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Full text of "El Nuevo Testamento de nuestro señor Jesu Cristo"

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PRINCETON,  N.  J.  ^ 


Presented  by  A.G.  C 0\-m  er-ovu 

División  '^^^'^^""^t^ 

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NUESTRO  SEÑOR  JESU  CRISTO, 

TRADUCIDO 

DE  LA  BIBLIA  VULGATA  LATINA 
EN  ESPAÑOL 
POR  EL  RMO.  P.  FELIPE  SCIO  DE  S,  MIGUEL, 

OBISPO  ELECTO  DE  SEGOVIA, 

REIMPRESO 

LITERAL  Y  DILIGENTEMENTE, 

CONFOltME  A  LA  SEGCNDA  EDICION  HECHA  EN  MABRID,  AÑO  OK  1797, 
REVISTA  Y  CORREGIDA  POR  SU  MISMO  TRADUCTOR. 

JESUS  les  dixo  :  Erráis,  no  sabiendo  las  Escrituras. 

S.  Mat.  Cap.  xxii.  V.  29. 

NUEVA  YORK : 

EDICION  BSTEHEOTIPA,  POB  ELIHU  WRITE. 
A  COSTA  DE  LA  SOCIEDAD  AMERICANA  DE  LA  BIBLIA. 


ASO  de  1819. 


ORDEN  DE  LOS  LIBROS 


DEL  NUEVO  TESTAMENTO, 

CON  EL  NUMERO  DE  LOS  CAPITULOS. 


£1  Sto.  Erangelio  según  S.  Mateo  capítulos  28 

El  Sto.  Evangelio  según  S.  Marcos   16 

El  Sto.  Evangelio  según  S.  Lucas   24 

£1  Sto.  Evangelio  según  S.  Juan    21 

Los  Actos  ó  Hechos  de  los  Apóstoles    .  .  .  .  «   28 

LAS  EPISTOLAS  DE  LOS  APOSTOLES. 

San  Pablo  á  los  Romanos   16 

— — — á  los  Corintios,  La  1   16 

 La  II   13 

—  á  los  Galatas  .   6 

'  ■   á  los  Efesios   6 

á  los  Filipenses   4 

á  los  Coíossenses   4 

 á  los  Tessalonicenses,  La  1   5 

 .  La  II   3 

 á  Timoteo,  La  1   6 

 La  II   4 

 á  Tito   3 

 á  Filemon    1 

— — á  los  Hebreos   13 

La  Epístola  Católica  de  Santiago   5 

Las  Epístolas  Católicas  de  San  Pedro,  La  1   5 

 La  II.  .   3 

Las  Epístolas  Católicas  de  San  Juan,  La  1   5 

 La  II   1 

 La  III   1 

La  Epístola  Católica  de  San  Judas   1 

El  Apocalipsis,  ó  Revelación  de  San  Juan   22 


EL  SANTO  EVANGELIO 

DE  JESU-CRISTO 

SEGUN  SAN  MATEO. 


CAPITULO  I. 

1  T  EBRO  de  la  g^enera- 
J-i  cion  de  Jesu-Cristo 

hijo  de  David,  hijo  de  Abraham. 

2  Abraham  engendró  á  Isaac. 
Y  Isaac  engendro  á  Jacob.  Y 
Jacob  engendró  á  Júdas  y  á  sus 
hermanos. 

3  Y  Júdas  engendró  de  Ta- 
mar  á  Fares,  y  á  Zara.  Y  Fa- 
res  engendró  á  Esrón.  Y  Esrón 
engendró  á  Arám. 

4  Y  Arara  engendró  á  Ami- 
nadáb.  Y  Aminadáb  engendró 
á  Naassón.  Y  Naassón  engen- 
dró á  Sahnón. 

5  Y  Salmón  engendró  de 
Raháb  á  Boóz.  Y  Boóz  engen- 
dró de  Ruth  á  Obéd.  Y  Obéd 
engendró  á  Jessé.  Y  Jessé 
engendró  á  David  el  Rey. 

6  Y  David  el  Rey  engendró 
á  Salomón,  de  aquella  que  fué 
de  Urías. 

7  Y  Salomón  engendró  á  Ro- 
boám.  Y  Roboám  engendró  á 
Abías.  Y  Abías  engendró  á  Asá. 

8  Y  Asá  engendró  á  Josa- 
fat.  Y  Josafat  engendró  á 
Jorám.  Y  Jorám  engendró  á 
Ozías. 

9  Y  Ozías  engendró  á  Joa- 
tam.  Y  Joatam  engendró  á 
Acaz.  Y  Acaz  engendró  á 
Ezequías. 

10  Y  Ezequías  engendró  á 
Manassés.  Y  Manassés  engen- 
dró á  Amón.  Y  Amón  engendró 
á  Josías. 


1 1  Y  Josías  engendró  á  Jeco- 
nías,  y  á  sus  hermanos,  en  la 
transmigración  de  Babilonia. 

12  Y  después  de  la  transmi- 
gración de  Babilonia,  Jeconías 
engendró  á  Salatiel.  Y  Salatiel 
engendró  á  Zorobabél. 

13  Y  Zorobabél  engendró  á 
Abiúd.  Y  Abiíid  engendró  á 
Ehacím.  Y  Eliacím  engendró 
á  Azór. 

14  Y  Azór  engendró  á  Sa- 
dóc.  Y  Sadóc  engendró  á 
Aquim.  Y  Aquim  engendró  á 
EHúd. 

15  Y  EHúd  engendró  á  Elea- 
zar.  Y  Eleazár  engendró  á 
Matan.  Y  Matan  engendró  á 
Jacob. 

16  Y  Jacob  engendró  á  Jo- 
sef,  esposo  de  María,  de  la  qual 
nació  Jesús,  que  es  llamado  el 
Cristo. 

17  De  manera  que  todas  las 
generaciones  desde  Abraham 
hasta  David,  catorce  genera- 
ciones :  y  desde  David  hasta  la 
transmigración  de  Babilonia. 
catorce  generaciones  :  y  desde 
la  transmigración  de  Babilonia 
hasta  Cristo,  catorce  genera- 
ciones. 

18  Y  la  generación  de  Jesu- 
Cristo  fué  de  esta  manera : 
Que  siendo  María  su  madre  des- 
posada con  Josef,  antes  que 
viviesen  juntos,  se  halló  haber 
concebido  en  el  vientre,  de  Es- 
píritu Santo. 

19  Y  Josef  su  esposo,  como 


d 


SAN  MATEO. 


era  justo,  y  no  quisiese  infamar- 
la, quiso  dcxarla  secretainente. 

20  Y  estando  él  pensando  en 
esto,  he  aquí  que  el  Angel  del 
Señor  le  apareció  en  sueños, 
diciendo  :  Josef  hijo  de  David, 
no  temas  de  recibir  á  María  tu 
muger ;  porque  lo  que  en  ella 
ha  nacido,  de  Espíritu  Santo  es. 

21  Y  parirá  un  hijo ;  y  llama- 
rás su  nombre  Jesús  ;  porque  él 
salvará  á  su  pueblo  de  los  peca- 
dos de  ellos. 

22  Mas  todo  esto  fué  hecho, 
para  que  se  cumpliese  lo  que 
habló  el  Señor  por  el  Profeta, 
que  dice, 

23  He  aquí  la  Vírg-en  conce- 
birá, y  parirá  hijo ;  y  llamarán 
su  nombre  Emmanuel,  que  quie- 
re decir.  Con  nosotros  Dios. 

24  Y  despertando  Josef  del 
!*ueño,  hizo  como  el  Angel  del 
Señor  le  había  mandado,  y  reci- 
bió á  su  mug-er. 

25  Y  no  la  conoció  hasta  que 
parió  á  su  hijo  Primogénito :  y 
llamó  su  nombre  Jesús. 

CAPITULO  II. 

1  IjUES  quando  hubo  na- 
Jl     cido  Jesús  en  Bethle- 

hem  de  Judá  en  tiempo  de 
Heródes  el  Key,  he  aquí  unos 
Magos  viniéron  del  Oriente  á 
Jerusalém, 

2  Diciendo:  ¿Donde  está  el 
Rey  de  los  Judíos,  que  ha  naci- 
do ?  porque  vimos  su  Estrella  en 
el  Oriente,  y  venimos  á  adorarle. 

3  Y  el  Rey  Heródes,  quando 
lo  oyó,  se  turbó,  y  toda  Jerusa- 
lém con  él. 

4  Y  convocando  todos  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes  y 
los  Escribas  del  pueblo,  les  pre- 
guntaba, donde  habia  de  nacer 
el  Cristo. 


5  Y  ellos  le  dixéron:  en 
Bethlehera  deJudá:  porque  así 
está  escrito  por  el  Profeta  : 

6  Y  tú,  Bethlehem,  tierra  de 
Judá,  no  eres  la  menor  entre 
las  principales  de  Judá :  porque 
de  tí  saldrá  el  Caudillo,  que  go- 
bernará á  mi  pueblo  de  Israél. 

7  Entónces  Heródes,  llaman- 
do en  secreto  á  los  Magos,  se 
informó  de  ellos  cuidadosamente 
del  tiempo,  en  que  les  apareció 
la  Estrella : 

8  Y  encaminándolos  á  Beth- 
lehem, les  dixo :  Id,  é  informaos 
bien  del  Niño  :  y  quando  le  hu- 
biereis hallado,  hacédmelo  saber, 
para  que  yo  también  vaya  á  ado- 
rarle. 

9  Ellos,  luego  que  esto  oyeron 
del  Rey,  se  fuéron.  Y  he  aquí 
la  Estrella,  que  habían  visto  en 
el  Oriente,  iba  delante  de  ellos, 
hasta  que  llegando  se  paró,  sobre 
donde  estaba  el  Niño. 

10  Y  quando  viéron  la  Estrel- 
la, se  regocijáron  en  gran  ma- 
nera. 

11  Y  entrando  en  la  casa, 
halláron  al  Niño  con  María  su 
madre,  y  postrándose  le  adorá- 
ron :  y  abiertos  sus  tesoros,  le 
ofreciéron  dones,  oro,  incienso 
y  mirra. 

12  Y  habida  respuesta  en 
sueños,  que  no  volviesen  á  He- 
ródes, se  volvieron  á  su  tierra 
por  otro  camino. 

13  Después  que  ellos  se  fue  - 
ron, he  aquí  un  Angel  del  Señor 
apareció  en  sueños  á  Josef,  y 
le  dixo :  Levántate,  y  toma  al 
Niño,  y  á  su  madre,  y  huye  á 
Egipto,  y  estáte  allí  hasta  que 
yo  te  lo  diga  ;  porque  ha  de 
acontecer,  que  Heródes  busque 
al  Niño  para  matarle. 

14  Levantándose   Josef,  to- 


CAPITULO  IIL 


7 


mó  al  Niño,  y  á  su  madre  de 
noche,  y  se  retiró  á  Egipto : 

15  Y  permaneció  allí  hasta 
la  muerte  de  Hcródes:  para  que 
se  cumpliese  lo  que  habia  habla- 
do el  Señor  por  el  Profeta,  que 
dice:  De  Egipto  llamé  á  mi 
Hijo. 

16  Entonces  Heredes,  quan- 
do  vió,  que  habia  sido  burlado 
por  los  Magos,  se  irritó  mucho  ; 
y  enviando  hizo  matar  todos  los 
niños,  que  habia  en  Bethlehem 
y  en  toda  su  comarca  de  dos 
años  y  abaxo,  conforme  al  tiem- 
po, que  habia  averiguado  de  los 
Magos. 

17  Entonces  fué  cumplido  lo 
que  se  habia  dicho  por  Jeremías 
el  Profeta,  que  dice  : 

18  Voz  fué  oida  en  Ramá, 
lloro,  y  mucho  lamento  :  Raquel 
llorando  sus  hijos,  y  no  quiso  ser 
consolada,  porque  no  son. 

19  Y  habiendo  muerto  Heró- 
des,  he  aquí  el  Angel  del  Señor 
apareció  en  sueños  á  Josef  en 
Egipto. 

20  Diciendo  :  Levántate,  y 
toma  al  Niño,  y  á  su  madre,  y 
vete  á  tierra  de  Israel :  porque 
muertos  son,  los  que  querían 
matar  al  Niño. 

21  Levantándose  Josef,  to- 
mó al  Niño,  y  á  su  madre,  y  se 
vino  para  tierra  de  Israel. 

22  Mas  oyendo,  que  Arque- 
láo,  reynaba  en  la  Judéa  en 
lugar  de  Heredes  su  padre,  te- 
mió de  ir  allá :  y  avisado  en 
sueños,  se  retiró  á  las  tierras  de 
Galüéa. 

23  y  vino  á  morar  en  una 
ciudad,  que  se  llama  Nazareth  : 
para  que  se  cumphese  lo  que 
habían  dicho  los  Profetas  :  Que 
aera  llamado  Nazareno. 


CAPITULO  III. 

1  en  aquellos  días  vino 
1l    Juan  el  Bautista  pre- 
dicando en  el  desierto  de  la 
Judéa, 

2  y  diciendo :  Haced  peni- 
tencia, porque  se  ha  acercado 
el  reyno  de  los  cielos. 

3  Pues  este  es,  de  quien  ha- 
bló el  Profeta  Isaías,  diciendo : 
Voz  del  que  clama  en  el  de- 
sierto :  Aparejad  el  camino  del 
Señor:  haced  derechas  sus  ve- 
redas. 

4  y  el  mismo  Juan  tenia  un 
vestido  de  pelos  de  camellos,  y 
un  ceñidor  de  cuero  al  rededor 
de  sus  lomos ;  y  su  comida  eran 
langostas  y  miel  silvestre. 

5  Entónces  salía  á  él  Jerusa- 
léra,  y  toda  la  Judéa,  y  toda  la 
tierra  de  la  comarca  del  Jordán ; 

6  y  eran  bautizados  por  él 
en  el  Jordán,  confesando  sus 
pecados. 

7  Mas  viendo,  que  muchos  de 
los  Fariseos,  y  de  los  Sadducéos 
venían  á  su  Bautismo,  les  dixo  : 
Raza  de  víboras,  ¿  quién  os  ha 
enseñado  á  huir  de  la  ira  veni- 
dera'' 

8  Haced  pues  fruto  digno  de 
penitencia.  * 

9  Y  no  queráis  decir  dentro 
de  vosotros :  á  Abraham  tene- 
mos por  Padre.  Porque  os  digo, 
que  poderoso  es  Dios  para  le- 
vantar hijos  á  Abraham  de  estas 
piedras. 

10  Porque  ya  está  puesta  la 
segúr  á  la  raíz  de  los  árboles. 
Pues  todo  árbol,  que  no  hace 
buen  fruto,  cortado  será,  y  echa- 
do en  el  fuego. 

11  Yo  en  verdad  os  bautizo 
en  agua  para  penitencia :  mas  el 


3 


SAN  MATEO. 


que  ha  de  venir  en  pos  de  mí, 
mas  fuerte  es  que  yo,  cu)''o  cal- 
zado no  soy  dig-no  de  llevar :  él 
os  bautizará  en  Espíritu  Santo,  y 
en  fuego. 

12  Su  bieldo  en  su  mano  está; 
y  limpiará  bien  su  era ;  y  re- 
cogerá su  tñgo  en  el  g-ranero; 
mas  quemará  las  pajas  en  fuego, 
que  no  se  podrá  apagar  jamas. 

13  Entonces  vino  Jesús  de  la 
Galilea  al  Jordán  á  Juan,  para 
ser  bautizado  por  él. 

14  Mas  Juan  se  lo  estorbaba, 
diciendo:  Yo  debo  ser  bauti- 
zado por  tí,  y  tú  vienes  á  mí? 

15  Y  respondiendo  Jesús,  le 
dixo:  Dexa  ahora,  porque  así 
nos  conviene  cumplir  toda  jus- 
ticia.   Entónces  le  dexó. 

16  Y  después  que  Jesús  fué 
bautizado,  subió  luego  del  agua, 
y  he  aquí  se  le  abriéron  los 
cielos,  y  vió  al  Espíiitu  de  Dios, 
que  descendía  como  paloma,  y 
que  venia  sobre  él. 

17  Y  he  aquí  una  voz  de  los 
cielos  que  decia:  Este  es  mi 
Hijo  el  amado,  en  quien  rae  he 
complacido. 

CAPITULO  IV. 

1  -|71NTONCES  Jesús  fué 
3-J  llevadd  al  desierto  por 

el  Espíritu,  para  ser  tentado  del 
diablo. 

2  Y  habiendo  ayunado  qua- 
renta  dias  y  quarenta  noches, 
después  tuvo  hambre. 

3  Y  llegándose  á  él  el  tehta- 
dor,  le  dixo :  Si  eres  hijo  de 
Dios,  di  que  estas  piedras  se 
hagan  panes. 

4  El  qual  le  respondió  y  dixo: 
Escrito  está:  No  de  solo  pan 
vive  el  hombre,  mas  de  toda  pa- 
labra que  sale  de  la  boca  de 
Dios. 


5  Entonces  le  tomó  el  diablo, 
y  le  llevó  á  la  santa  ciudad,  y  le 
puso  sobre  la  almena  del  templo, 

6  Y  le  dixo :  Si  eres  hijo  de 
Dios,  échate  de  aqiií  abaxo,  por- 
que escrito  está :  Que  mandó  á 
sus  Angeles  acerca  de  tí,  y  te 
tomarán  en  palmas,  porque  no 
tropieces  en  piedra  con  tu  pie. 

7  Jesús  le  dixo :  También 
está  escrito  :  No  tentarás  al  Se- 
ñor tu  Dios. 

8  De  nuevo  le  subió  el  diablo 
á  un  monte  muy  alto  ;  y  le  mos- 
tró todos  los  reynos  del  mundo, 
y  la  gloria  de  ellos, 

9  Y  le  dixo:  Todo  esto  te 
daré,  si  cayendo  me  adorares. 

10  Entónces  le  dixo  Jesús: 
Vete,  Satanás :  porque  escrito 
está :  Al  Señor  tu  Dios  adorarás, 
y  á  él  solo  servirás. 

1 1  Entónces  le  dexó  el  diablo : 
y  he  aquí  los  Angeles  liegáron  y 
le  servían. 

12  Y  quando  oyó  Jesús,  que 
Juan  estaba  preso,  se  retiró  á  la 
Gahléa : 

13  Y  dexando  la  ciudad  de 
Nazareth,  fué  á  morar  á  Cafar- 
naum,  ciudad  marítima,  en  los 
confines  de  Zabulón,  y  de  Nefta- 
lí: 

14  Para  que  se  cumpliese,  lo 
que  dixo  Isaías  el  Profeta, 

15  Tierra  de  Zabulón,  y  tier- 
ra de  Neftalí,  camino  de  la 
mar,  de  la  otra  parte  del  Jordán, 
Galiléa  de  los  Gentiles, 

16  Pueblo,  que  estaba  senta- 
do en  tinieblas,  vió  una  grande 
luz;  y  á  los  que  moraban  en 
tierra  de  sombra  de  muerte,  luz 
les  nació. 

17  Desde  entónces  comenzó 
Jesús  á  predicar  y  á  decir :  Ha- 
ced penitencia,  porque  se  ha 
acercado  el  rey  no  de  los  cielos. 


CAPITULO  V. 


9 


18  Y  yendo  Jesús  por  la  ribe- 
ra de  la  mar  de  Galilea,  vió  dos 
liermanos,  Simón,  que  es  llamado 
Pedro,  y  Andrés  su  hermano, 
que  echaban  la  red  en  la  mar, 
(pues  eran  pescadores,) 

19  Y  les  dixo;  Venid  en  pos 
de  mí,  y  haré  que  vosotros  seáis 
pescadores  de  hombres. 

20  Y  ellos  al  instante  dexadas 
las  redes,  le  sig-uiéron. 

21  Y  pasando  de  allí,  vió 
otros  dos  hermanos,  Santiagx)  de 
Zebedéo,  y  Juan  su  hermano,  en 
un  barco  con  Zebedéo  su  padre, 
que  remendaban  sus  redes ;  y 
los  llamó. 

22  Y  ellos  al  punto  dexadas 
las  redes  y  el  padre,' le  sig-uiéron. 

23  Y  andaba  Jesús  rodeando 
toda  la  Galilea,  enseñando  en 
las  Sinagog-as  de  ellos,  y  predi- 
cando el  Evang-eüo  del  reyno ; 
y  sanando  toda  enfermedad,  y 
toda  dolencia  en  el  pueblo. 

24  Y  corrió  su  fama  por  toda 
la  Siria ;  y  le  traéron  todos  los 
que  lo  pasaban  mal  poseidos  de 
varios  achaques  y  dolores,  y  los 
endemoniados,  y  los  lunáticos,  y 
los  paralíticos,  y  los  sanó  : 

25  Y  le  fueron  si^iendo  mu- 
chas tropas  de  la  Galiléa,  y  de 
DecápoUs,  y  de  Jerusalém,  y  de 
Judéa,  y  de  la  otra  ribera  del 
Jordán. 

CAPITULO  V. 

1  "yKT  viendo  Jesús  las  gen- 

JL  tes,  subió  á  un  monte, 
y  después  de  haberse  sentado,  se 
llegaron  á  él  sus  discípulos, 

2  Y  abriendo  su  boca,  los  en- 
señaba, diciendo : 

3  Bienaventurados  los  pobres 
de  espíritu ;  porque  de  ellos  es 
el  reyno  de  les  cielos. 


4  Bienaventurados  los  mansos; 
porque  ellos  poseerán  la  tierra. 

5  Bienaventurados  los  que 
lloran;  porque  ellos  serán  con- 
solados. 

6  Bienaventurados  los  que 
han  hambre,  y  sed  de  justicia ; 
porque  ellos  serán  hartos. 

7  Bienaventurados  los  miseri- 
cordiosos ;  porque  ellos  alcanza- 
rán misericordia- 

8  Bienaventurados  los  de  lim- 
pio corazón  ;  porque  ellos  verán 
á  Dios. 

9  Bienaventurados  los  pacífi- 
cos ;  porque  hijos  de  Dios  serán 
llamados. 

10  Bienaventurados  los  que 
padecen  persecución  por  la  jus- 
ticia ;  porque  de  ellos  es  el  rey- 
no  de  los  cielos. 

1 1  Bienaventurados  sois,  quan- 
do  03  raaldixeren,  y  os  persi- 
guieren, y  dixeren  todo  mal  con- 
tra vosotros  mintiendo,  por  mi 
causa  : 

12  Gózaos  y  alegraos,  porque 
vuestro  galardón  muy  grande  es 
en  los  cielos.  Pues  así  también 
persiguieron  á  los  Profetas,  que 
fueron  antes  de  vosotros. 

13  Vosotros  sois  la  sal  de  la 
tierra.  Y  si  la  sal  se  desvane- 
ciere, ¿con  qué  será  salada?  no 
vale  ya  para  nada,  sino  para  ser 
echada  fuera,  y  pisada  por  los 
hombres. 

14  Vosotros  sois  la  luz  dei 
mundo.  Una  ciudad,  que  está 
puesta  sobre  un  monte,  no  se 
puede  esconder. 

15  Ni  encienden  una  antor- 
cha, y  la  ponen  debaxo  del  cele- 
mín, sino  sobre  el  candelero, 
para  que  alumbre  á  todos  los  que 
están  en  la  casa. 

16  A  este  modo  ha  de  briUar 
vuestra  luz  delante  de  los  hom- 

1* 


10 


SAN  MATEO. 


bres;  para  que  vean  vuestras 
buenas  obras,  y  den  gloria  á 
vuestro  Padre,  que  está  en  los 
cielos. 

1 7  No  penséis,  que  he  venido 
á  abrogar  la  Ley,  ó  los  Profe- 
tas :  no  he  venido  a  abroarlos, 
sino  á  darles  cumplimiento. 

18  Porque  en  verdad  os  digo, 
que  hasta  que  pase  el  cielo  y  la 
tierra,  no  pasará  de  la  Ley  ni  un 
punto,  ni  una  tilde,  sin  que  todo 
sea  cumplido. 

19  Por  lo  qual  quien  que- 
brantare uno  de  estos  manda- 
mientos muy  pequeños,  y  ense- 
ñare así  á  los  hombres,  muy 
pequeño  será  llamado  en  el  rey- 
no  de  los  cielos ;  mas  quien  hi- 
ciere y  enseñare,  este  será  lla- 
mado g-rande  en  el  reyno  de  los 
cielos. 

20  Porque  os  digo,  que  si 
vuestra  justicia  no  fuere  mayor 
que  la  de  los  Escribas  y  de  los 
Fariseos,  no  entrareis  en  el 
reyno  de  los  cielos. 

21  Oisteis  que  fué  dicho  á  los 
antiguos  :  No  mataras,  y  quien 
matare,  obligado  quedará  á 
juicio. 

22  Mas  yo  os  digo,  que  todo 
aquel  que  se  enoja  con  su  her- 
mano, obligado  será  á  juicio  ;  y 
quien  dixere  á  su  hermano  raca, 
obligado  será  á  concilio ;  y  quien 
dixere  insensato,  quedará  obli- 
gado á  la  gehenna  del  fuego. 

23  Por  tanto  si  fueres  á  ofre- 
cer tu  ofrenda  al  altar,  y  allí  te 
acordares,  que  tu  hermano  tiene 
alguna  cosa  contra  tí, 

24  Dexa  allí  tu  ofrenda  de- 
lante del  altar,  y  ve  primera- 
mente 1  reconciliarte  con  tu 
hermano ;  y  entonces  ven  á  ofre- 
cer tu  ofrenda. 

25  Acomódate  luego  con  tu 


contrario,  mientras  que  estas 
con  él  en  el  camino  :  no  sea  que 
tu  contrario  te  entregue  al  juez, 
y  el  juez  te  entregue  al  minis- 
tro ;  y  seas  echado  en  la  cárcel. 

26  En  verdad  te  digo,  que  no 
saldrás  de  allí,  hasta  que  pagues 
el  último  quadrante. 

27  Oisteis  que  fué  dicho  á  los 
antiguos:  No  adulterarás. 

28  Pues  yo  os  digo,  que  todo 
aquel,  que  pusiere  los  ojos  en 
una  muger  para  codiciarla,  ya 
cometió  adulterio  en  su  corazón 
con  ella. 

29  Y  si  tu  ojo  derecho  te  sirve 
de  escándalo,  sácale,  y  échale 
de  tí ;  porque  te  conviene  perder 
uno  de  tus  miembros,  ántes  que 
todo  tu  cuerpo  sea  arrojado  al 
fuego  del  infierno. 

30  Y  si  tu  mano  derecha  te 
sirve  de  escándalo,  córtala  y 
échala  de  tí ;  porque  te  conviene 
perder  uno  de  tus  miembros,  án- 
tes que  todo  tu  cuerpo  vaya  a! 
fuego  del  infierno. 

31  También  fué  dicho  :  Qual- 
quiera  que  repudiare  á  su  muger, 
déle  carta  de  repudio. 

32  Mas  yo  os  digo,  que  el  que 
repudiare  á  su  muger,  á  no  ser 
por  causa  de  fornicación,  la  hace 
ser  adúltera ;  y  el  que  tomare  la 
repudiada,  comete  adulterio; 

33  Además  oisteis  que  fué  di- 
cho á  loB  antiguos  :  No  perjura- 
rás ;  mas  cumplirás  al  Señor  tus 
juramentos. 

34  Pero  yo  os  digo,  que  de 
ningún  modo  juréis,  ni  por  el 
cielo,  porque  es  el  trono  de 
Dios ; 

35  Ni  por  la  tierra,  porque  es 
la  peana  de  sus  pies ;  ni  por  Je- 
rusalém,  porque  es  la  Ciudad 
del  grande  Rey ; 

36  Ni  jures  por  tu  cabeza ; 


CAPITULO  VI. 


11 


porque  no  puedes  hacer  un  ca- 
bello blanco  6  negro. 

37  Mas  vuestro  hablar  sea,  sí, 
sí ;  no,  no :  porque  lo  que  ex- 
cede de  esto,  de  mal  procede. 

38  Habéis  oido  que  fué  dicho : 
Ojo  por  ojo,  y  diente  por  diente. 

39  Mas  yo  os  dig-o,  que  no 
resistáis  al  mal :  antes  si  alguno 
te  hiriere  en  la  mexilla  derecha, 
párale  también  la  otra. 

40  Y  á  aquel  que  quiere  po- 
nerte á  pleyto,  y  tomarte  la  tú- 
nica, déxale  también  la  capa. 

41  Y  al  que  te  precisare  á  ir 
carg-ado  mil  pasos,  vé  con  él 
otros  dos  mil  mas. 

42  Da  al  que  te  pidiere  ;  y  al 
que  te  quiera  pedh-  prestado,  no 
le  vuelvas  la  espalda. 

43  Habéis  oido  que  fué  dicho: 
Amarás  á  tu  próximo,  y  aborre- 
cerás á  tu  enemig-o. 

44  Mas  yo  os  digo :  Amad  á 
vuestros  enemigos ;  haced  bien 
á  los  que  os  aborrecen ;  y  rogad 
por  los  que  os  persiguen  y  ca- 
lumnian : 

45  Para  que  seáis  hijos  de 
vuestro  Padre,  que  está  en  los 
cielos;  el  qual  hace  nacer  su 
sol  sobre  buenos  y  malos ;  y 
llueve  sobre  justos  y  pecadores. 

46  Porque  si  amáis  á  los  que 
os  aman,  ¿qué  recompensa  ten- 
dréis? ¿No  hacen  también  lo 
mismo  los  Publícanos  ? 

47  Y  si  saludareis  tan  sola- 
mente á  vuestros  hermanos, 
¿  qué  hacéis  de  mas  ?  ¿  No  hacen 
esto  mismo  los  Gentiles  ? 

48  Sed  pues  vosotros  perfec- 
tos, así  como  vuestro  Padre  ce- 
lestial es  perfecto. 

CAPITULO  VI. 

1  ■j^M"IRAD,  que  no  hagáis 
ITJ.  vuestra  justicia  de- 


lante de  los  hombres,  para  ser 
vistos  de  ellos  :  de  otra  manera, 
no  tendréis  galardón  de  vuestro 
Padre,  que  está  en  los  cielos. 

2  Y  así  quando  haces  limosna, 
no  hagas  tocar  la  trompeta  de- 
lante de  tí,  como  los  hypócritas 
hacen  en  las  Sinagogas,  y  en 
las  calles,  para  ser  honi'ados  de 
los  hombres  :  En  verdad  os  digo, 
recibieron  su  galardón. 

3  Mas  tú,  quando  haces  li- 
mosna, no  sepa  tu  izquierda,  lo 
que  hace  tu  derecha : 

4  Para  que  tu  limosna  sea  en 
oculto,  y  tu  Padre,  que  vé  en  lo 
oculto,  te  premiará. 

5  Y  quando  oráis,  no  seréis 
como  los  hypócritas,  que  aman 
el  orar  en  pie  en  las  Sinagogas, 
y  en  los  cantones  de  las  plazas, 
para  ser  vistos  de  los  hombres. 
En  verdad  os  digo,  recibieron  su 
galardón. 

6  Mas  tú  quando  orares,  en- 
tra en  tu  aposento,  y  cerrada  la 
puerta,  ora  á  tu  Padre  en  secre- 
to ;  y  tu  Padre,  que  vé  en  lo  se- 
creto, te  recompensará. 

7  Y  quando  orareis,  no  habléis 
mucho,  coího  los  Gentiles.  Pues 
piensan,  que  por  mucho  hablar 
serán  oidos. 

8  Pues  no  queráis  asemejaros 
á  ellos  :  porque  vuestro  Padre 
sabe  lo  que  habéis  menester, 
ántes  que  se  lo  pidáis. 

9  Vosotros  pues  así  habéis  de 
orar :  Padre  nuestro,  que  estás 
en  los  cielos ;  santificado  sea  el 
tu  nombre  ; 

10  Venga  el  tu  reyno ;  há- 
gase tu  voluntad,  como  en  el 
cielo,  así  también  en  la  tierra  ; 

1 1  Danos  hoy  nuestro  pan  so- 
bresubstancial ; 

12  Y  perdónanos  nuestras 
deudas,  así  como  nosotros  per- 


12 


SAN  MATEO. 


donamos  á  nuestros  deudores; 

13  Y  no  nos  dexes  caer  en  la 
tentación ;  Mas  líbranos  de  mal. 
Amen. 

14  Porque  si  perdonareis  á  los 
hombres  sus  pecados,  os  perdo- 
nará también  vuestro  Padre  ce- 
lestial vuestros  pecados : 

15  Mas  si  no  perdonareis  á 
los  hombres,  tampoco  vuestro 
Padre  os  perdonará  vuestros  pe- 
cados. 

16  Y  quando  ayunéis,  no  os 
pong-ais  tristes  como  los  hypó- 
critas.  Porque  desfiguran  sas 
rostros,  para  hacer  ver  á  los 
hombres  que  ayunan.  En  ver- 
dad es  digo,  que  recibieron  su 
galardón. 

17  Mas  tú,  quando  ayunas, 
ung-e  tu  cabeza,  y  lava  tu  cara  : 

1 8  Para  no  parecer  á  los  hom- 
bres que  ayunas,  sino  solamente 
á  tu  Padre,  que  está  en  lo  escon- 
dido :  y  tu  Padre,  que  vé  en  lo 
escondido,  te  g-alardonará. 

19  iS^o  queráis  atesorar  para 
vosotros  tesoros  ei)  la  tierra, 
donde  orin  y  polilla  los  consume ; 
j-  en  donde  ladi-ones  los  desen- 
tierran, y  roban. 

20  Mas  atesorad  para  voso- 
tros tesoros  en  el  cielo,  en  don- 
de ni  los  consume  orin  ni  poUlla ; 
y  en  donde  ladrones  no  los  de- 
sentierran, ni  roban. 

21  Porque  en  donde  está  tu 
tesoro,  allí  está  también  tu  co- 
razón. 

22  La  antorcha  de  tu  cuerpo 
es  tu  ojo.  Si  tu  ojo  fuere  sen- 
cillo, todo  tu  cuerpo  será  lumi- 
noso. 

23  Mas  si  tu  ojo  fuere  malo, 
todo  tu  cuerpo  será  tenebroso. 
Pues  si  la  lumbre,  qwe  hay  en  tí, 
son  tinieblas,  ¿quán  grandes  se- 
rán las  mismas  tinieblas  í 


24  Niaguno  puede  servir  i 
dos  señores  :  porque  ó  aborrece- 
rá al  uno,  y  amará  al  otro  ;  ó  al 
uno  sufrirá,  y  al  otro  desprecia- 
rá. No  podéis  servir  á  Dios,  y 
á  las  riquezas. 

25  Por  tanto  os  digo,  no  an- 
déis afanados' para  vuestra  alma, 
qué  comeréis,  ni  para  vuestro 
cuerpo,  qué  vestiréis.  ¿No  es 
mas  el  alma,  que  la  comida :  y 
el  cuerpo  mas  que  el  vestido  ? 

26  Mirad  las  aves  del  cielo, 
que  no  siembran,  ni  siegan,  ni 
*álegan  en  troxe^  y  vuestro  Pa- 
dre Celestial  las  alimenta.  ¿Pues 
no  sois  vosotros  mucho  mas  que 
eUas? 

27  ;Y  quién  de  vosotros  dis- 
curriendo puede  añadir  un  codo 
á  su  estatura  ? 

28  ¿Y  por  qué  andáis  acongo- 
jados pol  el  vestido  f  Considerad 
como  crecen  los  lirios  del  cam- 
po :  no  trabajan,  ni  hilan.  >  i 

29  Ya  digo,  que  ni  Salomón 
en  toda  su  gloria  fué  cubierto 
como  uno  de  estos. 

30  Pues  si  al  heno  del  campo, 
que  hoy  es,  y  mañana  es  echado 
en  el  homo,  Dios  viste'  así  .- 
¿  quánto  mas  á  vosotros,  hombres 
de  poca  fe  ?  ■ 

31  No  os  acongtjjeis  pues,  di- 
ciendo :  ¿Qué  comeremos,  ó  qué 
beberemos,  ó  con  qué  nos  cu- 
briremos ? 

32  Porque  los  Gentiles  se  afa- 
nan por  estas  cosas ;  y  vuestro 
Padre  sabe,  que  tenéis  necesi- 
dad de  todas  ellas. 

33  Buscad  pues  primeramente 
el  reyno  de  Dios,  y  su  justicia ; 
y  todas  estas  cosas  os  serán  añar 
didas. 

34  Y  así  no  andéis  cuidadosos 
por  el  dia  de  mañana.  Porque 
el  dia  de  mañana  á  sí  mi^o  se 


CAPITULO  vir. 


13 


traerá  su  cuidado.  Le  basta  al 
día  su  propio  afán. 

CAPITULO  VII. 

1  "T^rO  queráis  juzgar,  para 
j3I  que  no  seáis  juzgados. 

2  Pues  con  el  juicio,  con  que 
juzg-areis,  seréis  juzgados:  y  con 
la  medida  con  que  midiereis,  os 
volverán  á  medir. 

3  ¿  Por  qué  pues  ves  la  pajita 
en  el  ojo  de  tu  hermano,  y  no 
ves  la  viga  en  tu  ojo  ? 

4  ¿  O  como  dices  á  tu  herma- 
no :  Dexa,  sacaré  la  pajita  de  tu 
ojo,  y  se  está  viendo  una  viga  en 
el  tuyo? 

5  Hypécrita,  saca  primero  la 
viga  de  tu  ojo ;  y  entonces  verás 
para  sacar  la  mota  del*  ojo  de  tu 
hermano. 

6  No  deis  lo  santo  á  los  perros, 
lii  echéis  vuestras  perlas  delante 
de  los  puercos :  no  sea  que  las 
huellen  con  sus  pies,  y  revol- 
viéndose contra  vosotros  os  des- 
pedacen. 

7  Pedid,  y  se  os  dará ;  buscad, 
y  hallareis;  llamad,  y  se  os 
abrirá. 

8  Porque  todo  el  que  pide, 
recibe ;  y  el  que  busca,  halla ; 
y  al  que  llama  se  le  abrirá. 

9  -O  quién  de  vosotros  es  el 
hombre,  á  quien  si  su  hijo  pi- 
diere pan,  le  dará  una  piedra  ? 

10  ¿O  si  le  pidiere  un  pez, 
por  ventura  le  dará  una  ser- 
piente ? 

11  Pues  si  vosotros,  siendo 
malos,  sabéis  dar  buenas  dádivas 
á  vuestros  hijos,  ¿quánto  mas 
vuestro  Padre,  que  está  en  los 
cielos,  dará  bienes  á  los  que  se 
ios  pidan  ? 

12  Y  así  todo  lo  que  queréis 
que  los  hombres  hagan  con  voso- 


tros, hacedlo  también  vosotros 
con  ellos :  porque  esta  es  la  Ley 
y  los  Profetas. 

13  Entrad  por  la  puerta  estre- 
cha :  porque  ancha  es  la  puerta, 
y  espacioso  el  camino,  que  lleva 
á  la  perdición,  y  muchos  son  las 
que  entran  por  él. 

14  ¡Qué  angosta  es  la  puerta, 
y  qué  estrecho  el  camino,  que 
lleva  á  la  vida ;  y  pocos  son  los 
que  atinan  con  él ! 

1 5  Guardáos  de  los  falsos  Pro- 
fetas, que  vienen  á  vosotros 
con  vestidos  de  ovejas,  y  dentro 
san  lobos  robadores : 

16  Por  sus  frutos  los  conoce- 
réis. ¿Por  ventura  cogen  uvas 
de  los  espinos,  5  higos  de  los 
abrojos? 

1 7  Así  todo  árbol  bueno  lleva 
buenos  frutos;  y  el  mal  árbol 
lleva  malos  frutos. 

18  No  puede  el  árbol  bueno 
llevar  malos  frutos ;  ni  el  árbol 
malo  llevar  buenos  frutos. 

19  Todo  árbol,  que  no  lleva 
buen  fruto,  sera  cortado,  y  meti- 
do en  el  fuego. 

20  Así  pues,  por  los  frutos  de 
ellos  los  conoceréis. 

21  No  todo  el  que  me  dice, 
Señor,  Señor,  entrará  en  el  rey- 
no  de  los  cielos  ;  sino  el  que  hace 
la  voluntad  de  mi  Padre,  que  es- 
tá en  los  cielos,  ese  entrará  en  el 
reyno  de  los  cielos. 

22  Muchos  me  dirán  en  aquel 
dia  :  Señor,  Señor,  ¿pues  no 
profetizamos  en  tu  nombre,  y 
en  tu  nombre  lanzamos  demo- 
nios, y  en  tu  nombre  hicimos 
muchos  milagros  ? 

23  Y  entonces  yo  les  diré 
claramente  :  Nunca  os  conocí : 
apartaos  de  mí  los  que  obráis  la 
iniquidad. 

54  Pues  todo  aquel  que  oye 


14 


SAN  MATEO. 


estas  mis  palabras,  y  las  cumple, 
comparado  será  á  un  varón  sabio, 
que  edificó  su  casa  sobre  la  peña. 

25  Que  descendió  lluvia,  y 
vinieron  rios,  y  soplaron  vientos, 
y  dieron  impetuosamente  en  a- 
quella  casa,  y  no  cayó  ;  porque 
estaba  cimentatada  sobre  peña. 

26  Y  todo  el  que  oye  estas  mis 
palabras,  y  no  las  cumple,  seme- 
jante será  á  un  hombre  loco,  que 
edificó  su  casa  sobre  arena  : 

27  Que  descendió  lluvia,  y 
vinieron  rios,  y  soplaron  vientos, 
y  dieron  impetuosamente  sobre 
aquella  casa,  y  cayó,  y  fué  su 
l  uina  g-rande. 

28  Y  fué,  que  quando  Jesús 
Lubo  acabado  estos  discursos,  se 
maravillaban  las  gentes  de  su 
doctrina. 

29  Porque  los  enseñaba,  como 
quien  tiene  autoridad,  y  no  como 
los  Escribas  de  ellos,  y  los  Fa- 
riseos. 

CAPITULO  VIII. 

1  "WT  como  descendió  del 

JL  monte,  le  sig'uiéron 
muchas  gentes  : 

2  Y  vino  un  leproso,  y  le  ado- 
raba, diciendo  :  Señor,  si  quie- 
res, puedes  limpiarme. 

3  Y  extendiendo  Jesús  la  ma- 
jio,  le  tocó,  diciendo :  Quiero. 
Sé  limpio.  Y  lueg-o  su  lepra  fué 
limpiada. 

4  Y  le  dixo  Jesús  :  Mira,  que 
no  lo  digas  á  nadie ;  mas  vé, 
muéstrate  al  Sacerdote ;  y  ofrece 
la  ofrenda  que  mandó  Moisés, 
en  testimonio  á  ellos. 

5  Y  habiendo  entrado  en  Ca- 
farnaum,  se  llegó  á,  él  un  Cen- 
turión, rogándole, 

6  Y  diciendo  :  Señor,  mi  sier- 
vo paralítico  está  postrado  en 


casa,  y  es  reciamente  atormen- 
tado. 

7  Y  le  dixo  Jesús :  Yo  iré,  y 
lo  sanaré. 

8  Y  respondiendo  el  Centu- 
rión, dixo  :  Señor,  no  soy  digno 
de  que  entres  en  mi  casa :  mas 
mándalo  con  tu  palabra,  y  será 
sano  mi  siervo. 

9  Pues  también  yo  soy  hom- 
bre sugeto  á  otro,  que  tengo 
soldados  á  mis  órdenes,  y  digo  á 
este:  Vé,  y  va;  y  al  otro:  Ven, 
y  viene ;  y  á  mi  sien'o :  Haz  esto, 
y  lo  hace. 

10  Quando  esto  oyó  Jesús,  se 
maravilló,  y  dixo  á  los  que  le  se- 
guían :  Verdaderamente  os  digo, 
que  no  he  hallado  fe  tan  grande 
,en  Israel. 

11  Y  os  digo,  que  vendrán 
muchos  de  Oriente,  y  de  Occi- 
dente, y  se  asentai-án  con  Abra:- 
ham,  y  Isaac,  y  Jacob  en  el  rey- 
no  de  los  cielos : 

12  Mas  los  hijos  del  reyno  se- 
rán echados  en  las  tinieblas  exte- 
riores :  allí  será  el  llanto  y  el 
cruxir  de  dientes. 

13  Ydixo  Jesús  al  Centurión: 
Vé,  y  como  creíste,  así  te  sea 
hecho.  Y  fué  sano  el  siervo  en 
aquella  hora. 

14  Y  habiendo  llegado  Jesús 
á  la  casa  de  Pedro,  vió  á  su  sue- 
gra que  yacía  en  cama,  y  con 
fiebre ; 

15  Y  le  tocó  la  mano,  y  la 
dexó  la  fiebre ;  y  se  levantó  y 
los  servia. 

16  Y  siendo  ya  tarde,  le  pre- 
sentaron muchos  endemoniados ; 
y  lanzaba  con  su  palabra  los  es- 
píritus ;  y  sanó  todos  los  enfer- 
mos : 

17  Para  que  se  cumpliera,  lo 
que  fué  dicho  por  el  Profeta 
laaías,  que  dixo :  El  mismo  tomó 


CAPITULO  IX. 


15 


nuestras  enfermedades,  y  cargó 
con  nuestras  dolencias. 

18  Mas  como  viese  Jeaus  mu- 
chas gentes  al  rededor  de  sí, 
mandó  pasar  á  la  otra  parte  del 
lago. 

19  Y  llegándose  á  él  un  Escri- 
ba, le  dixo :  Maestro,  te  seguiré 
á  donde  quiera  que  fueres. 

20  Y  Jesús  le  dice :  Las  rapo- 
sas tienen  cuevas,  y  las  aves  del 
cielo  nidos ;  mas  el  hijo  del  hom- 
bre no  tiene  en  donde  recueste 
la  cabeza. 

21  Y  otro  de  sus  discípulos  le 
dixo :  Señor,  déxame  ir  primero, 
y  enterrar  á  mi  padre. 

I       22  Mas  Jesús  le  dice  :  Sí- 
I    guerae,  y  dexa  que  los  muertos 
entierren  á  sus  muertos. . 

23  Y  entrando  él  en  un  barco, 
le  siguieron  sus  discípulos  : 

24  Y  sobrevino  luego  un 
grande  alboroto  en  la  mar,  de 
modo  que  las  ondas  cubrían  el 
barco  ;  mas  él  dormía. 

25  Y  se  llegaron  á  él  sus  dis- 
cípulos, y  le  despertaron  dicien- 
do :  Señor,  sálvanos,  que  pere- 
cemos. 

26  Y  Jesús  les  dice:  ¿Qué 
teméis  hombres  de  poca  fe?  Y 
levantándose  al  punto,  mandó  á 
los  vientos  y  á  la  mar,  y  se  siguió 
una  grande  bonanza. 

27  Y  los  hombres  se  mara- 
villaron, y  decían:  ¿Quién  es 
este,  que  los  vientos  y  la  mar  le 
obedecen  ? 

28  Y  quando  Jesús  hubo  pa- 
sado de  la  otra  parte  del  lago  á 
tierra  de  los  G  érasenos,  le  vi- 
nieron al  encuentro  dos  endemo- 
niados, que  salían  de  los  sepul- 
cros, fieros  en  tal  manera,  que 
ninguno  podía  pasar  por  aquel 
camino. 

29  Y  empezaron  luego  á  decir 


á  gritos :  ¿Qné  tenemos  nosotros 
contigo,  Jesús  Hijo  de  Dios? 
¿Has  venido  acá  á  atormentamos 
ántes  de  tiempo  ? 

30  Y  no  léjos  de  ellos  andaba 
una  piara  de  muchos  puercos 
paciendo. 

31  Y  los  demonios  le  rogaban, 
diciendo :  Si  nos  echas  de  aquí, 
envíanos  á  la  piara  de  puercos. 

32  Y  les  dixo:  Id.  Y  eUos 
saliéron,  y  se  fuéron  á  los  puer- 
cos, y  en  el  mismo  punto  toda  la 
piara  corrió  impetuosamente,  y 
por  un  despeñadero  se  precipitó 
en  la  mar ;  y  murieron  en  las 
aguas. 

33  Y  los  pastores  huyéron; 
y  venidos  á  la  ciudad,  lo  contá- 
ron  todo,  y  el  suceso  de  los  en- 
demoniados. 

34  Y  salió  luego  toda  la  ciu- 
dad á  encontrar  á  Jesús ;  y  quan- 
do le  viéron,  le  rogaban,  que 
saliese  de  sus  términos. 

CAPITULO  IX. 

1  "XT  entrando  en  un  barco, 

JL  pasó  á  la  otra  ribera, 
y  fué  á  su  ciudad. 

2  Y  he  aquí  le  presentáron 
un  paralítico  postrado  en  un  le- 
cho. Y  viendo  Jesús  la  fé  de 
ellos,  dixo  al  paralítico :  Hijo, 
ten  confianza,  que  perdonados  te 
son  tus  pecados. 

3  Y  luego  algunos  de  los  Es- 
cribas dixéron  dentro  de  sí :  Este 
blasfema. 

4  Y  como  viese  Jesús  los  pen- 
samientos de  ellos,  dixo :  ¿Por 
qué  pensáis  mal  en  vuestros  co- 
razones ? 

5  ¿Qué  cosa  es  mas  fácil, 
decir :  Perdonados  te  son  tus 
pecados  ;  6  decir :  Levántate,  y 
anda? 


SAN  MATEO. 


6  Pues  para  que  sepáis,  que 
el  hijo  del  hombre  tiene  potestad 
sobre  la  tierra  de  perdonar  peca- 
dos, dixo  entonces  al  paralítico: 
Levántate,  toma  tu  lecho,  y  vete 
á  tu  casa. 

7  Y  levantóse,  y  fuese  á  su 
casa. 

8  Y  quando  esto  viéron  las 
gentes,  temieron,  y  loáron  á 
Dios,  que  dio  tal  potestad  k  los 
hombres. 

9  Y  pasando  Jesús  de  allí,  vio 
á  un  hombre,  que  estaba  senta- 
do z\  Banco,  llamado  Mateo,  y 
le  dixQ :  Sigúeme.  Y  levantán- 
dose le  siguió. 

10  y  acaeció  que  estando  Je- 
sús sentado  á  la  me^a  en  la  casa, 
vinieron  muchos  pubiicanos  y 
pecadores,  y  se  sentaron  á  comer 
con  él,  y  con  sus  discípulos. 

1 1  Y  viendo  esto  los  Fariseos, 
4ecian  á  sus  discípulos:  ¿Por 
que  come  vuestro  Maestro  con 
los  publícanos  y  pecadores  ? 

12  Y  oyéndolo  Jesús:  dixo: 
Los  sanos  no  tienen  necesidad 
de  Médico,  sino  los  enfermos. 

13  Id  pues,  y  aprended  qué 
cosa  es  :  Misericordia  quiero,  y 
no  sacrificio :  Porque  no  he  ve- 
nido á  llamar  justos,  sino  peca- 
dores. 

14  A  esta  sazón  se  llegaron  á 
íl  los  discípulos  de  Juan,  y  le 
dixéron :  ¿Por  qué  nosotros  y 
los  Fariseos  ayunamos  muchas 
•V  cees,  y  tus  discípulos  no  ayu- 
nan ? 

15  Y  Jesús  les  dixo:  ¿Por 
ventura  pueden  estar  tristes  los 
hijos  del  esposo,  miéntras  que 
está  con  ellos  el  esposo  ?  Mas 
vendrán  dias,  en  que  les  será 
quitado  el  esposo ;  y  entonces 
a^-unarán. 

16  Y  ninguno  echa  remiendo 


de  paño  recio  en  vestido  viejo : 
porque  se  lleva  quanto  alcanza 
del  vestido,  y  se  hace  peor  la 
rotui-a. 

17  Ni  echan  vino  nuevo  en 
odres  viejos.  De  otra  manera, 
se  rompen  los  odres,  y  se  vierte 
el  vino,  y  se  pierden  los  odres. 
Mas  echan  vino  nuevo  eo  nue- 
vos, y  así  se  conserva  lo  uno  y 
lo  otro. 

18  Diciéndoles  él  estas  cosas, 
he  aquí  un  príncipe  se  llegó  á  él, 
y  le  adoró,  diciendo :  Señor,  a- 
hora  acaba  de  morir  mi  hija; 
mas  ven,  pon  tu  mano  sobre  ella^ 
y  vivirá. 

19  Y  levantándose  Jesús,  le 
fué  siguiendo  con  sus  discípulos. 

20  Y  he  aquí  una  muger,  que 
padecía  fluxo  de  sangre  doce 
años  había,  y  llegándose  por  de- 
trás, tocó  la  orla  de  su  vestido. 

21  Porque  decía  dentro  de  sí : 
Si  tocare  tan  solamente  su  ves- 
tido, seré  sana. 

22  Y  volviéndose  Jesús,  y 
viéndola,  dixo:  Tén  confianza, 
hija,  tu  fé  te  ha  sanado.  Y  que- 
dó sana  la  muger  desde  aquella 
hora. 

23  Y  quando  vino  Jesús  á  la 
casa  de  aquel  Príncipe,  y  vio 
los  tañedores  de  fláutas,  y  una 
tropa  de  gente,  que  hacia  ruido, 
dixo : 

24  Retiraos :  pues  la  muchacha 
no  es  muerta,  sino  que  duerme. 
Y  se  mofaban  de  él. 

25  Y  quando  fué  echada  fuera 
la  gente,  entró :  y  la  tomó  por 
la  mano.  Y  se  levantó  la  mu- 
chacha. 

26  Y  corrió  esta  fama  por  toda 
aquella  tierra. 

27  Y  pasando  Jesús  de  aquel 
lugar,  le  siguieron  dos  ciegos 
gritando,  y  diciendo :  Tén  mi- 


CAPITULO  X. 


17 


sericordia  de  nosotros,  hijo  de 
David. 

28  Y  llegue  á  la  casa,  vinie- 
ron á  él  los  ciegos.  Y  les  dice 
Jesús  :  ¿  Creéis,  que  puedo  ha- 
cer esto  á  vosotros  ?  Ellos  disé- 
ron :  Si  Señor. 

29  Entonces  tocó  sus  ojos,  di- 
ciendo :  Seg^  vuestra  fe  os  sea 
liecho. 

30  Y  fueron  abiertos  sus  ojos; 
y  Jesús  les  amenazó  diciendo: 
3Iirad,  que  nadis  lo  sepa. 

31  Mas  ellos,  saliendo  de  allí, 
lo  publicáron  por  toda  aquella 
tierra. 

32  Y  luego  que  sahéron,  le 
presentaron  un  hombre  mudo, 
poseído  del  demonio. 

33  Y  quando  hubo  lajizado  el 
demonio,  habló  el  mudo,  y  mara- 
villadas las  gentes,  decían :  Nun- 
ca se  Wó  tal  cosa  en  Israel. 

34  Mas  los  Fariseos  decían : 
En  virtud  del  príncipe  de  los  de- 
monios lanza  los  demenios. 

35  Y  rodeaba  Jesús  por  todas 
las  ciudades,  y  villas,  enseñan- 
do en  las  Sinagogas  de  ellos,  y 
predicando  el  Evangeho  del  rey- 
no,  y  sanando  toda  dolencia,  y 
toda  enfermedad. 

36  Y  quando  vio  aquellas  gen- 
tes, se  compadeció  de  ellas  : 
porque  estaban  fatigadas  y  de- 
caídas, como  ovejas,  que  no 
tienen  pastor. 

37  Entonces  dice  á  sus  discí- 
pulos :  La  mies  verdaderamente 
es  mucha,  mas  los  obreros  pocos. 

38  Rogad  pues  al  Señor  de  la 
núes,  que  envié  trabajadores  á 
su  mies. 

CAPITULO  X. 

1         habiendo  convocado  á 
Jl    3US  doce  discípulos, 


les  dió  potestad  sobre  los  espí- 
ritus inmundos,  para  lanzarlos, 
y  para  sanar  toda  dolencia,  y 
toda  em'ermedad. 

2  Y  los  nombres  de  los  doce 
Apóstoles  son  estos.  El  prime- 
ro :  Simón,  que  es  llamado  Pe- 
dro, y  Andrés  su  hermano  ; 

3  Santiago  de  Zebedéo,  y 
(J uan  su  hermano ;  Fehpe  y 
Bartolomé  ;  Tomas,  y  Maieo 
el  Publicano ;  Santiago  de  Al- 
féo  y  Tadeo. 

4  Simón  Cananéo ;  y  Judas 
Iscariotes,  aquel  que  lo  entregó. 

5  A  estos  doce  emió  Jesús, 
mandándoles,  y  diciendo  :  No 
vayáis  á  camino  de  Gentiles,  ni 
entréis  en  las  ciudades  de  los 
Samaritanos  : 

6  Mas  id  antes  á  las  ovejas, 
que  pereciéron  de  la  casa  de  Is- 
rael. 

7  Id,  y  predicad,  diciendo : 
Que  se  acercó  el  reyno  de  los 
cielos. 

8  Sanad  enfermos,  resucitad 
muertos,  limpiad  leprosos,  lan- 
zad demonios  :  graciosamente 
recibisteis,  dad  graciosamente. 

9  No  poseáis  oro,  ni  plata,  ni 
dinero  en  vuestras  faxas  : 

10  No  alforja  para  el  camino, 
ni  dos  túnicas,  ni  calzado,  ni 
bastón :  porque  digno  es  el  tra- 
bajador de  su  alimento. 

11  Y  en  qualquier  ciudad  6 
aldea  en  que  entrareis,  pregun- 
tad quien  hay  en  ella  digno ;  y 
estaos  allí  hasta  que  salgáis. 

12  Y  quando  entréis  en  la  ca- 
sa, saludadla,  diciendo  :  Paz  sea 
en  esta  casa. 

13  Y  si  aquella  casa  fuere 
digna,  vendrá  sobre  ella  vuestra 
paz :  mas  sino  fuere  digna,  vues- 
tra paz  se  volverá  á  vosotros. 

14  Y  todo  el  que  no  os  reci- 


18 


SAN  MATEO. 


biere,  ni  oyere  vuestras  palabras, 
ai  salir  fuera  de  la  casa,  ó  de  la 
ciudad,  sacudid  el  polvo  de  vues- 
tros pies. 

1 5  En  verdad  os  digo :  Que 
será  mas  tolerable  á  la  tierra  de 
los  de  Sodoma,  y  de  Gomorra 
en  el  dia  del  juicio,  que  á  aquella 
ciudad. 

1 6  Ved  que  yo  os  envío  como 
ovejas  en  medio  de  lobos.  Sed 
pues  prudentes  como  serpientes, 
y  sencillos  como  palomas. 

17  Y  guardaos  de  los  hom- 
bres. Porque  os  harán  compa- 
recer en  sus  Audiencias,  y  os 
azotarán  en  sus  Sinagogas  : 

18  Y  seréis  llegados  ante  los 
Gobernadores,  y  los  Reyes  por 
causa  de  mí,  en  testimonio  á 
ellos,  y  á  los  Gentiles. 

19  Y  quando  os  entregaren, 
no  penséis  cómo,  ó  qué  habéis 
de  hablar :  porque  en  aquella 
hora  os  será  dado  lo  que  hayáis 
de  hablar. 

20  Porque  no  sois  vosotros 
los  que  habláis,  sino  el  Espíritu 
de  vuestro  Padre,  que  habla  en 
vosotros. 

21  Y  el  hermano  entregará  á 
muerte  al  hermano,  y  el  padre 
al  hijo ;  y  se  levantarán  los  hijos 
contra  los  padres,  y  los  harán 
morir ; 

22  Y  seréis  aborrecidos  de 
todos  por  mi  nombre  :  mas  el 
que  perseverare  hasta  el  fin,  este 
será  salvo. 

23  Y  quando  os  persiguieren 
en  esa  ciudad,  huid  á  la  otra. 
En  verdad  os  digo,  que  no  aca- 
baréis las  ciudades  de  Israel, 
hajsta  que  venga  el  Hijo  del 
Hombre. 

24  No  es  el  discípulo  mas  que 
su  Maestro,  ni  el  siervo  mas  que 
su  Señor. 


23  Bástale  al  discípulo,  ser 
como  su  Maestro;  y  al  siervo, 
como  su  vSeñor.  Si  llamaron 
Beelzebub  al  padre  de  familias, 
¿  quánto  mas  á  sus  domésticos  ? 

26  Pues  no  los  temáis  ;  porque 
nada  hay  encubierto,  que  no  se 
haya  de  descubrir;  ni  oculto, 
que  no  se  haya  de  saber. 

27  Lo  que  os  digo  en  tinieblas, 
decidlo  en  la  luz ;  y  lo  que  ois  á 
la  oreja,  predicadlo  sobre  los  te- 
jados. 

28  Y  no  temáis  á  los  que  ma- 
tan el  cuerpo,  y  no  pueden  ma- 
tar el  alma  :  temed  ántes  al  que 
puede  echar  el  alma  y  el  cuerpo 
en  el  infierno. 

29  ¿  Por  ventura  no  se  venden 
dos  paxarillos  por  un  quarto  ;  y 
uno  de  ellos  no  caerá  sobre  la 
tierra  sin  vuestro  padre  ? 

30  Aun  los  cabellos  de  vues- 
tra cabeza  están  todos  contados. 

31  No  temáis  pues  ;  porque 
mejores  sois  vosotros  que  muchos 
páxaros. 

32  Todo  aquel  pues  que  me 
confesáre  delante  de  los  hom- 
bres, lo  confesaré  yo  también 
delante  de  mi  Padre,  que  está 
en  los  cielos  : 

33  Y  el  que  me  negare  de- 
lante de  los  hombres,  lo  negaré 
yo  también  delante  de  mi  Padre, 
que  está  en  los  cielos. 

34  No  penséis,  que  vine  á  me- 
ter paz  sobre  la  tierra  :  no  vine 
á  meter  paz,  sino  espada. 

35  Porque  vine  á  separar  al 
hombre  contra  su  padre,  y  á  la 
hija  contra  su  madre,  y  á  la 
nuera  contra  su  suegra  : 

36  Y  los  enemigos  del  hom- 
bre, los  de  su  casa. 

37  El  que  ama  á  padre,  6  k 
madre  mas  que  á  mí,  no  es  dig- 
no de  mí.    Y  el  que  ama  á  hijo. 


CA1>ITÜL0  XI. 


19 


6  á  hija  noas  qtie  á  mi,  no  es  dig- 
no de  mí. 

38  Y  el  que  no  tcana  su  cruz, 
y  me  sig-ue,  no  es  digno  de  mí. 

39  El  que  halla  su  alma,  la 
perderá ;  y  el  que  perdiere  su 
abra  por  mí,  la  hallará. 

40  El  que  á  vosotros  recibe, 
á  mí  recibe  ;  y  el  que  á  mí  re- 
cibe, recibe  á  aquel  que  me 
envió. 

41  El  que  recibe  á  un  Pro- 
feta en  nombre  de  Profeta, 
galardón  de  Profeta  recibii-á; 
y  el  que  recibe  á  un  justo  en 
nombre  de  justo,  galardón  de 
justo  recibirá. 

42  Y  todo  el  que  diere  á  beber 
á  uno  de  aquellos  pequeñitos  un 
vaso  de  agua  fria  tan  solamente 
en  nombre  de  discípulo,  en  ver- 
dad os  digo,  que  no  perderá  su 
galardón. 

CAPITULO  XI. 

1  "^T"  acaeció,  que  quando 

jL  Jesús  acabó  de  dar  es- 
tas instrucciones  á  sus  doce  dis- 
cípulos, pasó  de  allí  á  enseñar  y 
predicar  en  las  ciudades  de  ellos. 

2  Y  como  Juan  estando  en  la 
cárcel  oyese  las  obras  de  Cris- 
to, envió  dos  de  sus  discípulos, 

3  Y  le  dixo:  ¿  Eres  tú  el  que 
ha  de  venir,  ó  esperamos  á  otro? 

4  Y  respondiendo  Jesús,  les 
dixo :  Id  y  contad  á  Juan  lo  que 
habéis  oido,  y  visto. 

5  Los  ciegos  ven,  los  coxos 
andan,  los  lepresos  son  limpia- 
dos, los  sordos  oyen,  los  muertos 
resucitan,  y  á  los  pobres  les  es 
anunciado  el  Evangelio : 

6  Y  bienaventurado,  el  que 
no  fuere  escandalizado  en  mí. 

7  Y  luego  que  ellos  se  fueron, 
comenzó  Jesús  á  hablar  de  Juan 


á  las  gentes :  ¿  Qué  salisteis  á 
ver  al  desierto  ?  ¿  una  caña  mo- 
vida del  viento  ? 

8  ¿Mas  que  salisteis  á  ver? 
¿  un  hombre  vestido  de  ropas  de- 
licadas ?  Cierto  los  que  visten 
ropas  delicadas,  en  casas  de 
Reyes  están. 

9  ¿Mas  qué  salisteis  á  ver? 
¿•^un  Profeta?  Ciertamente  os 
digo,  y  aun  mas  que  Profeta. 

10  Porque  este  es,  de  quien 
está  escrito :  He  aquí  yo  envió 
mi  Angel  ante  tu  faz,  que  apa- 
rejará tu  camino  delante  de  tí. 

1 1  En  verdad  os  digo :  que 
entre  los  nacidos  de  mugeres  no 
se  levantó  mayor  que  Juan  el 
Bautista ;  mas  el  que  menor  es 
en  el  reyno  de  los  cielos,  mayor 
es  que  él. 

12  Y  desde  los  dias  de  Juan 
el  Bautista  hasta  ahora,  el  reyno 
de  los  cielos  padece  fuerza,  y  los 
que  se  la  hacen,  lo  arrebatan. 

13  Porque  todos  los  Profetas 
y  la  Ley  hasta  Juan  profetiza^ 
ron: 

14  Y  si  queréis  recibir,  él  es 
aquel  Elias,  que  ha  de  venir. 

15  El  que  tiene  orejas  para 
oir,  oyga. 

16  ¿  Mas  á  quién  diré  que  es 
semejante  esta  generación  ?  Se- 
mejante es  á  unos  muchachos 
que  están  sentados  en  la  plaza, 
y  gritando  á  sus  iguales, 

17  Dicen :  Os  cantamos,  y  no 
baylasteis ;  lloramos,  y  no  plañis- 
teis. 

18  Porque  vino  Juan,  que  ni 
comia,  ni  bebia,  y  dicen :  De- 
monio tiene. 

19  Vino  el  hijo  del  hombre, 
que  come  y  bebe,  y  dicen :  He 
aquí  un  hombre  glotón,  y  bebe- 
dor de  vino,  amigo  de  Publica- 
nos,  y  de  pecadores.   Mas  la  sa- 


30 


SAN  MATEO. 


biduría  ha  sido  justificada  por 

sus  hijos. 

20  Entonces  comenzó  á  re- 
conrenir  á  las  ciudades,  en  que 
fueron  hechas  muy  muchas  de 
sus  maravillas,  de  que  no  habian 
hecho  penitencia. 

21  ¡  Ay  de  tí,  Corozain !  ¡Ay 
de  ti,  Betsaida  !  que  si  en  Ty- 
ro,  y  en  Sidón  se  hubieran  he- 
cho las  maravillas  que  han  sido 
hechas  en  vosotras,  ya  mucho  ha 
que  hubieran  hecho  penitencia 
en  cilicio  y  en  ceniza. 

22  Por  tanto  os  dig-o :  Que 
habrá  menos  rig"or  para  Tyro  y 
Sidón,  que  para  vosotras  en  el 
dia  del  juicio. 

23  ¿  Y  tú  Cafamaum,  por 
ventura  te  alzaras  hasta  el  cielo  ? 
hasta  el  infierno  descenderás. 
Porque  si  en  Sodoma  se  hu- 
bieran hecho  los  prodig-ios,  que 
han  sido  hechos  en  tí,  tal  vez 
hubieran  permanecido  hasta  este 
dia. 

24  Por  tanto  os  digt),  que  en  el 
dia  del  juicio  habrá  ménos  rigor 
para  la  tierra  de  Sodoma  que 
para  tí. 

25  En  aquel  tiempo  respon- 
diendo Jesús,  dixo  :  Doy  gloria 
á  tí,  Padre,  Señor  del  cielo  y  de 
la  tierra,  porque  escondiste  estas 
cosas  á  los  sabios  y  entendidos, 
y  las  has  descubierto  á  los  pár- 
vulos. 

26  Así  es.  Padre :  porque  así 
fué  de  tu  agrado. 

27  Mi  Padre  puso  en  mis  ma- 
nos todas  las  cosas.  Y  nadie 
conoce  al  Hijo,  sino  el  Padre  ; 
ni  conoce  ninguno  al  Padre,  si- 
no el  Hijo,  y  aquel  á  quien  lo 
quisiere  revelar  el  Hijo. 

28  Venid  á  mí  todos  los  que 
estáis  trabajados,  y  cargados,  y 
yo  os  aliviaré. 


29  Traed  mi  yugo  sobre  vo- 
sotros, y  aprended  de  mí,  qué 
manso  soy,  y  humilde  de  cora- 
zón, y  hallareis  reposo  para 
vuestras  almas. 

30  Porque  mi  yugo  suave  es, 
y  mi  carga  hgera. 

CAPITULO  xn. 

1  iri  N  aquel  tiempo  andaba 
JL-J  Jesús  un  dia  de  Sába- 
do por  unos  sembrados;  y  sus 
discípulos,  como  tuviesen  ham- 
bre, comenzáron  á  cortar  espi- 
gas, y  á  comer. 

2  Y  los  Fariseos,  quando  lo 
vieron,  le  dixéron :  Álira  que 
tus  discípulos  hacen,  lo  que  no 
es  lícito  hacer  en  Sábado. 

3  Pero  él  les  dixo:  ¿No  ha- 
béis leido  lo  que  hizo  David, 
quando  él  tuvo  hambre,  y  los 
que  con  él  estaban? 

4  ¿  Cómo  entró  en  la  casa  de 
Dios,  y  comió  los  panes  de  la 
proposición,  que  no  le  era  lícito 
comer,  ni  á  aquellos  que  con  él 
estaban,  sino  á  solos  los  Sacer- 
dotes ? 

5  ¿O  no  habéis  leido  en  la 
Ley,  que  los  Sacerdotes  los  Sá- 
bados en  el  templo  quebrantan 
el  Sábado,  y  son  sin  pecado  ? 

6  Pues  dígoos,  que  aquí  está, 
el  que  es  mayor  que  el  templo. 

7  Y  si  supieseis  qué  es :  Mi- 
sericordia quiero,  y  no  sacrificio; 
jamas  condenaríais  á  los  ino- 
centes : 

8  Porque  el  Hijo  del  hombre 
es  Señor  aun  del  Sábado. 

9  Y  habiendo  pasado  de  allí, 
vino  á  la  Sinagoga  de  ellos. 

10  Y  he  aquí  un  hombre  que 
tenia  la  mano  seca,  y  ellos  por 
acusarle,  le  preguntaron,  dicien- 
do: Si  es  lícito  curar  en  loe 
Sábados  ? 


CAPITULO  XII. 


21 


11  Y  él  les  dixo :  ¿  Qué  hom- 
bre habrá  de  vosotros,  que  tenga 

una  oveja,  y  si  esta  cayere  el 
Sábado  en  un  hoyo,  por  ventura 
no  echará  mano,  y  la  sacará  ? 

12  ¿  Pues  quánto  mas  vale  un 
hombre  que  una  oveja  ?  Así  que 
lícito  es  hacer  bien  en  Sábados. 

1 3  Entónces  dixo  al  hombre : 
Extiende  tu  mano.  Y  él  la  ex- 
tendió, y  le  filé  restituida  sana 
como  la  otra. 

14  Mas  los  Fariseos  saliendo 
de  allí,  consultaban  contra  él, 
como  le  harían  morír. 

15  Y  Jesús  sabiéndolo,  se 
retiró  de  aquel  lugar ;  y  fueron 
muchos  en  pos  de  él,  y  los  sanó 
á  todos : 

16  Y  les  mandó,  que  no  le 
descubriesen. 

17  Para  que  se  cumpliese,  lo 
que  fué  dicho  por  el  Profeta 
Isaías,  que  dice : 

18  He  aquí  mi  siervo,  que 
escogí,  mi  amado,  en  quien  se 
agradó  mi  alma.  Pondré  mi 
espíritu  sobre  él,  y  anunciará 
justicia  á  las  gentes. 

19  No  contenderá,  ni  voceará, 
ni  oirá  ninguno  su  voz  en  las 
plazas  : 

20  No  quebrará  la  caña  que 
está  cascada,  ni  apagará  la  tor- 
cida que  humea,  hasta  que  saque 
á  victoria  el  juicio : 

21  Y  las  gentes  esperarán  en 
su  nombre. 

22  Entonces  le  traxéron  un 
endemoniado,  ciego  y  mudo,  y  le 
sanó ;  de  modo  que  habló  y  vio. 

23  Y  quedaban  pasmadas  to- 
das las  gentes,  y  decían :  ¿  Por 
ventura  es  este  el  Hijo  de  David? 

24  Mas  los  Fariséos,  oyén- 
dolo, decían :  Este  no  lanza  los 
demonios  sino  en  virtud  de  Beel- 
zebul)  pnucipe  de  los  demonios. 


25  Y  Jesús  sabiendo  los  pen- 
samientos de  eUos,  les  dixo :  To- 
do reyno  dividido  contra  sí  mis- 
mo, desolado  será;  y  toda  ciudad, 
ó  casa  dividida  contra  sí  misma, 
no  subsistirá. 

26  Y  si  Satanás  echa  fuera  á 
Satanás,  contra  sí  mismo  está 
jdividido  :  ¿  pues  cómo  subsistirá 
su  reyno  ? 

27  Y  si  yo  lanzo  los  demonios 
en  virtud  de  Beelzebub,  ¿  en 
virtud  de  quién  los  lanzan  vues- 
tros hijos?  Por  eso  serán  ellos 
vuestros  jueces. 

28  Mas  si  yo  lanzo  los  demo- 
nios por  el  espíritu  de  Dios,  cier- 
tamente á  vosotros  ha  llegado  el 
reyno  de  Dios. 

29  ¿  O  como  puede  alguno 
entrar  en  la  casa  del  fuerte,  y 
saquear  sus  alhajas,  si  primero 
no  hubiere  atado  al  fuerte?  y 
entonces  saqueará  su  casa. 

30  El  que  no  es  conmigo, 
contra  mí  es ;  y  el  que  no  allega 
conmigo,  esparce. 

31  Por  tanto  os  digo :  Todo 
pecado  y  blasfemia  serán  per- 
donados á  los  hombres,  mas  la 
blasfemia  del  espíritu  no  será 
perdonada. 

32  Y  todo  el  que  dixere  pala- 
bra contra  el  hijo  del  hombre, 
perdonada  le  será ;  mas  el  que 
la  dixere  contra  el  Espíritu  San- 
to, no  se  le  perdonará  ni  en  este 
siglo,  ni  en  el  otro. 

33  O  haced  el  árbol  bueno,  y 
su  fruto  bueno ;  ó  haced  el  árbch 
malo,  y  su  fruto  malo:  porque 
el  árbol  por  el  fruto  es  conocido. 

34  Raza  de  víboras,  ¿cómo 
podéis  hablar  cosas  buenas,  sien- 
do malos?  porque  de  la  abun- 
dancia del  corazón  habla  la  boca. 

35  El  hombre  bueno  del  buen 
tesoro  saca  buenas  cosas;  mas 


SAN  MATEO. 


el  hombre  malo  del  mal  tesoro 
saca  malas  cosas. 

36  Y  díg-oos,  que  de  toda  pala- 
bra ociosa  que  hablaren  los  hom- 
bres, darán  cuenta  de  ella  en  el 
dia  del  juicio. 

37  Porque  por  tus  palabras 
serás  justificado,  y  por  tus  pala- 
bras serás  condenado. 

38  Entonces  le  respondieron 
ciertos  Escribas  y  Fariseos,  di- 
ciendo: Maestro,  queremos  ver 
señal  de  tí. 

39  El  les  respondió  diciendo : 
La  g-eneracion  mala  y  adulterina 
señal  pide ;  mas  no  le  será  dada 
señal,  sino  la  señal  de  Joñas  el 
Profeta : 

40  Porque  así  como  Joñas 
estuvo  tres  dias,  y  tres  noches 
en  el  vientre  de  la  ballena,  así 
estará  el  Hijo  del  hombre  tres 
dias,  y  tres  noches  en  el  corazón 
de  la  tierra. 

41  Los  Ninivitas  se  levanta- 
rán en  juicio  con  esta  genera- 
ción, y  la  condenarán :  porque 
hicieron  penitencia  por  la  predi- 
cación de  Jonás.  Y  he  aquí  en 
este  lugar  mas  que  Jonás. 

42  La  Reyna  del  Austro  se 
levantará  en  juicio  con  esta 
generación,  y  la  condenará :  por- 
que vino  de  los  fines  de  la  tierra 
á  oir  la  sabiduría  de-^alomón,  y 
Le  aquí  mas  que  Salomón. 

43  Quando  el  espíritu  inmun- 
do ha  salido  de  un  hombre,  anda 
por  lugares  secos,  buscando  re- 
poso, y  no  le  halla. 

44  Entonces  dice :  Me  volveré 
á  mi  casa,  de  donde  salí.  Y 
quando  viene,  hállala  desocupa- 
da, barrida,  y  alhgjada. 

45  Entonces  va,  y  toma  con- 
sigo otros  siete  espíritus  peores 
que  él,  y  entran  dentro,  y  moran 
allí :  y  lo  postrero  de  aquel  hom- 


bre es  peor  que  lo  primero.  Así 
también  acontecerá  á  esta  gene- 
ración muy  mala. 

46  Quando  estaba  todavía  ha- 
blando á  las  gentes,  he  aquí  su 
madre  y  hermanos  estaban  fuera, 
que  le  querían  hablar. 

47  Y  le  dixo  uno :  Mira  que 
tu  madre,  y  tus  hermanos  están 
fuera,  y  te  buscan. 

48  Y  él  respondiendo  al  que 
le  hablaba,  le  dixo  :  ¿  Quién  es 
mi  madre,  y  quienes  son  mis  her- 
manos ? 

49  Y  extendiendo  la  mano  ha- 
cia sus  discípulos,  dixo:  Ved 
aquí  mi  madre,  y  mis  hermanos. 

50  Porque  todo  aquel  que  hi- 
ciere la  voluntad  de  mi  Padre, 
que  está  en  los  cielos,  ese  es  mi 
hermano,  y  hermana,  y  madre. 

CAPITULO  XIII. 

1  TT^N  aquel  dia  saliendo 
JLLá  Jesús  de  la  casa,  se 

sentó  á  la  orilla  de  la  mar. 

2  Y  se  llegáron  á  él-  muchas 
gentes  ;  por  manera  que  entran- 
do en  un  barco  se  sentó  ;  y  toda 
la  gente  estaba  en  pie  á  la  ribera, 

3  Y  les  habló  muchas  cosas 
por  parábolas,  diciendo:  He  aquí 
que  salió  un  sembrador  á  sem- 
brar. 

4  Y  quando  sembraba,  algu- 
nas semillas  cayeron  junto  al 
camino,  y  viniéron  las  aves  del 
cielo,  y  las  comieron  ; 

5  Otras  cayeron  en  lugares 
pedregosos,  en  donde  no  tenían 
mucha  tierra ;  y  n?.ciéron  lueg-o, 
porque  no  teuian  tierra  profunda: 

6  Mas  en  saliendo  el  sol,  se 
quemaron,  y  se  secáron,  porque 
no  teuian  raiz : 

7  Y  otras  cayeron  sobre  las 
espinas ;  y  crecieron  las  espinas, 
y  las  ahogaron. 


CAPITULO  xm. 


23 


8  Y  otras  cayeron  en  tierra 
buena,  y  rendían  fruto ;  una  á 
ciento,  otra  a  sesenta,  y  otra  á 
treinta. 

9  El  que  tiene  orejas  para  oir, 
oyga. 

1 0  Y  lleg-ándose  los  discípulos, 
le  dixéron :  ¿  por  qué  les  hablas 
por  parábolas  ? 

1 1  El  les  respondió,  y  dixo  : 
Porque  á  vosotros  os  es  dado  sa- 
ber los  misterios  del  réyno  de 
los  cielos ;  mas  á  eUos  no  les  es 
dado. 

12  Porque  al  que  tiene,  se  le 
dará,  y  tendrá  mas  ;  mas  al  que 
no  tiene,  aun  lo  que  tiene,  se  le 
quitará. 

13  Por  eso  les  hablo  por  pará- 
bolas :  porque  viendo  no  vén ;  y 
oyendo  no  oyen,  ni  entienden. 

14  Y  se  cumple  en  ellos  la 
profecía  de  Isaías,  que  dice  : 
De  oido  oiréis,  y  no  entenderéis ; 
y  viendo  veréis,  y  no  veréis. 

15  Porque  el  corazón  de  este 
pueblo  se  ha  engrosado,  y  de  las 
orejas  oyeron  pesadamente,  y 
cerráron  sus  ojos ;  para  que  no 
vean  de  los  ojos,  y  oygan  de  las 
orejas,  y  del  corazón  entiendan, 
y  se  conviertan,  y  los  sane. 

16  Mas  bienaventurados  vues- 
tros ojos,  porque  vén;  y  vuestras 
orejas,  porque  oyen. 

17  Porque  en  verdad  os  dig-o, 
que  muchos  Profetas  y  justos 
codiciáron  ver  lo  que  veis,  y  no 
lo  viéron ;  y  oir  lo  que  ois,  y  no 
lo  oyéron. 

18  Vosotros  pues  oid  la  pará- 
bola del  que  siembra. 

19  Qualquiera  que  oye  la  pa- 
labra del  reyno,  y  no  la  entiende, 
viene  el  malo,  y  arrebata  lo  que 
se  sembró  en  su  corazón:  este 
es  el  que  fué  sembrado  junto  al 
camino. 


I    20  Mas  el  que  fué  sembrado 
I  sobre  las  piedras,  este  es  el  que 
oye  la  palabra,  y  por  el  pronto 
la  recibe  con  gozo: 

21  Pero  no  tiene  en  sí  raíz, 
ántes  es  de  poca  duración :  y 
quando  le  sobreviene  tribulación 
y  persecución  por  la  palabra, 
luego  se  escandaliza. 
"  22  Y  el  que  fué  sembrado  en- 
tre las  espinas,  este  es  el  que 
oye  la  palabra ;  pero  los  cuidados 
de  este  siglo,  y  el  engaño  de  las 
riquezas  ahogan  la  palabra,  y 
queda  infructuosa. 

23  Y  el  que  fué  sembrado  en 
tierra  buena,  este  es  el  que  oye 
la  palabra,  y  la  entiende,  y  lleva 
fruto :  y  uno  lleva  á  ciento,  y 
otro  á  sesenta,  y  otro  á  treinta. 

24  Otra  parábola  les  propuso, 
diciendo :  Semejante  es  el  reyno 
de  los  cielos  á  un  hombre,  que 
sembró  buena  simiente  en  su 
campo: 

23  Y  miéntras  dormían  los 
hombres,  vino  su  enemigo,  y 
sembró  zizaña  en  medio  del  tri- 
go, y  se  fué : 

26  Y  después  que  creció  la 
yerba,  é  hizo  fruto,  apareció  tam- 
bién entonces  la  zizaña. 

27  Y  llegando  los  siervos  del 
padre  de  familias,  le  dixéron  : 
¿  Señor,  por  ventura  no  sembras- 
te buena  simiente  en  tu  campo  ^ 
¿  pues  de  donde  tiene  zizaña  ? 

28  Y  les  dixo :  Hombre  ene- 
migo ha  hecho  esto.  Y  le  dixé- 
ron los  siervos :  ¿  Quieres  que 
vamos,  y  la  cojamos  ? 

29  No,  les  respondió  :  no  sea 
que  cogiendo  la  zizaña,  arran- 
quéis también  con  ella  el  trigo. 

30  Dexad  crecer  lo  uno  y  lo 
otro  hasta  la  siega ;  y  en  el  tiem- 
po de  la  siega  diré  á  los  sega- 
dores :  Coged  primeramente  la 


24 


SAN  MArao. 


ztzaña,  y  atsidla  en  manojos  para 
quemarla ;  mas  el  trigo  recoged- 
lo  en  mi  granero. 

31  Otra  parábola  les  propuso, 
diciendo :  Semejante  es  el  reyno 
de  los  cielos  á  un  grano  de  mos- 
taza, que  tomó  un  hombre,  y 
sembró  en  su  campo  : 

32  Este  en  verdad  es  el  menor 
de  todas  las  simientes ;  pero  des- 
pués que  crece,  es  mayor  que 
todas  las  legumbres,  y  se  hace 
árbol,  de  modo  que  las  aves  del 
cielo  vienen  á  anidar  en  sus  ra- 
mas. 

33  Les  dixo  otra  parábola. 
Semejante  es  el  rejTio  de  los 
cielos  á  la  levadura  que  toma 
una  muger,  y  la  esconde  en  tres 
medidas  de  harina,  hasta  que  to- 
do queda  fermentado. 

34  Todas  estas  cosas  habló 
Jesús  al  pueblo  por  parábolas  ; 
y  no  le  hablaba  sin  parábolas : 

35  Para  que  se  cumpliese,  lo 
que  habia  dicho  el  Profeta,  que 
dice :  Abriré  en  parábolas  mi 
boca ;  rebosaré  cosas  escondidas 
desde  el  establecimiento  del 
mundo. 

36  Entonces  despedidas  las 
gentes,  se  vino  á  casa ;  y  llegán- 
dose á  él  sus  discípulos,  le  di- 
xéron:  Explícanos  la  parábola 
de  la  zizaña  del  campo. 

37  El  les  respondió,  y  dixo : 
El  que  siembra  la  buena  simien- 
te, es  el  Hijo  del  hombre  ; 

38  Y  el  campo  es  el  mundo ; 
y  la  buena  simiente  son  los  hijos 
del  reyno;  y  la  zizaña  son  los 
hijos  de  la  iniquidad  ; 

39  Y  el  enemigo,  que  la  sem- 
bró, es  el  diablo ;  y  la  siega,  es 
la  consumación  del  siglo  ;  y  los 
segadores,  son  los  Angeles. 

40  Por  manera  que  así  como 
es  cogida  la  zizaña,  y  quemada 


al  fuego,  así  será  en  la  consu- 
mación del  siglo. 

41  Enviará  el  Hijo  del  hombre 
sus  Angeles,  y  cogerán  de  su 
reyno  todos  los  escándalos,  y  á 
los  que  obran  iniquidad ; 

42  Y  echárloshan  en  el  homo 
del  fu^o :  allí  será  el  llanto,  y 
el  crugir  de  dientes. 

43  Entónces  los  justos  res- 
plandecerán como  el  Sol  en  el 
reyno  de  su  Padre.  El  que  tie- 
ne orejas  para  oir,  oyga. 

44  Semejante  es  el  reyno  de 
los  cielos  á  un  tesoro  escondido 
en  el  campo,  que  quando  lo  lialla 
un  hombre,  lo  esconde ;  y  por  el 
gozo  de  ello  va,  y  vende  quanto 
tiene,  y  compra  aquel  campo. 

45  Asimismo  es  semejante  el 
reyno  de  los  cielos  á  un  hombre 
negociante,  que  busca  buenas 
perlas : 

46  Y  habiendo  hallado  una  de 
gran  precio,  se  fué,  y  vendió 
quanto  tenia,  y  la  compró. 

47  También  el  reyno  de  los 
cielos  es  semejante  á  una  red, 
que  echada  en  la  mar,  allega  to- 
do género  de  peces : 

48  Y  quando  está  llena,  la 
sacan  á  la  orilla,  y  sentados  allí, 
escogen  los  buenos,  y  los  meten 
en  vasijas,  y  echan  fuera  á  los 
malos. 

49  Así  será  en  la  consuma- 
ción del  siglo:  saldrán  los  Ange- 
les, y  apartarán  á  los  malos  de 
entre  los  justos, 

50  Y  los  meterán  en  el  horno 
del  fuego :  allí  será  el  llanto,  y 
el  crugir  de  dientes. 

51  ¿Habéis  entendido  todas 
estas  cosas  ?  Ellos  "dixéron :  Sí. 

52  Y  les  dixo :  Por  eso  todo 
Escriba  instruido  en  el  reyno 
de  los  cielos,  es  semejante  á 
un  padre  de  familias,  que  saca 


CAPITULO  XIV. 


25 


de  su  tesoro  cosas  nuevas  j 
j  viejas. 

I      53  Y  qnando  Jesús  hubo  aca- 
I  bado  estas  parábolas,  se  fué  de 
aUí. 

64  Y  vino  á  su  patria,  y  los 
instruía  en  las  Sinag-ogas  de  e- 
llos  ;  de  modo  que  se  maravilla- 
ban, y  decían :  ¿  De  donde  á  este 
este  saber,  y  maravillas  ? 

55  ¿  Por  ventura  no  es  este  el 
hijo  del  Artesano  ?  ¿  No  se  llama 
su  madre  María,  y  sus  hermanos 
Santiago,  y  Josef,  y  Simón,  y 
Judas? 

56  ¿  Y  sus  hermanas  no  están 
todas  entre  nosotros  ?  ¿  Pues  de 
donde  á  este  todas  estas  cosas  ? 

57  Y  se  escandalizaban  en  él. 
IMas  les  díxo  Jesús ;  No  hay 
Profeta  sin  honra,  sino  eri  su 
patria,  y  en  su  casa. 

58  Y  no  hizo  allí  muchos  mi- 
lagros, á  causa  de  la  incredulidad 
de  ellos. 

CAPITULO  XIV. 

1  Xj^^  aquel  tiempo  He- 
Há   ródes  el  Tetrarchá 

oyó  la  fama  de  Jesús  : 

2  Y  díxo  á  sus  criados  :  Este 
es  Juan  el  Bautista,  que  resucitó 
de  entre  los  muertos ;  y  por  eso 
virtudes  obran  en  él. 

»  3  Porque  Heredes  había  he- 
cho prender  á  Juan,  y  atado, 
ponerle  en  la  cárcel,  por  causa  de 
Herodías  mug-er  de  su  hermano. 

4  Porque  le  decía  Juan  :  No 
te  es  lícito  tenerla. 

5  Y  queriéndole  matar,  temía 
al  pueblo:  porque  le  miraban 
como  á  un  Profeta. 

6  Mas  el  día  del  nacimiento 
de  Herádes  la  hija  de  Herodías 
danzó  delan&e  de  todos,  y  agradó 
á  Hero'des. 


7  Por  lo  que  prometió  con 
juramento,  que  le  daría  todo  lo 
que  le  pidiese. 

8  Y  ella  prevenida  por  su  ma- 
dre, díxo :  Dame  aquí  en  un 
plato  la  cabeza  de  Juan  el  Bau- 
tista. 

9  Y  el  Rey  se  entristeció: 
«as  por  el  juramento,  y  por  los 
que  estaban  con  él  á  la  mesa,  se 
la  mandó  dar. 

10  Y  envió,  é  hizo  degollar  á 
Juan  en  la  cárcel ; 

11  Y  fué  traída  su  cabeza 
en  un  plato,  y  dada  á  la  mucha- 
cha ;  y  ella  la  llevó  á  su  madre. 

12  Y  vinieron  sus  discípulos, 
y  tomáron  su  cuerpo,  y  lo  enter- 
raron ;  y  fuéron  á  dar  la  nueva 
á  Jesús. 

13  Y  quando  lo  oyó  Jesús,  se 
retiró  de  allí  en  un  barco  á  un 
lugar  desierto  apartado  :  y  ha- 
biéndolo oído  las  gentes,  le  si- 
guieron á  píe  de  las  ciudades. 

14  Y  quando  salió,  vió  una 
grande  multitud  de  gente,  y  tuvo 
de  ellos  compasión,  y  sanó  los 
enfermos  de  ellos. 

15  Y  venida  la  tarde,  se  llega- 
ron á  él  sus  discípulos,  y  le  dixé- 
ron :  Desierto  es  este  lugar,  y  la 
hora  ya  es  pasada ;  despacha  las 
gentes,  para  que  pasando  á  las 
aldeas,  se  compren  que  comer. 

16  Y  les  dixo  Jesús :  No  tie- 
nen necesidad  de  irse  :  dadles 
vosotros  de  comer. 

17  Le  respondiéron :  No  te- 
nemos aquí  sino  cinco  panes,  y 
dos  peces. 

18  Jesús  les  dixo:  Traédme- 
los acá. 

19  Y  habiendo  mandado  á  la 
gente,  que  se  recostase  sobre  el 
heno,  tomó  los  cinc©  panes,  y 
los  dos  peces ;  y  alzando  los  ojos 
al  cielo,  bendixo,  y  partió  los  pa- 

2 


26 


SAN  MATEO. 


nes,  y  iOs  dio  á  los  discípulos,  y 
los  discípulos  á  las  g-entes  : 

20  Y  comiéron  todos,  y  se  sa- 
ciaron :  y  alzaron  las  sobras, 
doce  cestos  llenos  de  pedazos ; 

21  Y  el  número  de  los  que 
comiéron  fué  cinco  mil  hombres, 
sin  contar  mujeres,  y  niños. 

22  Y  Jesús  hizo  subir  luego  á 
sus  discípulos  en  el  barco,  y  que 
pasasen  antes  que  él  á  la  otra 
ribera  del  lago,  mientras  despe- 
día la  gente. 

23  Y  luego  que  la  despidió, 
subió  á  un  monte  solo  á  orar.  Y 
quando  vino  la  noche,  estaba  él 
allí  solo. 

24  Y  el  barco  en  medio  de  la 
mar  era  combatido  de  las  ondas  : 
porque  el  viento  era  contrario. 

25  Mas  á  la  quarta  vigilia  de 
la  noche  vino  Jesús  acia  eUos 
andando  sobre  la  mar. 

26  Y  quando  le  viéron  andar 
sobre  la  mar,  se  turbaron,  y  de- 
cían :  Que  es  fantasma.  Y  de 
miedo  comenzaron  á  dar  voces. 

27  Mas  Jesús  les  habló  al  mis- 
mo tiempo,  y  dixo  :  Tened  buen 
ánimo  :  yo  soy,  no  temáis. 

28  Y  respondió  Pedro,  y  dixo : 
Señor,  si  tú  eres,  mándame  venir 
á  tí  sobre  las  aguas. 

29  Y  él  le  dixo:  Ven.  Y 
baxando  Pedro  del  barco,  an- 
daba sobre  el  agua  para  llegar  á 
Jesús. 

30  Mas  viendo  el  viento  recio, 
tuvo  miedo  :  y  como  empezase  á 
hundirse,  dio  voces  diciendo : 
Valedme,  Señor. 

31  Y  luego  extendiendo  Jesús 
la  mano,  travó  de  él,  y  le  dixo : 
Hombre  de  poca  fe,  ¿  por  qué 
dudaste  ? 

32  Y  luego  que  entraron  en 
el  barco,  cesó  el  viento. 

33  Y  los  que  estaban  en  el 


barco,  viu'.éron,  y  le  adoraron, 
diciendo :  Verdaderamente  Hijo 
de  Dios  eres. 

34  Y  habiendo  pasado  á  la 
otra  parte  del  lago,  fueron  á  la 
tierra  de  Genesar. 

35  Y  después  que  le  conocie- 
ron los  hombres  de  aquel  lugar, 
enviaron  por  toda  aquella  tierra, 
y  le  presentáron  todos  quantos 
padecían  algún  mal  : 

36  Y  le  rogaban,  que  les  per- 
mitiese tocar  siquiera  la  orla  de 
su  vestido.  Y  quantoa  la  toca- 
ron, quedáron  sanos. 

CAPITULO  XV. 

1  TjlNTONCES  se  llegaron 
Mlá    á  él  unos  Escribas  y 

Fariséos  de  Jerusalém,  diciendo  : 

2  ¿Por  qué  tus  discípulos 
traspasan  la  tradición  de  los  an- 
cianos? Pues  no  se  lavan  las 
manos,  quando  comen  pan. 

3  Y  él  respondiendo  les  dixo : 
¿  Y  vosotros  por  qué  traspasáis  el 
mandamiento  de  Dios  por  vues- 
tra tradición?  pues  Dios  dixo: 

4  Honra  al  padre  y  á  la  ma- 
dre. Y :  Quien  maldixere  al 
padre  ó  á  la  madre,  muera  de 
muerte. 

5  Mas  vosotros  decís :  Qual- 
quiera  que  dixere  al  padre  ó  á 
la  madre :  todo  don  que  yo  ofre- 
ciere, á  tí  aprovechará : 

6  Y  no  honrará  á  su  padre  ó 
á  su  madre ;  y  habéis  hecho  vano 
el  mandamiento  de  Dios  por 
vuestra  tradición. 

7  Hipócritas,  bien  profetizo 
de  vosotros  Isaías,  diciendo  : 

8  Este  pueblo  con  los  labios 
me  honra ;  mas  el  corazón  de 
ellos  léxos  está  de  mí. 

9  Y  en  vano  me  honran,  en- 
señando doctriaas  y  inandainien^ 
tos  de  hombres. 


CAPITULO  XV 

10  Y- habiendo  convocado  así 
á  las  g-entes,  les  dixo :  Oid  y  en- 
tended. 

11  No  ensucia  al  hombre,  lo 
que  entra  en  la  boca ;  mas  lo 
que  sale  de  la  boca,  eso  ensucia 
al  hombre. 

12  Entonces  llegándose  sus 
discípulos,  le  dixéron  :  ■  Sabes,- 
que  los  Fariséos  se  han  escanda- 
lizado, quando  han  oído  esta  pa- 
labra? 

13  Mas  él  respondiendo  dixo  : 
Toda  planta,  que  no  plantó  mi 
Padre  celestial,  arrancada  será 
de  raiz. 

14  Dexadlos :  cieg-os  son,  y 
guias  de  ciegos.  Y  si  un  ciego 
guia  á  otro  ciego,  entrambos 
caen  en  el  hoyo. 

15  Y  respondiendo  Pedro  le 
dixo  :  Explícanos  esa  parábola. 

16  Y  dixo  Jesús  ;  ¿  Aun  tam- 
bién rosoti'os  sois  sin  entendi- 
miento ? 

n  ¿  No  comprehendeis,  que 
toda  cosa  que  entra  en  la  boca, 
va  al  vientre,  y  es  echado  en  un 
lugar  secreto  ? 

1 8  Mas  lo  que  sale  de  la  boca, 
del  corazón  sade,  y  esto  ensucia 
al  hombre : 

19  Porque  del  corazón  salen 
Jos  pensamientos  malos,  homici- 
dios, adulterios,  fornicaciones, 
hurtos,  falsos  testimonios,  blas- 
femias. 

20  Estas  cosas  son  las  que  en- 
f  ucian  al  hombre ;  mas  el  co- 
mer con  las  manos  sin  lavar,  no 
ensucia  al  hombre. 

21  Y  saliendo  Jesús  de  allí,  se 
fué  á  las  partes  de  Tiro  y  de 
Sidón. 

22  Y  he  aquí  una  muger  Ca- 
nanéa,  que  habia  salido  de  aque- 
llos términos,  y  clamaba  dicién- 
dole  :  Señor,  hijo  de  David,  ten ; 


27 


piedad  de  mí ;  mi  hija  es  mala- 
mente atormentada  del  demonio. 

23  Y  él  no  le  respondió  pala- 
bra. Y  llegándose  sus  discípu- 
los, le  rogaban  y  decían :  Despá- 
chala, porque  viene  gritando  eu 
pos  de  nosotros. 

24  Y  él  respondiendo  dixo : 
No  soy  enviado  sino  á  las  ovejas, 
que  pereciéron,  de  la  casa  de 
Israél. 

25  Mas  ella  vino,  y  le  adoró, 
diciendo :  !¿eúor,  valedme. 

26  El  respondió,  y  dixo :  No 
es  bien  tomar  el  pan  de  los  hijos, 
y  echarlo  á  los  perros. 

27  Y  ella  dixo:  Así  es.  Señor; 
mas  los  perrillos  comen  de  las 
migajas,  que  caen  de  la  mesa  de 
sus  señores. 

28  Entóuces  respondió  Jesús, 
y  le  dixo  :  O  muger.  gi*ande  es 
tu  fe :  háguse  contigo  como 
quieres.  Y  desde  aquella  hora 
fué  sana  su  hija. 

29  Y  habiendo  salido  Jesús  de 
allí,  vino  junto  al  mar  de  Gali- 
lea :  y  subiendo  á  un  monte,  se 
sentó  allí. 

30  Y  se  llegaron  á  él  muchas 
gentes,  que  traían  consigo  mu- 
dos, ciegos,  coxos,  mancos,  y 
otros  muchos ;  y  los  echaron  á 
sus  pies,  y  los  sanó  : 

31  De  manera  que  se  mara- 
villaban las  gentes,  viendo  hablar 
los  mudos,  andar  los  coxos,  ver 
los  ciegos ;  y  loaban  en  gran 
manera  al  Dios  de  Israél. 

32  Mas  Jesús,  llamando  á  sus 
discípulos,  dixo  :  Tengo  compa- 
sión de  estas  gentes  ;  porque  ha 
ya  tres  dias  que  perseveran  con- 
migo, y  no  tienen  que  comer ;  y 
no  quiero  despedirlas  en  ajunaS; 
porque  no  desfallezcan  en  el  ca- 
mino. 

33  Y  le  dixéron  los  discípu- 


28 


SAN  MATEO. 


los :  ¿  Como  podremos  hallar  en 
este  desierto  tantos  panes,  que 
hartemos  tan  g-i-ande  multitud  de 
gente  ? 

34  Y  Jesús  les  dixo :  ¿  Quan- 
tos  panes  tenéis?  Y  ellos  dixé- 
rou :  Siete,  y  unos  pocos  pece- 
cillos. 

35  Y  mandó  á  la  gente  recos- 
tarse sobre  la  tierra. 

36  Y  tomando  los  siete  panes, 
y  los  peces,  y  dando  gracias  los 
partió,  y  dió  á  sus  discípulos,  y 
los  discípulos  los  dieron  al  pue- 
blo. 

37  Y  comieron  todos,  y  se 
hartaron.  Y  de  los  pedazos  que 
sobraron,  alzaron  siete  espuertas 
llenas. 

38  Y  los  que  comieron,  fue- 
ron quatro  mil  hombres,  sin  los 
niños  y  mugeres. 

39  Y  despedida  la  gente,  en- 
tró en  un  barco ;  y  pasó  á  los 
términos  de  Magedán. 

CAPITULO  XVI. 

1  "¥7^  se  llegaron  á  él  los 

jL  Fariséos,  y  los  Sad- 
ducéos  para  tentarle  ;  y  le  roga- 
ron, que  les  mostrase  alguna  se- 
ñal del  cielo. 

2  Y  él  respondió,  y  les  dixo : 
Quando  va  llegando  la  noche 
decis  :  Sereno  hará,  porque  roxo 
está  el  cielo. 

3  Y  por  la  mañana :  Tempes- 
tad habrá  hoy,  porque  el  cielo 
triste  tiene  arreboles. 

4  Pues  la  faz  del  cielo  sabéis 
distinguir,  i  y  las  señales  de  los 
tiempos  no  podéis  saber?  La 
generación  perversa  y  adúltera 
Beñal  pide ;  y  señal  no  le  será 
dada,  sino  la  señal  de  Jonás  el 
Profeta.    Y  los  dexó,  y  se  fué. 

5  Y  pasando  sus  discípulos  á 


la  otra  ribera,  se  hablan  olvidadd 
de  tomar  panes. 

6  J esus  les  dixo ;  Mirad,  y 
guardaos  de  la  levadura  de  los 
Fariséos,  y  de  los  Sadducéos. 

7  Mas  ellos  pensaban,  y  de- 
cían dentro  de  sí :  porque  no 
hemos  tomado  panes. 

8  Y  Jesús  conociéndolo,  les 
dixo :  Hombres  de  poca  fé,  ¿por 
qué  estáis  pensando*  dentro  de 
vosotros,  que  no  tenéis  panes  ? 

9  ¿No  comprehendeis  aun,  ni 
os  acordáis  de  los  cinco  panes 
para  cinco  mil  hombres,  y  quán- 
tos  cestos  alzasteis  ? 

10  ¿Ni  de  los  siete  panes  para 
quatro  mil  hombres,  y  quántas 
espuertas  recogisteis  ? 

11  ¿  Cómo  no  comprehendeis, 
que  no  por  el  pan  os  dixe  :  guar- 
daos de  la  levadura  de  los  Fari- 
séos, y  de  los  Sadducéos? 

12  Entónces  entendieron,  que 
no  había  dicho  que  se  guardasen 
de  la  levadura  de  los  panes,  sino 
de  la  doctrina  de  los  Fariséos, 
y  de  los  Sadducéos. 

13  Y  vino  Jesús  á  las  partes 
de  Cesárea  de  Filipos  ;  y  pre- 
guntaba á  sus  discípulos,  dicien- 
do :  ¿  Quién  dicen  los  hombres 
qne  es  el  Hijo  del  hombre  ? 

14  Y  ellos  respondiéron :  Loa 
unos,  que  Juan  el  Bautista ;  los 
otros,  que  Elias ;  y  los  otros,  que 
Jeremías,  ó  uno  de  los  Profetas. 

15  Y  Jesús  les  dice :  ¿Y  vo- 
sotros quién  decis  que  soy  yo  ? 

16  Respondió  Simón  Pedro,  y 
dixo :  Tú  eres  el  Cristo,  el 
Hijo  del  Dios  el  vivo. 

17  Y  respondiendo  Jesús,  le 
dixo:  Bienaventurado  eres  Si- 
món hijo  de  Juan ;  porque  no  te 
lo  reveló  carne  ni  sangre,  sino 
mi  Padre,  que  está  ea  los  cielos, 

1    18  Y  yo  te  digo,  que  tú  ere? 


CAPITULO  XVII. 


20 


Pedro,  y  sobre  esta  piedra  edifi- 
caré mi  Ig-lesia,  y  las  puertas  del 
infierno  no  prevalecerán  contra 
ella. 

19  Y  á  tí  daré  las  llaves  del 
reyno  de  ios  cielos.  Y  todo  lo 
que  ligares  sobre  la  tierra,  ligado 
cera  en  los  cielos ;  y  todo  lo  que 
desatares  sobre  la  tierra,  será 
también  desatado  en  los  cielos. 

20  Entonces  mandó  á  sus  dis- 
cípulos, que  no  dixesen  á  ningu- 
no, que  él  era  Jesús  el  Cristo. 

21  Desde  entonces  comenzó 
Jesús  á  declarar  á  sus  discípulos, 
que  convenia  ir  él  á  Jerusalém, 
y  padecer  muchas  cosas  de  los 
ancianos,  y  de  los  Escribas,  y  de 
los  Príncipes  de  los  Sacerdotes, 
y  ser  muerto,  y  resucitar, al  ter- 
cero dia. 

22  Y  tomándole  Pedro  aparte, 
comenzó  á  increparle,  diciendo : 
Léxos  esto  de  tí,  Señor ;  no  será 
esto  contigo. 

23  Y  vuelto  ácia  Pedro,  le 
dixo :  Quítateme  delante.  Sata- 
nás ;  estorbo  me  eres ;  porque 
no  entiendes  las  cosas  que  son 
de  Dios,  sino  las  de  los  hom- 
bres. 

24  Entónces  dixo  Jesús  á  sus 
discípulos  :  Si  alguno  quiere  ve- 
nir en  pos  de  mí,  niegúese  á  sí 
mismo,  y  tome  su  cruz,  y  sí- 
g'ame. 

25  Porque  el  que  su  alma 
quisiere  salvar,  la  perderá ;  mas 
el  que  perdiere  su  alma  por  raí, 
la  hallará. 

26  ¿  Porque  qué  aprovecha  al 
hombre  si  ganare  todo  el  mundo, 
y  perdiere  su  alma?  ¿O  qué 
cambio  dará  el  hombre  por  su 
alma  ? 

27  Porque  el  Hijo  del  hom- 
bre ha  de  venir  en  la  gloria  de 
6U  Padre  con  sus  Angeles ;  y  en- 


tonces dará  a  cada  uno  según  sus 
obras. 

28  En  verdad  os  digo,  que  hay 
algunos  de  los  que  están  aquí, 
que  no  gustarán  la  muerte,  has- 
ta que  vean  al  Hijo  del  hombre 
venir  en  su  reyno. 

CAPITULO  XVII. 

1  "^fT"  después  de  seis  días 

JL  toma  Jesús  consigo  á 
Pedro,  y  á  Santiago,  y  á  Juan  su 
hermano,  y  los  lleva  aparte  á  un 
monte  alto : 

2  Y  se  transfiguró  delante  de 
ellos ;  y  resplandeció  su  rostro 
como  el  Sol ;  y  sus  vestiduras  se 
pararon  blancas  como  la  nieve. 

3  Y  he  aquí  les  apareciéron 
Moisés,  y  Elias  hablando  con  él. 

4  Y  tomando  Pedro  la  palabra^ 
dixo  á  Jesús :  Señor,  bueno  es, 
que  nos  estemos  aquí :  si  quieres 
hagamos  aquí  tres  tiendas,  una 
para  tí,  otra  para  Moisés,  y  otra 
para  Elias. 

5  El  estaba  aun  hablando, 
quando  vino  una  nube  luminosa 
que  los  cubrió.  Y  he  aquí  una 
voz  de  la  nube  diciendo:  Este 
es  mi  Hijo  el  amado,  en  quien 
yo  mucho  me  he  complacido :  á 
él  escuchad. 

6  Y  quando  lo  oyeron  los  dis- 
cípulos, cayéron  sobre  sus  ros- 
tros, y  tuviéron  grande  miedo. 

7  Mas  Jesús  se  acercó,  y  los 
tocó,  y  les  dixo:  Levantaos,  y 
no  temáis. 

8  Y  alzando  ellos  sus  ojos,  á 
nadie  vieron,  sino  solo  á  Jesús. 

9  Y  al  baxar  ellos  del  monte, 
les  mandó  Jesús,  diciendo :  No 
digáis  á  nadie  la  visión,  hasta 
que  el  Hijo  del  hombre  resucite 
de  entre  los  muertos. 

10  Y  sus  dÍ8cípulos-ie  pregun- 


30 


SAN  MATEO. 


táron,  y  dixéron  :  ¿  Pues  porqué 
dicen  los  Escribas,  que  Elias 
debe  venir  primero  ? 

11  Y  él  les  respondió,  y  dixo  : 
Elias  en  verdad  ha  de  venir,  y 
restablecerá  todas  las  cosas  : 

12  Mas  os  digo,  que  ya  vino 
Elias,  y  no  le  conociéron,  antes 
hiciéron  con  él  quanto  quisiéron. 
Así  también  liarán  ellos  padecer 
al  Hijo  del  hombre. 

13  Entonces  entendieron  los 
discípulos,  que  de  Juan  el  Bau- 
tista les  habia  hablado. 

1 4  V  quando  lleg-ó  á  donde 
estaba  la  gente,  vino  á  él  un 
hombre,  é  hincadas  las  rodillas 
delante  de  él,  le  dixo :  Señor, 
apiádate  de  mi  hijo,  que  es  luná- 
tico, y  padece  mucho  :  pues  mu- 
chas veces  cae  en  el  fuego,  y 
muchas  en  el  agua. 

15  Y  lo  he  presentado  a  tus 
discípulos,  y  no  le  han  podido 
sanar. 

1 6  Y  respondiendo  Jesús,  di- 
xo :  ¿O  generación  incrédula 
y  depravada  ?  ¿  hasta  quándo  es- 
taré con  vosotros  ?  ¿  hasta  quán- 
do os  sufriré  ?  Traédmele  acá. 

1 7  Y  Jesús  lo  increpó,  y  salió 
de  él  el  demonio,  y  desde  aquella 
hora  fué  sano  el  mozo. 

18  Entonces  se  llegáron  á 
Jesús  los  discípulos  aparte,  y  le 
dixéron  :  ¿  Por  qué  nosotros  no 
le  pudimos  lanzar  ? 

19  Jesús  les  dixo:  Por  vues- 
tra poca  fe.  Porque  en  verdad 
os  digo,  que  si  tuviereis  fé,  quan- 
to un  grano  de  mostaza,  diréis  á 
este  monte :  Pásate  de  aquí  allá, 
y  se  pasará;  y  nada  os  será  im- 
posible. 

20  Mas  esta  casta  no  se  lanza 
sino  por  oración  y  ayuno. 

21  Y  estando  ellos  én  la  Gali- 
lea, les  dixo  Jesús:  El  Hijo  del 


hombre  ha  de  ser  entregado  en 
manos  de  los  hombres ; 

22  Y  lo  matarán,  y  resucitará 
al  tercero  dia.  Y  ellos  se  en- 
tristeciéron  en  extremo. 

23  Y  como  llegáron  á  Cafar- 
naum,  viniéron  á  Pedro  los  que 
cobraban  los  didrachmas,  y  le 
dixéron :  ¿  Vuestro  Maestro  no 
paga  los  didrachmas  ? 

24  Dixo :  Sí.  Y  entrando  en 
la  casa,  Jesús  le  habló  primero 
diciendo :  ¿  Qué  te  parece,  Si- 
món ?  ¿  Los  Keyes  de  la  tierra 
de  quién  cobran  el  tributo  ó  el 
censo  ?  ¿  De  sus  hijos,  ó  de  los 
extraños  ? 

25  De  los  extraños,  respon- 
dió Pedro.  Jesús  le  dixo :  Lue- 
go los  hijos  son  francos. 

26  Mas  porque  no  los  escan- 
dalicemos, ve  á  la  mar,  y  echa 
el  anzuelo  :  y  el  primer  pez  que 
viniere,  tómalo;  y  abriéndole  la 
boca,  hallarás  un  estatero  :  tó- 
malo, y  se  lo  darás  por  mí,  y 
por  tí. 

CAPITULO  xvin. 

1  TT^  N  aquella  hora  se  lie- 
-Hi  gáron  los  discípulos  á 

Jesús,  diciendo:  ^- Quién  piensas 
que  es  mayor  en  el  reyno  de  los 
cielos  ? 

2  Y  llamando  Jesús  á  un  ni- 
ño, lo  puso  en  medio  de  ellos, 

3  Y  dixo :  En  verdad  os  digo, 
que  sino  os  volviereis,  é  hiciereis 
como  niños,  no  entraréis  en  el 
reyno  de  los  cielos. 

4  Qualquiera  pues  que  se 
humillare  como  este  niño,  este 
es  el  mayor  en  el  reyno  de  los 
cielos. 

5  Y  el  que  recibiere  á  un 
niño  tal  en  mi  nombre,  á  ítíí 
recibe. 


CAPITULO  XVIII. 


31 


6  Y  el  que  escandalizare  á 
uno  de  estos  pequeñitos,  que  en 
mí  creen,  mejor  I(;  fuera  que 
coleasen  á  su  cuello  una  piedra 
de  molino  de  asno,  y  le  anegasen 
en  el  profundo  de  la  mar. 

7  ¡  Ay  del  mundo  por  los  es- 
cándalos !  Porque  necesario  es 
que  veng-an  escándalos  ;  mas  ayi 
de  aquel  hombre,  por  quien 
viene  el  escándalo. 

3  Por  tanto  si  tu  mano,  6  ta 
pie  te  escandaliza,  córtale,  y 
échale^  de  tí :  porque  mas  te  vale 
entrar  en  la  vida  manco  6  coxo, 
que  teniendo  dos  manos  ó  dos 
pies,  ser  echado  en  el  fuego 
eterno. 

9  Y  si  tu  ojo  te  escandaliza, 
sácale,  y  échale  de  tí :  porque 
mejor  te  es  entrar  en  la  vida 
con  un  solo  ojo,  que  tener  dos 
ojos,  y  ser  echado  en  la  geheuna 
del  fuego. 

10  Mirad  que  no  tengáis  en 
poco  á  uno  de  estos  pequeñitos  : 
porque  os  digo,  que  sus  Angeles 
en  los  cielos  siempre  ven  la  cara 
de  mi  padre,  que  está  en  los 
cielos. 

11  Porque  el  Hijo  del  hom- 
bre vino  a  salvar  lo  que  habia 
perecido. 

12  cQué  os  parece?  Si  tu- 
viere alguno  cien  ovejas,  y  se 
descarriare  una  de  ellas,  ¿por 
ventura  no  dexa  las  noventa  y 
nueve  en  los  montes,  y  va  á  bus- 
car aquella,  que  se  extravió  ? 

13  Y  si  aconteciere  el  hallar- 
la, dígcos  en  verdad,  que  se 
goza  mas  con  ella,  que  con  las 
noventa  y  nueve,  que  no  se  ex- 
traviáron. 

14  Así  no  es  la  voluntad  de 
Tuestro  Padre,  que  está  en  los 
cielos,  que  perezca  uno  de  estos 
pequeñitos. 


15  Por  tanto  si  tu  hermano 
pecare  centra  tí,  ve,  y  corrígele 
entre  tí  y  él  solo.  Si  te  oyere, 
ganado  habrás  á  tu  hermano. 

16  Y  si  no  te  oyere,  toma  aun 
contigo  uno  ó  dos,  para  que  por 
boca  de  dos  ó  de  tres  testigos 
conste  toda  palabra : 

17  Y  si  no  los  oyere,  dilo  á  la 
Iglesia  :  y  si  no  oyere  á  la 
Iglesia,  tenlo  como  un  Gentil,  y 
un  Publicano. 

18  En  verdad  os  digo,  que 
todo  aquello  que  ligareis  sobre 
la  tierra,  ligado  será  también  en 
el  Cielo ;  y  todo  lo  que  desata- 
reis sobre  la  tierra,  desatado  será 
también  en  el  Cielo. 

19  Dígoos  otrosí,  que  si  dos 
de  vosotros  se  convinieren  sobre 
la  tierra,  de  toda  cosa  que  pidie- 
ren, les  será  hecho  por  mi  Padre, 
que  está  en  los  Cielos. 

20  Porque  donde  están  dos  ó 
tres  congredados  en  mi  noiabre, 
aUí  estoy  en  medio  de  ellos. 

21  Entónces  Pedro  llegán- 
dose á  él,  dixo  :  ¿  Señor,  quantas 
veces  pecará  mi  hermano  contra, 
mí,  y  le  perdonaré  ?  ¿  hasta  siete 
veces  ? 

22  Jesús  le  dice :  No  te  digo 
hasta  siete,  sino  hasta  setenta 
veces  siete  veces. 

23  Por  esto  el  reyno  de  los 
Cielos  es  comparado  á  un  hom- 
bre Rey,  que  quiso  entrar  en 
cuentas  con  sus  siervos  : 

24  Y  habiendo  comenzado  á 
tomar  las  cuentas,  le  fué  presen- 
tado uno,  que  le  debia  diez  rail 
talentos  : 

25  Y  como  no  tuviese  con  que 
pagarlos,  mandó  su  señor  que 
fuese  vendido  él,  y.  su  muger,  y 
sus  hijos,  y  quanto  tenia,  y  que 
se  le  pagase. 

26  Entonces  el  siervo,  arro- 


32 


SAN  MATEO. 


jáodose  á  sus  pies,  le  rogaba,  di- 
ciendo ;  Señor,  espérame,  que 
todo  te  lo  pag-aré. 

27  Y  compadecido  el  señor 
de  aquel  siervo,  le  dexó  libre,  y 
íe  perdono  la  deuda. 

28  Mas  luego  que  salió  aquel 
siervo,  halló  á  uno  de  sus  con- 
siervxís,  que  le  debia  cien  dena- 
i-ios ;  y  travando  de  él,  le  quería 
ahogar,  diciendo:  Paga  lo  que 
me  debes. 

29  Y  arrojándose  á  sus  pies 
su  compañero,  le  rogaba,  dicien- 
do: Ten  un  poco  de  paciencia, 
y  todo  te  lo  pagaré. 

30  Mas  él  no  quiso;  sino  que 
fué,  y  le  hizo  poner  en  la  cárcel^ 
hasta  que  pagase  lo  que  le  debia. 

31  Y  viendo  los  otros  siervos 
sus  compañeros  lo  que  pasaba, 
se  entristeciéron  mucho ;  y  fué- 
ron  á  contar  á  su  señor  todo  lo 
que  habia  pasado. 

32  Entonces  le  llamó  su  se- 
ñor, y  le  dixo :  Siervo  malo, 
ioua  ia  deuda  te  perdoné,  porque 
rae  lo  rogaste : 

33  ¿Pues  no  debias  tú  tam- 
bién tener  compasión  de  tu  com- 
pañero, así  como  yo  la  tuve  de  tí  ? 

34  Y  enojado  su  señor  le  hizo 
entregar  á  los  atormentadores, 
liasta  que  pagase  todo  lo  que 
debia. 

35  Del  mismo  modo  hará 
también  con  vosotros  mi  Padre 
celestial,  si  no  perdonareis  de 
vuestros  corazones  cada  uno  á 
áu  hermano. 

CAPITULO  XIX. 

1  "V^  aconteció,  que  quan- 
JL  do  Jesús  hubo  acaba- 
do de  decir  estas  palabras,  se  fué 
de  la  Galilea,  y  pasó  á  los  con- 
fines de  la  Judéa  de  la  otra  parte 
del  Jordán ; 


2  Y  le  siguieron  muchas  gen- 
tes, y  los  sanó  allí. 

3  Y  se  llegaron  1  él  los  Farí- 
séos  tentándole,  y  diciendo:  ¿Es 
lícito  á  un  hombre  repudiar  á 
su  muger  por  qualquiera  causa  ? 

4  El  respondió,  y  les  dixo : 
¿  No  habéis  leido,  que  el  que 
hizo  al  hombre  desde  el  princi- 
pio, macho  y  hembra  los  hizo  ? 
y  dixo  : 

5  Por  esto  dexará  el  hombrd 
padre,  y  madre,  y  se  ayuntará,  á 
su  muger,  y  serán  dos  en  una 
carne. 

6  Así  que  ya  no  son  dos,  sino 
una  carne.  Por  tanto  lo  que 
Dios  juntó,  el  hombre  no  lo 
separe. 

7  Dícenle :  ¿  Pues  por  que 
mandó  Moisés  dar  carta  de  di- 
vorcio, y  repudiarla  ? 

8  Les  dixo:  Porque  Moisés 
por  la  dureza  de  vuestros  cora- 
zones os  permitió  repudiar  éi 
vuestras  mugeres ;  mas  al  pria- 
cipio  no  fué  así. 

9  Y  dígoos,  que  todo  aquel 
que  repudiare  á  su  muger,  sino 
por  la  fornicación,  y  tomare  otra, 
comete  adulterio ;  y  el  que  se 
casare  con  la  que  otro  repudió^ 
comete  adulterio. 

10  Sus  discípulos  le  dixéron: 
Si  así  es  la  condición  del  hom- 
bre con  su  muger,  no  conviene 
casarse. 

11  El  Ies  dixo :  No  todos  son 
capaces  de  esto,  sino  aquellos  á. 
quienes  es  dado. 

12  Porque  hay  castrados,  que 
así  naciéron  del  vientre  de  su 
madre ;  y  hay  castrados,  que  lo 
fuéron  por  los  hombres ;  y  hay 
castrados,  que  á  sí  mismos  se 
castrái'on  por  amor  del  reyno  de 
los  Cielos.  El  que  puede  ser 
capaz,  séalot 


CAPITULO  XX. 


35 


13  Entonces  le  presentaron 
unos  niños,  para  que  pusiese  las 
manos  sobre  ellos,  y  orase  :  mas 
los  discípulos  los  reñian. 

14  Y  Jesús  les  dixo :  Dexad 
!  á  los  niños,  y  no  los  estorbéis  de 

venir  á  mí ;  porque  de  los  tales 
es  el  reyno  de  los  cielos. 

1 5  Y  quando  Ies  hubo  impues- 
,  to  las  manos,  se  fué  de  allí. 

16  Y  vino  uno,  y  le  dixo; 
Maestro  bueno,  ¿  qué  bien  haré 
para  conseguir  la  vida  eterna  ? 

17  El  le  dixo:  ¿Porqué  me 
preguntas  de  bien  ?  Solo  uno  es 
bueno,  que  es  Dios.  Mas  si 
quieres  entrar  en  la  vida,  guarda 

I  los  Mandamientos. 

18  El  le  dixo:  ¿Quales?  Y 
Jesús  le  dixo  :  No  matarás ;  No 
adulterarás ;  No  hurtarás  ;*  No 
dirás  falso  testimonio ; 

19  Honra  á  tu  padre,  y  á  tu 
madre ;  y  amarás  á  tu  próximo 
como  á  tí  mismo. 

20  El  mancebo  le  dice  :  Yo 
he  guardado  todo  eso  desde  mi 
juventud :  ¿  qué  me  falta  aun  ? 

21  Jesús  le  dixo :  Si  quieres 
ser  perfecto,  ve,  vende  quanto 
tienes,  y  dalo  á  los  pobres,  y 
tendrás  un  tesoro  en  el  Cielo ;  y 
ven,  sigúeme  : 

22  Y  quando  oyó  el  man- 
cebo estas  palabras,  se  fué 
triste ;  porque  tenia  muchas  po- 
sesiones. 

*23  Y  dixo  Jesús  á  sus  discí- 
pulos :  ^  En  verdad  os  digo,  que 
con  dificultad  entrará  un  rico  en 
el  reyno  de  los  cielos. 

24  Y  además  os  digo :  Que  mas 
fácil  cosa  es  pasar  un  camello 
por  el  ojo  de  una  agwja,  que  en- 
trar un  rico  en  el  reyno  de  los 
cielos. 

25  Los  discípulos,  quando 
oyeron  estas  palabras,  se  maravi- 


llaron mucho,  y  dixéron :  ¿  Pues 
quien  podrá  salvarse  ? 

26  Y  mirándolos  Jesús,  les 
dixo :  Esto  es  imposible  para  los 
hombres ;  mas  para  Dios  todo  es 
posible. 

27  Entonces  tomando  Pedro 
la  palabra,  le  dixo :  He  aquí,  que 
nosotros  todo  lo  hemos  dexado, 
y  te  liemos  seguido  :  ¿  qué  es 
pues,  lo  que  tendremos  ? 

28  Y  Jesús  les  dixo  :  En  ver- 
dad os  digo,  que  vosotros  que 
me  habéis  seguido,  quando  en 
la  regeneración  se  sentará  el 
Hijo  del  hombre  en  el  trono  de 
su  magestad,  os  sentaréis  tam- 
bién vosotros  sobre  doce  sillas, 
para  juzgar  á  las  doce  tribus  de 
Israél. 

29  Y  qualquiera  que  dexare 
casa,  ó  hermanos,  ó  hennaaas, 
ó  padre,  ó  madre,  ó  mugar,  6 
hijos,  ó  tierras,  por  mi  nombre, 
recibirá  ciento  por  uno,  y  po- 
seerá la  vida  eterna. 

30  Mas  muchos  primeros  se- 
rán postreros;  y  postreros  pri- 
meros. 

CAPITULO  XX. 

1  QJEMEJANTEeselrey- 
k3  no  de  los  Cielos  á  un 

hombre  Padre  de  familias,  que 
salió  muy  de  mañana  á  ajustar 
trabajadores  para  su  viña. 

2  Y  habiendo  concertado  coa 
los  trabajadores  darles  un  dena- 
rio  por  dia,  los  envió  á  su  viña. 

3  Y  saliendo  cerca  de  la  hora 
de  tercia,  vi6  otros  en  la  plaza, 
que  estaban  ociosos. 

4  Y  les  dixo  :  Id  también  vo- 
sotros á  mi  viña,  y  os  daré  lo 
que  fuere  justo. 

5  Y  ellos  fuéron.  Volvió  á 
salir  cerca  de  la  hora  de  sexta  y 
de  nona,  é  hizo  lo  mism.o. 

2* 


34 


SAN  MATEO. 


6  Y  salió  cerca  de  la  hora  de 
vísperas,  y  halló  otros,  que  se 
estaban  allí,  y  les  dixo:  ¿Que 
hacéis  aquí  todo  el  dia  ociosos? 

7  Y  ellos  le  respondieron; 
Porque  ning-uno  nos  ha  llamado 
á,  jornal.  Díceíes:  Id  también 
vosotros  á  mi  viña. 

8  Y  al  venir  la  noche,  dixo  el 
dueño  de  la  viña  á  su  mayordo- 
mo: Llama  los  trabajadores,  y 
págales  su  jornal,  comenzando 
desde  los  postreros  hasta  los  pri- 
meros. 

9  Quando  vinieron  los.  que 
habían  ido  cerca  de  la  hora  de 
vísperas,  recibió  cada  uno  su 
denario. 

10  Y  quando  llegaron  los  pri- 
meros, creyeron,  que  les  darían 
mas ;  pero  no  recibió  sino  un 
denario  cada  uno. 

11  Y  tomándole  murmuraban 
contra  el  Padre  de  familias, 

12  Diciendo :  Estos  postreros 
sola  una  hora  han  trabajado,  y 
los  has  hecho  iguales  á  nosotros 
que  hemos  llevado  el  peso  del 
dia  y  del  calor. 

13  Mas  él  respondió  á  uno  de 
ellos,  y  le  dixo :  Amigo,  no  te 
hago  agravio:  ¿no  te  concertaste 
conmigo  por  un  denario? 

14  Toma  lo  que  es  tuyo,  y 
vete :  pues  yo  quiero  dar  á  este 
postrero  tanto  como  á  tí. 

15  ¿  No  me  es  lícito  hacer  lo 
que  quiero  ?  ¿  Acaso  tu  ojo  es 
malo,  porque  yo  soy  bueno  ? 

16  Así  serán  los  postreros, 
primeros ;  y  los  primeros,  postre- 
ros :  porque  muchos  son  los  lla- 
mados, mas  pocos  los  escogidos. 

17  Y  subiendo  Jesús  á  Jeru- 
saiém,  tomó  aparte  á  los  doce 
discípulos,  y  les  dixo : 

18  Ved  que  subirnos  á  Jeru- 
&além,  y  trl  Hijo  del  hombre  seríl 


entregado  á  los  Príncipes  de  los 
Sacerdotes,  y  á  los  Escribas,  y 
le  condenarán  á  muerte, 

19  Y  le  entregarán  á  los  Gen- 
tiles para  que  le  escarnezcan,  y 
azoten,  y  crucifiquen;  mas  al 
tercero  dia  resucitará. 

20  Entonces  se  acercó  á  él 
la  madre  de  los  hijos  del  Zebe- 
déo  con  sus  hijos,  adorándole,  y 
pidiéndole  alguna  cosa. 

21  El  le  dixo :  ¿  Qué  quieres  ? 
Ella  le  dixo :  Di  que  estos  mis 
dos  hijos  se  sienten  en  tu  reyno, 
■«1  uno  á  tu  derecha,  y  el  otro  á 
tu  izquierda. 

22  Y  respondiendo  Jesús,  di- 
xo: No  sabéis  lo  que  pedis.  ¿Po- 
déis beber  el  cáliz,  que  yo  he  de 
beber?  Dícenle:  Podemos. 

23  Díxoles:  En  verdad  be- 
beréis mi  cáliz:  mas  el  estar 
sentados  á  mi  derecha  ó  á  mi 
izquierda,  no  me  pertenece  á  mí 
darlo  á  vosotros,  sino  á  los  que 
está  preparado  por  mi  Padre. 

24  Y  quando  los  diez  oyeron 
esto,  se  indignaron  contra  los 
dos  hermanos. 

25  Mas  Jesús  los  llamó  á  sí, 
y  dixo:  Sabéis  que  los  Príncipes 
de  las  gentes  avasallan  á  sus 
pueblos,  y  que  los  que  son  mayo- 
res exercen  potestad  sobre  ellos. 

26  No  será  así  entre  vosotros ; 
mas  entre  vosotros  todo  el  que 
quiera  ser  mayor,  sea  vuestro 
criado ;  * 

27  Y  el  que  entre  vosotros 
quiera  ser  primero,  sea  vuestro 
sier\^o. 

28  Así  como  el  Hijo  del  hom- 
bre no  vino  para  ser  servido,  sino 
para  sevir,  y  para  dar  su  vida  en 
redención  por  muchos. 

29  Y  saliendo  ellos  de  Jeri- 
cho,  le  siguió  mucha  gente  ; 

30  Y  he  aquí  dos  ciegos  sen- 


CAPITULO  XXI. 


35 


tados  junto  al  camino  oyeron 
que  Jesús  pasaba,  y  comenzaron 
a  gritar  diciendo:  Señor,  Hijo 
de  David,  ten  misericordia  de 
■flosotros. 

31  Y  la  gente  los  reñia  para 
que  callasen.  Pero  ellos  alza- 
ban mas  el  grito,  diciendo :  Se- 
ñor, hijo  de  David,  ten  miseri- 
cordia de  nosotros. 

32  Y  Jesús  se  paró,  y  los  lla- 
mó, y  dixo  :  ¿  Qué  queréis  que 
os  haga  ? 

33  Señor,  le  respondieron : 
que  sean  abiertos  nuestros  ojos. 

34  Y  Jesús  compadecido  de 
ellos,  les  tocó  los  ojos.  Y  vie- 
ron en  el  mismo  instante,  y  le 
siguieron. 

CAPITULO  XXI.  * 

1  "^T  quando  se  acercaron 

X  á  Jemsalem,  y  llegá- 
ron  á  Bethfage  al  monte  del  Oli- 
var, envió  entonces  Jesús  á  dos 
discípulos, 

2  Diciéndoles  :  Id  á,  esa  aldea 
que  está  enfrente  de  vosotros,  y 
luego  hallaréis  una  asna  atada, 
y  un  pollino  con  ella :  desatadla, 
y  traédmelos  : 

3  Y  si  alguno  os  dixere  algu- 
na cosa,  respondedle  que  el  Se- 
ñor los  ha  menester :  y  luego  los 
dexará. 

4  Y  esto  todo  fué  hecho,  para 
que  se  cumpliese  lo  que  habia 
dicho  el  Profeta,  que  dice : 

5  Decid  á  la  hija  de  Sión :  He 
aquí  tu  Rey  viene  manso  para 
tí,  sentado  sobre  una  asna,  y  un 
pollino  hijo  ^e  la  que  está  baxo 
de  yugo. 

6  Y  fueron  los  discípulos,  é 
hicieron  como  les  habia  man- 
dado Jesús. 

7  Y  traéron  la  asna,  y  el 


pollino;  y  pusieron  sobre  ellos 
sus  vestidos,  y  le  hiciéron  sentar 
encima. 

8  Y  una  grande  multitud  de 
pueblo  tendió  también  sus  ropas 
por  el  camino  ;  y  otros  cortaban 
ramos  de  los  árboles,  y  los  ten- 
dían por  el  camino ; 
^  9  Y  las  gentes  que  iban  de- 
lante, y  las  que  iban  detras,  gri- 
taban, diciendo  :  Hosanna  al 
Hijo  de  David  ;  bendito,  el  que 
viene  en  el  nombre  del  Señor : 
Hosanna  en  las  alturas. 

10  Y  quando  entró  en  Jerusa- 
lém,  se  conmovió  toda  la  ciudad, 
diciendo  :  ¿  Quien  es  este  ?  ■ 

11  Y  los  pueblos  decían  :  Este 
es  Jesús  el  Profeta  de  Nazaréth 
de  Galiléa. 

12  Y  entró  Jesús  en  el  templo 
de  Dios,  y  echaba  fue^p.  todos 
los  que  vendían  y  compraban  en 
el  templo  ;  y  trastornó  las  mesas 
de  los  banqueros,  y  las  sillas  de 
los  que  vendían  palomas  ; 

13  Y  les  dice:  Escrito  está: 
Mi  casa,  casa  de  oración  será 
llamada;  mas  vosotros  la  habéis 
hecho  cueva  de  ladrones. 

14  Y  vinieron  á  él  ciegos,  y 
cojos  en  el  templo,  y  los  sanó. 

15  Y  quando  los  Príncipes  de 
los  Sacerdotes,  y  los  Escribas 
viéron  las  maravillas  que  habia 
hecho,  y  los  muchachos  en  el 
templo  gritando,  y  diciendo ; 
Hosanna  al  Hijo  de  David,  se 
indignáron, 

16  Y  le  dixéron:  ¿Oyes  lo 
que  dicen  estos?  Y  Jesús  les 
dixo  :  Sí.   ¿  Nanea  leísteis,  que 

■de  la  boca  de  los  niños,  y  de 
los  que  maman,  sacaste  perfecta 
alabanza  ? 

17  Ydexándolos,  se  fué  fuera 
de  la  ciudad  á  Betauia ;  y  se 
estuvo  allí. 


35 


SAN  MATEO. 


18  Y  por  la  mañana,  quando 
volvía  á  la  ciudad,  tuvo  hambre. 

19  Y  viendo  un  árbol  de  hi- 
guera junto  al  camino,  se  acerco 
á  ella ;  y  no  hallando  en  ella  sino 
hojas  solamente,  le  dixo :  Nunca 
jamas  nazca  fruto  de  tí.  Y  se 
secó  al  punto  la  higuera. 

20  Y  viéndolo  lo»  discípulos, 
se  maravillaron,  y  decian ;  ¿  Co- 
mo se  secó  al  instante  ? 

21  Y  respondiendo  Jesús,  les 
dixo :  En  verdad  os  dig-o,  que  si 
tuviéreis  fe,  y  no  dudareis,  no 
tan  solamente  haréis  esto  de  la 
higuera,  mas  aun  si  dixéreis  á 
este  monte :  Quítate,  y  échate 
en  la  mar,  será  hecho. 

22  Y  todas  lajs  cosas  que 
pidiérels  en  la  oración,  creyen- 
do, las  tendréis. 

23  YAabiendo  ido  al  templo, 
los  Príncipes  de  los  Sacerdotes 
y  los  ancianos  del  pueblo  se  lle- 
g'áron  á  él  á  sazón  que  estaba 
enseñando,  y  le  dixéron :  ¿  Con 
qué  autoridad  haces  estas  cosas? 
¿  Y  quien  te  dió  esta  potestad  ? 

24  Respondiendo  Jesús  les 
dixo :  Quiero  yo  también  pre- 
guntaros una  palabra :  y  si  me  la 
dixéreis,  yo  también  os  diré,  con 
qué  potestad  hago  estas  cosas. 

25  ¿  El  bautismo  de  Juan  de 
donde  era  ?  ¿  del  Cielo,  ó  de  los 
hombres  ?  Y  ellos  pensaban  en- 
tre sí,  diciendo : 

2o  6i  dixéremos,  del  Cielo, 
aos  dirá :  ¿  Pues  por  qué  no  le 
creísteis  ?  Y  si  dixéremos,  de  los 
hombres,  tememos  las  gentes : 
porque  todos  miraban  á  Juan 
como  ün  Profeta. 

27  Y  respo;idiéron  á  Jesús, 
'liciendo :  No  sabemos.  Y  les 
dixo  él  mismo:  Pues  ni  yo  os 
digo,  con  que  potestad  hago  es- 
tas cosas. 


28  ¿  Mas  que  os  parece  ?  Un 
hombre  tenia  dos  hijos,  y  llegan- 
do al  primero,  le  dixo :  Hijo,  ve 
hoy,  y  trabaja  en  mi  viña. 

29  Y  respondiendo  él,  le  di- 
xo :  No  quiero.  Mas  después 
se  arrepintió,  y  fué. 

30  Y  llegando  al  otro,  le  dixo 
del  mismo  modo  :  y  respondien- 
do él,  dixo:  Voy,  señor;  mas 
no  fué. 

31  ¿  Quál  de  los  dos  hizo  la 
voluntad  del  padre?  Dicen  ellos: 
El  primero.  Jesús  les  dice :  En 
verdad  os  digo,  que  los  Publica- 
nos,  y  las  rameras  os  irán  delante 
al  rcyno  de  Dios. 

32  Porque  vino  Juan  á  voso- 
tros en  camino  de  justicia,  y  no 
le  creísteis.  Y  los  Publícanos 
y  las  rameras  le  creyeron:  y  vo- 
sotros, viéndole,  ni  aun  hicisteis 
penitencia  después,  para  creeHe. 

33  Escuchad  otra  parábola: 
Habia  un  Padre  de  familias,  que 
plantó  una  viña,  y  la  cercó  de 
vallado,  y  cavando  hizo  en  ella 
un  lagar,  y  edificó  una  torre,  y 
la  dió  á  renta  á  unos  labradores, 
y  se  partió  léjos. 

34  Y  quando  se  acercó  el 
tiempo  de  los  frutos,  envió  sus 
siervos  á  los  labradores,  para  que 
percibiesen  los  frutos  de  ella. 

35  Mas  los  labradores,  echan- 
do mano  de  los  siervos,  hiriéroD 
al  uno,  mataron  al  otro,  y  al  otro 
le  apedrearon. 

36  De  nuevo  envió  otros  sier- 
vos en  mayor  número  que  los 
primeros ;  y  los  trataron  del  mis- 
mo modo. 

37  Por  último  les  envió  m 
hijo,  diciendo  :  Tendrán  respeto 
á  mi  hijo. 

38  Mas  los  labradores,  quan- 
do viéron  al  hijo,  dixéron  entre 
sí ;  Este  es  ^  heredero,  yemd, 


CAPITULO  xxrr. 


matémosle,  y  tendremos  su  he- 
rencia. 

39  Y  travando  de  él,  le  echa- 
ron fuera  de  la  viña,  y  le  mata- 
ron. 

40  Pues  quando  viniere  el  Se- 
ñor de  la  viña,  ¿qué  hará  á 
aquellos  labradores  ? 

41  Ellos  dixéron;  A  los  malos 
destruirá  malamente;  y  arren- 
dará su  viña  á  otros  labradores, 
que  le  paguen  el  fruto  á  sus 
tiempos. 

42  Jesús  les  dice :  ¿  Nunca 
leísteis  en  las  Escrituras :  La 

I    piedra,  que  desecháron  los  ^ue 
I    edificaban,  esta  fué  puesta  por 
i    cabeza  de  esquina  ?  Por  el  Se- 
ñor fué  esto  hecho,  y  es  cosa 
maravillosa  en  nuestros  ojos  : 

43  Por  tanto  os  digo,  que  qui- 
tado os  será  el  reyno  de  Dios,  y 
será  dado  á  un  pueblo  que  haga 
los  frutos  de  él. 

44  Y  el  que  caj'^ere  sobre  esta 
piedra,  será  quebrantado  ;  y  so- 
bre quien  ella  cayere,  lo  desme- 
nuzará. 

43  Y  quando  los  Príncipes  de 
los  Sacerdotes  y  los  Fariséos 
oj'éron  sus  parábolas,  entendié- 
¡  ron  que  de  ellos  hablaba. 
I  46  Y  queriéndole  echar  mano, 
j  temiéron  al  pueblo;  porque  le 
I    miraban  como  un  Profeta. 

'  CAPITULO  XXIL 

1  XT"  respondiendo  Jesús, 

JL     Íes  volvió  á  hablar 
i     otra  vez  en  parábolas,  diciendo  : 

2  Semejante  es  el  re3'no  de 
ios  cielos  á  cierto  Rey,  que  hizo 
bodas  á  su  hijo; 

3  Y  envió  sus  siervos  á  llamar 
á  ios  convidados  á  las  bodas; 
mas  no  quisieron  ir. 

4  Envió  de  nuevo  otros  sier- 
vos, diciendo  :  Decid  á  los  con- 


vidados :  He  íquí  he  preparado 
mi  banquete,  mis  toros,  y  los 
animales  cebados  están  ya  muer- 
tos, todo  está  pronto :  venid  á  las 
bodas. 

5  Mas  ellos  lo  despreciáron, 
y  se  fuéron,  el  uno  á  su  granja, 
y  el  otro  á  su  tráfico  : 

6  Y  los  otros  echáron  mano 
de  los  siervos ;  y  después  de  ha- 
berlos ultrajado,  los  matáron. 

7  Y  el  Key,  quando  lo  oyó, 
se  irritó,  y  enviando  sus  exér- 
citos,  acabó  con  aquellos  homi- 
cidas, y  puso  fuego  á  su  ciudad. 

8  Entónces  dixo  á  ^us  sier- 
vos :  Las  bodas  ciertamente  es- 
tán aparejadas,  mas  los  que  ha- 
bian  sido  convidados,  no  fueron 
dignos. 

9  Pues  id  á  las  salidas  de  los 
caminos,  y  á  quantos  halláreis, 
llamadlos  á  las  bodas. 

10  Y  habiendo  salido  sus  sier- 
vos á  los  caminos,  congregároD. 
quantos  halláron,  malos  y  bue- 
nos ;  y  se  Uenáron  las  bodas  de 
convidados.  ' 

1 1  Y  entró  el  Key  para  ver 
á  los  que  estaban  á  la  mesa, 
y^ió  allí  un  hombre  que  no 
<í(Pllba  vestido  con  vestidura  de 
boda. 

12  Y  le  dixo:  Amigo,  ¿como 
has  entrado  aquí  no  teniendo 
vestido  de  boda?  Mas  él  enmu- 
deció. 

13  Entónces  el  Rey  dixo  á 
sus  Ministros  :  Atado  de  pies  y- 
de  manos,  arrojadle  en  las  tinie- 
blas exteriores :  allí  será  el  llorar 
y  el  "crugir  de  dientes. 

14  Porque  muchos  son  los 
llamados,  y  pocos  los  escogidos. 

15  Entónces  los  Fariséos  se 
fuéron,  y  consultaron  entre  sí, 
cómo  le  sosprenderian  en  lo  que 
hablase. 


38 

16  y  lo  envían  «US  discípulos 
juntamente  con  los  Herodianos, 
diciendo:  Maestro,  sabemos  que 
eres  veraz.,  y  que  enseñas  el 
camino  de  Dios  en  verdad,  y  que 
no  te  cuidas  de  cosa  alguna: 
porque  no  miras  á  la  persona  de 
los  hombres : 

17  Dinos  pues,  ¿  qué  te  pa- 
rece, es  lícito  dar  tñbuto  al  Ce- 
gar, ó  no  ? 

18  Mas  Jesús,  conociendo  la 
malicia  de  ellos,  dixo :  ¿  Por  qué 
me  tentáis,  hipócritas  ? 

1 9  Mostradme  la  moneda  del 
tributo.  Y  ellos  le  presentáron 
un  denano. 

20  Y  Jesús  les  dixo  :  ¿  Cuya 
es  esta  figura,  é  inscripción? 

21  Dícenie:  del  César.  En- 
tonces les  dixo :  Pues  pagad  á 
César,  lo  que  es  del  César:  y  á 
Dios,  lo  que  es  de  Dios. 

22  Y  quando  esto  oyéron,  se 
maravillaron,  y  dexándole,  se 
retiraron. 

23  En  aquel  dia  se  llegaron  á 
él  los  Sadducéof ,  que  dicen  no 
haber  resurrección :  y  le  pre- 
guntaron, 

24  Diciendo :  Maestro,  Moi- 
sés dixo:  Si  muriere  alguno ^gjfe 
no  tenga  hijo,  su  hermano  Se 
case  con  su  muger,  y  levante 
linage  á  su  hermano. 

25  Pues  habia  entre  nosotros 
siete  hermanos :  y  habiéndose 
casado  el  primero,  murió :  y  por 
no  haber  tenido  sucesión,  dexó 
su  rauger  á  su  hermano. 

26  Y  lo  mismo  el  segundo,  y 
el  tercero  hasta  el  séptimo.  - 

27  Y  después  de  todos  murió 
también  la  muger. 

28  ;  Pues  en  la  resurrección, 
de  quál  de  los  si  ele  será  muger? 
porque  todos  la  tuviéron. 

29  Y  respondiendo  Jesús,  les 


SAN  MATEO. 

dixo:  Erráis,  no  sabiendo  las 
Escrituras,  ni  el  poder  de  Dios. 

30  Porque  en  la  resurrección, 
ni  se  casarán  ni  serán  dados  en 
casamiento :  sino  que  serán  como 
Angeles  de  Dios  en  el  Cielo. 

31  Y  de  la  resurrección  de 
los  muertos,  ;  no  habéis  leído  las 
palabras,  que  Dios  os  dice : 

32  Yo  soy  el  Dios  de  Abra- 
ham,  y  el  Dios  de  Isaac,  y  el 
Dios  de  Jacob  ?  No  es  Dios  de 
muertos,  sino  de  vivos. 

33  Y  oyendo  esto  las  gentes, 
se  maravillaban  de  su  doctrina. 

34  Mas  los  Fariseos,  quando 
oyéron  que  habia  hecho  callar 
á  los  Sadducéos,  se  juntaron  á 
consejo : 

35  Y  le  preguntó  uno  de  ellos, 
que  era  Doctor  de  la  Ley,  ten- 
tándole : 

36  Maestro,  ¿quál  es  el  grande 
mandamiento  en  la  Ley  ? 

37  Jesús  le  dixo :  Amarás  al 
Señor  tu  Dios  de  todo  tu  cora- 
zón, y  de  toda  tu  alma,  y  de  todo 
tu  entendimiento. 

38  Este  es  el  mayor,  y  el 
primer  mandamiento. 

39  Y  el  segundo  semejante  es 
á  este :  Amarás  á  tu  próximo, 
como  á  tí  mismo. 

40  De  estos  dos  madamientos 
depende  toda  la  Ley,  y  los  Pro- 
fetas. 

41  Y  estando  juntos  los  Fari- 
séos,  les  preguntó  Jesús, 

42  Diciendo :  ¿  Qué  os  parece 
del  Cristo  ?  ¿  de  quién  es  hijo  ? 
Dícenie :  de  David. 

43  Díceles :  ¿  Pues  como  Da- 
vid en  espíritu  le  llama  Señor, 
diciendo : 

44  Dixo  el  Señor  á  mi  Señor: 
siéntate  á  mi  derecha,  hasta  que 
ponga  tus  enemigos  por  peana  de 
tus  pies  ? 


/ 


CAPITULO  XXIII. 


39 


45  Pues  si  David  le  llama 
Señor,  ¿  cómo  es  su  hijo  ? 

46  Y  nadie  le  pedia  responder 
palabra :  ni  alguno  desde  aquel 
dia  fué  osado  mas  á  preguntarle. 


CAPITULO  XXIII. 


1  Tj^NTONCES  Jesús  ha 
JCj  bló  á  la  multitud,  y  ár 

sus  discípulos, 

2  Diciendo  :  Sobre  la  Cáte- 
dra de  Moisés  se  sentaron  los 
Escribas  y  los  Fariséos. 

3  Guardad  pues,  y  haced  todo 
lo  que  os  dixeren;  mas  no  hagáis 
según  las  obras  de  ellos ;  porque 
dicen,  y  no  hacen. 

'4  Pues  atan  cargas  pesadas, 
é  insoportables,  y  las  ponen  so- 
bre los  hombros  de  los  honores  : 
mas  ni  aun  con  su  dedo  las  quie- 
ren mover. 

5  Y  hacen  todas  sus  obras  por 
ser  vistos  de  los  hombres.  Y 
así  ensanchan  sus  fikcterias,  y 
extienden  sus  franjas.  " 

6  Y  aman  los  primeros  lugares 
en  las  cenas,  y  las  primeras  sillas 
en  las  Sinagogas, 

7  Y  ser  saludados  en  la  plaza, 
y  que  los  hombres  los  llamen 
Rabbí. 

8  Mas  vosotros  no  queráis  ser 
llamados  Rabbí ;  porque  uno  solo 
es  vuestro  Maestro,  y  vosotros 
todos  sois  hermanos. 

9  Y  á  nadie  llaméis  padre 
vuestro  sobre  la  tierra ;  porque 
uno  es  vuestro  Padre,  que  está 
en  los  Cielos. 

10  Ni  os  llaméis  Maestros  ; 
porque  uno  es  vuestro  Maestro, 
el  Cristo. 

11  El  que  es  mayor  entre  vo- 
sotros, será  vuestro  siervo. 

12  Porque  el  que  se  ensalzare, 
será  humillado ;  y  el  que  se  hu- 
millare; será  ensalzado. 


13  ¡*Mas  ay  de  vosotros,  Es- 
cribas y  Fariséos  hipócritas,  que 
cerráis  el  re}Tio  de  los  Cielos 
delante  de  los  hombres.  Pues 
ni  vosotros  entráis,  ni  á  los  que 
entrarían,  dexais  entrar  1 

14  ¡Ay  de  vosotros.  Escribas 
y  Fariséos  hipócritas,  que  devo- 
ráis las  casas  de  las  viudas,  ha- 
ciendo largas  oraciones ;  por  esto 
llevaréis  un  juicio  mas  riguroso! 

15  ¡  Ay  de  vosotros,  Escribas 
y  Fariséos  hipócritas,  porque 
rodeáis  la  mar  y  la  tierra,  por 
hacer  un  prosélito;  y  después 
de  haberle  hecho,  le  hacéis  dos 
veces  mas  digno  del  infierno  que 
vosofros ! 

16  ¡  Ay  de  vosotros,  guias  cie- 
gos, que  decis :  Todo  el  que 
jurare  por  el  templo,  nada  es ; 
mas  el  que  jurare  por  el  oro  del 
templo,  deudor  es ! 

17  .'Necios  y  ciegos!  ¿Qué 
es  mayor,  el  oro,  ó  el  templo 
que  santifica  al  oro  ? 

18  Y  todo  el  que  jurare  por 
el  altar,  nada  es :  mas  qual- 
quiera,  que  jurare  por  la  ofren- 
da, que  está  sobre  él,  deudor  es, 

19  ¡Ciegos!  ¿Quál  es  mayor, 
la  ofrenda,  ó  el  altar  que  santi- 
fica la  ofrenda? 

20  Aquel  pues  que  jura  por 
el  altar,  jura  por  él,  y  por  todo 
quanto  sobre  él  está. 

21  Y  todo  el  que  jura  por  e! 
templo,  jura  por  él,  y  por  el  que 
mora  en  él  : 

22  Y  el  que  jura  por  el  Cielo, 
jura  por  el  trono  de  Dios,  y 
por  a%uel  que  está  sentado  sobre 
él. 

23  ¡  Ay  de  vosotros,  Escribas 
y  Fariséos  hipócritas,  que  diez- 
máis la  yerba  buena,  y  el  eneldo, 
y  el  comino,  y  habéis  dexado  las 
cosas,  que  son  mas  importantes 


40 


SAN  MATEO. 


de  la  Ley,  la  justicia,  y  ia  mi- 
sericordia, y  la  f é !  Esto  era 
menester  hacer,  y  no  dexar  lo 
otro. 

24  Guias  cieg'os,  que  coláis 
el  mosquito,  y  os  tragáis  el  ca- 
mello. 

25  ¡  A  y  de  vosotros,  Escribas 
y  Fariséos  hipócritas,  que  lim- 
piáis lo  defuera  del  faso  y  del 
plato ;  y  por  dentro  estáis  llenos 
de  rapiña,  y  de  inmundicia ! 

26  Fariseo  ciego,  limpia  pri- 
mero lo  interior  del  vaso,  y  del 
plato,  para  que  sea  limpio,  lo 
que  esta  fuera. 

27  ¡  Ay  de  vosotros-.  Escribas 
y  Fariséos  hipócritas,  que  sois 
semejantes  á  los  sepulcros  blan- 
queados, que  parecen  defuera 
hermosos  á  los  hombres,  y  den- 
tro están  llenos  de  huesos  de 
muertos,  y  de  toda  suciedad  ! 

28  Así  también  vosotros,  de 
fuera  os  mostráis  en  verdad  jus- 
tos á  los  hombres :  mas  de  dentro 
estáis  llenos  de  hipocresía,  y  de 
iniquidad. 

29  ¡  Ay  de  vosotros,  Escribas 
y  Fariséos  hipócritas,  que  edifi- 
cáis los  sepulchros  de  los  Profe- 
tas, y  adornáis  los  monumentos 
de  los  justos ! 

30  y  decis:  Si  hubiéramos 
vivido  en  los  dias  de  nuestros 
padres,  no  hubiéramos  sido  sus 
compañeros  en  la  sangre  de  los 
Profetas. 

31  Y  así  dais  testimonio  á 
vosotros  mismos,  de  que  sois  hi- 
jos de  aquellos,  que  mataron  á 
los  Profetas.  • 

32  Y  llenad  vosotros  la  medi- 
da de  \  uestros  padres. 

'  33  Serpientes,  raza  de  víbo- 
ras, ^  cómo  huiréis  del  juicio  de 
}a  Gehenna  ? 

24  Por  esto  he  aquí  yo  envío 


á  vosotros  Profetas,  y  sabios,  y 
Doctores,  y  de  ellos  mataréis,  y 
crucificaréis,  y  de  ellos  azotaréis 
en  vuestras  Sinagogas,  y  los 
perseguiréis  de  ciudad  en  ciu- 
dad: 

35  Para  que  venga  sobre  vo- 
sotros toda  la  sangre  inocente, 
que  se  ha  vertido  sobre  la  tierra, 
desde  la  sangre  de  Abel  el  justo 
hasta  la  sangre  de  Zacarías, 
hijo  de  Baraquías,  al  qual  ma- 
tasteis entre  el  templo  y  el  altar. 

36  En  verdad  os  digo,  que  to- 
das estas  cosas  vendrán  sobre 
esta  generación. 

37  Jerusalém,  Jerusaléra,  que 
matas  los  Profetas,  y  apedreas  á 
aquellos  que  á  tí  'son  enviados, 
¿  quantas  veces  quise  allegar  tus 
hijos,  como  la  gallina  allega  sus 
pollos  debaxo  de  las  alas,  y  no 
quisiste  ? 

38  He  aquí,  que  os  quedará 
desierta  vuestra  casa. 

39  Porque  os  digo,  que  desde 
ahora  no  me  veréis,  hasta  que 
digáis :  Bendito  el  que  viene  en 
el  nombre  del  Señor. 

CAPITULO  XXIV. 

1  '\7*  habiendo  salido  Jesús 

X  del  templo,  se  reti- 
raba. Y  se  llegaron  á  él  sus 
discípulos,  para  mostrarle  los 
edificios  del  templo. 

2  Mas  él  les  respondió,  dicien- 
do:  ¿  Veis  todo  esto  ?  En,  verdad 
os  digo,  que  no  quedará  aquí 
piedra  sobre  piedra,  que  no  sea 
derribada. 

3  Y  estando  sentado  él  en  el 
monte  del  Olivar,  se  llegaron  á 
él  sus  discípulos  en  secreto,  y  le 
dixéron :  Dinos,  ¿  quándo  serán 
estas  cosas  ?  ¿  y  qué  señal  habrá 
de  tu  venida,  y  de  la  consuma- 
ción del  siglo  ? 


CAPITULO  XXIV. 


41 


4  Y  respondiendo  Jesús,  les 
dixo:  Guardaos  que  no  os  en- 
gañe alguno ; 

5  Porque  vendrán  muchos  en 
mi  nombre,  y  dirán  :  Yo  soy  el 
Cristo;  y  á  muchos  engañarán. 

6  Y  también  oiréis  guerras,  y 
mmores  de  guerras  :  mirad  que 
no  os  turbéis.  Porque  conviene 
que  esto  suceda,  mas  aun  no  es 
el  fin. 

7  Porque  se  levantará  gente 
contra  gente,  y  remo  contra 
Texno ;  y  habrá  pestilencias,  y 
hambres,  y  terremotos  por  los 
lugares. 

8  Y  todas  estas  cosas  princi- 
pios soti  dolores. 

9  Entonces  os  entregarán  á 
tribulación,  y  os  matarán ;  y.se- 
réis  abon'ecidos  de  todas  las 
g-entes  por  causa  de  mi  nombre. 

10  Y  muchos  entonces  serán 
escandalizados,  y  se  eutregarán 
unos  á  otros,  y  se  aborrecerán 
entre  sí. 

11  Y  se  levantarán  muchos 
.fbJsos  Profetas,  y  engañarán  á 
muchos. 

1-2  Y  porque  se  multiplicará 
la  iniquidad,  se  resfriará  la  cari- 
dad de  muchos. 

13  Mas  el  que  perseverare 
hasta  el  fin,  este  será  salvo. 

14  Y  será  predicado  este 
Evangelio  del  rejmo  por  todo  el 
mundo,  en  testimonio  á  todas  las 
gentes :  y  entonces  vendrá  el  fin. 

15  Por  tanto,  quando  viereis 
que  la  abominación  de  la  desola- 
ción, que  fué  dicha  por  el  Pro- 
feta Daniél,  está  en  el  lugar 
santo,  el  que  lee  entienda : 

16  Entonces  ios  que  estén  en 
la  Judéa,  huyan  á  los  montes ; 

17  Y  el  que  en  el  tejado,  no 
descienda  á  tomar  alguna  cosa 
de  su  casa ; 


18  Y  el  que  en  el  campo,  no 
vuelva  á  tomai-  su  túnica. 

1 9  ¡  Mas  ay  de  las  preñadas, 
y  de  las  que  crian  en  aquellos 
dias ! 

20  Rogad  pues,  que  vaestra 
huida  no  suceda  en  invierno,  o 
en  sábado : 

'21  Porque  habrá  entonces 
grande  tribulación,  qual  no  fue 
desde  el  principio  del  mund© 
hasta  aliora,  m  será. 

22  Y  si  no  fuesen  abreviados 
aquellos  dias,  ninguna  canie 
seria  salva;  mas  por  los  esco- 
gidos aquellos  dias  serán  abre* 
viados. 

23  Entonces  si  alguno  os  di- 
xere :  Mirad,  el  Cristo  est» 
aquí  ó  allí,  no  lo  creáis. 

24  Porque  se  levantarán  fal*» 
sos  Cristos,  y  falsos  Profetas  j 
y  darán  grandes  señales,  y  pro» 
áigios,  de  modo  que,  si  puede 
ser,  caygan  en  error  aim  los  es- 
cogidos. 

25  Ved  que  os  lo  he  dicho  d© 
antemano. 

26  Por  lo  qual  si  os  dixeren  j 
He  aquí  que  está  en  el  desierto, 
no  salgáis :  mirad  que  está  ea 
lo  mas  retirado  dtfhla  casa,  no  lo 
creáis. 

27  Porque  como  el  relámpago 
sale  del  Oriente,  y  se  dexa  vcl* 
hasta  el  Occidente,  así  será 
también  la  venida  del  Hijo  dej 
hombre. 

28  Donde  quiera  que'  estu* 
viere  el  cuerpo,  allí  se  juntarán 
también  las  águilas. 

29  Y  luego  después  de  la  tri- 
bulación de  aquellos  dias,  el  Sai 
se  obscurecerá,  y  la  Luna  ho 
dará  su  lumbre,  y  las  estrellas 
caerán  del  cielo,  y  las  virtudes 
del  cielo  serán  conmovidas  : 

30  Y  entónoss  parecerá  b 


42 


SAX  MATEO. 


señal  del  Hijo  del  homore  en  el 
Cielo ;  y  entónces  plañirán  todas 
las  tribus  de  la  tierra,  y  verán 
al  Hijo  del  hombre  que  vendrá 
eíi  las  nubes  del  cielo  con  grande 
poder  y  mag-estad ; 

31  Y  enviará  sus  Angeles  con 
trompetas,  y  con  grande  voz  ;  y 
allegarán  sus  escogidos  de  los 
quatro  vientos,  desde  lo  sumo 
de  los  Cielos  hasta  los  términos 
de  ellos. 

32  Aprended  de  la  higuera 
una  comparación:  quando  sus 
ramos  están  ya  tiernos,  y  las 
hojas  han  brotado,  sabéis  que 
está  cerca  el  EsMo : 

33  Pues  del  mismo  modo, 
quando  vosotros  viereis  todo 
esto,  sabed  que  está  cerca  á  las 
puertas. 

34  En  verdad  os  digo,  que  no 
pasará  esta  generación,  que  no 
sucedan  todas  estas  cosas. 

35  El  Cielo  y  la  tierra  pa- 
sarán, mas  mis  palabras  no  pa- 
sarán. 

36  Mas  de  aquel  dia,  ni  de 
aquella  hora,  nadie  sabe,  ni  los 
Angeles  de  los  Cielos,  sino  solo 
el  Padre. 

37  Y  así  como  en  los  dias  de 
Noe,  así  será  también  la  venida 
del  Hijo  del  hombre. 

38  Porque  así  como  en  los 
dias  ántes  del  diluvio  se  estaban 
comiendo  y  bebiendo,  casándose 
y  dándose  en  casamiento,  hasta 
el  dia  en  que  entró  Noé  en  el 
arca, 

39  Y  no  lo  entendieron  hasta 
que  vino  el  diluvio,  y  los  llevó  á 
todas  ;  así  será  también  la  veni- 
da del  Hijo  del  hombre. 

40  Entónces  estarán  dos  en 
el  campo ;  el  uno  será  tomado, 
y  el  otro  será  dexado. 

41  Dos  mugeres  molerán  en 


un  molino  ;  la  una  será  tomada, 
y  la  otra  será  dexada. 

42  Velad  pues,  porque  no  sa- 
béis á  qué  hora  ha  de  venir 
vuestro  Señor. 

43  Mas  sabed,  que  si  el  Padre 
de  famihos  supiese  á  qué  hora 
liabia  de  venir  el  ladrón,  velaría 
sin  duda,  y  no  dexaria  minar  su 
casa. 

44  Por  tanto  estad  apercibi- 
dos también  vosotros  ;  porque  á 
la  hora  que  ménos  pensáis,  ha 
de  venir  el  Hijo  del  hombre. 

45  ¿  Quién,  creéis,  que  es  el 
siervo  fiel,  y  prudente,  á  quien 
su  señor  puso  sobre  su  familia, 
para  que  les  dé  de  comer  á 
tiempo  ? 

46  Bienaventurado  aquel  sier-. 
vo,  á  quien  hallare  su  señor  así 
haciendo,  quando  viniere. 

47  En  verdad  os  digo,  que  I© 
pondrá  sobre  todos  sus  bienes. 

48  Mas  si  dixere  aquel  sier- 
ro malo  en  su  corazón :  Se  tarda 
mi  señor  en  venir ; 

49  Y  comenzare  á' maltratar 
á  sus  compañeros,  y  á  comer,  y 
beber  con  los  que  se  embriagan ; 

50  Vendrá  el  Señor  de  aquel 
siervo  el  dia  que  no  espera,  y  á 
la  hora  que  no  sabe  ; 

51  Y  lo  separará,  y  pondrá 
su  parte  con  los  hipócritas.  Allí 
será  el  llorar,  y  el  cruxir  de 
dientes. 

CAPITULO  XXV. 

1  TTl  NTONCES  será  seme- 
jLjá  jante  el  reyno.de  lo5 

cielos  á  diez  vírgenes,  que  to- 
mando sus  lámpai'as,  salieron  í, 
recibir  al  Esposo  y  á  la  Esposa 

2  Mas  las  cinco  de  ellas  erai 
fátuas,  y  las  cinco  prudentes  ; 

3  Y  laa  cinco  fátuas,  hablen 


CAPITULO  XXV. 


45 


3b  tomado  sus  lámpaiss,  no  lle- 
varon consig-o  aceyte. 

4  Mas  las  prudentes  tomaron 
aceyte  en  sus  vasijas  juntamente 
coa  las  lámparas. 
,  5  y  lardándose  el  Esposo, 
comenzaron  á  cabecear,  y  se 
durmieron  todas. 

6  Quando  á  la  media  noche 
se  oyó  g-ritar  :  Mirad  que  viene 
el  Esposo,  salid  á  recibirle. 

7  Entónces  se  levantaron  to- 
das aquellas  vírg-enes,  y  adere- 
zaron sus  lámparas. 

!  8  Y  dixéron  las  fatuas  á  las 
i  prudentes  :  Dadnos  de  vuestro 
lacejte,  porque  nuestras  lámpa- 
1  ras  se  ai)agan. 

9  Respondieron  las  prudentes, 
diciendo  :  Porque  tal  vez  ^  no 
alcanze  para  nosotras  y  para  vo- 
sotras, id  antes  á  los  que  lo 
venden,  y  comprad  para  voso-" 
tras. 

10  Y  mientras  que  ellas  fue- 
ron á  comprarlo,  vino  el  Esposo ; 
y  las  que  estaban  apercibidas, 
entraron  con  él  á  las  bodas,  y 
fué  cerrada  la  puerta. 

11  Al  fin  viniéron  también  las 
otras  vírg-cnes  diciendo  :  Señor, 
Señor,  ábrenos. 

12  Mas  él  respondió,  y  dixo  ; 
En  verdad  os  digo,  que  no  os 
conozco. 

13  Velad,  pues,  porque  no 
sabéis  el  dia,  ni  la  hora. 

14  Porque  así  es,  como  un 
hombre,  que  al  partirse  lejos, 
llamó  á  sus  siervos,  y  les  entregó 
sus  bienes ; 

15  Y  dio  al  uno  cinco  talen- 
tos, y  al  otro  dos,  y  al  otro  dió 
uno,  á  cada  uno  según  su  capa- 
cidad :  y  se  partió  luego. 

16  El  que  habia  recibido  los 
cinco  talentos,  se  fu^S  á  negociar 
con  ellos,  y  ganó  otros  cinco  ; 


17  Asimismo  el  que  habió, 
recibido  dos,  ganó  otros  dos  ; 

18  IVÍas  el  que  habia  recibida 
uno,  fué  y  cavó  en  la  tierra,  y  es- 
condió allí  el  dinero  de  su  señor. 

19  Después  de  largo  tiempo 
vino  el  señor  de  aquellos  siervos, 
y  los  llamó  á  cuentas. 

^20  Y  llegando  el  que  había 
recibido  los  cinco  talentos,  pre- 
sentó otros  cinco  talentos,  di- 
ciendo :  Señor,  cinco  talentos 
me  entregaste,  he  aquí  otros 
cinco  he  ganado  demás. 

21  Su  Señor  le  dixo  Bluy 
bien,  siervo  bueno  y  fiel ;  por- 
que fuiste  fiel  en  lo  poco,  te 
pondré  sobre  lo  mucho,  entra  en 
el  gozo  de  tu  Señor. 

22  Y  se  llegó  también  el  qu6 
habia  recibido  los  dus  talentos, 
y  dixo :  Señor,  dos  talentos  me 
entregaste,  aquí  tienes  otros  dos 
que  he  ganado. 

23  Su  Señor  le  dixo:  Bi^n 
está,  siervo  bueno  y  fiel;  porque 
fuiste  fiel  sobre  lo  poco,  te  pon- 
dré sobre  lo  mucho,  entra  en  eji 
g-ozo  de  tu  Señor. 

24  Y  llegando  también  el  que 
habia  recibido  un  talento,  dixo  : 
Señor,  sé  que  eres  un  hombre 
de  recia  condición,  siegas  en 
donde  no  sembraste,  y  allegas 
en  donde  no  esparciste  : 

25  Y  temiendo,  me  fui,  y  es- 
condí tu  talento  en  tierra :  he 
aquí  tienes  lo  que  es  tuyo. 

26  Y  respondiendo  su  señor, 
le  dixo :  Siervo  malo  y  perezoso, 
sabias  que  siego  en  donde  no 
siembro,  y  que  alleg-o  en  donde 
no  he  esparcido : 

27  Pues  debiste  haber  dado 
mi  dinero  á  los  banqueros,  y 
viniendo  yo  hubiera  recibido 
ciertamente  con  usura,  lo  que 
era  mió. 


SAN  MATEO. 


44 

28  Quitadle  pues  el  talento,  y 
dádselo  al  que  tiene  diez  talentos. 

29  Porque  será  dado  á  todo  el 
que  tuviere,  y  tendrá  mas :  mas 
al  que  no  tuviere,  le  será  quita- 
do aun  lo  que  pajece  que  tiene. 

30  Y  al  siervo  inútil  echadlo 
én  las  tinieblas  exteriores :  allí 
será  el  llorar,  y  el  crugir  de 
dientes. 

31  Y  quando  viniere  el  Hijo 
del  hombre  en  su  mag-estad,  y 
todos  los  Ang-eles  con  él,  se 
sentará  entonces  sobre  el  líx)no 
de  su  Mag-estad  : 

32  Y  serán  todas  las  gentes 
ayuntadas  ante  el,  y  apartará 
los  unos  de  los  otros,  como  el 
pastor  aparta  las  ovejas  de  los 
cabritos : 

o3  Y  pondrá  las  ovejas  á  su 
derecha,  y  los  cabritos  á  la 
izquierda. 

34  Entonces  dirá  el  Rey  á  los 
que  estarán  á  su  derecha :  Ve- 
nid benditos  de  mi  Padre,  poseed 
el  reyno  que  os  está  preparado 
desde  el  establecimiento  del 
mundo : 

35  Porque  ture  hambre,  y 
rae  disteis  de  comer ;  tuve  sed, 
y  me  disteis  de  beber;  era 
huésped,  y  me  hospedasteis  ; 

36  Desnudo,  y  me  cubristeis; 
enfermo,  y  me  visitasteis  ;  esta- 
ba en  la  cárcel,  y  me  venísteis 
á  ver. 

37  Entónces  le  responderán 
los  justos,  y  dirán :  Señor, 
¿quando  te  vimos  hambriento, 
y  te  dimos  de  comer;  ó  sediento, 
y  te  dimos  de  beber  ? 

38  ¿  Y  quando  te  vimos  hués- 
ped, y  te  hospedamos ;  ó  desnu- 
do, y  te  vestimos  ? 

39  ¿  O  quando  te  vimos  enfer- 
mo, 6  en  la  cárcel,  y  te  fuimos 
á  ver  ? 


40  Y  respondiendo  el  Rey  leé 
dirá :  En  verdad  os  dig^o,  que  en 
quanto  lo  hicisteis  á  uno  de  estos 
mis  hermanos  pequeñitos,  á  mí 
lo  hicisteis. 

41  Entonces  dirá  también  a 
los  que  estarán  á  la  izquierda : 
Apartaos  de  mí  malditos  al  fue- 
go eterno,  que  está  aparejada 
para  el  diablo  y  para  sus  án- 
geles. 

42  Porque  tuve  hambre,  y  no 
me  disteis  de  comer;  tuve  sed, 
y  no  me  disteis  de  beber ; 

43  Era  hiiésped,  y  no  me 
hospedásteis  ;  desnudo,  y  no  me 
cubristeis ;  enfermo,  y  en  la  cár- 
cel, y  no  me  visitásteis. 

44  Entónces  ellos  también  le 
responderán  diciendo :  Señor, 
¿  quando  te  vimos  hambriento,  6 
sediento,  ó  huésped,  ó  desnudo, 
ó  enfermo,  ó  en  la  cárcel,  y  no 
te  servimos  ? 

45  Entónces  les  responderá 
diciendo :  en  verdad  os  digo  ; 
que  en  quanto  no  lo  hicisteis  á 
uno  de  estos  pequeñitos,  ni  á  mí 
lo  hicisteis. 

46  E  irán  estos  al  suplicio 
eterno,  y  los  justos  á  la  vidí^ 
eterna. 

CAPITULO  XXVI. 


aconteció  que  quando 
hubo  Jesús  acabado 


todos  estos  razonamientos,  dixo 
á  sus  discípulos : 

2  Sabéis  que  de  aquí'  á  dog 
dias  será  la  Pascua,  y  el  Hijo 
del  hombre  será  entregado  para 
ser  crucificado. 

3  Entónces  se  juntáron  los 
príncipes  de  los  sacerdotes,  y 
los  magistradas  del  pueblo  en  el 
atrio  del  príncipe  de  los  sacer- 
dotes, que  se  llamaba  Caifas : 


CAPITULO  xxvr. 


45 


4  Y  tuvieron  consejo  para 
prender  á  Jesús  con  engaño,  y 
hacerle  morir. 

5  Mas  decían :  No  en  el  di  a 
de  la  fiesta,  porque  acaso  no 
sucediese  alboroto  en  el  pueblo. 

6  Y  estando  Jesús  en  Beta- 
nia  en  ca?a  de  Simón  el  leproso, 

7  Se  lle^ó  á  él  uaa  muger 
que  traía  un  vaso  de  alabastro 
de  ungüento  precioso,  j  lo  der- 
ramo sobre  la  cabeza  de  él,  es- 
tando recostado  á  ^a  mesa. 

8  Y  quando  lo  vieron  sus  dis- 
cípulos, se  indignlron  diciendo: 
¿  A  qué  fin  este  desperdicio  ? 

9  Porque  podía  esto  venderse 
en  mucho  precio,  y  darse  á  los 
pobres.. 

10  Mas  entendiéndolo  Je^us, 
les  dixo:  ¿  Por  qué  sois  molestos 
á  esta  muger?  pues  ha  hecho 
conmigo  una  buena  obra. 

11  Porque  siempre  tenéis  po- 
bres con  vosotros  :  mas  á  mí  no 
siempre  me  tenéis. 

12  Porque  derramando  esta 
este  ungüento  sobre  mi  cuerpo, 
para  sepultarme  lo  hizo. 

13  En  verdad  os  digo,  que  en 
todo  lugar,  donde  fuere  predica- 
do este  Evangelio  en  todo  el 
mundo,  se  contará  también,  lo 
que  esta  ha  hecho,  para  memoria 
de  ella. 

14  Entonces  se  fué  uno  de 
los  doce,  llamado  Judas  Isca- 
riotes a  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes : 

15  Y  les  dixo:  ¿Qué  me  que- 
réis dar,  y  yo  os  le  entregaré  ? 
Y  ellos  le  señalaron  treinta  mo- 
nedas de  plata. 

16  Y  desde  entonces  buscaba 
oportunidad  para  entregarle. 

17  Y  el  primer  día  de  Iqs 
ázymos  se  llegaron  los  discípu- 
los á  Jesusj  y  le  dixéron:  ¿En 


donde  quieres,  que  dispongamos 
para  que  comas  la  Pascua.'* 

18  Y  dixo  Jesús:  Id  á  la  ciu- 
dad á  casa  de  cierta  persona,  y 
decidle:  El  Maestro  dice:  Mi 
tiempo  está  cerca,  en  tu  casa 
hago  la  Pascua  con  mis  dicí- 
pulos. 

f9  Y  los  discípulos  hiciéron, 
como  Jesús  les  había  mandado, 
y  dispusieron  la  Pascua. 

20  Y  quando  vino  la  tarde,  se 
sentó  á  la  mesa  con  sus  doce 
discípulos. 

21  Y  quando  ellos  estaban 
comiendo,  dixo  :  En  verdad  os 
digo,  que  uno  de  vosotros  me  ha 
de  entregar. 

22  Y  ellos  muy  llenos  de  tris- 
teza, cada  uno  comenzó  á  decir : 
¿  Por  ventura  soy  yo,  Señor  ? 

23  Y  él  respondió,  y  dixo: 
El  que  mete  conmigo  la  mano 
en  el  plato,  ese  es  el  que  me 
entregará. 

24  El  Hijo  del  hombre  va 
ciertamente,  como  está  escrito 
de  él :  pero  ay  de  aquel  hombre 
por  quien  será  entregado  el 
Hijo  del  hombre:  mas  le  valiera 
á  aquel  hombre  no  haber  nacido. 

25  Y  respondiendo  Júdas,  que 
le  entregó,  dixo :  ¿  Soy  yo  por 
ventura.  Maestro  ?  Dícele :  Tú 
lo  has  dicho. 

26  Y  cenando  ellos,  tomó  Je- 
sús el  pan,  y  lo  bendixo,  y  lo 
partió,  y  lo  dió  á  sus  discípulos, 
diciendo:  Tomad,  y  comed:  este 
es  mi  cuerpo. 

27  Y  tomando  el  cáliz,  dió 
gracias,  y  se  les  dió,  diciendo : 
Bebed  de  este  todos. 

28  Porque  esta  es  mi  Sangre 
del  nuevo  Testamento,  que  será 
derramada  por  muchos  para  re- 
misión de  pecados. 

29  Y  dígoos,  que  desde  hoy 


46 


SAN  MATEO. 

dro : 


mas  no  beberé  de  este  fruto  de 
vid,  hasta  aquel  dia,  quando  le 
beba  nuevo  con  vosotros  en  el 
reyno  de  mi  Padre. 

30  Y  dicho  el  Himno,  salié- 
Xon  al  monte  del  Olivar. 

31  Entonces  Jesús  les  dixo: 
Todos  vosotros  padeceréis  es- 
cándalo en  mí  esta  noche.  Por- 
<jue  escrito  está:  Heriré  al  Pas- 
tor, V  se  descarriarán  las  ovejas 
del  rebaño. 

32  Mas  después  que  resuci- 
tare, iré  delante  de  vosotros  á 
la  Galiléa. 

33  Respondió  Pedro,  y  le  di- 
30 :  Aunque  todos  se  escandali- 
zaren en  tí,  yo  nunca  me  escan- 
dalizaré. 

34  Jesús  le  dixo:  En  verdad 
te  digo,  que .  esta  noche  antes 
que  cante  el  gallo,  me  negarás 
tres  veces. 

35  Pedro  le  dixo :  Aunque 
sea  menester  morir  yo  contigo, 
no  te  negaré.  Y  todos  los  otros 
discípulos  dixéron  lo  mismo. 

36  Entonces  fué  Jesús  con 
ellos  á  una  granja,  llamada 
Getsemaní,  y  dixo  á  sus  dis- 
cípulos :  Sentaos  aquí,  mien- 
tras que  yo  voy  allí,  y  hago 
oración. 

37  Y  tomando  consigo  á  Pe- 
dro, y  á  los  dos  hijos  de  Zebe- 
déo,  empezó  á  entristecerse  y 
angustiarse. 

38  Y  entónces  les  dixo :  Tris- 
te está  mi  alma  hasta  la  muerte  : 
esperad  aquí,  y  velad  conmigo. 

39  Y  habiendo  dado  algunos 
pasos,  se  postró  sobre  su  rostro, 
é  hizo  oración,  y  dixo :  Padre 
mió,  si  es  posible,  pase  de  mí 
este  cáliz :  mas  no  como  yo 
quiero,  sino  como  tú. 

40  Y  vino  á  sus  discípulos,  y 
los  halló  dormidos,  y  dixo  á  Pe- 


Así,  no  habéis  podido 


velar  una  hora  conmigo? 

41  Velad,  y  orad  para  que  no 
entréis  en  tentación.  El  espí- 
ritu en  verdad  pronto  está,  mzs 
la  carne '  enferma. 

42  Se  fué  de  nuevo  segunda 
vez,  y  oró,  diciendo:  Padre 
mió,  sino  puede  pasar  este  cáliz 
sin  que  yo  lo  beba,  hágase  tu 
voluntad. 

43  Y  vino  otra  vez,  y  los  ha- 
lló dormidos,  porque  estaban 
cargados  los  ojos  de  ellos. 

44  Y  los  dexó,  y  de  nuevo 
fué  á  orar  tercera  vez,  diciendo 
las  mismas  palabras. 

45  Entónces  vino  á  sus  discí- 
pulos, y  les  dixo  ;  Dormid  ya,  y 
reposad :  ved  aquí  llegada  la 
hora,  y  el  Hijo  del  hombre  será 
entregado  en  manos  de  peca- 
dores. 

46  Levantáos,  vamos :  ved, 
que  ha  llegado  el  que  me  entre- 
gará. 

47  Y  estando  él  aun  hablando, 
he  aquí  llegó  Jüdas  uno  de  los 
doce,  y  con  él  una  grande  tropa 
de  gente  con  espadas,  y  con  pa- ' 
los,  que  habían  enviado  los  Prín 
cipes  de  los  Sacerdotes,  y  los 
Ancianos  del  pueblo. 

48  Y  el  que  le  entregó,  les 
dió  señal,  diciendo :  El  que  yo 
besare,  él  mismo  es,  prendedle. 

49  Y  se  llegó  luego  á  Jesús, 
y  dixo  :  Dios  te  guarde,  Maes- 
tro.   Y  le  besó. 

50  Y  Jesús  le  dixo :  ¿  Amigo, 
á  qué  has  venido  ?  Al  mismo 
tiempo  llegáron,  y  echáron  ma- 
no de  Jesús,  y  le  prendiéron. 

51  Y  uno  de  los  que  estaban 
con  Jesús,  adargando  la  mano, 
sacó  su  espada,  é  hiriendo  á  un 
sien  o  del  Pontífice,  le  cortó  la 
oreja. 


CAPITULO  XXVI. 


47 


52  Entonces  le  dixo  Jesús : 
Vuelve  tu  espada  á.  su  lug-ar  : 
porque  todos  los  que  tomaren 
espada,  á  espada  morirán. 

%3  ¿  Por  ventura  piensas,  que 
no  puedo  rog-ar  á  mi  Padre,  y 
me  dará  ahora  mismo  mas  de 
doce  leg-iones  de  Angeles  ? 

34  ¿  Pues  como  se  cumplirán 
las  Escrituras,  de  que  así  con- 
viene que  se  hag^  ? 

55  En  aquella  hora  dixo  Je- 
sús á  aquel  tropel  de  gente : 
Corno  á  ladrón  habéis  salido  con 
espadas  y  con  palos  á  pren- 
derme :  cada  dia  estaba  sentado 
en  el  templo  con  vosotros  ense- 
ñando, y  no  me  prendisteis. 

56  iMas  esto  todo  fué  hqcho, 
para  que  se  cimipliesen  las  Es- 
crituras de  los  Profetas.  En- 
tonces le  desampararon  todos  los 
discípulos,  y  huyeron. 

57  Mas  los  que  tenian  preso 
á  Jesús,  le  llevaron  á  casa  de 
Caifas  el  Príncipe  de  los  Sacer- 
dotes, en  donde  se  habían  jun- 
tado los  Escribas  y  los  ancianos. 

58  Y  Pedro  le  seguía  de  lejos 
hasta  el  Palacio  del  Príncipe  de 
los  Sacerdotes.  Y  habiendo  en- 
trado dentro,  se  estaba  sentado 
con  los  sirvientes,  para  ver  el 
fin. 

59  Mas  los  Príncipes  de  los 
Sacerdotes,  y  todo  el  Concilio 
buscaban  alg^n  falso  testimonio 
contra  J esus,  para  entregarle  á 
la  muerte : 

60  Y  no  le  hallaron,  aunque 
se  habían  presentado  muchos 
falsos  testigos.  Mas  por  último 
llegaron  dos  testigos  falsos, 

61  Y  dixéron :  Este  dixo: 
Puedo  destruir  el  templo  de 
Dios,  y  reedificarlo  en  tres  dias. 

62  Y  levantándose  el  Prín- 
cipe de  los  Sacerdotes,  le  dixo  : ' 


¿  No  respondes  nada  á  lo  que 
estos  deponen  contra  tí  ? 

63  Y  Jesús  callaba.  Y  el 
Príncipe  de  los  Sacerdotes  le  di- 
xo :  Te  conjuro  por  el  Dios  vivo, 
que  nos  digas,  si  tú  eres  el  Cris- 
to el  hijo  de  Dios. 

^4  Jesús  le  dice :  Tú  lo  has 
dicho ;  y  aun  os  digo,  que  veréis 
desde  aquí  á  poco  al  Hijo  del 
hombre  sentado  á  la  derecha  de 
la  virtud  de  Dios,  y  venir  en  las 
nubes  del  Cielo. 

65  Entonces  el  Príncipe  de 
los  Sacerdotes  rasgó  sus  vesti- 
duras, y  dixo  :  Ha  blasfemado  : 
¿  Qué  necesidad  tenemos  ya  de 
testigos  ?  He  aquí  ahora  acabáis 
de  oir  la  blasfemia  : 

66  ¿  Qué  os  parece  ?  Y  eUos 
respondiendo  dixéron :  Reo  es 
de  muerte. 

67  Entonces  le  escupieron  en 
la  cara,  y  le  maltrataron  á  pu- 
ñadas, y  otros  le  dieron  bofeta- 
das en  el  rostro, 

68  Diciendo :  Adivínanos, 
Cristo,  ¿  quién  es  el  que  te  ha 
herido  ? 

69  Pedro  entre  tanto  estaba 
sentado  fuera  en  el  átrio :  y  se 
llegó  á  él  una  criada,  diciendo  : 
Tú  también  estabas  con  Jesús  el 
Galiléo. 

70  Mas  el  lo  negó  delante  de 
todos,  diciendo :  Ño  sé  lo  que 
dices. 

71  Y  saliendo  él  á  la  puerta, 
le  vio  otra  criada,  y  dixo  á  los 
que  estaban  allí :  Este  estaba 
también  con  Jesús  Nazareno. 

72  Y  negó  otra  vez  con  jura- 
mento, diciendo :  No  conozco 
tal  hombre. 

73  Y  de  allí  á  un  poco  se 
acercaron  los  que  estaban  allí, 
y  dixéron  á  Pedro :  Segura- 
mente tú  también  eres  de  ellos  : 


SAN  MATEO. 


48 

porque  aun  tu  habla  te  da  bien 
á  conocer. 

74  Entonces  comenzó  á  hacer 
imprecaciones,  y  á  jurar  que  no 
conocia  á  tal  hombre.  Y  canto 
Juego  el  g-allo. 

75  Y  Pedro  se  acordó  de  la 
palabra,  que  le  habia  dicho  Je- 
sús :  Antes  que  cante  el  gallo, 
me  negarás  tres  veces.  Y  ha- 
biendo salido  fuera,  lloró  amar- 
gamente. 

CAPITULO  XXVII. 


venida  la  mañana,  to- 
dos los  Príncipes  de 


los  Sacerdotes  y  los  Ancianos 
del  pueblo  entraron  en  consejo 
contra  Jesús,  para  entregarle  á. 
la  muerte. 

2  Y  le  llevaron  atado,  y  le 
entregaron  al  Presidente  Poncio 
Pilato. 

3  Entonces  Judas,  que  le  ha- 
bia entregado,  quando  vió  que 
habia  sido  condenado :  movido 
de  arrepentimiento,  volvió  las 
treinta  monedas  de  plata  á  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes  y  á 
los  Ancianos, 

4  Diciendo :  He  pecado,  en- 
tregando la  sangre  inocente. 
Mas  ellos  dixéron  :  ¿  Qué  nos 
importa  á.  nosotros  ?  viéraslo  tú. 

5  Y  arrojando  las  monedas  de 
plata  en  el  templo,  se  retiró,  y 
fué,  y  se  ahorcó  con  un  lazo. 

6  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes tomando  las  monedas 
de  plata,  dixéron :  No  es  lícito 
meterlas  en  el  tesoro,  porque  es 
precio  de  sangre. 

7  Y  habiendo  deliberado  so- 
bre ello,  compraron  con  ellas  el 
campo  de  un  alfarero,  para  se- 
pultura de  los  extrangeros. 

8  Por  lo  qual  fué  llamado 


aquel  campo,  Haceldama,  esto 
es,  campo  de  sangre,  hasta  el 
dia  de  hoy. 

9  Entónces  se  cumplió  lo  que 
fué  dicho  por  Jeremías  el  Pro- 
feta, que  dixo:  Y  tomaron  las 
treinta  monedas  de  plata,  precio 
del  apreciado,  al  qual  aprecia- 
ron de  los  hijos  de  Israel ; 

10  Y  les  dieron  por  el  campo 
del  alfarero,  así  como  me  lo  or- 
denó el  Señor. 

11  Y  Jesús  fué  presentado 
ante  el  Presidente ;  y  le  pre- 
guntó el  Presidente,  y  dixo : 
¿Eres  tú  el  Rey  de  los  Judíos? 
Jesús  le  dice :  Tú  lo  dices. 

12  Y  como  le  acusasen  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes,  y 
los  Ancianos,  nada  respondió. 

13  Entónces  le  dice  Pilato: 
¿  No  oyes  quantos  testimonios 
dicen  contra  tí  ? 

14  Y  no  le  respondió  á  pala- 
bra alguna,  de  modo  que  se 
maravilló  el  Presidente  en  gran 
manera. 

15  Por  el  dia  solemne  acos- 
tumbraba el  Presidente  entregar 
libre  al  pueblo  un  preso,  el  que 
querian. 

16  Y  á  la  sazón  tenia  un  pre- 
so muy  famoso,  que  se  llamaba 
Barrabas. 

17  Y  habiéndose  ellos  junta 
do,  les  dixo  Pilato  :  ¿  A  quien 
queréis  que  os  entregue  libre? 
¿  á  Barrabas,  ó  por  ventura  á 
Jesús,  que  es  llamado  el  Cristo  ? 

18  Pues  sabia  que  por  envidia 
le  habían  entregado. 

19  Y  estando  él  sentado  en  su 
tribunal,  le  envió  á  decir  su  mu- 
ger  :  Nada  tengas  tú  con  aquel 
Justo ;  porque  muchas  cosas  he 
pade«ido  hoy  en  visión  por  causa 
de  él. 

20  Mas  los  Príncipes  de  tos 


CAPITULO  XXVII. 


49 


Sacerdotes,  y  los  Ancianos  per- 
suadieron al  pueblo  que  pidiese 
á  Barrabas,  y  que  hiciese  morir 
á  Jesús. 

21  Y  el  Presidente  les  res- 
pondió, y  dixo :  ¿A  quái  de  los  dos 
queréis  que  os  entregue  libre  ? 
y  dixéron  ellos :  A  Barrabas. 

22  Pilato  les  dice:  ¿Pues  que 
haré  de  Jesús,  que  es  llamado 
el  Cristo  ?~ 

23  Dicen  todos :  Sea  crucifi- 
cado. El  Presidente  les  dice : 
¿  Pues  que  mal  ha  hecho  ?  Y 
ellos  levantaban  mas  el  grito, 
diciendo :  Sea  crucificado. 

24  Y  viendo  Pilato  que  nada 
adelantaba,  sino  qüe  crecía  mas 
el  alboroto,  tomando  agua,  se 
lavó  las  manos  delante  del  ¡Jue- 
blo,  diciendo  :  Inocente  soy  yo 
de  la  sangre  de  este  Justo ;  aUá 
os  lo  veáis  vosotros. 

25  Y  respondiendo  todo  el 
pueblo,  dixo :  Sobre  nosotros,  y 
sobre  nuestros  hijos  sea  su  san- 
gre. 

26  Entonces  les  soltó  á  Bar- 
rabas ;  y  después  de  haber  he- 
cho azotar  á  Jesús,  se  le  entre- 
gó para  que  le  crucificasen. 

27  Entónces  los  soldados  del 
Presidente  tomando  á  Jesús 
para  llevarle  al  pretorio,  hicie- 
ron formar  al  rededor  de  él  toda 
la  cohorte ; 

28  Y  desnudándole,  le  vistie- 
ron un  manto  de  grana ; 

29  Y  texiendo  una  corona  de 
espinas,  se  la  pusieron  sobre  la 
cabeza,  y  una  caña  en  su  mano 
derecha.  Y  doblando  ante  él 
la  rodilla,  le  escamecian,  di- 
ciendo :  Dios  te  salve,  Rey  de 
los  Judío's. 

30  Y  escupiéndole,  tomaron 
una  caña,  y  le  herían  en  la 
cabeza. 

3 


I  31  Y  después  que  lo  escarne- 
cieron, le  desnudaron  del  manto, 
y  le  vistieron  sus  ropas,  y  lo  lle- 
váron  á  crucificar. 

32  Y  al  salir  fuera,  hallaron 
un  hombi-e  de  Cirene,  por  nom- 
bre Simón;  á  éste  obligáron  á 
que.  cargase  con  la  Cruz  de 
Jesús. 

33  Y  vinieron  á  un  lugar,  lla- 
mado Gólgota,  esto  es,  lugar 
de  la  Calavera. 

34  Y  le  diéron  á  beber  vino 
mezclado  con  hiél.  Y  habién- 
dolo probado,  no  lo  quiso  beber. 

35  Y  después  que  le  hubieron 
crucificado,  repartiéron  sus  ves- 
tiduras, echando  suerte  :  para 
que  se  cumpliese  lo  que  fué  di- 
cho por  el  Profeta,  que  dice  :  Se 
repartiéron  mis  vestiduras,  y  so- 
bre mí  túnica  echaron  suerte. 

36  Y  sentados  le  hacían  la 
guardia. 

37  Y  pusiéron  sobre  su  cabe- 
za su  causa  escrita:  Este  es 
Jesús  el  Rey  de  los  Judíos. 

38  Entónces  crucificáron  dos 
ladrones  con  él ;  uno  á  la  dere- 
cha, y  otro  á  la  izquierda. 

39  Y  los  que  pasaban  le  blas- 
femaban moviendo  sus  cabezas, 

40  Y  diciendo :  Ha,  tú  el  que 
destruíes  el  templo  de  Dios,  y 
lo  reedificas  en  tres  días,  sálvate 
á  tí  mismo:  si  eres  Hijo  de 
Dios,  desciende  de  la  cruz. 

41  Asimismo  insultándole  tam- 
bién los  Príncipes  de  los  Sacer- 
dotes con  los  Escribas,  y  An- 
cianos, decían : 

42  A  otros  salvó,  y  á  sí  mis- 
mo no  pjiede  salvar :  si  es  el 
Rey  de  Israel,  descienda  ahoia 
de  ia  cruz,  y  le  creemos  : 

43  Confió  en  Dios ;  líbrelo 
ahora,  sí  le  ama ;  pues  dixo ; 
Hijo  soy  de  Dios. 


50 


SAN  MATEO. 


44  Y  los  ladrones  que  estaban 
crucificados  con  él,  le  impro- 
pei-aban. 

45  Mas  desde  la  hora  de  sexta 
hubo  tinieblas  sobre  toda  la  tier- 
ra hasta  la  hora  de  nona. 

46  Y  cerca  de  la  hora  de 
nona  clamó  Jesús  con  grande 
voz,  diciendo:  Eli,  Eli,  lamma 

SABACTHANI?  CStO  CS :  DioS  mio, 

Dios  mió,  ;  por  qué  me  has  des- 
amparado ? 

