios. I
1 9 Mi Dios pues cumpla todos '
vuestros deseos, según sus rique- i
zas, en gloria, en Jesu-Cristo.
20 Y sea á Dios y nuestro
Padre gloria en los siglos de los
siglos. Amen.
21 Saludad á cada uno de los ^
Santos en Jesu-Cristo.
22 Los hermanos, que están
conmigo, os saludan ; todos los
Santos os saludan, y mayormente
los que son de casa de César.
23 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea con vuestro
espíritu. Amen.
EPISTOLA
DEL APOSTOL. SAN PABLO
A LOS COLOSSENSES.
CAPITULO I.
1 T>ABLO Apóstol de Je-
JL su-Cristo por voluntad
de Dios, y Timoteo el hermano :
2 A los Santos y fieles herma-
nos en Jesu-Cristo, que están en
Colossas.
3 Gracia sea á vosotros, y
paz de Dios nuestro Padre, y de
nuestro Señor Jesu-Cristo. Gra-
cias damos al Dios, y Padre de
nuestro Señor Jpisii-Cristo, oran-
do siempre por vosotros ;
4 Oyendo vuestra fé en Jesu-
Cristo, y el amor que tenéis á
todos los Santos
5 Por la esperanza que os es-
tá guardada en los cielos ; de la
qual habéis oido por la palabra
muy verdadera del Evang-elio ;
6 El qual ha llegado á voso-
tros, como está también en todo
el mundo ; y da fruto, y crece
como entre vosotros, desde el dia
en que oísteis, y conocisteis la
gracia de Dios según la verdad ;
7 Como lo aprendisteis de
Epafras nuestro consiervo muy
amado, que es por vosotros fiel
Ministro de Jesu-Cristo ;
8 El que también nos informó
de vuestro amor según el espí-
ritu :
9 Por eso nosotras también
desde el dia que lo oimos, no ce-
samos de orar por vosotros, y de
pedir que seáis llenos del cono-
cimiento de su voluntad, en toda
sabiduría é inteligencia espiri-
tual ;
10 Para que andéis dignos de
Dios, agradándole en todo, fruc-
tificando en toda buena obra, y
creciendo en la ciencia de Dios;
1 1 Siendo confortados en toda
virtud según el poder de su glo-
ria, en toda paciencia y longani-
midad con gozo ;
12 Dando gracias á Dios Pa-
dre, que nos hizo dignos de par
ticipar la suerte de los Santos en
luz ;
13 Que nos libró del poder de
las tinieblas, y nos trasladó al
reyno de su Hijo muy amado,
14 En el qual por su sangre
tenemos la redención, la remi-
sión de los pecados ;
15 El que es imagen del Dios
invisible, el primogénito de toda
criatura :
16 Poi-que en él fueron cria-
das todas las cosas, que hay en
los cielos y en la tierra ; las vi-
sibles y las invisibles, ahora sean
Tronos, ó Dominaciones, ó Prin-
cipados, 6 Potestades ; todas
fuéron criadas por él mismo, y
en él mismo :
17 Y él es ante todas las co-
sas, y todas subsisten por él :
18 Y él mismo es la Cabeza
del cuerpo de la Iglesia, que es
principio, primogénito de los
muertos : de manera que ^ tie-
ne el primado en tedas las cosas :
19 Porque en él quiso hacer
morar toda plenitud ;
20 Y reconciliar por él á si
mismo todas las cosas, pacifican-
do poF la sangre de su Cruz ;
tanto lo que está en la tierra, co
mo lo que eb.tá en el cielo.
292 EPIST. DE S. PABLO
A LOS COLOSSENSEf:
2Í Y vosotros, que en otro
tiempo erais extraños, y ene-
migos de corazón por ks malas
obras,
22 Mas ahora os ha reconci-
liado en el cuerpo de su carne
por la muerte, para presentaros
Santos, y sin mancilla, é irre-
prehensibles delante de él ;
23 Si es que perseveráis ci-
mentados en la fe, y firmes, y
sin moveros de la esperanza del
Evangelio, que habéis oido, que
ha sido predicado á toda criatu-
ra que hay debaxo del cielo ;
del qual yo Pablo he sido hecho
Ministro.
24 Que me gozo ahora en las
aflicciones que he padecido por
vosotros, y suplo en mi carne lo
que resta de los sufrimientos de
Cristo, por el cuerpo de él, que
es la Iglesia :
25 De la que he sido yo he-
cho Ministro, según la dispensa-
ción de Dios que me fué dada
para con vosotros, para dar
cumplimiento á la palabra de
Dios ;
26 El misterio que ha estado
escondido en los siglos y genera-
ciones, mas ahora ha sido mani-
festado á sus Santos;
27 A los quales ha querido
Dios hacer conocer las riquezas
de la gloria de este misterio en-
tre los Gentiles, que Crií^to es
en vosotros la esperanza de la
gloria ;
28 • A quien nosotros anun-
ciamos, amonestando á todo hom-
bre, y enseñando á todo hombre
en toda sabiduría, para que pre-
sentemos á todo hombre perfec-
to en Jesu-Cristo.
29 Eq lo que aun trabajo,
combatiendo según la eficacia,
que obra en mí por su poder.
CAPITULO II.
1 "pOI^QUE quiero que se-
jL pais quan grande es la
solicitud que tengo por vosotros,
y por aquellos que están en Lao-
dicéa, y por quantos no vieron
mi rostro en carne ;
2 Para que sus corazones sean
consolados, estando guarnecidos
de caridad y de todas riquezas de
cumplida inteligencia, para co-
nocer el misteno de Dios Pa-
dre, y de Jesu-Cristo ;
3 En el qual están escondidos
todos los tesoros de la sabiduría
y de la ciencia. •
4 Y digo esto, porque ningu
no os engañe con sublimidad de
palabras.
5 Porque aunque no estoy
presente con el cuerpo, mas es-
toy con vosotros con el espíritu,
gozándome, y viendo vuestro
concierto, y la firmeza de vues-
tra fé, que es en Cristo.
6 Pues así como recibisteis al
Señor Jesu-Cristo, andad en él ;
7 Arraygados, y sobreedifi-
cados en él, y fortificados en la-
fé, como lo aprendisteis, cre-
ciendo en él en haíiimiento de
gracias.
8 Estad sobre aviso, que nin-
guno os engañe con filosofías, y
vanos sofismas, según la tradi-
ción de los hombres, según los
elementos del mundo, y no se-
gún Cristo :
9 Porque en él habita toda la
plenitud de la divinidad corpo-
ralmente :
10 Y estáis cumplidos en
aquél, que es la cabeza de todo
Principado y Potestad :
1 1 En el que también estáis
circuncidados de circuncisión no
hecha por mano en el despojo
CAPITULO nr.
293
del cuerpo de la canie, sino en
la circuncisioD de CristD :
12 Estaudo sepultados junta-
mente con el en el Bautismo, en
el que también resucitasteis me-
diante la fe en el poder de Dios,
que le resucitó de los muertos.
1 3 Y á vosotros, que estabais
muertos en vuestros pecados, y
en el prepucio de vuestra carne,
os dio la vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados :
14 Cancelando la cédula del
decreto, que habia contra noso-
tros, que nos era contrario ; y la
quitó de en medio, enclavándola
en ia Cruz ;
15 Y despojando los Princi-
pados y Potestades, los sacó con-
fiadamente en público triumfan-
do de ellos en sí mismo.
16 Por*tanto ninguno os juz-
gue por la comida, 6 por la be-
bida, 6 por respecto del dia de
ñesta, ó de neoménia, ó de sá-
bados ;
17 Que son sombra de las co-
sas venideras ; mas el cuerpo es
en Cristo.
■ 18 Nadie os extravíe, afec-
tando en humildad dar culto
á los Angeles, que nunca vio,
andando hinchado vanamente en
el sentido de su carne,
19 Y sin estar unido con la
cabeza, de la qual todo el cuer-
po fornido, y organizado por sus
ligaduras y coyunturas, crece
en aumento de Dios.
20 Por tanto si estáis muer-
tos €on Cristo á los rudimentos
de este mundo, por que toda-
vía dogmatizáis, como si vivie-
seis al mundo f
2 1 No comáis, no gustéis, no
toquéis :
22 Las quales cosas son todas
para muerte, usándolas segan
los preceptos, y docüinas de los
hombres :
23 Estas cosas á la verdad
tienen apariencia de sabiduría
en culto indebido, y humildad.,
y en maltratamiento del cuerpo,
y en la escasez de lo necesario
paia sustentar la carne.
CAPITULO IIL
1 T>OR lo qual, si resuci-
JL tásteis con Cristo,
buscad las cosas que son de ar-
riba, en donde está Cristo sen-
tado á la diestra dé Dios :
2 Pensad en las cosas de ar-
riba, no en las de la tierA.
3 Porque estáis ya muertos, y
\-uestra vida está escondida con
Cristo en Dios.
4 Quando apareciere Cristo,
que es vuestra vida ; entónces
también vosotros apareceréis con
él en gloria.
5 Mortificad -pues vuestros
miembros, que están sobre la
tierra ; fornicación, impureza,
lascivia, deseos malos, y avari-
cia, que es servicio de ídolos :
6 Por las quales cosas viene
la ira de Dios sobre los hijos de
la incredulidad : ^
7 En las quales vosotros tam-
bién anduvisteis en otro tiempo,
quando vivíais en ellas.
8 Mas ahora dexad también
vosotros todas estas cosas ; ira-
enojo, malicia, blasfemia, pala-
bra toiffe de vuestra boca.
9 No mintáis los unos á los
otros, despojándoos del hombre
viejo con sus hechos,
10 Y vistiéndoos del nuevOs
de aquel que se renueva por el
conocí mié ato, conforme á la
imagen de aquel que le crió.
1 1 En donde no hay Gentil y
294 EPIST. DE S. PABLO
A LOS COLOSSENSES.
Judio, circuncisión y prepucio,
Bárbaro y Scitha, siervo y li-
bre ; mas Cristo es todo en to-
dos.
12 Vosotros pues como esco-
giáos de Dios, Santos y amadas,
revestios de entrañas de miseri-
cordia, de benignidad, de humil-
dad, de modestia, de paciencia :
13 Sufriéndoos los uñosa los
otros, y perdonándoos mútua-
niente, si alguno tiene quexa del
otro ; así como el Señor os con-
denó á vosotros, así también vo-
sotros.
14 Mas sobre todo esto tened
caridad, que es el vínculo de la
perfección :
15 Y triunfe en vuestros co-
razones la paz de Cristo, en la
que también fuisteis llamados en
un cuerpo ; y sed agradecidos.
16 La palabi-a de Cristo more
en vosotros abundantemente en
toda sabiduría, enseñándoos y
amonestándoos los unos á los
otros con salmos, himnos, y
canciones espirituales, cantando
de corazón á Dios con gracia.
17 Qualquier cosa que hagáis
sea de palabra ó de obra, haced-
lo todo en el nombre de nuestro
Señor Jesu-Cfisío, dando gracias
por él á Dios y Padre.
18 Casadas, estad sujetas á
vuestros maridos, como convie-
ne, en fel Señor.
19 Maridos, amad á vuestras
mugares, y no seáis desabridos
con ellas. ^
20 Hijos, obedeced á vuestros
padres en todo ; porque esto es
agradable al Señor.
21 Padres, no provoquéis á
ira á vuestros hijos, para que no
se hagan de ánimo apocado.
22 Siervos, obedeced en todas
cosas á vuestros Señores tempo- 1
rales, no sirviendo al ojo, como
por agradar á hombres, sino con
sencillez de corazón, temiendo á
Dios.
23 Todo lo que hagáis, ha*
cedió de corazón como por el Se-
ñor, y no por los hombres :
24 Sabiendo que recibiréis del
Señor el galardón de la heren--
cia. Servid á Cristo el Señor.
25 Pues el que hace injusti^
cia, recibirá lo que hizo injusta-
mente ; porque no hay accep-
cion de personas en Dios.
CAPITULO IV.
1 -^OSOTROS Señores,
▼ haced con vuestros
siervos, lo que es de • justicia y
equidad ; sabiendo que también
tenéis Señor en el cielo.
2 Perseverad en oración, v¿
lando en ella con hacimiento de
gracias :
3 Orando también por noso-
tros, para que Dios nos abra la
puerta de la palabra para anun-
ciar el misterio de Cristo, por
el qual todavía estoy preso,
4 Y que lo pueda manifestar
así como es necesario que yo
hable.
5 Conducios en sabiduría con
aquellos que están fuera, redi-
miendo el tiempo.
6 Vuestra conversación sea
siempre sazonada con gracia,
con sal, para que sepáis, como
debéis responder á cada uno.
7 Mi muy amado hermano
Tychico, fiel ministro y consier-
vo mió en el Señor, os hará sa-
ber el estado de tf»üa¿ mis cosas
8 Al qual os he euviado ex-
presamente para que sepa el es-
tado de vuestras cos3.s, y con-
suele vuestros corazones,
CAPITULO I.
9 Jitntamente con Onesimo,
mi muy amado y fiel hermano,
que es de vosotros : ellos os in-
formarÁQ de todo lo que aquí se
hace.
10 Os saluíía Aristarco, que
os mi compañero en la prisión, y
Marcos primó de Bernabé, so-
bre el que os teng-o ya hechos
mis encarg-os ; si fuere á voso-
tros, recibidle :
1 1 Y Jesús que se llama Jus-
to ; los quales son de la circun-
cisión ; estos solos son los que
me ayudan en el reyno de Dios,
y han sido mi consuelo.
12 Os saluda Epafras, que es
de vosotros, sier\'o de Jesu-Cris-
to, siempre solícito por vosotros
en sus oraciones, para que seáis
perfectos, y cumplidos en toda
voluntad dp Diño.
13 Porque le doy este testi-
monio, que tiene mucho trabajo
por vosotros, y por los que están
en Laodicéa, y por los que están
en Hierápolis.
14 El muy amado Lucas Mé-
dico os saluda, y también De-
mas.
15 Saludad á los hermanos
que están en Laodicéa, y á
Nimfas, y á la Iglesia que está
en su casa.
16 Y leida que fuere esta
Carta entre vosotros, hacedla
leer también en la Iglesia de los
Laodicenses ; y leed vosotros la
de los de Laodicéa.
17 Y decid á Archippo : Mi-
ra, que cumplas el ministerio
que has recibido del Señor.
18 La salutación de mi mano
Pablo. Acordaos de mis pri-
sioTics. La gracia sea con vo-
sotros. Amen.
EPISTOLA PRIMERA
DEL APOSTOL. SAN PABLO
A LOS TESSALONICENSES.
CAPITULO I.
1 "pABLO, y Silvano, y
Jl Timotéo á la Iglesia
de los Tessalonicenses, en Dios
Padre, y en el Señor Jesu-
cristo.
2 Gracia sea á vosotros, y
paz. Siempre damos gracias á
Dios por todos vosotros, ha-
ciendo memoria de vosotros
en nuestras oraciones sin ce-
3 Acordándonos delante de
Dios, y nuestro Padre, de la
obra de vuestra fé, v del traba-
jo, y caridad, y de la paciencia
de la esperanza en nuestro Se-
ñor Jesn-Cristo ;
4 Como que sabemos, amados
hermanos, que vuestra elección
es de Dios ;
5 Por quanto nuestro Evan-
gelio no fué á vosotros tan sola-
mente en palabra, mas también
en virtud, y en Espíritu Santo,
y en grande plenitud. Como sa-
béis quales fuimos entre voso-
tros por vosotros.
6 Y vosotros os lucisteis imita-
dores nuestros, y del Señor, reci
hiendo la palabra con mucha tri
296
EPIST. I. DE S. PABLO A LOS TESSAL.
bulacion, con gozo del Espíritu
Santo :
7 De modo que os habéis he-
cho raodelo á todos los que han
creído en Macedonia, y en
Acaya.
8 Porque por vosotros fué di-
vulg-ada la palabra del Señor, no
3oIo en la Macedonia, y en la
Acaya, sino que se propag-ó por
todas partes la fé que tenéis en
Dios, de modo que nosotros no
tenemos necesidad de decir cosa
a]g-una.
9 Porque ellos mismos publi-
can de nosotros qual entrada tu-
vimos á vosotros ; y como os
convertisteis de los ídolos á Dios,
para servir al Dios vivo y ver-
dadero,
10 Y para esperar de los cie-
los á su Hijo Jesús, á quien re-
sucitó de los muertos, el que nos
libró de la ira, que ha de venir.
CAPITULO IL
1 "pORQUE vosotros mis-
JL mos sabéis, hermanos,
que nuestra entrada á vosotros
ao fué vana :
2 Antes habiendo primero pa-
decido, y sido, afrentados, como
sabéis, en Filippos, tuvimos li-
bertad en nuestro Dios para pre-
dicaros el Evangelio de Dios
con mucha solicitud.
3 Porque nuestra exhortación
no fué de error, ni de inmundi-
cia, ni por engaño,
4 Mas así como fuimos apro-
bados (Je Dios, para que se nos
confiase el Evangelio ; así ha-
blamos, no como para agradar á
hombres, sino á Dios, que prue-
ba nuestros corazones.
5 Porque nuestro lenguage
nimca fué de adulación, como sa-
béis ; ni un pretexto de avaricia;
Dios es testigo :
6 Ni buscando gloría de los
hombres, ni de vosotros, ni de
otros.
7 Pudiendo como Apóstoles
de Cristo seros gravosos ; mas
nos hicimos párvulos en medio
de vosotros, como una nodriza
que acaricia á sus hijos.
8 Y así amándoos mucho, de-
seábamos con ansia daros no solo
el Evangelio de Dios, mas aua
nuestras propias vidas ; porque
nos fuisteis muy amados.
9 Pues ya os acordáis, her-
manos, de nuestro trabajo, y fa-
tiga ; trabajando de noche, y de
dia, por no gravar á ninguno de
rosotros, predicamos entre voso-
tros el Evangelio de Dios.
10 Vosotros Bois testigos, y
Dios, de quan santa, y justa, y
sin querella fué nuestra mansión
con vosotros que creísteis :
11 Así como sabéis de que
manera á cada uno de voso-
tros, como un padre á sus hi-
jos,
12 Os amonestábamos, y con-
solábamos, protestándoos, que
anduviéstífe de una manera dig-
na de Dios, que os llamó á su
reyno, y gloria.
13 Por lo qual damos también
sin cesar gracias á Dios ; porque
quando oyéndonos recibisteis de
nosotros la palabra de Dios, la
recibisteis, no como palabra de
hombres, mas, según ello es en
verdad, como palabra de Dios,
el qual obra en vosotros, los que
creísteis.
14 Porque vosotros, herma-
nos, os habéis hecho imitadores
de las Iglesias de Dios, que hay
por la Judéa en Jesu-Cristo ;
por quanto las mismas cosas su-
CAPITULO III.
297
frísteis también de los de vuestra
nación, que ellos de los Judíos :
15 Los quales también mata-
ron al Señor Jesús, y á los Pro-
fetas, y nos han perseg-uido á, no-
sotros, y no son del agrado de
Dios, y son enemigos de todos
los hombres,
16 Prohibiéndonos hablar á
los Gentiles, para que sean sal-
vos, á, fin de cumplir ellos siem-
pre sus pecados ; porque llegó
la ira de Dios sobre ellos hasta
el cabo.
17 Mas nosotros, hermanos,
privados por un poco de tiempo
de vosotros, de vista, no de cora-
zón, tanto mas nos hemos apre-
surado con mucho deseo para
veros en persona :
18 Poi;,io qual quisimos ir á
vosotros ; yo Pablo en verdad
una y otra vez ; mas Satanás
nos lo estorbo.
19 Porque ¿qual es nuestra
esperanza, 6 nuestro gozo, 6 co-
rona de gloria ? ¿ Por ventura
no sois vosotros ante nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo en su venida ?
20 Ciertamente vosotros sois
nuestra gloria, y nuestro gozo. '
CAPITULO III.
1 Tr>OR lo qual no pudién-
. Mr dolo mas sufrir, nos
ha parecido quedarnos solos en
Atenas :
2 Y hemos enviado á Timo-
teo nuestro hermano, y Ministro
de Dios en el Evangelio de
Cristo, para fortaleceros, y con-
solaros por vuestra fé :
3 A fin que nadie se con-
mueva por estas tribulaciones ;
pues vosotros mismos sabéis que
para esto hemos sido destinados.
4 Pues aun estando con voso-
tros, os decíamos que habiamos
de pasar tribulaciones, como ha
acontecido, y lo sabéis.
5 Y por esto no pudiendo yo
sufrir mas, he enviado á recono-
cer vuestra fé, temiendo no os
haya tentado aquel que tienta, y
que se hiciese vano nuestro tra-
bajo.
6 Mas ahora viniendo Timo-
teo á nosotros después de habe-
ros visto, y haciéndonos saber
vuestra fé y caridad, y como
siempre tenéis buena memoria
de nosotros, y que deseáis ver-
nos, como nosotros también á
vosotros :
7 Por esto, hermanos, en me-
dio de toda nuestra estrechez y
aflicción, hemos sido consolados
en vosotros, por causa de vues-
tra fé ;
8 Por quanto ahora vivimos,
si vosotros estáis firmes en el
Señor.
9 Y en efecto ¿ que hacimien-
to de gracias podemos dar al Se-
ñor por vosotros, por todo el go-
zo, con que nos gozamos á causa
de vosotros delante de nuestro
Dios,
10 Rogándole noche y dia con
la mayor instancia, que podamos
pasar á veros, y que cumplamos
lo que falta á vuestra fé ?
1 1 Y el mismo Dios, y Padre
nuestro, y nuestro Señor Jesu-
Cristo encamine nuestros pasos
para vosotros.
12 Y el Señor os multiplique,
y haga crecer más y mas vues'
tra caridad entre vosotros, y pa-
ra con todos, así como nosotros
también os la tenemos :
13 Para confirmar vuestros
corazones sin reprehensión en
santidad delante de Dios y Paf-
dre nuestro en la venida de
13^-
298
EPIST. I. DE S. PABLO A LOS TESSAL,
nuestro Señor Jesu-Cristo con]
todos sus Santos. Amen.
CAPITULO IV.
1 ItT en lo que resta, herma-
Jl nos, os rogamos y os
exhortamos en el Señor Jesus^
que como habéis recibido de no-
sotros de que manera os convie-
ne conversar, y agradar á Dios ;
así también converséis para ir
cediendo.
2 Porque ya sabéis, que pre-
ceptos os he dado por el Señor
Jesús.
3 Pues esta es la voluntad de
Dios, vuestra santificación ; que
os absteng-ais de fornicación,
4 Que sepa cada uno de vo-
sotros poseer su vaso en santiñ-
cacion y honor :
5 No en afecto de concupis-
cencia, como los Gentiles, que
no conocen á Dios :
6 Y que ninguno oprtma, ni
engañe en nada á su hermano ;
porque el Señor es vengador de
todas estas cosas, como ya antes
03 lo hemos dicho y protestado.
7 Porque no nos llamó Dios
para inmundicia, sino para san-
tificación.
8 Y así el que desprecia esto,
no desprecia á un hombre, sino
á Dios ; que ha puesto también
su Espíritu Santo en nosotros.
9 Y por lo que mira á la cari-
dad fraterna, no hay necesidad
de escribiros ; por quanto voso-
tros mismos aprendisteis de Dios
que os améis los unos á los otros.
1 0 'Y en verdad lo hacéis así
con todos los hermanos por la
?«Tacedonia. Mas os rogamos,
hermanos, que crezcai§ mas y j
ina<, I
11 Y que procuréis virir en '
i sosiego, y que hagáis vuestra ha-
cienda, y que trabajéis con vues-
tras manos, como os lo tenemos
mandado ; y que converséis
honestamente con los que están
fuera ; y no codiciéis cosa algu-
na de nadie.
12 Tampoco queremos, her-
manos, que ignoréis acerca de
los que duermen, para que no os
entristezcáis como los otros, que
no tienen esperanza.
1 3 Porque si creemos que Je-
sús murió y resucitó ; así tam-
bién Dios traerá con Jesús á
aquellos, que durmieron por él.
14 Esto pues os decimos en
palabra del Señor, que nosotros
que vivimos, que hemos quedado
aquí para la venida del Señor,
no nos adelantaremos á los que
durmiéron.
15 Porque el mismo Señor
con mandato, y con voz de Arcán-
gel y con trompeta de Dios,
descenderá del cielo ; y los que
murieron en Cristo, resucitaráa
los primeros.
1 6 Después nosotros, los que
vivimos, los que quedamos a-
quí, seremos arrebatados junta-
mente con ellos en las nubes %
recibir á Cristo en los ayres ; y
así estarémos para siempre con
el Señor.
17 Por tanto consolaos los
unos á los otros con estas pala-
bras-
CAPITULO V.
1 acerca de los tiempos
jL y de los momentos, no
habéis menester, hermanos, que
os escribamos.
j 2 Porque vosotros mismos sa-
j beis bien, que el día del Señor
' tendi*í;. como un ladrón de nocht.
CAPITULO V.
2W
3 Porque quando dirán paz y
seguridad ; entonces Ies sobre-
cogerá una muerte repentina,
como el dolor á la muger que
está en cinta, y no escaparán.
4 Mas vosotros, hermanos, no
estáis en tinieblas, de modo que
aquel dia os sorprehenda, como
ladrón :
5 Porque todos vosotros sois
lujos de luz, é hijos del dia ; no-
sotros no lo somos de la noche,
ni de las tinieblas.
6 Pues no durmamos como los
otros ; ántes velemos y vivamos
con templanza.
7 Porque los que duermen, de
noche duermen ; y los que se
embriagan, de noche se embria-
gan.
8 Mas nosotros, que somos del
dia, seamos sobrios, vestidos de
cota de fé y de caridad, y por
yelmo esperanza de salud :
9 Porque no nos ha puesto
Dios para ira, sino para alcan-
zar la salud por nuestro Señor
Jesu-Cristo,
10 Que murió por nosotros;-
para que ó que velemos, ó que
durmamos, vivamos juntamente
con él.
1 1 Por lo qual consolaos mu-
tuamente ; y edifícaos los unos
á los otros, así como lo hacéis.
12 Y os rogamos, hermanos,
que seáis reconocidos á los que
trabajan entre vosotros, y que os
gobiernan en el Señor, y os
amonestan ;
13 Que los miréis con mayor
caridad por la obra que hacen ;
tened paz con ellos.
14 Os rogamos también, her-
manos, que coni;ais á los in-
quietos, consoléis á los pusiláni-
mes, soportéis á los flacos, seáis
sufridos con todos.
1 5 Mirad que ninguno vuelva
á otro mal poi^^ial ; ántes seguid
siempre 1© que es bueno entre
vosotros, y para con todos.
16 Estad siempre gozosos.
17 Orad sin cesar.
18 En todo dad gracias ; pcir-
que esta es la voluntad de Dios
en Jesu-Cristo para con todos
vosotros.
1 9 No apaguéis el Espíritu.
20 jN o despreciéis las profecías.
21 Examinadlo todo ; y abra-
zad lo que es bueno.
22 Guardaos de toda aparien-
cia de mal.
23 Y el mismo Dios de la paz
os santifique en todo ; para que
todo vuestro espíritu, y el alma,
y el cuerpo se conserven sin re-
prehensión en la venida de nues-
tro Señor Jesu-Cristo.
24 Fiel es, el que os ha llama-
do ; el qual también lo cumplirá.
25 Hermanos, orad por noso-
tros.
26 Saludad á todos los herma-
nos en ósculo ssmto.
27 Conjúreos por el Señor,
que se lea esta Carta á todos los
Santos hermanos.
28 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea cqn vosotros.
Amen.
EPISTOLA SEGUNDA
DEL APOSTOL. SAN PABLO
A LOS TESSALONICENSES.
CAPITULO I.
1 "pABLOjly Sylvano, y
JL Timótéo ; á la Ig-l€sia
de los Tessalonicenses en Dios
nuestro Padre, y en el Señor
Jesu-Cristo.
2 Gracia sea á vosotros, y
paz de Dios nuestro Padre, y del
Señor Jesu-Cristo.
3 Debemos, hermanos, dar á
Dios gracias sin cesar por voso-
tros, como es justo ; porque
vuestra fe va eu g-rande creci-
miento, y abunda la caridad de
cada uno de vosotros entre voso-
tros mismos :
4 Tanto que aun nosotros nos
gloriamos de vosotros en las
Iglesias de Dios, por vuestra pa-
ciencia, y fé en todas vuestras
persecuciones y tribulaciones,
que sufrís.
6 En prueba del justo juicio
de Dios, para que seáis tenidos
por dignos en el reyno de Dios,
por el qual asimismo padecéis.
6 Puesto que justo es delante
de Dios, que él dé en paga aflic-
ción á los que os afligen :
7 Y á vosotros, que sois atri-
bulados, descanso juntamente
con nosotros, quando apareciere
el Señor Jesús del cielo con los
Angeles de su virtud,
8 En llama de fuego, para dar
el pago á aquellos que no cono-
cieron á Dios, y que no obedecen
al Evangelio de nuestro- Señor
Jesu-Cristo.
9 Los qu ales pagarán la pena
eterna de perdición ante la faz
del Señor, y de la gloria de su
poder:
10 Quando vendrá á ser glo-
rificado en sus Santos, y á ha-
cerse maravilloso en todos los
que creyeron, porque ha sido
creído de vosotros nuestro testi-
monio acerca de aquel día.
1 1 Por lo qual rogamos tam-
bién sin cesar por vosotros ; pa-
ra que nuestro Dios os haga dig-
nos de su vocación, y cumpla to-
do el consejo de bondad, y la
obra de fé por su poder.
12 Para que sea glorificado
el nombre de nuestro Señor Je-
su-Cristo en vosotros, y vosotros
en él, según la gracia de nues-
tro Dios, y del Señor Jesu-
Cristo.
CAPITULO 11.
1 l^TAS rogámoos, berma-
ITX nos, por el adveni-
miento de nuestro Señor Jesu-
Cristo, y de nuestra reunión
con él :
2 Que no os mováis fácilmen-
te de vuestra inteligencia, ni os
perturbéis, ni por espíritu, iñ
por palabra, ni por carta como
enviada de nos, como si el dia
del Señor estuviese ya cerca.
3 Y no os dexeis seducir de
nadie en manera alguna ; por-
que no será, sin que antes ven-
ga la apostasía, y sea manifesta-
do el hombre de pecado, el hijo
de perdición,
4 El qual se opone, y se le-
vanta sobre todo lo que se llama
CAPITULO m.
301
Dios, ó qae es adorado ; de ma-
nera que se sentará en el tem-
plo de Dios, raosti'ándose como
si fuese Dios.
5 ¿ No os acordáis, que quan-
do estaba todavía con vosotros
os decia estas cosas ?
6 Y sabéis que es lo que aho-
ra le detiene, á fin que sea ma-
nifestado á su tiempo.
7 Porque ya está obrando el
misterio de la iniquidad; solo
que el que está firme ahora,
manténgase, hasta que sea qui-
tado de en medio.
o Y entonces se descubrirá
aquel perverso, á quien el Señor
Jesús matará con el aliento de
su boca, y le destruirá con el
resplandor de su venida :
9 La venida de aquel es se-
gún operación de Satanás, en
toda potencia, y en señales, y
en prodigios mentirosos,
10 Y en toda seducción de
la iniquidad para aquellos que
perecen ; porque no recibie-
ron el amor de la verdad para
ser salvos. Por eso les enviará
Dios operación de error, para
que crean á la mentira,
11 Y sean condenados todos
ios que no creyeron á la verdad,
antes consintieron á la iniqui-
dad.
12 Mas nosotros debemos
siempre dar gracias á Dios por
vosotros, hermanos amados de
Dios ; porque Dios os escogió
primicias para salud, en la san-
lificacion del espíritu, y en la fe
de la verdad :
13 En la qual os llamó tam-
bién por nuestro Evangelio, pa-
ra alcanzar la gloria de nuestro
Señor Jesu-Cristo.
14 Y así, hermanos, estad
firmes ; y conservad las tradi-
ciones que aprendisteis, ó por
palabra, ó por Carta nuestra.
15 Y el mismo Señor nuestro
Jesu-Cristo, y Dios, y Padre nues-
tro, el qual nos ha amado, y nos ha
dado la consolación eterna, y la
buena esperanza en gracia,
16 Consuele vuestros cora-
zones, y los confirme en toda
buena obra, y palabra.
CAPITULO ni.
