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Full text of "El palacio de los crímenes; ó, El pueblo y sus opresores, tercera y ultima época de María la hija de un jornalero"

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EL  PALACIO  DE  LOS  CRÍl 


EL  PUEBLO  Y  SUS  OPRESORES 


TERCERA  T  ULTIMA  ÉPOCA  DE  VARIA  U  BOA  DE  CN  I( 


Don  Wsncsslao  Ayguals  de  Is 


TOMO  II. 


<7rc»^t¿:  <855. 


IVFBBKTA  n  ATQUUS  DZ  IZCO  HUMANOS,  CiLLS  DI  LHAfllTOS, 


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ES  PROPIEDAD  DB  IOS  K] 


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(A)íu»lí  Je  Uto  b"B»oM.  ti 


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¿  CAPITULO  PRIMERO, 


EL  REGICIDA  MERINO. 


A  la  gran  festividad  de  la  Purificación  de  Nuestra  Señora  ^ 
nníase  el  2  de  febrero  de  1852  una  solemoidad  regia  qne  ya  las 
músicas  marciales »  el  clamoreo  de  las  campanas  y  el  estrépito  del 
canon  habian  anunciado  á  la  coronada  villa  de  Madrid. 

El  alcázar  de  cien  reyes  qae  se  levanta  magnífico  y  gigantesco 
orillas  del  Manzanares ,  cobijaba  todo  lo  mas  elevado  de  la  gran- 
deza de  Castilla. 

La  reina  Isabel  II ,  radiante  de  alegría  y  ornada  de  la  regia  co- 
rona f  postrada  ante  los  altares  del  rey  de  los  reyes ,  en  la  real  ca- 
pilla del  mismo  palacio»  entre  la  pomposa  comitiva  de  magnates  y 
custodiada  por  sns  valientes  cnanto  leales  alabarderos,  dirigia  al 
cielo  con  el  fervor  de  una  madre ,  sinceros  votos  de  gratitud  por 
haber  llegado  á  término  feliz  su  reciente  alumbramiento. 

Todo  era  júbilo  y  esperanzas  en  aquel  suntuoso  recinto ;  y  ter- 


i: 


4  EL  PALACIO  DK  LOS  GRÍHKNBS 

minada  ya  la  solemne  ceremonia  de  la  real  capilla,  salió  de 
Isabel  por  una  de  las  marmóreas  galerías ,  acompañada  del  vi 
séqnito  con  el  propósito  de  presentar  la  princesa  recien  nacida  ¡ 
Madre  del  Todopoderoso  en  el  santuario  de  la  Virgen  de  Atoch 
De  repente  lanzóse  á  su  encuentro  un  venerable  anciano, 
eclesiástico  vestido  con  traje  talar ,  é  inclinándose  reverentem< 
en  ademan  de  entregar  un  memorial  á  S.  M.,  la  dirigió  una  pu 
lada  que  hubiera  sido  mortal,  á  no  aminorar  la  gravedad  d< 
herida  en  el  lado  derecho  del  hipocondrio,  el  choque  con  el  c< 
j  los  recamados  de  oro  del  trage  que  vestia. 

Al  dar  el  golpe,  creyendo  el  regicida  que  habia  lograd 
objeto,  esclamó  con  júbilo:  «¡Toma!...  ya  tienes  bastante  I» 
Sucedia  esto  á  la  una  y  cuarto. 

A  las  once  el  regicida  habia  celebrado  el  Santo  Sacrificio  d 
Misa  en  San  Justo ,  y  almorzado  con  todo  el  apetito  que  dai 
alma  tranquila  y  una  conciencia  satiafecha. 

La  reina  se  apoyó  en  la  marquesa  de  Povar,  aplicándc 
mano  al  costado  derecho ,  y  ensenándole  después  el  guante 
chado  de  sangre. 

Fué  conducida  á  sus  habitaciones  donde  quedó  desmayada 
de  un  cuarto  de  hora. 

Se  hizo  el  primer  reconocimiento  de  la  herida,  y  no  resul 
gravedad. 

Capturado  el  agresor  en  el  acto ,  y  recogida  su  arma  moi 
ra ,  que  se  halló  ser  un  puñal  de  los  de  Albacete ,  de  palmo  7 
dio  de  largo  y  sumamente  angosto,  fué  conducido  al  ooei 
guardia  de  los  alabarderos ,  donde  se  le  tomó  la  primera  é» 
cion ,  y  de  cuyo  punto  fué  trasladado  después  á  la  cárcel  dftl 
dero. 


k 


I 


EL  PUEBLO  T  Sü6  OPlBSOBBg. 

Aqui  permaneció  incomunicado  mientras  se  sustanció  la  caí 
y  luego  se  le  puso  en  capilla  para  sufrir  la  última  peoa  á  que  hi 
sido  sentenciado. 

Empero^  antes  de  acompañarle  al  fatal  suplicio,  referiremof 
gunas  anécdotas  ocurridas  con  Merino  en  sus  dos  pristoneSv  que 
lo  que  tienen  de  curiosas  y  lo  bien  que  manifiestan  el  carácter 
cura  regicida,  bajo  ningún  pretesto  debieran  omitirse. 

En  primer  lugar ,  hay  que  advertir  que  Merino  declaró  li 
llanamente  que  su  objeto,  al  darle  la  puñalada,  habia  sido  mal 
la  reina;  que  esto  lo  tenia  pensado  de  mucho  tiempo  atrás,  y 
en  sus  cálculos  habia  entrado  también  matar  á  la  reina  madre 
general  Narvaez.  Luego,  preguntado  si  tenia  cómplices ,  dio 
arrogante  respuesta : 

«¿Creéis  que  haya  dos  hombres  como  yo  en  España?» 

Y  otra  veB : 

«¿Qué  habéis  visto  en  mí,  para  suponerme  tan  cobarde 
▼aya  á  revelarlos  ?  » 

Y  otra  vez : 

<c  Si  hubiera  doce  hombres  como  yo ,  no  quedaría  un  sobe 
en  Europa.» 

Merino  no  temia  al  parecer^  el  fin  que  le  aguardaba;  i 
bien ,  afectó  sorprenderle  el  no  haberle  ya  sufrido. 

Pocas  horas  después  de  haber  sido  preso  ,  dijo : 

(i  Siempre  he  creido  que  en  España  nd  habia  justicia:  ahor 
convenzo  de  ello,  al  ver  que  todavía  vivo.» 

A  un  personaje  de  la  nobleza,  que,  no  pudiendo  contener  si 
dignación  al  ver  á  Merino,  le  apostrofó,  jurándole  qae  si  él  hu 
estado  junto  á  la  reina  le  habría  hecho  pedazos  en  el  acto  de 
sumar  su  crimen ,  contestóle  aquel : 


6  Bli  PALACIO  DE  LOS  CftíXBNES 

«I  Entonces  no  hubiera  usted  hecho  mas  que  lo  que  hará  dentro 
de  poco  el  verdugo. » 

Con  no  menos  firmeza  contestó  el  regicida  á  un  gefe  militar 
qoe  le  apostrofó  en  los  mismos  términos : 

«Siento,  le  dijo  este,  no  haher  presenciado  su  crimen  para  ha- 
berle castigado  con  mi  espada.» 

«Todavía  está  usted  á  tiempo  de  ocupar  el  puesto  del  ver- 
dugo» contestó  Merino. 

En  cnanto  á  las  ideas  religiosas »  ya  puede  suponerse  que  Me- 
rino era  incapaz  de  abrigar  creencias  sólidas. 

Aa(  es  que ,  en  este  punto  respondia  á  los  que  le  preguntaban, 
con  la  siguiente  frase  vaga  é  indecisa : 

«Mi  religión  es  la  Biblia.» 

Otra  vez  dijo : 

«¿Y  quién  me  asegura  á  mí  que  dentro  de  algunos  siglos  la 
historia  sagrada,  no  será  una  pura  mitología?» 

También  se  refiere  del  ex- fraile  regicida,  que  al  entrar  en  la 
cárcel  del  Saladero ,  el  alcaide  procedió  á  cortar  con  unas  tigeras 
loa  botones  de  la  chaqueta  que  llevaba. 

Una  autoridad  que  presenciaba  esto ,  preguntó  si  era  costum- 
bre f  7  antes  que  pudiese  replicar  el  alcaide ,  el  reo  dijo : 

«Esto  lo  hace,  porque  teme  que  tragándome  los  botones  me 
pueda  suicidar.x^ 

Al  ponerle  los  grillos ,  exigió ,  según  parece,  que  los  examina- 
sen bien  de  una  vez  para  que  luego  no  tuviesen  que  molestarlo  con 
reconocimientos. 

Merino  no  concurrió  al  acto  de  la  vista  de  causa ,  por  no  estar 
eji  el  caso,  dijo,  de  satisfacer  la  curiosidad  pública :  iria  á  defen- 
derse si  quien  le  hubiera  de  juzgar  fuera  un  gran  jurado. 


EL  PDBBLO  T  SUS  OPMSORIS. 


DICTAMEN   FISCAL. 


«El  fiscal  de  S.  M.  dice :  Qae  á  la  ana  y  media  de  la  tarde  del 
dia  2  de  este  mes  se  perpetró  en  el  real  palacio  de  esta  corte  ua 
crimen  horrendo,  espantoso,  el  mas  grave  de  los  crímenes. 

Retirábase  S.  H.  la  reina  acompañada  de  su  servidumbre  á  so 
real  cámara ,  saliendo  de  la  capilla  real  para  trasladarse  al  santua-^ 
rio  de  Atocha»  y  al  paso  por  nna  galería  acércase  un  malvado  in- 
clinándose como  si  fuese  á  besar  su  real  mano ,  ó  á  entregar  un 
memorial,  pero  en  realidad  para  atentar  contra  su  preciosa  vida, 
acometiéndola  con  un  puñal  asesino  y  cansándola  una  herida  que 
llegaba  á  la  parte  anterior  y  superior  al  hipocondrio  derecho ,  ro- 
zando al  mismo  tiempo  el  antebrazo  del  mismo  lado ,  que  S.  M. 
adelantó  sin  duda  para  evitar  el  golpe. 

El  ministerio  público  faltarla  á  su  deber  en  esta  ocasión ,  si  se 
detuviera  á  referir  pormenores  acerca  de  tan  horrible  atentado. 

El  crimen  está  en  el  proceso  completo  y  perfectamente  com- 
probado. 

El  criminal  fué  preso  en  el  acto  con  el  arma  aleve  ensangren- 
tada en  su  mano. 

Está  convicto  por  las  declaraciones  contestes  y  uniformes  de 
gran  número  de  testigos  presenciales ,  mayores  de  toda  escepcion; 
y  para  que  su  criminalidad  conste  de  la  manera  mas  cumplida  y 
acabada  que  puede  desearse,  está  confeso. 

Llámase  este  monstruo  Marlin  Merino,  y  según  su  declaración 
es  sacerdote ,  y  religioso  secularizado  de  la  estinguida  Orden  de 
San  Francisco. 

La  calificación  del  crimen  no  ofrece  duda  ni  dificultad  de  nin- 
gún género:  trátase  de  un  verdadero  delito  de  lesa  magestad,  y 


r. 


-fi  Mk  BAUCIO  WC   LOS  GlillBNES 

meaos  si  cabe  puede  ofrecerse  sobre  la  deiermÍDacion  de  la  pena. 

El  Código  en  su  articulo  160  impone  la  pena  de  muerte  á  los 

mutores  de  lentaüya  eootea  la  tida  ó  la  persona  del  rey ,  y  por 

4esgracia  en  el  presente  caso  hubo  mas  qtie  tentativa »  si  bien  pné- 

■» 

de  esperarse  ya  con  confianza  ^n  la  Divina  Providencia,  que  lia 
"velado  siempre  por  U  vida  de  S.  M.  y  por  los  destinos  de  la  na- 
ción española,  que  dispondrá  qnede  frnstrado  el  delito,  y  qne  la 
reina  adorada  de  los  españoles  se  restablezca  pronto  de  las  berídas 
«que  recibió,  y  recobre  6nt9rdmente  su  interesante  salud. 

Por  manera  que  el  atentado  mereteria  un  castigo  mas  severo, 
ai  mas  severo  lo  bnbiera ,  que  la  última  pena  á  que  ba  sido  conde- 
nado el  reo  portel  juez  inferior. 

Convencido  de  eUo  el  procesado ,  solamente  en  una  de  sus  de- 
claraciones trató  de  inspirar  compasión  enumerando  desgracias  y 
disgustos  que  dice  baber  sufrido,  y  que  le  lucieron  concebir  odio  al 
género  bnmaiio. 

Su  defensor ,  considerando  la  enormidad  del  crimen  y  la  jnsticia 
de  la  pena ,  no  ha  hallado  medio  alguno  de  salvarle ,  y  ha  recurri- 
do para  decir  algo  al  lugar  común  de  suponer  demente  al  proce- 
sado. 

Mas  levántase  el  proceso  contra  semejante  suposición ,  y  en  él 
resulta  que  los  facultativos  qne  por  dos  veces  han  reconocido  á 
Merino ,  han  declarado  en  la  prueba  que  le  han  hallado  en  su  rec- 
to y  cabal  juicio  y  sin  padecimiento  alguno  que  menoscabe  sus  ía- 
cnltades  intelectuales. 

El  fiscal  considera  escusado  llamar  la  atención  de  la  Sala  acer- 
ca de  las  circunstancias  agravantes  con  que  el  reo  premeditó  y  lle- 
vó á  cabo  su  feroz  propósito ,  puesto  qne  no  es  preciso  tenerlo  en 
cuenta^  y  condujte  pidiendo  se  confirme  en  todas  sus  parles  la 


BL  PUEBLO  T  SUS  OPBBSOBBS.  9 

sentencia  consultada  por  el  juez  de  primera  instancia  del  distrito 
de  Palacio  de  esta  corte  con  arreglo  á  los  artículos  del  Código 
qne  en  ella  se  citan  y  se  mande  ejecutar.  Madrid  4  de  febrera 
de  1852.=Villar  y  Salcedo.»  — 

nSFENSA  OBAL  DBL  SBÑOB  UBQUIOLA. 

r 

«  Al  presentarme ,  Excmo.  Sr. ,  en  este  honroso  puesto ,  no  se 
me  oculta  la  difícil  posición  en  que  me  encuentro  y  que  conocen 
todos. 

Yo  vengo  á  defender  un  cadáver ;  porque  un  cadáver  será  den** 
tro  de  poco  el  acusado  don  Martin  Merino,  pero  la  suerte  me  ha  de* 
signado  para  defenderle,  y  en  cumplimiento  del  imperioso  deber 
que  me  impone ,  vengo  á  hacer  presentes  algunas  consideraciones 
que  en  mi  humilde  opinión  no  carecen  de  importancia,  y  bien 
merecen  ocupar  la  alta  atención  de  V.  E. 

Inútil  es ,  como  he  dicho  en  mis  escritos ,  detenerme  en  refle- 
xiones sobre  el  hecho  y  su  completa  prueba. 

De  la  causa  resulta  plenamente  justificado. 

En  ella  encontramos  todos  los  antecedentes  para  deducir  que 
en  el  regio  alcázar  se  ha  cometido  un  crimen  horrendo ,  crimen 
contra  el  cual  se  sublevan  la  razón  y  la  conciencia  públicas ,  cri- 
men que  rechazan  la  imaginación  y  el  sentimiento  de  todos  los  es- 


Probado  el  hecho,  y  comprendida  su  enormidad,  no  queda 

otra  averiguación  que  hacer  que  la  de  apreciar  el  estado  moral  del 

acusado,  para  deducir  si  el  hecho  puede  serle  imputable,  ó  si  ha 

obrado  en  un  estravio  de  su  razón ,  impulsado  por  móviles  maa 

poderosos,  que  le  hayan  impedido  el  libre  ejercicio  de  su  voluntad. 
T.  u.  2 


tO  n  iPUAGio  m  IOS  ^nfiiBms 

.  Para  hacer  esta  apreciación ,  preciso  es  oonstder ar  al  acosado 
ea  fires  épocas :  antes  de  ooneter  el  ateatado ,  en  el  momento  de 
comterle  y  después  de  comiAerle ,  sin  olvidar  tampo(^  los  ante^ 
cedentes  que  acerca  de  su  vida  nos  presenta  él  proceso. 

Se  trata ,  Excmo  Sr.,  de  un  hombre  que  ha  estado  casi  siem- 
pre envuelto  en  nuestras  contiendas  políticas ;  le  "vemos  en  las  di- 
versas fases  de  su  vida ,  fraile ,  guerrillero  ,  exclaustrado ;  le  ve- 
BM>s  alimentar  sn  espf ritn  con  la  lectora  de  obras  polftioas ,  j  de 
dio  haj  una  prueba  en  el  proceso;  pues  resalta  del  reconocimien- 
to hecho  en  su  casa,  que  se  ha  encontrado  un  libro  del  cual  se 
hace  mencioat  y  que  demuestra  qoe  alimentaba  su  imaginación  con 
esa  clase  de  lectura ;  consta  por  so  confesión  que  en  las  altas  horas 
de  la  noche  se  dedicaba  á  leer ;  le  Temos  asimismo  alejado  de  todo 
trato  social ,  viviendo  aislado,  sin  trato  ni  comunicación  con  nadie. 

Su  criada  nos  revela  que  la  única  persona  que  solia  presentar- 
se en  su  casa,  y  no  con  frecuencia^  era  el  cura  de  SaA  Justo ,  qaef 
es  uno  de  ios  testigos  que  declaran  en  la  causa . 

Vemos  en  este  hombre  nn  hastio  marcado  á  la  vida ,  un  odio  á 
la  sociedad ,  manifestándonos  en  sus  declaraciones ,  qoe  este  odio 
no  tiene  un  objeto  determinado ,  que  tan  pronto  se  dirige  contra  el 
general  Narvaez,  como  contra  S.  M.  la  reina  madre,  como  con-- 
tra  S.  M.  la  reina  doña  Isabel  II. 

En  una  de  sus  declaraciones  nos  dice  que  habia  comprado  el 
puñal  con  ánimo  de  atentar  á  la  vida  de  cualquiera  de  estas  tres 
personas. 

Hallamos  una  verdadera  aberración,  ateniéndonos  á  sus  decla- 
raciones, puesto  que  dice  que  suspendió  el  atentar  á  la  vida  de 
S.  M. ,  porque,  aunque  declarada  mayor  de  edad ,  no  era  tal  en  so 
concepto  /  presentando  como  único  obstáculo  para  cometer  este 


SL  PUX9L0  T  SOS  OFftISORU.  II 

crimeD  horrendo ,  y  que  en  este  mofliento  ocopa  la  aleación  dd 
tribanal »  nna  razón  qae  no  poede  conaderarse.  sino  como  nn  dato 
del  estado  de  su  cerebro. 

Considerado  esta  hombre  en  los  momentos  inmediatos  al  de  la 
perpetración  del  delito ,  notamos  que  se  entrega  i  sos  ooopaciones 
ordinarias ,  que  asiste  á  la  parroquia  de  San  Justo »  donde  celebca 
el  Santo  Sacrificio  de  la  Misa»  que  en  seguida  regresa  á  su  casa# 
entrega  á  su  criada  una  vela ,  y  se  despide  diciendo  que  vá  á  asis- 
tir á  la  ceremonia  del  dia. 

Eo  todos  estos  actos  no  ha  manifestado  ni  en  su  ademan  ni  eo 
sus  palabras  la  menor  alteración. 

Si  pasamos  á  considerarle  en  el  momento  de  la  qecuoion ,  va?- 
mos  que  nada  le  arredra;  ni  lo  sagrado  del  sitio »  ni  lo  solemne  del 
acto ,  ni  la  seguridad  de  una  muerte  instantánea. 

£a  la  perpetración  de  crímenes  de  esta  espacie »  EscMo»  Señor, 
hay  siempre  un  momento  que  desvanecida  la  primera  impresioSt 
el  ánimo  decae,  fallan  las  fuerzas  físicas  y  morales*  y  llega  el  aba* 
timiento  y  la  postración ,  ya  por  efecto  del  remordimiento,  ya  por 
miedo  al  castigo  cierto  é  inevitable. 

Nada  de  esto  acontece  en  el  procesado  don  Martin  Merino. 

Lejos  do  presentarse  á  nuestros  ojos  de  esta  manera^  se  mués-- 
tra  ufano  de  su  obra  esclamando ,  según  pno  de  Los  testigos: 
«i  Muerta  es  Id 

Y  en  el  momento  en  que  pugnan  por  cojerle,  se  le  vé ,  según 
otro  de  los  testigos,  volverse  y  preguntar:  «¿Qué  hace  usted?» 

Don  Martin  Merino  no  dá  la  menor  señal  de  arrepentimiento , 
se  muestra  impasible,  y  cuando,  pasadas  algunas  horas,  conoce  lo 
terriUe  de  la  situación  en  que  se  encuentra,  lejos  de  temer  la 
muerte^  la  desprecia,  la  invoca,  y  hasta  desecha  la  idea  de  indulto^ 


f  t  IL  PALAaO  n  tos  CBfMBlfM 

como  si  en  so  posicioD  desgraciada  le  fuera  posible  obtenerlo. 

¿Puede  deducirse ,  en  firlud  de  estos  hecbos,  que  haya  en  esté 
hombre  algún  resto  de  sentido  común  7 

En  caso  de  que  le  concedamos  algún  sentimiento  racional ,  ¿po- 
drá ser  otro  que  el  hastío  de  la  vida  y  la  consumación  de  un  wai^ 
cidio  que,  no  atreviéndose  á  intentar  por  su  propia  mano,  quiere 
que  venga  á  consumarlo  la  de  la  justicia? 

Bien  se  le  considere  en  un  caso ,  bien  en  otro ,  podré  deducir-^ 
se  que  se  presenta  con  todos  los  caracteres  y  circunstancias  de  un 
insensato. 

Y  esta  deducción  no  la  hace  solo  et  letrado  que  tiene  el  honor 
de  hablar  al  tribunal :  consta  en  las  espresiones  del  fiscal ,  y  en  su 
acusación ;  y  por  eso ,  penetrado  el  defensor  del  convencimiento 
de  que  don  Martin  Merino  está  muy  lejos  de  hallarse  en  su  cabal 
juicio « {lidió  por  via  de  prueba  que  dos  facultativos  de  conocida 
reputación  y  de  los  mas  earacteriíados  de  esta  corte ,  k  quienes  se 
suministrasen  cuantos  datos  arroja  el  proceso ,  examinasen  al  acn-» 
sado  y  certificasen  de  su  estado  moral,  porque  esta  era  toda  lá 
averiguación  de  la  responsabilidad  del  hecho ,  toda  vez  que  esté 
resultaba  plenamente  probado. 

El  juzgado  acordó  que  la  causa  se  recibiese  á  prueba  por  tér- 
mino de  media  hora ,  y  que  en  vez  de  verificar  el  examen  y  reco-^ 
nocimiento  del  acusado ,  las  dos  personas  que  se  indicaban  en  f 
escrito  de  defensa ,  lo  verificasen  los  facultativos  de  la  cárcel ,  pe 
sonas  á  quienes  no  es  mi  ánimo  lastimar ,  pero  que  no  son  las  n 
competentes  para  el  caso. 

Estos  dos  facultativos  examinaron  al  procesado ,  y  declarr 
que  por  él  examen  ^ue  de  él  habían  hecho ,  por  la  coherenci 
virtieron  en  sus  respuestas  á  las  preguntas  que  le  dirigieron , 


BL  niBBLO  T  SUS  0PRBS0BB8.  43 

qae  don  Martia  Merino  se  encontraba  en  so  estado  normal,  sin 
presentar  síntoma  alguno  de  demencia. 

Este  es  el  dictamen  de  los  facullativos ;  pero  yo  pregunto ,  Ex- 
celentísimo Señor,  ¿es  este  un  dato  bastante  fuerte,  es  una  prue- 
ba bastante  eficaz ,  puede  deducirse  de  este  examen  que  no  padece 
el  acusado  de  enagenacion  mental  ? 

¿Cuál  es  el  dato  que  presentan? 

Que  ha  habido  coherencia  en  sus  ideas ,  que  ha  contestado  en 
analogía  ¿  lo  que  se  le  preguntaba. 

¿Y  es  este  un  dato  suficiente  para  semejante  deducción? 

Sabido  es  que  no  solo  tratándose  de  una  manía ,  sino  de  un 
grado  mas  intenso  de  locura ,  todos  los  dementes  tíenen  sus  luci- 
dos intervalos ,  en  los  cuales  el  ojo  mas  perspicaz ,  no  acertaría  á 
comprender  su  estado ,  porque  hay  analogía  en  sus  contestaciones 
y  lucidez  en  sus  ideas. 

¿Y  esta  consideración  no  resalta  mas  en  el  caso  presente, 
cuando  se  trata  de  un  hombre  cuyos  antecedentes  no  conocen  los 
facultativos,  los  cuales  no  tienen  ningún  dato  del  proceso? 

Si ,  pues ,  la  apreciación  del  estado  moral  del  acusado  no  se  ha 
hecho  con  las  circunstrncias  que  puedan  hacerla  eficaz  y  solemne, 
dicho  se  está  que  resta  por  decidir  el  punto  principal  del  proceso, 
la  apreciación  del  estado  moral  del  individuo,  único  que  puede 
resolver  la  cuestión. 

En  el  momento  en  que  V.  E.  ha  negado  la  admisión  de  la 
prueba ,  sin  duda  porque  ha  considerado  bastante  eficaz  en  la  que 
se  ha  hecho  en  primera  instancia ,  se  deduce  que  el  dictamen  de 
los  facultativos  resuelve  la  cuestión ,  que  don  Martin  Merino  está 
en  el  uso  de  todas  sus  potencias  y  es  responsable  del  delito  de  que 
se  le  acusa. 


H  BI*  PAJUUUO  M  U)S  CBÍIIBNW 

Si  ^U>  resultara  jasüficada,  sia  objeción  algaaa  iiue  faaíCar 
coutra  ese  dictamen,  mi  iosistencia  seria  ÍDÚtfl« 

Pero  hay ,  Excoio*  Sr. ,  laas  altas  coAsidera<»OBes  eo  el  caso 
preseate* 

Se  trata  <le  ua  crimen  de  que  por  primera  vez  se  oye  kablar  w 
los  tribunales ,  se  trata  del  primer  ejemplo  da  esta  especie  que  hay. 
en  los  anales  de  la  historia  española »  se  traU  de  an  hecho ,  que  i. 
nuestro  pesar  arroja  una  mancha  sobre  la  hidalguía  y  conocida 
lealtad  de  nuestro  pueblo. 

Al  decidir  V«  E.  esta  causa  j  al  fallar  que  don  Harlia  Merino 
ha  cometido  el  delito  con  el  uso  coaapleto  de  sus  potencias  #  V.  E. 
vá  á  sancionar  que  en  España  ha  habido  un  regicida ;  que  ha  ha«* 
bido  -un  español  capaz  de  atentar  oontra  h  vida  de  la  reina,  4e 
esa  augusta  señora  que  no  ha  hecho  mas  que  derramar  beneficíof 
sobre  esla  nación. 

Y  i¥>  se  olvide  la  impre8ik>n  desgarradora  que  esta  misma 
sanción  puede  causar  en  el  ánimo  de  esa  augusta  señora,  por 
quien  todos  nos  interesamos. 

Calcúlese  el  terrible  efecto  que  deberá  producirle  cuando  en  el 
dia^en  que  recobre  su  preciosa  salud ,  se  le  diga :  «Señora ,  ha  ha-» 
bido  un  español  que  ha  alentado  contra  V.  M.,  que  ha  olvidado 
vuestros  heoeíicios,  que  esta  nación  no  es  aquella  tan  distinguida 
por  sus  sentimientos  monárquicos  en  que  na<Ue,  ^Polutamente 
nadie  t  conocía  el  regicidio.)» 

De  hoy  mas  en  España  hay  regicidas. 

Yo  desearia  que  esta  consideración  importaatísana  se  tuvi( 
muy  présente. 

Que  se  tenga  moy  en  cuenta  que  de  hoy  mas ,  si  se  deol 
^ue  el  acusado  es  responsable  de  este  delito ,  no  podremos  i 


EL  WEmJO  T  SUS  OniBSORCf.  16 

á  las  naciones  estranjeras  (fue  en  el  diccionario  de  nuestra  lengaa 
no  se  conoce  la  palabra  regicida ,  como  lo  hemos  dicho  hasta 
ahora. 

Para  etilar  este  baldón  en  otras  naciones ,  se  ha  apelado  á  nna 
cosa  que  podrá  llamarse  invención  de  derecho ,  y  qae  tiende  á  ha* 
cer  cfeer,  qne  solo  por  un  acto  de  locara  puede  atentarse  contra 
la  Tida  de  los  reyes. 

Esto  debemos  decir  nosotros ,  y  yo  apelaría  para  ello  á  los  sen^ 
limientos  de  este  mismo  pueblo  indignado ,  de  ese  mismo  pueblo 
que  anhela  con  avidez  el  restablecimiento  de  su  reina ,  y  en  quiew 
ha  producido  tan  honda  sensación  este  atentado. 

A  este  pueblo  le  diria  yo :  ¿Qué  responderás  en  el  momento  en 
que  S.  M.  te  pregunte:  «Pueblo^  ¿qué  has  hecho  de  tu  hidalguía 
y  de  tu  lealtad?  ¿Eres  t&  el  pueblo  amante  de  sus  reyes?  ¿Son  es^ 
tos  tus  sentimientos  de  monarquismo?  No,  no  eres  tú  el  poeUo 
que  yo  creia.  En  tu  seno  ha  habido  un  individuo,  que  olvidando 
mis  beneficios  y  que  soy  la  persona  mas  inofensiva  de  la  nación, 
ha  atentado  contra  mi  vida.» 

El  tribunal  tendrá  noticia ,  como  la  tenemos  todos ,  de  que  las 
primeras  palabras  que  ha  pronunciado  S.  M.  después  de  consuma^ 
do  el  crimen ,  han  sido  espresando  la  duda  de  que  haya  un  espa- 
ñol capaz  de  atentar  contra  su  vida ,  porque  no  creia  que  nadie 
pudiese  concebir  semejante  pensamiento. 

Y  vuelvo  á  preguntar:  ¿Se  ha  calculado  la  impresión  terríMts 
que  debe  esperimentar  esa  misma  señora*,  cuando  se  la  diga:  «Ta 
presunción  es  cierta ;  á  pesar  de  tu  magnanimidad ,  de  tu  deseo  de 
derramar  beneficios ,  has  encontrado  un  ingrato ,  un  hombre  que 
sin  resentimientos  personales  ni  ofensa  de  ningún  género ,  ha  ateil^ 
talo  contra  tu  vida.» 


46  IL  PALACIO  M  LOS  GRÍMSNBS 

Poeft  bien,  dando  toda  la  imporUacia  que  se  merece  i  estas 
observaciones,  me  atreveré  á  pregimUr  al  tribaaalf  si  es  conve- 
Diente ,  si  es  acertado  falle  este  proceso  sin  nn  reconocimiento  pré* 
¥10,  sin  que  se  decida  nada  acerca  del  estado  moral  de  ese 
bombre. 

Porqne  no  se  trata  solo  de  castigar  nn  delito ,  delito  horrendo 
qne  la  imaginación  no  concibe ,  se  trata  de  consignar  on  hecho  en 
la  historia ,  y  nn  hedió  qne  afecta  á  todos  los  españoles. 

Por  eso  debia  yo  haber  dicho  qne  no  venía  á  defender  i  don 
Martín  Merino ,  sino  la  honra  de  los  españoles  ^  á  evitar  qne  cai- 
ga en  nnestra  historia  un  borrón  de  qne  hasta  ahora  no  ha  habido 
ejemplo. 

De  aquí  mi  insistencia  en  que  el  reconocimiento  fuera  mas 
amplio  y  en  qne  dos  facultativos,  verdaderas  especialidades  en  la 
materia ,  y  de  los  mas  caracterizados ,  hubiesen  hecho  un  eximen 
4^prec¡ado  del  estado  moral  del  individuo. 

En  un  hecho  de  esta  naturaleza  no  está  demás  el  detenimiento. 
Hay  una  diferencia  inmensa  entre  detener  la  acción  de  los  tribu- 
nales y  procurar  que  recaiga  sobre  hechos  fijos ,  bien  determina- 
dos y  debidamente  apreciados. 

Comprendiendo  esto  mismo  y  no  por  un  alarde  de  defensa, 
no  por  apelar  á  recursos  gastados ,  no  por  decir  algo ,  sino  por- 
que la  cuestión  merece  examinarse  antes  de  emitir  el  fallo ,  por 
eso  he  pedido  que  se  practicasen  reconocimientos  en  una  forma  so- 
lemne para  que  el  resultado  fuese  mas  autorizado ,  como  debido  á 
personas  mas  competentes. 

Tenga  presente  el  tribunal ,  que  de  esta  apreciación  nace  su 
fallo. 

Tenga  presente  el  dilema  que  se  va  á  establecer,  si  á  la  vez  que 


BL  PUEBLO  T  SUS  OPRESORES.  17 

se  castiga  an  delito  horrendo ,  se  consigna  una  cosa  que  nos  lasti- 
ma á  todos  porque  ofende  el  carácter  español  • 

Hechas  estas  observaciones,  qne  be  creido  qne  estaba  en  el  ca- 
so de  presentar  en  cnmpliroiento  del  deber  qne  la  suerte  me  ha  im- 
puesto ,  no  precisamente  por  defender  al  acusado ,  porque  ya  he  di- 
cho que  no  quiere  defensa  y  qne  le  es  indiferente  morir ,  que  solo 
quiere  purgar  su  delito,  porque  dice  que  no  hay  razón  que  pueda 
disculparle,  yo  ruego  al  tribunal  que  al  fallar  prescinda  del  acusado. 

Un  hombre  supone  muy  poco  ante  consideraciones  mas  altas; 
que  juzgue  la  estension  de  este  fallo ,  lo  que  la  historia  dirá  de  él. 

Yo  deseo  vivamente  que  conste ,  que  solo  be  venido  aquí  para 
hacerme  eco  de  estos  sentimientos  y  de  las  ideas  de  indignación  del 
pueblo  que  rebosan  todos  los  corazones. 

Sírvase  V.  E.  tener  presente  cuanto  acabo  de  decir,  y  convén- 
zase de  que  solo  he  venido  á  cumplir  con  un  deber  á  qne  me  ha 
obligado  la  honrosa  profesión  que  ejerzo ,  tenga  por  hecha  la  de- 
fensa ,  y  falle  con  arreglo  á  justicia. 

ACUSACIÓN   ORAL   DEL   SEÑOR   VILLAR   Y   SALCEDO,    FISCAL   DE   S.   M. 

«El  fiscal  de  S.  M.  quisiera  en  esta  ocasión  grave  y  solemne  ser 
tan  severo  como  lo  exigen  la  impaciencia  pública  y  la  importancia 
del  proceso. 

Empezaré  pues  examinando  este  y  dando  en  parte  la  razón  al 
defensor  del  reo,  el  cual  ha  demostrado,  primero,  que  hay  motivos 
para  sospechar  qne  el  presbítero  don  Martin  Merino  está  loco ;  se- 
gundo, para  dudar  del  estado  de  su  razón,  y  tercero  para  hacer  en- 
tender á  la  Sala  la  conveniencia  de  suspender  el  fallo  hasta  tanto 
que  conste  de  una  manera  indudable  el  estado  de  razón  en  que 
se  encuentra.  El  fiscal  de  S.  M.  está  por  fortuna  de  acuerdo  en 

T.   II.  3 


cierto  moio  y  hasta  cierto  pnato  eoo  el  4efeiisor  del  neo. 

Es  verdad  qae  el  orimea  del  4ia  2  Aq  Cehiero^  de  eae  idía  de 
oprobio  :para  la  oacáon  eapanoU,  día  qae  eeha  por  tieria  la  primera 
de  h%  tradíoioiiest  como  dice  la  l«y  de  Partida;  q«e  eee  criaien  .que 
ba  llenado  de  constemaoioe  á  todos  los  leales  subditos  de  S.  M.  es 
i0iposiUe  que  le  pwda  coiMter  hb  hcnobre  aio  que  en  el  leoiMale 
de  oometerlo  le  íalte  ^1  jnicáo. 

No  se  MDcibe  que  uu  opioistro  de  Jeaveristo,  sexifl^enario  ya»  sar 
liera  de  so  casa  á  las  nueve  de  la  maueQa»  q«e  celebrase  el  jBaato 
Sacrificio  de  la  Miba  ea  la  parroquia  4e  San  Susto ,  ^ue  después 
aeofupftBMe  la  proimiou  ¿e  las  Caadlas  y  que  volviera  á  su  casa 
sin  que  ai  sus  companenos  ni  $a  x^riada  advirtieran  alteración  algu- 
na; que  luego  marchase  á  palacio  tranquilo  y  seveno,  que  se  cdlo- 
cara  en  un  sitio  i  propósito  paca  su  ulijeto»  meditan Aolo  coa  sangre 
fna,  y  que  alU  enrase  á  que  S.  AL  :saliese  de  la  real  capilla  i  dona- 
da habia  ido  á  dar  grjtcias  al  Todopoderoao  por  el  grande  beneficio 
que  acababa  de  dispensarla  y  á  la  nación ,  hacióndoJía  jnadre  de  una 
augusta  princesa. 

No  se  concibe,  repito,  que  fuese  á  esperarla  álli  con  sangre  fria 
y  Qoraxon  sereno  un  ministro  de  Jesucristo^  y  que  .al  acercarse 
S.  M.  se  inclinase  hacia  ella  con  humildad  fingida  é  hipocresía,  no 
para  pedir  gracia  á  la  reina  bondadosa ,  sino  para  clavarla  un  pu*- 
nal  asesino  haciéndola  dos  heridas  de  ungolpe^  y  menos  que  al  ver 
caerá  5.  AI«  sdbre  el  aya  4e  la  princesa  intentara  segundar  el  golpe 
como  lo  intentó,  aunque  no  pudo  reaUzaido,  porque  dos  leales  ser- 
vidores lo  impidieron  y  lo  arrostaroa. 

Es  cierto  que  este  crfaneo,  que  por  sus  cireunstaneíaa  pusde  de« 
oirse  que  es  el  piámero  de  que  han  conocido  los  tribunales  españo-* 
les^  esleciinm  no  ba  pcidido  comttenis  sm  ane.se  annonira  .one  el 


predl)ftera  dov  H«rtín  Hmiiov  em  el  momMto  de  eomtnnaiAo  y  Ik^ 
tarlo'  á  cÉkar  dbrafta  cmio  mi  booribe*  fiíHo'  ié  jvício. 

Para  atentar  contra  I»  títe  de  muí  téíumf  de  mía  reiaar  amgeKí^ 
cal,  de  mía  nadre  tienM  ybondadoM,  de«M  seAora  joven  j  llena 
de  gracia,  sin  motÍTo  de  qveja  ni  dé  resentiniíeoto »  en  mMi>  ocañen 
tan  solemne  y  enia  fégk  morada,  {fara  eato  se  neeefíta  qoe  ese  hom- 
bre obrase  con  falta  de  jaicio,  y^en  este  eoieepto  et¿  iaeal  eslfc  con- 
forme co*  d  abogado  defrasor^  en  la  acepción  lata ,  en  la  acepción 
nM>rftI  de  la  palabra  locmra. 

El  fiscal  no  tiene  reparo  ea  eoDfesarle,  Merino  es  os  loce^  pero 
loco  como  la  soi»  todos  los  crimiiiales ,  loco  por  tdinitad ,  loee  por 
pervenndad^ 

i  Ee  posible  por  testara  cometer  mu.  erfanen,  perpetrar  on  deli^ 
to,  obrar  mal  simplemente  sino  con  falta  de  jmcieT 

No ;  esí  preciso  para»  eomeler  aaa  aeoioa  mala:  oxidarse  de  la 
raaoD,  éesenleaderse  de  sns  oonsejoe ,  desoír  loe  grites  de  le  con-^ 
ciencia,  obrar,  en  una  palabra;  coa  faüa  de  jnídío; 

Asi  obró  el  presbitevo  Aiermo;  ea  ese  eoncepto  faé  leeo  como  la 
soB  todos  los  eriminales «  y  faé- loco  porqae  para  cometer  na  crimen 
tan  espantoso  como  d  qoe  ha  perpetrada  es  precisa  ser  no  móae^ 
Irao. 

¿Loco el  presbitero  Merina?  Na;  ¿en  qoó  motivo?  ¿qoé  dalo 
hay  en  el  proceso  para  saponaria ,  no  ya  para  asegararloT 

Sos  antecedentes ,  se  ha  dicho. 

¿Cuáles  son  los  antecedentes  ea  que  faada  esa  soposícion? 

Metióse  de  joven  en  una  casa  de  San  Francisco  y  Sas  Francisco 
b  adoptó  por  bijo  y  se  edueó^  y  apenas  podo  gobernarse  por  sí, 
abandonó  la  casa  y  resegó  de  sa  padre  y  da  sa  religioai^ 

Después  ha  dicho  ^e  toaió  parte  eo  la  acción  del  7  de  julio 


tO  EL  FAUyCIO  W  LOi  GBÍmf  KS 

de  1828,  pero  no  tomó  parte  en  ese  acontecimiento  como  un  hom- 
bre lil>eral,  no.  No  einn  liberal  don  llarlin  Merino;  ba  dicho  qne 
no  tiene  apego  á  ninguna  forma  de  gobierno. 

Tomó  parte  en  este  acontecimiento  como  un  hombre  sangoina- 
rio»  sediento  de  sangre  y  por  el  gusto  de  derramarla. 

Estos  son  los  antecedentes  de  don  Martin  Merino. 

La  entamidad  dd  crimen »  se  dice. 

La  enormidad  del  crímen  prueba  una  grande  maldad ,  prueba 
que  el  procesado  es  capaz  de  cometer  el  mas  grave ,  el  mas  espan*- 
toso  de  todos  los  crímenes  conocidos. 

Ese  hombre ,  se  ha  dicho,  es  hombre  de  malas  ideas. 

¿Y  quién  es  el  responsable  de  que  su  mente  se  baya  pertur- 
bado con  esas  ideas  Tenenosas  qne  han  alimentado  su  carácter  y 
estragado  su  alma?  ¿quién? 

El  hombre  que  por  satisfacer  sus  pasiones  ó  por  lisonjearlas  ha 
ido  á  beber  á  las  fuentes  mas  impuras ,  esas  doctrinas  de  que  están 
llenos  los  libros  que  se  le  han  encontrado. 

Si  él  ha  perturbado  su  mente  á  sabiendas ,  él  es  el  responsable. 

No  muestra  arrepentimiento ,  y  de  aqu(  debe  inferirse ,  dice  el 
defensor,  que  ese  hombre  ha  perdido  la  cabeza. 

No;  no  muestra  arrepentimiento,  porque  ha  premeditado  el 
crimen  muchos  años  hace,  porque  ha  premeditado  su  fin  y  su  suer- 
te ,  porque  ha  ambicionado  la  fama  del  mas  alto  criminal  que  ha 
habido  en  España. 

Que  estaba  hastiado  de  la  vida. 

¿Y  qué  le  habia  sucedido  ? 

Que  habia  sufrido  algunas  desgracias ,  le  habían  ocasionado  al- 
gunos disgustos ,  habia  tenido  algunos  desengaños. 

Esto  es  todo  lo  que  dice  el  presbítero 


EL  PUKBLO  T  SUS  OFBBSORBS.  SI 

¡Y  qaé !  Uo  sacerdote «  un  ministro  del  Crucificado  ¿se  hastia 
de  la  vida  con  tan  pequeño  motivo?  ¿se  hastia  de  la  vida  por  lo 
que  á  todos  los  hombres  sucede  ? 

¿Ignora  acaso  ese  religioso  que  todos  los  humanos  han  venido 
á  este  valle  de  ligrimas  para  llorar? 

Que  le  sucedieron  desgracias,  que  no  constan  en  el  proceso, 
pero  dándolas  por  supuestas ,  ¿  era  este  un  motivo  para  sublevarse 
contra  todo  el  género  humano?  ¿era  una  razón  para  concebir,  co- 
mo dice  que  concibió,  odio  y  aversión  al  linage  humano? 

Que  le  robaron ,  añade ,  que  le  estafaron  y  no  halló  protección 
en  las  autoridades ,  y  sin  otra  razón ,  concibió  odio  i  toda  forma 
de  gobierno ,  á  toda  autoridad. 

Le  robaron  y  le  estafaron,  perdió  algunos  bienes  de  fortuna,  y 
en  lugar  de  decir  ese  ministro  de  un  Dios  que  nació  y  murió  en  la 
pobreza ,  en  lugar  de  decir  con  Job ,  Deu$  dedil ,  Deu$  abittdit ,  se 
revela  contra  Dios,  y  contra  el  principio  de  autoridad,  olvidándose 
de  que  en  este  mundo ,  como  Abraham  en  la  tierra  de  Canaan ,  no 
tenia  derecho  mas  que  á  la  sepultura. 

¿Dónde  están  los  antecedentes,  los  datos,  los  motivos,  el  mas 
leve  indicio  de  que  don  Martin  Merino  estuviera  loco  en  la  acep- 
ción legal  ?  ¿  dónde  están  ? 

El  cura  de  San  Justo ,  único  que  al  parecer  le  trataba ,  ha  de* 
clarado  que  es  un  hombre  de  razón  completa. 

Su  criada  le  supone  con  juicio  cabal,  dos  facultativos  de  crédi- 
to, designados  por  el  juzgado  del  inferior,  después  de  haber  reco- 
nocido dos  veces  y  de  haber  conferenciado  con  el  procesado ,  no 
han  vacilado  un  momento  en  decir  que  le  han  hallado  en  su  recto 
y  cabal  juicio ,  que  no  tiene  sintomas  de  ningún  padecimiento  que 
pueda  menoscabar  sus  facultades  intelectuales. 


SI  Hu  nytGia  M  LO»  dÉmris 

¿Diiiide  ettám ,  pmss »  1m  túnáamesútM,  1m  datos,  la  raa3n  le- 
fa)  para  nrp#Éarie  kíeo^y  denteataf  j  pvedm  apUeártala  «I  arL  %]f 
del  Código  ?  ¿  dónde  están  7 

Hay  granea  liatgo»  se  £ce ,  en  Uerar  al  patíbulo  á  un  hombre 
sin  qae  la  Sala  esté  bien  segura^  de*  sm  ealado'  moral. 

¿Y  no  lo  está?  ¿Se  snipenderá  el  procedimiento,,  se  suspénde- 
le kiMoaa^  dqará  de  easligarse  et  crimen  indeBnidamente »  hasla 
^e  el  abofado  ckfensor  á  mío  ó^  do»  aiédmos  digan  ^e  no  pueden 
asegurar  si  está  en  su.'  cabal  juicio  ó  no  16  está  7 

La  Sala  ha^  precedido  ooa  acierto  y  ha  hecho  perfeetameate  en 
ámmtímar  el  mmfu  ptoeadmüaoto  qae  se  kia  solicitado  ett  este  ia8«- 
tante ,  porque  no  tenia  objeto,  porqdo  á  nada  pedia  conducir,  poiw 
que  no  se  fundalMu  ma»  que  en  un  soposiclM,  y  «na  suposición 
gMuilav  destilaida  de  todo  ünag»  de  fundamento,  no  p^ede  ser? ir 
para  praelicar  tina  Hueva,  y  exigir  un  reconocimiento. 

No  htfy,  pues,  inagmit  anditr  do  escolpacion  pam  d  proosaadoi; 
so  causa  no  tiene  dafeasa,  y  hiSala  sí»  temor  ninguno,  y  sin  ne- 
cesidad de  detenerse ,  puede  desda  luego  dictar  su  fallo. 

Las  inrasligaaioDeahan  sido  completase  taa  acabadas  como  pue- 
dan desearse  y  como  lo  eiige  el  mterés  de  la  sociedad. 

Las  formas  del  procedimiento  se  han  abreviado,  es  verdad,  pe«- 
wo  üm  perjudicar  al.  reo  f  y  acordándole  toda  la  protección  que  la 
compasión  y  la  humaddaé  exigáan.. 

El  crimen  está  comprobado  perfectamente  en  los  autos ;  el  cri- 
mñaal  esCá  identificadot,  preso  infraganti  delito  con  d  arma  aleve  y 
ensangrentada^  ea  1»  mano ,  ha  confesado  su  delito. 

Por  otra  parte  está  convicto  por  las  declaraciones  de  diez  tes- 
tigos presenciales  mayores  de  toda  escepcion. 

La  calificación  del  detite  no  puede  ofrecer  ninguna  duda- 


BL  PUEBLO  Y  SOS  QPABSOBBB^  21 

Felizmente  el  regicidio  puede  asegtirarae  ya  que  no  se  ooDsa* 
mará.  La  Divina  Providencia  que  aiempre  y  tan  oonocidameiite  lia 
dispensado  su  protección  á  S.  M.  la  reina ,  no  ha  permitido  qjae  ae 
consume^  y  puede  asegurarse  que  ya  queda  frustrado,  así  como  el 
fiscal  tiene  una  satisfacción  en  poder  anunciar  ea  este  memento 
que  S.  M.  recobrará  su  buena  salud  tan  bien  y  ^^umpUdaoiente  co- 
mo lo  desean  todos  los  leales  españoles ,  todos. 

Don  Martin  Merino  no  es  un  español ,  y  si  es  .un  espafiol  op  es 
un  hombre ,  es  un  tigre  con  formas  bamanas«  aa  tíjpre  con  hábitos 
clericales ,  es  una  furia »  y  uaa  furia  enemiga  d^  la  España ,  ^e  «e 
ba  escapado  del  averno. 

El  regicidio  ha  quedado  frustrado ,  pero  el  arl.  16Q  del  Cóáig^ 
impone  la  pena  de  muerte  á  los  autora  de  tentativa  de  este  delito. 

Por  manera  que  si  hubiera  mayor  pena  que  la  impuesta  por  el 
juez  de  primera  instancia ,  deberla  aafrirla  mayor  y  mas  severa*  y. 
mas  aun  por  la  circunstancia  atroz  con  que  perpetró  el  crimen,  por 
las  circunstancias  del  dia,  del  sitio,  de  la  ocasión ,  por  la  debilidad 
del  sexo  de  S.  M..,  por  su  bellísimo  carácter,  por  las  conseoaenciaa 
que  hubiera  tenido  el  atentado  horrible  si  se  hubiera  coasamado  y 
por  todas  las  condiciones  del  culpable. 

Pero  ¿  á  qué  fin  ocuparse  de  las  circanstaocias  que  jodierán 
agravar  el  atentado  ? 

Seria  perder  un  tiempo  precioso ,  y  ei  fiscal  va  á  concluir ,  y 
en  cumplimiento  de  su  deber,  pide  que  la  Sala  confirme  ain  altera-* 
cion  la  sentencia  consultada  por  el  juez  de  primera  instancia  de 
Palacio  y  la  mande  ejecutar  inmediatamente. 

A  la  lealtad  española  ultrajada,  al  honor  del  clero  español 
manchado ,  á  la  tranquilidad  pública  interesa  é  importa  que  caiga 
la  cabeza  de  ese  sacerdote  indigno  ^  que  tan  alia  ha  levantado  la 


ü  K.  PALACIO  DE  LOS  CRÍMENES 

cátedra  del  crimen ,  para  predicarle  con  so  ejemplo ,  y  que  con  él 
desaparezca  de  la  faz  de  la  tierra  esta  torre  de  escándalo  y  de 
oprobio. »  — 

El  Sr.  Regente  previno  á  los  concurrentes  qne  se  sirvieran 
despejar  la  sala,  porque  el  tribunal  iba  á  proceder  á  dictar  su  fallo. 

Se  despeja  la  sala. 

Eran  las  doce. 

Un  gentio  inmenso  ocupaba  todas  las  cercanías  de  la  Audien- 
cia f  que  aguardaba  con  ansiedad  el  fallo  del  superior. 

Este  fué  confirmatorio  en  todas  sus  partes  de  la  sentencia  con* 
sultada. 

Cuando  se  le  leyó  por  primera  vez  su  sentencia  de  muerte  y  se 
le  presentó  para  que  la  firmase,  manifestó  Merino  la  serenidad  mas 
completa,  tanto  que  admirándose  el  escribano  de  la  firmeza  del  pul- 
so, y  haciéndole  su  reparo  sobre  esto,  le  contestó  el  cura : 

«  No  Teo  motivos  para  otra  cosa , »  y  añadió :  «  solo  tengo  que 
encargar  á  ustedes  que  el  tablado  en  que  me  maten  sea  muy  alto.» 

Después  modificó  el  testamento  que  tenia  hecho  desde  el  mismo 
dia  que  cometió  su  crimen,  dejando  quince  onzas  de  oro  á  los  pre- 
sos de  la  cárcel  y  otras  quince  á  los  establecimientos  de  benefi- 
cencia. 

También  manifestó  entonces  que  tenia  setenta  de  aquellas  mo- 
nedas dentro  de  un  bote  de  hoja  de  lata ,  el  cual  habia  enterrado 
en  un  tiesto  del  balcón ,  por  temor  á  los  ladrones. 

Cuando  hubo  de  procederse  á  la  ceremonia  de  la  degradación. 
Merino  permaneció  durante  todo  el  acto  con  mas  tranquilidad  de 
ánimo  y  firmeza  de  espíritu  que  los  mismos  qne  le  degradaban. 

A  estos  les  advirtió  y  corrigió  su  equivocación  de  ponerle  el 


manípulo  en  la  mano  derecha ,  en  ves  de  hacerlo  en  la  izquierda, 
así  como  otras  varias  faltas  contra  d  ceremonial. 

La  última  noche  que  estuvo  en  la  ca¡»iUA  tomó  chocolate,  elo- 
giando mucho  la  calidad  de  este ,  dando  las  gracias  á  los  hermanos 
de  la  Paz  y  Caridad ,  porque  se  le  habían  servido  bueno ,  bien  he- 
cho y  caliente,  mucho  mejor  que  ei  que  él  tomaba  de  nueve  reales, 
y  del  que  dejó  en  su  despensa  una  tarea  casi  entera. 

Al  oficial  de  la  guardia,  don  Cirios Poussat^  le  dijo  que  era 
muy  parecido  al.  difunto  duque  de  Orleans,  de  qaiea  hizo  los  mayo- 
res elogios ,  asegurando  que  le  tenia  muy  visto,  y  aun  algo  tratado. 

Poco  después  entraron  los  hermanos  de  la  Paz  y  Caridad ,  di- 
ciéndole  que,  según  costumbre  de  esta  Hermandad,  venían  á  pre- 
guntarle su  nombre,  edad,  patria,  estado,  deudas,  á  lo  cual  con- 
testó : 

(( Pues  pónganlo  ustedes  todo ,  menos  las  deudas ,  que  no  las 
tengo,  ni  las  he  tenido  nunca.» 

Dijéronle  los  hermanos  que  podía  disponer  de  la  cuarta  parte 
de  las  limosnas  recogidas ,  á  lo  que  contestó  agradecido  que  no  ne- 
cesitando de  ellas,  las  cedía  para  la  Hermandad* 

A  las  once  y  medí  a  tomó  un  vaso  de  agua  con  esponjado ,  y  á 
esa  hora  le  dejó  en  tal  estado  el  cura  de  Chamberí ,  reemplazándole 
el  presbítero  don  Carlos  Cordero,  teniente  cura  de  Santa  Cruz. 

Continuó  hablando  sin  querer  dormirse  ni  que  le  dqasen  solo, 
hasta  las  dos  de  la  madrugada. 

¿  Habría  acaso  leído  bl  iNSomcio  dbl  bbo  de  muebtb  escrito  por 
el  c^bre  asesino  Laoenaire  poco  antes  de  subir  al  cadalso  ? 


Sonó  la  hora 

En  que  el  perverso  se  arrepiente  y  llora... 

T.   II. 


M  JB.  PALACIO  J»  ios  CXfmBNM 

Desfallece  sa  orgullo. . . 

Y  el  pecho  desgarrado 
De  mil  remordimientos , 

De  sos  Yíctimts  mira  horrorizado 
Espectros  macilentos 
Salir  del  pavimento  ensangrentado ! 
Cierra  los  ojos ,  y  una  mano  yerta 
Le  toca  y  se  los  abre!...  Al  lado  suyo. 
De  un  cadáver  horrible 
Vé  el  descamado  aspecto  I...  Á  sus  oidos 
Retumban  infernales  alaridos!... 
Mira  al  verdugo...  La  cuchilla  advierte... 

Y  oye  el  fúnebre  cántico  de  muerte !... 
Entonces  reflexiona 

sobre  la  eternidad...  Entonces  piensa 
En  el  ser  quexastíga  y  que  perdona 
La  criminal  ofensa... 


Merino,  mas  impávido  que  Lacenaire,  no  desmintió  un  mo« 
mentó  su  asombrosa  serenidad. 

Soltó  la  carcajada  al  contemplar  la  figura  que  haría  montado 
en  el  burro  con  la  kopa  amarilla,  y  dijo  que  al  llegar  al  cadalso  iba 
á  pedir  por  favor  al  verdugo,  que  después  de  darle  garrote  i  él, 
ahorcase  al  burro. 

A  las  dos  se  le  dejó  descansar  durmiéndose  profundamente  has- 
ta las  seis  de  la  mañana.  Poco  después  tomó  chocolate  que  es  el  úni- 
co alimento  que  quiso  en  la  capilla ,  y  en  seguida  principió  á  dis- 
ponerse para  el  último  viaje. 

AX  vestirse  la  hopa  amarilla  con  manchas  de  sangre,  dijo: 

« ¡Vaya  un  dominó  corto  1  no  le  cambiarla  por  el  manto  de  los 
Césares.» 

Para  despedirse  de  los  que  le  rodeaban,  esclamó:    «Agur ,  se« 

•        •         •         •         •  • 

ñores,  agur,  señores»  con  la  serenidad  mas  completa. 


BL  punto  Y  sus  OPBBSOEES.  27 

Después  que  se  eoconlró  fuera  del  edificio,  fijó  su  ateacioa  ea  el 
ejecutor  y  el  pregonero  y  les  dijo : 

«Buen  par  de  acólitos  me  he  echado.)» 

Como  le  instasen  los  clérigos  que  le  auxiliaban  á  que  repitiese 
los  salmos,  contestó: 

«No  me  molesten  ustedes,  yo  lo  diré,»  y  decia  entre  dientes  al- 
gunas palabras. 

Cuando  le  instaban  á  que  mirase  la  santa  efigie  que  llevaba  en 
la  mano ,  respondía : 

«Ya  la  he  mirado:  quiero  ver  al  pueblo  y  que  el  pueblo  me 
vea  á  mi.» 

Renia  á  cada  paso  al  conductor  del  burro  diciéndole: 

«Torpe,  malo  eras  tú  para  criado  mió;  [con  mi  genio  1  Creo 
al  ver  tu  torpeza  que  no  has  de  saberme  ahorcar.» 

Al  llegar  á  la  mitad  del  camino ,  dijo : 

ce  i  Cuánto  tiempo  hace  que  no  doy  un  paseo  tan  largo  I...  |Y  de 
balde  !•••  i  Qué  buena  borrica  es  esta ! » 

Habiéndole  instado  varias  veces  los  sacerdotes  á  que  recogiera 
su  espíritu  y  repitiera  las  oraciones  propias  del  caso ,  les  dijo : 

«¿Saben  ustedes  i  lo  que  vienen  aquí?  á  auxiliarme.  Pues  to- 
da vez  que  yo  no  necesito  auxilio  de  ninguna  clase,  ni  espiritual  ni 
corporal,  no  me  molesten,  yo  me  basto  i  mí  mismo  con  la  ayuda 
de  Dios.  Cuando  los  necesite  los  llamaré ,  pero  por  ahora ,  repito 
no  me  molesten.» 

A  uno  que  le  ofreció  agua  y  vino ,  le  dijo : 
«¿Conoce  usted  que  yo  necesito  algo,  ni  que  me  falten  di  va- 
lor y  la  serenidad?  No  quiero  nada,  si  lo  quisiera  lo  pediria.» 

Al  pasar  por  Chamberí,  miró  con  atención  á  la  iglesia,  escla- 
mando : 


«Bn  efector  «stá  muy  desDÍtelada  y  se  dmÍMbarl  á  ao  lo  re- 
median.» 

Cada  vez  qae  se  detenían  á  leerla  la  sentencia ,  Tolria  el  rostro 
pera  eseneiwrk  aMJor ,  y  casi  al  espirar  la  última  palabra  en  boca 
del  pregonero ,  pronunciaba  tf  adelante , »  acompasando  la  palabra 
oaala  aocían* 

Después  continuaba : 

«Nada  mt  gusta  a^iacifie  lo  de  las  manchas  de  sangre.» 

No  se  sabe  por  qué  hizo  la  siguiente  consideración  algooos  hkh 
mantoa  daqpués : 

a  i  Cuántos  morirán  hoy  antes  que  yo  y  quizá  de  los  misisos  qneT 
me  están  mioMiáo  I » 

Mññ  ad^Bte  mm-mnnl: 

«Esto  va  tan  despacia  oorao  la  procesión  del  Corpus;  pero* 
ahora  no  molesta  tanto  el  sol  como  cuando  se  celebra  aquella 
iesla.» 

Habiéndole  exhortado  de  ooero  á  que  «airase  la  estampa ,  con-^ 
teild  i  loi  sacerdotes : 

<xDe|adaie  contemplar  también  la  nieve  del  puerto.  { Qué  her<- 
moso  espectáculo  I » 

Frecuenlemeiite  se  «levaba  sobre  su  caballería  para  distinguir 
sin  duda  el  cadalso»  y  al  divisarle  por  primera  vez ,  esclamó  : 

«¡Hé  aW  mi  asiento!  ¡andadl   [andad!  » 

Cuando  observaba  que  algunas  personas  le  miraban  eon  geme- 
los desde  los  tejados  y  azoteas,  fijaba  en  ellas  su  vista,  animándose 
coo  ana  ligera  sonrisa. 

Al  pié  dtl  patíbulo  preguntó  al  ejeentor  : 

«¿Por  qué  lado  me  apeo?» 

Y  como  le  contestase  aquel  que  por  el  derecho ,  repuso: 


EL  PUEBLO  T  SUS  OPRBSOEBS.  29 

« Paes  sajélame  la  pierna  para  ^Bajar  y  do  me  lastimes  como  áT 
sabir. » 

Ya  en  el  saelo,  miró  á  todos  los  circanstantes  y  se  arrodilló  á 
los  pies  del  confesor,  qae  tomó  asiento  en  la  primera  grada  del  su- 
plicio. 

En  esta  postara  se  reconcilió  par,  «^cio  de  dos  ó  tres  mi- 
natos. 

Después  subió  hasta  el  segando  escalón ,  y  como  se  dispusiera  á 
hacer  tiempo  á  que  llegara  la  hora  designada ,  el  señor  gobernador 
le  dijo  que  podia  sentarse ,  pero  Merino ,  permaneciendo  en  pié  le 
respondió : 

«Esta  actitud  es  mas  digas.» 

Tales  fueron  sus  últimas  palabras ,  si  se  esceptúan  otras  imper- 
ceptibles que  pronunció  al  sentarse  en  el  fatal  banquillo ,  y  las  cla- 
ras y  terminantes  de  <<  he  dicho ,  i»  coa  que  acabó  su  peroración ,  y 
luego  exhaló  su  espíritu  el  7  de  febrero  de  1852. 

Hechos  cargo  del  e$Mftr  tos  k<Mimofrde  la  Plsi  j  Caridad,-  hu- 
bieron de  entregarle,  sttt  embarga,  luego  que  llegaroo  al  cénente^ 
rio ,  al  señor  gobernador  civil  de  la  provincia ,  quien  hizo  insertar 
nn  bando  en  kt  Gaeeia  de  Madnd ,  al  dfa  argvieate ,  dieiendo  que 
al  cura  Meríne  se  le  habm  quemados  y  esparsldose  sus  ceniías  al 
viento.  í 


'MI  .:  .'• 


CAPITULO  n, 


1  .    ■■  •  ■ ' 


FERRO-CABRIiES. 


# ' 


La  condocU  de  los  goberaaiitet  sapediUdot  é  la  influeocia  del 
PAUkQo  DB  LOS  caüiBMBS,  era  de  dU  en  dia  mas  imiioral  y  escan- 
dalosa. 

Eq  2  de  abril  espidió  el  mÍQÍsterio  ua  largo  decreto  circulado 
por  don  Manuel  Beltran  de  Lis»  aumentando  las  trabas  de  la  im- 
prenta en  general »  sin  esceptuar  las  litografías  y  los  grabados. 

Creyeron  los  ministros  que  con  la  mordaza  que  acababan  de  po- 
ner á  los  escritores  públicos,  hablan  de  permanecer  ignorados  sus 
actos  de  inmoralidad ,  pero  se  equivocaban  solemnemente »  porque 
si  el  invento  de  Gutlemberg  estaba  aherrojado  en  España ,  prensas 
habia  en  el  estraojero  para  que  no  quedase  oculta  la  verdad. 

La  imprenta  de  Schulze  y  compañía  de  Londres  dio  á  luz 
cierto  Apunte  contemporáneo  para  la  historia  politica  de  España^ 


SL  PUnLO  T  963  OMtHOEti.  31 

qae  sin  responder  nosotros  dalos  asertos  del  antor*  creemos  dá 
bastante  luz  para  formar  una  idea  del  medió  inicuo  qae  empleaban 
los  instrumentos  del  poder  seergio^  para  esquilmar  al  pueblo  es- 
pañol. ' 

El  autor  del  citado  Apunte ,  que  por  las  señas  debia  estar  ini-- 
ciado  en  los  mas  recónditos  secretos  del  club  de  la  calle  de  las 
Rejas ,  después  de  censurar  los  doa  decretos  firmados  por  don  Ma- 
riano Miguel  Reinoso*  ministro  d«  Fomento^  creando  140,000  ac- 
ciones de  caminos  de  i  2»000  reales  para  llevar  á  efecto  el  camino 
de  Almansa ,  en  cuyos  decretos,  que  aumentan  la  deuda  pública  en 
14.000,000  de  pesos  fuertes,  ni  siquiera  se  hizo  uso  de  la  acostum- 
brada fórmula :  « Se  dará  oportonanettle  onenta  á  las  Cortes »  se 
espresa  en  los  términos  siguientes: 

«En  28  de  marzo  se  concedió  á  dop  A.  Alvarez ,  por  otro  de- 
creto ,  la  construcción  de  un  ferro-carril  de  Alcázar  de  San  Juan 
á  Ciudad-Real,  i  razón  de  3.800,000  reales  por  legua,  disponien- 
do como  para  el  de  Almansa  que  después  de  6  meses  se  baria  una 
subasta,  y  que  entre  tanto  empezase  don  A.  Alvarez  la  obra;  en  el 
concepto  de  que  si  algún  otro  que  no  fuese  él  mismo  se  quedaba 
con  la  empresa ,  en  virtud  de  la  pública  licitación ,  deberla  abonar 
en  metálico  y  en  el  término  de  un  mes ,  todos  los  gastos  hechos 
por  el  primitivo  concesionario. 

Es  de  advertir  que  como  el  gobierno  habia  de  pagar  en  ac- 
ciones de  ferro-carriles  que  corrían  en  la  plaza  con  un  20  ó  25 
por  ciento  de  descuento  y  el  rematante  tenia  que  abonar  en  meti« 
lico  las  obras  hechas  por  don  A.  Alvarez,  había  solo  por  esto  una 
pérdida  inmensa  para  el  nuevo  constructor. 

Mas  tarde  se  alteró  el  trazado  del  camino  haciéndolo  arrancar 
de  Socuellanos  con  lo  cual  se  alargaba,  contra  toda  razón  de  con- 


TwieMii  t  eo  alyBnM  legUM  «1  cémioo ;  j  por  ülámo  te  prorogó 
á  8  mam  em  i^eaé^S  iMéfo6%  de  ln  auba^U;  jtnadieado  que  di 
ramatante  ^adríft  (|iif  jabofifti;  &  )doft  A,  ALraMi  en^etáüoo  y  en 
el  lérmino  de  ua  mes,  no  solo  todos  los  trabajos  hechos  y  el  mate«- 
rial  oaaiipradOf  liai»  taalbMSf  á^qvte  estavicae  adqoicido  ó  em- 
iiaroado  ea  I«glaleri)aHÍ    i  i   .ü  .  . 

.  Par#  así  f  ladft;iepaj4a»>iiacMbUiK>saBMate  alto  el  precio  da 
3.900^000  nedlM^Ml^aaiéiattadídas  las  dreanabaaciaa  del  terre- 
no«  qoe  antes  de  la.^pM^a  dar  1a  iUcitaaioa  se  ofraaé.Mia  respeta- 
ble casa. á  oc^aaivuír  hki9ÍmuitÑ9M  sama  da  ^&00,4)00  nales  por 

No  ioé  (ornada :  aai  .ooaiidavaoifvi;  pero  da  rasnl  taa  da  ello»  don 
A.  Alvarez  se  presentó  volnntariameDle  lebajaaido  en  1.200,000 
nales  por  lagjaa.al  p^cíft  qnb  il  gobierno  le  took  ooocedido. 

.  Y  aia  embargo  tedwikii  ai  tiempo  de  verificarse  la  aobasta  pú- 
Uica  se  hizo  «m  nai|va>lMli0Jarda  SSO.OOO  reales  por  legna. 

Por  manera  qué  dfe  mlm  Aeaaitfoa  ofidalei  datoa  resolta  qna 
«1  gobiamo ,  al  oooaediir  nürtatorialmeata  á  don  A.  Alvareí  la 
aoBStmocion  de  laa  Vaialidds  lagMa  y  media  de  ferro-carril  desde 
Socnellanos  á  Cindad-^Aidal  (ikibre  tuya  conveniencia  y  urgencia 
DO  queremos  ahora  díaeurrir)  W.baóía  gcatoitamente  y  á  costa  áA 
pobre  pueblo  español,  nn  regalo  de  oerca  de  coAasiiTa  muádjxbb  de 
reales  qne  hablan  de  dehrengar  un  indefinido  aUo  míeréB  anual ! 

No  entraremos ,  como  podriamos ,  en  algunos  indecentes  deta- 
lles da  la  parte  secreta  de  estas  negociaciones ;  preferimos  concre- 
tamos i  las  reales  disposicíoiies  publicadas  ea  k  Gaceía  del  go- 
bierno, acerca  de  las  cuales  fio  pueden  suscitarse  dudas  ni  cabe 
atribuirlas  á  espirito  de  oposicdon. 

EUas  nos  bastan  para  deek  que  jamás ,  ni  aam  en  los  tionpos 


SL  VOnLO  t  sos  OFilSOlBS.  33 

del  valido  omnipotente  Godoj  se  htbiao  visto  ni  safrido  tales  co- 
sas en  la  nación  espalóla. 

Llegamos  ya  al  ferro-carril  del  Norte  qne  ha  sido  la  cnestíon 
de  las  cuestiones  entre  el  gobierno  y  la  oposición ,  y  la  que  ya  ha 
derribado  á  tres  ministerios. 

En  1845  se  concedió  á  la  Dipntacion  y  Jnnta  de  Comercio  de 
Bilbao  antorizacion  interina  para  construir  y  esplotar  por  sa  cuen- 
ta un  ferro-carril  de  Madrid  á  Irun.  , 

Siendo  mayores  los  deseos  que  las  fuerzas  de  aquella  corpora-» 
cion ,  hizo  varios  esfuerzos  para  reunir  capitales. 

En  1851  solicitó  que  este  camino  de  hierro  fuese  comprendi- 
do en  el  número  de  los  que  habian  de  disfrutar  el  beneficio  de  la 
garantía  del  6  por  ciento  anual  y  uno  de  amortización  de  los  capi- 
tales que  se  invirtiesen  en  su  construcción. 

En  junio  de  1852  hizo  un  convenio  con  don  José  de  Salaman- 
ca cediéndole  la  parte  de  Miranda  hasta  Madrid  con  la  condición 
de  que  él  obtuviese  para  el  trozo  que  se  reservaba  la  Diputación 
de  Bilbao  la  mitad  mas  de  la  ventaja  que  para  el  de  Miranda  á 
Madrid ;  «de  modo  que  si  por  cada  una  de  estas  leguas  abonase  el 
gobierno  el  interés  correspondiente  á  4.000,000  de  reales ,  lo  que 
habría  de  abonar  por  las  restantes  desde  el  Bbro  á  Bilbao  é  Irun 
sería  el  interés  correspondiente  á  6.000,000 ,  y  mas  en  igual  pro- 
porción ,  según  las  ventajas  que  el  Excmo.  Sr.  don  José  de  Sa- 
lamanca pueda  obtener  en  su  negociación  con  el  gobierno,  pero 
en  ningún  caso  será  para  los  primitivos  concesionarios  menor  el 
abono  por  legua  que  el  correspondiente  á  los  6.000,000  como  mí- 
nimum.» 

En  consecuencia  de  este  convenio  presentó  en  12  de  junio  de 

1852  don  José  de  Salamanca  una  solicitud  al  gobierno  compuesta 
T.  u.  5 


de  saii  «crtoft  «tlealot  pidieado  U  codmúoil  por  otwtraU  de  la 
consIraccioQ  por  caeota  del  Estado  del  camáw  de  Uadrid  á  Hinu^ 
da,  al  precio  de  4.000,000  d»  realeft  desde  Madrid  á  Burgos  y 
BjOOO.OOO  de  Bargoa  á  Miranda;  ;  qae  se  garanliiMog  ú  ínUréi 
de  6  por  ciento  y  uno  de  amortización  al  troto  de  Miranda  i  boa 
i  jaaoB  da  6.000,000  por  legaa. 

¿Cámo  íaé  recibida  e«t«  Rolicitad  del  señor  SaUmapca? 

Copiaremos  aquí  las  palabras  da  ta  menoría  oficial  pnblicadi 
por  la  reepetabilfeima  comiaioH  presidida  por  el  dnqae  de  Sotoma- 
jor,  á  la  caal  el  Senado  eBConnendó  al  existm  del  eapedienle  de  br- 
r«-cuTÍle8. 

<N»  6i¿  preciso  qm  sn  sf^oitnd',  para  conceaioQ  tan  gravosa  i 
lo»  intereses  público»,  pasase  á  inEomea  de  la  JDota  ooosnltiva ,  ni 
de  la  dirección  de  obra»  pública»,  ni  ano  para  qae  de  ella  se  hi- 
ciese cargo  el  oícial  del  segooiado ,  sagon  asi  ccHista  dd  espe- 
dioUe  qne  hemos  examinado ;  y  qqe  ao  boUera  mas  planos  aproba- 
dos qoe  los  de  Bnrgos  i  Bilbao  para  que  á  los  oeho  dia»  de  presen- 
tada aqodla  solicitad  ae  pasase  por  d  núnisterío  de  Fomento  de 
acnerdo  del  Consejo  de  Ministros  nna  eomanicacion  al  señor  Sa- 
lamanca ,  acompañándole  on  proyecto  de  decreto  como  resaltado 
d«  ea  solicitad,  para  qae  nuaifestase  «  se  confonaaba  orai  él,  á 
lo  qae  en  d  mismo  día  contestaba ,  dándose  por  satirfecho  de  las 
modificaciones  que  se  hacian  á  sos  propoiicionefl.»-~No  es  estreno 
qoe  tan  pronto  se  conformase,  paes  las  modificaciones  es  logar  de 
perjadioar  favoreciaa  al  señor  Salamanca. 

Asi ,  por  ejemplo ,  en  logar  de  los  4.000,000  por  legaa  qae 
pedia  desde  Madrid  á  Valladolid  se  le  concedían  3.800,000;  pero 
no  se  compreodiao  ea  este  preoio  ti  Ténel  ó  les  tiinüe$  que  fuese 
wceíano  conilrmr. 


iL  mno  T  sus  cvmpoaBS.  85 

En  coBsecueneia  de  €Bla  inliaia  y  precipitada  negooiacioii  se  es- 
pidió d  decreto  de  4  de  jalio  de  1862  (que  la  citada  cemiñoii  éA 
Sanado  llama  tékhn  y  triiUj  haciendo  concesión  iefiniíif>a  é  don 
José  de  Salamanca  y  á  la  diputación  de  Bilbao  en  los  términos  qne 
arriba  dqamos  indicados. 

En  este  decr^o  ya  se  veía  al  gobierno  ir  perdiendo  sn  oorte^ 
dad  de  genio  y  su  poquito  de  rubor. 

Desdeñó  la  contemplación  que  hasta  entonces  había  tenido  con 
la  opinión  ^blica  haciendo  concesiones  en  el  nombre  interinas  ¿ 
eon  autoriíacioa  de  empezar  «desde  luego  las  fibras,  y  anundanés 
pública  licitación  para  después  de  eds  meses  de  empezadas.    • 

En  este  4ecrelo  ya  se  arrojó,  estando  cerradas  las  Górt0B  y  sin 
autorización  aignna  de  ellas,  á  hacer  «na  ooncesion  definitina  sin 
subasta  alguna  real  ó  ilusoria  de  am  camino  de  hierro  que  hi^ia 
de  anmenlar  inmensaanate  nuestra  deuda  pública. 

Dejemoft  en  este  punto  la  Weleria  del  camino  del  Norte ,  que    ' 
es  muy  larga,  y^ie  «oWereoios  á  neanodar  hiega.* 

Atendiendo  k  las  faelns  debemos  dar  cuenta  ahora  de  la  com- 
pra hecha  por  el^gobíemodelicamíne  de  JUanjuQZ  «n  13  de  age»-* 
to  de  1852. 

Habia  sido  construidoteste  por  don  losé  de  SalamMioa,  y  ^ha- 
da tiempo  que  tenia  empefto  en  que  se  ie  comprase  »el  Estado^  .  ^ 

El  proyecto  de  compra  habia  sido  presentado  por  el  gabinule 
alas  Corles,  habiendo  logrado  hacerle  pasar  en  el  Congreso  de  1^ 
diputados,  pero  fué  desechado  en  el  Senado. 

Posteriormente,  estando  cerradas  las  Cortes,  pasó  el  gobienm 
el  espediente  al  Consejo  real }  y  aunque  los  miembros  todos  qui 
le  componen  dependen ,  como  es  público ,  de  un  simple  real  ñr-^ 
man ,  fué  de  dictamen  quo  no  confuuia  al  Estado  la  tal  compra** 


86  BL  PALAao  m  ím  cmímehu 

A  pesar  de  lodo  esto  se  Ue?ó  i  efecto  por  medio  de  no  decrelo 
dado  en  13  de  agosto  de  1862,  habiendo  antes  sido  tasado «  por 
las  personaa  qne  el  gobierno  nombró,  en  la  snma  de  60.000,000 
de  reales. 

G)piaremos  aquí  algunas  lineas  de  la  ya  varias  veces  citada  me- 
moria oGcial  de  la  comisión  del  Senado  encargada  de  examinar  los 
espedientes  de  ferro-carriles. 

«No  nos  detendremos  sobre  d  valor  que  á  ese  camino  se  dio 
para  la  venta  por  efecto  de  una  real  orden ;  no  indicaremos  tam- 
p0Go  que  antes  de  esto ,  y  para  el  solo  efecto  de  la  garantía  del  in-- 
teres ,  cuyas  consecuencias  eran  infinitamente  menores  para  el  Es- 
tado ,  no  se  pasó  por  la  cantidad  de  cuarenta  y  cinco  millones  que 
se  figuró  al  camino ,  recordaremos  únicamente  lo  que  en  este  pun- 
to manifestó  en  el  Senado  un  individuo  del  gabinete  mismo  que  hi«- 
zo  la  compra ,  el  sefior  marqués  de  Hiraflores ,  cuyas  palabras :  no 
podemos  dejar  de  transcribir ,  p<Nrqne  honran  su  franqneía  y  tam  - 
bien  ilustran  el  punto  con  an  irrecnsaUe  manifestación.» 

Dijo  el  se&or  marqnéa :  «Parto  desde  Inego  del  supuesto  de  que 
la  laaacion  de  sesenta  millones  era  un  escándalo,  pero  yo  no  la  ha* 
bia  hecho.» 

En  26  de  agosto  se  concedió  á  don  José  Campos  la  construc- 
ción por  su  cuenta  del  ferro^carril  de  Játiva  i  Almansa ,  abonan-* 
dasde  el  seis  por  ciento  á  los  capitales  empleados  solo  durante  la 
época  que  duren  las  obras. 

Es  de  notar  que  habiéndose  concedido  un  interés  alto  é  indefi- 
nido al  troio  de  Valencia  á  Játiva  y  construídose  por  cuenta  del 
Estado  el  de  Almansa  á  Madrid ,  solo  se  concedió  al  que  media  en- 
tre Almansa  y  Játiva ,  que  es  cabalmente  el  único  dificil  y  costoso, 
el  üeis  por  ciento  durante  el  tUmfo  de  la  comimeeion. 


BL  PUEBLO  T  SUS  OFEKSOBBS.  37 

Esto  prueba  el  ningún  sistema  que  se  ha  tenido  presente  en  el 
infausto  asunto  de  ferro-carriles  « los  cuales  han  sido  considerados 
tan  solo  como  una  mina  que  se  ha  descubierto  para  protejer  á  fa* 
vorecidos «  y  hacer  negocios  los  gobernantes. 

Detengámonos  un  instante  para  consignar '  una  convicción  en 
que  estamos  y  que  algo  debe  consolarnos. 

No  todos  los  ministros  de  la  época  cuya  historia  vamos  bos- 
quejando aceptaron  y  han  desempeñado  sus  puestos  por  motivos 
innobles. 

La  existencia  de  ellos  (tales  como  el  marqués  de  Molina»  el  de 
Gerona /el  conde  de  Mirasol,  don  Anselmo  Blaser  y  otros)  en  las 
regiones  ministeriales  se  esplica  solo  por  él  irresistible  alicienta 
que  tiene  para  muchos  el  poder;  por  esa  debilidad  tan  común  en  el 
hombre  que  se  llama  vanidad. 

En  28  del  mismo  mes  de  agosto  se  hizo  otra  concesión  á  don 
Rafael  Sánchez  Mendoza  para  construir  un  camino  por  cuenta  del 
Estado  desde  Sevilla  á  Jerez  y  también  desde  Jerez  i  Cidiz,.  si  el 
que  habia  adquirido  anteriormente  la  de  este  último 'trozo  quería 
cederla.  .  .  *. 

En  esta  concesión  hubo  la  cláusula  de  otras  anteriores ,  autorU 
zando  á  Mendoza  i  comenzar  las  obras,  y  que  luego  se  celebrarla 
subasta ,  y  que  si  alguno  hacia  mejor  postura  le  abonaría  en  meta-» 
líco  dentro  de  un  mes  las  obras  hechas  y  el  material  comprado; 
mas  un  diez  por  ciento  por  razón  de  administración  y  un  seis  por 
ciento  anual  por  interés  del  capital. 

Aunque  no  ha  sido  ni  es  en  modo  alguno  nuestro  propósito 
manifestar  los  vicios  y  errores  de  las  concesiones  de  los  ferro-*car- 
riles  respecto  á  las  lineas  ó  trazados ,  no  podemos  sin  embargo  me-> 
nos  de  llamar  la  atención  sobre  la  circunstancia  de  haber  el  gobier- 


W  ML  FALáCiO  H  LOS  GiÍMBnS 

Bo  mandado  ooastrnir  por  cuenta  del  Eitaio  un  ferro^carril  á  orí- 
Vm  de  un  rio  nayegable  y  erniado  díariaoieiite  por  vapores ,  Buen- 
tías  qne  hay  iafiíütoa  distritoaisportanles  del  paii  que  si  una  imk 
la  carretera  poseen  para  poder  esportar  sos  finitos  ¿  los  pantos  de 
aansamo  6  comercio. 

En  14  de  setiembre  se  Iubo  otra  concesión  análoga  á  don  Mar-» 
tía  Larioa  para  constmir  nn  camino  de  hierro  desde  Milaga  hasta 
ü  pimlp  tíos  coiioenimte  de  la  UiMa  de  Cárdoba  á  SniUa. 

No  estando  todavía  construido  este  camino  de  Córdoba,  á  Sevi- 
Bn  ni  Mn  heckos  ks  estadios  para  constmirle ,  no  se  podía  desig- 
nar el  ponto  á  donde  A  ramal  de  Milaga  liabia  de  dirigirse  7  asi 
d  .gobierno  tavo  qae  hacer  ana  conceeíon  en  el  aire. 

Las  ccmdiciones  eran  idénticas  á  las  de  la  concesión  anterior. 

En  ningnn  decreto  habia  sido  la  redacción  tan  esplicita  ó  des-'* 
cafada. 

Decía  así  el  artkndo  4.*:  «Ssts  m9ie$  dmpu¿$  d$  eammuadoi  los 
iiras  9.  se  adjudicará,  este  oanuno,  jd  mejor  postor  en  púMica  Koíta«i 
don  «|ue  ee  vertfoará  bajo  el  tipo  de  4.000,000  de  reales  por  le«? 
gaa  de  á  20,000  pies,  pagaderos  en  obligaciones  de  ferro-oarw 
riles. 

En  i3  de  noYÍembre  se  otorgó  una  concesión  interina  pana  el 
camino  de  hierro  de  Barcdona  á  Zaragosa ,  con  promesa  .de  ha— 
ceria  definitiva.»  «— 

Esto  no  fué  mas  qne  ana  especie  de  inanguracion  del  sistema 
de  escándalos  7  dilapidaciones  qoe  habian  de  seguir  otros  ministon 
rioe  en  mayor  escala  y  mas  crapulosa  desfachatea  y  que  mas  tarde 
eensoró  A  marqués  del  Doero ,  pronunciando  en  el  Senado  (el  6  de 
diril  de  1853 )  el  siguiente  discurso : 

«El  Senado  ha  oído  los  ataques  que  d  sraor  Reinoso  á  dirigida 


á  la  oposición ,  y  70  me  proponga»  tratar  mejor  á  so  sefibria ,  £ 
pesar  de  qae  pudiera  oosteitarle  eon  liec&oe. 

TambifiD  ak  gahienie  ha  dicho  cpé  afteetibamod  4  la  prerofat¡«* 
ita  de  la  eorona »  y  lo  deeia  an  doda  ponjne  faiere  qae  el  Senda 
aea  un  cuerpo  mado. 

La  corona  es  para  nosotros  un  sacado;  mi  sabe  lastimar  i  mh 
die  m  petjndicar  al  crédito  nacional ,  ni  ecbar  por  tierra  la  prensa 
y  la  tribuna. 

Se  queja  el  seior  Reinóse ,  y  se  alarma  por  mis  palabras^  sieii-^ 
to  decirlas;  pero  esto  es  lo  que  se  ha  repetido  por  todas  partes. 

Hago  justicia  á  los  señores  Reinoso  >  marqués  de  Mmiotes  y 
Ezpeleta:  todos  son  mis  amigos:  creo  que  como  particulares  son  ei«' 
celeates ;  pero  como  ministros  se  han  portado  muy  inal,  y  han  sido 
muy  débiles,  no  sabiendo  resistir  las  exigencias  de  un  cepitalisla 
poderoso » por  lo  que  se  ven  envueltos  en  esas  cuestiones  de  moria-f* 
lidad.  SaUdo  es  de  todos  que  las  construcciones  de  los  caminos  de 
hierro  en  España  no  dd>en  ser  tan  costosas  como  en  otros  paisee, 
en  atención  á  que  di  terreno  vale  poco ,  y  los  jornales  son  baratos; 
si  se  eseeptúa  la  Bélgica ,  donde  por  tenor  á  mano  los  elementoa 
mas  indispensables ,  como  son  el  hierro  y  el  carbón ,  su  construc- 
ción es  mas  económica,  no  obstante  lo  cual  apenas  producen  un 
dos  ó  dos  y  medio  por  ciento. 

He  pedido  la  palabra  en  contra  de  la  comisión ,  porque  aun 
enlodo  apruebo  el  proyecto  de  ley,  no  estoy  conforme  con  el  con- 
siderando;  puea  deseaba  que  hubiese  sido  mas  esplícita. 

El  Senado  me  permitirá  que  sea  algo  estenso. 

He  tenido  que  estudiar  esta  cuestión ,  y  no  podré  menos  de 
ocuparme  de  ella  detenidamente. 

Antes  de  que  se  publicara  la  ley  de  1850  sobre  ferro-carriles 


M  JH.  PALACIO  JU  U>8  CüfaRHH 

ftieron  taotas  las  concesiones  qoe  se  hicieron,  qne  se  llamó  la. aten-* 
cion  del  Congreso,  el  cnal  nombró  nna  comisión  compuesta  de  las 
personas  mas  inteligentes  en  la  materia  para  qoe  formulasen  un 
nstema  general  para  la  constmccion  de  las  Kneas  mas  útiles  para 
nuestro  pais ,  declarando  cuáles  eran  las  de  menos  coste  y  de  mas 
beneficiosos  resultados. 

Se  hicieron  i  pesar  de  esto  concesiones  de  Kneas ,  particular- 
mente al  señor  Salamanca;  y  qué !  ¿no  habla  en  Espa&a  capitalis- 
tas que. ofrecieran,  que  diesen  mas  garantías  que  el  sefior  Sata- 
manca  T 

Que  me  lo  diga  el  sefior  Reinoso ,  pues  aqui  se  debe  decir  la 
verdad. 

Al  señor  Salamanca  se  le  compró  d  camino  de  hierro  de  Aran* 
juez  en  la  cantidad  de  sesenta  millones ,  porque  tenia  que  pagar 
quince  i  sus  acreedores ,  concediéndosele  la  construcción  del  ca- 
mino de  hierro  de  Almansa,  en  el  cual  iba  i  ganar  un  cuatro- 
cientos por  ciento  para  salir  de  sus  apuros  como  banquero. 

Señores,  he  dicho  ya  que  una  de  las  cláusulas  del  informe  dado 
por  la  comisión  del  Congreso  fué  clasificar  las  líneas ,  dándose  la 
preferencia  á  las  que  ofrecían  mayores  ventajas. 

Esta  clasificación  fué :  1 .®  la  línea  de  Cádix  con  Madrid  para 
ponernos  en  comunicación  con  América :  2.®  la  de  Irun:  3.®  la  de 
Portugal ;  y  4.^  la  del  Mediterráneo. 

Sin  embargo ,  esta  es  la  línea  que  se  ha  empezado  á  construir, 
y  para  ello  el  gobierno  ha  comprado  el  camino  de  Aranjuez  desa- 
tendiendo otras  empresas  que  serian  muy  beneficiosas ,  particular- 
mente la  del  camino  de  hierro  de  Valeocia  á  Jáiiva,  que  en  igualdad 
de  circunstancias  tenia  mas  probabilidades  de  éxito,  y  á  cuya  cabe- 
za se  hallaban  personas  muy  acreditadas. 


por  ciento,  y  esto  dartatti  iiií <Aüh>» á f em  4^  q— mÜ»w .  yj» 
airavMir->iiitr€0i4íHem«      V'^^^.í  ".  .-it^ *  í:\  ...  n  ;...»/ 

No  comprendo  cómo  este  empn)Mti»»  qsfi  Ufá  mNmQ^eYftlw^ 
CMI9  M  lH|fa  fioapfoniaüda^lklMR  l«>Qiri«iipa.i  .   i 

Pero  si  el  gobierno,  ciüif  «stoto»  impovliuito  IfOi  faéAPfOOiHi 
cédM>jáfeÉifÉpdi!iri»¿eJAli<a4Akiana»la&mií^ 

:■■  ■  Ságu6; despvéa^ «1  de  áLkDiAua  4  Ajm^MS,  j  «411Í ^aUvi  (d.fieSnr 

£■€•!» coÉcoMft al. gabkir«Q m 9BieiOiD^(eiplé«did«  y, com- 
pra este  camino  á  razón  di  eualra  míUoDta  f  pioofcur  Ingüíaf 
Peto  ki  l|iaftaria  de  aslli  dumioo  «  mfji  Hifriifc  >  .  / 
fit  aaiof  AaiiMia ,  MÍlMtt^MliNiO€B  d#^<^  .piíJUÍMs^  4WM 
Ué  la  propatíaioB  éá  umot  &9Íamuk(M ^  jfátík  obmáhit^^  con 
veBtaja ,  7  ait  fenfido  del  paia,.  m  k  eaolidai  ^»2S*.A0<Iii0MI^ 
y  se  aprobó  sin  oir  á  la  dirección  de  caminos  ni  á  la  junta  OflpMiW 

He  dicho ,  señorea ,  tom  qué  degiguaUad  é  iejoatíicie  aé  hacíur 
coDcesioiies  eaMaÜeea  del  MedítenriMO»  .;     . 

Kiei  91  paMOMa  á  la  de  Andahraia  teneinoi»  q«e  á  ia.  empresa 
que  propone  hacer  el  camino  de  Andújar  á  Sevilla  n»;  se  k  da 
qpe  el  perMse  de  haoerio* 

Se  ha  haUado  de  oómo  ae  ¿aeea  loe  irimiiyoa  eo  Inglaterra: 
he  tomado  el  trabajo  de  hacer  algunos  estractos  tomados  de;  ha  üi** 
formadoBei  y  decomeolM  ^blioadoa  en  aqnd  peía. . 

Un  Caaioao  ingeniero  hablaba  aobre  la  neeeaídad  <|ue  teaJa  d 
gobierno  de  hacer  los  trabajos ,  y  luego  deeia  de  esta  Bumera: 
(Leyó.) 

T.  II.  6 


Eito  needia  alH,  ¿qué  no  podreoMM  decir  a^i?  (Leyó.)  «Las 
dificoltadef  que  se  ponen  ti  los  ingenieros  etc.» 

Vea  el  señor  Reinoso  una  de  las  razones  por  qné  en  Inglaterra 
son  mncho  mas  caros  que  en  España. 

Porque  alH  se  respeta  la  propiedad  y  se  indemniza;  aqni  se  to- 
ma la  propiedad  y  las  mas  veces  no  se  paga. 

El  mismo  ingeniero  dice :  (Leyó. )  Este  consejo  deIÑó  tomar  el 
señor  Reinoso  y  haber  determinado  que  se  empezara  d  camino  de 
Almansa  por  la  costa,  porque,  como  dice  ese  ingeniero ,  el  carbón 
cuesta  mucho ,  y  si  este  encarece  tiene  que  ser  gravoso  d  camino* 

En  la  costa  vale  á  7  ú  8  rs.,  y  á  la  empresa  del  camino  de 
Aranjuez  le  cuesta,  según  creo,  á  14  ó  15. 

Véase  la  diferencia  que  hay  y  el  ahorro  de  trasporte  que  se 
hubiera  conseguido  habiendo  empezado  el  camino  por  la  costa. 

Aun  hay  mas;  en  1844  se  determinó  que  las  vias  tuviesen  seis 
pies  de  anchura  que  es  lo  que  se  ha  reconocido  en  Inglaterra  como 
la  mejor. 

Pues  bien ,  el  señor  Reinoso ,  sin  mas  razón  que  su  omnímoda 
voluntad ,  y  porque  así  se  hace  en  Francia ,  dijo : 

«Pues  yo  quiero  que  tengan  cinco  pies  y  tres  pulgadas.» 

De  modo  que  vamos  á  tener  unas  vias  de  seis  pies  y  otru  de 
cinco  y  tres  pulgadas. 

Decia  también  su  señoria  que  el  gobierno  había  preferido  la 
via  tercera  ó  cuarta,  porque  nos  pone  en  comunicación  con  el  Me- 
diterráneo. 

Pues  qué ,  señores ,  ¿no  son  mas  importantes  nuestros  puertos 
de  Cádiz ,  Vigo,  Santander  y  Bilbao ,  que  hacen  él  comercio  coa 
América  é  Inglaterra? 

¿  Qué  comercio  vamos  á  buscar  dentro  del  Mediterráneo  ? 


n.  finBLO  T  sos  0PII80BI1.  41 

Se  ha  preseindtdo  de  la  ley  t  y  por  eso  ha  resaltado  coafasion 
en  las  conceñoBes ,  qae  oo  se  haoiaa  sino  por  el  oapridM^  de  los 
míoistros. 

De  Aranjuez  á  AlmaBsa ,  de  Madrid  á  Irun ,  de  Málaga  i  Cór- 
doba y  de  Madrid  á  Araojaei. 

Este  se  compró  por  sesenta  millones  cuando  se  g^roaba  sin 
Cortes,  cttando  no  teniaiBos  mas  qae  el  Consejo  real  que  respon- 
diese á  la  ansiedad  pública. 

Sus  dignos  individuos  cuaoda  estaban  ameaaxados  en  sos  em^ 
pieos ,  cuando  se  hablaba  de  un  golpe  de  Estado»  casi  todos  vo^taron 
contra  lo  qoe  proponía  el  señor  Salamanca. 

Tengo  la  esperania  de  que  no  saldrán  muy  faiea  parados  de  es«- 
ta  Cámara  los  autores  de  aquella  medida ,  á  quienes  el  Consejo 
real  les  daba  leoeion  tan  elocuente. 

El  sefior  Beinoso  se  rie :  tendré  mucho  gusto  en  oir  k  oontes- 
Ucion  de  su  sdk>ria,  y  de  todas  suertes  creo  que  b#  es  asunto  para 
reírse. 

Nos  ha  dicho  su  seioria  que  para  hacer  k  oposición  nos  valla- 
mos de  un  disCras. 

Por  mi  parte  puedo  decir  que  jamás  he  aeostuudirado  á  usarlo, 
y  que  si  algún  defecto  tengo  es  el  decir  siempre  lo  que  siento. 

El  de  Langreo.  Habiendo  faltado  el  concesionario  varias  ve- 
ces al  contrato,  se  le  ha  señalado  d  seis  por  ciento  de  interés  y  el 
uno  por  cíenlo  de  amortización,  á  cuya  gracia  no  tenía  derecho  ai- 
gono. 

De  Santander  á  Alar.  ( Leyó.)  Esta  garantfa  es  una  garantia  le- 
gal,  y  por  lo  tanto  no  tengo  nada  que  decir  sobre  este  camino. 

De  Játiva  á  Aksansa.  Se  concede  el  seis  por  ciento  de  interés 

mientras  duren  las  obras. 

l 


U  t&  fiUOM)  N  KM  otemB 

Sm  los  traMM  i&M  difioíles  de  la  Un«t,  7  sos  prodaetoB  eteasa- 
mente  eébrirán  loe  gaitoe  si  di  gobierno  no  oencede  mayores  wem^ 
tajas. 

De  Barcelona  i  Zaragom»  A  «ata  linea  solo  se  ha  ooneedilo  el 
seis  por  ciento ,  mientras  duren  las  obras ,  y  uno  for  ciento  do 
nmortiiaemi. 

Es  nná  Knea  qno  también  será  granosa  ^  Bvario  ,aonqiie  tal 
Tez  el  gran  movimiento  industrial  que  babri  en  rila  será  bastante 
para  qne  rinda  afganos  prodocüos. 

Lo  qoees  ahora  «eoesitaba  de  otros  anxtlios. 

De  Barcelona  á  Mataré ,  de  Baroelona  i  Sabadell,  de  Bapoelo» 
na  á  Granotlers,  de  Barcelona  á  Tarragona,  y  de  Sevilla  á  Jerez. 

Estas  líneas  «o  tienen  mas  subreneion  del  Brtado  qne  la  Ubre 
entrada  de  los  materiales  y  carbón,  y  por  eso  no  adquiero  el  oami-* 
no  la  nación  sino  i  los  99  afees. 

¥  no  ei  joslo  qno  el  Estado  adqoiera  la  propiedad  de  esos  ca-«- 
minos,  no  dando,  como  á  otros,  el  interés  del  siete  por  ciento. 

9.^  dase.  De  Andájar  á  Sevilla,  de  Aleánar  i  Ciudad-Real; 
ferro-carril  de  Langreo.  £1  primero  lo  hacen  las  provincias ;  el  ses- 
gando ,  parte  ks  provincias  y  parto  el  gobierno. 

Ferro-carril  de  Langreo.  Larga  es  la  historia  de  este  camina. 

Bn  el  año  47  80  cetebró  un  contrato,  por  el  cual  ol  gobierno 
daba  á  la  empresa  el  terreno  y  las  maderas  de  los  bosqaes  del  Es« 
tado ;  pero  se  comprometía  la  empresa  ¿  concluir  el  camino  on 
cuatro  años,  y  á  tener  á  los  dos  concluida  mas  de  la  mitad  de  las 
oliras ,  perdiendo  el  derecho  al  camino,  sino  cnmplia  con  la  prime- 
ra parto ;  sacándole  á  pública  subasta  anoqne  solo  faese  por  dos 
teroeras  partes ,  por  las  qne  podia  el  gobierno  qoedarse  con  él. 

Llegó  el  año  de  1849,  y  como  el  internado  en  ese  camino  te- 


Bia  graode  iaiseaeia,  no  se  iiabia  cuidado  46  oampUr  U  cootrata^ 
y  pidíé  el  eeíf  par  ciento  iatarin  se  hacian  las  obras. 

Se  presentó  nn  proyecto  de  ley  y  fué  muy  debatido,  tanlo  qaa 
fahó  pota  para  que  sa  desaprobase ,  y  ya  se  sabe  qpe  cuando  en 
estos  cuerpos  está  tan  dividida  la  opinión ,  suele  estar  -aieiipre  la 
raaon  de  parle  da  la  nuMoria. 

D^«a  acpMlkt  ooasíoa  cd. gobierno  (pronetiando  nraoka  cooip 
sieaspre),  que  el  carboa  se  Tendería  á  doa  reales  an  di  puert»^  >f 
que  esto  baria  que  la  industria  prosperase ,  proporeionindola  bmi* 
chas  ventajas. 

Entooees  el  aeior  narqnós  da  YilaaM  presentó  ma  fninienda 
reducida  á  que  ese  donativo,  porque  no  se  podía  llamar  de  otM 
modo,  no  tav iese  lagar  amo  caando  eata?íeseB  oabiertaa  todas  las 
alencioBes M  f  esDfo ,  y  con  esto  motivo  hablé  de  las.  TÍadaa.y^i 
los  hijos  haérianos  4e  aailiUres. 

Dijo  tamhéan  al  seior  coade  da  Yelia ,  ean  aabla  admagaeioaB 
«yo  tengo  interés  en  ese  camino,  pero  no  puedo  eomvaáir  an  ap» 
se  proponga  una  ley  aopooiid  pasa  favpreoar  los  il  arases  de .  una 
panoaa.» 

El  seOor  ^xxide  de^Q^to  onaMiatiii  al  proyecto^  dneado  qna 
aquello  no  era  mas  qae  un  regsd^. 

Pregunto  yo  ahora,  ¿qmén  era  el  qae  tenia  tanto isMr  para 
que  todo  se  le  eanee^Ntera  al  seftar  Salamanca  ? 

Verdad  es  que  se  decía  en  el  proyecto  de  1^  que  SMpieHo  era 
coa  la  condidon  precisa  de  que  se  babian  de  continuar  las  abras 
con  la  mayor  actividad ,  y  que  no  se  habia  de  faltar  en  nada  al 
contrato. 

Pnes,  aaSores,  se  Mtó  al^^mlrato  7  sooedió  la  qna  preveía. d 
seior  niar9iéa4e  ViaoMi  >  y  eei  dié  al  siete  por  x^ieifto  msentru  sa 


411  m  wáumo  m  im  eatmaxm 

La  admuMstraoMm  del  goUerna  et  sieoliNPa  cari  ^  y  di  púbÜM 
cilá  mejor  terfido  por  1m  enproMs  pMrtieolaces :  prnoba  do  oUo  to 
que  apenas  adquirió  el  gobierno  el  camino  de  Aranjnea,  lo  oediédl 
se&or  Salamanoa. 

¿Y  odttololiíio? 

Faltando  á  la  ley,  sin  abrir  licitación  pública. 

¿Y  porqué  lo  hiao? 

No  adelanto  nada  en  deoirk) ,  porque  sMúo  es  que  si  lo  kd>íe- 
ca  adquirido  otra  persona ,  se  babria  tiste  que  d  referidD  camiaoi 
no  vale  mas  de  treinta  y  tantos  Hiillonea  de  reides » y  que  hubo  muí 
notable  diferencia  ventajosa  al  se&or  de  Salamanca  en  la  ^aleraoíanr 
jde  cada  legua. 

léngase  presente  i  sraoree»  que  solo  se  ba  ialtado  i  la  ley  e« 
las  oamiiioi  concedidos  al  seftor  Salamanca»  y  k  rana  de  esto  e» 
porque  £cbo  sefior  está  asociado  á  miA  FEnsonA  poderosa  que  tien» 
dnsasiada  y  fatal  influencia  sobre  este  ministerio ,  como  la  tuvo 
sobre  el  anterior;  á  una  pebsona  á  quien  se  debe  la  caida  del  duque 
-de  Valmcia,  porque  este  babia  diobo:  quiero  ser  gobierno ,  y  por 
'eso  cayó. 

En  la  subasta  del  ferro-*carril  de  Almansa  ocurrió  una  cosa  no- 
table ,  i  saber :  que  se  alteraron  sus  bases ,  momentos  antes  de  rea* 
lazarse ,  por  lo  cual  tuvo  que  protester  el  señor  Bertodano  á  nom*- 
bre  de  respetabilisimas  casas  de  Inglaterra. 

Dice  el  señor  Reinoso  que  el  gobierno  estaba  facultado  para 
hacer  la  oompra  del  camino  de  Aranjnez :  ¿dónde  estoban  esas  fa«* 
cuitadas? 

Se  concedió  la  construcción  del  camino  de  Almansa  para  verse 
en  la  necesidad  de  comprar  el  camiiK>  de  Aranjues. 

Su  señoría  no  podía  ignorar  que  si  este  camino  se  hubiese  em-^ 


WL  imM.0  i:  m  onuBOiii.  49 

petado  desde  U  coeU,  te  habría  ahorrado  mi  Mseiita  y  tres  por 
ciento,  teniendo  en  su  favor  la  baratara  del  carbón  que  es  lo  prin« 
oipal. 

Ese  trozo  se  concedió  al  señor  Salamanca ,  cnando  se  había  ne- 
gado al  sAor  Galvet  la  constmoeion  del  camino  de  Yaleocía  á  Mar- 
Tíedro ,  porque  no  proponía  mas  qoe  aquel  troio. 

£1  gobierno  era  tan  generoso  con  el  señor  Salamanca  que  hasta 
le  regaló  un  pico  de  19,000  duros. 

Las  acciones  de  este  camino  no  valían  ni  un  cincuenta  por  cien- 
to, porque  la  capitalización  no  estaba  legitimada  por  las  Córtese 
era  transitoria. 

El  disgusto  con  que  la  opinión  pública ,  con  que  todos  los  par- 
tidos sin  escepcion  vieron  la  concesión  de  ese  camino  y  la  compra 
del  de  Aranjnez ,  llevó  al  gobierno  á  hacer  multitud  de  cmicesío- 
nes,  aumentando  el  mal  y  creando  esperanzas  que  se  terin  frus- 
tradas. 

En  cuanto  al  camino  del  Norte ,  la  historia  que  ofrece  es  muy 
larga. 

Creo  que  la  comisión  se  va  á  ocupar  de  este  asunto,  y  yo  lo 
dejo  por  esa  y  otras  consideraciones. 

Los  caminos  de  hierro  en  otros  países  son  elementos  de  prospe- 
ridad ;  en  el  nuestro  lo  han  sido  de  disgusto  y  servido  para  que  los 
gobiernos  se  lancen  en  cuestiones  políticas. 

El  señor  Bravo  Morillo ,  en  su  programa ,  no  nos  habló  nada  de 
caminos  de  hierro;  nos  habló  si  de  economías,  y  de  tal  modo  no 
quería  caminos  de  hierro ,  que  dijo  que  los  sobrantes  del  Tesoro  se 
emplearían  en  enjugar  la  deuda. 

£1  señor  Bravo  Morillo  tenia  amigos  que  lo  perjudicaban ,  obli- 
gándole á  separarse  de  su  sistema  para  lanaane  en  los  malhadados 
T.  o.  7 


n  WL  wMMJím  wm  UM  oáviiiv 

proyeGtos  de-  ferra-canriks »  y  de  ahá  á  lot  mdkadidoi  proyactas 
dai  lafama. 

Ha  dicho  el  señor  Reinóse  (pie  esta  es  una  cuestión  de  opo«- 


lyaria  da  esta  enarpa  ha  dad0  aos  ¥oIm  á  loa  das 
la  oposición,  porqna  en  cnastionas  de  moralidad  ana  ifldividMii 
akrarán siempre oomom hoanhre  aolo,  y  {ojalál  ifoaen  todasallas 
no  seamos  mas  que  un  hombre.  (Biao ,  bien.) 

He  dicho  antes  qaa  del  trono  no  pande  aalb  nanea;  al  pensaaaien- 
to  de  acabar  ean  lá  tribuna  y  oon  la  pranaa. 

Los  sentimientos  que  animan  al  trono  son  liberalea;  lea  fna  mm 
lea  tienen  um  aqaeUaa  que  se  ioterpoiien  entra  el  kiono  y  el  parla- 
mento* 

No  ae  quiere  pnnaa  ni  tribuna,  porque  con  preoM  y  aen  trifaíi*» 
na  Jio  se  puedra  defender  oiertoa  aetoa,  oierlaa  iieydidedea^ 

Los  que  hablan  contra  el  parlamentarismo  no  recuerdan  lo>  qu0 
baaídoEapafiaeBlfli». 

¿Hubo  Cortes? 

No. 

Un  dia  nos  reunimos  sin  que  pudiéramoa  constiluirnea. 

¿A  qué  condujeron  aquettos  decretos  ? 
.  A  nada :  á  fraoeionar  el  partido  liberal. 

La  división  desaparecerá  el  dia  en  que  desapareican  loa  hom- 
bres que  se  hallan  en  el  gobierno. 

Yo  no  he  yisto  i  España  amenazada  como  otroa  paisea  pcnr 
partidos  disolventes ,  y  por  eso  he  crdtdo  que  se  podia  gobernai 
ella  sin  faltar  á  la  legalidad. 

£1  Parlamento  español  no  morirá  como  otros  por  atacar  las 
anUadea  del  noder  eíeootiTO.. 


Naeilra  «tvuioo  e»  lr«Ka« 

VotiiBCli  €QB  nvcBtraeoMÍeacia;  JBgwmM^á  los  BnistfOi  por 
ns  asfeeaeintitai^  y  «  kayjdgoao  ée'olkM  qm  fake  á  la  ley,  qw 
voMpa  lis  págípat  éa  b  ondeimiia*  quedestroee  los  ragiameiiloií 
qae  tome  «1  nombro^de  la  teÍMi  fiera  ooiaeler  >  iejoslicitti ,  éémodie 
«I  Tolo  de  ceoeve. 

Señorea,  eomdo  la^^píaíoo  piUiea  feha  üMiifBStadotaO'iiiiA^ 
nime  contra  el  modo  de  hacer  esaa  coocesíones  de  ferro-carriles} 
cmodo  todi8  ae  kan  «danmdo  al  ver  el  decreto  AetoMnalrofle  la 
Gébenmmm,  "qaiéa  «anifeatafaa  m  haee  a«oÍMS '  düm  lEpw  ao  <«í¿ 
tendía  ertt  eoertídn  yorfae  em  aoem  «a  eete  OBÍBiateria,  y  enaaá* 
el  día  M  deeta^itla^eoÍDiatoa meeateraré,  aíaiido^Mf  que  en  aqoá 
momeato  fcabia  «firmada^  asa  eoatoesiiHi  -éai  eainiaD  del  'Norle ,  tíí^ 
tando  á  la  ley,  ¿es  ycaiUe  ^ae  nos  aalleaiost 

Eale  kaee  va  tainistMi  de  la  aorona,  {y  áatamasaqot  ^nosotros? 

Yo  regaría  d  miaisterto  qaé  aíhade  segak  gafccraando  de  es* 
modo,  cernua  ci  íPartaaieaio  é  Meieselo  qae  qmria  elnMiislerlo 
Bravo  Murillo,  que  era  gobernar  sin  Cortes ,  porque  entoaoesno 
habría  respoasabtlídad  para  nosatres. 

Pero  «stffiosda  aUei^tas  las'CórCes,  par^aaesÉíodacoray^igDidad 
debemos  ^rígir^á  los  ministros  ior  cargos  severos  qae  aaeréoéa,  ' 

GaandaalXonsejo  raid  desechó  por  tegnoda  y  Savcem  tex  la 
proposición  idelamprasarii»  da  Afaajiies;  «uaada  tío  ee  quisa  ni  oít 
á  la  janta  faeoltatifva  dJB  eamíaosscbve  la  coneesioD  del  fsrro^aritl 
de  Almansa ;  cuando  todos  sabemos  los  perjaieias  qae  isa  kan  ooa^ 
síoaado  á  naeatro  Tesara,  á  los  'pueUos  y  al  onfedito^  oaaado  por 
esta  hayan  *  da^  fiqpa&a'  las  capítaüstas  estraníara» ;  /«aanda  par  todas 


5f  JB.  P41AC10  M  IOS  ofanmi 

estas  cosas  se  dice  faera  de  España  qae  esta  nación  ea  una  nación 
degenerada ,  ¡  la  España  del  año  ocho  nación  degenerada  I  es  pre- 
ciso» señores,  que  se  vea  que  hay  nobles  y  caballeros  en  Castilla- 
Por  estas  raiones ,  tiempo  es  ya  de  poner  un  correctivo  á  esos 
actos  ilegales ,  á  esos  contratos  onerosos,  á  esos  contratos  en  qna 
se  ha  faltado  á  la  ley,  y  el  correctivo  no  es  otro  que  el  de  anular 
esas  concesiones ,  y  que  sepan  los  capitalistas  estranjeros  y  nacíona«* 
les ,  que  el  Parlamento  español  no  cree  que  la  voluntad  de  un  minia- 
tro  vale  mas  que  la  dd  Parlamento  y  la  de  la  justicia.»  — 

La  posición  dictatorial  que  tan  impunemente  ocupaba  Bravo 
Morillo  haciale  cada  vei  mas  atrevido  é  insolente,  y  alentado  po^ 
la  influencia  stcreia  y  el  ejemplo  del  golpe  de  Estado  que  dio  en 
Francia  Napoleón  el  pigmeo ,  creyó  que  no  debia  retardar  una  imi-* 
tacion  que  derribara  la  Constitncion  vigente  y  colocara  en  la  dies- 
tra de  Isabel  II  el  cetro  de  hierro  del  absolutismo. 

So  cínica  osadía  deseaba  cómplices  que  legalizaran  la  reforma 
por  medio  de  una  votación  de  las  Cortes,  Cortes  viciosamente  ele- 
gidas, bajo  los  resortes  de  que  pueden  disponer  los  gobiernos  in- 
morales. 

Convocólas  para  el  10  de  diciembre,  y  á  pesar  de  los  crimi- 
nales esfuerzos  que  hizo  el  gobierno  para  obtener  mayoría ,  quedó 
burlado ;  pero  no  se  dio  por  vencido ,  é  hizo  firmar  á  la  reina  el 
decreto  de  una  nueva  disolución  convocando  otras  Cortes  para  el 
1**  de  marzo  de  1853;  publicando  simultáneamente  en  la  Gacela 
el  proyecto  de  reforma,  y  prohibiendo  á  los  periódicos  entablar 
discusión  sobre  el  mismo. 

El  espresado  proyecto  era  üna  solemne  NBGAaoE  del  siste- 
ma lEFEESENTATlVO ,  BEA  UN  ATENTADO  Á  LA  CONSTITUCIÓN,  EEA  EL 


IL  FUDLO  T  808  OTftlSOftlS.  53 

BBSTABLBaMIBlfTO  DBL  MAS   ABOMINABLB   DESPOTISMO. 

No  es  estraño  qae  contra  él  se  sublevaran  todos  los  partidos  mas 
ó  menos  liberales  de  la  nación. 

El  mismo  Narvaez  qae  con  su  dictadura  habia  hollado  la  Cons- 
titución é  inau^rado  la  serie  de  iniquidades  con  que  se  avasallaba 
al  pueblo,  declaróse  abiertamente  contra  el  gobierno  retrógrado, 
impulsado  acaso  por  espíritu  de  venganza  mas  bien  que  por  el  de- 
seo de  conservar  unas  instituciones  que  nadie  como  él  habia  piso- 
teado con  inaudito  atrevimiento;  pero  la  Providencia,  que  tarde  ó 
temprano  castiga  á  los  opresores ,  quiso  á  no  dudarlo ,  que  el  de- 
portador del  año  1848,  sintiera  á  su  vez  los  sinsabores  de  una  es- 
patriacion  violenta,  acompañada  de  cuantas  circunstancias  pudie- 
ran exacerbarla ,  y  abatir  la  orgullosa  altanería  de  que  quiso  hacer 
alarde  aun  en  aquellos  momentos  en  que  la  fortuna  acababa  de 
volverle  las  espaldas. 

Probaremos  la  verdad  de  nuestros  asertos  en  el  capítulo  inme-* 
diato. 


^^^  ^^t^SSm^^i^*^^^^ 


»  ♦ 


CAPITULO  m. 


LA  PENA  DEL  TALION. 


.  Cesa  4i  objeto  de  cootrareater  los  líbepücidai  esfaerzos  del  go- 
bierno ,  los  partidos  progresista  y  moderado  nombraron  su  respeo* 
ti¥0  comité  para  la  dirección  de  los  trabajos  electorales. 

El  comité  moderado  dirigió  á  los  electores  la  alocución  si- 
guiente : 

«Los  que  suscriben,  nombrados  por  una  reunión  numerosa  de 

■ 

senadores,  ex-diputados  y  electores  del  partido  monárquico-cons- 
titucional, celebrada  el  dia  6  del  corriente  mes,  para  ponerse  de 
acuerdo  sobre  la  conducta  que  han  de  observar  en  las  próximas 
elecciones  generales ,  siguiendo  la  práctica  establecida  en  casos  se- 
mejantes ,  creen  uno  de  sus  primeros  deberes  dirigirse  á  los  electo- 
res de  sus  opiniones  políticas ,  esponiendo  los  principios  y  el  espíri- 
tu con  que  deben  concurrir  á  las  urnas  electorales. 


NvMA  1m  cMMiltiioiw  kflir  •ido'  maf  frarer;  jamáü  m  voto 
dasicertaio  j^uákiraair  ms  fttMSli» á if  estaUMaé >dil>tMM,  lA 
porvenir  de  la  nación »  al  sosiego  y  felicidad  de  los  pnellNir  •''' 

B«  ka  ppóiifliav  CórtM  Bo  aa^mi  A  debatir' puaAM^ücnnidarios 
de  pditka  «i  di»  togiilMiotti:  m  mk  deeldHr  aQeMMi:d«  te  uulfllai»» 
cia  ó  derogación  de  la  Constitución  actual ,  y  del  establednisfllM 
de  mi  MMfo  y-  érntcmodéo  fégiae» ,  jaaAt  enaayadn^Mttcr  Beso- 
tros  ni  émviñgmm  otra  naeim ,  f  esencialiieiite  cMtrario  é  todii 
las^  ídeaa'rainUdaB  hasta-  ahom  sébrv  ta  ísdofo  de  una  moMi^aía 
ifenpMa' y  Mfl8líUioímii¿ 

Lo  prianero^  ^ve  en  esto  amnfvrado  ialeiKo  salte  déale  VMigo  4 
la  Tisti ,  ea  lo  iMf  ovtUM  f  la  ahsclulameafte  ínmcmuío'  dW  seiiMM 
jante  trastorno  en  la  ley  poUtiea  qm  rige  aoiegadaiMsto  fll  Ba^ 
fido^ 

N&  sia  iet,  do*  m  desenlire ,  w^  m  i^isIiMibra  si^iárar  atMa-  ti 
pretesto  par»' «aaie|iinla9  aotwiadeai 

La  sitMcioi  kiteriar  de  la aMnatqnfa  es,  rdatnramnto  i  éfv^ 
c»  n^fimnm,  próapava,  8ag«m  y  tran^fla ;  el  Ueiifalar^f  la  HN 
fpieía  péUia»  han  entrado  con  el  afianeaniienta  del  <Maii>  en  nM 
ancha  via  de  progreso  y  desarrollo,  las  dSaawBiooeB  poHtioas  mí 
habían  oalnada;  loa  partido»  todos  ae  movían  dentro  de  la  órbita 
tratada  por  la  ley  fimdaatiental  después  de  las  diseordiaa  que  ha» 
conmovido  y  ensangrentado  nnestra  patria  diarante  medio  siglo,  y| 
todos  dirigían  ya  sni  miradas  a}  fomento  déla  públtoa- prosperi- 
dad y  háeia  objetos  útüea  y  benefieiosoa  á  loa  pueblos. 

¿Porqué,  pnea,  se  pregimtan  los  hombres  senaaüM,  venir  á  ín-t* 
terrumpír  esta  marcha  pausada. y  traaqvílaT 

¿Por  qué  suscitar  de  nuevo  laa  mal  apagadas  oomtiend&s^  poU-* 
ticaaT 


56  IL  FAUGIO  DB  lAI  CBÍMIfllS 

iVmr  qué  abrir  otra  ves  la  iatermÍDable  serie  ile  reaccioaes  qu< 
en  BCDlidos  contrarios  bao  agitado  alterualivamente  á  la  mo- 
narquía? 

¿Qué  iaterés  reclama  este  nuevo  cambio  que  tan  profundamea' 
le  agita  tos  ánimos,  que  tan  hondamente  conmueve  todas  las  exis- 
teocÍBS? 

Las  institDüioDes  actuales  no  bao  puesto  el  menor  obstáculo  i 
\oé  consejeros  de  la  corona  para  gobernar  legalmeote  el  país. 

Hasta  en  los  muchos  casos  en  que ,  bajo  so  responsabilidad  j 
con  la  protesta  de  someterse  á  la  decisión  de  las  Cortes,  se  bal 
arrogado  los  actuales  ministros  facultades  legislativas,  la  Constitu- 
ción del  Estado  les  ha  dejado  frauca  la  paerla  para  obtener  en  el 
Parlamento  la  absolución  de  su  conduela. 

Bajo  el  régimen  constitucional  existente,  y  bajo  los  anterioret 
análogos  á  él,  se  terminó  felizmente  la  guerra  civil ;  se  han  resuel- 
lo las  cuestiones  mas  arduas  de  la  gobernación  de  un  Estado;  se  ba 
Biantenido  el  orden  público  en  tiempos  calamitosos  y  turbulentot 
para  la  Enropa  entera ;  y  se  han  veriGcadOj  en  fin ,  cuantos  adelan- 
tos se  han  hecho  eu  el  desarrollo  del  general  bienestar  y  en  lodo; 
los  ramos  de  la  administración. 

Por  otra  parte,  la  situación  general  de  Europa  está  aconsejan- 
do una  política  circunspecta,  especiante,  neutral,  y  sobretodo  am 
política  profua.  una  politict  eipafiola. 

Bajo  el  régimen  de  los  principios  cooalitiicioDales,  la  Espaíi 
se  ha  elevado  baila  tener  esla  política  propia ,  7  seria  grave  mai 
que  se  diese  siquiera  prelesto  para  scMpecfaar  que  habiamot  aban- 
donado una  posición  tan  decorosa  y  digna ,  j  tan  necesaria  al  tro- 
no 7  al  país  en  las  circaoatanciaa.  presentes  de  la  Enrc^. 

¿Por  qué,  pues,  repelimos,  venir  á  alterar  esta  liloacion? 


t.  ¿FoRi|Bé  dtttmitT  d  réfÍBaÉ  ooÉititiMMOiA;^  #m  »í|áftla  par^fsé 
OMMiyaki  Jwimhnt.y  ki.4íg|DÍdttAdfel;pMlilai  «ifttiol^Iutiji^ 
éemfñ  lmm\Mw^fm$TÍÍBL  jr  d  eBcudoi  M  taona  de  ImesInmira.MiM 
tra  la  usurpación  y  contra  la  anarqnia  ?  1    -^  i  '  { 

Bajof  0Éte  régiiiiaBí  Hié?8#lfeMHiÉáiH»n  ^  xiMijIpatiia  ifm|  há  Gifrtes 
la  «aarpaoipi»  yivttoidBi  o»  «mSoriía.  d»  aabí  a|asi|  j  faaítn^tth 
oéf^Hien  ¡lerfláaBeaié  ¡■iwintgirtuMt  al  igomonéá}  \m  BifAiíÉs  «■  \m 
gHoEL  tacoieiiteidé  48M«r  ai jniioM  ú&mfm  4»  jqUyi  h— oa»  4M1 W 
mpnaifiD  dtiladpiidgBtaatfahfriiiajF  itmatar*  wÍMRaréi^eiiBé  al 

¥  BD*  ^  <vw  ipe  ál  hal^  de  éata  maMTí^ 
flHcribeü  »  mpÉ Hü  q^e^ffiolnaniana  Éiiataa^éfMfnas^énfWiari 
ÍBlradiic<aB|>  enJdsIqrea  poUtkáa  édü  Eitdb  laaíBijeñá^i^fáifff 
jas  la  fiemau  ;f  ekei|d)aÉdelr  dbliraiio»  qsa  acoáaife  jft/eiperi^ckté 
ndama.'  ki  ceoiÉeiiiaÉiabí  f^falicau  v     '     i  -  ;>[  ^      -'. -4 

Al  oDotearío,  dii^«aaie|  estína  1  «P^^  ^^  aii  aiiBiíaiiqBto^ 
las  niqorwdeijesllbaiapftcpmáe' pfliqpmi9aii«  opieiiiiiiaiDaBlÉ  f'mm 
la  aoleMBÍdad  qaa  mu  mmmn  íaqpoPtaMat  vefaeáei,  dmmfwé  qvé  aé 
le  opoBgaa  á  loa>dtMraBfa«|i  dé  la*  Meioti  y  ai  máBleiiiaiiento  éd^ 
érdén  y  de  una  j<]gta>  libeplad ,  7  ao  toqoeB  á  la*  eaenci»  ^l  v^nieB 
eoastitaoioiial  ai  á  ka  bases  priécipaleB  en  qpie  ¿eacnsacmaideí  no 
es  un  vao»  síeáikicírow      '  ;  .  -    ^       i 

Pepo  h  .Tefoma/ qsM  sé  va  i  aeneles'  ú  falbde^  \&»  fróiáiBas 
GórteSvBo^  etreCarma,  no*  ear  mejorav  aa  la  sdiolaDioa  4^1  róg^oMfi 
eoaslUaeiiMial  qae  taatoy  sacrifieioa  ka  .castado  eatáblecer^  anti^ 
nosotros  r  deádüqiievBfi  laiyi  y  dastimosa  esperiBncki.paÉsatiaá  te 
uwafloiSBte  Jst  ségMes^  aptaiioy^  y  k  «eoesidad  4»^  rast  aamr  <iaiki 

T.  II.  8 


S8  n.  FALACIO  M  LOS  CftÍHtN» 

forma  posible  el  que  desde  los  tiempos  mas  remotos  había  gober- 
nado la  monarquía;  desde  que  la  corona  misma.  Ubre  y  delibera- 
demente ,  le  proclamó  como  la  bandera  que  habia  de  conducir  á  la 
ifictoría  i  los  defensores  del  trono  legitimo  de  nuestra  reina  contra 
d  representante  de  la  usurpación,  contra  la  personificación  del 
poder 'absoluto. 

En  los  proyectos  que  el  gobierno  ha  publicado  se  destruye  lodo 
el  contesto  y  disposiciones  de  la  Constitución  actual ,  y  por  conse«» 
cuencía  forzosa  las  demás  leyes  importantísimas  que  de  ella  penden 
y  enunan ;  se  despoja  á  la  nación  de  la  garantía  poHtica  y  económi* 
ea  del  Toto  anual  del  presupuesto  de  gastos  y  de  impuestos ,  impo-* 
síbilitando,  ó  á  lo  menos  dificultando  en  gran  manera ,  la  necesaria 
hiterTendon  de  las  Cortes  en  el  manejo  de  la  hacienda  pública ,  y 
In  reforma  ó  supresión  de  los  abusos  que  en  tan  importante  ramo 
de  la  administración  se  hayan  introducido ;  se  establece  que  se  pue-* 
dan  dictar  leyes  sin  la  concurrencia  de  las  Cortes  en  los  casos  ur- 
gentes á  juicio  del  gobierno  mismo:  se  prescribe,  desnaturaKxando 
completamente  la  índole  del  gobierno  representativo ,  que  las  sesio- 
nes del  Senado  y  del  Congreso  se  celebren  á  puerta  cerrada,  privan- 
do de  este  modo  á  la  moralidad  pública  de  una  poderosa  y  saludable 
garantía,  á  los  electores  del  medio  de  apreciar  la  conducta  de  los 
diputados  que  han  elegido,  y  á  la  nación  entera  del  importante  é 
indispensable  derecho  que  le  asiste  de  saber  cómo  se  gestionan  sus 
intereses ,  y  de  conocer  las  dotes  y  el  valor  de  los  hombres  públi- 
cos á  quienes  está  confiada  la  dirección  de  sus  destinos :  se  dispone 
qne  en  las  gravísimas  cuestiones  relativas  á  las  relaciones  entre  la 
Iglesia  y  el  Estado,  tan  trascendentales  y  estensas  en  una  nación 
eiBcIusivamente  católica  como  la  nuestra ,  pueden  dictarse  disposi- 
ciones con  carácter  y  fuerza  de  ley  sin  la  concurrencia  é  interven- 


IL  MJI1L0  T  fiS  flWLMWW.  Si 

cion  de  las  Cortes:  se  mpide  á  las  Buisnas,  por  medida  geaeral» 
que  puedan  rafiMundar  las  deniás  proyectos  de  ley  pccaeiUadoa  por 
^  gobierno ,  pues  de.  las  emmeadas  4110  loa  seaaidorés  4  djpctadap 
preseotaren ,  oí  oueota  se  daria  si<|aiena,  al  ouecpo  re^pectivot  ij^ 
los  ministros  no  lo  tnviereki.  por  oonreaiente ;  y  iper.  álláqaiO^/con 
«na  muhítnd  de  dispostcaones  artificicMaméiite  combinadas,. se. re^ 
idnce  á  la  nnii«faid  la  ioterYeneionjde  loa  efierpoa.eol^|tsiadoieSf  ana 
en  las  escasas  atribuciones  que  todavi^  se  Jes  conservan.  | 

Inútil  sería  detenerse,  despoéa  de  lo  faidíoado,  en  no  eximet 
mas  prolongado  del  régimen  i  que  se  qiiiera  someter,  á  la  pondono* 
rosa  nación  espaiola.  > 

Pero  como  si  la  introducción  de  tan  graves  novedades  no  foase 
bastante,  todavía  se  pretende  que  las  Cértes  del  reino  hayan  de 
aprobar  semejantes  proyectos  sin  eiLimen  y  k  ciegas^  pues  padt 
menos  sigmGea  el  modo  con  que  se  iniMila.'  someterlos  i  an  deliber 
ración.  •   ^      .  ^ 

Bn  un  solo  articulo ,  en  una  sola  disensión. geoi»*al  •  en  una  ao? 
la  y  única  votación ,  se  quiere  qoe  el  Googreáo  y  el  Senado  dero*: 
gnen  por  completo  la  Goostitiicion  del  Estado  qoe  lodos  jMmol  jiir 
rado  sostener;  que  se  apruebe  otra  diferiBiAe^  basada  sobre  prinoir 
pies  enteramente  nuevos  y  desconocidos;  y  ademis  que  se  voten 
otras  ocho  leyes  sobre  los  puntos  mas  árdeos  y  graves  que  se  pne-r 
den  presentar  jamás  á  un  cuerpo  deliberimte ;  y  todo  con  la  decidi- 
da resolución  de  no  admitir  enmienda  ni  variación  de  ningún  gár 
ñero ,  y  de  que  00  haya  libertad^  de  qoe  cada  senador  6  diputado, 
con  arreglo  á  lo  que  su  conciencia  le  dictare ,  adopte  lo  que  esti^T 
me  conveniente ,  y  rechace  lo  qnd  conceptúe  contrario  á.  la  estabír 
lidad  del  trono  de  su  reina ,  á  la  coniieniencia  ú  i  Ift  dignidad  4f 
la  nación. 


W  .ttt  fffiíiao  H  IOS  *mbunM 

. .  .9adO'i8ÍlMdeJipnilMr  teimnod»«ÍMol«to7  ea  la  úniea  te-** 
at  fM  4l  «MBitañd  'Id  frapaoety  tai  al  inditpeMaUa  aftémaOf 
fMi«dniiÍ8  da  mo  áabar  mm  «aa  Macastop  g6MQil  ima&BmÉm 
for 4o:pfQpia  agtoMleta ,  iiaita  le  bM  ptohiUdo  i  la  tprania  f^ 
aíádioa^  aaimáéa  ya  caá  i  la  solidad,  In  diaóoñoaes  qae -ddiíena 
daitrar  la  aoMíeiioía  fébliea  jmwf  MJilidanwnte  la  dalas  elaa-* 
lapes»  é  oaya  jaíoía  se apsla,  y  á  los^ades^  sin  aaJiargo,  sa  ka 
prohibido  naaine  pira  <i€Qparsa  de  las  eleociaB«i  en  la  feriaa  la* 
igal  y ^aa  tados  tíeaqpca  praoüeáda. 

liOi  «Dcoafenieatoa  y  peligros  que  4e  tan  anúesgado  intento  y 
de  oondacta  semejante  se  originan »  son  de  suyo  aaídentei  y  maní^ 

•  íLos  anaougos  del  trano  da  noaitra  ním  se  aUeataa  y  esfaai^ 
aa»,  y  «o  pueden  repriaússe.;  laseaisleBcias  pdlticas  y  sociales  aa 
tmitaabaa  y  faeilaa^  la  eonfianaa  féUíca  desaparece;  lasmlorsssi 
creados  dorante  un  largo  período  de  tiempo  se  alarman ,  cooio  al 
gabiemo  aoistto  ha  laoanocido  ya  adelamándiMa  á  dar  esplicaciones 
pana  *calBsar  aus  recelas;  no  se  da  ni  seguridad  ni  fianza  á  los  nrua^ 
TOS  nielases  ifue  se  pretende  crear ;  ae  suscitan  de  nuevo  las  ya 
apagadas  disensiones  |MMicai  y  se  inaugura  otra  yes  al  período^ 
aerrado  ya,  de  las  reacciones  en  que  Tiene  aniqoilindose  en  lochas 
estériles  y  funestas  eeta  nacion  desTcolurada. 

Una  esperanza  queda ,  con  todo,  en  medio  de  tan  peligrosa  si» 
tuacion. 

El  gobierno,  c^mo  no  podia  menos  sin  faltar  á  sus  mas  sagra* 
dos  debwes,  sin  hollar  y  quebrantar  las  leyes  juradas ,  ha  sometida 
-este  graTisimo  asunto  i  la  dedsion  de  las  Cortes  -del  reíno^  cone^ 
deado,  ffín  duda,  que  según  el  derecho  constante,  espreso  y  tradi« 
cional  de  nuestra  patria  desde  la  fundación  misma  de  la  monar-» 


MiiMBiáiiitBto<flek<BÉ6i«ii  iqncioilt ada  ^eo ^«if  Cfertoi»«  dloMir 

frMÍMiH  (DóeMnÉ  «atígoAi  iégreí^  j  jámi»  jy^  JtJMd^tofcqi  íhadte 
BMS'gnmiky  árdii»l|ae4li^ttaj«  «a  á  ídbiMcc  á  »8V  Bemíkmomuí 

iMBÍMbuh (fm»H  lian ádiddir;  ^  toiiwtft  aa  fm&«Éleg«riii 
ümacioBi  él^cámib  «da^diialaa  .^m  la  aanauaaD^  ^  Jos  aUoWtaii 
depoeaiB  toAa  Biiaa  ipMÜcvlar  ^  di^aaalo  4o4#  Jdtariis  Mdukiaiiati  ift 
cntíenden^jr  eeoeiertaft  ipaia  áaf eftdar  laa  í^rtilnohiiay  par  Joat—»» 
^tioa  UigaUüi  <|iBW  f  HiiB  afiaaiaai  poaaaoa»4a>  ^Baana;  i<  á|oa  úsi^wmmíir 
iada^ogaía^^feii  dílMilojde  tia  j^einay  an  Ina ^oMeboa  gr  ik  ügitidaf 
daia  naaíattt^aaBdaíi  i  laamuÉ  «dealaialaÉ  aniaMflaatdfi  «h  «íiv* 
SM  «ápáüln  f  MM  UidadaiOQ  jcfinncsa  ipiei  4eba: ^üapitap  Ailédtai 
la  noble  causa  que  defienden ;  y  en  nna  palabra,  sí  se  nnaa^Mtabii 
todos  los  amantes  y  defensores  de  la  monarquía  constitucional ,  sbi 
dlMiiMioE  ia'frfttfcion^s  iá  paftiAasv  y  oMlosquiera^pie  éémá  sna 
opioioMétf  M'pfuitos'^ipié  ÉB^áékKMxmáátím  4ioy  miy  MbdlcMélt 
pues  totf ai  ^  íímAd  kfgílmM,  xaiiiii  en;  «I  aMho  MÍia* 

po  de  las#Éstil«ci(iiie9^a^¿«iifeai4iMfóB  ^nArteidor  á  ftiiidar,  t|Éé 
lódés4eflÉM|urid»  éafeafésri'^ 

Madrid  i  a  dét  di(afaii*iii5  é»'  tSfUk^^^tfEX  dv^M  é»  VúUñékí.^ 
El  marqués  del  Duero.=Francisco  Martines  de  la  ItosaF.<>^lifíli 
(i0iizaIeg^&ato;^e:^Manttrii*  As  Seíjaa  Cx>Mna.2«»]DaqtlÍB  Bmícisco 
PaeheM;:±^Aiiftoiiio^  losRioi  y  Bosasittft^SlMtodede  í9mi  íJri»i^ 
Slduqun  deRh^as.ni^El  nuorquéa  de  KM.ta^Eiois  Mlryaiia«^«É4l 
duque  do  Sotomayor.=s  Alejandro  Moii.<>*««S^eofide  As  kiacétiálitéÉ: 
Satamf«o''C«MePoa  CcálMlBft.^¿±lX^tnMl|tt6B^é  Sun- 9eHae9i¿sEi 
«arquea  4e^Vmirtes  delHiorik^^XoBé  éé\á  Üoii^,^¿igartrfa>Wli 
FemMdes  de  Ck)rdoba:>^Aiitcmi«  RM  de  Olana.iMüCándido^ll^ 


ceda1.««Mannel  Llórente. «sMamiel  Bemrades  de  Cittro.^SalTat* 
dor  Bermiidei  de  CasIro.seEI  docjae  de  Medina  de  las  Torrea.-aí» 
Die^  Lopeí  BaHesteros.^sEl  marqnés  de  Gorbera«3=sEl  cmd^  Ai 
Gata  Bayona. soLeopoMo  Angualo  de  Caeto.s»  José  Gonialeí  Ser» 
rano.asB Fermín  Gonzalo  Morón. e«Glaadio  Moyano.assJaan  Gas^ 
tflIo.ébiNÍGoniedei  Pastor  Diaz.s*  Andrés  Borrego.^»  El  conde  de 
la  Romera. s=  Félix  María  Messiaa.^-sCelastino  Has  y  Abad.esLnia 
Fastor.asJosé  de  Zaragoza.  => Agustín  Esteban  CoUantes.saEl 
marqués  de  Glaranionte.=«ManQel  López  Santaelia.=aEl  conde  de 
Torr6-Marin.=Francisco  Serraao.=»EI  doqne  de  Abrantea.as  AUm* 
jañdro  Gaatro.  :=»  Femando  Alyarez.3=:Manael  García  BarzanaHa*^ 
«a. A»* Joaquín  López  Vazqnez.siB  Antonio  Guillermo  Moreno.  =ai>JnK 
ai  Maria  de  Mora.»»  Diego  Goelb  j  Qoesada.»» Mauricio  Lopeí 
Roberta.» 