47  Algunos  pues  de  los  que 
allí  estaban,  quando  esto  oyé- 
ron,  decian  :  A  Elias  llama 
este. 

48  Y  luego  corriendo  uno  de 
ellos,  lomó  una  esponja,  y  la 
empapó  en  vinagre,  y  la  puso 
sobre  una  caña,  y  le  daba  á 
beber. 

49  Y  los  otros  decian:  De- 
xad,  veamos  si  viene  Elias  á  li- 
brarle. 

60  Mas  Jesús  clamando  se- 
gunda vez  con  grande  voz,  en- 
tregó el  espíritu. 

51  Y  he  aquí  se  rasgó  el  velo 
del  templo  en  dos  partes  de  alto 
á  baxo,  y  tembló  la  tierra,  y  se 
hendieron  las  piedras. 

52  Y  se  abrieron  los  sepul- 
cros ;  y  muchos  cuerpos  de 
Santos,  que  habían  muerto,  re- 
sucitaron. 

53  Y  saliendo  de  los  sepul- 
cros después  de  la  resurrección 
de  él,  vinieron  á  la  santa  ciu- 
dad, y  aparecieron  á  muchos. 

54  Mas  el  Centurión,  y  los 
que  con  él  estaban  guardando  á 
Jesús,  visto  el  terremoto,  y  las 
cosas  que  pasaban,  tuvieron 
grande  miedo,  y  decían :  Ver- 
daderamente Hijo  de  Dios  era 
este. 

65  Y  estaban  allí  muchas  mu- 
geres  á  lo  léjos,  que  habían  se- 


guido á  Jesús  desde  Galilea,  sir- 
viéndole : 

56  Entre  las  quales  estaba 
María  Magdalena,  y  María  ma- 
dre de  Santiago  y  de  Josef, 
y  la  madre  de  los  hijos  de  Zebe- 
déo. 

57  Y  quando  fué  tarde,  vino 
un  hombre  rico  de  Arimatéa, 
llamado  Josef,  el  qual  era  tam- 
bién discípulo  de  Jesús. 

58  Este  llegó  á  Pílate,  y  le 
pidió  el  cuerpo  de  Jesús.  Pilato 
entónces  mandó  que  se  le  diese 
el  cuerpo. 

59  Y  tomando  Josef  el  cuer- 
po, le  envolvió  en  una  sábana 
hmpia. 

60  Y  lo  puso  en  un  sepulcro 
suyo  nuevo,  que  había  hecho 
abrir  en  una  peña.  Y  revolvió 
una  grande  losa  á  la  entrada  del 
sepulcro,  y  se  fué. 

61  Y  María  Magdalena,  y  la 
otra  María,  estaban  allí  senta- 
das enfrente  del  sepulcro. 

62  Y  otro  dia,  que  es  el  que 
se  sigue  al  de  la  Parasceve,  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes  y 
los  Fariseos  acudiéron  juntos  á 
Pilato, 

63  Diciendo:  Señor,  nos  acor- 
damos, que  dixo  aquel  impostor, 
quando  todavía  estaba  en  vida  : 
Después  de  tres  días  resucitaré. 

64  Manda  pues  que  se  guarde 
el  sepulcro  hasta  el  tercero 
dia  ;  no  sea  que  vengan  sus  dis- 
cípulos, y  lo  hurten,  y  digan  á 
la  plebe  :  Resucitó  de  entre  los 
muertos ;  y  será  el  postrer  error 
peor  que  el  primero. 

65  Pilato  les  dixo :  Guardas 
tenéis,  id,  y  guardadlo  como 
sabéis. 

66  Ellos  pu(?s  fueron,  y  para 
asegurar  el  sepulcro,  sellaron 
la.  piedra,  y  pusieron  guardas. 


CAPITULO  XXVIII. 


51 


CAPITULO  XXVIII. 

1  ]%/rAS  en  la  tarde  del 
ItJL  Sábado,  al  amanecer 

el  primer  dia  de  la  semana,  vino 
María  Mag-dalena,  y  la  otra  Ma- 
ría á  ver  el  sepulcro. 

2  Y  habia  habido  un  grande 
terremoto.  Porque  un  Angel 
del  Señor  descendió  del  Cielo  ; 
y  llegando  revolvió  la  piedra,  y 
se  sentó  sobre  ella ; 

3  Y  su  aspecto  era  como  un 
,  relámpago ;  y  su  vestidura  como 

la  nieve. 

4  Y  de  temor  de  él  se  asom- 
braron los  guardas,  y  quedaron 
como  muertos. 

5  Mas  el  Angel  tomando  la 
palabra,  dixo  á  las  mugeres  : 
No  tengáis  miedo  vosotras ;  por- 
que sé,  que  buscáis  á  Jesús,  el 
que  fué  crucificado. 

6  No  está  aquí ;  porque  ha 
resucitado,  como  dixo.  Venid, 
y  ved  el  lugar  donde  habia  sido 
puesto  el  Señor. 

7  E  id  luego,  decid  á  sus  dis- 
cípulos que  ha  resucitado  ;  y  he 
aquí  vá  delante  de  vosotros  á 
Galilea :  allí  le  veréis.  He 
aquí  os  lo  he  avisado  de  ante- 
mano. 

8  Y  saliéron  al  punto  del  se- 
pulcro con  miedo  y  con  gozo 
grande,  y  fueron  corriendo  á 
dar  las  nuevas  á  sus  discípulos. 

9  Y  he  aquí  Jesús  les  salió  al 
encuentro,  diciendo :  Dios  os 
guarde.  Y  ellas  se  llegaron  á 
él,  y  abrazáronle  sus  pies,  y  le 
adoráron. 

10  Entonces  les  dixo  Jesús : 


No  temáis :  id,  dad  las  nuevas  á 
mis  hermanos  para  que  vayan  á 
la  Galiléa,  allí  me  verán. 

1 1  Y  miéntras  ellas  iban,  he 
aquí  algunos  de  los  guardas  fue- 
ron á  la  ciudad,  y  dieron  aviso 
á  los  Príncipes  de  los  Sacerdotes 
de^todo  lo  que  habia  pasado. 

12  Y  habiéndose  juntado  con 
los  Ancianos,  y  tomado  consejo, 
diéron  una  grande  suma  de  di- 
nero á  los  soldados, 

13  Diciendo :  Decid,  que  vi- 
niéron  de  noche  sus  discípulos, 
y  le  hurtaron  miéntras  que  no- 
sotros estábamos  durmiendo. 

14  Y  si  llegáre  esto  á  oidos 
del  Presidente,  nosotros  se  lo 
haremos  creer,  y  mirarémos  por 
vuestra  seguridad. 

15  Y  ellos  tomando  el  dinero, 
lo  hiciéron  conforme  habian  sido 
instruidos.  Y  esta  voz,  que  se 
divulgó  entre  los  Judíos,  dura 
hasta  hoy  dia. 

16  Y  los  once  discípulos  -se 
fuéron  á  la  Galiléa  al  monte,  á 
donde  Jesús  les  habia  mandado. 

17  Y  quando  le  vieron,  le 
adoráron:  mas  algunos  dudaron. 

18  Y  llegando  Jesús  les  ha- 
bló, diciendo  :  Se  me  ha  dado 
toda  potestad  en  el  Cielo  y  en  la 
tierra. 

19  Id  pues,  y  enseñad  á  todas 
las  gentes,  bautizándolas  en  el 
nombre  del  Padre,  y  del  Hijo,  y 
del  Espíritu  Santo: 

20  Enseñándolas  á  observar 
todas  las  cosas  que  os  he  man- 
dado, y  mirad  que  yo  estoy 
con  vosotros  todos  los  dias  hasta 
la  consultación  del  siglo. 


EL  SANTO  EVANGELIO 

DE  JESU-CRISTO 

SEGUN  SAN  MARCOS. 


CAPITULO  I. 

1  -pRINCIPIO  del  Evan- 
Mr   g-elio  de  Jesu-Cristo, 

Hijo  de  Dios. 

2  Así  como  está  escrito  en 
-  Isaías  el  Profeta :  He  aquí  yo 

envió  á  mi  Ang-el  delante  de  tu 
faz,  que  preparará  tu  camino 
delante  de  tí. 

3  Voz  del  que  clama  en  el 
desierto  :  Aparejad  el  camino 
del  Señor;  haced  derechas  sus 
sendas. 

4  Estaba  Juan  en  el  desierto 
bautizando,  y  predicando  el  bau- 
tismo de  penitencia  para  remi- 
sión de  pecados. 

5  Y  salia  á  él  toda  la  tierra 
de  Judéa,  y  todos  los  de  Jeru- 
salém,  y  eran  bautizados  por  él 
en  el  rio  Jordán,  confesando  sus 
pecados. 

6  Y  Juan  andaba  vestido  de 
pelos  de  camello,  y  traia  un 
ceñidor  de  piel  al  rededor  de  sus 
lomos,  y  comía  langostas  y  miel 
silvestre.  Y  predicaba,  dicien- 
do : 

7  En  pos  de  mí  viene  el  que 
es  mas  fuerte  que  yo,  ante  el 
qual  no  soy  digne  de  postrarme 
para  desatar  la  correa  de  sus 
zapatos. 

8  Yo  os  he  bautizado  en  agua, 
mas  él  os  bautizai-á  en  Espíritu 
Santo. 

9  Y  aconteció,  que  en  aque- 
llos dias  Jesús  vino  do  Nazareth 
de  Galilea :  y  fué  bautizado  por 
Juan  en  el  Jordán* 


10  Y  subiendo  luego  del  agua, 
vió  los  Cielos  abiertos,  y  al  Es- 
píritu, en  figura  de  paloma,  que 
descendía  y  posaba  en  él  mismo. 

11  Y  se  oyó  esta  voz  de  los 
Cielos :  Tú  eres  mi  hijo  el  ama- 
do, en  tí  me  he  complacido. 

12  Y  luego  el  Espíritu  le  im- 
pelió al  desierto. 

13  Y  estuvo  en  el  desierto 
quarenta  dias,  y  quarenta  no- 
ches :  y  le  tentó  Satanás :  y 
moraba  con  las  fieras,  y  los  An- 
geles le  servían. 

14  Mas  después  que  Juan  fue 
preso,  vino  Jesús  á  la  Galiiéa, 
predicando  el  Evangelio  del  rey- 
no  de  Dios, 

15  Y  diciendo :  Pues  que  el 
tiempo  se  ha  cumplido,  y  se  ha 
acercado  el  reyno  de  Dios  :  ha- 
ced penitencia,  y  creed  al  Evan- 
gelio. 

16  Y  pasando  por  la  ribera 
del  mar  de  Galiiéa,  vió  á  Simón 
y  á  Andrés  su  hermano,  que 
echaban  sus  redes  en  la  mar, 
pues  eran  pescadores. 

17  Y  Jesús  Ies  dixo :  Venid 
6n  pos  de  mí,  y  haré  que  vo- 
sotros seáis  pescadores  de  hom- 
bres. 

18  Y  luego  dexadas  las  redes, 
le  siguiéron. 

19  Y  pasando  un  poco  mas 
adelante,  vió  á  Santiago  hijo  de 
Zebedéo,  y  á  Juan  su  hermano, 
que  estaban  también  en  un  barco 
componiendo  las  redes  : 

20  Y  luego  ios  llamó.  Y  ellos, 
dexando  en  el  barco  á  Zebedéo 


CAPITULO  I. 


63 


su  padre  con  los  jornaleros,  le 
sig-uiéron. 

2 1  Y  entraron  en  Cafamaum : 
y  lueg-o  en  los  Sábados  como 
entrase  en  la  sinag-oga,  los  en- 
señaba. 

22  Y  se  pasmaban  de  su  doc- 
trina :  porque  los  instruía,  como 
quien  tenia  potestad,  y  no  como 
los  Escribas. 

23  Y  habia  en  la  sinagoga  de 
ellos  un  hombre  poseído  de  un 
espíritu  inmundo,  que  comenzó 
á  gritar^ 

24  Diciendo:  ¿Qué  tenemos 
que  ver  nosotros  contigo,  Jesús 
Nazareno  ?  ¿  Has  venido  á  des- 
truirnos ?  Sé  quien  eres,  el  San- 
to de  Dios. 

25  Y  le  amenazó  Jesús,  di- 
ciendo :  Enmudece,  y  sal  del 
hombre. 

26  Y  maltratándole  recia- 
mente el  espíritu  inmundo,  y  dan- 
do grandes  alaridos,  aalió  de  él. 

27  Y  se  maravillaron  todos, 
de  tal  manera  que  se  pregunta- 
ban los  unos  i  los  otros,  dicien- 
do :  ¿Qué  es  esto?  ¿Qué  nueva 
doctrina  es  esta?  Que  manda 
con  imperio  aun  á  los  mismos 
espíritus  inmundos,  y  le  obe- 
decen. 

28  Y  corrió  luego  su  fama  por 
toda  la  tierra  de  la  Galilea. 

29  Y  saliendo  luego  de  la  si- 
nagoga, fuéron  á  casa  de  Simón, 
y  de  Andrés,  con  Santiago,  y 
con  Juan. 

30  Y  la  sueg-ra  de  Simón  es- 
taba en  cama  con  fiebre  :  y  le 
hablaron  luego  de  ella. 

31  Y  acercándose,  la  tomó 
por  la  mano,  y  la  levantó  :  y  al 
momento  la  dexó  la  fiebre,  y  les 
servia. 

32  Y  por  la  tarde  puesto  ya 
el  sol,  le  traían  todos  los  que 


estaban  enfermos,  y  los  endemo- 
niados : 

33  Y  toda  la  ciudad  se  habia 
juntado  á  la  puerta. 

34  Y  sanó  á  muchos,  que  eran 
afligidos  de  diversas  enferme- 
dades ;  y  lanzaba  muchos  demo- 
nios ;  y  no  les  permitía  decir,  que 
sabían  quien  era. 

35  Y  levantándose  muy  de 
mañana  salió,  y  fué  á  un  lugar 
desierto,  y  hacia  aUí  oración. 

36  Y  fué  en  pos  de  él  Simón, 
y  los  que  con  él  estaban. 

37  Y  quando  le  halláron,  le 
dixéron :  Todos  te  andan  bus- 
cando. 

38  Y  les  dice :  Vamos  á  las 
aldeas,  y  ciudades  mas  cercanas, 
para  predicar  también  aDí ;  por- 
que para  esto  he  venido. 

39  Y  predicaba  en  las  sina- 
gog'as  de  ellos,  y  por  toda  la  Ga- 
liléa,  y  lanzaba  los  demonios. 

40  Y  vino  á  él  un  leproso, 
rogándole  :  é  hincándose  de  ro- 
dillas, le  dixo  :  Si  quieres,  pue- 
des limpiarme. 

41  Y  Jesús  compadecido  de 
él,  extendió  su  mano ;  y  tocán- 
dole, le  dixo  :  Quiero ;  Sé  lim- 
pio. 

42  Y"  dicho  esto,  en  el  mo- 
mento desapareció  de  él  la  lepra^ 
y  fué  limpio. 

43  Y  Jesús  le  amenazó,  y 
luego  le  despidió, 

44  Y  le  dice :  Cuidado  que 
no  lo  digas  á  nadie ;  mas  vé, 
preséntate  al  Príncipe  de  los 
Sacerdotes,  y  ofrece  por  tu  lim- 
pieza, lo  que  mandó  Moisés  en 
testimonio  á  ellos. 

45  Mas  él,  luego  que  salió, 
comenzó  á  publicar,  y  divulgar 
lo  acaecido,  de  manera  que  Je- 
sús ya  no  podía  entrar  manifies- 
tamente en  la  ciudad,  sino  qufe 


64 


SAN  MARCOS. 


estaba  fuera  en  lugares  desiertos, 
y  acudían  á  él  de  todas  partes. 

CAPITULO  IL 


entro  otra  vez  en  Ca- 
farnaura  después  de 


algunos  dias ; 

2  Y  se  sonó  que  estaba  en 
una  casa,  y  acudió  un  tan  cre- 
cido número  de  gente,  que  no 
cabia,  ni  aun  á  la  puerta,  y  les 
hablaba  la  palabra. 

3  Y  vinieron  á  él  trayendo 
un  paralítico,  que  le  conducían 
qoatro  á  cuestas. 

4  Y  como  no  pudiesen  po- 
nérsele delaate  á  cansa  del  tro- 
pel de  la  gente,  destecharon  la 
casa  en  donde  estaba;  y  habien- 
do hecho  una  abertura,  descol- 
garon la  camilla  en  que  yacía  el 
paralítico. 

5  Y  quando  Jesús  víó  la  fé 
de  ellos,  dixo  al  paralítico  :  Hi- 
jo, perdonados  te  son  tas  pecados. 

6  Y  había  allí  sentados  algu- 
nos de  los  Escribas,  que  decían 
en  su  interior: 

7  ¿Como  este  hombre  habla 
a^í  ?  blasfema.  ¿  Quién  puede 
perdonar  pecados,  sino  solo  Dios? 

8  Jesús,  conociendo  luego  su 
interior,  y  que  pensaban  de  este 
modo  dentro  de  sí,  les  dice  ; 
jPor  qué  pensáis  esto  dentro  de 
vuestros  corazones  ? 

9  ¿  Qué  es  mas  fácil,  decir  al 
paralítico :  Perdonados  te  son 
tus  pecados  ;  ó  decirle  :  Leván- 
tate, toma  tu  camilla,  y  anda  ? 

10  Pues  para  que  sepáis,  que 
el  Hijo  del  hombre  tiene  potes- 
tad en  la  tierra  de  perdonar  pe- 
cados, dice  al  paralitico, 

11  A  tí  digo :  Levántate,  to- 
ma tu  camilla,  y  vete  á  tu  casa. 

12  Y  al  punto  se  levantó  él ; 


y  tomando  su  camilla,  se  fué  á 
vista  de  todos ;  de  manera  que  se 
maravillaron  todos,  y  alababan  á 
Dios,  diciendo  :  Nunca  tal  cosa 
vimos. 

13  Y  salió  otra  vez  ácia  la 
mar ;  y  venían  á  él  todas  las 
gentes,  y  los  enseñaba. 

14  Y  pasando,  vió  á  Leví  hi- 
jo de  Alféo,  que  estaba  sentado 
á  la  mesa,  y  le  dice :  Sigúeme. 
Y  levantándose,  le  siguió. 

15  Y  acaeció,  que  estando 
Jesús  sentado  á  la  mesa  en  casa 
de  él,  estaban  también  á  la  mesa 
con  Jesús,  y  con  sus  discípulos 
muchos  Publícanos,  y  pecadores; 
porque  había  muchos,  que  tam- 
bién le  seguían. 

16  Y  quando  los  Escribas,  y 
los  Fariséos  viéron  que  comía 
con  los  Publícanos,  y  pecadores ; 
decían  á  sus  discípulos :  ¿  Por 
que  vuestro  Maestro  come,  y 
bebe  con  los  Publícanos,  y  coa 
los  pecadores  ? 

17  Quando  esto  oyó  Jesús,  les 
díxo :  Los  sanos  no  tienen  ne- 
cesidad de  Médico,  sino  los  que 
están  enfermos  :  pues  no  he  ve- 
nido á  llamar  justos,  sino  peca- 
dores. 

18  Y  los  discípulos  de  Juan  y 
los  Fariséos  que  ayunaban,  vie- 
nen á  él,  y  le  dicen  ;  ¿  Por  qué 
los  discípiilos  de  Juan  y  los  de 
los  Fariséos  ayunan,  y  tus  dis- 
cípulos no  ayunan  ? 

19  Y  Jesús  les  dice:  ¿Por 
ventura  los  hijos  de  las  bodas 
pueden  ayunar,  mientras  que 
está  con  ellos  el  Esposo  ?  Todo 
el  tiempo  que  tienen  consigo  ai 
Esposo,  no  pueden  ayunar. 

20  Mas  vendrán  dias,  quando 
les  será  quitado  el  Esposo ;  y 
entónces  ayunaran  en  aquellos 
días. 


CAPITULO  lií. 


55 


21  Ninguno  echa  en  un  ves- 
tído  viejo  un  remiendo  de  paño 
recio :  de  otra  suerte  el  remien- 
do nuevo  quita  de  lo  viejo,  y  se 
hace  mayor  rotura  : 

22  Y  ninguno  echa  vino  nue- 
vo en  odres  viejos  :  de  otra  ma- 
nera romperá  el  vino  los  odres, 
y  el  vino  se  verterá,  y  perecerán 
los  odres  :  mas  debe  echarse  el 
vino  nuevo  en  odres  nuevos. 

23  Y  acaeció  otra  vez,  que 
andando  el  Señor  por  unos  sem- 
brados en  el  dia  de  Sábado,  sus 
discípulos  se  adelantáron,  y  co- 
menzáron  á  arrancar  espigas. 

24  Y  los  Fariseos  le  decían  : 
Mira,  ¿cómo  hacen  en  Sábado 
lo  que  no  es  lícito  ? 

25  Y  él  les  dixo  :  ¿  No  habéis 
leido  jamas,  lo  que  hizo  David, 
quando  se  halló  en  necesidad,  y 
los  que  con  él  estaban,  tuvieron 
hambre  ? 

26  ¿  Como  entró  en  la  casa  de 
Dios  en  tiempo  de  Abiatár, 
Príncipe  de  los  Sacerdotes,  y 
comió  los  panes  de  la  proposi- 
ción, de  los  quales  no  era  lícito 
comer,  sino  á  los  Sacerdotes,  y 
aun  dió  á  los  que  con  él  estaban? 

27  Y  les  decía:  El  Sábado 
Cae  hecho  por  el  hombre,  y  no  el 
hombre  por  el  Sábado. 

28  Así  que  el  Hijo  del  hom- 
bre es  Señor  también  del  Sábado. 

CAPITULO  III. 


entró  Jesús  de  nuevo 
en  la  Sinagoga:  y 


había  allí  un  hombre  que  tenia 
una  mano  seca. 

2  Y  le  estaban  acechando,  si 
sanaría  en  dia  de  Sábado,  para 
acusarle. 

3  Y  dixo  al  hombre  que  tenia 
la  mano  seca:  Levántate  en 
medio. 


4  Y  les  dice:  ¿Es  lícito  en 
dia  de  Sábado  hacer  bien,  ó  mal? 
¿  salvar  la  vida,  ó  quitarla?  ?»^Ias 
ellos  callaban. 

5  Y  mirándolos  al  rededor 
con  indignación,  condolido  de  la 
ceguedad  de  su  corazón,  dice  al 
hombre  :  Extiende  tu  mano.  Y 
la  extendió,  y  le  fué  restablecida 
la  mano. 

6  Mas  los  Fariseos  saliendo 
de  allí,  entráron  luego  en  con- 
sejo contra  él  con  los  Hero- 
dianos,  buscando  medios  de  ha- 
cerle perecer. 

7  Mas  Jesús  se  retiró  con  suB 
discípulos  ácia  la  mar ;  y  le  fué 
siguiendo  una  grande  multitud 
de  la  Galilea,  y  de  la  Judea, 

8  Y  de  Jerusalém,  y  de  la 
Iduméa,  y  de  la  otra  ribera  del 
Jordán ;  y  los  de  la  comarca  de 
Tiro,  y  de  Sidón  en  grande  nú- 
mero viniéron  á  él,  quando  oye- 
ron las  cosas  que  hacia. 

9  Y  mandó  á  sus  discípulos, 
que  le  tuviesen  listo  un  barco 
en  que  pudiese  entrar,  para  que 
el  tropel  de  la  gente  no  le  opri- 
miese. 

10  Porque  sanaba  á  muchos  ; 
de  tal  manera  que  todos  los  que 
padecían  algún  mal,  se  arrojaban 
sobre  él  por  tocarle. 

1 1  Y  quando  los  espíritus  in- 
mundos le  veían,  se  postraban 
ante  él,  y  gritando  decían : 

12  Tú  eres  el  Hijo  de  Dios. 
Mas  él  les  amenazaba  recias 
mente,  para  que  no  lo  descu- 
briesen. 

13  Y  subiendo  á  un  monte, 
llamó  á  sí  á  los  que  él  quiso :  y 
viniéron  á  él. 

14  Y  escogió  doce,  para  que 
estuviesen  con  él,  y  para  enviar- 
los á  predicar. 

15  Y  les  dió  potestad  de  s^- 


£6 


SAN  MARCOS. 


nar  enfermedades,  y  de  lanzar 
demonios. 

1 6  Y  á  Simón  le  puso  el  nom- 
bre de  Pedro : 

17  Y  á  Santiago  de  Zebedéo, 
y  á  Juan  liermano  de  Santiago, 
á  los  quales  dio  el  nombre  de 
Boanerges,  que  quiere  decir, 
hijos  de  trueno : 

18  Y  á  Andrés,  y  á  Felipe, 
y  á  Bartolomé,  y  á  Mateo,  y 
á  Tomas  y  á  Santiago  de  Al- 
féo,  y  á  Tadeo,  y  á  Simón  el 
Cananío, 

19  Y  á  Judas  Iscariotes,  que 
le  entregó. 

20  Y  vinieron  á  la  casa,  y 
concurrió  de  nuevo  tanta  gente, 
que  ni  aun  podian  tomar  ali- 
mento. 

21  Y  quando  lo  oyeron  los 
suyos,  salieron  para  echarle  ma- 
no; porque  decían:  Se  ha  pues- 
to enagenado. 

22  Y  los  Escribas,  que  ha- 
bian  baxado  de  Jerusalém,  de- 
cían :  Tiene  á  Beelzebúb,  y  en 
virtud  del  Príncipe  de  los  demo- 
nios lanza  ios  demonios. 

23  Y  habiéndolos  convocado, 
les  decía  en  parábolas :  ¿  Cómo 
puede  Satanás  echar  fuera  á 
<3a  tanas  ? 

24  Y  sí  un  reyno  está  dividi- 
do contra  sí  mismo,  no  puede 
durar  aquel  reyno. 

25  Y  si  una  casa  estuviere 
dividida  contra  sí  misma,  no 
puede  permanecer  aquella  casa. 

26  Y  si  Satanás  se  levantare 
contra  sí  mismo,  dividido  está,  y 
no  podrá  durar,  ántes  está  para 
acabar. 

27  No  puede  nmguno  entrar 
en  la  casa  del  vaheante,  y  robar 
sus  alhajas,  sí  primero  ^no  ata  al 
valiente,  para  poder  después  sa- 
qyear  su  casa. 


28  En  verdad  os  digo,  que  á 
los  hijos  de  los  hombres  perdo- 
nados les  serán  todos  los  peca- 
dos, y  las  blasfemias,  que  pro- 
firieren : 

29  Mas  el  que  blasfemare  con- 
tra el  Espíritu  Santo,  nunca  ja- 
mas tendrá  perdón,  sino  que  será 
reo  de  eterno  delito. 

30  Por  quanto  decían ;  Tiene 
espíritu  inmundo. 

31  Y  llegaron  su  madre,  y  sus 
hermanos  :  y  quedándose  de  la 
parte  de  afuera,  le  enviáron  á 
llamar, 

32  Y  estaba  sentado  al  re- 
dedor de  él  un  crecido  número 
de  gente,  y  le  dixéron :  Mira, 
tu  madre,  y  tus  hermanos  te 
buscan  ahí  fuera. 

33  Y  lea  respondió,  diciendo  : 
¿  Quién  es  mi  madre,  y  mis  her- 
manos ? 

34  Y  mirando  á  los  que  esta- 
ban sentados  al  rededor  de  sí : 
He  aquí,  les  dixo,  mi  madre,  y 
mis  hermanos. 

35  Porque  el  que  hiciere  la 
voluntad  de  Dios,  ese  es  mi  her- 
mano, y  mi  hermana,  y  mi 
madre. 

CAPITULO  IV. 

1  ItT  de  nuevo  se  puso  á 

JL  enseñar  á  la  orilla  de 
la  mar ;  y  se  allegáron  al  rede- 
dor de  él  tantas  gentes,  que  en- 
trándose en  un  barco,  se  sentó 
dentro  en  la  mar ;  y  toda  la  gente 
estaba  en  tierra  á  la  orilla : 

2  Y  les  enseñaba  muchas  co- 
sas por  parábolas,  y  les  decía  en 
su  doctrina : 

3  Oid :  He  aquí  salió  el  sem- 
brador á  sembrar. 

4  Y  al  tiempo  de  sembrar, 
ima  parte  cayó  cerca  del  cami- 


CAPITULO  IV. 


57 


no,  y  TÍniéron  las  aves  del  cielo, 
y  úk  comiéron. 

5  Y  otra  cayó  sobre  pedre- 
gales, donde  no  tenia  mucha 
tierra;  y  nació  luego,  porque 
no  habia  profundidad  de  tierra: 

6  Mas  luego,  que  salió  el  Sol, 
Bft  asolanó ;  y  como  no  tenia 
raíz,  se  secó. 

7  Y  otra  cayó  entre  espinas, 

fy  creciéron  las  espinas,  y  la 
abogfáron,  y  no  dió  fruto. 
8  Y  otra  cayó  en  buena  tier- 
I  ra,  y  dió  fruto,  que  subió,  y  cre- 
I  ció ;  y  uno  dió  á  treinta,  otro  á 
sesenta,  y  otro  á  ciento. 

9  Y  decia :  Quien  tiene  orejas 
para  oir,  oyga. 

10  Y  quando  estuvo  solo,  le 
pregfuntáron  los  doce,  que  ésta- 
ban  con  él,  de  la  parábola. 

11  Y  les  dixo :  A  vosotros  es 
dado  saber  el  misterio  del  rejmo 
de  Dios ;  mas  a  los  que  están 
fuera,  todo  se  les  trata  por  pará- 
bolas.- 

12  Para  que  viendo  vean,  y 
no  vean;  y  oyendo  oygan,  y  no 
entiendan;  no  sea  que  alguna 
vez  se  conviertan,  y  les  sean 
perdonados  los  pecados. 

13  Y  Ies  dixo :  ¿  No  entendéis 
esta  parábola  ?  ¿  Pues  cómo  en- 
tenderéis todas  las  parábolas  ? 

14  El  que  siembra,  siembra 
la  palabra. 

15  Y  estos  son  los  de  junto  al 
camino,  en  los  que  la  palabra  es 
sembrada;  mas  quando  la  han 
oido,  viene  al  punto  Satanás,  y 
quita  la  palabra  que  fué  sem- 
brada en  sus  corazones. 

16  Y  asimismo,  estos  son  los 
que  reciben  la  simiente  en  pe- 
dregales; los  que  quando  han 
oido  la  palabra,  luego  la  reciben 
con  gozo ; 

17  Ma3  DO  tienen  rai2;  en  si, 

3* 


ántes  son  temporales ;  y  después 
en  levantándose  la  tribulación, 
y  la  persecución  por  la  palabra, 
luego  se  escandalizan ; 

18  Y  estos  son  los  que  re- 
ciben la  simiente  entre  espinas, 
los  que  oyen  la  palabra, 

19  Mas  los  afanes  del  siglo,  y 
la  ilusión  de  las  riquezas,  y  las 
otras  pasiones  á  que  dan  entra- 
da, ahogan  la  palabra,  y  no  da 
fruto  alguno. 

20  Y  estos  son  los  que  reciben 
la  simiente  en  buena  tierra,  los 
que  oyen  la  palabra,  y  la  reci- 
ben, y  dan  fruto,  uno  á  treinta, 
otro  á  sesenta,  y  otro  á  ciento. 

21  Y  les  decia :  ¿  Por  ventura 
se  trae  una  antorcha  para  me- 
terla debaxo  de  un  celemín,  ó 
debaxo  de  la  cama?  ;  No  la  tra- 
en para  ponerla  sobre  el  can- 
delero  ? 

22  Porque  no  hay  cosa  escon- 
dida, que  no  haya  de  ser  mani- 
festada; ni  cosa  hecha  en  oculto, 
que  no  haya  de  venir  en  público. 

23  Si  alguno  tiene  orejas  para 
.oir,  oyga. 

24  Y  les  decia :  Atended  á  lo 
que  vais  á  oir :  Con  la  medida 
con  que  midiereis,  os  medirán  á 
vosotros,  y  se  os  añadirá. 

25  Porque  al  que  tiene,  ffe 
dará :  y  al  que  no  tiene,  aun  lo 
que  tiene,  se  le  quitará. 

26  Decia  también  :  Tal  es  el 
reyno  de  Dios,  como  si  un  hom- 
bre echa  la  semilla  sobre  h. 
tierra, 

27  Y  que  duerme,  y  se  le- 
vanta de  noche  y  de  dia ;  y  la 
semilla  brota,  y  crece  sin  que  él 
lo  advierta. 

28  Porque  la  tierra  de  suyo 
dá  fruto,  primeramente  yerba, 
después  espiga,  y  por  último 
grano  lleno  en  la  espiga. 


33 


SAN  MARCOS. 


29  Y  q-uanJo  ha  producido  los 
fmtos,  lueg'o  echa  la  hoz,  por- 
que la  sieg-a  es  llegada. 

30  Y  decia:  ¿  A  qué  aseme- 
jaréiuos  el  reyno  de  Dios  ?  ¿  ó 
con  qué  parábola  lo  compararé- 
mos  ?        .  ^ 

31  Como  un  grano  de  mosta- 
za, que  quando  se  siembra  en  la 
tierra,  es  el  menor  de  todas  las 
simientes,  que  hay  en  la  tierra : 

32  Mas  quando  fuere  sem- 
brado, sube,  y  crece  mas  que 
todas  las  leg-umbres,  y  cria  gran- 
des ramas,  de  modo,  que  las 
aves  del  cielo  pueden  morar  ba- 
xo  de  su  sombra. 

33  Y  así  les  proponía  la  pala- 
bra con  muchas  parábolas  como 
estas,  conforme  á  lo  que  podían 
oir ; 

34  Y  sin  parábola  no  les  ha- 
blaba: mas  quando  estaba  aparte 
con  sus  discípulos  se  lo  declara- 
ba todo. 

35  Y  aquel  dia,  quando  fué 
va  tarde,  les  dixo :  Pasemos  en- 
frente. 

36  Y  después  de  haber  despe- 
dido la  gente,  lo  tomaron  así 
como  estaba  en  el  barco  ;  y  ha- 
bía también  con  él  otros  barcos. 

37  Y  se  levantó  una  grande 
tempestad  de  viento,  que  metia 
las  olas  en  el  barco,  de  manera 
que  este  se  llenaba  de  agua. 

30  Y  el  mismo  estaba  en  la 
popa  durmiendo  sobre  un  cabe- 
zal ;  y  le  despiertan,  y  le  dicen  : 
^  Maestro,  no  te  se  da  nada,  que 
perezcamos  ? 

39  Y  levantándose  amenazó 
al  viento,  y  dixo  á  la  mar :  Ca- 
lla, enmudece.  Y  cesó  el  vien- 
to, y  sobrevino  una  grande  bo- 
nanza. 

40  Y  les  dixo :  ¿  Por  qué  es- 
táis medrosos?  ¿auii  no  tenéis 


fé  ?  Y  tuvieron  grande  miedo,  y 
decían  el  uno  al  otro:  ¿Quién 
piensas,  es  este,  que  aun  el  vien- 
to y  la  mar  le  obedecen  ? 

CAPITULO  V. 


pasaron  á  la  otra  ori- 
lla de  la  mar  al  ter^ 


ritorio  de  los  Gerasenos. 

2  Y  al  salir  Jesús  de  la  barca, 
vino  luego  á  él  de  los  sepulcros 
un  hombre  con  un  espíritu  in- 
mundo, 

3  El  qual  tenía  en  los  sepul- 
cros su  domicilio,  y  ni  aun  con 
cadenas  le  podía  alguno  atar : 

4  Porque  habiéndole  atado 
muchas  veces  con  grillos,  y  con 
cadenas,  había  roto  las  cadenas, 
y  despedazado  los  grillos,  y  na- 
die le  podía  domar. 

5  Y  de  día  y  de  noche  estaba 
continuamente  en  los  sepulcros 
y  en  los  montes,  dando  gritos,  é 
hiriéndose  con  piedras. 

6  Y  quando  vio  á  Jesús  de 
léjos,  fué  corriendo,  y  le  adoró: 

7  Y  clamando  á  voz  en  grito, 
dixo:  ¿Qué  tengo  yo  contigo, 
Jesús  Hijo  de  Dios  Altísimo?  te 
conjuro  por  Dios,  que  no  me 
atormentes. 

8  Porque  le  decia :  Sal  del 
hombre,  espíritu  inmundo. 

9  Y  le  preguntaba:  ¿Quál 
es  tu  nombre  ?  Y  le  dice  :  Le- 
gión es  mí  nombre,  porque 
muchos  somos. 

10  Y  le  rogaba  mucho,  qwe 
no  le  echase  fuera  de  aquella 
tierra. 

11  Habia  en  aquel  lugar  pa- 
ciendo al  rededor  del  monte  una 
grande  piara  de  puercos. 

12  Y  le  rogaban  los  espíritus, 
diciendo  :  Envíanos  á  los  puer- 
cos para  uue  entremos  en  elloi. 


CAPITULO  V. 


39 


15  Y  Jesús  al  punto  se  lo 
fiiorg-ó.  Y  saliendo  los  espíritus 
inmundos,  entraron  en  los  puer- 
cos ;  y  la  piara  se  precipitó  con 
grande  ímpetu  en  la  mar  como 
hasta  dos  mil ;  y  se  ahogúron  en 
la  mar. 

14  Y  los  que  los  apacentaban 
huyeron,  y  lo  contaron  en  la 
ciudad,  y  en  los  campos.  Y 
salieron  á  ver,  lo  que  habia 
sucedido ; 

15  Y  vienen  á  Jesús ;  y  ven 
al  que  habia  sido  atormentado 
del  demonio,  sentado,  vestido,  y 
en  su  juicio  cabal,  y  tuvieron 
miedo. 

16  Y  los  que  lo  habían  visto, 
les  contaron  todo  él  hecho  como 
habia  acontecido  al  endemonia- 
do, y  lo  de  los  puercos. 

17  Y  comenzaron  á  rogarle, 
que  se  retirase  de  los  términos 
de  ellos. 

18  Y  quando  entró  Jesús  en 
el  barco,  comenzó  á  rogarle  el 
que  habia  sido  maltratado  del 
demonio,  que  le  dexase  estar 
con  él  : 

19  Mas  no  se  lo  concedió, 
sino  que  le  dixo :  Vete  á  tu  casa 
á  los  tuyos,  y  cuéntales  quan 
grandes  cosas  te  ha  hecho  el 
Señor,  y  la  misericordia  que 
contigo  ha  usado. 

20  Y  se  fué,  y  comenzó  á 
publicar  en  DecápoHs  quan 
grandes  cosas  le  habia  hecho  Je- 
sús :  y  se  maravillaban  todos. 

21  Y  habiendo  pasado  otra 
Vez  Jesús  en  un  barco  á  la  otra 
orilla,  se  alleg-ó  al  rededor  de  él 
una  g-rande  multitud  de  pueblo  ; 
y  estaba  cerca  del  mar. 

22  Y  ^-ino  uno  de  los  Prín- 
cipes de  la  Sinagoga  nombrado 
Jairo:  y  luego  que  le  vió,  se 
postró  á  sus  pies, 


23  Y.  le  rogaba  nltcho,  di- 
ciendo :  Mi  hija  está  en  los  últi- 
mos. Ven  á  ]X)ner  sobre  elía -la 
mano,  para  que  sea  salva,  y 
viva. 

24  Y  se  fué  con  él,  y  le 
seguía  mucha  gente,  y  le  apre- 
taban. 

25  Y  una  muger,  que  padecía 
un  fluxo  de  sangre  doce  años 
había, 

26  Y  que  habia  pasado  mu- 
chos trabajos  en  manos  de  mu- 
chos médicos,  y  gastado  todo  lo 
que  tenia,  sin  haber  adelantado 
nada,  ántes  empeoraba  mas  : 

27  Quando  oyó  hablar  de  Je- 
sús, Uegó  por  detrás  entre  la 
confusión  de  la  gente,  3,-  tocó  su 
vestidura : 

28  Porque  decía :  Tan  sola- 
mente con  tocar  su  vestidura, 
seré  sana. 

29  Y  en  el  mi-:mo  instante 
cesó  sú  fluxo  de  sangre,  y  sintió 
en  su  cuerpo,  que  estaba  sana 
de  aquel  azote. 

30  ]Mas  Jesús  conociendo  lue- 
go en  sí  mismo  la  virtu>i,  que  de 
él  habia  salido,  volviéndose  ácia 
la  gente,  dixo :  ¿Quién  ha  tocado 
mi  vestidura  ? 

31  Y  sus  discípulos  le  decían : 
Ves  la  gente  que  te  está  apre- 
tando, y  dices :  ¿  Quién  me  ha 
tocado  ?  ^ 

32  Y  miraba  al  rededor  per 
ver  á  la  que  esto  habia  hecho. 

33  Entonces  la  muger  me- 
drosa, y  temblando,  sabiendo  lo 
que  le  Labia  acaecido,  llegó  y  se 
postró  ante  él,  y  le  dixo  toda  h? 
verdad. 

34  Y  él  le  dixo :  Hija,  tu  fé 
te  ha  sanado ;  vete  en  paz,  t- 
queda  libre  de  tu  azote. 

35  Quando  aun  estaba  él  ha- 
blando, llegaron   de   casa  del 


60 


SAN  MARCOS. 


Príncipe  de  la  Sinagoga,  y  le 
dixéron:  Tu  hija  es  muerta: 
¿  para  qué  fatigas  mas  al  Maes- 
tro? 

36  Mas  Jesús,  quando  oyó  lo 
que  decían,  dixo  al  Príncipe  de 
la  Sinagoga:  No  temas;  cree 
solamente. 

37  Y  no  dexó  ir  consigo  á 
ninguno,  sino  á  Pedro,  y  á  San- 
tiago, y  á  Juan  hermano  de 
Santiago. 

38  Y  llegan  á  la  casa  del 
Príncipe  de  la  Sinagoga,  y  vé 
el  ruido,  y  á  los  que  lloraban,  y 
daban  grandes  alaridos. 

39  Y  habiendo  entrado,  les 
dixo:  ¿Por  qué  hacéis  este 
ruido,  y  estáis  llorando?  la  mu- 
chacha no  es  muerta,  sino  que 
duerme. 

40  Y  se  mofaban:  Pero  él 
echándolos  i  todos  fuera,  toma 
consigo  al  padre  y  á  la  madre  de 
la  muchacha,  y  á  los  que  con  él 
estaban,  y  entra  donde  la  mu- 
chacha yacía. 

41  Y  tomando  la  mano  de  la 
muchacha, le  dixo:  TalÜhacumi, 
que  quiere  decir  :  Muchacha,  á 
tí  te  digo,  levántate. 

42  Y  se  levantó  luego  la  mu- 
chacha, y  echó  á  andar :  y  tenia 
doce  años  :  y  quedaron  atónitos 
de  un  grande  espanto. 

43  Y  él  mandó  con  mucha 
eficacia,  que  nadie  lo  supiese,  y 
dixo  le  dieran  de  comer  á  ella. 

CAPITULO  VI. 

1  ~WT  habiendo  salido  de  allí, 

Jl  se  fué  á  su  patria  :  y 
e  seguian  sus  discípulos  : 

2  Y  llegado  el  Sábado  co- 
menzó á  enseñar  en  la  Sina- 
goga ;  y  muchos  que  le  oían,  se 
tnaraviÜaban  de  su  doctrina,  di- 


ciendo :  ¿  De  dónde  á  este  todas 
estas  cosas  ?  ¿  y  qué  sabiduría  es 
esta  que  le  es  dada ;  y  tales  ma- 
ravillas, que  por  sus  manos  son 
obradas  ? 

3  ¿  No  es  este  el  artesano,  el 
hijo  de  María,  hermano  de  San- 
tiago, y  de  Josef,  y  de  Júdas, 
y  de  Simón?  ¿y  sus  hermanas 
no  están  aquí  también  con  noso- 
tros ?  y  se  escandalizaban  en  él. 

4  Y  Jesús  les  decía  :  No  hay 
Profeta  sin  honor  sino  en  su 
patria,  y  en  su  casa,  y  entre  sus 
parientes. 

5  Y  no  podia  allí  hacer  mila- 
gro alguno ;  solamente  sanó  al- 
gunos pocos  enfermos  poniendo 
sobre  ellos  las  manos  : 

6  Y  estaba  maravillado  de  la 
incredulidad  de  ellos,  y  andaba 
predicando  por  todas  las  aldeas 
del  contomo. 

7  Y  llamó  á  los  doce ;  y  co- 
menzó á  enviarlos  de  dos  en  dos, 
y  les  daba  potestad  sobre  los 
espíritus  inmundos ; 

8  Y  les  mandó  que  no  lleva- 
sen nada  para  el  camino,  ni  al- 
forja, ni  pan,  ni  dinero  en  la 
bolsa,  sino  solamente  un  bordón; 

9  Mas  que  calzasen  sandalias, 
y  que  no  vistiesen  dos  túnicas. 

10  Y  les  decía:  En  qualquie- 
ra  parte  donde  entráreis  en  una 
casa,  permaneced  en  ella,  hasta 
que  salgáis  de  allí : 

11  Y  todos  los  que  no  os  re- 
cibieren, ni  os  escucharen,  al 
salir  de  allí,  sacudid  el  polvo  de 
vuestros  pies,  en  testimonio  á 
ellos. 

12  Y  saliendo,  predicaban 
que  hiciesen  penitencia : 

13  Y  lanzaban  muchos  de- 
monios, y  ungían  con  óleo  á 
muchos  enfermos,  y  sanaban. 

1-1  Y  llegó  esto  á  noticia  del 


CAPITULO  VI. 


61 


Rey  Heródes,  porque  se  habia 
hecho  notorio  su  nombre,  y  de- 
cía :  Juan  el  Bautista  ha  resuci- 
tado de  entre  los  muertos  ;  y 
por  eso  virtudes  obran  en  él. 

15  Otros  decian:  Elias  es. 
Y  decian  otros :  Profeta  es,  co- 
mo uno  de  los  Profetas. 

16  Quando  lo  oyó  Heredes, 
dixo:  Este  es  aquel  Juan  que 
yo  degollé,  que  ha  resucitado  de 
entre  los  muertos. 

17  Porque  el  mismo  Heródes 
habia  enviado  á  prender  á  Juan, 
y  le  habia  hecho  aherrojar  en  la 
cárcel  á.  causa  de  Herodías  mu- 
ger  de  Felipe  su  hermano; 
porque  la  habia  tomado  por 
mug-er. 

18  Porque  decia  Juan  á  He- 
ródes :  No  te  es  lícito  tener  la 
rauger  de  tu  hermano. 

19  Y  Herodías  le  armaba  la- 
zos; y  le  quena  hacer  morir, 
pero  no  podia. 

20  Porque  Heródes  temia  á 
Juan,  sabiendo  que  era  varón 
justo,  y  santo ;  y  le  tenia  á  cus- 
todia, y  por  su  consejo  hacia 
muchas  cosas,  y  le  oía  de  buena 
gana. 

21  Hasta  que  últimamente 
llegó  un  dia  favorable,  en  que 
Heródes  celebraba  el  dia  de  su 
nacimiento,  dando  una  cena  á 
los  Grandes  de  su  corte,  á  los 
Tribunos,  y  á  los  principales  de 
la  Galilea ; 

22  Y  habiendo  entrado  la  hija 
de  Herodías,  y  danzado,  y  dado 
gusto  á  Heródes,  y  á  los  que  con 
él  estaban  á  la  mesa,  dixo  el 
Rey  á  la  raozuela :  Pídeme  lo 
que  quieras,  y  te  lo  daré  : 

23  Y  le  juró:  Todo  lo  que 
me  pidieres  te  daré,  aunque  sea 
la  mitad  de  mi  reyno. 

24  Y  habiendo  ella  salido. 


dixo  á  su  madre :  ¿Qué  pediré ? 
T  ella  dixo :  La  cabeza  de  Juan 
el  Bautista. 

25  Y  volviendo  luego  á  en- 
trar apresurada  adonde  estaba  el 
Rey,  pidió  diciendo:  Quiero  que 
lu^o  al  punto  me  dés  en  un 
plato  la  cabeza  de  Juan  el  Bau* 
tista. 

26  Y  el  Rey  se  entristeció; 
mas  por  el  juramento,  y  por  los 
que  con  él  estaban  á  la  mesa,  no 
quiso  disgustarla : 

27  Mas  enviando  uno  de  su 
guardia,  le  mandó  traer  la  ca- 
beza de  Juan  en  un  plato.  Y  le 
degolló  en  la  cárcel. 

28  Y  traxo  su  cabeza  en  un 
plato,  y  la  dió  á  la  mozuela,  y 
la  mozuela  la  dió  á  su  madre. 

29  Y  quando  sus  discípulos  lo 
oyéron,  víniéron,  y  tomáron  su 
cuerpo,  y  lo  pusieron  en  un 
sepulcro. 

30  Y  llegándose  los  Após- 
toles á  Jesús,  le  contáron  todo 
lo  que  habían  hecho,  y  ense- 
ñado. 

31  Y  les  dixo  :  Venid  aparte 
á  un  lugar  solitario,  y  reposad 
un  poco.  Porque  eran  muchos 
los  que  iban,  y  venían ;  y  ni  aun 
tiempo  para  comer  tenían. 

32  Y  entrando  en  un  barco, 
se  retiráron  á  un  lugar  desierto, 
y  apartado. 

33  Y  los  vieron  muchos  como 
se  iban,  y  lo  conocieron ;  y  con- 
curriéron  allá  á  pie  de  todas  las 
ciudades,  y  llegáron  ántes  que 
ellos. 

34  Y  al  desembarcar  vió  Je- 
sús una  grande  multitud,  y  tuvo 
compasión  de  ellos;  porque  eran 
como  ovejas  que  no  tienen  Pas- 
tor, y  comenzó  á  enseñarles 
muchas  cosas. 

35  Y  como  ya  fuese  muy 


62 


SAN  MARCOS. 


tarde,  se  Ueg'áron  á  él  sus  dis- 
cípulos, y  le  dixéron:  Desierto 
es  este  lugar,  y  la  hora  es  ya 
pasada ; 

36  Despídelos,  que  vayan  á 
las  g-ranjas,  y  aldeas  de  la  co- 
marca a  comprar  que  comer. 

37  Y  él  les  respondió,  y  di- 
xo:  Dadles  vosotros  de  comer. 
Y  le  dixéron :  Iremos  á  com- 
prar pan  por  doscientos  denarios, 
y  les  daremos  de  comer. 

38  Y  les  dice  :  ¿  Quántos  pa- 
nes tenéis  ?  id,  y  vedlo.  Y  ha- 
biéndolo visto,  dicen  :  Cinco,  y 
dos  peces. 

39  Y  les  mando,  que  los  hi- 
ciesen recostar  á  todos  por  ran- 
chos sobre  la  yerba  verde. 

40  Y  se  recostaron  en  ran- 
chos, de  ciento  en  ciento,  y  de 
cincuenta  en  cincueiita. 

41  Y  tomando  los  ciaco  panes, 
y  los  dos  peces,  alzando  los  ojos 
al  Cielo,  bendixo,  y  partió  los 
panes,  y  los  dió  á  sus  discípulos, 
para  que  se  los  pusiesen  delante ; 
y  repartió  entre  todos  los  dos 
peces. 

42  Y  comi  'ron  todos,  y  se 
hartaron. 

43  Y  alzaron  lo  qu'^'  sobró  de 
los  pedazos,  doce  cestos  Henos, 
y  de  los  peces. 

44  Y  los  que  comieron,  eran 
cinco  mil  hombres. 

45  Y  dió  lueg-o  priesa  á  sus 
discípulos,  á  que  entrasen  en  el 
barco,  y  que  fuesen  ántes  que  él 
á  Betsaida  á  la  otra  parte  del 
íag-o,  mientras  que  él  despedía 
7\l  pueblo. 

46  Y  después  que  los  hubo 
despedido,  se  fué  al  monte  a  orar. 

47  Y  como  fuese  tarde,  estaba 
el  barco  en  medio  del  mar,  y  él 
solo  en  tierra. 

4S  Y  viéndolos   remar  con 


gran  fatiga,  porque  el  viento  Ies 
era  contrario ;  y  cerca  de  la 
quarta  vigilia  de  la  noche  vino  a 
ellos  paseando  sobre  el  mar ;  y 
quería  dexarlos  atrás. 

49  Mas  ellos,  quando  le  vie- 
ron andar  sobre  el  mar,  pensa- 
ron que  era  fantasma,  y  co- 
menzaron á  gritar. 

50  Porque  todos  le  vieron,  y 
se  turbaron.  Mas  luego  habló 
con  ellos,  y  les  dixo :  Tened 
buen  ánimo,  yo  soy,  no  temáis. 

51  Y  subió  á  ellos  al  barco, 
y  cesó  el  viento :  y  mas  y  mas 
se  pasmaban  en  su  interior  ; 

52  Porque  todavía  no  habían 
entendido  lo  de  los  panes ;  por 
quanto  su  corazón  estaba  ofus- 
cado. 

53  Y  quando  estuviéron  de  la 
otra  parte,  fuéron  á  tierra  de 
Genesareth,  y  arrimaron. 

54  Y  en  saliendo  del  barco, 
luego  lo  conociéron : 

55  Y  recorriendo  toda  aquella 
comarca,  le  traían  de  toda  ella 
los  enfermos  en  sus  camillas, 
luego  que  oyéron  que  estaba 
allí. 

56  Y  donde  quiera  que  entra- 
ba, en  aldeas,  6  en  granjas,  ó  en 
ciudades,  ponían  los  enfermos  en 
las  calles,  y  le  rogaban,  que 
permitiese  tocar  siquiera  la  orla 
de  su  vestido  :  y  quantos  le  toca- 
ban, quedaban  sanos. 

CAPITULO  VIL 
* 

1  "WT"  viniéron  á  él  los  Fa- 
JL    riséos,  y  a'gunos  de 
los  Escribas,  que  habían  llegado 
de  Jerusalém. 

2  Y  quando  vieron  comer  á 
algunos  de  sus  discípulos  con 
manos  comunes,  esto  es,  sin  ha- 
bérselas lavado,  lo  vituperaron. 


CAPITULO  vir. 


63 


.  3  Porque  los  Fariseos,  y  to- 
dos los  Judíos,  sino  se  lavan  las 
manos  muchas  veces,  no  comen, 
wguiendo  la  tradición  de  los 
ancianos ; 

4  Y  quando  vuelven  de  la 
*plaza,  no  comen,  si  antes  no  se 

i    bañan  ;  y  guardan  muchas  cosas 
I    que  tienen  por  tradición,  lavato- 
I    rios  de  vasos  y  de  jarros,  y  de 
vasijas  de  metal,  y  de  lechos. 

5  Y  le  preguntaban  los  Fa- 
riseos, y  los  Escribas  :  ¿Por  qué 
tus  discípulos  no  andan  con- 
formes á  la  tradición  de  los  ac- 
cianos,  sino  que  comen  pan  sin 
lavarse  las  manos  ? 

6  Y  él  respuudió,  y  Ies  dixo  : 
Hipócritas,  bien  profetizó  Isaí- 
as de  vosotros,  como  está  escri- 
to :  Este  pueblo  con  los  labios 
me  honra,  mas  su  corazón  está 
lejos  de  mí. 

7  En  vano  pues  me  honran, 
ensenando  doctrinas  y  manda- 
mientos de  hombres. 

8  Porque  dexando  el  man- 
damiento de  Dios,  os  asis  de  la 
tradición  de  los  hombres,  el  lavar 
de  los  jarros,  y  de  los  vasos;  y 
hacéis  otras  muchas  cosas  seme- 
jantes á  estas. 

I       9  Y  les  decia :  Bellamente 
hacéis  vano  el  mandamiento  de 
I    Dios  por  guardar  vuestra  tra- 
!  dicion. 

10  Porque     Moisés  dixo: 
Honra  á  tu  padre,  y  á  tu  madre. 

I  Y  :  El  que  maldixere  al  padre, 
i    6  á  la  madre,  muera  de  muerte. 

1 1  Mas  vosotros  dccis :  Basta 
que  el  hombre  diga  á  su  padre, 

,  ó  á  su  madre,  qualquier  Corban, 
I  esto  es,  el  don  que  yo  ofreciere, 
I  á  tí  aprovechará  : 
^  12  Y  no  le  permitís  hacer 
í  ninguna  otra  cosa  mas  por  el 
padre,  ó  por  la  madre, 


13  Invalidando  la  palabra  de 
Dios  por  vuestra  tradición,  que 
enseñasteis  :  y  hacéis  otras  mu- 
chas cosas  semejantes  á  esta. 

14  Y  convocando  de  nuevo  al 
pueblo,  les  decia :  Escuchadme 
todos,  y  entended. 

16  No  hay  cosa  fuera  del 
hombre,  que  entrando  en  él,  le 
pueda  ensuciar ;  mas  las  que 
salen  de  él,  esas  son  las  que  en- 
sucian al  hombre. 

16  Si  hay  quien  tenga  orejas 
para  oir,  oyga. 

17  Y  luego  que  dexo  la  gente, 
y  entro  en  casa,  le  preguntaban 
3US  discípulos  de  la  parábola. 

18  Y  les  dixo:  ¿Qué  voso- 
tros también  tenéis  tan  poca  in- 
teligencia ?  No  comprehendeis, 
que  toda  cosa  que  de  fuera  en- 
tra en  el  hombre,  no  le  puede 
hacer  immundo. 

19  Porque  no  entra  en  su  co- 
razón, sino  que  pasa  al  vientre, 
y  después  se  echa  en  lugares 
excusados,  purgando  todas  las 
viandas. 

20  Y  les  decia :  Las  cosas, 
que  salen  del  hombre,  son  las 
que  ensucian  al  hombre. 

21  Porque  de  lo  interior  del 
corazón  de  los  hombres  salen  los 
pensamientos  malos,  los  adulte- 
rios, las  fornicaciones,  los  homi- 
cidios, 

22  Los  hurtos,  las  avaricias, 
las  maldades,  el  engaño,  las  des- 
honestidades, el  ojo  maligno,  la 
blasfemia,  la  soberbia,  la  locura. 

23  Todos  estos  males  de  den- 
tro salen,  y  hacen  inmundo  al 
hombre. 

24  Y  levantándose  de  allí,  se 
fué  á  los  confines  de  Tiro  y  de 
Sidon  :  y  entrando  en  una  casa, 
quiso  que  nadie  lo  supiese,  mas 
no  se  pudo  encubrir. 


14 


SAN  MARCOS. 


25  Porque  una  muger,  que 
tenia  una  hija  poseída  de  un  es- 
píritu inmundo,  quando  oyó  ha- 
blar de  él,  entrd,  y  se  ecb6  k 
sus  pies. 

26  y  la  muger  era  Gentil, 
Sírofenisa  de  nación.  Y  le  ro- 
gaba, que  echase  de  su  hija  al 
demonio. 

27  Jesús  le  dixo :  Dexa  pri- 
mero hartarse  los  hijos  :  porque 
no  es  bien  tomar  el  pan  de  los 
hijos,  y  echarlo  k  los  perros. 

28  Mas  ella  respondió,  y  di- 
xo :  Así  es,  Señor,  porque  los 
cachorrillos  comen  dehaxo  de  la 
mesa,  de  las  migajas  de  los  hijos. 

29  Entónces  le  dixo:  Por 
esto  que  has  dicho,  vé,  que  el 
demonio  ha  salido  de  tu  hija. 

30  Y  quando  llegó  á,  su  casa, 
halló  á  su  hija  echada  sobre  la 
cama,  y  que  habia  salido  de  ella 
el  demonio. 

31  Y  saliendo  otra  vez  de  los 
confines  de  Tiro,  fué  por  Sidón 
á  el  mar  de  Galilea,  atravesando 
el  territorio  de  Decápolis. 

32  Y  le  traxéron  un  sordo  y 
mudo,  y  le  rogaban  que  pusiese 
la  mano  sobre  él. 

33  Y  sacándole  aparte  de  en- 
tre la  gente,  le  metió  los  dedos 
en  sus  orejas ;  y  escupiendo,  le 
tocó  su  lengua : 

34  Y  mirando  al  Cielo,  gimió, 
y  le  dixo :  Ephphetha,  que  quiere 
decir :  Sé  abierto. 

35  Y  luego  fuéron  abiertas 
sus  orejas,  y  fué  desatada  la  li- 
gadura de  su  lengua,  y  hablaba 
bien. 

36  Y  les  mandó  que  á  nadie 
lo  dixesen.  Pero  quanto  mas 
se  lo  mandaba,  tanto  mas  lo  di- 
vulgaban : 

37  Y  tanto  mas  se  maravilla- 
ban, diciendo :  Bien  lo  ha  hecho 


todo :  á  los  sordos  ha  hecho  oír, 
y  á  los  mudos  hablar. 

CAPITULO  VIII. 

1  Tj^N  aquellos  días  como 
Mlá  el  pueblo  hubiese 
concurrido  otra  vez  en  grande 
número,  y  no  tuviesen  que  co- 
mer, llamando  Jesús  á  sus  discí- 
pulos, les  dixo : 

2  Compasión  tengo  de  estas 
gentes  :  porque  tres  dias  ha  que 
están  conmigo,  y  no  tienen  que 
comer : 

3  Y  si  los  enviare  en  ayunas 
á  .su  casa,  desfallecerán  en  el 
camino:  pues  algimos  de  ellos 
han  venido  de  léjos. 

4  Y  BUS  discípulos  le  reepon- 
diéron  :  ¿  De  dónde  podrá  algu- 
no hartarlos  de  pan  aquí  en  esta 
soledad  ? 

5  Y  les  preguntó:  ¿Quántos 
panes  tenéis  ?  Ellos  dixéron  : 
Siete. 

6  Y  mandó  á  la  gente  que  se 
recostase  sobre  la  tierra.  Y  to- 
mando los  siete  panes,  dando 
gracias,  los  partió,  y  dió  á  sus 
discípulos  para  que  los  distri- 
buyesen ;  y  los  distribuyéron  en- 
tre la  gente. 

7  Tenían  también  unos  pocos 
pececillos ;  y  los  bendixo,  y 
mandó,  que  también  se  los  dis- 
tribuyesen. 

8  Y  comiéron,  y  se  hartaron, 
y  alzáron  de  los  pedazos  que 
habían  sobrado,  siete  espuertas. 

9  Y  eran  los  que  habían  co- 
mido como  quatro  mil :  y  los 
despidió. 

10  Y  entrando  luego  en  el 
barco  con  sus  discípulos,  pasó  al 
territorio  de  Dalmanuta. 

11  Y  salieron  los  Fariséos, 
y  se  pusieron  á  disputar  con  él, 


CAPITULO  VIII. 


65 


pidiéndole  lina  señal  del  Cielo 
por  tentarle. 

12  Mas  Jesús  g-imiendo  en  su 
interior,  Ies  dixo ;  ¿  Por  qué 
esta  generación  pide  señal  ?  En 
verdad  os  digo,  que  no  se  dará 
señal  á  esta  generación. 

13  Y  dexándolos,  volvió  á  en- 
trar en  el  barco,,  y  pasó  á  la 
otra  orilla  del  lago. 

14  Y  se  habian  olvidado  de 
tomar  pan ;  y  no  tenían  consigo 
sino  un  pan  en  el  barco. 

15  Y  les  mandó,  diciendo - 
Mirad,  y  guardaos  de  la  leva- 
dura de  los  Fariseos,  y  de  la 
levadura  de  Heredes. 

16  Y  discurrían  entre  sí  di- 
ciendo :  Porque  no  traemos 
pan. 

17  Lo  que  habiendo  conocido 
Jesús,  les  dixo:  ¿Qué  estáis 
pensando,  sobre  que  no  tenéis 
pan  ?  ¿  aun  no  conocéis,  ni  en- 
tendéis ?  ¿  todavía  tenéis  ciego 
vuestro  corazón  ? 

18  ¿Teniendo  ojos,  no  veis? 
¿y  teniendo  orejas,  no  oís?  Y 
Ao  os  acordáis, 

19  Quando  partí  los  cinco 
panes  entre  cinco  mil,  ¿quántas 
espuertas  alzasteis  llenas  de  pe- 
dazos ?  Doce,  le  respondiéron. 

20  Y  quando  los  siete  panes 
entre  quatro  mil,  ¿  quintas  es- 
puertas alzasteis  de  pedazos  ? 
Siete,  le  dixéron. 

21  Y  les  decia :  ¿  pues  cómo 
no  entendéis  aun  ? 

22  Y  vinieron  á  Betsaida,  y 
le  traxéron  un  ciego ;  y  le  roga- 
ban que  lo  tocase. 

,23  Y  tomando  al  ciego  por  la 
mano,  lo  sacó  fuera  de  la  aldea ; 
y  escupiéndole  en  los  ojos,  y  po- 
niendo las  manos  encima,  le 
preguntó,  si  veia  algo. 
I      24  Y  él  alzando  los  ojos,  di- 


xo :  Veo  los  hombres  como  ár- 
boles que  andan. 

25  Y  le  puso  otra  vez  las  ma- 
nos sobre  los  ojos,  y  comenzó  á 
ver ;  y  fué  sano,  de  modo  que 
veia  claramente  todas  las  cosas» 

2^  Y  lo  envió  á  su  casa,  di- 
ciendo: Vete  á  tu  casa;  y  si 
entrares  en  la  aldea,  á  nadie  lo 
digas. 

27  Y  salió  Jesús  con  sus  dis- 
cípulos por  las  aldeas  de  Cesa- 
réa  de  Fihpos ;  y  preguntaba 
por  el  camino  á  sus  discípulos, 
diciéndoles :  ¿  Quién  dicen  loa 
hombres  que  soy  yo  ? 

28  Ellos  le  respondiéron  di- 
ciendo ;  Juan  el  Bautista,  otros 
Elias,  y  otros  como  uno  de  los 
Profetas. 

29  Entonces  les  dixo:  ¿Y 
vosotros  quién  decis,  que  soy 
yo?  Respí  lidió  Pedro,  y  le  dixo: 
Tú  eres  el  Cristo. 

30  Y  les  piohibió  con  amena* 
zas,  que  á  ninguno  dixesen  esto 
de  él. 

31  Y  comenzó  á  declararles, 
que  convenia  que  el  Hijo  del 
hombre  padeciese  muchas  cosas, 
y  que  fuese  desechado  por  los 
Ancianos,  y  por  los  Príncipes  de 
los  Sacerdotes,  y  por  los  Escri- 
I  bas,  y  que  fuese  entregado  á  1^ 
muerte,  y  que  resucitase  des- 
pués de  tres  dias. 

32  Y  claramente  decia  est^ 
palabra.  Entonces  Pedro  tomán- 
dole aparte,  comenzó  á  reñirle. 

33  Mas  él,  volviéndose,  y  mi- 
rando á  sus  discípulos,  amenazo 
á  Pedro,  diciendo :  Quítateme 
delante.  Satanás,  porque  no 
sabes  las  cosas  que  son  de  Dios, 
sino  las  que  son  de  los  hombres. 

34  Y  convocando  al  pueblo 
con  sus  discípulos,  les  dixo :  Si 
alguno  quiere  seguirme,  lúé- 


SAN  MARCOS. 


gTiese  á,  sí  mismo :  y  tome  sn 
cruz,  y  síg-ame. 

35  Porque  el  que  quisiere  sal- 
var su  vida,  la  perderá :  mas  el 
que  perdiere  su  vida  por  mí  y 
por  el  Evangelio,  la  salvará. 

36  Porque  ¿  qué  aprovechará 
al  hombre  si  grang-eare  todo  el 
mundo,  y  pierde  su  alma  ? 

37  ¿O  qué  recompensa  dará 
el  hombre  por  su  alma  ? 

38  Y  quien  se  afrentare  de 
mí,  y  de  mis  palabras  en  medio 
de  esta  generación  adúltera  y 
pecadora,  el  Hijo  del  hombre 
también  se  afrentará  de  él, 
quando  viniere  en  la  gloria  de 
su  Padre  acompañado  de  los 
santos  Angeles. 

39  Y  les  decia  :  En  verdad  os 
digo,  que  hay  algunos  de  los  que 
están  aquí,  que  no  gustarán  la 
muerte,  hasta  que  vean  el  reyno 
de  Dios,  que  viene  con  poder. 

CAPITULO  IX. 

1  "y^T  seis  días  después  to- 

Jl  m6  Jesús  consigo  á 
Pedro,  y  á  Santiago,  y  á  Juan  ; 
y  los  llevó  solos  á  un  monte  alto 
en  lugar  apartado,  y  se  trans- 
figuró en  presencia  de  ellos. 

2  Y  sus  vestidos  se  tomáron 
resplandecientes,  y  en  extremo 
blancos  como  la  nieve,  tanto, 
que  ningún  batanero  sobre  la 
tierra  los  puede  hacer  tan 
blancos. 

3  Y  les  apareció  Elias  con 
Moyses  ;  y  estaban  conversando 
con  Jesús. 

4  Y  tomando  Pedro  la  pala- 
bra, dixo  á  Jesús :  Maestro, 
bien  será,  que  nos  estemos  aquí ; 
y  hagamos  tres  tiendas  ;  para  tí 
una,  para  Moisés  otra,  y  para 
Elias  otra ; 


5  Porque  no  sabia  lo  que  se 
decia :  pues  estaban  atónitos  de 
miedo. 

6  Y  vino  una  nube,  que  les 
hizo  sombra ;  y  salió  una  voz  de 
la  nube,  que  decia :  Este  es  mi 
Hijo  el  muy  amado,  oidle. 

7  Y  mirando  luego  al  rede- 
dor, no  vieron  mas  á  nadie  con- 
sigo, sino  solamente  á  Jesús. 

8  Y  qnando  baxaban  del 
monte,  les  mandó,  que  á  nadie 
dixesen  lo  que  habían  visto, 
hasta  que  el  Hijo  del  hombre 
hubiese  resucitado  de  entre  los 
muertos. 

9  Y  tuvieron  el  caso  en  se- 
creto, preguntándose  entre  sí, 
qué  seria  aquello;  Quando  hu- 
biere resucitado  de  entre  los 
muertos. 

10  Y  le  preguntaron,  dicien- 
do :  ¿\Pues  cómo  dicen  los  Fari- 
seos, y  los  Escribas,  que  Elias 
debe  venir  primero  ? 

11  El  les  respondió,  y  dixo : 
Elias,  quando  vendrá  primera, 
reformará  todas  las  cosas ;  y 
como  está  escrito  acerca  del 
Hijo  del  hombre,  debe  padecer 
mucho,  y  será  despreciado. 

12  Mas  dígoos,  que  Elias  ya. 
vino,  é  hiciéron  con  él  quanto 
quisiéron,  como  está  escritp 
de  él. 

13  Y  riñiendo  á  sus  discípu- 
los, vió  cerca  de  eUos  una 
grande  multitud  de  gente,  y  que 
los  Escribas  estaban  disputando 
con  ellos. 

14  Y  todo  el  pueblo  viendo  á 
Jesús,  quedó  suspenso,  y  llenos 
de  temor  acudiéron  corriendo  á 
saludarle. 

15  Y  les  preguntó:  ¿Qué  es 
de  lo  que  estáis  disputando  entre 
vosotros  ? 

16  Y  respondiendo  unp  d? 


entre  la  ^ente,  dixo :  Maestro, 
te  he  trahido  mi  hijo,  que  está 
poseído  de  un  espíritu  raudo: 

17  Y  donde  quiera,  que  le 
toma,  le  tira  contra  la  tierra,  y 
le  hace  echar  espumarajos,  y 
cruxir  los  dientes,  y  se  va  se- 
cando :  y  dixe  á  tus  discípulos, 
que  le  lanzasen,  y  no  pudie- 
ron. 

18  Jesús  les  respondió  y  di- 
xo: ¡O  g-eneracion  incrédula ! 
¿Hasta  quándo  estaré  con  vo- 
sotros ?  ¿  Hasta  quándo  os  su- 
friré ?  Traédmele  á  mí. 

19  Y  se  le  traxéron.  Y  lue- 
go que  le  vio,  comenzó  el  espí- 
ritu á  atormentarle ;  y  estrella- 
do contra  la  tierra,  se  revolcaba 
echando  espumarajos. 

20  Y  preguntó  al  padre  de 
él:  ¿Quánto  tiempo  ha  que  le 
sucede  esto  ?  Y  él  dixo  :  Desde 
la  infancia : 

21  Y  muchas  veces  le  ha  ar- 
rojado en  el  fuego,  y  en  las 
agnas,  para  acabar  con  él.  Mas 
si  algo  puedes,  ayúdanos,  apia- 
dado de  nosotros. 

22  Y  Jesús  le  dixo  :  Si  pue- 
des creer,  todas  las  cosas  son 
posibles  para  el  que  cree. 

23  Y  exclamando  luego  el 
padre  del  muchacho,  decia  con 
lágrimas  :  Creo,  Señor :  ayuda 
mi  incredulidad. 

24  Y  quando  vió  Jesús,  que 
la  gente  iba  concurriendo  en 
tropel,  amenazó  al  espíritu  in- 
mundo, diciéndole :  Espíritu  sor- 
do y  mudo,  yo  te  mando,  sal  de 
él :  y  no  entres  mas  en  él. 

25  Entónces  dando  grandes 
alaridos,  y  maltratándolo  mucho, 
salió  de  él,  y  quedó  como  muer- 
to, de  manera  que  muchos  de- 
cían :  Muerto  está. 
,..2Q  Mas  tomándole  Jesús  por 


CAPITULO  IX.  67 
la  mano,  le  ayudó  á  alzarse,  y  se 
levantó. 

27  Y  después,  que  entró  en 
la  casa,  bus  discípulos  le  pre- 

'  guntaban  aparte  :  ¿Por  qué  no 
le  pudimos  nosotros  lanzar  ? 

28  Y  les  dixo :  Esta  casta 
con  nada  puede  salir,  sino  coa 
oración,  y  ayuno. 

29  Y  habiendo  partido  de  allí, 
cara ináron  mas  allá  de  Galiléa, 
y  no  queria,  que  nadie  lo  supiese. 

30  Y  enseñaba  á  sus  discí- 
pulos, y  les  deeia  :  El  Hijo  del 
hombre  será  entregado  en  ma- 
nos de  hombres,  y  le  harán  mo- 
rir, y  después  de  muerto  resu- 
citará al  tercero  dia. 

31  Pero  ellos  no  entendían 
esta  palabra ;  y  temían  el  pre-» 
guntarle. 

32  Y  llegáron  á  Cafamaum. 
Y  quando  estaban  en  la  casa, 
les  preguntaba :  ¿  Qué  ibais  tra- 
tando por  el  camino  ? 

33  Mas  ellos  callaban,  porque 
en  el  camino  habían  altercado 
entre  sí,  sobre  quál  de  ellcs 
seria  el  mayor. 

34  Y  sentándose,  llamó  á  los 
doce,  y  les  dixo :  Si  alguno 
quiere  ser  el  primero,  será  el 
postrero  de  todos,  y  el  siervo  de 
todos. 

85  Y  tomando  un  niño,  le 
puso  en  medio  de  ellos ;  y  des- 
pués de  haberlo  abrazado,  ies 
dixo : 

36  Qualquiera  que  recibiere  á 
uno  de  estos  niños  en  mi  nom- 
bre, á  mí  recibe  ;  y  todo  el  que 
á  mí  recibiere,  no  recibe  á  mí, 
sino  á  aquel  que  me  envió. 

37  Y  le  respondió  Juan,  di- 
ciendo :  Maestro,  hemos  visto  á 
uno,  que  lanzaba  demonios  en 
tu  nombre,  que  no  nos  sigue,  y 
se  lo  vedamos*. 


^    SAN  MARCOS. 


68 

38  y  dixo  Jesús  :  No  se  lo  ve- 
deis  ;  porque  qo  hay  nin^no, 
que  hag-a  milagro  en  mi  nombre, 
y  que  pueda  luego  decir  mal  de 
mí. 

39  Porque  el  que  no  es  con- 
tra vosotros,  por  vosotros  es. 

40  Y  qualquiera  que  os  diere 
á  beber  un  vaso  de  agua  en  mi 
nombre,  porque  sois  de  Cristo, 
en  verdad  os  digo,  que  no  per- 
derá su  galardón. 

41  Y  todo  aquel  que  escan- 
dalizare á.  uno  de  estos  pequeñi- 
tos  que  creen  en  mi,  mas  le 
valdría  que  se  le  atase  al  cuello 
una  piedra  de  las  que  mueve  un 
asno,  y  que  se  le  echara  en  el 
mar. 

42  Y  si  tu  mano  te  escandali- 
zare, córtala:  mas  te  vale  en- 
trar manco  en  la  vida,  que  tener 
dos  manos,  é  ir  al  infierno,  al 
fuego  que  nunca 
apagar  : 

43  En  donde  el 
aquellos  no  muere, 
nunca  se  apaga. 

44  Y  si  tu  pie  te  escandaliza, 
córtale  ;  mas  te  vale  entrar 
coxo  en  la  vida  eterna,  que  te- 
ner dos  pies,  y  ser  echado  en  el 
infierno  de  fuego  inextinguible  : 

45  En  donde  el  gusano  de 
aquellos  no  muere,  y  el  fuego 
nunca  se  apaga. 

46  Y  si  tu  ojo  te  escandaliza, 
échale  fuera:  mas  te  vale  en- 
trar tuerto  en  el  reyno  de  Dios, 
que  tener  dos  ojos,  y  ser  arro- 
jado en  el  fuego  del  infierno : 

47  En  donde  no  muere  el 
gusano  de  aquellos,  y  el  fuego 
nunca  se  apaga. 

48  Porque  todos  serán  sala- 
dos con  fuego,  y  toda  víctima 
será  salada  con  sal. 

4^  Buena  es  la  sal :  mas  si  la 


se  puede 

gusano  de 
y  el  fuego 


sal  perdiere  su  sabor,  ;  con  que 
la  sazonaréis  ?  Tened  sal  en  vo- 
sotros, y  tened  paz  entre  voso- 
tros. 

CAPITULO  X. 

1  XT"  partiéndose  de  allí 
M.  se  fué  á  los  términos 
de  la  Judéa  de  la  otra  parte  del 
Jordán ;  y  volvieron  las  gentes 
á  juntarse  á  él ;  y  de  nuevo  los 
enseñaba  como  soha. 

2  Y  llegándose  los  Fariséos, 
le  preguntaban  por  tentarle  :  Si 
es  lícito  al  marido  repudiar  á  su 
muger. 

3  Mas  el  respondiendo,  les 
dixo :  ¿  Qué  os  mandó  Moisés  ? 

4  EUos  dixéron :  Moisés  per- 
mitió escribir  carta  de  divorcio, 
y  repudiar. 

5  Y  Jesús  les  respondió,  y 
dixo  :  Por  la  dureza  de  vuestro 
corazón  os  dexó  escrito  este 
mandamiento. 

6  Pero  al  principio  de  la  crea- 
ción, macho,  y  hembra  los  hizo 
Dios. 

7  Por  esto  dexara  el  hombre 
á  su  padre,  y  á  su  madre,  y  se 
juntará  á  su  muger, 

8  Y  serán  dos  en  una  carne. 
Asi  que  no  son  ya  dos,  sino  una 
carne. 

9  Pues  loque  Dios  juntó,  el 
hombre  no  lo  sepáre. 

10  Y  volvieron  á  preguntarle 
sus  discípulos  en  casa  sobre  lo 
mismo. 

11  Y  les  dixo:  Qualquiera 
que  repudiare  á  su  muger,  y  se 
casare  con  otra,  adulteriip  co- 
mete contra  aquella. 

12  Y  si  la  muger  repudiare  á 
su  marido,  y  se  casare  con  otro, 
comete  adulterio. 

13  Y  le  presentaban  unos  nif 


CAPITULO  X. 


69 


Sos  para  que  los  tocase.  Mas 
los  discípulos  reñían  á  los  que 
los  presentaban. 

14  Y  quando  lo  vió  Jesús,  lo 
jjllevó  muy  á  mal,  y  les  dixo: 
|Dexad  los  niños  venir  á  raí,  y  no 
¡se  lo  estorbéis;  porque  de  los 
Itales  es  el  reyno  de  Dios. 

15  En  verdad  os  dig^o:  Que 
el  que  no  recibiere  el  reyno  de 
Dios  como  niño,  no  entrará 
en  él. 

!  16  Y  abrazándolos,  y  po- 
niendo sobre  ellos  las  manos,  los 
bendecía. 

17  Y  quando  salió  para  po- 
¡nerse  en  camino,  corrió  uno  a 
el,  é  hincándosele  de  rodillas,  le 
preguntaba  :  Maestro  bueno, 
:  qué  haré  para  conseguir  la 
i^ida  eterna  ? 

18  Y  Jesús  le  dixo :  ¿  Por 
jué  me  dices  bueno?  Ninguno 
3Ueno,  sino  solo  Dios. 

19  Bien  sabes  los  manda- 
nientos  :  No  hagas  adulterio  : 
Vo  mates  :  No  hurtes  :  No  digas 
i'also  testimonio :  No  hagas  en- 
j^año.    Honra  á  tu  padre,  y  á 

u  madre. 

20  Mas  él  le  respondió,  di- 
ciendo :  Maestro,  todo  esto  he 
ll-uardado  desde  mi  juventud. 

21  Y  Jesús  poniendo  en  él 
ios  ojos,  le  mostró  agrado,  y  le 
|lilixo:  Una  sola  cosa  te  falta: 

inda,  vende  quanto  tienes,  y 
,  lálo  á  los  pobres,  y  tendrás  te- 
j  oro  en  el  Cielo ;  y  vén,  si- 
lgúeme. 

j  ¡  22  Mas  él,  afligido  al  oír  esta 
^  ¡lalabra,  se  retiró  triste ;  porque 
I  lenia  muchas  posesiones. 

I  23  Y  Jesús  mirando  al  rede- 
I  i  or,  dixo  á  sus  discípulos  :  ¡  Con 
I  uánta  dificultad  entrarán  en  el 
'  ,eyno  de  Dios,  los  que  tienen 
•  iquezas ! 


24  Y  los  discípulos  se  asom- 
braban de  sus  palabras.  Mas 
Jesús  les  respondió  otra  vez,  di- 
ciendo :  Ilijitos,  ¡  quán  difícil 
cosa  es  entrar  en  el  reyno  de 
Dios  los  que  confian  en  las  ri- 
quezas ! 

25  Mas  fácil  cosa  es  pasar  un 
camello  por  el  ojo  de  una  aguja, 
que  entrar  el  rico  en  el  reyno 
de  Dios. 

26  Ellos  se  maravillaban  mas, 
y  se  decían  unos  á  otros:  ¿Y 
quién  podrá  salvarse  ? 

27  Entónces  mirándolos  Je- 
sús, dixo :  Para  los  hombres 
cosa  es  esta,  que  no  puede  ser, 
mas  no  para  Dios  :  porque  para 
Dios  todas  las  cosas  son  posi- 
bles. 

28  Y  comenzó  Pedro  á  de- 
cirle :  He  aquí,  que  nosotros 
hemos  dexado  todas  las  cosas,  y 
te  hemos  seguido. 

29  Respondiendo  Jesús,  dixo : 
En  verdad  os  digo,  que  no  hay 
ninguno,  que  haya,  dexado  casa, 
ó  hermanos,  ó  padre,  ó  madre,  5 
hijos,  ó  tierras  por  mí,  y  por  ei 
Evangelio, 

30  Que  no  reciba  cien  tantos, 
ahora  en  este  tiempo,  casas,  y 
hermanos,  y  hermanas,  y  ma- 
dres, é  hijos,  y  tierras,  con  per- 
secuciones, y  en  el  siglo  veni- 
dero la  vida  eterna. 

31  Mas  muchos  primeros  se- 
rán postreros,  y  postreros  prime- 
ros. 

32  Y  estaban  en  el  camino 
para  subir  á  Jerusalém;  y  Je- 
sús iba  delante  de  ellos,  y  se 
maravillaban  :  y  le  seguían  con 
miedo.  Y  volviendo  á  tomar 
aparte  á  los  doce,  comenzó  á 
decirles  las  cosas,  que  habían  de 
venir  sobre  él. 

33  He  aquí  nosotros  subimo^s 


SAN  MARCOS. 


á  Jérusalém,  y  el  Hijo  del  hom- 
bre será  entregado  á  los  Prínci- 
pes de  los  Sacerdotes,  y  á  los 
Escribas,  y  á  los  Ancianos,  y  le 
sentenciarán  á  muerte,  y  le  en- 
tregarán á  los  Gentiles  : 

34  Y  le  escarnecerán,  y  le 
escupirán,  y  le  azotarán,  y  le 
quitarán  la  vida :  y  al  tercero 
dia  resucitará. 

35  Entonces  se  ll?gáron  á  él 
Santiago,  y  Juan  hijos  de  Zebe- 
déo,  y  le  dixéron :  Maestro, 
queremos,  que  nos  concedas 
todo  lo  que  te  pidiéremos. 

36  Y  él  les  dixo  :  ¿  Qué  que- 
réis que  os  haga  ? 

37  Y  dixéron :  Concédenos, 
que  nos  sentemos  en  tu  gloria, 
el  uno  á  tu  diestra,  y  el  otro  a 
tu  siniestra.  ^ 

38  Mas  Jesús  les  dixo  :  No 
sabéis  lo  que  os  pedis  :  ¿  Podéis 
"beber  el  cáliz  que  yo  bebo  ?  ¿  O 

'  ser  bautizados  con  el  bautismo, 
con  que  yo  soy  bautizado? 

39  Y  ellos  le  dixéron  :  Pode- 
mos. Y  Jesús  les  dixo :  Voso- 
tros en  verdad  beberéis  el  cáliz, 
que  yo  bebo ;  y  seréis  bautiza- 
dos con  el  bautismo,  con  que  yo 
soy  bautizado : 

40  Mas  sentarse  á  mi  diestra, 
6  á  mi  siniestra,  no  es  mió  darlo 
á  vosotros,  sino  á  aquellos  para 
quienes  está  aparejado. 

41  Y  quando  los  diez  lo  oyé- 
ron,  comenzáron  á  indignarse 
contra  Santiago  y  Juan. 

42  Mas  Jesús  los  llamó,  y  les 
dixo  :  Sabéis,  que  aquellos,  que 
se  ven  mandar  á  las  gentes,  se 
enseñorean  de  ellas  ;  y  los  Prín- 
cipes de  ellas  tienen  potestad 
sobre  ellas. 

43  JVIas  no  es  así  entre  voso- 
tros ;  antes  el  que  quisiere  ser 
el  mayor,  será  vuesto  criado : 


44  Y  el  que  quisiere  ser  él 
primero  entre  vosotros,  será 
siervo  de  todos. 

45  Porque  el  Hijo  del  hombre 
no  vino  para  ser  servido;  sino 
para  servir,  y  dar  su  vida  en 
rescate  por  muchos. 

46  Y  fueron  á  Jerico,  y  al 
salir  de  Jerico  él  y  sus  discí- 
pulos y  muchas  gentes  con  ellos, 
Bartiméo  el  ciego,  hijo  de  Ti- 
méo,  estaba  sentado  junto  al  ca- 
mino pidiendo  limosna. 

47  Y  quando  oyó,  que  era 
Jesús  Nazareno,  comenzó  á  dar 
voces,  y  decir,  Jesús,  hijo  de 
David,  ten  misericordia  de  mí. 

48  Y  le  reñían  muchos  para 
que  callase.  Mas  él  gritaba 
mucho  mas  :  Hijo  de  David,  ten 
misericordia  de  mí. 

49  Y  se  paró  Jesús,  y  le 
mandó  llamar.  Llaman  pues  al 
ciego,  y  le  dicen :  Ten  buen 
ánimo  ;  levántate,  que  te  llama. 

50  El  arrojó  su  capa,  y  sal- 
tando se  fué  á  él. 

51  Y  tomando  Jesús  la  pala- 
bra le  dixo:  ¿Q.U8  quieres  que 
te  haga?  Y  el  ciego  le  dixo : 
Maestro,  que  vea. 

52  Y  Jesús  le  dixo:  Anda, 
tu  fe  te  ha  sanado :  Y  luego  vio, 
y  le  seguia  por  el  camino. 

CAPITULO  XL 

1  "WT  quando  se  acercaron 
Jl     á  Jérusalém  y  á 
BeÜiania  cerca  del  marte  de  las 
Olivas,  envia  doij  de  sus  discí- 
pulos, 

2  Y  les  dice  j  Id  al  lugar  que 
está  enfrente  de  vosotros,  y  lue- 
go que  entráreis  en  él,  liallaréis 
un  pollino  atado,  sobre  el  que  na 
ha  subido  aun  ningún  hoinhj*e ; 
desatadlo,  y  traedlo. 


CAPITULO  XI. 


71 


3  Y  si  alguno  os  dixere ; 
¿  Qué  hacéis  ?  decid,  que  el  Se- 
ñor lo  ha  menester  ,  y  luego  os 
le  dexará  traer  acá. 

4  Y  fueron  y  hallaron  el  po- 
j  Uino  atado  á  la  puerta  fuera  en 
la  encrucijada  ;  y  lo  desatan. 

i  5  Y  algunos  de  los  que  esta- 
I  ban  allí,  les  decían :  ¿  Qué 
I  hacéis  desatando  el  pollino  ? 

6  Ellos  les  respondieron  como 
Jesús  les  habia  mandado,  y  se  lo 
¡  dexáron. 

i  7  Y  traéron  el  pollino  á  Je- 
[sus,  y  echaron  sobre  él  sus  ro- 
pas, y  se  sentó  sobre  él. 

8  Y  muchos  tendiéron  sus 
vestidos  por  el  camino  ;  y  otros 
cortaban  hojas  de  los  árboles,  y 
las  tendian  por  el  camino. 

9  Y  los  que  iban  delante,  y 
los  que  seguian  detras,  daban 
roces  diciendo  ;  Hosanna ;  - 

10  Bendito  el  que  viene  en  el 
nombre  del  Señor ;  Bendito  el 
ceyno  de  nuestro  padre  David, 
si  qual  viene ;  Hosanna  en  las 
alturas. 

11  Y  entró  en  Jerusalém  en 
ú  templo  ;  y  después  de  haberlo 
'econocido  todo,  como  fuese  ya 
:arde,  se  salió  á  Betania  con 
os  doce. 

12  Y  otro  dia,  como  salieron 
le  Betania,  tuvo  hambre. 

13  Y  viendo  á  lo  lejos  una  hi- 
l:uera  que  tenia  hojas,  fué  allá 
jtpr  si  hallaría  alguna  cosa  en 
I  Ha  ;  y  quando  llegó  á  ella,  nada 

'.  iialló  sino  hojas  ;  porque  no  era 
'  ¡ijempo  de  higos. 
I  14  Y  respondiendo,  le  dixo : 
j  ijíunca  mas  coma  nadie  fruto  de 
'  |i  para  siempre.  Y  lo  oyeron 
j  jas  discípulos. 

j  I  15  Vienen  pues  á.  Jerusalém. 
.  i'  habiendo  entrado  en  el  tem- 
'  lo,  comenzó  á  echar  fuera  á  los 


que  vendían  y  compraban  en  el 
templo ;  y  trastornó  las  mesas 
de  los  banqueros,  y  las  sillas  de 
los  que  vendían  palomas. 

16  Y  no  consentía  que  algu- 
no trasportase  mueble  alguno 
por  el  templo ; 

n  )Y  les  enseñaba,  diciendo : 
¿  No  está  escrito :  Mi  casa,  casa 
de  oración  será  llamada  de  todas 
las  gentes  ?  Mas  vosotros  la  ha- 
béis hecho  cueva  de  ladrones. 

18  Quando  lo  supiéron  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes  y 
los  Escribas,  buscaban  como 
quitarle  la  vida ;  porque  le  te- 
mían, por  quanto  todo  el  pueblo 
estaba  maravillado  de  su  doc- 
trina. 

19  Y  quando  vino  la  tarde,  se 
salió  de  la  ciudad. 

20  Y  al  pasar  por  la  mañana, 
viéron  que  la  higuera  se  habia 
secado  de  raíz. 

21  Y  se  acordó  Pedro,  y  le 
dixo :  Maestro,  cata  ahí  la  hi- 
guera que  maldixiste,  como  se 
ha  secado. 

22  Y  respondiendo  Jesús,  les 
dixo  :  Tened  fe  de  Dios. 

23  En  verdad  os  digo,  que 
qualquiera  que  dixere  á  este 
monte  :  Levántate,  y  échate  en 
el  mar ;  y  no  dudare  en  su  cora- 
zón, mas  creyere  que  se  hará 
quanto  dixere,  todo  le  será, 
hecho. 

24  Por  tanto  os  digo,  que  to- 
das las  cosas  que  pidiéreís  oran- 
do, creed,  que  las  recibiréis ;  y  ' 
os  vendrán. 

25  Y  quando  estuviéreis  para 
orar,  si  tenéis  alguna  cosa  con- 
tra alguno,  perdonadle ;  para 
que  vuestro  Padre,  que  está  en 
los  Cielos,  os  perdone  también 
vuestros  pecados. 

26  Porque  si  VQsoíros  no  perr 


72 


SAN  MARCOS. 


donáreis,  tarnpoco  vuestro  Pa- 
dre, que  está  en  los  Cielos,  os 
perdonará  vuestros  pecados. 

27  Y  volvieron  otra  vox  á  Je- 
rusalém.  Y  andando  él  por  el 
templo,  se  llegaron  1  él  los 
Príncipes  de  los  Sacei'dotes,  y 
los  Escribas,  y  los  Ancianos ; 

28  Y  le  dixéron;  ¿Con  qué 
autoridad  haces  estas  cosas  ?  ¿  y 
quién  te  ha  dado  esta  potestad 
para  hacer  esas  cosas  ? 

29  Y  Jesús  les  respondió,  y 
dixo :  Yo  también  os  haré  una 
preg-unta,  y  respondedme ;  y  os 
diré,  con  qué  autoridad  hago 
estas  cosas. 

30  ¿  El  bautismo  de  Juan  era 
del  Cielo,  6  de  los  hombrea? 
Respondedme. 

31  Y  ellos  estaban  entre  sí 
pensando,  y  decian  :  Si  dijére- 
mos, que  del  Cielo,  nos  dirá; 
¿Por  qué  no  lo  creísteis  ? 

32  Si  dixéramos,  de  los  hom- 
bres, tememos  al  pueblo.  Por- 
que todos  estaban  perj^uadidos, 
que  Juan  era  verdaderamente 
Profeta. 

33  Y  respondieron  á  Jesús, 
diciendo :  Pío  lo  sabemos.  Y 
Jesús  les  respondió,  y  dixo  : 
Pues  ni  yo  tainuoco  os  diré,  con 
que  autoridad  hago  estas  cosas. 

CAPITULO  XII. 

1  "WT"  comenzó  á  hablarles 
Jl  por  parábola»^ :  Un 
hombre  plantó  una  viña,  y  la 
cercó  con  vallado,  y  cavó  un  la- 
gar, y  ediñcó  una  torre,  y  la  ar- 
rendó á  unos  labradores,  y  se  fué 
lejos  de  su  tierra. 

2  Y  á  su  tiempo  envió  uno  de 
sus  siervos  á  los  labradores,  para 
que  recibiese  de  los  labradores 
el  fruto  de  la  viña. 


3  Ellos  asiendo  de  él,  le  hirié- 
ron,  y  le  enviaron  vacío : 

4  Y  volvió  k  enviarles  otro 
siervo ;  y  le  hiriéron  en  la  ca- 
beza, y  le  hiciéron  muchos  es- 
carnios. 

5  Y  de  nuevo  envió  otro,  y  le 
matáron ;  y  otros  muchos ;  de 
los  quales  á  unos  hiriéron,  y  á 
otros  matáron. 

6  Mas  como  tuviese  aun  un 
hijo,  á  quien  amaba  (iema- 
raente,  se  le  envió  támhien  el 
postrero,  diciendo  :  tendrán  res- 
peto á  mi  hijo. 

7  Pero  los  labradores  dixéron 
entre  sí :  Este  es  el  heredero ; 
venid,  matémosle,  y  será  nues- 
tra la  heredad. 

8  Y  travando  de  él,  le  matá- 
ron ;  y  le  echárou  fuera  de  la 
viña. 

9  ¿Qué  hará  pues  el  dueño 
de  la  viña?  Vendrá,  y  acabará 
con  los  labradores,  y  dará  la 
viña  á  otros. 

10  ¿No  habéis  leído,  esta  es- 
critura :  La  piedra,  que  desecha- 
ron los  que  edificaban,  esta  es 
puesta  por  la  principal  de  la  es- 
quina: 

1 1  Por  el  Señor  ha  sido  hecho 
esto;  y  es  cosa  maravillosa  en 
nuestros  ojos  ? 

12  Y  buscaban  medios  de 
prenderle :  mas  temieron  al 
pueblo;  porque  entendieron,  que 
contra  ellos  habia  dicho  esta 
parábola.  Y  dexándole,  se  fué- 
ron. 

13  Y  le  enviaron  algunas  de 
los  Fariseos  y  de  los  Horodianos, 
para  que  le  tomasen  en  alguna 
palabra. 

14  Ellos  viniendo  le  dicen: 
Maestro,  sabemos  que  eres  hom- 
bre veraz,  y  que  no  atiendes  1 
respetos  humanos :  porque  no 


CAPITULO  XII. 


73 


miras  á,  los  hombres  por  la  apa- 
riencia, sino  que  enseñas  el  ca- 
mino de  Dios  segim  verdad : 
¿  Es  lícito  dar  tributo  al  César, 
ó  no  se  lo  daremos  ? 

15  El,  entendiendo  la  super- 
chería de  ellos,  les  dixo :  ¿  Por 
qué  me  tentáis?  traedme  acá 
un  denario,  para  verlo. 

16  Y  ellos  se  lo  traéron.  Y 
les  dixo  :  ¿  Cuya  es  esta  figura, 
y  letrero  ?  Del  César,  le  respon- 
dieron. 

17  Y  Jesús  respondió,  y  les 
dixo  :  Pues  dad  al  César,  lo  que 
es  del  César ;  y  á  Dios,  lo  que 
es  de  Dios.  Y  se  maravillaban 
de  ello. 

18  Y  viniéron  á  él  los  Saddu- 
eéos,  que  niegan  la  resurrec- 
ción, y  le  preguntaban,  di- 
ciendo : 

19  Maestro,  Moisés  nos  de- 
xo  escrito,  que  si  muriere  el  her- 
mano de  alguno,  y  dexare  mu- 
ger,  y  no  tuviere  hijos,  que 
tome  su  hermano  la  muger  de 
él,  y  que  levante  linage  á  su 
hermano. 

20  Pues  eran  siete  hermanos ; 
y  el  mayor  tomó  muger,  y  mu- 
rió sin  dexar  sucesión. 

21  El  segundo  la  tomó,  y  mu- 
rió también  sin  dexar  hijos.  Y 
el  tercero  de  la  misma  manera. 

22  Y  así  mismo  la  tomaron 
los  siete,  y  no  dexáron  hijos.  Y 
la  postrera  de  todos  murió  tam- 
bién la  muger. 

23  ¿  Al  tiempo  pues  de  la  re- 
surrección, quando  volvieren  á 
vivir,  de  qual  de  estos  será  mu- 
ger? porque  todos  siete  la  tu- 
vieron por  muger. 

24  Y  respondiendo  Jesús,  les 
dixo  :  ¿  No  veis  que  erráis,  por- 
que no  comprehendeis  las  Escri- 
turas, ai  la  virtud  de  Dios  ? 

4 

I 


25  Porque  quando  resucita- 
rán de  entre  los  muertos,  ni  se 
casarán,  ni  serán  dados  en  casa- 
miento, sino  que  serán  como  los 
Angeles  en  los  Cielos. 

26  ¿Y  de  los  muertos  que 
hayan  de  resucitar,  no  habéis 
leid9  en  el  libro  de  Moisés,  co- 
mo Dios  le  habló  sobre  la  zarza, 
diciendo :  Yo  soy  el  Dios  de 
Abraham,  y  el  Dios  de  Isaac,  y 
el  Dios  de  Jacob  ? 

27  No  es  Dios  de  muertos, 
sino  de  vivos.  Y  así  vosotros 
erráis  mucho. 

28  Y  se  llegó  uno  de  los  Es- 
cribas, que  los  habia  oido  dis- 
putar, y  viendo  que  Ies  habia 
respondido  bien,-  le  preguntó 
qual  era  el  primero  de  todos  los 
Mandamientos. 

29  Y  Jesús  le  respondió:  El 
primer  mandamiento  de  todos 
es  :  Escucha  Israél,  el  Señor  tu 
Dios  un  solo  Dios  es  : 

30  Y  amarás  al  Señor  tu  Dios 
de  todo  tu  corazón,  y  de  toda 
tu  alma,  y  de  todo  tu  entendi- 
miento, y  de  todas  tus  fuer- 
zas. Este  es  primer  el  Manda- 
miento. 

31  Y  el  segundo  semejante  es 
á  él :  Amarás  á  tu  próximo  co- 
mo á  tí  mismo.  No  hay  otro 
Mandamiento  mayor  que  estos. 

32  Y  le  dixo  el  Escriba  ; 
Maestro,  en  verdad  has  dicho 
bien,  que  uno  es  Dios,  y  no  hay 
otro  fuera  de  él. 

33  Y  que  amarle  de  todo  cc^ 
razón,  y  de  todo  entendimiento, 
y  de  toda  el  alma,  y  de  todo  po- 
der ;  y  amar  al  próximo  como  á 
sí  mismo,  es  m&s  que  todos  los 
holocaustos,  y  sacrificios. 

34  Jesús,  quando  vió  que  ha- 
bia respondido  sabiamente,  le 
dixo:  No  estás  lejos  del  reyno 


74 

de  Dios.  Y  ya  ninguno  se  atre- 
FÍa  á  preguntarle. 

35  Y  respondiendo  Jesús  de- 
cia,  enseñando  en  el  templo : 
;Cómo  dicen  los  Escribas,  que 
el  Cristo  es  hijo  de  David  ? 

35  Porque  el  mismo  David 
por  Espíritu  Santo,  dice  :  Dixo 
el  Señor  á  mi  Señor,  siéntate  á 
mi  derecha,  hasta  que  ponga  tus 
enemigos  por  tarima  de  tus  pies. 

37  Pues  el  mismo  David  le 
llama  Señor :  ¿  De  dónde  pues  es 
su  hijo  ?  Y  una  grande  multitud 
de  pueblo  le  oia  con  gusto. 

38  Y  les  decia  en  su  doc- 
trina :  Guardaos  de  los  Escribas, 
que  gustan  de  andar  con  ropas 
largas,  y  que  los  saluden  en  las 
plazas, 

39  Y  estar  en  las  Sinagogas 
en  las  primeras  sillas,  y  en  las 
cenas  en  los  primeros  asientos : 

40  Que  devoran  las  casas  de 
las  viudas  con  pretexto  de  largas 
oraciones :  estos  serán  juzgados 
con  mayor  rigor. 

41  Y  estando  Jesús  sentado 
de  frente  al  arca  de  las  ofrendas, 
estaba  mirando  como  echaban 
las  gentes  el  dinero  en  el  arca: 
y  muchos  ricos  echaban  mucho. 

42  Y  vino  una  pobre  viuda,  y 
echó  dos  pequeñas  piezas  del 
valor  de  un  quadrante, 

43  Y  llamando  á  sus  discí- 
pulos, les  dixo:  En  verdad  os 
digo,  que  mas  echó  esta  pobre 
viuda,  que  todos  los  otros  que 
echaron  en  el  arca. 

44  Porque  todos  han  echado 
de  aquello  que  les  sobraba ;  mas 
esta  de  su  pobreza  echó  todo  lo 
que  tenia,  todo  su  sustento. 

CAPITULO  XIII. 

1  ^CT"  al  salir  del  templo,  le 
Jl     dixo  uno  de  sus  dis- 


SAN  MARCOS. 


cípulos:  Maestro,  mira  que  pie- 
dras, y  que  fábrica. 

2  Y  respondiendo  Jesús,  le 
dixo :  ¿  Vés  todos  estos  grandes 
edificios?  No  quedará  piedra  so- 
bre piedra,  que  no  sea  derribada. 

3  Y  estando  sentado  en  el 
monte  del  Olivar  de  cara  al  tem- 
plo, le  preguntaban  aparte  Pe- 
dro, y  Santiago,  y  Juan,  y  An- 
drés : 

4  Dinos,  ¿  quando  serán  estas 
cosas?  ¿y  que  señal  habrá,  quan- 
do todas  estas  cosas  comenzarán 
á  cumplirse  ? 

5  Y  respondiéndoles  Jesús, 
comenzó  á  decirles :  Guardáos, 
que  nadie  os  engañe  : 

6  Pqrque  muchos  vendrán  en 
mi  nombre,  que  dirán  :  yo  soy  : 
y  engañarán  á  muchos. 

7  Mas  quando  oyereis  do 
guerras,  y  de  rumores  de  guer- 
ras, no  temáis;  porque  con- 
viene, que  esto  sea ;  mas  aun  no 
será  el  fin. 

8  Porque  se  levantará  gente 
contra  gente,  y  rey  no  contra 
reyno,  y  habrá  terremotos  por 
los  lugares,  y  hambres.  Esto 
será  principio  de  dolores. 

9  Mas  guardáos  á  vosotros 
mismos.  Porque  os  entregarán 
en  los  concilios,  y  seréis  azo- 
tados en  las  Sinagogas,  y  com- 
pareceréis ante  los  Goberna- 
dores y  Reyes  por  mí,  en  testi- 
monio á  ellos. 

10  Y  ante  todas  cosas  con- 
viene, que  sea  predicado  el 
Evangelio  á  todas  las  gentes. 

11  Y  quando  os  llevaren  para 
entregaros,  no  premeditéis  lo 
que  habéis  de  hablar;  mas  decid 
lo  que  os  fuere  dado  en  aquella 
hora ;  porque  no  sois  vosotros 
los  que  habláis,  sino  el  Espíritu 
Santo. 


CAPITULO  XIII. 


75 


12  Y  el  hermano  entreg-ará  al 
hermano  á  la  muerte,  y  el  padre 
al  hijo;  y  los  hijos  se  levantarán 
contra  los  padres,  y  los  matarán. 

13  Y  seréis  aborrecidos  de 
todos  por  mi  nombre.  Mas  el 
que  perseverare  hasta  el  fin, 
este  será  salvo. 

14  Y  quando  viereis  la  abomi- 
nación de  la  desolación  estar,  en 
donde  no  debe ;  quien  lee,  en- 
tienda; entonces  los  que  estén 
en  la  Jndéa,  huyan  á  los  montes : 

15  Y  el  que  esté  sobre  el 
tejado,  no  descienda  á  la  casa, 
ni  entre  dentro  para  tomar  algu- 
na cosa  de  su  casa : 

16  Y  el  que  estuviere  en  el 
campo,  no  vuelva  atrás  para  to- 
mar su  vestido. 

17  ¡Mas  ay  de  las  preñadas, 
y  de  las  que  criaren  en  aquellos 
dias  ! 

18  Rog-ad  pues,  que  no  sean 
estas  cosas  en  invierno. 

19  Porque  aquellos  dias  serán 
tribulaciones  tales,  quales  no 
fuéron  desde  el  principio  de  las 
criaturas,  que  hizo  Dios  hasta 
ahora,  ni  serán. 

20  Y  si  el  Señor  no  hubiera 
abreviado  aquellos  dias,  no  se 
salvaría  ninguna  carne;  mas  por 
amor  de  los  escogidos,  que  esco- 
gió, abrevió  aquellos  dias. 

21  Entonces  si  alguno  os  di- 
xere :  He  aquí  está  el  Cristo, 
ó  hételo  allí,  no  lo  creáis. 

22  Porque  se  levantarán  fal- 
sos Cristos,  y  falsos  Profetas,  y 
darán  señales  y  portentos,  para 
engañar,  si  puede  ser,  aun  á  los 
escogidos. 

23  Estad  pues  vosotros  sobre 
aviso :  He  aquí  que  todo  os  lo 
dixe  de  antemano. 

24  Mas  en  aquellos  dias,  des- 
.pues  de  aquella  tribulación,  se 


obscurecerá  el  Sol,  y  la  Luna 
no  dará  su  resplandor, 

25  Y  caerán  las  estrellas  del 
Cielo,  y  se  moverán  las  virtudes 
que  están  en  los  Cielos. 

26  Y  verán  entónces  al  Hijo 
del  hombre,  que  vendrá  en  las 
nubes  con  gran  poder  y  gloria. 

27  Y  entónces  enviará  sus 
Angeles,  y  juntará  sus  escogidos 
de  los  quatro  vientos,  desde  el 
un  cabo  de  la  tierra  hasta  el  ca- 
bo del  Cielo. 

28  Y  de  la  higuera  aprended 
una  semejanza.  Quando  sus  ra- 
mos están  ya  tiernos,  y  las  hoja?; 
nacidas,  conocéis  que  está  cerca 
el  Estío : 

29  Pues  así  también  quando 
viéreis,  que  acontecen  estas  co- 
sas, sabed  que  está  cerca  á  las 
puertas. 

30  En  verdad  os  digo,  que  no 
pasará  esta  generación,  que  todo 
esto  no  sea  cumplido. 

31  El  Cielo  y  la  tierra  pasarán, 
mas  mis  palabras  no  pasarán. 

3^  Mas  de  aquel  dia,  y  de 
aquella  hora  nadie  sabe,  ni  los 
Angeles  en  el  Cielo,  ni  el  Hijo, 
sino  el  Padre. 

33  Estad  sobre  aviso,  velad,  5'^ 
orad ;  porque  no  sabéis,  quando 
será  el  tiempo. 

34  Así  como  un  hombre,  que 
partiéndose  lejos,  dexó  su  casa, 
y  eribargó  á  cada  uno  de  sus 
siervos  todo  lo  que  debia  hacer, 
y  mandó  al  portero,  que  velase. 

35  Velad  pues,  porque  no  sa- 
béis, quando  vendrá  el  dueño  de 
la  casa ;  si  de  tarde,  ó  á  media 
noche,  ó  al  canto  del  gallo,  ó  á 
la  mañana. 

36  No  sea  que  quando  viniere 
de  repente,  os  halle  durmiendo. 

37  Y  lo  que  á  vosotros  digo, 
á  todos  lo  di^o  :  Velad. 


•76 


SAN  MARCOS. 


CAPITULO  XIV. 

1  ""ÍT"  dos  dias  después  era  la 

Jl  Pascua,  y  los  Azi- 
mos ;  y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, y  los  Escribas  andaban 
buscando  como  le  prenderían 
por  eng-año,  y  le  bañan  morir. 

2  Mas  decian :  No  en  el  dia 
de  la  fiesta,  porque  no  se  mo- 
viese alboroto  en  el  pueblo. 

3  Y  estando  Jesús  en  Beta- 
nia  en  casa  de  Simón  el  leproso, 
sentado  á  la  mesa,  llegó  una 
muger,  que  traia  im  vaso  de 
alabastro  de  ung-üento  muy  pre- 
cioso de  naido  espique,  y  que- 
brando el  vaso,  derramó  el  bál- 
samo sobre  su  cabeza. 

4  Y  alg-unos  de  los  que  había 
allí,  lo  llevaban  muy  á.  mal  en- 
tre sí  mismos,  y  decían :  ¿  A 
qué  fin  es  este  desperdicio  de 
ungüento  ? 

5  Pues  pudiera  venderse  este 
ungüento  por  mas  de  trescientos 
denarios,  y  darse  á  los  pobres. 
Y  bramaban  contra  ella. 

6  Mas  Jesús  dixo  :  Dexacfla  : 
¿  por  qué  la  molestáis  ?  buena 
obra  ha  hecho  conmigo. 

7  Porque  siempre  tenéis  po- 
bres con  vosotros;  y  quando  qui- 
siereis, les  podéis  hacer  bien ; 
mas  á  mí  no  siempre  me  tenéis. 

8  Hizo  esta  lo  que  pudo;  se 
adelantó  á  ungir  mi  cuerpo  ^ara 
la  sepultura. 

9  En  verdad  os  digo,  que  don- 
de quiera  que  fuere  predicado 
este  Evangelio  por  todo  el  mun- 
do, también  lo  que  esta  ha  he- 
cho será  contado  en  memoria  de 
ella.  * 

10  Y  Júdas  Iscariotes,  uno  de 
los  doce,  fué  á  los  Príncipes  de 
los  Sacerdotes,  para  entregár- 
sele. 


11  Ellos,  quando  lo  oyérorr, 
se  holgaron;  y  prometieron  dar- 
le dinero.  Y  buscaba  ocasión 
oportuna  para  entregarle. 

12  Y  el  primer  dia  de  los 
Azimos,  quando  sacrificaban  la 
Pascua,  le  dicen  sus  discípulos  : 
¿Dónde  quieres,  que  veamos  á 
disponerte,  para  que  comas  la 
Pascua  ?  - 

13  Y  envía  dos  de  sus  discí- 
pulos, y  les  dice  :  Id  á  la  ciudad, 
y  encontraréis  un  hombre,  que 
lleva  un  cántaro  de  agua,  se- 
guidle : 

14  Y  en  donde  quiera  que  en- 
trare, decid  al  dueño  de  la  casa, 
el  Maestro  dice  :  ¿Donde  está 
el  aposento,  en  donde  he  de  co- 
mer la  Pascua  con  mis  discí- 
pulos? 

15  Y  él  os  mostrará  un  cená- 
culo grande,  aderezado :  dispo- 
ned allí  para  nosotros. 

16  Y  partieron  los  discípulos, 
y  fueron  á  la  ciudad;  y  lo  ha- 
liáron,  como  les  habia  dicho,  y 
aderezaron  la  Pascua. 

17  Y  llegada  la  tarde,  fué  con 
los  doce. 

18  Y  quando  estaban  senta- 
dos, y  comiendo  á  la  mesa,  les 
dixo  Jesús  :  En  verdad  os  digo, 
que  uno  de  vosotros,  que  come 
conmigo,  me  entregará. 

19  Entonces  ellos  comenzá- 
ron  á  entristecerse,  y  á  decirle 
cada  uno  por  sí  ?  Acaso  soy  yo  ? 

20  Y  él  les  respondió  :  Uno 
de  los  doce,  el  que  mete  conmi- 
go la  mano  en  el  plato.  • 

21  Y  el  Hijo  del  hombre  va 
en  verdad,  como  está  escrito  de 
él:  ¡mas  ay  de  aquel  hombre, 
por  quien  será  entregado  el  Hijo 
del  hombre !  Bueno  le  fuera  á 
aquel  hombre,  si  nunca  hubiera 
nacido. 


CAPITULO  XIV. 


•57 


22  Y  estando  ellos  comiendo, 
tomó  Jesús  el  pan,  y  bendicién- 
doio,  lo  partió,  y  les  dió,  ydixo: 
Tomad,  este  es  mi  cuerpo. 

23  Y  tomando  el  cáliz,  dando 
gracias,  se  lo  alargó;  y  bebie- 
ron de  él  todos. 

24  Y  les  dixo:  Esta  es  mi 
sangre  del  nuevo  Testamento, 
que  por  muchos  sera  derramada. 

25  En  verdad  os  digo,  que  no 
beberé  ya  de  este  fruto  de  vid 
hasta  aquel  dia,  que  lo  beberé 
nuevo  en  el  reyno  de  Dios. 

26  Y  dicho  el  hymno,  salieron 
al  monte  del  Olivar. 

27  Y  Jesús  les  dixo :  Todos 
seréis  escandalizados  en  mí  esta 
noche  ;  porque  escrito  está :  He- 
riré al  Pastor,  y  se  descarriarán 
las  ovejas. 

28  Mas  después  que  resuci- 
,tare,  iré  ántes  que  vosotros  á 
GaUléa. 

29  Y  Pedro  le  dixo  :  Aunque 
todos  en  tí  se  escandalicen,  mas 
no  yo. 

30  Y  Jesús  le  dixo :  En  verdad 
te  digo,  que  tú,  hoy  en  esta  no- 
che, ántes  que  el  gsJlo  haya  can- 
tado dos  veces,  me  negarás  tres 
veces. 

31  Pero  él  con  mayor  porfía 
decia :  Aunque  sea  menester  que 
yo  muera  juntamente  contigo, 
no  te  negaré.  Y  lo  mismo  tam- 
bién decian  todos. 

32  Y  fueron  á  una  heredad, 
llamada  Getsemaní.  Y  dixo  á 
sus  discípulos :  Sentaos  aquí, 
mientras  que  hago  oración. 

33  Y  llevó  consigo  á  Pedro, 
y  á  Santiago,  y  á  Juan ;  y  co- 
menzó á  atemorizarse,  y  á  an- 
gustiarse. 

34  Y  les  dixo :  Mi  alma  está 
triste  hasta  la  muerte ;  esperad 
aquí,  y  velad. 


35  Y  habiendo  ido  adelante 
un  poco,  s»  postró  en  tierra ;  y 
pedia,  que  si  ser  pudiese,  pasase 
de  él  aquella  hora : 

36  Y  dixo:  Abba  padre,  to- 
das las  cosas  te  son  posibles ; 
traspasa  de  mí  este  cáliz :  mas 
no  lo  que  yo  quiero,  sino  lo  que 
tú. 

37  Y  vino,  y  los  halló  dur- 
miendo. Y  dixo  á  Pedro :  ¿  Si- 
món, duermes  ?  ¿  no  has  podido 
velar  una  hora  ? 

38  Velad,  y  orad,  para  que 
no  entréis  en  tentación.  El  es- 
píritu en  verdad  está  pronto,  mas 
la  carne  enferma. 

39  Y  fué  otra  vez  á  orar,  di- 
ciendo las  mismas  palabras. 

40  Y  vuelto,  los  halló  de  nue- 
vo dormidos  ;  porque  sus  ojos  es- 
taban cargados,  y  no  sabían,  qué 
responderle. 

41  Y  vino  la  tercera  vez,  y 
les  dixo  :  Dormid  ya,  y  reposad. 
Basta ;  la  hora  es  llegada ;  ved 
que  el  Hijo  del  hombre  va  á 
ser  entregado  en  manos  de  peca- 
dores. 

42  Levantaos,  vamos.  He 
aquí  el  que  me  ha  de  enti-egar, 
está  cerca. 

43  Y  estando  aun  él  hablan- 
do, llega  Júdas  Iscariotes,  uno 
de  los  doce,  y  con  él  un  grande 
tropel  de  gente,  con  espadas,  y 
palos,  de  parte  de  los  Príncipes 
de  los  Sacerdotes,  y  de  los  Es- 
cribas, y  de  los  Ancianos. 

44  Y  el  traidor  les  había  dado 
una  señal,  diciendo  :  Aquel  que 
yo  besare,  aquel  es  ;  prendedle, 
y  llevadle  con  cuidado. 

45  Y  quando  llegó,  se  acercó 
luego  á  él,  y  dixo :  IMaestro. 
Dios  te  gtarde  ;  y  le  besó. 

46  Entónces  ellos  le  echáron 
las  manos,  y  le  prendieron. 


SAN  MARCOS. 


47  Y  uno  de  los  que  estaban 
con  Jesu-Cristo,  sacando  la  es- 
pada, hirió  á  un  siervo  del  Sumo 
Sacerdote ;  y  le  cortó  la  oreja. 

48  Y  tomando  Jesús  la  pala- 
bra, les  dixo  :  ¿  Como  á  ladrón 
habéis  salido  á  prenderme  con 
espadas,  y  con  palos  ? 

49  Cada  dia  estaba  con  voso- 
tros enseñando  en  el  templo,  y 
no  me  prendisteis.  Mas  para 
que  se  cumplan  las  Escrituras. 

50  Entonces  desamparándole 
sus  discípulos,  huyéron  todos. 

51  Y  un  mancebo  iba  en  pos 
de  él,  cubierto  de  una  sábana 
sobre  el  cuerpo  desnudo;  y  le 
asieron. 

52  Mas  él,  soltando  la  sábana, 
se  les  escapo  desnudo. 

53  Y  llevaron  á  Jesús  á  casa 
del  Sumo  Sacerdote ;  y  se  junta- 
ron todos  los  Sacerdotes,  y  los 
Escribas,  y  los  Ancianos. 

54  Mas  Pedro  le  fué  siguiendo 
á  lo  lejos  hasta  dentro  del  pala- 
cio del  Sumo  Sacerdote;  y  se 
estaba  sentado  al  fueg^o  con  los 
Ministros,  calentándose. 

55  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, y  todo  el  concilio  bus- 
caban algnn  testimonio  contra 
Jesús  para  hacerle  morir,  y  no 
ío  hallaban. 

56  Porque  muchos  decían  tes- 
timonio falso  contra  él ;  mas  no 
concordaban  sus  testimonios. 

57  Y  levantándose  unos,  ates- 
tiguaban falsamente  contra  él, 
diciendo : 

58  Nosotros  le  hemos  oído 
decir:  Yo  destruiré  este  tem- 
plo hecho  de  mano,  y  en  tres 
dias  edificaré  otro  no  hecho  de 
mano. 

59  Y  no  se  concertaba  el  tes- 
timonio de  ellos. 

CO  Y  levantándose  en  medio 


el  Sumo  Sacei-dote,  pregfuntó  á 
J esus,  diciendo :  ¿  No  respondes 
alguna  cosa,  á  lo  que  estos  ates- 
tiguan contra  tí  ? 

61  Mas  él  callaba,  y  nada 
respondió.  Le  volvió  á  pregun- 
tar el  Sumo  Sacerdote,  y  le  di- 
xo :  ¿  Eres  tú  el  Cristo,  el  Hijo 
de  Dios  bendito  ? 

62  Y  Jesús  le  dixo  :  Yo  soy  ; 
y  veréis  al  Hijo  del  hombre  sen- 
tado á  la  diestra  del  poder  de 
Dios,  y  venir  con  las  nubes  del 
Cielo. 

63  Entónces  el  Sumo  Sacer- 
dote, rasgando  sus  vestiduras, 
dixo:  ¿Qué  necesitamos  ya  de 
testigos  ? 

64  ¿Habéis  oido  la  blasfe- 
mia? ¿  Qué  os  parece?  Y  le  con- 
denaron todos  ellos  á  que  era 
reo  de  muerte. 

65  Y  algunos  comenzáron  á 
escupirle,  y  cubriéndole  la  cara, 
le  daban  golpes,  y  le  decían : 
Adivina:  y  los  Ministros  le  da- 
ban de  bofetadas. 

66  Y  estando  Pedro  abaxo  en 
el  atrio,  lleg-ó  una  de  las  criadas 
del  Sumo  Sacerdote : 

67  Y  quando  vio  á  Pedro,  que 
se  calentaba,  clavando  en  él  los 
ojos,  le  dixo:  Y  tú  con  Jesús 
Nazareno  estabas. 

68  Mas  él  lo  negó,  ^díxo : 
Ni  le  conozco,  ni  sé,  lo  que 
dices.  Y  se  salió  fuera  delante 
del  atrio,  y  cantó  el  gallo. 

69  Y  viéndole  de  nuevo  la 
criada,  comenzó  á  decir  á  los 
que  estaban  presentes  :  Este  de 
ellos  es. 

70  Mas  él  lo  negó  otra  vez. 
Y  poco  después  los  que  allí  esta- 
ban, decían  á  Pedro  :  Verdade- 
ramente tú  de  ellos  eres ;  porque 
eres  también  Galiléo. 

71  Y  él  comenzó  á  malde» 


CAPITULO  XV. 


79 


cirse,  y  á  jurar:  No  conozco  á 
ese  hombre,  que  decis. 

72  Y  en  el  mismo  punto  cantó 
el  g-allo  la  seg-unda  vez.  Y  se 
acordó  Pedro  de  la  palabra,  que 
Jesús  le  habia  dicho  :  Antes  que 
el  gallo  cante  dos  veces,  rae  ne- 
garas tres  veces.  Y  comenzó 
á  llorar. 

CAPITULO  XV. 

1  "WT  luego  por  la  mañana 

JL  teniendo  consejo  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes  con 
los  Ancianos,  y  los  Escribas,  y 
todo  el  concilio,  haciendo  atar  á 
Jesús,  le  llevaron,  y  entregaron 
á  Pilato. 

2  Y  Pilato  le  preguntó:  ¿Eres 
tú  el  Rey  de  los  Judíos?  Y  él 
respondiendo  le  dixo :  Tú  lo 
dices. 

3  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes le  acusaban  de  muchas 
cosas. 

4  Y  Pilato  le  preguntó  otra 
vez,  diciendo:  ;No  respondes 
nada  ?  mira,  de  quóntas  cosas  te 
acusan. 

5  Mas  Jesús  ni  aun  con  eso 
respondió,  de  modo  que  se  mara- 
villaba Pilato. 

6  Pero  acostumbraba  en  el 
dia  de  la  fiesta  dar  libertad  á 
uno  de  los  presos,  qualquiera 
que  ellos  pidiesen. 

7  Y  habia  uno  llamado  Barra- 
bás, que  estaba  preso  con  otros 
sediciosos,  por  haber  hecho  una 
muerte  en  una  revuelta. 

8  Y  como  concurriese  el  pue- 
blo, comenzó  á  pedirle  la  gracia 
que  siempre  les  hacia. 

9  Y  Pilato  les  respondió,  y 
dixo  :  ¿  Queréis  que  os  suelte  al 
Rey  de  los  Judíos  ? 

10  Porque  sabia,  que  por  en- 


vidia lo  habían  entregado  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes. 

1 1  Mas  los  Pontífices  incitá- 
ron  á  la  gente,  para  que  les  sol- 
tase ántes  á  Barrabás. 

12  Y  Pilato  les  respondió,  y 
di^o  otra  vez:  ¿Pues  que  que- 
réis que  haga  del  Rey  de  los 
J udíos  ? 

13  Y  ellos  volvieron  á  gritar; 
Crucifícale. 

14  Mas  les  decía  Pilato  r 
«¿Pues  que  mal  ha  hecho?  Y  ellos 
gritaban  mas  :  Crucifícale. 

15  Y  Pilato,  queriendo  con- 
tentar al  pueblo,  les  puso  en  li- 
bertad á  Barrabás,  y  después  de 
haber  hecho  azotar  á  Jesús,  le 
entregó,  para  que  le  crucificasen. 

16  Y  los  soldados  le  llevaron 
al  atrio  del  Pretorio,  y  convocan 
toda  la  cohorte, 

17  Y  le  visten  de  púrpura,  y 
texiendo  una  corona  de  espinas, 
se  la  pusieron. 

18  Y  comenzaron  á  saludar- 
le :  Dios  te  salve,  Rey  de  los 
Judíos. 

1 9  Y  le  herían  en  la  cabeza 
con  una  caña ;  y  le  escupían ;  e 
hincando  las  rodillas,  le  ado- 
raban. 

20  Y  después  de  haberle  es- 
carnecido, le  desnudáron  de  la 
púrpura,  y  le  vistieron  sus  ropas; 
y  le  sacan  fuera  para  crucifi- 
carle. 

21  Y  compelieron  á  uno  que 
pasaba,  Simón  Cirenéo,  que 
venia  de  una  granja,  padre  de 
Alexandro,  y  de  Rufo,  á  que 
cargase  con  la  Cruz  de  Jesús. 

22  Y  lo  llevan  á  un  lugar  lla- 
mado Góigota ;  que  se  inter- 
preta lugar  de  la  Calavera. 

23  Y  le  daban  á  beber  vino 
mezclado  con  mirra,  y  no  lo 
tomó. 


80 


SAN  MARCOS. 


24  Y  después  de  haberle  cru- 
cificado, repartieron  sus  ropas, 
echando  suertes  sobre  ellas,  para 
ver  lo  que  llevaría  cada  uno. 

25  Era  pues  la  hora  de  tercia, 
quando  le  crucificaron. 

26  Y  el  título  de  su  causa  te- 
nia esta  inscripción :  El  Rey 
DE  LOS  Judíos. 

27  Y  crucificaron  con  él  dos 
ladrones ;  el  uno  á  su  derecha, 
y  el  otro  a  su  izquierda. 

28  Y  se  cumplió  la  Escritura, 
que  dice  :  Y  fué  contado  con 
los  malos. 

20  Y  los  que  pasaban,  blas- 
femaban de  él,  moviendo  sus  ca- 
bezas, y  diciendo  ;  Ah,  el  que 
derribas  el  templo  de  Dios,  y  en 
tres  dias  lo  reedificas  : 

30  Sálvate  á  tí  mismo,  y  des- 
ciende de  la  Cruz. 

31  Y  de  esta  manera,  escar- 
neciéndole también  los  Prínci- 
pes de  los  Sacerdotes  con  los 
Escribas,  decían  unos  á  otros: 
A  otros  salvó,  á  sí  mismo  no 
puede  salvar. 

32  El  Cristo,  el  Rey  de  Israel 
descienda  ahora  de  la  Cruz,  paca 
que  lo  veamos,  y  creamos.  Tam- 
bién los  que  estaban  crucificados 
con  él,  le  denostaban. 

33  Y  quando  fué  hora  de  sex- 
ta, se  cubrió  de  tinieblas  toda 
la  tierra  hasta  la  hora  de  nona. 

34  Y  á  la  hora  de  nona  ex- 
clamó Jesús  con  gi*ande  voz, 
diciendo :  Eloi,  Eloi,  lamma 
SABACTHANi  ?  quc  quicrc  decir  : 
;Dios  mió,  Dios  mío,  por  qué 
me  has  desamparado  ? 

35  Y  alg-unos,  de  los  que  es- 
taban presentes,  quando  lo  oyé- 
ron,  decían:  Mirad,  á  Elias 
llama. 

36  Y  corriendo  uno,  y  empa- 
pando una  esponja  en  vinagre,  y 


atándola  en  una  caña,  le  daba  á 
beber,  diciendo :  Dexad,  veamos 
si  viene  Elias  á  quitarle. 

37  Mas  Jesús,  dando  una 
grande  voz,  espiró. 

38  Y  se  rasgó  el  velo  del 
templo  en  dos  partes,  de  alto  a 
baxo. 

39  Y  quando  el  Centurión, 
que  estaba  enfrente,  vió,  que  así 
clamando  había  espirado,  dixo : 
Verdaderamente  este  hombre 
era  Hijo  de  Dios. 

40  Y  había  también  allí  unas 
mugeres  mirando  de  léjos :  entre 
las  quales  estaba  María  Magda- 
lena, y  María  madre  de  Santia- 
go el  menor,  y  de  Josef,  y  Sa- 
lomé : 

41  Las  quales,  quando  estaba 
en  Galilea,  le  seguían,  y  le  ser- 
vían ;  y  otras  muchas,  que  jun- 
tamente con  él  habían  subido  á 
Jerusaléra. 

42  Y  quaudo  se  hizo  ya  tarde, 
pues  era  la  Pai-asceve,  que  ea  la 
víspera  del  Sábado, 

43  Vino  Josef  de  Arimatea, 
ilustre  Senador,  que  también  él 
esperaba  el  rejno  de  Dios,  y 
entró  osadamente  á  Pílate,  y  pi- 
dió el  cuerpo  de  Jesús. 

44  Y  Pílate  se  maravillaba  de 
que  tan  pronto  hubiese  muerto  : 
y  llamando  al  Centurión,  le  pre- 
guntó, si  era  ya  muerto. 

46  Y  después  que  lo  supo  del 
Centurión,  dió  el  cuerpo  á  Jo- 
seph. 

46  Y  Josef  compró  una  sá- 
bana, y  quitándole,  lo  envolvió 
en  la  sábana,  y  lo  puso  en  un 
sepulcro,  que  estaba  abierto  ea 
piedra,  y  arrimó  una  losa  á  la 
boca  del  sepulcro. 

47  Y  María  Magdalena,  y 
María  madre  de  Josef  miraban, 
donde  le  ponían. 


CAPITULO  XVI. 


81 


CAPITULO  XVI. 

1  "WT  como  pasó  el  sábado, 

Jl  María  Magdalena,  y 
María  madre  de  Santiag-o,  y  Sa- 
lomé compraron  aromas  para  ir 
á  embalsamar  á  Jesús. 

2  Y  muy  de  mañana  el  pri- 
mero de  los  sábados  vienen  al 
sepulcro,  salido  ya  el  Sol. 

3  Y  decían  entre  sí :  ¿  Quién 
nos  quitará  la  losa  de  la  puerta 
del  sepulcro  ? 

4  Mas  reparando,  vieron  re- 
vuelta la  losa ;  porque  era  muy 
grande. 

5  Y  entrando  en  el  sepulcro, 
viéron  un  mancebo  sentado  al 
lado  derecho,  cubierto  de  una 
ropa  blanca,  y  se  pasmaron. 

6  El  les  dice:  No  os  asustéis; 
Buscáis  á  Jesús  Nazareno,  el 
que  fué  crucificado  :  ha  resuci- 
tado ;  no  está  aquí ;  ved  aquí  el 
lugar,  en  donde  le  pusieron. 

7  Mas  id,  y  decid  á  sus  discí- 
pulos, y  á  Pedro,  que  va  delante 
de  vosotros  á  Galilea:  allí  lo  ve- 
réis, como  os  dixo. 

8  Y  ellas  saliendo  huyéron 
del  sepulcro;  porque  las  había 
tomado  temor  y  espanto,  y  á  na- 
die dixéron  nada,  porque  esta- 
ban poseídas  de  miedo. 

9  Mas  habiendo  resucitado  por 
la  mañana,  el  primer  día  de  la 
semana,  apareció  primeramente 
á  María  Magdalena,  de  la  qual 
había  lanzado  siete  demonios. 

16  £Ua  lo  fué  á  decir,  4  Los 


que  habían  estado  con  el,  que 
estaban  afligidos,  y  llorando. 

11  Y  ellos,  quando  oyeron 
que  estaba,  vivo,  y  que  ella  le 
había  visto,  no  lo  creyeron. 

12  Mas  después  de  esto  se 
mostró  en  otra  forma  á  dos  de 
ellc^,  que  iban  á  una  aldea : 

13  Y  estos  fueron  á  decirlo  á 
los  otros ;  y  tampoco  los  cre- 
yérón. 

14  Finalmente  estando  senta- 
dos á  la  mesa  los  once,  se  les 
apareció ;  y  les  afeó  su  incredu- 
lidad, y  dureza  de  corazón  ;  por 
no  haber  creído  á  los  que  le  ha- 
bían visto  resucitado. 

15  Y  les  dixo :  Id  por  todo  el 
mundo,  y  predicad  el  Evangelio 
á  toda  criatura. 

16  El  que  creyere,  y  fuere 
bautizado,  será  salvo ;  mas  el 
que  no  creyere,  será  condenado. 

17  Y  estas  señales  seguirán  á 
los  que  creyeren :  Lanzarán  de- 
monios en  mi  nombre  ;  hablarán 
nuevas  lenguas ; 

1 8  Quitarán  serpientes ;  y  si 
bebieren  alguna  cosa  mortífera, 
no  les  dañará;  pondrán  las  manos 
sobre  los  enfermos,  y  sanarán. 

19  Y  el  Señor  Jesús  después 
que  les  habló,  fué  recibido  arri- 
ba en  el  Cielo,  y  está  sentado  á 
la  diestra  de  Dios. 

20  Y  ellos  salieron,  y  predi- 
caron en  todas  partes,  obrando 
el  Señor  con  ellos,  y  confirman- 
do su  doctrina  con  los  mílagrosj 
que  la  acompañaban. 


EL  SANTO  EVANGELIO 

DE  JESU-CRISTO 

SEGUN  SAN  LUCAS. 


CAPITULO  I. 

1  ■^ÍT'A  que  muchos  han  in- 

X  tentado  poner  en  6r- 
den  la  narración  de  las  cosas, 
que  entre  nosotros  han  sido  cum- 
plidas ; 

2  Como  nos  las  contaron  los 
que  desde  el  principio  las  vieron 
por  sus  ojos,  y  fueron  ministros 
de  la  palabra ; 

3  Me  ha  parecido  también  á 
mí,  después  de  haberme  muy 
bien  informado,  como  pasaron 
desde  el  principio,  escribírtelas 
por  órden,  ó  buen  Teófilo. 

4  Para  que  conozcas  la  ver- 
dad de  aquellas  cosas,  en  que 
has  sido  instruido. 

5  Hubo  en  los  dias  de  Here- 
des, Rey  de  Judéa,  un  Sacer- 
dote nombrado  Zacarías,  de  la 
suerte  de  Abías  ;  y  su  mug-er  de 
las  hijas  de  Aaron;  y  el  nombre 
de  ella  Elisabeth. 

6  Y  eran  ambos  justos  delante 
de  Dios,  caminando  irreprehen- 
siblemente en  todos  los  manda- 
mientos y  estatutos  del  Señor, 

7  Y  no  tenían  hijo;  porque 
Ehsabetb  era  estéril ;  y  ambos 
eran  abanzados  en  sus  dias. 

8  Y  aconteció,  que  exercien- 
do  Zacárías  su  ministerio  de 
.Sacerdote  delante  de  Dios  en  el 
orden  de  su  vez, 

9  Según  la  costumbre  del  Sa- 
cerdocio, salió  por  su  suerte  á 
poner  el  incienso,  entrando  en 
el  templo  del  Señor ; 


10  Y  toda  la  muchedumbre 
del  pueblo  estaba  fuera  orando 
á  la  hora  del  incienso. 

11  Y  se  le  apareció  el  Angel 
del  Señor,  puesto  en  pie  á  la 
derecha  del  altar  del  incienso. 

12  Y  Zacarías  al  verle  se 
turbó,  y  cayó  temor  sobre  él. 

13  Mas  el  Angel  le  dixo :  No 
temas,  Zacarías ;  porque  tu  ora- 
ción ha  sido  oida;  y  tu  muger 
Elisabeth  te  parirá  un  hijo,  y 
llamarás  su  nombre  Juan ; 

14  Y  tendrás  gozo  y  alegría, 
y  se  gozarán  muchos  en  su  naci- 
miento ; 

15  Porque  será  grande  delan- 
te del  Señor  ;  y  no  beberá  vino, 
ni  sidra ;  y  será  lleno  de  Espíritu 
Santo  aun  desde  el  vientre  de  su 
madre ; 

16  Y  á  muchos  de  los  hijos  de 
Israel  convertirá  al  Señor  el 
Dios  de  ellos ; 

17  Porque  él  irá  delante  de 
él  con  el  espíritu,  y  virtud  de 
Elias,  para  convertir  los  cora- 
zones de  los  padres  á  los  hijos,  y 
los  incrédulos  á  la  prudencia  de 
los  justos,  para  aparejar  al  Señor 
un  pueblo  perfecto. 

18  Y  dixo  Zacárías  al  An- 
gel :  ¿  En  que  conoceré  esto  ? 
porque  yo  soy  viejo,  y  mi  muger 
está  abanzada  en  dias. 

19  Y  respondiendo  el  Angel, 
le  dixo  :  Yo  soy  Gabriel,  que 
asisto  delante  de  Dios ;  y  soy  en- 
viado á  hablarte,  y  á  traerte 
esta  feliz  nueva-, 


CAPITULO  I. 


83 


20  Y  tú  quedarás  mudo,  y  no 
podrás  hablar  hasta  el  día  en 
que  esto  sea  hecho ;  porque  no 
creíste  á  mis  palabras,  las  quales 
se  cumplirán  á  su  tiempo. 

21  Y  el  pueblo  estaba  espe- 
rando á  Zacarías  ;  y  se  mara- 
villaban, de  que  se  tardase  él  en 
el  templo. 

22  Y  quando  salió,  no  Ies  po- 
día hablar  ;  y  entendieron,  que 
había  visto  visión  en  el  templo. 
Y  él  se  lo  significaba  por  señas, 
y  quedó  mudó. 

23  Y  quando  fueron  cumpli- 
dos los  dias  de  su  ministerio,  se 
fué  á  su  casa : 

24  Y  después  de  estos  dias 
concibió  EUsabeth  su  mug-er,  y 
se  estuvo  escondida  cinco  meses, 
diciendo  : 

25  Porque  el  Señor  rae  hizo 
esto  en  los  dias,  en  que  atendió 
á  quitar  mi  oprobrio  de  entre  los 
hombres. 

26  Y  al  sexto  mes  el  Ang-el 
Gabriel  fué  enviado  de  Dios  á 
una  ciudad  de  Galilea,  llamada 
Nazaréth, 

27  A  una  Vírg-en  desposada 
con  un  varón,  que  se  llamaba  Jo- 
aeph,  de  la  casa  de  David,  y  el 
nombre  de  la  Vírg-en  era  María. 

28  Y  habiendo  entrado  el  An- 
gel, á  donde  estaba,  dixo :  Dios 
te  salve,  llena  de  gracia:  El  Se- 
ñor es  contigo :  Bendita  tú  entre 
las  mugeres. 

29  Y  quando  ella  esto  oyó,  se 
turbó  coa  las  palabras  de  él ;  y 
pensaba,  qué  salutación  fuese 
esta. 

30  Y  el  Angel  le  dixo  :  No 
temas,  María ;  porque  has  halla- 
do gracia  delante  de  Dios : 

31  He  aquí,  concebirás  en  tu 
seno,  y  parirás  un  hijo,  v  llama- 
rás su  nombre  Jesús. 


32  Este  será  grande,  y  será 
llamado  Hijo  del  Altísimo ;  y  le 
dará  el  Señor  Dios  el  trono  de 
David  su  padre;  y  reynará  en  la 
casa  de  Jacob  por  siempre ; 

33  Y  no  tendrá  fin  su  rey  no. 

34  Y  dixo  María  al  Angel; 
¿  Como  será  esto,  porque  no  co- 
nozco varón  ? 

35  Y  respondiendo  el  Angel, 
le  dixo  :  El  Espíritu  Santo  ven- 
drá sobre  tí,  y  te  hará  sombra 
la  virtud  del  Altísimo.  Y  por 
eSo  lo  Santo,  que  nacerá  de  tí, 
será  llamado  Hijo  de  Dios. 

36  Y  he  aquí  Elisabeth  tu  pa- 
rienta,  también  ella  ha  conce- 
bido un  hijo  en  su  vejez  ;  y  este 
es  el  sexto  mes  á  ella,  que  es 
llamada  la  estéril : 

37  Porque  no  hay  cosa  alguna 
imposible  para  Dios. 

38  Y  dixo  María :  He  aquí  la 
esclava  del  Señor,  hágase  en  mí 
según  tu  palabra.  Y  se  retiró 
el  Angel  de  ella. 

39  Y  en  aquellos  dias  levan- 
tándose María,  fué  con  priesa  á 
la  montaña,  á  una  ciudad  de 
Judá : 

40  Y  entró  en  casa  de  Zaca- 
rías, y  saludó  á  Elisabeth. 

41  Y  quando  Elisabeth  oyó  la 
salutación  de  María,  la  criatura 
dió  saltos  en  su  vientre :  Y 
fué  llena  Elisabeth  de  Espíritu 
Santo: 

42  Y  exclamó  en  alta  voz,  y 
dixo :  Bendita  tú  entre  las  mu- 
geres, y  bendito  el  fruto  de  tu 
vientre. 

43  ¿  Y  de  donde  esto  á  mí, 
que  la  madre  de  mi  Señor  venga 
á  mí? 

44  Porque  be  aquí  luego  que 
llegó  la  voz  de  tu  salutación  á 
mis  oidos,  la  criatura  dió  saltos 
de  gozo  en  mi  vientre 


84 


SAN  LUCAS. 


45  Y  bienaventurada  la  que 
creíste;  porque  cumplido  será, 
lo  que  te  fué  dicho  de  parte  del 
Señor. 

46  Y  dixo  María:  Mi  alma 
engi-andece  al  Señor, 

47  Y  mi  espíritu  se  regocijó 
en  Dios  mi  Salvador  ; 

48  Porque  miró  la  baxeza  de 
su  esclava :  pues  ya  desde  ahora 
me  dirán  bienaventurada  todas 
las  g-enei-aciones  ; 

49  Porque  me  ha  hecho  gran- 
des cosas,  el  que  es  poderoso  ;  y 
santo  el  nombre  de  él. 

50  Y  su  misericordia  de  ge- 
neración en  generación  sobre 
los  que  le  temen. 

51  Hizo  valentía  con  su  bra- 
zo ;  esparció  á  los  soberbios  del 
pensamiento  de  su  corazón. 

52  Destronó  á  los  poderosos, 
y  ensalzó  á  los  humildes. 

53  Hinchió  de  bienes  á  los 
hambrientos  ;  y  á  los  ricos  dexó 
vacíos. 

54  Recibió  á  Israél  su  siervo, 
acordándose  de  su  misericordia. 

55  Así  como  habló  á  nuestros 
padres,  á  Abraham,  y  á  su  des- 
cendencia por  los  siglos. 

56  Y  María  se  detuvo  con  ella 
como  tres  meses  ;  y  se  volvió  á 
su  casa. 

57  Mas  á  Elisabeth  se  le  cum- 
plió el  tiempo  de  parir,  y  parió 
un  hijo. 

58  Y  oyeron  sus  vecinos,  y 
parientes,  que  el  Señor  habia 
señalado  con  ella  su  misericor- 
dia; y  se  congratulaban  con  ella. 

59  Y  aconteció  que  al  octavo 
dia  vinieron  á  circundidar  al  ni- 
ño; y  le  llamaban  del  aombre  de 
su  padre,  Zacarías. 

60  Y  respondiendo  su  madre, 
dixo :  De  ningxm  modí),  sino  Ju- 
an será  llamado. 


61  Y  le  dixéron :  Nadie  hay 
en  tu  linage,  que  se  llame  coa 
este  nombre. 

62  Y  preguntaban  por  seña» 
al  padre  del  niño,  cómo  quería 
que  se  le  Llamase. 

63  Y  pidiendo  una  tableta, 
escribió,  diciendo :  Juan  es  su 
nombre.  Y  se  maravilláron  todos. 

64  Y  luego  fué  abierta  su  bo- 
ca, y  su  lengua,  y  hablaba  ben- 
diciendo á  Dios. 

65  Y  vino  temor  sobre  todos 
los  vecinos  de  ellos ;  y  se  ex- 
tendiéron  todas  estas  cosas  por 
todas  las  montañas  de  la  Judéa  : 

66  Y  todos  los  que  las  oian, 
las  conservaban  en  su  corazón, 
diciendo:  ^ Quién  pensáis,  que 
será  este  niño?  Porque  la  mano 
del  Señor  era  con  él. 

67  Y  Zecáiías  su  padre  fué 
lleno  de  Espíritu  Santo,  y  pro- 
fetizó, diciendo  : 

68  Bendito  el  Señor  Dios  de 
Israél,  porque  visitó,  é  hizo  la 
redención  de  su  pueblo  : 

69  Y  nos  alzó  el  cuerno  de 
salud  en  la  casa  de  David  su 
siervo. 

70  Como  habló  por  boca  de 
sus  Santos  Profetas,  que  ha  ha- 
bido de  todo  tiempo  : 

71  Salud  de  nuestros  enemi- 
gos, y  de  mano  de  todos  los  que 
nos  aborrecen ; 

72  Para  hacer  misericordia 
con  nuestros  padres,  y  acordarse 
de  su  santo  testamento. 

73  El  juramento,  que  juró  á 
nuestro  padre  Abraham,  que  él 
daria  á  nosotros ; 

74  Para  que  librados  de  las 
manos  de  nuestixis  enemigos,  le 
sirvamos  sin  temor, 

75  En  santidad,  y  en  justicia 
delante  de  él  mismo,  todos  Ips 
d[ias  de  aoestra 


CAPITULO  II. 


85 


7G  Y  tú,  Niño,  Profeta  del 
Altísimo  serás  llamado;  porque 
irás  ante  la  faz  del  Señor,  para 
aparejar  sus  caminos  ; 

77  Para  dar  conocimiento  de 
salud  á  su  pueblo  para  la  remi- 
sión de  sus  pecados ; 

78  Por  las  entrañas  de  mise- 
ricordia de  nuestro  Dios,  con 
que  nos  visitó  de  lo  alto  el  O- 
liente, 

79  Para  alumbrar,  á  los  que 
están  de  asiento  en  tinieblas,  y 
en  sombra  de  muerte ;  para  en- 
derezar nuestros  pies  á  camino 
de  paz. 

80  Y  el  niño  crecia,  y  era 
fortificado  en  espíritu  ;  y  estuvo 
en  los  desiertos  hasta  el  dia,  que 
se  manifestó  á  Israel. 

CAPITULO  II. 

1  "yíT  aconteció  en  aquellos 

JL  dias,  que  salió  un  edic- 
to de  César  Augusto,  para  que 
fuese  empadronado  todo  el  mun- 
do: 

2  Este  primer  empadrona- 
miento fué  hecho  por  Girino, 
Gobernador  de  la  Siria  : 

3  E  iban  todos  á  empadro- 
narse cada  uno  á  su  ciudad. 

4  Y  subió  también  Josef  de 
Galiléa  de  la  ciudad  de  Naza- 
réth,  á  Judéa,  á  la  ciudad  de 
David,  que  se  llama  Betlehém  ; 
porque  era  de  la  casa  y  familia 
de  David ; 

5  Para  empadronarse  con  su 
esposa  María,  que  estaba  pre- 
ñada. 

6  Y  estando  allí,  aconteció, 
que  se  cumpliéron  los  dias  en 
que  habia  de  parir. 

7  Y  parió  á  su  Hijo  primogé- 
nito, y  lo  envolvió  en  pañales,  y 
lo  recostó  en  un  pesebre ;  por- 


que no  había  lugar  para  ellos  en 
el  mesón. 

8  Y  habia  unos  pastores  en 
aquella  comarca,  que  estaban 
velando,  y  guardando  las  velas 
de  la  noche  sobre  su  ganado. 

9  Y  he  aquí  se  puso  junto  á 
eltos  un  Angel  del  Señor,  y  la 
claridad  de  Dios  los  cercó  de 
resplandor,  y  tuviéron  grande 
temor. 

10  Y  les  dixo  el  Angel:  No 
temáis;  porque  he  aquí  os  anun- 
cio un  grande  gozo,  que  será  á 
todo  el  pueblo : 

11  Que  hoy  os  es  nacido  ei 
Salvador,  que  es  el  Cristo  Se- 
ñor, en  la  ciudad  de  David. 

12  Y  esta  os  será  la  señal: 
Hallaréis  al  Niño  envuelto  en 
pañales,  y  echado  en  un  pesebre. 

13  Y  súbitamente  apareció 
con  el  Angel  una  tropa  numero- 
sa de  la  milicia  celestial,  que 
alababan  á  Dios,  y  decían  : 

14  Gloria  á  Dios  en  las  al- 
turas, y  en  la  tierra  paz  á  los 
hombres  de  buena  voluntad. 

15  Y  aconteció,  que  luego 
que  los  Angeles  se  retiraron  de 
ellos  al  Cielo,  los  pastores  se  de- 
cían los  unos  á  los  otros :  Pase- 
mos hasta  Bethlehém,  y  veamos 
esto,  que  ha  acontecido,  lo  qual 
el  Señor  nos  ha  mostrado. 

16  Y  fuéron  apresurados,  y 
hallaron  á  María,  y  á  Josef,  y 
al  Niño  echado  en  el  pesebre. 

17  Y  quando  esto  vieron,  en- 
tendieron lo  que  se  les  habia  di- 
cho acerca  de  aquel  Niño. 

18  Y  todos  los  que  lo  oyeron, 
se  maravillaron;  y  también  de 
lo  que  les  habían  referido  los 
pastores. 

19  Mas  María  guardaba  todas 
estas  cosas,  conúriéndelas  en  su 
corasoa. 


86 


SAN  LUCAS. 


20  Y  se  volvieron  los  pastores, 
glorificando  y  loando  á  Dios 
por  todas  las  cosas  que  habian 
oido  y  visto,  así  como  les  habia 
sido  dicho. 

21  Y  después  que  fueron  pa- 
sados los  ocho  dias  para  circun- 
cidar al  Niño,  llamaron  su  nom- 
bre Jesús,  como  le  habia  llama- 
do el  Angel,  antes  que  fuese 
concebido  en  el  vientre. 

22  Y  después  que  fueron  cum- 
plidos los  dias  de  la  purificación 
de  María,  según  la  ley  de  Moi- 
sés, lo  llevaron  á  Jerusalém, 
para  presentarlo  al  Señor  ; 

23  Como  está  escrito  ea  la 
Ley  del  Señor :  Que  todo  macho 
que  abriere  matriz,  será  consa- 
grado al  Señor. 

24  Y  para  dar  la  ofrenda, 
conforme  está  mandado  en  la 
Ley  del  Señor,  un  par  de  tórto- 
las, 6  dos  palominos. 

25  Y  habia  á  la  sazón  en 
Jerusalém  un  hombre  llamado 
Simeón,  y  este  hombre  justo  y 
temeroso  de  Dios,  esperaba  la 
consolación  de  Israel,  y  el  Espí- 
ritu Santo  era  en  él. 

26  Y  habia  recibido  respuesta 
del  Espíritu  Santo,  que  él  no 
vería  la  muerte,  sin  ver  antes  al 
Cristo  del  Señor. 

27  Y  vino  por  espíritu  al  tem- 
plo. Y  trayendo  los  padres  al 
Niño  Jesús,  para  hacer  según  la 
costumbre  de  la  Ley  por  él, 

28  Entonces  él  le  tomó  en 
sus  brazos,  y  bendixo  á  Dios,  y 
dixo : 

29  Ahora,  Señor,  despides  á 
tu  sieiTO,  según  tu  palabra,  en 
paz: 

30  Porque  han  visto  mis  ojos 
tu  salud, 

31  La  qual  has  aparejado  ante 
la  faz  de  todos  los  pueblos, 


32  Lumbre  para  ser  revelada 
á  los  Gentiles,  y  para  gloria  de 
tu  pueblo  Israel. 

33  Y  su  padre  y  madre  esta- 
ban maravillados  de  aquellas  co- 
sas que  de  él  se  decían. 

34  Y  los  bendixo  Simeón,  y 
dixo  á  María  su  madre :  He  aquí 
que  este  es  puesto  para  caída,  y 
para  levantamiento  de  muchos 
en  Israel ;  y  para  señal  á  la  que 
se  hará  contradicción  : 

35  Y  una  espada  traspasará 
tu  alma  de  tí  misma,  para  que 
sean  descubiertos  los  pensamien- 
tos de  muchos  corazones. 

36  Y  habia  una  Profetisa  lla- 
mada Ana,  hija  de  Fanuel,  de  la 
tribu  de  Aser;  esta  era  ya  de 
muchos  dias,  y  habia  vivido  siete 
años  con  su  marido  desde  su  vir- 
ginidad. 

37  Y  esta  era  viuda,  como  de 
ochenta  y  quatro  años ;  que  no 
se  apartaba  del  templo,  sirvien- 
do día  y  noche  en  ayunos  y  ora- 
ciones. 

38  Y  como  llegase  ella  en  la 
misma  hora,  alababa  al  Señor; 
y  hablaba  de  él  á  todos  los  que 
esperaban  la  redención  de  Is- 
rael. 

39  Y  quando  lo  hubieron  todo 
cumplido  conforme  á  la  Ley  del 
Señor,  se  volviéron  á  Galilea  á 
su  ciudad  de  Nazareth. 

40  Y  el  Niño  crecía,  y  se  for- 
tificaba, estando  lleno  de  sabi- 
duría; y  la  gracia  de  Dios  era 
en  él. 

41  Y  sus  padres  iban  todos 
los  años  á  Jerusalém  en  el  día 
solemne  de  la  Pascua. 

42  Y  quando  tuvo  doce  años, 
subiéron  ellos  á  Jerusalém,  se- 
gún la  costumbre  del  día  de  la 
fiesta, 

43  Y  acabados  los  dias,  quanf 


CAPITULO  III. 


87 


do  se  volvían,  se  quedó  el  Niño 
Jesús  en  Jerusalém,  sin  que  sus 
padres  lo  advirtiesen. 

44  Y  creyendo,  que  él  estaba 
con  los  de  la  comitiva,  anduvie- 
ron camino  de  un  dia,  y  le  bus- 
caban entre  los  parientes,  y  en- 
tre los  conocidos. 

45  Y  como  no  le  hallasen,  se 
volvieron  á  Jerusalém,  buscán- 
dole. 

46  Y  aconteció  que  tres  dias 
después  le  hallaron  en  el  tem- 
plo, sentado  en  medio  de  los 
Doctores,  oyéndolos,  y  preg-un- 
tándoles. 

47  Y  se  pasmaban  todos  los 
que  le  oian,  de  su  inteligencia, 
y  de  sus  respuestas. 

48  Y  quando  le  vieron,  se 
maravillaron.  Y  le  dixo  su  ma- 
dre :  Hijo,  ¿  por  qué  lo  has  he- 
cho así  con  nosotros  ?  mira  como 
tu  padre,  y  yo  angustiados  te 
buscábamos. 

49  Y  les  respondió  :  ¿  Para 
qué  me  buscabais?  ¿No  sabíais, 
que  en  las  cosas  que  son  de  mi 
Padre  me  conviene  estar  ? 

50  Mas  ellos  no  entendiéron 
la  palabra,  que  les  habló. 

51  Y  descendió  con  ellos,  y 
vino  á  Nazareth ;  y  estaba  suje- 
to á  ellos.  Y  su  madre  giiar- 
daba  todas  estas  cosas  en  su  co- 
mzon. 

52  Y  Jesús  crecía  en  sabidu- 
ría, y  en  edad,  y  en  gi-acia  de- 
lante de  Dios  y  de  los  hombres. 

CAPITULO  III. 

1  ""tT*  ®^  décimo  quin- 
JL  to  del  imperio  de  Ti- 
berio César,  siendo  Poncio  Pi- 
lato  Gobernador  de  la  Judéa,  y 
Heródes  Tetrarcá  de  Galilea, 
y  su  hermano  Felipe  Tetrarcá 


de  Ituréa,  y  de  la  provincia  de 
Traconite,  y  Lysanias  Tetrar- 
cá de  Abilina, 

2  Siendo  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes Annás  y  Caifás,  vino 
palabra  del  Señor  sobre  Juan, 
hijo  de  Zacárías,  en  el  desierto. 

3  Y  vino  por  toda  la  región 
del  Jordán,  predicando  bautis- 
mo de  penitencia  para  remisión 
de  pecados, 

4  Como  está  escrito  en  el 
libro  de  las  palabras  de  Isaías 
Profeta :  Voz  del  que  clama  en 
el  desierto :  Aparejad  el  camino 
del  Señor;  haced  derechas  sus 
sendas ; 

5  Todo  valle  se  henchirá ;  y 
todo  monte  y  collado  será  aba- 
sado ;  y  lo  torcido  será  endere- 
zado; y  los  caminos  fragosos 
allanados : 

6  Y  verá  toda  carne  la  salud 
de  Dios. 

7  Y  decía  á  las  turbas,  que 
venían  á  que  las  bautizase : 
¿  Raza  de  víboras,  quién  os  mos- 
tró á  huir  de  la  ira,  que  ha  de 
venir? 

8  Haced  pues  frutos  dignos 
de  penitencia,  y  no  comencéis  á 
decir  :  Tenemos  por  padre  á 
Abraham.  Porque  os  digo,  que 
puede  Dios  de  estas  piedras  le- 
vantar hijos  á  Abraham. 

9  Porque  ya  está  puesta  la 
segur  á  la  raíz,  de  los  árboles. 
Pues  todo  árbol,  que  no  hace 
buen  fruto,  cortado  será,  y  echa- 
do en  el  fuego. 

10  Y  le  preguntaban  las  gen- 
tes, y  decían  :  ¿Pues  qué  hare- 
mos ? 

11  Y  respondiendo  les  decía  : 
El  que  tiene  dos  vestidos,  dé  al 
que  no  tiene ;  y  el  que  tiene 
que  comer,  haga  lo  mismo. 

12  Y  viniéron  también  á  éJ 


88 


SAN  LUCAS. 


Publícanos,  para  que  los  bauti- 
zase, y  le  dixéron :  ¿  Maestro, 
qué  haremos  ? 

13  Y  él  les  dixo :  No  exijáis 
mas  de  lo  que  os  está  ordensudo. 

14  Le  preg-untaban  también 
los  soldados,  diciendo  :  ;  Y  noso- 
tros que  haremos  ?  Y  les  dixo  : 
No  maltratéis  á  nadie,  ni  le  ca- 
lumniéis, y  contentaos  con  vues- 
tro sueldo. 

15  Y  como  el  pueblo  creyese, 
y  todos  pensasen  en  sus  cora- 
zones, si  por  ventura  Juan  era 
el  Cristo  ; 

16  Respondió  Juan,  y  dixo  á 
todos  :  Yo  en  verdad  os  bautizo 
en  agiia ;  mas  vendrá  otro  mas 
fuerte  que  yo,  de  quien  no  soy 
dig"no  de  desatar  la  correa  de 
sus  zapatos :  él  os  bautizará  en 
Espíritu  Santo,  y  fuego  : 

17  Cuj'o  bieldo  está  en  su 
mano,  y  limpiará  su  era,  y  alle- 
gará el  trigo  en  su  granero,  y  la 
paja  quemará  con  fuego,  que  no 
se  apaga. 

1 8  Y  así  anunciaba  otras  mu- 
chas cosas  al  pueblo  en  sus 
exhortaciones. 

19  Mas  Heródes  el  Tetrarcá, 
siendo  reprehendido  por  él  á 
causa  de  Herodías  muger  de  su 
hermano,  y  de  todos  los  males, 
que  Heródes  había  hecho, 

20  Añadió  á  todos  también 
este  de  hacer  encerrar  á  Juan 
en  la  cárcel. 

21  Y  aconteció,  que  como 
recibiese  el  bautismo  todo  el 
pueblo,  también  fué  bautizado 
Jesús,  y  estando  él  orando,  se 
abrió  el  Cielo : 

22  Y  baxó  sobre  él  el  Espí- 
ritu Santo  en  figura  corporal, 
como  paloma ;  y  se  oyó  esta  voz 
del  Cielo :  Tú  eres  mi  Hijo  el 
aunad»)  en  tX  me  he  complacido. 


23  Y  el  mismo  Jesús  comen- 
zaba á  ser  como  de  treinta  años, 
hijo,  según  se  creia,  de  Josef, 
que  lo  fué  de  Helí,  que  lo  fué 
de  Matat, 

24  Que  lo  fué  de  Leví,  que 
lo  fué  de  Melchi,  que  lo  fué  de 
Janne,  que  lo  fué  de  Josef, 

25  Que  lo  fué  de  Matatías, 
que  lo  fué  de  Amos,  que  lo  fué 
de  Nahum,  que  lo  fué  de  Heslí, 
que  lo  fué  de  Nagge, 

26  Que  lo  fué  de  Maliath, 
que  lo  fué  de  Matatías,  que 
lo  fué  de  Semei,  que  lo  fué  de 
Josef,  que  lo  fué  de  Judá, 

27  Que  lo  fué  de  Joanna,  que 
lo  fué  de  Resa,  que  lo  fué  de 
Zorobabél,  que  lo  fué  de  Sala- 
tiél,  que  lo  fué  de  Neri, 

28  Que  lo  fué  de  Melchi,  que 
lo  fué  de  Addí,  que  lo  fué  de 
Cosan,  que  lo  fué  de  Helmadán, 
que  lo  fué  de  Her, 

29  Que  lo  fué  de  Jesús,  que 
lo  fué  de  Eliezer,  que  lo  fué  de 
Jorim,  que  lo  fué  de  Matat, 
que  lo  fué  de  Leví, 

30  Que  lo  fué  de  Simeón,  que 
lo  fué  de  Júdas,  que  lo  fué  de 
Josef,  que  lo  fué  de  Jonás, 
que  lo  fué  de  Eliaquim. 

31  Que  lo  fué  de  Melea,  que 
lo  fué  de  Menna,  que  lo  fué  de 
Matata,  que  lo  fué  de  Na- 
tán, que  lo  fué  de  David, 

32  Que  lo  fué  de  Jessé,  que 
lo  fué  de  Obed,  que  lo  fué  de 
Booz,  que  lo  fué  de  Salmón,  que 
lo  fué  de  Naassón, 

33  Que  lo  fué  de  Aminadab, 
que  lo  fué  de  Arám,  que  lo  fué 
de  Esron,  que  lo  fué  de  Farés, 
que  lo  fué  de  Júdas, 

34  Que  lo  fué  de  Jacob,  que 
lo  fué  de  Isaac,  que  lo  fué  de 
Abi*aham,  que  lo  fué  de  Tare, 
que  io  fué  de  Nacór, 


CAPITULO  IV. 


35  Que  ló  fue  <3e  Sarug-,  que 
lo  fué  de  liagau,  que  lo  fué  de 
Faleg-,  que  lo  fué  de  Heber,  que 
lo  fué  de  Salé, 

3G  Que  lo  fué  de  Cainán,  que 
lo  fue  de  Avfaxad,  que  lo  fué  de 
Sern,  que  lo  fué  de  Noé,  que  lo 
fué  de  Lamecb, 

37  Que  lo  fus  de  Matusalé, 
que  lo  fué  de  Henoch,  que  lo 
fué  de  Jared,  que  lo  fué  de  Ma- 
laleel,  que  lo  fué  de  Cainán, 

38  Que  lo  fué  de  Henos,  que 
lo  fué  de  Seth,  que  lo  fué  de 
Adám,  que  lo  fué  de  Dios. 

CAPITULO  IV. 

1  ]%yf  AS  Jesús  lleno  de  Es- 
1? -1.  píritu  Santo,  se  vol- 
vió del  Jordán,  y  fué  llevado  por 
el  Espíritu  al  desierto 

2  Y  estuvo  allí  quarenta  dias, 
y  le  tentaba  el  diablo.  Y  no 
comió  nada  en  aquellos  dias ;  y 
pasados  estos,  tuvo  hambre. 

3  Y  le  dixo  el  diablo  :  Si  Hi- 
jo de  Dios  eres,  di  á  esta  piedra, 
que  se  vuelva  pan. 

4  Y  Jesús  le  respondió  :  Es- 
crito está:  Que  no  vive  el  hom- 
bre de  solo  pan,  mas  de  toda  pa- 
labra de  Dios. 

5  Y  le  llevó  el  diablo  á  un 
monte  elevado,  y  le  mostró  todos 
Jos  reynos  de  la  redondez  de  la 
tierra  en  un  momento  de  tiempo, 

6  Y  le  dixo:  Te  daré  todo 
este  poder,  y  la  g^loria  de  ellos  ; 
porque  á  mí  se  me  han  dado,  y 
á  quien  quiero,  los  doy. 

7  Por  tanto,  si  postrado  me 
adorares,  serán  todos  tuyos. 

8  Y  respondiendo  Jesús,  le 
dixo  :  Escrito  ésta  :  A  tu  Señor 
Dios  adorarás,  y  á  él  solo  ser- 
virás. 

9  Y  le  Uevó  á  Jerusalém,  y 


lo  puso  sobre  la  almena  del  tem- 
plo, y  le  dixo :  Si  eres  el  Hijo 
de  Dios,  échate  de  aquí  abaxo. 

10  Porque  escrito  está,  que  á 
sus  Angeles  mandó  de  tí,  que  te 
g-uarden ; 

11  Y  que  te  sostengan  en  sus 
manos,  para  que  no  hieras  tu  pie 
en  alguna  piedra. 

12  Y  respondiendo  Jesús,  le 
dixo:  Dicho  está:  No  tentarás 
al  Señor  tu  Dios. 

13  Y  acabada  toda  tentación, 
se  retiró  de  él  el  diablo  hasta  €fl 
tiempo. 

14  Y  volvió  Jesús  en  virtud 
del  Espíritu  á  Galilea  ;  y  la  fa- 
ma de  él  se  divulgó  por  toda  la 
tierra. 

15  Y  él  enseñaba  en  las  Si- 
nagogas de  eUos,  y  era  aclamadQ 
de  todos. 

1 6  Y  fué  á  Nazaréth,  en  don- 
de se  habia  criado,  y  entró  según 
su  costumbre  el  dia  de  Sábado 
en  la  Sinagoga,  y  se  levantó  á 
leer. 

17  Y  le  fué  dado  el  libro  de 
Isaías  el  Profeta.  Y  quando 
desarrolló  el  libro,  halló  el  lu- 
gar, en  donde  estaba  escrito  : 

18  El  Espíritu  del  Señor  sobre 
mí ;  por  lo  que  me  ha  ungido, 
para  dar  buenas  nuevas  á  los  po- 
bres me  ha  enviado,  para  sanar 
á  los  quebrantados  de  corazón, 

1 9  Para  anunciar  á  los  cauti- 
vos redención,  y  á  los  ciegos 
vista,  para  poner  en  libertad  á 
los  quebrantados,  para  publicar 
el  año  favorable  del  Señor,  y  el 
dia  del  galardón. 

20  Y  habiendo  arrollado  el 
libro,  se  lo  dio  al  ministro,  y  se 
sentó.  Y  quantos  habia  en.  la 
Sinagoga,  tenían  los  ojos  clava- 
dos en  él. 

21  Y  les  empezó  á  decir: 


90  SAN 

Hoy  se  lia  cumplido  esta  Escri- 
tura en  vuestras  orejas. 

22  Y  todos  le  daban  testimo- 
nio; y  se  maravillaban  de  las 
palabras  de  gracia,  que  salian 
de  su  boca,  y  decian :  ¿No  es 
este  el  hijo  de  Joseph  ? 

23  Y  les  dixo :  Sin  duda  me 
diréis  esta  semejanza :  Médico 
cúrate,  á  tí  mismo ;  todas  aque- 
llas g-randes  cosas,  que  oimos 
decir  que  hiciste  en  Cafamaum, 
hazlas  también  aquí  en  tu  patria. 

24  Y  dixo  :  En  verdad  os  di- 
go, que  ningún  Profeta  es  acep- 
to en  su  patria. 

25  En  verdad  os  digo,  que 
muchas  viudas  habia  en  Israel 
en  los  dias  de  Elias,  quando  fué 
cerrado  el  Cielo  por  tres  años,  y 
seis  meses,  quando  hubo  una 
grande  hambre  por  toda  la  tier- 
ra ; 

26  Mas  á  ninguna  de  ellas  fué 
enviado  Elias,  sino  á  una  muger 
viuda  en  Sarepta  de  Sidonia. 

27  Y  muchos  leprosos  habia 
en  Israel  en  tiempo  de  Elisco 
Profeta ;  mas  ninguno  de  ellos 
fué  limpiado,  sino  Naamán  de 
Syria. 

28  Y  fueron  en  la  Sinagoga 
todos  llenos  de  saña,  oyendo  esto. 

29  Y  se  levantaron,  y  lo  echá- 
ron  fuera  de  la  ciudad  ;  y  lo  lle- 
varon hasta  la  cumbre  del  monte, 
sobre  el  qual  estaba  edificada  su 
ciudad,  para  despeñarlo. 

30  Mas  él,  pasando  por  medio 
de  ellos,  se  fué. 

31  Y  baxó  á  Cafamaum  ciu- 
dad de  la  Galiléa,  y  allí  los  en- 
señaba en  los  Sábados. 

32  Y  se  maravillaban  de  su 
doctrina,  porque  era  con  autori- 
dad su  palabra. 

33  Y  habia  en  la  Sinagoga 
im  hombre  poseído  de  un  demo- 


LUCAS. 

nio  inmundo,  y  exclamó  en  voz 
alta, 

34  Diciendo :  Déxanos,  ¿qué 
tienes  tú  con  nosotros,  Jesús  de 
Nazai'éth?  ¿has  venido  ú  des- 
truirnos? conozco  bien,  quien 
tú  eres,  el  Santo  de  Dios. 

35  Y  Jesús  le  increpó,  y  di- 
xo :  Enmudece,  y  sal  de  él.  Y 
el  demonio  derribándolo  en  me- 
dio, salió  de  él,  y  no  le  hizo  da- 
ño alguno. 

36  Y  quedáron  todos  llenos 
de  espanto,  y  se  hablaban  los 
unos  á  los  otros,  diciendo:  ¿Qué 
cosa  es  esta,  porque  con  poder, 
y  con  virtud  manda  á  los  espíri- 
tus inmundos,  y  salen  ? 

37  Y  sonaba  la  fama  de  él  por 
todos  los  lugares  de  la  comarca. 

38  Y  saliendo  Jesús  de  la  Si- 
nagoga, entró  en  casa  de  Simón : 
Y  la  suegra  de  Simón  padecía 
recias  fiebres ;  y  le  rogaron  por 
ella. 

39  E  inclinándose  ácia  ella, 
mandó  á  la  fiebre  ;  y  la  fiebre  la 
dexó.  Y  ella  se  levantó  luego, 
y  les  servia. 

40  Y  quando  el  Sol  se  puso, 
todos  los  que  tenían  enfermos  de 
diversas  enfermedades,  se  los 
traían.  Y  él,  poniendo  las  ma- 
nos sobre  cada  uno  de  ellos,  los 
sanaba. 

41  Y  salian  de  muchos  los  de- 
monios, gritando,  y  diciendo : 
Que  tú  eres  el  Hijo  de  Dios  ;  y 
los  reñía,  y  no  les  permitía  decir, 
que  sabían,  que  él  era  el  Cristo. 

42  Y  quando  fué  de  día,  salió 
para  irse  á  un  lugar  desierto; 
y  las  gentes  le  buscaban,  y  fué- 
l  on  hasta  donde  él  estaba  ;  y  le 
detenían,  para  que  no  se  apar- 
tase de  ellos. 

43  El  les  dixo :  A  las  otras 
ciudades  es  menester  también 


CAPITULO  V. 


91 


que  yo  anuncie  el  re3'no  de  Dios ; 
pues  para  esto  he  sido  enviado. 

44  Y  predicaba  en  las  Sina- 
gog-as  de  la  Galilea. 

CAPITULO  V. 

1  líT  aconteció  que  atrope- 

Jl  liándose  la  gente,  que 
acudía  á  él  para  oir  la  palabra 
de  Dios,  él  estaba  á  la  orilla  del 
lago  de  Genesaréth. 

2  Y  vio  dos  barcos,  que  esta- 
ban á  la  orilla  del  lag-o;  y  los 
pescadores  habían  saltado  en 
tierra,  y  lavaban  sus  redes. 

3  Y  entrando  en  uno  de  estos 
barcos,  que  era  de  Simón,  le  ro- 
gó, que  le  apartase  un  poco  de 
tierra.  Y  estando  sentado  ense- 
ñaba al  pueblo  desde  el  barco. 

4  Y  luego  que  acabó  de  ha- 
blar, diso  á  Simón  :  Entra  mas 
adentro,  y  soltad  vuestras  redes 
para  pescar. 

5  Y  respondiendo  Simón,  le 
dixo  ;  Maestro,  toda  la  noche 
hemos  estado  trabajandoj  sin  ha- 
ber cogido  nada ;  mas  en  tu  pa- 
labra soltaré  la  red. 

6  Y  quando  esto  hubieron  he- 
cho, cogieron  un  tan  crecido 
número  de  peces,  que  se  rompía 
su  red. 

7  Y  hicieron  señas  á  ios  otros 
compañeros,  que  estaban  en  el 
otro  barco,  para  que  viniesen  á 
aj  udarlos.  Ellos  vinieron,  y  de 
tal  manera  llenaron  los  dos  bar- 
cos, que  casi  se  sumergían. 

8  Y  quando  esto  vió  Simón 
Pedro,  se  arrojó  á  los  píes  de 
Jesús,  diciendo :  Señor,  apártate 
de  mí,  que  soy  un  hombre  pe- 
cador. 

9  Porque  él,  y  todos  los  que 
con  él  estaban,  quedáron  atóni- 
cos de  la  presa  de  los  peces,  que 
habían  cogido : 


10  Y  asimismo  Santiago,  y  Ju- 
an, hijos  de  Zebedéo,  que  eran 
compañeros  de  Simón.  Y  dixo 
Jesús  á  Simón :  No  temas ;  des- 
de aquí  en  adelante  serás  pesca- 
dor de  hombres. 

1 1  Y  tirados  los  barcos  á  tier- 
ra, lo  dexáron  todo,  y  le  siguie- 
ron. 

12  Y  aconteció,  que  estando 
en  una  de  aquellas  ciudades,  vi- 
no un  hombre  cubierto  de  lepra, 
y  quando  vio  á  Jesús,  se  echó 
rostro  por  tierra,  y  le  rogó,  di- 
ciendo :  Señor,  si  quieres,  pue- 
des limpiarme. 

13  Y  él  extendiendo  la  mano, 
le  tocó  diciendo :  Quiero ;  Sé 
limpio.  Y  luego  desapareció  de 
él  la  lepra. 

14  Y  le  mandó,  que  no  lo 
dixese  á  ninguno ;  mas  vé,  le 
dixo,  y  muéstrate  al  Sacerdote, 
y  ofrece  por  tu  limpieza,  como 
mandó  Moysés,  en  testimonio  á 
ellos. 

15  Y  tanto  mas  se  extendía 
su  fama ;  y  acudían  en  tropas 
los  pueblos  por  oírle,  y  para  ser 
curados  de  sus  enfermedades. 

16  Mas  él  se  retiraba  al  de^ 
sierto  á  orar. 

17  Y  aconteció,  que  un  día 
él  estaba  sentado  enseñando.  Y 
había  también  sentados  allí  unos 
Fariséos,  y  Doctores  de  la  Ley, 
que  habían  venido  de  todos  los 
pueblos  de  la  Gahléa,  y  de  Ju- 
déa,  y  de  Jerusalém  ;  y  la  virtud 
del  Señor  obraba  para  sanarlos, 

18  Y  viníéron  unos  hombres, 
que  traían  sobre  un  lecho  un 
hombre,  que  estaba  paralítico; 
y  le  querían  meter  dentro,  y  po- 
nerle delante  de  él. 

19  Mas  no  hallando  por  don- 
de poderlo  meter  por  el  tropel 
de  la  gente,  subiéron  sobre  el 


SAN  LUCAS. 


techo,  y  por  el  tejado  le  descol- 
gáron  con  el  lecho,  poniéndolo 
en  medio  delante  de  Jesús. 

20  Y  quando  vio  la  fé  de  ellos, 
dixo :  Hombre,  perdonados  te 
son  tus  pecados. 

21  Y  los  Escribas,  y  Fariseos 
comenzaron  á  pensar,  y  decir  : 
¿  Quién  es  este,  que  habla  blas- 
femias ?  ¿  Quién  puede  perdonar 
pecados,  sino  solo  Dios  ? 

22  Y  Jeeus,  como  entendió 
los  pensamientos  de  ellos,  les 
respondió,  y  dixo  :  ¿Qué  pensáis 
en  vuestros  corazones? 

23  ¿  Qué  es  mas  fácil,  decir : 
Perdonados  te  son  tus  pecados  ; 
ó  decir  :  Levántate,  y  anda  ? 

24  Pues  para  que  sepáis,  que 
el  Hijo  del  hombre  tiene  potes- 
tad sobre  la  tierra  de  perdonar 
pecados,  dixo  al  paralítico  :  A  tí 
dig-o,  levántate,  toma  tu  lecho,  y 
vete  á  tu  casa. 

25  Y  se  levantó  luego  á  vista 
de  ellos,  y  tomó  el  lecho,  en  que 
y  acia ;  y  se  fué  á  su  casa,  dando 
gloria  a  Dios. 

26  Y  quedaron  todos  pasma- 
dos, y  glorificaban  á  Dios;  y 
penetrados  de  temor,  decian  : 
Maravillas  hemos  visto  hoy. 

27  Y  después  de  esto  salió,  y 
vio  á  un  pubhcano  llamado  Leví, 
que  estaba  sentado  al  bancQ,  y 
le  dixo :  Sigúeme. 

28  Y  levantándose  dexó  todas 
sus  cosas,  y  le  siguió. 

29  Y  le  hizo  Leví  un  grande 
banquete  en  su  casa,  y  asistió 
á  él  un  grande  número  de 
publicanos,  y  de  otros,  que  es- 
taban sentados  con  ellos  á  la 
mesa. 

30  Mas  los  Fariséos,  y  los 
Escribas  de  ellos  estaban  mur- 
murando, y  decian  á  los  discípu- 
los de  Jesús  :  ¿  Por  qué  coméis, 


y  bebéis  con  los  publícanos,  y 
pecadores  ? 

31  Y  Jesús  les  respondió,  y 
dixo:  Los  sanos  no  necesitan 
de  médico,  sino  los  que  están 
enfermos. 

32  No  soy  venido  á  llamar  á 
los  justos  á  penitencia,  sino  á  los 
pecadores. 

33  Y  ellos  le  dixéron;  ¿Poi 
qué  los  discípulos  de  Juan  ayu- 
nan tanto,  y  oran,  y  también  los 
de  los  Fariséos  ;  y  los  tuyos  co- 
men y  beben  ? 

34  A  los  quales  él  dixo :  ¿  Poi 
ventura  podéis  hacer,  que  los 
hijos  del  Esposo  ayunen,  mién- 
tras  con  ellos  está  el  Esposo  ? 

35  Mas  vendrán  dias,  en  que 
el  Esposo  Ies  será  quitado,  y 
entóuces  ayunarán  en  aquellos 
dias. 

36  Y  les  decia  una  semejanza: 
No  pone  nadie  remiendo  de  pañc 
nuevo  en  vestido  viejo ;  porque 
de  otra  manera  el  neuevo  rompe 
el  viejo ;  y  además  no  cae  bier 
remiendo  nuevo  con  el  viejo. 

37  Y  ainguno  echa  vino  nuS' 
vo  en  odres  viejos,  porque  de 
otra  manera  el  vino  nuevo  rom- 
perá los  odres,  el  vino  se  derra- 
mará, y  se  perderán  los  odres. 

38  Mas  el  vino  nuevo  se  debe 
echar  en  odres  nuevos  ;  y  lo  une 
y  lo  otro  se  conserva. 

39  Y  ninguno,  que  bebe  de  le 
añejo,  quiere  luego  lo  nuevo, 
porque  dice  :  Mejor  es  lo  añejo 

CAPITULO  VI. 

1  "WT  aconteció  un  Sábadc 
JL  segundo  primero,  que 
como  pasase  por  los  sembrados 
sus  discípulos  cortaban  espigas 
y  estregándolas  entre  las  manos, 
¡as  comían. 


CAPITÜLO  VI. 


95 


2  Y  alg^unos  de  los  Fariseos 
les  decían  :  ¿  Por  qué  hacéis  lo 
que  no  es  lícito  en  los  sábados  ? 

3  Y  Jesús,  tomando  la  palabra, 
les  respondió  :  ¿  Ni  aun  esto  ha- 
béis leído,  que  hizo  David,  quan- 
do  tuvo  hambre  él,  y  los  que  con 
él  estaban  ? 

4  ¿  Como  entró  en  la  casa  de 
Dios,  y  tomó  los  panes  de  la  pro- 
posición, y  comió,  y  dió  a  los 
que  con  él  estaban ;  aunque  no 
podían  comer  de  ellos,  sino  solos 
ios  Sacerdotes? 

5  Y  les  decía :  El  Hijo  del 
hombre  es  Señor  también  del 
sábado. 

6  Y  aconteció,  que  otro  sába- 
do entró  también  en  la  Sinag-o- 
ga,  y  enseñaba.  Y  había  allí 
un  hombre,  que  tenia  seca  la 
mano  derecha. 

7  Y  los  Escribas,  y  los  Fari- 
seos le  estaban  acechando,  por 
ver,  si  curaría  en  sábado ;  para 
hallar  de  que  acusarlo. 

8  Mas  él  sabía  los  pensamien- 
I  tos  de  ellos,  y  díxo  al  hombre, 

que  tenia  la  mano  seca :  Leván- 
:  tate,  y  ponte  en  medio.  Y  él 
i  levantándose,  se  puso  en  pie. 

9  Y  Jesús  les  díxo :  Os  pre- 
I  gTinto,  ¿es  lícito  en  sábados  ha- 
cer bien,  ó  hacer  mal ;  salvar  la 

;  vida,  ó  quitarla  ? 

'  10  Y  mirándolos  á  todos  al 
rededor,  dixo  al  hombre :  Tiende 
tu  mano.    El  la  tendió,  y  fué 

1  sana  la  mano. 

I     1 1  Y  ellos  se  llenaron  de  fu- 
!  ror,  y  hablaban  los  unos  con  los 
I  otros,  que  harían  de  Jesús. 
I     12  Y  aconteció  en  aquellos 
i  días,  que  salió  al  monte  á  hacer 

oración,  y  pasó  toda  la  noche 

orando  á  Dios. 
1     13  Y  quando  fué  de  di  a,  11a- 
I  mó  á  sus  discípulos,  y  escogió 


doce  de  ellos,  que  nombró  Apos- 
tóles ; 

14  A  Simón,  á  quien  dió  el 
sobrenombre  de  Pedro,  y  á  An- 
drés su  hermano,  á  Santiag-o, 
y  a  Juan,  á  Felipe,  y  á  Bar- 
tholomé, 

15'  A  Mateo,  y  á  Tomás,  á 
Santiago  de  Alféo,  y  á  Simón, 
llamado  el  Zelador, 

16  A  Judas  hermano  de  San- 
tiag-o, y  á  Jiidas  Iscariotes,  que 
fué  el  traidor. 

17  Y  descendiendo  con  ellos, 
se  paró  en  un  llano,  y  la  com- 
pañía de  sus  discípulos,  y  de  un 
g-rande  gentío  de  toda  la  Judéa, 
y  de  Jerusalém,  y  de  la  marina, 
y  de  Tiro,  y  de  Sidón, 

1 8  Que  habían  venido  á  oírle, 
y  á  que  los  sanase  de  sus  enfer- 
medades. Y  los  que  eran  ator- 
mentados de  espíritus  inmundos, 
eran  sanos. 

19  Y  toda  la  gente  procuraba 
tocarle ;  porque  salía  de  él  vir- 
tud, y  los  sanaba  á  todos. 

20  Y  él,  alzando  los  ojos  acia 
sus  discípulos,  decia:  Bienaven- 
turados los  pobres,  porque  vues- 
tro es  el  reyno  de  Dios. 

21  Bienaventurados  los  que 
ahora  tenéis  hambre ;  porque 
hartos  seréis :  Bienaveaturados 
los  que  ahora  lloráis ;  porque 
reiréis. 

22  Bienaventurados  seréis, 
quando  os  aborrecieren  los  hom- 
bres, y  os  apartaren  de  sí,  y  os 
ultrajaren,  y  desecharen  vuestro 
nombre,  como  malo,  por  el  Hijo 
del  hombre ; 

23  Gózaos  en  aquel  dia,  y  re- 
gocíjaos ;  porque  vuestro  galar- 
dón grande  es  en  el  Cielo ;  por- 
que de  esta  manera  trataban  á 
los  Profetas  los  padres  de  ellos. 

24  ¡  Mas  ay  de  vosotros  los 


SAN  LUCAS. 


94 

ricos,  porque  tenéis  vuestro  con- 
suelo ! 

25  ¡  Ay  de  vosotros,  los  que 
estáis  hartos ;  porque  tendréis 
hambre  !  ¡  Ay  de  vosotros,  los 
que  ahora  reis ;  porque  gemiréis, 
y  lloraréis  ! 

26  ¡Ay  de  vosotros,  quando 
os  bendixeren  los  hombres ;  por- 
que así  bacian  á  los  falsos  Pro- 
fetas los  padres  de  ellos  I 

27  Mas  dígoos  á  vosotros,  que 
lo  oís  :  Amad  á  vuestros  enemi- 
gos ;  haced  bien  á  los  que  os 
quieren  mal ; 

28  Bendecid  á  los  que  os  mal- 
dicen, y  orad  por  los  que  os  ca- 
lumniai). 

29  Y  al  que  te  hiriere  en  una 
mexilla,  preséntale  también  la 
otra.  Y  al  que  te  quitare  la 
Capa,  no  le  impidas  llevar  tam- 
bién la  túnica. 

30  Da  á  todos  los  que  te  pi- 
dieren ;  y  al  que  tomare  lo  que 
es  tuyo,  no  se  lo  vuelvas  á  pedir. 

31  Y  lo  que  queréis  que  ha- 
gan á  vosotros  los  hombres,  eso 
mismo  haced  vosotros  á  ellos. 

32  Y  si  amáis  á  los  qne  os 
aman,  ¿que  mérito  tendréis? 
porque  los  pecadores  también 
aman  á  los  que  los  aman  á 
ellos. 

33  Y  si  hiciéreis  bien  á  los 
que  os  hacen  bien,  ¿  que  mérito 
tendréis?  porque  los  pecadores 
también  hacen  esto. 

34  Y  si  prestareis  á  aquellos, 
de  quienes  esperáis  recibir,  ¿  qué 
mérito  tendréis  ?  porque  tam- 
bién los  pecadores  prestan  unos 
á  otros,  para  recibir  otro  tanto. 

33  Amad  pues  á  vuestros  ene- 
migos ;  haced  bien,  y  dad  pres- 
tado, sin  esperar  por  eso  nada  ; 
y  vuestro  galardón  será  grande, 
y  seréis  hijos  del  Altísimo  ;  por- 


que él  es  bueno  aun  para  los  in-  ^ 
gratos  y  malos.  ^ 

36  Sed  pues  misericordiosos,  . 
como  también  vuestro  Padre  es  J 
misericordioso.  P 

37  No  juzguéis,  y  no  seréis  ^ 
juzgados ;  no  condenéis,  y  no  se- 
réis condenados.    Perdoüad,  y  í 
séreis  perdonados.  ^ 

38  Dad,  y  se  os  dará ;  buena  ^ 
medida,  y  apretada,  y  remecida, 

y  colmada  darán  en  vuestro  se- 
no.   Porque  con  la  misma  me- 
dida con  que  midiereis,  se  o3  í" 
volverá  á  medir.  P 

39  Y  les  decia  también  una 
semejanza :  ¿  Acaso  podrá  un 
ciego  guiar  á  otro  ciego  ?  ¿  no 
caerán  ambos  en  el  hoyo  ?  ( 

40  No  es  el  discípulo  sobre  el  i 
Maestro  ;  mas  será  perfecto  to-  i 
do  aquel,  que  fuere  como  su  í 
Maestro. 

41  ¿Y  por  que  miras -la  mota 
en  el  ojo  de  tu  hermano ;  y  no  i 
reparas  en  la  viga,  que  tienes  en 

tu  ojo  ?  í 

42  ¿O  como  puedes  decir  á  ( 
tu  hermano :  Déxame,  herma- 
no, sacarte  la  mota  de  tu  ojo,  no  ) 
viendo  tú  la  viga,  que  hay  en  tu  \ 
ojo  ?  Hipócrita,  saca  primero  la  i 
viga  de  tu  ojo.  y  después  verás, 
para  sacar  la  mota  del  ojo  de  tu  i 
hermano.  i 

43  Porque  no  es  buen  árbol,  r 
el  que  cria  frutos  malos ;  ni  mal 
árbol,  el  que  lleva  buenos  frutos.  » 

44  Pues  cada  árbol  es  cono-  t 
cido  por  su  fruto.     Porque  ni  n 
cogen  higos  de  espinos,  ni  ven- 
dimian uvas  de  zarzas. 

45  El  hombre  bueno  del  buen 
tesoro  de  su  corazón  saca  bien  ; 

y  el  hombre  malo  del  mal  tesoro  f 
saca  mal.  Porque  de  la  abun-  g 
dancia  del  corazón  habla  la  boca.  ^ 

46  ¿  Por  que  pues  me  llamáis  | 


CAPITULO  vn. 


SeSor,  SeSor,  y  no  hacéis  lo  que 
digo  ? 

47  Todo  el  que  viene  á  mí, 
y  oye  mis  palabras,  y  las  cum- 
ple, os  mostraré  á  quien  es  se- 
mejante : 

48  Semejante  es  á  un  hombre, 
que  edifica  una  casa,  el  qual 
cavó,  y  aliondó,  y  cimentó  sobre 
la  piedra;  y  quando  vino  una 
avenida  de  aguas,  dio  impetuosa- 
mente la  inundación  sobre  aque- 
lla casa,  y  no  pudo  moverla; 
porque  estaba  fundada  sobre 
piedra. 

49  Mas  el  que  oye,  y  no  hace, 
semejante  es  á,  un  hombre,  que 
fabrica  su  casa  sobre  tierra  sin 
cimiento,  y  contra  la  qual  dió 
impetuosamente  la  corriente,  y 
luego  cayó;  y  fué  grande  la 
ruina  de  aquella  casa. 

CAPITULO  VIL 

1  '^ÍT  quando  acabó  de  decir 

JL  todas  sus  palabras  al 
pueblo,  que  las  oia,  se  entró  en 
Cafarnaum. 

2  Y  habia  allí  muy  enfermo 
y  casi  á  la  muerte  un  criado  de 
un  Centurión  ;«|ue  era  muy  esti- 
mado de  él. 

3  Y  quando  oyó  hablar  de 
Jesús,  envió  á  él  unos  Ancianos 
de  los  Judíos,  rogándole,  que 
viniese  á  sanar  á  su  criado. 

4  Y  ellos,  luego  que  llegaron 
á  Jesús,  le  hacían  grandes  ins- 
tancias, diciéndole  :  Merece, 
que  le  otorgues  esto. 

5  Porque  ama  á  nuestra  na- 
ción ;  y  él  nos  ha  hecho  una 
Sinagoga. 

6  Y  Jesús  iba  con  ellos.  Y 
quando  estaba  cerca  de  la  casa, 
envió  á  él  el  Centurión  sus  ami- 
gos, diciéndole :  Señor,  no  te 
tomes  este  trabajo,  que  no  soy 


digno,  de  que  entres  dentro  de 
mi  casa. 

7  Por  lo  qual  ni  aun  me  he 
creído  yo  digno  de  salir  á  bus- 
carte ;  pero  mándalo  con  una  pa- 
labra, y  será  sano  mi  criado. 

8  Porque  también  yo  soy  un 
Oficial  subalterno,  que  tengo 
soldados  á  mis  órdenes ;  y  digo 
á  este  :  Ve,  y  va ;  y  al  otro  : 
Ven,  y  viene ;  y  á  mi  siervo  : 
Haz  esto,  y  lo  hace. 

9  Quando  lo  oyó  Jesús,  quedó 
maravillado ;  y  vuelto  acia  el 
pueblo,  que  le  iba  siguiendo,  di- 
xo:  En  verdad  os  digo,  que  ni 
en  Israel  he  hallado  una  fé  tan 
grande. 

10  Y  quando  volvieron  á  casa 
los  que  habían  sido  enviados, 
hallaron  sano  al  criado,  que  ha- 
bia estado  enfermo. 

1 1  Y  aconteció  después,  que 
iba  á  una  ciudad,  llamada  Naím ; 
y  sus  discípulos  iban  con  él,  y 
una  grande  muchedumbre  de 
pueblo. 

12  Y  quando  llegó  cerca  de 
la  puerta  de  la  ciudad,  he  aquí 
que  sacaban  fuera  á  un  difunto, 
hijo  único  de  su  madre,  la  qual 
era  viuda ;  y  venia  con  ella  mu- 
cha gente  de  la  ciudad. 

1 3  Luego  que  la  vió  el  Señor, 
movitfe  de  misericordia  por  ella, 
le  dixo :  No  llores. 

14  Y  se  acercó,  y  tocó  el  fé- 
retro. Y  los  que  lo  llevaban,  se 
pararon.  Y  dixo  :  Mancebo,  á 
tí  digo,  levántate. 

15  Y  se  sentó  el  que  habia 
estado  muerto,  y  comenzó  á  ha- 
blar.   Y  le  dió  á  su  madre. 

16  Y  tuviéron  todos  grande 
miedo,  y  glorificaban  á  Dios,  di- 
ciendo :  Un  gran  Profeta  se  ha 
levantado  entre  nosotros  ;  y  Di- 
os ha  visitado  á  su  pueblo. 


96 


SAN  LUCAS. 


17  Y  la  fama  de  este  milagro 
corrió  por  toda  la  Judéa,  y  por 
toda  la  comarca. 

18  Y  contaron  á  Juan  sus 
discípulos  todas  estas  cosas. 

19  Y  Juan  llamó  dos  de  sus 
discípulos,  y  los  envió  á  Jesús, 
diciendo :  ¿  Eres  tú  el  que  ha  de 
venir,  ó  esperamos  á  otro  ? 

20  Y  como  viniesen  estos 
hombres  á  él,  le  dixéron  :  Juan 
el  Bautista  nos  ha  enviado  á.  tí, 
y  dice  :  ¿  Eres  tú  el  que  ha  de 
venir,  ó  esperamos  á  otro  ? 

21  Y  Jesús  en  aquella  misma 
hora  sanó  á  muchos  de  enferme- 
dades, y  de  llagas,  y  de  espíritus 
malignos,  y  dió  vista  á  muchos 
eieg-os. 

22  Y  después  les  respondió, 
diciendo  :  Id,  y  decid  á  Juan,  lo 
que  habéis  oido,  y  visto ;  Que 
los  cieg-os  ven,  los  coxos  andan, 
los  leprosos  son  limpiados,  los 
sordos  oyen,  los  muertos  resuci- 
tan, á  los  pobres  es  anunciado  el 
Evang-elio : 

23  Y  bienaventurado  es  el  que 
no  fuere  escandalizado  en  mí. 

24  Y  quando  se  hubieron  ido 
los  mensageros  de  J uan,  comen- 
zó á  decir  á  las  gentes  de  J uan : 
¿  Que  salisteis  á  ver  en  el  de- 
sierto ?  ¿  una  caña  raovi(^  del 
viento  ? 

25  ¿  Mas  que  salisteis  á  ver  ? 
un  hombre  vestido  de  ropas  de- 
licadas ?  Ciertamente  ios  que 
visten  ropas  preciosas,  y  viven 
en  delicias,  en  las  casas  de  los 
Keyes  están. 

26  ¿  Mas  que  salisteis  á  ver  ? 
•  un  Profeta  ?  En  verdad  os  di- 
go, y  mas  que  Profeta  : 

27  Este  es,  del  que  está  es- 
crito :  He  aquí  envió  mi  Angel 
delante  de  tu  faz,  que  aparejará 
tu  camino  delante  de  tí. 