1 TJ ESTA pues, hermanos,
M\ que oréis por noso-
tros, y la palabra de Dios se pro-
pague, y sea glorificada, como lo
es entre vosotros :
2 Y que seamos, librados de
hombres importunos, y perver-
sos ; porque la fe no es de todos.
3 Mas fiel es Dios, que os
confirmará, y guardará de mal.
4 Y confiamos en el Señor de
vosotros, que hacéis, y haréis lo
que os mandamos.
5 Y el Señor enderece vues-
tros corazones en el amor de
Dios, y en la paciencia de
Cristo.
6 Mas os denunciamos, her-
manos, en el nombre de nuestro
Señor Jesu-Cristo, que os apar-
téis de todo hermano que andu-
viere fuera de órden, y no se-
gún la tradición, que recibiéroa
de nosotros.
7 Porque vosotros mismos sa-
béis como debéis imitarnos ; por
quanto no anduvimos desordena-
damente entre vosotros :
8 Ni comimos de valde el pan
de alguno ; ántes con trabajo, y
con fatiga, trabajando de noche,
y de dia, por no ser de gravá-
men á ninguno de vosotros.
9 No porque no tuviésemos
potestad, sino para ofreceros en
302
EPTST. I. DE S. PABLO A TIMOTEO.
nosotros mismos un dechado que
imitaseis.
10 Porque aun quando está-
bamos con vosotros os denunciá-
bamos esto : Que si alguno no
quiere trabajar, no coma.
1 1 Por quanto hemos oido que
andan algunos entre rosotros in-
quietos que en nada entienden,
-pino en indagar lo que no les
importa.
12 A estos pues que así se
portan, les denunciamos, y ro-
gamos en nuestro Señor Jesu-
cristo, que coman su pan, tra-
iiajando en silencio.
13 Y vosotros, hermanos, no
os canséis de hacer bien.
14 Y si alguno no obedeciere
á lo que ordenamos por nuestra
Carta, notadle á este tal, y no
tengáis comunicación con él, pa-
ra que se avergüence :
15 Mas no lo miréis como á
enemigo ; antes bien corregidle
como á hermano.
16 Y el mismo Señor de la
paz os dé la paz sin fin en todo
lugar. El Señor sea con todos
vosotros.
17 La salutación de mi mano,
Pablo ; que es la señal en cada
Carta. Así escribo.
18 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu -Cristo sea con todos
vosotros. Amen.
EPISTOLA PRIMERA
DEL APOSTOL SAN PABLO
A TIMOTEO.
CAPITULO I.
1 "pABLO Apóstol de Je-
Jl su-Cristo según el
mandamiento de Dios nuestro
Salvador, y de Jesu-Cristo nues-
tra esperanza :
2 A Timoteo amado hijo en
la fe. Gracia, misericordia, y
paz de Dios Padre, y de nuestro
Señor Jesu-Cristo.
3 Como te rogué que te que-
dases en Efeso, quando me partía
para Macedonia, para que amo-
nestases á algunos, que no ense-
'Basen de otra manera',
4 Ni se ocupasen en fábulas
y genealogías interminables ; las
quales antes ocasionan qiiestio-
jies, que edificación de Dios,
3ue es qa ia fé. 1
5 Y el fin del mandamiento es
la caridad de corazón puro, y de
buena conciencia, y de fe no fin-
gida.
6 De lo qual apartándose al-
gunos, se han dado á discursos
vanos,
7 Queriendo ser Doctores de
la Ley, sin entender ni lo que
dicen, ni lo que afirman.
8 Sabemos pues que la Ley
es buena para aquel que usa de
ella legítimamente ;
9 Sabiendo esto que la Ley
no fué puesta para el justo, sino
para los injustos, y desobedien-
tes, para los impíos, y pecado-
res, para los iniqiios, y profanos,
I para los parricidas, y matricidas,
I para los homicidas,
1 10 Para los fornicariíis, sodo-
CAPITULO II.
303
mitas, robadores de hombres,
para ios mentirosos, y perjuros,
y si hay alguna otra cosa que
sea contraria á la sana doc-
trina,
11 Que es según el Evange-
lio de la gloria de Dios bendito,
el qual se me ha encargado á
mí.
12 Gracias doy á aquel que
me ha confortado, á Jesu-Cristo
nuestro Señor, porque me tuvo
por fiel, poniéndome en el Mi-
nisterio :
13 Habiendo sido antes blas-
femo, y perseguidor, é injuria-
dor ; mas alcancé misericordia
de Dios, porque lo hice por ig-
norancia en la incredulidad.
14 Mas la gracia de nuestro
Señor abundó en grande mane-
ra con la fe y caridad, que es en
Jesü-Cristo.
15 Fiel es esta palabra, y dig-
na de toda aceptación ; que Je-
su-Cristo vino á este mundo pa-
ra salvar á los pecadores, de los
quales el primero soy yo.
16 Mas por esto hallé miseri-
cordia ; para que en mí el pri-
mero, mostrase Jesu-Cristtf su
extremada paciencia, para de-
chado de los que habían de creer
en él para la vida eterna.
1 7 Pues al Rey de los siglos
inmortal, invisible, á Dios solo
sea honra, y gloria en los siglos
de los siglos. .Amen.
18 Este mandamiento te en-
cargo, hijo Timoteo, según las
profecías, que de tí precedieron,
que milites por ellas buena mi-
licia,
19 Teniendo fé, y buena con-
ciencia, la que desechando de sí
algunos, uaufragáron en la fé :
20 De este número son Hi-
menÍQ. y Alcxaadrc, que he
entregado á Satanás, para que
aprendan á no blasfemar.
CAPITULO II.
1 npiE encargo pues ante
-1- todas cosas, que se
hagan peticiones, oraciones, ro*
gativas, hacimientos de gracias
por todos los hombres :
2 Por los Reyes, y por todos
los que están puestos en altura,
para que tengamos una vida
quieta, y tranquila en toda pie-
dad y honestidad.
3 Porque esto es bueno, y
acepto delante de Dios nuestro
Salvador :
4 Que quiere, que todos Ies
hombres sean salvos, y que ven-
gan al conocimiento de la ver-
dad.
5 Porque uno es Dios, y uno
el Medianero entre Dios, y en-
tre Itís hombres, Jesu-Crísto
hombre :
6 Que se did á si mismo en
redención por todos, para ser
testimonio en sus tiempos :
7 En lo que yo he sido pues-
to por Predicador y Apóstol ;
verdad digo, no engaño. Doctor
de las Gentes en fé y verdad.
8 Quiero pues, que los hom-
bres oren en cada lugar, levan-
tando las manos puras sm ira ni
disensión.
9 Asimismo oren las mugeres
en trage honesto, ataviándose
con modestia y sobriedad, y no
con cabellos encrespados, ó con
oro, ó perlas, ó vestidos . costo-
sos :
10 Sino como corresponde á
mugeres, que demuestran piedad
por buenas obras-
11 La muger aprenda en si-
lencio CQjn toda sujecioa.
EPIST. I. DE S. PABLO A TIMOTEO.
304
12 Pues yo no permito á la
rnuger, que.enseñe, ni que ten-
g-a señorío sobre el marido ; sino
que esté en silencio.
13 Porque Adam fué formado
el primero ; y después Eva :
14 Y Adam no fué engañado;
mas la muger fué engañada en
prevaricación.
15 Esto no obstante, se salva-
rá por los hijos, que dará al mun-
do, si. permaneciere en fé, y
caridad, y en santidad, y mo-
destia.
CAPITULO III.
1 XjlIEL palabra : Si algu-
-Ir no desea Obispado,
buena obra desea.
2 Pues es necesario, que el
Obispo sea irreprehensible, espo-
so de una sola muger, sobrio,
prudente, respetable, modesto,
amador de la hospitalidad, pro-
pio para enseñar,
3 No dado al vino, no violen-
to, sino moderado ; no rencillo-
so, no codicioso, mas
4 Que sepa gobernar bien su
casa ; que tenga sus hijos en su-
jeción con toda honestidad.
5 Porque el qne no sabe go-
bernar su casa ; ¿ como cuidará
de H Iglesia de Dios ?
6 No sea neófito ; porque
hinchado de soberbia, no cayga
en la condenación del diablo.
7 También es menester que
tenga buen testimonio de aque-
llos, que son de fuera ; porque
no cayga en desprecio, y en lazo
del diablo.
8 Asimismo los Diáconos sean
modestos, no dobles en pala-
bras, no dados á mucho vino,
ni sequaces de ganancia^ tor-
pes : • i
9 Que conserven el misterio
de la fé en conciencia pura.
10 y estos sean ántes proba-
dos ; y así exerciten el ministe-
rio, si son hallados irreprehensi-
bles,
11 Que las mugeres asimismo
sean honestas, no maldicientes,
sobrias, fieles en todo.
12 Los Diáconos sean esposos
de una sola muger ; que gobier-
nen bien sus hijos, y sus casas.
13 Porque los que hubieren
exercitado bien su ministerio, se
ganarán un buen grado, y mu-
cha confianza en la fé, que es ea
Jesu-Cristo.
14 Estas cosas te escribo, es-
perando que en breve pasaré á
verte.
15 Y si tardare, para que se-
pas como debes portarte en la
casa de Dios, que es la Iglesia
del Dios vivo, columna y apoyo
de la verdad.
16 Y es grande á todas luces
el sacramento de la piedad, en
que Dios se ha manifestado en
carne, ha sido justificad^ en es-
píritu, ha sido visto de los An-
geles, ha sido predicado á los
Gentiles, ha sido creído en el
niundo, ha sido recibido en glo-
ria.
CAPITULO IV.
1 TI/TAS el espíritu maní- .
ITJL fiestamente dice, que
en los postrimeros tiempos apos-
tatarán algunos de la fé, dando
oidos á espíritus de error, y á
doctrinas de demonios,
2 Que con hipocresía ha-
blarán mentira, y que tendrán
cauterizada su conciencia,
3 Que prohibirán casarse, J
el uso de las viandas que Dios
CAPITULO y.
305
crio* pai-a que con hacimiento de
gracias participasen de ellas los
fieles, y los que conociéron la
verdad.
4 Porque toda criatunu de
Dios es buena, y no es de dese-
char nada de lo que se participa
con haciiniento de gracias :
5 Por quanto se santifica por
la palabra de Dios, y por la ora-
ción.
6 Proponiendo esto á los her-
manos, serás bueil Ministro de
Jesu-Cristo, criado con las pa-
labras de la fé, y de la buena
doctrina, que alcanzaste.
7 Y deseclia las fábulas im-
pertinentes y de viejas ; y exer-
cítate en piedad.
8 Porque el exercicio corpo-
ral para poco es pi avechoso ;
mas la piedad vale para todo ;
porque tiene promesa de la vida,
que ahora es, y de la que ha de
ser.
9 Fiel palabj-a es esta, y digna
de toda aceptación.
10 Pues por esto traBajamos,
y somos denostados ; porque es-
peramos en el Dios vivo, que es
Salvador de todos los hombres,
mayormente de los ¿teles.
11 Manda estas cosas, y en-
séñalas. *
12 Ninguno tenga en poco tu
juventud ; pero has de ser de-
chado de los fieles en palabra, en
buena vida, en caridad, en fé,
en pureza.
13 Hasta que yo vaya, ocú-
pate, en leer, en exhortar, y en
enseñar.
14*No tengas en poco la gra-
que hay en tí, que te ha sido
!a por profecía con la imposi-
1 de las manos de los Pres-
ros.
3F(. '.ta estas cosas; ocú-
pate en eüas ; á fin que tu apro-
vechamiento sea manifiesto á.
todos.
16 Vela sobre tí mismo, y so-
bre la doctrina, persevera en
estas cosas. Porque hacienda
esto, te salvarás á tí mismo, y á
los que te oyeren.
CAPITULO V.
1 "l!^ O increpes al anciano;
mas amonéstale coma
á padre ; á los jóvenes como d
hermanos ;
2 A las ancianas, como á raa»
dres ; y á las jovencitas, como á
hermanas con toda castidad :
3 Honra á las viudas, que son
verdaderamente viudas.
4 Y si alguna viuda tiiviere
hijos, 6 nietos, aprenda primero
á gobernar su casa, y á corres-
ponder á sus padres ; porque
esto es accepto delante ce Dios.
5 Mas la que verdaderamen-
te es \iuda y desamparada, es-
pere en Dios, y esté perseveran-
te en rogar y orar noche y dia.
6 Porque la que vive en de-
leytes, viviendo está muerta.
7 Manda pues esto, para que
ellas sean irreprehensibles.
8 Y si alguno no tiene cuida-
do de los suyos, y mayormente
de ios de su casa, negó la fé, y
es peor que un infiel.
9 La viuda sea elegida na
menor que de sesenta años, que
no haya tenido mas de un ma-
rido,
10 Aprobada con testimonio
de buenas obras, si ha educado
á sus hijos, si ha exercitado la
hospitalidad, si lavó los pies á
ios Santos, si acudió al alivio de
los atribulados, si ha practicado
toda obra buena.
50S EPIST. I. DE S. P.
11 Mas no admitas viudas jó-
venes. Porque después de ha-
ber vivido licenciosamente con-
tra Cristo, quieren casarse :
12 Teniendo su condenación,
porque hicieron vana la prime-
ra fe.
13 Y estando además ociosas,
se acostumbran á andar de casa
en casa ; y no solo están en
ocio ; sino que son parleras y
curiosas, hablando lo que no es
menester.
14 Quiero pues que las que
son jóvenes se casen, crien hijos,
gobiernen la casa, y que no den
ocaíion al adversario para que
hable mal.
15 Porque algunas se per-
virtieron para ir en pos de Sa-
tanás.
16 Si alguno de los fieles tie-
ne viudas, manténgalas, y no sea
graviida la Iglesia ; á fin dé que
haya lo que baste para las que
son verdaderamente viudas.
17 Los Presbíteros, que go-
biernan bien, son dignos de do-
blada honra ; mayormente los
que trabajan en predicar, y en-
señar.
18 Porque dice la Escritum :
No embozarás al buey que trilla,
y : El obrero es digno de su
¿ornal.
19 No recibas acusación con-
tra el Presbítero, sino con dos ó
tres testigos.
20 A los que pecaren repre-
héndelos delante de todos ; para
que también los otros teman.
21 Te conjuro delante de
Dios, y de Jésu-Cristo, y de sus
Angeles escogidos, que guardes
estas cosas sin preocupación, no
haciendo nada por inclinación
particular.
22 No impongas de ligero las
ÍBLO A TIMOTEO.
manos sobre alguno, ni fe fiagas
participante de los pecados age-
nos : Guárdate puro á tí mis-
mo.
§3 No bebas mas agua sola,
sino usa de un poco de vino por
causa de tu estómago, y de tus
freqiientes enfermedades.
24 Los pecados de algunos
hombres son manifiestos antes
de examinarse en ^icio; mas
los de otros se manifiestan des-
pués.
25 Asimismo las buenas óbrss
también son manifiestas ; y las
que son de otra manera, no pue-»
den estar escondidas.
CAPITULO VI.
1 rilODOS los siervos que
JL están baxo de yugo,
estimen á sus señores por dignos
de toda honra, para que el nom-
bre del Señor y su doctrina no
sea blasfemada. .
2 Y los que tienen señores
fiele3, no los tengan en poco,
porque son hermanos ; antes sír-
vanles mejor, porque son fieles
y amados, que participan del be«
aeficio. Esto enseña, y amo-
nesta.
3 Si algunb enseña de otra
manera, y no abraza las sanas
palabras de naestro Señor Jecu-
Cristo, y aquella doctrina que es
conforme á piedad :
4 Soberbio es, nada sabe, mas
ántes flaquea sobre qüestiones y
contiendas de palabras ; de don-
de se originan envidias, rencillas,
blasfemias, sospechas mala*s,
5 Altercaciones de hombres
perversos de entendimiento, y
que están privados de la verdad,
creyendo que la piedad es una
grangería.
CAPITULO VI.
307
O IVIas es grande g'anancia la
piedad con lo que basta.
7 Porque nada metimos en
este mundo ;^ y es cierto que
tampoco podremos sacar nada.
8 Teniendo pues con que sus-
tentarnos, y con que cubrirnos,
contentémonos con esto.
9 Porque los qile quieren ha-
cerse ricos, caen en tentación,
y en lazo del diablo, y en mu-
chos deseos inútiles, y pernicio-
sos, que aneg-an á los hombres
en muerte, y en perdición.
10 Porque raiz de todos los
males es la avaricia ; la qual
codiciando algunos se descami-
naron de la fé, y se enredaron
en muchos dolores.
1 1 Mas tú, ó hombre de Dios,
huye de estas cosas ; y sigue la
justicia, la piedad, la fé, la cari-
dad, la paciencia, la mansedum-
bre.
12 Pelea buena batalla de fé ;
echa mano de la vida eterna, á
la que fuiste llamado, habiendo
también hecho buena confesión
ante muchos testigos.
13 Te mando delante de Dios,
que vivifica todas las cosas, y
delante de Jesu-Cristo, que ba-
xo de Poncio Pilato, dio testi-
monio, una buena confesión :
. 14 Que guardes el manda-
miento sin mácula, ni reprehen-*
sion, hasta la venida de nuestro
Señor Jesu-Cristo :
15 La qual mostrará á su
tiempo el bienaventurado y solo
poderoso, el Rey de los Reyes, y
Señor de los Señores :
16 El que solo tiene inraort*'
lidad, y habita una luz inaccesi-
ble ; á quien ninguno de los
hombres ha visto, ni puede ver ;
al qual sea honra, é imperio sin
fin. Amen.
17 Manda á loa ricos de esté
siglo, que no sean altivos, ni
esperen en la incertidumbre de
las riquezas ; sino en el Dios vivo,
que nos dá abundantemente to-
das las cosas para nuestro uso,
18 Que hagan bien, que se
hagan ricos eu buenas obras,
que den; y que repartan franca-
mente,
19 Que se hagan un tesoro, y
un fundamento sólido para lo
venidero, á fin de alcanzar la
vida verdadera.
20 O Timoteo, guarda el de-
pósito, evitando las novedades
profanas de voces, y de contra-
dicciones de ciencia de falso
nombre,
21 La que prometiendo algu-
nos, se descaminaron de la fé»
La gracia sea contigo. Amen^
EPISTOLA SEGUNDA
DEL APOSTOL SAN PABLO '
A TIMOTEO.
CAPITULO r.
^ 1 1>ABLO Aposto! de Je-
JL su-Cristo por volun-
tad de Dios, según la promesa
de la vida, que es en Jesu-
cristo :
2 A Timoteo muy amado hijo,
¡í^racia, misericordia, paz de Dios
Padre, y de nuestro Señor Jesu-
cristo.
3 Gracias doy á Dios, á quien
desde mis ascendientes sirvo con
conciencia pura, de que sin ce-
sar hag-o memoria de tí en mis
oraciones, noche y día.
4 Deseando verte, acordán-
dome de tus lágrimas, para lle-
narme de gozo,
5 Trayendo á la memoria a-
quella fé, que hay en tí no fingi-
da ; la qual moró primero en tu
abuela Loide, y en tu madre
Eunice ; y estoy cierto, que
también en tí.
6 Por lo que te amonesto, que
avives la gracia de Dios que hay
en tí por la imposición de mis
manos ;
7 Porque Dios no nos dió es-
píritu de temor ; sino de forta-
leza, y de caridad, y de tem-
planza.
8 Por tanto no te avergüen-
ces del testimonio de nuestro
Señor, ni de mí que soy su pr^
so ; ántes trabaja conmigo en el
Evangelio, según la virtud de
Dios :
9 Que nos libró, y llamó con
^u santa vocación, no según nues-
tra:? obras, sino según su propó-
sito, y gracia, que nos ha sido
dada en Jesu-Cristo ántes de los
tiempos de lo« siglos.
10 Y que ahora ha sido ma-
nifestada por la aparición de
nuestro Salvador Jesu-Cristo, el
qual destruyó en verdad la muer-
te, y sacó á luz la vida, y la
inmortalidad por el Evange-
lio :
11 En el que yo he sido pues-^
to Predicador, y Apóstol, y
Maestro de las Gdntes.
12 Por cuya causa también
padezco esto ; mas no me aver-
güenzo. Porque sé á quien he
creído, y estoy cierto de que es
poderoso para guardar mi depo-
sito para aquel dia.
13 Guarda la forma de las
sanas palabras que me has
oido, en la fé, y amor en Jesu-
Cristo.
14 Guarda el buen depósito
por el Espíritu Santo, que mora
en nosotros.
15 Sabes esto, que se han
apartado de mí todos los que es-
tán en el Asia ; de los quales es
Figelo, y Hermógenes.
16 El Señor haga merced ala
casa de Onesíforo ; porque mu-
chas veces me consoló, y no tuvo
vergüenza de mi cadena :
17 Antes quando vino á Ro-
ma, me buscó con dibgencia, y
me halló.
18 Déle el -Señor que halle
•misericordia delante del Señor
en aquel dia. Y quanto servi-
cio me hizo en Efeso, mejor lo
sabes tú.
CAPITULO II.
309
CAPITULO IL
1 "pUES tú, hijo mió, for-
JL tif ícate en la gracia,
que es en Jesu-Cristo :
2 Y ias cosas que has oido de
mí delante de muchos testig-os,
encomiéndalas á hombres fieles,
que sean capaces de instruir
también á otros.
3 Trabaja como bjien soldado
de Jesu-Cristo.
4 Ninguno que milita para
Dios, se embaraza en los neg-o-
cios del siglo ; á fin de agradar
a aquel á quien se alistó.
5 Porque también el que lidia
en los juegos púWicos, no es co-
ronado si no lidiare según ley.
6 Conviene que el labrador
que trabaja recoja de los frutos
el primero.
7 Entiende lo que digo ; por-
que el Señor te dará, inteligen-
cia en todo.
8 Acuérdate, que el Señor
Jesu-Cristo del linage de David,
resucitó de los muertos, según
mi Evangelio,
9 En el que trabajo hasta es-
tar •prisiones, como un mal-
hechoi" ; mas la palabra de Dios
no está conmigo atada.
10 Por tanto lo sufro todo por
los escogidos, para que ellos al-
cancen también la salud, que es
en Jesu-Cristo, con la gloria del
cielo.
11 Fiel palabra : Pues si so-
mos muertos con él, también con
él viviremos :
12 Si sufriéremos, reynaré-
raos también coa él ; si le negá-
remos, él también nos negará :
13 Si no creemos, él perma-
nece fiel ; no puede negarse á
sí mismo.
1 4 Amonesta estas cosas ; dan-
do testimonio delante del Señor.
Huye de contiendas de palabras,
que para nada aprovechan, sino
para trastornar á los que las
oyeu.
15 Cuida mucho de presen-
tarte á Dios digno de aproba-
ción, operario, que no tiene de
que avergonzarse, que maneja
bien la palabra de verdad.
16 Mas evita las pláticas va-
nas y profanas ; porque sirven
mucho para la impiedad :
1 7 Y la plática de ellos cunde
como cáncer ; de los qusJes es
Hymenéo y Fileto,
18 Que se han extraviado de
la verdad, diciendo que la resur-
rección era ya hecha, y pervir-
tieron la fé de algunos.
19 Pero el fundamento de
Dios está firme, el qual tiene es-
te sello': El Señor conoce á los
que son de él ; y apártese de
iniquidad todo aquel, que invoca
el nombre del Señor.
20 Mas en una casa grande
no solo hay vasos de oro y de
plata, sino también de madera y
de barro ; y los unos a la verdad
son para honor, mas los otros pa-
ra usos viles. •
21 Si alguno pues se purifi-
care de estas cosas, será un vaso
de honor santificado y útil para
el servicie del Señor, aparejado
para toda obra buena.
22 Huye de deseos juveniles ;
y sigue la justicia, la fé, la espe-
ranza, la caridad, y la paz con
aquellos que invocan al Señor
de puro corazón.
23 Desecha qüestiones necias
y que no sirven para instruc-
ción ; sabiendo que engendran
contiendas.
24 Porque al siervo del Señor
no le conviene sjtercar, sino ser
310 EPIST. II. DE S. PABLO A TÍSIOTEO.
manso para con todos, propio
para instruir, sufrido,
25 Que corrija con modestia
ii los que resisten á la verdad ;
por si en algún dia les da Dios
iirrepentimiento para conocer la
rerdad,
26 Y que salgan de los lazos
ael diablo, en que están cauti-
ros á voluntad de él.
CAPITULO III.
1 "M/TAS has de saber esto,
ItJL que en los últimos
•dias vendrán tiempos peligrosos :
2 Porque habrá hombres ama-
dores de sí mismos, codiciosos,
altivos, soberbios, blasfemos, de-
sobedientes á sus padres, desa-
gradecidos, malvados,
3 Sin afición, sin paz, calum-
niadores, incontinentes, crueles,
6in benignidad,
4 Traidores, protervos, orgu-
llosos, y amadores de placeres
mas que de Dios ;
5 Teniendo apariencia de
piedad ; pero negando la vir-
tud de ella. Huye también de
estos tales :
6 Porque de estos son los que
se entran por las casas, y llevan
cautivas á las mugercillas car-
gadas de pecados, las qualcs son
arrastradas de diversas pasiones:
7 Que siempre están apren-
diendo, y nunca llegan á la cien-
cia de la verdad.
8 Y así como Janes y Ham-
bres resistieron á Moisés ; así
estos resisten á la verdad, hom-
bres corrompidos de corazón,
reprobos acerca de la fé,
9 Mas no irán adelante ; por-
que se hará manifiesta á todos su
necedad, como también se hizo
la de aquellos. I
10 Mas tú ya has comprchcn-
dido mi doctrina, institución, in-
tento, fé, longaniiriidadj caridad,
paciencia,
1 1 Persecuciones, vejaciones ;
quales me fuéron hechas en An-
tiochia, Icónio, y en Listras ;
cuj'^as persecuciones he sufrido,
y de todas me libró el Señor.
12 Y todos los que quieren
vivir píamente en Jesu-Cristo,
padecerán persecución.
13 Mas los hombres malos, é
impostores, irán en peor; erran-
do, y metiendo á otros en error.
14 Mas tú persevera en las
cosas que has aprendido, y te se
han encomendado ; sabiendo de
quien las aprendiste.
1 3 Y que desde la niñéz apren-
diste las sagradas letras, que te
pueden hacer sabio para la salud
por la fé, que es en Jesu-Cristo.
16 Toda escritura divinamen-
te inspirada es útil para enseñar,
para reprehender, para corregir,
y para instruir en la justicia :
17 Para que el hombre de
Dios sea perfecto, y esto preve-
nido para toda obra buen^
CAPITULO IV.^
1 "PROTESTO delante de
JL Dios, y de Jesu-Cris-
to, que ha de juzgar vivos y
muertos, en su tenida, y en íu
reyno :
2 Que prediques la palabra,
que instes á tiempo, y fuera de
tiempo ; reprehende, ruega, a-
mdhesta con toda paciencia y
doctrina.
3 Porque vendrá tiempo, en
que no sufrirán la sana doctri-
na, antes amontonarán Maestros
conforme á sus deseos, teniendo
comezón en ías orejas ;
CAPITULO IV.
311
4 Y apartarán los oidos de la
verdad, y los aplicarán á las fá-
bulas.
5 Mas tú reía, trabaja en to-
das las cosas, haz la obra de
Evangelista, cumple tu Ministe-
rio. Sé sobrio.
j6 Porque yo ya estor a punto
de ser sacrificado, y cerca está
el tiempo de mi muerte.
7 Yo he peleado buena bata-
lla, he acabado mi carrera, he
guardado la fe.
8 Por lo demás me está re-
servada la corona de la justicia,
que el Señor justo Juez me dará
en aquel dia ; y no solo á mí,
sino también á aquellos que a-
roan su venida. Procura venir
presto á mí.
9 Porque Demás me ha de-
samparado, amando este siglo, y
se ha ido á Tessalonica :
10 Crescente á Galacia, Tito
á Dalmácia.
11 Lucas está solo conmigo.
Toma á INIárcos, y traele con-
tigo ; porque me es del caso pa-
ra el Ministerio.
12 A Tichico envié áEfeso.
13 Tráete contigo á la veni-
da el capote, que dexé en Troas
en casa de Carpo, y los libros, y
mayormente los pergaminos.
14 Alexandro el Calderero
muchos males me hizo ; el Se-
ñor le pagará según sus obras :
15 Y tú guárdate también de
él ; porque hizo una fuerte re-
sistencia á nuestras palabras. t
16 Ninguno me asistió en mi
primera defensa, mas todos me
desaraparáron ; plegué á Dios
que no les sea imputado.
17 Mas el Señor me asistió,
y me confortó, para que fuese
cumplida por mí la predica-
ción, y la oyesen todos ios Gen-
tiles ; y fui librado de la boca
del León.
1 8 Me libró el Señor de toda
obra mala ; y me preservará pa-'
ra su reyno celestial ; á él sea
la gloria en los siglos de los si-
glos. Amen.
19 Saluda á Prisca y á A-
quílas, y á la casa dé Onesi.-
foro.
20 Eraste se quedó en Corin
to. Y á Trofimo lo dexé enfer-
mo en Mileto.
21 Apresúrate á venir antes
del invierno. Te saludan Eu-
b^lo, y Pudente, Lino, y Clau-
dia, y todos los hermanos. *
22 El Señor Jesu-Cristo sea
con tu espíritu. La gracia sea
con vosotros, Amen.
EPISTOLA
DEL APOSTOL SAN PABLO
A TITO.
CAPITULO I.
lABLO siervo de Dios,
y Apóstol de Jesu-
cristo según la fe de los escog-i-
P
para que pueda exhortar según
sana doctrina, y convencer á*los
que contradicen.
10 Porque hay aun muchos
desobedientes, habladores de va-
dos de Dios, y el conocimiento i nidades, é impostores ; mayor-
de la verdad, que es según la mente los que son de ia circun-
piedad.
2 Para la esperanza de la vi-
da eterna, que aquel Dios, que
no puede engañar, prometió an-
'íes de los tiempos de los siglos :
3 Y manifestó en sus tiempos
su palabra por la predicación,
que me fué confiada según el
precepto de Dios Salvador nues-
tro:
4 A Tito hijo amado según la
fé, que nos es común, sea gra-
cia, y paz de Dios Padre, y de
Jesu-Cristo Salvador nuestro.
5 Yo te dexé en Creta, para
que arreglases lo que falta, y es-
tablecieses Presbíteros en las
ciudades, como yo te lo habia
ordenado.
6 El que fuere sin tacha, ma-
nido de una muger, que tenga
cisión :
1 1 A quienes es menester con-
vencer ; que trastornan las ca-
sas enteras, enseñando lo que no
conviene, por torpe ganancia.
12 Dixo uno de entre ellcs,
propio Profeta suyo : Que los de
Creta siempre son mentirosos,
maias bestias, vientres perezo-
sos.
•13 Este testimonio es verda-
dero. Por tanto reprehéndelos
reciamente, pai-a que sean sanos
en la fé,
14 Y que no den oidos á fá-
bulas Judaicas, ni á manda-
mientos de hombres, que se a-
partan de la verdad.
15 Para los limpios todas las
cosas son limpias ; mas para los
impuros é infieles nada hay lim-
hijos fieles, y que no puedan ser pió ; antes están contaminados
ocusados de disolución, ó que sus ánimos, y su conciencia,
sean desobedientes. I 16 Dicen, que conocen á Dio?,
7 Porque es necesario, que el j mas le niegan con los hechos ;
Obispo sea sin crimen, como que ¡ siendo abominables, y rebeldes,
es el Ecónpmo de Dios ; no so- 1 y reprobados para toda obr^
berbio, ni iracundo, no dado ai
vino, no violento, no codicioso
de torpes ganancias :
8 Sino amigo de hospitalidad,
benigno, sobrio, justo, santo,
continente,
9 Que abrace firme la palabra
áe fe, que es según la doctrina ;
buena.
CAPITULO II.
AS tü habla lo que
conviene á la sana
doctrina :
2 Los ancianos, que sean so-
CAPITULO III.
313
bries, honestos, pnidentes, sanos
en la fé, en la caridad, en la pa-
ciencia :
3 Las ancianas asimismo en
un porte santo, no calumniado-
ras, no dadas á mucho vino,
maestras de lo bueno :
4 Que enseñen prudencia 1
las mugeres jóvenes, á que amen
á sus maridos, y quieran á eus
hijos,
5 Que seaft prudentes, castas,
templadas, que tengan cuidado
de la casa, benignas, obedientes
á sus maridos, para que no sea
blasfemada la palabra de Dios :
6 Asimismo amonesta á los
jóvenes, qije sean sobrios.