Esti^  alocución  fué  denunciada,  y  i  Narvaez»  que  fué  el  priaM^ 
ra  tm  ittseribirla,  se  le  pasó  «m  real  orden  i  las  cinco  de  la  tarde  dd 
mismo  dia  en  que  babia  estampado  su  firma,  parar  que  partiese  eom 
direceion  i  Vieoa  para  observar  el  estado  del  ejército  austríaco. 

Para  este  pequeño  cambio  de  damieiHo ,  se  le  preguntó  la  bora 
de  aquella  misma  noche  en  que  quería  marchar  para  tenerle  pron* 
ta  una  ulla  de  posta. 

No  podía  el  duque  de  Valenda  ser  ingrato  i  tanta  amabilidad, 
él  que  estaba  acostumbrado  i  mandar  deportar  i  los  demis  ciu'^ 
dadanos  en  cuerdas  i  guisa  de  galeotes ,  y  salió  efectivamente  wt^ 
gun  el  gobierno  lo  disponía. 

Goaso  todo  es  transitorio  en  este  valle  de  lágrimas ,  i  pesar  da 
que  k  reina  había  declarado  en  el  decreto  del  2  de  diciembre  de 
18S2  publicando  el  estupendo  proyecto  de  reforma  constitucio-*» 


n.  raULO  T  SD8  OfilSOBIS.  13 

oal ,  qae  el  miiiisterio  Bravo  Harillo  merecia  8a  omnímoda  con* 
fiaiíza ,  d  13  del  misino  mes  cajró  el  gabinete  y  faé  sosUlnido  poc 
el  que  presidió  el  conde  de  Alcoy. 

Este  hombre  nulo  subió  al  poder  sin  plan  alguno  y  el  héroe  de 
la  nueva  situación  fué  el  ministro  de  la  Gobernación,  don  Alejao** 
dro  Llórente,  quien  pasó  á  los  gobernadores  políticos  una  circnhs 
programa  en  que  declaraba  á  gobierno  mqorar  en  sentido  liberal 
el  proyecto  de  reforma.  .       t 

Creyó  el  duque  de  Valencia  que  se  le  presentaba  una  ocaskm 
favorable  para  vengar  su  honor  ultrajado ,  en  vista  de  que  en  vez 
de  mandarle  á  obs^var  el  estado  del  iqército  austríaco,  se  le  ófre- 
eia  la  embajada  de  París ,  y  dirigió  una  esposicion  á  la  reina  desr 
de  Bayona  en  que  se  quejaba  de  una  manera  altiva  de  que  se  I9 
hubiese  humillado,  confiriéndole  una  comisión  propia  de  ub  geb 
subalterno  cuando  él  era  capitán  general ,  cuyo  uniforme ,  decia^ 
visten  ¡ú$  mwmos  rej/ee  de  Eepaña. 

Este  nuevo  arranque  de  orgullo  puso  ea  ebullición  el  palacio 
de  la  calle  de  las  Rejas,  y  é  impulsos  sin  duda  de  la  influencia  bH 
visible,  mandó  el  gobierno  al  duque  de  Valencia  que  continuase  sa 

viaje  á  Viena ,  espresándose  en  estos  términos : 

* 

Ministerio  de  la  Guerra.  ==/{eaI  (ird€n.=Eicmo.  Señor:  En- 
terada con  sorpresa  la  reina  nuestra  señora  (Q.  D.  G. )  de  la  espo- 
sicion que  V.  E.  elevó  i  S.  M.  con  fecha  15  de  diciembre  último, 
repartida  clandestinamente  en  hoja  volante;  y  afectado  su  real 
ánimo  con  la  lectura  de  un  documento  en  que  no  solo  hay  falta  de 
respeto  á  su  augusta  persona  por  esceso  de  propias  alábanlas  y  de 
comparaciones  improcedentes ,  sino  contravenciones  manifiestas  i 
los  artículos  i."" ,  5/ ,  6/  y  le.^"  del  tratado  i."" ,  Ululo  17  de  las 


RMk»  OrdenanzM,  y  i  1«  dispodcioiies^  Tigestes  sobrt  impre»-^ 
tft  ft  w  ha  áignado  mmdar,  como  de  sa  real  érdaí  1»  «jecuto «  1m^ 
ga  entender  á  V.  E.  qae  ha  incurrido^  ea  sai  aiii  alto  deaagra^^ 

Ea  tamhien  la  "vohmtad  de  ft.  M.  faa  en  jwta  ehadÍMada  i 
ioaaiaadatos ,  eité  V.  E«  á  lo  resaaHo  ea  peal  óeden  da  ft da  dí«» 
aiaaifara  prtf ximo  pasado. 

Díba  guarde  i  V«  E..  maohoa  aftoft.  Madrid  Ift  da  añero  á^ 
1853.=Juan  de  Lara.=Sr.  capitán  general  da  ejéreito  don  ftar« 
■mi Harta  Narvaei,  daqiie  de  Vafeneta. 

Ahriéronse laaCártes  el  i.^  de  marzo ,  y  conatanta  al  dnfna  éá 
Valencia ,  ^e  so  preteato  da  fáka  da  salud  habia  dodido  ú  oam»-* 
pl¡añeat#  de  las  anteriores  órdenes,  aa  Tangar  loa  altnjaa  reeib»** 
AMt  védame  sa  deredu»  á  preseatarse  es  al  Senado ,  oon  oojmí 
asalrw.se  levantó  una  torasentosa  discnsk»  ea  asta  Gáaiara ,  qm 
dio  nn  resultado  favorable  al  gohierao ;  pero^  para  ipas  sai  vea  !• 
ganarosidad  del  partido  progresista ,  d  general  San  Migad  proaun* 
eié  en  favor  del  deportador  de  loa  patriotas  del  año  48,  d  signisai» 
•s  di  scavso :  ^ 

«Señores,  se  ha  dicho  que  es  grave  la  cuestíoa  que  acnpa  al 
Senado  en  la  actualidad :  yo  digo  que  no  solamente  es  grave ,  sino 
gravísima ,  porque  es  cuestión  de  ser  ó  no  ser ,  de  si  el  Senado  ha 
da  ser  ó  no  nna  verdad.  Esta  cuestión ,  señores ,  además  de  aetf 
grave,  es  hasta  irritante  para  todos  los  que  aman  los  príndpioa 
aonstitnoiondes.  ¿  Qué  dirian  aquellos  grandes  personajes  que  tan^ 
10  trabajaron  por  plantear  los  principios  constitutivos  de  la  libat-» 
tadj  aquellos  varones  ilustres  que  tantas  heridas  recibieroa  ponfoa 
Bosatros  pudiéramos  sentamos  en  estos  bancos,  si  presenciaran 
ahora  semejante  di^susioaT- 


Ealrañarka  segwanieiite  qne  etta  ooMÍe»  ae  hihiMo  preMib«  - 
tado.  <    .  ■ 

/  Trátane  ide  saber  ü  el  i^eriio  tiene  ó  b»í  derecho  de  cerrar  la 
puerta  del  Senado  á  oa  aenador  qve  pide  y  llama  á  ella:  de  a  pné-  ^ 
de  ó  ao  dbepojar  i  en  eiudadane  espaoel  del  éKédbo  mas  fredoiOf  r 
de  la  prerogaliva  inaa  grande  qne  puede  cd>erle,  ia  de  formar  j^er^t 
te  do  k»  cuerpee*  oolegitladDrés. 

El  Senado  eslranará^  señores»  que  después  de  haber  sido  eeto) 
cwation  tan  magbtroimente  tratada,  meiefanle  yo.i  toaMu:  parte 
en ^a  ooo  mí  diy>il  voa:  pero  ano  cuando  hiciera  aído  A  vijg^í-^T 
mo  en.el  órdee  de  la  palabra,  la  hid>iera  usado Jparfc  hacer  la  pm^^ 
feeíon  de  mié. ^rinctpioe  en  BMleria  tauigcavew^  -  '  ^^ 

lioes.tanÉo  eaefoclo^  qne  haeta  tiohenn  eaiéeter  eecepeié-««t 
naU  puesto  qae  la  proscáripcioÉ  ó  anateola  con  que  eali  enlatada/- - 
no  aloania  ú  presenta  eiao  á  los  senadores  mflifanrefe  o-r 

rlíefaolnr amenté  tfiéñorea»  no  se  tratan  aquC  de  saber  preeisaiM 
meóle  si  el  gobierno  puede  cerrar  laspaertaada  eate  recíáto  i  aÉ( 
senador,  magistrado,  obispo,  grande  de  España  d  propietario^  sino 
de  si  puede  cerrarlaa  ¿un  militar  cuando  lo  orea  oonTenioita.  * 
Para 'dorar 'esta  pildora^  el  snor  iomislro  de  Id  Gohemáéion 
Doa  dáha  íel  ako  titulo  de  sacerdotes ;  p^abra  impropia  que  yo  n*»\ 
pudio,  porque  no  aspiro  sino  á  ser  un  militar  honrado,  siampoa. 
diépoesto  á  servir  á  nú  patria  cuando  lá  necesidad  lo  exija. 

Nb  Bstranaría  yo  tanlio  la  doctrina  que  ea  esta  punto  se  trata  da* 
establecer,  si  los  señores  senadores  que  piensan  de  ese  modo  per«*. 
teneoiesen  á  otras  carreras  del  Estado;  pero  cuando  veo  que  la  los-- 
tienen  d  tenor  general  Peznela^  el  señor  conde  de  Alcoy  y  otros 
señores  generales,  creo,  ó  que  está  mi  mente  turbada,  ó  que  esos 
señores  padecen  una  aberración  mental,  no  obstante  que  para  ápo- 

T.  II.  9 


66  BL  rAtACIO  M  LOS  GftfUNBS 

yar  tn  opinioo  digan  que  de  hacerse  otra  cosa  «jaedan  comprooMti- 
das  la  disciplina  y  la  subordinación. 

Yo,  señores ,  comprendo  bien  la  necesidad  de  esa  subordinación 
y  de  que  no  se  altere  esa  disciplina ,  porque  sin  ellas  irían  por  tier* 
ratodas  las  inslitedones  militares ;  pero  no  hay  principios  tan  éter* 
nos  é  invariables  que  no  tengan  alguna  escepcion «  y  esa  especie  de 
sumisión  de  la  raion  á  la  ordenanza ,  la  tiene  y  no  puede  menos  de 
t«erla. 

.' .  .En  todos  los  movimientos  que  exigen  prontitud  en  la  ejecución 
no  cabe  observación  alguna  de  parte  del  inferior  al  superior,  sino 
obediencia  y  solo  obediencia ;  pero  cuando  ha  de  mediar  algos 
tiempo  entre  una  y  otra  cosa ,  hay  hasta  nn  deber  en  hacer  presen* 
te  las  diOcultades  que  pueden  presentarse  .en  la  ejecucio« ,  porque 
la  orden  puede  haberse  dado  partiendo  de  datos  inexactos  d  equi-» 
vocados ,  creyéndose  por  ejemplo  que  el  enemigo  se  encuentra  en 
OBA  poiicioB  t  cuando  se  halla  en  parte  muy  distinta :  de  estos  ejem- 
plos puede  presentar  muchos  la  guerra. 

.  Apliquemos  estas  consideraciones  i  la  cuestión  presente  •  enes- 
tion.qne  yo  considero  como  esclnsivamente  de  principios. 

El  general  Narvaei  recibió  una  orden  para  ir  i  Viena  para  es- 
tudiar las  innovaciones  que  hubieran  tenido  lugar  en  el  ejército 
austríaco. 

No  se  trata  aqui  de  ventilar  si  la  comisión  era  ó  no  i  propósi- 
to ,  si  convenia  ó  no  con  la  alta  dignidad  de  que  está  revestido  d 
gmeral  Narvaez:  no  es  esa  la  cuestión. 

La  cuestión  está  en  que  la  comisión  dada  al  duque  de  Valen- 
cia era  una  orden  poco  franca ,  una  orden  que  llevaba  el  sello  de 
la  insinceridad. 

Lo  que  el  gobierno  deseaba  no  era  que  el  general  Narvaez  fuese 


.  IL  túuLe  T  M8  orauouBi.  •? 

á  Vieoa ,  sido  que  saliese  de  España ;  j  prtaci^  íbcodcuso  es  qae 
sí  es  un  deber  en  los  ioferlores  obedecer  á  los  superiores,  éstos  tia- 
neo  también  la  obligacioa  de  dar  i  sus  ordénes  un  caráoter  leal  de 
legalidad  f  de  conveniencia. 

El  general  Narvaex  obedeció  la  órdM  del  gobternio  y  Uegé  á 
Bayona;  ¿y  qué  biio? 

Lo  ^06  estaba  en  su  deber  y  en  su  hoaor.  ^ra 

Sintiéndose  agraviado ,  bizo  uoa  representación  manílsslaoáo 
que  aquella  comisiOtt  na  le  corre^K>oiiia,  y  al  aanifestarlo  sai  es- 
taba em  su  derecha. 

No  leo  el  docuiÉénto  tüoiero  3/  por  Mt  aK>tastar  al  SeiMido; 
pero  el  dolor  que  debieron  causar  al  general  Nar^áes  loé  térfninos 
en  que  está  escrito ,  debió  seir  jgraiide ;  per  éomfgliiente » las  quejas 
que  aaotivó  fueron  gnutdes  tamUepti  r 

Se  diée  ^u^  el  Chique  de  Valencia  falté  id  taapMo  á  su  sobfarana 
espresándoae  ett  términos  poco  meanradoa ;  y  i  ¡Miar  de  n»  oríriMn 
tan  grande ,  se  le  dijo:  .  :* 

« Siga  usted  A  donde  se  la  ba  daslinédo.» 

Esa  órdea  Uevéba  en  sí  ausma  el  gérmanda  la  desobediencia, 
porque  nadie  cample  una  órdén  toando  asIá  agraviado  tm  m  kú- 
nor,  cuaado  por  ella  se  bace  aparecer  €Omo  UHo  de  reapeto  iaa 
soberana, 

iCdmo  presentarse  en  Viena,  en  ada  eérte  tan  grave « tai  for- 
aial  y  tan.  pundonorosa ,  na  bombre  de  la  eategoria  del  daqM  4e 
Valencia ,  bajo  el  peso  de  incalpacioa  tao  grave  ?•  ••  -> 

Paso  ahora  i  bacermé  cargí»  de  lo  espoerto  ifúr  d  seBor  atar- 
qués  de  la  Peínela. 

X^  doctrinas  de  so  sefioría  no  soa  las  miaa;  pero  yo  las  respe- 
4o  todas. 


68  n.  »ALicio  M  106  dimns 

Algants  de  días  hay,  síd  embargo,  qae  so  deben  emitirse  en 
eite  aílio. 

Sn  señoría  ha  dicho  qoe  el  rey  reina  y  gobierna. 

No  llamaré  yo  frase  á  esto  como  lo  hiso  el  señor  BesaTides, 
siso  doctrina  qoe  no  debe  emitirse  en  el  Senado. 

En  toda  especie  de  teorías  de  gobierno  no  tetemos  nosotros 
mas  principios,  mas  pauta,  mas  libros  qne  la  ConstitoeioB ;  lo  que 
no  esti  eo  ella  podri  ser  en  buen  hora,  objeto  de  discusión  en  una 
academia ;  pero  no  puede  discutirse  en  este  sitio. 

La  Constitución  me  dá  el  hilo  para  salir  de  este  laberinto. 

La  Gonstitocion  diee:  «el  rey  es  inviolable.» 

iQoé  signiica  eso? 

Qae  la  moralidad  de  los  actos  dd  rey  no  {»esa  sobre  sn  perso- 
na; que  el  rey  no  puede  errar ,  no  pnede  faltar ,  no  puede  ofender. 

Decir  que  el  rey  gobierna  mal ,  que  es  injusto ,  ts  siempre  una 
ftUa ,  en  algunas  ocasiones  un  crimen ,  y  en  otras  puede  ser  una 
traición. 

Esto  dice  la  Constitución  en  términos  bien  claros. 

Decia  el  seior  marqnés  de  la  Peínela  que  la  responsabilidad  de 
los  ministros  no  comienza  sino  en  ciertos  casos ;  yo  creo  que  prin- 
eipia  desde  que  firman  los  actos  del  poder ,  desde  que  firman  una 
orden. 

Fara  nosotros ,  para  el  Senado ,  los  reyes  no  gobiernan :  desde 
el  momento  en  qne  lo  hicieran  serian  responsables »  y  la  ley  no 
quiere  que  lo  sean :  desde  el  momento  en  que  los  reyes  gobemiran 
serían  blanco  de  las  censuras  del  público ,  y  la  ley  no  quiere  ni 
puede  querer  eso. 

Ha  dicho  también  el  seSor  de  la  Pezuela  que  el  señor  duque  de 
Valencia ,  aun  cargado  con  el  peso  de  una  acusación  tan  grave,  po-. 


I; 


dia  presenlarse  en  la  corle  de  Yiena ;  y  ha  adacMo  en  apoyo  de  sa 
opinión  el  ejemplo  del  duque  de  Alba«  •    i   - 

ImpoBiUa  es ,  seflores ,  citar  la  historia  con  menos  exactitud. 

El  doqw  de  Alba  se  hallaba  desterrado ,  no  pof  oamas'  poHti- 
cas,  sino  por  causas  de  familia,  y  habiendo  pedido  licencia  para 
besar  la  mano  al  rey  y  asislir  á  la  jora  del  infoote  doD' Diego,  le 
filé  negado  el  permiso. 

Eso  no  obstante  se  le  confió  el  mando  en  jefe  dd  >e]éitcil#v  y 
marchó,  no  bajo  el  peso  de  la  indignación  del  rey,  aino  con  <edo 
su  aprecio  y  confiansa^  :    ^  i^:  i 

Al  du^pie  de  Valracia  se  le  mandapresenlar  en  Viena,  ^te^VIe- 
na ,  adores  t  oon  la  nota  afrentosa  de  haber  fahado  al  respeto^ép- 
bido  á  su  soberana.  '     •  ' -íí 

•  Por  MO  precisamente ,  porque  ¡se  ha  aupuealo  ^9  hat  delinqui- 
do, ha  pedido  él  general  Narfaes  quo  se  le  forme  cama,  7  ka  ite- 
tado  en  lu  derecho  a)  liacerki,por  inas  qué  el  gobiemef  le  liaya 
contestado- que ^raya^  áViena,  tío  mostramdo  hacia  éliií  «justMa^kii 
compasión.  •  »  í  ♦  j.»  j  ífi>  i^'o*; 

Bl  duque  ésValenoiav  aunque  luetimados  obedece  ysiale  para 
Vien»f  y  de'équi  ^elat^  haber  por  eu  parle  iulla  ningui|a'dt>4isM- 
plina ;  si  la  hay  es  por  parle  del  gobierno ,  porque  qoieb^iiif|*¡ng%|la 
ley  ee  el  que  la  hace  ímposiMe,  quien  infringe  la  4ilmpU|iá  es  el 
ipie  la  hace  iMOflHpalíble  con  el  honor. 

No  es  honroso  para  un  militar  ir  á  deaemprilar  uMÑ'eoflJisíon 
catgadoeOB  d- desagrado  de  stt  reinan  .;!>•;<,  «i.;  / 

Sse>-miBiar*eii  tal  caso Teclamfa  respeluosamende.,  y  ai>iiO'^  (db- 
tiene  justicia,  apela  á  su  conciencia.  >    •  <.^:^^  '  ^^'^  »i  1^ 

Se  ha^diado^e»  este  asunto  la  ordeaansa,  y  nada*tien<e  qhe  ver 


70  .EL  FALACIO  M  LOS  GlÍMIlflS 

El  gobierno  que  Iteoe  la  impradeocia  de  poner  eM  ordenania 
en  pugna  con  la  Constitución ,  no  gobierna. 

El  tino  del  que  manda  consiste  en  no  berír  el  honor  de  nadie» 
conciliando  la  obediencia  militar  con  otras  obligaciones :  la  espre- 
iíon  de  «pega,  pero  escucha»  no  es  ya  de  estos  tiempos»  porqae 
son  otras  nuestras  costumbres. 

En  el  caso  presente  no  hay  mas,  sino  que  el  gobierno  ha  que* 
rido  tener  á  un  senador  en  pais  estrangero ,  obligándole  á  ello  sin 
mas  raion  que  la  de  tic  voio^  $i€  judeo. 

Entretanto ,  por  lo  que  concierne  á  nosotros ,  en  la  pugna  de 
dos  deberes ,  lo  primero  es  el  carácter  de  senador :  á  ¿1  deben  pos- 
ponerte las  fajas  y  distinciones :  la  primera  función  que  desempe- 
ñamos es  la  confección  de  las  leyes. 

Se  ha  querido  decir  también ,  se&ores »  que  el  minislarío  no 
tiene  medios  de  gobernar  si  no  le  damos  un  privilegio  para  dispon 
Qer  á  su  arbitrio  de  los  senadores ;  pero  esto  no  es  mas  que  un  eó* 
üima ;  es  querer  convertir  en  cuestiones  de  Estado  las  que  lo  son 
solo  de  capricho. 

A  un  gobierno  no  pueden  faltarle  nunca  personas  de  quienes 
disponer  para  el  servicio «  porque  en  las  mayorías  las  tiene  sieift- 
pre ,  j  en  las  minorias  no  las  ha  de  ir  á  buscar. 

Aquí  están,  señores,  todos  los  capitanes  generales*  gobernado • 
res ,  directores ,  obispos ;  roas  no  por  eso  debe  decirse  que  estén  en- 
cadenados como  Prometeo  á  su  roca. 

Y  por  lo  mismo  de  tener  siempre  el  gobierno  personas  de  quie- 
nes disponer ,  pueden  estas  renunciar  sus  cargos  cuando  otras  obU«- 
gaciones  sagradas  lo  exijan. 

El  señor  general  Sauz  se  halla  hoy  desempeñando  k  dirección 
del  Estado  Mayor  del  ejército ;  pero  esto  no  es  un  acto  de  obedinn-* 


BL  PCIBLO  T  SUS  OPIBSOtIS.  .  7f  . 

cia,  pori|iie  sa  señoría  podria  renandar  ese  cargo,  y  di  gdnemo 
tiene  ciento  cincoeota  generales  á  qnienes  nomiurar  en  aa  logara  .  . 

Solamente  en  an  caso  podria  caber  ese  sistema;  eaaiid(y  bnháese. . 
que  combatir  á  los  enemigos;  pero  entonces  oiogan  general ^  aniH  \ 
qne  fuera  de  la  oposición,  se  desdeñaría  de  aceptar  un  punto  de  pe- 
ligro. 

Se  ba  citado  la  jurisprudencia  del  Senado ;  pero  los  precedratet  < 
que  ha  sentado  el  señor  general  Sanz  no  justiBcan  lo  que  se  fvor^  i 
pone. 

Guando  el  gobierno  echó  mano  del  general  Serrano  para  en-^ 
cargarle  el  desempeño  de  una  comisión  y  con  el  fin  de  separarle  Aa*  > 
aqui ,  creyó  aquel  que  el  cargo  qQe  se  le  coiiferif  era  incomptlHile 
eon  sus  deberes  de  senador ,  y  negándose  á  obedecer ,  pidió  di  gorr. 
bierno  que  se  le  formara  causa ,  y  ése  misoio  gobierno  >  dtspvte  de  í 
haberle  autorizado,  el  Senado  para .  ello »  maivló  jobreseer  en  los  . 
procedimientos ,  y  d  general  Serrano  fué  aba«dto. 

Otro  caso  fué  el  dd  señor  marqués  de  NoYaliobes ,  á  quieii  se. 
hnbiera  impedido  tomar  parte  en  las  deliberaciones  dd  Senado;  f» . 
espacio  de  un  mes  si  se  le  hubiera  obligado  á  verificar  su  yis je  k 
Canarias. 
•    ¿Y  qué  hizo  el  Senado  al  racibir  las  comunicaciones  de  sn 
señoría? 

Manifestar  qne  quedaba  enterado. 

He  querido,  señores,  colocar  la  cuestión  en  sn  tenreno  profio, 
donde  resalten  los  errores  y  los  sofismas. 
-  El  gobierno  puede  emplear  los  generdes  que  necesite  para  d 
servicio  público ;  pero  para  ese  servicio  i  pretesto  de  subordtna«r 
cion  no  se  debe  arrancar  de  aqui  á  ningún  senador  por  mero  ca- 
pricho. 


•  ■-   t 


t. 


79  *  BL  f  AiJüGIO  »B  LOS  GftílOniBS 

GaflUBanda  asi ,  señores ,  hoy  soq  los  senadores  militares  i':  i 
quienes  se  separa ;  mañana  io  serán  los  magistrados,  los  grandes* 
de  Bs^a«  los  obisqpos,  etc. ,  y  el  Senado  y  la  Constitución  queda- 
rá» reducidos  á  la  nulidad. 

Yo,  que  deaeo  que  la  Constitución  sea  una  verdad,  cfue  los:* 
principios  liberales  sean  eternos ,  quiero  que  el  Senado  consider^^ ' 
que  esta  coeslion  no  es  de  subordinación  ni  de  disciplina ,  sino  de 
inmunidad  senatorial.  p 

AI  votar  los  señores  senadores  tengan  presente  que  con  su  vot^'j 
vaniaoaso  á  cerrar  las  puertas  de  este  sitio,  hoy  á  unos ,  maSaiia  i 
olifosJ 

'   Ufo  inmto  mas  porque  no  me  lo  permiten  los  68  años  que  pe^ 
san  sobre  mi  cabeza ;  y  así  concluyo  rogando  al  Senado  qué  no  tCK  ' 
UNÍ  en  consideración  d  voto  de  la  ipinoría.»  '>< 

.   :  .   . •  .   .   .  w?í 

A  pesar  de  todo,  el  orgullo  de  Narvaes  quedó  completamente  : 
hmnilladp ,  y  al  béroe  dé  Im  euirdoá  no  le  quedó  mas  remedio  que 
resignarle  á  una  emigración  afrentosa  y  sufrir  con  paciencia  biii 
Puna  úbl  Tauom. 

El  6  de  abril  pronunció  el  marqués  del  Daero  el  veheoMiÉé^ 
discurso  en  el  Senado,  del  cual  hemos  dado  conocimiento  á  nues- 
tros lectores  en  el  anterior  capitulo,  censurando  severamente  Ja 
conducta  de  los  últimos  ministerios  acerca  de  la  cuestión  de  ferro-» 
carriles  I  y  haciendo  clarísimas  alusiones  á  la  influencia  secretiu 

Preparábanse  otros  discursos  en  igual  sentido,  vaticinábaoso 
revelaciones  de  inmensa  importancia ,  y  esto  no  convenia  á  un  go- 
bierno fabricado  en  el  taller  de  la  calle  de  las  Rejas. 

Cerráronse  el  8  las  Cortes,  y  el  10  se  declaró  terminada  k 
legislatura. 


KL  PUEBLO  T  SOS  OPRESOKBS.  73 

Caalro  días  después,  el  14  de  abril  de  1853  cayó  cl  ministe- 
rio,  y  se  confeccioDÓ  otro  en  el  mismo  taller ,  presidido  por  el 
g;eneral  Lersundi. 

Bastante  hemos  escandalizado  por  ahora  á  nuestros  lectores 
con  el  inmoral  desenfreno  de  nuestros  gobernantes. 

Mas  adelante  relataremos  las  hazañas  de  Lersundi ,  Sartorios  j 
demás  chusma  polaca. 

Volvamos  á  Zaragoza. 

Aun  está  allí  la  marquesa  de  Bellaflor. 

¿Porqué  no  habrá  ido  á  Parfs  donde  la  aguarda  con  impacien- 
cia su  idolatrado  esposo  ? 

¿Qué  nuevos  contratiempos  habrán  suspendido  su  anhelado 
viaje? 

Lo  vais  á  saber  en  breve ,  amados  lectores. 


Y.  II.  10 


ci^iTULO  nr. 


LA  ESPIACION. 


Mas  de  dos  años  se  han  deslizado  desde  qae  la  marquesa  de  Be* 
llaflor  se  alarmó  por  los  primeros  pasos  qae  vio  dar  á  sa  hijo  en  la 
senda  horrible  del  libertinage ;  pero  avasallada  por  el  ciego  amor 
maternal ,  como  sabe  ya  el  lector,  dejóse  fascinar  por  las  disculpas 
de  su  hijo ,  y  dio  crédito  á  shs  promesas  de  qae  ya  no  volvería  i 
darle  el  mas  leve  disgusto. 

Sabe  también  el  lector  cuan  deleznable  fué  el  arrepentimiento 
del  joven  Enrique ,  y  cuan  falaces  sus  promesas ;  pues  no  solo  fal«- 
tó  á  ellas  el  siguiente  dia  pasando  luengas  horas  en  asquerosa  ba- 
canal 9  sino  que  auxiliado  por  el  cinismo  de  su  inseparable  compa- 
ñero y  amigo  el  hipócrita  don  Julián  de  Linares ,  logró  hacer  creer 
á  su  madre »  que  el  oro  derramado  en  la  orgía ,  habia  servido  para 
enjugar  el  lloro  de  una  familia  indigente. 

Quien  tan  sin  freno  se  lanzaba  á  la  carrera  de  los  vicios ,  lie- 


BL  FraBLO  7  SUS  OMUMOMS.  75 

yando  por  guia  y  maestro  i  nn  ente  desmoralizado  como  el  joven 
Linares ,  que  hacia  alarde  de  no  haber  hallado  jamás  competidor 
6B  travesmras  de  mal  género,  no  podía  menos  de  hacer  progresos 
notables  en  la  vida  licenciosa  qae  desgraciadamente  machos  j6^e^ 
nes  9  ó  por  mejor  decir  mochos  nifios  que  sienten  ann  el  escozor  de 
la  palmeta,  alentados  por  la  criminal  indulgencia  de  sns  padres, 
abrazan  con  osadía ,  guiados  por  el  afán  de  htmíhrear. 

Como  si  para  aparentar  ser  hombre  fuera  preciso  frecuentar  las 
casas  de  mujeres  perdidas ,  llevar  siempre  un  veguero  en  la  boca^ 
apurar  copas  de  reo  en  los  cafés ,  jugar  entre  tahúres ,  acosar  con 
atrevidas  frases  á  las  inocentes  ninas,  mofarse  de  sus  mamas  j 
prorumpir  en  palabras  obscenas  y  risotadas  insultantes  como  para 
llamar  la  atención  general  y  obtener  plaza  de  hambre  de  mundaf 

I  Imbéciles  I ¿sabéis  lo  que  lográis  con    vuestras  inso- 

teneias  ? 

Acreditaros  de  mas  nifios  de  lo  que  sois ;  de  niños  tontos  que 
no  conocéis  la  senda  que  pisáis ,  senda  que  os  conduce  á  vuestra 
inevitable  perdición. 

¿Queréis  saber  la  impresión  que  causan  vuestras  tnsipidas  gra- 
cias en  los  que  os  ven  y  os  oyen  ? 

Desengañaos ;  no  os  califican  de  hombres  traviesos  que  tienen 
la  osadía  de  ser  mas  libres  y  saber  gozar  mas  que  los  otros,  como 
vosotros  os  figuráis ;  sucede  precisamente  lo  contrario :  os  califican 
de  necios ,  de  niños  sin  educación ,  y  os  compadecen  si  no  os  des- 
precian como  á  los  pilluelos  de  playa...  todos  vais  por  el  mismo 
camino...  no  hay  mas  diferencia  entre  los  pillnelos  andrajosos  y  los 
libertinos  degantes ,  sino  que  aquellos  son  disculpables  por  la  clase 
menesterosa  á  que  pertenecen ,  j  que  vosotros  os  reveíais  contra  la 
buena  educación ,  sin  la  cual  jamás  llegareis  á  ser  hombres  apre«- 


76  IL  FAUGIO  m  LOS  CifüBNBS 

ciables,  y  siempre  se  os  mirará  con  repugnaDcia  eo  la  culia  so- 
ciedad ,  á  pesar  de  vaestras  ridicaleces  por  distinguiros  en  ella. 

Enrique ,  el  marquesíio  de  Bellaflor,  tiene  apenas  quince  años; 
no  ha  conocido  jamás  privaciones  ni  escaseces ;  el  oro  pasa  en 
abundancia  por  sus  manos «  como  un  metal  insignificante. 

Derrochábale  á  manos  llenas  sin  que  pudiera  agotarlo. 

Y  como  en  este  miserable  mundo  no  hay  deseo  ni  capricho  qoe 
no  pueda  satisfacer  el  que  nace  rico,  arrojado  Enrique  al  procdoso 
mar  de  todo  linaje  de  pasiones,  dos  a&os  solamente  habían  bastado 
para  rendir  su  físico,  que  aun  la  edad  no  habia  llevado  á  su  com- 
pleto desarrollo. 

No  tardó  su  desgraciada  madre  en  conocer  los  estravios  de  sa 
hijo ;  pero  ya  era  tarde. 

Cada  vez  que  la  marquesa  trataba  de  dar  á  Enrique  algún  con- 
sejo, no  lograba  mas  que  verle  ce&udo  por  mucho  tiempo ,  cuando 
no  se  alejaba  de  casa  y  estaba  largos  dias  sin  regresar  á  ella «  ha- 
ciendo sentir  á  so  pobre  madre  las  mas  horribles  angustias. 

Sufría  sin  embargo  con  resignación  los  sinsabores  qoe  Enrique 
le  proporcionaba ;  y  aquel  peligro  incesante  á  que  le  veía  espaesto 
por  la  vida  relajada  que  seguía ,  despertaba  en  ella  el  temor  de  per* 
derle ,  y  este  recelo  que  desgarraba  su  corazón ,  avivaba  el  ciego 
amor  maternal. 

¡  Desventurada  madre ! 

Cuanto  mas  se  desviaba  de  ella  su  hijo,  cuantos  mas  dbgns- 
tos  la  causaba ^  mas  le  queria...  le  idolatraba  con  verdadero  fre- 
nesí. 

En  vano  el  honrado  Tomás  indicaba  la  causa  de  cuanto  suce- 
día ,  en  vano  se  esforzaba  para  hacer  comprender  á  la  marquesa 
qoe  aun  el  rigor,  y  únicamente  el  rigor  podía  salvar  á  un  hijo  que 


XL  PUEBLO  T  SDS  OPBBSOBBS.'  77 

se  mostraba  sordo  á  la  suavidad  de  afectuosos  consejos. 

La  angelical  María  no  podia  determinarse  á  contrariar  impe-* 
riosamente  las  inclinaciones  de  su  hijo,  y  no  pasaba  un  Mo  diá 
sin  que  este  hijo  le  diera  un  acerbo  que  sentir. 

Estas  continuas  desazones  iban  debilitando  mas  y  mas  la  salud 
de  la  marquesa «  y  alejando  la  esperanza  de  emprender  su  \iaje  á 
Paris ;  ocultando  á  su  esposo  el  verdadero  motivo  de  semejante  en- 
torpecimiento, por  no  afligirle  mas  de  lo  que  debia  estarlo  separa- 
do de  su  familia. 

Por  otro  lado  el  marqués  de  BellaQor  sabia  de  un  modo  positi- 
vo que  en  el  momento  de  presentarse  en  España  seria  encarcelado 
y  tal  vez  llevado  al  patíbulo  por  los  muchos  enemigos  que  tenia  en 
el  palacio  del  poder  oculto;  ansioso  siempre  de  sacar  á  su  país  de 
las  garras  de  sus  opresores ,  estaba  en  relaciones  con  otros  •  buenos 
patricios  que  le  juzgaban  mas  útil  donde  se  hallaba ,  y  le  habían 
prometido  avisarle  cuando  se  tratara  de  dar  un  golpe  decisivo  para 
salvar  la  libertad  espa&ola. 

V<dvíettdo  á  Enrique ,  fácilmente  se  concibe  el  efecto  que  en 
su  delicada  naturaleza  habia  de  producir  una  aglomeración  conti- 
nua de  imprudentes  escesos. 

Cayó  por  6n  enfermo,  y  se  agravó  de  tal  modo  su  dolencia,  qne 
á  los  pocos  días  de  haberse  visto  obligado  á  guardar  cama,  comen- 
zó á  sentir  agudísimos  dolores  en  todo  su  cuerpo. 

Duróle  este  estado  de  horrible  padecimiento  semanas  enteras,  i 
pesar  del  empeño  con  que  los  mejores  médicos  de  Zaragoza  trata- 
ban de  hacer  desaparecer  el  mal. 

Llegó  este  á  un  periodo  alarmante  que  daba  pocas  esperanzas 
de  salvar  al  paciente ,  y  fué  preciso  administrarle  ya  los  auxilios  de 
la  religión. 


78  B.  FALAaO  DI  LOS  GlílfUflS 

Pueda  el  lector  figurarse  caá!  sería  el  estado  angustioso  de  la 
marquesa  de  Bellaflor  en  la  desesperada  situación  de  sa  aderado 
Eujque. 

No  tenia  un  momento  de  sosiego. 

Dia  j  noche  sentada  á  la  cabecera  del  lecho  del  dolor,  parecía 
animada  por  una  fuerza  sobrenatural  para  cuidar  por  sí  misma  dd 
enfermo. 

Dormía  breyes  momentos  en  un  sofá  de  la  alcoba  de  Enrique, 
cuando  Teia  á  este  tranquilo ;  pero  su  sueBo  era  tan  lijero,  que  la 
menor  queja»  el  mas  leve  suspiro  del  doliente  joven»  despertaba  i  la 
tsorada  madre,  y  acudía  presurosa  á  consolarle  con  palabras  llenas 
de  acendrado  cariño. 

Un  sabio  rdigioso  á  quien  el  enfermo  babia  confiado  cristiana- 
mente todos  los  actos  de  su  vida ,  todos  sus  pensamientos  y  hasta 
los  mas  recónditos  secretos  de  su  corazón ,  mostrando  sincero  arre* 
pentinriento  por  sus  estrarfos,  habíale  hecho  ver  con  divina  ele- 
cuencia  toda  la  fealdad  de  su  conducta ,  logrando  trocar  en  odio  la 
inclinacion  que  el  incauto  adolescente  habia  sentido  hasta  entonces 
hacia  los  torpes  ddeites  del  libertinage. 

Desde  aquel  momento»  y  como  si  la  Providencia»  que  tan 
amargamente  habia  hecho  espiar  á  Enrique  su  criminal  conducta , 
se  hallira  ya  satisfecha  con  su  firme  propósito  de  la  enmienda,  co- 
menzó á  sentir  el  enfermo  un  alivio  consolador . 

Desapareció  el  peligro  de  muerte ,  y  llegó  en  breve  el  dia  en 
que  pudo  Enrique  abandonar  el  lecho. 

¡Mas  ay!  aquel  joven  que  con  indomable  aliento  desafiaba  todo 
Enage  de  riesgos  cuando  estaba  sano,  veíase  abatido  en  un  sillón 
sin  poder  moverse  de  él  mas  que  con  el  auxilio  de  su  madre  que  le 
ponía  en  pié»  y  entonces  apoyado  en  dos  muletas  daba  con  mu* 


BI.  FDIliO  T  SUS  OMffifiOUS*^  tt 

oha  pena  y  gran  trabajo  bre?feiaio9  paaeo»  por  la  sala. 

Eoriqoe  siguió  inllido  algunos  meses. «^  ¡  tullido  i  la  flor  4e  mí 
anos  I  pero  co  mo  el  arte  no  dejaba  de  a^car  todos  sos  reonm»* 
llegó  por  fin  la  hora  de  su  mejoría,  y  en  breves  semanas  Sáé  4an 
completa,  que  recobrando  enteramente  la  salud»  aunque  no  del 
todo  su  anti  guo  buen  color,  estaba  Enrique  mas  interesante  que 
nunca  á  los  ojos  de  su  madre. 

Tenia  ya  1 5  años ;  pero  su  avanzada  estatura  y  aun  los  traba-* 
jos  que  le  habia  acarreado  su  relajada  vida ,  le  daban  el  aspecto  de 
UD  joven  de  diez  y  ocho  ó  veinte  años. 

Maria  creyó  que  esta  vez  era  sincero  el  arrepeatimienta  de  aa 
Enrique ,  y  al  paso  que  esto  le  era  muy  satisfactorio ,  observaba  oon 
disgusto  que  Isabelita  iba  adquiriendo  cierto  aire  de  presunción  por 
su  belleza  que  podria  tener  malos  resultados ,  si  oportunamente  no 
se  le  corregia  este  naciente  defecto. 

Sabe  ya  el  lector  que  desde  que  María  se  casó  con  don  Luis  de 
Mendoza,  marqués  de  BellaQor,  recibió  una  esmeradísima  educa- 
ción. 

Se  aficionó  á  la  buena  lectura ,  y  aun  se  le  pegó  algo  de  la  pa- 
sión que  por  la  poesía  tenia  su  marido. 

María  se  habia  ensayado  en  algunas  ligeras  composiciones,  que 
rasgaba  después ,  temerosa  de  que  su  Luis  se  hurlase  de  ellas. 

También  habia  escrito  durante  la  ausencia  de  su  esposo,  algunas 
leyendas  en  las  que  destilaba  toda  la  ternura  de  su  corazón;  pero 
que  nadie  mas  que  ella  habia  leido,  y  las  guardaba  para  su  Luis» 
porque  de  estos  cuentos  morales  estaba  mas  satisfecha  que  de  sus 
versos. 

£1  deseo  de  corregir  á  Isabelita  de  su  creciente  vanidad ,  y  de 
hacer  ver  á  Enrique  las  fatales  consecuencias  del  libertinage,  pusíe- 


M  KL  PALAQO  DE  LOS  ClíXINEfl 

roD  la  plama  en  m  mano ,  y  aprovechando  los  ratos  de  ocio  qae 
sus  quehaceres  domésticos  le  dejaban ,  compuso  una  novelita,  en 
cuya  lectura  la  presuntuosa  niña  y  el  precoz  libertino  recibieron 
una  lección  muy  provechosa. 

Creemos  que  nuestros  lectores  serán  galantes  con  su  simpática  y 
antigua  amiga ,  á  quien  han  conocido  pobre ,  como  hija  de  un  des- 
valido albaBil,  y  á  quien  hoy  admiran  en  la  aristocracia,  modelo  de 
finura  y  de  generosidad. 

Recomendamos  pues  á  su  indulgencia  la  siguiente  novelita,  ó 
mas  bien  cuento  moral ,  que  la  tierna  madre  escribió,  sin  mas  pre- 
tensiones que,  como  ya  llevamos  dicho ,  dar  una  lección  de  moral 
á  sus  hijos. 


•I 


CAPITULO  V. 


LA   BELLEZA   DEL   ALMA. 


PARTE  PRIMERA. 


IL  CVliGiO. 


1. 


Valencia  11  db  SBraMBEE  db  1841. 

Mi  querida  Laura :  hace  quince  dias  que  partiste  de  aquí  y  no 
(engo  noticias  tuyas. 

Sin  duda  te  has  vuelto  ya  una  verdadera  cortesana  y  no  te 
acuerdas  de  las  pobres  amigas  condenadas  á  vivir  en  una  capital 
de  provincia. 

Ilabíasme  prometido  una  minuciosa  descripción  de  tu  viaje^  y 
ni  siquiera  me  has  dirigido  algunas  h'neas  que  me  saquen  de  an- 
siedad. 

¿Crees  acaso  que  porque  como  verdadera  hija  del  Turia  peco  de 

T.  II.  11 


8S  EL  PALACIO  DE  LOS  GRÍMBNRS 

algo  ligera  y  veleidosa  en  mis  aventuras  de  amor ,  he  de  ser  frivo» 
la  también  en  mis  relaciones  de  amistad  ? 

Es  verdad  que  te  quiero  á  mi  modo ;  pero  no  dudes  que  te  quie- 
ro mucho  y  deseo  saber  cómo  te  vá  en  la  emigración. 

Tu  posición  es  verdaderamaiita  crflica  y  azarosa ,  amiga  mia. 

Eso  de  constituirse  en  lazarillo  de  un  pobre  ciego ,  que  á  parte 
de  esta  sensible  falta  es  un  joven  gallardo  y  muy  amable ,  es  em* 
presa  arriesgada  para  una  mujer  de  tu  esquisita  sensibilidad. 

Créeme,  Laura ,  estoy  temblando  por  ti ;  y  eso  que  conozco  tu 
prudencia  y  recto  juicio. 

Fernando  es  un  arrogante  mozo ,  es  un  cumplido  caballero;  pe- 
ro es  el  caso  que  no  vé,  el  pobrecito,  y  cuando  una  mujer  ha  de  ha- 
cer las  veces  del  hombre ,  es  cosa  muy  difícil ,  particularmente  en 
viaje,  donde  nunca  escasean  los  testigos. 

Preciso  es  confesar  que  eres  una  heroína. 

Ya  ves  ,  querida  mia,  como  valgo  yo  mucho  menos  que  tú. 

Te  aseguro  que  me  seria  absolutamente  imposible  imitar  tu 
conducta. 

He  Mtaria  la  paciencia  para  tener  im  amante  ciego ,  á  quien 
no  pudiera  abandonar  ni  un  solo  instante ,  y  hubiese  de  esplicarle 
cada  objeto  de  curiosidad.  ••  ¡  Dios  me  libre ! 

Seria  un  tormento  que  ni  aun  me  dejaría  un  momento  para  aer 
coqueta ,  ó  tendría  que  serlo  sin  resaltado. 

¿  De  qué  me  servirla  sei^  linda  y  estar  ataviada  con  donosura  j 
elegancia  j  si  no  lo  habia  de  ver  mi  amante,  ni  me  lo  había  de  de- 
cir? 

¿Cómo  se  puede  amar  á  un  hombre  que  no  repita  mil  veces  á 
su  querida  que  es  hermosa  y  está  elegante  ? 

Semejante  amor  seria  un  amor  de  luto  continuo. 


IL  111.0  T  WBB  OtUnUR  €B 

Lft  mvjer  harmoea  p^iienMe  i  ubm  raía  efíoiera  eomo  las 
flores. 

Nuestra  jofMtad  dora  na  día  y  es  preciso  aproveolMirla. 

BaiLLAE ,  GUSTAR  T  AMAR ,  á  esto  debe  radttcífsa  nuestra  aiisieii 
en  la  sociedad,  y  para  cumplirla  debidamente  no  tenemos  mas  que 
nn  solo  poder,  poder  irresistible  afortunadamente,  la  belleza. 

Usemos  poei  de  este  poder  soberano  antes  de  que  nos  le  arre* 
bate  la  vejez. 

Noperdames  un  minuto,  porque  di  tíempo  Tuek  y  los  hom- 
bres solo  se  enamoran  de  la  belleza  flsiea. 

Créeme,  Laura,  si  Femando  no  fuese  ciego  ¿te  alnsriaeoiild 
ahora? 

¿Te  hubiera  amado  nunca? 

Y  sin  embargo ,  eres  una  joven  perfecta ,  atesora»  todas  las  be- 
llezas del  alma;  pero  el  físico... 

Te  bable  asi  porque  te  conezce  bton ,  y  sé  que  m  franqueza  le 
hace  gracia  en  vez  de  incomodarte. 

Eres  una  joven  sin  pretensiones  y  vives  resignada  i  tu  suerte. 

De  otro  moio  me  guardaría  muy  bien  de  darte  un  disgusto; 
pero  yo  esley  convencida  de  que  para  veneer  d  hombre  no  tiene  la 
mujer  otras  armas  que  la  hermosura  y  la  ooquf  ter(a. 

A  Dios ,  amiga  mía. 

No  seas  perezosa,  y  eontéstame  sin  la  menov  dilacton» 

Dame  noticias  de  Femando.  •• 

Díme  si  vuestros  asuntos  de  intereses  qnedan  arreglados... • 

Si  te  gusta  Madrid...  Si  Fernando  está  contento,  ú  le  parece 
bien  la  corte. 

No  creo  decir  ningún  disparale ,  pues  sé  que  el  pobrecilio  lo  vé 
todo  por  tus  ojos. 


'  M  EL  falagio  m  los  gííhuiis 

Contéstame  pronto >  aguardo  aun  aqiii  to  respuesta;  pejto  no 
tardaré  en  ir  á  abraiar te... 

También  qaiero  yo  hacerme  cortesana ;  ás<  harás  mas  caso  de 
ta  mejor  amiga  ssGáilota. 

II. 

ÜADniD 


Haces  maj  mal  en  acosarme  de  olvido*  mi  qnerida  Cariota « 
pues  si  en  cualquiera  seria  semejante  falta  reprensible,  en  mí  subí- 
ria  de  punto ,  toda  vez  que  carezco  absolutamente  de  motivos  de 
presunción. 

I  Yo  presunción  de  cortesana ! 

¿Estás  en  tu  juicio? 

Yo,  mujer  de  tan  impertinentes  y  extemporáneas  faceionai 
que  cuando  me  veo  en  el  espejo  me  espanto  á  mi  misma.. • 

¡  Dios  mió  I 

¿  Lo  creyeras ,  Cariota? 

Algunas  veces  lloro  cuando  me  contemplo  tan  poco  favorecida 
por  la  naturalesa ;  pero  no  lloro  de  vanidad » le  lo  aseguro ;  no  lio* 
ro  por  mi ,  lloro  por  Fernando. 

Él  es  tan  agraciado,  tan  perfecto,  tan  encantador. ... 

¡  Y  cree  que  mí  belleza  es  digna  de  la  suya !  i  Pobre  Fernsndo ! 

Mil  veces  ha  ponderado  los  hechizos  que  me  supone,  y  siempre 
que  trata  de  halagarme  coq  sus  requiebros,  lacera  mi  corazón. 

Yo  no  quiero  oir  de  su  boca  sino  que  me  ama ,  pero  él  quiere 
probármelo  llamándome  hermosa. 

Ya  lo  vés ,  Carlota ,  hasta  en  los  momentos  en  que  todas  las 
mujeres  se  consideran  muy  felices,  soy  yo  desgraciada. 


No  teogo  valor  para  desvaoecer  las  ilusiones  de  mi  anaata ,  no 
le  tengo  para  desvanecer  nn  engaño  que  eonverliria  m  pasión  en 
un  aeniinñanlb  de  listima. 

Tú  lo  conoces  como  yo ,  Carlota;  en  este  mondo  no  hay  mas 
que  vanidad. 

Ningún  hombre  ae  atreveria  á  decir  que  soy  su  qnerida. 

Mas  diré ,  un  hermano  acaso  no  se  aireveria  á  decir  dé  mí :  esa 
es  mi  hermana. 

Solo  hallo  buen  afecto  en  otras  mujeres ya  ves  ^  no  [iood» 

eclipsar  su  hermosura;  de  todos  modos  tengo  sobrada  filoséfiá'pii^ 
ra  mostrarme  a^^radecida  á  sn  amistad. 

Algunos  tti£os  me  han  dicho :  no ,  no  le  quiero ,  porqiitt  eres 
fea. 

Solo  mi  madre,  mi  tierna  madre,  con  las  lágriínas'  en  Josi^fos 
me  llamaba  querida  hija. 

I A  pesar  de  todo «  Dios  me  ha  dado  vina  ahna...  uñ  áhaá  sen» 
sible  al  amor ! 

Fajábame  un  mundo  que  pudilera  soportarme  ¿  un  snuido  al 
cual  no  causira  horror  mi  fealdad. •• 

Pies  bien ,  Dios  bondadoso  me  ha  creado  este  mundo. 

Sí ,  Carlota »  el  mundo  en  que  yo  vivo...  es  él ,  es  Femando.  • 

Él  lo  sabe  muy  bien,  y  cuando  asido  de  mi  mano* escucha  aM 
voz  que  le  encanta ,  exclama  cariñosamente :  ¡  qué  herama  ereal 

I  Ay !  entonóse  me  avergneaso  de  mi  'misma;  téfho  que  los  es« 
pejos  queí  nos  rodean  hablen  y  me  acusen  de  engafiadóra. 

Tengo  mil  coaas  que  referirte  acerca  dé  mi  vikje. 

En  cuanto  á  los  asuntos  de  interés  me  veo  ya  desembarazada  de 
ellos  á  Dios  gracias ;  pero  hablemos  de  Femando. 

I  Pobre  Fernando!  ignoré  que  la  vida  es  pesada. 


fl6  n.  FALAOo  n  los  ckíbnbi 

Cree  qoe  es  desgraciado  solo  porque  Dios  le  ha  privado  de  la 
vista.  I  Cniotas  veces  envidio  sa  suerte  I 

Para  él  es  la  tierra  un  cielo  paro  sobre  nubes  de  oro,  porque 
«et  se  lo  he  dado  á  entender. 

Mí  mano  le  guia  siempre  por  las  sendas  que  él  se  figura  seni^ 
bradas  de  flores ,  y  siente  no  ver  el  mundo  porque  está  ea  la  inteli- 
:geoda  de  que  el  mundo  es  perfecto. 

Le  juzga  por  su  bello  corazón ,  y  desde  que  nació  vive  reeloM 
«n  él  como  en  u  palacio  encantado ,  como  en  un  templo  de  la  Di* 
viaidad. 

Los  rayos  del  sol  no  atenúan  la  luz  de  su  mágico  paraiso. 

Procaro  no  hacerle  sentir  la  densa  niebla  de  la  vida  positiva. 

Hablamos  de  amor,  existimos  para  amarnos,  poseo  su  coraaoa 
HmtorOf  todos  los  secretos  de  su  alma. 

¡  Es  tan  bueno  y  generoso  mi  Fernando ! 
-     Jamás  ha  conocido  el  odio ,  ama  á  los  hombres ,  les  oree  á  to- 
dos perfectos. 

I  Gnán  feliz  es  en  su  error  1...  Por  lo  mismo  le  dejo  en  él. 

Con  todo ,  amiga  mia ,  algunas  veces  llora ,  y  coando  le  pre- 
gunto la  causa  de  su  aflicción,  me  responde:  «estoy  ciego,  Laura, 
no  te  veo ,  no  conozco  las  luces  de  tus  bellos  ojos ;  los  demás  leen 
/m  ellos  antes  que  yo ,  quiero  decir,  antes  que  tu  voz  me  esplique 
le  que  sientes. 

Esto  me  dá  celos...  hé  aquí  A  tormento  de  mi  vida  I 

Yo  quisiera  ser  siempre  el  primero  en  saber  todas  tus  sensn^ 
clones,  porque  he  nacido  para  sentir  lo  que  tú  sientes. 

No  puedo  pagarte  de  otro  modo  tus  cariñosos  afanes. 

¡  Cuántas  amarguras  te  causo  I 

Siempre  esdava  de  mis  deseos,  siempre  tierna  y  oficiosa.. .,  y 


yo...  pobre  ciego...  siempre  impertinente ,  úa  servirte  mae  qve  dtfi 
molestia.  ^ 

Amiga  nia ,  qoerídía  Laura ,  tú  eres  mi  ángel ,  eres  la  hernosa 
flor  i  qoien  be  prirado  del  aire  libre ,  de  los  briagos  de  los  céfirot' 
para  encerrarte  entre  cristales.  *> 

{Dios  nrio !  si  alguna  vez  llegara  i  ver...  ¡ob!  te  lo  aseguro» 
dedicaria  todas  las  horas  de  mi  existencia  á  cuidarte  con  el  mi§Éi& 
oari&o  qoe  tá  me  cuidas  ahora. 

¡  Con  qaé  placer  te  rodearía  del  sol  de  mis  ojos  I 

Coando  tw  pasos ,  qne  oonozee  de  lejos ,  j  me  eoBameven  al 
sentirlos ,  me  anunciasen  tu  aproximación ,  voy  á  verla ,  esclama**' 
ria  lleno  de  gozo ,  voy  á  verla ,  se  ha  adornado  para  agradarme, 
y  debo  recompensar  dignamente  tantos  afanes.»—  > 

Ya  ves,  Carica,  si  tengo  motivos  para  e^r  temblando  q«e  en 
los  paseos ,  ea  las  calles ,  á  cada  paso  baste  ana  sola  palabra  paM^ 
sacar  á  Femando  de  su  error  y  desvanecer  todas  las  itmiofies  ha^ 
ciéndole  saber  que  soy  fea.  ■-* 

Temo  también  que  lo  adivine,  y  esta  zoaobra,  esta  ooatfnoa  an- 
siedad destruye  el  deleite  que  me  hacen  sentir  sus  palabras. 

Verdad  es  que  Femando  es  generoso. 

Estoy  segura  de  que  en  tal  caso  me  ocultarla  su  pesar  y  proen-*^' 
rana  mostrarme  el  mismo  amor ;  pero  esto  no  seria  suficiente  para 
quien  ama  como  yo. 

Durante  ú  viaje  iba  yo  describiéndole  minuciosamente  d  pano- 
rama que  se  me  presentaba  á  la  vista. 

El  eielo^  la  tierra,  los  bosques,  las  casas^  loa  babítanlet,  las 
flores ,  las  magnificas  alfombras  de  toda  suerte  de  colores  que  ca- 
brían los  campos,  las  aves,  los  arroyos,  los  corpuleatos  árboles, 
todas  las  maravillas  del  real  sitio  de  Aranjuez  que  anuaician  Ut 


88  El,  PALACIO  DI  LOS  GlílllNIS 

proximidad  de  Madrid ¡Obi  estoy  cierta  de  qae  conocería  el 

camioo  por  donde  hemos  pasado  como  el  mas  dacho  viajero. 

Mi  voi  le  encanta,  le  conmoeve,  y  me  parece  ver  en  so  sem- 
blante los  destellos  del  amor  que  me  profesa,  del  amor  que  bace 
mi  felicidad  y  que  voy  á  perder  en  breve. 

Dentro  de  algunos  dias  se  le  hará  la  operación ,  le  darán  la 
vifta... 

¡  Dios  mió !  si  á  lo  menos  dejara  yo  de  existir  el  dia  que  vea  mi 
amante  los  rayos  del  solí . . . 

¡  Fatal  viaje  1  i  Fatal  herencia  la  que  nos  ha  conducido  á  Ma- 
drid 1 

Voy  á  relatarte  la  escena  de  mayor  interés  que  nos  ocurrid  en 
el  viaje. 

Hicimos  alto  en  Ocana  para  comer;  dejé  á  Fernando  en  la  sala 
donde  estaba  la  mesa  redonda,  y  al  dirigirme  á  dar  algnpas  órde- 
nes á  los  dueños  de  la  posada ,  observé  que  varios  jóvenes  se  enca- 
minaban al  comedor. 

Supe  que  estaban  muy  alegres  porque  babian  hallado  asientos 
en  nuestra  diligencia  para  ir  á  Madrid. 

Esta  noticia  me  estremeció ;  eran  jóvenes,  nada  menos  que  es- 
tudiantes, iban  á  pasar  largas  horas  en  nuestra  compañia... 

¿  Serán  tan  prudentes  que  no  saquen  partido  de  mi  fealdad  para 
divertirse? 

I  Dejará  Fernando  de  comprender  sus  ironías ,  ó  las  burlas  que 
hagan  de  mi? 

Estos  pensamientos  me  martirizaron  de  modo  que  no  me  atre* 
via  á  presentarme  en  la  sala  de  comer  donde  reinaba  una  algazara 
estrepitosa.  Estaba  allí  Fernando  con  ellos  y  empezaba  yo  á  temer 
que  notase  mi  ausencia. 


Ya  sÜNt^lM  kt  fM  éVitiewMi  Mtioía  d«.  fM  EenHiBio  está 
ciegd,  n»  yédiHi  «■•cirio ^  poéqÍM^8M>eji(»8oa  kmesosíji  pitrif': 
como  si  f aeran  de  cristal. 

Tranquilo  en  medio  de'lMesladiiateiflB  preMar  la  wmmof  aten- 
ción á  sus  locuras,  oia  con  absoluta  indifereDcia ^ .stgtti  ál  iBÍamo 
me  contó  después,  las  relaciones  de  sus  cooqowteslaaiMSHHi. 

Hablaron  de  sus  queridas,  de  niujeres  catedEM.y  aotteoaa^  de  «a* 
rtdos  paeiralWi  de  <riieias  wuiái,  de  coqueta»  lifidas  y  kasta  de 
muchachas  feas;  pero  cuando  su  alegria  rayó  en  freoofi  ftié  al  útíL4 
zar  la  wíiaimamhtvmMtí.jó^máátqfáem  UtaMoaia  piropos^. Calien- 
do las  pakns  y  salndiiiiok  oim  kf  grito»  éa  |  vita  la  beHa^Diofeáffí 
sial  *         ;   /.I .    ..  t    ..  .,   .    ■!..  :t:.,  . ,,  .  ,  ...         ^   -  •,.. 

Era  en  efeo|o  uaa  jAveír  enoaatadora  á  pesar  de  aa .  pvosáiotti 
nombre. 

I Y  á  Bii  maiHaiUB  Laosa  eoiao  á^  heroica  del  laiial 

Fernando  que  tiene  una  idea  tan  fresca  y  fora  de  caaolo^  exí$^ 
te,  que  juzga  de  los  corazones  agenaa  por  laa  6aK>CMinea  dtal  aayo, 
DO  esidM  á  sa  goüo,  eraíaae  en  «n  paiadaeslraagaros  cayo  laagua- 
ja  ao  eonpmiéMiw  / 

Por  regla  general,  el  qoa  liabta  aroebo  taele  arirar  eooio  aa  ia* 
sulto  el  silencio  del  que  no  habla ;  ast  as  qaa  la  reaerfa  da  Feraan- 
do  empeló  por  chocarles  y  aoabó  por  irritaries  hasta  ú  poale  de 
querer  hacerle  hablar  i  todo  traiioo. 

AproxiflióSQie  uno  de  eMos»  apoyé  aaa  mano  en  el  respaldo  da 
la  silla  que  Fernando  ocupaba ,  y  cruzándote  da  piéi,  le  pragaoté  ; 

-«¿Coma  oslad  con  toasofaraat  cabaUero? 

El  pohra  ciego  ao  vaspoodió. 

—¿Es  usted  iagiésX 

El  aúsma  süaacio» 

T.  u.  12 


90  IL  VALACIO  M  LOS  CftfwifU 

Todos  los  demás  esladiaDtes  prorain|MeroD  eD  carcajadas  ere- 
yeado  qoe  en  la  imperlarbabílidad  de  Fernando  había  inlencioB  do 
desprecio. 

Aproximcisele  otro  estndíanle  y  le  dijo : 

—¿Es  nsted  sordo? 

La  misma  indiferencia. 

-—¿Es  nsted  mndo? 

En  vei  de  contestar,  volvió  Fernando  maquinalmente  la  espal- 
da á  sn  interpeknte. 

A  esta  inesperada  evolución  estalló  on  aplauso  general  de  pal- 
madas qoe  escitó  la  cólera  del  qne  habia  dirigido  i  Fernando  laa 
últimas  preguntas ,  porque  aquel  aplauso  era  una  burla  que  los  dor 
ASÍS  estudiantes  hacian  de  su  compañero ,  por  el  desprecio  que  aca- 
baba de  recibir. 

Ruborizóse  de  esta  ocurrencia ,  y  dando  un  golpe  á  la  espalda 
del  pobre  ciego ,  le  dijo : 

—Hablo  con  usted  *  caballero. 

Levantóse  Femando  aiorado  en  el  instante  que  yo  entré*  y  al 
ver  qoe  mi  pobre  amante  era  el  blanco  de  las  burlas  de  aqueUoa 
atolondrados  jóvenes ,  grité  desesperada : 

"—¿Qué  es  esto ,  Dios  mió? 

-—Me  has  dejado  solo  cuando  mas  te  necesito— respondió  Fer* 
nando. — Me  hallo  en  una  sociedad  estrena.. ..  no  nos  comprende-*^ 
mos...  Yo  creo  que  todos  somos  inválidos,  porque  yo  estoy  ciego, 
y  estos  pobres  hombres  están  locos. 

— Caballeros — añadí  yo  tartamudeando— aquí  debe  haber  al- 
guna mala  inleligeDcia.  No  sé  lo  que  acaba  de  ocurrir;  pero  han  de 
saber  ustedes  que  este  joven  es  ciego  de  nacimiento. 

Religioso  y  profundo  silencio  acogió  esta  solemne  declaración. 


El  jÓTen  qQehtbiá  dado  la  fNdmaéa  ál  hombro  de  FerMndo»  a# 
adebirtó  Mttino  yYiiborind^t  A  ioelíiáidoio  delaof  dtl  ciego  co- 
mo si  este  pudiera  Ttr  su  respeHioio  adMica ,  dijo  en  yoi  codbio^ 
vida : 

-^ Perdone  usted,  cabaHerOi  y  le  mego  eDcartcidamcfite  fw 
no  me  juigue  por  lo  que  acaba  de  ocurrir  t  pues  merecería  qtie  te 
me  confundiese  entre  d  tulgo  para  no  salir  íranca  de  k  oscuridad. 
He  terminado  mía  ealudioS'de  cirugfn,' jr  ansio  el  momento  de  ejecu» 
tar  mi  primera  operación  como  se  desea  el  si  del  objeto  auMido  en 
un  primer  amor.  Unpreeentimieolo  féli»  me  asegura  et  buen  éxito, 
y  81  el  pHiincr  paso  que  voy  á  dar  en  la  senda  de  la  gloria  me  pro^ 
porciona  el  placer  de  darle  á  wled  ie  vista ,  será  completa  mi  ai^^ 
tisfaccion.  ñi,  caballero,  quiero  darle  á  usted  la  vista,  y  después  me 
dirá  usted  qué  desagravio  debo  darle  por  un  insulto  del  que  estoy 
tan  avergomado  como  arrepentido. 

— >¡Babt  niKeHa «— repuso  Femando  sonriéndose.— -DeuM 

usted  la  vista ,  y  en  cambio  le  ofiresco  una  >  franca  y  leal  amistaA, 
que  puede  empelar  desde  abora  por  la  intercesión  de  es|a  bella  cria- 
tura que  nos  ha  reconciliado.  EHa  también  os  ofrece  la  mas  sincera 
amistad. 

Femando  pronunció  las  precedentes  palabras  presentándome  al 
desconocido.  Hablaba  de  mi  al  decir  esto  hdla  criatura  / 

Delante  de  aquellos  jóvenes  atolondrados  me  llamó  b$tta  ;  y  n|i 
rostro  se  cubrió  de  rubor. 

Les  miré  temblando;  pero  ni  una  leve  sonrisa  noté  en  ellos;  to- 
dos estaban  conmovidos  por  el  aspecto  imponente  de  mi  Femando. 

Comimos  en  agradable  eocíedad,  y  terminamos  nuestro  viaje 
sin  que  ocurriera  otra  cosa  digne  de  referirte. 

Si  hubieras  visto  que  obsequioso  estovo  el  se&or  de  Ramirexl... 


Vk  wuáOú  M  Lts  i^teur» 

(el  jéf«i  GÍrajaBo  se  Ualáaha  doo  Jotó:  Baaiirei.) 

Nt  un  MPrneata^ahiitoMln  á  Femanda,  y  4  ni  UnUea^qiifH 
ride  Gerlatt ,  Be  yodigifca  los  JAte  fiaos  eampUmienlofc 

Estaba  tan  avergonzado  de  su  anterior  condacta »  de  esa  cqa^ 
dbcta  ligera  tan  comna  entre  los  jóvenes  del  día,  y  que  suele  á  ve- 
ees  tener  desastrosas  conseenencias. 

Una  palahn»  una  mirada^  ana  sonrisa ,:  hasta «1  nüsoio  sUeoeáe 
es  eansa  á  veoes  aaieienta  para  frovoosr  lo  qn*  tan  neoiamento  §• 
Uama  nn  lance  de  iysner. 

Desde  f«e  Uegaodoe  á  Madrid  vivínM  uk  la  hermsa  ealle  4e 
Aléala  en  la  misma  fmda  »b  uks  muenncus  ^asMWLkWBS  t  hasta 
qne  La  casa  qne  forma  parte  de  aul  heieneia,  situada  en  la  Camn 
da  San  Gerónimo,  qne  es  uno  de  los  mu  helios  pantos  de  la  eártet 
nsté  cemente. 

He  dispuesto  hacer  en  ella  algnnas  obras  y  trato  de  amneblaEla 
Idiosamente,  porque  FemandD.verá  en  ella. por  primera  tez. la  luz 
del  dia,  y  quiero  que  todo  lo  que  le  rodee  sea  magnífico. 

AUf  empezará  á  conocer  la  belleza*. ••  amari  á  las  majerest^*» 
tendrá  muchas  apasionadas. »•  y  yo  no  podré  quejarme  I... 

Ni  siquiera  tendré  derecho  á  estar  celosa! y  sin  emhar^ 

alimentaré  los  celos  mas  horribles ;  pero  m  silencio ,  sin  que  nada 
comprenda  Femando,  sin  que  la  sociedad  se  aperciba  de  ello ,  por- 
que me  tendría  por  una  pobre  loca. 

El  buen  Ramírez  le  dará  la  vista  I 

Si  yo  pudiera  decirle  que  me  le  deje  ciego porque  ya  te  lo 

he  dicho »  Carlota ,  Fernando  es  el  mundo  que  Dios  me  ha  creado, 
ws  ojos  son  los  míos...  ]  y  quieren  darlos  á  otras  mujeres  1 

Yo  no  puedo  decir  al  iacultativo  todo  esto..,  seria  preciso  que 
lo  adivinaae  y  le  dejara  ciego... 


EL  PUBBLO  T  SUS  OPRESORES.  93 

4 

Yo  no  debo  hacerte  cómplice  de  mi  crimen». •  iiD~]piiedo  decírter 
inmoladme  ese  hombre  I 

Ya  ves ,  Carlota,  todo  se  acabó  para  mí. 

Fernando  verá  el  cielo ,  y  no  le  hallará  tan  hermoso  como  yo 
se  lo  he  descrito .  .  i  /   uj  J  'i  í ^  A  \i 

Verá  la  tierra  y  la  encontrará  sembrada  de  espinas  que  yo  he 
separado  siempre  de  sus  pasos. 

Verá  estra&aii  flKViJM  gpif  #o  fp^ncq.^^^^  la  faliedad ,  la  hipo* 
cresia... 

Verá  deformidades  que  no  ha  visto  nunca. 

Mas  ¡  ay !  conocerá  también  la  belleza ,  la  belleza  de  las  muje- 
res, de  la  cual  jamás  k'W&daespHctótoli  alguna. 

Es  la  única  pintura  que  mi  pincel  no  ha  osado  trazarle. 

Verá  esas  mujeres  tan  lindas ,  tan  donosas. .  • 

\  Dios  mió  !..••  y  me  verá  á  m{  también. ...  á  mí  que  me  llama 
su  ángel  porque  también  me  cree  hermosa... 

Yo  seré  la  primera  mentira  qpe  aparecerá  ante  sus  ojos  I... 

Yo  le  Haré  beber  la  amargura  del  primer  desengaño  I 

JNo puedo ^psfigiiiCttCacloMu  íADioal  .        j    ,  ,,.. 

No  me  retardes  el  plaiper  d^-^braxarte,  p»ey^  ^es  (me J^  gfHfW 
de  veras  tu  desgraciada  amiga  ^^«'L^ii^.    .,,  m  ,í 


.  I  'i' 


í  i  '  ),   ■  i        ■      •  í    ■     ,      '  *   i ' 


»         • 


^     ■■!t. 


m    .  • 


•  '  '  '     >  i       *'    '    »    .   i"*  :.. 


CAPITULO  VL 


LA   BELLEZA   DEL   ALHA< 


PARTE  SEGUNDA. 


EL  Gllk^  ¥L\^^DO. 


L 


Cuando  todo  lo  que  respira  en  la  natoralexa  parece  segatr  sq 
cnrso  regular ,  cnando  amanece  el  dia  de  igaal  manera  que  apa- 
reció el  anterior ,  cuando  cada  individno  acode  al  desempeño  de  sus 
ordinarias  labores  y  la  vida  parece  deslizarse  monótona  á  la  manera 
que  corre  el  agua  de  un  manso  arroyo*  es  seguro  que  en  algún  rin- 
cón del  mundo  hay  un  ser  ignorado  de  la  muchedumbre  que  pue- 
bla el  universOt  un  ser  que  resume  en  s(  solo  todos  los  placeres  ó 
todos  los  sinsabores  de  la  vida. 

En  el  gabinete  de  una  casa  de  la  Carrera  de  San  Gerónimo  exis- 
tia la  prueba  de  esta  incuestionable  verdad. 

Era  un  gabinete  de  estudio ,  no  un  albergue  de  la  voluptuosidad 


IL  VWmfi  T  sos  QtlMtfOm<!  Sft 

y  el  capricho ,  tto  la  maoftioo  de  la  coquetería  ornada  por  ob  attior 
voluble  de  lualroBos  rasos  y  gasas  traospareotes. 

El  amor  había  dirigido  la  decoracioo  de  aqwlia  moradft ;  pero^^ 
era  üd  amor  casto  y  virtuoso ,  y  su  obra  representaba  una  pe<|adlá 
galería  de  retratos  de  algaaos  4^  los  maa  célebres  literatos  espa- 
ñoles. 

Los  poetas  de  todas  las  escuelas  sooreianse  eatre  ellos. 

Góogora  junto  i  Meleudtfi  #  Cadalso  al  lado  de  Ouevedo ,  Lope 
de  Vega,  Uoratio  padre  é  hijo,  Tirso  de  Molina»  GienfuegoSt  Gafp* 
cilaso.  Quintana»  Calderón,  Iriarte  y  otros  estaban  allí  autigrtoairf 
modernos  confundidos  como  las  piedras  preciosas  en  el  lahoratorio 
de  un  diamantista. 

Una  escogida  biblioteca  ocupaba  su  lugar  predilecta. 

Selectas  flores  acariciábanse  muellemente  en  sus  jarros  de  por- 
celana exhalando  suaves  perfumes »  cuyas  discordes  émaM^uelB 
formaban  cierta  armonía  deliciosa ,  y  entendíanse  mejor  entre  ellas 
que  una  reunión  de  mujeres  bellas  y  odoríferas.  : 

El  estudio  y  la  poesía  semejaban  sonar  allí  dia  y  noche. 

Profunda  calma  reinaba  en  este  gabinete ,  ocupado  tan  solo  por 
dos  mujeres  jóvenes. 

Las  demás  habitaciones  de  la  casa  respiraban  sobrada  anima- 
ción. 

Abríanse  y  cerrábanse  las  puertas  frecuentemente ,  como  para 
anunciar  un  acontecimiento  eslraordinario. 

Una  joven  de  veinte  años»  de  mediana  estatura ,  de  formas  re- 
dondeadas y  graciosas,  parecía  mas  bien  envuelta  que  vestida  con 
una  bata  de  seda  á  listas  de  varios  colores  ceñida  á  una  cintura  fle- 
xible y  sumamente  angosta»  de  lá  cual  se  levantaba  á  guisa  de 
ebúrneo  trono  un  pecho  bien  torneado. 


M.  U  WLM»  M  tOB  (aÉOOlli- 

Mun  éon  honbros  de  nraiMatads  blammnt  pafteáfcase  It  «OBklñne. 
de  ona  cabellera  de  -tiMno ,  qoe  deseesdia  ea  buoles  á  la  ingleí»,- 
de ma  fireuto  pora  llferamaDle  cratada  portel  aial  apenas^  perdep- 
tiUe  de  algVMi  ^nas. 

•  ^  Dos  gmidto  ejoa  negros  semejaban  guarecerse  en  un  Teijel'  doi^ 
largafsimas  pestañas,  cuyo  sedoso  brillo  podia  solo  compararse"  e<Ml* 
el  de  las  pabladas  oejas  que  loa  aoentnaban. 

Un»  boea  de  grana  abriese  á  impulsos  de  encantadora  sonrisa  y 
osisntabn  dea  hileras  de  periss  blanqnisimas  de  una  igoaldad  sor- 
pNndento. 

Parecían  el  roofo  de  la  anrora  en  la  corola  de  nn  davel»-   ^    -> 

Diminutos  pies  cubiertos  de  raso  negro ,  cruiábanse  y  te  aso-» 
maban  con  Üaiidei  por  entre  los  pKegaes  de  la  bate,  como  para  ha- 
cer ner  ífÉ»  eran  geaielos  de  dos  manecillas  neiradaa,  qoe  oon  ne- 
gigcBcía  seductora  asían  aa  tomito  de  las  églogas  de  Garctlaso.     * 

La  Iñada  lectora  proaancíó  con  indefinible  donosura  ka  sígoíaii^ 
tes  tersos: 

Caal  suele  el  rnisefíor  con  triste  canto 
Qnejarae ,  entre  las  hojas  escondido. 
Del  duro  labrador,  que  cautamente 
Le  despojó  su  dulce  y  caro  nido 
De  los  tiernos  hijuelos ,  entretanto 
Que  del  amado  ramo  estaba  ausente; 

Y  aquel  dolor  que  siente , 
Con  diferencia  tanta 
Por  la  dulce  garganta 

Despide ,  y  á  su  canto  el  aire  snena; 

Y  la  callada  noche  no  refrena 

Su  lamentable  oficio  y  sus  querellas, 
Trayendo  de  su  pena 
Al  cielo  por  testigo  y  las  estrellas; 
De  esta  manera  suelto  yo  la  rienda 
A  mi  dolor 


—Esto  es  muy  intercsaate-^contimióla  bella  lectora ; -«pero 
demasiado  tristte.  Me  Urba  la  ímaginacioD  como  el  homo  aromátiea 
de  üQ  cigarro  muy  bueno. 

£q  la  majer  que  acababa  de  pronanciar  estas  palabras ,  parecía 
iodo  Datural ;  y  sin  embargo ,  tanto  en  el  abaBdono  de  los  pUegMi 
de  su  ropa ,  en  los  lazos  de  sas  cintas ,  en  las  ondulaciones  de  §m§ 
cabellos*  como  en  sus  miradas,  en  su  sonrisa,  y  hasta  en  la  mas  in- 
significante de  sus  espresioneSy  reinaba  una  coquetería  sin  límites. 

£n  uno  de  los  ángnloB  del  ^binete  iestaba  la  otra  mujer ,  que 
hubiera  podido  tomarse  indistintamente  por  la  tía  ó  )a  maestra  di 
la  coqueta,  tal  diferencia  habia  entre  las  dos  I 

Con  todo ,  eran  de  una  misma  edad ;  pero  la  lUtima  era  tan  n^ 
pugnante  como  hermosa  la  primera. 

No  haremos  la  descripción  de  sus  estranas  facciones  por  respe- 
to á  las  virtudes  que  atesoraba  mt  cambio  sa  generoso  coraaon. 

Copioso  llanto  manaba  de  sus  ojos,  y  este  llanto  acrecentaba  si 
fealdad. 

Las  lágrimas  que  son  el  adorno  mas  sednctor  de  una  joven  lin- 
da ,  la  hacian  mas  horríUe. 

I  Cuántas  emociones  agitaban  su  alma  y  enardecían  su  fantasfot 
Todo  espresaba  en  ella  el  mas  profundo  dolor ;  aquel  dolor  in^ 
quieto  que  desea  y  teme  saber,  que  pregunta  á  la  esperanza ,  la  ha- 
laga, la  oprime,  la  di  tortura  p«ra  que  no  se  aleje. 

Fijos  sus  ojos  en  el  reloj ,  parecía  que  se  hubieran  clavado  en  él 
para  activar  ó  parar  sus  resortes. 

Cada  minuto  que  alcanzaba  la  aguja  atravesábale  el  corazón 
como  el  hierro  candente  que  estigmatiza  al  criminal  con  una  marea 
indeleble.  ¡  Pobre  joven  I  La  máuraleza  hablase  burlado  de  ella  do- 
tándola de  una  alma  de  poesía  y  de  amm*  I 

T-  II  13 


98  n.  PALACIO  DI  LOS  GiÍMBNES 

En  está  aloii ,  desconocida  y  oculta  como  la  flor  qae  nace  j 
muere  entre  escombros ,  cobijábase  todo  el  fausto  de  la  belleía,  ate* 
sorábase  todo  el  lujo  de  las  lágrimas  y  de  los  placeres» 

Acerbos  suspiros  solazaban  su  pecho;  pero  no  estinguian  la 
amargura  que  arrancaba  de  sus  labios  esta  desesperada  esclama-* 
don: 

-—  \  Dios  mió  I  ¡  Dios  mió  1  quitadme  la  rida. 

Suena  de  improviso  una  campanilla. 

—  { Es  él  I...  ¡  es  él !...  Carlota ,  es  Ramírez  •—  esclamó  con  zo- 
zobra  la  destenturada  Laura. 

—Me  has  despertado.. •  Empezaba  á  dormir...  «-respondió  Car- 
lota.—¿Quién  es  él? 

En  este  momento  se  presentó  un  criado. 

—¿Qué  hay»  Leandro?— le  preguntó  Laura. 

r— El  señor  facultativo-— respondió  el  criado  con  acento  que 
revelaba  dolorosa  emoción. 

—Lo  sabia  por  las  palpitaciones  que  siento. 

Ramírez  se  presentó  descolorido  como  el  jazmin. 

Después  de  la  escena  de  Ocaña ,  tributaba  á  Femando  tan  asi- 
duos coidados  como  si  los  dos  hubieran  nacido  de  las  entrañas  de 
una  misma  madre. 

-—Anímese  usted,  amiga  mia— dijo  á  Laura  el  joven  facultati- 
vo.— Es  preciso  que  todos  tengamos  valor  en  un  momento  acaso 
el  mas  solemne  de  nuestra  vida.  Yo  le  tengo»  Laara,  le  tengo  por- 
que me  siento  impulsado  por  un  poder  divino.  ¡Oh!  Dios  estaría 
8Ín  duda  muy  orgulloso  de  su  creación !  Yo  trato  solo  de  abrir  unos 
ojos  á  su  magníGco  sol  y  siento  elevarme  en  mi  alma ,  y  los  demás 
hombres  me  inspiran  piedad.  Les  miro  desde  muy  elevada  altu- 
ra. Y  usted»  Carlota — añadió  sonríéndose— es  preciso  que  á  lo 


IL  FCBiLO  T  Sü8  OPRESORES.  99 

méDOS  hoy  dé  nsted  uq  aspecto  grave  á  su  lindo  rostro. 

—  Estoy  desazooada — reposo  Carlota; — pero  afortaDadamente 
he  oido  decir  que  la  operación  de  la  vista  es  breve  y  poco  dolorosa 
cuando  el  facultativo  es  hábil. 

—  Ya  es  hora  de  que  aparezca  nuestro  joven  Milton-— esclamó 
Ramirez  aparentando  serenidad.— -Y  ustedes*  señoritas,  no  me 
han  de  estar  muy  cerca... •  uno  de  mis  amigos  sostendrá  la  cabeza 
de  Fernando;  pero  él  está  aqoi. 

Abrióse  de  repente  una  puerta*  y  presentóse  Fernando  con  paso 
firme ,  el  corazón  tranquilo  y  la  cabeza  erguida ,  asido  de  la  manó 
del  amigo  de  Ramirez. 

Parecía  que  se  hubiera  animado  el  grupo  sublime  del  cuadro 
de  Ingres  que  representa  á  Sinforiano  yendo  á  morir  mártir  de 
8U  fé. 

— Todos  estáis  aqui — amigos  mios-rdijo  con  la  sonrisa  de  on 
ángel  el  interesante  ciego; — pero  me  parece  que  estáis  mas  agita- 
dos que  yo.  Tranquilizaos ,  nosotros  no  deseamos  mal  á  nadie  j 
Dios  nos  ama.  Él  guiará  la  mano  de  nuestro  buen  amigo  Ramirez. 
Dentro  de  algunos  instantes  os  conoceré  á  todos*  os  veré  como  vo- 
sotros á  mí,  y  quedaré  indemnizado  de  los  sinsabores  que  mil  veces 
me  ha  causado  la  falta  de  la  vista. 

— Fernando  mió — esclamó  Laura  con  dulzura-— no  agites  tu 
corazón.  Siéntate  aquí. 

— Dejadme  estrechar  las  manos  de  mi  querida  Laura ,  de  esta 
alma  de  mis  ojos,  en  los  cuales  va  á  encontrar  un  nuevo  sentido. 

Laura  se  adelantó  y  besó  con  todo  el  entusiasmo  del  amor  las 
manos  de  su  amante. 

Obedeciendo  á  un  signo  del  facultativo ,  apartóse  Laura  y  se 
arrodilló  delante  de  una  imágen« 


100  EL  FlUdO  DI  LOB  ClfaUHU 

EmpeiÓBfl  la  operación  en  medio  de  un  religioso  j  proCando  si 
leneio.  Doró  diex  mioalos. 
'    £1  ílaciihatiTO  radiante  de  goio  esdimd: 

—  1  Albricias  I 

Y  rendó  los  ojos  de  Fernando ,  BatÍBfeeho  de  oaa  destreza  qt 
BO  era  de  esperar  en  la  primera  operación ;  pero  lo  cierto  es  qt 
fbé  an  prodigio  capaz  de  acreditar  por  sí  solo  al  mas  diestro  ooi 
lista. 

Trascurrido  el  tiempo  necesario,  qaitd  Ramírez  la  venda  del  pt 
dente,  y  le  pregnntó  con  afán  : 

—  ¿Ves  lalaz,  amigo  mío? 

— ¡  Oh  I BÍ,  son  loa  rayos  ddsol,  no  es  Eieil  desconocer  so  he 
mosnra — respondió  Femando  lleno  de  goio. 

Levantóse  sostenido  por  su  bienhechor,  sa  corazón  palpital 
ooD  ▼iolencia... 

Miró  ávidamente  en  tono  snyo  y  se  lanió  de  improviso  al  en 
Uo  de  Carlota ,  esclamando  oomo  fbera  de  sí : 

—Tú  eres  mi  Laura...  i  Qné  hermosa  eres  t...  Me  habías  ei 
ganado...  no  me  hablas  hablado  nnnca  de  tn  belleza. 

— Se  equivoca  aated— dijo  Carlota,  y  llevándole  hacia  la  pobi 
joven  qne  permanecía  aun  arrodillada  ante  la  sagrada  imagen,  a&i 
dio:— Laora  es  esa. 

Levaotóse  la  ioFortaDada  temblando ,  y  al  verla  sn  amante 
estremeció  como  si  despertara  de  ana  pesadilla. 

Retrocedió  algnnos  pasos  y  cayó  sin  sentidos. 

II. 

Condacido  Fernando  á  sa  lecho ,  habíanle  agitado  tantas  emi 


n  Finco  T  svs  opftttoiBS.  101 

ciones  dwMite  loengas  horas ,  que  una  fiebre  yioleiila  j  pertinaz 
le  devordia. 

Habia  perdido  enteramente  la  memoria  y  no  quedaban  en  sv 
imaginación  ni  siquiera  huellas  de  lo  pasado. 

Habia  tomado  tal  giro  so  natoreteEa ,  que  senefalia  á  un  loco 
que  hubiese  recobrado  el  juicio,  y  no  consert ase  el  menor  recuera 
do  de  lo  que  le  habia  sueedido  en  los  accesos  de  su  locura. 

Ramírez  y  cuya  TÍgilancia  activa  no  descansaba  un  momento, 
sentía  por  Fernando  cierto  egoísmo,  consparaUe  solo  a)  de  una 
madre  que  dá  al  mundo  un  nuevo  ser  y  desea  verle  hermoso,  per-^ 
fecto. 

El  joven  oculista  daba  también  un  hije  á  la  sociedad;  un  hom- 
bre lleno  de  gratitud ,  que  iba  i  pregonar  por  todas  partes  quien 
habia  hecho  d  prodigio  de  so  curación. 

La  virtuosa  Laura  resignóse  á  su  desgracia ,  y  dejó  que  la  he^ 
Ha  Carlota  la  reemplazara  junto  á  la  cabecera  del  lecho  de  Fer- 
nando ,  no  sin  envidiar  los  cuidados  que  le  prodígab» ,  como  en^ 
vidia  la  tierra  una  gota  de  rocío  después  de  sufrir  los  efectos  de  un 
sol  abrasador. 

Laura ,  su  lazarillo  en  mas  felices  dias ,  Laura ,  la  aurora  que 
le  despertaba  todas  las  mañanas  en  otro  tiempo ,  se  oculta  hoy  pa- 
ra no  ser  apercibida  de  él ,  para  no  espantar  sus  mirada»  k  mane- 
ra de  espectro. 

Desviábase  de  Fernando  porque  le  amaba  mas  que  nunca. 

Huía  de  él  para  que  no  la  aborreciera ,  y  este  desvio  favore* 
ció  los  proyectos  de  la  joven  coqueta. 

La  primera  belleza  que  habia  visto  Fernando  era  Carlota. 

Vn  imagen  encantadora  habia  hecho  palpitar  su  corazón  cuan- 
do creyó  que  era  Laura. 


403  BL  FALAQO  DB  LOS  GBÜCKNEa 

Aquella  impresión  dejó  en  su  pecho  una  herida  profunda. 

No  podia  olvidar  los  encantos  de  la  una  ni  la  deformidad  de 
la  otra. 

Laura  observaba  todo  esto. 

Contemplábale  triste  y  pensativo ;  pero  no  era  ya  aquella  dul- 
ce melancolía  que  solia  solazarse  en  una  confianza  amorosa ,  era  una 
tristeza  compañera  inseparable  de  artificial  disimulo. 

Carlota ,  como  hábil  coqueta ,  escaseaba  sus  visitas  al  enfermo, 
y  dejó  enteramente  de  visitarle  tan  pronto  como  quedó  del  todo 
restablecido. 

Habíanse  deslizado  algunas  semanas. 

Fernando  no  necesitaba  ya  de  lazarillo. 

Ya  Laura  le  era  absolutamente  inútil. 

La  pobre  joven  lo  conocía  muy  bien ,  y  nunca  manifestaba  el 
menor  deseo  de  acompañarle. 

Esta  resolución  la  tomó  un  día  fatal ,  en  que  pasando  los  dos 
por  la  Puerta  del  Sol ,  oyeron  que  en  acento  burlón  decía  un  mo- 
zalvete : 

— (Vaya  un  gusto  delicado  el  de  ese  caballero! 

La  vanidad  de  Fernando  recibió  una  honda  herida. 

Acusándose  de  cobardía  y  debilidad ,  le  era  imposible  soportar 
las  miradas  de  una  sociedad  que  empezaba  ya  á  conocer. 

Si  hubiera  dicho  á  los  que  se  mofaban  de  él :  aesa  mujer  ha 
consagrado  su  juventud  á  cuidarme;  ha  sido  mi  ángel  custodio 
mientras  iba  yo  errante  entre  tinieblas. 

Mientras  vosotros  desdeñabais  al  pobre  ciego ,  ella  me  sostenía 
en  su  brazo ,  me  asía  de  la  mano  para  servirme  de  guia. 

Vosotros  no  la  amaríais ,  porque  no  es  hermosa  ni  viste  con 
elegancia ;  pero  yo  la  adoro ,  es  mi  ídolo  |  mi  gloria ,  esa  mu; ^ 


KL  PÜDLO  T  SUS  OPUSOaM.  40t 

qae  merece  vaestro  escarnio ,  porque  habéis  de  saber  qae  existe 
solo  para  amarme. 

Contempladla  bien,  es  mi  querida.» 

Si  esto  hubiera  dicho ,  repetimos ,  hubiera  subido ,  á  no  dudar- 
lo 9  de  todo  punto  la  mofa  de  los  espectadores ,  y  i  la  mofa  hubie- 
ra seguido  el  escándalo. 

Fernando  amaba  aun  á  Laura ;  pero  se  avergonzaba  de  ello ,  y 
notando  que  ella  no  le  queria  como  antes ,  según  todas  las  apa- 
riencias, resolvióse  á  obsequiar  á  Carlota  para  vengar  el  agravio 
de  los  que  le  hablan  tildado  de  mal  gusto. 

Ansioso  de  instruirse  en  lo  que  no  se  lo  habia  permitido  la 
falla  de  la  vista ,  pasaba  el  dia  estudiando  y  salia  por  la  noche  á 
dar  cuenta  de  sus  progresos  á  la  hermosa  Carlota. 

Deslizóse  así  algún  tiempo. 

Cada  dia  se  retiraba  Fernando  mas  á  deshora. 

Laura  le  aguardaba  vertiendo  lágrimas  acerbas ,  hasta  que  vio 
rayar  el  dia  fatal  en  que  el  infortunio  de  esta  desventurada  jóvett 
tocó  á  su  colmo. 

Fernando  no  volvió  á  su  casa. 

La  abandonó,  al  parecer,  para  siempre ! 

Este  golpe  laceró  de  nuevo  el  corazón  de  Laura ;  pero  no  le 
causó  la  mas  leve  sorpresa :  le  tenia  previsto. 

—•¡Dichosa  Carlota!— -esclamaba  llorando.— No  debo  repren- 
derla, no  lo  merece.  Fernando  la  ama ,  porque  el  amor  de  un  jo- 
ven solo  puede  conquistarle  una  beldad.  Con  los  afanes  y  desvelos^ 
con  la  asiduidad,  con  los  cuidados,  con  todo  linage  de  benefi- 
cios ,  puede  conquistarse  la  gratitud ,  pero  no  el  amor.  De  nada 
sirven  largos  años  de  esmero,  y  una  sola  mirada,  una  sonrisa, 
una  palabra  ^  un  leve  signo  es  lo  que  basta  á  veces  para  vencerle. 


404  II.  PILAGIO  DI  LDS  CtílONli 

Estas  son  las  redes  de  las  hermosas.  Hace  bien  Carlota  en  valer- 
se de  ellas.  Tampoco  debo  culpar  á  Fernando.  En  otro  tiempo 
obedecía  á  su  corazón ;  ahora  signe  la  avidei  de  sus  ojos.  Quien 
sabe  si  empanados  por  los  mismos  rayos  del  sol «  cansados  de  dis- 
frutar de  unos  goces  de  que  se  han  visto  privados  tanto  tiempo « 
dejarán  otra  vez  su  imperio  al  alma !  ¡  Vana  ilusión !  Vivan  dios 
felices,  toda  vez  que  para  mis  males  no  hay  mas  término  que  la 
muerte.  Afortunadamente  viviré  poco...  Sufro  demasiado  para  que 
mi  dolor  pueda  prolongarse. ..  Dios  se  apiadará  de  mi. 

Unidos  en  amorosos  lazos  Fernando  y  Carlota  lanzáronse  im  - 
prudentes  al  proceloso  mar  de  los  goces  materiales. 

Confundiéronse  juntos  en  la  ebuUicion  del  gran  mundo^  per* 
«diéronse  en  los  torbellinos  de  polvo  que  levanta  el  libertinage  sin 
freno. 

Colocado  Fernando  en  una  posición  brillante ,  no  le  faltaron 
numerosos  amigos. 

Llovíanle  de  todas  partes  aduladores  que  le  conocían  desde  so 
Tnas  tierna  edad ,  y  de  quienes  jamás  habia  oido  los  nombres. 

Era  rico  y  tenia  una  linda  compañera  ¿cómo  no  hablan  de  ro- 
dearle ciertos  moscones  que  tanto  abundan  en  los  salones  del  buen 
tono? 

Sensible  á  los  placeres «  dejóse  llevar  de  los  impulsos  de  una 
avidez  frenética. 

Nada  le  saciaba  ya. .  • 

Madrid  le  parecia  monótono. 

¡  Siempre  los  mismos  paseos ! 

I  Siempre  igual  sociedad ! 

Carlota  le  hablaba  con  entusiasmo  de  las  costumbres  de  París. 


BL  FOSBLO  T  SUS  OPIBSOVIS.  4  06 

¿Qaé  degante  no  ha  estado  en  París? 

Fernando  se  fastidiaba  ya  en  la  capital  de  España. 

No  conocia  que  era  porque  le  fiíltaba  sa  ángel  tutelar. 

Sentia  un  vacio  en  su  corazón  t  y  el  insensato  buscaba  llenar- 
lo con  el  esceso  de  los  goces ;  pero  en  todas  partes  se  aburría  ca- 
da vez  mas. 

— ;  A  París!  — gritó  desesperado  un  dia.— Es  preciso  huir  de 
esta  monotonía  insoportable. 

— ¡Bendito  seas! — esclamó  á  su  vez  Carlota. — Ya  verás, 
amigo  mió »  cuan  dichosos  vamos  á  ser  en  París. 


III. 


Habíanse  deslizado  seis  meses ,  desde  que  Fernando  y  Carlota 
abandonaron  los  placeres  de  la  corte  de  España  para  disfrutarlos 
mayores  junto  al  Sena. 

Eran  las  dos  de  la  madrugada. 

Una  lujosa  berlina  se  para  á  la  puerta  de  un  palacio  de  la  calle 
de  Richelieu  de  París. 

Dos  personas  se  apean ,  una  joven  cubierta  de  un  largo  albor- 
noz de  raso  color  de  rosa,  cuya  capucha  caida  sobre  la  espal- 
da permitia  ver  un  elegante  tocado  de  perlas  y  flores,  y  un  caba- 
llero envuelto  en  su  finísima  capa  á  la  e$pañola. 

Ambos  se  internaron  en  una  habitación  espléndida  y  fria  sin 
que  el  caballero  diera  la  mano  ni  el  brazo  á  la  dama  • 

Un  criado  grave  tomó  la  capa  del  caballero  y  una  doncella 
alegre  y  vivaracha  el  albornoz  de  la  dama. 

Dirigiéronse  juntos  á  un  gabinete  suntuoso. 


T.  n. 


14 


406  KL  TAUGIO  m  LOS  CBÍMÜflS 

Esta  vez  nada  campeaba  aBí  qae  indicase  amor  al  estudio. 

Preciosos  espejos ,  riquísimos  cortinages ,  relojes  dorados »  si* 
Hería  magnífica»  bellas  alfombras,  y  cuadros  que  representaban 
escenas  sobrado  libres ,  todo  respiraba  amorosa  molicie  y  delezna- 
ble voluptuosidad. 

Abundante  fuego  ardia  en  la  chimenea ,  y  nuestros  dos  per- 
sonajes ,  después  de  haber  cambiado  sus  trajes  de  soirée  por  su 
negligé  de  nuit »  sentáronse  junto  á  la  lumbre  sin  dirigirse  una  so- 
la palabra.  El  caballero  estaba  pálido ,  triste  y  flaco. 

Sus  grandes  ojos  parecían  lánguidos  y  como  si  sufrieran. 

Suspiraba  á  menudo ;  pero  no  era  el  pesar  de  un  pobre  ago- 
viado  por  la  escasez  y  las  privaciones  el  que  se  pintaba  en  su 
semblante ,  era  el  tedio  del  rico  á  quien  ahoga  la  indigestión  de  to- 
do linage  de  saciedades. 

El  semblante  de  la  dama  formaba  contraste  con  el  de  su  com^ 
panero. 

Agradablemente  sonrosado,  destellaba  frescura  y  jovialidad. 

Sus  negros  ojos  giraban  inquietos  como  en  busca  de  algún  ob-> 
jeto  perdido. 

Una  sonrisa  de  satisfacción  siguió  á  las  escudriñadoras  mira- 
das, y  levantándose  repentinamente,  cogió  un  billete  que  estaba  co- 
mo olvidado  en  una  silla ,  y  lo  escondió  precipitadamente  en  ra 
seno. 

Volvió  á  sentarse  y  preguntó  al  joven  que  tenia  á  su  lado. 

— ¿No  te  acuestas  esta  noche,  Fernando? 

— ¿Te  incomoda  mi  presencia?— preguntó  el  joven  á  su  vez. 

— ¿Por  qué  dices  eso? 

— Podria  suceder...  Quién  sabe  si  tendrás  que  leer  algún  billa- 
te  amoroso. 


Et.BlWM)  T,  SOS  OPBKSftBRS^  l'QX 

'•'  •      j      .  ■  •  'I' 

— ¡AlgoD  billete  1 

-^Sif  Carlota^ añadió  bruaeameBte  Fernando— •  el  hittete  qo^, 
acabaa  de  ocnUar:  en  este  institote^  .  ,» 

-¡Yo! 

— ^No  mientas. •••  He  visto  qne  acabas  de  esconder  en  ti  pecho 
una  carta¿  Quiero  verla. 

—¡No  mientasl  ¡Quiero  yerlal  i,i}u¿  lengp^gp  es  ese ^  ¿Sabe^ 
^e  estás  insoportable?  , 

— La  carta. 

— Te  vas  volviendo  adusto  como.|in.mmda.  ....... 

— No  soy  tu  marido ,  tieoes  razan* 

-—I  Vaya  si  latengolY  ningún  copt^ato  nos^liga..«  ambotf  so^l 
mos  libres»  y  toda  vez  que,  deseas  gue  no  mimtu,  voy  áidecírt^^ 
francamente  que  no  hemoa  nacida  el  uno  para:  eí  otro.^        • 

— Yo  no  he  nacido  para  nadie,  es  cierto...  ni  debia  haber  na^ 
cido.  La  vida  me  es  odiosa.  Na  había  vista  el  mnnda.  Abríerop.mis 
ojos  y  me  hicieron  infeliz.  He  vivido  ya  demasiado ,  me  fatiga  la 
existencia»  y  no  me  siento  eoa  fuerzas  para  sopc^tarla.. 

— Porque  te  has  vuelto  rega&an  insufrí^de.  La  vida  es  igual 
para  todos  los  que  tienen  reci^^sos;  ppro  á  tí  te  molesta  lo  qn^ 
agrada  á  los  demás. 

—Es  cierto,  me  fastidian  los  placeres*».  Ayer  herí  á  un  hom^* 
bre  en  desafío  por  una  leve  disputa.  Tal  vez  morirá  de  la  herida. 
Para  ser  hombres  de  honor  es  preciso  aprender  á  ser  asesinos*  Esta 
noche  he  jugado  solo  por  vanidad*. •  para  hacer  ostentación  de  quai 
aun  soy  rico...  para  que  me  admirasen  cuantos  me  rodeaban.  He 
perdido  como  siempre». .  Se  empieza  á  murmurar  que  estog^ jarrui- 
nado...  Solo  faltaba  ahora  que  vinieran  á  atormentarme  las  celoi^ 

-^Puea.^odo  esa  es  magnifico,  ami^  mió.  (Un  duela  1  lUn  re- 


lio  n  PAUMUO  DI  L0&  CaÍMUIlf 

8e  maere  porque  me  ama  y  oree  que  yo  aioo  á  otfal  No,  Garlote,i 
yo  no  puedo  amarte ,  porque  mi  amor  et  todo  para  Laura».  Teuia 
▼aoidad  de  tenerte  á  mi  lado  porque  eres  hemoia ;  pero  ljl  vbed a- 
BEiA  BELLEZA  ES  LA  DEL  AuiA ,  j  esto  inapreciaU(i  tesoro  nadie  le 
poiaeoomo  Laura...  ¡Y  se  muerel...*  Dioa  mío,  perdón,  perdón 
por  haberme  avergonzado  de  amar  á  un  iiigel«  (A  Dios  para  tiimm^ 
|M,  Carlota  1 

—¿Estás  loco71I 

— Ouiero  yerla«..  quiero  su  perdón».,  quiero  morir  oon  etta. 

— -Viento  en  popa ,  amigo  mió.  Ya  he  dicho  antes  que  no  ha** 
biamos  nacido  el  uno  para  el  otro.  Apuradamente  no  me  ha  de  fal^ 
tar  á  quien  degir  entre  la  escolta  de  galanteadores  que  de  continuo 
me  sigue  en  todas  partes,  y  para  hallar  uno  mas  amable  que  mi 
señor  don  Famando ,  no  se  necesita  k  buen  seguro  la  linterna  d^ 
Diógenes. 

Pocos  dias  después,  Fernando ,  trémulo  como  el  criminal  que 
ya  á  comparecer  ante  su  juez ,  pisaba  la  casa  donde  habia  abando- 
nado á  su  bienhechora. 

Un  criado  le  salió  al  encuentro  y  ambos  se  estremecieron  al 
reconocerse. 

— - 1  Leandro  1  ¿tú  aqni  ? 

— Sí,  señor...  Yo  no  abandono  á  mi  buena  señorita.  ¿Qué  me 
importa  que  no  sea  linda  ni  elegante  ?  Es  muy  buena  y  la  amo  de 
todo  coraxon. 

—Quiero  verla  ¿  dónde  est¿  ? 

—Ya  usted  á  matarla  si  entra.  Toda  la  noche  ha  estado  ddi^ 
nado.  No  hacia  mas  que  repetir  el  nombre  de  usted. 

—  I Y  quieres  impedirme  que  la  vea  I 


-—Avisaré  id  Mtor  doetor. 

«— Süe^e  no  la  hadilafé^  qM^me  ocdtaré  pira  que  m  i^ 
vea ;  pero  quiero  recoger  su  último  inspiro.  { 

Leandro  entró  en  oiro  aposento  y  saliendo  en  breve  hiio^sefial 
á  Fernando  qne  podia  pasar  adelante. 

Grande  MrpriSi^  toé  li^snya  al  reeonocer  en  el  faonltattvo  al 
generoso  amigo  Ramirez,  á  qnien  iMiWa  olvidado. 

•^Tn  boena  amiga  va  á  morir  si  Dios  no  hace  on  mitogro    ¡di 
jo*  conmovido  el  doctor .—Afiroximate  á  su  lecbo. 

—  Mi  presencia... 

— Poede  matirti  ó  salvarla.  Va  á  sentir  nna  faerte  emoción, 
cuyas  conseeneneias  es  imposible  adivinar.  Probablemente  no  po- 
drá resistirla 7  morirá*  mas  pronto.  ¿Pero  vienes  á  bacer  alarde  de 
tu  ingratitud? 

— Vengo  á  pedirle  perdón  y  decirle  que  la  adoro. 

—Eso  pudiera  tal  vez  aliviarla.  Una  sensación  agradd>le 

Con  todo,  lo  mas  natural  es  qne  no  pueda  resistirla ;  pero  ya  que 
ha  de  morir ,  que  sepa  que  tú  la  amas  y  bajará  contenta  «al  ae^ 
pulcro. 

Fernando  se  aproximó  al  lecho  de  la  moribunda. 

Esta  que  había  estado  aletargada  hasta  entonces  después  de  un 
fatigoso  y  prolongado  delirio «  abrió  los  ojos  como  impelida  por  un 
instinto  sobrenatural ,  y  esdamó : 

— ¿Eres  tú ,  Fernando ?  i Dios  mió  I 

Y  la  infeliz  ocultó  su  rostro. 

—•Laura,  mi  buena  Lavra-^dijo  Fernando  con  amorosa  dnl<* 
zura — mirame ,  te  lo  svplico ,  tn  amante  quiere  verte» 

— No,  no,  te  repugnaria...  te  volverías  ¿  desmayar. 

Fernando  premmpió  en  abundante  lloro. 


Mt  .iL  PÁLAao  DI  LOi  caimas 

-^  ]  Dios  mió  I— esclamó— he  yuelto  á  encontrar  mi  alma...  ya 
poedo  llorar.  Macho  he  padecido  lejos  de  ti,  Laura  mia»  y  no  he 
podido  verter  una  sola  lágrima. 

—-¿No  me  habías  olvidado?— preguntó  la  enferma  mirando 
tiernamente  á  su  amante. 

—Puedes  creerme,  Laura  mia— -dijo  Femando  mirándola  ood 
complacencia »— -te  aseguro  que  no  he  conocido  el  amor  sino  á  tu 
Jado.  Desde  que  dejaste  de  amarme  le  he  buscado  inútilmente. 

— Yo  no  he  dejado  nunca  de  amarte.  Creia  que  mi  compafite 
te  era  enfadosa  y  te  dejaba  con  Carlota.  ¿La amas  mucho? 

*— Te  repito  que  nunca  he  amado  á  nadie  mas  que  á  t(. 

—Siendo  así ,  aun  moriré  dichosa,  i  A  Dios,  Femando  1 

—  I  Oh  I  no,  Laura  mia ,  no  quiero  que  te  mueras. 

— Hi  fin  se  acerca. 

—Quiero  que  vivas  conmigo,  ó  te  he  de  seguir  á  la  tumba. 

— No^  amigo  mió,  vive  tú...  y  sé  dichoso. 

— ^Yo  no  puedo  serlo  sin  ti....  sin  tu  amor sin  tu  generosa 

perdón. 

— ¡  Femando  1 

—¡Laura  mia!  Vive,  vive  para  hacerme  feliz. 

— ¿  Lo  serias  á  mi  lado  ? 

—Solo  á  tu  lado  puedo  serlo,  bien  mió...  solo  en  tu  compaftia, 
de  la  cual  no  me  he  de  separar  ya  nunca. 

— ¡  A  Dios ,  Fernando  I 

El  arrepentido  joven  cayó  de  rodillas  ante  el  lecho  de  su  ama- 
da, y  después  de  besar  sus  manos  é  inundarlas  de  lágrimas ,  alzóse 
de  improviso  y  besó  con  entusiasmo  los  labios  de  Laura. 

La  enferma  sintió  una  violenta  convulsión. 

El  médico  mandó  salir  del  cuarto  de  la  enferma  á  su  amigo ,  é 


MI  PUIBLO  T  SUS  0PUS0U8.  143 

hizo  llamar  á  un  ministro  de  Dios,  que  aguardaba  eD  nna  sala  con* 
tígaa. 

—Si  resiste  estas  últimas  ímpresioDes— marmaró  el  facoltati- 
YO  Heno  de  esperanza — se  ba  sal vado« 
••••••••'••••••••••     •« 

Un  ano  después  de  la  precedente  escena,  dos  esposos  felices  via- 
jaban con  su  facultativo. 

Fernando  y  Laura  se  hallaban  precisamente  en  París ,  cuando 
se  bautizó  el  primer  fruto  de  sus  amores. 

Fué  padrino  el  médico  Ramirez ,  y  distribuyó  grandes  limosnas 
entre  los  pobres.  - 

Al  ir  á  entregar  una  moneda  á  una  joven,  lanzó  esta  un  grito 
desgarrador  y  huyó  despayórida. 

No  lo  hubiera  éstránado  el  facultativo  si  hubiera  podido  cono- 
cerla.  . 

Era  Carlota,  en  cuyo  lindó  costro  habían  hecho  estragos  las 
viruelas ;  y  como  le  faltaba  la  verdadera  hermosura ,  que  es  la  dbc 
ALMA,  abandonada  de  todos  y  sin  foerzas  para  trabajar,  no  le  que^ 
daba  mas  arbitrio  que  mendigar  de  puerta  en  puerta  el  alimento. 


T.  II.  15 


CAFiTiiLa  vn. 


EL  SECRETO. 


La  parte  moral  de  la  precedente  oovela ,  produjo  todo  el  hwto 
qjie  dageaba  s&atttova.. 

Isabel  DO  se  mostraba  ya  tan  eugréá&íooik  sa  bermosonii.  y  aii 
cuanto  ií  Boiñiyaa  taa  escarmentado  qpedó  de  las  fonestas  O0iise- 
cnencias  de  sus  desvíos »  que  sa  primera  disposición  fué  impedir  la 
entrada  ea  sa  eaaa  á.  doa  Juliao  de  Linares ,  coyas  relacianes  t%  ins- 
jicaban  bororor ,  mayormente  desda  qae  á  foerza  de  repetir  k  laá» 
tura  da  la  novela  de  sa  querida  mamá ,  la  sabia  }«  de  mamorio^   ' 

Na  tenia  mas  afán-  qa&  pasar  el  dia  jpnle  4  aa  adorada  madbo^ 
recibir  sus  caricias ,  oir  sns  saludables  consejos  y  pedirle  perdón 
por  los  sinsabores  que  le  babia  cansado. 

La  tierna  madre  se  consideraba  también  la  mas  feliz  de  las  mu- 
jeres al  ver  á  su  bijo  sano  de  cnerpo  y  de  conciencia ,  y  no  había 
para  ella  momentos  mas  díelieiosos  qne  tos  qne  pasaba  en  su  adora- 
ble compañía. 

¡Y  era  forzosa  una  separación  I 

Los  facultalivos  babian  ordenado  qne  para  que  la  curación  de 
Enrique  fuese  completa ,  radical ,  y  desapareciese  el  riesgo  de  qne 
se  le  reprodujeran  los  dolores  que  le  babian  puesto  al  borde  del  sa- 


•u 

p«ltfa^  MiMjiwcMtt,  i¿Niii^iilBélf  nli  AiáigpeBidib..i¡ua  Hnfdaift  de 
Mmá.áí^miimHmJtL  fn&m»á^  ñresf  á»iagib8.:iiHneiiidBftiriÉ 
las  provincias  vascongadas ,  como  unáemiHi íÉbülfab  i-        j'-mi 
:    ÍMmfmifitiB.d9^JÍríkiáái'á^  3üíoí%qu¿,  no 

•alf^fKffiíkBirateids  idMhadigiÉbénMDla^ioepáliilAi  mmt^  pMfMapM 
rabardeiiiifl^mHitd  áUi^ÓJel  rfgrepofdetfttinMid^^  .vrmÍT  tyj 
i¡  jQuoMso^nr^  imdadb  fdé  n  'faijo  á  ié  OMMiaa  idáiáiMtida 
horaradoi  yifiddiidaá  .dil  néiej»  TMdtt^ffon»  {BDoiipie  ma/fmSBatié 
que  abandonaaD^risaouniá^^ufiniBarciiéai^ .  s/-^- 

Quedóse  la  marquesa  jMÍjfíiaéi taa  Jawfot?; ■  fníém\$r. pwque 
le  quedaban  HatiOañti»  jáe  itiiiqm  inbfl^^ifaiícipfnnBiá.dkí  ¥er  en 
hvwp  áia«  láMÍi.,  j.  kn  gratis: ánaqpfBñMMi  ftttiarcanpnaDidis  cE»4> 
rique  y  el  arrepentimíenlo  de  sus  pasadas  locuraa^/haUam  éifuié 

ei^- su.  laklOL;     *  ;  -.:*■    ■»;::.       '   ^-^    f  *    u.'*    ,     ■    .  r.  .:    :  i    .  /'      \  í  f  -- 

JBl'BegreBDdaLmavquéi/de  BailaioriifaaiwitnriiMJ^aipargitoiir 

vos  políticos.  .ilñj 

La  icoByinliQÍOn  im^qoe  eslafaa  iniíQiadbf  mé  Jrfrikmnhá  latti  su 
presencia  en  España  y  la  hacia  mas  ventajosa  en  Paris ;  por  {ikft^ 
ñera  que  antes  regresó  su  hijo  k  ZákñgtifM  ^  J^^Mítf\t^Mmp^U  res- 
tablecido de  sus  dolencias.  .     . 


-  r 


•  4»  •.*  •  '•  •  •  •  «•  ••'«■«----€ 


Despnéi^jde,taál>§  iDéaDMtfloimieritos  que  acahaosM  ¿•referir» 
sUegamos  al  piáflieróde  juttíode  18fi3. 

:La  mañosa  estaW'eMtmtísiaMu        • 

Su  bijo»  JA  onleraiMnle  vestableciAa,  no  le  idejaba  nada  qm 
deseM* ;  observaba  una  coñdadta  «irroprensiUe  y  era  an  iasaparable 
4x>mpafieM. 

Queria  mucho  á  su  hermanita,  y  ambos  hacian  q^m^^m  ^f^^ 
greaM^oifrai  eabdUat. 


116  SL  FAUUaO  K  LOS  CMÍMUm 

Lo  qae  úoicamente  oonseñraba  Eoriíjoe  de  sof  anteriores  coa- 
tombres  era  la  de  atayiarse  con  primorota  elegancia,  lo  cual  daba 
realce  á  m  gallarda  preiencia. 

Los  midicos  desaprobaron  qaehdbien  regresado  tp» pronto  de 
so  escnraíon ;  pero  él  alegó  qne  se  hallaba  ya  del  todo  boeno  y  q«e 
en  ninguna  parte  se  seniia  mejor  qae  al  lado  de  sa  qnerida  mamá. 

—Además,— dijo  á  esta  con  timides ,— tengo  que  confiarte  un 
secreto,  y  si  como  espero  apmebas  mis  ideas,  te  dejaré  otra  vea. ! 

—Un  secreto ,  bijo  mió ,— respondió  la  marqnesa. 

— iSí,  nn  secreto  qne  te  sorprenderá. 
'     - —Habíanse  con*  franqueza ;  ya  sabes  que  además  de  madra  soy 
tu  mejor  amiga ,  y  en  in  corazón  no  debe  haber  secretos  para  quien 
to  ama  coaso  yo. 

—Ya  lo  sé,  mamá,  y  también  yo  te  quiero  mas  qne  á  mí  ▼¡•^ 
da  y  me  propnngo  no  hacer  nunca  nada  sin  merecer  tn  aproba- 
ción. 

Enrique  guardaba  silencio  como  ruborizado  de  lo  que  iba  á  re- 
ndar. 

-*iQué  te  detiene,  bijo  mió? 

—El  temor  de  disgustarte. 

—Pues  qué  ¿se  trata  de  alguna  acción  vituperable? 

—No  lo  sé ,  be  seguido  los  impulsos  del  alma ,  guiado  por  la 

mejor  intención;  pero  como  tantas  veces  he  sido  malo tal  vei 

creerás  que  he  vuelto  á  mis  antiguos  desvarios ,  y  bien  sabe  Dios 
que  aspiro  á  labrar  mi  dicha  por  medio  de  una  acción  generosa. 

—Tus  frases  son  enigmáticas,  Enrique;  y  sino  me  hablas  con 
franqueza ,  es  imposible  que  pueda  yo  auxiliarte  con  mis  afectaos 
sos  consejos. 

— ¡  Ay  mamá  mial— esclamó  Enrique  besando  la  mano  de  sa 


mtdre  eoft  los  ojos  arrasad  eo  lágrimas,— si  mi  conducta. llegara 
4  eseitar  ta  enojo,  me  moriría  de  dolor.  De  la  aprobación  depende 
mifelicidÉd.  i 

—Creo,  Enricjue,  Iraslacir  algo  del  afán  <{ne  te  agita.  iTá  no 
amas  solo  á  ta  madre;  otra  majer  me  lia  robado  gran  parte  de  ta 
cariño. 

—Madre  mia,  te  amo  con  mas  ardor  qne  nanea,  el  amor  qne 
té  profeso  es  el  qae  tú  me  has  inspirado  bácia  Dios ,  te  amo  sobra 
todo  lo  de  este  mando ,  porqne  ahora  empieía  á  formarse  mi  razón 
y  conozco  lo  qae  rales,  conozco  lo  que  te  debo  y  nonca  serékigra- 
to  á  la  tenmra  de  la  qae  me  ha  Nevado  en  sa  seno ;  pero. . .  es  rel^ 
dad...  amo  á  otra  mnjer...  y  la  amo  frenética  mente...  la  aoio  por 
qne  se  parece  á  ti...  la  amo  por  qae  es  nn  ángel  como  tú,  riíaiAá... 
an  ángel  qae  atesora  mil  ▼irlil4es. 

— Hijo  mió— esclamó  la  marquesa ,  alarmada  por  el  apasio- 
nado lenguaje  de  su  hijo— considera  que  tienes  aun  mby  pocos 
aAos  para  conocer  lo  qne  es  el  mundo ,  lo  qoe  es  la  sociedad. 

— Tengo  pocos  anos ,  es  cierto ;  pero  merced  á  los  malos  con- 
sejos de  un  amigo  que  logró  perVertirme,  conozco  muy  bien  lo 
que  es  el  mundo,  he  vivido  entre  esa  sociedad  prostituida,  y  no 
se  me  oculta  ninguno  de  los  vicios  de  que  adolece. 

— ¡  Cómo  te  equivocas ,  Enrique !  Yo  misma  he  sido  mfl  veces 
víctima  de  los  hipócritas ,  tengo  ya  larga  esperíencia  de  sus  artifi- 
cios, parece  que  no  debieran  fascinar  mi  corazón  escarmentado;  y 
con  todo,  me  engañan  todos  los  días. 

—Porque  eres  demasiado  buena ,  mamá ,  y  porqne  siempre  lo 
has  sido;  pero  yo  he  udo  muy  malo....  peor  de  lo  que  te  figuras, 
mamá... 

— No  me  aflijas  con  esos  recoerdos. 


¡     •- rriObt  Ao^  iMdrejüia^QO  itralo  Mía  afligirte,  qaiaro  «Iomi^ 


kario^'liMecte  ver  ;qiiB  4000100  rá  loado  toda  b  fealdad  del  ifiaio!^ 
7  qne  por  esta  raion  es  sincero  mi  arrepentimiento »  cráala,  mmaki 
0d  fdTea^iá  dea«iariBa:aoMa(dcA  oamma  fdel  lioaar. 
4 :    w—.Hiqr  biw-»  JKanque^'mugr  ibiea.,  asi  me  iMndcáa  «sjeifas ¡mmh 
tenta. 

'.' ;  "T-;l»&i  '^rienas cuánto  lieiito losisíniabores'qiie  ée  ke  caaiadol 
iRrtr  asormaaque  f  or  otra  oosa.me  aflige  aabrarnaaera  el  •raeaardn 
^.BMidesvaráM.  Si  iá.ao  hubieras -lído  víctima  de  ellas «iiae  cqb^ 
4plaiHi^ii9aB  Ja  idea  de !  babor  .aprendido  A  oonoaer  á  las  gBnteA.iBne» 
Jai^estar  tjcaai|uUa  aobre  «ste  pontos  -estoj  »suiy  ipnevemdo  soboe 
4Bá  aaeohanzas  da  la  ¿sapostora.,  7  na  ae  me  puede  eagaoar  áan  Sk** 
.cikvMvnte.  Al  aMgurarte  fue  la  jéiven  .i  «quien  amo  está  -dotada  dU 
escelentes  prendas ,  estoy  cierto  de  %bb  ido  sm  ^equivoco. 

:  '--tf  V  no  «pudiera  ofuscarte  el  amor? 
»     TnSfciamor  que  k  profeso  .es  grande^  mamá ;  peito  no  ofuaoa 
mi  Kaaon.  Ya  te  lo  Jie  .dicho ,  es  un  amor  uaoido  praoisaaiaale  4a 
Jas  virta4as  que  .atesora  el  ángel  que  le  ha  inspiradou 

.•^¿¥  es  hesmosa  esajáven? 

rnE^^ancantadora;  pero  no  creas  que  ee  pareaca  á  la  Carlota 
de  tu  novela ;  es  hermosa  como  Cadola »  j  atesora  da  heUexa  M 
labiia  que. la  interesante  Lanra  poseía. 

1^— Bareoe  que  te  'acnevdaa  de  mi  novela'-*  dijo  con  vanidad  >de 
«utar  Ja  enarqúese. 

— I  Es  tan  linda  I 

«—Tía  voto  es  parcial,  hijo  mió;  pero  celebro  «mucho  que  te 
Httsto^  parque  .así  oonocerás  el  objeto  «moral  qne /me  .la  ha.iupí-- 
rado. 

—Guando  la  lei,  aborreoia  da  todas  veras  eHiheptiaage,  {lero 


m-  mmL9%  mb  amifliuMi  DW 

am  ovando  b»  aoeriÍ4i»  dnengaBot  ^oe--  ha  reoibÜD^i,;  aabse- toéf^i 
los  santos  consejos  con  qae  nn  venerable  religioso  roció  íak'étf^FÍtM> 
it  eoDBvelé  en; el Ifaoho'éeldokasidfienwsid^ialppotaami^  ^oy 
cierto  deqne  tu  nowléatt  knUevaLoerxegMoi.  -^^i 

*^Sifcii¿a*aiat».ffija  imosJMndigDciBiipabni  tniejov  f^éAoj-mu 
orguUosa  de  haberle  escrito,  que  lord  Byron,  Cooper  y  MmtPOf  nup 
CerTtDtetpsáíiifan  imiiiiln  de  sasiaDUiaMH  omaoioiiea*  i  S»  dieras» 
hijo  mió,  cnán  feliz  me  hace  tu  arrepentimiento!»;^.  i .  i 

—  ¿  Cor  cpe  «MB  Miar ,.  mamáff 

— MuaboyiBnriipev  asiba  ^  síatrariinabaDéraia^tii  llnien- 
da  de  la  ipirlnd.  !> 

•-—'EnlMaflfi  leseéis  fliinqBie;  -'i 

—  Graciai ».  Knripe;  mb>,  gnadisu :  <     f  > 
— Y  aeiido^ki  felie  flenévifi  vidor-  paM*  openertéi  á-mí  feKci- 

dad?  -    *  ) 

— »I.Yo  oponorme  á  ti»  felicidsil  ¿Noi  gabett^pM  ho  p^ed^ha- 
iMr  diolMkparartuimamh,.flrtú.miieslásiooa(0Dt0f'  ..!> 

--*I^Qmerndeeirooir:e«>.«^q«itapnMibe6  wattor?  :    < 

~-Deaeeítii'bieft,  hijoide  mi  ailMu^  y  por  le»  mísroiG'  qaniera' 
que  ta  eléecÍDifc finie  eqwlada.'  .   .:    I 

-«-Le^estt.HBtiBi,  le  es».  u*! 

-^¿  Cdan»  peedes  saberio  ?  Ble  tratedb  diiiy  foco^  á-  esa  ji^Téii^ 
á:  qoien  amaa;  '^ 

-— Sin- eiiüisrgo*.^ 

---GeoBider»  tamUen  qnt  set  CS'  mny^prodeote*  contraer  matti^ 
moeio^fetoedai» 

— Esa  opetieieB  me^fsenira,  mamál 

— •Ifo*eB  epesioíoB,  lije'  mid<*-*ae  apresurt)  á  decir  Dai  ttérna 
Maeia^  angoMSide  perfoe  tffteeer  eevilfigrima  drfior  ojos  áé  Ün- 


ISO  HL  PAUGIO  DI  LOS  GRÍMENBS 

riquer-no  et  oposicioD...,  es  hacerte  las  reflexiones  qae  me  pare- 
cen justas. 

— Todo  lo  que  tú  paedas  decirme  •  lo  he  reflexionado  ya ;  y  ti 
no  logro  tu  consentimiento...  me  moriré  de  dolor. 

-•iDios  me  libre  de  semejante  desgracia  1  Has  olvidado'  Enri- 
que nna  cosa. 

—Ya  sé  lo  que  quieres  decir ;  que  también  necesito  el  consen- 
timiento de  papá. 

—¿No  crees  tú  que  es  lo  primero  que  nos  hace  falta? 

—Lo  que  yo  sé»  mamá,  es  que  si  tu  apruebas  mi  amor,  pue- 
do contar  de  seguro  con  la  aprobación  de  papá ,  que  siempre  se  es- 
mera por  hacer  tu  gusto.  Si  yo  soy  tan  dichoso  como  él ,  también 
cifraré  mi  delicia  en  dar  gusto  en  un  todo  á  mi  esposa. 

—¿Y  dónde  i^ive  esa  mujer  ?  ¿Qué  condición  es  la  suya?  ¿Qué 
edad  tiene?  ¿Quiénes  son  sus  padres? 

Enrique  respondió  francamente  á  todas  estas  preguntas,  y  su  ma- 
dre le  reprendió  con  la  dulzura  que  le  era, natural  por  lo  que  de  las 
respuestas  resultaba  verdaderamente  punible ,  escitóle  á  enmendar 
los  desaciertos  que  babia  cometido ,  y  penetrada  por  cuanto  se  tras- 
lucia  de  las  palabras  de  Enrique ,  que  aunque  habia  habido  cierta 
ligereza  censurable  en  su  proceder ,  era  solo  bija  de  la  inesperien- 
cia ,  su  última  contestación ,  después  de  hacer  presente  á  su  hijo 
su  corta  edad  y  dirigirle  todas  aquellas  reflexiones  propias  de  nna 
buena  madre,  fué  favorable  á  los  deseos  de  Enrique,  pues  le  pro- 
metió que  no  le  negaría  su  consentimiento ,  si  obtenia  el  de  la  ma- 
dre de  la  joven  á  quien  amaba  (que  no  tenia  padre)  y  que  se  em- 
peñarla en  alcanzar  igualmente  el  beneplácito  de  papá. 

Habíale  ocurrido  á  la  marquesa  que  el  matrimonio  seria  proba- 
blemente un  saludable  freno  para  Enrique,  y  que  resultando  la  niSa 


(Aypiil*  it  Un  biniinoi,  eililor».) 


BL  nwm/>  T  sus  opBiaonaw  4M  • 

en  cuestión  dotada,  de  bellas  prendas  y  digna  por  sos  yirtndes  de  la 
mano  de  su  hijo ,  no  era  regular  qoe  voWiera  este  á  engoi&rse  en 
la  yida  licenciosa  qne  tantos  sinsabores  le  babía  proporcionada. 

Loco  de  contento  salió  Enrique  en  busca  de  su  pasaporte  para 
cumplir  religiosamente  los  mandatos  de  su  madre ,  y  esta  no  se 
quedó  menos  satisfecba  en  casa  al  Ter  en  la  pundonorosa  condoda 
de  su  bijo  un  porvenir  balagüefto  para  todos. 

Púsose  á  dar  lección  de  canto  y  piano  i  su  bija  babd ,  mien«* 
tras  el  negro  Tomás  andaba  por  allí  ocupado  en  colocar  preciosos 
ramos  de  flores  en  los  jarros  de  porcelana. 

EstuTO  la  marquesa  tan  joTial  dando  lección  i  Isabel»  cpie  para 
ensenarla  el  buen  estilo ,  cantó  ella  misma ,  después  de  largos  años 
que  no  lo  babia  becfao,  una  linda  romanza  de  Verdi ;  pero  ooa  tan» 
ta  afinación,  con  tanta  maestría»  con  tanta  gracia,  con  voz  taa 
dulce ,  tan  fresca  y  sonora ,  que.  aunqne  poco  inteligente  d  negro 
Tomás ,  suspendió  sus  tareas  para  escucharla  con  la  boca  abierta, 
y  batiendo  palmas  como  un  loco  al  final ,  esclamó  con  todo  el  en^ 
tusiasmo  de  un  entendido  fiburmónico: 

—  ¡  Bravo !  ¡  bravísimo  1  Eso  es  cantar. 

— ¿Estabas  ahí ,  Tomás?-— ^dijo  la  marquesa  riendo* 
— Aquí  estaba  alelado ,— respondió  el  negro ;  y  dos  raudales  de 
lágrimas  saltaron  de  sus  ojos. 

—  ¿  Por  qué  lloras  ? 

—Lloro  de  alegría,  señorita...  Ya  era  bora  de  que  estuviera 
usted  contenta. 

—  Si ,  amigo  mió ,  sí ,  estoy  muy  contenta.  Todos  los  dias  re- 
cibo cartas  satisfactorias  de  Luis ,  á  quien  tendré  pronto  el  gusto 
de  estrechar  en  mis  brazos.  Nunca  se  olvida  de  darme  espresiones 
para  tí. 

T.  II.  16 


4S2  KL  PALACIO  DK  LOS  GIÍMRNBS 

— También  tengo  yo  muchos  deseos  de  abrazarle. 

— -Igoalmenie  he  recibido  carta  de  mi  padre  y  de  mis  herma- 
nos. Sé  que  todos  están  buenos ;  Manuel  se  ha  casado  con  Carolina, 
y...  ya  yes ,  aquí  Isabelíta  con  su  aplicación ,— y  dio  un  apasiona- 
do beso  á  la  nina ,— Enrique  con  su  pundonoroso  modo  de  pensar, 

y  todos  disfrutando  de  la  mejor  salud ¡Obi  se  acabaron  para 

siempre  mispe3ares.  Mi  alegría  es  inmensa,  Tomás.. •  ¡hacia  tanto 
tiempo  que  no  disfrutaba  un  momento  de  placer!  La  suerte  ha 
cambiado ,  amigo  mío ,  y  espero  que  cuando  llegue  mi  Luis  no  ha- 
llará en  esta  casa  mas  que  júbilo  y  felicidad. 

Sonó  en  este  instante  una  confusa  gritería  en  la  escalera. 

Abrióse  de  repente  la  puerta  de  la  sala  de  par  en  par ,  como 
impulsada  bruscamente ,  y  en  medio  de  una  muchedumbre  azorada 
apareció  una  camilla  en  la  cual  y  acia  un  jó?en  cadavérico,  cubier- 
to de  sangre  que  brotaba  de  una  herida  junto  al  corazón. 

— { Mi  hijo  muerto  I  —gritó  la  marquesa ,  y  cayó  en  el  suelo 
sin  sentidos. 

Enrique  habia  sido  gravemente  herido  en  desafío  por  don  Ju- 
lian  de  Linares. 

Mas  adelante  sabrá  el  lector  la  causa  de  este  funesto  lance. 


CAPITULO  vm. 


EL  MURCIÉLAGO  Y  LOS  POLACOS. 


No  sabemos  con  qué  objeto  se  ha  dado  el  simpático  nombre  de 
polacoi  á  los  gobernantes  de  estos  últimos  años ,  que  con  mayor 
desfachatez  han  conculcado  las  leyes  cometiendo  todo  linage  de  crí- 
menes ,  esclavizando  al  trono  y  esquilmando  al  pueblo  para  amon- 
tonar el  oro  en  sus  fastuosos  palacios ,  centros  de  prostitución ,  de 
hurto  y  de  escándalos ,  de  repugnante  inmoralidad. 

Y  no  solo  se  aplica  el  nombre  de  polacoi  á  los  que  tan  villana- 
mente desgarraron  el  seno  de  la  madre  patria ,  sino  á  sus  viles  pa- 
niaguados y  á  sus  torpes  aduladores ,  y  á  cuantos  militaban  bajo  la 
afrentosa  bandera  de  unos  aventureros  que  la  indignación  y  vin- 
dicta pública  lanzaron  de  las  doradas  poltronas  para  hacerles  sentar 
en  el  banquillo  de  los  acusados. 

Hemos  oído  en  algún  periódico  la  definición  de  la  palabra  po- 
laco  aplicada  á  todo  sectario  de  la  situación  derribada  en  julio 


4S4  KL  PALAaO  DK  LOS  GRÍMBMBS 

de  1854,  7  lejos  de  satisfacernos,  la  hemos  encontrado  inadmi- 
sible. 

En  el  Cansiitucianal  de  Barcelona  del  21  de  mayo  de  1856» 
leimos  lo  siguiente : 

«Varias  derivaciones  se  han  atribuido  á  la  palabra  con  que  son 
designados  los  partidarios  de  la  última  administración  moderada. 

Entre  esas  derivaciones  hemos  aceptado  la  que  mejor  les  cua- 
dra. Entre  los  vagabundos  que  formaban  la  Corte  de  loi  milagroi 
de  París,  se  distinguia  una  sección  escogida  compuesta  de  los  rate- 
ros mas  hábiles  y  mas  audaces. 

Esa  sección  fué  bautizada  con  el  nombre  de  Polonia ,  y  los  in- 
dividuos que  la  componían  con  el  nombre  de  polacoi. 

La  horca  y  la  rueda  fué  disminuyendo  aquella  pillería ;  al  fin 
desapareció ,  y  con  ella  la  Corte  de  los  milagros. 