28  Porque  yo  os  digo,  que  en- 
tre los  nacidos  de  mugeres,  no  , 
hay  mayor  Profeta,  que  Juan  el  | 
Bautista ;  mas  el  que  es  menor  j 
en  el  reyno  de  Dios,  es  mayor 
que  él.  j 

29  Y  todo  el  pueblo,  y  los  , 
Publícanos,  que  le  oyéron,  dié-  \ 
ron  gloria  á  Dios,  los  que  habían  , 
sido  bautizados  con  el  bautismo  j 
de  Juan. 

30  Mas  los  Fariseos,   y  los  j 
Doctores  de  la  Ley  despreciaron  j 
el  consejo  de  Dios  en  daño  de  sí  ) 
mismos ;  los  que  no  habían  sido 
bautizados  por  él.  , 

31  Y  dixo  el  Señor :  ¿  Pues  á 
quien  diré,  que  se  semejan  los  , 
hombres  de  esta  g'eneracion,  y  á 
quien  se  parecen  ?  « 

32  Semejantes  son  á  los  mu-  e 
chachos,  que  están  sentados  en  i 
la  plaza  hablando  entre  sí,  y  di- 
ciendo: Os  hemos  cantado  con  } 
flautas,  y  no  baylásteis  ;  os  he-  p 
mos  endechado,  y  no  llorasteis.  5 

33  Porque  vino  Juan  el  Bau- 
tista, que  ni  comía  pan,  ni  bebía  ¡ 
vino,  y  decís :  Demonio  tiene.  t 

34  Vino  el  Hijo  del  hombre,  i 
que  come,  y  beb«,  y  decís  :  He  i 
aquí  un  hombre  glotón,  y  bebe-  i 
d(fr  de  vino,  amigo  de  Publica-  i 
nos,  y  de  pecadores. 

35  Mas  la  sabidui-ia  ha  sido  t 
justificada  por  todos  sus  hijos.  j 

36  Y  le  rogaba  un  Fariséo, 
que  fuese  á  comer  con  él ;  y  ha-  | 
bienck)  entrado  en  la  casa  del  i 
Fariséo,  se  sentó  á  la  mesa. 

37  Y  una  muger  pecadora,  1 1 
que  liabia  en  la  ciudad,  quando  ■ 
supo  que  estaba  á  la  mesa  en  p 
casa  del  Fariséo,  llevó  un  vaso 

de  alabastro,  lleno  de  ungüento: 

38  Y  poniéndose  á  sus  pies  en 
pos  de  él,  comenzó  á  regarle 
con  lágrimas  los  pies,  y  los  cnju*  | 


CAPITULO  VIII. 


97 


gaba  con  los  cabellos  de  su  ca- 
beza, y  le  besaba  los  pies,  y  los 
«ngia  con  el  ung-üento. 

39  Y  quando  esto  vi6  el  Fari- 
seo, que  le  habia  convidado,  di- 
xo  entre  sí  mismo :  Si  este  hom- 
bre fuera  Profeta,  bien  sabría 
quien,  y  qual  es  la  muger,  que 
le  toca ;  porque  pecadora  es. 

40  Y  Jesús  le  respondió,  di- 
ciendo :  Simón,  te  quiero  de- 
cir una  cosa.  Y  él  respondió : 
Maestro,  di. 

41  Un  acreedor  tenia  dos 
deudores ;  el  uno  le  debia  qui- 
nientos denarios,  y  el  otro  cin- 
cuenta. 

42  Mas  como  no  tuviesen  de 
que  pagarle,  se  los  perdonó  á 
entrambos.  ¿Pues  qual  de  los 
dos  le  ama  mas  ? 

43  Respondió  Simón,  y  dixo  : 
Pienso,  que  aquel,  á  quien  mas 
perdonó.  Y  Jesús  le  dixo: 
Rectamente  has  juzgado. 

44  Y  volviéndose  acia  la  mu- 
ger, dixo  á  Simón  :  ¿  Ves  esta 
muger?  Entré  en  tu  casa,  no 
me  diste  agua  para  los  pies ;  mas 
esta  con  sus  lágrimas  ha  regado 
mis  pies,  y  los  ha  enjugado  con 
sus  cabellos. 

45  No  me  diste  beso ;  mas  es- 
ta, desde  que  entró,  no  ha  cesa- 
do de  besarme  los  pies. 

46  No  ungiste  mi  cabeza  con 
óleo ;  mas  esta  con  ungüento  ha 
ungido  mis  pies. 

47  Por  lo  qual  te  digo :  Que 
perdonados  le  son  sus  muchos 
pecados,  porque  amó  mucho. 
Mas  al  que  menos  se  perdona, 
ménos  ama. 

48  Y  dixo  á  ella;  Perdonados 
te  son  tus  pecados. 

49  Y  los  que  comian  allí,  co- 
menzaron á  decir  entre   si  : 


¿  Quién  es  este,  que  aun  los  pe- 
cados perdona  ? 

50  Y  dixo  á  la  muger:  Tu 
fé  te  ha  hecho  salva:  Vete  en 
paz. 

CAPITULO  VIH. 

1  "^ÍT^  aconteció  después, qi^e 

JL  JiCsus  caminaba  por 
ciudades  y  aldéas,  predicando  y 
anunciando  el  reyno  de  Dios,  y 
los  doce  con  él, 

2  Y  también  algunas  mugeres, 
que  habia  él  sanado  de  espíritus 
malignos,  y  de  enfermedades; 
María,  que  se  llama  Magdalena, 
de  la  qual  habia  echado  siete 
demonios, 

3  Y  Juana  muger  de  Chúza 
Procurador  de  Heródes,  y  Su- 
sanna,  y  otras  muchas,  que  le 
asistian  de  sus  haciendas. 

4  Y  como  hubiese  concurrido 
un  crecido  número  de  pueblo,  y 
acudiesen  solícitos  á  él  de  las 
ciudades,  les  dixo  por  semejanza: 

5  Un  hombre  salió  á  sembrar 
su  simiente ;  y  al  sembrarla,  una 
parte  cayó  junto  al  camino,  y  fué 
hollada,  y  la  comiéron  las  aves 
del  Cielo. 

6  Y  otra  cayó  sobre  piedra ; 
y  quando  fué  nacida,  se  secó 
porque  no  tenia  humedad. 

7  Y  otra  cayó  entre  espinas, 
y  las  espinas,  que  naciéron  con 
ella,  la  ahogáron. 

8  Y  otra  cayó  en  buena  tier- 
ra ;  y  nació,  y  dió  fruto  á,  ciento 
por  uno.  Dicho  esto,  comenzó 
á  decir  en  alta  voz :  Quien  tiene 
orejas  de  oir,  oyga. 

9  Sus  discípulos  le  pregunta- 
ban, que  parábola  era  esta.  . 

10  El  les  dixo :  A  vosotros  es 
dado  saber  ^1  misterio  del  rey 


98 


SAN  LUCAS. 


no  de  Dios,  mas  á  los  otros  por 
parábolas ;  para  que  viendo  no 
vean,  y  oyendo  no  entiendan. 

1 1  Es  pues  esta  parábola :  La 
simienté  es  la  palabra  de  Dios. 

12  Y  los  que  junto  al  camino, 
soa  aquellos  que  la  oyen;  mas 
lueg'o  viene  el  diablo,  y  quita  la 
palabra  del  corazón  de  ellos, 
porque  no  se  salven  creyendo. 

13  Mas  los  que  sobre  la  pie- 
dra ;  son  los  que  reciben  con 
gozo  la  palabra,  quando  la  oye- 
ron ;  y  estos  no  tienen  raices ; 
porque  á  tiempo  creen,  y  en  el 
tiempo  de  la  tentación  vuelven 
atrás. 

1 4  Y  la  que  cayó  entre  espi- 
nas ;  estos  son,  los  que  la  oye- 
ron, pero  después  en  lo  sucesivo 
quedan  ahogados  de  ios  afanes, 
y  de  las  riquezas,  y  deleytes  de 
esta  vida,  y  no  llevan  fruto. 

15  Mas  la  que  cayó  en  buena 
tierra ;  estos  son,  los  que  oyendo 
la  palabra  con  corazón  bueno 
y  muy  sano  la  retienen,  y  llevan 
fruto  en  paciencia. 

16  Nadi  í  -aciende  una  antor- 
cha, y  la  cubre  con  alguna  vasi- 
ja, 6  la  pone  debaxo  de  la  cama; 
mas  la  pone^obre  el  candelero, 
para  que  vean  la  luz  los  que 
entran. 

17  Porque  no  hay  cosa  encu- 
bierta, que  no  baya  de  ser  mani- 
festada; ni  escondida,  que  no 
haya  de  ser  descubierta,  y  ha- 
cerse pública. 

18  Ved  pues,  como  ois.  Por- 
que á  aquel  que  tiene,  le  será 
dado ;  y  al  que  no  tiene,  aun 
aquello  mismo,  que  piensa  tener, 
le  será  quitado. 

19  Y  vinieron  á  él  su  madre, 
y  sus  hennanos,  y  no  podían  lle- 
gar á  él  por  la  mucha  gente. 

20  Y  le  dixéron:  Tu  madre 


y  tus  hermanos  están  fuera,  que 
te  quieren  ver. 

21  Mas  él  respondió,  y  lea 
dixo :  Mi  madre,  y  mis  herma- 
nos son  aquellos,  que  oyen  la 
palabra  de  Dios,  y  la  guardan. 

22  Y  aconteció,  que  un  día 
entró  él,  y  sus  discípulos  en  un 
barco,  y  les  dixo  :  Pasemos  á  la 
otra  ribera  del  lago.  Y  se  par- 
tiéron. 

23  Y  miéntras  ellos  navega- 
ban, él  se  durmió,  y  sobrevino 
una  tempestad  viento  en  el 
lagO)  y  se  henchían  de  agua,  y 
peligraban. 

24  Y  llegándose  á  él,  le  des- 
pertáron,  diciendo :  Maestro,  que 
perecemos.  Y  él  levantándose 
increpó  al  viento,  y  á  la  tempes- 
tad del  agua,  y  cesó  ;  y  fué  he- 
cha bonanza. 

25  Y  les  dixo:  ¿Donde  está 
vuestra  fé  ?  Y  ellos  llenos  de  te- 
mor se  maravillaron,  y  decían 
los  unos  á  los  otros :  ¿  Quien 
piensas  es  este,  que  así  manda 
á  los  vientos  y  al  mar,  y  le  obe- 
decen ? 

26  Y  navegaron  á  la  tierra  de 
los  Gerascnos,  que  está  enfrente 
de  la  Galilea. 

27  Y  luego  que  saltó  en  tier- 
ra, fué  á  él  un  hombre,  que 
tenia  demonio  hacia  largo  tiem- 
po, y  no  vestía  ropa  alguna,  ni 
habitaba  en  casa,  sino  en  los 
sepulcros. 

28  Este,  luego  que  vió  á  Je- 
sús, se  postró  delante  de  él,  y 
exclamando  en  alta  voz,  dixo  : 
¿  Que  tienes  que  ver  conmigo, 
Jesús  Hijo  del  Dios  Altísimo? 
Ruégote,  que  no  me  atormentes. 

29  Porq«e  mandaba  al  espí- 
ritu inmundo,  que  saliese  del 
hombre;  porque  mucho  tiempo 
había  que  le  arrebataba;  y  aunque 


CAPITULO  VIII. 


99 


le  tenían  encerrado,  y  atado  con 
cadenas  y  con  grillos,  rompía  las 
prisiones,  y  acosado  del  demonio 
huia  á  los  desiertos. 

30  y  Jesús  le  preguntó,  y  di- 
xo  :  ¿  Que  nombre  tienes  tú  ? 
Y  él  respondió :  Legión ;  porque 
habian  entrado  en  él  muchos  de- 
monios. 

31  Y  le  rogaban,  que  no  les 
mandase  ir  al  abismo. 

32  Andaba  allí  una  grande 
piara  de  cerdos  paciendo  en  el 
monte;  y  le  rogaban,  que  les 
permitiese  entrar  en  ellos.  Y  se 
lo  permitió. 

33  Salieron  pues  los  demonios 
del  hombre,  y  entráron  en  los 
cerdos ;  y  luego  los  cerdos  se 
arrojaron  por  un  despeñadero 
impetuosamente  en  el  lago,  y 
se  ahogglron. 

34  Quando  esto  viéron  los  pas- 
tores, huyéron,  y  lo  dixéron  en 
la  ciudad,  y  por  las  granjas. 

35  Y  salieron  á  ver  lo  que 
Iiabia  sido,  y  vinieron  á  Jesús ; 
y  hallaron  sentado  al  hombre,  de 
quien  habian  salido  los  demonios, 
que  estaba  ya  vestido,  y  en  su 
juicio,  á  los  pies  de  él,"y  tuvieron 
grande  miedo. 

36  Y  les  contaron  los  que  lo 
habian  visto,  como  habia  sido  li- 
brado de  la  legión : 

37  Y  le  rogó  toda  la  gente 
del  territorio  de  los  Gerasenos, 
que  se  retirase  de  ellos ;  porque 
tenían  grande  miedo.  Y  él  su- 
bió en  el  barco,  y  se  volvió. 

38  Y  el  hombre,  de  quien 
habian  salido  los  demonios,  le 
rogaba  por  estar  con  él.  Mas 
Jesús  lo  despidió,  y  dixo  ; 

39  Vuélvete  á  tu  casa,  y 
cuenta  quan  grande  merced  ha 
hecho  Dios  contigo.  Y  fué 
diciendo  por  toda  la  ciudad, 


quanto  bien  le  hahia  hecho 
Jesús. 

40  Y  aconteció,  que  habiendo 
vuelto  Jesús,  le  recibieron  las 
gentes  ;  pues  todos  le  estaban 
esperando. 

41  Y  vino  un  hombre,  llamado 
Jairo,  que  era  Príncipe  de  la 
Sinagoga  ;  y  postrándose  á  los 
píes  de  Jesús,  le  rogaba,  que 
entrase  en  sa  casa, 

42  Porqne  tenía  una  hija  úni- 
ca como  de  doce  años,  y  esta  se 
estaba  muriendo.  Y  mientras 
que  él  iba,  le  apretaban  las 
gentes. 

43  Y  una  muger  padecía  flu- 
xo  de  sangre  doce  años  habia,  y 
habia  gastado  quanto  tenia  en 
médicos,  y  de  ninguno  pudo  ser 
curada : 

44  Se  acercó  á  él  por  las  es- 
paldas, y  tocó  la  orla  de  su  ves- 
tido ;  y  en  el  mismo  punto  cesó 
el  fluxo  de  su  sangre. 

45  Y  díxo  Jesús :  ¿  Quien  me 
ha  tocado?  Y  negándolo  todos, 
díxo  Pedro,  y  los  que  con  él  es- 
taban :  Maestro,  las  gentes  te 
aprietan,  y  oprimen,  y  dices ; 
¿  Quien  me  ha  tocado  ? 

46  Y  díxo  Jesús  :  Alguno  me 
ha  tocado ;  porque  yo  he  cono- 
cido, que  ha  salido  virtud  de  mí. 

47  Quando  la  muger  se  vio 
así  descubierta,  vino  temblando, 
y  se  postró  á  sus  pies  ;  y  decla- 
ró delante  de  todo  el  pueblo  la 
causa,  por  que  le  habia  tocado  ; 
y  como  habia  sido  luego  sanada. 

48  Y  él  le  dixo :  Hija,  tu  fé 
te  ha  sanado  ;  vete  en  paz. 

49  Aun  no  habia  acabado  de 
hablar,  quando  vino  uno  al  Prín- 
cipe de  la  Sinagoga,  y  le  dixo  .- 
Muerta  es  tu  hija,  no  le  molestes. 

50  Mas  Jesús,  quando  esto 
oyó,  dixo  al  padre  de  la  mucha- 


100 


SAN  LUCAS. 


cba :  No  temas,  cree  tan  sola- 
mente, y  será  sana. 

51  Y  quando  Ueg-ó  á  la  casa, 
no  dexó  entrar  consigo  á  ningu- 
no, sino  á  Pedro,  y  á  Santiago, 
y  á  Juan,  y  al  padre,  y  á  la  ma- 
dre de  la  muchacha. 

52  Y  todos  lloraban,  y  la  pla- 
ñían. Y  él  dixo :  No  lloréis,  no 
es  muerta  la  muchacha,  sino  que 
duerme. 

53  Y  se  le  burlaban,  sabien- 
do, que  era  muerta. 

54  Mas  él  la  tomo  por  la  ma- 
no, y  dixo  en  alta  voz  :  Mucha- 
cha, levántate. 

55  Y  volvió  el  espíritu  á  ella, 
y  se  levanto  luego.  Y  mandó, 
que  le  diesen  de  comer. 

56  Y  sus  padres  quedáron  es- 
pantados, y  él  les  mandó,  que  á 
nadie  dixesen  lo  que  había  sido 
hecho. 

CAPITULO  IX. 

1  "^7"  llamando  á  los  doce 
Jl    Apóstoles,  les  dió  vir- 
tud y  potestad  sobre  todos  los 
demonios,  y  que  sanasen  enfer- 
medades. 

2  Y  los  envió  á  predicar  el 
reyno  de  Dios,  y  á  sanar  los  en- 
fermos. 

3  Y  les  dixo :  No  llevéis  na- 
da para  el  camino,  ni  bastón,  ni 
alforja,  ni  pan,  ni  dinero,  ni  ten- 
gáis dos  túnicas. 

4  Y  en  qualquiera  casa  en 
que  entrareis,  allí  permaneced, 
y  no  salgáis  de  allí. 

5  Y  todos  los  que  no  os  reci- 
bieren ;  al  salir  de  aquella  ciu- 
dad, sacudid  aun  el  polvo  de 
vuestros  pies  en  testimonio  con- 
tra ellos. 

6  Y  habiendo  salido,  iban  de 
pueblo  en  pueblo,  predicando  el 


Evangelio,  y  sanando  por  todas 
partes. 

7  Y  llegó  á  noticia  de  He- 
ródes  el  Tetrarca  todo  lo  que 
hacia  Jesús,  y  quedó  con^p  sus- 
penso, porque  decían 

8  Algunos :  Que  Juan  ha  re- 
sucitado de  entre  los  muertos  ; 
y  otros :  Que  Elias  habia  apare- 
cido ;  y  otros :  Que  un  Profeta 
de  los  antiguos  habia  resucitado. 

9  Y  dixo  Heredes :  Yo  de- 
gollé á  Juan  :  ¿  Quién  pues  es 
este,  de  quien  oy^o  tales  cosas 
y  procuraba  verle. 

10  Y  vueltos  los  Apóstoles,  le 
contáron  quanto  habían  hecho  ; 
y  tomándolos  consigo  aparte,  se 
fué  á  un  lugar  desierto,  que  es 
del  territorio  de  Betsaida.'- 

1 1  Y  quando  las  gentes  lo  su- 
piéron,  le  siguiéron  ;  y  Jesús  los 
recibió,  y  les  hablaba  del  reyno 
de  Dios,  y  sanaba  á  los  que  lo 
habían  menester. 

12  Y  el  día  habia  comenzado 
ya  á  declinar :  Quando  llegán- 
dose á  él  los  doce,  le  dixéron  : 
Despide  á  estas  gentes,  para  que 
vayan  á  las  aldeas,  y  granjas  de 
la  comarca,  se  alverguen,  j  ha- 
llen que  comer  ;  porque  aquí  es- 
tamos en  un  lugar  desierto. 

13  Y  les  dixo:  Dadles  voso- 
tros de  comer.  Y  dixéron  ellos : 
No  tenemos  mas  de  cinco  panes 
y  dos  peces ;  á  no  ser  que  vamos 
nosotros  á  comprar  viandas  para 
toda  esta  gente. 

14  Porque  eran  como  unos 
cinco  mil  hombres.  Y  él  dixo 
á  sus  discípulos :  Hacedlos  sen- 
tar en  ranchos  de  cincuenta  en 
cincuenta. 

15  Y  así  lo  executáron.  Y 
los  hiciéron  sentar  á  todos. 

16  Y  tomando  los  cinco  panes, 
y  los  dos  peces,  alzó  los  ojos  al 


CAPITULO  IX. 


101 


Cielo,  los  bendixo,  y  partió ;  y 
dio  á  sus  discípulos,  para  que  los 
pusiesen  delante  de  las  gentes. 

17  Y  comieron  todos,  y  se  sa- 
ciaron. Y  alzaron  lo  que  les 
sobró,  doce  cestos  de  pedazos. 

18  Y  aconteció,  que  estando 
solo  orando,  se  hallaban  con  él 
sus  discípulos ;  y  Ies  preguntó,  y 
dixo  :  ¿  Quien  dicen  las  gentes, 
que  soy  yo  ? 

19  Y  ellos  respondieron,  y 
dixéron :  Juan  el  Bautista,  y 
otros  Elias,  y  otros,  que  resucitó 
alguno  de  los  antiguos  Profetas. 

20  Y  les  dixo :  ¿  Y  vosotros 
quien  decis,  que  soy  yo?  Res- 
pondiendo Simón  Pedro,  dixo: 
El  Cristo  de  Dios. 

21  El  entónces  les  amenazó, 
y  mandó,  que  no  lo  dixesen  á 
nadie, 

22  Diciéndoles:  Es  necesario, 
que  el  Hijo  del  hombre  padezca 
muchas  cosas,  y  que  sea  dese- 
chado de  los  Ancianos,  y  de  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes,  y 
de  los  Escribas  ;  y  qué  sea  en- 
tregado á  la  muerte,  y  que  resu- 
cite al  tercero  dia. 

23  Y  decia  á  todos :  Quien  en 
pos  de  raí  quiere  venir,  niéguese 
á  sí  mismo,  y  tome  su  cruz  cada 
dia,  y  sígame. 

24  Porque  el  que  quisiere  sal- 
var su  alma,  la  perderá  ;  y  quien 
perdiere  su  alma  por  amor  de 
mí,  la  salvará. 

25  ¿  Porque  qué  aprovecha  un 
hombre,  si  grangeáre  todo  el 
mundo,  y  se  pierde  él  á  sí  mis- 
mo, y  se  daña  á  sí  mismo  ? 

26  Porque  el  que  se  afrentare 
de  mí,  y  de  mis  palabras,  se  a- 
frentará  de  él  el  Hijo  del  hom- 
bre, quando  viniere  con  su  ma- 
gestad,  y  con  la  del  Padre,  y  de 
los  santos  Angeles. 


27  Mas  dígoos  en  verdad: 
Que  algunos  hay  aquí,  que  no 
gustarán  la  muerte,  hasta  que 
vean  el  reyno  de  Dios. 

28  Y  aconteció  como  ocho  di- 
as  después  de  estas  palabras,  que 
tomó  consigo  á  Pedro,  y  á  San- 
tiago, y  á  Juan,  y  subió  á  un. 
monte  á  orar. 

29  Y  entretanto  que  hacia 
oración,  la  figura  de  su  rostro  se 
hizo  otra ;  y  sus  vestidos  se  tor- 
naron blancos,  y  resplandecien- 
tes. 

30  Y  he  aquí  que  hablaban 
con  él  dos  varones.  Y  estos 
eran  IMoisés,  y  Elias, 

31  Que  apareciéron  en  ma- 
gestad ;  y  hablaban  de  su  salida, 
que  habia  de  cumplir  en  Jeru- 
salém. 

32  Mas  Pedro,  y  los  que  con 
él  estaban,  se  hallaban  cargados 
de  sueño;  y  dispertando  viéron 
la  gloria  de  Jesús,  y  á  los  dos 
varones,  que  con  él  estaban. 

33  Y  quando  se  apartaron  de 
él,  dixo  Pedro  á  Jesús :  Maestro, 
bueno  es  que  nos  estemos  aquí ; 
y  hagamos  tres  tiendas,  una  para 
tí,  y  otra  para  Moisés,  y  otra 
para  Elias ;  no  sabiendo,  lo  que 
se  decia. 

34  Y  quando  él  estaba  dicien- 
do esto,  vino  una  nube,  y  los 
cubrió;  y  tuviéron  miedo,  en- 
trando ellos  en  la  nube. 

35  Y  vino  una  voz  de  la  nube, 
diciendo :  Este  es  mi  Hijo  el 
amado,  á  él  oid. 

36  Y  al  salir  esta  voz,  hallá- 
i  ron  solo  á  Jesús,  y  ellos  callaron, 
ly  á  nadie  dixéron  en  aquellos 
dias  cosa  alguna,  de  las  que  ha- 
bían visto. 

37  Y  otro  dia  baxando  ellos 
del  monte,  les  vino  al  encuentro 
una  grande  tropa  de  gente. 


102 


SAN  LUCAS. 


38  Y  he  aquí  un  hombre  de  la 
turba  clamó,  diciendo  :  Maestro, 
le  ruego,  que  atiendas  á  mi  hijo, 
porque  yo  no  teng-o  otro  : 

39  Y  he  aquí  que  un  espíritu 
le  toma,  y  súbitamente  da  voces; 
y  le  tira  por  tierra,  y  le  que- 
branta haciéndole  echar  éspu- 
ma,  y  apenas  se  aparta  de  él, 
despedazándole : 

40  Y  rogué  á  tus  discípulos, 
-que  le  echasen  fuera,  y  no  pu- 
dieron. 

41  Y  respondiendo  Jesús,  di- 
xo  :  ¡O  generación  infiel  y  per- 
versa !  ¿  hasta  quando  estare  con 
vosotros,  y  os  sufriré  ?  Trae  acá 
tu  hijo. 

42  Y  quando  se  acercaba,  le 
tiro  el  demonio  en  tierra,  y  le 
maltrató. 

43  Mas  Jesús  increpó  al  es- 
píritu inmundo,  y  sanó  al  mucha- 
cho, y  se  le  volvió  á  su  padre. 

44  Y  se  pasmaban  todos  del 
gran  poder  de  Dios ;  y  maravi- 
llándose todos  de  todas  las  cosas 
que  hacia,  dixo  á  sus  discípulos  ; 
Poned  en  vuestros  coi-azones  es- 
tas palabras :  El  Hijo  del  hom- 
bre ha  de  ser  entregado  en  ma- 
nos de  hombres. 

45  Mas  ellos  no  entendían  es- 
la  palabra,  y  les  era  tan  obscura, 
que  no  la  comprehendian ;  y  te- 
mían de  preguntarle  acerca  de 
ella. 

46  Y  les  vino  también  el  pen- 
samiento, quién  de  ellos  seria  el 
mayor. 

47  Mas  Jesús,  viendo  lo  que 
pensaban  en  su  corazón,  tomó 
un  niño,  y  lo  puso  junto  á  sí, 

48  Y  les  dixo:  El  que  reci- 
biere á  este  niño  en  mi  nombre, 
á  mí  recibe ;  y  qualquiera  que  á 
mí  recibiere,  recibe  á  aquel,  que 
me  envió :  Porq.ue  el  que  es  me- 


nor entre  todos  vosotros,  este  es 
el  mayor. 

49  Entonces  Juan,  tomando 
la  palabra,  dixo :  Maestro,  he- 
mos visto  á  uno,  que  lanzaba  los 
demonios  en  tu  nombre,  y  se  lo 
vedamos ;  porque  no  te  sigue 
con  nosotros. 

50  Y  Jesús  le  dixo  :  No  se  lo 
vedéis ;  porque  el  que  no  es  con- 
tra vosotros,  por  vosotros  es. 

51  Y  como  se  acercase  el 
tiempo  de  su  Asunción,  hizo 
firme  semblante  de  ir  á  Jeru- 
salém. 

52  Y  envió  delante  de  sí  men- 
sageros :  ellos  fuéron,  y  entráron 
en  una  ciudad  de  los  Samarita- 
nos,  para  prevenirle  posada. 

53  Y  no  le  recibieron,  por 
quanto  hacia  semblante  de  ir  á 
Jerusalém. 

54  Y  quando  lo  vieron  San- 
tiago, y  Juan  sus  discípulos, 
dixéron :  ¿  Señor,  quieres  que 
digamos,  que  descienda  fuego 
del  Cielo,  y  los  acabe  ? 

55  Mas  él,  volviéndose  acia 
ellos,  los  riñó,  diciendo :  No  sa- 
béis, de  que  espíritu  sois. 

56  El  Hijo  del  hombre  no  ha 
venido  á  perder  las  almas,  sino  á 
salvarlas.  Y  se  fuéron  á  otra 
aldea. 

57  Y  aconteció,  que  yendo 
ellos  por  el  camino,  dixo  uno  á 
Jesús  :  Yo  te  seguiré  á  donde 
quiera  que  fueres. 

58  Jesús  le  dixo:  Las  raposas 
tienen  cuevas,  y  las  aves  del 
Cielo  nidos ;  mas  el  Hijo  del 
hombre  no  tiene  donde  recline 
la  cabeza. 

59  Y  á  otro  dixo :  Sigúeme. 
Y  él  respqndió  :  Señor,  déxame 
ir  antes  á  enterrar  á  mi  padre. 

60  Y  Jesús  le  dixo:  Dexa 
que  los  muertos  entierren  á  sus 


CAPITULO  X. 


103 


muertos ;  mas  tú  ve,  y  anuncia 
el  reyno  de  Dios. 

61  Y  otro  le  dixo:  Te  se- 
guiré, Señor;  mas  primeramente 
déxame  ir  á  dar  disposición  de 
lo  que  tengo  en  mi  casa. 

62  Jesús  le  dixo:  Ninguno, 
que  pone  su  mano  en  el  arado, 
y  mira  atrás,  es  apto  para  el 
reyno  de  Dios. 

CAPITULO  X. 

1  1LT  después  de  esto  señaló 

Jl  el  Señor  también  otros 
setenta  y  dos ;  y  los  envió  de 
dos  en  dos  delante  de  si  á  cada 
ciudad  y  lugar,  á  donde  él  había 
de  venir. 

2  Y  les  decía :  La  míés  cier- 
tamente es  mucha,  mas  los  tra- 
bajadores pocos.  Rogad  pues  al 
Señor  de  la  míes,  que  envíe  tra- 
bajadores á  su  mies. 

3  Id :  He  aquí  que  yo  os  en- 
vío, como  corderos  en  medio  de 
lobos. 

4  No  llevéis  bolsa,  ui  alforja, 
ni  calzado,  ni  saludéis  á  ninguno 
por  el  camino. 

5  En  qualquíera  casa  que  en- 
trareis, primeramente  decid : 
Paz  sea  á  esta  casa : 

6  Y  si  hubiere  allí  hijo  de 
paz,  reposará  sobre  él  vuestra 
paz ;  y  si  no,  se  volverá  á  vo- 
sotros. 

7  Y  permaneced  en  la  misma 
casa,  comiendo  y  bebiendo  lo 
que  ellos  tengan;  porque  el  tra- 
bajador digno  es  de  su  salario. 
No  paséis  de  casa  en  casa. 

8  Y  en  qualquíera  ciudad  en 
que  entrareis,  y  os  recibieren, 
comed  lo  que  os  pusieren  de- 
lante : 

9  Y  curad  á  los  enfermos,  que 
en  ella  hubiere,  y  decidles :  Se 


ha  acercado  á  vosotros  el  reyno 
de  Dios. 

10  Mas  si  en  la  ciudad  en  que 
entrareis,  no  os  recibieren,  sa- 
liendo por  sus  plazas,  decid  : 

1 1  Aun  el  polvo,  que  se  nos 
ha  pegado  de  vuestra  ciudad, 
sacudimos  contra  vosotros :  Sa- 
bed no  obstante,  que  se  ha  acer- 
cado el  reyno  de  Dios. 

12  Os  digo,  que  en  aquel  día 
habrá  menos  rigor  para  Sodoma, 
que  para  aquella  ciudad. 

13  ¡  Ay  de  tí,  Corozain  !  ¡  ay 
de  ti  Betsaída!  que  sí  en  Tiro, 
y  en  Sídón  se  hubieran  hecho 
los  milagros,  que  se  han  hecho 
en  vosotras,  tiempo  ha  que  sen- 
tados en  cilicio  y  en  ceniza,  hu- 
bieran hecho  penitencia. 

14  En  verdad  para  Tiro,  y 
Sídón  habrá  en  el  juicio  ménos 
rigor,  que  para  vosotras. 

15  Y  tú  Cafarnaum,  ensalza- 
da hasta  el  Cielo,  hasta  el  mfier- 
no  serás  sumergida. 

16  Quien  á  vosotros  oye,  á 
mí  me  oye ;  y  quien  á  vosotros 
desprecia,  á  mí  me  desprecia. 
Y  el  que  á  mí  me  desprecia; 
desprecia  á  aquel,  que  me  envió- 

17  Y  volvieron  los  setenta  y 
dos  con  gozo,  diciendo:  Señor, 
aun  los  demonios  se  nos  sujetan 
en  tu  nombre. 

18  Y  les  dixo:  Veía  á  Sata- 
nás como  un  relámpago,  que 
caía  del  Cíelo. 

19  Veis,  que  os  he  dado  po- 
testad de  pisar  sobre  serpientes, 
y  escorpiones,  y  sobre  todo  el 
poder  del  enemigo;  y  nada  os 
dañará. 

20  Mas  en  esto  no  os  gocéis, 
porque  los  espíritus  os  están 
sujetos ;  ántes  gózaos,  de  que 
vuestros  nombres  están  escritos 
en  los  Cíelos. 


104 


SAN  LUCAS. 


21  En  aquella  misma  hora  se 
rcg"Ocijó  en  el  Espíritu  Santo,  y 
dixo  :  Doy  á  tí  loor,  Padre,  Se- 
ñor del  Cielo  y  de  la  tierra,  por- 
que escondiste  estas  cosas  á  los 
sabios  y  entendidos,  y  las  has 
revelado  á  los  pequeñitos.  Así 
es.  Padre;  porque  así  ha  sido 
de  tu  ag-rado. 

22  Todas  las  cosas  me  son  en- 
tregadas de  mi  Padre.  Y  nadie 
sabe,  quien  es  el  Hijo,  sino  el 
Padre,  ni  quien  es  el  Padre,  sino 
el  Hijo,  y  aquel,  á  quien  lo  qui- 
siere revelar  el  Hijo. 

23  Y  volviéndose  acia  sus  dis- 
cípulos, dixo :  Bienaventurados 
ios  ojos,  que  ven  lo  que  vosotros 
veis. 

24  Porque  os  digo,  q,ue  mu- 
chos Profetas,  y  Reyes  quisieron 
ver  lo  que  vosotros  veis,  y  no  lo 
vieron  ;  y  oir  lo  que  oís,  y  no  lo 
oyeron : 

25  Y  se  levantó  un  Doctor  de 
la  Ley,  y  le  dixo  por  tentarle : 
;  Maestro,  que  haré  para  poseer 
ia  vida  eterna  ? 

26  Y  él  le  dixo  :  ¿  En  h  l^j 

""ZZ  ll«y  crícnTo  ¿'  como  lees  ? 
'  27  El  respondiendo  dixo : 
Amarás  al  Señor  tu  Dios  de  todo 
tu  corazón,  y  de  toda  tu  alma,  y 
de  todas  tus  fuerzas,  y  de  todo 
tu  entendimiento  ;  y  á  tu  próxi- 
mo como  á  tí  mismo. 

28  Y  le  dixo :  Bien  has  res- 
pondido :  Haz  eso,  y  vivirás. 

29  Mas  él  queriéndose  justi- 
ficar á  sí  mismo,  dixo  á  Jesús  : 
¿  Y  quién  es  mi  próximo  ? 

30  Y  Jesús,  tomando  la  pala- 
bra, dixo:  Un  hombre  baxaba 
de  Jerusalém  á  Jcricó,  y  dió 
en  mano?  de  unos  ladrones,  los 
quales  le  despojaron ;  y  después 
de  haberle  herido,  le  dexáron 
medio  muerto,  y  se  fueron. 


31  Aconteció  pües,  que  pasa- 
ba por  el  mismo  camino  un  Sa- 
cerdote ;  y  quando  le  vio,  paso 
de  largo. 

32  Y  asimismo  un  Levita, 
llegando  cerca  de  aquel  lugar, 
y  viéndole,  pasó  también  de 
largo. 

33  Mas  un  Sa^aritano,  que 
iba  su  camino,  se  llegó  cerca  de 
él ;  y  quando  le  vió,  se  movió  á 
compasión. 

34  Y  acercándose,  le  vendó 
las  heridas,  echando  en  ellas 
aceyte  y  vino ;  y  poniéndole  so- 
bre su  bestia,  le  Uevó  á  una 
venta,  y  tuvo  cuidado  de  él. 

35  Y  otro  dia  sacó  dos  dena- 
rios,  y  los  dió  al  Mesonero,  y  le 
dixo:  Cuídamele  ;  y  quanto  gas- 
tares de  mas,  yo  te  lo  daré  quan- 
do vuelva. 

36  ¿  Quál  de  estos  tres  te  pa- 
rece que  fué  el  próximo  de 
aquel,  que  dió  en  manos  de  los 
ladrones  ? 

37  Aquel,  respondió  el  Doc- 
tor, cus  'jSG  con  él  de  misericor- 
dia. Pues  ve,  le  dixo  entonces 
Jesús,  y  haz  tú  lo  mismo. 

38  Y  aconteció,  que  como 
fuesen  de  camino,  entró  Jesús 
en  una  aldea;  y  una  muger,  que 
se  llamaba  Marta,  lo  recibió 
en  su  casa, 

39  Y  esta  tenia  una  hermana, 
llamada  Maria,  la  qual  también 
sentada  á  los  pies  del  Señor,  oía 
su  palabra. 

40  Pero  Marta  estaba  afa- 
nada de  continuo  en  las  hacien- 
das de  la  casa ;  la  qual  se  pre- 
sentó, y  dixo  :  ¿  Señor,  no  ves, 
como  mi  hermana  me  ha  dexado 
sola  para  servir  ?  dile  pues,  que 
me  avude. 

41'  Y  el  Señor  le  respondió,  y 
dixo :  Marta,  INIarta,  muy  cuí- 


C.4PITULO  XI. 


105 


dadosa  estas,  y  en  muchas  cosas 
te  fatigas. 

42  En  verdad  una  sola  es  ne- 
cesaria. María  ha  escogido  la 
mejor  parte,  que  no  le  será  qui- 
tada. 

CAPITULO  XI. 

1  "WT  aconteció,  que  estan- 
Jl    do  orando  en  cierto 

lugar,  quando  acabo,  le  dixo 
uno  de  sus  discípulos :  Señor, 
enséñanos  á  orar,  como  también 
Juan  enseñó  i  sus  discípulos. 

2  Y  les  dixo :  Quando  ora- 
reis, decid :  Padre,  santificado 
sea  el  tu  nombre.  Venga  el  tu 
rejno. 

3  Danos  hoy  el  pan  nuestro 
de  cada  dia. 

4  Y  perdónanos  nuestros  pe- 
cados, así  como  nosotros  perdo- 
namos á  todo  el  que  nos  debe. 
Y  no  nos  dexes  caer  en  la  ten- 
tación. 

3  Les  dixo  también:  Quién 
de  vosotros  tendrá  un  amigo,  é 
irá  á  él  á  media  noche,  y  le  dirá : 
Amigo,  préstame  tres  panes, 

6  Porque  acaba  de  llegar  de 
viage  un  amigo  mió,  y  no  tengo 
que  ponerle  delante ; 

7  Y  el  otro  respondiese  de 
dentro,  diciendo:  No  me  seas 
molesto,  ya  está  cerrada  la  puer- 
ta, y  mis  criados  están  también 
como  yo  en  la  cama,  no  me  pue- 
do levantar  á  dártelos. 

8  Y  si  el  oiro  perseveráre  lla- 
mando á  la  puerta,  os  digo,  que 
ya  que  no  se  levantase  á  dárselos 
por  ser  su  amigo,  cierto  por  su 
importunidad  se  icvantana,  y  le 
daría  quantos  panes  hubiese  me- 
nester. 

9  Y  yo  digo  á  vosotros :  Pedid, 
y  se  os  dará ;  buscad,  y  halla- 
réis ;  llamad,  y  se  o-i  abrirá. 


10  Porque  todo  aquel  que 
pide,  recibe  ;  y  el  que  busca, 
halla;  y  al  que  llama,  se  le 
abrirá. 

11  ¿Y  si  alguno  de  vosotros 
pidiere  pan  á  su  padre,  le  dará 
él  una  piedra  ?  ¿  O  si  un  pez ; 
por  ventura  le  dará  una  ser- 
piente en  lugar  del  pez  ? 

12  ¿  O  si  le  pidiere  un  huevo, 
por  ventura  le  alargará  un  es- 
corpión ? 

13  Pues  si  vosotros,  siendo 
malos,  sabéis  dar  buenas  dádivas 
á  vuestros  hijos,  ¿  quánto  mas 
vuestro  Padre  celestial  dará  es- 
píritu bueno  á  los  que  se  lo  pi- 
dieren ? 

14  Y  estaba  Jesús  lanzando 
un  demonio  ;  y  este  era  mudo  ; 
y  quando  hubo  lanzado  al  demo- 
nio, habló  el  mudo,  y  se  mara- 
villáron  las  gentes. 

15  Mas  algunos  de  ellos  dixé- 
ron :  En  virtud  de  Beelzebub 
príncipe  de  los  demonios,  lanza 
los  demonios. 

16  Y  otros  por  pi-obarle,  le 
pedían  señal  del  cielo. 

17  El,  quando  vió  los  pensa- 
mientos de  ellos,  les  dixo :  Todo 
reyno  dividido  contra  sí  mismo, 
será  asolado;  y  caerá  casa  sobre 
casa. 

18  Pues  si  Satanás  está  tam- 
bién dividido  contra  sí  mismo, 
¿  como  estará  en  pie  su  reyno  ? 
porque  decís,  que  yo  lanzo  los  de- 
monios por  virtud  de  Beelzebub. 

19  Pues  si  yo  por  virtud  de 
Beelzebub  lanzo  los  demonios, 
¿  \Tiestros  liijos  por  quien  los  lan- 
zan ?  r  or  esto  serán  ellos  jueces 
de  vosotros. 

20  Mao  sí  en  el  dedo  de  Dios 
lanzo  los  demonios,  ciertamente 
el  reyao  de  Dios  ha  llegado  á 
vosotros. 

6* 


SAN  LUCAS. 


21  Quiando  el  fuerte  armado 
^arda  su  atrio,  en  paz  están 
todas  las  cosas,  que  posee. 

22  Mas  si  sobreviniendo  otro 
mas  fuerte  que  él,  le  venciere, 
le  quitará  todas  sus  armas,  en 
que  fiaba,  y  repartirá  sus  des- 
pojos. 

23  El  qua  no  es  conmig-o,  con- 
tra mí  es ;  y  el  que  no  coge  con- 
migo, esparce. 

24  Quando  el  espíritu  inmun- 
do ha  salido  de  un  hombre,  anda 
por  lugares  secos  buscando  re- 
poso ;  y  quando  no  lo  halla, 
dice  :  Me  volveré  á  mi  casa,  de 
donde  salí. 

25  Y  quando  vuelve,  la  halla 
barrida,  y  alhajada. 

26  Entonces  va,  y  toma  con- 
sigo otros  siete  espíritus,  peores 
que  él,  y  entran  dentro,  y  moran 
allí.  Y  lo  postrero  de  aquel 
hombre  es  peor  que  lo  primero. 

27  Y  aconteció,  que  diciendo 
él  esto,  una  muger  de  en  medio 
del  pueblo  levantó  la  voz,  y  le 
dixo:  Bienaventurado  el  vientre 
que  te  trao,  y  los  pechos,  que 
mamaste. 

28  Y  él  dixo:  Antes  bien- 
aventurados los  que  oyen  la  pa- 
labra de  Dios,  y  la  guardan. 

29  Y  como  las  gentes  acudie- 
sen de  todas  partes,  comenzó  á 
decir:  Esta  generación,  gene- 
ración malvada  es ;  señal  pide,  y 
señal  no  le  será  dada,  siiio  la  se- 
ñal del  Profeta  Jonás. 

30  Porque  así  como  Jonás 
fué  señal  á  los  de  Nínive,  así 
también  el  Hijo  del  hombre  lo 
será  á  esta  generación. 

31  La  Rey  na  do  Mediodía  se 
levantará  en  juicio  contra  los 
hombres  de  esta  generación,  y 
los  condenará ;  porque  vino  de 
los  fines  d3  la  tivírra  á  oir  la  sa- 


biduría de  Salomón ;  y  lie  aquí 
mas  que  Salomón  en  este  lugar. 

32  Los  hombres  de  Nínive  se 
levantarán  en  juicio  contra  esta 
generación,  y  la  condenarán; 
porque  hiciéron  penitencia  á  la 
predicación  de  Jonás ;  y  he  aquí 
mais  que  Jonás  en  este  lugar. 

33  Ninguno  enciende  una  an- 
torcha, y  la  pone  en  un  lugar 
escondido,  ni  debaxo  de  un  cele- 
mín ;  sino  sobre  un  candelero, 
para  que  los  que  entran  vean  la 
luz. 

34  La  antorcha  de  tu  cuerpo 
es  tu  ojo.  Si  tu  ojo  fuere  sen- 
cillo, todo  tu  cuerpo  será  res^ 
plandeciente ;  mas  si  fuere  malo, 
también  ta  cuerpo  será  tene- 
broso. 

35  Mira  pues,  que  la  lumbre 
que  hay  en  tí,  no  sean  tinieblas. 

36  Y  así  si  todo  tu  cuerpo 
fuere  resplandeciente,  sin  tener 
parte  alguna  de  tinieblas,  todo 
él  será  luminoso,  y  te  alumbrará 
como  una  antorcha  de  resplan- 
dor. 

37  Y  quando  estaba  hablando, 
le  rog^  un  Fariséo,  que  fuese  á 
comer  con  él.  Y  habiendo  en- 
trado, se  sentó  á  la  mesa. 

38  Y  el  Fariséo  comenzó  á 
pensar,  y  decir  dentro  de  sí,  por 
qué  no  se  habria  lavado  antes 
de  comer. 

39  Y  el  Señor  le  dixo .  Ahora 
vosotros  los  Fariséos  limpiáis  lo 
defuera  del  vaso,  y  del  plato ; 
mas  vuestro  interior  está  lleno 
de  rapiña,  y  de  maldad. 

40  Necios,  ¿  el  que  hizo  lo 
que  está  de  fuera,  no  hizo  tam- 
bién lo  que  está  de  dentro  ? 

41  Esto  no  obstante,  lo  que 
resta,  dad  limosna ;  y  todas  las 
cosas  os  son  limpias. 

4-2  ¡  Mas  ay  de  vosotros,  Fa. 


CAPITULO  XII. 


ri&éos,  que  diezmáis  la  yerba 
buena,  y  la  ruda,  y  toda  hortali- 
za, y  traspasáis  la  justicia,  y  el 
amor  de  Dios  !  Pues  era  nece- 
sario hacer  estas  cosas,  y  no 
dexar  aquellas. 

43  ¡  Ay  de  vosotros,  Fariseos ; 
que  amáis  los  primeros  asientos 
en  las  Sinag-ogas,  y  ser  saluda- 
dos en  las  plazas ! 

44  ¡  Ay  de  vosotros,  que  sois 
como  los  sepulcros,  que  no  pa- 
recen, y  no  lo  saben  los  hom- 
bres, que  andan  por  encima  ! 

45  Y  respondiendo  uno  de  los 
Doctores  de  la  Ley,  le  dixo: 
JMaestro,  diciendo  estas  cosas, 
nos  afrentas  también  á  nosotros. 

46  Y  61  dixo  :  ¡  Y  ay  de  vo- 
sotros. Doctores  de  la  Ley ;  que 
cargáis  los  hombres  de  cargas, 
que  no  pueden  llevar,  y  vosotros 
ni  aun  con  uno  de  vuestros  de- 
dos tocáis  las  cargas  ! 

47  ¡  Ay  de  vosotros,  que  edi- 
ficáis ios  sepulcros  de  los  Profe- 
tas ;  y  vuestros  padres  los  ma- 
taron ! 

48  Verdaderamente  dais  á  en- 
tender, que  consentís  en  las  o- 
bras  de  vuestros  padres ;  porque 
ellos  en  verdad  los  mataron,  mas 
vosotros  edificáis  sus  sepulcros. 

49  Por  eso  dixo  también  la 
sabiduría  de  Dios  :  Les  enviaré 
Profetas  y  Apóstoles,  y  de  ellos 
matarán,  y  perseguirán : 

50  Para  que  sea  pedida  á  está 
generación  la  sangre  de  todos 
los  Profetas,  que  fué  derramada 
desde  el  principio  del  mundo, 

51  Desde  la  sangre  de  Abel 
hasta  la  sangre  de  Zacarías, 
que  pereció,  entre  el  altar,  y  el 
templo.  Así  os  digo,  que  pedi- 
da será  á  esta  generación. 

52  ¡  Ay  de  vosotros,  Doctores 
¿e  la  Ley,  que  os  alzasteis  con 


la  llave  de  la  ciencia !  vosotros 
no  entrasteis,  y  habéis  prohibido 
á  los  que  entraban. 

53  Y  diciéndoles  estas  cosas, 
los  Fariseos,  y  los  Doctores  de 
la  Ley  comenzaron  á  instar  por- 
fiadamente, y  á  importunarle  con 
muchas  pregimtas, 

54  Armándole  lazos,  y  pro- 
curando cazar  de  su  boca  alguna 
cosa  para  poderle  acusar. 

CAPITULO  XII. 

1  "WT  como  se  hubiesen  jun- 

Jl  tado  al  rededor  de  Je- 
sús machas  gentes,  de  modo  que 
unos  á  otros  se  atropellaban,  co- 
menzó á  decir  á  sus  discípulos  : 
Guardaos  de  la  levadura  de  los 
Fariseos,  que  es  hipocresía. 

2  No  hay  cosa  encubierta*, 
que  no  se  haya  de  descubrir ; 
ni  cosa  escondida,  que  no  se  haya 
de  saber. 

3  Porque  las  cosas,  que  dixís- 
teis  en  las  tinieblas,  á  la  luz  se- 
rán dichas ;  y  lo  que  hablasteis 
á  la  oreja  en  los  aposentos,  será 
pregonado  sobre  los  texados.  . 

4  A  vosotros  pues  amigos  mios 
os  digo  :  Que  no  os  espantéis  de 
aquellos,  que  matan  el  cuerpo, 
y  después  de  esto  no  tienen  mas 
que  hacer. 

5  Mas  yo  os  mostraré  á  quién 
habéis  de  temer ;  temed  á  a^uel, 
que  después  de  haber  quitado  la 
vida,  tiene  poder  de  arrojar  al  in  - 
fierno,  así  os  digo,  á  este  temed . 

6  ¿  No  se  venden  cinco  paxa- 
rillos  por  dos  quartos,  y  ni  uno 
de  ellos  está  en  olvido  delante 
de  Dios  ? 

7  Y  aun  los  cabellos  de  vues- 
tra cabeza  todos  están  contados. 
Pues  no  temáis  ;  porque  de  mas 
estima  sois  vosotros,  que  mi:chos 
paxarillos. 


SAN  LUCAS. 


8  Y  también  os  digo:  Que 
todo  aquel,  que  me  confesáre 
delante  de  los  hombres,  el  Hijo 
del  hombre  lo  confesará  también 
á  él  delante  de  los  Angeles  de 
Dios : 

9  Mas  el  que  me  negare  de- 
lante de  los  hombres,  negado 
sera  delante  de  los  Angeles  de 
Dios. 

1 0  Y  todo  el  que  profiere  una 
palabra  contra  el  Hijo  del  hom- 
bre, perdonado  le  será;  mas  á 
aquel,  que  blasfemáre  contra  el 
Espíritu  Santo,  no  le  será  per- 
donado. 

1 1  Y  quando  os  llevaren  á  las 
Sinagogas,  y  á  los  IMagistrados, 
y  á  las  Potestades,  no  andéis 
cuidadosos,  como,  ó  qué  habéis 
de  responder,  ó  decir. 

12  Porque  el  Espíritu  Santo 
os  mostrará  en  aquella  hora  lo 
que  convendrá  decir. 

13  Y  imo  del  pueblo  le  dixo : 
Maestro,  di  á  mi  hermano,  que 
parta  conmigo  la  herencia. 

14  Mas  él  le  respondió  : 
¿•Hombre,  quien  rae  ha  puesto 
por  juez,  ó  repartidor  entre  vo- 
sotros ? 

15  Y  les  dixo :  Mirad,  y  guar- 
daos de  toda  avaricia;  porque 
la  vida  de  cada  uno  no  está  en 
la  abundancia  de  las  cosas,  que 
posee. 

16  Y  les  contó  una  parábola, 
diciendo  :  El  campo  de  un  hom- 
bre rico  habla  llevado  abundan- 
tes frutos  : 

17  Y  él  pensaba  entre  sí  mis- 
mo, y  decia :  ¿Que  haré,  porque 
no  tengo  en  donde  encerrar  mis 
frutos  ? 

18  Y  dixo:  Esto  haré:  Der- 
ribaré mis  graneros,  y  los  haré 
mayores;  y  allí  recogeré  todos 
rais  frutos,  y  mis  bienes  : 


19  Y  diré  á  mi  alma :  Ahna, 
muchos  bienes  tienes  allegados 
para  muchísimos  años:  descansa, 
come,  bebe,  ten  banquete?. 

20  Mas  Dios  lOvdixo  :  INecio, 
esta  noche  te  vuelven  á  pedir  el 
alma :  ¿  lo  que  has  allegado,  pa- 
ra quien  será  ? 

21  Así  es  el  que  atesora  para 
sí,  y  no  es  rico  en  Dios. 

22  Y  dixo  á  sus  discípulos  : 
Por  tanto  os  digo :  JSo  andéis 
solícitos  para  vuestra  alma,  que 
comeréis,  ni  para  el  cuerpo,  que 
vestiréis. 

23  Mas  es  el  alma,  que  la  co- 
mida, y  el  cuerpo  mas  que  el 
vestido. 

24  Mirad  los  cuervos,  que  no 
siembran,  ni  siegan,  ni  tienen 
despensa,  ni  granero,  y  Dios  los 
alimenta.  ¿  Pues  quanto  mas 
valéis  vosotros,  que  ellos  ? 

25  ¿Y  quien  de  vosotros,  por 
mucho  que  lo  piense,  puede  aña- 
dir á  su  estatura  un  codo  ? 

26  Pues  si  lo  que  es  ménos  no 
podéis  :  ¿  por  que  andáis  afana- 
dos por  las  otras  cosas  ? 

27  Mirad  los  lirios  come  cre- 
cen ;  que  ni  trabajan,  ni  hilan ; 
pues  os  digo,  que  ni  Salomón  en 
toda  su  gloria  se  vistió  como  uao 
de  estos. 

28  Pues  si  á  la  yerba,  que  hoy 
está  en  el  campo,  y  raaña&a  se 
hecha  en  el  homo,  Dios  viste 
así ;  ¿  quanto  mas  á  vosotros  de 
poquísima  fé  ? 

29  No  andéis  pues  afanados 
por  lo  que  habéis  de  comer,  ó 
beber  ;  y  no  andéis^  elevados : 

30  Porque  todas  estas  son  co- 
sas, por  las  que  andan  afanadas 
las  gentes  del  mundo.  Y  vues- 
tro Padre  sabe,  que  de  estas  te- 
néis necesidad. 

31  Por  tanto,  buscad  prime- 


CAPITULO  XIT. 


109 


i-amente  el  re5nio  de  Dios,  y  su 
justicia ;  y  todas  estas  cosas  os 
serán  añadidas. 

32  No  temáis,  pequeña  g^rey  ; 
porque  á  vuestro  Padre  pI«g"o 
daros  el  reyno. 

33  Vended  lo  que  poseéis,  y 
dad  limosna.  Haceos  bolsas,  que 
no  se  envejecen,  tesoro  en  los 
Cielos,  que  jamas  falta ;  á,  donde 
el  ladrón  no  llega,  ni  roe  la 
polilla. 

34  Porque  donde  está  vuestro 
tesoro,  allí  también  estará  vues- 
tro corazón. 

35  Tened  ceñidos  vuestros  lo- 
mos, y  antorchas  encendidas 
en  vuestras  manos  : 

36  Y  sed  vosotros  semejantes 
á  los  hombres,  que  esperan  á  su 
señor,  quando  vuelva  de  las  bo- 
das ;  para  que  quando  viniere,  y 
llamare  á  la  puerta,  luego  le 
abran. 

37  Bienaventurados  aquellos 
siervos,  que  hallare  velando  el 
Señor,  quando  viniere  :  En  ver- 
dad os  digo,  que  se  ceñirá,  y  los 
hará  sentar  á  la  mesa,  y  pasando 
los  servirá. 

38  Y  si  viniere  en  la  segunda 
vela,  y  si  viniere  en  la  tercera 
vela,  y  así  los  hallare,  bienaven- 
turados son  los  tales  siervos. 

39  Mas  esto  sabed,  que  si  el 
padre  de  familias  supiese  la  hora, 
en  que  vendría  el  ladrón,  vela- 
ría sin  duda,  y  no  dexaña  minar 
su  casa. 

40  Vosotros  pues  estad  aper- 
cibidos ;  porque  á  la  hora,  que 
no  pensáis,  vendrá  el  Hijo  del 
hombre. 

41  Y  Pedro  le  dixo  :  ¿  Señor, 
dices  esta  parábola  á  nosotros,  6 
también  á  todos  ? 

42  Y  dixo  el  Señor :  ¿  Quién, 
crees,  que  es  el  mayordomo  fiel 


y  prudente,  que  puso  el  Señoi' 
sobre  su  familia,  para  que  les  dé 
la  medida  de  trigo  en  tiempo  ? 

43  Bienaventurado  aquel  sier- 
vo, que  quando  el  Señor  viniere, 
le  haJlare  así  haciendo. 

44  Verdadei-araente  os  digo, 
que  le  pondrá  sobre  todo  quanto 
posee. 

45  Mas  si  dixere  el  tal  siervo 
en  su  corazón :  Se  tarda  mi  Se- 
ñor de  venir,  y  comenzare  á  mal- 
tratar á  los  siervos,  y  á  las  cria* 
das,  y  á  comer,  y  á  beber,  y  a 
embriagarse ; 

46  Vendrá  el  Señor  de  aquel 
siervo  el  dia,  que  no  espera,  y  á. 
la  hora  que  no  sabe,  y  le  apar- 
tará, y  pondrá  su  parte  con  los 
desleales. 

47  Porque  aquel  siervo,  que 
supo  la  voluntad  de  su  Señor,  y 
no  se  apercibió,  y  no  hizo  con-» 
forme  á  su  voluntad,  será  muy 
bien  azotado : 

48  Mas  el  que  no  la  supo,  y 
hizo  cosas  dignas  de  castigo,  po- 
co será  azotado.  Porque  á  todo 
aquel,  á  quien  mucho  fué  dado, 
mucho  le  será  demandado ;  y  a! 
que  mucho  encomendáron,  mas 
le  pedirán. 

49  Fuego  vine  á  poner  en  la 
tierra :  ¿  Y  que  quiero,  sino  quq 
arda  ? 

50  Con  bautismo  es  menester 
que  yo  sea  bautizado  :  ¿  y  como 
rae  angustio,  hasta  quo  se  cum- 
pla? 

51  ¿  Pensáis,  que  soy  venido 
á  poner  paz  en  la  tierra  ?  Os  di- 
go, que  no,  sino  división  ; 

52  Porque  de  aquí  adelante 
estarán  cinco  en  una  casa  divi- 
didos, los  tres  estarán  contra  los 
dos,  y  los  dos  contra  los  tres  ; 

53  Estarán  divididos  el  pa^- 
dre  conti-a  el  bijo,  y  el  hijo  con^ 


no 


SAN  LUCAS 


tra  su  pajrc ;  la  madre  contra 
la  hija,  y  la  hija  contra  la  madre ; 
la  suegra  contra  su  nuera,  y  la 
nuera  contra  su  suegra. 

54  Y  decia  también  al  pueblo : 
Quando  veis  asomar  la  nube  de 
parte  del  Poniente,  luego  decis  : 
Tempestad  viene ;  y  así  sucede. 

55  Y  quando  sopla  el  Austro, 
decis  :  Calor  hará  ;  y  es  así. 

56  Hipócritas,  sabéis  distin- 
guir los  aspectos  del  Cielo  y  de 
la  tierra ;  ¿  pues  como  no  sabéis ' 
reconocer  el  tiempo  presente  ? 

57  ¿  Y  por  que  no  juzgáis  pnr 
vosotros  mismos  lo  que  es  justo  ? 

50  Quando  vas  con  tu  contra- 
rio al  príncipe,  haz  lo  posible 
por  librarte  de  él  en  el  camino, 
porque  no  te  lleve  al  juez,  y  el 
juez  te  entregue  al  alguacil,  y  el 
alguacil  te  meta  en  la  cárcel. 

59  Te  digo,  que  no  saldrás  de 
allí,  hasta  que  pagues  el  último 
maravedí. 

CAPITULO  XIIL 

1  "WT  en  este  mismo  tiempo 

Jl  estaban  allí  unos,  que 
le  decían  nuevas  de  los  Galiléos, 
cuya  sangre  había  mezclado  Pi- 
lato  con  la  dé  los  sacrificios  de 
ellos. 

2  Y  Jesús  les  respondió,  di- 
ciendo :  ¿  Pensáis,  que  aquellos 
Galiléos  fueron  mas  pecadores 
que  todos  los  otros,  por  haber 
padecido  tales  cosas  ? 

3  Os  digo,  que  no :  Mas  si  no 
hiciéreis  penitencia,  todos  pere- 
ceréis de  la  misma  manera. 

4  Así  como  también  aquellos 
diez  y  ocho  hombres,  sobre  los 
quales  cayó  la  torre  en  Siloé,  y 
los  mató;  ¿pensáis,  que  ellos 
fuéron  mas  deudores  que  todos" 
los  hombres,  que  moraban  en 
Jerusalém  * 


5  Os  di^o,  que  no  :  Mas  si  no 
hiciéreis  penitencia,  todos  pere- 
ceréis de  la  misma  manera. 

6  Y  decia  también  esta  seme- 
janza :  Un  hombrfe  tenia  una  hi- 
guera plantada  en  su  viña,  y  fue 
á  buscar  fruto  en  ella,  y  no  le 
halló. 

7  Y  dixo  al  que  labraba  ía 
viña:  Mira,  tres  años  ha  que 
vengo  á  buscar  fruto  en  esta  hi- 
guera, y  no  le  hallo ;  córtala 
pues  :  ¿  para  que  ha  de  ocupar 
aun  la  tierra  ? 

8  Mas  él  respondió,  y  le  dixo :  , 
Señor,  déxala  aun  este  año,  y  la 
cavaré  al  rededor,  y  le  echaré 
estiércol  : 

9  Y  si  con  esto  diere  fruto ; 
y  si  no,  la  cortarás  después. 

10  Y  estaba  enseñando  en  ía 
Sinagoga  de  ellos  los  Sábados. 

11  Y  he  aquí  una  rauger,  que 
tenia  espíritu  de  enfermedad  diez 
y  ocho  años  había  ;  y  estaba  taa 
encorvada,  que  no  podía  mirar 
acia  arriba. 

12  Quando  la  vió  Jesús,  la 
llamó  á  sí,  y  le  dixo :  Muger, 
libre  estás  de  tu  enfermedad. 

13  Y  puso  sobre  ella  las  manos, 
y  en  el  punto  ae  enderezó,  y  daba 
gloria  á  Dios. 

14  Y  tomando  la  palabra  el 
Príncipe  de  la  Sinagoga,  indig- 
nado porque  Jesús  había  curado 
en  el  Sábado,  dixo  al  pueblo : 
Seis  días  hay,  en  que  se  puedo 
trabajar ;  en  estos  pues  venid,  y 
que  os  cure,  y  no  en  Sábado. 

15  Y  respondiéndole  el  Señor 
dixo  :  ¿  Hipócritas,  cada  uno  de 
vosotros  no  desata  en  Sábado  su 
buey,  ó  su  asno  del  pesebre,  y 
lo  lleva  á  abrevar  ? 

16  ¿Y  esta  hija  de  Abrabam, 
á  quien  tuvo  ligada  Satanás  diez 
y  ocho  años,  no  convino  desas 


CAPITULO  XIV. 


111 


tarla  de  este  lazo  en  dia  de  Sá- 
bado ? 

17  Y  diciendo  estas  cosas,  se 
avergonzaban  todos  sus  adversa- 
rios ;  mas  se  gozaba  todo  el  pue- 
blo de  todas  las  cosas,  que  61 
hacia  gloriosamente. 

Ifí  Decia  pues:  ¿A  que  es 
semejante  el  reyno  de  Dios,  y  á 
que  lo  compararé  ? 

19  Semejante  es  al  grano  de 
la  mostaza,  que  lo  tomó,  un 
hombre,  y  lo  sembró  en  su  huer- 
to, y  creció,  y  se  hizo  grande 
árbol ;  y  las  aves  del  Cielo  re- 
posaron en  sus  ramas. 

20  Y  dixo  otra  vez  :  ¿  A  que 
diré,  que  el  reyno  de  Dios  es 
semejante  ? 

21  Semejante  es  á  la  levadu- 
ra, que  tomó  una  muger,  y  la 
escondió  en  tres  medidas  de  ha- 
rina, hasta  que  todo  quedase  fer- 
mentado. 

22  E  iba  por  las  ciudades  y 
aldeas  enseñando,  y  caminando 
icia  Jerusalém. 

23  Y  le  dixo  un  hombre : 
¿  Señor,  son  pocos  los  que  se 
salvan  ?  Y  él  les  dixo  : 

24  Porfiad  á  entrar  por  la 
puerta  angosta  ;  porque  os  digo, 
que  muchos  procuraran  entrar, 
y  no  podrán. 

25  Y  quando  el  padre  de  fa- 
milias hubiere  enti-ado,  y  cerra- 
do la  puerta,  vosotros  estaréis 
fuera,  y  comenzaréis  á  llamar  á 
la  puerta,  diciendo :  Señor,  ábre- 
nos ;  y  él  os  responderá,  dicien- 
do :  No  sé,  de  dónde  sois  voso- 
tros : 

26  Entónces  comenzaréis  á 
decir :  Delante  de  tí  comimos  y 
bebimos,  y-  en  nuestras  plazas 
enseñaste. 

27  Y  os  dirá :  No  sé,  de  dón- 
de sois  vosotros ;  apartaos  de  mí 


todos  los  obradores  de  la  iniqui- 
dad. 

28  Allí  será  el  llorar,  y  e! 
cruxir  de  dientes ;  quando  vié- 
reis  á  Abraham,  y  á  Isaac,  y  á. 
Tíicob,  y  á  todos  los  Profetas  en 
el  reyíio  do  r^ios,  y  que  vosotros 
sois  arrojados  fuera. 

29  Y  vendrán  de  Oriente,  y 
de  Occidente,  y  de  Aquilón,  y 
de  Austro,  y  se  sentarán  á  la 
mesa  en  el  reyno  de  Dios. 

30  Y  he  aquí  que  son  postre- 
ros, los  que  serán  primeros,  y 
que  son  primeros,  los  que  serán 
postreros. 

31  Este  mismo  dia  se  Uegáron 
á  él  ciertos  Fariséos,  y  le  dixé- 
ron :  Sal  de  aquí,  y  vete ;  por* 
que  Heródes  te  quiere  matar. 

32  Y  les  dixo :  Id,  y  decid  á 
aquella  raposa,  que  yo  lanzo  de- 
monios, y  doy  perfectas  sanida- 
des hoy  y  mañana,  y  al  tercero 
dia  soy  consumado. 

33  Pero  es  necesario,  que  yo 
ande  hoy,  y  mañana,  y  otro  dia; 
porque  no  cabe,  que  un  Profeta 
muera  fuera  de  Jerusalém. 

34  Jerusalém,  Jerusalém,  que 
matas  á  los  Profetas,  y  apedreas 
á  los  que  son  enviados  á  tí, 
¿  quántas  veces  quise  juntar  tus 
hijos,  como  el  ave  su  nido  de- 
baxo  de  sus  alas,  y  no  quisiste  ? 

35  He  aquí  que  os  será  dexa- 
da  desierta  vuestra  casa.  Y  os 
digo  que  no  me  veréis,  hasta  que 
venga  tiempo,  quando  digáis : 
Bendito,  el  que  viene  en  el  nom- 
bre del  Señor. 

CAPITULO  XIV. 

1  ~%T  aconteció,  que  enti'an- 
JL    do  Jesús  un  Sábado  en 
casa  de  uno  de  los  principales 
Fariséos  á  comer  pan,  ellos  le 
estaban  acechando. 


SAN  LUCAS. 


2  Y  he  aquí  un  hombre  hy- 
dropico  estaba  delante  de  él. 

3  Y  Jesús  dirigiendo  su  pala- 
bra á  los  Doctores  de  la  Ley,  y 
á  los  Fariseos,  les  dixo :  ¿  Si  es 
lícito  curar  en  Sábado  ? 

4  Mas  ellos  callár^^»-  El  en- 
tónces  le  tomO,  le  sano,  y  le  des- 
pidió. 

5  Y  les  respondió,  y  dixo  : 
¿  Quien  hay  de  vosotros,  que 
viendo  su  asno,  ó  su  buey  caido 
en  un  pozo,  no  le  saque  luego 
en  dia  de  Sábado  ? 

6  Y  no  le  podian  replicar  á 
estas  cosas. 

7  Y  observando  también,  co- 
mo los  convidados  escogian  los 
primeros  asientos  en  la  mesa,  les 
propuso  una  parábola,  y  dixo : 

8  Quando  fueres  convidado  á 
bodas,  no  te  sientes  en  el  primer 
lugar,  no  sea  que  haya  allí  otro 
convidado  mas  honrado  que  tú, 

9  Y  que  venga  aquel,  que  te 
convidó  á  tí  y  á  él,  y  te  diga : 
Da  el  lugar  á  este ;  y  que  en- 
tónces  tengas  que  tomar  el  últi- 
mo lugar  con  vergüenza. 

10  Mas  quando  fueres  llama- 
do, ve,  y  siéntate  en  el  último 
puesto  ;  para  que  quando  venga 
el  que  te  convidó,  te  diga :  Ami- 
go, sube  mas  arriba.  Entonces 
serás  honrado  delante  de  los  que 
estuvieren  contigo  á  la  mesa. 

11  Porque  todo  aquel,  que  se 
ensalza,  humillado  será  ;  y  el 
que  se  humilla,  será  ensalzado. 

12  Y  decia  también  al  que  le 
habia  convidado:  Quando  das 
una  comida,  ó  una  cena,  no  lla- 
mes á  tus  amigos,  ni  á  tus  her- 
manos, ni  á  tus  parientes,  ni  á 
tus  vecinos  ricos,  no  sea  que  te 
vuelvaji  ellos  á  convidar,  y  te  lo 
pagu^. 

13  J.Ias  quando  haces  convite, 


llama  á  los  pobres,  lisiados,  co< 
xos,  y  ciegos : 

14  Y  serás  bienaventurado, 
porque  no  tienen  con  que  cor- 
responderto  i  mas  te  se  galardo- 
nará en  la  resurrección  de  los 
justos. 

15  Quando  uno  de  los  que 
comían  á  la  mesa  oyó  esto,  le 
dixo:  Bienaventurado  el  que 
comerá  pan  en  el  reyno  de  Dios. 

16  Y  él  le  dixo :  Un  hombre 
hizo  una  grande  cena,  y  convidó 
á  muchos. 

17  Y  quando  fué  la  hora  dé 
la  cena,  envió  uno  de  sus  siervos 
á  decir  á  los  convidados,  que  vi- 
niesen, porque  todo  estaba  apa- 
rejado. 

18  Y  todos  á  una  comenzaron, 
á  excusarse.  El  primero  le  di- 
xo: He  comprado  una  granja, 
y  necesito  ir  á  verla  ;  te  ruego, 
que  me  tengas  por  excusado. 

1 9  Y  dixo  otro  :  He  compra- 
do cinco  yuntas  de  buéyes,  y 
quiero  ir  á  probarlas  ;  te  ruego, 
que  me  tengas  por  excusado. 

20  Y  dixo  otro :  He  tomado 
rauger,  y  por  eso  no  puedo  ir  allá. 

21  Y  volviendo  el  siervo,  dió 
cuenta  á  su  señor  de  todo  esto. 
Entónces  ayrado  el  padre  de  fa- 
milias, dixo  á  su  siervo :  Sal 
luego  á  las  plazas,  y  á  las  calles 
de  la  ciudad ;  y  traeme  acá 
quantos  pobres,  y  lisiados,  y  cie- 
gos, y  coxos  hallares. 

22  Y  dixo  el  siervo:  Señor, 
hecho  está,  como  lo  mandaste,  y 
aun  hay  lugar. 

23  Y  dixo  el  Señor  al  siervo : 
Sal  á  los  caminos,  y  á  los  cerca- 
dos ;  y  fuérzaJos  á  entrar,  para 
que  se  llene  mi  casa. 

24  Os  digo,  que  ninguno  de 
aquellos  hombres,  que  fueron 
llamados,  gustará  mi  cena. 


CAPITULO  XV. 


lis 


25  Y  muchas  gentes  iban  con 
él,  y  volviéndose,  les  dixo  : 

26  Si  alg-uno  viene  á  mí,  y  no 
aborrece  á  su  padre,  y  madre,  y 
mug-er,  é  hijos,  y  hermanos,  y 
hermanas,  y  aun  también  su  vi- 
da, no  puede  ser  mi  discípulo. 

27  Y  el  que  uo  lleva  su  cruz 
á  cuestas,  y  viene  en  pos  de  mí, 
uo  puede  ser  mi  discípulo. 

28  ¿Porque  quien  de  vosotros 
queriendo  edificar  una  torre,  no 
cuenta  primero  de  asiento  los 
^stos,  que  son  necesarios,  vien- 
do si  tiene  para  acabarla  ? 

29  No  sea  que  después  que 
hubiere  puesto  el  cimiento,  y  no 
la  pudiere  acabar,  todos  los  que 
lo  vean,  comiencen  á  hacer  bur- 
la de  él, 

30  Diciendo:  ¿Este  hombre 
comenzó  á  edificar,  y  no  ha  po- 
dido acabar  ? 

31  ¿O  qué  Rey  queriendo  sa- 
lir á  pelear  contra  otro  Rey,  no 
considera  antes  de  asiento,  si 
podrá  salir  con  diez  mil  hom- 
bres á  hacer  frente  al  que  viene 
contra  él  con  veinte  mil  ? 

32  De  otra  manera,  aun  quando 
el  otro  está  lejos,  envia  su  emba- 
xada,  pidiéndole  tratados  de  paz. 

33  Pues  así  qualquiera  de  vo- 
sotros, que  no  renuncia  á  todo  lo 
que  posee,  no  puede  ser  mi  dis- 
cípulo. 

34  Buena  es  la  sal.  Mas  si 
la  sal  perdiere  su  sabor,  ¿con 
que  será  sazonada  ? 

35  No  es  buena,  ni  para  la 
tierra,  ni  para  el  muladar ;  mas 
la  echarán  fuera :  Quien  tiene 
orejas  de  oir,  oiga. 

CAPITULO  XV. 

1  X/"  se  acercaban  á  él  los 
1-   Publícanos,  y  pecado- 
res, para  oirie. 


2  Y  los  Fariseos,  y  los  Escri- 
bas munnuraban,  diciendo :  Es- 
te recibe  pecadores,  y  come  con 
ellos. 

3  Y  les  propuso  esta  parábola, 
diciendo : 

4  ¿  Quien  de  vosotros  es  el 
hombre,  que  tiene  cien  ovejas, 
y  si  perdiere  una  de  ellas,  no 
dexa  las  noventa  y  nueve  en  el 
desierto,  y  va  á  buscar  la  que 
se  había  perdido,  hasta  que  la 
halle  ? 

5  Y  quando  la  hallare,- la  pone 
sobre  sus  hombros  gozoso  : 

6  Y  viniendo  á  casa,  llama  á 
sus  amigos,  y  vecinos,  dicién;» 
doles  :  Dadme  el  para"bien,  por- 
que he  hallado  mi  oveja,  que  se 
había  perdido. 

7  Os  digo,  que  así  habrá  mas 
gozo  en  el  Cielo  sobre  un  peca- 
dor que  hiciere  penitencia,  que 
sobre  noventa  y  nueve  justos, 
que  no  han  menester  penitencia, 

8  ¿O  que  muger  que  tiene 
diez  drachmas,  si  perdiere  una 
drachraa,  no  enciende  el  candilf 
y  barre  la  casa,  y  la  busca  con 
cuidado  hasta  hallarla  ? 

9  Y  después  que  la  ha  halla- 
do, junta  las  amigas,  y  vecinas, 
y  dice :  Dadme  el  parabién,  por- 
que he  hallado  la  drachma,  que 
había  perdido. 

10  Así  os  digo,  que  habrá  g-o- 
zo  delante  de  los  Angeles  de  Di' 
os  por  un  pecador  que  hace  pe- 
nitencia. 

1 1  Mas  dixo :  Un  hombre  tu- 
vo dos  hijos  ; 

12  Y  dixo  el  menor  de  ellos  á 
su  padre  :  Padre,  dame  la  parte 
de  la  hacienda,  que  me  toca. 
Y  él  les  repartió  la  hacienda. 

13  Y  no  muchos  dias  después, 
juntando  todo  lo  suyo  el  hijo  me-' 
aor,  se  fué  lejos  á  un  país  muy 


114 


SAN  LUCAS. 


distante,  y  allí  malrotó  todo  su 
iiaber,  viviendo  disolutamente. 

14  Y  qasmdo  todo  lo  hubo 
j^astado,  vino  una  grande  ham- 
bre en  aquella  tierra,  y  él  co- 
mentó á  padecer  necesidad. 

15  Y  fué,  y  se  arrimó  á  uno 
¿e  los  ciudadanos  de  aquella 
tierra;  el  qual  le  envió  á  su 
cortijo  á  guardar  puercos. 

16  Y  deseaba  henchir  su  vien- 
tre de  las  mondaduras,  que  los 
puercos  comian ;  y  ninguno  se 
las  daba. 

17  Mas  volviendo  sobre  sí, 
dixo :  ¡  Quintos  jornaleros  en  la 
casa  de  mi  padre  tienen  el  pan 
de  sobra,  y  yo  me  estoy  aquí 
muriendo  de  hambre ! 

18  Me  levantaré,  é  iré  á  mi 
padre,  y  le  diré  :  Padre,  pequé 
contra  el  Cielo,  y  delante  de  tí ; 

19  Ya  no  soy  digno  de  ser 
llamado  hijo  tuyo ;  hazme  como 
á  uno  de  tus  jornaleros. 

20  Y  levantándose  se  fué  para 
su  padre.  Y  como  aun  estuviese 
lejos,  le  vio  su  padre,  y  se  movió 
á  misericordia ;  y  corriendo  á  él, 
le  echó  los  brazos  al  cuello,  y  le 
besó. 

21  Y  el  hijo  le  dixo :  Padre, 
he  pecado  contra  el  Cielo,  y  de- 
lante de  tí ;  ya  no  soy  digno  de 
ser  llamado  hijo  tuyo. 

22  Mas  el  padre  dixo  á  sus 
criados :  Traed  aquí  prontamen- 
te la  ropa  mas  preciosa,  y  ves- 
tidle, y  ponedle  anillo  en  su  ma- 
no, y  calzado  en  sus  pies  : 

23  Y  traed  un  ternero  ceba- 
do, y  matadlo,  y  comamos,  y  ce- 
lebremos un  banquete ; 

24  Porque  este  mi  hijo  era 
muerto,  y  ha  revivido ;  se  habia 
perdido,  y  ha  sido  hallado.  Y 
comenzaron  á  celebrar  el  ban- 
quete. 


25  Y  su  hijo  el  mayor  estabá  5 
en  el  campo ;  y  quando  vino,  y  f 
se  acercó  á  la  casa,  oyó  la  sin-  i  n 
fonía,  y  el  coro ;  I  £ 

26  Y  llamando  á  uno  de  los  ' 
criados,   le  preguntó  que  era  p 
aquello.  ¿ 

27  Y  este  le  dixo:  Tu  her-  » 
mano  ha  venido,  y  tu  padre  ha 
hecho  matar  un  ternero  cebado ; 
porque  le  ha  recobrado  salvo.      j  i 

28  El  entónces  se  indignó,  y  f  I 
no  quería  entrar :  mas  saliendo 

el  padre,  comenzó  á  rogarle.  _  "t 

29  Y  él  respondió  á  su  padre,  I 
y  dixo  :  He  aquí  tantos  años  ha 
qne  te  sirvo,  y  nunca  he  traspa- 
sado tus  mandamientos,  y  nunca  l 
me  has  dado  un  cabrito,  par^  i 
comerle  alegremente  con  mis  i 
amigos : 

30  Mas  quando  vino  este  tu  í 
hijo,  que  ha  gastado  su  hacienda  i 
con  rameras,  le  has  hecho  matar  i 
un  ternero  cebado. 

31  Entónces  el  padre  le  dixo: 
Hijo,  tú  siempre  estás  conmigo, 
y  todos  mis  bienes  son  tuyos : 

32  Pero  razón  era  celebrar 
un  banquete,  y  regocijamos; 
porque  este  tu  hermano  era 
muerto,  y  revivió ;  se  habia  per- 
dido, y  ha  sido  hallado. 

CAPITULO  XVL 

1  "WT  decía  también  á  suí  i 

JL    discípulos  :  Habia  un  i 
hombre  rico,  que  tenia  un  ma- 
yordomo ;  y  este  fué  acusado  ! 
delante  de  él,  como  disipador  de 
sus  bienes. 

2  Y  le  llamó,  y  le  dixo:  ¿Qué 
es  esto,  que  oygo  decir  de  tí  ? 
da  cuenta  de  tu  mayordomía; 
porque  ya  no  podrás  ser  mi  ma-  i 
yordomo.  j 

3  Entónces  el  mayordomo  di>>  I 


CAPITULO  XVI. 


115 


Xo  entre  sí :  ¿  Que  br-.ré,  porque 
1  mi  señor  me  quila  la  mayordo- 

inía  ?  Cavar  no  puedo ;  de  men- 
¡  dig-ar  tengo  vcrg-iienza. 

4  Yo  sé  lo  que  he  de  hacer, 
para  que  quando  fuere  removido 
de  la  mayordomía,  me  reciban 
en  sus  casas. 

5  Llamó  pues  á  cada  uno  de 
los  deudores  de  su  señor,  y  dixo 
al  primero :  ¿  Quanto  debes  á  mi 
señor  ? 

6  Y  este  le  respondió :  Cien 
barriles  de  acej-te.  Y  le  dixo  : 
Toma  tu  escritura,  y  siéntate 
iueg-o,  y  escribe  cincuenta. 

7  Después  dixo  á  otro :  ¿  Y  tú 
quanto  debes  ?  Y  él  respondió  : 
Cien  coros  de  trig-o.  El  dixo  ; 
Toma  tu  vale,  y  escribe  ochenta. 

8  Y  loó  el  Señor  al  mayordo- 
mo infiel,  porque  lo  hizo  cuer- 
damente ;  porque  los  hijos  de 
este  siglo  mas  sabios  son  en  su 
g-eneracion  que  los  hijos  de  la 
luz. 

9  Y  yo  os  digo  :  Que  os  ganéis 
9jnigos  de  las  riquezas  de  iniqui- 
dad ;  para  que  quando  fallecie- 
reis, os  reciban  en  las  eternas 
moradas. 

10  El  que  es  fiel  en  lo  menor, 
también  lo  es  en  lo  mayor ;  y  el 
que  es  injusto  en  lo  poco,  tam- 
bién es  injusto  en  lo  mucho. 

1 1  Pues  si  en  las  riquezas  in- 
justas no  fuisteis  fieles  :  ¿  quien 
os  fiará  lo  que  es  verdadero  ? 

12  Y  si  no  fuisteis  fieles  en  lo 
ageno :  ¿  lo  que  es  vuestro,  quien 
os  lo  dará  ? 

13  Ningún  siervo  puede  ser- 
vir á  dos  señores ;  porque  ó  abor- 
recerá al  uno,  y  amará  al  otro  ; 
ó  al  uno  se  llegará,  y  al  otro  des- 
preciará :  no  podéis  servir  á  Di- 
as,  y  á  las  riquezas. 

,1^14  Mas  los  Fariseos,  que  eran 


avaros,  oían  todas  estas  cosas ;  y 
le  escamecian. 

15  Y  Ies  dixo;  Vosotros  sois 
los  que  os  vendéis  por  justos  de- 
lante de  los  hombres  ;  mas  Dios 
conoce  vuestros  corazones ;  por- 
que lo  que  los  hombres  tienen 
por  sublime,  abominación  es  de- 
lante  de  Dios. 

16  La  Ley,  y  los  Profetas 
hasta  Juan  ;  desde  entónces  es 
anunciado  el  reyno  de  Dios,  y 
todos  hacen  fuerza  contra  él. 

17  Y  mas  fácil  cosa  es  pasar 
el  Cielo  y  la  tierra,  que  caer  un 
solo  tilde  de  la  Ley. 

18  Qualquiera  que  dexa  su 
muger,  y  toma  otra,  hace  adul- 
terio ;  y  también  el  que  se  casa 
con  la  que  repudió  el  marido, 
comete  adulterio. 

19  Habia  un  hombre  rico,  que 
se  vestía  de  púrpura  y  de  lino 
finísimo,  y  cada  dia  tenia  con- 
vites expléndidos. 

20  Y  habia  allí  un  mendi- 
go llamado  Lázaro,  que  yacía 
á  la  puerta  del  rico,  lleno  de 
llagas, 

21  Deseando  hartarse  de  las 
migajas,  que  caían  de  la  mesa  del 
rico,  y  ninguno  se  las  daba ;  mas 
venian  los  perros,  y  le  lamían 
las  llagas. 

22  Y  aconteció,  que  quando 
murió  aquel  pobre,  lo  lleváron 
los  Angeles  al  seno  de  Abraham. 
Y  murió  también  el  rico,  y  fue 
sepultado  en  el  infierno. 

23  Y  alzando  los  ojos,  quando 
estaba  en  los  tormentos,  vió  de 
lejos  á  Abraham,  y  á  Lázaro  en 
su  seno : 

24  Y  él,  levantando  el  grito, 
dixo:  Padre  Abraham,  compa- 
décete de  mí,  y  envía  á  Lázaro, 
que  moje  la  extremidad  de  su 
dedo  en  agua,  para  refrescar  mt 


116  SAN  ] 

lengTia,  porque  soy  atormentado 
en  esta  llama. 

25  Y  Abraham  le  dixo :  Hijo, 
acuérdate,  que  recibiste  tus  bie- 
nes en  tu  vida,  y  Lázaro  tam- 
bién males  ;  pues  ahora  es  él 
aquí  consolado,  y  tú  atormen- 
tado. 

26  Fuera  de  que  hay  una  sima 
impenetrable  entre  nosotros  y 
vosotros ;  de  manera  que  los  que 
quisieren  pasar  de  aquí  á  voso- 
tros, no  pueden,  ni  de  ahí  pasar 
acá. 

27  Y  dixo :  Pues  te  rueg-o, 
padre,  que  lo  envíes  á  casa  de 
mi  padre. 

28  Porque  tengo  cinco  her- 
manos, para  que  les  dé  testimo- 
nio, no  sea  que  vengan  ellos 
también  á  este  lugar  de  tormea- 
tos. 

29  Y  Abrahám  le  dixo :  Tie- 
nen á  Moysés,  y  á  los  Profetas ; 
oyganlos'. 

30  Mas  él  dixo  :  No,  padre 
Abrahám  ;  mas  si  alguno  de  los 
muertos  fuere  á  ellos,  harán  pe- 
nitencia. 

31  Y  Abrahám  le  dixo  :  Si  no 
oyen  á  Moisés,  y  á  los  Profetas, 
tampoco  creerán,  aun  quando  al- 
guno de  los  muertos  resucitere. 

CAPITULO  XVII. 

1  XT"  dixo  á  sus  discípulos  : 

JL  Imposible  es,  que  no 
vengan  escándalos ;  ¡  mas  ay  de 
aquel,  por  quien  vienen ! 

2  Mas  le  valdría,  que  le  pu- 
siesen al  cuello  una  piedra  de 
molino,  y  le  lanzasen  en  el  mar, 
que  escandalizar  á  uno  de  estos 
pcqueíiitos. 

3  Mirad  por  vosotros :  Si  pe- 
care tu  hermano  contra  tí,  cor- 
rígele ;  y  si  se  arrepintiere,  per- 
dónale. 


4  Y  si  pecare  contra  tí  siete 
veces  al  día,  y  siete  veces  al  día 
se  volviere  á  tí,  diciendo  :  Me 
pesa,  perdónale. 

5  Y  dixéron  los  Apóstoles  al 
Señor :  Auméntanos  la  fé. 

6  Y  dixo  el  Señor  :  Si  tuvie- 
reis fé,  como  un  grano  de  mos- 
taza, diréis  á  este  moral :  Ar- 
ráncate de  raiz,  y  trasplántate 
en  el  mar  ;  y  os  obedecerá. 

K  ¿Y  quien  de  vosotros  tenien- 
do un  siervo,  que  ara,  ó  guarda 
el  ganado,  quando  vuelve  del 
campo,  le  dice  f  Pasa  luego,  sién- 
tate á  la  mesa  ; 

8  Y  no  le  dice  ántes  :  Dis- 
ponme  de  cenar,  y  ponte  á  ser- 
virme, mientras  que  como,  y 
bebo  ;  que  después  comerás  tu 
y  beberás  ? 

9  ¿  Por  ventura  debe  agrade- 
cimiento á  aquel  siervo,  porque 
este  hizo  lo  que  le  mandó  ? 

10  Pienso  que  no.  Asi  tara- 
bien  vosotros,  quando  hiciereis 
todas  las  cosas,  que  os  son  man- 
dadas, decid  :  Siervos  inútiles 
somos  ;  lo  que  debíamos  hacer, 
hicimos. 

1 1  Y  aconteció,  que  yendo  él 
á  Jerusalém,  pasaba  por  meuio 
de  Samaría,  y  de  Galiléa. 

12  Y  entrando  en  una  aldea, 
saliéron  á  él  diez  hombres  lepro- 
sos, que  se  paráron  de  léjos  : 

13  Y  alzaron  la  voz,  diciendo: 
Jesús  maestro,  ten  misericordia 
de  nosotros. 

14  El  quando  los  vió,  dixo: 
Id,  mostraos  á  los  Sacerdotes. 
Y  aconteció,  que  mientras  iban, 
quedaron  limpios. 

1 5  Y  uno  de  ellos,  quando  vió, 
que  había  quedado  limpio,  vol- 
vió glorificando  á  Dios  á  grandes 
voces, 

16  Y  se  postró  en  tierra  á  los 


CAPITULO  XVIII. 


117 


pies  de  Jesús,  dándole  gracias ; 
y  este  era  Samaritano. 

1 7  Y  respondió  Jesús,  y  dixo : 
¿  Por  ventura  no  son  diez  los 
que  fueron  limpios  ?  ¿y  los  nueve 
donde  están  ? 

18  No  hubo  quien  volviese,  y 
diese  gloria  á  Dios,  sino  este  ex- 
trangero. 

19  Y  le  dixo:  Levántate, 
vete,  que  tu  fé  te  ha  hecho 
salvo. 

20  Y  preguntándole  los  Fari- 
seos :  ¿  Quando  vendrá  el  reyno 
de  Dios  ?  les  respondió,  y  dixo : 
El  reyno  de  Dios  no  vendrá  con 
muestra  exterior  ; 

21  Ni  dirán:  Helo  aquí,  ó  helo 
allí ;  porque  el  reyno  de  Dios 
está  dentro  de  vosotros. 

22  Y  dixo  á  sus  discípulos : 
Vendrán  dias,  quando  desearéis 
ver  un  dia  del  Hijo  del  hombre, 
y  no  lo  veréis. 

23  Y  os  dirán:  Vedle  aquí, 
ó  vedle  allí.  No  queráis  ir,  ni 
le  sigáis. 

24  Porque  como  el  relámpago, 
que  relumbrando  en  la  región 
inferior  del  Cielo,  resplandece 
desde  la  una  hasta  la  otra  parte ; 
así  también  será  el  Hijo  del 
hombre  en  su  dia. 

25  Mas  primero  es  menester, 
que  él  padezca  mucho,  y  que 
sea  reprobado  de  esta  genera- 
ción. 

26  Y  como  fué  en  los  dias  de 
Noé,  así  también  será  en  los 
dias  del  Hijo  del  hombre. 

27  Comian,  y  bebían;  los 
hombres  tomaban  mugeres,  y 
las  mugeres  maridos,  hasta  el  dia 
en  que  entró  Noé  en  el  arca,  y 
vino  el  diluvio,  y  acabó  con 
todos. 

23  Asimismo  como  fué  en  los 
dias  de  Lot :  Comían,  y  bebían ; 


compraban,  y  vendían ;  planta- 
ban, y  hacían  casas. 

29  Y  el  dia,  que  salió  Lot  de 
Sodoma,  llovió  fuego  y  azufre 
del  Cielo,  y  los  mató  á  todos : 

30  De  esta  manera  será  el 
dia  en  que  se  manifestará  el 
Hijo  del  hombre. 

31  En  aquella  hora  el  que  es- 
tuviere en  el  tejado,  y  tuviere 
sus  alhajas  dentro  de  la  casa,  no 
descienda  á  tomarlas  ;  y  el  que 
en  el  campo,  así  mismo  no  tome 
atrás. 

32  Acordaos  de  la  muger  de 
Lot. 

33  Todo  aquel  que  procuráre 
salvar  su  vida,  la  perderá;  y 
quien  la  perdiere,  la  vivificará. 

34  Os  digo,  que  en  aquella 
noche  dos  estarán  en  un  lecho, 
el  uno  será  tomado,  y  el  otro 
dexado. 

35  Dos  mugeres  estarán  mo- 
liendo juntas ;  la  una  será  toma- 
da, y  la  otra  dexada ;  dos  en  el 
campo;  el  uno  será  tomado,  y 
el  otro  dexado. 

36  Respondiéron,  y  le  dixé- 
ron :  ¿  En  dónde  Señor  ? 

37  Y  él  les  dixo ;  Do  quiera 
que  estuviere  el  cuerpo,  allí 
también  se  cong^regarán  las 
águilas. 

CAPITULO  XVIII. 

1  "WT  les  decía  también  esta 
Jl    parábola,  que  es  me- 
nester orar  siempre,  y  no  des- 
fallecer, 

2  Diciendo:  Había  un  Juez 
en  cierta  ciudad,  que  ni  temía  á 
Dios,  ni  respetaba  á  hombre  al- 
guno; 

3  Y  había  en  la  misma  ciudad 
una  viuda,  que  venia  á  él,  y  le 
decía :  Hazme  justicia  de  mi 
contrario. 


118 


SAN  LUCAS. 


4  Y  él  por  mucho  tiempo  no 
quiso.  Pero  después  de  esto  dixo 
entre  sí:  Aunque  ni  temo  áDíos» 
ni  á  hombre  tengo  respeto, 

6  Todavía,  porque  me  es  im- 
portuna esta  viuda,  le  haré  jus- 
ticia, porque  no  venga  tantas  ve- 
ces, que  al  fin  me  muela. 

6  Y  dixo  el  Señor:  Oid  lo 
que  dice  el  injusto  Juez. 

7  ¿  Pues  Dios  no  hará  ven- 
ganza de  sus  escogidos,  que  cla- 
man á  él  dia  y  noche  f  ¿  y  ten- 
drá paciencia  en  ellos  ? 

8  Os  digo,  que  presto  los  ven- 
gará. Mas  quando  viniere  el 
Hijo  del  hombre,  ¿pensáis  que 
hallará  fe  en  la  tierra  ? 

9  Y  dixo  también  esta  pará- 
bola á  unos,  que  fiaban  en  sí 
mismos,  como  si  fuesen  justos,  y 
despreciaban  á  los  otros : 

10  Dos  hombres  subieron  al 
templo  á  orar ;  el  uno  Fariséo, 
y  el  otro  Publicano. 

11  El  Fariséo  estando  en  pie, 
oraba  en  su  interior  de  esta  ma- 
nera :  Dios,  gracias  te  doy,  por- 
que no  soy  como  los  otros  hom- 
bres, robadores,  injustos,  adúl- 
teros ;  así  como  este  Publicano. 

12  Ayuno  dos  veces  en  la  se- 
mana; doy  diezmos  de  todo  lo 
que  poseo. 

13  Mas  el  Publicano,  estando 
lejos,  no  osaba  ni  aun  alzar  los 
ojos  al  Cielo  ;  sino  que  heria  su 
pecho,  diciendo :  Dios,  mués- 
trate propicio  á  mí  pecador. 

14  Os  digo,  que  este,  y  no 
aquel,  descendió  justificado  á  su 
casa :  Porque  todo  hombre,  que 
se  ensalza,  será  humillado ;  y  el 
que  se  humilla,  será  ensalzado. 

15  Y  le  traian  también  nüios, 
para  que  los  tocase.  Y  quando 
lo  vieron  los  discípulos,  los  re- 
ñían. 


16  Mas  Jesús  los  llamó,  y  di- 
xo: Dexad,  que  vengan  á  mí 
los  niños,  y  no  los  impidáis; 
porque  de  los  tales  es  el  reynó 
de  Dios : 

17  En  verdad  os  digo:  Que 
el  que  no  recibiere  el  reyno  de  i 
Dios,  como  niño,  no  entrará  en  él. 

18  Y  le  preguntó  un  hombre 
principal,  diciendo :  Maestro 
bueno,  ¿  que  haré  para  poseer 
la  vida  eterna  ? 

19  Y  Jesús  le  dixo :  ¿Porque 
me  llamas  bueno  ?  ninguno  hay 
bueno,  sino  solo  Dios. 

20  Sabes  los  Mandamientos: 
No  matarás ;  No  fornicarás ;  No 
hurtarás  ;  No  dirás  falso  testi- 
monio ;  Honra  á  tu  padre,  y  á 
tu  madre. 

21  El  dixo:  Todo  esto  he 
guardado  desde  mi  juventud. 

22  Quando  esto  oyó  Jesús,  le 
dixo :  Aun  te  falta  una  cosa ; 
vende  todo  quanto  tienes,  y  dalo 
á  pobres,  y  tendrás  un  tesoro  en 
el  Cielo ;  y  ven,  y  sigúeme. 

23  Quando  él  oyó  esto,  se  en- 
tristeció ;  porque  era  muy  rico. 

24  Y  Jesús  le  dixo,  quando  le 
vio  triste  :  ¡  Quán  dificultosa- 
mente entrarán  en  el  reyno  de 
Dios  los  que  tienen  los  dineros  I 

25  Porque  mas  fácil  cosa  es 
pasar  un  camello  por  el  ojo  de 
una  aguja,  que  entrar  un  rico  en 
el  reyno  de  Dios. 

26  Y  dixéron  los  que  lo  oian  : 
¿  Pues  quién  puede  salvarse  ? 

27  Les  dixo :  Lo  que  es  im- 
posible para  los  hombres,  es  po- 
sible para  Dios. 

28  Y  dixo  Pedro:  Bien  ves, 
que  nosotros  hemos  dexado  todas 
las  cosas,  y  te  hemos  seguido. 

29  El  les  dixo :  En  verdad  os 
digo,  que  ninguno  hay,  que  haya 
dexado  casa,  ó  padres,  ó  herma- 


CAPITULO  XIX. 


119 


nos,  ó  rnugcr,  ó  hijos  por  el  rey- 
\g-  de  Dios, 

Que  no  haya  de  recibir 
iBUcho  mas  en  este  tiempo,  y  en 
el  sig-lo  venidero  la  vida  eterna. 

31  Y  tomó  Jesús  aparte  á  los 
doce,  y  les  dixo :  Mirad,  vamos 
á  Jerusalém,  y  serán  cumplidas 
todas  las  cosas,  que  escribieron 
los  Profetas  del  Hijo  del  hombre. 

32  Porque  será  entregado,  á 
los  Gentiles,  y  será  escarnecido, 
y  azotado,  y  escupido. 

33  Y  después  que  le  azotaren, 
le  quitarán  la  vida,  y  resucitará 
al  tercero  dia. 

34  Mas  ellos  no  entendieron 
nada  de  esto  ;  y  esta  palabra  Ies 
era  escondida ;  y  no  entendían, 
lo  que  les  decia. 

35  Y  aconteció,  que  acercán- 
dose á  Jericó,  estaba  un  ciego 
sentado  cerca  del  camino,  pi- 
diendo limosna. 

36  Y  quando  oyó  el  tropel  de 
la  gente  que  pasaba,  preguntó 
que  era  aquello. 

37  Y  le  dixéron,  que  pasaba 
Jesús  Nazareno. 

38  Y  dixo  á  voces :  Jesús  Hijo 
de  David,  ten  misericordia  de 
raí. 

39  Y  los  que  iban  delante  le 
reñian,  para  que  callase.  Mas 
él  gritaba  mucho  mas  :  Hijo  de 
David,  ten  misericordia  de  mí. 

40  Y  Jesús  parándose,  mandó 
que  se  1^  traxesen.  Y  quando 
estuvo  cerca,  le  preguntó, 

41  Diciendo :  ¿  Que  quieres 
que  te  haga  ?  Y  él  respondió : 
Señor,  que  vea. 

42  Y  Jesús  le  dixo :  Vce,  tu 
fe  te  ha  hecho  salvo. 

43  Y  luego  vió,  y  le  seguía 
glorificando  á  Dios.  Y  quando 
vió  esto  todo  el  pueblo,  dio  loor 
á  Dios. 


CAPITULO  XIX. 

1  "WT  habiendo  entrado  Je- 

Jl  sus,  pasaba  por  Jeri- 
có. 

2  Y  he  aquí  un  hombre  lla- 
mado Zaqueo;  y  este  era  uno 
de  los  principales  entre  los  Pub- 
lícanos, y  rico : 

3  Y  procuraba  ver  á  Jesüs, 
quien  fuese ;  y  no  podía  por  la 
mucha  gente,  porque  era  peque- 
ño de  estatura. 

4  Y  corriendo  delante,  se  su- 
bió en  un  árbol  cabrahigo  para 
verle  ;  porque  por  allí  había  de. 
pasar. 

5  Y  quando  llegó  Jesús  á. 
aquel  lugar,  alzando  los  ojos,  le 
vió,  y  le  dixo :  Zaqueo,  descien- 
de presto,  porque  es  menester 
hospedarme  hoy  en  tu  casa. 

6  Y  él  descendió  apresurado ; 
y  le  recibió  gozoso. 

7  Y  viendo  esto  todos,  mur- 
muraban, diciendo,  que  había 
ido  á  posar  á  casa  de  un  pecador. 

8  Mas  Zaquéo,  presentándose 
al  Señor,  le  dixo :  Señor,  la  mi- 
tad de  quanto  tengo  doy  á  los 
pobres  ;  y  si  en  algo  he  defrau- 
dado á  alguno,  le  vuelvo  quatro 
tantos  mas. 

9  Y  Jesús  le  dixo :  Hoy  ha 
venido  la  salud  á  esta  casa ; 
porque  él  también  es  hijo  de 
Abraham. 

10  Pues  el  Hijo  del  hombre 
vino  á  buscar,  y  á  salvar  lo  que 
había  perecido. 

11  Oyendo  ellos  esto,  prosi- 
guió diciéndoles  una  parábola, 
con  ocasión  de  estar  cerca  de 
Jerusalém ;  y  porque  pensaban 
que  luego  se  manifestaría  el  rey- 
no  de  Dios. 

12  Dixo  pues:  Un  hombre 
noble  fué  á  una  tierra  distante 


120 


SAN  LUCAS. 


^ara  recibir  allí  un  reyno,  y  des- 
pués volverse. 

1 3  Y  habiendo  llamado  á  diez 
•  de  sus  siervos,  les  di6  diez  minas, 

y  les  dixo  :  Traficad  entretanto 
que  vengo. 

14  Mas  los  de  su  ciudad  le 
aborrecían;  y  enviando  en  pos 
de  él  una  embaxada,  le  dixéron: 
No  queremos  que  re3me  este  so- 
bre nosotros. 

15  Y  quando  volvió,  después 
de  haber  recibido  el  reyno,  man- 
dó llamar  á  aquellos  siervos,  á 
quienes  había  dado  el  dinero, 
para  saber  lo  que  había  nego- 
ciado cada  uno. 

16  Llegó  pues  el  primero,  y 
dixo  :  Señor,  tu  mina  ha  ganado 
diez  minas. 

17  Y  le  dixo:  Está  bien,  buen 
siervo ;  pues  que  en  lo  poco  has 
sido  fiel,  tendrás  potestad  sobre 
diez  ciudades. 

18  Y  vino  otro,  y  dixo :  Señor, 
tu  mina  ha  ganado  cinco  minas. 

19  Y  dixo  á  este :  Tú  tenia 
sobre  cinco  ciudades. 

20  Y  vino  el  tercero,  y  dixo  : 
Señor,  aquí  tienes  tu  mina,  la 
qual  he  tenido  guardada  en  un 
lienzo : 

21  Porque  tuve  miedo  de  tí, 
que  eres  hombre  recio  de  con- 
dición ;  llevas  lo  que  no  pusiste, 
y  siegas  lo  que  no  sembraste. 

22  Entónces  él  le  dixo :  Mal 
siervo,  por  tu  propia  boca  te 
condeno :  Sabias,  que  yo  era 
hombre  recio  de  condición,  que 
llevo  lo  que  no  puse,  y  siego  lo 
que  no  sembré : 

23  ¿Pues  por  que  no  diste  mi 
dinero  al  banco,  para  que  quando 
volviese  lo  tomara  con  las  ga- 
nancias? 

24  Y  dixo  á  los  que  estaban 
allí :  Quitadle  la  mina,  y  dád- 


sela al  que  tiene  las  diez  min^». 

25  Y  ellos  le  dixéron :  F  *  xrcf 
que  tiene  diez  minas. 

26  Pues  yo  os  digo,  que  á 
todo  aquel  que  tuviere,  se  le 
dará,  y  tendrá  mas  ;  mas  al  que 
no  tiene,  se  le  quitará  aun  lo 
que  tiene. 

27  Y  en  quanto  á  aquellos 
mis  enemigos,  que  no  quisiéron 
que  yo  reynase  sobre  ellos,  traéd- 
melos acá,  y  matadlos  delante 
de  mí. 

28  Y  dicho  esto,  iba  delante 
subiendo  á  Jerusalém. 

29  Y  aconteció,  que  quando 
llegó  cerca  de  Betfage,  y  de 
Betania  al  monte,  que  se  llama 
del  Olivar,  envió  dos  de  sus  dis- 
cípulos, 

30  Diciendo  :  Id  á  esa  aldea, 
que  está  enfrente  ;  y  luego  que 
entrareis  en  ella,  hallaréis  un 
pollino  de  asna  atado,  sobre  el 
qual  nunca  se  sentó  hombre  al- 
guno ;  desatadlo,  y  traedlo. 

31  Y  si  alguno  os  preguntare; 
¿  Por  que  lo  desatáis  ?  le  respon- 
deréis así :  Porque  el  Señor  lo 
ha  menester. 

32  Fueron  pues  los  que  ha- 
bían sido  enviados,  y  halláron  el 
poUino,  que  estaba  como  les  ha- 
bía dicho. 

33  Y  quando  desataban  al  po- 
Uino, le  dixéron  sus  dueños  : 
¿  Por  que  desatáis  al  pollino  ? 

34  Y  ellos  respondiéron :  Por- 
que el  Señor  le  ha  menester. 

35  Y  lo  traéron  á  Jesús.  Y 
echando  sobre  el  pollino  sus  ro- 
pas, pusiéron  encima  á  Jesús. 

36  Y  yendo  él  así,  tendían 
sus  vestidos  por  el  camino. 

37  Y  quando  se  acercó  á  la 
baxada  del  monte  del  Olivar,  to- 
dos los  discípulos  ea  tropas,  lle- 
nos de  gozo  comenzaron  á  ala- 


CAPITULO  XX. 


121 


liar  á  Dios  en  alta  vra  por  todas 
las  maravillas  que  habían  visto, 

38  Diciendo :  Bendito  el  Rey 
«i|ue  viene  en  el  nombre  del  Se- 
ñor, paz  en  el  Cielo,  y  gloria  en 
las  alturas. 

39  y  algunos  de  los  Fariséos, 
que  estaban  entre  la  gente,  le 
dixéron :  Maestro,  reprehende 
á  tus  discípulos. 

40  El  les  respondió :  Os  dig-o, 
que  si  estos  callaren,  las  piedras 
darán  voces. 

41  Y  quando  llegó  cerca,  al 
ver  la  ciudad,  lloró  sobre  ella, 
diciendo  : 

42  ¡  Ah  si  tú  reconocieses,  si- 
quiera en  este  tu  dia,  lo  que 
puede  traerte  la  paz  í  mas  aho- 
ra está  encubierto  de  tiís  ojos. 

43  Porque  vendrán  dias  con- 
tra tí,  en  que  tus*  enemigos  te 
cercarán  de  trincheras,  y  te 
pondrán  cerco,  y  te  estrecharán 
por  todas  partes : 

44  Y  te  derribarán  en  tierra, 
y  á  tus  hijos,  que  están  dentro 
de  tí,  y  no  dexarán  en  tí  piedra 
sobre  piedra  ;  por  quanto  no  co- 
nociste el  tiempo  de  tu  visita- 
ción. 

45  Y  iiabiendo  entrado  en  el 
templo,  comenzó  á  echar  fuera  á 
todos  los  que  vendían,  y  com- 
praban en  él, 

46  Diciéndoles  :  Escrito  esta: 
Mi  casa,  casa  de  oración  es. 
Mas  vosotros  la  habéis  hecho 
cueva  de  ladrones. 

47  Y  cada  dia  enseñaba  en  el 
templo.  Mas  los  Príncipes  de 
los  Sacerdotes,  y  los  Escribas,  y 
los  principales  del  pueblo  le  que- 
rían matar : 

48  Y  no  sabían,  que  hacerse 
con  él.  Porque  todo  el  pueblo 
estaba  embelesado  quando  le 
oia. 


CAPITULO  XX. 

1  X/^  aconteció  un  dia,  que 

Jl  estando  el  en  el  tem- 
plo instruyendo  al  pueblo,  y  e- 
vangelizando,  se  juntaron  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes,  y 
los  Esci'ibas  ccn  los  Ancianos, 

2  Y  le  hablaron  de  esta  mane- 
ra: ¿Dinos  con  que  autoridad 
haces  estas  cosas  ?  ¿  ó  quien  es 
el  que  te  dió  esta  potestad  ? 

3  Y  Jesús  respondió,  y  les 
dixo :  Yo  también  os  haré  una 
pregunta.    Respondedme : 

4  ¿  El  bautismo  de  Juan  era 
del  Cielo,  ó  de  los  hombres  ? 

5  Ellos  pensaban  dentro  de 
sí,  diciendo  :  Si  dixeremos,  que 
del  Cielo,  dirá :  ¿  Pues  por  que 
no  le  creísteis  ? 

6  Y  si  dixeremos :  De  los 
hombres,  nos  apedreará  todo  el 
pueblo ;  pues  tiene  por  cierto, 
que  Juan  era  Profeta. 

7  Y  respondieron  que  no  sa- 
bían de  donde  era. 

8  Y  les  dixo  Jesús :  Pues  ni 
yo  os  digo,  con  que  potestad 
hago  estas  cosas. 

9  Y  comenzó  á  decir  al  pue- 
blo esta  parábola:  Un  hombre 
plantó  una  viña,  y  la  arrendó  á 
unos  labradores  ;  y  el  estuve 
ausente  por  muchos  tiempos. 

10  Y  en  una  ocasión  envió 
uno  de  sus  siervos  á  los  labra- 
dores, para  que  le  diesen  del 
fruto  de  ia  viña.  Mas  ellos  Is 
hiriéron,  y  le  enviaron  vacío. 

11  Y  volvió  á  enviar  otro  sist-. 
vo.  Mas  ellos  hírifrroa  también 
á  este,  y  ultrajándole,  lo  envia- 
ron vacío. 

12  Y  volvió  á  enviar  á  otro 
tercero;  á  quien  ellos  del  mismo 
modo  hirieron,  y  le  echáron 
fuera.  Q 


SAN  LUCAS. 


13  Y  dixo  el  Señor  de  la  viña  : 
^Que  haré?  enviaré  á  mi  amado 
hijo ;  puede  ser,  que  quando  le 
vean,  le  tengan  respeto. 

14  Quando  le  vieron  los  la- 
bradores, pensaron  entre  sí,  y 
dixéron  :  Este  es  el  heredero, 
matémosle,  para  que  sea  nuestra 
ía  heredad. 

15  Y  sacándole  fuera  de  la 
viña,  le  mataron.  ;Que  hará 
pues  con  ellos  el  dueño  de  la 
viña  ? 

16  Vendrá,  y  destruirá  estos 
labradores,  y  dará  su  viña  á 
otros.  Y  como  ellos  lo  oyeron, 
le  dixéron  :  Nunca  tal  sea. 

17  Y  él  mirándolos,  dixo  : 
¿  Pues  que  es  esto,  que  está  es- 
crito :  La  piedra,  que  desecha- 
ron los  que  edificaban,  esta  vi- 
no á  ser  la  principal  de  la  es- 
quina ? 

18  Todo  aquel,  que  ca3'ere 
sobre  aquella  piedra,  quebran- 
tado será ;  y  sobre  quien  ella 
cayere,  le  desmenuzará. 

19  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, y  los  Escribas  le  que- 
rian  echar  mano  en  aquella  ho- 
ra, mas  temiéron  al  pueblo ; 
porque  entendieron,  que  contra 
ellos  habia  dicho  esta  parábola. 

20  Y  acechándole  enviáron 
malsines,  que  se  fing-iesen  justos, 
para  sorprehenderle  en  alg-una 
palabra,  y  entrenzarle  á  la  juris- 
dicción, y  potestad  del  Presi- 
dente. 

21  Estos  pues  le  preguntáron, 
diciendo :  Maestro,  sabemos, 
que  hablas,  y  enseñas  recta- 
mente ;  y  que  no  tienes  respeto 
á  persona,  sino  que  enseñas  en 
verdad  el  camino  de  Dios  : 

22  ¿  Nos  es  lícito  pagar  el  tri- 
buto á  César,  ó  no  ? 

23  Y  él.  entendiendo  la  astu- 


cia de  ellos,  les  dixo :  ¿  Por  que 
me  tentáis  ? 

24  IMostradme  un  denario. 
¿  Cuya  es  la  figura,  y  el  letrero, 
que  tiene?  De  Cesar,  le  res- 
pondiéron  ellos. 

25  Y  les  dixo:  Pues  dad  á 
César  lo  que  es  de  César  ;  y  a 
Dios  lo  que  es  de  Dios. 

26  Y  no  pudieron  reprehender 
sus  palabras  delante  del  pueblo ; 
ántes  maravillados  de  su  res- 
puesta, calláron. 

27  Además  se  llegáron  algu- 
nos de  los  Sadducéos,  que  nie- 
gan la  resurrección,  y  le  pre- 
guntáron, 

28  Diciendo:  Maestro,  Moi- 
sés nos  dexó  escrito  :  Si  muriere 
el  hermano  de  alguno  teniendo 
muger,  y  sin  dexar  hijos,  que  se 
case  con  ella  el  Iiermano,  y  le^ 
vante  linage  á  su  hermano. 

29  Pues  eran  siete  hermanos, 
y  tomó  muger  el  mayor,  y  murió 
sin  hijos. 

30  Y  la  tomó  el  segundo,  y 
murió  también  sin  hijo. 

31  Y  la  tomó  el  tercero.  Y 
así  sucesivamente  todos  siete,  los 
quales  muriéron  sin  dexar  su- 
cesión. 

32  Y  á  la  postre  de  todos  mu- 
rió también  la  muger. 

33  ¿  Pues  en  la  resurrección 
de  quál  de  ellos  será  muger? 
pues  todos  siete  la  tuviéron  por 
muger. 

34  Y  Jesús  les  dixo  :  Los  hi- 
jos de  este  siglo  se  casan,  y  son 
dados  eii  casamiento : 

35  Mas  los  que  serán  juzga- 
dos dignos  de  aquel  siglo,  y  de 
la  resuiTCCcion  de  los  muertos, 
ni  se  casarán,  ni  serán  dados  en 
casamiento  : 

36  Porque  no  podrán  ya  mas 
morir ;  por  quanto  son  iguales  á 


CAPITULO  XXI. 


123 


los  Anales,  é  hijos  son  de  Dios, 
quando  eon  hijos  de  la  resurrec- 
ción. 

37  Y  que  los  muertos  hayan 
de  resucitar,  lo  mostró  también 
Moisés,  quando  junto  á  la  zarza 
llamó  al  Señor,  el  Dios  de  Abra- 
ham,  y  el  Dios  de  Isaac,  y  el 
Dios  de  Jacob. 

38  Y  no  es  Dios  de  muertos, 
sino  de  vivos  ;  porque  todos 
viven  á  él. 

39  Y  respondiendo  algunos  de 
los  inscribas,  le  dixéron  :  Maes- 
tro, bien  has  dicho. 

40  Y  no  se  atrevieron  á  pre- 
guntarle ya  mas. 

41  Y  él  les  dixo  :  ¿  Como  di- 
cen, que  el  Cristo  es  hijo  de 
David  ? 

42  Y  el  mismo  David  dice  en 
el  libro  de  los  Psalmos  :  Dixo  el 
Señor  á  mi  Señor:  Siéntate  á 
mi  derecha, 

43  Hasta  que  ponga  á  tus  ene- 
migos, por  peana  de  tus  pies. 

44  Luego  David  le  llama  Se- 
Sor  :  ¿  pues  como  es  su  hijo  ? 

45  Y  oyéndolo  todo  el  pueblo, 
dixo  á  sus  discípulos  : 

46  Guardaos  de  los  Escribas, 
que  quieren  andar  con  ropas  ta- 
lares, y  gustan  de  ser  saludados 
en  las  plazas,  y  de  las  primeras 
sillas  en  las  Sinagogas,  y  de  los 
primeros  asientos  en  los  con- 
vites : 

47  Que  devoran  las  casas  de 
las  viudas,  pretextando  larga 
oración.  Estos  recibirán  mayor 
condenación. 

CAPITULO  XXL 

1  estando  mirando,  vió 
JL    los  ricos,  que  echaban 

sus  ofrendas  en  el  gazofilacio. 

2  Y  vió  también  una  viuda 


pobrecita,  que  echaba  dos  pe- 
queñas monedas. 

3  Y  dixo :  En  verdad  os  digo, 
que  esta  pobre  viuda  ha  echado 
mas  que  todos  los  otros. 

4  Porque  todos  estos  han  echa- 
do para  las  ofrendas  de  Dios,  de 
lo  que  les  sobra ;  mas  esta  de  su 
pobreza  ha  echado  todo  el  sus- 
tento, que  tenia. 

5  Y  dixo  á  algunos,  que  de- 
cian  del  templo,  que  estaba  ador- 
nado de  hermosas  piedras,  y  de 
dones : 

6  E^tas  cosas  que  veis,  ven- 
drán días,  quando  no  quedará 
piedra  sobre  piedra,  que  no  sea 
demolida. 

7  Y  le  preguntaron,  y  dixé- 
ron :  ¿  Maestro,  quando  será  es- 
to ?  ¿y  que  señal  habrá,  quando 
esto  comenzare  á  ser  ? 

8  El  dixo :  Mirad,  que  no 
seáis  engañados ;  porque  muchos 
vendrán  en  mi  nombre,  dicien- 
do ;  }  o  soy,  y  el  tiempo  está 
cercano ;  guardáos  pues  de  ir  en 
pos  de  ellos. 

9  Y  quando  oyéreis  guerras 
y  sediciones,  no  os  espantéis ; 
porque  es  necesario,  que  esto 
acontezca  primero,  mas  no  será 
luego  el  fin. 

10  Entonces  les  decia :  Se 
levantará  gente  contra  gente,  y 
reyno  contra  rejuo. 

1 1  Y  habrá  grandes  terremo- 
tos por  los  lugares,  y  pestilencias^ 
y  hambres,  y  habrá  cosas  espanto- 
sas, y  grandes  señales  del  Cielo. 

12  Mas  antes  de  todo  esto  os 
prenderán,  y  perseguirán,  en- 
tregándoos, á  las  Sinagogas,  y  á 
las  cárceles,  y  os  llevarán  á  los 
Reyes,  y  á  los  Gobernadores, 
por  mi  nombre  : 

13  Y  esto  CB  acontecerá  eji 
testimonio, 


124 


SAN  LUCAS. 


14  Tened  pues  íixo  en  vues- 
tros corazones  de  no  pensar  an- 
tes como  habéis  de  responder. 

15  Porque  yo  os  daré  boca  y 
saber,  al  que  no  podrán  resistir, 
ni  contradecir  todos  vuestros  ad- 
versarios. 

16  Y  seréis  entreg-ados  de 
vuestros  padres,  y  hermanos,  y 
parientes,  y  amigos,  y  harán  mo- 
rir á  alg-unos  de  vosotros  ; 

17  Y  os  aborrecerán  todos  por 
mi  nombre. 

18  Mas  no  perecerá  un  ca- 
bello de  vuestra  cabeza. 

19  Con  vuestra  paciencia  po- 
seeréis vuestras  almas. 

20  Pues  quando  viereis  á 
Jenisalém  cercada  de  un  exér- 
cito,  entonces  sabed  que  su  de- 
solación está  cerca  ; 

21  Entonces  los  que  están  en 
la  Judéa,  huyan  á  los  montes ; 
y  los  que  en  medio  de  eiia,  sál- 
gcLnse  ;  y  los  que  en  ios  campos, 
no  entren  en  ella. 

22  Porque  estos  son  dias  de 
veng-anza,  para  que  se  cumplan 
todas  las  cosas  que  están  escri- 
tas. 

23  ¡  Mas  ay  de  las  preñadas  y 
de  las  que  dan  de  mamar  en 
aquellos  dias!  Porque  habrá 
grande  apretura  sobre  la  tierra, 
é.ira  para  este  pueblo. 

24  Y  caerán  á  filo  de  espada; 
y  serán  llevados  en  cautiverio  á 
todas  las  naciones  ;  y  Jerusaléra 
será  hollada  de  ios  Gentiles ; 
kasta  que  se  cumplan  los  tiem- 
¿:os  de  las  naciones. 

25  Y  habrá  señales  en  el  Sol, 
y  en  la  Luna,  y  en  las  estrellas ; 
y  en  la  tierra  consternación  de 
Jai  g-entes,  por  la  confusión  que  | 
causará  el  ruido  del  mar  y  de  j 
.sus  ondas.  j 

26  Quedando  ios  hombres  yer- 1 


tos  por  el  temor  y  recelo  de  las 
cosas,  que  sobrevendrán  á  todo 
el  universo  ;  porque  las  virtudes 
de  los  Cielos  serán  conmovidas  : 

27  Y  entonces  verán  al  Hijo 
del  hombre  venir  sobre  una  nube 
con  grande  poder  y  mag^estad. 

28  Quando  comenzáren  pues 
á  cumplirse  estas  cosas,  mirad, 
y  levantad  vuestras  cabezas ; 
porque  cerca  está  vuestra  re- 
dención. 

29  Y  les  dixo  una  semejanza:. 
Mirad  la  higuera,  y  todos* los 
árboles : 

30  Quando  j-a  producen  de  sí 
el  fruto,  entendéis  que  cerca  es- 
tá el  Estío. 

3 1  Así  también  vosotros,  quan- 
do viereis  hacerse  estas  cosas, 
sabed  que  cerca  está  el  reyno 
de  Dios. 

32  En  verdad  os  digo,  que  no 
pasára  esta  generación,  hasta 
que  todas  estas  cosas  sean  he- 
chas. 

33  El  Cielo  y  la  tierra  pasa- 
rán ;  mas  mis  palabras  no  pasa- 
rán. 

34  Mirad  pues  por  vosotros, 
no  sea  que  vuestros  corazones 
se  carguen  de  glotonería  y  de 
embriaguez,  y  de  los  afanes  de 
esta  vida ;  y  que  venga  de  re- 
pente sobre  vosotros  aquel  dia  : 

35  Porque  asj  como  un  lazo 
vendrá  sobre  todos  los  que  están 
sobre  ia  haz  de  toda  la  tierra. 

36  Velad  pues  orando  en  todo 
tiempo,  para  que  seáis  dignos  de 
evitar  todas  estas  cosas,  que  han 
de  ser,  y  de  estar  en  pie  delante 
del  Hijo  del  hombre. 

37  Y  estaba  enseñando  de  dia 
en  el  templo;  y  de  noche  se 

j  salia,  y  lo  pasaba  en  el  monte, 
j  llamado  del  Olivar, 
l    28  Y  todo  el  pueblo  nra.- 


CAPITULO  xxir. 


125 


lírug-aLa,  por  reuir  á  oirle  en  el : 
templo. 

.    CAPITULO  XXII. 

1  IST  estaba  ya   cerca  la 

1.  fiesta  de  los  Azimos, 
que  es  llamada  Pascua  : 

2  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, y  los  Escribas  busca- 
ban, como  harían  morir  á  J  esus ; 
mas  temían  al  pueblo. 

3  Y  Batanas  entró  en  Judas, 
que  tenia  por  sobrenombre  Is- 
cariotes, uno  de  los  doce. 

4  Y  fué,  y  trató  con  los  Prín- 
cipes de  los  Sacerdotes,  y  con 
los  Magistrados  de  como  se  lo 
entreg-aria. 

5  Y  so  holg-áron,  y  concer- 
taron de  darle  dinero. 

6  Y  quedó  con  ellos  de  acuer- 
do. Y  buscaba  sazón,  para 
entreg-arlo  sin  concurso  de 
gentes. 

7  Vino  pues  el  dia  de  los 
Azimos,  en  que  era  menester 
matar  la  Pascua. 

8  Y  envió  á  Pedro  y  á  Juan, 
diciendo:  Id  á  aparejarnos  la 
Pascua,  para  que  comamos. 

9  Y  ellos  dixéron  :  ¿  En 
donde  quieres  que  la  apare- 
jemos ? 

10  Y  les  dixo  :  Luego  que 
entréis  en  la  ciudad,  encon- 
traréis un  hombre,  que  lleva  un 
cántaro  de  ag-ua  ;  seguidle  hasta 
la  casa,  en  donde  entrare, 

11  Y  decid  al  Padre  de  fa- 
milias de  la  casa :  El  Maestro 
te  dice  ;  ¿  En  donde  está  el 
aposento,  donde  tengo  de  co- 
mer la  Pascua  con  mis  discí- 
pulos ? 

12  Y  él  os  mostrará  una 
garande  sala  aderezada,  díspo- 
nedla  allí. 


13  Y  ellos  fueron,  y  lo  ha- 
llaron así  como  les  había  dicho» 
y  prepararon  la  I*ascua. 

14  Y  quando  fué  hora,  se 
sentó  á  la  mesa,  y  los  doce 
Apóstoles  con  él. 

15  Y  les  dixo  :  Con  deseo  he 
deseado  comer  con  vosotros  esta 
Pascua,  antes  que  padezca. 

16  Porque  os  digo,  que  no 
comeré  mas  de  ella  hasta  que 
sea  cumplida  en  el  rey  no  de- 
Dios. 

17  Y  tomando  el  cáliz,  dió 
gracias,  y  dixo :  Tomad,  y  dis- 
tribuidlo entre  vosotros  : 

18  Porque  os  digo,  que  no 
beberé  mas  de  fruto  de  vid, 
hasta  que  venga  el  reyno  do 
Dios. 

19  Y  habiendo  tomado  el  pan, 
dió  gracias,  y  lo  partió,  y  se  lo 
dió,  diciendo :  Este  es  mi  cuer- 
po, que  es  dado  por  vosotros ; 
esto  haced  en  memoria  de  mí. 

20  Y  asimismo  el  cáliz,  des- 
pués de  haber  cenado,  diciendo; 
Este  cáliz  es  el  nuevo  Testa- 
mento en  mi  saiigTe,  que  serú 
derramada  por  vosotros. 

21  Pero  ved  ahí  que  la  mano 
del  que  me  entrega,  conmigo 
está  á  la  mesa. 

22  Y  en  verdad  el  Hijo  del 
hombre  va,  según  lo  que  estfi 
decretado  :  ;  Mas  ay  de  aquel 
hombre,  por  quien  será  entre- 
gado ! 

23  Y  ellos  comenzaron  á  pre- 
guntarse unos  á  otros,  qnál  do 
ellos  seria,  el  que  esto  había  de 
hacer. 

24  Y  se  movió  también  entre 
ellos  contienda,  quál  de  ellos 
parecía  ser  el  mayor. 

25  Mas  él  les  dixo  :  Los 
Reyes  de  las  gentes  se  ense-. 
ñorean  de  ellas ;  y  ios  que  fie- 


126  Sx\N 

nen  poder  sobre  ellas,  son  lla- 
mados bienhechores. 

26  Mas  vosotros  no  así ;  antes 
el  que  es  mayor  entre  vosotros, 
hág-asc  como  el  menor ;  y  el  que 
])recede,  como  el  que  sirve. 

27  •  Porque  qual  es  mayor,  el 
que  está  sentado  á  la  mesa,  ó  el 
que  sirve  ?  ¿  no  es  mayor  el  que 
ceta  sentado  á  la  mesa  ?  Pues  yo 
estoy  en  medio  de  vosotros,  así 
como  el  que  sirve. 

28  IMas  vosotros  sois  los  que 
habéis  permanecido  conmigo  en 
mis  tentaciones : 

29  Y  por  esto  dispongo  yo  del 
rcyno  para  vosotros,  como  mi 
Padre  dispuso  de  él  para  mí, 

30  Para  que  comáis  y  bebáis 
á  m.i  mesa  en  mi  reyno,  y  os 
sentéis  sobre  tronos,  para  juz- 
gar á  las  doce  tribus  de  Israel. 

31  Y  dixo  mas  el  Señor:  Si- 
món, Simón,  mii*a,  que  Satanás 
os  ha  pedido  para  zarandearos 
como  trigo : 

32  Mas  yo  he  rogado  por  tí, 
que  no  falte  tu  fé  ;  y  tú,  una  vez 
convertido,  confirma  á  tus  her- 
manos. 

33  El  le  dixo :  Señor,  apare- 
jado estoy  para  ir  contigo  aun  á 
cárcel,  y  á  muerte. 

34  IMas  Jesús  le  dixo  :  Te 
digo,  Pedro,  que  no  cantará  hoy 
cl  galio,  sin  que  tres  veces  hayas 
negado  que  me  conoces.  Y  les 
dixo  : 

35  Quando  os  envié  sin  bolsa, 
y  sin  alforja,  y  sin  calzado,  ¿  por 
\  entura  os  fsdtó  alguna  cosa  ? 

36  Y  ellos  "  respondiéron  : 
Nada.  Luego  les  dixo :  Pues 
ahora  quien  tiene  bolsa,  tómela ; 
y  también  alforja ;  y  el  que  no 
ía  tiene,  venda  su  túnica,  y 
CQfljpre  espada. 

37  Porque  os  digo,  que  es 


LUCAS. 

necesario  que  s6  vea  cumplido  en 
mí  aun  esto  que  está  escrito  : 
Y  fué  contado  con  los  iniquos. 
Porque  las  cosas,  que  miran  á 
raí,  tienen  su  cumplimiento. 

38  Mas  ellos  respondiéron : 
Señor,  he  aquí  dos  espadas.  V 
él  les  dixo  :  Basta. 

39  Y  saliendo,  se  fué,  como 
soha,  al  monte  de  las  Olivas.  Y 
le  fueron  también  siguiendo  sus 
discípulos. 

40  Y  quando  llegó  al  lugar, 
les  dixo :  Haced  oración,  para 
que  no  entréis  en  tentación. 

41  Y  se  apartó  él  de  ellos, 
como  un  tiro  de  piedra ;  y  puesto 
de  rodillas,  oraba, 

42  Diciendo :  Padre,  si  quie- 
res, traspasa  de  mí  este  cáhz : 
Mas  no  se  haga  mi  voluntad^ 
sino  la  tuya. 

43  Y  le  apareció  un  Angel 
del  Cielo,  que  le  confortaba.  Y 
puesto  en  agonía,  orába  cou 
mayor  vehemencia. 

44  Y  fué  su  sudor,  como 
gotas  de  sangre,  que  coria  hasta 
la  tierra. 

45  Y  como  se  levantó  de  orar, 
vino  á  sus  discípulos,  y  los  hallo 
durmiendo  de  tristeza. 

46  Y  les  dixo  :  ¿  Por  qué'dor- 
mis  ?  levantaos,  y  orad,  para 
que  no  entréis  en  tentación. 

47  Y  quando  estaba  él  aun 
hablando,  se  dexó  ver  una  qua- 
drilla  de  gente ;  y  el  que  era 
llamado  Júdas,  uno  de  los  doce, 
iba  delante  de  ellos ;  y  se  acercS 
á  Jesús  para  besarle. 

48  Mas  Jesús  le  dixo  :  ¿  Jú- 
das, con  beso  entregas  al  Hijo 
del  hombre  ? 

49  Y  quando  vieron  los  qtic 
estaban  con  él,  lo  que  iba  á  su- 
ceder, le  dixéron :  Señorj  ^  Ireri- 
mas  can  espada  ? 


CAPITULO  XXIII. 


127 


50  Y  uno  de  ellos  hirió  á  un 
siervo  del  Príncipe  de  los  Sa- 
cerdotes, y  le  cortó  la  oreja 
derecha. 

51  Mas  Jesús,  tomando  la  pa- 
labra, dixo :  Dexad  hasta  aquí. 
Y  le  tocó  la  oreja,  y  le  sanó. 

52  Y  dixo  Jesús  á  los  Prínci- 
pes de  los  Sacerdotes,,  y  á  los 
Magistrados  del  templo,  y  á,  los 
ancianos,  que  habían  venido 
allí :  ¿  Como  á  ladrón  habéis  sa- 
lido con  espadas  y  con  palos  ? 

53  Habiendo  estado  cada  dia 
con  vosotros  en  el  templo,  no 
extendisteis  las  manos  contra 
raí ;  mas  esta  es  vuestra  hora,  y 
el  poder  de  las  tinieblas. 

54  Y  echando  mano  de  él,  le 
llevaron  á  la  casa,  del  Príncipe 
de  los  Sacerdotes;  y  Pedro  le 
seg-uia  á  lo  lejos. 

55  Y  habiendo  encendido 
fuego  en  medio  del  atrio,  y  sen- 
tándose ellos  al  rededor,  estaba 
también  Pedro  en  medio  de 
ellos. 

56  Una  criada,  quando  le  vió 
sentado  á  la  lumbre,  lo  miró  con 
atención,  y  dixo  ;  Y  este  con  él 
estaba. 

57  Mas  él  lo  negó,  diciendo  : 
Muger,  no  le  conozco. 

58  Y  un  poco  después,  vién- 
dole otro,  dixo :  Y  tú  de  eUos 
eres.  Y  dixo  Pedro :  Hombre, 
no  soy. 

59  Y  pasada  como  una  hora, 
afirmaba  otro  y  decia :  En  ver- 
dad este  con  él  estaba ;  porque 
es  también  Galiléo. 

60  Y  dixo  Pedro:  Hombre, 
no  sé  lo  que  dices.  Y  en  el 
mismo  instante,  quando  él  estaba 
aun  hablando,  cantó  el  gallo. 

61  Y  volviéndose  el  Señor, 
miró  á  Pedro.  Y  Pedro  se 
SKOrdó  de  la  palabra  del  Señor, 


como  le  había  dicho  :  Antes  qu'e 
el  gallo  cante,  me  negarás  tres 
veces : 

62  Y  saliendo  Pedro  fuera> 
lloró  amargamente. 

63  Y  aquellos,  que  tenían  á. 
Jesús,  le  escarnecían  hiriéa- 
dole. 

64  Y  le  vendaron  los  ojos,  y 
le  herían  en  la  cara,  y  le  pre- 
guntaban, y  decían  :  ¿  Adivina^, 
quien  es  el  que  te  hirió  ? 

65  Y  decían  otras  muchas  co- 
sas blasfemando  contra  él. 

66  Y  quando  fué  de  dia  se 
juntáronlos  ancianos  del  pueblo, 
y  los  Príncipes  de  los  Sacer- 
dotes, y  los  Escribas,  y  lo  Uevá^ 
ron  á  su  concilio,  y  le  dixéron  í 
Si  tú  eres  el  Cristo,  dínoslo. 

67  Y  les  dixo:  Si  os  lo  áb- 
xere,  no  me  creeréis  : 

68  Y  también  si  os  pregun- 
tare, no  me  responderéis,  ni  me 
dexaréis. 

69  Mas  desde  ahora  el  Hijo 
del  hombre  estará  sentado  á  ía 
diestra  de  lá  virtud  de  Dios. 

70  Dixéron  todos  :  ¿  Luego 
tú  eres  el  Hijo  de  Dios?  El 
dixo  :  Vosotros  decis,  que  yo  lo 
soy. 

71  Y  ellos  dixéron :  ¿  Que 
necesitamos  mas  testimonio  ? 
pues  nosotros  mismos  lo  habernos 
oido  de  su  boca. 

CAPITULO  XXIIL 

1  XT"  se  levantó  toda  aquella 

Jl  multitud,  y  lo  ílevá- 
ron  á  Pilato. 

2  Y  comenzaron  á  acusarle, 
diciendo  ;  A  este  hemos  halladü 
pervirtiendo  á  nuestra  nación,  y 
vedando  dar  tributo  á  César,  y 
diciendo  que  él  es  el  Cristo 
Rey. 


m 


SAN  LUCAS. 


3  Y  Pilato  le  preguntó,  y 
dixo:  ¿Eres  tú  el  Rey  de  los 
Judíos  ?  Y  él  le  respondió,  di- 
ciendo :  Tú  lo  dices. 

4  Dixo  Pilato  á  los  Príncipes 
.le  los  Sacerdotes,  y  á  la  g-ente  : 
'\ingnn  delito  hallo  en  este 
iiombre. 

5  Mas  ellos  insistian,  dicien- 
do :  Tiene  alborotado  el  pueblo 
con  la  doctrina,  que  esparce 
por  toda  la  Judéa,  comenzando 
desde  la  Galilea  hasta  aquí. 

6  Pilato,  que  oyó  decir  Ga- 
iiléa,  preguntó  si  era  de  Ga- 
íiléa. 

7  Y  quando  entendió,  que  era 
de  la  jurisdicción  de  Heródes,  le 
remitió  á  Heredes,  el  qual  á  la 
fc'azon  se  hallaba  también  en 
Jerusalém. 

O  Y  Heródes,  quando  vió  á 
Jesús,  se  holgó  mucho.  Porque 
de  largo  tiempo  le  habia  deseado 
V  er,  por  haber  oido  decir  de  él 
muchas  cosas,  y  esperaba  verle 
hacer  algún  milagro. 

9  Le  hizo  pues  muchas  pre- 
guntas. Mas  él  nada  le  res- 
pondía. 

10  Y  estaban  los  Príncipes 
de  los  Sacerdotes,  y  los  Escri- 
bas acusándole  con  grande  ins- 
tancia. 

1 1  Y  Heródes  con  sus  solda- 
dos le  despreció  ;  y  escarne- 
ciéndole, le  hizo  vestir  de  una 
ropa  blanca,  y  le  volvió  á  enviar 
á  Pilato. 

12  Y  aquel  dia  quedaron  ami- 
gos Heródes,  y  Pilato;  porque 
ántes  eran  enemigos  entre  sí. 

13  Pilato  pues  llamó  á  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes,  y  á 
ios  Magistrados,  y  al  pueblo, 

14  Y  les  dixo  :  Me  habéis 
^iresentado  este  hombre,  como 
pervertidor  del  pueblo,  y  ved 


que  preguntándole  yo  doian-te  de 
vosotros,  no  hallé  en  este  hom- 
bre culpa  alguna  de  aquellas,  de 
que  le  acusáis. 

15  Ni  Heródes  tampoco : 
porque  os  remití  á  él,  y  he  aquí 
que  nada  se  ha  probado,  que 
merezca  muerte. 

16  Y  ^sí  le  soltaré  después 
de  haberle  castigado. 

17  Y  debia  soltarles  uno  en  el 
dia  de  la  fiesta. 

1 8  Y  todo  el  pueblo  dio  voces 
á  una,  diciendo:  Haz  morir  á, 
este,  y  suéltanos  á  Barrabas, 

19  Este  liabia  sido  puesto  ea 
la  cárcel  por  cierta  sedición 
acaecida  en  la  ciudad,  y  por  un 
homicidio. 

20  Y  Pilato  les  habló  de 
nuevo,  queriendo  soltar  á  Jesús. 

21  Mas  ellos  volvían  á  dar 
voces,  diciendo  :  Crucifícaiej 
crucifícale. 

22  Y  él  tercera  vez  Ie&  dixo  : 
¿  Pues  que  mal  ha  hecho  este  ? 
Yo  no  hallo  en  él  ninguna  causa 
de  muerte  ;  le  castigaré  pues,  y 
le  soltaré. 

23  Mas  ellos  insistian  pidien- 
do á  grandes  voces,  que  fuese 
crucificado,  y  crecían  mas  sus 
voces. 

24  Y  Pilato  juzgó,  que  se  hi- 
ciera lo  que  ellos  pedían. 

25  Y  les  soltó  al  que  por  se* 
dicion,  y  homicidio  habia  sido 
puesto  en  la  cárcel,  al  qual  ha- 
bían pedido  ;  y  entreg'ó  á  Jesús 
a,  la  voluntad  de  ellos. 

26  Y  quando  le  llevaron,  to- 
maron un  hombre  de  Cirenc, 
llamado  Simón,  que  venia  de 
una  granja ;  y  le  cargáron  la 
cruz,  para  que  la  llevase  en  pos 
de  Jesús. 

27  Y  le  seguía  una  grande 
multitud  de  pueblo,  y  de  mu- 


CAPITULO  XXIII. 


1?9 


jSferes,  las  quales  lo  plaman,  y 
lioraban. 

23  Mas  Jesús,  volviéndose 
ácia  ellas,  les  dixo  :  Hijas  de 
Jerusalém,  no  lloréis  sobre  mí ; 
ántes  llorad  sobre  vosotras  mis- 
mas, y  sobre  vuestros  hijos. 

29  Porque  vendrán  dias,  en 
que  dirán  :  Bienaventuradas  las 
estériles,  y  los  vientres,  que  no 
concibieron,  y  los  pechos  que  no 
dieron  de  mamar. 

30  Eiitónces  comenzarán  á 
decir  á  los  montes  :  Caed  sobre 
nosotros  ;  y  á  los  collados  :  Cu- 
bridnos. 

31  Porque  si  en  el  árbol 
verde  hacen  esto,  ¿  en  el  seco, 
que  se  hará  ? 

32  Y  llevaban  también  con 
él  otros  dos,  que  eran  malhe- 
chores, para  hacerlos  morir. 

33  Y  quando  lleg-áron  al  lu- 
gar, que  se  llama  de  la  Cala- 
vera, le  crucificáron  allí  ;  y  á 
los  ladrones,  uno  á  la  derecha,  y 
otro  á  la  izquierda. 

34  Mas  Jesús  decia  :  Padre, 
perdónalos  ;  porque  no  saben  lo 
que  hacen.  Y  dividiendo  sus 
vestidos,  echáron  suertes. 

35  Y  el  pueblo  estaba  miran- 
do, y  los  Príncipes  juntamente 
con  él,  le  denostaban,  y  decían  : 
A  otros  hizo  salvos,  sálvese  á  sí 
mismo,  si  este  es  el  Cristo,  el 
escogido  de  Dios. 

3G  Le  escarnecian  taTnbisn 
los  soldados,  acercándose  á  él,  y 
presentándole  vinagre, 

37  Y  diciendo :  Si  tú  eres  el 
Rey  de  los  Judíos,  sálvate  á  tí 
mismo.  j 

38  Y  había  también  sobre  el 
un  título  escrito  en  letras  Grie- 
gTLs,    Latinas,    y    Hebraicas  :  | 
Este    es    el    Rlz     de  ios  I 
Judíos.  j 


39  Y  uno  de  aquellos  la 
drones,  que  estaban  colgados,  le 
injuriaba,  diciendo:  Si  tú  eres 
el  Cristo,  sálvate  á  tí  mismo,  y 
á  nosotros. 

40  Mas  el  otro  respondiendo, 
le  reprehendió,  diciendo  :  Ni 
aun  tú  temes  á  Dios,  estando  en 
el  mismo  suplicio. 

41  Y  nosotros  en  verdad  por 
nuestra  culpa,  porque  recibimos 
lo  que  merecen  nuestras  obras  ; 
mas  este  ningún  mal  ha  hecho. 

42  Y  decia  á  Jesús  :  Señor, 
acuérdate  de  mí,  quando  vinie- 
res á  tu  reyno. 

43  Y  Jesús  le  dixo  :  En  ver- 
dad te  dig-o,  que  hoy  serás  con- 
mig-o  en  el  Paraíso. 

44  Y  era  ya  casi  la  hora  de 
sexta,  y  toda  la  tierra  se  cubrió 
de  tinieblas  hasta  la  hora  de 
nona. 

45  Y  se  obscureció  el  Sol  ;  y 
el  velo  del  templo  se  rasgó  por 
medio. 

46  Y  Jesús,  dando  una  grande 
voz,  dixo :  Padre,  en  tus  manos 
encomiendo  mi  espíritu.  Y  di- 
ciendo esto,  espiró. 

47  Y  quando  vio  el  Centuri- 
ón lo  que  habia  acontecido,  glo- 
rificó á  Dios,  diciendo :  Ver- 
daderamente este  hombre  eru 
justo. 

48  Y  todo  el  gentío,  que 
asistía  á  este  espectáculo,  y 
veía  lo  que  pasaba,  se  volvía, 
dándose  golpes  en  los  pechos. 

49  Y  todos  los  conocidos  de 
Jesús,  y  las  mugeres,  que  le  ha- 
bían seguido  de  Galilea,  esta- 
ban de  lójos  mirando  estas  cosa-. 

50  Y  he  aqaí  un  varón  llama- 
do Josef,  el  qual  era  Senador, 
varón  bueno  y  justo, 

51  Que  no  habia  consentido 
en  c-1  consejo,  ni  ca  los  hechos 


130 


SAN  LUCAS. 


(Te  ellos,  de  Arimatéa,  ciudad 
de  la  Judéa,  el  qual  esperaba 
también  el  reyno  de  Dios. 

52  Este  Ue^ó  á  Pilato,  y  le 
pidió  el  cuerpo  de  Jesús  : 

53  Y  habiéndole  quitado,  lo 
envolvió  en  una  sábana,  y  lo 
puso  en  un  sepulcro  labrado  en 
una  peña,  en  el  qual  ningu- 
no ha&ta  entónces  habia  sido 
puesto. 

54  Y  era  el  dia  de  Parasceve, 
y  ya  raiaba  el  Sábado. 

55  Y  viniendo  también  las 
mug-eres  que  habian  seguido  á 
Jesús  desde  Galilea,  vieron  el 
sepulcro,  y  como  fué  depositado 
feu  cuerpo. 

56  Y  volviéndose,  preparáron 
aromas  y  ungüentos  ;  y  reposa- 
ron el  Sábado  conforme  al  raan- 
dainiento. 

CAPITULO  XXIV. 

1  1^  el  primer  dia  de  la  se- 

jL  mana  fueron  muy  de 
iiañana  al*  sepulcro,  llevando  los 
aromas,  que  habian  preparacjo  : 

2  Y  halláron  la  losa  revuelta 
del  sepulcro. 

3  Y  entrando,  no  halláron  el 
cuerpo  del  Señor  Jesús. 

4  Y  aconteció,  que  estando 
consternadas  por  esto,  he  aquí 
dos  vai'ones,  que  se  paráron  jun- 
to á  ellas  con  vestiduras  resplan- 
decientes. 

5  Y  como  estuviesen  medro- 
sas, y  baxasen  el  rostro  á  tierra, 
Ies  dixéron :  ¿  Por  que  buscáis 
entre  los  nmertos,  al  que  vive  ? 

6  No  está  aquí,  mas  ha  resu- 
citado :  acordaos  de  lo  que  os 
habló,  estando  aun  en  Galilea, 

7  Diciendo  :  Es  menester, 
que  el  Hijo  del  hombre  sea  en- 
treg^ado  en  manos  de  hombres 


pecadores,  y  que  sea  Gpuci^ca- 
do,  y  resucite  al  tercero  dia. 

8  Entónces  se  acordaron  de 
las  palabras  de  él. 

9  Y  saliéron  del  sepulcro,  y 
fuéron  á  contar  todo  esto  á  las 
once,  y  á  todos  los  demás. 

10  Y  las  que  refiriéron  á  los 
Apóstoles  estas  cosas  eran  Ma- 
ría Magdalena,  y  Juana,  y  Ma- 
ría madre  de  Santiago,  y  las  de- 
mas,  que  estaban  con  ellas. 

11  Y  ellos  tuviéron  por  un 
desvarío  estas  sus  palabras,  y  no 
las  creyéron. 

12  Mas  levantándose  Pedro, 
corrió  al  sepulcro,  y  baxándose," 
vio  solo  los  lienzos,  que  estaban 
allí  echados,  y  se  fué  admirando 
entre  sí  lo  que  habia  sucedido. 

13  Y  dos  de  ellos  aquel  mis- 
mo dia  iban  á  una  aldea  llamada 
Emmaús,  que  distaba  de  Jem- 
salém  sesenta  estadios. 

14  Y  ellos  iban  conversando 
entre  sí  de  todas  estas  cosas, 
que  habian  acaecido. 

15  Y  como  fuesen  hablando  y 
conferenciando  el  uno  con  el 
otro,  se  llegó  á  ellos  el  mismo 
Jesús,  y  caminaba  en  su  com- 
pañía : 

16  Mas  los  ojos  de  ellos  esta- 
ban detenidos,  para  que  no  le 
conociesen. 

17  Y  les  dixo  :  ¿  Que  pláticas 
son  esas,  que  tratáis  entre  voso- 
tros caminando,  y  por  que  estáis 
tristes  ? 

18  Y  respondiendo  uno  de 
ellos,  llamado  Cleofas,  le  dixo  : 
¿  Tú  solo  eres  forastero  en  Jeru- 
salém,  y  no  sabes  lo  que  allí  ha 
pasado  estos  dias  ? 

19  El  les  dixo  :  ¿  Que  cosa  ? 
Y  respondieron  :  De  Jesús  Na» 
zareno,  que  fué  un  varón  Pro-' 
fetaj  poderoso  en  obras  y  ejx  pa* 


CAPITULO  xxrv. 


131 


labras  (leíante  de  Dios  y  de  todo 
el  pueblo : 

20  Y  como  le  entreg^áron  los 
Sumos  Sacerdotes  y  nuestros 
Príncipes  á  condenación  de 
muerte,  y  le  crucificaron : 

21  jNÍas  nosotros  esperába- 
mos, que  él  era  el  que  liabia  de 
redimir  á  Israel ;  y  ahora  sobre 
todo  esto  hoy  es  el  tercer  dia, 
que  han  acontecido  estas  cosas. 

22  Aunque  también  unas  mu- 
g-ercs  de  las  nuestras  nos  han 
espantado,  las  quales  antes  de 
amanecer,  fueron  al  sepulcro, 

23  Y  no  habiendo  hallado  su 
cuerpo,  v'olviéron,  diciendo  que 
habian  visto  allí  visión  de  Ange- 
les, los  quales  dicen  que  él  vive. 

24  Y  algunos  de  los  nuestros 
fueron  al  sepulcro;  y  lo  halla- 
ron, así  como  las  mugeres  lo  ha- 
bian referido  ;  mas  á  él  no  le 
hallaron. 

25  Y  Jesús  les  dixo  :  ¡  O  ne- 
cios y  tardos  de  corazón,  para 
creer  todo  lo  que  los  Profetas 
han  dicho  ! 

26  ¿  Pues  que  no  fué  menes- 
ter, que  el  Cristo  padeciese  estas 
cosas,  y  que  así  entrase  en  su 
g-loria  ? 

27  Y  comenzando  desde  Moi- 
sés, y  de  todos  los  Profetas,  se 
lo  declaraba  en  todas  las  Escri- 
turas, que  hablan  de  él. 

28  Y  se  acercaron  al  castillo, 
á  donde  iban  ;  y  él  dió  muestras 
de  ir  mas  léjos. 

29  Mas  le  detuviéron  por 
fuerza,  diciendo :  Quédate  con 
nosotros,  porque  se  hace  tarde, 
y  está  ya  incUuado  el  dia.  Y 
entro  con  ellos. 

30  Y  estando  sentado  con 
ellos  á  la  mesa,  tomó  el  pan,  y 
lo  bendixo,  y  habiéndolo  ¡mrtido, 
se  b  daba. 


31  Y  fuéron  abiertos  los  ojos 
de  ellos,  y  }^  conociéron ;  y  él 
entonces  se  desapareció  de  su 
vista. 

32  Y  dixéron  uno  á  otro: 
¿  Por  ventura  no  ardia  nuestro 
corazón  dentro  de  nosotros, 
quando  en  el  camino'  nos  ha- 
blaba, y  nos  explicaba  las  Es- 
crituras ? 

33  Y  levantándose  en  la  mis- 
ma hora,  volviéron  á  Jerusalém; 
y  hallaron  cong-regados  á  losr 
once,  y  á  los  que  estaban  con 
cUos, 

34  Que  decían:  Ha  resuci- 
tado el  Señor  verdaderamente, 
y  ha  aparecido  á  Simón. 

35  Y  ellos  contaban  lo  que 
Ies  había  acontecido  en  el  ca- 
mino ;  y  como  le  habian  cono- 
cido al  partir  el  pan. 

36  Y  estando  hablando  estas 
cosas,  se  puso  Jesús  en  medio  de 
eUos,  y  les  dixo  :  Paz  á  voso- 
tros :  Yo  soy,  no  temáis. 

37  Mas  ellos  turbados  y  es- 
pantados, pensaban  que  veían 
algún  espíritu. 

38  Y  les  dixo  :  ¿  Por  que  es- 
tais  turbados,  y  suben  pen- 
samientos á  vuestros  cora- 
zones ? 

39  Ved  mis  manos  y  mis  píes, 
que  yo  mismo  soy  ;  palpad  y 
ved  ;  que  el  espíritu  no  tiene 
carne  ni  huesos,  como  veis  que 
yo  tengo. 

40  Y  dicho  esto,  les  mostró 
las  manos  y  los  pies. 

41  Mas  como  aun  no  lo  aca- 
basen de  creer,  y  estuvicsea 
maravillados  de  gozo.  Ies  dixo  : 
¿  Tenéis  aquí  algo  de  comer  ? 

42  Y  ellos  le  presentaron 
parte  de  un  pez  asado,  y  un  pa- 
nal de  miel. 

43  Y  habiendo  comido  de- 


132  SAN 

íante  Je  ellos,  tomó  las  sobras, 
y  se  las  dió. 

44  Y  les  dixo :  Estas  son  las 
palabras,  que  os  hable,  estando 
aun  coa  vosotros,  que  era  nece- 
sario, que  se  cumpliese  todo  lo 
<¿ue  está  escrito  de  mí  en  la  ley 
de  Moisés,  y  en  los  Profetas,  y 
calos  Salmos. 

45  Entonces  les  abrió  el  sen- 
ido,  para  que  entendiesen  las 
'üscii  turas. 

4G,  Y  les  dixo :  Así  está  es- 
rito, y  así  era  menester,  que  el 
Cristo  padeciese,  y  resucitase 
al  tercero  dia  de  entro  los 
muertos : 

47  Y  que  se  predicase  en  su 
nombre  penitencia  y  remisión 
de  pecados  á  todas  las  nación-  , 


JUAN. 

es,  comenzando  de  Jeiiisalém. 

48  Y  vosotros  testigos  sois  de 
estas  cosas. 

49  Y  yo  envió  al  prometido 
de  mi  Padre  sobre  vosotros  : 
mas  vosotros  permaneced  aquí 
en  la  ciudad,  hasta  que  seáis 
vestidos  de  la  virtud  de  lo  alto. 

50  Y  los  saco  fuera  hasta  Be- 
thania  ;  y  alzando  sus  manos,, 
los  bcndixo. 

51  Y  aconteció,  que  mien- 
tras los  bendecia,  se  partió  do 
ellos,  y  era  llevado  al  Cielo. 

52  Y  ellos,  después  de  haberle 
adorado,  se  volvieron  á  Jerusa- 
Icm  con  g-rande  g-ozo  : 

53  Y  estaban  siempre  en  el 
templo  loando  y  bendiciendo  á 

[  Dios.  Amen. 


EL  SANTO  EVANGELIO 


DE  JESU-CRISTO 

SEGUN  SAN  JUAN. 


CAPITULO  I. 

1  Tj^-^       principio  era  el 
Xli  \'erbo,  y  el  Verbo  era 

con  Dios,  y  el  Verbo  era  Dios. 

2  Este  era  en  el  principio  con 
Dios. 

3  Todas  las  cosas  fueron  he- 
cuas  por  el ;  y  nada  de  lo  que 
Íu6  hecho,  se  hizo  sin  cí, 

4  En  él  estaba  la  vida,  y  la 
vida  era  la  iuz  de  los  hombres  : 

5  Y  la  luz  en  las  tinieblas 
r-ospiacdecc ;  mas  las  linieUaB 
i:ü  ia  comprehendiéron. 

6  Fuá  ua  hombre  enviado  de 
Dios,  que  tenia  por  nombre  Juan. 

7  Este  vino  en  testimonio,  pa-  i 
ra  d-ir  testimonio  de  la  luz,  para  ] 
q'i3  creycóca  lodos  por  él.  ' 


8  No  era  el  la  luz,  sino  para 
que  diese  testimonio  de  la  luz. 

9  Era  la  luz  verdadera,  que 
alumbra  á  todo  hombre,  que 
viene  á  este  mundo. 

10  En  el  mundo  estaba,  y  el 
mundo  por  él  fué  hecho,  y  no  le 
conoció  el  mundo. 

1  i  A  lo  suyo  vino,  y  los  suyos 
no  le  recibieron. 

12  Mas  á  quantos  le  recibie- 
ron, les  dió  poder  de  ser  liechos 
hijos  de  Dios,  á  aquellos  que 
creen  en  su  nombre  : 

IJ  Los  quales  son  nacidos  no- 
;  de  sangres,  ni  de  voluntad  de 
,'  carne,  ni  de  voluntad  de  varón, 
¡  mas  de  Dios. 

'    14  Y  el  Verbo  fué  hecho  car^ 


CAPÍTULO  I. 


133 


ne,  V  habitó  entre  nosotros ;  y 
vimos  la  gloria  de  él,  gloria  co- 
j  mo  de  Unigénito  del  Padre,  lle- 
no de  gracia  y  de  verdad. 

15  Juan  da  testimonio  de  él, 
y  clama,  diciendo :  Este  era  el 
que  yo  dixe  :  El  que  ha  de  venir 
en  pos  de  mí,  ha  sido  engendra- 
do ántes  de  mí ;  porque  primero 
era  que  yo. 

IG  Y  de  su  plenitud  recibimos 
nosotros  todos,  y  gracia  por  gra- 
cia. 

17  Porque  la  ley  fue  dada  por 
*    Moisés  ;  mas  la  gracia,  y  la  ver- 
dad fué  hecha  por  Jesu-Cristo. 

1 8  A  Dios  nadie  le  vio  jamas. 
El  Hijo  Unigénito,  que  está  en 
el  seno  del  Padre,  él  mismo  lo 
ha  dcclai-ado. 

19  Y  este  es  el  testimonio  de 
Juan,  quando  los  Judíos  envia- 
ron á  él  de  Jerusalém  Sacer- 
dotes, y  Levitas  á.  preguntarle  : 
¿  Tú  quien  eres  ? 

20  Y  confesó,  y  no  negó ;  y 
confesó  :  Que  }  o  no  soy  el 
Cristo. 

21  Y  le  preguntaron:  ¿Pues 
que  cosa  ?  ¿  Eres  tú  Elias  ?  Y 
dixo;  No  soy.  ¿Eres  tú  el  Pro- 
feta ?  Y  respondió  :  No. 

22  Y  le  dixéron  :  ¿  Pues  quién 
eres,  para  que  podaixíos  dar  res- 
puesta á  los  que  nos  han  envia- 
do f  ¿  Que  dices  de  tí  mismo  ? 

23  El  dixo  :  Yo  soy  voz  del 
que  clama  en  el  desierto :  En- 
derezad el  camino  del  Señor, 
como  dixo  Isaías  Profeta. 

24  Y  los  que  habian  sido  en- 
viados, eran  de  los  l'ariséos. 

25  Y  le  preguntaron,  y  le  di- 
xéron :  ¿  Pues  por  que  bautizas, 
si  tú  no  eres  el  Cristo,  ni  Elias, 
ui  el  Profeta  ? 

2G  J uan  les  respondió,  y  dixo : 
Yo  bautizo  en  agua;  mas  en 


medio  de  vosotros  estuvo,  á  quien 
vosotros  no  conocéis. 

27  Este  es  el  que  ha  de  venir 
en  pos  de  mí,  que  ha  sido  engen- 
drado ántes  do  mí ;  del  qual  yo 
no  soy  digno  de  desatar  la  conx;a 
del  zapato. 

28  Esto  aconteció  en  Betafiía 
de  la  otra  parte  del  Jordán,  ea 
donde  estaba  Juan  bautizando. 

29  El  dia  siguiente  vio  Juan 
á  Jesús  venir  á  él,  y  dixo  :  He 
aquí  el  Cordero  de  Dios,  he 
aquí  el  que  quita  el  pecado  del 
mundo. 

30  Este  es  aquel,  de  quien  yt> 
dixe:  En  pos  de  mí.  viene  un 
varón,  que  fué  engendrado  ántes 
de  raí ;  porque  primero  era  que 

yo- 

31  Y  yo  no  le  conocía,  mas 
para  que  sea  manifestado  en  Is- 
raél,  por  eso  vine  yo  á  bautizar 
en  agua. 

32  Y  Juan  dió  testimonio,  di- 
ciendo :  Que  vi  el  Espíritu  que 
descendía  del  Cielo  como  palo- 
ma, y  reposó  sobre  él. 

*23  Y  yo  no  le  conocía;  mas 
aquel  que  me  envió  á  bautizar 
en  agua,  me  dixo  :  Sobre  aquel 
que  tú  vieres  descender  el  Espí- 
ritu, y  reposar  sobre  él,  este  es 
el  que  bautiza  en  Espíritu  Santo. 

34  Y  yo  le  vi ;  y  di  testimo- 
nio, que  este  es  el  Hijo  de  Dios. 

35  El  dia  siguiente  otra  vez 
estaba  Juan,  y  dos  de  sus  discí- 
pulos. 

36  Y  mirando  á  Jesús  que 
pasaba,  dixo :  He  a^^uí  el  Cor- 
dero de  Dios. 

37  Y  lo  ov  éron  hablar  dos  de 
sus  discípulos,  y  siguieron  á 
Jesús. 

38  Y  volviéndose  Jesús,  y 
viendo  que  le  seguían,  les  dixo  : 
¿  Que  buscáis  ?  Ellos  le  dixéron; 


134 


SAN  JUAN. 


¿  Rabbí,  que  quiere  decir  Maes- 
tro, en  donde  moras  ? 

39  Les  dixo  :  Venid,  y  vedlo. 
Eiios  fueron,  y  vieron  en  donde 
moraba,  y  se  quedaron  con  él 
aquel  dia  ;  era  entonces  como  la 
hora  de  las  diez. 

40  Y  Andrés  hermano  de  Si- 
món Pedro  era  uno  de  los  dos, 
que  habían  oido  decir  esto  á 
Juan,  y  que  habian  seguido  á 
Jesús. 

41  Este  halló  primero  á  su 
hermano  Simón,  y  le  dixo :  He- 
mos hallado  al  Mcssías.  (Que 
quiere  decir  el  Cristo.) 

42  Y  le  llevó  á  Jesús.  Y 
Jesús  le  miró,  y  dixo:  Tú  eres 
Simón  hijo  de  Joná ;  tú  serás 
llamado  Cefas,  que  se  interpreta 
Pedro. 

43  El  dia  siguiente  quiso  ir  á 
Galilea,  y  halló  á  Felipe.  Y 
Jesús  le  dixo :  Sigúeme. 

44  Era  Felipe  de  Betsaida, 
ciudad  de  Andrés,  y  de  Pedro. 

45  Felipe  halló  á  Natanaél, 
y  le  dixo :  Hallado  hemos  á 
aquel,  de  quien  escribió  Moisés 
en  la  Ley,  y  los  Profetas,  á  Je- 
sús, el  hijo  de  Josef,  el  de  Naza- 
réth. 

46  Y  Natanael  le  dixo :  ¿  De 
Nazaréth  puede  haber  cosa  bue- 
na? Felipe  le  dixo:  Ven,  y  veelo. 

47  Vió  Jesús  á  Natanaél, 
que  venia  á  buscarle,  y  dixo  de 
C:l :  He  aquí  un  verdadero  Is- 
raelita, en  quien  no  hay  engaño. 

43  Natanaél  le  dixo  :  ¿  De 
donde  mé  conoces?  Respondió 
Jesús,  y  le  dixo  :  Antes  que  Fe- 
lipe te  llamara,  quando  estabas 
debaxo  de  la  higuera,  te  vi. 

49  Natanaél  le  respondió,  y 
dixo :  Maestro,  tú  eres  el  Hijo 
de  Diosj  tú  eres  el  Rey  de  Is- 
raéK 


50  Jesús  respondió,  y  le  dixo: 
Porque  te  dixe,  que  te  vi  de- 
baxo de  la  higuera,  crees ;  ma- 
yores cosas  que  estas  verás. 

51  Y  le  dixo:  En  verdail,  en 
verdad  os  digo,  que  veréis  el 
Cielo  abierto,  y  los  Angeles  de 
Dios  subir,  y  descender  sobre  el 
Hijo  del  hombre. 

CAPITULO  II. 

1  "WT  de  allí  á  tres  dias  se 

Jl  celebráron  unas  bodas 
en  Caná  de  Galiléa;  y  estaba 
allí  la  Madre  de  Jesús. 

2  Y  fué  también  convidado 
Jesús,  y  sus  discípulos  á  las 
bodas. 

3  Y  llegando  á  faltar  vino,  la 
Madre  de  Jesús  le  dice :  No 
tienen  vino. 

4  Y  Jesús  le  dixo  :  ¿  Muger, 
que  nos  va  á  mí  y  á  tí  ?  aun  no 
es  llegada  mi  hora. 

5  Dixo  la  Madre  de  él  á  los 
que  servían :  Haced  quanto  él 
os  dixere. 

6  Y  habia  allí  seis  hydrias  de 
piedra  conforme  á  la  purificación 
de  los  Judíos,  y  cabían  en  cada 
una  dos  ó  tres  cántaros. 

7  Y  Jesús  les  dixo :  Llenaxl 
las  liídrias.de  agua.  Y  lasJle- 
náron  hasta  arriba. 

8  Y  Jesús  les  dixó:  Sacad 
ahora,^  llevad  al  Maestresala. 
Y  le  llevaron.  ^ 

9  Y  luego  que  gíistó  el  Maes- 
tresala el  agua  hecha  vino,  y  no 
sabia  de  donde  era,  aunque  los 
que  servían  lo  sabían  porque  ha- 
bian sacado  el  agua ;  llamó  al 
esposo  el  Maestresala, 

10  Y  le  dixo :  Todo  hombre 
í-irvc  primero  el  buen  vino ;  y 
después  que  han  bebido  bien, 
eatónces  da  el  que  no  es  tan 


CAPITULO  III. 


135 


tuicno;  mas  tú  guardaste  el 
buen  vino  hasta  aliora. 

1 1  Este  fue  el  primer  milagro, 
que  hizo  Jesús  en  Cana  de  Ga- 
lilea ;  y  manifestó  su  gloria,  y 
creyeron  en  él  sus  discípulos. 

12  Después  de  esto  se  fu6  á 
Cafarnaum  él,  y  su  Madre,  y  sus 
hermanos,  y  sus  discípulos ;  y 
estuvieron  allí  no  muchos  dias. 

13  Y  estaba  cerca  la  Pascua 
de  los  Judíos,  y  subió  Jesús  á 
Jerusalém : 

14  Y  halló  en  el  templo  ven- 
diendo bueyes,  y  ovejas,  y  palo- 
mas, y  á  los  cambistas  sentados. 

15  Y  haciendo  de  cuerdas  co- 
mo un  azote,  los  echó  á  todos 
del  templo,  y  las  ovejas,  y  los 
bueyes,  y  arrojó  por  tierra  el 
dinero  de  los  cambistas,  y  der- 
ribó las  mesas. 

1 6  Y  dixo  á  los  que  vendían 
las  palomas :  Quitad  esto  de  aquí, 
y  la  casa  de  mi  Padre  no  la  ha- 
gáis casa  de  tráfico. 

1 7  Y  se  acordaron  sus  discí- 
pulos, que  está  escrito ;  El  zelo 
de  tu  casa  me  comió. 

18  Y  los  Judíos  le  respondie- 
ron, y  dixéron  :  ¿  Que  señal  nos 
muestras,  de  que  haces  estas 
cosas  ? 

19  Jesús  les  respondió,  y  di- 
xo :  Destruid  este  templo,  y  en 
tres  dias  lo  levantaré. 

20  Los  Judíos  le  dixéron : 
¿  En  quarenta  y  seis  años  fué 
hecho  este  templo,  y  tú  lo  le- 
vantarás en  tres  dias  ? 

21  Mas  él  hablaba  del  templo 
de  su  cuerpo. 

22  Y  quando  resucitó  de  en- 
tre lofi  muertos,  se  acordaron  sus 
discípulos,  que  por  esto  lo  decia, 
y  ci-eyéron  á  la  Escritura,  y  á 
la  palabra,  que  dixo  Jesús. 

¿3  Y  estando  en  Jerusalém  i 


en  el  día  solcfranc  de  la  Pascua, 
muchos  creyéron  en  su  nombre, 
viendo  los  milagros  que  hacia. 

24  Mas  el  mismo  Jesús  no  se 
fiaba  de  ellos,  porque  los  conocía 
á  todos, 

25  Y  porque  el  no  había  me- 
nester, que  alguno  le  diese  tes* 
timonio  del  hombre ;  porque  sa- 
bia por  sí  mismo  lo  que  había  en 
el  hombre. 

CAPITULO  IIL 

1  "^TT  habia  un  hombre  dé 

jL  los  Fariseos,  llamado 
Nicodemo,  Príncipe  de  los  Ju- 
díos. 

2  Este  vino  á  Jesús  de  noche, 
y  le  dixo :  Rabbí,  sabemos,  que 
eres  Maestro  venido  de  Dios; 
porque  ninguno  puede  hacer  es- 
tos milagros  que  tú  haces,  si 
Dios  no  estuviere  con  él. 

3  Jesús  respondió,  y  le  dixo : 
En  verdad,  en  verdad  te  digo, 
que  no  puede  ver  el  reyno  de 
Dios,  sino  aquel  que  renaciere 
de  nuevo. 

4  Nicodemo  le  dixo  :  ¿  Como 
puede  un  hombre  nacer,  siendo 
viejo  ?  ¿  por  ventura  puede  vol- 
ver al  vientre  de  su  madre,  y 
nacer  otra  vez  ? 

5  Jesús  respondió  :  En  ver- 
dad, en  verdad  te  digo,  que  no 
puede  entrar  en  el  reyno  de 
Dios,  sino  aquel  que  fuere  re* 
nacido  de  agua  y  de  Espíritu 
Santo. 

6  Lo  que  es  nacido  de  carne, 
carne  es  ;  y  lo  que  es  nacido  de 
espíritu,  espíritu  es. 

7  No  te  maravilles,  porque  te 
dixe  ;  os  es  necesario  nacer  otra 
vez.  ^ 

8  El  espíritu  donde  quiere 
sopla ;  y  oyes  su  voz,  uiaa  ux> 


13^  SAN  JUAN. 

sabes  de  donde  viene,  ni  á  donde 
va  ;  así  es  todo  aquel  que  es  na- 


le 


cido  de  espíritu. 

9  Respondió  Nicodemo,  y 
dixo :  i  Como  puede  hacerse  esto? 

10  Respondió  Jesús,  y  le  di- 


raél,  y  esto  ig-noras  ? 

11  En  verdad,  en  verdad  te 
dig"o,  que  lo  que  sabemos,  eso 
Lablamos ;  y  lo  que  hemos  visto, 
atestig-uamos,  y  no  recibís  nues- 
tro testimonio. 

12  Si  os  he  dicho  cosas  terre- 
nas, y  no  las  creéis,  ¿  como 
creeréis,  si  os  dixere  las  celes- 
tiales ? 

13  Y  ninguno  subió  al  Cielo, 
sino  el  que  descendió  del  Cielo, 
el  Hijo  del  hombre,  que  está  en 
el  Ciclo. 

14  Y  como  Moisés  levantó  la 
serpiente  eu  el  desierto  ;  así 
también  es  necesario,  que  sea 
levantado  el  Hijo  del  hombre  : 

15  Para  que  todo  aquel,  que 
cree  en  el,  no  perezca,  sino  que 
tenga  vida  eterna. 

16  Porque  de  tal  manera  amó 
Dios  al  mundo,  que  dió  á  su 
Hijo  Unigénito ;  para  que  todo 
aquel  que  cree  en  él,  no  pe 
rezca,   sino    que  tenga 
eterna. 

1 7  Porque  no  envió  Dios  su 
Hijo  al  mundo  para  juzgar  al 
mundo,  sino  })ara  que  el  mundo 
se  salve  por  él. 

lo  Quien  en  éi  cree,  no  es 
juzgado  ;'mas  el  que  no  cree,  ya 
)ia  sido  juzgado :  porque  no  cree 
en  el  nombre  del  ünig'énito 
Hijo  do  Dios. 

19  Mos  este  es  el  juicio; 
que  la  luz  vino  ál  mundo,  y  los 
hombres  aij||iron  mas  las  tinie- 
blas, que  la  hiz  ;  porque  sus 
obras  eran  jrcJus. 


20  Porque  todo  hombre,  quf; 
obra  mal,  abori'ece  la  luz,  y  no 
viene  á  la  luz,  para  que  sus 
obras  no  sean  reprehendidas  : 

21  Mas  el  que  obra  verdad, 
viene  á  la  luz,  para  que  parez- 
can sus  obras,  porque  son  he- 
chas en  Dios. 

22  Después  de  esto  vino  Je- 
sús con  sus  discípulos  á  la  tierra 
de  Judéa ;  y  allí  se  estaba  con 
ellos,  y  bautizaba. 

23  "^Y  Juan  bautizaba  tam- 
bién en  Ennon  junto  á  Salim  ; 
porque  liabia  allí  muclias  aguas  ; 
y  venían,  y  eran  bautizados 
allí. 

24  Porque  Juan  aun  no  habia 
sido  puesto  en  la  cárcel. 

25  Y  se  movió  una  qüestion 
entre  los  discípulos  de  Juan  y 
los  Judíos  acerca  de  la  purifica- 
ción. 

26  Y  fueron  á  Juan,  y  le  di- 
xéron :  ■Maestro,  el  qviC  estaba 
contigo  de  la  otra  parte  del  Jor- 
dán, de  quien  tú  diste  testimo- 
nio, mira  que  él  bautiza,  y  to- 
dos vienen  á  él. 

27  Respondió  Juan,  y  dixo : 
No  puede  el  hombre  recibir 
algo,  si  no  le  fuere  dado  del 

vida !  Cielo. 

28  Vosotros  mismos  me  sois 
testigos  de  que  dixe  :  Yo  no  soy 
el  Cristo,  sino  que  soy  enviado 
delante  de  él. 

29  El  que  tiene  la  Esposa,  es 
el  Esposo ;  mas  el  amigo  del  Es- 
poso, que  está  con  él,  y  le  oye, 
so  llena  de  gozo  con  la  voz  del 
Esposo.  Así  pues  este  mi  gozo 
es  cumplido. 

30  Es  necesario,  que  él  crez- 
ca, y  que  yo  mengüe. 

ol  £1  que  de  arriba  viene, 
sobre  todos  es.  El  que  es  de 
la  tierra,  ten'cno  es,  y  de  la 


CAPITULO  IV. 


137 


tierra  habla.  El  que  viene  del 
Cielo,  sobre  todos  es. 

32  Y  lo  que  rió,  y  oyó,  eso 
testifica  ;  y  nadie  recibe  su  tes- 
timonio. 

33  El  que  ha  recibido  su  tes- 
timonio, confirmó  que  Dios  es 
verdadero. 

34  Porque  el  que  Dios  envió, 
las  palabras  de  Dios  habla  ; 
porque  Dios  no  le  da  el  «espíritu 
por  medida. 

35  El  Padre  ama  al  Hijo,  y 
todas  las  cosas  puso  en  sus 
manos. 

36  El  que  cree  en  el  Hijo, 
tiene  vida  eterna ;  rnas  el  que 
no  da  crédito  al  Hijo,  no  verá  la 
» ida,  sino  que  la  ira  de  Dios  está 
sobre  él. 

CAPITULO  IV. 

1  'WT  quando  entendió  Je- 

JL  sus,  que  los  Fariseos 
habian  oido,  que  él  hacia  mas 
discípulos,  y  bautizaba  mas  que 
Juan, 

2  Aunque  Jesús  no  bautiza- 
ba, sino  sus  discípulos  : 

3  Dexó  la  Judéa,  y  se  fué 
otra  vez  á  Galilea. 

4  Debia  por  tanto  pasar  por 
Samaria. 

5  Vino  pues  á  una  ciudad  de 
Samaria,  que  se  llamaba  Si- 
chár ;  cerca  del  campo,  que  dio 
Jacob  á  su  hijo  Josef. 

6  Y  estaba  allí  la  fuente  de 
Jacob.  Jesús  pues  cansado  del 
camino,  estaba  así  sentado  so- 
bre la  fuente.  Era  como  la 
hora  de  sexta. 

7  Vino  una  mug^er  de  Sama- 
ría á  sacar  agna.  Jesús  le  dixo : 
Dáme  de  beber. 

8  Porque  sus  discípulos  ha- 
bían ido  á  la  ciudad  á  camprar 
de  comer. 


9  Y  aquella  mugcr  Samarita- 
na  le  dixo :  ¿  Como  tú,  siendo 
Judío,  me  pides  de  beber  á  mí, 
que  sof  muger  Samaritana  ? 
porque  los  Judíos  no  tienen 
trato  con  los  Samaritanos. 

10  Respondió  Jesús,  y  le  di« 
xo  :  Si  supieses  el  don  de  Dios, 
y  quien  es  el  que  te  dice  :  Dame 
de  beber ;  tú  de  cierto  le  pidieras 
á  él,  y  te  daria  ag-ua  viva. 

11  La  muger  le  dixo :  Señor, 
no  tienes  con  que  sacarla,  y  el 
pozo  es  hondo  ;  ¿  de  donde  pues 
tienes  el  agua  viva  ? 

12  ¿  Por  ventura  eres  tú  ma- 
yor que  nuestro  padre  Jacob,  el 
qual  nos  dió  este  pozo,  y  él  be- 
bió de  él,  y  sus  hijos,  y  sus  ga- 
nados ? 

13  Jesús  respondió,  y  le  dixo; 
Todo  aquel  que  bebe  de  esta 
ag-ua,  volverá  á  tener  sed ;  mas 
el  que  bebiere  del  agua  que  yo 
le  daré,  nunca  jamas  tendrá  sed; 

14  Pero  el  ag-ua  que  yo  le 
daré,  se  hará  en  él  una  fuente 
de  agfua,  que  saltará  hasta  la 
vida  eterna. 

15  La  muger  le  dixo  :  Señor, 
dame  esa  agua,  para  que  no 
tenga  sed,  ni  venga  aquí  á  sa» 
caria. 

16  Jesús  le  dixo  •  Ve,  Uamít 
á  tu  marido,  y  ven  acá. 

17  La  muger  respondió,  y  di-» 
xo  :  No  tengo  marido  :  Jesús  le 
dixo :  Bien  has  dicho,  no  tengo 
marido  : 

1 8  PorcJUe  cinco  maridos  l«r5 
tenido ;  y  el  que  ahora  tienes, 
no  es  tu  marido :  Esto  has  dicho 
con  verdad. 

19  La  muger  le  dixo  :  Señor, 
veo  que  tú  eres  Profeta. 

20  Nuestros  padres  en  este 
monte  adoráron,  y  vosotros  de- 
cís, que  en  Jerusalém  estíi  c% 


m  SAN 

lugur  en  donde  es  menester 
adorar. 

21  Jesús  le  dixo  :  Mugér, 
créeme,  que  viene  la  ñora,  en 
que  ni  en  este  monte,  ni  en  Je- 
l  usalém  adorareis  al  Padre. 

22  Vosotros  adoráis  lo  que  no 
sabéis  ;  nosotros  adoramos  lo 
que  sabemos,  porque  la  salud 
viene  de  los  Judíos. 

23  Mas  viene  la  hora,  y  abora 
es  quando  los  verdaderos  adora- 
dores adorarán  al  Padre  en  es- 
píritu y  en  verdad.  Porque  el 
Padre  también  busca  tales,  que 
Id  adoren. 

24  Dios  es  espíritu  ;  es  me- 
nester que  aquellos  que  le  ado- 
ran, le  adoren  en  espíritu  y  en 
verdad. 

25  La  mu^er  le  dixo  :  Yo  sé 
que  viene  el  Messías,  que  se 
llama  CrisYo  ;  y  quando  viniere 
él,  nos  declarará  todas  las  cosas. 

26  Jesús  le  dixo  :  Yo  soy, 
que  hablo  contigo. 

27  Y  al  mismo  tiempo  lleg-a- 
Yon  sus  discípulos,  y  se  maravi- 
llaban de  que  hablaba  con  una 
mug-er.  Pero  ninguno  le  dixo  : 
¿  Que  preguntas,  ó  que  hablas 
con  ella  ? 

28  La  muger  pues  dex6  su 
cántaro,  y  se  fue  á  la  ciudad,  y 
dixo  á  aquellos  hombres  : 

29  Venid,  y  ved  á  un  hombre 
que  me  ha  dicho  todas  quantas 
cosas  he  hecho  ;  si  quizá  es  este 
el  Cristo  ? 

30  Salieron  entonces  de  la 
ciudad,  y  vinieron  á  él. 

31  Entre  tanto  le  rogaban 
sus  discípulos,  diciendo :  Maes- 
tro, come. 

32  Jesús  les  dixo :  Yo  tengo 
para  comer  un  manjar,  que  vo- 
^tros  no  sabéis. 

33  Decían  pues  los  discípulos 


JUAN. 

unos  á  otros  :  ¿  Si  le  habrá  ti'ais 
do  alguno  de  comer  ? 

34  Jesús  les  dixo  :  Mi  comi- 
da es,  que  haga  la  voluntad  del 
que  me  envió,  y  que  cumpla  su 
obra. 

35  ¿  No  decis  vosotros,  que 
aun  hay  quatro  meses  hasta  la 
siega  ?  Pues  yo  os  digo :  Alzad 
vuestros  ojos,  y  mirad  los  cam- 
pos, que  están  ya  blancos  para 
segarse. 

36  Y  el  que  siega,  recibe  jor- 
nal, y  allega  fruto  para  la  vida 
eterna ;  para  que  se  gocen  á  una^ 
el  que  siembi-a,  y  el  que  siega. 

37  Porque  en  esto  el  refrán 
es  verdadero  ;  que  uno  es  el  que 
siembra,  y  otro  es  el  que  siega. 

38  Yo  os  he  enviado  á  segar 
lo  que  vosotros  no  labrasteis ; 
otros  lo  labraron,  y  vosotros  ha- 
béis entrado  en  sus  labores. 

39  Y  creyeron  en  él  muchos 
Samaritanos  de  aquella  ciudad 
por  la  palabra  de  la  muger,  que 
atestiguaba,  diciendo  :  Que  me 
ha  dicho  todo  quanto  he  hecho. 

40  Mas  como  viniesen  á  él  los 
Samaritanos,  le  rogáron  que  se 
quedase  allí.  Y  se  detuvo  alli 
dos  dias. 

41  Y  creyéron  en  él  muchos 
mas  por  la  predicación  de  él. 

42  Y  decían  á  la  muger  :  Ya 
no  creemos  por  tu  dicho ;  porque 
nosotros  mismos  le  hemos  oido, 
y  sabemos,  que  este  es  verdade» 
ramenle  el  Salvador  del  mundo. 

43  Y  dos  dias  después  salió 
de  allí,  y  se  fué  á  la  Galilea. 

44  Porque  el  mismo  Jesús  di6 
testimonio,  que  un  Profeta  no  es 
honrado  en  su  patria. 

45  Y  quando  vino  á  la  Gali- 
lea,  le  recibieron  los  Galiléos, 
porque  habían  visto  todas  las  cor- 
sas que  babia  hecho  ei  día  de  la 


CAPITÜLO  V. 


139 


&estz  en  Jerasalém  ;  pues  ellos 
también  habían  asistido  á  la 
fiesta. 

46  Vino  pues  oti-a  vez  á  Ca- 
na de  Galilea,  en  donde  liabia 
hecho  el  ag^ua  vino.  Y  habia  en 
Cafaraaum  un  señor  de  la  Corte, 
CUYO  hijo  estaba  enfermo. 

47  Éste  habiendo  oido  que 
Jesús  venia  de  la  Judea  á  la 
Galilea,  fué  á  él,  y  le  robaba, 
que  descendiese,  y  sanase  á  su 
hijo ;  porque  se  estaba  rau- 
riendo. 

48  Y  Jesús  le  dixo  :  Si  no 
1  icrcis  milagros  y  prodigios,  no 
creéis. 

49  El  de  la  Corte  le  dixo: 
Señor,  ven  antes  que  muera  mi 
hijo. 

50  Jesús  le  dixo  :  Vé,  que  tu 
hijo  vive.  Creyó  el  hombre  á 
la  palabra  que  le  dixo  Jesús,  y 
se  fué. 

51  Y  quando  se  volvía,  salie- 
ron a  él  sus  criados,  y  le  dieron 
nuevas,  diciendo,  que  su  hijo 
vivia. 

52  Y  les  pregimtó  la  hora,  en 
que  habia  comenzado  á  mejorar. 
Y  le  dixéron  :  Ayer  á  las  siete 
le  dexó  la  fiebre. 

53  Y  entendió  entonces  el 
padre,  que  era  la  misma  hora, 
en  que  Jesns  le  dixo  :  Tu  hijo 
Five ;  y  creyó  él,  y  toda  su  casa. 

54  Este  seg-undo  milagro  hizo 
Jesús  otra  vez,  quando  vino  de 
la  Judéa  á  la  Galiléa. 

CAPITULO  V. 

1  Tr|ESPUES  de  estas  co- 
jLr  sas,  era  el  dia  de  fies- 
ta de  los  Judíos,  y  subió  Jesús  á 
Jerusalém. 

2  Y  en  Jerusalém  está  la 
fístina  Probática,  que  ea  He- 


breo se  llama  Bctsaida,  la  qual 
tiene  cinco  pórticos. 

3  En  estos  yacía  grande  mu- 
chedumbre de  cnfennos,  ciegos, 
coxos,  paralíticos,  esperando  él 
movimiento  del  agua. 

4  Porque  un  Angel  del  Se- 
ñor descendía  en  cierto  tiempo 
i.  la  Piscina  ;  y  se  movía  el 
agua.  Y  el  que  primero  entra- 
ba en  la  Piscina  después  del  mo- 
vimiento del  agua,  quedaba  sano 
de  qualquíer  enfermedad  que 
tuviese. 

5  Y  estaba  allí  un  hombre,, 
que  habia  treinta  y  ocho  años^ 
que  estaba  enfermo. 

6  Y  quando  Jesús  vio,  que 
yacía  aquel  Iiombre,  y  conociój> 
qu«  estaba  ya  de  m.ucho  tiempOj 
le  dixo  :  ¿  Quieres  ser  sano  ? 

7  El  enfermo  le  respondió  ; 
Señor,  no  tengo  hombre,  que 
me  meta  en  la  Piscina,  quando 
el  agua  fuere  revuelta  ;  porque 
entre  tanto  que  yo  voy,  otro  en-» 
tra  ántes  que  yo. 

8  Jesús  le  dixo :  Levántate 
toma  tu  lecho,  y  anda. 

9  Y  luego  fué  sano  aquá 
hombre,  y  tomo  su  camilla,  y 
caminaba.  Y  era  Sábado  aquéi 
día. 

10  Dixéron  entónces  los  Ju» 
dios  al  hombre,  que  habia  sido 
sanado :  Sábado  es,  y  no  te  es 
lícito  llevar  tu  camilla. 

1 1  Les  respondió  :  Aquel,  que 
me  sanó,  me  dixo  :  Toma  tu  ca-« 
milla,  y  anda. 

12  Entónces  le  preguntáron  : 
¿  Quien  es  aquel  hombre,  que  te 
dixo  :  Toma  tu  camilla,  y  anda  ? 

13  Y  el  que  habia  sido  sana- 
do, no  sabia  quien  era  ;  porque 
Jesús  se  había  retirado  del  tro» 
peí  de  gente  que  Irdhla  en  a^^u^ 


140 


SAN  JUAN. 


14  Despuas  le  halló  Jesús  en 
el  templo,  y  le  dixo  :  Mira,  que 
5'a  estás  sano  ;  no  quieras  pecar 
mas,  porque  no  te  acontezca  al- 
guna cosa  peor. 

15  Fu^  aquel  hombre,  y  dixo 
á  los  Judíos,  que  Jesús  era  el 
que  le  habia  sanado. 

1 6  Por  esta  causa  los  Judíoajr 
perseguían  á.  Jesús,  porque  hacia 
estas  cosas  en  Sábado. 

17  Y  Jesús  les  respondió : 
Mi  Padre  obra  hasta  ahora,  y  yo 
obro. 

18  Y  por  esto  los  Judíos  tan- 
to mas  procuj-aban  matarle  ;  por- 
que no  solamente  quebrantaba 
el  Sábado,  sino  porque  también 
decia,  que  era  Dios  su  Padre, 
haciéndose  ig-ual  á  Dios.  Y  así 
Jesús  respondió,  y  les  dixo  : 

19  En  verdad,  en  verdad  os 
digo  :  Que  el  Hijo  no  puede  ha- 
cer por  sí  cosa  /alguna,  sino  lo 
que  viere  hacer  al  Padre  ;  por- 
que todo  lo  queelPadre  hiciere, 
}o  hace  también  igualmente  el 
Hijo. 

20  Porque  el  Padre  ama  al 
Hijo,  y  le  muestra  todas  las  co- 
sas, que  él  hace  ;  y  mayores 
obras,  que  estas  le  mostrará,  de 
manera  que  os  maravilléis  voso- 
tros. 

21  Porque  así  como  el  Padre 
resucita  los  muertos,  y  les  da 
vida ;  así  el  Hijo  da  vida  á  los 
que  quiere. 

22  Y  el  Padre  no  juzga  á  nin- 
guno ;  mas  todo  el  juicio  ha  da- 
do al  Hijo, 

23  Para  que  todos  honren  al 
Hijo,  como  honran  al  Padre  ; 
quien  no  honra  al  Hijo,  no  honra 
al  Padre,  que  le  envió. 

24  En  verdad,  en  verdad  os 
digo  :  Que  el  que  oye  mi  pala- 
lira,  y  cree  á  aquel,  que  me  en- 


vió, tiene  vida  eterna,  y  no  vientí. 
á  juicio,  mas  paso  de  muerte  á 
vida. 

25  En  verdad,  en  verdad  os 
digo  :  Que  viene  la  hora,  y  aho- 
ra es,  quando  los  muertos  oirán 
la  voz  del  Hijo  de  Dios ;  y  los 
que  la  oyeren,  vivirán. 

26  Porque  así  como  el  Padre 
tiene  vida  en  sí  mismo,  así  tam- 
bién dió  al  Hijo  el  tener  vida  en 
sí  mismo : 

27  Y  le  dió  poder  de  hacer 
juicio,  porque  es  Hijo  del  hom- 
bre. 

28  No  os  maravilléis  de  esto, 
porque  viene  la  hora,  quando  to- 
dos los  que  están  en  los  sepul- 
cros, oirán  la  voz  del  Hijo  de 
Dios : 

29  Y  los  que  hicieron  bien, 
irán  •  á  resurrección  de  vida ; 
mas  los  que  hicieron  mai,  á  re- 
surrección de  juicio. 

30  No  puedo  yo  de  mí  mismo 
hacer  cosa  alguna.  Así  como 
cugo,  juzgo  ;  y  mi  juicio  es  justo; 
porque  no  busco  mi  voluntad, 
sino  la  voluntad  de  aquel  que 
rae  envió. 

31  Si  yo  doy  testimonio  dC 
mí  mismo,  mi  testimonio  no  es 
verdadero. 

32  Otro  es  el  que  da  testimo* 
nio  de  mí ;  y  sé  que  es  verdade- 
ro el  testimonio  que  da  de  mí. 

33  Vosotros  enviásteis  á  Juan ; 
y  dió  testimonio  á  la  verdad. 

34  Mas  yo  no  tomo  testimo- 
nio de  hombre  ;  pero  digo  esto, 
para  que  vosotros  seáis  salvos. 

35  El  era  una  ^antorcha,  que 
ardia  y  alumbraba.  Y  vosotros 
quisisteis  por  breve  tiempo  ale- 
graros con  su  luz. 

36  Pero  yo  tengo  mayor  tes- 
timonio que  Juan.  Porque  las 
obras,  que  el  Padre  me  dió  quE 


CAPITULO  VI. 


Uí 


cumpliese;  las  mismas  obras 
que  yo  hag-o  dan  testimonio  de 
mí,  que  el  Padre  me  ha  enviado  : 

37  Y  el  Padre  que  me  envió, 
él  dió  testimonio  de  mí ;  y  voso- 
tros nunca  habéis  oido  su  voz, 
ni  habéis  visio  su  semejanza. 

38  Ni  tenéis  en  n  osotros  esta- 
ble su  palabra ;  porque  al  que 
él  envió,  á  este  vosotros  no 
creéis.  ^ 

39  Escudriñad  las  Escritu- 
ras, en  las  que  vosotros  creéis 
■^ner  la  vida  eterna ;  y  ellas 
son  las  que  dan  testimonio  de  mí : 

40  Y  no  queréis  venir  á  mí, 
para  que  teng-ais  vida. 

41  No  recibo  g-loria  de  hom- 
bres. 

42  Mas  yo  os  he  conocido, 
que  no  tenéis  el  amor  de  Dios 
en  vosotros. 

43  Yo  vine  en  nombre  de  mi 
Padre,  y  no  me  recibís  ;  si  otro 
viniere  en  su  nombre,  á  aquel 
recibiréis. 

44  j  Como  podéis  creer  voso- 
tros, que  recibís  la  g-loria  los 
unos  de  los  otros,  y  no  buscáis 
la  p-íoria  que  de  solo  Dios  viene? 

45  No  penséis  que  yo  os  he  de 
acusar  delante  del  Padre  ;  otro 
hay  que  os  acusa,  jMoisés,  en 
quien  vosotros  esperáis.  • 

'  46  Porque  si  creyeseis  á 
Moisés,  también  me  creeríais  á 
mí ;  pues  él  escribió  de  mí. 

47  Mas  si  á  sus  escritos  do 
creéis,  ¿  como  creeréis  á .  mis 
palabras  ? 

CAPITULO  VI. 

1  "|>ESPUES  de  esto  pasó 
JLI'  Jesús  á  la  otra  parte 

Je  la  mar  de  Galilea,  que  es  de 
Tiberíades ; 

2  Y  le  seguía  una  ^ande  mul- 


titud de  gente,  porque  veían  los 
milagros  que  hacia  sobre  los  en- 
fermos. 

3  Subió  pues  Jesús  á  un  mon- 
te ;  y  se  sentó  allí  con  sus  dis- 
cípulos. 

4  Y  estaba  cerca  la  Pascua, 
dia  de  la  fiesta  de  los  Judíos. 

5  Y  habiendo  alzado  Jesús  los 
ojos,  y  viendo  que  venia  á  él 
una  tan  gran  multitud,  dixo  á, 
Fehpe  :  ¿  De  donde  comprare- 
mos pan,  para  que  coman  estos  ? 

6  Esto  decia  por  probarle ; 
porque  él  sabia  lo  que  había  de 
hacer. 

7  Felipe  le  respondió :  Dos- 
cientos den?.rios  de  pan  no  les 
bastan,  para  que  cada  uno  tome 
un  poco. 

8  Uno  de  sus  discípulos,  An- 
drés, hermano  de  Simón  Pedro, 
le  dixo : 

9  Aquí  hay  un  muchacho,  que 
tiene  cinco  panes  de  cebada,  y 
dos  peces  :  ¿  mas  que  es  esto  pa- 
ra tanta  gente  ? 

10  Y  dixo  Jesús:  Haced  sen- 
tar la  gente.  En  aquel  lugar 
había  mucho  heno.  Y  se  senta- 
ron á  comer,  como  en  número 
de  cinco  mil  hombres. 

11  Tomó  pues  Jesús  los  pa- 
nes ;  y  habiendo  dado  gracias, 
les  repartió  entre  los  que  esta- 
ban sentados ;  y  asimismo  de  los 
peces,  quanto  querían. 