7 Muéstrate á tí mismo en
todo por dechado de buenas
chías en la doctrina, en la pure-
za de las costumbres, en la gra-
vedad,
8 Palabra sana, irreprehensi-
ble ; para que el que es contra-
rio, se confunda, y no tenga
que decir mal ninguno de noso-
tros.
9 Que los siervos sean obe-
dientes á sus señores, dándoles
gusto en todo, no respondones.
10 Que no Ies defrauden, mas
muéstrenles en todo buena leal-
tad ; para que adornen en todo
la doctrina de Dios nuestro Sal-
vador.
11 Porque se manifestó á to-
dos los hombres la gracia de
í)ios Salvador nuestro,
•12 Enseñándonos, que renun-
ciando á la impiedad, y á los de-
seos mundanos, vivamos en este
siglo sobria, y justa, y píamente,
13 Aguardando la esperanza
bienaventurada, y el adveni-
miento glorioso del graode Dios,
y Salvador nuestro Jesu-Cristo :
14 Que se dió á sí mismo por
nosotros, para redimirnos de to-
do pecado, y purificarnos para sí
como pueblo agradable, seguí
dor de buenas obras.
' 15 Prediot estas cosas, y ex-
horta, y reprehende con toda au-
toridad. Nadie te desprecie.
CAPITULO III.
1 AMONESTALES, que
jltL estén sujetos á los
Príncipes, y á las Potestades;
que les obedezcan ; que estén
prevenidos para toda obra buena:
2 Que no digan mal dé nadie^
que no sean pendencieros, sino
modestos, mostrando toda man-
sedumbre para con todos los
hombres.
3 Porque nosotros en algún
tiempo eramos también necios,
incrédulos, descaminados, escla-
vos de varios afectos, y deleytcs,
viviendo en malicia, y en envi-
dia, aborrecibles, y aborrecién-
donos los unos á los otros.
4 Mas quando apareció la
bondad del Salvador nuestro
Dios, y su amor para con los
hombres ;
5 No por obras de justicia
que hubiésemos hecho nosotros,
mas según su misericordia nos
hizo salvos por el bautismo de
regeneración, y renovación del
Espíritu Santo,
6 El qual difundió sobre no-
sotros abundantemente por Jesu
Cristo nuestro Salvador :
7 Para que justificados por su
gracia, seamos herederos según
la esperanza de la vida eterna.
8 Palabra fiel ; y quiero que
esto afirmes ; para que procuren
aventajarse en buenas obras lo&
que creen en Dios. Estas son cf ^
sas buenas, y útiles á los hombres
14
314 EPIST. DE S. TA
9 Mas tú desecha las qüestio-
nes necias, las genealogías, y
debates, y dispütas sobre la Ley ;
porque son inútiles, y vanas.
10 Huye del horxijpre Herege,
después de la primera, y segun-
da corrección :
11 Sabiendo, que el que es
tal, está pervertido, y peca, sien-
do condenado por su propio jui-
cio.
12 Quando te enviaré á Arte-
mas, ó á Tichico, apresúrate á
venir á mí á Nicópolis ; porque i
BLO A FILEMOjV.
he determinado pasar allí el in-
vierno.
13 Envía delante á Zenas
Doctor de la Ley, y á Apolo,
procurando que nada les falte.
14 Y aprendan también los
nuestros á ser los primeros en
buenas obras para las cosas que
son menester, para que no sean
sin fruto.
1 5 Te saludan todos los que es-
tán conmigo ; saludauá los que nos
aman en la fé. La gracia de Dios
sea con todos vosotros. Amen.
EPISTOLA
DEL APOSTOL SAN PABLO
A FILEMON.
1 TJABLO prisionero de
JL Jesu-Cristo, y Timo-
teo el hermano : á Filemon ama-
do, y coadjutor nuestro,
2 Y á Appia nuestra muy
amada hermana, y á Archippo
camarada nuestro, y á la Iglesia
que está en tu casa.
3 Gracia sea á vosotros, y paz
de Dios nuestro Padre, y del Se-
xior Jesu-Cristo.
4 Gracias doy á mi Dios, ha-
ciendo siempre memoria de tí en
mis oraciones,
5 Oyendo tu caridad, y la fé
que tienes en el Señor Jesús, y
para con todos los Santos :
6 Para que la comunicación
de tu fé sea clara por el conoci-
miento de toda obra buena,
que hay en vosotros por Jesu-
Ciñsto.
7 Pues he tenido grande go-
zo, y consuelo en tu caridad ;
por quanto las entrañas de los
Santos han sido recreadas por tí,
hermano mió.
8 Por lo qual aunque tenga yo
mucha libertad en Jesu-Cristo
para mandarte lo que te con-
viene :
9 Mas antes te ruego por ca-
ridad, porque tú eres tal, como
Pablo, viejo, y aun ahora prisio-
nero de Jesu-Cristo :
10 Te ruego por mi hijo One-
simo, el que yo he engendrado
en las prisiones,
1 1 El que en algún tiempo te
fué inútil, mas ahora es útil para
tí, y para mí,
12 El que te he vuelto á en-
viar. Y tú recíbele como á mis
entrañas :
13 Yo le habia querido dete-
ner conmigo, para que me sir-
viese por tí en las prisiones del
Evangelio :
CAPITULO I.
313
14 Mas sin tu consentimiento
no he querido hncer nada, para
que tu beneficÍD no fuese como
por necesidad, sino voluntario.
15 Y él quizá no se apartó de
tí por algún tiempo, sino para
que le recobrases para siem-
pre :
16 No ya como siervo, mas en
vez de siervo como hermano muy
amado, ma5'ormente de mí ;
¿ pues quanto mas de tí, en la
carne, y en el Señor ?
17 Por tanto si me tienes por
compañero, recíbele como á mí :
18 Y si algún daño te hizo, ó
te debe algo, apúntalo á mi
cuenta.
19 Yo Pablo lo escribí de mi
puño : yo lo pagaré, por no de-
cirte, que aun á tí mismo te rae
debes :
20 Sí hermano : Me gozaré
yo de tí en el Señor ; recrea mis
entrañas en el Señor.
21 Yo fiado en tu obediencia
te he enviado mi Carta, sabien-
do que harás aun mas de quanto
digo. •
22 Mas también con esto pre-
venme posada ; porgue espero
por vuestras oraciones, que seré
concedido á vosotros.
23 Te saluda Epafras, que es-
tá preso conmigo por Jesu-Cristo,
24 Marcos,' Aristarco, De-
más, y Lucas, que me ayudan.
25 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea con vuestro
espíritu. Amen.
EPISTOLA
DEL APOSTOL. SAN PABLO
A LOS HEBREOS.
CAPITULO I.
1 -rr ASIENDO hablado
X_a. Dios muchas veces,
}• en muchas maneras á los pa-
dres en otro tiempo por los Pro-
fetas, últimamente
2 En estos días nos ha habla-
do por el Hijo, al qual consti-
tuyó heredero de todo, por quien
iiizo también los siglos :
3 El qual siendo el resplandor
de la gloria, y la figura de su
substancia, y sustentándolo todo
con la palabra de su virtud, ha-
biendo hecho la purificación de
los pecadoá, está sentado á la
diestra de la IMs^estad en las
alturas ;
4 Hecho tanto mas excelenfti
que los Angeles, quanto heredó
mas excelente nombre que ellos.
5 ¿ Porque á quien de los An-
geles dixo jamas : Tú eres mi
Hijo, yo hoy te he engendrado ?
Y otra vez : ¿ Yo le seré á él
Padre, y él me sera á mi Hija ?
6 Y otra vez quando introdu-
ce al Primogénito en la redon-
dez de la tierra, dice : Y adó-
renle todos los Angfeles de Dios.
7 Asimismo sobre los Angeles
dice : El que hace á sus Ange-
les espíritus, y á sus Miuistros
llama de fuego.
8 Mas al Hijo : Tu trono
Dios en el siglo del siglo ; vara
de equidad, la vara de tu re} lio.
316 EPIST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
9 Tú has amado la justicia, y
lias aborrecido la maldad ; por
eso te ung-ió Dios, el Dios tuyo,
con óleo de alearía sobre tus
compañeros.
10 Y : Tú, Señor, en el prin-
cipio fundaste la tierra ; y obras
de tus manos son los cielos :
11 Ellos perecerán, mas tú
permanecerás, y todos se enve-
jecerán como vestidura :
12 Y los mudarás como un
manto, y ser^ mudados ; mas
iú el mismo eres, y tus años no
menguarán.
1 3 ¿ Pues á qual de los An-
geles dixo alguna vez : Siéntate
á mi derecha, hasta que ponga
tus enemigos por estrado de tus
pies ?
14 ¿ Por ventura no son todos
espíritus administradores, envia-
dos para ministerio en favor de
aquellos^ que han de recibir la
heredad de salud ?
CAPITULO II.
1 XJOR tanto nos es nece-
JL sano guardar mas cum-
plidamente las cosas que hemos
oido, á fin que no nos olvidemos.
2 Porque si la Ley que fué di-
cha por los Angeles fué firme,
y toda prevaricación, y desobe-
diencia recibió la justa paga que
meiecia,
3 ¿ Como la evitaremos noso-
tros, si despreciamos tan grande
salud ? la qual habiendo comen-
zado á ser anunciada por el Se-
ñor, fué después confirmada en-
tre nosotros por aquellos que la
oyeron,
4 Confirmándola al mismo
tiempo Dios con señales, y con
maravillas, y con virtudes diver-
sas, y con dones del Espíritu
Santo, que repartió según su vo-
luntad.
5 Porque no sometió Dios á
los Angeles el mundo venidero,
del que hablamos.
6 Y uno en cierto lugar dio
testimonio, diciendo : ¿ Que co-
sa es el hombre, que ad te acuer-
das de él, ó el hijo del hombre,
que así le visitas ?
7 Tú fe has hecho un poco
menor que los Angeles ; le has
coronado de gloria y de honra,
y le has constituido sobre las
obras de tus manos.
8 Todas las cosas pusiste ba-
xo de sus pies. En esto mismo
de haber sometido á él todas las
cosa«, ninguna dexó que no fue-
se sometida á él. Mas ahora
aun no vemos todas las cosas so-
metidas á el.
9 Mas á aquel Jesús, que por
un poco fué hecho menor que
los Angeles, le vemos por la pa-
sión de la muerte coronado de
gloiia y de honra, para que por
la gracia de Dios gustase la
muerte por todos.
10 Porque convenia, que a-
quel por quien son todas las co-
sas, y para quien son todas las
cosas, habiendo de llevar mu-
chos hijos á la gloria, consumase
por la pasión al autor de la salud
de ellos.
1 1 Porque el que santifica, y
los que son santificados, todos
son de Bno. Y por esta causa
no tuvo rubor de llamarlos her-
manos, diciendo :
12 Anunciaré tu nombre á
mis hermanos ; te alabaré en
medio de la Iglesia.
13 Y otra vez : Yo confiaré
en él. Y en otro lugar : Heme
aquí yo, y mis hijos, que Dios
me dio.
CAPITULO III.
317
14 Y por quanto los hijos tu-
vieron cai'ue, y sangre común,
el también participó de las mis-
mas cosas ; para destruir por su
muerte al que tenia el imperio
de la muerte, es á saber, al dia-
blo ;
15 Y para librar á aquellos,
que por el temor de la muerte
estaban en servidumbre toda la
vida.
16 Porque él ennin^n lugar
tomó á los Angeles, mas tomó
á la simiente de Abrahara.
17 Por lo qual fué necesario
que en todo semejase á los her-
manos, para que fuese delante
de Dios un Pontífice pió y fiel,
para expiar los pecados del pue-
blo.
1 8 Porque en quanto padeció,
y fué tentado, es poderoso para
ayudar también á aquellos que
son tentados.
CAPITULO III. •
1 T3OR lo qual, hermanos
JL santos, que sois parti-
cipantes de la vocación celestial,
considerad al Apóstol y Pontífice
de nuestra confesión, Jesús :
2 El qual es fiel al que le
constituyó, así como Moisés lo
era en toda su casa. «
3 Porque este es tenido por
digno de mucha mayor gloria
que Moisés, quanto el que edi-
ficó la casa tiene mayor honra
que la misma casa.
4 Porque toda casa es edifica-
da de alguno ; mas el que ha
criado todas las cosas, es Dios.
5 Y Moisés 5. la verdad fué
fiel en toda la casa de Dios co-*
mo un siervo, para testificar a-
quellas cosas que se habían de
denunciar;
6 Mas Cristo coMf^ Hijo en su
casa propia ; la qual casa somos
nosotros, con tal que tengamos
firme la confianza, y la gloria de
la esperanza hasta el fin.
7 Por lo qual, como dice el
Espíritu Santo : Si oyereis hoy
su voz,
8 No queráis endurecer vues-
tros corazones, como en la irri-
tación, en el dia de la tentación
en el de«ierto,
9 En donde me tentaron vues-
tros padres ; hiciéron prueba, y
viéron mis obras
10 Por espacio de quarenta
años. Por esto me indigné con
esta generación, y dixe : Estos
siempre yerran de corazón. Y
ellos no conocieron mis caminos ;
11 Y así les juré en mi ira :
No entrarán en mi reposo.
12 Guardaos, hermanos, que
no haj a en alguno de vosotros
corazón malo de incredulidad,
apartándooB del Dios vivo :
13 Antes amonestaos vosotros
mismos los unos á los otros cada
dia, entretanto que se nombre
Hoy, para que no sea endureci-
do alguna de vosotros por enga-
ño del pecado.
14 Por quanto somos hechos
participantes de Cristo, con tal
que conservemos firme hasta el
fin el principio de la substancia
de él.
15 Mientras que se dice : Si
su voz oyéreis hoy, no queráis
endurecer vuestros corazones,
así como en aquella irritación.
16 Porque algunos habiéndo-
le oido, le provocáron á saña ,
aunque no todos los que habian
salido de Egipto por Moisés.
17 ¿ Y con quiénes estuvo in-
dignado quarenta años ? ¿ Por
ventura njo fué con aquellos que
EPIST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
r>i8
pecáron, dBtyos cadáveres que-
daron tendíaos en el desierto ?
18 ¿ Y á quiénes juró que no
entrarían en su reposo, sino á
aquellos que no le creyeron ?
19 Y vemos, que no pudieron
entrar por causa de su incredu-
lidad.
CAPITULO IV.
1 npEMAMOS, pues que
JL alguno de vosotros de-
sechada la promesa de entrar en
su reposo, no parezca quedar
frustrado :
2 Porque se nos ha anunciado
á nosotros también como á ellos.
Mas no les aprovechó la pala-
bra que oyeron, por no ir acom-
pasada de la fé en las cosas que
oyeron.
3 Poique entraremos en el
reposo los que creímos ; de la
manera que dixo : Así como juré
en mi ira : No entrarán en mi
reposa : y en verdad acabadas
las obras desde la creación del
mundo.
4 Porque en cierto lugar di-
xo así del dia séptimo : Y repo-
só Dios en el dia séptimo de to-
das sus obras.
5 Y otra vez aquí : No entra-
rán en mi reposo.
6 Pues porque aun resta que
algunos entren en él, y que a-
quellos á quien primero fué a-
nunciado, no entraron por su in-
credulidad,
7 Determina de nuevo un
cierto dia, diciendo por David,
tanto tiempo después, Hoy, co-
mo queda dicho arriba : Si oye-
reis Hoy la voz de él, no queráis,
endurecer vuestros corazones.
8 Porque si Jesús les hubiera
dado el reposo, jamas en ade-
lante hubieran hablado de otro
dia.
9 Por lo qual queda el saba-
tismo para el Pueblo de Dios.
10 Porque el que ha entrado
en su reposo, él también ha re-
posado de sus obras, así como
Dios de las suyas.
1 1 Apresurémonos pues á en-
trar en aquel reposo ; para que
ninguno cayga en igual exemplo
de incredulidad.
12 Porque la palabra de Dios
es viva, y eficaz, y mas pene-
trante que toda espada de dos
filos ; y que alcanza hasta la di-
visión del alma y del espíritu, y
aun de las coyunturas y de los
tuétanos, y que discierne los
pensamientos é intenciones del
corazón.
13 Y no hay ninguna criatu-
ra que esté encubierta en su
acatamiento ; y todas las cosas
están desnudas y descubiertas á
los ojos de aquel de quien habla-
mos.
14 Teniendo pues aquel gran-
de Pontífice, que penetró los
cielos, Jesús el Hijo de Dios,
conservemos nuestra confesión.
15 Porque no tenemos un
Pontífice que no pueda compa-
decerse de nuestras enfermeda-
des ^ mas tentado en todas cosas
á semejanza nuestra, excepto el
pecado.
16 Pues lleguemos confiada-
mente al trono de la gracia, á
fin de alcanzar misericordia, y
de hallar gracia para ser socor-
ridos á tiempo conveniente.
CAPITULO V.
1 "pOI^QUE todo Pontífice
jL tomado de entre los
hojnbres es puesto á favor d^e
CAPITULO VI.
319
los hombres en aquellas cosas
que tocan á Dios, para que ofrez-
ca dones y sacrificios por los
pecados :
2 El qual se pueda condoler
de aquellos que ignoran y yer-
ran, por quanto el también es-
tá cercado de enfermedad :
3 Y por esta causa debe, co-
mo por el pueblo, así también
por sí misijio ofrecer por los pe-
cados.
4 Y ninguno usurpa para sí
esta honra, sino el que es llama-
do de Dios, como Aaron.
5 Así también Cristo no se
glorificó á sí mismo para hacerse
Pontífice ; sino aquel que le di-
xo : Tú eres mi Hijo, yo hoy te
he engendrado.
6 Como también dice en otro
lugar : Tú eres Sacerdote eter-
namente, según el órden de Mel-
chisedecb.
7 En qual en los dias de su
mortalidad, ofreciendo con gran-
de clamor, y con lágrimas, pre-
ces y ruegos á aquel que le po-
día salvar de muerte, fué oido
por su reverencia :
8 Y á la verdad siendo Hijo
de Dios, aprendió la obediencia
por las cosas que padeció ;
9 Y consumado, fué hecho
autor de salud eterna para todos
los que le obedecen,
10 Llamado por Dios Pontí-
fice según el órden de Melchi-
sedech.
1 1 Del qual tenemos muchas
cosas que decir, y difíciles de
declarar ; porque sois flacos pa-
ra oir.
12 Pues debiendo ser ya
maestros por el tiempo, tenéis
aun necesidad de que os ense-
ñen quales son los elementos
del principio de las palabras de
Dios , y os habéis vuelto tales,
que liabeis menester leche, y no
manjar s6Udo.
13 Porque qualquiera que usa
de leche, es incapaz de la pala-
bra de justicia ; porque es niüo-
14 Mas el manjar sólido es de
los perfectos ; de aquellos, que
por la costumbre tienen los sen-
tidos exercitados, para discernir
el bien y el mal.
CAPITULO VI.
1 "pOR lo qual dexando ya
Jl los rudimentos de los
que empiezan á creer en Cristo,
pasemos á cosas mas perfectas,
no echando de nuevo el funda-
mento de penitencia de las obras
muertas, y de la fe en Dios :
2 De la doctrina de los Bau-
tismos, y de la imposición de las
manos, y de la resurrección de
los muertos, y del juicio eterno.
3 Y esto harémos, si Dios lo
permitiere.
4 Porque los que una vez fue-
ron iluminados, y gustaron el
don del Cielo, y fueron hechos
participantes del Espíritu Santo,
5 Gustáron igualmente la bue-
na palabra de Dios, y las virtu-
des del siglo venidero,
6 Si después de esto han cai-
^o, es imposible sean otra vez
renovados á penitencia, pues
crucifican de nuevo al Hijo de
Dios en sí mismos, y lo exponen
al escarnio.
7 Porque la tierra que embe-
be la lluvia, que cae muchas ve-
ces sobre ella, y produce yerba
provechosa á aquellos, que la
labran, recibe bendición de
Dios ;
8 Mas si ella produce espinas
y abrojos, es reprobada, y est?
'320
EPIST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
t^cerca de maW/cíon, cuyo fin es
i'^Gr quofwada.
9 Pero de vosotros, o muy a-
mados, esperamos mejores cosas,
y mas cercanas á. salud, aunque
hablamos así.
10 Porque no es Dios injusto,
d« modo que se olvide de vues-
tra obra, y de la caridad que
mostrasteis en su nombre, los
que habéis suministrado á los
Santos, y suministráis.
1 1 Mas deseamos, que cada
uno de vosotros muestre el mis-
mo zelo hasta el fin para el cum-
plimiento de su esperanza :
12 Para que no os hagáis flo-
xos, sino imitadores de aquellos,
ue por fe y por paciencia here-
arán las promesas.
13 Porque quando hizo Dios
á Abraham la promesa, como no
tuvo otro mayor por quien ju-
rase, juró por sí mismo,
14 Diciendo : Ciertamente
bendecir te bendeciré, y multi-
plicar te multiplicaré.
15 Y así esperando con lar-
?ja paciencia, alcanzó la pro-
mesa.
16 Porque los hombres juran
por el que es mayor que ellos ; y
el juramento es la mayor seguri-
dad, para terminar sus contien-
das.
17 Por lo qual queriendo Dios
mostrar mas cumplidamente á
los herederos de la promesa la
inmutabilidad de su consejo, in-
terpuso juramento ;
1 8 Para que por dos cosas in-
falibles, en las quales es imposi-
ble, que Dios falte, tengamos un
poderosísimo consuelo los que
nos refugiamos á alcanzar la es-
peranza propuesta :
1 9 La qual tenemos como una
áncora firme, y segura del alma,
y que penetra basta las cosas^
que están del velo adentro :
20 En donde entró por noso-
tros Jesús nuestro precursor,
constituido Pontífice eternamen-
te según el órden de Melchise-
déch.
CAPITULO VIL
1 "pORQUE este Melcbi-
JT sedéch, Rfey de Sa-
lem, Sacerdote del Dios altísi-
mo, que salió á recibir á Abra-
ham, quando volvió de la derro-
ta de los Reyes, y le bendixo :
2 A quien Abraham dió tam-
bién el diezmo de todas las co-
sas ; primeramente quiere decir
Rey de justicia ; y luego tam-
bién Rey de Salém, que es, Rey
de paz,
3 Sin padre, sin madre, sin
genealogía, que ni tiene princi-
pio de dias, ni fin de vida ; mas
hecho semejante al Hijo de Dios,
permanece Sacerdote para siem-
pre.
4 Considerad pues quan gran-
de sea éste, í quien aun el Pa-
triarca Abraham dió diezmos
de las mejores cosas.
5 Y ciertamente los que de
entre los hijos de Leví reciben
el Sacerdocio, tienen manda-
miento de tomar los diezmos del
pueblo según la Ley, esto es, de
sus hermanos ; aunque ellos
también salieron de los lomos de
Abraham.
6 Mas aquel, cuyo linage no
es contado entre ellos, tomó
diezmos de Abraham, y bendixo
al que tenia las promesas.
7 y sin ninguna contradic-
ción, lo que es menos, recibe
bendición de lo que es mas.
8 Y aquí ciertamente toman
CAPITULO vni.
321
cfi€zra055 honr.bres que mueren;
mas allí aquel de quien se da
testimonio, que vive.
9 Y, por decirlo así, Leví
mismo, que recibió los diezmos,
Alé dezmado en Ahraham :
10 Porque aun estaba él en
los lomos de su padre quando
Melchisedéch salió á encontrar
á Abraham.
11 Y si la perfección fuese
por el Sacerdocio Leví tico, por
quanto el pueblo baxo de éste
recibió la Ley, ¿ que necesidad
habia de que se levantase des-
pués otro Sacerdote llamado se-
g-un el 6rden de Melcbisedéch,
y no según el orden de Aaron ?
12 Pues mudado el Sacerdo-
cio, es necesario que se hagni
también mutación de la Ley.
1 3 Porque aquel de quien es-
to se dice, de otra tribu es, de la
qual ninguno asistió al altar.
14 Porque manifiesta cosa es
que del linage de Judá nació
nuestro Señor ; en la qual tribu
nada habló Moisés tocante á los
Sacerdotes.
15 Y aiyi esto se manifiesta
mas claro ; si á semejanza de
Melchisedéch se levanta otro Sa-
cerdote,
16 El qual no fué hecho se-
gún la Ley del mandamiento
carnal, sino según la virtud de
vida inmortal.
1 7 Porque dice así : Tú eres
Sacerdote eteniamente, según el
orden de Melchisedéch.
18 El mandamiento primero
es á la verdad abrogado por su
flaqueza, é inutilidad :
19 Porque la Ley ninguna
cosa Ueró á perfección ; sino
que fué introductora de mejor
esperanza, por la qual nos acer-
camos á Dios.
20 Y quanto no es sin jura-
mento (porque los otros Sacer-
dotes á la verdad fueron hechos
sin juramerrto ;
21 Mas éste con juramento
por aquel que le dixo a ol : Juró
el Señor, y no se arrepentirá;
tú eres Sacerdote eternamente :)
22 Por tanto Jesús fué hecho
fiador de testamento mucho mas
perfecto.
23 Y á la verdad los otros
fueron hechos muchos Sacerdo-
tes, por quanto la muerte no
permitía que durasen :
24 Mas éste, porque perma-
nece para siempre, posee un Sa-
cerdocio eterno.
25 Y por esto puede salvar
perpetuamente á los que por él
se acercan á Dios, viviendo siem-
pre para interceder por noso-
tros.
26 Porque tal Pontífice con-
venia que tuviésemos nosotros,
santo, inocente, inmaculado, se-
gregado de los pecadores, y en-
salzado sobre los cielos :
27 Que no tiene necesidad,
como los otros Sacerdotes, de
ofrecer cada dia sacrificios, pri-
meramente por sus pecados, des-
pués por los del pueblo ; porque
esto lo hizo una vez, ofrecién-
dose á sí mismo.
26 Porque la Ley constituyo
Sacerdotes á hombres, que tie-
nen enfermedad ; mas la pala-
bra del juramento, que es des-
pués de la Ley, constituye ai
Hijo perfecto eternamente.
CAPITULO VIH.
1 ir A suma pues de todo lo
JLJ que habemos dicho es
esta ; Tenemos un tal Pontí-
fire, que está sentado en ios
14*
322 EPIST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
Cielos á la diestra del trono de
la grandeza,
2 Ministro de las cosas san-
tas, y del verdadero tabernácu-
lo, que fixó el Señor, y no el
hombre.
3 Porque todo Pontífice está
-constituido para ofrecer dones,
y sacrificios ; por lo qual es ne-
cesario que éste tenga también
alg"o que ofrecer :
4 Pues si él estuviese sobre
la tierra, m aun seria Sacer-
dote; porque habría quienes o-
freciesen los dones según la
Ley,
5 Los quales sirven de mode-
lo y«sombra de las cosas celes-
tiales ; como le fué respondido
á Moysés, quando estaba para
acabar el tabernáculo : Mira,
dice, que hagas todas las cosas
según el modelo, que te fué mos-
trado en el monte.
6 ]\Ias ahora él ha alcanzado
tanto mejor ministerio, quanto
es mediador de mejor testamen-
to, el qual está establecido en
mejores promesas.
7 Porque si aquel primero hu-
biera sido sin defecto, cierto no
se buscaría lugar para el se-
gundo.
8 Y así dice reprehendiéndo-
los : He aquí vendrán dias, dice
el Señor, en que consumaré so-
bre la casa de Israel, y sobre la
casa de Judá, un testamento
nuevo.
9 No como el testamento que
hice con los padres de ellos, en
el dia que los tomé por la mano
para sacarlos de la tierra de
Egipto ; por quanto ellos no per-
severaron en mi testamento, yo
iarnbien los he menospreciado,
dice el Señor ;
10 Porque este es el testa- 1
mentó, que ordenaré á la casa
de Israél después de aquellos
dias, dice el Señor : Dando mis
leyes en la mente de ellos, las
escribiré también sobre su cora-
zón ; y seré á ellos por Dios, y
ellos serán á mí por pueblo ;
11 Y no enseñará cada uno á
su próximo, ni cada uno á su.
hermano, diciendo : Conoce al
Señor; porque todos rae cono-
cerán desde el racmor hasta ei
mayor de ellos :
12 Porque yo les perdonare
sus iniquidades, y no me acor-
daré mas de sus pecados.
13 Pues llamándolo nuevo,
dio por antiquado el primero ; Y
lo que se da por antiquado y vie-
jo, cerca está de perecer.
CAPITULO IX.
1 XT^L primero en verdad
.mJ tuvo reglamentos sa-
grados del culto, y un Santuario
temporal.
2 Porque el tabernáculo fué
construido el primero, en que
estaban los candeleros, y la me-
sa, y la proposición d5 los panes,
lo que se llama el Santuario.
3 Y después del segundo velo,
el tabernáculo que se llama el
Santísimo :
4 En donde estaba un incen-
sario de oro, y el arca del testa-
mento, cubierta al rededor de
oro por todas partes, en la que
habia un vaso de oro, que conte-
nia el maná ; y la vara de Aaron
que habia reverdecido, y las ta-
blas del testamento,
5 Y sobre ella estaban los
Querubines de gloría, que cu-
brían el propiciatorio ; de las
quales cosas no es este lugar de
hablar en particular.
CAPITULO IX.
353
6 Y dispuestas así estas co-
sas, entraban siempre en el pri-
mer tabernáculo los Sacerdotes,
para cumplir las funciones de
sus ministerios ;
7 Mas en el segundo solo el
Pontífice una vez en el año, no
sin sangre, que ofrece por su ig-
norancia y por la del pueblo :
8 Significando con esto el Es-
píritu Santo, que el camino del
santuario no estaba aun descu-
bierto, mientras que estaba en
pie el primer tabernáculo.
9 Lo qual es figura de lo que
pasaba en aquel tiempo ; en el
que se ofrecian dones y sacrifi-
cios, que no podian purificar la
conciencia del que sacrificaba
por medio solamente de viandas
y de bebidas,
10 Y de diversos lavamientos
y justicias de la carne, puestas
hasta el tie*po de la corrección.
1 1 Mas estando Cristo ya pre-
sente, Pontífice de los bienes
venideros, por otro mas exce-
iente y perfecto tabernáculo, no
hecho por mano, es á saber, no
de esta creación,
12 Ni por saftgre de machos
de cabrío, ni de becerros, mas
por su propia sangre entró una
sola vez en el Santuario, ha-
biendo hallado una redención
eterna.
13 Porque si la sangre de los
machos de cabrío y de los toros,
y la ceniza esparcida de la ter-
nera santifica á los inmundos
para purificación de la carne,
14 Quanto mas la sangre de
Cristo, el qual por Espíritu San-
to se ofreció á sí mismo sin man-
cilla á Dios, limpiará nuestra
conciencia de obras de muerte,
para servir al Dios vivo ?
15 Y por esto es mediador de
un nuevo Testamento ; para que
interviniendo la muerte para ex-
piación de aquellas prevarica-
ciones que habia debaxo del
primer Testamento, reciban la
promesa de la herencia eterna
los que han sido llamados.
16 Porque donde ha}' testa-
mento, necesario es que inter-
venga la muerte del testador.
17 Porque el testamento no
tiene fuer/a, sino por la muerte :
de otra manera no vale mien-
tras que vive el que hizo el tes-
tamento.
18 Y por eso, ni aun el pri-
mero fué celebrado sin sangre.
19 Porque Moisés habiendo
leido á todo el pueblo todo el
mandamiento de la Ley, toman-
do sangre de becerros, y de ma-
chos de cabrío con agua, y con
lana bermeja, y con hyaopo, ro-
ció al mismo libro, y también á
todo el pueblo,
20 Diciendo : Esta es la san-
gre del testamento, que Dios os
ha mandado.
21 Y roció asimismo con san-
gre el tabernáculo, y todos los
vasos del ministerio :
22 Y casi todas las cosas se-
gún la Ley se purifican con san-
gre ; y sin efusión de sangre no
hay remisicm. •
23 Y así es necesario que las
figuras de las cosas celestiales
sean purificadas con tales cosas;
mas las mismas cosas celestiales
con víctimas mejores que estas.
24 Porque nb entró Jesús en
un Santuario hecho de mano,
que era figura del verdadero ;
sino en el mismo Cielo, para
presentarse ahora delaate de
Dios por nosotros.