Los  polacos  de  Sartorius ,  como  no  han  purgado  en  la  horca  ni 
en  la  rueda  sus  crímenes ,  porque  hoy  no  se  usa  la  rueda  ni  la  hor- 
ca sino  el  garrote  en  el  cual  se  estrangula  solo  á  los  criminales  de 
baja  esfera ,  siguen  sin  novedad  en  París ,  formando  al  rededor  de 
la  duquesa  de  Riánsares  una  nueva  corte  de  los  milagros  que  nada 
tiene  que  envidiar  á  la  descrita  por  Víctor  Hugo  en  su  inmortal 
Nuestra  Señora.^» 

Sí  se  quería  aplicar  á  tan  desnaturalizada  pandilla  un  apodo 
que  espresase  sus  salvages  instintos ,  creemos  que  el  de  beduinos^ 
genizaroB  ó  cafres ,  les  hubiera  cuadrado  á  las  mil  maravillas ;  pero 
el  de  las  víctimas  de  la  usurpación  y  tiranía ,  el  de  los  valientes  hi- 
jos de  Varsovia  que  tantos  títulos  tienen  adquiridos  á  las  simpatías 
de  todo  corazón  liberal,  es  demasiado  glorioso  para  calificar  á 
liombres  que  llevan  en  su  frente  A  sello  de  la  execración  uni- 
versal. 


n.  PUBiá)  T  sos  úBvnauB.  It5 

Sea  lo  que  fuere,  polacos  se  ks  Uama,  y  nos  es  imposible  dar- 
les otro  nombre  sí  queremos  que  seau  nuestras  alusiones  compren-* 
didas. 

Desde  que  en  14  de  abril  de  1853  fueron  cerradas  las  Cortes 
porque  se  resistían  á  las  exigencias  del  i^abinete  Alcoy-Llorente, 
entró  á  reemplazarle  el  que  formó  y  presidió  el  general  Lersundi. 

Dio  comienzo  á  sus  tareas  blasonando,  como  sus  antecesores» 
de  liberal  y  tolerante ,  y  por  medio  de  los  inmensos  recursos  de  que 
puede  un  ministerio  sin  delicadeza  disponer,  echó  lazos  parciales  i 
los  individuos  de  la  oposición  para  conquistarse  prosélitos  y  dismi- 
nuir los  soldados  de  las  falanges  enemigas;  y  cuando  mas  envalen- 
tonado se  sentia ,  cuando  contando  con  el  apoyo  del  palaqo  db  los 
CRÍMENES ,  á  cuyos  insaciables  señores  habia  prestado  grandes  be-» 
neficios  en  lo  poco  que  llev  aba  de  existencia ,  cuando  creia  que  no 
habia  poder  humano  capaz  de  hacerle  saltar  del  mullido  cogin  mi- 
nisterial ,  acontecióle  lo  que  con  tanta  gracia  nos  cuenta  Fr .  Diego 
González  que  aconteció  á  la  bella  Mírta : 

Estaba  Mirta  bella 
cierta  noche  formando  en  su  aposento 
con  gracioso  talento 
ana  tierna  canción ,  y  porque  en  ella 
satisfacer  á  Delio  meditaba, 
qae  de  su  fé  dudaba, 
con  vehemente  espresion  le  encarecía 
el  fuego  que  en  su  casto  pecho  ardia. 

Y  estando  divertida^ 
un  murciélago  fiero  ¡  suerte  insana  I 
entró  por  la  ventana. 
Mírta  despavorida, 
temió,  gimió,  dio  voces,  vino  gente; 
y  al  querer  diligente 
ocultar  la  canción,  los  versos  bellos 
de  borrones  Uoió  por  recogellos  I 


416  .  IL  FALAGIO  BB  LOS  CftflIIllM 

Veujiog  ahora  lo  que  acoateció  al  señor  ministro. 

Estaba  el  baen  Lersandi 
cierta  noche  formando  en  sa  poltrona 
con  mil  gestos  de  mona 
nna  especie  de  inmenso  mapa-mundi , 
plan  de  un  ferro-carril  qne  meditaba 
para  limpiar  la  baba 
de  una  señora  que  exhalaba  quejas 
desde  el  club  de  la  calle  de  las  Rejas. 

T  estando  divertido, 
un  murciélago  fiero  ¡  suerte  insana  I 
entró  por  la  ventana. 
£1  ministro  aturdido, 
temió,  gimió,  díó  voces ,  vino  gente ; 
y  al  querer  diligente 
salvar  del  gran  peligro  la  persona , 
tropezó  y  se  cayó  de  la  poltrona. 

Si  9  lectores  de  mi  alma ;  Lersundi  creía  que  no  habla  poder 
humano  que  le  derribase ,  y  un  miserable  murciélago  le  hizo  rodar 
por  tierra. 

Como  estaba  prohibido  á  la  prensa  periódica  decir  la  verdad, 
y  habia  muchos  interesados  en  que  llegara  á  oidos  de  la  reina, 
aparecia  todas  las  noches  en  el  mismo  despacho  del  señor  Lersun- 
di ,  en  el  palacio  de  Cristina  y  en  el  tocador  de  la  reina  un  fatídico 
Murciélago  que  parece  seguia  aquella  sabida  máxima  de  Quevedo: 

Pues  amarga  la  verdad , 
quiero  echarla  de  la  boca , 
y  sí  al  alma  su  hiél  toca , 
esconderla  es  necedad. 

Además  del  periódico  clandestino  titulado  el  Murciélago f  qne 
por  arte  de  brujería,  al  parecer,  penetraba  por  todos  los  sitios  don- 
de mayor  vigilancia  se  ejercía ,  y  las  amargas  verdades  que  deste- 
llaba, eran  leidas  por  cuantos  no  están  acostumbrados  á  oirías  y 


t  ■  < ,   ■  ■  I       >     ■     ■  ,        I      ■       .         ■ .  _         I 


• .      í 


CAPITULO  IX. 


;QUÉ  MINISTROS! 


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•    .  '  I 


Entró  á  reemflnar  «1  gabinete  Lfirsuadí  ei  ifmi  yr«aidÁé  4I 
IraTiewLnís  SarloriiiB,  ^  nanch  bien  poiidecad§  iptúner  0(Mft4# 
4e  Saft  LqU,  y  se  proposo  fiteBÍear  á  led«i  eoMciaiide  greete 
mejor»  adminiítnifi viB  ■<,  oomo  por  €|eMplo  el  ^ttcstlmca  de  k  sal 
y  del  tabaoo,  la  :MifreiioB  de  pasaportes,  ele ;  pero  sí  iieiMe  idé 
creer  al  autor  de  lafiitforia  de  la  rerolocioii  de  jttUoi  eites  de  ceer 
Lersoadi  «la  pandUla  de  Sartoriiu  eetalia  ceeoa^  ooft  las  faitei 
afiladas  9  con  las  fauces  abiertas ,  famélica^  dispuesta  á  oaer  eott 
toda  sa  Tonndad  sobre  lai  iii$iitacieMs  y  eobfte  el  Teeoro  na- 
ciooal. 

El  foder  9culto  babia  gastado  ya  todos  los  iioeibres  de  la  reae^ 
cioQ ,  y  había  llegado  ya  á  las  IieeeB  mas  iomaedaa. 

El  «élebre  iabae  $1  Bñrimdo  no  presidirá  el  oainisterio  qne  su- 
cede al  de  LersQodi ,  porqae  laime  el  jSar&tido  ya  no  eaúste;  peto 
lo  presidiri  don  Lais  ieeé  Sartodus,  prímer  conde  de  San  Lnia.» 

T.  II.  17 


130  EL  PÁLAQO  DK  LOS  CBÍMBNKS 

Sin  embargo  de  los  precedentes  asertos ,  y  de  la  convicción  con 
qne  sn  autor  los  escribe,  confesamos  qne  los  primeros  actos  del 
nnevo  gabinete  nos  bacian  esperar  otra  marcha  de  la  que  después 
escandalizó  i  todo  el  mundo. 

El  levantamiento  del  exilio  de  Narvaez  nos  pareció  justo ,  no 
solo  porque  babia  sido  escandalosamente  arbitrario  semejante  des- 
tierro, sino  porque  todos  saben  lo  que  debia  Sartorins  al  duque  de 
Valencia ,  y  la  gratitud  es  uno  de  los  deberes  mas  sagrados  que 
nosotros  aplaudiremos  siempre  basta  en  nuestros  adversarios  po- 
líticos. 

Pero  lo  que  mas  parecía  indicar  una  nueva  era  de  legalidad, 
fué  el  decreto  que  el  31  de  octubre  espidió  el  ministro  del  ramo, 
declarando  nulas  y  de  ningún  valor  todas  las  concesiones  otorga- 
das anteriormente  desde  la  obtenida  por  la  diputación  de  Bilbao, 
liaata  las  últimas  en  fiívor  dd  seüor  de  Salaoumca ,  y  tacando  á  pú- 
Mica  licitación  para  d  primero  de  marzo  de  1854  la  construcción 
de  un  ferro-carril  desde  Madrid  á  Imn ,  dividido  en  cuatro  trozos. 

Lo  mas  singular  de  este  decreto  es  qne  le  firmaba  el  señor  Co- 
llantes ,  el  mismo  ministro  que  habia  espedido  hacia  muy  pocos  me- 
ses otro  sobre  igual  ferro-carril,  diametralmente  opuesto  en  doc- 
trinas, contradiccioD  demasiado  ostensible  para  que  dejase  de  lla- 
mar la  atención  general. 

Creído  el  gobierno  de  que  era  ya  objeto  de  universales  alaban- 
zas, reunió  las  Cortes  el  19  de  noviembre,  aquellas  mismas  Cor- 
tes que  el  gabinete  anterior  por  decreto  de  10  de  abril  habia  cer- 
rado declarando  terminada  la  legislatura  de  1853. 

Para  acabar  de  atraerse  una  mayoría  que  aoiiliase  su  marcha, 
ammció  el  gobierno  que  retiraba  el  proyecto  de  reforma  constitu- 
9  y  coando  se  lisonjeaba  de  un  triunfo  seguro^  presentó  un 


BL  finnLO.uT  MS  0?ll86UBb  434 

proyecto  de  ley  sobre  ferro-carriles  pidiendo  facultades  para  ka-^ 
oer  coDcesiones  definitivas/ 

I  Después  de  la  no  inlermoipida  serie  de  escandalosas  dilapidar; 
Clones ,  se  pedia  autorización  para  repartirse  entre  media  docena 
de  magnates  los  millones  del  pneUoI 

¡Se  pedia  un  ?oto  de  confianza  para  robar  1  i 

Esto  lo  conoció  todo  el  mundo ,  y  habiendo  quedado  derro- 
tado el  gabinete  en  la  sesión  del  Senado  ri  9  de  diciembre,  sé 
pendieron  las  Cortes,  y  con  esta  atrevida  cuanto  escandaloia 
pensión  dio  comienzo  la  pandilla  polaca  á  las  mas  inauditas  viorf 
lencias.  Este  golpe  inesperado  y  tan  foiieato  piara  el  palaiíio  tm  LOb 
catHBNBS  cegó  dé  ira  i  sus  habitantes,  y  sedientos  dé  vedgénia 
los  ministros,  sus  viles  instrumentos,  quitáronlos  destinos á  todm 
los  senadoras  individuos  del  Consejo  real ,  del  Trifanaal  Sapifemo 
de  Justicia  y  del  út  Guerra  y  Marina  que  habían  votado  contra  él 
gobierno.  ! 

Hablábasa  otra  vez  con  mas  fundamento  qoe  lUiDca  del  9élp$ 
d$  Ettd^,  y  la  indignación  contra  el  ministerio  kervsa  en  todof 
los  corazones  honrados. 

Una  nueva  mordaza  selló  los  libios  de  la  opinión  pública ,  qm 
tiene  su  órgano  en  loé  periódicos  iaétpeodKenles ,  y  no  pndiéndo 
estos  corresponder  dignamente  á  las  esperanzas  de  sus  suscritorea^ 
tuvieron  el  valor  de  manifestarlo  en  una  hoja  volante  qtie  circu- 
ló con  profusión ,  y  estaba  concebida  en  estos  términos : 

tLos  escritores  de  la  prensa  periódica  independiente,  á  sus  sna* 
critores  y  al  público : 

Los  directores  y  redactores  de  los  periódicos  independientae 
de  la  capital  no  corresponderían  á  las  obligaciones  que  tienen  ooá^ 


tmdas  ooD  sus  soserítores,  ni  llenaFian  los  debcms  c^e  los  impo- 
ne para  con  el  público  la  misión  que  kui  tomado»  sobre  si ,  de 
efisreer  el  dereebo  consignado  en  el  artíenlo  sagmndo  dk  k  Consti- 
tacvNi  y  si  e»  las  circnnstaacías  artinles  no*  tnivieran  el  valor  de 
declarar  bajo  sa  firma  la  verdad  aoepea  del  esUA»  de  la  prensa  pe* 
riódica. 

Í4i  TMaekm  de  loa  oontratoa  i|ne  tíenen  odebradoe  oen  sus 
swtritorea  las  empresas  periodblicaa,  idolacioQ  i  «pMi  se  los  ea/k^ 
deM  fnnoaasiente  r  j  la  apnrienoiat  tattbiea  imf^esln  da  qne  la 
prensa  falta  á>  sos  ddieres  ea  ocasión,  tas  oiritioft  ooMa  la  presente^ 
deienlendiéndnM  de  las  grwies  coesiioBes  ^k  se:^tan  en  el  c«4ar 
p^  de  la  polftiea ,  iMsIarian  en  lodn  caeor  para  jnstifioar  esia.  mattír<^ 
^aBsacvan^ 

Vero  ademds  da  asloa  poderosos  Bnalivoa  sttfioientea  ya  para 
deleñMiar  4  los  esortleres  jodapnÉdieote)»  á  jaUr  endefirnaa  de  sn 
honor  y  de  sns  intereses  comprometidos  por  la  arbitrariedad  á  qne 
se  knlla  sometida  la  prenaat  hay  otaras  nansa»  mas  graToa».  y  que 
per  moy  grande  ^e  fiínse  sa  resignaoionfiara.isoalleyaf  el  estado 
á  que  se  la  tiene  condenada,  les  obligarían.  4  romper  «a  silencio» 
f^s  obseniado  por  maatiampo  aeria  no  solo  criminaJlJMfe  el  pun- 
té de  Ttsta  polUieo ,  sino  deshonroso  .4  indigno»  baja:  el  ponto  de 
iPÍslaperaonaL 

Efectivamente,  no  es  posttde  llevao  la  modeffacioa;y  la  pru- 
dencia, mas  allá,  desde  el  moaanito  eft^ue-Jos  jtegianas^  qne  de- 
fienden en  la  prensa  la  conducta  del  gabinete,  faltando  á  todo  gé- 
nero de  consideraciones^  y  con  la  aqaieaeeacia».  al  parecer,  del 
gobierno ,  que  teniendo  en  sn  mano  la  censura  noi  lo  ha  impedido, 
«anqne  debía  hacerio  por  nn  pfiooipto  de  jnsticia»  ae  han  atrevido 
4  sostener  que  al  sUsmío  da.  las>  periddieoa  tndependieillias  es  b 


H  ümiO'  f .  sis  cvustng».  I8S 

praelNi  irreeuMUtt  de  qoe  \m  sttvaoioa  actaal  no'  ofrece  motivos 
par»  suaeiCar  oontr»  sí  reolaoMoion  a^ana  n»  aan  áe  parte  de  8M 
adversarios  y  ese  silencio  es  imposible  desde  el  momento  en  qvatei 
periódico»  nmiialtrialeí'  se  bam  atref  ido  mm  encooCrav  obstáculos 
ée  oiDgOD  géoero'é  celmar  de  injuriaé  á  ka  oposioioD  y  á  deaig««* 
rar  los  móviles  de  su  cotidiiete,  abnaaiido  de  las  oeidiemMa  é  «joi 
estte  aqetos^lo»  perióAioea  qve  desde  sm  pmitos  de  lista  aetpec- 
ta%oa  l«i» aesteoidO' y  pvgnaa  a«if|9e  eo  Tano  aliara^  per soatenat 
soi  oevsa ;  eae  síleaoio  es^  imposible  desde  ^pna  desemboaadanráli 
lo6>  diarios  que  apesta  al  gahÑMte  han  tenildD'  k  oaadia  da  dpiagíff 
SM  tíroB  eontra  elyaloi'da'  un  cverpe^  polilíeo  legaUaoáia  €OdsIíh> 
totfor,  y  wtat'ia  aM]For(a^a>télia  diclado^  eaa8ÍlaBaío,;aiiiiii^ 
es  kftptwbl» desda  el^nioaiettt<r.fn.qoe  la  preasa  astMBfarataa^la 
pernMkido^ataesír  et  pMcipip^  fandaoMoial  da  masslraft  insÉstarab^ 
«es,  eeii?idaado>al*pfopiek  táeispaiánQeatro  gobieroa  ( cpi»  pe»  sa 
parte  no  ha  impedido  ni  desaprobado  las  maeslrarde  a^kaaíoa'raof 
q«e  ban*  aeogidó^  a^iielloe  t  aitaqoea  y  esto  íimtaeioD  «soS;  árganos 
m  U  preasaespailolayá'lkinaarse  e»  la^poKtpsa  db  toa  ya^saids  Ar- 
fado ,  y  seria  tanto  menos  posible  callar  aate  eata«  élAlmsi  ooMub^ 
imcio» ,  caaalo  fpa  ofenda  aaasi  direoCa- y  laatimosaonníta  fiaa  nin- 
gtmaalratfiíieslro  j«ato«rgiiUaiiacioiiak.  :. ,.! 

Ea,  paes;  iadíspansaUé «.  ea>  obUg^oríoi  y  i^reaÑaale  |m»  ios 
escritores  de  la  prensa  independioittidbcir  oaáleasoa  las^oailasa^ae 
han  qbligado^  á  calUur ,  caí  pra8attcia;d|B  eaaa  beokoa,  áloapeñódi- 
coa  que  redactan,  y  rer^sr  loa  aiotivoa  que  ea'lá  eafem  da  otees 
dsberea:^  avÉsqua  de  aseoor  imforlaiicta  ]|o  por  eso  pnsfloa  finroiar 
lea,  Imns  deleraiiíador  y  deterasioaD  la  irrag uüuridad  cod  cpie  8a::«Mi 
obMgaéaa; las  saif  tecas  áaatiffaoer  los  camproasisos  que  tianeq  con 
aoa  smoritosas.  >^' 


434  KL  PALACIO  BK  LOS  GAÍI1KNB8 

Este  68  el  deber  de  honra  qae  cumplen  boy  esponiendo  senci- 
llamente y  en  los  términos  mas  templados  posibles  la  i^erdad  de  los 
heclios. 

Lo  primero  sobre  qae  importa  llamar  la  atención  es  el  abuso 
que  se  hace  del  derecho  de  secuestrar  loe  periódicos ,  atribuido  al 
gobierno  por  el  decreto  vigente  de  imprenta. 

Según  ese  decreto,  procede  el  derecho  de  secuestro  cuando  la 
ekoolaGion  de  loe  periódicos  pueda  comprometer  la  tranqmlidad 
fMieüp  6  cuando  ofenda  gravemente  la  moral;  cuando  en  ellos 
sé  deprima  la  dignidad  de  la  penona  del  re^i  á  de  $u  real  fami^ 
lia;  .cuando  ataquen  la  religian  ó  el  eagraáo  earáder  de  sue  mí- 
titürof ;  coando  ofendan  la  moral  ó  la»  buenas  eosíum^ee;  y  por 
úbimo  cuando  aun  stn  designar  penonae  y  m  eotnHer  injuria  ni 
ealuminia  den  á  fcu,  á  no  conceder  $u  permieo  el  iniereeadOf  hechos 
relativos  á  la  vida  privada  y  de  todo  punto  estraños  á  los  intereus 
y  negocias  públicos. 

Fuera  de  estos  casos  consignados  en  loe  artículos  octavo  y  dé- 
íAmo  del  decreto  de  imprenta,  no  existe  la  fM^oltad  de  impedir  la 
orculacicm  de  los  periódicos. 

Ahora  bien ,  los  que  suscriben  aseguran  bajo  su  palabra  de 
honor  y  á  mayor  abundamiento  atestiguan  con  los  ejemplares  de 
loe  números  secuestrados ,  que  jamás  han  incurrido  en  los  casos 
selkabdos  en  el  decreto  de  imprenta. 

Y  átt  embargo ,  apenas  pasa  día  sin  que  el  fiscal  de  imprenta 
deje  de  detener  bajo  los  mas  fútiles  pretestos  una ,  dos  ó  mas  edi- 
ciones de  los  periódicos  que  redactan ,  habiendo  en  este  particular 
Uegndo  las  cosas  hasta  el  punto  de  prohibirse  terminantemente  el 
eimple  anuncio  de  la  recogida  de  un  periódico»  anuncio  con  ú  cual 
acostumbraban  las  empresas  justificar  á  los  ojos  de.  ene  suscrítores 


BL  VÜIBLe  T  SOS  OFIISORKS.  4SS 

el  retraso  con  qae  los  ejemplares  llegaban  á  sos  fiíaDos. 

Por  este  medio  habrá  sido  acaso  posible  sorprender  la  creduli- 
dad de  las  personas  qoe  Tiven  Iqos  de  Madrid ,  persnadiélidolas  de 
qne  el  silencio  de  la  prensa  independiente  no  tenia  otra  interpre- 
Mcion  que  la  qne  le  han  atribuido  los  diarios  qne  apoyan  al  mi- 
nisterio. 

Pero  la  censura  ha  ido  mas  allá  todavía,  puesto  que  se  ha  ne- 
pdo  en  mas  de  un  caso  á  cumplir  la  obligación  que  le  impone  el 
decreto  de  imprenta ,  de  denunciar  á  petición  del  interesado  los 
periódicos  recogidos. 

Y  no  solo  se  ha  negado  este  derecho ,  sino  qne  se  ha  impedido 
que  el  público  tenga  conocimiento  de  semqante  desafuero,  toda 
Tez  que  es  imposible  darle  publicidad,  habiendo  de  pasar  fimrzosa- 
mente  por  mano  del  funcionario  que  lo  perpetra ,  el  periódico  que 
tal  intente. 

Al  mismo  tiempo  se  han  multiplicado  hasta  un  punto  tal  los 
motivos  por  los  cuales  se  cree  autoríxado  el  fiscal  dé  innprenta  á 
impedir  la  circulación  de  un  periódico ,  que  la  simple  alteración 
en  el  orden  de  las  secciones  en  que  habitualmente  se  dividen  basta 
á  dar  lugar  á  ello. 

Se  ha  hecho  mas  aun :  se  ha  tenido ,  j  se  tiene ,  la  pretensión 
de  variar  ri  sentido  y  la  significación  de  los  artículos  editoriales  de 
los  periódicos,  suprimiendo  palabras  ó  frases  enteras,  introdu- 
ciendo nuevos  términos ,  truncando  períodos ,  por  todos  los  medios 
en  fin,  porque  es  posible  obtener  aquel  resultado. 

Por  último,  se  ha  llegado  hasta  el  estremo  inconcebible  de  in- 
dicar esprcsamente  á  las  redacciones  de  los  periódicos  que  se  abs- 
tuviesen, so  pena  de  recogida^  de  tratar  ni  esencial  ni  inciden- 
talmente  estos  asuntos : 


*   '    * ; 


Cuestión  áe  lirr#-c«rríksi» 
IHikim  irotadnii  M 'Senado* 
'    BrtlMÜiHca  y  claaMoadon  ¿de  M  eeHáreB .jenaAoret  qnn  emitía^ 
fOB  sn  *iioto  oonlra  d  gaiiinato^ 

i    DafaMaéa  ia,€and«ciadedoa«nlnot  aeasrca  tenádaves  j  4t 
la  oposición  en  genera)  contra  los  ataques  inj ariosos  de  ciertos  diart 
rkn  naeÍDnafes  )r  «traijcréa* 
'    '  IMonsa  de  noestras  ieyesr  foDdMneDtalea  oonÉra  lesataqoeide 

loi  ■MBOS  i|Mribdíoo6«    .    '    - 

Noticias  sobre  destituciones  y  dimisiones  .dá  JjMWJtnariamn-» 
nados* 

'    GoBlraüi  Mo  la  caía  ^a  Clavé,  Gamm  gr  «fti^Ua>  para  la 
«aamnaadoii  4d  pvertó  4a  Baródofíii. :  '  -^  ' '  ' 

i  Y  >ai  ieatoé  úllimaB  4ía8  sadia  wnnJeataflé  ¡al  oatilogo  ^  los 
asuntos  vedados  al  examen  de  los  periódicos  independientes, 

téiáí  las  Gueationas  y  iii^idas  ^be  f  róminia^  ó  rainatáaiente 
4en^n  ««ládOD  can  la  adbiiáíisfracíon  aotaalJ 

'  V  dan  al  peasamtento  de  la  miion  da -Espafta  y  fiorlugal ,  ann 
bago  el  yanto  4e  ^ista  desda  que  4^  In  aonsídarado  insta  al  dk  ia 
prensa  española. 

'  Estos  son  los  hechos;  este  4s  ú  estado  de éa (pransaíínéepen- 
^diente ;  asta  la  esplicacion  dis  la  manera  oon  que  sú  oondaeta  apa-* 
race  ahora  á  los  ojos  del  público  j  da  la  irregularidad  con  que 
atiende  al  servicia  <de  eos  suscrtCoras. 

Al  hacer  esta  rerelacion  henos  •cumplido  "oon  un  deber  ide 
histira  que  ninguna  persona  "qne  abrigue  seatimieniaB  de  rectitud 
y  dignidad  puede  desconooer. 

Si  al  mtsflso  tiempo  heaMs  contribuido  á  qne*se  ponga  en  daro 
la  verdadera  situación  política  de  nuestra  palfia ,  habremos  onm- 


Kb  MMÉ0  T  mm  omsoftBs.  .  m 

plido  coD  otra  obKgtteioo  igualaeiite  derada  j  apremiante. 

En  uno  y  otro  caso  nuestra  conciencia  queda  sattafedia ,  por- 
qoe  al  resplvernos  á  dar  al  piUico  esta  manifestación ,  hemos  ce- 
dido á  stts  mas  imperiosas  indicaciones. 

Madrid  39  de  diciembre  de  1853. 

Gomo  redactores  de  El  Clamor  Públieo ,  Femando  Gorradi,  Jo-*. 
sé  de  Gal  vez  Caüero,  Joan  Antonio  Rascón,  Felipe  Picón ,  Ángel 
Barrneta. 

Por  La  Bpoea,  Diego  GoeHo  y  Qoesada. 

Como  redactores  de  La  Nación ,  José  Roa  y  Figneroa »  Antonio 
Romero  Ortiz ,  Francisco  de  Paula  Montemar. 

Gomo  redactores  de  Las  Novedades ,  Ángel  Fernandez  de  los 
Ríos  ,  Vicente  Barrantes ,  León  Valentio  de  Bustamante. 

Como  redactores  éel  Diario  Español,  Joan  de  Lorenzana ,  Ma- 
nuel Ranees  y  VillanaeTa. 

Gomo  redactores  de  El  Tribuno,  Alejo  Galilea ,  Augusto  CUoa, 
Luis  de  Arévalo  y  Gener ,  Vicente  Guimerá. 

Gomo  redactores  de  El  Oriente^  V.  M.  GociSa,  Luis  de  Trelles.» 

Trataba  el  gobierno  de  encarcelar  á  todos  los  Armantes ,  y  se 
contentó  por  último  con  imponer  una  multa  á  cada  periódico. 

El  afán  de  sacar  dinero  solia  prevalecer  siempre  entre  las  au- 
toridades polacas. 

Apresuráronse  muchos  capitalistas  á  ofrecer  recursos  á  las  em- 
presas periodísticas ,  y  la  mayor  parte  de  los  qoe  habian  sido  es- 
critores públicos «  dirigieron  á  los  periódicos  la  comunicación  si- 
guiente : 


«Señores  redactores  de  El  Diario  Español  i  El  Clamor  Público, 

T.  II.  18 


La$  JYot?whJ>ti  £a  i\fedbii>  la  £^a,  £/  rritMg  y  JSl  a 

May  gjiftrii  nniiitrii  j  ée  toda  naesta  ooosiéiBaoioii:: 

Eaeñtarea  w  diiliBUi'  épocas  db 
de  la  independencia  y  el  deooro  de  k  impcenta ,  no  hemot  podíáo 
menos  de  aplaudir  la  noble  cmdocta  de  wtades »  defendítnAi  las 
inafíUicioMS  dal  paia  en  las  presentaa  circnnstaneiaa. 

Y  por  si  ocasiona  esa  ooadoota,  qae  aa  piradan  nsledaa  seguir 
escribiendo  con  la  misma  decbion  que  hasta  ahora ,  ofreaemoa  á¿ 
ustedes  el  concurso  de  noestraa  foeraas,  i  fia  de  que  oiientfaa  haya 
perklifieos  independientes  ao  deje  de  sonar  en  ellos  ^  eome  suena 
ahora ,  la  i^oz  de  la  verdad;. 

Madrid  12  de  enero  de  18&4é» 

FiraMban  esta  masifestaoion  casi  todos  loa  Uterataa  de  Madrid, 
siendo  el  primero  el  Excmo.  Sr.  D.  Manuel  Jeeó  Quintana.,  sena- 
dar  t  honrado  patricio  de  mas  de  ochenta  aios  da  edad ,  patriarca 
de  la  literatura  española. 

ILos  petacas  no  tenian  ya  la  menor  sknpatüi  aa  ua  solo  ccv'a- 
zon  honrado. 


CAPITULO  X 


•  f 


EL  BANQUERO. 


A  principios  del  año  1854iPffia-ea  Mairid  «ft  faoorado 
quero  á  quieo  «ii68tVM  ledores  Taeandomi  por  hit  laneMot  ¡bene- 
fiotot  q«e  haliii  prodigado  ^  la  fainlia  del  nanioéa  de  BeUador, 
después  de  haber  salvado  á  este  la  vida  acogiéndole  oí  aa  eaaa 
eniido  fracasó  «1  prooanciaiiiieDto  del  26  da  auiráo  de  1848,  pro- 
porcionándole wñ  líasaporte  para  el  eitranjeró  coa  oartaa  de  rcoO'^ 
mendacion  y  crédito  iliaiifaAo. 

Tampoco  habráa  ohridaéa  uneslros  lectores  los  pasos  qoe  dio 
para  salvar  al  padre  de  Mñtia  cuando  estaba  en  eapüla  para  ser  fe» 
silado,  7  las  atenciones  que  tuvo  con  la  misma  marquesa  de  BdUi^ 
fknt  aooaspaftiiidóla  á  ver  á  so  padre  tmmáo  «rte  faé  deportado. 

Vero  io  qae  no  saben  Mieslros  ieolores  es  qm  el  ijeaiplo  .del 
citado  marqués  en  elegir  una  esposa  de  humilde  condición ,  los  ala- 
MB  por  eaceotnar  aaa  «Biijer  rirtoosa  como  la  aagelioal  Haría, 
alarüeote  deseo  4[ue  tenía  de  aalír  de  la  horriUa  aobdadqa»  I9 


440  BL  PALACIO  DB  LOS  CRÍMBNBS 

N 

aislaba  y  ver  á  su  lado  ana  persona  que  cnidára  de  so  Tejez  y  á 
quien  poder  pagar  sus  esmeros  legándole  su  inmensa  fortuna ,  in- 
dujéronle  á  casarse  con  una  mujer  pobre. 

Se  acordarán  sin  duda  nuestros  lectores,  que  en  sus  conferen- 
cias con  el  marqués,  le  manifestó  el  banquero  su  odio  á  las  viejas, 
y  aunque  él  babia  cumplido  ya. sus  sesenta  navidades,  babia  elegi- 
do  una  mucbacha  de  quince  abriles  para  esposa. 

¿No  traerá  funestas  consecuencias  esta  desigualdad  de  edades? 

Hacia  solo  medio  ano  que  don  Fermín  del  Valle  babia  cometi- 
do esta  imprudencia ,  ó  mas  bien  que  la  casualidad  se  la  babia  he- 
cho cometer. 

El  semblante  de  la  joven  casada  estaba  ya  velado  por  la  espre- 
sion  de  la  melancolia. 

Sus  mejillas  babian  perdido ,  con  e|  sonrosado  matiz  de  la  ado- 
leieeboia ,  la  frescura  4e  la  juventud. 

Sai  o}ot  de  nfiro  destellaban  dulzura  y  amenidad. 
.      Guando  loa  elevaba  til  cielo «  semejaba  la  ímájen  de  uoa  santa 
Mí  oraeiaa. 

El  GOQloriio  de  aa  cara  era  un  dibujo  perfecto ,  lleno  de  gracias 
y  airaclivoe ,  sombreado  por  undulantes  bucles  de  oro. 

Esta  candorosa  joven  se  llamaba  Matilde. 

Las  ocupaciones  de  su  vida  reduoíaiise  i  bardal*  d  coser  trak  los 
cristales  ó  persianas  de  un  balcón  que  daba  4  la  anchurosa  calle  de 
Álcali. 

El  banquero  había  modado  de  domicilio  desdé  so  eaaaoiienlo, 
con  el  objeto  de  proporcionar  i  su  esposa  dao  habitocioo  cómoda 
y  alegre. 

El  último  verano  y  lo  que  iba  de  invierna  soUao  salir  á  dar  on 
poseo^  por  la  nociko:  onJosdias  dé  oakir ,  y  mas  adobiUe  ol  iMdio 


ÉL  PUBBM)  T  S08  OPRXSORVS.  141 

dia,  por  la  Fuente  castellana ,  por  el  Prado ,  por  el  Retiro ,  ó  por 
las  Delicias,  siempre  de  bracero  marido  y  mujer. 

La  palabra  marido  parecía  disonante  á  cuántos  les  Teian  juntos. 

Ella  tan  joven ,  tan  lista ,  con  sus  rubios  cabellos  que  el  viento 
agitaba  en  torno  de  su  graciosa  capota  de  terciopelo  negro  ornada 
de  anchos  y  luengos  lazos  azules ,  y  él ,  noble  y  venerable  ancia- 
no cuya  calva  majestuosa  velase  rodeada  de  escasos  rizos  blancos 
como  la  nieve. 

Pero  la  joven  esposa  sonreía  de  tan  buen  corazón  al  viejoVle 
colmaba  de  cuidados  tan  sinceros  y  tiernos,  tenia  siempre  para  él 
tan  dulces  y  consoladoras  palabras,  y  él  correspondía  á  este  ainor 
con  tan  inmensas  bondades ,  que  olvidando  todos  la  designafdiíd  de 
años,  admiraban  la  armonía  de  sus  corazones ,  respetaban  sus  vir* 
ludes,  y  envidiaban  la  imponderable  felicidad  que  les  acariciaba. 

Lo  que  la  sociedad  no  conocía  de  la  existencia  doméstica  de 
estos  afortunados  esposos  era  aun  mas  tranquilo  y  deleitable. 

La  vida  del  anciano  declinaba  i  su  término  suavemente ,  sin 
que  un  solo  pensamiento  angustioso  acibarase  tan  apacible  veo*- 
tura. 

Un  ángel  cuidaba  de  su  presente ,  y  el  cielo  se  abría  i  su  por-> 
venir. 

Frecuentemente  la  miraba  conmovido ,  ó  la  escuchaba  con  re^* 
ligiosa  atención  cuando  por  la  noche  dirigía  sus  oraciones  al  To-^ 
dopoderoso. 

Levantábase  después  de  orar ,  inspirada  aun  y  radiante  como 
una  beldad  celeste,  y  su  buen  esposo  recibiéndola  en  sus  brazos  é 
imprimiendo  en  sn  frente  el  ósculo  de  paternal  bendición,  le  decía: 

—  I  Cuan  rápidamente ,  Matilde ,  se  desliza  el  tiempo  contem- 
plándote y  oyendo  tu  deliciosa  Toz  1  Cada  dia  máa  feHz  á  tu  kdo^ 


ifratezw  á  la  PrpvideBeia  al  baberiM  ia4o  al  fia  da  ni  irida  arte 
daloa  cooraalo. 

Artmeai la tienaaipoM ^saAia €9m ns  deUcadas rttaoM  al cae- 
]Id  dal  boftdadMa  aaouüía  i  apoyando  BMvameata  «a  eaWM  en 
ano  da  a»  hoadirai^  «agalaada  tus  rabiaa  qí^m^qs  eoo  las  iief  a«- 
daaattiaa  da  WibieiiliMhoi:. 

-«^gof  maj  díoboBa-— la  Miilaslaka  aoMM^ida^-'-da  apodar  aoa* 
Mgrar  mi  vida  entera  al  hombre  i  quien  respeto  j  ^mo  maa  aa  al 
«qodo ,  al  cpw-  ma  ha  taqdid»  una  nano  ganarota»  al  qaa  víéado- 
Ma  tieiate  j  9oU«  ha  venida  á  ooaaolarBiía ,  á  dirifiíma  palabraa  da 
didmraifaa  haa  aaaada  las  liyrimaa  da  mis  -ajoa  jr  han  dado  al  90^ 
4fBfa:ám  aarawn. 

. .  Da  alta  tflMBara  pasabaa  daUdosamaatalas  horas  aaupp  4>adra  ¿ 
bijaíal  marido  y  lamiyart  KÍ¥¡afld0  ¡parai  allos  aolaa;  aia  qoa  «a 
ifda  dfitaUo  da  soa^anoropas  aoafiaattá  transpirase  fuera  de  aqnel 
recinto*  ■•.,•   1   ..■••(.    . 

.  Doa  flaraÚA  dtf  Valla  pasaba  al  4»  coa  saa  ociipaaioaes  mer- 
^Wi^ilait 

A  las  cinco  de  la  tarde,  después  de  comer,  encerrábase  ano  aaa 
hará  aa  m  das^aoho^  y  al  resto  da  la  aoche  le  ooniagisaha  ^  la 
adorable  compañía  de  su  joven  esposa» 

.-:  :  Qaa  tarda  hahiaa  dado  ya  laír  sais,  y  aoatra;  so  aastniahra ,  el 
havrado  haaqpiaro  po  sa  retiraba  á  «n  despacho  para  tarasí  oar  las 
cuentas  del  dia. 
.  Doranta  i^  ooqsída  hahia  parmaaacidD  tríate  y.  laadltaboado. 
Jlatilde  babia  notado  la  agitación,  da  su  maridau  : 
Sra  estjraordioaiiia  aa  demaaia  y  hallábaas  psc^-  daiaudado'aa 
T(trtfa  antaijkiempre;  tom^oilo  j^  ¿«vial,  para  foa  la  saasible. jdven 

pa  «atiera.  |i.aii  VM  4l)4«WK  «W^^  .  »  *  N^^-.-.t 


{Ajguilt  d*  lico  hcrminot ,  rdiioiPt.) 


Sin  embargo ,  respetó  el  silencio  de  su  esposo  f  íAúmM  isir  de- 
sasosiego ,  y  aunque  deseaba  mas  ^¡m  mmest  Ipibvlarie  ecMoMo- 
ras  caricias ,  solamente  de  vez  en  vez  apartaba  los*  0)ói  d#  m  la* 
bor ,  y  contemplaba  mas  ann  con  él  cmaze»  qt»*  cMi  foiF  éjoi  la 
desgarradora  tristeza  que  empañaba  \á  frente  M'  boadadüiícr  an- 
ciano. 

Una  hora  trascurrió  así ,  cuando  de  repmCV'  0jó  la  atigidir  es- 
posa la  ¥Oc  de  su  marido,  que  ewemieoiM  prononcñó- eale  solo 
nemibre:  (Matilde! 

Levantóse  precipitadamente  lanzando  al  suelo  su  líber-,  forfm 
aquel  nombre  encerraba  para  ella  un  pensaofiente  entero* 

f  arecftaie  qee  et  fteníbre  Jléttüde  qeerte  decir  en  aqwl  mo- 
mento: Ven,  espose tfiHt,  mpro  muchái,  9  fe  ttema  pMW  fw  me. 
consueles. 

En  medio^  del  profunde  siieneie  que  kacte  tan  largo  líeafo  rei- 
naba, soné  el  nombre  de  Matilde  como  el  Allimo  aceeto  de  una 
plegaria  que  solo  Dios  habia  oido. 

Sentóse  al  lado  de  su  marido ,  asióle  una  maeo  j  le  estrechó 
eetre  las  seyas. 

£1  viejo  la  eoetonplé  alguno»  instaiiles ,  y  a^onmándoiek 
aun  mas  á  su  corazón ,  le  dijo : 

—Soy  muy  feliz  cuaedo  te  veo  junto  á  mí.  Mi  coraxon  recibe 
un  consuelo  inefable. 

—  I  Un  consuelo  I  ^repitió  con  tristexa  la  joven  esposa  miran- 
do al  banquero  con  ternura.— Solo  el  que  sufre  necesita  consuelos. 

El  afligido  viejo  no  respondió ;  temia  afligir  también  á  su 
posa. 

— Tú  padeces,  esposo — le  dijo  con  solícito  afán  su  mujer, 

—  Es  verdad ,  Matilde  mia ,  padezco  mucho. 


—- ¡  Dios  mió ! 

•— Safro  vn  tonaento  horrible. 

—¡Y  callas! 

r-*Callo  porque  temo  afligirte. 

—Mas  me  aflije  ese  sileacio. 

—No  lo  creas,  hija  mia...  Coando  sepas  lo  que  ocurre. •• 

•—¿Pues  qué  ocurre  ? 

—No ,  no  me  atrevo  i  desgarrar  tu  inocente  corazón. 

—¡Qué  ansiedad  I...  La  incertidnmbre  me  mata,  esposo  mió, 
haUa  por  Dios. 

-—No «  Matilde ,  no. 

•—Está  bien...  respetaré  tu  silencio,  toda  t^z  que  no  me  juz- 
gas digna  de  tu  confianza.  ¡Y  dices  que  me  amas! 

—¡Site  amo,  hijamia!  ¿Puedes  dudarlo? 

•—Si  me  amases,  no  guardarías  conmigo  esa  reserva... 

—Lo  he  dicho  ya ,  Matilde ,  solo  el  temor  de  hacerte  desgra- 
ciada  sella  mis  labios. 

—¿Y  crees  tú  evitar  esa  desgracia  con  el  silencio? 

— No,  Matilde  mia,  de  ningún  modo  puedo  evitarla  ya;  pero 
¿i  qué  anticiparte  sus  rigores ?  Demasiado  pronto  atormentarán  tu 
alma  candorosa. 

—¿Crees  acaso  que  no  tendré  valor  para  soportar  el  golpe  por 
violento  que  sea  ? 

—No  sé,  hija  de  mi  vida,  se  trata  de  la  pérdida  de  todas  mis 
ilusiooes. 

— No  te  comprendo,  esposo  mió.  ¿Qué  ilusiones  pueden  ser  las 
tuyas,  que  no  veas  realizadas? 

—  Mis  ilusiones  han  sido  en  todos  tiempos  hacerte  la  mas  di* 
chosa  de  las  mujeres. 


— ¿Y  paedo  dejar  de  serlo  á  ta  lado?  ¡Eres  tan  baeoo,  amigo 
mió  I  I  Te  debo  taetos  beaeCoios  I  ¡  Oh !  sería  la  mas  negra  iograti- 
lad  no  amarle  cual  mereces.  Seria  una  locera  no  estar  contenta 
junto  á  un  mortal  tan  bondadoso. 

—  Para  que  vivieras  siempre  contenta  y  feliz ,  me  afanaba  yo 
noche  y  dia...  y  deseaba  aglomerar  riquezas,  y  proporcionarte  con 
ellas  una  brillante  posición  social ,  rodeada  de  goces  y  de  comodi- 
dades. 

—  ¡Y  qué!  ¿no  se  han  realizado  tus  ilusiones?  ¿No  tengo  ri- 
quezas suficientes  para  socorrer  con  mano  pródiga  á  los  menestero- 
sos? ¿Qué  me  falta  i  mi?  ¿Cuándo  podia  esta  pobre  huérfana  am- 
bicionar semejante  suerte?  Y  no  creas,  amigo  mió,  que  sea  el 
fausto  de  la  opulencia »  no  creas  que  sea  el  lujo  fascinador ,  ni  la 
aglomeración  de  riquezas  lo  que  hace  mi  felicidad ,  no>  mi  queri- 
do esposo ;  tu  amor  y  el  verte  contento  es  todo  lo  que  me  basta 
para  ser  feliz. 

—  I  Ángel  de  bondad  t  ¿Es  posible?  Después  de  haber  disfruta- 
do todo  linage  de  goces  ¿pudieras  avezarte  á  los  azares  de  la  po-> 
breza? 

— *  ¡  De  la  pobreza  I. .. 

— Sí,  hija  mia,  de  la  pobreza. ..  y...  lo  que  es  peor  de  todo... 
de  la  deshonra. 

—  I  Ay !  esplícale  por  piedad.  Tus  misteriosas  palabras  me  lle« 
nao  de  amargura.  ¿Qué  sucede,  Fermín?  ¿Qué  sucede? 

— No  hay  mas  recurso  que  la  muerte. 

—  (La  muerte! — gritó  desconsolada  la  pobre  joven. 
— ^Verte  en  la  indigencia...  y  verme  yo  sin  honra... 

•^I  Tá  sin  honra !  Tú,  modelo  de  generosidad  y  de  virtud 

¿es  posible  que  digas  eso?  De  rodillas»  esposo  mió,  te  ruego  qoa 

T.  II.  19 


me  dfescifires^  es6p  enigna  c^mf  nO'  pa^a  OMOpteadcr. 

Y^HatiNfeise  «nrdjd^  it  lo»  piéa  del  aociane ,  «fa»  de^pvés  dé  be«^ 
saifá  en  la  frente ,  la  i^eeAié  en  ms  brazos ,  y  sentándela  m  m  ro^^' 
dilla,  exhaló  nn  profundo  suspiro  f  prosiguió: 

-^Ffr  terrible  infortunio  nos  amenaza  muy  de  cérea . 

— '^A  nosotrosl 

«^Sf ,  MatíMe^-^contMiiié^  el  banquero  pasándose  por  k  A-ente 
su  trémula  mano  —  una  desgracia  irreparable  para  nosotros  los  que 
con  Areeneneía  tenemos  lar  fortuna ,  lia  dtoba  y  hasta  la  ?ida  á  dis- 
creciott  de  la  suerte.  Tiemblas  al  oirme  hablar  de  osle  modo,  y  no 
entiendes  mí  Cengua^s,  candorosa  siBa.  Perdóname;  pero  me  pa* 
rece  que  no  soy  tan  desgraciado  al  lado  tuyo  eonfiáiidote  la  causa 
ée  mi  sufrimiento.  Escucha:  tú,  jé  veo  sin  esperteneia  de  lo  que  son 
tas  cosas  de  esfe  m«m4o ,  no  sabes  que  el  afán  de  enriquecerse  hnn* 
¿B  i  veces  en  Ja  pobreeay  en  el  deshonor  á  las  mas^  distiogoidas 
familias. 

— ^f  Deshonor  t  — esd'amó  Matilde  ooo  angustiosa  zozobra.  —No 
hables  as(,  esposo  mió,  me  hoces  temMar.  ¿Cabe  acaso  e»  la  con- 
ducta semejante  mancilla  ? 

— No,  Matilde,  porque  no  sobreviviria  á  tao^aftt  desgracia. 

-— ¿Plero  de  qué  desgracia  me  hablas,  esposo  mió? 

—  Estos  dias  ha  habido  varias  quiebras  en  Madrid,  y  la  mia 
aumentará  el  escándalo. 

—  ¡  Qué  me  dices ! 

— Contaba  con  el  importe  de  Tartos  cobros  para  atender  al 
plazo  de  una  jugada  de  botsa.  Dentro  de  breres  días  he  de  hacer 
un  pago  para  el  coat  no  alcanza  apenas  á  la  mitad  ét  su  importe 
coanlo  poseo.  He  han  fallado  á  obligaciones  sagradas. ...  yo  tendré 
qoe  fhleír  á  mi  fwl  «Dfm  FersMi  del  Vallo  ha  qoehtodos  so 


«I.  MOLO  Y  SD6  ^SMmOBmk  ?Ufí 

dentro  A%  pooo,  ^La  respetable  firma  «dal  JMiimaero  del  Valle  ja^ 
es  admitida  4a  k  BoImu»  Eeto  asesina  á  uneoiMroiaate  delKMiQi;^ 

--^¡niesnial 

—^Despaés  de  Untes  afayea«..  .f 

«^Qaeiido-e4pos(w«.  .  . 

—  De  tantos  desvelos  para  mejorar  ta  saerte...  .7 
— ■'¡Yálgime  Dieal  i  CnArtoa  siiftahares  te  4)aoso  1 

—  Tú  no,  hija  mia,  tú  no  tienes  oulpa talg ooa «a  inis  infbr^^^ 

JMOS. 

— ¿  Y  qué  jnporta  eer  |)ebres2  :,.- 

*^£s  liorroreeo  deapaés  dto  iiaber  sida  xioMSipero.lo  feor  de 

ftedone  ésJa  pobfMa.  .     t  ;, 

•^Puesi4«é;!|¿bay  otradtemracia?  /       :     ',^ 

^ — Telo  «he  diobo  yw.^  ao  9aip  pierdo  «ub  eifitulas»  «aBa>4^ 

honor.  -     f  .  ,,» 

—  I'El-hoDeri 

«-^Xú  DO  sabes  lo  .qae  es  «una  <q«íehra  f  ara  el  hombre  quetín^ 
estimación.  '  .  ,:u 

—  Guando  no  es  frandalenta... 

— Siempre  deja  que  sospechar y  esta  idea  atormentaría  de 

un  modo  horrible  el  alma  mia. 

— Por  Dios,  esposo  mió,  no  te  aflijas  de  ese  modo.  ¿Hay  des- 
gracia alguna  capaz  de  empañar  el  brillo  de  tu  reputación?  ¿No  es 
tu  nombre  uno  de  los  mas  qofirídbs  y  respetados  en  Madrid  ?  Es 
regular  que  todo  el  mundo  sepa  esas  quiebras  de  que  me  has  ha- 
blado. 

— Nadie  las  ignora  en  el  comercio. 

— Pues  bien  ¿podias  tú  preverlas?  ¿Qué  culpa  tienes  en  que 
otros  hayan  faltado  á  sus  compromisos  y  te  hayan  arruinado?  Cree- 


448  BL  I^AIJkOfO  BU  IM  GlfnifBS 

tté ,  esposo  mió ,  respetarán  ta  infortmiio ;  y  si  una  sola  toz  osara 
leraotarse  para  laherirte,  otras  ciento  acadirian  á  ta  defensa,  otras 
ciento  de  cuantos«desdichados  han  recibido  tas  benefieios.  Si  boj 
te  es  adversa  la  fortana,  mañana  podrá  sonreirte.  Para  vencer  al 
presente,  bastan  las  virtades  del  pasado  y  las  esperanzas  del  por- 
Teñir. 

La  joven  esposa  estaba  hechicera  7  como  inspirada  caando 
pronanció  sol  últimas  frases. 

Sa  voz  tenia  nn  no  $i  qué  tan  penetrante,  qae  á  gaisa  de  be^ 
néfico  bálsamo  bafió  el  herido  corazón  del  pobre  viejo. 

•— Si ,  es  verdad  —  repaso  este  abrazando  á  sa  esposa  con  emo- 
ción-«es  imposible  qae  sesenta  años  de  probidad  se  pierdan  en  nn 
solo  dia.  No  te  separes  de  mi,  Matilde,  hija  de  mi  alma...  había- 
me aiempre  como  ahora...  { Es  tan  elocaente  la  inocencia  I .. .  Solo 
ta  candor  es  capaz  de  darme  resignación  j  aliento. 

Prolongóse  esta  conversación  entre  reciprocas  j  cordiales  cari- 
cias qoe  reanimaron  el  corazón  abatido  del  banqaero ,  j  pasó  aquel 
dia  con  menos  amargara  de  la  qae  era  de  temer. 


^:;.m 


CAPITULO  XI. 


>  i 


LA  BUENA  NOTICIA 


El  dia  sigaiente  ^  poco  detpvét  de  haber  recibido  la  correspo»» 
deacia ,  salió  el  honrado  banquero  de  sa  despacho  ea  busca  de  üi 
esposa. 

El  rostro  del  banquero  estaba  radiante  de  alegria. 

Habia  en  sus  facciones  tal  espresion  de  felicidad ,  qoe  semejaba 
haber  vuelto  A  loa  verdes  alkos  de  su  juventud. 

No  parecia  aquel  hombre  abatido  bajo  el  peso  de  un  infortuaio 
horrible. 

Al  ver  á  Matilde  corrió  hacia  ella  sin  que  se  lo  estorbara  «a 
avanzada  edad ,  y  con  voz  sonora  le  dijo : 

—Gracias,  hija  mia,  gracias.  Bien  sabia  yo  que  tua  palabras 
de  cottsudo  eran  el  preludio  de  mi  felicidad.  Me  he  salvado. 

•—¿Han  pagado  tus  deudores?— preguntó  Matilde  llena  do 
gozo. 

—No  f  pero  es  de  esperar  que  en  la  junta  de  acreedores  fM 


450  ML  PALACIO  DB  LOS  GRÍmNSS 

Boy  ha  de  celebrarse,  se  haga  un  arreglo  razonable.  No  es  esto  lo 
qae  me  saca  del  apuro. 

—¿Pues  qué  ocurre? 

— Una  señora  generosa  pone  á  mi  disposición  la  cantidad  que 
necesite  para  cubrir  todos  mis  compromisos.  Su  hijo  llegará  dentro 
de  dos  dias^n  mi  socorroy 

—-¡Bendita  sea  tanta  generosidad  I 

-»Se  trata  solo  de  un  préstamo,  y  ya  tenia  yo  alguna  espe- 
ranza de  que  esto  sucederia ,  porque  en  otro  tiempo  salvé  yo  tam- 
bién la  vida  del  esposo  de  esa  señora ,  del  padre  de  ese  joven  que 
Tá  á  llegar.  Con  todo ,  como  en  el  dia  abundan  tanto  los  ingratos 
y  olvidadizos,  no  me  atreví  ayer  á  indicarte  que  habia  participado 
mi  desgracia  á  estas  personas.  Fué  sin  duda  una  inspiración  del 
cielo  el  escribirles.  Me  contesta  la  señora  en  cuestión  en  los  tér- 
4Mifis.«M8  ÉklélMboñoéf^  ftm^  aüegoiia  ^que  oit>rá  >eli  Médfcsíd  su 
ihjjiíiptsiíáé  Mañáiuk 

— ¿Será  preciso  darle  hospedaje  en  casa,  no  es  verdad 7t 

— Por  supt»cit»>    c. 
i.íi:  -fQiMda  dí^'ÉÁ «oáTgí*  el<l«>re|^i4ela<bftbkadÍMcaa  hilMii»  es- 
quisita  elegancia.  PoDdré<en  eUa  los  mi^MS  iB«iebfes^  iMo/l^idie^ 
«feMlkftfraioa.qtte  4e  ha  d^ 

— Sí,  hija  mia,  esmérate  mucho  en  obsequiarle.  Cuadtti  ha-f- 
§9iS:tm*híWt  de  ese  •amigo ^  te  lo  ia^mdeceré  oduo  los  tlanteft  que 
á  mí  propio  me  prodigas..  No^oltides  q«e  es  miestro  bíMhebhor. 
t  .  i^^i^Akknaoioble  y  gtoerosall 

—Cáiiñm  dé  blenbeíAior  4  ase  í¿veQi>  Iporquefetiel  inensagerb 
A¡Diierifra  ifélidllád;  rpero  iquíen  verdalecameote  lu  sidé  nuestro 
ingel  de  salvación  es  su  madre.  ¡Qué  señora  tan  buena  I  Y^iMf 
ÍMiMsalal<míiQib  líeMpo*  iludo  lo  reuac^  ^isAreoíon,  lielleMb^ma- 


\ ¡Obi  DO  ha5r  littidí  ipe  otipQMiv    ' 

«^  I  Oigtt  !'*^e6Glaaiói  SQoriéadoM  MfttiUQ-^«-miy'  a|Wf|ÍQ«iii^ 
te  muestras  de  esa  señora..  Ii 

-^PeiHlésaiiifti,  hi¡m  nña ,  si  te  aiDlestt)'  Qoa.  eU>9ÍP%  díligidos  á 
otra  majer.  ¡j 

*^ Habrás  tMiéoi  iatáns»  rellMioniMi  cooroMa^.MM^^e^  tanto 
ardorbí  alabaa.  I 

— Si  natefliiera  pMejraie  e«  rúKcqlo  pw  to^po^Oiqo^fVJiigo,  te 
pr«guntam  ú  tíenea  celos.  r] 

~*Qiiié^aabft-r^  repasa,  con  doooBo  camkNr  la  yS^en  e^posn. -fin 
Para  un  faror  tao  grande,  coma  el  %ntí  es$  s^awa,  tu  d^sfwia^  eci 
prtetise  ipie  baya  habido  astre  t¿  jt  ella  imi  astP«hA  aw4tad% 

.  ^Esi  oiertov  qnesída  miá ,  ha  habido  wa  eatreoba  amstad  mri 
tre  los  dos.  'I 

-^\éo  fne  ec es  firanoa ;  peroi  acaaa  no  }o  sarái»  4a '  igMk  modo 
en  contestación  á  la  pregunta  que  voy  á  dirigirte.  y^ 

—¿Qué  pt^uata  es  esa ,  oaalÚBÁoMUa? 

-^  ¿  Y  ao  pasaron  auBca  de  aaaistad  voe&traa  relaciona»?  iHor 
bobo  jamás  en  eUaa  algjnn  dast^Ua  da  aaH)r?r 

—  i  Oh  1  jaoaáa^  janaás ,  Matilde--*  reap(mdii(i  aa  toao  may  for- 
mal don  Fermin. 

« 

—¿De  varM? 

-^Tala^ro.  , 

*-^lia;  basta  qoa  seaciUaaaanta  lo  a&roies  para  qiaat  lo  craa.  Par« 
¿  cómo  nunca  me  has  hablado  de  esas  relaciones  ? 

-^Sa  verdadaraoawte  sÍAgidar  qae  no  te  haya  hablado  Ae  ellas 
alguna  vez.  ¿Qué  quieres?  todo  lo  olvido  á  tu  hulo»  No  aia  aiDwarj^ 
do  de  nada^  ahaolatanieQla  de  aiada  mas  qne  <te  amarta  j  hacerte 
dichosa.  .'  3 


4¡5S  BL  PALACIO  DK  LOI  dfnif Bf 

—Es  Terdadt  todas  tos  acciones  me  lo  acreditáD,  y  soy  tan  in- 
grata ,  q^e  en  Tei  de  mostrarme  reconocida  i  tns  inmensas  bonda- 
des, te  molesto  con  sospechas  infundadas. 

«—¿Pero de  Teras  pudiste  sospechar  un  momento  que  tenia  este 
pobre  viejo  otros  amores? 

•     — «NOt  Fermin ;  estoy  segura  de  que  tn  amor  es  para  mí  sola; 
pero  sospechaba  si  habrías  querido  i  esa  señora  antes  de  conocerme. 

—Te  he  dicho  mil  veces,  Matilde  mia,  que  ninguna  mujer  me 
ha  inspirado  amor  hasta  que  conoci  tus  virtudes.  Te  confieso  que 
en  mi  juventud  era ,  como  todos  los  jóvenes,  aficionado  i  galan- 
teos; pero  jamás  en  ellos  se  interesó  el  corazón.  Así' llegué  soltero 
á  una  edad  avanzada ,  y  hubiera  muerto  en  el  celibato,  i  no  ahur- 
ríme  el  estado  de  aislamiento  en  que  últimamente  me  veia.  Tenia 
formado  un  concepto  muy  desventajoso  de  las  mujeres. 

—Mil  gracias  por  la  parte  que  me  toca —dijo  con  donosura 
Matilde. 

— -  Y  precisamente  á  la  señora  de  quien  venimos  hablan^ ,  de- 
bí la  completa  metamorfosis  de  mi  opinión  acerca  del  bello  sexo. 
I  Oh !  si  tú  la  conocieras,  barias  justicia  i  su  mérito. 

-~Las  mujeres  rara  vez  reconocemos  el  mérito  de  las  demás* 
¡  Somos  tan  egoístas  1 

—  Estoy  seguro  que  las  virtudes  de  nuestra  bienhechora  te  en- 
cantarían. Y....  como  iba  diciendo,  á  ella  debí  la  dicha  de  casar- 
me contigo ,  como  le  debo  ahora  la  salvación  de  mi  fortuna  y  de 
mi  honor. 

—*¿  Sabes  que  se  van  haciendo  interesantes  tus  misteriosas  pa- 
hbras ,  amigo  mió  7 

—•Escucha:  te  he  dicho  ya  que  salvé  la  vida  al  ei^so  de  esa 
señora. 


— Sí ;  pero  no  ve  bM.diofao  de  qué  oíoda. 
— No  tiene  mérito  alguno;  cualquiera  hubiera  hecho  otro  tm*- 
to.  Fa¿  une  de  los  cooipromelidos  ok  «1  f«oiHinoiaiKÍeQtD  que  fra- 
Mió  el  26  de  nurzo  de  1848 ,  J  hajende  de  sos  perBtgmdoreí ,  la 
otsttalidad  le  trajo  á  mi  casa.  Era  un  cabaUer#  oíay  noble  y  muj 
rico :  yo  .no  lo  sabias  enloiices ,  y  le  di  bot pitalUbdiOoaiA  ae  la  Ihh- 
Uara  dado  al  maa  infeliz  fíigtlivo* 
— I  Siempre  generoao^l 

«—Vamos  al  caso:  antes  de  proporcionarle  pasaporte  y  cartas 
de  recomendación  y  crédito  para  m»  corresponsales  de  Paris ,  tuvi- 
mos ocasión  de  conocernos  y  de  simpatizar  de  una  manera,  qne  mi 
una  sola  noche  que  estuvinu»  jimios  se  ioaogoró  entre  nosotros  la 
mas  franca  y  verdadera  amistad.  Entonces  fué  cnando  le  mantfesAé 
yo  mi  opifláon  sobre  ú  matrimonio^  y  él  me  omito  la  IiiMorie  de 
sus  amores.  Buscó  para  esposa  á  una  niña  de  humHdé  condición ,.  y 
es  tan  fdiz  con  eUa ,  y  me  ponderó  tanto  -el  acierto  de  su  elección, 
que  hizo  nneer  en  mí  el  deseo  de  imitarle.  Tal  vez  este  deseo  no 
se  hubiera  realizado;  pero  tú  sabes  por  qué  casualidad  te  coneei.i. 
y  en  qué  estado »  bija  mía.  • . 

-^  I  Ob !  no  lo  olvidaré  nunca—* esclamó  Matilde  enjugándose 
nna  lágrima. 

—Pues  bieot  hallé  en  ti  la  joven  que  bnscaba. 
— ¿Con  que  esa  señora  qne  te  proporciona  ahora  tantas  ríqno- 
tas  I  ha  sido  pobre  como  yo  ? 

—  Si ,  Matilde ,  ha  sido  pobre  como  tú ;  y  sien^re  agradecida 
á  su  esposo  que  la  sacó  de  la  indigencia,  se  ha  esmerado  y  se  es- 
mera en  hacerle  feliz.  Era  pobre  como  tú «  era  hermosa  como  tú, 
tenia  discreción  como  tú,  bija  mía,  y  ama  con  delirio  á  sn  bienhe- 
chor. Bendigo  la  hora  en  que  seguí  d  ejemplo  de  nú  bnen  amigpi 
T.  n.  20 


154  n  i^ALACio  M  íM  cahmiBS 

porque  no  dudo  que  tú  eres  j  serás  siempre  Un  virtuosa  como  su 
mujer. 

*-No  lo  dudes,  esposo  mío,  siempre  te  seré  fiel  y  agradeoidi) 
y  solo  por  lo  que  acabas  de  referirme,  simpatizo  ya  con  esa  seBo-» 
ra  que  hace  poco  me  inspiraba  celos,  y  la  quiero  como  á  una  her- 
maua,  como  un  modelo  de  virtudes  A  quien  sabré  imitar. 

•—Ya  ves  pues,  Matilde,  cuántos  motivos  de  reconocimiento 
nos  asisten  para  recibir  dignamente  al  hijo  de  nuestra  protectora. 
Debe  ser  ya  un  gallardo  joven.  Le  conoci  muy  niño ,  y  se  iba  pa- 
reciendo mucho  á  su  padre ,  que  ha  sido  de  los  mejores  mozos  de 
Madrid. 

—Tienes  razón,  es  preciso  dar  una  prueba  de  nuestra  gratitud 
á  esa  generosa  familia.  Recibiré  á  ese  joven  como  se  merece,  por-- 
que,  efectivamente,  tú  lo  has  dicho  hace  poco,  es  el  mensajero  de 
nuestra  felicidad. 

*— Sí,  lo  es,  Matilde,  lo  es.  ¿Qué  hubiera  sido  de  mí  sin  su 
venida?  El  dolor  y  la  vergüenza  hubieran  acabado  con  este  pobre 
viejo. 

— Pues  ahora  ya  no  eres  pobre,  y  no  hay  motivo  para  recor- 
dar tus  apuros  toda  vez  que  han  cesado  desde  la  generosa  acción 
de  nuestros  amigos.  Y  también  haces  muy  mal  en  llamarte  viejo, 
que  no  son  los  años  los  que  envejecen,  sino  la  falta  de  salud.  Tran- 
quiliza pues  tu  ánimo  y  procura  estar  siempre  jovial  como  sueles 
para  vivir  mucho  y  cuidar  de  esta  pobre  huérfana,  que  no  tiene 
mas  amparo  que  tu  amor  en  este  mundo. 

—Mi  situación  era  tan  critica. . . 

—Ya  lo  sé;  pero... 

—No  me  hubiera  sido  posible  sobrevivir  á  tamaña  afrenta. 
Primero  la  muerte  que  la  deshonra  I  ic 


i 


KL  romo  T  sus  ofusous.  465. 

—No  me  hables  de  tn  maerte-— «dijo  eDternecida  la  joven  es- 
posa-^Do  me  hables  onnca  de  ta  maerte...  me  horroriza  semejan- 
te idea. 

—La  muerte-— respondió  tranquilamente  el  anciano— es  d 

recurso  de  nn  comerciante  arruinado es  sn  rehabilitación,  ñor 

hay  para  él  mas  esperanza  qoe  el  respeto  debido  A  una  tumba. 

Quedóse  un  instante  pensativo ,  y  observando  luego  que  Matil-» 
de  estaba  anegada  en  llanto,  la  abrazó  con  ternura  y  le  preguntó 
conmovido : 

—¿Por  qué  lloras  de  ese  modo,  hija  mia?  TranqniUzate...  na- 
da tienes  ya  que  temer  supuesto  que  soy  dichoso.  La  adversidad  ha 
huido  de  esta  casa...  Es  preciso  dar  gracias  i  Dios ! 

Matilde  cayó  de  rodillas ,  y  juntando  las  manos ,  comenzó  á 
orar. 

El  viejo  á  su  lado  inclinó  su  canosa  y  venerable  cabeza. 

Ambos  formaban  nn  grupo  tierno  y  solemne. 

La  religión ,  la  piedad  y  la  gratitud  brillaban  en  aquellas  doe 
plegarias  enlazadas  entre  si. 

Levantóse  Matilde. 

Su  rostro  conservaba  cierta  espresion  de  tristeza  que  daba  á  su 
sonrisa  el  sello  del  dolor. 

La  palabra  muerte  que  acababa  de  oir,  habíala  llenado  de  in- 
decible terror. 

Parecíale  que  i  su  pesar  la  oia  repetir,  y  era  que  resonaba 
acerbamente  en  su  alma. 

La  idea  de  la  muerte  no  habia  jamás  ocupado  su  fantasía. 

¡  Era  tan  joven ! . . . 

Sus  ojos  estaban  ya  secos;  pero  su  corazón  lloraba  aun. 

—Te  lo  suplico  encarecidamente ,  Fermín  — dijo  con  dulzura 


ft  §a  marido-— abanéoiift  esft  nátt  adim;  y  asarett  qne  taataa  in- 
^pMtodaí  fméo  catiiart^,  ISa  <b  tiampo  db  «pe  logies  algwi  énh»- 
caDso.  Huyamos  de  Bladrid.  En  cualquier  puebieciUo  TivitaaMa^ 
aoBogadaflHBte  lin  zaMiu»  alfSMii  mk  mm  afaaea  qfm  iMMrnos 

itdjohnaaa. 
-^Ls neramoa  f  lialflda.  Ys-aay  üdmo  flK¿todM:.partflk,  oow 

•~¥<|  vo  paado  air  díobaaa  ea  MaibidL 

— ¿Por  qué? 

«— Tcogo  aMaéo. 

Slibanquer»  ciáé  eoaaii^aMaioalaa  aienea de  as  esposa^  in»** 
primió  un  beso  oa^in  fraaite,.  y  fairalíraba  4  su  daipaaluis  cnaado 
la  ansé-ui  criada  que  iraffÍM;aabaMei;aa  ddsatbaa  verle. 

—Que  entreu  en  mi  despacho — dijo  el  banquero,  y  dirigia»-^ 
do  otra  mmdaafeelVBaaá^aii  Matilde, aaauaeató» 

Matilde  se  encaaiaé  tiístaoNate  i  aa  loeaéor  peamida  eo 
aqaellasliojrriUea  palabras  «de  sa^  marido:  la  «ubetü  aa^sL  «aoca- 

80  DE  UN  COMERCIANTE  ARRUINADO. 


"*"^"* 


I    I 


CAPITULO  XIL 


ODIO  AL  fiOBieBlIO  GBUilNAU 


Los  oaMIeros  i  <imeiM  aeáAÁIm  ée  recflfir  én  sv  despadiedoD 
Femini  del  Vafle,  eran  unos  amfgos  qné  deseaban  firmase  «na  es-^ 
posición  á  la  reina,  qae  eonlfa  ta  conducta  dei  ministerio  dirigiatt 
las  personas  mas  notables  de  MaüIMd: 

~Seaores^-*aleg6  el  báttqTiero--^ami(ine  me  he  retraído  siem-*' 
pre  de  mezclarme  en  asnMos  poNticos ,  ^no  tengo  reparo  en  firmar 
cualquiera  esposicion  qu^  juzguen  ustedes  conreniente  al  pais-,  y 

« 

mes  Tiendo  en  ella  tantas  .firaikii'  dé  personas  honradas  j  notaUesi 
por  su  alta  posición  sotíaL 

— Interesa  á  todos  los  buenos  e^áfibles -*- dijo  ovo  de  aquellos 
oabellems— aclararse  conlra  hi  inmoralidad  del  actual  gabinete 
qne  no  puede  Merecer  las  simpatiais  dé  ningún  partido.  Por  eso  to-> 
dos  le  odian ,  moderados  f  prdgresiatas';  pero  es  tal  su  cinismo,  que 


458  U.  PALACIO  DK  LOS  CRÍÚIIBS 

se  ha  propuesto  cansar  la  raina  de  España  entera,  primero  qoe  ale- 
jarse de  un  poder  que  con  tanta  tirania  ejerce.  Voy  A  leer  la  espo- 
sicion  para  que  se  convenza  usted  de  la  justicia  que  asiste  i  los 
firmantes. 

Y  leyó  lo  siguiente : 

« El  partido  liberal  de  España  á  la  reina  constitucional  doña 
Isabel  IL 

Señora :  En  la  ardua  crisis  que  hace  largo  tiempo  trabaja  á  la 
nación «  es  ya  un  deber  imperioso  para  vuestros  fieles  subditos  usar 
de  un  derecho  que  la  Constitución  les  concede,  llegando  respetuo- 
samente á  los  pies  del  trono  de  V.  II.  con  la  sencilla  esposicion  de 
sus  legitimas  quejas ,  ahora  que  muda  la  tribuna  y  sofocada  la  voz 
de  la  imprenta ,  no  les  queda  otro  medio  legal  de  someter  á  la  siem- 
pre recta  y  magnánima  apreciación  de  V.  M.  la  opinión  de  sus 
pueblos. 

Van  corridos  ya  tres  años ,  aeñora ,  desde  que  los  ministros  de 
V.  H.  inauguraron  y  están  ejecutando  con  una  triste  perseveran- 
cia y  una  pavorosa  uniformidad ,  en  todas  circunstancias  y  situa- 
ciones, el  funesto  sistema  de  no  discutir  en  los  cuerpos  legislado- 
res los  presupuestos  del  Estado :  de  no  alcanzar  siquiera  para  plan- 
tearlos la  subsidiaria  é  indispensable  autorización  del  Parlamento; 
de  no  mantener  abiertas  las  Cortes  en  cada  legislatura  el  tiempo 
preciso  para  desempeñar  este  sagrado  objeto  y  para  atender  á  las 
demás  necesidades ,  nunca  satisfechas  y  siempre  renacientes ,  de  la 
legislación  y  la  gobernación  del  reino. 

Consecuencia  es  prevista ,  solicitada  y  forzosa  de  tal  sistema  el 
que  destituido  el  gobierno  de  V.  M«  del  apoyo  legal  y  moral  de  las 
Cortes  y  se  sucedan  unos  A  otroa  sin  causa  ostensible  y  con  asom- 


n  mwtnk  r  m  cmuBota;  489 

brosa  rapidez  los  galHoeteí;  que  se  iütrodacea  y  crexca  diariaineote 
una  movilidad  inaudita  y  una  ^^dadera  aoarqufa ,  as(  en  el  per- 
sonal ,  como  en  el  organismo  de  la  administración ;  que  no  puedan 
hacerse  en  los  servicios  do  sus  respectivos  departamentos  las  pru- 
dentes economías  que  de  una  parte  rechinan  con  razón  los  contri- 
buyentes ,  y  que  de  otra  exige  con  manifiesta  urgencia  el  enorme 
déficit  de  la  hacienda  pública ;  que  votados  por  las  mismas  Cortes, 
6  no  votados  por  días  los  presupuestos ,  aun  después  de  procederse 
A  su  planteamiento  y  ejecución ,  se  altere  su  cifra  é  infrinja  su  le- 
tra, y  se  viole  en  su  espíritu  y  hasta  en  sus  mas  menudos  detalles 
la  legislación  rentística  vigente,  ordenando  y  realizando  cuantiosos 
créditos  estraordinarios ,  para  gastos  también  estraordinarios  ,  sin 
mas  autoridad ,  sin  mas  examen  de  la  posibilidad ,  y  de  la  utilidad 
que  la  autoridad  y  el  examen  del  ministro  de  Hacienda ;  que  en  la 
tristemente  famosa  cuestión  de  ferro-carriles,  no  se  haya  dictado 
una  ley  orgánica  que  impida  la  renovación  de  los  pasados  escánda- 
los y  agiotages ,  ni  menos  leyes  parciales  que  sacándonos  de  nuestro 
lamentable  atraso  en  este  orden  de  trabajos,  faciliten  y  aceleren 
nuestras  comunicaciones  con  ambos  mares  y  con  Europa  ;  que  se 
haya  improvisado  por  el  actual  ministerio ,  apenas  posesionado  de 
sus  funciones,  y  sin  audiencia  de  ningún  cuerpo  consultivo,  una 
reforma  fundamental  en  el  antiguo  y  delicado  régimen  de  nuestras 
provincias  ultramarinas,  y  otra  no  menos  trascendental  é  impor- 
tante en  las  leyes  civiles,  penales  y  de  procedimientos  de  la  Penín- 
sula ;  y  por  último  que  en  esta  situación ,  tan  complicada  ya  y  pe- 
ligrosa^ la  imprenta,  lejos  de  estar  regida  por  una  ley  como  lo 
manda  la  Constitución,  y  como  lo  pide  la  suma  importancia  de  este 
saludable  y  necesario  vehículo  del  espíritu  público ,  viva  por  mer- 
ced y  al  arbitrio  de  los  gabinetes ,  sometida  cada  ano  á  un  régimen 


MO  m 

«M»  ÍDSop^rlAkte»  em  f«ft*iA  «ÉlrettMfC94a4í*lRce0MM  de:b 
pittiion  y  la»  ireleidaiM  é9Í!,€Bf&mkOé  ^ 

Natoral m  qwfal.pir  áelÍDrtado«flíleBoia  de  lai  iiapreaia  op^ 
HMfte  y  dftla  UiiboiiaffArlaAiéoilariav  kayasdMda^apanio^  opirteiiir 
¡jadióla  iadpaiible  y  ún  imáé  aprobándola  al  gobiarn» »  k  aadaeit 
4a  algttoas  diaríos.qae  ▼íartaB  sa  hiaL  fiobre  la  fliayorfa  y  fobra,la 
inalílilcio» áA  Senado ,  parqne  este  altoiofüfpo,  Jiaaiido- da  i a  áé^ 
moho  y  defendioBdo  so  prerogaliira'  as  «a-  caaflicto*  grataitamanta 
.Mipaaado ,  ha  procedida  sagMi  loa  pribcípUMi  caedioalaa  dal  réfi<- 
maa  constilQeíoBal  fomiorm^ék  las  ioapíirMioMStde  8«  eoBcienda. 
Mm  iqaé  oioeho*(piaal;  fohíoraa^  dejando  ociosa  «i  este  solo 
oaso  la  dncisima  repnsMon  cpie  iiena  en  soa-maiMS,  y  da  qne  tan 
pi^ígainenleabQsat  atienta  y  estimiila  la  saia  da  esos  periódiooa, 
eoaodo  el  wm»  gpbwimi  eat  la. alenda; asfasa  da >aas»doo  mas 
paopia  é  inaiediatat  ya  amaga ,  ;ya  dteeasga  los  golpe»  da .  sn  ira 
eonira  los.  tiodtiKidooS' deraqneUsk mayoría  j>de  aifial  anarpo,  aín  rea- 
pelo  i  las  caiMS,  ni  á  loaseriuciea^  ni  4  la  inamovilidaA  jodieiaU  ñi 
á  la  inviolabilidad  pariamentaria  L 

Y  si  se  ügfkdk  V.  IL  volver  kn  ojím  á- considerar  al  aGseto  fne 
este  fatal  coojaato  de  ilegalidades^  abereacbnns  y  denMisiaaprodnoe 
en  el  seno  de  los  pueblos,  ¿qné  bailará  V.  M.  que  no  tarbo  y  conr 
triste  so  magnátumo  coranao,  al  ver  al  través  da  la  ya  anligoa  j 
cada  dia  mas  exacerbada  corrapoíon  electora^  k.  oomipción  adflOki- 
nistrativa  en  sa  aspecto  mas  odioso .  y  en  sos  mMiilestaciones  bmí 
dañosas ,  y  U  corrapcian  soeiid  ^  frnto  y  oompaiam  da  ambaa»  ^ 
sintoma  y  levadura  inCslibk  da  k  indisciplina^  da  k  subversión  j 
de  la  aoarqaia? 

iSsrá  acaso  pacto  á  conjurar  loa  peligroa:  ¡noHnentM  da  aaU 
crfeia  prafiada  d^  daswatenta,  ei;iaBaidíci^nadasdaJaGÍmade 


■L  TCMLO  V  MIS  OntMMi.  4M 

poéer  se  e0lá  ammeiaiido  «n  afio  kace  coo  jacteaétosa'  soleníidad 
á  la  naomi ,  ^mero  aténiia ,  y  abisnada  después  <eii  una  espeeCá- 
oion  aBfWtiosa  T 

¿  Será  la  rcforaa  de  la  Ceostitiicioii  7  i  Será  el  gelpe  de  Estado? 

Mas  ¿qué  golpe  de  Estado,  ni  qué  refdroDa  coostitueioMtl, 
eomo  «o  destruyese  la  razoo  y  la  médula  del  mismo  trono  de  S,  M., 
manleDÍdo  por  la  Kbertad  poUtica ,  é  idoBtificado  con  ella ,  no  im- 
pondría Hmites  á  la  acción  del  poder  ejecutivo?  ¿no  otorgaría  á  h 
nación  congregada  en  Cortes  el  dereclio  l|istórico,  perenne,  in^ 
mortal ,  de  conceder  ó  negar ,  «egun  sn  patriotismo  j  su  prnéenr- 
cia ,  los  subsidios  á  la  Corona? 

¿Y  con  cuál  Constitución  que  moderase  de  algún  modo  la  au- 
toridad real ,  y  que  atribuyese  á  la  nación  aquella  sagrada  prero- 
gatÍTa ,  sería  ni  podría  ser  compatible  d  sistema  que  antes  hemos 
bosquejado  A  V.  M.  y  en  que  persisten  y  se  aforran  vuestros  mi- 
nistros con  la  ominosa  superstición  de  aquellos  que  corren  á  per- 
derse ,  arrastrados  por  la  fatalidad  y  abandonados  por  la  PrOTí- 
dencia  ? 

No  9  seiora ;  el  remedio  á  las  tiolencias  del  poder ,  á  la  arbi- 
trariedad del  gobierno ,  á  la  gangrena  electoral ,  i  la  corrupción 
administrativa»  está  y  se  cifra  ésclusivamente  en  una  mudanza 
sincera ,  franca »  leal ,  fundamental  de  conducta ,  está  y  se  cifra  en 
el  mantenimiento  de  las  instituciones ,  en  la  integridad  y  en  el  li- 
bre y  pleno  ejercicio  de  las  facultades  y  prerogalivas  de  las  Cor- 
tes, en  el  acatamiento  á  la  legalidad,  en  el  respeto  á  los  derechos 
que  la  nación  poseyó  y  revindicó  siempre ,  y  que  ha  reconquistado 
y  restablecido  A  la  par  del  trono  de  V.  M. ,  de  entre  los  escombros 
de  la  revolución  y  de  la  guerra  civfl ,  con  torrentes  de  su  sangre, 
en  los  cimpas  4e  batalla. 

T.  u.  21 


'IM  U  FALáaO  M  1.08  CMÜnaoM 

Foera  de  e^te  sendero ,  abierto  y  llanos  no  ha  j  mas  que  ^- 
dipicios  7  abismos ;  no  haj  salvación  fuera  de  este  sistema. 

No  la  hay,  contemplando  el  estado  evidente  de  la  opinión  pú- 
blica de  Espaika ;  no  la  hay ,  considerada  en  sns  lóbregas  profun- 
didades la  crisis  europea. 

Resuélvanse ,  pues ,  los  ministros  de  V.  M.  á  entrar  por  ese 
camino ;  den  el  ejemplo  á  la  nación ;  cumplan  el  primero ,  el  mas 
sagrado ,  el  mas  perentorio  de  sus  deberes ;  respeten  con  sinceri- 
dad ,  observen  con  religiosidad  y  con  franqueza  la  Constitución  del 
Estado ,  y  en  demostración  y  en  fianza  de  este  su  buen  propósito, 
reúnan  inmediatamente  las  Cortes,  á  fin  de  que  estas  voten  los 
impuestos  para  el  presente  año. 

Entonces  la  crisis  se  desatará  natural  y  suavemente ;  entonces 
se  calmará  la  opinión ,  justamente  recelosa  y  hondamente  conmo- 
vida; entonces,  y  solo  entonces,  esta  nación  desventurada,  heroi- 
ca por  sus  sacrificios ,  sublime  por  su  paciencia ,  abrirá  su  cora- 
zón á  la  esperanza ,  se  prometerá  dias  serenos  y  augurará  prospe- 
ridades bajo  el  blando  cetro  de  V.  M. 

Señora ,  respirando  apenas  la  Europa  de  la  mas  súbita ,  y  aca- 
so la  mas  grande  catástrofe  que  ha  padecido  en  este  siglo ,  en  una 
nación  agitada  por  la  reforma  política ,  desgarrada  por  la  discordia 
doméstica ,  herida  y  azotada  por  el  estrangero ,  consternada  por  un 
infortunio  público  y  por  un  inesperado  interregno ,  se  levantó  el 
nuevo  monarca  en  su  trono ,  y  ante  sus  pueblos  en  torno  congre- 
gados pronunció  estas  notables  palabras : 

«La  estabilidad  no  se  logra  en  nuestros  dias ,  sino  con  la  bue- 
na fé  de  los  poderes  y  con  la  probidad  de  los  gobiernos.)» 

Estas  palabras ,  señora ,  la  Europa  las  escuchó  con  respeto ;  los 
subditos  de  aquel  monarca  las  acogieron  con  amor  y  con  aplauso; 


IL  ?U«LO  T  SUS  OPBBSOMS.  46i 

la  paz ,  el  orden ,  la  libertad ,  la  prosperidad  las  han  consagrado  en 
el  éxito. 

y.  M.  en  so  maternal  solicitud  por  el  bien  y  el  sosiego  de  sns 
pueblos,  podrá  dignarse  meditar  con  sa  sabiduría  sobre  el  profun- 
do sentido  que  en  su  regia  sencillez  encierran  estas  palabras. 

Nosotros  t  fieles  subditos  de  V.  M. ,  y  vivamente  interesados  en 
la  firmeza  y  en  el  esplendor  de  su  trono : 

A  V.  M.  respetuosamente  pedimos  tenga  á  bien ,  en  uso  de  s» 
prerogativa,  mandar  que  se  abran  inmediatamente,  conforme  á  lá 
Constitución  y  alas  leyes,  las  Cortes  actualmente  suspendidas. 

£1  Todopoderoso  conserve  la  importante  vida  de  V.  M.  dila- 
tados años  para  bien  de  esta  monarquía. 

Madrid  13  de  enero  de  1854. 

Señora,  A.  L.  R.  P.  de  V.  M. 

Siguen  las  firmas  de  gran  número  de  senadores ,  diputados, 
grandes  de  España,  títulos  del  reino,  capitalistas,  propietarios, 
hombres,  políticos,  escritores  eto.»  * 

Además  de  la  precedente  esposicion ,  circularon  profusión  de 
hojas  volantes  que  contenían  un  manifiesto  al  pais  que  por  difuso 
en  demasía  no  copiaremos  íntegro ;  pero  para  dar  una  idea  do  su 
espíritu  citaremos  el  último  párrafo  que  decia : 

«Estamos  seguros  de  que  el  dia  de  la  gran  crisis ,  todos  sin  es- 
cepcion  estarán  en  su  puesto ,  si  se  trata  de  una  solución  pacífica  y 
legal  para  facilitarla ,  aunque  sea  á  costa  de  algún  sacrificio ;  si  se 
quiere  cortar  el  nudo  con  la  espada,  para  oponer  á  la  fuerza  del' 
acero  la  fuerza  de  la  ley ,  y  con  ella  en  la  mano  combatir  mientras^ 
baya  un  solo  español  que  quiera  defender  sus  derechos.» 

Otros  papeles  circularon  clandestinamente. 


Mil  BL.Muffit  »B  I4NI  Giínnm 

Uso  d»  tUos:  Mpeíaka  áe  este  modo : 

«¡  Españoles  1  basta  ya  de  sofrimiento. 

La  aiqreidoft  del  foder  hm  llegado  á  M  témiio#e 
.  Las  leyes  eetia  rota*. 

La  fioutkuciott  no  emisle  ete. ,»  y  termioaba  eon  estas  paki^ 
hras ;  «preteade  poser  aa  pié  sobre  el  cobHo  de  esta  sacioft  he- 
roica y  madre  inmortal  de  las  victiasas  del  dos  de  OMtyo^  de  bt 
héroe*  de  Zaragosa  y  Geroaat  de  las  gMrras  de  Ariabao,  de 
Mendigorria  y  de  Lodiaiia:. 

¿Será  q«e  agnaoljeauíe  impmemtttte  tanta  igaomiasa? 

|No  hay  jm  espadas  ea  la  tierra  AA  Gid? 

¿No  hay  chuzos? 

¿No  hay  piedras? 

¡  Arriba  I  ¡  arriba ,  españoles  L*. 

t A  ke  armas!  (á  las  arasaa  todo  eL.muadol.*. 

iViv*  la  LiberlaAU 

£1  grito  de  sublevación  estaba  dado. 

Aproximé  base  el  momento  de  que  las  obras  sigaieseo  4  las  pa- 
labcaa. 

La  ref oluGÍoii  fermentaba^  y  el  gobierno  la  h^o  estallar  eon  sn 
frenética  osadía. 

El  17  de  enero  se  dio  drden  á  los  generales  marqués  del  Due- 
ro ,  iom  José  de  U  Concha ,  don  Francisco  Armero ,  don  Facon^ 
do  Infante ,  y  do»  Leopoldo  O'Donnell  para  que  salisaea  aqiieUn 
misma  tarde  en  les  asientos  que  se  les  preparare»  en  las  sUias-eor-' 


El  uno  deUn  marckor  á  León,  dos  á  Ganariaf  r  y  loa  ntans  don 
á  Mallorca  é  Ibiza.  O'AewMtt  sn  oenlió. 


BL  PÜBBLO  T  SUS  OPRBSORIS.  465 

Los  demás  marcharon;  pero  Concha  se  fogó  á  Francia» 

Todas  las  medidas  del  gabinete  polaco ,  vil  instrumento  de  la 
bastarda  influencia  que  se  ocultaba  en  el  palacio  de  los  crimen  es  f 
respiraban  ira  y  venganza. 

Es  el  frenes!  que  preceda  á  la  if[ooia  dt  los  déspotas. 

La  muerte  del  ministerio  conculcador  de  las  leyes  se  aproxima- 
ba por  momentos. 

Mordido  por  la  rabiosa  desesperación,  moria  de  hidrofobia. 

Esta  agonfa  desastrosa  se  prolongó  algunos  meses. 

Mas  adelante  relataremos  los  estragos  que  produjo. 
•     •.•....•.•*.••••     ••% 

Volvamos  á  la  habitación  del  honrado  banquero  para  verle  re-^ 
cibir  la  visita  que  ertaba  aguardando  con  la  ansiedad  del  námfraga 
á  quien  presta  auxilio  una  mano  aalvadora» 


CAPITULO  xm. 


LA  REVELACIÓN. 


DesKcároDse  dos  dias,  j  aqael  dolor  tan  vivo  y  profundo  qae 
habia  desgarrado  el  corazón  del  viejo  comerciante  habiase  trocado 
en  purísimo  gozo ,  porque  aguardaba  que  de  un  momento  á  otro 
llegara  el  generoso  mortal  que  le  habia  salvado  la  fortuna ,  el  honor 
7  la  vida. 

Matilde  permanecía  aun  triste. 

El  recuerdo  de  una  pena ,  deja  huellas  mas  profondas  en  el  co- 
razón de  la  mujer  que  en  el  del  hombre ,  y  sentada  en  su  acos- 
tumbrado sitio  junto  á  los  cristales  del  balcón  que  daba  á  la  calle 
de  Alcalá ,  ocultaba  á  su  marido  las  lágrimas  que  involuntariamen- 
te derramaba. 

A  pesar  suyo  sentíase  turbada  y  distraída  por  melancólicos  pen- 
samientos ,  y  fijaba  maquinalmente  su  vista  en  el  bullicioso  pano- 
rama que  presenta  la  mas  hermosa  calle  de  Madrid. 

De  repente  cayósele  la  labor  de  las  manos,  y  por  un  movimien- 
to involontario  que  no  podo  reprimir,  inclinóse  hacia  adelante; 
pero  al  momento  se  lanzó  atrás  con  presteza ,  ocultando  el  rostro 


(Ayguali  de  Itco  bermiDOi,  cdilorn.) 


SL  foulo  t  sus  opeisoris.  497 

entre  laá  manos  como  avergonzada  de  lo  qae  había  hecho  y  teme-» 
rosa  de  que  la  hubieran  visto. 

—  ¡Es  él!...  ¡es  éll...— dijo  para  si, —  no  me  han  engañado 
la  vista  ñi  el  corazón. 

El  banquero ,  que  estaba  en  el  fondo  del  salón  arrq^ando  al- 
gunos legajos  de  papeles ,  no  reparó  en  la  turbación  de  su  esposa. 

Esta  infeliz  temblaba  convulsivamente  como  si  la  inesperada 
aparición  hubiera  despertado  en  su  memoria  dolorosos  recuerdos 
que  dormían  en  ella  ya  casi  enteramente  olvidados. 

Levantase  poco  á  poco ;  dirigió  una  última  mirada  á  la  calle ,  y 
fué  á  sentarse  al  lado  de  su  marido. 

El  viejo  comerciante  ni  siquiera  volvió  la  cabeza. 

Matilde  le  contempló  algunos  instantes  sin  hablar. 

En  este  silencio  habia  destellos  de  respeto  y  gratitud  y  uno  de 
esos  vagos  sentimientos  de  temor  que  no  se  pueden  esplicar. 

Parecía  que  algunas  palabras  prontas  á  escaparse  de  sus  labios 
eran  retenidas  con  su  respiración  que  agitaba  descompasadamente 
sú  pecho. 

Notólo  por  Gn  el  banquero ,  y  dijo : 

— ¿Eres  tú,  Matilde?  Me  tenian  estos  papeles  tan  avasallado, 
que  no  habia  reparado  en  t{. 

—  Sí,  esposo  mió,— respondió  Matilde  sobremanera  afecta- 
da,—  yo  soy:  he  venido  á  sentarme  á  tu  lado,  y  mientras  arregla- 
bas esos  papeles ,  te  contemplaba  respetuosamente  y  lloraba. 

— -¡Querida  hija  mia!— *esclamó  el  anciano  asiendo  las  dos 
manos  de  su  joven  esposa  y  poniéndolas  sobre  sus  rodillas. 

Habia  tanta  dulzura  y  bondad  en  su  acento,  en  sus  miradas, 
en  toda  su  persona ,  que  Matilde  sintió  reanimarse ,  y  los  recios  la- 
tidos de  su  corazón  ya  no  la  hacian  sufrir. 


— lle«c6rdaÍMi,«— continaé  enteraecMa  la  seotiUe  jéveo^-— 
me  acordaba  de  la  pobre  huérfana »  abandoaada,  datñralida  y  iola 
€B  el  iMiidOt  J  i  ^ten  tendiste  la  mano  diciendo :  «jo  te  prote- 
jeré ,  yo  te  amaré.»  Gracias»  señor,  gracias...  |  Soy  tan  dichosal 

'Ma^e  calló. 

Al  pronunciar  sns  últimas  palabras ,  rodaron  dos  lágrimas  por 
sos  pálidas  mejillas. 

Su  acento  conmovido  y  tembloroso  qaedó  abogado  por  la  vio- 
lencia de  sa  emoción. 

Pasóse  entrambas  manos  por  las  sienes ,  eiijagó  sns  ligrimas  y 
como  si  apelase  á  toda  la  resignación  necesaria  para  acabar  de  es- 
plicarse»  añadid: 

—Antes  de  aceptar  d  inmenso  beneficio  <ine  tu  generosa  bon- 
dad ofrecia  á  la  huérfana ,  creí  de  mi  deber  hacerte  nna  franca  re- 
velación de  todos  los  secretos  de  mi  vida ,  qae  aunque  mny  corta 
aun ,  estaba  ya  llena  de  amarguras.  Tú  pusiste  to  mano  en  mis  la- 
bios cuando  iban  á  confesarte  ••« 

—No  quiero  saber  nada,  te  dije  entonces,— *  repuso  el  ancia- 
no llevando  también  la  palma  de  su  mano  á  la  boca  de  Matilde.^- 
¿Qué  me  importa  la  confesión  de  lo  que  has  hecho  en  tu  infencia? 
Si  necesitas  consuelos ,  mi  corazón  está  dispuesto  á  darte  euantps 
quieras.  Si  reclamas  un  perdón...  ] Silencio,  nifiat...  le  has  obteni- 
do antes  de  pedirle. 

—Por  eso  callé ,  y  bendiciendo  á  Dios ,  acepté  el  protector ,  el 
amigo ,  el  padre ,  el  esposo  que  me  enviaba ;  pero  cada  dia ,  cada 
momento  que  pasa  siento  mayor  necesidad  de  confiarle  todas  mis 
penas.  Si  no  por  tí ,  hombre  generoso »  acepta  por  mí  la  confesión 
que  te  debo.  En  la  vida  de  la  pobre  niña  á  quien  has  salvado  de  la 
orfandad ,  no  debe  haber  un  solo  dia  que  tú  no  conozcas  como  ella. 


EL  PDULO  T  8DS  OPBB80BI8.  469 

Lo  que  tengo  que  revelarte  me  martiriza  porque  no  te  lo  he  dicho 
aun.  ¿Puede  haber  secretos  entre  nosotros?  No,  esposo  mió,  y 
hoy...  hoy  mas  que  nunca  es  preciso  que  lo  sepas  todo. 

—Te  escucho ,  Matilde  ,*— respondió  el  viejo ,  asombrado  á  pe- 
sar suyo  de  la  estraña  emoción  con  que  su  mujer  habia  pronun- 
ciado las  últimas  palabras. 

Matilde  bajó  los  ojos  y  guardó  silencio  por  un  instante  como  si 
recogiese  todas  sus  ideas  y  recuerdos. 

En  seguida  dio  comienzo  de  esta  manera  á  su  historia : 

— Viviamos  en  Vitoria  y  era  yo  muy  niña  cuando  murió  mi 
padre ,  y  perdí  con  él  los  momentos  felices  de  mi  vida.  Desde  en- 
tonces siempre  he  padecido,  siempre  he  llorado.  Mi  madre  osten- 
taba la  mas  austera  virtud ,  la  mas  rígida  piedad ,  Ya  severidad  mas 
inflexible.  La  respetaban  todos ;  pero  mas  bien  la  temian  que  la 
amaban.  ¡Pobre  madre  mia!  Aun  me  parece  ver  su  aventajada 
estatura ,  sus  regulares  facciones ,  su  frente  erguida ,  sobre  la  cual 
nunca  se  pintaba  la  mas  leve  agitación.  Una  calma  imponente  era 
la  conUnua  espresion  de  su  rostro.  Su  voz  era  grave ,  su  modo  de 
hablar  lento  y  lacónico.  En  el  gobierno  de  la  casa  guardaba  un  or- 
den escesivo.  No  tenia  mas  que  una  criada ,  pero  mi  madre  misma 
lo  disponia  y  vigilaba  todo.  Cada  mueble  parecía  clavado  en  su  si- 
tio, sin  que  jamás  se  permitiese  á  mis  juegos  infantiles  alterar  en 
lo  mas  mínimo  semejante  regularidad.  Todos  los  dias  á  las  misnias 
horas  se  hacian  iguales  faenas.  Después  de  las  mas  fatigosas  que 
exigian  el  aseo  y  limpieza ,  sentábase  para  descansar  junto  á  una 
ventana  y  hacia  calceta  ó  leia  libros  devotos.  Ocupaba  siempre  el 
mismo  sitio ,  en  la  misma  posición ,  y  á  no  ser  por  el  movimiento 
de  las  agujas ,  ó  el  de  las  páginas  que  volvía ,  hubiera  parecido 

una  estatua.  Jamás,  en  muchos  anos,  me  acosté  un  minuto  mu 
T.  II.  22 


179  B  FA&AGID  Si 

tarde  de  Iti  naeve.  Caaado  d  fiejo  reloj  he  daiM,  ievutebe  ni 
madre  los  ojoe  qoe  teoia  fijes  ee  so  labor,  j  oon  d  dedo  ne  señala- 
ba la  poerta.  Hm  yo  i  besarle  la  naiio,  ^a  nw  besaba  Im  frente 
oon  frialdad,  y  yo  me  retirdMi  dietendo  «baeeaa  noches»  palabras 
q«e  repetía  nd  madre ,  y  toWia  i  sa  hbor.  Annqoe  niSa »  pareek 
que  me  atormentaba  tan  rígida  sujeción ,  y  etuuido  podía  bnir  dd 
silencioso  coarto  de  mi  madre  sin  ser  apercibida,  corria  al  jardín, 
y  allí  cantaba  á  pesar  de  mi  tristesa ,  tal  vea  sin  mas  deseo  que 
hacerme  mido  á  mí  misma.  No  me  atrevía  á  coger  ninguna  flor. 
Sbs  corolas  estaban  ^cuidadosamente  contadas.  Arrancaba  algunas 
hojas  de  las  ramas  de  los  árboles  que  podia  alcanzar,  y  las  esparcía 
en  derredor.  Un  viejo  mastín  solía  acariciarme,  y  sus  caricias  Ue^ 
naban  de  consuelo  mi  corazón.  Corria  con  él  y  me  complacía  en 
hacerle  ladrar ,  sin  prever  que  á  sus  ladridos  aparecía  mi  asadrCt 
y  con  voz  fuerte  que  me  aterraba  en  medio  de  mis  juegos,  decía: 
«{Matilde!»  A  esta  sola  palabra  se  agachaba  miedoso  el  viejo 
mastín ,  y  yo  con  la  cabeza  baja  volvía  al  coarto  de  ni  madre  y 
me  sentaba  en  un  taburete  á  su  lado.  Todos  los  domingos  y  días  de 
fiesta  me  llevaba  i  misa.  Las  dos  vestidas  de  negro ,  yo  iba  detrás 
de  mi  madre ,  con  so  devocionario  y  el  mió  en  la  mano.  Sentába- 
me en  un  banco  junto  á  ella  y  me  arrodillaba  y  levantaba  imitan-* 
do  su  ejemplo.  Así  se  pasaron  mis  días  basta  la  edad  de  la  adoles* 
cencía ,  sin  que  un  solo  acontecimiento  viniese  á  turbar  la  mooo-> 
lonía  de  mi  vida.  Mi  agitación  moral  no  tardó  en  dejar  sentir  su 
ínflueocia  sobre  mí  salud.  Perdía  el  color,  enflaquecía,  pasaba  las 
noches  sin  dormir ,  ó  atormentada  por  diferentes  enraeSos  hijos  de 
las  preocupaciones  de  mi  fantasía.  El  mundo  me  era  enteramente 
desconocido,  y  me  lo  figuraba  á  medida  de  mis  deseos.  Creí  que 
seria  un  paraíso  habitado  por  seres  hermosos  é  inocentes  enlaza^ 


MLnaUM  1  fus  «PUMKBk  471 

ím  por  los  víhcdIos  del  amor.  £1  cambio  qae  sofrió  mi  natoralesa 
era  demasiado  visible  para  qoe  mi  madre  dejase  de  oolar  en  él.  Sin 
embargo  Y  ni  uaa  sola  prq;oDta  me  dirigió;  solo  observé  que  sepa-* 
raba  eon  írecvenoia  la  vista  de  sos  labores  para  fijada  en  mi.  Una 
Hiaüana,  qoe  aon  estaba  jo  ea  mi  leeho ,  abrióse  la  poerta  de  mi 
coarto  y  j  entró  eo  mi  alcoba  mi  madre  en  compañía  de  on  bom« 
bre  de  avanzada  edad.  Era  un  médico.  Dirigióme  algonas  pregona- 
tas  acerca  del  estado  de  mi  salod  ,  examioó  mi  leogoa,  me  tentó 
el  polso,  j  dijo  á  mi  madre  qoe  mi  langoidei  era  estremada »  y  qoe 
tendría  malas  consecoencias  si  pronto  no  se  acodia  al  remedio. 
Gonsbtia  este  en  baoerme  mndar  de  aires  y  tomar  los  baños  de 
Gastona.  «¿Es  indispensable ,  doctor?»  le  preguntó  mi  madre.  «De 
abaolota  necesidad»  respondió  el  facoltativOt  y  me  dejaron  otra 
vez  sola.  Dorante  aqoel  dia  observé  algnna  alteración  en  el  corso 
de  las  ocopaciones  de  mi  madre.  También  la  sorprendí  algonas 
veces  medttabonda.  El  dia  sigoieote  al  entrar  en  so  coarto  vi  qoe 
estaba  escribiendo.  Eran  aqoellos  acontecimientos  estraordinarioa 
para  mi,  y  no  podían  menos  de  escitar  mi  curiosidad.  La  visita  del 
médico...  una  carta...  nanea  habían  sooedido  cosas  tan  estrañas* 
Cerró  la  carta  mi  madre,  y  ^espoés  de  ponerle  oblea  y  sobre,  la  en- 
tregó á  la  criada  qoe  se  foé  con  ella ,  y  nada  mas  pode  saber.  Eran 
ks  coatro  de  la  tarde  coando  oimos  recios  aldabazos  á  la  puerta. 
Hice  on  movimiento  de  sobresalto  en  mi  taborete ,  donde  estaba 
sentada  junto  á  mi  madre.  El  tal  taburete  era  estremadamente  pe« 
queño  para  mi.  Empecé  á  sentarme  en  él  i  los  cinco  años ,  y  por 
consecuencia  de  la  impertorbable  regularidad  de  nuestras  costum- 
bres, habia  continuado  todos  los  dias  baciendo  lo  mismo  basta 
entonces  qoe  eontaba  ya  catorce  aSos.  Presentóse  una  mujer  á 
quien  yo  conocía  de  vista  porqna  mi  madre  la  saludaba  en  la  igle- 


4))  EL  »ALA€ÍO  »l  ÍM  CBÍlllinS 

sia.  « Amiga  mia ,  dijo  la  recien  llegada ,  estoy  moy  contenta  de 
poder  prestar  i  usted  este  servicio.  Cuidaré  de  Matilde  como  si  fue- 
ra mi  segunda  hija.  ¡Y  qné  linda  es!  ¡Qaé  hermoso  pelo  rabio! 
I  Qoé  ojuelos  I  Cuando  haya  recobrado  su  salud  y  su  buen  color» 
estará  encantadora.»  Mi  madre  frunció  las  cejas  y  cambió  de  con- 
Tersacion.  Te  relato «  esposo  mió,  estos  detalles  insignificantes  ai 
parecer ,  porque  ejercieron  un  grande  influjo  sobre  mi.  Ellos  des- 
pertaron en  mi  imaginación  cierlas  ideas  que  basta  entonces  habia 
ignorado.  Mi*  madre  no  volvió  á  hablarme  en  todo  el  dia,  juzgan-, 
do  inútil  esplicarme  el  movimiento  estraordinario  que  habia  en  mi 
derredor.  Salió  de  casa  sin  ser  domingo ,  y  á  su  regreso ,  en  lugar 
de  hacer  calceta ,  se  entretuvo  en  componer  mis  vestidos.  La  cria- 
da le  presentó  una  vieja  maleta  de  cuero,  colocaron  en  ella  mi  ro- 
pa. Entonces  comprendí  que  iba  yo  á  partir  para  los  ba&os ,  con- 
fiada á  doña  Gertrudis,  la  amiga  de  mi  madre.  Yo  deseaba  este, 
viaje  en  compañía  de  la  buena  señora  que  me  Üabia  acariciado  con 
elogios  que  nadie  hasta  entonces  me  habia  dirigido.  Una  mañana^ 
entró  mi  madre  en  mi  alcoba  vestida  como  los  domingos  para  ir  i 
misa,  y  mi  corazón  palpitó.  No  me  equivoqué ;  iba  á  partir.  Seguí 
á  madre  hasta  el  coche  donde  me  aguardaba  doña  Gertrudis  con  su 
hija.  Iba  i  subir,  cuando  oí  la  voz  de  mi  madre  que  decia:  « ¡  i  Dios, 
Matilde !  no  dejes  de  escribirme  i  tu  llegada.»  Estas  palabras  tan 
sencillas  me  causaron  una  sensación  profunda,  porque  fueron  pro- 
nunciadas con  amabilidad ,  y  al  volverme  para  abrazarla,  noté  que 
sus  ojos  estaban  arrasados  de  lágrimas.  Alejóse  el  coche,  y  mi  ma-* 
dre  permaneció  en  la  esquina  sin  quitarnos  ojo.  \  Ay  I  desde  enton- 
ces no  la  he  vuelto  á  ver. 

Matilde  suspendió  aqui  su  relato  para  eii jugar  ana  Jágrima 
que  tributaba  á  la  memoria  de  su  madre. 


BL  FUIBLO  T  SOS  OFBBSOEiS.  47? 

Sa  marido  la  contempló  en  silencio  por  no  torbar  el  religioso 
dolor  de  este  triste  recuerdo. 

Contentóse  con  asir  una  de  las  manos  que  Hatilde  habia  dejado 
caer  sobre  su  rodilla ,  y  la  estrechó  afectuosamente. 

Después  de  esta  breve  pausa ,  continuó  la  joven  el  relato  de  su 
vida ;  pero  con  voz  mas  pausada  j  como  recelosa  de  afligir  i  su 
bienhechor: 

•^Llegamos  á  Gestona.  Era  el  mes  de  mayo  del  aSo  pasado.  ••. 
habia  mucha  gente ,  y  el  primer  sentimiento  que  se  •  destacó  del 
eaos  de  impresiones  que  á  la  sazón  me  asaltaron ,  fué  que. habia  dh 
versas  categorías  en  la  sociedad ,  que  no  todas  las  clases  estabap  jsl 
mismo  niv«l,  y  que  ocupaba  yo  una  de  las  gradas  inferiores  de  la. 
gerarqufa  social.  Mí  orgullo  padeció  al  hacer  este  descubrimiento.; 
Envidiaba  la  suerte  de  otras  jóvenes  que  pertenecian  á  la  aristocrá-^ 
cia  y  se  juptaban  en  el  gran  salón  del  primer  piso,  donde  se  toca-, 
ba  el  piano ,  se  cantaba  y  bailaba  en  medio  de  la  mas  alegre  ebuUi-, 
cien.  La  segunda  advertencia  que  impresionó  mi  alma  fué  mas  conr 
soladora  y  me  indemnizó  con  usura  dd  daño  que  me  habia  causa-» 
do  la  primera.  Noté  que  todos  me  contemplaban  con  agrado.  Tra(6; 
de  averiguar  la  causa ;  pero  no  tardaron  en  hacérmela  conocer  loa 
jóvenes  y  hasta  algunos  viejos  que  á  pesar  de  hallarse  en  aquel  si- 
tio para  curar  sus  dolencias,  olvidaban  su  reuma  y. su  gojta  pjsra. 
dirigirme  requiebros.  Descubrí  pues  que  era  yo  la  joven  mas  bella, 
de  aquel  recinto.  ..  *       » 

Matilde  pronunció  estas  palabras  sonriéndose  de  satisfacción;, 
pero  en  voz  muy  baja,  y  el  rubor  imprimió  una  rosa  en  .cada  una. 
de  sus  mejillas  que  acababa  de  inclinar  sobre  su  pecho,  .    .    » 

Esforzó  de  nuevo  la  voz,  y  continuó: 

— Considerábame  yo  muy  feliz  al  Terme  en.  libertad  i  y  en  4 


471  «r  YUAOD  n  lof  aÉBNK 

Motra  de  mil  placeres.  Doia  Grertrndis  coráiuM  poco  de  mi.  Su 
hija  7  yo  gozábamos  de  una  libertad  8Ío  hflñtet ,  liberUd  de  laciul 
ibeiaba  jo  sin  dada ,  paes  en  mi  absoluta  ioesperieieía  ignoraba  el 
bien  y  el  mal.  Entretanle  restabledase  mi  salad  de  ana  manera 
sorprendente.  Recobré  la  alegría»  el  boen  •color»  toda  la  frescura 
de  la  jovealnd.  Hucbos  eran  mis  galanteadores ;  pero  imbía  en-* 
tre  ellos  un  joven  de  mi  edad ,  de  arrogante  figura ,  de  ana  ele* 
gandía  sedoctora.  Perdóname ,  esposo  mió ,  ddio  ser  iraiioa  en  es- 
te sdemne  momento.  Le  vi  con  placer,  le  escndié  con  eoiocion... 
sos  palabras  eran  ooevas  para  mí ,  y  en  brere ,  sin  apercibirme  de 
dio ,  re^ndi  á  las  apasionadas  frases  de  sn  amor ,  con  la  sencilla 
espNcacion  de  las  dolees  sensaciones  que  por  primera  vez  seatia. 
Segaiame  i  todas  partes ,  y  de&a  Gertrodis  ao  podía  dejar  de  ver 
tan  obsequiosa  ásidoidad.  Así  es  que  na  dia  que  estábamos  selast 
me  éí^o  sonméndose :  «Matiide ,  teago  entera  confiansa  "ea  los  prin*- 
cipioe  que  te  lia  inspirado  ta  Tirtaosa  madre.  Un  poco  de  coquete- 
ría es  reoomendable  en  aaa  joven  liada  como  tú»  y  sobre  toda 
coaado  no  se  posee  gran  fortaaa.  Ss  propio  de  mucbachas  bábiles 
d  atiaer  i  un  joven  rico  y  hacerle  adelantar  hasta  qoe  no  pueda 
ntrooeder ;  pero  todo  esto  sin  esponer  la  reputación  á  lea  sarcas- 
mos de  la  maledicencia.»  Estelmgaaje  era  completamente  ininteli- 
gfiíle  i  la  pebre  joven  que  como  yo  jamás  se  habia  separado  del 
lado  de  ana  madre  virtuosa ,  dgida  y  severa.  Penetré  sin  embargo» 
que  en  las  palabras  de  doña  Gertrudis  habia  algo  que  ofendía  mi 
deücadesa.  Era  inocente ,  y  sin  saherlo  era  ya  el  blanco  de  la  mur- 
maracion.  Parecíame  imposible  que  con  tanta  focílidad  se  jugase 
con  la  dicha  y  luista  ooa  la  honra  de  una  tnooante»  sin  mas  guia  qoe 
su  propio  candor ,  que  en  vea  de  protegerla ,  la  entregaba  á  mer- 
<ed  4enn  sedoetor  inftie ! 


-*[P*bre  niial^iiterfvii^pid  «1  ganaioM  aACJanor  dUrigiwdo 
á  su  espott  ma  de  esas  preciosas  «oradas  Uenas  de  perdón  é  íiin 
dolgeacia. 

— ¡Polire  niña!  es  verdad— -repitió  trisleneiile  Matilde i»9W 
al  oir  la  toz  de  sv  marido  recobré  alíeBto  y  reaigoacioa  paca  pro^ 
seguir  su  relato.— *Si,  |  pobre  moa  I  que  no  fovo  una  itoaque  la 
contuviese  ni  una  mano  qv»  la  gmase.  Si  al  principio  de  mi  fiel 
relación,  esposo  mió,  te  he  molestado  con  minuciosos  detaUeSf 
inútiles  en  la  apariencia ,  si  te  he  llevado  conmigo  ¿  recorrer  los 
años  de  mí  mkez^  dia  por  dia,  bora  por  hora,  que  pasé  baja  la 
vigilancia  de  una  madre  rigida  á  quien  ne  mereci  jamás  caricia 
alguna ,  ha  sido  para  que  comprendieses  ahora  el  efecto  que  dabia 
causarme  la  ebullición  social  que  me  rodeaba,  la  libertad  da  que 
disponía,  y  sobre  todo  las  tcrneaas  de  uu  jóv«n  que  se  me  pre*- 
sentaba  como  un  ángd  protector.  Ni  un'  solo  instante  puda  ocur<- 
rírseme  que  (iiera  capaz  de  engañarme ;  hnbiérama  avergonzado 
de  creerlo  así.  Ignorante  de  lo  que  era  el  mundo ,  abandóneme  á  él 
solo  porque  él  me  llamaba ,  y  su  voz  era  dulce  y  se  filtraba  delicio- 
samente en  mi  corazón  como  un  bálsamo  celestial,  a  Mi  madre  re- 
husará, á  no  dudarlo,  su  consentimiento  á  nuestra  unión,  le  dije 
un  dia,  porque  eres  demasiado  joven  y  alegre.»— -«También  temo 
que  mí  familia  se  oponga  á  nuestro  suspirado  enlace,  me  respondió, 
pero  al  cabo  cederán  á  mis  ruegos.» —  «¿Y  qué  hemos  de  hacer  en- 
tretanto?» le  pregunté  yo  candorosamente.— a  Huir  de  aquí...  te  he 
preparado  una  habitación  en  Bilbao. ..  de  allí  volaré  en  busca  del 
consentimiento  maternal,  y  nos  casaremos.  Después  do  casados,  tu 
madre  y  mi  familia  nos  perdonarán  y  bendecirán  nuestros  vínculos.» 
¡  Ilusa !  mi  inesperiencia  rayaba  hasta  el  punto  de  ignorar  si  una 
joven  de  catorce  años  necesitaba  para  casarse  el  consentimiento  de 


476  IL  FALátiO  M  IOS  CtfniVB 

n  madre  I  Deoiame  mi  amaote  qac  no  era  meoester,  y  no  me  ocar- 
ría  el  menor  obslicalo  qae  oponer  i  los  deseos  de  mi  seductor.  Par-» 
tí  con  él...  7  empecé  i  temblar.  Un  secreto  instinto  despertó  de  re- 
pente en  mi  fantasía  la  idea  de  que  faltaba  á  mi  obligación.  Todo 
él  Tiaje  fué  para  mí  una  continua  lacha  de  amor  j  remordimien- 
tos... Mi  corazón  ardia,  mi  cabeza  deliraba...  Llegamos  á  Bilbao, 
j  me  alojó  en  una  habitación  magnífica ,  con  varios  criados  á  mis 
órdenes.  «No  haría  esto  si  no  fuesen  puras  sus  intenciones,  me  de- 
cía i  mí  misma.  Tiene  razón «  nos  casaremos ,  y  mi  madre  y  su  fa- 
milia aprobarán  nuestro  enlace.  ¡Qué  felices  seremos  entonces!» 
Pasó  una  semana  sin  que  viera  yo  ningún  preparativo  para  nuestra 
boda.  Lo  sentía ;  pero  aun  no  había  perdido  mí  confianza.  Un  sen- 
timiento penoso,  que  era  sin  duda  el  presentimiento  de  mi  destino, 

hacíame  ya  desdichada  á  pesar  mío.  Por  último una  noche 

¡  qué  vergüenza !...  Tiemblo  al  acordarme  de  lo  que  pasó. 

—¡Matilde!— esclamó  Heno  de  amargura  el  bondadoso  viejo. 


"»•«««  aS9€SCrZ9ff}rao  o  «o^ 


mmmmm 


CAPITULO  XIV. 


EL  ARBEPENTIMIENTO. 


— Uo  pensamiento  horrible,*— contiDUÓ  agitada  la  jóYen  espo- 
sa, —reemplazó  en  mí  corazón  á  mi  candorosa  credalidad.  Dios  sin 
dada  rasgó  la  venda  qne  me  cegaba ,  y  de  repente  conocí  qne  me 
hallaba  al  borde  de  un  abismo  sin  fondo.  Pasé  nna  noche  crnel  por- 
que amaba  mas  que  nunca  á  mi  seductor.  La  mafiana  siguiente  pa- 
róse muy  temprano  un  coche  á  la  puerta  de  mi  casa.  Corrí  á  recibir 
á  mi  amante...  ¡No  era  él!...  era  otro  joven  de  alguna  mas  edad; 
pero  también  muy  elegante.  <cVo  se  asuste  usted,  señorita»  me 
dijo  con  amabilidad ,  « vengo  á  sacarla  de  un  error  que  causa  la 
deshonra  y  hará  también  la  infelicidad  de  usted.  El  joven  con  quien 
piensa  usted  casarse ,  no  trata  mas  que  de  seducirla ,  pues  se  va  á 
casar  con  otra.  Tal  vez  no  se  acuerda  ya  de  usted ;  pero  si  vuelve, 
crea  usted  que  su  intención  es  impura.  Nada  pierde  usted  en  no 
casarse  con  un  libertino ,  y  si  desea  usted  el  amor  de  un  hombre 
de  bien  que  la  haga  feliz...  este ,  señorita,  no  está  lejos  de  usted.» 

Por  las  palabras  que  añadió  el  recien  llegado,  conocí  en  breve,  £ 
T.  II.  23 


478  EL  PALACIO  DB  LOS  GBÍMBIfES 

p698r'  d&'11lt"lD0C6DClA  y '  tjfl^  tTñ  OlTO  SCQQCtor.   f  EjIOfl  BltO'!  69Ci811l¿, 

y  tuve  bastante  aliento  para  manifestar  la  indignación  qne  me  cau- 
saba la  presencia  de  mi  nuevo  pretendiente.  Se  rió  de  mí  entereza 
y  ausentóse  prometiéndome  otras  visitas  hasta  que  llegase  á  ablan- 
dar mi  corazón.  Esta  escena  acabó  de  hacerme  conocer  mi  funesta 
debilidad,  y  persuadida  de  que  el^óyen  . gue  tantos  beneficios  me 
había  prodigado ,  alentaba  una  sínfestra  intención ,  que  era  un  im- 
postor que  me  había  seducido  para  labrar  mí  deshonra  y  hacerme 
juguete  de  un  capricho  impuro ,  y  que  no  habia  pensado  un  solo 
momento  en  mí  dicha ,  estremecíme  de  las  consecuencias  de  mí  ere- 
dulidad.  Pasé  otra  noche  horrorosa.  Temía  estar  rodeada  de  los 
cómplices  de  mis  seductores.  Me  lancé  del  lecho ,  y  después  de  ase- 
gurarme si  estaba  bien  cerrada  la  puerta  de  mi  aposento ,  caí  de 
rodillas  anit  on»  iaiágea ,  j  &a  vista  tranquilixd  mi  concieiicia  „  pu- 
ra aun. por  fortuna.  Acabé  de  pasar  la  noche  orando  y  acordándo- 
me de.  mí  polira  madre*  Resuelta  el  dia  siguiente  á  abaadonac  aqvel 
asilo ,  me  propuse  huir  del  joven,  que  me  habia  hablado  de  nueslca' 
próxima  unión.  •»  del  que  me  habia  prodigado  jurameotos  de  cari- 
no  del  qye  me  decía  qpe  ooie  amaba  con  frenesí..^  é  iba  á  csk- 

SM*se  con  otra! 

La  pobre  Matilde  no  pudo  conlinuar. 

El  llanto  ahogó  su  voz  y  ocultando  el  rostro  entre  sus  manos 
prorumpió  en  amargos  sollozoa* 

—  MaLílde— le  dijo  su  viejo  esposo  con  amable  dignidad — lio^ 
ras  por  un  recuerdo. •«..  por  un  triste  recuerdo.....  Te  perdono  ese 
llanto,  hiía  mia^  pero  sea  el  último  que  consagres  á  semejante  me- 
moria. 

—  Ahora  que  todo  lo  sabes  ^  puedo  olvidarlo.  Me  faltaba  tu, 
perdoa« 


baba  de  tenderle  su  marido  como  signo  de  indulgencia.     '''^^  *  -  .''' 

-*-flíhnileflie'éM6lmr.<r«f  ^d^érme  feca  rf  tédibirtttf  aflM^ 
go  desengaño.  Junté  lo  que  poseia^  losffdirés  féitíéM  >qwe  éié '(ÍM 
dri  «MdMy  tBM  litriati  doiide  «n  lernwi  ^kdbia  4e|^a!)tkl¿'  el^frutó 
ée loa  akbnrbft ,  y  fCftáéoábmie'^l  mmM  traje  iqfue  llwvbn^  eoawáa 
pA*U  át  ViltMrta ,  vdié  ni  roslf#  ncmAdí  ¡ÉBatíliHa  y  «e  hnidé  iá  ll 
calle.  Iba "erranle/rin  saber  4[iié  hMarme,  Mando  ^\amé  'dií  atéfr^ 
eioB  «el  iklMfo  ^noa  posada.  "EiAré  en  «Ka ^  pcM  4Mi  -euaito  y  «16 
eooenpé  •■  él  pana  iorár  de  tideTOi  Babia  caiMkMiile 'papel  j  fin^ 
i0PO  én  Ma  «ieaa\,  éegí  «ara  pierna  j  eaimbí  lo  sigutoele  *.  «  Nó  mb 
wtrá  usled  ttiás. . .  iie  haido  4e  la  aasa  ^ottdefaerie  «^ed  M<ÉipleU 
tar  mi  desbonraf.  Sé  ^a^e  oasti  ested  con  oCra...  «^Iie  aído  tle¿- 
ttim  de  hd  kítaz  eef  Ao. . . .  Bra  7^  dakiawado  pdbra  «para  gkmioi^ 
el  abeso  de  1é$  riquezas,  demaatado'  para  fwa  aoapedliár  «fea  meti^ 
iit*a. . .  «o  ae  ee? aneaca  usted,  |Mies,  de  Mier  afvasiifcide  «li vcredú^^ 
lidad.  Voy  á  escribir  á  eii  flMidre,  á  Saiplorar  se  perdón ,  y  dentro 
de  poces  diaBTivffé'á  salado,  bajo  el  tecbo  deia  modesta  morada 
que  jamás  debí  abandonar.  Ella  será  el  albergue  de  mi  amangarat; 
pero  no  de  mi  déabanra...  Dios  «le  ha  sainado!»  Tooié  las  precau- 
cSoees  oportunas  para  ocifltar  mí  paradero ,  el  4ia  sigaaaete  «sctibí 
4 wí madre,  y  dos  dias  déspoés  eapreedf' él  viaje-sola  y á  fié. 
¡  Ay  1  mi  arrepentimiento  fué  tardío  I  tle(geé  á  mí  oáeay  no  tí  más 
qee  ttftay  soledad  for  todas  partes.  La  oárta  qaé  yó  Üabia  escrito 
estaba  cerrada  en  una  mesa  sfti  qea  eadie  ia  iiubieae  leído.  Mi  mal- 
dre. . .  había  leuerte  1 . .  •  lnÍHa  muerte  eio  «braiar  á  su  Iwja  1.1 .  sin 
perdonaba  liB  Wea  1 . . . .  da  ^qoe  esta  In ja  íarrppeutída  fiuriíara  éstre- 
char  contra  sus  labios  la  mano  «odlbuada  ifue  MaMa  lia  dafc^le  la 


(4jBp  IfcifiÉMaO  W  LOtGifHllliS 

]N|Qdio¡Ml«..«.  810  que  le  foera  y»  posible  recoger  d  últiaio  aliento 
maternal! 

Al  pronanciar  estas  palabras»  habíase  arrodillado  U  ^mk  es- 
pp^a,  juntó  sos  nanos  y  las  elevó  en  piadosa  ademao,  dirigiendo 
.at  cielo  k  sigoiente  súpUca : 

: .  —  I  Madre  mia ! . .  •  perdóname ;  fni  una  insensata  cuando  aban** 
499é  á  la  qne  me  tuvo  en  su  seno ,  á  la  que  me  alimentó  de  su  pro* 
fía 'sangre,  á  la  que  guiaba  tnís  pasos  con  amor  y  esperiencia.  Yo 
4eso(  t^  voi...  te  enga&é!  i  Madre  querida  1  tu  bija  ha  sido  ya  se* 
v^amente  castigada  lejos  de  tí.  AjQbicionó  un  porvenir  brillante,  y 
solo  ha  encontrado  ligrimas  y  abandono.  \  Perdóname  I  Tu  bija  ba 
iF.ueUo  en  busca  de  tu  bendición,  y  ha  vuelto  adolorida,  infortuna* 
4a,  desgarrado  el  coraxoo  por  la  angusti*  y  las  penalidades  I....  ha 
YHelto  arrepentida  i  recibir  I*  bendición  de  su  madre.* «.  y  su  ma« 
ike  no  está  aquí!...  su  madre  que  la  hubiera  perdonado !«..•  (Obv 
madre  mia  I  desde  el  i»elo  donde  moras  entre  los  ángeles ,  no  has 
4>lvidad0  á  tu  hija,  no.  (Gracias,  madre  adorada,  tú  has  intercedi- 
do en  favor  mío,  y  Dios  me  ha  enviado  un  protector,  que  ha  ten- 
dido una  mano  generosa  á  la  pobre  huérfana  y  la  colma  de  bene- 
ficios I... 

El  anciano  acababa  de  levantarse ;  so  venerable  presencia  des- 
tellaba una  espresion  divina  de  calma  y  de  bondad ;  y  tendiendo  la 
palma  de  su  mano  sobre  la  cabeza  inclinada  de  su  joven  esposa^ 
dijo  con  acento  solemne  y  paternal: 

— Sí ,  Matilde ,  tus  lágrimas  y  tus  padecimientos  han  espiado 
la  primera...  la  única  falta  de  tu  vida. 

Levantóla  aCsctnosamente  y  la  recibió  en  sus  bracos. 

La  afligida  joven  quedóse  sentada  en  la  rodilla  del  anciano  apo- 
Vanda  sobre  sá  hombro  la  eabeit. 


BL  PUIBLO  T  SUS  OPIBSOBBS.  484 

El  banqaero  enjogaba  las  lágrimas  de  sn  majer ,  como  el  bon- 
dadoso padre  que  consuela  i  su  hija. 

Cuando  las  emociones  de  los  dos  esposos  se  calmaron ,  Matilde 
se&aló  el  balcón  con  el  dedo ,  y  dijo : 

— -  Ahora  mismo ,  estando  yo  sentada  allí ,  he  visto  á  ese  jÓTen 
y  por  eso  he  venido  á  tu  lado,  esposo  mió.,,  por  eso  he  querido  re- 
velarte mi  secreto ,  acabar  ante  ti  la  triste  confesión  de  toda  mi  vi-* 
da.  Ahora  que  todo  lo  sabes ,  yo  lo  tengo  ya  olvidado.  Si  vuelvo  i 
ver  á  ese  joven  no  me  causará  la  menor  impresión.  Estoy  segura 
que  ya  ni  siquiera  le  reconoceré. 

—  ¡  Niña  encantadora !  —-esclamó  el  banquero  abrazando  á  su 
mujer. 

— ¡Estoy  tan  contenta  ahora  que  (e  lo  he  dicho  todo!... 

— Todo  no ,  hija  mia— repuso  el  anciano  sonriéndose. 

—I  Cómo  I 

~Como  que  no  me  has  dicho  el  nombre  del  consabido  joven; 

— ¿De  veras?  ¿No  le  he  nombrado  nunca  en  una  relación  tan 
larga  ? 

—No  por  cierto. 

—Pues  se  llama... 

Abrióse  de  repente  la  puerta  y  un  criado  anunció  al  marqaesíto 
de  Beliaflor. 

El  banquero  exhaló  una  esclamacion  de  alegria ,  y  Matilde  pa- 
do  afortunadamente  reprimir  na  grito  de  miedo  que  iba  á  escapar- 
se de  sus  labios. 


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-•1. 


CAPITULO  XV. 


I  V 


• 


AliOR  SIN  ESPERANZA. 


.     ,.,í 


Don  Fermín  del  Valle ,  que  había  salido  á  redbir  i  ra  bienhe- 
oitor ,  ileso  im  iaefcble  jAWle  presentóle  á  en  liersa  Mprna. 

'  M  ttttMrqnetiio  de  Bellaftor  era  un  jÓYHk  ele^Me,  4e  'figura 
esbelta  y  graciosa ,  como  sabe  ya  el  lector ,  de  rostro  descolorido  ^á 
la  sazón  ;  pero  siempre  simpático. 

Al  notar  su  melancolía  bubiérase  dicbo  que  Mftes  deí  pasar  los 
«■Énalet'que  le  separaban  de  la  estaiMa  -del  banqvero  y  su  'espo- 
sa» habia  tenido  que  detenerse  para  dominar  alguna  violenta 'en#- 
-éhin  iqpM  pretendía  ecottar  á  ledas  las  mradts;  pero  qué  mas 
-ftMrte  que  su  volantad ,  dejálbasa  tradaeír  «1  tnr^  de  derfa  os- 
presión  indefinible  de  tristeza. 

Si  don  Fermín  se  hubiera  sentido  menos  preocupado  por  los 
graves  sucesos  del  día ,  hubiera  á  buen  seguro  notado  la  turbación 
que  se  revelaba  en  el  disimulo  del  marquesito ;  pero  la  satisfaccioa 
de  tener  en  su  presencia  al  hombre  generoso  que  debía  salvarle ,  no 


le.  f «itiUid  v«r  Mda  fur  yvdtera  tMdiftr  9m¡9itfftl9n¿y  a^mÚDÚLn-^ 
doie  4fta  Iw^  ,^  atendía  il  iMrcpiesita  dto^ la  mana ,  fo  átcia.t    n^ 

— Permítame  usted>i«í'^a9ÍdottMtipie9Íip^  ellMMrtle  fmh 
sentarJla^  á  mí  aapaMu  Si ,,  mi  ^poaa;  lé  farécaí  4  ilsted  ais  éadtf  es- 
traño  que  lo  sea  de  un  hombre  ya  viejo  nna  mujer  taa  }éííéiif|l 
tan  linda;  pero  ella  está  contenta  porqa»  tiene 'eai  wU^  aosélo  an 
espoao*  cMttplatfaiate ,  aiao  má.  padM  oariftoio.  ¿No^cs  TsMád  ^-^ija 
mia?  •    '  ilh 

-~£a  akt*t0— -respMdiót  Ift! jy^ii  dtdgieadi  al<  nHynpimita^ -una 
mirada  llena  de  nobleza;  pero  tan  signíficatbia^ ifH htbiera  oM%»i» 
do  9l  coraaon  maa  peciealido  á  ostiar  e^  k  $eniá  ám  kvpWd. 

Enríqo0  da íneKiitf  respetiwmaMiBahí  "^  .:r-.l  :■ 

— Este  generosa  anigo^~d¡í|i  el  baaq[tMÍw**^lM!  Temd«f  ara 
salvar  nti^itmi  hiQMr/ 

Bslas  iMoíQaftlprialMraa^  llasaMn  de  vérgaciza'áBHrifaa',  f^ihii 
siblemente  conmovido  y  turbado,  reqpoDÜó»: 

— El»  ad  deW  aigrado..».  siga  ti  ejaáfAo  da/ vitoi ,  quatiacó 
á  mi  fAdca  d»  «B  afttnMQi jor*  ^^ 

-^VaiMB ,  vamoa»  MallUde,i  eagaga  esaa  lágriaaM^diía  eli  ímm 
quero  viendo  que  su  esposa  lloraba  hnmga  Moolradot  la  pai  ib^ 
méstica ,  maread  4  les  iieUe$  aastMiiítiliM  de  miastao  am^cK  Solo 
se  trata  de  un  préstamo  del  que  mas  tarde  indemniáaré  i  maeüvQ 
bifiíriNaboir.  Bptsekaala  aoarcifiépdimMfl  i  an  geBaroaíiad  kadén- 
dola  participe  da  anastea  dkka*  No>  BMa  Uomrr  Uj^  miai.,^  lai  Um 
grimas  son  coaáagíoaaa,  y  "Hrn  fM  las  astia  comuinBmdh»  4  mnaiao 
amig».  Hoy  todo  ddie  leqwrar  tdegria  a»  esta  caas. 

DicieMb  a>to>»  crimáat  baaiqiaia  a»  biasá  aan  al  éa>ED»|iia, 
y  se  dirífUM»  aariíaa  al  daaj^eh*»  da^aéa  Ar haber  aaoibiadé  un 
saludo  con  la  infortunada  joven.  «' 


IM  u  fALAcm  ME  LOS  Gftfanmii 

Ya  esMi  sola  U  pobre  Matilde,  yacUanie,  inquieta »  agitada, 
síd  ud  peMamiefito  consolador ,  queriendo  y  no  pudiendo  ser  df-* 
ehosa ,  queriendo  y  no  atreviéndose  á  llorar. 

Un  nomento  habia  bastado  para  destruir  todas  sus  ilusiones  de 
felicidad. 

I  Aun  amaba  á  Enrique  I . 

Si  babia  sido  en  otro  tiempo  libertino,  pérfido,  seductor, 
ahora  se  presentaba  generoso  y  reconocido.    * 

Lia  incauta  joven  se  regocijaba  de  que  Dios  le  hubiera  dotado 
de  hermosos  sentimientos. 

.  Inigábase  fdií ,  porque  ya  su  corasen  no  tenia  que  aborrecer 
i  nadie,  mucho  menos  á  su  bienhechor...  ¡  Aborrecerle t.... 

Su  inmensa  bondad  merecia  gratitud  eterna. 

Un  gozo  purísimo  brilló  en  el  rostro  de  Matilde ;  pero  brilló  á 
gvisa  de  llamarada  fosfórica ,  y  en  pos  de  su  radiante  luí ,  miste- 
riosa nube  oscureció  su  frente. 

En  vano  reflexionaba  que  su  marido  se  habia  salvado,  que 
estaba  seguro  su  halagüeño  porvenir...  la  infelis  temblaba  convul- 
sivamente á  la  nueva  aparición  de  horribles  fantasmas  que  se  cru- 
saban  en  su  acal(M*ada  fantasía. 

-«I  Si  me  hubiera  amado  siempre  ¡—murmuró  en  un  momen*^ 
to  de  alucinación. 

Estas  palabras  que  involuntariamente  salieron  de  sus  labios, 
produjeron  en  la  honrada  e^sa  un  estremecimiento ,  y  avergon- 
zóae  de  ellas  como  si  acabara  de  consumar  un  crimen. 

Quedóse  largo  rato  meditabunda ,  la  diestra  apoyada  sobre  su 
corazón  como  si  quisiera  contener  sus  violentas  palpitaciones. 

Su  vida  estaba  mejor  arreglada  tal  como  la  Providencia  lo  ha- 
bia dispuesto. 


Bl  marqiieiito  ^  VeUaflór  -la  kaliia  engafiado.. • .  ^oerift  aeda- 
oirta..,. 

£1  amor  d&  ttn  wraccm 'jó^eo  melé  des?aiMcefse  y  deja  i  1m 
poiires  nwjeres  á  'ineroed  de  elervos  aíneabores. 

ÜDa  pasión  Tieleata  es  siwpge  de  corta  daraoieiii ;  <esto  lo  ha 
eido  iril  vetes,  j  ella  arisina  ba  esperimentado  qae  es  la  para 

▼erdad. 

No  bay  ^«es  tranqnílilad  ni  diícba  atoo  lejos  de  fmiticoa  aaw* 
fes;  y  en  este  case  es  envidiable  sn  suerte. 

Con  estas  reflexiones  sonrióse  al  recuerdo  de  sn  viejo  maride^ 
y  la  jdven  esposa  recobró  U^n  tasto  la  perdida  calma. 

Mientraa  estaba  Matilde  eaíibdbída  en  semejantes  peBsamienloa« 
Mirióse  lentamente  la  puerta  del  despadio  del  banqoero,  sía  qne  lo 
notase  la  preooopada  jdwn. 