12  Y  quando  se  hubieron  sa- 
ciado, dixo  á  sus  discípulos : 
Recoged  los  pedazos,  que  haa 
sobr?jdo,  que  no  se  pierdan. 

13  Y  a;sí  recogieron,  y  Ue- 
náfon  doce  canastos  de  pedazos 

i  de  ios  cinco  panes  de  cebada, 
que  sobráron  á  los  que  habiaa 
comido, 

14  Aquellos  hombres,  quando 
viéron  el  nülagro   que  habisi 


342 


SAN  JUAN. 


hecho  Jesús,  dedan  :  Este  es 
verdaderamente  el  Profeta  que 
ha  de  venir  al  mundo. 

15  Y  Jesús  quando  entendió 
que  habían  de  venir  para  arre- 
batarle, y  hacerle  Rey,  huyó 
otra  vez  al  monte  él  solo. 

16  Y  como  se  hiciese  tarde, 
descendieron  sus  discípulos  al 
mar. 

17  Y  habiendo  entrado  en  un 
barco,  pasaron  de  la  otra  parte 
del  mar  acia  Cafarnaum  ;  y  era 
ya  obscuro ;  y  no  habia  venido 
Jesús  á  ellos. 

18  Y  se  levantaba  el  mar  con 
el  viento  recio,  que  soplaba. 

19  Y  quando  hjjjbiéron  rema- 
do como  unos  vemte  y  cinco  ó 
treinta  estadios,  vieron  á  Jesús 
andando  sobre  el  mar,  y  que  se 
acercaba  al  barco,  y  tuvieron 
miedo. 

20  Mas  él  les  dice :  Yo  soy, 
no  temáis. 

21  Y  ellos  quisieron  recibirle 
en  el  barco ;  y  el  barco  llegó 
íueg'O  á  la  tierra,  á  donde  iban. 

22  El  dia  siguiente  la  gente 
que  estaba  de  la  otra  parte  del 
mar,  vió  que  no  habia  allí  sino 
un  solo  barco,  y  que  Jesús  no 
habia  entrado  en  el  barco  con 
sus  discípulos,  sino  que  sus  dis- 
cípulos se  habían  ido  solos. 

23  Y  llegaron  otros  barcos  de 
Tiberíade,  cerca  del  lugar  en 
donde  habían  comido  el  pan, 
después  de  haber  dado  gracias 
el  Señor. 

24  Pues  quando  vió  la  gente 
que  no  estaba  allí  Jesús,  ni  sus 
discípulos,  entraron  en  los  bar- 
cos, y  fueron  á  Cafarnaum  éu 
busca  de  Jesús. 

25  Y  quando  le  hallaron  de 
la  otra  parte  del  mar,  le  dixéron : 
¿  Maestro,  quando  llegaste  acá  ? 


26  Jesús  Ies  respondió,  y  ¿u 
xo :  En  verdad,  en  verdad  os 
digo:  Que  me  buscáis,  no  por 
los  milagros  que  visteis,  mas 
porque  comisteis  del  pan,  y  os 
saciasteis. 

27  Trabajad  no  por  la  comida 
que  perece,  jnas  por  la  que  per- 
manece para  vida  eterna,  la  que 
os  dará  el  Hijo  del  hombre. 
Porque  á.  este  señaló  el  Padre  el 
Dios. 

28  Y  le  dixéron :  Que  haré- 
mos  para  hacer  las  obras  de 
Dios  ?  • 

29  Respondió  Jesús,  y  Ies  di- 
xo:  Esta  es  la  obra  de  Dios,  que 
creáis  en  aquel  que  él  envió. 

30  Entónces  le  dixéron :  ¿Pues 
que  milagro  haces,  para  que  lo 
veamos,  y  te  creamos  ?  ¿  que 
obras  tú  ? 

31  Nuestros  padres  comieron 
el  manná  en  el  desierto,  como 
está  esCrito :  Pan  del  Cielo  les 
dió  á  comer. 

32  Y  Jesús  les  dixo :  En  ver- 
dad, en  verdad  os  digo  :  Que  no 
os  dió  Moisés  pan  del  Cielo, 
mas  mi  Padre  os  da  el  pan  ver- 
dadero del  Cielo. 

33  Porque  el  pan  de  Dios  es 
aquel  que  descendió  del  Cielo,  y 
da  vida>al  mundo. 

34  Ellos  pues  le  dixéron :  Se- 
ñor, danos  siempre  este  pan. 

35  Y  Jesús  les  dixo :  Yo  soy 
el  pan  de  la  vida ;  el  que  á  mí 
viene,  no  tendrá  hambre ;  y  el 
que  en  mí  cree,  nunca  jamas 
tendrá  sed. 

36  Mas  ya  os  he  dicho,  que 
me  habéis  visto,  y  no  creéis. 

37  .Todo  lo  que  rae  da  el  Pa- 
dre, á  raí  vendrá ;  y  aquel  que 
á  mí  viene,  no  le  echaré  fuera  : 

38  Porque  descendí  del  Cielo, 
no  para  haeer  jni  voluntad;  íjÍod 


CAPITULO  Vi. 


143 


la  voluntad  de  aquel  que  me 
envió. 

39  Y  esta  es  la  voluntad  de 
aquel  Padre,  que  me  envió : 
Que  nada  pierda  de  todo  aquello 

I  que  él  rae  dió,  sino  que  lo  resu- 
I    cite  en  el  último  dia. 

40  Y  la  voluntad  de  mi  Padre, 
que  me  envió  es  esta :  Que  todo 
aquel  que  vé  al  Hijo,  y  cree  en 
él,  ten^  vida  eterna,  y  yo  le 
resucitare  en  el  último  dia. 

41  Los  Judíos  pues  murmu- 
raba» de  6J,  porque  habia  dicho  : 
Yo  soy  el  pan  vivo,  que  descendí 
del  Cielo. 

42  Y  decían  :  ¿  No  es  este  Je- 
sús el  hijo  de  Joscf,  cuyo  pa- 
dre y  madre  nosotros  conoce- 
mos ?  ¿  Pues  como  dice  este  : 
Que  del  Cielo  descendí  ? 

43  Mas  Jesús  respondió,  y  les 
dixo :  No  murmuréis  entre  vo- 
sotros. 

.44  Nadie  puede  veisHll^í, 
si  no  le  traxere  el  Padre  que  me 
envió  ;  y  yo  le  resucitaré  en  el 
postrimero  dia. 

45  Escrito  está  en  los  Profe- 
tas :  Y  serán  todos  enseñados  de 
Dios.  Todo  aqifel,  que  oyó  del 
Padre,  y  aprendió,  viene  á  mí. 

46  No  porque  algxmo  ha  visto 
al  Padre,  sino  aquel  que  vino  de 
Dios,  este  ha  visto  al  Padre. 

47  En  verdad,  en  verdad  os 
dig-o :  Que  aquel  que  cree  en 
mí,  tiene  vida  eterna. 

48  Yo  soy  el  pan  de  la  vida. 

49  Vuestros  padres  comieron 
el  manná  en  el  desierto,  y  murie- 
ron. 

50  Este  es  el  pan,  que  des- 
ciende del  Cielo  i  para  que  el 
que  comiere  de  él,  no  muera. 

51  Yo  soy  el  pan  vivo,  que 
descendí  del  Cielo. 

52  Si  alguno  comiere  de  este 


pan,  vivirá  eternamente,  y  el 
pan  que  yo  daré,  es  mi  carne 
por  la  vida  del  mundo. 

53  Comenzáron  entónces  los 
Judíos  á  altercar  unos  con  otros, 
y  decían  :  ¿  Como  nos  puede  dar 
este  su  carne  á  comer  ? 

54  Y  Jesús  les  dixo  :  En  ver- 
dad, en  verdad  os  digo  :  Que  si 
no  comiereis  la  carne  del  Hijo 
del  hombre,  y  bebiereis  su  san- 
gre, no  tendréis  vida  en  vosotros. 

55  El  que  come  mi  carne,  y 
bebe  mi  sangre,  tiene  vida  eter- 
na ;  y  yo  le  resucitaré  en  el  úl- 
timo dia : 

56  Porque  mi  carne  verdade- 
ramente es  comida ;  y  mi  sangre 
verdaderamente  es  bebida. 

57  El  que  come  mi  carne,  y 
bebe  mi  sangre,  en  mí  mora,  y 
yo  en  él. 

58  Como  me  envió  el  Padre 
viviente,  y  yo  vivo  por  el  Padre ; 
así  también  el  que  me  come,  él 
mismo  vivirá  por  mí. 

59  Este  es  el  pan,  que  des- 
cendió del  Cielo.  No  como  el 
manná,  que  comieron  vuestros 
padres,  y  murieron.  Quien  come 
este  pan,  vrvirá  eternamente. 

60  Esto  dixo  en  la  Sinagogar, 
enseñando  en  Cafarnaum. 

61  Mas  muchos  de  sus  discí- 
pulos, que  esto  oyeron,  dixéron: 
Duro  es  este  razonamiento,  ¿  y 
quien  lo  puede  oir  ? 

62  Y  Jesús  sabiendo  en  sí 
mismo,  que  murmuraban  sus  dis- 
cípulos de  esto,  Ies  dixo  :  ¿  Esto 
os  escandahza  ? 

63  ¿  Pues  que  si  viereis  al 
Hijo  del  hombre  subir  adonde 
estaba  ántes  ? 

64  El  espíritu  es  el  que  da 
vida ;  la  carne  nada  aprovecha. 
Las  palabras  que  yo  os  he  dicbo^ 
espíritu  y  vida  soja. 


144  SAN 

65  Mas  hay  algtmos  de  voso- 
tros, que  no  creen.  Porque  Je- 
sús sabia  desde  el  principio  quie- 
Bes  eran  los  que  no  creían,  y 
quien  le  habia  de  entreg-ar. 

66  Y  decía :  Por  esto  os  he 
dicho,  que  ninguno  puede  venir 
á  mí,  si  no  le  fuere  dado  de  mi 
Padre. 

67  Desde  entonces  muchos  de 
sus  discípulos  volvieron  atrás,  y 
no  andaban  ya  con  él. 

68  Y  dixo  Jesús  á  los  doce : 
¿Y  vosotros  queréis  también 
iros  ? 

69  Y  Simón  Pedro  le  respon- 
dió :  ¿  Seíior,  á.  quien  iremos  ?  tú 
tienes  palabras  de  vida  eterna. 

70  Y  nosotros  hamos  creído  y 
conocido,  que  tú  eres  el  Cristo 
el  Hijo  de  Dios. 

71  Jesús  les  respondió  :  ¿  No 
os  escog-í  yo  á  los  doce,  y  el  uno 
de  vosotros  es  diablo  ? 

72  Y  liablaba  de  Júdas  Isca- 
riotes, hijo  de  Simón ;  porque 
este,  que  era  uno  de  los  doce,  le 
feabia  de  entregar. 

CAPITULO  VII. 

1  'WT  después  de  esto  anda- 

Jl  ba  Jesús  por  la  Gali- 
lea, porque  no  quería  pasar  á  la 
Judéa,  por  quanto  los  Judíos  le 
buscaban  para  matarle. 

2  Y  estaba  próxima  la  fiesta 
de  los  Judíos,  llamada  de  los  ta- 
bernáculos. 

3  Y  sus  hermanos  le  dixéron: 
Quítate  de  aquí,  y  vé  á  la  Ju- 
déa, para  que  tus  discípulos  vean 
también  las  obras  que  haces. 

4  Pues  ninguno  hace  cosa  en 
©culto,  y  procura  ser  conocido 
en  lo  púbhco;  si  esto  haces, 
Mianiíi  éstate  al  mundo. 

5  Porque  ni  aun  sus  hermanos 
creíjin  en  él 


JUAN. 

6  Y  Jesús  Ies  dixoí  Mi  iiemf 
po  aun  no  ha  venido ;  mas  vues- 
tro tiempo  siempre  está  prepa- 
rado. 

7  No  puede  el  mundo  aborre- 
ceros á  vosotros ;  mas  á  mí  me 
aborrece ;  porque  yo  doy  testi- 
monio de  él,  que  sus  obras  son 
malas. 

8  Subid  vosotros  á  esta  fiesta ; 
yo  no  subo  todavía  al  esta  fiesta ; 
porque  mi  tiempo  no  es  aun 
cumplido. 

9  Habiendo  dicho  esto,  se 
quedó  él  en  la  Galilea. 

10  Mas  después  que  sus  her- 
manos hubiéron  subido,  él  en- 
tónces  subió  también  á  la  fiesta 
no  públicamente,  mas  como  en 
oculto. 

11  Y  los  Judíos  le  buscaban 
el  dia  de  la  fiesta,  y  decían ; 
¿  En  donde  está  aquel  ? 

12  JL  habia  grande  murmullo 
aceisel^de  él  entre  la  .  gente. 
Porque  los  unos  decían  :  Bueno 
es.  Y  los  otros :  No,  antes  en- 
gaña á  las  gentes. 

13  Pero  ninguno  hablaba  a- 
biertamente  de  él  por  miedo  de 
los  Judíos. 

14  Y  al  medio  de  la  fiesta  su- 
bió Jesús  al  templo,  y  enseñaba. 

15  Y  se  maravillaban  los  Ju- 
díos, y  decían  :  ¿Como  sabe  este 
letras, no  habiéndolas  aprendido? 

16  Jesús  les  respondió,  y  di- 
xo ;  Mi  doctrina  no  es  mía,  ^ino 
de  aquel  que  me  ha  enviado. 

17  El  que  quisiere  hacer  su 
voluntad,  coitócerá  de  la  doctri- 
na, si  es  de  Dios,  6  si  yo  hablo 
de  mí  mismo. 

18  El  que  de  sí  mismo  habla, 
busca  su  propria  gloria ;  mas  el 
que  busca  la  gloria  de  aquel  que 
le  envió,  este  veraz  es,  y  no  hay 
en  él  injusticia. 


CAPITULO  VII. 


145 


19  ¿Por  ventura  no  «s  dio 
IMoisés  la  ley;  y  ninguno  de 
vosotros  hace  la  ley  ? 

20  ¿  Por  que  rae  queréis  ma- 
tar? Respondió  la  gente,  y  di- 
xo :  Demonio  tienes ;  ¿  quien  te 
quiere  matar  ? 

21  Jesús  les  respondió,  y  di- 
xo :  Hice  una  obra,  y  todos  os 
maravilláis. 

22  Por  esto  os  dió  Moisés  la 
circuncisión ;  no  porque  ella  es 
de  Moisés,  sino  de  los  Padres, 
y  circuncidáis  al  hombre  en  Sá- 
bado. 

23  ¿Si  recibe  el  hombre  la 
circuncisión  en  Sábado,  porque 
no  se  quebrante  la  ley  de  Moi- 
sés ;  os  ensañáis  contra  mí,  por- 
que sané  en  Sábado  á  todo  un 
hombre  ? 

24  No  juzguéis  seg-un  lo  que 
aparece,  mas  juzgad  justo  juicio. 

25  Y  decían  algunos  Je- 
rusalém :  ¿  No  es  este  el  que 
buscan  para  matarle  ? 

26  Pues  ved  aquí  que  habla 
en  público,  y  no  le  dicen  nada. 
¿  Por  ventura  han  reconocido 
los  Príncipes,  que  este  es  el 
Cristo  ? 

27  Mas  este  sabemos  de  donde 
es  ;  y  quando  viniere  el  Cristo, 
ninguno  sabe  de  donde  sea. 

28  Y  Jesus  alzaba  la  voz  en 
el  templo,  enseñando,  y  diciendo: 
Vosotros  me  conocéis,  y  sabéis 
de  donde  soy ;  empero  yo  no  vine 
de  mí  mismo,  mas  es  veraz  el 
que  me  envió,  á  quien  vosotros 
uo  conocéis. 

29  Yo  le  conozco,  porque  de 
él  soy,  y  él  me  envió. 

30  Y  le  querían  prander ;  mas 
ninguno  le  ecli©  la  mano,  porque 
todavía  no  era  llegada  su  hora. 

31  Y  muchos  del  pueblo  cre- 
yéron  en  él,  y  decían :  ¿  Quando 


viniere  el  Cristo,  hará  mas  mi- 
lagros que  los  que  epte  hace  ? 

32  Oyeron  los  Fariseos  estos 
murmullos  que  había  en  el  pue- 
blo acerca  de  él;  y  los  Prín- 
cipes de  los  Sacerdotes,  y  los 
Fariséos  enviáron  ministros  para 
que  le  prendiesen. 

33  Y  Jesús  les  dixo :  Aun  es- 
taré con  vosotros  un  poco  de 
tiempo;  y  voy  á  aquel  que  me 
envió. 

34  Me  buscaréis,  y  no  me 
hallaréis  ;  y  donde  yo  estoy,  vo- 
sotros no  podéis  venir. 

35  Dixéron  los  Judíos  entre 
sí  mismos :  ¿  A  donde  se  ha  de 
ir  este,  que  no  le  hallaremos? 
¿  querrá  ir  á  las  gentes  que  están 
dispersas,  y  enseñar  á  los  Gen- 
tiles ? 

36  ¿  Que  palabra  es  esta,  qué 
dixo :  Me  buscaréis,  y  no  me 
hallaréis  ;  y  donde  yo  estoy,  vo- 
sotros no  podéis  venir  ? 

37  Y  en  el  último  grande  día 
de  la  fiesta  estaba  allí  Jesús,  y 
decía  en  alta  voz :  Sí  alguno 
tiene  sed,  venga  i,  mí,  y  beba. 

38  El  que  cree  en  mí,  como 
dice  la  Escritura,  de  su  vientre 
correrán  ríos  de  agua  viva. 

39  Esto  dixo  del  Espíritu,  que 
habían  de  recibir  los  que  creye- 
sen en  él ;  porque  aun  no  había 
sido  dado  el  Espíritu,  por  quanto 
Jesús  no  había  sido  aun  g^ri> 
ficado. 

40  Muchas  pues  de  aquellas 
gentes  habiendo  oído  estas  pala- 
bras, decían :  Este  verdadera- 
mente es  el  Profeta. 

41  Otros  decían :  Este  es  ei 
Cristo.  Mas  algunos  decían  : 
¿  Pues  que  de  la  Galíléa  ha  de 
venir  el  Cristo  ? 

42  ¿  No  dice  la  Escritura : 
Que  del  linage  de  David,  y  d<TÍ 

7 


146  SAN 

castillo  de  Betlehém,  en  donde 
estaba  David,  ha  de  venir  el 
Cristo  ? 

43  Así  que  había  disensión  en 
el  pueblo  acerca  de  él. 

44  Y  algunos  de  ellos  le  que- 
rían prender ;  mas  ninguno  puso 
las  manos  sobre  él. 

45  Volvieron  los  Ministros  á 
los  Príncipes  de  los  Sacerdotes 
y  á  los  Fariséos.  Y  estos  Ies 
dixéron  :  ¿  Por  que  no  le  habéis 
traído  ? 

46  Respondieron  los  Minis- 
tros :  Nunca  así  habló  hombre, 
como  este  hombre. 

47  Los  Fariséos  les  replica- 
ron :  ¿  Pues  que  vosotros  habéis 
sido  también  seducidos  ? 

48  ¿  Por  ventura  ha  creído  en 
él  alguno  de  los  Príncipes,  ó  de 
los  Fariséos  ? 

49  Sino  esas  gentes  del  vulgo, 
que  no  saben  la  Ley ;  malditas 
son. 

50  Nicodemo,  aquel  que  vino 
á  Jesús  de  noche,  que  era  uno 
de  ellos,  les  dixo : 

51  ¿  Por  ventura  nuestra  Ley 
juzga  á  un  hombre,  sin  haberle 
oído  primero,  y  sin  informarse  de 
lo  que  ha  hecho  ? 

52  Le  respondieron,  y  dixé- 
ron :  ¿  Eres  tú  también  Galiléo  ? 
Escudriña  las  Escrituras,  y  en- 
tiende, que  de  la  Galiléa  no  se 
levantó  jamas  Profeta. 

53  Y  se  volviéron  cada  uno  á 
su  casa. 

CAPITULO  VIIL 

1  IST"  se  fué  Jesús  al  monte 

i    del  Olivar : 

2  Y  otro  dia  de  mañana  vol- 
vió al  templo,  y  vino  á  él  todo 
el  pueblo,  y  sentada  lus  ense- 
naba. 


JUAN. 

3  Y  los  Escribas  y  los  Fari- 
séos le  traéron  una  muger  sor- 
prehendida  en  adulterio  ;  y  la 
pusiéron  en  medio, 

4  Y  le  dixéron :  Maestro,  es- 
ta mnger  ha  sido  ahora  sorpre- 
hendida  en  adulterio. 

5  Y  Moisés  nos  mandó  en  la 
Ley  apedrear  á  estas  tales» 
¿  Pues  tú  que  dices  ? 

6  Y  esto  lo  decían  tentándole, 
para  poderle  acusar.  Mas  Je- 
sús inclinado  ácia  abaxo,  escri- 
bía con  el  dedo  en  tierra. 

7  Y  como  porfiasen  en  pre- 
guntarle, se  enderezó,  y  les  di- 
xo ;  El  que  entre  vosotros  esté 
sin  pecado,  tire  contra  ella  la 
piedra  el  primero. 

8  E  inclinándose  de  nuevo, 
continuaba  escribiendo  en  tierra. 

9  Ellos  quando  esto  oyeron, 
se  saliéron  los  unos  en  pos  de 
los  otros,  y  los  mas  Ancianos  los 
primeros  ;  y  quedó  Jesús  solo,  y 
la  muger  que  estaba  en  píe  en 
medio.  ,  - 

10  Y  enderezándose  Jesús,  le 
dixo :  ¿  Muger  en  donde  están 
los  que  te  acusaban  ?  ¿  ninguno 
te  ha  condenado  ? 

1 1  Dixo  ella :  Ninguno,  Se- 
ñor. Y  dixo  Jesús  :  Ni  yo  tam- 
poco te  condenaré  :  Vete,  y  no 
peques  ya  mas. 

12  Y  otra  vez  les  habló  Jesús, 
diciendo  :  Yo  soy  la  luz  del 
mundo;  el  que  me  sigue,  no 
anda  en  tinieblas,  mas  tendrá  la 
lumbre  de  la  vida. 

13  Y  los  Fariséos  le  dixéron: 
Tú  das  testimonio  de  íí  mismo  ; 
tu  testimonio  no  es  verdadero. 

14  Jesús  les  respondió,  y 
dixo  :  Aunque  3-0  de  mí  mismo 
doy  testimonio,  verdadero  es  mi 
testimonio  ;  porque  sé  de  donde 
vine,  y  á  donde  voy ;  mas  vofso  • 


CAPITULO  VIII. 


147 


tros  no  sabéis  de  donde  vengo, 
ni  á  donde  voy. 

15  Vosotros  juzgáis  según  la 
carne  ;  mas  yo  no  juzgo  á  nin- 
guno : 

16  Y  si  juzgo  yo,  mi  juicio  es 
verdadero,  porque  no  soy  solo ; 
mas  yo  y  el  Padre,  que  me  envió. 

17  Y  en  vuestra  Ley  está  es- 
crito, que  el  testimonio  de  dos 
iíombres  es  verdadero. 

18  Yo  soy,  el  que  doy  testimo- 
nio de  mí  mismo;  y  testimonio 
dá  de  mí  el  Padre,  que  me 
envió. 

19  Y  le  decian  :  ¿  En  donde 
está  tu  Padre  ?  Respondió  Je- 
sús :  Ni  me  conocéis  á  raí,  ni  á 
mi  Padre ;  si  me  conocieseis  á 
mí,  en  verdad  conocierais  tam- 
bién á  mi  Padre. 

20  Estas  palabras  dixo  Jesús 
en  el  gazofilacio,  enseñando  en 
el  templo  ;  y  ninguno  le  echó 
mano,  porque  no  habia  venido 
aun  su  hora. 

21  Y  en  otra  ocasión  les  dixo 
Jesús  :  Yo  me  voy,  y  me  busca- 
réis, y  moriréis  en  vuestro  pe- 
cado. A  donde  yo  voy,  vosotros 
no  podéis  venir. 

22  Y  decian  los  Judíos  :  ¿  Por 
ventura  se  matará  á  sí  mismo, 
pues  ha  dicho :  A  donde  yo  voy, 
vosotros  no  podéis  venir  ? 

23  Y  les  decia :  Vosotros  sois 
de  abaxo ;  yo  soy  de  arriba. 
Vosotros  sois  de  este  mundo ;  yo 
lio  soy  de  este  mundo. 

24  Por  eso  os  dixe,  que  mo- 
riréis en  vuestros  pecados  ;  por- 
que sino  creyereis  que  yo  soy, 
moriréis  en  vuestro  pecado. 

25  Y  le  decían  r  ¿  Tú,  quien 
eres  ?  Jesús  les  dixo :  El  Prin- 
cipio, el  mismo  que  os  hablo. 

26  Muchas  cosas  tengo  que 
decir  de  vosotros,  y  que  juzgar  > 


mas  el  que  me  envió,  es  verda- 
dero ;  y  yo,  lo  que  oí  de  él,  eso 
hablo  en  el  mundo. 

27  Y  no  entendieron,  que  á 
su  Padre  llamaba  Dios. 

28  Jesús  pues  les  dixo  :  Quan- 
do  alzareis  al  Hijo  del  hombre, 
entónces  entenderéis,  que  yo 
soy,  y  que  nada  hago  de  mí  mis- 
mo ;  mas  como  mi  Padre  me 
mostró,  esto  hablo : 

29  Y  el  que  me  envió,  conmi- 
go está,  y  no  me  ha  dexado  solo ; 
porque  yo  hago  siempre  lo  que  á 
él  agrada. 

30  Diciendo  él  estas  cosas, 
creyeron  muchos  en  él. 

31  Y  decia  Jesús  á  los  Judíos, 
que  en  él  habían  creído  :  Si  vo- 
sotros perseveráreis  en  mi  pala- 
bra, verdaderamente  seréis  mis 
discípulos : 

32  Y  conoceréis  la  verdad,  y 
la  verdad  os  hará  libres. 

33  Le  respondiéron :  Linage 
somos  de  Abraham,  y  nunca  ser- 
vimos á  ninguno ;  ¿  pues  como 
dices  tú  :  Seréis  libres  ? 

34  Jesús  les  respondió :  En 
verdad,  en  verdad  os  digo  ;  que 
todo  aquel  que  hace  pecado,  es- 
clavo es  del  pecado. 

35  Y  el  esclavo  no  queda  en 
casa  para  siempre ;  mas  el  hijo 
queda  para  siempre. 

36  Pues  si  el  hijo  os  hiciere 
libres,  verdaderamente  seréis  li- 
bres. 

37  Yo  sé,  que  sois  hijos  de 
Abraham  ;  mas  me  queréis  ma- 
tar, porque  n5i  palabra  no  cabe 
en  vosotros. 

38  Yo  digo  lo  que  vi  en  mi 
Padre  ;  y  vosotros  hacéis  lo  que 
visteis  en  vuestro  padre. 

39  Respondiéron.  y  le  dixe- 
ron ;  Nuestro  padre  es  Abra- 
,ham.    Je§us  les  dixo:  Si  sois 


148 


SAN  JUAN. 


hijos  de  Abpaham,  haced  las 
obras  de  Abraham. 

40  Mas  ahora  me  queréis  ma- 
tar, siendo  hombre,  que  os  he 
dicho  la  verdad,  que  oí  de  Dios  : 
Abraham  no  hizo  esto. 

41  Vosotros  hacéis  las  obras 
de  vuestro  padre.  Y  ellos  le 
dixéron  :  Nosotros  no  somos  na- 
cidos de  fornicación ;  un  Padre 
tenemos,  que  es  Dios. 

42  Y  Jesús  les  dixo  :  Si  Dios 
fuese  vuestro  Padre,  ciertamente 
me  amaríais.  Porque  yo  de 
Dios  salí  y  vine  ;  y  no  de  mí 
mismo,  mas  él  me  envió. 

43  ¿  Por  que  no  entendéis 
este  mi  lenguage  ?  Porque  no 
podéis  oir  mi  palabra. 

44  Vosotros  sois  hijos  del  dia- 
blo ;  y  queréis  cumplir  los  de- 
seos de  vuestro  padre :  él  fué 
homicida  desde  el  principio,  y 
no  permaneció  en  la  verdad ; 
porque  no  hay  verdad  en  él: 
quando  habla  mentira,  de  suyo 
habla  ;  porque  es  mentiroso,  y 
padre  de  la  mentira. 

45  Mas  aunque  yo  os  dig-o  la 
verdad,  no  me  creéis. 

46  ¿  Quiqn  de  vosotros  me  ar- 
güirá de  pecado  ?  ¿  Si  os  digo 
verdad,  por  que  no  me  creéis  ? 

47  El  que  es  de  Dios,  oye  las 
palabras  de  Dios.  Por  eso  vo- 
sotros no  las  oís,  porque  no  sois 
de  Dios. 

48  Los  Judíos  respondiéron,  y 
le  dixéron :  ¿  No  decimos  bien 
nosotros,  que  tú  eres  Samarita- 
no,  y  que  tienes  demonio  ? 

49  Jesús  respondió :  Yo  no 
tengo  demonio  ;  mas  honro  á  mi 
Padre,  y  vosotros  me  habéis  des- 
honrado. 

50  Y  yo  no  busco  mi  gloria ; 
hay  quien  la  busque,  y  juzgue. 

61  En  verdad,  en  verdad  os 


digo :  Que  el  que  guardare  mi 
palabra,  no  verá  muerte  para 
siempre. 

52  Los  Judíos  le  dixéron : 
Ahora  conocemos,  que  tienes  de- 
monio, Abraham  murió  y  los 
Profetas,  y  tú  dices :  El  que 
guardáre  mi  palabra,  no  gustará 
muerte  para  siempre. 

53  ¿  Por  ventura  eres  tú 
mayor  que  nuestro  padre  Abra- 
ham, el  qual  murió,  y  los  Profe- 
tas, que  también  murieron  ? 
¿  Quien  te  haces  á  tí  mismo  ? 

54  Jesús  les  respondió  :  Si  yo 
me  glorifico  á  mí  mismo,  mi  gío- 
ria  nada  es  :  mi  Padre  es  el  que 
me  glorifica;  el  que  vosotros 
decis,  que  se  vuestro  Dios, 

55  Y  no  le  conocéis  ;  mas  yo 
le  conozco  :  Y  si  dixere,  que  no 
le  conozco,  seré  mentiroso  como 
vosotros.  Mas  le  conozco,  y 
guardo  su  palabra. 

56  Abraham  vuestro  pádre 
deseó  con  ansia  ver  mi  dia ;  le 
vió,  y  se  gozo. 

57  Y  los  Judíos  le  dixéron : 
¿  Aun  no  tienes  cincuenta  años, 
y  has  visto  á  Abraham  ? 

58  Jesús  les  dixo :  En  ver- 
dad, en  verdad  os  digo,  que  an- 
tes que  Abraham  fuese  yo  soy. 

59  Tomáron  entónces  piedras 
para  tíraselas  ;  mas  Jesús  se  es- 
condió, y  salió  del  templo. 

CAPITULO  IX. 

1  'WT  al  pasar  Jesús,  vió  un 

Jl  hombre  ciego  de  naci- 
miento : 

2  Y  le  preguntáion  sus  discí* 
pulos  :  ¿  Maestro,  quien  pecó, 
este,  ó  sus  padres,  para  haber 
nacido  ciego  ?  ♦ 

3  Respondió  Jesús;  Ni  este 
pecó,  ríi  sus  padres ;  mas  para 


CAPITULO  IX. 


149 


qtie  las  obias  de  Dios  se  mani- 
fiesten en  él. 

4  Es  necesario  que  yo  obre 
las  obras  de  aquel  que  me  en- 
vió, mientras  que  es  de  dia  ; 
vendrá  la  noche,  quando  nadie 
podrá  obrar. 

5  Miéntras  que  estoy  en  el 
mundo,  luz  soy  del  mundo. 

6  Quando  esto  hubo  dicho, 
escupió  en  tierra,  é  hizo  lodo 
con  la  saliva,  y  ung-ió  con  el  lo- 
do sobre  los  ojos  del  ciego. 

7  Y  le  dixo  :  Vé,  lávate  en 
la  piscina  de  Siloé,  (que  quiere 
decir  Enviado.)  Se  fué  pues,  y 
se  lavó,  y  volvió  con  vista. 

8  Los  vecinos,  y  los  que  le 
habiaa  visto  ántes  pedir  limosna, 
decían  :  ¿  No  es  este  el  que  es- 
taba sentado,  y  pedia  limosna  ? 
Los  unos  decian  :  Este  es. 

9  Y  los  otros :  No  es  ese, 
aino  que  se  le  parece.  Mas  él 
decia :  Yo  soy. 

10  Y  le  decian:  ¿Como  te 
fueron  abiertos  los  ojos  ? 

1 1  Respondió  él :  Aquel  hom- 
bre, que  se  llama  Jesús,  hizo 
lodo;  y  ungió  mis  ojos,  y  me 
dixo :  Vé  á  la  piscina  de  Siloé, 
y  lávate.    Y  fui,  me  lavé,  y  veo. 

12  Y  le  dixéron :  ¿  En  donde 
está  aquel?  Respondió  él:  No  sé. 

13  Lleváron  á  los  Fariséos  al 
que  habia  sido  ciego. 

14  Y  era  Sábado,  quando  hi- 
Sio  Jesús  el  lodo,  y  le  abrió  los 
ojos. 

15  Y  de  nuevo  le  pregunta- 
ban los  Fariséos,  como  habia  re- 
cibido la  vista.  Y  él  les  dixo  : 
Lodo  puso  sobre  mis  ojos,  y  me 
tavé,  y  veo. 

16  Y  decian  algunos  de  los  ¡ 
Fariséos  :  Este  hombre  no  es  de 
Dios,  pues  que  no  guarda  el  Sá- 
bado.   Y  otros  decian  :  ¿  Como 


puede  un  hombre  pecador  hacer 
estos  milagros  ?  Y  habia  disenr 
sion  entre  ellos. 

17  Y  vuelven  á  decir  al  cie- 
go ;  ¿  Y  tú  que  dices  de  aquel 
que  abrió  tus  ojos  ?  Y  él  dixo ; 
Que  es  Profeta. 

18  Mas  los  Judíos  no  creye- 
ron de  él,  que  hubiese  sido  cie- 
go, y  que  hubiese  recibido  ía 
vista,  hasta  que  llamáron  á  los 
padres  del  que  habia  recibido  ía 
vista : 

19  Y  les  preguntaron,  y  dixé- 
ron :  ¿  Es  este  vuestro  hijo,  el 
que  vosotros  decís  que  nació 
ciego  ?  ¿  Pues  como  vé  ahora  ? 

20  Sus  padres  les  respondié^ 
ron,  y  dixéron :  Sabemos,  que 
este  es  nuestro  hijo,  y  que  nació 
ciego : 

21  Mas  no  sabemos  como 
ahora  tenga  vista ;  ó  quien  le 
haya  abierto  los  ojos,  nosotras 
no  lo  sabemos :  preguntadlo  á 
él ;  edad  tiene,  que  hable  él 
por  sí  mismo. 

22  Esto  dixéron  los  padres 
del  ciego,  porque  temían  á  los 
J udíos  ;  porque  ya  habían  acor- 
dado los  Judíos,  que  si  alguno 
confesase  á  Jesús  por  Cristo, 
fuese  echado  de  la  Sinagoga. 

23  Por  eso  dixéron  sus  pa> 
dres :  Edad  tiene,  preguntadle 
á  él. 

24  Volviéron  pues  á  llamar  al 
hombre,  que  había  sido  ciego,  y 
le  dixéron  :  Dá  gloria  á  Dios  ; 
nosotros  sabemos  que  ese  hom- 
bre es  pecador. 

25  El  les  dixo :  Si  es  pecador, 
no  lo  sé  ;  una  cosa  sé,  que  ha- 
biendo yo  sido  ciego,  ahora  veo. 
,  26  Y  ellos  le  dixéron  :  ¿  Que 
te  hizo  ?  ¿  Como  te  abrió  los 
ojos  ? 

27  Les  jrespondió  :  Ya  os  io 


150 


SAN  JUAN. 


he  dicho,  y  lo  habéis  oido ;  ¿  por 
que  lo  queréis  oír  otra  vez  ? 
¿  por  ventura  queréis  vosotros 
también  haceros  sus  discípu- 
los? 

28  Y  le  maldixéron,  y  dixé- 
ron  :  Tú  seas  su  discípulo ;  que 
nosotros  somos  discípulos  de 
Moyscs. 

29  Nosotros  sabemos  que  ha- 
bló Dios  á  Moisés  ;  mas  este  no 
sabemos  de  donde  sea. 

30  Aquel  hombre  les  respon- 
dió, y  dixo  :  Cierto  que  es  esta 
cosa  maravillosa,  que  vosotros 
no  sabéis  de  donde  es,  y  abrió 
mis  ojos. 

31  Y  sabemos  que  Dios  no 
oye  á  los  pecadores  ;  mas  si  al- 
g^uno  es  temeroso  de  Dios,  y 
hace  su  voluntad,  á  este  oye. 

32  Nunca  fué  oido,  que  abriese 
alguno  los  ojos  de  uno  que  nació 
ciego. 

33  Si  este  no  fuese  de  Dios, 
oo  pudiera  hacer  cosa  alguna. 

34  Respondieron,  y  le  dixé- 
ron  :  ¿  En  pecado  eres  nacido 
todo,  y  tú  nos  enseñas  ?  Y  le 
echaron  fuera. 

35  Oyó  Jesüs,  que  le  habían 
echado  fuera ;  y  quando  le  halló, 
le  dixo :  ¿  Crees  tú  en  el  Hijo 
de  Dios  ? 

36  Respondió  él,  y  dixo  : 
¿  Quien  es,  Señor,  para  que  crea 
en  él  ? 

37  Y  Jesús  le  dixo :  Y  le  has 
visto,  y  el  que  habla  contigo,  ese 
mismo  es. 

38  Y  él  dixo :  Creo,  Señor. 
Y  postrándose,  le  adoró. 

39  Y  dixo  Jesús :  Yo  vine  á 
este  mundo  para  juicio ;  para 
que  vean  los  que  no  vén,  y  los 
que  vén  sean  hechos  ciegos. 

40  Y  le  oyéron  algunos  de  los 
Fariseos,  que  estaban  con  él,  y 


le  dixéron :  ¿  Pues  que  nosotrca 
somos  también  ciegos  ? 

41  Jesús  les  dixo  :  Si  í\iéseid 
ciegos,  no  tendríais  pecado  ;  mas 
ahora  porque  decis  :  Vemos ; 
por  eso  permanece  •  vuestro  pe- 
cado. 

CAPITULO  X. 

1  T7^  N  verdad,  en  verdad  os 
jUj  digo :  Que  el  que  no 

entra  por  la  puerta  en  el  aprisco 
de  las  ovejas,  mas  sube  por  otra 
parte,  aquel  es  ladrón  y  saltea- 
dor. 

2  Mas  el  que  entra  por  la 
puerta,  pastor  es  de  las  ovejas. 

3  A  este  abre  el  portero,  y 
las  ovejas  oyen  su  voz,  y  á  las 
ovejas  propias  llama  por  su  nom- 
bre, y  las  saca. 

4  Y  quando  ha  sacado  fuer?, 
sus  ovejas,  va  delante  de  ellas ; 
y  las  ovejas  le  siguen,  porque 
conocen  su  voz. 

5  Mas  al  extraño  no  le  si- 
guen, antes  huyen  de  él ;  por- 
que no  conocen  la  voz  ue  los  ex- 
traños. 

6  Este  proverbio  les  dixo  Je- 
sús. Mas  ellos  no  entendiéron 
lo  que  les  decía. 

7  Y  Jesús  les  dixo  otra  vez  : 
En  verdad,  en  verdad  os  digo, 
que  yo  soy  la  puerta  de  las 
ovejas. 

8  Todos  quantos  vinieron,  la- 
drones son  y  salteadores,  y  no 
no  los  oyéron  las  ovejas. 

9  Yo  soy  la  puerta.  Quien 
por  mí  entrare,  será  salvo ;  y 
entrará,  y  saldrá,  y  hallará 
pastos. 

10  El  Ladrón  no  vioao,  sino 
para  hurtar,  y  para  matar,  y  pa- 
ra destruir.  Yo  he  venido  para 
que  tengan  vida,  y  para  que  ia 
tengan  en  mas  aljundancia. 


CAPITULO  X. 


11  Yo  say  el  buen  Pastor. 
El  buen  pastor  da  su  vida  por 
sus  ovejas. 

12  Mas  el  asalariado,  y  que 
no  es  el  pastor,  del  que  no  son 
propias  las  ovejas,  vé  venir  al 
lobo,  y  dexa  las  ovejas,  y  huye  ; 
y  el  lobo  arrebata,  y  esparce  las 
ovejas  ; 

13  Y  el  asalariado  huye,  por- 
que es  asalariado,  y  porque  no 
tiene  parte  en  las  ovejas. 

14  Yo  soy  el  buen  Pastor  ;  y 
conozco  mis  ovejas,  y  las  mías 
ine  conocen. 

15  Como  el  Padre  me  conoce, 
así  conozco  yo  al  Padre  ;  y  pon- 
go mi  alma  por  mis  ovejas. 

16  Teng-o  también  otras  ove- 
jas, que  no  son  de  este  aprisco  ; 
es  necesario  que  yo  las  traiga,  y 
oirán  mi  voz,  y  será  hecho  un 
solo  aprisco,  y  un  pastor. 

1 7  Por  eso  me  ama  el  Padre ; 
porque  yo  pongo  mi  alma  para 
volverla  á  tomar. 

18  No  me  la  quita  ninguno; 
majs  yo  la  pongo  por  mí  mismo ; 
poder  tengo  para  ponerla,  y  po- 
der tengo  para  volverla  á  tomar 
Este  mandamiento  recibí  de  mi 
Padre. 

19  Y  hubo  nuevamente  di- 
sensión entre  los  Judíos  por  es- 
tas palabras. 

20  Y  decían  muchos  de  ellos : 
Demonio  tiene,  y  está  fuera  de 
sí ;  ¿  por  que  le  escucháis  ? 

21  Otros  decían  :  Estas  pala- 
bras no  son  de  endemoniado  ; 
i  por  ventura  puede  el  demonio 
abrir  los  ojos  de  los  ciegos  ? 

22  Y  se  celebraba  en  Jerusa- 
lém  la  £esta  de  la  Dedicación  ; 
y  ei-a  invierno. 

23  Y  Jesús  se  paseaba  en  el 
tempb  por  el  pórtico  de  Salo- 
món. 


24  Y  los  Judíos  le  cercaron, 
y  le  dixéron  :  ¿  Hasta  quando 
nos  acabas  el  alma  ?  si  tü  eres 
el  Cristo,  dínoslo  abiertamente. 

25  Jesús  les  respondió  :  Os  lo 
digo,  y  no  me  creéis  ;  las  obras 
que  yo  hago  en  nombre  de  mi 
Padre,  estas  dan  testimonio  de 
mí  : 

26  Mas  vosotros  no  creéis, 
porque  no  sois  de  mis  ovejas. 

27  Mis  ovejas  oyen  mi  voz ;  y 
yo  las  conozco,  y  me  siguen  : 

28  Y  yo  les  doy  vida  etemaj 
y  no  perecerán  jamas,  y  ningu- 
no las  arrebatará  de  mi  mano. 

29  Lo  que  me  dio  mi  Padre, 
es  sobre  todas  las  cosas ;  y  na- 
die lo  puede  arrebatar  de  h. 
mano  de  mi  Padre. 

30  Yo  y  el  Padre  somos  una 
cosa. 

31  Entonces  los  Judíos  toma- 
ron piedras  para  apedrearle. 

32  Jesús  les  respondió  :  Mu- 
chas buenas  obras  os  he  mostra- 
do de  mi  Padre,  ¿  por  quál  obra 
de  ellas  rae  apedreáis  ? 

33  Los  Judíos  le  respondie- 
ron :  No  te  apedreamos  por  la 
buena  obra,  sino  por  la  blasfe- 
mia ;  y  porque  tú,  siendo  hom- 
bre, te  haces  Dios  á  tí  mismo. 

34  J esus  les  respondió  :  ¿  No 
está  escrito  en  vuestra  ley :  Yo 
dixe^  Dioses  sois  ? 

35  Pues  si  llamó  Dioses  á 
aquellos,  á  quienes  vino  la  pa- 
labra de  Dios,  y  la  Escritura  no 
puede  faltar : 

36  A  mí,  que  el  Padre  santi 
ficó,  y  envió  al  mundo,  vosotros 
decís  :  ¿  Que  blasfemo  ;  porque 
he  dicho,  soy  Hijo  de  Dios  ? 

37  Si  no  hago  las  obras  de  mi 
Padre,  no  me  creáis. 

38  Mas  si  las  bago,  aunque  á 
mí  no  me  queráis  creeT,  creed  á 


152 


SAN  JUAN. 


las  obras  ;  para  que  conozcáis, 
y  creáis  que  el  Padre  está  en 
mí,  y  yo  en  el  Padre. 

39  Y  ellos  querían  prenderle  : 
mas  se  salió  de  entre  sus  manos. 

40  Y  se  fue  otra  vez  á  la  otra 
ribera  del  Jordán  á  aquel  lugar, 
en  donde  primero  estaba  bauti- 
zando Juan  ;  y  se  estuvo  allí. 

41  Y  vinieron  á  él  muchos,  y 
decían :  Juan  en  verdad  no  hizo 
nin^n  milagro. 

42  Mas  todas  las  cosas  que 
Juandixo  de  éste,  eran  verda- 
deras. Y  nuichos  creyéron  en  él. 

CAPITULO  XI. 

1  "WT"  había  un  «nfermo  Ua- 
Jl    mado  L»azaro  de  Be- 

tania,  aldea  de  María  y  de 
Marta  su  hermana. 

2  Y  María  era  la  que  habia 
ung-ido  al  Señor  con  ungüento, 
y  limpiado  sus  pies  con  sus  ca- 
bellos ;  cuyo  hermano  Lázaro 
estaba  enfermo. 

3  Enviaron  pues  sus  herma- 
nas á  decir  á  Jesús,  Señor,  he 
a(}uí  el  que  amas  está  enfermo. 

4  Y  quando  lo  oyó  Jesús,  les 
dixo :  lista  enfermedad  tw  es 
para  muerte,  sino  para  gloria  de 
Dios,  para  que  sea  glorificado  el 
Hijo  de  Dios  por  ella. 

5  Y  amaba  Jesús  á  Marta,  y 
á  María  su  hermana,  y  á  Lá- 
zaro. 

6  Y  quando  oyó  que  estaba 
enfermo,  se  detuvo  aun  doa  dias 
en  aquel  lugar. 

7  Y  pasados  estos  dixo  á  sus 
discípulos:  Vamos  otra  vez  á 
Judéa. 

8  Los  discípulos  Le  dixéron : 
¿  Maestro,  ahora  querían  ape- 
drearte los  Judíos,  y  vas  alia 
otía  vez  ? 


9  Jesús  respondió  :  ¿Por  ven- 
tura no  son  doce  las  horas  del 
día  ?  El  que  anduviere  de  día, 
no  tropieza,  porque  vé  la  luz  de 
este  mundo : 

10  Mas  si  anduviere  de  no- 
che, tropieza,  porque  no  hay 
luz  en  él.  • 

11  Esto  dixo,  y  después  les 
dixo  :  Lázaro  nuestro  amigo 
duerme  í  mas  voy  á  diapertarle 
del  sueño. 

12  Y  dixéron  sus  discípulos  * 
Señor,  si  duerme,  será  sano. 

13  Mas  Jesús  habia  hablado 
de  su  muerte  ;  y  ellos  entendie- 
ron que  decía  del  dormir  dé 
sueño. 

14  Entóneos  Jesús  les  dixo 
abiertamente :  Lázaro  es  muerto» 

15  Y  me  huelgo  por  vosotras 
de  no  haber  estado  allí,  para  que 
creáis.    Mas  vamos  á  él. 

16  Dixo  entonces  Tonaás, 
llamado  Didimo,  á  los  otfos  coa- 
discípulos  :  Vamos  también  no- 
sotros, y  muramos  con  él. 

17  Vino  pues  Jesús,  y  hali^ 
que  habia  ya  quatro  dias  que  es- 
taba en  el  sepulcro. 

18  Y  Betania  distaba  de  Je- 
rusalém  como  unos  quince  esta- 
dios. 

19  Y  muchos  Judíos  habían., 
venido  á  Marta  y  á  María, 
para  consolarlas  de  su  hermano. 

20  Marta  pues  quando  oyó 
que  venia  J esus,  le  salió  á  reci- 
bir ;  mas  María  se  quedó  en 
casa. 

21  Y  Marta  dixo  á  Jesús: 
Señor,  si  hubieras  estado  aquí, 
mi  hermano  no  hubiera  muerto  : 

22  Mas  también  sé  ahora,  que 
todo  lo  que  pidieres  á  Dios,  te  lo 
otorgará  Dios. 

23  Jesús  le  dixo  ;  Resucitaiá. 
tu  hermano. 


CAPITULO  XI. 


24  Marta  le  dice:  Bien  sé 
que  resucitará  en  la  resurrección 
en  el  último  dia. 

25  Jesús  le  dixo :  Yo  soy  la 
resurrección  y  ta  vida:  el  que 
cree  en  mi,  aunque  hubiere 
muerto,  vivirá ; 

26  Y  todo  aquel,  que  vive,  y 
cree  en  mí,  no  morirá  jamas. 

I     ¿Crees  esto? 

27  Ella  le  dixo  :  Sí  Señor,  yo 
he  creído,  que  tú  eres  el  Cristo 
el  Hijo  de  Dios  vivo,  que  has 
venido  á  este  mundo. 

28  Y  dicho  esto,  fué  y  llamó 
en  secreto  á  María  su  hermana, 
y  dixo :  El  Maestro  está  aqilf,  y 
te  llama. 

29  Ella  quando  lo  oyó,  se  le- 
vantó luego,  y  fué  á  él. 

30  Porque  Jesús  aun  no  ha- 
bía llegado  á  la  aldea,  sino  que  se 
estaba  en  aquel  lugar  en  donde 
IVTarta  había  salido  á  recibirle. 

31  Los  Judíos  pues  que  es- 
taban en  la  casa  con  ella,  y  la 
consolaban,  quando  viéron  que 
María  se  había  levantado  apre- 
surada, y  había  salido,  la  siguié- 
ron,  diciendo  :  Al  sepulcro  va  á 
llorar  allí. 

32  Y  María  quando  llegó  á 
donde  Jesús  estaba,  luego  que 
le  vió,  se  postró  á  sus  pies,  y  le 

I  dice  :  Señor,  si  hubieras  estado 
I  aquí,  raí  hermano  no  hubiera 
I  muerto. 

33  Jesús  quando  la  vió  lloran- 
do, y  que  también  lloraban  los 
Judíos  que  habían  venido  con 
ella,  gimió  en  su  ánimo,  y  se 
turbó  á  sí  mismo, 

34  Y  dixo:  ¿En  donde  le 
pusisteis  ?  Le  dicen :  Ven,  Se- 
ñor, y  lo  verás. 

¡        35  Y  lloró  Jesús. 

36  Y  dixéron  entónces  los 
I    Judíos  :  Ved  como  le  amaba. 


37  Y  algunos  de  ellos  dixé- 
ron :  ¿  Pues  este,  que  abrió  les 
ojos  del  que  nació  ciego,  no 
pudiera  hacer  que  este  no  mu- 
riese ? 

38  Mas  Jesús  gimiendo  otra 
vez  en  sí  mismo,  fué  al  sepulcro. 
Era  una  gruta ;  y  habían  puesto 
una  losa  sobre  eÚa. 

39  Dixo  Jesús :  Quitad  la  losa% 
Marta,  que  era  hermana  del 
difunto,  le  dice  :  Señor,  ya  hiede, 
porque  es  muerto  de  quatro  días. 

40  Jesús  le  dixo  :  ¿  No  te  he 
dicho,  que  si  creyeres,  verás  la 
gloria  de  Dios  ? 

41  Quitáron  pues  la  losa;  y 
Jesús  alzando  los  ojos  á  lo  alto, 
dixo :  Padre,  gracias  te  doy 
porque  me  has  oído. 

42  Yo  bien  sabia  que  siempre 
rae  oyes  ;  mas  por  el  paeblo, 
que  está  al  rededor,  lo  díxe  ; 
para  que  crean  que  tú  me  has 
enviado. 

43  Y  habiendo  dicho  esto, 
gritó  en  aJta  voz,  diciendo  :  Lá- 
zaro, ven  fuera. 

44  Y  en  el  mismo  punto  saKó 
el  que  había  estado  muerto,  ata- 
dos los  pies  y  las  manos  con  ven- 
das, y  cubierto  el  rostro  con  un 
sudario.  Jesús  les  dixo :  De- 
satadle, y  dexadle  ir. 

45  Muchos  pues  de  los  Ju- 
díos, que  habían  venido  á  ver  á 
María  y  á  Marta,  y  viéron  lo 
que  hizo  Jesús,  creyéron  en  él. 

46  Mas  algunos  de  ellos  se 
fuéron  á  los  Fariséos,  y  les  dixé- 
ron lo  que  había  hecho  Jesús. 

47  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, y  los  Fariséos  juntá- 
ron  concilio,  y  decían  :  ¿  Que 
hacemos,  porque  este  hombre 
hace  muchos  milagros  ? 

48  Si  lo  dexamos  así,  creerán 
todos  en  él ;  y  vendrán  los  lio- 

7* 


154 


SAN  J0AN. 


manos,  y  amiinarán  nuestra  ciu- 
dad y  nación. 

49  Mas  uno  de  ellos,  llamado 
Caifás,  que  era  el  Sumo  Pontí- 
fice de  aquel  año,  les  dixo  :  Vo- 
sotros no  sabéis  nada, 

50  Ni  pensáis  que  os  con- 
viene, que  muera  un  hombre 
por  el  pueblo,  y  no  que  toda  la 
nación  perezca. 

51  Mas  esto  no  lo  dixo  de  sí 
mismo ;  sino  que  siendo  Sumo 
Pontífice  aquel  año,  profetizó^ 
que  Jesús  habia  de  morir  por  la 
nación, 

52  Y  no  solamente  por  la  na- 
ción, mas  también  para  juntar  en 
uno  los  hijos  de  Dios,  que  esta- 
ban dispersos. 

53  Y  así  desde  aquel  dia  pen- 
saron como  le  darían  la  muerte. 

54  Por  lo  qnal  no  se  mostraba 
ya  Jesús  en  púbhco  entre  los 
Judíos,  sino  que  se  retiró  á,  un 
territorio  cerca  del  desierto  á 
una  ciudad,  llamada  Efrem  ;  y 
allí  moraba  con  sus  discípulos. 

55  Y  estaba  ya  cerca  la  Pas- 
cua de  los  Judíos  ;  y  muchos  de 
aquella  tierra  subiéron  á  Jeru- 
salém  antes  de  la  Pascua,  para 
purificarse. 

56  Y  buscaban  á  Jesús  ;  y  se 
decían  unos  á  otros,  estando  en 
el  templo :  ¿  Que  os  parece,  de 
que  no  haya  venido  á  la  fiesta  ? 
Y  los  Príncipes  de  Los  Sacer- 
dotes, y  los  Fariseos  habían  da- 
do mandamiento,  que  si  alguno 
sabia  en  donde  estaba,  lo  mani- 
festase, para  prenderle. 

CAPITULO  XII. 

1    TESUS  pues  seis  días  an- 
J   tes  de  la  Pascua  vino 
4  Betania,    en    donde  habia 
muerto  Lázaro,  al  que  Jesús  re- 
sucitó. 


2  Y  le  dieron  allí  una  cena ; 
y  Marta  servia,  y  Lázaro  era 
uno  de  los  que  estaban  sentados 
con  él  á  la  mesa. 

3  Entónces  María  tomó  una 
libra  da  ung-uento  de  nardo  puro 
de  gran  precio,  y  ungió  los  pies 
de  Jesús,  y  le  enxugó  los  pies 
con  sus  cabellos  ;  y  se  llenó  la 
casa  del  olor  del  ungüento. 

4  Y  dixo  uno  de  sus  discípu- 
los, Júdas  Iscariotes,  el  que  le 
habia'de  entregar : 

5  ¿  Por  que  no  se  ha  vendido 
este  ungüento  por  trescientos 
denarios,  y  se  ha  dado  á  pobres  ? 

%  Y  dixo  esto,  no  porque  él 
cuidase  de  los  pobres,  sino  por- 
que era  ladrón,  y  teniendo  sus 
bolsillos,  traía  lo  que  se  echaba 
en  ellos. 

7  Y  dixo  Jesús  :  Dexadla  que 
lo  guarde  para  el  dia  de  mi  en- 
tierro. 

8  Porque  á  los  pobres,  siem- 
pre los  tenéis  con  vosotros  ;  mas 
á  mí  no  siempre  me  tenéis. 

9  Entendió  pues  un  crecido 
número  de  Judíos,  que  Jesús 
estaba  allí  ;  y  vinieron,  no  sola- 
mente por  causa  de  él,  sino  tam- 
bién por  ver  á  Lázaro,  al  que 
habia  resucitado  de  entre  los 
muertos. 

10  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes pensaron  matar  tam- 
bién á  Lázaro  ; 

1 1  Porque  muchos  por  él  se 
separaban  de  los  Judíos,  y 
creían  en  Jesús. 

12  Y  el  dia  siguiente  una 
grande  muchedumbre  de  gente, 
que  habia  venido  á  la  fiesta, 
quando  oyeron  que  venia  Jesús 
á  Jerusalém, 

13  Tomaron  ramos  d«  palmas, 
y  saliéron  á  recibirle,  y  cJama- 
1  ban :  Hosanna,  bendito  eJ  que 


viene  en  el  nombre  del  Señor,  el 
Rey  de  Israel. 

14  Y  halló  Jesús  un  jumen- 
tillo,  y  se  sentó  sobre  él,  como 
está  escrito  : 

15  No  temas,  hija  de  Sion; 
he  aquí  tu  Rey,  que  viene  sen- 
tado sobre  un  pollino  de  una 
asna. 

16  Esto  no  entendieron  sus 
discípulos  al  principio  ;  mas 
quando  fué  glorificado  Jesús, 
entónces  se  acordaron,  que  es- 
taban estas  cosas  escritas  de  él, 
y  que  le  hiciéron  estas  cosas. 

1 7  Y  daba  testimonio  la  mu- 
cha gente,  que  estaba  con  Je- 
sús, de  quando  llamó  á  Lázaro 
del  sepulcro,  y  le  resucitó  de 
entre  los  muertos. 

18  Y  por  esto  vinieron  á  re- 
cibirle las  gentes ;  porque  ha- 
bían oido,  que  él  habia  hecho 
este  milagro : 

19  Mas  los  Fariseos  dixéron 
unos  á  otros  :  ¿  No  veis,  que 
nada  adelantamos  ?  mirad  que 
todo  el  mundo  se  va  en  pos  de  él. 

20  Y  habia  allí  algunos  Gen- 
tiles de  aquellos,  que  habían  su- 
bido á  adorar  en  el  dia  de  la 
¿esta. 

21  Estos  pues  se  llegaron  á 
Felipe,  que  era  de  Betsaida  de 
Galiléa,  y  le  rogaban,  diciendo  : 
Señor,  queremos  ver  á  Jesús. 

22  Vino  Felipe,  y  lo  dixo  á 
Andrés ;  y  Andrés,  y  Felipe  lo 
dixéron  á  Jesús. 

23  Y  Jesús  les  respondió,  di- 
ciendo :  Viene  la  hora,  en  que 
sea  glorificado  el  Hijo  del  hom- 
bre. 

24  En  verdad,  en  verdad  os 
digo,  que  si  el  gr?.no  de  trigo, 
que  cae  en  la  tierra,  no  mu- 
riere, él  solo  queda  ;  mas.  si 
murieré,  mucho  fruto  iieva 


CAPITULO  Xn.  155 

25  Quien  ama  su  alma,  la  per- 
derá ;  y  quien  aborrece  su  alma 
en  este  mundo,  para  vida  eterna 
la  guarda. 

26  Si  alguno  me  siiTe,  sígame; 
y  en  donde  yo  estoy,  allí  tam- 
bién estara  mi  ministro.  Y  si 
alguno  me  sirviere,  le  honrará 
mi  Padre. 

27  Ahora  mi  alma  está  turba- 


da. ¿  Y  que  diré  ?  Padre,  sál- 
vame de  esta  hora.  Mas  por 
eso  he  venido  á  esta  hora. 

28  Padre,  glorifica  tu  nom- 
bre. Entónces  vino  una  voz  det 
Cielo,  que  dixo  :  Ya  lo  he  glori- 
ficado, y  otra  vez  lo  glorificaré. 

29  Las  gentes  que  estaban 
aüí,  quando  oyeron  la  voz,  de- 
cían que  habia  sido  un  trueno. 
Otros  decían :  Un  Angel  le  ha 
hablado. 

30  Respondió  Jesús,  y  dixo  r 
No  ha  venido  esta  voz  por  mi 
causa,  sino  por  causa  de  voso- 
tros. 

31  Ahora  es  el  juicio  del  mun- 
do ;  ahora  será  lanzado  fuera  eT 
Príncipe  de  este  mundo. 

32  Y  si  yo  fuere  alzado  de 
la  tierra,  todo  lo  atraeré  á  mí 
mismo. 

33  Y  decia  esto,  para  mos- 
trar de  que  muerte  habia  de 
morir. 

34  La  gente  le  respondió: 
Nosotros  habemos  oido  de  Ja 
Ley,  que  el  Cristo  permanece 
para  siempre  ;  ¿  pues  como  dices 
tú,  conviene  que  sea  alzado  el 
Hijo  del  hombre  ?  ¿  Quien  es 
este  Hijo  del  hombre  ? 

35  Jesús  les  dixo :  Aun  hay 
en  vosotros  un  poco  de  luz.  An- 
dad, miéntras  que  tenéis  luz, 
porque  no  os  sorprehendan  las 
tinieblas  ;  Y  el  que  anda  en  tr- 

i  nieblas,  no  sabe  á  donde  vá. 


156 


SAN  JÜAN. 


3G  Miénlras  que  tenéis  luz, 
creed  en  la  luz,  para  que  seáis 
hijos  de  luz.  Esto  dixo  Jesús  ; 
y  se  fué,  y  se  escondió  de 
ellos. 

37  Mas  aunque  habia  hecho  á 
presencia  de  ellos  tantos  mila- 
gros, no  creían  en  él : 

38  Para  que  se  cumpliese  la 
palabra  del  Profeta  Isaías,  que 
dixo :  ¿  Señor,  quien  ha  creido  á 
nuestro  oído  ?  ¿  y  á  quien  ha 
sido  revelado  el  brazo  del  Señor? 

39  Por  esto  no  podian  creer, 
porque  dixo  Isaías  en  otro  lug-ar : 

4©  Les  cegó  los  ojos,  y  les 
endureció  el  corazón,  para  que 
no  vean  de  los  ojos,  ni  entien- 
dan de  corazón,  y  se  conviertan, 
y  los  sane. 

41  Esto  dixo  Isaías,  quando 
Tió  su  gloria,  y  habló  de  él. 

42  Con  todo  eso  aun  de  los 
Príncipes  »uchos  creyeron  en 
él  ;  mas  por  causa  de  los  Fari- 
seos no  lo  manifestaban,  por  no 
ser  echados  de  la  Sinagoga  ; 

43  Porque  amaron  mas  la 
gloria  de  los  hombres,  que  la 
gloria  de  Dios. 

44  Y  Jesús  alzó  la  voz,  y  di- 
xo :  Quien  cree  en  mí,  no  cree 
en  mí,  sino  en  aquel  que  me 
envió. 

45  Y  el  que  rae  vé  á  mí,  vé  á 
aquel  que  me  envió. 

46  Yo  he  venido  luz  ai  mun- 
do, para  que  todo  aquel  que  en^ 
mí  cree,  no  permanezca  en  ti- 
nieblas. 

47  Y  si  alguno  oyere  rais  pa- 
labras, y  no  las  guardare,  no  le 
juzgo  yo.  Porque  no  be  venido 
á  juzgar  al  mundo,  sino  á  salvar 
al  mundo. 

48  El  que  me  desprecia,  y  no 
recibe  mis  palabras,  tiene  quien 
le  juzgue ;  la  palabra  que  he 


hablado,  ella  le  juzgará  en  él 
día  postrimero. 

49  Porque  yo  no  he  hablado 
de  mí  mismo  ;  mas  el  Padre  que 
me  envió,  el  me  dio  manda:^ 
miento  de  lo  que  tengo  de  decir, 
y  de  lo  que  tengo  de  hablar. 

50  Y  se,  que  su  mandamiento 
es  la  vida  eterna.  Pues  lo  que 
yo  hablo,  como  el  Padre  rae  lo 
ha  dicho,  así  lo  hablo. 

CAPITULO  XIII. 

1  A  NTES  del  dia  de  ía 
jLjL  fiesta  de  la  Pascua,  sa- 
biendo Jesús  que  era  venida  su 
hora  de  pasar  de  este  mundo  ají 
Padre ;  habiendo  amado  á  los 
suyos,  que  estaban  en  el  mundo, 
los  amó  hasta  el  fin. 

2  Y  acabada  la  cena,  como  ei 
diablo  hubiese  ya  puesto  en  el 
corazón  á  Júdas  hijo  de  Siman 
Iscariotes,  que  lo  entregase  ; 

3  Sabiendo  Jeáus  que  el  Pa- 
dre le  habia  dado  codas  las  cosas 
en  las  manos,  y  que  de  Dios  ha- 
bia salido,  y  á  Dios  iba  ; 

4  Se  levanta  de  la  cena,  y  se 
quita  sus  vestiduras  ;  y  tomando 
una  toalla,  se  la  ciñó. 

5  Echó  después  agua  en  un 
lebrillo,  y  comenzó  á  lavar  los 
pies  de  los  discípulos,  y  á  lim- 
piarlos coíi  la  toalla,  con  que 
estaba  ceñido. 

6  Vino  pues  á  Simón  Pedro. 
Y  Pedro  le  dice  :  ¿  Señor,  tú  me 
lavas  á  mí  los  pies  ? 

7  Respondió  Jesús,  y  le  dixo : 
Lo  que  yo  hago,  tú  no  lo  sabes 
ahora,  mas  lo  sabrás  después. 

8  Pedro  le  dice:  INo  me  la- 
varás los  pies  jamás.  Jesús  le 
respondió :  Si  no  te  lavare,  no 
tendrás  parte  conmigo. 

9  Simo»  Pedro  le  dice :  Se* 


CAPITULO  XIII. 


157 


j  Bar,  no  solamente  mis  pies,  mas 
I     las  manos  también  y  la  cabeza. 

10  Jesús  le  dice :  El  que  está 
lavado,  no  necesita  sino  lavar 
los  pies,  pues  esta  todo  limpio. 
Y  vosotros  limpios  estáis,  mas  no 
todos. 

1 1  Porque  sabia  quien  era  el 
que  le  habia  de  entregar :  por 
eso  dixo:  No  todos  estáis  lim- 
pios. 

12  Y  después  que  Ies  hubo 
lavado  los  pies,  y  hubo  tomado 
su  ropa,  volviéndose  á  sentar  á 
la  mesa,  les  dixo  :  ¿  Sabéis  lo 
que  he  hecho  con  vosotros  ? 

13  Vosotros  me  llamáis  Maes- 
tro, y  Señor ;  y  bien  decis  ;  por- 
que lo  soy. 

14  Pues  si  yo,  el  Señor,  y  el 
Maestro,  os  he  lavado  los  pies, 
vosotros  también  debéis  lavar 
los  pies  los  unos  á  los  otros. 

15  Porque  exemplo  os  he  da- 
do, para  que  como  yo  he  hecho 
á  vosotros,  vosotros  también  ha- 
gáis. 

16  En  verdad,  en  verdad  es 
digo  ;  El  siervo  no  es  mayor  que 
su  Señor ;  ni  el  enviado  es  ma- 
yor, que  aquel  que  le  envió. 

1 7  Si  esto  sabéis,  bienaventu- 
rados seréis  si  lo  hiciereis. 

18  No  hablo  de  todos  voso- 
tros ;  yo  sé  los  que  escog^í ;  mas 
para  que  se  cumpla  la  Escritu- 
ra :  El  que  come  el  pan  conmig'o, 
levantará  contra  mí  su  calcañar. 

19  Desde  ahora  os  lo  digo, 
ántes  que  sea,  para  que  quando 
fuere  hecho,  creáis  que  5  0  soy. 

20  En  verdad,  en  verdad  os 
digt) :  El  que  recibe  al  que  yo 
enviare,  á  mí  rne  recibe ;  y 
quien  me  recibe  á  mí,  recibe  á 
aquel  que  me  envió. 

21  Quando  esto  hubo  dicho 
Jesús,  se  turbó  en  el  espíritu  ;  y 


protesto,  y  dixo :  Efi  verdad,  en 
verdad  os  digo :  Que  uno  de  vo- 
sotros me  entregará. 

22  Y  los  discípulos  se  miraban 
los  unos  á  los  otros,  dudando  de 
quien  decia. 

*  23  Y  uno  de  sus  discípulos,  al 
qual  amaba  Jesús,  estaba  recos* 
tado  á  la  mesa  en  el  seno  de 
Jesús. 

24  A  este  pues  hizo  una  seña 
Simón  Pedro,  y  le  dixo  :  ¿  Quien 
es  de  quien  habla  ? 

25  El  entonces  recostándose 
sobre  el  pecho  de  Jesús,  le  di- 
xo :  ¿  Señor,  quien  es  ? 

26  Jesús  le  respondió :  Aquel 
es,  á  quien  yo  diere  el  pan  mo- 
jado.   Y  mojando  el  pan,  se  lo 
dio  á  Júdas,  hijo  de  Simón 
cariotes. 

27  Y  tras  el  bocado  entró  ea 
él  Satanás.  Y  Jesús  le  dixo: 
Lo  que  haces,  hazlo  presto. 

28  Mas  ninguno  de  los  quB 
estaban  á  la  mesa  supo  por  que 
se  lo  decia. 

29  Porque  algfunos  pensaron, 
que  porque  Júdas  traia  la  bolsa, 
le  habia  dicho  Jesús  :  Compra 
lo  que  habernos  menester  para 
el  dia  de  la  fíesta ;  ó  que  diese 
algo  á  los  pobres. 

30  Y  quando  él  hubo  tomado 
el  bocado,  se  salió  luego  fuera* 
Y  era  de  noche. 

31  Y  como  hubo  salido,  dixo 
Jesús:  Ahora  es  glorificado  el 
Hijo  del  hombre  ;  y  Dios  es  glo- 
rificado en  él. 

32  Si  Dios  es  glorificado  en 
él.  Dios  también  lo  glori^cará  á 
él  en  sí  mismo ;  y  luego  le  glo- 
rificará. 

33  Hijitos,  aun  estoy  un  poco 
con  vosotros.  Me  buscaréis,  y 
así  como  dixe  á  los  Judíos : 
A^londe  yo  voy,  vosotros  no  pv»* 


15B 


SAN  JUAN. 


deis  venir,  lo  mismo  digo  ahora 
á  vosotros. 

34  Un  Mandamiento  nuevo  os 
doy :  Que  os  améis  los  unos  á 
los  otros,  así  como  yo  os  he  ama- 
do, para  que  vosotros  os  améis 
también  entre  vosotros  mismo?. 

35  En  esto  conocerán  todos 
que  sois  mis  discípulos,  si  tuvie- 
reis caridad  entre  vosotros. 

36  Simón  Pedro  le  dixo :  ¿  Se- 
ñor, á  donde  vas  ?  Respondió 
Jesús :  Adonde  yo  voy,  no  me 
puedes  ahora  seguir;  mas  me 
seguirás  después. 

37  Pedro  le  dice :  ¿  Por  que 
no  te  puedo  seguir  ahora?  mi 
alma  pondré  por  tí. 

38  Jesús  les  respondió :  Tu 
alma  pondrás  por  mí  ?  En  ver- 
dad, en  verdad  te  digo  ;  Que  no 
cantará  el  gallo,  sin  que  me 
hayas  negado  tres  veces. 

CAPITULO  XIV. 

1  TVTO  se  turbe  vuestro 
i.^  corazón.    Creéis  en 

Píos,  creed  también  en  mí. 

2  En  la  casa  de  mi  Padre  hay 
muchas  moradas  :  si  así  no  fue- 
ra, yo  os  lo  hubiera  dicho.  Pues 
voy  á  aparejaros  el  lugar. 

3  Y  si  me  fuere,  y  os  apare- 
jare lugar,  vendré  otra  vez,  y 
os  tomaré  á  mí  mismo,  para  que 
en  donde  yo  estoy,  estéis  tam- 
bién vosotros. 

4  También  sabéis  á  donde  yo 
voy,  y  sabéis  el  camino. 

5  Thomás  le  dice  :  ¿  Señor, 
no  sabemos  á  donde  vas ;  pues 
como  podemos  saber  el  camino  ? 

6  Jesús  le  dice :  Yo  soy  el 
camino,  y  la  verdad,  y  la  vida  : 
Nadie  viene  al  Padre,  sino  por 
mí. 

7  Si  me  conocieseis  á  mí, 


ciertamente  conociérais  también 
á  mi  Padre ;  y  desde  ahora  le 
conoceréis,  y  lo  habéis  visto. 

8  Felipe  le  dice  :  Señor, 
muéstranos  al  Padre,  y  nos  basta. 

9  Jesús  le  dice  :  ¿  Tanto  tiem- 
po ha  que  estoy  con  vosotros,  y 
no  me  habéis  conocido  ?  Felipe, 
el  que  me  vé  á  mí,  vé  también 
al  Padre.  ¿  Como  pues  tú  dices : 
Muéstranos  al  Padre  ? 

10  ¿  No  creéis  que  yo  estoy 
en  el  Padre,  y  el  Padre  en  mí  ? 
Las  palabras  que  yo  os  hablo,  no 
las  hablo  de  mi  mismo.  Mas  el 
Padre,  que  está  en  mí,  él  hace 
las  obras. 

1 1  ¿  No  creéis  que  yo  estoy  en 
el  Padre,  y  el  Padre  en  mí  ? 

12  Y  sino  creedlo  por  las  mis- 
mas obras.  En  verdad,  en  ver- 
dad os  digo  :  El  que  en  mí  cree, 
él  también  hará  las  obras  que  yo 
hago,  y  mayores  que  estas  hará ; 
porque  yo  voy  al  Padre. 

13  Y  todo  lo  que  pidiéreis  al 
Padre  en  mi  nombre,  yo  lo  haré ; 
para  que  sea  el  Padre  glorifica- 
do en  el  Hijo. 

14  Si  algo  me  pidiéreis  en  mi 
nombre,  lo  haré. 

15  Si  me  amáis,  guardad  mis 
mandamientos. 

1 6  Y  yo  rogaré  al  Padre,  y  os 
dará  otro  Consolador,  para  que 
more  siempre  con  vosotros, 

17  El  Espíritu  de  la  verdad, 
á  quien  no  puede  recibir  el 
mundo,  porque  ni  lo  ve,  ni  lo 
conoce  ;  mas  vosotros  lo  cono- 
ceréis, porque  morai  á  con  voso- 
tros, y  estará  en  vosotros. 

18  No  os  dexaré  huérfanos, 
vendré  á  vosotros. 

19  Todavía  un  poquito ;  y  el 
mundo  ya  no  me  ve.  Mas  vo- 
sotros me  veis ;  porque  yo  vivo, 
y  vosotros  viviréis. 


CAPITULO  XV. 


159 


20  En  aquel  dia  vosotros  co- 
noceréis que  yo  estoy  en  mi  Pa- 
dre, y  vosotros  en  mí,  y  yo  en 
vosotros. 

21  Quien  tiene  mis  manda- 
mientos, y  los  guarda,  aquel  es 
el  que  me  ama.  Y  el  que  rae 
ama,  será  amado  de  mi  Paídre ;  y 
yo  le  amaré,  y  me  le  manifes- 
taré á  mí  mismo. 

22  Le  dice  entónces  Júdas, 
no  aquel  Iscariotes  :  ¿  Señor,  que 
es  le  causa,  que  te  has  de  mani- 
festar á  nosotros,  y  no  al  mundo? 

23  Jesús  respondió,  y  le  dixo: 
Si  alguno  me  ama,  guardará  mi 
palabra,  y  mi  Padre  le  amará,  y 
vendremos  á  él,  y  haremos  mo- 
rada en  él. 

24  El  que  no  me  ama,  no 
gfuarda  mis  palabras.  Y  la  pa- 
labra que  habéis  oido,  no  es  mia; 
sino  del  Padre,  que  me  envió. 

25  Estas  cosas  os  he  hablado 
estando  con  vosotros. 

26  Y  el  Consolador,  el  Espí- 
ritu «Santo,  que  enviará  el  Pa- 
dre en  mi  nombre,  él  os  enseña- 
ra todas  las  cosas,  y  os  recorda- 
rá todo  aquello  que  yo  os  hu- 
biere dicho. 

27  La  paz  os  dexo,  mi  paz  os 
doy;  no  os  la  doy  yo  como  la  da 
el  mundo.  No  se  turbe  vuestro 
corazón,  ni  se  acobarde. 

28  Ya  habéis  oido  que  os  he 
dicho :  Voy,  y  vengo  á  vosotros. 
»Si  me  amaseis,  os  gozaríais  cier- 
tamente, porque  voy  al  Padre  ; 
porque  el  Padre  es  mayor  que  yo. 

29  Y  ahora  os  lo  he  dicho  an- 
tes que  sea  ;  para  que  lo  creáis, 
quando  fuere  hecho. 

30  Ya  no  hablaré  con  voso- 
tros muchas  cosas,  porque  viene 
el  Príncipe  de  este  mundo,  y  no 
íiehe  nada  en  mí. 

31  Rías  para  que  el  mundo 


conozca  que  amo  al  Padre,  y 
como  me  dió  el  mandamiento  el 
Padre,  así  hago.  Levantaos, 
y  vamos  de  aquí. 

CAPITULO  XV. 

1  "WTO  soy  la  verdadera  vid-, 

JL  y  mi  Padre  es  el  La- 
brador. 

2  Todo  sarmiento  que  no 
diere  fruto  en  mí,  lo  quitará ;  y 
todo  aquel  que  diere  fruto,  lo 
limpiará,  para  que  dé  mas  fruto, 

3  Vosotros  ya  estáis  limpios 
por  la  palabra,  que  os  he  ha- 
blado. 

4  Estad  en  mí ;  y  yo  en  voso- 
tros. Como  el  sarmiento  no 
puede  de  sí  mismo  llevar  fruto, 
si  no  estuviere  en  la  vid  ;  así  ni 
vosotros,  si  no  estuviereis  en  raí. 

5  Yo  soy  la  vid,  vosotros  los 
sarmientos  ;  el  que  está  en  mí,  y 
yo  en  él,  este  lleva  mucho  fruto ; 
porque  sin  mí  no  podéis  hacer 
nada. 

6  El  que  no  estuviere  en  mí, 
será  echado  fuera,  así  como  el 
sarmiento,  y  se  secará,  y  lo  co- 
gerán, y  lo  meterán  en  el  fuego, 
y  arderá. 

7  Si  estuviereis  en  mí,  y  mis 
palabras  estuvieren  en  vosotros, 
pediréis  quanto  quesiéreis,  y  os 
será  hecho. 

8  En  esto  es  glorificado  mi 
Padre,  en  que  llevéis  mucho 
fruto,  y  en  que  seáis  mis  discí- 
pulos. 

9  Como  el  Padre  me  amó,  así 
también  yo  os  he  amado.  Per- 
severad en  mi  amor. 

10  Si  guardáreis  mis  manda- 
mientos, perseveraréis  en  mi 
amor ;  así  como  yo  también  he 
guardado  los  mandamientos  de 
mi  Padre,  y  estoy  en  su  anaor. 


m 


SAN  JUAN. 


11  Estas  cosas  os  he  dicho; 
papa  que  mi  gozo  esté  en  voso- 
tros, y  vuestro  gozo  sea  cum- 
plido. 

12  Este  es  mi  mandamiento, 
que  os  améis  los  unos  á  los  otros, 
cerno  yo  os  amé. 

13  Ninguno  tiene  mayor  amor 
que  este,  que  es  poner  su  vida 
por  sus  amigos. 

14  Vosotros  sois  mis  amigos, 
si  hiciereis  las  cosas  que  yo  os 
mando. 

15  No  os  llamare  ya  siervos, 
porque  el  siervo  no  sabe  lo  que 
hace  su  señor.  Mas  á  vosotros 
os  he  llamado  amigos ;  porque  os 
he  hecho  conocer  todas  las  co- 
sas, que  he  oido  de  mi  Padre. 

16  No  me  elegisteis  vosotros 
á  mí ;  mas  yo  os  elegí  á  voso- 
tros, y  os  he  puesto  para  que 
vayáis,  y  llevéis  fruto,  y  que 
permanezca  vuestro  fruto ;  para 
que  os  dé  el  Padre  todo  lo  que 
le  pidiereis  en  mi  nombre. 

17  Esto  os  mando,  que  os 
imeis  los  unos  á  los  otros. 

18  Si  el  mundo  os  aborrece, 
sabed  que  me  aborreció  á  mí 
antes  que  á  vosotros. 

19  Si  fuerais  del  mundo,  el 
inundo  amaria  lo  que  era  suyo  ; 
mas  porque  no  sois  del  mundo, 
antes  yo  os  escogí  del  mundo, 
por  eso  os  aborrece  el  mundo. 

20  Acordaos  de  mi  palabra, 
que  yo  os  he  dicho :  El  siervo 
no  es  mayor  que  su  señor.  Si  á 
mí  han  perseguido,  también  os 
perseguirán  á  vosotros  ;  si  mi 
palabra  han  guardado,  también 
guardarán  la  vuestra. 

21  Mas  todas  estas  cosas  os 
harán  por  causa  de  mi  nombre ; 
porqu«  DO  conocen  á  aquel  que 
me  ha  enviado. 

22  »Si  Qo  hubiera  venido  ni  les 


hubiera  hablado,  no  tendrían  pe- 
cado ;  mas  ahora  no  tienen  ex* 
cusa  de  su  pecado. 

23  El  que  me  aborrece,  tam- 
bién aborrece  á  mi  Padre. 

24  Si  no  hubiese  hecho  entre 
ellos  obras,  que  ningún  otro  ha 
hecho,  no  tendrían  pecado ;  mas 
ahora,  y  las  han  visto,  y  me 
aborrecen  á  mí  y  á  mi  Padre. 

25  Mas  para  que  se  cumpla  la 
palabra  que  está  escrita  en  su 
Ley :  Que  me  aborrecieron  de 
grado. 

26  Pero  quando  viniere  el 
Consolador  que  yo  os  enviaré 
del  Padre,  el  Espíritu  de  verdad, 
que  procede  del  Padre,  él  dará 
testimonio  de  mí. 

27  Y  vosotros  daréis  testimo- 
nio, porque  estáis  conmigo  desde 
el  principio. 

CAPITULO  XVL 

1  TT^  STO  os  he  dicho,  para 
JCi  que  no  os  escanda- 
licéis. 

2  Os  echarán  de  las  Sinago- 
gas ;  mas  viene  la  hora  en  que 
quaJquiera  que  os  mate,  pensará 
que  hace  servicio  á  Dios. 

3  Y  os  harán  esto,  porque  no 
conocieron  al  Padre,  ni  á  mí. 

4  Mas  esto  os  he  dicho  ;  para 
que  quando  viniere  la  hora,  os 
acordéis  de  ello,  que  yo  os  lo 
dixe. 

5  No  os  dixe  estas  cosas  al 
principio,  porque  estaba  con  vo- 
sotros. Mas  ahora  voy  á  aquel 
que  me  envi0  ;  y  ninguno  de  vo- 
sotros me  pregunta:  ¿A  donde 
vás  ? 

6  Antes  porque  os  he  dicho 
estas  cosas,  la  tristeza  ha  ocupa- 
do vuestro  corazón. 

7  Mas  yo  os  digo  la  verdad^ 


CAPITULO  XVI. 


que  conviene  á  Fosotros  que  yo 
me  vaya  :  porque  si  no  me  fuere, 
no  vendrá  á  vosotros  el  Consola- 
dor ;  mas  si  me  fuere,  os  lo  en- 
viaré. 

8  Y  quando  éJ  viniere,  argüi- 
rá al  mundo  de  pecado^  y  de  jus- 
ticia, y  de  juicio. 

9  De  pecado  ciertamente ; 
porque  no  han  creido  en  mí. 

10  Y  de  justicia  ;  porque  voy 
al  Padre,  y  ya  no  me  veréis  : 

11  Y  de  juicio  ;  porque  el 
Príncipe  de  este  mundo  ya  es 
juzgudo. 

l'¿  Aun  ten^  que  deciros 
muchas  cosas  ;  mas  no  las  podéis 
llevar  ahora. 

13  3Ias  quando  viniere  aquel 
Espíritu  de  verdad,  os  enseñará 
toda  la  verdad ;  porque  no  ha- 
blará de  sí  mismo,  mas  hablará 
todo  lo  que  oyere,  y  os  anuncia- 
rá las  cosas  que  han  de  venir. 

14  El  me  glorificará ;  porque 
Qe  lo  naio  tomará,  y  lo  anunciará 
á  vosotros. 

1 5  Todas  quantas  cosas  tiene 
el  Padre,  mias  son.  Por  eso  os 
dixe,  que  de  lo  mió  tomará,  y 
Id  anunciará  á  vosotros. 

1  tí  Un  poco,  y  ya  no  me  ve- 
réis ;  y  otro  poco,  y  me  veréis ; 
porque  voy  al  Padre. 

17  Entbnces  algunos  de  sus 
discípulos  se  dixéron  unos  á 
otros  :  ¿  Que  es  esto  que  nos 
dice  :  Un  poco,  y  no  me  veréis  ; 
y  otro  poco,  y  rae  veréis,  y  por- 
que voy  al  Padre  ? 

18  Y  decían :  ¿  Que  es  esto 
que  nos  dice,  Un  poco  ?  no  sabe- 
mos lo  que  dice. 

19  Y  entendió  Jesús  que  le 
querían  preguntar,  y  les  dixo : 
Disputáis  entre  vosotros  de  esto 
que  dixe  :  Un  poco,  y  no  me  ve- 
réis ;  y  otro  poco,  y  me  veréis. 


20  En  verdad,  en  verdad  os 
digo :  Que  vosotros  lloraréis,  y 
gemiréis,  mas  el  mundo  se  go- 
zará ;  y  vosotros  estaréis  tristes, 
mas  vuesti-a  tristeza  se  conver- 
tirá en  gozo. 

21  La  muger  quando  pare  es- 
tá triste,  porque  viene  su  hora  ; 
mas  quando  ha  parido  un  niño, 
ya  no  se  acuerda  del  apuro,  por 
el  gozo  de  que  ha  nacido  uéí 
hombre  en  el  mundo. 

22  Pues  también  vosotros 
ahora  ciertamente  tenéis  triste- 
za ;  mas  otra  vez  os  he  de  ver, 
y  se  gozará  vuestro  corazón  ;  y 
ninguno  os  quitará  vuestro  gozot 

23  Y  en  aquel  día  no  me  pre- 
guntaréis nada.  En  verdad,  ea 
verdad  os  digo  :  Que  os  dará  el 
Padre  todo  lo  que  le  pidiéreis  en 
mi  nombre. 

24  Hasta  aquí  no  habéis  pe* 
dido  nada  en  mi  nombre.  Pedid, 
y  recibiréis,  para  que  vuestro 
gozo  sea  cumplido. 

25  Estas  cosas  os  he  hablado 
en  parábolas.  Viene  la  hora  ea 
que  ya  no  os  hablaré  por  para- 
bolas  ;  mas  os  anunciara  clara* 
mente  de  mi  Padre. 

26  En  aquel  día  pediréis  en 
nú  nombre  ;  y  no  os  digo  que  yo 
rogaré  al  Padre  por  vosotros. 

27  Porque  el  mismo  Padre  os 
aína,  porque  vosotros  me  amas- 
teis, y  habéis  creido  que  yo  safi 
de  Di  as. 

28  Salí  del  Padre,  y  vine  al 
mundo :  otra  vez  dexo  el  mundo, 
y  voy  al  Padre. 

29  Sus  discípulos  le  dicen: 
He  aquí  ahora  hablas  clara- 
mente, y  no  dices  ningún  pro- 
verbio. 

30  Ahora  conocemos,  que  sa* 
bes  todas  las  cosas,  y  que  no  es 
menester,  que  nadie  te  pregun* 


102 


SAN  JUAN. 


te  :  en  esto  creemos,  que  has 
salido  de  Dios. 

31  Jesús  les  respondió  :  ¿Aho- 
ra creéis  ? 

32  He  aquí  viene,  y  ya  es 
venida  la  hora,  en  que  seáis  es- 
parcidos cada  uno  por  su  parte, 
y  que  me  dexeis  solo ;  mas  no 
estoy  solo,  porque  el  Padre  está 
conmigo. 

33  Esto  03  he  dicho,  para  que 
teng-ais  paz  en  mí.  En  el  mun- 
do tendréis  apretura ;  mas  tened 
confianza,  que  yo  he  vencido  al 
mundo. 

CAPITULO  XVII. 

1  TjlSTAS  cosas  dixo  Je- 
jUj  sus  ;  y  alzando  los  ojos 

ál  Cielo,  dixo  :  Padre,  viene  la 
hora,  glorifica  á  tu  Hijo,  para 
que  tu  Hijo  te  glorifique  á  tí. 

2  Como  le  has  dado  poder  so- 
bre toda  carne,  para  que  todo  lo 
que  le  diste  á  él,  les  dé  á  ellos 
vida  eterna. 

3  Y  esta  es  la  vida  eterna; 
Que  te  conozcan  á  tí  solo  Dios 
verdadero,  y  á  Jesu-Cristo  á 
quien  enviaste. 

4  Yo  te  he  glorificado  sobre 
la  tierra ;  he  acabado  la  obra, 
que  me  diste  á  hacer. 

5  Ahora  pues.  Padre,  glorifi- 
came  tü  en  tí  mismo  con  aquella 
gloria,  que  tuve  en  tí,  antes  que 
füese  el  mundo. 

6  He  manifestado  tu  nombre 
á  Los  hombres,  que  me  diste  del 
mundo:  Tuyos  eran,  y  me  los 
diste  á  mí,  y  guardáron  tu  pala- 
bra. 

7  Ahora  han  conocido,  que 
todas  las  cosas,  que  me  diste,  de 
tí  son. 

8  Porque  les  he  dado  las  pa- 
labras, que  me  diste ;  y  ellos  las 


han  recibido,  y  han  conocido 
verdaderamente,  que  yo  salí  de 
tí,  y  han  creído,  que  tú  me  en- 
viaste. 

9  Yo  ruego  por  ellos.  No 
ruego  por  el  mundo ;  sino  por  es- 
tos, que  me  diste,  porque  tuyos 
son : 

10  Y  todas  mis  cosas  son  tuyas 
y  las  tuyas  son  raias ;  y  en  ellas 
he  sido  clarificado. 

11  Y  ya  no  estoy  en  el  mun- 
do, mas  estos  están  en  el  mundo, 
y  yo  voy  á  tí.  Padre  santo, 
guai-da  por  tu  nombre  á  aquellos, 
que  me  diste  ;  para  que  sean 
una  cosa,  como  también  nosotros. 

12  Mientras  que  yo  estaba 
con  ellos,  los  guardaba  en  tu 
nombre.  Guardé  á  los  que  me 
diste,  y  no  pereció  ninguno  de 
ellos,  sino  el  hijo  de  perdición, 
para  que  se  cumphese  la  Escri- 
tura. 

13  Mas  ahora  voy  á  tí,  y  ha- 
blo esto  en  el  mundo,  para  que 
tengan  mi  gozo  cumplido  en  sí 
mismos. 

14  Yo  les  di  tu  palabra,  y  el 
mundo  los  aborreció,  porque  no 
son  del  mundo,  como  tampoco 
yo  soy  del  mundo. 

15  No  te  ruego,  que  los  quites 
del  mundo,  sino  que  los  guardes 
de  mal. 

16  No  son  del  mundo,  así  co- 
mo tampoco  yo  soy  del  mundo. 

17  Santifícalos  con  tu  verdad. 
Tu  palabra  es  la  verdad. 

18  Como  tú  me  enviaste  al 
mundo,  también  yo  los  he  envia- 
do al  mundo. 

19  Y  por  ellos  yo  rae  santi- 
fico á  mí  mismo  ;  para  que  ellos 
sean  también  santificados  en 
verdad. 

20  Mas  no  ruego  tan  sola- 
mente por  ellos,  sino  tscmbiea 


CAPITULO  xviir. 


163 


por  los  que  han  de  creer  en  mí 
por  la  palabra  de  ellos  : 

21  Para  que  sean  todos  una 
cosa,  así  como  tú,  Padre,  en  mí, 
y  yo  en  tí,  que  también  sean 
ellos  una  cosa  en  nosotros ;  para 
que  el  mundo  crea,  que  tú  me 
enviaste. 

22  Yo  les  he  dado  la  gloria, 
que  tú  me  diste  ;  para  que  sean 
una  cosa,  como  también  noso- 
tros somos  una  cosa. 

23  Yo  en  ellos,  y  tú  en  mí ; 
para  que  sean  consamados  en 
una  cosa  ;  y  que  conozca  el 
mundo,  que  tú  me  has  enviado, 
y  que  los  has  amado,  como  tam- 
bién me  amaste  á  mi  : 

24  Padre,  quiero  que  aquellos, 
que  tú  me  diste,  estén  conmigo 
en  donde  yo  estoy ;  para  que 
vean  mi  g-loria,  que  tú  me  diste ; 
porque  me  has  amado  antes  del 
establecimiento  del  mundo. 

25  Padre  justo,  el  mundo  no 
te  ha  conocido ;  mas  yo  te  he 
conocido  ;  y  estos  han  conocido, 
que  tú  me  enviaste. 

26  Y  les  hice  conocer  tu  nom- 
bre, y  se  lo  haré  conocer ;  para 
que  el  amor,  con  que  me  has 
amado,  esté  en  ellos,  y  yo  en 
ellos. 

CAPITULO  XVIII. 

1  /RUANDO  Jesús  hubo 

dicho  estas  cosas,  sa- 
llo con  sus  discípulos  de  la  otra 
parte  del  arroyo  de  Cedrón,  en 
donde  habia  un  huerto,  en  el 
qual  entró  él,  y  sus  discípulos. 

2  Y  Júdas,  que  lo  entregaba, 
sabia  también  aquel  lugar ;  por- 
que muchas  veces  concurría  allí 
Jesús  con  sus  discípulos. 

3  Júdas  pues,  habiendo  toma- 
do una  coherte,  y  los  Alguaciles 


de  los  Pontífices,  y  de  los  Fari- 
seos, vino  allí  con  linternas,  y 
con  bacilas,  y  con  armas. 

4  Mas  Jesús,  sabiendo  todas 
las  cosas,  que  habían  de  venir 
sobre  él,  se  adelantó,  y  les  dixo  : 
¿  A  quien  buscáis  ? 

5  Le  respondiéron :  A  Jesús 
Nazareno.  Jesús  les  dice  :  Ya 
soy.  Y  Júdas,  aquel  que  lo 
entregaba,  estaba  también  con 
ellos. 

6  Luego  pues  que  les  dixo: 
Yo  soy,  volvieron  atrás,  y  ca* 
yéron  en  tierra. 

7  Mas  les  volvió  á  preguntar : 
¿  A  quien  buscáis  ?  Y  ellos  dixé- 
ron  :  A  Jesús  Nazareno. 

8  Respondió  Jesús  :  Os  he  di-» 
cho  que  yo  soy ;  pues  si  me  bus* 
cais  á  mí,  dexad  ir  á  estos. 

9  Para  que  se  cumpliese  la 
palabra,  que  dixo:  De  los  que 
me  diste,  á  ninguno  de  ellos 
perdí. 

10  Mas  Simón  Pedro,  que  te* 
nia  una  espada,  la  sacó,  é  hirió 
á  un  siervo  del  Pontífice,  y  le 
cortó  la  oreja  derecha,  Y  él 
siervo  se  llamaba  Maleo. 

1 1  Jesús  entónces  dixo  á  Pe- 
dro :  Mete  tu  espada  en  la  vay- 
na.  ¿  El  Cáliz,  que  me  ha  dado 
el  Padre,  no  lo  tengo  de  beber  ? 

12  La  cohorte  pues,  y  el  Tri- 
buno, y  los  Ministros  de  los  Ju- 
dios  prendieron  á  Jesús,  y  le 
atáron : 

13  Y  le  llevaron  primero  á 
Anas,  porque  era  suegro  de 
Caifás,  el  qual  era  Pontífice  de 
aquel  año. 

14  Y  Caifás  era  el  que  habia 
dado  el  consejo  á  los  Judíos^ 
que  convenia  que  muriese  un 
hombre  por  el  pueblo. 

15  Simón  Pedro,  y  otro  discí- 
pulo seguían  á  Jesús.   Y  aquel 


164 


SAN  JUAN. 


discípulo  era  conocido  del  Pon- 
tífice, y  entró  con  Jesús  en  el 
atrio  del  Pontífice, 

16  Mas  Pedro  estaba  fuera  á 
la  puerta.  Y  salió  el  otro  discí- 
pulo, que  era  conocido  del  Pon- 
tífice, y  lo  dixo  á  la  portera,  é 
hizo  entrar  á  Pedro. 

17  Y  dixo  á  Pedro  la  criada 
portera:  ¿No  eres  tú  también 
de  los  discípulos  de  ese  hombre  ? 
Dice  él :  No  soy. 

18  Los  criados,  y  los  Minis- 
tros estaban  en  pie  á  la  lumbre, 

orque  hacia  frío,  y  se  calenta- 
an ;  y  Pedro  se  estaba  también 
en  pie  calentándose  con  ellos. 

19  El  Pontífice  pues  preguntó 
á  Jesús  sobre  sus  discípulos,  y 
sobre  su  doctrina. 

20  Jesús  le  respondió :  Yo 
manifiestamente  he  hablado  al 
mundo ;  yo  siempre  he  enseñado 
en  la  Sinagoga,  y  en  el  templo, 
adonde  concurren  todos  los  Ju- 
díos, y  nada  he  hablado  en 
oculto. 

21  ¿  Que  me  preguntas  á  mi  ? 
Pregunta  á  aquellos,  que  han 
oido  lo  que  yo  les  hablé  ;  he  aquí 
estos  saben  lo  que  yo  he  dicho. 

22  Quando  esto  hubo  dicho, 
uno  de  los  Ministros  que  estaba 
allí,  did  una  bofetaba  á  Jesús, 
diciendo :  ¿  Así  respondes  al  Pon- 
tífice ? 

23  Jesús  le  respondió :  Si  he 
hablado  mal,  dá  testimonio  del 
mal ;  mas  si  bien,  ¿  por  que  me 
hieres  ? 

24  Y  Anas  lo  envió  atado  al 
Pontífice  Caifas. 

25  Estaba  pues  allí  en  pie  Si- 
món Pedro  calentándose.  Y  le 
dixéroü :  ¿  No  eres  tú  también 
de  sus  discípulos?  Negó  él,  y 
dixo :  No  soy. 

26  Díceie  uno  de  los  criados 


del  Pontífice,  pariente  de  aquel, 
á  quien  Pedro  habia  cortado  ía 
oreja :  ¿  No  te  vi  yo  á  tí  en  el 
huerto  con  él  ? 

27  Y  otra  vez  negó  Pedro ; 
y  luego  cantó  el  gallo. 

28  Llevan  pues  á  Jesús  desde 
casa  de  Caifas  al  pretorio.  Y 
era  por  la  mañana ;  y  ellos  no 
entraron  en  el  pretorio,  por  no 
contaminarse,  y  por  poder  comer 
la  Pascua. 

29  Pilato  pues  salió  fuera  á 
ellos,  y  dixo :  ¿  Que  acusación 
traéis  contra  este  hombre  ? 

30  Respondiéron,  y  le  dixéron : 
Si  este  no  fuera  malhechor,  no 
te  le  hubiéramos  entregado. 

31  Pilato  les  dixo  entonces  : 
Tomadle  allá  vosotros,  y  juz- 
gadle  según  vuestra  Ley.  Y  los 
Judíos  le  dixéron  :  No  nos  es 
lícito  á  nosotros  matar  á  alguno. 

32  Para  que  se  cumpliese  la. 
palabra,  que  Jesús  habia  dicho, 
señalando  de  que  muerte  habia 
de  morir. 

33  Volvió  pues  á  ^trar  Pila- 
to en  el  pretorio,  y  llamó  á  Je- 
sús, y  le  dixo  :  ¿  Eres  tú  el  Rey 
de  los  Judíos  ? 

34  Respondió  Jesús :  Dices 
tú  esto  de  tí  mismo,  ó  te  lo  han 
dicho  otros  de  raí  ? 

35  Respondió  Pilato  :  ¿  Soy 
acaso  yo  Judío?  Tu  nación,  y 
los  Pontífices  te  han  puesto  eu 
mis  manos :  ¿  que  has  hecho  ? 

36  Respondió  Jesús :  Mi  rey- 
no  no  es  de  este  mundo :  si  de 
este  mundo  fuera  mi  reyno,  mis 
Ministros  sin  duda  pelearían, 
para  que  yo  no  fuera  entregado 
á  los  Judíos ;  mas  ahora  mi  rey- 
no  no  es  de  aquí. 

37  Entónces  Pilato  le  dixo: 
¿  Luego  Rey  eres  tú?  Respondió 
Jesús  :  Tú  dices  que  yo  soy  Rey. 


CAPITULO  XIX. 


163 


Yo  para  esto  nací,  y  para  esto 
vine  al  mundo,  para  dar  testimo- 
nio á  la  verdad  ;  todo  aquel  que 
es  de  la  verdad,  escucha  mi  voz. 

38  Pilato  le  dice  :  ¿  Que  cosa 
es  verdad  ?  Y  quando  esto  hubo 
dicho,  salió  otra  vez  á  los  Ju- 

I  dios,  y  les  dixo  :  Yo  no  hallo  en 
I  él  nin^na  causa. 

39  Costumbre  tenéis  vosotros 
que  os  suelte  uno  en  la  Pascua ; 
^Queréis  pues  que  os  suelte  al 
Rey  de  los  Judíos? 

40  Entonces  volvieron  á  gri- 
tar todos  diciendo ;  No  á  este, 
sino  á  Barrabas.  Y  Barrabas 
era  un  ladrón. 

CAPITULO  XIX. 

1  "piLATO  pues  tomó  en- 
Jr   toDces  á  Jesús,  y  azo- 

I  tóle. 

!  2  Y  los  soldados  texiendo  una 
corona  de  espinas,  se  la  pusieron 
sobre  la  cabeza,  y  le  vistiéron 

I  un  manto  de  púrpura. 

3  Y  venian  á  él,  y  decían : 
Dios  te  salve,  Rey  de  los  Judíos  ; 

I  y  le  daban  de  bofetadas. 

!  4  Pilato  pues  salió  otra  vez 
fuera,  y  les  dixo  :  Ved  que  os  le 
saco  fuera,  para  que  sepáis  que 
no  hallo  en  él  causa  alguna. 

5  Y  salió  Jesús  llevando  una 
corona  de  espinas,  y  un  manto 
de  púrpura.    Y  Pilato  les  dixo: 

!  Ved  aquí  el  hombre. 

||      6  Y  quando  le  viéron  los  Pon- 

1  tífices,  y  los  Ministros  daban  vo- 

['  ees  diciendo  :  Crucifícale,  cru- 
cifícale.    Pilato  les  dice :  To- 

i  madle  allá  vosotros,  y  crucifi- 

i  cadle  ;  porque  yo  no  hallo  en  él 

i  causa. 

I  7  Los  J udíos  le  respondiéron  : 
Nosotros  tenemos  ley,  y  según 

!  la  ley  debe  morir,  porque  se  hizo 
Hijo  de  Dios. 


8  Quando  Pilato  oyó  estas  pa- 
labras,  temió  mas. 

9  Y  volvió  á  entrar  en  el  pre» 
torio,  y  dixo  á  Jesús  :  ¿  De 
donde  eres  tú  ?  Mas  Jesús  no  le 
dió  respuesta. 

10  Y  Pilato  le  dice:  ¿A  mí 
no  me  hablas  ?  ¿  no  sabes  que 
tengo  poder  para  crucificarte,  y 
que  teng-o  poder  para  soltarte  ? 

1 1  Respondió  Jesús :  No  ten- 
drías poder  alguno  sobre  mí,  sino 
te  hubiera  sido  dado  de  arriba. 
Por  tanto,  el  que  á  tí  me  ha  en- 
tregado, mayor  pecado  tiene. 

12  Y  desde  entónces  procu- 
raba Pilato  soltarle.  Mas  Iojs 
Judíos  gritaban  diciendo :  Si  á 
este  sueltas,  no  eres  amig-o  de 
César;  porque  todo  aquel  que 
se  hace  Rey,  contradice  á  César. 

13  Pilato  pues  quando  oyó 
estas  palabras,  sacó  fuera  á  Je- 
sús, y  se  sentó  en  su  Tribunal 
en  el  lug^r  que  se  llama  Lithós- 
trotos,  y  en  el  Hebréo  Gabbatha-. 

1 4  Y  era  el  dia  de  la  prepa- 
ración de  la  Pascua,  y  como  la 
hora  de  sexta,  y  dice  á  los  Ju- 
díos :  Ved  aquí  vuestro  Rey. 

15  Y  ellos  gritaban:  Quita, 
quita,  crucifícale.  Les  dice  Pi- 
lato :  ¿  A  vuestro  Rey  he  de  cru- 
cificar ?  respondiéron  los  Pontí- 
fices :  No  tenemos  Rey,  sino  á 
César. 

16  Y  entónces  se  lo  entregó 
para  que  fuese  crucificado.  Y 
tomaron  á  Jesús,  y  le  sacáron 
fuera. 

17  Y  llevando  su  Cruz  á  cues- 
tas, salió  para  aquel  lugar,  que 
se  llama  Calvario ;  y  en  Hebreo 
Gólgotha : 

18  Y  allí  le  crucificaron,  y 
con  él  á  otros  dos,  de  una  parte 
y  otra,  y  á  Jesús  en  medio. 

19  Y  Pilato  escribió  también 


166 


SAN  JUAN. 


un  título,  y  le  puso  sobre  la 
Cruz.  Y  lo  escrito  era  :  Jesús 
Nazareno,  Rey  de  los  Judíos. 

20  Y  muchos  de  los  Judíos 
íeyéron  este  título ;  porque  es- 
taba cerca  de  la  ciudad  el  lugar 
en  donde  crucificaron  á  Jesús. 
Y  estaba  escrito  en  Hebreo,  en 
Griego,  y  en  Latín. 

21  Y  decían  á  Pilato  los  Pon- 
tífices de  los  Judíos  :  No  escri- 
bas Rey  de  los  Judíos  ;  sino  que 
él  dixo :  Rey  soy  de  los  Judíos. 

22  Respondió  Pilato  :  Lo  que 
Le  escrito,  he  escrito. 

23  Los  soldados,  después  de 
liaber  crucificado  á  Jesús,  toma- 
ron sus  vestiduras,  (y  las  hicié- 
3  on  quatro  partes,  para  cada  sol- 
dado su  parte)  y  la  túnica.  Mas 
ía  túnica  no  tenia  costura,  sino 
que  era  toda  texida  desde  arriba. 

24  Y  dixéron  unos  á  otros : 
No  la  partamos,  mas  echemos 
suertes  sobre  ella,  cuya  será ; 
para  que  se  cumpliese  la  Escri- 
tura, que  dice  :  Repartieron  mis 
vestidos  entre  sí,  y  echaron 
suerte  sobre  mi  vestidura.  Y 
los  soldados  ciertamente  hicie- 
ron esto. 

25  Y  estaban  junto  á  la  Cruz 
de  Jesús  su  Madre,  y  la  lierma- 
íia  de  su  Madre  María  de  Cleo- 
íás,  y  María  Magdalena. 

26  Y  como  vio  Jesús  á  su 
JMadre,  y  al  discípulo  que  ama- 
ba, que  estaba  allí,  dixo  á  su 
Madre  ;  Muger,  he  ahí  tu  hijo. 

27  Después  dixo  al  discípulo, 
lie  ahí  tu  Madre.  Y  desde 
aquella  hora  el  discípulo  la  re- 
cibió por  suya. 

28  Después  de  esto  sabiendo 
.Jesús,  que  todas  las  cosas  eran 
ya  cumplidas,  para  que  se  cum- 
pliese la  Escritura  dixo:  Sed 
tengo. 


29  Habia  allí  un  vaso  lleno 
de  vinagre.  Y  ellos  poniendo  al 
rededor  de  un  hisopo  una  espon- 
ja empapada  en  vinagre,  se  la 
aplicaron  á  la  boca. 

30  Y  luego,  que  Jesús  tom6 
el  vinagre,  dixo :  Consumado 
es.  E  inclinando  la  cabeza,  dio 
el  espíritu. 

31  Y  los  Judíos  (porque  era 
la  Parasceve,  para  que  no  que- 
dasen los  cuerpos  en  la  cruz  el 
Sábado,  porque  aquel  era  el 
grande  día  de  Sábado)  rogaron  á 
Pilato,  que  les  quebrasen  las 
piernas,  y  que  fuesen  quitados. 

32  Vinieron  pues  los  Soldados ; 
y  quebraron  las  piernas  al  pri- 
mero, y  al  otro,  que  ftié  crucifi- 
cado con  él. 

33  Mas  quando  vinieron  á  Je- 
sús, viéndole  ya  muerto,  no  le 
quebrantáron  las  piernas  : 

34  Mas  uno  de  los  Soldados 
le  abrió  el  costado  con  una  lan- 
za, y  salió  luego  sangre  y  agua. 

35  Y  el  que  lo  vió,  dio  testi- 
monio, y  verdadero  es  el  testi- 
monio de  él ;  y  él  sabe  que  dice 
verdad,  para  que  vosotros  tam- 
bién creáis. 

36  Porque  estas  cosas  fueron 
hechas,  para  que  se  cumpliese 
la  Escritura :  No  desmenuzaréis 
hueso  de  él. 

37  Y  también  dice  otra  Es- 
critura :  Verán  en  el  que  tras- 
pasaron. 

38  Después  de  esto  Josef  de 
Arimatéa  (que  era  discípulo  de 
Jesús,  aunque  oculto  por  miedo 
de  los  Judíos)  rogó  á  Pilato,  que 
le  permitiese  quitar  el  cuerpo  de 
Jesús.  Y  Pilato  se  lo  pennitió. 
Vino  pues,  y  quitó  el  cuerpo  de 
Jesús. 

39  Y  Nicodemo,  el  que  habia 
ido  primeramente  de  noche  4 


CAPITULO  XX. 


167 


Jesús,  vino  también,  trayendo 
lina  confección  como  de  cien  li- 
bras, de  mirra,  y  de  aloe. 

40  Y  tomaron  el  cuerpo  de 
Jesús,  y  lo  atáxon  en  lienzos  con 
aromas,  así  como  los  Judíos 
acostumbran  sepultar. 

41  Y  en  aquel  lugar,  en  don- 
de fué  crucificado,  había  un 
huerto,  y  en  el  huerto  un  se- 
pulcro nuevo,  en  el  que  aun  no 
íiabia  sido  puesto  alguno. 

42  Allí  pues  por  causa  de  h. 
Parasceve  de  los  Judíos,  porque 
estaba  cerca  el  sepulcro,  pusie- 
ron á  Jesús. 

CAPITULO  XX. 

1  XT"  el  primer  dia  de  la 

X  semana  vino  María 
Magdalena  de  mañana  al  sepul- 
cro, quando  ann  era  obscuro,  y 
vio  quitada  la  losa  del  sepulcro. 

2  Y  fué  corriendo  á  Simón 
Pedro,  y  al  otro  discípulo,  a 
quien  amaba  Jesús,  y  les  dixo  : 
Han  quitado  al  Señor  del  sepul- 
cro, y  no  sabemos  en  donde  le 
ban  puesto. 

3  Salió  pues  Pedro,  y  aquel 
otro  discípulo,  y  fueron  al  se- 
pulcro. 

4  Y  corrían  los  dos  á  la  par ; 
mas  el  otro  discípulo  se  adelantó 
corriendo  mas  apriesa  que  Pe- 
dro, y  llegó  primero  al  sepulcro. 

5  Y  habiéndose  abaxado,  vió 
los  lienzos  puestos  ;  mas  no  en- 
tró dentro. 

6  Llegó  pues  Simón  Pedro, 
que  le  venia  sig'uiendo,  y  entró 
en  el  sepulcro,  y  vió  los  lienzos 
puestos, 

7  y  el  sudario,  que  habia  te- 
nido sobre  la  cabeza,  no  puesto 
con  los  lienzos,  sino  envuelto  en 
un  lugar  aparte. 


8  Entóneos  entró  también  el 
otro  discípulo,  que  habia  llegado 
primero  al  sepulcro ;  y  vió,  y 
creyó  : 

9  Porque  aun  no  entendían  la 
Escritura,  que  era  menester, 
que  él  resucitsjfa  de  entre  los 
muertos. 

10  Y  se  volvieron  otra  vez  los 
discípulos  á  su  casa. 

11  Pero  María  estaba  fuera 
llorando  junto  al  sepulcro.  Y 
estando  así  llorando,  se  abaxó,  y 
miró  acia  el  sepulcro  : 

12  Y  vió  dos  Angeles  vesti- 
dos de  blanco,  sentados,  el  uno 
á  la  cabecera,  y  el  otro  á  los. 
pies,  en  donde  habia  sido  puesto 
el  cuerpo  de  Jesús. 

13  Y  le  dixéron:  ¿Muger, 
por  que  lloras  ?  Díceles  :  Por- 
que se  han  llevado  de  aquí  á  mi 
Señor,  y  no  sé  donde  le  han 
puesto : 

14  Y  quando  este  hubo  dicho, 
se  volvió  á  mirar  atrás,  y  vió  á 
Jesús,  que  estaba  en  pie  ;  mas 
no  sabia  que  era  Jesús. 

15  Jesús  le  dice  :  ¿  Muger, 
por  que  lloras  ?  ¿  á  quien  buscas? 
Ella  creyendo  que  era  el  horte- 
lano, le  dixo  :  Señor,  si  tú  lo  has 
llevado  de  aquí,  dime  en  donde 
lo  has  puesto  ;  y  yo  lo  llevaré. 

16  Jesús  le  dice  :  María. 
Vuelta  ella,  le  dice :  Rabboni 
(que  quiere  decir  Maestro.) 

1 7  Jesús  le  dice  ;  No  me  to- 
ques, porque  aun  no  he  subido  á 
mi  Padre ;  mas  vé  á  mis  herma- 
nos, y  diles  :  Subo  á  mi  Padre, 
y  vuestro  Padre,  á  mi  Dios,  y 
vuestro  Dios. 

18  Vine  Ptlaría  Magdalena 
dando  las  nuevas  á  los  discípu- 
los: Que  he  visto  al  Señor,  y  esto 
me  ka  dicho. 

i    19  Y  como  fué  lu  tíirde  de 


SAN 


JUAN. 


auqnel  dia,  el  primero  de  la  se- 
mana, y  estando  cerradas  las 
puertas,  en  donde  se  hallaban 
juntos  los  discípulos  por  miedo 
de  los  Judíos,  vino  Jesús,  y  se 
puso  en  medio,  y  les  dixo  ;  Paz 
SI  vosotros.  # 

20  Y  quando  esto  hubo  dicho, 
les  móstró  las  manos  y  el  costa- 
do. Y  se  gozaron  los  discípulos, 
viendo  al  Señor. 

21  Y  otra  vez  les  dixo:  Paz 
á.  vosotros.  Como  el  Padre  me 
envió,  así  también  yo  os  envió. 

22  Y  dichas  estas  palabras, 
sopló  sobre  ellos,  y  les  dixo : 
Jiecibid  el  Espíritu  Santo  : 

23  A  los  que  perdonareis  los 
pecados,  perdonados  les  son ;  y 
á  los  que  se  los  retuviereis,  les 
5on  retenidos. 

24  Pero  Tomás  uno  de  los 
doce,  que  se  llamaba  Didimo, 
no  estaba  con  ellos  quando  vino 
Jesús. 

23  Y  los  otros  discípulos  le 
dixéron  :  Hemos  visto  aJ  Señor. 
Mas  él  les  dixo  :  Si  no  viere  en 
sus  manos  la  hendidura  de  los 
fciavos,  y  metiere  mi  dedo  en  el 
Aigar  de  los  clavos,  y  metiere 
mi  mano  en  su  costado,  no  lo 
creeré. 

26  Y  al  cabo  de  ocho  dias, 
estaban  otra  vez  sus  discípulos 
dentro,  y  Tomás  cun  ellos  ;  vino 
Jesús  cerradas  las  puertas,  y  se 
puso  en  medio,  y  dixo :  Paz  á 
vosotros. 

27  Y  después  dixo  á  Tomás  : 
Mete  aquí  tu  dedo,  y  mira  mis 
manos,  y  da  acá  tu  mano,  méte- 
la en  mi  costado  ;  y  no  seas  in- 
crédulo, sino  fiel. 

28  Respondió  Tomás,  y  le  di- 
xo :  Señor  mió  y  Dios  mió.  ~ 

29  Jesús  le  dixo  :  Porque  me 
has  visto,  Tomás,  has  creído  : 


Bienaventurados  los  que  no  vie- 
ron, y  creyéron. 

30  Otros  muchos  milagros 
hizo  también  Jesús  en  presencia 
de  sus  discípulos,  que  no  están 
escritos  en  este  libro. 

31  Mas  estos  han  sido  escri- 
tos, para  que  creáis  que  Jesús 
es  el  Cristo,  el  Hijo  de  Dios  ;  y 
para  que  creyendo,  tengáis  vida 
en  su  nombre. 

CAPITULO  XXI. 

1  TTWESPUES    se  mostró 
JLr  Jesús  otra  vez  á  sus 

discípulos  en  el  mar  de  Tibería- 
des  :  Y  se  mostró  así  ; 

2  Estaban  juntos  Simón  Pe- 
dro y  Tomás,  llamado  Didimo, 
y  Natanaél,  que  era  de  Cana 
de  Galilea,  y  los  hijos  de  Zebe- 
déo,  y  otros  dos  de  sus  discípuloa. 

3  Simón  Pedro  les  dice :  Voy 
á  pescar.  Le  dicen  :  Vamos 
también  nosotros  contigo.  Sa- 
lieron pues,  y  subieron  en  un 
barco ;  y  aquella  noche  no  eo- 
giéron  nada. 

4  Mas  quando  vino  la  maña- 
na, se  puso  Jesús  á  la  ribera ; 
pero  no  conocieron  los  discípulos 
que  er?.  Jesús. 

5  Y  Jesús  les  dixo:  ¿Hijos,, 
tenéis  algo  de  comer  ?  Le  res- 
pondiéron :  No. 

6  Les  dice:  Echad  la  red  á 
la  derecha  del  barco,  y  hallaréis. 
Ecbáron  la  red  ;  y  ya  no  la  po- 
dían sacar  por  la  muchedumbre 
de  los  peces. 

7  Dixo  entónces  á  Pedro 
aquel  discípulo  á  quien  amaba 
Jesús :  El  Señor  es.  Y  Simón 
Pedro  quando  oyó  que  era  el 
Señor,  se  ciño  su  túnica  (porque 
estaba  desnudo)  y  se  eciró  en  él 
mar. 


CAPITULO  XXI. 


160 


Y  los  otros  discípulos  vinié- 
ton  con  el  barco  (porque  no  es- 
taban léjos  de  tierra,  sino  como 
doscientos  codos)  tirando  de  la 
red  con  los  peces. 

9  Y  luego  qae  saltaron  en 
tierra  vieron  brasas  puestas,  y 
Un  pez  sobre  ellas,  y  pan. 

10  Jesús  les  dice:  Traed  acá 
fie  los  peces,  que  cogisteis  ahora. 

11  Entonces  subió  Simón  Pe- 
dro, y  traxo  la  red  á  tierra  llena 
de  grandes  peces,  ciento  y  cin- 
cuenta y  tres.  Y  aunque  eran 
tantos,  no  se  rompió  la  red. 

12  Jesús  les  dice  :  Venid,  co- 
med. Y  ninguno  de  los  que  co- 
mian  con  él  osaba  preguntarle  : 
¿  Tú  quien  eres  ?  sabiendo  que 
era  el  Señor. 

13  Llega  pues  Jesús,  y  to- 
mando el  pan  se  le  da,  y  asimis- 
mo del  pez. 

14  Esta  fué  ya  la  tercera  vez 
que  se  manifestó  Jesús  á  sus  dis- 
cípulos, después  que  resucitó  de 
entre  los  muertos. 

15  Y  quando  hubieron  comi- 
do, dice  Jesús  á  Simón  Pedro  : 
¿  Simón  hijo  de  Juan,  me  amas 
mas  que  estos  ?  Le  responde : 
Sí  Señor,  tú  sabes  que  te  amo. 
Le  dice  :  Apacienta  mis  cor- 
deros. 

1 G  Le  dice  segunda  vez  :  ¿  Si- 
món hijo  de  Juan,  me  amas  ? 
Lo  responde  :  Sí  Señor,  tú  sa- 
/bes  que  te  amo.    Le  dice  :  Apa- 
'cienta  mis  corderos. 

17  Le  dice  tercera  vez  :  ¿  Si- 
món hijo  de  Juan,  me  amas  ? 
Pedro  se  entristeció,  porque  le 
habia  dicho  la  tercera  vez :  ¿  Me 


amas  ?  y  le  dixo :  Seüor,  tú  sa- 
bes todas  las  cosas  ;  tú  sabes  que 
te  amo.  Le  dixo :  Apacienta 
mis  ovejas. 

18  En  verdad,  en  verdad  te 
digo,  que  quando  eras  mozo,  te 
ceñías,  é  ibas  á  donde  querías  ; 
mas  quando  ya  fueres  viejo,  ex- 
tenderás tus  manos,  y  te  ceñirá 
otro,  y  te  llevará  á  donde  tú  no 
quieras. 

19  Esto  dixo,  señalando  coa 
que  muerte  habia  de  glorificar  á 
Dios  ;  y  habiendo  dicho  esto,  le 
dice  :  Sigúeme. 

20  Volviéndose  Pedro  vio  que 
le  seguía  aquel  discípulo,  a  quien 
amaba  Jesús,  y  que  en  la  cena 
estuvo  recostado  sobre  su  pecho, 
y  le  habia  dicho  :  ¿  Señor,  quien 
es  el  que  te  entregará  ? 

21  Y  quando  Pedro  le  vió,  di- 
xo á  Jesús :  ¿  Señor,  y  este  que? 

22  Jesús  le  dixo  :  Así  quiero 
que  él  quede  hasta  que  yo  ven- 
ga, ¿  que  te  va  á  tí  ?  tú  sigúeme. 

23  Salió  pues  esta  palabra 
entre  los  hermanos,  que  aquel 
discípulo  no  muere.  Y  no  le 
dixo  Jesús  :  Pso  muere  ;  sino  : 
Así  quiero  que  quede  hasta  que 
yo  venga,  ¿  á  tí  que  te  va  ? 

24  Este  es  aquel  discípulo,, 
que  da  testimonio  de  estas  cosas, 
y  escribió  estas  cosas  ;  y  sabe- 
mos que  su  testimonio  es  veixia- 
dero. 

25  Otras  muchas  cosas  hajr 
también  que  hizo  Jesús  ;  que  er 
se  escribiesen  una  por  una,  me 
parece  que  ni  aun  en  el  mundo 
cabrían  los  libros,  que  se  habrían 
de  escribir. 

8 


LOS  HECHOS 


DE  LOS  APOSTOLES. 


CAPITULO  I. 

1  TTE  hablado,  ó  Teófilo, 
XX  en  mi  primer  discui-so 

de  todas  las  cosas,  que  Jesús  co- 
menzó á  hacer,  y  enseñar, 

2  Hasta  el  dia,  en  que  después 
de  haber  instruido  por  el  Es- 
píritu Santo  á  los  Apóstoles,  que 
habia  escocido,  fué  recibido  ar- 
riba : 

3  A  los  quales  se  mostró  tam- 
bién vivo  después  de  su  Pasión 
con  muchas  pruebas,  aparecién- 
doseles  por  quarenía  dias,  y  ha- 
blándoles  deirevno  de  Dios. 

4  Y  comiendo  con  ellos,  les 
mandó  que  no  se  fuesen  de  Je- 
ra sal?'»  ni,  sino  que  esperasen  la 
])romesa  del  Padre,  que  oísteis, 
dixo,  de  mi  boca  : 

5  Porque  Juan  en  verdad  bau- 
tizó en  ag-ua,  mas  vosotros  seréis 
bautizados  en  Espíritu  Santo,  no 
mucho  después  de  estos  dias. 

6  Entonces  los  que  se  habían 
cong-regado,  le  preguntaban,  di- 
ciendo :  ¿Señor,  si  restituirás  en 
este  tiempo  el  reyno  á  Israel? 

7  y  les  dixo  :  No  toca  á  voso- 
tros saber  los  tiempos  ó  los  mo- 
nicatos,  que  puso  el  Padre  en  su 
propio  poder: 

8  j\Ias  recibiréis  la  virtud  del 
Espíritu  Santo,  que  vendrá  so- 
bre vosotros,  y  me  serCis  testig-os 
en  Jerusalém,  y  en  toda  la  Ju- 
déa,  y  Samaría,  y  hasta  las  ex- 
tremidades de  la  tierra. 

9  Y  quando  esto  hubo  dicho, 
viéndolo  ellos,  se  fué  elevando  ; 
y  le  recibió  una  nube,  que  le 
ocultó  á  sus  ojos. 

1 0  Y  estando  mirando  al  Cielo 


quando  él  se  iba,  he  aquí  se  piT- 
siéron  al  lado  de  ellos  dos  va- 
rones con  vestidui-as  blancas, 

1 1  Los  quales  también  les  di- 
xéron  :  ¿  Varones  Galiléos,  que 
estáis  mirando  al  Cielo  ?  este 
Jesús,  que  de  vuestra  vista  se 
ha  subido  al  Cielo,  así  vendrá, 
como  le  habéis  visto  ir  al  Cielo. 

12  Entonces  se  volvieron  á 
Jerusalém  desde  el  monte  lla- 
mado del  Olivar,  que  está  cerca 
de  Jerusalém,  camino  de  un 
Sábado. 

13  Y  quando  entráron,  subie- 
ron al  cenáculo,  en  donde  esta- 
ban Pedro  y  Juan,  Santiago  y 
Andrés,  Felipe  y  Tomas,  Bar- 
tolomé y  JMatéo,  Santiago  de 
Alféo,  y  Simón  el  Zeloso,  y  Jú- 
das  hermano  de  Santiago. 

14  Todos  estos  perseveraban 
unánimes  en  oración  con  Jas  mu- 
geres,  y  con  jMaría  Madre  de 
Jesús,  y  con  los  hermanos  de 
él. 

15  En  aquellos  dias  levantán- 
dose Pedro  en  medio  de  los  her- 
manos (y  eran  los  que  estaban 
allí  juntos  como  unos  ciento  y 
veinte  hombres)  dixo : 

16  Varones  hermanos,  era 
necesario  que  se  cumpliese  la 
Escritura,  que  predixo  el  Espí- 
ritu Santo  por  boca  de  David 
acerca  de  Judas,  que  fué  el  cau- 
dillo de  aquellos  que  prendiéron 
á  Jesús  : 

17  El  que  era  contado  con 
nosotros,  y  tenia  suerte  en  este 
ministerio. 

18  Este  pues  poseyó  un  cam- 
po del  precio  de  la  iniquidad,  y 
colgándose  rebcotó  por  medio; 


CAPITULO  II. 


171 


y  se  derramaron  todas  sus  en- 
trañas. 

19  T  se  hizo  notorio  á  todos 
los  moradores  de  Jerusalém,  así 
que  fué  llamado  aquel  campo  en 
su  propia  leng-ua,  Haceldama, 
que  quiere  decir,  campo  de  san- 
gre. 

20  Porque  escrito  esta  en  el 
Libro  de  los  Salmos  :  Sea  he- 
cha desierta  la  habitación  de 
ellos,  y  no  haya  quien  more  en 
ella  ;  y  tome  otro  su  Obispado. 

21  Conviene  pues,  que  de  es- 
tos varones,  que  han  estado  en 
nuestra  compañía  todo  el  tiempo 
que  entró  y  salió  con  nosotros  el 
Señor  Jesús, 

22  Comenzando  desde  el  bau- 
tismo de  Juan  hasta  el  día  en 
que  fué  tomado  arriba  de  entre 
nosotros,  que  uno  sea  testig'o  con 
nosotros  de  su  resurrección. 

23  Y  señalaron  á  dos,  á  Josef, 
que  era  llamado  Barsabas,  y  te- 
nia por  sobrenombre  el  Justo ;  y 
á  Matías. 

24  Y  orando  dixéron :  Tú, 
Señor,  que  conoces  los  corazones 
de  todos,  muéstranos  de  estos  dos 
quai  has  escogido, 

25  Para  que  tome  el  lu^ar  de 
este  ministerio  y  Apostolado,  del 
qual  por  su  prevaricación  cayó 
Judas  para  ir  á  su  lugar. 

26  Y  les  echaron  suertes,  y 
cayó  la  suerte  sobre  Matías,  y 
fué  contado  con  los  once  Após- 
toles. 

CAPITULO  II. 

1  XT"  quando  se  cumplían 

JL  los  dias  de  Pentecos- 
tés, estaban  todos  unánimes  en 
un  mismo  lugar  : 

2  Y  vino  de  repente  un  es- 
trueado  del  Cielo,  gomo  de  vien- 1 


to,  que  soplaba  con  ímpetu,  y 
llenó  toda  la  casa  en  donde  esta- 
ban sentados. 

3  Y  se  les  aparecieron  unas 
lenguas  repartidas  como  de  fue- 
go, y  reposó  sobre  cada  uno  do 
ellos : 

4  Y  fueron  todos  llenos  de 
Espíritu  Santo,  y  comenzaron  á 
hablar  en  varias  lenguas,  como  el 
Espíritu  Santo  les  daba  que  ha- 
blasen. 

5  Y  residían  entónces  en  Je- 
rusalém Judíos,  varones  religio- 
sos de  todas  las  naciones  que  hay 
debaxo  del  Cielo. 

6  Y  hecha  esta  voz,  acudió 
mucha  gente,  y  quedó  pasmada, 
porque  los  oia  hablar  cada  uno 
en  su  propia  lengua. 

7  Y  estaban  todos  atónitos,  y 
se  maravillaban,  diciendo  :  ¿  No 
veis  que  son  Galiléos  todos  estos 
que  hablan  ? 

8  ¿  Pues  como  los  oímos  noso- 
tros hablar  cada  uno  en  nuestra 
lengua,  en  que  nacimos  ? 

9  Partos  y  Medos,  y  Elami- 
tas,  y  los  que  moran  en  la  Me- 
sopotamia,  en  Judéa  y  Capado- 
cia,  Ponto  y  Asia, 

10  En  Frigia  y  Panfilia, 
Egipío,  y  tierras  de  la  Libia, 
que  está  comarcana  á  Cirene,  y 
los  que  han  venido  de  Roma, 

11  Judíos  también,  y  Prosé- 
litos, Cretenses,  y  Arabes ;  los 
habernos  oído  hablar  en  nues- 
tras lenguas  las  grandezas  de 
Dios. 

12  Se  pasmaban  pues  todos,  y 
se  maravillaban,  diciendo  unos  á 
otros  :  ;  Que  quiere  ser  esto  ? 

13  Mas  otros  burlándose  de- 
cían :  Estos  llenos  están  de 
mosto. 

14  Mas  Pedro  en  compañía 
I  de  los  once,  puesto  en  pie  alz^ 


in         LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


8U  VOZ,  y  Ies  dixo  :  Varones  de 
Judéa,  y  todos  los  que  habitáis 
en  Jerusalém,  esto  os  sea  noto- 
rio, y  oid  con  atención  mis  pala- 
bras. 

15  Porque  estos  no  están  em- 
briag-ados,  como  vosotros  pen- 
sáis, siendo  la  hora  de  tercia  del 
día  : 

16  Mas  esto  es  lo  que  fué  di- 
cho por  el  Profeta  Joel : 

17  Y  acontecerá  en  los  pos- 
treros dias,  dice  el  Señor,  que 
yo  derramaré  de  mi  Espíritu  so- 
bre toda  carne ;  y  profetizarán 
vuestros  hijos,  y  vuestras  hijas, 
y  vuestros  mancebos  verán  vi- 
siones, y  vuestros  ancianos  soña- 
rán sueños. 

18  Y  ciertamente  en  aquellos 
dias  derramaré  de  mi  Espíritu 
sobre  mis  siervos  y  sobre  mis 
siervas,  y  profetizarán ; 

19  Y  daré  maravillas  arriba 
en  el  Cielo  y  señales  abaxo  en 
3a  tierra,  sangre  y  fueg-o,  y  va- 
por de  humo. 

20  El  Sol  se  c&nvertirá  en  ti- 
ni^bias  y  la  Luna  en  sang-re, 
antes  que  venga  el  dia  del  Señor 
g^rande  é  ilustre. 

21  Y  acontecerá,  que  todo 
aquel  que  invocare  el  nombre 
del  Señor,  será  salvo. 

22  Varones  de  Israel,  escu- 
chad estas  palabras  :  A  Jesús 
Nazareno,  varón  aprol^ado  por 
Dios  entre  vosotros  con  virtudes 
y  prodií^ios  y  señales,  que  Dios 
obró  por  él  en  medio  de  voso- 
tros, como  también  vosotros  sa- 
béis, 

23  A  este  que  por  determina- 
do consejo  y  presencia  de  Dios 
fué  entregado,  le  matasteis,  cru- 
cificándole por  manos  de  mal- 
vados ; 

^4  Al  qual  Dios  lia  resucita- 


do, sueltos  los  dolores  de  la 
muerte,  por  quanto  era  imposi- 
ble ser  detenido  de  ella. 

25  Porque  David  dice  de  él  í 
Veía  siempre  al  Señor  delante 
de  mí ;  porque  él  está  á  mi  de- 
recha, para  que  yo  no  sea  mo- 
vido : 

26  Por  esto  se  alegró  mi  co- 
razón, y  se  regocijó  mi  lengua, 
y  además  mi  carne  reposará  en 
esperanza  ; 

27  Porque  no  dexaras  mi  al- 
ma en  el  sepulcro,  ni  permitirás 
que  tu  Santo  vea  corrupción. 

28  Me  hiciste  conocer  los  ca- 
minos de  la  vida  ;  y  me  henchi- 
rás de  gozo  con  tu  presencia. 

29  Varones  hermanos,  séame 
lícito  deciros  con  libertad  del 
Patriarca  David,  que  murió,  y 
fué  enterrado ;  y  su  sepulcro  esta 
entre  nosotros  hasta  el  dia  de 
hoy  : 

30  Siendo  pues  Profeta,  y  sa- 
biendo que  con  juramento  le  ha- 
bía Dios  jurado,  que  del  fruto  de 
sus  lomos  se  sentaría  sobre  su 
trono  : 

31  Previéndolo  habló  de  la 
resurrección  del  Cristo,  que  ni 
fué  dexado  en  el  sepulcro,  ni  su 
carne  vio  corrupción. 

32  A  este  Jesús  resucitó  Dios, 
de  lo  qual  somos  testigos  todos 
nosotros. 

33  Así  que  ensalzado  por  la 
diestra  de  Dios,  y  habiendo  re- 
cibido del  Padre  la  promesa  del 
Espíritu  Santo,  ha  derramado 
sobre  nosotros  á  este,  á  quien 
vosotros  veis  y  oís. 

34  Porque  ' David  no  subió  á 
los  Cielos  ;  y  dice  con  todo  eso  : 
Dixo  el  Señor  á  mi  Señor ;  Sién- 
tate á  mi  diestra, 

35  Hasta  que  ponga  tus  ene* 
raigos  por  tarima  de  tus  pies, 


CAPITULO  IIL 


m 


-'^  36  Por  tanto  sepa  ccrtísima- 
rnente  toda  la  casa  de  Israel, 
que  Dios  hizo  Señor  y  Cristo  á 
este  Jesús,  á  quien  vosotros  cru- 
cificasteis. 

37  Y  oidas  estas  cosas,  se 
compuDg-icron  de  corazón,  y  di- 
xéron  á  Pedro  y  á  los  otros 
Apóstoles :  Varones  hermanos, 
¿  que  haremos  ? 

38  Y  Pedro  les  dixo :  Arre- 
pentios, y  cada  uno  de  vosotros 
sea  bautizado  en  el  nombre  de 
Jesu-Cristo  para  remisión  de 
vuestros  pecados ;  y  recibiréis 
el  don  del  Espíritu  Santo. 

39  Porque  para  vosotros  es  la 
promesa,  y  para  vuestros  hijos, 
y  para  todos  los  que  están  lejos, 
quantos  llamare  á  sí  el  Señor 
nuestro  Dios. 

40  Con  otras  muchísimas  ra- 
zones lo  atestiguó,  y  los  exhor- 
taba, diciendo  :  Salvaos  de  esta 
generación  depravada. 

41  Y  los  que  recibieron  su 
palabra,  fueron  bautizados  ;  y 
fuéron  añadidas  aquel  dia  cerca 
de  tres  mil  personas. 

42  Y  ellos  perseveraban  en  la 
doctrina  de  los  Apóstoles,  y  en 
la  comunicación  de  la  fracción 
del  pan,  y  en  las  oraciones. 

43  Y  toda  persona  tenia  te- 
mor ;  y  los  Apóstoles  liacian 
muchos  prodigios  y  señales  en 
Jerusalem,  y  en  todos  habia  un 
gran  temor. 

44  Y  todos  los  que  creían,  es- 
taban unidos,  y  tenían  todas  las 
cosas  comunes. 

45  Vendían  sus  posesiones  y 
haciendas,  y  las  repartían  á  to- 
dos, conforme  la  necesidad  de 
cada  uno. 

46  Y  diariamente  persevera- 
rían unánimemente  en  el  templo; 
y  partiendo  el  pan  por  las  casas, 


I  tomaban  la  comida  con  alegría 
y  sencillez  de  corazón, 

47  Alabando  á  Dios,  y  hallart. 
do  gracia  con  todo  el  pueblo.  Y 
el  Señor  aumentaba  cada  dia  los 
que  se  habían  de  salvar  en  esta 
unidad. 

CAPITULO  III. 

1  "pEDRO  y  Juan  iban  al 
jL    templo  á  la  oración  ^ 

hora  de  nona. 

2  Y  traian  á  un  hombre,  que 
era  coxo  desde  el  vientre  de  su 
madre  ;  al  qual  ponían  cada  dia 
á  la  puerta  del  templo  llamada 
la  Hermosa,  para  que  pidiese  li- 
mosna á  los  que  entraban  en  el 
templo. 

3  Este  quando  vió  á  Pedro  y 
á  Juan  que  iban  á  entrar  en  el 
templo,  rogaba  que  le  diesen  li- 
mosna. 

4  Y  Pedro  fixando  en  el  los 
ojos  juntamente  con  Juan,  le  di- 
xo :  Míranos. 

5  Y  él  los  miraba  con  aten- 
ción, esperando  recibir  de  ellos 
alguna  cosa. 

6  Y  Pedro  dixo :  No  tengp 
oro  ni  plata  ;  pero  lo  que  tengo, 
esto  te  doy  :  En  el  nombre  de 
Jesu-Cristo  Nazareno  levántate^ 
y  anda. 

7  Y  tomándole  por  la  mano 
derecha,  le  levantó,  y  en  el  mis- 
mo punto  fueron  consolidados 
sus  pies,  y  sus  plantas. 

8  Y  dando  un  salto  se  puso  en 
pie,  y  eclió  á  andar ;  y  entró 
con  ellos  en  el  templo  andando, 
y  saltando,  y  alabando  á  Dios. 

9  Y  todo  el  pueblo  le  vió  an- 
dando, y  loando  á  Dios. 

10  Y  conocían  que  él  era  el 
mismo  que  se  sentaba  á  la  puer- 
ta Hermosa  del  templo  á  la  lí- 


m  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


mosna ;  y  quedaron  llenos  de  es- 
panto, y  como  fuera  de  sí  por  lo 
que  á  aquel  habia  acontecido. 

11  Y  estando  asido  de  Pedro, 
y  de  Juan,  vino  apresuradamen- 
te á  ellos  todo  el  pueblo  al  pór- 
tico que  se  llama  de  Salomón, 
atónitos. 

12  Y  viendo  esto  Pedro,  dixo 
al  pueblo  :  Varones  Israelitas, 
¿  por  que  os  maravilláis  de  esto, 
ó  por  que  ponéis  los  ojos  en  no- 
sotros, como  si  por  nuestra  vir- 
tud ó  poder  hubiéramos  hecho 
andar  á  este  ? 

13  El  Dios  de  Abraham,  y  el 
Dios  de  Isaac,  y  el  Dios  de  Ja- 
cob, el  Dios  de  nuestros  Padres 
ha  g-lorificado  á  su  Hijo  Jesús,  á 
quien  vosotros  entreg-ásteis,  y 
neg-ásteis  delante  de  Pilato,  juz- 
gando él  que  se  debia  librar. 

•  14  Mas  vosotros  negasteis  al 
Santo,  y  al  Justo ;  y  pedísteis 
que  se  os  diese  un  hombre  ho- 
micida : 

15  Y  matasteis  al  Autor  de  la 
vida,  á  quien  Dios  resucitó  de 
entre  los  muertos ;  de  lo  qual 
nosotros  somos  testigos. 

16  Y  en  la  fé  de  su  nombre, 
ha  confirmado  su  nombre  á»  este 
que  vosotros  habéis  visto,  y  co- 
nocéis, y  la  fé  que  es  por  él,  le 
ha  dado  esta  entera  sanidad  á 
vista  de  todos  vosotros. 

17  Y  ahora,  hermanos,  yo  sé 
que  lo  hicisteis  por  ignorancia, 
como  también  vuestros  Prín- 
cipes. 

18  Pero  Dios,  lo  que  de  antes 
tenia  anunciado  por  boca  de  to- 
dos los  Profetas,  que  padecería 
su  Cristo,  así  lo  ha  cumplido. 

19  Arrepentios  pues,  y  con- 
vertios, para  que  vuestros  peca- 
dos os  sean  perdonados  : 

20  Para  que  quando  vinieren 


los  tiempos  del  refrigerio  delante 
del  Señor,  y  enviáre  á  aquel  Je- 
su-Cristo,  que  á  vosotros  fué 
predicado, 

21  Al  qual  ciertamente  es 
menester  que  el  Cielo  reciba 
hasta  los  tiempos  de  la  restaura- 
ción de  todas  las  cosas,  las  qua- 
les  habló  Dios  por  boca  de  sus 
Santos  Profetas,  que  han  sido 
desde  el  siglo. 

22  Porque  Moisés  dixo  :  Pro- 
feta os  levantará  el  Señor  vues- 
tro Dios  de  entre  vuestros  her- 
manos, como  á  mí :  A  él  oiréis 
en  todo  quanto  os  dixere. 

23  Y  acontecerá,  que  toda 
alma,  que  no  oyere  á  aquel 
Profeta,  será  exterminada  del 
pueblo. 

24  Y  todos  los  Profetas  desde 
Samuél,  y  quantos  despües  han 
hablado,  anunciaron  estos  días. 

25  Vosotros  sois  los  hijos  de 
los  Profetas,  y  del  testamento, 
que  ordenó  Dios  á  nuestros  pa- 
dres, diciendo  á  Abraham  :  Y  en 
tu  simiente  serán  benditas  todas 
las  familias  de  la  tierra. 

26  Dios  resucitando  á  su  Hijo, 
os  le  ha  enviado  primeramente  á 
vosotros  para  que  os  bendiga,  á 
fin  de  que  cada  uno  se  aparte  de 
su  maldad. 

CAPITULO  IV. 

1  "W^  estando  ellos  hablan- 

Jl  do  al  pueblo,  sobrevi- 
niéron  los  Sacerdotes,  y  el  Ma- 
gistrado del  templo,  y  los  Sadu- 
céos, 

2  Pesándoles  de  que  ensena- 
sen al  pueblo,  y  de  que  predica- 
sen en  Jesús  la  resurrección  de 
los  muertos  : 

3  Y  les  echaron  mano,  y  los 
metiéron  en  la  cárcel"  hasta  el 
otro  dia  ;  porque  era  ya  tarde. 


CAPITULO  IV. 


lis 


4  Mas  mucbos  de  los  que  ha- 
bían oido  la  predicación,  creyé- 
ron,  y  fué  el  número  de  los  va- 
rones cinco  mil. 

5  Y  acaeció,  que  al  dia  si- 
guiente se  juntaron  en  Jerusa- 
léin  los  Príncipes  de  ellos,  y  los 
Ancianos,  y  los  Escribas, 

6  Y  Anas  el  Príncipe  de  los 
Sacerdotes,  y  Caifas,  y  Juan,  ) 
Alexandro,  y  todos  quantos  eran 
del  linaje  sacerdotal  : 

7  Y  haciéndolos  presentar  en 
medio,  les  preguntaron  :  ¿  Con 
que  poder,  ó  en  nombre  de  quien 
habéis  hecho  vosotros  esto  ? 

8  Entonces  Pedro  lleno  de 
Espíritu  Santo,  les  dixo  :  Prín- 
cipes del  pueblo,  y  vosotros  An- 
cianos, escuchad  : 

9  Puesto  que  hoy  se  nos  pide 
razón  del  beneficio  hecho  á  un 
hombre  enfermo  por  virtud  de 
quien  este  ha  sido  sanado, 

10  Sea  notorio  á  todos  voso- 
tros, y  á  todo  el  pueblo  de  Israel, 
que  en  el  nombre  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo  Nazareno,  á 
quien  vosoti-os  crucificásteis,  y 
á  quien  Dios  resucitó  de  entre 
los  muertos,  por  virtud  de  él  es- 
tá sano  este  delante  de  vosotros. 

11  Esta  es  la  piedra,  que  ha 
sido  reprobada  de  vosotros  los 
arquitectos,  que  ha  sido  puesta 
por  cabeza  del  ángulo  : 

12  Y  no  hay  salud  en  ningún 
otro.  Porque  no  hay  otro  nom- 
bre debaxo  del  Cielo,  dado  á  los 
hombres,  en  que  nos  sea  necesa- 
rio ser  salvos. 

13  Ellos  viendo  la  firmeza  de 
Pedro,  y  de  Juan,  entendiendo 
que  eran  hombres  sin  letras,  é 
idiotas,  se  maravillaban,  y  los 
conocían  que  habían  estado  con 
Jesús  : 

M  Y  vieado  estar  también 


con  ellos  el  hombre  que  había 
sido  sanado,  no  podían  decir 
nada  en  contra. 

15  Mas  les  mandáron  salir 
fuci-a  de  la  junta ;  y  conferian 
entre  sí, 

16  Diciendo  :  Que  haremos 
á  estos  hombres  ?  porque  han 
hecho  un  milagro  notorio  á  quan- 
tos moran  en  Jerusalém ;  pa- 
tente es,  y  no  lo  podemos  negar. 

17  Todavía  para  que  no  se  di- 
vulgue mas  en  el  pueblo,  ame- 
nacémosles que  en  adelante  no 
hablen  mas  á  hombre  alguno  en 
este  nombre. 

1 8  Y  llamándolos,  les  intima- 
ron que  nunca  mas  hablasen, 
ni  enseñasen  en  el  nombre  de 
Jesús. 

19  Entonces  Pedro  y  Juan 
respondiendo,  les  dixéron  :  Sí  es 
justo  delante  de  Dios  oíros  á  vo- 
sotros antes  que  á  Dios,  juzgad- 
lo  vosotros  : 

20  Pues  no  podemos  dexar  de 
hablar  las  cosas,  que  habernos 
visto  y  oido. 

21  Ellos  entonces  amenazán- 
doles, los  dexáron  ir  libres,  no 
hallando  achaque  para  castigar- 
los por  miedo  del  pueblo,  porque 
todos  ensalzaban  este  glorioso 
hecho  en  lo  que  había  aconte- 
cido. 

22  Por  quanto  tenia  ya  mas 
de  quarenta  años  el  hombre,  eti 
quien  había  sido  hecho  aquel 
prodigio  de  sanidad. 

23  Puestos  ellos  en  libertad, 
viniéi'on  á  los  suyos ;  y  les  con- 
tái'on  quanío  les  habían  f*icho 
los  Príncipes  de  los  Sacerdotes, 
y  los  Ancianos. 

24  Y  quando  lo  oyéron,  todos 
unánimes  levantáron  la  voz  á 
Dios,  y  dixeron  :  Señor,  tú  eres 
el  que  hiciste  el  Ciclo  y  la  tier- 


176  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


ra,  el  mar,  y  todo  lo  que  hay  en 
ellos : 

25  Que  en  Espíritu  Santo  por 
btca  de  nuestro  padre  David  tu 
ciervo,  dixiste :  ¿  Por  que  bra- 
maron las  g-entes,  y  los  pueblos 
pensaron  cosas  vanas  ? 

26  Se  levantaron  lo^  Reyes 
de  la  tierra,  y  los  Príncipes  se 
juntaron  en  uno  contra  el  Señor, 
y  contra  su  Cristo. 

27  Porque  verdaderamente  se 
ligaron  á  una  en  esta  ciudad 
contra  tu  tanto  Hijo  Jesús,  al 
que  ung-iste,  Heródes  y  Poncio 
Pilato  con  los  Gentiles,  y  con 
los  pueblos  de  Irsaél, 

20  Para  hacer  lo  que  tu  mano 
y  tu  consejo  decretaron,  que  se 
hiciese. 

29  Y  ahora.  Señor,  pon  los 
ojos  en  sus  amenazas,  y  concede 
á  tus  siervos,  que  con  toda  liber- 
tad hablen  tu  palabra, 

30  Extendiendo  tu  mano  á  sa- 
nar las  enfermedades,  y  á  que  se 
hag-an  maravillas  y  prodigios  en 
el  nombre  de  tu  Santo  Hijo 
Jesús. 

3 1  Y  quando  hubieron  orado, 
tembló  el  lugar  en  donde  esta- 
ban congregados  ;  y  fueron  to- 
dos llenos  de  Espíritu  Santo,  y 
hablaban  la  palabra  de  Dios  con 
firmeza. 

32  Y  de  la  muchedumbre  de 
los  creyentes  el  corazón  era  uno, 
y  el  alma  una ;  y  ninguno  de 
ellos  decia  ser  suyo  propio  nada 
de  lo  que  poseía,  sino  que  todas 
las  cosas  les  eran  comunes. 

33  Y  con  grande  fortaleza  da- 
ban los  Apóstoles  testimonio  de 
!a  Resurrección  de  Jesu-Cristo 
nuestro  Señor;  y  habia  mucha 
gracia  en  todos  ellos. 

34  Y  no  liabia  ninguno  nece- 
sitado ejitre  ellos ;  porque  quan- 


tos  poseían  campos  ó  casas,  las 
vendían,  y  traían  el  precio  délo 
que  vendían, 

35  Y  lo  ponían  á  los  pies  de 
los  Apóstoles ;  y  se  repartía  á 
cada  uno  según  lo  que  habia  me- 
nester. 

36  Y  Josef,  á  quien  los  Após* 
toles  daban  el  sobrenombre  de 
Bernabé  (que  quiere  decir  hijo 
de  consolación)  Levita,  natural 
de  Chipre, 

37  Como  tuviese  un  campo, 
lo  vendió,  y  llevó  el  precio,  y 
púsolo  ante  los  pies  de  ios  Apó.s< 
toles. 

CAPITULO  V. 

1  un  varón  por  nombre 
JL    Ananías  con  su  muger 

Safíra  vendió  un  campo, 

2  Y  defraudó  del  precio  del 
campo,  consintiéndolo  su  mu- 
ger; y  llevando  una  parte,  la 
puso  á  los  pies  de  los  Apóstoles. 

3  Y  dixo  Pedro :  ¿  Ananías, 
por  que  tentó  Satanás  tu  cora* 
zon  para  que  mintieses  tú  al  Es-» 
píritu  Santo,  y  defraudases  del 
precio  del  campo  ? 

4  ¿  No  es  verdad,  que  conser.< 
vándolo  quedaba  para  tí,  y  ven- 
dido lo  tenias  en  tu  poder  ?  ¿  Por 
que  pues  pusiste  en  tu  corazón 
esta  cosa  ?  Tú  no  mentiste  á  los 
hombres,  sino  á  Dios. 

5  Ananías,  luego  que  oyó  es- 
tas palabras,  cajó  y  espiró ;  y 
vino  un  gran  temor  sobre  todoa 
los  que  lo  oyeron. 

6  Y  levantándose  unos  man- 
cebos, lo  retiraron ;  y  llevándole 
lo  enterraron. 

7  Y  de  ahí  como  al  cabo  de 
tres  horas,  entró  también  su  mu- 
ger, no  sabiendo  lo  que»  liabia 
acaecido. 


I      8  Y  Pedro  le  dixo :  ¿Diiiie, 
¡  Ynuger,  vendisteis  por  tanto  la 
i  heredad?  Y  ella  dixo:  Sí,  por 
tanto. 

9  Y  Pedro  á  ella  :  ¿  Por  que  os 
habéis  concertado  para  tentar  al 
Espíritu  del  Señor  ?  He  aquí  a 
la  puerta  los  pies  de  los  que  han 
enterrado  á  tu  marido,  j  te  lle- 
varán á  tí. 

10  Al  punto  cayó  ante  sus 
pies,  y  espiró.  Y  habiendo  en- 
trado los  mancebos,  la  hallaron 
muerta,  y  la  lleváron  á  enterrar 
con  su  marido. 

11  Y  sobrevino  un  g"ran  temor 
en  toda  la  Ig-lesia,  y  en  todos  los 
que  oyéron  estas  cosas. 

12  Y  por  las  manos  de  los 
Apóstoles  se  hacían  muchos  mi- 
lag-ros  y  prodigios  en  el  pueblo ; 
y  estaban  todos  unám'mes  en  la 
galería  de  Salomón^ 

13  Y  ninguno  de  los  otros 
osaba  juntarse  con  ellos ;  mas 
el  pueblo  los  honraba  en  grande 
manera. 

14  Y  se  aumentaba  mas  el 
número  de  hombres  y  de  muge- 
res,  que  creían  en  el  Señor, 

15  Tanto  que  sacaban  los  en- 
fermos á  las  calles,  y  los  poniau 
en  camillas  y  lechos,  para  que 
quando  pasase  Pedro,  al  menos 
su  sombra  tocase  á  alguno  de 
ellos,  y  quedasen  libres  de  sus 
enfermedades. 

1 6  Y  acudía  también  á  Jeru- 
salém  mucha  gente  de  las  ciu- 
dades comarcanas,  trayendo  los 
enfermos,  y  los  que  eran  ator- 
mentados de  los  espíritus  inmun- 
dos ;  los  quales  eran  curados. 

17  Mas  levantándose  el  Prín- 
cipe de  los  Sacerdotes  y  todos 
los  que  con  él  estaban,  (que  es 
la  secta  de  los  Saducéos)  s«  lle- 
cáron  de  zelo : 


ULO  V.  m 

18  Y  prendieron  á  los  Após- 
toles, y  los  pusieron  en  la  cárcel 
pública. 

19  Mas  el  Angel  del  Señor 
abriendo  de  noche  las  puertas  de 
la  cárcel,  y  sacándolos  fuera,  les 
dixo : 

20  Id,  y  presentándoos  en  el 
templo,  predicad  al  pueblo  todas 
las  palabras  de  esta  vida. 

21  Ellos  quando  esto  oyeron-^ 
entraron  de  mañana  en  el  tem- 
plo, y  enseñaban.  Mas  llegan- 
do el  Príncipe  de  los  Sacerdotes, 
y  los  que  estaban  con  él,  convo- 
caron el  Concilio  y  á  todos  los 
Ancianos  de  los  hijos  de  Israél ; 
y  enviáron  á  la  cárcel,  para  que 
los  traxesen. 

22  Mas  quando  fueron  los 
Ministros,  y  abriendo  la  cárcel 
no  los  haUáron,  volvieron  á  dar 
el  aviso, 

23  Diciendo  :  La  cárcel  cier- 
tamente hallamos  muy  bien  cer- 
rada, y  los  guardas  que  estaban  . 
dcdante  de  las  puertas  ;  mas  ha- 
biéndolas abierto,  no  hallamos 
dentro  á  ninguno. 

24  Quando  esto  oyeron  el 
Magistrado  del  templo  y  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes,  es- 
taban en  duda  de  lo  que  se  ha- 
bría hecho  de  ellos.  • 

25  Pero  al  mismo  tiempo  lle- 
gó uno  que  les  dixo  :  Mirad, 
aquellos  hombres  que  metisteis 
en  la  cárcel,  están  en  el  templo, 
y  enseñan  al  pueblo.  . 

26  Entonces  fué  el  Magis- 
trado con  sus  Ministros,  y  los 
traxo  sin  violencia  ;  porque  te- 
mían al  pueblo  que  no  los  ape- 
drease. 

27  Y  luego  que  los  traxéron, 
los  presentaron  en  el  Concilio ; 
Y  el  Príncipe  de  ios  Sacerdotes  • 
les  preguntó, 

8* 


178  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


28  EHciendo  :  Con  expreso 
precepto  os  mandamos,  que  no 
enseñaseis  en  este  nombre  ;  y 
ved  que  habéis  llenado  á  Jeru- 
salém  de  vuestra  doctrina  ;  y 
queréis  echar  sobre  nosotros  la 
sangre  de  ese  hombre. 

29  Y  respondiendo  Pedro  y 
los  Apóstoles,  dixéron  :  Es  me- 
nester obedecer  á  Dios  antes 
que  á  los  hombres. 

30  El  Dios  de  nuestros  pa- 
dres resucitó  á  Jesús,  á  quien 
vosoírcs  matasteis  poniéndole  en 
na  madero. 

31  A  este  ensalzó  Dios  con 
su  diestra  por  Príncipe  y  por 
Salvador,  para  dar  arrepenti- 
miento á  Israel,  y  remisión  de 
pecados. 

32  Y  nosotros  somos  testigos 
detestas  palabi-as,  y  también  el 
Espíritu  Santo,  que  ha  dado 
Dios  á  todos  los  que  le  obedecen. 

33  Quando  esto  oyeron  re- 
bentaban,  y  consultaban  como 
les  darían  la  muerte. 

34  Mas  levantándose  en  el 
Concilio  un  Fariseo,  llamado 
Gamaliél,  Doctor  de  la  Ley, 
hombre  de  respeto  en  todo  el 
pueblo,  mandó  que  saliesen  fue- 
ra aquellos  hombres  por  un  breve 
rato.  • 

35  Y  les  dixo :  Varones  Is- 
raelitas, mirad  bien  por  vosotros, 
y  atended  á  lo  que  vais  á  hacer 
con  esos  hombres. 

36  Porque  antes  de  aliora  hu- 
bo  un  cierto  Teodas,  diciendo, 
que  él  era  alguien  ;  y  hubo  co- 
mo unos  quatrocientos  hombres 
que  le  siguieron;  y  después  lo 
joatáron ;  y  quantos  le  dieron 
crédito,  fueron  disipados  y  redu- 
cidos á  nada. 

37  De6pues.de  este  se  levan- 
tó Judas  el  Gaiiléo  eu  el  tiempo 


del  empadronamiento,  y  arras- 
tró tras  sí  al  pueblo ;  mas  éí 
pereció  también,  y  fueron  dis- 
persos todos  quantos  le  siguieron. 

38  Pues  ahora  os  digo,  que  no 
os  metáis  con  esos  hombres,  y 
que  los  dexeis ;  porque  si  este 
consejo  ó  esta  obra  viene  de  los 
hombres,  se  desvanecerá : 

39  Mas  si  viene  de  Dios,  no 
la  podréis  deshacer,  porque  no 
parezca  que  queréis  resistir  á 
Dios.  Y  ellos  siguieron  su  con- 
sejo. 

40  Y  habiendo  llamado  á  los 
Apóstoles,  después  de  haberlos 
hecho  azotar.  Ies  mandaron  que 
no  liablasen  mas  en  el  nombre 
de  Jesús,  y  los  soltáron. 

41  Pero  ellos  saliéi-on  gozosos 
de  delante  del  Concilio,  porque 
habían  sido  hallados  dignos  de 
sufrir  afrentas  por  el  nombre  de 
Jesús. 

42  Y  cada  dia  no  cesaban  de 
enseñar  y  de  predicar  á  Jesu- 
cristo en  el  templo  y  por  la§ 
casas. 

CAPITULO  VI. 

1  TT^j^^   aquellos  días  cre- 
JLJ  ciendo  el  número  de 

los  discípulos,  se  movió  murmu- 
ración de  los  Griegos  contra  los 
Hebreos,  de  que  sus  viudas  eran 
despreciadas  en  el  servicio  de 
cada  dia. 

2  Por  lo  qnal  los  doce  convo^ 
cando  la  multitud  de  los  discípu- 
los, dixéron:  No  es  justo  que 
dexemos  nosotros  la  palabra  de 
Dios,  y  que  sirvamos  á  las  mesas. 

3  Escoged  pues,  hermanos,  de 
entre  vosotros  siete  varones  de 

1  buena  reputación,  Henos  de  Es- 
píritu  Santo  y  de  sabiduría,  á  los 
!  qiiales  eacargarémgs  esta  obra» 


CAPITULO  VII. 


1T9 


4  Y  nosotros  atenderemos  de 
continuo  á  la  oracioü,  y  á  la  ad- 
ministración de  Ja  palabra. 

5  Y  pareció  bien  á  toda  la 
jnnta  esta  proposición.  Y  eli- 
g^iéron  á  Estovan,  hombre  lleno 
de  fé,  y  de  Espíritu  Santo,  y  á 
Felipe,  y  á  Procóro,  y  á  ISica- 
nór,  y  á  Timón,  y  á  Parmenai-, 
y  á  JVicolás  prosélito  de  An- 
tiociiia. 

6  A  estos  pusieron  delante  de 
los  Apóstoles  ;  y  orando  pusiéron 
las  manos  sobre  ellos. 

7  Y  crecia  la  palabra  del  Se- 
ñor, y  se  multiplicaba  mucho  el 
número  de  los  discípulos  en  Je- 
rusalém.  Y  una  grande  multi- 
tud de  los  Sacerdotes  obedecía 
también  á  la  fé. 

8  IMas  Esteran,  lleno  de  g-ra- 
cia.  y  de  fortaleza,  hacia  grandes 
prodigios,  y  milagros  en  el  pue- 
blo. 

9  Y  algunos  de  la  Sinagoga, 
que  se  llama  de  los  Libertinos,  y 
de  los  Cirenéos,  y  de  los  -\lexan- 
drinos,  y  de  aquellos  que  eran  de 
Cilicia,  y  de  Asia,  se  levantaron 
á  disputar  con  Estovan  : 

10  Mas  no  podían  resistir  á  la 
sabiduría,  y  al  Espíritu,  que  ha- 
blaba. 

1 1  Entonces  sobornaron  á  al- 
gunos, que  dixesen  que  ellos  le 
habían  oído  decir  palabras  de 
blasfemia  contra  Moisés,  y  con- 
U'a  Dios. 

12  Y  conmovieron  al  pueblo, 
y  á  los  Ancianos,  y  á  los  Escri- 
bas ;  y  conjurados,  lo  aiTebatá- 
i*on,  y  lo  llevaron  al  Concilio, 

13  Y  presentaron  testigos  fal- 
sos, que  dixesen :  Este  hombre 
no  cesa  de  hablar  palabras  con- 
t3r2L  el  lugar  santo,  y  contra  la 
Ley.  ,  V 

M  Porque  le  hemos  oido  de- 


cir: Que  esc  Jesús  Nazareno 
destruirá  este  lugar,  y  cambiará 
las  tradiciones,  que  nos  dió  Moy- 
sés. 

15  Y  fixando  en  él  los  ojos 
todos  quantos  estaban  en  el  Con- 
cilio, vieron  su  rostro  cerno  ros- 
tro de  un  Angel. 

CAPITULO  vn. 

1  -¡-ENTONCES  el  Sumo 
JLJ  Sacerdote  dixo :   ;  Si 

eran  así  estas  cosas  ? 

2  El  dixo :  Varones  herma- 
nos, y  padres,  escuchad  :  El  Di- 
os de  la  gloria  apareció  á  nues- 
tro padre  Abraham  quando  esta- 
ba en  la  Mesopotamia,  antes  que 
morase  en  Cáran, 

3  Y  le  dixo  :  Sal  de  tu  tierra, 
y  de  tu  parentela,  y  vén  á  la 
tierra,  que  te  mostraré. 

4  Entonces  salió  de  la  tierra 
de  los  Caldeos,  y  moró  en  Cá- 
ran.   Y  después  que  murió  su 

j  padre,  lo  traspasó  á  esta  tierra, 
en  donde  vosotros  ahora  moráis. 

5  Y  no  le  dió  heredad  en  ella, 
ni  aun  el  espacio  de  un  pie ;  mas 
le  prometió  que  se  la  daria  á  él 
en  posesión,  y  á  su  posteridad 
después  de  él,  quando  no  tenia 
hijo. 

6  Y  le  dixo  Dios :  Que  su 
descendencia  seria  moradora  en 
tierra  agena,  y  que  la  reducirían 
á  servidumbre,  y  la  maltratarían 
por  espacio  de  quatrocientos 
años  ; 

7  Mas  yo  juzgaré  la  gente,  á 
quien  ellos  hubieren  servido,  di- 
xo Dios.  Y  después  de  esto 
saldrán,  y  me  servirán  á  raí  en 
este  lugar. 

8  Y  le  dió  testamento  de  la 
circuncisión ;  y  así  engendró  ^ 

i  Isaac,  y  le  circuncidó  al  cabo  ¿iq- 


180  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


ocho  días ;  y  Isaac  engendró  á 
Jacob,  y  Jacob  á  los  doce  Pa- 
triarcas. 

9  Y  loa  Patriarcas  movidos 
de  envidia,  vendiéron  á  Josef 
para  Egipto ;  mas  Dios  era  con 
él: 

10  Y  le  libró  de  todas  sus  tri- 
tnüaciones  ;  y  le  dio  gracia,  y 
sabiduría  delante  de  Fai-aón  Rey 
de  Egipto,  el  qual  le  hizo  Go- 
bernador de  Egipto,  y  de  toda 
su  casa. 

11  Vino  después  hambre  en 
toda  la  tierra  de  Egipto,  y  de 
Canaan,  y  grande  tribulación ; 
y  nuestros  padres  no  hallaban 
que  comer. 

12  Y  quando  oyó  Jacob  que 
había  trigo  en  Egipto,  envió  la 
primera  vez  á  nuestros  padres  : 

13  Y  en  la  segunda  fué  cono- 
cido Josef  de  sus  hermanos,  y 
fué  descubierto  á  Faraón  el  li- 
nage  de  él. 

1 4  Y  envió  Josef,-  é  hizo  ir  á 
su  padre  Jacob,  y  á  toda  su  pa- 
rentela, que  consistía  en  setenta 
y  cinco  personas.  ( 

15  Y  Jacob  descendió  á  E- 
gipto,  y  murió  él,  y  nuestros 
pajdres. 

IG  Y  fuéron  trasladados  á,  Si- 
chém,  y  puestos  en  el  sepulcro 
que  compró  Abraham  á  precio 
de  plata  de  los  hijos  de  Hemór 
hijo  de  Sichém. 

17  Y  quando  se  acercó  el 
tiempo  de  la  promesa,  que  habia 
Dios  jurado  á  Abraham,  creció 
ei  pueblo,  y  se  multiplicó  en 
Egipto, 

18  Hasta  que  se  levantó  otro 
Rej'  en  Egipto,  que  no  conocía 
á,  Josef. 

19  Este  usando  de  astucia 
contra  nuestra  nación,  apremió 
á  nuestros  padres,  que  abando- 


nasen á  sus  hijos,  porque  no  vi« 
viesen. 

20  En  aquel  tiempo  nació 
Moisés,  y  fué  agradable  á  Dios, 
y  fué  criado  tres  meses  en  la 
casa  de  su  padre. 

21  Mas  habiéndole  después 
abandonado,  le  tomó  la  hija  de 
Faraón,  y  le  crió  como  si  fuera 
hijo  suyo. 

22  Y  fué  Moisés  instruido  en 
toda  la  sabiduría  de  los  Egip- 
cios ;  y  era  poderoso  en  pala- 
bras, y  en  sus  obras. 

23  Y  después  que  cumphó  el 
tiempo  de  quarenta  años,  le  vino 
al  corazón  el  visitar  á  sus  her* 
manos  los  hijos  de  Israel. 

24  Y  como  viese  á  uno  que 
era  injuriado,  le  defendió ;  y 
vengó  al  que  padecía  la  injuria, 
matando  al  Egipcio. 

25  Y  él  pensaba  que  entende- 
rían sus  hermanos,  que  Dios  por 
su  mano  les  habia  de  dar  salud ; 
pero  ellos  no  lo  entendiéron. 

2G  Y  al  día  siguiente  riñendo 
:  ellos,  se  les  mostró,  y  los  metia 
en  paz,  diciendo  :  Varones,  her- 
manos sois,  ¿  por  que  os  maltra- 
táis el  uno  al  otro  ? 

27  Mas  el  que  hacia  injuria  á 
su  próximo,  le  desechó,  dicien- 
do :  ;  Quien  te  ha  puesto  á  tí 
por  Príncipe  y  Juez  sobre  no- 
sotros ? 

28  ¿  O  por  ventura  quieres  tú 
matarme,  como  mataste  ayer  al 
Egipcio  ? 

29  Y  por  esta  palabra  huyó 
Moisés ;  y  moró  como  cstran- 
gero  en  tierra  de  Madian,  en 
donde  engendró  dos  hijos. 

30  Y  cumplidos  quarenta  años, 
le  apareció  en  el  desierto  del 
monte  de  Sina  un  Angel  en  la 
llama  de  una  zarza  que  ardia. 

31  Moisés,  qu£«ido  Jo  -vió,'  S$ 


maTávílló  cíe  esta  vísíod  ;  y  acer- 
cándose él  para  considerarla,  le 
fué  Lecha  voz  del  Señor,  di- 
ciendo : 

32  Yo  soy  el  Dios  de  tus  pa- 
dres, el  Dios  de  Abraham,  el 
Dios  de  Isaac,  y  el  Dios  de  Ja- 
cob. Pero  Moisés  espantado, 
lio  osaba  mirar. 

33  Y  el  Señor  le  dixo  :  Desa- 
ta el  calzado  de  tus  pies  ;  porque 
el  lugar,  en  que  estás,  tierra 
santa  es. 

34  Ver  he  visto  la  aflicción  de 
mi  pueblo,  que  está  en  Eg-ipto, 
y  he  oído  el  gemido  de  ellos,  y 
he  descendido  para  librarlos  ; 
ahora  ven, 
gipto. 

35  A  este  Moisés,  al  que  de- 
secharon, diciendo :  ■  Quien  te 
hizo  Príncipe  y  Juez  ?  A  este 
envió  Dios  por  Caudillo  y  Re- 
dentor por  mano  del  Ang-el,  que 
le  apareció  en  la  zarza. 

36  Este  los  sacó  haciendo 
prodig-ios  y  milagros  en  tierra  de 
Egipto,  y  en  el  mar  Bermejo, 
y  en  el  desierto  por  quarenta 
años. 

37  Este  es  el  Moisés,  que  di- 
xo  á  los  hijos  3e  Israel :  Profeta 
os  levantará  Dios  de  enmedio  de 
vuestros  hermanos,  como  yo,  á 
él  oiréis. 

38  Este  es  el  que  estuvo  en  la 
Iglesia  en  el  desierto  con  el  Au- 
írel,  que  le  hablaba  en  el  monte 
Sina,  y  con  nuestros  padres :  que 
recibió  palabras  de  vida  para 
darlas  á  nosotros. 

39  A  quien  no  quisiéron  obe- 
decer nuestros  padres ;  antes  lo 
desecharon,  y  con  sus  corazones 
se  tomaron  á  Egipto, 

40  Diciendo  á  Aaron :  Haz- 
nos dioses,  que  vayan  delante  de 
cosotros;  porgue  no  sabemos  que 


CAPITULO  VU.  181 

le  ha  acontecido  á  esté  Moisés., 
que  nos  sacó  de  Egipto. 

41  E  hicieron  un  becerro  en 
aquellos  dias,  y  ofrecieron  sa- 
crificio al  ídolo,  y  se  alegraban 
en  las  obras  de  sus  manos. 

42  Mas  Dios  se  apartó,  y  los 
abandonó  á  que  sin  icscn  al  e- 
xórcito  del  Cielo,  así  como  estti 
escrito  en  el  libro  de  los  Profe- 


víctimas  y  sacriLicios  quarenta 
años  en  el  desierto,  ó  casa  de 
Israél  ? 

43  Y  recibisteis  la  tienda  de 
^loloch,  y  la  estrella  de  vuestro 
dios  Kerafam,  águras  que  hicís- 

y  te  enviaré  á  E-4  teis  para  adorarlas.    Pues  yo  os 
j  trasportaré  mas  allá  de  Babi- 
lonia. 

44  El  tabernáculo  del  testi*- 
monio  estuvo  con  nuestros  pa» 
dres  en  el  desierto,  así  como  lo 
ordenó  Dios,  diciendo  á  Moisés, 
que  lo  hiciera  según  el  modelo 
que  habia  visto. 

45  Y  nuestros  padres  habién* 
dolo  recibido,  lo  ileváron  baxo 
la  conducta  de  Josué  á  la  pose* 
sion  de  los  Gentiles,  á  ios  que 
echó  Dios  de  la  presencia  de 
nuestros  padres  hasta  ios  dias  de 
David, 

46  El  qual  halló  gracia  de» 
lante  de  Dios,  y  pidió  el  hallar  ta^ 
bernáculo  para  el  Dios  de  Jacob> 

47  Mas  Salomón  le  edificó  la 
casa. 

48  Pero  el  Altísimo  no  mora 
en  hechuras  de  manos,  como  dice 
el  Profeta  ; 

49  El  Cielo  es  mi  trono,  y  la 
tierra  el  estrado  de  mis  pies. 
¿  Que  casa  fabricaréis,  dice  el 
Señor  ?  ■  ó  quál  es  lugar  de  mi 
reposo  ? 

50  ¿Xo  bizQ  nu  maco  todas 
estas  cosas  f 


18^  LOS  HECHOS  DE 

51  Duros  de  cerviz,  é  incir- 
tuncisos  de  corazones  y  de  ore- 
jas, vosotros  resistís  siempre  al 
Espíiitu  Santo,  como  vuestros 
padres,  así  también  vosotros. 

52  i  A  qual  de  los  Profetas  no 
persig-uiéron  vuestros  padres  ? 
Ellos  mataron  á  los  que  anuncia- 
ban la  venida  del  Justo,  del  qual 
vosotros  ahora  habéis  sido  trai- 
dores, y  homicidas  : 

53  Que  recibisteis  la  Ley  por 
ministerio  de  Angeles,  y  no  la 
guardasteis. 

54  Al  oir  tales  cosas  rebenta- 
ban  en  su  interior,  y  cruxian  los 
dientes  contra  él. 

55  Mas  como  él  estaba  lleno 
de  Espíritu  Santo,  mirando  al 
Cielo,  vio  la  gloria  de  Dios,  y  á 
Jesús  que  estaba  en  pie  á  la 
diestra  de  Dios.  Y  dixo :  He 
aquí  veo  los  Cielos  abiertos,  y  al 
Hijo  del  hombre  que  está  en  pie 
a  la  diestra  de  Dios. 

56  iVIas  ellos  clamando  á  gran- 
des voces,  taparon  sus  orejas,  y 
todos  de  un  ánimo  arremctiéron 
impetuosamente  contra  él. 

57  Y  sacándole  fuera  de  la 
ciudad,  le  apedreaban  ;  y  los 
testigos  pusieron  sus  ropas  á  los 
pies  de  un  mancebo,  que  se  lla- 
maba Saulo. 

5íi  Y  apedreaban  á  Este  van, 
que  oraba  y  decia  :  Señor  Jesús, 
recibe  mi  espíritu. 

59  Y  puesto  de  rodillas,  clamó 
en  voz  alta,  diciendo  :  Señor,  no 
les  imputes  este  pecado.  Yquan- 
do  esto  hubo  dicho,  durmió  en  el 
Señor.  Y  Saulo  era  consencien- 
le  de  su  muerte. 

CAPITULO  vni. 

1  *W7"  en  aquel  dia  se  movió 
jL   una  ^aude  persecu- 


LOS  APOSTOLES. 

cion  en  la  Iglesia,  que  estaba  eh 
J erusalém ;  y  fuéron  todos  es- 
parcidos por  las  provincias  de 
la  Judéa  y  de  Samaría,  salvo  los 
Apóstoles. 

2  Y  unos  hombres  piadosos 
llevaron  á  enterrar  á  Estevan,  é 
hicieron  grande  llanto  sobre  él. 

3  Mas  Saulo  asolaba  la  Igle- 
sia entrando  por  las  casas,  y  sa- 
cando con  violencia  hombres  y 
mugeres,  las  hacia  poner  en  la 
cárcel. 

4  Y  los  que  habían  sido  espar- 
cidos, iban  de  una  parte  á  oti*a 
anunciando  la  palabra  de  Dios. 

5  Y  Felipe  descendiendo  á 
una  ciudad  de  Samaría,  les  pre- 
dicaba á  Cristo. 

6  Y  las  gentes  escuchaban 
atentamente  lo  que  decia  Felipe, 
oyéndole  de  un  ánimo,  y  viendo 
los  milagros  que  hacia. 

7  Porque  muchos  de  los  que 
tenían  espíritus  inmundos,  salían 
dando  grandes  voces. 

8  Y  muchos  paralíticos  y 
coxos  fuéron  curados. 

9  Por  lo  qual  hubo  grande 
gozo  en  aquella  ciudad.  Había 
allí  un  varón  por  nombre  Simón, 
que  ántes  habia  sido  mago  en  la 
ciudad,  engañando  las  gentes  de 
Samaría,  diciendo  que  él  era  una 
gran  persona : 

10  Y  le  daban  oídos  todos 
desde  el  menor  hasta  el  mayor,, 
diciendo :  Este  es  la  virtud  de 
Dios,  que  se  llama  grande. 

11  Y  le  atendían;  porque  con 
sus  artes  mágicas  los  habia  en- 
tontecido mucho  tiempo. 

12  Mas  habiendo  creído  lo 
que  Felipe  les  predicaba  del 
reyno  de  Dios,  se  bautizaban  en 
el  nombre  de  Jesu-Cristo  hom- 
bres y  mugeres. 

13  Simón  entonces  creyó  él 


CAPITULO  vrn. 


185 


íambien  ;  y  después  que  fue  bau- 
tizado, se  lleg-ó  á  Felipe.  Y 
viendo  los  grandes  prodigios  y 
milagros  que  se  hacían,  estaba 
atónito  de  admiración. 

14  Y  quando  oyeron  los  Após- 
toles, que  estaban  en  Jerusa- 
lém,  que  Samaria  habia  fecibido 
la  palabra  de  Dios,  les  enviaron 
á  Pedro  y  á  Juan. 

15  Los  quales  llegados  que 
fueron,  hiciéi"on  por  ellos  ora- 
ción para  que  recibiesen  el  Es- 
píritu Santo. 

16  Porque  no  habia  venido 
aun  sobre  ninguno  de  ellos,  sino 
que  habian  sido  solamente  bau- 
tizados en  el  nombre  del  Señor 
Jesús. 

17  Entonces  ponian  las  manos 
sobre  ellos,  y  recibian  el  Espí- 
ritu Santo. 

18  Y  como  vió  Simón,  que 
por  la  imposición  de  las  manos 
de  los  Apóstoles  se  daba  ej  Es- 
píritu Santo,  les  ofreció  dinero, 

19  Diciendo  :  Dadme  á  mí 
también  esta  potestad,  que  reci- 
ba el  Espíritu  Santo  todo  aquel 
^Kguien  yo  impusiere  las  manos. 
""^Pedro  le  dixo  : 

20  Tu  dinero  sea  contigo  en 
perdición  ;  porque  has  creído 
que  el  don  de  Dios  se  aleanzaba 
por  dinero.  ^ 

21  No  tienes  tú  parte  ni  suer- 
te en  este  ministerio  ;  porque  tu 
corazón  no  es  recto  delante  de 
Dios. 

22  Haz  pues  penitencia  de 
esta  tu  malicia ;  y  ruega  á  Dios, 
si  por  ventura  te  será  perdonado 
este  pensamiento  de  tu  corazón. 

23  Porque  veo  que  tú  estás 
en  hiél  de  amargura,  y  en  lazo 
de  iniquidad. 

24  Y  respondiendo  Simón,  di- 
Jlo  :  Rogad  vosotros  J?or  mí  al 


Señor,  para  que  no  venga  sobré 
mí  ninguna  cosa  de  las  que  ha- 
béis dicho. 

25  Y  ellos  después  de  haber 
dado  testimonio  y  anunciado  la 
palabra  del  Señor,  se  volviéroQ 
á  Jerusalém,  y  predicaban  por 
muchos  lugares  de  los  Samarí- 
tanos. 

26  Y  el  Angel  del  Señor  ha- 
bló á  Fehpe,  diciendo  :  Leván- 
tate, y  vé  acia  el  mediodía  por 
la  vía,  que  desciende  de  Jerusa- 
lém á  Gaza  ;  esta  es  desierta. 

27  Y  levántandose,  fué.  Y 
he  aquí  un  varón  Etíope,  Eunu^ 
co.  Valido  de  Candace  Rey  na. 
de  Etiopia,  ^qual  era  Super- 
intendente de  todos  sus  tesoros, 
y  habia  venido  para  adorar  en 
Jerusalém  : 

28  Y  se  volvía  sentado  sobre 
su  carro,  é  iba  leyendo  al  Pro- 
feta Isaías. 

29  Y  el  Espíritu  dixo  á  Fe- 
lipe :  Acércate,  y  llégate  a  es& 
carro. 

30  Y  acercándose  Felipe,  le 
oyó  que  leía  en  el  Profeta  Isaías, 
y  le  dixo  :  ¿  Entiendes  lo  que 
lees  ? 

31  El  respondió:  ;Y  como 
puedo,  si  no  hay  alguno  que  rae 
lo  explique  ?  Y  rogó  á  Felipo 
que  subiese,  y  se  sentase  con  él, 

32  Y  el  lugar  de  la  Escritura, 
que  leía,  era  este  :  Como  oveja 
fué  llevado  al  matadero,  y  como 
cordero  mudo  delante  del  que  le 
trasquila,  así  él  no  abrió  su  boca, 

33  En  su  abatimiento  su  jui-r 
cío  fué  ensalzado.  ¿  Su  genera- 
ción quien  la  contará,  porque 
quitada  será  su  vida  de  la  tierra? 

34  Y  respondiendo  el  Eunu- 
co á  Felipe,  dixo  :  RuC'gote? 
;  de  quien  dixo  esto  el  Profeta  * 
(de  sí  mismo,  ó  de  algún  otror 


184 


LOS  HECHOS  DE  LOS  APOSTOLES. 


35  y  abriendo  Felipe  su  boca, 
y  dando  principio  por  esta  Escri- 
tura, le  anunció  á  Jesús. 

36  Y  yendo  por  el  camino, 
llegaron  á  un  lugar  donde  había 
a.^a,  y  dixo  el  Eunuco :  He 
aquí  agna,  ¿  que  impide  que  yo 
&Ea  bautizado  ? 

37  Y  dixo  Felipe  :  Si  crees 
de  todo  corazón,  bien  puedes. 
Y  él  respondió,  y  dixo  :  Creo, 
que  Jesu-Cristo  es  el  Hijo  de 
Dias. 

38  Y  mandó  parar  el  carro ; 
y  descendieron  los  dos  al  a^a, 
Felipe  y  el  Eunuco,  y  le  bau- 
tizó. - 

39  Y  quandd^aliéron  del 
agTia,  el  Espíritu  del  Señor  arre- 
bató á  Felipe,  y  no  le  %'ió  mas  el 
Eunuco.  Y  se  fué  g-ozoso  por 
su  camino. 

40  Y  Felipe  se  halló  en  Azo- 
to, y  pasando  predicaba  el  Evan- 
gelio á  todas  las  ciudades,  hasta 
que  llegó  á  Cesárea. 

CAPITULO  IX. 

1  AÜLO  pues  respirando 
k5  aun  amenazas  y  muer- 
te contra  los  discípulos  del  Se- 
ñor, se  presentó  al  Príncipe  de 
los  Sacerdotes, 

2  Y  le  pidió  cartas  para  las 
Sinag-og-as  de  Damasco,  con  el 
fin  de  llevar  presos  á  Jerusalém 
á  qriantos  hallase  de  esta  pro- 
fesión, hombres  y  mugeres. 

3  Y  yendo  por  el  camino, 
aconteció  que  estando  ya  cerca 
de  Damasco,  repentinamente  le 
rodeó  un  resplandor  de  luz  del 
Cielo. 

4  Y  cayendo  en  tierra,  oyó 
una  voz  que  le  decia:  Saulo, 
Saulo,  ¿  por  que  me  persig^ues  ? 

b  Él  dixo :  f  Quien  eres,  Se- 


ñor r  Y  él :  Yo  soy  Jesús,  á 
quien  tú  persigues ;  dura  cosa 
te  es  cocear  contra  el  agTiijon. 

6  Y  temblando,  y  despavorido, 
dixo  :  Señor  :  ¿  que  quieres  que 
yo  haga  r 

7  Y  el  Señor  á  él:  Leván- 
tate, y  éntra  en  la  ciudad,  y  allí 
te  se  dirá  lo  que  te  conviene  ha- 
cer. Y  los  hombres  que  le 
acompañaban,  quedáron  atónitos 
oyendo  bien  la  voz,  y  no  viendo 
á  ningiino. 

8  Saulo  se  levantó  de  tierra, 
y  abiertos  los  oíos  no  veía  nada. 
Y  ellos  llevándole  por  la  mano, 
le  metieron  en  Damasco. 

9  Y  estuvo  allí  tres  dias  sin 
ver,  y  no  comió  ni  bebió. 

10  Y  en  Damasco  habia  un 
discípulo  por  nombre  Ananías ; 
y  le  dixo  el  Señor  en  visión ; 
Ananías.  Y  él  respondió :  He- 
me aquí,  Señor. 

11»  Y  el  Señor  á  él :  Leván- 
tate, y  vé  al  hamo  que  se  llama 
Derecho :  y  busca  en  casa  de 
Judas  á  uno  de  Tarso  llamado 
Saulo  :  porque  he  aquí  está 
orando. 

12  (Y  vió  un  hombre  pornf(F 
bre  Ananías,  que  entraba  á  él, 
y  que  le  imponía  las  manos  para 
que  recobradla  vista.) 

13  Y  respOTidió  Ananías  :  Se- 
ñor, he  oído  decir  á  muchos  de 
este  hombre  quántos  males  hizo 
á  tus  Santos  en  Jerusalém  : 

14  Y  este  tiene  poder  de  los 
Príncipes  de  los  Sacerdotes  de 
prender  á  quántos  invocan  tu 
nombre. 

15  Mas  el  Señor  le  dixo  :  Vé, 
porque  este  me  es  un  vaso  esco- 
gido para  llevar  mi  nombre  de- 
lante de  las  gentes  y  de  los 
Reyes  y  de  los  hijos  de  Israel. 

16  Porque  yo  le  mosirarS- 


CAPITULO  IX, 


185 


quantas  ccteas  le  es  necesario 
padecer  por  mi  nombre. 

17  Y  fue  Ananías,  y  entró  en 
Ja  casa;  y  poniendo  las  manos 
sobre  el,  dixo  :  Saulo  hermano, 
el  Señor  Jesús,  que  te  apareció 
cu  el  camino  por  donde  venias, 
inc  ha  enviado  para  que  reco- 
bres la  vista,  y  seas  lleno  de  Es- 
píritu Santo. 

18  Y.  al  instante  se  cayeron 
lie  sus  ojos  unas  como  escamas, 
y  recobróla  vista;  y  levantándose 
íué  bautizado. 

19  Y  después  que  tomó  ali- 
mento, recobró  las  fuerzas  ;  y 
estuvo  algunos  dias  con  los  dis- 
cípulos, que  estal^n  en  Da- 
masco. 

20  Y  luego  predicaba  en  las 
Sinagogas  á  Jesús,  que  este  es 
el  Hijo  de  Dios. 

21  Y  se  pasmaban  todos  los 
que  le  oían,  y  decian  :  ¿  Pues  no 
es  este  el  que  pei-seguia  en  Je- 
rusaléra  á  los  que  invocaban  ese 
nombre ;  y  por  esto  vino  acá 
para  llevarlos  presos  á  los  Prín- 
cipes de  los  Sacerdotes  ? 

22  Mas  Saulo  mucho  mas  se 
esforzaba,  y  confundía  á  los  Ju- 
díos que  moraban  en  Damas- 
co, afirmando  que  este  es  el 
Cristo. 

23  Y  como  pasaron  muchos 
dias,  los  Judíos  tuvieron  juntos 
consejo  para  matarle. 

24  Mas  Saulo  fué  advertido 
de  sus  asechanzas.  Y  guarda- 
ban las  puertas  de  noche  y  de 
d¡á,  para  matarle. 

25  Y  los  discípulos  tomándole 
de  noche,  y  metiéndole  en  una 
espuerta,  le  descolgáron  por  el 
muro. 

26  Y  quando  vino  i  Jerusa- 
lém  quería  juntarse  con  los  dis- 
cípulos :  mas  todos  se  temían  de 


él,  no  creyendo  que  era  dlscí* 
pulo. 

27  Entónces  Bernabé  tomáa» 
dolé  consigo,  lo  llevó  á  los  A]xjs* 
toles  ;  y  les  contó  como  había 
vistOji^il  Señor  en  el  camino,  y 
que  le  habia  hablado,  y  como 
después  habia  predicado  en  Da- 
masco libremente  en  el  nombre 
de  Jesús. 

28  Y  estaba  con  ellos  en  Je* 
nisalém,  entrando  y  saliendo,  y 
hablando  con  libertad  en  el  ñora* 
bre  del  Señor. 

29  Hablaba  también  con  loS 
Gentiles,  y  disputaba  con  los 
Griegos  ;  y  ellos  trataban  de 
matarle. 

30  Y  quando  lo  entendiéron 
los  hermanos,  le  ?.compañaroa 
hasta  Cesárea,  y  le  enviaron  ^ 
Tarso. 

31  La  Iglesia  entónces  tenía 
paz  por  toda  la  Judéa  y  Galilea; 
y  Samaría,  y  se  propagaba  ca-» 
minando  en  el  temor  del  Señor, 
y  estaba  llena  del  consuelo  del 
Espíritu  Santo. 

32  Acaeció  pues  que  visitando 
Pedro  á  todos,  llegó  á  los  santos^ 
que  moraban  en  Lidda. 

33  Y  halló  allí  un  hombre, 
por  nombre  Eneas,  y  habia  oche 
años  que  yacía  en  un  lecho,  por-» 
que  estaba  paralítico. 

34  Y  Pedro  le  dixo :  Eneasj 
el  Señor  Jesu-Cristo  te  sana ; 
levántate,  y  hazte  la  cama.  V 
en  el  momento  se  levantó. 

35  Y  le  vieron  todos  los  mo« 
radores  de  Lídda.  y  de  Sarona  ; 
y  se  convirtieron  al  Señor. 

36  Habia  también  en  Joppé 
una  discípula,  por  nombre  Ta- 
bita,  que  quiere  decir  Dorcas, 
Esta  era  llena  de  buenas  obras  y 
de  limosnas,  que  hacia. 

37  Y  acaeció  en  atiuellos  dias^» 


m  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


que  enfermo  y  murió.  Y  des- 
pués que  la  hubieron  lavado,  la 
pusieron  en  el  cenáculo. 

38  Y  como  Lidda  estaba  cer- 
ca de  Joppe,  oyendo  los  discí- 
pulos, que  Pedro  estaba  allí,  le 
enviaron  dos  hombres,  rogán- 
dole :  No  te  detengas  de  venir 
hasta  nosotros. 

39  Y  levantándose  Pedro,  se 
fué  con  ellos.  Y  luego  que  lle- 
gó, le  llevaron  al  cenáculo  ;  y  le 
cercaron  todas  las  viudas  llo- 
rando, y  mostrándole  las  túni- 
cas y  los  vestidos,  que  les  hacia 
Dore  as. 

40  Mas  Pedro,  habiéndolos 
hecho  salir  á  todos  fuera,  ponién- 
dose de  rodillas,  hizo  oración  ;  y 
volviéndose  acia  el  cuerpo,  di- 
xo :  Tabita,  levántate.  Y  ella 
abrió  sus  ojos ;  y  viendo  á  Pe- 
dro, se  sentó. 

41  Le  dió  la  mano,  y  la  levan- 
tó. Y  llámando  á  los  santos  y  á 
las  viudas,  se  la  entregó  viva. 

42  Y  se  publicó  esto  por  toda 
Joppe ;  y  creyeron  muchos  en 
el  Señor. 

43  Y  así  fué,  que  Pedro  per- 
maneció muchos  dias  en  Joppe 
en  casa  de  un  curtidor  llamado 
Simón. 

CAPITULO  X. 

1  ■^7'  habia  en  Cesárea  un 

JL  hombre  por  nombre 
Cornelio,  Centurión  de  una  com- 
pañía ;  que  se  llama  Itálica, 

2  Religioso  y  temeroso  de 
Dios  con  toda  su  casa,  que  hacia 
muchas  limosnas  al  pueblo,  y  es- 
taba orando  á  Dios  incesante- 
mente. 

3  Este  vio  en  visión  manifies- 
tamente, como  á  eso  de  la  hora 

nona,  que  un  Angel  de  Dios 


entraba  á  61,  y  le  decía  :  CoTr 
nelio. 

4  Y  él  fixando  en  él  los  ojos, 
poseído  de  temor,  dixo :  ¿  Que  es, 
Señor  ?  Y  le  dixo  :  Tus  ora- 
ciones y  tus  limosnas  han  subido 
en  memoria  delante  de  Dios. 

5  Envía  pues  ahora  hombres 
á  Joppe,  y  haz  venir  acá  á  un. 
cierto  Simón,  que  tiene  por  so- 
brenombre Pedro : 

6  Este  posa  en  casa  de  uu 
cierto  Simón  curtidor,  que  tiene 
su  casa  junto  á  el  mar ;  él  te 
dirá  lo  que  te  conviene  hacer. 

7  Y  luego  que  se  retiró  el 
Angel,  que  le  hablaba,  llamó  á 
dos  de  sus  ¿omésticos,  y  á  un 
soldado  temeroso  de  Dios,  de 
áqueUos  que  estaban  á  sus  ór-» 
denes. 

8  Y  habiéndoles  contado  toda 
esto,  los  envió  á  Joppe. 

9  Y  el  día  siguiente,  yendo 
ellos  su  camino,  y  estando  ya 
cerca  de  la  ciudad,  subió  Pedro 
á  lo  alto  de  la  casa  á  hacer  ora-» 
cion  cerca  de  la  hora  de  sexta. 

10  Y  sintiéndose  con  hambre, 
quiso  desayunarse.  Y  miéntra^ 
se  lo  aparejaban,  le  sobrevino 
un  exceso  de  espíritu. 

11  Y  vió  el  Cielo  abierto,  y 
que  descendía  un  vaso,  como  un 
grande  lienzo,  que  atado  por  los 
quatro  cabos,  era  abaxado  del 
Cielo  á  la  tierra, 

12  En  el  que  habia  de  todos 
los  quadríípedos,  y  de  los  reptiles 
de  la  tierra,  y  de  las  aves  del 
Cielo. 

13  Y  vino  á  él  una  voz  que  le 
dixo:  Levántate,  Pedro,  mata, 
y  come, 

14  Y  dixo  Pedro :  No  Señor, 
porque  nunca  comí  ninguna  co- 
sa común,  ni  impura. 

13  Y  otra  vez  la  voz  á  él  i 


CAPITULO  X. 


liO  que  Dios  ha  purificaxio,  no  lo 
llames  tú  común. 

1 6  Y  esto  se  repitió  hasta  tres 
rccee ;  y  luego  el  vaso  se  volvió 
al  Cielo. 

17  Y  mientras  Pedro  dudaba 
entre  sí  que  seria  la  visión,  que 
habia  visto ;  he  aquí  los  hom- 
bres, que  habia  enviado  Cor- 
nelio,  que  preg-untando  por  la 
casa  de  Simón,  llegaron  á  la 
puerta. 

18  Y  habiendo  llamado,  pre- 
guntaban, si  estaba  allí  hospeda- 
do Simón,  el  que  tiene  por  so- 
brenombre Pedro. 

19  Y  pensando  Pedro  en  la 
visión,  le  dixo  el  Espíritu  :  He 
ahí  tres  hombres  que  te  buscan. 

■^0  Levántate,  pues,  baxa,  y 
ve  con  ellos  sin  dudar ;  porque 
yo  los  he  enviado. 

21  Y  descendiendo  Pedro  á, 
los  hombres,  les  dixo  t  Vedme 
aquí,  yo  soy  el  que  buscáis  ; 
¿  que  es  la  causa  por  que  habéis 
venido  ? 