25 Y no para ofrecerse mu-
chas veces á sí mismo, como el
324 EPÍST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
Pontífice cada año entra en el
Santuario con sang-re ag-ena :
26 De otra manera le hubie-
ra sido necesario padecer mu-
chas veces desde el principio del
mundo ; mas ahora apareció una
sola vez en la consumación de
los siglos, para destrucción del
pecado, por el sacrificio de sí
mismo.
27 Y así como está estableci-
do á los hombres, que mueran
una sola vez, y después el jui-
cio,
28 Así Cristo fué una sola
vez inmolado para agotar los pe-
cados de muchos ; y la segunda
aparecerá sin pecado á los que
le esperan para salud.
CAPITULO X.
1 -pORQUElaLeyíenien-
mT do la sombra de los
bienes venideros, no la misma
imagen de las cosas, nunca po-
dia por aquellas mismas vícti-
mas que se ofrecen sin cesar ca-
da año, hacer perfectos á los que
se llegan :
2 De otra manera hubieran
cesado de ofrecerse ; porque no
se tendrían por pecadores de allí
adelante, los que una vez habían
sido purificados :
3 Mas en los mismos sacrifi-
cios se hace memoria de los pe-
cados cada año.
4 Porque es imposible que
con sangre de toros, y de ma-
chos de cabrío se quiten los pe-
cados.
5 Por lo qual entrando en el
mundo, dice : Sacrificio, y ofren-
da no quisiste ; mas me apro-
piaste cuerpo :
6 Holocaustos por el pecado
no te agradaron,
7 EntoBLces dixjG : Hempaqui
que vengo ; en el principio del
libro está escrito de mí : Para
hacer, 6 Dios, tu voluntad.
8 Diciendo arriba : Sacrifi-
cios, y ofrendas, y holocaustos
por pecado no quisiste, ni te son
agradables las cosas, que se ofre-
cen según la Ley,
9 Entonces dixe : Heme a»
quí que vengo, para hacer, ó
Dios, tu voluntad : quita lo pri-
mero, para establecer lo se-
gundo.
10 En la qual voluntad somos
santificados por la ofrenda del
cuerpo de Jesu-Cristohechalma
vez.
11 Y así todo Sacérdote se
presenta cada dia á exercer su
ministerio, y á ofrecer muchas
veces unos mismos sacrificios,
que nunca pueden quitar los pe«
cados :
12 Mas éste, hafciendo ofre-
cido un solo sacrificio por ios pe-
cados, está sentado para siempre
á la diestra de Dios,
13 Esperando lo que resta,
hasta «que sus enemigos sean
puestos por estrado de sus pies
14 Porque ccfli una sola ofren-
da hizo perfectos para siempre á
los que ha santificado.
15 Y el Espíritu Santo tam-
bién nos lo atestigua. Porque
después de haber dicho :
16 Este es el testamento que
yo haré con ellos después de a-
quellos dias, dice el Señor : Dan-
do mis Leyes, las escribiré so-
bre los corazones de ellos, y st)-
bre sus entendimientos,
17 Y nunca jamas me acor-
daré de los pecados de ellos ni
de las maldiciones de ellos :
18 Pues en donde hay remi-
sión de estos, no es ya menester
ofrenda por el pecado.
CAPITULO XI.
325
I Id Por tanto, hermanos, te-
I niendo confianza de entrar en el
I Santuario por la sangre de
Cristo,
20 Por un camino nuevo, y
de vida que nos consa^ó el pri-
mero por el velo, esto gs, por su
carne,
21 Y que tenemos un grande
Sacerdote sobre la casa de Dios,
22 Lleguémonos á él con
verdadero corazón, con fe cum-
plida, purificados los corazones
de conciencia mala, y lavados
los cuerpos con agua limpia,
23 Conservemos firme la pro-
fesión de nuestra esperanza, por-
que fiel es el que hizo la pro-
mesa ;
24 Y considerémonos los unos
á los otros, para esri muíamos á
caridad, y á huenas obras :
25 No abandonando nuestra
congregación, como es costum-
bre de algunos, mas alentándo-
nos; y tanto mas, quaato vie-
reis que se acerca el dia.
26 Porque si pecamos noso-
tros voluntariamente después
que conocimos la verdad, no res-
ta ya mas sacrificio por los pe-
cados,
27 Sino una esperanza terri-
¡ ble del juicio, y el ardor de un
fuego zeloso, que ha de devorar
á los adversarios.
28 Si alguno quebranta la
Ley de IVIftisés, siéndole probá-
do con dos, 6 con, tres testigos,
muere sin misericordia alguna ;
) 29 ¿ Pues de quanto mayores
tormentos creéis que es digno el
que hollare al Hijo de Dios, y
tuviere por vil, y profanare la
sangre del testamento en que
filé santificado, y que hiciere
tltraje al espíritu de gracia ?
30 Porque conocemos al que
dixo: A mí la venganza, y yn
recompensaré. Y otra vez :
Juzgará el Señor á su pueblo.
31 Espantosa cosa ea caer en
las manos del Dios vivo.
32 Traed pues á la memoria
los dias primeros, en que des-
pués de haber sido iluminados,
sufristeis grande combate de trar-
bajos ; •
33 Por una parte con opro-
brios, y tribulaciones fuisteis he-
chos un espectáculo ; y por otra
fuisteis hechos compañeros de
los que se hallaban en el mismo
est^o.
34 Porque os compadecisteis
de los encarcelados, y llevasteis
con gozo, que os robasen vues-
tras haciendas, conociendo que
tenéis patrimonio mas excelente,
y durable-
35 Pues no queráis perder
vuestra confianza, que tiene un
crecido galardón.
36 Porque os es necesaria la
paciencia ; para que haciendo la
voluntad de Dios, alcancéis la
promesa.
37 Porque aun un poquito de
tiempo, el que ha de venir, ven-
drá, y no tardará.
38 Mas mi justo vive por fé.
Pero si se apartare, no agradara
á mi alma.
39 Mas nosotros no somos hi«
jos de apartamiento para perdi
cion ; sino de fé para ganancia
del alma.
CAPITULO %L.
1 T71 S pues la fé la substan-
Juá cia de las cosas que se
esperan, argmnento de las cosas
que no aparecen.
2 Porque por esta alcanzaron
testimonio los antiguos.
326 EPIST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
3 Por fé entendemos que fue-
ron formados los siglos por la
palabra de Dios; para que lo
visible fuese hecho de lo invi-
sible.
4 Por fé ofreció Abel á Dios
mayor sacrificio que Caín, por
la que alcanzó testimonio de que
era justo, dando Dios testimonio
á sus dones ; y él estando muer-
to aun habla por ella.
5 Por fé fué trasladado He-
nóch, para que ño viese la muer-
te, y no fué hallado, por quanto
Dios le habia trasladado ; por-
que antes de la translación, tuvo
testimonio de haber agradado á
Dios.
6 Y así sin fé es imposible
agradar á Dios. Pues es nece-
sario que el que se llega á Dios
crea que hay Dios, y que es re-
munerador de los que le buscan.
7 Por fé Noé, después que
recibió respuesta de cosas que
todavía no eran vistas, temiendo
fué aparejando una arca para
salvamento de su casa, por la
qual condenó al mundo ; y fué
hecho heredero de la justicia,
que es por la fé.
8 Por fé aquel que es llamado
Abraham obedeció para salir á
la tierra, que habia de recibir
por herencia ; y salió, no sa-
biendo á donde iba.
9 Por fé moró en la tierra de
la promesa, como en tierra age-
na, habitando en cabanas con
Isaac, y Jacob herederos con él
de la misma promesa.
10 Porque esperaba la ciudad
que tiene fundamentos, cuyo
arquitecto y fundador es Dios.
11 Por fé también la misma
Sara que era estéril recibió vir-
tud, para concebir aun fuera
del tiempo de la edad ; porque
creyó que era fiel el que lo ha>
bia prometido.
12 Por lo qual de uno solo, y
que estaba amortiguado, salió
muchedumbre sm cuento, así
como las estrellas del Cielo, y
como la arena, que está á la
orilla -de la mar.
13 En fé muriéron todos es-
tos, sin haber recibido las pro-
mesas, mas mirándolas de lejos,
y saludándolas, y confesando que
ellos eran peregrinos, y huéspe-
des sobre la tierra.
1 4 Porque los que esto dicen,
declaran que buscan la patria.
15 Y si tuvieran memoria de
aquella de donde salieron, á la
verdad tenían tiempo para vol-
verse.
16 Mas ahora aspiran á otra
mejor, esto es, á la celestial. Y
por eso Dios no se desdeña de
llamarse Dios de ellos; porque
les aparejó ciudad.
17 Abraham por fé ofreció á
Isaac, quando fué probado ; y
ofreció á su hijo unigénito, el
que habia recibido las prome-
sas ;
18 A quien se habia dicho :
En Isaac te será llamada si-
miente ;
19 Considerando que Dios le
podía resucitar aun de los muer-
tos ; por lo qual lo recibió tam-
bién en esta representación.
20 Por fé bendix# también
Isaac á Jacob^ y á Esaú acerca
de las cosas que habían de ve-
nir.
21 Por fé Jacob, estando pa-
ra morir, bendixo á cada uno de
los hijos de Jonef; y adoró la
altura de su vara.
22 Por fé, quando Josef es*
taba para morir, hizo mención
de la partida de los hijos de Is-
CAPITULO xn.
327
rael, y dió disposición sobre sus
huesos.
23 Moisés, quando nació, por
fé le tuvieron escondido sus pa-
dres tres meses, porque le vie-
ron niño hermoso, y no temieron
el mandamiento del Rey.
24 Moisés, quando fué gran-
de, por fé neg-ó ser hijo de la
hija de Faraón,
25 Y mas quiso ser afligido
€on el pueblo de Dios, que g-o-
zar las delicias temporales del
pecado,
26 Teniendo por mayores ri-
quezas el oprobrio de Cristo,
que los tesoros de los Egipcios ^
porque miraba la recompensa.
27 Por fé dexó á Egipto, no
temiendo la saña del Rey ; por-
que estuvo firme, como si viera
al invisible.
28 Por fé celebró la Pascua,
y el derramamiento de la sangre ;
para que no los tocase, el que
mataba á los primogénitos.
29 Por fé pasaron el mar ber-
mejo así como por tierra seca ;
y probándose á lo mismo los
Egipcios, quedaron anegados.
30 Por fé cayéron los muros
de Jcrico, con rodearlos siete
dias.
31 Por fé Rahab, que era una
ramera, no pereció con los in-
crédulos, recibiendo á los espías
con paz.
32 ¿ Y que diré á mas de es-
to ? Porque me faltará el tiem-
po contando de Gedeon, de Ba-
rac, de Sarason, de Jefté, de Da-
vid, de Samuel, y de los Profe-
tas:
33 Los quales por fé conquis-
taron reynos, obraron justicia,
alcanzaron las promesas, cerra-
ron las bocas de Igs leones,
34 Apagaron la violencia del
fuego, evitaron el filo de la es-
pada, convaleciéron de enfer-
medades, fuéron fuertes en guer-
ra, pusiéron en huida exércitos
éxtrangeros ;
35 Las mugeres recobráron
sus muertos por resurrección :
Los unos fuéron estirados, no
queriendo rescatar su vida, por
alcanzar mejor resurrección :
36 Otros sufriéron escarnios,
y azotes, y cadenas, y cárceles :
37 Fuéron apedreados, aser-
rados, probados, muriéron muer-
te de espada, anduviéron de acá.
para allá, cubiertos de pieles de
ovejas, y de cabras, desampara-
dos, angustiados, afligidos :
38 De los quales el mundo no
era digno ; andando descamina-
dos por los desiertos, en los mon-
tes, y en las cuevas, y en las
cabemas de la tierra.
39 Y todos estos probados por
el testimonio de la fe, no reci-
biéron la promesa. ,
40 Habiendo dispuesto Dios
alguna cosa mejor á favor nues-
tro, para que ellos no fuesen
perfeccionados sin nosotros.
CAPITULO XII.
•
1 "IST^ por eso teniendo tam-
JL bien puesta sobre no-
sotros una tan grande nube de
testigos, dexando todo el peso
del pecado que nos cerca, cor-
ramos con paciencia á la bata-
lla, que nos está propuesta ;
2 Poniendo los ojos en el au-
tor y consumador de la fe, Je-
sús, el qual habiéndole sido pro-
puesto gozo, sufrió Cruz, me-
nospreciando la deshonra, y está
sentado á la diestra del trono de
Dios.
3 Considerad pues atentamen-
EPIST. DE S. PABLO A LOS HEBREOS.
::28
íe á aquel, que sufrió tal contra-
dicción de los pecadores contra
su persona ; para que no os fa-
tiguéis, desfalleciendo en vues-
tros ánimos.
4 Pues aun no habéis resisti-
do hasta la sangre, combatiendo
contra el pecado : "
5 Y estáis olvidados de aque-
lla consolación, que habla con
vosotros como con hijos, dicien-
do : Hijo mió, no desprecies la
corrección del Señor, ni des-
mayes quando te reprehende :
6 Porque el Señor castiga al
que ama, y azota á todo el que
recibe por hijo.
7 Perseverad firmes en cor-
rección. Dios se ofrece á voso-
tros como á hijos : ¿ Porque qual
es el hijo, á quien no corrige su
padre ?
8 Mas si estáis fuera de cor-
rección, de la qual todos han si-
do hechos participantes, luego
sois bastardos, y no hijos.
9 Fuera de esto si tuvimos á
nuestros padres camales, que
nos corrigiesen, y los mirábamos
■con respeto, ¿ como no obede-
ceremos mucho mas al Padre de
ios espíritus, y viviréiups ?
10 Y aquellos en verdad en
tiempo de pocos dias nos corre-
gían según su voluntad ; mas
este en aquello, que nos es pro-
vechoso, para recibir su santi-
ficación.
11 Toda corrección al pre-
sente en verdad no parece ser de
gozo, sino de tristeza ; mas des-
pués dará un fruto muy apacible
de justicia á los que por ella
han sido exercitados.
12 Por lo qual alzad las ma-
nos caldas, y las rodillas des-
coyuntadas,
13 Y dad pasos derechos con
vuestros pies ; para que el que
claudica no se desvie, ántes sea
sanado.
14 Segó id la paz con todos y
la santidad, sin la qual ninguno
verá á Dios :
1 5 Atendiendo á que ninguno
falte á la gracia de Dios ; por- i
que brotando alguna raiz de a- j
margura no os impida, y por ella
sean muchos contaminados. !
16 No haya ningún fornicario, i
ó profano, como Esaú ; el quaí i
por una vianda vendió su primo- t
genitura.
17 Pues sabed, que deseando
^1 después heredar la bendición, :
fué desechado ; porque no halló
lugar de arrepentimiento, aun- r
que lo solicitó con lágrimas. i;
18 Porque no os habéis aun
llegado al monte palpable, y al c
fuego encendido, y al torbelli- i
no, y á la obscuridad, y tempes- r
tad,
19 Y al sonido de la trompe- i
ta, y á la voz de las palabras,
que los que la oyeron, suphcáron
que no se les hablase mas.
20 Pues no podian sufrir lo
que se intimaba : Que si una
bestia tocare al monte, será ape- d
dreada.
21 Y era tan espantoso lo que i
se veia, que Moisés dixo : Es- i
pautado estoy y temblando.
22 Mas os habéis llegado al i
monte Sion, y á la Ciudad del í
Dios vivo, Jerusalém la del Cié- f
lo, y á la compañía de muchos c
millares de Angeles,
23 Y á la Iglesia de los pri- t
mogénitos, que están alistados 1
en los Cielos, y á Dios el Juez i
de todos, y á l«s espíritus de los
justos consumados, »
24 Y á Jesús medianero del I
nuevo Testamento, y á la asper-
CAPÍTULO XIII.
329
sKm de ia sanare, que habla me-
jor que la de Abel.
25 Mirad que no desechéis al
que liabla. Porque si no esca-
páron aquellos que desecharon
al que les hablaba sobre la tier-
ra, mucho menos nosotros, si
desechamos al que nos habla de
los Cielos :
26 Cuya voz movió entonces
la tierra ; mas ahora nos intima,
diciendo : Aun una vez, y yo
moveré no tan solo la tierra, mas
también el Cielo.
27 En esto que dice : Aun
una vez, demuestra la mudan-
za de las cosas movibles, como
cosas hechas, para que perma-
nezcan aquellas que son inmo-
bles.
28 Y así recibiendo un reyno
inmovible, tenemos gracia, por
la que agradando á Dios, le sir-
vamos con temor y reverencia.
29 Porque nuestro Dios es
fuego consumidor.
CAPITULO XIII:
1 T A caridad fraternal per-
manczca entre voso-
tros.
2 Y no olvidéis la hospitali-
dad ; porque por esta algunos
sin saberlo hospedaron Angeles.
3 Acordaos de los presos, co-
mo si lo estuvierais junto con
ellos ; y de los afligidos, como
que vosotros moráis también en
cuerpo.
4 Sea honesto en todos el ma-
I trimonio, y el lecho sin manci-
lla. Porque Dios juzgará á los
fornicarios y á los adúlteros.
5 Sean las costumbres sin
ivítricia, contentándose con las
iosas presentes ; porque él dixo :
So íe dexaré; ni desampararé.
6 De manera que digamos con
confianza : El Señor es quien
me ayuda ; no temeré cosa que
me pueda hacer hombre.
7 Acordaos de vuestros. Pre-
lados, que os han hablado la pa-
labra de Dios ; cuya fé habeia
de imitar, considerando qual
haya sido el fin de su conversa-
ción.
8 Jesu-Cristo ayer y hoy ; él
mismo también en los siglos.
9 No os dexeis sacar de car-
mino por doctrinas varias y pe-
regrinas. Porque es muy bue-
no fortificar el corazón con la
gracia, no con viandas, que no
aprovecharon á lo» que anduvie-
ron en ellas.
10 Tenemos un altar, del qual
no tienen facultad de comer los
que sirven al tabernáculo.
11 Porque los cuerpos de a%
quellos animales, cuya sangre
mete el Pontífice en el Santua-
rio por el pecado, son quemados
fuera de los reales.
12 Por lo quul también Jesu?,
para santificar al pueblo por
su sangre, padeció fuera de la
puerta.
13 Salgamos pues á él fuera
de los reales, llevando sus im-
properios.
14 Porque no tenemos aquí
ciudad permanente, mas busca^
mos la que está por venir.
15 Pues ofrezcamos por él á
Dios sin cesar sacrificio de ala-
banza, que es el fruto de los la-
bios que confiesan su nombre.
16 Y no olvidéis hacer bien y
comunicar con otros vuestros
bienes ; porque de tales ofren-
das se agrada Dios.
17 Obedeced á vuestros su*
periores, y estadios sumisos.
Porque ellos velan, como que
330
EPISTOLA DEL APOSTOL SANTL4G0.
han de dar cuenta de vuestras
almas, para que hag^an esto con
gozo, y no gimiendo ; pues esto
no es provechoso para vosotros.
18 Orad por nosotros; porque
tenemos confianza que en nin-
guna cosa nos acusa la con-
ciencia deseando portarnos bien
en todo.
19 Y tanto mas os ruego que
hagáis esto, para que yo os sea
mas presto restituido.
20 Y el Dios de la paz, que
por la sangre del testamento
eterno resucitó de los muertos
al grande Pastor de las ovejas,
nuestro Señor Jesu-Cristo,
21 Os haga idóneos en todo
bien, para que hagáis su volun-
tad ; haciendo él en vosotros lo
que sea agradable a. sus ojos pot
Jesu-Cristo ; al qual es gloria
por siglos de siglos. Amen.
22 Mas ruegoos, hermanos,
que sufráis esta palabra de ex
hortacion. Porque os he escrito
brevemente.
23 Sabed que nuestro herma
no Timotéo está en libertad
con quien, si viniere presto, iré
á veros.
24 Salud a todos vuestros Pre-
lados, y á tgdos los Santos. Oí
saludan los hermanos de Italia.
25 La gracia sea con todo;
vosotros. Amen.
EPISTOLA CATOLICA
DEL APOSTOL SANTIAGO.
CAPITULO I.
1 QANTIAGO, siervo de
Dios, y de nuestro Se-
iaor Jesu-Cristo, á las doce tri-
bus que están en dispersión, sa-
lud.
2 Hermanos mios, tened por
sumo gozo, quando fuereis en-
vueltos en diversas tribulacio-
nes :
3 Sabiendo que la prueba de
vuestra fe obra paciencia.
4 Mas la paciencia contiene
obra perfecta, para que seáis
perfectos y cabales, sin faltar en
cosa alguna.
5 Y si alguno de vosotros tie-
ne falta de sabiduría, demánde-
la á, Dios, que la dá á todos co-
piosamente, y no zahiere ; y le
será concedida.
6 Pero pídala con fé, sin du-
dar en nada ; porque el que dti*
da, es semejante á la ola de k
mar, quando la mueve el viento
y la trae acá y allá.
7 Y así no piense aquel hom-
bre que recibirá cosa alguna de
Señor.
8 El varón de ánimo doble es
inconstante en todos stó cami«
nos.
9 El hermano que es humilde
precíese en su exáltacion :
10 Y el rico en su humildad
porque él pasará como flor d<
yerba :
1 1 Porque salió el Sol con ar ,
dor, y secó la yerba, y cayó lí
flor de ella, y pereció su vistos?
hermosura : así también el ría
se marchitará en sus caminos.
12 Bienaventurado el varón -
que sufre tentación ; porque des
pues que fuere probado, recibí
CAPITULO II.
ra la corona de vida, que Dios i
ha prometido á los que le a-
man.
13 Nadie diga, quando fuere
tentado, que es tentado de Dios;
porque Dios no intenta los ma-
les ; y él no tienta á ninguno.
14 Mas cada uno es tentado,
arrastrado, y alhagado de su con-
cupiscencia.
15 Y la concupiscencia des-
pués que ha concebido, pare pe-
cado ; y el pecado, quando es
consumado, engendra muerte.
16 Pues no queráis errar, her-
manos niios muy amados,
17 Toda dádiva excelente, y
todo don perfecto es de lo alto,
que desciende del Padre de las
lumbres, en el qual no hay mu-
danza ni sombra de variación.
1 8 Porque de su voluntad nos
ha engendrado por palabra de
verdad, para que seamos como
primicias de sus criaturas.
19 Vosotros lo sabéis, herma-
nos míos muy amados. Por es-
to todo hombre sea pronto para
oir ; pero tardo para hablar, y
tardo para ayrarse.
20 Porque la ira del varón no
cora la justicia de Dios.
21 Por tanto desechando toda
inmundicia, y abundancia de ma-
licia, recibid con mansedumbre
la píílabra, que ha sido ingerida
en vosotros, y que puede salvar
vuestfas almas.-
1 22 Sed pues hacedores de la
palabra, y no oidores tan sola-
! mente, engañándoos á vosotros
mismos.
23 Porque si alguno es oidor
le la palabra, y no hacedor ; este
:erá comparado á un hombre,
{ue contempla en un espejo su
' ostro nativo :
Porque se consideró á sí
1 mism.o, y se fué : y luego se ol-
vidó qual haya sido.
25 Mas el que contemplare
en la Lty perfecta, que es la de
la libertad, y perseverare en ella,
siendo no oidor olvidadizo, sino
hacedor de obra, este será bie-
naventurado en su hecho.
26 Si alguno pues se tiene por
reügioso, y no refrena su lengua,
sino que engaña su corazón, la
religión de este es vana.
27 La relig'ion pura y sia
mancilla delante de Dios y Pa-
dre, es esta : Visitar los huérfa-
nos, y las viudas en sus tribula-
ciones, y guardarse sin ser infi-
cionado de este siglo.
CAPITULO II.
1 TTERMANOS mios, no
JLX queráis poner la fe
de la gloria de nuestro Señor
Jesu-C'risto en acepción de per-
sonas.
2 Porque si entrare en vues-
tro coiiírreso algún varón, que
tenga anillo de oro con vestidura
preciosa, y entrare también un
pobre con vestido humilde,
3 Y atendiendo al que viene
vestido magníficamente, le dixé-
reis : Tú siéntate aquí en este
buen lugar ; y dixéreis al po-
bre : Estate tú allá en pie ; ó
siéntate aquí debaxo del estrado
de mis pies :
4 ¿ No es cierto, que hacéis
distinción dentro de vosotros
mismos, y que sois jueces de
pensamientos iniqüos ?
5 Oid, hermanos mios muy
amados, ¿ por ventura no ha ele-
gido Dios á los pobres de este
mundo, para ser ricos en fé, y
herederos del reyno, que prome-
tió Dios á los que le aman •*
332 EPISTOLA DEL APOSTOL SANTIAGO.
6 Vosotros al contrario habéis
afrentado al pobre. ¿ Los ricos
no os apremian con su poder, y
os arrastran ellos misqios á los
juzgados ?
7 ¿ No blasfemaR ellos el buen
nombre, que ha sido invocado
sobre vosoti'os ?
8 Si cumplís la Ley real con-
forme á las Escrituras : Amarás
á tu próximo como á tí mismo,
bien hacéis ;
9 Mas si tenéis acepción de
personas, cometéis pecado, sien-
do reprehendidos por la Ley co-
mo transgrcEores.
10 Porque qualquiera que
hubiere g-uardado toda la Ley, y
faltare en solo un punto, se ha
hecho culpable de todo.
1 1 Porque el que dixo : No
cometerás adulterio, dixo tam-
bién : No matarás. Y si mata-
res, aunque no hayas cometido
adulterio, eres transgrcsor de la
Ley.
12 Así hablad, y así haced,
como que empezáis á ser juzga-
dos por la Ley de libertad.
13 Porque se hará juicio sin
misericordia á aquel que no usó
de misericordia ; y la misericor-
dia triunfa sobre el juicio.
14 ¿ Que aprovechará, her-
manos mios, á uno que dice, que
tiene fé, si no tiene obras ? ¿ Por
ventura podrá la fé salvarle ?
15 Y si un hermano; ó una
hermana estuvieren desnudos, y
les faltare el alimento quotidiano,
] 6 Y les dixere alguno de vo-
sotros : Id en paz, calentaos, y
hartaos ; y no les diéreia lo que
han menester para el cuerpo,
¿ que les aprovechará ?
17 Así también la fé, si no
tuviere obras, muerta es en sí
misma.
18 Pero dirá alg-uno : Tú ti
nes la fé, y yo tengo las obra
Muéstrame tu fé sin obras,
yo te mostraré mi fé por 1;
obras.
19 Tú crees que Dios es un(
haces bien ; también los dem<
nios lo creen, y tiemblan.
20 ¿ Pero quieres saber,
hombre vano, que la fé sin 1>
obras es muerta ?
21 Por ventura Abraha
nuestro padre, no fué justificac
por las obras, ofreciendo á su h
jo Isaac sobre el Altar ?
22 ^ No ves, como la fé acón 1
pañaba á sus obras, y que la :\
fué perfecta por las obras ?
23 Y se ciunplió la Escritur i
que dice : Abrahám creyó I
Dios, y le fué imputado á ju '
ticia, y fué llamado amigo Ci
Dios.
24 ¿ No veis como por 1;
obras es justificado el hombre,
no por la fé solamente ?
25 Asimismo Rahab, sienc
una ramera, ¿ no fué justificac
por obras, recibiendo los mensí
geros, y sacándolos por otro c;
mino ?
26 Porque así como el cue;
po sin el espíritu es muerto, a
también la fé sin las obras <
muerta.
CAPITULO III.
1 XTERMANOS míos, n
jOL os hagáis much(
Maestros, sabiendo que os te
mais. mayor juicio.
2 Porque todos tropezamos e
muchas cosas. El que no tr€
pieza en palabra, este es varo
perfecto. Porque puede teñe
del freno á todo el cuerpo.
3 Y si ponemos frenos en h
CAPITULO IV.
333
bocas de los caballos para que
nos obedezcan, gobernamos todo
el cuerpo de ellos.
4 Mirad también las naves,
aunque sean grandes, y las tray-
g-an y lleven impetuosos vientos,
con un pequeño timón se vuel-
ven a donde quisiere el que las
gobierna,
5 Así también la lengua pe-
queño miembro es en verdad,
mas de grandes cosas se gloría.
¡ He aquí un pequeño fuego
quan grande selva incendia I
6 Y la lengua fuego es, un
jnundo de maldad. La lengua
|;e cuenta entre nuestros miem-
jjros, la qual contamina todo el
puerpo, é inflama la rueda de
jiuestro nacimiento, inflamada
^ílla del fuego infernal.
I. 7 Porque toda naturaleza de
|»estias, y de aves, y de sierpes,
^- de las otras cosas se doma, y la
naturaleza del hombre las ha
jomado todas :
8 Pero ningun hombre puede
ornar la lengua ; que es un mal
ue no cesa, y está llena de ve-
eno mortal.
9 Con ella bendecimos á Dios
al Padre ; y con ella maldeci-
os á los hombres, que fueron
2chos á semejanza de Dios.
10 De una misma boca pro-
ide bendición y maldición. No
inviene, hermanos .mies, que
to sea asi.
11 ¿Por ventura una fuente
r un mismo caño echa agua
lee y amarga r
12 ¿Por ventura, hermanos
os, puede la higuera llevar
as, ó la vid higos? Así la
mte salada no puede hacer el
ua dulce.
13 ¿ Qnieo es entre vosotros
>io é insiiTiido ? Muestre por
la buena conversación sus obras
en mansedumbre de sabiduría.
14 IVIas si tenéis zelo amargo,
y reynaren contiendas en vues-
tros corazones, no os gloriéis,
ni seáis mentirosos contra la
verdad :
15 Porque esta sabiduría no
es la que desciende de arriba ;
sino terrena, anijnal, diabólica.
16 Porque donde hay envidia
y contienda ; allí liay inconstarr-
cia y toda obra mala.
1 7 Mas la sabiduría que des-
ciende de arriba, piimeramente
es casta, después pacífica, mo-
desta, dócil, que se acomoda á
¡ lo bueno, llena de misericordia
y de buenos frutos, no juzgado-
ra, ni fingida.
18 Y el fruto de justicia se
siembra en paz, para aquellos
que hacen paz.
CAPITULO IV.
1 ¿ donde las contien-
JL# das y pleytos en vo-
sotros ? ¿ No son de vuestras
concupiscencias, que combaten
en vuestros miembros ?
2 Codiciáis, y no tenéis ; ma-
táis, y envidiáis ; y no conse-
guís vuestros deseos ; litigáis y
hacéis guerra, y no alcanzáis,
porque no demandáis.
3 Pedís, y no recibís ; y esto
es porque pedis mal ; para satis-
facer vuestras pasiones.
4 ¿ Adúlteros, no sabéis que la
amistad de este mundo es ene-
miga de Dios ? Qualquiera pues
que quisiere ser amig-o de este
siglo, se constituye enemigo de
Dios.
5 i O pensáis, que dice en va-
no la Escritura : El espíritu, que
mora en vosotros, codicia cOJi
zelcs ?
334
EPISTOLA DEL APOSTOL SANTIAGO.
6 Pero de mayor gracia. Por
esto dice ; Dios resiste á los so-
berbios, y á los humildes da gra-
cia.
7 Someteos pues á Dios ; y
resistid al diablo, y huirá de vo-
sotros.
8 Acercaos á Dios, y él se
acercará á vosotros. Pecado-
res, limpiad las manos ; y los
que sois de ánimo doble, purifi-
cad los corazones.
9 Afligios, y lamentad, y llo-
rad ; vuestra risa se convierta
en llanto, y vuestro gozo en tris^
íeza.
10 Humillaos en la presencia
del Señor, y él os ensalzará.
11 No digáis mal los unos de
los otros, hermanos. El que
dice mal de su hermano, 6 que
•juzga á su hermano, dice mal de
ia Ley, y juzga la Ley. Y si
juzgas la Ley, no eres hacedor
de la Ley, sino Juez.
12 Uno es el dador, y el Juez
de la Ley, que puedé salvar, y
perder.
13 ¿ Mas tú quien eres, que
juzgas á tu próximo ? Ea, ahora
vosotros los que decís : Hoy ó
ínañana iremos á aquella ciudad,
y pasaremos allí un año, y mer-
caremos, y ganaremos :
14 Y no sabéis lo que será en
el dia de mañana.
15 ¿ Porque que cosa es vues-
tra vida ? es un vapor, que apa-
rece por un poco, y luego desa-
parecerá ; en lugar de decir :
Si el Señor quisiere. Y : Si vi-
X iéremos, harémos esto ó aquello.
16 Mas ahora os jactáis en
vuestras soberbias. Toda jac-
tancia semejante, es maligna.
17 Aquel pues, que sabe ha-
cer lo bueno, y no lo hace, tiene
pecado.