Apareció  Enrique ,  y  aproximándose  pooo  á  poco  at  sillón  en 
que  estaba  sentada  Matilde ,  detúvose  detrás  de  día  &  breve  dis- 
tancia ,  y  cooteoiplábala  en  respetuoso  ailenoio. 

Matilde^  ya  enteramente  voelta  en  ai  por  las  pradeotes  refle»* 
xiones  que  sn  raaon  aeababa  de  «ogerirle ,  volvió  el  rastro  y  riá  al 
marqoesilo  qae  fijaba  en  etta  ana  mirada  triste  y  penetrante  qaa 
bizo  temMar  á  la  pdbve  jávan. 

Procuró  sin  embargo  conservar  sn  serenidad. 

Las  mojares  rara  vez  pierden  el  valor  en  los  momeatos  de 
pmeba ;  lo  critico  de  las  círcanstancias  suele  enaltecerlas  en  vez  de 
amilanarlas^ 

Esto  le  sucedió  á  la  joven  casada,  y  comprendió  perfectamenr 

te  qne  si  lo  inaiperta  liatiMe  bobíera  podido  temblar  delante  del 

marquesilo  da  Séllaflor^  ia  seftora  del  Valle  debia  mostrarse  con* 

fiada  ytm|oil)i. 

T.  II.  24 


486  Kl.  FAUMIO  M  LOS  Glfllilill0 

— ¡  Por  fin  be  voelto  á  ?er  á  mted ! -•  esclaiiió  el  marqoetilo* 

—-Caballero — respondió  Matilde  con  amable  dignidad — 0[lvid6 
vsted  nuestras  pasadas  relaciones »  como  las  he  olvidado  yo  ente- 
ramente. Relaciones  qne  Dios  y  mi  madre  me  han  perdonado ,  €10-» 
mo  yo  perdono  á  usted  en  este  momento.  Olvide  usted  para  siem- 
pre que  hubo  una  joven  i  quien  quiso  usted  seducir  y  perder »  j 
á  quien  el  cielo  ha  salvado.  Permítame  usted  recibirle  únicameste 
cual  merece  el  marquesito  de  Bellaflor^  el  amigo ,  el  bienhechor  de 
mi  querido  esposo.  Bajo  este  concepto ,  caballero ,  tiendo  i  usted 
una  mano  amiga. 

— No,  señora,  no...  de  ningún  modo — esclamó  el  marquesito 
desechando  la  mano  que  Matilde  le  of recia. — Sea  usted  por  un 
momento  la  sensible  Matilde,  y  óigame  por  piedad.  Ya  que  una 
dichosa  casualidad  nos  ha  reunido ,  es  absolutamente  indispensable 
que  usted  me  escuche. 

Matilde  iba  i  retirarse. 

— No  se  aleje  usted,  por  Dios •— continuó  profundamente  afeo* 
tado  el  marquesito— no  se  aleje  usted  sin  oirme.  Matilde,  soy  ino- 
cente. Cuando  recibí  la  fatal  carta  en  que  me  acusa  usted  de  se* 
ductor,  creí  volverme  loco. 'No  era  culpable,  no....  El  casamiento 

á  que  usted  se  referia fué  una  ficción  de  un  enemigo  mió, 

porque  yo  no  amaba  mas  que  á  usted...  y  solo  con  usted  podía  ser 
feliz.  Aquel  fiogido  enlace  no  se  verificó,  Matilde...  estoy  soltero  I 

Matilde  lanzó  un  grito  desgarrador,  é  inmóvil,  respirando  ape- 
nas, escuchó  al  marquesito,  que  con  el  entusiasmo  de  un  amor  ve- 
hemente continuaba  de  este  modo : 

—Sépalo  usted,  Matilde,  quise  sorprender  á  usted  con  el  con- 
sentimiento de  mi  madre.  A  este  efecto  volé  á  Zaragoza  y  pocos 
esfuerzos  tuve  que  emplear  para  granjearme  la.  proteodon  de  la 


»  ron»  T  sus  omubmnm;-  nt 

mejor  de  las  madrea.  Me  di^onia  á  partir  para  qee  recibiera  usted 
de  mis  propios  labios  la  aolieia  qoe  aseguraba  naestra  felicidad; 
Acababa  de  sacar  el  pasaporte^  euaado  se  me  preseotó  uq  tal  don 
JFülian  de  LiDares ,  jóvea  libertioo ,  á  quien  habia  yo  arrojado  de 
mi  casa  por  sus  malos  aolécedentes.  Quiso  feogarse  de  aqud 
agravio  j  me  participó  que  tenía  entre  manos  una  conquista.  ••  en 
una  palabra,  me  habló  de  usted  en  términos  que  yo  no  debía  to- 
lerar. Le  llamé  villano,  me  desaGó.  Salimos  al  campo....  y  fál 
gravemente  herido. 

— ¡Herido! — repitió  Matilde  sollozando.— ¡Dios  miol  herido 
por  mi  cansa ! . . . 

— Estuve  largo  tiempo ,  moy  largo  tiempo  enfermo  de  peligro; 
pero  en  Gn,  á  pesar  de  los  tormentos  de  mi  corazón^  coré,  y  en— 
tonces  no  tuve  mas  que  un  pensamiento ,  ana  voluntad ,  un  deseo, 
hallar  á  mi  Matilde.  Partí  para  Vitoria  á  consecuencia  de  lo  que 
usted  me  decía  en  su  fatal  carta...  llegué  á  la  casa  donde  aguarda- 
ba inaugurar  mi  dicha ,  y  mi  corazón  se  oprimió!  [Tuve  miedo!... 
Todas  las  ventanas  estaban  cerradas....  Sepulcral  silencio  indicaba 
que  nadie  vivía  allí.  Llamé ,  pregunté  á  una  anciana  de  la  vecio^ 
dad ,  y  supe  que  su  madre  de  usted  habia  muerto ,  y  que  usted  es* 
taba  ausente...  y  casada  1 

A  estas  palabras  siguió  una  pansa  desgarradora. 

Dos  corazones  generosos  sufrían  y  callaban. 

En  Gn ,  Matilde  juntó  entrambas  manos ,  y  elevándolas  hacia  el 
cielo  balbuceó  entre  sollozos : 

— ¡  Casada  1  ¡  Dios  mió !  dame  resistencia. 

¡  Desventurada  joven !  ella  misma  habia  roto  su  destino ,  des- 
trnido  su  didia ,  desgarrado  su  corazón ,  despojado  su  juventud  de 
las  delicias  del  amor. 


fioÉmoM^  y  tilii«M«toMrtDiicfi*MMyiÉilii1^lli<iMitétfcii 

mm^k  mñwáo^hmB  k  ñdm  étikiomif  fciiifc. 

SidáflNBte  entaMM  MBocáó.  onintai  hdbia  «OMMfe  al  ninr^Mlír^. 
tow  pues  que  »  había  snkidado  aof  atienta  i»  geaéyto,  tal  ms  sm 
eampreadcrki.  Había,  paráid»laa  bdlas  aiperaiiaaii  de  ao  pocmoMr» 
y  feoBMÍó  á  aUaa,  dasda  al  priaiei  iafortumo»  ooa  que  la  abrooié 
al  daBtino* 

¡Pobre  niña!  la  felicidad  habia  pasado  juDlO'  á  alia.,  y  ella  Be 
la  vio,  no  la  aoaoGÍá ;  no  aupa  adiiviiiarla^ 

Una  amargara  cruel  laceró  su  corazón. 

I  Débil;  maQer  1  «n  aaoaieatQ  antas ,  &&  razoa  sa  apoyaba^  en  la 
iniialMUdad  de  laa  cosas  huaiaaas^  en  la  brava  daraoion  de  las  yior^ 
lantaa  saosacíoiias  del  alfna>  aa  la  ioconstanoia  de  los  seDli«iiani4Mi 
apasionados. 

So  dolor  habia  hallado  un  refugio  an  la  f esigaacion. 

Blas  I  ayl  este  refogio  se  quebró  da  improviso. 

Una  palabra ,  una  sola  palabra  la  dejó  sia  armas  para  defaa-* 
dtaae. 

«¡  Te  amo  y  soy  libre  I»  ha  diobo  su  amante ,  y  la  contempla  aa 
silencio !  y  la  deja  anegada  en  lágrimas  y  pesares  I 

—  ¡Ayl — murmuró  dolorosamente  la  infeliz. — ^Dios.ha  sido 
muy  cruel  conmigo !  Debía  haberme  ahorrado  esta  última  tortu- 
ra... la  de  ver  á  usted  otra  vez. 

— Dios  es  JQstOy  ha  querido  darme  esta  úUimo  consuelo...»  el 
de  ver  á  usted  otra  vez. 

— No — difo  Matilda— *Díos  reprueba  nuaslro  amor...  ea  amor 
ctiaunaL.»  amor  sin  esperanza...  olvidemos  para  siampr'e  nuestras 
relaciones  anteriores. 


KL  PUIBLO  T  SUS  OPaBSOBES. 


489 


En  eSle  inoittenró  se  abriS^  uiia  puerta  y  aparech^  et  respetable 
banquero. 

Con  la  calma  de  la  honradez  y  la  sonrisa  de  la  felicidad ,  se 
colocó  entre  los  dos  corazones  que  padecían. 

— Hijos  mios— dijo  con  paternal  acento — fatigado  con  el  ar- 
reglo de  mis  negocios ,  neeeakora»^  ratode  4escanso.  Al  lado  de  mi 
joven  bienhechor  y  de  mi  tierna  esposa  no  puedo  menos  de  hallar 
el  mas  dulce  consuelo.  ¿Qué  es  esto,  Matilde?  ¡Siempre  triste  1 
ReQeidona  que  nuestro  honor  se  ha  salvado ,  gracias  á  la  genero- 
sidad del  marquesito.  Cesen  de  una  vez  las  lágrimas ,  y  vamos  i 
comer.  Vamos,  hijos  míos. 

Suspendamos  por  breves  momentos  la  historia  de  los  desgra- 
ciados amores  de  Matilde ,  para  decir  algo  del  padre  de  su  amante 
el  simpático  marqués  de  Bell^fllor.  .    .'  i 


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CAPITULO  XVI. 


INDIGNACIÓN  GENERAL. 


Don  Luis  de  Mendoza,  marqués  de  Bellaflor,  emigrado  en 
Francia  desde  los  acontecimientos  de  1848»  habia  escrito  á  su  dig- 
na esposa  Haría ,  que  en  breve  tendría  el  gusto  de  abrazarla ;  pero 
que  no  le  aguardase  en  Zaragoza,  sino  que  se  dirigiese  á  Madrid 
con  sus  hijos,  pues  él  se  propouia  entrar  en  España  de  incógnito 
sin  poder  asegurar  el  dia  ni  el  itinerario  de  su  regreso ,  espuesto  á 
mil  eventualidades. 

Sin  embargo,  tenia  una  seguridad  completa  acerca  del  triunfo 
de  la  revolución  que  iba  á  estallar ,  y  esperaba  entrar  en  Madrid 
cuanto  antes^  sin  esposicion  ni  peligro  de  ningún  género. 

En  vista  de  tan  gratas  nuevas,  disponíase  la  marquesa  á  tras- 
ladarse á  la  corte ,  cuando  recibió  la  carta  de  don  Fermin  del  Valle 
en  que  imploraba  el  auxilio  de  la  amistad  para  evitar  una  quiebra 
á  la  cual  le  sería  imposible  sobrevivir. 

La  bondadosa  María  no  vaciló  un  momento  en  socorrer  al 


n.  foulo  t  sus  opiisokbs.  4  ti 

generoso  mortal  que  había  salvado  la  vida  de  su  esposo;  pero  oo  te« 
níendo  auo  los  asuntos  domésticos  enteramente  arreglados  en  Za- 
ragoia ,  dispuso  que  su  hijo  Enrique ,  ya  restablecido  de  la  grave 
herida  que  habia  recibido  en  un  lance  de  honor,  partiese  sin  dila*- 
cion  para  salvar  la  honra  del  banquero  don  Fermin  del  Valle. 

Nuestros  lectores  han  visto  ya  á  este  joven  en  casa  del  infortu- 
nado banquero ,  donde  le  hemos  dejado  con  la  terrible  novedad  de 
que  la  esposa  del  generoso  viejo ,  era  una  joven  de  quien  estaba 
ciegamente  enamorado ,  y  para  mayor  desdicha ,  también  aquella 
desventurada  esposa  amaba  con  delirio  al  marquesito  de  Bellaflor. 

En  esta  angustiosa  situación  hemos  dejado  á  los  dos  amantes,  y 
hemos  dejado  también  lleno  de  júbilo  al  viejo  banquero  porque  te- 
nia en  su  casa  al  generoso  joven  que  acababa  de  llegar  para  $al-^ 
varíe  el  honor. 

En  este  critico  cuanto  azaroso  estado,  hemos  suspendido  la  nar* 
ración  de  aquellos  sucesos  para  continuarla  mas  adelante ,  pues 
cumple  ahora  á  nuestro  propósito  demostrar  los  fundamentos  que 
tenia  el  marqués  de  Bellaflor  para  regresar  á  su  patria  contando 
con  el  triunfo  de  una  revolución  salvadora. 

Es  achaque  de  ambiciosos  palaciegos  atribuir  al  espíritu  indócil 
y  turbulento  de  las  masas  populares  todo  lioage  de  revueltas  polí- 
ticas ,  y  tanto  se  ha  propagado  esta  calumnia  atroz  entre  ciertas 
gentes  pusilánimes ,  que  á  ella  es  seguramente  debida  la  aversión 
que  i  muchos  inspira  todo  sistema  de  gobierno  que  no  reprima  vi- 
gorosamente esa  inclinación  á  la  anarquía  que  se  supone  en  las  ciar 
ses  ártesanas. 

¡  Qué  error  t  ¡  qué  ceguedad  I 

No,  esas  virtuosas  clases  ártesanas  no  pueden  nunca  ser  aman- 
tes de  la  anarquía ,  porque  la  anarquía  asesina  al  trabajo,  y  sin  tra- 


4M  n  Hsjkmo  ib  lot  mkoMMS 

barjo  €8  «feokrtameflte  imposible  la  fnibauteiicia  úb  ens  TÍrtí 
ciudadanos  ^|w  «o  omntem  imb  fna  ^eoa  d  fruto  ¿e  •sov  afiaiies.'f 
sudores  para  maofteMne  oUos  j  dar  do  oomr  á  sos  Jodana»  fsn 
dre» ,  A  sús  honradas  iMgeres ,  A  ana  inoeenUa  iiqos« 

Los  pobres  artesanos  «o  «onoeen  noiaa  eodida  ñi  mas  amhiemm 
qne  ganar  lo  "suficiente  para  so  propio  ^ostento  y  -el  de  sos  CaoiSias. 
ün  loero módico,  cm  hiero  sv&oiente  para  el  cumplimienlo  ds 
sos  modestas  ateneionea,  Jes  basta  para  TÍrir  contentos  y  firiices^  • 
El  honrado  pnéblo  traíbajador  desc^Mioce  la  holganza,  esa  fMH 
semillero  de  Victos  é  iniquidades ;  pero  como  el  eatipendio  oon  ipm 
se  premia  su  laboriosidad ,  apenas  aloania  á  cubrir  soa  preeiaas  ur- 
gencias, es  preciso  que  los  hombres  del  poder  ooid«a  mvefao  deina 
cercenarles  tan  escaso  galardón  eon  exi|g«rados  ñnpuestos. 

En  resumen :  protejed  las  artes  y  las  ciencias,  hoasbres  del  pi>* 
dér;  estimulad. él  comercio,  proporcionad  trabajo  á4as  obscs  me- 
nesterosas ,  y  dormid  tranquilos  en  iruestros  muUidQB  ledhoa,  oda 
ht  completa  seguridad  de  que  no  ha  de  ser  la  anarquía  del  pwhlo 
la  que  os  derrumbe  de  tuestra  aKura. 

Veamos  ahora ,  si  esa  misma  anarquía ,  que  atnbuis  siempre  á 
las  clases  Ínfimas  de  la  sociedad ,  cabe^n  mas  elevada  esfinv. 

Hemos  dicho  que  la  holganza  es  un  fértil  semillero  de  >f  íetos  j 
de  iniquidades ,  axioma  que  por  reconocido  é  irre¥ocable  estamoa 
exentos  de  probar. 

¿T  no  es  mucho  mas  fácil  hallar  esta  holgania  en  los  maroMS- 
reos  palacios,  donde  todo  respira  abundancia  y  prodigalidad ,  que 
en  el  taller  del  artesano  donde  no  reina  mas  que  el  afán  de  sattsCa*» 
cer  precisas  necesidades  ? 

Y  si  los"TÍcio8  y  las  iniquidades  tienen  su  origen  en  la  faKa  de 
oenpacbnt  ¿no  deben  ser  mas. temibles  ais  resultadw ,  *cMwl04 


Mta  falla  se  reone  la  sobra  é%  medios  para  satisfaeer  deseoa  erími- 

Hé  aqvi  por  qmé  Melé»  desarrollarse  em  los  palacios  esas  gnuH 
des  pasiones  cpie  janás  gerninaii  eñ  los  hmiildes  albergues^ 

Hombres  enaltecidos  por  la  fiortana ,  boaibres  Ueaoi  de  condo^ 
Curaciones bombres  qae  no  se  dan  á  la  pébKea  \n  sio^ealn^* 


nizadoaen  sos  magnificas  carretas.. ••  desckndett  Toloatariameote 
de  aqnella  elevación ,  y  se  arrastran  por  el  fango  de  la  adulación 
para  merecer  la  mirada  de  otro  hombre  qae  está  un  grado  asas  ele- 
vado que  ellos...  para  alcanzar  la  sonrisa  ée  na  mtnktro ! 

Y  no  se  erea  que  eslaa  pruebas  de  adhesión  sean  hijas  de  afec- 
tuosa simpalfa.  Nada  menos. 

Adula»  á  quien  puede  encumbrarles,  y  le  odian  porque  envi- 
dian so  puesto. 

Le  mendigan  furores  y  fraguan  intrigas  para  derrocarle^ 

Y  esta  conducta  villana  suele  llamarse  ñUa  foUtka. 

Los  que  mayores  progresos  hacen  en  aenaejante  escuela  no  tar- 
dan en  adquirir  el  título  de  grandes  hombres  de  Estado. 

La  buena  fé ,  la  constancia  en  principios ,  la  coosecuencia  po« 
litica ,  la  moralidad ,  todo  esto  son  monedas  falsas  que  no  tienen 
curso  entre  semejantes  camaleones. 

El  matiz  de  sus  doctrinas  unida  según  d  sol  que  le  hiere,  y  to- 
do su  afán  se  reduce  á  amontonar  oro,  á  conquistar  grandeza,  á  ob- 
tener mando. 

Ávidos  de  estos  tres  alicientes,  emplean  los  mas  viles  y  crimina- 
les medios  para  poseerlos,  y  en  vez  de  saciar  la  sed  que  les  devora, 
cuanto  mas  beben  en  las  impuras  fuentes,  mas  hidrópicos  cada  toi, 
sienten  laayorea  necesidades,  y  se  abandonan  á  todo  género  de  es- 

ceses  para  satisfacerlas. 

T.  II.  25 


494  SL  PALACIO  DB  L06  CftÍMENIS 

Guando  semejante  inmoralidad  avasalla  á  una  nación ,  todo  lo 
atropella ,  conculca  todas  la^  leyes ,  empobrece  al  comercio ,  á  la 
agricultura  y  á  la  industria,  apoderándose  de  sus  productos. 

Y  sus  millones,  sus  alardes  de  suntuosidad,  su  escandalosa  pom« 

pa,  sus  orgías,  insultan  la  miseria  pública esa  miseria  bija  de 

inauditas  dila^daciones. 

Y  el  pueblo  sufre  y  sufre  hasta  que  el  sufrimiento  se  agota. 

Y  la  revolución  va  á  estallar. 

I  Quién  produce  esta  revolución ,  la  anarquía  del  pueblo  ó  la 
anarquía  de  los  magnates? 

«Las  revoluciones  no  nacen  por  sí  mismas ,  ( ha  dicho  hace  po- 
co un  entendido  escritor)  tienen  su  razón  de  ser,  y  se  ve,  si  esta 
razón  se  eramina ,  que  es  siempre  la  tiranía  quien  las  engendra. 

Suprimir  á  los  tiranos  seria  suprimir  á  los  revolucionarios ;  el 
abuso  del  principio  de  autóridíid  es  quien  forma  esa  lava  destruc- 
tora que  se  llama  descontento  público. 

Los  revolucionarios  no  se  producen  sino  en  terrenos  prepara- 
dos para  la  revolución  por  las  semillas  de  descontento  que  han 
sembrado  en  dios  los. gobiernos. 

¿  Qué  hará  Sartorius ,  qué  hará  el  poder  oculto  para  conjurar 
el  peligro  de  un  cataclismo  revolucionario? 

Quo$  Deu$  vuU  perderé  dementat. 

Harán  lo  que  han  hecho  los  hombres  de  la  resistencia  en  todas 
las  épocas  y  en  todos  los  paises ;  volverán  mas  inminente  el  peli- 
gro con  los  medios  mismos  de  compresión  que  emplearán  para 
conjurarlo.  Están  desatentados ,  están  ciegos :  no  les  pongáis  de- 
lante para  que  aprendan  en  ella  la  historia  de  los  grandes  sacudi- 
mientos sociales,  políticos  y  religiosos  que  han  alterado  alguna  vez 
la  faz  del  mundo. 


SL  PUEBLO  T  808  0PBK801BS.  495 

No  le8  digai8  que  do  hay  efectos  sin  causas,  no  les  digáis  que 
examinen  filosóficamente  las  que  han  producido  las  revoluciones» 
para  que  vean  que  el  origen  de  estas  ha  residido  constantemente 
en  la  desacertada  marcha  del  poder. 

No  os  empeñéis  en  que  busquen  la  mucha  analogía ,  la  mucha 
identidad  tal  vez ,  que  se  encuentra  entre  todas  las  situaciones  que 
han  solido  preceder  á  las  erupciones  del  volcan  revolucionario ;  no 
os  empeñéis  en  que  busquen  la  mucha  analogía ,  la  mucha  identi- 
dad tal  vez»  que  se  encuentra  entre  los  hombres  que  se  han  hallado 
al  frente  de  los  negocios  en  todas  las  épocas  que  han  sido  precur** 
soras  inmediatas  de  terribles  trastornos. 

En  vano,  momentos  antes  de  recurrir  el  pueblo  á  su  última  ra- 
zón ,  hubierais  recordado  á  doña  Haría  Cristina  que  bajo  el  nom- 
bre de  Alejandro  VI  ocupó  la  silla  de  San  Pedro  el  tristemente  cé- 
lebre Rodríguez  Borja ,  el  digno  padre  de  la  famosa  Lucrecia ,  el 
cual  por  sus  actos  de  simonía  y  escesos  de  todo  género  se  hizo  acree- 
dor al  siguiente  pasquín  en  que  se  le  retrata  perfectamente : 

Yendit  Alexander  claves ,  altaría ,  Christum ; 

Venderé  jura  potest,  emerat  ílle  prías; 

De  vi  tío  in  vitium,  de  ilamma  transil  in  ígoem, 

Roma  sab  hispano  deperit  imperio. 

Sextas  Tarquinius,  Sextos  Ñero,  sextos  et  iste: 

Semper  sub  sextis  Roma  perdila  fuit. 

En  vano»  algunos  dias  antes  de  la  revolución»  hubierais  dicho  á 
doña  María  Cristina  que  quitando  de  la  historia  de  la  Iglesia  á  aquel 
papa  indigno»  á  cuyos  funerales  no  quiso  asistir  ningún  sacerdote, 
cuyo  cadáver  no  quiso  besar  nadie»  y  que  fué  violentamente  em- 
butido en  el  átaud »  demasiado  pequeño  para  contenerle,  entre  las 
estrepitosas  risotadas  de  los  mozos  de  cordel  y  de  los  carpinteros 
encargados  de  esta  operación ;  en  vano ,  repetimos »  hubierais  dicho 


496  tt  BáUKsm  m  xas  atámoim 

i  dofia  María  Críatioa ,  qae  quitando  de  h  historia  de  la  Igleua  á 
AlqaBdro  VI ,  de  eHa  le  qoitaña  á  Sa?oiierola  j  á  Lulero ,  evfat 
téflíe  «oBtra  el  papado  enpeiaron  á  conmover  él  oatolictnao  cataron 
años  después  de  la  muerte  de  aqtsral  poatffice  repugnante. 

No  sabenoi,  m  sabe  nadie,  si  con  el  tiempo  caerá  d  no  en  Es- 
paila  elrégiaKB  monárquico ,  pero  si  tal  peripecia  sobreTiniese,  ae 
deberia  á  los  escándalos  de  la  corte ,  como  ee  debe  el  protestantia* 
mo  á  los  de  Roma. 

Para  Mprknir  el  eíema  protestante,  no  suprimáis  á  Lulero,  por* 
qie  esla  supresión  no  es  necesaria,  ni  seria  tampoco  suficiente:  su-* 
primid  á  su  precursor  Alejandro  VI. 

Para  supriadir  la  fran  revolución  francesa,  no  supriauis  á  Ro- 
bespíerre  ni  á  Mírabean:  acaso  os  baste  suprimir  á  CandoUe,  cuya 
permaneBcia  en  el  mimsterto ,  que  tan  gravemente  comprometió  d 
trono,  deberia  ser  muy  meditada. 

Mas  { ay  1  los  que  ocupan  el  poder ,  sin  escarmentar  jamás  en 
ageno  daño ,  se  legan  sucesivamente  sus  errores ;  los  que  son ,  oo* 
pian  á  los  que  fueron ,  y  todos  por  el  mismo  camino  se  condocen  y 
conducen  á  los  pueblos  al  mismo  precipicio.» 

Destella  tanta  lógica  de  las  precedentes  lineas ,  atesoran  tanta 
erudición  y  tanta  verdad ,  que  no  bemos  podido  resistir  á  la  tenta- 
ción de  consignarlas  en  auxilio  de  nuestras  convicciones. 

La  anarquía  del  gobierno  polaco ,  la  anarquia  del  palacio  de  la 
calle  de  las  Rejas  babian  becbo  inevitable  la  revolución  en  Espalka. 

Esta  revolución  era  justa,  esta  revolución  era  santa. 

Ya  el  vaUente  coronel  del  regimiento  de  Córdoba  quiso  ini- 
ciarla en  la  inasortal  ciudad  de  Zaragoza,  y  víctima  de  su  airojot 
ó  mas  bien  de  haberle  faltado  otros  traidoramente  á  palabras  4a 
boBor  empegadas « sacumbió  en  la  lucba,  y  «1  gobierno  y  la  i»« 


ML  1Q0KO  T  ¿S»  QRMSOBBS.  Wl 

fivencia  ilegiiifluí  batieron  palmas  4egoio;  pero  no  se  cesteataron 
con  la  sangre  de  aquel  denodado  caudillo. 

Los  ¥aUemtes  éA  cateto  regioiieiilo,  abandoaados  ée  los  i[ae  de- 
bían haber  apoyado  el  monmieiilo ,  no  poáieodo  vengar  la  mnenle 
de  su  biaarro  coronel ,  antes  qoe  «niregarae  á  loe  ir.aidores  quisie- 
ron TeagMT  su  salr«aeion  en  tiara  ertraña  sigoieodo  las  hvellas  4il 
Teteraoo  La  Torre. 

Este  pundonoroso  militar ,  reunió  los  brios  que  an  ATaacada 
edad  le  permitía  para  dirigir  la  salvaciocí  de  a«s  soldados. 

Quedóse  d  áMmo  sio  qoerer  ganar  la  firovlera  hasta  yet  ya 
fuera  de  peligro  á  sos  camaradas ,  y  el  infertinoado  cayé  en  poáer 
de  sns  persegoidopes. 

Envalentonado  el  goiiíerQD  oon  osle  triunfo,  man^é  f^Uar  ai 
beMB)érílo  La  Torre  y  quiso  oaleaiar  gala  de  so  energía  bncienda 
estensiva  la  persecución  á  los  generales  Serrano^  Jkos  ée  Obnio  y 
otros  senadores  y  diputados  respetables  que  le  babian  hecho  la 
oposición  en  el  Senado,  así  ooiao  tampoco  escaseó  su  Teogativa 
saiaoootra  ios  periodistas  cpie  babian  firmado  la  esposieion  q«e  on 
otro  capitulo  hemos  dado  á  conocer  á  naeslros  lectores. 

Hasta  Bermudez  de  Castro  que  habia  formado  parte  del  gabi-- 
nete  Lersandi  fué  persegnido  de  «na  manera  inaudita. 

Presentáronse  ios  comisionados  del  gobierno  en  casa  4el  ex^ 
ministro  i  las  alias  horas  de  la  noche  para  prenderle ;  pero  él  se 
opuso  á  salir  de  casa  pretestando  falta  de  salud.  Un  amigo  soyo  vi- 
sitó  al  coode  de  San  Luis,  y  este  ofreció  al  señor  Bermudez  pasa- 
porte para  el  estrangero ,  que  el  diputado  de  la  oposición  no  qui- 
so admitir ,  alegando  que  scAo  cederia  á  la  Tiolencia. 

Esto  asegnra  el  periódico  La  Eparo,  y  anaxle  los  siguientes  por- 
menores: 


198  IL  PALACIO  M  LOS  CRÍ1BNI8 

«  El  24  fué  invitado  á  presentarse  en  el  gobierno  civil »  mani- 
festándosele que  citase  hora. 

El  señor  Bermndez  declaró  que  el  gobernador  era  quien  debia 
citarla,  pnesto  qae  solo  iria  por  su  mandato. 

Fijada  por  aqnel  la  bora  de  las  dos ,  trató  el  señor  Quinto  en  la 
entrevista  de  interponer  los  sentimientos  de  sociedad ,  pero  el  señor 
Bermudei  no  dejó  de  darle  el  tratamiento  oficial,  y  la  conversación 
fué  muy  sería. 

El  señor  Quinto  en  la  sala  de  arresto,  le  declaró  delante  del  se- 
ñor Calvo  Rubio  que  eligiese  el  punto  i  donde  quisiese  ir,  á  lo  que 
contestó  el  señor  Bermudei  de  Castro  que  no  elegia  ninguno ,  que 
solo  la  fuerza  material  le  baria  salir ,  entendiendo  por  fuerza  mate- 
rial la  de  los  soldados  y  agentes  de  policía. 

A  las  cinco  envió  el  señor  Bermndez  de  Castro  á  Sartorius  la 
comunicación  siguiente : 

Excmo.  Sr. :  A  las  dos  y  media  de  la  madrugada  de  ayer  se  pre- 
sentaron en  mi  casa  varios  agentes  de  policía  con  orden  verbal  áA 
señor  gobernador  civil  de  conducirme  i  su  presencia  en  calidad  de 
detenido. 

Una  grave  indisposición  me  impidió  levantarme  de  la  cama  en 
aquel  momento,  y  desde  entonces  estuvo  ocupada  mi  casa  por  la 
policía  basta  las  dos  de  la  tarde,  en  que  se  me  comunicó  la  orden 
de  quedar  en  libertad. 

En  el  dia  de  boy  se  presentó  nuevamente  un  comisario  inti- 
mándome también  verbalmente  me  presentase  al  señor  gobernador, 
el  cual  me  ba  comunicado  la  resolución  del  gobierno  de  S.  M.,  re- 
ducida á  que  salga  de  España  en  el  dia  de  boy  ó  de  mañana ,  y 
añadiendo  que  permanecía  arrestado  si  no  me  prestaba  á  presen-» 


BL  FOBBLO  T  SC8  OPRnOftlf.  199 

tarme  eo  el  correo  á  la  hora  de  sa  salida »  en  cayo  caso  ee  em- 
plearía la  fuerza  material  para  hacerme  partir. 

He  hecho  presente  al  seilor  gobernador  que  no  reconocía  en  el 
gobierno  el  derecho  de  hacerme  abandonar  ni  mi  casa  ni  mis  inte- 
reses, y  qae  solo  la  fuerza  de  que  el  gobierno  dispone  podia  ha- 
cerme salir ,  habiendo  convenido  d  señor  gobernador  en  que  sos 
órdenes  eran  las  de  emplear  todos  los  medios  que  están  á  sa  alcan- 
ce para  hacer  cumplir  las  disposiciones  del  gobierno  con  respecto  á 
mi  persona. 

Guando  sin  ninguna  consideración  á  mi  calidad  de  diputado  á 
Cortes,  ni  á  la  de  estar  aun  abierta  la  legislatura  de  1864;  caando 
sin  ninguna  clase  de  miramiento  i  mi  categoría  como  ministro  que 
he  sido  de  la  corona;  cuando  sin  ningún  respeto  á  ninguna  de  es- 
tas circunstancias  se  atrepella  mi  habitación  á  las  altas  horas  de  la 
noche  como  si  fuera  un  malhechor ,  y  se  me  intima  después  la  or- 
den terminante  de  dejar  mi  casa  y  la  capital ,  donde  tengo  fijada 
mi  residencia ,  debo  suponer  que  sobre  mí  pesan  acusaciones  que 
es  de  mi  interés  aclarar  y  desvanecer. 

Sin  estas  acusaciones  seria  inconcebible  la  conducta  que  con* 
migo  se  ha  observado  y  se  observa  todavía. 

Yo  pido»  pues,  á  V.  E.  en  vista  de  las  observaciones  que  he  he« 
cho  9  que  desde  luego  se  proceda  á  formarme  causa ,  en  la  cual  se 
formulen  los  cargos  que  sobre  mí  pesan ,  seguro ,  como  estoy ,  de 
que  muy  pronto  se  verán  desvanecidos  ante  cualquier  tribunal ,  ya 
sea  civil ,  ya  sea  ante  la  comisión  militar ,  que  para  ello  pueda  for* 
marse  en  vista  del  estado  escepcional  en  que  se  encuentra  el  reino. 

Pero  si  contra  mí  no  pesan  cargos ,  si  no  ha  recaido  sentencia 
alguna,  yo  no  puedo,  sin  declararme  tácitamente  culpable,  obe- 
decer la  orden  de  destierro. 


fN  n  f^kLÉGIO  n  LOS  ciímkvis 

Si  el  golÑeriM^  ie  S.  Já.  decide  q«e  debo  partir,  j  si,  segoa 
ha  declarado  el  señor  goberaador  ci?U ,  está  diipoeslo  á  eMplüif 
para  dio  la  (mm  malerial,  e»  este  caso  no  Me  queda  otro  recur* 
90  síoo  eeder  ante  «lia ,  pratestando ,  coaro  pretesta,  contra  la  vio»** 
lencia  de  que  soy  ▼{ctima,  é  iosistiendo,  como  insisto,  en  mi  dero* 
obo  de  qoe  se  me  forme  )a  correspoBdieele  cansa  antes  do  iüpo* 
nérseme  una  pena. 

Espera  de  V.  E.  y  del  alto  cargo  que  ejerce ,  que  tomando  as 
cuenta  las  observaciones  que  preceden ,  se  sirva  elevarlas  al  sol»*» 
rano  eonocimiento  de  S.  M.  para  k  resolución  mas  justa. 

Dios  guarde  á  V.  B.  muekos  anos.  Madrid  24   de  feWefé 
de  i8M.  s: Manuel  Beromdei  de  Castro.  =>Excmo.  Sr.  presido»  ■ 
te  del  GeMejo  de  nrinístros. 


La  respuesta  que  recibió  el  seSor  Bermodez  de  Castro  fué 
«Hanada  su  casa  á  laa  dos  de  la  madrugada  por  el  gefe  de  )a  polÑ- 
cfa  secreta,  el  comisario,  el  celador  y  mas  de  veinte  bembres,  oMh- 
nifestándosele  irónicamente  por  aquel ,  que  la  única  contestación 
que  el  presidente  del  Consejo  daba  á  so  comunicación  era  consti— 
tuirle  preso. 

Pésesele  incomunicado ,  sin  permitirle  siquiera  que  llevase  li- 
bros. 

El  27  se  le  hizo  salir  en  un  carruaje,  acompafiado  por  un  aar«- 
gento  de  la  guardia  civil. 

Al  llegar  á  Sevilla  le  manifestó  el  gobernador  do  aqueHa  pro- 
vincia, señor  Perales,  qoe  saliese  inmediatamente;  pero  sin  pera»*- 
tirle  pasar  por  Jerez ,  aun  cuando  habia  mostrado  deseos  de  ver  á 
su  anciana  madre  y  á  un  hermano  moribundo  en  dicho  punto. 

£1  señor  Perales  le  hizo  presente  que  tenia  orden  espresa  del 


n.  FonLO  T  sus  onuMORBS.  104 

gobierno  para  no  permitirle  ir  á  su  casa  ni  un  momento. 

AI  llegar  el  señor  Bermudez  de  Castro  á  Cádiz  fué  encerrado 
en  el  castillo  de  Santa  Catalina ,  y  el  4  de  marzo  se  entregó  de  su 
persona»  bajo  recibo,  el  capitán  del  buqne  Rián$are$  para  traspor- 
tarle i  Canarias. 

Parece  que  el  gobernador  civil,  señor  Cano,  decia  que  un  pasa- 
je sobre  cubierta  era  bastante  para  los  deportados,  en  vista  do  lo 
cual  tuvo  que  pagar  el  de  popa . 

¿  Cuál  fué  la  causa  de  tan  brutales  rigores  que  han  arruinado  á 
una  familia  y  acelerado  la  muerte  de  su  hermano  ? 

¿El  ser  del  comité  constitucional  formado  en  casa  de  Soto- 
mayor  ? 

¿  El  que  en  su  casa  nos  reuniamos  los  pocos  que  quedábamos 
después  del  destierro  de  0*Donnell  y  Concha  que  eran  del  comité? 

i  Ó  es  que  ha  pagado  su  conducta  en  la  cuestión  de  caminos  de 
hierro ,  tanto  por  Salamanca ,  á  quien  negó  la  introducción  de  los 
efectos  libres  de  derechos ,  como  por  otras  personasonas  altas  ? 

¿Ó  es  la  venganza  de  ciertas  personas  por  los  bienes  que  no 
quiso  devolver  de  Godoy ,  ó  la  de  Llórente  por  la  conducción  de 
efectos  estancados  ? 

Probablemente  habrá  sido  todo  esto.» 

¿Creia  acaso  el  iluso  gobierno  que  no  tenia  mas  enemigos  que 
los  de  la  oposición,  de  la  tribuna  y  de  la  prensa? 

¡  Qué  obcecación  t 

;  Qué  ciego  estaba  en  su  rabiosa  agonía  1 

El  pueblo  todo  de  Madrid  fermentaba  en  deseos  de  vengar  los 
ultrajes  que  le  oprimían  y  escandalizaban. 

El  marqués  de  Bellaflor  habia  recibido  en  París  una  carta  de 

sus  amigos  que  empezaba  de  este  modo : 

r.  II.  26 


BL  noác»  n  xts  joáma^m 

PbHPÍMBSB  ÜSOriD  i  BBemSSAR  A  bu  V4THIA* 

La  Lucha  sb  anokbía..»«.  lucha  ihbbbistibus  paba  lm  hba- 

Wb*  •  •  •  • 

Estamos  <8B6imos  bb  haixab  i  ubteb  bn  su  fubbto  bh  los  mo- 
mentos DEL  PELIGRO  Y  DEL  TRIUNFO.  ••  ETC. 

Ed  efecto ,  se  aproximaba  el  momento  solemne  de  la  jasticut 
popular. 

La  iodígDaeioQ  7  ^1  deseo  de  salvar  la  libertad  española  hacia 
hervir  la  sangre  en  todo  pecho  generoso ,  y  esta  santa  efervescen-«> 
cía  se  propagaba  por  teda  la  península. 

Y  no  se  caliBqne  de  motin  asqueroso  semejante  iosurreceíoBt 
pnes  desde  los  personajes  mas  elevados  hasta  el  infelis  obrero «  to- 
das las  dases  de  la  sociedad  se  aprestaban  para  derrocar  la  demí-» 
nadon  polaca. 

Bemos  dado  á  oonooer  los  sentimientos  de  lisarros  genenies, 
de  dipittados  ilustres ,  de  venerables  senadores »  de  escritores  acre- 
ditados ,  de  probos  capitalistas  y  otros  personajes  de  alta  cate- 
goría asi  del  partido  moderado  como  de  los  sffiliados  bajo  la  in- 
signia del  progreso ,  que  han  acusado  ante  el  trono  al  ministerio 
Sartorius  como  conculcador  de  todas  las  leyes ,  como  vil  instra- 
mentó  de  bastardas  influencias ,  como  dilapidador  de  los  caudales 
públicos ,  como  verdugo  de  las  patrias  libertades. 

Falta  demostrar  ahora  que  este  clamor  de  la  alta  sociedad  se 
armonizaba  perfectamente  con  los  deseos  de  las  clases  mas  Ínfimas 
del  pueblo ,  y  que  todas  las  simpatías  del  poder  oculto  y  del  go- 
bierno inmoral  que  recibía  sus  inspiraciones ,  iban  redociéndose  á 
la  Boenor  espresion. 

Permitasenos  pues  describir  una  de  esas  escenas  que  los  pe- 


IL  PUEBLO  T  SUS  OPRESORES.  S03 

dantes  edifican  de  brocha  gorda »  y  son  sin  embargo  en  las  qae  mas 
han  Incido  su  envidiable  ingenio  el  antor  de  la  Virgen  de  París ,  y 
otros  insignes  novelistas. 

¿  Qué  quisieran  los  perfumados  críticos  ? 

¿Que  les  presentáramos  un  cuadro  de  pobres  jornaleros  y  ha- 
raposas lavanderas »  dotados  unos  y  otras  de  fiaos  modales ,  ocu- 
pándose de  los  negocios  públicos  con  Ik  finura  que  exigen  las 
convenieDcias  diplomáticas? 

Esto  si  que  seria  escarnecer  las  reglas  del  arte ;  pero  ¿  á  qué 
esta  prevención  ? 

Llevemos  la  verdadf  per  norfe...  eopiemos  al  hombre  tal  como 
es  para  enseñarle  como  debe  ser ,  y  despreciemos  estúpidas  imper- 
tinencias. 

La  grotesca  escena  que  nos  proponemos  bosquejar  en  el  si- 
guíenle  capkuki»  probará,  sin  embargo,  que  desdt  la  sociedad  mas 
elevada  de  la  cérte,  hasta  la  mas  plebeya »  todos  indicaban  una 
tola  persona  como  la  causa  principal  de  los  males  de  España ,  y 
todos  afisiaban  el  momento  de  una  revolución  salvadora. 


^Kkw- 


m 
m 


CAPITULO  XVU. 


HORAUDAD  Y  POBREZA. 


Uno  de  esos  hermosos  dias  de  invierno  en  qae  los  rayos  del  sol 
templan  la  crudeza  del  frío  y  hacen  agradable  el  paseo  por  las  ar- 
boledas que  circuyen  la  coronada  villa »  cuando  ya  la  naturaleza 
fertiliza  los  gérmenes  de  animación ,  de  vida ,  de  riqueza,  que  han 
de  desarrollar  en  breve  las  frondosas  galas  de  la  primavera  encan--* 
tadora ,  un  respetable  anciano  caminaba  meditabundo  por  las  már- 
genes del  Manzanares. 

Al  pasar  por  frente  de  una  de  las  miserables  casuchas  donde 
suelen  mitigar  el  hambre  las  pobres  lavanderas  con  alimentos  mal 
sanos »  vio  que  cierta  mujer  de  avanzada  edad  repartia  unas  cebo- 
llas y  mendrugos  de  pan  á  multitud  de  hombres  andrajosos »  que 
recibían  aquel  socorro  con  avidez  verdaderamente  canina. 

Rodeaban  á  la  vieja  con  inaudita  algazara ,  á  la  manera  que 
aullan  los  perros  en  torno  del  cazador  cuando  este  les  reparte  el 
alimento. 


KL  PÜBBLO  T  SD8  OPlBSCNffiS.  905 

— Para  lodos  hay,  machachos— decia  la  tia  Colasa  á  los  qoe 
acababan  de  recibirla  con  diabólica  gritería. 

Esta  gríleria«  auoqae  prodncida^por  el  hambre «  era  á  la  sazón 
hija  del  boen  hnmor. 

— Tia  Golasa  «  la  cebolla  mas  gorda  para  mi ya  sabe  nsted 

que  yo  la  requiero...  y  que  siempre  me  ha  hecho  tilin  ese  aire  de 
taco. 

-«Toma,  camastrón...  no  dirás  que  no  te  sirvo  á  gusto-— con« 
testó  la  tia  Colasa  al  que  la  camelaba  de  tal  gnisa «  tirándole  efec- 
tivamente una  cebolla  monstruosa  que  el  otro  cogió  en  el  aire  con 
destreza ,  y  empezó  á  dar  saltos  de  alegría. 

— Eso  no  es  lo  rignlar,  sena  Colasa — gritó  un  joven  muy  al- 
to ,  cuyos  brazos  á  guisa  de  aspas  de  molino  estaban  siempre  en 
continuo  movimiento.— ¿  Por  qué  ha  de  ser  Manolo  el  perferío? 

—Cállate  esa  boca«  J?s(arlaIao— dijo  la  vieja— y  toma  to  ra- 
ción. 

—  ¡  Misté  qae  cebolla  me  dá  I 

— ¿Qué  tiene  esa  cebolla?  En  tu  vida  la  has  comido  mas  fres- 
ca ni  mas  rica. 

— Pero  no  es  tan  gorda  como  la  de  Manolo,  y  todo  eso  no  su- 
cedería sino  fuera  tan  bragazas  el  tio  Blas. 

— ¡  Bragazas  mi  pariente  I 

— Ya  se  vé  que  s(...  que  á  todo  hace  la  vista  gorda...  y  entre- 
tanto no  se  duerme  en  las  pajas  ManoHllo. 

— Cállate ,  mala  lengua  —  repuso  la  vieja  haciendo  una  mueca 
espantosa  al  esforzarse  por  sonreír  con  coquetería. 

—¿Esas  tenemos «  tia  Colasa? — preguntó  otro  entre  generales 
risotadas. 

— Sí ,  señores — dijo  Manolo  abrazando  á  la  vieja  que  había  ya 


repartida  toda  la  provisión — la  tia  Colasa  es  la  reina  de  mis  pen- 
samientos. 

Aqaf  subió  de  ponto  la  hilaridad  j  fueron  tan  estrepttosai  las 
carcajadas,  que  saliendo  de  su  basto  establecimieiiio  el  6^  Blat^ 
pvegunUS  con  el  imperio  del  señor  de  aquellos  dominios : 

-*¿  Qué  alboroto  es  esVe ,  caballeros  ? 

Y  los  caballeros  de  á  pié  no  se  atrevían  á  responder ;  pero  t<^ 
doa  se  mordían  los  labios  de  risa. 

-— Dimelo  tú ,  Colasa ,  ;  qué  significa  esa  risa  ? 
---Qoe  son  unos  locos. 

Y  sonriéndose  la  vieja ,  se  biio  crngir  una  tías  otra  las  coyuíi^ 
tmras  de  los  cinco  dedos  de  su  mano  dereeba. 

•—Es» ya  lo>  veo  ¿pero  por  qué  tanta  gritería? 

-—Pbr^e  Ifanolb  me  ha  echado  un  requiebro. 

-^¡  Ave:  Maria  Purísima  I  ¿A  tí? 

—¿Y  porqué  no? — repuso  la  vieja  como  agraviada  por  d 
desprecio  de  su  marido ,  haciéndose  crujir  los  dedos  de  la  mano  iz- 
^«erdft. 

— Porque  eres  una  vieja  tarasca — respondió  el  tío  Blas  con  to- 
davía espresio»  del  convencimiento. 

La  franqueza  del  marido  faé  acogida  con:  los  mismos  bravoa, 
palmadas  y  gritos  de  entusiasmo  que  se  prodigan  á  un  gorgorito  de 
!•  prima  donna  en  el  teatro  de  Oriente,  llamado  por  mal  nombre 
real. 

-—Pues  no  decías  eso  la  otra  noche  —  esclamó  la  tia  Celasa. 

— ¡  Hola  I  ¡  hola !  —gritaron  todos.  — Con  que  la  otra  noche. •« 

—¿Y  qué  hizo  esa  noche? — preguntona  curioso  impertinente. 

— ¿Qué  hizo?...  Lo  que  quería  hacer  Manolo. — respondió  Ift 
tia  Colasa  Meciendo  las  caderas. 


---¿Y  qué  *qnema  éaeer  Mavdo  ? -~pregfsiitó  A  «ü  iw  ÍA  fi¿ 

BbB. 

«—Yo  se  lo  fé«— -raspondíé la  WMja— ^pere^el  eéMttieBM....^ 
—Y  otra  vez  ae  *bi«o  'Orajir  let  dados.  ' 

•~¿Y  qaé'anooflBieiiao  ha aido  e9ef...--«a6claaDi<t  «pameiite  el 
wjo. 

— Me  ha  4ado  un  abraao — dijo  la  vieja  ToWiaado  los  ojoafas 
blanco,  y  meciéndose  otra  vez. 

-«-¿  fia  *v«ras?-^gYÍIó  coibo  fóera  de  sí  lel  laarído. 

— Como  lo  oyai. 

— ^¡ Cn  jdiraio I  ¡  no  abFSZoI..«—pap«tiaá  gritos  d  lio  filas. 

—^Ui.  abraco. 

Y  santiguándose  «1  ^marido «  aüafió  con  'desdeiosa  flama: 

^-cPnaaia  digo  q«e  ae  naceaíta  estdmago. 

La  risa  7  la  cbaeota  Uegaron  en  este  «BEMmeDto  á  nn  difcroBM) 
isdefinibia,  y  noaabemos  cali  hubiera  sido  el  término  de  tan  ea- 
Irepilosa  algasara,  si  la  aproximación  del  hombre  meditabundo  da 
qaien  hemos  hablado  al  principiar  este  capitulo,  nohnbiera  eseS- 
lado  cierta  emoción  de  respeto  en  aquellas  pobres  gentes ,  qae  de 
repente  guardaron  profundo  silencio ,  y  volviendo  la  cara  con  <d 
sombrero  en  la  mano  recibieron  agradablemente  al  recien-Uegado. 

— ^Parece  que  hay  buen  humor,  muchachos — les  dijo  él  res- 
petable viejo  con  fraternal  amabilidad. 

— Lo  que  es  buen  humar -^reflpondió  nno  de  los  oirconstan- 
tes— nunca  falta  gracias  á  Dios....  es  lo  único  bueno  qne  tenemos 
de  sobra.  Ya  se  vé ,  cuando  la  conciencia  está  tranquila... 

— ¿Y  oa  parece  poca  ventaja  esa? 

— Dd  mal  él  menos,  como  suele  decirse;  pero  la  procerion 
anda  por  dentro  de  la  iglesia ,  señor  don  Anselmo^  y  al  fin  y  al  ca- 


tM  UL  PALACIO  M  LOS  Clíllll» 

bo»  después  de  lo  ano  vieoe  lo  otro...  me  eotiende  so  merced?  Y 
si  ahora. ..  vamos  al  decir.. •  se  echa  uno  los  trabajos  á  la  espalda» 
y  come  un  mal  pedazo  de  pao  en  buena  compana  y  alegría ,  luego 
Tienen  las  angustias  en  casa...  que  todos  son  apuros. 

— Ya»  si  venis  á  gastaros  el  jornal  en  francachelas. ..—repu- 
so en  tono  festivo  el  arquitecto  Godinez ,  que  era  la  persona  rec¡eB«> 
llegada «  y  conocía  i  todos  aquellos  infelices  por  haberles  propor* 
cionado  ocupación  muchas  veces. 

—i  A  gastarnos  el  jornal  en  francachelas  t  dice  su  merced  ? 

— Como  os  veo  comiendo  con  tanta  algazara..* 

—Una  mala  cebolla  y  unos  mendrugos  de  pan  seco  que  la  tía 
Colase  nos  da...  en  cambio  de  algunos  cuartos,  se  entiende. 

—-Pues  bien ,  i  y  de  dónde  sacáis  esos  cuartos? 

— Mire  usted ,  señor  don  Anselmo ,  algunos  de  nosotros  tene- 
mos aqu{  á  nuestras  parientes  lavando  en  el  rio.  Quien  tiene  una 

hermana,  qnien  su  mujer,  quien  su  bija y  nos  venimos  acoDi* 

penándolas  con  los  lios  de  la  ropa ,  y  si  babian  de  dar  un  par  de 
cuartos  á  un  gallego,  nos  los  ganamos  nosotros...  y  tan  campan* 
tes.  Con  una  cebolla  y  un  pedazo  de  pan  tenemos  para  pasar 
el  dia. 

•—¿Luego  su  correspondiente  trago  de  vino  ó  aguardienlep 
verdad? 

—Como  no  sea  aguardiente  de  ranas... 

—¿Con  que  tampoco  hay  para  echar  un  trago? 

—  Nada,  señor,  están  los  tiempos  muy  malos,  y  si  Dios  no  lo 
remedia^, . . 

—¿Qué  mas  Dios  que  el  señor  don  Anselmo? — alegó  otro  de 
aquellos  infelices. — Si  so  merced  quisiera,  fácil  le  seña  darnos 
ocupación. 


KL  PDKBLO  T  SOS  OPRBSOBBS.  S09 

— Amigos  mios,  ahora  no  se  acuerda  nadie  de  mí,  esceptuan- 
do  alguno  que  otro  particular ;  pero  en  las  pocas  obras  que  dirijo 
hay  jornaleros  de  sobra.  En  cuanto  al  gobierno «  como  ya  sabéis 
vosotros  que  soy  muy  liberal «  solo  se  acuerda  de  m{  para  meterme 
en  la  cárcel  ó  mandarme  á  Manila. 

—-Bien  dice  mi  mujer — esclamó  otro  que  habia  guardado  si- 
lencio hasta  entonces. 

— ¿Qué  dice  tu  mujer? — preguntó  Godinez. 

— Que  todos  los  que  mandan  son  una  chusma  de  ladrones. 

—  No  anda  muy  desacertada  en  eso. 

— ¿Verdad  que  si,  señor  don  Anselmo? 

—Pero  vosotros  sois  los  que  menos  debierais  quejaros...  al  fin 
y  al  cabo  se  hacen  ferro-carriles...  luego  los  derribos  de  la  Puerta 
del  Sol...  Todo  eso  ocupa  muchos  brazos,  y  estoy  aturdido  de  ver 
que  el  trabajo  os  falte.  ¿Por  qué  no  os  presentáis  todos  juntos  al 
conde  de  San  Luis  ? 

—Si  fuera  para  darle  un  trancazo... 

—  ¡Pobre  mozo! — replicó  riendo  el  viejo  Godinez — ¿pues  qué 
mal  os  ha  hecho? 

—Él  tiene  la  culpa  de  todas  las  desgracias  de  España. 

—  Otros  hay  tan  malos  ó  peores  que  él  — dijo  Manolo. 

— Todos  los  que  gobiernan  en  el  dia — añadió  otro— -son  lobos 
de  una  misma  camada. 

— ^Y  la  loba  es  peor  que  los  lobos— repuso  Manolo. 

—  I  La  loba !  — dijo  Godinez. 

— ¿Pues  no  es  peor  que  una  loba  María  Cristina? 

—  ¡Esal  ¡esa! — gritaron  todos  con  indignación.— [ Esa  es  la 
causa  de  todos  los  males  de  España. 

—  Por  ella  ha  subido  el  pan. 

T.  II.  27 


Si  o  KL  PiUdO  PE  LOS  ttÍMBrilS 

— -Y  el  i^ioo. 

—-¿Cómo  así?— pregoDtó  doo  Anselmo. 

—  I  Toma  I  como  qoe  ba  comprado  todo  el  trigo  y  todo  el  vino 
que  ba  podido  para  mandarlo  allá  donde  se  pelean  los  franchutes 
con  los  rasos.  Y  lo  peor  de  todo  es  qne  hace  sns  negocios  con  los 
millones  robados  al  pueblo  español.  De  todo  tiene  la  culpa  nari- 
zotas. 

—¿Quién  es  ese  narizotas? — preguntó  Godinez. 

—<- Fernando  séptimo,  que  se  fué  á  casar  con  una  italiana «  co- 
mo si  no  hubiera  mujeres  en  España!  Así  salió  ello...  que  no  llevó 
malos  pitones...  i  Siempre  han  de  venir  los  estranjeros  á  quitarnos 
el  pan  y  la  honra  I  No «  pues  como  se  tocase  i  degollina,  no  habia 
de  quedarse  en  zaga  el  nieto  de  mi  abuela. 

—  Pues  dicen  que  está  para  reventar  la  mina.  Parece  que  la 
tropa  tampoco  está  contenta. 

— Entre  tanto  signen  los  que  mandan  recogiendo  millones,  y 
emborrachándose  en  sus  palacios...  ¡Yaya  una  ley  la  que  rige  1 

—  ¡  Toma  t  la  del  embudo  I 

—Ya  se  vé  que  si.  Anda  tú ,  y  roba  una  sardina  á  la  tia  Co«- 
lasa. 

—  ¡  Dios  me  libre !  primero  me  caeré  muerto  de  hambre. 
-—Es  un  suponer...  verás  que  pronto  te  mandan  á  presidio,  si 

no  te  aprietan  la  nuca.  Y  esos  señores  que  mandan  roban  millones 
sobre  millones  y  el  pueblo  tiene  que  sufrirlo  y  callar.  ¿Y  para  qué 
querrán  tanto  dinero? 

— Claro  está,  para  tener  muchos  coches  y  caballos,  y  lacayos, 
y  dar  muchos  bailes ,  y  vestir  eon  lujo  á  sus  queridas ,  y  beber 
buenos  vinos  y  comer  ricos  manjares  en  platos  de  oro.«. 

— ¡Bah,  bahl...  ¿A  que  no  comen  ellos  sus  perdices  en  pía- 


El  miLO  T  Si8  OFftlSOlEi.  IH 

tos  de  oro  con  tanto  gasto  como  nosotros  estas  cebollas? 

—«A  buen  seguro,— respondieron  todos. 

-— ¿Y  sabek  porqvé,  bijos  míos?—* objetó  don  Anselino.*— 
Porque  vosotros  tenéis  la  conciencia  tranquila,  y  ellos,  en  raedio 
de  sos  placereá ,  Tiven  agitados  no  solo  por  )os  remordimientos,  si-* 
no  por  mil  pasiones  bastardas  que  les  hacen  infelices.  Nunca  vea 
saciada  su  ambición  ni  sn  codicia ;  y  un  deseo  ardiente  de  poseer 
mas  y  de  verse  á  mayor  altura ,  consume  de  continuo  su  corazcm. 
Ellos  son  desdichados  en  medio  de  cuanto  ha  inventado  el  orguUa 
para  fascinar  al  hombre  y  rodearle  de  materiales  goces ,  y  vosotros 
en  la  indigencia  os  consoláis  con  vuestro  buen  humor,  como  esta— 
bais  haciendo  cuando  yo  he  llegado.  Seguid,  hijos  mios ,  albergan* 
do  en  vuestros  corazones  loe  nusmos  sentimientos  de  moralidad ,  j 
nunca  os  faltará  Dios. 

— Nosotros  queremos  trabajar...  damos  todos  los  pasos  imagi- 
nables en  busca  de  trabajo ,  pero  no  se  nos  proporciona ...  ¿y  si  es- 
to sigue  así ,  hemos  de  ver  morir  de  hambre  á  nuestros  hijos? 

—-Debéis  resignaros  á  todo,  antes  que  cometer  una  mala  acción 
para  remediar  vuestra  pobreza.  Hijos  mios,  Dios  me  envia  para 
socorreros. . .  Mañana  i  las  nueve  de  ella  os  presentareis  en  mi  casa 
y  aunque  mas  bien  me  sobra  gente  para  las  obras  que  dirijo ,  como 
os  he  dicho  antes,  veré  de  colocaros  de  cualquier  modo  que  sea. 

•— jViva  nuestro  protector! 

—  j Viva  nuestro  padre! 

Estos  gritos  fueron  repetidos  con  entusiasmo  por  aquellos  hon- 
rados menesterosos. 

— Ahora  reunís  aqui  á  vuestras  familias ,  y  la  señora  Colasa  os 
dará  una  buena  comida.— -Y  dirigiéndose  á  la  vieja,  anadió : *-¿ Sa- 
be usted  donde  vivo? 


91  i  n  FALAGIO  DK  LOS  CftÍMIlfU 

-—Lo  sabemos  nosolros— respondieron  algunos. 

— Pues  bien «  da  usted  ana  boena  camela  de  callos  á  estos  ami- 
gos de  la  manera  que  saben  ustedes  condimentarlos  por  aqn( ,  sin 
escasear  nada  para  qne  salgan  sabrosos.  Completa  osted  la  comida 
con  huevos  ó  bacalao  etc.,  lo  que  mas  les  guste,  y  un  vaso  de  vino 
y  un  pan  á  cada  uno.  Sus  mujeres ,  bijas  ó  hermanas  que  están  la-* 
f  ando ,  entran  también  en  este  convite  que  yo  pago ,  y  mañana  ó 
esta  tarde  me  trae  usted  á  mi  casa  la  cuenta.  ¿Necesita  usted  algo 
anticipado? 

—  ¡Quiere  usted  callar!— dijo  la  tia  Colasa  en  ademan  com«- 
placiente. 

— Todo  lo  que  hay  en  nuestro  establecimiento  está  á  la  disposi» 
cion  de  usted ,  señorito— añadió  d  tio  Blas. 

Es  muy  común  en  Madrid  entre  la  honrada  gente  del  pueblo, 
llamar  uñoritoi  á  los  viejos  cuando  tratan  de  halagarles. 

Renunciamos  á  describir  el  júbilo  que  las  palabras  consoladoras 
de  don  Anselmo  causaron  en  aquella  reunión  de  pobres  jornaleros. 

Despidieron  á  su  protector  victoreándole  con  lágrimas  en  los 
ojos,  y  apenas  le  perdieron  de  vista,  comenzaron  á  dar  gritos  para 
llamar  á  sus  parientes,  que  sabido  el  objeto  de  semejante  alboroto 
no  tardaron  en  presentarse  y  aumentarlo  con  sus  estrepitosas  de- 
mostraciones de  alegría. 

Acababan  de  dar  las  doce  del  dia  cuando  el  tio  Blas  y  su  cara 
consorte  sacaron  de  su  establecimiento  una  mesa  en  cuyo  centro  bu* 
meaba  la  apetecida  cazuela  de  los  callos ,  cazuela  que  por  su  es- 
traordinario  volumen  tenia  honores  de  barreno ,  y  destellaba  por 
todos  lados  cierta  fragancia  agradable,  capaz  de  escitar  el  apetito  al 
convidado  de  piedra. 

Colocado  aquel  alimenticio  objeto  de  la  general  ansiedad,  deba- 


n.  PUSML0  T  $m  OFlCSOftBB.  tlS 

jo  de  vn  emparrado  doode  había  varios  bancos  y  sillas,  agitó  el  tio 
Blas  un  cacharon  que  llevaba  en  la  diestra  á  gaisa  de  tambor  ma- 
yor, y  con  sn  característica  gravedad,  esclamó: 

— Sentarse  todo  el  mando. 

— ¿Para  qaé  quiere  asted  que  nos  sentemos?— dijo  ana  joven 
bastante  agraciada  á  no  haber  tenido  el  defecto  de  ser  bizca ,  por 
cay  a  circanstancia  se  la  conocia  por  el  apodo  de  la  del  gfutno.— Es- 
tamos bien  de  pié. 

— Tiene  razón  la  del  guiño  «-->  añadió  ana  mujercilla  de  anos 
treinta  y  cinco  años ,  á  quien  por  su  corta  estatara  y  genio  vivo  y 
bullicioso,  apellidaban  la  Rata. — De  pié,  de  pié  que  cabe  masco- 
mida  en  el  cuerpo. 

—  Pues  para  llenar  el  tuyo ,  Rata ,  poca  provisión  se  necesita — 
objetó  Manolo.— Nada,  nada,  lo  mejor  es  que  cada  cual  coma  del 
modo  que  se  le  antoje. 

—  Tú  siempre  has  de  meterte  en  camisa  de  once  varas— repli- 
có el  tio  Blas  con  enojo. — Mira  que  no  soy  tan  zanguango  como  te 

figuras,  y  si  se  me  atufan  las  narices me  las  vas  á  pagar  todas 

de  una  vez. 

— No  sea  usted  atroz,  mi  amo  —  replicó  Manolo — y  eche  as- 
ted buenas  porciones  á  cada  prógiroo.  Yo  no  sé  por  qué  se  ha  de 
tomar  usted  esa  molestia ;  ¿no  valdría  mas  que  repartiera  eso  la  tia 
Colasa ?  Vamos,  tia  Colasilla,  empuñe  usted  el  cucharon...  siquiera 
para  llenar  mi  plato. 

—  Gomo  no  te  calles,  te  bautizo  con  la  salsa  de  los  callos — re** 
plicó  el  viejo  entre  generales  carcajadas.  —  ¡  Ea !  sentarse  todo  el 
mundo ,  y  Colasa  irá  dando  á  cada  cual  su  parte  conforme  yo  vaya 
llenando  los  platos.  Después  hace  cada  uno  de  su  capa  un  sayo  y  se 
lo  come  de  pié ,  sentado  ó  tendido  si  bien  le  parece. 


i 


lié  iUi  WJOMIO  M  (08  CüíIflUIW 

— -Seotane ,  senUrae  todo»—- dijeroo  algabas  TOces. 

Y  todos  tomaroD  asíeoto. 

£1  grave  dueño  de  la  casa  fué  llenando  platos,  y  sa  digna  oom^ 
sorte  los  iba  repartiendo ,  dando  un  panecillo  á  cada  drcnnstante. 

Cnando  llegó  d  tamo  á  Manolo,  dijo  este  con  socarroneria : 

—»l  Jesús!  y  que  tufillo  tan  delicioso  arroja  el  condimento.  ¿A 
qoe  adivino  las  manos  que  han  andado  en  ello  ?  ¿Verdad  que  es  co* 
sa  de  usted  este  guiso ,  tia  Golasa  ? 

—Ya  se  vé  que  sí— respondió  la  vieja  meciéndose  de  caderas 
como  tenia  de  costumbre »  y  haciendo  crujir  los  dedos  de  la  mano 
derecha. 

—  ¡Si  tiene  usted  gracia  para  todo  ! 

•—¿De  veras »  eh?— y  los  dedos  de  su  aurda  sonaron  como  unas 
castañuelas. 

— Tengamos  la  Gesta  en  paz— -gritó  el  marido  dirigiendo  nna 
grave  mirada  á  Manolo. 

-—  i  kj,  tio  Blas  I  ¡qué  dichoso  es  usted  I —y  al  enguUiraa 

un  trozo  de  callo ,  lo  arrojó  de  la  boca  gritando :  —  ¡  Que  me  he 
quemado,  cogollo  1 

—Me  alegro — dijo  el  tio  Blas  entre  las  risas  de  todos ,  y  aña- 
dió en  tono  de  sentencia:— Eso  le  sucede  á  todo  gato  goloso. 

£1  chiste  del  viejo  fué  comprendido  y  aplaudido  con  estrépito 
por  toda  aquella  brillanU  concurrencia. 

Así  que  todos  tuvieron  su  correspondiente  ración,  hubo  alga- 
nos  momentos  de  sepulcral  silencio^  que  solo  era  interrumpido  por 
-el  rumor  de  los  resoplidos  y  sorbos  que  acompañaban  la  general 
masticación. 

Solo  de  vez  en  cnando  se  oia  alguna  palabra  que  llenaba  de  or«- 
guUo  á  la  dueña  del  ya  ocreJ^tadQ  eiUMecimienio. 


-—  I  Qué  buenos  estáfi ! 

«^  t  Y  como  pican  los  nidiiioi ! 

•^  ]  Vaya  irnos  caitos  sabrosos  I 

— -  iQaé  ricos! 

Estas  palabras ,  bijas  del  entusiasma  estomacai ,  eran  laureles 
inmarcesibles  que  coronaban  las  arrugadas  sienes  ée  la  tia  Colasa, 
en  galardón  de  n  envidiaUe  habilidad  cidinaria. 

<-— Si  no  flfte  di  nsted  tino,  prenda  mia-*^dijo  el  atrerido  Ma- 
nolo á  la  afortunada  vieja — no  puedo  proseguir,  porque  entra  él 
esoozor  de  la  guindilla  y  la  quemadora  de  enantes,  tengo  la  lengua 
descolada. 

—Así  fuera  cíerto«^fjo  el  tío  Blas. 

— *No  sea  usted  atroz ,  y  mande  queme  den  vino. 

—Saca  la  jarra^^dijo  á  la  lia  Colasa  m  marido. 

Sacóla  en  efecto  y  la  entregó  &  MaaMo  ^  quien  después  de  ha- 
berse echado  un  buen  trago  al  coleto ,  dijo  con  formalidad : 

—Señoree  f  dejando  ahora  las  chanzas  á  un  lado,  declaro  aquí 
como  si  estuviera  delante  del  confesor  en  mi  él  tima  hora ,  que  s<do 
siento  ser  pobre  cuando  acabo  de  beber  un  buen  trago.  Si  yo  fuese 
de  esos  ministros  que  roban ,  no  lendria  coches,  ni  caballos»  ni  09^ 
cheros,  ni  gastaría  en  bailes,  ni  en  relojes,  ni  en  espejos,  ni  en 
cornucopias;  nada  de  eso.  En  rea  de  palacios  tendría  grandes  bo- 
degas sin  otros  muebles  que  barriles  y  toneles  de  todos  los  vinos 
naa  «aqmsitos  éA  mimdo» 

«—¿Y  erees  tú  que  te  harían  buen  provecho?*-- preguntó  la  M 
guiño. 

— ¿  Por  qué  no  ? 

-—Porque  lo  que  se  disfruta  con  el  dinero  robado  tarde  ó  tem- 
prano ha  de  hacer  mal  eHógamo* 


Sf6  IL  FAkAOO  PE  LOS  CEÍMBIIIS 

Entablada  otra  vez  la  conversación  sobre  la  conducta  de  los  go- 
bernantes ,  se  dijeron  verdades  estupendas ,  que  por  sabidas  no  qne- 
remos  reproducir ;  pero  que  probaban  á  la  sazón  que  basta  la  dase 
mas  ínfima  del  pueblo ,  conocía  el  origen  de  los  males  de  la  patria 
y  el  remedio  qne  reclamaban  con  urgencia. 

Todos ,  hombres  y  mujeres,  censuraban  la  inmoralidad  que  rei- 
naba en  las  altas  regiones,  y  las  miserables  lavanderas,  esas  po- 
bres mujeres  cubiertas  de  andrajos ,  hablaban  con  desprecio  de  la 
duquesa  de  Biánsares. 

Y  no  se  diga  que  el  calor  con  que  afeaban  la  conducta  de  tan 
alta  señora  fuese  hijo  de  la  envidia,  porque  es  un  absurdo  evidenle 
en  demasía  pretender  que  una  mujer  avezada  á  la  indigencia,  pueda 
envidiar  una  posición  social  que  tan  lejos  se  halla  de  sus  aspiracio- 
nes. Las  pobres  gentes  que  habían  aceptado  el  obsequio  del  genero- 
so Godinez ,  terminaron  alegremente  su  comida  bendiciendo  mil  ve- 
ces á  su  protector ,  particularmente  los  hombres  á  quienes  propor- 
cionaba el  trabajo  que  ellos  buscaban  con  ansiedad ;  y  si  maldecian 
de  los  gobernantes ,  era  precisamente  porque  la  inmoralidad  pala- 
ciega les  escandalizaba,  al  paso  que  la  virtud ,  solo  la  virtud  les  da-» 
ba  aliento  para  vivir  tranquilos  en  medio  de  las  mas  horribles  pri- 
vaciones. 

¿  Quereb  mas  pruebas  de  virtud ,  que  ver  á  esas  infelices  mu* 
jeres  correr  por  millares  bajo  un  sol  abrasador  en  verano,  y  pisaa* 
do  nieves  en  el  rigor  del  invierno y  pasar  el  dia  en  la  hume- 
dad.... con  los  pies  mojados....  ligeras  de  abrigos....  las  manos  j 

brazos  siempre  en  el  agua y  repetir  estos  afanes  todos  los  dias 

del  año  para  ganar  su  escaso  alimento  ? 

Y  es  de  advertir  que  hay  centenares  de  jóvenes  lindísimas-  que 
ejercen  este  penoso  oficio.. •  ¡y  en  Madrid  I 


¿N«  teí  sábelo  fibtM  fue  «§>  en  IbdrM  á  toda  jdfei  d»  iMiea pa- 
recer proporcionarse  comodidades  cuando  se  presciade^dt!  koaerf-* 

Faé»lHeo,  por  ooBéertar«'hoDor  ileso  «n^^  1m  jiiMDes 
de  cpiieMS  haUaaite  penriidades  s«  ooeita  y  penalidades  taii'anMr' 
gat^neparece  iapoábfe paed&fMstirks'ier  naturaleza  kametts^!  u\ 

¿y  Does^stooBa  virUidqaa rayaes beroieBMit 

¿¥  aaofreoeesta  firtad on  eootraste'^e asombra  eosaparáda' 
cea  la  eÍNMÜáeta  de  los  ipw:ea  oiedioi  do  todojaea  da  omaodtdadaí^ 
dhenis  db^  iaaiaaisas  mtaaxas,  se  abandoaan  á  los  aiaa  degradaoiea 
vicios  y  ejercen  el  harto  domo  la  única  profesioBí  á  qae  lea  loclüao . 
d  siampre  orociáato  anhelo  de^adqnirif  t 

No  se  crea  que  al  hablar  de  este  aM>do  traieaios  de  esdtee  el 
ódiór  eattest  pobáesy  ricos. 

Heaass  consagrado  ottro  libtov  l4S  Bruja  de  Jfiadridi,  á  leeoOf^ 
ciliar  estas  doa  eknea*  do  la  soeiedai  >  igoriaieatii;  respetables  pava 


TaaspsNxr  ea  amesfero-  áaioio  ^pidrraar  loa  esceaos  qtto  poedaai 
lao  dase»  desYdidia^ 

¥a  lo  heasos  dídlat  otra  test  eaeaiigoa>  noaatroa ,  irroeoBsif 
liahles  del  fanatismo ,  no  por  «so  ddha  ensérsenoa  abobados  de  la 
incredulidad.  Apóstoles  del  buen  sentido,  jamás  predicaremos  el 
crimen  y  la  impostara ,  y  al  tomar  la  defensa  del  artesano  y  del 
pobre  contra  los  magnates  que  le  roban  el  fruto  de  sos  sudores  y  le 
oprimen ,  haremos  resonar  con  toda  la  energía  de  que  somos  ca- 
paces ,  las  verdades  sublimes  que  nuestra  conciencia  nos  inspira  en 
favor  del  pueblo;  pero  nunca  introduciremos  en  sus  talleres  las 
máximas  disolventes  de  los  serviles  instrumentos  de  la  reacción  que 
cobijan  su  deformidad  con  la  máscara  de  una  escuela  basada  en  la 

mentira. 

T.  n.  28 


SIS  IL  FALiU»)  M  LM  CtíONIl 

Lo  MISMO  ABOmRBCBMOS  KL  DESPOTISMO  DI  LOS  BRTM  QVU  WL  HE- 
SEHFBEHO  DEL  TÜLOO. 

Impelidos  por  ana  generosa  emoción  de  horoanidad ,  nos  hemos 
lanzado  espontáneamente  á  la  arena  para  apadrinar  á  las  dases' 
menesterosas ;  pero  si  bien  reclamaremos  siempre  con  ardor  cnan* 
tas  medidas  alcancen  á  mejorar  la  snerte  del  artesano  laborioso ,  del 
iafelis  jornalero ,  j  de  toda  criatura  desralida ,  jamás  nos  erigiré-- 
mos  en  patronos  de  la  iragancia  y  del  crimen ,  oonfnndiendo  á  loe 
hombres  del  trabajo  con  esos  miserables  encharcados  en  el  lodazal 
de  la  pereza  y  de  los  victos. 

Quédese  para  los  dementes  ó  malvados  el  afán  de  abogar  por  la 
inmoralidad  y  la  prostitución. 

Nada  mas  respetable  y  digno  de  amor  y  protección  que  la  vir-^ 
tod  desvalida :  nada  mas  repognante ,  si  bien  no  menos  digno  de 
lástiipa  9  qne  la  indigencia  germinada  entre  los  vicios. 

Hay  una  distancia  inmensa  entre  el  pobre  y  el  vago »  entre  el 
desgraciado  y  el  perezoso ;  y  al  paso  que  hallamos  justo  y  morali- 
zador  el  infortunio  del  que  no  quiere  trabajar ,  como  consecoenGÍa 
de  su  envilecimiento ,  deseamos  que  la  sociedad  no  abandone  nuQ- 
ca  al  honrado  jornalero  que  ama  al  trabajo. 


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•  I 


CA^ItiJLO  XVIiL 


*  I 


OPULENCIA  ¥  PBOSTITCaON. 


No  todos  los  hooriiret  q«e  tiveii  eo  k  op«kBOia  ioo  acrWor^i 
á  iiM  tevecÉ  «otMoni* 

Loi  bay  moy  dignos  for  sus  alUs  virtudes  del  aprecio  geoeral, 
y  de  lá  gratitud  de  los  pobres. 

No  todos  los  rióos  son  bolgaiaoes  y  .disipadores ;  los  hay  útiles  i 
so  patria  y  amantes  del  trabajo;  porque  no  hemos  de  ooueretarnos 
al  trabajo  material  de  las  manos. 

Verdad  es  que  los  que  no  necesitan  el  froto  de  su  trabajo  para 
vivir  son  los  que  menos  se  afanan  por  el  engrandecimiento  de  las 
diéneias  y  las  artes ;  pero  como  no  todos  nacen  ricos ,  los  que  de- 
ben sus  riquezas  á  un  trabajo  asiduo ,  los  que  adquieren  una  posi- 
ción brillante  por  medio  del  ejercicio  de  su  honrada  profesión, 
conservan  siempre  un  amor  inestinguible  á  ese  trabajp  que  tanto 
bien  les  ba  proporcionado ,  y  basta  en  la  opulencia  aman  y  prolejen 
¿  las  clases  trabajadoras ,  de  donde  ellos  han  salido* 


S90  BL  PALACIO  m  LOS  caifnNis 

Del  froto  del  trabajo  nace  la  propiedad ,  esa  propiedad  sagrada 
qae  nadie  poede  arrebatar  al  qae  ha  sabido  adquirirla  por  medios 
honrados ,  esa  propiedad  que  todo  gobierno  ciyilizado  debe  garan* 
tir  rigorosamente  como  el  manantial  de  la  prosperidad  de  las  na- 
ciones. 

Esta  garantía  es  indiipensable  jpara  escitar  el  amor  al  trabajo» 
7  de  ella  resultan  esa  desigualdad  en  las  acumulaciones  de  riquezas 
procedente  no  solo  de  la  mayor  ó  menor  capacidad  de  los  que  hon- 
radamente se  afanan  por  adquirirlas ,  sino  de  la  mayor  ó  menor 
afición  al  trabajo ;  por  manera  que  la  riqueza  de  este  modo  adqui- 
rida,  lejos  de  ser  un  estímulo  al  odio  déla  sociedad ,  es  un  dere- 
cho á  su  amor  y  reconocimiento ,  porque  es  el  galardón  del  talen- 
to, de  la  aplicación  y  de  la  laboriosidad. 

Es  pues  una  necesidad  imperiosa ,  no  solo  sufrir  ese  resultado 
ée  la  daaigoaUad  da  tai  facidtadcs  haoiaaaft  ooa  resignación ,  sino 
con  gratitud »  porque  los  que  se  hacen  ricos  Irabqando ,  no  ^aítáa 
mda  á  nsÜie,  al  eontramut  dan  -á  muchos ,  povqoe  ocvpaii  otros 
brazos»  y  estimulan á  los  que  desean  hasense  ricos ^porigoakS'fli^ 
•dios ,  7  de  esta  rmdidad ,  de  «ita  emoiacion  citilindora  ''Surge 
igashnenle  la  prosperidad  de  los  pueblos. 

El  amor  al  trabajo  ha  elevado  i  suchos  desde  «na  oana  luh- 
oiUde  7  olvidada ,  hasta  una  posición  brillante  7  honorifica  á  la 
par. 

Franklin  era  nn  pobre  cajista,  Sforce  un  activo  labrador» 
Peel  fué  hilador  de  algodón ,  Joan  de  Mediéis  nn  laborioso  ooomtw 
oíante.  Estos  nombres  por  sí  solos  son  la  'OMJor  apología  del  amor 
al  trabajo. 

¿  Y  hamos  de  criticar  y  odiar  al  epakrnto  solo  povque  posee 
mas  riquezas  que  nosotros? 


mítir  el  fecNi  4e  «am  ibMMt  td^pñriéos  por  «•  ilafeatok'  y  pír»- 

Fio  9  «tvniíos  iioftradof ,  ao^,  át<Hpgm»«aoBni^:pigipie/t— h 
tiÍ6P  yowdrts  pqi¿ei>nfcJyirirte<yie  Mo§  iBiqmiéfon.  i   | 

Trflbajaé ,  lrtliaj«á  m  dmilámí»  j  no  tardMnb  M  «MÜvfd 
premio  de  vuestros  afanes.  %V  <wil  será*  este  fVMiiof         .     .1 

'Será  propefriMade  áiTMetras fatigas,  á  imeátra  lÉMUid,  á 
TUestrtff  faenas ,  á  ▼«estros  merecímieÉtoik 

TTiliafÉ4'ei8fÉf  rfé ,  7  05  dudáis  ipie  «njarará  4»  día  «1  dsa  rM»- 
tra  condición ,  y  que  muchos  de  los  que  comenzáis  por  gana^iÉD 
wcaso  joniri,  ipMreir«afo  iM}oraa  diaa  ea^^aesta eáidl  vdtfíL 

Ufla 'Wt  Aldo  #1  i«»pgkki á4af  rvedasde  la fei4uw itpüém'd^ 
be  si  llegareis  tambÍM  á^er^opoleintof  f  .  i 

¿No  seria  Ufla  satisfaoeiott  ioipoéderairto  para  woootms  |pasar 
TMia  ▼qeg  grtwigaJa  «««edio  4a  <loéo  géoero  ée  eomodidadaa  ? 

¿No'SOiilmais  eierlo  pkeer  iaésfiaiUaaí  pódisaeís  lagar  á  #Ma- 
tros  bfjosuBa  gnm  fortima? 

¿No  os  llenaría 4t  jAbilo  el  pensar  que  voestros  hqos  Jndiitaáan 
auntoosos  palaeies ,  adomadae  de> selectas  lÜMrariaiiy  de.caadknoé  pre- 
ciosos y  otros  riqaísíaios  tanobtes-? 

¿ No oa  gmiaria  verlas  presidir ie^M opíparas  mesas  y  pasearían 
fogosos  coréelas ,  4  eo  carrosas  nulifica»?  f 

¿¥  qué  dinaiis  onlonees  si  hdbiese  qntea  atenlara  á  an  prapi» 
dad? 

« I  Bh  1  .^ .  dateaeos ! »  daaMriab  cod  raaon.  «Toda  asa  opulen- 
cia de  mis  liljoa  la  lia  gaaado  hoanidaiiieiite  su  padre ,  y  Midielia- 
ne  derecho  á  despojamos  de  ella.  Es  una  fortuna  legittmamaata  ad- 
quirida. ••  es  *el  premio  de  la  tirtod  y  ddi  trabajo.» 


:ltS  KL  fáLáJOO  hE  LOS  CftiWNIf 

Y  YUcsIrM  palabras  seriáo  atendidas ,  y  muestras  justas  raiooes 
-respetadas,  como  respetar  debemés  las  propiedades  ageuas. 

Respetemos  pues  á  los  ricos  koorados,  qoe  si  los  hay  holfaia^ 
-  Bes  y  disipadores ,  ellos  espiarán  sns  vicios  en  la  miseria  acosados 
por  tardíos  y  desgarradores  remordimientos;  pero  también  hiy 
opulentos  bienbecbores  •  no  lo  dudéis,  y  estos ,  además  de  respeto, 
merecen  vuestro  amor  y  vuestra  gratitud. 

Seguid  sus  budlas  y  les  veréis  abandonar  sus  palacios  para  vi- 
sitar la  humilde  morada  del  desvalido ,  y  aliviar  sus  necesidades 
con  generosa  mano  sin  temor  al  contagio  de  asquerosas  enferme- 
dades. 

.  El  bello  sexo  es  aun  mas  indinado  á  este  verdadero  goce,  y  mm 
Madrid  abundan  las  sefioras  de  alta  categoría  que  ejercen  esta  ca- 
ridad evangélica  de  una  manera  verdaderamente  beróica. 

La  honrosa  conducta  de  los  ricos  que  de  este  modo  se  granjean 
la  admiración ,  los  aplausos  y  el  amor  de  todas  las  clases  de  la  so- 
ciedad ,  hace  subir  de  punto  lo  horrible  de  los  crímenes  que  perpe- 
tran ciertos  magnates ,  que  no  contentos  con  la  posesión  de  inmen^ 
sos  tesoros ,  se  desvelan  y  agitan  por  multiplicarlos. 

Volved  los  ojos  á  la  calle  de  las  Rejas ,  allí  veréis  un  suntuosa 
edificio  donde  germinan  todos  los  males  que  abruman  á  la  nacicia 

española allí  existe  un  monumento  de  baldón  y  afrenta...  es  el 

PALACIO  DB  LOS  CBÍMBKBS ,  el  scmillcro  dc  las  iniquidades ,  el  taller 
donde  se  fraguan  todas  esas  persecuciones,  deportaciones,  contra- 
tas leoninas ,  coDcesiones  escandalosas  y  agios  inmorales  que  ani<- 
quilan  á  la  nación  entera  para  enriquecer  á  los  aventureros  que  eri* 
gidos  en  gobierno  esplotan  la  paciencia  y  la  sangre  del  mas  genor* 
roso  de  los  pueblos. 

Los  derribos  de  la  Puerta  del  Sol  y  la  contrata  para  la  condua- 


i 


WL  ¥üM¡u^  T  SUS  omsous.  m^ 

cion  de  la  correspondencia  á  Ultramar,  fueron,  según  espresiob  pro* 
pia  del  cinismo  polaco ,  negocios  muy  lucrativos  para  la  duquesa  d#> 
Riánsares  y  el  conde  de  Quinto. 

Hé  aquf  lo  que  decia  El  Mmreiélago  sobre  la  segunda  especula-^- 
cion :  > 

«Cierto  comerciante  de  Canarias  indicó  á  dofiá  María  Crístjná- 
que  seria  una  especulación  lucrativa  el  estaUecimieoto  del  referido 
correo ,  y  al  momento  se  sacó  á  subasta  bajo  el  tipo  de  250,000 
reales. 

Pero  sin  que  nadie  hiciera  postura ,  sin  que  hubiese  acto  alguno ' 
legal  y  sin  que  el  público  tuviese  el  menor  conocimiento  de  lo  que 
pasaba ,  suponiéndose  todo  por  la  autoridad ,  apareció  aprobado  tm 
remate  á  600,000  reales,  de  los  cuales  tomó  la  mitad  la  duquesa^ 
de  Riánsares  y  la  otra  mitad  el  proponente,  obligándose  ambos  á^ 
hacer  el  servicio  con  un  buque  cada  uno.» 

Siendo  operación  interminable  enumerar  uno  por  uno  todos  los- 
esccsosy  hurtos  cometidos  por  la  cuadrilla  polaca,  nos  limitaremos 
á  indicar  la  manera  alevosa  con  que  llevó  á  cima  el  empréstito 
forzoso  para  saciar  su  avaricia. 

Anuncióse  en  la  ministerial  Carre$ponieneia  autógrafa,  prima 
hermana  del  Heraldo,  como  un  vago  rumor  de  Bolsa. 

Ocupóse  inmediatamente  la  prensa  de  tan  grave  noticia  ,  y  esto 
era  precisamente  lo  que  quería  el  gobierno  para  que  el  público  se 
familiarizase  con  tan  peregrina  idea. 

Asi  que  se  creyó  bastante  en  sazón ,  habló  el  grave  Heraldo  di^ 
ciendo  que  no  se  trataba  de  un  empréstito,  sino  simpleinente  dé 
una  negocíadott  qno  ofrecía  mvehas  ventajas  á  los  contribuyentes, 
pues  se  redocia  al  adelanto  de  un  semestre  en  cambio  de  billetes: 
del  Tesoro  con  seis  por  ciento  de  premio. 


sil  BL.  fium*  im  LQB  citenrtt 

Salid  por  £q  el  deoreto-  en  k  Gm$U  y  á  pestr  de»  la  qoe  kabúi 
dieho  £1  jBhroIcfe  eff a  nada  iiieiioi.qiie  no  eflipcésüto  fianoie,  ¿una 
orden  á  todos  los  gobernadores  cívílea  para  qne  eseiUsMi  á  los^con-*^ 
trHinyeftUs  á  tcMnar  parte  en  una  snaericion  abierta  por  treinta  dias, 
comprometiéndose  á  hacer  el  indicado  anticipo »  por  mitades  en  jn- 
ni»  7  júKo,  reintegrables  en  coalee  años  por.octatvas  partea  con  el 
inlerétf  enool  de  seis  por  ciento»  pagadero  por  seiMstrea  veecidoe» 
j  otro  seis  por  ciento  cook)  premio  del  anticipo. 

Si  no  se  hubiese  cubierto  el  cupo  total  del  semestre  espiradoe . 
lea  treinta  díaa  dei  plazo ,  ae  repartiría  y  cobraría  en  cooceplo  de 
aalicipo  fDraoio  reintegrable,  pero  sin  el  deacnenlo  del  seis  por 
ciento,  sino  soiamente  dd  canje  de  loa  reeiboa  profiaionales  por 
hilletea  del  Tesoro  con  interés,  billetes  admisibles  can  pago  de  toda 
4aae  de  cootribeeioaes »  fiaoxaa,  etc. 

A  este  acto  de  inmoralidad ,  á  este  afán  de  arrebatar  el  dinero 
k  los  pobres  pueblos^  ae  unió  el  deicrédito  del  Banco  de  San  Fer- 
nando een  el  nombraaaiento  de  Llórente  para  direetor» 

Al  llegar  aquí  nos  parece  oir  4  los  hombrea  del  noderaatiaaMi 
tildando  de  exajeradas  las  inculpaciones  qee  venimoa  haciendo  ea 
laa  páginaa  de  la  presente  Uatoria  á  todas  lea  pandillaa  en  qoe  ae 
divide  su  desacreditada  partido ,  tachando  la  fránqneía  de  mieatn» 
lenguaje  de  mooaenit«nlé  y  qoiaás  de  indecoroBO^  todo  porqne  se 
dice  la  verdad  que  tan  mal  parados  deja  á  sus  prohombres. 

¿Y  será  posible  que  los  admiradores  de  La  Patdaia  y  de  loa 
ehocarreroa  dilates  del  Padra  Coboi^  pretendan  darnos  lecotones 

dafinwa? 

Nosotros  no  hemos  faltado  nunca  ni  faltaremos  al  decoro  que, 
ae  ddie  al  públioo;  qne  de  pronunciarla  verdad,  déla  manera  digr»- 
na  que  á  nuestra  educación  cample ,  á  prodigar  calsmniaa«de  iiiliéü^. 


BL  PUEBLO  T  SüS  OPBBSOBBS.  225 

Dá  estofa  como  soNa  hacer  Et  'Wtraldo  contra  ihistreí  personages  á 
quienes  les  era  vedado  defenderse  de  sos  deletéreos  tiros ,  medía  la 
misma  distancia  que  de  la  benéfica  luz  del  sol  al  fatidico  resplan* 
dor  de  las  hogueras  inquisitoriales. 

¡  Y  qué !  ¿hemos  llegado  nunca  nosotros  á  denostar  á  los  po- 
lacos ,  (que  en  resumidas  cuentas  no  eran  mas  que  otra  de  las  frac- 
dones  moderadas)  en  lo^4iíf6iiikyr ératAr^'  tontundentes  que  lo  han 
hecho  sus  mismos  correligionarios  ? 

El  capitulo  que  sigue  responderá  á  esta  cuestión. 


T.  n.  29 


*l  11  >l 


CAPITULO  XOL 


LOS  MODERADOS  PINTADOS  POR  SÍ  MISMOS. 


Hemos  hablado  ja  de  El  Murciélago ,  periódico  misterioso  qoe 
salía  fartivamente  de  Tez  en  cuando  á  dar  tortora  á  los  ministros ,  i 
sembrar  el  terror  entre  los  moradores  del  palacio  db  los  CBívEras, 
y  el  desasosiego  en  el  regio  aldixar. 

Qae  este  periódico  era  escrito  por  insignes  persooages  del  parti- 
do moderado ,  lo  sabe  todo  el  mundo. 

Que  su  principal  redactor  ha  ocupado  una  silla  ministerial  en 
galardón  de  una  escandalosa  apostasía »  lo  pregonaba  á  voz  en  grito 
la  pública  fama. 

Pues  bien »  en  este  papel ,  del  cual  solo  como  documento  perte- 
neciente á  la  historia ,  citaremos  algunos  trozos »  sin  emitir  sobre 
dios  comentario  alguno ,  ni  menos  cargar  con  la  responsabilidad  de 
su  contenido »  los  moderados  de  abajo  » trataban  á  los  moderados  de 
AiBiBA  9  en  los  términos  que  verá  el  curioso  lector. 


WL  nwno  T  sus  opusoim.  W 

En  la  seccioQ  de  anoiicios  dd  primer  núiiiéro,  qae  apareció 
el  26  de  abril ,  se  leia  lo  sigoiente : 


DESTINOS. 


«El  que  desee  coDsegair  nn  destino»  acuda  al  ministerio  de  Fo- 
mento y  en  el  despacho  de  don  Juan  Pérez  Calvo  darán  razón* 

Se  advierte  que  la  cantidad  que  por  él  se  estipule  se  dará  anti- 
cipadamente.» 


NEGOCIO. 

«El  que  quiera  hacer  algún  negocio  de  importancia  puede  acu* 
dir  al  ministerio  de  la  Gobernación  y  en  el  despacho  de  don  Rafael 
Pérez  Vento  se  informará. 

No  se  tratará  con  corredores.» 

GEáCIAS  FOA  GUEUA. 

ff  Empleos ,  grados ,  cruces  j  honores. 

El  que  desee  conseguir  alguna  de  estas  gracias  se  avistará  cop 
don  Saturnino  Parra ,  comisionado  áú  subsecretario  de  la  Guerra 
para  tratar  del  valor  de  ellas. 

Pasando  este  valor  de  20,000  reales  se  hará  directamente  d 
negocio  con  el  mismo  subsecretario  sdtor  Fernandez  San  Boomb.» 

Este  número  concluia  con  una  poesia  dedicada  al  pueblo  espa- 
ñol y  en  la  cual  hacíase  el  retrato  de  todos  los  núnislros :  la  óltíon 
octava  estaba  dedicada  al  conde  de  Quinto  y  deeia  asi: 

t  Otro  polaco  de  asqueresa  historia 
y  de  adnrisio»  reeienfe  en  la  cuadrilla. 


3B  K'MUflia'M  tm  «Émts 

hasta  sabir  á  la  dotada  fiUU.  ^  ^ 

I  Famoso  robador !  Dejó  memoria , 

primero  en  Aragoa^  loi^o  en  Castilla : 

conocerás  por  el  qae  asi  te  pinto 

al  oiismo  don  Javier-,  conde  de  Qointo.» 

La  üSCiúia  línea  Ael  periódico  era  esta :  ^ 

«Editor  responsable  y  don  José  Salamanca.  Imprearla  M  iMsiíor 
conde  de  Vilches.» 

* 

Hé  «qní  les  yi  toripates  yftrwifes  del  segfuwlo  nénero, 

■ 

MADRID  8  DE  MATO  DB  14M. 

<cHa  llegado  á  noticia  de  El  Murciélago  que  don  Agustin  Alfa* 
ro,  fiscal  de  la  Deuda  oon  «1  •sutído  de  M,000  reales ,  anda  por  la 
coronada  Tilla  exhalando  ajes  y  lamentos ,  porque  incluimos  sa 
nombre  en  nuestro  número  «nlerior  y  entre  los  de  otm  kweméri— 
«tespdlaeoB; 

POr  polaco  le  henos  tenido  -Mempré ,  pero  akom  -pWMe  i|tte 
Tiendo  á  sus  amigos  próximos  á  caer  para  no  volt er  &  figurar  «en  la 
«KMM  'polftiea ,  diee  que  liá  roto  eon  ellos ,  «n  lo  «mal ,  A  («er  de 
fcmwbfw  impareíaleB^  Temos  una  mareada  deiAerfltad. 

¿Cuándo  hubiera  llegado  don  Agustin  Alfaro  al  importante 
dettmo  de  fiscal  de  la  Deuda  sin  el  amHio  de  los  henibres  de  quie* 
jm  koy  qaiepe  di<fDreiarteT 

Pero  su  ambieioii  lo  eMAa  wtislseba  porque  mpirába  á  la  fím^ 
tera  de  ministro ,  j  nada  menos  que  á  la  de  Gracia  y  Justicia. 

En  nuestra  api«io»ie»Uyilfia  f^p^-el  joondesillo  ha  dado 


iQuefltrtiiík  «Igm  /pudor.,  tto  qeenmnd»  étlftrék  f«ügÍBlfatii«a 
>tM  ImüiaDle  sembouto ,  iMigéDi|ok  á  rar  dirigMa  fUr  *d  JU- 
faro, 

'Softt  Mé  iriDor  f  4eB0a  fiaeiüiitta. 

CoQttetese  con  k  fMrtaiia  ^ad^iírida  tu  tali.fOoos  aods  y  oone I 
producto  de  los  «Mundaklioa  «ntgcoÍM  foe  iha  keoboeii  «I  dioitiao 
íptt  hoyéesemfufau 

No  preüiidaí  iftMra  haceme.  ateptaUe  paca  la«  ^iie  Jm^  ^tilMb- 
ten  á  kMifacl«daB  fobernailea. 

Los  hombres  de  la  oposición  dcbte  vÍTir  muy  aleMa  y  wganie 
á  recibir  ea  sus  filas  á  estos  merodeadores  que  llevan  en  sn  frente, 
ia  wMrnfi  deihierM^.  jaiidaiora^dhid^ 

TttMÉlasii  tanagfaiaa  4e  aestener  tornea  nadie  catwwnMmsiife^ 
que  basta  ahora  hemos  dicho  está  en  la  conciencia  de  lédaié      :  .  r 

Haea  «Mabpa'  «toa  ^pie  «o  ipomos  la  '▼et^ád  an  letvatf éa  df olde » . 
yncmlrba  »hea90  ^atraalf ada  el  paligrb  i^ue  Ihva  oeaeigo  elééai— 
plimiento  de^  wgneáe  éelier^ 

Por  la  deMÍ8^00ittQBdlaaiaia«teMÍ0B  <el  üiqe  el  aeior  Mfiairo  y 
a^fonés  élroi  ili<{Wtm  t^^  ha- 

cerse utia*g«erra  á  wwrte« 

Bato  'Meeé(«i>i  la  Folooía  ^  ^qne  etto  miamo  «ocede  imi  fre- 
cuencia entre  los  bandidos,  que  aunque  muy  conformea  nlilar  •! 
golpe ,  suelen  destruirse  á  puñaladas  cuando  tratan  de  repartir  la 
pveaéi/»- 


4tl¿a «pevióim  Íel  MmMItf^^) ,  mímelo  en  ele¥Édaa  #egie|Mi, 
^qiie  nadie lia'p^lidolitfpedlríyidédio  que IbspiMfei  adiniiialteiH 
:^n  a<^al^  lMiiitt)liH^pii#  tfl'tbtde'^  «oaspftttM  á  loueí' am w<iAi^ 

das ;  y  tanto  el  gefe  oeUflCMIiilMh  l»e«ttffl¿h'y{dciaél>ltlllgl<lM 


IL  VALACSO  M  UM  CÜmBOB 

86  apresaran  i  daapachar  ciertos  y  determinados  espedientes  qae 
han  de  ofrecerles  recursos  mny  sobrados  para  Yivir  en  la  opuleDcit 
luego  que  abandonen  el  poder. 

Entre  estos  se  encuentra  el  de  redamación  de  80,000  duros» 
promovido  por  el  brigadier  don  Santiago  Rotalde ,  el  cual  pide  esta 
cantidad  por  sus  fechorías  en  el  teatro  de  Oriente. 

£1  espediente  está  en  el  Consejo  real ,  y  el  gobierno  ha  manda^ 
do  á  los  consejeros  que  lo  resuelvan  á  favor  de  Rotalde. 

Veremos  lo  que  hacen  los  consejeros ,  y  á  su  tiempo  publicaré^ 
'  mos  su  resolución  y  sus  nombres.» 

•  Corren  estos  dias ,  y  parece  que  están  próximos  á  imprimirae, 
algunos  versos  contra  la  reina ,  y  en  los  que  se  habla  hasta  de  su 
vida  privada. 

Sabemos ,  á  no  dudarlo ,  que  estos  versos  están  escritos  y  serán 
jNiblicados  por  cuenta  de  los  polacos  t  con  el  objeto  de  hacer  ver 
á  S.  M.  que  la  oposición  la  trata  de  una  manare  violenta. 

I  Ay ,  señores  polacos  *  este  es  un  recurso  muy  gastado  I 

De  él  os  servisteis  para  derribar  al  ministerio  Lersundi-Egafi^ 
y  de  él  queréis  serviros  ahora  para  conservaros  en  el  mando. 

Sois  ya  muy  conocidos,  y  todo  el  mundo  comprende  vuestras 
maniobras.» 

« Parece  que  el  señor  conde  de  Quinto ,  reconvenido  en  conae- 
jo  de  ministros  por  no  haber  impedido  la  publicación  de  nuestra 
hoja,  ha  ofrecido  apoderarse  de  muchos  Uwrciélagoi  vivos  6 
muertos.  Vaya  con  tiento  el  conde  y  no  se  precipite ;  pues  aunque 
consiga  echar  d  guante  á  algunos  murciélagos ,  no  el  prudente  que 
piquea  justos ,  por  los  que  él  cree  pecadores. 


Los  BMirciéUgos  que  pndieraA  caer  ett  iuf  manos,  no  tieacsi  re- 
lación alguna  con  El  MureUlago  presente ,  que  Unto  le  incomoda 

Esle  MureUlago  no  podri  ser  habido ;  esti  en  parte  mas  segura 
de  lo  que  partee  y  entra  hasta  donde  S.  E.  no  podrá  entrar  siempre 
que  quiera.» 

« El  corrompido  y  corruptor  Salamanca  se  ha  manifestado  en 
estos  dias  muy  gozoso  de  que  en  nuestro  número  anterior  solo  le 
tocase  Bgurar  como  editor  responsable ,  y  esto  ha  dado  motiyo  i 
que  se  crea  que  á  él  nos  liga  una  estrecha  amistad. 

Amistad  hemos  tenido  y  aun  tenemos  con  él :  ¿  por  qué  herao» 
de  negarlo?  Pero  nos  hemos  propuesto  ser  tan  estremadamente  jus- 
tos ,  que  hoy  diremos  lo  que  antes  callamos. 

El  hombre  que  engata  á  unos ,  Tende  i  otros  y  comercia  con 
todos  V  escitándolos  á  disponer  de  la  fortuna  pública  por  distintos 
medios,  merece  que  se  6je  en  él  la  atención. 

A  Salamanca  se  han  unido  cuantos  ministros  ladrones  hemos  te- 
nido ,  y  por  último ,  se  ha  unido  también  el  duque  de  Riánsares, 
tomándole  por  representante  para  los  ruidosos  negocios  de  ferro- 
carriles >  que  han  de  ser  causa  todavía  de  grandes  desgracias. 

Salamanca  es  el  prototipo  de  la  inmoralidad. 

No  estamos  conformes  con  los  que  sostienen  que  es  preciso  ha- 
cer grandes  castigos. 

Somos  .enemigos  del  derramamiento  de  sapgre ,  y  creemos  que 
un  solo  ejemplar  puede  servir  de  correctivo  y  evitar  qiPie  la  gangre- 
na se  propague. 

Salamanca  colgado  del  balcón  principal  de  la  casa  de  Correos» 
seria  una  gran  lección  de  moralidad.»   . 


'  «Hnce  qu»  ^  ¥«•  á  kaoev  a»  eoipnéfllíUi  fmnmor.  im  cteiito 

Lo  único  que  en  esto  nos  ha  sorprendido,  es  qae  los  selorosi 
BtoUii>  Bhiteery  CüMtroD  que  baste  ahara^lwhiw  ipiiirtii¿»Bias 
deoentw  ipw  so»  oMRpaieMft  ^  w  aiooíéa  ái  kt  vespoanliilídad'  eaJ» 
que  va  á  incurrir  la  nueva  compañía  de  tomadores  del  dosjt^'         '    ;- 

'  '.        ■  ■  .  * 

'     cBH'nuasiro'DÚfliero  animor digúnos  qii»lo8iiioflaKnB  que  oqda- 
pan  el  poder ,  conoeieDdo  que  sa  oaida  as  iaaif  ilaUav  te  apresara^ 
á  áiespaollar  ciailos  espedicolaa  qoetlMuí  de  dajaiiaa  grandea  uÉili- 
dinlaB* 

Entre  estos  espedieni^M  ailaréaMaiel  d«.  rackaMoien  da  801,006* 
dUros'éaéMi'  S^ittg»  Rolalda  pea  lasfobvaadal  toatro  da^  Oriente, 
]^asaAi  al  Gansejo  raiJ  eoa  la  pre^enoioni  hacha  á  Ita  oeaaajecoa  de! 
despacharlo  á  favor  de  a^at  bueat  hijoi  de  b  Foiofía. 

Hoy  téaeuMM  que  hablar  de:  otra  oagsecier:  d  da  !&  concasioD 
del  pñvUégie*  á  la  casa  da<  Ztagronia  henaaaos.  jdomnpaiia  de.lit 
Habanas  par»  estaUacer  eeDsunicacioaaft  regolareB  par  madioi  ém 
ocho  baqaes  de  vapev  entre  la  m¡«ia  Habana  ^  el  Hayne  y.  Lvres^ 
pool  ú  otros  puntos  de  Francia  y  delngbÉenraiy  ioeeodo^eii  V^aerto- 
Rioe  y  Vigo. 

El  encargado  de  dicha  casa  tenia  orden  de.efaecar  5O,^0AO'dtt«^ 
roa  pov'la^eeocesie»,  y  eat»  cantidad;  ka.  sidb#  eaitregada  al  conde 
de-  Sai^  Luí»,,  facilitándola,  nae.  de  ka.  coaaeioiaDtaa  da:  cata  curto 
que  tiene  giro  en  aquella  isla. 

Yéuise  ooaio  nueatnas  noticíaa  sobre  oicrtM  j  drlarmiaadm  ne- 
gocios van  saliendo  exactas. 


WL  HMLO  T  SOS  OMBSOtn*  fSS 

Iremos  publicando  otraá  mochas  tan  pronto  como  recaiga  reso- 
loción  en  los  espedientes.» 

«  Las  acciones  de  caminos  de  hierro  principian  á  dar  sns  fra« 
tos. 

No  aprohado  este  papel  por  las  Cortes ,  los  especnladores  se  r6«« 
traen  de  tomarlo. 

Solo  el  célebre  Salamanca  sigue  adelante  en  sus  agios  irergon- 
zosos ,  porque  con  el  apoyo  de  su  padrino  el  duque  de  Riinsarest 
ha  conseguido  que  el  ministerio  cuadrilla  le  cangee  las  acciones  por 
pagarés  del  Tesoro  que  se  negocian  con  mas  facilidad »  aunque  con 
mayor  gravamen  para  el  Estado. 

Esto  no  importa:  el  pobre  pais  paga  y  la  Polonia  chupa. 

¡  Lo  que  vale  un  buen  padrino  I » 

« Corren  noticias  acerca  de  los  dictadores  que  el  gobierno  ha 
enviado  últimamente  á  las  provincias  de  Ultramar. 

Todos  obran  como  sultanes ;  pero  ninguno  llega  á  lo  que  se  di- 
ce del  general  Ortega. 

No  contento  con  haberse  apoderado  sin  inventario  y  con  es- 
cándalo de  todos  los  fondos  de  las  oficinas  de  Hacienda  de  la  pro^ 
vincía  de  Canarias,  y  haber  prohibido  por  medio  de  una  orden 
firmada  por  el  comandante  general  señor  Huet ,  que  se  reúnan  los 
ayuntamientos  de  los  pueblos  á  no  ser  con  objeto  de  felicitarle  por 
haber  sido  nombrado  gobernador  interino »  se  ha  entregado  á  todo 
género  de  escesos  y  violencias ,  que  con  ser  tan  grandes  que  des- 
honrarian  la  nación  en  que  suceden,  tal  es  el  general  Ortega ,  que 
DO  habrán  de  maravillar  á  nadie,  ni  añadir  ni  quitar  nada  á  la  me-^ 

recida  fama  y  reputación  de  S.  E. 

T.  II.  30 


tM  B.  ^icuiCM  1HI  u»  iabnnm 

DicM  qu  meüaote  rigonos  pesos,  ht  pasito  em  la  eaüe  á  unos 
reos  de  crímenes  atroces ,  y  porque  se  opuso  ^  a«4itor  de  guerra, 
le  ha  destituido  de  su  destioo  y  le  ha  hecho  conducir  y  encerrar  en 
un  calaboco  en  la  ista  <de  Hierro. 

A  un  abogado  que  nombró  después  auditor  interino ,  y  qm 
también  se  aegó  á  autoriaar  con  sn  firsoa  tan  horrible  maldad »  le 
amenazó  con  fusilarle ,  llevando  tan  allá  las  cosas ,  que  biso  for— 
mar  parte  é^  la  guamicien  para  conveneerle  •que  estaba  dispuesto 
á  todo  si  ae  tmpebaba  en  cumplir  con  su  deber. 

Ahora  no  falta  mas  sino  qoe  el  gobierno  4e  baga  teniente  gene«» 
ral  en  reoompenia. 

En  una  carta  que  el  señor  Ortega  ha  enseBndo  á  Torias  peno— 
ñas  de  aquella  isla ,  le  £ce  el  se&or  minktro  de  la  Guerra  que  es  el 
mejor  capitán  general  que  tiene  el  gobierno*  en  ks  provincias :  por 
nuestra  parte  creemos  que  no  podrían  tenerlo  peor  los  canarios  á 
no  mandarlos  en  persona  el  señor  Biasser.» 

«Parece  que  el  conde  de  Quinto  ha  sidcí  nombrado  gentil- 
hombre. 

De  seguro  hace  de  la  llave  una  ganzúa. 

Siempre  se  habian  hecho  los  conventos  para  las  comunidades; 
ahora  se  ha  hecho  nna  comunidad  para  un  convento. 

¿Si  pensará  aer  todavía  fraile  el  señor  Domeaech? 

¡  Quién  se  lo  habia  de  decir  cuando  aplaudía^  y  algo  mas,  laa 
qnemas  y  los  asesinatos  de  1836 1 » 

« Cuando  los  hombres  políticos  que  ocupan  el  poder  barrenan 
las  leyes  y  se  propcmen  perpetuarse  en  el  mando  para  acrecentar 
su  fortuna ,  procuran  ante  todo  asegurarse  la  obediencia  de  la  fuer- 


r\ 


za  militar»  con  el  objeta  de  qoe  ks  »▼«  4e  eseado^ 
Est«  sucede  preciiaraente  con  hm  eotiUíks  gobeniaiifaa. 
£a  todas  las  <kdeiief.  fue  asfMea ,.  j)  hasta  aa  les  artíeolóii  dsl 
perjódícp  qiie  loa  defitode,  sa  leen  mil  lisooja»  dirigidas  al  ejército^ 
poniéodole  por  delante  el  noaibre  de  la  reina  ]^ra  esciiarle  k  bi  üm* 
ciplína ,  míentraa  ^ne  ellos  llevan  adelsnte  sos  planea  da  saqueo»» 

«No  parecesino  que  loanulitafes,  por  estar  sojeios  ála  orde- 
nanza »  estén,  privados  de  tener  sentido  coman  y  qoe  no  compren-^ 
den  el  verdidnro  ^áU»  de  esaa  lisos^asi. 

Y  después  de  esto,  ¿quiénes  son  losgefiea  militares  que  está» 
aliado  del  gobierno'  y^pe.  dirigen  su  voa  al  eji^cito  reoomendin^ 
dolé  la  soboffdína<»M2 

Un  Blasser,  qae  en  seis  años  se  ha  hecho  brigadier >  aMrisoal 
de  campo  y  teniente  general ,  y  que  luego  en  el  mando  ha  perse- 
guido de  niuecte  al  que  la  teadi4  «na  mano  protectora. 

Un  h^mtf  qua  por  prenancisiDianias  é  ininigaa  Uegó  también  á 
ser  teniente  .geoerid;,  qae  como  comandante  del  Gampo  de  Gibral- 
tar  se  hizo  ú  gefer del  contrabanda,  y  como  ministifa  vendié  ce» al 
mayor  esotedala  los  galones  ly  aniorchadaa. 

Un  conde  de  Vista- berattosan  que  sin  haber  oida  jamia-  sítbar 
una  bala,  se  encneotra  allreiita  del  cdevpo  de  Estado  ma^or. 

Un  Fernandez  San  Román ,  enfermo  con  frecuencia  duranla  la 
guerra ,  y  no  de  eofermedlid  oeasionada  por  las  penalidadta^' de  la 
campana ;  que  ayer  paseaba  lita  talles  de. Madrid  con. dos  gabpes, 
y  que  eeina|irAado  ivaaa  yeoes  laoiitm  Nariracat  apoyándole  tíUsm^ 
escribiendo  artículos  contrarios  á  la  disciplina  4  ialrigandosíesapreiu 
ha  pasado  par  lo«  gradas  .mu  díft^ilas  de  la  miUoia  baata; cefiirse 
una  faja. 


•  I 


ÍS6  ML  FALAGIO  DB  L06  CftfUlIBfl 

Estos  soD  los  modelos  de  sabordínacion  y  de  probidad  que  pre— * 
secta  el  gobierno  i  la  oficialidad  del  ejército  al  recomendarla  la 
disciplina.  Estos  son  los  gefes  i  quienes  tienen  qne  respetar  j  obe- 
decer ciegamente»  mientras  qae  otros  beneméritos  generales  qne  ban 
ganado  sns  fajas  en  el  campo  de  batalla ,  son  perseguidos  sin  tre-*. 
gua  ni  descanso  porque  cometieron  el  enorme  delito  de  alzar  su  voz 
en  el  Parlamento  y  pedir  moralidad  para  este  desgraciado  pais. 

El  ejército  calla  avergonzado  de  que  se  le  obligue  á  obedecer 
tales  gefes ;  conoce  que  las  lisonjas  que  se  le  dirigen  tienen  por 
único  objeto  vendarle  los  ojos  para  que  no  vea  el  inmundo  cuadro 
de  desmoralización  que  tiene  delante ;  pero  confia  en  que  su  reina 
oirá  por  último  las  quejas  de  sus  leales  servidores ,  y  arrojará  de- 
su  lado  á  los  que  trafican  con  su  augusto  nombre  y  la  engafian  in-' 
famemente.» 

«  Después  de  escrito  lo  que  antecede ,  hemos  visto  en  la  Gaee^ 
ta  el  decreto  mandando  hacer  un  empréstito  de  180.000,000. 

Confiábamos  en  que  la  reina  no  cedería  á  las  sugestiones  de  lo» 
asinistros ,  ni  á  los  consejos  que  en  daño  suyo  y  á  impulsos  de  unit 
sórdida  avaricia  se  la  dan  con  frecuencia ;  pero  hemos  sido  defrau- 
dados una  vez  mas  en  nuestras  esperanzas. 

El  nuevo  impuesto  está  decretado  y  no  tardará  en  comenzar  su 


¿  Saben  los  ministros  lo  que  han  hecho  ? 

¿Saben  que  esta  nueva  contribución  va  á  aniquilar  al  pais,  ya 
miserable ,  porque  sobre  él  pesa  desde  hace  mucho  tiempo  una  car- 
ga superior  á  sns  fuerzas  ? 

I  Saben  lo  que  es  e&igtr  de  una  sola  vez  la  mitad  de  la  con|ri<« 
bucion  de  un  aik>  al  industrial  y  al  labrador  ? 


Es  imposible  desconocer  la  gravedad  de  esta  medida. 

¿Y  van  siquiera  á  emplearse  con  atíUdad  del  país  esos  ciento 
ochenta  millones? 

Una  parle «  no  peqoeüa «  se  invertirá  en  esos  agios  que  con  el 
nombre  de  giros,  descuentos »  etc.,  enriquecen  á  los  que  comerciaa 
con  la  fortuna  pública. 

Después  40.000,000  servirán  para  pagar  el  camino  de  hierro 
de  Langreo ,  porque  hay  una  familia  que  desde  hace  mucho  tiempo 
es  la  calamidad  de  España ,  que  no  vé  jamás  satisfecha  su  sed  de 
oro ,  y  que  habiendo  perdido  por  completo  todo  sentimiento  de  mo-^ 
ralidad,  presenciará  impasible  la  ruina  general  con  tal  de  que  le 
valga  unas  cuantas  monedas,  una  familia  que,  como  las  prostitu- 
tas, vende  hasta  su  honra  por  dinero. 

Habíamos  hecho  propósito  de  callar  en  todo  lo  que  á  las  perso- 
nas allegadas  á  la  reina  se  refiriese ;  pero  á  la  idea  de  los  males  que 
este  pobre  pais  va  á  sufrir ,  se  enciende  de  ira  nuestro  rostro  y  de 
hoy  en  adelante  no  reconoceremos  ninguna  prescripción ,  y  la  ver-- 
dad ,  por  amarga  que  sea ,  tendrá  su  sitio  en  las  oolumnas  de  nues- 
tro periódico. 

Concluye  el  decreto  con  la  frase  «se  dará  cuenta  alas  Cortes.». 
¡  Después  del  robo  el  insulto! » 

Los  párrafos  mas  interesantes  del  número  4  que  salió  á  luz  el  4 
de  junio,  son  los  siguientes : 

« Irritados  los  actuales  mandarines  al  ver  que  los  hombres  hon- 
rados de  todos  los  partidos  les  negaban  su  apoyo,  se  lanzaron  abier- 
tamente en  la  senda  de  la  arbitrariedad. 

Cerraron  la  tribuna. 


SS8  BL  WAUéBStí  m  ixm  ciimuM 

Suprimíeroa  la  prenia. 

Declararon  á  toda  Espa&a  en  estado  da  sitio* 

Violaron  el  domicilio  de  los  ciudadanos. 

PersigttieroD  á  los  senadores  ijise  denunciaron  al  paía  sua  alen- 
tados y  mas  tarde  los  despojaron  de  sus  insigniaa  núUtarea ,  gana«* 
das  en  el  campo  de  batalla  á  costa  de  su  sangre. 

Todas  estas  medidas  satisfaoian  sus  inathrtoa  da  fengansa:  pe- 
10  esto  no  bastaba:  era  preciso  pensar  en  el  porvenir  y  asegurarse 
«lia  posición  libre  de  cuidados  para  el  dia  en  que  dejasen  sm 
puestos. 

Entonces  rebuscaron  en  las  secretarias  todos  aqueUoa  espedien-* 
tea  que  podian  ofrecerles  grandes  utilidades ,  f  endiendo  á  buen  pro* 
cío  su  resolución. 

Entonces  bicieron  escandalosas  concesiones  sin  aabastaa,  y  per- 
mitieron á  la  prensa  que  alzase  su  débil  voz  contra  este  ruinoso  sia^ 
tama ,  para  tener  el  placer  de  mofarse  de  ella  y  contestar  con  dea-* 
precio  y  burla »  no  á  los  ataques ,  sino  á  las  tímidas  observacionef 
de  los  diarios  de  la  oposición. 

Temblaron  los  capitalistas  al  considerar  lo  grave  de  la  silnacioD^ 
y  temiendo  con  fondado  motivo  comprometer  sus  fcmdos^  huyeron 
del  gobierno. 

El  Heraldo  contestó  al  momento  á  los  capitalistas  con  amenaz- 
as ,  didoido  « que  d  gobierno  lo  tomaria  donde  lo  hubiese ,»  lo 
cual  era  lo  mismo  que  decir  que  se  les  arrancaria  el  dinero  á  viva 
fuerza.  A  esta  amenaza  ha  seguido  muy  pronto  el  decreto  mandan- 
do anticipar  un  semestre  de  contribución. 

Los  ministros  necesitaban  para  si«  pero  no  contaban  con  qoai 
habia  de  exigírseles  el  pago  de  los  derechos  que  podremos  llamar 
«de  asiento  y  protección.» 


La  casa  de  U  calle  de  Its  Acjaa  reclamaba  estoa  ¿arechoa»  pe^ 
dia  su  parte  en  el  botin,  y  los  vecinos  de  esta  eaaa  noiaecontMiaB 
coB  naoeimatfteíB  iDlIloaea ;  üectaitan  Macho  oro  para  aatMfacér  aa 
ambicioo.  Era  yreciao  bvacarto  ij  no  hallándolo  ha  aido  ferzoso  nH> 
bario  á  los  contribayentes. 

Robarlo,  si,  porque  ¿cuándo  volverán  á  ver  los  contribuyentes 
el  droero  ifum  hoy  se  les  erigfeT 

Si  este  dinero  fuese  indispensable  para  sahrar  id  paia  Áe  na  gnám 
conflicto  y  sí  68  necesitara  este  costoso  aa«iificio  fara  aaegurár  la 
felicidad  de  maestra  patria «  loa  eonUrihoj^ntas  deberían  entoinpaa 
apresurarse  á  IWar  an  cuota  á  laa  arcas  dd  Tesoro;  pero  ao  as  áai«. 

Esas  cuotas  servirán  para  pagar  el  ferro-carril  de  Laagroo;  fa«» 
ra  satisfacer  i  iSalamanca  fruesas  samas  por  esas  conversiones  y 
agios  que  no  tienen  fin :  servirán  para  enriquecer  mocho  mas  á  loa 
ministros,  y  sobre  todo  para  tejer  una  red  impenetrable  al  rededor 
de  la  reina ,  comprando  á  los  que  se  ccmsagraQ  á  impedir  qae  llegue 
la  verdad  é  aas  oídos. 

Este  es  el  destino  que  se  dará  al  dinero  de  los  contribuyentea. 

¿Querrán  estos  hacerse  cómpRces  de  tanta  infamia ,  anticipaD**» 
do  sus  fondos  al  gobierno  y  armando  así  el  brazo  qae  loa  ha  de 
herir? 

El  gobierno  caerá  el  dia  en  que  tenga  que  arrancar  por  fnerza 
la  cuota  pedida. 

Adopten  loe  contribuyentes  d  ánico  camino  q«e  les  queda ,  aa 
nao  de  su  derecho. 

¡  Resistencia  pasiva ! 

La  vida  del  gobierno  eatá  en  sos  manos.» 

«Falta  «n  caadro  ea  «I  Mfiseo  6  en  el  Escorial :  es  que  la  do* 


940  n  PALAfflO  M  1M  cmímwku 

ifaesA  de  RiiDsariBS  lo  hizo  llevar  i  palacio  para  copiarlo,  y  se  que- 
dóicon  él  ó  lo  vendió» 

Eo  su  galería  ó  en  sd  libro  de  caja  se  encoenlran  todos  los  cua- 
dros 7  todas  las  aliiajas  qoe  se  ban  perdido  en  Espa&a  desde  hace 
veinte  años.» 

«Decfamos  en  nuestro  número  anterior  que  los  cuarteles  eratt 
vigilados  por  la  policía. 

Después  bemos  sabido  qoe  el  espionaje  vá  mas  lejos ;  que  m 
vigilan  los  cuerpos  de  guardia ,  qoe  se  vigilan  las  reuniones  de  loa 
soldados  en  los  sitios  qoe  estos  frecuentan  mas «  que  se  vigila  á  Ion 
gafes  7  á  los  oficiales. 

No  se  tomarían  precauciones  mas  degradantes  para  asegurarse 
de  la  obediencia  de  un  presidio.» 

«Como  El  Murciélago  es  pájaro  que  revoloteando  revoloteando 
se  mete  por  todas  partes»  7  además  tiene  un  oido  mu7  fino  ret-^ 
guardado  por  unas  orejas  muy  grandes»  está  enterado  de  cosas  qoo 
no  todos  saben »  7  que  algunos  darían  la  mitad  de  lo  que  tienen 
porque  tampoco  el  nocturno  avecbucbo  las  supiera. 

Una  de  ellas  es  la  no  subasta  del  servicio  del  correo  entre  Cádia 
7  las  islas  Canarias. 

Cierto  comerciante  de  este  último  punto ,  indicó  á  doña  María 
Cristina  qoe  seria  una  especulación  lucrativa  el  establecimiento  del 
referido  correo »  y  al  momento  se  sacó  á  subasta  bajo  el  tipo  de 
250,000  reales. 

Pero  sin  que  nadie  biciera  postura»  sin  que  bubiese  acto  ñinga-- 
no  legal »  7  sin  que  el  público  tuviese  el  menor  conocimiento  de  lo 
que  pasaba  9  suponiéndose  todo  por  la  autoridad »  apareció  aproba- 


SL  F0IBLO  T  SOS  OFltSOtBi»  Sil 

do  UD  reoiate  en  500,000  reales,  de  los  coales  tomó  la  mitad  la  du- 
quesa de  Riánsares  y  la  otra  mitad  el  proponerte,  obligándose  am^ 
bos  á  hacer  el  servicio  con  un  buque  cada  uno.» 

«  Después  de  escrito  nuestro  primer  artículo  hemos  sabido  que 
el  presidente  del  Consejo  ha  tenido  una  conferencia  con  la  reina ,  y 
manirestando  S,  M.  el  temor  de  que  el  anticipo  forzoso  de  un  se« 
mestre  de  contribuciou  cause  en  el  pais  una  profunda  alarma»  con- 
testó el  conde  de  San  Luis ,  que  en  otras  circunstancias  no  hubiera 
dudado  un  momento  en  presentar  so  dimisión  al  oir  esta  adverten- 
cia de  los  labios  de  S.  M.,  pero  que  en  estos  momentos  la  suplica- 
ba que  desechara  todo  temor ,  y  que  muy  pronto  vería  que  lejos  de 
obligar  á  los  contribuyentes  al  pago ,  habia  la  seguridad  de  que  es- 
tos se  prestarían  á  hacer  el  anticipo  voluntariamente  y  sin  el  menor 
disgusto. 

Ya  lo  oyen  los  contribuyentes. 

El  gobierno  espera  que  han  de  dejarse  alucinar  por  el  interés 
que  se  les  ofrece  j  que  ellos  mismos  han  de  presentar  el  cuello  para 
ser  pisoteados  por  los  ministros. 

El  gobierno  lo  espera  todo  de  sus  mismas  víctimas  para  soste- 
nerse en  el  mando  y  continuar  impunemente  en  su  camino »  ha- 
ciendo mas  adelante  nuevas  exacciones. 

Ya  lo  hemos  dicho:  esperen  los  contribuyentes  á  que  se  les 
exija  por  fuerza  el  anticipo,  y  la  caida  de  los  ministros  vendrá  en 
seguida. 

Esperamos  con  algún  fundamento  que  no  han  de  tener  el  pla- 
cer de  huir  á  tierra  estranjera  á  gozar  del  fruto  de  sus  rapiñas. 

No  queremos  que  el  pueblo  tome  la  venganza  por  su  mano  en 

un  momento  de  cólera. 

T.  u.  31 


248  Hi  f  auoo  m  ím  ctímuES 

Habrá  jaeces  qoe  los  condeneD »  no  solameiite  por  haber  ia«* 
fringido  las  leyes,  sino  por  haberse  enriquecido  por  medio  éA 
robo. 

Entonces  pediremos »  dando  nuestros  nombres ,  que  los  seis  mi- 
serables sucumban  en  un  patíbnio «  y  que  este  se  levante  en  frente 
del  mismo  palacio  donde  entraron  por  puertas  eseosadas  y  por  don- 
de sob  entran  los  ladrones :  delante  de  ese  mismo  atcizar  donde 
pusieron  su  inmunda  planta ,  sirviéndoles  de  juguete  el  cetro  de  m 
soberana. 

Este  terrible  castigo  es  necesario «  y  en  ese  dia  terminará  ea 
EspaSa  el  catálogo  de  los  ministros  ladrones.» 

«Nuestro  último  número  llegó  á  manos  de  S.  H.  la  reina  mo<*- 
mentos  antes  de  circnlar  por  Madrid. 

En  él  hacíamos  un  llamamiento  á  las  personas  que  rodean  «I 
trono,  las  cuales  han  correspondido,  en  parte,  á  nsestra  eseita-* 


Esperamos,  sin  embargo,  de  días  un  servicio  oms  seSalado: 
esperamos ,  no  solo  que  S.  M.  lea  lo  que  mochos  han  podido  leer, 
sino  que  S.  M.  oiga  lo  que  algunos  no  quieren  que  sepa. 

Deseamos  que  S.  M.  comprenda  lo  grave  de  la  situación  que 
atravesamos  y  los  peligros  que  amenazan  al  trono. 

Los  que  sean  fieles  servidores  de  sa  reina ,  deben  sentir ,  eomo 
sentimos  nosotros ,  que  la  prensa  estranjera  pronuncie  eon  despw- 
cío  su  augusto  nombre. 

Deben  lamentarse  de  que  por  calles  y  plasuelas  se  hable  en  tér- 
minos nada  decorosos  de  la  vida  privada  de  S.  M. 

Deben  sentó*  qoe  todo  d  édio  qne  inspiran  los  aetoales  minis- 
tros ,  venga  á  recaer  sobre  la  reina ,  que  no  les  retira  so  eonfinonu 


mL  wvmm  t  sos  ovbhmb.  4f3 

.Eati  odiasiéaá  se  va  estoDáieiid#  eada  dia  nías,  y  stoclios  en 
•a  dtsaapcnoioB  í»  ? aoiariaa  «a  darrikar  d  ttonat ca  <pia  i  tdes 
hombres  soatiena. 

Obsenren  las  hoaibras  inpairoíalai  y  da  noblaa  sentimieiitos  qae 
eslán  al  lado  de  so  reina»  k  agilaoíoa  qae  se  advierta  «n  todas  lafe 
clases  j  el  camlHO  «pie  iiaa  safrklo  las  ideas  mofuirquieas  en  la  ma^ 
yoría  del  padMo. 

Recaerdeo  ijae  el  día  ea  qae  el  regioida  Merino  asestó  na  pu* 
nal  contra  la  reina »  el  pueblo  en  el  primer  aiomeato  de  indigna-» 
cioa  hubiera  despedazado  al  asesino :  á  los  psreos  días  ese  mismo 
pueblo  hablaba  de  Merino  eon  asombro  y  le  acompaiió  mas  tarde  al 
suplicio  casi  con  veneración. 

*-— ¿  Y  por  qué  ese  cambio  tan  repentino? 

Porqoe  el  pueblo ,  fuera  del  primer  impulso  de  indignación  y 
pensando  friameate  en  su  interés,  y  en  tt  situación  reaccionaria  qae 
entonces  atravesábamos ,  veia  en  Merino  i  un  hombre  may  sape-^ 
rior  á  todos  los  demás,  y  esle  hombre  estuvo  á  ponto  de  trastornar 
los  proyectos  reaccionarios  de  los  que  mandaban. 

Desde  el  dia  en  que  fué  arrojado  á  las  Mamas  el  cadáver  de  Me-*> 
riño ,  se  ha  disminuido  mocho  en  Espaia  el  respeto  al  anmarca »  y 
hoy  el  pueblo  viendo  que  ha  asaltado  el  poder  una  cuadrilla  de 
hombres  perdidos,  y  que  la  reina  se  obstina  en  sostenerlos,  busca 
su  salvación^  no  deseando  que  se  presente  otro  regicida,  nno  ad- 
añtiendo  la  idea  de  un  cambio  de  dinastía. 

De  aquí  es  que  algunos  hayan  pensado  en  don  Pedro  V,  otroi 
en  el  duque  de  Montpensier.)» 

En  el  número  5  y  último,  que  salid  á  luz  el  11  de  junio  se  de^ 
cia  lo  siguiente : 


su  .SL  PALACIO  m  LQ8  GI&1I1II8 

«El  Consejo  real,  que  en  so  mayoría  es  digno  de  la  considera- 
ción del  país,  ha  fallado  contra  el  señor  Rotalde  el  negocio  de  la 
indemnización  de  80,000  duros  por  el  teatro  de  Oriente. 

Solo  cinco  consejeros  se  declararon  partidarios  del  robo  en  es- 
te inicuo  negodo;  hé  aqui  sns  nombres:  Martines  Almagro,  Ga* 
llardo.  Puche  y  Bautista,  Velnti  y  el  vice-presidente  del  Consejo 
señor  Martínez  de  la  Rosa ,  caballero  del  Toisón  de  oro. 

El  Murciélago  les  tenia  ofrecido  sacarlos  á  la  vergüenza  y  cum- 
ple fielmente  cuanto  promete. 

En  el  próximo  número  dará  los  nombres  de  los  dignos  conseje- 
ros que  han  votado  en  pro  de  la  moralidad.» 

« Doña  María  Cristina  de  Borbon  de  Muñoz ,  trae  un  nuevo 
negocio  entre  manos ,  por  lo  que  pueda  tronar ;  la  capitalización  de 
la  pensión  que  saca  á  los  pueblos :  parece  que  esta  vez  la  cosa  no 
pasa  de  unos  70.000,000 :  para  tales  operaciones  hacen  falta  loa 
•impuestos  estraordinarios. 

A  esta  señora  la  ciega  la  codicia :  ni  vé  que  ha  robado  tanto 
que  nada  queda  ya  que  robar ,  ni  vé  que  ha  jugado  con  el  pais  de 
tal  manera ,  que  no  es  imposible  que  haga  en  ella  un  escarmiento  sa- 
ludable ,  que  deje  memoria  para  siempre.» 

«  Mientras  que  los  oficiales  que  mas  servicios  han  prestado  i  au 
patria  sufren  postergaciones  que  les  hacen  encanecer  para  recibir 
por  viejos  su  retiro  sin  haber  pasado  de  las  primeras  clases  de  la 
milicia ,  hay  mozos  como  Pepito  Arana  que  llegan  en  pocos  añoa 
desde  cadete  á  teniente  coronel ,  sin  haber  hecho  mas  que  alguna 
«spedicion  á  los  5iltos  reala. 

Como  el  duque  de  San  Carlos ,  á  quien  un  dtfi  causó  todo  el 


n.  f  OULO  T  sos  OPEBSOiKjk  iU 

sonrojo  de  qaé  S.  E.  es  capas,  la  imprudente  pregunta  de  un  prín- 
cipe ,  que  al  verle  ostentar  tan  bizarros  bigotes »  tuvo  curiosidad  df 
saber  cuántas  acciones  babia  mandado ,  obligando  al  duque  á  hacer 
la  triste  confesión  de  que  ignoraba  teórica  y  prácticamente  lo  que  ei 
pna  acdon  de  guerra. 

No  diremos  nada  de  la  faja  de  Riánsares «  porque  este  al  fin  ei 
príncipe  de  la  casa  de  Muñoz.» 

«Hay  quien  teme  que  á  estos  ministros  sucedan  en  el  poder 
otros  peores.  ¡Imposible ,  si  ya  murió  Candelas! » 

«Guando  se  le  dice  al  conde  de  San  Luis  que  corren  rumorei( 
de  crisis «  contesta  fingiendo  tranquilidad :  -*• «  que  su  caida  ba  da 
costar  mucba  sangre.» 

Después  de  baber  gastado  mucbos  millones  en  colocar  al  lado 
de  la  reina  algunos  espías  encargados  de  sostenerle ,  cree  el  conde 
de  San  Luis  que  esto  basta  y  que  puede  desafiar  desde  su  puesto  á. 
los  hombres  bonrados  de  todos  los  partidos.  En  su  ceguedad  no  du« 
daria  un  momento  en  derramar  sangre ;  así  lo  creemos. 

Es  un  miserable  aventurero  y  nada  pierde  en  probar  fortuna.    ; 

¿Qué  le  importa  al  conde  de  San  Luis  que  mueran  defendién^, 
dolé  algunos  pobres  torpemente  engañados? 

Si  saliera  vencido ,  una  silla  de  posta  y  algunos  millones  en  el 
estranjero  le  asegurarían  una  buena  retirada. 

A  los  desgraciados  que  pudieran  morir  por  culpa  suya»  que  los. 
entierren;  y  el  padre*  la  viuda  ó  el  bijo,  que  derramen  abundantes, 
lágrimas,  mientras  él  se  rieen  tierra  estraña  de  sus  enemigos  y  de^ 
sus  defensores.)» 


tM  BL  MUMM  n  US  admvis 

ÍSÍarta  «qui  JSI  JAireM(a9o,  dd  oqaI  ai  nu  iok  Uma  aot  j^t 
]pfOiii|Ar» 

ReftpOBdenoB  út  imetlras  atererMioMs;  peto  va  de  kui  cgtMft» 
y  úvieáflieiiCe  las  dejamos  aq«(  coimgiiadas  para  qoe  taaii  meelroe 
lectores  lo  bien  que  los  coDservadores  saben  piolarse  i  ai  miamoa» 
y  el  concepto  qoe  los  moderadea  qoe  aspiraban  al  poder  tenían 
formado  de  los  moderados  que  le  ejerdan ;  y  qne  cuando  á  loa  ae-* 
ñores  de  las  conveniencias  parlamentarias  les  conviene  ^  también 
aatben  faablaf  con  cierto  desenfado,  que  ¡vive  Dios !  no  la  va  en  za- 
ga á  la  mas  republicana  franqueza. 