22  Y  ellos  dixéron  :  El  Cen- 
turión Corneho,  hombre  justo  y 
temeroso  de  Dios,  y  que  tiene  el 
testimonio  de  toda  la  nación  de 
los  Judíos,  recibió  respuesta  del 
santo  Angel,  que  te  hiciese  lla- 
mar á  su  casa,  y  que  escuchase 
tus  palabras. 

23  Pedro  pues,  haciéndolos 
entrar,  los  hospedó.  Y  el  dia 
siguiente  se  levantó,  y  se  fué  con 
ellos  ;  y  algunos  de  los  her- 
manos le  acompañaron  desde 
Joppe. 

24  Y  otro  dia  después  entró 
en  Cesárea.  Y  Corneho  los  es- 
taba esperando,  habiendo  convi- 
dado á  sus  parientes  y  mas  ínti- 
mos amigos. 

25  Y  acaeció,  que  quando 
Pedro  estaba  para  enti-ar  le  sa* 


lió  Cornelio  a  recibir,  y  derri 
bándose  á  sus  pies,  le  adoró. 

26  Mas  Pedro  le  alzó,  y  dixo : 
Levántate,  que  yo  también  soy 
hombre. 

27  Y  entró  hablando  con  él^ 
y  halló  muchos  que  se  habiaa 
juntado  : 

28  Y  Ies  dixo  :  Vosotros  sa- 
béis como  es  cosa  abominable 
para  un  Judío  el  juntarse  ó  alle- 
garse á  extrangero  ;  mas  Dios 
me  ha  mostrado,  que  á  ningún 
hombre  llamase  común  ó  in- 
mundo. 

29  Y  por  esto  sin  dificultad 
he  venido,  luego  que  rae  has  lla- 
mado. Pregunto  pues,  ;por  que 
causa  me  habéis  hecho  venir  ? 

30  Y  dixo  Cornelio  :  Hoy 
hace  quatro  dias  que  estaba, 
orando  en  mi  casa  á  hora  de  no- 
na, y  he  aquí  se  me  puso  delante 
un  varón  con  una  ropa  blanca,  y 
me  dixo : 

31  Cornelio,  oida  es  tu  ora-» 
cion,  y  tus  limosnas  han  venido 
en  memoria  delante  de  Dios. 

32  Envía  pues  á  Joppe,  y  haz 
llamar  á  Simón,  que  tiene  por 
sobrenombre  Pedro ;  este  posa 
en  casa  de  Simón  el  curtidor 
junto  á  el  mar. 

33  Y  luego  envié  á  buscarte ; 
y  tú  has  hecho  bien  en  venir. 
Y  ahora  nosotros  todos  estamos 
en  tu  presencia  para  escuchar 
todas  las  cosas  que  el  Señor  te 
ha  mandado. 

34  Entonces  Pedro  abrió  su 
boca,  y  dixo :  Verdaderamente 
reconozco,  que  Dios  no  es  acep- 
tador de  personal; 

35  ]Mas  en  qualquiera  gente, 
del  que  le  teme,  y  obra  justicia, 
se  agrada. 

36  Dios  envió  palabra  á  los 
hijos  de  Isr?i€l,  anunciándcleg 


18B  LOS  líECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


paz  por  Jesu-Cristo :  (este  es  el 
Señor  de  todos.) 

37  Vosotros  sabéis  la  palabra 
que  ha  sido  hecha  por  toda  la 
.Tudéa ;  y  comenzando  desde  la 
Galilea  después  del  bautismo 
^ue  predicó  Juan, 

38  A  Jesús  de  Nazaréth  ;  co- 
mo Dios  le  ung-ió  de  Espíritu 
Santo,  y  de  virtr.d,  el  qual  an- 
duvo haciendo  bienes,  y  sanando 
á  todos  los  oprimidos  del  diablo, 
porque  Dios  era  con  él. 

39  Y  nosotros  somos  testigos 
de  todo  quanto  liizo  en  la  región 
de  los  Judíos,  y  en  Jenisalém  ; 
al  qual  ellos  mataron,  colgándolo 
en  un  leño. 

40  A  este  le  resucitó  Dios  al 
tercero  dia,  y  quiso  que  se  ma- 
riifestase, 

41  No  á  todo  el  pueblo,  sino 
á  los  testigos  que  Dios  habia  or- 
denado antes  ;  á  nosotros,  que 
comimos,  .y  bebimos  con  él,  des- 
pués que  resucitó  de  entre  los 
líiuertos. 

42  Y  nos  mandó  que  predicá- 
remos al  pueblo,  y  que  diésemos 
testimonio  de  que  él  es  el  que 
Dios  ha  puesto  por  Juez  de  vi- 
vos, y  de  muertos. 

43  A  este  dan  testimonio  to- 
dos los  Profetas,  que  todos  los 
que  crean  en  él,  recibirán  per- 
don  de  los  pecados  por  su  nom- 
bre. 

44  Estando  aun  diciendo  Pe- 
dro estas  palabras,  descendió  el 
Espíritu  Santo  sobre  todos  quan- 
tos  oian  la  palabra. 

45  Y  se  espantaron  los  fieles 
que  eran  de  ia  circuncisión,  y 
habían  venido  con  Pedro,  de  que 
la  gracia  del  Espíritu  Santo  se 
difundiese  también  sobre  los 
Gentiles. 

46  Porque  ios  oian  hablar  en 


lenguas,  y  decir  grandes  cosas 
de  Dios. 

47  Entónces  respondió  Pe-" 
dro ;  ;  Por  ventura  puede  algu- 
no impedir  el  agua  del  bautismo 
á  estos,  que  han  recibido  el  Es- 
píritu Santo,  así  como  nosotros  ? 

48  Y  mandó  que  fuesen  bau- 
tizados en  el  nombre  del  Señor 
Jesu-Cristo.  Entónces  le  roga- 
ron que  se  quedase  con  ellos  al?- 
guuos  dias. 

CAPITULO  xr. 

1  oyeron  los  Apóstoles, 
JL    y  los  hermanos,  qué 

estaban  en  la  Judéa,  que  tam' 
bien  los  Gentiles  habían  recibi- 
do la  palabra  de  Dios. 

2  Y  quando  Pedro  pasó  á  Je* 
rusalém,  disputaban  contra  él  l03 
que  eran  de  la  circuncisión, 

3  Diciendo :  ¿  Por  que  en» 
traste  á  gentes  que  no  son  cir- 
cuncidadas, y  comiste  con  ellas? 

4  Y  Pedro  tomando  las  cosas 
desde  el  principio,  se  las  declaró  < 
por  su  órden,  diciendo  :  ' 

5  Yo  estaba  orando  en  la  ciu» 
dad  de  Joppe,  y  vi  en  un  éxtasis 
una  visión,  que  descendía  un 
vaso  como  un  grande  lienzo,  que 
por  los  quatro  cabos  era  abaxa* 
do  del  Cielo,  y  vino  hasta  mí. 

6  Y  corno  yo  lo  estuviese  mi- 
rando y  contemplando,  vi  allr 
animales  terrestres  de  quatro 
pies,  y  fieras,  y  reptiles,  y  ave* 
del  Cielo. 

7  Y  oí  también  una  voz,  qu^ 
me  decía  :  Levántate,  Pedro^ 
mata,  y  come. 

8  Y  dixe  :  No  haré,  Señor  > 
porque  nunca  entró  en  mi  boca 
cosa  común  ó  inmunda. 

9  Y  me  respondió  otra  vez 
la  voz  del  Cielo  ;  Lp  que  Pio$ 


CAPITULO  XI. 


La  purificado,  tú  no  lo  llames 
común. 

10  Y  esto  fué  hecho  por  tres 
Veces ;  y  se  volvió  todo  esto  al 
Cielo. 

1 1  Y  he  aquí  que  luego  lle- 
garon tres  varones  á  la  casa  en 
donde  yo  estaba,  enviados  á  mí 
de  Cesaréa, 

12  Y  me  di xo  el  Espíritu,  que 
fuese  con  ellos,  no  dudando  na- 
da. Y  vinieron  también  conmi- 
go) estos  seis  liermanos,  y  entra- 
mos en  casa  de  aquel  varón. 

13  Y  nos  contó  como  habia 
visto  en  su  casa  al  Acg-el,  que 
se  le  puso  delante,  y  le  dixo : 
Envía  á  Joppe,  y  haz  venir  á 
Simón,  que  tiene  por  sobrenom- 
bre Pedro, 

14  El  que  te  dirá  palabras, 
por  las  quales  serás  salvo  tú,  y 
toda  tu  casa. 

15  Y  quando  comencé  á  ha- 
blar, descendió  el  Espíritu  Santo 
sobre  ellos,  así  como  sobre  noso- 
tros al  principio. 

16  Y  me  acordé  entónces  de 
las  palabras  del  Señor,  como  él 
habia  dicho  :  Juan  en  verdad 
bautizó  en  agua,  mas  vosotros 
seréis  bautizados  en  Espíritu 
Santo. 

1 7  Pues  si  Dios  dió  á  aquellos 
la  misma  gracia,  que  á  nosotros 
que  creímos  en  el  Señor  Jesu- 
cristo :  ¿  quien  era  yo,  que  pu- 
diese estorbar  á  Dios  ? 

18  Quando  esto  hubiéron 
oído,  callaron ;  y  gloriücáron  á 
Dios,  diciendo  :  De  manera  que 
Dios  también  ha  concedido  pe- 
nitencia á  los  Gentiles  para  vida. 

19  Y  los  otros,  que  habían 
sido  esparcidos  por  la  tribula- 
ción que  habia  acaecido  por 
causa  de  Estevan,  llegaron  hasta 
Fenicia,  y  Chipre,  y  Attiochía, 


18S> 

no  predicando  á  otros  la  pala- 
bra, sino  solo  á  los  Judíos. 

20  Y  entre  ellos  había  algu- 
nos de  Chipre,  y  de  Cirene  ;  los 
quales  quando  entraron  en  An- 
tíocbia,  hablaban  también  á  los 
Griegos,  y  anunciaban  al  SeñoT 
Jesús. 

21  Y  la  mano  del  Señor  era 
con  ellos  ;  y  un  grande  número 
de  creyentes  se  convirtió  al  Se- 
ñor. 

22  Y  llegó  la  fama  de  estas 
cosas  á  oídos  de  la  Iglesia  que 
estaba  en  Jerusalém  ;  y  enviá- 
ron  á  Antiochia  á  Bernabé. 

23  El  quando  llegó,  y  vió  la 
gracia  de  Dios,  se  gozó ;  y  ex- 
hortaba á  todos  á  perseverar  en 
el  Señor  en  el  propósito  de  stt 
corazón  : 

24  Porque  era  varón  bueno, 
y  Heno  de  Espíritu  Santo,  y  de 
fe.  Y  se  allegó  al  Señor  gi-ande 
número  de  gente. 

25  Y  desde  allí  se  fué  Ber- 
nabé a  Tarso  en  busca  de  Sau- 
lo  ;  y  quando  le  hubo  hallado,  le 
llevó  á  Antiochia. 

26  Y  estuvieron  todo  aquel 
año  en  esta  Iglesia  ;  é  instruyé- 
ron  una  grande  multitud  de  gen- 
te, de  manera,  que  en  Antiochia 
fué  ron  primero  los  discípulos  lla- 
mados Cristianos. 

27  Y  en  estos  dias  descendie- 
ron de  Jerusalém  á  Antiochia 
unas  Profetas : 

28  Y  levantándose  uno  de 
ellos,  por  nombre  Agabo,  daba  á 
entender  por  espíritu,  que  habia 
de  haber  una  grande  hambre  poj> 
todo  el  mundo  ;  esta  vino  en 
tiempo  de  Claudio. 

29  Y  los  discípulos,  cada  uno 
según  sus  facultades,  resolviéroa 
enviar  algún  socorro  á  los  her- 
manos ^ue  moraban  en  la  J udéa ; 


190 


LOS  HECHOS  DE  LOS  APOSTOLES. 


30  Lo  que  executáron,  en- 
Viándolo  á  los  Ancianos  por  ma- 
no de  Bernabé,  y  de  Saulo. 

CAPITULO  xn. 

1  ^ÍT  en  el  mismo  tiempo  el 

X  Rey  Heródes  envió 
tropas  para  maltratar  á.  algunos 
de  la  Ig-lesia. 

2  Y  mató  á  cuchillo  á  Santia- 
go hermano  de  Juan. 

3  Y  viendo  que  hacia  placer 
á  los  Judíos,  pasó  también  á 
prender  á  Pedro.  Eran  entón- 
ces  los  dias  de  los  Azimos. 

4  Y  habiéndole  hecho  pren- 
der, le  puso  en  la  cárcel,  y  le 
dió  á  guardar  á  quatro  piquetes 
de  quatro  soldados  cada  uno, 
queriendo  sacarle  al  pueblo  des- 
pués de  la  Pascua. 

5  Y  mientras  que  Pedro  era 
así  guardado  en  la  cárcel,  la 
Iglesia  liacia  sin  cesar  oi-acion  á 
Dios  por  él. 

6  IVIas  quando  Heródes  le  ha- 
bía de  sacar,  aquella  misma  no- 
che estaba  Pedro  durmiendo  en- 
tre dos  soldados,  aherrojado  con 
dos  cadenas  ;  y  los  guardas  esta- 
ban delante  de  la  puerta  guar- 
dando la  cárcel. 

7  Y  he  aquí  sobrevino  el  An- 
gel del  Señor,  y  resplandeció 
lumbre  en  aquel  lugar,  y  tocan- 
do á  Pedro  en  el  lado,  le  desper- 
tó, y  dixo :  Levántate  pronto. 
Y  cayeron  las  cadenas  de  sus 
manos. 

8  Y  el  Angel  le  dixo  :  Cíñete, 
y  cálzate  tus  sandalias.  Y  lo 
hizo  así.  Y  le  dixo :  Echate 
encima  tu  ropa,  y  sigúeme. 

9  Y  salió,  y  le  iba  siguiendo  ; 
y  no  sabia  que  fuese  verdad  lo 

.  que  hacia  el  Angel  ;  mas  pen- 
saba que  él  veía  visioa. 


10  Y  pasando  la  primera  y  la 
segunda  guardia,  Uegáron  á  la 
puerta  de  hierro,  que  vá  á  la 
ciudad,  la  que  se  les  abrió  de 
suyo.  Y  habiendo  salido,  pasá- 
ron  una  calle  ;  y  luego  se  apartó 
de  él  el  Angel. 

1 1  Entónces  Pedro  volviendo 
en  sí,  dixo  :  Ahora  sé  verdade- 
ramente que  el  Señor  ha  envia- 
do su  Angel,  y  me  ha  librado  de 
mano  de  Heródes,  y  de  toda  la 
expectación  del  pueblo  de  los 
Judíos. 

12  Y  considerando  esto,  fué  á 
casa  de  María  la  madre  de  Juan, 
que  tenia  por  sobrenombre  IMár- 
cos,  en  donde  estaban  muchos 
congregados,  y  orando. 

13  Y  tocando  él  á  la  puerta 
del  patio,  una  muchacha  lla- 
mada Rhode  salió  á  escuchar. 

14  Y  luego  que  conoció  la 
voz  de  Pedro,  de  gozo  co  abrió 
la  puerta,  sino  que  conió  den- 
tro, y  dió  nuevas  que  estaba  Pe- 
dro á  la  puerta. 

15  Y  ellos  le  dixéron  :  Tú 
estás  loca.  Pero  ella  afirmaba 
que  así  era.  Y  ellos  decían : 
Su  Angel  es. 

10  Entretanto  Pedro  conti- 
nuaba llamando;  y  habiéndole 
abierto,  le  viéron,  y  quedaron 
pasmados. 

17  Y  como  él  les  hiciese  se- 
ñal con  la  mano  que  callasen, 
les  contó  el  modo  con  que  el  Se- 
ñor le  había  sacado  de  la  cárcel, 
y  dixo  :  Haced  saber  esto  á  San- 
tiago y  á  los  hermanos.  Y  sa- 
liendo de  allí,  se  fué  á  otro  lugar. 

18  Y  quando  fué  de  día,  liubc 
un  grande  alboroto  entre  los  sol- 
dados, sobre  lo  que  se  había  he^ 
cho  de  Pedro. 

19  Y  Heródes  habiéndole  he 
cho  buscar,  y  no  hallándole,  ex, ' 


CAPITULO  xni. 


m 


Ominados  los  g-uardas,  los  mandó 
llevar ;  y  pasó  de  Judéa  á  Ce- 
sárea, en  donde  se  quedo. 

20  Estaba  ayrado  contra  los 
de  Tiro,  y  de  Sidon.  Mas  ellos 
de  común  acuerdo  vinieron  á  él, 
y  liabiendo  ganado  á  Blasto,  que 
era  Camarero  del  Rey,  solicita- 
ban la  paz,  porque  las  tierras  de 
ellos  eran  abastecidas  del  Rey. 

21  Y  un  dia  señalado  Heró- 
des  vestido  de  trag-e  Real,  se 
sentó  en  el  tribinial,  y  les  hacia 
su  razonamiento. 

22  Y  el  pueblo  le  aplandia  di- 
ciendo :  Voces  de  Dios,  y  no  de 
hombre. 

23  Y  al  punto  le  hirió  el  An- 
gel del  Señor,  por  quanto  no  ha- 
bia  dado  la  honra  á  Dios  ;  y  co- 
mido de  g-usanos  espiró. 

24  Mas  la  palabra  del  Señor 
Grecia,  y  se  multiplicaba. 

25  Y  Bernabé  y  Saulo  se 
volvieron  de  Jerusalém  después 
de  haber  cumplido  su  ministe- 
rio, y  llevaron  consigo  á  Juan, 
que  tenia  el  sobrenombre  de 
Marcos. 

CAPITULO  XIII. 

1  TTABIA  pues  en  la  I- 
jn  g-lesia,  que  estaba  en 

Antiochia,  Profetas  y  Doctores, 
y  entre  ellos  Bernabé  y  Simón, 
que  era  llamado  iSiger,  y  Lucio 
de  Cirene,  y  Manahen,  herma- 
no de  leche  de  Ileródes  el  Te- 
trarca,  y  Saulo. 

2  Y  estando  ellos  ministrando 
al  Señor,  y  ayunando,  les  dixo 
el  Espíi-itu  Santo  :  Separadme  á 
Saulo,  y  á  Bernabé  para  la  obra, 
á  que  los  he  destinado. 

3  Entónces  ayunando  y  oran- 
do, é  imponiéndoles  las  manos, 
los  enviaron. 


4  Y  ellos  enviados  así  por  el 
Espíritu  Santo,  fueron  á  Seleu- 
cia  ;  y  desde  allí  navegáron  has- 
ta Chipre. 

5  Y  quando  llegaron  á  Sala- 
mina,  predicaban  la  palabra  de 
Dios  en  las  Sinagogas  de  los  Ju- 
díos. Y  tenían  también  á  Juan 
en  el  ministerio. 

6  Y  habiendo  atravesado  toda 
la  isla  hasta  Pafo,  hallaron  un 
hombre  Mago,  falso  Profeta,  Ju- 
dío, llamado  Barjesús, 

7  El  qual  estaba  con  el  Pro- 
cónsul Sergio  Paulo  varón  pru- 
dente. Este,  habiendo  hecho 
llamar  á  Bernabé  y  á  Saulo,  de- 
seaba oir  la  palabra  de  Dios. 

8  Mas  Elimas  el  Mago  (por- 
que así  se  interpreta  su  nombre) 
se  les  oponía,  procurando  apar- 
tar al  Procónsul  de  la  fe. 

9  Mas  Saulo,  que  es  también 
llamado  Pablo,  lleno  de  Espíritu 
Santo,  fixando  en  él  los  ojos, 

10  Dixo  :  O  lleno  de  todo  en- 
gaño y  de  toda  astucia,  hijo  del 
diablo,  enemigo  de  toda  justicia 
no  cesarás  de  trastornar  los  ca- 
minos derechos  del  Señor. 

1 1  Mas  he  aquí  ahora  sobre  tí 
la  mano  del  Señor,  y  serás  ciego, 
que  no  verás  el  Sol  hasta  cierto 
tiempo.  Y  luego  cayó  en  él 
obscuridad  y  tinieblas,  y  vol- 
viéndose de  todas  partes,  busca- 
ba quien  le  diese  la  mano. 

12  El  Procónsul  entónces, 
quando  vió  este  hecho,  abrazó 
la  fe,  maravillado  de  la  doctrina 
del  Señor. 

13  Y  Pablo  con  sus  compañe- 
ros saliéron  de  Pafo,  y  fueron 
por  mar  á  Perges  de  Panfilia. 
Mas  Juan  apartándose  de  ellos, 
se  volvió  á  Jerusalém. 

14  Y  ellos  pasando  por  Perges, 
fueron  á  Antiochia  de  Pisidia ;  y 


192  LOS  HECH03  DE 


LOS  APOSTOLES. 


habiendo  entrado  en  la  Sinagoga 
nn  dia  de  Sábado,  tomáron  a- 
eiento. 

1 5  Y  después  de  la  lección  de 
)a  Ley  y  de  los  Profetas,  les  en- 
viaron á  decir  los  Príncipes  de 
la  Sinagoga :  Varones  hermanos, 
si  tenéis  que  decir  alguna  pala- 
bra de  exhortación  al  pueblo, 
decid. 

16  Y  levantándose  Pablo,  y 
haciendo  con  la  mano  señal  de 
silencio,  dixo :  Varones  Israeli- 
tas, y  los  que  teméis  á  Dios,  oid : 

17  El  Dios  del  pueblo  de  Is- 
mael escogió  á  nuestros  padres, 
y  ensalzó  al  pueblo,  siendo  ellos 
extrangeros  en  tierra  de  Egipto, 
de  donde  los  sacó  con  brazo 
sublime, 

18  Y  soportó  las  costumbres 
de  ellos  en  el  desierto  por  espa- 
cio de  quarenta  años. 

19  Y  destruyendo  siete  na- 
ciones en  tierra  de  Canaan, 
distribuyó  entre  ellos  por  suerte 
aquella  tierra, 

20  Casi  quatrocientos  y  cin- 
cuenta años  después  ;  y  en  se- 
guida les  dió  Jueces  hasta  el 
Profeta  Samuel. 

21  Y  después  pidieron  Rey ; 
y  les  dió  Dios  á  Saúl  hijo  de  Cis, 
varón  de  la  Tribu  de  Benjamin, 
por  quarenta  años. 

22  Y  quitado  este,  les  levantó 
por  Rey  á  David,  á  quien  dió 
testimonio,  diciendo :  He  halla- 
do á  David  hijo  de  Jessé,  hom- 
bre según  mi  corazón,  que  hará 
todas  mis  voluntades. 

23  Y  del  linage  de  este  según 
la  promesa  ha  traido  Dios  á  Is- 
jraél  el  Salvador  Jesús. 

24  Habiendo  Juan  predicado 
^tes  de  su  venida  bautismo  de 
penitencia  á  todo  el  puebb  de 


25  Y  quando  Juan  cumplía 
su  carrera,  decia :  No  soy  yo, 
el  que  pensáis  que  yo  soy,  mas 
he  aquí  que  viene  en  pos  de  mí 
aquel  de  quien  no  soy  yo  digno 
de  desatar  el  calzado  de  los  pies. 

26  Varones  liermanos»  hijos 
del  linage  de  Abraham,  y  los 
que  entre  vosotros  temen  á  Dios, 
á  vosotros  es  enviada  la  palabra 
de  esta  salud. 

27  Porque  los  que  moraban 
en  Jerusalém,  y  los  Príncipes 
de  ella,  no  conociendo  á  este,  ni 
á  las  voces  de  los  Profetas,  que 
cada  Sábado  se  leen,  las  cum-» 
pliéron  sentenciándole  : 

28  Y  no  hallando  en  él  m"u- 
guna  causa  de  muerte,  pidiéroD 
á  Pilato,  que  se  le  quitase  la 
vida. 

29  Y  quando  hubiéron  cura" 
plido  todas  las  cosas,  que  esta- 
ban escritas,  de  él,  quitándole 
del  madero,  le  pusiéron  en  ua 
sepulcro. 

30  Mas  Dios  le  resucitó  al 
tercero  dia  de  entre  los  muer- 
tos ;  y  le  vieron  muchos  dias 
aquellos, 

31  Que  subieron  juntamente 
con  él  de  la  Galilea  á  Jerusa- 
lém ;  los  quales  hasta  aliora  dan 
testimonio  de  él  al  pueblo. 

32  Y  nosotros  os  anunciamos 
aquella  promesa,  que  fué  hecha 
á  nuestros  padres  : 

33  La  qual  ciertamente  ha 
cumplido  Dios  á  nuestros  hijos, 
resucitando  á  Jesús,  como  tara- 
bien  está  escrito  en  el  Salmo  se- 
gundo :  Tú  eres  mi  Hijo,  yo  hoy 
te  he  engendrado. 

34  Y  que  le  haya  resucitado 
de  entre  los  muertos  para  nunca 
mas  volver  á  corrupción,  lo  dixo 
de  esta  manera  :  Os  daré  las  co- 
sas santas  de  David  ñrmes. 


CAPITULO  XIV. 


18S 


35  Y  por  esío  dice  también 
on  otro  iug^ar  :  Tío  permitirás 
que  tu  Santo  vea  corrupción. 

36  Porque  David  en  su  tiem- 
po habiendo  servido,  se^un  la 
voluntad  de  Dios  murió  ;  y  fué 
puesto  con  sus  padres,  y  vió  cor- 
rupción. 

37  Pero  aquel,  que  Dios  ha 
resucitado  de  entre  los  muertos, 
no  vió  corrupción. 

38  Séaos  pues  notorio,  varo- 
nes hermanos,  que  por  este  se  os 
anuncia  remisión  de  pecados,  y 
de  todo  lo  que  no  pudisteis  ser 
justificados  por  la  Ley  de  Moi- 
sés, 

39  En  este  es  justificado  todo 
que]  que  cree. 

40  Pues  guardaos  que  no  ven- 
ga sobre  vosotros,  lo  que  dixéron 
los  Profetas  : 

41  Mirad  raenospreciadores, 
y  maravillaos,  y  desapareced  ; 
que  yo  obro  una  obra  en  vues- 
tros dias,  obra  que  no  creeréis, 
si  alg^uno  os  la  contare. 

42  Y  al  salir  ellos  les  rog-aban 
que  al  otro  Sábado  Ies  dixesen 
estas  palabras. 

43  Y  despedida  la  Sinagog-a, 
muchos  de  los  Judíos  y  Proséli- 
tos temerosos  de  Dios  siguieron 
á  Pablo  y  á  Bernabé ;  j  estos 
con  sus  razones  los  exhortaban  á 
perseverar  en  la  gracia  de  Dios. 

44  Y  el  siguiente  Sábado  con- 
currió casi  toda  la  ciudad  á,  oir 
la  palabra  de  Dios. 

43  Y  quando  los  Judíos  vie- 
ron las  gentes,  se  llenaron  de 
zelo,  y  contradecian  á  lo  que 
Pablo  decia,  blasfemando. 

46  EfTtónces  Pablo  y  Bernabé 
les  dixéron  con  firmeza  :  A  vo- 
sotros convenia  que  se  hablase 
primero  la  palabra  de  Dios  ;  mas 
porque  la  desecháis,  y  os  juzgáis 


indignos  de  la  vida  eterna,  desde 
este  punto  nos  volvemos  á  los 
Gentiles. 

47  Pcyrque  el  Señor  así  nos  lo 
mandó  :  Yo  te  he  puesto  para 
lumbre  de  las  gentes,  para  que 
seas  en  salud  hasta  el  cabo  de 
la  tierra. 

48  Quando  esto  oyeron  los 
Gentiles,  se  gozaron,  y  glorifi- 
caban la  palabra  del  Señor;  y 
creyéron  quantos  habian  sido 
predestinados  para  la  vida  eterna. 

49  Y  la  palabra  del  Señor  se 
esparcia  por  toda  la  tieri-a. 

50  Mas  los  Judíos  concitaron 
á  algunas  mugeres  devotas  e 
ilustres,  y  á  los  principales  de  la 
ciudad,  y  movieron  una  perse- 
cución contra  Pablo,  y  Bernabé ; 
y  los  echáron  de  sus  términos. 

51  Ellos  entónces,  sacudien- 
do el  polvo  de  sus  pies  contra 
ellos,  se  fuéron  a  Iconio. 

52  Y  los  discípulos  estaban 
llenos  de  gozo,  y  de  Espíritu 
Santo. 

CAPITULO  XIV. 

1  "^7"  acaeció  en  Iconio,  que 

M.  entraron  juntos  en  la 
Sinagoga  de  los  Judíos,  y  aüí 
predicaron,  de  manera  que 
creyó  un  crecido  número  de 
Judíos,  y  de  Griegos. 

2  Mas  los  Judíos  que  no 
creyeron,  levantaron  é  irritáron 
el  ánimo  de  los  Gentiles  contra 
sus  hermanos. 

3  y  por  esto  se  detuvieron 
allí  mucho  tiempo,  trabajando 
con  confianza  en  el  Señor,  que 
daba  testimonio  á  la  palabra  de 
su  gracia,  concediendo  que  se 
hiciesen  por  sus  manos  prodigios 
y  milagros. 

4  Y  se  dividieron  las  gentes 

9 


194  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


de  la  ciudad ;  y  los  unos  eran 
por  los  Judíos,  y  los  otros  por 
los  Apóstoles. 

5  Mas  como  los  Gentiles,  y 
ios  Judíos  con  sus  caudillos  fie  j 
amotinasen  para  ultrajarlos,  y 
apedrearlos, 

6  Entendiéndolo  ellos,  huyé- 
ron  á  Listra,  y  Derbe,  ciudades 
de  Licaonia,  y  á  toda  aquella 
comarca,  y  allí  predicaban  el 
Evangelio. 

7  Y  en  Listra  habia  un 
hombre  lisiado  de  los  pies,  coxo 
desde  el  vientre  de  su  madre,  el 
Cjual  nunca  habia  andado. 

H  Este  oyó  predicar  á  Pablo. 
Quien  poniendo  en  él  los  ojos,  y 
viendo  que  tenia  fe  para  ser  sano, 

9  Dixo  en  alta  voz  :  Leván- 
tate derecho  sobre  tas  pies.  Y 
él  saltó,  y  andaba. 

10  Y  las  g-entes  quando  vie- 
ron lo  que  Pablo  habia  hecho, 
ievantáron  su  voz,  y  dixéron  en 
lengTia  Licaónica :  Han  des- 
centlido  á  nosotros  Dioses  en 
forma  de  hombres. 

11  Y  llamaban  á  Bernabé  Jú- 
piter, y  á  Pablo  Mercurio  ;  por- 
que él  era  el  que  llevaba  la  pa- 
labra. 

12  También  el  Sacerdote  de 
Júpiter,  que  estaba  á  la  entrada 
de  la  ciudad,  trayendo  ante  las 
puertas  toros,  y  giiimaldas,  que- 
ría sacrificar  con  el  pueblo. 

13  Y  quando  lo  oyeron  los 
Apóstoles  Bernabé,  y  Pablo, 
rasgando  sus  vestiduras,  salta- 
ron en  medio  de  las  gentes,  dan- 
do voces, 

14  Y  diciendo  :  ¿  Varones, 
por  que  hacéis  esto  ?  Nosotros 
íiombres  somas  también  morta- 
les así  como  vosotros,  y  os  pre- 
dicamos que  de  estas  cosas  vanas 
os  convirtáis  al  Dios  vivo,  que 


hizo  el  Cielo,  y  la  tierra,  y  el 
mar,  y  todo  quanto  hay  en 
ellos : 

1 5  El  que  en  los  siglos  pasa- 
dos ha  permitido  á  todos  los  Gen- 
tiles andar  en  sus  caminos. 

16  Y  nunca  se  dexó  á  sí  mis- 
mo sin  testimonio,  haciendo  bien 
del  Cielo,  dando  lluvias,  y  tiem- 
pos favorables  para  los  frutos, 
llenando  nuestros  corazones  de 
mantenimiento,  y  de  alegría. 

17  Y  diciendo  esto,  apenas 
pudieron  apaciguar  las  gentes, 
que  no  les  sacrificasen. 

18  Mas  sobrevinieron  algunos 
Judíos  de  Antiochia,  y  de  Iconio ; 
y  habiendo  ganado  la  voluntad 
del  pueblo,  y  apedreando,  á  Pa- 
blo, le  sacaron  arrastrando  fuera 
de  la  ciudad,  creyendo  que  es- 
taba muerto. 

19  Mas  rodeándole  los  discí- 
pulos, se  levantó,  y  entró  en  la 
ciudad ;  y  al  dia  siguiente  se 
partió  con  Bernabé  á  Derbes. 

20  Y  habiendo  predicado  el 
Evangelio  en  aquella  ciudad,  y 
enseñado  á  muchos,  se  volvie- 
ron á  Listra,  y  á  Iconio,  y  á 
Antiochia, 

21  Confirmando  los  corazones 
de  los  discípulos,  exhortándolos 
á  perseverar  en  la  fé  ;  y  que  por 
muchas  tribulaciones  nos  es  ne- 
cesario entrar  en  el  reyno  de 
Dios. 

22  Y  después  qne  hubiéron 
ordenado  Presbíteros  en  cad?i 
Iglesia  de  ellos,  y  hubiéron  he- 
cho oración  con  ayunos,  los  en- 
comendáron  al  Señor,  en  quien 
habían  creído. 

23  Y  atravesando  la  Pisidia, 
fuéron  á  Panfilia, 

24  Y  anunciando  la  palabra 
del  Señor  en  Perges,  descendie- 
ron á  Atali'J 


CAPITULO  XV. 


19: 


'25  Y  desde  aUí  naveg-áron  á 
Antiochia,  de  donde  liabian  sido 
encomendados  á  la  gracia  de 
Dios  para  la  obra  que  habían 
acabado. 

26  Y  habiendo  llegfado,  y  con- 
gregado la  Iglesia,  contaron  to- 
das las  cosas  que  Dios  habia  he- 
cho con  ellos,  y  como  habia 
abierto  la  puerta  de  la  fe  á.  los 
Gentiles. 

27  Y  se  detuvieron  con  los 
discípulos  no  poco  tiempo. 

CAPITULO  XV. 

1  "WT  vinieron  algunos  de  la 

X  Judéa  que  enseñaban 
á  los  hermanos  :  Si  no  os  cir- 
cuncidáis según  el  rito  de  Moy- 
sés,  no  podéis  ser  salvos. 

2  Y  después  que  Pablo,  y 
Bernabé  disputaron  fuertemente 
contra  ellos  sin  convencerlos, 
resolvieron  que  fuesen  Pablo,  y 
Bernabé,  y  algunos'  de  los  otros 
fí  los  Apóstoles,  y  Presbíteros 
de  Jerusalém  sobre  esta  qües- 
tion. 

3  Ellos  pues  enviados  por  la 
Iglesia,  pasaron  por  la  Fenicia, 
y  por  Samaría,  contando  la  con- 
versión de  los  Gentiles ;  y  daban 
grande  gozo  á  todos  Iqs  her- 
manos. 

4  Y  quando  llegaron  á  Jeru- 
salém, fueron  recibidos  por  la 
Iglesia,  y  por  ios  Apóstoles,  y 
por  los  Presbíteros,  á  quienes 
referían  todas  las  cosas  que  Dios 
habia  hecho  con  ellos. 

5  Mas  se  levantaron  algunos 
de  la  secta  de  los  Faríséos,  que 
habían  creído,  diciendo :  Que 
era  necesario  que  ellos  fuesen 
circuncidados,  y  que  se  les  man- 
dase también  guardar  1:í  ley  de 
Moisés. 


6  Y  se  congregaron  Ies  Após- 
toles, y  Presbíteros  para  tratar 
de  esta  controversia. 

7  Y  después  de  un  maduro 
examen,  levantándose  Pedro,  les 
dixo  :  Varones  hermanos,  voso- 
tros sabéis  que  desde  los  prime- 
ros días  ordenó  Dios  entre  noso- 
tros que  por  mi  boca  oyesen  los 
Gentiles  la  palabra  del  Evange- 
lio, y  que  creyesen. 

8  Y  Dios  que  conoce  los  co- 
razones, dió  testimonio,  dándo- 
les á  ellos  también  el  Espíritu 
Santo,  como  á  nosotros. 

9  Y  no  hizo  diferencia  entre 
nosotros  y  ellos,  habiendo  purifi- 
cado con  la  fé  sus  corazones. 

10  ¿  Ahora  pues  por  que  ten- 
táis á  Dios,  poniendo  un  yugo 
sobre  las  cer\'ices  de  los  discípu- 
los, que  ni  nuestros  padres,  ni 
nosotros  pudimos  llevar  ? 

11  Mas  creemos  ser  salvos 
por  la  gracia  del  Señor  Jesu- 
cristo, así  como  ellos. 

12  Y  calló  toda  la  multitud  ; 
y  escuchaban  á  Bernabé  y  á 
Pablo,  que  les  contaban  quan 
grandes  señales  y  prodigios  habia 
hecho  Dios  entre  los  Gentiles 
por  ellos. 

13  Y  después  que  calláron, 
respondió  Santiago,  y  dixo  :  Va- 
rones hermanos,  escuchadme. 

14  Simón  ha  contado  como 
Dios  primero  visitó  á  los  Gen- 
tiles para  tomar  de  ellos  un  pue- 
blo para  su  nombre. 

1 5  Y  con  esto  concuerdan  las 
palabras  de  los  Profetas,  como 
está  escrito ; 

16  Después  de  esto  volveré,  y 
reedificaré  el  tabernáculo  de 
David,  que  cayó ;  y  repararé  sus 
ruinas,  y  le  alzaré  : 

17  Para  que  ei  resto  de  los 
hombres  busque  á  Dios,  y  todas 


196  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


las  gentes  sobre  las  que  ha  sido 
invocado  mi  nombre,  dice  el  Se- 
ñor que  hace  estas  cosas. 

18  Conocida  es  al  Señor  su 
obra  desde  el  sig-lo. 

19  Por  lo  quai  yo  juzg-o,  que 
no  se  inquiete  á  los  Gentiles, 
que  se  convierten  á  Dios, 

20  Sino  que  se  les  escriba 
que  se  absteng-an  de  las  conta- 
minaciones de  los  ídolos,  y  de 
fornicación,  y  de  cosas  ahoga- 
das, y  de  saíigre. 

21  Porque  Moisés  desde 
tiempos  antiguos  tiene  en  cada 
ciudad  quien  le  predique  en  las 
Sinagogas,  en  donde  es  leido  ca- 
da Sábado. 

22  Entonces  pareció  bien  á 
los  Apóstoles,  y  á  los  Presbíte- 
ros con  toda  la  Iglesia  elegir  va- 
rones de  ellos,  y  enviarlos  á  An- 
íiochia  con  Pablo  y  Bernabé,  á 
Júdas,  que  tenia  el  sobrenombre 
de  Barsabas,  y  á  Sitas,  varo- 
nes principales  entre  los  herma- 
nos, 

23  Y  les  escribiéron  por  ma- 
node  ellos  así.  Los  Apóstoles,  y 
ios  Presbíteros  hermanos,  á  los 
hermanos  que  son  de  los  Gen- 
tiles, y  están  en  Antiochia,  y  en 
Syria,  y  en  Cilicio,  salud. 

24  Por  quanto  habemos  oido 
que  algunos  que  han  salido  de 
nosotros,  trastornando  vuestros 
corazones,  os  han  turbado  con 
palabras,  sin  habérselo  man- 
dado : 

25  Congregados  en  uno,  nos 
ha  parecido  escoger  varones,  y 
enviarlos  á  vosotros  con  nues- 
tros muy  amados  Bernabé  y 
Pablo, 

26  Hombres  que  han  entrega- 
do sus  vidas  por  el  nombre  de 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo. 

27  Enviamos  pues  á  Júdas  y 


á  Silas,  los  quales  os  dirán  tam- 
bién de  palabra  esto  mismo. 

28  Porque  ha  parecido  al  Es- 
píritu Santo,  y  á  nosotros,  de  no 
poner  sobre  vosotros  mas  carga 
que  estas  cosas  necesarias  : 

29  Que  os  abstengáis  de  cosas 
sacrificadas  á  ídolos,  y  de  san- 
gre, y  de  ahogado,  y  de  fornica- 
ción ;  de  lo  qual  si  os  guardareis, 
haréis  bien.  Dios  sea  con  voso- 
tros. 

30  Ellos  pues  despachados  de 
esta  suerte,  fueron  á  Antiochia  ; 
y  habiendo  juntado  á  los  fieles, 
entregaron  la  carta. 

31  Y  quando  la  huhiéron 
leido,  se  gozáron  de  aquel  con- 
suelo. 

32  Y  Júdas  y  Silas,  que  eran 
Profetas,  consolaron  con  muchas 
palabras  á  los  hermanos,  y  los 
confirmaron  en  la  fé. 

33  Y  después  de  haberse  de- 
tenido allí  algún  tiempo,  los  her- 
manos los  despacharon  en  paz  á 
los  que  los  habían  enviado. 

34  Silas  no  obstante  tuvo  por 
bien  quedarse  all/;  y  se  fué  Jú- 
das solo  á  Jerusalém. 

35  Y  Pablo  y  Bernabé  se  es- 
taban en  Antiochia,  enseñando, 
y  predicando  con  otros  muchos 
la  palabra  del  Señor. 

36  Y  de  allí  á  algunos  días 
dixo  Pablo  á  Bernabé  :  Volva- 
mos á  visitar  los  hermanos  por 
todas  las  ciudades,  en  donde  he- 
mos predicado  la  palabra  del  Se- 
ñor, para  ver  como  les  va. 

37  Y  Bernabé  quería  también  ! 
llevar  consigo  á  Juan,  que  tenia  í 
por  sobrenombre  Marcos. 

38  Mas  Pablo  le  rogaba  y  de- 
cía, que  pues  se  habia  scparado 
de  ellos  desde  Panfiiia,  y  no 
había  ido  con  ellos  á  la  obra,  no 
era  bien  que  fuese  admitido. 


CAPITULO  xvr. 


197 


39  Y  hubo  tal  desavenencia 
entre  ellos,  que  se  separaron  el 
uno  del  otro,  y  Bernabé  llevó 
consigt)  á  Marcos,  y  se  fué  por 
mar  á  Chipre. 

40  Y  Pablo  habiendo  escoci- 
do á  Silas,  se  partió,  encomen- 
dado á  la  gracia  de  Dios  por  los 
hermanos. 

41  Y  anduvo  por  la  Siria,  y 
por  Cilicia,  confinnando  las  Igle- 
sias ;  mandando  que  se  observa- 
sen los  reglamentos  de  los  Após- 
toles y  de  los  Presbiteros. 

C  APITULO  XVI. 

1  "WT*  llegó  á  Derbe  y  á  Lis- 

jL  tra.  Y  había  allí  un 
discípulo  por  nombre  Timoteo, 
hijo  de  una  muger  fiel  de  Judéa, 
y  de  padre  Gentil. 

2  De  este  daban  buen  testi- 
monio los  hermanos  que  estaban 
en  Listra  y  en  Iconio. 

3  Pablo  quiso  que  este  fuese 
en  su  compañía  ;  y  le  tomó  y  le 
circuncidó  por  causa  de  los  Ju- 
díos, que  habia  en  aquellos  lu- 
gares. Porque  todos  sabían  que 
su  padre  era  Gentil. 

4  Y  quando  pasaban  por  las 
ciudades,  les  enseñaban  que 
guardasen  los  decretos,  que  ha- 
bían sido  establecidos  por  los 
Apóstoles  y  por  los  Presbíteros, 
que  estaban  en  Jerusaléra. 

5  Y  las  Iglesias  eran  confir- 
madas en  la  fé,  y  crecían  en  nú- 
mero cada  dia. 

6  Y  atravesando  la  Frigia,  y 
1  la  provincia  de  Galacia,  les  vedó 

el  Espíritu  Santo  que  predicasen 
la  palabra  de  Dios  en  el  Asia. 

7  Y  quando  llegaron  á  Mi- 
sia,  querían  ir  á  Bitinia,  y  no 
los  dexó  el  Espíritu  de  Jesús. 

1      8  Y  después  de  haber  atra- 1 


vesado  la  ÍMisia,  basaron  á 
Troade : 

9  Y  de  noche  fué  mostrada 
visión  á  Pablo ;  se  le  puso  de- 
lante un  hombre  Macedonio, 
que  le  rogaba,  y  decía  :  Pasa  á 
Macedonia,  y  ayúdanos. 

10  Y  luego  que  tuvo  la  visión^ 
procuramos  ir  á  Macedonia,  cer- 
tificados que  Dios  nos  habia  lla- 
mado para  que  les  predicásemos 
el  Evangelio. 

11  Por  lo  que  embarcándonos 
en  Troade,  navegamos  derecha- 
mente á  Samotracia,  y  el  dia 
siguiente  á  Ñapóles : 

12  Y  desde  allí  á  Filipos, 
que  es  una  colonia,  y  ciudad 
principal  de  aquella  parte  de 
Macedonia,  Y  en  esta  ciudad 
noa  detuvimos  algnnos  días  con- 
ferenciando. 

13  Y  un  dia  de  los  Sábados 
salimos  fuera  de  la  puerta  junto 
al  rio,  en  donde  parecía  que  se 
hacia  la  oración  ;  y  sentándonos 
allí,  hablábamos  á  las  raugeres, 
que  habían  acudido. 

14  Y  una  muger  llamada  Li- 
dia, de  la  ciudad  de  los  Tiatí- 
ros,  que  comerciaba  en  púrpura, 
temerosa  de  Dios  oyó ;  y  abrió 
el  Señor  su  corazón,  para  que 
atendiese  á  lo  que  decia  Pablo. 

15  Y  quando  fué  bautizada 
ella  con  su  famiUa,  rogó,  y  díxo: 
Si  habéis  héciao  juicio  que  yo 
soy  fiel  al  Señor,  entrad  en  mi 
casa,  y  posad  allí.  Y  nos  obli- 
gó á  ello. 

16  Acaeció  pues,  que  yendo 
nosotros  á  la  oración,  nos  en- 
contró una  muchacha  que  tenia 
espíritu  de  Pitón,  y  daba  mu- 
cho que  ganar  á  sus  araos  adi- 
vinando. 

17  EUa  siguiendo  á  Pablo  y 
á  nosotros,  daba  voces  diciendt» : 


I9S  LOS  HECHOS  DE 

Estos  hombres  sou  siervos  del 
Dios  excelso,  que  os  anuncian  el 
camino  de  la  salud. 

18  Y  esto  lo  hacia  muchos 
dias.  Mas  Pablo  indig-nado  ya 
se  volvió,  y  dixo  al  espíritu  :  Te 
mando  en  el  nombre  de  Jesu- 
cristo que  salg-as  de  ella.  Y  en 
la  misma  hora  salió. 

19  Y  quando  vieron  sus  amos 
que  se  les  habia  escapado  la  es- 
peranza de  su  g-anancia,  echan- 
do mano  de  Pablo  y  de  Silas, 
los  llevaron  al  Juzgado  á  los 
Príncipes ; 

20  Y  presentándolos  á  los  Ma- 
gistrados, dixeron  :  Estos  hom- 
bres son  Judíos,  y  alborotan 
nuestra  ciudad ; 

21  Y  predican  ritos,  que  á 
nosotros  no  nos  es  lícito  recibir 
ni  guardar,  siendo  Romanos. 

22  Y  el  pueblo  se  atropello 
contra  ellos  ;  y  loa  Magistrados 
haciéndoles  rasgar  las  túnicas, 
los  mandaron  azotar  con  varas. 

23  Y  después  de  haberles  da- 
do muchos  golpes,  los  metieron 
en  la  cárcel,  mandando  al  car- 
celero que  los  tuviese  á  buen 
recaudo. 

24  El  luego  que  recibió  esta 
orden,  los  puso  en  un  calabozo, 
y  les  apretó  los  pies  en  el  cepo. 

25  Mas  á  media  noche  pues- 
tos en  oración  Pablo  y  Silas, 
alababan  á  Dios  ;  y  los  que  esta- 
ban presos,  los  oían. 

26  Y  súíjitamente  se  sintió  un 
terremoto  tan  grande,  que  se 
movieron  los  cimientos  de  la 
cárcel ;  y  se  abrieron  luego  to- 
das las  puertas,  y  fuéron  sueltas 
las  prisiones  de  todos. 

27  Y  habiendo  despertado  el 
carcelero,  quando  vió  abiertas 
las  puertas  de  la  cárcel,  desen- 
vaynó  la  espada,  y  se  quena  ma- 


LOS  APOSTOLES. 

tar,  pensando  que  se  habían  hui- 
do los  presos. 

28  Mas  Pablo  clamó  en  alt  j 
voz,  diciendo  :  No  te  hagas  nin» 
gun  mal,  porque  todos  estamos 
aquí. 

29  El  entónces  pidió  unaluz^ 
y  entró  dentro ;  y  temblando  se 
arrojó  á  los  pies  de  Pablo  y  de 
Silas  : 

30  Y  sacándolos  fuera,  les  di- 
xo :  ¿  Señores,  que  es  lo  que  de- 
bo yo  hacer  para  ser  salvo  ? 

31  Y  ellos  le  dixeron;  Cree 
en  el  Señor  Jesús,  y  serás  salvo 
tú  y  tu  casa. 

32  Y  le  predicaron  la  palabra 
del  Señor,  y  á  todos  los  que  es- 
taban en  su  casa. 

33  Y  tomándolos  en  aquella 
misma  hora  de  la  noche,  les  lavo 
las  llagas  ;  é  inmediatamente 
fué  bautizado  él  y  toda  eu  fa- 
milia. 

34  Y  habiéndolos  llevado  á 
su  casa,  les  puso  la  mesa,  y  se 
alegró  con  todos  los  de  su  casa 
creyendo  en  Dios. 

35  Y  quando  fué  de  día,  le 
enviáron  los  Magistrados  á  decir 
por  los  Alguaciles  :  Dexa  ir  li- 
bres á  esos  hombres. 

36  Y  el  carcelero  dió  aviso  de 
esto  á  Pablo :  Los  Magistrados 
han  enviado  orden  para  que  os 
ponga  en  libertad;  pues  ahora 
salid,  é  id  en  paz. 

37  Entónces  Pablo  les  dixo  : 
¿  Azotados  públicamente,  sin  for- 
ma de  juicio,  siendo  Romanos, 
nos  pusiéron  en  la  cárcel,  y  aho- 
ra nos  echan  fuera  en  secreto  ? 
No  será  así ;  mas  vengan, 

38  Y  saquennos  ellos  mismos. 

Y  los  Alguaciles  hicieron  saber 
estas  palabras  á  los  Magistrados. 

Y  ellos  temieron,  quando  oyéron 
que  eran  Romanos : 


CAPITULO  XVII. 


39  Y  vinieron  pidiéndoles  per- 
don,  y  sacándolos,  les  ro^ban 
que  saliesen  de  la  ciudad. 

40  Y  luego  que  salieron  de  la 
cárcel,  entráron  en  casa  de  Li- 
dia, y  visitando  á  los  hermanos, 
los  consoláron,  y  se  fueron. 

CAPITULO  XVII. 

1  "C^  quando  hubieron  pa- 

Jl  sado  por  Anfipolis  y 
Apolonia,  llegaron  á  Tesaloni- 
ca,  en  donde  habia  una  Sinago- 
ga de  Judíos. 

2  Y  Pablo  entró  á  ellos  según 
su  costumbre,  y  por  tres  sába- 
dos disputaba  con  ellos  sobre  las 
Escrituras, 

3  Declarando  y  mostrando  que 
habia  sido  necesario  que  Cristo 
padeciese,  y  resucitase  de  entre 
los  muertos ;  y  C3te  es  Jeau- 
Cristo,  el  que  yo  os  anuncio. 

4  Y  creyeron  algunos  de 
ellos,  y  se  juntáron  con  Pablo  y 
con  Silas,  como  también  una 
grande  multitud  de  temerosos  de 
Dios,  y  de  los  Gentiles,  y  no  po- 
cas mugeres  ilustres. 

5  Mas  los  Judíos,  movidos  de 
zelo,  y  tomando  consigo  algunos 
de  la  plebe,  hombres  malos,  y 
haciendo  gente,  levantaron  la 
ciudad  ;  y  asediaron  la  casa  de 
Jasón,  queriendo  presentarlos  al 
pueblo. 

6  Y  no  hallándolos,  traxéron 
violentamente  á  Jasón  y  á  algu- 
nos de  los  hermanos  á  los  Ma- 
gistrados de  la  ciudad,  gritando  : 
Estos  son  los  que  alborotan  la 
ciudad,  y  vinieron  acá, 

7  A  los  quales  ha  acogido  Ja- 
són, y  todos  estos  hacen  contra 
los  decretos  de  César,  diciendo 
que  hay  otro  Rey,  que  es  Jesús. 

8  Y  alborotaron  al  pueblo  y  á 


los  principales  de  la  ciudad  al 
oir  estas  cosas. 

9  Mas  recibida  satisfacción 
de  Jasón,  y  de  los  otros,  dexá- 
ronlos  ir  libres. 

10  Y  los  hermanos,  luego  que 
llegó  la  noche,  enviaron  á  Pablo 
y  á  Silas  á  Beréa  ;  y  quando  lle- 
garon, entráron  em  la  Sinagog^a 
de  los  Judíos. 

11  Y  estos  eran  mas  noble? 
que  los  de  Tesalonica,  pues  re- 
cibieron la  palabra  con  toda 
afirmación,  escudriñando  todo  el 
dia  atentamente  las  Escrituras, 
si  estas  cosas  eran  así. 

12  Y  abí  muchos  de  ello^ 
creyeron  con  muchas  mugeres 
Grentiles  de  calidad,  y  no  pocos 
hombres. 

13  Mas  quando  los  Judíos  de 
Tesalonica  supiéron  'que  Pablo 
habia  también  predicado  en  Be- 
réa la  palabra  de  Dios,  fueron 
allá  á  turbar  y  levantar  el  pue- 
blo. 

14  Y  los  hermanos  luego  al 
punto  hicieron  salir  á  Pablo  para 
que  fuese  hasta  el  mar ;  mas  Si- 
las y  Timoteo  se  quedáron  allí. 

15  Y  los  que  acompañaban  á 
Pablo,  le  llevaron  hasta  Ate- 
nas ;  y  después  de  haber  recibi- 
do sus  órdenes  para  Silas  y  Ti- 
moteo, que  muy  presto  viniesen 
á  él,  se  fueron. 

16  Y  miéntras  que  Pablo  los 
esperaba  en  Atenas,  se  infla- 
maba  su  espíritu  dentro  de  sí 
mismo,  viendo  la  ciudad  entre- 
gada á  la  idolatría. 

17  Y  así  disputaba  en  la  Sina- 
goga con  los  Judíos  y  con  los 
Prosélitos,  y  en  la  plaza  cad? 
dia  con  los  que  se  le  ponían  de- 
lante. 

18  Y  algunos  Filósofos  Epi- 
cúreos y  Estoicos  disputabar^ 


200  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


con  él,  y  unos  decían  :  ¿  Que 
nos  quiere  decir  este  sembrador 
de  palabras  ?  Y  otros  :  Parece 
que  es  predicador  de  nuevos  dio- 
ses ;  porque  Ies  anunciaba  á,  Je- 
sús, y  la  resurrección. 

1 9  Y  asiéndole  lo  llevaron  al 
Areópago,  diciendo ;  ¿  No  pode- 
rnos saber  que  doctrina  nueva  es 
esta,  que  predicas  ? 

20  Porque  metes  en  nues- 
tras orejas  ciertas  novedades  : 
Pues  queremos  saber  que  quiere 
ser  esto. 

21  (Y  los  Atenienses  todos, 
y  los  forasteros  que  allí  mora- 
ban, no  entendían  en  otra  cosa, 
sino  en  decir,  ó  en  oir  algo  de 
nuevo.) 

22  Pablo  pues,  puesto  en  pie 
on  rnedio  del  Areópag-o,  dixo  : 
Varones  Atenienses,  en  todas 
las  cosas  os  veo  como  mas  super- 
sticiosos. 

23  Porque  pasando,  y  viendo 
vuestros  simulacros,  bailé  tam- 
bién una  ara,  en  que  estaba  es- 
crito :  Al  Dios  yo  conocido. 
A  aquel  pues,  que  vosotros  ado- 
i-ais  sin  conocerle,  ese  es  el  que 
yo  os  anuncio. 

24  El  Dios  que  hizo  el  mundo 
y  todas  las  cosas  que  hay  en  él, 
este  siendo  Señor  de  Cielo  y  de 
tierra,  no  mora  en  templos  he- 
chos de  mano  ; 

25  Ni  es  servido  por  manos 
de  hombres,  como  si  necesitase 
de  alguna  cosa,  pues  él  mismo 
da  á  todos  vida,  y  respiración,  y 
todas  las  cosas  : 

26  Y  de  uno  solo  hizo  todo  el 
iinag-e  humano,  para  que  habi- 
tase en  toda  la  haz  de  la  tierra, 
señalando  el  orden  de  los  tiem- 
pos, y  los  términos  de  su  habita- 
ción, 

27  Para  que  buscasen  á  Dios, 


si  por  ventura  le  pudiesen  tocar 
ó  haUar,  aunque  no  está  lejos  de 
cada  uno  de  nosotros. 

28  Porque  en  él  mismo  vivi- 
mos, y  nos  movemos,  y  somos  ; 
como  dixéron  también  algunos 
de  vuestros  Poetas  :  Porque  de 
él  también  somos  Hnage. 

29  Siendo  pues  linage  de  Dios, 
no  debemos  pensar  que  la  Divi- 
nidad es  semejante  á  oro,  ó  plata, 
ó  piedra,  labrada  por  arte,  ó  in- 
dustria de  hombre. 

30  Y  Dios  disimulando  los 
tiempos  de  esta  ignorancia,  de- 
nuncia ahora  á  los  hombres,  que 
todos  en  todo  lugar  hagan  peni- 
tencia ; 

31  Por  quanto  ha  establecido 
dia,  en  el  qual  ha  de  juZgar  al 
mundo  según  justicia,  por  aquel 
varón  que  Habia  determinado, 
dando  certidujTibre  á  todos,  re 
sucitándole  de  entre  los  muertos. 

32  Y  quando  oyeron  la  resur- 
rección de  los  muertos,  los  unos 
hacían  burla,  y  los  otros  dixé- 
ron :  Te  oiremos  otra  vez  sobre 
esto. 

33  Así  Pablo  salió  de  enme- 
dio  de  ellos. 

34  Mas  algunos  creyéron,  y 
se  allegaron  á  él  ;  entre  los 
qualeñ  fué  Dionisio  Areopagita, 
y  una  muger  por  nombre  Dama- 
ris,  y  otros  con  ellos. 

CAPITULO  xvin. 

1  "rkESPUES  de  esto  saliu 
JLf  de  Atenas,  y  fué  á 

Coiinto. 

2  Y  hallando  allí  un  Judío 
por  nombre  Aquila,  natural  de 
Ponto,  que  poco  antes  habia  lie- 
gado  de  Itaha,  y  á  Priscila  su 
muger  (porque  habia  mandado 
Claudio  salir  de  Roma  á  todo» 
los  Judíos)  se  allegó  á  ellos. 


4 


CAPITULO  XVIU. 


201 


3  Y  por  qiranlo  era  de  su  mis- 
mo oficio,  estaba  con  ellos,  y 
trabajaba  ;  (porque  su  oficio  era 
de  hacer  tiendas.) 

4  Y  disputaba  cada  Sábado 
en  la  Sinagog-a ;  y  haciendo  en- 
trar en  sus  discursos  el  nombre 
del  Señor  Jesús,  convencía  á  los 
Judíos,  y  á  los  Griegos. 

6  Y  quando  vinieron  de  Ma- 
cedonia  Silas,  y  Timotéo,  Pa- 
blo predicaba  incesantemente, 
dando  testimonio  á  los  Judíos 
que  Jesús  era  el  Cristo. 

6  Mas  contradiciendo  ellos,  y 
blasfemando,  sacudió  sus  vesti- 
dos, y  les  dixo :  Vuestra  sangre 
sea  sobre  vuestra  cabeza  ;  yo 
estoy  limpio,  desde  ahora  me 
Toy  á  los  Gentiles. 

7  Y  partiéndose  de  allí,  en- 
tró en  casa  ^e  uno,  que  se  lla- 
maba Tito  Justo,  temeroso  de 
Dios,  cuya  casa  estaba  contigua 
á  la  Sinagoga. 

8  Y  Crispo,  que  era  el  Prín- 
cipe de  la  Sinagoga,  creyó  en  el 
Señor  con  todos  los  de  su  casa  ; 
y  muchos  de  los  Corintios  que 
oyéndole  creían,  y  eran  bauti- 
zados. 

9  Y  dixo  el  Señor  á  Pablo  de 
noche  en  visión :  No  temas,  mas 
habla,  y  no  calles  : 

10  Porque  yo  soy  contigo ;  y 
nadie  te  se  acercará  para  da- 
ñarte ;  porque  tengo  mucho 
pueblo  en  esta  ciudad. 

11  Y  se  detuvo  allí  un  año  y 
seis  meses  enseñándoles  la  pala- 
bra de  Dios.  I 

12  Y  siendo  Galion  Procón- 1 
sul  de  la  Acaya,  los  Judíos  se  I 
levantáron  de  acuerdo  contra  | 
Pablo,  y  le  llevaron  al  tribunal, 

13  Diciendo  :  Que  este  per-  i 
snade  á  los  hombres  que  sirvan ! 
á  Dios  contra  hi  Ley.  i 


14  Y  como  Pablo  comenzase 
á  abrir  su  boca,  dixo  Galion  á 
los  Judíos  :  Si  fuese  algún  agra- 
vio, ó  enorme  crimen,  os  oiría,  o 
Judíos,  según  derecho. 

15  Mas  si  son  qiiesíiones  de 
palabra,  y  de  nombres,  y  de 
vuestra  Ley,  vedlo  allá  vosotros; 
porque  yo  no  quiero  ser  Juez  de 
estas  cosas. 

16  Y  los  hizo  salir  de  su  tri- 
bunal. 

17  Entonces  ellos  echándose 
sobre  Sostenes  Príncipe  de  la 
Sinagoga,  le  daban  golpes  de- 
lante del  tribunal,  sin  que  Ga- 
lion hiciese  caso  de  ello. 

18  Mas  Pablo  habiendo  per- 
manecido allí  aun  muchos  días, 
despidiéndose  de  loe  hermanos, 
se  fué  por  mar  á  la  Syria  (y  con 
él  Priscila,  y  Aquila)  y  se  ha- 
bía hecho  cortar  en  Cencrís  ei 
cabello ;  porque  tenia  voto. 

1 9  Y  llegó  á  Efeso,  y  los  dexó 
allí.  Y  entrando  él  en  la  Sina- 
goga, disputaba  con  los  Judíos. 

20  Y  rogándole  ellos  que  se 
quedase  allí  mas  tiempo,  no  con- 
sintió en  ello, 

21  Sino  que  despidiéndose  de 
ellos,  y  díciéndoles  :  Otra  vez 
volveré  á  vosotros  queriendo 
Dios,  se  partió  de  Efeso. 

22  Y  descendiendo  á  Cesá- 
rea, subió  á  saludar  la  Iglesia,  y 
desde  allí  pasó  á  Antíochia. 

23  Y  habiendo  estado  allí  al- 
gún tiempo,  partió  y  anduvo  por 
órden  la  tierra  de  Galacia,  y  la 
Frigia,  fortaleciendo  á  todos  los 
discípulos. 

24  Y  vino  á  Efeso  un  Judío 
por  nombre  Apolo,  natural  de 
Alexajidria,  hombre  eloqüente, 
y  muy  docto  en  las  Escrituras. 

25  Este  era  instruido  en  el 
camino  del  Señor  ;  y  hablaría 

9^- 


202 


LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


con  fen  or  de  espíritu,  y  ense- 
ñaba con  dilig-encia  lo  que  per- 
tenecía á  Jesús,  y  solamente  co- 
nocía él  bautismo  de  Juan. 

26  Este  pues  comenzó  á  ha- 
blar con  libertad  en  la  Sinago- 
ga. Y  quando  le  oyeron  Pris- 
cila,  y  Aquila,  le  llevaron  consi- 
g-o,  y  le  declararon  mas  particu- 
lamiente  el  camino  del  Señor. 

27  Y  queriendo  él  ir  á  la 
Acaya,  habiéndole  alentado  á 
ello  los  hermanos,  escribiéron  á 
ios  discípulos  que  le  recibiesen. 
Y  quando  estuvo  allí,  fué  de  mu- 
cho provecho  á  los  que  habían 
creído. 

28  Porque  con  gran  vehemen- 
cia convencía  públicamente  á 
las  Judíos,  mostrándoles  por  las 
Escrituras,  que  Jesús  era  el 
Cristo. 

CAPITULO  XIX. 

1  ~WT  aconteció  que  estando 

JL  Apolo  en  Corinto, 
Pablo  después  de  haber  atrave- 
sado las  provincias  superiores, 
vino  á  Efeso,  y  halló  algunos  dis- 
cípulos : 

2  Y  les  dixo :  Quando  abra- 
zasteis la  fé,  recibisteis  el  Espí- 
ritu Santo  ?  Y  ellos  le  respon- 
dieron :  Antes  ni  aun  hemos 
oído,  si  hay  Espíritu  Santo. 

3  Y  él  les  dixo  :  ¿  Pues  en 
que  habéis  sido  bautizados  ? 
Ellos  díxéron:  En  el  bautismo 
de  Juan. 

4  Y  dixo  Pablo  :  Juan  bau- 
tizó al  pueblo  con  bautismo  de 
penitencia,  diciendo:  Que  creye- 
sen en  aquel  que  había  de  venir 
después  de  él,  esto  es,  en  Jesús. 

^  Oidas  estas  cosas,  fuéron 
bautizados  en  el  nombre  del  Se- 
ñor Jesús. 


6  Y  habiéndoles  Pablo  puesto 
las  manos,  vino  sobre  ellos  el 
Espíritu  Santo,  y  hablaban  en 
lenguas,  y  profetizaban. 

7  Y  eran  todos  como  doce 
personas. 

8  Y  entrando  en  la  Sinagoga, 
habló  con  libertad  por  espacio 
de  tres  meses,  disputando,  y  per- 
suadiendo del  reyno  de  Dios. 

9  Mas  como  algunos  se  endu- 
reciesen y  no  creyesen,  maldi- 
ciendo el  camino  del  Señor  de- 
lante de  la  multitud,  apartándose 
de  ellos,  separó  los  discípulos, 
disputando  cada  día  en  la  escue- 
la de  un  cierto  Tirano. 

10  Y  esto  fué  por  dos  años,  de 
tal  manera  que  todos  los  que  mo- 
raban en  Asía,  oían  la  palabra 
del  Señor,  Judíos  yjGentiles. 

11  Y  Dios  hacia  virtudes  ex- 
traordinarias por  mano  de  Pa- 
blo : 

12  Tanto  que  aun  quando  los 
sudarios  de  su  cuerpo  y  las  fa- 
xas  se  aplicaban  á  los  enfermos, 
los  dexaban  las  enfermedades,  y 
salían  los  espíritus  malignos. 

13  Y  algunos  Judíos  exórcis- 
tas,  que  andaban  de  una  parte  á 
otra  tentaron  á  invocar  el  nom- 
bre del  Señor  Jesús  sobre  los  que 
estaban  poseídos  de  los  espíritus 
mahgnos,  diciendo  :  Conjuróos 
por  Jesús,  el  que  Pablo  predica. 

14  Y  los  que  hacían  esto  eran 
siete  hijos  de  un  Judío  Prín- 
cipe de  los  Sacerdotes,  llamado 
Sceva. 

15  Mas  el  espíritu  maligno 
les  respondió  diciendo  :  Conozco 
á  Jesús,  y  se  quien  es  Pablo  : 
¿  mas  vosotros  quien  sois  ? 

16  Y  el  hombre  en  quien  es- 
taba el  espíritu  maligno,  saltan- 
do sobre  ellos,  y  apoderándose 
de  dos,  prevaleció  contra  eJlüs, 


CAPITULO  XIX. 


203 


tle  tal  manera  que  desnudos  y 
heridos  huyéron  de  aquella  casa. 

17  Y  esto  fué  manifiesto  á  to- 
dos los  Judíos  y  Gentiles  que 
moraban  en  Efeso ;  y  cayo  te- 
mor sobre  todos  ellos,  y  era  en- 
salzado el  nombre  del  Señor 
Jesús. 

18  Y  muchos  de  los  que  ha- 
bían creído,  venían  confesando 
y  denunciando  sus  hechos. 

19  Y  muchos  de  aquellos  que 
habían  seguido  las  artes  vanas, 
traxéron  los  Hbros,  y  los  quema- 
ron delante  de  todos  ;  y  calcula- 
do su  valor,  se  halló,  que  subía 
á  cincuenta  mil  denaríos. 

20  De  este  modo  crecía  mu- 
cho, y  tomaba  nuevas  fuerzas  la 
palabra  de  Dios. 

21  Y  cumplidas  estas  cosas, 
propuso  Pablo  por  espíritu  de  ir 
á  Jerusaíém,  atravesando  la  Ma- 
cedonia  y  la  Acaia,  diciendo : 
Porque  después  que  estuviere 
allí  es  necesario  también  que  yo 
vea  a  Roma. 

22  Y  habiendo  enviado  á  Ma- 
cedonía  á  dos  de  los  que  le  asis- 
tían, Timoteo  y  Erasto,  él  se 
mantuvo  por  algún  tiempo  en 
Asía. 

23  I\Ias  en  aquel  tiempo  so- 
brevino un  alboroto  no  pequeño 
acerca  del  camino  del  Señor. 

24  Porque  un  Platero  llama- 
do Demetrio,  que  hacía  de  plata 
templos  de  Diana,  daba  no  poco 
que  g-anar  á  los  artífices  : 

25  A  los  quales  habiendo  con- 
VQcado,  y  también  á  los  que  tra- 
bajaban en  semejantes  obras,  di- 
xo  :  Varoaes,  vosotros  sabéis  la 

I    ganancia  que  nos  resulta  de  esta 
Maestría : 

26  Y  estáis  viendo  y  oyendo 
que  no  tan  solamente  en  fcíeso, 
mas  por  toda  Asia  retrae  con 


sus  persuasiones  este  Pablo  mu- 
chas gentes,  diciendo:  Que  no 
son  Dioses  los  que  son  hechos  de 
manos. 

27  Por  lo  qual  no  solamente 
corre  peligro  que  nuestra  profe- 
sión venga  en  descrédito,  sino 
que  el  templo  de  la  grande  Dia- 
na sea  tenido  en  nada,  y  co- 
mience á  ir  por  tierra  la  majes- 
tad de  aquella  á  quien  toda  ei 
Asia  y  el  mundo  adora. 

28  Oido  esto,  se  llenaron  de 
ira,  y  alzaron  el  grito  diciendo  : 
Grande  Diana  la  de  Efeso. 

29  Y  se  llenó  toda  la  ciu- 
dad de  confusión,  y  todos  á  una 
arremetieron  al  teatro,  arreba^ 
tando  á  Gaio  y  Aristarco  Ma- 
cedoníos,  compañeros  de  Pablo. 

30  Y  queriendo  Pablo  salir  al 
pueblo,  no  le  dexáron  los  dis- 
cípulos. 

31  Y  también  algunos  de  los 
principales  de  Asia,  que  eran 
sus  amigos,  le  enviárou  á  rogar 
que  no  se  presentase  en  el  tea- 
tro : 

32  Y  otros  gritabas  otro  ; 
Porque  la  concurrencia  era  con- 
fusa ;  y  los  mas  no  sabían  por 
que  se  habían  juntado. 

33  Y  sacaron  á  Alexandro  de 
entre  la  gente,  llevándole  á  em- 
pellones los  Judíos.  Y  Alexan- 
dro pidiendo  silencio  con  la 
mano,  quería  dar  razón  al  pue- 
blo. 

34  Y  quando  conocieron  que 
él  era  Judío,  todos  á  una  voz 
gritaron  por  espacio  de  casi  dos 
horas ;  Grande  Diana  la  de  los 
Efesios. 

35  Eaíónces  el  Escribano  ha- 
biendo apaciguado  á  la  gente,  di- 
xo  :  Varones  de  Efeso,  ¿  quien 
de  los  hombres  hay  que  no  sepa 
que  la  ciudad  de  jEfeso  es  hon- 


20i  LOS  HECHOS  DE  LOS  APOSTOLES. 


radora  de  la  grande  Diana,  é 
hija  de  Júpiter  ? 

36  Y  pues  á  esto  no  se  puede 
contradecir,  conviene  que  os  so- 
seg^ueis,  y  que  nada  hagáis  in- 
consideradamente. 

37  Porque  estos  hombres  que 
habéis  traido  aquí,  ni  son  sacri- 
legos, ni  blasfemos  contra  vues- 
tra Diosa. 

38  Mas  si  Demetrio  y  los 
oficiales  que  están  con  él  tienen 
alguna  querella  contra  alguno, 
Audiencia  pública  hay,  y  Pro- 
cónsules hay,  acúsense  los  unos 
á  ios  otros. 

39  Y  si  demandáis  algo  sobre 
otros  negocios  en  legitimo  ayun- 
tamiento, se  podrá  despachar. 

40  Porque  hay  peligro  de  que 
nos  acusen  de  sediciosos  por  lo 
de  hoy;  no  habiendo  ninguna 
causa,  por  la  qual  podamos  dar 
razón  de  este  concurso.  Y  ha- 
biendo dicho  esto,  despidió  la 
junta. 

CAPITULO  XX. 

1  "WT"  después  que  cesó  el 

JL  alboroto,  llamando  Pa- 
blo a  los  discípulos,  y  haciéndo- 
les una  exhortación,  se  despidió 
de  ellos,  y  se  partió  para  ir  á 
Macedonia. 

2  Y  después  que  hubo  anda- 
do aquellas  tierras,  y  de  haber- 
les exhortado  allí  con  muchas 
palabras,  se  vino  á  la  Grecia  : 

3  En  donde  habiendo  estado 
tres  meses,  le  fuéron  puestas 
asechanzas  por  los  Judíos,  es- 
tando él  para  navegar  á  la  Si- 
ria; y  así  acordó  volverse  por 
Macedonia. 

4  Y  le  acompañaron  Sopatro 
de  Beréa,  hijo  de  Pirro,  y  de 
los  de  Tesalonica  Aristarco,  y 


Secundo,  y  Gaio  Derbéo,  y  Ti- 
motéo;  y  de  los  de  Asia  Ti- 
chico,  y  Trofimo. 

5  Estos  fuéron  delante,  y  nos 
esperaron  en  Troade  : 

6  Y  nosotros  después  de  la^ 
dias  de  los  Azimos  nos  hicimos 
á  la  vela  desde  Filipos,  y  llega- 
mos á  ellos  á  Troade  en  cinco 
dias,  y  nos  detuvimos  allí  siete 
dias. 

7  Y  el  primer  dia  de  la  sema- 
na, habiéndonos  juntado  para 
partir  el  pan,  Pablo  que  se  ha- 
bía de  ir  al  otro  dia,  disputaba 
con  ellos,  y  fué  alargando  el  dis- 
curso hasta  media  noche. 

8  Y  habia  muchas  lámparas 
en  el  cenáculo,  en  donde  estába- 
mos congregados. 

9  Y  un  mancebo  por  nombre 
Eutico  se  sentó  sobre  una  ven- 
tana, y  como  se  durmiese  pro- 
fundamente entre  tanto  que  Pa- 
blo prolongaba  su  razonamiento, 
llevado  del  sueño,  cayó  abaxo 
desde  el  tercer  alto  de  la  casa, 
y  lo  alzáron  muerto. 

10  Al  qual  habiendo  descen- 
dido Pablo,  se  recostó  sobre  él, 
y  abrazándole  dixo  :  No  os  tur- 
béis, que  su  alma  en  él  está. 

11  Y  subiendo  y  partiendo  el 
pan,  comió,  y  les  habló  larga- 
mente hasta  que  fué  de  dia,  y 
después  se  fué. 

12  Y  lleváron  vivo  al  mance- 
bo, de  lo  que  recibieron  extraor- 
dinario consuelo. 

1 3  Mas  nosotras  entrando  en 
el  navio,  fuimos  á  A&sdn,  para 
recibir  de  allí  á  Pablo;  porque 
así  lo  habia  él  dispuesto,  debien- 

I  do  hacer  el  viage  por  tierra. 

14  Y  habiéndose  juntado  con 
I  nosotros  en  Asson,  le  tomamos, 
j  y  fuiníos  á  Mitiiene.  . 

I    15  Y  navegando  desde  allí  el 


CAPITULO  XX. 


203 


dia  siguiente,  nos  pusimos  en- 
frente de  Chio,  y  al  otro  toma- 
mos puerto  en  Samos,  y  en  el  si- 
guiente lleg-amos  á  Rlileto. 

16  Porque  Pablo  habia  deter- 
minado pasar  adelante  de  Efeso 
por  no  detenerse  en  la  Asia ; 
pues  se  apresuraba  quanto  le  era 
posible,  por  celebrar  en  Jeiusa- 
iém  el  dia  de  Pentecostés. 

17  Y  enviando  desde  Mileto 
á  Efeso,  llamó  á  los  Ancianos  de 
la  Iglesia. 

18  Ellos  vinieron  á  él,  y  es- 
tando todos  juntos,  les  dixo  :  Vo- 
sotros sabéis  desde  el  primer  dia 
que  entré  en  el  Asia,  de  que 
manera  me  he  portado  toJo  el 
tiempo  que  he  estado  coa  voso- 
tros, 

19  Sirviendo  al  Señor  con  to- 
da humildad  y  con  lágrimas  y 
con  tentaciones,  que  me  vinié- 
ron  por  las  asechanzas  de  los 
Judíos  : 

20  Como  nada  que  os  fuese 
útil  me  he  retraído  de  decíroslo, 
y  de  enseñaros  en  público  y  por 
las  casas, 

21  Predicando  á  los  Judíos  y 
á  los  Gentiles  la  conversión  á 
Dios,  y  la  fe  en  nuestro  Señor 
Jesu-Cristo. 

22  Y  ahora  he  aquí  que  yo 
constreñido  del  Espíritu,  voy  á 
Jerusalém  :  no  sabiendo  las  co- 
sas, que  allí  me  han  de  acon- 
tecer ; 

23  Sino  lo  que  el  E&píritu 
Santo  me  asegura  por  todas  las 
ciudades,  diciendo,  que  me 
aguardan  en  Jerusalém  prisio- 

■  nos  y  IriLulacioues. 

24  Mas  no  temo  ninguna  de 
I:  estas  cosas,  ni  hago  mi  propia 
li  vida  mas  preciosa  que  á  mí  mis- 
il mo,  con  tal  que  acabe  mi  carre- 
t'  ra^  y  el  ministerio  de  la  palabra, 


que  recibí  del  Señor  Jesús,  para 
dar  testimonio  del  Evangelio  de 
la  gracia  de  Dios. 

25  Y  ahora  he  aquí  yo  sé  que 
no  veréis  mas  mi  cara  todos  vo- 
sotros, por  los  quales  he  pasado 
predicando  el  reyno  de  Dios. 

26  Por  tanto  os  protesto  en 
este  dia,  que  estoy  limpio  de  la 
sangre  de  todos. 

27  Porque  no  he  rehusado  el 
anunciaros  todo  el  consejo  de 
Dios. 

28  Mirad  por  vosotros  y  por 
toda  la  grey,  en  la  qual  el  Espí- 
ritu Santo  os  ha  puesto  por  Obis- 
pos para  gobernar  la  Iglesia  de 
Dios,  la  qual  él  ganó  con  su 
sangre. 

29  Yo  sé,  que  después  de  mi 
partida  entraran  á  vosotros  lobas 
arrebatadores,  que  no  perdona- 
rán á  la  grey. 

30  Y  de  entre  vosotros  mis- 
mos se  levantarán  hombres,  que 
dirán  cosas  perversas,  para  lle- 
var discípulos  tras  de  sí. 

31  Por  tanto  velad,  teniendo 
en  memoria,  que  por  tres  año3 
no  he  cesado  noche  y  dia  de 
amonestar  con  lágrimas  á  cada 
uno  de  vosotros. 

32  Y  ahora  os  encomiando  a 
Dios,  y  á  la  palabra  de  su  í;ra- 
cia,  á  aquel  que  es  poderoso  pa- 
ra edificar,  y  daros  heredad  en- 
tre todos  los  que  son  santificados. 

33  No  he  codiciado  plata,  ni 
oro,  ni  vestido  de  ninguno,  como 

34  Vosotros  mismos  lo  sabéis ; 
porque  estas  manos  me  han  sub- 
ministrado las  cosas  necesarias  á 
mí,  y  á  los  que  están  conmigo. 

35  En  todo  os  he  mostradol 
que  trabajando  de  esta  manera, 
conviene  recibir  los  enfermos,  y 
acordarse  de  aquellas  palabras 
que  4ixo  el  Señor :  Cosa  mscs 


206  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


bienaventurada  es  dar,  que  re- 
cibir. 

36  Y  habiendo  dicho  esto,  se 
hinco  de  rodillas,  é  hizo  oración 
con  todos  ellos. 

37  Y  se  levantó  grande  llanto 
entre  todos  ;  y  derribándose  so- 
bre el  cuello  de  Pablo,  le  besa- 
ban, 

38  Aflig-idos  en  gran  manera 
por  la  palabra  que  había  dicho, 
que  no  verían  mas  su  cara.  Y 
le  fueron  acompañando  hasta  el 
navio. 

CAPITULO  XXL 

1  XT"  habiéndonos  hecho  á 

JL  la  vela  después  que 
nos  separamos  de  ellos,  fuimos 
camino  derecho  á  Coos,  y  el  dia 
siguiente  á  Rodas,  y  desde  allí 
á  Pátara. 

2  Y  habiendo  hallado  un  na- 
vio que  pasaba  á  Fenicia,  en- 
tramos en  él,  y  nos  hicimos  á.  la 
vela. 

3  Y  habiendo  avistado  á  Chi- 
pre, dexándola  á  la  izquierda, 
continuamos  nuestro  rumbo  acia 
la  Siria,  y  arribamos  á  Tiro ; 
porque  el  navio  habia  de  dexar 
allí  su  carga. 

4  Y  como  hallásemos  discípu- 
los, nos  detuvimos  allí  siete  dias: 
Y  decían  á  Pablo  por  el  Espí- 
ritu, que  no  subiese  á  Jerusa- 
lém. 

5  Y  pasados  estos  dias,  sali- 
mos de  allí,  acompañándonos 
todos  con  sus  mugeres  y  con 
sus  hijos  hasta  fuera  de  la  ciu- 
dad, y  puestos  de  rodillas  en  la 
ribera,  hicimos  oración. 

6  Y  despidiéndonos  unos  de 
otros,  entramos  en  el  navio ;  y 
ellos  se  volvieron  á  sus  casas. 

7  Nosotros,  coaeluida  nuestra 


navegación,  de  Tiro  pasamos  á, 
Tolemaida;  y  habiendo  saluda- 
do á  los  hermanos,  nos  detuvi- 
mos un  dia  con  ellos. 

8  Y  al  dia  siguiente  partiendo 
de  allí,  llegamos  á  Cesárea.  Y 
entrando  en  casa  de  Felipe  el 
Evangelista,  que  era  uno  de  los 
siete,  nos  hospedamos  en  su  casa. 

9  Y  tenia  este  quatro  bija» 
vírgenes,  que  profetizaban. 

10  Y  durante  la  mansión  que 
hicimos  allí  por  algunos  dias, 
llegó  de  la  Judéa  un  Profeta, 
por  nombre  Agabo. 

1 1  Este  como  vino  á  nosotros, 
tomó  el  ceñidor  de  Pablo,  y 
atándose  los  pies  y  las  manos, 
dixo  :  Esto  dice  el  Espíritu  San- 
to :  Así  atarán  los  Judíos  en  Je- 
rusalém  al  varón,  cuyo  es  este 
cíngulo,  y  lo  entregarán  en  ma- 
nos de  los  Gentiles. 

12  Quando  oírnos  esto,  noso- 
tros, y  los  que  eran  de  aquel  lu- 
gar, le  rogábamos  que  no  su- 
biese á  Jerusalém. 

13  Entonces  Pablo  respondió 
diciendo :  ¿  Que  hacéis  llorando, 
y  quebrantándome  el  corazón  ? 
Porque  yo  estoy  aparejado  no 
solo  para  ser  atado,  sino  también 
para  morir  en  Jerusalém  por  el 
nombre  del  Señor  Jesús. 

14  Y  viendo  que  no  le  podía- 
mos persuadir,  no  le  importuna- 
mos mas,  diciendo:  Hágase  la 
voluntad  del  Señor. 

15  Después  de  estos  dir^  ha- 
biéndonos prevenido,  subimos  á 
Jerusalém. 

16  Y  algunos  de  los  discípu- 
los viniéron  también  con  noso- 
tros desde  Cesárea,  los  quales 
llevaban  consigo  á  un  Mnasén 
de  Chipre,  discípulo  antiguo, 
para  hospedarnos  en  su  easa. 

17  Y  quando  Degamos  á  Je- 


CAPITULO  XXT. 


207 


rusalém,  los  hermanos  nos  reci- 
bieron de  buena  voluntad. 

18  Y  el  dia  siguiente  Pablo 
entro  con  nosotros  á  Santiago, 
en  cuya  casa  se  juntaron  todos 
los  ancianos. 

19  Y  habiéndolos  saludado, 
les  contó  una  por  una  todas  las 
cosas  que  Dios  habia  hecho  en- 
tre los  Gentiles  por  su  minis- 
terio. 

20  Y  quando  ellos  lo  oyeron, 
glorificaban  á  Dios,  y  le  dixé- 
ron  :  Bien  ves,  hermano,  quan- 
tos  millares  de  Judíos  son  los 
que  han  creido,  y  todos  son  ze- 
ladores  de  la  Ley. 

21  Y  han  oido  decir  de  tí,  que 
enseñas  á  los  Judíos,  que  están 
entre  los  Gentiles,  que  dexen  á 
Moisés,  diciendo  :  Que  no  de- 
ben circuncidar  á  sus  hijos,  ni 
andar  según  los  ritos. 

22  ¿  Pues  que  se  ha  de  hacer  ? 
De  Cierto  es  menester  que  la 
multitud  se  junte  ;  porque  oirán 
que  tú  has  venido. 

23  Haz  pues  lo  que  te  vamos 
á  decir :  Tenemos  aquí  quatro 
varones,  que  tienen  voto  sobre  sí. 

24  Toma  estos  contigo,  santi- 
ficate  con  ellos,  y  hazles  la  cos- 
ta, para  que  se  raygan  las  cabe- 
zas ;  y  sabrán  todos,  que  es  fal- 
so quanto  de  tí  oyeron,  y  que 
por  el  contrario  sigues  tú  guar- 
dando la  Ley. 

25  Y  acerca  de  aquellos  que 
creyeron  de  los  Gentiles,  noso- 
tros hemos  escrito,  ordenando, 
que  se  abstengan  de  lo  que 
fuere  sacrificado  á  los  ídolos,  y 
de  sangre,  y  de  ahogado,  y  de 
fornicación. 

26  Entonces  Pablo  tomando 
consigo  aquellos  hombreas,  y  pu- 
rificado con  ellos  el  dia  siguiente 

!  eatro  en  el  templo,  haciendo  sa- 


ber el  cumplimiento  de  los  dias 
de  la  purificación,  hasta  que  se 
hiciese  la  ofrenda  por  cada  uno 
de  ellos. 

27  Y  quando  se  acaban  los 
siete  dias,  los  Judíos  que  estabaa 
allí  del  Asia,  quando  le  vieron 
en  el  templo,  alborotaron  todo  el 
pueblo,  y  le  echaron  mano,  di- 
ciendo á  gritos  : 

28  Varones  de  Israél,  favor  : 
Este  es  aquel  hombre,  que  por 
todas  partes  enseña  á  todos  con- 
tra el  pueblo  y  contra  la  Ley,  y 
contra  este  lugar,  y  demás  de 
esto  ha  introducido  los  Gentiles 
en  el  templo,  y  ha  profanado 
este  santo  lugar. 

29  Porque  habían  visto  andar 
con  él  por  la  ciudad  á  Trofimo 
de  Efeso,  y  creyéron  que  le  ha- 
bia metido  Pablo  en  el  templo. 

30  Y  se  conmovió  toda  la  ciu- 
dad, y  concurrió  el  pueblo.  Y 
travando  de  Pablo,  le  arrastra- 
ron fuera  del  templo,  y  luego 
fuéron  cerradas  las  puertas. 

31  Y  queriéndole  matar,  fué 
dado  aviso  al  Tribuno  de  la  co- 
horte, que  toda  Jerusalém  esta- 
ba en  alboroto. 

32  El  tomó  luego  soldados  y 
centuriones,  y  corrió  allá.  Ellos, 
quando  viéron  al  Tribuno  y  á 
los  Soldados,  cesáron  de  herir  á 
Pablo. 

33  Entonces  se  llegó  el  Tri- 
buno, le  prendió,  y  le  mandó 
atar  con  dos  cadenas ;  y  le  pre- 
guntó quien  erá,  y  que  habia 
hecho. 

34  Y  entre  el  tropel  de  la 
gente  los  unos  gritaban  uno,  y 
los  otros  otro.  Viendo  pues  que 
no  podia  saber  cosa  cierta  por 
causa  del  alboroto,  lo  mandó 
llevar  á  la  fortaleza. 

35  Y  quando  llegó  á  las  gra« 


20a  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


das,  fué  necesario  que  los  solda- 
dos le  llevasen  en  peso  por  la 
violencia  del  pueblo. 

36  Porque  le  seguia  la  multi- 
tud de  pueblo  gritando  :  Quítale 
la  vida. 

37  Y  quando  comenzaban  ya 
á  meter  á  Pablo  en  la  fortaleza, 
dixo  al  Tribuno  :  ¿  Me  es  per- 
mitido hablarte  dos  palabras  ?  Y 
él  respondió :  ¿  Sabes  el  Griego? 

38  ¿  Eres  tú  quizá  aquel  Egip- 
cio que  pocos  dias  ha  moviste  un 
alboroto,  y  llevaste  al  desierto 
quatro  mil  hombres  salteadores  ? 

39  Y  Pablo  le  dixo :  Yo  en 
verdad  soy  hombre  Judío,  ciu- 
dadano de  Tarso,  noble  ciudad 
de  la  Cilicia.  Mas  te  ruego  que 
me  permitas  hablar  al  pueblo. 

40  Y  quando  se  lo  permitió  el 
Tribuno,  poniéndose  en  pie  so- 
bre las  gradas,  hizo  señal  al  pue- 
blo con  la  mano;  y  habiendo 
quedado  todos  en  silencio,  habló 
Pablo  en  lengua  Hebréa,  di- 
ciendo : 

CAPITULO  xxn. 

1  "WTARONES  hermanos  y 
▼  padres,  cid  la  razón 
que  al  presente  os  doy. 

2 "Y  quando  oyeron  que  les 
hablaba  en  lengua  Hebréa,  le 
escucharon  con  mayor  silencio. 

3  Y  dixo  :  Yo  soy  Judío,  que 
nací  en  Tarso  de  Cilicia,  pero 
me  crié  en  esta  ciudad,  instrui- 
do á  los  pies  de  Gamaliel  según 
verdad  en  la  Ley  de  nuestros 
padres,  zelador  de  la  Ley,  así 
como  todos  vosotros  los  sois  el 
dia  de  hoy : 

4  Que  perseguí  este  camino 
hasta  la  muerte,  prendiendo  y 
metiendo  en  cárceles  hombres  y 
raugeres, 


5  Como  el  Príncipe  de  los  Sa- 
cerdotes y  todos  los  Ancianos  me 
son  testigos,  de  los  quales  ha- 
biendo también  tomado  cartas 
para  los  hermanos  iba  á  Damas- 
co, con  el  fin  de  traerlos  de  alK 
atados  á  Jerusalém  para  que 
fuesen  castigados. 

6  Y  acaeció  que  quando  yo 
iba,  y  estaba  ya  cerca  de  Da- 
masco al  medio  dia,  me  vi  ro- 
deado súbitamente  de  una  gran- 
de luz  del  Cielo  : 

7  Y  cayendo  en  tierra,  oí  una 
voz  que  me  decia  :  Saulo,  Saulo, 
¿  por  que  me  persigues  ? 

8  Y  yo  respondí  :  ¿  Quien 
eres  Señor  ?  Y  me  dixo :  Yo  soy 
Jesús  Nazareno,  á  quien  tú  per- 
sigues. 

9  Y  los  que  estaban  conmigo 
vieron  en  verdad  la  luz ;  mas  no 
oyéron  la  voz  del  que  hablaba 
conmigo. 

10  Y  dixe:  ¿Que  haré,  Se- 
ñor ?  Y  el  Señor  me  respondió : 
Levántate,  y  vé  a  Damasco ;  y 
allí  te  será  dicho  todo  lo  que  te 
conviene  hacer. 

11  Y  como  no  viese  por  la 
claridad  de  aquella  luz,  me  Ue- 
váron  de  la  mano  los  compañe- 
ros, y  me  conduxéron  á  Da- 
masco. 

12  Y  un  cierto  Ananías,  va- 
ron  según  la  ley,  de  quien  daban 
testimonio  todos  los  Judíos  que 
allí  moraban, 

13  Viniendo  á  mí,  y  ponién- 
doseme delante,  me  dixo  :  Saulo 
hermano,  recibe  la  vista.  Y  en 
el  mismo  punto  le  vi  á  él. 

14  Y  él  me  dixo  :  El  Dios  de 
nuestros  Padres  te  ha  predesti- 
nado para  que  conocieses  su  vo- 
luntad, y  vieses  al  Justo,  y  oye- 
ses la  voz  de  su  boca  : 

15  Porque  tú  stras  testigo 


CAPITULO  XXIIÍ. 


209 


S.UJO  delante  de  todos  los  hom- 
bres de  las  cosas  que  has  visto  y 
has  oido. 

16  Y  ahora  ¿  que  te  detienes  ? 
Levántate,  y  bautízate,  y  lava 
tus  pecados,  invocando  su  nom- 
bre. 

17  Y  así  fué,  que  quando  vol- 
ví á  Jerusalém,  y  estaba  orando 
en  el  templo,  fui  arrebatado 
fuera  de  mí, 

18  Y  le  vi  que  me  decia : 
Date  priesa,  y  sal  presto  de  Je- 
rusalém ;  porque  no  recibirán 
tu  testimonio  de  mí. 

19  Y  yo  dixe:  Señor,  ellos 
mismos  saben  que  yo  era  el  que 
encerraba  en  cárceles,  y  azota- 
ba por  las  Sinagogas  á  lo?  que 
creían  en  tí : 

20  Y  quando  se  derramaba  la 
sangn-e  de  Estevan,  testigo  tuyo, 
yo  estaba  presente,  y  lo  consen- 
tía, y  guardaba  las  ropas  de  los 
que  le  mataban. 

21  Y  me  dixo  :  Vé  porque  yo 
te  enviaré  á  las  naciones  de 
lejos. 

22  Y  le  habían  escuchado 
hasta  esta  palabra,  mas  levanta- 
ron entonces  el  grito,  diciendo : 
Quita  del  mundo  á  un  tal  hom- 
bre ;  porque  no  es  justo  que  él 
viva. 

23  Y  como  ellos  diesen  alari- 
dos, y  echasen  de  sí  sus  ropas,  y 
arrojasen  polvo  al  ayre, 

24  Mandó  el  Tribuno  meterle 
en  los  Reales,  y  que  le  azotasen, 
y  diesen  tormento,  para  saber 
por  que  causa  clamaban  así  con- 
tra él. 

25  Y  quando  le  hubieron 
apretado  con  correas,  dixo  Pa- 
blo al  Centurión  que  estaba  allí  : 
¿  Os  es  lícito  á  vosotros  azotar  á 
un  hombre  Romano,  y  sin  ser 
condenado  ? 


26  Quando  lo  oyó  el  Centu- 
rión, fué  al  Tribuno,  y  le  dio 
aviso,  diciendo  :  Mira  lo  que  vas 
á  hacer,  porque  este  hombre  es 
Ciudadano  Romano. 

27  Y  viniendo  el  Tribuno,  le 
dixo :  ¿  Dime  si  tú  eres  Roma- 
no ?  Y  él  dixo :  Sí. 

28  Y  respondió  el  Tribuno: 
Yo  por  una  grande  suma  alcancé 
este  privilegio  de  Ciudadano. 
Pues  yo,  respondió  Pablo,  lo  soy 
de  nacimiento. 

29  Al.  punto  pues  se  aparta- 
ron de  él  los  que  le  habían  de  dar 
el  tormento ;  y  aun  el  Tribuno 
entro  en  temor  luego  que  supo 
que  era  Ciudadano  Romano,  por 
haberle  bocho  atar. 

30  Y  el  dia  siguiente  querien- 
do saber  de  cierto  la  causa  que 
tenían  los  Judíos  para  acusarle, 
le  hizo  desatar,  y  mandó  que  so 
juntasen  los  Sacerdotes  y  todo  el 
Concilio,  y  sacando  á  Pablo,  1^ 
presentó  delante  de  ellos. 

CAPITULO  XXIIL 

1  "p^^LO  pues  poniendo 
jL    los  cjos  en  el  Concilio, 

dixo :  Varoneí-  hermanos,  hasta 
este  dia  rae  he  portado  yo  de- 
lante de  Dios  con  toda  buenu 
conciencia. 

2  Y  Ananías,  Príncipe  de  los 
Sacerdotes,  mandó  á  los  que  es- 
taban junto  á  él  que  le  hiriesen 
en  la  boca. 

3  Entónces  Pablo  le  dixo; 
Dios  te  herirá  á  tí,  pared  blan- 
queada. ¿  Tú  estás  sentado  pa- 
ra juzgarme  según  la  Ley,  y  me 
mandas  herir  contra  la  Ley  ? 

4  Y  los  que  estaban  allí,  dixé- 
ron  :  ¿  Maldices  al  sumo  Sacer- 
ÜOÍ.C  de  Dios  ? 

5  Y  dixo  Pablo:  No  sabia. 


210  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


hermanos,  que  es  Príncipe  de  los 
Sacerdotes  ;  porque  escrito  está: 
No  maldecirás  al  Príncipe  de  tu 
pueblo. 

6  Y  sabiendo  Pablo,  que  la 
una  parte  era  de  los  Saducéos,  y 
la  otra  de  Fariseos,  dixo  en  alta 
voz  en  el  Concilio  :  Hermanos, 
yo  soy  Fariseo,  hijo  de  Fariseos, 
de  la  esperanza  y  de  la  resurrec- 
ción de  los  muertos  soy  yo  juz- 
gado. 

7  Y  quando  esto  dixo,  se  mo- 
vió una  grande  disensión  entre 
los  Fariseos,  y  los  Saducéos,  y 
se  dividió  la  multitud. 

o  Porque  los  Saducéos  dicen, 
que  no  hay  resurrección,  ni  An- 
gel, ni  Espíritu ;  mas  los  Fari- 
seos confiesan  lo  uno  y  lo  otro. 

9  Hubo  pues  grande  vocería. 
Y  levantándose  algunos  de  los 
Fariséos,  altercaban,  diciendo : 
No  hallamos  mal  ninguno  en  este 
hombre ;  ¿  quanto  mas,  si  le  ha 
hablado  Espíritu,  ó  Angel  ? 

10  Y  por  la  grande  disensión 
que  habia,  temiendo  el  Tribuno 
que  ellos  no  despedazasen  á  Pa- 
blo, mandó  que  viniesen  los  sol- 
dados, y  que  le  sacasen  de  en 
medio  de  ellos,  y  que  le  llevasen 
á  la  fortaleza. 

11  Y  la  noche  siguiente  apa- 
reciéndosele  el  Señor,  le  dixo  : 
Ten  constancia,  porque  así  co- 
mo has  dado  testimonio  de  mí  en 
Jerusalém,  conviene  que  lo  des 
también  en  Roma. 

12  Y  quando  fué  de  dia,  se 
coligaron  algunos  de  los  J udíos, 
y  se  maldixéron,  diciendo :  Que 
no  comerían  ni  beberían,  hasta 
que  matasen  á  Pablo. 

13  Y  eran  mas  de  quarenta 
hombres  los  que  habían  hecho 
esta  conjuración : 

14  Los  quales  fuéron  á  los 


Príncipes  de  los  Sacerdbtes,  y 
á  los  Ancianos,  y  dixéron  i  No- 
sotros nos  hemos  obligado  so 
pena  de  maldición  á  no  gastar 
bocado,  hasta  que  matemos  á 
Pablo. 

1 5  Pues  ahora  vosotros  con  el 
Concilio  significad  al  Tribuno 
que  os  le  saque  fuera,  como  que 
queréis  conocer  con  mas  certi- 
dumbre de  su  causa.  Y  noso- 
tros estaremos  esperando  para 
matarle  ántes  que  llegue. 

1 6  Y  quando  oyó  esta  conspi- 
ración un  hijo  de  la  hermana  de 
Pablo,  fué,  y  entró  en  la  forta- 
leza, y  dió  aviso  á  Pablo.  i 

1 7  Y  Pablo,  Hernando  á  uno  i 
de  los  Centuriones,  dixo  :  Lleva 
este  mozo  al  Tribuno,  porque 
tiene  cierto  aviso  que  darle. 

18  Y  tomándole  él  consigo,  le 
llevó  al  Tribuno,  y  dixo  :  El  I 
preso  Pablo  me  rogó  que  tra- 
xese  á  tí  este  mozo,  porque  tiene 
algo  que  hablarte.  i 

19  Y  tomándole  el  Tribuno  ) 
de  la  mano,  y  retirándole  aparte, 

le  preguntó  ;  ¿  Que  es  lo  que 
tienes  que  decirme  ? 

20  Y  él  dixo  ;  los  Judíos  han 
concertado  rogttrte,  que  mañana 
presentes  á  Pablo  al  Concilio, 
como  que  quieren  inquirir  de  él 
alguna  cosa  mas  cierta  ; 

21  Mas  tú  no  los  creas,  por- 
que hay  mas  de  quarenta  de 
ellos,  que  lo  acechan,  y  han  ju- 
rado so  pena  de  maldición,  que 
no  comerán  ni  beberán,  hasta 
que  le  maten  ;  y  ahora  están  ya 
apercibidos,  aguardando  que  tú 
se  lo  prometas. 

22  Entónces  el  Tribuno  des- 
pidió al  mozo,  y  le  mandó  que  á 
nadie  dixese  que  le  habia  dado 
aviso  de  esto. 

23  Y  llamando  dos  Centurio- 


CAPITULO  XXIV. 


211 


nes,  les  dixo  :  Tened  prontos 
doscientos  soldados,  que  vayan 
hasta  Cesárea,  y  setenta  de  á 
caballo  y  doscientas  lanzas  des- 
de la  hora  tercera  de  la  noche  : 

24  Y  aparejad  cabal^duras  en 
que  sea  conducido  Pablo  á  ca- 
ballo con  toda  se^ridad  al  Go- 
bernador Félix. 

25  (Porque  temió  no  se  le  ar- 
rebatasen los  Judíos,  y  le  mata- 
sen, y  después  le  calumniasen  á 
él  de  haber  recibido  dinero  :) 

26  Y  escribió  una  carta  en  es- 
tos términos :  Claudio  Lisias 
al  Optimo  Gobernador  Félix 
salud. 

27  A  este  hombre,  que  pren- 
diéron  los  Judíos,  y  estaban  á 
punto  de  matarle,  sobreviniendo 
yo  con  la  tropa  le  libré,  enten- 
diendo que  era  Romano : 

28  Y  queriendo  saber  el  de- 
lito de  que  le  acusaban,  le  llevé 
al  Concilio  de  ellos. 

29  Y  hallé,  que  le  acusaban 
sobre  qüestiones  de  la  ley  de 
ellos,  sin  haber  en  él  delito  al- 
guno que  mereciese  muerte,  ó 
prisión. 

30  Y  habiéndoseme  avisado 
que  los  Judíos  le  tenían  puestas 
asechanzas,  le  envié  á  tí,  inti- 
mando también  á  los  acusadores, 
que  acudan  á  tí.    Ten  salud. 

31  Los  soldados  pues,  con- 
forme á  la  órden  que  tenían,  to- 
maron á  Pablo,  y  le  llevaron  de 
noche  á  Antipatride. 

32  Y  el  dia  simiente  dexando 
á  los  de  á  caballo  que  fuesen 
con  él,  se  volviéron  á  la  guar- 
nición. 

33  Y  quando  llegaron  á  Ce- 
saréa,  entregaron  la  carta  al 
Gobernador,  y  presentaron  tam- 
bién á  Pablo  delante  de  él. 

,1  34.  Y  habiéndola  leído,  y  pre- 


guntado de  que  provincia  era ;  y 
sabido  que  era  de  Cilicia, 

35  Le  dixo  :  Te  oiré  quando 
vinieren  tus  acusadores.  Y  di6 
órden  que  fuese  guardado  en  el 
pretorio  de  Heródes. 

CAPITULO  XXIV. 

1  "WT"       3lI1í  á  cinco  dias 

X  vino  Ananías  el  Prín- 
cipe de  los  Sacerdotes  con  algu- 
nos Ancianos,  y  con  un  cierto 
Tértulo  orador,  y  comparecie- 
ron ante  el  Gobernador  contra 
Pablo. 

2  Y  citando  á  Pablo,  comenzó 
Tértulo  á  acusarle,  diciendo  : 
Como  sea  que  nosotros  por  tí  vi- 
vamos en  grande  paz,  y  muchas 
cosas  sean  corregidas  por  tus 
providencias ; 

3  En  todo  tiempo  y  lugar  lo 
reconocemos,  Optimo  Félix,  con 
todo  hacimiento  de  gracias. 

4  Mas  por  no  detenerte  mu- 
cho tiempo,  te  ruego,  que  según 
tu  clemencia  nos  oigas  un  breve 
rato. 

5  Hemos  hallado  que  este 
hombre  es  pestilencial,  y  que 
levanta  sediciones  á  los  Judíos 
por  todo  el  mundo,  y  es  cabeza 
de  la  secta  sediciosa  de  los  Na- 
zarenos : 

6  El  qual  intentó  además  pro- 
fanar el  templo.  Y  habiéndole 
prendido,  le  quisimos  juzgar  se- 
gún nuestra  ley. 

7  Mas  sobreviniendo  el  Tri- 
buno Lisias,  con  gran  violencia 
nos  le  quitó  de  las  manos, 

8  Mandando  que  acudiesen  6 
tí  sus  acusadores.  De  él  po- 
drás tú  mismo  juzgando,  tomar 
conocimiento  de  todas  estas  co- 
sas de  que  le  acusamos. 

9  Y  también  los  Judíos  aña- 
dieron, diciendo  que  esto  era  así» 


212  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


10  Mas  Pablo,  haciéndole  se- 
ñal el  Gobernador  que  hablase, 
respondió  :  Sabiendo  que  eres 
Juez  de  esta  nación  muchos 
años  ha,  con  buen  ánimo  satis- 
faré por  mí. 

11  Porque  puedes  fácilmente 
saber,  que  no  hay  mas  de  doce 
dias  que  yo  subí  á  Jerusalém  á 
adorar : 

12  Y  ni  me  halláron  en  el 
templo  disputando  con  alguno, 
ni  haciendo  concurso  de  gente, 
ni  en  las  Sinagogas, 

13  Ni  en  la  ciudad  ;  ni  te 
pueden  probar  las  cosas  de  que 
ahora  me  acusan. 

1 4  Pero  confieso  esto  delante 
de  tí,  que  según  la  secta  que 
ellos  dicen  heregía,  sirvo  yo  á 
mi  Padre  y  Dios,  creyendo  to- 
das las  cosas  que  están  escritas 
en  la  Ley,  y  en  ios  Profetas  : 

15  Teniendo  esperanza  en 
Dios,  como  ellos  mismos  espe- 
yaa,  que  ha  de  ser  la  resurrec- 
ción de  los  justos,  y  de  los  peca- 
dores. 

1 6  y  por  esto  procuro  tener 
siempre  mi  conciencia  sin  tro- 
piezo delante  de  Dios,  y  de  los 
hombres. 

17  Y  después  de  muchos  años 
vine  á  mi  gente  á  hacer  limos- 
nas, y  ofrendas,  y  votos. 

18  Y  en  esto  me  halláron  pu- 
rificado en  el  templo  ;  no  con 
gente,  ni  con  alboroto. 

19  Y  estos  fueron  unos  Judíos 
de  Asia,  que  debían  comparecer 
ante  tí,  y  acusarme,  si  tenían 
algo  contra  mí : 

20  O  estos  mismos  digan,  si 
liallároa  en  mí  maldad  alguna, 
quando  yo  comparecí  en  el  Con- 
cilio, 

21  Sino  solo  de  estas  pala- 
bras, que  proferí  en  alta  voz  es- 


tando en  medio  de  ellos  :  Por  la 
resurrección  de  los  muertos  soy 
yo  juzgado  hoy  de  vosotros. 

22  Félix  pues,  sabiendo  cier- 
tamente las  cosas  de  este  cami- 
no, los  remitió  á  otro  tiempo, 
diciendo  :  Quando  viniere  el 
Tribuno  Lisias,  os  daré  au- 
diencia. 

23  Y  le  mandó  guardar  á  un 
Centurión,  y  que  tuviese  alivio, 
y  que  no  vedase  á  ninguno  de 
los  suyos  entrar  á  asistirle. 

24  Y  después  de  algunos  dias 
vino  Félix  con  Drusila  su  muger, 
que  era  Judía ;  y  llamó  á  Pablo, 
y  le  oyó  hablar  de  la  fe,  que  es 
en  Jesu-Cristo. 

25  Mas  como  disputase  Pablo 
de  la  justicia,  y  de  la  castidad,  y 
del  juicio  que  ha  de  venir,  es- 
pantado Félix,  dixo  :  Por  ahora 
vete,  que  quando  fuere  menester 
te  volveré  á  llamar  : 

26  Esperando  asimismo,  que 
Pablo  le  daria  dinero ;  y  por  eso 
le  hacia  llamar  muchas  veces,  y 
hablaba  con  él. 

27  Mas  al  cabo  de  dos  años, 
tuvo  Félix  por  sucesor  á  Pórcio 
Festo.  Y  queriendo  ganar  la 
gracia  de  los  J udíos,  dex5  á  Pa- 
blo en  prisiones. 

CAPITULO  XXV. 

1  XT'ESTO  pues,  entrado  en 
X?    la  provincia,  al  cabo 

de  tres  dias  subió  de  Cesárea  á 
Jerusalém. 

2  Y  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, y  los  principales  de  los 
Judíos  acudieron  á  él  contra 
Pablo  ;  y  le  rogaban, 

3  Pidiendo  favor  contra  éJ, 
para  que  le  mandase  venir  á  Je-  - 
rusalém,  poniéndole  asechanzas 
para  asesinarle  en  el  camino. 

4  Blas  Festo  les  respondió 


CAPITULO  XXV. 


213 


que  estaLa  gaardado  Pablo  en 
Cesárea  ;  y  que  él  quanto  antes 
partiría. 

3  Y  los  principales,  dixo,  de 
vosotros  veng-an  conmig-o;  y  si 
hay  alg-un  delito  en  este  hombre, 
acúsenle. 

6  Y  habiéndose  detenido  en- 
tre ellos  no  mas  de  ocho  6  diez  j 
dias,  baxó  á  Cesárea ;  y  el  dia  [ 
simiente  se  sentó  en  el  tribunal, 
y  mandó  traer  á  Pablo. 

7  Y  quando  fué  llevado,  le 
rodearon  los  Judíos,  que  habían 
venido  de  Jenisalém,  acusán- 
dole de  muchos  y  graves  delitos, 
que  no  podían  probar, 

8  Y  Pablo  se  defendía,  di- 
ciendo ;  En  nada  he  pecado,  ni 
contra  la  Ley  de  los  Judíos,  ni 
contra  el  templo,  ni  contra 
César. 

9  Mas  Festo,  queriendo  con- 
g-raciarse  con  los  Judíos,  respon- 
dió á  Pablo,  y  dixo  :  ;  Quieres 
subir  á  Jerusalém,  y  ser  allí 
juzg-ado  de  estas  cosas  delante 
de  mí  ? 

10  Y  Pablo  dixo:  Ante  el 
tribunal  de  César  estoy,  donde 
conviene  que  sea  juzgado;  nin- 
guB.  mal  he  hecho  yo  á  los  Ju- 
díos, como  tú  lo  sabes  mejor. 

11  Y  si  les  he  hecho  algún 
agravio,  ó  cosa  digna  de  muerte, 
Bo  rehuso  morir  ;  mas  sí  nada 
hay  de  aquello,  de  que  estos  me 
acusan,  ninguno  me  puede  en- 
tregar á.  ellos  ;  al  César  apelo. 

12  Entonces  Festo,  después 
lié  haber  hablado  con  el  Con- 
cilio, respondió  :  ¿  Al  César  has 
a:peIado  r  al  César  irás. 

13  Y  pasados  algunos  días,  el 
Rey  Agrippa  y  Bereníce  vinie- 
ron á  Cesaréa  á  saludar  á  Festo.  1 

14  Y  deteniéndose  allí  mu-  ¡ 
I  chos  diasj  Festo  dio  noticia  al  j 


P.ey  de  Pablo,  diciendo  :  Félix 
dexó  aquí  un  cierto  preso, 

15  Sobre  el  qual,  quando  es- 
tuve en  Jerusalém,  acudieron  á 
mí  los  Príncipes  de  los  Sacer- 
dotes, y  los  Ancianos  de  los  Ju- 
díos, pidiendo  que  le  condenase. 

16  A  los  quales  respondí  : 
I  Que  no  es  costumbre  de  los  Ro- 
i  manos  condenar  á  ningún  hom- 
bre, sin  que  el  acusado  tenga 
presentes  á  sus  acusadores,  y 
sin  darle  lugar  de  defensa  para 
justificarse  de  los  cargos. 

17  Y  habiendo  ellos  acudido 
acá  sin  la  menor  dUacion,  al  otro 
dia  me  senté  en  mi  tribunal,  y 
mandé  traer  á  este  hombre. 

18  A  quien,  estando  presentes 
sus  acusadores,  ningún  delito 
opusiéron,  de  los  que  yo  sospe- 
chaba : 

19  Solamente  tenían  contra  él 
algunas  qüestiones  sobre  su  su- 
perstición, y  sobre  un  cierto  Je- 
sús difunto,  el  qual  Pablo  afir- 
maba vivir. 

20  Y  dudando  yo  de  semejan- 
te qüestion,  le  dixe,  si  quería  ir 
á  Jerusalém,  y  allí  ser  juzgado 
de  estas  cosas. 

21  Mas  apelando  Pablo,  que 
se  le  reservase  para  el  juicio  de 
Augusto,  mandé  que  le  guarda- 
sen, hasta  que  yo  le  envié  al 
César. 

22  Entonces  Agrippa  dixo  á 
Festo  :  Yo  también  quería  oir  á 
ese  hombre.  Y  respondió  él  ; 
Pues  mañana  le  oirás. 

23  Y  al  otro  dia  viniendo 
Agrippa  y  Bereníce  con  grande 
ostentación,  y  habiendo  entrado 
en  la  Audiencia  con  los  Tribu- 
nos, y  con  las  personas  principa- 
les de  la  ciudad,  fue  presentado 
Pablo  por  orden  de  Festo. 

2  i  Y  dixo  Festo ;  P^y  Agrip- 


214  LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


pa,  y  todos  los  que  aquí  estáis 
con  nosotros,  veis  á  este  hombre 
contra  quien  todo  el  pueblo  de 
Jos  Judíos  hizo  recurso  á  mí  en 
Jerusalém,  pidiendo  á  grandes 
♦'oces,  que  no  convenia  que  él 
viviese  mas. 

25  Y  yo  he  hallado,  que  no 
ha  hecho  cosa  alguna  digna  de 
muerte.  Mas  habiendo  él  mis- 
mo apelado  á  Augusto,  he  deter- 
minado enviársele. 

26  Del  qual  no  tengo  cosa 
cierta,  que  escribir  al  Señor. 
Por  lo  qual  os  lo  he  presentado, 
y  mayormente  á  tí,  6  Rey  Agrip- 
pa,  para  tener  que  escribirle 
después  de  hecha  la  información. 

27  Porque  me  parece  sinra- 
zón enviar  un  hombre  preso,  y 
no  informar  de  las  acusaciones, 
que  le  hacen. 

CAPITULO  XXVI. 

1  "líT"  dixo  Agrippa  á  Pablo : 

JL  Te  se  permite  hablar 
por  tí  mismo.  Entonces  Pablo, 
extendiendo  la  mano,  comenzó 
á  dar  razón  de  sí. 

2  Debiendo  yo  hacer  hoy  mi 
defensa  en  tu  presencia,  6  Rey 
Agrippa,  de  todo  quanto  me  acu- 
san los  Judíos,  me  tengo  por  di- 
choso. 

3  Mayormente  que  tú  sabes 
todas  las  cosas,  y  las  costumbres, 
y  qüestiones  que  hay  entre  los 
J udíos  ;  por  lo  qual  yo  te  supli- 
co, que  me  oigas  con  paciencia. 

4  Y  en  verdad  la  vida,  que 
iiice  en  Jerusalém  entre  los  de 
mi  nación  desde  el  principio  de 
rni  juventud,  la  saben  todos  los 
Judíos, 

ó  Los  quales  me  conocen  des- 
de mis  principios  (si  quieren  dar 
de  ello  testimonio)  porque  yo  se- 


gún la  secta  mas  segura  de  nues- 
tra religión  viví  Fariseo. 

6  Y  ahora  soy  acusado  enjui- 
cio por  esperar  la  promesa,  que 
fué  hecha  por  Dios  á  nuestros 
padres : 

7  La  qual  nuestras  doce  tri- 
bus, sintiendo  á  Dios  de  noche  y 
de  dia,  esperan  ver  cumplida. 
Por  esta  esperanza,  ó  Rey,  soy 
acusado  de  los  Judíos. 

8  ¿  Pues  que  se  tiene  por  cosa 
increíble  entre  vosotros,  que 
Dios  resucite  los  muertos  ? 

9  Y  yo  en  verdad  había  pen- 
sado, que  debía  hacer  la  mayor 
resistencia  contra  el  nombre  de 
Jesús  Nazareno. 

10  X  así  lo  hice  en  Jerusa- 
lém, y  yo  encerré  en  cárceles  á 
muchos  Santos,  habiendo  recibi- 
do poder  de  los  Príncipes  de  los 
Sacerdotes  ;  y  quando  los  ha- 
cían morir,  consentí  también  en 
ello. 

1 1  Y  muchas  veces  castigán- 
dolos por  todas  las  sinagogas,  los 
forzaba  á  blasfemar.  Y  enfure- 
ciéndome mas  y  mas  contra  ellos, 
los  perseguía  hasta  en  las  ciuda- 
des extrañas. 

12  En  las  quales  cosas,  yendo 
á  Damasco  con  poder  y  comi- 
sión de  los  Príncipes  de  los  Sa- 
cerdotes, 

13  Al  medio  dia  vi,  5  Rey,  en 
el  cammo  una  lumbre  del  cielo, 
que  sobrepujaba  el  resplandor 
del  Sol,  que  me  rodeó  á  mí,  y  1 
los  que  iban  conmigo. 

14  Y  habiendo  caído  todos  no- 
sotros en  tierra,  oí  una  voz  que 
me  decia  en  lengua  Hebrea, 
Saulo,  Saulo,  ¿  por  que  me  per- 
sigues ?  Dura  cosa  te  es  cocear 
contra  el  aguijón. 

15  Y  yo  dixe:  ¿Quien  eres, 
Señor Y  el  Señor  dixo :  Yo 


CAPITULO  XXVII. 


215 


soy  Jesús,  á  quien  tú  persi- 
gues. 

16  Mas  levántate,  y  está  so- 
bre tus  pies  ;  porque  por  esto  te 
he  aparecido,  para  ponerte  por 
ministro  y  testigo  de  las  cosas, 
que  has  visto,  y  de  las  que  yo  te 
mostraré  en  mis  apariciones. 

17  Librándote  del  Pueblo  y 
de  los  Gentiles,  á  los  quaJes  yo 
te  envió  ahora, 

18  Para  que  les  abras  los  ojos, 
y  se  conviertan  de  las  tinieblas  á 
la  luz,  y  del  poder  de  Satanás  á 
Dios,  y  para  que  reciban  perdón 
de  sus  pecados,  y  suerte  entre 
los  Santos  por  la  fe,  que  es  en  raí. 

19  Por  lo  qual,  ó  Rey  Agrip- 
pa,  no  fui  desobediente  á  la  vi- 
sión celestial. 

20  Sino  que  prediqué  prime- 
ramente á  los  de  Damasco,  y 
después  en  Jerusalém,  y  por  to- 
da la  tierra  de  Judéa,  y  á  los 
Gentiles,  que  hiciesen  peniten- 
cia, y  se  convirtiesen  á  Dios, 
haciendo  obras  dignas  de  peni- 
tencia. 

21  Por  esta  causa,  estando 
yo  en  el  templo,  me  prendie- 
ron los  Judíos,  y  me  quisieron 
matar, 

22  Mas  asistido  del  socorro 
;  de  Dios,  permanezco  hasta  el 

dia  de  hoy,  dando  testimonio  de 
ello  á  chicos  y  á  grandes,  no 
diciendo  otras  cosas  fuera  de 
aquellas,  que  dixéron  los  Profe- 
l  tas  y  Moisés,  que  habían  de 

S acontecer, 
23  Que  el  Cristo  habia  de  pa- 
decer, que  habia  de  ser  el  pri- 
meix)  de  la  resurrección  de  los 
f  muertos,  para  anunciar  la  luz  al 
I  pueblo  y  á  las  gentes. 

24  Diciendo  él  estas  cosas  en 
su  defensa,  dixo  Festo  en  alta 
voz ;  Estás  loco,  Pablo ;  las  mu- 


chas letras  te  sacan  fuera  de 
sentido. 

25  Y  Pablo  :  No  estoy  yo  lo- 
co, dixo,  Optimo  Festo ;  mas 
digo  palabras  de  verdad  y  de 
cordura. 

26  Porque  de  estas  cosas  tie- 
ne conocimento  el  Rey,  en  cuya 
presencia  hablo  con  toda  liber- 
tad ;  pues  creo  que  nada  de  ello 
se  le  encubre.  Porque  no  han 
sido  hechas  estas  cosas  en  algún 
rincón. 

27  ¿  Crees,  6  Rey  Agrippa,  á 
los  Profetas  ?  Yo  sé,  que  sí  crees. 

28  Entonces  Agrippa  dixo  á 
Pablo  :  Por  poco  me  persuades 
á  hacerme  Cristiano. 

29  Y  Pablo  :  Plugiese  á  Dios 
que  por  poco  y  por  mucho,  no 
tan  solamente  tú,  sino  también 
todos  quantos  me  oyen,  fuéseis 
hechos  hoy  tales,  qual  yo  soy, 
salvo  estas  prisiones. 

30  Y  se  levantó  el  Rey,  y  el 
Gobernador,  y  Berenice,  y  los 
que  estaban  sentados  junto  á 
ellos. 

31  Y  retirándose  de  allí,  ha- 
blaban los  unos  con  los  otros, 
diciendo  :  Este  hombre  no  ha 
hecho  cosa  por  la  qual  deba  mo- 
rir, ni  estar  preso. 

32  Y  Agrippa  dixo  á  Festo : 
Podia  este  hombre  darse  por  li- 
bre, si  no  hubiera  apelado  al 
César. 

CAPITULO  XXVII. 

1  ]\/rAS  como  fué  deter- 
ItJL  minado  enviarle  por 

mar  á  Italia,  y  que  Pablo  fuese 
entregado  eon  otros  presos  á  uu 
Centurión  llamado  Jubo  de  la 
cohorte  Augusta, 

2  Entrando  en  un  navio  Adru- 
metino,  nos  hicimos  á  ía  vela. 


LOS  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


costeando  las  tierras  de  Asia, 
y  llevando  en  nuestra  compañía 
á  Aristarco  Macedonio  de  Te- 
salónica. 

3  Y  el  dia  simiente  arriba- 
mos á  Sidón  ;  y  Julio  tratando  á 
Pablo  con  humanidad,  le  permi- 
tió ir  á  sus  amigos,  para  que  se 
proveyese  de  lo  necesario. 

4  Y  quando  movimos  de  allí, 
fuimos  navegando  por  debaxo  de 
Chipre,  porque  eran  los  vientos 
contrarios. 

5  Y  habiendo  pasado  la  mar 
de  Cilicia  y  de  Panfilia,  llega- 
mos á  Listra,  que  es  de  la 
Licia : 

6  Y  hallando  allí  el  Centu- 
rión un  navio  de  Alexandría, 
que  iba  á  Italia,  nos  trasportó 
a  él. 

7  Y  como  muchos  dias  nave- 
gásemos lentamente,  y  apenas 
pudiésemos  avistar  á  Gnido, 
siéndonos  contrario  el  viento, 
fuimos  costeando  la  Isla  de  Can- 
día junto  á  Salmón  : 

8  Y  navegando  con  mucho 
trabajo  lo  largo  de  la  costa,  lle- 
j^amos  á  un  lugar,  que  se  llama 
Buenos-puertos,  cerca  del  qual 
estaba  la  ciudad  de  Talassa. 

9  Y  como  se  hubiese  gastado 
mucljo  tiempo,  y  no  fuese  ya  se- 
gura la  navegación,  poi  quanto 
era  ya  pasado  el  ayuno,  Pablo 
los  alentaba, 

10  Diciéndoles  :  Varones,  veo 
que  la  navegación  comienza  á 
ser  muy  trabajosa,  y  con  mucho 
daño,  no  solamente  del  navio,  y 
de  su  carga,  mas  aun  de  nues- 
tras vidas. 

11  Pero  el  Centurión  daba 
mas  crédito  al  Piloto,  y  al  Maes- 
tre de  la  nave,  que  á  lo  que  Pa- 
blo decia. 

1^  Y  como  el  puerto  no  fuese 


bueaio  para  invernar,  los  mas 
fueron  de  parecer  que  se  saliese 
de  allí  por  si  se  podia  airibar  á 
Fenice,  para  invernar  en  ella,  i 

por  ser  un  puerto  de  Candía,  que  * 

mira  al  Africo,  y  al  Coro.  ^ 

1 3  Y  corriendo  viento  de  Me-  i, 
diodia,  pensando  tener  ya  logra- 
do su  intento,  levantando  anclas  ^ 
desde  Assón,  iban  costeando  la 
Candía. 

14  Mas  de  allí  apoco  dió  con-  ^ 
tra  la  nave  un  viento  tempes-  j 
tuoso,  llamado  Euroaquilon. 

15  Y  siendo  ella  arrebatada,  , 
y  no  podiendo  resistir  al  viento,  ^ 
éramos  llevados,  dexada  la  nave 

á  los  vientos.  ^ 

16  Y  arrojados  de  la  corriente  ^ 
á  una  pequeña  isla,  llamada  ¿ 
Cauda,  apenas  pudimos  ganar  el  j 
esquife.  ^ 

17  Y  recogiéndole,  se  valían 
de  todos  los  medios,  ciñendo  el  g 
navio,  y  temerosos  de  dar  en  la  . 
Sirte,  caladab  las  velas,  eran  así  | 
llevados. 

1 8  Y  agitados  de  lo  recio  de  ^ 
la  tormenta,  el  dia  siguiente  ali-  ^ 
jaron :  j 

19  Y  al  tercero  dia  arrojáron 
también  con  sus  manos  los  apa-  | 
rejos  de  la  nave. 

20  Y  no  pareciendo  por  mu-  | 
chos  dias  Sol  ni  estrellas,  y  ame-  ' 
nazados  de  una  tempestad  des-  j 
hecha,  teníamos  ya  perdida  toda  j 
la  esperanza  de  nuestra  salud.  J 

21  Y  habiendo  estado  mucho 
tiempo  sin  comer,  se  levantó  en-  j 
tónces  Pablo  en  medio  de  ellos,  j 
y  dixo  :  Hubiera  sin  duda  con- 
venido, ó  varones,  siguiendo  mi  , 
consejo,  no  haber  salido  de  ^ 
Candía,  y  evitar  este  peligro,  y  ^ 
daño.  ü 

22  Mas  ahora  os  amonesto  ^! 
que  tengáis  buen  ánimo.  Por- 


CAPITULO  xxvir. 


21? 


qne  no  perecerá  ninguno  de  vo- 
sotros, sino  solamente  el  navio. 

23  Porque  esta  noche  me  apa- 
reció el  Angel  de  Dios,  de  quien 
yo  soy,  y  á  quien  sirro, 

24  Diciendo :  No  temas,  Pa- 
blo ;  es  necesario  que  comparez- 
cas delante  de  César ;  y  he  aquí 
que  Dios  te  ha  hecho  gracia  de 
todos  los  que  navegan  contigo. 

25  Por  lo  qual,  varones,  tened 
buen  ánimo  ;  porque  confio  en 
Dios  que  será  así  como  se  me 
La  dicho. 

26  Mas  es  necesario  que  de- 
mos en  una  isla. 

27  Y  quando  llegó  la  noche 
del  dia  catorce,  como  navegáse- 
mos por  el  mar  Adriático,  los 
marineros  cerca  de  la  media  no- 
che sospecharon  que  se  les  des- 
cubría alguna  tierra. 

28  Y  echando  la  sonda,  halla- 
ron veinte  pasos ;  después  un 
poco  mas  adelante,  hallaron 
quince  pasos. 

'  29  Y  temiendo  que  diésemos 
en  algún  escollo,  echaron  quatro 
I  áncoras  desde  la  popa,  y  desea- 
'  ban  que  viniese  el  dia. 
j  30  Y  los  marineros  queriendo 
íhuir  del  navio,  echaron  el  es- 
1  quifc  en  la  mar,  con  pretexto  de 
querer  largar  las  anclas  de  proa, 

31  Dixo  Pablo  al  Centurión, 
ry  á  los  soldados :  Si  estos  hom- 
;  bres  no  permanecen  en  el  navio, 
I  vosotros  no  podéis  salvaros. 

32  Entonces  los  soldados  cor- 
laron las  amarras  del  esquife,  y 
i!o  dexáron  perder. 

I  33  Y  quando  comenzó  á  apa- 
recer el  dia,  rogaba  Pablo  á  to- 

*  ilos  que  comiesen  algo,  diciendo : 
Catorce  dias  ha  que  estáis  espe- 
ríjido  en  ayunas,  y  sin  tomar 
aada. 

34  Por  tanto  por  vuestra  sa- 


lud os  ruego  que  comáis  ;  por- 
que no  perecerá  ni  un  solo  cu- 
bello  de  la  cabeza  de  ninguno 
de  vosotros. 

35  Y  dicho  esto,  tomando  pan, 
dio  gracias  á  Dios  en  presencia 
de  todos ;  y  partiéndole,  comen- 
zó á  comer. 

36  Con  esto  tomaron  todos 
aliento,  y  comiéron  tambiea 
ellos. 

37  Y  todas  las  personas  que 
Íbamos  en  el  navio  eramos  dos- 
cientas y  setenta  y  seis. 

38  Y  saciados  de  comida,  ali- 
jaban el  navio,  arrojando  el  trigo 
á  la  mar. 

39  Y  aunque  se  hizo  de  dia¿ 
no  conociéron  la  tierra ;  sola- 
mente veían  una  ensenada  que 
tenia  ribera,  y  pensaban  como 
podrían  encallar  allí  el  navio. 

40  Y  alzando  las  anclas,  se 
dexaban  llevar  de  la  mar ;  y  lar- 
gando también  las  ataduras  de 
los  gobernalles,  y  alzada  la  vela 
del  artemon  para  tomar  el  vien- 
to, iban  ácia  la  playa. 

41  Mas  dando  en  un  lugar  de 
dos  aguas,  encallaron  el  navio  ¡ 
y  liíncada  la  proa,  estaba  sia 
moverse,  y  la  popa  se  abria  coa 
los  golpes  de  la  mar. 

42  EntÓDces  el  parecer  de  los 
soldados  fué  que  matasen  á  los 
presos ;  porque  ninguno  huyese^ 
escapándose  á  nado. 

43  Mas  el  Centurión,  querien- 
do salvar  á  Pablo,  vedó  que  no 
lo  hiciesen ;  y  mandó,  que  los 
que  supiesen  nadar,  se  arrojasen 
los  primeros,  y  que  saliesen  á 
tierra : 

44  Y  los  demás  fueron  saca- 
dos unos  en  tablas,  y  otros  so- 
bre los  despojos  del  navio  ;  y  así 
se  logró,  que  todos  saliesen -sál  • 
vos  á  tierra. 

10  i 


m  Las  HECHOS  DE 


LOS  APOSTOLES. 


CAPITULO  XXVHL 

1  7|7"  estando  ja  en  salvo, 

X  supimos  que  la  isla  se 
llamaba  Meíita.  Y  los  Bárba- 
ros nos  trataron  con  mucha  hu- 
manidad. 

2  Porque  encendiendo  una 
grande  hoguera,  nos  repararon 
á  todos  á  causa  de  la  lluvia  que 
estaba  encima,  y  del  frío. 

3  Y  habiendo  allegado  Pablo 
TJna  porción  de  sarmientos,  y 
metiéndolos  en  el  fuego,  saltó 
por  el  calor  una  víbora,  y  le 
travo  de  la  mano. 

4  Y  quando  los  Bárbaros  vie- 
ron la  bestia  colgando  de  su  ma- 
no, se  decian  los  unos  á  los  otros: 
Este  hombre  ciertamente  es  un 
homicida,  pues  habiendo  escapa- 
do de  la  mar,  la  venganza  no  le 
dexa  vivir. 

5  Mas  él  sacudió  la  vívora 
en  el  fuego,  y  no  sintió  mal  nin- 
guno. 

6  Pero  ellos  creían  que  se  iria 
hinchando,  y  que  caería  muerto 
de  repente.  Mas  después  de 
haber  esperado  largo  rato,  quan- 
do viéron  que  no  le  sobrevenía 
mal  ninguno,  mudando  de  pare- 
cer, decian  que  él  era  Dios. 

7  Y  en  aquellos  lugares  habta 
>mas  tierras  del  Príncipe  de  la 
isla,  que  se  llamaba  PubUo,  el 
qual  nos  hospedó  en  su  casa  tres 
flias,  y  nos  trató  muy  bien. 

8  Y  acaeció  que  el  padre  de 
Publio  se  hallaba  á  la  sazón  en 
cama  afligido  de  fiebres,  y  dy- 
senteria.  Entró  Pablo  á  verle  ; 
y  haciendo  oración,  y  poniendo 
sobre  él  las  manos,  le  sanó. 

9  Y  hecho  esto,  venían  quan- 
tos  en  la  isla  tenían  enfermeda- 
3es,  y  quedaban  sanos  : 

10  Los  quales  asimismo  nos 


hiciéron  muchas  honras,  yquan* 
do  nos  embarcamos,  nos  pro- 
veyeron de  todo  lo  necesario. 

11  Y  después  de  tres  meses 
entramos  en  un  navio  de  Ale- 
xandría,  que  habia  pasado  el  in- 
vierno en  la  isla,  que  tenia  por 
divisa  á  Castor  y  á  Polux. 

12  Y  como  llegamos  á  Sira* 
cusa,  nosdetuvimos  allí  tres  dias. 

13  Costeando  desde  allí  fui- 
mos á  Regio ;  y  teniendo  otro 
dia  viento  meridional,  llegamos 
el  segundo  á  Puzoi ; 

14  Donde  hallados  algunos 
hennanos,  nos  rogáron  que  estu- 
viésemos en  su  compañía  siete 
días  ;  y  en  seguida  venimos  á 
Roma. 

15  Y  quando  lo  oyeron  los 
hermanos,  nos  salieron  á  recibir 
hasta  el  Foro  de  Apio,  y  las  tres 
posadas ;  y  quando  los  vió  Pa- 
blo, dió  gracias  á  Dios,  y  tom^ 
aliento. 

16  Y  como  llegamos  á  Roma, 
le  permitieron  á  Pablo  estar  en 
casa  particular  con  un  soldado 
que  le  guardase. 

1 7  Y  tres  días  después  convo- 
có Pablo  á  los  principales  de  los 
Judíos.  Y  estando  juntos,  les 
dixo :  Varones  hermanos,  aun- 
que yo  nada  he  hecho  contra  el 
Pueblo,  ni  contra  los  ritos  pater- 
nos, fui  preso  en  Jerusalém,  y 
entregado  en  manos  de  los  Ro- 
manos : 

18  Los  quales  habiéndose  in- 
formado de  mí,  me  quisiérondar 
por  libre,  no  hallando  cosa  por 
la  que  yo  debiese  morir. 

19  Mas  oponiéndose  los  Ju- 
díos, me  vi  obligado  á  apelar  á 
César ;  no  como  que  yo  tenga 
de  que  acusar  á  mi  nación. 

20  Pues  por  esto  os  he  llaíia- 
do,  j?ara  veros  y  hablaros  ;  por-* 


CAPITULO  I. 


219 


fyae  por  la  esperanza  de  Israel 
estoy  rodeado  de  esta  cadena. 

21  Entónces  ellos  le  respon- 
dieron :  Nosotros  ni  hemos  reci- 
bido cartas  de  la  Judéa  sobre  tí, 
ni  ninguno  de  los  hermanos  vino 
i  avisarnos  6  decimos  mal  nin- 
guno de  tí. 

22  Mas  quisiéramos  oir  de  tí 
que  es  lo  que  entiendes ;  pues 
de  esta  secta  nos  es  notorio,  que 
en  todas  partes  se  le  contra- 
dice. 

23  Y  ellos  habiéndole  señala- 
do dia,  viniéron  en  gran  número 
á  él  á  su  alojamiento ;  á  los 
quales  predicaba  dando  testimo- 
nio del  reyno  de  Dios,  y  demos- 
traba lo  que  esta  dicho  de  Je- 
sús por  la  Ley  de  Moisés,  y  por 
los  Profetas,  desde  la  mañana 
basta  la  tarde. 

24  Y  algunos  creían  lo  que 
se  les  decía,  y  otros  no  lo 
creían. 

25  Y  como  no  estuviesen  en- 
tre sí  acordes,  estaban  pai-a  re- 
tirarse, quando  les  dixo  Pablo 
esta  palabra  :  Bien  habló  el  Es- 


píritu Santo  por  el  Profeta  Isaías 
á  nuestros  Padres, 

26  Diciendo :  Vé  á  ese  pue- 
blo, y  diles :  De  oido  oiréis,  y 
no  entenderéis ;  y  viendo  veréis, 
y  no  percibiréis. 

27  Porque  se  ha  embotado  el 
corazón  de  este  pueblo,  y  de  los 
oídos  oyéron  pesadamente,  y 
apretaron  sus  ojos ;  porque  no 
vean  de  los  ojos,  y  oigan  de  los 
oídos,  y  entiendan  del  corazón,  y 
se  conviertan,  y  los  sane. 

28  Pues  os  hago  saber  á  voso- 
tros que  á  los  Gentiles  es  envia- 
da esta  salud  de  Dios,  y  ellos 
oirán. 

29  Y  acabando  de  decir  esto, 
se  saliéron  de  allí  les  Judíoí?, 
teniendo  entre  sí  grande  con- 
tienda. 

30  Y  Pabló  permaneció  dos 
años  enteres  en  la  casa,  que  te- 
nia alquilada  ;  y  recibía  a  todos 
los  que  venían  á  verle, 

31  Predicando  el  reyno  de 
Dios,  y  enseñando  las  cosas  que 
son  del  Señor  Jesu-Cristo  coq 
toda  libertad,  sin  prohibición. 


EPISTOLA 

DE  SAN  PABLO 

A  LOS  ROMANOS. 


CAPITULO  I. 

1  T3  ABLO,  sien'o  de  Jesu- 
JL     Cristo,  llamado  Após- 
tol, escogido  para  el  Evangelio 

I  de  Dios, 

2  El  qual  había  prometido 
ántes  por  sus  Profetas  en  las 
santas  Escrituras. 

3  Acelca  dfe  su  Hijo,  que  te 


fué  hecho  del  linage  de  Dand 
según  la  carne, 

4  El  que  ha  sido  predestina- 
do Hijo  de  Dios  con  poder  seguíl 
el  espíritu  de  santificación  por 
la  resurrección  de  Jesu-Cristo 
Señor  nuestro  de  entre  los  muer- 
tos : 

5  Por  el  qyíaX  habemps.  reci- 
bido ^cla,  y  ApQstbíado  |>ara 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROiMANOS. 

Dios  para  salud  á  todo  el  que 
cree  ;  al  Judío  primero,  y  al 


que  se  obedezca  á  la  fé  en  todas 
las  g-entes  por  su  nombre, 

6  Entre  las  que  también  yo- 
sctros  sois  llamados  de  Jesu- 
cristo : 

7  A  todos  los  que  están  en 
Roma,  amados  de  Dios,  llamados 
santos.  Gracia  á  vosotros,  y 
paz  de  Dios  nuestro  Padre,  y  del 
Señor  Jesu-Cristo. 

8  Primeramente  doy  gracias 
á  rai  Dios  por  Jesu-Cristo  acer- 
ca de  todos  vosotros ;  porque 
vuestra  fé  es  divulg-ada  por  todo 
el  mundo. 

9  Porque  Dios,  á  quien  sirvo 
en  mi  espíritu  en  el  Evangelio 
de  su  Hijo,  me  es  testig-o,  que 
sin  cesar  hago  mención  de.  voso- 
tros, 

10  Rogándole  siempre  en  mis 
oraciones,  que  me  abra  por  fin 
algún  camino  favorable,  siendo 
esta  su  voluntad,  para  ir  á  voso- 
tros. 

1 1  Porque  os  deseo  ver,  para 
Comunicaros  alguna  gracia  espi- 
ritual con  que  seáis  confirmados  : 

12  Esto  es,  para  consolarme 
juntamente  con  vosotros  por 
aquella  fé  que  tenemos  los  unos 
y  los  otros,  vuestra  y  mia. 

13  Mas  no  quiero  que  igno- 
réis, hermanos,  que  muchas  ve- 
ces he  propuesto  ir  á  vosotros  (y 
he  sido  impedido  hasta  ahora) 
para  lograr  también  algún  fruto 
entre  vosotros,  como  entre  las 
otras  naciones. 

14  Soy  deudor  á  Griegos,  y  á 
Bárbaros,  á  sabios,  y  á  igno- 
rantes : 

15  Y  así  (quanto  está  en  mí) 
estoy  pronto  para  anunciar  el 
Evangelio  á  vosotros,  que  estáis 
en  Roma. 

16  Pues  no  me  avergüenzo 
del  Evangelio ;  Que  es  virtud  de 


Griego. 

17  Porque  la  justicia  de  Dios 
se  descubre  en  él  de  fé  en  fé, 
como  está  escrito  :  Que  el  justo 
vive  de  fé. 

18  Porque  la  ira  de  Dios  se 
manifiesta  del  cielo  contra  toda 
la  impiedad,  é  injusticia  de 
aquellos  hombres,  que  deticnea 
la  verdad  de  Dios  en  injusticia  ; 

19  Puesto  que  lo  que  se  puede 
conocer  de  Dios,  les  es  manifies- 
to á  ellos.  Porque  Dios  se  lo 
manifestó. 

20  Porque  las  cosas  de  él  in- 
visibles, se  ven  después  de  la 
creación  del  mundo,  considerán- 
dolas por  las  obras  criadas  ;  aun 
su  virtud  eterna,  y  su  divinidad ; 
de  modo  que  son  inexcusables, 

21  Pues  aunque  conociéron  á 
Dios,  no  le  glorificaron  como  á 
Dios,  ó  diéron  gracias  ;  antes  se 
desvanecieron  en  sus  pensamien- 
tos, y  se  obscureció  su  corazón 
insensato : 

22  Porque  teniéndose  ellos 
por  sabios,  se  hiciéron  necios. 

23  Y  mudaron  la  gloria  del 
Dios  incorruptible  en  semejanza 
de  figura  de  hombre  corruptible, 
y  de  aves,  y  de  quadrúpedos,  y 
de  sierpes. 

24  Por  lo  qual  los  entregó 
Dios  á  los  deseos  de  su  corazón, 
á  la  inmundicia ;  de  modo  que 
deshonraron  sus  cuerpos  en  sí 
mismos  : 

25  Los  quales  mudáron  la  ver- 
dad de  Dios  en  la  mentira ;  y 
adoraron,  y  sirvieron  á  la  cria- 
tura antes  que  al  Criador,  el 
qual  es  bendito  por  los  siglos. 
Amen. 

26  Por  esto  los  entregó  Dios 
á  pasiones  vergonzosa?.  Porque 


i 


^u?  mujeres  rauJáron  el  natural 
U30,  en  otro  uso  que  es  contra 
naturaleza. 

27  Y  asimismo  los  hombres 
dexáron  el  natural  uso  de  las 
mujeres,  y  ardieron  ca  sus  de- 
seos mutuamente,  haciendo  unos 
con  otros  cosas  nefandas,  y  re- 
cibiendo en  sí  mismos  la  paga 
que  era  debida  á  su  pecado. 

23  Y  como  no  dieron  pruebas 
de  que  conociesen  a  Dios,  así 
los  entreg-ó  Dios  á  un  reprobo 
sentido,  para  que  hiciesen  cosas, 
que  no  convienen ; 

29  Llenos  de  toda  iniquidad, 
de  malicia,  de  fornicación,  de 
0.varicia,  de  maldad  ;  llenos  de 
envidia,  de  homicidios,  de  con- 
tiendas, de  eng-año,  de  maligni- 
dad; chismosos, 

30  Murmuradores,  aborreci- 
dos de  Dios,  injuriadores,  sober- 
bios, altivos,  inventores  de  ma- 
les, desobedientes  á  sus  padres, 

31  Necios,  inmodestos,  malé- 
volos, sin  fé,  sin  misericordia  : 

32  Los  que  habiendo  conoci- 
do la  justicia  de  Dios,  no  enten- 
diérou,  que  los  que  tales  cosas 
hacen,  son  dignos  de  muerte  ;  y 
no  tan  solamente  los  que  estas 
cosas  hacen,  sino  también  los 
que  consienten  á  los  que  las 
hacen. 

CAPITULO  IL 

1  "pOR  lo  qual  eres  inex- 
Mr  cusable,  tú  hombre, 

qualquiera  que  juzgas.  Porque 
en  lo  mismo  en  que  juzgas  á 
otro,  á  tí  mismo  te  condenas ; 
porque  haces  esas  mismas  cosas, 
que  juzgas. 

2  Porque  sabemos,  que  el  jui- 
cio de  Dios  es  según  verdad 
contra  aquellos  que  hacen  tales 

I  cosa?. 


üLo  II.  m 

■  3  Y  tú,  hombre,  que  juzgas  á 
aquellos  que  hacen  tales  cosas, 
y  execuías  las  mismas,  ¿  piensas- 
que  escaparás  del  juicio  da 
Dios? 

4  ¿  O  menosprecias  las  rique 
zas  de  su  bondad,  y  paciencia,  y 
longanimidad  ?  ¿  No  sabes,  que 
la  benignidad  de  Dios  te  convida 
á  penitencia  ? 

5  Mas  por  tu  dureza  y  cora- 
zón impenitente,  atesoras  para 
tí  ira  en  el  dia  de  la  ira,  y  de  la 
revelación  del  justo  juicio  de 
Dios, 

6  El  qual  retribuirá  á  cada 
uno  según  sus  obras  : 

7  Esto  es,  con  la  vida  eterna, 
á  los  que  perseverando  en  hacer 
obras  buenas,  buscan  gloria,  y 
honra,  é  inmortalidad ; 

8  Mas  con  ira,  é  indignacici?, 
á  los  que  son  de  contienda,  y 
Que  no  se  rinden  á  la  verdací, 
sino  que  obedecen  á  la  injus- 
ticia. 

9  Tribulación  y  angustia  será 
sobre  toda  alma  de  hombre,  que 
obra  mal ;  del  Judío  pi  imera- 
mcníe,  y  del  Griego  : 

10  Mas  gloria,  y  honra,  y  pa?; 
á  todo  obrador  del  bien  ;  al  Ju- 
dío primeramente,  y  al  Griego : 

1 1  Porque  no  hay  acepción  de 
personas  para  con  Dios. 

12  Porque  todos  los  que  sin 
Ley  pecaron,  sin  Ley  perece- 
rán ;  y  quantos  en  Ley  pecaron, 
por  Ley  serán  juzgados. 

13  Porque  no  son  justos  de- 
lante de  Dios  los  que  oyen  la 
Ley,  mas  los  hacedores  de  la 
Ley  serán  justificados. 

14  Porque  quando  los  Gen- 
tiles que  no  tienen  Ley  natu- 
ralmente hacen  las  cosas  de  la 
Ley,  estos  tales  que  no  tienen 
Ley,  ellos  son  Ley  á  sí  mismos : 


^2      EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROANOS. 


15  Que  demuestran  la  obr& 
de  la  Ley  escrita  en  sus  corazo- 
nes, dando  testimonio  á  ellos  su 
misma  concieRcia,  y  los  pensa- 
ínientos  de  dentro,  que  unas  ve- ' 
o£s  los  acus-an,  y  otras  los  de- 
ñe.nden, 

1 6  En  el  dia,  en  que  Dios  juz- 
gará las  cosas  ocultas  de  los 
Iiombres  según  mi  Evangelio  por 
Jesu-Cristo. 

17  IMas  si  tú,  que  llevas  el 
sobrenombre  de  Judío,  y  reposas 
sobre  la  Ley,  y  te  glorías  en 
Dios, 

18  Y  sabes  su  voluntad,  y  dis- 
tingues lo  que  es  mas  provecho- 
sa), instruido  por  la  Ley, 

19  Y  te  tienes  por  guia  de 
ciegos,  lumbre  de  aquellos  que 
están  en  tinieblas, 

20  Doctor  de  ignorantes, 
Maestro  de  niños,  que  tienes  la 
regla  de  la  ciencia  y  de  la  verdad 
en  la  Ley. 

21  Tú  pues,  que  a  otro  ense- 
ñas, no  te  enseñas  á  tí  mismo  ; 
tú  que  predicas,  que  no  se  ha  de 
Imrtar,  hurtas ; 

22  Tú,  que  dices  que  no  se 
haga  adulterio,  lo  cometes  ;  tú, 
que  abominas  los  ídolos,  los  ado- 
ras sacrilegamente; 

23  Tú;  que  te  glorías  en  la 
Ley,  deshonras  á  Dios  quebran- 
tando la  Ley. 

24  (Porque  el  nombre  de 
Dios  por  vosotras  es  blasfemado 
entre  las  Gentes,  así  como  está 
escrito.) 

25  La  circuncisión  en  verdad 
aprovecha,  si  guardares  la  Ley  ; 
nms  si  quebrantares  la  Ley,  tu 
circuncisión  se  convirtió  en  pre- 
pucio. 

26  Pues  si  el  incircunciso 
íi^Tardare  los  preceptos  de  la 
Ley;  ¿no  es  cierto,  que  su  pre- 


pucio será  estimado  como  cli 
cuncision  ? 

27  Y  sí  el  que  naturalmente 
es  incircunciso,  cumple  perfec- 
tamente la  Ley,  te  juzgará  á 
tí,  que  con  la  letra  y  con  la  cir- 
cuncisión eres  transgresor  de  h. 
Ley. 

j  28  Porque  no  es  Judío  el  que 
lo  es  manifiestamente ;  ni  es  cir- 
cuncisión, la  que  se  hace  exte- 
riormente  en  la  carne  : 

29  Mas  es  Judío,  el  que  lo  es 
en  lo  interior  ;  y  la  circuncisión 
de  corazón  es  en  espíritu,  y  no 
en  letra  ;  cuya  alabanza  no 
de  los  hombres,  sino  de  Dios. 


C-iPITULO  III. 


UE  pues  tiene  de  ma? 
el  Judío  ?  ¿  6  que  prO' 
vecho  el  de  la  circuncisión  ? 

2  Mucho  en  todas  maneras. 
Primero  porque  les  fueron  con- 
fiados los  oráculos  de  Dios. 

3  ¿-Pues  que  si  algunos  de  ellos 
no  creyeron  ?  ¿  Por  ventura  su. 
incredulidad  hará  vana  la  fideli- 
dad de  Dios  ?  No  por  cierto. 

4  Porque  Dios  es  veraz ;  y 
todo  hombre  falaz,  como  está  es- 
crito :  Para  que  seas  reconocido 
ñel  en  tus  palabras ;  y  venza^ 
quando  seas  juzgado. 

5  Pues  si  nuestra  injusticia 
encarece  la  justicia  de  Dios. 
¿  que  diremos  f  ;  Es  por  ventura 
Dios  injusto,  que  castiga  en  ira : 

6  (Como  hombre  hablo  :) 
por  cierto  ;   de  otra  manera. 
¿  como    juzgará  Dios  á  este 
mundo  ? 

7  Porque  si  la  verdad  de  Dios 
por  mi  mentira  creció  á  gloria 
suya ;  ;  por  que  soy  yo  todavía, 
juzgado  como  pecador  ? 

8  Y  no  (como  somos  denxjstí^'' 


CAPITULO  IV. 


dos,  y  como  algilnos  dicen,  que 
crecimos  nosotros)  que  hagamos 
males,  para  que  vengan  bienes  ; 
la  ^ndenacion  de  los  quales  es 
justa. 

9  Pues  que  ¿  tenemos  noso- 
tros alguna  ventaja  sobre  ellos  ? 
En  ninguna  manera.  Porque 
ya  hemos  probado,  que  Judíos  y 
Gentiles  están  todos  debaxo  de 
pecado, 

10  Así  como  está  escrito :  No 
hay  ninguno  justo  : 

1 1  No  hay  quien  entienda,  no 
hay  quien  busque  á  Dios. 

12  Todos  se  desviáron,  á  una 
SE  hicieron  inútiles  ;  no  hay 
quien  haga  bien,  no  hay  ni  uno 
Solo. 

13  La  garganta  de  ellos  es  se- 
pulcro abierto,  con  sus  lenguas 
fó.bricaban  engaños  ;  veneno  de 
áspides  baxo  los  labios  de  ellos  : 

14  Cuya  boca  está  llena  de 
maldición  y  de  amargura  : 

15  Veloces  los  pies  de  ellos, 
para  derramar  sangre : 

1 6  Quebranto  y  calamidad  en 
los  caminos  de  ellos  : 

17  Y  no  conocieron  camino 
áe  paz  : 

18  No  hay  temor  de  Dios  de- 
lante de  los  ojos  de  ellos. 

19  Sabemos  pues,  que  quanto 
ía  Ley  dice,  á  aquellos  que  en 
la  Ley  están  lo  dice  ;  para  que 
toda  boca  sea  cerrada,  y  todo  el 
mundo  se  sujete  á  Dios  : 

20  Porque  por  las  obras  de  la 
Ley  no  será  justificado  ningún 
hombre  delante  de  él ;  porque 
por  la  Ley  es  el  conocimiento 
del  pecado. 

21  Mas  ahora  sin  la  Ley  se 
Xia  manifestado  la  justicia  de 
Dios  ;  atestiguada  por  la  Ley,  y 
•jror  los  Profetas  : 

22  íT  la  ju&ticia  de  Dios  es- 


por  la  fe  de  Jeau-Crisío  para  to- 
dos, y  sobre  todos  los  que  creen 
en  él ;  porque  no  hay  distinción: 

23  Pues  todos  pecaron,  y 
tienen  necesidad  de  la  gloria  dte 
Dios. 

24  Justificados  gratuitamente 
por  la  gracia  del  mismo,  por  la 
redención,  que  es  en  Jesu- 
Cristo, 

25  A  quien  Dios  ha  propuesto 
en  propiciación  por  la  fe  en  su 
sangre,  á  fin  de  manifestar  su 
justicia  por  la  remisión  de  los 
pecados  pasados ; 

26  En  la  paciencia  de  Dias^ 
para  demostrar  su  justicia  en 
este  tiempo;  á  fin  que  él  sea 
hallado  justo,  y  justificador  de 
aquel,  que  tiene  la  fe  de  Jesu- 
cristo. 

27  ¿  Donde  está  pues  el  moti- 
vo de  su  gloria  ?  Excluida  que^ 
da.  ¿  Por  que  ley  ?  ¿  De  las 
obras  ?  No ;  sino  por  la  Ley  de 
la  fe. 

28  Y  así  concluimos,  que  es 
justificado  el  hombre  por  la  fé« 
sin  las  obras  de  la  Ley. 

29  ¿  Por  ventura  Dios  es  sola» 
mente  de  los  Judíos  ?  ¿  no  lo  es 
también  de  los  Gentiles  ?  Sí 
por  cierto,  es  también  de  los 
Gentiles. 

30  Porque  en  verdad  un  solo 
Dios  es,  que  por  la  fé  justifícala 
circuncisión,  y  por  la  fé  el  pre- 
pucio. 

31  ¿  Destruimos  pues  la  Ley 
por  la  fé  ?  No  por  cierto  :  ántes 
establecemos  la  Ley. 

CAPITULO  IV. 

1  ¿  "53 L'ES  que  diremos  qué 

-mT  halló  Abi-aham  nues- 
tro padre  según  la  carne  ? 

2  Poi-que  si  Abraham  fíié  jus- 


221      EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROMANOS. 


tificado  por  las  obras,  tiene  de 
que  g-loriarse,  mas  no  delante  de 
Dios. 

3  ¿  Que  es  pues  lo  que  dice  la 
Escritura  ?  Abraham  creyó  á 
Dios ;  y  le  fué  imputado  á  jus- 
ticia. 

4  Y  al  que  obra,  no  se  le 
cfuenta  el  jornal  por  gracia,  sino 
por  deuda. 

5  IVías  al  que  no  obra,  y  cree 
en  aquel  que  iustiíjca  al  impío, 
su  fé  le  es  imputada  á  justicia 
según  el  decreto  de  la  gracia  de 
Dios. 

6  Como  también  David  de- 
clara la  bienaventuranza  del 
Jiombre  á  quien  Dios  atribuye 
justicia  sin  obras. 

7  Bienaventurados  aquellos, 
cuyas  maldades  son  perdonadas, 
y  cuyos  pecados  son  cubiertos. 

8  Bienaventurado  el  varón 
a  quien  no  imputó  el  Señor  pe- 
cado, 

9  ¿  Pues  esta  bienaventuran- 
za está  tan  solamente  en  la  cir- 
cuncisión, ó  también  en  el  pre- 
pucio ?  pues  decimos  que  ia  fé 
fué  imputada  á  Abrabam  á  jus- 
ticia. 

10  Pues  como  le  fue  imputa- 
da, ¿  en  la  circuncisión,  ó  en  el 
prepucio  ?  No  en  la  circuncisión, 
sino  en  el  prepucio. 

11  Y  recibió  la  señal  de  la 
circuncisión,  como  sello  de  la 
justicia  de  la  fé,  que  tuvo  en  el 
prepucio  ;  á  fin  que  fuese  padre 
de  todos  los  que  creen  estando 
en  el  prepucio,  y  que  también 
á  ellos  les  sea  imputado  á  jus- 
ticia: 

12  Y  sea  Padre  de  la  circun- 
cisión, no  solamente  á  aquellos 
que  son  de  la  circuncisión,  sino 
á  los  que  siguen  las  pisadas  de 
la  fé,  que  tuvo  nuestro  padre 


Abraham  antes  de  ser  circun- 
cidado. 

13  Porque  la  promesa  á  Abra« 
ham,  ó  Ti  su  posteridad,  que,se- 
ria  heredero  del  mundo,  no  fué- 
por  la  Ley,  sino  por  la  justicia 
de  la  fé. 

14  Porque  si  los  de  la  Ley 
son  los  herederos  ;  queda  ani- 
quilada la  fé,  y  la  promesa  si» 
valor. 

1 5  Porque  la  Ley  obra  ira ; 
puesto  que  en  donde  no  hay  Ley, 
no  hay  quebrantamiento. 

15  Y  así  es  por  la  fé,  á  fin 
que  por  gracia  la  promesa  sea 
firme  á  toda  su  posteridad,  do 
tan  solo  al  que  es  de  la  Ley,  si- 
no  también  al  que  es  de  la  fé  de 
Abraham,  que  es  padre  de  todos 
nosotros, 

17  (Como  está  escrito  :  Yo  te 
he  constituido  Padre  de  muchas 
gentes)  delante  de  Dios,  á  quien 
habia  creído,  el  qual  da  vida  fi 
los  muertos,  y  llama  las  cosas 
que  no  son,  como  las  que  son. 

18  El  creyó  en  esperanza 
contra  esperanza,  que  seria  Pa- 
dre de  muchas  gentes,  según  lo 
que  se  le  habia  dicho  :  Así  será, 
tu  linage. 

19  Y  no  se  enflaqueció  en  la 
fé,  ni  consideró  su  propio  cuer- 
po ya  amortiguado,  siendo  ya  de 
casi  cien  años,  ni  que  la  virtud 
de  concebir  se  habia  extinguido 
en  Sara  : 

20  Tampoco  vaciló,  ni  tuvo  la 
menor  desconfianza  en  la  promC" 
sa  de  Dios  ;  antes  se  fortificó  en 
la  fé,  dando  gloria  á  Dios  : 

21  Teniendo  por  muy  cierto, 
que  también  es  poderoso  para 
cumplir  todo  quanto  habia  pro- 
metido. 

22  Y  por  esto  le  fué  también 
,  imputado  á  justicia» 


CAPITULO  V. 


225- 


&3  T  no  está  escrito  solamen- 
te por  él,  que  le  fué  imputado 
á  justicia : 

24  Mas  también  por  nosotros, 
á  quienes  será  imputado  si  cree- 
mos en  aquel,  que  resucitó  de 
entre  ios  muertos  á  Jesu-Cristo 
nuesti'o  Señor, 

25  El  qual  fué  entregado  por 
nuesti'os  pecados,  y  resucité  para 
nuestra  justificación. 

CAPITULO  V. 

1  JUSTIFICADOS  pues 

por  la  fé,  teng'amos  paz 
con  Dios  por  nuestro  Señor  Jesu- 
Cristo  : 

2  Por  el  qual  tenemos  tam- 
bién la  entrada  por  la  fé  á  esta 
gracia  en  la  qual  estamos  fir- 
mes, y  nos  gloriamos  en  la  espe- 
i*anza  de  la  g^loria  de  los  hijos  de 
Dios. 

3  Y  no  solamente  esto,  mas 
nos  gloriamos  también  en  ias  tri- 
bulaciones, sabiendo  q)je  la  tri- 
bulación obra  paciencia, 

4  Y  la  paciencia  prueba,  y  la 
prueba  esperanza  : 

5  Y  la  esperanza  no  trae  con- 
fusión ;  porque  la  caridad  de 
Dios  está  ditundida  on  nuestros 
corazones  por  el  Espíritu  Santo, 
que  se  ncs  ha  dado. 

6  ;  Pues  á  que  fin  Cristo, 
quando  aun  estábamos  enfermos, 
murió  á  au  tiempo  por  unos  im- 
píos ? 

7  Porque  apénas  hay  quien 
muera  por  iin  justo  ;  auiique  al- 
guno se  atreva  á  morir  por  un 
bienhechor. 

8  Mas  Dios  hace  brillar  su 
caridad  en  nosotros  ;  porque  aun 
quando  éramos  pecadores,  en  su 
tiempo. 

9  Murió  Cristo  por  nosotros  : 


Pues  mucho  mas  ahora  que  so- 
mos justificados  por  su  sangre, 
sei'émos  salvos  de  la  ira  por  él 
mismo. 

10  Porque  si  siendo  enemig-os 
fuimos  reconciliados  con  Dios 
por  la  muerte  de  su  Hijo ;  mu- 
cho mas  estando  ya  reconcilia- 
dos, seremos  salvos  por  su  vida. 

11  Y  no  tan  solamente  esto  ; 
mas  nos  gloriamos  también  en 
Dios  por  nuestro  Señor  Jesu- 
Cristo,  por  quien  ahora  hemos 
recibido  la  reconciliación. 

12  Por  tanto  así  com.o  por  un 
hombre  entro  el  pecado  en  este 
mundo,  y  por  el  pecado  la  m.uer- 
te  ;  así  también  pasó  la  muerte 
á  todos  los  hombres  por  aquel» 
en  quien  todos  pecaron. 

13  Porque  hasta  la  Ley  el 
pecado  estaba  en  el  mundo  :  mas 
no  era  imputado  el  pecado  quan- 
do no  había  Ley. 

14  Esto  no  obstante  reynó  la 
muerte  desde  Adam  hasta  Moy- 
sés,  aun  en  aquellos  que  no  ha- 
blan pecado  con  una  transgre- 
sión semejante  á  la  de  Adam,  el 
que  es  figura  de  aquel  que  había 
de  venir. 

1 5  Mas  no  es  el  don  como  el 
pecado.  Porque  si  por  el  peca- 
do de  uno  murieron  muchos  ; 
muciio  mas  la  grgcia  de  Dios  y 
el  don  por  la  gracia  de  un  sokj 
hombre,  que  es  Jesu-Crislo, 
abundó  sobre  mucL'os. 

16  Y  no  fué  el  don,  como  el 
pecado  por  uno.  Porque  el  jui- 
cio á  la  verdad  fué  de  un  peca- 
do pai*a  condenación  ;  mas  la 
gracia  fué  de  muchos  delitos 
para  justiñcacion. 

17  Poi-que  si  por  el  pecado  de 
uno  re}  nó  la  muerte  por  un  solo  - 
hombre,  mucho  mas  reyaarán . 
en  vida  por  un  solo  Jesu-jCrKie,- ' 


226 


EPTST.  DE  9.  PABLO  A  LOS  ROSTANOS. 


los  que  reciben  la  abundancia  de 
íá  gracia,  y  del  don,  y  de  la  jus- 
ticia. 

18  Pues  como  por  el  pecado 
de  uno  solo  cayeron  todos  los 
hombres  en  condenación  ;  así 
lambien  por  la  justicia  de  uno 
solo,  irán  todos  los  hombres  en 
justificación  de  vida. 

1 9  Porque  como  por  la  deso- 
bediencia de  un  solo  hombre 
muchos  fueron  hechos  pecado- 
res, así  también  serán  muchos 
hechos  justos  por  la  obediencia 
de  uno  solo. 

20  Y  sobrevino  la  Ley,  para 
que  abundase  el  pecado.  Mas 
quaudo  creció  el  pecado,  sobre- 
pujó la  g-racia. 

21  Para  que  como  reynó  el 
Í>ecado  para  muerte,  así  tam- 
bién reyne  la  g-racia  por  justicia 
para  vida  eterna  por  Jesu-Cristo 
nuestro  Señor. 

CAPITULO  VI. 

1  ¿  T>UES   que   diremos  ? 

Mr  ¿  Perseveraremos  en 
el  pecado,  para  que  crezca  la 
^cia  ? 

2  No  lo  permita  Dios  ;  porque 
los  que  hemos  muerto  al  pecado, 
¿  como  viviremos  aun  en  él  ? 

3  ¿  O  no  sabéis,  que  todos  los 
que  hemos  sido  bautizados  en 
Jesu-Cristo,  hemos  sido  bautiza- 
dos en  su  muerte  ? 

4  Porque  somos  sepultados 
coa  él  en  muerte  por  el  bautis- 
mo ;  para  que  como  Cristo  re- 
sucitó de  muerte  á  vida  por  la 
j^loria  del  Padre;  así  también 
nosotros  andemos  en  novedad  de 
vida. 

5  Porque  si  fuimos  plantados 
juntamente  con  él  á  la  seme- 
janza de  6u  muerte  ;  lo  sere- 


mos también  á  la  de  su  lUsui'* 
reccion, 

6  Sabiendo  esto,  que  nueístro 
viejo  hombre  ha  sido  crucificado 
juntamente  con  él,  para  que  sea 
destruido  el  cuerpo  del  pecado, 
y  no  sirvamos  ya  mas  al  pecado» 

7  Porque  el  que  es  muerto^ 
libre  está  del  pecado. 

8  Y  si  somos  muertos  coa 
Cristo ;  creemos,  que  juntamen- 
te viviremos  también  con  Cristo: 

9  Ciertos,  que  habiendo  Cris- 
to resucitado  de  entre  los  muer- 
tos, ya  no  muere  ;  la  muerte  no 
se  enseñoreará  mas  de  él. 

10  Porque  en  quanto  al  haber 
muerto  por  el  pecado,  murió  una 
vez  ;  mas  en  quanto  al  vivir 
vive  para  Dios. 

1 1  Así  también  vosotras  con 
sideraos,  que   estáis   de  cierto 
muertos  al  pecado,  pero  vífos 
para  Dios  en  nuestro  Señor  Je- 
su-Cristo. 

12  Por  tanto  no  re}Tic  el  pe- 
cado en  vuestro  cuerpo  mortal, 
de  modo  que  obedezcáis  á  sus 
concupiscencias. 

13  Ni  ofrezcáis  vuestros 
miembros  al  pecado  por  instru- 
mentos de  iniquidad  ;  mas  ofre- 
céos  á  Dios,  como  resucitadas 
de  los  muertos ;  y  vuestros  miem- 
bros á  Dios,  como  instrumentos 
de  justicia. 

14  Porque  el  pecado  no  os 
dominará  ;  puesto  que  no  estáis 
baxo  de  la  Ley,  sino  de  la 
gracia. 

1 5  ¿  Pues  que  ?  ¿  pecaremos, 
porque  no  estamos  baxo  de  la 
Ley,  sino  baxo  de  la  gracia  ? 
No  lo  permita  Dios. 

16  ¿No  sabéis,  que  á  quien 
os  ofrecéis  por  siervos  para  obe- 
decerle, sois  siervos  del  mismo, 
á  auiea  obedecéis,  6  del  pecado 


^ára  muerte,  6  de  la  obediencia 
para  justicia  ? 

17  Pero  gracias  á  Dios,  que 
fuisteis  siervos  del  pecado ;  mas 
habéis  obedecido  de  corazón  á 
aquel'a  forma  de  doctrina,  á  que 
habéis  sido  entregados. 

18  Y  libertados  del  pecado, 
habcís  sido  hecho,  siervos  de  la 
justicia. 

19  Cosa  humana  os  dig'o  por 
Ja  flaqueza  de  vuestra  carne  ; 
que  como  para  maldad  ofrecis- 
teis vuestros  miembros,  que  sir- 
viesen á  la  inmundicia,  y  á  la 
iniquidad,  así  para  santificación 
ofreced  ahora  vuestros  miem- 
bros, que  sirvan  á  la  justicia. 

20  Porque  quando  erais  sier- 
vos del  pecado,  fuisteis  libres  de 
la  justicia. 

21  ¿Y  que  fruto  tuvisteis  en- 
tonces en  aquellas  cosas,  de  que 


ahora  os  avergonzáis?  Pues  el 
fin  de  ellas  es  muerto. 

22  Mas  ahora  que  estáis  li- 
bres del  pecado,  y  que  habéis 
sido  hechos  siervos  de  Dios,  te- 
neis  vuestro  fruto  en  sanctifica- 
cion,  y  por  fin  la  vida  eterna. 

23  Porque  los  gages  del  peca- 
do son  muerte  ;  mas  la  gracia 
de  Dios  es  vida  perdurable  en 
nuestro  Seaor  Jesu-Cristo^ 

CAPITULO  VIU 

1  ¿  "I^OR  ventura  ignoráis, 

JT  liermanos  (pufis  lia- 
blo  con  los  que  saben  la  Ley) 
que  la  Ley  tiene  señorío  sobre 
el  hombre  todo  el  tiempo  q^ue 
vive  ? 

2  Porque  la  muger  que  está 
sujeta  á  marido,  mientras  que 
vive  el  marido,  atada  está  á  la 
Ley ;  mas  quando  muere  su  ma- 
rido, suelta  queda  de  la  Ley  del 
mari^io. 


CAPITULO  vn.  m 

3  Pues  ai  viviendo  el  marido, 
fuere  hallada  con  otro  hombre, 
será  llamada  adúltera ;  mas  sí 
muriere  su  marido,  libre  es  de 
la  Ley  del  marido ;  de  manera 
que  no  es  adúltera  si  estuviere 
con  otro  marido. 

4  Así  también  vosotros,  her^ 
manos  raios,  muertos  estáis  á  la 
Ley  por  el  cuerpo  de  Cristo,  pa- 
ra que  seáis  de  otro,  del  que  re^ 
sucitó  de  entre  los  muertos,  á 
fin  de  que  demos  fruto  á  Dios. 

5  Porque  mientras  estábamos 
en  la  carne,  los  afectos  de  los 
pecados,  que  eran  por  la  Ley, 
obraban  en  nuestros  miembros^ 
para  dar  fruto  á  la  muerte. 

6  Mas  ahora  sueltos  estamos 
de  la  Ley  de  muerte,  en  la  qual 
estábamos  presos,  para  que  sir- 
vamos en  novedad  de  espíritu,  y 
no  en  vegez  de  letra. 


7  ¿  Pues  que  diremos  ?  ¿  La- 
Ley  es  pecado  ?  En  ninguna 
manera.  Mas  yo  no  conocí  al 
pecado,  sino  por  la  Ley  ;  porque 
no  conocia  la  concupiscencia,  si 
la  Ley  no  dixera  ;  No  codi- 
ciarás. 

C  Y  el  pecado,  tornando  oca- 
sión por  el  mandamiento,  obro 
en  mí  toda  concupiscencia ;  por-> 
que  sin  la  Ley  el  pecado  estaba 
muerto^ 

9  Y  yo  vivia  sin  Ley  en  algua 
tiempo  ;  mas  quando  vino  e? 
mandamiento,  revivió  el  pecado. 

10  Y  yo  he  sido  muerto  ;  y  el 
mandamiento  que  me  era  para 
vida,  fué  hallado  serme  para, 
muerte. 

1 1  Porque  el  pecado,  tomando 
ocasión  del  mandamiento,  me 
engañó^  y  por  él  me  mató.. 

12  Y  así  la  Ley  ea  vendad  es 
santa  ;  y  el  mandamiento  santa», 
y  justo,  y  bueno.. 


728       EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROMANOS'. 

13  ;Luegro  lo  que  es  bueno  su-Cristo  nuestro  Señor.  "Luegú 


^  Lueg-o  lo  que  es  bueno 
nc  ha  hecho  muerte  para  mí  ? 
No  icT  cierto ;  sino  que  el  pe- 
cado, para  mostrarse  pecado,  en- 
g'cndró  en  mí  la  muerte  por  lo 
bueno  ;  á  fin  que  el  pecado  se 
liag-a  sobremanera  maligno  por 
el  mandamiento. 

14  Porque  sabemos  que  la 
Ley  es  espiritual  ;  mas  \"o  soy 
carnal,  vendido  debaxo  del  pe- 
cado. 

1 5  Porque  lo  que  hago,  no  lo 
entiendo  ;  porque  no  ha,^o  lo 
Lusno  que  quiero  ;  mas  lo  malo 
que  aborrezco,  aquello  hag-o. 

16  Y  bi  lo  que  yo  no  quiero, 
aquello  hago  ;  apruebo  la  Ley, 
como  buen 


yo  mismo  con  el  espíritu  sirvo- á 
la  Ley  de  Dios  ;  y  con  la  camfl 
á  la  ley  del  pecado. 

CAPITULO  VIIL 


P 


UES  ahora  nada  de  con* 
denacion  tienen  los 
que  están  en  Jesu-Cristo  ;  los 
quales  no  andan  según  la  carne. 

2  Porque  la  Ley  del  espirita 
de  vida  en  Jesu-Cristo  me  libro 
de  la  ley  del  pecado  y  de  la 
muerte. 

3  Porque  lo  que  era  imposi- 
ble á  la  Ley,  en  quanto  era  de- 
bilitada por  la  carne,  enviando 
Dios  á  su  Hijo  en  semejanza  de 


1 7  De  manera  que  yo  ya  no  I  carne  de  pecado,  aun  del  pecado 


obro  aquello,  sino  el  pecado  que 
mora  en  raí. 

18  Porque  sé,  que  no  mora 
en  mí,  esto  es,  en  mi  carne,  lo 
bueno.  Porque  el  querer  lo 
bueno,  está  en  mí ;  mas  no  al- 
canzo como  cumplirlo. 

19  Porque  lo  bueno  que  quie- 
ro, esto  no  lo  hago  ;  mas  lo  malo 
que  no  quiero,  esto  hago. 

20  Y  si  hago  lo  que  no  quiero, 


condenó  al  pecado  en  la  carne, 

4  Para  que  la  justificación  de 
la  Le}^  se  cumpliese  en  nosotros, 
que  no  andamos  según  la  carne, 
sino  según  el  espíritu. 

5  Porque  los  que  son  según  la 
carne,  gustan  de  las  cosas  de  la 
carne  ;  mas  los  que  son  según  ei 
espíritu,  perciben  las  cosas  que 
son  del  espíritu. 

6  Porque  la  prudencia  de  la 


ya  no  lo  obro  yo,  sino  el  pecado  i  carne  es  muerte  ;  mas  la  pru 

dencia  del  espíritu  es  vida  y 


que  mora  en  m 

21  Así  queriendo  yo  hacer  el  ¡paz. 
bien,  hallo  la  ley,  de  que  el  mal 
reside  en  mí 


7  Porque  el  saber  de  la  camo 
es  enemigo  de  Dios  ;  puesto  que 


22  Porque  yo  me  deley  to  en  |  no  está  sujeto  á  la  Ley  de  Dios ; 
la  Ley  de  Dics,  según  el  hom- '  ni  tampoco  puede. 

bre  interior  :  8  Mas  los  que  viven  según  la 

23  Ivlas  veo  otra  ley  en  mis  i  carne  no  pueden  agradar  á  Dios 
miembros,  qrie  contradice  á  la 


Y  vosotros  no  estáis  en  la 
carne,  sino  en  el  espíritu  ;  si  es 


lev  de  mi  voluntad,  y  rae  lleva 

esclavo  á  la  ley  del  pecado,  que  !  que  el  Espíritu  de  Dios  mora  en 


está  en  mis  m.iembros. 

24  :  ?rliserab]e  hombre  de  mí 


vosotros.  Mas  el  que  no  tiene 
el  Espíritu  de  Cristo,  este  tal  no 


:  Quien  me  librará  del  cuerpo  de  |  es  de  el. 

'     10  Y  si  Cristo  está  en  voso- 
tros, el  cuerpo  verdadcrameot» 


esta  muerte  r 

25  La  gracia  de  Dios  por  Je- 


CAPITULO  VIII. 


eslá  muérto  por  el  pecado,  mas 
el  espíritu  vive  por  la  justicia. 

11  Y  si  el  espíritu  de  aquel 
que  resucitó  á  Jesús  de  éntrelos 
muertos  mora  en  vosotros,  el 
que  resucitó  á  Jesu-Cristo  de 
entre  los  muertos,  vivificará 
también  vuestros  cuerpos  mor- 
tales por  su  Espíritu  que  mora 

vosotros. 

12  Por  tanto,  hermanos,  so- 
mos deudores,  no  á  la  carne,  pa- 
i^a  que  vivamos  según  la  carne ; 

13  Porque  si  viviéreis  según 
la  carne,  moriréis  ;  mas  si  por  el 
espíritu  hiciereis  morir  los  he- 
chos de  la  carne,  viviréis. 

14  Porque  todos  los  que  son 
movidos  por  el  Espíritu  de  Dios, 
ios  tales  son  hijos  de  Dios. 

15  Porque  no  habéis  recibido 
el  espíritu  de  servidumbre  para 
estar  otra  vez  con  temor,  sino 
que  habéis  recibido  el  espíritu 
de  adopción  de  hijos,  por  el  qual 
clamamos :  Abba,  Padre. 

16  Porque  el  mismo  Espíritu 
dá  testimonio  á  nuestro  espíritu, 
que  somos  hijos  de  Dios. 

17  Y  si  hijos,  también  here- 
deros ;  herederos  verdaderamen- 
te de  Dios,  y  coherederos  de 
Cristo  :  pero  si  padecemos  con 
é!,  para  que  seamos  también  glo- 
rificados con  él. 

18  Porque  entiendo,  que  no 
son  de  comparar  los  trabajos  de 
c^te  tiempo  con  la  gloria  veni- 
dera, que  se  manifestará  en  no- 
sotros. 

1 9  Porque  el  gran  deseo  de  la 
criatura  espera  la  manifestación 
de  los  hijos  de  Dios. 

20  Porque  la  criatura  está  su- 
jeta á  la  vanidad,  no  de  su  gra- 
do, sino  por  aquel,  que  la  some- 
tió con  esperanza : 

31  Y  porque  la  misma  cria- 


m 

tura  será  librada  de  la  semduní* 
bre  de  la  corrupción  á  la  .liber- 
tad gloriosa  de  ios  hijos  de  Dio?. 

22  Porque  sabemos  que  todas 
las  criaturas  gimen,  y  están  dG 
parto  hasta  ahora. 

23  Y  no  solo  ellas,  mas  tan> 
bien  nosotros  mismos,  que  teñe-» 
mos  las  primicias  del  Espíritu, 
aun  nosotros  gemimos  dentro  dé 
nosotros,  esperando  la  adopcioa 
de  hijos  de  Dios,  la  redención  de 
nuestro  cuerpo. 

24  Porque  en  la  esperanza, 
hemos  sido  hechos  salvos.  Pues 
la  esperanza  que  se  ve,  no  es  es- 
peranza ;  porque  lo  que  uno  ve, 
¿  como  lo  espera  ? 

25  Y  si  lo  que  no  vemos,  es- 
peramos, por  paciencia  lo  espC"- 
ramos. 

26  Y  asimismo  el  Espíritu 
ayuda  también  á  nuestra  flaque- 
za ;  porque  no  sabemos  lo  que 
habemos  de  pedir,  como  convie- 
ne ;  mas  el  mismo  Espíritu  pide 
por  nosotros  con  gemidos  inex« 
plicables. 

27  Y  el  que  escudriña  los  co- 
razones, sabe  le  que  desea  el 
Espíritu  ;  porque  él  según  Dios 
pide  por  los  Santos. 

28  Y  sabemos  también,  que  á 
los  que  aman  á  Dios,  todas  las 
cosas  les  contribuyen  al  bien,  á 
aquellos,  que  según  su  decreto 
son  llamados  santos. 

29  Porque  los  que  conoció  en 
su  presciencia,  á  estos  tambiea 
predestinó,  pai-a  ser  hechos  con- 
formes á  la  imagen  de  su  Hijo, 
para  que  él  sea  el  primogénito 
entre  muchos  lícrmanos. 

30  Y  á  los  que  predestinó,  á 
estos  también  llarnó  ;  y  á  los  quQ 
llamó,  á  estos  también  justificó  j 
y  á  los  que  justificó,  á  estos  tanir 
bien  glorificó. 


530 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROMANOS. 


31  <;  Pues  que  diremos  á  estas 
Cosas  ?  Si  Dios  es  por  nosotros, 
^  quien  será  contra  nosotros  ? 

32  Ei  que  aun  á  su  propio 
Hijo  no  perdono,  sino  que  le  en- 
tregó por  todos  nosotros  ;  ¿  como 
no  nos  donó  también  con  él  to- 
das las  cosas  ? 

33  ¿  Quien  pondrá  acusación 
(Contra  los  escog-idos  de  Dios  ? 
Dios  es  el  que  justifica, 

34  ¿  Quien  es  el  que  conde- 
nará ?  Jesu-Cristo  es  el  que  mu- 
rió, ántes  el  que  también  resu- 
citó, el  que  está  á  la  diestra  de 
Dios,  el  que  también  intercede 
por  nosotros. 

35  ¿  Pues  quien  nos  separará 
del  amor  de  Cristo  ?  tribulación  ? 
ó  angustia  ?  ó  hambre  ?  ó  des- 
nudez ?  ó  peligro  ?  ó  persecu- 
ción ?  ó  espada  ? 

36  (Así  como  está  escrito  : 
Porque  por  tí  somos  entregados 
á  la  muerte  cada  dia  ;  somos  re- 
putados como  ovejas  para  el  ma- 
tadero.) 

37  Mas  en  todas  estas  cosas 
Vencemos  por  aquel  que  nos 
amó. 

38  Por  lo  qual  estoy  cierto, 
que  ni  muerte,  ni  vida,  ni  An- 
geles, ni  Principados,  ni  Virtu- 
des, ni  cosas  presentes,  ni  veni- 
deras, ni  fortaleza, 

39  Ni  altura,  ni  profundidad, 
ni  otra  criatura  nos  podrá  apar- 
tar del  amor  de  Dios,  que  es  en 
Jesu-Cristo  Señor  nuestro. 

CAPITULO  IX. 

1  "^ERDAD  digo  en  Cris- 

▼  to,  no  miento,  dán- 
dorafi  testimonio  mi  conciencia 
en  el  Espíritu  Santo, 

2  Que  tengo  muy  grande  tris- 
teza, y  continuo  dolor  en  mi  co- 
razón-. 


3  Porque  deseaba  yo  mismd 
ser  anatema  por  Cristo,  por 
amor  de  mis  hermanos,  que  son 
mis  deudos  según  la  carne, 

4  Que  son  los  Israelitas,  d^ 
los  quales  es  la  adopción  de  las' 
hijos,  y  la  gloria,  y  la  alianza,  y 
la  legislación,  y  el  culto,  y  laiá 
promesas  : 

5  Cuyos  padres  son  los  mis- 
mos, de  quienes  desciende  tam- 
bién Cristo  según  la  carne,  que 
es  Dios  sobre  todas  las  cosas 
bendito  en  los  siglos.  Amen. 

6  Y  no  que  la  palabra  de  Dios 
haya  faltado  ;  porque  no  todos 
los  que  son  de  Israel,  estos  son. 
Israelitas  : 

7  Ni  los  que  son  linagc  de 
Abrahara,  todos  son  hijos ;  mas 
de  Isaac  te  será  llamado  linage  : 

8  Esto  es,  no  los  que  son  hijos 
de  la  carne,  estos  son  hijos  de 
Dios  ;  sino  los  que  son  hijos  de 
la  promesa,  son  contados  por 
descendientes. 

9  Porque  la  palabra  de  la  pro- 
mesa es  esta :  Por  este  tiempo 
vendré,  y  Sara  tendrá  un  hijo. 

10  Y  no  solamente  ella,  mas 
también  Rebecca  de  un  ayunta- 
miento que  tuvo  con  Isaac  nues- 
tro padre  concibió. 

11  Porque  no  habiendo  aun 
nacido,  ni  hecho  bien  ni  mal, 
(para  que  según  la  elección  per- 
maneciese el  decreto  de  Dios,) 

12  No  por  las  obras,  sino  por 
el  que  llama,  le  fué  dicho  á  ella  : 

13  Que  el  mayor  serviria  al 
menor,  conforme  á  lo  que  está 
escrito  :  Amé  á  Jacob,  y  abor- 
recí á  Esaú. 

1 4  ¿  Pues  que  diremos  ?  ¿  Por 
ventura  hay  en  Dios  injusticia  ? 
No  por  cierto. 

15  Porque  á  Moisés  dice; 
Me  compadeceré  de  aquel  de 


CAPÍTULO  X. 


231 


4.uíen  me  compadezco ;  y  haré 
I  misericordia  de  aquel  de  quien 
!   me  compadeceré. 

16  Luego  no  es  del  que  quiere, 
ni  del  que  corre,  sino  que  es  de 
Dios,  que  tiene  misericordia. 

17  Porque  dice  la  Escritura  á 
Faraón  :  Para  esto  mismo  te 
le\anté,  para  mostrar  en  tí  mi 
poder,  y  que  sea  anunciado  mi 
nombre  por  toda  la  tierra. 

18  Luego  tiene  misericordia 
de  quien  quiere,  y  al  que  quiere 
endurece. 

1 9  Pero  me  dirás  :  ¿  Pues  de 
que  se  queja  ?  porque  ¿  quien 
resiste  á  su  voluntad  ? 

20  O  hombre,  ¿  quien  A*es  tú, 
para  altercar  con  Dios  ?  Por 
ventura  dirá  el  vaso  de  barro  al 
que  lo  labró  ;  ¿  por  que  me  hi- 
ciste asíip 

21  ¿  O  no  tiene  potestad  el  al- 
farero de  hacer  de  una  misma 
masa  nn  vaso  para  honor,  y  otro 
para  ignominia  ? 

22  Y  que,  si  queriendo  Dios 
mostrar  su  ira,  y  hacer  manifies- 
to su  poder,  sufrió  con  mucha 
paciencia  los  vasos  de  ira,  apa- 
rejados para  muerte, 

23  A  fin  de  mostrar  las  rique- 
zas de  su  gloria  sobre  los  vasos 
de  misericordia,  que  preparó 
para  gloria. 

24  Que  somos  nosotros,  á 
quienes  llamó  no  solo  de  los 
Judíos,  mas  también  de  los  Gen- 
tiles ; 

25  Así  como  dice  en  Oseas  : 
Llamare  pueblo  mió,  al  que  no 
era  mi  pueblo  ;  y  amado,  al  que 
uo  era  amado  ;  y  que  alcanzó 
misericordia,  al  que  no  había  al- 
canzado misericordia. 

26  Y  acontecerá  que  en  el 
lugar  eií^que  les  fue  dicho  :  No 
sois  pueblo  mió  vostjtros,  aili 


serán  llamados  hijos  del  Dios 
vivo. 

27  Isaías  clama  también  so- 
bre Israél :  Si  fuere  el  número 
de  los  hijos  de  Israél  como  la 
arena  de  la  mar,  las  reliquias 
serán  salvas. 

28  Porque  palabra  consuma-» 
dora,  y  abreviadora  en  justicia ; 
porque  palabra  abreviada  hará 
el  Señor  sobre  la  tierra  : 

29  Y  así  como  antes  dixó 
Isaías :  Si  el  Señor  de  los  Exér-» 
citos  no  nos  hubiera  dexado  pos- 
teridad, tornados  hubiéramos 
sido  como  Sodoma,  y  semejantes 
seriamos  á  Gomorrha. 

30  ¿  Pues  que  diremos  ?  Qué 
los  Gentiles,  que  no  seguían  jus- 
ticia, han  alcanzado  justicia,  y 
la  justicia  que  es  por  fé. 

31  Mas  Israél,  que  seguía  la 
ley  de  justicia,  no  ha  llegado  á 
la  ley  de  justicia. 

32  ¿  Por  que  causa  ?  Porque 
no  por  fé,  sino  como  por  obras  : 
pues  tropezaron  en  la  piedra  del 
escándalo. 

33  Así  como  está  escrito :  He 
aquí  yo  pongo  en  Sión  piedra  de 
tropiezo,  y  piedra  de  escándalo ; 
y  todo  aquel  que  cree  en  él,  na 
será  confundido. 

CAPITULO  X. 

1  TTERMANOS,  el  huea 
XJL  deseó  de  mi  corazón, 

y  mi  oración  á  Dios  es,  para  que 
ellos  tengan  salud. 

2  Pues  yo  les  doy  testimonio^ 
que  ellos  tienen  zelo  de  Dios, 
mas  no  según  ciencia. 

3  Por  quanto  no  conociendo 
la  justicia  de  Dios,  y  queriendo 
establecer  la  suya  propia,  no  se 
someten  á  la  justicia  de  Dios. 

4  Porque  Cristo  es  ei  ñü  de 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROMANOí 


la  Ley,  para  justificar  á  todo  el 
que  cree. 

o  Porque  Moisés  escribió, 
que  el  hombre,  que  hiciere  b. 
justicia  que  es  de  la  Ley,  vivi- 
rá en  ella. 

6  Mas  la  justicia  que  es  de  la 
fé  dice  así  :  No  digas  en  tu  co- 
razón :  ¿  Quien  subirá  al  cielo  ? 
esto  es,  á  traer  de  le  alto  á 
Cristo : 

7  ¿  O  quien  descenderá  al 
abismo  ?  esto  es,  para  voh^er  á 
ti-aer  á  Cristo  de  entre  los  muer- 
tos. 

8  ¿  Mas  que  dice  la  Escritu- 
ra ?  Cerca  está  la  palabra  en  tu 
boca,  y  en  tu  corazón  ;  esta  es 
la  palabra  de  la  fé,  que  predica- 
mos. 

9  Porque  si  confesares  con  tu 
boca  al  Señor  Jesús,  y  creyeres 
en  tu  corazón,  que  Dios  íe  re- 
sucitó de  entre  los  muertos,  se- 
rás salvo. 

10  Porque  de  corazón  se  cree 
para  justicia ;  mas  de  boca  se 
nace  la  confesión  para  salud. 

11  Porque  dics  la  Escritura  : 
Todo  el  que  cree  en  él,  no  será 
confundido. 

1:2  Porque  no  hay  distinción 
de  Judío  y  de  Grieg-o ;  puesto 
que  uno  mismo  es  el  Señor  de 
todos,  rico  para  con  todos  los  que 
le  invocan. 

13  Porque  todo  aquel  que 
invocare  el  nombre  del  Señor,  j 
será  salvo. 

14  ¿  Pues  como  invocarán  á 
aquel  en  quien  no  creyeron  r 
¿O  como  creerán  á  aquel  que 
no  oyeron  ?  ¿  Y  como  oirán  sin 
predicador  ? 

15  ¿Y  como  predicarán,  si  no  j 
fueren  enviados  ?  así  como  está 
escrito  :  j  Que  hermosos  los  pie^ 


lio  de  paz,  de  los  que  anuncian 
los  bienes  ! 

16  Pero  no  todos  obedecen  al 
Evangelio.  Porque  Isaías  dice  : 
Señor,  ¿  quien  creyó  á  nuestro 
oído  ? 

1 7  Luego  la  fe  es  por  el  oído, 
y  el  oído  por  la  palabra  de 
Cristo. 

18  Mas  pregunto:  ¡Que  no 
han  oído  ?  Sí  ciertamente,  pues 
por  toda  la  tierra  salió  el  sonido 
de  ellos,  y  hasta  les  cabos  de  la 
redondez  de  la  tierra  la  palabra 
de  ellos. 

19  Mas  pregunto:  ^  Pues  que 
Israel  iio  le  ha  conocido  ?  Moi  - 
sés  dice  el  primero  :  Yo  os  pro- 
vocaré á  zelos  con  una  que  no 
es  gente  ;  yo  os  moveré  á  ira 
con  una  gente  ignorante. 

20  Y  Isaías  osa  dedir  :  Fui 
hallado  de  los  que  no  me  busca- 
brn  ;  claramente  me  descubrí  á 
los  que  no  preguntaban  por  mí. 

21  Y  á  Israel  dice  :  Todo  el 
día  abrí  mis  manos  á  un  pueblo 
incrédulo  y  rebelde. 


CAPITULO  XL 


1  jr|  IGO  pues  :  ■  Por  ven- 
3^  tura    ha  desechado 

Dios  á  su  pueblo  ?  No  por  cier- 
to ;  porque  taoíbien  yo  soy  Is- 
raelita del  linage  de  Abraham, 
de  la  tribu  de  Beajamin. 

2  No  ha  desechado  Dios  á 
su  pueblo,  al  que  conoció  en  su 
presciencia. '  ^  O  no  íí abéis  lo  que 
dice  de  Elias  la  Escritura,  como 
se  queja  á  Dios  contra  Isi-aél  ? 

3  Señor,  mataron  tus  Profe- 
tas, derribaron  tus  altares  ;  y  yo 
he  quedado  solo,  y  me  buscan 
para  matarme.  ^ 

4  ¿  Mas  que  le  dice  la  res- 
de  los  que  anuncian  el  Evange-  puesta  de  Dios  ?  Me  he  reserva- 


CAPITULO  XI. 


5o  siete  mil  varones,  que  no  han 
doblado  las  rodillas  delante  de 
Üaal. 

5  Pues  así  también  en  este 
tiempo,  los  que  se  han  reservado 
de  ellos,  seg-ua  la  elección  de  la 
gracia,  se  han  hecho  salvos. 

6  Y  si  por  gracia ;  luego  no 
por  obra  ;  de  otra  manera  la 
g-racia  ya  no  es  gracia. 

7  ¿  Pues  que  ?  lo  que  busca- 
ba Israel,  esto  no  lo  alcanzó ; 
tnas  los  escogidos  lo  alcanzaron; 
y  los  demás  fueron  cegados  : 

8  Así  como  está  escrito  :  Les 
dió  Dios  espíritu  de  remordi- 
miento ;  ojos  para  que  no  vean, 
y  orejas  para  que  no  oigan  hasta 
hoy  dia. 

9  Y  David  dice  :  La  mesa  de 
ellos  se  les  convierta  en  lazo,  y 
en  presa,  y  en  escándalo,  y  en 

10  Escurecidos  sean  los  ojos 
de  ellos  para  que  no  vean ;  y 
agoviacada  vez  mas  su  espinazo. 

1 1  Pues  digo  :  ¿  Que  trope- 
zaron de  manera  que  cayesen  ? 
jVo  por  cierto.  Mas  por  el  pe- 
cado de  ellos  vino  la  salud  á  los 
Gentiles,  para  incitarlos  á  la 
imitación. 

12  Y  si  el  pecado  de  ellos  son 
las  riquezas  del  mundo,  y  el  me- 
noscabo de  ellos  las  riquezas  de 
los  Gentiles ;  ¿  quanto  mas  la 
plenitud  de  ellos  ? 