CAPITULO V.
1 fj^A pues ricos, llorad a
X_J hullando por las mise
rías que vendrán sobre vosotros
2 Vuestras riquezas se ha
podi-ido, y vuestras ropas ha
sido comidas de la polilla.
3 ^'^uestro oro, y vuestra pía
ta se han enmohecido ; y el ori
de ellos os será en testimonio,
comerá vuestras carnes cora
fuego. Os habéis atesorado ir
para los dias postreros.
4 Mirad que el jornal que di
fraudasteis á los trabajadore:
que segaron vuestros campo
clama ; y el clamor de ellos su(
na en las orejas del Señor de k
Exércitos.
5 Habéis vivido en dellcií
sobre la tierra, y en disoluciont
habéis cebado vuestros corazt
nes para el dia del sacriíicio.
6 Condenasteis, y matáste
al justo, y no hizo resistenci
contra vosotros.
7 Tened pues paciencia, he:
manos, hasta la venida del S<
ñor. Mirad como el labradc
espera el precioso fruto de ]
tierra, aguardando con paciei
cia hasta recibir la lluvia tempn
na, y tardía.
8 Esperad pues también v<
sotros co|j paciencia, y fortifica
vuestros cprazones ; porque í
ha acercado la venida del SeñoL*
9 No os resintáis, hennanot
uno contra otro, para que r
seáis juzgados. Mirad que <
Juez e&tá delante de la puert'.
1 0 Tomad, hermanos, por e?
emplo del fin que tiene la aílit
cion, el trabajo, y la pacienci:
á los Profetas, que hablaren e
el nombre del Señor.
11 Ved que tenemos por bit
tnap
«.i
CAPITULO I.
335
naventurados á los que sufrié-
i'on. Oísteis el sufrimiento de
Job, y visteis el tm del Señor ;
porque el Señor es misericordio-
so, y piadoso.
12 Mas ante todas cosas, her-
manos, no juréis, ni por el cielo,
ni por la tierra, ni otro juramen-
to alguno. Mas vuestra palabra
sea : Sí, sí : No, no ; porque no
caygais baxo de juicio.
13 ¿Hay alguno triste entre
vosotros ? haga oración : ¿ Está
alegre ? cante salmos.
14 ¿ Enferma alguno entre
vosotros llame á los Presbíte-
ros de la Iglesia, y oren sobre
él, ungiéndole con óleo en el
nombre del Señor :
15 Y la oración de la fe sal-
vará al enfermo, y le aliviará el
Señor ; y si estuviere en peca-
0 dos, le serán perdonados.
16 Confesad pues vuestros
pecados uno á otro, y orad los
unos por los otros, para que seáis
salvoe ; porque vale mucho la
oración perseverante del justo.
17 Elias era hombre semejan-
te á nosotros, sujeto á padecer ;
hizo oración, que no lloviese so-
bre la tierra, y por tres años y
seis meses no llovió.
18 Y oró ü8 nuevo ; y el Cie-
lo dio lluvia, y la tierra dió su
fruto.
19 Hermanos mios, si alguno
de vosotros se desviáre de la
verdad, y alguno le convir-
tiere :
20 Debe saber, que el que
hiciere á un pecador convertirse
del error de su camino, sainará
su alma de la muerte, y cubri-
rá la mu/:hedumbre de los pe-
cados.
EPISTOLA PRIMERA
DEL APOSTOL SAN PEDRO.
CAPITULO I.
1 "pEDRO Apóstol de Je-
Mr su-Cristo, á los ex-
^.rangeros que están dispersos
Dor el Ponto, Galacia, Capado-
ña, Asia y Bitinia, elegidos,
2 Según la pre-^ ciencia de
Dios Padre, en santiñcacion del
spíritu, para obedecer, y ser
■ociados con la sangre de Jesu-
risto : Gracia y paz os sea mul-
iplicada.
3 Bendito el Dios y Padre de
uesti'o Señor Jesu-Cristo, que
egun su grande misericordia
os ha reengendrado para espe-
inza de vida, por la Resurrec-
ción de Jesu-Cristo de enti*e los
muertos,
4 Para una herencia incor-
ruptible, y que no puede conta-
minarse, ni marchitarse, reser-
vada en los Cielos para vosotros,
5 Que sois guardados en la
virtud de Dios por fé para la sa-
lud, que esta aparejada para ser
mostrada en el tiempo postrero.
6 Eq lo que os gozaréis, aun-
que al presente conviene que
seáis afligidos un poco de tiempo
con varias tentaciones :
7 Para que la prueba de vues-
tra fé mucho njas preciosa que
el oro, el qual es acrisolado con
fuego, sea hallada en loor, y en
EPIST. I. DEL APOSTOL S. PEDKO.
533
gloria, y en honra, quando Jesu-
cristo fuere manifestado :
8 A quien amáis, aunque no
le habéis visto ; en quien aun
ahora creéis sin verle ; y creyen-
do en él os g-ozaréis con gozo in-
efable y lleno de gloria ;
9 Alcanzando el fin de vues-
tra fe, que es la salud de las
almas.
10 De la qual salud los Pró-
fetas, que vaticináron de la gra-
cia que habia de venir á voso-
tros, inquirieron é indagaron :
1 1 Escudriñando quando y en
que punto de tiempo significaba
el Espíritu de Cristo que estaba
en ellos, anunciando los sufri-
mientos que habian de ser en
Crilto, y las glorias que los se-
guirian :
12 A los quales fué,revelado,
fjue no para sí mismos, sino para
vosotros administraban las cosas,
que ahora os soa anunciadas por
aquellos que os han predicado
el Evangelio, habiendo sido en-
viado del Cielo el Espíritu San-
to, en quien desean mirar los
Angeles.
13 Por tanto ceñidos los lo-
mos de vuestra mente, viviendo
con templanza, esperad entera-
mente en aquella gracia que os
es ofrecida, para la manifesta-
ción de Jesu-Cristo :
14 Así como hijos obedientes,
no conformándoos con los deseos
que antes teníais en vuestra ig-
norancia :
15 Mas según es Santo aquel
que os llamó ; sed vosotros tam-
bién Santos en todas las accio-
nes :
16 Porque escrito esta : San-
tos seréis, porque yo soy Santo.
17 Y 8i invocáis como padre
á aquel que sin acepción de
personas juzga jseg-un la obra de
cada uno, vivid en temor é,
tiempo de vuesti-a peregrinacicn,
18 Sabiendo que habéis sidc
rescatados dfe vuestra vana con-
versación, que recibisteis de
vi^f stros padres, no por oro, ni
por plata, que son cosas pere-
cederas ;
19 Sino por la preciosa san-
gre de Cristo, como de un cor-
dero inmaculado, y sin man-
cilla :
20 Predestinado en verdad ya
antes del establecimiento del
mundo, pero manifestado en los
últimos tiempos por amor de vo-
sotros,
21 Que por él sois fieles en
Dios, el qual le resucitó de los
muertos, y le ha dado gloria, pa-
ra que vuestra fé y vuestra es-
peranza fuese en Dios :
22 Haciendo puras vuestrajs
almas en la obediencia de cari-
dad, en amor de hermandad, con
sencillo corazón amaos intensa-
mente unos á otros :
23 Puesto que habéis renací-
do, no de simiente corruprible,
sino de incorruptible por la pa-
labra del Dios vivo, y que per-
manece eternamente :
24 Porque toda carne es co-
mo la yerba, y toda su gloiia
como la flor de la yerba ; se se-
có la yerba, y cayó su flor.
25 Mas la palabra del Señor
permanece para siempre. Y es-
ta es la palabra que os ha sido
evangelizada.
CAPITULO II.
1 TT^EXANDO pues toda
malicia, y todo eiíga-
ño, y fingimiento, y envidias, v
teda suerte de detracciones.
CAPITULO 11.
337
2 Como míiús recién nacidos
codiciad la leche racional, y sin
dolo ; para que con ella crez-'
cais en salud :
3 Si es caso que habéis gusta-
do quan dulce es el Señor.
4 Al qual allegándoos, ^ue es
la piedra viva, desechada en ver-
dad por los hombres, mas esco-
gida de Dios, y honrada :
3 Y sobre ella vosotros mis-
mos como piedras vivas sed edi-
ficados casa espiritual, Sacerdo-
cio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales, que sean acceptos á
Dios por Jesu-Cristo :
6 Por lo qual se halla en la
Escritura : lie aquí yo pongo en
Sion la principal piedra del án-
gulo, escogida, preciosa, y el
que creyere en ella, no será
confundido.
7 Ella es pues honra á voso-
tros que creéis ; mas á los in-
crédulos, la piedra, que dese-
charon los que edifican, esta fué
hecha la cabeza del áj^gulo ;
8 Y piedra de tropiezo, y pie-
dra de escándalo, para los que
tropiezan en la palabra, y no
creen en quien fuéron puestos.
9 Mas vosotros sois el linage
escogido, el Sacerdocio real,
gente santa, pueblo de adquisi-
ción ; para que publiquéis las
grandezas de aquel, que de l^s
tinieblas os llamó á su maravi-
llosa luz :
10 Que en algún tiempo erais
no pueblo, más ahora sois pue-
blo de Dios ; que no habíais al-
canzado misericordia, mas ahora
habéis alcanzado misericordia.
11 Ruegoos, muy amados
míos, como á extrangeros, y pe-
regrinos, que os abstengáis de
los deseos carnales que comba-
ten contra el alma,
12 Teniendo buena conversa-
ción entre los Gentiles ; para
que así como ahora murmuran
de vosotros como de mgiliccho-
res, considerándoos por vuestras
buenas obras, glorifiquen á Dios
en el dia de la visitación.
13 Someteos pues á toda hu-
mana criatura, y esto por Dios ;
ya sea al Rey, c(Mno sobemno
que es :
14 Ya á los Gobernadores,
como enviados por él para tomar
venganza de los malhechores, y
ya para alabanza de los buenos :
15 Porque así. es la voluntad
de Dios, que haciendo bien ha-
gáis enmudecer la ignorancia de
los hombres imprudentes :
16 Como libres, y no tenieii-
do la libertad como velo para
cubrir la malicia, mas como sier-
vos de Dios.
1 7 Honrad á todos ; amad la
hermandad ; temed á Dios ; dad
honra al Rey.
18 Siervos, sed obedientes á
los señores con todo temor, no
tan solamente á los buenos, y
moderados, sino aun á los de re-
cia condición.
19 Porque esta es gracia, si
alguno por respeto á Dios sufre
molestias, padeciendo injusta-
mente.
20 ¿ Porque que gloria es, si
pecando sois abofeteados, y lo
sufrís? Mas si haciendo bien,
sufris con paciencia ; esta es
gracia delante de Dios.
21 Pues para esto fuisteis lla-
mados ; puesto que Cristo pade-
ció también por nosotros, dexán-
doos exemplo para que sigáis sus
pisadas.
22 Que no hizo pecado, ni fue
hallado engaño en su boca :
23 El que quando le ¡naide -
15
338
EPIST. I. DEL APOSTOL S. PEDRO.
cían, no maldecía ; padeciendo,
no amenazaba ; mas se entreg-a-
ba á aquel que le juzgaba injus-
tameni^ :
24 El mismo que llevó nues-
tros pecados en su cuerpo sobre
el madero, para que muertos a
los pecados, vivamos á la jus-
ticia ; por cuyas llagas habéis
sido sanados»
25 Porque erais como ovejas
descarriadas; mas ahora os ha-
béis convertido al Pastor y Obis-
po de vuestras almas.
CAPITULO líL
1- A SIMISMO las mugares
XJL sean obedientes á sus
maridos ; para que si algunos no
creen á la palabra, por trato de
sus mugeres sean ganados sin la
palabra.
2 Considerando vuestra santa
vida, que es en temor.
3 No sea el adorno de estas
exterior, ó cabellera rizada, ó
atavíos de oro, ó gala de vesti-
dos :
4 Sino el hombre interior del
corazón, en incomiptibilidad de
im espíritu pacífico y modesto,
que es rico delante de Dios.
5 Porque así también anti-
guamente se ataviaban las san-
tas mugeres, que esperaban en
Dios, estando sujetas á sus pro-
pios maridos.
6 Como Sara obedecía a A-
braham, llamándole señor ; de
ía qual sois hijas haciendo bien,
y no temiendo, ninguna pertur-
bación.
7 Y los maridos asimismo ha-
bitando con ellas según ciencia,
tratándolas con honor, como á
vaso mujeril mas flaco, y como j
á herederas coa vosotros de la i
gracia de la vida ; para que no ;
hallen estorbo vuestras oracio- ¿^r
nes.
8 Y finalmente sed todos de
un mismo coraeon, compasivos,
amadores de la hermandad, mi- -
sericordiosos, modestos, hurail- r
des:*
9 No volviendo mal por mal,
ni maldición por maldición, sino ,
por el contrario bendiciendo ; ^
pues para esto fuisteis llamados,
para que poseáis bendición por ;
herencia.
10 Porque el que quiere amar
la vida, y ver los dias buenos, ,
refrene su lengua de mal, y sus ^
labios no hablen engaño. ,
1 1 Apártese del mal, y haga
bien ; busque paz, y vaya en .
pos de ella :
12 Porque los ojos del Señor ,
sobre los justos, y sus orejas á r
los ruegos de ellos ; mas el ros- :
tro del Señor está sobre los que ;
hacen mal.
13 ¿Y quien es el que oS ^
podrá dañar, si abrazáis el
bien ? j
1 4 Y también si alguna cosa [
padecéis por la justicia, sois bie- ^-
naventurados. Por tanto no te- i
mais por el temor de ellos, y no i
seáis turbados.
15 Mas santificad en vuestros '
corazones al Señor Cristo, apa-' j
fcjados siempre para responder á
todo el que os demandare razón
de aquella esperanza que hay [
en vosotros. ¡
16 Mas con modestia y coa
temor, teniendo una buena con- i
ciencia ; para que en lo que di-
cen mal de vosotros, sean con- , .
fundidos los que desacreditaqiL
vuestra santa conversación esf
Cristo. ' .
17 Porque mejor es h^aciíndo .
CAPITULO IV.
53a
bien, si es voluntad de Dios, pa-
decer, que haciendo mal.
1 8 Porque también Cristo una
vez murió por nuestros pecados,
t>l justo por los injustos, para
ofrecernos á Dios, siendo á la
verdad muerto en la carne, mas
nvificado por el espíritu.
19 En el que también fué á
predicar á aquellos espíritus que
estaban en cárcel ;
20 Los que en otro tiempo ha-
bian sido incrédulos, quando en
los dias de Noé contaban sobre
la paciencia de Dios, mientras
que se fabricaba el arca ; en la
qual pocas personas, es á saber,
ocho se salvaron por agua.
21 Lo que era fig-ura del bau-
tismo de aliora, el qual os hace
salvaos ; no la purificación de las
inmundicias de la carne, mas la
promesa de buena conciencia
para con Dios por la Resurrec-
ción de Jesu-Cristo,
22 El qual está á la diestra
de Dios, después de haber devo-
rado la muerte, para que fuése-
mos heredíí-os de la vida eterna;
habiendo subido al Cielo, y es-
tándole sumisos los Angeles, y
las Potestades, y Virtudes.
CAPITULO IV.
1 XTABIENDOpuesCris-
jLjL to padecido en la car-
ne, armaos también vosotros de
esta misma consideración ; que
aquel que ha padecido en la car-
ne, cesó de pecados :
2 De suerte que" el tiempo,
que le queda en carne, lo viva
no á las pasiones de hombres,
sino á la voluntad de Dios.
3 Pues basta para estos, que
en el tiempo pasado hayan cum-
plido Ta voluntad de"los Gentiles,
viviendo en luxurias, en concu-
piscencias, en embriagueces, eu
glotonerías, en excesos de be-
ber, y en abominables idolatrías.
4 Por lo que extrañan mucho,
de que no concurráis á la misma
ignominia de luxuna, llenándoos
de vituperios.
5 Los quales darán cuenta á
aquel, que está aparejado para
juzgar vivos y muertos.
6 Pues por esto ha sido tam-
bién predicado el Evangelio á
los muertos, para que en verdad
sean juzgados según hombres eu
carne, mas vivan según Dios en
espíritu.
7 Mas el fin de todas las cosas
se ha acercado. Por tanto sed
prudentes, y velad en oracio-
nes.
8 Y ante todas cosas tealfendo
entre vosotros mismos constante
caridad ; porque la caridad cu-
bre la muchedumbre de pecadas.
9 Exercitad la liosf italidad
los unos con los otros sin mur-
muración.
10 Cada uno según la gracia
que recibió, comuníquela á los
otros, como buenos dispensado-
res de la gracia de Dios que es
de muchas maneras.
11 Si alguno habla, sean co-
mo palabras de Dios ; si alguno
ministra, sea conforme á la vir-
tud que Dios da ; para que en
todas cosas sea Dios honrado por
Jesu-Cristo ; el qual tiene la
gloria, y el imperio en los siglos
de los siglos : Amen.
12 Carísimos, jio os sorpre-
hendais en el fuego de la tribu-
lación, que es para prueba vues
tra, como si os acaeciese alguna
cesa de nuevo :
1 3 Mas gózaos de ser partici-
pantes de la pasión de Cristo, para
340 EPIST. I. DEL APOSTOL S. PEDRO.
que os gocéis también con júbilo
en la aparición de su g-loria.
14 Si sois vituperados por el
nombre de Cristo, bienaventu-
rados seréis ; porque lo que es
de la honra, de la gloria, y de la
virtud de Dios, y lo que es de su
espíritu, reposa sobre vosotros.
15 Pero ninguno de vosotros
padezca como homicida, ó la-
drón, 6 maldiciente, ó codicia-
dor de lo ageno.
16 Mas si padeciere como
Cristiano, no se avergüence ;
antes dé loor á Dios en este
nombre.
17 Porque es tiempo que em-
piece el juicio por la Casa de
Dios. Y si primero comienza
por nosotros ; ¿ qual será el pa-
radej^ de aquellos que no creen
al Evangelio de Dios ?
18 Y si el justo apenas será
salvo, ¿ el impío, y el pecador
en donde comparecerán ?
19 Y así aquellos que sufren
según la voluntad de Dios, en-
comienden sus almas á su fiel
Criador, haciendo bien.
CAPITULO V.
1 T> UEGO pues á los Pres-
JrV bíteros que hay entre
vosotros, yo Presbítero como
ellos, y testigo de la pasión de
Cristo ; y participante de la glo-
ria que se ha de manifestar eu lo
venidero :
2 Apacentad la grey de Dios,
cjue está entre vosotros, tenien-
do cuidado de» ella, no por fuer-
za, sino de voluntad segnn Dios ;
ni por amor de vergonzosa ga-
nancia, mas de grado :
3 Ni €omo que queréis tener
seBorío sobre la clerecía, sino
hechos dechado de la grey :
4 Y quando apareciere el
Príncipe de los Pastores, recibi-
réis corona de gloria, que no se
puede marchitar.
5 Asimismo, mancebos, obe-
deced á los ancianos. Y todos
inspiraos la humildad los unos á
los otros, porque Dios resiste á
los soberbios, y da gracia á 1q3
humildes.
6 Pues humillaos baxo la pode-
rosa mano de Dios, para que os
ensalce en el tiempo de su visita:^
7 Echando sobre él toda vues- ,
tra solicitud ; porque él tiene ^
cuidado de vosotros.
8 Sed sóbrios, y velae ; pere-
que el diablo vuestro adversario
anda como león rugiendo al re-
dedor de vosotros, buscando á
quien tragar :
9 Resistidle fuertes en la fe,
sabiendo que vuestros hermanos ;
esparcidos por el mundo sufren
la misma tribulación.
10 Mas el Dios de toda grá-
cil, el que nos llamo en Jesu-
cristo á su eterna gloria, des-
pués que hayáis padecido un po-
co, él os perficionará, fortifica-
rá, y consohdará.
11 A él la gloria, y el impe- *
rio en los siglos de los siglos ;
Amen.
1 2 Por Silvano, que os es, : I
á lo que entiendo, hermano fiel, I
os he escrito brevemente ; a-
monestándoos, y protestándoos,
que esta es la verdadera gra- .
cia de Dios, en la qual estáis
firmes.
13 Os saluda la Iglesia, que
está en Babilonia, elegida con
vosotros, y Marcos mi hijo..
14 Saludaos los unos á 1* 3
otros en ósculo santo. Grar
sea á todos vosotros, los que c
tais en Jesu'-Cristo. Amen.
EPISTOLA SEGUNDA
DEL APOSTOL, SAN PEDRO.
*
CAPITULO I.
1 ^IMON Pedro, siervo y
^5 Apóstol de Jesu-Cristo
á los que alcanzaron igual fe
con nosotros en la justicia de
nuestro Dios, y Salvador Jesu-
Cristo.
2 Gracia y paz cumplida sea
á vosotros en el conocimiento do
Dios, y de Jesu-Cristo ttuestro
Señor : ,
í¡¿ Como todas las cosas que
miran á la vida y á la piedad nos
han sido dadas de la divina po-
tencia, por el conocimiento de
úe aquel qu^ nos llamó por su
propia gloria y virtud,
4 Por el qual nos ha dado muy
grandes y preciosas promesas,
para que por ellas seáis hechos
participantes de la naturaleza
divina, huyendo de la corrup-
ción de la concupiscencia que
hay en el mundo.
í 5 Vosotros pues aplicando to-
¿o cuidado, juntad á vuestra fe
i virtud, y á la virtud ciencia,
6 Y á la ciencia templanza,
y á la templanza paciencia, y á
la paciencia piedad,
7 Y á la piedad amor de vues-
tros hermanos, y al amor de
vuestros hermanos caridad.
8 Porque si estas cosas se ha-
i liaren, y abundaren en vosotros,
Íuo os dexarán vacíos, é infruc-
tuosos en el conocimiento de
nuestro Señor Jesu-Cristo.
9 Mas el que no tiene pronto
f estas cosas, ciego es, y anda ten-
I tando con lí mano, olvidado de
la purificación de sus pecados
antiguos.
10 Por tanto, hermanos míos,
sed muy solícitos para hacer
cierta vuestra vocación y elec-
ción por las buenas obras ; por-
que haciendo esto, no pecaréis
jamas.
11 Porque así os será dada
largamente la enti'ada en el rey-
no eterno de nuestro Señor, y
Salvador Jesu-Cristo.
12 Por lo qual no cesaré dé
amonestaros siempre sobre estas
cosas ; y esto aunque estéis ins-
truidos y confirmados en la pre-
sente verdad.
13 Porque tengo por cosa jus-
ta, mientras que estoy en este
tabernáculo, de excitaros con
amonestaciones ;
14 Estando cierto de que lue-
go tengo de dexar mi taberná-
culo, según que también me lo
ha dadc^ á entender nuestro Se-
ñor Jesu-Cristó.
15 Y tendré cuidado que aun
después de mi fallecimiento po-
dáis vosotros tener memoria dp
estas cosas :
16 Porque no os hemos hecho
conocer el poder y la presencia
de nuestro Señor Jesu-Cristo si-
guiendo fábulas ingeniosas ; sino
como que contemplamos con
nuestros propios ojos su magestad.
17 Porque recibió ^de Dios
Padre honra y gloria, quando
descendió á él de la magnífica
gloria una voz de esta manera :
Este es mi Hijo el amado, en
quien yo me he complacido, á él
oid.
1 8 Y nosotros oimos esta voz
enviada del Cielo, estando con
él en el JMonte Santo.
S42
EPÍST. ir. DEL APOSTOL S. PEDRO.
19 Y aun tenemos mas firme
la palabra de los Profetas ; á la
qual hacéis bien de atender, co-
mo á una antorcha* que luce en
un lug-ar tenebroso, hasta que el
dia esclarezca, y el lucero nazca
en vuestros corazones ;
20 Entendiendo primero esto,
que ning-una profecía de la Es-
critura se hace por interpreta-
ción propia.
21 Porque en ningún tiempo
fue dada la profecía por volun-
tad de hombre ; mas los hombres
>Santos d? Dios hablaron siendo
inspirados del Espíritu Santo.
CAPITULO IL
1 TTUBO también en el
jLm. pueblo falsos Profe-
tas, así como habrá, entre voso-
tros falsos Doctores, que intro-
ducirán sectas de perdición, y
neg-arán á aquel Señor que los
rescató, atrayendo sobre sí mis-
mos apresui-ada ruina. ,
2 Y muchos seg-uirán sus diso-
luciones, por quienes será blas-
femado el camino de la verdad :
3 Y por avaricia con palabras
fingidas harán comercio de. vo-
sotros ; cuya condenación ya de
larg-o tiempo no se tarda, y la
perdición de ellos no se duerme.
4 Y si Dios no perdonó á los
Angeles que pecaron, sino que
atándolos con amarras de infier-
no los ^rojó al abismo para ser
atormentados, y reservados para
el juicio.
5 Y si al mundo original no
perdoüó, mas guardó, á Noé
octavo pregonero de justicia,
trayendo el diluvio sobre un
mundo de impíos.
6 Y condenó las ciudades de
los de Sodoma, j- de Goiaorra^
reduciéndolas á cenizas, ^po-
niéndolas por escarmiento de
aquellos que viviesen en impie-
dad :
7 Y libfó á Lot el justo, afli-
gido de los ulti'ages de aquellos
abominables, y de su vida rela-
jada.
8 Porque de vista, y de oidas
era justo, habitando entre aque-
llos que cada dia atormentaban
un alma justa con obras detesta-
bles.
9 El Señor sabe librar ten-
tación á los justos, y reservar
los malos para que sean ator-
mentados en el dia del juicio^
10 Y ma3-ormente aquellos
que siguiendo la carne andan
en deseos impuros, y desprecian
la potestad, osados, pagados de
sí mismos, no tenien introducir
nuevas sectas, blasfemando ;
1 1 Como quiera que los An-
geles, que son mayores en forta-
leza, y en virtud, no pronuncian
contra sí juicio de execración.
12 Mas estos como bestias sin
razón naturalmente hechas para
presa, y para perdición, blasfe-
mando de las cosas que no s^"
ben, perecerán en su corrup-
ción,
13 Recibiendo la paga de bu
injusticia, ' reputando por placer
las delicias del dia ; que son con-
taminaciones y manclias, entre-
gándose con exceso á los place»
res, mostrando su disolución en
los convites que celebraban con
vosotros,
14 Teniendo los ojos llenos de
adulterio, y de pecado que nun-
ca cesa. Atrayendo con hala-
gos las almas inconstantes, te-
niendo un corazón cxercitado en
avaricia, como lr\jos de^ maldi*
cioa ;
CAPITULÓ III.
343
.3 Que dexando el camino
derecho se extraviaron, siguien-
do el camino de Balaam de Bo-
sor, que amó el premio de la
maldad : •
16 Mas recibió el castig-o de
si^locura ; una bestia rauda en
que iba montado, hablando en
voz de hombre, refrenó la locu-
ra del Profeta.
17 Estos son fuentes sin agua,
y nieblas agitadas de torbelli-
nos, para los quales está reserva-
I da la obscuridad de las tinieblas.
! 18 Porque hablando palabras
¡ arrogantes de vanidad, atraen á
los deseos impuros de la carne á
, los que poco antes habian huido
de los que viven en error ;
19 Prometiéndoles libertad,
siendo ellos mismos esclavos de
la corrupción ; porque^ todo a-
quel que fué vencido, queda es-
clavo del que le venció.
20 Y si después de haberse
apartado de las contaminaciones
del mundo por el conocimiento
de Je^fcristo nuestro Señor, y
Salvador, enredados de nuevo en
ellas son vencidos ; les fué he-
cho lo postrero peor que lo pri-
mero.
21 Porque mejor les era ao
haber conocido el camino de la
justicia, que después del conoci-
miento, volver las espaldas á
aquel mandamiento santo <^e les
ftié dado.
.22 Pues les ha acontecido lo
que dice aquel proverbio venla-
' dero : Tornóse el perro á lo que
vomitó, y la puerca lavada á re-
volcarse en el cieno.
CAPITULO III.
1 T]l STA es,- muy amados,
JL-J la segunda Carta que
oa escribo, en la que despierto
con amonestaciones vuestro átii-
mo sencillo,
2 Para que tengáis presentes
las palabras de los Santos Pro-
fetas de que ya os hablé, y los
mandamientos del Señor, y Sal-
vador, que os dió por sus Após-
toles.
3 Sabiendo esto primeramen-
te, que en los últimos tiempos
vendrán impostores artificiosos,
que andarán según sus propias
concupiscencias,
4 Diciendo : ¿ Donde está la
promesa ó venida de él ? porque
desde que los padres durmió ron,
todo permanece así como en el
piincipio de la creación.
5 Cierto ellos ignoran volun-
tariamente, que los cielos eran
primeramente, y la tierra de a-
gua, y por agua estaba asenta-
da por palabra de Dios : ^
6 Por las quales cosas aquel
mundo de entónces pereció ane-
gado en agua.
7 JJas los Cielos, que son
ahoraCTy la tierra, por la misma
palabra se guardan, reservados
para el fuego en el dia del jui-
cio, y de la perdición de los
hombres impíos.
8 Mas esto solo no se os en^
cubra, muy am?-dos, que un dia
delante del Señor es como mil
años, y mil años como un dia.
9 No tarda el Señor su pro-
mesa, como algunos lo piensan ;
sino que espera con paciencia
por amor de vosotros, no que-
riendo que ninguno perezca, si-
no que todos se conviertan á pe-
nitencia.
10 Vendrá pues como la-
drón el dia del Señor ; en el
qual pasaráj^ los Cielos con gran -
de ímpetu, y los elementos con
el calor serán desliechps, y la
344 EPIST. I. DEL APOSTOL S. JUAX.
í ien-a y todas las obras que hay
eñ ella seráa abrasadas.
11 Pues como todas estas co-
sas hayan de ser deshechas,
; quales os conviene ser en san-
íidad de vida y de piedad,
12 Esperando y apresurán-
í]oos para la^enida del dia del
Señor, en el^ual los Cielos ar-
diendo serán deshechos, y los
elementos se ftmdirán con el ar-
dor del fuego ?
13 Pero esperamos según su.s
promesas, Cielos nuevos y tierra
nueva, en los que mora la jus-
ticia.
14 Por tanto, muy amados,
esperando estas cosas, procu-
rad que se£iÍ3 de él hallados en
pai5 inmaculados é irreprehen-
sibles.
15 Y tened por salud la larga
paciencia de nuestro Señor ; así
como también Pablo nuestro
muy amado hermano os escribió
seg-un la sabiduría que le fué
daüda, •
16 Como también en todas sus
Cartas, hablando en ellas de es-
to, en las quales hay algunas éfc*
sas diíiciles de entender, las que
adult';; rancios indoctos é incons-
tantes, cómo también las otras
Escrituras, para ruina de sí mis-
mos.
17 Vosotros pues, hermanos,
avisados estad alerta, para que
no caygais de vuestra firmeza,
engañados de los insensatos.
18 Mas creed en la gracia
y conocimiento de nuestro Se^
ñor y Salvador Jesu-Cristo. A
él sea la gloria ahora y hasta el
dia de la eternidad. Ámen.
EPISTOLA PRIMERA
DEL APoIÍtOL san JUAí#
CAPITULO L
1 T O que fué desde el prin-
cipio, lo que oimos, lo
que vimos con nuestros ojos, lo
que miramos, y palparon nues-
tras manos del Verbo de la vida :
2 Y la vida fu* manifestada,
y la vimos, y damos de ella testi-
monio, y nosotros os anunciamos
esta vida eterna, que era en el
Padre, y nos apareció á nosotros:
3 Lo que vimos y oiraos, eso
os anunciamos, para que tengáis
también vosotros comunión con
nosotros, y que nuestra comu-
nión sea con el Pad^^ y con Je-
3U-Crísto su Hijt>.
4 Y estas cosas os escribmiQS
para que os gocéis, y vuestro
gozo sea cumplido.
5 Y esta es la nueva, que oi-
mos de él mismo, y que os anvm-
ciaraos á vosotros : Que Dios e?
luz, iy no hay en él ningunas ti*
nieblas.
6 Si dixéremos, que tenemos
comunión con él, y andamos en
tinieblas, mentimos, y no hace-
mos verdad.
7 Mas si andamos en luz, co-.
mo él está también en luz, tene-
mos comunión los anos con loa
otros, y la sangre de Jesu-Cristo
su Hijo nos limpia de todo pe-
cado»
CAPITULO II.