Lo  cierto  es  que  la  indignación  general  arreciaba  por  momen- 
tos 9  j  uno  de  aquellos  dias  hallóse  en  el  tocador  de  la  reina  el  si- 
guiente papel  sin  fecha  ni  firma  alguna : 

«Señora:  Vuestros  fieles  subditos ,  amantes  de  vuestra  real  per- 
lona  y  dinastía ,  han  sabido  con  pena  qoe  por  parte  de  algunas  per- 
sonas siniestramente  interesadas ,  se  trata  de  estraviar  el  recto  juicio 
de  V.  M.  y  los  maternales  sentimientos  que  abriga  en  su  alma. 

Ellas  se  atreven  á  suponer  que  la  oposición  casi  unánime  de 
vuestros  grandes  y  vuestros  altos  dignatarios  y  de  todo  el  pais  al 
achual  ministerio,  es  oposición  y  hostilidad  á  vuestra  real  persona, 
sagrada  para  los  españoles. 

Y  si  esas  personas ,  señora «  amaran  y  respetaran  verdadera- 
mente á  V.  M.,  no  osarían  hacer  suposición  tan  irreverente  como 
absurda.  Pero  es  lo  cierto,  señora,  que  en  los  que  combaten  al  mi- 
nisterio San  Luis  está  el  amor  del  trono  y  de  la  dinastía ,  y  qoe  loa 
qne  i  aquel  defienden  y  por  defenderlo  calumnian  vilmente  á  km 
mas  calificados  y  leales  subditos  de  V.  M.,  ni  son  á  Y.  M.  leales, 
ni  aman  vuestro  trono  y  dinastía.  ... 


El  conde  ¿e  Stn  Lnis  finé  qniett  por  ootabre  de  lft4ft  caUfiod  en 
un  penódioa  sayo  de  empicha  fiMto  j  i^tleidaé  im$en904m » la  Ubie^ 
eleocton  ^iie  hizo  V.  M.  4e  ue  «MÍstarío  bajo  ht  ftmienou  ded 
conde  4e  £le(maf d :  palabras^  aenora,  ifue  lleaaroii  de  doler  i  tadw 
vuestros  aúbdiios  leales»  ponqoe  en  ellas  vieron  ataos^  irnestrniSK 
viciable  persona ,  y  por  primera  vez  quebrantado  el  IrediPfteiiali 
respeto  do  esta  nación  á  son  reyes. 

Has  t«rde,  cuando  V.  M.  noeibróel  minialterio  Bmvo^liiiriUQi, 
dio  el  conde  de  San  Luis  con  sus  amigos  aquel  grosero  escándaloieii^ 
el  Congreso  qne  hizo  la  dia^aciofi  de  eale  inevitable ;  y  4nRante  el 
largo  período  en  qne  V.  M.  distíignió  oon  en  eonfiana^  al  miaíatev*^ 
rio  Brayo-Mnrimo ,  no  cesó  nn  aonente  de  bostílJMrk)  el  nnemo 
conde  de  San  Lois ,  ya  en  sn  peñádioo  con  desiempbiKii  inaiiditai^ 
ya  coligándose  con  ios  progresistas  en  las  eleQcJKMies  i  ya  consj^ 
rando  páUíeainente  y  pretendieodei  eo  sn  despecho  qne- el  paía  aie«- 
gase  á  V.  H.  la  debida  obediencia  y  resjpeto^precipilándoae'tvas  é^ 
por  la  fttsesla  senda  de  las  revelaeiones. 

A  no  hoesbre  que  iiabia  ysa  irendido  ia  cemCanaa  y  el  respoMi 
de  V.  M.  t  seBalándose  por  «na  tendencias  anárquicas  en  ks  fiiaade 
la  oposición ,  ni  le  qnedabe  nns  ^e  vender  á  la  of^osícion  misma» 
y  lo  hizo  con  efecto ,  pasándose  al  ministerio  Roncali  en  enanta  ea«* 
te  ofreció  satisfacciones  á  sn  ¥antdad  insólenle  y  empleos  é  ana  co- 
diciosos amigos» 

Pero  ni  siqniera  sopo  aer  en  esta  nnera  Iraicien  finsie  y  censes^ 
cuente. 

Fingiéndose  amigo  del  ministerio  Roncali ,  y  del  que  V«  U^ 
llamó  Inego  i  sns  comasgoe «  catniro  acecbendo  le  ocasión  de  der- 
ribarlos, sorprendiendo  j  estiaviando  vnsairo  benévolo  y  í«fto 
ánimo. 


M8  IL  FAUCIO  DI  L08  CfeíWRfU 

Asombro  os  ha  de  causar,  señora,  el  saber  qae  por  parte  del 
¿onde  de  San  Luis  y  sos  parciales  se  escribieron  y  publicaron  tér- 
miñóte  de  horrible  y  sacrilega  injoria  contra  V.  M. ,  atribayéndo- 
lós  luego  i  la  oposición ,  y  acusando  pérfidamente  al  ministerio  Ler- 
sundi  de  poco  eficaz  en  defender  muestra  honra ,  que  es  la  honra  de 
los  espa&oles. 

Nada  mas  cierto  sin  embargo ;  y  cuantas  personas  de  honor  y 
de  verdad  y  de  desinterés  consulte  V.  M.  confirmarán  los  hechos 
i}ue  Tan  anotados. 

£1  conde  de  San  Luis  ni  ama  ni  respeta  á  V.  II. ;  aspira  solo  i 
mandar  y  á  enriquecerse  á  vuestra  augusta  sombra. 

Pobre ,  ignorante  y  de  baja  cuna ,  ha  debido  en  pocos  años  i 
sd  inmoralidad  el  ser  mas  que  ninguno  de  vuestros  grandes  en  opu« 
lencia,  y  tanto  en  títulos  y  honores,  como  los  que  han  sacrificado 
la  propia  sangre  y  la  hacienda  de  sus  mayores  por  salvar  al  trono 
y  á  la  nación  en  los  dias  difíciles. 

Nada  era ,  nada  tenia ,  y  el  pais  le  contempla  hoy  ocupando 
una  posición  que  no  justifica  ninguna  cualidad  suya,  y  vuestros 
subditos  le  ven  dueño  de  cuantiosos  bienes  de  dia  en  dia  acrecen- 
tados con  nuevas  adquisiciones,  que  no  por  hacerlas  de  ordinario  i 
nombre  de  sus  cómplices  son  menos  notorias. 

Solo  el  conde  de  San  Luis  podia  por  su  ineptitud  sufrir  una  der- 
rota como  la  que  ha  sufrido  en  el  Senado;  solo  él  por  su  inmorali-^ 
dad  y  soberbia  puede  tener  en  oposición  á  todos  los  hombres  respe- 
tables del  pais ,  y  descontentos  y  pesarosos  á  cuantos  de  veras  os 
aman. 

Parapetando  su  pequenez  detrás  del  trono,  preferiría,  si  fuera 
posible  tamaño  infortunio,  que  V.  H.  descendiera  de  su  trono  á  re- 
tirarse él  de  los  negocios. 


¿  Y  «s  aMPe§ante'  hQailh*e  quien  esa  ofceeer  la  proteooido  al  tro  - 
DO  y  acusar  á  los  grandes»  á  los  altos  dignatarios »  á  la  kel  naeion 
espaiobt  ^  da  oenbaiir  tm-  m  abyoda  pcrseoa  la  aagrada  per«>na 
de  V.  M.  ? 

Vuestros  subditos ,  seilora,  déseos  moraKdad  y  JMtkeiá:  pot  no 
hidlarlaa  «  losaateríerai  ministerios  kn  kaa  coadMlido:  no  fe- 
rian que  burlasen  la  maternal  solicitud  de  Y.  M.  las  especaaladocea 
y-  agiolisáes  interandes  en  los  eaminee  de  bierro. 

PesOiSi  el  baber  eombalUo  á  les  ministerios  aaderieres  faera  uml 
falta,  ¿no  Les  kaeoflalatido>leffihíenieV  oande  ée  Saa  Lub^ 

Bastaír  seoera^^de  reAestióoes^ 

Y.  M.  ama  tiernamente  á  sus  bijos,  y  no  quersé  qr»  yendo  á 
nacer  acaso  el  beredero  de  la  monarquía  estén  tan  afligidos  sus  sub- 
ditos bajo  la  vergonzosa  férula  del  director  del  Heraldo  y  de  sus 
cómplices. 

No  desea  otra  cosa  el  pais  entero  que  la  ocasión  de  ofrecer  á 
Y.  M.  un  testimonio  del  tierno  y  respetuoso  cariño  que  guarda 
siempre  para  su  bondadosa  y  noble  reina. 

Elija  Y.  M.  nuevos  consejeros  entre  los  bombres  que  quedan  de 
independencia^  de  moralidad  j  da  íasticia,  y  todo  será  júbilo  en  el 
pais,  y  el  alumbramiento  de  su  adorada  reina  será  señal  para  él  de 
una  nueva  época  que  le  baga  olvidar  la  tristísima  que  vá  atrave- 
sando. 

Señora:  A.  L.  R.  P.  de  Y.  H.=Yues(ros  subditos  mas  leales.» 

La  precedente  esposicion  bizo  una  sensación  profunda  en  el  áni- 
mo de  la  reina. 

Se  aglomeraban  tantos  combustibles ,  que  los  polacos  no  podian 

dejar  de  temer  las  consecuencias  de  un  general  incendio. 

T.  II.  32 


\ 


350  BL  PALACIO  DI  LOS  GlfaONES 

Por  todas  partes  se  notaban  síntomas  de  próximos  sucesos  es- 
traordinarios. 

Y  estos  SQccsos  no  podían  ser  favorables  á  la  execrable  pandi- 
lla de  aventureros  que  ejercía  el  poder. 

Todos  los  ministros  temblaban  de  miedo. 
Sus  resoluciones  adolecían  de  esa  imprudencia  que  surge  del 
desasosiego  del  alma. 

Y  cuando  mayores  eran  sus  temores ,  una  nueva  ocurrencia  de- 
bía escitar  la  alarma  y  el  sobresalto  en  el  palacio  de  los  cbímbres; 
y  en  efecto ,  puso  en  la  mayor  confusión  á  los  polacos. 

Nos  referimos  á  la  ocultación  de  0*Donnell  que  será  objeto  del 
próximo  capitulo. 


i«^lMM*l 


CAPITULO  xm. 


VÍCTOR  EL  CAZADOR. 


Retorna  á  tus  hogares , 
retorna ,  cazador , 
y  premie  tas  fatigas 
el  lauro  vencedor. 

Tu  valor, 

cazador , 
premie  el  lauro  vencedor.  ( 1 ) 

Una  de  las  Bguras  qae  mas  descuellan  entre  el  grupo  de  Ta- 
llen tes  que  inauguraron  el  glorioso  alzamiento  de  1854 «  es  á  no 
dudarlo  el  general  O'Donnell. 

I  Ojalá  hubiera  correspondido  posteriormente  á  las  esperanias 
^el  pueblo  I 

El  17  de  enero  sopo  que  estaba  firmada  la  orden  de  su  desliar- 
ro,  y  viendo  que  eran  ya  infructuosos  los  medios  l^les  para  der^ 

( f )     Estos  versos  y  cuantos  alternao  coo  U  prosi  de  este  capítulo ,  están  tomados  de  la 
•lariaela  El  F«</t  dé  Andtrm^ 


23S  EL  PALACIO  DB  LOS  GftíWNBS 

rocar  la  inmoralidad ,  puesto  que  los  hombres  que  por  ella  avasa- 
llaban y  escandalizaban  al  pais ,  de  dia  en  dia  mas  ciegos  y  desa- 
tentados, se  entregaban  i  todo  linage  de  inauditas  violencias  para 
afianzar  con  el  terror  una  situación  tiránica  que  de  ninguna  ma- 
nera podia  legalmente  consolidarse,  resolvió  el  vencedor  de  Lucena 
salvar  al  pais  de  tan  abMaínaUe  eiolafitiid. 

Para  llevar  á  cima  su  arriesgada  y  noble  empresa,  ocultóse 
primero  en  una  casa  de  la  plazuela  de  Bilbao,  pasó  después  á  la  del 
marqués  de  la  Vega  de  Armijo,  y  por  fin  á  otra  habitación  de  la 
Corredera  de  San  Pabld,  idoade  se  creía  aias  seguro. 

Esta  conducta  de  un  general  de  los  antecedentes  de  O'Donnell, 
cuya  firmeza  de  carácter  y  pundonorosos  sentimientos  como  rígido 
observador  de  la  disciplina  militar,  daba  mayor  significación  al 
acto  de  desobediencia  con  que  inauguraba  la  realización  de  su  pen^ 
samiento ,  aterró  al  gabinete. 

El  odiado  ministerio  cooocii  toda  la  importancia  y  gravedad 
de  semejante  paso ;  tampoco  se  le  ocultaba  el  prestigio  de  que  go- 
zaba el  conde  de  Lucena  en  el  ejercito,  y  las  simpatías  y  esperanzas 
que  su  ocultación  habia  despertado  en  el  oprimido  pueblo ;  así  es 
que  todas  las  disposiciones  ministeriales  para  apoderarse  de  tan  sa- 

gac  como  temible  enemigo,  respiraban  aquel  aire  de  ridicula^ jac- 

■-•  ■ 

tancia  que  es  siempre  la  espresion  ¿t  un  miedo  cerval. 

Hay  cosas  á  las  cuales  no  se  adapta  el  estilo  aerio ,  y  este  et  él 
motivo  por  el  que  nos  es  absolutamente  imposible  conservar  la  de- 
cantada gravedad  española ,  al  tener  que  tratar  de  los  TÍsiblei  es^ 
faenes  que  hacia  el  aterrado  minislerio  para  dbtmular  la  zozobra 
eo  qie  le  Icaia  la  CALAVEaiOA  de  O'DooneH. 

La  consternación  y  el  espanto  hablan  también  invadido  en  bas- 
tante dosis  el  palacio  de  la  calle  de  las  Rejas ,  y  oomo  aopoofiBiaa 


K  «WBLo '  Y  giB  «mmuMii  atñ 

IIM  hs  puflimiieias  ig^aslan  omñsas,  estamos  seguros  qM  nti  le  lleg«v 
ka  al  cwrpo  la  "del  f^der  ^imáéo. 

Sitt  «ofcargo^  tanhMi  en  üte  Moairtaio  fecmto  se  Irataíbia  de 
disimiitar  la  paTura  qpore  doanSoailMi  á  mis  miiica  hmk  ^pMrAeradéls 
moradores ;  pero  en  medio  de  todo  esto ,  apfffentabM  cierto  4ea>- 
den  heroico ,  y  se  reian  á  carcajadas  de  la  f$i$a  foíkim  en  qae  se 
^iMbia  cdbeado  O^DmiaeH  *  aobre  la  e«ai  se  bs  ooorriaM  ehistes  mnjr 
donosos ,  -porque  \mj  que  %ener  en  cnenta  qne  parr  •eso  de  imoer 
burla  y  escarnio  de  sus  enemigos,  tienen  los  señores  cortesanos  qm 
gracia  psriituhnr...  les  dá  «el  naipe  i  las  má\  owra^rfllas  para  inven- 
tar apodos ,  y  para  que  nuestros  leetornt  se  eon^enzan  de  esta  Yer^ 
^bd ,  bnrtmi  que  ^aeptn  to  «goiente : 

Om  nlH»b}clo  ée  eUidtr  el  general  don  Leopoldo  O'Bonnell  tal 
lórden  de  eonftnamiewto  ó  destinnro  que  contra  ól  iud>ia  Marinado 
d  gobierno ,  no  «qaiso  meíbirla ,  y  al  efecln  preteSló  su  familia  al 
.portad«r ,  ^ue  «4  'gemral  h  AaAnbo  ée  cava. 

Esta  oonrreneia  bien  ^neir  ti  los  palaoiefios  hastn  la  díslecacton 
de  las  ternillas ,  si  hemos  de  guiarnos  por  las  apariencias,  y  no  fal- 
tó un  ingenio  de  sobresaliente  chispa  que  «scitase  la  hilaridad  ge* 
neral ,  aplicando  á  O'DonneH  él  epíteto  de  Viclor  el  cazador^  nom- 
bre del  protagonista  de  la  zarzuela  F{  Valle  de  Andorra ,  y  hay 
quien  dice  que  dona  María  Cristioa  cantó  con  graciosa  coquetería 
la  siguiente  copla : 

Hijo  fiel  de  la  montaña, 
mas  qne  pompa  y  Taaidad» 
él  prefiere  su  cabana 
y  su  santa  libertad. 

Figúrense  nuestros  lectores  los  aplausos  con  que  acogerían  los 
palaciegos  este  destello  de  la  dMSpa  dnoal,  si  es  que  sea  cierto  que 


854  V.  PALACIO  91  iOS  GBÍVBim 

.feméjaúte  copla  pudiese  cantar  la  esposa  de  don  Fernando  Mu&oe 
en  tan  peliagudas  circunstancias ,  porque  á  pesar  de  las  aparentes 
risitas ,  de  los  violentos  ohistes  y  de  las  chanzonetas  con  que  aque- 
llos buenos  señores  distraian  el  miedo,  la  caceria  en  euation  no  era 
para  caida  en  saco  roto. 

¿Qué  hacer  en  tal  conflicto? 

No  le  quedaba  al  gobierno  mas  recurso  que  apelar  á  la  verdad 
•  de  los  refranes »  como  solía  hacer  Sancho  Pama  en  sus  mayores 
apuros. 

Un  clavo  $aea  otro  clavo  dijo  el  primer  conde  de  San  Luis »  j 
se  decidió  por  casar  oí  cazador, 

A  este  efecto,  vistióse  el  primer  conde  de  botin  y  samarra,  co- 
gió su  mejor  escopeta  de  dos  ca&ones  y  lanzando  tras  la  pista  de  la 
liebre  los  galgos  y  podencos  de  toda  la  policía ,  echóse  á  andar  por 
esos  cerros  de  Dios,  dias,  semanas  y  meses  sin  hallar  la  madrigae«> 
ra  que  buscaba  á  pesar  del  buen  olfato  de  sus  lebreles  de  triéoroio, 
y  eso  que  i  todos  momentos  cantaban  con  entusiasmo: 

De  noche  y  de  día , 
por  valle  y  altura 
la  liebre  maldita 
persigo  tenaz : 
ni  breñas ,  ni  rocas , 
ni  negra  espesura 
mí  activa  carrera 
detienen  jamás. 

Y  los  perros  gniodillas  aullaban  en  alabanza  de  su  amo  lo  si- 
guiente : 

Valor  y  destreza 
fortuna  le  dan , 
ni  Cera  le  baria 
ni  liebre  fagaz. 


IL  PÜBMLO  T  SUS  OPEBSOftBS.  25S 

Alentado Luisito  por  el  coro  de  sns  perros,  proseguía  de  este- 
modo  : 

Del  bosque  en  et  seno 
la  indómita  fiera 
con  sordo  rugido 
revuélvese  audaz ; 
Mas  pronto  en  su  pecho 
mí  bala  certera 
la  vida  le  quita 
y  el  triunfo  me  dá. 

Aquí  se  oyó  un  eco  terrible  que  dijo :  ¡  QoiÁ ! 

Era  la  voz  del  pueblo  de  Madrid  que  se  mofaba  del  primer  con- 
de...  era  el  pueblo  de  Madrid  que  conocía  la  impotencia  de  un  go-- 
bierno  agonizante,  que  en  sus  últimos  delirios  lanzaba  de  vez  en^ 
cuando  destellos  de  energía,  á  la  manera  que  dan  recias  sacudidas 
en  su  lecho,  ciertos  enfermos  sin  esperanza  cuando  mas  se  lea- 
aproxima  la  hora  de  bajar  al  sepulcro. 

Para  demostrar  que  las  pesquisas  contra  O'Donnell  eran  nna^ 
verdadera  cacería,  copiaremos  lo  que  sobre  ellas  dijo  La  Iluslraciont 
pues  como  figuró  su  director  en  estas  circunstancias ,  es  de  presa- 
mir  que  sean  sus  datos  los  mas  verídicos. 

«Habiendo  recaído  alguna  sospecha  sobre  el  asilo  que  ocupaba, 
fué  preciso  buscar  un  nuevo  domicilio ,  que  reuniendo  ciertas  con- 
diciones de  seguridad  no  participase  de  los  inconvenientes  que  ofre*^ 
cian  los  enteramente  impenetrables ,  con  que  le  brindaban  persona» 
que  tenían  muy  alta  representación ,  pero  á  cuyo  lado  se  hubiera 
visto  imposibilitado  de  dirigir  negocios  como  el  de  que  se  trataba. 

Don  Antonio  Cánovas  del  Castillo^  el  señor  marqués  de  la  Vega 
de  Armijo  y  don  Ángel  Fernandez  de  los  Ríos  con  algqn  otro  ami- 
go del  generar,  acordaron  la  traslación  i  casa  del  seikor  Fernandesi 


de  los  ríos  j  coacertaroa  la  aianera  de  llevarla  á  cabo,,  ao  aia  que 
la  primera  vez  se  interpusiese  la  policía  á  iDlentarlo;  era  esto  el  23. 
de  enero ,  y  desde  aquella  Cecha ,  en  medio  de  que  arreciaba  tanto 
la  persecución  y  se  hacian  esiraordiDArías  pesquisas »  algunas  con 
ciertos  tísos  de  fundamento ,  el  general  vivió  seguro,  aunque  en 
habitaciones  separadas  por  un  solo  tabique  de  las  oGcinas  de  JLas 
Novedades  f  que  lindan  con  el  coarto  dsl  seior  Bios,  y  á  las  cuales 
concurrian  tantas  y  tan  diversas  personas  diariamente ,  sin  olvidar 
la  policía,  que  por  maravilla  dejaba  de  visitarlas  todas  las  mañanas 
para  las  recogidas ,  qpe  no  porque  pasaron  en  silencio  eran  menos 
efectivas;  j  para  que  no  fallase  ningún  medio  de  averiguación, 
Iiatta  el  fuego  prendido  en  una  chimenea  biio  que  se  llnnácan  de 
gente  las  habitaciones  qua  comuinnente.  ocupaba  el  general. 

SI  movimiento  anticipado  qjue  el  desgraciado  brigadier  Hore 
hiio  en  Zaragoza  el  1&  de  Cubrero»  vino  á  desconcertar  loa  taahaJQik 
que  habia  preparado  para  el  alzamienta,,  y  sirvid  do  pretesta  al  ga- 
híerno  para  nuevas  é  inesperadas  persecucionea. 

Una  de  las  personas,  destinadas  á  la  deportación  fué  el  seftcMr 
Eernandez^  de  los  Rios  en  nnion  con  los  demás  periodistas  indapea- 
dientes ,  que  habian  firmado  el  célebre  manifiesto  de  la:  preaaa :  el 
dia  23  de  febrero  é  las  tres  de  la  mañana  ocupó  la  policía  la  calle 
del  Carbón ,  en  que  vivia  el  se&oír  Fernandez  de  los  Bm)&,  y  la  día. 
lacométréio  en  cayo  número  26  está  U  redacción  de  La$^  iViwedn- 
ia^  y  logrando  abrir  silenciosamente  la  puerta  de  la  calle  del  Gar^ 
hon,  se  aminoid  á  oaespanUlaaos  en  la  de  entrada  á  la  hdbitecioik 
dd  cuarto  segnndo ;  diez  minutot  después  registraban  núnncioanr^ 
monte  toda  la  cata  sin  el  menor  resultado;  la  persona  4  qoien  hus- 
oahan  y  la  q^e  tanto  habieran  celerado  encontrar  sin  hniaarl&,  a% 
VdMa  poesteio»  sd«a  y  osan  franqniiamonle  laa  convenanionea  d^ 


«.  tnna  t  wb  opuboíki, 

U  peUck»  qae  «e  abandonó  m  poetto  ibtsla !«  «íete  4b  k  «aiÉMi 
El  Aa  pasó  tranquilo,  pero  por  la  «oohe  imenasaroD  oiiévoa  ra^ 
gialroa;  yO'ItofiBalU  aMUDpimado  del  Hafior  ftioa»  selraaladit  i  «n 
caía  de  la  oalledel  Horno  de  la  Mata«  qoe  tuvieron  «pie  abandonar 
á  los  eincodin,  para  piísar  á  cAra  de  la  Travasia  de  la  BaUesla,  wá*- 
mero  3,  ea  ia  caal ,  salvo  algunos  días  en  ^iie  imbo  anolivDa  para 
adspechar^alguB  gdlpe  de  nanot  permaneció  O* DoanellJbaalaqttfe 
ttcgó  la  feeba  gloríoea  del  28  dé  junio. 

Si  alguna  proeba  be  necesitase  de  la  intttflidad  de  la  f^Uoáa  eat- 
paüola,  dariala  enmplida  la.aola  reseña  de  los  trabagoa  qne  pitece- 
dieron  al.naoyiastento;  mas  de  noa  noche  atrafreaé  las  oaUee  elfene»- 
-ral  O'DoüBeUacehQpsnado  del  señor  Feínandea  de  loe  Ríos «  y  paaó 
por  medio  de  la  policía  encargada  de  apresarle»  á. pesar  de  qnen 
marcadísima  figura  favoreoia  las  pesqii&as  y  aumentaba  el  riesgo; 
tres  meses  pasaron  así»  siempre  amenazado  por  las  bravatas  de 
Sarlorius  y  de  Quinto,  que  para  disculpar  lo  mal  servidos  que  esta- 
ban, no  cesaban  de  hacer  alarde  de  hallarse  bien  informados,  anun- 
ciando  la  próxima  captura  de  O'Donnell. 

Durante  los  cuatro  primeros  meses ,  fueron  oontadísimas  las 
personas  que  vieron  alguna  vez  al  general  O'Donnell ;  el  señor  Fer- 
nandez de  los  Ríos  ,  en  unión  con  el  señor  Cánovas ,  oculto  también 
á  la  sazón,  y  el  señor  marqués  de  la  Vega  de  Armijo,  le  ponian  en 
relación  con  sus  amigos.» 

O'Donnell  y  el  geneial  Concha ,  qoe  se  evadió  de  las  persecu- 
clones  del  gobierno  pasando  á  Francia,  como  hemos  dicho  en  otro 
capítulo,  fueron  el  blanco  fle  las  iras  del  Heraldo ^  digno  órgano 
del  aborrecido  gabinete* 

Desatáronse  los  organistas  en  denoestos  contra  la  reputación 

de  aqneHos  j^endnajesi  y  «na  verdaderamenle  xqpognante  el  IVfer  se- 
T.  II.  33 


85S  .  n.  PALACIO  DK  LOS  Clfalllfll 

nejantes  injarias  cootra  acreditados  militares ,  en  nn  periódioo 
conocido  por  el  eco  de  Sartorios  y  Esteban  Collantes,  hombres 

• 

qne  salieron  de  la  oscnridad  para  enaltecerse  de  improviso ,  ad« 
qnirír  riqoexas  y  condecoraciones  en  premio  de  inauditos  desafue-* 
ros ;  pero  como  los  emponzoñados  dardos  de  tan  débiles  enemigos 
no  podian  empaliar  la  hoja  de  servicios  de  aquellos  generales*  pu- 
blicáronse en  la  Gacela  los  decretos  exonerándoles  de  sus  grados 
títulos  y  honores ,  y  dándoles  de  baja  en  el  ejército ,  decretos  qne 
mu  adelante  daremos  á  conocer  á  nuestros  lectores. 

Entonces  si  que  don  Leopoldo  0*Donnell,  transformado  en 
paisano  por  la  soberana  voluntad  del  primer  conde «  hallábase  en 
-  d  mismo  caso  que  Vietor  el  cazador  del  Folie  de  Andorra ,  y  ooh» 
Bo  él  podia  cantar: 

Milagro  es  sin  duda 
sefior  capitao 
el  verme  yo  libre 
de  ser  militar. 

Pero  como  0*Donnell  no  parecía  haber  quedado  muy  gustoso 
con  la  suerte  de  paisano ,  y  habia  jurado  no  presentarse  en  pú- 
blico sino  con  la  espada  desenvainada ,  preCrió  otro  de  los  bellos 
trozos  que  canta  Yiclor  el  cazador,  y  haciendo  en  la  letra  algunas 
alteraciones  i  cantó  de  esta  manera : 

El  fiero  horrible  conde 
seensafta  contra  mí, 
mas  no  será ,  que  aun  puedo 
luchar  y  resistir. 
Me  voy  hacia  Vicálvaro, 
y  osado  espero  allí. 
¡  Ay  de  ellos  si  atrevidos 
me  osaren  perseguir ! 

Y  salió  en  efecto  al  campo*. ••  y  todos  los  liberales  de  Espalte 


BL  PUEBLO  T  SUS  0PBBS0BB8.  S59 

batieron  palmas  y  prorumpieron  en  fervorosos  vítores  que  termi- 
naron con  el  sigaiente 

COBO. 

Retorna  á  tus  hogares , 
retorna ,  cazador , 
y  premie  tus  fatigas 
el  lauro  vencedor. 

Tu  valor , 

cazador , 
premie  el  lauro  vencedor. 

Mientras  se  aprestan  los  valientes  defensores  de  la  libertad  i 
la  gloriosa  Incha ,  volvamos  á  los  desgraciados  amores  del  bijo  de 
Blaría,  y  de  la  infortunada  esposa  del  bonrado  banquero  don 
Fermin  del  Valle. 


^M 


CAPITULO 


LOS  CELOS  DESVANECIDOS. 


La  vida  empezaba  de  nuevo  para  dou  Fermín  del  Valle ,  su  yida 
de  siempre ,  regular,  monótona  y  agradable  con  toda  su  realidad. 

Sentóse  á  la  mesa  entre  los  dos  jóvenes. 

Matilde  no  se  atrevía  á  levantar  los  ojos  por  el  miedo  de  que 
sus  lágrimas  hicieran  traición- á  sus  emociones. 

El  marquesito  bajaba  también  la  vista  receloso  de  que  destellase 
de  ella  la  alegría  que  suele  sentir  un  amante  que  se  cree  correspon- 
dido. 

— Este  vino,  marquesito, —  dijo  con  jovialidad  el  banquero 
llenando  las  tres  copas — es  Valdepeñas  legítimo  y  de  toda  conGan- 
za«  Matilde,  es  preciso  beber  á  la  salud  del  salvador  de  mi  honra. 

Matilde  libó  su  copa  inclinándose  cortesmente  hacia  el  marque- 
sito ;  este  se  esforzó  por  sonreír  chocando  la  suya  con  la  del  ban- 
quero ,  y  después  de  haber  bebido ,  esclamó  el  honrado  viejo : 

— Es  escelente  este  vino,  amigo  Bellaflor.  Espero  que  en  breve 


hará  desaparecer  k  rnthoMláa  de  entre  ooioIrDS*  { Goie  riMS  rara  I 
Estoy  ohMmndo  ,  amigo,  nio « qM  al  prodigaff '  usted  má  beiwficios 
lo  hace  coa  hi  misma  emóciM  qae  siente  el'^e  loe  reeibe*.¥  lú%t 
MatiUfe,  parece  q«e  so  qeierae  reeohñerte  á  ser  diohoea. 

Loe- dos  jóvenes procuraroii  sonreírse;  peno  eslaeonrísa'  era. Ka 
espresion  de  uoa  pena  reprimida. 

Si  noeslras  anmrgnrae  lieneo  peecísiett  <de'  hallar,  algon:  partíci- 
pe para  mitigarse >  lá  alegria  necestla  eomoniearse  para  ier  dnrem 
dera. 

La  profeeia  del  banqnero  do  se  cnmplióvpnet  lejos  éeqne  el 
sabroso  Valdepeñas  engeodrára  buen  homor ,  don.  Fermín  bié  pone 
á  poo9  contaffiándoee  dn  Im  tristeza  de  los  jévenén,  y  por  úUimo 
permaneció  silencioso  y  reflexivo  como  ellos. 

Matilde  y  Enrique  estaban  sobradamente  absorléeien  sns^  pen- 
samientos para  notar  que  el  que  poco* aniasrespinalm  iodo  ek  jébilo 
de  un  hombre  Mil  r  permanecáa  triste-nenie  eHoa,  qoe  ianiei  su- 
fHan%  ' '    ■ 

Contemplábales  el  banquero  de  nua  mañera  sembrib,.  y  má 
ideas  ooníoeae  at^nnaAnn  9  inaa^ineeion.     .         . 

Repasaba  los-  snciseés^  del  üa « 'adondóse.  da  la<  historia  fdn*  A 
contó  sn  joven  ,espnsn,  y;  un  pBsseptiíüitstb;  fatel  le>  Hizo  esirn^i- 

mecer.  .   •  ■       ■  .  ■   ^  «  " 

Greia  adivinar  un  terrible  misterio  qneéeürnia  lodasets«  ilu- 
siones. '  '•     •      *  .  '  '.  í         ...    *       - 

No  era  una  fogosa  fiebre ,  no  eran  frenéticos  celos  los  qnri  áriá- 
aiHalnn  su  ainraverá  el  pesó  db  noé  iiaidicUa  oiertn  loqon^leiator- 
mentaba ,  era  el  abatimientei  ^fié  signe  á  \m  esparauaa  desvannoi>- 
das,  y  qnbíee  fderaa  soporlñr»  eon  éotnroen  resignaoies:  sin  dejar 
eMaparnnnqoejn:,  nn'fofonmnnMdkn;      '^ 


'*  ■  II 


981  BL  PALAQO  1»  LOS  dÜORn 

Cd  Telo  looílbrio  enlutaba  de  nuefo  sa  porvenir. 

Mirábales  i  los  dos  con  piedad  para  ellos »  con  amargura  para 
si  mismo «  y  no  acertaba  á  comprender  el  martirio  que  sufría. 

Terminada  la  comida  se  aproximó  á  su  esposa  y  asiéndola  ca^ 
riñosamente  de  una  mano ,  la  atrajo  á  sí «  y  le  dijo  aparentando 
serenidad : 

—Matilde,  cuando  esta  ma&ana  se  nos  ha  presentado  el  mar- 
quesito ,  te  faltaba  decir  algo  para  concluir  tu  historia. 

—  I  Algo! — dijo  con  acerba  inquietud  la  joven. 

—Una  sola  palabra.  ••  un  nombre. ••  Me  es  indispensable  saber 
ese  nombre ,  Matilde. 

—Ese  nombre— balbuceó  Matilde  trémula,  pálida  como  la 
muerte. 

~E1  nombre  de  tu  seductor. 

Este  momento  fué  solemne. 

De  un  nombre  solo  dependía  el  ponrenir  de  tres  personas. 

Este  nombre  iba  á  disponer  de  la  paz  interior ,  de  la  dicha ,  del 
honor ,  de  la  vida  del  banquero. 

Este  nombre  iba  á  disipar  las  esperanias  que  Enrique  bahía 
fondado  en  las  lágrimas  de  Matilde»  pues  impelido  por  un  ÍMtinto 
tímestro,  hahia  escuchado  la  pregunta  que  el  banquero  acababa  ám 
dirigir  por  lo  bajo  á  su  esposa. 

¿Qué  esperaba  ú  insensato? 

£l  mismo  lo  ignoraba ,  su  cabesa  estaba  turbada ,  su  cora»» 
herido. 

Amaba  con  frenesí ,  y  hobiera  dado  so  vida  para  no  abandoásff 
aquella  casa ,  para  no  alejarse  de  Matilde. 

En  cuanto  á  la  joven  esposa  no  hahia  ningún  recoerdo  cnlpnbk 
de  un  amor  que  rechazaba:  su  alma  pura  dvMóse  á  sí  misma ;  pcm 


n  PUEBLO  T  SÜ8  0PBB80IBi«  16S 

Tió  el  dolor  de  m  marido «  sa  reposo  destruido  para  sienpre ,  tío 
sa  raioa ,  vio  sa  deshonor,  y  oprimió. vivamente  sa  coraron  con  las 
dos  manos  temblorosas. 

iPobreJdven !  ¿Qué  iba  i  responder? 

Si  decía  la  verdad  asesinaba  á  sa  marido.  • . 

Era  preciso  mentir  para  salvarle. 

Esto  la  decidió  á  pronunciar  en  voz  baja  una  impostara. 

—Ese  nombre ^dijo«— te  es  desconocido. 

«—No  importa,  quiero  saberlo. 

—Don  Jnan  Espinosa. 

El  respetable  anciano  exhaló  un  suspiro  como  si  se  sintiera  ali- 
viado de  un  peso  que  oprímia  su  corazón ,  y  apretando  la  mano  de 
su  esposa ,  dijo  para  si : 

—Me  habia  equivocado. 

—Ha  ocultado  mi  nombre— pensó  el  marquesito  lleno  de  go- 
zo—me ama  todavfa. 

La  fiebre  de  su  corazón  no  le  dejaba  comprender  la  pureza  de 
semejante  impostara. 

—  ¡Perdóname,  Dios  mió  1— esclamaba  para  s(  la  infortunada 
esposa  dirigiendo  al  cielo  sus  ojos  preñados  de  lágrimas. 

El  marquesito  de  Bdlaflor  dirigió  ala  infeliz  una  mirada  de  ter- 
nura y  reconocimiento ,  que  ella  acogió  sin  rubor ,  porque  no  com- 
prendía que  habia  alentado  las  criminales  esperanzas  de  Enrique. 

Admitiendo  con  benevolencia  aquella  atrevida  mirada ,  figurá- 
base que  decía  á  su  amante : 

«Unámonos  para. salvar  á  mi  digno  esposo,  unámonos  para 
conservarie  una  vida  honrosa  y  tranquila.» 

De  este  modo  y  sin  sospechario  siquiera ,  estraviábase  por  una 
senda  peligrosa» 


Fflka  de  etpencncit,  oneia  qoe  elooraMn  édEíssiqwt  era  poro 
/OTO»  el  soy» ;  m  equivocaba. 

¡Pobre  crialural  mientras  hablaba  el  idiuui  de  loa  iogeles,  ge 
le  contestaba  con  el  lenguaje  lim  laa  patíoDea  del  mondo. 

Al  banquero  no  le  quedaba  yti  una  eola  nube  en  ao  mageshiosa 
frente.  Sa  lealtad  tenia  completa  eooGansa  eu  íouautos  m  balbiban 
en  tomo  suyo. 

No  era  capaz  de  ofender  á  nadie  per  otto  duda «  por  una  sola 
sospecha. 

Hacia  oso  del  derecho  de  las  almas  geoeooiaa ,  4e  los  eoraaones 
probos;  dejábase  engañar  ftcUmentesin  amenguar  so  dignidad  per- 
aonal. 

Mientras  Matilde  trabajaba ,  inclinada  la  cabeía  liicia  su  Ubm.f 
su  crédulo  marido  hablaba  de  mil  proyectos  para  «1  pbnreoir. 

Se  re6rió  sin  trístcsá  á  los  temoras  paaados^  y  prodigando  á 
Matilde  afectuosas  palabras ,  contribuyó  también  con  au  ilimitada 
eonfiauíii  á  fomieitar  los  torpes  deseos  del  marquesito. 

Entrada  ya  la  noche ,  anunció  un  criado  al  banquero  q«e  cierta 
persona  le  aguardaba  en  so  despachó. 

— Está  Inen-^^dljo.—- Que  tenga  la  bondad  de  aguardar  vn 
momeólo ,  y  entrégale  un  legajo  que  hay  en  mi  mesa. 

El  criado  se. retiró  y  solviéndose  el  banquero  báoia  su.espoan  y 
Enrifse,  les  dijo: 

•—Es  «na  persona  entendida  á  quien  lie  confiado  el  arreglo  de 
mis  papeles  relativos  á  las  casas  que  últimamenle  quebraron»  Voy'á 
darle  mis  ioslrueciooes  y  ayudarle  un  rato.  \k  Dios,  Ujoj  miosl 
Mañana  es  el  gran  dia  para  usted  y  para  mí  i  señor  nuirqucaito; 
para  i»í  porque  salta  usted  asi  honor,  para  vted  por  la  satísilccion 
que  deja  una  acción  generosa. 


n.  FOIBLO  T  SOS  OPlBSOtBS.  S65 

El  joven  bajó  la  cabeza . 

ATergonzábale  á  pesar  suyo  la  ooble  confianza  del  respetable 
anciano ,  pues  aunque  los  labios  de  Enrique  no  habian  pronunciado 
palabras  culpables ,  su  corazón  avasallado  por  un  amor  frenético, 
mas  fuerte  que  su  voluntad ,  mas  poderoso  que  su  conciencia «  alen* 
taba  un  deseo  criminal. 

El  banquero  estaba  ya  en  pié. 

— No  creo  preciso  decir  á  usted  — afiadió  apretando  la  mano  de 

Enrique — que  mi  esposa  y  yo  bemos  resuelto  alojarle  en  casa. 

Matilde  dejó  caer  en  el  suelo  su  labor,  y  encendida  por  la  san<- 

« 

gre  que  se  le  aglomeró  en  el  rostro ,  dijo  llena  de  confusión : 
.—Esperamos  nos  hará  usted  el  honor. .. 

Y  sin  acabar  la  frase  lanzó  una  mirada  al  marquesito  que  evi* 
denciaba  su  reprobación. 

«—Yo.,.— tartamudeó  Enrique. 

—No  hay  que  replicar  —  dijo  don  Fermín. 

—Sin  embargo... 

—  Está  resuelto. 

—Permítame  usted  decirle  que... 
•—Matilde,  por  Dios,  ayúdame  á  convencerle. 

—-Ya  sabe  usted  mis  deseos— dijo  «Matilde  con  intención  al 
marquesito. 

— >  Tendria  una  satisfacción  en  complacer  á  ustedes  si  no  fuese 
por... 

— ¿Por  qué?— interrumpió  impaciente  el  banquero. 

—Porque  he  dado  palabra  al  fondista  de  quedarme  alli. 

—  ¡  Gran  dificultad ! 

—Ya  vé  usted.. •  el  compromiso... 

—No  hay  que  venimos  con  obstáculos.  Las  fondas  son  detes« 
T.  II.  34 


tables  eo  Madrid...  Además,  aquf  do  hay  fiunilia ,  j lejos  4o  cauar 
BBtoi  la  menor  molestia ,  nos  es  samameole  grato  ver  ea  nuestra 
compañia  el  amigo  á  quien  tanto  debemos.  No  kay  qoe  darle  vnel* 
tas,  es  usted  indiyidao  de  la  casa...  á  lo  menos  durante  su  perma- 
nencia en  Madrid. 

— Pero... — replicó  el  joven  iDclioándose. 

-—Nada  ,  nada — codüduó  jovialmente  el  banquero. -«-Siini  fa- 
^n  conK)  dicen  los  franceses.  Ya  ve  usted  como  yo  tampoco  hago 
cumplimientos...  le  hospedo  á  usted  eo  el  cuarto  segundo;  con  qne 
no  hay  mas  que  aceptar  sin  ceremonia  la  sincera  y  cordial  hospita- 
lidad que  tanto  mi  esposa  como  yo  ofrecemos  á  usted.  Largo  tiem- 
po le  seré  á  usted  deudor  de  sos  beneficios ;  y  entre  tanto  admita 
usted  esta  pequeña  muestra  de  mí  reconocimiento. 

Después  de  haber  estrechado  la  mano  del  marqnesíto,  aceroóao 
á  Matilde ,  que  pensativa  y  apesadumbrada ,  hacia  vanos  esfoerzos 
por  continuar  su  labor ,  y  apoyando  la  diestra  en  la  frente  de  la 
afligida  esposa ,  le  dijo : 

—  Tú ,  Matilde »  no  tardes  en  acostarte. . .  yo  he  de  pasar  la  no- 
che en  vela.  Sabes  que  estoy  acostumbrado  á  ello  cuando  los  nego- 
cios lo  exigen.  Esto  no  perjudica  mi  salud»  porque  cuando  no  es- 
toy i  tn  lado ,  en  ninguna  parte  me  hallo  mejor  que  entre  mis  li- 
bros y  papeles.  Retírate  temprano,  hija  mia,  este  dia  de  emociones 
te  ha  dejado  abatida.  £1  señor  marquesito  disimulará  por  esta  noche 
esta  falta  de  cortesía. 

Enrique  no  pudo  responder  una  sola  palabra. 

Su  voz  trémula  hubiera  revelado  el  sentimiento  que  le  agitaba. 

Levantóse  de  repente  como  sí  temiera  que  las  fuenas  le  aban- 
donasen f  y  como  si  se  lanzara  á  una  desesperada  resoluciDn* 

AproximAse  al  banquero ,  le  apretó  entrambas  manoi  con  las 


\ 


EL  FÜOftO  T  SÜ8  Of  BSiUS^  flVI 

sojM ,  é  iMÜnándose  respetuosamente  delante  de  la  señora  del  Va- 
He ,  salid  después  de  promaeiar  estas  solas  palabras : 

— Buenas  noches. 

Bl  banquero  le  siguió  para  enseñarle  la  habitación  j  ver  si  se  le 
ofrecía  algo  antes  de  retirarse. 

Bl  marqoesito ,  protestando  d  cansancio  M  ^viiaje,  rehusó  la  ce- 
na,  y  el  banquero  yolvíó  en  brete  al  lado  de  su  mujer. 

—  ¿Me  prometes,  hija  mía, — le  dijo  cariñosamente — no  tar- 
dar en  acostarte?  La  palidea  de  tu  rostro  es  mayor  que  do  costum- 
bre y  me  hace  temer  que  caigas  enferma. 

— -Me&lta  pooo  para  terminar  esta  labor— «respondió  Matil-^ 
de — y  en  seguida  me  retiraré  á  mí  cuarto. 

-—Muy  bien ;  yo  Toy  á  poner  en  orden  mis  cuentas. 

Bl  banquero  besó  la  frente  de  su  esposa  y  entró  en  su  despacha. 

Apenas  vio  Matilde  que  se  cerraba  la  puerta  que  la  separó  de  m 
marido,  las  lágrimas  tan  largo  tiempo  contenidas,  inundaron  su  ros«' 
tro. 

~ ;  Dios  mió !  ¡  Dios  mió !  «-^^e^lanió  en  vea  ahogada  por  loe  so^ 
Uoios.  — ^i  Que  desgraciada  soy  I 

Y  quedó  sumergida  en  silenciosa  meditación. 

Procuraba  recobrar  toda  su  fverza ,  todo  su  Talor,  toda  su  resig «- 
nación ,  y  para  mitigar  su  amargura  apelaba  al  recuerdo  do  los  i/h» 
mensos  beneficios  que  dabia  á  ev  viejo  marido. 

Deslizábanse  las  horas,  é  inmóTÜ  la  infelir  y  sumergida  en  stti 
dolorosas  reflexiones  no  so  acordaba  siquiera  de  ir  á  tomar  des- 
canso. 

El  marquesito  no  se  hallaba  menos  agitado  en  au  estancia. 

Bl  áugel  del  bien  ludmlNi  en  so  coraioo  contra  el  genio  del 
mal.       .'    •   .  t. 


t68  EL  FALáCIO.DI  i08  GlílUUIKS 

El  eDamorado  joven  había  temido  quedar  á  solas  cod  Matilde,. 
y  habia  Laido »  porque  una  mera  palabra  escapada  de  su  corazoa  no. 
le  hiciera  indigno  de  la  noble  conGanza  del  banquero. 

Babia  en  su  fantasía  una  cruel  ebullición;  su  alma  estaba  in- 
quieta 9  zozobrante. 

Hubiera  querido  no  yer  mas  á  Matilde ,  y  sin  embargo  hubiera 
sacriGcado  la  mitad  de  su  vida  al  placer  de  hablar  con  ella  un  solo 
instante. 

Paseábase  como  un  loco  sin  poder  fijarse  en  una  sola  idea  con-* 
soladora. 

El  sueno  y  el  descanso  estaban  muy  lejos  de  sus  ojos  y  de  su 
corazón . 

— No,  no t— esclamó  en  fin— «es  imposible  que  me  quede 
aqui,  tan  cerca  y  tan  lejos  de  ella...  en  la  misma  casa  que  ella  ha* 
bita...  donde  me  parece  oir  á  cada  momento  el  rumor  de  sus  pisa- 
das y  el  sonido  de  su  voz no,  es  imposible.  Ahora  ya  no  soy 

aquí  útil  á  nadie mi  presencia  solo  sirve  para  hacer  padecer  y 

turbar  la  dicha  de  los  deniis.  Es  preciso  partir.  Sí  —  añadió  des- 
pués de  un  instante  de  silencio  —  debo  partir;  pero  no  mañana.  •• 
esta  noche. ..  ahora  mismo.  Dejaré  una  carta  para  ese  virtuoso  an- 
ciano.... le  diré  que  un  urgente  negocio  me  atormenta  y  me  llama 
imperiosamente.  Sí ,  esto  es  lo  mas  acertado. 

Buscó  en  su  cuarto  papel  y  tintero ;  desgraciadamente  nada  ha- 
bia para  efectuar  allí  su  resolución. 

Tomó  el  sombrero ,  púsose  su  elegante  sobretodo ,  que  por  su 
hechura  participaba  de  gabán  y  de  albornoz,  encima  del  trage  ne- 
gro que  Uevabat  y  se  dirigió  á  la  escalera. 

—Nadie  habrá  ahora  en  el  salón  donde  he  visto  una  mesa  con 
escribanía...  allí  satisfaré  mi  deseo. ••  es  un  deber  sagrado. 


EL  FUKBLO  T  SUS  OFRBSOIKS.  S69 

Detúvose  bajo  el  dintel  de  la  puerta. 

Un  cabo  de  bajía  ardía  ano  en  la  mesa,  y  Matilde,  acodada  en 
ella  con  el  rostro  oculto  entre  las  palmas ,  parecía  abismada  en  su 
dolor. 

—  ¡Buen  Dios!— murmuró  el  marquesito  para  si—;  piedad  I... 
¡piedad  de  mí  y  de  ella !...  ¿Por  qué  me  vuelves  otra  vez  delante 
de  esa  desgraciada?...  Ella  también  ha  Telado  atosigada  por  el  do- 
lor y  la  meditación.  ¡Pobre  niña!  Mi  presencia  y  mí  nombre  son 
siempre  para  ella  gérmenes  de  amargura; 

De  repente  volvió  Matilde  la  cabeza ,  como  si  algo  le  hubiese 
revelado  la  aparición  de  su  amante. 

Al  verle  se  levantó  temblando ,  y  lanzándole  una  mirada  de  re  - 
probación  esclamó: 

—  ¡  Caballero ! 


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CAPITULO  xxn. 


LUCHA  DE  HONOR  Y  AMOR. 


—No  me  culpe  usted,  señora — alegó  el  marquesito  respetuo- 
samente. 

—I  Que  no  le  culpe  á  usted  I  —  replicó  llena  de  confusión  h 
desdichada  Matilde. 

— Soy  inocente. 

—¿Qué  objeto  le  trae  i  mi  pres^ocia? 

— La  fatalidad. 

—¿Ignora  usted  que  estoy  casada? 

— No,  señora...  ni  lo  olvidaré  jamás. 

— Siendo  así.... 

-Permítame  usted  una  esplicacion. 

—No  debo. 

— Bien  sabe  Dios  que  al  venir  á  esta  sala  estaba  creido  que  nc 
encontraria  á  usted  en  ella.  No  parece  sino  que  el  destino  se  empe- 


""^. 


IL  ffmLd<  T  SIS  OMIMBII.  171 

ñe  en  resniroos.  Perdóneme  «sted,  señora...  ¡  Soy  tan  desgracia- 
do!...  Mi  cabeza  se  turba....  mía  ideas  se  pierden....  creo  que  m6 
ToelTO  loco.  Sépalo  asted,  señora,  yo  le  respeto....  yo  le  amo  co- 
mo usted  misma  á  ese  hombre  generoso...  No  sé  qne  Catalidad  iM 
ba  conducido  á  so  casa. 

i^— Señor  de  Bellaflor— dijo  en  yoz  baja  y  esforzándose  por 
aparentar  serenidad  la  pobre  Matilde— partirá  usted  al  amaneoeri 
¿no  es  verdad? 

-«-«Sí,  partiré es  preciso-*- y  repitió  entre  dientes  de  una 

manera  casi  ininteligible :  -^partiré ... 

Algunos  minutos  de  silencio  siguieron  á  estas  palabras;  pero  de 
repente  y  como  fuera  de  sí ,  esclamó : 

---No,  no...  me  es  imposible.  Queria  alejarme  de  esta  oas»; 
pero  no  puedo. — Y  diciendo  esto  se  sentó  en  ona  bttaca  jonto  A 
Matilde. 

Matilde  nada  replicó;  pero  bizo  ademan  de  retirarse,  después  db 
haber  dirigido  á  Enrique  un  gesto  de  desagrado. 

—Matilde ,  no  merezco  esa  mirada  severa  con  que  reprueba  oa- 
ted  mi  conducta.  Cnanto  mas  firme  la  veo  á  usted  en  la  línea  de 
una  esposa  honrada ,  mas  indifei ente  debe  serle  que  un  desdichado 
permanezca  algunas  horas  mas  al  lado  de  asted.  Yo  no  quiere  mas 
que  contemplar  i  Matilde. ••  ¿qué  teme  usted? 

Matilde  Uevó  las  dos  manos  á  su  corazón  como  si  no  pudiera 
sufrir  la  violencia  de  sus  pal^tacionaa. 

— Nada-«-oontestó  haciendo  un  heróioo  esfuerzo. 

Pero  apenas  hubo  pronunciado  esta  espresioo,  un  torrente  da  li- 
grimas corrió  por  sus  megiUas...  Su  fuerza  la  abandonó;  le  fué  im- 
posible sostener  por  mas  tiMipo  el  disimulo  qne  la  virtud  le  aconse- 
jaba. Su  corazón  se  desgarró  y  escapáronse  á  pesar  suyo  los  sollozos 


fit  IL  FALACIO  DI  LOS  GtflIENB 

que  en  él  reprímia.  Lloró  delante  del  joven  á  qaien  qnerit  alejar» 
Su  dolor  fné  mas  elocuente  que  sos  palabras. 

£1  marquesito  sintióse  conmovido  al  contemplar  la  desolacioB 
de  SH  amada 9  j  arrojándose  á  sos  pies,  esclamó: 

— Matilde ,  mi  querida  Matilde «  por  piedad  no  llores  así  delan- 
te de  quien  te  adora*  Enjuga  tus  ojos»  ídolo  mió,  demasiadas  lá- 
grimas les  he  arrancado  ya.  Estoy  pronto  á  obedecerte Yo  no 

tengo  mas  voluntad  que  la  tuya...  ¿Quieres  que  parta?...  Partiré, 
bien  mió...  Me  ausentaré  de  tí  para  siempre...  y  vivirás  felial 

Matilde  asió  las  manos  del  marquesito ,  las  estrechó  convubi  - 
▼amenté  entre  las  suyas »  y  anegada  en  lloró 

^— I  Cruel!— dijo  con  pasión— ¡yo  feliz  lejos  de  tí!— -Y  con 
acento  de  indefinible  angustia  anadió:-— ¡  Dios  mió!  no  hay  perdón 
para  mí...  |  A  Dios !  ¡  A  Dios  para  siempre ! 

—¡Matilde!— repuso  Enrique  besando  con  frenesí  las  manos 
de  sa  amada. 

—¡A  Dios !— repitió  Matilde  fijando  en  su  amante  los  ojos 
animados  por  el  fuego  de  la  fiebre.— Separándome  de  tí,  j*enasc¡o  á 
*  toda  esperanza,  á  toda  felicidad  en  este  mundo...  porque  te  amaba 
con  delirio...  porque...  te  amo  aun! 

— ¡  Me  amas ,  Matilde  1 .  • .  ¿Tú ,  que  por  mi  causa  eres  tan  infe- 
liz... tú  me  amas?  ¿Qué  importa  el  dolor  de  toda  la  vida  á  qoien 
oye  de  tus  labios  tan  consoladoras  palabras  ?  ¡  Pobre  Matilde !  El 
destino  se  nos  ha  mostrado  implacable...  ¡Cuan  rápidamente  huye- 
ron aquellos  dichosos  instantes ,  que  creíamos  precursores  de  una 
felicidad  duradera  I 

—Es  verdad...  huyó  la  dicha,  y...  ¡solo  ha  quedado  el  amor! 
—Y  anadió  sobresaltada: — ¿no  has  oido? 

-iOué? 


SL  PUEBLO  T  SUS  OFRBSOIBS.  S73 

—  Como  nimor  de  pisadas... 

— Es  el  víeBto ,  traaquilízate^ 

— Tengo  miedo...  Soy  tan  culpable...  ¡A  Dios! 

— ¿Y  he  de  ausentarme? 

—-Para  siempre.  Llévate  el  recuerdo  de  mis  lágrimas...  Ten  el 
valor  que  i  mí  me  falta...  Haz  que  no  te  vuelva  á  ver...  Déjame 
cumplir  silenciosamente  y  resignada  el  destino  que  me  ba  deparado 
la  Providencia ,  y  ocultaré  mi  angustia  para  que  i  lo  menos  sea 
dichoso  ese  noble  anciano ,  á  quien  ambos  deberiamos  amar  y  le 
estamos  ofendiendo. 

— ¡Matilde!  (Matilde!— esclamó  con  frenesia  el  marquesito-* 
yo  no  puedo  separarme  de  tí....  no  puedo  abandonarte...  estoy  re- 
suelto... no  partiré. 

— Usted  partirá  ahora  mismo»  señor  deBelIaflor — dijo  en  tono 
solemne  el  banquero »  que  se  presentó  de  improviso  pálido  como 
un  cadáver ;  pero  lleno  de  prudencia  y  aun  de  serenidad. 

Un  grito  de  angustia  escapóse  del  pecho  de  la  joven  espoea. 
Cayó  casi  exánime  en  un  sillón. 

£1  honrado  banquero  se  adelantó  á  paso  lento  hada  el  mar-r 
quesilo  de  Bellaflor. 


•»»»>»■  i^f.^f3SB^^l%*  <»»#4^ 


T.  u.  35 


CAPITULO  xxm. 


LA  VÍCTIMA  DE  SD  HONRA. 


Jamás  «I  noble  semUute  it\  btoqvero  hablase  osteataáo  tan 
üapoBeDte. 

Jamás  la  dignidad  de  aquella  ma^eslooM  cabeza  babia  sido  tau 
TiBÍble  coao  en  aquel  crítico  momento  en  qae  el  venerable  anciano 
paseaba  su  mirada  imperiosa  de  Matilde  á  Enrypie  y  de  Bnriqae  i 
Matilde. 

Los  dos  jóvenes,  respetuosos  é  inmóviles,  no  se  atrevian  á 
romper  aquel  silencio  solemne. 

Con  la  cabeza  inclinada  sobre  el  pecho ,  y  la  vista  fija  en  la 
tierra,  aguardaban  trémulos  el  fallo  del  juez  que  se  habia  colocado 
entre  ellosi  y  les  dominaba  con  toda  la  superioridad  de  su  leal  con* 
ciencia. 

-—Señor  de  Bellaflor — dijo  el  banquero  en  tono  grave  y  pan* 
5ado— señor  de  Bellaflor,  lo  que  usted  hace  no  es  propio  de  un  ca- 


BL.  nóu)  T  sn  oMfiMtBS.  m 

ballero.  A  liii  sombra  de  oa  hme&cios  trae  usted  á  esU  casa  la  tor** 
baoioaf,  la  meatíra,  hs  ligñosaSf  7  ipubia  s»be  si  maa  tarde;...  d 
crimen  I  Pretendia  usted  arrastrar  hasta  la  deshonra  á  la  smíec  dci 
qae  la  Hamaba  aa  bieriierhor !  Tendía  usted  una  mana  al.  marido 
para  prcatarle  apojrv ,  y  ciní  la  otra  empojaba  á  so.  auijer  bám  m 
precipicio  donde  se  deja  algo  mas  ^e  la  YÍda.^.  el  honor  I 

— -Bii  vespatabla  amigo ««-^esdamó  Ekuri^a-— jm o  á  oslad  qQe««« 

—  I  Silencio  1  —repaso  con  imperio  el  doeoM>  de  la  casa  -~iio  ha 
concloido.  No  es  ese  por  cierto  A  moda  de  hacerse  digno  de  la  mas 
sublime  misión  del  hombre ,  de  la  mas  beUa  que  puede  t^ercer  ea 
el  muadoy  la  de  socorrer  á  sus  seasejantes.  Para  qaa  aea  geoeroea 
la  mano,  eaprecisor  que  aea  grande  j  paro  el  corazón.  Señor  de 
Bellaflort  no  es  usted  bastante  noble  para  dar* 

Y  en  ademan  de  soberano  desprecio,  alargé  el  banqneroona 
cartera  al  marquesilo  dkiéadole : 

-—Recoja  usted  sus  billetea. 

Matilde  deja  escapar  un  floUozo  desgarrador. 

El  marquesito  rebasó  la  cartera  que  el  banquero  le  entregaba, 

-—Recoja  usted  sus  billetes,  caballero »<— anadié  el  aaciane 

con  energía.  —  Ne  necesíloya  de  elloe se  me  ha  proporcionado 

otro  medio  de  atender  ¿  mis  compromisos. 

— Señor  del  Valle. ...— repuso  Enrique  aproximándose  al  ban- 
quero. 

£1  respetable  anciano  le  detuvo  con  una  sola  mirada ,  é  insi^ 
tiendo  en  presentarle  la  cartera,  anadié: 

— Repito  á  usted  que  para  nada  necesito  yo  sus  riquezas. 

Y  arrojó  la  cartera  i  los  pies  del  marquesito. 

—  I  Caballero  1 —esclamó  Enrique  sumamente  conmovido— an- 
tes de  castigarme  tan  cruelmente ,  antes  de  retirarme  su  estima^ 


976  n,  PALAOO  BB  LOS  ckímuiks 

don,  permftame  mted  esplicar  algunas  palabras  verdaderamente 
culpables;  pero  que  usted  interpreta  s^furamente  muy  mal.  Permf-» 
lame  usted. .. 

—Nada  quiero  oir— interrumpió  el  lianquero  con  un  tono  de 
autoridad  que  imponia  respeto  y  obediencia.— Ni  una  palabra  mas 
sobre  este  asunto;  pero  antes  de  separarnos,  yo  soy  el  que  tiene 
aquí  que  hablar.  ••  el  que  ha  de  pronunciar  algunas  palabras  que 
dejaré  á  usted  por  despedida.  Apenas  hace  seis  años...  habitaba  yo 
otra  casa...  era  el  año  1848;  cuando  un  gobierno  sanguinario  der- 
ramaba el  luto  y  la  consternación  por  todo  Madrid ,  oi  una  noche 
llamar  á  la  puerta  de  mi  casa.  Abrí,  y  un  hombre  aiorado,  embo- 
zado en  su  capa,  se  arrojó  á  mis  brazos  diciendo:  «(Sálveme  us- 
ted!... Me  persiguen...  el  patíbulo  me  aguarda.»  Rste  hombre,  en- 
teramente desconocido  para  mí,  se  me  presentaba  con  otro  compa- 
ñero á  quien  tampoco  yo  conocía.  Este  último  se  llamaba  Godí- 
nez...  era  padre  de  la  marquesa  de  Bellaflor....  el  otro  era  el  mis- 
mo marqués  de  Bellaflor. ••  su  padre  de  usted*  Diies  hospitalidad  en 
mi  casa proporcioné  un  pasaporte  á  su  padre  de  usted  para  li- 
brarse del  furor  de  sus  perseguidores ,  y  habiendo  caido  en  las  gar- 
ras de  la  policía  el  señor  de  Godinez....  iba  á  ser  fusilado. ...  estaba 

ya  en  capilla y  logré  salvarle.  Esta  acción  me  daba  derecho  á 

implorar  en  mi  desgracia  la  generosidad  de  su  hija.  Por  eso  escribí 
á  su  madre  de  usted...  por  eso  le  dije  que  si  no  me  tendía  una  ma- 
no generosa  iba  á  perecer  como  hubieran  perecido  su  padre  y  aa 
marido.  Tenia  orgullo  en  reclamar  este  servicio. 

—Y  yo  le  tengo  en  prestarlo  al  mas  virtuoso  de  los  hombres  ^ 
dijo  Enrique  llorando. 

El  banquero  volvió  su  rostro  pálido  hacia  el  joven,  y  con  acen- 
to tranquilo  añadió : 


IL  HmLO  T  SUS  OPBBSOUS.  f77 

— -Recibi  el  préstamo  del  hijo  cod  verdadero  júbilo.  Le  ofrecí 
hospitalidad  en  mi  casa,  le  df  mas  aun,  el  afecto  de  vn  viejo  amigo 
de  stt  padre...  Medio  dia  se  ha  deslizado  apenas»  y  le  he  devuelto  la 
soma  qae  me  ha  prestado.  Recoja  usted  esos  billetes»  señor  de  Be- 
llaflor»  y  salga  usted  de  esta  casa.  Estamos  en  paz. 

"—¿Tendrá  usted  la  crueldad  de  rechazar  lo  que  habia  admiti- 
do  esta  mafiana?— -dijo  entre  sollozos  el  marquesito. 

-—Nada  necesito. 

— No  soy  yo— dijo  Enrique  arrodillándose  á  los  pies  del  ban- 
quero—es mi  madre  quien  dá  á  usted  este  socorro...  es  mi  padre 
que  paga  á  usted  una  deuda  de  gratitud. 

-—Señor  don  Enrique— replicó  el  anciano  con  orgullo-^ no 
quiero  socorros  de  nadie...  ni  los  necesito. 

Ei  semblante  del  banquero  destelló  en  este  solemne  instante  una 
espresion  de  gravedad  tan  severa»  que  Enrique  no  se  atrevió  á  in-^ 
sistir »  y  bajando  la  frente  recogió  la  cartera  y  miró  respetuosa- 
mente al  honrado  viejo. 

Este  le  dijo  con  dignidad : 

—  ¡  A'  Dios ,  señor  de  Bellaflor ! . . . 

Y  con  el  brazo  tendido  le  señaló  con  el  dedo  la  puerta  de  la 
sala.  El  marquesito  hizo  un  movimiento  de  acerba  desesperación. 

—Volveré...  le  salvaré  á  pesar  suyo— murmuró,  y  se  fué  pre- 
cipitadamente. 

Entonces  el  banquero  volvió  los  ojo^  hacia  su  joven  esposa* 

La  infeliz ,  oprimida  bajo  el  peso  de  su  dolor ,  yacía  pálida  y 
llorosa  en  una  silla ,  como  si  estuviera  próxima  á  perder  el  sentido. 

El  banquero  se  le  aproximó,  y  ella  cayó  arrodillada  á  sus  pies 
anegada  en  un  mar  de  lágrimas. 

El  anciano  la  levantó,  la  recibió  en  sus  brazos,  y  sin  hablar 


iacaoie  alguM  iniUntea»  cod  la  palma  de  aa  diestra  pnaila  «n  la 
megilla  de  la  desfealarada ,  dejó  que  llorase  eafareehaiidD  wcabeía 
contra  ^  corazón*  Ea  afoel  aonento ,  solo  en  aqael  nraaMoto  i# 
alteró  la  caUna  del  pobre  YÍejo. 

La  espresion  del  dolor  asomó  de  aa  mod^  korriUe  á  sos  fiM- 
cionea ,  y  mientras  coa  la  mano  derecha  estreciiaba  la  cabeza  de  sa 
esposa ,  pasóse  con  la  iaqiiierda  d  pañuelo  para  enjagar  el  oopkMO- 
y  glacial  sador  qae  manaba  de  su  calva  magestuosa, 

—Matilde — dijo  en  fia  con  inefable  dalzara-—  ¡  me  has  enga- 
ñado! ¿Y  por  qué,  hija  mia?  ¿No  sabes,  niña,  que  jamás 
drás  á  tu  lado  un  corazón  mas  lleno  de  indolgeBcia  y  de  afecten 
el  mió?  ¡ Pobre  Matilde  1  Tu  destino  ha  sido  marcado  maa  biea  por 
el  infortunio  que  por  la  culpa,  i  Cuánto  has  padecido  hoy !  ¿Por  qmk 
no  has  abierlo  tu  oorazon  al  aasigo  que  solo  le  pregamlaba  por  un 
nombre?  Este  amigo  te  hubiera  hablado  como  bahía  un  padre  áao. 
hija. 

—  ¡  Perdón  I  ¡  perdón  I  — balbuceó  la  joven  esposa.  -—Solo  Dioa. 
es  tan  bueno  como  usted ,  señor.  Mañana  lo  hubiera  dicho  tado. 

—  ¡Señor!  ¿Por  qué  me  hablas  asi?  ¿Por  qué  me  niegas  ta 
confianza?  Yo  no  te  culpo,  no  te  reprendo  nada ,  hija  mia«  ni  tengo 
motivos  de  queja •  Soy  ua  triste  anciano*. •  lú  eres  joven ,  linda», 
empieza  tu  existencia  cuando  la  mia  acaba...  Seria  una  locara  de 
mi  parte  ambicionar  tu  amor.  El  corazón  de  este  pobre  anciano  ae 
contentaba  con  tu  gratitud.  Por  eso  quise  protegerte ,  salvarte  de 
la  orfandad ,  de  la  indigencia ,  dejarte  el  fruto  de  una  larga  Tida 
de  afanes ,  hacerte  feliz ,  y  yo  consolar  mis  últimos  dias  con  el  pla- 
cer de  verte  á  mi  lado ,  y  amarte no  podia  merecer  otra  casa, 

verte  y  amarte... 

—No  me  hables  así.,  esposo  mió...  -—esclamó  Matilde  besando 


T  "SOS  amunm^^  í!f§ 

las  maoús  del  fmtrmo  viqo¿  Wiiüe  meraee  tiurto  autor  «orno 
tú..,.  Por  aso  qvierú  i(ue  *fiiaif.^..  ^m»  ao  me  «bcndme». . . .  '^flfíifi 
sería  de  esta  pobre  huérfana  síq'M  ppotaetort  t  BMoy  tan  inquie- 
ta I...  ¡  teogo  un  miedk)} 

— ¿  Es  cierto  que  Imes  «afñlaies  para  atender  á  tto^  compro-^ 
misos? 

— *Si»  Malikie. 

— ¿Quién  te  los  ÍHi  |iaaitado? 

—Un  amigo. 

-— ¿  No  me  «ngañ^s  ? 

— '¿  Ha  «eniido  «Ignaa  tise  ? 

-«-NmicBa^  es  verdai^  paro».. 

-^Tr^MqwUiitte ,  Upi  mía ;  Dina'  Ha  arirará  om  mÍBeñoordia  7 
te  hari  faKi. 

— I  Oh !  sí,  !•  aatél  in  lado.  Ya  naia  mAará  nueatfo  aosiego. 

Boy  he  coMcido lo  que  maracas,  y  nú  gralítad úki  amor  no 

teadrá  Uaaitaa*  ¿lia  peráomaf 

—Sí ,  Uja  asia^^d^o  al  «nobao  l^eaando  la  frente  de  su  aspen* 
sa— y  Dios  te  perdonará  también.  Ahora  qoa  estás  tfaHqoda,  per*-' 
mílema  ir  á  oondoir  el  armólo  de  mía  papeka.  Aoiéstate  y  duer- 
me feliz. 

~-N0  qoisicva  sapararma  da  ti. 

—Necesitas  dascaaso»  BlaliMa. 

— Naoesito  estar  á  tu  kidau»*  flieaspce ,  akaoipiie  á  t«  lado. 

— Bsla  noche  ne  pueda  ser.  |  A  Dios,  Matilde  t 

£i  haoquer#  abrazé  á  aa  esposa^  y  se Tetird  fmoípitadaBmrte.. 

MatíUa quiso  aeguiria,  y  al  llegar  ala  puesta,  ^ceflrdse  éala,  y 
se  oyó  flliaudí^  dft  un  aeasisp. 


aso  II.  PALACIO  DI  LQ8  CMÍMtMtB 

Matílde  se  arrodilló  alli  mismo,  y  elevando  las  manos  al  eielo  y 
derramando  torrentes  de  lágrimas,  permaneció  largo  rato  orando. 

Todo  era  osonridad  y  silencio. 

Todos  dormian  menos  el  banquero  y  so  esposa. 

Levantóse  Matilde»  enjugóse  los  ojos,  y  nuevas  ligrimas  vol* 
vieron  k  surcar  por  sus  cadavéricas  mégillas. 

Pensaba  en  su  esposo ,  en  las  tiernas  palabras  que  la  había  di- 
rigido, en  so  indulgencia  sublime,  en  los  nobles  sentimientos  de 
que  babia  hecho  alarde  durante  aquel  dia  fatal. 

Matilde  estaba  llena  de  asombro. 

Si  el  amor  en  el  corazón  de  una  mujer ,  puede  ser  victoriosa- 
mente vencido ,  es  por  la  emoción  que  le  hace  levantar  loa  ojos 
para  mirar  mas  alto  y  escita  en  ella  la  admiración  que  conmueve 
su  alma  y  la  inspira  sentimientos  de  nobleza  y  de  virtud.  En  este 
momento  aceptaba  Matilde  con  orgullo  su  destino  de  resignación, 
de  abnegación  de  si  misma;  aceptaba  los  sacrificios. 

Ya  no  era  la  dicha  lo  que  le  parecia  el  supremo  bien ;  era  la 
virtud ,  la  estimación  justamente  merecida ;  estaba  en  uno  de  esos 
momentos  de  entusiasmo  por  la  benevolencia ,  de  que  son  suscep- 
tibles los  corazones  puros. 

— ^Sí,  si,  mi  noble  esposo— esclamó  en  un  instante  de  anao- 
rosa  exaltación — vuelvo  á  ti  para  siempre.  No  mas  ni  un  solo  pen- 
samiento culpable  de  locas  esperanzas  y  desgarradoras  angustias. 
Yo  te  consagro  la  vida ,  la  vida  entera ,  esta  vida  que  tú  has  sal- 
vado. Si  como  tú  dices ,  prosperan  de  nuevo  tus  negocios ,  viviré 
i  tu  lado  tranquila  y  dichosa.  Si  la  fortuna  te  niega  sus  favores» 
procuraré  hacerte  llevaderas  tus  desgracias  á  fuerza  de  afanes. 
Cuidaré  de  tu.  vejez ,  te  ahorraré  mil  fatigas ,  mil  penalidadea ;  y 
mis  afectuosos  cuidados  te  harán  olvidar  nuestra  pobreza.  i.For» 


m  wvmLOr  T  mm  wmusoutí  W 

qué  te  Las  separado  de  mí  esta  noche?  Qoiero  Tnrirñempreá  tu 

ladb...  No  te  he  dicho  mm  todo* Id  qoe  siente  mi  ^titnd... 

En  este  momento  retembló  toda  In.oasa  4  iflipalso»  de  nna  de* 

tonacion  de  arma  defaego. 

Matilde  quedóse  inmóvil ,  estupefacta ,  trémula  toda  ella. 

No  se  atrevía  i  respirar. .•  •  no  se  atrevía;  á* mirará  ninguna 

parte. 

HidÑera  qnerido*  gritar ,  y  le  fiíltaha  la  voz. 

Hubiera  querido  huir ,  y  las  fuerana  la  habtan:  abandonado^ 

No  lloraba ,  y  jamás  habia  sufrido  tan  cruel  tortura. 

Por  último  9  le  parece  que  oye  pisadas  en  tomo  snyo....«.  cree 

qne  In  llaman.  ..^  que  las  puerta»  se  ainren...  qve  la  casa  se  llana  db 

geale qne  todos  voranaran  horrorízndoa  las  palabraa  ¡nmuttti 

¡suicidio!... 

Le  presentan  una  carta...  nnn-  onrt» ürigida  i:  eUak.« 

Reconoce  la  letra».. ••  ers de soi  marido......  ¡y  no»  la. abre  1  Ih 

guardia  en  smsk'  manos  abismada  em  frbrü  astnpor. 

Tbéoa  gritaa  qne  km  aqnel  papel.  .<. 

Le  abre  maqninalmnnte  y  anmantnn  el  general  estupor  las  sí- 

gniantes.Uneasr 

«{•A  Bios,  Ifntildel  yo  te  be  engañado  tansbien. 

.No  tange  la>  cantidnd  necesaria  para  evitaF  mi  mina ;  mafiana 

i  ftabrá  qnebmde  mi  casa  de  comercio. 

No  me  siento  con  fuerzas  para  sobrevirur  á  nñ  deshonra. 

¡  A  Dios !  perdóname  en  esta  instante  anpremo ,  como  perdono 

yoé  cnantoa  me  han  heíAo  algún  mal. 

Ttt  vida  empien  ahora  cuando  la  mía  acaba*;:  desde  las  lágii- 

nas  que  decramadíst  pon  este  pebre  viejo»  Dma  fuera  que  aeadí 

choso  tu  porvenir. 

T.  u.  36 


S82  IL  PALACIO  DI  LOS  CBÍMINIS 

Yo  te  estrecho  en  mi  corazón  y  te  bendigo »  hija  mia. 

Sí...  hija  mia ,  es  el  nombre  que  espresa  mejor  el  inmenso  afec- 
to que  te  he  profesado  siempre ,  y  es  el  último  que  quiero  pronua- 
ciar  como  el  único  consuelo  en  este  instante  de  tu  desventurado 

espOSO=FBBllIN  DBL  VaLLB.» 

Matilde  lanzó  un  chillido  agudo;  la  carta  se  le  cayó  dé  las 
manos. 

—  ¡Madre  mia!... •  ¡madre  mia!-* esclamó  con  desesperacioa 
— sin  duda  no  me  has  perdonado ! 

El  dia  siguiente  la  casa  de  don  don  Fermin  del  Valle  no  que- 
bró. El  marquesito  de  Bellaflor  habia  entregado  al  cajero  del  córner^ 
ciante «  en  billetes  y  oro «  una  cantidad  mucho  mayor  que  la  que  se 
necesitaba  para  atender  á  todas  las  obligaciones. 

Pocos  dias  después »  hizo  la  viuda  donación  de  cuanto  poseía  á 
las  casas  de  Beneficencia,  y  entró  en  una  santa  reclusión. 

En  todos  los  circuios  de  Madrid ,  y  particularmente  en  la  bol- 
sa, el  dia  siguiente  al  de  la  muerte  del  banquero ,  hablaban  los  ca- 
riosos con  admiración  del  desastroso  fin  de  aquel  anciano. 

A  todos  les  parecía  imposible  que  se  hubiese  suicidado  un  vie- 
jo respetable  por  sus  virtudes »  exento  de  pasiones  por  su  edad ,  sin 
enemigos ,  con  una  esposa  joven  y  linda  que  le  adoraba «  y  sus  ne- 
gocios en  un  estado  floreciente «  según  lo  bien  provista  que  estaba 
la  caja  de  su  despacho. 

¡  Cuántas  veces  engañan  las  apariencias  I 

¡  Cuántas  veces  envidia  el  que  vive  feliz  en  humilde  condición 
i  los  que  vé  rodeados  de  fausto  y  de  riquezas »  porque  se  figara 
que  aun  son  mas  dichosos  que  él ,  y  sin  embargo  gimen  bajo  el 
peso  de  la  adversidad  1 


BL  ?UBBLO  T  SUS  OPRESORES.  S83 

¡  Coán  acerba  no  seria  la  desventara  de  don  Fermín  del  Yalle* 
cuando  le  impelió  á  cometer  on  crimen ! 

Y  con  todo ,  este  crimen «  con  toda  su  enormidad «  era  hijo  de 
la  virtud. 

Don  Fermin  no  apeló  al  suicidio  estimulado  por  los  celos ;  se 
suicidó  porque  ya  no  podia  recibir  favores  del  hombre  á  quien  juz- 
gaba  su  rival. 

Le  habia  devuelto  el  dinero «  y  no  pudiendo  sobrevivir  al  es- 
cándalo de  su  quiebra ,  prefirió  matarse. 

Frisaba  con  la  edad  en  que  los  hombre  no  suelen  matarse  por 
una  mujer  infiel ;  pero  si  por  la  pérdida  de  su  reputación  y  de  su 
fortuna. 

¿Qué  será  ahora  de  Enrique? 

¿Qué  será  ahora  de  la  pobre  reclusa? 

No  tardará  el  lector  en  saberlo. 

Entretanto  reanudemos  la  marcha  de  los  sucesos  politioos. 


CAPITULO  XXIV. 


CAMPO  DE  GUARDIAS. 


El  gabinete  polaco  tenia  fundados  motivos  para  recelar  del  ma- 
riscal de  campo  don  Domingo  Dulce ,  segundo  cabo  de  Zaragoza ; 
y  para  relevarle  del  mando  que  ejercia  en  el  suelo  aragonés*  donde 
hacia  poco  se  había  malogrado  una  revolución  que  aquel  bizarro 
militar  no  habia  mirado  de  mal  ojo ,  conGóle  la  inspección  de  ca- 
ballería. 

Dulce  se  resistió  á  aceptarla ,  seguramente  para  mejor  disimu- 
lar sus  proyectos,  y  fueron  tan  reiteradas  las  súplicas  que  se  le 
hicieron ,  que  salió  al  Gn  de  Zaragoza  con  dirección  á  la  corte. 

Hemos  llegado  ya  al  día  28  de  junio  de  1854. 

La  situación  no  puede  ser  mas  crítica  y  azarosa  para  los  po- 
lacos ,  y  sin  embargo  se  esfuerzan  por  aparentar  la  calma  y  alegría 
del  que  está  seguro  del  triunfo. 

La  reina  habia  salido  para  el  Escorial ,  y  los  ministros  se  pro- 
metían pasar  en  el  real  sitio  un  delicioso  verano ;  mas  apenas  ha- 


EL  wmmo  T  «is  omioftis.  i  SÜ: 

bian  emprendiáo  la  marcha  para  jolciarse  éd  loa  grafea  taraat<ad« 
ministFa&ivaa,  habieran  de  ralrweder  á  Madrid  jnas  que  de  pnisa^: 
coD  las  anjpMlias  de  an  fliiedo  hornikle  en  «1  ceraaoou 

Sí  se  lubiera  pregwrtado  en  -aq^uel  momento  al  primer  eonie: . 
¿Tiemblas,  Luis?  estamos  seguros  que  su  respuesta  hubiera  sido, 
igual  á  la  qae>dió  Otélo  el  africano  A  su  aiaig^,  €tyo  temblard... 
estoy  muy  sosegado»  y  la  ira  fermeniába  en  aufeobo. 

¿Qué  te  ha  aobreveaído » infortunado  Saptorius? 

¿Te  ha  retirado  aa  confianza  la . influencia  secreta? 

¿No  necesita  ya  de  ta  cinismo  el  poder  «oculto? 

¿  Se  te  ha  espnlsado  del  palacio  de  da  oi^  de  las  Ac|ías  ? 

I  Estraño  contraste  I  la  angustia  que  se  vé  pintada  en  todos  los 
rostros  de  la  legión  polaca,  kace  resaltar  sobre  manepa  la  alegría 
qne  destellan  los  seaafalailtes  de  todos  los  madrileños* 

No  parece  kdo  que  haya  asooMidO'en  el  horizonle  poUtico  el  mt^, 
00  iris  de  la  esperanza  para  todos  las  Uberides. 

¿De  qmi  procede  este  fbaómono? 

¿Qué  ha  sucedido?  > 

Lo  esplicaitemos  ea  brevísimas  palabras. 

Dulce,  el  honrado  cuanto  valiente  general  Didce^.so  pretesto 
de  pasar  revista  i  las  fnerzaade  caballeria,  de  qoe  es  inspector  t 
ha  salido  de  Madrid  antes  de  rayar  di  alba. 

El  bizarro  corcmel  Echagüe  se  ha  unido  al  frente  de  su  regi- 
miento ,  con  la  caballería  de  Dulce ,  y  parece  que  no  volverán  á^ 
Madrid  sino  para  derrocar  la  tiranía ,  y  dar  un  abrazo  de  frater*^ 
nidad  al  pueblo ,  ¿  este  pueblo  que  solo  aguarda  ver  la  bandera 
que  enarbolan  los  sublevados  para  secundar  el  glorioso  alzamiento» 

La  deserción  de  Dulce  fué  tan  amarga  para  los  señores  corte-i»< 
sanos ,  que  al  sab^  en  al  Escorial  que  O'Oonaell  anompañado  de 


SM  SL'  PALACIO  DI  IOS  CftíUlflS 

los  generales  Ros  de  Olano  y  Mesina ,  se  había  colocado  i  la  cabe-^ 
za  de  las  tropas  qae  babian  salido  de  Madrid  con  su  denodado  cáa- 
dillo ,  fué  tan  heroico  y  éuhlime  el  miedo  de  aquellos  polacos,  qoe 
bobo  ataques  de  nervios ,  pataletas »  soponcios  t  J  hasta  una  muer- 
te repentina. 

El  anciano  don  Bonifacio  Gutiérrez ,  médico  de  cámara  ;  cajó 
en  un  letargo  que  puso  término  á  sus  dias. 

La  alarma  de  los  polacos  y  ^1  entusiasmo  del  pueblo  se  infla*- 
marón  á  un  mismo  tiempo  en  Madrid ;  y  el  terror  de  los  menos  j 
la  alegría  de  los  mas  subió  de  punto  coando  comenzaron  i  circo- 
lar  con  profusión  las  siguientes  alocuciones : 

«Españoles:  Después  de  los  comunes  errores  y  catástrofes  de 
1848«  natural  era  que  todas  las  naciones  de  Europa  se  entregase» 
al  reposo  fructifero  que,  escepto  en  especiales,  singularísimas  cir- 
cunstancias, proporciona  el  orden  público. 

Y  la  España  mas  que  otra  alguna ,  afligida  por  cincuenta  años 
de  rcYolacion  y  de  guerras  sangrientas,  fatigada  de  tantas  desdi- 
chas como  han  traido  sobre  ella  la  inesperiencia  de  los  bandos  po- 
líticos y  la  fatalidad  misma  de  los  sucesos,  forzoso  era  que  anhelase 
por  dedicar  al  aprovechamiento  de  sus  riquezas  desperdiciadas  la 
actividad  á  tanta  costa  adquirida. 

Ya  el  tiempo  y  los  desengaños  habian  dado  lugar  á  la  disóla- 
cion  de  los  viejos  partidos ;  ya  era  muerto  el  espíritu  de  exacerba- 
ción y  de  turbulencia  que  promueve  el  principio,  y  señala  el  desen- 
volvimiento de  todas  las  revoluciones;  acercábanse  unos  á  otros  lór 
antiguos  enemigos  dinásticos  y  políticos;  olvidábanse  recíprocos 
odios  •  confrontábanse  mutuas  esperiencias,  abríanse  por  si  propios 
los  cimientos  de  una  organización  definitiva «  que  siendo  la  últioaa 


IL  FUBBLO  T  SOS  OPBBSORIS.  997 

palabra  y  la  fórmula  postrera  de  la  revolacion  que  moria,  recc^íe.'r: 
ra  y  cifrara  eo  sí  lo  pasado  y  lo  presente «  tas  instituciones  vene?- 
randas  de  la  monarquía  y  los  caros  derechos  con^nados  em  la, 
Constitución  del  Estado. 

¿Cómo  surgió  de  repente  el  recelo  que  hoy  devora  Tuestroft 
ánimos? 

¿Dónde  nació  la  lucha ,  dónde  el  escándalo,  dónde  el  infortur- 
nio ,  que  ora  os  perturban  y  contristan  y  atergüenzan  ? 

¿Por  qué  hace  anos  que  camináis  entre  dos  precipicios,  el  uno 
de  los  cuales  es  la  anarquía ,  el  otro ,  no  menos  aborrecible ,  la  de- 
generación y  el  envilecimiento?  ) 

Un  destino  aciago  trajo  á  la  esfera  del  poder  la  ponzoña  mor- 
tífera del  agiotaje  y  de  la  inmoralidad  administrativa. 

Para  dar  por  alimento  al  lucro,  no  bastó  la  hacienda  én  ruinosas 
operaciones  devorada ,  no  los  intereses  actuales,  una  y  otra  vez  sa- 
crificados, hubo  que  echar  manó  de  la  hacienda,  de  los  intereses 
futuros. 

Y  asi  vinieron  los  arreglos  inconsiderados  de  la  deuda ;  así  las 
compensaciones;  así  la  grande ,  la  inaudita  inmoralidad  de  los  ferro- 
carriles. 

Para  acallar  la  justísima  reprobación  de  la  imprenta ,  un  de- 
creto ministerial  restableció  la  previa  censura ,  suprimiendo  la  li- 
bertad de  escribir,  que  concede  á  los  españoles  el  artículo  segundo 
de  la  Constitución  del  Estado. 

Para  que  las  Cortes  no  pudiesen  defender  la  fortuna  pública,  se 
interrumpieron  sus  funciones  esenciales  y  augustas ,  haciéndose  sin 
su  participación  compras  y  concesiones  injustas,  onerosas,  absur- 
das de  ferro-carriles ;  cobrándose  los  impuestos  sin  ser  votados  por 
ellas;  legblándose  por  decretos  sobre  materias  de  hacienda,  de  ad- 


nS  WL  PALAOiO  MI  fiOS  (BtelOB 

amiistracioD  y  de  poUtica;  reasumiendo  en  simia  el  poder  ejeciiti¥0 
entntos  derechos  j  deberes  señala  al  legislalivo  la  misaM  Gonstitm* 
cioB  áA  Estado. 

Y  exasperados  todavía  los  concusionarios  coa  laa  dUiciitadeB 
qae  ofrecien  á  sus  propáBitos  las  instítocíones  y  garantías  do  la  li- 
bertad política ,  imaginaron  despojar  de  ellas  á  la  nación  que  taato 
lutbia  hecho  por  conquistarlas»  y  al  trono  cuyo  cimiento  enuí  y  son, 
y  cuyo  única  amparo  habían  sido  en  las  tormentaa  de  una  larga 
Minoría  y  de  una  guerra  de  sucesión  encamisada. 

De  esta  suerte,  españoles,  visteis  sungir  de  nueyo  la  somfam  dU 
despotismo  (que  grande,  tradicional ,  Ustórica ,  haUais  ahuyentado 
años  antes)  primeoo  hipócrita  y  rastrera  en:  la  discusión  eélefire  de 
la  inviolabilidad,  después  siniestra  y  Tergonsosa  en  la  amnaaaa-  éd 
golpe  de  Estado* 

Desde  entonces  esté  planteada  la  cuestiona  presente.. 

Un  golpe  de.Estado  nacido  en  las  carteras  de,  los  agiotistas^  fian- 
mulado  en  una  conjuración  del  poder,  cuyo  móvil  era  la  codicia, 
cuyo  fin  era  el  despoja,  no  traía  á  la; nación  u»  problema  político 
que  resohrep,  sino  un  delito  común  que  castigar. 

La  iniquidad  del  principio  hacia  forzosa  la  iniquidad  de  las  oaa- 
secuencias,  y  era  natural  que  puestas  aparte  las  opiniones  poIBicas, 
recelasen  todos  los  intereses  legítimos,  que  las  nociones  de*  la 
no  y  de  lo  justo  se  creyesen  por  todos  ameoasadas ,  que  se 
sen  todos  los  espíritus ,  y  todos  los  españoles  se  aprestasen  á  la  lu- 
cha palpitando  á  un  tiempo  de  dolor  y  de  ira. 

I  Lucha  infeliz  en  que  los  hombres  de  la  inmoralidad  osan  ooai- 
prometer  al  trono  y  á  la  reina ;  al  trono ,  la  primera*  do  naestsas 
instituciones,  la  mas  firme,  la  mas  venerada ;  á^la  reina ,  qbe  taone 
de  sus  sAbdttos  las  mayofss  nmstras  de^  amor  qae^haya  skaanio 


H.  ioiBLo  T  SOS  anMsonoh  9Mf 

moiarca  alguno,  en  cvya  cuna  depositó  tantas  esipcranzas  la  iioarm-^ 
da  nación  de  Isabel  la  Católica  y  Bereagaela  1 

I  Lucha  basta  aqui  estérU,  españolas,  porque  «1  poder  ha  toma- 
do i  esoarnio  vuestro  patriotismo ,  ha  dado  al  desprecio  vuestra 
eopstancia^  y  el  suGrimieiito  lo  ha  tenido  por  aplauso ,  y  la  lealtad 
por  vileza ,  y  el  respeto  por  cobardía,  poniéndoos  hoy  en  trance  de 
empuñar  Us  armas ,  ó  prescindir  de  vuestras  propiedades  amenaza^ 
das ,  de  vuestros  derechos  políticos  desconocidos ,  da  vuestra  mis-7 
ma  dignidad  y  el  nombre  honroso  de  vuestros  padres ,  con  triste 
perseverancia  afrentados.  ^ 

A  nosotroi  que  damos  la  señal.,  á  nosotros  que  empuiamoe  los 
priineros  la#  armas,  nos  toca  decir  y  demostrar  amanta  virtud  ha«; 
beis  cjeroitado  hasta  aqpi  en  la  obediencia  i  cuánta  iniquidad  j 
cuánto  cinismo  habéis  hallado  «ntre  tanto  en  el  poder,  á  fin  de  que 
se  satisfagan  vuestras  conciencias ,  4  fin  de  que  se  fortifiquen.  vues<^ 
^os  ánimos^  á  fin  de  que  hoy  la  Europa  engañada,  mañana  el  mun- 
do, y  la  historia  imparcial  y  severa ,  os  hagan  justicia. 

No  bien  sonó  la  amenaza  del  golpe  de  Estado ,  se  estremeció  la 
nación  asombrada ;  y  cuando  el  ministro  Bravo  Murillo  qubo  darle 
hipócritas  formas  de  legalidad ,  las  Cortes  reunidas  le  condenaron 
sin  decirlo ,  siendo  la  primera  votación  del  Congreso  un  anatema 
anticipado  y  solemne. 

Pero  aqud  Congreso  fué  disuelto. 

Y  acudisteis  á  las  urnas  y  os  apartaron  de  ellas  la  fuerza  y  la 
corrupción ;  y  si  el  poder  cambió  de  agentes  responsables ,  no  re- 
nunció á  sus  malévolas  tendencias  y  propósitos ;  y  cuando  d  Sena- 
do ,  recordando  sus  altos  deberes ,  acudió  á  defender  la  legalidad  y 
la  fortuna  pública,  fueron  cerradas  de  nuevo  las  Cortes,  y  olvida- 
das en  la  venganza  la  inviolabilidad  constitucional  de  los  represen- 
T.  II.  37 


Í90  n.  PALAao  BE  íM  CñtmmwÉ 

taiites  de  la  nacioo ,  la  ioamovilidad  eseoeial  de  los  magistradotv 
las  canas  y  los  merecimientos. 

Nada  se  habia  logado  con  la  condición  estrecha  de  los  hombres 
qae  habian  pertenecido  á  diversos  bandos  políticos «  así  en  las  ímms 
electorales  como  «n  la  imprenta  y  en  la  tribuna ;  nada  se  logré  es 
adelante  con  retraerse  volantaríamente  de  los  públicos  empleos  Ion 
hombres  mas  caracterizados ;  nada  con  la  baja  tremenda  de  los  efec- 
tos públicos ,  hija  del  descrédito ,  de  la  desconBanza  t  del  pinico 
qne  engendraban  necesariamente  en  los  ánimos  atentados  tan  peli- 
grosos. 

Ni  faltaron  hombres  de  conciencia  qne  qnisieran  detener  al  po* 
der  en  la  pendiente  del  precipicio*  tomando  en  él  partieípack»  y 
aceptando  carteras  ministeriales ;  pero  penosos  desengaBos  dieroa 
por  ¡nútn  sn  tentativa ,  y  forzoso  foé  qoe  lo  recogiesen  entonoei 
hombres  como  los  qne  componen  el  actual  ministerio. 

No  es  fácil  qoe  esté  olvidada  sn  historia ,  porqne  es  la  historia 
de  pocos  meses  todavía. 

Comenzó  engafiando  y  traicionando  á  sn  antecesor;  procoró 
consolidarse  con  aleves  promesas  de  moralidad  y  de  justicia ,  tmtó 
de  destruir  la  oposición  política  de  las  Cortes,  ganando  á  precio 
de  destinos  públicos  á  sos  mas  importantes  campeones ;  quiso  luego 
arrancar  insidiosamente  del  Senado  la  cuestión  fundamental  de  loe 
ferro-carriles ;  y  cuando  vio  descubiertos  cus  amaños ,  desoídas  sos 
ofertas,  despreciadas  sus  amenazas,  quitóse  de  repente  el  mentiro* 
so  manto  que  le  cubría ,  y  apareció  tal  como  era  en  la  repugnante 
desnudez  de  su  inmoralidad. 

Ciento  cinco  Yotos  contra  sesenta  y  nueve ,  ciento  cinco  Tolos 
donde  se  contaban  los  de  los  mas  ilustres  grandes  de  Espafta  y  tí«- 
tulos  del  reino ,  los  de  los  generales  en  gefe  de  los  ejércitos  d»» 


IL  FiriBI.0  T  SUS  OriBSOiBS*.  IM 

ranle  la  locha  dinástica»  los  de  los  feoerables  veteranos  de  Tra- 
falgar  y  de  Cádix ,  los  primeros  de  los  magistrados ,  los  primeros 
de  los  capitalistas ,  los  mas  venerables  de  nuestros  sabios ;  ciento 
cinco  votos  I  en  fin»  la  flor  de  la  nación  y  la  gloria  de  la  patria, 
contra  sesenta  y  nueve  empleados  ó  dependientes  del  gobierno  fa- 
llaron que  la  gran  cuestión  de  moralidad  que  simbolizaban  los  fer« 
ro-carr¡!es«  no  debia  salir  del  Senado  ^  no  debia  ser  resuelta  á  gustq 
del  poder. 

Y  este  respondió  al  nuevo  y  solemnísimo  anatema  cerrando 
otra  vez  las  Cortes»  destituyendo  á  los  veteranos  y  magistrados»  in- 
soltando  y  difamando  al  Senado  mismo»  amenazando  al  pais  coa 
el  golpe  de  Estado»  dándole  en  fin*  sí  no  en  el  nombre  en  el  hecho» 
si  no  en  la  forma,  en  la  realidad  de  las  determinaciones. 

Ya  habia  osado  poner  la  mano  en  nuestras  leyes  civiles,  destru- 
yendo la  sustancia  de  nuestros  ftniiqoisimos  códigos ,  sin  autoriza- 
ción de  las  Cortes ;  no  hay  derecho  oi  facultad  judicial  ó  legislati- 
va que  haya  respetado  desde  entonces. 

Asi  el  principio  social  de  la  legalidad  ba  desaparecido  de  entre 
nosotros»  siendo  la  voluntad  de  los  ministros  ley  única. 

Así  la  seguridad  individual  ha  desaparecido ,  siendo  deportados 
sin  forma  de  juicio  los  ciudadanos  mas  respetables ;  otros  desterra- 
dos á  paises  estranjeros ;  muchos  obligados  á  ocultarse »  abando- 
nando sos  intereses  y  hogares. 

De  este  número  son  los  generales »  los  senadores»  los  diputados 
que  intentaron  ejercitar  el  derecho  de  petición  concedido  por  la  ley 
fundamental  á  todos  los  ciudadanos ;  los  escritores  que  osaron  guar- 
dar silencio »  á  tiempo  que  la  esclavitud  hacia  vil  el  aplauso, 

Y  entre  tanto  se  cobran  los  impuestos  sin  autorización  siquiera 
de  las  Cortes ;  y  para  remediar  las  consecuencias  necesarias  del  des* 


Í9f  ñ  rALAGio  ra  ios  cifninB 

crédito  y  la  alarma,  qae  tan  odiosa  política  ha  producido;  paríi 
atender  á  esa  denda  flotante  con  que  por  tanto  tiempo  se  ha  bvria*^ 
do  la  fé  pública;  para  encubrir  los  desfalcos  pasados  j  llevar  á  cabo 
nuevas  compras  de  ferro-carriles ,  j  para  nuevos  agios  j  negocios 
bursátiles ,  se  acaba  de  imponer  nn  semestre  mas  de  contribucicm 
forzosa  á  los  pueblos ,  buscando  la  ocasión  en  que  mas  fácil  aerní 
recaudarlo ,  pero  mas  funesta  también  su  recaudación,  que  inunda- 
ría para  siempre  en  lágrimas  nuestros  lugares  y  nuestros  campos. 

¿Hay  modo  de  negar  el  pagoT 

¿Hay  medio  de  impedir  tanta  funesta  iniquidad,  muerta  la  im* 
prenta ,  muertas  las  Cortes ,  la  nación  entera  en  estado  de  sitio, 
desterrados ,  ocultos ,  fugitivos  los  hombres  mas  importantes,  aisla- 
dos ,  abandonados ,  entregados  á  sf  propios  los  pueblos? 

Lo  hay,  pero  es  en  la  fuerza ,  en  las  armas. 

Y  si  quedan  en  España  espaSoies,  si  vive  la  nación  de  1808  to- 
davía 9  si  la  moralidad  y  el  interés  mismo  tienen  algún  influjo  som- 
bre vosotros ,  todos  os  levantareis  á  esta  voz ,  soldados  y  ciudada- 
nos ,  confundiendo  en  un  instante  á  los  opresores  miserables  de  la 
patria. 

No  son,  no,  nuestros  nombres  los  que  han  de  facilitar  este  gran 
propósito ;  es  la  moralidad ,  la  razón ,  el  derecho  c[ñe  defendemos. 

Soldados  son  los  que  han  derramado  su  sangre  por  la  libertad 
y  por  la  reina ;  hombres  políticos  que  han  procurado  en  diferentes 
partidos  la  gloría  y  la  fortuna  de  la  patría. 

Si  hoy ,  unidos  en  pensamiento  común,  acudimos  á  las  armas, 
no  es  porque  seamos  revolucionarios ,  sino  porque  lo  es  el  gobier- 
no ;  no  es  poniéndonos  fuera  de  la  ley ,  que  el  gobierno  está  fuera 
de  ella:  no  es  para  atacar  el  orden  público,  es  para  defenderlo ,  im- 
pidiendo que  se  destruya  en  sus  bases  permanentes,  esenciales,  éter- 


nas ;  DO  es  en  60 ,  por  traer  la  anarquía ;  es  por  estorbar  qne  desde 
la  cima  éet  poder  de^rre  \»  ééiraSas  de  la  nadan  y  empontone 
ans  Tenas  generosas,  7  amfBile  ss  naciente  actividad 7  sw  fnerza§« 

Todos  losespafioles  caben^d^ajo  de  esta  bandera  nacional,  so«* 
cial ;  para  etios  todos  la  gratitud  de  la  patria ,  la  eetimacíon  de  la 
Enropa  j  del  mundo,  la  justicia  eonstante  de  la  historia. 

De  nosotros  será  el  honor  de  haber  dado  la  sdla),  de  haber  co* 
menzado  la  empresa.  =a>LBOPOLiK>  ODoMmtir.srDonnieo  I>cc.ce.= 
Antoüiio  Ros  ns  OLAifo.=>iFBLnc  Maeía  nn  Hbssira.» 


«CruDABANos:  El  gobierno  ;cerronipido  y  corraptor  qne  ftn  n^ 
trajado  la  magestad  de  las  leyes  y  humillado  el  honor  del  país,  esti 
i  ponto  de  hundirse  bajo  el  peso  ée  la  execración  naoional . 

Los  hombres  honrados  de  todos  los  partidos  le  condenan :  él 
pueblo  indignado  de  sus  iniquidades ,  le  resenFa  un  ejemplar  cas- 
tigo. 

Los  dias  de  su  dominación  vergonaosa  no  bastan  para  contar 
por  ellos  sos  crímenes. 

Ha  barrenado  la  Constitución  del  Estado ,  atropellnndo  los  de- 
rechos de  los  ciudadanos ,  faltando  á  todos  los  sentimientos^  de  de- 
coro,  escarnecido  la  representación  nacional ,  cefrada  la  tribuna, 
encadenado  la  prensa ,  saqueado  el  Tesoro,  corrompido  las  con- 
ciencias, y  sembrado  en  el  pais  una  perturbación  profunda. 

Los  generales  que  han  dado  i  la  reina  un  trono  para  que  re>- 
'nira  eonstitucionahnente ,  los  hombres  amaestrados  eo  las  luchas 
"poHticas ,  y  los  escritores  independientes  están  perseguidos ,  exone*- 
Tados  ó  proscritos. 

Una  chusma  de  adrenedizos  se  ha  propuesto'  convertir  la  Espa- 
ña en  patrimonio  suyo ,  y  destruir  en  un  dia  la  conquista  de  cha- 


S9i  KL  PALACIO  M  LOS  GIÜHNU 

caenta  años  de  acciones  heroicas  y  de  sacrificios  geDerosos. 

Despaés  de  haber  arrancado  al  pueblo  cootribucioDes  enormes» 
DO  autorizadas  por  las  Cortes ,  ha  inventado  un  nuevo  impuesto 
que  ha  esparcido  la  miseria  y  el  hambre  en  las  provincias. 

Su  conducta  no  tiene  ejemplo  ni  escusa :  la  revolución  no  bro- 
ta en  las  masas,  no  sale  del  pueblo ;  parte  del  poder,  que  se  ha  co« 
locado  fuera  de  la  ley. 

No  se  trata  de  un  cambio  mas  de  personas ,  ni  de  una  revola-^ 
cion  de  partido ;  se  trata  de  la  unión  fraternal  de  todos  los  libera^ 
les ,  de  todos  los  hombres  de  probidad  que  quieran  poner  un  dique 
al  saqueo  escandaloso  que  hemos  presenciado  hasta  ahora  impa— 
sibles. 

Patriotismo «  unión  y  confianza :  con  estos  tres  elementos ,  la 
nación,  la  libertad  y  el  trono  se  salvarán^  y  alejareis  para  sieoipre 
el  triste  legado  de  humillación  que  de  otro  modo  dejariais  á  Vues- 
tros hijos. 

Solo  un  acto  de  energía  puede  poner  fin  al  reinado  de  las  arbi- 
trariedades y  de  la  inmoralidad. 

l^  patria  lo  espera  todo  de  vosotros. 

¡  A  las  armas ,  ciudadanos !  t ! 

ó  ahora ^  ó  nunca.» 

«Soldados  :  En  medio  del  dolor  que  causa  á  los  ciudadanos  el 
ver  rasgado  hoja  por  hoja  el  libro  de  la  Constitución  que  todos  he- 
mos jurado ;  en  medio  de  los  torpes  abusos  y  reprobados  manejos 
que  emplean  los  actuales  ministros  en  ia  gestión  de  los  negocios 
públicos ,  enriqueciéndose  ellos  y  desmoralizando  la  nación ,  preci- 
so es  que  os  dirijamos  nuestra  voz  y  os  recordemos  vuestros  de- 
beres. 


Las  armas  depositadas  en  taeslras  manos  no  son  para  sostener 
)a  innoble  pandilla  qne  ba  escalado  el  poder ,  y  qne  abusando  dd 
eseelso  nombre  de  la  reina,  eondnce  el  pais  al  precipicio. 

Saltar  al  trono  y  i  la  nación  es  vnestro  deber ,  y  para  com- 
plirlo  tenéis  qne  acudir  á  este  bonroso  llamamiento. 

El  pneblo  nos  espera ,  y  á  nuestro  lado  peleará ,  si  necesario 
fuese,  basta  concluir  con  los  enemigos  del  trono  y  de  la  reina  doña 
Isabel  II ,  i  cuyo  augusto  nombre  se  os  rebajan  dos  años  de  ser- 
vido. 

I  Soldados ,  tiva  la  Constitución ,  viva  la  rrina ,  viva  la  líber^ 
tadl» 

«SoLnADos:  La  patria  está  sirviendo  de  vil  juguete  á  un  go- 
bierno inmoral ,  unánimemente  maldecido  de  la  opinión  pública. 

Debiendo  ser  ejemplo  de  respeto  á  las  leyes»  las  ba  bollado  to- 
das, rasgando  con  mano  osada ,  desde  las  mas  antiguas  y  veneran- 
das ,  basta  la  Constitución  del  Estado ,  que  conquistó  con  su  sangre 
el  ejército. 

Escarneciendo  la  representación  nacional ,  obra  á  su  caprícbo 
sin  intervención  de  las  Cortes ,  para  robar  á  mansalva  á  los  pne- 
blos ,  olvidando  los  derecbos  mas  sagrados ;  tiene  puesta  una  mor- 
daza á  la  prensa ,  desprecia  los  servicios ,  negocia  con  los  empleos 
y  los  grados,  y  dispone  á  su  antojo  de  las  personas  y  baciendas  de 
los  ciudadanos. 

La  facción  que  rodea  al  trono  y  se  sirve  del  ejército  como  de  un 
instrumento  pasivo  de  opresión ,  se  ba  puesto  fuera  de  la  ley :  es 
preciso  libertar  de  ella  á  la  nación  antes  que  acabe  con  todos  los 
liombres  eminentes  del  pais,  que  son  sus  enemigos  naturales ;  antes 
que  desaparezcan  de  vuestras  filas  los  gefes  que  han  ganado  su 


puesto  en  ellas  oonssft  servicÍM^  paca.dar  logir  A  les  ÍAtrígoites 
q«e,  síft  valor  ni  íoteligeBcia »  se  valea  4el'  fisvor  ¿pan:  obtener  ipn^ 
dos  que  desfaonraa ;  aoies*  en  £o  t  fae  vaestiKis  padres^  abronadfif 
JA  de  coatribaoíoaea  monstroosas^  tengan  que  prív«r  de  pan  4  bus 
familias  para  cubrir  nuevo»  impuestos  estraordinariofr,  qne  acabu 
¿e  exigirse  ilegalmente  para  servir  de  pasto- i  la  codicia  y  al  pitlaje. 

Soldadoa:  lo  4|ae  exigen  de  vosotros  los  pueblos,  lo  que  oa  pí^ 
útíL  vuestros  padres,  lo  que  os  dicen  todos  los  generales  fpie  hav 
derramado  su  sangre  bajo  vuestras  banderas  para  echar  los  ciniieípr 
loa  al  trtioa  Gonstitucional,  no  es  que  os  sublevéis  á  la  vm  -de  un 
partido;  no  es  que  falléis  á  la  subordinación «  seducidos  para  eftCr 
vir  de  apoyo  á  planes  revolucionarios :  es  que  sostengáis  la  causa 
.de  la  justiciar  de  la  moralidad  y  de  la  libertad  contra  an  gobierno 
que  tiene  por  divisa  la  iniquidad ,  el  robo  y  la  tiranía*  > 

Responded  luego  i  los  clamores  de  los  pueblos,  á  las  súpUcas  de 
.vuestrox  padres,  cuyo  trabajo  no  baata  para  cubrir  las  malvenatr 
ciones  del  poder ;  a  la  voa  degeCes  en  quienes  confiáis  justamente^ 
y  que  os  llaman  á  las  armas»  como  el  único  medio  de  salvar  al  p^Ja; 
no  desoigáis  su  voz ,  porque  la  sangre  que  vertierais  caeria  sobre 
vuestras  cabezas. 

Acudid  pronto»  j  mereceréis  bien  de  la  patria ,  que  desde  luego 
os  rebajará  dos  anos  de  vuestro  penoso  servicio* 

Union ,  confianza  en  los  que  os  hablan :  el  triunfo  es  aegurou» 


Al  notar  el  entusiasmo  que  las  precedentes  proclamas » 
con  avidez ,  producían  en  el  pueblo ,  emprendióla  con  él  el  insen*^ 
sato  conde  de  Quinto ,  bizmando  las  esquinas  de  terroríficos  banrr 
dos,  que  solo  servian  para  escitar  la  befa  de  los  ciudadanos;  j 
mientras  en  el  palacio  de  la  calle  de  las  Rejas  aglomeraban  en  co^ 


IL  FUIBLO  T  SOS  OFBBSOBKS.  S97 

fres  los  tesoros  para  trasladarlos  al  regio  alcázar ,  sucedíanse  los 
consejos  de  ministros ,  entre  los  qoe  habia  en  Madrid ,  y  los  demás, 
prófugos  y  vergonzantes ,  regresaron  con  la  reina  aquella  misma 
noche,  que  como  de  verbena  de  San  Pedro,  tenia  la  calle  de  Al« 
cala  inundada  de  gentes. 

El  silencio  del  pueblo  dio  á  S.  H.  cierta  lección  elocuente  que 
recomienda  eficazmente  i  los  reyes  el  publicista  Hontesquíeu. 


T.  II.  38 


CAPITULO  XXV. 


LOS  POLACOS  EN  LA  AGONÍA. 


Desorientado  y  lleno  de  miedo  el  gabinete  polaco ,  ostentaba 
cierta  osadía  ridicula  muy  parecida  á  la  del  héroe  de  un  conocido 
saínete  que  lleva  por  titulo  El  soldado  fanfarrón. 

La  autoridad  superior  militar »  que  en  este  nuevo  entremés  re- 
presentaba el  papel  de  protagonista ,  dirigió  al  pueblo  la  sigaíenta 
alocución : 

«El  director  general  de  caballería  don  Domingo  Dulce,  poniendo 
por  obra  los  planes  de  conspiración  con  que  hace  tiempo  se  estaba 
conmoviendo  sordamente  la  tranquilidad  pública »  y  formando  bajo 
pretesto  de  maniobras  tres  regimientos  del  arma ,  cuya  dirección  le 
estaba  confiada»  ha  salido  de  la  capital  en  la  madrugada  de  hoy, 
junto  con  un  batallón  de  infantería  que  debia  marchar  á  relevar 
destacamentos. 


WL  ranto  T  so»  wnmm».  ÍM 

AI  Doticiar  ú  gobierno  oficialmente  al  público*  esta  eeeandalosa 
sedición «  á  la  que  parece  se  ha  nnido  algún  otro  gto«ral,  la  alica- 
ta la  confianza  no  solo  en  la  lealtad  de  las  tropas  de  la  guarnición 
qne  han  pemaiiecido  fieles ,  sino  tn  la  sensatez  del  pueblo  da  Ma- 
drid ,  estraüo  á  tMi  Tergoozoso  erfmeD. 

En  estos  momentos  y  por  doloroso  que  sea  presentar  en  se  des- 
nndez  á  los  ojos  del  pais  y  de  la  Europa  tan  negra  ajempio  de  ídh 
gratitud  y  deslealtad ,  no  Tacita  el  gobierno  en  apelar  con  noUe 
confianza  al  buen  sentido  y  pundonor  del  pueblo  de  Madrid :  que 
cada  cual  como  hombre  honrado  ponga  la  wtmno  en  su  pecho  y 
smtirá  el  horror  que  inspira  la  conducta  de  una  autoridad,  que  cu^ 
bierta  con  la  coofiawa  misma  que  en  ella  se  deposita,  y  abasando 
del  influjo  que  su  posición  le  da ,  mina  cautelosamente  y  penrierte 
el  espirita  de  sus  soboréinados  para  arrastrarloe  con  los  ojos  Ten- 
dados  por  la  subordinación  al  último  atentado  contra  las  kyes^  mas 
sagradas. 

El  pueblo  espaftól  esti  bastante  experimentado  en  retoloeiones 
para  no  conootr  que  un  morimtento  inaugurado  por  semejantes 
hombres  y  con  semejantes  mfidibs,  msíl  puede  conducirlo  al*  desar- 
rollo progresivo  y  al  completo  afianzamiento  ée  so  libertad  y  bie-* 
nestar. 

El  gobierno ,  apoyado  en  la  fidelidad,  de  las  tropas  y  en  la  leal- 
tad del  pueblo ,  tiene  completa  confianza ,  en  que  esta  obra  de  ini- 
quidad no  preTaleoeri  y  será  prontamente  castigada ,  sin  que  el  ve- 
cindario de  Madrid  tenga  motivos  mas  que  para  felicitarse  de  su 
juiciosa  eonducta ,  pero  si  algún  desgraciado  intenta  para  su  perdi- 
ción alterar  la  pública  tranquitidad  en  estos  momentos ,  tenga  en- 
tendido que  el  gobierno  será  inexorable  en  este  punto. 

Madrid  28  de  junio  de  1854.=Jüan  db  Lara.» 


300  U  FAUCiO  DI  LOS  GftÜIBHW 

A  la  precedente  tlococion  siguieron  los  decretos  qne  i  conli^ 
noacion  insertamos : 

«MiNiSTBiio  DE  LA  GUBaaA.=iteaI  decreio.s^La,  inaudita  desleal-, 
tad  del  general  don  Domingo  Dulce ,  que  abusando  ingratamente 
no  solo  de  su  autoridad  sino  de  la  confianza  que  me  habia  dignado 
dispensarle .  ha  conducido  á  la  insurrección  á  una  parte  de  las  fuer- 
zas cuya  dirección  le  estaba  conferida ,  debe  ser  tratada  con  todo 
el  rigor  de  las  lejres ;  vengo  pues  en  resolver  sea  exonerado  el  ge- 
neral Dulce  desde  ahora  de  todos  sus  empleos «  honores  y  conde- 
coraciones y  borrado  de  la  lista  de  los  de  su  clase,  sin  perjuicio  de. 
ser  juzgado  con  arreglo  á  ordenanza  si  fuere  habido. 

Dado  en  palacio  á  veintiocho  de  junio  de  mil  ochocientos  cua- 
cuenta  y  cuatro.=Esti  rubricado  de  la  real  mano.=El  minialro 
de  la  Guerra  ANsauío  Blaseb.  y^ 

«Real  ÓRDEM.=«Excmo.  Sr. :  Desde  el  22  de  febrero  últinoo ,  el 
tomar  medidas  escepcionales  con  motivo  de  lo  ocurrido  en  Zarago- 
za ,  tiene  dicho  el  gobierno  de  S.  H.  que  se  halla  decidido  á  soste- 
ner á  toda  costa  el  orden  y  las  leyes. 

Esto  mismo  repite  ahora  que  estalla  otra  rebelión  militar;  j 
para  sofocarla ,  evitando  que  nadie  la  secunde  ni  auxilie  á  los  qoe 
la  han  comenzado  ó  á  los  que  en  ella  se  mantienen »  ha  resuelto  U 
reina ,  de  acuerdo  con  el  parecer  del  Consejo  de  ministros  t  lo  si- 
guiente: 

1  •''  Manteniéndose  en  estado  de  sitio  toda  la  península  é  islas 
adyacentes,  la  autoridad  militar  reasumirá  el  mando  de  todo,  y 
por  consiguiente  lo  tendrá  sobre  los  demás  gefes  de  los  diferentes 
ramos  del  Estado. 


IL  PUKBLO  T  SUS  OPBBSOEIS.  304 

2.^  Se  establecerán  comisiones  militares  permanentes  en  las 
provincias  donde  no  existieren  ja. 

S."*  Dichos  tribunales  juzgarán  á  toda  clase  de  personas  que 
atentaren,  de  cualquier  manera  que  sea,  contra  el  orden  público, 
ó  que  habliasen  mal  de  las  autoridades  constituidas ,  ó  del  gobier- 
no, ó  de  la  sagrada  persona  de  la  reina  (Q.  D.  G.) 

De  real  orden  lo  digo  á  V.  E.  para  su  cumplimiento.  =»  Dios 
guarde  á  V*  E.  muchos  años.  =:Madrid  28  de  junio  de  1854-.= 
BLASER.=:Sr.  capitán  general  de » 

«REALES  DECRETOS.  =  La  descrciou  cometida  en  febrero  último 
por  el  teniente  general  don  Leopoldo  0*Donnell ,  conde  de  Lucena, 
produjo  mí  real  resolución  de  14 del  mismo,  dándole  de  baja  en  la 
lista  y  nómina  de  los  generales  del  ejército  español.  Los  indicios 
entonces  vehementes  de  su  crimen  de  conspiración  contra  el  Esta- 
do son  ya  un  hecho  consumado ,  y  el  general  0*Donnell ,  al  levan- 
tarse ayer  en  abierta  rebelión  ha  probado  su  deslealtad  y  alevosía. 

Doloroso  es  á  mi  real  ánimo  ver  una  y  otra  vez  repetidos  tris-: 
tes  ejemplos  y  castigos  de  generales  que  mi  magnanimidad  engran- 
deció para  que  guiaran  al  ejército  por  la  senda  del  honor  y  no  de 
las  sediciones  militares ;  mas  por  lo  repetidos  que  son ,  y  por  el  es- 
cándalo que  producen,  debe  ser  tanto  mas  inexorable  la  justicia; 
vengo  pues  en  mandar  que  don  Leopoldo  O'Donnell ,  conde  de  Lu- 
cena, sea  exonerado  de  todos  sus  empleos,  honores^  títulos  y  con-, 
decoraciones ,  sin  perjuicio  de  ser  juzgado  con  arreglo  á  ordenanza 
si  fuere  habido. 

Dado  en  palacio  á  veintinueve  de  junio  de  mil  ochocientos  cin* 
cuenta  y  cuatro.  =sEstá  rubricado  de  la  real  mano.=El  ministro 
de  la  Guerra  Anselmo  Blasbr.» 


M>  KL  PALACIO  ra  LOS  CtílOIflS 

«HaWendo  dispuesto  por  mi  resolución  de  1 5  del  presente  mes 
que  el  mariscal  de  campo  don  Félix  María  de  Messina  pasara  á 
la  ciudad  de  la  Gorufia  en  situación  de  cuartel,  y  este  general 
eludido  por  la  fuga  la  obediencia  á  mis  mandatos  para  tomar  parte 
criminal  en  el  dia  de  ajer  con  los  sublerados ;  Tengo  en  resolver 
sea  exonerado  de  todos  sus  empleos ,  honores  y  condecoracionei  j 
korrado  de  la  lista  de  los  de  su  clase ,  sin  perjuicio  de  ser  juzgado 
con  arreglo  i  ordenanza  si  fuere  habido. 

Dado  en  palacio  á  veintinueve  de  junio  de  mil  ochocientos  €in* 
cuenta  y  cuatro.=Está  rubricado  de  la  real  mano.=BEI  ministro 
de  la  Guerra  Anselmo  Blasbk.» 

«Vengo  en  exonerar  al  teniente  general  don  Antonio  Ros  de 
Olano  de  todos  sus  empleos ,  honores  y  oondecoraeiones ,  y  on  dis- 
poner sea  borrado  de  la  lista  de  los  de  su  clase ,  sin  perjuicio  de  ser 
juzgado  con  arregló  á  ordenanza ,  si  fuere  habido ,  como  reo  del 
erfmen  que  ha  cometido  al  abandonar  sus  banderas ,  uniéndose  á 
los  sublevados* 

Bado  en  palacio  á  veinte  y  nueve  de  junio  de  m9  ochocienloi 
cincuenta  y  cuatro.  =Está  rubricado  de  la  real  mano.  =  El  minia- 
tro  de  la  Guerra  Anselmo  Blaser.  » 

oEEALES  ÓRDENES.  =Excmo.  Sr.:  Por  la  comunicación  de  V.  E. 
de  esta  fecha  se  ha  enterado  S.  M.  con  mucha  satisfacción  del  leal 
comportamiento  del  capitán  gradaado  teniente  de  caballería  de  la 
Guardia  civil  don  José  Palomino,  gefe  de  la  linea  de  Aragón «  si* 
fuado  en  Torrejon  de  Ardoz,  que  ha  resistido  las  enérgicas  sugest- 
iones que  le  han  hecho  los  gefes  de  las  tropas  de  caballería  que  sa-*> 
lieron  sublevados  de  esta  corte,  y  que  ha  tenido  la  Grmeza,  sagaci-> 


EL  PDBBLO  T  SUS  OPRESORES.  303 

dad  «y  sangre  fria  soGeientes  desde  la  prisioB  en  que  le  oonstitoye^ 
ron ,  DO  solo  para  resistir  el  seguir  la  bandera  de  la  revuelta ,  sino 
avisar  á  los  puntos  inmediatos  para  dar  á  V.  E.  conocimiento  de 
lo  ocurrido;  y  S.  M.,  al  mismo  tiempo  que  ha  tenido  á  bien  pro- 
mover á  este  oGcial  al  empleo  de  capitán  de  caballería »  y  que  se  le 
inscriba  en  el  turno  de  elección  del  cuerpo  en  recompensa  de  su 
lealtad ,  se  ha  servido  Afpóaér  se  haga^piAttco  este  proceder  en  la 
Gaceta  oficial. 

De  real  orden  lo  digo  á  V.  E.  para  su  conocimiento  y  efectos 
consiguientes. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  anos.  =  Madrid  29  de  junio  de 
1854.=BLAS£R.=  Sri  inspector  general  de  la  Guardia  civil.» 

((La  reina  (Q.  D.  G.)  se  ha  servido  también  conceder  el  empleo 
de  segundo  comandante  de  infantería  al  capitán  del  regimiento  de 
Estiremaduru  do»  Miguel  Ferjaandes  y  -Sancha  €ia  lecpmpeMa  de  su 
lealtad  y  del  ^rvicío  pseslado  eo  la  mañana  del  4ia  de,  ^er ,  ha*? 
liándose  de  geC^dela  gaardia  de  prevendoQ»  al  evitar  une  .t^opai 
del  indicado  regiipienlo  fueran  sacadas  éi  la  fuerza  para  unirse  á 
los  sublevados ,  servicio  del  coal  ha  resultado  herido.» 


CAPITULO  XXVL 


BATALLA  DE  VICÁLVARO. 


El  29  de  janio  formó  toda  la  goarnicion  de  Madrid  en  el  Pra- 
do en  orden  de  batalla ,  j  no  tardaron  en  presentarse  en  carretela 
descubierta  la  reina ,  el  rey  y  la  princesa  de  Asturias. 

Mientras  doña  Isabel  II  revistaba  las  tropas ,  varios  agentes  del 
ministerio  repartían  con  profusión  entre  la  multitud  una  proclama 
calumniosa » llena  de  insultos  contra  los  generales  sublevados^  para 
probar  que  su  principal  objeto  se  dirigía  á  derribar  el  trono  ^  y  de 
esta  falsedad  evidenciada  por  todas  las  alocuciones  de  ios  insurrec- 
tos t  trataron  los  señores  ministros  de  eludir  la  responsabilidad  ha- 
ciendo aparecer  al  pié  de  semejante  calumnia  la  firma  sola  de  la 
reina,  como  para  dar  á  entender,  que  el  pensamiento  dominante 
de  la  proclama  en  cuestión  era  esclusivo  de  S.  M. 

El  trono  fué  siempre  un  parapeto  á  cuya  sombra  cometían  los 
polacos  todo  género  de  tropelías  y  desafueros. 


U  PÜIBLO  T  8D8  OPftISOftM.  306 

Para  comprobacioo  de  nuestro  aserto  bastará  pooer  ante  los 
ojos  de  nuestros  lectores  la  esposicion  sigaíente : 

«SeioEA:  Los  ^aérales,  brigadieres,  coroneles  y  demás  gefes 
qae  suscriben ,  fieles  subditos  de  V.  M. ,  llegan  á  los  pies  del  tronó 
y  con  profonda  veneración  exponen :  Qae  defendieron  siempre  el 
angosto  trono  de  V.  M.  á  costa  de  $a  sangre,  y  ven  hoy  con  dolor 
que  vuestros  ministros  responsables ,  exentos  de  moralidad  y  de  es- 
pirita de  justicia ,  huellan  las  leyes  y  aniquilan  una  nación  harto 
empobrecida ,  creando  al  propio  tiempo  con  el  ejemplo  de  sus  ac- 
tos una  fnnesta  escuela  de  corrupción  para  todas  las  clases  dd  Es- 
tado. 

Tiempo  ha ,  señora ,  que  los  pueblos  gimen  bajo  la  mas  dura 
administración,  sin  que  se  respete  por  los  consejeros  responsables 
de  V.  M.  un  wAo  articulo  de  la  Constitución :  lejos  de  esto  se  les 
vé  persiguiendo  con  crueldad  á  los  hombres  que  mayores  servicios 
bm  prestado  á  la  causa  de  V.  M.  y  las  leyes ,  solo  por  haber  emi- 
tido su  voto  con  lealtad  y  franqueza  en  los  cuerpos  colegisladores. 

La  prensa ,  esa  institueion  encargada  de  discutir  los  actos  admi- 
nistrativos y  de  derramar  luz  en  todas  las  clases ,  se  halla  encade- 
nada^ y  sus  mas  ilustres  representantes  ahogan  su  voz  en  el  des- 
tierro los  unos,  y  los  otros,  protegidos  por  dguna  mano  amiga^ 
viven  ocnltos  y  llenos  de  privaciones,  para  librarse  de  la  bárbara 
persecución  que  esos  hombres  improvisados  han  resuelto  contra 
todos. 

Los  gaálos  públicos ,  que  tantas  lágrimas  y  tanto  sudor  cuestan 
al  infeliz  cootribuyiente ,  se  aumratan  cada  dia  y  á  cada  hora ,  sin 
que  nada  baste  para  saciar  la  sed  de  Oro  que  á  esos  hombres  do- 
mina; asi,  mientras  ellos  lasegnran  su  porvenir  con  tantas  y  tan 
T.  II.  39 


306  KL-  PABAom  M  w9  atSmansí 

repetídM  exacciones ,  los  contribvyentes  veír  desaparecer  el'  resto 
de  sus  modestas  fortunas. 

Mas  no  para  aquí ,  señora ,  la  rapacidad  y  desbordamiento  de 
los  ministros  responsables ;  Uevan  ann  mas  allá  la  Teaaliáad  j  am- 
bición. 

Na  ban  concedido  ninguna  linea  de  ferro-carril  alfo  impo9- 
tante  sio  que  bayan  percibido  antes  alguna  crecido  sobvenoiett^:  bqí 
han  despachado  ningún  espediente,  sea  este  de  interés  general  é 
prirado ,  sin  que  hayan  tomado  para  sí  algnna  suma ;  j  hasta  los. 
destinos  péblicos  se  han  vendido  de  la  manera  ñas  vergiimo»^ 

No  ha  sido  tampoco  el  ejército  el  que  menos  humillaoionet  ha 
recibido ;  generales  de  todas  graduaciones  >  hombres  encanecidos 
ea  la  honrosa  carrera  de  las  armas ,  que  tantas  Teces  haa  pelando 
en  favor  de  su  reina,  tí  ven  en  destierros  ínjustifícsbles;  haciéodiü 
les  apurar  allí  hasta  el  último  resto  del  suftimienCo ,  y  presentan-^ 
doles  ár  loa  ojos  és  V.  M .  como  enemigos  de  su  trono. 

Tantos  desnanes,  seSora,  tanta  arbitrariedad,  ta»  innndiloni 
abusos  y  tanta  dilapidación ,  era  imposible  que  á  leales  espafioles  se' 
hiciera  soportable  por  mas  tiempo ;  y  por  eso  hemos  saltado  á  de- 
fender incolomes  el  trono  de  V.  M. ,  la  Constitución  de  la  meaar^ 
quía  que  hemos  jurado  guardar ,  y  los  intereses  de  la  naeion  en  Aa, 

Esa  es  nuestra  bandera ,  por  ella  Tcrteremos  nuestra  sangra» 
oomo  otras  veces  lo  hemos  hecho ,  si  el  actual  ministerio  se  empen 
3a  en  sostener  una  locha  en  que  toda  la  ilegalidad ,  todo>  el  erfneH. 
y  hasta  toda  la  sangre  que  pueda  verterse  serán  suyos  y  por  caos» 
de  ellos :  y  de  lo  cual  en  su  dia  el  pais  les  exigirá  estreeha  eoenta. 

Por  eso,  señora,  acudimos  al  excelso  trono  de  V.  M.  suplteán*^ 
dola  se  digne  tomar  en  consideración  cuanto  dejamos  respetuosa ■>' 
mente  espiiesto>  y  qae  eñ'  sa  virtud  se  digae  V.  M.  relevar  i  esoa 


JMinbreh  dd  «devad^  ^oar^  darCOMejanos  ^de  Ja  ^MiroBt  i  fUatUvyéor 
dMe»  isMiilroi  que  Henea  Ub  neeesidadeB  dd  peki  gr  atvaa  .1«$  Car- 
ies»  á  la  par  que  suspeüdip  Aa  «obraua  «dal  aiHio^  f^mw  que 

.     tdHf  aaii»  aeifirat  ios  desaM^áala  aackn^'qae  ao  dudamos 

ialea4opá  Y»  M.  ooBio  raioa  j  cmso  Kiadae,'i|ie  laAtas  pcnebas  4it>- 

i^e  drfan  i#  m  aagMta  ikMidaA  aa  Sntt  de  «aa  |ttlría  f  da  «a 

ejército  que  defendió  á  V.  M.  desde  la  cuná>QoaSaa  *viAas4a  4iS 

Jagos  y  da  4M  oompaftaros  de  araiai. 

(¡«anda  Diaa  dilatados  »oas  la  íÉsportaate  «vidli  ^  V.  M.^^ At- 
óala de  Henares  28  de  junio  de  1854.=sLeopoldoO'DonDelL3»Do- 
laiago  Abloe^svBsAntonia  fios  de  Olansue^^Falk  Jülaria  de  Meisina. 
«:9Ba£aal  de  Bchagüe^sarlaaquÍB  f  itoc.»rBageaia  MQaoa.»9ABl»- 
nio  Garrigó.=sIgnacio  Plana.=Juan  GaUardon.=  Ventura  EoBlaa. 
tiihap  Moríasly.=v=3José  Sevraaa.^s^losé  Marta  de  ]laralk)«=«=Ra- 
fo  de  Rnada>  niFelifn^Gkiofiér  de  £8piaBré=JMqmB  Mai«ii.*=Ba- 
SBon  Figaerea.c^Vioenle  Seraale».9«Jo8é  de  CiiiaohUla.ff^alDmo 
de  Yesty.«»filAiií}ae  SaiuL:=9jiUMa  Caenca  daLasHanfid  .Alaría 
Gómez.  =Domingo  Verdugo  y  ltfaiaíea.:»9Eaniqíie  del  fioaeu^^^AQ- 
tonio  Sagues.s:^raacÍBDo  *de  Uataris*aK:Fcíniaiide  María  Biimo.= 
Blas  de  Veíate.» 

Pero  volviendo  á  la  revista  ^ae  habia  pasado  la  reina  á  la  goar- 
■iciaQ  de  Madrid ,  tenia  por  objeto  iuiia  gran  sofemaidad* 

Tratábase  de  premiar  la  fideUdadá  las  desmanes  de  .la  polonia, 
y  como  sucediese  que  ua  lofioíal  y  rin  'Oabo  «estarbaseft  qae  sa  regi- 
imientOt  qae  era  el  ide  SiirmBadaraf  lMd>ie8e  aearchade  con  los  que 
ÉigÉiaoaa  al  «saUeaie  Colee ,  condecoré  la  retaa  oon  aa^prapia  mano 
álosdosibifrosi  préoiládoi^  deada  cayo  acto. ..  craecáai  Odis  lectores 


808  WL  PALAao  »i  LOi  aámatu 

que  86  mI? ó  la  siloacioD ;  pero  do  fué  asi ,  porqae  todo  el  nraado 
86  reia  de  aquella  regia  pompa ,  y  el  desarrollo  de  la  ÍD8iirreocioD 
tomó  desde  entonoes  proporcioDes  colosales. 

El  ejército  libertador  ocupaba  el  30  las  llaaoras  de  Vieálfaio  j 
aunque  estaba  escaso  de  infanteria  y  carecía  completamente  de  ar* 
tülería ,  era  acaudillado  por  ilustres  y  denodados  generales ,  y  los 
soldados  sentíanse  animados  por  el  entusiasmo  de  los  qoe  pelean  en 
defensa  de  la  libertad. 

Alentado  el  gobierno  por  la  superioridad  de  sus  foersas  numé- 
ricas ,  trató  de  hacer  un  alarde  de  su  firmeza  y  de  los  medios  de 
que  aun  podia  disponer. 

Contaba ,  en  efecto «  con  mucha  mas  tropa  y  de  todas  araiaa; 
pero  tropa  sin  deseos  ni  noluntad  de  batirse  contra  sus  henuanos  de 


La  Guardia  civil  era  la  que  inspiraba  mas  confiania  al  gobi 
no ,  y  siete  generales ,  entre  los  cuales  se  distinguia  el  ministro  de 
la  Guerra ,  andaban  y  venian  y  se  cruzaban  en  todas  direccionw 
con  cierto  aire  de  insolencia,  como  si  trataran  de  imponer  y  avasa- 
llar á  un  pais  recien  conquistado. 

El  pueblo  les  miraba  con  ira ,  y  bastó  su  actitud  sombría  y 
amenazante  para  qoe  desplegasen  por  do  quiera  ese  lujo  de  apara- 
tos guerreros  que  suelen  ser  las  mas  veces  el  emblema  del  espanto 
de  que  se  hallan  poseídos  los  opresores. 

Arrastraron  cañones  por  las  calles  varios  pelotones  de  artille- 
ros con  la  mecha  encendida ,  y  se  colocaron  en  todas  las  avenidas 
de  la  morada  de  la  duquesa  de  Riánsares. 

£1  gobierno  conocia  perfectamente  que  el  principal  objeto  de 
la  ira  popular  era  aquel  palacio  donde  la  codicia  cortesana  haUa 
cometido  toda  especie  de  iniquidades^  aquel  taller  horrible  de  veja- 


k 


B  nnBLo  Y  n»  ot anoa»*  3f9 

HieDes  coBtra  el  paeUo ,  aquel  templo  de  la  inmoralidad »  donde  el 
Becerro  de  oro  era  el  úoico  idoIo  que  merecía  los  imparo»  iaciéB- 
tos  del  crimen. 