1 3  Porque  con  vosotros  hablo, 
Gentiles  :  Mientras  que  yo  sea 
Apóstol  de  las  Gentes,  honraré 
zni  ministerio, 

14  Por  si  de  algún  modo  pue- 
do mover  á  emulación  á  los  de 
jni  nación,  y  hacer  que  se  salven 
algunos  de  ellos. 

15  Porque  si  la  pérdida  de 
ellos  es  la  reconciliación  del 
mundoj  ¿  quyj  eera  su  restable* 


233. 

sino  vida  de  los  muer- 


enmonto, 
tos? 

16  Y  si  el  primer  fruto  essan-* 
to,  lo  es  también  la  masa ;  y  st 
la  raiz  es  santa,  también  los  ra-c 
mos. 

17  Y  si  algunos  de  los  ramea 
fueron  quebrados,  y  tú  siendo 
acebuche,  fuiste  ingerido  en 
ellos,  y  has  sido  hecho  partici-v 
panto  de  la  raiz,  y  de  la  grosura 
de  la  oliva, 

18  No  te  jactes  contra  los  ra-> 
mos.  Porque  si  te  jactas,  tú  no 
sustentas  á  la  raiz,  sino  la  raizj 
á  ti, 

19  Pero  dirás  :  Los  ramo$ 
lian  sido  quebrados,  para  que  yo 
sea  ingerido. 

20  Bien  ;  por  su  incredulidad 
fueron  quebrados  ;  mas  tú  por  h\ 
fe  estás  en  pie  ;  pues  no  te  en-» 
^ias  por  eso,  nías  ántes  tesie. 

21  Porque  si  Dios  no  perdO'* 
no  á  los  ramos  naturales  ;  ni 
menos  te  perdonará  á  tí. 

22  IVIira  pues  la  bondad  y  la 
severidad  de  Dios  ;  la  severidacl 
para  con  aquellos  que  cayeron ; 
y  la  bondad  de  Dios  para  conti-» 
go,  si  permanecieres  en  la  bon-» 
dad  ;  de  otra  manera  serás  tú 
también  cortado. 

23  Y  aun  ellos,  si  no  perma» 
nocieren  en  la  incredulidad,  se^ 
rán  ingeridos  ;  pue=j  Dios  es  po« 
deroso  para  ingeriilos  de  nuevo, 

24  Porque  si  tú  fuiste  cortado 
del  natural  acebuche,  y  contra 
natura  has  sido  ingerido  en  buea 
olivo  ;  ¿  quanto  mas  aquellos^ 
que  son  naturales,  serán  ingerí* 
dos  en  su  propio  olivo  ? 

25  Mas  no  quiero,  hermanos^ 
que  ignoréis  este  misterio  (por» 
que  no  seáis  sabios  en  vosotros 
mismos)  que  la  ceguedad  ha  ve* 
cidu  en  parte  á  Israel-  hasta  ^ugJ 


23Á 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROMANOS. 


baja  entrado  la  plenitud  de  las 

Gentes, 

26  Y  que  así  todo  Israel  se 
salvase,  como  está  escrito :  Ven- 
drá de  Sión  el  Libertador,  que 
desterrará  la  impiedad  de  Jacob. 

27  Y  esta  será  mi  alianza  con 
ellos,  quando  quitare  sus  peca- 
dos. 

28  En  verdad  según  el  Evan- 
gelio son  enemigos  por  causa  de 
vosotros  ;  mas  según  la  elección 
Éon  muy  amados  por  causa  de 
sus  padres. 

29  Pues  los  dones  y  vocación 
<lo  Dios  son  inmutables. 

30  Porque  como  también  vo- 
sotros en  algún  tiempo  no  creís- 
teis á  Dios,  y  ahora  habéis  al- 
canzado misericordia  por  la  in- 
credulidad de  ellos : 

31  Así  también  estos  ahora  no 
Lan  creído  en  vuestra  misericor- 
dia ;  para  que  ellos  alcancen 
también  misericordia. 

32  Porque  Dios  todas  las  co- 
éas  encerró  en  incredulidad,  pa- 
ra usar  con  todos  de  misericor- 
dia. 

33  ¡  O  profundidad  de  las  ri- 
quezas de  la  sabiduría  y  de  la 
ciencia  de  Dios  !  ¡  Quan  incom- 
prehensibles son  sus  juicios,  é 
impenetrables  sus  caminos  ! 

34  Porque  ¿  quien  entendió 
Ta  mente  del  Señor  ?  ¿  O  quien 
fué  su  consejero  ? 

35  ¿  O  quien  le  dio  á  él  pri- 
mero, para  que  le  eea  recom- 
pensado ? 

36  Porque  de  él,  y  por  él,  y 
en  él  son  todas  las  cosas ;  á  él 
5ea  gloria  en  los  siglos.  Amen. 

CAPITULO  XII. 

1         así  03  ruego,  herma- 
X   DOS,  pdr  la  misericor- 


dia de  Dios,  que  ofrezcáis  vucs; 
tros  cuerpos  á  Dios  en  hostia 
viva,  santa,  agradable  á  Dios, 
que  es  el  culto  racional  que  le 
debéis. 

2  Y  no  os  conforméis  con  este 
siglo,  sino  reformaos  en  novedad 
de  vuestro  espíritu  ;  para  que 
experimentéis  qual  es  la  volun- 
tad de  Dios  buena,  y  agradablCf 
y  perfecta. 

3  Pues  por  la  gracia  que  me 
ha  sido  dada,  digo  á  todos  loa 
que  están  entre  vosotros,  que  no 
sepan  mas  de  lo  que  conviene 
saber,  sino  que  sepan  con  tera^ 
planza  ;  y  cada  uno,  como  Dios 
le  repartió  la  medida  de  la  fe. 

4  Porque  de  la  manera  que 
en  un  cuerpo  tenemos  muchos 
miembros,  mas  todos  los  raiem* 
bros  no  tienen  una  misma  ope» 
ración  .- 

5  Así  muchos  somos  un  solo 
cuerpo  en  Cristo,  y  cada  uno 
miembro  los  unos  de  los  otros. 

6  Mas  tenemos  dones  diferen'» 
tes  según  la  gracia,  que  nos  ha 
sido  dada ;  ya  sea  profecía  segim 
la  proporción  de  la  fé, 

7  O  ministerio  en  adminis» 
trar,  ó  el  que  enseña  en  doc« 
trina ;  • 

8  El  que  amonesta  en  exhor* 
tar,  el  que  reparte  en  sencillezj 
el  que  preside  en  solicitud,  el 
que  hace  misericordia  en  ale- 
gría. 

9  El  amor  sea  sin  fingiraien» 
to.  Aborreciendo  lo  malo,  apíii 
candóos  á  lo  bueno  ; 

10  Amándoos  recíprocamente 
con  amor  fraternal ;  adelantán» 
doos  para  honraros  los  unos  á  log 
otros ; 

1 1  En  hacer  bien  nada  pere* 
zosos  ;  fervorosos  de  ts^vítx^ 
sirviendo  al  SeSor  j 


CAPITULO  XIII. 


15  En  la  esperanza  gozosos  ; 
en  la  tribulación  sufridos  ;  en  la 
oración  perseverantes ; 

13  Socorriendo  las  necesida- 
des de  los  Santos  ;  exercitando 
ta  hospitalidad. 

14  Bendecid  á.  vuestros  pcr- 
scgTiidores ;  bendecidlos,  y  no 
los  maldigáis. 

15  Gózaos  con  los  que  se  go- 
zan ;  llorad  con  los  que  lloran ; 

16  Sintiendo  entre  vosotros 
una  misma  cosa  ;  no  blasonando 
de  cosas  altas,  sino  acomodán- 
doos á  las  humildes.  No  seáis 
sabios  en  vuestra  opinión ; 

17  No  pagando  á  nadie  mal 
por  mal  ;  procurando  bienes,  no 
solo  delante  de  Dios,  sino  tam- 
l)ien  delante  de  todos  los  hom- 
bres. 

18  Si  ser  puede,  quanto  esté 
Úe  vuestra  parte,  teniendo  paz 
con  todos  los  hombres. 

19  No  defcndiéudoos  á  voso- 
tros mismos,  muy  amados,  mas 
dad  lugar  á  la  ira  ;  porque  es- 
crito está :  A  mí  me  pertenece 
la  venganza ;  yo  pagaré,  dice  el 
SeSor. 

20  Por  tanto  si  tu  enemigo 
tuviere  hambre,  dale  de  comer ; 
§i  tiene  sed,  dale  de  beber :  por- 
que 8Í  esto  hicieres,  carbones 
encendidos  amontonarás  sobre 
su  cabeza. 

21  No  te  dexes  vencer  de 
Id  malo  ;  mas  vence  el  mal  con 
qí  bien. 

CAPITULO  xiir. 

1  FT10DA  alma  esté  some- 
A  tida  á  las  potestades 
euperiores :  Porque  no  hay  po- 
testad, sino  de  Dios ;  y  las  que 
fion,  de  Dios  son  ordenadas, 

'i  V(Sr  io  qu^  el  que  reslsle  á 


la  potestad,  resiste  á  la  <M^ena» 
cion  de  Dios ;  y  los  que  le  re-t 
sisten,  ellos  mismos  atraen  á  Sí 
la  condenación. 

3  Porque  los  Príncipes  no  san 
para  temor  de  las  que  obran  lo 
bueno,  sino  lo  malo.  ¿  Quieres 
tú  no  temer  á  la  potestad  ?  haz^ 
lo  bueno,  y  tendrás  alabanza  de 
ella  : 

4  Porque  es  Ministro  de  Dio? 
para  tu  bien.  Mas  si  hicieres 
lo  malo,  teme  ;  porque  no  en  var« 
no  trae  la  espada ;  pues  es  MU 
nistro  de  Dios  ;  vengador  en 
ira  contra  aquel,  que  hace  lo 
malo. 

5  Por  lo  qual  es  necesario^ 
que  le  estéis  sometidos,  no  sola» 
mente  por  la  ira,  mas  tambieu 
por  la  conciencia. 

6  Por  esta  causa  pagáis  tam* 
bien  tributos;  porque  son  Mi-» 
nistros  de  Dios,  sirviéndole  eix 
esto  mismo. 

7  Pues  pagad  á  todos  lo  quC 
se  les  debe ;  á  quien  tributo^ 
tributo ;  *á  quien  pecho,  pecho ; 
•  á  quien  temor,  temor  ;  á  quien 
honra,  honra. 

8  No  debáis  nada  Á  nadie  ; 
sino  que  os  améis  los  unos  á  lo$ 
otros  ;  porque  el  que  ama  á  sU 
próximo,  cumplió  la  Ley. 

9  Porque :  No  adulterarás  ; 
no  matarás ;  no  hurtarás  ;  no  di^. 
ras  falso  testimonio ;  no  codicia-» 
rás  ;  y  si  hay  algún  otro  manda<i 
miento,  se  comprehcnde  suma« 
ñámente  en  esta  palabra  :  Ama» 
rás  á  tu  próximo,  como  á  t| 
mismo. 

10  El  amor  del  próximo  no 
obra  mal ;  y  así  la  caridad  es  él 
cumplimiento  de  la  Ley. 

1 1  Y  esto  sabiendo  el  tiempo, 
que  es  ya  hora  de  levantarnos 
del  sü^ño  ;  porque  aliora  est^ 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ROMANOS. 


mas  cerca  micstra  salud,  que 
quando  creímos. 

1 2  La  noche  paso,  y  el  dia  se 
ajcercó.  Pues  desechemos  las 
obras  de  las  tinieblas,  y  vistá- 
monos las  armas  de  la  luz. 

13  Caminemos  como  de  dia, 
honestamente,  no  en  glotonerías 
y  embriagueces,  no  en  sensuali- 
dades y  disoluciones,  no  en  pen- 
dencias y  envidia : 

14  Mas  vestios  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  ;  y  no  hag-ais 
caso  de  la  carne  en  sus  apetitos. 

CAPITULO  XIV. 

1  'WT  al  que  es  flaco  en  la 

jL  fe,  sobrellevadle,  no 
'Cin  contestaciones  de  opiniones  : 

2  Porque  uno  cree,  que  pue- 
de comer  de  todas  cosas  ;  mas  el 
r[uc  es  flaco,  no  coma  sino  le- 
•gumbres. 

"  3  El  que  come,  no  desprecie 
al  que  no  come ;  y  el  que  no 
come,  no  juzgue  al  que  come  : 
porque  Dios  le  ha  recibido  por 
áuyo. 

4  ¿  Quien  eres  tíí,  que  juzgas 
íil  siervo  ageno  ?  Para  su  Señor 
está  en  pie,  ó  cae  ;  mas  estará 
firme  ;  porque  poderoso  es  Dios 
para  hacerlo  estar  firme. 

5  Uno  hace  diferencia  entre 
dia  y  dia,  y  otro  considera  igua- 
les todos  los  dias  ;  cada  uno 
abunde  en  su  sentido. 

6  El  que  distingue  el  dia,  pa- 
l'a  el  Señor  le  distingue  ;  y  el 
que  come,  para  el  Señor  come  ; 
porque  á  Dios  da  gracias.  Y  el 
que  no  come,  para  el  Señor  no 
come,  y  da  gracias  á  Dios. 

7  Porque  ninguno  de  nosotros 
j>ara  sí  vive,  y  ninguno  para  sí 
{nuere. 

8  Porque  si  vivimos,  para  el 


Señor  vivimos  ;  y  si  morimos^ 
para  el  Señor  morimos.  Y  así, 
que  vivamos,  que  muramos,  deí 
Señor  somos. 

9  Porque  por  esto  murió  eí 
Señor,  y  resucitó,  para  ser  Se* 
ñor  de  muertos  y  do  vivos. 

10  Y  tú  ¿  por  que  juzgas  áta 
hermano  ?  ó  tú  ¿  por  que  menos- 
precias  á  tu  hermano  ?  Pues  to- 
dos compareceremos  ante  el  tri* 
bunal  de  Cristo. 

11  Porque  escrito  está :  Viva 
yo,  dice  el  Señor,  que  ante  mí 
se  doblará  toda  rodilla,  y  toda 
lengua  dará  loor  á  Dios. 

12  Y  así  cada  uno  de  noso* 
tros  dará  cuenta  á  Dios  de  sí 
mismo. 

13  Pues  no  nos  juzguemos  ya 
mas  los  unos  á  los  otros ;  antea 
bien  pensad  de  no  poner  tropie- 
zo, ó  escándalo  al  hennano. 

14  Yo  sé,  y  estoy  persuadido 
en  el  Señor,  que  nada  hay  in- 
mundo de  suyo,  y  que  no  hay 
cosa  inmunda,  sino  para  aquel 
que  cree  que  es  inmunda. 

1 5  Pues  si  por  causa  de  la  co- 
mida contristas  á  tu  hermano, 
ya  no  andas  en  caridad.  No 
pierdas  tú  por  tu  manjar  á  aquel 
por  quien  Cristo  murió. 

16  Pues  no  sea  blasfemado 
nuestrd*bien. 

17  Porque  el  reyno  de  Dios 
no  es  comida  ni  bebida  ;  sino 
justicia,  y  paz,  y  gozo  en  el  Es»- 
píritu  Santo  : 

18  Y  quien  en  esto  sirve  á 
Cristo,  agrada  á  Dios,  y  tiene  la 
aprobación  de  los  hombres. 

1 9  Por  lo  qual  sigamos  las  co- 
sas que  son  de  paz  ;  y  las  que 
son  de  edificación,  guardémoslas 
los  unos  con  los  otros. 

20  No  quieras  destruir  la  obra 
de  DÍQs  por  causft  do  la  vianda^ 


CAPITULO  XV. 


Todas  las  cosas  en  verdad  son 
limpias ;  pero  malo  es  al  hom- 
bre que  come  con  escándalo. 

21  Bueno  es  no  comer  carne, 
ni  beber  vino,  ni  cosa  en  que  tu 
bermano  halla  tropiezo,  ó  se  le 
escandaliza,  ó  se  le  enflaquece. 

22  ¿  Tú  tienes  fé  ?  Pues  tenia 
en  tí  mismo  delante  de  Dios  : 
Bienaventurado  el  que  se  con- 
dena á  8Í  mismo  en  aquello  que 
aprueba. 

23  ]Mas  el  que  hacé  distinción, 
bí  lo  comiere,  es  condenado ; 
porque  no  lo  come  por  fé.  Y 
todo  lo  que  no  es  según  fé,  es 
pecado. 

CAPITULO  XV. 

1  así  nosotros,  como  mas 
3.    fuertes,  debemos  su- 

fHr  las  enfermedades  de  los  fla- 
cos, y  no  complacemos  á  noso- 
tros mismos. 

2  Cada  uno  de  vosotros  hag^ 
placer  á  su  próximo  en  bieu, 
para  ediñcacion. 

3  Porque  Cristo  no  se  hizo 
placer  á  sí  mismo  ;  mas  antes 
como  está  escrito  :  Los  vitupe- 
rios de  los  que  te  vituperan 
cavérou  sobre  mí. 

4  Porque  todas  las  cosas  que 
han  sido  escritas,  para  nuestra 
enseñanza  están  escritas,  para 
que  por  la  paciencia  y  consola- 
ción de  las  Escrituras  tengamos 
esperauza. 

5  Mas  el  Dios  de  la  paciencia 
y  del  consuelo  os  dé  á  sentir  una 
misma  cosa  entre  vosotros  con- 
forme á  Jesu-Cristo : 

G  Para  que  unánimes,  á  una 
boca  gloriñqueis  al  Dios,  y 
Padre  de  nuestro  Señcr  Jesu- 
Cristo. 

.^  'J  Por  tanto  recibios  los  unos 


á  los  otros,  como  Cristo  os  rcci^ 
bio  pai*a  gloria  de  Dios. 

8  Digo  pues,  que  Jesu-CristO 
fué  ]\Iinistro  de  la  circuncisión 
por  la  verdad  de  Dios,  para  con- 
firmar las  promesas  de  los  pa-« 
dres : 

9  Y  los  Gentiles  glorifiquen  á 
Dios  por  la  merced  que  os  hizo, 
como  está  escrito :  Por  esto  yo 
te  confesaré,  Señor,  entre  las 
Gentes,  y  cantaré  á  tu  nombre^ 

1 0  Y  en  otro  lugar :  Alegraos, 
Gentes,  con  su  pueblo. 

11  Y  otra  vez  :  Alabad  al  Se- 
ñor todas  las  Gentes  ;  y  ensal- 
zadle  todos  los  pueblos. 

12  Y  así  mismo  dice  Isaías  : 
Será  raiz  de  Jessé,  y  el  que  se 
levantará  á  regir  las  Gentes,  ea 
él  esperarán  las  Gentes. 

13  El  Dios  de  la  esperanza  os 
colme  de  todo  gozo,  y  de  paz  en 
el  creer  ;  para  que  abundéis  ea 
esperanza  y  en  la  virtud  del  Es- 
píritu Santo. 

14  Mas  yo  estoy  cierto,  her- 
manos mios,  por  le  que  toca  á 
vosotros,  que  estáis  también  lle- 
nos de  caridad,  llenos  de  todo 
saber  ;  de  manera  que  os  po- 
déis amonestar  los  unos  á  los 
otros. 

15  No  obstante,  hermanos,  os 
he  escrito  con  alguna  osadía, 
como  trayéndoos  esto  á  la  mé» 
moria,  á  causa  de  la  gracia  que 
á  mí  me  es  dada  de  Dios, 

16  Para  que  yo  sea  ministro 
de  Jesu-Cristo  en  las  Gentes  ; 
santificando  el  Evangelio  de 
Dios,  á  fin  que  sea  agradable  la 
ofrenda  de  las  Gentes,  y  santifi- 
cada en  Espíritu  Santo. 

17  Tengo  pues  gloria  en  Je- 
su-Cristo para  con  Dios. 

18  Porque  no  oso  hablar  cosa 
alguna  de  aquellas,  que  no  hace 


538       EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  EO:\IANOS. 


Cristo  por  mí,  para  traer  á  la 
obediencia  á  las  Gentes  por  pa- 
labras, y  por  hechos : 

19  Por  eficacia  de  señales  y 
áe  prodigios,  en  virtud  del  Es- 
píritu Santo  ;  de  manera  que 
desde  Jerusalém  y  tierras  co- 
marcanas hasta  el  Ilirico,  lo  he 
llenado  todo  del  Evangelio  de 
Cristo, 

20  Y  así  he  anunciado  este 
Evangelio,  no  en  donde  se  habia 
liecho  ya  mención  de  Cristo,  por 
üo  edificar  sobre  cimiento  de 
Otro  ;  mas  como  está  escrito  : 

21  Aquellos  á  quienes  no  fué 
predicado  de  él,  verán ;  y  los 
que  no  oyéron,  entenderán. 

22  Por  le  qual  muchas  veces 
no  he  podido  ir  á  veros,  y  he 
sido  impedido  hasta  aquí. 

23  Mas  ahora  no  teniendo  ya 
motivo  para  detenerme  mas  en 
estas  tierras,  y  deseando  muchos 
años  ha  pasar  á  veros  : 

24  Quando  rae  encamináre 
para  España,  espero  que  al  paso 
os  veré,  y  que  me  acompañareis 
hasta  allá,  después  de  haber 
gozado  algún  tanto  de  voso- 
tros. 

2o  Mas  ahora  me  parto  á 
Jerusalém  en  servicio  de  los 
Santos. 

26  Porque  la  Macedonia,  y 
la  Acaia  tuvieron  por  bien  ha- 
cer una  colecta  para  los  pobres 
de  entre  los  Santos,  que  están  en 
Jerusalém. 

27  Porque  así  lo  tuviéroa  por 
bien,  y  también  les  son  deudo- 
res ;  porque  si  los  Gentiles  han 
sido  hechos  participantes  de  sus 
bienes  espirituales,  deben  tam- 
bién ellos  asistirles  en  los  tem- 
porales. 

28  Pues  quando  haya  cumpli- 
do esto,  y  lea  baya  entregado 


este  fruto,  iré  á  España  pasaocTo  ¿ 
por  ahí.  c 

29  Sé  en  verdad,  que  quando  i 
venga  á  vosotros,   vendré  en  í 
abundancia  de   bendición  del 
Evangelio  de  Cristo.  j 

30  Pues  ruégeos,  hermanos,  i 
por  rmcstro  Señor  Jesu-Cristo, 

y  por  el  amor  del  Espíritu  Santo,  I 
que  me  ayudéis  con  vuestras  I 
oraciones  por  mí  á  Dios, 

31  Para  que  me  libre  de  los  1 
infieles,  que  hay  en  la  Judéa,  y 
sea  grata  á  los  Santos  de  Jeru-  i 
salém  la  ofrenda  de  mi  servicio, 

32  Para  que  yo  venga  á  voso- 
tros con  gozo  por  la  voluntad  de 
Dios,  y  sea  recreado  con  voso- 
tros. 

33  Y  el  Dios  de  la  paz  sea 
con  todos  vosotros.  Amen. 

CAPITLXO  XVI. 

1  encomiendo  á  Febe 
\^  nuestra  hermana,  que 

está  en  el  servicio  de  la  Iglesia 
de  Cencrea, 

2  Que  la  recibáis  en  el  Señor» 
como  deben  los  Santos,  y  la 
ayudéis  en  todo  lo  que  os  hu- 
biefé  menester  ;  porque  ella  ha 
asistido  á  muchos,  y  á  mí  en  par- 
ticular. 

3  Saludad  á  Prisca,  y  á  Aqui- 
la,  que  trabajáron  conmigo  ea 
Jesu-Cristo  : 

4  (Los  que  por  mi  vida  expu- 
sieron sus  cabezas  ;  y  no  lo 
agradezco  yo  solo,  mas  también 
todas  las  Iglesias  de  las  Gentes.) 

5  Y  del  mismo  modo  á  la  Igle- 
sia, que  está  en  sn  casa.  Salu- 
dad á  Epenéto  mi  amigo,  que  es 
las  primicias  del  Asia  en  Cristo* 

6  Saludad  á  María,  la  que  tn>- 
bajó  mucho  entre  vosotras. 

7  Saludad  á  And^j&flico,  y  á 


CAPITULO  XVT. 


236 


i  Jimia,  mis  parientes,  y  cautivos 
I  conmigo ;  los  qtiales  se  han  se- 
ñalado en  el  Apostolado,  y  fuéron 
antes  que  yo  en  Cristo. 

O  Saludad  á  Ampliato,  á  quien 
amo  entrañablemente  en  el  Se- 
ííor. 

9  Saludad  á  Urbano,  que  ha 
trabajado  coamig-o  en  Jesu- 
cristo, y  á  mi  amado  Estachys. 

10  Saludad  á  Apeles,  probado 
en  Cristo. 

11  Saludad  á  aquellos,  que 
son  de  la  casa  de  Aristóbulo. 
Saludad  á  Herodión  mi  pariente. 
Saludad  á  los  de  la  casa  de  Nar- 
ciso, que  son  en  el  Señor. 

12  Saludad  á  Trifena,  y  á 
Trifosa,  que  trabajan  en  el  Se- 
ñor. Saludad  á  nuestra  amada 
Pérside,  que  trabajó  mucho  en  el 
Señor. 

13  Saludad  á  Rufo,  escogido 
en  el  Señor,  y  á  su  madre  y 
mia. 

14  Saludad  á  Asincrito,  á 
Flegonte,  á  Hermas,  á  Patrobas, 
á  HeiTnes,  y  á  los  hermanos  que 
están  con  ellos. 

15  Saludad  á  Filólog-o,  y  á 
Julia,  á  Nereo,  y  á  su  hermana, 
y  á  Olympiade,  y  á  todos  los 
Santos,  que  con  ellos  están. 

16  Saludaos  los  unos  á  los 
otros  en  ósculo  santo.  Todas  las 
Ig-lcsias  de  Cristo  os  saludan. 

17  Y  03  ruego,  hermanos,  que 
no  perdáis  de  vista  á  aquellos, 
que  causan  divisiones,  y  escán- 
dalos contra  la  doctrina,  que  ha- 
béis aprendido  ;  y  que  os  apar- 
téis de  ellos. 

18  Porque  los  tales  no  sirren 


lá  nuestro  SeScrr  Jesu-Cristo, 
j  sino  á  su  vientre  ;  y  con  dulces 
palabras,  y  con  bendiciones  en- 
gañan los  corazones  de  los  sen- 
cillos. 

19  Porque  vuestra  obediencia 
es  manifiesta  á  todos  ;  por  lo 
qual  yo  me  gozo  en  vosotros. 
Ñas  quiero  que  seáis  sabios  eti 
el  bien,  y  simples  en  el  mal. 

20  Y  el  Dios  de  la  paz  que- 
brante presto  á  Satanás  debaxo 
de  vuestros  pies.  La  gracia  de 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo  sea 
con  vosotros. 

21  Salúdaos  Timoteo  mi  coad- 
jutor, y  Lucio,  y  Jason,  y  Sosi- 
patro,  mis  deudos. 

22  Yo  Tercio,  que  he  escrito 
esta  carta,  os  saludo  en  el  Señoj'* 

23  Salúdaos  Cayo  mi  huésped, 
y  toda  la  Iglesia.  Salúdaos  Eras* 
to,  Tesorero  de  la  ciud&d,  y 
Quarto  hermano. 

24  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea  con  todos 
vosotros.  Amen. 

25  Y  al  que  es  poderoso  para 
confirmaros  según  mi  Evangeho, 
y  la  predicación  de  Jesu-Cristo, 
según  la  manifestación  del  mis- 
terio escondido  desde  tiempos 
eternos, 

26  El  qual  ahora  se  ha  descu- 
bierto por  las  Escrituras  de  los 
Profetas,  según  el  mandamiento 
del  etenio  Dios,  declarado  á  to- 
das las  Gentes  para  obedecer  á 
la  fé, 

27  A  Dios  que  es  solo  sabio,  á, 
él  la  honra  y  la  gloria  por  Jesu- 
Cristo  en  los  siglos  de  los  siglc^r 
Amen. 


EPISTOLA  PRIMERA 


BE  SAN  PABLO 

A  LOS  CORINTIOS. 


CAPITULO  I. 

1  T>ABLO  llamado  Ap6s- 
Mr    tol  de  Jesu-Cristo  por 

voluntad  de  Dios,  y  Sostenes  el 
hermano, 

2  A  la  Iglesia  de  Dios,  que 
está  en  Corinío,  á  los  santifica- 
rlos en  Jesu-Cristo,  llamados 
Santos,  con  todos  los  que  en 
qualquier  lugar  invocan  el  nom- 
bre de  nuestro  Señor  Jesu-Cris- 
to, de  ellos,  y  nuestro : 

3  Gracia  á  vosotros,  y  paz  de 
Dios  nuestro  Padre,  y  del  Señor 
Jesu-Ciisto. 

4  Gracias  doy  incesantemente 
á  mi  Dios  por  vosotros  por  la 
■g-racia  de  Dios,  que  os  ha  sido 
dada  en  Jesu-Cristo : 

5  Porque  en  todas  cosas  sois 
enriquecidos  en  él,  en  toda  pa- 
labi-a,  y  en  toda  ciencia  : 

6  Así  como  ha  sido  confirma- 
do en  vosotros  el  testimonio  de 
Cristo  : 

7  De  manera  que  nada  os 
falta  en  ninguna  gracia,  esperan- 
do la  manifestación  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo, 

í>  El  que  también  os  confirma- 
,rá  hasta  el  fin  sin  culpa,  en  el 
dia  del  advenimiento  de  nuestro 
^eñor  Jesu-Cristo. 

9  Fiel  es  Dios,  por  el  que  ha- 
béis sido  Uam.ados  á  la  compañía 
de  su  Hijo  nuestro  Señor  Jesu- 
Cristo. 

10  Trías  os  mego,  hermanos, 
por  el  nombre  de  nuestro  Señor 
Jesu-Cristo,  que  todos  digáis  una 
.misma  cosa,  y  que  no  haya  di- 


visiones entre  vosotros  ;  ántíjs 
sed  perfectos  en  un  mismo  áni- 
mo y  en  un  mismo  parecer. 

11  Porque  de  vosotros,  her- 
manos mios,  se  me  ha  sign^cado 
por  los  que  son  de  Cloe,  que 
hay  contiendas  entre  vosotros. 

12  Y  digo  esto,  porque  cada 
uno  de  vosotros  dice  :  Yo  en 
verdad  soy  de  Pablo,  y  yo  de 
Apolo  ;  pues  yo  de  Cefas,  y  yo. 
de  Cristo. 

13  ¿  Está  dividido  Cristo  ? 
¿  Por  ventura  Pablo  fué  crucifi- 
cado por  vosotros  ?  ¿  ó  habéis 
sido  bautizados  en  el  nombre  de 
Pablo  ? 

14  Gracias  á  Dios,  porque  no 
he  bautizado  á  ninguno  de  voso- 
tros, sino  á  Crispo  y  á  Cayo  ; 

15  Para  que  ninguno  diga, 
que  en  mi  nombre  habéis  sido 
bautizados. 

16  Y  también  bauticé  la  fa- 
milia de  Estéfana  ;  y  no  sé  si  he 
bautizado  á  algún  otro. 

17  Porque  no  me  envió  Cristo 
á  bautizar,  sino  á  predicar  el 
Evangelio  ;  no  en  sabiduría  de 
palabras,  para  que  no  sea  hecha 
vana  la  cruz  de  Cristo. 

18  Porque  la  palabra  de  la 
cruz  á  la  verdad  locura  es  para 
los  que  perecen  ;  mas  para  los 
que  se  salvan,  esto  es,  para  no- 
sotros, es  virtud  de  Dios. 

1 9  Porque  escrito  está  :  Des- 
truiré la  sabiduría  de  los  sabios, 
y  desecharé  la  prudencia  de  los 
prudentes. 

20  ¿  En  donde  está  el  sabio  ? 
¿  cü  donde  el  Escriba  ?  ¿  en  don- 


CAPITULO  li. 


241 


Ic  el  escudriñador  de  este  sijlo? 
;  No  hizo  Dios  loco  el  saber  de 
Dste  mundo  ? 

2M|B|ót!^i  por  quanto  en  la  sa- 
bidán^de  Dios  no  conoció  el 
mundo  a  Dios  por  la  sabiduría, 
quiso  Dios  liacer  salvos  á  los  que 
creyesen  en  el,  por  la  locura  de 
lia  predicación. 

I  22  Puesto  que  los  Judíos  pi- 
den milagros,  y  los  Griegos  bus- 
;  can  sabiduría  ; 

23  Mas  nosotros  predicamos  á 
[Cristo  crucificado,  que  es  escán- 
dalo para  los  Judíos,  y  locura 
para  los  Gentiles ; 

24  Mas  para  los  que  han  sido 
llamados,  tanto  Judíos,  como 
Griegos,  predicamos  á  Cristo, 
virtud  de  Dios,  y  sabiduría  de 
Dios : 

25  Pues  lo  que  parece  loco 
en  Dios,  es  mas  sabio  que  los 
hombres  ;  y  lo  que  parece  flaco 
en  Dios,  es  mas  fuerte  que  los 
hombres. 

26  Y  así,  hermanos,  ved  vues- 
tra vocación,  que  no  sois  mu- 
chos sabios  según  la  carne,  no 
muchos  poderosos,  no  muchos 
nobles  : 

27  Mas  las  cosas  locas  del 
mundo  escogió  Dios,  para  con- 
fundir á  los  sabios  ;  y  las  cosas 
flacas  del  mundo  escogió  Dios, 
para  confundir  las  fuertes  ; 

28  Y  las  cosas  viles,  y  despre- 
ciables del  mundo  escogió  Dios, 
y  aquellas  que  no  son  ;  para  des- 
truir las  que  son ; 

29  Para  que  ningún  hombre 
se  jacte  delante  de  él. 

30  Y  por  el  mismo  sois  voso- 
tros en  Jesu-Cristo,  el  qual  nos 
ha  sido  hecho  por  Dios  sabidu- 
ría, y  justificación,  y  santifica- 
ción, y  redención ; 

31  Para  que  como  está  escrito  : 


El  que  se  gloría,  gloríele  en  el 
Señor. 

CAPITULO  II. 

1  X7"  yo,  hermanos,  quondo 

jL  vine  á  vosotros,  no 
vine  con  sublimidad  de  palabra 
ni  de  sabiduría  á  anunciaros  el 
testimonio  de  Cristo. 

2  Porque  yo  no  he  creído  sa- 
ber algo  entre  vosotros,  sino  á 
Jesu-Cristo,  y  este  crucificado. 

3  Y  yo  estuve  entre  vosotros 
con  pusilanimidad,  y  temor,  y 
mucho  temblor ; 

4  Y  mi  conversación,  y  mi 
predicación  no  fué  en  palabras 
persuasivas  de  humano  saber, 
sino  en  demostración  de  "espíri- 
tu, y  de  virtud ; 

5  Para  que  vuestra  fé  no  con- 
sistiese en  sabiduría  de  hom- 
bres, smo  en  virtud  de  Dios. 

6  Esto  no  obstante  entre  los 
perfectos  hablamos  sabiduría ; 
mas  no  sabiduría  de  este  siglo, 
ni  de  los  Príncipes  de  este  siglo, 
que  son  destruidos  ; 

7  Sino  que  hablamos  sabidu- 
ría de  Dios  en  misterio,  la  que 
está  encubierta,  la  que  Dios 
predestinó  antes  de  los  siglos 
para  nuestra  gloria, 

8  La  que  no  conoció  ninguno 
de  los  Príncipes  de  este  siglo ; 
porqué  si  la  hubieran  conocido, 
nunca  hubieran  crucificado  al 
Señor  de  la  gloria. 

9  Antes  como  está  escrito  . 
Que  ojo  no  vió,  ni  oreja  oyó,  ni 
en  corazón  de  hombre  subió,  lo 
que  preparó  Dios  para  aquellos 
que  le  aman  : 

10  Mas  Dios  nos  lo  reveló  a. 
nosotros  por  su  Espíritu ;  porque 
el  Espíritu  lo  escudriña  todo, 
aun  las  profundidades  de  Pio£. 

11 


242     EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


11  Porque  ¿  quien  de  los 
hombres  sabe  las  cosaa  del  hom- 
bre, sino  el  espíritu  del  hombre, 
>que  está  en  él  ?  así  tampoco  na- 
die conoció  las  cosas  de  Dios, 
sino  el  Espíritu  de  Dios. 

12  Y  nosotros  no  hemos  reci- 
bido el  espíritu  de  este  mundo, 
sino  el  Espíritu  que  es  de  Dios, 
para  que  conozcamos  las  cosas, 
que  Dios  nos  ha  dado  : 

13  Lo  qual  también  anuncia- 
mos, no  con  doctas  palabras  de 
humana  sabiduría,  sino  con  doc- 
trina de  espíritu,  acomodando  lo 
espiritual  á  lo  espiritual.  » 

14  Mas  el  hombre  animal  no 
percibe  aquellas  cosas,  que  son 
del  Espíritu  de  Dios ;  porque  le 
son  un*  locura,  y  no  las  puede 
entender  ;  por  quanto  se  juzgan 
espiritualmente. 

15  Mas  el  espiritual  juzga  to- 
das las  cosas  ;  y  él  no  es  juzga- 
do de  nadie. 

1 6  Porque  ¿  quien  conoció  el 
consejo  del  Señor,  para  que  le 
pueda  instruir  ?  Mas  nosotros 
sabemos  la  mente  de  Cristo. 

CAPITULO  III. 

1  "W^  yo,  hermanos,  ao  os 

JL  pude  hablar  como  á 
espirituales,  sino  como  á  cama- 
les.   Como  á  párvulos  en  Cristo. 

2  Leche  os  di  á  beber,  no 
vianda;  porque  entonces  no  po- 
díais, y  ni  aun  ahora  podéis ; 
porque  todavía  sois  carnales. 

3  Pues  habiendo  entre  voso- 
tros envidia  y  contienda,  ¿  no 
es  así  que  sois  camales,  y  andáis 
según  el  hombre  ? 

4  Porque  diciendo  el  uno  :  Yo 
ciertamente  soy  de  Pablo  ;  y  el 

'í,  yo  de  Apolo  ;  ¿  no  es  claro, 
•oís  aun  hombres ¿  Pues 
Apolo    ^  ó  que  es  Pablo? 


5  Ministros  de  aquel,  en  quien 
creísteis,  y  según  que  el  Señor 
dio  á  cada  uno. 

6  Yo  planté,  Apolo  regátttaas 
Dios  es  el  que  ha  dado  el^jfeii- 
miento. 

7  Y  así  ni  el  que  planta  es 
algo,  ni  el  que  riega  ;  sino  Dios, 
que  da  el  crecimiento. 

8  Y  el  que  planta,  y  el  que 
riega  son  una  misma  cosa.  Mas 
cada  uno  recibirá  su  propio  ga- 
lardón según  su  trabajo. 

9  Porque  somos  coadjutores 
de  Dios  ;  labranza  de  Dios  sois, 
edificio  de  Dios  sois. 

10  Según  la  gracia  de  Dios, 
que  se  me  ha  dado,  eché  el  ci- 
miento, como  sabio  arquitecto ; 
mas  otro  edifica  sobre  él.  Pero 
mire  cada  uno.  como  edifica  so- 
bre él. 

11  Porque  nadie  puede  poner 
otro  cimiento,  que  el  que  ha  sido 
puesto,  que  es  Jesu-Cristo. 

12  Y  si  algTino  sobre  este  fun- 
damento pone  oro,  plata,  piedras 
preciosas,  madera,  heno,  paja, 

13  Manifiesta  será  la  obra  de 
cada  uno  ;  porque  el  dia  del  Se- 
ñor la  demostrara,  por  quanto  en 
fuego  será  descubierta  ;  y  qual 
sea  la  obra  de  cada  uno,  el  fuego 
lo  probará. 

14  Si  permaneciere  la  obra, 
del  que  labró  encima,  recibirá 
galardón. 

15  Si  la  obra  de  alguno  se 
quemare,  será  perdida ;  y  él 
será  salvo  ;  ma,s  así  como  por 
fuego. 

16  ¿  No  sabéis,  que  sois  tem- 
plo de  Dios,  y  que  el  Espíritu  de 
Dios  mora  en  vosotros 

17  Si  alguno  violare  el  templo 
de  Dios,  Dios  le  destruirá.  Por- 
que el  templo  de  Dios,  que  sois 
Tosotroí,  santo  es. 


CAPITULO  IV. 


13  Ninguno  se  cngaüe  á  *sí 
mismo  :  Si  alg-nno  entre  voso- 
tros se  tiene  por  sabio  en  este 
mundo,  hágase  necio,  para  que 
sea  sabio. 

19  Porque  la  sabiduría  de 
«ste  mundo  es  locura  delante  de 
Dios.  Por  quanto  escrito  está  : 
Yo  prenderé  á  los  sabios  en  la 
astucia  de  ellos. 

20  Y  otra  vez  :  El  Señor  co- 
noce los  pensamientos  de  los  sa- 
bios, que  son  vanos. 

21  Por  lo  qual  ninguno  se 
gloríe  entre  los  hombres. 

22  Porque  todas  las  cosas  son 
vuestras ;  sea  Pablo,  sea  Apolo, 
sea  Cefas,  sea  mundo,  sea  vida, 
sea  muerte,  sean  presentes,  sean 
por  venir,  todo  es  vuestro, 

23  Y  vosotros  de  Cristo,  y 
Cristo  de  Dios. 

CAPITULO  IV. 

1  A  SI  nos.  tenga  el  hom- 
i\.  bre,  como  Ministros  de 

Cristo,  y  dispensadores  de  los 
misterios  de  Dios. 

2  Ahora  lo  que  se  requiere  en 
los  dispensadores  es,  que  cada 
qual  sea  hallado  fiel. 

3  Ea  quanto  á  mí  poco  mé 
importa  ser  juzgado  de  vosotros, 
ó  de  humano  dia  ;  pues  ni  aun 
yo  me  juzgo  á  mí  mismo. 

4  Porqué  de  nada  me  arguye 
la  conciencia  ;  mas  no  por  eso 
soy  justificado  ;  pues  el  que  me 
juzga,  es  el  Señor. 

5  Por  lo  qual  no  juzguéis  an- 
tes de  tiempo,  hasta  que  venga 
el  Señor  ;  el  qual  aclarará  aun 
las  cosas  escondidas  de  las  tinie- 
blas, y  manifestará  los  designios 
de  los  corazones  ;  y  entonces 
cada  uno  tendrá  de  Dios  la  ala- 
banza. 


6  IVIas  y(í|^  hermanos,  he  re- 
presentado estas  cosas  en  mí,  y 
en  Apolo,  por  amor  de  vosotros  ; 
para  que  en  nosotros  aprendáis, 
que  el  uno  por  causa  del  otro  no 
se  ensoberbezca  contra  el  otro, 
fuera  de  lo  que  está  escrito. 

7  Porque  ¿  quien  te  distin- 
gue ?  f  y  que  tienes  tú,  que  no 
hayas  recibido  ?  Y  si  lo  has  reci- 
bido, ;  por  que  te  glorías,  como 
si  no  lo  hubieras  recibido  ? 

8  Ya  estáis  hartos,  ya  estáis 
ricos  ;  sin  nosotros  rcyníiis  ;  y 
plegué  á  Dios  que  reyneis,  para 
que  nosotros  reynemos  también 
con  vosotros. 

9  Porque  entiendo  que  Dios 
nos  ha  puesto  por  los  últimos  de 
los  Apóstoles,  como  sentencia- 
dos á  muerte  ;  porque  somos 
hechos  espectáculo  al  mundo 
y  a  los  Angeles,  y  á  los  hom- 
bres. 

10  Nosotros  necios  por  Cris- 
to, y  vosotros  sabios  en  Cristo  ; 
nosotros  flacos,  y  vosotros  fuer- 
tes ;  vosotros  nobles,  y  nosotros 
viles. 

11  Hasta  esta  hora  padece- 
mos hambre,  y  sed,  y  andamos 
desnudos,  y  somos  abofeteados, 
y  no  tenemos  morada  segura, 

12  Y  trabajamos  obrando  por 
nuestras  propias  manos  ;  no3 
maldicen,  y  bendecimos  ;  nos 
persiguen,  y  lo  sufrimos  ; 

13  Somos  blasfemados,  y  ro- 
gamos  ;  hemos  llegado  á  ser  co- 
mo las  basuras  de  este  mundo, 
como  la  escoria  de  todos  hasta 
ahora, 

14  No  os  escribo  esto  por 
avergonzaros,  mas  os  amonesto 
como  á  hijos  mios  muy  amados. 

15  Porque  aunque  teng-ais 
diez  mil  ayos  en  Cristo  ;  mas  no 
muchos  padres.    Porque  yo  soy, 


244     EPIST.  I.  DE  S.  PABl 

el  que  os  he  en^ndrado  en 
Jesu-Cristo  por  el  Evang-elio. 

16  Por  tanto  os  rueg-o,  que 
seáis  mis  imitadores,  como  tam- 
bién yo  lo  soy  de  Cristo. 

1 7  Por  esta  causa  os  envié  á 
Timoteo,  que  es  mi  hijo  muy 
amado,  y  fiel  en  el  Señor  ;  que 
os  hará  saber  mis  caminos,  que 
son  en  Jesu-Cristo,  cómo  yo  en- 
seño por  todas  partes  en  cada 
Iglesia. 

18  Alg-unos  andan  hinchados, 
como  si  yo  no  hubiera  de  ir  á 
vosotros. 

1 9  Mas  presto  iré  á  vosotros, 
si  el  Señor  quisiere ;  y  exámi- 
naré,  no  las  palabras  de  los  que 
ajsí  andan  hinchados,  sino  la  vir- 
tud. 

20  Porque  el  rey  no  de  Dios 
no  está  en  palabras,  sino  en  vir- 
tud. 

21  ¿  Que  queréis  ?  ¿  iré  á 
vosotros  con  vara,  ó  con  cari- 
dad y  con  espíritu  de  manse- 
dumbre ? 

CAPITULO  V. 

1  "l^OR  cosa  cierta  se  dice, 
.§  que  hay  entre  voso- 
tros fornicación,  y  tal  fornicación, 
qual  ni  aun  entre  los  Gentiles  ; 
tanto  que  alguno  abusa  de  la 
muger  de  su  padre. 

2  Y  andáis  aun  hinchados  ;  y 
ni  menos  habéis  mostrado  pena, 
para  que  fuese  quitado  de  en- 
tre vosotros,  el  que  hizo  tal  mal- 
dad. 

3  Yo  en  verdad  aunque  au- 
sente con  el  cuerpo,  mas  pre- 
sente con  el  espíritu,  ya  he  juz- 
gado como  presente  á  aquel  que 
así  se  portó. 

4  En  el  nombre  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo  congregados 


A  LOS  CORINTIOS. 

vosotros  y  mi  espíritu,  con  la 
potestad  de  nuestro  Señor  Jesús, 

5  Sea  el  tal  entregado  á  Sa- 
tanás para  mortificación  de  la 
carne,  y  que  su  alma  sea  salva 
en  el  dia  de  nuestro  Señor  Jesu- 
Cristo. 

6  No  es  buena  vuestra  jac- 
tancia. ¿  No  sabéis,  que  un  po- 
co de  levadura  corrompe  toda  la. 
masa  ? 

7  Limpiad  la  vieja  levadura, 
para  que  seáis  una  nueva  masa, 
como  sois  ázimos.  Porque  Cris- 
to, que  es  nuestra  Pascua,  ha 
sido  inmolado. 

8  Y  así  solemnicemos  el  con- 
vite, no  con  levadura  vieja,  ni 
con  levadura  de  maldad,  ni  de 
pecado  ;  mas  con  ázimos  de  sin-_ 
ccridad  y  de  verdad. 

9  Os  envié  á  decir  en  la  car- 
ta: Que  no  os  mezclaseis  con 
los  fornicarios. 

10  No  ciertamente  con  los 
fornicarios  de  este  mundo,  ó  con 
los  avaros,  ó  ladrones,  ó  que 
adoran  ídolos  ;  porque  si  no  de- 
bierais salir  de  este  mundo. 

11  Mas  ahora  os  he  escrito, 
que  no  os  mezcléis ;  esto  es,  si 
aquel,  que  se  llama  hermano,  es 
fornicario,  ó  avaro,  ó  idólatra, 
6  maldiciente,  ó  dado  á  la  em- 
briaguez, ó  ladrón,  con  este  tal 
ni  aun  tomar  alimento. 

12  Porque  ¿  que  me  va  á  mí 
en  juzgar  de  aquellos,  que  están 
fuera  ?  '¿  Por  ventura  no  juzgáis 
vosotros  de  aquellos,  que  están 
dentro  ? 

13  Pues  Dios  juzgará  á  los 
que  están  fuera.  Quitad  de  en 
medio  de  vosotros  á  ese  iaiqüo. 

CAPITULO  VL 
1  ¿/^SA  alguno  de  vosotros 
\J  teniendo  negocio  con- 


CAPITULO  VII. 


245 


tra  oíro,  ir  á  jaicio  ante  los  ini- 
qüos,  y  no  delante  de  los  Santcw? 

2  ¿  Y  que  no  sabéis,  que  los 
Santos  juzgarán  de  este  mundo 
Y  si  vosotros  habéis  de  juzgar  el 
mundo,  ¿  no  seréis  dig-nos  de  juz- 
gar cosas  de  poquísima  monta  ? 

3  ¿  No  sabéis,  que  juzgaremos 
á  los  Angeles  ?  pues  •  quanto 
mas  las  cosas  del  siglo  ? 

4  Por  tanto  si  tuviereis  dife- 
rencias por  cosas  del  siglo ;  es- 
tableced á  los  que  son  de  menor 
estimación  en  ia  Iglesia  para 
juzgarlas. 

5  Para  confusión*  vuestra  lo 
dig^.  ¿  Pues  que  no  hay  entre 
vosotros  algún  hombre  sabio, 
que  pueda  juzg^ar  entre  sus  her- 
manos ? 

6  ¿  Sino  que  el  hermano  trae 
pleyto  con  el  hermano ;  y  esto 
en  el  tribunal  de  los  infieles  ? 

7  De  manera  que  cierto  hay 
ya  culpa  en  vosotros  en  traer 
pleytos  los  unos  con  los  otros. 
¿  Por  que  no  sufris  antes  la  in- 
juria ?  ¿  Por  que  no  toleráis  an- 
tes el  daño  ? 

8  Mas  vosotros  sois  los  que 
injuriáis  y  dañáis  ;  y  esto  á  los  | 
hermanos. 

9  ¿  No  sabéis,  que  los  iniqiios 
no  poseerán  el  reyno  de  Dios  ? 
No  03  engañéis  ;  pues  ni  los  for- 
nicarios, ni  los  adoradores  de 
ídolos,  ni  los  adúlteros, 

10  Ni  los  afeminados,  ni  los 
de  pecados  nefandos,  ni  los  la- 
drones, ni  los  avaros,  ni  los  da- 
dos á  la  embriaguez,  ni  los  mal- 
dicientes, ni  los  robadores  po- 
seerán el  reyno  de  Dios. 

11  Y  tales  habéis  sido  algu- 
nos ;  mas  habéis  sido  íavados, 
mas  habéis  sido  santificados,  mas 
habéis  sido  justificados  en  el 
nombre  de  nuestro  Señor  Jesu- 


cristo, y  por  el  Espíritu  de  nues- 
tro Dios. 

12  Todo  me  es  permitido,  mas 
no  todo  rae  conviene ;  todo  me 
es  permitido,  mas  yo  no  me  pon- 
dré baxo  del  poder  de  ninguno. 

13  Las  viandas  para  el  vien- 
tre, y  el  vientre  para  las  vian- 
das ;  mas  Dios  destruirá  á  aquel 
y  á  estas  :  y  el  cuerpo  no  es  pa- 
ra la  fornicación,  sino  para  e! 
Señor  ;  y  el  Señor  para  el 
cuerpo. 

14  Y  Dios  resucitó  al  Señor  ; 
y  nos  resucitará  también  á  noso- 
tros  por  su  virtud. 

15  ¿No  sabéis,  que  vuestros 
cuerpos  son  miembros  de  Cristo  ? 
¿  Quitaré  pues  yo  los  miembros 
de  Cristo,  y  los  haré  miembros 
de  ramera  ?  No  por  cierto. 

16  ¿  No  sabéis,  que  el  que  se 
allega  á  una  ramera,  un  cuerpo 
se  hace  con  ella  ?  Porque  serán, 
dixo,  dos  en  una  carne. 

17  Mas  el  que  se  allega  al 
Señor,  un  espíritu  es. 

18  Huid  la  fornicación.  Todo 
pecado  que  hiciere  el  hombre, 
es  fuera  del  cuerpo  ;  mas  el  que 

I  comete  fornicación,  peca  contra 
su  mismo  cuerpo. 

19  ¿  O  no  sabéis,  que  vuestros 
miembros  son  templo  del  Espíritu 
Santo,  que  está  en  vosotros,  el 
que  tenéis  de  Dios,  y  que  no  sois 
vuestros  ? 

20  Porque  comprados  fuisteis 
por  grande  precio.  Glorificad 
á  Dios,  y  llevadle  en  vuestro 
cuerpo. 

CAPITULO  VII. 

1  "13  hdice  á  la? 

JL  cosas  sobre  que  me 
escribisteis,  bueno  seria  á  un 
hombre  co  tocar  rauger  ; 


245     EPIST.  I.  DE  S.  PAB] 

2  Mas  por  evitar  la  fornica- 
oion,  cada  uno  tenga  su  mug-er, 
y  cada  una  tenga  su  marido. 

3  El  marido  pague  á  su  mu- 
^er  lo  que  le  debe  ;  y  de  la  mis- 
ma manera  la  muger  al  marido. 

4  La  muger  no  tiene  potestad 
sobre  su  propio  cuerpo,  sino  el 
marido.  Y  asimismo  el  marido 
no  tiene  potestad  sobre  su  pro- 
pio cuerpo,  sino  la  muger. 

5  No  os  defraudéis  el  uno  al 
otro,  sin«  de  acuerdo  por  algún 
tiempo,  para  dedicaros  á  la  ora- 
ción ;  y  de  nuevo  volved  á  co- 
habitar, porque  no  os  tiente  Sa- 
tanás por  vuestra  incontinencia. 

6  Mas  esto  digo  por  indulgen- 
í;ia,  no  por  mandamiento. 

7  Porque  quiero,  que  todos 
vosotros  seáis  tales,  como  yo 
mismo  ;  mas  cada  uno  tiene  de 
Dios  su  propio  don  ;  el  uno  de 
una  manera,  y  al  otro  de  otra. 

8  Digo  también  á  los  solteros 
y  á  las  viudas,  que  les  es  bueno 
si  permanecen  así,  como  tam- 
bién yo. 

9  Mas  si  no  tienen  don  de 
continencia,  cásense.  Porque 
mas  vale  casarse,  que  abrasarse. 

10  Mas  á  aquellos  que  están 
unidos  en  matrimonio,  mando  no 
yo,  sino  el  Señor,  que  la  muger 
no  se  separe  del  marido  : 

11  Y  si  se  separare,  que  se 
quede  sin  casar,  ó  que  baga  paz 
con  su  marido.  Y  el  marido 
tampoco  dexe  á  su  muger. 

12  Pero  á  los  demás,  digo  5  0, 
n»  el  Señor:  Si  algún  hermano 
tiene  muger  infiel,  y  ella  con- 
siente morar  con  él,  no  la  dexe. 

13  Y  si  una  muger  fiel  tiene 
marido  infiel,  y  él  consiente 
morar  coa  •  ella,  no  dexe  al  ma- 
rido : 

14  Porque  el  marido  infiel  es 


.0  A  LOS  CORINTIOS. 

santificado  por  la  muger  fiel ;  y 
santificada  es  la  muger  infiel  por 
el  marido  fiel ;  porque  sino  vues- 
tros Lijos  uo  serian  limpios,  mas 
ahora  son  santos. 

15  Y  si  el  infiel  se  separare, 
sepárese  ;  porque  el  hermano,  ó 
la  hermana  no  está  sujeto  á  ser- 
vidumbre en  tales  <  '  sas;  mas 
Dios  nos  ha  llamado  en  paz. 

16  Porque  ¿  donde  sabes  tu, 
muger,  si  salvarás  al  marido  ? 
¿6  donde  sabes  tú,  marido,  si 
salvarás  á  la  muger  ? 

1 7  Sino  que  cada  uno,  como 
Dios  le  haya  repartido,  y  cada 
uno  como  Dios  le  haya  llamado, 
así  ande  ;  y  esto  es  como  yo  lo 
ordeno  en  todas  las  Iglesias. 

18  ¿  Es  llamado  alguno  sien- 
do  circuncidado  ?  que  no  bus- 
que prepucio.  ¿  Es  llamado  al- 
guno en  prepucio  ?  que  no  se 
circuncide. 

19  La  circuncisión  nada  es,  y 
el  prepucio  nada  es  ;  sino  la 
guarda  de  los  mandamientos  de 
Dios. 

20  Cada  uno  en  la  vocación 
en  que  fué  llamado,  en  ella  per- 
manezca. 

21  ¿  Fuiste  llamado  siendo 
siervo  ?  no  te  dé  cuidado ;  y  si 
puedes  ser  libre,  aprovéchate 
mas  bien. 

22  Porque  el  siervo  que  fué 
llamado  en  el  Señor,  liberto  es 
del  Señor ;  asimismo  el  que  fué 
llamado  siendo  libre,  siervo  es 
de  Cristo. 

23  Por  precio  sois  corapradosj 
no  os  hagáis  siervos  de  hombres. 

24  Pues  cada  uno,  hermanos, 
estése  delante  de  Dios,  en 
aquelfo  en  que  fue  llamado. 

25  Quanto  á  las  vírgenes,  no 
tengo  mandamiento  del  Señor  ; 
mas  doy  consejo,  así  como  quien 


CAPITULO  VIII. 


247 


ha  alcanzado  misericordia  del 
Señor,  para  ser  fiel. 

26  Pienso  pues,  que  esto  es 
bueno,  á  causa  de  la  necesidad 
que  apremia,  porque  bueno  es  al 
hombre  el  estarse  así. 

27  ¿  Estás  ligado  á  mug:er  ? 
uo  busques  soltura.  ¿  Estás  li- 
bre de  muger  ?  no  busques  mu- 
gen 

28  Mas  si  tomares  mnger,  no 
pecaste.  Y  si  la  virgen  se  ca- 
sare, no  pecó  ;  pero  los  tales 
quebranto  tendrán  de  la  carne. 
Mas  yo  os  perdono. 

29  Pues  lo  que  digo,  herma- 
nos, es  que  el  tiempo  es  corto ; 
lo  que  resta  es,  que  los  que  tie- 
nen mugeres,  sean  como  si"  no 
las  tuviesen  ; 

30  Y  los  que  lloran,  como  si 
no  llorasen  ;  y  los  que  se  alegran, 
como  si  no  se  alegrasen  ;  y  los 
que  compran,  como  si  no  po- 
seyesen ; 

31  Y  los  que  usan  de  este 
mundo,  como  si  no  usasen  ; 
porque  pasa  la  figura  de  este 
mundo. 

32  Quiero  pues,  que  viváis  sin 
inquietud.  El  que  está  sin  mu- 
ger,  está  cuidadoso  de  las  cosas 
que  son  del  Señor,  como  ha  de 
agradar  á  Dios. 

33  Mas  el  que  está  con  muger, 
está  afanado  en  las  cosas  del 
mundo,  como  ha  de  dar  gusto  á 
su  muger,  y  anda  dividido. 

34  Y  la  muger  soltera,  y  la 
TÍrgen  piensa  en  las  cosas  del 
Señor,  para  ser  santa  de  cuerpo, 
y  de  alma ;  mas  la  que  es  ca- 
sada, piensa  en  las  cosas  que  son 
del  mundo,  y  como  agradar  al 
marido. 

35  En  verdad  esto  digo  para 
provecho  vuestro ;  no  para  echa- 
Tos  lazo,  sino  solamente  para  lo 


que  es  honesto,  y  que  os  dé  facul- 
tad de  orar  al  Señor  sin  estorbo. 

36  Mas  si  á  alguno  le  parece 
que  no  le  es  honesto  á  su  virgen, 
si  se  le  pasa  la  edad  de  casarse, 
y  que  así  es  necesario  que  se 
cumpla,  haga  lo  que  quisiere ; 
no  peca,  si  se  casa. 

37  Porque  el  que  tomo  en  sí 
una  firme  resolución,  no  obli- 
gándole necesidad,  sino  antes 
teniendo  potestad  de  su  propia 
voluntad,  y  determinó  en  su  co- 
razón guardar  su  virgen,  bien 
hace. 

38  Y  así  el  que  casa  á  su  vir- 
gen, hace  bien ;  y  el  que  no  la 
casa,  hace  mejor. 

39  La  muger  está  atada  á  la 
ley,  mientras  vive  su  marido ; 
pero  si  muriese  su  marido,  que- 
da libre ;  cásese  con  quien  quie- 
ra ;  con  tal  que  sea  en  el  Señor. 

40  Pero  será  mas  bienaven- 
turada, si  permaneciere  así,  se- 
gún mi  consejo  ;  y  pienso  que  yo 
también  tengo  Espíritu  de  Dios% 

CAPITULO  VIII. 

1  quanto  á  las  cosas  que 
X    son  sacrificadas  á  los 

ídolos,  sabemos  que  todos  tene- 
mos ciencia.  La  ciencia  hin- 
cha, mas  la  caridad  edifica. 

2  Y  si  alguno  cree  saber  al- 
go, aun  no  ha  conocido  de  que 
manera  le  convenga  saber. 

3  Si  alguno  ama  á  Dios,  este 
es  conocido  de  él. 

4  Y  quanto  á  las  viandas,  que 
son  sacrificadas  á  los  ídolos,  sa- 
bemos que  el  ídolo  es  nada  en  eJ 
mundo,  y  que  no  hay  otro  Dios 
sino  solo  uno. 

5  Porque  aunque  haya  algu- 
nos que  se  llamen  dioses,  ya  en 
el  cielo,  ya  en  la  tierra  (pues 


5248     EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


hay  muchos  dioses,  y  muchos 
eeüores ;) 

6  Mas  para  nosotros  es  solo 
UR  Dios,  el  Padre,  de  quien  son 
todas  las  cosas,  y  nosotros  en  el; 
y  solo  un  Señor  Jesu-Cristo,  por 
quien  son  todas  las  cosas,  y  noso- 
tros por  «1. 

7  Mas  no  en  todos  hay  cono- 
cimiento. Porque  algunos  hasta 
ahora  con  conciencia  del  ídolo, 
comen  como  sacrificado  á  ídolo  ; 
y  la  conciencia  de  estos,  como 
enferma,  es  contaminada. 

8  Y  la  vianda  no  nos  hace 
agradables  á  Dios  :  Porque  ni 
comiéndola,  seremos  mas  ricos ; 
ni  serépios  mas  pobres,  no  co- 
miéndola. 

9  Mas  mirad,  que  esta  liber- 
tad que  tenéis,  no  sea  ocasión  de 
tropiezo  á  los  flacos. 

10  Porque  si  al^no  viere  al 
que  tiene  ciencia,  estar  sentado 
á  la  mesa  en  el  lugar  de  los  ído- 
los ;  ¿  por  ventura  con  su  con- 
ciencia enferma,  no  se  alentará 
á  comer  de  lo  sacrificado  á  los 
ídolos  ? 

íí  ¿Y  por  tu  ciencia  perece- 
rá el  hermano  enfermo  por  el 
qual  murió  Cristo  ? 

12  Y  de  este  modo  pecando 
contra  los  hennanos,  y  libando 
su  débil  conciencia,  pecáis  con- 
tra Cristo. 

13  Por  lo  qual,  si  la  vianda 
sirve  de  escándalo  á  mi  herma- 
no ;  nunca  jamas  comeré  carne, 
por  no  escandalizar  á  mi  her- 
mano. 

CAPITULO  IX. 

1  ¿  "TVTO  soy  yo  hbre  ?  ¿  no 
±^   soy  Apóstol  ?  ¿  no  he 
visto  á  Jesu-Cristo  Señor  nues- 
tro ?  ¿  no  sois  vosotros  obra  mia 
cu  el  Señor 


2  Y  aunque  para  los  otros 
no  fuera  Apóstol,  para  vosotros 
ciertamente  lo  soy  ;  porque  vo- 
sotros sois  el  sello  de  mi  Aposto- 
lado en  el  Señor.. 

3  Esta  es  mi  defensa  para  coa 
aquellos,  que  rae  preguntan. 

4  ¿  Acaso  no  tenemos  potes- 
tad de  comer  y  de  beber  ? 

5  ¿Por  ventura  no  tenemos 
potestad  de  llevar  por  todas  par- 
tes una  rauger  hermana,  así  como 
los  otros  Apóstoles,  y  los  her- 
manos del  Señor,  y  Cefas  ? 

6  ¿O  yo  solo,  y  Bernabé  no 
tenemos  potestad  de  hacer  esto  ? 

7  ¿  Quien  jamas  va  á  campa- 
ña á  sus  expensas  ?  ¿  Quien 
planta  viña,  y  no  come  del  fruto 
de  ella  ?  ¿  Quieil  apacienta  ga- 
nado, y  no  come  de  la  leche  del 
ganado  ? 

8  ¿  Por  ventura  digo  yo  esto 
como  hombre.''  ¿O  no  lo  dice 
también  la  Ley  ? 

9  Porque  escrito  está  en  la 
Ley  de  Moisés:  No  atarás  la 
boca  al  buey  que  trilla.  ¿  Aca- 
so tiene  Dios  cuidado  de  loa 
bueyes  ? 

10  ¿Y  que  no  dice  esto  por 
nosotros  ?  Sí  ciertamente,  por 
nosotros  están  escritas  estas  co- 
sas. Porque  el  que  ara,  debe 
arar  con  esperanza  ;  y  el  que 
trilla,  con  esperanza  de  percibir 
los  frutos. 

11  Si  nosotros  os  sembramos 
las  cosas  espirituales,  ¿  es  gran 
cosa,  si  recogemos  las  carnales 
que  pertenecen  á  vosotros  ? 

12  Si  otros  participan  de  esta 
potestad  sobre  vosotros,  ¿  por 
que  no  mas  bien  nosotros  ?  Mas 
no  hemos  hecho  uso  de  esta  fa- 
cultad; ánles  todo  lo  sufrimos, 
por  no  poner  algún  estorbo  al 
Evangelio  de  Cristo. 


CAPITULO  X. 


249 


13  ¿  No  sabéis,  que  los  que 
tFabajan  en  el  santuario,  comen 
de  lo  que  es  del  santuario  ;  y  que 
los  que  sirven  al  altar,  partici- 
pan juntamente  del  altar  ? 

14  Así  también  el  Señor  or- 
denó, que  los  que  anuncian  el 
Evangelio,  vivan  del  Evangelio. 

15  Pero  yo  de  nada  de  esto 
he  usado :  Ni  tampoco  he  escri- 
to esto  para  que  se  haga  así  con- 
migo ;  porque  tengo  por  mejor 
morir,  antes  que  ninguno  rae  ha- 
ga perder  esta  gloria. 

16  Porque  si  predico  el  Evan- 
gelio, no  tengo  de  que  gloriar- 
me ;  porque  me  es  impuesta  ob- 
ligación ;  pues  ay  de  mí,  si  yo 
no  evangelizare. 

1 7  Por  lo  qual  si  lo  hago  de 
voluntad,  tendré  premio  ;  mas 
si  por  fuerza,  la  dispensación  me 
ha  sido  encargada. 

18  ¿  Qual  pues  es  mi  galar- 
dón ?  Que  predicando  el  Evan- 
gelio, dispense  yo  el  Evangelio 
sin  causar  gasto,  para  no  abu- 
sar de  mi  potestad  en  el  Evan- 
gelio. 

19  Por  lo  qual  siendo  libre 
para  con  todos,  me  he  hecho 
siervo  de  todos,  para  ganar  mu- 
cho mas. 

20  Y  me  he  hecho  para  los 
Judíos  como  Judío,  para  ganar 
á  los  Judíos. 

21  A  los  que  están  baxo  de 
Ley  (como  si  yo  estuviera  baxo 
de  Ley)  no  estando  baxo  de 
Ley,  por  ganar  aquellos  que  es- 
taban baxo  de  Ley  ;  y  á  los  que 
estaban  sin  Ley,  como  si  yo  es- 
tuviera sin  Ley,  (aunque  no  es- 
taba sin  la  Ley  de  Dios  ;  antes 
estando  en  la  Ley  de  Cristo)  por 
ganar  á  los  que  estaban  sin  Ley. 

22  Me  he  hecho  enfermo  con 
los  enfermos,  por  ganar  á  los  en- , 


fermos.  Me  he  hecho  todo  para 
todos,  para  salvarlos  á  todos. 

23  Y  todo  lo  hago  por  el 
Evangelio  ;  para  hacerme  par- 
ticipante de  él. 

24  ¿  No  sabéis,  que  los  que 
coiTen  en  el  Estadio,  todos  en 
verdad  corren,  mas  uno  solo  lle- 
va la  joyB.  ?  Corred  de  tal  mane- 
ra que  la  alcancéis. 

25  Y  todo  aquel  que  ha  de  li- 
diar, de  todo  se  abstiene  ;  y 
aquellos  ciertamente,  por  recibir 
una  corona  corruptible  ;  mas  no- 
sotros incorruptible. 

26  Pues  yo  así  corro,  no  co- 
mo á.  cosa  incierta ;  así  lidio,  no 
como  quien  da  golpes  al  ayre  : 

27  Mas  castigo  mi  cuerpo,  y 
le  pongo  en  servidumbre  ;  por- 
que no  acontezca,  que  habien- 
do predicado  á  otros,  me  haga 
yo  mismo  reprobado. 

CAPITULO  X. 

1  "pORQUE    no  quiero, 
JL    hermanos,  que  igno- 
réis, que  nuestros  padres  esíu- 
viéron  todos  debaxo  de  la  nube, 
y  todos  pasaron  la  mar, 

2  Y  todos  fueron  bautizados 
en  Moisés,  en  la  nube,  y  en  la 
mar  :  • 

3  Y  todos  comieron  una  mis- 
ma vianda  espiritual, 

4  Y  todos  bebieron  una  mis- 
ma bebida  espiritual  ;  (porque 
bebían  de  una  piedra  espiritual, 
que  los  iba  siguiendo  ;  y  la  pie- 
dra era  Cristo.) 

5  Mas  de  muchos  de  ellos  Dios 
no  se  agradó  ;  por  lo  qual  fueron 
postrados  en  el  desierto. 

6  Mas  estas  cosas  fueron  he- 
chas en  figura  de  nosotros,  para 
que  no  seamos  codiciosos  de  co- 
sas malas,  como  ellos  las  codi- 
ciaron. 

U* 


250     EriST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


7  Ni  os  hagáis  idólatras  co- 
mo alg-unos  de  ellos,  conforme 
está  escrito  :  Se  sentó  el  pueblo 
á  comer  y  á  beber,  y  se  levan- 
taron á  jugar. 

8  Ni  forniquemos,  corao  algu- 
nos de  ellos  fornicaron,  y  mu- 
rieron en  un  dia  veinte  y  tres  mil. 

9  Ni  tentemos  á  Cristo,  como 
■algunos  de  ellos  le  tentaron,  y 
iuéron  muertos  por  las  ser- 
pientes. 

10  Ni  murmuréis  como  mur- 
muraron algunos  de  ellos,  y  los 
mato  el  extei-minador. 

1 1  Todas  estas  cosas  Ies  acon- 
tecían á  ellos  en  figura  ;  mas 
fueron  escritas  para  escarmien- 
ió  de  nosotros,  ea  quienes  los 
fmes  de  los  siglos  han  llegado. 

12  Y  así  el  que  piensa  que 
está  en  pie,  mire  ne  cayga. 

13  No  os  tome  tentación  sino 
humana  ;  mas  fiel  es  Dios,  que 
no  permitirá  que  seáis  tentados 
mas  allá  de  vuestras  fuerzas; 
antes  hará  que  saquéis  provecho 
de  la  misma  tentación,  para  que 
podáis  perseverar. 

14  Por  lo  qual,  mny  amados 
mio3,  huid  de  adorar  ídolos  : 

i  5  Como  á  prudentes  os  ha- 
blo, vosotros,  mismos  juzgad  lo 
que  digo. 

16  El  cáhz  de  bendición,  al 
qual  bendecimos,  ¿  no  es  la  co- 
munión de  la  sangre  de  Cristo  ? 
y  el  pan  que  partimos,  ¿  no  es  la 
participación  del  Cuerpo  del  Se- 
ñor ? 

17  Porque  un  pan,  un  cuerpo 
somos  muchos,  todos  aquellos, 
que  participamos  de  im  mismo 
pan. 

18  Considerad  á  Israel  según 
la  carne  :  Los  que  comen  las  j 
víctimas,  ¿  por  ventura  no  tienen  ; 
parte  con  el  altar?  i 


19  ¿  Pues  que  ?  ¿  digo,  que  lo 
que  ha  sido  sacrificado  á  los  ido-  ' 
los,  es  alguna  cosa  f  ¿  ó  que  el  ' 
ídolo  es  alguna  cosa  ? 

20  Antes  digo,  que  las  cosas  i 
que  sacrifican  los  Gentiles,  las  * 
sacrifican  á  los  demonios,  y  no  á  ^ 
Dios.    Y  no  quiero,  que  voso- 
tros tengáis  sociedad  con  los  de- 
monios ;  no  podéis  beber  el  cá- 
hz del  Señor,  y  el  cáliz  de  los  i 
demonios ;  ' 

21  No  podéis  ser  participan-  ■ 
tes  de  la  mesa  del  Señor,  y  de  la  I 
mesa  de  los  demonios. 

22  ¿  Queremos  irritar  con  ze- 
los  al  Señor  ?  ¿  Somos  acaso  mas 
fuertes  que  él  ?  Todo  me  es  per- 
mitido, mas  no  todo  me  conviene. 

23  Todo  me  es  permitido,  mas 
no  todo  es  de  edificación. 

24  Ninguno  busque  lo  que  es 
suyo,  sino  lo  que  es  del  otro. 

25  De  todo  lo  que  se  vende  en 
la  plaza,  comed,  sin  preguntar 
nada  por  causa  de  la  conciencia. 

26  Porque  del  Señor  es  la 
tierra,  y  quanto  hay  en  ella. 

27  Si  alguno  de  los  infieles  os 
convida,  y  queréis  ir,  comed  de 
todo  lo  que  os  pongan  delante, 
no  preguntando  nada  por  causa 
de  la  conciencia. 

28  Y  si  alguno  dixere :  Esto 
ha  sido  sacrificado  á  los  ídolos, 
no  lo  comáis  en  atención  de 
aquel,  que  lo  advirtió,  y  de  la 
conciencia  : 

29  Conciencia  digo,  no  la 
tuya,  sino  la  del  otro.  Porque 
■  á  que  fin  mi  libertad  es  juzga- 
da por  conciencia  agena  ? 

30  Si  yo  con  gracia  participo, 
¿  á  que  fin  soy  blasfemado  por  lo 
que  doy  gracias  ? 

i  31  Pues  si  coméis,  ó  si  bebéis, 
i  6  hacéis  qualquiera  otra  cosa ; 
i  hacedlo  todo  á  gloria  de  Dios. 


CAPITULO  XI. 


251 


32  Sed  tales,  que  no  ofendáis, 
ni  á  los  Judíos,  ni  á  los  Gentiles, 
ni  á  la  Iglesia  de  Dios  : 

33  Como  también  yo  en  todo 
procuro  agradar  á  todos,  no  bus- 
cando mi  provecho,  sino  el  de 
muchos  ;  para  que  sean  salvos. 

CAPITULO  XI. 

1  C1 ED  imitadores  mios,  co- 
^  mo  yo  también  lo  soy 

de  Cristo. 

2  Y  os  alabo,  hermanos,  por- 
que en  todo  os  acordáis  de  mí  ; 
y  guardáis  mis  instrucciones, 
como  yo  os  las  enseñé. 

3  Pero  quiero,  que  vosotros 
sepáis,  que  Cristo  es  la  cabeza 
de  todo  varón  ;  y  el  varón  la  ca- 
beza de  la  muger  ;  y  Dios  la 
cabeza  de  Cristo. 

4  Todo  hombre,  que. ora,  6 
profetiza  con  la  cabeza  cubierta, 
deshonra  su  cabeza. 

5  Y  toda  muger,  que  ora,  ó 
profetiza  con  la  cabeza  descu- 
bierta deshonra  su  cabeza  ;  por 
que  es  lo  mismo  que  si  estuvie- 
ra raída. 

6  Porque  si  no  se  cubre  la 
muger,  trasquílese  también.  Y 
si  es  cosa  fea  á  una  muger  el 
trasquilarse,  ó  raerse,  cubra  sn 
cabeza. 

7  El  raron  en  verdad  no  debe 
cubrir  su  cabeza ;  porque  es 
imagen  y  gloria  de  Dios  ;  mas  la 
muger  es  gloria  del  varón. 

8  Porque  no  fué  hecho  el  va- 
ron  de  la  muger,  sino  la  muger 
del  varón. 

9  Porque  no  fué  criado  el  va- 
ron  por  causa  de  la  muger,  sino 
Ja  muger  por  causa  del  varón. 

10  Por  eso  debe  la  muger 
llevar  la  potestad  sobre  su  cabe- 
za por  causa  de  los  Angeles. 

1 1  Mas  ni  el  varón  sin  la  mu- 


ger, ni  la  muger  sin  el  varón 
en  el  Señor. 

12  Porque  como  la  muger  fue 
hecha  del  varón,  así  también  eí 
varón  por  la  muger  ;  mas  todas 
las  cosas  de  Dios. 

1 3  Juzgad  vosotros  mismos  : 
¿  Es  decente,  que  una  muger  ha- 
ga oración  á  Dios  no  teniendo 
velo  ? 

14  Que  ni  la  misma  naturale- 
za os  esseña,  que  le  seria  ig- 
nominioso al  varón  el  criar  ca- 
bello : 

15  Mas  al  contrario  le  es  de- 
coroso á  la  muger  criar  cabello  ; 
porque  los  cabellos  le  han  sido 
dados  en  lugar  de  velo. 

16  Con  todo  eso,  si  alguno 
parece  ser  contencioso  ;  noso- 
tros no  tenemos  tal  costumbre, 
ni  la  Iglesia  de  Dios. 

17  Esto  os  mando  ;  mas  no 
apruebo,  el  que  os  congregáis, 
no  para  mejor,  sino  para  peor. 

18  Porque  en  primer  lugar 
oigo,  que  quando  os  congregáis 
en  la  Iglesia,  hay  disensiones 
entre  vosotros  ;  y  en  parte  lo 
creo. 

T9  Pues  es  necesario  que 
haya  también  heregías,  para  que 
los  que  son  aprobados  seau  ma- 
nifiestos entre  vosotros. 

20  De  manera  que  quando  os 
congregáis  en  uno,  ya  no  es  pa- 
ra comer  la  cena  del  Señor. 

21  Porque  oada  uno  toma  an- 
tes su  propia  cena  para  comer. 
Y  el  uno  tiene  hambre  ;  y  e*I 
otro  está  muy  harto. 

22  ¿  Por  ventura  no  tenéis 
casas  para  comer  y  beber  ?  ¿  ó 
despreciáis  la  Iglesia  de  Dios,  y 
avergonzáis  á  aquellos  que  no 
tienen  ?  ¿  Que  os  diré  ?  ;  Os  ala- 
baré ?  en  esto  oo  os  slabo. 

23  Porque  yo  recibí  del  Se- 


^S^     EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIO?, 


Sor,  lo  que  tarabiea  os  enseñé  á 
vosotros,  que  el  Señor  Jesús,  en 
ia  noche  en  que  fué  entregado, 
tomó  el  pan, 

24  Y  dando  gracias,  le  partió, 
y  dixó  :  Tomad,  y  comed  ;  este 
-^3  mi  Cuerpo,  que  será  entrega- 
do por  vosotros  ;  haced  esto  en 
iOemoria  de  mí. 

25  Asimismo  tomó  el  cáliz, 
después  de  haber  cenado,  di- 
ciendo :  Este  cáliz  en  el  Nuevo 
Testamento  en  mi  Sangre.  Ha- 
ced esto,  quantas  reces  lo  be- 
biéreis,  en  memoria  de  mí. 

26  Porque  quantas  veces  co- 
miereis este  pan,  y  bebiéreis 
este  cáliz  ;  anunciaréis  la  muer- 
te del  Señor,  hasta  que  venga. 

27  De  manera,  que  el  que  co- 
miere este  pan,  ó  bebiere  el  cá- 
liz del  Señor  indignamente ;  será 
reo  del  Cuerpo  y  de  la  Sangre 
del  Señor. 

28  Por  tanto  pruébese  el 
hombre  á  sí  mismo  ;  y  así  coma 
de  aquel  pan,  y  beba  del  cáliz. 

29  Porque  el  que  come  y  be- 
be indignamente,  come  y  bebe 
su  propio  juicio  ;  no  haciendo 
discernimiento  del  Cuerpo  del 
Señor. 

30  Por  esto  hay  entre  voso- 
tros muchos  enfermos  y  flacos,  y 
duermen  mnchos. 

31  Pero  si  nos  exáminásemos 
á  nosotros  mismos,  ciertamente 
no  seriamos  juzgados. 

32  ]\Ias  quando  somos  juzgados, 
somos  corregidos  del  Señor,  para 
que  no  seamos  condenados  con 
este  mundo. 

33  Pues,  hermanos  mios, 
quando  os  juntáis  para  comer, 
esperaos  unos  á  otros. 

34  Y  si  alguno  tiene  hambre, 
coma  en  casa ;  porque  no  os 
-juntéis  para  juicio.   Las  djemas 


I  cosas  las  ordenaré,  quando  fi- 
niere. 

CAPITULO  XII. 

1  "YT"  sobre  los  dones  espiri- 

Jl  tuales  no  quiero,  her- 
manos, que  viváis  en  ignorancia. 

2  Sabéis,  que  quando  éraís 
Gentiles,  os  ibais  á  los  ídolos 
mudos,  como  erais  llevados. 

3  Por  tanto  os  hago  saber, 
que  ninguno  que  habla  por  Espí- 
ritu de  Dios,  dice  anatema  á 
Jesús.  Y  ninguno  puede  decir, 
Señor  Jesús,  sino  por  el  Espíritu 
Santo. 

4  Pues  hay  repartimientos  de 
gracias,  mas  uno  mismo  es  el 
Espíritu ; 

5  Y  hay  repartimientos  de 
ministerios,  mas  uno  mismo  es  el 
Señor ; 

6  Y  hay  repartimientos  de 
operaciones,  mas  uno  mismo  es 
el  Dios,  que  obra  todas  las  cosas 
en  todos. 

7  Y  á  cada  uno  es  dada  la 
manifestación  del  Espíritu  para 
provecho. 

8  Porque  á  uno  por  el  Espí- 
ritu es  dada  palabra  de  sabidu- 
ría ;  á  otro  palabra  de  ciencia 
según  el  mismo  Espíritu  ; 

9  A  otro  fé  por  el  mismo  Es- 
píritu ;  á  otro  gracia  de  sanida- 
des en  un  mismo  Espíritu ; 

10  A  otro  operación  de  virtu- 
des ;  á  otro  profecía ;  á  otro  dis- 
creción de  espíritus ;  á  otro  li- 
nages  de  lenguas  ;  á  otro  inter- 
pretación de  palabras. 

1 1  Mas  todas  estas  cosas  obra 
solo  uno  y  el  mismo  Espíritu, 
repartiendo  á  cada  uno  como 
quiere. 

12  Porque  así  como  el  cuerpo 
es  uno,  y  tiene  muchos  miem- 


CAPITULO  xni. 


233 


bros,  y  todos  los  miembros  del 
cuerpo,  aunque  sean  muchos, 
son  no  obstante  un  solo  cuerpo  ; 
así  también  Cristo. 

13  Porque  en  un  mismo  Es- 
píritu hemos  sido  bautizados  to- 
dos nosotros  para  ser  un  mismo 
cuerpo,  ya  Judíos,  6  Gentiles, 
ysi  siervos,  6  libres  ;  y  todos  he- 
mos bebido  en  un  mismo  Espí- 
ritu. 

14  Porque  tampoco  el  cuer- 
po es  un  solo  miembro  sino  mu- 
chos. 

15  Si  dixere  el  pie  :  Porque 
no  soy  mano,  no  soy  del  cuer- 
po, ¿  dexa  por  eso  de  ser  del 
cuerpo  ? 

16  Y  6Í  dixere  la  oreja  :  Por- 
que no  soy  ojo,  no  soy  del  cuer- 
po, ¿  dexa  por  eso  de  ser  del 
cuerpo  ? 

17  Si  todo  el  cuerpo  fuese 
ojo,  ¿  donde  estaría  el  oido  ?  Y 
si  todo  fuese  oido,  ¿  donde  esta- 
ría el  olfato  ? 

1 8  Mas  ahora  Dios  ha  puesto 
los  miembros  en  el  cuerpo,  cada 
uno  de  ellos  así  como  quiso. 

19  Y  si  todos  los  miembros 
fuesen  uno,  ¿  donde  estaría  el 
cuerpo  ? 

20  Mas  ahora  los  miembros 
en  verdad  son  muchos,  pero  el 
cuerpo  es  uno  solo. 

21  Y  el  ojo  no  puede  decir  á 
la  mano :  No  te  he  menester  ; 
ni  tampoco  la  cabeza  á  los  pies  : 
No  me  sois  necesarios. 

22  Antes  los  miembros  del 
cuerpo  que  parecen  mas  flacos, 
son  mas  necesarios  : 

23  Y  los  que  tenemos  por  mas 
viles  miembros  del  cuerpo,  á 
esos  cubrimos  con  mas  decoro  ; 
y  los  que  en  nosotros  son  mas 
íéos,  los  adornamos  con  mas  de- 
cencia. 


24  Porque  loí  que  én  noso- 
tros son  mas  honestos,  no  tienen 
necesidad  de  nada  ;  raas  Dios 
templó  el  cuerpo,  dando  honra 
mas  cumplida  á  aquel  que  no  la 
tenia  en  sí, 

25  Para  que  no  haya  disen» 
sion  en  el  cuerpo,  sino  que  to« 
dos  los  miembros  conspiren  en» 
tre  sí  á  ayudarse  «nos  á  otros. 

26  De  manera  que  si  aJg-ua 
mal  padece  un  miembro,  todos 
los  miembros  padecen  con  el ;  5 
si  un  miembro  es  honrado,  todos 
los  miembros  se  regocijan  con  él. 

27  Pues  vosotros  sois  cuerpo 
de  Cristo,  y  miembros  de  miem- 
bro. 

28  Y  así  á  unos  puso  Dios  en 
la  Iglesia,  en  primer  lugar  Após- 
toles, en  segundo  Profetas,  en 
tercero  Doctores,  después  vir- 
tudes, luego  gracias  de  curacio- 
nes, socorros,  gobernaciones, 
géneros  de  lenguas,  interpreta» 
clones  de  palabras. 

29  ¿  Por  ventura  son  todos 
Apóstoles  ?  ¿  son  todos  Profetas  ? 
¿  son  todos  Doctores  ? 

30  ¿  O  todos  virtudes  ?  ¿  6  to- 
dos tienen  gracia  de  curaciones  ? 
¿  6  todos  hablan  lenguas  ?  ¿  ó  to- 
dos interpretan  ? 

31  Aspirad  pues  á  los  mejores 
dones.  Yo  os  muestro  un  ca- 
mino aun  mas  excelente. 

CAPITULO  XIIL 

1  I  yo  hablara  lenguas  de 
^  hombres  y  de  Angeles, 

y  no  tuviera  caridad,  soy  como 
metal  que  suena,  6  campana  que 
retiñe. 

2  Y  si  tuviere  profecía,  y  su- 
piere todos  los  misterios,  y  quan- 
to  se  puede  saber ;  y  si  tuviese 
toda  la  féf  de  njaaera  que  tras- 


254     EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


pasase  los  montes,  y  no  tuviere 
caridad,  nada  soy. 

3  Y  si  distribuyere  todos  mis 
bienes  en  dar  de  comer  á  po- 
bres, y  si  entregare  mi  cuerpo 
para  ser  quemado,  y  no  tuviere 
caridad,  nada  me  aprovecha. 

4  La  caridad  es  paciente,  es 
benigna  ;  la  caridad  no  es  en- 
vidiosa, no  obra  precipitadamen- 
te, no  se  ensoberbece, 

5  No  es  ambiciosa,  no  busca 
sus  provechos,  no  se  mueve  á 
ira,  no  piensa  mal, 

6  No  se  g-oza  de  la  iniquidad, 
mas  se  g-oza  de  la  verdad  : 

7  Todo  lo  sobrelleva,  todo  lo 
cree,  todo  lo  espera,  todo  lo  so- 
porta. 

8  La  Caridad  nunca  fenece  ; 
aunque  se  hayan  de  acabar  las 
profecías,  y  cesar  las  lenguas,  y 
ser- destruida  la  ciencia. 

9  Porque  en  parte  conoce- 
mos, y  en  parte  profetizamos. 

10  Mas  quando  viniere  loque 
es  perfecto,  abolido  será  lo  que 
es  en  parte. 

11  Quando  yo  era  niño,  ha- 
blaba como  niño,  sentía  como 
niño,  pensaba  como  niño.  Mas 
quando  fui  ya  hombre  hecho,  di 
de  mano  á  las  cosas  de  niño. 

1 2  Ahora  vemos  como  por  es- 
pejo en  obscuridad  ;  mas  enton- 
ces cara  á  cara.  Ahora  conoz- 
co en  parte  ;  mas  entonces  co- 
noceré, como  soy  conocido. 

13  Y  ahora  permanecen  estas 
tres  cosas,  la  Fe,  la  Esperanza, 
y  la  Caridad ;  mas  de  estas,  la 
mayor  es  la  Caridad. 

CAPITULO  XIV. 

1  ^EGUID    la  Caridad; 
^  codiciad  los  dones  es- 
pirituales, y  sobre  todo  el  de 
,  profecía. 


2  Porque  el  que  habla  una 
lengua,  no  habla  á  hombres, 
sino  á  Dios  ;  porque  ninguno  le 
oye.  Y  en  Espíritu  habla  mis- 
terios. 

3  Mas  el  que  profetiza,  habla 
á  hombres  para  edificación,  y 
exhortación,  y  consolación. 

4  El  que  habla  una  lengua, 
se  edifica  á  sí  mismo  ;  mas  el 
que  profetiza,  edifica  á  la  Igle» 
sia  de  Dios. 

5  Quiero  pues,  que  vosotras 
todos  habléis  lenguas  ;  pero  mas 
bien  que  profeticéis  ;  porque 
mayor  es  el  que  profetiza,  que  el 
que  habla  lenguas  ;  á  no  ser  que 
también  interprete,  de  manera 
que  la  Iglesia  reciba  edificación. 

6  Pues  ahora,  hermanos,  si  yo 
fuere  á  vosotros  hablando  len- 
guas ;  ¿  que  os  aprovecharé,  si 
no  os  hablare,  ó  en  revelación, 
ó  en  ciencia,  ó  en  profecía,  ó  en 
doctrina  ? 

7  Ciertamente  las  cosas  ina- 
nimadas que  dan  sonido,  como  la 
flauta,  y  el  harpa,  si  no  hacen 
diferencia  de  sonidos,  ¿  como  se 
distinguirá  lo  que  se  canta  á  la 
fláuta,  ó  lo  que  se  tañe  al  harpa? 

8  Y  si  la  trompeta  diere  un 
confuso  sonido,  ^  quien  se  aper- 
cibirá á  la  batalla  ? 

9  Así  también  vosotros,  si  por 
la  lengua  no  diereis  palabras  in- 
teligibles, ¿  como  se  entenderá 
lo  que  se  dice  ?  porque  habla- 
réis al  ayre. 

10  Hay,  por  exemplo,  tantos 
linages  de  lenguas  en  este  muja- 
do,  y  nada  hay  sin  voz. 

1 1  Pues  si  yo  no  entendiere 
el  valor  de  la  voz,  seré  bárbaro 
para  aquel  á  quien  hablo  ;  y  el 
que  habla,  lo  s«rá  para  mí. 

12  Así  también  vosotros,  por 
quanto  sois  codiciosos  ác  d^nes 


CAPITULO  XIV. 


255 


espirituales,  procurad  abundar 
en  ellos  para  edificación  de  la 
Iglesia. 

13  Y  por  esto  el  que  habla 
una  lengua,  pida  la  gracia  de  in- 
terpretarla. 

14  Porque  si  orare  en  una 
lengua,  mi  espíritu  ora ;  mas  mi 
mente  queda  sin  fruto. 

15  ¿  Pues  que  haré  ?  oraré 
con  el  espíritu,  oraré  también 
con  la  mente  ;  cantaré  con  el 
espíritu,  cantaré  también  con  la 
mente. 

16  Mas  si  bendixeres  con  el 
espíritu,  el  que  ocupa  lugar 
del  eimple  pueblo,  ;  como  dirá, 
Amen,  sobre  tu  bendición  ? 
puesto  que  no  entiende  lo  que 
tú  dices. 

17  Verdad  es,  que  tú  das  bien 
las  gracias ;  mas  el  otro  no  es 
ediñcado. 

18  Gracias  doy  á  mi  Dios, 
porque  hablo  en  lengua  de  todos 
vosotros. 

19  Y  mas  bien  quiero  hablar 
en  la  Iglesia  cinco  palabras  de 
mi  inteligencia,  y  para  instruir 
también  á  los  otros,  que  no  diez 
mil  palabras  en  lengua. 

20  Hermanos,  no  seáis  niños 
en  el  sentido ;  mas  sed  peqneñi- 
tos  en  la  malicia,  y  sed  per- 
fectos en  el  sentido. 

21  En  la  Ley  está  escrito  : 
Que  en  otras  lenguas,  y  en  otros 
labios  hablaré  á  este  pueblo  ;  y 
ni  aun  así  me  oirán,  dice  el  Se- 
ñor. 

22  Y  así  las  lenguas  son  para 
señal  no  á  los  fieles,  sino  á  los 
infieles  ;  mas  las  profecías  no  á 
los  infieles,  sino  á  los  fieles. 

23  Pues  si  toda  la  Iglesia  se 
congregare  en  uno,  y  todos  ha- 
blasen lenguas  diversas,  entran- 
do entonces  idioías  ó  iiiüeLes  : 


¿  no  dirán  que  estáis  fuera  de 
juicio  ? 

24  Pero  si  todos  profetizaren, 
y  entrare  algún  infiel,  ó  idiota, 
de  todos  será  convencido,  de  to- 
dos será  juzgado  ; 

25  Las  cosas  ocultas  de  su 
corazón  se  harán  manifiestas  ;  y 
así  postrado  sobre  el  rostro,  ado- 
rará á  Dios,  declarando,  que 
Dios  verdaderamente  está  en 
vosotros. 

26  ¿  Pues  que  hay,  herma- 
nos ?  quando  os  congregáis,  ca- 
da uno  de  vosotros  tiene  salmo, 
tiene  doctrina,  tiene  revelación, 
tiene  lengua,  tiene  interpreta- 
ción ;  hágase  todo  para  edifica- 
ción. 

27  Si  alguno  hablare  en  len- 
gua, sea  por  dos,  lo  mas  por  tres, 
y  esto  á  veces,  y  que  uno  inter- 
prete. 

28  Y  si  no  hubiere  intérprete, 
calle  en  la  Iglesia,  y  hable  á  ai 
mismo,  y  con  Dios. 

29  En  quanto  á  los  Profetas, 
hablen  dos  ó  tres,  y  los  dema^ 
juzguen. 

30  Y  si  á  otro  que  estuviere 
sentado  hubiere  sido  revelada 
alguna  cosa,  calle  él  primero. 

31  Y  todos  uno  por  uno  po- 
déis profetizar  ;  para  que  todos 
aprendan,  y  todos  sean  amones* 
tados  : 

32  Y  los  espíritus  de  ios  Pro- 
fetas están  sujetos  á  los  Pro- 
fetas. 

33  Porque  Dios  no  es  Dios  de 
disensión,  sino  de  paz  ;  como  yo 
también  enseño  en  todas  las 
Ig'Iesias  de  los  Santos. 

34  Las  mugeres  callea  en  las 
Iglesias  ;  porque  no  les  es  dado 
hablar,  sino  que  estén  sujetas, 
como  también  lo  dice  la  Ley. 

35  Y  si  quieren  aprender  al- 


255     EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


guna  cosa,  pregunten  en  casa  á 
sus  maridos.  Porque  indecente 
cosa  es  á,  una  muger  hablar  en 
la  Iglesia. 

36  ¿  Por  ventura  la  palabra 
de  Dios  salió  de  vosotros  ?  ¿  ó  ha 
llegado  á  solos  vosotros  ? 

37  Si  alguno  se  tiene  por  Pro- 
feta, ó  por  espiritual,  conozca 
que  las  cosas  que  os  escribo,  son 
mandamientos  del  Señor. 

38  Y  quien  no  conociere,  no 
será  conocido. 

39  Y  así,  hermanos,  codiciad 
el  profetizar  ;  y  no  vedéis  el  ha- 
blar lenguas. 

40  Mas  todo  se  haga  con  de- 
cencia y  con  órden. 

CAPITULO  XV. 

1  /^S  hago  pues  presente, 
V-F  hermanos,  el  Evange- 
lio que  os  prediqué,  el  que  tara- 
bien  recibisteis,  y  en  el  que  per- 
severáis, 

2  Por  el  qual  asímiano  sois 
salvos,  si  le  guardáis  al  tenor  de 
lo  que  yo  os  prediqué,  á  no  ser 
que  en  vano  hayáis  creido. 

3  Porque  desde  el  principio 
yo  os  enseñé  lo  mismo  que  ha- 
bia  aprendido  ;  que  Cristo  mu- 
rió por  nuestros  pecados  según 
las  Escrituras ; 

4  Y  que  fué  sepultado,  y  que 
resucitó  al  tercero  dia  según  las 
Escrituras ; 

5  Y  que  se  apareció  á  Cefas, 
y  después  de  esto  á  los  once ; 

6  Después  fué  visto  por  mas 
de  quinientos  hermanos  estando, 
juntos  ;  de  los  quales  aun  hoy 
dia  viven  muchos,  y  otros  ya 
finaron ; 

7  Después  apareció  á  San- 
tiago, y  luego  á  todos  los  Após- 
toles ; 


8  Y  el  postrero  de  todos,  co- 
mo á  un  abortivo,  me  apareció 
también  á.  mí. 

9  Porque  yo  soy  el  menor  de 
los  Apóstoles,  que  no  soy  digno 
de  ser  llamado  Apóstol,  porque 
perseguí  la  Iglesia  de  Dios. 

10  Mas  por  la  gracia  de  Dio3 
soy  aquello  que  soy,  y  su  gracia 
no  ha  sido  vana  en  mí ;  ántes  he 
trabajado  mas  copiosamente,  que 
todos  ellos  ;  mas  no  yo,  sino  la 
gracia  de  Dios  conmigo  : 

11  Porque  sea  yo,  6  sean 
ellos,  así  predicamos,  y  así  ha- 
béis creido. 

12  Y  si  se  predica,  que  Cristo 
resucitó  de  entre  los  muertos, 
¿  como  dicen  algunos  entre  vo- 
sotros, que  no  hay  resurrección 
de  muertos  ? 

13  Pues  si  no  hay  resurrec- 
ción de  muertos  ;  tampoco  Cris- 
to resucitó. 

14  Y  si  Cristo  no  resucitó, 
luego  vana  es  nuestra  predica- 
ción, y  también  es  vana  vues- 
tra fe  :  • 

15  Y  somos  asimismo  halla- 
dos por  falsos  testigos  de  Dios ; 
porque  dimos  testimonio  contra 
Dios  diciendo,  que  resucitó  i 
Cristo ;  al  qual  no  resucitó,  si  ios 
muertos  no  resucitan. 

1 6  Por  que  si  los  muertos  no 
resucitan,  tampoco  Cristo  resu- 
citó. 

17  Y  si  Cristo  no  resucitó, 
vana  es  vuestra  fe,  porque  aun 
estáis  en  vuestros  pecados. 

18  Y  por  consiguiente  tam- 
bién los  que  durmieron  en  Cris- 
to han  perecido. 

19  Si  en  esta  vida  tan  sola- 
mente esperamos  en  Cristo,  los 
mas  desdichados  somos  de  todos 
los  hombres. 

20  Mas  ahora  Cristo  résucitó 


CAPITULO  XV. 


257 


de  entre  los  muertos,  primicias 
de  los  que  duermen. 

21  Porque  como  la  muerte 
fué  por  un  hombre,  también  por 
un  hombre  la  resurrección  de 
los  muertos. 

22  Y  así  como  en  Adam  mue- 
ren todos,  así  también  todos  se- 
rán vivificados  en  Cristo. 

23  Mas  cada  uno  en  su  or- 
den ;  las  primicias  Cristo ;  des- 
pués los  que  son  de  Cristo,  que 
creyeron  en  su  advenimiento. 

24  Luego  será  el  fin ;  quando 
hubiere  entregado  el  reyno  á 
Dios  y  al  Padre,  quando  hubiere 
destruido  todo  principado,  y  po- 
testad, y  virtud. 

25  Porque  es  necesario  que 
él  rejne,  hasta  que  ponga  á  to- 
dos sus  enemig-os  debaxo  de  sus 
pies. 

26  Y  la  enemiga  muerte  será 
destruida  la  postrera  :  Porque 
todas  las  cosas  sujeto  débaxo  de 
los  pies  de  él.    Y  quando  dice  ; 

27  Todo  está  sujeto  á  él,  se 
exceptúa  &in  duda  aquel  que  co- 
metió á  él  todas  las  cosas. 

28  Y  quando  todo  le  estuviere 
sujeto,  entonces  aun  el  mismo 
Hijo  estará  sometido  á  aquel 
que  sometió  á  él  todas  las  co- 
sas, para  que  Dios  sea  todo  en 
todos. 

29  De  otra  manera,  ^  que  ha- 
rán los  que  se  bautizan  por  los 
muertos,  si  de  ningún  modo  los 
muertos  resucitan  ?  ¿  Pues  por 
que  se  bautizan  por  ellos-  r* 

20  ¿Y  por  que  nosotros  esta- 
mos á  peligro  en  cada  hora  ? 

31  Cada  dia,  hermanos,  mue- 
ro por  vuestra  gloria,  la  qual 
teng-o  en  Jesu-Cristo  Señor 
nuestro. 

32  (Si  como  hombre)  lidié  yo 
coa  las  bestias  en  Efeso,  ¿  que 


me  aproveclia,  si  no  resucitan 
los  muertos  ?  Comamos  y  beba- 
mos, que  mañana  moriremos. 

33  No  queráis  ?cr engañados: 
Las  malas  couvei*saciones  cor- 
rompen las  buenas  costumbres. 

34  Velad,  justos,  y  no  pe- 
quéis ;  porque  algunos  no  tienen 
el  conocimiento  de  Dios,  pai-a 
vergüenza  vuestra  lo  dig-o. 

35  Mas  dirá  alguno  :  ;  Como 
resucitarán  los  muertos  ?  ¿  ó  en 
que  calidad  de  cuerpo  vendrán  r* 

36  Necio,  lo  que  tú  siem- 
bras, no  se  vivifica,  si  ántes  no 
muere. 

37  Y  quando  siembras,  no 
siembras  el  cuerpo  que  ha  de 
ser,  sino  el  grano  desnudo,  así 
como  de  trig-o,  ó  de  alg-uuo  de 
los  otros. 

38  Mas  Dios  le  dá  el  cuerpo- 
como  quiere  ;  y  á  cada  una  de 
las  semillas  su  propio  cuerpo. 

39  No  toda  carne  es  una  mis- 
ma carne  ;  mas  una  ciertamente 
es  la  de  los  hombres,  otra  la  de 
las  bestias,  otra  la  de  las  aves,  y 
otra  la  de  los  peces. 

40  Y  cuerpos  hay  celestiales, 
y  cuerpos  teiTestres  ;  mas  una 
es  la  gloria  de  los  celestiales,  y 
otra  de  los  terrestres  : 

41  Una  es  la  claridad  del  Sol, 
otra  la  claridad  de  la  Luna,  y 
otra  la  claridad  de  las  estrellas. 
Y  aun  hay  diferencia  de  estrella 
á  estrella  en  la  claridad  : 

42  Así  también  la  resurrec* 
cion  de  los  muertos.  Se  siem* 
bra  en  corrupción,  resucitará  eo 
incorrupción. 

43  Es  sembrado  en  vileza, 
resucitará  en  gloria  ;  es  sem- 
brado en  flaqueza,  resucitará  en 
vigor  ; 

44  Es  sembrado  cuerpo  ani- 
mal, resucitará  cuerpo  espiri» 


558     EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORIXTIOS. 


twal.  Si  hay  cuerpo  animal,  lo 
hay  también  espiritual,  así  como 
está,  escrito : 

45  Fué  hecho  el  prim'cr  hom- 
bre Adara  en  alma  viviente,  el 
postrer  Adam  en  espíritu  vivi- 
íicante. 

46  Blas  no  antes  lo  que  es  es- 
piritual, sino  lo  que  es  animal  ; 
después  lo  que  es  espiritual. 

47  El  primer  hombre  de  la 
t  ierra,  terreno  ;  el  segundo  hom- 
bre del  -cielo,  celestial. 

43  Qual  el  terreno,  tales  tam- 
bién los  terrenos  ;  y  qual  el  ce- 
lestial, tales  también  los  celes- 
tiales. 

49  Por  lo  qual,  así  como  tra- 
ximos  la  iraág-en  del  terreno, 
llevemos  también  la  imág-en  del 
celestial. 

50  Mas  dig-o  esto,  hermanos  : 
Que  la  carne  y  la  sangre  no  pue- 
den poseer  el  rejuo  de  Dios  ;  ni 
la  corrupción  poseerá  la  incor- 
ruptibilidad. 

51  He  aquí  os  digo  un  Mys- 
terio  ;  Todos  ciertamente  resu- 
citaremos, mas  no  todos  seremos 
mudados. 

52  En  un  momento,  en  un 
abrir  de  ojo,  en  la  final  trompe- 
ta ;  pues  la  trompeta  sonará,  y 
los  muertos  resucitarán  incor- 
ruptibles ;  y  nosotros  seremos 
mudados. 

53  Porque  es  necesario  que 
esto  corruptible  se  vista  de  in- 
corruptibilidad  ;  y  esto  que  es 
mortal,  se  vista  de  inmortali- 
dad. 

64  Y  quando  esto,  que  es 
mortal  fuere  revestido  de  in- 
inartalidad,  entonces  se  cumpli- 
rá la  palabra  que  está  escrita  : 
Tragada  ha  sido  la  muerte  en  la 
victoria. 

-  ¿í5  ¿  Donde  está,  6  muerte,  tu 


victoria  ?  ¿  donde  está,  5  muerte, 
tu  aguijón  ? 

56  El  aguijón  pues  de  la 
muerte  es  el  pecado,  y  la  fuer- 
za del  pecado  es  la  Ley  ; 

57  IMas  gracias  á  Dios,  que 
nos  dio  la  victoria  por  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo. 

58  Y  así,  am.ados  hermanos 
mios,  estad  firmes  y  constantes, 
creciendo  siempre  en  la  obra  dcí 
Señor,  sabiendo  que  vuestro  tra- 
bajo no  es  vano  en  el  Señor. 

CAPITULO  XVL 

1  TVF-'^S  en  quanto  á  las 
lyM.  colectas  que  se  ha- 
cen para  los  Santos,  haced  tam- 
bién vosotros,  así  como  lo  orde- 
né en  las  Iglesias  de  Galacia. 

2  El  primer  dia  de  la  semana 
cada  uno  de  vosotros  ponga  apar- 
te, y  guarde  en  su  casa  lo  que 
guste,  para  que  no  se  hagan  las 
colectas  quando  yo  viniere. 

3  Y  quando  estuviere  pre- 
sente, los  que  vosotros  aproba- 
reis por  cartas,  aquellos  enviaré 
para  que  lleven  á  Jerusalém. 
vuestro  socorro. 

4  Y  si  la  cosa  mereciere  que 
yo  también  vaya,  irán  conmigo. 

5  Mas  iré  á  vosotros,  luego 
que  hubiere  pasado  por  la  Ma- 
cedonia  ;  porque  por  Macedonia 
pasaré. 

6  Y  por  ventura  me  quedaré 
con  vosotros,  y  pasaré  también 
el  invierno,  para  que  me  acom- 
pañéis adonde  hubiere  de  ir. 

7  Porque  no  os  quiero  ahora 
ver  de  paso  ;  ántes  espero  dete- 
nerme algún  tiempo  con  voso- 
tros, si  el  Señor  lo  permitiere. 

8  Y  estaré  en  Efeso  hasta 
Pentecostés. 

9  Porque  se  me  ha  abierto 


CAPITULO  I. 


25D 


una  puerta  grande,  y  espaciosa  ; 
y  los  adversarios  son  muchos. 

10  Y  si  viniere  Timoteo,  cui- 
dad que  esté  sin  temor  entre  vo- 
sotros ;  porque  ti-abaja  en  la 
obra  del  Señor,  así  como  yo. 

1 1  Por  tanto  ninguno  le  tenga 
en  poco  ;  antes  acompañadle  en 
paz,  para  que  venga  á  mí ;  por- 
que le  espero  con  los  hermanos. 

12  Y  os  hago  saber  del  her- 
mano Apolo,  que  le  rogué  mu- 
cho, que  pasase  á  vosotros  con 
los  hermanos  ;  y  en  verdad  no 
fué  su  voluntad  de  ir  ahora  á 
vosotros  ;  mas  irá  quando  tu- 
viere oportunidad. 

13  V.elad,  estad  firmes  en  la 
fé,  portaos  varonilmente,  y  sed 
fuertes. 

14  Todas  vuestras  cosas  sean 
hechas  en  caridad. 

15  Y  os  ruego,  hermanos,  ya 
conocéis  la  casa  de  Estéfana,  y 
de  Fortunato,  y  de  Acáico  ; 
porque  son  las  primicias  de  la 
Acaya,  y  se  consagraron  al  ser- 
vicio de  los  Santos  : 

16  Que  vosotros  estéis  obe- 


dientes á  csías  tales,  y  á  todo 
aquel  que  nos  ayuda,  y  trabaja, 

17  Y  me  huelgo  de  la  venida 
de  Estéfana,  y  de  Fortunato,  y 
de  Acáico ;  porque  lo  que  á 
v^osotros  faltaba,  ellos  lo  supiié* 
ron : 

18  Porque  recrearon  mi  es-« 
píritu,  y  el  vuestro.  Tened 
pues  consideración  á  tales  per- 
sonas. 

19  Os  saludan  las  Iglesias  de 
Asia.  Os  saludan  mucho  en  M 
Señor  Aquila,  y  Priscila  con  la 
Iglesia  de  su  casa,  en  la  que  me 
hallo  hospedado. 

20  Os  saludan  todos  los  her- 
manos. Saludaos  los  unos  á  los 
otros  en  ósculo  santo. 

21  La  salutación  de  mi  propia 
mano,  Pablo. 

22  Si  alguno  no  ama  á  nues- 
tro Señor  Jesu-Cristo,  sea  exco-^ 
mulgado,  perpetuamente  exe- 
crable. 

23  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea  con  vosotros. 

24  Mi  amor  sea  con  todos  vo- 
sotros en  Jesu-Cristo.  Amen. 


EPISTOLA  SEGUNDA 


DE  SAN  PABLO 

A  LOS  CORINTIOS. 


CAPITULO  I. 

1  T>ABLO  Apóstol  de  Je- 
JL  su-Cristo  por  la  volun- 
tad de  Dios,  y  Timoteo  el  her- 
mano, á  la  Iglesia  de  Dios,  que 
está  en  Corinto,  con  todos  los 
Santos,  que  están  en  toda  la 
Acaia  : 

.  2  Gracia  sea  á  vosotros,  y  paz 


de  Dios  nuestro  Padre,  3'del  Se^ 
ñor  Jesu-Cristo. 

3  Bendito  sea  el  Dios  y  Pa- 
dre de  nuestro  Señor  Jesu-Cria- 
to,  el  Padre  de  las  misericordias, 
y  Dios  de  todo  consolación, 

4  El  qual  nos  consuela  en 
toda  nuestra  tribulación  ;  para 
que  podamos  también  consolar, 
á  los  que  están  en  toda  angustí». 


í>60     EPIST.  II.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


con  la  consolación  con  que  aun 
nosotros  somos  consolados  de 
Dios. 

5  Porque  como  abundan  las 
aflicciones  de  Cristo  en  nosotros, 
así  también  por  Cristo  abunda 
nuestra  consolación. 

6  Porque  si  somos  atribula- 
dos, por  vuestra  exhortación  es 
y  salud ;  si  somos  consolados, 
por  vuestra  consolación  es  ;  si 
somos  confortados,  por  vuesti-a 

Confortación  es  y  salud,  la  que 
obra  sufrimiento  de  las  mismas 
aflicciones,  que  nosotros  también 
sufrimos  : 

7  Para  que  sea  firme  nuestra 
esperanza  por  vosotros  ;  estando 
ciertos,  que  así  como  sois  com- 
pañeros en  las  aflicciones,  lo  se- 
réis también  en  la  consolación. 

8  Porque  no  queremos,  her- 
manos, que  ignoréis  la  tribula- 
ción que  tuvimos  en  el  Asia  ; 
porque  fuimos  agravados  desme- 
didamente sobre  nuestras  fuer- 
zas, en  tanto  grado,  que  aun  el 
vivir  nos  era  pesado. 

9  Mas  nosotros  en  nosotros* 
mismos  tuvimos  respuesta  de 
muerte,  para  que  no  fiemos  en 
nosotros,  sino  en  Dios,  que  re- 
sucita los  muertos  : 

10  El  que  nos  libró  y  saca 
de  tan  grandes  peligros,  en  quien 
esperamos  que  aun  nos  librará, 

11  Si  vosotros  nos  aj^udais 
también  orando  por  nosotros  ; 
para  que  por  el  don,  que  se  nos 
ha  concedido  por  respeto  de 
muchas  personas,  por  muchos 
sean  dadas  gracias  por  nosotros. 

12  Porque  nuestra  gloria  es 
esta,  el  testimonio  de  nuestra 
conciencia,  que  en  simplicidad 
de  corazón,  y  en  sinceridad  de 
DioS)  y  no  en  sabiduría  carnal, 
mas  por  la  g^racia  de  Dios,  he- 


rhos  vivido  en  este  mundo ;  y 
mayonnente  con  vosotros. 

13  Porque  no  os  escribimos 
otra  cosa,  sino  lo  que  habéis 
leido  y  conocido.  Y  espero  que 
lo  conoceréis  hasta  el  fin, 

14  Como  también  nos  habéis 
conocido  en  parte,  que  somos 
vuestra  gloria,  así  como  también 
vosotros  la  nuestra,  para  el  dia 
de  nuestro  Señor  Jesu-Cristo. 

15  Y  con  esta  confianza  quise 
primero  ir  á  vosotros,  para  que 
tuvieseis  un  segundo  beneficio  : 

16  Y  por  vosotros  pasar  á 
Macedón ia,  y  de  Macedonia  ve- 
nir otra  vez  á  vosotros,  y  ser 
acompañado  de  vosotros,  hasta  la 
Judéa. 

17  Pues  quando  yo  propuse 
esto,  ¿  use  acaso  de  ligereza  ? 
¿  O  lo  que  pienso,  lo  pienso  se- 
gún la  carne,  de  manera  que 
haya  en  mí  Si  y  no  ? 

18  Mas  Dios  es  fiel  testigo, 
que  no  hay  Si  y  no  en  aquella 
palabra,  que  tuve  con  vosotros. 

19  Porque  el  Hijo  de  Dios, 
Jesu-Cristo,  que  ha  sido  predi- 
cado entre  vosotros  por  mí,  y 
por  Silvano,  y  Timoteo,  no  ha 
sido  Si  y  NO,  mas  ha  sido  Si 
en  él. 

20  Porque  todas  las  promesas 
de  Dios,  son  en  el  Si ;  y  así 
tambien-son  por  él  mismo  Amen 
á  Dios  para  nuestra  gloria. 

21  Y  el  que  nos  confirma  con 
vosotros  en  Cristo,  y  el  que  nos 
ungió,  es  Dios : 

22  El  qual  también  nos  selló, 
y  dió  en  nuestros  corazones  la 
prenda  del  Espíritu. 

23  Mas  yo  llamo  á  Dios  por 
testigo  sobre  mi  alma,  de  que 
por  perdonaros,  no  he  pasado 
mas  á  Corinto  ;  no  que  tenga- 
mos señorío  sobre  vuestra  féj 


CAPITULO  II.  III. 


261 


mas  somos  ayudadores  de  vues- 
tro g-ozo ;  pues  por  la  fe  estáis  en 
pie. 

CAPITULO  II. 

1  TVf  AS  yo  he  determinado 
ItJL  en  mí,  de  no  venir 

Otra  vez  á  vosotros  con  tristeza. 

2  Porque  si  yo  os  contristo, 
¿  quien  es  el  que  me  alegrará, 
sino  el  que  es  contristado  por 
mí  ? 

3  Y  esto  mismo  os  he  escrito, 
para  que  quando  pasare  á  veros, 
no  teng-a  tristeza  sobre  tristeza, 
de  los  que  me  debiera  gozar  ; 
confiando  en  todos  vosotros,  que 
mi  gozo  es  el  de  todos  vosotros. 

4  Porque  por  la  mucha  aflic- 
ción y  angustia  de  corazón,  y 
con  muchas  lágrimas  os  escribí ; 
no  para  que  fueseis  contrista- 
dos ;  sino  para  que  supieseis, 
quanto  mas  amor  tengo  para  con 
vosotros. 

5  Y  si  alguno  me  contristo, 
10  me  contristó  sino  en  parte, 
por  no  cargaros  á  todos  voso- 
tros. 

6  Bástale  al  que  es  tal,  esta 
•eprehension    hecha  por  rau- 

ijhos: 

i  7  Y  al  contrario  debéis  ahora 
isar  con  él  de  indulgencia,  y 
;onsolarle  ;  porque  no  acontez- 
a,  que  el  tal  sea  consumido  de 
emasiada  tristeza. 

8  Por  lo  qual  os  ruego,  que 
■i  deis  pruebas  seguras  de  ca- 
lidad. 

¡  9  Y  por  esto  también  os  es- 
I  ibí,  para  ver  por  esta  prueba, 
sois  obedientes  en  todas  las 
Dsas. 

10  Y  al  que  perdonasteis  en 
go,  también  yo  ;  pues  yo  tam- 
en,  si  algo  he  condonado,  lo 


he  condonado  por  vosotros  en 
persona  de  Cristo, 

11  Para  que  no  seamos  sor- 
prehendidos  de  Satanás  ;  porque 
no  ignoramos  sus  maquinacio- 
nes. 

12  Mas  quando  pasé  á  Troas 
por  el  Evangelio  de  Cristo,  y 
rae  fu6  abierta  puerta  en  el  Se- 
ñor, 

13  No  tuve  reposo  en  mi  es- 
píritu, porque  no  hallé  á  mi  her- 
mano Tito  ;  así  despidiéndome 
de  ellos,  partí  para  Macedonia. 

14  Mas  gracias  á  Dios,  que 
nos  hace  siempre  triunfar  en  Je- 
su-Cristo,  y  maniñesta  por  no- 
sotros el  olor  del  conocimiento 
de  sí  mismo  en  todo  lugar  : 

15  Porque  somos  para  Dios 
buen  olor  de  Cristo,  en  los  que 
se  salvan,  y  en  los  que  perecen: 

16  A  los  unos  en  verdad  olor 
de  muerte  para  muerte  ;  y  á  los 
otros  olor  de  vida  para  vida.  Y 
para  estas  cosas  ¿  quien  es  tan 
idóneo  ? 

17  Porque  no  somos  falsifica- 
dores de  la  palabra  de  Dios,  co- 
mo muchos  ;  mas  hablamos  en 
Cristo  con  sinceridad,  como  de 
parte  de  Dios,  delante  de  Dios. 

CAPITULO  III. 

1  ¿I^OMENZAMOS  de 

Vy  nuevo  á  alabarnos  á 
nosotros  mismos  ?  ¿  ó  tenemos 
necesidad,  como  algunos,  de  car- 
tas de  recomendación  para  vo- 
sotros, ó  do  vosotros  ? 

2  Nuestra  carta  sois  vosotros, 
escrita  en  nuestros  corazones, 
que  és  reconocida  y  leída  de  to- 
dos los  hombres. 

3  Siendo  manifiesto,  que  vo- 
sotros sois  carta  de  Cristo,  he- 
cha por  nuestro  ministerio,  y  os- 


262     EPÍST.  II.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


crita  no  con  tinta,  sino  con  Es- 
píritu de  Dios  vivo  ;  no  en  ta- 
blas de  piedra,  sino  en  tablas  de 
carne  del  corazón. 

4  Y  tenemos  tal  confianza  en 
Dios  por  Cristo  : 

5  No  que  seamos  suficientes 
de  nosotros  mismos  para  pensar 
algo,  como  de  nosotros  ;  mas 
nuestra  suficiencia  viene  de 
Dios  : 

6  El  que  también  nos  ba  he- 
cho Ministros  idóneos  del  nuevo 
testamento  ;  no  por  la  letrá,  mas 
por  el  espíritu  ;  porque  la  letra 
mata,  y  el  espíritu  vivifica. 

7  Y  6Í  el  ministerio  de  muerte 
g-rabado  con  letras  sobre  piedras, 
fué  en  gloria,  de  manera  que  los 
hijos  de  Israel  no  podian  mirar  á 
la  cara  de  Moysés  por  la  gloria 
de  su  semblante,  la  que  habia  de 
perecer, 

8  ¿  Como  no  será  mucho  mas 
en  gloria  el  ministerio  del  Espí- 
ritu ? 

9  Porque  si  el  ministerio  de 
condenación  fué  gloria,  mucho 
mas  abunda  en  gloria  el  ministe- 
rio de  la  justicia. 

10  Porque  lo  que  resplande- 
ció en  esta  parte,  no  fué  glorioso 
á  vista  de  la  sublime  gloria. 

11  Porque  si  lo  que  perece, 
es  por  gloria ;  mucho  rnas  es  en 
gloria  lo  que  permanece. 

12  Así  pues  teniendo  tal  es- 
peranza, hablamos  con  mucha 
confianza. 

13  Y  no  como'  Moisés,  que 
ponia  un  velo  sobre  su  rostro, 
para  que  los  Israelitas  no  fixasen 
la  vista  en  su  cara,  cuya  gloria 
habia  de  perecer, 

1 4  Por  lo  qual  los  sentidos  de 
ellos  quedaron  embotados  :  Pues 
hasta  el  dia  de  hoy  permanece 
en  la  lección  del  antigno  testa- 


mento el  mismo  velo  sin  alzarse, 
(porque  no  se  quita  sino  por 
Cristo;) 

1 5  Y  aun  hasta  el  dia  de  hoy, 
quando  leen  á  Moysés,  el  velo 
está  puesto  sobre  el  corazón  de 
ellos. 

IG  Mas  quando  se  convir- 
tiere al  Señor,  será  quitado  el 
velo. 

17  Porque  el  Señor  es  Es- 
píritu :  Y  en  donde  está  el  Es- 
píritu del  Señor,  allí  hay  liber- 
tad. 

18  Así  todos  nosotros  regís-  ' 
trando  á  cara  descubierta  la  glo- 
ria del  Señor,  somos  transforma 
dos  de  claridad  en  claridad  en  la  ^ 
misma  imagen,  como  por  el  Es- 
píritu del  Señor. 

CAPITULO  IT.  J 

1  ~f30R  lo  qual  teniendo  ' 
jL     nosotros  esta  adminis-  » 

tracion,  según  la  misericordiar 
que  hemos  alcanzado,  no  des-  ^ 
mayamos :  '  , 

2  Antes  desechamos  los  disi-  , 
mulos  vergonzosos,  no  andando 
en  astucia,  ni  adulterando  la  pa-  , 
labra  de  Dios,  mas  recqmeHdán- 
donos  á  nosotros  mismos  á  toda  * 
conciencia  de  hombres  delante 
de  Dios  en  la  manifestación  de  ^ 
la  verdad. 

3  Y  si  nuestro  Evangelio  aun 
está  encubierto,  en  aquellos  que 
se  pierden  está  encubierto  : 

4  En  los  quales  el  Dios  de  es- 
te siglo  cegó  los  entendimientos  i.  ^ 
de  los  incrédulos,  para  que  no 
les  resplandezca  la  luz  del  Evan- 
gelio de  la  gloria  de  Cristo,  el  ' 
qual  es  la  imagen  de  Dios. 

5  Porque  no  nos  predicamos 
á  nosotros  mismos,  sino  á  Jesu- 
cristo Señor  nuestro  ;  y  que 


CAPITULO  V. 


263 


nosotros  somos  yuestros  siervos 
por  Jesús  : 

6  Porque  Dios,  que  dixo  que 
de  las  tinieblas  resplandeciese 
la  luz,  él  mismo  resplandeció  en 
nuestros  coraiujnes,  para  ilumi- 
nación del  conocimiento  de  la 
gloria  de  Dios  en  la  faz  de  Jesu- 
cristo. 

7  Pero  tenemos  este  tesoro  en 
vasos  de  barro  ;  para  que  la  al- 
teza sea  de  la  vjrtud  de  Dios,  y 
no  de  nosotros. 

8  En  todo  padecemos  tribula- 
ción, mas  no  nos  acongojamos  ; 
estamos  en  apuros,  mas  no  que- 
damos sin  recurso  ; 

9  Padecemos  persecución,  mas 
no  somos  desamparados  ;  somos 
abatidos,  mas  no  perecemos  ; 

10  Trayendo  siempre  la  mor- 
tificación de  Jesús  en  nuestro 
cuerpo,  para  que  la  vida  de  Je- 
sús se  manifieste  también  en 
nuestros  cuerpos. 
'11  Porque  nosotros,  que  vivi- 
mos, somos  á  cada  paso  entrega- 
dos á  muerte  por  Jesús ;  para  que 
la  vida  de  Jesús  se  manifieste 
también  en  nuestra  carne  mortal. 

12  De  manera  que  la  muerte 
obra  en  nosotros,  mas  la  vida  en 
vosotros. 

13  Pero  teniendo  el  mismo 
spíritu  de  la  fé,  conforme  está 
scrito  :  Creí,  por  lo  qiaal  hablé  : 
losotros  también  creemos,  y  por 
so  hablamos  ; 

14  Estando  ciertos,  que  el 
^}ue  resucitó  á  Jesús,  nos  resuci- 

ará  también  á  nosotros  con  Je- 
us,  y  nos  colocará  con  vosotros. 

1 5  Pues  todo  es  por  vosotros  ; 
ara  que  la  gracia,  que  abunda 
or  el  hacimiento  de  gracias  de 
iucho3,redundc  en  gloria  deDios. 

16  Por  tanto  no  desmayamos ; 
ates  aunque  este  nuestro  hom- 


bre, que  está  fuera,  se  debilite  ; 
pero  el  que  está  dentro,  se  re- 
nueva de  dia  en  dia. 

17  Porque  lo  que  aquí  es  pa- 
ra nosotros  de  una  tribulación 
momentánea  y  ligera,  engendra 
en  nosotros  de  un  modo  muy  ma- 
ravilloso un  peso  eterno  de  gloria, 

18  No  atendiendo  nosotros  á 
las  cosas  que  se  ven,  sino  á  las 
que  no  se  ven.  Porque  las  co- 
sas que  se  ven,  son  temporales  : 
mas  las  que  no  se  ven,  son 
eternas. 

CAPITULO  V. 

1  T^ORQUE  sabemos,  que 
Jl    si  nuestra  casa  teires- 

tre  de  esta  morada  fuere  dese- 
cha, tenemos  de  Dios  un  edifi- 
cio, casa  no  hecha  de  mano,  que 
durará  siempre  en  los  cielos. 

2  Y  por  esto  también  gemi- 
mos, deseando  ser  revestidos  de 
nuestra  habitación,  que  es  del 
cielo  : 

3  Si  es  que  fuéremos  hallados 
vestidos,  y  no  desnudos. 

4  Porque  también  los  que  es- 
tamos en  este  tabernáculo,  ge- 
mimos agoviados  ;  porque  no 
queremos  ser  despojados,  sino 
revestidos ;  para  que  lo  que  es 
mortal,  se  lo  sorba  la  vida.  - 

5  Mas  el  que  nos  hizo  para 
esto  mismo,  es  Dios,  que  nos  ha 
dado  la  prenda  del  espíritu. 

6  Por  esto  vivimos  siempre 
confiados,  sabiendo,  que  mien- 
tras estamos  en  el  cuerpo,  vivi- 
mos ausentes  del  Señor  : 

7  (Porque  andamos  por  fé,  y 
ne  por  visión.) 

8  Mas  tenemos  confianza,  y 
queremos  mas  ausentarnos  del 
cuerpo,  y  estar  presentes  al  Señor. 

9  Y  por  esto  procuramos  con 
tesón,    ahora  estemos  ausen- 


264     EPIST.  II.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


tes,  ahora  presentes,  serle  agra- 
dables. 

10  Porque  es  necesario,  que 
todos  nosotros  seamos  manifes- 
tados ante  el  tribunal  de  Cristo, 
para  que  cada  uno  reciba,  según 
lo  que  ha  hecho,  ó  bueno,  ó  ma- 
lo, estando  en  el  propio  cuerpo. 

1 1  Ciertos  pues  del  temor  que 
Se  debe  al  Señor,  persuadimos  á 
los  hombres  ;  mas  á  Dios  esta- 
mos descubiertos  ;  y  espero  que 
también  estamos  descubiertos  en 
vuestras  conciencias. 

12  No  nos  alabamos  de  nuevo 
á  vosotros,  mas  solamente  os  da- 
mos ocasión  de  gloriaros  por  no- 
sotros ;  para  que  tengáis  que 
decir,  á  los  que  se  glorían  en  la 
apariencia,  y  no  el  corazón. 

13  Porque  si  extáticos  nos 
enagenamos,  es  para  Dios  ;  y  si 
somos  sobrios,  es  para  vosotros. 

14  Porque  el  amor  de  Cristo 
nos  estrecha  ;  considerando  es- 
to, que  si  uno  murió  por  todos, 
por  consiguiente  todos  son  muer- 
tos : 

15  Y  Cristo  murió  por  todos  ; 
para  que  los  que  viven,  no  vivan 
ya  para  sí,  sino  para  aquel,  que 
murió  por  ellos,  y  resucitó. 

16  Y  así  nosotros  desde  hoy 
mas  no  conocemos  á  ninguno 
según  la  carne.  Y  si  conoci- 
mos á  Cristo  según  la  carne, 
mas  ahora  ya  no  le  conocemos. 

17  Pues  si  alguna  criatura  es 
hecha  nueva  en  Cristo,  las  cosas 
viejas  ya  pasaron  :  he  aquí  to- 
das son  hechas  nuevas. 

18  Y  todas  sonde  Dios,  que 
nos  reconcilió  á  sí  por  Cristo  ; 
y  nos  dio  el  ministerio  de  la  re- 
conciliación. 

19  Porque  ciertamente  Dios 
estaba  en  Cristo  reconciliando 
el  mundo  consigo,  no  impután- 


doles sus  pecados,  y  puso  en  no- 
sotros la  j^alabra  de  la  recon- 
ciliación. 

20  Nosotros  pues  somos  em- 
baxadores  en  nombre  de  Cristo, 
como  que  Dios  os  amonesta 
por  nosotros.  Os  rogamos  por 
Cristo,  que  os  reconciliéis  con 
Dios. 

21  A  aquel,  que  no  habia  co- 
nocido pecado,  le  hizo  pecado 
por  nosotros,  para  que  nosotros 
fuésemos  hechos  justicia  de  Dios 
Gn*el. 

CAPITULO  VI. 

1  "VT  asi  nosotros  como coaJ-  < 

M.    jutores,   os  exhorta- 
mos á  que  no  recibáis  la  gracia  > 
de  Dios  en  vano.  i 

2  Porque  él  dice  :  Te  oí  en  i 
tiempo  agradable,  y  te  ayudé  en  i 
dia  de  salud.    He  aquí  ahora  el 
tiempo,  favorable,  he  aquí  aljcra  ( 
el  dia  de  la  salud.  •  t 

3  No  demos  á  nadie  ocasión 
de  escándalo,  porque  no  sea  vi-  í 
tuperado  nuestro  ministerio  :  1 

4  Antes  en  todas  cosas  nos  » 
mostremos  como  Ministros  de  i 
Dios  en  mucha  paciencia,  en 
tribulaciones,  en  necesidades,  en  i  . 
angustias,  I 

5  En  azotes,  en  cárceles,  en  ik 
sediciones,  en  trabajos,  en  vi-  " 
gilias,  en  ayunos,  , 

6  En  pureza,  en  ciencia,  en 
longanimidad,  en  mansedumbre,  * 
en  Espíritu  Santo,  en  caridad  « 
no  fingida, 

7  En  palabra  de  verdad,  en 
virtud  de  Dios,  por  armas  de 
justicia  á  diestro  y  á  siniestro  : 

8  Por  honra  y  por  deshonra  : 
por  infamia  y  por  buena  fama  ; 
como  seductores,  aunque  verda-  !» 
deros  ;  como  desconocidos,  sun-  ¿e 
que  conocidos  ;  J  i 


CAPITULO  vn. 


d  Como  murieudo,  y  be  aquí 
que  vivimos  ;  como  castigados, 
mas  no  amortiguados ; 

10  Como  tristes,  mas  siempre 
alejares  ;  como  pobres,  mas  en- 
riqueciendo á  muchos;  como  que 
no  tenemos  nada,  mas  poseyén- 
dolo todo. 

1 1  Nuestra  boca  abierta  está 
para  vosotros,  ó  Corintios  ;  nues- 
tro corazón  se  ha  dilatado. 

12  No  estáis  estrechos  en  no- 
sotros ;  mas  estáis  estrechos  en 
vuestras  entrañas  : 

13  Y  correspondiendo  igual- 
mente, os  hablo  como  á  hijos  ; 
ensanchaos  también  vosotros. 

14  No  traygais  yugo  con  los 
infieles.  Porque  ¿  que  comu- 
nicación tiene  la  justicia  con  la 
injusticia?  ;  O  qu-e  compañía  la 
luz  con  las  tinieblas  ? 

15  ¿  O  que  concordia  Cristo 
con  Belial  ?  ¿  O  que  parte  tiene 
el  fiel  con  el  infiel  ? 

16  O  que  concierto  el  templo 
de  Dios  con  los  ídolos  ?  Porque 
Vosotros  sois  el  Templo  del  Dios 
vivo,  como  dice  Dios  :  Que  yo 
nppraré  en  ellos,  y  andaré  entre 
ellos,  y  seré  el  Dios  de  ellos,  y 
ellos  serán  mi  Pueblo. 

17  Por  tanto  salid  de  medio 
1'  de  ellos,  y  apartaos,  dice  el  Se- 
ñor, y  no  toquéis  lo  que  es  in- 
mundo ; 

18  Y  yo  os  recibiré,  y  os 
seré  Padre,  y  vosotros  me  seréis 

I  en  lugar  de  hijos  é  hijas,  dice  el 
Ij  Señor  Todo-Poderoso. 

CAPITULO  VIL 

1  rpENIENDO  pues  noso- 
!  A   tros  estas  promesas, 

,  Tnuy  amados  mios,  limpiémonos 
■  de  toda  contaminación  de  carne 
y  de  espíritu,  perfeccionando 


nuestra  santifioíLcioa  eu  temor 
de  Dios. 

2  Dadnos  lugar.  A  nadie 
hemos  hecho  injuria,  á  nadie  he- 
mos pervertido,  á  nadie  h^imoa 
engañado. 

3  No  lo  digo  para  condena-* 
ros.  Porque  ya  os  dixe  ántes 
de  ahora,  que  estáis  en  nuestros 
corazones,  para  morir,  ó  para 
vivir  juntamente. 

4  Tengo  grande  confianza  de 
vosotros  y  mucho  motivo  de  glo- 
riarme por  vosotros,  lleno  estoy 
de  consolación,  abundo  sobro 
manera  de  gozo  en  toda  nuestra 
tribulación* 

5  Porque  aun  quando  pasa- 
mos á  Macedonia,  ningún  repo- 
so tuvo  nuestra  carne  ;  antea 
sufrimos  toda  tribulación  ;  com- 
bates de  fuera,  temores  de  den- 
tro, 

6  Mas  Dios,  que  consuela  á 
los  humildes,  nos  consoló  con  la 
venida  de  Tito. 

7  Y  no  solo  con  su  venida, 
mas  también  con  la  consolación, 
que  él  tuvo  en  vosotros,  contán- 
donos vuestro  deseo,  vuestro 
llanto,  y  vuestro  zelo  por  mí ; 
de  manera  que  yo  recibí  mas 
gozo. 

8  Por  quanto  aunque  os  con- 
tristé con  aquella  carta,  no  me 
an'epiento  ;  y  si  me  arrepintiera, 
viendo  que  aquella  carta  os  com- 
tristó  aunque  por  poco  tiempo  : 

9  Ahora  me  gozo  ;  no  porque 
os  contristasteis,  sino  porque  os 
contristásteis  para  penitencia. 
Porque  os  cor^trislásteis  según 
Dios,  de  manera  que  ninguna 
pérdida  habéis  padecido  por  no- 
sotros. 

10  Porque  la  tristeza  que  es 
según  Dios,  engendra  peniten- 
cia estable  para  salud  ;  roas  la 

12 


1266     EPÍST.  II.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS. 


tristeza  del  siglo  eng-endra 
muerte. 

11  Y  red  aquí,  este  mismo 
contristaros  seg-un  Dios,  quanta 
solicitud  eng-endra  en  vosotros  ; 
7iia3  aun  defensa,  mas  iodigna- 
-cion,  mas  temor,  mas  deseo,  mas 
-zelo,  mas  venganza.  En  todo 
os  habéis  mostrado  puros  en  este 
negocio. 

12  Y  así,  aunque  os  escribí, 
no  lo  hice  por  causa  de  aquel 
^ue  hizo  la  injuria,  ni  por  el  que 
la  padeció  ;  sino  por  manifestar 
3auestra  solicitud,  que  tenemos 
f>or  vosotros 

13  Delante  de  Dios  :  y  por 
esto  nos  hemos  consolado.  Mas 
«n  nuestra  consolación  aun  mas 
TIOS  hemos  g-ozado  por  el  gozo  de 
Tito,  por  quanto  su  espíritu  fué 
recreado  de  todos  vosotros. 

14  Y  si  en  alguna  cosa  yo  me 
he  gloriado  con  él  de  vosotros, 
no  me  avergüenzo  de  ello ;  an- 
tes bien  como  todo  lo  que  habla- 
mos dicho  de  vosotros  fué  en 
verdad,  así  también  el  habernos 
gloriado  con  Tito,  se  ha  hallado 
ser  verdad, 

15  Y  sus  entrañas  están  muy 
aficionadas  á  vosotros,  quando  se 
acuerda  de  la  obediencia  de  to- 
dos vosotros,  de  como  le  recibis- 
teis con  temor  y  con  reverencia. 

16  Me  gozo  de  que  tengo 
confianza  de  vosotros  en  todo. 

CAPITULO  VIII. 

1  A  SIMISMO,  hermanos 
jljL  míos,  os  hacemos  sa- 
ber la  gracia  de  Dios  que  ha  si- 
do dada  en  las  Iglesias  de  la  Ma- 
cedonia  : 

2  Como  en  grande  prueba  de 
tribulación  tuvieron  ellos  abun- 
dancia de  gozo  ;  y  su  profunda ! 


pobreza  abundó  en  riquezas  de 
su  benignidad  : 

3  Porque  yo  les  doy  testimo- 
nio, que  según  sus  fuerzas,  y 
aun  sobre  sus  fuerzas  han  sido 
voluntarios, 

4  Rogándonos  con  mucha  ins- 
tancia, que  comunicásemcs  la 
gracia  y  servicio  que  se  hace 
para  los  Santos. 

5  Y  no  como  lo  esperábamos ; 
mas  aun  se  dieron  á  sí  mismos, 
primero  al  Señor,  y  después  á 
nosotros  por  voluntad  de  Dios  ; 

6  De  manera  que  rogamos  á 
Tito,  que  así  como  comenzó,  así 
también  acabe  en  vosotros  esta 
gracia. 

7  Para  que  como  en  todo 
abundáis  en  fé,  y  en  palabra,  y 
en  ciencia,  y  en  toda  diligencia, 
y  además  en  el  afecto  que  nos 
tenéis,  así  también  abundéis  en 
esta  gracia. 

8  No  lo  digo  como  quien 
manda  ;  mas  por  la  solicitud 
acerca  de  los  otros,  y  también 
para  experimentar  la  buena  ín- 
dole de  vuestra  caridad. 

9  Porque  sabéis  la  gracia 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo,  qúe 
siendo  rico,  se  hizo  pobre  por 
amor  vuestro,  á  fin  de  que  voso- 
tros fuéseis  ricos  por  su  pobreza. 

10  Y  os  doy  consejo  en  esto  ; 
porque  esto  es  lo  que  os  cumple  ; 
puesto  que  no  solo  lo  comenzas- 
teis á  hacer,  mas  ya  tuvisteis  el 
designio  desde  el  año  pasado  : 

11  Pues  ahora  cumplidlo  de 
hecho  ;  para  que  así  como  la 
voluntad  está  pronta  para  que- 
rerlo, así  también  lo  esté  para 
cumplirlo  de  aquello  que  tenéis. 

12  Porque  si  la  voluntad  está 
pronta,  según  aquello  que  tiene 
es  acepta,  no  según  uquello  que 

!  no  tiene. 


CAPITULO  IX. 


,  3  No  que  los  otron  hayan  de 
tener  alivio,  y  vosotros  quedéis 
I  en  estrechez,  sino  que  liaj-a 
I  igualdad. 

I  14  Al  presente  vuestra  abun- 
¡  dancia  supla  la  indig^encia  de 
aquellos  ;  para  que  la  abundan- 
cia de  aquellos  sea  también  su- 
plemento á  vuestra  indig-encia, 
de  manera  que  haya  igualdad, 
como  está  escrito : 

15  Al  que  mucho,  no  le  so- 
bró ;  y  al  que  poco,  no  le  faltó. 

16  Y  gracias  á  Dios,  que  pu- 
so en  el  corazón  de  Tito  el  mis- 
mo cuidado  por  vosotros : 

17  Porque  en  verdad  recibió 
la  exhortación  ;  mas  estando  él 
Kiuy  solícito,  de  su  voluntad  se 
partió  para  vosotros. 

.  18  Enviamos  tiunbien  con  él 
al  hermano  cuya  alabanza  es 
en  el  Evangelio  por  todas  las 
Iglesias  : 

19  Y  no  tan  solamente  esto, 
sino  que  las  Iglesias  nos  le  die- 
ron por  compañero  de  nuestra 
peregrinación  para  esta  gracia, 
de  que  nos  encargamos  para 
gloria  del  Señor,  y  para  mostrar 
nuestra  pronta  voluntad  : 

20  Evitando  que  nadie  nos 
pueda  censurar  en  esta  abun- 
dancia, de  que  somos  los  Admi- 
nistradores. 

21  Porque  procuramos  lo  ho- 
nesto, no  solamente  de  Dios, 
sino  también  delante  de  los  hom- 
bres. 

22  Enviamos  asimismo  con 
ellos  á  nuestro  hermano,  al  qual 
muchas  veces  hemos  expeiimen- 
íádo  diligente  ;  mas  ahora  lo  se- 
rá mucho  mas  por  la  grande 
confianza  que  tenemos  en  voso- 
tros, 

23  Ya  sea  por  Tito,  que  es 
mi  cümpañei'o  y  coadjutor  para 


26? 

con  vosotros,  ya  sean  nuestro? 
hermanos,  que  son  Legados  de 
las  Iglesias,  gloria  de  Cristo. 

24  Pues  manifestad  para  con 
ellos  ante  la  faz  ds  las  Iglesias 
la  muestra  de  vuestra  amor,  y  de 
que  sois  nuestra  gloria. 

CAPITULO  IX. 

1  "pORQUEde  la  adminís- 
jL     tracion  que  se  hace 

para  los  Santos,  por  demás  me 
es  escribiros. 

2  Porque  conozco  la  pronti- 
tud de  vuestro  corazón  ;  de  la 
qual  me  glorío  yo  delante  de  los 
5lacedonios  :  Porque  Acaia  es- 
tá pronta  desde  el  año  pasado,  y 
vuestro  "^lo  ha  alentado  á  mu- 
chísimos. 

3  Y  he  enviado  á  los  herma- 
nos, para  que  lo  que  nos  glo- 
riamos acerca  de  vosotros,  no 
dexe  de  tener  efecto  en  esta 
parte,  para  que  estéis  preveni- 
dos, como  lo  he  dicho  : 

4  No  sea  que  quando  vinic;ren 
los  de  Macedonia  conmigo,  y  os 
hallen  desprevenidos,  tengamos 
que  avergonzarnos  nosotros,  por 
no  decir  vosotros,  por  esta  causa. 

5  Por  tanto,  he  creído  que 
era  necesario  rogar  á  los  herma- 
nos, que  vayan  antes  á  vosotros, 
y  apronten  la  bendición  ya  pro- 
metida, así  como  bendición,  y 
no  como  avaricia. 

6  Y  digo  esto  :  Que  quien  es- 
casamente siembra,  también  se- 
gará escasamente  ;  y  el  que 
siembra  en  bendiciones,  de  ben- 
diciones también  segará. 

7  Cada  uno,  como  propuso  eii 
su  corazan,  no  con  tristeza,  ni 
como  por  fuerza  ;  porque  Dios 
ama  al  que  alegremente  dá. 

&  y  l»oderoso  es  Dios  para 


^6     EPIST.  n.  DE  S.  PAE 

hacer  abundar  en  vosotros  toda 
gracia ;  para  que  estando  siem- 
pre abastecidos  en  todo,  abun- 
déis para  toda  obra  buena, 

9  Así  como  está  escrito  :  Der- 
ramo, dio  á  los  pobres  ;  su  jus- 
ticia permanece  en  el  siglo  del 
siglo. 

10  Y  el  que  suministra  si- 
miente al  sembrador,  dará  tam- 
bién pan  para  comer,  y  multi- 
plicará vuestra  simiente,  y  au- 
mentará los  acrecentamientos  de 
iOS  frutos  de  vuestra  justicia  : 

1 1  Para  que  enriquecidos  en 
todas  cosas,  abundéis  en  toda 
sinceridad,  la  qual  hace  que  por 
nosotros  sean  dadas  gracias  á 
Dios.  ^ 

12  Porque  la  administración 
de  esta  ofrenda  no  solamente  su- 
ple lo  que  á  los  Santos  falta,  sino 
que  abunda  también  en  muchas 
acciones  de  gracias  al  Señor, 

13  Por  la  experiencia  de  este 
servicio,  dando  gloria  á  Dios  por 
la  sumisión  que  mostráis  al  Evan- 
gelio de  Cristo,  y  por  Ja  sinceri- 
dad de  vuestra  comunicación 
con  ellos  y  con  todos, 

14  Y  en  la  oración  que  hacen 
por  vosotros,  los  quales  os  aman 
ue  corazón  á  causa  de  la  emi- 
nente gracia  de  Dios  que  hay 
en  vosotros. 

15  Gracias  sean  á  Dios  por 
su  don  inefable. 

CAPITULO  X. 

1  IVT  AS  yo  mismo  Pablo  os 
iTi  ruego  por  la  manse- 
dumbre y  modestia  de  Cristo,  yo, 
que  quando  estoy  entre  vosotros 
me  muestro  humilde,  mas  au- 
sente soy  osado  con  vosotros. 

2  Os  ruego  pues,  que  quando 
estUTÍerft  preieate,  no  me  rea 


LO  A  LOS  COrJNTIOS. 
obligado  á  usar  con  libertad  de 
la  osadía,  que  se  rae  atribuye 
contra  algunos,  que  nos  juzgan 
como  si  anduviésemos  seg-un  la 
carne. 

3  Porque  aunque  andamos  en 
carne,  no  militamos  según  la 
carne. 

4  Porque  las  armas  de  nues- 
tra milicia  no  son  carnales  ;  sino 
poderosísimas  en  Dios  para  des- 
truir fortalezas,  derribando  con- 
sejos, 

5  Y  toda  altura  que  se  levan- 
ta contra  la  ciencia  de  Dios,  y 
reduciendo  á  cautiverio  todo  en- 
tendimiento para  que  obedezca 
á  Cristo, 

6  Y  teniendo  á  la  mano  el  po- 
der para  castigar  toda  desobe- 
diencia, quando  fuere  cumplida 
vuestra  obediencia. 

7  Mirad  las  cosas  que  son 
según  la  faz.  Si  alguno  está 
confiado  que  él  es  de  Cristo, 
piense  esto  también  dentro  de 
sí  ;  que  como  él  es  de  Cristo, 
así  también  nosotros. 

8  Porque  aunque  yo  me  glo- 
ríe algo  mas  del  poder  que  el 
Señor  nos  dio  para  vuestra  edi- 
ficación, y  no  para  vuestra  des- 
trucción, no  tendré  por  que 
avergonzarme : 

9  Mas  para  que  no  parezca, 
que  os  quiero  como  aterrar  por 
cartas  : 

10  Porque  en  verdad  las  car- 
tas, dicen  algunos,  son  graves  y 
fuertes  ;  mas  la  presencia  del 
cuerpo  es  flaca,  y  la  palabra 
despreciable  ; 

11  El  tal  que  así  siente,  en- 
tienda, que  quales  somos,  en  la 
palabra  por  cartas  estando  au- 
sentes, tales  seremos  en  el  he- 
cho quando  estemos  presentes. 

12  Porque  no  osamos  entre- 


CAPITULO  XI. 

melemos  6  comparamos  con  al- 
gunos, que  se  alaban  á  sí  mis- 
mos ;  mas  nos  medimos  con  no- 
sotros mismos,  y  nos  compara- 
mos á  nosotros  mismos. 

13  Nosotros  pues  no  nos  glo- 
riaremos fuera  de  medida,  sino 
según  la  medida  de  la  regla  con 
que  Dios  nos  ha  medido,  medida 
de  alcanzar  hasta  vosotros. 

14  Porque  no  nos  extende- 
mos con  exceso  como  si  no  al- 
canzásemos á  vosotros  ;  porque 
hasta  vosotros  hemos  llegado  en 
el  Evangelio  de  Cristo  : 

15  No  gloriándonos  fuera  de 
medida  en  los  trabajos  ágenos  ; 
mas  esperando  que  creciendo 
vuestra  fé,  seremos  en  abundan- 
cia engrandecidos  en  vosotros 
según  nuestra  regla, 

16  Y  que  anunciaremos  el 
Evangelio  en  los  lugares,  que 
están  mas  allá  de  vosotros,  no  en 
medida  de  otro,  para  gloriarnos 
en  lo  que  ya  estaba  aparejado. 

17  IVIas  el  que  6e  ^oría,  glo- 
ríese en  el  Señor. 

18  Porque  no  el  que  se  alaba 
á  sí  mismo,  el  tal  es  aprobado  ; 
bino  aquel  á  quien  Dios  alaba. 


tros  no  hemos  predicado,  ó  si  re- 
cibís otro  Espíritu  que  no  ha- 
béis recibido,  ú  otro  Evangelio 
que  no  habéis  abi-azado,  bien  lo 
toleraríais. 

5  Mas  entiendo,  que  no  hice 
yo  menos  que  los  grandes  Após- 
toles. 

6  Porque  aunque  tosco  en 
lenguage,  mas  no  en  el  saber  ; 

en  todo  nos  hemos  dado  á  co- 
nocer á  vosotros. 


CAPITULO  XI. 


1  -pLUGUIESE  á  Dios 
Mr   que  sufrieseis  un  poco 

mi  imprudencia ; 

2  Porque  os  zelo  con  zelo  de 
Dios.  Pues  os  he  desposado 
con  Cristo,  para  presentaros  co- 
mo virgen  pura  al  único  Esposo. 

3  Mas  temo,  que  como  la  ser- 
piente engañó  á  Eva  con  su  as- 
tucia, así  sean  viciados  vuestros 
sentidos,  y  se  aparten  de  la  sin- 
ceridad, que  es  en  Cristo. 

4  Perqué  si  aquel  que  viene, 
predica  otro  Cristo  que  noso« 


7  ¿  O  por  ventura  éometí  de- 
lito, ImmiUándome  á  mí  misino, 
para  que  vosotros  fueseis  enzal- 
zados  ?  ¿  porque  sin  interés  os 
prediqué  el  Evangelio  ? 

8  Yo  despojé  las  otras  Igle- 
sia?, tomando  asistencias  para 
serviros  á  vosotros. 

9  Y  quando  estaba  con  voso- 
tros, y  me  hallaba  necesitado, 
á  ninguno  fui  gravoso  ;  porque 
lo  que  me  faltaba,  lo  suplieron 
los  hermanos,  que  vinieron  de 
Macedonia;  y  en  todo  me  ho 
guardado  de  serviros  de  cai^a,  y 
me  guardaré. 

10  La  verdad  de  Cristo  está 
en  mí,  que  no  será  quebrantada 
en  mí  esta  gloria,  en  quanto  á 
las  regiones  de  Acaia. 

11  ¿  Y  por  que?  ¿es  porque  no 
os  amo  ?  Dios  lo  sabe. 

12  IMas  esto  lo  hago  y  lo  haré, 
para  cortar  la  ocasión  á  aquello? 

mas  toleradme:  i  que  buscan  ocasión  de  ser  halla 
dos  tales  como  nosotros,  para 
hacer  alarde  de  ello. 

13  Porque  los  tales  /alsos 
Apóstoles  son  obreros  engaño- 
sos, que  se  transfiguran  en  Após- 
toles de  Cristo. 

14  Y  no  es  de  extrañar ;  por- 
que el  mismo  Satanás  se  traiis- 
figura  en  Angel  de  luz. 

15  Y  así  no  es  mucho,  si  su5 
MiuistTos  se  traiisfigurao  en  Mi- 


270     EPIST.  lí.  DE  S.  PABLO  A  LOS  CORINTIOS- 


nistros  de  justicia ;  cuyo  fin  será 
según  sus  obras. 

10  Otra  vez  lo  digo,  para  que 
nadie  rae  teng-a  por  imprudente, 
y  sino  tenedme  en  hora  buena 
por  imprudente,  á  trueque  de 
gloriarme  aun  un  poquito, 

17  Lo  que  hablo  por  lo  que 
hace  á  esta  materia  de  gloria, 
no  lo  digo  según  Dios,  mas  como 
por  imprudencia. 

IcJ  Y^  a  que  muchos  se  glo- 
ríala según  la  carne,  yo  tam- 
bién me  gloriaré.  • 

.  19  Porque  de  buena  gana  su- 
frís á  los  necios,  siendo  vosotros 
sabios  : 

20  Porque  sufrís  á  quien  os 
pone  en  servidumbre,  á  quien 
03  devora,  á  quien  de  vosotros 
toma,  á  quien  se  ensalza,  á  quien 
os  hiere  en  la  cara. 

21  Lo  digo  quanto  á  la  afren- 
ta, como  si  nosotros  hubiésemos 
Saqueado  en  esta  parte.  En  lo 
que  otro  tiene  osadía,  hablo  con 
imprudencia,  también  yo  la 
tengo  : 

22  Son  Hebreos,  yo  también. 
Son  Israelitas,  yo  también.  Son 
linage  de  Abrahara,  también  yo. 

23  Son  Ministros  de  Cristo, 
hablo  como  menos  sabio,  yo  mas; 
en  mayores  trabajos,  en  cárceles 
mas  ;  en  azotes  sin  medida,  en 
riesgos  de  muerte  muchas  veces. 

24  De  los  Judíos  he  recibido 
cinco  quarentenas  de  azotes, 

lié  ríos  uno. 

23  Tres  veces  fui  azotado  con 
/aras,  una  vez  fui  apedreado, 
tres  veces  padecí  naufragio,  no- 
che y  dia  estuve  en  lo  profundo 
de  la  mar, 

*26  En  caminos  muchas  veces, 
cu  peligros  de  rios,  en  peligros 
de  ladrones,  en  peligros  de  los 
de  iiú  nación,  en  pelisros  de  los 


Gentiles,  peligros  en  la  ciudad, 
peligros  en  el  desierto,  peligros 
en  la  mar,  peligros  de  falsos 
hermanos  : 

27  En  trabajo  y  fatiga,  en 
•muchas  vigilias,  en  hambre  y 
sed,  en  muchos  ayunos,  enfrio  y 
en  desnudez : 

28  Sin  las  cosas  que  son  de 
fuera,  mis  ocurrencias  urgentes 
de  cada  dia,  la  solicitud  que 
tengo  de  todas  las  Igicoias. 

29  ¿  Quien  enferma,  y  yo  no 
enfermo  ?  ¿  Quien  se  escandali- 
za, y  yo  no  me  abi-aso  ? 

30  Si  es  menester  gloriarse, 
me  gloriaré  en  la  cosas  que  son 
de  mi  flaqueza. 

31  El  Dios  y  Padre  de  nues- 
tro Señor  Jesu-Cristo,  que  es 
bendito  en  los  siglos,  sabe  que 
no  engaño. 

32  £n  Damasco  el  Goberna- 
dor de  la  provincia  por  el  liev 
Arelas,  Labia  puesto  guardas  poi 
la  ciudad,  paia  prenderme : 

33  Y  por  una  ventana  me 
descolgaron  por  el  muro  en  una 
espuerta,  y  así  escapé  de  su¿ 
manos. 

CAPITULO  XIL 

1  C^I  es  necesario  gloriarse, 
^  lo  que  no  conviene  en 

verdad,  vendré  á  las  visiones, 
y  á  las  revelaciones  del  Señor. 

2  Conozco  á  un  hombre  en 
Cristo,  que  catorce  años  ha  fue 
arrebatado  ;  si  fué  en  el  cufir- 
po,  no  lo  sé,  ó  si  fuera  del  cuer- 
po, no  lo  áé,  Dios  lo  sabe ;  hasta 
el  tercer  citlo. 

3  Y  conozco- y.  este  tal  hora^ 
bre ;  si  fué  en  el  cuerpo,  6  fuera 
del  cuerpo,  no  lo  sé,  Dios  lo 
sabe ; 

4  Que  fué  arrebatado  al  Pa- 


CAPITULO  XIL 


2n 


raiso,  y  oyó  palabras  secretas, 
que  al  hombre  no  le  es  lícito  ha- 
blar. 

5  De  este  tal  me  g-loriaré ; 
mas  de  mí  no  me  gloriaré,  sino 
en  mis  flaquezas. 

6  Porque  aun  quando  me  qui- 
siere gloriar,  no  seré  necio ;  por- 
gue diré  verdad  ;  mas  dexo  es- 
to, para  que  ning-uno  piense  de 
mí  fuera  de  lo  que  vé  en  mí,  ú 
oye  de, -mí. 

*  7  Y  para  que  la  grandeza  de 
las  revelaciones  no  me  ensalce, 
me  ha  sido  dado  un  aguijen  de 
mi  carne,  el  Angel  de  Satanás, 
que  me  abofetee. 

8  Y  por  esto  rogué  al"  Señor 
tres  veces,  para  que  se  apartase 
dé  mí : 

9  Y  me  dixo  :  Te  basta  mi 
gracia  ;  porque  la  virtud  se  per- 
fecciona en  la  enfermedad.  Por 
tanto  de  buena  gana  me  glo- 
riaré en  mis  enfermedades,  para 
que  more  en  mí  la  virtud  de 
Cristo. 

<<lO  Porloqual  me  complazco  en 
mis  enfermedades,  en  las  afren- 
tas, en  las  necesidades,  en  las 
persecuciones,  en  las  angustias 
por  Cristo  ;  Porque  quando 
estoy  enfermo,  entonces  soy 
fuerte 

»  11  Me  he  hecho  imprudente  ; 
vosotros  me  obligasteis  á  ello. 
PorquG  yo  debia  ser  loado  de  vo- 
sotros ;  puesto  que  en  nada  fui 
inferior  á  los  mas  excelentes 
Apóstoles ;  aunque  yo  nada 
soy ; 

12  Con  todo  eso  las  señales 
de  mi  Apostolado  fueron  hechas 
sobre  vosotros  en  toda  paciencia, 
en  milagros,  y  prodigios,  y  vir- 
tudes. 

13  Porque  ¿  que  es  en  lo  que 
VDSotros  habéis  sido  inferiores  él 


las  otras  Iglesias,  sino  en  que  yo 
mismo  no  os  fui  de  gravamen  ? 
Perdonadme  esta  injuria. 

14  Ved  aquí,  esto)'  aparejado 
para  ir  á  vosotros  la  tercera  vez ; 
y  no  os  seré  gravoso  ;  porque  no 
busco  vuestras  cosas,  sino  á  vo- 
sotros. Pues  no  deben  los  hijos 
atesorar  para  los  padres,  sino  lo& 
padres  para  los  hijos. 

15  Y  yo  de  muy  buena  gana 
daré  lo  mió,  y  me  daré  á  mí  mis- 
rao  por  vuestras  almas  :  aunque 
amándoos  yo  mas,  sea  amado 
ménos. 

16  Mas  sea  así  ;  yo  no  os  he 
gravado  ;  pero  como  soy  astuto, 
os  tomé  por  dolo. 

17  ¿  Por  ventura  os  engañe 
por  alguno  de  aquellos  que  os 
envié  ? 

18  Rogué  á  Tito,  y  envié  con 
él  un  hermano.  ¿  Por  ventura 
Tito  os  engañó  ?  ¿  no  anduvimos 
con  un  mismo  espíritu,  y  por 
unas  mismas  pisadas? 

19  ;  O  pensáis  aun  que  nos 
escusaraos  con  vosotros  ?  Dios 
es  testigo,  que  en  Cristo  habla  - 
mos, y  todo,  m.uy  amados  mios. 
para  vuestra  edificación. 

20  Porque  me  temo,  que 
quando  yo  viniere,  no  os  halle 
quales  yo  quiero ;  y  que  voso- 
tros me  hallaréis  qual  no  que- 
réis ;  que  por  desgracia  no  hayn 
entre  vosotros  contiendas,  envi 
dias,  riñas,  disensiones,  detrac- 
ciones, chismes,  hinchazones, 
bandos : 

21  No  sea  que  quando  yo- 
venga,  me  humille  Dios  otn\ 
vez  entre  vosotros  ;  y  que  llore 
á  muchos  de  aquellos  que 
pecaron,  y  no  hicieron 
tencia  de  la  inmundicia,  y 
nicacion,  y  deshonestidad  que 
cometieron. 


272 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  G.VLATAS. 


CAPITULO  XIII 


1  "^ffTED  que  voy  á  vosotros 

T  la  tercera  vez  :  En  la 
boca  de  dos  ó  tres  testigos  esta- 
rá toda  palabra. 

2  Ya  lo  dixe  antes  estando 
presente,  y  lo  dig^o  ahora  au- 
sente, que  £Í  yo  voy  otra  vez,  no 
perdonaré  á  los  que  antes  pecá- 
i-on,  ni  á  todos  los  demás. 

3  ¿  O  buscáis  prueba  de  aquel, 
que  habla  en  raí  Cristo,  el  qual 
no  es  flaco  en  vosotros,  antes  es 
poderoso  en  vosotros  ? 

4  Pues  aunque  fué  crucifica- 
do por  cnfemiedad,  mas  vive 
fx)r  el  poder  de  Dios.  Porque 
nosotros  somos  también  enfer- 
mos en  él ;  mas  viviremos  con 
el  por  la  virtud  de  Dios  en  voso- 
tros. 

5  Examinaos  á  vosotros  mis- 
mos si  estáis  en  fe  ;  probaos  á 
vosotros  mismos.  ¿  O  no  os  co- 
nocéis á  vosotros  mismos,  que 
Jesu-Cristo  está  en  vosotros  ?  si 
ya  no  sois  reprobados. 

6  Mas  espero  que  conoceréis 
que  nosotros  no  somos  reproba- 
dos. 

7  Y  rogamos  á  Dios,  que  no 


hagáis  mal  ninguno  ;  no  porque 
nosotros  parezcamos  aprobados, 
mas  á  fin  que  vosotros  hagáis  la 
bueno,  aunque  nosotros  seamos 
como  reprobados. 

8  Porque  nada  podemos  con-^ 
tra  la  verdad,  sino  por  la  ver- 
dad. 

9  Porque  nos  gozamos  de  sel* 
flacos,  mientras  vosotros  sois  fuer- 
tes. Y  aun  rogamos  por  vuestra 
perfección. 

10  Por  tanto  yo  os  escribo  es- 
to ausente,  para  que  estando 
presente  no  emplee  con  severi- 
dad la  autoridad,  que  Dios  me 
dió  para  edificación,  y  no  para 
destrucción : 

11  Por  lo  demás,  hermanos, 
gózaos,  sed  perfectos,  amones- 
taos, sentid  una  misma  cosa,  te- 
ned paz,  y  el  Dios  de  la  paz 
y  de  la  caridad  será  con  voso- 
tros. 

12  Saludaos  unos  á  otros  en 
ósculo  santo.  Todos  los  Santos 
os  saludan. 

13  La  gracia  de  nuestro  TÍe- 
ñor  Jesu-Cristo  y  la  caridad  de 
Dios  y  la  comunicación  del  Es- 
píritu Santo  sea  con  todos  voso- 
tros. Amen. 


EPISTOLA 

DEL  APOSTOL  SAN  PABLO 

A  LOS  CALATAS. 


CAPITULO  I. 


2  Y  todos  los  hermanos  que 
están  conmigo,  á  las  Iglesias  de 
"pABLO  Ap&stol,  no  de  Galacia: 
'HP  JL  los  hombres,  ni  por  3  Gracia  sea  á  vosotros  y  paz 
hombre,  mas  por  Jesu-Cristo,  y  de  Dios  Padre  y  de  nuestro  Se* 
por  Dios  Padre,  que  le  resucitó  ñor  J esu-Crislo, 
de  entre  los  muertos :  j    4  El  qual  se  dió  á  sí  mismo 


■í 


CAPITULO  n. 


|3ov  nuestros  pecados,  para  li- 
braraos  de  este  presente  sig-lo 
malo,  según  la  voluntad  de  Dios 
y  Padre  nuestro, 

5  Al  qual  es  la  gloria  en  los 
siglos  de  los  siglos  :  Amen. 

6  Me  maravillo,  como  así  tan 
de  ligero  os  pasáis  de  aquel  que 
os  llamó  á  la  gracia  de  Cristo,  á 
otro  Evangelio : 

7  Porque  no  hay  otro,  sino 
que  hay  algunos  que  os  pertur- 
ban, y  quieren  trastornar  el 
Evangelio  de  Cristo. 

8  Mas  aun  quando  nosotros, 
6  un  Angel  del  cielo  os  evange- 
lize  fuera  de  loque  nosotros  os  he- 
mos evangelizado,  sea  anatema. 

9  Así  como  antes  lo  diximos, 
ahora  también  de  nuevo  lo  digo : 
Si  alguno  03  predicare  fuera  de 
lo  que  habéis  recibido,  sea  ana- 
tema. 

10  ¿  Pues  yo  ahora  hago  la 
causa  de  los  hombres,  6  de  Dios  ? 
¿  ó  pretendo  agradar hombres  ? 
Si  agradase  aun  á  los  hombres, 
no  seria  siervo  de  Cristo. 

1 1  Porque  os  hago  saber,  her- 
manos, que  el  Evangelio  que  JOOS 
he  predicado,  no  es  según  hombre: 

\2  Porque  yo  ni  le  he  recibi- 
do ni  aprendido  de  hombre,  sino 
por  revelación  de  Jesu-Cristo. 

13  Porque  ya  habéis  oido  de 
-que  manera  vivia  en  otro  tiempo 
en  el  Judaismo  ;  y  con  que  ex- 
ceso perseguía  la  Iglesia  de 
Dios,  y  la  destruía, 

1 4  Y  aprovechaba  en  el  Ju- 
daismo mas  que  muchos  coetá- 
neos mios  de  mi  nación,  siendo 
en  extremo  zeloso  de  las  tradi- 
ciones de  mis  padres. 

15  Mas  quando  plugo  á  aquel 
que  me  destino  desde  el  vientre 
de  mi  madre,  y  me  llamó  por  su 
gracia,  , 


16  Para  revelar  á  sti  Hijo  por 
mí,  á  fin  que  yo  le  predicase 
entre  las  Gentes,  desde  aquel 
punto  no  me  acomodé  á  carne  y 
sangre, 

1 7  Ni  vine  á  Jerusalém  á  los 
que  eran  Apóstoles  antes  que  yo, 
mas  partí  para  Arabia  ;  y  de 
nuevo  volví  á  Damasco  : 

1 8  Desde  allí  al  cabo  de  tress 
años  vine  á  Jerusalém  á  ver  á 
Pedro,  y  estuve  con  él  quince 
días  : 

19  Y  no  vi  á  otro  alguno  de 
los  Apóstoles,  sino  á  Santiago  el 
hermano  del  Señor. 

20  Y  en  esto,  que  os  escribo, 
os  digo  delante  de  Dios,  que  na 
engaño. 

21  Desde  allí  fui  á  tierra  de 
Siria,  y  de  Cilicia. 

22  Y  las  Iglesias  de  Cristo 
que  habia  en  la  Judéa,  ni  aun 
de  vista  me  conocían  : 

23  Mas  solamente  habían  oido 
decir  :  Aquel,  que  antes  nos 
perseguía,  ahora  predica  aquella 
fé  que  en  otro  tiempo  combatía  : 

24  Y  glorificaban  á  Dios  en 
mi. 

CAPITULO  II. 

1  I^ATORCE    años  des- 

pues  subí  otra  vez  á 
Jerusalém,  con  Bernabé,  toman- 
do también  conmigo  á  Tito. 

2  Y  subí  según  revelación ;  y 
comuniqué  con  ellos  el  Evange- 
lio, que  predico  entre  los  Gen- 
tiles, y  particularmente  con 
aquellos,  que  parecían  de  mayor 
consideración  ;  por  temor  de  no 
correr  en  vano,  ó  de  haber  cor- 
rido. 

3  i\Ias  ni  aun  Tito,  que  esta- 
ba conmigo,  siendo  Gentil,  fué 
apremiado  á  que  ?e  circuacidases 

12^ 


274 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  GALATAS 


4  Ni  aun  por  los  falsos  her- 
manos, que  se  entremetieron  á 
escudrinar  nuestra  libertad,  que 
tenemos  en  Jesu-Ciisto,  para 
reduciiTios  á  servidumbre. 

5  A  los  qualcs  ni  una  hora  so- 
la quisimos  estar  en  sujeción, 
para  que  permanezca  entre  vo- 
sotros la  verdad  del  Evang-elio  : 

6  Mas  de  aquellos,  que  pare- 
cían ser  alg-o,  quales  hayan  sido 
ñlgxiü.  tiempo,  nada  me  toca. 
Dios  no  acepta  la  apariencia  del 
hombre,  á  mí  ciertamente  los 
que  parecian  ser  alg-o,  nada  me 
comunicaron. 

7  Mas  al  contrario,  visto,  que 
me  habia  sido  encomendado  á 
mí  el  Evang-elio  del  prepucio, 
como  a  Pedro  el  de  la  circun- 
cisión ; 

8  (Porque  el  qne  obro  en  Pe- 
dro para  el  Apostolado  de  la  cir- 
cuncisión, también  obró  en  mí 
para  con  las  Gentes.) 

9  Y  como  Santiag;o,  Cefas,  y 
.Juan,  que  parecian  ser  las  co- 
lumnas, conocieron  la  gracia, 
que  se  me  habia  dado,  nos  dieron  ! 
Fas  diestras  á  Bernabé,  y  á  mí  ' 
en  señal  de  compañía  ;  pai-a  que 
nosotros  fueseoios  á  los  Gentiles, 
y  ellos  á  la  circuncisión. 

10  Solamente,  que  nos  acor- 
dásemos de  los  pobres  ;  lo  mis- 
mo, que  también  procuré  hacer 
con  esmero. 

11  Y  quando  vino  Cefas  á 
Antiochia,  le  resistí  en  su  cara, 
porque  merecía  reprehensión. 

12  Por  quanto  antes  que  vi- 
niesen algunos  de  parte  de  San- 
tia^,  comía  con  los  Gentiles ; 
mas  después  que  vinieron,  se 
retiraba,  y  separaba,  temiendo  á 
ios  que  eran  de  la  circuncisión. 

13  Y  los  otros  Judíos  consin- 
tieron en  su  disimulación,  tai 


que  aun  Bernabé  fué  mducida 
por  ellos  en  aquella  simulación. 

14  Mas  quando  yo  vi  que  nO 
andaban  derechamente  confor- 
me á  la  verdad  del  Evang-eho, 
dixc  á  Cefas  delante  de  todos  : 
Sí  tú,  siendo  Judío,  vives  como 
los  Gentiles,  y  no  como  los  Ju- 
díos, ¿  como  oblig-as  á  los  Gen- 
tiles  á  judaizar  ? 

15  Nosotros  somos  Judíos  de 
naturaleza,  y  no  pecadores  de 
entre  los  Gentiles. 

16  Mas  sabemos,  que  el  hom- 
bre no  es  justifica  por  las  obras 
de  la  Ley,  sino  por  la  fe  de  Je- 
su-Cristo  ;  y  nosotros  creemos 
en  Jesu-Cristo  para  obtener  la 
justicia  por  la  fé  de  Cristo,  y  no 
por  las  obras  de  la  Ley  ;  por 
quanto  por  las  obras  de  la  Ley 
no  será  justificada  toda  carne. 

17  Pues  si  nosotros,  que  bus- 
camos ser  justificados  en  Cristo, 
somos  también  hallados  pecado- 
res, ¿  es  por  ventura  Cristo  mi- 
nistro de  pecado  ?  No  por  cierto» 

18  Porque  si  yo  vuelvo  á  edi- 
ficar lo  mismo,  que  he  destrui- 
do, me  hag-o  á  raí  mismo  preva- 
ricador. 

1 9  Porque  yo  por  la  Ley  soy 
muerto  á  la  Ley,  á  fin  de  vivir 
para  Dios  ;  estoy  enclavado  en 
la  Cruz  juntamente  con  Cristo. 

20  Y  vivo,  ya  no  yo ;  mas  vi- 
ve Cristo  en  mí ;  y  lo  que  vivo 
ahora  en  carne  ;  lo  vivo  en  la  fé 
del  Hijo  de  Dios,  que  me  amó,  y 
se  entregó  á  sí  mismo  por  mí. 

21  No  desecho  la  gracia  de 
Dios  ;  porque  si  la  justicia  es 
por  la  Ley,  sigúese,  que  Cristo 
murió  en  vano. 

CAPITULO  in. 

insensatos  Gálatas  í 
¿  quien  os  ha  embaí- 


O 


CAPITULO  III. 


275 


■4o,  para  no  obedeccT  á  la  ver- 
'íad  ;  vosotros,  ante  cuyos  ojos 
ha  sido  ya  representado  Jesu- 
cristo, como  crucificado  en  vo- 
sotros mismos  ? 

2  Solo  quiero  saber  esto  de 
vosotros  ;  ¿  habéis  recibido  el 
Espíritu  por  las  obras  de  la  Ley, 
6  por  el  oido  de  la  fe  ? 

3  ¿  Tan  necios  sois,  que  ha- 
biendo comenzado  por  espíritu, 
acabéis  por  carne  ? 

4  ¿  Tantas  cosas  habéis  sufri- 
do en  vano  ?  sí  empero  es  en 
vano. 

5  ¿  Aquel  pues,  que  os  comu- 
nica el  Espíritu,  y  obra  virtudes 
en  vosotros,  es  por  las  obras  de 
la  Ley,  ó  por  el  oido  de  la  fé  ? 

5  Así  como  está  escrito  : 
Abraham  creyó  á  Dios,  y  le  fué 
imputado  á  justicia.  . 

7  Reconoced  pues,  que  los 
que  son  de  la  fé,  los  tales  son 
hijos  de  Abraham. 

8  Mas  viendo  antes  la  Escri- 
tura, que  Dios  por  la  fé  justifica 

!  las  g-entes,  anunció  primero  á 
Abraham  :  En  tí  serán  benditas 
todas  las  Gentes. 

9  Y  así  los  que  son  de  la  fé, 
serán  benditos  con  el  fiel  Abra- 

I  ham. 

'  10  Porque  todos  los  que  son 
de  las  obras  de  la  Ley,  están 

(  baxo  de  maldición.  Porque  es- 
crito está  :  Maldito  todo  el  que 
no  permaneciere  en  todas  las 
cosas  que  están  escritas  en  el 

;  libro  de  la  Ley,  para  hacerlas. 

11  Y  que  ninguno  en  la  Ley 
sea  justificado  delante  de  Dios, 
es  manifiesto  ;  porque  el  justo 
vive  de  la  fé. 

12  Y  la  Ley  no  es  de  la  fé  ; 
mas,  quien  hiciere  aquellas  co- 
sas, vivirá  en  ellas. 

13  Jesu-Cristo  nos  redimió  de 


de  la  maldición  de  la  Ley,  hecho 
por  nosotros  maldición  ;  porque 
está  escrito  :  Maldito  todo  aquel 
que  es  oolgcido  en  un  madero  : 

14  Para  que  la  bendición  de 
Abraham  fuese  comunicada  á 
los  Gentiles  por  Jesu-Cristo,  á, 
fin  de  que  por  la  fé  recibamos  la 
promesa  del  Espíritu. 

15  Hermanos,  hablo  como 
hombre,  aunque  un  testamento 
sea  de  un  hombre,  con  todo  sien- 
do confirmado,  ning-uno  le  re- 
prueba, ni  le  pone  de  mas. 

16  Las  promesas  fueron  di- 
chas á  Abraham,  y  á  su  simien- 
te. No  dice  :  Y  á  las  simien- 
tes, como  de  muchos ;  sino  co- 
mo de  uno :  Y  á  tu  simiente, 
que  es  Cristo. 

17  Mas  digo  esto :  Que  el  tes- 
tamento confirmado  por  Dios,  1% 
Ley  que  fué  hecha  quatrocien- 
tos  y  treinta  años  después,  no  lo 
abrog-a  para  anular  la  promesa. 

18  Porque  si  la  herencia  es 
por  la  Ley,  ya  no  es  por  la  pro- 
mesa. Y  Dios  por  promesa  le 
hizo  á  Abraham  la  donación. 

19  ¿  Pues  para  que  la  Ley  ? 
Por  causa  de  las  transg-resiones 
fué  puesta,  hasta  que  viniese  la 
simiente  á  quien  había  hecho  la 
promesa,  ordenada  por  Ang-eles 
en  manos  de  un  mediador. 

20  Mas  el  mediador  no  es  de 
uno  solo  ;  y  Dios  es  uno. 

21  ¿Lueg-o  la  Ley  es  contra 
las  promesas  de  Dios  ?  No  por 
cierto.  Porque  sí  la  Ley  dada 
pudiese  vivificar,  la  justicia  en 
verdad  seria  por  la  Ley. 

22  Mas  la  Escritura  todas  las 
cosas  encerró  baxo  de  pecado, 
para  que  la  promesa  fuese  dada 
á  loa  creyentes  por  la  fé  en  Je- 
su-Cristo. 

23  I\Ias  antes  que  la  fé  n- 


EPIST.  DE  3.  PABLO  A  LOS  GALATA5. 


^76 

uiese,  estábarnos  l¡axo  la  gnarda 
de  la  Ley  encerrados,  para  aque- 
lla fe  que  habia  de  ser  revelada. 

2  i  Y  así  la  Ley  fu^  el  Aya 
que  nos  conduxo  á  Cristo,  para 
que  fuésemos  justificados  por 
íafé. 

25  Mas  desde  que  vino  la  fé, 
no  estamos  ya  baxo  del  Ayo. 

26  Pues  todos  sois  hijos  de 
Dios  por  la  fé,  que  es  en  Jesu- 
cristo. 

27  Porque  todos  los  que  ha- 
béis sido  bautizados  en  Cristo, 
estáis  revestidos  de  Cristo. 

28  No  hay  Judío,  ni  Griego ; 
no  hay  siervo,  ni  libre  :  no  hay 
macho,  ni  hembra ;  porque  to- 
dos vG.;oti*Ds  sois  uno  CU  Jesu- 
Cristo. 

29  Y  si  vosotros  sois  de  Cris- 
to, ciertaotiente  la  simiente  de 
Abraham  sois,  los  herederos  se- 
gim  la  promesa. 

CAPITULO  IV. 

í  "TVIGO  pues,  que  quanto 
JU^  tiempo  el  heredero  es 
váüOy  en  nada  difiere  del  siervo, 
lunque  sea  Señor  de  todo : 

2  Mas  está  debaxo  de  tutores, 
j  curadores  hasta  el  tiempo  de- 
terminado por  el  Padre  : 

3  Así  también  nosotros,  quan- 
do  éramos  niaos,*serviaraos  baxo 
los  rudimentos  del  mundo. 

4  Mas  quando  vino  el  cum- 
plimiento del  tiempo,  envió  Dios 
fi  su  Flijo,  hecho  de  mug-er,  he- 
oho  sujeto  á  la  Ley, 

5  Para  redimir  á  aquellos  que 
estaban  baxo  de  la  Ley,  para 
que  recibiésemos  la  adopción  de  ¡ 
bijos. 

6  Y  por  quanto  vosotros  sois 
liijos,  ha  enviado  Dios  á  vues- 
tros corazones  el  Espíritu  de 


su  Hijo,  que  clama  :  Abba,  Pa-» 
dre. 

7  Y  así  ya  no  es  siervo,  sino 
hijo:  Y  si  hijo,  también  here^ 
dero  por  Dios. 

8  Mas  entonces  que  no  cono- 
cíais á  Dios,  servíais  á  los  que 
por  naturaleza  no  son  Dioses. 

9  Pero  ahora  habiendo  cono- 
cido á  Dios,  ó  por  mejor  decir, 
siendo  conocidos  de  Dios,  ¿co- 
mo os  volvéis  otra  vez  á  los  ru  - 
dimentos flacos  y  pobres,  á  los 
quales  queréis  de  nuevo  servir  ? 

10  Guardáis  los  dias,  y  los 
meses,  y  los  tiempos,  y  los  años. 

11  Me  temo  de  vosotros,  que 
no  haya  trabajado  en  vano  en 
vosotros. 

12  Sed  como  yo,  porque  yo 
también  soy  como  vosotros  :  Ós 
ruego,  hermanos :  En  nada  me 
habéis  agraviado. 

13  Y  sabéis  que  al  principia 
os  prediqué  el  Evangelio  con 
enfermedad  de  la  carne  :  y  vues- 
tra tentación  en  mi  carne, 

14  No  la  despreciasteis,  ni 
desechasteis  ;  antes  me  recibis- 
teis como  á  un  Angel  de  Dios, 
como  á  Jesu-Cristo. 

15  ¿Donde  está  pues  vuestra 
bienaventuranza  ?  Porque  os  doy 
testimonio,  que  si  ser  pudiese, 
os  hubiérais  sacado  los  ojos,  y 
me  los  hubiérais  dado. 

16  ¿  Me  he  hecho  pues  ene- 
migo vuestro,  diciéndoos  la  ver- 
dad ? 

17  Os  zelan  no  bien;  porque 
os  quieren  separar,  para  que  los 
sigáis  á  ellos. 

18  Sed  pues  zelosos  del  bien 
I  en  bien  siempre ;  y  no  tan  sola- 
mente quando  yo  estoy  con  vo- 
sotros. F 

19  Mijitos  míos,  de  los  que  j 
otra  vez  estoy  de  parto,  hasta  í 


CAPITULO  V. 


que  Cristo  sea  fbrmado  en  voso- 
tros, 

20  Querría  ciertamente  estar 
ahora  con  vosotros,  y  mudar  mi 
voz  ;  porque  estoy  avergonzado 
en  vosotros. 

21  Decidme,  os  ruego,  les 
que  queréis  estar  baxo  de  la 
Ley,  ¿  no  habéis  leido  la  Ley  ? 

22  Porque  escrito  está  :  Que 
Abraham  tuvo  dos  hijos,  uno  de 
la  sierva,  y  otro  de  la  libre. 

23  JMas  el  de  la  sierva  nació 
scg-un  la  carne  ;  y  el  de  la  libre, 
por  la  promesa  : 

24  Las  qualcs  cosas  fueron 
dichas  por  alegoría.  Porque  es- 
tos son  los  dos  testamentos.  El 
uno  ciertamente  en  el  monte 
Sina,  que  engendra  para  servi- 
dumbre ;  este  es  Agar  : 

25  Porque  el  Sina  es  un  mon- 
te en  la  Arabia,  que  tiene  en- 
lace con  la  que  ahora  es  Jeru- 
salém,  la  qual  sirve  con  sus 
hijos. 

28  Rías  aquella  Jerusaléra 
que  está  arriba,  es  libre  ;  la 
qual  es  nuestra  madre. 

27  Porque  escrito  está  :  Alé- 
grate la  estéril,  que  no  pares  ; 
esfuérzate  y  dá  voces,  la  que  no 
estás  de  parto  ;  porque  son  mu- 
chos mas  los  hijos  de  la  desolada 
que  de  aquella  que  tiene  ma- 
rido. 

28  Y  nosotros,  hermanos,  so- 
mos hijos  de  la  promesa  según 
Isaac. 

29  I\Ias  como  entonces  aquel 
que  habia  nacido  según  la  carne, 
perseguia  al  que  era  según  el 
espíritu  ;  así  también  aliora. 

30  ;  Pero  que  dice  la  Escri- 
tura ?  Echa  fuera  á  la  sierva,  y 
á  su  liijo ;  porque  no  será  here- 
•dero  el  hijo  de  la  sierva  coa  el 
liijo  de  h.  libre» 


257 

31  Y  así,  hermanos,  no  somos 
hijos  de  la  sierva,  sino  de  la  li- 
bre ;  con  cuya  libertad  Cristo 
nos  hizo  libres. 

CAPITULO  V. 

1  T¡^  STAD  firmes,  y  no  qs 
jOjí  sometáis  otra  vez  al 

yugo  de  servidumbre. 

2  Mirad  que  os  digo  yo  Pa-. 
blo,  que  si  os  circuncidareis, 
Cristo  no  os  aprovechará  nada. 

3  Y  de  nuevo  protexto  á  todo 
hombre  que  se  circuncida,  que 
está  obligado  á  guardar  toda  la 
Ley. 

4  Vacíos  sois  de  Cristo,  los 
que  os  justificáis  por  la  Ley  ;  ha- 
béis caído  de  la  gracia. 

5  Porque  nosotros  aguarda* 
mos  por  el  Espíritu  la  esperanza 
de  la  justicia,  por  la  fé. 

6  Porque  en  Jcsu-Cristo  ni  la 
circuncisión  vale  algo,  ni  el  pre- 
pucio, sino  la  fé  que  obra  por 
caridad. 

7  Vosotros  corríais  bien  ^ 
¿  Quien  os  ha  impedido  el  no 
obedecer  á  la  verdad  ? 

8  Esta  persuasión  no  es  de 
aquel  que  os  llama. 

9  Un  poco  de  levadura  aceda 
toda  la  masa. 

10  Yo  confio  de  vosotros  en 
el  Señor,  que  no  sentiréis  otra 
cosa  ;  mas  el  que  os  inquieta, 
quien  quiera  que  él  sea,  llevará 
sobre  sí  la  condenación. 

11  Yo  ciertamente,  hermanos, 
si  aun  predico  la  circuncisión; 
¿  á  que  fin  padezco  aun  persecu- 
ción ?  Luego  se  ha  acabado  el 
escándalo  de  la  Cruz. 

12  Oxalá  fuesen  también  cor-» 
tados,  los  que  os  inquietan. 

13  Porque  vosotros,  herma- 
nos, habéis  sido  llamados  á  li«. 


2.78       EPTST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  G.1LATA5. 


bertad  ;  solamente  que  no  deis 
la  libertad  por  ocasión  de  la  car- 
ne ;  mas  servios  unos  á  otros  por 
la  caridad  del  Espíritu. 

14  Porque  toda  la  Ley  se -re- 
sume en  una  palabra:  Amarás 
á  tu  próximo  como  á  tí  mismo. 

15  Mas  si  os  mordéis,  y  os 
Coméis  los  unos  á  los  otros  ; 
gniardaos  no  os  consumáis  los 
unos  á  los  otros. 

16  Dig-o  pues:  Andad  en  Es- 
píritu, y  no  cumpliréis  los  de- 
seos de  la  carne. 

17  Porque  la  carne  codicia 
contra  el  espíritu,  y  el  espíritu 
contra  la  carne  ;  porque  estas 
cosas  son  contrarias  entre  sí  ; 
para  que  no  hagáis  todas  las  co- 
sas que  quisiereis. 

18  y  si  sois  g-uiados  del  espí- 
ritu, no  estáis  baxo  de  la  Ley. 

19  Mas  las  obras  de  la  carne 
están  patentes,  como  son  forni- 
cación, impureza,  deshonestidad, 
luxuria, 

20  Idolatría,  hechicerías,  ene- 
mistades, contiendas,  zelos,  iras, 
riñas,  discordias,  sectas, 

21  Envidias,  homicidios,  em- 
briagueces, g-loíonerías  y  otras 
cosas  como  estas,  sobre  las  qua- 
les  os  denuncio,  como  ya  lo  dixe : 
Que  los  que  tales  cosas  hacen, 
no  alcanzarán  el  reyno  de  Dios. 

22  Mas  el  fruto  del  espíritu 
es  caridad,  g-ozo,  paz,  pacien- 
cia, benignidad,  bondad,  longa- 
nimidad, 

23  Mansedumbre,  fé,  modes- 
tia, continencia,  castidad.  Con- 
tra estas  cosas  no  hay  Ley. 

24  Y  los  que  son  de  Cristo, 
crucificaron  su  propia  carne  con 
sus  vicios  y  concupiscencias. 

25  Si  vivimos  por  espíritu, 
andemos  también  por  espíritu. 

2G  No  seamos  codiciosos  de 


vana  gloria,  irritándonos  los  una5 
á  los  otros,  envidiándonos  lo¿ 
unos  á  los  otros. 

CAPITULO  VL 

1  TTERMANOS,  si  aigu-. 
JLJL  no  como  hombre  fue- 
re sorprehendido  en  algún  deli- 
to, vosotros  que  sois  espirituales 
amonestadle  con  espíritu  de 
mansedumbre,  y  tú  considérate 
á  tí  mismo,  no  seas  también  ten- 
tado. 

2  Llevad  los  unos  las  cargas 
de  los  otros,  y  de  esta  manera 
cumpliréis  la  Ley  de  Cristo. 

3  Porque  si  alguno  estima  ser 
algo,  no  siendo  nada,  él  mismo 
se  engaña. 

4  Mas  pruebe  cada  uno  su 
obra,  y  así  él  tendrá  gloria  en  sí 
mismo  solamente,  y  no  en  otro. 

5  Porque  cada  qual  llevará  su 
carga. 

6  Y  el  que  es  doctrinado  en 
la  palabra,  comunique  en  todos 
los  bienes  al  que  le  doctrina. 

7  No  queráis  errar :  Dios  no 
puede  ser  burlado. 

8  Porque  aquello  que  sem- 
brare el  hombre,  eso  también 
segará.  Y  así  el  que  siembra 
en  su  carne,  de  la  carne  segará 
corrupción  ;  mas  el  que  siembra 
en  el  Espíritu,  del  espíritu  sega- 
rá vida  eterna. 

9  No  nos  cansemos  pues  de 
hacer  bien  ;  porque  á  su  tiempo 
segaremos,  si  no  desfallecemos. 

10  Y  así  mientras  tenemos 
tiempo,  hagamos  bien  á  todos,  y 
mayormente  á  los  domésticos  de 
la  fé. 

1 1  Mirad  que  carta  os  he  es- 
crito de  mi  mano. 

12  Porque  todos  los  que  quie- 
ren agradar  ea  la  carne,  estos 


CAPITULO  r. 


5s  apremian  á  que  as  círcucideis, 
st)lo  por  no  padecer  ellos  la  per- 
stícucion  de  la  Cruz  de  Cristo. 

13  Porque  ni  aun  los  que  se 
circuncidan  guardan  la  Ley ; 
sino  que  quieren  que  vosotros 
seáis  circuncidados,  para  glo- 
riarse en  vuestra  carne. 

14  Mas  nunca  Dios  permita 
que  yo  me  gloríe,  sino  en  la 
Cruz  de  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo ;  por  el  qual  el  mundo 
me  es  crucificado  á  mí,  y  yo  al 
mundo. 


15  PoiTiUC  cm  Jesu-Cristo  na- 
da vale  ni  la  circuncisión,  ni  el 
prepucio,  sino  la  nueva  criatura. 

16  Y  todos  los  que  siguiei*en 
esta  regla,  paz  sobre  ellos,  y 
misericordia,  y  sobre  el  Israel 
de  Dios. 

17  De  aquí  adelante  nadie 
me  sea  molesto ;  porque  yo  tray- 
go  en  mi  cuerpo  las  marcas  del 
ÍSeñor  Jesiis. 

18  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea,  hermanos, 
con  vuestro  Espíritu.  Amen. 


EPISTOLA 


DEL  APOSTOL  SAN  PABLO 

A  LOS  EFESIOS. 


CAPITULO  I. 

1  "pABLO  Apóstol  de  Je- 
JL     su-Cristo  por  voluntad 

de  Dios,  á  todos  los  Santos  que 
hay  en  Efeso,  y  fieles  en  Jesu- 
Cristo. 

2  Gracia  sea  á  vosotros  y  paz 
de  Dios  nuestro  Padre,  y  del  Se- 
ñor Jesu-Cristo. 

3  Bendito  el  Dios  y  Padre  de 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo,  que 
nos  bendixo  con  toda  bendición 
espiritual  en  bienes  celestiales 
en  Cristo, 

4  Así  como  nos  eligió  en  él 
mismo  antes  del  establecimiento 
del  mundo,  para  que  fuésemos 
pantos,  y  sin  mancilla  delante  de 
61  en  caridad. 

5  El  que  nos  predestinó  para 
adoptamos  en  hijos  por  Jesu- 
Cristo  en  sí  mismo  ;  según  el 
propósito  de  su  voluntad, 

6  Para  loor  de  gloria  de  su 


gracia,  por  la  qual  nos  ha  hecho 
agradables  en  su  amado  Hijo. 

7  En  el  que  tenemos  la  re- 
dención por  su  sangre,  la  remi- 
sión de  los  pecados,  según  las 
riquezas  de  su  gracia, 

8  La  qual  ha  abundarlo  en  no- 
sotros copiosamente  en  toda  sa- 
biduría é  inteligencia  : 

9  Para  hacernos  conocer  el 
sacramento  de  su  voluntad,  se- 
gún su  beneplácito,  que  habia 
propuesto  en  sí  mismo, 

10  Para  restaurar  en  Cristo 
todas  las  cosas  en  la  dispensa- 
ción del  cumplimiento  de  los 
tiempos  ;  así  las  que  hay  en  el 
cielo,  como  en  la  tierra,  en  éi 
mismo : 

11  En  el  qual  fuimos  también 
llamados  por  suerte,  predestina- 
dos según  el  decreto  de  aquel, 
que  obra  todas  las  cosas,  según, 
el  consejo  de  su  voluntad, 

12  Para  que  seamos  en  loor 


SSü       EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  EFESIOS. 


de  su  gloria  nosotros,  que  antes 
habíamos  esperado  en  Cristo  : 

13  En  el  qual  también  voso- 
tros, quando  oísteis  la  palabra 
de  la  verdad,  el  Evangelio  de 
vuestra  salud  ;  y  habiendo  crei- 
do  en  él,  fuisteis  sellados  con  el 
Espíritu  Santo,  que  era  prome- 
tido, 

14  El  qual  es  la  prenda  de 
nuestra  herencia,  para  reden- 
ción de  la  posesión  adquirida, 
para  loor  de  la  gloria  de  él 
mismo. 

15  Por  esto  yo  también  ha- 
biendo oido  la  fé,  que  tenéis  vo- 
sotros en  el  Señor  Jesús,  y  el 
amor  para  con  todos  los  Santos, 

1 6  No  ceso  de  dar  gracias  por 
vosotros,  haciendo  memoria  de 
Vosotros  en  mis  oraciones  ; 

17  Para  que  el  Dios  de  nues- 
tro Señor  Jesu-Cristo,  el  Padre 
de  la  gloria,  os  dé  espíritu  de 
sabiduría  y  de  revelación  por  su 
conocimiento ; 

18  Iluminados  los  ojos  de  vues- 
tro corazón,  para  que  sepáis, 
qual  es  la  esperanza  de  su  voca- 
ción, y  quales  las  riquezas  de  la 
gloria  de  su  herencia  en  los  San- 
tos, 

19  Y  qual  es  aquella  sobera- 
na grandeza  del  poder  que  obra 
en  nosotros,  que  creemos  según 
la  eficacia  de  su  poderosa  virtud, 

20  La  qual  efectuó  en  Cristo, 
resucitándole  de  los  muertos,  y 
colocándole  á  su  derecha  en  los 
cielos, 

21  Sobre  todo  Principado,  y 
Potestad,  y  Virtud,  y  Domina- 
ción, y  sobre  todo  nombre  que 
se  nombra,  no  solo  en  este  siglo, 
mas  aun  en  el  venidero. 