345
3 Si dixéremos, que no tene-
mos pecado, nosotros mismos nos
engañamos, y no hay verdad en
nosotros.
9 Si confesáremos nuestros
]e»ecados, fiel es y justo, para
perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad-
10 Si dixéreraos, que no he-
mos pecado, le hacemos á él
mentiroso, y su palabra no está
en nosotros.
CAPITULO II.
1 TTIJITOS mios, esto os
XJL escribo, para que no
pequéis. Mas si alguno pecare,
tenemos por Abogado con el Pa-
dre, á Jesu-Cristo el justo ;
2 Y él es propiciación por
nuestros pecados ; y no tan solo
por los nuestros, mas también
por los de todo el mundo.
3 Y en esto sabemos, que le
hemos conocido, si guardamos
sus mandamientos.
4 El que áice, que le conoce,
y no guarda sus mandamientos,
es mentiroso, y no hay verdad
en él.
5 Mas el que guarda su pala-
bra, la caridad de Dios está ver-
daderamente perfecta en él; y
por esto sabemos, que estamos
en él.
6 El que dice, que está en
él, este debe andar, como él an-
duvo.
7 Carísimos, no os escribo
mandamiento nuevo, sino man-
damiento antiguo, que habéis te-
jido desde el principio : El man-
damiento antiguo es la palabra,
que habéis oido.
8 Mas otra vez os escribo un
mandamiento nuevo, lo que es
ver<iadero en él mismo, y en vo-
sotros ; porque las titiieblas ya
pasaron, y la verdadera luz ya
luce.
9 El que dice, que está en
luz, y aborrece á su liermano,
en tinieblas está hasta ahora.
10 El que ama á su hermano,
en luz mora, y no hay escándalt)
en él.
1 1 Mas el que aborrece á su
hermano,, está en tinieblas, y
anda en tinieblas, y no sabe á
donde vá ; porque las tinieblas
cegaron sus ojos.
12 Os escribo á vosotros, hi-
jitos, porque os son perdonados
vuestros pecados por su nom-
bre.
13 Os escribo á vosotros, pa-
dres, porque habéis conocido á
aquel, que es desde el principio.
Escribo á vosotros, mancebos,
porque habéis vencido al ma-
ligno.
14 Os escribo á vosotros, o
niños, porque habéis conocido al
Padre. Os escribo, ó jóvenes,
porque *sois ñiertes, y la palabra
de Dios permanece en vosotros,
y habéis vencido ai maligno.
15 No queráis amar al mun-
do, ni las cosas, que hay en ei
mundo., Si alguno ama el mun-
do, la caridad del Padre no está
en él :
16 Porque todo lo que hay en
el mundo, es concupiscencia de
carne, concupiscencia de ojos,
y soberbia de vida ; la qual no
es del Padre, sino del mundo.
17 Y el mundo se pasa, y su
concupiscencia^ Mas el que
hace la voluntad de Dios, p,er-
manece para siempre.
18 Hijitos, ya es la última ho-
ra ; y como habéis oido, que el
Anti-Cristo viene, así ahora
1 muchos se haji hecho Anti-Crís-
15*
346
EPIST. I. DEL APOSTOL S. JUAN,
tos ; de donde conocemos, que
es la última hora.
19 Saliéron de entre nosotros,
mas no eran de nosotros ; por-
que si hubieran sido de nosotros,
hubieran cierto permanecido con
nosotros; mas para que se vea cla-
ro, que no todos son de nosotros.
20 Pero vosotros tenéis la un-
ción del Santo, y sabéis todas
las cosas.
21 No os he escrito á voso-
tros, como si ignoráseis la ver-
dad, mas como á los que la sa-
béis ; y porque ninguna menti-
ra es jamas de la verdad.
22 ¿ Quien es mentiroso, sino
aquel que niega, que Jesús es el
Cristo ? ^Este tal es el Anti-
Cristo, que niega al Padre, y al
Hijo.
23 Qualquiera que niega al
Hijo, no tiene al Padre. El que
confiesa al Hijo, tiene también
al Padre.
24 Lo que oísteis desde el
principio, permanezca en voso-
tros. Si permaneciere en voso-
tros lo que oísteis desde el prin-
cipio, vosotros también perma-
neceréis en el Hijo, y en el Pa-
dre.
25 Y esta es 'la promesa que
él nos prometió, la vida eterna.
26 Os he escrito estas co-
sas sobre aquellos que os enga-
ñan.
27 Y permanezca en vosotros
la unción que recibisteis de él.
Y no tenéis necesidad que nin-
guno os enseñe ; mas como su
unción os enseña en todas las
cosas, y es verdafl, y no es men-
tira. Y conao ella os ha ense-
ñkdo, permaneced en ello.
28 Y ahora, hijitos, permane-
ced en ello ; para que quando
apaiseciere, ten^mas confianza,
y no seamos confundidos pop él
en su venida.
29 Si sabéis que él es justo,
sabed también que todo aquel
que hace la justicia, es nacido
de él.
CAPITULO ni.
1 /CONSIDERAD qualca
\^ ridad nos ha dado el
Padre, queriendo que tengamos
nombre de hijos de Dios, y lo
seamos. Por esto el mundo no
nos conoce, porque no le conoce
á él.
2 Carísimos, ahora somos hi-r
jos de Dios ; y no aparece aun
lo que habemos de ser. Sabe-
mos que qnando él apareciere,
seremos semejantes á él ; por
quanto nosotros le veremos así
como él es.
3 Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se santifica á sí
mismo, así como él es Santo.
4 Todo aquel que hace peca-
do, hace también injusticia ;
porque el pecado es injusticia.
5 Y sabéis que él apareció
para quitar nuestros pecados ; y
no hay pecado en él.
6 Todo aquel que permanece
en él, no peca ; y todo el que
peca, no le ha visto, ni le ha
conocido.
7 Hijitos, no os engañe nin-
guno. El que hace justicia,
justo es ; así como él también es
justo.
8 El que comete peoado, es
del diablo ; porque el diablo des-
de el principio peca. Para esto
apareció el Hijo de Dios, para
deshacer las obras del diablo.
9 Todo aquel que es íiaciílo
de Dios, no hace pecado ; por-
que SU simiente está ea él, y no
CAPITULO IV.
347
puede pecar, porque es nacido
de Dios.
10 En esto son conocidos los
hijos de Dios, y los hijos del dia-
blo. Todo aquel que no es jus-
to, no es ^e Dios, y el que no
ama a su hermano :
1 1 Porque esta es la doctrina,
que habéis oido desde el princi-
pio, que os améis unos á otros.
12 No así como Caín, que era
del malig'no, y mató á su herma-
ní. ¿ Y por que le mató ? Por-
que sus obras eran malas, y las
de su hermano buenas.
1 3 No extrañéis, hermanos, si
ós aborrece el mundo.
14 Nosotros sabemos que he-
mos sido trasladados de muerte
á vida, en que amamos á los her-
manos. El que no ama, está en
muerte :
15 Qualquiera que aborrece
á su hermano, es homicida. Y
sabéis que ningún homicida tie-
ne vida eterna que permanezca
en sí mismo.
16 En esto hemos conocido la
caridad de Dios, en que puso él
su vida por nosotros ; y nosotros
debemos poner nuestra vida por
los hermanos.
17 El que tuviere riquezas de
este mundo, y viere á su herma-
no tener necesidad, y le cerrare
sus entrañas, ¿ como está la ca-
ridad de Dios en él ?
18 Hijitos mios, no amemos
dfi palabra, ni de lengua, sino
de obra, y de verdad.
19 En esto conocemos que
somos de la verdad, y que no-
sotros persuadiremos nuestros
corazones delante de Dios.
20 Porque si nuestro corazón
nos reprehendiere, mayor es
Dios que nuestro coraron, y sa-
be toíjas las cosas.
21 Carísimos, si nuestro cora-
zón no nos reprehende, confian-
za tenemos^elante de Dios :
22 Y quanto le pidiérenros^
recibiremos de él ; porque guar-
damos sus mandamientos, y lia-
cemos las cosas que son agrada-
bles en su presencia.
23 Y este es su mandamiento :
Que creamos en el nombre de su
Hijo Jesu-Cristo, y nos amemos
unos á otros, como nos lo hu
mandado.
24 Y el que guarda sus man-
damientos, está en Dios, y Dios
en él ; y en esto sabemós que él
permanece en nosotros por él
Espíritu que nos ha dado.
CAPITULO IV.
.1 IRAKISIMOS, no queráis
V>' creer á todo espíritu,
mas probad los espíritus si son
de Dios ; porque muchos falsos
Profetas se han levantado en el
mundo.
2 En esto se conoce el Espí»
ritu de Di»s ; tedo espíritu que
confiesa que Jesu-Cristo vino en
carne, es de Dios :
3 Y todo espíritu, que divide
á Jesús, no es de Dios ; y este
tal es un Anti-Cristo, de quien
habéis oido que viene, y que
ahora ya está en el mundo.
4 Vosotros, hijitos, sois 'de
Dios, y vencisteis á aquel ; por-
que el que está en vosotros, es
mayor que el que está en el
mundo.
5 Ellos del mundo son; por
eso hablan del mundo, y el m*n-
do los oye.
6 Nosotros de Dios soraosi
Quilín á Dios conoce, nos oye ;
el que no es de Dios, no nos
Q^ e : en esto conocemos el espí-
348 • XPIST. I. DEL APOSTOL S. JUAN.
ritu de verdad, y el espíritu de
error.
7 Carísimos, améraosnos los
unos á los otros ; porque la cal i-
dad procede de Dios : Y todo
aquel que aína, de Dios es naci-
do, y conoce á Dios.
8 El que no ama, no conoce á
Dios ; porque Dios es caridad.
9 En esto se demostró la ca-
ridad de Dios acia nosotros, en
que Dios envió al mundo á, su
Hijo Unigénito, para que viva-
mos por él.
10 En esto consiste la cari-
dad ; no' que nosotros hayamos
amado á Dios, sino que él nos
amó primero á nosotros, y envió
su Hijo en propiciación por nues-
tix>s pecados.
1 1 Carísimos, si Dios nos amó
de esta manera, también deba-
mos amamos los unos á los otros.
12 Ninguno vió jamas á Dios.
Si nos amáremos los unos á los
otros. Dios está en nosotros, y
su caridad es perfecta en noso-
tros.
13 En esto conocemos que
estamos en él, y él en nosotros,
en que nos ha dado de su Espí-
ritu.
14 Y nosotros lo vimos, y da-
mds testimonio, que el Padre
envió á su Hijo para ser Salva-
dor del mundo.
1*5 Qualquiera que confesare
que Jesús es el Hijo de Dios,
Dios está en él, y él en Dios.
16 Y nosotros hemos conoci-
do, y creído á la caridad, que
Dios tiene 'por nosotros. Dios
es Caridad, y quien permanece
en caridad, en Dios permanece,
y Dios en él.
17 Por esto fue consumada la
caridad de Dios con nosotros,
para que tengamas cpn&toza en
el dia del juicio ; pues como él
es, así somos nosotros en este
mundo.
18 En la caridad no hay te-
mor ; mas la caridad perfecta
echa fuera el temorf porque el
temor tiene pena ; y así el que
teme, no es perfecto en la cari>
dad.
19 Pues amemos nosotros á
Dios, porque Dios nos amó pri^
mero. ^
20 Si alguno dixere yo amo á
Dios, y aborreciere á su herma-
no, mentiroso es. Porque quien
no ama á su hermano á quien
ve, ¿ como puede amar á Dios á
quien no ve ?
21 Y este mandarriiento tenes-
mos de Dios ; que el que ama á
Días, ame también á su her-
mano.
CAPITULO V.
1 rWlODO aquel que cree
A que Jesús es el Cristo^
es nacido de Dios. Y todo el
que ama á aquel que le engen-
dró ama también al que de él
nació.
2 En esto conocemos que
amamos á los hijos de Dios, si
amamos á Dios, y guardamos sus
mandamientos.
3 Porque este es el amor de
Dios, que guardemos sus man-
damientos ; y los mandamientos
de él no son pesado^.
4 Porque todo lo que nace de
Dios, vence al mundo ; y esta
es la victoria que vence al mun-
do, nuestra fe.
5 ¿ Quien es el que vence al
mundo, sino el que cree que J e-
sus es el Hijo de Dios ?
6 Este es Jesu-Cristo, que
vino por agua, y por sangre ;
EPIST. II. DEL APOSTOL S. JUAN. 349
por ag'ua tan solamente, sino por
agaa, y sangre. Y el espíritu
es el que dá testinionio, que
Cristo es la verdad.
7 Porque tres son los que dan
tiBstimonio en ei Cielo; el Pa-
dre, el Verbo, y el Espíritu San-
to ; y estos tres son una misma
• (
cosa.
8 Y tres son los que dan testi-
monio en la tierra ; el Espíritu,
y el agua, y la sangre ; y estos
tres son una misma cosa.
9 Si recibimos el testimonio
de los hombres, ma3 or es el tes-
timonio de Dios ; pues este es el
testimonio de Dios, que es el
mayor, porque él ha testificado
de su Hijo.
10 El que cree en el Hijo de
Dios, tiene en sí el testimonio
de Dios. El que nc cree al Hi-
jo, le hace mentiroso ; porque no
cree en el testimonio que Dios
ha dado de su Hijo.
11 Y este es el testimonio,
qu#Dios nos ha dado vida eter-
na. Y esta vida está en su Hijo.
12 El que tiene al Hijo, tiene
la vida ; el que no tiene al Hijo,
no tiene la vida.
13 Estas cosas 6s escribo, pa-
ra" que sepáis que tenéis vida
eterna, los que creéis en el nom-
bre del Hijo de Dios.
14 Y esta es la confianza que
tenemos en él : Que él nos oye
en todo lo que le pedimos, siendo
conforme á su voluntad.
1 5 Y sabemos que nos oye en
todo lo que le pidiéremos ; lo sa>
bemos, porque tenemos las peti"
ciones, que le habemos deman*
dado.
16 El que sabe que su her-
mano comete gn pecado que no
es de muerte, pida, y será dada
vida á aquel que peca no de
muerte. Hay pecado de muer-
te : no digo yo, que ruegue al--
guno por él.
17 Toda iniquidad es pecH*
do : y hay pecado, que es de
muerte.
18 Sabemos que todo aquel
que es nacido de Dios, no peca ;
mas el nacimiento que tiene de
Dios le guarda, y el maligno no
le taca.
19 Sabemos que somos de
Dios ; y todo el mundo está
puesto en el maligno.
20 Y sabemos que vino el Hi-
jo de Dios ; y que nos dió enten-
dimiento para que conozcamos
al verdadero Dios, y estemos en
su verdadero Hijo. Este es ei
verdadero Dios, y la vida eterna,
21 Hijitos, guardaos de los
ídolos. Amen.
EPISTOLA SEOÜNDA
DEL APOSTOL SAN JUAN.
1 TT^L Presbítero á la Se-
XLi ñora Electa, y á sus
f¿jo8, á los que yo amo en verdad ;
y no yo solo, mas también todos
tos que han conocido la verdad,
2 Por la verdad que penna:-
nece en nosotros, y que estará
eternamente con nosotros.
3 Sea con vosotros gracia^
misericordia, paz de Píos Padre,
350
EPIST. III. DEL APOSTOL S. JUAN.
y de Jesu-Cristo Hijo del Padre,
en verdad y en caridad.
4 Mucho me he gozado, por-
que he hallado de tus hijos, que
andan en verdad, así como he-
mos recibido el mandamiento del
Padre.
5 Y ahora ruégote, Señora,
no como si te escribiese un nue-
vo mandamiento, sino el que he-
mos tenido desde el principio,
que nos amemos \^os á otros.
6 Y esta es la caridad, que
andemos según los mandamien-
tos de Dios. Porque este es el
mandamiento, que caminéis en
él, como lo habéis oido desde el
principio :
7 Porque muchos impostores
se han levantado en el mundo,
que no confiesan que Jesu-Cris-
to vino en carne ; este tal es
impostor, y Anti-Cristo.
8 Guardaos á vosotros mis-
mos, para que no perdáis lo que í
habéis obrado ; sino que recibáis <
galardón cumplido. J
9 Todo el que se aparta, y no t
persevera en la doctrina dé \
Cristo, no tiene á Dios : el que t
persevera ea la doctrina, este i
tiene al Padre, y al Hijo. * ]
10 Si alguno viene á vosotros^
y no hace profesión de esta doc- j
trina, no le recibáis en casa, ni b
le saludéis. I
11 Porque el que le saluda, J
comunica en sus malas obras.
* 12 Teniendo muchas cosas
que escribiros, no he querido
por papel ni por tinta; porque
espero ir á vosotros, y hablaras
boca á boca, para que vuestro
gozo sea cumplido.
13 Los hijos de tu hermana
Electa te saludan.
EPISTOLA TERCERA
DEL APOSTOL. SAN JUAN.
1 "17^ L Presbítero al muy
JL-J amado Gayo, á quien
yo amo en verdad.
2 Carísimo, ruego al Señor
que te prospere en todo, y que
te conserve en salud, así como
tu alma se halla en buen es-
tado.
3 Mucho me he gozado por
la venida de los hermanos, y por
el testimonio que han dado de tu
verdad, así como tú andas en la
verdad.
. 4 No tengo yo mayor gozo de
otra cosa, que de oir que mis hi-
jos andan en verdad.
5 Carísimo, te portas con fide-
,líd3td en todo lo que haces con
los hermanos, y particularmente , a
con los peregrinos, t
6 Que han dado testimonio de c
tu caridad en presencia de la e
Iglesia ; á los quales, si encami- \
nares como conviene según Dios, i
harás bien. ¡
7 Porque por su nombre se pu- i
siéron en camino, no tomando i
nada de los Gentiles. ¿
8 Nosotros pues debemos re- (
cibir á estos tales,, á fin de co* ¿
operar á la verdad. ^
9 Hubiera por ventura escri'- j
to á la Iglesia ; mas aquel que
pretende tener el principado en- j¡
tre ellos, Diotrefes, no nos re- f
ciíye. - i¡
EPIST. DEL APOSTOL S. JUDAS.
3d1
10 V Dor esto si yo fuere allá,
daré á entender las obras que
•tiace, esparciendo palabras ma-
lignas contra nos ; y como si es-
to no le bastase, no quiere reci-
bir aun á nuestros hermanos, y
veda á los que los reciben que
no lo hagan, y los echa de la
Iglesia.
11 Carísimo, no quieras se-
guir lo malo, sino lo que es bue-
no. El que hace bien, es de^
Dios ; quien mal hace, no vio á'
Dios.
12 Todos dan testimonio . de
Demetrio, y aun la misma ver-
dad ; y nosotros también lo da-
mos ; y tú sabes que nuestro tes^
timonio es verdadero.
13 Muchas cosas tenia que
escribirte ; mas no he querido
escribirte por tinta ni por plu-
ma.
14 Porque espero verte en
breve, y hablaremos boca á bo-
ca. Paz á tí. Te saludan las
amigos. Saluda á nuestros ami-
gos á cada uno en particular.
EPISTOLA
DEL. APOSTOL. SAN JUDAS.
1 TUDAS siervo de Jesu-
tJ Cristo, y hermano de
Santiago, á aquellos que son
amados en Dios Padre, y guar-
dados y llamados en Jesn-Cristo.
2 ]\Iisericordia, y paz, y ca-
ridad cumplida sea á vosotros.
3 Carísimcs, deseando yo con
ansia escribiros acerca de vues-
tra común salud, me ha sido ne-
cesario escribiros ahora para
exhortaros á que combatáis por
la fé, que ya fué dada á los San-
tos.
'4 Porque se han entrado di-
3Ímuladamente#cicrtos hombres
impíos, que están de antemano
destinados para este juicio, los
quales cambian la gracia de
nuestro Dios en luxuria, y nie-
gan que Jesu-Cnsto es solo
nuestro Soberano y Señor.
5 Mas quieroos traer á la
jnemoiia, puesto que ya habéis
sabido todo esto, como Jesús
salvando al pueblo d,e tierra de
Egipto, destruyó después á aque*
líos que no creyeron :
6 Y que á los Angeles, que
no guardaron su principado, sino
que desamparáron su lugar, los
tiene reservados con cadenas
eternas en tinieblas para el jui-
cio del grande dia.
7 Así como Sodoma y Go-
morra, y las cuidades comar-
canas que fornicáron como ellas,
y yendo en pos de otra carne,
fueron puestas por escarmiento,
sufriendo pena de fuego eterno.
8 De la misma manera estos
también contaminan su carne, y
desprecian la dominación, y blas-
feman de la Magestad.
9 Quando el Arcángel Mi-
guel disputando con el diablo,
altercaba sobre el cuerpo de
Moisés, no se atrevió á fulmi-
narle sentencia de blasfemo ,
mas dixo : Mándete el Señer.
10 Y estos blasfeman de todas
las cosas, que no saben ; j se
352 EPIST. DEL APOSTOL S. JUDAS.
peryierten como bestias irracio-
nales en aquellas cosas, que sa-
ben naturalmente.
11 Ay de ellos, porque andu-
vieron en el camino de Caín, y
por precio se dexáron llevar del
error de Balaam, y pereciéron
en la sedición de Coré :
12 Estos son los que contami-
nan los festines, banqueteando
sin rubor, apacentándose á sí
mismos, nubes sin agua que lle-
van de acá para allá, los vientos,
arboles de otoño, sin fruto, dos
veces muertos, desarraygados,
13 Ondas furiosas de lámar,
que arrojan 'las espumas de su<
abominación, estrellas erraijtes ;
para los que está reservada la
tempestad de las tinieblas eter-
nas. •
14 Y Enoch que fué el sépti-
mo después de Adam, ¡profetizó
lambien de estos, y dixo : He
aquí vino el Señor entre milla-
res de sus Santos,
15 A hacer juicio contra to-
dios, y á convencer á todos los
impíos de todas las obras de su
impiedad, que malamente hicié-
ron, y de todas las palabras in-
juriosas, que los pecadores im-
píos han hablado contra Dios.
16 Estos son murmuradores
querellosos, que andan según sus
^ pasiones, y su boca habla cosas
soberbias, que muestran admira-
ción de las personas por causa
fie ínteres.
17 jyfas vcsotroS) carísimos j
acordaos 4e las palabras qire os
fueron dichas por los Apóstoles
de nuestro Señor Jesu-Cristo, «
18 Los quales os decían, que
en los últimos tiempos vendrán
impostores, que andarán según
sus deseos llenos de impiedad.
1 9 Estos son los que se sepa-
ran á sí mismos, sensuales, que
no tienen el Espíritu.
20 Mas vosotros, amados, edi-
ficándoos á vosotros mismos so-
Tsre el oimiento de vuesti'a saa^
tísima fé, orando en Espíritu
Santo.
21 Conservaos á vosotros mis-
mos en el amor de Dios, espe-
rando la miserico^ia de nues-
tro Señor Jesu-Cristo para vida
eterna.
22 Y reprehended á los unqs
que están ya sentenciados ;
23 Y salvad á los otros, arre-
batándolos del fuego. Y de los
demás tened compasión con te- '
mor, aborreciendo aun hasta la
ropa que está contaminada de la
carne.
24 Y á aquel que es poderoso
para guardaros sin pecado», y pa-
ra presentaros sin mancilla, y
llenos de alegría ante la vista de
su gloria en la venida de nues'-
tro Señor Jesu-Cristo.
25 A solo Dios Salvador nues-
tro por Jesu-Cristo nuestro Se-
ñor sea gloria y magnificencia,
imperio y poderdante todos los
siglos, y ahora y en todos los si-
glos de lüs siglos. Amen/
EL APOCALYPSIS
O REVEJLACIOÑ
DEL APOSTOL. SAIN* JUAN.
CAPITULO I.
1 T A Revelación de Jesu-
JUá Cristo, que Dios le
di6, para manifestar á sns áer-
yos las cosas que conviene sean
hechas Juego : y las declaró,
enviándolas por su An^el á Juan
sil siervo,
2 El qual ha dado testimonio
de la palabra de Dios, y testi-
raaaío de Jesu -Cristo, de todas
las cosas que vio.
3 Bienaventurado el que lee
y oye las palabras de esta profe-
cía ; y ^arda las cosas que en
ella están escritas ; porque el
tiempo está cerca.
4 Juan á las siete Iglesias
que hay en Asia. Gracia á vo-
sotros, y paz de aquel, que es,
y que era, y que ha de venir ; y
de los siete Espíritus que están
Jetante de su trono ;
5 Y de Jesu-Cristo, que es el
Lestig-o fiel, el primogénito de los
Huertos, y el PrÍBcipe de los
Reyes de la tierra, que nos amó,
Y nos lavó de nuestros pecados
:on su sangre,
6 Y • nos ha hecho reyno, y
Sacerdotes para IWos, y su Pa-
;lre ; á él sea la gloria, y el im-
lerio en ios siglos de los siglos :
\men.
7 He aquí que viene con las
' lubes, y le verá todo ojo, y los
:u#íe traspasáron. Y se herí-
an los pedios al verle todos los
hiages de la tierra-. Así será :
lin£i3.
8 Yo soy el alfa, y el omega^
el principio, y el fin, dice el Se-
ñor Dios, que es, y que era, y
que ha de venir, el Todopode?
roso.
9 Yo Juan vuestro hermano»
y participante en la tribulacior,,
y en el reyno, y en la paciencia
en Jesu-Cristo, estuve en una
isla que se llama Patmos, por
palabra de Dios, y por el testi^
monio de Jesús ;
10 Yo fui en espíritu un diíi
de Donaingo, y oí en pos de mí
una grande voz . como de trom*
peta,
11 Que decia: Lo que ves,
escríbelo en un libro ; y envíala
á las siete Iglesias, que hay en
el Asia, ^ Efeso, y á Smirna, y
á Pcrgamo, y á Tiatira, y a
Sárdis, y á Filadelfia, y á Lao-
dicéa : 0
12 Y me volví para ver la
voz, que hablaba conmigo. Y
vuelto, vi siete candeleros d$
oro;
13 Y en medio de los sietn
candeleros de oro á uno seme-
jante al Hijo del hombre, vestí-
do de una ropa talar, y ceñida
por los pechos con una cinta de
oro;
14 Y su cabeza, y sus cabe*
líos eran blancos como lana blan-
ca, y como nieve, y sus ojos co-i
mo llama de fuego ;
15 Y sus pies semejantes á.
latan fino, quando está en uix
homo ardiente, y su voz como
ruido de muchas aguas ;
554
EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
16 Y tenia en su derecha siete
estrellas ; y salia de su Ijoca una
espada aguda de dos filos ; y su
rostro resplandecía como el Sol
en su fuerza. *
17 Y así que le vi, caí ante
sus pies como muerto. Y puso
su diestra sobre mí, diciendo :
No temas ; yo soy el primero,
y el postrero,
18 Y el que vivo, y he sido
muerto, y he aquí que vivo en
los sig-los de los siglos, y teng-o
las ^llaves de la muerte, y del
infierno.
19 Escribe pues las cosas que
has visto, y las que son, y las
que han de ser después de estas.
20 El misterio de las siete
estrellas, que has visto en mi
diestra, y los siete candeleros de
oro ; las siete estrellas, son los
Angeles de las siete Iglesias ; y
los siete candeleros, son las siete
Iglesias.
CAPITULO ft.
1 -ff^SCPJBE al Angel de
JmJ la Iglesia de Efeso;
Esto dice, el que tiene las siete
estrellas en su diestra, el que
anda en medio de los siete can-
deleros de oro :
2 Sé tus obras, y tu trabajo,
y tu paciencia, y que no puedes
sufrir los malos ; y que probaste
á aquellos, que se dicen ser
Apostóles, y no lo son ; y los has
hallado mentirosos ;
3 Y tienes paciencia, y has
sufrido por mi nombre, y no has
desfallecido.
4 Mas tengo contra tí, que has
dexado tu primera caridad.
5 Acuérdate pues de donde
has caido ; y arrepiéntete, y haz
¿as primeras obras ; porque si
no, vengo á tí, y moTCré tu can-
delero de su lugar, si no te cot-
• rigieres.
6 Mas esto tienes, que abor-
reces los hechos de los Nicolaí-
tas, que yo también aborrezco.
7 El que tiene oreja, oi^a le :
que el Espíritu dice á las Igle- ;
sias : Al vencedor daré á comei
del árbol de la vida, que está er
medio del Paraíso de mi Dios.
8 Y al Angel de la Iglesia df |
Smima escribe : Esto dice e' ¡
primero, y el postrero, qüe mu-
rio, y vive :
9 Sé tu tribulación, y tu po- <
breza, mas rico eres ; y eret
blasfemado por aquellos, que di-
cen que son Judíos, y no lo son,. Igi
mas son sinagoga de Satanás. Úi
10 No temas ninguna de es- Bi-
tas cosas que has de padecer, eí
He aquí el diablo ha de echái
en cárcel á algunos de vosotros.! fí.
para que seáis probados ; y ten- f
dreis tribulación diez dias. Sé
fiel hasta la muerte, y te daré la
corona de la vida. ,
1 1 El que tiene oreja, oiga le I coi
que el Espíritu dice á las Igle- '
sias : El que venciere, no reci-
birá daño de la segunda muerte.
12 Y escribe al Angel de la
Iglesia de Pérgarao : Esto dice
el que tiene la espada de doí
filos:
13 Se en donde moras, ec
donde está la silla de Satanás ;
y conservas mi nombre, y nx
negaste mi fé. Y en aquellos
dias Antipas mi fiel testigo, que
fué muerto entre vosotros, dcm.-
de Satanás mora.
14 Mas teogo contra tí ak-u-
ñas cosas ; porque tienes ahí lo;
que siguen la doctrina de Ba-
laam, que enseñaba á Balac á
poner tropiezo delante de tos ili- ik.
CAPITULO III.
355
Jas de Israel, que comiesen, y
fornicasen :
1 5 Así tienes tú también los
que sig-uen la doctrina de los
Nicolaítas.
1 6 Pues arrepiéntete ; porque
de otra manera, vendré á tí
presto, y pelearé contra ellos
con la espada de mi boca.
17 El que tiene oreja, oiga lo
que dice el Espíritu á las Igle-
sias : Al vencedor daré yo man-
ná escondido, y le daré una pie-
drecita blanca ; y en la piedre-
cita un nombre nuevo escrito,
que no sabe ninguno, sino aquel
quo lo recibe.
1 8 Y escribe al Angel de la
Iglesia de Tiátíra : El Hijo de
Dios, que tiene los ojos como
llama de fuego, y sus pies se-
mejantes á latón fino, dice esto :
19 Yo conozco tus obras, y tu
fe, y caridad, y servicios, y tu
paciencia, y las postreras obras
que hiciste, que exceden á las
primM||s.
20 jPero tengo algunas cosas
contra tí ; porque tú permites á
Jezabéi, muger que se dice Pro-
fetisa, predicar, y engañar á mis
siervos, fornicar, y comer de las
cosas sacrificadas á los ídolos.
21 Y le he dado tiempo para
que hiciese penitencia ; y ella
no quiere arrepentirse de su for-
nicación.
22 He aquí la reduciré á una
cama ; y los que adulteran con
ella, se verán en grande tribula-
ción, sino hicieren penitencia de
sus obras.
23 Y castigaré de muerte sus
hijos, y sabrán todas las Iglesias,
que yo soy el que escudriño las
entrañas, y ios corazones ; y da-
ré á cada imo de vosotros según
8US obras. Pero os dicro á vosotros,
24 Y á los demás, que estáis
en Tiatíra: Todo& los que no
siguen esta doctrina, y que no
han conocido las profundidades
de Satanás, como ellos las lla-
man, que yo no pondré sobre
vosotros otra carga :
25 Mas guardad bien aquello^
que tenéis hasta que yo venga.
26 Y al que venciere, y guar-
dare mis obras hasta el fin, yo lé
daré potestad sobre las Gentes,
27 Y las regirá con vara dó
hierro, y serán quebrantadas co^
mo vaso de ollero,
28 Así como también yo la
recibí de mi Padre ; y le daré
la estrella de la mañana.
29 El que tenga oreja, oiga 1<J
que el Espíritu dice á las Iglesias*
CAPITULO III.
1 "V?" escribe al Angel de lá
X Iglesia de Sárdis : Es-
to dice el que tiene los siete Es-,
píritus de Dios, y las siete es-
trellas : Yo conozco tus obras,
que tienes nombre, que vives, y
estás muerto. •
2 Sé vigilante, y fortifica las
otras cosas, que estaban para
morir. ' Porque no hallo tus
obras cumplidas delante de mí
Dios.