Situado  O'DomieU  eo  Vicáharo,  poeblo  q^  di^ta  «na  legua  de 
Hadrid ,  paaó  re? ista  á  los  brillantes  escaadrooes  que  eofl|ponian  tn 
principal  faena,  y  eslavo  aguardando  á  la  guamioion  de  Madrid 
sufriendo  los  rigores  del  sol  en  uno  de  los  dias  mas  sofocantes  de  la 
canícula. 

Con  el  objeto  de  ver  si  las  tropas  de  Hadrid  hacían, algún  mo- 
vimiento que  revelase  hostilidad  ó  deseos  de  unirse  á.  los.  pronun- 
ciados, confió  0*Donnell  á  Pozo,  segundo  gefe  de  Estado  Major  de 
infanteria ,  la  comisión  de  hacer  una  descubierta  con  nna  sección 
del  escnadrdB  de  cazadores  de  Granada  mandada  por  el  capitán 
Poyales  y  otra  de  Almansa  bajo  las  órdenes  del  subteniente  don  Ra- 
món Colcbero. 

A  poco  rato  recíbi<^  seguramente  aviso  di  general  en  gefe  de 
que  se  divisaba  algunafnerza,  pues  dispuso  que  avanzasen  otras 
dos  secciones  de  AtoMÜisa  con  las  miras  de  cubrir  los  flancos. 

A  las  once  de  la  araiana  mandó  que  don  Fernando  Suarez  de 
Villapadiema,  capitán  de  Almansa,  saliera  al  frente  de  las  dossec-* 
clones  restantes  del  escuadrón  con  el  objeto  de  observar  los  movi* 
mientes  del  enemigo ,  y  prestar iifíoy o  á  los  punios  que  pudieran 
necesitarlo.  Emprendieron  estas  secciones  su  marcha  en  dirección 
al  arroyo  Abrofiigal ,  y  alU  encontraron  á  los  cazadores  y  lanceros 
que  anteriormente  hablan  salido  á  lás  órdenes  del  coronel  Pozo. 

A  medio  dia  eran  ya  bastantes  las  fuerzas  enemigas  que  sobre 
la  linea  se  hallaban ,  u  bien  no  babian  avanzado  aun  mas  que  las 
guerrillas  que  llegaron  á  colocarse  á  corta  distancia  de  sus  con- 
trarios sin  romper  el  fuego. 


'Mío  jmmaáMKO^m 

iMirúfU  del  ^\mmo^  MtndUUAas  ftr  «1  f «levaL  Bliiir» 
MiúÉro  jda  la  duna,  te  compoaiaa  da  4600  iafantat,  4»00  «ab«- 
Uofl  y  20  piezas  de  artillería. 

Ahroamn  for  ia  m  ■mrimiflila  dií  avainiv  «i  Iwa  coon  Iraü-* 
tai, ia i|M la fasádpé  al  fflnerai lea  yefie,  y  álaacnaloo  da  láliÉ^ 
ida-atanrié  aoa'gnenrilla  fle  aarakkiame.coa  áuao  da.aivoíar  da  «|i 
poMwmáiaeioaBadaMe  da  Granadla.  .v 

Entonces  mandó  el  coronel  Pozo  qae  la  sección  de  AAnflaaaa 
mandada  par  Goicheaa  ffieM  ana^oarga  i  dicha  gnerrilla,  y  aa  eje- 
«Irte  apn ian impeaaoea  deanado,  ^qoe  la  abUgaroo i  «tirana  pna- 
bipkadáoiailia;  nuis  aaaao  la  <i«ardía  aiail  fnotegia  á  Aoa  aanáir- 
nerae  y4Ma  eoetenida  par  na  aecoadroá  da  ViUaaiobaa,,atD9á  4ii 
Moeiontde  Alnmaia,  ^e  luó  defendida  á  lo  im  por  eljaapitaB  9aik« 
rea  4a  ¥ÍHapadierna  al  Araate  de  otra  aeacion  del  «aítma  cnan^  qlie 
hizo  retroceder  á  la  Guardia  civiL  >    .' 

Replagé  sos  idereas  el  capilaa  Snarai  por  ditpoiioiaa  dal  4Doro- 
oel  Paao,  y  váidas  á  «trasqne-habia  ooadneido  al  sitio  da  la  ladia 
el  capitán  de  Alosaasadon  Bbrkao  Elazaga,  formaroo  dns  f  oaá 
draaai  «scatae  y  emprendieron  la  retirada  ^MurosoaloDee,  con  As  io- 
teaóoa  de  atraerte  i  -otro  terrena  al  •eaeniign  y  dar  ing^ar  á  «gun  la 
dit isioB  se  aprestase  al  oombate. 

Coloed  el  enemigo  en  posición  eos  baterías  y  rompió  na  Mon- 
dísima faego  de  fnsil  y  de  artíUeria  contra  las  gnerrillas  y  aecdn- 
oes,  coa  lo  eoal  ni  siquiera  consígaió  hacerles  acelerar  la  rnaacha. 

El  ooninri  Planas,  gefe  de  Estado  Mayor  de  caballería,  qae 
acababa  de  llagar  acompañado  del  •comandante  don  Raman  f  igue- 
'Toa  y  el  lanienle  ooronel  de  Almansa  don  Jnan  lioriarty ,  .poeñrUo 
al  capitán  Suareí  de  Vülapadieraa  se  arnejira  da  flanee  aotma  ia 
artillería  con  un  escuadrón  á  fin  de  rebasarlas  y  aarlnr  la  aalimAi, 


KS^ífiano  FiiJií:o»intiis.i  311 : 

lo-qéeM  egteutó  co0la|nrOTflíttid.T  hiiarrtef<|Ét  íina^  {HÜgimefolo- 
TÍfliMiito  HNfriéM,  jemSm  á<  hi  diÉna  loé  citadidto  gtfeoy  eanihnKéúM 
ti% i«  dil«r?i» deproyoclfles  mortifeiM^ 

MMwe*«erácf«t  eoMignaádci-qiie  á  petat  á^tfmeot  far  BMrcfaal 
por  MooioMt  iMbüÉii  Mido  €0lre  líft  cokiiBM^  ▼•»!§  graoMd»»  noi 
esferinwnlá  fty  «v^ipciaB  na  allcfasianea  que  ba*  cpaa  oataiAiktieiitB  t 
prodoeiaiv  laa  bajai  sío  que  nn  solo  soMadoi  a» aoparaMidekaiiiD  qm ' 
en  lO' bífera  á  foriaaaoai  kr  Gomipeadía. 

Solo*  €Ott  esta  aeraaidad  é  kopavMéa  rehiagafoa  aqtteHoa  vsl-^* 
tientes  al  enemi^  f  lagrafwi' ooioearae  á  sa  retaguaaiiaí. . 

Creyendo»  al  geatnrf  Dakie  que  aata  faoraai  calalm  aoaipÉ— ¿ti- 
da,  poeitoá  la  oabaia  doK  paiOMr  escuadro»  deir  PrfiNÍpó  i  qneaeiM''^'^ 
dtÜaba'aif  biaarvoea{iilan:doii  MaiiMt  Aejot,  dkS  uaai  carga.  oRte 
caal  fué  herido  este  caliente  capitán^  y  le  mgmó  el  segupJb  eactuN*! 
drott  á  biaérdÍBMs  de  doaBfalckor  la.SiarravlIegaodo  haiÉa.l8t  mis- 
iMB  piasaa  de  arlüksvia  y  Idodda  perdió^  el  cabaHo  mU  úÜnDo*  ett-*« 

DispDso  innadiátaiiioBte  el  iatrépido  g eaeral  Daloe:  q«a  ka  ea-^ 
cnadronea  de  Ahmiisa;  OModadoa  por  los  capiflaiiés  Eleaa^a  f  Cihin** 
cbiDa  eargaien  k  hi'  aaliHaria  de  fraote  el  ano'  7  al  otri»  jpor  el  flan^ 
co ,  con  obj«flo  dka  arrafarsa  aabre  la  caballevfa  enenégi »  lo  f«e 
oonsígmó  arrailattd»  la  db  h  fitnrdia  eivil  qovaDsteoialaiafiíate- 
ría ;  pero  «a  mmadroo:  de  Vfllavioiosa ,  y  euando  mea  se  líaaajaabic 
de  alcanzar  una  completa  victoria,  ^ióaa  oortado  y  aaroHado  pori 
otro  escuadrón  del  Príncipe  que  mandaim  el  aapítaB«  don  laderico 
Soria  da*  Sania  Caos,  y  «taudíllando  la  carga  el  tenienta  dnraaiel  don 
Blas  de Vilhl0,  hiio ooaviMla  ptisíaiienM ,  enlfe  elloi Iraaoicialeií 
incluso  el  porta-estandarto^  y^todoadijenon:  qoe  se  paiaban';<  per» 
loa  treí  oSeiatoüe  fcigtgop  hH|gO'  deado  Vioálram». 


SIS  iL  FAuuao  M  iof  ainom 

Los  TalieDtes  de  Farnesío  eon  sa  digno  oorooel  d<m  AnUmio 
ría  Garrigó  al  frente,  dieron  la  segunda  carga  á  la  artillería  oon 
to  arrojo  qae  la  rebaMron  al  momento ,  pereciendo  en  eata  onrga 
el  dmodado  capitán  Letamendi ,  el  dd  regimienU>  de  carabiaoron 
del  Rey,  Povil,  y  gravemente  heridos  el  capitán  Castañeda,  el  sab— 
teniente  Mercadal  y  d  mismo  coronel  Garrigó,  que  cayó  dentro  da 
los  mismos  cuadros  enemigos  con  sn  caballo  acribillado  de  balaxoa» 

Dieron  igaalmeote  sos  cargas  con  inaudita  intrepidez  el  tenían^ 
te  coronel  don  Joan  Cuero  Diaz  y  los  capitanes  don  Fernando  Frai- 
re ,  don  Salvador  Casanova  y  don  Domingo  Busquet. 

También  cargaron  con  denuedo  el  regimiento  de  Borbon »  el  da 
Santiago  y  Escuela ,  y  con  una  serenidad  heroica ,  siempre  bajo  el 
fuego  de  las  baterías,  sostuvieron  los  movimientos  de  Famesio»  Al- 
mansa  y  Principe  de  caballería. 

El  regimiento  del  Príncipe  de  infantería,  cuya  ansiedad  por  bas- 
tirse en  vano  trataba  el  general  en  gefe  de  refrenar ,  receloso  da 
que  la  metralla  diezmase  la  poca  fuerza  de  á  pié  con  que  contabat 
desplegó  entusiasmado  sus  guerrillas  al  frente  del  enemigo,  y  avan- 
zando el  brigadier  Echagüe  agitando  un  pañuelo  blanco  en  la  ma— 
no,  foé  recibido  con  una  descarga  de  que  resultaron  heridos  el  eo« 
mandante  Morcillo  y  el  gefe  de  Estado  Mayor  Caballero. 

Emprendieron  por  fin  su  retirada  las  tropas  del  gobierno  y  el 
general  en  gefe  del  ejército  libertador  dejó  únicamente  en  el  cam- 
po dos  secciones  para  reconocerlo. 

Estaba  cubierto  de  caballos. 

La  pérdida  no  foé ,  sin  embargo ,  de  tanta  consideración  como 
debia  temerse  de  las  atrevidas  cargas  practicadas  contra  las  bateriaa 
qoe  vomitaban  la  muerte  por  veinte  bocas. 

Cien  hombres  escasos  fueron  los  que  quedaron  fuera  de  comba» 


itf  ooatáadQie  entre  loBqoe  perecienon.,  el  «api^o^de.  oir^l^iperos 
del  regioúentoidel  Rey,  BotíU.  y  .ri.lMiarro  Lftonigiidi,  ¿4  ^pieaJta-r 
llaroD  en  el  campo  del  honor  completamente  d^strasa4^JH>^i#  me-' 
trtUa. 

Eotre  lo6  beiidos  ae  cootabap  el  coroael  Garríi^,  eL^comandaiir 
te  HovcíUq,  el  gefe  de  Estada, Mayor' G^ller^,  los.  capitanes J&e;e$ 
y  CaitaSeda  y  el  aubtemeote  Mercadal  ^»e  nurúi  ea  Mf^rid  desr- 
pues  delidber  sufrido  coa  serena  i^esignacion. la. amp^tacipn  ide  uea 
pierna. 

El  triunfo  del  ejército  libertadar  .pii4o.«  sin  embai^go^  ler  tan 
completo,  qae  si  O'DonQeU.hQbieraaeipaídoá  Bl^^r  cumAo  preci- 
pitadamente emprendió  la  retirada,  babióraaeiáQilmeDte  apoderado 
de  Madrid ;  pero  el  temor  de  que  esta  prodiqera  m  ef^pect^cole 
sangriento,  que  siempre  trató  de  evitar,  le  contuvo  mdada.j.r|^ 
nuncio  á  unos  laureles  que  hubieran  sido  empapados  en  sangre  es-> 
pañola. 

No  hubo  pues  verdadero  triunfo  para  ninguno  de  los  bandos 
beligerantes ,  y  ambos  se  proclamaban  vencedores. 

Demasiada  se  habia  vertido  por  la  frenética  ceguedad  de  un  mi- 
nisterio que  moría  rabioso  y  estaba  á  la  sazón  sediento  de  sangre 
como  lo  habia  estado  de  oro  hasta  entonces. 

¡Con  cuánto  desprecio  miran  los  magnates  ambiciosos  la  san- 
gre del  infeliz  soldado ! 

¿  Qué  le  importaba  á  Cristina  (y  decimos  Cristina ,  porque  á 
sus  mandatos  y  caprichos  estaban  sujetos  los  hombres  que  á  la  sa- 
zón ocupaban  el  poder]  qué  le  importaba  á  esta  señora  italiana,  que 
los  soldados  españoles  se  matasen  unos  á  otros ,  si  de  este  modo  lo- 
graba prolongar  una  situación  agonizante? 

Pero  se  equivocaba  solemnemente. 
T.  II.  40 


344  A  TMLMOO  M  iOf  aÍMMKEB 

Aqodloi  alaitles  de  poder,  lejos  de  lofocir  la  ¡Morreocioa, 
exesperakan  loe  imnioe,  y  aliadian  combntübles  i  loa  anagoa  da 
general  eoDÜagracioii. 

Ambof  ejércitos  beligerantes  babian  emprendido  su  retirada, 
cuando  creyendo  la  división  polaca  ser  acometida  por  sos  Ta- 
lientes  adversarios,  entró  en  Madrid  en  el  bus  desordenado  y  ver- 
gonzoso tropel;  pero  apenas  los  siete  generales  se  vieron  dentro  de 
Madrid ,  procuraron  disimular  una  faga  que  el  pueblo  babia  pre- 
senciado, que  los  soldados  mismos  confesaban  ponderando  y  elo- 
giando A  valor  de  sus  intrépidos  enemigos. 

El  gobierno  tuvo  no  obstante  la  inaudita  avilantez  de  anunciar- 
se vencedor,  según  se  desprende  de  los  cbavacanos  partes  que  para 
vergüenza  soya  vamos  á  poner  en  cotejo  de  la  verídica  y  digna 
de  O'Donnell. 


^■^*" 


CAPITULO  XX¥IL 


TODOS  VENCEDORES. 


La  relacioÉi  de  O'Donnell  estaba  concebida  en  loe  decorosos 
términos  signienles : 

«Poesta  en  marcha  la  división  desde  Alcalá  á  las  tres  y  media 
de  la  mañana,  y  despaés  de  an  peque&o  descanso  en  Torrejon  de 
Ardoz ,  se  dirigió  por  el  puente  de  Viveros  sobre  Costada  y  Vicái- 
varo  á  la  vista  de  la  capital. 

Las  tropas  se  alojaron  ea  este  último  pnnto  basta  mediodía , 
hora  en  que  habiendo  avisado  los  pnestos  avanzados  la  aproxima-- 
cion  de  fuerzas  de  Madrid ,  se  formó  la  división  en  actitud  de  espe- 
rarlas. 

Aviso  sucesivo  de  la  retirada  de  dichas  fuerzas  y  su  nueva  apro- 
ximación ,  repetido  por  tres  veces ,  impulsó  al  general  en  gefe  á 
avanzar  en  columnas  hasta  darles  vista  para  obrar  según  aconse«- 
jasen  las  circunstancias. 


346  EL  PALACIO  DE  LOS  GRÍlIlim 

La  gaarDicion  de  Madrid  habia  salido ,  en  efecto ,  casi  en  sa  to- 
talidad ,  presentado  su  línea  sobre  la  carretera  de  Alcalá  desde  el 
convento  de  Atocha ,  donde  apoyaba  su  derecha  cubierta  su  espal- 
da por  las  tapias  y  alturas  del  Retiro. 

Partiendo  de  esta  base  fué  adelantándose  hasta  las  posiciones 
que  ocupaban  nuestras  grandes  guardias  de  caballería ,  á  cuya  pro- 
ximidad hizo  avanzar  algunos  ginetes  j  una  batería  sostenida  por 
infantería ,  con  objeto  de  arrollar  la  fuerza  del  escuadrón  de  caza- 
dores de  Granada  que  constituía  nuestra  primera  observación. 

Los  cazadores  de  Granada  estendidos  en  guerrillas ,  y  con  una 
sección  del  regimiento  de  Alnmnsa  en  reserva ,  se  batieron  en  reti- 
rada según  las  órdenes  del  Excmo.  Sr.  general  en  gefe ,  cargando 
con  oportunidad  y  bravura  para  no  dejarse  envolver. 

£1  movimiento  de  retirada  duró  sin  embargo  muy  poco  tiempo. 

Dos  escuadrones  amnerosoi  del  regimieato  de  Almanaa,  ade- 
lantándose á  sostener  la  posición,  amagaron  una  caiga  loberel 
flanco  izquierdo  enemigo ,  con  objeto  de  obligarle  á  cambiar  su 
frente,  retirando  á  avanzando  esta  ala  presentando  la  oportunidad 
de  cargarle  á  fondo. 

Entre  tanto,  loa  demás  cnerpos  de  caballerea  de  la  diviaias 
desplegaron  nuestra  línea ,  avanzando  en  columnas  cerradas  4  kt 
vista  del  enemigo  ^  qae  ocupaba  ya  las  altaras  al  frente  de  la  ven- 
ta del  Espíritu  Santo  y  arroyo  Abro&igal ,  y  desde  donde  empesa-* 
ron  á  disparar  sus  baterías  protegidas  por  los  cuadros  de  su  infaa-* 
tería.  La  caballería  contraria  se  situó  en  ambas  alas  de  su  linea* 

La  acción  se  empeñó  sobre  noestra  isquierda  por  una  carga  que 
la  caballería  enemiga  amagó  á  los  escuadrones  de  Almansa »  qoe 
faé  rechazada  por  otra  mas  vigorosa  con  que  estos  repelieron  é  U» 
ciei^on  retirar  desordenadamente  al  enemigo. 


Eo  üte  mooitoto^  y  tratando  de  apro?ediar  el  éxito  da  las 
cargas  de  AhttaMa>  el  regimiente  dd  Príooipe  oargó  suoeiívaiaeMo 
0011  sus  dos  fríoiMoa  esonaároMS  á  b  ariUerla  j  masaa  de  ínfa»» 
teria  del  ala  iziptierda  de  los  eaemtgoa»  Hegaado  i  las  bocas  da  loa 
cañones ,  que  después  de  haber  dirigido  sos  balas  rasas  y  graii4daa 
Qoneertada  so  ponteria  foinre  aMsIras  coluasoas»  reeibier4Mi  sutme- 
tralla  á  pocos  pasos  la  aodmotida  do  nuestros  carabineros, 

.  El  Prínoífo  bnUeca  toamdo  sin  oasbargo  la  ariiUerta  é  cuy^ 
pieías  no  b  iospidid  lUgor  al  doalroso  do  la  netraUat  ñ  bs  nasal 
de  infiínterfa'  qm  ba  apoyabe»  ioiactas  y  aknUdas  con  b  fiíeraa 
de  so  posicioBf  y  aabniras  fsItaB  de  foego  no  bobiesea  opoesto  i 
las  aobradat  fbs  de  noortroa  escnadrooes  no  dilovio  do  babs^ 

La  retirada  naUsral  do  los  dos  esooadrooea  del  Prineipe  part 
rehacerse  ^  tmé  aprorechada  oporlonaapoaie  por  otros  dos  enemi- 
gos r  de  VUbviciosa  y  b  Goardia  úvú^  que  se  bnsaron  en  ao  se-r 
gnimieoio.  Bsto  babalbrb,  sin  embargo »  fué  leebaaada  en  b  mi- 
tad de  su  carrera  por  los  dos  oscoadrones  del  Príncipe  3.^  y  A:""  %iie 
b  arrollaro|i  acuchillando  á  su  mayor  parb  y  admitiendo  en  sos 
filas  gran  número  de  soldados  de  Yibmiosa  eoo  el  estandartOi 
que  Tolvíerou  sqs  bnzaa  Ibmándose  amigos. 

Una  carga  repetida  por  estos  misflone  esouadrones  dio  Iqgar  á 
que  el  porla-estandarlo  do  Vübficiosa  y  algooos  individuos  mas 
de  su  cuerpo  9  que  solo  se  habbn  «nido  al  considerarse  prisiones- 
ros  ,  volviesen  á  marcharse  ínoorpor¿ndose  á  los  enemigos. 

El  sangriento  efecto  de  bartillerb»  que  con  b  seguridad  de 
no  ser  ofendida  por  nuestra  Cslb  de  esta  arma  habb  estudbdo  y 
aprovechado  impunemente  eomo  blanco  los  pechos  de  nuesti^os 
sedados  9  acabrando  la  acción,  Uso  bniar  nuevamente  á  b  carga 
al  regimiento  de  Farnesio. 


Sf  S  H.  PAuao  DI  LOS  afiniuBi 

Sa  coronel  herido  y  prisionero ,  un  oficial  moerto  y  varios  ofi- 
ciales y  soldados  heridos  á  la  boca  misma  de  los  ca&ones ,  atesti-* 
goan  el  arrojo  desplegado  en  estas  cargas  donde  nuestros  grito» 
de  vita  la  reina  y  la  Constitución  han  sido  sofocados  por  las  deto- 
naciones y  la  metralla  enemiga. 

Repetidas  cargas  de  este  mismo  cnerpo,  de  los  de  BorboBf 
Santiago  y  Escuela  de  Caballería ,  han  debido  convencer  á  nnes-' 
tros  enemigos  en  la  acción  de  VicAl? aro  de  que  el  sentimiento  qaa 
inspiraban  aquellos  vivas  no  se  apagaba  sino  con  la  muerte  en  él 
coraton  de  nuestros  bravos.  La  infantería ,  aunque  en  menor  nú- 
mero que  la  caballería,  el  dia  de  la  acdon ,  y  entrando  en  eUa  eo^ 
mo  parte  accesoria  por  las  condiciones  especiales  dA  combate »  ao 
ha  rayado  mas  bajo  en  biiarría  que  nuestra  caballería. 

El  regimiento  del  Príncipe ,  con  su  bravo  brigadier  puesto  i  ki 
cabeca ,  debe  estar  satisfecho  de  la  honra  que  ha  conquistado. 

Los  soldados  visoftos ,  los  oficiales  recien  salidos  del  colegio  ém 
una  y  otra  arma «  han  recibido  al  lado  de  los  veteranos  su  bauti»* 
Ino  de  sangre ,  no  dejando  lugar  á  hacer  distinción  especial  en  lé 
parte  de  gloria  que  á  todos  ha  cabido. 

Los  generales,  los  gefes  y  oficiales  sin  cuerpos,  los  mismoi 
que  tenían  plaza  y  colocación  determinada  en  los  de  la  división,  no 
contentándose  con  dispotar  la  primacía  en  lanzarse  al  enemigo ,  ae 
han  reproducido  en  todas  partes  presentándose  siempre  á  la  cabeá 
de  los  escuadrones  en  sus  cargas  sucesivas. 

El  teatro  de  la  acción  ha  sido  digno  como  la  causa  es  noble. 

La  capital  de  la  monarquía  que  ha  oido  nuestras  aclamaciones^ 
ha  presenciado  cómo  se  bateo  por  la  reina  y  la  Constitución  los 
soldados ,  á  cuyo  frente  consideraré  siempre  como  un  honor  haber^ 
me  encontrado.=LBOPOLDo  O'Donivell.» 


ML  HnOLO  T  SUl  OFBKSOftBS,  849 

El  parte  de  Lara  estaba  redactado  como  sigae : 

CM1KI8TBA10  DB  LA  GUBERA.asCapitaDfa  general  de  Castilla  U 
Naeva.caEstado  Mayor. ==^Exciiio.  Sr.:  Segan  las  órdenes  que  to?o 
V.  E.  á  bien  comanicarme  para  practicar  no  recoDOcimieo^o  sobre 
los  sublevados,  lo  veriGqoé  en  la  mañana  de  hoy  con  tres  batallo- 
nes y  algnna  caballería,  estendiéndome  hasta  la  venta  del  EspfritE 
Santo,  pero  sin  observar  mas  que  algunas  avanzadas. 

Las  nuevas  instrucciones  que  V.  E.  me  mandó  y  avisos  llegados 
después  me  hicieron  reunir  una  división  compuesta  de  siete  batallor 
nes  á  las  órdenes  del  general  director  del  cuerpo  de  Estado  Mayor 
conde  de  Vistahermosa ,  dos  baterías  rodadas ,  dos  de  montaba ,  el 
regimiento  de  caballería  de  VíUaviciosa,  el  tercio  de  la  misma  arma 
de  Guardia  civil  de  este  distrito ,  y  algunos  carabineros ,  con  cuyas 
fuerzas  me  adelanté  á  nuevos  reconocimientos  hasta  las  alturas  que 
median  entre  el  pueblo  de  Yicálvaro  y  el  arroyo  Abroñigal  don- 
de se  presentaron  bastantes  fuerzas  encubiertas,  aunque  retirándose 
constantemente. 

En  estos  momentos  fué  cuando  V.  E.,  como  sabe  muy  bien,  se 
presentó  en  el  campo. 

Escalonadas  mis  fuerzas  y  marchando  siempre  de  frente  hasta 
las  indicadas  alturas ,  mandé  romper  el  fuego  sobre  las  masas  ene- 
migas, las  cuales  siguieron  en  retirada  hasta  las  posiciones  que  do- 
minan el  mismo  pueblo. 

El  combate  estaba  presentado  y  al  parecer  aceptado ,  por  lo 
que  dispuse  la  formación  en  una  línea  de  masas  por  batallones  de 
los  regimientos  de  Valencia  y  Reina  Gobernadora ,  con  una  batería 
rodada  y  dos  de  montaüa.  seis  compañías  de  cazadores  mandadas 
por  el  brigadier  Santiago,  con  tres  mitades  de  caballería  de  la  Guar- 


CM  iL  VAucio  M  íMs  MJmwm 

día  civil,  componian  la  vaiíguardia  sobra  al  eamioo  de  Vícált aro:  la 
izquierda  se  apoyaba  en  el  de  Alcalá,  mandada  por  el  teniente  ge- 
neral don  José  Luciano  Campnaanoy  director  general  de  artillería , 
eompueata  de  on  batallón  de  ingenieros  y  ana  hateria  rodada ;  lA 
reserva»  mandada  por  el  mismo  ^neral ,  eonstaha  de  tres  hataUcM> 
nes  de  los  regimientos  de  Gnenca,  Valencia  y  Estremadam,  con  ma 
katería  de  mentaBa. 

Dorante  los  mo? imtenlos  preparatorios,  trató  el  enemigo  de  eB*^ 
ircílver  varias  veces  nuestra  icqaierda  destacando  algmMa  escua- 
drones, y  por  último  se  presentó  en  dos  fuertes  oolvmnas  de  ciacb 
i  seis  escuadrones  cada  una,  con  el  frente  de  escuadrón  y  amagmi» 
do  toda  la  estension  de  la  Unea;  pero  dirigiendo  mas  principahMB'^ 
te  su  ataque  al  centro  donde  se  hallaba  una  batería  rodada. 

Inmediatamente  se  rompió  el  fuego  por  las  compañías  de  caza«* 
dores,  lo  cual  no  impidió  el  qne  una  coluasna  de  las  dos  enemigal 
cargase  á  fondo  á  la  referida  bateria,  llegando  á  cincuenta  pasos  de 
sus  bocas,  donde  fué  recibida  con  una  descarga  á  metralla  y  por  él 
fuego  compacto  de  una  compañía  de  cazadores  de  la  Retna  Gobar» 
iiadora,  mandada  por  el  sereno  capitán  Pino,  y  de  los  batidlones  de 
Valencia  y  Reina  Gobernadora;  ios  escuadrones  fueron  deshecboay 
dispersados,  siendo  á  su  vez  cargados  en  seguida  por  un  esoaadron 
de  Villaviciosa ,  qne  adelantándose  demasiado  y  viéndose  envuelto 
por  la  segunda  columna  de  caballería  enemiga ,  logró  replegarse 
variando  de  dirección  y  colocarse  detrás  de  nuestra  izquierda;  acto 
continuo  mandé  adelantar  compañías  de  oasadores  para  descompo- 
ner la  reorganización  qne  empezaban  á  verificar  los  escuadrones 
dispersos ,  baciendo  entrar  en  línea  al  regimiento  de  Cuenca  á  in 
de  que  apoyase  con  mas  vigor  esta  operación. 

Esto  no  obstanile,  los  escuadrones  se  rehicieron  y  dieron  difia- 


n  MrnM  t  sos  omsoosw  3lt 

Fenles  cargas  en  toda  la  linea ,  da  la  qoe  ftienpre  faercm  recbaza- 
do6,  y  ear^m  después  por  las  tres  mitades  de  la  Guardia  cWil. 

Desesperados  los  soblevados  por  la  iaspoDeute  y  terrible  actitud 
de  los  cuadros  de  nuestra  vigorosa  iofaoterfa ,  7  por  la  seguridad 
7  sangre  fría  de  nuestros  bravos  artilleros,  mandados  por  el  distin- 
gnído  capitán  Berrueta»  se  vinieron  con  todas  sus  fuerzas  sobre  d 
centro,  donde  se  bailaba  su  codiciada  batería ,  7  cargando  con  ri- 
gor, dejándolos  llegar  basta  veinle  pasos  de  las  piezas,  como  todas 
las  tropas  de  la  línea ,  foeron  entonces  metrallados  7  rotos ,  pasan- 
do segmdameote  por  los  flancos  de  la  batería ,  donde  se  hallaron 
con  el  nutrido  fuego  de  los  cuadros ,  que  no  pudieron  romper ,  7 
ante  sus  bayonetas  quedaron  completamente  deshecbos ,  dejando  el 
campo  cubierta  de  cadáveres ,  armas  7  caballos ,  para  huir  en  la 
mas  pronunciada  derrota. 

Emprendieron  después  su  retirada  hasta  mas  allá  de  Vicálvaro, 
lomando  algunos  escuadrones  la  dirección  de  Torrejon,  y  aun  cuan- 
do fueron  nuevamente  retados  por  el  fuego  de  los  cazadores ,  que 
hizo  retirar  á  sus  primeros  tiros  á  dos  compañías  del  batallón  su- 
blevado del  Príncipe,  con  su  ex-brigadíer  á  la  cabeza,  no  quisieron 
aceptar  el  combate,  7  entonces  dispuse  replegar  todas  mis  fuerzas 
sobre  la  capital ,  caando  7a  tenia  d  enemigo  á  bastante  distancia, 
como  lo  veriGqné ,  retirándome  por  escalones  hasta  la  puerta  de  Al- 
calá. 

La  pérdida  de  los  sublevados  ha  debido  ser  ma7  grande ,  7  sus 
escuadrones  han  quedado  desorganizados :  sobre  el  campo  he  visto 
algunos  oicides  muertos  entre  los  de  tropa;  7  el  ex-coronel  de  Far- 
nesio ,  Garrigó ,  con  otros  oficiales ,  algunos  heridos ,  7  bastantes 
soldados  7  caballos  han  sido  hechos  prisioneros. 

La  nuestra  no  puedo  en  este  ■K>mento  decirla  con  seguridad  á 
T.  u.  41 


3i9  EL  PALAaO  DE  LOS  GAÍlONU 

V.  E.;  pero  la  creo  insigDÍGcante,  y  quizá  no  Ilegae  á  30  beridoi. 

Qaedo  en  dar  á  V.  E.  parte  detallado ,  lo  mas  pronto  posible, 
para  que  S.  M.  pueda  apreciar  mejor  los  servicios  de  cada  uno; 
pero  sin  perjuicio  de  que  así  suceda ,  es  mi  deber  nombrar  con  la 
mayor  distinción  y  elogio  á  los  generales  don  José  Luciano  Gam- 
puzano  y  conde  de  Vistahermosa ,  á  los  brigadieres  don  José  San- 
tiago ,  don  Francisco  Garrido  ,  don  José  Herrera  Garcia ;  al  coro- 
nel del  regimiento  infantería  de  Cuenca  don  Antonio  Márquez ,  al 
de  caballería  de  Villaviciosa  don  José  Rubio  Guillen «  y  al  Ezce* 
lentísimo  señor  duque  de  Gor,  teniente  coronel  del  regimiento  Reti- 
na Gobernadora,  que  mandaba  el  batallón  de  su  cuerpo  en  la  Unea^ 
del  mérito  de  todos  los  cuales  en  general  y  de  cada  uno  en  partica» 
lar»  nadie  puede  ser  mejor  juez  que  V.  E.,  que  tan  inmediatamente 
presenció  esta  función  de  gnerra. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  Madrid  30  de  junio  de  18&4. 
ssExcmo.  Sr.sBsJuan  de  Lara.=sEzcmo.  Sr.  ministro  de  la 
Guerra.» 

Pero  la  relación  verdaderamente  estrambótica  tanto  por  su  cho* 
carrero  lenguaje ,  como  por  la  avilantez  con  que  en  ella  se  mentía, 
fué  la  que  el  insigne  conde  de  Quinto  mandó  Gjar  en  las  esquinas. 

Decia  asi : 

«Al  pueblo.^- Los  sublevados,  con  el  sangriento  desengaño 
que  recibieron  ayer  en  los  campos  de  Vícálvaro ,  siguen  retirán- 
dose desconcertados  y  sin  plan  ni  pensamiento  fijo :  Alcalá  de  He- 
nares se  encuentra  completamente  abandonado  por  ellos :  todos  los 
puntos  que  ocuparon  ayer  en  todas  las  cercanías  de  esta  corte ,  se 
hallan  en  las  mismas  circunstancias;  esta  mañana  han  cortado  el 


BL  FUSILO  T  SCS  0PBB80EI8.  ftfS 

camino  de  hierro  de  Aranjaez  y  so  telégrafo :  han  hecho  alto  en 
Valdemoro :  Tiven  en  una  continua  alarma ,  y  so  fatigada  tropa  se 
emplea  únicamente  en  descobiertas  y  esploraciones. 

No  son  estos  los  únicos  síntomas  de  la  triste  posición  en  qoe 
por  momentos  se  Ten  somidos. 

Los  soldados  y  gefes »  qoe  sorprendidos  por  las  órdenes  del  ex*- 
director  de  caballería ,  marcharon  obedeciendo  á  la  disciplina  mili- 
tar y  se  afiíresurarán  á  restituirse  i  las  banderas  de  su  reina  y  de  so 
patria ,  qoe  solo  engañados  y  sin  conocimiento  podieron  abandonar 
algonas  boras :  hoy  se  han  presentado  on  comandante  y  un  tenien^ 
te  de  Santiago :  mas  tarde  el  capitán  cajero  del  cuerpo  con  fondos 
del  mismo ,  que  fiel  y  honradamente  ha  entregado  en  las  cajas  del 
Estado :  otro  subalterno  y  varios  soldados  han  venido  después. 

Todos  ellos  contestes  reclaman  el  perdón  de  la  reina  por  un  er^ 
ror  en  qoe  no  ha  tomado  parte  ni  so  corazón  ni  so  entendimiento* 

Ayer  se  negaron  estos  bizarros  y  fieles  soldados  i  entrar  en  ona 
acción  qoe  no  podian  menos  de  mirar  como  un  crimen  y  una  ale^ 
vosía;  todos  sus  compañeros  de  regimiento,  según  aseguran,  es- 
tán animados  de  los  mismos  deseos ,  y  van  siguiendo  unos  tras 
otros  su  noble  ejemplo. 

Todas  las  provincias  continúan  en  la  mas  profunda  calma,  es* 
citando  al  gobierno  para  que  disponga  de  las  fuerzas  que  las  guar- 
necen; segaras  las  autoridades,  asi  civiles  como  militares,  déla 
lealtad  y  espíritu  pacifico  de  los  pueblos  de  sus  respectivos  dis- 
tritos. 

Estas  son  las  únicas  y  positivas  noticias  del  dia. 

Creo  de  mi  deber  comunicároslas  para  que  no  logren  desasose- 
garos con  invenciones  y  patrañas  los  que ,  nuevos  ojalateros ,  y  sin 
contemplar  á  lo  que  se  esponen ,  siguen  empeñados  en  propalar  es- 


9U  WL  FALACaO  91  LOS  ClílBlVBS 

pecies ,  ensueño  solo  de  so  impotencia  y  de  sus  malas  pasiones. 

Sí  otra  fuese  la  situación  de  Madrid  y  de  sus  cereanias , 
tras  autoridades,  que  no  consienten  se  os  engaae  inicaaoMnte ,  ■• 
os  lo  ocoharian ,  porque  la  cavsa  del  trono  j  de  la  iomensa  ma- 
yoría de  los  españoles  no  necesita  para  prevalecer  de  las  vedadiB 
é  innobles  armas  de  la  falsedad  ni  del  disimulo. 

Bladríd  i***  de  julio  de  1854.=Bl  coimE  de  Oointo. 

Después  de  haber  leido  el  precedente  y  Teridico  relato  del  eK— 
celeatisiffio  seíor  conde  de  Quinto «  estamos  tan  coavenoidos  de 
^•e  la  ¥Íetoría  estuvo  de  parte  del  gobiereo  ee  los  campos  de  Yi- 
«cÜTaro*  que  nos  proponemos  entonar  un  himno  de  alabanza  el 
inmortal  Longioos ,  principal  héroe  en  aquellos  momentos  ^  de  lii 
Henea  Uen  ponderada  poiaquería ;  pero  este  homenaje  de  nuestra 
admiración ,  requiere  otro  estilo  mas  risueño ,  y  proceraremoa  em- 
plearlo nmbrero  y  divertido  para  solaz  de  nuestros  lectores »  en  la 
descripción  de  algunas  faeañas  que  oscurecen  las  mas  renombradas 
del  CsoÉoso  hidalgo  manchego. 

¡  Inmortal  Cervantes !  préstanos  tu  elocuencia  para  cantar  condD 
es  debido  el  sin  par  dennedo  de  tantos  gigantes  y  Qeijotes  oooio 
germinan  en  la  nueva  Polonia. 

Concédenos  un  destello  de  tu  festivo  numen ,  para  escribir  ai* 
quiera  un  capítulo  que  sea  digno  de  los  héroes  cuyas  proezas  desea- 
mos consignar  en  la  presente  historia ,  para  que  llenen  de  asombro 
y  esciten  el  entusiasmo  de  las  gentes  coetáneas  y  de  las  generacíe^ 
nes  venideras. 


•  t§y  Qw<§^>»»^^^>»D^^»*- 


\r  '» 


CAPITULO  xximi. 


LA  LANZA  DE  LONGINOS. 


¿Quién  vos  mete ,  dijo  el  Cid, 
en  el  Consejo  de  guerra , 
fraile  Pairado ,  á  vos  agora 
la  vuestra  cogulla  puesta? 

— ¿T  agora  en  vct  ide  oogidk , 
cuando  la  ocasión  se  ofrezca  p 
ae  «alai^  la  odada 
y  pondré  al  caballo  espuelas. 

—  Para  fügir  ,  dijo  el  Ofl, 
podrá  ser ,  padre.,  c|ae  sea , 
que  ñas  ét  aceite  que  aatagre 
manchado  el  hábito  muestra. 

ROVAKCERO   DEL   CB>. 


Et  magnifico  «spectácD lo  «p»  ofrecian  lasUaHinras  de  Vioálwre 
ocupadas  por  los  valientes  del  ejército  libertador,  donde  lodo  tc^ 
piraba  d  sagrado  «atimafiaio  ^ne  h  noUe  «ana  de  fai  libertad 
despierta  -y  rma  en  Jos  coraaMcs  f  enereaos ,  íanaiAm  na  ieoiitra^ 
le  «ngalar  ooi  «et  rtdicalo  y  apayasado  panorama  (fae  leak  á  la 
\ista  el  pueblo  de  Madrid  en  su  recinto. 

Sa^a  el  inpeitémta  Oaiato  pabikande  aipidiaB  baadoa  tan 


3S6  ML  PALACIO  DB  LOS  GRÍMINBS 

célebres  por  lo  bien  escritos  como  por  lo  decoroso  de  so  lenguaje. 

Entre  Quinto ,  el  Heraldo  y  la  Gaceta  habíase  abierto  al  parecer 
ana  solemne  competencia ,  y  cada  cual  ambicionaba  el  lauro  de  es- 
cederse en  su  dignísimo  afán  de  infamar  á  los  generales  suble- 
Tados. 

Cada  palabra  de  estos  tres  órganos  de  la  situación ,  era  uoa 
lindeza  que  podia  arder  en  un  candil. 

Los  epítetos  de  cobardes,  rufianes,  bandidos  y  otros  de  este 
jaez  eran  los  continuos  piropos  que  se  prodigaban  á  los  ilustres 
caudillos  del  ejército  libertador. 

Aquí  vienen  de  perilla  otros  versitos  del  Romancero  del  Cid: 

Non  es  de  sesudos  homes , 
ni  de  infanzones  de  pro, 
facer  denuesto  á  un  íidalgo 
que  es  tenudo  mas  que  vos. 

.  Pero  ¿  no  babia  periódicos  independientes ,  objetarán  sio  duda 
mis  lectores,  que  se  lanzaran  también  á  la  liza  en  defensa  de  la 
verdad? 

La  verdad ,  amados  lectores  mios ,  era  género  de  contrabando 
en  aquellos  aciagos  tiempos ,  y  no  contentos  los  polacos  con  haber 
puesto  mordazas  á  la  prensa  periódica ,  quisieron  hacer  una  nueva 
alcaldada  prohibiendo  terminantemente  la  publicación  de  todos  los 
periódicos ,  esceptuando  los  que  entonaban  himnos  de  alabanza  al 
ínclito  ministerio. 

Este  golpe  de  la  alta  escuela  política,  fué  la  primera  haziAa 
del  capitán  general  de  Madrid  don  Juan  de  Lara ,  que  reasnmia  en 
su  omnímoda  autoridad  todos  los  poderes,  por  hallarse  la  coronada 
villa  en  estado  de  sitio. 

Entre  otras  de  las  chocheces  de  la  vetusta  Güe$ta ,  los  eslnpen- 


IL  PUEBLO  T  SUS  OPEBSOEBS.  3S7 

dos  decretos  qae  nuestros  lectores  han  saboreado  ya »  de  la  exone- 
racioQ  de  los  generales  sublevados ,  causaron  en  el  público  una  pro- 
funda sensación...  de  risa,  que  no  habia  mas  que  ver. 

Entremos  en  la  cuestión  principal. 

Desde  el  amanecer  anunció  el  estrépito  marcial  de  las  bandas 
militares  que  habia  una  gran  novedad. 

Siga  nuestro  buen  Romancero : 

Al  arma ,  al  arma  sonaban 
los  pifaros  y  alambores ; 
guerra ,  fuego ,  sangre  dicen 
sus  espantosos  clamores. 

No  tardó  el  pueblo  en  saber  que  el  ministro  de  la  Guerra ,  el 
conde  de  Vistahermosa  y  otros  caudillos  salian  de  la  corte  para 
esterminar  i  los  foragidos. 

(cNo  vi  á  quedar  títere  con  cabeza»  decian  las  gentes  en  tono 
de  chunga ;  pero  bien  considerada  la  cosa  no  habia  motivos  para 
reir ,  porque  al  fin  y  al  cabo  se  trataba  de  una  espedicioo  diabóli'" 
ca ,  y  se  habia  conferido  el  mando  de  ella  á  los  siete  pecados  capi- 
tales. 

Siete  9  nada  menos  que  siete «  como  hemos  dicho  ya  en  el  an- 
terior capitulo ,  eran  los  generales  que  mandaban  las  fuerzas  espe- 
dicionarias. 

¡  Lo  que  puede  el  entusiasmo ! 

Siete  eran,  siete ,  los  hijos  del  trueno. 
Siete  eran,  siete,  y  ninguno  era  bueno. 

La  vigilancia  interior  de  Madrid  quedó  encomendada  á  gran 
parte  de  la  Guardia  civil ,  á  la  Guardia  municipal  y  algunos  pelo- 
tones de  los  regimientos  que  iban  á  dar  la  descomunal  batalla. 

Quedó  una  fuerza  de  reserva  en  el  Prado ,  se  cerró  la  puerta  de 


aS8  U-  PALACIO  DB  LOS  GRÍJUENIS 

Alcalá ,  U»  pronto  como  hubo  salido  el  ejéreito  diabólico  con  los 
siete  pecados  al  frente ,  y  todas  las  altaras  de  las  imaediaciaMi 
quedaron  coronadas  de  centinelas. 

Todo  este  aparato  militar ,  con  el  cnal  parecía  se  ^jpuiíera  im- 
foner  al  vecindario ,  no  biio  mas  que  cscitar  so  cnriosidarf ;  por 
manera  que  la  inmensa  multitud  que  afluyó  sobre  la  hetmoMi  calb 
ya  citada  y  sobre  todas  sus  avenidas ,  solo  puede  tener  iinn  exacta 
comparación  con  la  que  acorre  al  mismo  sitio  en  una  siesta  de 
toros. 

No  tardó  en  oirse  el  nutrido  fuego  de  la  fratricida  lucba  ^  y 
aquella  espresion  burlona  que  hasta  entonces  se  había  observado 
en  todos  los  semblantes  de  los  espectadores ,  cambió  de  repente  ci 
destellos  de  ira  comprimida ,  en  ansiedad  que  agitaba  acerbamente 
los  ánimos  de  los  patriotas. 

Serian  las  cinco  de  la  tarde,  cuando  un  gacetín  estraoi^inario 
del  gobierno  anunció  que  las  tropas  de  la  reina  habían  dcanali 
una  completa  victoria  sobre  los  rebeldes. 

Los  pobres  ciegos ,  como  gentes  que  nunca  ven  las  cosas  brii 
su  verdadero  punto  de  vista ,  suelen  entusiasmarse  en  favor  del  m 
vence ,  sin  que  deje  de  haber  algunos  con  vista  de  Hnce  que  baca 
otro  tanto....  los  ciegos,  como  digo,  iban  desga&itándoae  porte 
calles  de  Madrid,  pregonando  la  gran  batalla  qüb  AcanA  mtt* 

NAR  EL  GOBIERNO. 

También  vienen  aquí  de  molde  otros  versos  de  igual  procedes- 
cia  que  cantan  \o  siguiente : 

Cuando  los  reyes  se  pagan 
de  falsías  TalagUeñas, 
mal  parados  van  los  suyos, 
liiQñ^o  mal  les  viene  cerca. 


U  PDIBLO  T  SUS  OPRKSOKKS.  3S9 

Sobre  el  de$caro  coa  qoe  mentian  los  polacos ,  hace  el  aatbr  de 
la  Revolwion  de  julio  ciertas  reflexiones  tan  identificadas  con  naes* 
tras  creencias »  que  no  queremos  privar  de  ellas  i  nuestros  lectores. 

«Si  Sartorius  y  sus  cómplices  tuviesen  conciencia ,  dice,  sobre 
ella  pesariá  toda  la  sangre  que  se  derramó  en  la  batalla  de  Vicálva- 
ro ,  no  precisamente  por  lo  mucho  que  contribuyó  su  reprobada  y 
desastrosa  política  i  provocar  la  sublevación ,  sino  por  lo  innecesa- 
rio y  completamente  inútil  que  era  para  ahogarla  aquel  memorable 
hecho  de  armas »  que ,  atendidas  las  fuerzas  con  que  contaban  las 
dos  partes  beligerantes,  no  podia  tener  un  resultado  definitivo. 

Las  enormes  masas  de  caballería  que  formaban  principal  y  casi 
elclusivamente  el  ejército  de  O'Donnell ,  si  bien  careciendo  de  ar- 
tillería y  casi  de  infantería  volvian  muy  difícil  so  victoria ,  estaban 
i  cubierto  de  una  derrota  decisiva. 

Por  esta  razón,  y  para  evitar  catástrofes  que  á  nada  conduelan, 
puesto  que  no  modificaban  en  lo  mas  mínimo  la  posición  respecti* 
va  de  los  dos  ejércitos ,  0*Donnell ,  siempre  magnánimo ,  no  qui- 
so empeñar  la  acción ,  y  no  hubiera  habido  choque  alguno  si  los 
valientes  que  se  hallaban  á  sus  órdenes  hubiesen  sido  como  él 
dueños  de  sí  mismos  y  reprimido  su  deseo  de  batirse. 

Dícese  que  este  deseo  fué  mas  bien  un  arranque  de  ira,  propio 
de  corazones  honrados,  producido  por  la  presencia  al  frente  de 
los  batallones  del  gobierno,  de  algunos  gefes  que  habian  empeñado 
su  palabra  á  favor  de  la  insurrección. 

Pero  ya  hemos  dicho  que  el  gobierno  necesitaba  dar  un  punto 

de  partida  á  las  mentiras  que  tenia  de  antemano  dispuestas  para 

desalentar  á  las  provincias ;  quería  que  sus  mentiras  fuesen ,  como 

suele  decirse,  hijas  de  algo,  y  otra  esplicacion  no  tiene  el  partido 

que  tomó  de  hostilizar  á  los  sublevados. 

T.  if.  42 


330  EL  PALACIO  »  ÍM  Oltalf» 

El  medio ,  como  se  vé »  teaia  casi  tao  poco  dé  ingeirioso  como 
de  decente ,  si  bien  no  negamos  qae  los  resultados  inmediatos  fae-- 
ron  para  él  satisfactorios. 

Goosignió  en  realidad  ahogar  momentáneamente  el  entusiasmo 
general  bajo  d  peso  de  sus  embustes ,  y  ocultando  la  rerdad  de  los 
hechos  hasta  á  las  mismas  autoridades  á  quienes  comnnicaba  sus 
partes,  dio  origen  i  que  algunas  de  estas  mismas  antoridádes, 
que  esperaban  para  manifestarse  propicias  á  O'Donnell  ó  al  go- 
bierno» haber  consultado  las  probabilidades  de  victoria  que  tente 
cada  uno ,  tomasen  imprudentemente  j  antes  de  tiempo  una  restv-* 
kicion  definitiva  que  las  comprometia  para  lo  sucesivo. 

No  era  este  segnramenle  el  objeto  del  ministerio ;  no  trataba  ila 
hacer  soltar  ¿  sus  dependientes  prenda  alguna  que  les  compróme*» 
tiese ,  pero  desconfiaba  de  ellos  ^  porque  demasiado  sabia  él  de  que 
especie  de  gente  se  había  valido  para  organizar  su  administración, 
y  por  otra  parte  se  haUaba  en  una  de  aquellaa  situaciones  afaro- 
sas  en  que  los  que  ocupan  el  poder  recelan  hasta  de  si  mismoi« 

Cuando  los  gefes  de  las  provincias ,  engaitados  por  los  partee  j 
comunicaciones  del  gobierno ,  creyeron  que  la  empresa  del  gene* 
roso  O'Donnell  se  habia  frustrado,  la  anatematizaron  de  mil  omh* 
dos,  sintieron  redoblarse  su  ministeríalismo ,  y  se  permitieron  adi- 
cionar con  nuevas  mentiras  las  que  hablan  recibido. 

Desgraciadamente ,  oomo  el  uno  no  habia  previsto  las  adicio- 
nes del  otro ,  se  notaron  muy  pronto  contradicciones  tan  irreoen-» 
ciliables»  que  el  pueblo  empeió  á  comprender  la  fiírsa  con  que  se 
trataba  de  ocultarle  la  verdad. 

Mientras  decían  unos  que  los  sublevados  se  dirigían  á  Portugal 
fugitivos  y  en  desorden ,  otros  aseguraban  que  todos  habían  vuel- 
to á  la  obediencia  y  y  hasta  hubo  en  un  pueblo  de  Catalufia  uñ  co^ 


B.  FmLO  T  SÜ8  OPWSOftBS;  S84 

mandaste  de  armas  que  bizo  fijar  eo  las  esquinas  una  alocvóon  en 
qae  decia  que  0*DoooeII  y  Dulce  habían  sido  pasados  por  las  arroas 
en  el  campo  de  Guardias ,  y  daba  todos  los  pormencn^es  relativos  á 
ftufl  últimos  momentos. 

Nunca  se  ha  riieotido  tatíto. 

£1  efecto  inmediato  de  Un  indigna  táctica  fnó,  como  he  dicho 
y  fácilmente  se  concibe ,  satisfacloria  para  el  gobierno. 

Pero  los  hechos  no  podían  quedar  eternamente  ocultos ;  la  ^er-r 
dad  tenia  tarde  ó  temprano  que  abrirse  paso  por  entre  tantas  fal'^ 
sedadas,  y  producir  naturalmente  ana  reacción  en  los  espiritus 
abatidos. 

Así  sucedió  em  efeeto »  á  pesar  de  que  el  gobierno  tomó  para 
evitar  que  la  realidad  se  diese  á  conocer,  precauciones  iftanditaa. 

En  la  imposibilidad  de  conseguir,  como  tuvo  la  audacia  de 
pretenderlo ,  que  los  periódicos  de  la  opoaidon  se  hiciesen  cómpli^ 
ees  de  su  farsa ,  prohibió  iu  publicación ,  y  de  este  modo  sus  ór-*- 
ganos,  añicos  que  quedaron,  se  despacharon  á  su  gusto  y  mintie- 
ron cuanto  les  dio  la  gasa* 

Hasta  eo  la  misma  corte,  donde  por  la  proximidad  de  los  suce- 
sos y  la  mayor  aíloeacia  de  noticias  particulares  era  mas  fácil  q«e 
la  realidad  asomase  su  cabeza  para  decir  al  gobierno  que  mealiai, 
loa  caciques  de  la  España  oficial  {altaban  á  la  verdad  con  el  mas 
inaudito  cinismo.  .  . 

No  se  cansaban  de  repetir*  que  el  ejército  libertador  sufria  de- 
ser4)iüQes  continuas  /  que  el  desaliento  se  babia  apoderado  de  sus 
gefes  ,  que  boian  cobardemente  delante  de  las  tropas  que  ellos  lla- 
maban léale&i.y  que  o n  grito  de  ñprobacioo  universal  se  babia  le«- 
vitttado  eneL  país  eóntra  loa  rebeldes.» 

Volviendo ¿  la  batalla  en  cuestión,  poco  antes  de  anochecer 


33S  ML  PALACIO  DK  LOS  CatÍMINIl 

llegaban  los  vencedores  á  la  puerta  de  Alcalá ,  y  entraron  iríiin/afi- 
tes  en  Madrid. 

¿Perodeqné  modo? 

Gira  de  repente  sobre  sos  goznes  la  puerta  de  Alcalá,  j  un  tro- 
pel de  ginetes  y  de  infantes  y  de  soldados  y  de  caballos  y  de  oficia- 
les y  de  generales  y  de  muías  de  la  artillería»  todos  revueltos  y  dán- 
dose empellones  y  coces  según  la  raza  á  que  pertenecian,  sin  respe- 
to á  la  superioridad  ni  á  los  grados ,  no  paraban  de  correr »  unoe  sia 
morrión,  sin  fusil  otros  y  todos  al  parecer  dominados  por  un  mie- 
do atroz ,  efecto  sin  duda  del  gran  triunfo  que  acababan  de  al- 
canzar. 

En  las  puertas  de  Fuencarral ,  Bilbao  y  Recoletos  se  estaba  re- 
presentando la  misma  escena ,  y  en  medio  de  aquella  confusión 
Yergonzosa  que  presenció  el  pueblo  de  Madrid ,  los  ciegos ,  que  no 
veian  nada  de  lo  que  allí  estaba  pasando,  seguían  anunciando  á 
Toz  en  grito  la  gran  batalla  que  acababa  de  ganar  el  gobierno!! í 

I Y  quién  se  atrevería  á  negar  que  era  vencedor  el  gobierno  ? 

Para  desconocer  toda  la  importancia  del  triunfo  que  obtuvo  la 
Polonia ,  era  preciso  que  los  que  presenciaron  la  entrada  triunfal 
de  los  vencedores  por  la  puerta  de  Alcalá,  tuvieran  cataratas  en  los 
ojos. 

De  otro  modo  ¿podra  pasar  desapercibida  la  gban  figuba  qné 
representaba  á  la  sazón  el  incuestionable  triunfo? 

El  excelentísimo  señor  conde  de  Vistabermosa ,  presentaba  en 
efecto  una  hermosa  vista  cuando  penetró  en  Madrid  lanza  en  ristre 
y  aire  marcial  que  nada  tenia  que  envidiar  al  del  caballero  de  la 
triste  figura ,  habiéndoselas  con  las  aspas  de  los  molinos  de  viento. 

El  don  Quijote  de  los  polacos  entró  en  efecto  en  Madrid ,  ha*- 
ciendo  alarde  y  blandiendo  en  su  diestra  una  lanza  enemiga...  una 


KL  PÜIILO  T  SUS  OPKXSMKS.  883 

lanza  qae  ud  soldado  quitó  á  uno  de  los  heridos,  y  el  de  la  vista 
hermosa  juzgó  i  propósito  para  hacer  una  magniGca  entrada  en  la 
corte. 

Nos  parecia  oirle  decir,  como  al  Cid  Campeador : 

Yo  soy  aqael  qae  mis  armas 
toda  la  semana  entera 
non  se  quita  dos  vegadas 
del  cuerpo  que  las  sustenta ; 
y  el  que  en  las  batallas  crudas 
con  mi  lanza  y  mi  ballesta 
soy  el  primero  de  todos, 
y  que  non  duermo  en  las  tiendas. 

¡  Mas  ay  I  no  bien  le  divisó  el  pueblo.  • .  «  ¡allá  vá  Lomguios  ! » 
gritó  uo chusco,  y  pasando  de  boca  en  boca,  entre  solemnes  riso- 
tadas la  palabra  Longinos ,  pnede  agradecer  el  excelentísimo  señor 
conde  de  Vistahermosa  á  la  justicia  del  pueblo ,  el  nuevo  üpellido 
que  desde  aquel  momento  di  mayor  lustre  i  sus  blasones. 

En  celebridad  de  la  gran  haialla  qw  acababa  de  ganar  el  go^ 
hierno ,  mandó  Quinto  que  hubiese  alegría  y  entusiasmo  en  Bfadrid, 
y  que  todos  los  vecinos  iluminasen  sus  casas. 

En  la  del  conde  de  Vistahermosa  ardian  hachas  de  cera,  y 
mientras  el  héroe  reposaba  sobre  sus  laureles ,  dicen  malas  lengnaf 
^nosotros  no  lo  vimos)  que  los  curiosos  leian  una  redondilla  puesta 
en  marco  dorado  bajo  un  ric^  dosel  damasquino  que  babia  en  un 
balcón ,  concebida  en  estos  términos : 

Por  la  Polonia  peleo , 
é  ilustro  mis  pergaminos 
con  la  Unía  de  Longinos 
adquirida  por  trofeo. 


S84  U  PALACIO  Bl  LOS  GtÍMBMIía 

JLt  polaqoería  IriuDraDle  i  ileoa  de  regocijo ,  á  k>  menos  en  la 
•parieoGÍa,  eegaia  cantando  el  hosana  en  lodos  los  tonos. 

Ahí  vá  ese  aluvión  de  atrocidades ,  mentiras  y  calumnias,  mo-* 
délo  de  lenguaje  caito ,  conveniente  y  decoroso  con  arreglo  á  la 
alta  escuela  del  moderantismo : 

«GOBIERNO   DE   LA   PROTIHGIA. «» AL    FÓBLICO.=LoS    SublevadoS 

llegaron  anoche  á  Aranjuez :  hoy  han  enviado  con  trenes  del  ferro- 
carril una  parte  de  su  fuerza »  los  quintos  y  La  escasa  infantería  que 
les  acompaña,  á  Viliaseqnilla. 

Los  demás  seguían  allí  esta  tarde  disponiendo  su  retirada  y 
destacando  descubiertas  en  todaa  direcciones  por  el  temor  de  que  se 
liaUaa  poseídos. 

£1  {gobierno  ha  dispuesto  qneana  fuerte  división  de  todas  ar-» 
auB  saJlga  á  perseguirlos  aGitivajneate ,  sin  4Arlea  treguas  ni  dea- 
canso. 

Uno  die  los  cuatro  exr  generales  que  todavía  se  hallaban  reani- 
dos  en  PÍAto  en  la  tarde  de  ayer ,  no  esislia  ya  entre  los  sublevadoi 
i  su  llegada  á  Yaldemoro* 

La  deserción  continúa  en  sus  filas ,  y  afluyen  tropas  de  varios 
puntos  para  reforaar  .la  capital  y  cortar  en  su  íuga  á  lok  facciosos» 

Todos  loa  capitanes  generales  de  los  distritos  militares  de  la  Per 
ínsula  han  contestado  al  gobierno  haciéndole  presente  la  indigna* 
cion  que  la  deslealtad  de  que  hemos  sido  desgraciadamente  testigoa 
en  Madrid ,  ha  producido  en  todas  las  fuerzas  de  su  mando ,  y  el 
ardoroso  entusiasmo  de  las  tropas  por  acudir  á  la  defensa  del  tro- 
no y  del  orden  público ,  donde  y  por  quien  quiera  que  pudieran 
verse  amenazados. 

Los  gobernadores  civiles  hají  respondido  también  de  la  tran- 


BL  PDIBLO  T  SUS  OPBISDUSl  388 

qnilidad  ididterable  que  en  todos  los  pueblos  de  sus  respdctiVaB pro* 
vincias  reina,  y  maníBestan  la  sorpreisa  prodaotda  en  ellos  por  la  fo-» 
pujante  ingratitud  y  alevosía  de  los  gefes  de  h  conspiraeion»  y  la 
profunda  irritaeion  que  contra  los  agitadores  públicos  se  promnoiai' 
en  todas  partes.  ! 

El  alcalde  constitucional  del  Escorial ,  por  despacho  telegráfico 
que  he  recibido  i  las  tres  y  treinta  y  siete  minutos  de  esta  larde, 
me  dice  lo  siguiente : 

Excmo.  Sr.:  Ahora  que  son  las  dos  de  esta  tarde  recibo  del 
señor  alcaide  de  Guadarrama  la  comunicación  siguiente  que  mé  pa- 
sa con  esta  fecha : 

Pernoctando  por  esta  villa  ea  e)  dia  de  hoy  los  regimientos  in^ 
fantería  de  la  Prineesa  y  caballería  del  Rey,  núm .  1 ,  se  me  reclama 
un  crecido  némero  de  raciones  y  bagajes:  en  su  consecuencia  es- 
pero me  remita  Y.  los  auxilios  de  30  fanegas  de  cebada  y  10  baga^' 
jes  mayores  que  estarán  á  las  tres  de  la  tarde  á  mi  disposición. 

Lo  qiid  comunico  á  V.  E.  para  su  superior  conocímimlo  y  el 
del  gobierno  deS.  Hv,  manifestándole  que  por  mi  parte  se  han  da-^ 
do  las  disposidones  convenientes  para  cumplir  este  importante  ser-* 
vicio. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  San  Lorenzo  2  de  julio  dé 
1854.  =  Excmo.  Sr.  =  Lucnno  García  dé  Castro.)» 

<(Por  el  ministerio  de  Fomento  se  me  ha  comunicado  la  reaf 
órdén  siguiente : 

Excmo.  Sr. :  Ckín  esta  fecha  digo  al  Director  general  de  Obras 
públicas  lo  siguiente : 

S.  M.  la  reina  (Q.  D.  G.)  se  ha  dignado  mandar  que  todos  los 
trabajadores  que  quieran  emplearse  en  la  recomposición  del  cami- 


336  SL  PALACIO  DI  LOS  GRÍmNIS 

BO  que  de  la  corte  se  dirige  á  Francia ,  sean  admitidos  al  trabajo  j 
se  les  abooe  seis  realM  diarios  de  jornal. 

Al  efecto  dispondrá  V.  S.  I.  que  el  ingeniero  gefe  del  distrito  se 
wcnentre  mañana  lunes  en  la  puerta  de  Bilbao  y  admita  y  distri- 
buya á  todos  los  trabajadores  que  se  presenten ,  empezando  las 
obras  de  reparación  en  la  legua  de  Madrid  i  Fuencarral. 

De  real  orden  lo  digo  i  V.  S.  I.  para  que  boy  mismo  y  con  to- 
da urgencia  adopte  las  disposiciones  convenieutes  para  que  tenga 
cumplido  efecto  esta  soberana  resolución. 

De  la  propia  orden  lo  traslado  á  V.  E.  para  su  inteligencia  y  á 
fin  de  que  publicándola  inmediatamente  por  bando,  llegue  á  noticia 
de  cuantos  quieran  presentarse  en  demanda  de  trabajo. 

Dios  guarde  á  V.  E.  mucbos  años.  Madrid  2  de  julio  de  18fi4. 
=bEstbban  CoLLANTB8.=»Excme.  Sr.  gobernador  de  esta  pro— 
▼incia.i» 

«GOBIBBNO   CIVIL   DE   LA   PB0VIIICIA.==AL   PÚBLICO. »*L08  SUble- 

vados  asi  que  ban  tenido  noticia  de  que  iba  en  su  busca  la  divisioD 
de  operaciones  que  está  pronta  á  destruirlos ,  ban  volado  la  mayor 
parte  de  las  alcantarillas  del  camino  de  bierro,  levantando  los  car- 
riles y  baciendo  los  mas  violentos  esfuerzos  para  retardar  la  llegada 
de  las  decididas  y  leales  tropas  de  S.  M. 

A  las  tres  y  media  de  la  madrugada  de  boy  ba  salido  toda  su  ca- 
ballería y  tomado  el  camino  real  de  Tembleque. 

A  las  cuatro  de  la  tarde  han  montado  su  infantería  en  los  tre- 
nes con  la  misma  dirección ,  dejando  á  Aranjuez  completamente 
evacuado. 

El  paso  de  esta  facción  va  dejando  por  todas  partes  hondas  y 
dolorosas  huellas. 


n.  PUEBLO  T  SUS  0PBKS0BB8.  837 

Después  de  haber  arrebatado  los  foodos  de  las  remontas  y  las 
cajas  de  los  regimientos :  después  de  apoderarse  en  Alcalá  de  He- 
nares de  todos  los  caudales  públicos :  después  de  afligir  á  los  pue- 
blos que  han  tenido  la  desgracia  de  sufrir  su  azote  con  todo  género 
de  exacciones,  no  abonando  i  nadie  un  solo  real  por  los  servicios 
de  raciones  y  bagajes  que  han  impuesto ;  llegó  á  Aranjuez  donde 
comenzó  su  dura  dominación,  encarcelando ,  á  pretesto  de  rehenes 
y  horribles  represalias,  con  la  pena  de  ser  pasados  por  las  armas ,  á 
inocentes  y  pacíficos  padres  de  familia ;  donde  ha  continuado  por 
breves  dias  relajando  la  disciplina  del  soldado  hasta  d  estremo  de 
sucederse  á  cada  momenlo  encarnizadas  reyertas  entre  los  mismos 
sediciosos,  produciendo  heridas  y  desgracias;  donde  por  último  ha 
terminado  arrebatando  al  huir  todos  los  fondos  existentes  en  las  ad- 
ministraciones de  salinas ,  rentas  estancadas ,  loterías  y  correos »  é 
imponiendo  al  consternado  pueblo ,  y  realizando  su  cobro  con  la 
mas  repugnante  tiranía ,  un  trimestre  de  las  contribuciones  territo- 
rial y  de  subsidio. 

Estos  hechos  no  necesitan  de  comentarios. 

Los  perpetradores  sin  embargo  se  han  atrevido  á  escribir  en 
sus  proclamas  los  santos  nombres  de  la  moralidad  y  la  justicia  I ! 

Madrid  4  de  julio  de  1854.  =  El  conde  db  Quinto.» 

«ministerio  de  la  guerra.  =  La  división  de  operaciones  al 
mando  del  teniente  general  conde  de  Vistahermosa  estaba  reunida 
ayer  7  en  Tembleque,  y  en  el  dia  de  hoy  sigue  la  pista  á  los  rebel- 
des que  caminan  en  diferentes  grupos  por  el  campo  de  Galatrava 
con  dirección  á  la  cuenca  del  Guadiana. 

£1  Excmo.  Sr.  ministro  de  la  Guerra  marchó  ayer  á  ponerse  al 

frente  déla  división. 

t.  II.  43 


S88  ML  .tAicwo  aa  ikmí  cateíov 

Los  capitanes  generaleftile  Io6  distcitos  Je  laCeñinsnla  das  liar- 
te siü  Do?edad.,  7^  qae  laa  tropaa  sigoea  jAtoiadaft  AA  mejor  'eapf— 
rita  y  en  el  mas  .f  erfeoto  estado  de  discípUna. 

£1  capitán  ^aeral  de  Estremadara  coo  Cecha  Shabia  Balido  de 
Badajos  para  Marchar  oooTeoienteineiile  al  eDcoantro  de  los  aoUes»- 
vados.  El  de  Aadaluciaaalia:taoihíeD.fid>Fei^e8eoD  fuerzas  del  db«- 
Irito ide  sa  Bando.» 

.  «SI  aeftor  ministro  de  la  Gnema  ha  dirigido  A  los  subleradoa  la 
sigaiente  frMlama : 

Soldados  :íBa  bs  eampos  de  Vicálvaro  se  rompió  d  laso  eon 
fue  la  tnaicion  Umi  rendado  nuestros  ojos. 

AllíidesperdiiMásteis  vnestro  «wlor,  oabriaado  de  lato  i  la  ipa^ 
tria  y  de  baldan  á  «^Miestras  banderas':  ihoy  ya  anarchais  á  ndiiendbB 
káoía  «1  fin  •  desastroso  que  tiene  toda  ^oaaaa  inncida  ide  Ja  idesleahaá 
y*  anooÉate  sdo  for  el  despecho  y  al  rencor .  de  Jos  qne  fnecon  Tsas^ 

tros  gefes. 

La  hora  de  la  expiación  ae  acerca,  y  ain  embargo: la  reinayí co- 
jo trono  habéis  combatido^  onyo maternal ooraaon fhabeis^fidiran- 
tado  9  no  qoiere  qae  ^ae  borre  la  afrenta  coa  al  joalo  naatigo^iuno 
que  se  olvide  con- el  perdón. 

Oficiales  y  soldados :  Desoid  la  voz  de  quien  os  pide  firmeza  en 
la  infidelidad ,  perseverancia  en  el  crimen ,  y  yalor  para  ana  em- 
preaa  agonizante,  porque  solo  quieren  que  les  acompañáis  iuusla 
ponerse  en  saWo. 

Reconocer  el  error  no  es  cobardía :  acoged  pues  las  palabras  da 
perdón  que  la  reina  os  dirige. 

Hadrid  7  de  jolio  de  1854.  ^s  El  miniatro  de  la  Gnersa  Ambl- 
Mo  Blases.» 


EL  PUEBLO  T  SUS  OPRESORES.  339 

¿Qué  aSadiremos  nosotros  á  estos  cánticos  de  triunFó? 

Qoe  sois  muy  ingratos ,  soldados ,  en  no  reconocer  el  error  y 
acoger  el  perdón  que  os  ofrece  Blaser ,  mayormente  sabiendo  que 
Longinos  se  halla  en  Tembleque  con  su  lanza  en  ristre  para  no  de- 
jar títere  con  cabeza. 

TíssfkVn  ú  flinü»i40iri«i0aaza , 

tiemble  de  miedo  el  que  peque  I 
Tiemble  el  que  á  la  lid  se  lanza; 
que  el  héroe  que  está  en  Tembleque 
hace  temblar  con  su  lanza. 


CAPITULO  XXK. 


VINDICACIÓN  DEL  PUEBLO  DE  MADRID. 


A  pesar  de  los  ridículos  alardes  de  victoria  con  que  se  enva- 
lentonaba el  gobierno ,  todo  el  mundo  sabia  que  estaba  muy  lejof 
de  haberla  alcanzado  sobre  las  tropas  pronunciadas. 

Esto  supuesto ,  parece  Idgico  que  el  triunfo  correspondía  á  loa 
sublevados;  mas  tampoco  le  alcanzaron. 

No  hay  mas  diferencia  entre  los  dos  bandos  beligerantes  que  la 
siguiente : 

Los  gefes  de  las  tropas  que  defendían  al  gobierno  de  la  inmo- 
ralidad y  de  los  escándalos,  parecian  sedientos  de  sangre  españo- 
la,  y  se  lanzaron  á  la  lucha  no  solo  con  ánimo  de  verter  eo  ella 
la  de  sus  compatriotas  y  llevar  á  los  valientes  soldados  á  que  se 
cebasen  en  la  matanza  de  sus  camaradas,  de  sus  hermanos ,  que 
habian  nacido  en  el  mismo  suelo ,  que  hablaban  igual  idioma ,  qae 
vestían  'idéntico  uniforme,  que  hablan  descansado  bajo  un  solo  te- 
cho y  que  habian  comido  juntos  el  rancho ,  sino  que  ansiaban  un 


|I8) 

(Afguili  tt  lico  bcrniancH .  cdílorcs,} 


WL  nmno  t  sus  oPBisoiif.'  344 

completo  tríanfo  para  solemniíarlo  conprigioDeat  paUbalos  y  tüár- 
lamientos. 

Los  caudillos  de  las  fuerzas  iabletadas  obserráron  otra  cods 
docta  que  les  honra  mucho ;  paes  al  yer  que  aun  permaoeciaii  ob* 
cecados  los  cuerpos  que  gnarDecian  la  corte »  j  que  el  pueblo  de 
Madrid  no  tomaba  parte  en  la  insurrección,  preGrieron  una  reti- 
rada prudente ,  á  una  lucha  entre  españoles ,  en  que  bi  sangre  de 
los  valientes  hubiera  corrido  á  raudales. 

Sobrada  fué  la  que  se  vertió  en  aquellas  llanuras. 

En  tanto  que  los  pronunciados  cantaban  victoria  en  Yicilva- 
ro,  disponiéndose  á  una  honrosa  retirada,  los  héroes  que  habían 
entrado  de  tropel  en  Madrid,  acosados  por  el  miedo,  entonaban 
también  himnos  de  triunfo ,  y  mandaron  á  todos  los  vecinos  de  la 
coronada  villa ,  iluminar  sus  casas  en  celebridad  de  tan  fausto  acon- 
tecimiento. 

Mas  ¡  ay  1  que  mientras  unos  y  otros  se  atribuían  laureles  que 
nadie  alcanzó ,  mientras  las  marciales  músicas  aparentaban  solem- 
nizar el  soñado  triunfo ,  cien  valientes  gemian  en  los  hospitales  de 
Madrid ,  heridos  por  sus  camaradas ,  y  otros  cien  quedaron  en- 
charcados en  su  propia  sangre ,  y  en  el  mismo  campo  de  batalla, 
donde  algunos  moribundos ,  á  la  pálida  luz  de  la  creciente  luna, 
fueron  recogidos  por  los  agentes  de  la  municipalidad  de  Vjcálvaro, 
recibiendo  otros  los  últimos  auxilios  de  la  religión ,  á  la  inclemen- 
cia de  aquel  ensangrentado  suelo,  completamente  separados  de  to- 
dos los  objetos  de  sus  mas  dulces  afecciones. 

¡  Cuánta  sangre  inocente  ha  de  caer  gota  á  gota  sobre  la  ca- 
beza de  los  verdugos  de  la  humanidad ! 

Amargo  fué  el  desengaño  que  recibió  O'Donnell  á  la  sazón, 
desengaño  del  cual  surgió  en  breve  el  programa  dado  posterior- 


3lt  ni.i*iMio  wiusiímimum 

■wtoAlB» etti MaBxaoMM,  y  m»  qte  d(tMDgano<,.elQ6i«otéil«o>-) 
cioD  que  por  desgracia  olvidó  posteriormente  en  el  poder-  .  < 

l£LpiieU0idfity«drid:|permaoeciót  tfWkqiiUo  1. 

¿íSeEÓiJaoaMiisigDO  deenmlfacioiieoto  jcobardia4(jiuiUa.aotiUiA 
eapeotMlB  dal  reciodado  do  la  metrópoli  ? 

¡Ohil.saUadilofrlábios'los  que  tal  soifieoba  Budíataía  concebir  di 
loa  dnséadbs'  ondrileioa*. 

No  ultrajéis  á  an  puebla  gaueroso  j  vaiieate  que  en  maa  difiU 
ciles  ocasiones.  88  ha  lansado  á  la  liza  eontra  ücanoa  maa  tanúblea 
qse  Um  .  avanliireroa  míiiístroi,  miseros  lacayos  de  on»  coimiDal 
daquesav 

Volved  Ja» vista  á  ese  obeliaaa  que  cimentado  jomo  á  tba.ré* 
gioavergeles  del  Bumi  Retiro,  semeja  elevarse  «1  cielo  como  p^ca 
«ñp  las  almas  coa  laa  oesísas  de  loa  héroes  de  Míidrid>  y  oonoce-- 
reis  que  el  pueblo  que  no  tembló  ante  las  aguerridas  hiieatea  éd 
G«AN  VBnDC4o>,.  mal  podia  dejarse  amilanar  por  las  ameoaaas  de 
loa  pigmeos  siervos  de  una  codiciosa  hembra  napolitana. 

¿Pero  es  posible,  diréis  sin  duda,  que  un  pueblo  tan  celoaerj 
amante  de  su  libertad,  gimiera  en  vergonzosa  y  apática  abyecciolr, 
cuando  pocas  veces  podria  presentársele  coyuntura  mas  propíoia 
para  romper  sus  cadenas? 

¿Pero  es  posible^  añadiréis,  que  mirase  con  indiferencia  loa 

.justos»  grandes  y  fundados  motivos  que  le  impelian  á  rebelarae 

contra  los  opresores  que  por  espacio  de  once  años  le  aherrojaban? 

¡  Oh  I  no  cabe  la  menor  dada  que  el  valiente  pueblo  de  Madrid 
ansiaba  el  momento  de  hacer  espiar  á  sus  tiranos  los  inauditos 
crímenes  con  que  de  continuo  le  insultaban» 

Y  no  solo  el  denodado  vecindario  de  Madrid ,  sino  todo  el  pue- 
Uo  español  se  aprestaba  á  la  lucha ,  ó  maa  biea  al  severo  castigo 


dé  los  cMbifeadorM  de  m  «incTCfrionablé  «obemiifai ;  {tororhctisor* 
reeoion  de^O^DanneU ,  «n  tez- de  'dariinpulei»  ai  fewmlfliie«toip»r 
pdlar ,  qM 4  guisa  de'  terrible-  fcovmta  w  apMéitfai  fmr  •  ti  isovdo 
^tnnor  de  .general  iodigoacwn ,  eofaleéiaMa  'csflosioií  *lvémeaéá« 
agoardaiide  "ver  la  luiaderá  *qée  tremelaban  loa  gmtttéros'^fnt  'ée 
apropiaron  el  glorioso  iióasWei  de -BiiiifiíTetinBttRnAiiM. 

{Se  «bQSa  eon ' taita  fréoioimia  de  >la íer eáoUdad «dtt  pnebtol 

'I<Se  le-1ia*oagaaraée  latttas  yoees'! 

ir  m  hmtam  de' protnnieíar  la  (fenáad^enalta  ^ozícomo  ieaeAes 
de  costumbre;  ¿qué  garantías  de  «Mjovsmáenlaí '4ifMdia lá  fb «ilfrn 
cion  nMt  saMevactott  ¡«ilitarqiie'Do^hidiia  aoliadoatias  frenéaíqne 
la*<ie»Sd<Mlio  á  fo'mnovÉlidari  dM  ^gabmeto^e  á  la  jaioB:D|»riaml 
Él  paitf? 

¿Qtrt  féém  <sperarie «denlos  gisneaiAesáviinTeetos,  etaaséo^to^ 
á«s «Nos  pertOBMian  alpartido^moJwiido? 

<}ii(oatiibío<de'fliitfislierioiy  MMla  oiáal 

Tal  Tez  un  mero  cambio  de  concusionarios,  porque  eldógniá 
de  la  Téüjgion  *polMea  fle  ¡ios  «loderados ,  '«a  Aawfdü  >saÉi31er6  de 
arbitraríedadea,  y  ^  losqoe  Alai  dogwa  afasaüanéaiioraeiioiaa; 
ao  puede  *B|iica-«spentrse  la  prosperídal  {de  «O'pMbbs. 

¡Y  queríais  que  el  pueblo  séooodaae  aquella nbeiion*! 

lQ»é  obeeeados  estáis  i  ^pésar  de  esa  demuteda^eopreaiada  de 
TVestfa  vspaoiaao  1 

¿Podia  el-pMUo  «oQtentarae  eon  la  eaída^elatímsterio  po-- 
laeo? 

El  pueblo  Bo  ae  eenleotaln  íood  aeasejaate  eaida;  lo  qoe  -tí 
pueblo  qneria  era  librarse  de  las  farras  de  los  BMiderados.  Lo  qse  el 
pueblo  ifoeria  era  el  eetérflDBÍo  ét  eaos  ladnoaes  condecorados  <|Be 
alternaban  en  las  sillas  ministeriales  para  dejugar  el  tesorofféblico. 


344  EL  PALAUO  DE  LOS  CEÍMUCKl 

Lo  qae  el  pueblo  qoeria  no  era  la  caída  de  no  gabinete,  sino  de 
la  sitaaeion ;  no  era  una  variación  de  personas ,  sino  de  princi- 
pios. Lo  que  el  pueblo  quería  era  el  ejemplar  castigo  de  cuantos  mi- 
nistros habian  conculcado  las  leyes ,  de  cuantos  palaciegos  habieii 
ejercido  el  hurto  para  satisfacer  sus  lúbricas  aspiraciones  y  aiecerse 
en  el  perfumado  columpio  de  goces  materiales. 

Lo  que  el  pueblo  queria  era  que ,  toda  vei  que  se  aplica  la  de- 
gradante pena  capital  i  los  pobres  que  delinquen  i  hubiera  también 
cadalsos  para  los  cortesanos  que  han  convertido  en  cuevas  de  ban- 
didos hasta  los  palacios  ducales. 

En  una  palabra,  el  pueblo  quería  un  cambio  radical  de  hom- 
bres y  de  cosas  y  que  asegurase  todas  sus  libertades»  que  entroai- 
zara  su  soberania,  que  aGanzára  para  siempre  la  igualdad  ante  la 
ley  I  que  le  proporcionara  un  gobierno  protector  y  sobre  todo  ba- 
RATO ;  esto  es  lo  que  principalmente  queria  el  pueblo »  y  nada  de 
esto  esperaba  de  una  rebelión  que  no  había  aun  desarrollado  so 
bandera. 

Y  sí  la  elocuente  lección  que  recibió  0*Donnell  el  dia  de  la 
fratricida  lucha  en  los  campos  de  Vícálvaro ,  no  le  hubiera  impe- 
lido á  ostentar  en  su  estandarte  la  palabra  progbbso  ¿qué  hubiera 
sido  de  su  división  ya  en  retirada  ? 

Ya  no  podéis  negarlo,  vosotros,  los  generales  que  proclamasteis 
el  programa  de  Manzanares ,  vuestro  grito  fué  el  lema  del  paoGanso, 
y  por  eso  halló  eco  en  todas  partes ,  y  el  pueblo  en  masa  se  alzó  y 
obtuvo  el  hermoso  triunfo  que  debió  de  haber  asegurado  su  pros- 
peridad ,  y  sin  embargo  ha  sido  efímero  é  infructuoso  por  haberse 
interpretado  viciosamente  la  voluntad  nactoncUf  y  haber  sido  ingra- 
tos i  la  revolución  los  hombres  que  á  ella  debieron  su  advenimien- 
to al  poder. 


¿Qaé  ae  ofreció  á  1»  nacton  en  á  programa  de  Manzanares? 
Mas  adelante  y  en  el  lagar  que.  le  oorresposáa  le  ¿aremos  á 
aonoeer  &tfgro  á  nneMros  lecteras:;  pero  entretanto  cumple  k  nnes- 
tro  propósUo  consignar  aquí  soa  principales  dogmas ,  para  atcsti-^ 
gnar  que  son  precisamente  los  dogmas  del  partido  progresista. 

En  él  se  fulminaron:  anatema»  contra  tas  camarillas  ^oe  afloen** 
guan  la  dignidad,  del  troné  ^  y  esta  espolsiott  de  íofluencíaa  bastar-*- 
das  es  un  paso  de  progreso  que  se  ha  quedado  en  preasesar.    . 

Que  las  leyes  fundamentales  del  pais  se  oi»serfen  coa  loda  ri- 
gor es  también  el  anhelo  de  los  verdadaros;  progresistas,  mientras 
los  moderados  se  han  goaado  siempre  en  conculcarlas ,  con  sus  es- 
tados de  sitio,  sus  prisiones ,  sus  deportaciones r  sos  tiránica»  dic* 
tadnras  y  crimindea  folpea  da  Estado. 

Que  la  ley  electoral  y  de  imprenta  sean  mejoradas  ea  sentido  U- 
beraL.* 

Si  cen  esta  e»gencia  no  se  declaraba  O-Donnell  y  cuantos  acla^ 
marón  el  programa  de  Manzananes  pregresísliis:  puros ,  digaio  bi 
conducta  de  los  moderados  que  han  restringido  eoanto  les  ha  sido 
posible  el  derecho  de  los  electores ,  y  jamás  han  sabido  goberoar 
sin  ahogar  la  voz  de  los  periódicos. 

Pero  la  prueba  mas  convincenle  de  que  los  hombres  del  pro- 
grama  en  cuestión  renegaron  de  sus  doctrinas  para  aOiiarse  bajo  las 
banderas  del  progreso,  fué  el  llamamiento  á  la  Milicia  nacional  que 
los  moderados  han  mirado  siempre  con  iracunda  ojeriza  despoé»  de 
baberta  disuelto  de  una  manera  tan  criminal  como  cobarde. 

¿Cabe  pues  la  menor  duda  de  que  los  generales  de  la  insnrree-- 
cion  de  junto,  ya  próxima  á  un  naufragio,  no  hallaron  mas  áncora 
de  salvación  qim  el  apoyo  de  los  hombres  del  progrese? 

¿Cabe  la  menor  duda,  que  solo  después  del  prognaosa  de  Man- 
T.  II.  44 


3i6  B&.PÁLACIO  Bl  LOS  ClflUDflS 

zaoares  halló  eco  en  toda  España  aquella  iosarreccioa  militar? 

¿Y  no  significa  esto  nada? 

Esto  significa  de  nna  manera  clara ,  terminante*  que  la  nación 
entera  aguarda  su  dicha  de  una  marcha  franca  y  leal  por  la  senda: 
que  el  dedo  de  la  Providencia  señala  al  hombre ,  como  la  única 
destinada  á  conducirle  á  ese  grado  de  cultura  y  perfeccionamiento 
que  hermanará  la  gloria  y  la  libertad  con  la  imperturbable  pai  y 
eterna  ventura  de  los  pueblos. 

¿Y  cuál  es  esta  senda? 

La  del  progreso  indefinido. 

Dedúcese  pues  de  cuanto  llevamos  dicho ,  que  en  el  programa 
de  Manzanares  leyó  todo  el  pueblo  español  bl  cbbdo  dbl  partido 
PBOGBESisTA ,  y  uo  pudo  sospechsr  entonces  que  sus  autores  reza- 
ran en  lo  sucesivo  un  acto  de  contrición. 

No  pudo  sospechar  que  semejante  alarde  y  ostentación  de  pr¡n«¿ 
cipios  á  todas  luces  liberales»  se  proclamasen  meramente  como  o  o 
ardid  para  granjearse  protectoras  simpatías. 

Creyó  en  lo  que  se  le  prometía  solemnemente ,  y  se  lanzó  á  la 
lucha. 

Vacilaba  con  fundamento. 

¿Recibirá  un  nuevo  desengaño? 

¡  Ha  visto  tantas  veces  defraudadas  sus  esperanzas ! 

Estas  y  no  otras  eran  las  causas  de  que  el  heroico  pueblo  da 
Madrid  permaneciera  inactivo  durante  la  lucha  en  los  campos  de 
Vicálvaro ,  si  bien  agitado  en  parte  y  ansiando  el  triunfo  de  los  io~ 
surrectos. 

El  arrojo  de  un  solo  valiente  que  hubiera  dado  el  grito  de  li- 
bertad en  Madrid ,  hubiera  bastado  para  derribar  el  poder. 

Y  no  se  dio  este  grito  porque  las  manifestaciones  de  los  suble- 


EL  PVtBLO  T  SUS  OPftBSOUS»  S47 

▼ados  no  faeron  espHcitas  en  los  primeros  momentos  de  so  insor-* 
reccion ;  porque  aan  cuando  en  ellas  se  rituperaba  el  criminal  com- 
portamiento del  gabinete  polaco ,  el  pueblo  no  se  contentaba  con 
el  cambio  del  ministerio ,  ni  los  nombres  de  O'Donnell ,  Ros  de 
Olano  9  Messina  j  Dulce  le  alentaron  i  tomar  parte  en  una  lucha 
en  cuyas  fuerzas  beligerantes  ? eia  solo  caudillos  que  todos  pertene- 
cian  á  la  desacreditada  escuela  del  moderantismo. 

Y  no  solo  cuantos  presenciamos  desde  Madrid  aquellos  sucesos 
opinamos  de  igual  manera ,  sino  entre  los  mismos  que  se  unieron 
Á  las  filas  de  los  pronunciados  no  han  faltado  historiadores  que  han 
escrito  en  el  sentido  que  nosotros. 

El  aventajado  joven  don  Cristino  Martos ,  en  la  narración  de 
aquellos  sucesos  ha  dicho ; 

«  La  situación  no  podia  ser  mas  á  propósito,  y  pocas  veces  bu* 
bo  motivos  mas  grandes  y  fundados  para  un  levantamiento  popular: 
por  espacio  de  muchos  años,  y  singularmente  desde  el  ministerio 
presidido  por  Bravo  Hnríllo ,  se  hablan  venido  sucediendo  en  el 
mando  hombres  funestos  ó  insignificantes  todos  en  su  sentido  poli* 
tico,  despreciables  la  mayor  parte  en  su  sentido  moral ,  que  divor*- 
ciados  completamente  de  todos  los  verdaderos  partidos  á  quienes  ha- 
bia  ido  cerrando  las  puertas  de  la  tribuna  y  de  la  prensa,  eran  una 
amenaza  constante  para  las  instituciones ,  como  representantes  de 
la  política  del  golpe  de  E$tado  y  un  insulto  vivo  á  la  moralidad, 
como  encarnación  del  sistema  de  los  empréstitos,  de  las  concesiones 
y  de  los  égios. 

Sin  apoyo  en  el  pais ,  combatidos  por  los  partidos  que  de  muy 
Pintiguo  eran  sus  enemigos  naturales ,  despreciados  por  el  partido 
conservador ,  que  los  rechazaba  de  su  seno  como  á  hijos  prostitui- 
dos y  malditos ,  sin  otro  sosten  que  el  favor  que  sus  malos  medios 


918  wL'muutm  Muoe 

f  el  ayoáa  de  la  atanMi  canasdara  4e  noeslrof  mdm  lotliidiHi  «U 
6anade:«a  {HilÉeio,  y.en;iBeriíe  de  lodo  esla^  m  haiier  .ioteotaio 
DÍ  nne  reforma  saludabln  «a  el  ^irdea  eeoedMco  f  admuMiaelrpe^ 
sino  «tttes:bíen  irdlaedo  cada  día  «oq  nuevas -caiigas  al  pocUe^  dtt 
snjo  abrumado  faejo  el  ftn  de  los  aatíguos  iaapaestes.y'aatiinal'Ogn 
paiseta  que  una  \ea  que  se  bobíeien  levaatado  fes  -peadoaesidedsL 
iosurreccioD  ,  se  agilaaen  enardecidos  los  gérmenes  ooullos  dd  «ai* 
versal  descontento ,  y  estallasen  en  toda  so  violenoía  al  asaf  aro  da 
ia  primera  ocasión  favorable* 

¥  ^iie  la  presente  lo  -era,  no  'hay  motivo  para  ;punerlo  ^en  dadas 
la  división  libertadora  á  dos  leguas  de  las  puertea*  las  tropas  de  isi 
f^arnioion  harto  ocupadas  en  hacer  frenle  i  los  proaniMados,  ipara 
pensar  en  la  defensa  de  la  ciudad  que  quedaba  >así  á  oseroed  del  paB* 
blo ,  todas  las  circuoataneias ,  en  fin ,  incitaban  i  un  SMviaaiento 
enérgico  y  poderoso. 

Y  sin  embargo  no  hubo  esle  movimiento,  y  la  población ,  qus 
simpatizaba  con  los  sublevados  y  deseaba  su  triunfo ,  se  maalnvo 
en  sa  actitud  silenciosa  aunque  agitada ,  cuando  es  lo  cierto  qme 
cien  hombres  resueltos  que  se  bebiesen  arrojado  i  las  calles  habríim 
podido  hacerse  dueños  de  Madrid  y  aun  por  ventura  resolver  la 
cuestión  en  los  primeros  momentos:  los  motivos  de  que  tal  cosa  mm 
aconteciese  son  lógicos  y  bien  conocidos  de  todo  el  mundo. 

El  manifiesto  y  alocuciones  que  se  repartieron  é  la  salida  de  lia 
tropas  no  eran  bastante  espKcitos,  pues  si  bien  en  ellos  se  censuraba 
enérgicamente  la  situación  y  se  condenaba  la  conducta  de  los  mí^ 
oistrosy  no  se  fijaba  del  todo  una  nueva  marcha  de  gobierno »  ni  se 
baeian  tales  promesas  y  tan  explícitas,  que  satisfaciesen  las  exige»^ 
cias  de  la  opinión  y  hi  alentasen  i  tonuur  parte  en  aquella  lucha  tam 
ardorosamente  eomcaxada. 


^úblioiiiiMte  «e*deoía,  «oopor  aqsdlos  que  ibiB  loeliiMiAM^é 
BK>ftlraÍNMi  «B  fiuror  40I  9M6iiai*Om>o»Dttll ,  que  no  'leint  «i|u«l«»-^ 
nipinnln  JaaapariaiiciM  éenna'iiefóliunott  políiiea  *  «no  )mwm 
de  ma  ioBonreceioa  néütar,  eam  teiideDcies  á  prodacir  oaa'ligert 
Mioma-:  naebos,  jingaado  «as  arazquinameolé ,  llegaban  haiM 
decár.qoe  loa  geverálea  d  'Salir  «I  ouapo  lo  'liabiaii  liecba  iodnoidea 
de  sus  intereses  privados  y  de  sus  odios  persónate»,  y  con  el^bjelB; 
00  de  oeatioDar  noa  miidaiiaBa  en  las  ooaaade  la  gobernacíom  del 
Sstedo ,  '«no  de  llerar  «ii<oambío  de  {lenonas  á  laa  sillas  iDÍDÍ6le««> 


fistaa  tooest  ramoves  y  ceiBeiitaríos,  que  de  buena  ft  inicíalMn 
«Micfaof,  y  nlroa  nalmoaameille  eaparcian  por  todas  partes ,  ee  in^ 
filtraran  de>aioflo  en  el  énimo  de  tas  masas,  qoe  en  la  duda  del  fim 
é  que  se  endertxaba  aquel  alzamiento «  no  queria  el  pueblo  tomar 
cari»  -en  un  guego  en  qne  de  cierto -aventoraba  mocbo ,  sin  'iener 
■aguridad  ée  ganar  nada. 

Él  estaba  necesitado  de  una  administración  decente  y  moraitxa-^ 
dora  y  de  muchas  mejoras  materiales ,  y  algo  de  eso  se  te  ofreoiat 
furo  engaüábanse  grandemente  los  que  imaginaban  qne  solo  Iteva- 
do  de  estos  impulsos  habia  de  lefantarse,  y  que  no  era  menester  re^ 
cordarle  ideas  de  libertad  y  de  igualdad  polUtcas,  que  sin  duda  por 
TÍejas  y  deansadas  debia  tener  en  olvido :  solo  á  TÍrtud  de  la  idea 
política  se  hacen  los  movimientos  grandes  y  generosos,  y  desdicha^ 
éo  del  pu^o  á  quien  no  levanta  sino  el  grito  de  interés,  y  perma-*- 
neoe  tranquilo  ante  la  V02  de  la  razón  y  del  derecho  1 

Ponpie  Inen  puede  decirse  entonces  que  ha  muerto  para  todas 
las  nobles  aspiraciones  y  lodos  4os  pensamientos  levantados  que  en^ 
grandeeen  él  alma  humanal  |Bien  se  puede  llorar  por  él^  porque 
7a  no  vive  con'la  Tida  del  seitimtento  y  de  la  idea^  porque  ha  sa<* 


3(0  KL  FALACIO  DI  LOS  GlílfUflt 

crificado  la  dignidad  eo  los  altares  del  egoismo,  porque  se  ha  mar- 
eado i  si  mismo  coo  el  sello  de  la  degradacioo ,  y  ha  maDchado  em 
el  fango  de  los  deleites  la  frente  qne  debia  levantarse  al  cíelo  po- 
risimo  de  la  inteligencia,  j  ha  querido  dormir  en  pai  el  soefio 
tranqnilo  del  envilecimiento*  mejor  que  fatigarse  en  seguir  la  sen* 
da  por  donde  progresa  la  humanidad ,  arrastrada  por  la  lej  inexo- 
rable de  su  destino ! 

Por  dicha  suya,  aun  no  se  hallaba  sujeto  el  pueblo  espahol  á  ta* 
les  y  tan  miserables  condiciones ;  ann  no  habia  perdido  la  idea  de 
su  razón  de  ser,  y  conservaba  casi  vivas  las  emociones  de  su  con- 
ciencia :  muchos  y  muy  grandes  esfuerzos  habían  hecho  para  matar 
en  él  los  gérmenes  de  la  actividad  y  los-  elementos  de  la  vida ,  esoe 
altos  políticos  que  se  decoran  con  el  nombre  de  moderados;  pero  no 
habían  llegado  i  alcanzar  un  éxito  completo,  porque  no  fueron  po- 
derosas sus  malas  artes  á  apagar  la  llama  de  la  fé  que  alienta  el 
corazón  de  las  sociedades,  ni  la  luz  divina  de  la  esperanza  que  ea 
las  noches  de  lobreguez  y  de  tristeza  divisan  los  pueblos  oprimidos 
como  la  aurora  del  día  de  su  libertad  y  su  ventura ! 

Y  por  esto  fué  por  lo  que  le  parecieron  pocas  las  promesas  que 
se  le  hacían ,  y  por  lo  que  dio  fácil  crédito  á  los  que  atribuían  mex* 
quinas  intenciones  á  los  gefes  del  alzamiento  de  junio:  estos,  por 
mas  que  en  los  últimos  meses  hubiesen  hecho  una  oposición  esfor- 
zada y  constante  á  la  política  reaccionaría,  eran  hombres  todos  que 
habían  militado  siempre  en  las  Glas  del  partido  conservador  y  que 
no  podían  ganarse  por  un  acto  atrevido  de  iniciativa ,  la  confianie 
.del  partido  liberal ,  ni  hacer  olvidar ,  con  los  hechos  laudables  de 
un  momento ,  sus  antecedentes  de  muchos  años. 

El  pueblo  había  sufrido  tanto ,  que  tenía  un  derecho  innegable 
A  ser  desconfiado:  sí  en  vez  de  ser  O'Donnell,  Ros  de  Olano  y  Mea- 


n'FonLo  T'sirs  opBKSOÉBs;  351- 

sioa  (porque  Dulce  no  tenia  gran  significación  política]  los  que  le- 
vantaron la  bandera  de  la  insurrección ,  hubiera  sido  el  duque  déla 
Yicloria,  habrían  estado  demás  los  programas,  porque  eran  bastan- 
tes el  prestigio  y  la  confianza  de  su  nombre ;  pero  ya  que  en  aque-^ 
Uos  no  concurría  tal  circunstancia,  estaban  en  et  caso  de  decir  es-^ 
plícita  y  públicamente  su  pensamiento,  sin  que  bastase  que  privada** 
mente  se  lo  manifestasen  á  algunos ,  y  menos  con  la  fórmula  vaga 
de  que  se  llegaría  tan  lejos  como  fuera  preciso ,  porque  si  esta  es- 
plicacion  podia  satisfacer  á  quien  la  oyese,  ni  se  le  dio  en  un  mani- 
fiesto al  pais,  ni  creemos  que  este  se  hubiera  contentado  tampoco. 

Como  quiera ,  aquel  silencio  sobre  los  puntos  mas  importantes 
del  derecho  político ,  la  falsa  noticia  que  se  tuvo  de  que  ni  aun  s0 
admitían  paisanos  en  las  filas  de  la  división  libertadora ,  la  natural 
desconfianza  del  partido  avanzado  hacia  hombres  á  quienes  no  po- 
dían acostumbrarse  tan  pronto  á  considerar  como  amigos ,  el  deseo 
de  no  moverse  sino  para  derrocar  todo  el  sistema  de  los  once  años,  y 
la  convicción  de  que  en  los  momentos  aquellos  solo  se  pretendía  dar 
en  tierra  con  la  fracción  mas  reaccionaría  del  partido  moderado; 
dieron  á  aquel  suceso  el  aspecto  de  una  lucha  entre  diferentes  frac- 
ciones del  partido  conservador,  en  la  que  nada  tenia  que  ver  el  pue^ 
blo^  puesto  que  no  había  de  ventilarse  en  ella  ninguno  de  sus  mas 
altos  intereses. 

La  actitud  del  pueblo  está ,  pues ,  justificada :  si  O^Doonell  hu- 
biera dado  en  Alcalá  la  proclama  que  publicó  en  Manzanares ,  se 
habría  arrojado  en  Madrid  el  30  de  junio  el  grito  formidable  que 
resonó  en  la  noche  del  17  de  julio.» 

Y  no  solo  queda  justificada  la  actitud  del  pueblo  de  Madrid  en 
aquel  día  por  la  reserva  que  en  los  primeros  momentos  de  la  insur- 
rección guardaron  sus  caudillos;  sino  que  la  conducta  que  estos 


m  91.  f  ALACIO  M  LOS  ttkUNW 

ban  observada  después  del  triuoCo  ha  dejado  inucbo  qw:  4esear  ár 
los  que  se  adhirieroa  al  programa  de  HaBianares. 

Las  promesas  que  en  él  se  hadao  lisonjearoo  al  paeUo  de  qiur 
el  gobierno  marcharia  francamente  por  la  senda  del  progreso;  pera 
en  vei  de  las  reformas  salvadoras. qoe  se  le  aminoiaban ,  se  ve  ago- 
biado de  GOBtribnciones ,  de  quintas,  de  trabas  i  la  eoástoa  deH 
pensamiento  y  de  la  mas  horrible  miseria »  y  envndto  en  el  torbar- 
Uino  de  las  pasiones  agitadas  por  los  qne  cayecoo  en  julio  de  lft54v 
cuya  impunidad  les  ha  hecho  osados  hasta  la  insolencia,  cuyaa  éter* 
ñas  conspiraciones  acarrearán  mil  confiiotos ,  si  pronto ,  muy  proa«» 
io  no  se  resuelve  el  gobierno  á  emprender  una  marcha  mas^  liberal 
y  enérgioa  al  mismo  tiempo,  y  que  esté  en  armonto  con  laa  exigenfy 
oías  de  la  moderna  civilíaacion  y  las  necesidades  del  pais» 

Escribimos  estas  lineas  en  noviembre  de  1855. 

£1  descontento  es  general  en  España. 

En  la  Asamblea  hay  diputados  que  acusan  al  ministro  de  Ik 
Guerra  el  general  0*Donnell  del  malestar  y  amenazante  agitación 
.qoe  fermenta  en  el  pais. 

La  Milicia  nacional  de  Zaragoza  acaba  de  elevar  á  las  CáSrlM 
la  siguiente  esposicion : 

« La  Milicia  nacional  de  Zaragoza ,  representada  por  todos  ioti 
4>ficiales  que  suscriben ,  se  acerca  á  las  Cortes  con  el  dolor  mas 
profundo  á  esponer  la  situación  angustiosa  y  los  deseos  de  la  ci^dAd 
siempre  heroica. 

Preocupados  sus  habitantes  con  la  reciente  subida  de  los  artí-> 
eulos  de  primera  necesidad ,  consideran  enlazada  esa  cuestión .  eco- 
nómica con  la  política. 

Se  agitan  todas  las  clases  viendo  sin  cumplir  el  lem*  de  laj !•* 


riosa  w^oboKNi  ée  juKo:  mquella  Inuariera  que  co«d«jo  al  4rJunfo 
pareoe-plegiiria ,  y  ^om  esto  baili  fara  ^fMsva  0iteaiig>O8  te  aprestcé 
á  derrocarla.  t 

<  La  oaotoa  observa  qve  ae  kilenta  reAableeer  una  coiUríbiicion 
desigaal,  'vejaloria  é  mmoral  josUmeiile  abolida  por  aquí  óélebré 
mofíoMQlo :  ZtragoM  se  eaoaa  da  espennr  jtm  Código  palkioe ,  al 
Mal  volver  ios  oyea,  como  anca  taala  da  lat  libertades  Aaeipaaiei^ 
ai  pais  todo  Té  con  sorpresa  eaeooModado  por  lo  naa^u  rágñnta.á 
bombóes  de  íngrMo  recuerdo :  la  tnposible  «otav  liberal  ea  «mi  favti 
taana  que  paralisa  las  nobles  aapiraeioDes  de  los  qae,  ó  par  iastiftti 
to  ó  por  presentimiento,  creen  ver  cobijados  sas  enemigos  bajó  ítm 
Mmidáble  parapeto. 

Be  aqui  les  coollioios;  de  aquí  loa  desastres  que  ameoaian  i  Ik 
patria;  d^  oqnf  los  diegos  arranques  de  indignación,  qne  paedes 
smnirta  en  la  mas  horrible  de  las  anarqvlas:  la  ^narqaia  social. 

.  Aneehe  ,•  per  desgracia ,  estu^  eata  poblacipn  al  berde  4e  uri 
precipicio:  el  ayuntamiento  oonstUneioaal  j  la  aensatez  de  la  Mili*- 
da  eindadana  han  obviado,  pero  no  disipado  lotalpiente  im  peligro 
análogo. 

Las  daees  niebesterosas  han  oído  el  UaoMÍmiento  de  los  oeace- 
jales ,  y  los  milicianos  han  escachado  la  patriólica  voe  de  aas  gefes 
7  o6ciaIes. 

Pero  pretenden  algo  mas  que  an  alivio  dependiente  de  la  gene- 
rosidad de  algnnos  individoós ;  j  cifran  sos  esperanzas  ea  la  eficaz 
jproleoeion  'del  gobierno  y  de  las  Cortes. 

Promover  las  obras  públicas,  fiuñlitar  el  trabajo,  disminuir  los 

impoesÉos ,  orgéaíaar  de  «n  modo  seguro  para  la  libertad  ceantas 

instituciones  contribuyan  al  progreso  nacional :  tales  son  las  aspira* 

ciones  de  los  Ubres. 

T.  II.  45 


S6i  BL  FALAGIO  M  LOA  GBÍlIBNIf 

Al  coDcarso  que  están  dispaestos  á  prestar ,  y  segairio  prestan*- 
io ,  corresponde ,  en  sn  sentir ,  nn  resaltado  mas  perceptible  y  be« 
neGcioso  qae  el  obtenido  hasta  aquí. 

La  nación  se  arrastra  hoy ,  lo  mismo  qne  antes  del  mofimiento 
de  julio,  tíctima  de  las  necesidades  del  Erario :  ahora  como  entoa— 
ees  solo  entrega  contenta'  sus  caudales  y  sos  hijos  cuando  se  fe 
piden  para  defender  su  independencia :  un  personal  enorme  agola 
sus  recursos  en  nombre  del  presupuesto  tan  estérilmente  como  ea 
otras  épocas ,  sin  que  tantos  dignos  patricios  elegidos  para  reme- 
diar este  inveterado  abuso ,  hayan  acertado  con  los  medios  de  coa- 


Los  sacriGcios  pasados ,  el  eficaz  y  constante  apoyo  de 
S.  H.  ciudad :  el  no  hablar  en  interés  propio  esclusivo ,  sino  en  d 
de  todos  los  espaftoles ,  autoriza  á  Zaragoza  á  pedir  que  atienda  á 
su  ruego  y  se  cumpla  la  Toluotad  nacional,  tal  cual  se  creyd  so- 
breentendida en  el  programa  de  Manzanares :  Zaragoza  quiere  qoe 
el  presupuesto  del  Estado  no  esceda  de  los  medios  con  qne  coeala 
para  Uenarlot  y  que  el  conocimiento  de  estos  preceda  al  estübieot- 
miento  de  gastos  compatibles  con  su  pobreza. 

Quiere  una  administración  sencilla  que  proteja  y  no  veje. 

Quiere,  en  fin ,  el  orden  y  la  libertad  bien  hermanados ,  sin  que 
el  primero  degenere  en  opresión  ni  la  segunda  en  licencia. 

Espera  instituciones  libres ,  progreso  y  economías. 

Para  obtener  tan  sagrados  fines  se  hallan  dispuestos  los  firman- 
tes á  toda  clase  de  sacrificios :  y  coando  recuerdan  que  nunca  el 
pais  puso  vanamente  la  confianza  en  el  poder  legislativo ,  se  con- 
gratulan de  antemano  en  que  los  representantes  de  la  nación  atea'- 
derin  benévolos  su  reverente  súplica. 

Zaragoza  12  de  noviembre  de  1855.36  Siguen  las  firmas.» 


Bt  FOULO  T  mi  onuoiis»  MI 

Tambiea  Um  liberales  de  Valeoda  se  han  espresado  en  igual 
sentido ,  segoo  se  desprende  de  las  sigaieotes  líiieas : 

«Los  f  oe  soscrílMi ,  Teetnos  de  la  cMtd  de  Valeoeía ,  acoden 
con  la  mayor  coofiania  á  las  Cortes  constituyentes ,  en  oso  dd  de^ 
recho  de  petición  t  esperando  qne  los  diputados  del  pueblo  espa&ol 
ntilisarán  las  grandes  facultades  de  que  se  bailan  reTestidos ,  para 
alejar  de  esta  nación  desgraciada  los  graves  males  que  la  ame-> 
nasan. 

Once  alos  del  mas  ominoso  despotismo,  de  las  mas  atroces  per^ 
secttciooes ,  de  las  exacciones  mas  tíolentas ,  de  la  mas  inaudita  di- 
lapidación ,  obligaron  al  pueblo  espafiol  i  recurrir  al  derecbo  de 
insurrección ,  salvando  al  pais  por  el  beróico  esfoerio  de  julio  de 
1854 ,  bundiendo  en  el  mas  abyecto  descrédito  á  los  bombres  in- 
morales y  corrompidos  que ,  sin  méritos  ni  servicios ,  hablan  esca- 
lado el  poder  para  satisfacer  sus  odios  y  vénganlas  y  su  estremada 
codicia,  causando  la  ruina  del  pais. 

De  las  Cortes  constituyentes  esperaba  coqfiadamiente  la  nación 
española  el  remedio  de  tan  graves  males  t  y  todavía  abriga  la  mis* 
ma  espérenla,  en  la  firme  creencia  de  que  recbatarán  enérgica-- 
mente  los  proyectos  de  ley  que  se  les  ban  presentado. 

Las  Cortes  no  pueden  desconocer  que  en  el  orden  físico  asi 
como  en  el  moral  y  político ,  las  mismas  causas  producen  los  mis- 
mos efectos. 

Reformas,  economías,  moralidad,  fueron  los  principios  pro- 
clamados por  la  nación  en  el  pronunciamiento  de  julio,  y  desgta- 
eiadamente  vemos  que  no  solo  subsiste  la  misma  organización  po- 
lítica ,  civil ,  económica  y  administrativa  que  existia  antes  del  pro- 
nunciamiento,  sin  beberse  bedio  reforma  alguna,  sino  que  con 


dftlor  S9i  acl«ieffl««  %ua  en  kfi  ergánkaa  qa»  i«'  propMlBft  í.Im  Cor- 
tes se  establecen  k«  liiíinMpríiMJtpÍÉ6  t^ttoicü^oa  qM  jegiteflü 
los  últimos  once  años. 
:    Kíngfida;  Hiijvra' hta  ^^oimaotado^  lo»  piaMna  a»  k^  faaU  «co- 

B^a^íte.  .      •  *      :  '  ti     I 

U  miimo-  esaanéaki»  4  JQMcaaario!  aá«aM  d*  emfk^&io^^  db 
ausmo  piMapnasto»  laa  BÚsmas  aoBlribnoíones,  y  k  Aiica  fln|M«Hf 
siiui  qua.  000  tanta  apkaao^  redbkraft  ka  pnoUoa^  U  4a  kioaatai  i 
sa ,  vejatoria  y  degradante  contribución  de  puertas  y  consnniont.%aii 
pratanikqia  qwda  sin  abato ,  haaíando  racaar  sobra  ka  Gdatas  U 
inaomaonanck  4e  raMabkoar  aquaUn  aontrUiucion  qoe  aUaa  aai»^ 
nns  abollaron  intarpralandc^  fidinanla  al  aspirkn  y  k  vokAtnd  ^ 
knneíoiK 

Loa  aaponentea  abmidnnda  an  ka  prínaij^a  prtelamadaa  aa.nl 
ttUÍBM>  ptoannokmianta »  ruapn  i  ka  Cortas  a&eaffeaidaadaiitaí 
itchaiaiidQ  loa  proyectos  da  ky  da  ayantaaiieiitos  y  diputaoii 
provinciales ,  adopten  las  reformas  qua  ks  addantaa  da  k  eMU«^ 
laokm  exigan :  que  amplieo  al  ejereick  de  loa  derecthói  pbKÜcos, 
concediendo  i  todoa  los  cindadanoa  el  derecho  de  elecckn :  qnn 
concedan  á  loa  paeblos  y  á  ks.  provincias  k  legitima  adminiatrant 
cion  de  sus  intereses  destruyendo  k  opresofa  centralkaoioii  adkaif*' 
nistrativá  i  que  castiguen  el  presnpueato  soprimiendo  tantas  ofici- 
nas kútíles  y  aon  perjudiciales  para  la  buena  administración : 
disminuyan  sueldos  exorbitantes:  que  introduzcan  todas  ks 
nomias  posibles,  reduciendo  los  gastoa  del  Estado  con  k  anal  po- 
drian  rebajarse  ks  contribuciones  que  al  tipo  que  hoy  se  halkn  aoia 
insoportabka  para  el  contribuyenU ,  y  será  innecesaria,  la  de  puer^ 
tas  y  consumos» 

Haciéndelo  aai ,  ks  Cortea  consütayeiites  aereeeriai  el 


SL  PUBBLO  T  SUS  OPBXSOIIS.  357 

7  h  grfltitifd  de  1á  nacioo  ^e  represeiftatt.=Ta1éiicía  fióVíem-^ 
bre  1855.» 

¿  Qué  hará  el  gobierno  en  vista  de  tan  sentidas  manifestaciones? 

¿  Qué  hará  O'Donnell  después  de  los  tremendos  cargos  que  se 
le  han  enderezado  en  las  Cortes  ? 

No  anticipemos  los  'ádbdle<ABÍektfüt? ^Áticos,  y  volvamos  al 
curso  regular  de  nuestra  historia. 


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CAPITULO 


\ 


MARÍA  EN  MADRID. 


La  marquesa  de  Bellaflor  había  regresado  á  Madrid  pocos  dia» 
después  de  la  desastrosa  muerte  de  don  Fermio  del  Valle  *  coya 
catástrofe  la  afectó  sobremanera  t  y  eso  que  estaba  muy  lejos  de 
sospechar  que  la  verdadera  causa  de  este  infortunio  había  sido  aa 
hijo  Enrique ;  pues  aunque  el  desgraciado  banquero  no  se  matd  por 
los  celos  que  los  amores  de  su  esposa  con  el  hijo  de  María  hobie— 
ten  podido  despertar  en  su  corazón ,  como  hombre  estremadamen* 
te  pundonoroso,  creyóse  en  el  caso  de  no  poder  admitir  de  la  mano 
de  su  rival  los  auxilios  pecuniarios  que  habian  de  salvar  su  honra ^ 
evitándole  una  quiebra  que  sin  ellos  era  inminente. 

El  principal  motivo  del  suicidio  del  banquero,  fué  sin  duda 
alguna  la  falta  de  valor  para  sobrevivir  á  su  quiebra  t  aunque  el 
fatal  descubrimiento  de  que  su  esposa  amaba  al  marquesito ,  no  de- 
jaría de  exacerbar  su  mal  humor  y  tener  alguna  parte  en  la  desea* 


ML  FnMLO  1  SUS  ofusons* 

perada  raiolacion  de  dar  fin  á  una  ^ida  qne  ya  bajo  sÍDgaB  aspeO'» 
to  podía  serle  soportable. 

Para  hacer  mas  sensible  aqnella  desgrada »  han  de  saber  naesU 
tros  lectores  que  si  d  honrado  banqnero  hnbiese  vivido  nn  dia  maÉy 
no  hubiera  necesitado  auxilios  de  nadie,  porque  pocos  momeslot 
después  de  su  muerta ,  una  de  las  casas  que  habian  suspendido  sus 
pagos,  y  era  precisamente  la  qne  debía  una  cantidad  enorme  al 
banquero,  halló  medios  de  salir  de  apuros,  y  pagó  i  todos  mm 
acreedores. 

A  consecuencia  de  este  suceso,  antes  de  que  la  viuda  de  don 
Fermin  del  Valle  hiciese  donación  de  su  herencia  i  los  estabieci- 
mienlos  piadosos ,  fné  devuelta  i  la  marquesa  de  Bellaflor  la  can- 
tidad que  su  hijo  habia  depositado  en  la  caja  del  banquero. 

El  desastroso  fin  del  marido  de  Matilde  hizo  una  impresión  la» 
desgarradora  en  el  alma  del  joven  Enrique ,  que  al  saber  la  vdon«« 
tana  clausura  de  su  amada ,  la  respetó  profundamente ,  y  ni  si- 
quiera quiso  averiguar  el  sitio  de  su  morada ;  pero  tenia  el  cora-* 
zon  tan  adolorido  que  no  gozaba  un  solo  momento  de  felicidad» 

Siempre  triste  y  pensativo ,  sin  atreverse  i  revelar  á  su  madre 
la  causa  de  su  dolor ,  desmejorábase  de  dia  en  dia  su  salud ,  y  1^ 
marquesa  no  sabia  qué  hacerse  para  consolar  á  su  querido  hijo. 

—¿Qué  te  aqueja,  Enrique?— le  preguntaba  una  tarde  vién« 
dele  abatido  en  un  sofá ,  después  de  haberse  sentado  al  lado  suyo, 
y  asidole  la  mano  con  maternal  ternura. 

— Nada,  mamá— respondió  melancólicamente  Enrique. 

—¡Nada...  y  acabo  de  ver  deslizarse  una  lágrima  por  tu  me-^ 
jilla!....  ¿Será  posible  que  haya  perdido  tu  confianza?  ¿Qué  mo- 
tivos tienes,  hijo  mió,  para  no  revelarme  tus  penas?  ¿De  cuándo 
acá  tanta  reserva  ?  Tá ,  que  siempre  has  confiado  i  mi  amor  los 


BMf  raoáttdita  «eerfek»  4i||i  aláia...^  lú  qM  sabes  <pé  «dMiIsde 
madre  cariñosa  que  no  tiene  otro  deseo  .que  el  de  ver  feHÉ  é  ni 
lú/o^  he  iUo  ñamare  ka  mejor  ámigp.«..«  (por  qaé  oe  ne  Ares 
eliora  io  ooraaont  ;Ne  tíeoei  ya  en  mi  la  oonfianza  que  Ima  teoidkl 
áempre?  .  i 

-«t  ''■dre  miaI.*«Meiclamó  eoteriiecído .  Enríqee. 

«^Atttmatev  Jñjo  mió...  cualqmera  que  sea  la  cansa  detni  pe-i 
aeres  eonfiala  á  ta  mamá*  ¿Bn  quién  puedes  depoñiar  mejor  M 
confianza ?  Habla ,  Enrique...  Habíame  francamente.. •  y  busosré  el 
medio  de  aliviar  toa  penas. 

-*^No  hay  alivio  pera  mi.a 

«-^Qnite  sabe...«.  len  oonfiania  en  Dios  y  ^en  te  mami ,  iii|0 
mió.  Todos  loa  males  tienen  remedio  en  este  mundo.  La  ímagÍBÓr 
eíoD  aiempre  nos  pinte  noestras  propias  desgracias  mayores  de  lo 
qnesooy  y  después.. •  ht Proridencía  suele  fadütamos  el  remedio.*, 
j  entonces  esclamamos  ¿quién  lo  había  de  decir?  Y  quiero  sapoiietf 
qne  tus  pesares  no  teofan  remedio^.,  (por  qué  no  ha  de  pertieipar 
de  ellos  ie  mamáT  Ahora  loa snfres  solo,  bfjo  mió...  Ealrelos  doe 
^remos  conlterarles  mas  fácilmente.  Coando  se  deposita  una  pe- 
M  en  el  .amor  de  une  madre....  en  el  eariio  de  una  tierna  emign* 
se  alivia  el  coraton  de  la  mitad  de  su  peso...  se  mitiga  la  aoNrgfv^ 
ra...  ¿Por  qué  no  has  de  buscar  t&  este  consuelo? 

•^iMadre  de  mi  rídal... 

— ¿Lloras,  Enrique? 

—Sí,  mami...  lloro  porque  me  colmas  ^  bondades...  y... 

ioy  un  ingrato. 

^Lo  serías,  si  persistieses  en  ocultarme  la  causa  de  ta  triste^ 

sa;  pero  confio  que  me  darás  el  consuele  de  verte  mas  raaonabln. 
-•     —«Temo  aligitle  demesíado. 


tt  NIIM  T  801  onoMu.  361 

-—Mu  me  aflige  lo  retenra ,  pero  si  tú  me  joigas  iiMUfMi  de 

iu  confianza Si  es  capaz  tu  pecho  de  encerrar  secretos  para  ta 

numiá...  DO  quiero  insistir  mas...  no  quiero  arrancarte  con  mi  au- 
toridad maleraal  •  reifelacioMa  que  me  hubiera  holgado  merecer  i 
tu  carillo. 

Después  de  una  pausa  continuó  la  marquesa : 

— Dime  la  verdad,  hijo  mió...  ¿amas  por  desgracia  aun  i  la  in- 
grata joven  que  despreció  tu  amor  para  casarse  con  otro  ? 

—He  sabido  que  era  inocente. 

— Esplicate  sin  reserva. 

—Nunca ,  mami ,  be  tenido  la  menor  repugnancia  en  decirle 
cnanto  pasa  en  mi  corazón ;  al  contrario ,  tú  has  sido  siempre  la 
depositaría  de  todos  mis  secretos,  bien  lo  sabes...  mas  si  ves  aho^ 
ra  alguna  resistencia  de  mi  parte. . .  es  porque  temo  darte  un  pesar. 

—Mayor  pesar  me  daría  tu  silencio,  Enrique ya  te  lo  he 

dicho  antes. 

—Matilde  era  inocente*. •  Julián...  aquel  hipócrita  que  á  todos 
nos  engafiaba,  quiso  seducirla....  inventó  mil  fábulas  vergonzosas 
para  dar  i  entender  i  la  pobre  joven  que  yo  solo  trataba  de  des- 
honrarla  por  eso  tuve  con  él  aquel  desaflo  en  que  salí  herído 

gravemente,  y  mi  larga  ausencia  fiívoreció  los  intentos  de  mi  per- 
verso y  falso  amigo.  Matilde  se  horrorizó  cuando  el  inicuo  le  ha- 
bló de  amor ;  pero  se  convenció  de  que  también  mis  inlencionei 
eran  impuras.  Sería  largo  contarte  lodos  los  pormenores ;  baste  sa- 
ber que  se  casó  con  un  hombre  honrado. 

—¿Y  conoces  á  ese  hombre?  ¿Sabes  si  es  feliz  con  él? 

— ^No  podia  haber  hallado  un  mortal  mas  digno  de  sus  vir- 
tudes. 

—¿Y  amas  todavia  'á  esa  joven? 

T.  II.  M 


— lias  4[iM'aonoa,  iiiaai&..«  I,p  qno  áeslo  ea  ni  togmna^no 
es  anrar...  €•  va  deUrío  indefinible, . • 

-r^iinsensatol— esolamó  en  tono  gr«fe  la  marqnean.— DíoMi 
bien,  es  «a  dfeUrio;  pera  «a ^delirio  oríaiiaal,  aa  delirio qae -ddbea ? 
alejar  de  ta  mente  y  de  tu  corazón  si  deseas  merecer  el  taar  ida : 
to  madre. 

-?-Ya  J»  dicho  nales  ^ae  iba  i  afligirla  demasiada. 

—¡Si,  Enrique,  baa  desgarrada  ou  ooraaoal....^  ¿Gkaa  li:. 
atreves  á  ponderar  delante  de  ta  aiadre  an  amor  criminal?  ^Cámo 
te  atreves  á  decir  que  amas  á  nna  jóvea  virioosa  qaa.lieaa  un 
marida  digoo'da  naviotodea} 

— (lladrei 

•*-CaUa,  aiiaerable...  ¿qné  pnedes  alegar  en  defisnaa  da  laa  áa^:. 
faflM  prooeder ?  ...  .  ^. 

-rMatUde  está  viuda*. 

— ¡Ah  I...  I  viudal.... 

— -Sá  señora...  ba  .perdido  á  sa  honrado  -esposa ;  pcao  a»  4abo 
aspirar  isa  maaa. 

—iV  sabe  ella  que  lú  la  amas? 

~SL,  mamá. 

—¿Y  sabe  que  en  otro  tiempo  eran  puras  tos  ínteociaiMa?    . 

— Tajodúea  le  siba... 

— ^Entaacea... 

—No  debe  adasitir  mí  mano  ai  yo  su  corazón. 

— ¿Por  qué? 

—¿Quisiera  callarle ,  madre  mia. 

*-Si  no  merezco  saberlo  lodo... 

— No  mereces  la  aQiccion  que  voy  á  causarte. 

— Tu  misterioso  lenguaje  me  tieae  en  la  aus  .crael  aqaaadad. 


^ai3 

^^Yb  -qdií'lie  de^dtelMela  lisa»....  haidksdberqM^^^nlpa 
Dingana  de  mi  parte ,  he  sido  yo  la  cansa  de  la  maerte  de  stíivmi- 

— Sít  mamá...  yo  quería  daría» ki'hraNi¿.«!9'4i?i»táiiéw    ^-  «f 

—  ¡Tú!  <'  Y    - 
•¿^,  «ÍM#«m...  fd  noBi'ée^pisci  íttM»  aa  «MÜMe. 

—El  marído  de  Matilde...  era...  émWBimmiéá  %íIb.  '  > 

—  ¡Dios  mió  I  ¡qué  escacho  1  "^  •     V   - 

V  Itf'WiaffqmM^ettrÉflHnciéa  ledoniMjekrailrsKeHl^iM  palmas. 

«— figúrate  ^  iaami'^-*»calUraéBiniyif  anp cooBMtMio  ^**icáál 
sería  mi  sorpresa  cuando  me  presenté  ea  .tes^^dÉl  inaiqiiaMf  jr<«i 
qM  M áttMa  ím  «á  esfoaaft 

~I  Daaiíehadb  r  i  V  M  sribas^qw  él  rttÉl^  b  ▼iia  é»  floi  aa^ 
siK.ila'tiBadiB'liaiwídi^..  hfida'é^ini^^ 

^S/  k»  aáUa,  namá,  y  por  aa»  Tiae  á  Hadlríd  4aaaosai4e 
AMstrArte*' tfii* gratiltfé  y  éa*  aaFrar  i  ait  rm  m  Imara;.^.  Y  ona^D 
f f ^qa# HMillie  ara  at  aipOM,  topaét db  e«bregmrleU  aairiidad  file 
necesitaba,  traté  de  huir  para  que  mi  presencia  no  turbase  la-pÉE 
de  tan  dignos  esposos;  pero  quiso  mi  saavle  adireaa  presentar- 
me á  MatiUe  lA^  aiwwiéopar  aqMHa  paeifeiv morada. •••••  T»vimos 
«sjplicaeioaea.  • .  las  éRimas  «spUcaeiones,  porrqna  aaiboa  eatábamis 
TCSoelioa  á  raipelaral  booor;  pero  desf^raieíadameale  nos  sorprMa- 
^  el  marído  en  asta  aonvaraadiMi...  oyó  mía  díacalpai»..  oyálas 
palabras-  desalmar  qoa  sw  aspaaa:  paominoiaba^.^  y  praaanldndosa  de 
repente,  aoilaiiaaolraa^  arrojé  á  wms  piéa  la  oartara  de  loa  billatas 
que  habian-do  adtarkr'ma  obKgó  á  lamorios^..*.  y  om  arF<^  de 
au'  oaaa. 


• 


SM  H.  FALACiO  ME  LOS  GBbulf  If 

—*l  Dios  de  bondad l....—esdainó  María  llorando  eoa  amar* 
gora. 

—  Pero  yo  oie  empeüé  en  salvar  sa  honra  t  y  entregando  á  ia 
cajero  la  cartera  qne  él  rebosaba ,  salí  dirigiendo  votos  al  cido  por 
la  dicba  de  aquellos  dos  esposos. 

— tY  luego? 

—Luego...— afiadió  sollozando  Enrique— creyendo  el  pundo- 
noroso banquero  que  era  inevitable  su  quiebra...  Ya  sabes,  aumá« 
de  qué  modo  murió  el  infeliz. 

— ¿Y  su  esposa? 

—Supe  que  se  babia  retirado  á  un  santo  asilo...  no  quise  ave- 
riguar cuál  era...  su  resolución  es  digna  de  su  virtud*. •  y  no  qoie* 
ro  turbar  la  paz  de  su  alma. 

— Bien,  hijo  mió...— repuso  la  marquesa  enjugándose  lae  lá- 
grimas.—En  medio  de  tan  lamentable  desgracia,  me  queda  el  con- 
suelo de  ver  que  te  has  portado  en  ella  como  hombre  de  honor.  Si- 
gue respetando  la  santa  vocación  de  esa  virtuosa  joven ,  y  toda  vei 
que  no  puede  dejar  de  ser  feliz  habiéndose  confiado  á  los  brazos  del 
divino  Salvador,  tú,  hijo  mió,  debes  esforzarte  por  olvidarla  para 
siempre. 

—No  puedo,  mamá. 

—Tú  podrás ,  Enrique ,  si  llegas  á  convencerte  de  que  es  el 
mejor  medio  de  darle  una  prueba  de  lo  mucho  que  la  amas.  Has 
por  so  felicidad  el  sacrificio  de  tu  amor.  Procura  distraerte.*.  ¿Qué 
alcanzas  pensando  en  quien  no  puede  ser  para  t{?....  Animo,  hijo 
mió. . .  Tu  melancolía  no  sirve  mas  que  para  quebrantar  tu  salud  y 
mortificar  á  tu  mamá.  Siquiera  por  mí  debieras  hacerte  cargo  de  la 
razón ;  de  otro  modo  llegaré  á  creer  que  no  me  quieres. 

—  ¡  Que  no  te  quiero  I...  Si  no  te  quisiera...  hubiera  seguido  el 


m'  mmá^  t  wn  onoms.  MI 

ejemplo  del  honrado  aociano...  La  mnerfe  di' fia  i  todos  loa  isfor- 
taaiot. 

—  lEariqíiel 

-— NOf  Bo  temai,  w  querida  maná Meoftras  tA  eiiatas, 

tengo  deberes  qne  cumplir  en  el  mando ,  deberes  qoe  haoea  la  di^ 
cha  de  los  buenos  hijos. 

En  este  momento  se  anmentó  el  náamro  de  interiocotores  coa 
la  presencia  de  Godinez  é  Isabel,  que  aparecieron  asidos  de  la 
mano. 

Enrique  se  apresaré  á  besar  k  mano  del  venerable  Tiejo ,  que 
le  recibió  afectuosamente  en  sus  braios. 

La  nüa  Isabel  lle?aba  «n  caeomoho  en  la  nmno,  y  entregán- 
dolo á  so  madre «  dijo  con  alegria: 

—-Mira,  mamá...  son  merengues  que  am  ha  traído  el  aboelilo. 

—Tu  abuelíto  siempre  te  hace  regalos  por  ese  estilo,  y  luego  te 
pones  mala...  ¿No  sabes  que  los  dulces  crían  lombrices? 

—No  los  comeré  todos  ahora,  mamá— respondió  la  nifia*—* 
TA  me  los  guardarás ,  porque  si  me  los  comiera  todos  seria  una  go« 
losa...  y  es  pecado  ser  golosa...  Tardad? 

— Ya  se  vé  que  sí —respondió  la  marquesa— y  además,  el  co- 
mer dulces  hace  caer  los  dientes. 

—  t  Si?...  I  ay  que  miedol...  pero  no  comiendo  mas  que  un  me- 
rengue no  se  me  caerán  tos  dientes/ verdad?....  ni  tendré  lombri- 
ces... i  verdad  que  no? 

— Si  no  te  comes  mas  de  uno ,  no ,  hija  mia« 

—Pues  dame  uno...  y  otro  para  Enrique. ...  y  lA  y  el  abmlito 
que  sois  mas  grandes ,  os  comeréis  dos  cada  uno. 

—Yo  no  quiero ,  hija  mia. 

—i  Temes  que  te  hagan  lombrices  ? 


.    —  Preluroi  guasdiotatefta 

— Y  los  mios  tambieo — dijo  rieodo  Godíoez— do  qnicMili 
me  hagan  caer  los  dientes. 

'tutoDCtt  kví  gagifaráa  ftítaf  mí  f  para.  Ewmpti. 

-—¿Cómo  has  dicho? — replicó  la  marqiAM. 

-^Baoft  Snófae  y  pan  wd  p  qwmi  éacig  wÉitó  rrtiwii  ada 
ia  iaariila  aiiak 

— Eso  es  olra  cosa...  Toma  el  merengue ,  y  un  beso. 

-^Y  oUóihaaaaBlBdv'abmlila^-'d^a  toiaüa. 

—  Sí  9  hermosa  mia ,  coa  aiiicho  gaitaL 

¥  dcapaés  ^¡Bacibir  laa  oanaiaa:  éa  au  madra  j  dei  aÉi  ahaelo, 
llevó  Isabel  otro  merengue  á  Eanfoa*  y  pannaBaonnoa  ka»  im 
hanuMMsalgoiaaparadaa  da^aa  «Baára  y  da  su  aboda'  mieüraa-da* 
tÓ4e)  aigai0»la>  aulai|oioi; 

—Y  tú  {ctea  esláa,  Marlal^^paegoMUi  Godinezá  b  «mp^ 
qaeaa. 

— «Yaiasay  hiany  padre «.  ai  ao  fiBera^  la  aosíadad  en  qaa  ma  úa* 
ne  el  peligro  que  corre  mi  Lnia» 

— TuLm  BO^oorra  petigro  algnno. 

El  lector  ignora  aan  que  ya  teoemoa  al  marqués  da-BellÉflon  aa 
caaspaia.  Relacionado  eon  los  direclot>aa  del  giorioso  aliaaniaBlo , 
laé  de  los  primeíaosL  que  se  laozaroiii  al  peligro ,  y  formri)a  partaida 
los  pocos  paisanos  que  acompañaban  al  ejército  libertador. 

<—  He  leido  un  impreso ,  en  que  dice  el  gobierno  que  ha  con- 
aagnsdo  una  lúetoria  sobra  los  sublevados ,  y  estoy  ta&  deaaaona- 
da 

— Ríete  de  eso...  Los  que  han  obtenido  unavictocia  caoaifileta, 
han  sido  los  valientes  que  salieron  de  aqoi  oos  el  geaerat  Dalae. 


—  ¿Luego  es  verdad  qoe  han  llegado  á  hwánmS    •  ^     ' 

••^Essiivlo ;  pero  ntéa  lienet «qv^ieioer. 

— ¡  Válgame  Diwl.^%.  aimpwp  ea  oMiliiw^goiotfÉ^^ .  '.  i ! 