22  Y  todas  las  cosas  sometió  | 
baxo  los  pies  de  él ;  y  le  puso  j 
por  cabeza  sobre  toda  ía  Iglesia,  I 


23  La  qual  es  su  cuerpo,  y  et 
cumplimiento  de  aquel,  que  lo 
llena  todo  en  todas  cosas. 

CAPITULO  II. 

1  XT'A    vosotros,  estando 
JL    muertos  por  vuestros 

delitos  y  pecados, 

2  En  que  anduvisteis  en  otro 
tiempo  conforme  á  la  costum- 
bre de  este  mundo,  conforme  al 
Príncipe  de  la  potestad  de  este 
ayre,  que  es  el  espíritu,  que  aho- 
ra obra  sobre  los  hijos  de  la  in- 
fidelidad ; 

3  Entre  los  quales  vivimos 
también  todos  nosotros  en  otro 
tiempo  según  nuestros  deseos 
camales,  haciendo  la  voluntad 
de  la  carne  y  de  sus  pensamien- 
tos, y  eramos  por  naturaleza  hi- 
jos de  ira,  como  también  los 
otros  ; 

4  Mas  Dios,  que  es  rico  en 
misericordia,  por  su  extremada 
caridad  con  que  nos  amó, 

5  Aun  quando  estábamos 
muertos  por  los  pecados,  nos  di6 
vida  juntamente  en  Cristo,  por 
cuya  gracia  sois  salvos, 

6  Y  con  él  nos  resucitó,  y  nos 
hizo  sentar  en  los  Cielos  con 
Jesu-Cristo ; 

7  Para  mostrar  en  los  siglos 
venideros  las  abundantes  rique- 
zas de  su  gracia  por  su  bondad 
sobre  nosotros  en  Jesu-Cristo : 

8  Porque  de  gracia  sois  salvos 
por  la  fé,  y  esto  no  de  vosotros  ; 
porque  es  un  don  de  Dios  ; 

9  No  por  obras,  para  que  na- 
die se  gloríe : 

1 0  Porque  somos  hechura  de 
él  mismo,  criados  en  Jesu-Cris- 

I  to  para  íjuenas  obras,  las  que 
j  preparó  Dios  para  que  anduvié- 
I  sernos  en  ellas* 


CAPITULO  III. 


181 


11  Por  tanto  acordaos,  que 
en  algún  tiempo  vosotros  los 
Gentiles  en  carne,  que  erais  lla- 
mados prepucio  por  los  que  en 
carne  tienen  la  circuncisión  he- 
cha por  mano : 

12  Que  estabais  en  aquel 
tiempo  sin  Cristo,  separados  de 
la  comunicación  de  Israel,  y  ex- 
trangercs  de  ios  testamentos,  no 
teniendo  esperanza  de  la  pro- 
mesa, y  sin  Dios  en  este  mundo. 

13  Mas  ahora  por  Jesu-Cris- 
lo,  vosotros  que  en  otro  tiempo 
estabais  lejos,  os  habéis  acerca- 
do por  la  sang-re  de  Jesu-Cristo. 

11  Porque  él  es  nuestra  paz, 
el  que  de  ambos  ha  heciio  im 
pueblo,  deshaciendo  en  su  carne 
la  pared  intermedia  de  la  cerca, 
las  enemistades : 

15  Derogando  con  sus  decre- 
tos la  Ley  de  los  preceptos,  para 
formar  en  sí  mismo  los  dos  en 
un  hombre  nuevo,  haciendo  la 
paz; 

IG  Y  para* reconciliarlos  con 
Dios  a  arabos  en  un  cuerpo  por 
la  Cruz,  matando  las  enemista- 
des en  sí  mismo. 

17  Y  viniendo  evangelizó  paz 
7í  vosotros,  que  estabais  lejos; 
y  paz  á  aquellos  que  estaban 
cerca : 

1 8  Por  quanto  por  él  los  unos 
y  lot,  otros  tenemos  entrada  al 
Padre  en  un  Espíritu. 

1 9  Demanera  que  ya  no  sois 
extrangeros,  ni  advenedizos  ; 
sino  que  sois  Ciudadanos  de  los 
Santos  y  domésticos  de  Dios  : 

20  Edificados  sobre  el  funda- 
mento de  los  Apóstoles  y  Profe- 
tas, en  el  mismo  Jesu-Cristo,  que 
es  la  principal  piedra  angular  : 

21  En  el  qual  todo  el  edificio 
que  se  ha  levantado  crece  para 
ser  ua  templo  santo  en  el  Señor ; 


22  En  el  qual  vosotros  sois 
también  juntamente  edificados, 
para  morada  de  Dios  en  EspíritUt 

CAPITULO  III. 

1  "P^^  ^sta  causa  yo  Pa- 
jL    blo  el  prisionero  de 

Jesu-Cristo,  por  vosotros  los 
Gentiles, 

2  Si  es  que  oísteis  la  dispen- 
sación de  la  gracia  de  Dios,  que 
me  fué  dada  para  con  vosotros  : 

3  Puesto  que  por  revelación 
se  me  ha  hecho  conocer  el  Sa  - 
cramento, como  arriba  escrihí 
en  pocas  palabras  : 

4  En  donde  si  leéis,  podéis 
conocer  la  inteligencia,  que  ten- 
go en  el  misterio  de  Cristo  ; 

5  El  qual  en  otras  generacio» 
nes  no  fué  conocido  de  los  hijos 
de  los  hombres»  así  como  ahora 
ha  sido  revelado  á  sus  Santos 
Apóstoles  y  Profetas  en  Espí^ 
ritu, 

6  Que  los  Gentiles  son  cohe- 
rederos, é  incorporados,  y  par- 
ticipantes de  su  promesa  en  Je* 
su-Cristo  por  el  Evangelio ; 

7  Del  qual  yo  he  sido  hecho 
Ministro,  según  el  ¿on  de  la 
gracia  de  Dios,  que  se  me  ha 
dado  según  la  operación  de  su 
virtud. 

8  A  mí  que  soy  el  menor  de 
todos  los  Santos,  me  ha  sido  dada 
esta  gracia  de  predicar  á  los 
Gentiles  las  inapeables  riquezas 
de  Cristo, 

9  Y  de  manifestar  á  todos, 
qual  sea  la  comunicación  del  Sa- 
cramento escondido  desde  los 
siglos  en  Dios,  que  lo  crió  todo. 

10  Para  que  la  multiforme  sa- 
biduría de  Dios,  sea  notificada 
por  la  Iglesia  á  Iqg  Principados 
y  Potestades  en  los  Cielos, 


282 


EPI3T.  DE  S.  PABLO  A  LOS  EFESIOS 


11  Conforme  á  la  determina- 
ción de  los  siglos,  que  ha  cum- 
plido en  Jesu-Cristo  nuestro  Se- 
ñor:  ^ 

12  En  el  que  tenemos  la  se- 
g-uridad,  y  el  llegarnos  á  61  con- 
fiadamente por  su  fé. 

13  Por  lo  qual  os  pido,  que  no 
desmayéis  en  mis  tribulaciones 
por  vosotros,  que  es  vuestra 
gloria. 

14  Por  esta  causa  doblo  mis 
rodillas  al  Padre  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo, 

15  Del  que  toda  paternidad 
toma  el  nombre  en  los  Cielos  y 
en  la  tierra, 

16  Para  que  según  las  rique- 
zas de  su  gloria,  os  dé  que  seáis 
corroborados  en  virtud  por  su 
Espíritü  en  el  hombre  interior, 

1 7  Para  que  Cristo  more  por 
la  fé  en  vuestvos  corazones,  ar- 
raygados  y  cimentados  en  cari- 
dad, 

18  Para  que  podáis  compre- 
hender  con  todos  los  Santos,  qual 
sea  la  anchura,  y  la  longura,  y 
la  altura,  y  la  profundidad, 

19  Y  conocer  también  la  ca- 
ridad de, Cristo,  que  sobrepuja 
todo  entendimiento,  para  que 
seáis  llenos  de  toda  la  plenitud 
de  Dios. 

20  Y  á  aquel  que  es  poderoso 
para  hacer  todas  las  cosas,  mas 
abundantemente  que  pedimos  ó 
entendemos,  según  la  virtud  que 
obra  en  nosotros, 

21  A  él  la- gloria  en  la  Iglesia, 
y  en  Jesu-Cristo,  por  todas  las 
edades  del  siglo  de  los  siglos. 
Amen. 

CAPITULO  IV. 

I  "WT  a^  os  ruego  yo  el  pri- 
X   sionero  en  el  Señor,  l 


que  andéis  como  conviene  á  la 
vocación,  coa  que  habéis  sido 
llamados, 

2  Con  toda  humildad  y  man- 
sedumbre, con  paciencia,  sobre- 
llevándoos unos  á  otros  en  cari- 
dad; 

3  Solícitos  en  guardar  la  uni- 
dad del  espíritu  en  vinculó  de 
paz. 

4  Un  cuerpo  y  un  espíritu, 
como  fuisteis  llamados  en  una 
esperanza  de  vuestra  vocación. 

5  Un  Señor,  una  fé,  uñ  bau- 
tismo. 

6  Un  Dios  y  Padre  de  todos, 
que  es  sobre  todos,  y  por  todas 
las  cosas,  y  en  todos  nosotros. 

7  Mas  á  cada  uno  de  nosotros 
ha  sido  dada  la  gracia  según  la 
medida  de  la  donación  de  Crista. 

8  Por  lo  qual  dice  :  Quando 
él  subió  á  lo  alto,  llevo  cautiva 
la  cautividad ;  dió  dones  á  los 
hombres. 

9  y  que  subió,  ¿  que  es,  sino 
porque  ántes  habla  descendido 
á  los  lugares  mas  baxos  de  la 
tieiTa  ?  I 

10  El  que  descendió,  ese  mis-  I 
mo  es  el  que  subió  sobre  todos  ' 
los  cielos,  para  llenar  todas  las  | 
cosas. 

11  Y  el  mismo  dió  á  unos  cier- 
tamente Apostóles,  y  á  otros, 
Profetas,  y  á  otros,  Evang-elish 
tas,  y  á  otros.  Pastores  y  Doc- 
tores, 

12  Para  la  consumación  de 
los  Santos,  en  la  obra  del  minis- 
terio, para  edificar  el  cuerpo  de 
Cristo ; 

1 3  Hasta  que  todos  lleguemos 
en  la  unidad  de  la  fé,  y  del  co- 
nocimiento del  Hijo  de  Dios,  ? 
varón  perfecto,  según  la  medidr 
de  la  edad  cumplida  de  Cristo : 

18  I'ara  que  no  seamos  ya  ni  : 


CAPITULO  V. 


283 


ños  fiuctuantes,  y  nos  dexemos 
traer  en  rededor  de  todo  viento 
.de  doctrina,  por  la  malignidad 
de  los  hombres  que  engañan  con 
astucia  en  error. 

15  Antes  siguiendo  verdad  en 
caridad,  crezcamos  en  todas  co- 
sas en  aquel  que  es  la  cabeza, 
1  Cristo  : 

!  16  Por  el  qual  todo  el  cuerpo 
coligado  y  unido  por  toda  coyun- 
üira  por  donde  se  le  suministra 

.  el  alimento,  obrando  á  propor- 
ción he  cada  miembro,  toma  au- 
mento el  cuerpo,  para  edificarse 
tí  en  caridad. 

17  Pues  esto  digo  y  requiero 
en  el  Señor,  que  no  andéis  ya, 
como  andan  las  Gentes  en  la  va- 
nidad de  su  sentido, 

18  Teniendo  el  entendimien- 
to obscurecido  de  tinieblas,  ena- 
genados  de  la  vida  de  Dios,  por 
la  igTiorancia  que  hay  en  ellos, 
per  la  ceguedad  de  su  corazón, 

19  Los  que  desesperando,  se 
entregaron  á  sí  mismos  á  la  di- 
solución, á  obras  de  toda  impu- 
reza, á  la  avaricia. 

20  ?»las  vosotros  no  habéis 
aprendido  así  á  Cristo, 

21  Si  es  que  lo  habéis  oido, 
y  habéis  sido  enseñados  en  él, 
como  está  la  verdad  en  Jesús. 

22  A  despojaros  del  hombre 
Hejo,  según  el  qual*  fué  vuestra 

'^^igua  conversación,  que  se  vi- 
-e^nn  los  deseos  del  error. 

Renovaos  pues  en  el  espi- 
de vuestro  entendimiento, 
¿  -4  Y  vestios  del  hombre  nue- 
j  vo,  que  fué  criado  según  Dios 
si  en  justicia,  y>en  santidad  de  ver- 
J  dad.  / 

i  25  Por  lo  qual  dexando  la 
gi{  mentira,  hablad  verdad  cada  uno 
i  con  su  próximo;  porque  somos 
¡.j  miembros  los  unos  de  los  otros. 

i 


26  Ayraos,  y  no  pequéis  :  El 
sol  no  se  ponga  sobre  vuestra 
ira: 

27  No  deis  lug-ar  al  diablo  : 

28  El  que  hurtaba,  ya  no 
hurte  ;  antes  bien  trabaje  obran- 
do de  sus  manos  lo  que  es  bueno, 
para  que  tenga  de  donde  dar  ai 
que  padece  necesidad. 

29  Ninguna  palabra  mala  sal- 
ga de  vuestra  boca  ;  sino  solo  la 
que  sea  buena  para  edificación 
de  la  fé,  de  manera  que  dé  gra- 
cia á  los  que  la  oyen. 

30  Y  no  contristéis  al  Espíritu 
Santo  de  Dios,  en  el  qual  estáis 
sellados  para  el  dia  de  la  reden- 
ción. 

31  Toda  amargura,  y  enojo, 
é  indignación,  y  grileria,  y  blas- 
femia con  toda  malicia,  sea  des- 
terrada de  entre  vosotros. 

32  Antes  sed  los  unos  con  los 
otros  benignos,  misericordiosos, 
perdonándoos  los  unos  á  los 
otros,  como  también  Dios  por 
Cristo  os  ha  perdonado. 

CAPITULO  V. 

1  pues  imitadores  de 
^  Dios,  como  hijos  muy 

amados  ; 

2  Y  andad  en  caridad,  así  co- 
mo Cristo  también  nos  amó,  y 
se  entregó  á  sí  mismo  por  noso- 
tros o  f  re  nd?  y  hostia  á  Dios  eii 
olor  de  suavidad. 

3  Por  tanto,  fornicación,  y 
toda  impureza,  ó  avaricia,  "ni  aun 
se  nombre  entre  vosotros,  como 
conviene  á  Santos ; 

4  Ni  palabras  torpes,  ni  ne- 
cias, ni  chanzas,  que  son  imper- 
tinentes ;  sino  antes  acciones  de 
gracias. 

5  Porque  habéis  de  saber  y 
entender;  que  ningún  fornica- 


284        EPLST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  ÉFESIOS. 


rio,  ó  inmundo,  ó  avaro,  lo  qual  es 
culto  de  ídolos,  no  tiene  heren- 
cia en  el  reyno  de  Cristo,  y  de 
Dios. 

6  Nin^no  os  encañe  con  pa- 
labras vanas  ;  pues  por  esto  vie- 
ne la  ira  de  Dios  sobre  los  hijos 
de  la  incredulidad. 

7  No  tengfais  pues  cosa  co- 
mún con  ellos. 

8  Porque  en  otro  tiempo  erais 
tinieblas  ;  mas  ahora  sois  luz  en 
•el  Señor.  Andad  como  hijos  de 
luz : 

9  Pues  el  fruto  de  la  luz  con- 
£iste  en  toda  bondad,  y  en  justi- 
cia, jr  en  verdad  : 

10  Aprobando  lo  que  es  a^a- 
(lable  á  Dios : 

1 1  y  no  comuniquéis  con  las 
obras  infructuosas  de  las  tinie- 
blas ;  mas.  al  contrario  conde- 
nadlas. 

12  Porque  las  cosas  que  ellos 
hacen  en  secreto,  vergüenza  es 
aun  el  decirlas. 

1 3  Mas  todas  las  que  son  re- 
prehensibles, se  descubren  por 
la  luz  ;  porque  todo  lo  que  se  ma- 
nifiesta, es  luz. 

14  Por  lo  qual  dice  :  Despier- 
ta tú  que  duermes,  y  levántate 
de  entre  los  muertos,  y  te  alum- 
brará. Cristo. 

13  Y  así  mirad,  hermanos,  que 
-andéis  avisadamente  ;  no  como 
necios, 

16  Mas  como  sabios,  redi- 
miendo el  tiempo;  porque  los 
dias  son  malos. 

17  Por  tanto  no  seáis  indis- 
cretos ;  mas  entended  qual  es  la 
voluntad  de  Dios. 

18  Y  no  os  entreguéis  con  ex- 
ceso al  vino,  en  el  que  hay  lu- 
xuria  ;  mas  llenaos  de  Espíritu 
Santo, 

19  Hablando  entre  vosotros 


mismos  en  salmos,  y  en  himnos, 
y  canciones  espirituales,  can- 
tando y  loando  al  Señor  en  vues- 
tros corazones, 

20  Dando  siempre  gracias  al 
Dios  y  Padre  por  todo  en  el 
nombre  de  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo. 

21  Sometidos  los  unos  á  loa 
otros  en  temor  de  Cristo. 

22  Las  mugeres  estén  suje- 
tas á  sus  maridos,  como  al  Se 
ñor: 

23  Porque  el  marido  es  ca- 
beza de  la  muger ;  como  Cristc  ' 
es  Cabeza  de  la  Iglesia,  de  k 
que  él  mismo  es  Salvador,  come  ' 
de  su  cuerpo.  ' 

24  Y  así  como  la  Iglesia  estí 
sometida  á  Cristo,  así  lo  eatéi  * 
las  mugeres  á  sus  maridos  ei 
todo.  ' 

25  Vosotros,  maridos,  amad  í 
vuestras  mugeres,  como  Crist  ^ 
amo  también  á  la  Iglesia,  y  e 
entregó  á  sí  mismo  por  ella, 

26  Para  santificarla,  puriC 
candóla  con  el  bautismo  de  agu  - 
por  la  palabra  de  vida,  C 

27  Para  presentársela  á  í 
mismo  Iglesia  gloriosa,  que  n  ■ 
tenga  mancha,  ni  arruga,  ni  ce  ' 
sa  semejante,  sino  que  sea  sant 

y  sin  mancilla. 

28  Así  también  deben  ams 
los  maridos  a  sus  mugeres,  com , 

á  sus  propios  cuerpos.    Él  qu  * 
ama  á  6U  muger,  á  sí  mism 
ama.  k 

29  Porque  nadie  aborreció  jí  ■ 
mas  su  carne  ;  antes  la  mantií 
ne  y  abriga,  así  como  tambie 
Cristo  á  la  Iglesia  : 

30  Porque  somos  miembros  c 
su  cuerpo,  de  su  carne,  y  de  si 
huesos.  j 

31  Por  esto  dexará  el  homb]  f 
á  su  ¡ladre,  y  á  su  madre,  y  i 


CAPITULO  VI. 


285 


allegará  á  su  mugev  ;  y  serán 
dos  en  una  carne. 

32  Este  Sacramento  es  gran- 
de ;  mas  yo  dig;o  ca  Cristo  y  en 
la  Iglesia. 

33  Empero  también  vosotros 
cada  uno  de  por  sí  ame  á  su  mu- 
ger  como  a.  sí  mismo ;  y  la  rau- 
gQT  reverencie  á  su  marido. 

CAPITULO  VI. 

1  TTIJOS,  obedecí  ávues- 
JLX  tros  padres  en  el  Se- 
ñor ;  porque  esto  es  justo. 

2  ílonra  á  tu  padre,  y  á  tu 
madre,  que  es  el  primer  manda- 
miento coa  promesa, 

3  Para  que  te  vaya  bien,  y 
seas  de  larga  vida  sobre  la  tierra. 

4  Y  vosotros,  padres,  no  pro- 
voquéis á  ira  á  vuestros  hijos  ; 
mas  criadlos  en  disciplina,  y  cor- 
rección del  Señor. 

5  Siervos,  obedeced  á  vues- 
tros Señores  temporales  con  te- 
mor, y  con  respeto,  en  seucilez 
de  vuestro  corazón,  como  á 
Cristo : 

6  No  sirviéndoles  al  ojo,  co- 
mo por  agradar  á  hombres ;  sino 
como  siervos  de  Cristo,  hacien- 
do de  coi-ázon  la  voluntad  de 
Dios, 

7  Sirviendo  con  buena  volun- 
i  tadj  como  al  Señor,  y  no  como  á 

loe  hombres : 

¡     8  Sabiendo  que  cada  uno  re- 
cibirá del  Señor  aquel  bien  ó 
,  mal  que  hiciere,  ya  sea  siervo, 
I  ya  hbre. 

j  9  Y  vosotros  los  señores  ha- 
ced eso  mismo  con  ellos,  dexan- 
1  do  las^  amenazas ;  sabiendo  que 
I  el  Seuor  de  ellos  y  el  vuestro 
'  está  en  los  cielos,  y  que  no  hay 

¡acepción  de  personas  para  con  él. 
JO  £a  lo  demás,  hermanos, 


confortaos  en  el  Señor,  y  en  el 
poder  de  su  virtud. 

11  Vestios  la  armadura  de 
Dios,  para  que  podáis  estar  firmes 
contra  las  asechanzas  del  diablo  : 

12  Porque  nosotros  no  tene- 
mos que  luchar  contra  la  carne, 
y  la  sangre  ;  sino  contra  los 
principados,  y  potestades,  contra 
los  gobernadores  de  estas  tinie- 
blas del.  mundo,  contra  los  espí- 
ritus de  maldad  en  los  ayres. 

13  Por  tanto  tomad  toda  la 
armadura  de  Dios,  para  que  po- 
dáis resistir  en  el  dia  malo,  y  es- 
tar cumplidos  en  todo. 

14  Estad  pues  firmes,  ceñidos 
vuestros  lomos  en  verdad,  y  ves- 
tidos de  la  loriga  de  la  justicia, 

15  Y  teniendo  los  pies  calza- 
dos en  la  preparación  del  Evan- 
gelio de  la  paz  :^ 

16  Sobre  todo  embrazando  el 
escudo  de  la  fe,  con  que  podáis 
apagar  todos  los  dardos  encendi- 
dos del  maligno : 

17  Tomad  también  el  yelmo 
de  la  salud,  y  la  espada  del  Es* 
píritu,  que  es  la  palabra  de  Dios. 

1 8  Orando  en  todo  tiempo  con 
toda  deprecación,  y  ruego  en  es- 
píritu ;  y  velando  para  esto  mis- 
mo con  todo  fervor,  y  rogando 
por  todos  los  Santos  : 

19  Y  por  mí,  para  que  me  sea 
dada  palabra  en  el  abrir  de  mi 
boca  con  confianza,  para  hacer 
conocer  el  misterio  del  Evan- 
gelio : 

20  Por  el  qual  aun  estando  en 
la  cadena  hago  oficio  de  Emba- 
xador,  de  manera  que  yo  hable 
Hbremente  por  el,  como  debo 
hablar. 

21  Y  para  que  sepáis  también 
el  estado  de  mis  cosas,  y  lo  que 
yo  hago,  os  informará  de  todo 
Tycbico  nuestro  hermano. muy 


286       EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  FILIPENSES. 

amado,  y  Ministro  fiel  en  el  Se-  23  Paz  sea  á  los  hermanos,  y 

ñor  :  caridad  con  fe,  de  Dios  Padre,  y 

22  A  quien  os  he  enviado  pa-  del  Señor  Jesa-Cristo. 

ra  esto  mismo,  para  que  sepáis  24  La  gracia  sea  con  todos  los 

jo  que  es  de  nosotros,  y  que  con-  que  aman  á  nuestro  Señor  Jcsu 

suele  vuestros  corazones.  Cristo  con  toda  pureza.  Amen 


EPISTOLA 

DEL.  APOSTOL,  SAN  PABLO 

A  LOS  FILIPENSES. 


CAPITULO  L 

í  "pABLO,    y  Timoteo, 
Jr  siervos  de  Jesu-Cris- 
io,  á  todos  los  Santos  en  Jesu- 
cristo, que  están  en  Filippos, 
con  los  Obispos^  Diáconos. 

2  Gracia  sea  á  vosotros,  y  paz 
de  Dios  nuestro  Padre,  y  del 
Señor  Jcsu-Cristo. 

3  Gracias  doy  á  mi  Señor  ca- 
da vez  que  me  acuerdo  de  voso- 
tros, 

4  Rogando  siempre  con  gozo 
por  todos  vosotros  en  todas  mis 
oraciones, 

5  Sobre  vuestra  comunica- 
ción en  el  Evangelio  de  Cristo 
desde  el  primer  dia  hasta  aliora. 

6  Teniendo  per  cierto  esto 
mismo,  que  el  que  comenzó  en 
vosotros  la  buena  obra,  la  per- 
feccionará hasta  el  dia  de  Jesu- 
cristo. 

7  Como  es  justo,  que  yo  sien- 
ta esto  de  todos  vosotros  :  porque 
os  tengo  en  el  corazón,  y  en  mis 
prisiones,  y  en  la  defensa,  y  con- 
firmación del  Evangelio,  que 
fcois  vosotros  todos  compañeros 
de  mi  gozo. 

8  Porque  Dios  me  es  testigo, 
<ie  que  modo  03  amo  á  todos  vo- 


sotros en  las  entrañas  de  Jesu- 
cristo. 

9  Y  esto  mego,  que  vuestra 
caridad  abunde  mas  y  mas  en 
ciencia,  y  en  todo  conocimiento: 

10  Para  que  aprobéis  lo  me- 
jor, y  seáis  sinceros,  y  sin  tro- 
piezo, para  el  dia  de  Cristo. 

11  Llenos  de  fruto  de  justicia 
por  Jesu-Cristo,  para  gloria  y 
loor  de  Dios. 

12  Quiero  pues,  hermanos 
que  sepáis,  que  todas  las  cosas, 
que  me  han  sucedido,  han  con- 
tii buido  mas  al  provecho  de] 
Evangelio :  . 

13  De  manera,  que  mispri-l 
siones  se  han  hecho  botonas  ec  § 
Cristo  por  todo  el  Pretoiio,  j 
por  todos  los  otros, 

14  Y  muchos  de  los  hermanof  | 
en  el  Señor,  cobrando  áninlo  cor  > 
mis  prisiones,   han  osado  mas 
alentadamente  hablar  la  palabrí  % 
de  Dios  sin  temor.  J 

15  Verdad  es,  que  alguno; 
predican  á  Cristo  por  envidia  ^ 
porfía ;  mas  otros  también  lo  ha 
cen  con  buena  voluntad  : 

16  Otros  por  caridad  ^  sabien 
do,  que  yo  he  sido  puesto  pir. 
defensa  del  Evangelio : 

17  Mas  otros  predican  á  Je 


CAPITULO  II. 


287 


su-Cristo  por  contención  no  sin- 
ceramente, creyendo  acrecentar 
aflicción  á  mis  cadenas. 

18  ¿  Mas  que  importa  ?  Con 
tal,  que  Jesu-Cristo  en  todas 
maneras  sea  anunciado,  ó  por 
pretexto,  ó  por  verdad,  en  este 
me  g-ozo,  y  aun  me  gozaré. 

19  Porque  sé, -que  esto  se  me 
convertirá  en  salud,  por  m  uestra 
oración,  y  por  el  socoíto  del  Es- 
píritu de  Jesu-Cristo,  ^ 

20  Según  mis  ansias  y  espe- 
ranza, de  que  en  ninguna  cosa 
seré  confundido ;  antes  con  toda 
confianza,  así  como  siempre, 
también  ahora  será  Cristo  en- 
grandecido en  mi  cuerpo,  ya  sea 
por  vida,  ya  por  muerte. 

21  Porque  para  mí  el  vivir  es 
Cristo,  y  el  morir  ganancia. 

22  Y  si  el  vivir  en  carne,  este 
es  para  mí  fruto  del  trabajo,  no 
sé  en  verdad  que  debo  escoger. 

23  Pues  me  veo  estrechado 
por  dos  partes  ;  tengo  deseo  de 
ser  desatado  de  la  carne,  y  estar 
con  Cristo,  que  rae  es  mucho 
mejor : 

24  Mas  el  permanecer  en 
carne,  es  necesario  por  voso- 
tros. 

25  Y  persuadido  de  esto,  sé 
que  quedaré,  y  permaneceré 
con  todos  vosotros,  para  prove- 
cho vuestro,  y  gozo  de  la  fé  : 

26  Para  que  vuestro  regocijo 
abunde  por  mí  en  Cristo  Jesús, 
por  mi  nueva  ida  á  vosotros. 

27  Solo  que  donverseis  como 
conviene  al  Evangelio  de  Cristo: 

a  que,  ó  sea  que  vaya  á  ve- 
.6  que  esíé  ausente,  oiga  de 
vosotros,  que  permanecéis  uná- 
nimes en  un  mismo  espíritu,  tra- 
bajando á  una  en  la  fé  del  Evan- 
gelio, • 

28  Y  en  nada  os  espantéis  de 


vuestros  adversarios  ;  lo  qual  á 
ellos  es  motivo  de  perdición,  y  á 
vosotros  de  salud,  y  esto  de 
Dios  : 

29  Porque  é  vosotros  os  es 
dado  por  Cristo,  no  tan  solo  que 
creáis  en  él,  sino  que  padezcáis 
también  por  él ; 

30  Sufriendo  el  mismo  com- 
bate, que  visteis  en  mí,  y  ahora 
habéis  oido  de  mí. 

CAPITULO  II. 

1  "pC^I^  tanto,  si  hay  al- 
JL    guna  consolación  en 

Cristo,  si  algún  refrigerio  de 
caridad,  si  alguna  comunica- 
ción de  espíritu,  si  algunas  en- 
trañas de  compasión, 

2  Haced  cumplido  mi  gozo, 
sintiendo  una  misma  cosa,  te- 
niendo una  misma  caridad,  un 
mismo  ánimo,  unos  mismos  pen- 
samientos : 

3  Tíada  hagáis  por  porfia,  ni 
por  vanagloria ;  sino  con  humil- 
dad teniendo  cada  uno  por  su- 
periores á  los  otros, 

4  No  atendiendo  uno  á  las  co- 
sas, que  son  suyas  propias,  sino 
á  las  de  los  otros. 

5  Y  el  mismo  sentimiento 
haya  en  vosotros  que  hubo  tam- 
bién en  Jesu-Cristo ; 

6  Que  siendo  en  forma  de 
Dios,  no  tuvo  por  usui-pacion  el 
ser  él  igual  á  Dios  ; 

7  Sino  que  sé  anonadó  á  sí 
mismo  tomando  forma  de  siervo, 
hecho  á  la  semejanza  de  hom- 
bres, y  hallado  en  la  condición 
como  hombre, 

8  Se  humilló  á  sí  mismo,  he- 
cho obediente  hasta  la  muerte,  y 
muerte  de  Cruz. 

9  Por  io  qual  Dios  también  le 
ensalzó,  y  le  dió  un  nombre,  que 
es  sobre  todo  nombre  : 


288 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  PILIPENSES. 


10  Para  que  al  nombre  de 
Jesús  se  doble  toda  rodilla  de  los 
que  están  en  los  Cielos,  en  la 
tierra,  y  en  las  infiernos, 

11  Y  toda  Ifcfjg-ua  confiese, 
que  el  Señor  Jesu-Cristo  está  en 
la  g-loria  de  Dios  Padre. 

12  Por  tanto,  muy  amados 
mios,  puesto  que  siempre  fuis- 
teis obedientes,  obrad  vuestra 
salud  con  temor  y  con  temblor, 
no  solo  como  en  mi  presencia, 
sino  mucho  mas  ahora  en  mi  au- 
sencia : 

13  Porque  Dios  es  el  que 
obra  en  vosotros  así  el  querer, 
como  el  executar  según  su  bue- 
na voluntad. 

14  Y  haced  todas  las  cosas  sin 
murmuraciones,  ni  dudas  : 

13  Para  que  seáis  irreprehen- 
sibles, y  sencillos  hijos  de  Dios 
sin  tacha  en  medio  de  una  na- 
ción depravada,  y  aviesa ;  entre 
Jos  quales  resplandecéis  como 
lumbreras  en  el  mundo, 

16  Reteniendo  la  palabra  de 
vida  para  g-loria  mia  en  el  dia  de 
Cristo,  porque  yo  no  he  corrido 
en  vano,  ni  he  trabajado  en 
vano. 

17  Mas  aun  quando  yo  sea 
inmolado  sobre  el  sacrificio,  y 
víctima  de  vuectra  fe,  me  huel- 
go, y  me  doy  el  parabién  con 
todos  vosotros. 

18  Y  vosotros  también  rozaos, 
y  dadme  el  parabién  á  mí  por 
esto  mismo. 

19  Y  espero  en  el  Señor  Je- 
sús, que  presto  os  enviaré  á  Ti- 
moteo ;  para  que  yo  también  es- 
te de  buen  ánimo,  sabiendo  el 
estado  de  vuestras  cosas. 

20  Porque  no  tengo  ninguno 
tan  unido  de  corazón  conmigo, 
que  con  sincera  afición  muestre 
solicitud  por  vosotros* 


21  Porque  todos  buscan  snu  á 
propias  cosas,  y  no  las  que  soa  d 
de  Jesu-Cristo- 

22  Y  en  prueba  de  ello  sabed,  ' 
que  como  hijo  á  padre,  sirvió 
conmigo  en  el  Evangelio. 

23  Espero   pues   enviárosle  jfl 
luego  que  hubiere  visto  el  esta- 
do de  mis  negocios.  |  á' 

24  Y  confio  en  el  Señor,  que  d 
yo  mismo  iré  presto  á,  vosotros.  ^: 

25  Y  he  tenido  por  necesario 
enviaros  á  Epafrodito  mi  herma-  k 
no,  y  coadjutor,  y  compañero,  y  i 
vuestro  Apóstol,  y  que  me  ha 
asistido  en  mis  necesidades  : 

26  Porque  él  deseaba  veros  á, 
todos  vosotros  ;  y  estaba  angus- 
tiado, porque  habíais  sabido  su  ^ 
enfermedad.  r 

27  Y  cierto  que  enfermó  has- 
ta punto  de  morir  ;  mas  Dios  i 
tuvo  de  él  misericordia  ;  y  no  a 
solo  de  él,  sino  también  de  mí, 
para  que  no  tuviese  yo  tristeza  p¡ 
sobre  tristeza.  k 

28  Y  así  le  he  enviado  mas  h 
presto,  para  que  vi  enejóle,  os  ^ 
gocéis  de  nuevo,  y  yo  esté  sia  n 
tristeza. 

29  Recibidle  pues  con  todo  ie 
gozo  en  el  Señor,  y  tened  en  ho«  b 
ñor  á  tales  personas  :  | 

30  Puesto  que  por  la  obra  de  t' 
Cristo  llegó  hasta  la  muerte,  en-  • 
tregando  su  vida  por  suplir  lo 
que  vosotros  no  podíais  en  mi  , 
servicio. 

CAPITÜLO  in. 

1  XJ  ESTA,  hermanos  mioS; 
JL%/  que  os  gocéis  en  e.' 

Señor.     A  mí  no  me  es  mo- 
lesto el  escribiros  las  misma: 
cosas,  y  es  necesario  para  voso- " 
tros. 

2  Guardaos  de  los  perros,  guar 


CAPITULO  IV. 


üaos  de  los  malos  obreros,  guar- 
daos de  la  tajadura. 

3  Porque  nosotros  somos  la 
circuncisión,  los  que  servimos  á 
Dios  en  espíritu,  y  nos  gloria- 
mos en  Jesu-Cristo,  y  no  tene- 
mos confianza  en  la  carne  : 

4  Aunque  yo  tenga  tarahien 
de  que  confiar  en  la  carne.  Si 
algún  otro  piensa,  que  tiene  de 
que  confiar  en  la  carne,  yo  mas, 

5  Que  he  sido  circuncidado  al 
octavo  dia,  del  linage  de  Israel, 
de  la  tribu  de  Benjamin,  He- 
breo de  Hebreos,  quanto  á  la 
Ley,  Fariseo, 

6  Quanto  al  zelo,  perseguidor 
de  la  Iglesia  de  Dios,  quanto  á 
la  justicia  de  la  Ley,  he  vivido 
irreprehensible : 

7  Pero  las  cosas  que  me  fue- 
ron ganancias,  las  he  reputado 
como  pérdidas  por  Cristo. 

8  Y  en  verdad  todo  lo  tengo 
por  pérdida  por  el  eminente  co- 
nocimiento de  Jesu-Cristo  mi 
Señor  ;  por  el  qual  todo  lo  he 
perdido,  y  lo  tengo  por  basura, 

I  con  tal  que  gane  á  Cristo, 

9  Y  que  sea  hallado  en  él,  no 
teniendo  mi  justicia,  que  es  de 
la  Ley,  sino  aquella  que  es  de  la 
fe  de  Jesu-Cristo;  la  justicia, 

;  que  viene  de  Dios  por  la  fé, 
i  10  Para  conocerle  á  él,  y  la 
!  virtud  de  su  resurrección,  y  la 
i  comunicación  de  sus  aflicciones ; 
'  siendo  hecho  conforme  á  su 
muerte : 

1 1  Por  si  de  alguna  manera 
puedo  llegar  á  la  resurrección, 
'  que  es  de  los  muertos : 
I  12  Noqu43  la  haya  ya  alcan- 
I  zado,  6  que  sea  ya  perfecto ;  mas 
I  voy  siguiendo,  por  si  de  algún 
i  modo  podré  alcanzar  aquello  pa- 
I  ra  lo  que  yo  fui  tomado  de  Jesu- 
Cristo. 


13  Hermanos,  yo  juzgo  ha 
berlo  ya  alcanzado.    IVIas  esto 
solo  ;*que  olvidando  lo  que  que- 
da atrás,  y  extendiéndome  acia  lo 
que  está  delante, 

14  Prosigo  según  el  fm  pro- 
puesto al  premio  de  la  sobera- 
na vocación  de  Dios  en  Jesu- 
Cristo. 

15  Y  asi  todos  los  que  somos 
perfectos,  vivamos  en  estos  sen- 
timientos; y  si  sentís  algo  de 
otra  manera,  Dio^s  también  os  lo 
revelará. 

16  Mas  en  quanto  á  lo  que 
hemos  ya  llegado,  tengamos 
unos  mismos  sentimientos,  y 
permanezcamos  en  una  misma 
regla. 

17  Sed  imitadores  mios,  her- 
manos, y  no  perdáis  de  vista  á 
los  que  así  andan,  según  que  te- 
neis  nuestro  exemplo. 

18  Porque  muchos  andan,  de 
quienes  otras  veces  os  decia,  y 
ahora  también  lo  digo  llorando, 
que  son  enemigos  de  la  Cruz  d€; 
Cristo. 

19  Cuyo  fin  es  la  perdición  ; 
cuyo  Dios  es  el  vientre ;  y  su 
gloria  es  para  confusión  de  ellos^ 
que  gustan  solo  de  lo  terreno. 

20  Mas  nuestra  morada  está 
en  los  cielos  ;  de  donde  también 
esperamos  al  Salvador  nuestro 
Señor  Jesu  Cristo, 

•  21  El  qual  reformará  nuestro 
cuerpo,  abatido  para  hacerle 
conforme  á  su  cuerpo  glorioso, 
según  la  operación  con  que  tam- 
bién puede  sujetar  á  sí  todas  las 
cosas. 

CAPITULO  IV. 

1  "I3OR  tanto,  muy  amados 
Jr    y  deseados  hermanos 
mios,  gozo  raio,  y  corona  mi  a 
13 


290     EPÍST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  FILIPENSES. 


estad  así  firmes  en  el  Señor,  ca- 
rísimos. 

2  Ruego  á  Evodia,  y  suplico 
á  Sintrque,  que  sientan  lo  mis- 
mo en  el  Señor. 

3  Y  también  te  ruego  á  tí, 
fiel  compañero,  que  asistas  á 
aquellas,  que  trabajaron  coa- 
migo en  cl  Evangelio  con  Cle- 
mente, y  con  los  otros  que  rae 
ayudaron,  cuyos  nombres  están 
en  el  libro  de  la  vida. 

4  Gózaos  siempre  en  el  Se- 
ñor ;  otra  vez  digo,  gózaos. 

5  Vuestra  modestia  sea  mani- 
fiesta á  todos  los  hombres;  el 
Señor  está  cerca. 

6  No  tengáis  solicitud  de  cosa 
alguna  ;  mas  co  ^  mucha  oración 
y  ruegos,  con  baciraiento  de  gra- 
cias sean  manifiestas  vuestras 
peticiones  delante  de  Dios. 

7  Y  la  paz  de  Dios,  que  so- 
brepuja todo  entendimiento, 
guarde  vuestros  corazones,  y 
vuestros  sentimientos  en  Jesu- 
cristo. 

8  Resta,  hermanos,  que  todo 
lo  que  es  verdadero,  todo  lo  ho- 
nesto, todo  lo  justo,  todo  lo  san- 
to, todo  lo  amable,  todo  lo  que 
es  de  buena  fama,  si  hay  alguna 
virtud,  si  hay  alguna  alabanza 
de  costumbres,  esto  pensadlo. 

9  Lo  que  aprendisteis,  y  reci- 
bisteis, y  oísteis,  y  visteis  en  mí, 
esto  hacedlo  ;  y  el  Dios  de  la 
paz  será  con  vosotros. 

10  En  gran  manera  me  hs 
gozado  en  el  Señor,  de  que  ya 
por  fin  habéis  renovado  vuestro 
cuidado  acerca  de  mí ;  pues  aun- 
que lo  teníais,  mas  os  faltaba  la 
oportunidad- 

11  No  lo  digo  como  por  nece- 


sidad ;  porque  yo  he  aprendido 
á  contentarme  con  lo  que  tengo. 

12  Sé  vivir  humillado,  y  sé 
vivir  en  abundancia ;  de  todos 
modos  estoy  hecho  á  todo,  á  te- 
ner hartura,  y  á  sufrir  hambre, 
á  tener  abundancia,  y  á  padecer 
uecesidad. 

13  Todo  lo  puedo,  en  aquel 
que  rae  conforta. 

1 4  Sin  embargo  habéis  hecho  , 
bien,  en  haber  entrado  á  la  parte  ^ 
de  mi  tribulación. 

1 5  Y  sabéis  también  vosotros,  ^ 
Filipenses,  que  en  el  principio 
del  Evangelio,  quando  salí  de 
Macedoaia,  ninguna  Iglesia  co-  ^[ 
municó  conmigo  en  razón  de  dar 

y  de  recibir,  sino  vosotros  solos  : 

16  Porque  una  y  dos  veces  ? 
me  enviasteis  á  Tesalónica  lo  ^ 
que  habia  menester. 

17  No  porque  yo  busco  dádi- 
vas,  mas  busco  fruto  que  abunde 
á  cuenta  vuestra. 

18  Así  que  tengo  y  abundor  " 
de  todo ;  lleno  estoy  de  lo  que  ) 
rae  enviáateis,  y  recibí  por  Epa-  i 
frodito,  como  olor  de  suavidad,  | 
hostia  acepta,  agradable  á  Dios.  I 

1 9  Mi  Dios  pues  cumpla  todos  ' 
vuestros  deseos,  según  sus  rique-  i 
zas,  en  gloria,  en  Jesu-Cristo. 

20  Y  sea  á  Dios  y  nuestro 
Padre  gloria  en  los  siglos  de  los 
siglos.  Amen. 

21  Saludad  á  cada  uno  de  los  ^ 
Santos  en  Jesu-Cristo. 

22  Los  hermanos,  que  están 
conmigo,  os  saludan ;  todos  los 
Santos  os  saludan,  y  mayormente 
los  que  son  de  casa  de  César. 

23  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea  con  vuestro 
espíritu.  Amen. 


EPISTOLA 


DEL  APOSTOL.  SAN  PABLO 

A  LOS  COLOSSENSES. 


CAPITULO  I. 

1  T>ABLO  Apóstol  de  Je- 
JL    su-Cristo  por  voluntad 

de  Dios,  y  Timoteo  el  hermano  : 

2  A  los  Santos  y  fieles  herma- 
nos en  Jesu-Cristo,  que  están  en 
Colossas. 

3  Gracia  sea  á  vosotros,  y 
paz  de  Dios  nuestro  Padre,  y  de 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo.  Gra- 
cias damos  al  Dios,  y  Padre  de 
nuestro  Señor  Jpisii-Cristo,  oran- 
do siempre  por  vosotros ; 

4  Oyendo  vuestra  fé  en  Jesu- 
Cristo,  y  el  amor  que  tenéis  á 
todos  los  Santos 

5  Por  la  esperanza  que  os  es- 
tá guardada  en  los  cielos  ;  de  la 
qual  habéis  oido  por  la  palabra 
muy  verdadera  del  Evang-elio  ; 

6  El  qual  ha  llegado  á  voso- 
tros, como  está  también  en  todo 
el  mundo  ;  y  da  fruto,  y  crece 
como  entre  vosotros,  desde  el  dia 
en  que  oísteis,  y  conocisteis  la 
gracia  de  Dios  según  la  verdad ; 

7  Como  lo  aprendisteis  de 
Epafras  nuestro  consiervo  muy 
amado,  que  es  por  vosotros  fiel 
Ministro  de  Jesu-Cristo ; 

8  El  que  también  nos  informó 
de  vuestro  amor  según  el  espí- 
ritu : 

9  Por  eso  nosotras  también 
desde  el  dia  que  lo  oimos,  no  ce- 
samos de  orar  por  vosotros,  y  de 
pedir  que  seáis  llenos  del  cono- 
cimiento de  su  voluntad,  en  toda 
sabiduría  é  inteligencia  espiri- 
tual ; 

10  Para  que  andéis  dignos  de 


Dios,  agradándole  en  todo,  fruc- 
tificando en  toda  buena  obra,  y 
creciendo  en  la  ciencia  de  Dios; 

1 1  Siendo  confortados  en  toda 
virtud  según  el  poder  de  su  glo- 
ria, en  toda  paciencia  y  longani- 
midad con  gozo ; 

12  Dando  gracias  á  Dios  Pa- 
dre, que  nos  hizo  dignos  de  par 
ticipar  la  suerte  de  los  Santos  en 
luz  ; 

13  Que  nos  libró  del  poder  de 
las  tinieblas,  y  nos  trasladó  al 
reyno  de  su  Hijo  muy  amado, 

14  En  el  qual  por  su  sangre 
tenemos  la  redención,  la  remi- 
sión de  los  pecados ; 

15  El  que  es  imagen  del  Dios 
invisible,  el  primogénito  de  toda 
criatura  : 

16  Poi-que  en  él  fueron  cria- 
das todas  las  cosas,  que  hay  en 
los  cielos  y  en  la  tierra  ;  las  vi- 
sibles y  las  invisibles,  ahora  sean 
Tronos,  ó  Dominaciones,  ó  Prin- 
cipados, 6  Potestades  ;  todas 
fuéron  criadas  por  él  mismo,  y 
en  él  mismo : 

17  Y  él  es  ante  todas  las  co- 
sas, y  todas  subsisten  por  él : 

18  Y  él  mismo  es  la  Cabeza 
del  cuerpo  de  la  Iglesia,  que  es 
principio,  primogénito  de  los 
muertos :  de  manera  que  ^  tie- 
ne el  primado  en  tedas  las  cosas : 

19  Porque  en  él  quiso  hacer 
morar  toda  plenitud  ; 

20  Y  reconciliar  por  él  á  si 
mismo  todas  las  cosas,  pacifican- 
do poF  la  sangre  de  su  Cruz  ; 
tanto  lo  que  está  en  la  tierra,  co 
mo  lo  que  eb.tá  en  el  cielo. 


292      EPIST.  DE  S.  PABLO 


A  LOS  COLOSSENSEf: 


2Í  Y  vosotros,  que  en  otro 
tiempo  erais  extraños,  y  ene- 
migos de  corazón  por  ks  malas 
obras, 

22  Mas  ahora  os  ha  reconci- 
liado en  el  cuerpo  de  su  carne 
por  la  muerte,  para  presentaros 
Santos,  y  sin  mancilla,  é  irre- 
prehensibles delante  de  él ; 

23  Si  es  que  perseveráis  ci- 
mentados en  la  fe,  y  firmes,  y 
sin  moveros  de  la  esperanza  del 
Evangelio,  que  habéis  oido,  que 
ha  sido  predicado  á  toda  criatu- 
ra que  hay  debaxo  del  cielo ; 
del  qual  yo  Pablo  he  sido  hecho 
Ministro. 

24  Que  me  gozo  ahora  en  las 
aflicciones  que  he  padecido  por 
vosotros,  y  suplo  en  mi  carne  lo 
que  resta  de  los  sufrimientos  de 
Cristo,  por  el  cuerpo  de  él,  que 
es  la  Iglesia  : 

25  De  la  que  he  sido  yo  he- 
cho Ministro,  según  la  dispensa- 
ción de  Dios  que  me  fué  dada 
para  con  vosotros,  para  dar 
cumplimiento  á  la  palabra  de 
Dios ; 

26  El  misterio  que  ha  estado 
escondido  en  los  siglos  y  genera- 
ciones, mas  ahora  ha  sido  mani- 
festado á  sus  Santos; 

27  A  los  quales  ha  querido 
Dios  hacer  conocer  las  riquezas 
de  la  gloria  de  este  misterio  en- 
tre los  Gentiles,  que  Crií^to  es 
en  vosotros  la  esperanza  de  la 
gloria ; 

28  •  A  quien  nosotros  anun- 
ciamos, amonestando  á  todo  hom- 
bre, y  enseñando  á  todo  hombre 
en  toda  sabiduría,  para  que  pre- 
sentemos á  todo  hombre  perfec- 
to en  Jesu-Cristo. 

29  Eq  lo  que  aun  trabajo, 
combatiendo  según  la  eficacia, 
que  obra  en  mí  por  su  poder. 


CAPITULO  II. 

1  "pOI^QUE  quiero  que  se- 
jL    pais  quan  grande  es  la 

solicitud  que  tengo  por  vosotros, 
y  por  aquellos  que  están  en  Lao- 
dicéa,  y  por  quantos  no  vieron 
mi  rostro  en  carne  ; 

2  Para  que  sus  corazones  sean 
consolados,  estando  guarnecidos 
de  caridad  y  de  todas  riquezas  de 
cumplida  inteligencia,  para  co- 
nocer el  misteno  de  Dios  Pa- 
dre, y  de  Jesu-Cristo ; 

3  En  el  qual  están  escondidos 
todos  los  tesoros  de  la  sabiduría 
y  de  la  ciencia.  • 

4  Y  digo  esto,  porque  ningu 
no  os  engañe  con  sublimidad  de 
palabras. 

5  Porque  aunque  no  estoy 
presente  con  el  cuerpo,  mas  es- 
toy con  vosotros  con  el  espíritu, 
gozándome,  y  viendo  vuestro 
concierto,  y  la  firmeza  de  vues- 
tra fé,  que  es  en  Cristo. 

6  Pues  así  como  recibisteis  al 
Señor  Jesu-Cristo,  andad  en  él ; 

7  Arraygados,  y  sobreedifi- 
cados en  él,  y  fortificados  en  la- 
fé,  como  lo  aprendisteis,  cre- 
ciendo en  él  en  haíiimiento  de 
gracias. 

8  Estad  sobre  aviso,  que  nin- 
guno os  engañe  con  filosofías,  y 
vanos  sofismas,  según  la  tradi- 
ción de  los  hombres,  según  los 
elementos  del  mundo,  y  no  se- 
gún Cristo : 

9  Porque  en  él  habita  toda  la 
plenitud  de  la  divinidad  corpo- 
ralmente : 

10  Y  estáis  cumplidos  en 
aquél,  que  es  la  cabeza  de  todo 
Principado  y  Potestad  : 

1 1  En  el  que  también  estáis 
circuncidados  de  circuncisión  no 
hecha  por  mano  en  el  despojo 


CAPITULO  nr. 


293 


del  cuerpo  de  la  canie,  sino  en 
la  circuncisioD  de  CristD  : 

12  Estaudo  sepultados  junta- 
mente con  el  en  el  Bautismo,  en 
el  que  también  resucitasteis  me- 
diante la  fe  en  el  poder  de  Dios, 
que  le  resucitó  de  los  muertos. 

1 3  Y  á  vosotros,  que  estabais 
muertos  en  vuestros  pecados,  y 
en  el  prepucio  de  vuestra  carne, 
os  dio  la  vida  juntamente  con  él, 
perdonándoos  todos  los  pecados : 

14  Cancelando  la  cédula  del 
decreto,  que  habia  contra  noso- 
tros, que  nos  era  contrario ;  y  la 
quitó  de  en  medio,  enclavándola 
en  ia  Cruz  ; 

15  Y  despojando  los  Princi- 
pados y  Potestades,  los  sacó  con- 
fiadamente en  público  triumfan- 
do  de  ellos  en  sí  mismo. 

16  Por*tanto  ninguno  os  juz- 
gue por  la  comida,  6  por  la  be- 
bida, 6  por  respecto  del  dia  de 
ñesta,  ó  de  neoménia,  ó  de  sá- 
bados ; 

17  Que  son  sombra  de  las  co- 
sas venideras  ;  mas  el  cuerpo  es 
en  Cristo. 

■  18  Nadie  os  extravíe,  afec- 
tando en  humildad  dar  culto 
á  los  Angeles,  que  nunca  vio, 
andando  hinchado  vanamente  en 
el  sentido  de  su  carne, 

19  Y  sin  estar  unido  con  la 
cabeza,  de  la  qual  todo  el  cuer- 
po fornido,  y  organizado  por  sus 
ligaduras  y  coyunturas,  crece 
en  aumento  de  Dios. 

20  Por  tanto  si  estáis  muer- 
tos €on  Cristo  á  los  rudimentos 
de  este  mundo,  por  que  toda- 
vía dogmatizáis,  como  si  vivie- 
seis al  mundo  f 

2 1  No  comáis,  no  gustéis,  no 
toquéis  : 

22  Las  quales  cosas  son  todas 
para  muerte,  usándolas  segan 


los  preceptos,  y  docüinas  de  los 
hombres  : 

23  Estas  cosas  á  la  verdad 
tienen  apariencia  de  sabiduría 
en  culto  indebido,  y  humildad., 
y  en  maltratamiento  del  cuerpo, 
y  en  la  escasez  de  lo  necesario 
paia  sustentar  la  carne. 

CAPITULO  IIL 

1  T>OR  lo  qual,  si  resuci- 
JL     tásteis    con  Cristo, 

buscad  las  cosas  que  son  de  ar- 
riba, en  donde  está  Cristo  sen- 
tado á  la  diestra  dé  Dios  : 

2  Pensad  en  las  cosas  de  ar- 
riba, no  en  las  de  la  tierA. 

3  Porque  estáis  ya  muertos,  y 
\-uestra  vida  está  escondida  con 
Cristo  en  Dios. 

4  Quando  apareciere  Cristo, 
que  es  vuestra  vida ;  entónces 
también  vosotros  apareceréis  con 
él  en  gloria. 

5  Mortificad  -pues  vuestros 
miembros,  que  están  sobre  la 
tierra  ;  fornicación,  impureza, 
lascivia,  deseos  malos,  y  avari- 
cia, que  es  servicio  de  ídolos  : 

6  Por  las  quales  cosas  viene 
la  ira  de  Dios  sobre  los  hijos  de 
la  incredulidad  :  ^ 

7  En  las  quales  vosotros  tam- 
bién anduvisteis  en  otro  tiempo, 
quando  vivíais  en  ellas. 

8  Mas  ahora  dexad  también 
vosotros  todas  estas  cosas ;  ira- 
enojo,  malicia,  blasfemia,  pala- 
bra toiffe  de  vuestra  boca. 

9  No  mintáis  los  unos  á  los 
otros,  despojándoos  del  hombre 
viejo  con  sus  hechos, 

10  Y  vistiéndoos  del  nuevOs 
de  aquel  que  se  renueva  por  el 
conocí  mié  ato,  conforme  á  la 
imagen  de  aquel  que  le  crió. 

1 1  En  donde  no  hay  Gentil  y 


294      EPIST.  DE  S.  PABLO 


A  LOS  COLOSSENSES. 


Judio,  circuncisión  y  prepucio, 
Bárbaro  y  Scitha,  siervo  y  li- 
bre ;  mas  Cristo  es  todo  en  to- 
dos. 

12  Vosotros  pues  como  esco- 
giáos  de  Dios,  Santos  y  amadas, 
revestios  de  entrañas  de  miseri- 
cordia, de  benignidad,  de  humil- 
dad, de  modestia,  de  paciencia  : 

13  Sufriéndoos  los  uñosa  los 
otros,  y  perdonándoos  mútua- 
niente,  si  alguno  tiene  quexa  del 
otro  ;  así  como  el  Señor  os  con- 
denó á  vosotros,  así  también  vo- 
sotros. 

14  Mas  sobre  todo  esto  tened 
caridad,  que  es  el  vínculo  de  la 
perfección : 

15  Y  triunfe  en  vuestros  co- 
razones la  paz  de  Cristo,  en  la 
que  también  fuisteis  llamados  en 
un  cuerpo  ;  y  sed  agradecidos. 

16  La  palabi-a  de  Cristo  more 
en  vosotros  abundantemente  en 
toda  sabiduría,  enseñándoos  y 
amonestándoos  los  unos  á  los 
otros  con  salmos,  himnos,  y 
canciones  espirituales,  cantando 
de  corazón  á  Dios  con  gracia. 

17  Qualquier  cosa  que  hagáis 
sea  de  palabra  ó  de  obra,  haced- 
lo  todo  en  el  nombre  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cfisío,  dando  gracias 
por  él  á  Dios  y  Padre. 

18  Casadas,  estad  sujetas  á 
vuestros  maridos,  como  convie- 
ne, en  fel  Señor. 

19  Maridos,  amad  á  vuestras 
mugares,  y  no  seáis  desabridos 
con  ellas.  ^ 

20  Hijos,  obedeced  á  vuestros 
padres  en  todo  ;  porque  esto  es 
agradable  al  Señor. 

21  Padres,  no  provoquéis  á 
ira  á  vuestros  hijos,  para  que  no 
se  hagan  de  ánimo  apocado. 

22  Siervos,  obedeced  en  todas 
cosas  á  vuestros  Señores  tempo- 1 


rales,  no  sirviendo  al  ojo,  como 
por  agradar  á  hombres,  sino  con 
sencillez  de  corazón,  temiendo  á 
Dios. 

23  Todo  lo  que  hagáis,  ha* 
cedió  de  corazón  como  por  el  Se- 
ñor, y  no  por  los  hombres  : 

24  Sabiendo  que  recibiréis  del 
Señor  el  galardón  de  la  heren-- 
cia.    Servid  á  Cristo  el  Señor. 

25  Pues  el  que  hace  injusti^ 
cia,  recibirá  lo  que  hizo  injusta- 
mente ;  porque  no  hay  accep- 
cion  de  personas  en  Dios. 

CAPITULO  IV. 

1  -^OSOTROS  Señores, 

▼  haced  con  vuestros 
siervos,  lo  que  es  de  •  justicia  y 
equidad  ;  sabiendo  que  también 
tenéis  Señor  en  el  cielo. 

2  Perseverad  en  oración,  v¿ 
lando  en  ella  con  hacimiento  de 
gracias  : 

3  Orando  también  por  noso- 
tros, para  que  Dios  nos  abra  la 
puerta  de  la  palabra  para  anun- 
ciar el  misterio  de  Cristo,  por 
el  qual  todavía  estoy  preso, 

4  Y  que  lo  pueda  manifestar 
así  como  es  necesario  que  yo 
hable. 

5  Conducios  en  sabiduría  con 
aquellos  que  están  fuera,  redi- 
miendo el  tiempo. 

6  Vuestra  conversación  sea 
siempre  sazonada  con  gracia, 
con  sal,  para  que  sepáis,  como 
debéis  responder  á  cada  uno. 

7  Mi  muy  amado  hermano 
Tychico,  fiel  ministro  y  consier- 
vo  mió  en  el  Señor,  os  hará  sa- 
ber el  estado  de  tf»üa¿  mis  cosas 

8  Al  qual  os  he  euviado  ex- 
presamente para  que  sepa  el  es- 
tado de  vuestras  cos3.s,  y  con- 
suele vuestros  corazones, 


CAPITULO  I. 


9  Jitntamente  con  Onesimo, 
mi  muy  amado  y  fiel  hermano, 
que  es  de  vosotros  :  ellos  os  in- 
formarÁQ  de  todo  lo  que  aquí  se 
hace. 

10  Os  saluíía  Aristarco,  que 
os  mi  compañero  en  la  prisión,  y 
Marcos  primó  de  Bernabé,  so- 
bre el  que  os  teng-o  ya  hechos 
mis  encarg-os ;  si  fuere  á  voso- 
tros, recibidle  : 

1 1  Y  Jesús  que  se  llama  Jus- 
to ;  los  quales  son  de  la  circun- 
cisión ;  estos  solos  son  los  que 
me  ayudan  en  el  reyno  de  Dios, 
y  han  sido  mi  consuelo. 

12  Os  saluda  Epafras,  que  es 
de  vosotros,  sier\'o  de  Jesu-Cris- 
to,  siempre  solícito  por  vosotros 
en  sus  oraciones,  para  que  seáis 
perfectos,  y  cumplidos  en  toda 
voluntad  dp  Diño. 

13  Porque  le  doy  este  testi- 


monio, que  tiene  mucho  trabajo 
por  vosotros,  y  por  los  que  están 
en  Laodicéa,  y  por  los  que  están 
en  Hierápolis. 

14  El  muy  amado  Lucas  Mé- 
dico os  saluda,  y  también  De- 
mas. 

15  Saludad  á  los  hermanos 
que  están  en  Laodicéa,  y  á 
Nimfas,  y  á  la  Iglesia  que  está 
en  su  casa. 

16  Y  leida  que  fuere  esta 
Carta  entre  vosotros,  hacedla 
leer  también  en  la  Iglesia  de  los 
Laodicenses  ;  y  leed  vosotros  la 
de  los  de  Laodicéa. 

17  Y  decid  á  Archippo  :  Mi- 
ra,  que  cumplas  el  ministerio 
que  has  recibido  del  Señor. 

18  La  salutación  de  mi  mano 
Pablo.  Acordaos  de  mis  pri- 
sioTics.  La  gracia  sea  con  vo- 
sotros. Amen. 


EPISTOLA  PRIMERA 


DEL  APOSTOL.  SAN  PABLO 

A  LOS  TESSALONICENSES. 


CAPITULO  I. 

1  "pABLO,  y  Silvano,  y 
Jl     Timotéo  á  la  Iglesia 

de  los  Tessalonicenses,  en  Dios 
Padre,  y  en  el  Señor  Jesu- 
cristo. 

2  Gracia  sea  á  vosotros,  y 
paz.  Siempre  damos  gracias  á 
Dios  por  todos  vosotros,  ha- 
ciendo memoria  de  vosotros 
en  nuestras  oraciones  sin  ce- 


3  Acordándonos  delante  de 
Dios,  y  nuestro  Padre,  de  la 
obra  de  vuestra  fé,  v  del  traba- 


jo, y  caridad,  y  de  la  paciencia 
de  la  esperanza  en  nuestro  Se- 
ñor Jesn-Cristo ; 

4  Como  que  sabemos,  amados 
hermanos,  que  vuestra  elección 
es  de  Dios ; 

5  Por  quanto  nuestro  Evan- 
gelio no  fué  á  vosotros  tan  sola- 
mente en  palabra,  mas  también 
en  virtud,  y  en  Espíritu  Santo, 
y  en  grande  plenitud.  Como  sa- 
béis quales  fuimos  entre  voso- 
tros por  vosotros. 

6  Y  vosotros  os  lucisteis  imita- 
dores nuestros,  y  del  Señor,  reci 
hiendo  la  palabra  con  mucha  tri 


296 


EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  TESSAL. 


bulacion,  con  gozo  del  Espíritu 
Santo : 

7  De  modo  que  os  habéis  he- 
cho raodelo  á  todos  los  que  han 
creído  en  Macedonia,  y  en 
Acaya. 

8  Porque  por  vosotros  fué  di- 
vulg-ada  la  palabra  del  Señor,  no 
3oIo  en  la  Macedonia,  y  en  la 
Acaya,  sino  que  se  propag-ó  por 
todas  partes  la  fé  que  tenéis  en 
Dios,  de  modo  que  nosotros  no 
tenemos  necesidad  de  decir  cosa 
a]g-una. 

9  Porque  ellos  mismos  publi- 
can de  nosotros  qual  entrada  tu- 
vimos á  vosotros  ;  y  como  os 
convertisteis  de  los  ídolos  á  Dios, 
para  servir  al  Dios  vivo  y  ver- 
dadero, 

10  Y  para  esperar  de  los  cie- 
los á  su  Hijo  Jesús,  á  quien  re- 
sucitó de  los  muertos,  el  que  nos 
libró  de  la  ira,  que  ha  de  venir. 

CAPITULO  IL 

1  "pORQUE  vosotros  mis- 
JL    mos  sabéis,  hermanos, 

que  nuestra  entrada  á  vosotros 
ao  fué  vana  : 

2  Antes  habiendo  primero  pa- 
decido, y  sido,  afrentados,  como 
sabéis,  en  Filippos,  tuvimos  li- 
bertad en  nuestro  Dios  para  pre- 
dicaros el  Evangelio  de  Dios 
con  mucha  solicitud. 

3  Porque  nuestra  exhortación 
no  fué  de  error,  ni  de  inmundi- 
cia, ni  por  engaño, 

4  Mas  así  como  fuimos  apro- 
bados (Je  Dios,  para  que  se  nos 
confiase  el  Evangelio ;  así  ha- 
blamos, no  como  para  agradar  á 
hombres,  sino  á  Dios,  que  prue- 
ba nuestros  corazones. 

5  Porque  nuestro  lenguage 
nimca  fué  de  adulación,  como  sa- 


béis ;  ni  un  pretexto  de  avaricia; 
Dios  es  testigo  : 

6  Ni  buscando  gloría  de  los 
hombres,  ni  de  vosotros,  ni  de 
otros. 

7  Pudiendo  como  Apóstoles 
de  Cristo  seros  gravosos  ;  mas 
nos  hicimos  párvulos  en  medio 
de  vosotros,  como  una  nodriza 
que  acaricia  á  sus  hijos. 

8  Y  así  amándoos  mucho,  de- 
seábamos con  ansia  daros  no  solo 
el  Evangelio  de  Dios,  mas  aua 
nuestras  propias  vidas  ;  porque 
nos  fuisteis  muy  amados. 

9  Pues  ya  os  acordáis,  her- 
manos, de  nuestro  trabajo,  y  fa- 
tiga ;  trabajando  de  noche,  y  de 
dia,  por  no  gravar  á  ninguno  de 
rosotros,  predicamos  entre  voso- 
tros el  Evangelio  de  Dios. 

10  Vosotros  Bois  testigos,  y 
Dios,  de  quan  santa,  y  justa,  y 
sin  querella  fué  nuestra  mansión 
con  vosotros  que  creísteis  : 

11  Así  como  sabéis  de  que 
manera  á  cada  uno  de  voso- 
tros, como  un  padre  á  sus  hi- 
jos, 

12  Os  amonestábamos,  y  con- 
solábamos, protestándoos,  que 
anduviéstífe  de  una  manera  dig- 
na de  Dios,  que  os  llamó  á  su 
reyno,  y  gloria. 

13  Por  lo  qual  damos  también 
sin  cesar  gracias  á  Dios  ;  porque 
quando  oyéndonos  recibisteis  de 
nosotros  la  palabra  de  Dios,  la 
recibisteis,  no  como  palabra  de 
hombres,  mas,  según  ello  es  en 
verdad,  como  palabra  de  Dios, 
el  qual  obra  en  vosotros,  los  que 
creísteis. 

14  Porque  vosotros,  herma- 
nos, os  habéis  hecho  imitadores 
de  las  Iglesias  de  Dios,  que  hay 
por  la  Judéa  en  Jesu-Cristo  ; 
por  quanto  las  mismas  cosas  su- 


CAPITULO  III. 


297 


frísteis  también  de  los  de  vuestra 
nación,  que  ellos  de  los  Judíos  : 

15  Los  quales  también  mata- 
ron al  Señor  Jesús,  y  á  los  Pro- 
fetas, y  nos  han  perseg-uido  á,  no- 
sotros, y  no  son  del  agrado  de 
Dios,  y  son  enemigos  de  todos 
los  hombres, 

16  Prohibiéndonos  hablar  á 
los  Gentiles,  para  que  sean  sal- 
vos, á,  fin  de  cumplir  ellos  siem- 
pre sus  pecados  ;  porque  llegó 
la  ira  de  Dios  sobre  ellos  hasta 
el  cabo. 

17  Mas  nosotros,  hermanos, 
privados  por  un  poco  de  tiempo 
de  vosotros,  de  vista,  no  de  cora- 
zón, tanto  mas  nos  hemos  apre- 
surado con  mucho  deseo  para 
veros  en  persona : 

18  Poi;,io  qual  quisimos  ir  á 
vosotros ;  yo  Pablo  en  verdad 
una  y  otra  vez  ;  mas  Satanás 
nos  lo  estorbo. 

19  Porque  ¿qual  es  nuestra 
esperanza,  6  nuestro  gozo,  6  co- 
rona de  gloria  ?  ¿  Por  ventura 
no  sois  vosotros  ante  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  en  su  venida  ? 

20  Ciertamente  vosotros  sois 
nuestra  gloria,  y  nuestro  gozo. ' 

CAPITULO  III. 

1  Tr>OR  lo  qual  no  pudién- 
.  Mr  dolo  mas  sufrir,  nos 

ha  parecido  quedarnos  solos  en 
Atenas : 

2  Y  hemos  enviado  á  Timo- 
teo nuestro  hermano,  y  Ministro 
de  Dios  en  el  Evangelio  de 
Cristo,  para  fortaleceros,  y  con- 
solaros por  vuestra  fé  : 

3  A  fin  que  nadie  se  con- 
mueva por  estas  tribulaciones ; 
pues  vosotros  mismos  sabéis  que 
para  esto  hemos  sido  destinados. 

4  Pues  aun  estando  con  voso- 


tros, os  decíamos  que  habiamos 
de  pasar  tribulaciones,  como  ha 
acontecido,  y  lo  sabéis. 

5  Y  por  esto  no  pudiendo  yo 
sufrir  mas,  he  enviado  á  recono- 
cer vuestra  fé,  temiendo  no  os 
haya  tentado  aquel  que  tienta,  y 
que  se  hiciese  vano  nuestro  tra- 
bajo. 

6  Mas  ahora  viniendo  Timo- 
teo á  nosotros  después  de  habe- 
ros visto,  y  haciéndonos  saber 
vuestra  fé  y  caridad,  y  como 
siempre  tenéis  buena  memoria 
de  nosotros,  y  que  deseáis  ver- 
nos, como  nosotros  también  á 
vosotros : 

7  Por  esto,  hermanos,  en  me- 
dio de  toda  nuestra  estrechez  y 
aflicción,  hemos  sido  consolados 
en  vosotros,  por  causa  de  vues- 
tra fé  ; 

8  Por  quanto  ahora  vivimos, 
si  vosotros  estáis  firmes  en  el 
Señor. 

9  Y  en  efecto  ¿  que  hacimien- 
to  de  gracias  podemos  dar  al  Se- 
ñor por  vosotros,  por  todo  el  go- 
zo, con  que  nos  gozamos  á  causa 
de  vosotros  delante  de  nuestro 
Dios, 

10  Rogándole  noche  y  dia  con 
la  mayor  instancia,  que  podamos 
pasar  á  veros,  y  que  cumplamos 
lo  que  falta  á  vuestra  fé  ? 

1 1  Y  el  mismo  Dios,  y  Padre 
nuestro,  y  nuestro  Señor  Jesu- 
Cristo  encamine  nuestros  pasos 
para  vosotros. 

12  Y  el  Señor  os  multiplique, 
y  haga  crecer  más  y  mas  vues' 
tra  caridad  entre  vosotros,  y  pa- 
ra con  todos,  así  como  nosotros 
también  os  la  tenemos  : 

13  Para  confirmar  vuestros 
corazones  sin  reprehensión  en 
santidad  delante  de  Dios  y  Paf- 
dre  nuestro  en  la  venida  de 

13^- 


298 


EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  LOS  TESSAL, 


nuestro  Señor  Jesu-Cristo  con] 
todos  sus  Santos.  Amen. 

CAPITULO  IV. 

1  ItT  en  lo  que  resta, herma- 

Jl  nos,  os  rogamos  y  os 
exhortamos  en  el  Señor  Jesus^ 
que  como  habéis  recibido  de  no- 
sotros de  que  manera  os  convie- 
ne conversar,  y  agradar  á  Dios  ; 
así  también  converséis  para  ir 
cediendo. 

2  Porque  ya  sabéis,  que  pre- 
ceptos os  he  dado  por  el  Señor 
Jesús. 

3  Pues  esta  es  la  voluntad  de 
Dios,  vuestra  santificación  ;  que 
os  absteng-ais  de  fornicación, 

4  Que  sepa  cada  uno  de  vo- 
sotros poseer  su  vaso  en  santiñ- 
cacion  y  honor : 

5  No  en  afecto  de  concupis- 
cencia, como  los  Gentiles,  que 
no  conocen  á  Dios  : 

6  Y  que  ninguno  oprtma,  ni 
engañe  en  nada  á  su  hermano  ; 
porque  el  Señor  es  vengador  de 
todas  estas  cosas,  como  ya  antes 
03  lo  hemos  dicho  y  protestado. 

7  Porque  no  nos  llamó  Dios 
para  inmundicia,  sino  para  san- 
tificación. 

8  Y  así  el  que  desprecia  esto, 
no  desprecia  á  un  hombre,  sino 
á  Dios  ;  que  ha  puesto  también 
su  Espíritu  Santo  en  nosotros. 

9  Y  por  lo  que  mira  á  la  cari- 
dad fraterna,  no  hay  necesidad 
de  escribiros  ;  por  quanto  voso- 
tros mismos  aprendisteis  de  Dios 
que  os  améis  los  unos  á  los  otros. 

1 0  'Y  en  verdad  lo  hacéis  así 
con  todos  los  hermanos  por  la 
?«Tacedonia.     Mas  os  rogamos, 
hermanos,  que  crezcai§  mas  y  j 
ina<,  I 

11  Y  que  procuréis  virir  en ' 


i  sosiego,  y  que  hagáis  vuestra  ha- 
cienda, y  que  trabajéis  con  vues- 
tras manos,  como  os  lo  tenemos 
mandado  ;  y  que  converséis 
honestamente  con  los  que  están 
fuera  ;  y  no  codiciéis  cosa  algu- 
na de  nadie. 

12  Tampoco  queremos,  her- 
manos, que  ignoréis  acerca  de 
los  que  duermen,  para  que  no  os 
entristezcáis  como  los  otros,  que 
no  tienen  esperanza. 

1 3  Porque  si  creemos  que  Je- 
sús murió  y  resucitó  ;  así  tam- 
bién Dios  traerá  con  Jesús  á 
aquellos,  que  durmieron  por  él. 

14  Esto  pues  os  decimos  en 
palabra  del  Señor,  que  nosotros 
que  vivimos,  que  hemos  quedado 
aquí  para  la  venida  del  Señor, 
no  nos  adelantaremos  á  los  que 
durmiéron. 

15  Porque  el  mismo  Señor 
con  mandato,  y  con  voz  de  Arcán- 
gel y  con  trompeta  de  Dios, 
descenderá  del  cielo  ;  y  los  que 
murieron  en  Cristo,  resucitaráa 
los  primeros. 

1 6  Después  nosotros,  los  que 
vivimos,  los  que  quedamos  a- 
quí,  seremos  arrebatados  junta- 
mente con  ellos  en  las  nubes  % 
recibir  á  Cristo  en  los  ayres  ;  y 
así  estarémos  para  siempre  con 
el  Señor. 

17  Por  tanto  consolaos  los 
unos  á  los  otros  con  estas  pala- 
bras- 

CAPITULO  V. 

1  acerca  de  los  tiempos 

jL  y  de  los  momentos,  no 
habéis  menester,  hermanos,  que 
os  escribamos. 

j  2  Porque  vosotros  mismos  sa- 
j  beis  bien,  que  el  día  del  Señor 
'  tendi*í;.  como  un  ladrón  de  nocht. 


CAPITULO  V. 


2W 


3  Porque  quando  dirán  paz  y 
seguridad  ;  entonces  Ies  sobre- 
cogerá una  muerte  repentina, 
como  el  dolor  á  la  muger  que 
está  en  cinta,  y  no  escaparán. 

4  Mas  vosotros,  hermanos,  no 
estáis  en  tinieblas,  de  modo  que 
aquel  dia  os  sorprehenda,  como 
ladrón : 

5  Porque  todos  vosotros  sois 
lujos  de  luz,  é  hijos  del  dia  ;  no- 
sotros no  lo  somos  de  la  noche, 
ni  de  las  tinieblas. 

6  Pues  no  durmamos  como  los 
otros  ;  ántes  velemos  y  vivamos 
con  templanza. 

7  Porque  los  que  duermen,  de 
noche  duermen  ;  y  los  que  se 
embriagan,  de  noche  se  embria- 
gan. 

8  Mas  nosotros,  que  somos  del 
dia,  seamos  sobrios,  vestidos  de 
cota  de  fé  y  de  caridad,  y  por 
yelmo  esperanza  de  salud  : 

9  Porque  no  nos  ha  puesto 
Dios  para  ira,  sino  para  alcan- 
zar la  salud  por  nuestro  Señor 
Jesu-Cristo, 

10  Que  murió  por  nosotros;- 
para  que  ó  que  velemos,  ó  que 
durmamos,  vivamos  juntamente 
con  él. 

1 1  Por  lo  qual  consolaos  mu- 
tuamente ;  y  edifícaos  los  unos 
á  los  otros,  así  como  lo  hacéis. 

12  Y  os  rogamos,  hermanos, 
que  seáis  reconocidos  á  los  que 
trabajan  entre  vosotros,  y  que  os 
gobiernan  en  el  Señor,  y  os 
amonestan ; 

13  Que  los  miréis  con  mayor 


caridad  por  la  obra  que  hacen  ; 
tened  paz  con  ellos. 

14  Os  rogamos  también,  her- 
manos, que  coni;ais  á  los  in- 
quietos, consoléis  á  los  pusiláni- 
mes, soportéis  á  los  flacos,  seáis 
sufridos  con  todos. 

1 5  Mirad  que  ninguno  vuelva 
á  otro  mal  poi^^ial ;  ántes  seguid 
siempre  1©  que  es  bueno  entre 
vosotros,  y  para  con  todos. 

16  Estad  siempre  gozosos. 

17  Orad  sin  cesar. 

18  En  todo  dad  gracias  ;  pcir- 
que  esta  es  la  voluntad  de  Dios 
en  Jesu-Cristo  para  con  todos 
vosotros. 

1 9  No  apaguéis  el  Espíritu. 

20  jN  o  despreciéis  las  profecías. 

21  Examinadlo  todo  ;  y  abra- 
zad lo  que  es  bueno. 

22  Guardaos  de  toda  aparien- 
cia de  mal. 

23  Y  el  mismo  Dios  de  la  paz 
os  santifique  en  todo  ;  para  que 
todo  vuestro  espíritu,  y  el  alma, 
y  el  cuerpo  se  conserven  sin  re- 
prehensión en  la  venida  de  nues- 
tro Señor  Jesu-Cristo. 

24  Fiel  es,  el  que  os  ha  llama- 
do ;  el  qual  también  lo  cumplirá. 

25  Hermanos,  orad  por  noso- 
tros. 

26  Saludad  á  todos  los  herma- 
nos en  ósculo  ssmto. 

27  Conjúreos  por  el  Señor, 
que  se  lea  esta  Carta  á  todos  los 
Santos  hermanos. 

28  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea  cqn  vosotros. 
Amen. 


EPISTOLA  SEGUNDA 
DEL  APOSTOL.  SAN  PABLO 

A  LOS  TESSALONICENSES. 


CAPITULO  I. 

1  "pABLOjly  Sylvano,  y 
JL    Timótéo  ;  á  la  Ig-l€sia 

de  los  Tessalonicenses  en  Dios 
nuestro  Padre,  y  en  el  Señor 
Jesu-Cristo. 

2  Gracia  sea  á  vosotros,  y 
paz  de  Dios  nuestro  Padre,  y  del 
Señor  Jesu-Cristo. 

3  Debemos,  hermanos,  dar  á 
Dios  gracias  sin  cesar  por  voso- 
tros, como  es  justo  ;  porque 
vuestra  fe  va  eu  g-rande  creci- 
miento, y  abunda  la  caridad  de 
cada  uno  de  vosotros  entre  voso- 
tros mismos  : 

4  Tanto  que  aun  nosotros  nos 
gloriamos  de  vosotros  en  las 
Iglesias  de  Dios,  por  vuestra  pa- 
ciencia, y  fé  en  todas  vuestras 
persecuciones  y  tribulaciones, 
que  sufrís. 

6  En  prueba  del  justo  juicio 
de  Dios,  para  que  seáis  tenidos 
por  dignos  en  el  reyno  de  Dios, 
por  el  qual  asimismo  padecéis. 

6  Puesto  que  justo  es  delante 
de  Dios,  que  él  dé  en  paga  aflic- 
ción á  los  que  os  afligen : 

7  Y  á  vosotros,  que  sois  atri- 
bulados, descanso  juntamente 
con  nosotros,  quando  apareciere 
el  Señor  Jesús  del  cielo  con  los 
Angeles  de  su  virtud, 

8  En  llama  de  fuego,  para  dar 
el  pago  á  aquellos  que  no  cono- 
cieron á  Dios,  y  que  no  obedecen 
al  Evangelio  de  nuestro-  Señor 
Jesu-Cristo. 

9  Los  qu  ales  pagarán  la  pena 
eterna  de  perdición  ante  la  faz 


del  Señor,  y  de  la  gloria  de  su 
poder: 

10  Quando  vendrá  á  ser  glo- 
rificado en  sus  Santos,  y  á  ha- 
cerse maravilloso  en  todos  los 
que  creyeron,  porque  ha  sido 
creído  de  vosotros  nuestro  testi- 
monio acerca  de  aquel  día. 

1 1  Por  lo  qual  rogamos  tam- 
bién sin  cesar  por  vosotros  ;  pa- 
ra que  nuestro  Dios  os  haga  dig- 
nos de  su  vocación,  y  cumpla  to- 
do el  consejo  de  bondad,  y  la 
obra  de  fé  por  su  poder. 

12  Para  que  sea  glorificado 
el  nombre  de  nuestro  Señor  Je- 
su-Cristo en  vosotros,  y  vosotros 
en  él,  según  la  gracia  de  nues- 
tro Dios,  y  del  Señor  Jesu- 
Cristo. 

CAPITULO  11. 

1  l^TAS  rogámoos,  berma- 
ITX  nos,  por  el  adveni- 
miento de  nuestro  Señor  Jesu- 
Cristo,  y  de  nuestra  reunión 
con  él : 

2  Que  no  os  mováis  fácilmen- 
te de  vuestra  inteligencia,  ni  os 
perturbéis,  ni  por  espíritu,  iñ 
por  palabra,  ni  por  carta  como 
enviada  de  nos,  como  si  el  dia 
del  Señor  estuviese  ya  cerca. 

3  Y  no  os  dexeis  seducir  de 
nadie  en  manera  alguna  ;  por- 
que no  será,  sin  que  antes  ven- 
ga la  apostasía,  y  sea  manifesta- 
do el  hombre  de  pecado,  el  hijo 
de  perdición, 

4  El  qual  se  opone,  y  se  le- 
vanta sobre  todo  lo  que  se  llama 


CAPITULO  m. 


301 


Dios,  ó  qae  es  adorado  ;  de  ma- 
nera que  se  sentará  en  el  tem- 
plo de  Dios,  raosti'ándose  como 
si  fuese  Dios. 

5  ¿  No  os  acordáis,  que  quan- 
do  estaba  todavía  con  vosotros 
os  decia  estas  cosas  ? 

6  Y  sabéis  que  es  lo  que  aho- 
ra le  detiene,  á  fin  que  sea  ma- 
nifestado á  su  tiempo. 

7  Porque  ya  está  obrando  el 
misterio  de  la  iniquidad;  solo 
que  el  que  está  firme  ahora, 
manténgase,  hasta  que  sea  qui- 
tado de  en  medio. 

o  Y  entonces  se  descubrirá 
aquel  perverso,  á  quien  el  Señor 
Jesús  matará  con  el  aliento  de 
su  boca,  y  le  destruirá  con  el 
resplandor  de  su  venida  : 

9  La  venida  de  aquel  es  se- 
gún operación  de  Satanás,  en 
toda  potencia,  y  en  señales,  y 
en  prodigios  mentirosos, 

10  Y  en  toda  seducción  de 
la  iniquidad  para  aquellos  que 
perecen ;  porque  no  recibie- 
ron el  amor  de  la  verdad  para 
ser  salvos.  Por  eso  les  enviará 
Dios  operación  de  error,  para 
que  crean  á  la  mentira, 

11  Y  sean  condenados  todos 
ios  que  no  creyeron  á  la  verdad, 
antes  consintieron  á  la  iniqui- 
dad. 

12  Mas  nosotros  debemos 
siempre  dar  gracias  á  Dios  por 
vosotros,  hermanos  amados  de 
Dios ;  porque  Dios  os  escogió 
primicias  para  salud,  en  la  san- 
lificacion  del  espíritu,  y  en  la  fe 
de  la  verdad  : 

13  En  la  qual  os  llamó  tam- 
bién por  nuestro  Evangelio,  pa- 
ra alcanzar  la  gloria  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo. 

14  Y  así,  hermanos,  estad 
firmes ;  y  conservad  las  tradi- 


ciones que  aprendisteis,  ó  por 
palabra,  ó  por  Carta  nuestra. 

15  Y  el  mismo  Señor  nuestro 
Jesu-Cristo,  y  Dios,  y  Padre  nues- 
tro, el  qual  nos  ha  amado,  y  nos  ha 
dado  la  consolación  eterna,  y  la 
buena  esperanza  en  gracia, 

16  Consuele  vuestros  cora- 
zones, y  los  confirme  en  toda 
buena  obra,  y  palabra. 

CAPITULO  ni. 

1  TJ  ESTA  pues,  hermanos, 
M\  que  oréis  por  noso- 
tros, y  la  palabra  de  Dios  se  pro- 
pague, y  sea  glorificada,  como  lo 
es  entre  vosotros : 

2  Y  que  seamos,  librados  de 
hombres  importunos,  y  perver- 
sos ;  porque  la  fe  no  es  de  todos. 

3  Mas  fiel  es  Dios,  que  os 
confirmará,  y  guardará  de  mal. 

4  Y  confiamos  en  el  Señor  de 
vosotros,  que  hacéis,  y  haréis  lo 
que  os  mandamos. 

5  Y  el  Señor  enderece  vues- 
tros corazones  en  el  amor  de 
Dios,  y  en  la  paciencia  de 
Cristo. 

6  Mas  os  denunciamos,  her- 
manos, en  el  nombre  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo,  que  os  apar- 
téis de  todo  hermano  que  andu- 
viere fuera  de  órden,  y  no  se- 
gún la  tradición,  que  recibiéroa 
de  nosotros. 

7  Porque  vosotros  mismos  sa- 
béis como  debéis  imitarnos ;  por 
quanto  no  anduvimos  desordena- 
damente entre  vosotros  : 

8  Ni  comimos  de  valde  el  pan 
de  alguno  ;  ántes  con  trabajo,  y 
con  fatiga,  trabajando  de  noche, 
y  de  dia,  por  no  ser  de  gravá- 
men  á  ninguno  de  vosotros. 

9  No  porque  no  tuviésemos 
potestad,  sino  para  ofreceros  en 


302 


EPTST.  I.  DE  S.  PABLO  A  TIMOTEO. 


nosotros  mismos  un  dechado  que 
imitaseis. 

10  Porque  aun  quando  está- 
bamos con  vosotros  os  denunciá- 
bamos esto  :  Que  si  alguno  no 
quiere  trabajar,  no  coma. 

1 1  Por  quanto  hemos  oido  que 
andan  algunos  entre  rosotros  in- 
quietos que  en  nada  entienden, 
-pino  en  indagar  lo  que  no  les 
importa. 

12  A  estos  pues  que  así  se 
portan,  les  denunciamos,  y  ro- 
gamos en  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo, que  coman  su  pan,  tra- 
iiajando  en  silencio. 

13  Y  vosotros,  hermanos,  no 
os  canséis  de  hacer  bien. 


14  Y  si  alguno  no  obedeciere 
á  lo  que  ordenamos  por  nuestra 
Carta,  notadle  á  este  tal,  y  no 
tengáis  comunicación  con  él,  pa- 
ra que  se  avergüence  : 

15  Mas  no  lo  miréis  como  á 
enemigo  ;  antes  bien  corregidle 
como  á  hermano. 

16  Y  el  mismo  Señor  de  la 
paz  os  dé  la  paz  sin  fin  en  todo 
lugar.  El  Señor  sea  con  todos 
vosotros. 

17  La  salutación  de  mi  mano, 
Pablo  ;  que  es  la  señal  en  cada 
Carta.    Así  escribo. 

18  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu -Cristo  sea  con  todos 
vosotros.  Amen. 


EPISTOLA  PRIMERA 

DEL  APOSTOL  SAN  PABLO 

A  TIMOTEO. 


CAPITULO  I. 

1  "pABLO  Apóstol  de  Je- 
Jl    su-Cristo    según  el 

mandamiento  de  Dios  nuestro 
Salvador,  y  de  Jesu-Cristo  nues- 
tra esperanza : 

2  A  Timoteo  amado  hijo  en 
la  fe.  Gracia,  misericordia,  y 
paz  de  Dios  Padre,  y  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo. 

3  Como  te  rogué  que  te  que- 
dases en  Efeso,  quando  me  partía 
para  Macedonia,  para  que  amo- 
nestases á  algunos,  que  no  ense- 
'Basen  de  otra  manera', 

4  Ni  se  ocupasen  en  fábulas 
y  genealogías  interminables ;  las 
quales  antes  ocasionan  qiiestio- 
jies,  que  edificación  de  Dios, 
3ue  es  qa  ia  fé.  1 


5  Y  el  fin  del  mandamiento  es 
la  caridad  de  corazón  puro,  y  de 
buena  conciencia,  y  de  fe  no  fin- 
gida. 

6  De  lo  qual  apartándose  al- 
gunos, se  han  dado  á  discursos 
vanos, 

7  Queriendo  ser  Doctores  de 
la  Ley,  sin  entender  ni  lo  que 
dicen,  ni  lo  que  afirman. 

8  Sabemos  pues  que  la  Ley 
es  buena  para  aquel  que  usa  de 
ella  legítimamente  ; 

9  Sabiendo  esto  que  la  Ley 
no  fué  puesta  para  el  justo,  sino 
para  los  injustos,  y  desobedien- 
tes, para  los  impíos,  y  pecado- 
res, para  los  iniqiios,  y  profanos, 

I  para  los  parricidas,  y  matricidas, 
I  para  los  homicidas, 
1    10  Para  los  fornicariíis,  sodo- 


CAPITULO  II. 


303 


mitas,  robadores  de  hombres, 
para  ios  mentirosos,  y  perjuros, 
y  si  hay  alguna  otra  cosa  que 
sea  contraria  á  la  sana  doc- 
trina, 

11  Que  es  según  el  Evange- 
lio de  la  gloria  de  Dios  bendito, 
el  qual  se  me  ha  encargado  á 
mí. 

12  Gracias  doy  á  aquel  que 
me  ha  confortado,  á  Jesu-Cristo 
nuestro  Señor,  porque  me  tuvo 
por  fiel,  poniéndome  en  el  Mi- 
nisterio : 

13  Habiendo  sido  antes  blas- 
femo, y  perseguidor,  é  injuria- 
dor ;  mas  alcancé  misericordia 
de  Dios,  porque  lo  hice  por  ig- 
norancia en  la  incredulidad. 

14  Mas  la  gracia  de  nuestro 
Señor  abundó  en  grande  mane- 
ra con  la  fe  y  caridad,  que  es  en 
Jesü-Cristo. 

15  Fiel  es  esta  palabra,  y  dig- 
na de  toda  aceptación  ;  que  Je- 
su-Cristo vino  á  este  mundo  pa- 
ra salvar  á  los  pecadores,  de  los 
quales  el  primero  soy  yo. 

16  Mas  por  esto  hallé  miseri- 
cordia ;  para  que  en  mí  el  pri- 
mero, mostrase  Jesu-Cristtf  su 
extremada  paciencia,  para  de- 
chado de  los  que  habían  de  creer 
en  él  para  la  vida  eterna. 

1 7  Pues  al  Rey  de  los  siglos 
inmortal,  invisible,  á  Dios  solo 
sea  honra,  y  gloria  en  los  siglos 
de  los  siglos.  .Amen. 

18  Este  mandamiento  te  en- 
cargo, hijo  Timoteo,  según  las 
profecías,  que  de  tí  precedieron, 
que  milites  por  ellas  buena  mi- 
licia, 

19  Teniendo  fé,  y  buena  con- 
ciencia, la  que  desechando  de  sí 
algunos,  uaufragáron  en  la  fé  : 

20  De  este  número  son  Hi- 
menÍQ.  y  Alcxaadrc,  que  he 


entregado  á  Satanás,  para  que 
aprendan  á  no  blasfemar. 

CAPITULO  II. 

1  npiE  encargo  pues  ante 
-1-   todas   cosas,  que  se 

hagan  peticiones,  oraciones,  ro* 
gativas,  hacimientos  de  gracias 
por  todos  los  hombres  : 

2  Por  los  Reyes,  y  por  todos 
los  que  están  puestos  en  altura, 
para  que  tengamos  una  vida 
quieta,  y  tranquila  en  toda  pie- 
dad y  honestidad. 

3  Porque  esto  es  bueno,  y 
acepto  delante  de  Dios  nuestro 
Salvador : 

4  Que  quiere,  que  todos  Ies 
hombres  sean  salvos,  y  que  ven- 
gan al  conocimiento  de  la  ver- 
dad. 

5  Porque  uno  es  Dios,  y  uno 
el  Medianero  entre  Dios,  y  en- 
tre Itís  hombres,  Jesu-Crísto 
hombre : 

6  Que  se  did  á  si  mismo  en 
redención  por  todos,  para  ser 
testimonio  en  sus  tiempos : 

7  En  lo  que  yo  he  sido  pues- 
to por  Predicador  y  Apóstol  ; 
verdad  digo,  no  engaño.  Doctor 
de  las  Gentes  en  fé  y  verdad. 

8  Quiero  pues,  que  los  hom- 
bres oren  en  cada  lugar,  levan- 
tando las  manos  puras  sm  ira  ni 
disensión. 

9  Asimismo  oren  las  mugeres 
en  trage  honesto,  ataviándose 
con  modestia  y  sobriedad,  y  no 
con  cabellos  encrespados,  ó  con 
oro,  ó  perlas,  ó  vestidos .  costo- 
sos : 

10  Sino  como  corresponde  á 
mugeres,  que  demuestran  piedad 
por  buenas  obras- 

11  La  muger  aprenda  en  si- 
lencio CQjn  toda  sujecioa. 


EPIST.  I.  DE  S.  PABLO  A  TIMOTEO. 


304 

12  Pues  yo  no  permito  á  la 
rnuger,  que.enseñe,  ni  que  ten- 
g-a  señorío  sobre  el  marido ;  sino 
que  esté  en  silencio. 

13  Porque  Adam  fué  formado 
el  primero ;  y  después  Eva  : 

14  Y  Adam  no  fué  engañado; 
mas  la  muger  fué  engañada  en 
prevaricación. 

15  Esto  no  obstante,  se  salva- 
rá por  los  hijos,  que  dará  al  mun- 
do, si.  permaneciere  en  fé,  y 
caridad,  y  en  santidad,  y  mo- 
destia. 

CAPITULO  III. 

1  XjlIEL  palabra  :  Si  algu- 
-Ir    no   desea  Obispado, 

buena  obra  desea. 

2  Pues  es  necesario,  que  el 
Obispo  sea  irreprehensible,  espo- 
so de  una  sola  muger,  sobrio, 
prudente,  respetable,  modesto, 
amador  de  la  hospitalidad,  pro- 
pio para  enseñar, 

3  No  dado  al  vino,  no  violen- 
to, sino  moderado  ;  no  rencillo- 
so, no  codicioso,  mas 

4  Que  sepa  gobernar  bien  su 
casa  ;  que  tenga  sus  hijos  en  su- 
jeción con  toda  honestidad. 

5  Porque  el  qne  no  sabe  go- 
bernar su  casa ;  ¿  como  cuidará 
de  H  Iglesia  de  Dios  ? 

6  No  sea  neófito ;  porque 
hinchado  de  soberbia,  no  cayga 
en  la  condenación  del  diablo. 

7  También  es  menester  que 
tenga  buen  testimonio  de  aque- 
llos, que  son  de  fuera  ;  porque 
no  cayga  en  desprecio,  y  en  lazo 
del  diablo. 

8  Asimismo  los  Diáconos  sean 
modestos,  no  dobles  en  pala- 
bras, no  dados  á  mucho  vino, 
ni  sequaces  de  ganancia^  tor- 
pes :  •  i 


9  Que  conserven  el  misterio 
de  la  fé  en  conciencia  pura. 

10  y  estos  sean  ántes  proba- 
dos ;  y  así  exerciten  el  ministe- 
rio, si  son  hallados  irreprehensi- 
bles, 

11  Que  las  mugeres  asimismo 
sean  honestas,  no  maldicientes, 
sobrias,  fieles  en  todo. 

12  Los  Diáconos  sean  esposos 
de  una  sola  muger  ;  que  gobier- 
nen bien  sus  hijos,  y  sus  casas. 

13  Porque  los  que  hubieren 
exercitado  bien  su  ministerio,  se 
ganarán  un  buen  grado,  y  mu- 
cha confianza  en  la  fé,  que  es  ea 
Jesu-Cristo. 

14  Estas  cosas  te  escribo,  es- 
perando que  en  breve  pasaré  á 
verte. 

15  Y  si  tardare,  para  que  se- 
pas como  debes  portarte  en  la 
casa  de  Dios,  que  es  la  Iglesia 
del  Dios  vivo,  columna  y  apoyo 
de  la  verdad. 

16  Y  es  grande  á  todas  luces 
el  sacramento  de  la  piedad,  en 
que  Dios  se  ha  manifestado  en 
carne,  ha  sido  justificad^  en  es- 
píritu, ha  sido  visto  de  los  An- 
geles, ha  sido  predicado  á  los 
Gentiles,  ha  sido  creído  en  el 
niundo,  ha  sido  recibido  en  glo- 
ria. 

CAPITULO  IV. 

1  TI/TAS  el  espíritu  maní-  . 
ITJL  fiestamente  dice,  que 

en  los  postrimeros  tiempos  apos- 
tatarán algunos  de  la  fé,  dando 
oidos  á  espíritus  de  error,  y  á 
doctrinas  de  demonios, 

2  Que  con  hipocresía  ha- 
blarán mentira,  y  que  tendrán 
cauterizada  su  conciencia, 

3  Que  prohibirán  casarse,  J 
el  uso  de  las  viandas  que  Dios 


CAPITULO  y. 


305 


crio*  pai-a  que  con  hacimiento  de 
gracias  participasen  de  ellas  los 
fieles,  y  los  que  conociéron  la 
verdad. 

4  Porque  toda  criatunu  de 
Dios  es  buena,  y  no  es  de  dese- 
char nada  de  lo  que  se  participa 
con  haciiniento  de  gracias  : 

5  Por  quanto  se  santifica  por 
la  palabra  de  Dios,  y  por  la  ora- 
ción. 

6  Proponiendo  esto  á  los  her- 
manos, serás  bueil  Ministro  de 
Jesu-Cristo,  criado  con  las  pa- 
labras de  la  fé,  y  de  la  buena 
doctrina,  que  alcanzaste. 

7  Y  deseclia  las  fábulas  im- 
pertinentes y  de  viejas  ;  y  exer- 
cítate  en  piedad. 

8  Porque  el  exercicio  corpo- 
ral para  poco  es  pi  avechoso  ; 
mas  la  piedad  vale  para  todo  ; 
porque  tiene  promesa  de  la  vida, 
que  ahora  es,  y  de  la  que  ha  de 
ser. 

9  Fiel  palabj-a  es  esta,  y  digna 
de  toda  aceptación. 

10  Pues  por  esto  traBajamos, 
y  somos  denostados ;  porque  es- 
peramos en  el  Dios  vivo,  que  es 
Salvador  de  todos  los  hombres, 
mayormente  de  los  ¿teles. 

11  Manda  estas  cosas,  y  en- 
séñalas. * 

12  Ninguno  tenga  en  poco  tu 
juventud ;  pero  has  de  ser  de- 
chado de  los  fieles  en  palabra,  en 
buena  vida,  en  caridad,  en  fé, 
en  pureza. 

13  Hasta  que  yo  vaya,  ocú- 
pate, en  leer,  en  exhortar,  y  en 
enseñar. 

14*No  tengas  en  poco  la  gra- 
que  hay  en  tí,  que  te  ha  sido 
!a  por  profecía  con  la  imposi- 
1  de  las  manos  de  los  Pres- 
ros. 

3F(.  '.ta  estas  cosas;  ocú- 


pate en  eüas  ;  á  fin  que  tu  apro- 
vechamiento sea  manifiesto  á. 
todos. 

16  Vela  sobre  tí  mismo,  y  so- 
bre la  doctrina,  persevera  en 
estas  cosas.  Porque  hacienda 
esto,  te  salvarás  á  tí  mismo,  y  á 
los  que  te  oyeren. 

CAPITULO  V. 

1  "l!^ O  increpes  al  anciano; 

mas  amonéstale  coma 
á  padre ;  á  los  jóvenes  como  d 
hermanos  ; 

2  A  las  ancianas,  como  á  raa» 
dres  ;  y  á  las  jovencitas,  como  á 
hermanas  con  toda  castidad  : 

3  Honra  á  las  viudas,  que  son 
verdaderamente  viudas. 

4  Y  si  alguna  viuda  tiiviere 
hijos,  6  nietos,  aprenda  primero 
á  gobernar  su  casa,  y  á  corres- 
ponder á  sus  padres  ;  porque 
esto  es  accepto  delante  ce  Dios. 

5  Mas  la  que  verdaderamen- 
te es  \iuda  y  desamparada,  es- 
pere en  Dios,  y  esté  perseveran- 
te en  rogar  y  orar  noche  y  dia. 

6  Porque  la  que  vive  en  de- 
leytes,  viviendo  está  muerta. 

7  Manda  pues  esto,  para  que 
ellas  sean  irreprehensibles. 

8  Y  si  alguno  no  tiene  cuida- 
do de  los  suyos,  y  mayormente 
de  ios  de  su  casa,  negó  la  fé,  y 
es  peor  que  un  infiel. 

9  La  viuda  sea  elegida  na 
menor  que  de  sesenta  años,  que 
no  haya  tenido  mas  de  un  ma- 
rido, 

10  Aprobada  con  testimonio 
de  buenas  obras,  si  ha  educado 
á  sus  hijos,  si  ha  exercitado  la 
hospitalidad,  si  lavó  los  pies  á 
ios  Santos,  si  acudió  al  alivio  de 
los  atribulados,  si  ha  practicado 
toda  obra  buena. 


50S         EPIST.  I.  DE  S.  P. 

11  Mas  no  admitas  viudas  jó- 
venes. Porque  después  de  ha- 
ber vivido  licenciosamente  con- 
tra Cristo,  quieren  casarse  : 

12  Teniendo  su  condenación, 
porque  hicieron  vana  la  prime- 
ra fe. 

13  Y  estando  además  ociosas, 
se  acostumbran  á  andar  de  casa 
en  casa  ;  y  no  solo  están  en 
ocio  ;  sino  que  son  parleras  y 
curiosas,  hablando  lo  que  no  es 
menester. 

14  Quiero  pues  que  las  que 
son  jóvenes  se  casen,  crien  hijos, 
gobiernen  la  casa,  y  que  no  den 
ocaíion  al  adversario  para  que 
hable  mal. 

15  Porque  algunas  se  per- 
virtieron para  ir  en  pos  de  Sa- 
tanás. 

16  Si  alguno  de  los  fieles  tie- 
ne viudas,  manténgalas,  y  no  sea 
graviida  la  Iglesia  ;  á  fin  dé  que 
haya  lo  que  baste  para  las  que 
son  verdaderamente  viudas. 

17  Los  Presbíteros,  que  go- 
biernan bien,  son  dignos  de  do- 
blada honra  ;  mayormente  los 
que  trabajan  en  predicar,  y  en- 
señar. 

18  Porque  dice  la  Escritum  : 
No  embozarás  al  buey  que  trilla, 
y  :  El  obrero  es  digno  de  su 
¿ornal. 

19  No  recibas  acusación  con- 
tra el  Presbítero,  sino  con  dos  ó 
tres  testigos. 

20  A  los  que  pecaren  repre- 
héndelos delante  de  todos  ;  para 
que  también  los  otros  teman. 

21  Te  conjuro  delante  de 
Dios,  y  de  Jésu-Cristo,  y  de  sus 
Angeles  escogidos,  que  guardes 
estas  cosas  sin  preocupación,  no 
haciendo  nada  por  inclinación 
particular. 

22  No  impongas  de  ligero  las 


ÍBLO  A  TIMOTEO. 

manos  sobre  alguno,  ni  fe  fiagas 
participante  de  los  pecados  age- 
nos  :  Guárdate  puro  á  tí  mis- 
mo. 

§3  No  bebas  mas  agua  sola, 
sino  usa  de  un  poco  de  vino  por 
causa  de  tu  estómago,  y  de  tus 
freqiientes  enfermedades. 

24  Los  pecados  de  algunos 
hombres  son  manifiestos  antes 
de  examinarse  en  ^icio;  mas 
los  de  otros  se  manifiestan  des- 
pués. 

25  Asimismo  las  buenas  óbrss 
también  son  manifiestas  ;  y  las 
que  son  de  otra  manera,  no  pue-» 
den  estar  escondidas. 

CAPITULO  VI. 

1  rilODOS  los  siervos  que 

JL  están  baxo  de  yugo, 
estimen  á  sus  señores  por  dignos 
de  toda  honra,  para  que  el  nom- 
bre del  Señor  y  su  doctrina  no 
sea  blasfemada.  . 

2  Y  los  que  tienen  señores 
fiele3,  no  los  tengan  en  poco, 
porque  son  hermanos ;  antes  sír- 
vanles mejor,  porque  son  fieles 
y  amados,  que  participan  del  be« 
aeficio.  Esto  enseña,  y  amo- 
nesta. 

3  Si  algunb  enseña  de  otra 
manera,  y  no  abraza  las  sanas 
palabras  de  naestro  Señor  Jecu- 
Cristo,  y  aquella  doctrina  que  es 
conforme  á  piedad  : 

4  Soberbio  es,  nada  sabe,  mas 
ántes  flaquea  sobre  qüestiones  y 
contiendas  de  palabras  ;  de  don- 
de se  originan  envidias,  rencillas, 
blasfemias,  sospechas  mala*s, 

5  Altercaciones  de  hombres 
perversos  de  entendimiento,  y 
que  están  privados  de  la  verdad, 
creyendo  que  la  piedad  es  una 
grangería. 


CAPITULO  VI. 


307 


O  IVIas  es  grande  g'anancia  la 
piedad  con  lo  que  basta. 

7  Porque  nada  metimos  en 
este  mundo  ;^  y  es  cierto  que 
tampoco  podremos  sacar  nada. 

8  Teniendo  pues  con  que  sus- 
tentarnos, y  con  que  cubrirnos, 
contentémonos  con  esto. 

9  Porque  los  qile  quieren  ha- 
cerse ricos,  caen  en  tentación, 
y  en  lazo  del  diablo,  y  en  mu- 
chos deseos  inútiles,  y  pernicio- 
sos, que  aneg-an  á  los  hombres 
en  muerte,  y  en  perdición. 

10  Porque  raiz  de  todos  los 
males  es  la  avaricia  ;  la  qual 
codiciando  algunos  se  descami- 
naron de  la  fé,  y  se  enredaron 
en  muchos  dolores. 

1 1  Mas  tú,  ó  hombre  de  Dios, 
huye  de  estas  cosas ;  y  sigue  la 
justicia,  la  piedad,  la  fé,  la  cari- 
dad, la  paciencia,  la  mansedum- 
bre. 

12  Pelea  buena  batalla  de  fé  ; 
echa  mano  de  la  vida  eterna,  á 
la  que  fuiste  llamado,  habiendo 
también  hecho  buena  confesión 
ante  muchos  testigos. 

13  Te  mando  delante  de  Dios, 
que  vivifica  todas  las  cosas,  y 
delante  de  Jesu-Cristo,  que  ba- 
xo  de  Poncio  Pilato,  dio  testi- 
monio, una  buena  confesión  : 

.  14  Que  guardes  el  manda- 


miento sin  mácula,  ni  reprehen-* 
sion,  hasta  la  venida  de  nuestro 
Señor  Jesu-Cristo  : 

15  La  qual  mostrará  á  su 
tiempo  el  bienaventurado  y  solo 
poderoso,  el  Rey  de  los  Reyes,  y 
Señor  de  los  Señores  : 

16  El  que  solo  tiene  inraort*' 
lidad,  y  habita  una  luz  inaccesi- 
ble ;  á  quien  ninguno  de  los 
hombres  ha  visto,  ni  puede  ver  ; 
al  qual  sea  honra,  é  imperio  sin 
fin.  Amen. 

17  Manda  á  loa  ricos  de  esté 
siglo,  que  no  sean  altivos,  ni 
esperen  en  la  incertidumbre  de 
las  riquezas ;  sino  en  el  Dios  vivo, 
que  nos  dá  abundantemente  to- 
das las  cosas  para  nuestro  uso, 

18  Que  hagan  bien,  que  se 
hagan  ricos  eu  buenas  obras, 
que  den;  y  que  repartan  franca- 
mente, 

19  Que  se  hagan  un  tesoro,  y 
un  fundamento  sólido  para  lo 
venidero,  á  fin  de  alcanzar  la 
vida  verdadera. 

20  O  Timoteo,  guarda  el  de- 
pósito, evitando  las  novedades 
profanas  de  voces,  y  de  contra- 
dicciones de  ciencia  de  falso 
nombre, 

21  La  que  prometiendo  algu- 
nos, se  descaminaron  de  la  fé» 
La  gracia  sea  contigo.  Amen^ 


EPISTOLA  SEGUNDA 


DEL  APOSTOL  SAN  PABLO  ' 

A  TIMOTEO. 


CAPITULO  r. 

^  1  1>ABLO  Aposto!  de  Je- 
JL  su-Cristo  por  volun- 
tad de  Dios,  según  la  promesa 
de  la  vida,  que  es  en  Jesu- 
cristo : 

2  A  Timoteo  muy  amado  hijo, 
¡í^racia,  misericordia,  paz  de  Dios 
Padre,  y  de  nuestro  Señor  Jesu- 
cristo. 

3  Gracias  doy  á  Dios,  á  quien 
desde  mis  ascendientes  sirvo  con 
conciencia  pura,  de  que  sin  ce- 
sar hag-o  memoria  de  tí  en  mis 
oraciones,  noche  y  día. 

4  Deseando  verte,  acordán- 
dome de  tus  lágrimas,  para  lle- 
narme de  gozo, 

5  Trayendo  á  la  memoria  a- 
quella  fé,  que  hay  en  tí  no  fingi- 
da ;  la  qual  moró  primero  en  tu 
abuela  Loide,  y  en  tu  madre 
Eunice  ;  y  estoy  cierto,  que 
también  en  tí. 

6  Por  lo  que  te  amonesto,  que 
avives  la  gracia  de  Dios  que  hay 
en  tí  por  la  imposición  de  mis 
manos  ; 

7  Porque  Dios  no  nos  dió  es- 
píritu de  temor ;  sino  de  forta- 
leza, y  de  caridad,  y  de  tem- 
planza. 

8  Por  tanto  no  te  avergüen- 
ces  del  testimonio  de  nuestro 
Señor,  ni  de  mí  que  soy  su  pr^ 
so  ;  ántes  trabaja  conmigo  en  el 
Evangelio,  según  la  virtud  de 
Dios  : 

9  Que  nos  libró,  y  llamó  con 
^u  santa  vocación,  no  según  nues- 
tra:? obras,  sino  según  su  propó- 


sito, y  gracia,  que  nos  ha  sido 
dada  en  Jesu-Cristo  ántes  de  los 
tiempos  de  lo«  siglos. 

10  Y  que  ahora  ha  sido  ma- 
nifestada por  la  aparición  de 
nuestro  Salvador  Jesu-Cristo,  el 
qual  destruyó  en  verdad  la  muer- 
te, y  sacó  á  luz  la  vida,  y  la 
inmortalidad  por  el  Evange- 
lio : 

11  En  el  que  yo  he  sido  pues-^ 
to  Predicador,  y  Apóstol,  y 
Maestro  de  las  Gdntes. 

12  Por  cuya  causa  también 
padezco  esto  ;  mas  no  me  aver- 
güenzo. Porque  sé  á  quien  he 
creído,  y  estoy  cierto  de  que  es 
poderoso  para  guardar  mi  depo- 
sito para  aquel  dia. 

13  Guarda  la  forma  de  las 
sanas  palabras  que  me  has 
oido,  en  la  fé,  y  amor  en  Jesu- 
Cristo. 

14  Guarda  el  buen  depósito 
por  el  Espíritu  Santo,  que  mora 
en  nosotros. 

15  Sabes  esto,  que  se  han 
apartado  de  mí  todos  los  que  es- 
tán en  el  Asia  ;  de  los  quales  es 
Figelo,  y  Hermógenes. 

16  El  Señor  haga  merced  ala 
casa  de  Onesíforo  ;  porque  mu- 
chas veces  me  consoló,  y  no  tuvo 
vergüenza  de  mi  cadena  : 

17  Antes  quando  vino  á  Ro- 
ma, me  buscó  con  dibgencia,  y 
me  halló. 

18  Déle  el -Señor  que  halle 
•misericordia  delante  del  Señor 
en  aquel  dia.  Y  quanto  servi- 
cio me  hizo  en  Efeso,  mejor  lo 
sabes  tú. 


CAPITULO  II. 


309 


CAPITULO  IL 

1  "pUES  tú,  hijo  mió,  for- 
JL    tif  ícate  en  la  gracia, 

que  es  en  Jesu-Cristo  : 

2  Y  ias  cosas  que  has  oido  de 
mí  delante  de  muchos  testig-os, 
encomiéndalas  á  hombres  fieles, 
que  sean  capaces  de  instruir 
también  á  otros. 

3  Trabaja  como  bjien  soldado 
de  Jesu-Cristo. 

4  Ninguno  que  milita  para 
Dios,  se  embaraza  en  los  neg-o- 
cios  del  siglo  ;  á  fin  de  agradar 
a  aquel  á  quien  se  alistó. 

5  Porque  también  el  que  lidia 
en  los  juegos  púWicos,  no  es  co- 
ronado si  no  lidiare  según  ley. 

6  Conviene  que  el  labrador 
que  trabaja  recoja  de  los  frutos 
el  primero. 

7  Entiende  lo  que  digo  ;  por- 
que el  Señor  te  dará,  inteligen- 
cia en  todo. 

8  Acuérdate,  que  el  Señor 
Jesu-Cristo  del  linage  de  David, 
resucitó  de  los  muertos,  según 
mi  Evangelio, 

9  En  el  que  trabajo  hasta  es- 
tar •prisiones,  como  un  mal- 
hechoi" ;  mas  la  palabra  de  Dios 
no  está  conmigo  atada. 

10  Por  tanto  lo  sufro  todo  por 
los  escogidos,  para  que  ellos  al- 
cancen también  la  salud,  que  es 
en  Jesu-Cristo,  con  la  gloria  del 
cielo. 

11  Fiel  palabra  :  Pues  si  so- 
mos muertos  con  él,  también  con 
él  viviremos  : 

12  Si  sufriéremos,  reynaré- 
raos  también  coa  él ;  si  le  negá- 
remos, él  también  nos  negará  : 

13  Si  no  creemos,  él  perma- 
nece fiel ;  no  puede  negarse  á 
sí  mismo. 

1 4  Amonesta  estas  cosas ;  dan- 


do testimonio  delante  del  Señor. 
Huye  de  contiendas  de  palabras, 
que  para  nada  aprovechan,  sino 
para  trastornar  á  los  que  las 
oyeu. 

15  Cuida  mucho  de  presen- 
tarte á  Dios  digno  de  aproba- 
ción, operario,  que  no  tiene  de 
que  avergonzarse,  que  maneja 
bien  la  palabra  de  verdad. 

16  Mas  evita  las  pláticas  va- 
nas y  profanas  ;  porque  sirven 
mucho  para  la  impiedad  : 

1 7  Y  la  plática  de  ellos  cunde 
como  cáncer ;  de  los  qusJes  es 
Hymenéo  y  Fileto, 

18  Que  se  han  extraviado  de 
la  verdad,  diciendo  que  la  resur- 
rección era  ya  hecha,  y  pervir- 
tieron la  fé  de  algunos. 

19  Pero  el  fundamento  de 
Dios  está  firme,  el  qual  tiene  es- 
te sello':  El  Señor  conoce  á  los 
que  son  de  él  ;  y  apártese  de 
iniquidad  todo  aquel,  que  invoca 
el  nombre  del  Señor. 

20  Mas  en  una  casa  grande 
no  solo  hay  vasos  de  oro  y  de 
plata,  sino  también  de  madera  y 
de  barro  ;  y  los  unos  a  la  verdad 
son  para  honor,  mas  los  otros  pa- 
ra usos  viles.  • 

21  Si  alguno  pues  se  purifi- 
care de  estas  cosas,  será  un  vaso 
de  honor  santificado  y  útil  para 
el  servicie  del  Señor,  aparejado 
para  toda  obra  buena. 

22  Huye  de  deseos  juveniles ; 
y  sigue  la  justicia,  la  fé,  la  espe- 
ranza, la  caridad,  y  la  paz  con 
aquellos  que  invocan  al  Señor 
de  puro  corazón. 

23  Desecha  qüestiones  necias 
y  que  no  sirven  para  instruc- 
ción ;  sabiendo  que  engendran 
contiendas. 

24  Porque  al  siervo  del  Señor 
no  le  conviene  sjtercar,  sino  ser 


310         EPIST.  II.  DE  S.  PABLO  A  TÍSIOTEO. 


manso  para  con  todos,  propio 
para  instruir,  sufrido, 

25  Que  corrija  con  modestia 
ii  los  que  resisten  á  la  verdad  ; 
por  si  en  algún  dia  les  da  Dios 
iirrepentimiento  para  conocer  la 
rerdad, 

26  Y  que  salgan  de  los  lazos 
ael  diablo,  en  que  están  cauti- 
ros  á  voluntad  de  él. 

CAPITULO  III. 

1  "M/TAS  has  de  saber  esto, 
ItJL  que  en  los  últimos 

•dias  vendrán  tiempos  peligrosos : 

2  Porque  habrá  hombres  ama- 
dores de  sí  mismos,  codiciosos, 
altivos,  soberbios,  blasfemos,  de- 
sobedientes á  sus  padres,  desa- 
gradecidos, malvados, 

3  Sin  afición,  sin  paz,  calum- 
niadores, incontinentes,  crueles, 
6in  benignidad, 

4  Traidores,  protervos,  orgu- 
llosos, y  amadores  de  placeres 
mas  que  de  Dios  ; 

5  Teniendo  apariencia  de 
piedad  ;  pero  negando  la  vir- 
tud de  ella.  Huye  también  de 
estos  tales : 

6  Porque  de  estos  son  los  que 
se  entran  por  las  casas,  y  llevan 
cautivas  á  las  mugercillas  car- 
gadas de  pecados,  las  qualcs  son 
arrastradas  de  diversas  pasiones: 

7  Que  siempre  están  apren- 
diendo, y  nunca  llegan  á  la  cien- 
cia de  la  verdad. 

8  Y  así  como  Janes  y  Ham- 
bres resistieron  á  Moisés  ;  así 
estos  resisten  á  la  verdad,  hom- 
bres corrompidos  de  corazón, 
reprobos  acerca  de  la  fé, 

9  Mas  no  irán  adelante ;  por- 
que se  hará  manifiesta  á  todos  su 
necedad,  como  también  se  hizo 
la  de  aquellos.  I 


10  Mas  tú  ya  has  comprchcn- 
dido  mi  doctrina,  institución,  in- 
tento, fé,  longaniiriidadj  caridad, 
paciencia, 

1 1  Persecuciones,  vejaciones ; 
quales  me  fuéron  hechas  en  An- 
tiochia,  Icónio,  y  en  Listras ; 
cuj'^as  persecuciones  he  sufrido, 
y  de  todas  me  libró  el  Señor. 

12  Y  todos  los  que  quieren 
vivir  píamente  en  Jesu-Cristo, 
padecerán  persecución. 

13  Mas  los  hombres  malos,  é 
impostores,  irán  en  peor;  erran- 
do, y  metiendo  á  otros  en  error. 

14  Mas  tú  persevera  en  las 
cosas  que  has  aprendido,  y  te  se 
han  encomendado  ;  sabiendo  de 
quien  las  aprendiste. 

1 3  Y  que  desde  la  niñéz  apren- 
diste las  sagradas  letras,  que  te 
pueden  hacer  sabio  para  la  salud 
por  la  fé,  que  es  en  Jesu-Cristo. 

16  Toda  escritura  divinamen- 
te inspirada  es  útil  para  enseñar, 
para  reprehender,  para  corregir, 
y  para  instruir  en  la  justicia  : 

17  Para  que  el  hombre  de 
Dios  sea  perfecto,  y  esto  preve- 
nido para  toda  obra  buen^ 

CAPITULO  IV.^ 

1  "PROTESTO  delante  de 
JL    Dios,  y  de  Jesu-Cris- 
to, que  ha  de  juzgar  vivos  y 
muertos,  en  su  tenida,  y  en  íu 
reyno : 

2  Que  prediques  la  palabra, 
que  instes  á  tiempo,  y  fuera  de 
tiempo  ;  reprehende,  ruega,  a- 
mdhesta  con  toda  paciencia  y 
doctrina. 

3  Porque  vendrá  tiempo,  en 
que  no  sufrirán  la  sana  doctri- 
na, antes  amontonarán  Maestros 
conforme  á  sus  deseos,  teniendo 
comezón  en  ías  orejas  ; 


CAPITULO  IV. 


311 


4  Y  apartarán  los  oidos  de  la 
verdad,  y  los  aplicarán  á  las  fá- 
bulas. 

5  Mas  tú  reía,  trabaja  en  to- 
das las  cosas,  haz  la  obra  de 
Evangelista,  cumple  tu  Ministe- 
rio.   Sé  sobrio. 

j6  Porque  yo  ya  estor  a  punto 
de  ser  sacrificado,  y  cerca  está 
el  tiempo  de  mi  muerte. 

7  Yo  he  peleado  buena  bata- 
lla, he  acabado  mi  carrera,  he 
guardado  la  fe. 

8  Por  lo  demás  me  está  re- 
servada la  corona  de  la  justicia, 
que  el  Señor  justo  Juez  me  dará 
en  aquel  dia ;  y  no  solo  á  mí, 
sino  también  á  aquellos  que  a- 
roan  su  venida.  Procura  venir 
presto  á  mí. 

9  Porque  Demás  me  ha  de- 
samparado, amando  este  siglo,  y 
se  ha  ido  á  Tessalonica : 

10  Crescente  á  Galacia,  Tito 
á  Dalmácia. 

11  Lucas  está  solo  conmigo. 
Toma  á  INIárcos,  y  traele  con- 
tigo ;  porque  me  es  del  caso  pa- 
ra el  Ministerio. 

12  A  Tichico  envié  áEfeso. 

13  Tráete  contigo  á  la  veni- 
da el  capote,  que  dexé  en  Troas 
en  casa  de  Carpo,  y  los  libros,  y 
mayormente  los  pergaminos. 


14  Alexandro  el  Calderero 
muchos  males  me  hizo ;  el  Se- 
ñor le  pagará  según  sus  obras  : 

15  Y  tú  guárdate  también  de 
él ;  porque  hizo  una  fuerte  re- 
sistencia á  nuestras  palabras.  t 

16  Ninguno  me  asistió  en  mi 
primera  defensa,  mas  todos  me 
desaraparáron  ;  plegué  á  Dios 
que  no  les  sea  imputado. 

17  Mas  el  Señor  me  asistió, 
y  me  confortó,  para  que  fuese 
cumplida  por  mí  la  predica- 
ción, y  la  oyesen  todos  ios  Gen- 
tiles ;  y  fui  librado  de  la  boca 
del  León. 

1 8  Me  libró  el  Señor  de  toda 
obra  mala  ;  y  me  preservará  pa-' 
ra  su  reyno  celestial  ;  á  él  sea 
la  gloria  en  los  siglos  de  los  si- 
glos. Amen. 

19  Saluda  á  Prisca  y  á  A- 
quílas,  y  á  la  casa  dé  Onesi.- 
foro. 

20  Eraste  se  quedó  en  Corin 
to.  Y  á  Trofimo  lo  dexé  enfer- 
mo en  Mileto. 

21  Apresúrate  á  venir  antes 
del  invierno.  Te  saludan  Eu- 
b^lo,  y  Pudente,  Lino,  y  Clau- 
dia, y  todos  los  hermanos.  * 

22  El  Señor  Jesu-Cristo  sea 
con  tu  espíritu.  La  gracia  sea 
con  vosotros,  Amen. 


EPISTOLA 


DEL  APOSTOL  SAN  PABLO 


A  TITO. 


CAPITULO  I. 

lABLO  siervo  de  Dios, 
y  Apóstol  de  Jesu- 
cristo según  la  fe  de  los  escog-i- 


P 


para  que  pueda  exhortar  según 
sana  doctrina,  y  convencer  á*los 
que  contradicen. 

10  Porque  hay  aun  muchos 
desobedientes,  habladores  de  va- 


dos de  Dios,  y  el  conocimiento  i  nidades,  é  impostores  ;  mayor- 
de  la  verdad,  que  es  según  la  mente  los  que  son  de  ia  circun- 


piedad. 

2  Para  la  esperanza  de  la  vi- 
da eterna,  que  aquel  Dios,  que 
no  puede  engañar,  prometió  an- 
'íes  de  los  tiempos  de  los  siglos  : 

3  Y  manifestó  en  sus  tiempos 
su  palabra  por  la  predicación, 
que  me  fué  confiada  según  el 
precepto  de  Dios  Salvador  nues- 
tro: 

4  A  Tito  hijo  amado  según  la 
fé,  que  nos  es  común,  sea  gra- 
cia, y  paz  de  Dios  Padre,  y  de 
Jesu-Cristo  Salvador  nuestro. 

5  Yo  te  dexé  en  Creta,  para 
que  arreglases  lo  que  falta,  y  es- 
tablecieses Presbíteros  en  las 
ciudades,  como  yo  te  lo  habia 
ordenado. 

6  El  que  fuere  sin  tacha,  ma- 
nido de  una  muger,  que  tenga 


cisión  : 

1 1  A  quienes  es  menester  con- 
vencer ;  que  trastornan  las  ca- 
sas enteras,  enseñando  lo  que  no 
conviene,  por  torpe  ganancia. 

12  Dixo  uno  de  entre  ellcs, 
propio  Profeta  suyo  :  Que  los  de 
Creta  siempre  son  mentirosos, 
maias  bestias,  vientres  perezo- 
sos. 

•13  Este  testimonio  es  verda- 
dero. Por  tanto  reprehéndelos 
reciamente,  pai-a  que  sean  sanos 
en  la  fé, 

14  Y  que  no  den  oidos  á  fá- 
bulas Judaicas,  ni  á  manda- 
mientos de  hombres,  que  se  a- 
partan  de  la  verdad. 

15  Para  los  limpios  todas  las 
cosas  son  limpias  ;  mas  para  los 
impuros  é  infieles  nada  hay  lim- 


hijos  fieles,  y  que  no  puedan  ser  pió  ;  antes  están  contaminados 
ocusados  de  disolución,  ó  que  sus  ánimos,  y  su  conciencia, 
sean  desobedientes.  I    16  Dicen,  que  conocen  á  Dio?, 

7  Porque  es  necesario,  que  el  j  mas  le  niegan  con  los  hechos  ; 
Obispo  sea  sin  crimen,  como  que  ¡  siendo  abominables,  y  rebeldes, 
es  el  Ecónpmo  de  Dios  ;  no  so- 1  y  reprobados   para   toda  obr^ 


berbio,  ni  iracundo,  no  dado  ai 
vino,  no  violento,  no  codicioso 
de  torpes  ganancias : 

8  Sino  amigo  de  hospitalidad, 
benigno,  sobrio,  justo,  santo, 
continente, 

9  Que  abrace  firme  la  palabra 
áe  fe,  que  es  según  la  doctrina ; 


buena. 


CAPITULO  II. 


AS  tü  habla  lo  que 
conviene  á  la  sana 

doctrina  : 

2  Los  ancianos,  que  sean  so- 


CAPITULO  III. 


313 


bries,  honestos,  pnidentes,  sanos 
en  la  fé,  en  la  caridad,  en  la  pa- 
ciencia : 

3  Las  ancianas  asimismo  en 
un  porte  santo,  no  calumniado- 
ras, no  dadas  á  mucho  vino, 
maestras  de  lo  bueno  : 

4  Que  enseñen  prudencia  1 
las  mugeres  jóvenes,  á  que  amen 
á  sus  maridos,  y  quieran  á  eus 
hijos, 

5  Que  seaft  prudentes,  castas, 
templadas,  que  tengan  cuidado 
de  la  casa,  benignas,  obedientes 
á  sus  maridos,  para  que  no  sea 
blasfemada  la  palabra  de  Dios  : 

6  Asimismo  amonesta  á  los 
jóvenes,  qije  sean  sobrios. 

7  Muéstrate  á  tí  mismo  en 
todo  por  dechado  de  buenas 
chías  en  la  doctrina,  en  la  pure- 
za de  las  costumbres,  en  la  gra- 
vedad, 

8  Palabra  sana,  irreprehensi- 
ble ;  para  que  el  que  es  contra- 
rio, se  confunda,  y  no  tenga 
que  decir  mal  ninguno  de  noso- 
tros. 

9  Que  los  siervos  sean  obe- 
dientes á  sus  señores,  dándoles 
gusto  en  todo,  no  respondones. 

10  Que  no  Ies  defrauden,  mas 
muéstrenles  en  todo  buena  leal- 
tad ;  para  que  adornen  en  todo 
la  doctrina  de  Dios  nuestro  Sal- 
vador. 

11  Porque  se  manifestó  á  to- 
dos los  hombres  la  gracia  de 
í)ios  Salvador  nuestro, 

•12  Enseñándonos,  que  renun- 
ciando á  la  impiedad,  y  á  los  de- 
seos mundanos,  vivamos  en  este 
siglo  sobria,  y  justa,  y  píamente, 

13  Aguardando  la  esperanza 
bienaventurada,  y  el  adveni- 
miento glorioso  del  graode  Dios, 
y  Salvador  nuestro  Jesu-Cristo  : 

14  Que  se  dió  á  sí  mismo  por 


nosotros,  para  redimirnos  de  to- 
do pecado,  y  purificarnos  para  sí 
como  pueblo  agradable,  seguí 
dor  de  buenas  obras. 
'  15  Prediot  estas  cosas,  y  ex- 
horta, y  reprehende  con  toda  au- 
toridad.   Nadie  te  desprecie. 

CAPITULO  III. 

1  AMONESTALES,  que 
jltL  estén  sujetos    á  los 

Príncipes,  y  á  las  Potestades; 
que  les  obedezcan  ;  que  estén 
prevenidos  para  toda  obra  buena: 

2  Que  no  digan  mal  dé  nadie^ 
que  no  sean  pendencieros,  sino 
modestos,  mostrando  toda  man- 
sedumbre para  con  todos  los 
hombres. 

3  Porque  nosotros  en  algún 
tiempo  eramos  también  necios, 
incrédulos,  descaminados,  escla- 
vos de  varios  afectos,  y  deleytcs, 
viviendo  en  malicia,  y  en  envi- 
dia, aborrecibles,  y  aborrecién- 
donos los  unos  á  los  otros. 

4  Mas  quando  apareció  la 
bondad  del  Salvador  nuestro 
Dios,  y  su  amor  para  con  los 
hombres ; 

5  No  por  obras  de  justicia 
que  hubiésemos  hecho  nosotros, 
mas  según  su  misericordia  nos 
hizo  salvos  por  el  bautismo  de 
regeneración,  y  renovación  del 
Espíritu  Santo, 

6  El  qual  difundió  sobre  no- 
sotros abundantemente  por  Jesu 
Cristo  nuestro  Salvador : 

7  Para  que  justificados  por  su 
gracia,  seamos  herederos  según 
la  esperanza  de  la  vida  eterna. 

8  Palabra  fiel  ;  y  quiero  que 
esto  afirmes  ;  para  que  procuren 
aventajarse  en  buenas  obras  lo& 
que  creen  en  Dios.  Estas  son  cf  ^ 
sas  buenas,  y  útiles  á  los  hombres 

14 


314  EPIST.  DE  S.  TA 

9  Mas  tú  desecha  las  qüestio- 
nes  necias,  las  genealogías,  y 
debates,  y  dispütas  sobre  la  Ley ; 
porque  son  inútiles,  y  vanas. 

10  Huye  del  horxijpre  Herege, 
después  de  la  primera,  y  segun- 
da corrección : 

11  Sabiendo,  que  el  que  es 
tal,  está  pervertido,  y  peca,  sien- 
do condenado  por  su  propio  jui- 
cio. 

12  Quando  te  enviaré  á  Arte- 
mas,  ó  á  Tichico,  apresúrate  á 
venir  á  mí  á  Nicópolis  ;  porque  i 


BLO  A  FILEMOjV. 

he  determinado  pasar  allí  el  in- 
vierno. 

13  Envía  delante  á  Zenas 
Doctor  de  la  Ley,  y  á  Apolo, 
procurando  que  nada  les  falte. 

14  Y  aprendan  también  los 
nuestros  á  ser  los  primeros  en 
buenas  obras  para  las  cosas  que 
son  menester,  para  que  no  sean 
sin  fruto. 

1 5  Te  saludan  todos  los  que  es- 
tán conmigo ;  saludauá  los  que  nos 
aman  en  la  fé.  La  gracia  de  Dios 
sea  con  todos  vosotros.  Amen. 


EPISTOLA 


DEL  APOSTOL  SAN  PABLO 

A  FILEMON. 


1  TJABLO  prisionero  de 
JL    Jesu-Cristo,  y  Timo- 
teo el  hermano  :  á  Filemon  ama- 
do, y  coadjutor  nuestro, 

2  Y  á  Appia  nuestra  muy 
amada  hermana,  y  á  Archippo 
camarada  nuestro,  y  á  la  Iglesia 
que  está  en  tu  casa. 

3  Gracia  sea  á  vosotros,  y  paz 
de  Dios  nuestro  Padre,  y  del  Se- 
xior  Jesu-Cristo. 

4  Gracias  doy  á  mi  Dios,  ha- 
ciendo siempre  memoria  de  tí  en 
mis  oraciones, 

5  Oyendo  tu  caridad,  y  la  fé 
que  tienes  en  el  Señor  Jesús,  y 
para  con  todos  los  Santos  : 

6  Para  que  la  comunicación 
de  tu  fé  sea  clara  por  el  conoci- 
miento de  toda  obra  buena, 
que  hay  en  vosotros  por  Jesu- 
Ciñsto. 

7  Pues  he  tenido  grande  go- 
zo, y  consuelo  en  tu  caridad  ; 


por  quanto  las  entrañas  de  los 
Santos  han  sido  recreadas  por  tí, 
hermano  mió. 

8  Por  lo  qual  aunque  tenga  yo 
mucha  libertad  en  Jesu-Cristo 
para  mandarte  lo  que  te  con- 
viene : 

9  Mas  antes  te  ruego  por  ca- 
ridad, porque  tú  eres  tal,  como 
Pablo,  viejo,  y  aun  ahora  prisio- 
nero de  Jesu-Cristo  : 

10  Te  ruego  por  mi  hijo  One- 
simo,  el  que  yo  he  engendrado 
en  las  prisiones, 

1 1  El  que  en  algún  tiempo  te 
fué  inútil,  mas  ahora  es  útil  para 
tí,  y  para  mí, 

12  El  que  te  he  vuelto  á  en- 
viar. Y  tú  recíbele  como  á  mis 
entrañas : 

13  Yo  le  habia  querido  dete- 
ner conmigo,  para  que  me  sir- 
viese por  tí  en  las  prisiones  del 
Evangelio : 


CAPITULO  I. 


313 


14  Mas  sin  tu  consentimiento 
no  he  querido  hncer  nada,  para 
que  tu  beneficÍD  no  fuese  como 
por  necesidad,  sino  voluntario. 

15  Y  él  quizá  no  se  apartó  de 
tí  por  algún  tiempo,  sino  para 
que  le  recobrases  para  siem- 
pre : 

16  No  ya  como  siervo,  mas  en 
vez  de  siervo  como  hermano  muy 
amado,  ma5'ormente  de  mí  ; 
¿  pues  quanto  mas  de  tí,  en  la 
carne,  y  en  el  Señor  ? 

17  Por  tanto  si  me  tienes  por 
compañero,  recíbele  como  á  mí : 

18  Y  si  algún  daño  te  hizo,  ó 
te  debe  algo,  apúntalo  á  mi 
cuenta. 

19  Yo  Pablo  lo  escribí  de  mi 
puño  :  yo  lo  pagaré,  por  no  de- 


cirte, que  aun  á  tí  mismo  te  rae 

debes : 

20  Sí  hermano :  Me  gozaré 
yo  de  tí  en  el  Señor ;  recrea  mis 
entrañas  en  el  Señor. 

21  Yo  fiado  en  tu  obediencia 
te  he  enviado  mi  Carta,  sabien- 
do que  harás  aun  mas  de  quanto 
digo.  • 

22  Mas  también  con  esto  pre- 
venme  posada ;  porgue  espero 
por  vuestras  oraciones,  que  seré 
concedido  á  vosotros. 

23  Te  saluda  Epafras,  que  es- 
tá preso  conmigo  por  Jesu-Cristo, 

24  Marcos,'  Aristarco,  De- 
más, y  Lucas,  que  me  ayudan. 

25  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea  con  vuestro 
espíritu.  Amen. 


EPISTOLA 

DEL  APOSTOL.  SAN  PABLO 

A  LOS  HEBREOS. 


CAPITULO  I. 

1  -rr  ASIENDO  hablado 
X_a.  Dios  muchas  veces, 

}•  en  muchas  maneras  á  los  pa- 
dres en  otro  tiempo  por  los  Pro- 
fetas, últimamente 

2  En  estos  días  nos  ha  habla- 
do por  el  Hijo,  al  qual  consti- 
tuyó heredero  de  todo,  por  quien 
iiizo  también  los  siglos  : 

3  El  qual  siendo  el  resplandor 
de  la  gloria,  y  la  figura  de  su 
substancia,  y  sustentándolo  todo 
con  la  palabra  de  su  virtud,  ha- 
biendo hecho  la  purificación  de 
los  pecadoá,  está  sentado  á  la 
diestra  de  la  IMs^estad  en  las 
alturas ; 


4  Hecho  tanto  mas  excelenfti 
que  los  Angeles,  quanto  heredó 
mas  excelente  nombre  que  ellos. 

5  ¿  Porque  á  quien  de  los  An- 
geles dixo  jamas  :  Tú  eres  mi 
Hijo,  yo  hoy  te  he  engendrado  ? 
Y  otra  vez  :  ¿  Yo  le  seré  á  él 
Padre,  y  él  me  sera  á  mi  Hija  ? 

6  Y  otra  vez  quando  introdu- 
ce al  Primogénito  en  la  redon- 
dez de  la  tierra,  dice :  Y  adó- 
renle todos  los  Angfeles  de  Dios. 

7  Asimismo  sobre  los  Angeles 
dice  :  El  que  hace  á  sus  Ange- 
les espíritus,  y  á  sus  Miuistros 
llama  de  fuego. 

8  Mas  al  Hijo  :  Tu  trono 
Dios  en  el  siglo  del  siglo  ;  vara 
de  equidad,  la  vara  de  tu  re}  lio. 


316        EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


9  Tú  has  amado  la  justicia,  y 
lias  aborrecido  la  maldad  ;  por 
eso  te  ung-ió  Dios,  el  Dios  tuyo, 
con  óleo  de  alearía  sobre  tus 
compañeros. 

10  Y  :  Tú,  Señor,  en  el  prin- 
cipio fundaste  la  tierra  ;  y  obras 
de  tus  manos  son  los  cielos  : 

11  Ellos  perecerán,  mas  tú 
permanecerás,  y  todos  se  enve- 
jecerán como  vestidura  : 

12  Y  los  mudarás  como  un 
manto,  y  ser^  mudados  ;  mas 
iú  el  mismo  eres,  y  tus  años  no 
menguarán. 

1 3  ¿  Pues  á  qual  de  los  An- 
geles dixo  alguna  vez  :  Siéntate 
á  mi  derecha,  hasta  que  ponga 
tus  enemigos  por  estrado  de  tus 
pies  ? 

14  ¿  Por  ventura  no  son  todos 
espíritus  administradores,  envia- 
dos para  ministerio  en  favor  de 
aquellos^  que  han  de  recibir  la 
heredad  de  salud  ? 

CAPITULO  II. 

1  XJOR  tanto  nos  es  nece- 
JL    sano  guardar  mas  cum- 
plidamente las  cosas  que  hemos 
oido,  á  fin  que  no  nos  olvidemos. 

2  Porque  si  la  Ley  que  fué  di- 
cha por  los  Angeles  fué  firme, 
y  toda  prevaricación,  y  desobe- 
diencia recibió  la  justa  paga  que 
meiecia, 

3  ¿  Como  la  evitaremos  noso- 
tros, si  despreciamos  tan  grande 
salud  ?  la  qual  habiendo  comen- 
zado á  ser  anunciada  por  el  Se- 
ñor, fué  después  confirmada  en- 
tre nosotros  por  aquellos  que  la 
oyeron, 

4  Confirmándola  al  mismo 
tiempo  Dios  con  señales,  y  con 
maravillas,  y  con  virtudes  diver- 
sas, y  con  dones  del  Espíritu 


Santo,  que  repartió  según  su  vo- 
luntad. 

5  Porque  no  sometió  Dios  á 
los  Angeles  el  mundo  venidero, 
del  que  hablamos. 

6  Y  uno  en  cierto  lugar  dio 
testimonio,  diciendo  :  ¿  Que  co- 
sa es  el  hombre,  que  ad  te  acuer- 
das de  él,  ó  el  hijo  del  hombre, 
que  así  le  visitas  ? 

7  Tú  fe  has  hecho  un  poco 
menor  que  los  Angeles  ;  le  has 
coronado  de  gloria  y  de  honra, 
y  le  has  constituido  sobre  las 
obras  de  tus  manos. 

8  Todas  las  cosas  pusiste  ba- 
xo  de  sus  pies.  En  esto  mismo 
de  haber  sometido  á  él  todas  las 
cosa«,  ninguna  dexó  que  no  fue- 
se sometida  á  él.  Mas  ahora 
aun  no  vemos  todas  las  cosas  so- 
metidas á  el. 

9  Mas  á  aquel  Jesús,  que  por 
un  poco  fué  hecho  menor  que 
los  Angeles,  le  vemos  por  la  pa- 
sión de  la  muerte  coronado  de 
gloiia  y  de  honra,  para  que  por 
la  gracia  de  Dios  gustase  la 
muerte  por  todos. 

10  Porque  convenia,  que  a- 
quel  por  quien  son  todas  las  co- 
sas, y  para  quien  son  todas  las 
cosas,  habiendo  de  llevar  mu- 
chos hijos  á  la  gloria,  consumase 
por  la  pasión  al  autor  de  la  salud 
de  ellos. 

1 1  Porque  el  que  santifica,  y 
los  que  son  santificados,  todos 
son  de  Bno.  Y  por  esta  causa 
no  tuvo  rubor  de  llamarlos  her- 
manos, diciendo  : 

12  Anunciaré  tu  nombre  á 
mis  hermanos  ;  te  alabaré  en 
medio  de  la  Iglesia. 

13  Y  otra  vez  :  Yo  confiaré 
en  él.  Y  en  otro  lugar :  Heme 
aquí  yo,  y  mis  hijos,  que  Dios 
me  dio. 


CAPITULO  III. 


317 


14  Y  por  quanto  los  hijos  tu- 
vieron cai'ue,  y  sangre  común, 
el  también  participó  de  las  mis- 
mas cosas  ;  para  destruir  por  su 
muerte  al  que  tenia  el  imperio 
de  la  muerte,  es  á  saber,  al  dia- 
blo ; 

15  Y  para  librar  á  aquellos, 
que  por  el  temor  de  la  muerte 
estaban  en  servidumbre  toda  la 
vida. 

16  Porque  él  ennin^n  lugar 
tomó  á  los  Angeles,  mas  tomó 
á  la  simiente  de  Abrahara. 

17  Por  lo  qual  fué  necesario 
que  en  todo  semejase  á  los  her- 
manos, para  que  fuese  delante 
de  Dios  un  Pontífice  pió  y  fiel, 
para  expiar  los  pecados  del  pue- 
blo. 

1 8  Porque  en  quanto  padeció, 
y  fué  tentado,  es  poderoso  para 
ayudar  también  á  aquellos  que 
son  tentados. 

CAPITULO  III.  • 

1  T3OR  lo  qual,  hermanos 
JL    santos,  que  sois  parti- 
cipantes de  la  vocación  celestial, 
considerad  al  Apóstol  y  Pontífice 
de  nuestra  confesión,  Jesús  : 

2  El  qual  es  fiel  al  que  le 
constituyó,  así  como  Moisés  lo 
era  en  toda  su  casa.  « 

3  Porque  este  es  tenido  por 
digno  de  mucha  mayor  gloria 
que  Moisés,  quanto  el  que  edi- 
ficó la  casa  tiene  mayor  honra 
que  la  misma  casa. 

4  Porque  toda  casa  es  edifica- 
da de  alguno  ;  mas  el  que  ha 
criado  todas  las  cosas,  es  Dios. 

5  Y  Moisés  5.  la  verdad  fué 
fiel  en  toda  la  casa  de  Dios  co-* 
mo  un  siervo,  para  testificar  a- 
quellas  cosas  que  se  habían  de 
denunciar; 


6  Mas  Cristo  coMf^  Hijo  en  su 
casa  propia  ;  la  qual  casa  somos 
nosotros,  con  tal  que  tengamos 
firme  la  confianza,  y  la  gloria  de 
la  esperanza  hasta  el  fin. 

7  Por  lo  qual,  como  dice  el 
Espíritu  Santo  :  Si  oyereis  hoy 
su  voz, 

8  No  queráis  endurecer  vues- 
tros corazones,  como  en  la  irri- 
tación, en  el  dia  de  la  tentación 
en  el  de«ierto, 

9  En  donde  me  tentaron  vues- 
tros padres  ;  hiciéron  prueba,  y 
viéron  mis  obras 

10  Por  espacio  de  quarenta 
años.  Por  esto  me  indigné  con 
esta  generación,  y  dixe  :  Estos 
siempre  yerran  de  corazón.  Y 
ellos  no  conocieron  mis  caminos  ; 

11  Y  así  les  juré  en  mi  ira  : 
No  entrarán  en  mi  reposo. 

12  Guardaos,  hermanos,  que 
no  haj  a  en  alguno  de  vosotros 
corazón  malo  de  incredulidad, 
apartándooB  del  Dios  vivo  : 

13  Antes  amonestaos  vosotros 
mismos  los  unos  á  los  otros  cada 
dia,  entretanto  que  se  nombre 
Hoy,  para  que  no  sea  endureci- 
do alguna  de  vosotros  por  enga- 
ño del  pecado. 

14  Por  quanto  somos  hechos 
participantes  de  Cristo,  con  tal 
que  conservemos  firme  hasta  el 
fin  el  principio  de  la  substancia 
de  él. 

15  Mientras  que  se  dice  :  Si 
su  voz  oyéreis  hoy,  no  queráis 
endurecer  vuestros  corazones, 
así  como  en  aquella  irritación. 

16  Porque  algunos  habiéndo- 
le oido,  le  provocáron  á  saña  , 
aunque  no  todos  los  que  habian 
salido  de  Egipto  por  Moisés. 

17  ¿  Y  con  quiénes  estuvo  in- 
dignado quarenta  años  ?  ¿  Por 
ventura  njo  fué  con  aquellos  que 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


r>i8 

pecáron,  dBtyos  cadáveres  que- 
daron tendíaos  en  el  desierto  ? 

18  ¿  Y  á  quiénes  juró  que  no 
entrarían  en  su  reposo,  sino  á 
aquellos  que  no  le  creyeron  ? 

19  Y  vemos,  que  no  pudieron 
entrar  por  causa  de  su  incredu- 
lidad. 

CAPITULO  IV. 

1  npEMAMOS,  pues  que 
JL   alguno  de  vosotros  de- 
sechada la  promesa  de  entrar  en 
su  reposo,  no  parezca  quedar 
frustrado  : 

2  Porque  se  nos  ha  anunciado 
á  nosotros  también  como  á  ellos. 
Mas  no  les  aprovechó  la  pala- 
bra que  oyeron,  por  no  ir  acom- 
pasada de  la  fé  en  las  cosas  que 
oyeron. 

3  Poique  entraremos  en  el 
reposo  los  que  creímos  ;  de  la 
manera  que  dixo  :  Así  como  juré 
en  mi  ira  :  No  entrarán  en  mi 
reposa :  y  en  verdad  acabadas 
las  obras  desde  la  creación  del 
mundo. 

4  Porque  en  cierto  lugar  di- 
xo así  del  dia  séptimo  :  Y  repo- 
só Dios  en  el  dia  séptimo  de  to- 
das sus  obras. 

5  Y  otra  vez  aquí :  No  entra- 
rán en  mi  reposo. 

6  Pues  porque  aun  resta  que 
algunos  entren  en  él,  y  que  a- 
quellos  á  quien  primero  fué  a- 
nunciado,  no  entraron  por  su  in- 
credulidad, 

7  Determina  de  nuevo  un 
cierto  dia,  diciendo  por  David, 
tanto  tiempo  después,  Hoy,  co- 
mo queda  dicho  arriba :  Si  oye- 
reis Hoy  la  voz  de  él,  no  queráis, 
endurecer  vuestros  corazones. 

8  Porque  si  Jesús  les  hubiera 
dado  el  reposo,  jamas  en  ade- 


lante hubieran  hablado  de  otro 
dia. 

9  Por  lo  qual  queda  el  saba- 
tismo para  el  Pueblo  de  Dios. 

10  Porque  el  que  ha  entrado 
en  su  reposo,  él  también  ha  re- 
posado de  sus  obras,  así  como 
Dios  de  las  suyas. 

1 1  Apresurémonos  pues  á  en- 
trar en  aquel  reposo ;  para  que 
ninguno  cayga  en  igual  exemplo 
de  incredulidad. 

12  Porque  la  palabra  de  Dios 
es  viva,  y  eficaz,  y  mas  pene- 
trante que  toda  espada  de  dos 
filos  ;  y  que  alcanza  hasta  la  di- 
visión del  alma  y  del  espíritu,  y 
aun  de  las  coyunturas  y  de  los 
tuétanos,  y  que  discierne  los 
pensamientos  é  intenciones  del 
corazón. 

13  Y  no  hay  ninguna  criatu- 
ra que  esté  encubierta  en  su 
acatamiento ;  y  todas  las  cosas 
están  desnudas  y  descubiertas  á 
los  ojos  de  aquel  de  quien  habla- 
mos. 

14  Teniendo  pues  aquel  gran- 
de Pontífice,  que  penetró  los 
cielos,  Jesús  el  Hijo  de  Dios, 
conservemos  nuestra  confesión. 

15  Porque  no  tenemos  un 
Pontífice  que  no  pueda  compa- 
decerse de  nuestras  enfermeda- 
des ^  mas  tentado  en  todas  cosas 
á  semejanza  nuestra,  excepto  el 
pecado. 

16  Pues  lleguemos  confiada- 
mente al  trono  de  la  gracia,  á 
fin  de  alcanzar  misericordia,  y 
de  hallar  gracia  para  ser  socor- 
ridos á  tiempo  conveniente. 

CAPITULO  V. 

1  "pOI^QUE  todo  Pontífice 
jL    tomado  de  entre  los 
hojnbres  es  puesto  á  favor  d^e 


CAPITULO  VI. 


319 


los  hombres  en  aquellas  cosas 
que  tocan  á  Dios,  para  que  ofrez- 
ca dones  y  sacrificios  por  los 
pecados  : 

2  El  qual  se  pueda  condoler 
de  aquellos  que  ignoran  y  yer- 
ran, por  quanto  el  también  es- 
tá cercado  de  enfermedad  : 

3  Y  por  esta  causa  debe,  co- 
mo por  el  pueblo,  así  también 
por  sí  misijio  ofrecer  por  los  pe- 
cados. 

4  Y  ninguno  usurpa  para  sí 
esta  honra,  sino  el  que  es  llama- 
do de  Dios,  como  Aaron. 

5  Así  también  Cristo  no  se 
glorificó  á  sí  mismo  para  hacerse 
Pontífice  ;  sino  aquel  que  le  di- 
xo  :  Tú  eres  mi  Hijo,  yo  hoy  te 
he  engendrado. 

6  Como  también  dice  en  otro 
lugar :  Tú  eres  Sacerdote  eter- 
namente, según  el  órden  de  Mel- 
chisedecb. 

7  En  qual  en  los  dias  de  su 
mortalidad,  ofreciendo  con  gran- 
de clamor,  y  con  lágrimas,  pre- 
ces y  ruegos  á  aquel  que  le  po- 
día salvar  de  muerte,  fué  oido 
por  su  reverencia : 

8  Y  á  la  verdad  siendo  Hijo 
de  Dios,  aprendió  la  obediencia 
por  las  cosas  que  padeció ; 

9  Y  consumado,  fué  hecho 
autor  de  salud  eterna  para  todos 
los  que  le  obedecen, 

10  Llamado  por  Dios  Pontí- 
fice según  el  órden  de  Melchi- 
sedech. 

1 1  Del  qual  tenemos  muchas 
cosas  que  decir,  y  difíciles  de 
declarar ;  porque  sois  flacos  pa- 
ra oir. 

12  Pues  debiendo  ser  ya 
maestros  por  el  tiempo,  tenéis 
aun  necesidad  de  que  os  ense- 
ñen quales  son  los  elementos 
del  principio  de  las  palabras  de 


Dios  ,  y  os  habéis  vuelto  tales, 
que  liabeis  menester  leche,  y  no 
manjar  s6Udo. 

13  Porque  qualquiera  que  usa 
de  leche,  es  incapaz  de  la  pala- 
bra de  justicia  ;  porque  es  niüo- 

14  Mas  el  manjar  sólido  es  de 
los  perfectos  ;  de  aquellos,  que 
por  la  costumbre  tienen  los  sen- 
tidos exercitados,  para  discernir 
el  bien  y  el  mal. 

CAPITULO  VI. 

1  "pOR  lo  qual  dexando  ya 
Jl    los  rudimentos  de  los 

que  empiezan  á  creer  en  Cristo, 
pasemos  á  cosas  mas  perfectas, 
no  echando  de  nuevo  el  funda- 
mento de  penitencia  de  las  obras 
muertas,  y  de  la  fe  en  Dios  : 

2  De  la  doctrina  de  los  Bau- 
tismos, y  de  la  imposición  de  las 
manos,  y  de  la  resurrección  de 
los  muertos,  y  del  juicio  eterno. 

3  Y  esto  harémos,  si  Dios  lo 
permitiere. 

4  Porque  los  que  una  vez  fue- 
ron iluminados,  y  gustaron  el 
don  del  Cielo,  y  fueron  hechos 
participantes  del  Espíritu  Santo, 

5  Gustáron  igualmente  la  bue- 
na palabra  de  Dios,  y  las  virtu- 
des del  siglo  venidero, 

6  Si  después  de  esto  han  cai- 
^o,  es  imposible  sean  otra  vez 
renovados  á  penitencia,  pues 
crucifican  de  nuevo  al  Hijo  de 
Dios  en  sí  mismos,  y  lo  exponen 
al  escarnio. 

7  Porque  la  tierra  que  embe- 
be la  lluvia,  que  cae  muchas  ve- 
ces sobre  ella,  y  produce  yerba 
provechosa  á  aquellos,  que  la 
labran,  recibe  bendición  de 
Dios ; 

8  Mas  si  ella  produce  espinas 
y  abrojos,  es  reprobada,  y  est? 


'320 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


t^cerca  de  maW/cíon,  cuyo  fin  es 
i'^Gr  quofwada. 

9  Pero  de  vosotros,  o  muy  a- 
mados,  esperamos  mejores  cosas, 
y  mas  cercanas  á.  salud,  aunque 
hablamos  así. 

10  Porque  no  es  Dios  injusto, 
d«  modo  que  se  olvide  de  vues- 
tra obra,  y  de  la  caridad  que 
mostrasteis  en  su  nombre,  los 
que  habéis  suministrado  á  los 
Santos,  y  suministráis. 

1 1  Mas  deseamos,  que  cada 
uno  de  vosotros  muestre  el  mis- 
mo zelo  hasta  el  fin  para  el  cum- 
plimiento de  su  esperanza : 

12  Para  que  no  os  hagáis  flo- 
xos,  sino  imitadores  de  aquellos, 

ue  por  fe  y  por  paciencia  here- 
arán  las  promesas. 

13  Porque  quando  hizo  Dios 
á  Abraham  la  promesa,  como  no 
tuvo  otro  mayor  por  quien  ju- 
rase, juró  por  sí  mismo, 

14  Diciendo  :  Ciertamente 
bendecir  te  bendeciré,  y  multi- 
plicar te  multiplicaré. 

15  Y  así  esperando  con  lar- 
?ja  paciencia,  alcanzó  la  pro- 
mesa. 

16  Porque  los  hombres  juran 
por  el  que  es  mayor  que  ellos ;  y 
el  juramento  es  la  mayor  seguri- 
dad, para  terminar  sus  contien- 
das. 

17  Por  lo  qual  queriendo  Dios 
mostrar  mas  cumplidamente  á 
los  herederos  de  la  promesa  la 
inmutabilidad  de  su  consejo,  in- 
terpuso juramento  ; 

1 8  Para  que  por  dos  cosas  in- 
falibles, en  las  quales  es  imposi- 
ble, que  Dios  falte,  tengamos  un 
poderosísimo  consuelo  los  que 
nos  refugiamos  á  alcanzar  la  es- 
peranza propuesta : 

1 9  La  qual  tenemos  como  una 
áncora  firme,  y  segura  del  alma, 


y  que  penetra  basta  las  cosas^ 
que  están  del  velo  adentro : 

20  En  donde  entró  por  noso- 
tros Jesús  nuestro  precursor, 
constituido  Pontífice  eternamen- 
te según  el  órden  de  Melchise- 
déch. 

CAPITULO  VIL 

1  "pORQUE  este  Melcbi- 
JT  sedéch,  Rfey  de  Sa- 
lem, Sacerdote  del  Dios  altísi- 
mo, que  salió  á  recibir  á  Abra- 
ham, quando  volvió  de  la  derro- 
ta de  los  Reyes,  y  le  bendixo  : 

2  A  quien  Abraham  dió  tam- 
bién el  diezmo  de  todas  las  co- 
sas ;  primeramente  quiere  decir 
Rey  de  justicia  ;  y  luego  tam- 
bién Rey  de  Salém,  que  es,  Rey 
de  paz, 

3  Sin  padre,  sin  madre,  sin 
genealogía,  que  ni  tiene  princi- 
pio de  dias,  ni  fin  de  vida  ;  mas 
hecho  semejante  al  Hijo  de  Dios, 
permanece  Sacerdote  para  siem- 
pre. 

4  Considerad  pues  quan  gran- 
de sea  éste,  í  quien  aun  el  Pa- 
triarca Abraham  dió  diezmos 
de  las  mejores  cosas. 

5  Y  ciertamente  los  que  de 
entre  los  hijos  de  Leví  reciben 
el  Sacerdocio,  tienen  manda- 
miento de  tomar  los  diezmos  del 
pueblo  según  la  Ley,  esto  es,  de 
sus  hermanos  ;  aunque  ellos 
también  salieron  de  los  lomos  de 
Abraham. 

6  Mas  aquel,  cuyo  linage  no 
es  contado  entre  ellos,  tomó 
diezmos  de  Abraham,  y  bendixo 
al  que  tenia  las  promesas. 

7  y  sin  ninguna  contradic- 
ción, lo  que  es  menos,  recibe 
bendición  de  lo  que  es  mas. 

8  Y  aquí  ciertamente  toman 


CAPITULO  vni. 


321 


cfi€zra055  honr.bres  que  mueren; 
mas  allí  aquel  de  quien  se  da 
testimonio,  que  vive. 

9  Y,  por  decirlo  así,  Leví 
mismo,  que  recibió  los  diezmos, 
Alé  dezmado  en  Ahraham  : 

10  Porque  aun  estaba  él  en 
los  lomos  de  su  padre  quando 
Melchisedéch  salió  á  encontrar 
á  Abraham. 

11  Y  si  la  perfección  fuese 
por  el  Sacerdocio  Leví  tico,  por 
quanto  el  pueblo  baxo  de  éste 
recibió  la  Ley,  ¿  que  necesidad 
habia  de  que  se  levantase  des- 
pués otro  Sacerdote  llamado  se- 
g-un  el  6rden  de  Melcbisedéch, 
y  no  según  el  orden  de  Aaron  ? 

12  Pues  mudado  el  Sacerdo- 
cio, es  necesario  que  se  hagni 
también  mutación  de  la  Ley. 

1 3  Porque  aquel  de  quien  es- 
to se  dice,  de  otra  tribu  es,  de  la 
qual  ninguno  asistió  al  altar. 

14  Porque  manifiesta  cosa  es 
que  del  linage  de  Judá  nació 
nuestro  Señor ;  en  la  qual  tribu 
nada  habló  Moisés  tocante  á  los 
Sacerdotes. 

15  Y  aiyi  esto  se  manifiesta 
mas  claro ;  si  á  semejanza  de 
Melchisedéch  se  levanta  otro  Sa- 
cerdote, 

16  El  qual  no  fué  hecho  se- 
gún la  Ley  del  mandamiento 
carnal,  sino  según  la  virtud  de 
vida  inmortal. 

1 7  Porque  dice  así :  Tú  eres 
Sacerdote  eteniamente,  según  el 
orden  de  Melchisedéch. 

18  El  mandamiento  primero 
es  á  la  verdad  abrogado  por  su 
flaqueza,  é  inutilidad : 

19  Porque  la  Ley  ninguna 
cosa  Ueró  á  perfección  ;  sino 
que  fué  introductora  de  mejor 
esperanza,  por  la  qual  nos  acer- 
camos á  Dios. 


20  Y  quanto  no  es  sin  jura- 
mento (porque  los  otros  Sacer- 
dotes á  la  verdad  fueron  hechos 
sin  juramerrto  ; 

21  Mas  éste  con  juramento 
por  aquel  que  le  dixo  a  ol :  Juró 
el  Señor,  y  no  se  arrepentirá; 
tú  eres  Sacerdote  eternamente  :) 

22  Por  tanto  Jesús  fué  hecho 
fiador  de  testamento  mucho  mas 
perfecto. 

23  Y  á  la  verdad  los  otros 
fueron  hechos  muchos  Sacerdo- 
tes, por  quanto  la  muerte  no 
permitía  que  durasen  : 

24  Mas  éste,  porque  perma- 
nece para  siempre,  posee  un  Sa- 
cerdocio eterno. 

25  Y  por  esto  puede  salvar 
perpetuamente  á  los  que  por  él 
se  acercan  á  Dios,  viviendo  siem- 
pre para  interceder  por  noso- 
tros. 

26  Porque  tal  Pontífice  con- 
venia que  tuviésemos  nosotros, 
santo,  inocente,  inmaculado,  se- 
gregado de  los  pecadores,  y  en- 
salzado sobre  los  cielos  : 

27  Que  no  tiene  necesidad, 
como  los  otros  Sacerdotes,  de 
ofrecer  cada  dia  sacrificios,  pri- 
meramente por  sus  pecados,  des- 
pués por  los  del  pueblo  ;  porque 
esto  lo  hizo  una  vez,  ofrecién- 
dose á  sí  mismo. 

26  Porque  la  Ley  constituyo 
Sacerdotes  á  hombres,  que  tie- 
nen enfermedad  ;  mas  la  pala- 
bra del  juramento,  que  es  des- 
pués de  la  Ley,  constituye  ai 
Hijo  perfecto  eternamente. 

CAPITULO  VIH. 

1  ir  A  suma  pues  de  todo  lo 
JLJ  que  habemos  dicho  es 
esta  ;    Tenemos  un  tal  Pontí- 
fire,   que  está  sentado  en  ios 
14* 


322       EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


Cielos  á  la  diestra  del  trono  de 
la  grandeza, 

2  Ministro  de  las  cosas  san- 
tas, y  del  verdadero  tabernácu- 
lo, que  fixó  el  Señor,  y  no  el 
hombre. 

3  Porque  todo  Pontífice  está 
-constituido  para  ofrecer  dones, 
y  sacrificios  ;  por  lo  qual  es  ne- 
cesario que  éste  tenga  también 
alg"o  que  ofrecer : 

4  Pues  si  él  estuviese  sobre 
la  tierra,  m  aun  seria  Sacer- 
dote; porque  habría  quienes  o- 
freciesen  los  dones  según  la 
Ley, 

5  Los  quales  sirven  de  mode- 
lo y«sombra  de  las  cosas  celes- 
tiales ;  como  le  fué  respondido 
á  Moysés,  quando  estaba  para 
acabar  el  tabernáculo  :  Mira, 
dice,  que  hagas  todas  las  cosas 
según  el  modelo,  que  te  fué  mos- 
trado en  el  monte. 

6  ]\Ias  ahora  él  ha  alcanzado 
tanto  mejor  ministerio,  quanto 
es  mediador  de  mejor  testamen- 
to, el  qual  está  establecido  en 
mejores  promesas. 

7  Porque  si  aquel  primero  hu- 
biera sido  sin  defecto,  cierto  no 
se  buscaría  lugar  para  el  se- 
gundo. 

8  Y  así  dice  reprehendiéndo- 
los :  He  aquí  vendrán  dias,  dice 
el  Señor,  en  que  consumaré  so- 
bre la  casa  de  Israel,  y  sobre  la 
casa  de  Judá,  un  testamento 
nuevo. 

9  No  como  el  testamento  que 
hice  con  los  padres  de  ellos,  en 
el  dia  que  los  tomé  por  la  mano 
para  sacarlos  de  la  tierra  de 
Egipto ;  por  quanto  ellos  no  per- 
severaron en  mi  testamento,  yo 
iarnbien  los  he  menospreciado, 
dice  el  Señor ; 

10  Porque  este  es  el  testa- 1 


mentó,  que  ordenaré  á  la  casa 
de  Israél  después  de  aquellos 
dias,  dice  el  Señor :  Dando  mis 
leyes  en  la  mente  de  ellos,  las 
escribiré  también  sobre  su  cora- 
zón ;  y  seré  á  ellos  por  Dios,  y 
ellos  serán  á  mí  por  pueblo ; 

11  Y  no  enseñará  cada  uno  á 
su  próximo,  ni  cada  uno  á  su. 
hermano,  diciendo  :  Conoce  al 
Señor;  porque  todos  rae  cono- 
cerán desde  el  racmor  hasta  ei 
mayor  de  ellos  : 

12  Porque  yo  les  perdonare 
sus  iniquidades,  y  no  me  acor- 
daré mas  de  sus  pecados. 

13  Pues  llamándolo  nuevo, 
dio  por  antiquado  el  primero ;  Y 
lo  que  se  da  por  antiquado  y  vie- 
jo, cerca  está  de  perecer. 

CAPITULO  IX. 

1  XT^L  primero  en  verdad 
.mJ  tuvo  reglamentos  sa- 
grados del  culto,  y  un  Santuario 
temporal. 

2  Porque  el  tabernáculo  fué 
construido  el  primero,  en  que 
estaban  los  candeleros,  y  la  me- 
sa, y  la  proposición  d5  los  panes, 
lo  que  se  llama  el  Santuario. 

3  Y  después  del  segundo  velo, 
el  tabernáculo  que  se  llama  el 
Santísimo : 

4  En  donde  estaba  un  incen- 
sario de  oro,  y  el  arca  del  testa- 
mento, cubierta  al  rededor  de 
oro  por  todas  partes,  en  la  que 
habia  un  vaso  de  oro,  que  conte- 
nia el  maná ;  y  la  vara  de  Aaron 
que  habia  reverdecido,  y  las  ta- 
blas del  testamento, 

5  Y  sobre  ella  estaban  los 
Querubines  de  gloría,  que  cu- 
brían el  propiciatorio  ;  de  las 
quales  cosas  no  es  este  lugar  de 
hablar  en  particular. 


CAPITULO  IX. 


353 


6  Y  dispuestas  así  estas  co- 
sas, entraban  siempre  en  el  pri- 
mer tabernáculo  los  Sacerdotes, 
para  cumplir  las  funciones  de 
sus  ministerios ; 

7  Mas  en  el  segundo  solo  el 
Pontífice  una  vez  en  el  año,  no 
sin  sangre,  que  ofrece  por  su  ig- 
norancia y  por  la  del  pueblo  : 

8  Significando  con  esto  el  Es- 
píritu Santo,  que  el  camino  del 
santuario  no  estaba  aun  descu- 
bierto, mientras  que  estaba  en 
pie  el  primer  tabernáculo. 

9  Lo  qual  es  figura  de  lo  que 
pasaba  en  aquel  tiempo ;  en  el 
que  se  ofrecian  dones  y  sacrifi- 
cios, que  no  podian  purificar  la 
conciencia  del  que  sacrificaba 
por  medio  solamente  de  viandas 
y  de  bebidas, 

10  Y  de  diversos  lavamientos 
y  justicias  de  la  carne,  puestas 
hasta  el  tie*po  de  la  corrección. 

1 1  Mas  estando  Cristo  ya  pre- 
sente, Pontífice  de  los  bienes 
venideros,  por  otro  mas  exce- 
iente  y  perfecto  tabernáculo,  no 
hecho  por  mano,  es  á  saber,  no 
de  esta  creación, 

12  Ni  por  saftgre  de  machos 
de  cabrío,  ni  de  becerros,  mas 
por  su  propia  sangre  entró  una 
sola  vez  en  el  Santuario,  ha- 
biendo hallado  una  redención 
eterna. 

13  Porque  si  la  sangre  de  los 
machos  de  cabrío  y  de  los  toros, 
y  la  ceniza  esparcida  de  la  ter- 
nera santifica  á  los  inmundos 
para  purificación  de  la  carne, 

14  Quanto  mas  la  sangre  de 
Cristo,  el  qual  por  Espíritu  San- 
to se  ofreció  á  sí  mismo  sin  man- 
cilla á  Dios,  limpiará  nuestra 
conciencia  de  obras  de  muerte, 
para  servir  al  Dios  vivo  ? 

15  Y  por  esto  es  mediador  de 


un  nuevo  Testamento ;  para  que 
interviniendo  la  muerte  para  ex- 
piación de  aquellas  prevarica- 
ciones que  habia  debaxo  del 
primer  Testamento,  reciban  la 
promesa  de  la  herencia  eterna 
los  que  han  sido  llamados. 

16  Porque  donde  ha}'  testa- 
mento, necesario  es  que  inter- 
venga la  muerte  del  testador. 

17  Porque  el  testamento  no 
tiene  fuer/a,  sino  por  la  muerte : 
de  otra  manera  no  vale  mien- 
tras que  vive  el  que  hizo  el  tes- 
tamento. 

18  Y  por  eso,  ni  aun  el  pri- 
mero fué  celebrado  sin  sangre. 

19  Porque  Moisés  habiendo 
leido  á  todo  el  pueblo  todo  el 
mandamiento  de  la  Ley,  toman- 
do sangre  de  becerros,  y  de  ma- 
chos de  cabrío  con  agua,  y  con 
lana  bermeja,  y  con  hyaopo,  ro- 
ció al  mismo  libro,  y  también  á 
todo  el  pueblo, 

20  Diciendo  :  Esta  es  la  san- 
gre del  testamento,  que  Dios  os 
ha  mandado. 

21  Y  roció  asimismo  con  san- 
gre el  tabernáculo,  y  todos  los 
vasos  del  ministerio  : 

22  Y  casi  todas  las  cosas  se- 
gún la  Ley  se  purifican  con  san- 
gre ;  y  sin  efusión  de  sangre  no 
hay  remisicm.  • 

23  Y  así  es  necesario  que  las 
figuras  de  las  cosas  celestiales 
sean  purificadas  con  tales  cosas; 
mas  las  mismas  cosas  celestiales 
con  víctimas  mejores  que  estas. 

24  Porque  nb  entró  Jesús  en 
un  Santuario  hecho  de  mano, 
que  era  figura  del  verdadero  ; 
sino  en  el  mismo  Cielo,  para 
presentarse  ahora  delaate  de 
Dios  por  nosotros. 

25  Y  no  para  ofrecerse  mu- 
chas veces  á  sí  mismo,  como  el 


324      EPÍST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


Pontífice  cada  año  entra  en  el 
Santuario  con  sang-re  ag-ena  : 

26  De  otra  manera  le  hubie- 
ra sido  necesario  padecer  mu- 
chas veces  desde  el  principio  del 
mundo  ;  mas  ahora  apareció  una 
sola  vez  en  la  consumación  de 
los  siglos,  para  destrucción  del 
pecado,  por  el  sacrificio  de  sí 
mismo. 

27  Y  así  como  está  estableci- 
do á  los  hombres,  que  mueran 
una  sola  vez,  y  después  el  jui- 
cio, 

28  Así  Cristo  fué  una  sola 
vez  inmolado  para  agotar  los  pe- 
cados de  muchos  ;  y  la  segunda 
aparecerá  sin  pecado  á  los  que 
le  esperan  para  salud. 

CAPITULO  X. 

1  -pORQUElaLeyíenien- 
mT    do  la  sombra  de  los 

bienes  venideros,  no  la  misma 
imagen  de  las  cosas,  nunca  po- 
dia  por  aquellas  mismas  vícti- 
mas que  se  ofrecen  sin  cesar  ca- 
da año,  hacer  perfectos  á  los  que 
se  llegan  : 

2  De  otra  manera  hubieran 
cesado  de  ofrecerse ;  porque  no 
se  tendrían  por  pecadores  de  allí 
adelante,  los  que  una  vez  habían 
sido  purificados : 

3  Mas  en  los  mismos  sacrifi- 
cios se  hace  memoria  de  los  pe- 
cados cada  año. 

4  Porque  es  imposible  que 
con  sangre  de  toros,  y  de  ma- 
chos de  cabrío  se  quiten  los  pe- 
cados. 

5  Por  lo  qual  entrando  en  el 
mundo,  dice :  Sacrificio,  y  ofren- 
da no  quisiste ;  mas  me  apro- 
piaste cuerpo : 

6  Holocaustos  por  el  pecado 
no  te  agradaron, 

7  EntoBLces  dixjG :  Hempaqui 


que  vengo ;  en  el  principio  del 
libro  está  escrito  de  mí :  Para 
hacer,  6  Dios,  tu  voluntad. 

8  Diciendo  arriba :  Sacrifi- 
cios, y  ofrendas,  y  holocaustos 
por  pecado  no  quisiste,  ni  te  son 
agradables  las  cosas,  que  se  ofre- 
cen según  la  Ley, 

9  Entonces  dixe :  Heme  a» 
quí  que  vengo,  para  hacer,  ó 
Dios,  tu  voluntad  :  quita  lo  pri- 
mero, para  establecer  lo  se- 
gundo. 

10  En  la  qual  voluntad  somos 
santificados  por  la  ofrenda  del 
cuerpo  de  Jesu-Cristohechalma 
vez. 

11  Y  así  todo  Sacérdote  se 
presenta  cada  dia  á  exercer  su 
ministerio,  y  á  ofrecer  muchas 
veces  unos  mismos  sacrificios, 
que  nunca  pueden  quitar  los  pe« 
cados  : 

12  Mas  éste,  hafciendo  ofre- 
cido un  solo  sacrificio  por  ios  pe- 
cados, está  sentado  para  siempre 
á  la  diestra  de  Dios, 

13  Esperando  lo  que  resta, 
hasta  «que  sus  enemigos  sean 
puestos  por  estrado  de  sus  pies 

14  Porque  ccfli  una  sola  ofren- 
da hizo  perfectos  para  siempre  á 
los  que  ha  santificado. 

15  Y  el  Espíritu  Santo  tam- 
bién nos  lo  atestigua.  Porque 
después  de  haber  dicho  : 

16  Este  es  el  testamento  que 
yo  haré  con  ellos  después  de  a- 
quellos  dias,  dice  el  Señor :  Dan- 
do mis  Leyes,  las  escribiré  so- 
bre los  corazones  de  ellos,  y  st)- 
bre  sus  entendimientos, 

17  Y  nunca  jamas  me  acor- 
daré de  los  pecados  de  ellos  ni 
de  las  maldiciones  de  ellos : 

18  Pues  en  donde  hay  remi- 
sión de  estos,  no  es  ya  menester 
ofrenda  por  el  pecado. 


CAPITULO  XI. 


325 


I      Id  Por  tanto,  hermanos,  te- 
I   niendo  confianza  de  entrar  en  el 
I    Santuario  por   la    sangre  de 
Cristo, 

20  Por  un  camino  nuevo,  y 
de  vida  que  nos  consa^ó  el  pri- 
mero por  el  velo,  esto  gs,  por  su 

carne, 

21  Y  que  tenemos  un  grande 
Sacerdote  sobre  la  casa  de  Dios, 

22  Lleguémonos  á  él  con 
verdadero  corazón,  con  fe  cum- 
plida, purificados  los  corazones 
de  conciencia  mala,  y  lavados 
los  cuerpos  con  agua  limpia, 

23  Conservemos  firme  la  pro- 
fesión de  nuestra  esperanza,  por- 
que fiel  es  el  que  hizo  la  pro- 
mesa ; 

24  Y  considerémonos  los  unos 
á  los  otros,  para  esri  muíamos  á 
caridad,  y  á  huenas  obras : 

25  No  abandonando  nuestra 
congregación,  como  es  costum- 
bre de  algunos,  mas  alentándo- 
nos; y  tanto  mas,  quaato  vie- 
reis que  se  acerca  el  dia. 

26  Porque  si  pecamos  noso- 
tros voluntariamente  después 
que  conocimos  la  verdad,  no  res- 
ta ya  mas  sacrificio  por  los  pe- 
cados, 

27  Sino  una  esperanza  terri- 
¡  ble  del  juicio,  y  el  ardor  de  un 

fuego  zeloso,  que  ha  de  devorar 
á  los  adversarios. 

28  Si  alguno  quebranta  la 
Ley  de  IVIftisés,  siéndole  probá- 
do  con  dos,  6  con,  tres  testigos, 
muere  sin  misericordia  alguna  ; 

)  29  ¿  Pues  de  quanto  mayores 
tormentos  creéis  que  es  digno  el 
que  hollare  al  Hijo  de  Dios,  y 
tuviere  por  vil,  y  profanare  la 
sangre  del  testamento  en  que 
filé  santificado,  y  que  hiciere 
tltraje  al  espíritu  de  gracia  ? 
30  Porque  conocemos  al  que 


dixo:  A  mí  la  venganza,  y  yn 
recompensaré.  Y  otra  vez  : 
Juzgará  el  Señor  á  su  pueblo. 

31  Espantosa  cosa  ea  caer  en 
las  manos  del  Dios  vivo. 

32  Traed  pues  á  la  memoria 
los  dias  primeros,  en  que  des- 
pués de  haber  sido  iluminados, 
sufristeis  grande  combate  de  trar- 
bajos ;  • 

33  Por  una  parte  con  opro- 
brios,  y  tribulaciones  fuisteis  he- 
chos un  espectáculo ;  y  por  otra 
fuisteis  hechos  compañeros  de 
los  que  se  hallaban  en  el  mismo 
est^o. 

34  Porque  os  compadecisteis 
de  los  encarcelados,  y  llevasteis 
con  gozo,  que  os  robasen  vues- 
tras haciendas,  conociendo  que 
tenéis  patrimonio  mas  excelente, 
y  durable- 

35  Pues  no  queráis  perder 
vuestra  confianza,  que  tiene  un 
crecido  galardón. 

36  Porque  os  es  necesaria  la 
paciencia  ;  para  que  haciendo  la 
voluntad  de  Dios,  alcancéis  la 
promesa. 

37  Porque  aun  un  poquito  de 
tiempo,  el  que  ha  de  venir,  ven- 
drá, y  no  tardará. 

38  Mas  mi  justo  vive  por  fé. 
Pero  si  se  apartare,  no  agradara 
á  mi  alma. 

39  Mas  nosotros  no  somos  hi« 
jos  de  apartamiento  para  perdi 
cion ;  sino  de  fé  para  ganancia 
del  alma. 

CAPITULO  %L. 

1  T71 S  pues  la  fé  la  substan- 
Juá  cia  de  las  cosas  que  se 

esperan,  argmnento  de  las  cosas 
que  no  aparecen. 

2  Porque  por  esta  alcanzaron 
testimonio  los  antiguos. 


326       EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


3  Por  fé  entendemos  que  fue- 
ron formados  los  siglos  por  la 
palabra  de  Dios;  para  que  lo 
visible  fuese  hecho  de  lo  invi- 
sible. 

4  Por  fé  ofreció  Abel  á  Dios 
mayor  sacrificio  que  Caín,  por 
la  que  alcanzó  testimonio  de  que 
era  justo,  dando  Dios  testimonio 
á  sus  dones  ;  y  él  estando  muer- 
to aun  habla  por  ella. 

5  Por  fé  fué  trasladado  He- 
nóch,  para  que  ño  viese  la  muer- 
te, y  no  fué  hallado,  por  quanto 
Dios  le  habia  trasladado  ;  por- 
que antes  de  la  translación,  tuvo 
testimonio  de  haber  agradado  á 
Dios. 

6  Y  así  sin  fé  es  imposible 
agradar  á  Dios.  Pues  es  nece- 
sario que  el  que  se  llega  á  Dios 
crea  que  hay  Dios,  y  que  es  re- 
munerador  de  los  que  le  buscan. 

7  Por  fé  Noé,  después  que 
recibió  respuesta  de  cosas  que 
todavía  no  eran  vistas,  temiendo 
fué  aparejando  una  arca  para 
salvamento  de  su  casa,  por  la 
qual  condenó  al  mundo  ;  y  fué 
hecho  heredero  de  la  justicia, 
que  es  por  la  fé. 

8  Por  fé  aquel  que  es  llamado 
Abraham  obedeció  para  salir  á 
la  tierra,  que  habia  de  recibir 
por  herencia  ;  y  salió,  no  sa- 
biendo á  donde  iba. 

9  Por  fé  moró  en  la  tierra  de 
la  promesa,  como  en  tierra  age- 
na,  habitando  en  cabanas  con 
Isaac,  y  Jacob  herederos  con  él 
de  la  misma  promesa. 

10  Porque  esperaba  la  ciudad 
que  tiene  fundamentos,  cuyo 
arquitecto  y  fundador  es  Dios. 

11  Por  fé  también  la  misma 
Sara  que  era  estéril  recibió  vir- 
tud, para  concebir  aun  fuera 
del  tiempo  de  la  edad ;  porque 


creyó  que  era  fiel  el  que  lo  ha> 
bia  prometido. 

12  Por  lo  qual  de  uno  solo,  y 
que  estaba  amortiguado,  salió 
muchedumbre  sm  cuento,  así 
como  las  estrellas  del  Cielo,  y 
como  la  arena,  que  está  á  la 
orilla  -de  la  mar. 

13  En  fé  muriéron  todos  es- 
tos, sin  haber  recibido  las  pro- 
mesas, mas  mirándolas  de  lejos, 
y  saludándolas,  y  confesando  que 
ellos  eran  peregrinos,  y  huéspe- 
des sobre  la  tierra. 

1 4  Porque  los  que  esto  dicen, 
declaran  que  buscan  la  patria. 

15  Y  si  tuvieran  memoria  de 
aquella  de  donde  salieron,  á  la 
verdad  tenían  tiempo  para  vol- 
verse. 

16  Mas  ahora  aspiran  á  otra 
mejor,  esto  es,  á  la  celestial.  Y 
por  eso  Dios  no  se  desdeña  de 
llamarse  Dios  de  ellos;  porque 
les  aparejó  ciudad. 

17  Abraham  por  fé  ofreció  á 
Isaac,  quando  fué  probado  ;  y 
ofreció  á  su  hijo  unigénito,  el 
que  habia  recibido  las  prome- 
sas ; 

18  A  quien  se  habia  dicho  : 
En  Isaac  te  será  llamada  si- 
miente ; 

19  Considerando  que  Dios  le 
podía  resucitar  aun  de  los  muer- 
tos ;  por  lo  qual  lo  recibió  tam- 
bién en  esta  representación. 

20  Por  fé  bendix#  también 
Isaac  á  Jacob^  y  á  Esaú  acerca 
de  las  cosas  que  habían  de  ve- 
nir. 

21  Por  fé  Jacob,  estando  pa- 
ra morir,  bendixo  á  cada  uno  de 
los  hijos  de  Jonef;  y  adoró  la 
altura  de  su  vara. 

22  Por  fé,  quando  Josef  es* 
taba  para  morir,  hizo  mención 
de  la  partida  de  los  hijos  de  Is- 


CAPITULO  xn. 


327 


rael,  y  dió  disposición  sobre  sus 
huesos. 

23  Moisés,  quando  nació,  por 
fé  le  tuvieron  escondido  sus  pa- 
dres tres  meses,  porque  le  vie- 
ron niño  hermoso,  y  no  temieron 
el  mandamiento  del  Rey. 

24  Moisés,  quando  fué  gran- 
de, por  fé  neg-ó  ser  hijo  de  la 
hija  de  Faraón, 

25  Y  mas  quiso  ser  afligido 
€on  el  pueblo  de  Dios,  que  g-o- 
zar  las  delicias  temporales  del 
pecado, 

26  Teniendo  por  mayores  ri- 
quezas el  oprobrio  de  Cristo, 
que  los  tesoros  de  los  Egipcios  ^ 
porque  miraba  la  recompensa. 

27  Por  fé  dexó  á  Egipto,  no 
temiendo  la  saña  del  Rey  ;  por- 
que estuvo  firme,  como  si  viera 
al  invisible. 

28  Por  fé  celebró  la  Pascua, 
y  el  derramamiento  de  la  sangre ; 
para  que  no  los  tocase,  el  que 
mataba  á  los  primogénitos. 

29  Por  fé  pasaron  el  mar  ber- 
mejo así  como  por  tierra  seca  ; 
y  probándose  á  lo  mismo  los 
Egipcios,  quedaron  anegados. 

30  Por  fé  cayéron  los  muros 
de  Jcrico,  con  rodearlos  siete 
dias. 

31  Por  fé  Rahab,  que  era  una 
ramera,  no  pereció  con  los  in- 
crédulos, recibiendo  á  los  espías 
con  paz. 

32  ¿  Y  que  diré  á  mas  de  es- 
to ?  Porque  me  faltará  el  tiem- 
po contando  de  Gedeon,  de  Ba- 
rac,  de  Sarason,  de  Jefté,  de  Da- 
vid, de  Samuel,  y  de  los  Profe- 
tas: 

33  Los  quales  por  fé  conquis- 
taron reynos,  obraron  justicia, 
alcanzaron  las  promesas,  cerra- 
ron las  bocas  de  Igs  leones, 

34  Apagaron  la  violencia  del 


fuego,  evitaron  el  filo  de  la  es- 
pada, convaleciéron  de  enfer- 
medades, fuéron  fuertes  en  guer- 
ra, pusiéron  en  huida  exércitos 
éxtrangeros  ; 

35  Las  mugeres  recobráron 
sus  muertos  por  resurrección  : 
Los  unos  fuéron  estirados,  no 
queriendo  rescatar  su  vida,  por 
alcanzar  mejor  resurrección  : 

36  Otros  sufriéron  escarnios, 
y  azotes,  y  cadenas,  y  cárceles  : 

37  Fuéron  apedreados,  aser- 
rados, probados,  muriéron  muer- 
te de  espada,  anduviéron  de  acá. 
para  allá,  cubiertos  de  pieles  de 
ovejas,  y  de  cabras,  desampara- 
dos, angustiados,  afligidos : 

38  De  los  quales  el  mundo  no 
era  digno ;  andando  descamina- 
dos por  los  desiertos,  en  los  mon- 
tes, y  en  las  cuevas,  y  en  las 
cabemas  de  la  tierra. 

39  Y  todos  estos  probados  por 
el  testimonio  de  la  fe,  no  reci- 
biéron  la  promesa.  , 

40  Habiendo  dispuesto  Dios 
alguna  cosa  mejor  á  favor  nues- 
tro, para  que  ellos  no  fuesen 
perfeccionados  sin  nosotros. 

CAPITULO  XII. 

• 

1  "IST^  por  eso  teniendo  tam- 

JL  bien  puesta  sobre  no- 
sotros una  tan  grande  nube  de 
testigos,  dexando  todo  el  peso 
del  pecado  que  nos  cerca,  cor- 
ramos con  paciencia  á  la  bata- 
lla, que  nos  está  propuesta  ; 

2  Poniendo  los  ojos  en  el  au- 
tor y  consumador  de  la  fe,  Je- 
sús, el  qual  habiéndole  sido  pro- 
puesto gozo,  sufrió  Cruz,  me- 
nospreciando la  deshonra,  y  está 
sentado  á  la  diestra  del  trono  de 
Dios. 

3  Considerad  pues  atentamen- 


EPIST.  DE  S.  PABLO  A  LOS  HEBREOS. 


::28 

íe  á  aquel,  que  sufrió  tal  contra- 
dicción de  los  pecadores  contra 
su  persona  ;  para  que  no  os  fa- 
tiguéis, desfalleciendo  en  vues- 
tros ánimos. 

4  Pues  aun  no  habéis  resisti- 
do hasta  la  sangre,  combatiendo 
contra  el  pecado :  " 

5  Y  estáis  olvidados  de  aque- 
lla consolación,  que  habla  con 
vosotros  como  con  hijos,  dicien- 
do :  Hijo  mió,  no  desprecies  la 
corrección  del  Señor,  ni  des- 
mayes quando  te  reprehende : 

6  Porque  el  Señor  castiga  al 
que  ama,  y  azota  á  todo  el  que 
recibe  por  hijo. 

7  Perseverad  firmes  en  cor- 
rección. Dios  se  ofrece  á  voso- 
tros como  á  hijos  :  ¿  Porque  qual 
es  el  hijo,  á  quien  no  corrige  su 
padre  ? 

8  Mas  si  estáis  fuera  de  cor- 
rección, de  la  qual  todos  han  si- 
do hechos  participantes,  luego 
sois  bastardos,  y  no  hijos. 

9  Fuera  de  esto  si  tuvimos  á 
nuestros  padres  camales,  que 
nos  corrigiesen,  y  los  mirábamos 
■con  respeto,  ¿  como  no  obede- 
ceremos mucho  mas  al  Padre  de 
ios  espíritus,  y  viviréiups  ? 

10  Y  aquellos  en  verdad  en 
tiempo  de  pocos  dias  nos  corre- 
gían según  su  voluntad  ;  mas 
este  en  aquello,  que  nos  es  pro- 
vechoso, para  recibir  su  santi- 
ficación. 

11  Toda  corrección  al  pre- 
sente en  verdad  no  parece  ser  de 
gozo,  sino  de  tristeza  ;  mas  des- 
pués dará  un  fruto  muy  apacible 
de  justicia  á  los  que  por  ella 
han  sido  exercitados. 

12  Por  lo  qual  alzad  las  ma- 
nos caldas,  y  las  rodillas  des- 
coyuntadas, 

13  Y  dad  pasos  derechos  con 


vuestros  pies ;  para  que  el  que 
claudica  no  se  desvie,  ántes  sea 
sanado. 

14  Segó  id  la  paz  con  todos  y 
la  santidad,  sin  la  qual  ninguno 
verá  á  Dios : 

1 5  Atendiendo  á  que  ninguno 
falte  á  la  gracia  de  Dios  ;  por-  i 
que  brotando  alguna  raiz  de  a-  j 
margura  no  os  impida,  y  por  ella 
sean  muchos  contaminados.  ! 

16  No  haya  ningún  fornicario,  i 
ó  profano,  como  Esaú ;  el  quaí  i 
por  una  vianda  vendió  su  primo-  t 
genitura. 

17  Pues  sabed,  que  deseando 

^1  después  heredar  la  bendición,  : 
fué  desechado ;  porque  no  halló 
lugar  de  arrepentimiento,  aun-  r 
que  lo  solicitó  con  lágrimas.  i; 

18  Porque  no  os  habéis  aun 
llegado  al  monte  palpable,  y  al  c 
fuego  encendido,  y  al  torbelli-  i 
no,  y  á  la  obscuridad,  y  tempes-  r 
tad, 

19  Y  al  sonido  de  la  trompe-  i 
ta,  y  á  la  voz  de  las  palabras, 
que  los  que  la  oyeron,  suphcáron 
que  no  se  les  hablase  mas. 

20  Pues  no  podian  sufrir  lo 
que  se  intimaba  :  Que  si  una 
bestia  tocare  al  monte,  será  ape-  d 
dreada. 

21  Y  era  tan  espantoso  lo  que  i 
se  veia,  que  Moisés  dixo :  Es-  i 
pautado  estoy  y  temblando. 

22  Mas  os  habéis  llegado  al  i 
monte  Sion,  y  á  la  Ciudad  del  í 
Dios  vivo,  Jerusalém  la  del  Cié-  f 
lo,  y  á  la  compañía  de  muchos  c 
millares  de  Angeles, 

23  Y  á  la  Iglesia  de  los  pri-  t 
mogénitos,  que  están  alistados  1 
en  los  Cielos,  y  á  Dios  el  Juez  i 
de  todos,  y  á  l«s  espíritus  de  los 
justos  consumados,  » 

24  Y  á  Jesús  medianero  del  I 
nuevo  Testamento,  y  á  la  asper- 


CAPÍTULO  XIII. 


329 


sKm  de  ia  sanare,  que  habla  me- 
jor que  la  de  Abel. 

25  Mirad  que  no  desechéis  al 
que  liabla.  Porque  si  no  esca- 
páron  aquellos  que  desecharon 
al  que  les  hablaba  sobre  la  tier- 
ra, mucho  menos  nosotros,  si 
desechamos  al  que  nos  habla  de 
los  Cielos  : 

26  Cuya  voz  movió  entonces 
la  tierra  ;  mas  ahora  nos  intima, 
diciendo :  Aun  una  vez,  y  yo 
moveré  no  tan  solo  la  tierra,  mas 
también  el  Cielo. 

27  En  esto  que  dice  :  Aun 
una  vez,  demuestra  la  mudan- 
za de  las  cosas  movibles,  como 
cosas  hechas,  para  que  perma- 
nezcan aquellas  que  son  inmo- 
bles. 

28  Y  así  recibiendo  un  reyno 
inmovible,  tenemos  gracia,  por 
la  que  agradando  á  Dios,  le  sir- 
vamos con  temor  y  reverencia. 

29  Porque  nuestro  Dios  es 
fuego  consumidor. 

CAPITULO  XIII: 

1  T  A  caridad  fraternal  per- 

manczca  entre  voso- 
tros. 

2  Y  no  olvidéis  la  hospitali- 
dad ;  porque  por  esta  algunos 
sin  saberlo  hospedaron  Angeles. 

3  Acordaos  de  los  presos,  co- 
mo si  lo  estuvierais  junto  con 
ellos ;  y  de  los  afligidos,  como 
que  vosotros  moráis  también  en 
cuerpo. 

4  Sea  honesto  en  todos  el  ma- 
I  trimonio,  y  el  lecho  sin  manci- 
lla. Porque  Dios  juzgará  á  los 
fornicarios  y  á  los  adúlteros. 

5  Sean  las  costumbres  sin 
ivítricia,  contentándose  con  las 
iosas  presentes ;  porque  él  dixo : 
So  íe  dexaré;  ni  desampararé. 


6  De  manera  que  digamos  con 
confianza  :  El  Señor  es  quien 
me  ayuda  ;  no  temeré  cosa  que 
me  pueda  hacer  hombre. 

7  Acordaos  de  vuestros. Pre- 
lados, que  os  han  hablado  la  pa- 
labra de  Dios  ;  cuya  fé  habeia 
de  imitar,  considerando  qual 
haya  sido  el  fin  de  su  conversa- 
ción. 

8  Jesu-Cristo  ayer  y  hoy  ;  él 
mismo  también  en  los  siglos. 

9  No  os  dexeis  sacar  de  car- 
mino por  doctrinas  varias  y  pe- 
regrinas. Porque  es  muy  bue- 
no fortificar  el  corazón  con  la 
gracia,  no  con  viandas,  que  no 
aprovecharon  á  lo»  que  anduvie- 
ron en  ellas. 

10  Tenemos  un  altar,  del  qual 
no  tienen  facultad  de  comer  los 
que  sirven  al  tabernáculo. 

11  Porque  los  cuerpos  de  a% 
quellos  animales,  cuya  sangre 
mete  el  Pontífice  en  el  Santua- 
rio por  el  pecado,  son  quemados 
fuera  de  los  reales. 