3 Acuérdate pues de lo quq
has recibido, y oído, y guárdalo,
y haz penitencia. Porque sino
velares, vendré á tí como la-
drón, y no sabrás en que hora
vendré á tí.
4 Mas tiene# algunas perso-.
ñas en Sárdis, que no han con-
taminado sus vestiduras ; las qua-
les andarán conmigo en vestidu-
ras blancas, porque son dignas.
5 El que venciere, será así
vestido de vestiduras blancas, y
no borraré su nombre del Li*
¿56
EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAX.
bro flfe la vida, y confesaré su
nombre delante de mi Padre, y
delante de sus Angeles.
6 El que tiene oreja, oig-a lo
qüe dice el Espíritu á las Igle-
7 Y escribe al Angel de la
Iglesia de Filadelfia : Esto dice
el Santo, y el Verdadero, el que
tiene la llave de David ; el que
abre, y ninguno cierra ; cierra,
y ninguno abre :
8 Yo conozco tus obras. He
aquí puse delante de tí una puer-
ta abierta, que ninguno puede
cerrar ; porque tienes un poco
de virtud, y has guardado mi pa-
labra, y no has negado mi nom-
bre.
9 He aquí daré de la sinago-
ga de Satanás, los que dicen,
que son Judíos, y no lo son, mas
mienten : He aquí los haré ve-
nir, y que adoren ante tus pies ;
y sabrán, que yo te he amado.
10 Porque has guardado la
palabra de mi paciencia, y yo te
guardaré de la hora de la tenta-
ción, -que ha de venir sobre todo
el mundo, para probar á los mo-
radores de la tierra.
1 1 Mira, que vengo' luego ;
guarda lo que tienes, para que
ninguno tome tu corona.
12 A quien venciere, le haré
columna en el templo de mi
Dios, y uo saldrá jamas fuera ;
y escribiré sobre él el nombre
de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios, la nueva Je-
rusalém, que d^cendió del Cie-
lo de mi Dios, y mi nombre
nuevo.
13 Quien tiene oreja, oiga lo
que el Espíritu dice á las Igle-
sias.
14 Y escribe al Angel de la
Iglesia de Laodicéa ; Esto dice
el Amen ; el testigo fiel, y vexi
dadero, el que es principio de la
criatura de Dios.
15 Sé tus obras ; qUe ni eres
frió, ^i caliente ; oxalá fueraí
frió, ó caliente :
16 Mas porque eres tibio, quí
ni eres frío, ni caliente, te co-
menzaré á vomitar de mi boca^
1 7 Porque dices : Rico soy, y
estoy lleno de bienes, y de nada
tengo falta ; y no conoces que
eres un cuitado y miserable, y
pobre, y ciego, y desnudo.
18 Yo te aconsejo que com-
pres de mí oro afinado en fuego
para que seas rico, y te vistas
dé ropas blancas, y no se descu
bra la vergüenza de tu desnu»
dez ; y unge tus ojos con coli
rio para que veas.
1 9 Yo á los que amo, reprc
hendo y castigo. Armate pues
de zelo, y arrepiéntete.
20 He aquí que estoy á la
puerta, y llamo ; si alguno oyere
mi voz, y me abriere la merta^
entraré á él, y Cenaré c^ él, y
él conmigo.
21 Al que venciere, le haré
sentar conmigo en mi trono ; así
como yo también he vencido, j?
me he sentado coa mi Padre eri
su trono.
22 El que tiene oreja, oiga lo
que el Espíritu dice á las I^le«
sias.
CAPITULO IV.
• í
1 TTkESPUES de esto miré V
X-F y vi una puerta abier*
ta en el Cielo, y la primera voz
que oí, era como de trompetay
que hablaba conmigo, diciendo 'J
Sube acá, y te mostraré las co-í
sas que es necesario sean hecíias
después de estas.
CAPITULO V.
2 Y luego fui en espíritu ; y
he aquí un trono, que estaba
puesto en el Cielo, y sobre el
trono estaba mío sentado.
3 Y el que estaba sentado,
era al parecer semejante á una
piedra de jaspe, y de sárdia ; y
Iiabia al rededor del trono un
Iris, de color de esmeralda.
4 Y al rededor del trono
veinte y quatro sillas, y sobre
las sillas veinte y qnatro Ancia-
nos sentados, vestidos de ropas
blancas, y en sus cabezas coro-
nas de oro :
5 Y del trono salían relámpa-
g-os, y voces, y truenos ; y de-
lante del trono siete lámparas
ai'diendo, que son los siete Es-
píritus, de Dios.
6 Y á la vista del treno habia
como un mar transparente como
el vidrio semejante al cristal ; y
en medio del trono, y al rededor
del trono, quatro animales lle-
nos de ojos delante y detras.
7 Y el primer animal seme-
jante a un León, y el segundo
animal semejante á un Becerro ;
y el tercer animal, que tenia ca-
ra como de Hombre, y el quarto
wiimal semejante á una Aguila
(Volando.
8 Y los quafro animales, cada
fUBo de ellos tenia seis alas ; y al
rededor, y dentro están llenos
de ojos ; y no cesaban dia y no-
che de decir : Santo, Santo, San-
to, el Señor Dios omnipotente,
el que era, y el que es, y el que
ha de venir.
9 Y quando aquellos anima-
es daban g-loria, y honra y ben-
ücion al que estaba sentado so-
are el trono, que vive en los si-
^■los de los siglos,
10 Los veinte y quatro An-
danos se postraban delante del
que estaba sentado en el trono, y
acoraban al que vive en los si-
glos de los siglos, y echaban sus
coronas delante del trono, di-^
ciendo :
11 Digno eres Señor Dios
nuestro, de recibir gloria, y hon--
ra, y virtud ; porque tú has criar
do todas las cosas, y por ta vo-
luntad eran, y ftiéron" criadas,
CAPITULO V.
1 'WT vi en la mano derecha
M. del que estaba sentado
sobre el trono, un libro escrito
dentro y fuera, sellado con siete
sellos.
2 Y vi un Angel fuerte, que
decía á grandes voces : ¿ Quien
es digno de abrir el libro, y de
desatar sus sellos ?
3 Y ninguno podía, ni en el
Cielo, ni en la tieiTa, ni debaxo
de la tierra abrir el libro, ni mi-
rarlo.
4 Y yo lloraba mucho, porque
no fué hallado ninguno digno de
abrir el libro, ni de mirarlo.
5 Y uno de los Ancianos me
dixo : No llores ; he aquí el
León de la tribu de Judá, la raíz
de David, que ha vencido, para
abrir el libro, y desatar sus siete
sellos.
6 Y miré ; y vi en medio del
trono y de los qtiíltro animales, y
en medio de los Ancianos un
Cordero en pie asi como muerto,
que tenia siete cuernos, y 'siete
ojos, que son los siete Espíritus
de Dios, enviados por toda la
tierra.
7 Y vine, y tomó el libro de- la
mano derecha del que estaba
sentado en el trono.
8 Y quando hubo abierto el
lilaro, ios qitatro animales, y los
35^ EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
veinte y quatro Ancianos se pos-
traron delante del Cordero, te-
niendo cada uno harpas, y copas
de oro llenas de perfumes, que
son las oraciones de los Santos :
9 Y cantaban un nuevo cán-
tico, diciendo : Digno eres, Se-
ñor, de tomar el libro, y de abrir
sus sellos ; porque fuiste muer-
to, y nos lias redimido para Dios
con tu sang-re, de toda tribu, y
lengua, y pueblo, y nación :
10 Y nos has hecho para nues-
tro Dios reyno y Sacerdotes, y
¡reinaremos sobre la tierra.
11 Y vi, y oí voz de muchos
Angeles al rededor del trono, y
de los animales, y de los Ancia-
nos ; y era el número de ellos
millares de millares,
12 Que decian en alta voz :
Dig-no es el Cordero, que fué
muerto, de recibir virtud, y di-
vinidad, y sabiduría, y fortaleza,
y honra, y gloria, y bendición.
13 Y á toda criatura que hay
en el Cielo, y sobre la tierra, y
debaxo de la tierra, y las que
hay en la mar, y quanto allí hay ;
oí decir á todas : Al que está
sentado en el trono, y al Corde-
ro ; bendición, y honra, y gloria,
y poder en los sig-los de los si-
gilos.
14 Y los quatro animales de-
0Ían : Amen. Y los veinte y
quatro Ancianos cayeron sobre
sus rostros ; y adoraron al que
vive en los siglos de los siglos.
* ' CAPITULO VI.
1 "ytT vi que el Cordero a-
X brió uno de los siete
sellos, y oí que uno de los quatro
animales decia, como con voz
de trueno : Ven, y verás.
^ 2 Y miré ; y vi un caballo
blaqgo ; y el que estaba sentado
sobre él, tenia un arco, y le fué
dada una corona, y salió victo-
rioso para vence%
3 Y quando abrió el segundo
sello, oí al segundo animal, que
decia : Ven, y verás.
4 Y salió otro caballo berme-
jo ; y fué dado poder al que es-
taba sentado sobre él, para que
quitase la paz de la tierra, y que
se matasen los unos á los otros,
y le fué dada una grande es-
pada.
5 Y quando abrió el tercer
sello, oí al tercer animal, que
decia : Ven, y verás. Y apa-
reció un caballo negro ; y él
que estaba sentado sobre él, te-
nia en su mano una balanza.
6 Y oí como una voz en me-
dio de los quatro animales que
decian : Dos libras de trigo por
un denario, y seis libras de ce^
bada por un denario, mas no
hagas daño al vino ni al aceyte.
7 Y quando abrió el quarto
sello, oí la voz del quarto aui*
mal, que decia : Ven, y verás.
8 Y apareció un caballo páli-
do ; y el que estaba sentado so-
bre él, tenia por nombre Muer-
te, y le seguía el Infierno; y le
fué dado poder sobre las quatro
partes de la tierra, para matar
con espada, con hambre, y con
mortandad, y cofl bestias de la
tierra.
9 Y quando abrió el quinto
sello, vi debaxo del Altar las al-
mas de los que habían sido muer-
tos por la palabra de Dios, y por
el testimonio que tenían,
10 Y clamaban en voz alta,
diciendo : ¿ Hasta quando Se-
ñor, Santo, y verdadero, no juzt^
g-as, y no vengas nuestra sangre
de ios que moran sobre la tierra.'*
CAPITULO vn.
11 Y fueron dadas á cada uno
áe ellos unas ropas blancas ; y
les fué dicho, que reposasen aun
un poco de tiempo, hasta» que s€
cumpliese el número de sus con-
siervos y el de sus hermanos,
que también han de ser muertos
como ellos.
12 Y miré quando abrió el
sexto sello ; y he aquí fué he-
cho un grande terremoto, y se
tornó el Sol negro come un sa-
co de cilicio ; y la Luna fué he-
^ cha toda como sangre :
' , 13 Y las estrellas del Cielo
cayeron sobre la tierra, como la
hig-ucra dexa caer sus hig-os,
quando es movida de grande
viento.
14 Y el Cielo se recogió co-
mo un libro que se arrolla ; y
todo monte, y toda isla fueron
movidas de sus lug-ares ;
15 Y los Reyes de la tierra, y
los príncipes, y los Tribunos, y
los ricos, y los poderosos, y todo
siervo, y libre se escondieron en
las cavernas, y entre las peñas
de los montes ;
1 6 Y degian á los montes, y á
las peñas : Caed sobre nosotros,
y escondednos de la presencia
del que está, sentado sobre el
trono, y de la ira del Cordero ;
17 Porque llegado es el gran-
de dia de la ira de ellos ; ¿ y
quien podrá sostenerse en pie ?
CAPITULO VII.
DESPUES de esto vi
quatro Angeles que
estaban sobre los quatro ángu-
los de la tierra, y tenian los qua-
tro vientos de la tierra, para que
no soplasen sobre la tierra, ni
sobre la mar, ni en ningún árbol.
3 Y vi otro Angel que^subia
del nacimiento del Sol, y tenia
la señal del Dios vivo ; y clamó
en alta voz á Jos quatro Angeles,
á quienes era dado poder de da-
ñar á la tierra, } á la mar,
3 Diciendo : No hagáis mal á
la tierra, ni á la mar, ni á los
árboles, hasta que señalemos á
los siervos de nuestro Dios en
sus frentes.
4 Y oí el número de los se-
ñalados, que eran ciento y qua-
renta y quatro mil señalados, de
todas las Tribus de los hijos de
Israel.
5 De la tribu de Judá, doce
mil señalados : De*la Tribu de
Rubén, doce mil señalados : De
la Tribu de Gad, doce mil seña"
lados :
6 De la Tribu de Asér, doce
mil señalados : De la Tribu de
Neftalí, doce mil señalados : De
la Tribu de Manassés, doce mil
señalados :
7 De la Tribu de Simeón,
doce mil señalados : De la Tri-
bu de Leví, doce mil señalados :
De la Tribu de Issacár, doce
mil señalados :
8 De la Tribu de Zabulón,
doce mil señalados : De la Tribu
de Joscf, doce rail señalados : Y
de la Tribu de Benjamín, doce
mil señalados.
9 Después de esto vi una
grande muchedumbre, que nin-
guno podía contar, de todas na-
ciones, y tribus, y pueblos, y
lenguas, que estaban en pie ante
el trono, y delante del Cordero,
cubiertos de vestiduras blancas,
y palmas en sus manos :
10 Y clamaban en voz alta
diciendo : La salud á nuestro
Dios, que está sentado sobre el
trono, y al Cordero.
n Y todos los Angeles esta-
tQO EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
ban en pie al rededor del trono,
y de los Ancianos, y de los qua-
tro animales ; y se dexáron caer
ante el trono sobre sus rostros,
y adoráron á Dios,
12 Diciendo, Amen. Laben-
flicion, y la claridad, y la sabi-
duría, y la acción de gracias, y
la honra, y la virtud, y la forta-
leza á nuestro Dios en los siglos
de los siglos. Amen.
13 Y tomando la palabra uno
de los Ancianos, me dixo : Es-
tos que están cubiertos de vesti-
duras blancas, ¿ quiénes son ?
¿y de dond^ vinieron ?
14 Y le dixe : Mi Señor, tú
}a sabes. Y díxome ; Estos son
los que vinieron de grande tri-
bulación, y laváron sus ropas, y
las emblanquecieron en la san-
gre del Cordero :
15 Por esto están ante el tro-
no de Dios, y le sirven dia y no-
che en su templo ; y el que está
sentado en el trono, morará so-
bre ellos.
1 6 No tendrán hambre, ni sed
jiunca jamas, ni caerá sobre ellos
el Sol, ni niogun ardor .-
17 Porque el Cordero, que
está en medio del trono, los
guardará, y los llevará á fuen-
tes de aguas, y enxugará Dios
toda lágrima de los ojos de ellos.
CAPITULO vm.
1 "WT quando él abrió el
Jl 'séptimo sello, fué he-
cho silencio en el Cielo ; casi
por inedia hora.
2 Y vi siete Angeles que es-
taban en pie delante de Dios ; y
jtes fueron dadas siete trompetas.
3 Y vino otro Angel, y se pa-
ró .delante del -altar, teniendo un
incensario de oro ; y le fuéron
dados muchos perfames, para
qu€ pusiese de las oraciones dci
todos los Santos sobre el altar de^
oro, qtie estaba ante el trono ícj
Dios.
4 Y subió el humo de los per-
fumes de las oraciones de los
Santos de mano del Angel delan-
te de Dios.
5 Y el Angel tomó el incensa-
rio, y lo llenó del fuego del Al-
tar, y lo echó en la trerra, y fue-
ron hechos truenos, y voces, 3;
relámpagos, y terremoto grande.
6 Y los siete Angeles, que te-
man las siete trompetas, se a-
prestáron para tocarlas.
7 Y el primer Angel tocó la
trompeta, y fué hecho granizo,
y fuego, mezclados con sangre,
lo que cayó sobre la tierra, y
fué abrasada la tercera parte de
la tierra, y fué abracada la ter-
cera parte de los árboles, y que*
mada toda la yerba verde. •
8 Y el segundo Angel tocó la
trompeta ; y fué echado en la
mar come un grande monte ar-
diendo en fuego, y se tomó en
sangre la terc*em ^rte de la
mar : * /
9 Y murió la tercera parte de
las criaturas, que habia anima-
das en la mar ; y la tercera par-
te de los navios pereció.
1 0 Y el tercer Angel tocó Iz
trompeta ; y cayó del Cielo una
grande estrella, ardiendo como
una hacha, y cayó en la tercera
parte de los rios, y en las fueni-
tes de las aguas : '
] 1 Y el nombre de la estrella
se dice Ajenjo ; y la tercera'
parte de las a^uas se convirtió
en ajenjo ; y murieron muchos
hombres por las aguas, porque ■
se tornaron amargas.
12 'Y el quarto Angel tocó la
CAPITULO IX.
361
trompeta ; y fué heridala terce-
ra parte del Sol, y la tercera
parte de la Luna, y la tercera
parte de las estrellas, de manera
que se obscureció la tercera
parte de ellos, y no resplandecía
la tercera parte del dia, y lo mis-
mo de la nüche.
13 Y vi, y oí la voz de un
águila, que volaba por medio del
Cielo, que decia en alta voz :
Ay, ay, ay de los moradores de
la tierra, por las otras voces de
los tres Ang-eles, que habían de
tocar la trompeta.
CAPITULO IX.
1 "WT el quinto Angel tocó
JL la trompeta ; y ví,*que
una estrella cayó del Cielo en la
tierra, y le fué dada la llave del
pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del abismo ;
y subió humo* del pozo, como hu-
mo de un grande homo; y se
obscureció el Sol y el ayre con
el humo del pozo :
3 Y del humo del pozo salié-
ron langostas á la tierra ; y les
fué dado poder, como tienen po-
der los escorpiones de la tierra :
4 Y les fué mandado, que no
hiciesen daño á la yerba de la
tierra, ni á cosa alguna verde,
ni á ningún árbol ; sino sola-
mente á los hombres, que no
tienen la señal de Dios en sus
frentes :
5 Y les fué dado,, que no los
matasen ; sino que los atormen-
tasen cinco meses ; y su tor-
mento, como tormento de escor-
pión quando hiere á un hom-
bre.
6 Y en aquellos dias buscarán
los hombres la muerte, y no la
hallarán ; y desearán morir, y
huirá la muerte de ellos.
7 Y las figuras de las langos-
tas eran parecidas á caballos
aparejados para batalla ; y sobre
sus cabezas tenian como coro-
nas semejantes al oro ; y sus ca-
ras eran así como caras de hom-
bres.
8 Y tenian cabellos como ca-
bellos de mugeres. Y sus dien-
tes eran como dientes de leones ;
9 Y vestían lorigas como lo-
rigas de hierro ; y el estruendo
de sus alas, como estruendo de
carros de muchos caballos, que
corren al combate :
10 Y tenian colas semejantes
á las de los escorpiones, y habia
aguijones en sus colas ; y su po-
der para dañar á los hombres
cinco meses ; y tenian sobre sí
11 Por Rey un Angel de]
abismo, llamado en Hebreo A-
baddon, en Griego Apollioif, y
en Latin Exterminans.
12 El un ay pasó ya, y he a-
quí siguen aun dos ayes después
de estas cosas.
13 Y el sexto Angel tocó la
trompeta ; y oí una voz de los
quatro cuernos del altar de oro,
que está ante los ojos de Dios,
14 Que decia al sexto Angel,
que tenia la trompeta: Desata
los quatro Angeles, que están
atados en el grande rio Eufra-
tes.
1 5 Y fuéron desatados los qua-
tro Angeles, que estaban apres-
tados para la hora, y dia, y mes,
y año ; para matar la tercera
parte de los hombres.
16 y el número del exército
de á caballo veinte mil veces diez
veoes mil. Y oí número de
ellos.
16
362
17 Y así vi los caballos en
visión ; y los que los cabalga-
ban, vestían lorigas de fuego, , y
de color de jacinto, y de azufre ;
y las cabezas de los caballos eran
como cabezas de leones ; y de
su boca salia fuego, y humo, y
azufre.
18 Y de estas tres plagas fué
muerta la tercera parte de los
hombres, del fuego, y del humo,
y del aztlfre, que salian de la
boca de ellos.
1 9 Porque el poder de los ca-
ballos está en la boca de ellos, y
en sus colas. Pues las colas de
ellos semejantes á serpientes,
que tienen cabezas ; y con ellas
4añan.
20 Y los otros hombres, que
no fueron muertos de estas pla-
gas, ni se arrepintiéron de las
obras de sus manos, para que no
adorasen demonios, é Ídolos de
oro, y de plata, y de metal, y de
piedra, y de madera, los quales
ni pueden ver, ni oir, ni andar,
21 Y no se arrepintieron de
sus homicidios, ni de sus malefi-
cios, ni de su fornicación, ni de
sus hurtos.
CAPITULO X.
1 'WJT vi otro Angel fuerte
Jl descender del Cielo,
cubierto de una nube, y el Iris
sobre su cabeza, y su cara era
como el Sol, y sus pies como
columnas de fuego :
2 Y tenia en su mano un li-
brito abierto ; y puso su pie de-
recho sobre la mar, y el izquier-
do sobre la tierra :
3 Y clamó en alta voz, como
un león quando ruge. Y luego
que hubo clamado, siete truéalos
hablaron su6 voces.
^
4
■\
4 Y qüando los siete trueno»
hablaron sus voces, yo las iba á
escribir ; y oí una voz del Cielo
que me decia : Sella las cosas
que han hablado los siete true-
nos, y no las escribas.
5 Y el Angel, que vi estar
sobre la mar, y sobre la tierra,
levantó su mano al Cielo :
6 Y juró por el que vive ea
los siglos de los siglos, que crio
el Cielo, y las cosas que hay en
él, y la tierra, y las cosus que
hay en ella, y la mar, y las co-
sas que hay en ella : Que no ha-
brá ya mas tiempo :
7 Mas en los días de la voz
del séptimo Angel, quando co-
menzare á sonar la trompeta, '
se^á^ consumado el misterio de
Dios, como lo anunció por sus
siervos los Profetas.
8 Y oí la voz del Cielo que
hablaba otra vez conmigo, y que
decia : Ve, y toma fel libro abieri^
to de mano del Angel, que está
sobre la mar, y sobre la tierra.
9 Y me fui al Angel, y le" di-
xe, que me diese el libro. Y me
dixo : Toma el libro, y trágalo :
Y hará amargar tu vientre, mas
en tu boca será dulce como la ,
miel.
1 0 Y tomé el libro de mano
del Angel, y le tragué ; y era ^
dulce en mi boca como la miel ; i
y quando le hube tragado, fucji
mi vientre amargado ;
11 Y roe dixo : Es necesario^';
que otra vez profetices á mu- •
chas Gente's, y á pueblos, y á
lenguas, y á Reyes. r
CAPITULO XL
1 "liT* d2Ld3. una caña ■
X semejante á una vara,
EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
CAPITULO XI.
363
y se me Jixo : Levántate, y mi-
de el Templo de Dios, y el Al-
tar, y á los que adoran en él.
2 Mas el átrio, que está fuera
del Templo, déxalo fuera, y do
lo midas ; porque se ha dado á
las Gentes, y hollarán la Ciudad
Santa quarenta y dos meses :
3 Y darc á mis dos testigos, y
profetizarán mil doscientos y se-
senta dias, vestidos de sacos.
4 Estos son dos olivos, y dos
candeleros, que están delante
del Señor de la tierra.
5 Y si alguno les quisiere da-
ñar, saldrá . fuego de la boca de
ellos, y tragará sus enemigos, y
si alguno les quisiere hacer da-
ño, es necesario que también él
sea muerto.
6 Estos tienen poder de cer-
rar el Cielo, que no llueva en
los dias de la profecía de ellos ;
y tienen poder sobre las aguas
para convertirlas en sangre, y
para herir la tierra con toda
suerte de plagas, quantas veces
quisieren.
7 Y quando acabaren su tes-
timonio, lidiará contra ellos una
bestia que sube del abismo, y los
vencerá, y los matará.
8 Y los cuerpos de ellos yace-
rán en las plazas de la grande
ciudad, que es llamada espiri-
tualraente Sodoma, y Egipto,
donde el Señor de ellos fué tam-
bién crucificado.
9 Y los de las Tribus, y pue-
blos, y lenguas, y naciones ve-
rán los cuerpos de ellos tres dias
y medio ; y no permitirán que
sus cuerpos sean puestos en se-
pulcros.
10 Y los moradores de la tier-
ra se gozarán por la muerte de
ellos, y sie alegrarán ; y se en-
viarán presentes los unos á los
otros, porque estos dos Profetas
atormentaron á los que moraban
sobre la tierra.
11 Y después de tres dias y
medio, entró en ellos el espíritu
de vida enviado de Dios. Y se
alzaron sobre sus pies, y vino
grande temor sobre los que los
vieron.
12 Y oyeron una grande voz
del Cielo, que les decía : Subid
acá. Y subieron al Cielo en
una nube ; y los vieron los ene-
migos de ellos.
13 Y en aquella hora fué he-
cho un grande terremoto, y cayo
la décima parte de la ciudad ; y
en el terremoto fueron muertos
los nombres de siete mil hom-
bres ; y los demás fueron ate-
morizados, y diéron gloria á Dios
del Cielo.
14 Se pasó el segundo ay; y
he aquí el tercer ay vendrá
presto.
1 5 Y el séptimo Angel tocó la
trompeta ; y hubo en el Cielo
grandes voces, que decían : El
reyno de este mundo ha sido re-
ducido á nuestro Señor, y á su
Cristo, y reynará en ios siglos
de los siglos : Amen.
16 Y los veinte y quatro An-
cianos, que delante de Dios es-
tán sentados en sus sillas, se pos-
traron sobre sus rostros, y ado-
ráron á'Dios, diciendo :
17 Gracias te damos. Señor
Dios Todopoderoso, que eres, y
que eras, y que has de venir;
porque has recibido tu gran
poderío, y has entrado en tu
reyno.
18 Y las Gentes se han aira-
do, mas ha llegado tu irá, y el
tiempo de ser juzgados los iliuer-
364
EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
tos, y de dar el galardón á tus
siervos los Profetas, y los San-
tos, y á los que temen tu nom-
bre, á los pequeñitos, y á los
grandes, y de exterminar á los
que inficionaron la tierra.
19 Y se abiió el templo de
Dios en el Cielo; y el Arca de
su testamento fué vista en su
templo, y fueron hechos relám-
pagos, y voces, y terremoto, y
grande pedrisco.
CAPITULO XIL
1 '^T apareció en el Cielo
JL una grande señal : Una
muger cubierta del Sol, y la
Luna debaxo de sus pies, y en su
cabeza una corona de doce es-
trellas :
2 Y estando en cinta, clama-
ba con dolores de parto, y sufría
dolores por parir.
3 Y fue vista otra señal en el
Cielo ; y he aquí un grande dra-
gón bermejo, que tenia siete
cabezas, y diez cuernos; y en
sus cabezas siete diademas :
4 Y la cola de él arrastraba
la tercera parte de las estrellas
del Cielo, y las hizo caer sobre
la tierra ; y el dragón se paró
delante de la muger, que estaba
de parto, á fin de tragarse al
hijo, luego qúe ella le hubiese
parido.
5 Y parió un hijo varón, que
habia de regir todas las Gentes
con vara de hierro ; y su hijo
fué arrebatado para Dios, y para
su trono :
6 Y la muger huyó al desier-
to, en donde tenia un lugar apa-
rejado de Dios, para que allí la
alimentasen rail doscientos y se-
senta días. 1
7 Y hubo una grande batalla
en el Cielo : Miguél y sus An-
geles lidiaban con el dragón, y
lidiaba el dragón, y sus Ange*
les :
8 Y no prevalecieron estos, y
nunca mas fue hallado su lugar
en el Cielo.
9 Y fué lanzado fuera aquel
grande dragón, aquella antigua
serpiente, que se llama diablo y
Satanás, que engaña á todo el
mundo ; y fué arrojado en tier-
ra, y sus Angeles fueron lanza-
dos con él.
10 Y oí una grande voz en el
Cielo, que decía : Ahora se ha
cumplido la salud, y la virtud, y
el reyno de nuestro Dios, y ei
poder de su Cristo ; porque es
ya derribado el acusador de nues-
tros hermanos, que los acusaba
delante de nuestro Dios día y
noche.
1 1 Y ellos le han vencido por
la sangre del Cordero, y por la
palabra de su testimonio ; y no
amaron sus vidas bástala muerte-
12 Por lo qual regocijaos,
Cielos, y los que moráis en ellos,
Ay de la tierra, y de la mar,
porque descendió el diablo á vo-
sotros con grande ira, sabiendo
que tiene poco tiempo.
13 Y quando el dragón vio
que había sido derribado en tier-
ra, persiguió á la muger que
parió el hijo varón :
14 Y fuéron dadas á la muger
dos alas de grande águila, para
que volase al desierto á su lugar,
en donde es guardada por un
tiempo, y dos tiempos, y la mitad
de un tiempo, de la presencia de
la serpiente.
15 Y la serpiente lanzó de su
boca en pos de la muger, agua
CAPITULO XIII.
3G5
como un rio, con el fin de que
fuese arrebatada de la corriente.
16 Mas la tierra ayudó á la
mUger ; y abrió la tierra su bo-
ca, y sorbió el rio, que habia
lanzado el dragón de su boca.
17 Y se ayró el dragón con-
tra la mnger ; y se fué á hacer
guerra contra los otros de su li-
nage, que guardan los manda-
mientos de Dios, y tienen el tes-
timonio de Jesu-Cristo.
18 Y se paró sobre la arena
de la mar.
CAPITULO XIII.
1 "WT vi salir de la mar una
M. bestia, que tenia siete
cabezas, y diez cuernos, y sobre
sus cuernos diez coronas, y so-
bre sus cabezas nombres de blas-
femia.
2 Y la bestia que vi, era se-
mejante á un leopardo, y sus pies
como pies de oso, y su boca co-
mo boca de león. Y le dió el
dragón su poder, y grande fuerza.
3 Y vi una de sus cabezas
como herida de muerte ; y fué
curada su herida mortal. Y se
maravilló toda la tierra en pos
de la bestia.
4 Y adoraron al dragón, que
dió poder á la bestia ; y adorá-
ron á la bestia, diciendo: ¿Quien
hay semejante á la bestia ? ¿ Y
quien podrá, lidiar con ella ?
5 Y le fué dada boca con que
hablaba altanerías, y blasfemias;
y íe fué dado poder de hacer a-
quello quarenta y dos meses.
6 Y abrió su boca en blasfe-
mias contra Dios, para blasfe-
mar su nombre, y su taberná-
culo, y á los que moran en el
Cielo.
7 Y le fue dado que hiciese
guerra á los Santos, y que Iíís
venciese. Y le fué dado poder
sobre toda tribu, y pueblo, y len-
gua, y nación :
8 Y le adoraron todos los mo-
radores de la tierra ; aquellos
cuyos nombres no están escritos
en el Libro de la vida del Cor-
dero que fué muerto desde el
principio del mundo.
9 Si alguno tiene oreja, oiga,
10 El que hiciere á otro es-
clavo, en esclavitud parará ;
quien con cuchillo matare, con
cuchillo es preciso que muera.
Aquí está la paciencia y la fe
de los Santos.
11 Y vi otra bestia que subia
de la tierra, y que tenia dos
cuernos semejantes á los del
Cordero, mas hablaba como el
dragón,
12 Y exercia todo el poder de
la primera bestia en su presen-
cia ; é hizo que la tierra, y su3
moradores adorasen á la prime-
ra bestia, cuya herida mortal fue
curada.
13 E hizo grandes maravillas,
de manera que aun fuego hacia \
descender del Cielo á la tierra á
la vista de los hombres ;
14 Y engañó á los moradores
de la tierra con los prodigios que
se le permitieron hacer delante
de la bestia, diciendo á los mo-
radores de la tierra, que hagan
la figura de la bestia, que tiene
la herida de espada, y vivió.
15 Y le fué dado que comuni-
case espíritu á la figura de la
bestia, y que hable la figura de
la bestia; y que haga que sean
muertos todos aquellos que no
adoraren la figura de la bestia.
16 Y á todos los hombres pe-
16»
356
EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
queños y grandes, ricos y po-
bres, libí-es y siervos, hará tener
una señal en su mano derecha,
ó en sus frentes.
17 Y que ninguno pueda com-
prar, ó vender, sino aquel que
'iene la señal, ó nombre de ia
bestia, ó el número de su nom-
bre.