^«Te  refalo  «que  .Liiif'«»  ím  podido  eorrer  el  meiler  Tte»go. 
Pev  Ie»p0epanifiwi'ip»'des4e^  wpepeeerfcetaqtatle »  B>w>tia  y#i 
que  el  gobierno  trataba  de  lnoer'wlir<iBm4Bpedici«if  OMirá  (VAonhi 
nell,  y  deseoso  de  vj^xfotTam-fm^km^í^m^  q«e .psedbe,  Cfe-^ri- 
gido  mi  paseo  hacia  el  Prado  ,  he  fisgoneado  por  Htt^'Oii  ifcfce -y*  me 
he  subido  al  Retiro  para  tomar  posesión  de  una  aliKS**ND<fodfen- 
d»  «aürfaeer  4  f  uito  JM :  auiítiiiJíad ,  me  neli«fai*y»^á  ik  tMide-  de 
la  tarde  por  la  parte  inmediata  á  la  puerta  de  Alcalá ,  cuando  um^ 
ÍDi&eii0agnitiarifthalflÉiiác>fDÍateMio«;  T(M«BpMi4e«Aof  tío  ver- 
gonzoso para  el  gobiet»é4^ÍMitffopM  qm  iMrbíiMi  uiUmi  m'^-popsé-^ 
cucion  de  O'Donnell*  entraban  desbaeAaáttyt^aiéesBtdeíaAáfiíga. 
Esto  b-imea  presencilid»lmíUa9efrée  toMígoe:,  beMR>e3ábM(t'eon 
los  derrotados,  le»  iienwi  joJéyfOüétmr  mk  nk%t  éot'  i^  dibéliA 
loe  laUemdee  s«e  carfai»  sefare  da  ertílleiii ,  j  9fl  fredUeii  ^  mt  -que- 
se  han  visto  las  tropas  de  Madrid  de  replegarse  junta  ^iee  mismáeb 
tapias ,  donde  ha  eoteedtf  repenliiuunMletd  Jeeóeáesiá  twnMonen- 
cia  de  una  alarma  que  les  ha  puesto  en  precipitaleAigm^'ry  4es- 
paée  de  í6fto  ee  atMHH  el  gebíecMi  i  aumoíer  qee  ha  aottetgmdo 
una  victoria  sobre  los  sublevados  1  Guando  iMeédoá  kv^eiegoeique'' 
así  lo  pregonaban ,  me  he  figurado  que  estarías  MfnUt»  per-  la 
suelte  de  tu  iMCÜe  t  j  fpr  esa  eeagó  álranquflkarÉeyá  deetrte 
que  no  «ees  oade^,,  ebsdvtaoieale  seda  éd  ettMÉo  idí^m  •  bs^partee. 
del  gobierno*  porque  al  pobre  no  le  quede  ya  mee  cepcraBEa jfde 
la  mentira.  No  se  pasa  una  semana  sin  «pie  lee  Ire^s  de 'OIDoMiell 
hagan  sn  eniMudh  tnanbleiiile  cáFl^,  y  oitoicet  vehrenie  á  -ver  á 
tu  Leía  pera  <Mel|»e0aite  fMede  ^ 


n  PALACIO  M  lOt  GEÍmillf 

—  ¡  Dios  lo  quiera  1 

—Y  lo  querrá...  pues  ¿qué  ha  de  querer  Dios  sino  que  trÍMife 
la  jutlicia?  Ahora  que  confio  ettarát  mas  tranquila... 

—(Oh!  ti se&or...  eitoy  muy  contenta...  ¿Cómo  no  he  de  es« 
larlo  después  de  oirle  decir  i  usted,  que  estrecharé  pronto  en  mía 
breaos  i  Luis  para  no  separarme  ya  de  él  ? 

—Pues  hien,  me  permitirás  que  me  retire... 

—¿Tan  pronto? 

—Es  preciso. 

— Siento  un  consuelo  tan  dulce  cuando  tengo  á  usted  á  mi  la«- 
dol 

— -  En  casa  mt  esperan ;  y  aunque  les  he  dicho  que  regnlarmeo- 
le  Toheria  tarde ,  estarán  con  alguna  ansiedad. 

—  ¿Y  no  ha  comido  ustedT 

— -Sf»  hija  mia,  yo  siempre  como  á  las  doce...  á  lo  aUuAil..., 
¿Te  ruborixas  de  tener  un  padre  que  ha  sido  albaftil? 

—Mi  padre  siendo  albaSilt  valia  mas  que  todos  los  magantoa 
del  orbe  juntos. 

— Td  no  tienes  voto  en  esta  cuestión ,  María. 

«^¿Por  qoét 

—Porque  eres  parte  interesada.  {Ea!  á  Dios,  hija  miav  que 
en  casa  estarán  con  cuidado. 

—¿Y  Manuel? 

—Tan  contento  con  su  Carolina....  que  ha  entrado  ya  en  los 

•cinco  meses  de  su  embaraio.  Ya  ves,  luego  tendré  otro  nieto 

mo  tenéis  compasión  de  mi. 

—¿Por  qué  dice  usted  eso? 

—Porque  todos  os  dais  tal  prisa  en  hacerme  abuelo ,  que  no 
sé  dónde  iremos  á  parar.  El  primer  dia  se  casa  tu  Enrique  y  apare- 


BL  FORLO  T  SUS  OPIBSOIIS,  S69 

ce  otro  vastago  á  hoorarme  con  el  oombramíeDto  de  bisabuelo.  ¡  A 
Dios !  ¡  i  Dios ! 

— Uq  abrazo  de  mí  parte  á  Carolina  y  otro  á  Manuel. 

— Mal  podré  dárselo  sino  lo  recibo  antes  de  tí— dijo  abriendo 
los  brazos  el  amable  anciano. 

— Con  mucho  gnsto«  padre  mió — repuso  María  arrojándose  á 
los  brazos  de  sn  padre ,  y  después  de  recibir  el  beso  que  imprimió 
en  su  frente  el  venerable  viejo,  añadió:— Y  mil  gracias  por  la  vi- 
sita    ¡Venirse  de  tan  lejosl....    Ahora  se  volverá  usted  en  mi 

carretela.  Voy  á  llamar  á  Tomás... 

—Tengo  la  mia  á  la  puerta  de  la  calle. 

—  ¿La  de  usted? —preguntó  riendo  la  marquesa. 

—  La  mia  *  mientras  dure  el  ajuste. 

— Pues  pague  usted  al  cochero,  y  voy  á  llamar  á  Tomás  para 
que  enganchen  en  la  mia  los  caballos...  Irá  usted  mejor... 
—De  ningún  modo. ••  ¡ADiosl...  ¡áDios! 

—  ¿Se  vá  usted  ya?— preguntó  Enrique  aproximándose  con  su 
hermanita  hacia  sn  abuelo. 

— S( ,  hijo  mió...— y  dirigiéndose  á  la  marquesa ,  añadió:— es- 
tá hecho  todo  un  hombre...  es  un  arrogante  mozo...  un  retrato  de 
su  padre. 

Y  le  abrazó  y  besó  con  afectuosa  espresíon. 

—  ¡  A  Dios ,  abnelito t —dijo  Isabel. 

—  ¡A  Dios,  envidiosilla!...  tá  quieres  también  otro  abrazo. 

Y  después  de  colmar  de  caricias  á  Isabel ,  le  acompañaron  to- 
dos hasta  la  escalera ,  repitiéndose  iguales  demostraciones  de  cap- 
rino. 


T.  II.  47 


CAPITULO  ZXZL 


PROGRAMA  DE  MANZANARES. 


La  eferyescenda  erecia  en  d  pueblo  de  Madrid  por  momentoe 
7  nadie  dejaba  de  conocer  ya  qae  se  aproximaba  el  día  de  la  Ten* 
ganza,  ó  mejor  dicho,  el  dia  de  la  juslioiav  porque  la  indígnacioii 
que  escitaban  las  arbitrariedadea  y  demás  desafueros  del  gobíerao 
polaco  era  justa,  era  santa,  era  una  indignación  bienhechorat 
poes  estaba  predestinado  que  á  ella  debería  España  la  salvacioB  de 
su  bonor  y  de  su  libertad. 

Y  si  el  pueblo  de  Madrid  no  se  pronunció  el  mismo  dia  en  qae 
Dulce  al  frente  de  la  caballería  abandonó  la  guarnición  de  la  plaza 
para  ponerse  bajo  las  órdenes  de  ODonnell;  sino  se  aproveclió  de 
una  ocasión  que  le  era  tan  favorable  puesto  que  aquel  aconteci- 
miento amilanó  al  gobierno  criminal ,  digno  instrumento  del  poder 
oculto ;  si  no  se  movió  tampoco  al  presenciar  el  triunfo  de  los  va- 
lientes de  Vicálvaro,  fué  á  no  dudarlo,  como  hemos  patentizado  ya 


en  otro  capítulo,  porque  agaardaba  saber  deftmtifaoeiile'caálem' 
la  divisa  qae  oDarbolaba  éí  vencedor  de  Lacena*  i  * 

O'Donnell,  annqae  habia  hecho  al  gobierno  potoea  «na  enérgi^'^ 
oa  oposioÍQfi  en  ia  dta  cámara,  «onqse  se  babia  graojeado  las  sim- 
patías de> todos  kn  Uberalee  honrados  al  abogar  en  ella  en  pra  da  )» 
moralidad,  no  dejaba  de  formar  en  las  filas  de  he  huestes  íMiera-^ 
das  9  7  esto  inspiraba  reeelosá  losipie  tanlosnosales  deploraimn,  ifue- 
habian  germinado  en  los  onoe  años  de  la  aciaga  4oaiianoion .  aon^^- 
servadoro. 

Pero  11^  á  Madrid  el  segando  núasera  del  Béleiin  del  ejéraif» 
sublevado,  y  no  le  quedó  ya  al  pueblo  dada  alguna  de  qne  si  ca»^/ 
diUo  qoe  le  mandaba  habia  abrazado  la  noble  cansa  ilél  progreso,  7^ 
simpatizó  aon  él,  y  aplandiócon  atftysiasmo  y  se  aprestó  i  sacan«* 
dar  el  pensamieoto  de  O^Donnell  tan  esplícitaméMte  Isnmdadéi  ^^ 
el  programa  de  Mansanares. 

Decia  así : 

«EWAÑOLBS :  La  aMVd«iA9rA  acooida  -qué  va  nacoaMArod^ 
BU  LOS  ^utBLns  iL  ciia(a?0'  iiasaiMí;  «l  aspoEaao  -on  los  sOLnáaos 

QUE   LB  COMPONEN ,  TAN   HBRÓlCAllaftra  laOSnAHO  «I   LOS  CAUtéS  VB 
YtGÁLVAaO  ;  BL  ÁMAVSO  QON  QÜE  BU  TODAS  l^ARTBS  «A  SmO   BBCfBIDA 
LA    NOTICIA   BB  BüBfflBO    BAVRlÓVtOO    ALZAMBinrt),    ASBOITBAír    BBSM* 
AHORA   EL  TRIUNFO  DE  LA  LIBERTAD  T  DE  LAS   LEYES,  QUE   HEMOS   JÜ-^ 
BABO  DBPBHDBB» 

Dentro  BB  yogos  bias  ,  la  mat^ob  pabtb  de  CAe  provincias  sa- 
brán SACUDIDO  EL  tugo  DE  LOS  TIRANOS;  EL  BiÉRCfrO  BNTBBO- HA- 
BRÁ TENIDO  Á  PONERSE  BAJO  NUESTRAS  BANDERAS ,  QUE  SON  LAS  LEA- 
LBS;  LA  NACIÓN  mSPaUTABÁ  LOS  BBNBFIOIOS  DBL  «tolIRN  BBPBBSBN- 
TAnVO,    POB'BLCrAL  HA  BVaBAMABé  HASTA    AHOBA    TANTA  SANaHB 


S7t  IL  FALACiO  W  LOS  dfHBf  IS 

niÚTIL  T  HA  80P01TAD0  TAN   COSTOSOS  8AGBIF1CI0S. 

Día  bs  ,  pubs  ,  db  dbc»  lo  qob  bítamos  «bsubltos  i  hagbe  ek 

BL   DB  LA   YICTOBIA. 

Nosotros  qubbemos  la  coHSBHVAaoB  dbl  tiono  ,  pbio  sa  ca«* 

MARILLA  QUB  LO  DBSHOHBB ;  QUBBBMOS  LA  PRÁCTICA  miGUlOSA  DB  LAB 
LBTBS  FUM DAMBNTALBS  *  MBJOBÁNDOLAS  9  SOBRB  TODO  LA  BLECTORAL  T 
LA  DB  IMPRBKTA ;  QÜBRBIIOS  LA  RBBAJA  DB  LOS  IM PUBSTOS ,  FUNDADA 
BB  UNA  BSTRICTA  BCONOMÍA  ;  QUBRBMOS  QUB  SB  RBSPRTBN  BN  LOS  BM- 
PLBOS  MILITARES  T  CIVILES  LA  ANTIGÜEDAD  T  LOS  MERBCimBNTOS, 
QOBRBIIOS  ARRANCAR  LOS  PUEBLOS  1  LA  CENTRALIZACIÓN  QUB  LOS  BB-* 
TORA ,  dJINDOLBS  LA  INDEPENDENCIA  LOCAL  NECBffARlA  PARA  QUB  COK^ 
SERVEN  T  AUMENTEN  SUS  INTERESES  PROPIOS ,  T  COMO  OARANTÉA  AS 
TODO  ESTO   QUBRBMOS   T  PLANTEAREMOS   BAJO   SÓLIDAS  BASES  LA  BU-- 

LICIA  NACIONAL. 

Tales  son  nuestros  intentos  »  que  espresamos  prancambhtb, 
sin  imponerlos  por  eso  1  la  nación. 

Las  Juntas  de  gobierno  que  dbbbn  irse  constituyendo  bn  las 
PROviHcus  ubres;  las  Cortes  generales  que  luego  se  rbunam^ 
la  misma  nación*  en  fin,  fu  ara  las  bases  definitivas  db  la  mb- 
generacion  liberal  i  qub  aspiramos. 

Nosotros  tenemos  consagbadas  1  la  voluntad  nacional  nojbb*' 

TRAS  ESPADAS ,  T  NO  LAS  ENVAINAREMOS   HASTA  QUE   ELLA    BST6   GUM-- 
PUDA. 

Cuartel  general  de  Manzanares  á  6  de  juuo  pe  1854.=bEl 
general  en  gefe  del  ejército  constitucional ,  leopoldo  0*don- 

NELLv    CONDE   DE   LuCENA.» 

Diez  días  después  al  de  la  fecha  del  precedente  docaodeQto ,  no 
podo  ya  coQteoerse  el  hervor  de  los  liberales  madrileños»  y  goao* 


H.  njULO  T  S08  OFAUOMiv  313 

ció  por  fio  Isabel  II  U  verdadera  síCuacioQ  del  pab «  y  cjne  bo  ha- 
bía mas  remedio  qae  someterse  á  la  lej  imperiosa  de  la  neceddad. 
Parece  qoe  le  hiio  una  sensación  profanda  la  lectora  de  non 
esposicion ,  qoe  á  pesar  de  la  yigUancia  de  los  polacos  para  qoe  lo 
Tardad  no  penetrara  en  el  regio  recinto ,  acababa  de  llegar  á  soa 
manos»  y  estaba  concebida  en  estos  términos : 

«Sbñoba  :  En  las  crisis  diffcUes  qae  las  naciones  atrayiesan»  ea 
nn  deber  de  los  cindadanos  honrados  elcTar  so  voz  al  depositario 
del  poder  supremo  para  ilustrar  sn  razón  y  afirmar  sn  eoncieneia^ 
á  fin  de  qne»  identificándose  con  la  opinión  pública  qoe  él  personi^ 
fica»  satisfaga  las  exigencias  de  esta,  qoe  nnnca  se  prononcia  nni^ 
forme  y  compacta ,  sin  qoe  la  verdad  y  la  josticia  la  inspiren  y 
conmuevan. 

Impulsados  de  tan  noble  deseo ,  los  que  suscriben  se  proponen 
mostrar  á  V.  M.  el  cuadro  que  ofrece  la  situación  actual  de  Espa*^ 
fia,  ansiosos  de  que  V.  M.  lo  observe  drtenidamente ,  y  eontein-^ 
plándolo ,  fortalecca  su  ánimo  y  dé  á  su  corazón  el  temple  necesa- 
rio para  tener  uno  de  esos  arranques  magnánimos  que  bastan  por 
sí  solos  á  conjorar  una  catástrofe ,  y  á  salvar  nn  pais  entero  de  la 
disolución  que  le  amenaza.  El  trono  de  V.  M,  y  la  sociedad  espn-* 
iola  se  encuentran ,  sdtora ,  en  uno  de  esos  momentos  sdemoéa 
en  que  pueden  servir  de  ejemplo  y  de  modelo,  ó  desaparecer  déla 
lista  délos  demás  tronos  y  sociedades  europeas. 

Sí  V.  M.,  penetrada  de  la  necesidad  del  pueblo,  escucha  sus  la- 
mentos y  acoge  sus  ruegos ,  veri  renacer  la  alegría  eñ:  todos  los 
semblantes ,  esparcirse  de  gozo  todos  los  corazones ,  y  abrazarse 
como  hermanos  los  que  se  hallan  hoy  desunidos  y  en  campos  en-? 
contrados.  .  / 


8T4  M.  JTALáCUO  M  U>S  CttílfIlfW 

Tero  sí;  V.  lUL  aparU  el  roairo  y  esquiva  loa  oidoa  al  clamor  ga^ 
Dérál;  ai  guiada  maa  bien  por  sÍDÍeslroa  eonsejoa  qae  por  impalao' 
propio,  se  empeña  á  todo  tranoe  eo  cubrir  con  au  manto  laa  pasio- 
nes meaqoinaa  de  un  pequeño  número  para  sobreponerlas  á  la  oob-^ 
eieDcia  pública;  si  seducida  j  fascinada  «e  propone  haeer  buena  1» 
temeridad  de  vuestros  ministros,  entonoea,  señora,  aera  el  aanfe 
de  España  el  teatro  donde  la  discordia  representará  al  mundo  el 
mas  sangriento  drama  que  ofrezcan  sus  anales. 

Ea íneomprensiUe,  señora,  que ua  persona  que  deba  á  ka  n»- 
taraleaa  dotes  morales  tan  escalentes  y  de  tan  idto  aprecio  nomo  loa 
que  adornan  á  V.  M. ,  que  tanto  afán  ba  manifestado  siempre  por 
d  bien  4e  ana  aúbdiloa  y  por  la  gloria  de  su  reinado,  y  en  quien  kt 
aenlimientos  del  corazón  marchan  á  la  par  oon  la  daridad  4b  >ln 
inteligencia ,  haya  acordado  su  confianza  de  algún  tiempo  á  aala 
parte  á  bombres  que  la  ban  ido  alejando  cada  vez  maa  dd  camino 
que  V.  M.  babria  seguido  ciertamente  por  ai  aola ,  harta  babeiin 
traiéo  al  borde  del  preeipieio  donde  ae  baila  hay. 

Eae  contraste  qne  ae  nota  entre  las  coalidadea  de  V.  M%  y  feí 
diyeecioo  de  los  qne  la  rodean  é  influyen  en  su  ánimo,  parece  qna 
BO  pnede  aer  sino  providencial ,  para  que  V.  M.  al  mirar  á-sna  píéto 
eae  abismo  ae  detenga,  y  por  uno  de  esos  actos  instintivos  del  m^ 
pirita  en  los  grandes  peligros ,  comprenda  la  perfidia  de  loe  qua  la 
aandueen,  y  sepa  en  adelante  distinguir  las  malea  arica  del  venda» 
dero  mérito. 

fil  paehlo  ama  á  V.  H.,  aeAora. 

El  pueUo,  qne  al  quedar  bu¿r£ina  V.  M.  en  aus  prímeroa 
la  adopté  como  bija;  que  derramó  luego  tesoros  de  sangre  y  de 
raismo  por  defender  an  trono ;  que  ha  deplorado  conatanÉament» 
verla  víctima  de  ambiciones  privadas ;  el  pueblo  ,  en  la  jaotitnd  f 


MQSfliter  oM  qoe  procede  giempre ,  no  baoe  á  V.  tt. ,  ráspoDMMe  át 
oolpas  qurson  4e  otros  y  no  soyaci. 

Pero  las  vcjucionei ,  las  Uégaiídadea,  loa  faüoHpade  qoe  lo  hmk 
akntaade»  los  miiiialroa  da  V.  M»,  ban  agolado  ya  sn  sqfríaAiaiilOt 
y  no  será  estralía  qoe  d  descargar  aobre  ellos  d  paso  de  «i  eaojo^ 
se  yiese  V.  -St.  envuelta  por  al  torbelRno,  si  Heva  so  bondad  basto 
pennilirlqs  qoe  se  escoden  con  el  ikombre  y  oon  el  treno  de  V.  II» 
El  pueblo  éapaiolf  paciente  y >rerfgnaéo  mas- que  aíngnn  otesp^ 
es  por  lo  mismo  mas  temible  en  el  desbordaaaienlode  tas  iras;  y  si 
la- pasión  llagase  i  4a  niinarlo,  tal- vea  atrepdlarim  ciegp  en  Y.ll.  al 
objeto  qne^  ama.  Ci- 

lios qoe^etendam  qne  k  aatoridad  y  el  paikigio'  del  trono  exi^ 
gen  qaeV.  Mé  sostenga  á  ana  miaislrea  baatiK|réneer  esa  fébélion 
que  ha  producido  el  ^eacootento  general  eontra  los  mismos^,  tergí'^* 
Tersan  y  trunpan  el  sentido  de  las  eapraáiones,  y  eomprometeñ  aé 
todos  conceptos  á  V.  M.  *  < 

La  antorfdady  el  preHígío  les  conserva  el  treno  éonsnllando  y 
satisfaciendo  iásJQStas  aspiraciones  de  la  opinión  pébKéa. 

Cuando  esta  w  manifiesta  de  nn  modo  irrecusable  por  todea 
sus  órganos ,  eo  la  prensa  como  en  el  parlamento,  en  les  placea  plih 
blioas  como  en  el  interior  de  cada  familia ,  el  obkibarse  en  'con- 
trastarla y  enseñorearse  de  ella  es  lo  mismo  que  émpeBarse  en  £si^ 
par  el  airetooniprimiéndolo  en  un  vaso  cerrado:  él  lo  desbartá  e&k 
estrépito ,  arrojando  los  pedazos  al  rostro  del  indiscreto  operador'. 
Los  royes ,  seBora ,  principalmente  los  qué  por  sé  cóHa  edad 
no  han  tenido  tiempo  de  adquiriir  la  proffmda  esperiencia  que  dá 
nn  largo  rnintado ,  como  sucede  áV.M.,  pueden  ser  alucinadcifs  püMr 
suÉ  consejeros  y  conducidos  é«' dirección  opuesta  á  lá  4pít  demálí-^' 
dan  los  intefeaes  generales ;  pero  enando  esta  conducta  equivocada 


376  KL  YAuao  n  los  cifimiii 

oeasioiía  en  el  país  ana  perlorbacioo ;  coando  se  lanza  nn  anateoM 
universal  contra  nn  ministro  prevaricador;  coando  se  ve  una 
gnerra  civil  en  perspectiva*  y  el  suelo,  apenas  enjuto  todavfa  de 
la  sangre  que  lo  enrojeciera  en  una  lucha ,  espuesto  á  anegarse  dm 
nuevo  en  mas  sangre  y  mas  lágrimas,  la  dignidad  del  trono  reda- 
ma que  el  monarca,  en  vez  de  seguir  deslumhrado  por  la  errada 
senda ,  se  vuelva  hacia  su  pueblo  y  le  tienda  su  mano  para  apa- 
ciguarle ,  y  para  marchar  al  frente  de  él ,  por  donde  aconsejan  la 
razón  y  el  bienestar  público. 

El  principio  de  autoridad  es  santo :  nada  que  sea  injusto  ,  ar- 
bitrario ,  apasionado ,  puede  obrarse  en  su  nombre ,  ni  nadie  cuya 
individualidad  esté  dMaulorizada  es  idóneo  para  representarlo. 

¿Qué  autoridad  piede  invocar  el  primer  ministro  de  V.  M. »  el 
conde  de  San  Luis,  cuando  sus  antecedentes  públicos  y  privados  le 
desabonan  y  le  relegan  á  la  hez  como  funcionario  y  como  hom* 
bre? 

Ni  militar ,  ni  magistrado ,  ni  diplomático ,  ni  jurisoonsaUo, 
ni  nada  de  lo  que  requiere  algún  saber  y  algún  estudio ,  carece  dt 
títulos  i  la  consideración  del  pais  por  no  haberle  prestado  ningoo 
servicio  positivo. 

Hábil  en  disfrazar  la  lisonja  con  la  máscara  del  sentinaieato, 
ha  ido  gradualmente  obteniendo  la  protección  de  varias  personas 
que  lo  han  encumbrado ,  para  venderlas  y  traicionarlas  luego  cttaa- 
do  ha  dejado  de  necesitarlas. 

El  falal  talento  y  la  única  aureola  política  que  le  pertenecen, 
consbte  en  haber  empleado  la  seducción  y  los  malos  manejos  para 
falsear  las  elecciones  que  dirigió  en  su  primer  ministerio  y  para 
traer  al  Congreso  una  porción  de  adeptos  personales ,  lo  cual  le  hi- 
zo erigirse  en  gefe  de  partido ;  pero  así  adulteró  el  sistema  repre- 


WL  wn.0  w  WBS  iMnw.  S37 

senlatifo  9  7  semivó  en  el  pati  mi  germen  de  deanoraKiaeíoD  que 
ba  4aAo  trillos  <éeplorableft  7  qiM  be  de  eoitar  nacbo  estenniner. 

¿Qaé  antoridad  puede  ejercer  este  bombpe  fottesto«n  ^ei:i« 
alevosta  7  la  mala  fé  se  4ispatan  la  prioridad  con  la  soberbia  7  la 
osadía  9  y  á  qaien  sobra  de«Dbicion  7  Ivnaodad  de  onras  le  qM 
fislta  de  bonradec  y  de  capacidad! 

No :  la  autoridad  represeirtada  por  el  «onde  de  San  Lais ,  «a, 
señora ,  un  sarcasmo ,  y  jamás  conseguirá  isponérseb  á  la  grao** 
deza  de  Espada »  á  la  raagutraUíra,  ¿  la  níKeia,  á  bombret,  en 
fin ,  que'ban  eooaneeido  en  «na  carrera  meritoria ,  que  están  on«* 
biertos  de  cicalriees  recibidas  en  defensa  de  V.  M. ,  que  son  las 
ilostracioiies  de  so  patria  y  la  personificación  de  todas  las  glorias 
nacionaka. 

Aparte  V.  H.  de  su  lado  á  ese  procaz  núnistro ,  que  procura 
ofoscarla  persuadiéndola  de  que  tiene  enemigos  que  conspiran  con- 
tra 8U  persona ,  contra  su  trono  y  dinastía. 

El  quiere  por  este  medio  amalgamar  sa  suerte  con  la  de  V.  N., 
para  que  si  no  paede  salvarse  juntamente  con  V.  M. ,  se  pierda  al 
menos  V.  M.  á  la  par  con  él  mismo. 

Desoiga  también  Y.  M.  los  consejos  artificiosos  7  parciales  4e 
la  reina  madre. 

Esta  señora  parece  que  llevó  á  V.  M.  en  su  seno  y  la  dio  i 
luz  para  complacerse  luego  en  inmolarla  á  su  caprícbo  y  á  la  insa- 
ciable sed  de  oro  de  que  está  devorada. 

Fuera  de  la  vida  nada  debe  V.  H.  á  la  reina  Cristina ,  ni  ella 
ha  otorgado  á  España  beneficio  alguno  para  que  V.  H.  le  tribu- 
te sumisión  y  obediencia  en  su  conducta  regia. 

Apenas  descendido  á  la  tumba  el  padre  de  V.  M.,  su  -viuda, 

gobernadora  del  reino «  daba  á  V.  M.  el  pernicioso  ejemplo  de  un 
T.  II.  48 


378  BL  fÁLÁOÚ  DB  LOS  coiÍMims 

amor  imparo «  qae  príocipió  por  el  escándalo ,  qae  concluyó  diei 
años  después  por  un  casamiento  morgáuico ,  y  que  ha  traído  al 
país  males  incalculables* 

Poco  severa  ella  misma  en  los  principios  de  sana  moral  que  de^ 
ben  ser  la  base  y  fundamento  de  la  educación  de  los  príncipes «  ni 
supo  inculcarlos  en  el  ánimo  de  V.  M.  mientras  fué  nifta »  ni  se 
cuidó  mas  que  de  acumular  oro  y  de  preparar  desde  temprano  un 
peculio  crecido  á  su  futura  prole. 

El  desprendimiento  *  el  desinterés ,  los  sentimientos  generosos 
que  atesora  el  corazón  de  V.  M.  t  las  tendencias  elevadas  que  á 
veces  han  brillado  en  su  espíritu ,  y  que  solo  sofoca  la  pequeftes 
de  cuantos  la  rodean ,  son  esclusivamente  un  don  del  cielo ,  que 
cualquier  circunstancia  favorable  podrá  desarrollar ,  preparando  á 
V.  M.  un  porvenir  fecundo  en  hazañas  y  en  glorias.  . 

Llegada  la  época  del  matrimonio  de  V.  M.  *  suceso  que  tanto 
debia  contribuir  á  la  fijación  de  su  destino,  V.  M.  sabe  muy  bien 
las  sugestiones  que  empleó  U  reina  madre  para  que  V.  M.  acep- 
tase un  esposo  que  no  tenia  otro  mérito  á  los  ojos  de  aquella ,  sino 
el  de  creerlo  inhábil  para  menoscabar  la  omnímoda  influencia  qae 
ella  queria  ejercer  en  los  negocios  del  Estado. 

Jamás  madre  alguna  obró  con  mas  capciosidad  ni  con  meaos 
solicitud  para  asegurar  la  felicidad  doméstica  de  su  hija. 

Por  este  medio  continuó  siendo,  como  lo  era  antes,  el  alma 
del  gobierno,  dando  siempre  á  V.  M.  consejos  encaminados  á  am 
propio  provecho ,  sin  importársele  que  la  realización  de  ellos  fue- 
se mal  recibida  por  el  pueblo ,  ni  amenguase  el  amor  que  él  pro* 
fesaba  á  V.  M. 

Apenas  ha  habido  contratas  lucrosas  de  buena  ó  maU  ley, 
especulaciones  onerosas,    privilegios  monopolizadores  á  que  ao 


IL  FOSBLO  T  SUS  OPRKSOBBS.  379 

se  haya  visto  asociado  el  nombre  de  la  reina  madre. 

El  resorte  para  qne  un  ministro  ó  nn  hombre  público  hayan 
obtenido  la  protección  y  apoyo  de  esa  señora,  ó  provocado  so. 
animadversión ,  ha  sido  pactar  ó  no  con  ella  el  servicio  de  sus  in-. 
tereses. 

Esto  lo  sabe  el  pueblo »  y  aun  cuando  ha  callado  tanto  tiempo, 
es  muy  posible  que  en  un  momento  estalle «  siendo  la  erupción  de 
la  cólera  tanto  mas  violenta ,  cuanto  mas  comprimida  estuviera 
basta  aqui. 

y.  M.  está  es^ el  caso ,  señora,  de  emanciparse  de  esas  influen*- 
cias  que  la  han  tenido  como  prisionera,  y  que  al  verse  ya  justa- 
mente exoneradas  del  aprecio  público,  pugnan  en  su  despecho  por. 
arrastrar  á  V.  M*  y  precipitarla  en  su  caida. 

Si  algunos  creen  que  V.  M.  no  está  del  todo  exenta  de  culpa,, 
no  negarán  al  menos  que  es  muy  escusable  por  las  circunstancias  en 
que  la  han  colocado ,  y  que  á  muy  poca  costa  puede  rehabilitarse 
con  su  pueblo,  y  recobrar  multiplicada  la  adhesión  y  carino  que  le 
ha  inspirado  siempre. 

V.  M.  ha  recordado  alguna  vez  con  entusiasmo  y  con  anhelo  de 
imitarlos  los  hechos  memorables  de  la  augusta  predecesora  de  V.  M«, 
primera  de  su  nombre. 

Un  ancho  campo  se  presenta  á  Y.  M.  para  reproducirlos  con 
ventaja. 

El  pueblo  español,  noble,  caballeroso,  monárquico  por  escelea-^ 
cia,  responderá  con  ardimiento  á  la  voz  de  su  reina  si  se  dirige  á  él 
con  confianza. 

Él  conoce  muy  bien  que  V.  M.,  joven,  bondadosa  y  de  aliento 
esforzado,  es  el  único  centro  de  donde  puede  emanar  su  prosperidad 
y  su  engrandecimiento;  y  aun  cuando  considera  natural  que  V»  M«í 


380'  BL  FALACIO  Bl  IM 

como  todas  las  gentes  *  tei>ga  tas  preferencias  en  la  esfera  de  las 
simpatías  j  de  las  afecciones  íntimas,  la  mira  con  dolor  saeríficada 
á  esa  tnrba  logrera  qne  la  asedia,  j  cayo  solo  afán  es  bascar  ms^* 
dro  á  expensas  de  V.  Bf .  y  de  los  intereses  nacionales. 

A  la  menor  sefial  de  V.  M. ,  él  correrá  presuroso  á  levantar  aa 
nombre  y  sa  reinado  á  las  mas  altas  zonas ,  y  á  hacerlos  brillar  con 
el  lustre  que  les- corresponde. 

Esas  disidencias  que  se  bao  suscitado  en  el  ejercite  y  en  algu- 
nas provincias ,  y  qae  están  sostenidas  mas  bien  que  por  las  aram:. 
por  el  disgusto  público,  Y.  M.  puede  disiparlas  isstaiHinea  ocien  te 
en  cuanto  se  muestre  decidida  á  restaurar  los  fueros  de  la  ley ,  qoe* 
ban  bollado  impudentes  esos  falsos  amigos  y  criminales  oomejeras». 

Hable,  sefiora,  Y.  M\;  dirija  á  su  pueblo  una  sola  palabra  da 
oaion  y  de  ooacordia,  una  mirada  que  revele  su  amor,  jeomo  por 
encanto  cesarán  todas  las  excisiones,  se  confuodiráa  todas  los  par^ 
tidos,  y  la  EspaBa,  en  logar  de  desastres,  ofrecerá  entoneet  uno  d» 
esos  espectáculos  soblimes  que  el  mando  contempla  adañrado  y  ab^ 
sorto,  y  que  son  patrimonio  de  esta  tierra  clásica  del  heroisflio  j  ém 
la  magnanimidad ;  pero  |ay  de  Y.  M.,  señora ,  sí  desoya  tan  leales 
megos  I 

El  suelo  de  España  arderá  pronto  en  la  guerra  etvU  mas  asóla»-* 
dora  y  cruenta,  y  en  él  se  levantarán,  por  desgraeía,  toda  claoe  de 
banderas,  menos  la  de  Y.  M.,  enseña  profanada  y  envilecida  por 
on  ministerio  tan  inhusto.  » 

Alcira,  Yailadolid,  Barcelona,  Zaragoza  y  en  breve  todiüla  na»- 
oion  se  altó  en  masa,  porque  no  podía  menos  és  esoitarel  eotmías-» 
mo  de*  los  buenos  españoles,  el  conciso,  pero  eloenenta'  progranHi 
de*  Ihniaoaresi 


KL  PUEBLO  T  SUS  OPRBSORBS.  381 

Ea  este  célebre  manifiesto  se  viadicaba  el  honor  de  la  Milicia 
nacional,  tan  villanamente  calumniado  por  los  hombres  de  la  mode- 
ración^ se  fulminaba  un  justo  anatema  contra  la  camarilla  que  des- 
honraba al  trono,  se  exigia  la  observancia  de  las  leyes  fundamen- 
tales del  pais,  se  reclamaban  mejoras  para  la  electoral  y  la  de  im- 
prenta, rebaja  en  los  impuestos,  justicia  en  la  distribución  de  em- 
pleos ,  descentralización  ¿  independencia  IbcaT,  Juntas  de  gobierno, 
y  por  fin  Cortes  generales  para  que  la  nación ,  ejerciendo  el  dere- 
cho de  su  soberana  voluntad,  fijara  en  bases  definitivas  la  regenera- 
ción española. 

¿Cómo  no  habm  de  bailar  eco  en  todas  parle»  eBl0  grito  de  sal- 
vación ? 

Enarbolada  ya  la  gloriosa  insignia ,  no  podia  retardarse  el  al- 
zamiento. 

La  hora  había  sonada  V  y  los  va^ieDleí  tpadrileoos  se  lanzaron 

á  la  liza. 


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l<  t  .      I  t       > 


CAPITULO  xxxn. 


caída  del  ministerio  polaco. 


La  manifestación  de  O'  Donnell  en  Manzanares  habia  prodacido 
en  toda  España  el  mism«  efecto  que  en  Madrid. 

A  mediados  de  julio  iban  recibiéndose  en  la  metrópoli  noticias 
de  todas  partes  á  cual  mas  satisfactorias ,  y  la  efervescencia  de  los 
liberales  no  podia  ya  contenerse  en  los  límites  que  hasta  entonces 
habia  aconsejado  la  prudencia. 

Asegurábase  que  la  vanguardia  del  ejército  que  á  las  órdenes 
del  ministro  de  la  guerra  habia  salido  en  persecución  de  los  sable* 
vados  se  habia  pasado  á  la  división  de  O' Donnell,  que  Buceta  ha- 
bia penetrado  en  Cuenca ,  ( 1 )  que  se  habian  pronunciado  varias 

(1)  Hé  aqui  como  relata  este  suceso  don  Cristino  Martos: 
«Vengamos  ahora  á  dar  cuenta  á  nuestros  lectores  del  suceso  mas  notable  qae 
aconteció  por  entonces,  y  que  esciló  justamente  la  admiración  y  el  entusiasmo  de 
cuantos  le  supieron ,  así  como  puso  el  mayor  espanto  en  el  ánimo  de  nuestros  men- 
guados gobernantes,  que  mas  que  nunca  conocieron  entonces,  que  si  para  dejar  ve- 
cías  las  arcas  del  tesoro  les  bastaba  tener  á  su  frente  al  monaguillo  de  SeTilU,  para 
combatir  ana  Insurrección  armada  habian  menester  del  terrible  espadón  de  Loje,  el 
cotí»  sí  por  sa  toKt  edacaciooy  sus  modales  de  soldado  y  su  cortedad  de  eniendi- 


BL  PUIBLO  T  SUS  OPRBSOtlt.  888 

partidas  en  el  reino  de  Valencia,  qae  en  Alcira  se  había  secmidado 
el  alzamiento ,  qae  la  caballería  de  Hontesa ,  con  cuyo  aaxilio  con^ 
taba  el  gobierno  para  dominar  la  sobleyacion ,  habíase  declarado  eA 
favor  de  los  insurrectos ,  y  qne  por  fin  Valladolid »  Barcelona  ^  Gra- 
nada ,  Zaragoza  y  otros  punios  habían  hecho  inclinar  el  fiel  de  lá 
balanza  en  favor  del  grito  regenerador  que  con  la  velocidad  del 
rayo  se  propagaba  por  todos  los  ángulos  de  la  peninsular 

miento  no  era  apropósito  para  el  gobierno,  por  soa  liaia&aa  de  la  Mancha  y  sas  proa« 
zas  del  48  eataba  acreditado  de  muy  hábil  para  la  matanza. 

Queremos  hablar  de  la  toma  de  Cuenca ,  y  aunque  ya  en  so  lugar  dejamos  apunta- 
do el  suceso,  él  dá  indicios  tan  claros  del  Talor  de  los  que  le  llevaron  á  cabo,  y  lot 
pormenores  de  laespedicion  son  de  tal  modo  interesantes,  qne  uo  creemos  importu- 
no el  referirlos,  y  mas  cuando  el  haberlos  recibido  de  testigos  presenciales^  nos  dé 
tigun  derecho  á  presentarlos  como  eiactos. 

Determinado  el  valiente  don  Manuel  Buceta  á  emprender  cosa  en  que  pudiera  ejer- 
citar la  actividad  de  su  espíritu  y  dar  muestrts  de  los  alientos  de  su  ánimo ,  tuvo 
una  entrevista  con  el  general  en  jefe,  y  de  acuerdo  con  él,  separóse  de  la  columna 
con  sesenta  voluntarios,  llevando  de  segundo  jefe  al  bizarro  patriota  don  Felipe 
Abascal,  y  de  oBciales  á  don  Ramón  Garea  y  á  un  bravo  mozo  riojano,  del  cual  nov 
olvidamos  hacer  mención  al  referir  el  suceso  de  Vicálvaro. 

Era  su  objeto  dirigirse  á  la  ciudad  de  Cuenca,  llegar  en  dos  días  delante  de  siil 
muros,  entrar  por  sorpresa  en  ella,  apoderarse  de  laa  autoridadea,  y  si  encontraba 
en  buena  disposición  al  recindario ,  formar  alli  un  centro  desde  el  cual  pudieae  lie- 
Tar  la  agitación  á  la  provincia,  y  que,  en  caso  de  apuro ,  le  ofrecía  pronta  y  segura 
retirada  para  el  Aragón. 

cuáles  fuesen  los  InconTenientes  de  esta  empresa,  cuan  grandes  sus  dificultades 
y  peligros  y  cuánta  resolución  necesitaaen  loa  que  hablan  de  ejecutarla ,  no  hay  para 
qué  decirlo:  lo  escaso  del  numero  de  aquellos  valientes  espuestos  cada  Instante  á  en- 
contrarse en  su  camino  con  fuerzas  Infinitamente  superiores,  la  facilidad  de  que  fue* 
sen  avisadas  las  autoridades  de  Cuenca,  la  ventajoaa  posición  de  este  pueblo ,  que  le 
hace  poco  menos  que  inespugnable;  y  aun  vencidas  por  la  mafia  tales  dificultades,  el 
riesgo  á  que  se  esponian  aquellos  intrépidos  aventureros  de  tener  que  sostener  en 
las  calles  una  lucha  desventajosa  con  las  fuerzas  que  hubiera  y  cuyo  número  no  era 
posible  que  supiesen,  no  teniendo,  como  no  tenían,  inteligencias  secretas  en  la  ciu- 
dad;  todos  estos  tan  ciertos  y  tan  inminentes  peligros  hubieran  sido  bastantes  á 
poner  miedo  y  vacilación  en  ánimos  menos  arrestados  y  firmes  que  los  de  Buceta  y 
sus  compañeros ,  los  cuales  estaban  resueltos á  no  ceder  un  punto  en  aquel  empeñoi 
que  aun  después  de  realizado,  mird  todo  el  mundo  como  imposible. 

Antes  de  referir  cómo  entraron  aquellos  valientes  en  la  ciudad  de  Cuenca ,  diga- 
mos algo  üe  lo  que  pasaba  en  ella,  pues  en  verdad  que  en  este  suceso  no  sabemos  si 
debe  causar  mayor  admiración  que  el  valor  de  los  conquistadores  la  flojedad  y  torpe- 
za de  las  autoridades. 

El  dia  9  de  julio  recibieron  el  gobernador  Balsalobre  T  el  comandante  general 
Moreno  de  las  Penas,  aviso  de  haber  pernoctado  el  8  en  Sisante  una  partida  de  v(h 
luntarios,  que  al  parecer  se  dirigía  sobre  aquella  capital:  no  cuidándose  mucho  las 
autoridades  de  tal  avi9o,  ni  tratando  de  utilizar  los  infinitos  medios  de  defensa  con 
que  cuenta  aquel  pueblo,  pensaron  que  lo  único  que  convenia  en  aquel  trance  era 
hacer  acopio  de  municlonea.  y  con  tal  idea,  emplearon  en  la  fabricación  de  cart«* 
chos  á  los  peones  camineros,  que  á  causa  de  las  circunstancias  politices^  se  hablan 


8n  a  viAUkcio  DI  LOS  ciiiiiNn 

SaUete.qae«n  todas  partes  simpatiiaba  el  ejército  cod  el 
blo,  yoDÍdos  deslrotahasi  las  cadenas  con  que  el  despotUmo polaco 
liebia  .esdavizado  á  la  nación  española. 

El  astro  de  la  libertad  difondía  por  6a  sn  radiante  loz  por  to- 
das partes ,  y  nn  destello  de  esta  bermosa  luz  bizo  penetrar  la  ver- 
dad en  d  regio  palacio ,  donde  todo  snelen  inGcionarlo  la  mentira  y 
la  torpe  adulación. 

juoUdo  MI  la  eiitdadv  preparándote  así  con  tan  formidables  aprestos,  á  reeibir  al 
Taleroso  Baceta. 

Y€oU  téU  íBuj  traaqailo  (que  do  parece  sino  qne  estaba  bien  penetrado  de  le  In- 
signe terptta  de  wie^neailgos)  por  el  camino  de  la  Jüancba ,  y  llegando  «I  Mebie  de 
Beimooie  biio  subir  á  sas  sesenu  volnnlarios,  en  diei  carros,  que  presto  hcbian  én 
Mf  otros  lentes  Patladiones  de  aquella  nuera  Troya,  en  &a  cnaí  si  íaltaimn  bra^tne 
Héctores  t  avisados  Friamos ,  había  débiles  Morenos,  j  tiesos,  faÍDcbadosé  Incip» 
ees  Baissiobres,  Prosiguieron  asá  sa  camino,  basta  que  al  llegar  al  otro  lado  da  on 
pueblo  que  llaman  Áreas,  dejaron  el  camino  de  la  Mancba  j  ñíeron  á  tomar  la  cañe* 
laie  de  Valenria,  para  entrar  en  la  ciudad  por  aquel  lado. 

Baceta ,  que  conocía  aquellos  terrenos  como  quien  los  babla  recorrido  meehnt 
veeea,  ditpeso  eata  maniobra,  porque  elerándose  de  aqoel  lado  delante  da  la  d^ 
dad  una  pequeña  colina ,  podían  A  su  «ropero  llegar  sin  ser  tiatos  basta  las  pvartaa 
j  ajeentar  felismente  la  aorpreaa  qne  meditaban. 

Llegaron  asi  á  la  puerta  qne  llaman  de  Valencia,  y  entraron  por  ella  aln  inapirer 
aoapechaa«á  pesar  de  qne  sí  bien  loa  foluntarios  iban  metidos  en  los  cama,  Bneete, 
Abascal,  Garea  y  Marcos  csoiinaban  A  caballo  dando  indicios  de  quienes  eran  en  lo 
«ada  pacifico  de  sus  arreos  y  apostura. 

Llegados  que  fueron  al  arrabal  llamado  Campo  de  San  Francisco,  bajóse  de  loa 
Tarros  la  mitad  de  U  foersa,  y  conducida  por  el  intrépido  Abascal ,  se  encamisé  ¡Mr 
el  Arrabal  de  los  Tiradore$n  dando  |ns  primeros  gritos  de  ¡tivo  la  libertad  1  |abo)a 
al  gobierno  I  al  pasar  por  delante  del  cuartel  de  San  Francisco :  no  habla  en  él  Ibana 
ninguna  de  tropa  de  linea,  porque  una  compaúia  que  guarnecía  la  ciudad  bebía  aalida 
el  día  antea  pnra  Guadalajara;  pero  sí  estsbso  encerrados  allí  los  guardas  munldpalai 
de  la  proYíncia  reuiiidüs  en  numero  de  doscientos,  los  cuales,  sin  duda  por  aatnr, 
aegun  dcjamoa  dicbo,  empleados  en  la  fabricación  de  cartuchos,  no  pusieron  Imp^ 
dimento  elgnno  ai  paso  de  lus  t  merarios  aventureros. 

Siguié  Abascal  con  su  gente  por  el  puente  de  San  Pablo  y  fué  á  desembocar  an  la 
plata,  ocupando  sus  avenidas,  y  haciéndone  asi  dueño  de  una  posición  importanie, 
por  domiaar  este  sitio  tods  Is  ciudad,  y  ofrecer  é  la  pequeña  columna  nna  aagnsa 
retirada  para  Aragón,  caso  de  sufrir  algún  notable  descalabro. 

Bucéis  entre  tanto  había  seguido  con  el  resto  de  la  fuerza  por  la  calle  anehnda  la 
Carretería,  sin  dejar  los  carros  hatta  la  plaza  del  mismo  nombre,  donde  apeAnduaa 
los  voluntarios, sccundarun  el  grito  arrojado  por  lus  de  Abascal  en  el  Campo  de  San 
Francisco. 

Ocurrid  en  aquel  sitio  un  incidente,  que  aunque  de  ninguna  Importancia,  paré- 
cemis  digno  de  men€Íonar<^e,  por  ser  un  rasgo  de  valor,  que,  aun  allí  donde  todos 
lo  eran,  acredité  al  que  le  tuvo  de  temerario:  Marros,  aquel  brjvo  riojano  é  qnlan 
nombramos  mas  arriba ,  apartóse  de  la  dirección  que  pensaba  seguir  Buceta,  y  acaaa* 
panado  de  un  voluntario  armado  de  un  trabuco,  se  encaminé  por  toda  la  calla  do  la 
Carretería,  subió  por  el  sitiu  llamado  Puente  de  la  Trinidad^  y  pasó  por  delante  de 
la  casa  del  Comandante  general ,  donde  habla  nna  guardia  qne  ni  aiqniera  la  dié  al 


-IL  JmOLO  Y  IOS  ONtlMRIf .  'SK 

Era  el  17  de  julio  4e  1854. 

El  reloj 'del  alcácar  de  éiee  reyes  mareaba  las  once  de  h.  ma- 
jiaiía.,  osando  con  todo  el  eumno  de  wi  hombre  sin  TergSeM»  <M6 
preseniarse  ante  dcma  Isabel  H  don  Luis  Saitorios ,  prínser  conde 
4e&in  Luis  y  presideole  del  mimsterio  polaco  -por  -obra  ¡r  graeia 
-déla  eatñarilia  que  presidia  el  poder  ooolto  «elableeido  en  el  pala* 

'010   DI   LOS  CafMBNBS. 


qaiéti  vite ,  y  fMr  la  üoMt «Ha ,  'A«a4e  Inlita  «Ua ,  que  te  mwwé  wt^tr&tmtwnH  A 
.TAtlc^  sprcaUodoae  sin  da^á  la  d«feoM,  «4eiitraa*él  llegaba  traaqvílo  al  0»lii«i»- 
«lo  oiril ,  donde  ja  «Konlró^  'Bmata-y  loa  a«yea,  qoaae  biabiMí  •••eavniflaeo  Él  wf»- 
jDO poDio.'por.la cslladel  Afaa,-y  tonado las  bacas-calles ,  hasta panerae  tm  camv- 
fiiflaciM  aofl  Abaseal  yaufeoie,  qaa  iaraaie  0Stia>lie«po ,  se  ln%ia«potfei«de'ée*li 
plaza. 

Pejanwsálliieeta  tomando  las  «v««id«B'<dehG«bvenie  -eifüf  á  Maaedl  eeopan- 
^  Ja-,  plaxa,  y 4  lapaWaeloo  coiite«i|i4«iido  el  eelraSo  eapee«áe«lo  entre  aaombradü 
y  contenta,  y  Tengamos  á  referir  lo  que  hacían  entre  tanto  las  autoridades. 

Balando  en  Bisa  el  Gobernador ,  llegó  apresuradamente  j  eon  «Miestms  de  sor- 
|iranay'di»ea8lonn4MMflbre,'q«e  aeeeoéoáose d^él^le^omuiHcé  taWN^  deque Bn^ 
cala  Y  eon  nna  ccdonana  de  vohinturlas ,  se  dirigia'á'la  ciudad:  afeénHo  el  cenBadd*Oe- 
IwrfiadorT'sIn  qoeter  dar  «rédito  á  laque  óia,  üirfdtHi  jMrrteqiieSe'eoiregd  d-tttm- 
nagerov  en  «I  «nal  el  alcalde  de  Arcas  oottftrmai»a  la  Terdad  de  tan  estrena  y  |»eeo 
nigradnbie  noilola.'Aiurdiéa,  temeroso  y  eofrfaso'ailléaeell  poeiloee  laiflaala-y  ae 
«noaminó  énU'Caaa,  acompañado  «de  «arlos  eetis^eros  proriocldles. 

ConftiteDeiande-naMbna'anerea  delas^medítfastfneliabian'tte  tomar  mi  tanvpvnh- 
lio  trance  f  cuando  la  ngitaoion  del  pocrblo,  los  gritos  y  el  movimiento  que  «n  itodas 
partes  «e>8eniian  ten  ndfirtieron'de'meiftmda 'de  sus  enemigos  y  deiqucera  ya*tarSe 
|Ntra  preoafer,y  nmi  por  Teotura  no- muy  temprano  para  Tcsistir.  Gonuban,  pnra 
npanewe  á'Bnceta,  con  lea  donaientos  gomas 'de^qnlenes-yn  Mtimos  referemüa,  ly 
«demás'enD  cien  pennee  «amiaeros,  fnerta  bastante  «i  watienée  álonneaBa  ddl  ira-- 
mero  de  los  valientes  aventureros,  pero  insuficiente  en  este 'mao  ,'f  ar  igncfrar  fas 
•nutoridades  el  fnrdadero* número  de  «os  eontrarios,  y  mas  por  el  desaliento  j  el  mie- 
do que  en  ellas  habia  pueatalontrafModela  accian'ylobienM^eeiitado'de  la  «or-> 
presa. 

Bncaminóae, ■p«cn,*B«1salobffe='al  €k%Íemo ,'donlle iietardó'en 'Terse  renirtilo  £on 
el  Comandante  general ,  llamado  por  Baceta ,  y  con  el  alcalde  que  también  habia  aco- 
dado d  aquel -aitla ,  ^bedeorende  -las  tf  rdenea'de  Aíbaactl. 

Juoldseles  á  poco  el  propio  don  ttaouel  Baceta,  que  'estando  en  el  sitio  llamado 
lasZapater<aa,  bajé  «bacía  lo  Interior  dfH  poeblo,  atraído  por  unos  tiros,  qne  loen 
ne'aferiguó  )baber  «Mo  disparadoa  per  adm peooes  camineros,  míe  subiendo  oeste 
Ban 'Francisco,  «qoislenon  llegar  «I  GmMemo,  y  al  desembocar  en  la  calle  Beal  dieran 
con  loe  centinelas  de  Boceta ,  hicieron  fnegosobre  etivs ,  aunque  sin  resultado ,  y  so- 
frtetoná.sn  Teaona  desearga ,  con  la  cual ,  mas  certeros  ó  masdicbososlos  sobtera- 
éés,  legraron  cansarles  la  pérdida  de  on'herído.  Con  estoiinyeron  cuatro  de  los  peo- 
nes, y  el  cabo  Martin  que  los  mandaba,  diciendo  que  iba  de  paz,  pasé  con  los*  otros, 
j  llegó  al*Gebiarno  cItIL 

lonlias  ya -las  ootorMades,  •dIrigféM  Bueeta  nmbrere  dhcorso-en  qín  fas  mani«- 
ffesló  qne  bebía  ecopado  la  chidad  á  nombre  del  'general  en  jefe  del  ejércHo  constito<- 
cional  don  Leopoldo  O' Donnell;  que  deseaba  conocer  el  espirita  *y  los  aemCi mientes 
tqoe  animaban  á  aosimbilanles/y  qoe  abrigaba  la  esperanza  de  que  por  parte  de  los 

T.  II.  49 


386  BL  FALADO  DB  LOS  GBÍIIBNIS 

Apenas  invadió  la  regia  cámara,  preguntóle  S.  M.  coál  era  el 
estado  de  la  tranquilidad  pública  en  las  provincias ,  y  el  hombre 
obcecado  que  se  habia  propuesto  arrastrar  al  trono  en  su  caída, 
respondió  con  sin  igual  desenvoltura ,  que  el  estado  de  las  provin- 
cias no  podia  ser  mas  satisfactorio ;  pero  como  la  reina  habia  reci- 
bido una  comunicación  de  Valladolid ,  en  que  se  hacia  una  descrip- 
ción exacta  de  los  males  del  pais  para  justiGcar  el  alzamiento  que 

repreMDtaoles  del  gobierno  de  Midrid  no  se  opondría  ana  ¡nátil  reaislencia.  A  eslas 
palabraa  contestaron  lai  autoridades  haciendo  entrega  formal  y  solemne  de  la  ciadad» 
y  después  de  firmar  an  acta  espretif  a  de  todo ,  saliéronse  de  Cuenca  y  se  encamiiin» 
ron  á  Tarancon  los  dos  compañeros  de  infortunio  Moreno  y  Balsalobre ,  los  cvaleí^ 
ya  que  carecieron  de  fortaleía  para  defenderse ,  tuviéronla  al  menos  para  no  ndbe- 
rirse  al  alxamiento  y  para  permanecer  fieles  al  gobierno  que  servían. 

En  cuanto  á  loa  guardas  y  peones  camineros,  aquel  mismo  día  se  adhirieron  nlga- 
Doa  á  Buceta,  y  losdemAs  fueron  enviados  á  sus  pueblos,  dejándose  las  armas  y  nai* 
formes. 

El  siguiente  dia  convocó  Bucetai  vos  de  pregón  á  los  individuos  del  ayuntamien- 
to y  á  igual  número  de  mayores  contribuyentes,  los  cuales « afectos  á  los  polacos  nnoa^ 
cobardes  é  indecisos  otros  •  determinaron  no  pronunciarse.  Buceta ,  que  padieoda 
mandar  como  conquistador,  habia  preferido  consultar  la  voluntad  del  pueblo,  andaba 
dudoso  en  el  partido  que  hubiese  de  tomar,  visto  que  aquella  se  le  manifestaba  coa- 
Irarla;  pero  unos  cuantos  animosos  liberales,  que  no  eran  por  cierto  ni  concejales  wá 
mayores  contribuyentes,  Urgaron  á  poner  término  á  su  justa  incertidnmbre,  UMinU 
íesténdole  que  por  el  miedo  de  alcunos  hombres  de  esos  que  jamás  arrostran  el  peli- 
gro, pero  que  obedecen  siempre  al  que  manda ,  no  habia  de  jusgarse  del  espirita  da  la 
ciudad  entera;  que  antes  bien,  alli  como  en  todas  partes  estaban  indignados  conlia 
los  saqueadores  públicos  que  se  decoraban  con  el  nombre  de  miniatros  de  la  corona: 
que  todos  los  hombres  honrados  hablan  acogido  el  grito  de  0*Donnell  como  una  aa- 
peranxa,  y  que  en  cuanto  á  los  habitantes  de  Cuenca,  podia  estar  seguro  que  no  da» 
seabau  sino  pronunciarse. 

Alentado  con  tales  diicursosel  valeroso  Buceta,  biso  imprimir  y  mandó  fijar  an  Uh 
dos  los  sitios  públicos  de  la  ciudad ,  la  siguiente  proclama  i 


l^ército  monárqnico-constitucíonaU— Columna  de  operaciones  del  norte  da 
pana.— E.  M. 

HABiTANTBS  DI  LA  PEOTiifciA  DI  CDBiccA.  El  ssgrado  estandarte  de  la 
ondea  victorioso  entre  vosotros.  La  reforma  inaugurada  con  sangre  de  valientes  an  la 
capital  de  la  monarquía  el  30  de  junio  anterior,  ha  encontrado  un  poderoso  eco  en 
las  principales  ciudades  de  España,  y  ayer,  vosotros  contemplasteis  con  admiración 
cuánto  pueden  la  fé  y  el  ardimiento  en  los  coraiones  libres,  i  Hombres  honradoa  da 
todos  los  partidos!  empuñad  las  armas,  y  venid  llenos  de  entusiasmo  á  contribuirá 
tan  grande  y  noble  causa.  Unios,  formemos  nuevos  lasos  de  fraternidad,  y  rascna* 
mos  ese  infame  sudario  que  ha  tenido  escondido  en  las  tinieblas  el  santo  y  subiiaia 
nombre  de  libutad. 

No  seamos  por  mas  tiempo  víctimas  de  vergonzosos  agios ^  no  permanescamoa 
impasibles  á  la  vista  de  tanto  vilipendio,  de  tantos  erimenes  eiviles  y  polUieos  par^ 
petrados  á  la  sombra  del  poder,  y  que  querian  hundir  insensiblemente  los  sagrados 
derechos  del  Pueblo. 

Aliaos»  sacudid  de  una  Tes  el  ominoso  y  degradante  yogo,  que,  un  panado  da 


BL  FUULO  T  SUS  OPIBSO&BS.  387 

en  aquel  punto  habían  dirigido  las  personas  mas  influyentes  y  hon- 
radas del  partido  liberal,  acobardóse  Sartorius,  conociendo  que 
habia  llegado  al  término  de  sns  escándalos ,  y  que  habia  sonado  ya 
la  hora  de  la  espiacion. 

Sin  embargo ,  tuvo  aun  bastante  avilantez  para  esclamar : 

— Señora...  tratan  de  perderme. 

— Tú  me  pierdes  á  mi»—  parece  que  le  contestó  la  reina. 

hombres  sin  fé,  pero  ávidos  de  la  sangre  de  este  generoso  paeblo ,  ha  querido  impo* 
neraos,  j  formemos  todos  de  eonsano  con  naestros  pechos  esa  faerte  muralla  de  pa- 
triotismo,  destinada  á  reconstruir  el  templo  de  la  Libiktaii  j  de  la  Lit. 

Desapareican  los  anticipos^  la  odiosa  eontribueion  de  eonsumoM^  el  eiianeode  Im 
sal,  ds  tabacos^  y  tantos  moiiopoltof  como  aniquilan  la  tiqusta  fúbliea^  sin  mas 
objeto  quo  si  sn§rand6eimisnie  del  pandiUa§s ,  si  favoritismo  y  la  inmoralidad. 

Liberales,  á  las  armas,  aprestémonos  á  la  lucha,  que  nuestra  es  la  victoria.  De- 
mos cima  á  nuestra  empresa  y  no  olvidemos  que  el  pueblo  anido  es  invencible. 

Viva  la  Runa  constitucional,  viva  la  Constitocion ,  viva  la  LiBsaTAD. 

Cuenca  10  de  Julio  de  ISSi.  — Bl  C.  G.  M.  y  Oobernaoor  civil  interino  de  esta  pro- 
vincia.—Makijbl  BocsTA  DiL  Villar. 

Reunió  en  seguida  el  ayuntamiento ,  convocó  á  voz  de  |>regon  al  vecindario  en  la 
pYaia  páblica»  y  luego  que  se  hubo  allegado  uoa  gran  mulliiud,  presentóse  á  caballa 
delante  de  ella  y  la  espresó  su  determinación  de  permanecer  en  la  ciudad ,  ai  como 
pensaba  y  no  le  era  hostil  al  espíritu  de  sus  habitantes:  inmensas  aclamacionea  res- 
pondieron á  estas  palabras,  quedando  así  pronunciada  la  ciudad,  y  haciendo  en  un 
instante  el  entusiasmo  del  pueblo  lo  que  nunca  hubiera  ejecutado  el  miedo  de  los  con* 
cójales. 

'  Eligióse  allí  mismo  ana  jonta ,  compuesta  en  su  mayor  parte  de  personas  conoci- 
das por  sus  ideas  liberales,  la  cual,  según  anduvo  de  tímida,  indecisa  y  vacilante^ 
no  parece  sino  que  aceptó  por  compromiso  su  encargo,  ó  que  desesperantada  de  uno 
aquella  sublevación  alcansase  buen  suceso,  no  quería  mostrarse  enérgica  y  resuelta, 
temerosa  de  las  consecuencias  de  su  derrota.  A  tal  sospecha  á  lo  menos  dá  nacimiento 
en  nuestro  ánimo  la  proclama  que  publicó  al  dia  siguiente,  que  para  todo  podía  serf  ir 
menos  para  infundir  aliento  en  los  corazones ,  según  era  de  tibia  en  su  espíritu  y  de 
ambigua  en  sus  palabras.  T  no  parezca  severo  el  juicio  que  formamos  de  aquel  docu- 
mento; que  harto  mas  duro  le  harían  nuestros  lectores  si  cayéramos  en  la  mala  ten- 
tación de  publicarlo. 

Siguieron  asi  las  cosas,  hasta  que  al  cabo,  persuadida  la  junta  de  que  0*Donnell 
no  venia  por  aquel  lado,  influida  de  las  noticias  oficiales,  que  masque  nunca  ponde- 
raban entonces  la  derrota  y  fuga  hacia  fortagal  de  la  división  libertadora,  y  no  que- 
riendo, en  situación  tan  dudosa ,  esponer  la  ciudad  á  los  riesgos  y  penalidades  de  na 
sitio,  se  lo  manifestó  así  á  Buceta  el  dia  catorce,  y  este  que  no  quería  permane- 
cer en  Cuenca  á  disgusto  de  sus  habitantes,  contestó  que  al  día  siguiente  evacuarla 
la  ciudad. 

Salió  en  efecto  de  ella  el  dia  qitince,  por  el  sitio  llamado  la  Ho%  ds  Cusnta,  y  si- 
guiendo la  infantería  el  camino  de  Aragón,  salieron  Buceta,  Abascal  y  algunos  otros 
a  caballo  á  esperar  á  algunos  voluntarios  que  habían  ido  de  espedicion  á  Carrascosa 
y  tenido  un  encuentro  desgraciado  C4»n  fuerzas  muy  superiores  del  gobierno;  y  ya  in- 
corporados con  ellos,  volvieron  á  entrar  por  el  arrabal  de  Cuenca  y  se  juntaron  al 
resto  de  la  füerzaa» 


-—Protesto»  señora 9  que  mi  fidelidad... •• 

—-No  cjníero  oír  tus  discolpas. 

— Un  plaxo^  seiora »  concédame  V.  H.  nn  plazo  de  solo  oako' 
días  y  hago  formal  promesa  de  tranquilizar  el  pais^....  deoonjarar- 
todos  los  peligros.....  que  por  cierto  no  soa  tan  graves-  como  quie- 
ren mis  enemigos  hacer  creer  á  V.  M. 

El  desprecio  con  que  acogía  la  reina  las  reiteradas  súplieas  del 
procaz  ministro ,  le  puso  en  la  angustiosa  necesidad  de  presentar  su 
dimisión ,  q/aa  fuá  desde,  luego  admitida  como  las  de  los  demia  mi*  • 
nistros. 

Estas  dimisiones  fueron  exigidast  por  S.  M.  de  na  modo^  qaa. 
bien  podían  calificarse  de  duras  deslibicionesi  y  asi  hubiera  qaerídii' 
el.  país  que  se  hubiese  espresado  en  la  Gacetas  estraordituuia. 

El  pueblo  de  Madrid  particularmente,  confiado  en  que  el  de- 
creto de  exoneración  saldría  acompañado  de  la  censura  que  necev- 
ciá  el  infame  gabinete  caido ,  abandonóse  á  un  júbilo  impondera^ 
ble ;  pero  este  júbilo  fué  momentáneo» 

Cundió  la  noticia  que  la  reina  había  encargado  formar  y^  presi- 
dir el  nuevo  gabinete  á  don  Fernando  Fernandei  de  Córdova^  j. 
esto  bastó  para  que  se  aprestase  á  la  lucha ,  que  no  tardó  en  esta- 
llar. 

Madrid  no  olvidará  nunca  el  asesinato  dd  infortunado  UanoeL 
Gil  perpetrado  el  21  de  agosto  de  1845. 

La  sangre  de  un  pobre  artesano  vale  tanto  ó  mas  que  la  de  an 
palaciego. 

Manuel  Gil  murió  inocente ,  y  la  sangre  de  la  inocencia  forna 
un  rio  invadeable  que  separa  al  pueblo  de  sus  asesinos  por  mas  4|M' 
estos  vistan  bordados  de  oro  y  ostenten  condecoraciones  qoe  las  mas- 
de  las  veces  se  prodigan  á  los  verdugos  de  la  humanidad. 


BB  vano  T  iO»  (MBH«B18^  3M^ 

GaaDdk  Cdrdova  merecidlaxcnGanza  i&hk  eamariüat  eocseodió 
im  cigarro  habano ,  y  con  tod»  b*  pretaiidóa  f  énfasis  da  «mr  én 
efoi  soMados;  fanfarrones  íp%  tanto  abondao  en  nnesbros  anlignoa 
saínetes,  esclamó: 

—-Antea  dh  ooneliiir  este  cigam  quedará  vencMa  esa  asquero- 
sa rdbeKo». 

Ignoramos  lb« qii#  baria  el- bnett  geaerrteoa  sncigarm;  pero  ú.. 
alienta  ana  eaperangaa  da  «nrnallar  id-pneMb^^  de  Madrid  antea  de 
ceaaimip  el  td  pom ,  no  seri»  estraio  qoe  lo-  hubiese  apagado  k  la ' 
mitiid  ,jmífnám  tirada  cottO' hacen  loS'  caballeros ,  le*  hiibiem' 
colocado  detras  de  ia  oreja »  áh  guisa  también  de  ftinfarrefB  d!a  sai-^ 
nela«,ppraiMilvarlaá  diopar^despudade  su«trimifo;  pero  como  no 
hay  aparieneiasp  db  qva  esta  Hegue  fan  pranle  oomo  desearía  su  e»** 
celenoia  >  nosr  lonMttoa  k'  Kberlad  de  aoensejarie  que  ali We  sn  oreja 
de  semejante  carga,  sí  no  quiere  que  tu. pveseuG«a  apeste jhastU'eH^ 
los  aristDcráiíeoi'saknef. 

Bl  hedor  á  cifarfo  apagado^  ea  tan  repugnante  para  las  éaulaa* 
del'  \meai  tooo^  eomo  el  hedor  á  póhrora  para  los  pneWos  or? ilmi^- 
dos.  Mas  adelante  veremos  sí  fueron  fundado»  k)s  recelos*  del  pueMó' 
de  Madrid  t  cuyo  entusiasmo'  arreeiiba  cuanto  mayores  eran  los 
obstáculos  que  se  oponía»  áL^  noble' dbseo  de  nsconqoistar  su  Itber^ ' 
tad  perdida. 

Súpose  en  la  Plaza  de  tonea  1»  caída  del  ministerio  polaeOf  y 
estalló  un  grito  de  general  entusiasmo  que  obligó  á  la  música  á  que 
tocase  ethioroo  de  Riego ,  y  apenas  sonaron  las  primeras  notas  de 
esle  arrebatador  recuerdb  del^  héroe  de  )aa  Cabezas  de  San  Juan^  - 
doce  ih1  almas  enardecidas»  por  el*  amor  dé  l^rtad,  batieron  pal^' 
mas  larfo  rato  prodoeiendo'UB»aalTa  estrepitosa  quo  se  repitió  "en» 
todos  los  intermedios-  dé  la  lidia . 


390  1^  Páuao  m  los  cififVNBS 

Terminado  el  espectáculo  poco  antes  de  anochecer  9  juntóse  la 
inmensa  multitud  que  salia  de  la  Plaza  con  los  grupos  de  la  ancha 
calle  de  Alcalá ,  y  se  dirigieron  á  la  Puerta  del  Sol  prorumpiendo  en 
vivas  á  la  Libertad. 

Vino  la  noche  y  las  anchas  calles  del  centro  de  Madrid  iluoai- 
nadas  espontáneamente  con  asombrosa  profusión,  hallábanse  cua- 
jadas de  un  gentío  exaltado  por  una  alegría  indefinible. 

MU  músicas ,  precedidas  de  grandes  faroles  y  banderas  coa  los 
colores  nacionales «  cruzábanse  en  todas  direcciones ,  sin  que  el  et- 
truendo  marcial  de  los  himnos  patrióticos  ahogase  los  vítores  qoe 
daba  el  pueblo  á  los  ídolos  de  su  corazón. 

Cuando  la  ebullición  de  júbilo  estaba  en  su  mayor  apogeo^ 
vino  una  iniausta  noticia  á  turbar  aquella  alegría  inmensa. 

Otro  crimen  de  los  muchos>que  surgian  del  taller  de  la  calle  de 
las  Rejas  provocaba  la  ira  popular. 

Cundió  la  voz  de  que  la  camarilla  no  queria  ceder  *  y  en  efec-* 
to  publicó  mas  tarde  una  gaceta  estraordinaria «  que  fué  el  últiaio 
combustible  que  arrojó  para  que  el  fuego  patrio  acabase  de  con- 
vertirse en  incendio  voraz. 

Los  decretos  de  la  caida  de  los  ministros  eran  una  sart<  de 
ofensas  y  de  insultos  que  la  influencia  bastarda  arrojaba  al  rostro 

del  PUBBLO  SOBERANO. 

Estaban  concebidos  en  estos  términos : 

«  Atendiendo  á  las  razones  que  me  ha  espuesto  don  Luis  José 
Sartorius ,  conde  de  San  Luis ,  vengo  en  admitirle  la  dimisión  qoe 
de  los  cargos  de  presidente  del  consejo  de  ministros  y  ministro  de 
la  Gobernación  me  ha  hecho «  quedando  allamenle  Mlisfecha  de  ¡a 
lealtad t  celo  é  inteligencia  con  que.  lo$  ha  deeempeñadot  y  de  fes 


IL  ?UIBLO  T  sus  OmSORM.  S#1 

emintnUi  y  espectakt  tervicios  que  ha  prestado  á  mi  trono  y  ala 
ilación. 

Dado  en  Palacio  á  diei  j  liete  ét  julio  de  mil  ochocientos  cin^ 
cuenta  y  cuatro.=  Está  rubricado  déla  real  mano.==El  ministro  de 
Estado,  Ángel  Calderón  de  la  Barca.» 

«Atendiendo  á  los  méritos  j  servicios  del  teniente  general  dotí 
Fernando  Fernandei  de  Córdova ,  senador  del  reino  y  director  ge- 
neral de  infantería ,  vengo  en  nombrarle  presidente  del  consejo  de 
ministros  y  ministro  de  la  Guerra. 

Dado  en  Palacio  á  diez  y  siete  de  julio  de  mil  ochocientos  cin^ 
cuenta  y  cuatro.=»Está  rubricado  de  la  real  mano.=EI  ministro  de 
Estado ,  Ángel  Calderón  de  la  Barca.»  ' 

«PRESIDENCIA  DEL  CONSEJO  BB  MiNisnos. saltéales  decrelos.^:^ 
Atendiendo  á  las  razones  que  me  ha  espuesto  don  Ángel  Calderón 
de  la  Barca ,  vengo  en  admitirle  la  dimisión  que  me  ha  hecho  del 
cargo  de  ministro  de  Estado,  quedando  muy  ialüfeeha  del  celo ,  in^ 
teligencia  y  lealtad  con  que  lo  ha  desempeñado. 

Dado  en  Palacio  á  diez  y  siete  de  julio  de  mil  ochocientos  cin- 
<;uenta  y  cua tro. s»  Está  rubricado  de  la  real  mano.  =«  Refrenda^ 
do.=»EI  presidente  del  consejo  de  ministros ,  Fernando  Fernandez 
de  Córdova.» 

«Vengo  en  admitir  la  dimisión  que  en  nombre  del  teniente  ge- 
neral don  Anselmo  Blaser  me  ha  hecho  del  cargo  de  ministro  de  la 
Guerra,  el  presidente  del  consejo  de  ministros,  quedando  muy  sar- 
tisfecha  del  celo,  lealtad  i  inteligencia  con  que  los  ha  desempe^ 
ñadoé 


Dado  eo  Palacio  á  diez  j  siete  de  30U0  de  sui  odiociefilM'ieii 
cuenta  y  caatro.=Está  rubricado  de  la  real  maDo.=  El  preiídevle 
Ael  consejo  de  ministros.»  Semando  FeroaadeE  de  Curdo  va.» 

«Atendiendo  á  las  razones  que  aie  iba  espuesto  don  Jacinto  FéliK 

Domenecby  vengo  en  admitirle  la  dimisión  qoe  me  ha  hecho  de  los 

íMTgos  de  núaistro  de  Hacienda  é  interino  de  Graaia  *y  Jtfaticia, 

quedando  muy  aatUfedia  del  cüo,  le(álad'¿iíauligt»e%a  ícm  ^qm  Im 

^ia  disemfHadQ. 

Dado  en  Palacio  á  diez  y  siete  de  jalio  de  nuü  odhocíentai  cíb*- 
isnenta  y  cuatro. o»  Está  rubricado  de  la  real  mano.nvRlifirenda- 
«do.^^El  presidente  del  conseje  de  aiiiiistro&,  Fernando  FerMMics 
de  Córdova.)» 

« 

«Atendiendo  á  las  raseiMS  que  me  lia  espuesto  doa  Mariano 
Jk>ca  de  Togores,  marqués  de  Molina  •  Tengo  ¡en  admitir  la  diaá- 
(sioB  qoe  me  ha  hecho  del  oargo  demíablro  de  Marina,  qmdmná» 
muy  $aii$fecka  del  ^0»  hcdlad  é  míeligmHtatúnfueiohadeMmm^ 
feñado. 

Dado  en  Palacio  á  diez  y  siete  de  julio  ide  mil  ochocientas  icin«* 
•üuenta  y  coatro.»=Esti  rubricado  de  áa  <Bal  fluano.aoRefiisaéa* 
.'do.e^El  presidente  del  consejo  de  ministros.,  Fenrando  Femaoda 
de  Córdova.» 

«Atendiendo  ¿  las  razones  qoe  me  ha  espaesto  don  AfvstÍB  Este- 
9ian  CoUantes ,  vengo  en  admitirle  la  dimsioB  fue  me  ha  heciio 
•dd  cargo  de  ministro  de  Fomento ,  quedando  muy  satiifeohm  M 
^esle ,  ienltúd  i  sttfel^eneia  00»  ffue  lo  ha  desemfeñaio. 

Dado  en  Palacio  á  diez  y  siete  de  julio  de  mil  ochocientos '¿ui'" 


WL  nnau^  t  sos  onusoiis. 

cuenta  y  coatro.=Está  rubricado  de  la  real  Boano.saEl  pretideDte 
del  coDsejo  de  ministros ,  Fernando  Femandei  de  Cdrdova.» 

Renunciamos  á  describir  la  indignación  qoe  escitó  en  todos  los 
ánimos  la  redacción  de  los  precedentes  decretos»  indignación  que 
daba  impnlso  á  los  deseos  de  ifenganza «  que  ya  se  babian  manifes- 
tado anticipadamente »  porque  bacia  algunas  horas  que  el  pueblo 
babia  adivinado  el  pensamiento  de  sus  opresores. 

En  este  estado  se  publicaron  bajas  volantes  que  acabaron  de 
entusiasmar  mas  al  pueblo ,  no  siendo  la  que  menos  efecto  produjo 
una  que  estaba  concebida  en  estos  términos : 

«MADaiLBÑos:  Yalladolid»  Barcelona,  Granada,  ban  respondi- 
do al  grito  nacional  de  28  de  junio. 

La  eamariüa  no  cede. 

El  inmundo  ministerio  del  conde  de  San  Luis  ha  sido  sacrifica- 
do para  reemplazarlo  con  otro  que  empastele  la  situación. 

No  hay  transacción  posible. 

Ni  el  ejército  conslitucionalja  admite»  ni  el  pueblo  debe  admi-* 
tirla. 

¡  A  las  armas»  nacionales  de  Madrid ! 

4  A  las  armas »  ciudadanos  1 

¡  Caigan  á  nuestros  pies  todos  los  tiranos ! 

Destruyamos  de  una  vez  á  todos  los  ladrones  y  consolidemos  el 
triunfo  de  la  libertad. 

No  mas  espera. 

No  mas  perdón. 

El  sol  de  ma&ana  debe  alumbrar  nuestra  gloria  y  la  eterna  hu- 
millación de  nuestros  enemigos.  =El  gomité  Libbbal.» 

T.  u.  50 

«V 


rf     * 


El  ^Btiwjümo  tiohié  Ai  punto» 
Y  tan  alto  como  el  entusiasmo  frisaba  la  ira  popnlar. 
liMfcqprcMiiM  dflNtfiabttrd  ipoeUo, 
El  ipuaU»  «o  podia.^JAT  4e  .adaptar  ten  ánaoUmU  jeta, 
Snlie-fiárááiva  y  ioB.madsifeBoa^  kay  4Ui>l4g(^4a  M^tfro, 
.Hadñd.aboEBaek  i  Céfdeva  ome^  Sartoriía  jA  Nann<r> 
¡  A  las  armas  1  «ana  4l,giáto.gaiieral. 
¥a  éatán  -en  abiivU  iucba  ÍEL  VXJKBLO  Y  SOS  OPRBBO 


\ 


f«(f 


•i^m^^-^i^mAi^^mmn  m>  »*  wr^^-^mi^^-^>^m*<^m 


■    pf    iH^i^^ 


•"f^"'" 


•    ••;   ■:       '  '•     -i.; 


1^ 


CARTÜtO  XXXSBL 


VENGANZA  POPULAR, 


•  >■ 


Asálqm  «ligoaUoi  faaUift  Uepadá  k-eaúfWímmUB^ da-qoe^ter  \eí  en- 
gaSalNrv  pwBtO'^'ipnrv,  tfarit^  légkit aUiíaDv- dolidas ssr  bdricw 
^MbandMientetrefiigidkU»  cmauoakd^qiialHriHiiisl^pietdo  aLpai»^ 
la  influencia  secreta  jfraia-  céoi^lMatrarrasaUalnR»  al(  tron#{>  ji  le*  %m^ 
l8fta8oto)dB;afmdgMÉ*Í0S^iiúiBOSi«aBi«o  neBi^-caaibiof  á«|perso- 
■aa ;  ^pirc  nei  é$*mk&mBií.. »  aaiiifiie  di adáeníaMenlar  del  iwadaga'  dé 
Maimel  Qíii  darnaatrá  duraiieaÉa)  i-rlea  aaadiiknót  ki  soenle  qna  ka 
Mj^nab» simpar  dngnaaUlhgiiMí  la^oamarü/cKá.Tacoiiqiiitlar  mu  p»- 
der.....  asi  que  no  quedó  ya  duda  alguna  de  que  una  Bttra  tna»^ 
eiJDir  anMigaba;  resa^rar,  aMSé  eovaíaatfaaia ,  Ua;  iDÍqoidádaa  qpe  se 
oomeÉíenwtaii<tMA«onU«  ciiUanradbi  ireaiodbciOrdB  Madrídi,  ta« 
mú»  aP  p«al&oiviiiaip«ctoi8ibaraiK>f  uv  aspaeto.  vaniáderameale  aoMh 
nazador. 

I  bdUnas  opfieaMraal  ¿Oteo  podíaía  pranmiir  iptorse*  báhifei  de 
eontoÉtaa,  a»  aqnUa  alaria  imMBiai  qne  aasoiniba  pnr  loen  ki 


396  BL  PALACIO  DR  LOS  CftÍMlin 

ángolos  de  la  metrópoli  al  saberse  la  caida  del  gabinete  Sartorios? 

El  paeblo  reclamaba  un  acto  de  justicia;  exigía  una  espiacion 
qae  dejase  plenamente  satisfecha  la  vindicta  pública,  un  escar- 
miento que  sirviera  de  lección  á  los  ladrones  palaciegos ,  y  sobre 
todo »  quería  el  pueblo  que  se  realizara  el  programa  de  Manzana- 
res ,  que  la  moralidad  sirviese  de  base  á  la  regeneración  política ,  y 
la  fuerza  ciudadana  armada ,  de  inexpugnable  baluarte  de  la  liber- 
tad española. 

Esto  queria  el  pueblo ;  pero  vosotros «  bandidos  condecorados» 
ministros  prevaricadores »  magnates  que  debíais  vuestra  opulencia 
al  hurto ,  al  asesinato  y  á  la  prostitución ,  pretendíais  que  el  saqueo 
siguiese  empobreciendo  al  pais  y  enalteciendo  vuestras  fortunas. 

¡  Miserables  1  bé  aqui  porqué  á  los  vítores  de  júbilo  sucedieron 
en  breve  los  tremendos  clamores  del  ansia  de  justicia. 

Y  vosotros ,  concalcadures  de  todos  los  principios  de  la  tana 
moral »  vosotros  tan  valientes  en  vuestra  prosperidad ,  vosotros  qae 
con  tanta  avilantes  arrojasteis  el  guante  al  pdebio*  (por  qné  no  oe' 
presentabais  i  contener  personalmente  sos  iras  ? 

El  peso  de  vuestros  crímenes  os  abromaba ,  y  envueltos  en  los 
deosas  nieblas  de  una  cobardía  villana »  os  cobijasteis  en  ri  régie 
alcázar  para  que  el  trono  os  sirviera  de  parapeto »  y  poder  á  sn 
sombra  hacer  los  últimos  esfuerzos  que  el  delirio  de  vuestra  agonüi 
os  iospíraba.  . .  . 

Queríais,  sin  duda,  que  rodara  el  trono  en  pos  de  vuestra  cai^ 
da  como  si  voestra  perversidad  hallara  el  último  consuela  en 
que  solo  con  el  hundimiento  de  la  monarquía  podia  hundirse  vnt 
tro  criminal  predominio. 

E  iracundos  y  amilanados  á  la  par ,  dejasteis  que  se  desUjeirao 
luengas  horas  para  que  la  efervescencia  popular  llegara  ai 


WL  fVULO  T  SUS  «nuoBOiis^  S97 

freno;  desenfreno  qae  creasteis  con  rnestra  vergOMOsa  oenltaeion; 
desenfreno  qoe  fomentasteis  con  mestro  sileneio;  desenfreno  qoe 
lograsteis  hacer  llegar  á  so  cobno ,  con  la .  perseverancia  de  vaesira 
reaccionaría  eondocta. 

Y  ovando  sopísteiique  todo  Madrid  «e  había  lanxado  á  la  liía; 
cuando  snpiateis  que  todas  las  oalles  y  platas  lestaban  pobladas  4t 
nn  gentío  inmenso,  aun  os  atrevisteis  desde  la  regia  huronera  qne 
ocultaba  vuestro  miedo,  á  dar  órdenes  de  sangre  y  fuego»  ¡contra 
todo  un  vecindario  1 1 ! 

¿Goal  podía  ser  á  la  saaon  vuestro  objeto,  sabiendo  qnedefe»-* 
dtais  una  causa  desesperada  ?  •' 

¿fodiais  imaginaros  aun  posible  vnestro  triunfo? 

De,ningnn  modo. 

Estabais  enterados  de  que  el  glorioso  alzaasieolo  se  había  hecho 
naoionaL 
•     i  Qoé.  esperabais  pues ,  de  vuestra  tenacidad T 

No  podía  ser  mas  que  el  consaelo  que  encuentran  los  malvados 
en  la  agena  desgracia  cuando  ellos  no  se  consideran  ftdícea* 

Y  solo  este  forot  instinto  de  beduinos  había  de  alentaros  á 
provocar  una  lucha  fratricida ,  que  no  podía  menos  de  dar  el  resol* 
tado  que  ofreció ,  después  de  haba*  sacrificado  mil  víctimas  á  vues- 
tra impotente  rabia. 

Los  vivas  f  cada  vez  mas  nutridos »  de  la  muchedumbre  que 
ocupaba  la  Puerta  del  Sol  ^  alternaban  con  ardientes  mueras  á  loa 
ladrones  i  que  con  este  epíteto  designaba  el  pui^lo  á  los  prohom*- 
bres  de  la  aitoacion  derrocada. 

Los  mas  de  los  clamores  de  venganza  revelaban  que.la  ;eapoea 
de  Muñoz  y  Sartorius  erae^  Ips  principales  blancos  á  que  asestaba 
sus  tiros  el  rencor  de  la  nuiltítud. 


aWí  mMMtti  nioa 

CUMD0CÜUI  ki^aMkdfliGiirfeMUBft  fatnat  impOBeiiteéi  flwig¿ 
QIMkrM  itor4»(EonQm<]^  de  Aoandta  GWüs  y  oomo  oao»  j  otro»-  mp 
liabMiBiíAlídor  mnlnir  hMiprDsonciaéai',  los  pitmerov'  eai  2anigmi 
cuando  sucumbió  el  malogrado  brigadier  HoM  y  k»  sugmdíwMi 
l>i%Ua»ta0tda¥fcál<aiP>  reitiJan*<|ro  dipoeMb-M  ellos 

sil)sedld0ikrepgttiilMí;:peMí  geperososiles.snhtfcf  doreiforiápenw'  fwp 
dÍMfiaritiksfMoÑnw  prooMliendlüé  los  ■•Idadoy^loéitilá»  segBii^ 
düá^i  ppaiMes, 

Viendo  que  permanecian  las  puertas  cerradatv- inioÍDaMD(|«rt 
mAg«  «UMridQi»ida^k  nwHiidoBibngf,  Itblas^y  madeM»  junto  á  la 
puerta  principal,  y  aplicándoles  hachasenaenéiAit^  prendióla  ñan^ 
go  y  creció  rápíéMoeota  bnate  ^fu^  tomé  la»  fonoHi'  d»  eqiáaritosa 
hoguera,  cuyos  rojizos  resplandores ,  de  conÜaMOiaHnrentadaii por 
itíá^. dspaMi  da  naaihaalihlnii»  dakao'  cimíot  aapaalor  ImláatiDa.,  no 
solo  al  edificio ,  en  cuyos  balcones  y  rejas  permanecian  los  üatdadtti 
inmóviles  como  estjibMav.flíaibutf.uM  de  flmfoailfarvaoDimiliiaii- 
diQi  laa  inmen»ai>liaiaa  quetamamaaban  deiniraiife  todoy  8ÍD#á  to- 
dos suat  ateadedoMi^ 

SíaiaaahaF|0'liupaeffiaiBO<ia  ahriai^.ylos  taiaentea  qua^noidioa- 
tiliiar.  al  poablb  ratpetabaní toa. pgescripcwaiee ■  de  ladiioipKiia»^  w&^ 
goiatviaipáfidMQB.siis  ptMslM»  So .  iinpevIuffbaHe  oalm» 
singular  contraste  con  la  diabólica  ebullición  ám  \o%  paíaaoaam 
laawa  tÉttantaa^qoe  aqaallos  ttilitares<,  puesto  «faecaredenda  ab- 
aatatameataide  armaasa  arrojaiioo:á'  la  temenaría  aMpreBaida'  ia^ 
¥J^m  aqoaL  rocinlov  éík  saber  de: qoéOMido  les  r6eibina>  la 
que  le  custodiaba ,  siendo  lo  mas  probable  qaa  la*  líalieaa  de 
aBBHia'para>rachaiiU0  latintaBioD; 

ÜMtomdanHDtB  no*  anoedíó:  asá-,,  ponqué  k  paear  da<  I»: óv^ 
denanza  militar  que  prohibia  á  loaisoldadot r  tomar  parta^at  lai  ai»» 


^mmcáom.,  noifitiBainn  >dn  «Adía  «^nm  (liiB«^p«Í5Ctt^         •    « 

Vw* fte'W  Arió'ifi  pMrtt  ooaDAo^lw  HiroiiiB  cMpranriPoft  á  <Aé^ 
Torarla ,  y  la  mnltitnd  inerme  inandó  el  edificio  con  la  impetMlllM> 
dad  M  torréate  <iiae;TOiiM4#i  4iqoes<yi»<fmr«de(|ii}d».  > 

Los  paisanos  aparecieron  en  *liBi5  <Mt>wii6B  y  «nuitMrtrttoíii»  ■  wnr ik 
4n9pa,  áluMÍMnon  <la  Colinda ,  «qve  'haüa  '«dCoiiees  «»  4iMB«fobibi- 
é»  OMB  IwqMladeilatesfanlosfttkogmni,  <ooii  mlMaMicattéi^ 
Wbiros<del  defMPtamento  ¡éel  4ninisUnotdela)€M>«rD8eíitt>3qMit«irfá 
allí  su  despacho. 

iReoqgiésalUeltpmU»  onUtaa  anmatifvdo,  j  tdtMRMila*  f ae- 
rammcmm  fura »kBDoaiaisada>kidÍMi 'que  aiMlHi  ppétitaaá «mfei- 


.f 


(Uan  de4as;paitaoo8,iqi»  k«bift>p«AmiediAan&'tiMi^ 
diB  lie  ik  miMÍa  wiotonaA ,  4o^  ¡ap^dérarae  deivtta  «coraeti  t  7  '64 
jvopk  iiispiriBMM , '«i  pavioer ,  1^ 

rSmóA.'pooo  rutena  tiro ,  y  las-  paisanas  i|M4Mbiaii  saSMo'Qt*^ 
madiiB'fla  la  (Casa  >de  «prrMs ,  fle'dmdiirM>«»  gvnpM,  4N(biéa^ 
dose  retirado  precipitadaveitte  km  qvmimmmlíébmsí^'mní^éñúm^ 
baedin  ana  ob)eto<f|aa  al  és  ^oarioaear. 

iBaro  m  éimm  -énicMimici  Jot  ummilm  qébmm  «é  'apnütarak 
á'lalmdia;  la  Jttayor  paree  astaban  iwmng^y  7'«e  qotaiaroa  <riHift^ 
donar  e\  icampo ,  en  4a  oaaüaaaa  de  «que  'haÜanaa  ^m  talgama'^rte 
aoalqoiar  imárwmBmUo  á^pMpdakopara  4ioalttiaar  i  loe  qftteifiteii-^ 
tifian  oponarae  i  ia  wkmtad  idel  fuablo. 

Partieron  los  grupos  en  diáintas  Jínsocionea ,  iletflaidiej  yafr  'Stt 
propia  giileaku,  y  <por  loa  ipMrkttioos  «acta  'de  laa  «nMcfts ;  pero 
aquella  ¿gvitaria  ana  ya- aaMOOiaikm ,  me  era  na  *8e0Mlk>  4e  ^ire(B^ 
ee  alboroaa^'iflBBn  laa  anHidoaéa  ia  fiera  ^pe^aada  ¡MbttrseiM '  tm 
YÍclimas. 


400  Bi.  FAUCH)  m  LOS  GIÍMBNBS 

El  grupo  mas  fonmdaU»  se  dirigió  á  lu  oGciiuf  id  Gobierno 
citil ,  j  oosMgvió  apoderarse  de  las  armas  qae  allí  había  deposi- 
tadas. 

De  aiooMnCo  en  momeólo  se  hacia  mas  imponeote  el  upecto  de 
lu  desenfrenadas  masas  populares. 

Las  SQtttnosas  moradas  de  los  prohombres  de  la  sitoaoion  Ten«- 
eidat  fueron  atacadas  é  iof  adidas  casi  á  un  mismo  tiempo  por  di- 
íerenles  grupos  •  j  todo  el  lujoso  ajuar  que  las  ornaba  con  regio 
oropel ,  fué  devorado  por  las  llamas. 

Las  magnificas  sillerías « los  costosos  espejos,  los  relojes,  jar- 
rones, eómodu,  mesas  j  otros  elegantes  muebles  de  un  priuMir 
admirable,  caian  de  los  balcones,  y  el  estrépito  que  producía  stt 
choque  contra  el  suelo ,  escitaba  los  aplausos  y  la  gritería  del  pue* 
blo ,  que  en  su  ciega  cólera  no  respetaba  las  preciosidades  artb-» 
ticas.  Aquellas  molduras  admirables,  aquellos  cortinages  riquisimoa» 
aquellas  galas  deslumbradoras,  recordaban  al  pueblo  que  no  solo 
era  todo  obra  de  hábiles  artesanos,  sino  que  se  habían  adquirido 
con  el  oro  robado  á  las  masas  trabajadoras. 

Al  siniestro  resplandor  de  las  terribles  hogueras ,  veía  el  pne- 
blo  que  toda  aquella  magnificencia  que  las  llamas  couTcrtian  en 
xeniía,  hablan  absorbido  millones...  y  como  pruebas  evidentes  de 
ias  depredaciones  ministeriales ,  acrecentaban  su  ira ,  y  se  notaba 
cierta  alegría ,  al  parecer  salvaje,  en  aquellos  rostros  animados  por 
el  hervor  de  la  venganza ,  y  i  los  cuales  el  rojiío  resplandor  del 
incendio  daba  una  espresion  infernal. 

Cada  preciosidad  que  se  derrumbaba  de  los  balcones ,  era  on 
recuerdo  provocador ,  era  un  insoportable  insulto  á  la  miseria  de 
las  clases  proletarias ,  era  una  escitacion  á  la  vengania ,  era  nn 
estimulo  de  cólera. 


BL  FUmO  T  SUS  OPIBSOABS.  40( 

Pero  eslB  cólera  era  justa  como  la  cólera  de  la  Divinidad,  y  asi 
lo  declara  también  un  escritor  contemporáneo  en  estas  elocuentes 
palabras : 

«Cuando  el  Eterno  desencadena  en  el  mar  los  vientos  de  las 
tempestades  para  sumergir  la  nave  del  negrero ,  ó  del  pirata  car- 
gada de  inmensos  tesoros ,  cuhndo  rompe  las  cataratas  del  cielo  pa- 
ra producir  un  cataclismo ,  cuando  descarga  sobre  Gomorra  y  So- 
doma  nubes  preñadas  de  fuego,  no  esceptúa  de  sus  iras  ninguna 
riqueza  •  ningún  objeto  de  arte ,  ninguna  magniBcencia  aunque  sea 
monumental ,  y  tal  vea  el  mismo  pueblo  es  también  en  manos  de 
Dios  I  en  circunstancias  dadas,  una  especie  de  dilutio  con  que 
castiga  la  corrupción  y  abate  la  vanidad  humana.  ¡Oh!  s(,  las  re- 
voluciones justas,  lo  mismo  qne  la  saña  que  derribó  la  torre  de 
Nemrod ,  vienen  del  cielo.» 

Y  que  la  indignación  del  heroico  pueblo  de  Madrid  era  santa» 
que  era  hija  de  la  misma  virtud ,  lo  prueban  no  solo  los  horribles 
desafueros  que  la  provocaron ,  sino  la  pundonorosa  conducta  que 
hasta  en  los  actos  de  mayor  desenfreno  mostraron  siempre  todas 
las  categorías  del  valiente  recindario. 

I  Cuánta  virtud  entre  los  harapos  de  muchos  de  aquellos  hé- 
roes que  pertenecian  á  la  clase  indigente! 

¡  Qué  contraste  entre  su  honrada  conducta  y  la  de  los  magna- 
tes maldecidos ! 

Estos  eran  lanudos  de  sus  palacios  como  ladrones  del  pueblo, 
y  los  mas  indigentes  hijos  de  este  pueblo  magnánimo ,  en  medio 
de  sus  inauditas  privaciones ,  tal  vez  acosados  por  el  hambre ,  tu- 
vieron en  sus  manos  preciosas  joyas  cuyo  valor  podía  hacer  la  fe- 
licidad de  toda  su  vida;  pero  aunque  pobres,  no  eran  ladrones. •. 
DO  querian  salir  de  su  miseria  por  el  hurto y  las  ricas  galas 

T.  II.  51 


409  EL  PALAfilO  m  LOS  tíAOHlff 

qae  pasaba»  por  sus  nanos,  estaban  impregnadas  del  báKto'^e  los 
escándalos  y  de  los  crímenes.. •  no  pedian  pertenecer* ya  á  BiHffiíflt 

hombre  de  honor debían  ser  propiedad  esclasiva  de  las  HaauÍÉji 

y  ¿  las  llamas  las  arrojaron,  y  solo  las  Mames  hicieron  presar  de 
ellas  haste  convertirlas  en  ceniza* 

¡  Qné  lección  pare  los  cñminalés  dé  la  aristocrácie  t 

El  espectácolo  mas  imponente  de  aqoella  memorable  imefte, 
ere  el  dé  la  plazueto  de  los  minisleFios ,  como  qoe  allí  tenie  so  ew* 
tlrade  principal  el  falacio  b«  los-  grímbües,  la  snotnoia  oien*-»- 
skm  de  los  doqnes  de  Riánsares ,  eslendiéndose  por  teda  H  loogi* 
tnd  de  le  eaHé  de  las  Rejas. 

Aquel  edificio,  imitación  ebeTacana  de  alonaos  qne  oampeaft 
en  la  soberbia  Albien,  tiene  nn  vestibnfo  grotesco  adornado  eov 
profusión  de  cristales  de  colores  á  guisa  de  traje  de  arlequiii-|  eon 
eseelinatas  lateral^  y  nna  grandiosa  verja  qne  ofreee  tres  entradas, 
siendo  el  pórtico  del  centro  mejor  qne  los  de  los  lados. 

Estaba  abierto  cuando  llegó  la  maltitod ;  pero  habia  nna  gner- 
día  respetable,  y  sn  actitud  de  defensa  contuvo  A  los  amotinedes  á 
pesar  de  sus  deseos  de  penetrar  ear  el  interior  del  edificio. 

Un  grito  atronador  de  { mnera  Cristina  I  resonaba  incesante-- 
mente ;  pero  la  esposa  de  Muñoz  se  habia  refugiado  ya  en  ú  regio 
alcázar. 

Al  lado  de  la  reina  creíase  en  completa  seguridad,  porque  la 
mayor  parte  de  las  tropas  de  la  guarnición  habíanse  concentrado 
en  sus  alrededores ,  é  infinidad  de  piezas  de  artillería  habíanle  con- 
vertido en  inexpugnable  fortaleza. 

La  vista  sola  del  palacio  de  la  duquesa  de  Riánsares,  de  aquel 
recinto  funesto  donde  según  la  voz  universal ,  según  el  espíritu  y 
letra  de  todas  las  alocuciones  de  las  Juntas  salvadoras ,  según  los 


ML  fniLO  .f  sos  'OHaiSOUB.  MS 

discursofi  proauDciados  ea  el  Senado ,  segon  las  proclamas  de  los 
que  ioangiicaroa  el  glorioso  proaanciamieoto  para  derrilMtr  la  ia^ 
moralidad ,  se  CragOabaB  todos  los  crkneaes  ^pie  asolaban  á  h  aa-^ 
don  española»  la  vista  sola,  «repelimos,  de  agoel  palacio  lonerto; 
acrecentaba  la  indignación  popular* 

Los  generales  don  Leopoldo  O'Donnell ,  don  Domingo  .DolcOf 
don  Anlonio  Ros  'de  01a<ie«  don  Félix,  ttar/ía  de  Messioa«  en  su 
primer  manifiesto  á.  los  eapaioleSt  dijeron  entre  oVras  cosa^ : 

«Cn  destino  aciago  trajo  á  la  esfera  del  poder  la  poazo&a  movr 
tífera  del  agiotí^  y. de  la  inmoralidad  admínístitativa. 

Para  dar  alimento  al  lacro  no  bastó  la  Hacienda  en  jruiodaa^ 
x^ieraeiones  devomda^  ae  loa  «jntereses  aolMles,  una  y  otra  vipz  sa- 
mficadoa ; .babo ^qe  echar  mano  déla  Hacienda,  de  los  iaterese^ 
Üatoros» 

¥  así  vinieroii  los  aereglos  saeonsiderados  de  la  denda ;  aú^  lus 
compensaciones;  asi  la  grande,  la  inaudita  inmoralidad  de  loa  for 
ifCHcafrilies»  .'      .. 

Para  aoallar  ki  JM^Uiima  iTeprobacitHi  de  la  impvettta,  im^deeri^ 
Xo  ministerial  resiaUelMÓ  la  pn^ia  censara,  Bnprimiéodo  la^liberitd 
de  oscribir ,  qpo  0onoedd  áloe  -españoles  el  ariieulo  ^ae^ndo  de  la 
Constitución  dej  Bstaido. 

Para  qne  las  Cortes  no  pudiesen  defisnder  la  Tartana  .p4U¡ea  se 
interrumpieron  sus  funciones  esenciales  y  aagosias,  baciéndose  sin 
su  participación  compras  y  conoesiones  injustas,  onerosas,  absur- 
das de  ferrocarriles ;  cobriadose  loe  impuestas,  sin  ser  votados  por 
ellas ;  legislándose  por  decretos  sobre  materias  de  baeienda,  de  ad- 
jninistracion  y.  de.politieil;  veaaumeaéo  en  soma  el  pader  ejecutivo, 
cuantos  derecbos  y  deberes  señala  al  Jegislattvo  la  oasma  Conslilai- 
cion  del  Estado. 


404  ML  PALACIO  DB  LOS  CftÍKINBS 

Y  exasperados  todavía  los  concosíonaríos  con  las  dificoUades 
que  ofrecían  á  sus  propósitos  las  instituciones  y  garantías  de  ia  li- 
bertad política,  imaginaron  despojar  de  ellas  á  la  nación  que  tanto 
babia  becbo  por  conquistarlas,  al  trono  cuyo  cimiento  eran  y  son^ 
cayo  único  amparo  habían  sido  en  las  tormentas  de  una  larga  mi«^ 
noria  y  de  una  guerra  de  sucesión  encarnizada. 

De  esta  suerte,  españoles,  visteis  surgir  de  nuevo  la  sombra  del 
despotismo  (que  grande,  tradicional,  histórica,  habíais  ahuyentado 
a&os  antes)  primero  hipócrita  y  rastrera  en  la  discusión  célebre  de 
la  inviolabilidad,  después  siniestra  y  vergonsosa  en  la  amenaia  del 
'golpe  de  Estado.» 

Y  si  todos  estos  crímenes ,  aunque  perpetrados  por  los  mioii^ 
iros ,  sabia  el  pueblo  que  tenían  su  origen  en  el  palacio  de  Cristi^ 
na,  ¿cómo  era  posible  contener  en  aquellos  momentos  solemnes^  ol 
Ímpetu  de  una  venganza  provocada  por  ana  luenga  serie  de  iniqui- 
dades 7 

A  los  gritos  de  i  muera  Cristina !  sucedió  una  lluvia  de  piedfM 
que  rompia  los  cristales  del  vestíbulo  y  de  los  balcones ,  produ- 
ciendo nn  estrépito  indefinible  que  avivaba  el  entusiasmo  de  la  in- 
mensa muchedumbre,  y  aplaudía  con  frenético  júbilo  el  destroao 
de  una  magnificencia  creada  con  el  oro  robado  A  la  nación. 

Esto  no  era  ya  suficiente  para  satisfacer  la  general  ansiedad; 
era  preciso  penetrar  en  el  palacio.  •  • 

Los  hombres  eran  valientes,  pero  ¿cómo  luchar  sin  armas,  por- 
que no  las  tenia  aun  aquel  grupo ,  contra  las  tropas  que  se  apres- 
taban i  la  defensa  ? 

Los  hombres,  pues,  vacilaron;  pero  de  repente  avanzó  un  cre^ 
ddo  número  de  mujeres  hacia  el  pórtico,  é  invadiendo  el  interior 
del  edificio,  reanimaron  á  los  indecisos ,  y  en  breve  se  vieron  todos 


ML  FOBBLO  T  SüS  0PBBS0RB8.  IOS 

los  balcones  coronados  de  paisanos ,  y  el  incendio,  que  empezó  por 
las  colgaderas  de  los  magníficos  salones ,  iba  lomando  proporciones 
tan  colosales,  qae  amagaba  devorar  el  ediOcio  entero. 

La  guardia  se  retiró  á  las  oficinas  del  ministerio  de  Marina ,  j 
formó  en  batalla  casi  enfrente  del  palacio. 

La  venganza  popular  tomaba  formas  cada  vez  mas  tremenda^. 
Las  voraces  llamas  salían  ya  entre  negros  penachos  de  bumo 
-que  se  perdian  en  el  cielo ,  por  varios  puntos  del  edificio ,  enroje- 
ciendo todo  el  ámbito ,  como  si  los  elegantes  salones  donde  tanta 
alegría  reinaba  mientras  gemía  el  pueblo ,  se  hubieran  convertido 
en  las  pavorosas  fraguas  de  Valcano,  y  hasta  las  figuras  que  se  cm- 
aaban  azoradas ,  bañadas  por  el  siniestro  resplandor,  tenían  el  feroz 
«aspecto  de  los  cíclopes,  cuyos  rostros  feroces  se  retrataban  en  las 
^hermosas  lunas  venecianas  donde  la  coquetería  aristocrática  se  ba^ 
bia  holgado  tantas  veces  en  la  contemplación  de  su  belleza. 

Ya  no  cabía  en  la  plaza  el  inmenso  gentío  que  se  había  aglo^ 
Qierado  para  presenciar  tan  imponente  escena. 

La  mayor  parte  de  los  espectadores  eran  curiosos  ¿e  todas  las 

clases  de  la  sociedad ,  no  siendo  escaso  el  número  de  sefioras  que 

,  contemplaban  aquel  espectáculo,  digno  verdaderamente  de  ser  visto; 

y  aunque  todos  aplaudían  el  acto  de  venganza ,  había  millares  de 

personas  que  no  tomaban  en  él  parte  activa. 

En  otras  circunstancias,  el  incendio  de  tantas  preciosidades  hu- 
biera escitado  general  senlimiento  de  lástima ;  pero  la  emoción  que 
.predominaba  en  todos  los  corazones,  era  muy  distinta ,  y  no  paro- 
cía  sino  que  era  unánime ,  universal  el  deseo  de  que  desapareciese 
de  Madrid  un  monumento  erigido  á  la  inmoralidad,  que  tantas  an- 
tipatías despertaba,  que  tantos  odios  enardecía,  que  recordaba  tan- 
tas depredaciones ,  y  que  en  la  pila  bautismal  de  aquel  glorioso  al- 


406  EL  PAItiCiO  Bl  LOS  GlÜONn 

zamiento  acababa  de  recibir  el  nombre  de  palacio  de  los  caíiiBinifl. 

Esto  esplica  perfectamente  que  todo  un  público  civilitado  te 
gozara  ea  contemplar  aquel  espectáculo  devastador ,  y  cuando  nuf 
general  era  la  alegría ,  porque  se  fundaba  en  la  esperanza  de  que 
los  conculcadores  de  las  leyes  espiasen  sus  desafueros*  y  renaciese 
una  era  de  justicia  y  de  prosperidad »  cuando  esta  alegría  destella- 
ba de  todos  los  semblantes ,  oyóse  de  repente  la  voz  de  un  asesino 
que  gritó  iracundo  ¡  fubgo  I  y  una  terrible  descarga  contra  la  inde* 
fensa  multitud »  una  descarga  de  la  que  ni  una  bala  sola  podia  des- 
perdiciarse«  vino  á  regar  el  suelo  de  sangre  inocente,  de  sangre 
española  vertida  por  españoles  1 1 1 

Los  ayes  de  los  heridos  y  moribundos  se  confundieron  momen- 
táneamente con  los  gritos  de  horror,  de  ira  y  de  venganza  qae  hiao 
eshalar  aquel  ataque  alevoso,  aquel  ataque  traidor,  que  no  podia 
tener  ya  mas  objeto  que  ofrecer  á  la  aborrecida  italiana  sangre  e^ 
paüola  y  como  el  cordial  único  apropósito  para  mitigar  el  dolor  que 
habia  de  causarle  la  humillación  que  estaba  sufriendo  sa  orgnUo. 

Aquella  negra  traición  fué  la  verdadera  señal  del  combate. 

Aprestóse  el  pueblo  de  Hadrid  á  la  sangrienta  lucha. 

Las  proezas  que  hizo  en  ella,  relatadas  con  todos  sus  detalles 
ocuparían  largos  tomos ;  nos  contentaremos  con  presentar  en  les 
próximos  capítulos  el  estracto  de  los  sucesos  mas  notables,  para  que 
sepa  el  mundo  que  los  hijos  de  los  héroes  del  2  de  mayo  de  1808, 
heredaron  de  sus  padres,  con  su  amor  á  la  libertad  é  independenoia 
de  la  patria,  aquel  denuedo  indomable  que  germina  en  los  corneo- 
nes  de  los  dignos  descendientes  de  Velarde  y  Daoiz. 


(AjB  ■     de  Tiro  brrminot    cd lorcí  } 


lili    ■  t 


M*i 


*   \ 


CAPITULO  XXXIV. 


fiL  MINISTERIO  METRALLA. 


I  • 


Maehc  sangre  espaAola  yartída  por  españoles ,  salpicó  las  calle»* 
de  Madríé  en  hm  tres>  diae  de  crisis  de  U  mas  jasta  j  de  la  mas  san**- 
la  de  la»  revólociene». 

En  esta  horrible  matanza  habian  tomado  la  iniciativa  los  emi** 
serios  de  Córdova ,  general  ya  célebre  por  sns  instintos  salrages. 

No  es  de  estrenar  qae  semejante  hombre  se  gozara  en  ametra- 
llar al  pueblo  de  Madrid;  pero  Ip  raro ,  lo  sorprendente  y  que  no 
es  fácil  pueda  concebirse ,  es  que  no  solo  personas  de  honrosos  an- 
tecedentes quisieran  asociarse  á'  él ,  sino  que  después  de  formar 
mayoría  en  el  nuero  ministerio ,  pndieran  doblegarse  á  las  exigen- 
cias de  infonos  palaciegos. 

Desde  las  primeras  horas  de  la  mañana  del  18  hallábase  for- 
mado un  ministerio  de  los  individuos  siguientes : 


i08  BL  PALACIO  DB  LOS  GBÍXBNB8 

DoD  Ángel  de  Saavedra ,  daque  de  Rivas ,  presidente  del  Con- 
sejo coD  la  Garlera  de  Marina ; 

Don  Luis  Mayans ,  ministro  de  Estado ; 

El  teniente  general  don  Fernando  Fernandez  de  Córdova»  de 
la  Guerra; 

Don  Pedro  Gómez  de  la  Serna ,  de  Gracia  y  Justicia ; 

Don  Manuel  Cantero,  de  Hacienda; 

Don  Antonio  de  los  Rios  y  Rosas ,  de  la  Gobernación ; 

Don  Miguel  de  la  Roda ,  de  Fomento. 

Hemos  dicho  ya  que  la  duquesa  de  Riáosares  se  habia  refu-» 
giado  en  el  regio  alcázar,  y  según  todas  las  apariencias  predomi- 
naba aun  su  opinión  sobre  todas  las  demás  en  aquel  recinto «  y  no 
concebimos  como  sus  vengativos  deseos  fueron  no  solo  respetados, 
sino  plenamente  satisfechos  en  las  terribles  órdenes  de  fusilar  al 
pueblo. 

Y  si  estas  órdenes  sangrientas,  que  estuvieron  llevándose  Í 
efecto  durante  el  transcurso  de  sesenta  horas ,  no  procedían  del 
gabinete  en  cuestión  ¿  qué  hacian  los  seBores  ministros  mientras  la 
metralla  inundaba  de  luto  y  consternación  al  vecindario  de  Ma- 
drid? 

¿  Sobre  quién  debe  pesar  la  responsabilidad  entera  de  la  pro- 
longación de  tan  encarnizada  lucha? 

¿Quién  fué  la  causa  de  tanta  y  tan  preciosa  sangre  infructuo- 
samente vertida? 

La  opinión  pública,  formada  á  la  vista  de  los  sucesos,  acusó 
inmediatamense  á  los  que  constituían  el  gabinete  presidido  por  el 
duque  de  Rivas,  gabinete  que  desde  aquellos  momentos  ha  sido 
generalmente  conocido  por  el  infamante  epiteto  de  ministbeio  mb- 
TRALLA,  con  quc  le  designó  la  justicia  popular;  pero  lo  que 


«•  1  HB  OtlIMBHL  AM 

ertoev  it  poMié  el  a8oad)ro' j  la  iodigueióa  del  puieUat  faé:d  ver 
que*  daraote  las  sangriantaa  escenai  pcmumeeieroi^  en  ka  iilkÉ 
mÍBÍ8teria]as:f  bo  solo  el  general  de  qnien  dadat  debia  estraoarta 
por  sus  paco  eovidiaUes  aai^cedeaftes  ,  no  solo  olraa  peraoaaa  fU 
aunque  de  nunca  desmentida  probidad,  pertenecian  al  paitidoiaMK 
derado,  scao  ios  que  btbieodo  blasonado  sreoipDe  de  puograifétas, 
cenagabaa  ét  sos  pcineipios  eoB  inaudita  avilaalei.,  précisameata 
para  soflÉtaat  á  ka  tiraaas  que  se  bailaban  ea^k  agaaáa. 

Y  coa  todo....  iqni  vargüeoiat  ka  hombres  Iqaianeael  país 
acusaba  de  los  desastres  que  sufrió  la  metrópoli ,  fueron  elagidail 
pira  represan taria  en  la  Asaablea  coastitoffentai 

Hay  cosaS'  qaet  no  ee^  canapreaden ,  f  ikaaní  el  ooraaan  de  amar* 
gura  y  desconfianza. 

Loí  caerlo  ea^  qoe  loe  dama»  rejpttseBtaMtee  creferoa  tmf  duda 
qae.se  flMnoíUaki  iii  hoaov  con  eb  nevo  roqe  de'Ulesi  eowpaberosy 
y  esteJ  fóé  el  erigen  de  qae  se  kyara  en  k  sesíom  del  C^  da 
btc^  da  Í85u|  la  proposición^  aígiñeole : 


•  1  •  * 


'i 


ccPediaMM  á  ki  Asamblea!  eobslilisjeDte  se  rifva  «eordat  qoe  bi 
aaSores  diputados  qíie  fberoo  mínistroa  de  la  aoMaa  desdb  d  18«di 
julio  del  ¡ireeeole  afto  basta  el  dk  20  del  mismo ,  dan.  at  Coagve-» 
so  las  correspondientes  esplieaeioaes  sobre  la  eondnata  q«e  obseiw 
faroo  e»  loa  mofliente»  aiM<  erlticos  de  la  ravolncioiir,  sostenida  tan 
bevóicaaMnte  por  el  pueblo  de  Madrid  ení  las  joraadas  de  JqUoí 

Palacio  de  las^  Cortes  2  da  diciembre  de  i854v=t::Pedro  tlal? o 
AsensiOi^ístJ.  Gooralez  de  la  Vega.^srFernando  Gorradi.» 


Al  bwser  tiso  de  la  pakbra  el  señor  Cairo  Aseasia»  dijo  qo9 

creía  complir  coa  en  deber  de  conciencia  j  moralidad. 

T.  II.  52 


410  XL  PALACIO  DI  LOS  Ca^KBNIS 

£a  su  concepto  era  iodispensable  que  dentro  j  faera  de  Espa-* 
fia  se  conociesen  las  espHcaciones  á  que  la  proposición  se  reBere« 
para  que  recayese  toda  la  responsabilidad  sobre  los  que  habían  sido 
causantes  de  las  desgracias  y  catástrofes  ocurridas  en  aquellos  días 
en  Madrid. 

Manifestó  el  orador  la  estrañeza  que  le  había  causado  el  amal- 
gama  de  algunas  personas  progresistas  y  de  intachable  conducta» 
con  el  general  Córdova  ^  enemigo  declarado  del  pronunciamiento  de 
junio,  y  persona  en  estremo  impopular  por  sus  actos  y  antece- 
dentes. 

Recordó  que  las  calles  de  Madrid  habian  sido  regadas  coft 
sangre  derramada  por  soldados  infelices  y  por  esforzados  y  virtuo- 
sos paisanos. 

«Uña  reyolucion  inaugurada  pacificamente ,  añadía,  degeneró 
en  sangrienta:  ¿Por  qué?  Por  no  aceptarla  aquel  ministerio »  fi 
cual  pudo  en  mi  concepto  evitar  los  estragos  que  sobreviaieroo. 
¿Qué  representaba  en  aquellos  instantes  el  nombre  de  GórdoTa? 
Este  general  había  estado  asociado  en  cuerpo  y  alma  á  todas  las 
administraciones  pasadas;  y  como  si  esto  no  fuera  bastante,  el  mía** 
mo  día  del  levantamiento  en  el  Campo  de  Guardias  hízose  mai 
compacto  el  núcleo  de  las  personas  decididas  á  apoyar  al  míniste» 
río  entonces  existente ,  siendo  ese  general  el  que  mandaba  las  fuer- 
zas de  aquel  gabinete,  y  una  délas  personas  de  mas  confianza  para 
el  conde  de  San  Luis.  Pues  bien:  el  día  17  de  julio,  cuando  se 
anunció  la  caída  de  aquel  desgraciado  ministerio  (no  quiero  darle 
otro  nombre ,  porque  sus  individuos  están  ausentes} ,  la  poblacíoa 
de  Madrid  empezó  á  respirar ,  cesando  el  tiránico  imperio  que  la 
policía  había  ejercido  sobre  todos  los  ciudadanos.  Súpose  que  la 
heroica  Valladolid  había  levantado  muy  alto  el  pendón  de  la  liber«- 


II.  PÜULO  T  SUS  OniSOBKS.  111 

tad,  y  que  ol  bizarro  general  Nogueras  se  disponía  á  yeair  coa  uoa 
columna  para  apoyar  á  los  que  en  Madrid  deseaban  pronunciarse. ' 
Esta  nolicia  corrió  como  una  chispa  eléctrica,  circulando  á  las  tres 
de  la  tarde,  llenando  de  agitación  y  de  contento  á  todos  los  habi-» 
tan  tes  de  la  corte. 

No  hubo  entonces  voz  ninguna  imprudente;  no  hubo  un  des* 
man  que  lamentar ;  nadie  pensaba  sino  en  complacerse  con  la  cai-. 
da  de  aquel  ministerio ;  pero  desde  el  momento  en  que  se  publicó 
una  Gaceta  eitraordinaria  f  la  indignación  pública  se  apoderó*  de 
todos  los  corazones:  aquella  Gacela  decia  lo  que  voy  á  leer  al  Coo-^ 
greso.  (S.  S.  leyó  un  real  decreto,  contenido  en  la  Gaceta  eitraof^ 
dinaria  de  Madrid  del  lunes  17  de  julio  de  1854,  en  el  cual  se  de- 
cia, que  S.  M.  admitia  al  conde  de  San  Luis  su  dimisión  de  los  car- 
gos de  presidente  del  Consejo  de  ministros  y  ministro  de  la  Gober-* 
nación,  quedando  aUamente  satisfecha  de  la  lealtad f  celo  é  inteligen* 
da  con  que  los  había  desempeñado,  y  de  los  eminentes  y  especiales 
servicios  que  habia  prestado  al  trono  y  á  la  nación.) 

Esto  escandalizó,  seftores ;  esta  fué  la  tea  que  encendió  los  áni* 
mos,  preparando  también  la  hoguera  de  las  casas  de  determinad^ 
ministros,  á  quienes  el  dedo  de  la  Providencia  seüalaba  como  fau- 
tores de  la  situación  pasada.  Sin  esto  es  muy  posible  que  no  se  hu- 
bieran verificado  aquellos  lamentables  incendios :  estoy  seguro  de 
que  el  pueblo  de  Madrid  hubiera  estado  tranquilo  esperando  cob 
impaciencia  el  desenlace  de  aquella  situación ,  en  la  confianza  de 
que  se  castigarían  los  crímenes ,  de  que  se  remediarían  los  males 
que  todos  veníamos  deplorando ,  y  de  que  el  astro  de  la  libertad  no 
volvería  á  eclipsarse. 

Lo  que  en  esa  Gaceta  se  decía  era  un  insulto  á  la  opinión  públi- 
ca, era  un  ataque  á  la  pación,  era  un  sarcasmo  al  trono;  era  enai- 


MS  SL  TJXACID  Mi  LtS  OÉOHfli 

teeer  á  los  imsinos  que  sos  hsbian  fomi4o  eo  la  «sokvilad,  ^e  bi- 
ImD  agotado  infoiaiiieote  las  arcas  del  Tesoro ,  qvie  babiaB  ooai«* 
prometido  al  trose  froearafiido  ponerle  delatie  de  ellos ,  para  aw- 
gurarte  á  iii  sonbra.  ¿Y  «qaé  sucedió,  señores?  Que  .ese  toAmno 
pueblo  irritado  tavo  un  instinto  de  venganza ,  pero  iasfiflrlo  MWf^ 
8Ígni6catif  o :  no  fueron  las  masas  indignadas  á  tas  casas  ée  todos 
los  ministros ,  por  mas  i(ne  todos  (deran  respoosaUes  de  ios  mohi- 
qoe  el  país  esperimentaba :  determinaron  algunas  7  fieapetanmotmf.- 
EI  poeblo  idistíngnitf  -entre  los  hoosbres  ligados  oon  ma  eftancimí 
dada ,  y  be  qne  hacían  impúdieo  alarde  •de  sos  hazaftas  é^  prove-^ 
dioaa  eapldtaciiim. 

Fué  esa  fraceta^  pues,  lo  que  en  mi  conoeplo  di6  logar  áies^á»*' 
cendios  de  Madrid;  incendios,  que  nadie  puede  aceptar  nipredicar, 
pero  que  las  rerolnoieiies  llevan  consigo^  pegando  sin  fórmula  bib-*^ 
gona,  boscanlo  el  cuerpo  del  ^elíCo  y  castigando  á  los  criminnloi.^ 
Los  estrago^  'dé  las  revoluciones  son  ocasionados  sieoipre  pisr  la» 
que  con  su  conducta  dan  kigar  á  ellos.  Los  'pneblos  na  levanlaB' 
nunea  su  braio  vengador ,  sin  haber  antes  agotado  la  -copa  4tA  «a- 
frímienfo:  si  después  se  estralimitaa,  es  porque  nadie  puede  seia*^ 
lar  el  limite  de  In  justicia  popular. 

INies  bien,  stores;  admitida  por  S.  M.  la  dimisión  del  ttaera* 
conde,  individuo  del  nuevo  ministerio  el  señor  Córdova:  ¿qué  ea—' 
peranza  podia  tener  el  pueblo  en  una  persona  que  habia  venido 
apoyando  al  gabinete  que  cesaba?  ¿y  cuál  no  fué  la  sorpresa  do  la* 
dos  al  ver  que  componían  el  gabinete  algunas  personas  que  habiao* 
combatido  los  desarfneros  ocasionados  por  la  administración  caidafT* 
Esa  sorpresa  fué  el  prólogo  y  acaso  el  origen  de  las  escenas  sangrieiH' 
tasque  tuvieron  logar  en  las  calles  de  Madrid.  Los  nombres  de  los 
sellores  Hios  Rosas,  Cantero,  Laserna  y  Hoda,  asociados  al  éei' 


11.  MilbO  I  STC  OTMKB&UMm  M3 

general  Ciórdova ,  ¿^ué  q«eid«i  deolr  ?  Eso  es  le  qfie  la  wéciíaú  ei*- 
paiola  MoeMla  que  se  espUqae. 

Al  idia  sigoieaie  de  pwMicada  la  Gaceta  egíTMráiMxia  Jej^ape** 
cieroD  eo  la  ordioaria  las  dimisioDes  de  los  adteníopes  aitiiÍBtroft.9  j. 
el  referesteal  coodede  Saín  Luís  venia  «oncebido^o  diiÜBUi  medo, 
sin  lúngana  esplicaoion ,  sin  designar  sifíiiera  la  persona  cfne  fan-^. 
hk  oometido  ian  punible  «leatado.  Des  deoretod  sobre  un  misiaio 
asunta  pnblicadee  en  dos  dtferenies  Gactím  eral  disiiotosi  >la  MÁnn 
ne  podo  firmar  4os  dos  t  jr  por  lo  .tanto »  jiguno  babia  Caisífioado  ii^ 
firma  de &.  M.  filipii^ble  ae  ompó  de  ese  JMcfcn,  cayó  AaAibion'i^aH 
jo  la  jurisdicción  de  la  prensa ,  j  eso«xig«  ^una  43aU&góríca.  y  Icrm^ 
ñanAe  esplkaoien :  eaplioaoion  ¿alíspeiisabk  pnra  los  tfue  <<pierttnos 
una  Aionarqvía  qnis  resplandenea  sin  nenosealbe  al^nno^  y  cu  Kn 
senia  «oa  ks  inslitneiinee  Uberalea. 

Vneko,  señores,  A  phegnniár :  ¿qué  babiesi  de  peeaar  lolipirn 
Udoa  liberaks  al  'ver  «sDcbdos  noosbres  respetables  . beata  entaneea 
oon  el  del  gnneral  Cócidoiia,  de  quien  ae  eaperaba^xKMi.fnkidMnintiiip'. 
que  ooniinuase  la  ¡mareba  fle  sus  predeecsorea?  ¿HJ^ué  eoperimeiUa*^ 
ría  el  pueblo  de  Madrid  al  ver  á  ese  mismo  hnadbro  unido  «ora  et  sen 
ñor  Lasema,  progresista  «ienipre  ?  .¿Qué  representaba  este  nnevo 
ministerio  ?  Pferesidido  foc  ^el  teftor  duque  de  Rrvas ,  se  hallabaa  im 
él  tres  individuos  qne  k  bdiian  combalido  AiertemeuAe  en  la  ones^ 
tion  de  las  vincnlaoiones»  íCóom»  le  comprendía  reAa  mMoIa?  La. 
opinión  pública  adivionba  qne  ese  ministerio  no  era  el  que  estnbaí 
Hamado  á  satisfiícer  los  deseos  del  paos ;  deseos  qne  solo  se  hubieran 
satisfedio  ndWríéndose  completaoieBle  al  maniieato  é^  l[aBaana«»i 
res:  asi  se  bohieran  llenado  ios  deseos  del  pueble  de  Madrid  7  Mili**, 
cipado  el  triunfo  de  k  r^veilnoioniin  salpicarla  oen tantas  nuanchas; 
de  sangre.  Í4ejoe4e  >e9lo^  ario  ee  «apo  que  se  restabkeia  ia  wstt*ic- 


iU  U  PALACIO  DK  LOS  GlfMBNBS 

tiva  ley  de  imprenta  del  señor  Pidal  y  que  no  se  pagaría  el  antici- 
po. ¿Y  qué  fuerza  humana,  señores,  impidió  el  que  hombres  alia» 
mente  liberales  se  anticipasen  á  la  opinión  manifestada  de  antema* 
no  por  el  pueblo  de  Madrid  ? 

La  noche  del  17  de  julio,  al  resplandor  de  las  hogueras «  que 
desgraciadamente  vimos  como  lección  elocuente  de  que  no  se  aba- 
sa impunemente  del  sufrimiento  de  los  pueblos,  se  formó  una  joata 
popular  en  la  casa  de  la  Villa ,  de  cuyo  seno  salió  una  comisión  de 
que  formaron  parte  los  señores  Corradi^  Rúa  Figueroa  y  Gomei  de 
la  Mata,  la  cual  elevó  respetuosamente  á  S.  M.  una  esposicioa  pi« 
diéndole  se  anticipase  á  los  deseos  de  la  opinión  pública. 

Esa  comisión  presentada  á  S.  M.  después  de  ser  recibida  por  el 
ministerio ,  por  medio  de  los  individuos  que  tiene  en  estoa  banoot 
dará  esplicaciones  acerca  de  lo  que  díjo^  y  de  la  manera  en  qae  foft 
recibida.  Entonces ,  señores ,  no  se  habia  disparado  un  solo  tiro «  y 
era  la  ocasión  de  evitar  las  desgracias  que  después  vinieron :  poet 
solo  después  de  estar  ya  en  palacio  y  de  hallarse  los  ministros  ea 
el  pleno  goce  de  sus  funciones ,  fué  cuando  se  rompió  el  fuego  en«- 
tre  la  tropa  y  el  pueblo. 

Siguiendo  mi  papel  de  intérprete  de  la  opinión  pública «  hallo 
aqui  dos  cargos  que  resultan  contra  esos  señores  ministros  y  qee 
deseo  ver  esplicados  satisfactoriamente.  Primero :  una  falta  oaoral 
á  un  partido  político  en  su  asociación  anómala  al  nombre  del  gege*. 
ral  Córdova ;  asociación  que  debian  rechazar.  Segundo :  una  falta 
legal  por  el  ametrallamiento  del  pueblo  de  Madrid.  ¿Y  cómo  se 
comprende  que  cuando  personas,  que  no  estaban  en  primera  Uaea«  y 
se  hallaban  ausentes  de  España ,  han  creido  de  su  deber  dar  nian¡«- 
fiestos ,  no  lo  hayan  hecho  los  ministros  de  julio? 

El  señor  Gándara  dice  en  su  manifiesto ,  que  obró  por  mandiito 


BL  F9IBL0  T  SUS  OPRBSOBBS«  il5 

de  la  soperíoridad,  refiriéndose  al  señor  Mata  y  AIós;  y  estOt' esplín- 
cando  los  pontos  que  no  bailaba  claros  y  precisos  en  el  manifiesto 
de  Gándara,  dice  entre  otras  cosas  lo  sigaieote:  «Recibí  del  seikor 
ministro  de  la  Guerra...,»  (Leyó.)  Esto  sucedia  en  la  nocbe  del  17 
de  julio  cuando  no  se  babia  disparado  un  tiro ,  y  cuando ,  si  no  es* 
toy  equivocado,  sufrieron  los  primeros  disparos  los  individuos  dé 
esa  comisión  de  homenaje  á  S.  H.,  á  quienes  se  babia  dado  segu-» 
ridad  de  que  no  se  harian  armas  contra  el  pueblo. 

Esto  prueba ,  señores ,  que  había  gran  oposición  á  transigir 
con  la  opinión  pública,  y  que  si  aquellos  tres  ministros  éstátbáá 
acordes  con  el  levantamiento  iniciado  en  los  campos  de  Vícálvaro, 
no  lo  estaban  en  aceptar  de  lleno  el  manifiesto  de  Manzanares,  cuya 
publicación  y  aceptación  hubiera  cambiado  la  escena  prodociendo 
raptos  de  júbilo  en  lugar  del  sangriento  cuadro  que  ofrecieron  las 
calles  de  Madrid. 

Se  ha  dicho  que  aquellos  señores  ministros  aceptaron  sus  car* 
gos  para  hacer  un  servicio  á  S.  M.  y  al  pais.  Sin  duda  deben  ser 
muy  grandes  las  razones  que  S.  S.  se  reservan  esponer  para  justifi- 
carse de  haber  aceptado  aquella  combinación,  siendo  así,  que  si 
querian  ser  leales  á  la  reina  podían  hacerlo  como  caballeros,  sin  ser 
necesario  que  estuvieran  investidos  con  el  título  de  ministros  obe- 
decidos solo  por  la  tropa.  En  los  tiempos  de  revolución  tienen  los 
ministros  deberes  muy  altos  que  cumplir.  Cuando  et  28  de  agosto, 
después  de  trascurrida  la  marcha  de  doña  María  Cristina ,  se  agita- 
ron tanto  los  ánimos ,  los  señores  duque  de  la  Victoria  y  conde  de 
Lucena  espusieron  su  vida  para  tranquilizar  aquellas  turbas,  redor- 
riendo  los  puntos  insurreccionados ,  y  haciendo  ver  á  todos  el  ca- 
mino que  debian  seguir.  Sin  esa  loable  conducta,  el  dia  28  de  agos- 
to hubiera  podido  ser  otro  17  de  julio.  Esto  es  lo  que  cumple  ha- 


lU  Kié  tMAOi»  n^  LOB  «atoiKi»- 

ttf  i  losi  ifaií  M  battaii  tncargadoé  de  tos^  aliM  podereí  M  Sitiídiw 
Mewriv  é  1^  fM-soaaioD»  á  las  noone»,  e«aiid#  88  iokati  una  nm^^ 
hmaii^  antw  dé  apelar  á  laer  arnaa. 

Bferead  á^  eaa  cordura,  á>  la  senaatei  y  prodaneia  del  paoM»  ám 
Madvidiy  alaipeclo  ivipoaaiila  y  digvo  de  ki  MiKeía  naeioDri,  m9«* 
ftle  de^palríotieDio ,  des  fidelidad  y  de*  valur ,  leaealM  ette-  aagvndto 
krranlamítttlo >  y-  M  a^  apa  díftreacia  ^tar  ttainar  la  aleiimoB  r  ia 
que  existe  entre  )ai  coDdnaffl  de  «se»  seiores  mintsAros  y  b  de 
einópy  ftende  ael  ipia  oeenray  fK)cas,GOiioeBU>M8.ea  la  neeke  del 
ÉTr'dé-julíettoéai  se- hubiera  acallado, .no  halldodose  tS'  el  atisoBe 
caso  el  38  dé  agoile. 

Sepile  dioho  taaibien  qae  aqaeltoa sefeorea  OMniatrea'  ao'  eoin*» 
preBdierao  ia^átaacieo.  Si  esloes>a9l,  ea  praalMiqae  oeieatabiÉ»  4 
■o  qqetiaBi  estar  de  acuerdo*  coeellevanlaaiieiite,  al  ouid»  debiaa 
prestar  apoyo,  varios  miembros  de  aquel  ministerio,  atenáidoaáM 
aa4ecedeDte9«  ¡Qoér raaeaea padieren  tenev  para.obsenrar  lairtor* 
tida«  aumshft?  Esi»  escandáliaó  iuito  aies ,  cuando  fbé  nomllreéa 
aaloftdad  ipiKtar  ana  persena  come  el  brigadier  Pona,  per  otra 
BorntircPüp  dil  (Ni,  gefe  que  habia  sido  de  laa  filas  carlistaa  y  hw^ 
te^  iaipopalav  por  lo  misino.  El  aonahre  que  era  popular  eatoMes 
tm  el  del  amrqués  de  Perales ,  quien  preseotáadose  en  diferaafea 
punios  dondei  había  ua  fuego  nalrido,  recomendc^  la  pradeneíar  á  los 
paisafles  y  reclamó  obediencia  de  los  militares^  haciendo  caaalO'pa^ 
do  porTolverla  calaia  á  la  población :  si'  no  hiio  mas  por  nO' haber 
sido  llamado  antes-,  y  per  no  haber  habido  otras  autoridades  de  sa 
opinión  y  popalarídad ,  no  hay  cargo  ninguno  que  hacerle. 