12  Por  lo  quul  también  Jesu?, 
para  santificar  al  pueblo  por 
su  sangre,  padeció  fuera  de  la 
puerta. 

13  Salgamos  pues  á  él  fuera 
de  los  reales,  llevando  sus  im- 
properios. 

14  Porque  no  tenemos  aquí 
ciudad  permanente,  mas  busca^ 
mos  la  que  está  por  venir. 

15  Pues  ofrezcamos  por  él  á 
Dios  sin  cesar  sacrificio  de  ala- 
banza, que  es  el  fruto  de  los  la- 
bios que  confiesan  su  nombre. 

16  Y  no  olvidéis  hacer  bien  y 
comunicar  con  otros  vuestros 
bienes  ;  porque  de  tales  ofren- 
das se  agrada  Dios. 

17  Obedeced  á  vuestros  su* 
periores,  y  estadios  sumisos. 
Porque  ellos  velan,  como  que 


330 


EPISTOLA  DEL  APOSTOL  SANTL4G0. 


han  de  dar  cuenta  de  vuestras 
almas,  para  que  hag^an  esto  con 
gozo,  y  no  gimiendo  ;  pues  esto 
no  es  provechoso  para  vosotros. 

18  Orad  por  nosotros;  porque 
tenemos  confianza  que  en  nin- 
guna cosa  nos  acusa  la  con- 
ciencia deseando  portarnos  bien 
en  todo. 

19  Y  tanto  mas  os  ruego  que 
hagáis  esto,  para  que  yo  os  sea 
mas  presto  restituido. 

20  Y  el  Dios  de  la  paz,  que 
por  la  sangre  del  testamento 
eterno  resucitó  de  los  muertos 
al  grande  Pastor  de  las  ovejas, 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo, 

21  Os  haga  idóneos  en  todo 


bien,  para  que  hagáis  su  volun- 
tad ;  haciendo  él  en  vosotros  lo 
que  sea  agradable  a.  sus  ojos  pot 
Jesu-Cristo  ;  al  qual  es  gloria 
por  siglos  de  siglos.  Amen. 

22  Mas  ruegoos,  hermanos, 
que  sufráis  esta  palabra  de  ex 
hortacion.  Porque  os  he  escrito 
brevemente. 

23  Sabed  que  nuestro  herma 
no  Timotéo  está  en  libertad 
con  quien,  si  viniere  presto,  iré 
á  veros. 

24  Salud  a  todos  vuestros  Pre- 
lados, y  á  tgdos  los  Santos.  Oí 
saludan  los  hermanos  de  Italia. 

25  La  gracia  sea  con  todo; 
vosotros.  Amen. 


EPISTOLA  CATOLICA 

DEL  APOSTOL  SANTIAGO. 


CAPITULO  I. 

1  QANTIAGO,  siervo  de 

Dios,  y  de  nuestro  Se- 
iaor  Jesu-Cristo,  á  las  doce  tri- 
bus que  están  en  dispersión,  sa- 
lud. 

2  Hermanos  mios,  tened  por 
sumo  gozo,  quando  fuereis  en- 
vueltos en  diversas  tribulacio- 
nes : 

3  Sabiendo  que  la  prueba  de 
vuestra  fe  obra  paciencia. 

4  Mas  la  paciencia  contiene 
obra  perfecta,  para  que  seáis 
perfectos  y  cabales,  sin  faltar  en 
cosa  alguna. 

5  Y  si  alguno  de  vosotros  tie- 
ne falta  de  sabiduría,  demánde- 
la á,  Dios,  que  la  dá  á  todos  co- 
piosamente, y  no  zahiere  ;  y  le 
será  concedida. 

6  Pero  pídala  con  fé,  sin  du- 


dar en  nada  ;  porque  el  que  dti* 
da,  es  semejante  á  la  ola  de  k 
mar,  quando  la  mueve  el  viento 
y  la  trae  acá  y  allá. 

7  Y  así  no  piense  aquel  hom- 
bre que  recibirá  cosa  alguna  de 
Señor. 

8  El  varón  de  ánimo  doble  es 
inconstante  en  todos  stó  cami« 
nos. 

9  El  hermano  que  es  humilde 
precíese  en  su  exáltacion : 

10  Y  el  rico  en  su  humildad 
porque  él  pasará  como  flor  d< 
yerba : 

1 1  Porque  salió  el  Sol  con  ar , 
dor,  y  secó  la  yerba,  y  cayó  lí 
flor  de  ella,  y  pereció  su  vistos? 
hermosura  :  así  también  el  ría 
se  marchitará  en  sus  caminos. 

12  Bienaventurado  el  varón - 
que  sufre  tentación  ;  porque  des 
pues  que  fuere  probado,  recibí 


CAPITULO  II. 


ra  la  corona  de  vida,  que  Dios  i 
ha  prometido  á  los  que  le  a- 
man. 

13  Nadie  diga,  quando  fuere 
tentado,  que  es  tentado  de  Dios; 
porque  Dios  no  intenta  los  ma- 
les ;  y  él  no  tienta  á  ninguno. 

14  Mas  cada  uno  es  tentado, 
arrastrado,  y  alhagado  de  su  con- 
cupiscencia. 

15  Y  la  concupiscencia  des- 
pués que  ha  concebido,  pare  pe- 
cado ;  y  el  pecado,  quando  es 
consumado,  engendra  muerte. 

16  Pues  no  queráis  errar,  her- 
manos niios  muy  amados, 

17  Toda  dádiva  excelente,  y 
todo  don  perfecto  es  de  lo  alto, 
que  desciende  del  Padre  de  las 
lumbres,  en  el  qual  no  hay  mu- 
danza ni  sombra  de  variación. 

1 8  Porque  de  su  voluntad  nos 
ha  engendrado  por  palabra  de 
verdad,  para  que  seamos  como 
primicias  de  sus  criaturas. 

19  Vosotros  lo  sabéis,  herma- 
nos míos  muy  amados.  Por  es- 
to todo  hombre  sea  pronto  para 
oir ;  pero  tardo  para  hablar,  y 
tardo  para  ayrarse. 

20  Porque  la  ira  del  varón  no 
cora  la  justicia  de  Dios. 

21  Por  tanto  desechando  toda 
inmundicia,  y  abundancia  de  ma- 
licia, recibid  con  mansedumbre 
la  píílabra,  que  ha  sido  ingerida 
en  vosotros,  y  que  puede  salvar 
vuestfas  almas.- 

1  22  Sed  pues  hacedores  de  la 
palabra,  y  no  oidores  tan  sola- 
!  mente,  engañándoos  á  vosotros 
mismos. 

23  Porque  si  alguno  es  oidor 
le  la  palabra,  y  no  hacedor ;  este 
:erá  comparado  á  un  hombre, 
{ue  contempla  en  un  espejo  su 
'  ostro  nativo : 

Porque  se  consideró  á  sí 


1  mism.o,  y  se  fué  :  y  luego  se  ol- 
vidó qual  haya  sido. 

25  Mas  el  que  contemplare 
en  la  Lty  perfecta,  que  es  la  de 
la  libertad,  y  perseverare  en  ella, 
siendo  no  oidor  olvidadizo,  sino 
hacedor  de  obra,  este  será  bie- 
naventurado en  su  hecho. 

26  Si  alguno  pues  se  tiene  por 
reügioso,  y  no  refrena  su  lengua, 
sino  que  engaña  su  corazón,  la 
religión  de  este  es  vana. 

27  La  relig'ion  pura  y  sia 
mancilla  delante  de  Dios  y  Pa- 
dre, es  esta  :  Visitar  los  huérfa- 
nos, y  las  viudas  en  sus  tribula- 
ciones, y  guardarse  sin  ser  infi- 
cionado de  este  siglo. 

CAPITULO  II. 

1  TTERMANOS  mios,  no 
JLX  queráis  poner  la  fe 

de  la  gloria  de  nuestro  Señor 
Jesu-C'risto  en  acepción  de  per- 
sonas. 

2  Porque  si  entrare  en  vues- 
tro coiiírreso  algún  varón,  que 
tenga  anillo  de  oro  con  vestidura 
preciosa,  y  entrare  también  un 
pobre  con  vestido  humilde, 

3  Y  atendiendo  al  que  viene 
vestido  magníficamente,  le  dixé- 
reis  :  Tú  siéntate  aquí  en  este 
buen  lugar  ;  y  dixéreis  al  po- 
bre :  Estate  tú  allá  en  pie ;  ó 
siéntate  aquí  debaxo  del  estrado 
de  mis  pies  : 

4  ¿  No  es  cierto,  que  hacéis 
distinción  dentro  de  vosotros 
mismos,  y  que  sois  jueces  de 
pensamientos  iniqüos  ? 

5  Oid,  hermanos  mios  muy 
amados,  ¿  por  ventura  no  ha  ele- 
gido Dios  á  los  pobres  de  este 
mundo,  para  ser  ricos  en  fé,  y 
herederos  del  reyno,  que  prome- 
tió Dios  á  los  que  le  aman  •* 


332        EPISTOLA  DEL  APOSTOL  SANTIAGO. 


6  Vosotros  al  contrario  habéis 
afrentado  al  pobre.  ¿  Los  ricos 
no  os  apremian  con  su  poder,  y 
os  arrastran  ellos  misqios  á  los 
juzgados  ? 

7  ¿  No  blasfemaR  ellos  el  buen 
nombre,  que  ha  sido  invocado 
sobre  vosoti'os  ? 

8  Si  cumplís  la  Ley  real  con- 
forme á  las  Escrituras  :  Amarás 
á  tu  próximo  como  á  tí  mismo, 
bien  hacéis  ; 

9  Mas  si  tenéis  acepción  de 
personas,  cometéis  pecado,  sien- 
do reprehendidos  por  la  Ley  co- 
mo transgrcEores. 

10  Porque  qualquiera  que 
hubiere  g-uardado  toda  la  Ley,  y 
faltare  en  solo  un  punto,  se  ha 
hecho  culpable  de  todo. 

1 1  Porque  el  que  dixo :  No 
cometerás  adulterio,  dixo  tam- 
bién :  No  matarás.  Y  si  mata- 
res, aunque  no  hayas  cometido 
adulterio,  eres  transgrcsor  de  la 
Ley. 

12  Así  hablad,  y  así  haced, 
como  que  empezáis  á  ser  juzga- 
dos por  la  Ley  de  libertad. 

13  Porque  se  hará  juicio  sin 
misericordia  á  aquel  que  no  usó 
de  misericordia ;  y  la  misericor- 
dia triunfa  sobre  el  juicio. 

14  ¿  Que  aprovechará,  her- 
manos mios,  á  uno  que  dice,  que 
tiene  fé,  si  no  tiene  obras  ?  ¿  Por 
ventura  podrá  la  fé  salvarle  ? 

15  Y  si  un  hermano;  ó  una 
hermana  estuvieren  desnudos,  y 
les  faltare  el  alimento  quotidiano, 

]  6  Y  les  dixere  alguno  de  vo- 
sotros :  Id  en  paz,  calentaos,  y 
hartaos ;  y  no  les  diéreia  lo  que 
han  menester  para  el  cuerpo, 
¿  que  les  aprovechará  ? 

17  Así  también  la  fé,  si  no 
tuviere  obras,  muerta  es  en  sí 
misma. 


18  Pero  dirá  alg-uno  :  Tú  ti 
nes  la  fé,  y  yo  tengo  las  obra 
Muéstrame  tu  fé  sin  obras, 
yo  te  mostraré  mi  fé  por  1; 
obras. 

19  Tú  crees  que  Dios  es  un( 
haces  bien  ;  también  los  dem< 
nios  lo  creen,  y  tiemblan. 

20  ¿  Pero  quieres  saber, 
hombre  vano,  que  la  fé  sin  1> 
obras  es  muerta  ? 

21  Por  ventura  Abraha 
nuestro  padre,  no  fué  justificac 
por  las  obras,  ofreciendo  á  su  h 
jo  Isaac  sobre  el  Altar  ? 

22  ^  No  ves,  como  la  fé  acón  1 
pañaba  á  sus  obras,  y  que  la  :\ 
fué  perfecta  por  las  obras  ? 

23  Y  se  ciunplió  la  Escritur  i 
que  dice  :  Abrahám  creyó  I 
Dios,  y  le  fué  imputado  á  ju ' 
ticia,  y  fué  llamado  amigo  Ci 
Dios. 

24  ¿  No  veis  como  por  1; 
obras  es  justificado  el  hombre, 
no  por  la  fé  solamente  ? 

25  Asimismo  Rahab,  sienc 
una  ramera,  ¿  no  fué  justificac 
por  obras,  recibiendo  los  mensí 
geros,  y  sacándolos  por  otro  c; 
mino  ? 

26  Porque  así  como  el  cue; 
po  sin  el  espíritu  es  muerto,  a 
también  la  fé  sin  las  obras  < 
muerta. 

CAPITULO  III. 

1  XTERMANOS  míos,  n 
jOL  os   hagáis  much( 

Maestros,  sabiendo  que  os  te 
mais.  mayor  juicio. 

2  Porque  todos  tropezamos  e 
muchas  cosas.  El  que  no  tr€ 
pieza  en  palabra,  este  es  varo 
perfecto.  Porque  puede  teñe 
del  freno  á  todo  el  cuerpo. 

3  Y  si  ponemos  frenos  en  h 


CAPITULO  IV. 


333 


bocas  de  los  caballos  para  que 
nos  obedezcan,  gobernamos  todo 
el  cuerpo  de  ellos. 

4  Mirad  también  las  naves, 
aunque  sean  grandes,  y  las  tray- 
g-an  y  lleven  impetuosos  vientos, 
con  un  pequeño  timón  se  vuel- 
ven a  donde  quisiere  el  que  las 
gobierna, 

5  Así  también  la  lengua  pe- 
queño miembro  es  en  verdad, 
mas  de  grandes  cosas  se  gloría. 
¡  He  aquí  un  pequeño  fuego 
quan  grande  selva  incendia  I 

6  Y  la  lengua  fuego  es,  un 
jnundo  de  maldad.  La  lengua 
|;e  cuenta  entre  nuestros  miem- 
jjros,  la  qual  contamina  todo  el 
puerpo,  é  inflama  la  rueda  de 
jiuestro  nacimiento,  inflamada 
^ílla  del  fuego  infernal. 

I.  7  Porque  toda  naturaleza  de 
|»estias,  y  de  aves,  y  de  sierpes, 
^-  de  las  otras  cosas  se  doma,  y  la 
naturaleza  del  hombre  las  ha 
jomado  todas  : 

8  Pero  ningun  hombre  puede 
ornar  la  lengua ;  que  es  un  mal 
ue  no  cesa,  y  está  llena  de  ve- 
eno  mortal. 

9  Con  ella  bendecimos  á  Dios 
al  Padre  ;  y  con  ella  maldeci- 
os á  los  hombres,  que  fueron 
2chos  á  semejanza  de  Dios. 

10  De  una  misma  boca  pro- 
ide  bendición  y  maldición.  No 
inviene,  hermanos  .mies,  que 
to  sea  asi. 

11  ¿Por  ventura  una  fuente 
r  un  mismo  caño  echa  agua 
lee  y  amarga  r 

12  ¿Por  ventura,  hermanos 
os,  puede  la  higuera  llevar 
as,  ó  la  vid  higos?  Así  la 
mte  salada  no  puede  hacer  el 
ua  dulce. 

13  ¿  Qnieo  es  entre  vosotros 
>io  é  insiiTiido  ?  Muestre  por 


la  buena  conversación  sus  obras 
en  mansedumbre  de  sabiduría. 

14  IVIas  si  tenéis  zelo  amargo, 
y  reynaren  contiendas  en  vues- 
tros corazones,  no  os  gloriéis, 
ni  seáis  mentirosos  contra  la 
verdad  : 

15  Porque  esta  sabiduría  no 
es  la  que  desciende  de  arriba ; 
sino  terrena,  anijnal,  diabólica. 

16  Porque  donde  hay  envidia 
y  contienda  ;  allí  liay  inconstarr- 
cia  y  toda  obra  mala. 

1 7  Mas  la  sabiduría  que  des- 
ciende de  arriba,  piimeramente 
es  casta,  después  pacífica,  mo- 
desta, dócil,  que  se  acomoda  á 

¡  lo  bueno,  llena  de  misericordia 
y  de  buenos  frutos,  no  juzgado- 
ra, ni  fingida. 

18  Y  el  fruto  de  justicia  se 
siembra  en  paz,  para  aquellos 
que  hacen  paz. 

CAPITULO  IV. 

1  ¿  donde  las  contien- 

JL#  das  y  pleytos  en  vo- 
sotros ?  ¿  No  son  de  vuestras 
concupiscencias,  que  combaten 
en  vuestros  miembros  ? 

2  Codiciáis,  y  no  tenéis  ;  ma- 
táis, y  envidiáis  ;  y  no  conse- 
guís vuestros  deseos  ;  litigáis  y 
hacéis  guerra,  y  no  alcanzáis, 
porque  no  demandáis. 

3  Pedís,  y  no  recibís  ;  y  esto 
es  porque  pedis  mal ;  para  satis- 
facer vuestras  pasiones. 

4  ¿  Adúlteros,  no  sabéis  que  la 
amistad  de  este  mundo  es  ene- 
miga de  Dios  ?  Qualquiera  pues 
que  quisiere  ser  amig-o  de  este 
siglo,  se  constituye  enemigo  de 
Dios. 

5  i  O  pensáis,  que  dice  en  va- 
no la  Escritura :  El  espíritu,  que 
mora  en  vosotros,  codicia  cOJi 
zelcs  ? 


334 


EPISTOLA  DEL  APOSTOL  SANTIAGO. 


6  Pero  de  mayor  gracia.  Por 
esto  dice  ;  Dios  resiste  á  los  so- 
berbios, y  á  los  humildes  da  gra- 
cia. 

7  Someteos  pues  á  Dios ;  y 
resistid  al  diablo,  y  huirá  de  vo- 
sotros. 

8  Acercaos  á  Dios,  y  él  se 
acercará  á  vosotros.  Pecado- 
res, limpiad  las  manos ;  y  los 
que  sois  de  ánimo  doble,  purifi- 
cad los  corazones. 

9  Afligios,  y  lamentad,  y  llo- 
rad ;  vuestra  risa  se  convierta 
en  llanto,  y  vuestro  gozo  en  tris^ 
íeza. 

10  Humillaos  en  la  presencia 
del  Señor,  y  él  os  ensalzará. 

11  No  digáis  mal  los  unos  de 
los  otros,  hermanos.  El  que 
dice  mal  de  su  hermano,  6  que 
•juzga  á  su  hermano,  dice  mal  de 
ia  Ley,  y  juzga  la  Ley.  Y  si 
juzgas  la  Ley,  no  eres  hacedor 
de  la  Ley,  sino  Juez. 

12  Uno  es  el  dador,  y  el  Juez 
de  la  Ley,  que  puedé  salvar,  y 
perder. 

13  ¿  Mas  tú  quien  eres,  que 
juzgas  á  tu  próximo  ?  Ea,  ahora 
vosotros  los  que  decís  :  Hoy  ó 
ínañana  iremos  á  aquella  ciudad, 
y  pasaremos  allí  un  año,  y  mer- 
caremos, y  ganaremos  : 

14  Y  no  sabéis  lo  que  será  en 
el  dia  de  mañana. 

15  ¿  Porque  que  cosa  es  vues- 
tra vida  ?  es  un  vapor,  que  apa- 
rece por  un  poco,  y  luego  desa- 
parecerá ;  en  lugar  de  decir  : 
Si  el  Señor  quisiere.  Y  :  Si  vi- 
X  iéremos,  harémos  esto  ó  aquello. 

16  Mas  ahora  os  jactáis  en 
vuestras  soberbias.  Toda  jac- 
tancia semejante,  es  maligna. 

17  Aquel  pues,  que  sabe  ha- 
cer lo  bueno,  y  no  lo  hace,  tiene 
pecado. 


CAPITULO  V. 

1  fj^A  pues  ricos,  llorad  a 
X_J  hullando  por  las  mise 

rías  que  vendrán  sobre  vosotros 

2  Vuestras  riquezas  se  ha 
podi-ido,  y  vuestras  ropas  ha 
sido  comidas  de  la  polilla. 

3  ^'^uestro  oro,  y  vuestra  pía 
ta  se  han  enmohecido ;  y  el  ori 
de  ellos  os  será  en  testimonio, 
comerá  vuestras  carnes  cora 
fuego.  Os  habéis  atesorado  ir 
para  los  dias  postreros. 

4  Mirad  que  el  jornal  que  di 
fraudasteis  á  los  trabajadore: 
que  segaron  vuestros  campo 
clama  ;  y  el  clamor  de  ellos  su( 
na  en  las  orejas  del  Señor  de  k 
Exércitos. 

5  Habéis  vivido  en  dellcií 
sobre  la  tierra,  y  en  disoluciont 
habéis  cebado  vuestros  corazt 
nes  para  el  dia  del  sacriíicio. 

6  Condenasteis,  y  matáste 
al  justo,  y  no  hizo  resistenci 
contra  vosotros. 

7  Tened  pues  paciencia,  he: 
manos,  hasta  la  venida  del  S< 
ñor.  Mirad  como  el  labradc 
espera  el  precioso  fruto  de  ] 
tierra,  aguardando  con  paciei 
cia  hasta  recibir  la  lluvia  tempn 
na,  y  tardía. 

8  Esperad  pues  también  v< 
sotros  co|j  paciencia,  y  fortifica 
vuestros  cprazones ;  porque  í 
ha  acercado  la  venida  del  SeñoL* 

9  No  os  resintáis,  hennanot 
uno  contra  otro,  para  que  r 
seáis  juzgados.     Mirad  que  < 
Juez  e&tá  delante  de  la  puert'. 

1 0  Tomad,  hermanos,  por  e? 
emplo  del  fin  que  tiene  la  aílit 
cion,  el  trabajo,  y  la  pacienci: 
á  los  Profetas,  que  hablaren  e 
el  nombre  del  Señor. 

11  Ved  que  tenemos  por  bit 


tnap 

«.i 


CAPITULO  I. 


335 


naventurados  á  los  que  sufrié- 
i'on.  Oísteis  el  sufrimiento  de 
Job,  y  visteis  el  tm  del  Señor ; 
porque  el  Señor  es  misericordio- 
so, y  piadoso. 

12  Mas  ante  todas  cosas,  her- 
manos, no  juréis,  ni  por  el  cielo, 
ni  por  la  tierra,  ni  otro  juramen- 
to alguno.  Mas  vuestra  palabra 
sea :  Sí,  sí :  No,  no  ;  porque  no 
caygais  baxo  de  juicio. 

13  ¿Hay  alguno  triste  entre 
vosotros  ?  haga  oración  :  ¿  Está 
alegre  ?  cante  salmos. 

14  ¿  Enferma  alguno  entre 
vosotros llame  á  los  Presbíte- 
ros de  la  Iglesia,  y  oren  sobre 
él,  ungiéndole  con  óleo  en  el 
nombre  del  Señor : 

15  Y  la  oración  de  la  fe  sal- 
vará al  enfermo,  y  le  aliviará  el 
Señor  ;  y  si  estuviere  en  peca- 

0  dos,  le  serán  perdonados. 


16  Confesad  pues  vuestros 
pecados  uno  á  otro,  y  orad  los 
unos  por  los  otros,  para  que  seáis 
salvoe ;  porque  vale  mucho  la 
oración  perseverante  del  justo. 

17  Elias  era  hombre  semejan- 
te á  nosotros,  sujeto  á  padecer ; 
hizo  oración,  que  no  lloviese  so- 
bre la  tierra,  y  por  tres  años  y 
seis  meses  no  llovió. 

18  Y  oró  ü8  nuevo ;  y  el  Cie- 
lo dio  lluvia,  y  la  tierra  dió  su 
fruto. 

19  Hermanos  mios,  si  alguno 
de  vosotros  se  desviáre  de  la 
verdad,  y  alguno  le  convir- 
tiere : 

20  Debe  saber,  que  el  que 
hiciere  á  un  pecador  convertirse 
del  error  de  su  camino,  sainará 
su  alma  de  la  muerte,  y  cubri- 
rá la  mu/:hedumbre  de  los  pe- 
cados. 


EPISTOLA  PRIMERA 

DEL  APOSTOL  SAN  PEDRO. 


CAPITULO  I. 

1  "pEDRO  Apóstol  de  Je- 
Mr    su-Cristo,  á  los  ex- 

^.rangeros  que  están  dispersos 
Dor  el  Ponto,  Galacia,  Capado- 
ña,  Asia  y  Bitinia,  elegidos, 

2  Según  la  pre-^  ciencia  de 
Dios  Padre,  en  santiñcacion  del 

spíritu,  para  obedecer,  y  ser 
■ociados  con  la  sangre  de  Jesu- 

risto  :  Gracia  y  paz  os  sea  mul- 
iplicada. 

3  Bendito  el  Dios  y  Padre  de 
uesti'o  Señor  Jesu-Cristo,  que 
egun  su  grande  misericordia 
os  ha  reengendrado  para  espe- 
inza  de  vida,  por  la  Resurrec- 


ción de  Jesu-Cristo  de  enti*e  los 

muertos, 

4  Para  una  herencia  incor- 
ruptible, y  que  no  puede  conta- 
minarse, ni  marchitarse,  reser- 
vada en  los  Cielos  para  vosotros, 

5  Que  sois  guardados  en  la 
virtud  de  Dios  por  fé  para  la  sa- 
lud, que  esta  aparejada  para  ser 
mostrada  en  el  tiempo  postrero. 

6  Eq  lo  que  os  gozaréis,  aun- 
que al  presente  conviene  que 
seáis  afligidos  un  poco  de  tiempo 
con  varias  tentaciones  : 

7  Para  que  la  prueba  de  vues- 
tra fé  mucho  njas  preciosa  que 
el  oro,  el  qual  es  acrisolado  con 
fuego,  sea  hallada  en  loor,  y  en 


EPIST.  I.  DEL  APOSTOL  S.  PEDKO. 


533 

gloria,  y  en  honra,  quando  Jesu- 
cristo fuere  manifestado  : 

8  A  quien  amáis,  aunque  no 
le  habéis  visto ;  en  quien  aun 
ahora  creéis  sin  verle ;  y  creyen- 
do en  él  os  g-ozaréis  con  gozo  in- 
efable y  lleno  de  gloria ; 

9  Alcanzando  el  fin  de  vues- 
tra fe,  que  es  la  salud  de  las 
almas. 

10  De  la  qual  salud  los  Pró- 
fetas,  que  vaticináron  de  la  gra- 
cia que  habia  de  venir  á  voso- 
tros, inquirieron  é  indagaron : 

1 1  Escudriñando  quando  y  en 
que  punto  de  tiempo  significaba 
el  Espíritu  de  Cristo  que  estaba 
en  ellos,  anunciando  los  sufri- 
mientos que  habian  de  ser  en 
Crilto,  y  las  glorias  que  los  se- 
guirian : 

12  A  los  quales  fué,revelado, 
fjue  no  para  sí  mismos,  sino  para 
vosotros  administraban  las  cosas, 
que  ahora  os  soa  anunciadas  por 
aquellos  que  os  han  predicado 
el  Evangelio,  habiendo  sido  en- 
viado del  Cielo  el  Espíritu  San- 
to, en  quien  desean  mirar  los 
Angeles. 

13  Por  tanto  ceñidos  los  lo- 
mos de  vuestra  mente,  viviendo 
con  templanza,  esperad  entera- 
mente en  aquella  gracia  que  os 
es  ofrecida,  para  la  manifesta- 
ción de  Jesu-Cristo : 

14  Así  como  hijos  obedientes, 
no  conformándoos  con  los  deseos 
que  antes  teníais  en  vuestra  ig- 
norancia : 

15  Mas  según  es  Santo  aquel 
que  os  llamó  ;  sed  vosotros  tam- 
bién Santos  en  todas  las  accio- 
nes : 

16  Porque  escrito  esta :  San- 
tos seréis,  porque  yo  soy  Santo. 

17  Y  8i  invocáis  como  padre 
á  aquel  que  sin  acepción  de 


personas  juzga  jseg-un  la  obra  de 
cada  uno,  vivid  en  temor  é, 
tiempo  de  vuesti-a  peregrinacicn, 

18  Sabiendo  que  habéis  sidc 
rescatados  dfe  vuestra  vana  con- 
versación, que  recibisteis  de 
vi^f  stros  padres,  no  por  oro,  ni 
por  plata,  que  son  cosas  pere- 
cederas ; 

19  Sino  por  la  preciosa  san- 
gre de  Cristo,  como  de  un  cor- 
dero inmaculado,  y  sin  man- 
cilla : 

20  Predestinado  en  verdad  ya 
antes  del  establecimiento  del 
mundo,  pero  manifestado  en  los 
últimos  tiempos  por  amor  de  vo- 
sotros, 

21  Que  por  él  sois  fieles  en 
Dios,  el  qual  le  resucitó  de  los 
muertos,  y  le  ha  dado  gloria,  pa- 
ra que  vuestra  fé  y  vuestra  es- 
peranza fuese  en  Dios  : 

22  Haciendo  puras  vuestrajs 
almas  en  la  obediencia  de  cari- 
dad, en  amor  de  hermandad,  con 
sencillo  corazón  amaos  intensa- 
mente unos  á  otros  : 

23  Puesto  que  habéis  renací- 
do,  no  de  simiente  corruprible, 
sino  de  incorruptible  por  la  pa- 
labra del  Dios  vivo,  y  que  per- 
manece eternamente  : 

24  Porque  toda  carne  es  co- 
mo la  yerba,  y  toda  su  gloiia 
como  la  flor  de  la  yerba  ;  se  se- 
có la  yerba,  y  cayó  su  flor. 

25  Mas  la  palabra  del  Señor 
permanece  para  siempre.  Y  es- 
ta es  la  palabra  que  os  ha  sido 
evangelizada. 

CAPITULO  II. 

1  TT^EXANDO  pues  toda 
malicia,  y  todo  eiíga- 
ño,  y  fingimiento,  y  envidias,  v 
teda  suerte  de  detracciones. 


CAPITULO  11. 


337 


2  Como  míiús  recién  nacidos 
codiciad  la  leche  racional,  y  sin 
dolo  ;  para  que  con  ella  crez-' 
cais  en  salud  : 

3  Si  es  caso  que  habéis  gusta- 
do quan  dulce  es  el  Señor. 

4  Al  qual  allegándoos,  ^ue  es 
la  piedra  viva,  desechada  en  ver- 
dad por  los  hombres,  mas  esco- 
gida de  Dios,  y  honrada  : 

3  Y  sobre  ella  vosotros  mis- 
mos como  piedras  vivas  sed  edi- 
ficados casa  espiritual,  Sacerdo- 
cio santo,  para  ofrecer  sacrificios 
espirituales,  que  sean  acceptos  á 
Dios  por  Jesu-Cristo : 

6  Por  lo  qual  se  halla  en  la 
Escritura  :  lie  aquí  yo  pongo  en 
Sion  la  principal  piedra  del  án- 
gulo, escogida,  preciosa,  y  el 
que  creyere  en  ella,  no  será 
confundido. 

7  Ella  es  pues  honra  á  voso- 
tros que  creéis  ;  mas  á  los  in- 
crédulos, la  piedra,  que  dese- 
charon los  que  edifican,  esta  fué 
hecha  la  cabeza  del  áj^gulo  ; 

8  Y  piedra  de  tropiezo,  y  pie- 
dra de  escándalo,  para  los  que 
tropiezan  en  la  palabra,  y  no 
creen  en  quien  fuéron  puestos. 

9  Mas  vosotros  sois  el  linage 
escogido,  el  Sacerdocio  real, 
gente  santa,  pueblo  de  adquisi- 
ción ;  para  que  publiquéis  las 
grandezas  de  aquel,  que  de  l^s 
tinieblas  os  llamó  á  su  maravi- 
llosa luz  : 

10  Que  en  algún  tiempo  erais 
no  pueblo,  más  ahora  sois  pue- 
blo de  Dios  ;  que  no  habíais  al- 
canzado misericordia,  mas  ahora 
habéis  alcanzado  misericordia. 

11  Ruegoos,  muy  amados 
míos,  como  á  extrangeros,  y  pe- 
regrinos, que  os  abstengáis  de 
los  deseos  carnales  que  comba- 
ten contra  el  alma, 


12  Teniendo  buena  conversa- 
ción entre  los  Gentiles ;  para 
que  así  como  ahora  murmuran 
de  vosotros  como  de  mgiliccho- 
res,  considerándoos  por  vuestras 
buenas  obras,  glorifiquen  á  Dios 
en  el  dia  de  la  visitación. 

13  Someteos  pues  á  toda  hu- 
mana criatura,  y  esto  por  Dios  ; 
ya  sea  al  Rey,  c(Mno  sobemno 
que  es  : 

14  Ya  á  los  Gobernadores, 
como  enviados  por  él  para  tomar 
venganza  de  los  malhechores,  y 
ya  para  alabanza  de  los  buenos  : 

15  Porque  así.  es  la  voluntad 
de  Dios,  que  haciendo  bien  ha- 
gáis enmudecer  la  ignorancia  de 
los  hombres  imprudentes : 

16  Como  libres,  y  no  tenieii- 
do  la  libertad  como  velo  para 
cubrir  la  malicia,  mas  como  sier- 
vos de  Dios. 

1 7  Honrad  á  todos ;  amad  la 
hermandad  ;  temed  á  Dios  ;  dad 
honra  al  Rey. 

18  Siervos,  sed  obedientes  á 
los  señores  con  todo  temor,  no 
tan  solamente  á  los  buenos,  y 
moderados,  sino  aun  á  los  de  re- 
cia condición. 

19  Porque  esta  es  gracia,  si 
alguno  por  respeto  á  Dios  sufre 
molestias,  padeciendo  injusta- 
mente. 

20  ¿  Porque  que  gloria  es,  si 
pecando  sois  abofeteados,  y  lo 
sufrís?  Mas  si  haciendo  bien, 
sufris  con  paciencia  ;  esta  es 
gracia  delante  de  Dios. 

21  Pues  para  esto  fuisteis  lla- 
mados ;  puesto  que  Cristo  pade- 
ció también  por  nosotros,  dexán- 
doos  exemplo  para  que  sigáis  sus 
pisadas. 

22  Que  no  hizo  pecado,  ni  fue 
hallado  engaño  en  su  boca  : 

23  El  que  quando  le  ¡naide - 

15 


338 


EPIST.  I.  DEL  APOSTOL  S.  PEDRO. 


cían,  no  maldecía  ;  padeciendo, 
no  amenazaba  ;  mas  se  entreg-a- 
ba  á  aquel  que  le  juzgaba  injus- 
tameni^ : 

24  El  mismo  que  llevó  nues- 
tros pecados  en  su  cuerpo  sobre 
el  madero,  para  que  muertos  a 
los  pecados,  vivamos  á  la  jus- 
ticia ;  por  cuyas  llagas  habéis 
sido  sanados» 

25  Porque  erais  como  ovejas 
descarriadas;  mas  ahora  os  ha- 
béis convertido  al  Pastor  y  Obis- 
po de  vuestras  almas. 

CAPITULO  líL 

1-  A  SIMISMO  las  mugares 
XJL  sean  obedientes  á  sus 
maridos  ;  para  que  si  algunos  no 
creen  á  la  palabra,  por  trato  de 
sus  mugeres  sean  ganados  sin  la 
palabra. 

2  Considerando  vuestra  santa 
vida,  que  es  en  temor. 

3  No  sea  el  adorno  de  estas 
exterior,  ó  cabellera  rizada,  ó 
atavíos  de  oro,  ó  gala  de  vesti- 
dos : 

4  Sino  el  hombre  interior  del 
corazón,  en  incomiptibilidad  de 
im  espíritu  pacífico  y  modesto, 
que  es  rico  delante  de  Dios. 

5  Porque  así  también  anti- 
guamente se  ataviaban  las  san- 
tas mugeres,  que  esperaban  en 
Dios,  estando  sujetas  á  sus  pro- 
pios maridos. 

6  Como  Sara  obedecía  a  A- 
braham,  llamándole  señor  ;  de 
ía  qual  sois  hijas  haciendo  bien, 
y  no  temiendo,  ninguna  pertur- 
bación. 

7  Y  los  maridos  asimismo  ha- 
bitando con  ellas  según  ciencia, 
tratándolas  con  honor,  como  á 
vaso  mujeril  mas  flaco,  y  como  j 
á  herederas  coa  vosotros  de  la  i 


gracia  de  la  vida  ;  para  que  no  ; 
hallen  estorbo  vuestras  oracio-  ¿^r 
nes. 

8  Y  finalmente  sed  todos  de 
un  mismo  coraeon,  compasivos, 
amadores  de  la  hermandad,  mi-  - 
sericordiosos,  modestos,  hurail-  r 
des:* 

9  No  volviendo  mal  por  mal, 
ni  maldición  por  maldición,  sino  , 
por  el  contrario  bendiciendo  ;  ^ 
pues  para  esto  fuisteis  llamados, 
para  que  poseáis  bendición  por ; 
herencia. 

10  Porque  el  que  quiere  amar 
la  vida,  y  ver  los  dias  buenos,  , 
refrene  su  lengua  de  mal,  y  sus  ^ 
labios  no  hablen  engaño.  , 

1 1  Apártese  del  mal,  y  haga 
bien  ;   busque  paz,  y  vaya  en  . 
pos  de  ella  : 

12  Porque  los  ojos  del  Señor  , 
sobre  los  justos,  y  sus  orejas  á  r 
los  ruegos  de  ellos  ;  mas  el  ros-  : 
tro  del  Señor  está  sobre  los  que  ; 
hacen  mal. 

13  ¿Y  quien  es  el  que  oS  ^ 
podrá    dañar,  si    abrazáis  el 
bien  ?  j 

1 4  Y  también  si  alguna  cosa  [ 
padecéis  por  la  justicia,  sois  bie-  ^- 
naventurados.    Por  tanto  no  te-  i 
mais  por  el  temor  de  ellos,  y  no  i 
seáis  turbados. 

15  Mas  santificad  en  vuestros  ' 
corazones  al  Señor  Cristo,  apa-'  j 
fcjados  siempre  para  responder  á 
todo  el  que  os  demandare  razón 

de  aquella  esperanza  que  hay  [ 
en  vosotros.  ¡ 

16  Mas  con  modestia  y  coa 
temor,  teniendo  una  buena  con-  i 
ciencia  ;  para  que  en  lo  que  di- 
cen mal  de  vosotros,  sean  con-  , . 
fundidos  los   que  desacreditaqiL 
vuestra  santa  conversación  esf 
Cristo.  ' . 

17  Porque  mejor  es  h^aciíndo  . 


CAPITULO  IV. 


53a 


bien,  si  es  voluntad  de  Dios,  pa- 
decer, que  haciendo  mal. 

1 8  Porque  también  Cristo  una 
vez  murió  por  nuestros  pecados, 
t>l  justo  por  los  injustos,  para 
ofrecernos  á  Dios,  siendo  á  la 
verdad  muerto  en  la  carne,  mas 
nvificado  por  el  espíritu. 

19  En  el  que  también  fué  á 
predicar  á  aquellos  espíritus  que 
estaban  en  cárcel ; 

20  Los  que  en  otro  tiempo  ha- 
bian  sido  incrédulos,  quando  en 
los  dias  de  Noé  contaban  sobre 
la  paciencia  de  Dios,  mientras 
que  se  fabricaba  el  arca ;  en  la 
qual  pocas  personas,  es  á  saber, 
ocho  se  salvaron  por  agua. 

21  Lo  que  era  fig-ura  del  bau- 
tismo de  aliora,  el  qual  os  hace 
salvaos  ;  no  la  purificación  de  las 
inmundicias  de  la  carne,  mas  la 
promesa  de  buena  conciencia 
para  con  Dios  por  la  Resurrec- 
ción de  Jesu-Cristo, 

22  El  qual  está  á  la  diestra 
de  Dios,  después  de  haber  devo- 
rado la  muerte,  para  que  fuése- 
mos heredíí-os  de  la  vida  eterna; 
habiendo  subido  al  Cielo,  y  es- 
tándole  sumisos  los  Angeles,  y 
las  Potestades,  y  Virtudes. 

CAPITULO  IV. 

1  XTABIENDOpuesCris- 
jLjL  to  padecido  en  la  car- 
ne, armaos  también  vosotros  de 
esta  misma  consideración ;  que 
aquel  que  ha  padecido  en  la  car- 
ne, cesó  de  pecados  : 

2  De  suerte  que"  el  tiempo, 
que  le  queda  en  carne,  lo  viva 
no  á  las  pasiones  de  hombres, 
sino  á  la  voluntad  de  Dios. 

3  Pues  basta  para  estos,  que 
en  el  tiempo  pasado  hayan  cum- 
plido Ta  voluntad  de"los  Gentiles, 


viviendo  en  luxurias,  en  concu- 
piscencias, en  embriagueces,  eu 
glotonerías,  en  excesos  de  be- 
ber, y  en  abominables  idolatrías. 

4  Por  lo  que  extrañan  mucho, 
de  que  no  concurráis  á  la  misma 
ignominia  de  luxuna,  llenándoos 
de  vituperios. 

5  Los  quales  darán  cuenta  á 
aquel,  que  está  aparejado  para 
juzgar  vivos  y  muertos. 

6  Pues  por  esto  ha  sido  tam- 
bién predicado  el  Evangelio  á 
los  muertos,  para  que  en  verdad 
sean  juzgados  según  hombres  eu 
carne,  mas  vivan  según  Dios  en 
espíritu. 

7  Mas  el  fin  de  todas  las  cosas 
se  ha  acercado.  Por  tanto  sed 
prudentes,  y  velad  en  oracio- 
nes. 

8  Y  ante  todas  cosas  tealfendo 
entre  vosotros  mismos  constante 
caridad  ;  porque  la  caridad  cu- 
bre la  muchedumbre  de  pecadas. 

9  Exercitad  la  liosf  italidad 
los  unos  con  los  otros  sin  mur- 
muración. 

10  Cada  uno  según  la  gracia 
que  recibió,  comuníquela  á  los 
otros,  como  buenos  dispensado- 
res de  la  gracia  de  Dios  que  es 
de  muchas  maneras. 

11  Si  alguno  habla,  sean  co- 
mo palabras  de  Dios  ;  si  alguno 
ministra,  sea  conforme  á  la  vir- 
tud que  Dios  da  ;  para  que  en 
todas  cosas  sea  Dios  honrado  por 
Jesu-Cristo  ;  el  qual  tiene  la 
gloria,  y  el  imperio  en  los  siglos 
de  los  siglos  :  Amen. 

12  Carísimos,  jio  os  sorpre- 
hendais  en  el  fuego  de  la  tribu- 
lación, que  es  para  prueba  vues 
tra,  como  si  os  acaeciese  alguna 
cesa  de  nuevo  : 

1 3  Mas  gózaos  de  ser  partici- 
pantes de  la  pasión  de  Cristo,  para 


340         EPIST.  I.  DEL  APOSTOL  S.  PEDRO. 


que  os  gocéis  también  con  júbilo 
en  la  aparición  de  su  g-loria. 

14  Si  sois  vituperados  por  el 
nombre  de  Cristo,  bienaventu- 
rados seréis  ;  porque  lo  que  es 
de  la  honra,  de  la  gloria,  y  de  la 
virtud  de  Dios,  y  lo  que  es  de  su 
espíritu,  reposa  sobre  vosotros. 

15  Pero  ninguno  de  vosotros 
padezca  como  homicida,  ó  la- 
drón, 6  maldiciente,  ó  codicia- 
dor  de  lo  ageno. 

16  Mas  si  padeciere  como 
Cristiano,  no  se  avergüence  ; 
antes  dé  loor  á  Dios  en  este 
nombre. 

17  Porque  es  tiempo  que  em- 
piece el  juicio  por  la  Casa  de 
Dios.  Y  si  primero  comienza 
por  nosotros  ;  ¿  qual  será  el  pa- 
radej^  de  aquellos  que  no  creen 
al  Evangelio  de  Dios  ? 

18  Y  si  el  justo  apenas  será 
salvo,  ¿  el  impío,  y  el  pecador 
en  donde  comparecerán  ? 

19  Y  así  aquellos  que  sufren 
según  la  voluntad  de  Dios,  en- 
comienden sus  almas  á  su  fiel 
Criador,  haciendo  bien. 

CAPITULO  V. 

1  T>  UEGO  pues  á  los  Pres- 
JrV  bíteros  que  hay  entre 

vosotros,  yo  Presbítero  como 
ellos,  y  testigo  de  la  pasión  de 
Cristo ;  y  participante  de  la  glo- 
ria que  se  ha  de  manifestar  eu  lo 
venidero : 

2  Apacentad  la  grey  de  Dios, 
cjue  está  entre  vosotros,  tenien- 
do cuidado  de»  ella,  no  por  fuer- 
za, sino  de  voluntad  segnn  Dios  ; 
ni  por  amor  de  vergonzosa  ga- 
nancia, mas  de  grado : 

3  Ni  €omo  que  queréis  tener 
seBorío  sobre  la  clerecía,  sino 
hechos  dechado  de  la  grey  : 


4  Y  quando  apareciere  el 
Príncipe  de  los  Pastores,  recibi- 
réis corona  de  gloria,  que  no  se 
puede  marchitar. 

5  Asimismo,  mancebos,  obe- 
deced á  los  ancianos.  Y  todos 
inspiraos  la  humildad  los  unos  á 
los  otros,  porque  Dios  resiste  á 
los  soberbios,  y  da  gracia  á  1q3 
humildes. 

6  Pues  humillaos  baxo  la  pode- 
rosa mano  de  Dios,  para  que  os 
ensalce  en  el  tiempo  de  su  visita:^ 

7  Echando  sobre  él  toda  vues-  , 
tra  solicitud  ;  porque  él  tiene  ^ 
cuidado  de  vosotros. 

8  Sed  sóbrios,  y  velae ;  pere- 
que el  diablo  vuestro  adversario 
anda  como  león  rugiendo  al  re- 
dedor de  vosotros,  buscando  á 
quien  tragar : 

9  Resistidle  fuertes  en  la  fe, 
sabiendo  que  vuestros  hermanos  ; 
esparcidos  por  el  mundo  sufren 
la  misma  tribulación. 

10  Mas  el  Dios  de  toda  grá- 
cil, el  que  nos  llamo  en  Jesu- 
cristo á  su  eterna  gloria,  des- 
pués que  hayáis  padecido  un  po- 
co, él  os  perficionará,  fortifica- 
rá, y  consohdará. 

11  A  él  la  gloria,  y  el  impe-  * 
rio  en  los  siglos  de  los  siglos  ; 
Amen. 

1 2  Por  Silvano,  que  os  es,  :  I 
á  lo  que  entiendo,  hermano  fiel,  I 
os  he  escrito  brevemente  ;  a- 
monestándoos,  y  protestándoos, 
que  esta  es  la  verdadera  gra-  . 
cia  de  Dios,  en  la  qual  estáis 
firmes. 

13  Os  saluda  la  Iglesia,  que 
está  en  Babilonia,  elegida  con 
vosotros,  y  Marcos  mi  hijo.. 

14  Saludaos  los  unos  á  1*  3 
otros  en  ósculo  santo.  Grar 
sea  á  todos  vosotros,  los  que  c 
tais  en  Jesu'-Cristo.  Amen. 


EPISTOLA  SEGUNDA 

DEL  APOSTOL,  SAN  PEDRO. 

* 


CAPITULO  I. 

1  ^IMON  Pedro,  siervo  y 
^5  Apóstol  de  Jesu-Cristo 

á  los  que  alcanzaron  igual  fe 
con  nosotros  en  la  justicia  de 
nuestro  Dios,  y  Salvador  Jesu- 
Cristo. 

2  Gracia  y  paz  cumplida  sea 
á  vosotros  en  el  conocimiento  do 
Dios,  y  de  Jesu-Cristo  ttuestro 
Señor :  , 

í¡¿  Como  todas  las  cosas  que 
miran  á  la  vida  y  á  la  piedad  nos 
han  sido  dadas  de  la  divina  po- 
tencia, por  el  conocimiento  de 
úe  aquel  qu^  nos  llamó  por  su 
propia  gloria  y  virtud, 

4  Por  el  qual  nos  ha  dado  muy 
grandes  y  preciosas  promesas, 
para  que  por  ellas  seáis  hechos 
participantes  de  la  naturaleza 
divina,  huyendo  de  la  corrup- 
ción de  la  concupiscencia  que 
hay  en  el  mundo. 

í      5  Vosotros  pues  aplicando  to- 
¿o  cuidado,  juntad  á  vuestra  fe 

i  virtud,  y  á  la  virtud  ciencia, 

6  Y  á  la  ciencia  templanza, 
y  á  la  templanza  paciencia,  y  á 
la  paciencia  piedad, 

7  Y  á  la  piedad  amor  de  vues- 
tros hermanos,  y  al  amor  de 
vuestros  hermanos  caridad. 

8  Porque  si  estas  cosas  se  ha- 
i  liaren,  y  abundaren  en  vosotros, 

Íuo  os  dexarán  vacíos,  é  infruc- 
tuosos en  el  conocimiento  de 
nuestro  Señor  Jesu-Cristo. 
9  Mas  el  que  no  tiene  pronto 
f  estas  cosas,  ciego  es,  y  anda  ten- 
I  tando  con  lí  mano,  olvidado  de 
la  purificación  de  sus  pecados 
antiguos. 


10  Por  tanto,  hermanos  míos, 
sed  muy  solícitos  para  hacer 
cierta  vuestra  vocación  y  elec- 
ción por  las  buenas  obras  ;  por- 
que haciendo  esto,  no  pecaréis 
jamas. 

11  Porque  así  os  será  dada 
largamente  la  enti'ada  en  el  rey- 
no  eterno  de  nuestro  Señor,  y 
Salvador  Jesu-Cristo. 

12  Por  lo  qual  no  cesaré  dé 
amonestaros  siempre  sobre  estas 
cosas ;  y  esto  aunque  estéis  ins- 
truidos y  confirmados  en  la  pre- 
sente verdad. 

13  Porque  tengo  por  cosa  jus- 
ta, mientras  que  estoy  en  este 
tabernáculo,  de  excitaros  con 
amonestaciones  ; 

14  Estando  cierto  de  que  lue- 
go tengo  de  dexar  mi  taberná- 
culo, según  que  también  me  lo 
ha  dadc^  á  entender  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristó. 

15  Y  tendré  cuidado  que  aun 
después  de  mi  fallecimiento  po- 
dáis vosotros  tener  memoria  dp 
estas  cosas : 

16  Porque  no  os  hemos  hecho 
conocer  el  poder  y  la  presencia 
de  nuestro  Señor  Jesu-Cristo  si- 
guiendo fábulas  ingeniosas ;  sino 
como  que  contemplamos  con 
nuestros  propios  ojos  su  magestad. 

17  Porque  recibió  ^de  Dios 
Padre  honra  y  gloria,  quando 
descendió  á  él  de  la  magnífica 
gloria  una  voz  de  esta  manera  : 
Este  es  mi  Hijo  el  amado,  en 
quien  yo  me  he  complacido,  á  él 
oid. 

1 8  Y  nosotros  oimos  esta  voz 
enviada  del  Cielo,  estando  con 
él  en  el  JMonte  Santo. 


S42 


EPÍST.  ir.  DEL  APOSTOL  S.  PEDRO. 


19  Y  aun  tenemos  mas  firme 
la  palabra  de  los  Profetas  ;  á  la 
qual  hacéis  bien  de  atender,  co- 
mo á  una  antorcha* que  luce  en 
un  lug-ar  tenebroso,  hasta  que  el 
dia  esclarezca,  y  el  lucero  nazca 
en  vuestros  corazones  ; 

20  Entendiendo  primero  esto, 
que  ning-una  profecía  de  la  Es- 
critura se  hace  por  interpreta- 
ción propia. 

21  Porque  en  ningún  tiempo 
fue  dada  la  profecía  por  volun- 
tad de  hombre  ;  mas  los  hombres 
>Santos  d?  Dios  hablaron  siendo 
inspirados  del  Espíritu  Santo. 

CAPITULO  IL 

1  TTUBO  también  en  el 
jLm.  pueblo  falsos  Profe- 
tas, así  como  habrá,  entre  voso- 
tros falsos  Doctores,  que  intro- 
ducirán sectas  de  perdición,  y 
neg-arán  á  aquel  Señor  que  los 
rescató,  atrayendo  sobre  sí  mis- 
mos apresui-ada  ruina.  , 

2  Y  muchos  seg-uirán  sus  diso- 
luciones, por  quienes  será  blas- 
femado el  camino  de  la  verdad  : 

3  Y  por  avaricia  con  palabras 
fingidas  harán  comercio  de.  vo- 
sotros ;  cuya  condenación  ya  de 
larg-o  tiempo  no  se  tarda,  y  la 
perdición  de  ellos  no  se  duerme. 

4  Y  si  Dios  no  perdonó  á  los 
Angeles  que  pecaron,  sino  que 
atándolos  con  amarras  de  infier- 
no los  ^rojó  al  abismo  para  ser 
atormentados,  y  reservados  para 
el  juicio. 

5  Y  si  al  mundo  original  no 
perdoüó,  mas  guardó,  á  Noé 
octavo  pregonero  de  justicia, 
trayendo  el  diluvio  sobre  un 
mundo  de  impíos. 

6  Y  condenó  las  ciudades  de 
los  de  Sodoma,  j-  de  Goiaorra^ 


reduciéndolas  á  cenizas,  ^po- 
niéndolas por  escarmiento  de 
aquellos  que  viviesen  en  impie- 
dad : 

7  Y  libfó  á  Lot  el  justo,  afli- 
gido de  los  ulti'ages  de  aquellos 
abominables,  y  de  su  vida  rela- 
jada. 

8  Porque  de  vista,  y  de  oidas 
era  justo,  habitando  entre  aque- 
llos que  cada  dia  atormentaban 
un  alma  justa  con  obras  detesta- 
bles. 

9  El  Señor  sabe  librar  ten- 
tación á  los  justos,  y  reservar 
los  malos  para  que  sean  ator- 
mentados en  el  dia  del  juicio^ 

10  Y  ma3-ormente  aquellos 
que  siguiendo  la  carne  andan 
en  deseos  impuros,  y  desprecian 
la  potestad,  osados,  pagados  de 
sí  mismos,  no  tenien  introducir 
nuevas  sectas,  blasfemando  ; 

1 1  Como  quiera  que  los  An- 
geles, que  son  mayores  en  forta- 
leza, y  en  virtud,  no  pronuncian 
contra  sí  juicio  de  execración. 

12  Mas  estos  como  bestias  sin 
razón  naturalmente  hechas  para 
presa,  y  para  perdición,  blasfe- 
mando de  las  cosas  que  no  s^" 
ben,  perecerán  en  su  corrup- 
ción, 

13  Recibiendo  la  paga  de  bu 
injusticia, '  reputando  por  placer 
las  delicias  del  dia ;  que  son  con- 
taminaciones y  manclias,  entre- 
gándose con  exceso  á  los  place» 
res,  mostrando  su  disolución  en 
los  convites  que  celebraban  con 
vosotros, 

14  Teniendo  los  ojos  llenos  de 
adulterio,  y  de  pecado  que  nun- 
ca cesa.  Atrayendo  con  hala- 
gos las  almas  inconstantes,  te- 
niendo un  corazón  cxercitado  en 
avaricia,  como  lr\jos  de^  maldi* 
cioa ; 


CAPITULÓ  III. 


343 


.3  Que  dexando  el  camino 
derecho  se  extraviaron,  siguien- 
do el  camino  de  Balaam  de  Bo- 
sor,  que  amó  el  premio  de  la 
maldad :  • 

16  Mas  recibió  el  castig-o  de 
si^locura  ;  una  bestia  rauda  en 
que  iba  montado,  hablando  en 
voz  de  hombre,  refrenó  la  locu- 
ra del  Profeta. 

17  Estos  son  fuentes  sin  agua, 
y  nieblas  agitadas  de  torbelli- 
nos, para  los  quales  está  reserva- 

I  da  la  obscuridad  de  las  tinieblas. 
!  18  Porque  hablando  palabras 
¡   arrogantes  de  vanidad,  atraen  á 

los  deseos  impuros  de  la  carne  á 
,  los  que  poco  antes  habian  huido 

de  los  que  viven  en  error ; 

19  Prometiéndoles  libertad, 
siendo  ellos  mismos  esclavos  de 
la  corrupción  ;  porque^  todo  a- 
quel  que  fué  vencido,  queda  es- 
clavo del  que  le  venció. 

20  Y  si  después  de  haberse 
apartado  de  las  contaminaciones 
del  mundo  por  el  conocimiento 
de  Je^fcristo  nuestro  Señor,  y 
Salvador,  enredados  de  nuevo  en 
ellas  son  vencidos ;  les  fué  he- 
cho lo  postrero  peor  que  lo  pri- 
mero. 

21  Porque  mejor  les  era  ao 
haber  conocido  el  camino  de  la 
justicia,  que  después  del  conoci- 
miento, volver  las  espaldas  á 
aquel  mandamiento  santo  <^e  les 
ftié  dado. 

.22  Pues  les  ha  acontecido  lo 
que  dice  aquel  proverbio  venla- 
'    dero  :  Tornóse  el  perro  á  lo  que 
vomitó,  y  la  puerca  lavada  á  re- 
volcarse en  el  cieno. 

CAPITULO  III. 

1  T]l  STA  es,-  muy  amados, 
JL-J  la  segunda  Carta  que 
oa  escribo,  en  la  que  despierto 


con  amonestaciones  vuestro  átii- 
mo  sencillo, 

2  Para  que  tengáis  presentes 
las  palabras  de  los  Santos  Pro- 
fetas de  que  ya  os  hablé,  y  los 
mandamientos  del  Señor,  y  Sal- 
vador, que  os  dió  por  sus  Após- 
toles. 

3  Sabiendo  esto  primeramen- 
te, que  en  los  últimos  tiempos 
vendrán  impostores  artificiosos, 
que  andarán  según  sus  propias 
concupiscencias, 

4  Diciendo :  ¿  Donde  está  la 
promesa  ó  venida  de  él  ?  porque 
desde  que  los  padres  durmió  ron, 
todo  permanece  así  como  en  el 
piincipio  de  la  creación. 

5  Cierto  ellos  ignoran  volun- 
tariamente, que  los  cielos  eran 
primeramente,  y  la  tierra  de  a- 
gua,  y  por  agua  estaba  asenta- 
da por  palabra  de  Dios  :  ^ 

6  Por  las  quales  cosas  aquel 
mundo  de  entónces  pereció  ane- 
gado en  agua. 

7  JJas  los  Cielos,  que  son 
ahoraCTy  la  tierra,  por  la  misma 
palabra  se  guardan,  reservados 
para  el  fuego  en  el  dia  del  jui- 
cio, y  de  la  perdición  de  los 
hombres  impíos. 

8  Mas  esto  solo  no  se  os  en^ 
cubra,  muy  am?-dos,  que  un  dia 
delante  del  Señor  es  como  mil 
años,  y  mil  años  como  un  dia. 

9  No  tarda  el  Señor  su  pro- 
mesa, como  algunos  lo  piensan  ; 
sino  que  espera  con  paciencia 
por  amor  de  vosotros,  no  que- 
riendo que  ninguno  perezca,  si- 
no que  todos  se  conviertan  á  pe- 
nitencia. 

10  Vendrá  pues  como  la- 
drón el  dia  del  Señor  ;  en  el 
qual  pasaráj^  los  Cielos  con  gran  - 
de ímpetu,  y  los  elementos  con 
el  calor  serán  desliechps,  y  la 


344  EPIST.  I.  DEL  APOSTOL  S.  JUAX. 


í  ien-a  y  todas  las  obras  que  hay 
eñ  ella  seráa  abrasadas. 

11  Pues  como  todas  estas  co- 
sas hayan  de  ser  deshechas, 
;  quales  os  conviene  ser  en  san- 
íidad  de  vida  y  de  piedad, 

12  Esperando  y  apresurán- 
í]oos  para  la^enida  del  dia  del 
Señor,  en  el^ual  los  Cielos  ar- 
diendo serán  deshechos,  y  los 
elementos  se  ftmdirán  con  el  ar- 
dor del  fuego  ? 

13  Pero  esperamos  según  su.s 
promesas,  Cielos  nuevos  y  tierra 
nueva,  en  los  que  mora  la  jus- 
ticia. 

14  Por  tanto,  muy  amados, 
esperando  estas  cosas,  procu- 
rad que  se£iÍ3  de  él  hallados  en 
pai5  inmaculados  é  irreprehen- 
sibles. 

15  Y  tened  por  salud  la  larga 


paciencia  de  nuestro  Señor ;  así 
como  también  Pablo  nuestro 
muy  amado  hermano  os  escribió 
seg-un  la  sabiduría  que  le  fué 
daüda,  • 

16  Como  también  en  todas  sus 
Cartas,  hablando  en  ellas  de  es- 
to, en  las  quales  hay  algunas  éfc* 
sas  diíiciles  de  entender,  las  que 
adult';; rancios  indoctos  é  incons- 
tantes, cómo  también  las  otras 
Escrituras,  para  ruina  de  sí  mis- 
mos. 

17  Vosotros  pues,  hermanos, 
avisados  estad  alerta,  para  que 
no  caygais  de  vuestra  firmeza, 
engañados  de  los  insensatos. 

18  Mas  creed  en  la  gracia 
y  conocimiento  de  nuestro  Se^ 
ñor  y  Salvador  Jesu-Cristo.  A 
él  sea  la  gloria  ahora  y  hasta  el 
dia  de  la  eternidad.  Ámen. 


EPISTOLA  PRIMERA 

DEL  APoIÍtOL  san  JUAí# 


CAPITULO  L 

1  T  O  que  fué  desde  el  prin- 

cipio,  lo  que  oimos,  lo 
que  vimos  con  nuestros  ojos,  lo 
que  miramos,  y  palparon  nues- 
tras manos  del  Verbo  de  la  vida  : 

2  Y  la  vida  fu*  manifestada, 
y  la  vimos,  y  damos  de  ella  testi- 
monio, y  nosotros  os  anunciamos 
esta  vida  eterna,  que  era  en  el 
Padre,  y  nos  apareció  á  nosotros: 

3  Lo  que  vimos  y  oiraos,  eso 
os  anunciamos,  para  que  tengáis 
también  vosotros  comunión  con 
nosotros,  y  que  nuestra  comu- 
nión sea  con  el  Pad^^  y  con  Je- 
3U-Crísto  su  Hijt>. 


4  Y  estas  cosas  os  escribmiQS 
para  que  os  gocéis,  y  vuestro 
gozo  sea  cumplido. 

5  Y  esta  es  la  nueva,  que  oi- 
mos de  él  mismo,  y  que  os  anvm- 
ciaraos  á  vosotros :  Que  Dios  e? 
luz,  iy  no  hay  en  él  ningunas  ti* 
nieblas. 

6  Si  dixéremos,  que  tenemos 
comunión  con  él,  y  andamos  en 
tinieblas,  mentimos,  y  no  hace- 
mos verdad. 

7  Mas  si  andamos  en  luz,  co-. 
mo  él  está  también  en  luz,  tene- 
mos comunión  los  anos  con  loa 
otros,  y  la  sangre  de  Jesu-Cristo 
su  Hijo  nos  limpia  de  todo  pe- 
cado» 


CAPITULO  II. 


345 


3  Si  dixéremos,  que  no  tene- 
mos pecado,  nosotros  mismos  nos 
engañamos,  y  no  hay  verdad  en 
nosotros. 

9  Si  confesáremos  nuestros 
]e»ecados,  fiel  es  y  justo,  para 
perdonar  nuestros  pecados,  y 
limpiarnos  de  toda  maldad- 

10  Si  dixéreraos,  que  no  he- 
mos pecado,  le  hacemos  á  él 
mentiroso,  y  su  palabra  no  está 
en  nosotros. 

CAPITULO  II. 

1  TTIJITOS  mios,  esto  os 
XJL  escribo,  para  que  no 

pequéis.  Mas  si  alguno  pecare, 
tenemos  por  Abogado  con  el  Pa- 
dre, á  Jesu-Cristo  el  justo  ; 

2  Y  él  es  propiciación  por 
nuestros  pecados ;  y  no  tan  solo 
por  los  nuestros,  mas  también 
por  los  de  todo  el  mundo. 

3  Y  en  esto  sabemos,  que  le 
hemos  conocido,  si  guardamos 
sus  mandamientos. 

4  El  que  áice,  que  le  conoce, 
y  no  guarda  sus  mandamientos, 
es  mentiroso,  y  no  hay  verdad 
en  él. 

5  Mas  el  que  guarda  su  pala- 
bra, la  caridad  de  Dios  está  ver- 
daderamente perfecta  en  él;  y 
por  esto  sabemos,  que  estamos 
en  él. 

6  El  que  dice,  que  está  en 
él,  este  debe  andar,  como  él  an- 
duvo. 

7  Carísimos,  no  os  escribo 
mandamiento  nuevo,  sino  man- 
damiento antiguo,  que  habéis  te- 
jido desde  el  principio  :  El  man- 
damiento antiguo  es  la  palabra, 
que  habéis  oido. 

8  Mas  otra  vez  os  escribo  un 
mandamiento  nuevo,  lo  que  es 
ver<iadero  en  él  mismo,  y  en  vo- 


sotros ;  porque  las  titiieblas  ya 
pasaron,  y  la  verdadera  luz  ya 
luce. 

9  El  que  dice,  que  está  en 
luz,  y  aborrece  á  su  liermano, 
en  tinieblas  está  hasta  ahora. 

10  El  que  ama  á  su  hermano, 
en  luz  mora,  y  no  hay  escándalt) 
en  él. 

1 1  Mas  el  que  aborrece  á  su 
hermano,,  está  en  tinieblas,  y 
anda  en  tinieblas,  y  no  sabe  á 
donde  vá ;  porque  las  tinieblas 
cegaron  sus  ojos. 

12  Os  escribo  á  vosotros,  hi- 
jitos,  porque  os  son  perdonados 
vuestros  pecados  por  su  nom- 
bre. 

13  Os  escribo  á  vosotros,  pa- 
dres, porque  habéis  conocido  á 
aquel,  que  es  desde  el  principio. 
Escribo  á  vosotros,  mancebos, 
porque  habéis  vencido  al  ma- 
ligno. 

14  Os  escribo  á  vosotros,  o 
niños,  porque  habéis  conocido  al 
Padre.  Os  escribo,  ó  jóvenes, 
porque  *sois  ñiertes,  y  la  palabra 
de  Dios  permanece  en  vosotros, 
y  habéis  vencido  ai  maligno. 

15  No  queráis  amar  al  mun- 
do, ni  las  cosas,  que  hay  en  ei 
mundo.,  Si  alguno  ama  el  mun- 
do, la  caridad  del  Padre  no  está 
en  él : 

16  Porque  todo  lo  que  hay  en 
el  mundo,  es  concupiscencia  de 
carne,  concupiscencia  de  ojos, 
y  soberbia  de  vida ;  la  qual  no 
es  del  Padre,  sino  del  mundo. 

17  Y  el  mundo  se  pasa,  y  su 
concupiscencia^  Mas  el  que 
hace  la  voluntad  de  Dios,  p,er- 
manece  para  siempre. 

18  Hijitos,  ya  es  la  última  ho- 
ra ;  y  como  habéis  oido,  que  el 
Anti-Cristo  viene,    así  ahora 

1  muchos  se  haji  hecho  Anti-Crís- 
15* 


346 


EPIST.  I.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN, 


tos ;  de  donde  conocemos,  que 
es  la  última  hora. 

19  Saliéron  de  entre  nosotros, 
mas  no  eran  de  nosotros  ;  por- 
que si  hubieran  sido  de  nosotros, 
hubieran  cierto  permanecido  con 
nosotros;  mas  para  que  se  vea  cla- 
ro, que  no  todos  son  de  nosotros. 

20  Pero  vosotros  tenéis  la  un- 
ción del  Santo,  y  sabéis  todas 
las  cosas. 

21  No  os  he  escrito  á  voso- 
tros, como  si  ignoráseis  la  ver- 
dad, mas  como  á  los  que  la  sa- 
béis ;  y  porque  ninguna  menti- 
ra es  jamas  de  la  verdad. 

22  ¿  Quien  es  mentiroso,  sino 
aquel  que  niega,  que  Jesús  es  el 
Cristo  ?  ^Este  tal  es  el  Anti- 
Cristo,  que  niega  al  Padre,  y  al 
Hijo. 

23  Qualquiera  que  niega  al 
Hijo,  no  tiene  al  Padre.  El  que 
confiesa  al  Hijo,  tiene  también 
al  Padre. 

24  Lo  que  oísteis  desde  el 
principio,  permanezca  en  voso- 
tros. Si  permaneciere  en  voso- 
tros lo  que  oísteis  desde  el  prin- 
cipio, vosotros  también  perma- 
neceréis en  el  Hijo,  y  en  el  Pa- 
dre. 

25  Y  esta  es 'la  promesa  que 
él  nos  prometió,  la  vida  eterna. 

26  Os  he  escrito  estas  co- 
sas sobre  aquellos  que  os  enga- 
ñan. 

27  Y  permanezca  en  vosotros 
la  unción  que  recibisteis  de  él. 
Y  no  tenéis  necesidad  que  nin- 
guno os  enseñe ;  mas  como  su 
unción  os  enseña  en  todas  las 
cosas,  y  es  verdafl,  y  no  es  men- 
tira. Y  conao  ella  os  ha  ense- 
ñkdo,  permaneced  en  ello. 

28  Y  ahora,  hijitos,  permane- 
ced en  ello  ;  para  que  quando 
apaiseciere,  ten^mas  confianza, 


y  no  seamos  confundidos  pop  él 
en  su  venida. 

29  Si  sabéis  que  él  es  justo, 
sabed  también  que  todo  aquel 
que  hace  la  justicia,  es  nacido 
de  él. 

CAPITULO  ni. 

1  /CONSIDERAD  qualca 
\^  ridad  nos  ha  dado  el 

Padre,  queriendo  que  tengamos 
nombre  de  hijos  de  Dios,  y  lo 
seamos.  Por  esto  el  mundo  no 
nos  conoce,  porque  no  le  conoce 
á  él. 

2  Carísimos,  ahora  somos  hi-r 
jos  de  Dios ;  y  no  aparece  aun 
lo  que  habemos  de  ser.  Sabe- 
mos que  qnando  él  apareciere, 
seremos  semejantes  á  él  ;  por 
quanto  nosotros  le  veremos  así 
como  él  es. 

3  Y  todo  aquel  que  tiene  esta 
esperanza  en  él,  se  santifica  á  sí 
mismo,  así  como  él  es  Santo. 

4  Todo  aquel  que  hace  peca- 
do, hace  también  injusticia ; 
porque  el  pecado  es  injusticia. 

5  Y  sabéis  que  él  apareció 
para  quitar  nuestros  pecados  ;  y 
no  hay  pecado  en  él. 

6  Todo  aquel  que  permanece 
en  él,  no  peca ;  y  todo  el  que 
peca,  no  le  ha  visto,  ni  le  ha 
conocido. 

7  Hijitos,  no  os  engañe  nin- 
guno. El  que  hace  justicia, 
justo  es  ;  así  como  él  también  es 
justo. 

8  El  que  comete  peoado,  es 
del  diablo  ;  porque  el  diablo  des- 
de el  principio  peca.  Para  esto 
apareció  el  Hijo  de  Dios,  para 
deshacer  las  obras  del  diablo. 

9  Todo  aquel  que  es  íiaciílo 
de  Dios,  no  hace  pecado ;  por- 
que SU  simiente  está  ea  él,  y  no 


CAPITULO  IV. 


347 


puede  pecar,  porque  es  nacido 
de  Dios. 

10  En  esto  son  conocidos  los 
hijos  de  Dios,  y  los  hijos  del  dia- 
blo. Todo  aquel  que  no  es  jus- 
to, no  es  ^e  Dios,  y  el  que  no 
ama  a  su  hermano : 

1 1  Porque  esta  es  la  doctrina, 
que  habéis  oido  desde  el  princi- 
pio, que  os  améis  unos  á  otros. 

12  No  así  como  Caín,  que  era 
del  malig'no,  y  mató  á  su  herma- 
ní.  ¿  Y  por  que  le  mató  ?  Por- 
que sus  obras  eran  malas,  y  las 
de  su  hermano  buenas. 

1 3  No  extrañéis,  hermanos,  si 
ós  aborrece  el  mundo. 

14  Nosotros  sabemos  que  he- 
mos sido  trasladados  de  muerte 
á  vida,  en  que  amamos  á  los  her- 
manos. El  que  no  ama,  está  en 
muerte  : 

15  Qualquiera  que  aborrece 
á  su  hermano,  es  homicida.  Y 
sabéis  que  ningún  homicida  tie- 
ne vida  eterna  que  permanezca 
en  sí  mismo. 

16  En  esto  hemos  conocido  la 
caridad  de  Dios,  en  que  puso  él 
su  vida  por  nosotros  ;  y  nosotros 
debemos  poner  nuestra  vida  por 
los  hermanos. 

17  El  que  tuviere  riquezas  de 
este  mundo,  y  viere  á  su  herma- 
no tener  necesidad,  y  le  cerrare 
sus  entrañas,  ¿  como  está  la  ca- 
ridad de  Dios  en  él  ? 

18  Hijitos  mios,  no  amemos 
dfi  palabra,  ni  de  lengua,  sino 
de  obra,  y  de  verdad. 

19  En  esto  conocemos  que 
somos  de  la  verdad,  y  que  no- 
sotros persuadiremos  nuestros 
corazones  delante  de  Dios. 

20  Porque  si  nuestro  corazón 
nos  reprehendiere,  mayor  es 
Dios  que  nuestro  coraron,  y  sa- 
be toíjas  las  cosas. 


21  Carísimos,  si  nuestro  cora- 
zón no  nos  reprehende,  confian- 
za tenemos^elante  de  Dios  : 

22  Y  quanto  le  pidiérenros^ 
recibiremos  de  él ;  porque  guar- 
damos sus  mandamientos,  y  lia- 
cemos  las  cosas  que  son  agrada- 
bles en  su  presencia. 

23  Y  este  es  su  mandamiento  : 
Que  creamos  en  el  nombre  de  su 
Hijo  Jesu-Cristo,  y  nos  amemos 
unos  á  otros,  como  nos  lo  hu 
mandado. 

24  Y  el  que  guarda  sus  man- 
damientos, está  en  Dios,  y  Dios 
en  él ;  y  en  esto  sabemós  que  él 
permanece  en  nosotros  por  él 
Espíritu  que  nos  ha  dado. 

CAPITULO  IV. 

.1  IRAKISIMOS,  no  queráis 
V>'  creer  á  todo  espíritu, 
mas  probad  los  espíritus  si  son 
de  Dios ;  porque  muchos  falsos 
Profetas  se  han  levantado  en  el 
mundo. 

2  En  esto  se  conoce  el  Espí» 
ritu  de  Di»s  ;  tedo  espíritu  que 
confiesa  que  Jesu-Cristo  vino  en 
carne,  es  de  Dios : 

3  Y  todo  espíritu,  que  divide 
á  Jesús,  no  es  de  Dios  ;  y  este 
tal  es  un  Anti-Cristo,  de  quien 
habéis  oido  que  viene,  y  que 
ahora  ya  está  en  el  mundo. 

4  Vosotros,  hijitos,  sois  'de 
Dios,  y  vencisteis  á  aquel ;  por- 
que el  que  está  en  vosotros,  es 
mayor  que  el  que  está  en  el 
mundo. 

5  Ellos  del  mundo  son;  por 
eso  hablan  del  mundo,  y  el  m*n- 
do  los  oye. 

6  Nosotros  de  Dios  soraosi 
Quilín  á  Dios  conoce,  nos  oye ; 
el  que  no  es  de  Dios,  no  nos 
Q^  e :  en  esto  conocemos  el  espí- 


348     •     XPIST.  I.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


ritu  de  verdad,  y  el  espíritu  de 
error. 

7  Carísimos,  améraosnos  los 
unos  á  los  otros  ;  porque  la  cal  i- 
dad procede  de  Dios  :  Y  todo 
aquel  que  aína,  de  Dios  es  naci- 
do, y  conoce  á  Dios. 

8  El  que  no  ama,  no  conoce  á 
Dios  ;  porque  Dios  es  caridad. 

9  En  esto  se  demostró  la  ca- 
ridad de  Dios  acia  nosotros,  en 
que  Dios  envió  al  mundo  á,  su 
Hijo  Unigénito,  para  que  viva- 
mos por  él. 

10  En  esto  consiste  la  cari- 
dad ;  no'  que  nosotros  hayamos 
amado  á  Dios,  sino  que  él  nos 
amó  primero  á  nosotros,  y  envió 
su  Hijo  en  propiciación  por  nues- 
tix>s  pecados. 

1 1  Carísimos,  si  Dios  nos  amó 
de  esta  manera,  también  deba- 
mos amamos  los  unos  á  los  otros. 

12  Ninguno  vió  jamas  á  Dios. 
Si  nos  amáremos  los  unos  á  los 
otros.  Dios  está  en  nosotros,  y 
su  caridad  es  perfecta  en  noso- 
tros. 

13  En  esto  conocemos  que 
estamos  en  él,  y  él  en  nosotros, 
en  que  nos  ha  dado  de  su  Espí- 
ritu. 

14  Y  nosotros  lo  vimos,  y  da- 
mds  testimonio,  que  el  Padre 
envió  á  su  Hijo  para  ser  Salva- 
dor del  mundo. 

1*5  Qualquiera  que  confesare 
que  Jesús  es  el  Hijo  de  Dios, 
Dios  está  en  él,  y  él  en  Dios. 

16  Y  nosotros  hemos  conoci- 
do, y  creído  á  la  caridad,  que 
Dios  tiene  'por  nosotros.  Dios 
es  Caridad,  y  quien  permanece 
en  caridad,  en  Dios  permanece, 
y  Dios  en  él. 

17  Por  esto  fue  consumada  la 
caridad  de  Dios  con  nosotros, 
para  que  tengamas  cpn&toza  en 


el  dia  del  juicio ;  pues  como  él 
es,  así  somos  nosotros  en  este 
mundo. 

18  En  la  caridad  no  hay  te- 
mor ;  mas  la  caridad  perfecta 
echa  fuera  el  temorf  porque  el 
temor  tiene  pena ;  y  así  el  que 
teme,  no  es  perfecto  en  la  cari> 
dad. 

19  Pues  amemos  nosotros  á 
Dios,  porque  Dios  nos  amó  pri^ 
mero.  ^ 

20  Si  alguno  dixere  yo  amo  á 
Dios,  y  aborreciere  á  su  herma- 
no, mentiroso  es.  Porque  quien 
no  ama  á  su  hermano  á  quien 
ve,  ¿  como  puede  amar  á  Dios  á 
quien  no  ve  ? 

21  Y  este  mandarriiento  tenes- 
mos de  Dios  ;  que  el  que  ama  á 
Días,  ame  también  á  su  her- 
mano. 

CAPITULO  V. 

1  rWlODO  aquel  que  cree 
A    que  Jesús  es  el  Cristo^ 

es  nacido  de  Dios.  Y  todo  el 
que  ama  á  aquel  que  le  engen- 
dró ama  también  al  que  de  él 
nació. 

2  En  esto  conocemos  que 
amamos  á  los  hijos  de  Dios,  si 
amamos  á  Dios,  y  guardamos  sus 
mandamientos. 

3  Porque  este  es  el  amor  de 
Dios,  que  guardemos  sus  man- 
damientos ;  y  los  mandamientos 
de  él  no  son  pesado^. 

4  Porque  todo  lo  que  nace  de 
Dios,  vence  al  mundo ;  y  esta 
es  la  victoria  que  vence  al  mun- 
do, nuestra  fe. 

5  ¿  Quien  es  el  que  vence  al 
mundo,  sino  el  que  cree  que  J e- 
sus  es  el  Hijo  de  Dios  ? 

6  Este  es  Jesu-Cristo,  que 
vino  por  agua,  y  por  sangre ; 


EPIST.  II.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN.  349 


por  ag'ua  tan  solamente,  sino  por 
agaa,  y  sangre.  Y  el  espíritu 
es  el  que  dá  testinionio,  que 
Cristo  es  la  verdad. 

7  Porque  tres  son  los  que  dan 
tiBstimonio  en  ei  Cielo;  el  Pa- 
dre, el  Verbo,  y  el  Espíritu  San- 
to ;  y  estos  tres  son  una  misma 

•  ( 

cosa. 

8  Y  tres  son  los  que  dan  testi- 
monio en  la  tierra  ;  el  Espíritu, 
y  el  agua,  y  la  sangre  ;  y  estos 
tres  son  una  misma  cosa. 

9  Si  recibimos  el  testimonio 
de  los  hombres,  ma3  or  es  el  tes- 
timonio de  Dios  ;  pues  este  es  el 
testimonio  de  Dios,  que  es  el 
mayor,  porque  él  ha  testificado 
de  su  Hijo. 

10  El  que  cree  en  el  Hijo  de 
Dios,  tiene  en  sí  el  testimonio 
de  Dios.  El  que  nc  cree  al  Hi- 
jo, le  hace  mentiroso  ;  porque  no 
cree  en  el  testimonio  que  Dios 
ha  dado  de  su  Hijo. 

11  Y  este  es  el  testimonio, 
qu#Dios  nos  ha  dado  vida  eter- 
na.   Y  esta  vida  está  en  su  Hijo. 

12  El  que  tiene  al  Hijo,  tiene 
la  vida  ;  el  que  no  tiene  al  Hijo, 
no  tiene  la  vida. 

13  Estas  cosas  6s  escribo,  pa- 
ra" que  sepáis  que  tenéis  vida 
eterna,  los  que  creéis  en  el  nom- 
bre del  Hijo  de  Dios. 


14  Y  esta  es  la  confianza  que 
tenemos  en  él  :  Que  él  nos  oye 
en  todo  lo  que  le  pedimos,  siendo 
conforme  á  su  voluntad. 

1 5  Y  sabemos  que  nos  oye  en 
todo  lo  que  le  pidiéremos  ;  lo  sa> 
bemos,  porque  tenemos  las  peti" 
ciones,  que  le  habemos  deman* 
dado. 

16  El  que  sabe  que  su  her- 
mano comete  gn  pecado  que  no 
es  de  muerte,  pida,  y  será  dada 
vida  á  aquel  que  peca  no  de 
muerte.  Hay  pecado  de  muer- 
te :  no  digo  yo,  que  ruegue  al-- 
guno  por  él. 

17  Toda  iniquidad  es  pecH* 
do  :  y  hay  pecado,  que  es  de 
muerte. 

18  Sabemos  que  todo  aquel 
que  es  nacido  de  Dios,  no  peca  ; 
mas  el  nacimiento  que  tiene  de 
Dios  le  guarda,  y  el  maligno  no 
le  taca. 

19  Sabemos  que  somos  de 
Dios ;  y  todo  el  mundo  está 
puesto  en  el  maligno. 

20  Y  sabemos  que  vino  el  Hi- 
jo de  Dios  ;  y  que  nos  dió  enten- 
dimiento para  que  conozcamos 
al  verdadero  Dios,  y  estemos  en 
su  verdadero  Hijo.  Este  es  ei 
verdadero  Dios,  y  la  vida  eterna, 

21  Hijitos,  guardaos  de  los 
ídolos.  Amen. 


EPISTOLA  SEOÜNDA 

DEL  APOSTOL  SAN  JUAN. 


1  TT^L  Presbítero  á  la  Se- 
XLi  ñora  Electa,  y  á  sus 
f¿jo8,  á  los  que  yo  amo  en  verdad ; 
y  no  yo  solo,  mas  también  todos 
tos  que  han  conocido  la  verdad, 


2  Por  la  verdad  que  penna:- 
nece  en  nosotros,  y  que  estará 
eternamente  con  nosotros. 

3  Sea  con  vosotros  gracia^ 
misericordia,  paz  de  Píos  Padre, 


350 


EPIST.  III.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


y  de  Jesu-Cristo  Hijo  del  Padre, 
en  verdad  y  en  caridad. 

4  Mucho  me  he  gozado,  por- 
que he  hallado  de  tus  hijos,  que 
andan  en  verdad,  así  como  he- 
mos recibido  el  mandamiento  del 
Padre. 

5  Y  ahora  ruégote,  Señora, 
no  como  si  te  escribiese  un  nue- 
vo mandamiento,  sino  el  que  he- 
mos tenido  desde  el  principio, 
que  nos  amemos  \^os  á  otros. 

6  Y  esta  es  la  caridad,  que 
andemos  según  los  mandamien- 
tos de  Dios.  Porque  este  es  el 
mandamiento,  que  caminéis  en 
él,  como  lo  habéis  oido  desde  el 
principio : 

7  Porque  muchos  impostores 
se  han  levantado  en  el  mundo, 
que  no  confiesan  que  Jesu-Cris- 
to vino  en  carne  ;  este  tal  es 
impostor,  y  Anti-Cristo. 


8  Guardaos  á  vosotros  mis- 
mos, para  que  no  perdáis  lo  que  í 
habéis  obrado  ;  sino  que  recibáis  < 
galardón  cumplido.  J 

9  Todo  el  que  se  aparta,  y  no  t 
persevera  en  la  doctrina  dé  \ 
Cristo,  no  tiene  á  Dios :  el  que  t 
persevera  ea  la  doctrina,  este  i 
tiene  al  Padre,  y  al  Hijo.  *  ] 

10  Si  alguno  viene  á  vosotros^ 

y  no  hace  profesión  de  esta  doc-  j 
trina,  no  le  recibáis  en  casa,  ni  b 
le  saludéis.  I 

11  Porque  el  que  le  saluda,  J 
comunica  en  sus  malas  obras. 

*  12  Teniendo  muchas  cosas 
que  escribiros,  no  he  querido 
por  papel  ni  por  tinta;  porque 
espero  ir  á  vosotros,  y  hablaras 
boca  á  boca,  para  que  vuestro 
gozo  sea  cumplido. 

13  Los  hijos  de  tu  hermana 
Electa  te  saludan. 


EPISTOLA  TERCERA 

DEL  APOSTOL.  SAN  JUAN. 


1  "17^  L  Presbítero  al  muy 
JL-J  amado  Gayo,  á  quien 

yo  amo  en  verdad. 

2  Carísimo,  ruego  al  Señor 
que  te  prospere  en  todo,  y  que 
te  conserve  en  salud,  así  como 
tu  alma  se  halla  en  buen  es- 
tado. 

3  Mucho  me  he  gozado  por 
la  venida  de  los  hermanos,  y  por 
el  testimonio  que  han  dado  de  tu 
verdad,  así  como  tú  andas  en  la 
verdad. 

.  4  No  tengo  yo  mayor  gozo  de 
otra  cosa,  que  de  oir  que  mis  hi- 
jos andan  en  verdad. 

5  Carísimo,  te  portas  con  fide- 
,líd3td  en  todo  lo  que  haces  con 


los  hermanos,  y  particularmente ,  a 

con  los  peregrinos,  t 

6  Que  han  dado  testimonio  de  c 
tu  caridad  en  presencia  de  la  e 
Iglesia  ;  á  los  quales,  si  encami-  \ 
nares  como  conviene  según  Dios,  i 
harás  bien.  ¡ 

7  Porque  por  su  nombre  se  pu-  i 
siéron  en  camino,  no  tomando  i 
nada  de  los  Gentiles.  ¿ 

8  Nosotros  pues  debemos  re-  ( 
cibir  á  estos  tales,,  á  fin  de  co*  ¿ 
operar  á  la  verdad.  ^ 

9  Hubiera  por  ventura  escri'-  j 
to  á  la  Iglesia  ;  mas  aquel  que 
pretende  tener  el  principado  en-  j¡ 
tre  ellos,  Diotrefes,  no  nos  re-  f 
ciíye.                                 -  i¡ 


EPIST.  DEL  APOSTOL  S.  JUDAS. 


3d1 


10  V  Dor  esto  si  yo  fuere  allá, 
daré  á  entender  las  obras  que 

•tiace,  esparciendo  palabras  ma- 
lignas contra  nos  ;  y  como  si  es- 
to no  le  bastase,  no  quiere  reci- 
bir aun  á  nuestros  hermanos,  y 
veda  á  los  que  los  reciben  que 
no  lo  hagan,  y  los  echa  de  la 
Iglesia. 

11  Carísimo,  no  quieras  se- 
guir lo  malo,  sino  lo  que  es  bue- 
no. El  que  hace  bien,  es  de^ 
Dios ;  quien  mal  hace,  no  vio  á' 
Dios. 


12  Todos  dan  testimonio .  de 
Demetrio,  y  aun  la  misma  ver- 
dad ;  y  nosotros  también  lo  da- 
mos ;  y  tú  sabes  que  nuestro  tes^ 
timonio  es  verdadero. 

13  Muchas  cosas  tenia  que 
escribirte  ;  mas  no  he  querido 
escribirte  por  tinta  ni  por  plu- 
ma. 

14  Porque  espero  verte  en 
breve,  y  hablaremos  boca  á  bo- 
ca. Paz  á  tí.  Te  saludan  las 
amigos.  Saluda  á  nuestros  ami- 
gos á  cada  uno  en  particular. 


EPISTOLA 


DEL.  APOSTOL.  SAN  JUDAS. 


1  TUDAS  siervo  de  Jesu- 
tJ   Cristo,  y  hermano  de 

Santiago,  á  aquellos  que  son 
amados  en  Dios  Padre,  y  guar- 
dados y  llamados  en  Jesn-Cristo. 

2  ]\Iisericordia,  y  paz,  y  ca- 
ridad cumplida  sea  á  vosotros. 

3  Carísimcs,  deseando  yo  con 
ansia  escribiros  acerca  de  vues- 
tra común  salud,  me  ha  sido  ne- 
cesario escribiros  ahora  para 
exhortaros  á  que  combatáis  por 
la  fé,  que  ya  fué  dada  á  los  San- 
tos. 

'4  Porque  se  han  entrado  di- 
3Ímuladamente#cicrtos  hombres 
impíos,  que  están  de  antemano 
destinados  para  este  juicio,  los 
quales  cambian  la  gracia  de 
nuestro  Dios  en  luxuria,  y  nie- 
gan que  Jesu-Cnsto  es  solo 
nuestro  Soberano  y  Señor. 

5  Mas  quieroos  traer  á  la 
jnemoiia,  puesto  que  ya  habéis 
sabido  todo  esto,  como  Jesús 
salvando  al  pueblo  d,e  tierra  de 


Egipto,  destruyó  después  á  aque* 
líos  que  no  creyeron  : 

6  Y  que  á  los  Angeles,  que 
no  guardaron  su  principado,  sino 
que  desamparáron  su  lugar,  los 
tiene  reservados  con  cadenas 
eternas  en  tinieblas  para  el  jui- 
cio del  grande  dia. 

7  Así  como  Sodoma  y  Go- 
morra,  y  las  cuidades  comar- 
canas que  fornicáron  como  ellas, 
y  yendo  en  pos  de  otra  carne, 
fueron  puestas  por  escarmiento, 
sufriendo  pena  de  fuego  eterno. 

8  De  la  misma  manera  estos 
también  contaminan  su  carne,  y 
desprecian  la  dominación,  y  blas- 
feman de  la  Magestad. 

9  Quando  el  Arcángel  Mi- 
guel disputando  con  el  diablo, 
altercaba  sobre  el  cuerpo  de 
Moisés,  no  se  atrevió  á  fulmi- 
narle sentencia  de  blasfemo  , 
mas  dixo  :  Mándete  el  Señer. 

10  Y  estos  blasfeman  de  todas 
las  cosas,  que  no  saben  ;  j  se 


352  EPIST.  DEL  APOSTOL  S.  JUDAS. 


peryierten  como  bestias  irracio- 
nales en  aquellas  cosas,  que  sa- 
ben naturalmente. 

11  Ay  de  ellos,  porque  andu- 
vieron en  el  camino  de  Caín,  y 
por  precio  se  dexáron  llevar  del 
error  de  Balaam,  y  pereciéron 
en  la  sedición  de  Coré  : 

12  Estos  son  los  que  contami- 
nan los  festines,  banqueteando 
sin  rubor,  apacentándose  á  sí 
mismos,  nubes  sin  agua  que  lle- 
van de  acá  para  allá,  los  vientos, 
arboles  de  otoño,  sin  fruto,  dos 
veces  muertos,  desarraygados, 

13  Ondas  furiosas  de  lámar, 
que  arrojan  'las  espumas  de  su< 
abominación,  estrellas  erraijtes ; 
para  los  que  está  reservada  la 
tempestad  de  las  tinieblas  eter- 
nas. • 

14  Y  Enoch  que  fué  el  sépti- 
mo después  de  Adam,  ¡profetizó 
lambien  de  estos,  y  dixo :  He 
aquí  vino  el  Señor  entre  milla- 
res de  sus  Santos, 

15  A  hacer  juicio  contra  to- 
dios,  y  á  convencer  á  todos  los 
impíos  de  todas  las  obras  de  su 
impiedad,  que  malamente  hicié- 
ron,  y  de  todas  las  palabras  in- 
juriosas, que  los  pecadores  im- 
píos han  hablado  contra  Dios. 

16  Estos  son  murmuradores 
querellosos,  que  andan  según  sus 

^  pasiones,  y  su  boca  habla  cosas 
soberbias,  que  muestran  admira- 
ción de  las  personas  por  causa 
fie  ínteres. 

17  jyfas  vcsotroS)  carísimos j 


acordaos  4e  las  palabras  qire  os 
fueron  dichas  por  los  Apóstoles 
de  nuestro  Señor  Jesu-Cristo,  « 

18  Los  quales  os  decían,  que 
en  los  últimos  tiempos  vendrán 
impostores,  que  andarán  según 
sus  deseos  llenos  de  impiedad. 

1 9  Estos  son  los  que  se  sepa- 
ran á  sí  mismos,  sensuales,  que 
no  tienen  el  Espíritu. 

20  Mas  vosotros,  amados,  edi- 
ficándoos á  vosotros  mismos  so- 
Tsre  el  oimiento  de  vuesti'a  saa^ 
tísima  fé,  orando  en  Espíritu 
Santo. 

21  Conservaos  á  vosotros  mis- 
mos en  el  amor  de  Dios,  espe- 
rando la  miserico^ia  de  nues- 
tro Señor  Jesu-Cristo  para  vida 
eterna. 

22  Y  reprehended  á  los  unqs 
que  están  ya  sentenciados ; 

23  Y  salvad  á  los  otros,  arre- 
batándolos del  fuego.  Y  de  los 
demás  tened  compasión  con  te- ' 
mor,  aborreciendo  aun  hasta  la 
ropa  que  está  contaminada  de  la 
carne. 

24  Y  á  aquel  que  es  poderoso 
para  guardaros  sin  pecado»,  y  pa- 
ra presentaros  sin  mancilla,  y 
llenos  de  alegría  ante  la  vista  de 
su  gloria  en  la  venida  de  nues'- 
tro  Señor  Jesu-Cristo. 

25  A  solo  Dios  Salvador  nues- 
tro por  Jesu-Cristo  nuestro  Se- 
ñor sea  gloria  y  magnificencia, 
imperio  y  poderdante  todos  los 
siglos,  y  ahora  y  en  todos  los  si- 
glos de  lüs  siglos.  Amen/ 


EL  APOCALYPSIS 
O  REVEJLACIOÑ 

DEL  APOSTOL.  SAIN*  JUAN. 


CAPITULO  I. 

1  T  A  Revelación  de  Jesu- 
JUá  Cristo,  que  Dios  le 

di6,  para  manifestar  á  sns  áer- 
yos  las  cosas  que  conviene  sean 
hechas  Juego  :  y  las  declaró, 
enviándolas  por  su  An^el  á  Juan 
sil  siervo, 

2  El  qual  ha  dado  testimonio 
de  la  palabra  de  Dios,  y  testi- 
raaaío  de  Jesu -Cristo,  de  todas 
las  cosas  que  vio. 

3  Bienaventurado  el  que  lee 
y  oye  las  palabras  de  esta  profe- 
cía ;  y  ^arda  las  cosas  que  en 
ella  están  escritas  ;  porque  el 
tiempo  está  cerca. 

4  Juan  á  las  siete  Iglesias 
que  hay  en  Asia.  Gracia  á  vo- 
sotros, y  paz  de  aquel,  que  es, 
y  que  era,  y  que  ha  de  venir ;  y 
de  los  siete  Espíritus  que  están 
Jetante  de  su  trono  ; 

5  Y  de  Jesu-Cristo,  que  es  el 
Lestig-o  fiel,  el  primogénito  de  los 
Huertos,  y  el  PrÍBcipe  de  los 
Reyes  de  la  tierra,  que  nos  amó, 
Y  nos  lavó  de  nuestros  pecados 
:on  su  sangre, 

6  Y • nos  ha  hecho  reyno,  y 
Sacerdotes  para  IWos,  y  su  Pa- 
;lre  ;  á  él  sea  la  gloria,  y  el  im- 
lerio  en  ios  siglos  de  los  siglos  : 
\men. 

7  He  aquí  que  viene  con  las 
'  lubes,  y  le  verá  todo  ojo,  y  los 
:u#íe  traspasáron.  Y  se  herí- 
an los  pedios  al  verle  todos  los 
hiages  de  la  tierra-.  Así  será  : 
lin£i3. 


8  Yo  soy  el  alfa,  y  el  omega^ 
el  principio,  y  el  fin,  dice  el  Se- 
ñor Dios,  que  es,  y  que  era,  y 
que  ha  de  venir,  el  Todopode? 
roso. 

9  Yo  Juan  vuestro  hermano» 
y  participante  en  la  tribulacior,, 
y  en  el  reyno,  y  en  la  paciencia 
en  Jesu-Cristo,  estuve  en  una 
isla  que  se  llama  Patmos,  por 
palabra  de  Dios,  y  por  el  testi^ 
monio  de  Jesús  ; 

10  Yo  fui  en  espíritu  un  diíi 
de  Donaingo,  y  oí  en  pos  de  mí 
una  grande  voz  . como  de  trom* 
peta, 

11  Que  decia:  Lo  que  ves, 
escríbelo  en  un  libro  ;  y  envíala 
á  las  siete  Iglesias,  que  hay  en 
el  Asia,  ^  Efeso,  y  á  Smirna,  y 
á  Pcrgamo,  y  á  Tiatira,  y  a 
Sárdis,  y  á  Filadelfia,  y  á  Lao- 
dicéa :  0 

12  Y  me  volví  para  ver  la 
voz,  que  hablaba  conmigo.  Y 
vuelto,  vi  siete  candeleros  d$ 
oro; 

13  Y  en  medio  de  los  sietn 
candeleros  de  oro  á  uno  seme- 
jante al  Hijo  del  hombre,  vestí- 
do  de  una  ropa  talar,  y  ceñida 
por  los  pechos  con  una  cinta  de 
oro; 

14  Y  su  cabeza,  y  sus  cabe* 
líos  eran  blancos  como  lana  blan- 
ca, y  como  nieve,  y  sus  ojos  co-i 
mo  llama  de  fuego  ; 

15  Y  sus  pies  semejantes  á. 
latan  fino,  quando  está  en  uix 
homo  ardiente,  y  su  voz  como 
ruido  de  muchas  aguas  ; 


554 


EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


16  Y  tenia  en  su  derecha  siete 
estrellas  ;  y  salia  de  su  Ijoca  una 
espada  aguda  de  dos  filos  ;  y  su 
rostro  resplandecía  como  el  Sol 
en  su  fuerza.  * 

17  Y  así  que  le  vi,  caí  ante 
sus  pies  como  muerto.  Y  puso 
su  diestra  sobre  mí,  diciendo : 
No  temas ;  yo  soy  el  primero, 
y  el  postrero, 

18  Y  el  que  vivo,  y  he  sido 
muerto,  y  he  aquí  que  vivo  en 
los  sig-los  de  los  siglos,  y  teng-o 
las  ^llaves  de  la  muerte,  y  del 
infierno. 

19  Escribe  pues  las  cosas  que 
has  visto,  y  las  que  son,  y  las 
que  han  de  ser  después  de  estas. 

20  El  misterio  de  las  siete 
estrellas,  que  has  visto  en  mi 
diestra,  y  los  siete  candeleros  de 
oro ;  las  siete  estrellas,  son  los 
Angeles  de  las  siete  Iglesias  ;  y 
los  siete  candeleros,  son  las  siete 
Iglesias. 

CAPITULO  ft. 

1  -ff^SCPJBE  al  Angel  de 
JmJ  la  Iglesia  de  Efeso; 

Esto  dice,  el  que  tiene  las  siete 
estrellas  en  su  diestra,  el  que 
anda  en  medio  de  los  siete  can- 
deleros de  oro : 

2  Sé  tus  obras,  y  tu  trabajo, 
y  tu  paciencia,  y  que  no  puedes 
sufrir  los  malos  ;  y  que  probaste 
á  aquellos,  que  se  dicen  ser 
Apostóles,  y  no  lo  son  ;  y  los  has 
hallado  mentirosos ; 

3  Y  tienes  paciencia,  y  has 
sufrido  por  mi  nombre,  y  no  has 
desfallecido. 

4  Mas  tengo  contra  tí,  que  has 
dexado  tu  primera  caridad. 

5  Acuérdate  pues  de  donde 
has  caido  ;  y  arrepiéntete,  y  haz 
¿as  primeras  obras  ;  porque  si 


no,  vengo  á  tí,  y  moTCré  tu  can- 
delero  de  su  lugar,  si  no  te  cot- 
•  rigieres. 

6  Mas  esto  tienes,  que  abor- 
reces los  hechos  de  los  Nicolaí- 
tas,  que  yo  también  aborrezco. 

7  El  que  tiene  oreja,  oi^a  le  : 
que  el  Espíritu  dice  á  las  Igle-  ; 
sias  :  Al  vencedor  daré  á  comei 
del  árbol  de  la  vida,  que  está  er 
medio  del  Paraíso  de  mi  Dios. 

8  Y  al  Angel  de  la  Iglesia  df  | 
Smima  escribe  :  Esto  dice  e'  ¡ 
primero,  y  el  postrero,  qüe  mu- 
rio,  y  vive  : 

9  Sé  tu  tribulación,  y  tu  po-  < 
breza,  mas  rico  eres ;  y  eret 
blasfemado  por  aquellos,  que  di- 
cen que  son  Judíos,  y  no  lo  son,.  Igi 
mas  son  sinagoga  de  Satanás.  Úi 

10  No  temas  ninguna  de  es-  Bi- 
tas cosas  que  has  de  padecer,  eí 
He  aquí  el  diablo  ha  de  echái 
en  cárcel  á  algunos  de  vosotros.!  fí. 
para  que  seáis  probados  ;  y  ten-  f 
dreis  tribulación  diez  dias.  Sé 
fiel  hasta  la  muerte,  y  te  daré  la 
corona  de  la  vida.  , 

1 1  El  que  tiene  oreja,  oiga  le  I  coi 
que  el  Espíritu  dice  á  las  Igle-  ' 
sias  :  El  que  venciere,  no  reci- 
birá daño  de  la  segunda  muerte. 

12  Y  escribe  al  Angel  de  la 
Iglesia  de  Pérgarao  :  Esto  dice 
el  que  tiene  la  espada  de  doí 
filos: 

13  Se  en  donde  moras,  ec 
donde  está  la  silla  de  Satanás  ; 
y  conservas  mi  nombre,  y  nx 
negaste  mi  fé.  Y  en  aquellos 
dias  Antipas  mi  fiel  testigo,  que 
fué  muerto  entre  vosotros,  dcm.- 
de  Satanás  mora. 

14  Mas  teogo  contra  tí  ak-u- 
ñas  cosas  ;  porque  tienes  ahí  lo; 
que  siguen  la  doctrina  de  Ba- 
laam,  que  enseñaba  á  Balac  á 
poner  tropiezo  delante  de  tos  ili-  ik. 


CAPITULO  III. 


355 


Jas  de  Israel,  que  comiesen,  y 
fornicasen : 

1 5  Así  tienes  tú  también  los 
que  sig-uen  la  doctrina  de  los 
Nicolaítas. 

1 6  Pues  arrepiéntete  ;  porque 
de  otra  manera,  vendré  á  tí 
presto,  y  pelearé  contra  ellos 
con  la  espada  de  mi  boca. 

17  El  que  tiene  oreja,  oiga  lo 
que  dice  el  Espíritu  á  las  Igle- 
sias :  Al  vencedor  daré  yo  man- 
ná  escondido,  y  le  daré  una  pie- 
drecita  blanca ;  y  en  la  piedre- 
cita  un  nombre  nuevo  escrito, 
que  no  sabe  ninguno,  sino  aquel 
quo  lo  recibe. 

1 8  Y  escribe  al  Angel  de  la 
Iglesia  de  Tiátíra  :  El  Hijo  de 
Dios,  que  tiene  los  ojos  como 
llama  de  fuego,  y  sus  pies  se- 
mejantes á  latón  fino,  dice  esto : 

19  Yo  conozco  tus  obras,  y  tu 
fe,  y  caridad,  y  servicios,  y  tu 
paciencia,  y  las  postreras  obras 
que  hiciste,  que  exceden  á  las 
primM||s. 

20  jPero  tengo  algunas  cosas 
contra  tí  ;  porque  tú  permites  á 
Jezabéi,  muger  que  se  dice  Pro- 
fetisa, predicar,  y  engañar  á  mis 
siervos,  fornicar,  y  comer  de  las 
cosas  sacrificadas  á  los  ídolos. 

21  Y  le  he  dado  tiempo  para 
que  hiciese  penitencia ;  y  ella 
no  quiere  arrepentirse  de  su  for- 
nicación. 

22  He  aquí  la  reduciré  á  una 
cama ;  y  los  que  adulteran  con 
ella,  se  verán  en  grande  tribula- 
ción, sino  hicieren  penitencia  de 
sus  obras. 

23  Y  castigaré  de  muerte  sus 
hijos,  y  sabrán  todas  las  Iglesias, 
que  yo  soy  el  que  escudriño  las 
entrañas,  y  ios  corazones  ;  y  da- 
ré á  cada  imo  de  vosotros  según 
8US  obras.  Pero  os  dicro  á  vosotros, 


24  Y  á  los  demás,  que  estáis 
en  Tiatíra:  Todo&  los  que  no 
siguen  esta  doctrina,  y  que  no 
han  conocido  las  profundidades 
de  Satanás,  como  ellos  las  lla- 
man, que  yo  no  pondré  sobre 
vosotros  otra  carga  : 

25  Mas  guardad  bien  aquello^ 
que  tenéis  hasta  que  yo  venga. 

26  Y  al  que  venciere,  y  guar- 
dare mis  obras  hasta  el  fin,  yo  lé 
daré  potestad  sobre  las  Gentes, 

27  Y  las  regirá  con  vara  dó 
hierro,  y  serán  quebrantadas  co^ 
mo  vaso  de  ollero, 

28  Así  como  también  yo  la 
recibí  de  mi  Padre  ;  y  le  daré 
la  estrella  de  la  mañana. 

29  El  que  tenga  oreja,  oiga  1<J 
que  el  Espíritu  dice  á  las  Iglesias* 

CAPITULO  III. 

1  "V?"  escribe  al  Angel  de  lá 

X  Iglesia  de  Sárdis  :  Es- 
to dice  el  que  tiene  los  siete  Es-, 
píritus  de  Dios,  y  las  siete  es- 
trellas :  Yo  conozco  tus  obras, 
que  tienes  nombre,  que  vives,  y 
estás  muerto.  • 

2  Sé  vigilante,  y  fortifica  las 
otras  cosas,  que  estaban  para 
morir.  '  Porque  no  hallo  tus 
obras  cumplidas  delante  de  mí 
Dios. 

3  Acuérdate  pues  de  lo  quq 
has  recibido,  y  oído,  y  guárdalo, 
y  haz  penitencia.  Porque  sino 
velares,  vendré  á  tí  como  la- 
drón, y  no  sabrás  en  que  hora 
vendré  á  tí. 

4  Mas  tiene#  algunas  perso-. 
ñas  en  Sárdis,  que  no  han  con- 
taminado sus  vestiduras ;  las  qua- 
les  andarán  conmigo  en  vestidu- 
ras blancas,  porque  son  dignas. 

5  El  que  venciere,  será  así 
vestido  de  vestiduras  blancas,  y 
no  borraré  su  nombre  del  Li* 


¿56 


EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAX. 


bro  flfe  la  vida,  y  confesaré  su 
nombre  delante  de  mi  Padre,  y 
delante  de  sus  Angeles. 

6  El  que  tiene  oreja,  oig-a  lo 
qüe  dice  el  Espíritu  á  las  Igle- 

7  Y  escribe  al  Angel  de  la 
Iglesia  de  Filadelfia  :  Esto  dice 
el  Santo,  y  el  Verdadero,  el  que 
tiene  la  llave  de  David ;  el  que 
abre,  y  ninguno  cierra  ;  cierra, 
y  ninguno  abre  : 

8  Yo  conozco  tus  obras.  He 
aquí  puse  delante  de  tí  una  puer- 
ta abierta,  que  ninguno  puede 
cerrar ;  porque  tienes  un  poco 
de  virtud,  y  has  guardado  mi  pa- 
labra, y  no  has  negado  mi  nom- 
bre. 

9  He  aquí  daré  de  la  sinago- 
ga de  Satanás,  los  que  dicen, 
que  son  Judíos,  y  no  lo  son,  mas 
mienten :  He  aquí  los  haré  ve- 
nir, y  que  adoren  ante  tus  pies ; 
y  sabrán,  que  yo  te  he  amado. 

10  Porque  has  guardado  la 
palabra  de  mi  paciencia,  y  yo  te 
guardaré  de  la  hora  de  la  tenta- 
ción, -que  ha  de  venir  sobre  todo 
el  mundo,  para  probar  á  los  mo- 
radores de  la  tierra. 

1 1  Mira,  que  vengo'  luego ; 
guarda  lo  que  tienes,  para  que 
ninguno  tome  tu  corona. 

12  A  quien  venciere,  le  haré 
columna  en  el  templo  de  mi 
Dios,  y  uo  saldrá  jamas  fuera ; 
y  escribiré  sobre  él  el  nombre 
de  mi  Dios,  y  el  nombre  de  la 
ciudad  de  mi  Dios,  la  nueva  Je- 
rusalém,  que  d^cendió  del  Cie- 
lo de  mi  Dios,  y  mi  nombre 
nuevo. 

13  Quien  tiene  oreja,  oiga  lo 
que  el  Espíritu  dice  á  las  Igle- 
sias. 

14  Y  escribe  al  Angel  de  la 
Iglesia  de  Laodicéa ;  Esto  dice 


el  Amen  ;  el  testigo  fiel,  y  vexi 
dadero,  el  que  es  principio  de  la 
criatura  de  Dios. 

15  Sé  tus  obras  ;  qUe  ni  eres 
frió,  ^i  caliente ;  oxalá  fueraí 
frió,  ó  caliente : 

16  Mas  porque  eres  tibio,  quí 
ni  eres  frío,  ni  caliente,  te  co- 
menzaré á  vomitar  de  mi  boca^ 

1 7  Porque  dices  :  Rico  soy,  y 
estoy  lleno  de  bienes,  y  de  nada 
tengo  falta  ;  y  no  conoces  que 
eres  un  cuitado  y  miserable,  y 
pobre,  y  ciego,  y  desnudo. 

18  Yo  te  aconsejo  que  com- 
pres de  mí  oro  afinado  en  fuego 
para  que  seas  rico,  y  te  vistas 
dé  ropas  blancas,  y  no  se  descu 
bra  la  vergüenza  de  tu  desnu» 
dez ;  y  unge  tus  ojos  con  coli 
rio  para  que  veas. 

1 9  Yo  á  los  que  amo,  reprc 
hendo  y  castigo.  Armate  pues 
de  zelo,  y  arrepiéntete. 

20  He  aquí  que  estoy  á  la 
puerta,  y  llamo  ;  si  alguno  oyere 
mi  voz,  y  me  abriere  la  merta^ 
entraré  á  él,  y  Cenaré  c^  él,  y 
él  conmigo. 

21  Al  que  venciere,  le  haré 
sentar  conmigo  en  mi  trono  ;  así 
como  yo  también  he  vencido,  j? 
me  he  sentado  coa  mi  Padre  eri 
su  trono. 

22  El  que  tiene  oreja,  oiga  lo 
que  el  Espíritu  dice  á  las  I^le« 
sias. 

CAPITULO  IV. 

•  í 

1  TTkESPUES  de  esto  miré  V 
X-F  y  vi  una  puerta  abier* 
ta  en  el  Cielo,  y  la  primera  voz 
que  oí,  era  como  de  trompetay 
que  hablaba  conmigo,  diciendo  'J 
Sube  acá,  y  te  mostraré  las  co-í 
sas  que  es  necesario  sean  hecíias 
después  de  estas. 


CAPITULO  V. 


2  Y  luego  fui  en  espíritu  ;  y 
he  aquí  un  trono,  que  estaba 
puesto  en  el  Cielo,  y  sobre  el 
trono  estaba  mío  sentado. 

3  Y  el  que  estaba  sentado, 
era  al  parecer  semejante  á  una 
piedra  de  jaspe,  y  de  sárdia ;  y 
Iiabia  al  rededor  del  trono  un 
Iris,  de  color  de  esmeralda. 

4  Y  al  rededor  del  trono 
veinte  y  quatro  sillas,  y  sobre 
las  sillas  veinte  y  qnatro  Ancia- 
nos sentados,  vestidos  de  ropas 
blancas,  y  en  sus  cabezas  coro- 
nas de  oro  : 

5  Y  del  trono  salían  relámpa- 
g-os,  y  voces,  y  truenos  ;  y  de- 
lante del  trono  siete  lámparas 
ai'diendo,  que  son  los  siete  Es- 
píritus, de  Dios. 

6  Y  á  la  vista  del  treno  habia 
como  un  mar  transparente  como 
el  vidrio  semejante  al  cristal ;  y 
en  medio  del  trono,  y  al  rededor 
del  trono,  quatro  animales  lle- 
nos de  ojos  delante  y  detras. 

7  Y  el  primer  animal  seme- 
jante a  un  León,  y  el  segundo 
animal  semejante  á  un  Becerro ; 
y  el  tercer  animal,  que  tenia  ca- 
ra como  de  Hombre,  y  el  quarto 
wiimal  semejante  á  una  Aguila 
(Volando. 

8  Y  los  quafro  animales,  cada 
fUBo  de  ellos  tenia  seis  alas ;  y  al 
rededor,  y  dentro  están  llenos 
de  ojos ;  y  no  cesaban  dia  y  no- 
che de  decir :  Santo,  Santo,  San- 
to, el  Señor  Dios  omnipotente, 
el  que  era,  y  el  que  es,  y  el  que 
ha  de  venir. 

9  Y  quando  aquellos  anima- 
es  daban  g-loria,  y  honra  y  ben- 
ücion  al  que  estaba  sentado  so- 
are  el  trono,  que  vive  en  los  si- 
^■los  de  los  siglos, 

10  Los  veinte  y  quatro  An- 
danos se  postraban  delante  del 


que  estaba  sentado  en  el  trono,  y 
acoraban  al  que  vive  en  los  si- 
glos de  los  siglos,  y  echaban  sus 
coronas  delante  del  trono,  di-^ 
ciendo : 

11  Digno  eres  Señor  Dios 
nuestro,  de  recibir  gloria,  y  hon-- 
ra,  y  virtud  ;  porque  tú  has  criar 
do  todas  las  cosas,  y  por  ta  vo- 
luntad eran,  y  ftiéron" criadas, 

CAPITULO  V. 

1  'WT  vi  en  la  mano  derecha 

M.  del  que  estaba  sentado 
sobre  el  trono,  un  libro  escrito 
dentro  y  fuera,  sellado  con  siete 
sellos. 

2  Y  vi  un  Angel  fuerte,  que 
decía  á  grandes  voces  :  ¿  Quien 
es  digno  de  abrir  el  libro,  y  de 
desatar  sus  sellos  ? 

3  Y  ninguno  podía,  ni  en  el 
Cielo,  ni  en  la  tieiTa,  ni  debaxo 
de  la  tierra  abrir  el  libro,  ni  mi- 
rarlo. 

4  Y  yo  lloraba  mucho,  porque 
no  fué  hallado  ninguno  digno  de 
abrir  el  libro,  ni  de  mirarlo. 

5  Y  uno  de  los  Ancianos  me 
dixo  :  No  llores  ;  he  aquí  el 
León  de  la  tribu  de  Judá,  la  raíz 
de  David,  que  ha  vencido,  para 
abrir  el  libro,  y  desatar  sus  siete 
sellos. 

6  Y  miré ;  y  vi  en  medio  del 
trono  y  de  los  qtiíltro  animales,  y 
en  medio  de  los  Ancianos  un 
Cordero  en  pie  asi  como  muerto, 
que  tenia  siete  cuernos,  y 'siete 
ojos,  que  son  los  siete  Espíritus 
de  Dios,  enviados  por  toda  la 
tierra. 

7  Y  vine,  y  tomó  el  libro  de- la 
mano  derecha  del  que  estaba 
sentado  en  el  trono. 

8  Y  quando  hubo  abierto  el 
lilaro,  ios  qitatro  animales,  y  los 


35^       EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


veinte  y  quatro  Ancianos  se  pos- 
traron delante  del  Cordero,  te- 
niendo cada  uno  harpas,  y  copas 
de  oro  llenas  de  perfumes,  que 
son  las  oraciones  de  los  Santos  : 

9  Y  cantaban  un  nuevo  cán- 
tico, diciendo :  Digno  eres,  Se- 
ñor, de  tomar  el  libro,  y  de  abrir 
sus  sellos ;  porque  fuiste  muer- 
to, y  nos  lias  redimido  para  Dios 
con  tu  sang-re,  de  toda  tribu,  y 
lengua,  y  pueblo,  y  nación  : 

10  Y  nos  has  hecho  para  nues- 
tro Dios  reyno  y  Sacerdotes,  y 
¡reinaremos  sobre  la  tierra. 

11  Y  vi,  y  oí  voz  de  muchos 
Angeles  al  rededor  del  trono,  y 
de  los  animales,  y  de  los  Ancia- 
nos ;  y  era  el  número  de  ellos 
millares  de  millares, 

12  Que  decian  en  alta  voz  : 
Dig-no  es  el  Cordero,  que  fué 
muerto,  de  recibir  virtud,  y  di- 
vinidad, y  sabiduría,  y  fortaleza, 
y  honra,  y  gloria,  y  bendición. 

13  Y  á  toda  criatura  que  hay 
en  el  Cielo,  y  sobre  la  tierra,  y 
debaxo  de  la  tierra,  y  las  que 
hay  en  la  mar,  y  quanto  allí  hay ; 
oí  decir  á  todas  :  Al  que  está 
sentado  en  el  trono,  y  al  Corde- 
ro ;  bendición,  y  honra,  y  gloria, 
y  poder  en  los  sig-los  de  los  si- 
gilos. 

14  Y  los  quatro  animales  de- 
0Ían :  Amen.  Y  los  veinte  y 
quatro  Ancianos  cayeron  sobre 
sus  rostros ;  y  adoraron  al  que 
vive  en  los  siglos  de  los  siglos. 

*    '   CAPITULO  VI. 

1  "ytT  vi  que  el  Cordero  a- 
X  brió  uno  de  los  siete 
sellos,  y  oí  que  uno  de  los  quatro 
animales  decia,  como  con  voz 
de  trueno  :  Ven,  y  verás. 
^  2  Y  miré ;  y  vi  un  caballo 


blaqgo ;  y  el  que  estaba  sentado 
sobre  él,  tenia  un  arco,  y  le  fué 
dada  una  corona,  y  salió  victo- 
rioso para  vence% 

3  Y  quando  abrió  el  segundo 
sello,  oí  al  segundo  animal,  que 
decia  :  Ven,  y  verás. 

4  Y  salió  otro  caballo  berme- 
jo ;  y  fué  dado  poder  al  que  es- 
taba sentado  sobre  él,  para  que 
quitase  la  paz  de  la  tierra,  y  que 
se  matasen  los  unos  á  los  otros, 
y  le  fué  dada  una  grande  es- 
pada. 

5  Y  quando  abrió  el  tercer 
sello,  oí  al  tercer  animal,  que 
decia :  Ven,  y  verás.  Y  apa- 
reció un  caballo  negro  ;  y  él 
que  estaba  sentado  sobre  él,  te- 
nia en  su  mano  una  balanza. 

6  Y  oí  como  una  voz  en  me- 
dio de  los  quatro  animales  que 
decian :  Dos  libras  de  trigo  por 
un  denario,  y  seis  libras  de  ce^ 
bada  por  un  denario,  mas  no 
hagas  daño  al  vino  ni  al  aceyte. 

7  Y  quando  abrió  el  quarto 
sello,  oí  la  voz  del  quarto  aui* 
mal,  que  decia  :  Ven,  y  verás. 

8  Y  apareció  un  caballo  páli- 
do ;  y  el  que  estaba  sentado  so- 
bre él,  tenia  por  nombre  Muer- 
te, y  le  seguía  el  Infierno;  y  le 
fué  dado  poder  sobre  las  quatro 
partes  de  la  tierra,  para  matar 
con  espada,  con  hambre,  y  con 
mortandad,  y  cofl  bestias  de  la 
tierra. 

9  Y  quando  abrió  el  quinto 
sello,  vi  debaxo  del  Altar  las  al- 
mas de  los  que  habían  sido  muer- 
tos por  la  palabra  de  Dios,  y  por 
el  testimonio  que  tenían, 

10  Y  clamaban  en  voz  alta, 
diciendo  :  ¿  Hasta  quando  Se- 
ñor, Santo,  y  verdadero,  no  juzt^ 
g-as,  y  no  vengas  nuestra  sangre 
de  ios  que  moran  sobre  la  tierra.'* 


CAPITULO  vn. 


11  Y  fueron  dadas  á  cada  uno 
áe  ellos  unas  ropas  blancas ;  y 
les  fué  dicho,  que  reposasen  aun 
un  poco  de  tiempo,  hasta» que  s€ 
cumpliese  el  número  de  sus  con- 
siervos y  el  de  sus  hermanos, 
que  también  han  de  ser  muertos 
como  ellos. 

12  Y  miré  quando  abrió  el 
sexto  sello  ;  y  he  aquí  fué  he- 
cho un  grande  terremoto,  y  se 
tornó  el  Sol  negro  come  un  sa- 
co de  cilicio  ;  y  la  Luna  fué  he- 

^  cha  toda  como  sangre  : 

'  ,  13  Y  las  estrellas  del  Cielo 
cayeron  sobre  la  tierra,  como  la 
hig-ucra  dexa  caer  sus  hig-os, 
quando  es  movida  de  grande 
viento. 

14  Y  el  Cielo  se  recogió  co- 
mo un  libro  que  se  arrolla ;  y 
todo  monte,  y  toda  isla  fueron 
movidas  de  sus  lug-ares ; 

15  Y  los  Reyes  de  la  tierra,  y 
los  príncipes,  y  los  Tribunos,  y 
los  ricos,  y  los  poderosos,  y  todo 
siervo,  y  libre  se  escondieron  en 
las  cavernas,  y  entre  las  peñas 
de  los  montes ; 

1 6  Y  degian  á  los  montes,  y  á 
las  peñas  :  Caed  sobre  nosotros, 
y  escondednos  de  la  presencia 
del  que  está,  sentado  sobre  el 
trono,  y  de  la  ira  del  Cordero  ; 

17  Porque  llegado  es  el  gran- 
de dia  de  la  ira  de  ellos  ;  ¿  y 
quien  podrá  sostenerse  en  pie  ? 

CAPITULO  VII. 

DESPUES  de  esto  vi 
quatro  Angeles  que 
estaban  sobre  los  quatro  ángu- 
los de  la  tierra,  y  tenian  los  qua- 
tro vientos  de  la  tierra,  para  que 
no  soplasen  sobre  la  tierra,  ni 
sobre  la  mar,  ni  en  ningún  árbol. 
3  Y  vi  otro  Angel  que^subia 


del  nacimiento  del  Sol,  y  tenia 
la  señal  del  Dios  vivo ;  y  clamó 
en  alta  voz  á  Jos  quatro  Angeles, 
á  quienes  era  dado  poder  de  da- 
ñar á  la  tierra,  }  á  la  mar, 

3  Diciendo  :  No  hagáis  mal  á 
la  tierra,  ni  á  la  mar,  ni  á  los 
árboles,  hasta  que  señalemos  á 
los  siervos  de  nuestro  Dios  en 
sus  frentes. 

4  Y  oí  el  número  de  los  se- 
ñalados, que  eran  ciento  y  qua- 
renta  y  quatro  mil  señalados,  de 
todas  las  Tribus  de  los  hijos  de 
Israel. 

5  De  la  tribu  de  Judá,  doce 
mil  señalados :  De*la  Tribu  de 
Rubén,  doce  mil  señalados  :  De 
la  Tribu  de  Gad,  doce  mil  seña" 
lados : 

6  De  la  Tribu  de  Asér,  doce 
mil  señalados  :  De  la  Tribu  de 
Neftalí,  doce  mil  señalados  :  De 
la  Tribu  de  Manassés,  doce  mil 
señalados  : 

7  De  la  Tribu  de  Simeón, 
doce  mil  señalados  :  De  la  Tri- 
bu de  Leví,  doce  mil  señalados  : 
De  la  Tribu  de  Issacár,  doce 
mil  señalados  : 

8  De  la  Tribu  de  Zabulón, 
doce  mil  señalados  :  De  la  Tribu 
de  Joscf,  doce  rail  señalados  :  Y 
de  la  Tribu  de  Benjamín,  doce 
mil  señalados. 

9  Después  de  esto  vi  una 
grande  muchedumbre,  que  nin- 
guno podía  contar,  de  todas  na- 
ciones, y  tribus,  y  pueblos,  y 
lenguas,  que  estaban  en  pie  ante 
el  trono,  y  delante  del  Cordero, 
cubiertos  de  vestiduras  blancas, 
y  palmas  en  sus  manos  : 

10  Y  clamaban  en  voz  alta 
diciendo  :  La  salud  á  nuestro 
Dios,  que  está  sentado  sobre  el 
trono,  y  al  Cordero. 

n  Y  todos  los  Angeles  esta- 


tQO        EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


ban  en  pie  al  rededor  del  trono, 
y  de  los  Ancianos,  y  de  los  qua- 
tro  animales  ;  y  se  dexáron  caer 
ante  el  trono  sobre  sus  rostros, 
y  adoráron  á  Dios, 

12  Diciendo,  Amen.  Laben- 
flicion,  y  la  claridad,  y  la  sabi- 
duría, y  la  acción  de  gracias,  y 
la  honra,  y  la  virtud,  y  la  forta- 
leza á  nuestro  Dios  en  los  siglos 
de  los  siglos.  Amen. 

13  Y  tomando  la  palabra  uno 
de  los  Ancianos,  me  dixo :  Es- 
tos que  están  cubiertos  de  vesti- 
duras blancas,  ¿  quiénes  son  ? 
¿y  de  dond^  vinieron  ? 

14  Y  le  dixe  :  Mi  Señor,  tú 
}a  sabes.  Y  díxome ;  Estos  son 
los  que  vinieron  de  grande  tri- 
bulación, y  laváron  sus  ropas,  y 
las  emblanquecieron  en  la  san- 
gre del  Cordero  : 

15  Por  esto  están  ante  el  tro- 
no de  Dios,  y  le  sirven  dia  y  no- 
che en  su  templo ;  y  el  que  está 
sentado  en  el  trono,  morará  so- 
bre ellos. 

1 6  No  tendrán  hambre,  ni  sed 
jiunca  jamas,  ni  caerá  sobre  ellos 
el  Sol,  ni  niogun  ardor  .- 

17  Porque  el  Cordero,  que 
está  en  medio  del  trono,  los 
guardará,  y  los  llevará  á  fuen- 
tes de  aguas,  y  enxugará  Dios 
toda  lágrima  de  los  ojos  de  ellos. 

CAPITULO  vm. 

1  "WT  quando   él  abrió  el 

Jl  'séptimo  sello,  fué  he- 
cho silencio  en  el  Cielo ;  casi 
por  inedia  hora. 

2  Y  vi  siete  Angeles  que  es- 
taban en  pie  delante  de  Dios ;  y 
jtes  fueron  dadas  siete  trompetas. 

3  Y  vino  otro  Angel,  y  se  pa- 
ró .delante  del  -altar,  teniendo  un 
incensario  de  oro ;  y  le  fuéron 


dados  muchos  perfames,  para 
qu€  pusiese  de  las  oraciones  dci 
todos  los  Santos  sobre  el  altar  de^ 
oro,  qtie  estaba  ante  el  trono  ícj 
Dios. 

4  Y  subió  el  humo  de  los  per- 
fumes de  las  oraciones  de  los 
Santos  de  mano  del  Angel  delan- 
te de  Dios. 

5  Y  el  Angel  tomó  el  incensa- 
rio, y  lo  llenó  del  fuego  del  Al- 
tar, y  lo  echó  en  la  trerra,  y  fue- 
ron hechos  truenos,  y  voces,  3; 
relámpagos,  y  terremoto  grande. 

6  Y  los  siete  Angeles,  que  te- 
man las  siete  trompetas,  se  a- 
prestáron  para  tocarlas. 

7  Y  el  primer  Angel  tocó  la 
trompeta,  y  fué  hecho  granizo, 
y  fuego,  mezclados  con  sangre, 
lo  que  cayó  sobre  la  tierra,  y 
fué  abrasada  la  tercera  parte  de 
la  tierra,  y  fué  abracada  la  ter- 
cera parte  de  los  árboles,  y  que* 
mada  toda  la  yerba  verde.  • 

8  Y  el  segundo  Angel  tocó  la 
trompeta  ;  y  fué  echado  en  la 
mar  come  un  grande  monte  ar- 
diendo en  fuego,  y  se  tomó  en 
sangre  la  terc*em  ^rte  de  la 
mar  :  *  / 

9  Y  murió  la  tercera  parte  de 
las  criaturas,  que  habia  anima- 
das en  la  mar ;  y  la  tercera  par- 
te de  los  navios  pereció. 

1 0  Y  el  tercer  Angel  tocó  Iz 
trompeta  ;  y  cayó  del  Cielo  una 
grande  estrella,  ardiendo  como 
una  hacha,  y  cayó  en  la  tercera 
parte  de  los  rios,  y  en  las  fueni- 
tes  de  las  aguas  :  ' 

]  1  Y  el  nombre  de  la  estrella 
se  dice  Ajenjo  ;  y  la  tercera' 
parte  de  las  a^uas  se  convirtió 
en  ajenjo ;  y  murieron  muchos 
hombres  por  las  aguas,  porque  ■ 
se  tornaron  amargas. 

12  'Y  el  quarto  Angel  tocó  la 


CAPITULO  IX. 


361 


trompeta ;  y  fué  heridala  terce- 
ra parte  del  Sol,  y  la  tercera 
parte  de  la  Luna,  y  la  tercera 
parte  de  las  estrellas,  de  manera 
que  se  obscureció  la  tercera 
parte  de  ellos,  y  no  resplandecía 
la  tercera  parte  del  dia,  y  lo  mis- 
mo de  la  nüche. 

13  Y  vi,  y  oí  la  voz  de  un 
águila,  que  volaba  por  medio  del 
Cielo,  que  decia  en  alta  voz  : 
Ay,  ay,  ay  de  los  moradores  de 
la  tierra,  por  las  otras  voces  de 
los  tres  Ang-eles,  que  habían  de 
tocar  la  trompeta. 

CAPITULO  IX. 

1  "WT  el  quinto  Angel  tocó 

JL  la  trompeta ;  y  ví,*que 
una  estrella  cayó  del  Cielo  en  la 
tierra,  y  le  fué  dada  la  llave  del 
pozo  del  abismo. 

2  Y  abrió  el  pozo  del  abismo ; 
y  subió  humo* del  pozo,  como  hu- 
mo de  un  grande  homo;  y  se 
obscureció  el  Sol  y  el  ayre  con 
el  humo  del  pozo  : 

3  Y  del  humo  del  pozo  salié- 
ron  langostas  á  la  tierra ;  y  les 
fué  dado  poder,  como  tienen  po- 
der los  escorpiones  de  la  tierra  : 

4  Y  les  fué  mandado,  que  no 
hiciesen  daño  á  la  yerba  de  la 
tierra,  ni  á  cosa  alguna  verde, 
ni  á  ningún  árbol ;  sino  sola- 
mente á  los  hombres,  que  no 
tienen  la  señal  de  Dios  en  sus 
frentes : 

5  Y  les  fué  dado,,  que  no  los 
matasen ;  sino  que  los  atormen- 
tasen cinco  meses ;  y  su  tor- 
mento, como  tormento  de  escor- 
pión quando  hiere  á  un  hom- 
bre. 

6  Y  en  aquellos  dias  buscarán 
los  hombres  la  muerte,  y  no  la 


hallarán ;  y  desearán  morir,  y 
huirá  la  muerte  de  ellos. 

7  Y  las  figuras  de  las  langos- 
tas eran  parecidas  á  caballos 
aparejados  para  batalla  ;  y  sobre 
sus  cabezas  tenian  como  coro- 
nas semejantes  al  oro ;  y  sus  ca- 
ras eran  así  como  caras  de  hom- 
bres. 

8  Y  tenian  cabellos  como  ca- 
bellos de  mugeres.  Y  sus  dien- 
tes eran  como  dientes  de  leones ; 

9  Y  vestían  lorigas  como  lo- 
rigas de  hierro  ;  y  el  estruendo 
de  sus  alas,  como  estruendo  de 
carros  de  muchos  caballos,  que 
corren  al  combate : 

10  Y  tenian  colas  semejantes 
á  las  de  los  escorpiones,  y  habia 
aguijones  en  sus  colas  ;  y  su  po- 
der para  dañar  á  los  hombres 
cinco  meses  ;  y  tenian  sobre  sí 

11  Por  Rey  un  Angel  de] 
abismo,  llamado  en  Hebreo  A- 
baddon,  en  Griego  Apollioif,  y 
en  Latin  Exterminans. 

12  El  un  ay  pasó  ya,  y  he  a- 
quí  siguen  aun  dos  ayes  después 
de  estas  cosas. 

13  Y  el  sexto  Angel  tocó  la 
trompeta ;  y  oí  una  voz  de  los 
quatro  cuernos  del  altar  de  oro, 
que  está  ante  los  ojos  de  Dios, 

14  Que  decia  al  sexto  Angel, 
que  tenia  la  trompeta:  Desata 
los  quatro  Angeles,  que  están 
atados  en  el  grande  rio  Eufra- 
tes. 

1 5  Y  fuéron  desatados  los  qua- 
tro Angeles,  que  estaban  apres- 
tados para  la  hora,  y  dia,  y  mes, 
y  año ;  para  matar  la  tercera 
parte  de  los  hombres. 

16  y  el  número  del  exército 
de  á  caballo  veinte  mil  veces  diez 
veoes  mil.  Y  oí  número  de 
ellos. 

16 


362 

17  Y  así  vi  los  caballos  en 
visión ;  y  los  que  los  cabalga- 
ban, vestían  lorigas  de  fuego, ,  y 
de  color  de  jacinto,  y  de  azufre  ; 
y  las  cabezas  de  los  caballos  eran 
como  cabezas  de  leones  ;  y  de 
su  boca  salia  fuego,  y  humo,  y 
azufre. 

18  Y  de  estas  tres  plagas  fué 
muerta  la  tercera  parte  de  los 
hombres,  del  fuego,  y  del  humo, 
y  del  aztlfre,  que  salian  de  la 
boca  de  ellos. 

1 9  Porque  el  poder  de  los  ca- 
ballos está  en  la  boca  de  ellos,  y 
en  sus  colas.  Pues  las  colas  de 
ellos  semejantes  á  serpientes, 
que  tienen  cabezas  ;  y  con  ellas 
4añan. 

20  Y  los  otros  hombres,  que 
no  fueron  muertos  de  estas  pla- 
gas, ni  se  arrepintiéron  de  las 
obras  de  sus  manos,  para  que  no 
adorasen  demonios,  é  Ídolos  de 
oro,  y  de  plata,  y  de  metal,  y  de 
piedra,  y  de  madera,  los  quales 
ni  pueden  ver,  ni  oir,  ni  andar, 

21  Y  no  se  arrepintieron  de 
sus  homicidios,  ni  de  sus  malefi- 
cios, ni  de  su  fornicación,  ni  de 
sus  hurtos. 

CAPITULO  X. 

1  'WJT  vi  otro  Angel  fuerte 
Jl    descender  del  Cielo, 

cubierto  de  una  nube,  y  el  Iris 
sobre  su  cabeza,  y  su  cara  era 
como  el  Sol,  y  sus  pies  como 
columnas  de  fuego : 

2  Y  tenia  en  su  mano  un  li- 
brito  abierto ;  y  puso  su  pie  de- 
recho sobre  la  mar,  y  el  izquier- 
do sobre  la  tierra  : 

3  Y  clamó  en  alta  voz,  como 
un  león  quando  ruge.  Y  luego 
que  hubo  clamado,  siete  truéalos 
hablaron  su6  voces. 


^ 

4 

■\ 

4  Y  qüando  los  siete  trueno» 
hablaron  sus  voces,  yo  las  iba  á 
escribir  ;  y  oí  una  voz  del  Cielo 
que  me  decia :  Sella  las  cosas 
que  han  hablado  los  siete  true- 
nos, y  no  las  escribas. 

5  Y  el  Angel,  que  vi  estar 
sobre  la  mar,  y  sobre  la  tierra, 
levantó  su  mano  al  Cielo  : 

6  Y  juró  por  el  que  vive  ea 
los  siglos  de  los  siglos,  que  crio 
el  Cielo,  y  las  cosas  que  hay  en 
él,  y  la  tierra,  y  las  cosus  que 
hay  en  ella,  y  la  mar,  y  las  co- 
sas que  hay  en  ella  :  Que  no  ha- 
brá ya  mas  tiempo : 

7  Mas  en  los  días  de  la  voz 
del  séptimo  Angel,  quando  co- 
menzare á  sonar  la  trompeta,  ' 
se^á^  consumado  el  misterio  de 
Dios,  como  lo  anunció  por  sus 
siervos  los  Profetas. 

8  Y  oí  la  voz  del  Cielo  que 
hablaba  otra  vez  conmigo,  y  que 
decia  :  Ve,  y  toma  fel  libro  abieri^ 
to  de  mano  del  Angel,  que  está 
sobre  la  mar,  y  sobre  la  tierra. 

9  Y  me  fui  al  Angel,  y  le"  di- 
xe,  que  me  diese  el  libro.  Y  me 
dixo  :  Toma  el  libro,  y  trágalo : 
Y  hará  amargar  tu  vientre,  mas 
en  tu  boca  será  dulce  como  la , 
miel. 

1 0  Y  tomé  el  libro  de  mano 
del  Angel,  y  le  tragué  ;  y  era  ^ 
dulce  en  mi  boca  como  la  miel ;  i 
y  quando  le  hube  tragado,  fucji 
mi  vientre  amargado ; 

11  Y  roe  dixo :  Es  necesario^'; 
que  otra  vez  profetices  á  mu-  • 
chas  Gente's,  y  á  pueblos,  y  á 
lenguas,  y  á  Reyes.  r 

CAPITULO  XL 

1  "liT*  d2Ld3.  una  caña  ■ 

X    semejante  á  una  vara, 


EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


CAPITULO  XI. 


363 


y  se  me  Jixo  :  Levántate,  y  mi- 
de el  Templo  de  Dios,  y  el  Al- 
tar, y  á  los  que  adoran  en  él. 

2  Mas  el  átrio,  que  está  fuera 
del  Templo,  déxalo  fuera,  y  do 
lo  midas ;  porque  se  ha  dado  á 
las  Gentes,  y  hollarán  la  Ciudad 
Santa  quarenta  y  dos  meses  : 

3  Y  darc  á  mis  dos  testigos,  y 
profetizarán  mil  doscientos  y  se- 
senta dias,  vestidos  de  sacos. 

4  Estos  son  dos  olivos,  y  dos 
candeleros,  que  están  delante 
del  Señor  de  la  tierra. 

5  Y  si  alguno  les  quisiere  da- 
ñar, saldrá .  fuego  de  la  boca  de 
ellos,  y  tragará  sus  enemigos,  y 
si  alguno  les  quisiere  hacer  da- 
ño, es  necesario  que  también  él 
sea  muerto. 

6  Estos  tienen  poder  de  cer- 
rar el  Cielo,  que  no  llueva  en 
los  dias  de  la  profecía  de  ellos  ; 
y  tienen  poder  sobre  las  aguas 
para  convertirlas  en  sangre,  y 
para  herir  la  tierra  con  toda 
suerte  de  plagas,  quantas  veces 
quisieren. 

7  Y  quando  acabaren  su  tes- 
timonio, lidiará  contra  ellos  una 
bestia  que  sube  del  abismo,  y  los 
vencerá,  y  los  matará. 

8  Y  los  cuerpos  de  ellos  yace- 
rán en  las  plazas  de  la  grande 
ciudad,  que  es  llamada  espiri- 
tualraente  Sodoma,  y  Egipto, 
donde  el  Señor  de  ellos  fué  tam- 
bién crucificado. 

9  Y  los  de  las  Tribus,  y  pue- 
blos, y  lenguas,  y  naciones  ve- 
rán los  cuerpos  de  ellos  tres  dias 
y  medio ;  y  no  permitirán  que 
sus  cuerpos  sean  puestos  en  se- 
pulcros. 

10  Y  los  moradores  de  la  tier- 
ra se  gozarán  por  la  muerte  de 
ellos,  y  sie  alegrarán ;  y  se  en- 


viarán presentes  los  unos  á  los 
otros,  porque  estos  dos  Profetas 
atormentaron  á  los  que  moraban 
sobre  la  tierra. 

11  Y  después  de  tres  dias  y 
medio,  entró  en  ellos  el  espíritu 
de  vida  enviado  de  Dios.  Y  se 
alzaron  sobre  sus  pies,  y  vino 
grande  temor  sobre  los  que  los 
vieron. 

12  Y  oyeron  una  grande  voz 
del  Cielo,  que  les  decía  :  Subid 
acá.  Y  subieron  al  Cielo  en 
una  nube  ;  y  los  vieron  los  ene- 
migos de  ellos. 

13  Y  en  aquella  hora  fué  he- 
cho un  grande  terremoto,  y  cayo 
la  décima  parte  de  la  ciudad  ;  y 
en  el  terremoto  fueron  muertos 
los  nombres  de  siete  mil  hom- 
bres ;  y  los  demás  fueron  ate- 
morizados, y  diéron  gloria  á  Dios 
del  Cielo. 

14  Se  pasó  el  segundo  ay;  y 
he  aquí  el  tercer  ay  vendrá 
presto. 

1 5  Y  el  séptimo  Angel  tocó  la 
trompeta  ;  y  hubo  en  el  Cielo 
grandes  voces,  que  decían  :  El 
reyno  de  este  mundo  ha  sido  re- 
ducido á  nuestro  Señor,  y  á  su 
Cristo,  y  reynará  en  ios  siglos 
de  los  siglos  :  Amen. 

16  Y  los  veinte  y  quatro  An- 
cianos, que  delante  de  Dios  es- 
tán sentados  en  sus  sillas,  se  pos- 
traron sobre  sus  rostros,  y  ado- 
ráron  á'Dios,  diciendo : 

17  Gracias  te  damos.  Señor 
Dios  Todopoderoso,  que  eres,  y 
que  eras,  y  que  has  de  venir; 
porque  has  recibido  tu  gran 
poderío,  y  has  entrado  en  tu 
reyno. 

18  Y  las  Gentes  se  han  aira- 
do, mas  ha  llegado  tu  irá,  y  el 
tiempo  de  ser  juzgados  los  iliuer- 


364 


EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


tos,  y  de  dar  el  galardón  á  tus 
siervos  los  Profetas,  y  los  San- 
tos, y  á  los  que  temen  tu  nom- 
bre, á  los  pequeñitos,  y  á  los 
grandes,  y  de  exterminar  á  los 
que  inficionaron  la  tierra. 

19  Y  se  abiió  el  templo  de 
Dios  en  el  Cielo;  y  el  Arca  de 
su  testamento  fué  vista  en  su 
templo,  y  fueron  hechos  relám- 
pagos, y  voces,  y  terremoto,  y 
grande  pedrisco. 

CAPITULO  XIL 

1  '^T  apareció  en  el  Cielo 

JL  una  grande  señal :  Una 
muger  cubierta  del  Sol,  y  la 
Luna  debaxo  de  sus  pies,  y  en  su 
cabeza  una  corona  de  doce  es- 
trellas : 

2  Y  estando  en  cinta,  clama- 
ba con  dolores  de  parto,  y  sufría 
dolores  por  parir. 

3  Y  fue  vista  otra  señal  en  el 
Cielo  ;  y  he  aquí  un  grande  dra- 
gón bermejo,  que  tenia  siete 
cabezas,  y  diez  cuernos;  y  en 
sus  cabezas  siete  diademas  : 

4  Y  la  cola  de  él  arrastraba 
la  tercera  parte  de  las  estrellas 
del  Cielo,  y  las  hizo  caer  sobre 
la  tierra  ;  y  el  dragón  se  paró 
delante  de  la  muger,  que  estaba 
de  parto,  á  fin  de  tragarse  al 
hijo,  luego  qúe  ella  le  hubiese 
parido. 

5  Y  parió  un  hijo  varón,  que 
habia  de  regir  todas  las  Gentes 
con  vara  de  hierro  ;  y  su  hijo 
fué  arrebatado  para  Dios,  y  para 
su  trono  : 

6  Y  la  muger  huyó  al  desier- 
to, en  donde  tenia  un  lugar  apa- 
rejado de  Dios,  para  que  allí  la 
alimentasen  rail  doscientos  y  se- 
senta días.  1 


7  Y  hubo  una  grande  batalla 
en  el  Cielo :  Miguél  y  sus  An- 
geles lidiaban  con  el  dragón,  y 
lidiaba  el  dragón,  y  sus  Ange* 
les  : 

8  Y  no  prevalecieron  estos,  y 
nunca  mas  fue  hallado  su  lugar 
en  el  Cielo. 

9  Y  fué  lanzado  fuera  aquel 
grande  dragón,  aquella  antigua 
serpiente,  que  se  llama  diablo  y 
Satanás,  que  engaña  á  todo  el 
mundo ;  y  fué  arrojado  en  tier- 
ra, y  sus  Angeles  fueron  lanza- 
dos con  él. 

10  Y  oí  una  grande  voz  en  el 
Cielo,  que  decía :  Ahora  se  ha 
cumplido  la  salud,  y  la  virtud,  y 
el  reyno  de  nuestro  Dios,  y  ei 
poder  de  su  Cristo  ;  porque  es 
ya  derribado  el  acusador  de  nues- 
tros hermanos,  que  los  acusaba 
delante  de  nuestro  Dios  día  y 
noche. 

1 1  Y  ellos  le  han  vencido  por 
la  sangre  del  Cordero,  y  por  la 
palabra  de  su  testimonio ;  y  no 
amaron  sus  vidas  bástala  muerte- 

12  Por  lo  qual  regocijaos, 
Cielos,  y  los  que  moráis  en  ellos, 
Ay  de  la  tierra,  y  de  la  mar, 
porque  descendió  el  diablo  á  vo- 
sotros con  grande  ira,  sabiendo 
que  tiene  poco  tiempo. 

13  Y  quando  el  dragón  vio 
que  había  sido  derribado  en  tier- 
ra, persiguió  á  la  muger  que 
parió  el  hijo  varón  : 

14  Y  fuéron  dadas  á  la  muger 
dos  alas  de  grande  águila,  para 
que  volase  al  desierto  á  su  lugar, 
en  donde  es  guardada  por  un 
tiempo,  y  dos  tiempos,  y  la  mitad 
de  un  tiempo,  de  la  presencia  de 
la  serpiente. 

15  Y  la  serpiente  lanzó  de  su 
boca  en  pos  de  la  muger,  agua 


CAPITULO  XIII. 


3G5 


como  un  rio,  con  el  fin  de  que 
fuese  arrebatada  de  la  corriente. 

16  Mas  la  tierra  ayudó  á  la 
mUger ;  y  abrió  la  tierra  su  bo- 
ca, y  sorbió  el  rio,  que  habia 
lanzado  el  dragón  de  su  boca. 

17  Y  se  ayró  el  dragón  con- 
tra la  mnger ;  y  se  fué  á  hacer 
guerra  contra  los  otros  de  su  li- 
nage,  que  guardan  los  manda- 
mientos de  Dios,  y  tienen  el  tes- 
timonio de  Jesu-Cristo. 

18  Y  se  paró  sobre  la  arena 
de  la  mar. 

CAPITULO  XIII. 

1  "WT  vi  salir  de  la  mar  una 

M.  bestia,  que  tenia  siete 
cabezas,  y  diez  cuernos,  y  sobre 
sus  cuernos  diez  coronas,  y  so- 
bre sus  cabezas  nombres  de  blas- 
femia. 

2  Y  la  bestia  que  vi,  era  se- 
mejante á  un  leopardo,  y  sus  pies 
como  pies  de  oso,  y  su  boca  co- 
mo boca  de  león.  Y  le  dió  el 
dragón  su  poder,  y  grande  fuerza. 

3  Y  vi  una  de  sus  cabezas 
como  herida  de  muerte ;  y  fué 
curada  su  herida  mortal.  Y  se 
maravilló  toda  la  tierra  en  pos 
de  la  bestia. 

4  Y  adoraron  al  dragón,  que 
dió  poder  á  la  bestia ;  y  adorá- 
ron  á  la  bestia,  diciendo:  ¿Quien 
hay  semejante  á  la  bestia  ?  ¿  Y 
quien  podrá,  lidiar  con  ella  ? 

5  Y  le  fué  dada  boca  con  que 
hablaba  altanerías,  y  blasfemias; 
y  íe  fué  dado  poder  de  hacer  a- 
quello  quarenta  y  dos  meses. 

6  Y  abrió  su  boca  en  blasfe- 
mias contra  Dios,  para  blasfe- 
mar su  nombre,  y  su  taberná- 
culo, y  á  los  que  moran  en  el 
Cielo. 


7  Y  le  fue  dado  que  hiciese 
guerra  á  los  Santos,  y  que  Iíís 
venciese.  Y  le  fué  dado  poder 
sobre  toda  tribu,  y  pueblo,  y  len- 
gua, y  nación  : 

8  Y  le  adoraron  todos  los  mo- 
radores de  la  tierra  ;  aquellos 
cuyos  nombres  no  están  escritos 
en  el  Libro  de  la  vida  del  Cor- 
dero que  fué  muerto  desde  el 
principio  del  mundo. 

9  Si  alguno  tiene  oreja,  oiga, 

10  El  que  hiciere  á  otro  es- 
clavo, en  esclavitud  parará ; 
quien  con  cuchillo  matare,  con 
cuchillo  es  preciso  que  muera. 
Aquí  está  la  paciencia  y  la  fe 
de  los  Santos. 

11  Y  vi  otra  bestia  que  subia 
de  la  tierra,  y  que  tenia  dos 
cuernos  semejantes  á  los  del 
Cordero,  mas  hablaba  como  el 
dragón, 

12  Y  exercia  todo  el  poder  de 
la  primera  bestia  en  su  presen- 
cia ;  é  hizo  que  la  tierra,  y  su3 
moradores  adorasen  á  la  prime- 
ra bestia,  cuya  herida  mortal  fue 
curada. 

13  E  hizo  grandes  maravillas, 

de  manera  que  aun  fuego  hacia  \ 
descender  del  Cielo  á  la  tierra  á 
la  vista  de  los  hombres  ; 

14  Y  engañó  á  los  moradores 
de  la  tierra  con  los  prodigios  que 
se  le  permitieron  hacer  delante 
de  la  bestia,  diciendo  á  los  mo- 
radores de  la  tierra,  que  hagan 
la  figura  de  la  bestia,  que  tiene 
la  herida  de  espada,  y  vivió. 

15  Y  le  fué  dado  que  comuni- 
case espíritu  á  la  figura  de  la 
bestia,  y  que  hable  la  figura  de 
la  bestia;  y  que  haga  que  sean 
muertos  todos  aquellos  que  no 
adoraren  la  figura  de  la  bestia. 

16  Y  á  todos  los  hombres  pe- 

16» 


356 


EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


queños  y  grandes,  ricos  y  po- 
bres, libí-es  y  siervos,  hará  tener 
una  señal  en  su  mano  derecha, 
ó  en  sus  frentes. 

17  Y  que  ninguno  pueda  com- 
prar, ó  vender,  sino  aquel  que 
'iene  la  señal,  ó  nombre  de  ia 
bestia,  ó  el  número  de  su  nom- 
bre. 

18  Aquí  hay  sabiduría.  Quien 
tiene  inteligencia,  calcule  el 
número  de  la  bestia  :  porque 
es  número  de  hombre ;  y  el  nú- 
mero de  ella  seiscientoB  sesenta 
y  seis. 

CAPITULO  XIV. 

1  "¥7"  miré  ;  y  he  aquí  el 

jL  Cordero,  que  estaba 
ea  pie  sobre  el  monte  Sion,  y 
con  él  ciento  y  quarenta  y  qua- 
tro  mil,  que  tenían  escrito  sobre 
sus  frentes  el  nombre  de  él,  y  el 
nombre  de  su  Padre. 

2  Y  oí  una  voz  del  Cielo,  co- 
mo voz  de  muchas  aguas,  y  co- 
mo voz  de  grande  trueno  ;  y  la 
voz  que  oí,  era  como  de  tañedo- 
res de  harpa,  que  tañían  sus  har- 
pas. 

3  Y  cantaban  como  un  cánti- 
co nuevo  delante  del  trono,  y 
delante  de  los  quatro  animales,, 
y  de  los  Ancianos  ;  y  ninguno 
podía  decir  aquel  cántico,  sino 
aquellos  ciento,  y  quarenta,  y 
quatro  mil,  que  fueron  compra- 
dos de  la  tierra. 

4  Estos  son  los  que  no  se  con- 
taminaron con  raugeres ;  Por- 
que son  vírgenes.  Estos  siguen 
al  Cordero  á  donde  quiera  que 
vaya.  Estos  fueron  rescatados 
de  entre  los  hombres  por  primi- 
cias para  Dios,  y  para  el  Cor- 
derp:  | 


6  Y  en  la  boca  de  ellos  bo  fue 
hallada  mentira  ;  porque  están 
sin  mancilla  ante  el  trono  de 
Dios. 

6  Y  vi  otro  Angel  volando 
por  medio  del  Cielo,  que  tenia 
el  Evangelio  eterno,  para  predi- 
carlo á  los  moradores  de  la  tier- 
ra, y  á  toda  nación,  y  tribu,  y 
lengua,  y  pueblo, 

7  Diciendo  en  alta  voz  :  Te- 
med al  Señor,  y  dadle  honra, 
porque  vino  la  horade  su  juicio; 
y  adorad  á  aquel  que  hizo  el 
Cielo,  y  la  tien-a,  la  mar,  y  las 
fuentes  de  las  aguas. 

8  Y  otro  Angel  le  siguió  di- 
ciendo :  Cayó,  cayó  aquella  Ba- 
bilonia la  grande,  que  dió  á  be- 
ber á  todas  la»  gentes  del  vino 
de  la  ira  de  su  fornicación. 

9  Y  los  siguió  el  tercer  An- 
gel, diciendo  en  alta  voz  :  Si  al- 
guno adorare  la  bestia,  y  su  imá- 
gen,  y  tomare  la  señal  en  su 
frente,  ó  en  su  mano, 

10  Este  beberá  también  del 
vino  de  la  ira  de  Dios,  que  está 
mezclado  con  puro  en  el  cáliz 
de  su  ira,  y  será  atormentado 
con  fuego,  y  azufre  delante  de  los 
santos  Angeles,  y  delante  del 
Cordero : 

1 1  Y  el  humo  de  los  tormen- 
tos de  ellos  subirá  en  los  siglos 
de  los  siglos :  y  no  tienen  repo- 
so dia  ni  noche,  los  que  adora- 
ron la  bestia,  y  la  figura  de  ella, 
y  el  que  tomare  la  señal  de  su 
nombre. 

12  Aquí  está  la  paciencia  de 
los  Santos  que  guardan  les  man- 
damientos de  Dios,  y  la  fé  de 
Jesús. 

13  Y  oí  una  voz  del  Cielo, 
que  me  decia  ;  Escribe  :  Biena- 
venturados ios  muertos,  que 


CAPITULOS  XV,  XVI. 


mueren  en  el  Señor.  Desde  hoy 
mas  dice  el  Espíritu,  que  des- 
cansen de  sus  trabajos  ;  porque 
las  obras  de  ellos  los  sig-uen. 

14  *Y  miré,  y  he  aquí  una  nu- 
be blanca  ;  y  sobre  la  nube  sen- 
tado uno  semejante  al  Hijo  del 
hombre,  que  tenia  en  su  cabeza 
una  corona  de  oro,  y  en  su  ma- 
no una  hoz  aguda. 

15  Y  salió  otro  Angel  del  tem- 
plo, clamando  en  voz  alta  al  que 
estaba  sentado  sobre  la  nube  : 
Echa  tu  hoz,  y  siega  ;  porque  es 
venida  la  hora  de  segar,  por  es- 
tar ya  seca  la  mies  de  la  tierra. 

16  Y  el  que  estaba  sentado 
sobre  la  nube,  echó  su  hoz  so- 
bre la  tierra,  y  la  tierra  fué  se- 
gada. 

17  Y  salió  otro  Angel  del 
templo,  que  hay  en  el  Cielo,  que 
tenia  también  una  hoz  aguda. 

18  Y  salió  del  altar  otro  An- 
gel, que  tenia  poder  sobre  el 
fuego ;  y  clamó  en  voz  alta  á 
aquel  que  tenia  la  hoz  aguda, 
diciendo  :  Mete  tu  hoz  aguda,  y 
vendimia  los  racimos  de  la  viña 
de  la  tierra ;  porque  maduras 
están  las  uvas  de  ella. 

19  Y  metió  el  Angel  su  hoz 
aguda  en  la  tierra,  y  vendimió  la 
viña  de  la  tierra,  y  echó  la  ven- 
dimia en  el  grande  lago  de  la  ira 
de  Dios  : 

20  Y  fué  hollado  el  lago  fue- 
ra de  la  ciudad,  y  salió  sangre 
del  lago  hasta  los  frenos  de  los 
caballos  por  mil  y  seiscientos  es- 
tadios. 

CAPITULO  XV. 

1  IJ/"  vi  otra  señal  en  el 
Jl    Cielo  grande  y  mara- 
villosa  siete  Angeles,  que  te- 


367 

nian  las  siete  plagas  postreras  : 
Porque  en  ellas  es  consumada 
la  ira  de  Dios. 

2  Y  vi  así  como  un  mar  de 
vidrio  revuelto  con  fuego,  y  á 
los  que  vencieron  la  bestia,  y  su 
figura,  y  el  número  de  su  nom- 
bre que  estaban  sobre  la  mar 
de  vidrio,  teniendo  las  harpas  de 
Dios : 

3  Y  que  cantaban  el  cántico 
de  Moisés  siervo  de  Dios,  y  el 
cántico  del  Cordero,  diciendo  : 
Grandes  y  maravillosas  son  tus 
obras,  Señor  Dios  Todopoderoso : 
justos,  y  verdaderos  son  tusca- 
minos,  Rey  de  los  siglos. 

4  ¿  Quien  no  te  temerá,  Se- 
ñor, y  engrandecei-á  tu  nombre  : 
porque  solo  eres  piadoso  ;  y  to- 
das las  Gentes  vendrán,  y  ado- 
rarán delante  de  tí,  porque  se 
han  manifestado  tus  juicios. 

5  Y  después  de  esto,  miré,  y 
he  aquí,  que  se  abrió  en  el  Cie- 
lo el  templo  del  tabernáculo  del 
testimonio : 

6  Y  saliéron  siete  Angeles  del 
templo,  que  traían  siete  plagas, 
vestidos  de  un  lino  limpio  y  blan- 
co, y  ceñidos  por  el  pecho  de 
bandas  de  oro. 

7  Y  uno  de  los  quatro  anima- 
les dió  á  los  siete  Angeles  siete 
copas  de  oro,  llenas  de  la  ira  de 
Dios,  que  vive  en  los  siglos  de 
los  siglos. 

8  Y  el  templo  se  hinchió  de 
humo  por  la  magestad  de  Dios, 
y  de  su  virtud  ;  y  no  podía  en- 
trar ninguno  en  el  templo,  hasta 
que  fuesen  consumadas  las  siete 
plagas  de  los  siete  Angeles. 

CAPITULO  XVI. 

1  ""ÍT"  oí  una  grande  voz  del 
X    templo,  que  decia  á 


368        EL  APOCAL.  DEL 


APOSTOL  S.  JUAN. 


los  siete  Ang-eles  :  Id,  y  derra- 
mad las  siete  copas  de  la  ira  de 
Dios  sobre  la  tierra. 

2  Y  fué  el  primero,  y  derra- 
mó su  copa  sobre  la  tierra ;  y 
vino  una  llaga  cruel  y  malig-na 
sobre  los  hombres,  que  tenian  la 
señal  de  la  bestia;  y  sobre  aque- 
llos, que  adoraron  su  imágen. 

3  Y  el  segundo  Angel  derra- 
mo su  copa  sobre  la  mar,  y  se 
tornó  sangre  como  de  un  muer- 
to ;  y  murió  en  la  mar  toda  alma 
viviente. 

4  y  el  tercero  derramó  su  co- 
pa sobre  los  rios,  y  sobre  las 
fuentes  de  las  aguas,  y  se  con- 
virtieron en  sangre. 

5  Y  oí  decir  al  Angel  de  las 
aguas  :  Justo  eres.  Señor,  que 
eres,  y  que  eras  Santo,  porque 
esto  has  juzgado : 

6  Porque  derramaron  la  san- 
gre de  los  Santos,  y  de  los  Pro- 
fetas, les  has  dado  también  á  be- 
ber sangre  ;  porque  lo  mere- 
cen. 

7  Y  oí,  que  dixo  otro  desde 
el  altar :  Ciertamente,  Señor 
Dios  Todopoderoso,  verdaderos, 
y  justos  son  tus  juicios. 

8  Y  el  quarto  Angel  derramó 
su  copa  sobre  el  Sol,  y  le  fué  da- 
do afligir  á  los  hombres  con  ardor 
y  fuego. 

9  Y  ardieron  los  hombres  de 
grande  ardor  ;  y  blasfemaron  el 
nombre  de  Dios,  que  tiene  po- 
der sobre  estas  plagas,  y  no  se 
arrepintieron  para  darle  gloria. 

10  Y  el  quinto  Angel  derra- 
mó su  copa  sobre  la  silla  de  la 
bestia  ;  y  se  tornó  su  reyno  te- 
nebroso, y  se  comieron  sus  len- 
guas de  dolor. 

11  Y  blasfemaron  al  Dios  del 
Cielo  por  sus  dolores,  y  por  sus 


heridas,  y  no  se  arrepintiéron  de- 
sús obras. 

12  Y  el  sexto  Angel  derramó 
su  copa  sobre  aquel  grande  rio 
Eufrates  ;  y  secó  su  agua,  para 
que  se  aparejase  camino  para  los 
Keyes  del  Oriente. 

13  Y  vi  salir  de  la  boca  del 
dragón,  y  de  la  boca  de  la  bes- 
tia, y  de  la  boca  del  falso  profe- 
ta tres  espíritus  inmundos  á  ma- 
nera de  ranas. 

14  Porque  son  espíritus  de 
demonios,  que  hacen  prodigios,  y 
van  á  los  Reyes  de  toda  la  tierra 
para  juntarlos  en  batalla,  para  el 
grande  dia  del  Dios  Todopode- 
roso. 

1 5  He  aquí,  que  vengo  como 
ladrón.  Bienaventurado  el  que 
vela,  y  guarda  sus  vestiduras, 
para  que  no  ande  desnudo,  y 
vean  su  fealdad. 

16  Y  los  congregará  en  un  lu- 
gar, que  en  Hebréo  se  llama  Ar 
magedon. 

17  Y  el  séptimo  Angel  derra- 
mó su  copa  por  el  ayre,  y  salió 
una  grande  voz  del  templo  desde 
el  trono,  que  decia  :  Esto  es  he- 
cho. 

18  Y  fueron  hechos  relámpa- 
gos, y  voces,  y  truenos,  y  hubo 
un  grande  temblor  de  tierra ; 
tal,  y  tan  grande  terremoto  qual 
nunca  fué  deade  que  los  hom- 
bres fueron  sobre  la  tierra. 

19  Y  la  ciudad  grande  fué 
partida  en  tres  partes  ;  y  cayé-  ^ 
ron  las  ciudades  de  las  Gentes, 
y  Babilonia  la  grande  vine  en 
memoria  delante  de  Dios,  para 
darle  el  cáliz  del  vino  de  la  in- 
dignación de  su  ira. 

20  Y  toda  isla  huyó,  y  los 
montes  no  fueron  hallados. 

21  Y  cayó  del  Cielo  un  gran- 


CAPITULO  XVII. 


áe  pedrisco  sobre  los  hombres, 
como  un  talento  ;  y  los  hombres 
denostáron  á  Dios  por  la  plaga 
del  pedrisco,  que  fué  grande  en 
extremo. 

CAPITULO  XVII. 

1  "WT"  vino  uno  de  los  siete 

jL  Angeles,  que  tenían 
las  siete  copas,  y  me  habló,  di- 
ciendo :  Vén  acá,  y  te  mostraré 
la  condenación  de  la  grande  ra- 
mera, que  está  sentada  sobre  las 
muchas  aguas ; 

2  Con  quien  fomicáron  los 
Reyes  de  la  tierra,  y  se  erabria- 
gáron  los  moradores  de  la  tier- 
ra con  el  vino  de  su  prostitu- 
ción. 

3  Y  me  arrebató  en  espíritu 
al  desierto.  Y  vi  una  mnger 
sentada  sobre  una  bestia  berme- 
ja, llena  de  nombres  de  blasfe- 
mia, que  tenia  siete  cabezas,  y 
diez  cuernos. 

4  Y  la  muger  estaba  cercada 
de  púrpura,  y  de  escarlata,  y 
adornada  de  oro,  y  de  piedras 
preciosas,  y  de  perlas,  y  tenia 
un  vaso  de  oro  en  su  mano  lleno 
de  abominaciím,  y  de  la  inmun- 
dicia de  su  fornicación. 

5  Y  en  su  frente  escrito  un 
nombre  :  Misterio  :  babilonia 
la  grande,  madre  de  las  fornica- 
ciones y  abominaciones  de  la 
tierra. 

6  Y  vi  aquella  mugcr  embria- 
gada de  la  sangre  de  los  Santos, 
y  de  la  sangre  de  los  Mártires 
de  Jesús.  Y  quando  la  vi,  que- 
dé maravillado  de  grande  admi- 
ración. 

7  Y  me  dixo  el  Angel  :  ¿  Por 
que  te  mai-avillas  ?  Yo  te  diré  el 
misterio  de  la  muger,  y  de  la 


569 

bestia,  que  la  trae,  la  qual  tiene 
siete  cabezas,  y  diez  cuernos. 

8  La  bestia,  que  has  visto, 
fué,  y  no  es,  y  saldrá  del  abismo, 
é  irá  en  muerte  :  y  se  maravilla- 
rán los  moradores  de  la  tierra, 
aquellos  cuyos  nombres  no  están 
en  el  Libro  de  la  vida  desde  la 
creación  del  mundo,  quando 
vean  la  bestia,  que  era,  y  no  es. 

9  Y  aquí  hay  sentido,  que  tie- 
ne sabiduría :  Las  siete  cabezas 
son  siete  montes,  sobre  los  que 
está  sentada  la  muger;  y  tam- 
bién son  siete  Reyes. 

10  Los  cinco  murieron,  el  uno 
es,  y  el  otro  aun  no  vino ;  y 
quando  viniere,  conviene  que 
dure  poco  tiempo. 

1 1  Y  la  bestia  que  era,  y  no 
es  ;  y  ella  es  la  octava ;  y  es  de 
los  siete,  y  va  á  perdición. 

12  Y  los  diez  cuernos  que  has 
visto,  son  diez  Reyes  ;  que  aun 
no  recibieron  re\Tio,  mas  reci- 
birán poder  como  Reyes  por  una 
hora  en  pos  de  la  bestia. 

13  Estos  tienen  un  mismo  de- 
signio, y  darán  su  fuerza  y  po- 
der á  la  bestia. 

14  Estos  pelearán  contra  el 
Cordero,  y  el  Cordero  los  ven- 
cerá ;  porque  es  el  Señor  de  los 
Señores,  y  el  Rey  de  los  Reyes ; 
y  los  que  están  con  él,  son  lla- 
mados, escogidos,  y  fieles. 

15  Y  me  dixo:  Las  aguas 
que  viste  en  donde  la  ramera  es- 
tá sentada,  son  pueblos,  y  gen- 
tes, y  lenguas. 

16  Y  los  diez  cuernos  que 
viste  en  la  bestia,  estos  aborre- 
cerán á  la  ramera,  y  la  reduci- 
rán á  desolación,  y  la  dexarán 
desnuda,  y  comerán  sus  carnes, 
y  á  ella  la  quemarán  con  fuego 

17  Porque  Dios  ha  puesto  en 


STO        EL  APOCAL.  DEL 


APOSTOL  S.  JUAN. 


sus  corazones,  que  hagan  lo  que 
le  place  ;  que  den  su  rey  no  á  la 
bestia,  hasta  que  estén  cumpli- 
das las  palabras  de  Dios. 

18  Y  la  muger  que  viste,  es 
la  grande  ciudad,  que  tiene 
Señorío  sobre  los  Reyes  mIc  la 
tierra. 

CAPITULO  XVIII. 

1  "1^  después  de  esto  vi  des- 

JL  cender  del  Cielo  otro 
Angel,  que  tenia  gran  poder  ;  y 
ia  tierra  fué  esclarecida  de  su 
gloria. 

2  Y  exclamó  fuertemente,  di- 
ciendo: Cayó,  cayó  Babilonia 
la  grande  ;  y  se  ha  convertido 
en  morada  de  demonios,  y  en 
g-uarida  de  todo  espíritu  inmun- 
do, y  en  alvergue  de  toda  ave 
sucia  y  abominable : 

3  Porque  todas  las  Gentes  han 
bebido  del  vino  de  la  ira  de  su 
fornicación ;  y  los  Reyes  de  la 
tierra  han  fornicado  con  ella  ;  y 
los  Mercaderes  de  la  tierra  se 
han  enriquecido  con  el  poder  de 
sus  delicias. 

4  Y  oí  otra  voz  del  Cielo,  que 
decia  :  Salid  de  ella,  pueblo'  mió, 
para  que  no  tengáis  parte  en  sus 
pecados,  y  que  no  recibáis  de  sus 
plagas. 

5  Porque  sus  pecados  han  lle- 
gado hasta  el  Cielo  ;  y  se  ha 
acordado  el  Señor  de  sus  malda- 
des. 

6  Tomadle  á  dar  así  como 
ella  os  ha  dado  ;  y  pagadle  al  do- 
ble según  sus  obras  :  en  la  copa, 
que  ella  os  dio  á  beber,  dadle  á 
beber  doblado. 

7  Quanto  ella  se  ha  glorifica- 
do, y  ha  vivido  en  deleytes,  tanto 
daréis  de  tormento  y  llanto ;  por- 


que dice  en  su  corazón  :  Yo  es- 
toy sentada  Reyna,  y  no  soy 
viuda,  y  no  veré  llanto. 

8  Por  esto  en  un  dia  vendrán  ■ 
sus  plagas,  muerte,  y  llanto,  y 
hambre ;   y  será  quemada  con 
fuego  :  porque  es  fuerte  el  Dios,  j 
que  la  juzgará. 

9  Y  llorarán,  y  se  herirán  los 
pechos  sobre  ella  los  Reyes  de  ' 
la  tierra,  que  fornicaron  con  ella,  ^ 
y  viviéron  en  deleytes,  quan- 

do  ellos  vieren  el  humo  de  su  ^ 
quema  : 

10  Estando  lejos  por  miedo  de  ^ 
los  tormentos  de  ella,  dirán  :  Ay, 

ay  de  la  gran  ciudad  de  Babilo- 
nia, aquella  ciudad  fuerte  ;  por- 
que en  una  hora  vino  tu  conde- 
nación. 

11  Y  ios  Mercaderes  de  la 
tierra  llorarán,  y  se  lamentarán 
sobre  ella  ;  porque  ninguno  com- 
prará mas  sus  mercaderías ; 

12  Mercaderías  de  oro,  y  de 
plata,  y  de  piedras  preciosas,  y 

de  margaritas,  y  de  lino  finísimo,  . 
y  de  escarlata,  y  de  seda,  y  de 
grana,  y  toda  madera  olorosa,  y  ^ 
todo  vaso  de  marfil,  y  todo  vaso  ' 
de  piedras  preciosas,  y  de  cobre,  ' 
y  de  hierro,  y  mármol, 

13  Y  canela,  y  de  olores,  y 
de  ungüentos,  y  de  incienso,  j- 
de  vino,  y  de  aceyte,  y  de  flor  de 
harina,  y  de  trigo,  y  de  bestias  . 
de  carga,  y  de  ovejas,  y  de  ca-  »' 
ballos,  y  de  carrozas,  y  de  escla- 
vos, y  de  almas  de  hombres.  , 

14  Y  las  frutas  del  deseo  de 

tu  alma  se  retiraron  de  tí,  y  to-  ! 
das  las  cosas  gruesas,  y  hermo- 
sas te  han  faltado,  y  no  las  halla-  | 
rán  ya  mas. 

15  Los  Mercaderes  de  estas 
cosas,  que  se  enriquecieron,  es- 
taran lejos  de  ella  por  miedo  de 


CAPITULO  XIX. 


371 


los  tormentos  de  ella,  llorando,  y 
haciendo  llanto, 

16  Y  diciendo  :  Ay,  ay  de  a- 
quella  garande  ciudad,  que  esta- 
ba cubierta  ¿e  lino  finisirao,  y 
de  escarlata,  y  de  grana,  y  cu- 
bierta de  oro,  y  de  piedras  pre- 
ciosas, y  de  margaiitas  : 

17  Que  en  una  hora  han  desa- 
parecido tantas  riquezas.  Y  to- 
do g-obernador,  y  todos  los  que 
navegan  en  mar,  y  los  marine- 
ros, y  quantos  trafican  sobre  la 
mar,  estuv^iéron  á  lo  lejos, 

1^  Y  viendo  el  lugar  del  in- 
cendio de  ella,  dieren  voces  di- 
ciendo ;  ;  Que  ciudad  hubo  se- 
mejante á  esta  grande  ciudad  ? 

19  Y  echáion  polvo  sobre  sus 
cabezas,  y  dieron  alaridos,  y  llo- 
rando, y  lamentando,  decían  : 
Ay,  ay  de  aquella  grande  ciudad, 
en  la  qual  se  enriquecieron  todos 
los  que  tenian  navios  en  la  mar, 
de  los  precios  de  ella ;  porque  en 
una  hora  ha  sido  desolada. 

20  Regocíjate  sobre  ella,  Cie- 
Jo,  y  vosotros  ífantos  Apóstoles, 
y  Profetas  ;  porque  Dios  ha  juz- 
gado vuestra  causa  quanto  á 
ella. 

21  Y  un  Angel  fuerte  alzó 
una  piedra  como  una  grande  pie- 
dra de  molino,  y  la  echó  en  la 
mar,  diciendo  :  Con  tanto  ímpe- 
tu será  echada  Babylonia  aque- 
lla grande  ciudad,  y  . ya  no  será 
hallada  jamas. 

22  Ni  jamas  en  tí  se  oirá  voz 
de  tañedores  de  cítara,  ni  de 
músicos,  ni  de  tañedores  de  dan- 
ta, y  trompeta  no  se  oirá  en  tí 
mas  ;  y  maestro  de  ninguna  ar- 
te no  será  hallado  en  tí  jamas ; 
y  ruido  de  muela  no  se  oirá  en  tí 
jamas  ; 

23  Y  luz  de  antorcha  no  luci- 


rá jamas  en  tí ;  y  voz  de  Esposo 
ni  de  Esposa  no  será  oida  mas 
en  tí ;  porque  tus  Mercaderes 
ei-an  los  Príncipes  de  la  tierra  ; 
porque  en  tus  hechicerías  errá* 
ron  todas  las  gentes. 

24  Y  en  ella  ha  sido  halládsela 
sangre  de  los  Profetas,  y  de  los 
Santos,  y  de  todos  los  que  fué-» 
ron  muertos  sobre  la  tierra. 

CAPITULO  XIX. 

1  •piESPUES  de  esto  oí 
JL^  como  voz  de  muchas 

gentes  en  el  Cielo,  que  decían : 
Aleluya :  La  salud,  y  la  gloria, 
y  el  poder  es  á  nuestro  Dios. 

2  Porque  sus  juicios  verdade- 
ros son  y  justos,  que  ha  condé»  * 
nado  á  la  grande  ramera,  que 
pervirtió  la  tierra  con  su  prosti- 
tución, y  ha  vengado  la  sangro 
de  sus  siervos  de  las  manos  de 
ella. 

3  Y  otra  vez  dixéron  :  Ale- 
luya. Y  el  humo  de  ella  sube 
en  los  siglos  de  los  siglos. 

4  Y  se  postraron  los  veinte 
y  quatro  Ancianos,  y  los  qua- 
tro  animales,  y  adoráron  á  Dios, 
que  estaba  sentado  sobre  el 
trono,  y  decían  :  Amen  :  Ale* 
luya. 

5  Y  salió  del  trono  una  voz, 
que  decia  :  Decid  loor  á  nuestro 
Dios  todos  sus  siervos,  y  l<?s 
que  le  teméis,  pequeños  y  gran» 
des. 

6  Y  oi  como  voz  de  mucha 
gente,  y  como  ruido  de  muchas 
aguas,  y  como  voz  de  grandes 
truenos,  que  decían  :  Aleluya ; 
porque  reyñó  el  Señor  nuestro 
Dios  el  Todopoderoso. 

7  Gócemenos,  y  alegrémonos, 
y  démosle  gloria ;  porque  aoa 


a72       EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


venidas  las  bodas  del  Cordero,  y 
su  Esposa  está  ataviada. 

8  Y  le  fué  dado,  que  se  cubra 
de  finísimo  lino  resplandeciente 
y  blanco.  Y  este  lino  fino  son 
ias  virtudes  de  los  Santos. 
.  :^^-Y  me  dixo :  Escribe :  Bie- 
naventurados los  que  han  sido 
llamados  á  la  cena  de  las  bodas 
del  Cordero,  y  me  dice  :  Estas 
palabras  de  Dios  son  verdade- 
ras. 

10  Y  me  postré  á  sus  pies  pa- 
ra adorarle.  Y  me  dice  :  Mira, 
no  lo  hag-as  ;  yo  soy  siervo  con- 
^S^í  y  con  tus  hermanos,  que 
tienen  el  testimonio  de  Jesús. 
Adora  á  Dios.  Porque  el  testi- 
monio de  Jesús  es  espíritu  de 
profecía. 

11  Y  vi  el  Cielo  abierto,  y 
pareció  un  caballo  blanco  ;  y  el 
que  estaba  sentado  sobre  él,  era 
llamado  Fiel  y  Veraz,  el  qual 
con  justicia  juzga,  y  pelea. 

12  Y  sus  ojos  eran  como  lla- 
ma de  TtiBg'o,  y  en  su  cabeza 
muchas  coronas,  y  tenia  un  nom- 
bre escrito,  que  ning-uuo  ha  co- 
nocido sino  él  mismo. 

13  Y  vestía  una  ropa  teñida 
en  sangre  ;  y  su  nombre  es  lla- 
mado el  Verbo  de  Dios, 

14  Y  le  seguían  las  huestes, 
que  hay  en  el  Cielo  en  caballos 
blancos,  vestidos  todos  de  lino 
fipisimo  blanco  y  limpio. 

•  15  Y  salía  de  -su  boca  una  es- 
pada de  dos  filos  para  herir  con 
ella  á  las  Gentes.  Y  él  mismo 
las  regirá  con  vara  de  hierro ;  y 
él  pisa  el  lagar  del  vino  del  fu- 
ror de  la  ira  de  Dios  Todopo- 
deroso. 

16  Y  tiene  en  su  vestidura,  y 
en  su  muslo  escrito :  Rey  de 
^eyes,  y  Señor  do  Señores. 


17  Y  vi  un  Angel,  que  estaba 
en  el  Sol,  y  clamó  en  voz  alta, 
diciendo  á  todas  las  aves  que 
volaban  por  medio  del  Cielo  : 
Venid,  y  congregaos  á  la  grande 
cena  de  Dios, 

18  Para  comer  carnes  de 
Reyes,  y  carnes  de  Tribunos,  y  , 
carnes  de  pmlerosos,  y  carnes  de 
caballos,  y  de  los  que  en  ello* 
cabalgan,  y  carnes  de  todos,  li- 
bres, y  esclavos,  y  pequeños,  y 
grandes. 

19  Y  vi  la  bestia,  y  los  Reyes 
de  la  tierra,  y  las  huestes  de 
ellos  congregadas  para  pelear 
con  el  que  estaba  sentado  sobre 
el  caballo,  y  con  su  hueste. 

20  Y  fué  presa  la  bestia,  y 
con  ella  el  falso  profeta,  que 
hizo  en  su  presencia  las  señales, 
con  que  había  engañado  á  los 
que  recibiéron  la  marca  de  la. 
bestia  y  adoraron  su  imágeo., 
Estos  dos  fueron  lanzados  vivos 
en  un  estanque  de  fuego  ardien- 
do, y  de  azufre : 

21  Y  los  otros  murieron  con  la 
espada  que  sale  de  la  boca  del 
que  estaba  sentado  sobre  el  ca- 
ballo ;  y  se  hartáron  todas  las 
aves  de  las  carnes  de  ellos. 

CAPITULO  XX. 

1  XT"  vi  descender  del  Cielo 

jL  un  Angel,  que  tenia  la 
llave  del  abismo,  y  una  grande 
cadena  en  su  mano. 

2  Y  prendió  al  dragón,  la  ser- 
píente  antigua,  que  es  el  dia- 
blo y  Satanás ;  y  le  aló  por  mil 
años : 

3  Y  lo  metió  en  el  abismo,  y 

lo  encerró,  y  puso  sello  sobre  él, 
para  que  no  engañe  mas  á  las 
gentes,  hasta  que  sean  cumpli-  ( 


CAPITULO  XXI. 


37S 


Jos  los  mil  aaos  ;  y  después  de 
esto  conviene,  que  sea  desatado 
por  un  poco  de  tiempo. 

4  Y  vi  sillas,  y  se  sentaron 
sobre  ellas,  y  les  fué  dado  juicio; 
y  las  almas  de  los  degollados  por 
el  testimonio  de  Jesús,  y  por  la 
palabra  de  Dios,  y  los  que  no 
adoraron  la  bestia,  ni  á  su  ima- 
gen, ni  recibieron  su  marca  en 
sus  frentes,  ó  en  sus  manos,  y 
vivieron,  y  reynáron  con  Cristo 
mil  años. 

5  Los  otros  muertos  no  entra- 
ron en  vida,  hasta  que  se  cum- 
plieron los  mil  años.  Esta  es  la 
primera  resurrección. 

6  Bienaventurado  y  Santo  el 
que  tiene  parte  en  la  primera 
resurrección  ;  en  estos  no  tiene 
poder  la  segunda  muerte ;  ántes 
serán  Sacerdotes  de  Dios,  y  de 
Cristo,  y  reynarán  con  él  rail 
años. 

7  Y  quando  fueren  acabados 
los  mil  años,  será  desatado  Sata- 
nás, y  saldrá  de  su  cárcel,  y  en- 
gañara las  Gentea,  que  están  en 
los  quati*o  ángulos  de  la  tierra,  á 
Gog,  y  á  Magog,  y  los  congre- 
gará para  batalla,  cuyo  número 
es  como  la  arena  de  la  mar. 

8  Y  subieron  sobre  la  anchu- 
í-a  de  la  tierra,  y  cercáron  los 
reales  de  los  Santos,  y  la  ciudad 
amada. 

9  Y  Dios  hizo  descender  fue- 
5^  del  Cielo,  y  los  trago.  Y  el 
Jiablo,  que  los  engañaba,  fué 
metido  en  el  estanque  de  fuego, 
Y  de  azufre  ;  en  donde  también 
La  bestia, 

10  Y  el  falso  Profeta  serán 
I  itormentados  dia  y  noche  en  los 
j  siglos  de  los  siglos. 

I  11  Y  vi  un  grande  trono  blan- 
j  30.  y  uno  que  estaba  sentado  so- 


bre él,  de  cuya  vista  huyo  la 
tierra  y  el  Cielo,  y  no  fué  halla* 
üo  el  lugar  de  ellos. 

12  Y  vi  los  muertos,  grandes 
y  pequeños,  qué  estaban  en  pie 
delante  del  trono,  y  fueron  a- 
biertos  los  libros ;  y  fué  abierto 
otro  libro,  que  es  el  de  la  vida ; 
y  fueron  juzgados  los  muertos 
por  las  cosas,  que  estaban  es- 
critas en  los  libros,  según  sus 
obras. 

13  Y  dio  la  mar  los  muertos 
que  estaban  en  ella  ;  y  la  muer- 
te y  el  Infierno  diéron  los  muer- 
tos que  estaban  en  ellos  ;  y  fué 
hecho  juicio  de  cada  uno  de  ellos 
según  sus  obras. 

14  Y  el  Infierno  y  la  muerte 
fuéron  arrojados  en  el  estanque 
del  fuego.  Esta  es  la  muerte 
segunda. 

15  Y  el  que  no  fué  hallada 
escrito  en  el  libro  de  la  vida, 
fué  lanzado  en  el  estanque  del 
fuego. 

CAPITULO  XXI. 

1  "VT"  vi  un  Cielo  nuevo,  y 
X  una  tierra  nueva.  Por- 

que  el  primer  Cielo,  y  la  prime- 
ra tierra  se  fuéron,  y  la  mar  ya 
no  es. 

2  Y  yo  Juan  vi  la  ciudad  san- 
ta, la  Jerusalém  nueva,  que  do 
parte  de  Dios  descendía  del 
Cielo,  y  estaba  aderezada,  coma 
una  Esposa  ataviada  para  su  Es- 
poso. 

3  Y  oí  una  grande  voz  del 
trono,  que  decia :  Ved  aquí  el 
tabernáculo  de  Dios  con  los  hom- 
bres, y  morará  con  ellos.  Y 
ellos  serán  su  pueblo ;  y  el  mis- 
mo Dios  en  medio  de  ellos  será 
sa  Dios  ; 


374 


EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


4  Y  limpiará  Dios  toda  lágri- 
ma de  los  ojos  de  ellos ;  y  la 
muerte  no  será  ya  mas;  y  no 
habrá  mas  llanto,  ni  clamor,  ni 
dolor  ;  porque  las  primeras  cosas 
pasaron. 

5  Y  dixo  el  que  estaba  senta- 
do'en  el  trono  :  He  aquí,  yo  ha- 
go nuevas  todas  las  cosas.  Y 
me  dixo  :  Escribe,  porque  estas 
palabras  son  muy  fieles  y^  verda- 
deras. 

6  Y  me  dixo :  Hecho  es.  Yo 
soy  el  Alfa,  y  la  Ornela ;  el  prin- 
cipio, y  el  fin.  Yo  daré  de  val- 
de  á  beber  al  que  tuviere  sed,  de 
la  fuente  del  agua  de  la  vida. 

7  El  que  venciere,  poseerá 
estas  cosas,  y  seré  yo  su  Dios,  y 
él  será  mi  hijo. 

8  Mas  á  los  cobardes,  é  in- 
crédulos, y  malditos,  y  homici- 
das, y  fornicarios,  y  hechiceros, 
y  á  los  idólatras,  y  á  todos  los 
mentirosos,  la  parte  de  ellos  se- 
rá en  el  lago,  que  arde  en  fueg-o, 
y  en  azufre  ;  que  es  la  segunda 
muerte. 

9  Y  vino  uno  de  los  siete  An- 
g-eles,  que  tenían  las  siete  copas 
llenas  de  las  siete  plagas  postre- 
ras, y  habló  conmigo,  diciendo  : 
Ven  acá,  y  te  mostraré  la  Espo- 
sa, que  tiene  al  Cordero  por  Es- 
poso. 

10  Y  me  llevó  en  espíritu  á 
un  monte  grande  y  alto,  y  me 
mostró  la  Ciudad  santa  de  Jeru- 
salém,  que  descendía  del  Cielo 
de  la  presencia  de  Dios, 

11  Que  tenia  la  claridad  de 
Dios ;  y  la  lumbre  de  ella  era 
semejante  á  una  piedra  preciosa 
de  jaspe,  á  manera  de  cristal. 

12  Y  tenia  un  muro  grande  y 
alto  con  doce  puertas,;  y  en  las 
puertas  doce  Angeles,  y  los  nom- 


bres escritos,  que  son  los  nom- 
bres de  las  doce  tribus  de  los  hi- 
jos de  Israél. 

13  Por  el  Oriente  tenia  tres 
puertas,  por  el  Septentrión  tres 
puertas,  por  el  Mediodía  tres 
puertas,  y  tres  puertas  por  el 
Occidente. 

14  Y  el  muro  de  la  Ciudad 
tenia  doce  fundamentos,  y  en  es* 
tos  doce  los  nombres  de  los  áocé 
Apóstoles  del  Cordero. 

J  5  Y  el  que  hablaba  conmigo 
tenia  una  medida  de  una  caña 
de  oro  para  medir  la  Ciudad,  y 
sus  puertas  y  el  muro. 

16  Y  la  Ciudad  es  quadrada, 
tan  larga  como  ancha  ;  y  midió 
la  Ciudad  con  la  caña  de  oro,  y 
tenia  doce  mil  estadios ;  y  la  Ion- 
gura,  y  la  altura,  y  la  anchura 
de  ella  son  iguales. 

17  Y  midió  su  muro,  y  tenia 
ciento  y  quarenta  y  quatro  co>\  J 
dos,  de  medida  de  hombre,  qui  < 
era  la  de  Angel.  i  1 

líi  Y  el  material  de  este  mwj 
ro  era  de  piedra  jaspe  ;  mas  Is 
Ciudad  era  oro  puro,  semejantí 
á  un  vidrio  limpio. 

19  Y  los  fundamentos  delmUti 
ro  de  la  Ciudad  estaban  adorna*  i  á 
dos  de  toda  piedra  preciosa.  E  ü 
primer  fundamento  era  jaspe  ¡i 
el  segundo  zafiro  ;  el  tercen  | 
calcedonia;  el  quarto  esmera!  h 
da:  * 

20  El  quinto  sardónica ;  c 
sexto  sárdio ;  el  séptimo  crisó  : 
lito  ;  el  octavo  beril ;   el  nou' 
topacio;  el  décimo  crisopasio 
el  undécimo  jacinto  ;  el  duodé  ^ 
cimo  ametisto. 

21  Y  las  doce  puert-as  son  do 
ce  margaritas,  una  en  cada  una 
y  cada  puerta  era  de  una  mar  ' 
garita ;  y  la  plaza  de  la  Ciuda  l- 


oro  puro,  como  vidrio  transpa- 
rente. 

22  Y  no  vi  templo  en  ella ; 
porque  el  Señor  Dios  Todopode- 
roso Gs  el  templo  de  ella,  y  el 
Cordero. 

23  Y  la  Ciudad  no  ha  menes- 
ter Sol,  ni  Luna,  que  alumbren 
en  ella ;  porque  la  claridad  de 
Dios  la  alumbró,  y  la  lámpara  de 
ella  es  el  Cordero. 

24  Y  andarán  las  g-entes  en 
su  lumbre  ;  y  los  Reyes  de  la 
tierra  llevarán  á  ella  su  g-loria  y 
honra. 

25  Y  sus  puertas  no  serán 
cerradas  de  dia  ;  porque  no  ha- 
brá allí  noche. 

26  Y  á  ella  llevarán  la  g-loria, 
y  la  honra  de  las  naciones. 

27  No  entrará  en  ella  ningu- 
na cosa  contaminada,  ni  ningu- 
no, que  cometa  abominación  y 
mentira ;  sino  solamente  los  que 
están  escritos  en  el  l^bro  de  la 
vida  del  Cordero.  ' 

CAPITULO  XXII. 

1  X/^  rae  mostró  un  rio  de 

X  ag-ua  de  vida,  resplan- 
deciente como  cristal,  que  sa- 
lia  del  trono  de  Dios,  y  del  Cor- 
dero. 

2  En  medio  de  su  plaza,  y  de 
la  una,  y  de  la  otra  parte  del  rio 
«si  árbol  de  la  vida,  que  da  doce 
|trutos,  en  cada  mes  su  fruto  ;  y 
ias  hojas  del  árbol  para  sanidad 
le  las  Gentes. 

3  Y  no  habrá  allí  jamas  mal- 
licion ;  sino  que  los  tronos  de 
3ios,  y  del  Cordero  estarán  en 
;lla,  y  sus  siervos  le  servirán. 

4  Y  verán  su  cara ;  y  su 
.orabre  estai'á  en  las  frentes  de 

¡a  líos. 


'^O  XXII.  STíT 

5  Y  allí  no  habrá  jamas  no- 
che ;  y  no  habrán  menester  lum- 
bre de  antorcha,  ni  lumbre  de 
Sol ;  porque  el  Señor  Dios  los 
alumbrará,  y  reynarán  en  los  si- 
glos de  los  siglos. 

6  Y  me  dixo :  Estas  palabras 
son  muy  fieles  y  verdaderas.  Y 
el  Señor  Dios  de  los  espíritus  de 
los  Profetas  envió  su  Ang-el,  pa- 
ra mostrar  á  sus  siervos  las  cosas 
que  han  de  ser  hechas  presto. 

7  Y  he  aquí  veng-o  aprisa. 
Bienaventurado  el  que  g-uarda 
las  palabras  de  la  Profecía  de  es- 
te Libro. 

8  Y  yo  Juan  soy  el  que  he 
oido,  y  he  visto  estas  cosas.  Y 
después  que  las  oí  y  las  vi,  me 
postré  á  los  pies  del  Angel,  que 
me  las  mostraba,  para  ado- 
rarle : 

9  Y  me  dixo  :  Guárdate  no  lo 
hagas  ;  porque  yo  siervo  soy 
contigo,  y  con  tus  hermanos  los 
Profetas,  y  con  aquellos  que 
guardan  las  palabras  de  la  Pro- 
fecía de  este  Libro  :  Adora  á 
Dios. 

10  Y  me  dice :  No  selles  las 
palabras  de  la  Profecía  de  este 
Libro  ;  porque  el  tiempo  está 
cerca. 

11  El  que  daña,  dañe  aun  ;  y 
el  que  está  en  suciedades,  ensú- 
ciese  aun  ;  y  el  que  es  justo,  sea 
aun  justificado  ;  y  el  que  es  san- 
to, sea  aun  santificado. 

12  He  aquí,  que  vengo  pres- 
to, y  mi  galardón  va  conmigo, 
para  recompensar  á  cada  uno 
según  sus  obras. 

13  Yo  soy  el  Alfa  y  la  Omc- 
ga,  el  primero  y  el  postrero, 
principio  y  fin. 

14  Bienaventurados  los  que 
lavan  sus  vestiduras  en  la  sangre 


S76       EL  APOCAL.  DEL  APOSTOL  S.  JUAN. 


del  Cordero,  para  que  teng-an 
parte  en  el  árbol  de  la  vida,  y 
que  entren  por  las  puertas  en  la 
Ciudad. 

15  Fuera  los  perros,  y  los 
hechiceros,  y  los  lascivos,  y  los 
homicidas,  y  los  que  sirven  á  ído- 
los, y  todo  el  que  ama  y  hace 
mentira. 

16  Yo  Jesús  he  enviado  mi 
Ang-el,  para  daros  testimonio  de 
estas  cosas  en  las  Iglesias.  Yo 
soy  la  raiz  y  el  linaje  de  David, 
la  estrella  resplandeciente,  y  de 
la  mañana. 

17  Y  el  espíritu,  y  la  Esposa 
dicen :  Ven.  Y  el  que  lo  oye 
diga :  Ven.  Y  el  que  tiene  sed, 
venga;  y  el  que  quiere,  tome 
del  agua  de  la  rida  de  valde.  i 


1 8  Porque  protesto  á  touo  el 
que  oye  las  palabras  de  la  Pro- 
fecía de  ^  este  Libro  :  Qne  si  al- 
guno añadiere  á  ellas  alguna  co- 
sa, pondrá  Dios  sobre  él  las  pla- 
gas que  están  escritas  en  este 
Libro. 

19  Y  si  alguno  quitare  de  las 
palabras  del  Libro  de  esta  Pro- 
fecía, quitará  Dios  su  parte  del 
Libro  de  la  vida,  y  de  la  Ciudiid 
santa,  y  de  las  cosas  que  esiáii 
escritas  en  este  Libro. 

20  Dice  el  que  da  testimonio 
de  estas  cosas  :  Ciertamente 
vengo  presto.  Amen.  Ven,  Se- 
ñor Jesús. 

21  La  gracia  de  nuestro  Se- 
ñor Jesu-Cristo  sea  con  todos 
vosotros.  Amen. 


FIN. 


BS299.5  1819 

El  Nuevo  Testamento  de  nuestro  señor 

Princeton  Theological  Seminary-Speer  Library 


1  1012  00063  2689