18 Aquí hay sabiduría. Quien
tiene inteligencia, calcule el
número de la bestia : porque
es número de hombre ; y el nú-
mero de ella seiscientoB sesenta
y seis.
CAPITULO XIV.
1 "¥7" miré ; y he aquí el
jL Cordero, que estaba
ea pie sobre el monte Sion, y
con él ciento y quarenta y qua-
tro mil, que tenían escrito sobre
sus frentes el nombre de él, y el
nombre de su Padre.
2 Y oí una voz del Cielo, co-
mo voz de muchas aguas, y co-
mo voz de grande trueno ; y la
voz que oí, era como de tañedo-
res de harpa, que tañían sus har-
pas.
3 Y cantaban como un cánti-
co nuevo delante del trono, y
delante de los quatro animales,,
y de los Ancianos ; y ninguno
podía decir aquel cántico, sino
aquellos ciento, y quarenta, y
quatro mil, que fueron compra-
dos de la tierra.
4 Estos son los que no se con-
taminaron con raugeres ; Por-
que son vírgenes. Estos siguen
al Cordero á donde quiera que
vaya. Estos fueron rescatados
de entre los hombres por primi-
cias para Dios, y para el Cor-
derp: |
6 Y en la boca de ellos bo fue
hallada mentira ; porque están
sin mancilla ante el trono de
Dios.
6 Y vi otro Angel volando
por medio del Cielo, que tenia
el Evangelio eterno, para predi-
carlo á los moradores de la tier-
ra, y á toda nación, y tribu, y
lengua, y pueblo,
7 Diciendo en alta voz : Te-
med al Señor, y dadle honra,
porque vino la horade su juicio;
y adorad á aquel que hizo el
Cielo, y la tien-a, la mar, y las
fuentes de las aguas.
8 Y otro Angel le siguió di-
ciendo : Cayó, cayó aquella Ba-
bilonia la grande, que dió á be-
ber á todas la» gentes del vino
de la ira de su fornicación.
9 Y los siguió el tercer An-
gel, diciendo en alta voz : Si al-
guno adorare la bestia, y su imá-
gen, y tomare la señal en su
frente, ó en su mano,
10 Este beberá también del
vino de la ira de Dios, que está
mezclado con puro en el cáliz
de su ira, y será atormentado
con fuego, y azufre delante de los
santos Angeles, y delante del
Cordero :
1 1 Y el humo de los tormen-
tos de ellos subirá en los siglos
de los siglos : y no tienen repo-
so dia ni noche, los que adora-
ron la bestia, y la figura de ella,
y el que tomare la señal de su
nombre.
12 Aquí está la paciencia de
los Santos que guardan les man-
damientos de Dios, y la fé de
Jesús.
13 Y oí una voz del Cielo,
que me decia ; Escribe : Biena-
venturados ios muertos, que
CAPITULOS XV, XVI.
mueren en el Señor. Desde hoy
mas dice el Espíritu, que des-
cansen de sus trabajos ; porque
las obras de ellos los sig-uen.
14 *Y miré, y he aquí una nu-
be blanca ; y sobre la nube sen-
tado uno semejante al Hijo del
hombre, que tenia en su cabeza
una corona de oro, y en su ma-
no una hoz aguda.
15 Y salió otro Angel del tem-
plo, clamando en voz alta al que
estaba sentado sobre la nube :
Echa tu hoz, y siega ; porque es
venida la hora de segar, por es-
tar ya seca la mies de la tierra.
16 Y el que estaba sentado
sobre la nube, echó su hoz so-
bre la tierra, y la tierra fué se-
gada.
17 Y salió otro Angel del
templo, que hay en el Cielo, que
tenia también una hoz aguda.
18 Y salió del altar otro An-
gel, que tenia poder sobre el
fuego ; y clamó en voz alta á
aquel que tenia la hoz aguda,
diciendo : Mete tu hoz aguda, y
vendimia los racimos de la viña
de la tierra ; porque maduras
están las uvas de ella.
19 Y metió el Angel su hoz
aguda en la tierra, y vendimió la
viña de la tierra, y echó la ven-
dimia en el grande lago de la ira
de Dios :
20 Y fué hollado el lago fue-
ra de la ciudad, y salió sangre
del lago hasta los frenos de los
caballos por mil y seiscientos es-
tadios.
CAPITULO XV.
1 IJ/" vi otra señal en el
Jl Cielo grande y mara-
villosa siete Angeles, que te-
367
nian las siete plagas postreras :
Porque en ellas es consumada
la ira de Dios.
2 Y vi así como un mar de
vidrio revuelto con fuego, y á
los que vencieron la bestia, y su
figura, y el número de su nom-
bre que estaban sobre la mar
de vidrio, teniendo las harpas de
Dios :
3 Y que cantaban el cántico
de Moisés siervo de Dios, y el
cántico del Cordero, diciendo :
Grandes y maravillosas son tus
obras, Señor Dios Todopoderoso :
justos, y verdaderos son tusca-
minos, Rey de los siglos.
4 ¿ Quien no te temerá, Se-
ñor, y engrandecei-á tu nombre :
porque solo eres piadoso ; y to-
das las Gentes vendrán, y ado-
rarán delante de tí, porque se
han manifestado tus juicios.
5 Y después de esto, miré, y
he aquí, que se abrió en el Cie-
lo el templo del tabernáculo del
testimonio :
6 Y saliéron siete Angeles del
templo, que traían siete plagas,
vestidos de un lino limpio y blan-
co, y ceñidos por el pecho de
bandas de oro.
7 Y uno de los quatro anima-
les dió á los siete Angeles siete
copas de oro, llenas de la ira de
Dios, que vive en los siglos de
los siglos.
8 Y el templo se hinchió de
humo por la magestad de Dios,
y de su virtud ; y no podía en-
trar ninguno en el templo, hasta
que fuesen consumadas las siete
plagas de los siete Angeles.
CAPITULO XVI.
1 ""ÍT" oí una grande voz del
X templo, que decia á
368 EL APOCAL. DEL
APOSTOL S. JUAN.
los siete Ang-eles : Id, y derra-
mad las siete copas de la ira de
Dios sobre la tierra.
2 Y fué el primero, y derra-
mó su copa sobre la tierra ; y
vino una llaga cruel y malig-na
sobre los hombres, que tenian la
señal de la bestia; y sobre aque-
llos, que adoraron su imágen.
3 Y el segundo Angel derra-
mo su copa sobre la mar, y se
tornó sangre como de un muer-
to ; y murió en la mar toda alma
viviente.
4 y el tercero derramó su co-
pa sobre los rios, y sobre las
fuentes de las aguas, y se con-
virtieron en sangre.
5 Y oí decir al Angel de las
aguas : Justo eres. Señor, que
eres, y que eras Santo, porque
esto has juzgado :
6 Porque derramaron la san-
gre de los Santos, y de los Pro-
fetas, les has dado también á be-
ber sangre ; porque lo mere-
cen.
7 Y oí, que dixo otro desde
el altar : Ciertamente, Señor
Dios Todopoderoso, verdaderos,
y justos son tus juicios.
8 Y el quarto Angel derramó
su copa sobre el Sol, y le fué da-
do afligir á los hombres con ardor
y fuego.
9 Y ardieron los hombres de
grande ardor ; y blasfemaron el
nombre de Dios, que tiene po-
der sobre estas plagas, y no se
arrepintieron para darle gloria.
10 Y el quinto Angel derra-
mó su copa sobre la silla de la
bestia ; y se tornó su reyno te-
nebroso, y se comieron sus len-
guas de dolor.
11 Y blasfemaron al Dios del
Cielo por sus dolores, y por sus
heridas, y no se arrepintiéron de-
sús obras.
12 Y el sexto Angel derramó
su copa sobre aquel grande rio
Eufrates ; y secó su agua, para
que se aparejase camino para los
Keyes del Oriente.
13 Y vi salir de la boca del
dragón, y de la boca de la bes-
tia, y de la boca del falso profe-
ta tres espíritus inmundos á ma-
nera de ranas.
14 Porque son espíritus de
demonios, que hacen prodigios, y
van á los Reyes de toda la tierra
para juntarlos en batalla, para el
grande dia del Dios Todopode-
roso.
1 5 He aquí, que vengo como
ladrón. Bienaventurado el que
vela, y guarda sus vestiduras,
para que no ande desnudo, y
vean su fealdad.
16 Y los congregará en un lu-
gar, que en Hebréo se llama Ar
magedon.
17 Y el séptimo Angel derra-
mó su copa por el ayre, y salió
una grande voz del templo desde
el trono, que decia : Esto es he-
cho.
18 Y fueron hechos relámpa-
gos, y voces, y truenos, y hubo
un grande temblor de tierra ;
tal, y tan grande terremoto qual
nunca fué deade que los hom-
bres fueron sobre la tierra.
19 Y la ciudad grande fué
partida en tres partes ; y cayé- ^
ron las ciudades de las Gentes,
y Babilonia la grande vine en
memoria delante de Dios, para
darle el cáliz del vino de la in-
dignación de su ira.
20 Y toda isla huyó, y los
montes no fueron hallados.
21 Y cayó del Cielo un gran-
CAPITULO XVII.
áe pedrisco sobre los hombres,
como un talento ; y los hombres
denostáron á Dios por la plaga
del pedrisco, que fué grande en
extremo.
CAPITULO XVII.
1 "WT" vino uno de los siete
jL Angeles, que tenían
las siete copas, y me habló, di-
ciendo : Vén acá, y te mostraré
la condenación de la grande ra-
mera, que está sentada sobre las
muchas aguas ;
2 Con quien fomicáron los
Reyes de la tierra, y se erabria-
gáron los moradores de la tier-
ra con el vino de su prostitu-
ción.
3 Y me arrebató en espíritu
al desierto. Y vi una mnger
sentada sobre una bestia berme-
ja, llena de nombres de blasfe-
mia, que tenia siete cabezas, y
diez cuernos.
4 Y la muger estaba cercada
de púrpura, y de escarlata, y
adornada de oro, y de piedras
preciosas, y de perlas, y tenia
un vaso de oro en su mano lleno
de abominaciím, y de la inmun-
dicia de su fornicación.
5 Y en su frente escrito un
nombre : Misterio : babilonia
la grande, madre de las fornica-
ciones y abominaciones de la
tierra.
6 Y vi aquella mugcr embria-
gada de la sangre de los Santos,
y de la sangre de los Mártires
de Jesús. Y quando la vi, que-
dé maravillado de grande admi-
ración.
7 Y me dixo el Angel : ¿ Por
que te mai-avillas ? Yo te diré el
misterio de la muger, y de la
569
bestia, que la trae, la qual tiene
siete cabezas, y diez cuernos.
8 La bestia, que has visto,
fué, y no es, y saldrá del abismo,
é irá en muerte : y se maravilla-
rán los moradores de la tierra,
aquellos cuyos nombres no están
en el Libro de la vida desde la
creación del mundo, quando
vean la bestia, que era, y no es.
9 Y aquí hay sentido, que tie-
ne sabiduría : Las siete cabezas
son siete montes, sobre los que
está sentada la muger; y tam-
bién son siete Reyes.
10 Los cinco murieron, el uno
es, y el otro aun no vino ; y
quando viniere, conviene que
dure poco tiempo.
1 1 Y la bestia que era, y no
es ; y ella es la octava ; y es de
los siete, y va á perdición.
12 Y los diez cuernos que has
visto, son diez Reyes ; que aun
no recibieron re\Tio, mas reci-
birán poder como Reyes por una
hora en pos de la bestia.
13 Estos tienen un mismo de-
signio, y darán su fuerza y po-
der á la bestia.
14 Estos pelearán contra el
Cordero, y el Cordero los ven-
cerá ; porque es el Señor de los
Señores, y el Rey de los Reyes ;
y los que están con él, son lla-
mados, escogidos, y fieles.
15 Y me dixo: Las aguas
que viste en donde la ramera es-
tá sentada, son pueblos, y gen-
tes, y lenguas.
16 Y los diez cuernos que
viste en la bestia, estos aborre-
cerán á la ramera, y la reduci-
rán á desolación, y la dexarán
desnuda, y comerán sus carnes,
y á ella la quemarán con fuego
17 Porque Dios ha puesto en
STO EL APOCAL. DEL
APOSTOL S. JUAN.
sus corazones, que hagan lo que
le place ; que den su rey no á la
bestia, hasta que estén cumpli-
das las palabras de Dios.
18 Y la muger que viste, es
la grande ciudad, que tiene
Señorío sobre los Reyes mIc la
tierra.
CAPITULO XVIII.
1 "1^ después de esto vi des-
JL cender del Cielo otro
Angel, que tenia gran poder ; y
ia tierra fué esclarecida de su
gloria.
2 Y exclamó fuertemente, di-
ciendo: Cayó, cayó Babilonia
la grande ; y se ha convertido
en morada de demonios, y en
g-uarida de todo espíritu inmun-
do, y en alvergue de toda ave
sucia y abominable :
3 Porque todas las Gentes han
bebido del vino de la ira de su
fornicación ; y los Reyes de la
tierra han fornicado con ella ; y
los Mercaderes de la tierra se
han enriquecido con el poder de
sus delicias.
4 Y oí otra voz del Cielo, que
decia : Salid de ella, pueblo' mió,
para que no tengáis parte en sus
pecados, y que no recibáis de sus
plagas.
5 Porque sus pecados han lle-
gado hasta el Cielo ; y se ha
acordado el Señor de sus malda-
des.
6 Tomadle á dar así como
ella os ha dado ; y pagadle al do-
ble según sus obras : en la copa,
que ella os dio á beber, dadle á
beber doblado.
7 Quanto ella se ha glorifica-
do, y ha vivido en deleytes, tanto
daréis de tormento y llanto ; por-
que dice en su corazón : Yo es-
toy sentada Reyna, y no soy
viuda, y no veré llanto.
8 Por esto en un dia vendrán ■
sus plagas, muerte, y llanto, y
hambre ; y será quemada con
fuego : porque es fuerte el Dios, j
que la juzgará.
9 Y llorarán, y se herirán los
pechos sobre ella los Reyes de '
la tierra, que fornicaron con ella, ^
y viviéron en deleytes, quan-
do ellos vieren el humo de su ^
quema :
10 Estando lejos por miedo de ^
los tormentos de ella, dirán : Ay,
ay de la gran ciudad de Babilo-
nia, aquella ciudad fuerte ; por-
que en una hora vino tu conde-
nación.
11 Y ios Mercaderes de la
tierra llorarán, y se lamentarán
sobre ella ; porque ninguno com-
prará mas sus mercaderías ;
12 Mercaderías de oro, y de
plata, y de piedras preciosas, y
de margaritas, y de lino finísimo, .
y de escarlata, y de seda, y de
grana, y toda madera olorosa, y ^
todo vaso de marfil, y todo vaso '
de piedras preciosas, y de cobre, '
y de hierro, y mármol,
13 Y canela, y de olores, y
de ungüentos, y de incienso, j-
de vino, y de aceyte, y de flor de
harina, y de trigo, y de bestias .
de carga, y de ovejas, y de ca- »'
ballos, y de carrozas, y de escla-
vos, y de almas de hombres. ,
14 Y las frutas del deseo de
tu alma se retiraron de tí, y to- !
das las cosas gruesas, y hermo-
sas te han faltado, y no las halla- |
rán ya mas.
15 Los Mercaderes de estas
cosas, que se enriquecieron, es-
taran lejos de ella por miedo de
CAPITULO XIX.
371
los tormentos de ella, llorando, y
haciendo llanto,
16 Y diciendo : Ay, ay de a-
quella garande ciudad, que esta-
ba cubierta ¿e lino finisirao, y
de escarlata, y de grana, y cu-
bierta de oro, y de piedras pre-
ciosas, y de margaiitas :
17 Que en una hora han desa-
parecido tantas riquezas. Y to-
do g-obernador, y todos los que
navegan en mar, y los marine-
ros, y quantos trafican sobre la
mar, estuv^iéron á lo lejos,
1^ Y viendo el lugar del in-
cendio de ella, dieren voces di-
ciendo ; ; Que ciudad hubo se-
mejante á esta grande ciudad ?
19 Y echáion polvo sobre sus
cabezas, y dieron alaridos, y llo-
rando, y lamentando, decían :
Ay, ay de aquella grande ciudad,
en la qual se enriquecieron todos
los que tenian navios en la mar,
de los precios de ella ; porque en
una hora ha sido desolada.
20 Regocíjate sobre ella, Cie-
Jo, y vosotros ífantos Apóstoles,
y Profetas ; porque Dios ha juz-
gado vuestra causa quanto á
ella.
21 Y un Angel fuerte alzó
una piedra como una grande pie-
dra de molino, y la echó en la
mar, diciendo : Con tanto ímpe-
tu será echada Babylonia aque-
lla grande ciudad, y . ya no será
hallada jamas.
22 Ni jamas en tí se oirá voz
de tañedores de cítara, ni de
músicos, ni de tañedores de dan-
ta, y trompeta no se oirá en tí
mas ; y maestro de ninguna ar-
te no será hallado en tí jamas ;
y ruido de muela no se oirá en tí
jamas ;
23 Y luz de antorcha no luci-
rá jamas en tí ; y voz de Esposo
ni de Esposa no será oida mas
en tí ; porque tus Mercaderes
ei-an los Príncipes de la tierra ;
porque en tus hechicerías errá*
ron todas las gentes.
24 Y en ella ha sido halládsela
sangre de los Profetas, y de los
Santos, y de todos los que fué-»
ron muertos sobre la tierra.
CAPITULO XIX.
1 •piESPUES de esto oí
JL^ como voz de muchas
gentes en el Cielo, que decían :
Aleluya : La salud, y la gloria,
y el poder es á nuestro Dios.
2 Porque sus juicios verdade-
ros son y justos, que ha condé» *
nado á la grande ramera, que
pervirtió la tierra con su prosti-
tución, y ha vengado la sangro
de sus siervos de las manos de
ella.
3 Y otra vez dixéron : Ale-
luya. Y el humo de ella sube
en los siglos de los siglos.
4 Y se postraron los veinte
y quatro Ancianos, y los qua-
tro animales, y adoráron á Dios,
que estaba sentado sobre el
trono, y decían : Amen : Ale*
luya.
5 Y salió del trono una voz,
que decia : Decid loor á nuestro
Dios todos sus siervos, y l<?s
que le teméis, pequeños y gran»
des.
6 Y oi como voz de mucha
gente, y como ruido de muchas
aguas, y como voz de grandes
truenos, que decían : Aleluya ;
porque reyñó el Señor nuestro
Dios el Todopoderoso.
7 Gócemenos, y alegrémonos,
y démosle gloria ; porque aoa
a72 EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
venidas las bodas del Cordero, y
su Esposa está ataviada.
8 Y le fué dado, que se cubra
de finísimo lino resplandeciente
y blanco. Y este lino fino son
ias virtudes de los Santos.
. :^^-Y me dixo : Escribe : Bie-
naventurados los que han sido
llamados á la cena de las bodas
del Cordero, y me dice : Estas
palabras de Dios son verdade-
ras.
10 Y me postré á sus pies pa-
ra adorarle. Y me dice : Mira,
no lo hag-as ; yo soy siervo con-
^S^í y con tus hermanos, que
tienen el testimonio de Jesús.
Adora á Dios. Porque el testi-
monio de Jesús es espíritu de
profecía.
11 Y vi el Cielo abierto, y
pareció un caballo blanco ; y el
que estaba sentado sobre él, era
llamado Fiel y Veraz, el qual
con justicia juzga, y pelea.
12 Y sus ojos eran como lla-
ma de TtiBg'o, y en su cabeza
muchas coronas, y tenia un nom-
bre escrito, que ning-uuo ha co-
nocido sino él mismo.
13 Y vestía una ropa teñida
en sangre ; y su nombre es lla-
mado el Verbo de Dios,
14 Y le seguían las huestes,
que hay en el Cielo en caballos
blancos, vestidos todos de lino
fipisimo blanco y limpio.
• 15 Y salía de -su boca una es-
pada de dos filos para herir con
ella á las Gentes. Y él mismo
las regirá con vara de hierro ; y
él pisa el lagar del vino del fu-
ror de la ira de Dios Todopo-
deroso.
16 Y tiene en su vestidura, y
en su muslo escrito : Rey de
^eyes, y Señor do Señores.
17 Y vi un Angel, que estaba
en el Sol, y clamó en voz alta,
diciendo á todas las aves que
volaban por medio del Cielo :
Venid, y congregaos á la grande
cena de Dios,
18 Para comer carnes de
Reyes, y carnes de Tribunos, y ,
carnes de pmlerosos, y carnes de
caballos, y de los que en ello*
cabalgan, y carnes de todos, li-
bres, y esclavos, y pequeños, y
grandes.
19 Y vi la bestia, y los Reyes
de la tierra, y las huestes de
ellos congregadas para pelear
con el que estaba sentado sobre
el caballo, y con su hueste.
20 Y fué presa la bestia, y
con ella el falso profeta, que
hizo en su presencia las señales,
con que había engañado á los
que recibiéron la marca de la.
bestia y adoraron su imágeo.,
Estos dos fueron lanzados vivos
en un estanque de fuego ardien-
do, y de azufre :
21 Y los otros murieron con la
espada que sale de la boca del
que estaba sentado sobre el ca-
ballo ; y se hartáron todas las
aves de las carnes de ellos.
CAPITULO XX.
1 XT" vi descender del Cielo
jL un Angel, que tenia la
llave del abismo, y una grande
cadena en su mano.
2 Y prendió al dragón, la ser-
píente antigua, que es el dia-
blo y Satanás ; y le aló por mil
años :
3 Y lo metió en el abismo, y
lo encerró, y puso sello sobre él,
para que no engañe mas á las
gentes, hasta que sean cumpli- (
CAPITULO XXI.
37S
Jos los mil aaos ; y después de
esto conviene, que sea desatado
por un poco de tiempo.
4 Y vi sillas, y se sentaron
sobre ellas, y les fué dado juicio;
y las almas de los degollados por
el testimonio de Jesús, y por la
palabra de Dios, y los que no
adoraron la bestia, ni á su ima-
gen, ni recibieron su marca en
sus frentes, ó en sus manos, y
vivieron, y reynáron con Cristo
mil años.
5 Los otros muertos no entra-
ron en vida, hasta que se cum-
plieron los mil años. Esta es la
primera resurrección.
6 Bienaventurado y Santo el
que tiene parte en la primera
resurrección ; en estos no tiene
poder la segunda muerte ; ántes
serán Sacerdotes de Dios, y de
Cristo, y reynarán con él rail
años.
7 Y quando fueren acabados
los mil años, será desatado Sata-
nás, y saldrá de su cárcel, y en-
gañara las Gentea, que están en
los quati*o ángulos de la tierra, á
Gog, y á Magog, y los congre-
gará para batalla, cuyo número
es como la arena de la mar.
8 Y subieron sobre la anchu-
í-a de la tierra, y cercáron los
reales de los Santos, y la ciudad
amada.
9 Y Dios hizo descender fue-
5^ del Cielo, y los trago. Y el
Jiablo, que los engañaba, fué
metido en el estanque de fuego,
Y de azufre ; en donde también
La bestia,
10 Y el falso Profeta serán
I itormentados dia y noche en los
j siglos de los siglos.
I 11 Y vi un grande trono blan-
j 30. y uno que estaba sentado so-
bre él, de cuya vista huyo la
tierra y el Cielo, y no fué halla*
üo el lugar de ellos.
12 Y vi los muertos, grandes
y pequeños, qué estaban en pie
delante del trono, y fueron a-
biertos los libros ; y fué abierto
otro libro, que es el de la vida ;
y fueron juzgados los muertos
por las cosas, que estaban es-
critas en los libros, según sus
obras.
13 Y dio la mar los muertos
que estaban en ella ; y la muer-
te y el Infierno diéron los muer-
tos que estaban en ellos ; y fué
hecho juicio de cada uno de ellos
según sus obras.
14 Y el Infierno y la muerte
fuéron arrojados en el estanque
del fuego. Esta es la muerte
segunda.
15 Y el que no fué hallada
escrito en el libro de la vida,
fué lanzado en el estanque del
fuego.
CAPITULO XXI.
1 "VT" vi un Cielo nuevo, y
X una tierra nueva. Por-
que el primer Cielo, y la prime-
ra tierra se fuéron, y la mar ya
no es.
2 Y yo Juan vi la ciudad san-
ta, la Jerusalém nueva, que do
parte de Dios descendía del
Cielo, y estaba aderezada, coma
una Esposa ataviada para su Es-
poso.
3 Y oí una grande voz del
trono, que decia : Ved aquí el
tabernáculo de Dios con los hom-
bres, y morará con ellos. Y
ellos serán su pueblo ; y el mis-
mo Dios en medio de ellos será
sa Dios ;
374
EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
4 Y limpiará Dios toda lágri-
ma de los ojos de ellos ; y la
muerte no será ya mas; y no
habrá mas llanto, ni clamor, ni
dolor ; porque las primeras cosas
pasaron.
5 Y dixo el que estaba senta-
do'en el trono : He aquí, yo ha-
go nuevas todas las cosas. Y
me dixo : Escribe, porque estas
palabras son muy fieles y^ verda-
deras.
6 Y me dixo : Hecho es. Yo
soy el Alfa, y la Ornela ; el prin-
cipio, y el fin. Yo daré de val-
de á beber al que tuviere sed, de
la fuente del agua de la vida.
7 El que venciere, poseerá
estas cosas, y seré yo su Dios, y
él será mi hijo.
8 Mas á los cobardes, é in-
crédulos, y malditos, y homici-
das, y fornicarios, y hechiceros,
y á los idólatras, y á todos los
mentirosos, la parte de ellos se-
rá en el lago, que arde en fueg-o,
y en azufre ; que es la segunda
muerte.
9 Y vino uno de los siete An-
g-eles, que tenían las siete copas
llenas de las siete plagas postre-
ras, y habló conmigo, diciendo :
Ven acá, y te mostraré la Espo-
sa, que tiene al Cordero por Es-
poso.
10 Y me llevó en espíritu á
un monte grande y alto, y me
mostró la Ciudad santa de Jeru-
salém, que descendía del Cielo
de la presencia de Dios,
11 Que tenia la claridad de
Dios ; y la lumbre de ella era
semejante á una piedra preciosa
de jaspe, á manera de cristal.
12 Y tenia un muro grande y
alto con doce puertas,; y en las
puertas doce Angeles, y los nom-
bres escritos, que son los nom-
bres de las doce tribus de los hi-
jos de Israél.
13 Por el Oriente tenia tres
puertas, por el Septentrión tres
puertas, por el Mediodía tres
puertas, y tres puertas por el
Occidente.
14 Y el muro de la Ciudad
tenia doce fundamentos, y en es*
tos doce los nombres de los áocé
Apóstoles del Cordero.
J 5 Y el que hablaba conmigo
tenia una medida de una caña
de oro para medir la Ciudad, y
sus puertas y el muro.
16 Y la Ciudad es quadrada,
tan larga como ancha ; y midió
la Ciudad con la caña de oro, y
tenia doce mil estadios ; y la Ion-
gura, y la altura, y la anchura
de ella son iguales.
17 Y midió su muro, y tenia
ciento y quarenta y quatro co>\ J
dos, de medida de hombre, qui <
era la de Angel. i 1
líi Y el material de este mwj
ro era de piedra jaspe ; mas Is
Ciudad era oro puro, semejantí
á un vidrio limpio.
19 Y los fundamentos delmUti
ro de la Ciudad estaban adorna* i á
dos de toda piedra preciosa. E ü
primer fundamento era jaspe ¡i
el segundo zafiro ; el tercen |
calcedonia; el quarto esmera! h
da: *
20 El quinto sardónica ; c
sexto sárdio ; el séptimo crisó :
lito ; el octavo beril ; el nou'
topacio; el décimo crisopasio
el undécimo jacinto ; el duodé ^
cimo ametisto.
21 Y las doce puert-as son do
ce margaritas, una en cada una
y cada puerta era de una mar '
garita ; y la plaza de la Ciuda l-
oro puro, como vidrio transpa-
rente.
22 Y no vi templo en ella ;
porque el Señor Dios Todopode-
roso Gs el templo de ella, y el
Cordero.
23 Y la Ciudad no ha menes-
ter Sol, ni Luna, que alumbren
en ella ; porque la claridad de
Dios la alumbró, y la lámpara de
ella es el Cordero.
24 Y andarán las g-entes en
su lumbre ; y los Reyes de la
tierra llevarán á ella su g-loria y
honra.
25 Y sus puertas no serán
cerradas de dia ; porque no ha-
brá allí noche.
26 Y á ella llevarán la g-loria,
y la honra de las naciones.
27 No entrará en ella ningu-
na cosa contaminada, ni ningu-
no, que cometa abominación y
mentira ; sino solamente los que
están escritos en el l^bro de la
vida del Cordero. '
CAPITULO XXII.
1 X/^ rae mostró un rio de
X ag-ua de vida, resplan-
deciente como cristal, que sa-
lia del trono de Dios, y del Cor-
dero.
2 En medio de su plaza, y de
la una, y de la otra parte del rio
«si árbol de la vida, que da doce
|trutos, en cada mes su fruto ; y
ias hojas del árbol para sanidad
le las Gentes.
3 Y no habrá allí jamas mal-
licion ; sino que los tronos de
3ios, y del Cordero estarán en
;lla, y sus siervos le servirán.
4 Y verán su cara ; y su
.orabre estai'á en las frentes de
¡a líos.
'^O XXII. STíT
5 Y allí no habrá jamas no-
che ; y no habrán menester lum-
bre de antorcha, ni lumbre de
Sol ; porque el Señor Dios los
alumbrará, y reynarán en los si-
glos de los siglos.
6 Y me dixo : Estas palabras
son muy fieles y verdaderas. Y
el Señor Dios de los espíritus de
los Profetas envió su Ang-el, pa-
ra mostrar á sus siervos las cosas
que han de ser hechas presto.
7 Y he aquí veng-o aprisa.
Bienaventurado el que g-uarda
las palabras de la Profecía de es-
te Libro.
8 Y yo Juan soy el que he
oido, y he visto estas cosas. Y
después que las oí y las vi, me
postré á los pies del Angel, que
me las mostraba, para ado-
rarle :
9 Y me dixo : Guárdate no lo
hagas ; porque yo siervo soy
contigo, y con tus hermanos los
Profetas, y con aquellos que
guardan las palabras de la Pro-
fecía de este Libro : Adora á
Dios.
10 Y me dice : No selles las
palabras de la Profecía de este
Libro ; porque el tiempo está
cerca.
11 El que daña, dañe aun ; y
el que está en suciedades, ensú-
ciese aun ; y el que es justo, sea
aun justificado ; y el que es san-
to, sea aun santificado.
12 He aquí, que vengo pres-
to, y mi galardón va conmigo,
para recompensar á cada uno
según sus obras.
13 Yo soy el Alfa y la Omc-
ga, el primero y el postrero,
principio y fin.
14 Bienaventurados los que
lavan sus vestiduras en la sangre
S76 EL APOCAL. DEL APOSTOL S. JUAN.
del Cordero, para que teng-an
parte en el árbol de la vida, y
que entren por las puertas en la
Ciudad.
15 Fuera los perros, y los
hechiceros, y los lascivos, y los
homicidas, y los que sirven á ído-
los, y todo el que ama y hace
mentira.
16 Yo Jesús he enviado mi
Ang-el, para daros testimonio de
estas cosas en las Iglesias. Yo
soy la raiz y el linaje de David,
la estrella resplandeciente, y de
la mañana.
17 Y el espíritu, y la Esposa
dicen : Ven. Y el que lo oye
diga : Ven. Y el que tiene sed,
venga; y el que quiere, tome
del agua de la rida de valde. i
1 8 Porque protesto á touo el
que oye las palabras de la Pro-
fecía de ^ este Libro : Qne si al-
guno añadiere á ellas alguna co-
sa, pondrá Dios sobre él las pla-
gas que están escritas en este
Libro.
19 Y si alguno quitare de las
palabras del Libro de esta Pro-
fecía, quitará Dios su parte del
Libro de la vida, y de la Ciudiid
santa, y de las cosas que esiáii
escritas en este Libro.
20 Dice el que da testimonio
de estas cosas : Ciertamente
vengo presto. Amen. Ven, Se-
ñor Jesús.
21 La gracia de nuestro Se-
ñor Jesu-Cristo sea con todos
vosotros. Amen.
FIN.
BS299.5 1819
El Nuevo Testamento de nuestro señor
Princeton Theological Seminary-Speer Library
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