Gomo  la  indigiiaeioo  había  estallado  y  se  había  tertido  ya  tanta 
sangre ,  S«  9.  no  pudo  ser  ma»  afortunado ;  pero  cumplié-  con  sa 
deber;  y  a»  splo  ao  ordenó  qae  se  hiciesen  descarge»  contra  el 


ILD  r  fiJS  OMHDUi.  iM7 

fv^kit  lino  Qoe  por  oiMrtQ6«MdM«eitiivien(Ni:iüa  ákurna.,  aqd- 
qat  ya  eran  pooot,  traló  4e  mitígar  Jab  kas  popiilafeft.  Bl  (pooibM 
^e  .aviaba  indieado  faca  aor  al  faoüeador ,  era  al  ilel  yatal  Saa 
liígBeU  La  ¿mita  «obnó^hmtiiístafiio  d  nmobraoMeiito  ét  eapí-* 
tan  general  fHona  tan  naapatable  palñoío;  aus  oío  aé  ,1a  «Boa  qM 
hubo  para  retardar  ese  nombraenaaÉo  haata  las  léllkiioe  ÍMlaiitea. 
Xtede  el  jaooMota  ao  ipie  didka  «liíor  «ae  «aaeargó  'da  la  antañdad 
Bifiílar  9  los  foegos  ja  apagaroa  :  ks  «uMoa  qm  retistiaa  f -ao  qae^ 
riaa  paooBOceffe^  ftaaroa  ^Igoaoa  aaltlares. 

fiatoi  fon  los  haobos  faiaoípsdaa  :q«a  la  opiotaa  qpáUka  fiarai»* 
k/aonlra  aqudi  «iiDietaaia.  ^fil  aeior  BacaUata  ipide  im  ipalafcea^ 
Celebro  qae  e\  eéilor  fiaqplaflte  fída  la  palabra «  iporqua  iambíao 
fné  «iadividoa  4e  la  )aata ,  y  «tao  da  das  >qttB  sa  aproaiaiaiDn  i  pa-* 
baioaBaqoriloaiastaetai,7ipodrá  eaa  «aus  etplicafiiooeB  ílaati 
mucho  esta  cuestión.  En  cuanto  á  mí,  concluyo  protestando 
dpriaoipM^  qoa  ao  ma  preaaato  cooio  acueadoc,  >8Ídd  oonaa-parso- 
aa  que  aspira  i  acr  áal  í alérprete  de  la  opiaian  fáUuMU,  i  la  ooal 
debe  darse  asáidaeoioa  ida  uaa  asaaara  alara  y  laBoáaanla  jpar  las 
saftores  qae  aoiaposíeraa  «1  auaiilena  dei  IMét  «jolía. » 

Los  ae&oias  'Gómez  4a  la  Seraa  y  iUos  JUeas^  aatofitieraa  des-> 
paciadiaíaias  aa  «i  paapia  difeasa« 

No  as  ealraio ;  abogaban  fiar  «aa  «nala  -eaosa. 

^Qaiaa  'cao  mas  etflor  babbS^  glosuBo  las  JGaaanes  alegadas  por 
sas  eompaftarast  aa  daCaasa dpi  aMdpacado  aúaialerio  de  lasrcoa^ 
nata  y  oeba  hovaa  I  fué  el  aa&or  Jfada. 

«Se  aas  baooQ  tres  >carfas,  díja,  «qaa  son  ios  aígaieates :  1.^ 

¿iPor  qaé  adaiiliateis  #1  aiiaíiteríaf  i.""  (Por  tpaft  os  asoaiaiteis  á 

•etevaií nadas  4paraoaast  Y  Su^ifiar  qaé  abrastass  dfe  aa  modo  y 

aa  díatiola  aaaüdof 

T.  II.  53 


i48  ML  f  ALACIO  m   LOS  CIÍMBHIS 

Respecto  al  primero ,  sí  he  de  defeodernue  tengo  que  decir  algo 
de  lo  que  eo  España  sucedía ,  y  especialmeote  el  día  17  de  julio, 
án  reconvenir  á  nadie ,  y  mucho  menos  acusar  á  ninguno.  Entoo* 
ees  la  nación  estaba  en  alarma^  y  por  las  noticias  recibidas,  el  go- 
bierno hixo  dimisión ;  quedando  la  capital  sin  autoridades  y  el  pae« 
blo  dueño  enteramente  de  sí  mismo. 

En  este  estado  creciendo  el  tumulto  y  cuando  este  llegó  A  ma- 
yor intensidad  ^  se  nos  llamó  y  se  nos  dijo :  «Aquí  se  os  llama  para 
que  bagáis  el  mayor  de  los  sacrificios ,  para  que  si  es  preciso  per- 
dais  vuestra  cabeía  ,  y  arriesguéis  vuestra  reputación ,  sois  llama- 
dos á  deímder  la  sociedad  y  la  monarquía.»  Y  nosotros  monár- 
quicos por  convicción ,  patriotas  por  temperamento ,  y  hombrea  de 
honor,  tuvimos  que  aceptar  para  evitar  mayores  males  que  todo  el 
mundo  previa «  y  de  los  cuales  después  podria  reconvenírsenos  con 
raaon. 

Respecto  al  segundo  cargo ,  se  nos  dice :  ¿Y  por  qué  os  aso- 
ciasteis con  otros  hombres  que  no  eran  de  vuestros  principios  ?  Pa*> 
ra  contestar  es  preciso  tener  presentes  las  circunstancias ,  y  entre 
ellas,  que  pocos  momentos  antes  de  los  sucesos  de  aquellos  dias,  to- 
da la  nación  se  hubiese  dado  por  contenta  con  solo  el  nombra- 
miento de  un  ministerio  compuesto  de  conservadores  y  progresis- 
tas, especialmente  siendo  hombres  honrados,  cualidad  que  creo 
que  nadie  podrá  negarnos.  Pero  si  bien  admitimos  el  nombramien- 
to del  general  Córdova ,  designamos  por  presidente  al  duque  de  Ri- 
yas ,  cuyos  antiguos  servicios,  cuyo  carácter  y  patriotismo,  y  cuyo 
amor  á  la  libertad  nadie  podia  poner  en  duda.  Y  hablando  del  ge- 
neral Córdova,  aunque  siento  tener  que  hacerlo,  pero  lo  exige  sa 
defensa ,  y  mucho  mas  estando  ausente  y  proscripto ,  este  general 
en  vez  de  llamar  al  poder  á  sus  amigos  políticos  de  otras  épocas. 


SL  rawno  r  sus  omsoiis.  i41^ 

se  rodeó  de  nosotros  qne  sabia  éramos  de  la  óposicioQ ,  lo  cual 
prueba  que  babía  desistido  de  sus  anteriores  opiniones ,  y  que  en  d 
fondo  estaba  decidido  por  la  eansa  liberal  de  lo  que  ya  habia  dado 
pruebas  en  algunas  Totaciones  del  Senado. 

Respecto  al  cargo  tercero ,  se  dice :  Ya  que  aceptasteis ,  ¿  por 
qué  obrasteis  asi  y  por  qué  dejasteis  de  obrar?  En  cuestión  tan  di- 
fícil y  espinosa  no  basta  tener  franqueza  y  gran  corazón ,  pues  e§ 
preciso  no  herir  susceptibilidades ,  y  el  decir  mas  de  lo  debido ,  se- 
ría causar  males  sin  cuento.  Aquel  gobierno  entró  haciendo  el 
mayor  sacrificio ,  y  ¿para  qué  entró?  Para  defender  la  sociedad, 
para  ser  escudo  de  la  monarquía ,  para  evitar  que  se  fomentaran  y 
cundieran  los  males  que  se  prevían. 

Si  al  entrar  nosotros  en  el  ministerio  á  las  seis  de  la  mañann 
del  dia  18  no  hubiésemos  opuesto  resistencia  al  movimiento  qua 
iba  tomando  fuerzas  colosales,  ¿qué  se  hubiera  dicho  de  nosotros? 
iQué  habria  sido  de  la  sociedad  ?  Entramos  en  el  poder  para  de- 
fenderla f  para  salvar  el  principio  de  autoridad «  para  conservar  el 
orden  ,  para  ser  escodo  de  la  monarquía.  Si  en  vez  de  hacer  algo 
para  defender  estos  santos  objetos  no  hubiéramos  hecho  nada ;  si 
hubiéramos  huido  ¿habríamos  sido  leales?  No;  hubiéramos  sido 
traidores.  Mi  digno  amigo  el  señor  marqués  de  Perales ,  cuya  no- 
bleza es  bien 'conocida,  lo  acaba  de  decir  en  dos  palabras:  salió 
con  instrucciones  del  gobierno ;  salió  en  medio  de  los  grupos  en  lo 
mas  recio  de  la  pelea ,  fué  á  esponer  su  vida ,  y  sus  consejos  no 
fueron  oidos,  y  sus  esfuerzos  fueron  inútiles.  También  los  minis- 
tros,  ministros  civiles,  señores,  que  no  tenian  mas  obligación  que 
mandar  desde  su  gabinete  en  circunstancias  tranquilas ,  que  no  te- 
nian obligación  de  ser  valientes  ni  de  arrostrar  los  peligros,  tam- 
bién salieron  á  las  calles  á  ver  lo  que  pasaba ,  ¿  predicar  la  paz. 


dwjrendb  «pu*  unfirmaii  caduMna»  ]f  ña  tmbaitgO'MdAí  alüMMi 

ohiáhcierMí  las  érdMtf,  de  fneivaM  acomelMlitt^.  y  oUM-fottaHR 
aoometidos?  Nadie  se  conteaui)»  sitñan^f^  ea.  aquaUai  cineiiarfuh»- 
ciait,.  ni  habí*  éfdes,  m  ralim.U  Iraeiub  yolaotad:,  ni  las  lafaeiioa 
mm  MflBaiQ»;  di  pueblo-  daaconfialML  de^  \at  tnopa  y  la  tropa  del  paa^ 
ht0r  f  erm  ioqpoeiUa-  avilar  loa  malea  qoe  da  esto;8ii«gíenHi. 

¿,Y  oda>  qoióa  se  halMa  de  entendéo  pana  baeeda  ú  día;  19^?!  ¥é 
Aér  ]m  rendad  na  injoriar  á*  nadia^ 

El  día  18  bdúa  vaa;bafaliarparo  no  había  ni  bandímt ,  ni  gri-< 
te,.aicaiidiUb»  ¿Goa  qaiéo- se  babia  da  entender  el  gobíarao?  ¿Goat 
quién  le  fué  posible  bacerlo  7  Con^  nadie :  aqodloa  bombreay  afaa»-' 
Iloa»  bisarroa,  no  qoerianoir  veflesionea ,  estd^n  embaBgadoa*con 
lapeka» 

'  La  pelea  coatíaniK  Coando  ya»  el  dia^  19'  looMron  otnagÍM  y 
oim  aapeeto  laaicasasy  coando-  ya  el  pueblo*  de  Madlrid  qna  bd' 
bía  salido  el  di»  18  sb  laaaé'  i  la  calle,  el  dia  19v  caaada  ya 
bía  hoasbrea  coaocidos  ó  da  importancia ,  qoe  se  acarcaroa  al  go- 
láemov  ¿se  negó  este  á  oíd  esaa  peraoaas^?  ¿Se  negó  éb  repetir  bw 
órdenes  que  teaia  dadas  para  que  se  suspendieran  laa  hoctittdadeaif 
¿  Este  gobierno  rehuyó  en  algún  momento  su  constanüa  deseoy  aw 
único  anhelo  de  que  el  fuego  no  continuara?  No,  sefiores,  ni  uní 
solo  instante :  ú  habia  entrado  en  el  poder  con  ese  fiuy  su  mísioBr 
noera.otra^  For  eso  el  dia  19' cuando  cariaron  laa  cosas,  pasó  d 
poder  de  unas  manos  á  otras;  por  eso  el  20  cesó*  completaaMOte* 
el  fuego;,  y  por  eso*aquel  gobierno  que  con  ánima  sereno  y  resualw 
to*  habia-  aceptado^  el  poder,  cuando  ya  se  couTeaeió  de  quef  tm- 
nombres  no  bastaban  para  calmar  loa  ánimos,  que  9us*anteeedeii« 
tea  no  serrian  par»  tranquilizar  al  pueblo,  que  este  000=  raao»  4^ 


sia  eUa cU9MBfiaba>  deély  r«igaé  el podler  f  »  letirdé wm  caMU- 

I  Cosa  singular  1  era  tal  el  coavenciniieoto  qae  el  gobiefMiüi»^ 
nia  de  qfu»  había  obrado  e%m  bailad  &  coa  boaiia  fifi ,  qae  detde'pa- 
lacio  se  faé  á  su  casa ,  ó  desde  su  casa  al  día  siguiente  militó'  lar 
barriadaay  do  vié^  en  ella»  al  señor  Sahneras ;  na  sopa  dbnde  es- 
taba ,.  7  ni  un  sola  giito ,  ni  «na  sola  recoavenoiom  eneontrt  ei»el' 
puebla  de  Madrid*  Se  retiré* 

El  Congreso  después  de  estas  esplicaciones  podrá  JedJK  si  eift 
gobierno  obró  bien:  sn  acuerda  amk  aoateáo  por  nosolrof  ;■  pero 
cualquiera  que  él  sea^^  yo  responda  da  mí  nñaao  con  la  mana  m^* 
bre  mi  oonoíenoia,  qpiedo  oompletanienle  tranqniio,  y  espera  >^mp 
la  historia  me  hará  justicia.» 

Encargáronse  da  deamenlir  A  seior  Boia  los  señores.  Gómez 
de  la  Mata  y  Sodrígnea^  y  lo  hicieran'  cnnipHdnnienile  refirienAy 
con  el  fuciga  del  entnaiaame  y  dd  pataiotiamp  las  haiafias  de-  lei^ 
madrüenoa  en  aqndlas  tnsa*  joroadan  da*  lata  y  de  glavia. 

Aaodioar  pusieran  de  mamfiesla  la  biaarria  y  generosoa  tenlí^ 
mientoa  del  ^fceoindaria  da  Dfadridv  (pw  saltó  k  oansn  de  la  %^ 
bertad... 

«Ya»  smores ,  díja  enira  oirás  cosas  el  señor  Ooniet  de  ta  Ha* 
ta,  fui  el  priaMro  que  me  pusa  al  fipeata  de  la  remlncioa'  ea  aqne-*^* 
líos  dks ;  y  lo  digo  aqui  en  alta  vox,  porque  elsaBor  Gómez  de  La« 
sema  dijo  qne  se  pres^taron  en  hd^oevohieíon  algunos»  que  hoy 
oeukarian  aus  nombres;  yo  na:  yo  nanat^oculta  mi  mombre;  ya 
desde  el  afo  34  he  sido  gefa  de  la  bencfinériln  Milicia  nacional  día 
Madrid,  y  siempre  he  estada  al  frente  de  ella  para  combatir  eonlrv 
los  enemigoa  de  la  libertad*  En  los  once  años  de  triste  recuerdo  esa' 
misma  Milicia  nacional  ha  tenido  loa  mismos  gefeSy  los  ha  reoooo**^* 
cido  como  ana  geisa  natcMpales,  y^  harta  de  sufrir  el«  yogo  de  la  tira*» 


4ÍS  BL  PALACIO  DB  LOS  CBÍMBlfES 

nift »  ansiaba  el  onomento  de  lanzarse  á  la  pelea  contra  sos  ene- 
mifos.» 

El  sefior  Rodrigoez  terminó  sn  peroración  con  los  sentidos  pár-^ 
rafos  siguientes : 

<x  El  Congreso  ba  oido  diferentes  defensas :  se  ba  defendido  al 
tfono,  al  general  Córdota^  y  á  los  demás  ministros  á  costa  de  la. 
honra  del  pueblo:  ¿bay  por  ventura  nada  mas  grande  que  ese  pue- 
blo de  Madrid? 

Ha  diclio  el  señor  ministro  de  Fomento  que  el  ministerio  ante- 
rior no  era  revolucionario.  Yo  me  alegrara  que  lo  bubiera  sido ,  y 
que  bubiera  consumado  la  revolución  moral,  ya  que  el  pueblo  con- 
sumó la  material. 

Acogidas  mis  palabras  con  benevolencia  por  aquel  mintsleriov 
y  dándonos  la  promesa  de  que  no  se  romperia  el  fuego ,  volvimos  á 
Im  barricadas,  y  arengando  al  pueblo ,  le  digimos  que  tuviera  con- 
fianza en  los  hombres  que  estaban  en  el  poder ,  cuyas  ideas  eran  las 
nuestras*  Mas  tarde  desgraciadamente  se  rompieron  las  hoistilídades» 
y  al  ver  el  cuerpo  de  algunos  hijos  dd  pueblo  atravesado  á  bala- 
zos, nos  costó  trabajo  creer  lo  que  velamos  y  estuvimos  en  peligro* 

Dice  el  ministerio  que  no  sabia  lo  que  queria  el  pueblo;  que  to- 
do era  desorden.  El  desorden,  señores,  fué  romper  los  cajones  de 
la  policia,  y  unos  cuantos  muebles  de  los  ministros  verdaderamente 
criminales.  ¿  Y  qué  bubiera  sido  de  ese  pueblo  si  bubiera  sucooi- 
bjdo?  El  cadalso,  las  prisiones ;  ese  era  el  porvenir  que  le  reserva- 
bais. Cuando  el  dia  20  la  reina  llamó  al  duque  de  la  Victoria ,  lo- 
do cambió,  y  los  músicos  tocando  el  bimno  de  Riego  y  los  retratos 
de  S.  M. ,  de  Espartero  y  de  los  generales  que  se  hablan  pronuD<- 
ciado ,  reemplazaron  á  la  actitud  hostil  que  basta  entonces  habia 
tenido.  Si  yo  hubiese  podido  antes  hablar  á  los  ministrost  les  ha- 


BL  PDSBLO  T  SUS  OPIUBSORKB.  4SS 

btera  dicho :  «  A  la  manera  que  el  virtuoso  ariobispo  de  París  cuao* 
do  se  presentó  con  un  Santo  Cristo  en  las  barricadas «  presentaos 
vosotros  con  el  programa  de  Manzanares  en  la  lucha  y  todo  ce^ 
sará. » 

Pues  dicen  los  ministros  que  ellos  estaban  en  palacio  para  escu« 
dar  al  trono.  El  trono  estaba  defendido  por  el  pueblo  que  había 
mecido  la  cuna  de  su  reina,  que  se  había  batido  mil  veces  por  ella. 
Yo  he  levantado  mi  voz  para  espresar  la  estrañeza  que  causó  á  toa- 
dos el  ver  á  hombres  de  los  antecedentes  de  esos  señores  unidos  al 
general  Córdova,  identificado  con  la  situación  anterior,  y  que  era 
uno  de  los  que  han  ayudado  á  destruir  el  régimen  represent¿i«ivo. 

¿Ignoráis  que  el  general  Córdova  fué  uno  de  los  que  fueron 
causa  del  fusilamiento  de  un  pobre  artesano?  Pues  esos  eran  los  an- 
tecedentes de  ese  sogeto  con  quien  os  habíais  unido. 

Quede  sentado  que  el  pueblo  de  Madrid  es  valiente,  generoso  y 
libre;  y  que  desea  al  mandarnos  aquí  que  le  demos  una  libertad  ra«^ 
cional ,  y  le  proporcionemos  moralidad ,  justicia  y  economías.  Al 
hablar  de  ellas  yo  no  puedo  ofrecer  al  pueblo  lo  que  no  se  le  puede 
dar :  lo  que  deseo  es  que  entremos  en  la  senda  del  porvenir  que  el 
pais  esperará  sin  recelo.» 

Las  esplicaciones  dadas  por  el  ministerio  metralla ,  ya  que  no 
fueron  satisfactorias ,  no  dejaron  de  ser  muy  útiles  y  significativas^ 
toda  vez  que  aclararon  ^ctos  de  suma  importancia,  como  por  ejem- 
plo, la  coalición  entre  ciertos  progresistas  y  ciertos  moderados 
comprometidos  i  mantener  en  toda  su  fuerza  y  vigor  el  código  sor 
brado  raquítico  de  1845,  al  paso  que  la  inmensa  mayoría  de  loa 
liberales  se  afanaba  por  derrumbar  el  sistema  bajo  el  cual  tantos 
crímenes  se  habían  perpetrado,  sustituyéndole  con  los  pripcipios 
avanzados ,  que  á  la  sazón  parecía  hubiesen  alcanzado  el  triunfo. 


fieade  aqiid  momemio  se  n^a^iie  el  partido  progpemte  ^estadía 
¿vridido  en  .dos  leseoiones  lOMijr  4Í6ÜQtas  de  nepraseiitarlos  ausmos 
fñneípios  t  J  íapetacer  igailes  xastfladas. 

Hallábase  la  nna  resaelta  á  sostener  las  leyes  que  regian  evan- 
4o  eitaHó:M:úUMio«liMÉieBlo,  míeBlras  la  oli^a  «fhelaba  destruir 
asÉBplolafDenle  «f  uel  4i4ea  de  sosas  «laipiiavóliGaflieole  fundado 
yor  la  hipooreak  y  la  faem  farola  daspaés  de  1843 ,  «para  «que  til 
sistema  aeprsstptatwio  va  eaistiefa  pnat  qois  «ra  k  «parienéia ,  oon- 
ISBftiio  vealsMoie  en  Iseunda  aaaiUero  4e  ascáadsdeSt  de  «loaopo-* 
lÍQB  f  4e  iníoaoi  Assafseroa. 

Por  doigraria  estaiikis  fraodonss  «un  «iitea. 

La  detloi  Müfloviss  se  oonleirta  ooa  «na  Carla  pavecvda  élaaque 
hasta  ¿hora  ban  sida  InaofioieDles'paii  labrar  la  fslMdad  ddl  -pefa, 
7  si  bien  se  ba  "viüopreeisada  á  adoiiiir  >oonlra  sm  deseo  la  IMicta 
SaeioDal ,  no  as  adista  á  akigifiia  «de  4as  f  randin  j  radieados  «for-- 
aaas  ^[oe  k  taadema  okHizaoíoa  Keelama,  «sía  ks  oiüies  es  vuii  ssre- 
io  ereer «a kpiosperidad dsl  psüs. 

La  otra  fracoipn  le  oompoae4e  los  progresistas  afanzados,  es- 
to es,  dalos  que  soa  ooMeooeales  aoa  sa  tikdo,  y  aaibioi^nao  to« 
dos  aquellos  progresos  que  forman  el  credo  poUlioo  da  ktaai  loca-» 
aa  jui^ntad. 

Se  las  ideas  de  ks  verdaderos  progresistas  á  las  de  4as  deoié- 
eiatas  bay  «na  distamia  essi  inperceplíble,  toda  ^ea  iqqe  anos  y 
•Iros  ansian -proporcíoaar  al  pueUo  un  ^sAiierao  barato  oon  k 
tÍBcioa  de  onerosos  tribatos ,  eoa  k  reduceioa  de  «aaj^aadas « 
eonsiguiente  eastigo  deksiusapisrtabkBf  vesapaestos. 

En  «na  palabra ,  los  ^«e  deseaban  -que  ia  ravoisieioB  de 
da  iSM  fcobkse  sida  k  élUoia  por  haber  aMkfseba  4odas  ki 
geaeks  del  paabk,  faedaaoa  yaaaaai«oi<a4esda 


EL  PUEBLO  T  SUS  OPRESORES.  425 

de  los  señores  ministros  de  las  cuarenta  y  ocho  horas,  y  esto  esplica 
suGcíentemente  el  giro  que  ha  ido  tomando  la  cosa  pública ,  y  cada 
dia  que  se  ha  deslizado  desde  la  gloriosa  revolución  de  jnlio,  ha  vis- 
to el  pueblo  desparecer  una  de  sus  bellas  esperanzas. 

¿Merecía  este  resultado  el  heroísmo  del  pueblo? 

Seguiremos  narrando  los  altos  hechos  de  aquellas  gloriosas  jor- 
nadas y  para  que  se  vea  cuan  ingratos  han  sido  los  que  debieron  su 
advenimiento  al  poder ,  á  la  generosidad  y  bizarría  de  esas  masas 
populares»  siempre  virtuosas  y  siempre  despreciadas,  calumniadas 
y  oprimidas. 


T.  II.  54 


CAPITULO  XXXV. 


LOS  BRÍNDIS 


Luengas  horas  hacia  que  abandonado  el  pueblo  á  sus  instintos» 
sin  que  hubiera  en  Madrid  autoridad  alguna  que  diese  señales  de 
yida ,  ni  hombres  de  prestigio  que  se  erigieran  en  centro  de  direc- 
ción para  organizar  el  alasamiento ,  daba  espansion  á  su  entusiasmo 
contentándose  con  seguir  las  músicas  que  recorrian  las  calles  y 
acrecian  su  júbilo  con  esos  himnos  patrióticos  que  nunca  envejecen, 
y  despiertan  siempre  el  amor  de  patria  y  de  libertad  en  los  corazo- 
nes generosos  que  tanto  abundan  en  las  masas  populares. 

Lejos  de  nosotros  la  idea  de  aplaudir  las  escenas  de  horrible 
devastación ,  hijas  del  furioso  frenesí  del  pueblo ,  frenesí  provoca- 
do por  once  anos  de  insultos  é  inauditos  desmanes ,  lejos  de  apa- 
drinar aquellas  hogueras  que  devoraron  tantas  preciosidades*  artís- 
ticas y  el  solo  recuerdo  de  ellas  nos  conmueve  y  llena  el  alma  de 
amargura. 


tt  PiniLO  T  sus  •tUMUMi  4X1 

Qaiaiéramos  <}iie  no  babieraa  acontecido ,  y  eso  que  vimos  en 
ellas  una  gran  lecdoQ  para  los  magnates. 

Si  los  opresores  del  pueblo  autoriiavon  con  sos  erímeñes  «emé^ 
jantes  demasías ,  ellos  soloa  son  responsables  de  los  actos  de  ester- 
minio,  de  desolación  y  de  venganza  qne  llevó  á  cima  el  vencedor* 

Y  el  vencedor  era  entonces  el  pueblo. 

No  resonaba  en  parte  alguna  la  voz  de  la  autoridad. 

Los  desafueros  de  los  tiranos  babian  sido  terribles;  teruble  bt^ 
bia  de  ser  el  escarmiento. 

Los  escándalos  babian  sido  públicos ;  pública  y  solemne  debía 
ser  la  justicia. 

Así  pensaban  generabnente  los  qne  mas  se  distinguían  por  su 
ardor  entre  los  grupos ;  pero  no  faltaron  valientes  que  se  atrevie-*- 
ron  á  contrarrestar  toda  idea  de  sangrienta  venganza ,  en  medio 
del  peligro  á  que  les  esponia  la  efervescencia  de  las  masas. 

Godinez  el  Arrojado  ^  que  acaudillaba  una  de  las  mucbedum- 
bres  mas  resueltas ,  pues  se  componia  en  su  mayor  pacte  de  pobres 
jornaleros,  desaprobó  con  energia  los  indignos  escesos,  á  qne  se 
mostraron  algunos  inclinados. 

Por  todas  partes  resonaban  los  gritos  de  «¡muera  Cristina ! 
¡  muera  Sartorius  I  |  mueran  los  polacos !» 

Y  á  cada  grito  de  estos,  respondía  Godinez:  «¡Viva  la  líber** 
tad !  ¡  viva  el  pueblo  soberano  I»  como  para  abogar  aquellos  mué-* 
ras  que  producían  mal  efecto  en  sn  corazón  de  verdadero  liberal. 

Para  distraer  á  sus  compañeros ,  bízoles  entrar  en  un  café ,  á 
que  descansaran  un  rato,  bebiesen  algo,  y  desabogáran  su  patrio^ 
tismo  en  alegres  brindis. 

—Es  preciso  buscar  á  los  ministros,  y  arrastrarlos— gritó 
uno. 


496  IL  PALACIO  m  LOS  GBflíENn 

— »Sí..«  ¡á  buscarlos!...  ¡Mueran  los  ladrones  1-— añadió  otro. 

— I A  buscarlos!...  ¡Mueran! — gritaron  muchas  voces  alenia» 
^as  por  los  primeros  sorbos  del  ponche. 

—-Todo  eso  es  inútil,— dijo  don  Anselmo  Godinez. — ¿Greda 
que  serán  tan  necios  que  aguarden  á  que  les  saquéis  vosotros  de 
sus  casas? 

—Si  no  están  ellos,  incendiaremos  sus  muebles...  todo  lo  qae 
lian  robado  á  la  nación. 

— Calmaos,  hijos  mios— repuso  Godinez.  — Si  han  puesto  en 
salvo  sus  personas ,  también  habrán  procurado  hacer  lo  mismo  con 
sus  riquezas. 

—Vamos  á  sus  casas  y  lo  veremos.  Si  les  encontramos,  les  fu- 
silamos en  el  acto ;  sino ,  pegamos  fuego  á  sus  palacios. 

— S(,  sí,  ¡mueran  los  polacos! — gritaron  la  mayor  parte  y  se 
aprestaban  á  emprender  su  marcha ,  cuando  el  honrado  Godinex 
subiéndose  en  una  mesa  gritó  en  tono  solemne : 

—  I  Ciudadanos ! 

A  esta  voz  se  pararon  todos  de  repente ,  y  guardando  el  mas 
profundo  silencio,  escucharon  á  su  gefe  con  respetuosa  atención. 

Don  Anselmo  prosiguió : 

—Hemos  empuñado  las  armas  para  llevar  á  cima  una  revolu- 
ción gloriosa,  y  no  debemos  soltarlas  hasta  ver  cumplidos  nues- 
tros deseos,  que  son  los  deseos  de  la  nación  entera.  (Grandes 
aplausos).  Nos  hemos  lanzado  á  la  lucha  para  recobrar  todas  nues- 
tras libertades ,  todos  nuestros  derechos  tan  inicuamente  escarne- 
cidos y  pisoteados  por  los  hombres  de  la  moderación.  fAplausasJ. 
Se  nos  asegura  que  el  ministerio  concalcador  ha  caido  ya  bajo  el 
peso  de  la  execración  universal.  (Frenéticos  aplausos  y  vitares  á  la 
libertad).  ¿Qué  nos  falla  ahora?  Un  buen  gobierno  que  consulte  la 


BL  PUEBLO  T  SUS  OPBESOBES.  4S9 

voluntad  nacional  j  rija  con  arreglo  á  ella.  La  Tolantad  nacional 
reclamará  sin  dada  que  se  reúnan  Cortes  autorizadas  para  consti- 
tuir al  pais  con  arreglo  á  los  adelantamientos  del  siglo.  Que  no  sea 
una  ridicula  farsa  la  responsabilidad  ministerial.  (Bien^  bienj. 
Que  no  se  ussurpe  la  justicia  divina  cercenando  la  existencia  del 
hombre  en  el  cadalso  por  criminal  que  sea.  La  aplicación  de  la 
pena  capital  debe  abolirse. 

— Sí  señor — interrumpió  uno  de  los  mas  entusiasmados  joma-* 
leros ;  —  pero  eso  ha  de  ser  cuando  hayamos  visto  fusilados  á  los 
gefes  de  la  polaquería. 

Esta  observación  fué  acogida  por  generales  aplausos  y  risas  de 
aprobación. 

-^  Y  toda  vez  que  están  probados  sus  crímenes— añadió  el  mis- 
mo jornalero  —corramos  en  su  busca  para  darles  el  castigo  que 
merecen .  ¡  Mueran  los  polacos ! 

— Sí,  sí, — gritaron  muchos  disponiéndose  á  partir— ¡  mueran 
los  polacos  1 

— ¡Deteneos! — continuó  Godinez. —Para  reclamar  la  sobe- 
ranía del  pueblo ,  para  reconquistar  nuestras  holladas  libertades, 
para  pedir  la  igualdad  de  todos  los  ciudadanos  ante  la  ley  ,  para 
tremolar  el  estandarte  de  la  regeneración,  es  preciso  que  estén 
limpias  nuestras  manos  de  toda  mancha  de  sangre.  Seamos  los  sal- 
vadores de  la  patria;  pero  jamás  asesinos,  jamás  verdugos,  mas 
que  sea  de  abominables  tiranos.  (Profunda  sensación J.  Si  quere- 
mos que  reine  en  lo  sucesivo  recta  justicia  en  los  tribunales ,  no 
empecemos  por  usurparles  sus  derechos.  Si  ha  de  estallar  una  lucha 
entre  españoles,  entre  hermanos,  no  seamos  nosotros  los  que  to- 
memos la  iniciativa.  Basta  que  conservemos  nuestro  imponente  as- 
pecto ,  para  anonadar  á  los  tiranos.  (Aplausos).  No  derramemos 


48d  KL  PALACIO  M  L*S  OifaHF» 

SMigre  espafiola ;  no  cometamos  el  menor  esceso  cpie  peeda 
cílbr  la  mas  santa  de  las  revolndones.  {Bien!  biinS)  Sí  ae 
hostiliza  y  ai  se  nos  ataca ,  ae  nos  encontrará  en  noestroa  pitstoa» 
fSi!  9i!.é..  FrenéHee  en^usiaimo).  Entonces  ya  no  serft  naertrala 
responsabilidad  si  corre  sangre  á  raudales.  No  lo  dadeia,  dada- 
danos.  Haya  ó  no  haya  lucha  el  trionfo  de  la  libertad  es  wifmro. 
f Prolongados  aplausos).  ¡Brindo  por  la  libertad  de  Espafia,  por  la 
libertad  del  miiverso  entero  I 

Inmenso  faé  el  efecto  qne  produjo  la  sentida  improvlsacioa  del 
honrado  y  respetable  arquitecto. 

Renuncióse  al  deseo  de  allanar  las  casas  de  los  ministros  pola- 
cos y  macho  mas  á  la  idea  de  noa  sangrienta  venganza. 

Mas  lay !  qne  no  todas  las  masas  dei  poeMo  habiaa  podido  oir 
la  sencilla  y  convincente  elocuencia  del  digno  padre  de  liaría ,  y 
mientras  este  virtuoso  ciudadaoo  conduela  á  su  gente  por  la  ver** 
dadora  senda  de  la  gloria  y  del  honor «  otros  grupos  desenfrenadoa, 
sin  mas  guia  que  el  deseo  de  castigar  á  sus  opresores,  y  el  insiinto 
de  una  venganza  provocada  por  tantos  años  de  humiliaeionea ,  di- 
rigiéronse ,  como  hemos  empezado  ya  á  relatar  en  ano  de  los  an-^ 
tenores  capítulos,  á  las  suntuosas  moradas  de  los  ministros  caidoi, 
para  perpetrar  en  ellas  los  espantosos  actos  de  feroz  justicia  cpM 
con  dolor  de  nuestro  corazón  hemos  descrito. 

Estos  actos ,  por  severos  que  fuesen  ,  eran  dictados  por  an  ca- 
piritu  de  alta  moralidad  y  de  odio  á  los  grandes  criminales. 

Los  ejercía  el  pueblo  soberano  cuando  todas  las  aotoridadea  §9 
escondieron  y  permanecieron  mudas  de  espanto  muchas  horas ,  pa-» 
ra  levantar  luego  la  voz  con  nuevos  insultos  en  los  decretos  da 
exoneración  de  los  estigmatizados  ministros,  de  consiguiente ,  aiuH 
que  tremendos,  no  eran  actos  que  autorizasen  á  )a  agoninala 


EL  Püm.0  T  sus  OFBBSQUB,  434  . 

chusma  de  aveDtareros ,  á  cebarse  en  la  sangre  del  veaiadario  de 
Madrid. 

£1  grupo  que  acaudillaba  don  Anselmo  el  Arrojado ,  ignoraba 
lo  que  estaba  aconteciendo  en  la  plazuela  de  los  ministerios  y  oíros 
puntos »  y  aguardaba  pact/ioameti(€ ,  merced  i  los  nobles  consejos 
del  respetable  Godinez,  el  completo  triunfo  dé  la  moralidad. 

Este  hermoso  triunfo  se  daha  ya  por  positivo ,  y  esto  esplica 
la  indeCoible  alegría  que  respirabao  los  honrados  vecinos  de  Ma- 
drid. El  entusiasmo  que  reinaba  en  el  café,  donde  se  servia  á  los 
concurrentes  cuanto  pedian ,  con  arreglo  á  las  disposiciones  y  bajo 
la  garantía  de  don  Anselmo,  era  superior  á  toda  ponderación. 

Al  aplaudido  brindis  de  Godínez  siguieron  mil  improvisaciones 
en  prosa  y  verso  que  todas  respiraban  ese  amor  de  liheriaé  qua  el 
hombre  de  bien  siente  hervir  en  su  generoso  corazón ,  y  se  trans- 
forma en  gigantesca  hoguera  cuando  llega  la  hora  del  peligro. 

Hubo  peroratas  de  humildes  jornaleros,  que  llenaron  de  admi- 
ración á  los  oyentes ,  prueba  irrecusable  de  (que  eo  ningún  pais, 
en  ninguna  de  las  naciones  mas  eivílizadas,  hay  en  las  clases  ínfi- 
mas esa  perspicacia  natural  de  que  están  dotadas  nuestras  masas 
populares,  que  aventajan  de  alto  punto  á  las  de  Francia  y  Gran 
Bretaña ,  faltándoles  solo  instrucción ,  con  cuyo  requisito  se  eleva- 
ría España  en  breves  anos  á  la  altura  que  entre  los  pueblos  civi- 
lizados le  corresponde. 

Además  de  los  muchos  obreros  que  no  abandonaban  á  su  que- 
rido protector,  seguian  también  á  las  órdenes  de  Godinez  varios 
jóvenes  de  distinguidas  familias ,  y  entre  ellos  algunos  estudiantes, 
por  lo  que  es  mútil  añadir  qoe  entre  los  muchos  versos  qne  se  im- 
provisaron ,  merecieron  algunos  con  justicia  los  ardientes  aplaosof 
con  que  fueron  necíbídot. 


439  BL  PALACIO  DE  LOS  GBÍMINKS 

Citaremos  los  sigaientes  ejemplos. 
Uno  de  los  estudiantes  dijo: 

Abajo  el  vil ,  el  insano 
coDcalca  Jor  de  la  ley  t 
Caiga  el  que  prefiera  un  rey 
sobre  el  pueblo  soberano! 
Ta  no  surre  el  pueblo  hispano 
la  inicua  arbitrariedad. 
Amigos,  á  la  igualdad 
homenage  de  amor  rindo; 
y  con  entusiasmo  brindo 
por  la  santa  Libertad. 

El  iimpático  Manuel ,  hermano  de  Maria ,  declamó  con  enérgi- 
ca  espresion  el  siguiente 

SONETO. 

Luengos  aftos  opreso...  ¡qué  mancilla! 
Lamió  el  león  de  España  su  cadena ! 
Has  ya  rujel...  Ya  eriza  la  melena  I... 
Ta  el  rayo  vengador  en  su  ojo  brilla!... 

Pueblo  del  dos  de  mavo,  tú  en  Castilla 
Cortaste  el  vuelo  al  águila  del  Sena. 
Lánzate  en  julio  á  la  sangrienta  arena! 
Salva  á  la  heroica  patria  de  Padilla ! 

Al  huracán  de  popular  encono 
Sucumba  el  conde,  que  alcanzó  villano 
De  la  moderna  Bórgia  impuro  abono! 

De  hoy  mas  si  empuña  el  cetro  algún  tirano , 
Verá  trocársele  en  cadalso  el  trono, 
T  en  juez  supremo  el  pueblo  soberano. 

Con  grande  alboroto  fueron  recibidas  las  precedentes  composi- 
ciones ;  pero  la  que  escitó  generales  risotadas  y  mereció  los  hono- 
res de  la  repetición,  por  haberlo  asi  solicitado  el  concncso  en  medio 


SL  FonLO  T  SUS  OFissoftia.  483 

de  estrepitosos  aplausos »  fué  la  que  cod  amcho  despejo  y  naturali- 
dad pronunció  un  sastre ,  en  estos  términos : 

Salten  por  6q  los  ladrones 
del  poder  que  han  usurpado , 
cual  de  un  chaleco  apretado 
suelen  saltar  los  botones ! 
Después  de  tantos  millones 
como  han  juntado  en  la  sisa , 
se  irán  á  Paris  deprisa 
por  temor  á  las  bullaogas , 
y  haciendo  un  corte  de  mangas 
nos  dejarán  sin  camisa. 

Con  los  dedos  sin  dedal 
han  descosido  la  Hacienda 
cual  si  Tuera  vieja  prenda, 
para  estraer  su  caudal ; 
han  hecho  en  ella  un  hojal 
tan  atroz  y  tan  tremendo , 
que  según  yo  lo  comprendo 
producirá  mil  desastres , 
y  han  de  ser  muy  bnenos  sastres 
los  que  la  echen  un  remiendo. 

La  duquesa  nos  estruja 
con  furor  napolitano , 
y  por  robar ,  mete  roano 
por  el  ojo  de  una  aguja. 
En  ser  sastre  de  esa  bruja 
cifro  yo  todo  mi  empeño ; 
veré  mi  dorado  ensueño , 
toda  mi  ambición  cumplida 
al  tomarle  la  medida 
con  recio  y  ñudoso  leño. 

I  Abajo  ya  esas  lumbreras, 

figurines  moderados , 
T.  II.  55 


qoe  todoB  eslM  oortadoi 
por  unas  mismas  tijeras  I 
Sus  doctrinas  embusteras 
son  pespuntes  de  imposturas. 
I  Abajo»  €D«  SH  beeharis  I 
N<^q«6d8  de  «IUniiií  et  Ibrr»; 
y  si  en  huxx  mjB  eom  ^ 
les  sentaré  iae  edBttir»v 

A  preiréas  de  ft«eo  tamafié, 
señores ,  no  hay  qae  heeer  dengues, 
pues  tieen  sin  perendengues 
ni  afiadide  alguno  estriafte. 
Cuandor  es  finíñmo  el  pefío 
y  lo  pregonan  mil  ecos 
¿pava  qué  afta^rle  ffeom- 
que  destmya»  su  bonésMl? 
¡  Brinde  por  ti  likcviad , 
pero  limpia  é&  emiieleees  t 

La  hilaridad  de  loa  concorrentes  había  llegado  á  su  colmo» 
cuando  de  repente  fué  ÍAlerran|»ida  por  lo%  gritos  de  un  nuevo 
grupo  que  invadió  preeipit»daniente  A  caft. 

—  ¡  Traición !  ¡  traición  1 — resonaba  por  todas  partes. 

—  ¡  Venganza  1— griubaa  iracoadoa  loe  recien  llegados. 

—  ¿Qué  es  esto,  ciudadMH»?«-^pregi]nUi  don  Anselmo  Go- 
dinez. 

— La  tropa  acaba  4e  romper  el  fiegacoDtra  una  multitud  de 
paisanos  indefensos. 

Y  el  que  esto  dijo ,  continuó  reatando  el  trágico  suceso  de  que 
ya  hemos  dado  conocimiento  á  nuestros  kctares. 

—  Pues  ellos  lo  quieren  —  gritó  Godinez  temblando  de  ira— 
haya  lucha ;  pero  lucha  tremenda  en  que  hemos  de  reconquistar 
nuestros  derechos ,  ó  morir  en  ]m  demanidA*.  Sá ,  ciudadanos  libres: 


BL  PUBBLO  T  SUS  OPfiBSOUSS.  435 

primero  morir  qae  ydver  á  ser  el  ladíbrio  de  los  tiranos.  ]  A  las 
armas  I 

— ¡  A  las  armas  1  — gritaron  todos. 

Unos  cargaron  sns  fusiles ,  otros  sns  escopetas  ó  carabinas» 
otros  desenvainaron  los  sables ,  otros  blandían  sns  lanzas »  y  todos 
arrojaban  de  los  iracondos  rostros  destellos  del  fuego  patrio  que  ar* 
dia  en  sus  corazones. 

— ¡Viva  la  libertad  I  ¡Viva  el  pueblo  soberano!  — gritó  Godi- 
nez »  y  repitiendo  todos  estos  sacrosantos  gritos  con  fervoroso  en- 
tusiasmo» se  lanzaron  precipitadamente  á  la  calle. 


CAPITULO  XXXVI. 


COMBATE  FRATRICIDA. 


Cuando  el  grupo  de  amotinados ,  casi  todos  sin  armas ,  se  pre- 
sentó ante  el  palacio  de  Cristina ;  cuando  osó  invadirle »  en  cuya 
atrevida  empresa,  como  ya  bemos  dicho,  tomaron  la  iniciativa 
las  célebres  manolai,  arrojadas  como  en  el  glorioso  dos  de  mayOf 
siempre  que  se  trata  de  vindicar  el  honor  nacional ;  coando  todos 
vieron  que  la  tropa ,  lejos  de  imitar  el  denuedo  de  aquellos  valien* 
tes  veteranos  que  en  defensa  del  emperador  de  los  franceses ,  es-* 
clamaban :  la  garde  meurt ;  elle  ne  se  rend  pas ;  lejos  de  tomar  por 
modelo  á  los  bizarros  alabarderos  que  en  el  aBo  1841  salvaron  el 
trono  de  la  brusca  acometida  con  que  los  hombres  de  la  modera- 
ción intentaron  á  sangre  y  fuego  invadir  la  regia  estancia ;  lejos  de 
aparentar  la  mas  leve  resistencia,  abandonaron  el  puesto  como 
respetando  y  aun  aprobando  el  furor  popular ,  entre  los  aplausos  y 
vítores  de  la  inmensa  multitud,  multitud  inerme,  que  en  su  mayor 
parte  se  componía  de  curiosos  de  todas  las  clases  de  la  sociedad  ma-* 


EL  POBBLO  T  SD8  OPRKSOfeÉS;  I3t 

drileBa,  y  qae  aunque  inofensiva  simpatizaba  con  los  que  reducían 
á  cenizas  el  rico  mobiliario  del  palacio  ducal,  tenia  fundamento  so- 
brado para  creerse  á  cubierto  de  toda  hostilidad  de  parte  de  la  fuer* 
za  armada,  que  acababa  de  dejar  el  paso  libre  á  los  invasores  del 
palacio  de  MuBoz. 

Pero  cuando  mas  distraída  estaba  esta  inocente  muchedumbre; 
sin  previa  intimación  alguna ,  vino  una  fatal  descarga ,  como  he- 
mos dicho  en  otro  capítulo ,  á  sacarla  de  su  error ;  y  los  qtfe  no  ca- 
yeron víctimas  de  tan  negra  traición ,  apelaron  á  la  fnga  por  la 
encrucijada  de  calles  que  desembocan  en  la  plaza,  de  los  Ministe-^ 
rios. 

Muchos  de  los  fugitivos ,  que  acaso  no  habian  albergado  hasta 
entonces  intenciones  de  lanzarse  á  la  liza,  propusiéronse  á  impulsor 
de  tan  inhumana  provocación  ,  no  dejar  impune  aquel  cobarde  aten- 
tado ,  y  mientras  el  que  habia  dado  la  voz  de  fuego  recreaba  sd 
vista  con  la  sangre  madrileña  que  habia  hecho  derramar ,  apresu- 
ráronse á  levantar  barricadas  en  las  muchas  calles  que  van  á  parar 
á  la  plaza  de  Santo  Domingo ,  por  si  el  héroe  de  tan  memorable 
hazaña  trataba  de  reproducirla  en  otras  partes. 

No  era  otra  su  intención ,  pues  reforzando  su  columna  formada 
de  cazadores  de  Baza ,  con  las  fuerzas  que  se  hablan  separado  del 
palacio  de  Cristina,  avanzd  h&cia  la  indicada  plazuela  de  Santo  Do- 
mingo ,  donde  ya  no  fusiló  al  pueblo  impunemente. 

Comenzada  la  sangrienta  lucha  de  la  manera  villana  y  traido^ 
ra  que  acabamos  de  narrar ,  á  consecuencia  sin  duda  alguna  de  ór- 
.  denes  emanadas  de  la  infame  camarilla ,  convirtióse  en  breve  tod^ 
Madrid  en  campo  de  batalla. 

La  pelea  era  entre  españoles ,  entre  hermanos.  <^ 

Corrió  sangre  en  abundancia,  sangre  preciosa  ,  sangre  deva- 


lientes ,  y  los  ^e  eran  oasmi  de  qoe  esta  saogre  ae  verüera »  eata-* 
han  oeuUoa  eo  el  regio  alcázar  esperaado  el  tríoafo  H'^a  i^nj^ar 
m  yaDgaaza* 

¡  Ay  del  pueblo  sí  luikieraft  trioafado  ios  c^eiorei'l 

¡  Cuántos  ciudadanos  beneméritos  hubieran  perecido  en  el  ca« 

dalaol 

El  brigadier  Pona »  nombrado  por  Córdova^  er4^  gobernador  de 
Madrid  en  tan  aciagoa  momentoa. 

Eito  e9  niay  elocnoite ,  si  se  r€f>araa  log  principios  y  antooe  ^ 
deetes  de  Poos ,  que  babia  aervido  en  las  filas  carlistas  •  conocidD 
por  el  apodo  de  Bep  ó  Pep  del  Oli. 

Hé  aqni  el  retrato  que  hace  de  este  digno  pemonage  don  Auto 
nioRibot  y  Fontaer¿,  que  490010  escritor  baiceloaóst  estaba  per-** 
fectameote  enterado  da  los  espantosos  aacesos  qoe  hacen  la  4i§mm 
Q^jfologia  del  hombre  i  quien  se  babia  ooofiado  el  gobierno  de  Ma^ 
drid» 

«Pep  del  Olí,  dice  i»  era  uno  de  aquellos  cabecillas  desalabsydoi 
que  acandillaban  bocdaa  de  facinerosos i  y  que  acoatumbradoa  á  ma 
-vida  beduina,  se  dieron  sometidos  por  el  lamoso  Cárloa  Eapa&sb 
evando  este  tomó  en  Cataluña  el  mando  del  e)¿roita  carlista ^.4^  las 
leyes  de.  la  disciplina  y  á  las  ordenanzas  de  las  trofaa  regulares. 

Aguardó  Pep  del  OU  largo  tiempo  la  ocasión  de  sacodif  d  y«go 
de  una  obediencia  k.  que  no  podía  babitnarsa  an  espirita  diso^  y 
tarbnlttito. 

Nombrado  por  la  junta  gobernador  de  Berga«  Cirios  Espaia  le 
quitó  este  cargo  y  la  dio  el  mando  de  una  dimisión»  jpero  41  pr«ftH 
ría  á  la  agitación  y  zozobras  del  campamento  la  vida  cómoda  y  ra^ 
gatada  de  la  ciudadL 

El  orden  que  Cárloa  España  babia  iatroduoido,  nofuatahatem- 


pofo  á  la  junto  carlista»  coj^a  iiifltteoda  Itegd  á  BMtralfaar ,  reda- 
oiendo  á  mis  iodmdms,  ^M  eran  así  t<idbt  cura»,  y  da  waá^ 
guíente  ambiciados  de  mando,  á  intrigar  contra  él  de  ana  maMm 
indirecta»  que  fué  sin  embargir,  BufcienCe' para  minar  la  confianta 
que  inspiraba  en  genetal  á  lo»  snyov. 

Gonocia  Carlos  España  estos  medios  cabalfiittcoa,  pero  los  des^ 
preciaba  y  no  debia  haberlo^  hecho. 

En  18S9  el  Prefendienfe  se  Tié  obligado  á  abandonar  éí  1erri«- 
torio  espaftol,  y  cnanda llegó  á  Catafnna  esta  noticia^  EápaBa»  te^ 
miendo  la  impresiona  qne  pedia  producir »  biso  fodo  lo  porible  paMf 
qne  no  decayese  el  entosiasmo  de  su  gente. 

Creyd  que  eonsegwria  los  mimm  resultados  que  se  dbtntieroír 
en  la  gnerra  de  la  Independeneia ,  aceniando  el  poder  y  la  antorÑ* 
dad  real  á  las  jantes  prerviociales  dnraille  el  cantlTerio  iét  monar-* 
ca,  por  lo  que  declaró  soberana  la  junta  de  gobierno  de  que  él  ef  a 
VI'  csroeH  *e« 

Esta  resohieion  le  ícesfó  1»  vida. 

Sabido  es- qfue  hallándose  fuera  el  preaidente,  puede  legalmeu*^ 
te  reunirse  una  justa  bajo  la  preñdencia  de  un  Tice-»presidente »  y 
que  la  mayoria  absokrta  tiene  fuerza  ie  Isy. 

El  prisaer  acfo  decretado  eli  una  sesión  secreta  fué  d  a! €ja^ 
miento  y  destitución  de  Carlos  España ;  pero  temiendo  los  de  ht 
junta  la  opoaiciou  de  las  tropas  adictas  i  su  gefe ,  no  se  atrevieron 
á  dar  publicidad^  á  semiente  decreto^  por  lo  que  idearon  un  medio 
inicuo  y  traidor ,  que  por  maSi  que  baya  servido  para  librar  á  la 
humanidad  de  uv  monstruo  que  se  alimentó  con  su  sangre»  no  pue** 
de  merecer  la  aprobación  de  ningún  hombre  honrado. 

En  dia  determinado  se  reunieron  en  Avia  muchos  cabecillaa 
descontentos. 


Después  de  haberse  procurado  los  iustrumeotus  de  su  veogao- 
xa,  los  miembros  de  la  jauta,  presididos  por  el  vice-presidenle  don 
Jacinto  Orteu,  mandaron  á  su  secretario  Narciso  Ferrer ,  que  es- 
cribiese á  Carlos  España «  que  se  bailaba  á  la  sazón  en  Berga ,  que 
asuntos  de  la  mayor  importancia  exigian  su  presencia »  por  lo  que 
se  le  suplicaba  presidiese  la  sesión. 

Acompañado  de  algunos  caballos,  de  unos  cuantos  mozos  de  la 
escuadra  y  del  ayudante  de  campo  Luis  de  Adcll ,  Carlos  España 
pasó  inmediatamente  á  Avia,  donde  fué  recibido  por  algunos  ipiem* 
tiroa  de  la  junta  con  las  acostumbradas  muestras  de  respeto. 

Apenas  entró  en  la  sala  de  Us  sesiones,  uno  de  los  vocales  y  el 
^tendente  del  ejército,  don  Gaspar  de  Labandero ,  hijo  del  ex-^mi- 
nistro  de  Hacienda,  salieron  al  encuentro  del  ayudante  de  campo» 
y  le  enviaron  i  Berga  de  parte  del  general  para  el  desempeña  de 
9n$  comisión. 

En  seguida  comprometieron  al  cabo  de  mozos  de  la  escuadra  á 
que  fuese  á  comer  con  su  gente  en  una  casa  veciaa^  pues  el  gene- 
ral habia  determinado  comer  con  los  señores  de  la  junta. 

Uno  de  los  privilegios  de  los  cabos  de  mozos  t  consistía  en  no 
recibir  órdenes  mas  que  del  general  en  persona ,  por  lo  que  el  que 
mandaba  la  escolta  que  alli  habia,  rehusó  obedecer  las  ordena  de 
Labandero. 

Pero  á  la  observación  que  este  hizo  con  hipócrita  sencillez ,  di- 
ciendo que  era  muy  bochornoso  para  el  primer  empleado  de  Ha- 
cienda de  la  provincia,  inspirar  tan  poca  confianza,  y  que  si  algu- 
no dudaba  de  la  legitimidad  de  la  urden,  podía  subir  y  tomarla  del 
mismo  general,  se  tranquilizaron  todos  los  mozos ,  y  el  cabo  se  re- 
tiró con  ellos. 

Cuando  se  hubo  alejado  esta  parte  de  la  pequeña  escolta,  los  gen« 


darmes  At  1»  jmM^  qée  «labM  á  dísfosieiM  d(B  MI»  Mmlíd¿d  de 
mensa  jeras,  m  am^arotí  Miifr»  las  caatM  erdanaiBRnn  dé  teMIé^ 
ria  del  g everal ,  y  tas  aoianrraMii  ftctameBrto. 

Mientras  esto  pasaba  con  sama  rapidez,  d  generaA  ettlr«lNi  méf 
ímnfpSIó  ea  la  saín  de  sesones* 

LkTaffea  aqmrf  dia  un  sobrefode  militar  anl ,  sm  mab  iMrpaias 
que  tma  em  bordada  e»  el  peeho,  el sonAí^eM  de  geneferü ,  el  s»- 
'Me  y  el  baüon  de  eMrndo. 

Aporfadi»  contra  el  besfon^,  que  lo  teoia  bablanfte  inélitiáA»  hUíi 
atrás,  permaneció  en  pié  delante  de  la  chimenea ,  solo  en  medio  A 
-eMor^e  iBÍnijoradoa,  qoo  He^nba»  todoo  pMolo»  y  [NiBafcs  ocultos 

WMPaVO  CM^  IOS' ▼VSwMQWt 

Machos  minatos  trascnrrieron  sin  qae  nadie  eo  Mintiese  á  po^ 
ver  ea  él  bi^ttMo,  hMla  qve f^ del  Oli  ee  odidatlé,  ÜéWí  empa- 
joval  iMisloDefi^qaoBBfaftaeoapoTobii»  y  eoa  oiro  qoe  dio  ól  ge^ 
seral  ol  mhdo  fmmfo ;  oovsigoió  derrüMrto»  • 

Entonces  iodimio  affOjoroo  costra  Bapafio,  eomoa^ea  dé  fd^ 
pna,  le  «nrebaMroo  el  mUo,  7  lo  njeÍMnm  eóaw  á  im  fkeine- 

Ttmo.  EoosleoaiUido  eehalhilNrooaiidoleyóPérréreldecrMoqoofc 
frivaba  4e  fodoe  100  «argoOi 

Eiq)arla  qiriso  ver  to  ^^tdeo  ide  Am  Carlos ,  Aiiio(>  &  qóiott  qoeria 
someterse ,  j  )ikré  qoe  ai  00  so:  k  mostraban ,  les  baria  aftoveor  A 
todos. 

Impaoiéionle  sitencio,  j  Perrer  le  sigmifiod  qoo  él  y  9éf  del 
Oli  ibao  á  Irastadarle  á  lo  fronlera  de  Francia. 

Luego,  amarrado  como  estaba,  le  encerraron  en  un  eOarto  of- 
coro,  donde  so  revolcaba,  labaando  ragidos  de  impotente  faror. 

A  sa  ayudante  de  campo  le  prendieron  y  encarcelaron  lambiei 
-cuando  toWió  de  Berga. 


T.  u.  56 


Iktft  Ui  PALACIO  n  LO0  €iílini«8 

A  b  ftigaieote  noche  sacaron  á  España  de  su  encierro,  le  cokn* 
carón  en  nn  asno,  y  Ferrar  y  Pep  del  OH  con  ona  escolia  de  vein- 
te hombres ,  le  condujeron  por  sendas  casi  impracticables  hacia  I09 
desiertos  de  la  Sierra. 

Se  les  unieron  en  el  camino  muy  alejes  muchos  individuos  de 
la  junta,  y  á  mas,  según  dice  Goben,  escritor  estranjero,  que  se 
hallaba  i  la  sazón  en  Cataluña  y  que  ha  escrito  las  memorias  de 
cuatro  años  de  guerra  civil  en  España ,  se  hallaban  allí  presenlM 
Porredon  y  Mariano  Orten ,  uno  de  los  ayudantes  de  campo  del  ge- 
neral* 

Se  asegura  que  Orteu  le  disparó  un  pistoletaio,  coando  él  eaCSH 
ba  persuadido  de  que  se  le  acercaba  para  aa&iliarU »  y  le  llamalit 
con  voz  moribunda. 

Después  de  tres  dias  de  una  marcha  forzada  en  qne  á  Eapafta 
solo  le  dieron  los  alimentos  indispensables  para  conservar  sn  exis- 
tencia ,  que  querían  hcoérsela  perder  entre  horrores  inauditos ,  ae 
detuvieron  sus  asesino^  en  el  Paio  de  lo$  fres  pnenfei. 

Para  aumentar  sus  padecimientos  no  le  alimentafon  mas  que  de 
sustancias  saladas,  que  le  acarrearon  una  sed  abrasadora;  el. des- 
graciado no  pudiéndola  resistir  y  viendo  i  sus  pies  las  crislaliiias 
linfas  del  Segre ,  pedia  por  piedad  que  le  diesen  un  poco  de  agoa,  y 
la  negativa  de  sus  verdugos  le  hizo  prorrumpir  en  gritos  de  deses- 
peración. 

Mayor  escarmiento  no  podía  reservar  el  cielo  al  midnstmo  cu- 
yas únicas  delicias  hablan  sido  durante  toda  sn  vida  los  decores  de 
la  humanidad. 

El  Segre  es  el  rio  sobre  el  cual  destruyó  Aníbal  el  primer 
puente. 

Encajado  entre  enormes  masas  de  granito  qne  forman  en  oío* 


El  ráKBtO  T  SUS  OPBESMKS.  iÜ 

chos  pvDtos  arcos  encima  de  él ,  presenta  nna  senda  interminable  y 
tiMTtnosa,  qife  tan  pronto  deja  el  rio  á  la  derecha  como  le  deja  á  la 
izquierda. 

Algnnas  veces  pasa  por  encima  de  arcadas  atrevidas ,  cuyas  co  - 
lósales  piedras  revelan  su  origen  romano. 

La  tortuosidad  de  sus  caprichosas  orillas  engáfia  con  frecuencia 
al  viajero,  que  á  menudo  tarda  mucho  en  alcanzar  los  objetos  que 
vé  mas  cercanos. 

La  eomitiva  de  Cáribs  Espafia  anunció  á  este ,  á  mas  del  género 
de  muerte  que  le  estaba  reservado^  el  punto  de  ejecución «  qne  si 
bien  parecia  muy  inmediato,  no  se  llegaba  á  él  silDo  después  de  una 
marcha  bastante  larga ,  por  lo  qne  fué  muj  prolongada  su  agonía. 

El  Segre  tiene  tres  puentes:  del  primero ,  según  una  antigua 
leyenda ,  los  condes  de  Barcelona »  estando  en  guerra  con  los  de 
Castilla  9  arrojaron  al  abismo  algunos  espías  que  intentaron  pene-*  * 
trar  en  el  pais,  -por  éuya  razón  le  llaman  Puente  de  los  Btpiai. 

Dista  nna  legua  del  segundo,  conocido  con  el  nombre  de  Puen* 
te  del  Diablo^  el  cual  se  compone  de  dos  puentes  sobrepuestos. 

El  inferior  es  peligroso  y  mal  construido;  el  de  encima  es  es  - 
pacioso  y  sólido,  per  lo  que  se  dice  que  el  diablo  construyó  el  pri- 
mero para  precipitar  á  Ids  cristianos  que  se  atreven  á  pasarlo,  y 
que  un  santo  ermilafio  alcanzó  de  la  Virgen  de  Monserrate  que ' 
construyese  el  segundo  inaccesible  al  poder  de  los  siglos. 

£1  tercer  puente  no  es  mas  que  un  montón  de  ruinas ;  fué  des- 
truido cuando  la  guerra  de  Sucesión  junto  con  el  castillo  que  lo 
defendía. 

Todos  estos  puentes  fueron  indicados  á  Cirios  España  uno  tras 
otro  como  puntos  en  que  debía  sufrir  la  muerle. 

I  Qué  otro  castigo  le  hubiera  dado ,  si  hubiese  podido  resucitar 


4M  EL  fAUtíQ  DB  I.Og  GBÍMBKIS  • 

el  dcBvertUMa¿9  Cktoga,  ¿  quien  Gárlo6  Espan  Uia  «oradiUar  \tm  , 
TeecB  ea dittiatoA  {nu(m  antes  de  dar  ai  pipíete  que  le  ímiá  ]fK. 
Yozde  faego? 

En  ftq«eUe$  lUtínos  mooieatog  4eUó  parecede  al  sai^^aiirio 
conde  qae  el  infortunado  ex-gobernador  de  Urajai  dirigía  el  fem^ 
saaMato  j  el  bren  de  eea  verdugos. 

Ál  ll^ptT m\  Pmmás ie  Im  E$jfiM^  qoe ea «Láltimo  q^M  iiaaerans.; 
Pep  del  OH  hizo  apear  á  Carlos  España  de  sn  asno ,  le.lMHidíó  ipa  ' 
paiel  ea  el  peoho«  y  mtíliadele  barciblaDieate  el  rastra  ^a  fue 
nadie  le  padíeie  Mcoaocer,  le  cogió  par  la  edbese  eiieatras  fanrer . 
le  aaía <le lea  fflé$,  j  aanhoa  le  toirieroa  saspendido  aabeeal  ahielaftti.; 

Isl  wietíem  fMangreateda  yedia  yendaai  y  eía  eaeaalrar  aa  awi: 
verdades  uNie  ooBs^sioa  de  la  que  aa  él  iMbíaa  kalladolee  infei- 
toi  mártieea  que  bahía  laaaado  ¿  la  ateeaida^»  lei  ^e6Í|»itaAQ  «Ai' 
elebiüna. 

La  brew  Malaria  4fgñ  eaabamas  4e  jeGerír  ea  aufieíeete  fpaaa: 
dar  á  corioeer  el  earáoter  del  luNabre  igaienoaoGáal  geaeíaliOór- 
dova  el  ie^portaale  cargo  de  gcfcemador  milíter  <le  If adiid».4arettla 
las  acurreaeías  que  enseagmteroa  la  eap¡iri.« 

Eatremeoe  la  idea  de  loe  borrorea  qae  bnUeraa  aatgída  4e.«aa. 
inphQaUe  aapMtn  de  wa^ganEa  qee  aUeatan  las  oriaiiBaka  da  ré^ 
gia  estirpe  y  aas  íaícnoa  adnladonas,  tí  habieraa  alcaaiado  al 
triaafo  les  tiniBQi. 

Desanaade  al  pueblo  atan  eseeaoa  los  aoaabetíanlea. 

La  calle  Ancha  de  San  Bernardo,  la  de  Silva ,  la  de  Prec&eáea 
na  eoatabaa  apeaee,  idétiAs  da  los  débiles  peiapelfla  qaeae  imftíh' 
visaron ,  mas  qae  dos  4  tres  defeasores  eaa  araaas;  peno  dfíledas 
de  td  ealfisíuaea,  y  laa  oertenaa  ea  eaaáin»a«  qae  oaeakNMRMí  i 


Bi»  NltU»  Y  SI»  OMOMIIS.  ■■  4M 

loB  ooatnfkis  Muduia  Jnjas  «a  oi^rifBMtar  (dios  «ia$  que  muf 
pocat*  biJM  á  DD  dadark»  idersi  temerario  affDJOk. 

Ha» m  los  €«ttfaatíMte6  eran  «seaioa  por  falta  ée  airma&»:|wai 
to  fM  CB  k  «lie  Aofiba  «tqfláoa  á  la  dd  U  latta»  «o  haUft  Bian 
qne  un  solo  fusil  qae  se  disputaban  cinco  valientes ,  j  ie  diaparaliaii 
por  rífaraa»  tiira»^  oo  te  enea  por  eso  ipeel  poeUnde  Madné  ^es- 
tvriera  joailanado  y  «iralla  ao  sas  hogaoes ;  haala  b»  mojcoea  y  Ifxii 
niioe  improviaakafi  iHmcadaa  entre  «ot  ■mUilsd  de  e^pacÉadorei' 
indefaMM  qoe «e kolgaban  ea  oír  el  sílfaado  de  latfaalaa,  y  oto  má 
seroeidady  cott  m  eatawMio^  y  iiaata  coa  jos  rhMtn'iai  «eunrea** 
cias  j  losfiralHan  aiiaslo  á  ka  ooiÉbatMDtes. 

Un  hombre  solo »  colocada  «aire  Aa  carik  de  k  Sttrten  y  k  pla-« 
zaek de  Saele  fkaainge,  hne  peadigioa  de  lydar  á  oeerpo  daaeu- 
bierle  ^  aeiUiíiairfg  por  eipack  de  larp»  heeaa^  £»go.«  «anieelo 
eatrages  ea  lea  feeriat  ti laiger 

Otm  t  desde  fie  4qedn ,  haria—  üeego  taei  eaorüfem  y  ^earteni 
á  k  trepe  ^  ^i|Be  «e  eficial  i£apBtto  ae  k  deielqára  desde  «loabel^ 
coaes  iaaaedkÉep  ífti  ietron  oob  eale  efcjeie  kyadkke  yoc  ktra|A« 

Lejea  de  aauiaoane.d^k  vkta  de  ka  qee  áee  de  eensa  k  hoé^ 
tHkafcraDy  yito  imcer  jlerde  de  en  inapavidea»  f  oraaaiieckedD  ina* 
perténrito,  heaia  ^seiel  daagraokde  cayé  iMrida,  y  redaedo  par 
la  pendiente  de  las  tejas  fué  á  estrellarse  eantra  el  eao^edrade  de 
lapkee.  -       * 

No  fei  eiaaoa  eeeerokada  kkdba  eo  la  pleaa  Heyer  y  caike 
iaeiedklaa ,  pees  eoofiie  la  krfeiiínidad  eeeaérica  de  ka  defesao^ 
raadek  iiJUtlad  aneadoa ,  «m ee  ledas  partai  deaaasiado  eaMi-*- 
dereUe^  afika  arte  lalte'el^Btoaiaaflao  y  el  ra^  qpe  rayakaa  ea, 
herokaMu 

Solo  asi  podia  concebirse  que  un  puñado  de  valienlea  Ikveraii 


446  IL  PALACIO  DI  LOS  GRÍMINBS 

CD  derrota  á  los  civiles ;  pero  auxiliados  estos  por  las  fuerxas  qae 
tenia  el  gobierno  ea  Sao  Blartio »  ea  el  teatro  de  Oriente  t  en  d 
Gobierno  civil  y  en  la  casa  de  Correos ,  consigoieron  salvarse  ea  la 
plaza  Mayor «  engrosando  el  número  de  los  qoe  alli  lachaban  con* 
tra  el  paisanage. 

Ignoramos  con  qué  objeto ,  aunque  no  suponemos  fuese  por  nn 
impulso  de  buena  f¿ ,  se  confirió  el  mando  de  toda  la  caballeiim 
de  Madrid ,  por  parte  del  gobierno ,  al  coronel  Garrigó »  al  deao* 
dado  insurrecto  de  Vicálvaro ,  á  quien  hacia  poco  se  le  había  in- 
dultado de  la  pena  capital,  y  en  aquel  momento  se  le  ascendió  á 
brigadier ,  premiando  así  el  acto  de  haberse  unido  á  los  subleva- 
dos para  derrocar  la  inmoralidad  sartoriana. 

Este  nombramiento  formaba  singular  contraste  con  la  condnc* 
la  hostil  de  las  fuerzas  que  hasta  entonces  se  hablan  ensañado  con* 
tra  el  pueblo :  y  aunque  las  repetidas  traiciones  de  los  que  aoste- 
nian  el  poder  agonizante ,  eran  suficientes  motivos  para  que  se  des- 
confiase de  todo  9  la  presencia  de  Garrigó ,  recorriendo  suceaiva- 
mente  los  puntos  en  qoe  el  combate  se  hallaba  mas  empeSado ,  no 
pudo  menos  de  producir »  aunque  momentáneamente,  un  armisti- 
cio ,  viendo  que  el  bizarro  qoe  habia  luchado  y  sido  herido  en  loa 
campos  de  Vicálvaro  defendiendo  la  causa  popular  agitaba  un  pa- 
ñoelo  blanco  en  señal  de  paz. 

Aceptóse  la  tregua ,  y  el  fuego  cesó ;  pero  aprovechándose  la 
tropa  de  esta  suspensión  de  hostilidades ,  apoderóse  de  algunas  ca- 
sas de  la  calle  de  Preciados ,  los  Guardias  civiles  se  parapetaron  en 
su  coarlel  y  rompióse  de  nuevo  el  fuego  con  mas  encarnizamienlo . 
que  antes ;  mas  la  presencia  de  Garrigó  á  caballo  sin  mas  séqoilo 
que  su  insigLÍ&canle  escolta,  bastó  para  contener  otra  vez  la  fra<*. 
Irícida  lucha. 


BL  FOBiLO  T  SUS  OPBBSOEM,  117 

El  bravo  militar  mandó  ¿  la  tropa  qoe  abandonase  aquellas  po- 
siciones ,  y  fué  obedecido  sin  la  menor  resistencia  entre  los  aplau- 
sos y  vítores  de  la  muchedombre  que  ya  lo  daba  todo  por  termi- 
nado á  gasto  y  satisfacción  del  pueblo  triunfante. 

No  era  asi ;  los  mismos  qne  acababan  de  romper  traidoramente 
las  hostilidades  9  quisieron  añadir  otro  baldón  á  su  criminal  con- 
dacta ,  y  cuando  se  retiraban  por  la  Costanilla  de  Santo  Domingo, 
volviéronse  todos  de  improviso ,  obedeciendo  á  la  voz  de  mando 
de  alguno  de  sus  gefes ,  é  hicieron  una  descarga  contra  el  indefenr 
so  paisanaje  que  se  creia  ¿  la  sazón  exento  de  correr  el  menor  pe- 
ligro. 

Villanía  fué  esta  que  no  se  concibe  en  pechos  nobles  y  genero- 
sos como  suelen  ser  los  de  los  militares  españoles ;  villanía  horri- 
ble que  regó  de  sangre  inocente  el  pavimento ,  y  exacerbó  la  ira 
de  los  ánimos  hasta  el  punto  de  encender  el  mas  enconado  anhelo 
de  venganza ;  y  rompióse  otra  Tez  el  fuego  entre  el  paisanaje  y  la 
tropa  con  mas  furor  que  nunca. 

Mas  afortunado  Garrigó  en  la  plaza  Mayor ,  fué  recibido  por  la 
tropa  y  los  paisanos  con  nitores  de  un  entusiasmo  verdaderamen- 
te frenético. 

Estaba  ya  tan  marcado  el  completo  triunfo  del  pueblo ,  que  la 
Guardia  civil  se  dejó  desarmar  sin  resistencia ,  y  sus  fusiles  pasa- 
ron á  las  manos  del  paisanaje. 

Al  ver  el  noble  comportamiento  de  Garrigó,  su  conducta 
conciliadora  ó  mas  bien  favorable  á  los  defensores  del  pueblo ;  al 
considerar  que  se  le  habia  conferido  el  mando  de  la  caballería  ,  y 
se  le  había  ascendido  á  brigadier  ¿  no  debia  suponerse  que  lo  que 
este  militar  hacia  estaba  arreglado  á  órdenes  superiores,  y  que  es- 
tas órdenes  emanaban  del  regio  alcázar  7 


«16  -m  nudMuo  m  íM  etínms 

¥woi$4lámm  «rap»  poe^  los  nrolifw  qwe  luíhít  para  fte  se 
tv&f€M  qvm  «I  ¿MI  16  (íe  I»  G«ardüi  cff*il,  y  él  penniiír  ^m  «1 
pMMo  leapo^rftMr^e  sm  armas  ctaa  clan»  indicio  é^m  trioefia 
y  de  que  se  tooabia  ya  eo  el  felír  deaenfaieo  da  tao  saogrianto 
drasM* 

Maa  layt  qoe  cMardo  los  pafñelaa  q^  oevfaba»  la  plaas  !MhH- 
fo/t  eMibaa  tfias  ooatMeidos ,  á  icoasiseoenofa  da  lo  fae  acabaaMM 
de  referir  en  hs^  precedentea  Ifüeas*»  dec^afta  tropa  estaba  dfapoaai^ 
la  á  frateroíiar  coa  el  pereblo,  vitfse  ea^  broseanimta  aaMaalíd», 
y  adMAraMado  por  lá  artítteria ,  de  la  cual  hasta  ontotcaí  «o  se  hs^ 
bia  echado  mano. 

¿CSéiAa  eondliar  estos  erremos? 

¿De  dóode  enanahsa  órdenes  tao  etioonfradasT 

zQtnéñ  dirigía  laa  traeslei  de  laaM  II  ?* 

;;Qtlé  eonfeñioft  era  ta  del  regia  palacio  qáia  latea  asomaliaa 
^esteMka? 

¿Cuántos  mandaban  en  aquel  reftigvo  dd)  poder  ^d#,  que  arif 
^  pnesestaba  ante  el  poesía  «do  dé  loa  aoblevadoa  da  Vicál^aro, 
ascendido  ea  preano  de  haber  lachado  al  'lado  dé  <yOo«iell^  «oft 
el  objeto  de  reconciliar  los  ánimos ,  como  se  movian  toa  f^Momü 
«para  ametrallar  á  la  lapopchedambre? 

¿Ifo  hábia  hombrea  de  la  suprema  iatcJKgeMia  ao  derredor  dd 
trono? 

¿De  qué  cabera  surgían  tan  eoÉfradietorvaa ,  tan  eriminales 
disposiciones? 

¿Eran  hijas  de  la  inleKgencia  ó  del  miedo? 

Nada  mas  horroroso  que  el  combate  que  se  eiarpeió  en  la  ealie 
de  Platerías. 

La  tropa  se  habia  apoderado  de  Tartas  casas ,  y  el  prisanage 


U  PÜBILO  T  SUS  OPBBSOBBS.  449 

tuvo  que  resistir  el  incesante  y  nutrido  fuego  de  fusilería »  al  mis- 
mo tiempo  que  el  de  los  artilleros  que  barrían  la  calle  con  la  me- 
tralla. 

Eq  la  de  Cindad-Rodrígo ,  cuyos  balcones  y  tejados  estaban 
invadidos  en  su  mayor  parte  por  los  municipales ,  procararon  los 
paisanos  apoderarse  de  los  que  quedaban  libres  y  de  muchas  buhar- 
dillas,  por  manera  que  hostilizándose  con  inaudito  ardor ,  veían- 
se cruzar  mortíferos  proyectiles  en  todas  direcciones todas  las 

ventanas,  todas  las  aberturas  vomitaban  fuego y  humo.....  y 

muerte...  Los  desgraciados  que  de  uno  y  otro  bando  eran  heridos 
en  los  tejados ,  caian  y  se  estrellaban  contra  las  piedras  de  la  calle. 

Repetidas  cargas  de  caballería  fueron  rechazadas  por  los  de- 
nodados madrileños. 

Tres  veces  tuvieron  que  abandonar  los  artilleros  sus  cañones, 
á  pesar  de  las  pocas  armas  de  fuego  que  posdan  los  paisanos  y  la 
no  menor  escasez  de  sus  municiones. 

Una  escena  igualmente  horrorosa  ocurrió  en  la  calle  de  Plate- 
rías 9  donde  la  lucha  estaba  mas  animada  que  en  parte  alguna. 

Mientras  la  artillería  ametrallaba  al  pueblo,  hostilizábale  la 
fusilería  desde  los  balcones  y  tejados  que  ocupaba  la  tropa ;  pero 
nada  era  capaz  de  arredrar  al  entusiasta  vecindario  de  Madrid. 

Sin  miedo  á  los  mortíferos  proyectiles  que  llovían  sobre  la 
multitud,  esta  crecia  por  momentos  en  vez  de  menguar;  y  hom- 
bres, mujeres  y  niños  desarmados  los  mas,  ostentaban  ese  valor 
heroico  que  enardece  todos  los  corazones ,  cuando  un  pueblo  lucha 
por  su  libertad. 

El  casi  inerme  paisanage  obligó  también  varias  veces  en  esla 

calle ,  aunque  momentáneamente ,  á  los  artilleros ,  á  retroceder  y 

abandonar  los  cañones. 

T.  II.  57 


.4ftO  KL  lUUUUBU)  III  LOSiClÍKUflS 

Mas  lay  I  que  k  úlUma  vez^  tído  oa  aneeso  trágioo,  fOO 
ao  que  parece  fiíboloso,  á  eacoaar  mas  y  mas  los  ÍQÍmoa«y*iiacMr 
prorumpir  á  todos  los  paisanos  en  espantosos  gritos  de  venganza. 

Eotusiasauído  un  tierno  niño  al  ver  que  U  tropa  dcgaba  aban- 
.donadaa  laa  piezas  de  artillería,  gritó  coa  exaltaoioii : 

—Ya  ion  Baeitros  lo»;c4&ones, 

Y  el  héroe  que  contaba  poco  mas  de  un  liiairo.»  corrió  y  lae 
i.abnaó  i  uno  do^elloa. 

Embriagado  coa  8Q  triunfó,  oo  quiso  retroceder,  y  mientras  los 
paisaaos  se  retiraban  -y  avanzaba  la  tropa »  permanecia  impeatérti— 
to,  siempre  abrazado  al  .canon ,  dando  vivas  á  la  libertad. 

—¿Ven 9  hijo  mió,  vea— le  gritaba  su  madre  tíráodole  4e  la 
ropa.  ^ 

El  niño  no  hizo ;oaso  de  los  ruegos  maternales,  y  vieodo  qae 
ae  le  aproximaba  un  soldado  con  la  bayoneta  calada,  idzó  suiínnle 
con  orgullo  y  esclamó  en  tono  imperioso : 

-—  ¡  Atrás ,  que  este  canon  es  mió  I 

Y.fué  tan^bárbaro  el  militar,  qne  atravesaado  al  liüko  de  «n 
bayonetazo ,  íle  arrancó  del  ca&on  y  le  arrojó,  ya  cadáver  attsan*- 
grentado ,  en  los  brazos  de-  su  madre  III 

¿  Dónde  estamos?  ¿  Qué  siglo  es  este  ? 


CAPITULO  xxxva. 


ESPEDIGION  SANGRIENTA. 


"Ve\. 


Dorante  la  locha  del  18,.  la  hermosa^y  dilatada' calle  de  Atocha 
habiaaido  el  campo  de.  parciales  eaoaramiuuia  y  alguno  que  otro 
encuentro  mas  grave;. pero  siempre  hahia  quedado  el.  pueblo. yenr- 
cedor. 

£1  coronel  Gándara »  ( 1 )  que  era  quien  acaudillaba  la  columna 
encargada  de  restablecer  el  orden  fusilando  y  ametrallando  las  ma- 
sas populares»  consideró  un  duda  de  mucha  importancia.  estrat¿gi-* 


(1)    ün  deber  de  imparcialidtd  nos  impele  á  dar  á  conocer  sin  comentarios  el  ma- 
nifiesto qoe  poblieó  en  Bayona  don  Joaqoin  de  la  Gáodane.  Dice  asi : 

«Por  primera  tez,  y  ausente  de  mi  patria ,  tengo  necesidad  de  dirigirme  á  mis 
conciodadamMi  mi  lionor  y  la  segoridad  de  on  reeto  proceder  lo  exijen ;  la  eoncienein 
pública  tal  Tei  lo  demanda ^  y  mi  propia  tranqniüdad  no  puede  prescindir  por  mas 
tiempo  de  sn  fallo.  Si  nna  tida  sin  mancba*,  consagrada  desde  los- primeros  año»  al 
serrido  de  la  libertad ,  si  las  emigraciones,  si  los  destierros ,  si  una  condena  á  muer- 
te, si  los  sacrificios  pecaniarios  y  de  todo  género  en  defensa  de  Ifr  causa  del  pueblo* 
son  títulos  suficientes  para  que  mi  toi  se  escuche,  reclamo  el  dia  mismo  en  que  la 
fatalidad  pretende  eondenstr  en  un  instante  las  limpias  páginas  de  mi  pasado,  toda  lá 
atención  de  mis  eompaitríotas,  y  espero  que  no  desatiendan  mi  demanda,  ni  califiquen; 
mi  conducta  .sin  ooimcerlaá  fondo,  después  de  bebería  yo  espileado.  Para  los  que 
corrieron  conmigo  todo  género  de  azares  y  peligros,  mi  tarea  raerá  por  demás  breve 
7 sencilla^  pero  los  que  no  me  conocen,  los  que  han  yirido  ausentes  de  la  política: 
militante  en  estos  últimos  aSos^  necesiten  formarse  idea  de  lo  que  yo  he  trabajado 


458  KL  PALACIO  DE  LOS  CRÍMBIIBS 

ca  aquella  hermosa  calle,  y  quiso  ahayeatar  de  ella  á  la  pUhe  revo^ 
lucionaria ;  pero  esta  plebe  se  compoaia  de  ciudadanos  taa  honra- 
dos como  valientes,  y  una  docena  de  ellos,  guarecidos  por  el  pilón 
de  la  fuente  de  Antón  Martin  fué  suQciente  para  contrareiitar  las 
cargas  de  caballería  y  hacerla  varías  veces  retroceder. 

Los  pequeños  grupos  de  paisanos  que  se  habian  apostado  en  las 
boca-calles  que  median  entre  ia  de  Cañizares  y  la  de  la  Concepción 

en  defensa  de  la  libertad  para  contencerse  de  qae  si  en  mis  actos  hay  algo  de  re- 
prensible, no  han  de  ser  los  mis  exigentes  liberales  los  qae  se  quejen.  No  preteado 
nacer  la  apología  del  conspirador.  Siempre  me  vi  forzado  por  la  condacta  de  naesiros 
enemigos,  y  al  considerar  el  estado  á  qae  nos  habian  traído,  tenia  un  gran  con8>iela 
en  haberlos  adivinado. 

Hijo  de  un  buen  español ,  siempre  liberal ,  debí  á  la  cuní  y  á  mi  organiíacion  el 
serlo  como  el  qae  mis.  El  primer  gefe  que  murió  en  la  guerra  civil  fué  mi  padre: 
yo  er^  .>cniente  y  estaba  á  su  lado.  La  dolorosa  impresión  que  su  muerte  me  cao- 
sar  .^.^doblando  mi  ardimiento  en  los  combites,  me  dio  á  conocer  en  el  ejército  co* 
r  .Tía  oficial  entusiasta  y  exagerado  liberal.  La  primera  calificación  era  merecida; 
respecto  á  la  segunda ,  me  tuve  siempre  por  patriota  ardiente  y  decidido.  Acabé  la 
guerra  de  primer  comandante  en  el  regimiento  de  Luchana,  después  de  haber  man- 
dado largo  tiempo  la  escolta  que  aquel  cuerpo  daba  al  general  Espartero,  pero  esta 
puesto  en  nada  influyó  en  mis  ideas.  Antes  de  ir  á  él  ya  lu  tenia  fijas. 

Concluida  la  guerra,  el  primer  suceso  politice  en  que  tomé  parte  faé  el  del  7  da 
octubre  de  1841.  Llamado  por  el  general  Linije  á  su  casa,  me  enteró  de  lo  qae  se 
tramaba:  conocíame  y  esperaba  que  hiciera  mas  de  lo  que  el  deber  exigia.  Rfectiva- 
mente,  así  fué,  porque  no  perdoné  medio  ni  fatiga  para  contrariar  á  nuestros  ene- 
migos; y  mi  vigilancia  fué  tal,  que  casi  al  mismo  tiempo  que  en  la  noche  del  7  en- 
traba en  palacio  el  general  don  Manuel  de  la  Concha  con  el  regimiento  sublevado  da 
la  Princesa ,  llegaba  yo  sobre  la  derecha  del  Teatro  Real  con  las  compañías  de  prefe- 
rencia de  Luchsna,  j  rompía  el  fuego  sobre  los  que  estaban  todavía  fuera  de  la  puer- 
ta del  Príncipe. 

Un  incidente  de  aquella  conspiración,  que  no  estará  por  demás  indicar  brere- 
mente,  me  hizo  pedir  el  reemplazo.  Después  de  la  sublevación  de  octubre  ftil  desiU 
nado  de  comandante  al  primer  regimiento  de  la  Guardia,  üaltándome  de  guarnición 
en  Vitoria  recibí  un  interrogatorio  del  general  Minuisir,  fiscal  de  la  comisión  militar 
en  la  corte,  en  que  me  pedia  esplicaciones  acerca  de  una  conversación  qae  mve  coa 
varios  amigos  del  Regente  en  su  secretaría,  sobre  la  conducta  de  un  gefe  que  en  la 
noche  del  7  de  octubre  cogió  la  cartera  del  general  León.  Altamente  aorpreodido  de 
que  hubiera  un  compañero  capaz  de  hsber  abusado  de  lo  que  yo  referí  en  el  seno  de 
la  amistad ,  y  prohibiéndome  el  honor  poder  contestar ,  corrí  en  posta  á  Madrid.  El 
Regente  me  hizo  justicia  respecto  al  motivo  principal  del  interrogatorio.  Permane- 
ciendo sin  embargo,  en  su  puesto  la  persona  de  quien  jo  tenia  queja,  creí  prndenie 
separarme  del  servicio. 

Llegó  el  43,  y  aunque  mi  resentimiento  era  siempre  vivo ,  no  hay  español  que  mas 
fervientes  votos  hiciera  por  el  triunfo  de  la  causa  del  Regente,  ni  que  mas  sufriese 
por  el  modo  con  que  se  defendió«No  miraba  en  él  sino  el  principio  que  representaba, 
y  desde  el  primer  momento  distinguí  en  el  triunfo  de  la  coalición  la  pérdida  de  la 
libertad.  Lo  que  entonces  se  hizo  porque  yo  me  pronunciase  es  indecible;  y  la  pers- 
pectiva de  ser  general  á  los  20  años  no  dejaba  de  ser  halagüeña,  mas  no  solo  me  re- 
sentí, sino  que  desde  el  momento  en  que  vi  á  los  generales  moderados  acudir  4  Va* 


EL  FUBBLO  T  8Ü8  0PRB80RBS.  i53 

Gerónima »  en  combinacioa  coa  el  corlo  paisanage  armado  i  la  es- 
palda del  Banco ,  doade  los  que  no  tenían  armas ,  inclusos  víejoSt 
niños  y  mujeres ,  levantaban  una  barricada,  lograron  impedir  que 
avanzara  por  aquel  lado  la  tropa  de  la  Puerta  del  Sol  y  de  la  plaza 
Mayor. 

Cuando  Gándara  con  su  columna  osó  invadir  la  calle  de  Ato- 
cha 9  fué  recibido  por  los  paisanos  con  una  descarga ,  que  derribó 

]eoci«,yano  pade  menos  de  •atoriiar  á  mis  amigos,  los  lyadanies  del  Esgente, 
para  qae  este  dispusiera  de  mi. 

El  general  Espartero  me  llamó  en  el  acto,  y  como  se  preparaba  á  salir  de  Madrid, 
rae  dijo  qae  le  siguiera,  previniéndome  que  en  Aranjuei  ú  Ocaña  organisaria  la  bri- 
gada de  vanguardia,  cuyo  mando  me  condarin;  yo  era  entonces  coronel  icoiente  co- 
ronel mayur  do  infantería:  corri  á  comprar  caballos  y  preparar  mi  viaje:  dos  horas 
antes  de  mi  salida,  y  ya  dispuesto  á  la  marcha,  me  presenté  en  su  casa,  cuando  lla- 
mándome aparte  don  Ignacio  Gurrea,  me  dijo:  «Gándara,  se  ha  dicho  ai  general 
Linaje  que  Vd.  se  ha  prestado  á  acompañarnos  por  pronunciar  el  regimiento  de  La- 
cbana  en  el  camino;  oose  ha  creido,  y  la  prueba  es  que  puede  Vd.  seguirnos,  pero 
me  ha  parecido  que  debia  decírselo  á  Vd.»  La  fatalidad  perseguía  aquella  cansa.  Valgo 
poco,  pero  de  seguro  era  uno  de  los  gefes  de  mas  decisión  por  ella.  Mí  honor  y  mi 
decoro  no  me  permitían  tener  ya  mando  alguno,  y  mequedé  en  Madrid.  El  hombre 
que  tan  cruelmente  acababa  de  ser  ofendido,  no  se  fué  á  pronunciar  caindo  tan  fácil 
le  hubiera  sido.  Emigrado  dos  años  después  en  París ,  tuve  la  satisfacción  de  que  el 
general  Linaje  se  disculpara  conmigo  por  aquella  ofensa ,  que  pudo  precipitarme  á 
DO  haber  sido  un  hombre  de  tan  firmes  y  profundas  convicciones. 

Subió  al  poder  el  partido  moderado,  que  no  podía  dar  otros  resultados  la  funesta 
coalición,  y  la  marcha  política  que  inauguró  debía  agitar,  como  agitó  fuertemente, 
mis  ideas  y  mí  temperamento.  Pedí,  pues,  mi  separación  absoluta  del  servicio,  y 
desde  aquella  época  hasta  el  momento  actual  en  que  lejos  de  mi  pstria  escribo  estss 
lineas,  ni  quise  jamás  rehabilitación,  ni  cobré  un  real  del  Tesoro,  circunstancia  que 
pudiera  pasar  desapercibida,  si  en  estos  últimos  años  no  se  me  hubiera  ofrecido  una 
y  mil  veces,  con  insistencia ,  por  los  generales  moderados  que  se  han  sucedido  en  el 
poder. 

Por  aquella  época,  y  cuando  se  iba  cayendo  la  venda  que  cubría  los  ojos  de  ma- 
chos ilusos  que  entraron  de  buena  fé  en  la  coalición,  empelaron  los  pronunciamien- 
tos centralistas,  y  el  general  Narvaez  me  prendió ,  suponiendo  que  conspiraba.  No 
era  verdad ;  pero,  á  fuer  de  ingenuo ,  confieso  que  me  faltaba  ya  poco. 

Llegó  el  verano  de  1844,  en  cuya  época  se  conspiraba  en  Madrid,  y  se  conspiraba 
con  razón,  por  ser  ya  conocidos  los  planes  reaccionarios  que  han  venido  practicándo- 
se después,  y  que  se  planteaban  entonces  con  el  cortejo  de  violencias  que  distinguió 
siempre  á  los  moderados  en  el  poder.  Los  hombres  de  mas  valía  del  partido  {irogre- 
sista,  que  no  htbian  entrado  en  la  coalición,  conspiraban  resueltamente;  tenían  in- 
teligencias en  los  cuerpos  de  la  guarnición ,  cuyos  oficiales  debian  entenderse  con  el 
Í [enera I  Lemerich  ó  conmigo.  La  circunstancia  de  encontrarse  el  general  en  Vallado- 
id  sin  poder  venir  á  la  corte,  hizo  preciso  que  se  entendieran  especialmente  conmi- 
f^o ,  prestándome  gustoso  á  lo  que  de  mí  se  ciígia,  después  de  haberlos  oído  en  una 
lunta  celebrada  en  casa  del  señor  Alonso  Cordero.  Ün  coronel  llamado  Rengifo  fué 
la  causa  de  que  aquel  intento  nu  produjese  resultados.  Cuantos  me  habían  comprome- 
tido se  salvaron:  solo  yo  tuve  que  emigrar  después  de  correr  mil  riesgos  y  sentencia- 
do á  muerte.  Sin  embargo,  con  la  orden  de  fusilarme  donde  se  me  cojiera ,  entré  dos 


4S4  BL  VALáGIO'DI  L09  OBÍWDlEft 

maerto  á  on  capitán- de  artillerfa  al  frente  de  nna  hermosa  casa* 
cíenr  censtmida. 

Fignróse  sin  dnda  el  digno  candillo,  qae  loe. tiros  que  acababan: 
de  matar  á  este  capitán  hablan  salido  de  la  magníGoa  casa ,  donde; 
por  so  aprovechada  é  inmensa  capacidad  >  vivian  multítad  defafm^ 

Allino  podía,  hacerse  daño  alguno  á  los  re¥olooionaríot>  pero 


Tetes  ta  los  onartelef  «Hsfraiedo  de  soldado ,  f  paedo  asegortrqae  Ittiéndomv  el 
raion  con  fuerza  debajo  del  capote ,  solo  abandoné  la  partida  caando  vf  decaída-  Ia 
moral  de  aquellos  oadales. 

Oaró  mi  emÍp;racion  baata  Anea  de  1846,  7  cono  no  hubiese  darante  aquel  pcHodo 
otro  suceso  de  importaneia  que  el  pronunciamiento  de  G«ticia,  corrió  deside  París  ea. 
el  primer  momento  que  se  supo,  llegando  á  sos  costas  cuando  ya  era  tarde. 

Desde  el  46  al  48  permanecí  completamente  tranquilo*  y  en  esta  actitud  babiata 
pcvmanacldo^  no  obstante  la  rerolucion  de  febrero  en  Francia,  sí  el  fabíBSiaqva 
presidia  d  genaral  Narvaex  no  hubiera  presentado  la  ley  de  autoríEacion  para  ana*- 
paiiéer  las  garantías-  constitucionales.  Presencié  aquella  discusión ,  y  creí  qoe  loa 
nombres  de  coraion  debían  recojer  el  guante  que  con  imprudencia  se  les  arrojaba 
por  un  suceso  eslraño ,  y  sin  qne  todaría  el  partido  progresista  hubiera  proeadido  de 
manera  que  justificase  situación  tan  humillante. 

Desdo  el'Googreso  corrí  á  reunir  mis  amigos,  y  á  organiíarun  plan  deinsarree*- 
clon  contra  el  gobierno:  que  esta  conducta  tenia  algún  mérito  entonces,  no  hay  na«- 
cesldad  de  acreditarlo;  baste  decir  que  00  había  cuartel  que  esperar.  Ayudada  aa 
esta  empresa  por  el  coronel  Serrano,  por  el  malogrado  ClarijOy  por  mi  amigo  Mli*» 
Sil  y  por  los  señores  Guijarro,  y«lo,  Rascón,  Noñfi,  Fernandei,  Asúa  y  otros,  lo- 
gramos ea  pocos  dias  reunir  una  fuerte  como  nunca  la  tuvieron  cuantos  han  corrida 
riesgos- j  stares  en  politice:  las  armas  de  que  disponíamos  eran  de  constderacioa ,  y 
el  de  las  municiones ,  principal  elemento  de  éiito,  tan  crecido,  qne  pasaban  da  dos- 
cientos mil  cariuchos.  No  lo  alego  como  mérito :  pero  tampoco  creo  deber  pasar  aa 
silencio  que  aquellas  eompras  se  hicieron  de  mi  bolsillo,  y  que  en  ellas  consumí  la 
mitad  de  la  pequeña  fortuna  que  tenia. 

Faltábanos  ya  poco  para  salir  á  la  calle,  cuando  se  nos  presentó  el  comandanta 
Bueeta  en  nombre,  me  dijo,  del  señor  msrqnésde  Albaida ,  que  presidia  otro  centro 
de  conspiración ,  con  el  objeto  de  que  apoyásemos  un  movimiento  qne  debia  eatallar 
dentro  de  aquella  semana.  Resistí  por  mí  parte 'cnanto  me  fué  posiblo,  y  san  ma 
negué  á  ocuparme  de  nada;  pero  en  el  estado  á  que  habían  llegado  las  cosas  no  era* 
fácil  engañarle;  cedí  con  repugnancia,  asistiendo  á  una  jnnla  Teríflcada  en  la  pla- 
zuela del  Progreso,  en  la  cual,  además  del  señor  Orense,  encontré  otras  personas  da 
consideración  de  nuestro  partido.  Autorizado  por  mis  compañeros  para  todo  génaro 
de  compromiso ,  tomé  el  de  apoyar  su  movimiento  del  26  de  marzo,  después  deaabcr 
que  contaban  con  el  regimiento  de  España  y  de  responderme  que  con  el  elemento 
popular  se  apoderarían  además  de  dos  de  los  tres  puntos,  de  Buens -Vista,  Correos d 
el  teatro  de  Oriente.  Para  defender  estos  puestos,  después  de  sorprendidos,  nacasl«^ 
tsban  cartuchos:  me  pidieron  diei  mil ,  y  se  los  entregué  á  Bueeta,  no  obstaota  da* 
que  dudaba  que  pudieran  realizar  su  plan  por  falta  de  sigilo. 

Para  estar  en  posición  de  cumplir  mi  palabra,  no  era  pequeña  obra  la  qne  aoa 
quedaba;  era  preciso  escoger  una  posición  escéntrica  en  que  reunir  las  armas-y  ma** 
niciones  estendidas  por  teda  la  población ,  alquilar  casas  donde  deposilarlaa,  y  itara- 
toda  esto  no  podíamos  disponer  sino  da  Us  noohas-del  24  y  25.  Por  onrailafrofrovl»' 


EL  tnuo  or  sos  omvobbb*  415 

podia  hacérselo,  y  de  muGha'knporUociay  al  propietefionMitilífif- 
cío  ea  sos  inlereaes,  podía  hacérselo  <y  «imiy  f  nanda,  itlas  ip^rsonas 
pacificas  que  le  háUlabaa,  á  ksiseñoras  á  qoiaaes  el  fotoiaspeoto 
de  Uui  brusca.  agrefioD  lenia  ^aterradas ,  áilaa  'floadres 'que  leoiaQ 
abrasados  á  sus  iiijos  aflieg<ados  en  Uanlo  y  temblando  lOOBVokiva- 
iBieDie. 

¿Qué  importa ítodo 'esto  i  qnien  ¡la.aeyara  ordeDama  míKtar  jio 

.4«iicial ,  todo  M  b¡io«ia  ptroaneoy  «iiaque  jo  oentia  ito  ol  alaio  •  babor  Unido  me 
emplear  mas  do  treinkaliombres'on  oondoeír  las  armas,  poco: hasta •enloDoaa-aolcUa a 
doa-pofsooao  enoar^adao  detoomprarias  sabéaoide  oUas. 

Ala  «oa^de  la  tarde  del  86  vi  á  Bucela  situado  confeoieatemeate á  la  oapalda  de 
.Baena-Vlsta « <|ue  era  el  jninto  ^oe  debia  rsorprender,  y-  en!^oieD  parüoolameatett»- 
■nia  coaflaoxa.  Le  dijeque  obrase  con  dedaion  (lo  babia  tenido  á  miadnienes  enlja- 
•cbaDa),  y  qnO' coatara -en  aegnida  eonni  apoyo.  Corrí  á  la  eaaa  deaignada ,  ^<loiide 
debía  esperar  á  todos  misamiipos  (sitnada  -á  la  inmediación  de  la  plesnela tdel ■  ^r»- 
i^aao)t'7  aaeesivameate  fneron  llegando  aiO' faltar  ano  «4ándon(ie  porte  que  ana  acá* 
«iones  estaban  eompletas y  esperanao  el  mortmiento.- Rodeado dotodos ellos >daade 
jMitea  demias  dos  do^la  larde «  bora!<on  que  los  otroa doblan  tomper ,  esperé  bastar  las 
cinco  áqoe  se  verificara  el  movimiento,  k  esta  bora-se  me>preseotó  d<m' Miguel lOr-* 
.tís  dicléndomo qnek' autoridad,  prevenida ,  les  babia  'isapedido  obrar ;  «deméSf-fne 
el  regimiento  de  -Bopaña  babia>  ido  á  reforsar  á  Palacio,  -eoyo  mando  teniael  baofii 
doMtftr.y  y ;f«e.nopodia*pronanciarse.  AlkMpocoaminotoa'llegó-Bnceaaf'partlaí- 
.páodome  qne  lambion>  él  babia  recibido  la  orden  de  deteooase  estando 'ya  dentroMitl 
(pa&ado>do;Biieiia-Vlsln:«oa  irainle  oieialea'diairaxaáoa.  Uso  .y  o4ro  me  Uaian<la 
orden  de  retirarme :  mis  amigos  que  estaban  présenlas,  fneron  en- el  •acto  •aledas 
laa.caUes  insMdiaias  aa  «pie  leaíanaM  las  fneraas-  para  eomnniearla  s  á  las  iseis  no 
quedaba  ya  nadie ,  y  yo  .reeibi  el  parte  de  beberse  veriQoado  todo-  sin  'novedad.  €0-- 
rloaeea,  mnerto  de;fattea.yide  inquietud  por  los  activos  taabsjos  dotan  toa  días,- fii 
•á  descansar  á  la  ealie  de  Hernán  Cortés, «I  otro  estremo  de  la  pobUeion.  Allí  um 
encontraba  profandamentetdormldo,  i  enando  á  las  oebo  y  media  delaioacbe  aaodea- 
pertó  don  HicardoMuñia  diciéndome:  «Uno  de- los  hombres  qne  bá'tenidO'Vd.  «een- 
.-aidad  de  -empleaitipara'aoneentrar  las  amas,  deoaaperado  de  no  babor  *  beebo  nada, 
ba  denunciado  ma  dépdaito,  ae  han  apoderado  de  eilaa,  y  baa  venido  baciendo  fnefo 
.baata.laa  Guatro^Gallea,  donde  ae  eaauantmnji  Doade  aquel"momento-todo4e>pea- 
dió,  y  yo  no  bo perdonado  todavía  á  loa  que  sin  respeto  ni  disciplina- ae apoderaroQ 
de  lo  que  tanto  nos. babia 'costado  reunir, «y  á  mi  partioolarmento  el  dinero.  <Aai-al 
■dia  ^  de  nució ,  poco  conocido  do  muoboa,  fué,  militarmente  bebiendo,  un  fo^ona- 
no.  iQaé  no  babiera  sido  y  «i  aorprendiendo- á  las  autoridades- hubiese  empeando-él 
•movimiento. revolncionorio  cuando  ealasae bailaban  en  el  Prado  y  nosotroa  reunidos 
joon  tanloa  anediatt     .\i ' 

Pocos  dias  antea  del'7  de  «ayo  tuve  que  dejar  á  Bspaña  por  aegunda  Tez,  vol- 
viendo ri -ella  en  1819;  desde  esta  fecha -hasta  los  últimos  sucesos,  el  ponido  pro- 
S resista  ba  peisnanecido  quieto^  y  yo  muy  particularmente,  pues  profundamente 
isgustado  de  lo  acaecido  el'Mde  mareo ,  me  propuse  no  volver  por  entonce*  á  cons- 
pirar^ como  lo  he  cumpádo,  pasando  cuatsu años  como  el  hombre  mas  pacífico,  pero 
siendo  liberal-oonio  el  primero  en  el  fondo  de  mi  corazón,  no  aolo  ¿e  la  causa  de 
España,  sino  de  todas  las  causas  UlMrales  del  mundo.  Unrante  tan  largo  periodo  be 
resistido  mil¿o€trlas,  que  casi  lados  ios- que  han  aido  ministros  de  U'Onerra  ne 
kmn  hecho»  ¿5  a— andar-mi  carrasa;e8  decir»  sergeueval  al  poco  tiempo;  y  tengo 


466  IL  PALACIO  M  IM  G1ÍMI1IB8 

le  permite  oír  la  voz  dolorida  de  la  naturaleza? 

¿Qué  importa  la  destmccion  de  dd  hermoso  edificio,  á  qaien  no 
le  contiene  la  certeza  de  terter  sangre  inocente  T 

El  caso  era  aterrar  á  los  revoltosos  sin  reparar  en  los  medios* 
y  esta  homicida  y  devastadora  idea  hizo  sin  duda  que  dispusiera 
Gándara  colocar  una  batería  en  la  plazuela  del  Ángel ,  enfilada  á  la 
iglesia  de  San  Sebastian,  frontera  á  la  calle  de  Cañizares ,  y  desde 

omllo  en  manifestar,  que  si  seesceplúi  á  Gnrrea  ,  soy  el  solo  que  nooca  lit  qas- 
rlM  rehabiliueíon,  y  al  que  mejores  ofertas  hayan  hecho  sos  enemigos,  de  las  can» 
les  sin  dejar  de  ser  progresista  me  hubiera  podido  apro?echar  como  tantos  otros. 

Ciando  el  señor  Bravo  Murillo  inauguró  la  cuestión  de  reforma,  comprendí  que 
vn  paso  tan  atrevido  podria  acelerar  la  muerte  del  viejo  partido  moderado  y  el  trina- 
fo  oe  la  libertad :  esta  esperansa  que  yo  abrigaba  se  la  comuniqué  á  mi  amigo  Gar- 
rea; creía  yo  en  la  posibilidad  de  <iue  los  generales  moderados  de  la  oposición  apoln- 
ten  á  las  insorrecciones,  y  no  dejaba  como  progresista  de  acariciar  esta  idea,  por- 
que jusgaba  que  era  lo  que  habíamos  menester;  Gnrrea  dudaba  de  qne  apelaran  á 
este  estremo,  pero  yo  lo  vela  venir  á  paaos  agigantados;  y  no  podía  menos  de  soo»» 
der  asi  cuando  los  trataban  tan  mal  y  no  les  quedaba  maa  que  dos  caminos  qns  se- 
guir, ó  el  de  insurreccionarse  6  el  de  vivir  en  la  mas  denigrante  humillación.  Gra- 
cias sean  dadas  á  los  ministerios  desde  el  que  presidid  don  Juan  Bravo  Murillo.  lio 
Salero,  por  vergüenia,  decir  lo  que  yo  he  hecho  en  esta  linea  como  hombre  de  par- 
do y  los  pasos  que  en  su  provecho  he  dado;  baste  indicar  que  en  diversas  ocasiones, 
Íf  por  conducto  del  general  Ros  de  Oiano,  quien  siempre  se  mostró  muy  dlspaeslo» 
ncitó  á  que  se  lanzaran  á  la  insurrección ,  como  énico  medio  de  salvar  la  afrenloSA 
situación  en  que  se  encontraban. 

Hallábame  en  París  cuando  el  pronunciamiento  del  general  O'Donnell,  y  no  debo 
ocultar  que  me  sorprendió;  después  de  las  favorables  coyunturas  que  hablan  dea^ 
provecbado  y  de  la  derrota  de  Hore ,  habia  llegado  á  creer  que  nunca  tendria  logar; 
me  puse  Inmediatamente  en  camino;  en  Burdeos  encontré  al  general  don  Joaé  de  le 
Concha ,  quien  haciendo  justicia  á  mi  carácter  me  encargó  hiciera  aaber  á  los  genera- 
les O'Donnell  y  Dulce  su  rápida  marcha  á  Portugal  para  unirse  con  ellos,  y  á  fio  de 
que  lo  hicieren  saber  á  la  caballería ,  en  cuya  arma  no  podia  menoa  de  prodncir  oo 
buen  efecto  la  noticia ;  mi  primer  paso  al  llegar  á  Madrid  fué  el  de  buscar  á  doa  Mi- 
guel Roda,  pues  tomando  el  general  O'Donnell  el  camino  de  Granada  en  aquellos 
momentos,  creia  oue  nadie  podria  llenar  mejor  tan  importante  encargo ,  y  el  eacargo 
quedó  desempeñido,  según  el  mismo  señor  Roda  me  manifestó. 

El  13  de  julio  llegué  á  Madrid ,  y  los  amigos  que  me  vieron  en  aquellos  dies,  soo 
testigos  de  la  inquietud  en  que  vivía  y  de  los  temores  que  me  ssaltaban.  En  ninguno 
parte  se  habia  secundado  el  pronunciamiento  del  general  O'Donnell ,  por  cuya  sacrie 
yo  temia,  y  todo  mi  anhelo  era  que  se  sostuviese  algunos  días  mas,  comprendiendo 
que  después  del  manifiesto  de  Msnzanares,  el  partido  progresista  daría  en  elgone 
parte  muestras  de  vida ;  por  esta  razón ,  coando  en  la  tarde  del  14  se  pronunció  Món- 
tese, corrí  en  busca  del  señor  merques  de  la  Isla,  y  le  incité  á  que  llevase  al  gene- 
ral O'Donnell  tan  importante  noticia,  qne  tanto  podia  influir  en  la  moral  de  sos 
tropas  para  sostenerlas  algunos  días  mas. 

Esta  era  mi  conducta  en  aquellos  momentos;  esto  hscia  yo  oficiosamente  el  día  14, 
dia  en  que  contraje  el  compromiso  con  varios  amigos  políticos  de  unirme  á  Gorrea, 
cuando  participándome  hallarse  este  dentro  de  Zaragoza  para  pronunciarla,  les  dije: 
«No  lo  creo;  pero  si  sucede,  hacerle  saber  qne  cuente  conmigo  media  hora  despees 


■L  nmmjD  r  sus  «prksorbs.  M7 

allí  roflifí4  d  faego  de  aiéiraila  y  bala  rasa  cootra  la  casa  que  sia 
dada  ooom)  al  calNdiero  <de  Ut  triste  figora  le  pareció  uo  casüUo  en* 
cantaAo  t  habíiado  por  gigantes^  follones  y  malaadriaes. 

La  ka  dd  ^eblo  ñMái  de  panlo,  y  coaado  la  tropa  avaazó  de 
mievo  héicÍ0i  la  calle  de  Aloeha  se  luco  la  locha  taa  general^  qae  de 
todas  las  casas ,  de  todos  los  iMikéiies  y  tejados  estalló  «o  diluvio 
lé  tejas  y  fíedras  que  aterró  á  los  aoldados ;  y  doade  se  carecía  de 


qm  Uaa«e  U  «oUcl»  é  Iteérié.»  A  esto  «m  iMbta  eooipronetido-,  firne  ea  ini  propó- 
iHo  de  oMiiiieMriBe  pacifiM  Míeslrts  no  alMse  1«  Jbaodera  progreiisia,  úoico  aámtoo- 
lo  de  triunfo,  an  hombre  aaiorízado,  paes  no  creo  habrá  qakMi  dude  ja^  qae  sin  al 
Miiüie  del  partida  profreaíBia,  ei  geoeml  O'DoaneU  no  se  hubiera  salvado  de  la 
deBffou  y  -de  la  «aiísracioa. 

Amanecidal  17  de  juUo,  para  mí  de  eterna  memoria:  mi  vida  polUica  babia  cor- 
lado oía  mttiriUa  al  través  de  riesgos  sia  coeoio  y  de  lodo  fónaro'de  sacrificios  por  la 
caiiss  de  ka  libertad;  no  ase  ligaba  la  mas  iasigaificante  prenda  á  niagun  moderado. 
iMi  edmo  «ta  posIMa  foera  yo  á  compromatoroiey  cnaado  al  eacoairar  al  geaeral 
Gdrdova,  dsapaéade  saber  el  proauneiamiefito  de  Barcelona ,  le  aconscijé  dimitiera 
salea.  M.  al  eaearge  de üoroiar  el  gahioelet  Bl  triuofo  de  la  libertad  paresia  ase- 
anfado  t  ova  de  «oponer  la  victoria  de  la  causa  :progresista ,  ei  edificio  Isvaaiado  coa 
m  saogre  y  la  fertoaa  de  lo*  puebloa ,  amenasaba  dasplooiarse  á  los  oace  anas  de 
oaastf  uida;  los  qae  iasoianles  y  aialvados  jorabaa  bandirse  coa  el  trono ,  le  abaado- 
aaban  cahaúrdas.,  eaanda  «ieraa  el  peligvo  iamiaeDle  que  eorstaa ;  pocos  erao  las 
enemigos  qae  había  qaa«oaBÍMUr«  pocos  los  riesgos  oue  correr,  pocas  las  dificulta- 
dos qae  oitasr.  Psva<el  qae  la  había  saoiificado  lodo  a  la  causa  ¿»l  pueblo,  era  Úe* 
gado  «I  meawaU  soproaio  de  tier  reaUsadas  stia  oaperansas;  ni  le  asaltaba  el  menor 
fooeloy  ni  laoMs^remou  idas  prnaba  par  sa  meóle  de  qae  Isa  ilosiooes  de  Aoda  sa 
▼ida,  prétioMS  á  raslisarsa >  pudieraa  desaparecer  ea  un  momeaio  íatal  y  desgra- 
ciado. ¿Ni  cómo  imaginario?  El  que  sacrificó  su  vida  y  sa  fórlmia»  el  qae  deedeid 
gmdos  y  vecooHistMSS  en  días  de  on  porvenir  incierto  y  basta  desesperado  para  la 
eaosa  del  fvogreaa,al  qoa  -vela  casi  eooonoiada  la  obra,  |iara  la  caai ,  aanqua  tn- 
íractaeaaaasalfi  habla  haoioado  materiales  de  lodo  género  daranie  iaotos  años,  ¿eia 
peeible  qae  caaira  el  iriaafo  segaso  de  sa  propia  eaosa  se  jugara  eo  aquel  momeou 
la  cabeía?  fióla  leaiéadola  perdida  pedia  darse  semejaote  caso,  y  yo  confiesa  qoa 
anoqoe  mi  aullaeion  y  mi  goao  om  «leoiaa  embargado  al  conlemplar  el  triunfo  de  U 
libertad  ,4ii  me  Csiló  loTasoa  ea  la  aooha  del  17,  oi  di  el  meaor  paso  que  no  ma 
dictara  la  eoodeoela,  oi  me  eoipañé  eo  seeioo  algaoa  qoa  jodierá  calificatse  de  lo- 
cara ó  de  oslra  vio. 

^Oómo, pues,  se ospltea asi oaodaetaeo la ooche del ITt  ¿Cómo se ioslifican  mis 
solos  eola  anoaaa  y  tarde  deMS?  Voy  á  dar  eumplida  eaplicaolon  á  todo. 

Sioi  eorsaon  hoauoo  llena  debilidades  t  confieao  que  la-^oa  me  domina  es  lo 
amiaud  oms  «streoha,  mas  aobie,  aaiigaa  y  desialereaada  bicia  la  persona  de  daa 
3osé  Sslaamaes ;  omisUd  de  haramoo,qoeae  aviene  perfeotamanto  coo  el  diversa 
modo  de  pensar,  que  se  maaUeaa  y  esUecha  en  la  adversidad  como  en  Uíortona, 
qae  le  ^e  posar  ipar  el  adaiaterlo  y  oo  ae  acoerda  de  proponerme  ona  rehabilitación 
qoe  sabe  -mt  habría  de  ofeader  y  que  oooca  podría  consentir,  amistad  que  ve  en 
riesgo d  ou  aapasa  y  á  sosMias  y  aaode -salicila  A  salvarlos,  qoe  ve  desapareoer  so 
forlBoa  aotva  laa llamas,  y  que  baoa Ireota  con  rieago  de  su  vida  á  los  que  eo  nooh- 
bia  de  I»  Ubeniad  la  «HnQohao  ooo  sasassesas.  Hé  aqoi  la  priasipal  eaosa  4b  má 


T.  II.  58 


458  BL  PALACIO  DB  LOS  CBfUBNBS 

semejantes  recursos,  no  tuvieron  reparo  los  dueños  de  aquellas  ha« 
bitaciones ,  en  arrojar  sobre  sus  contraríos  sillas ,  mesas  y  baste 
cómodas ;  por  manera  que  el  pavimento  se  vio  en  breve  sembrado 
de  despojos «  entre  los  cuales  se  arrastraban  los  heridos  y  hviaii 
precipitadamente  los  demás  arrojando  sus  fusiles^  para  cubrirse  la 
cabeza  con  las  manos ,  ademan  verdaderamente  inútil  para  preca- 
ver el  golpe;  pero  muy  natural  en  los  que  se  bailan  poseidos  del 

Detallaré  los  sucesos  con  la  verdad  severa  que  inspira  ana  conciencia  tranquila  y 
an  recto  proceder,  7  después  de  que  se  juignen  imparcialmente,  no  temo  someter- 
me al  fallo  de  mis  mayores  adversarios. 

Contento  7  satisfecho  del  aspecto  que  presentaban  los  negocios «  paseaba  por  el 
Prado  á  las  nueve  de  la  noche  del  f^,  cuando  se  me  anuncié  que  había  grupos  7  gri~« 
tos  por  las  calles;  no  me  h i  10  efecto  la  noticia,  ni  hube  de  darla  tampoco  la  mas 
pequeña  Importancia ;  veinte  7  cuatro  horas  antes  comprendía  una  revolución  contra 
el  gabinete  Sartorius,  7  los  que  me  conocen  saben  que  no  aventuro  nada  si  aseguro - 
que  al  menor  carácter  serio  que  tuviese  hubiera  corrido  á  participar  de  los  riesgos 
del  pueblo  que  ha  sido  el  anhelo  de  toda  mi  vida;  sobi  por  la  Carrera  de  San  Geróni- 
mo, 7  entré  en  el  Gasino  sin  que  advirtiera  otro  síntoma  de  inquietud  que  la  modis 
gente  que  transitaba  por  las  calles;  á  los  pocos  momentos  se  dijo  en  el  Casino  que  Is 
casa  del  conde  San  Luis  estaba  ardiendo,  7  en  unión  de  varios  individuos  de  aquella 
sociedad  fu(  á  verlo.  Parado  en  la  esquina  de  la  calle  del  Baño ,  contemplaba  aquel 
desastre  reflexionando  que  la  justicia  del  pueblo  era  casi  siempre  el  suplemento  ter- 
rible del  silencio  de  las  le7es,  7  era  indudable  que  las  Ie7es  hablan  callado  en  Bapaua* 
por  espacio  de  once  años.  Abismado  en  mis  reflexiones ,  noté  que  en  medio  7  á  la  - 
sombra  de  la  destrucción,  se  cometian^utros  escesos  ágenos  de  la  vengaoia  popular» 
Confleso  que  esto  produjo  en  mi  una  impreaion  desagradable,  7  aunque  me  pereda 
imposible  se  repitiese  esta  escena  en  casa  de  Salamanca ,  fui  no  obstante,  á  advertir 
á  sus  hijos  7  virtuosísima  señora. 

Serian  las  diei  de  la  noche,  cuando  entrando  en  la  calle  de  Alcalá  por  la  de  Ceda* 
ceros,  7  viendo  que  se  reunían  tropas  en  Buena» Vista,  me  dirigi  hacia  aquel  punto, - 
en  el  que  estaba  el  capitán  general  Lara.  Al  poco  tiempo  se  presenté  el  goberaador 
militar,  general  Quesada,  7  le  dló  parte  de  que  en  la  Puerta  del  Sol  tomaba  aquello  un 
aspecto  grave  que  solo  la  fuerza  podria  contener;  que  7a  habia  hecho  una  descarga  la- 
fiructuosa  al  aire,  7  que  las  turbas  hacinaban  materiales  para  quemar  la  puerta  y 
entrar  en  el  Principal.  El  general  Lara  le  contestó  en  estos  términos :  « Pues  ai  ao 
ha7  otro  remedio,  haga  usted  uso  de  las  armas,  7. hasta  de  la  artillería  si  ea  neeesa- 
rio.»  To  ol  esta  orden,  me  acerqué  al  gobernador,  7  apo7ándome  en  su  caballo,  lo 
dije:  «¡Por  Dios  Quesada  I  Tenga  usted  calma  7  prudencia,  que  70  no  creo  esto  lo<* 
davía  grave.»  «Se  equivoca  usted.  Gándara,  me  respondió;  he  hecho  cuanto  es  po- 
sible porque  se  retiren ,  7  no  hacen  caso;  al  contrario,  me  prometen  un  fin  igual  al 
demij>adre.»  Partió  el  gobernador,  7  encontrándome  con  el  duque  de  Sesto,  bija 
del  señor  marqués  de  Alcañices,  entré  en  su  portería,  donde  estuve  sentado  largo 
rato  conferenciando  con  él  acerca  de  los  acontecimientos. 

A  las  doce  de  la  nocbe  me  des|iedí  del  duque  7  saii  á  la  calle,  en  donde  of  á  unos 
paisanos  que  ardía  la  casa  de  Salamanca.  Corrí,  7  cui^ndu  casi  sin  aliento,  llegué á 
la  casa ,  se  presentó  á  mi  vista  el  espectáculo  mas  desolador  7  repugnante  á  la  Tes; 
hice  todos  ios  esfuerzos  imaginables  para  contener  á  los  que  arrojaban  mueblea  j 
efectos  por  los  balcones;  apele  á  su  patriotismo,  á  su  generosidad;  procuraba  hacer- 
les ver  que  aquellos  escesos  manchaban  la  mejor  causa  7  desacreditabao  al  qaa  los 


KL  PUULO  T  SOS  OPEBSOBIS.  4S9 

terror.  El  mismo  Gándara  fué  herido  ea  un  brazo  al  levantarle  co- 
mo para  guarecerse  de  aquella  mortífera  lluvia. 

Y  no  se  crea  que  tratemos  de  probar  que  eran  cobardes  los  sol- 
dados   ¡oh!  no,  de  ninguna  manera;  el  soldado  español,  cual-. 

quiera  que  sea  la  causa  porque  lidie ,  es  siempre  valiente ;  pero 
¿quién  resiste  á  un  pueblo  que  se  bate  por  la  libertad?  ¿quién  re-* 
siste  á  no  pueblo  que  defiende  sus  hogares?  ¿quién  no  retrocede 

ejecntabs.  Hobo  vn  insUnte  en  qae  abrigué  la  esperanza  de  aer  eacncbado  y  aten- 
dido; algunos  honbrea  del  pueblo,  los  que  por  su  irage  refelaban  mayores  necesi- 
dades,  comenzaren  á  rodearme  y  á  dar  oído  á  mis  razones;  pero  iodo  fué  en  Taño, 
pues  algunos  que  con  ropa  decente  ocultaban  sus  crímenes,  los  distrajeron  con 
amenazas  y  gritos  ezajerados ,  continuando  las  escenas  de  devastación.  Yo  vi  alli 
borobres,  que  conocería  si  se  me  presentasen ,  dirigirse  á  cómodas  y  armarios  de- 
terminados, bacer  pedazos  cajones  y  estucbes  y  eslraer  su  contenido,  dejando  á  los 
bombres  del  pueblo  que  se  entretuviesen  luego  únicamente  en  arrojarlos  por  ioa^ 
balcones.  To  me  lanzaba  sobre  aquellos  miserables,  los  denunciaba  á  voces;  pero 
los  golpes,  los  puñales  y  pistolas  asestados  contra  mi  pecbo  me  rechazaban,  y  ya 
vendido,  maltratado,  despedazado  mi  trage,  en  la  mayor  eiasperacion  y  en  un  fre- 
nesí completo,  sal!  de  aquella  casa  corriendo  apresuradamente  al  ministerio  de  la 
Guerra. 

Pedí  ai  general  Lara  una  eompaiíia  que  me  negó,  diciéndome:  «Usted  no  puede 
bacer  nada  sin  empleer  el  uso  de  las  armas,  y  yo  acabo  de  recibir  orden  de  contem- 
porizar.» Yo  entendía  que  aquella  orden  en  nada  se  oponía  á  mi  petición ,  aunque 
seguramente  no  había  otro  medio  que  la  fuerza  para  salvar  la  casa  y  familia  de  Sa- 
lamanca ,  pues  todavía  era  tiempo.  Le  pedi  fuerza  para  defender  también  su  palacio, 
adonde  habla  oído  decir,  debían  ir  después,  y  entonces  me  dijo  que  daba  orden  á 
los  municipales  situados  en  el  Pósito  para  que  me  facilitasen  veinte  hombres;  pero 
sugefe,  qI  coronel  Aldanesi,  se  nrgó,  diciéndome,  que  para  salvar  el  palacio  era 
preciso  hacer  fuego ,  y  él  tenia  orden  de  lo  contrario. 

Los  que  me  conocen ,  comprenderán  cuál  era  en  aquellos  momentos  mi  situa- 
ción ;  rechazado  de  todas  partes,  y  sin  que  mi  razou  pudiera  dominar  pasiones  tan 
fuertemente  escitaJas.  curri  á  palacio  á  reclamar  del  general  Córdova,  quien  igno- 
raba aquellos  desmanes,  la  fuerza  necesaria  para  poderlos  contener ¿  sin  esta  cir- 
cunstancia ,  seguramente  que  yo  no  hubiera  visto  á  Córdova,  pues  nada  me  ligaba  4 
él,  ni  tenia  en  aquellos  momentos  otro  móvil  que  los  arranques  del  corazón,  que 
rebosaba  indignado  con  las  escenas  que  acababa  de  presenciar. 

Las  dos  serian  de  la  niadrui^ada  cuando  entré  en  la  IMaza  de  Armas  de  Palacio,  y 
en  ella  encontré  al  general  Górdova  que  despedía  una  comisión ,  en  la  que  Gguraban 
los  señores  Corradi,  Rivero,  creo  que  Coello,  y  otro  que  no  conocí. 

Según  hube  de  comprender,  esta  comisión  había  conferenciado  ya  con  S.  M.,  y 
yo  llegaba  en  el  momento  en  que  el  señor  Corradi  decia  al  general  que  hablaba  ei^ 
nombre  del  pueblo  y  de  seis  mil  hombres  armados.  Juro  por  mi  honor,  que  ignoraba 
absolutamente  se  hubiese  formado  ninguna  junta  en  la  casa  de  ayuntamiento,  pues 
lo  que  yo  había  visto  estaba  muy  lejos  de  parecerse  á  ningún  movimiento  político. 
No  había  oído  grito  alguno  que  simbolizase  un  principio ;  no  había  presenciado  acto 
alguno  de  organización  popular ,  v  sí  solo  hechos  reprensibles  que  no  hablan  sido 
corregidos,  quD  no  había  orden  de  corregir,  y  que  ignoraba  hasta  dónde  podrían 
llegar  sí  prontamente  no  se  reprimían.  Dominado  por  el  influjo  de  estas  ideas,  aca- 
bando de  ser  objeto  de  los  tratamientos  mas  bruscos ,  de  los  insultos  mas  procaces. 


íM  n  FAUAio  M  iot  cdmvM 

ante  el  foror  de  los  qae  ven  deslrm  ras  baciendae ,  j  «nenaiat 
las  vidas  de  sus  propios  biJOT? 

Aquel  coflíibate  foé  tan  heroico  y  suUine  cchbo  horroroio  y  la- 
menCable. 

Y  DO  faeroa  solo  la  metralla  y  la  bria  rasa ,  los  proyectilea  q«a 
se  emplearon  en  tan  encareiíada  refiriega  costra  b>i  tectnos  da  Ifft^ 
dríd;  también  fueron  bombardeadas  sos  casas,  y  ti  que  esto  eserí- 

Tiolvnto  70  por  nttaralen  7  de  l»prMio«es  vivas.,  ¿liabfá  qvtea  tstraüt  el  que  re* 
flojera  mt  palabra  aata  aqoella  eamitloa ,  tai  caargia  j  ardhDioiK»  qoa  wbaaafci  -mm 
mi  altnaT  ¿Sorprtnderé  e4  que  en  aqaellee  solamnca  oMaienteft  m%  aapMcaaa  mtm 
emalUteUm  y  en  loa  iénninaa  análogos  al  eatado  en  q«e  nm  bailaba T  Hiea  al  gaiMaal 
CÓrdova  delanuí  de  la  eoBMsion  naa  resefia  de  lo  que  había  ▼iaio;  le  maniMié  ■• 
haber  preaeneiado  aéniomae  terdaderoa  de  «na  rerotoclon,  y  le  pedt  doa  cowpaii— 
con  que  diaolTer  á  los  qne  hicta  cíneo  boraa  destroian  é  ineendleba* ,  aia  qwrev 
Tíese  an  término  á  tamos  escesos,  y  qoe  pndiendo  dirigirse  á  otraa  peraanaa 
á  la  poHtiea,  nadie  hasta  entonces  traiaba  de  impedir. 

El  general  Cdrdof a  no  pedia  negarme  como  gobierno  las  faenaa  qne  le 
ba,  y  me  envsneeta de  qne  cuando  tantoa  faltaban  á  an  deber,  yo  rae  sacrifieaba 
el  mayor  desinterés  al  noble  sentimiento  de  la  amistad ,  á  la  cansa  del  éfdao,  y 
leoiaroente  agitado,  coa  el  mayor  desinterés,  lo  repito,  ¿qué  podría  ofrecaroM  «I 
gobierno  saliendo  vencedor?  ¿por  tentara  rehabilitarme T  Lo  intenté  el  nrialalario 
paritano  y  no  lo  acepté  ¿hscerme  brigadier T  Cuatro  é  cinco  veces  se  me  ba  ofreaid» 
y  lo  he  recbszado:  ¿oro  tol  ves  como  ban  dicho  algunas  hojas?  No  hay  ura  baataottt 
en  la  tierra  qne  produjese  en  mi  la  indignación  de  qne  estaba  poseído. 

Sali  con  las  dos  compañías  qne  se  me  facilitaron,  y  no  fni  á  diaolver  la  jant»  ém 
la  Tillo,  como  se  ha  dicho  por  algunos  periódicos,  pnes  fué  el  general  Mata  7  AMa^ 
ni  menos  entré  en  la  Plaza  á  las  dos  de  la  mañana :  marché  sobra  los  qne  Inaañdi»- 
bsn ,  y  solo  encontré  verdadera  resistencia  cuando  volvía  á  Palacio  despnéa  da  aas»* 
necido,  en  la  plazuela  de  Santo  Domingo.  Todo  concluido  en  mi  concento,  bm  rativa 
á  mi  habitación,  situada  en  el  cuarto  segundo  de  Is  misma  cssa  de  Salamanca.  Fara 
entonces  ya  estaba  constituido  el  ministerio  y  nombrados  los  señorea  marqués  éo 
Peroles  y  Garrigé  por  autoridades  civil  y  militar. 

Tranquila  mi  conciencia  en  la  mañana  del  IS,  me  entregué  al  descanaoqaa  habis 
menester ,  logrsndo  quedar  profundamente  dormido  hasta  que  se  me  avisó  hallarae^ 
en  Is  calle  un  grupo  de  hombres  armados  que  venían  en  mí  busca  psra  asaiaraM; 
yo  había  dejado  en  la  devastada  casa  de  Salamanca  ocho  soldados  con  objeto  da  éa* 
fender  los  efectos  que  perdonó  el  Incendio,  y  es  bien  seguro  que  sin  este  ataeíaoto 
que  utilicé  para  rechazar  la  fuena  con  la  fuerza,  hubiera  perecido  en  aquel  tcuBca. 

Viendo  lo  crítico  de  mi  situación,  conociendo  que  ya  solo  debía  tratar  da  aalrar 
mi  vida,  corrí  al  ministerio  de  la  Guerra,  como  á  un  asilo,  como  á  un  refugio,  cie- 
rno i  la  tabla  de  salvación  del  náufrago. 

Al  poco  tiempo  se  presentó  el  general  Mata  y  Alós  en  nombre  del  gobierno,  coa 
la  orden  de  sujetsr  la  rebelión  por  medio  de  las  srmas ,  obrando  con  toda  enargfi^ 
En  consecuencis  se  formaron  dos  pequeñas  columnas  que  operasen  simultánearaaaCe 
en  los  dos  distritos  de  Norte  y  del  Sor :  el  general  Mata  y  Alós  tomó  el  mando  da  le 

Erímers,  y  me  entregaba  la  del  Sor,  porque,  segna  me  dijo^  tenia  el  encargo éa 
nscarme  donde  quiera  que  estnviese. 
Aunque  todo  mi  ser  se  hsllaba  profundamente  conmovido ,  aonqva  aeababo  ie 
buscar  oa  asilo  en  el  ministerio  para  evitar  una  muerte  cierta ,  porqeo  ara  uataiil 


4tl 

be ,  tavo«B  la  maao  Tirios  mícos  de  granada,  de  las  que  Ucíerüs 
eslragoa  ee  «la  cata  enfirealo  de  la  píamela  de  lialote. 

Todo  Madrid  p«dp  Tarlaa ;  poea  por  aracboa  díaa  visitó  la  §tmí 
te  aquella  BMMrada »  atraída  por  d  deseo  de  €Oote»plar  loa  esbragw 
que  causó  el  ciego  frenesí  de  un  militar  ofcceeado:  j  deeiou»  obtBm 
eaio  porqoa  astamws  segaros  que  sí  G&odafa  es,  oooso  sisoaranen- 
teereaiMs»  «b  militar  pondoaatoso»  la  pouiUe  eonduda  qoeokM 


qm  Im  mpMiP^IvStstu  ca  hmnm  wmjm  á  biifwti,  A  petar  át  Im  S«UrotiatflN 
pietioM»  de  le  liafate  ^  no  ««tereMeele  borfeSae  át  mk  lflMgiaioieM>  anlee  kkm 
rfooTidee sen  el  «oer*  peMgfe  qee  eeebebe  de eerter,  eia  eeibierge  de  ledo,  dadi 
9m  unmwr  el  neade  de  It  oolMMie  de  etaqae  qaeee  peíiU  á  míe  érdeoee. 

leterHi  se  diapewea  lee  eeeeeee  ftwriea  de  foe  se  bebk  de  eoeipeBer,  dtepués 
de  dejer  eubéetiee  loe  pmitoe  eeireléfieoe,  eeOeaiseé  eeeree  de  mi  posicieii  |MMrll« 
evler,  y  eaeaaee  qie  per  «Ifeeee  »mmMos  logié  ^eeerme  sepeiíoré  les  eoieeteaes 
del  coraion,  quedándome  eislado  con  mi  «eeeleecáe.  Ifls  reaeileaes  ee  eqaellos  wm» 
presMS  faelsaees  serlea  eepeeee  de  eteaslrer  á  oheerrer  le  eoodeele  €|«e  je  obeer» 
▼éy  emi  á  IwmbreedelempeiemeBle  eompIdeaieBie  epaestoel  alio.  Hebie  üegsdo 
de  Perfie  el IS;  e»  lee  «ioee  diee  Ireecwrldos  heete  el  i7,  bebie  beblede  y  eeaCereui 
eíedo  eoB  mnebes  bembree  de  aeeiea  del  eeriido  preeresisle  j  eon  elgmee  de  ale 
enligaos  compañeros  de  conspiraciones;  toaos  ellos  ne  esenirareo  que  no  bebielee* 
be}M  ntnraiee  de  iasomeeion,  q«e  le  conspiredee  eee  lede  siederede,  y  esto  es- 
pitee  mi  eoselul»  retiro  de  le  pelftiee  'en  estos  diss^  sí  se  esceptten  eolameete  él 
eneerfe  qie  reeibl  del  f eoerel  Goncbe  y  mié  gestioeea  pare  sostener  el  senenl 
O'DodmIL 

lae  este  reaooemíeftle  dedaeie  ye  lógieementeqae  el  aMñrimiesto  qoe  feíBebees 
Medríd  no  deMe  leaer  se  earáeter  osercederoente  pro^tesiste,  paeste  que  n!  tmm  es 
Iss  primeras  tKwse  del  die  ealerior  les  gafes  de  mes  eeeioe  do  este  partido  le  ea» 
bien,  ó  al  nMaee  epereeieben  connaigo  ignorarlo,  y  yo  jamás  podía  4)reer  deemerecer 
de  le  coefiense  de  mis  eempeñeros.  ASrmábame  cede  vez  mas  en  eqeella  idee  al  ?er 
que  se  combatís  á  ae  miaiaterle  en  qae  figureben  los  neaabres  de  progresistse  le» 
acrediiedos  come  loe  señores  Laserae,  Eoda  y  Cantero,  y  tede  dada  dessperecia 
eate  nne  órdeo  en  qoe  se  meadaba  obrar  «ea  eaergia  y  sujeter  le  tnsarreocion.  T» 
debis  sapoaer  qee  casado  eoa  aa  miníslerie  compnesle  ea  sa  mayor  parte  de  perao* 
nee  intecbebles  de  anestro  pertldo  ee  epelaba  á  la  violencia,  aada  debía  iatentarse 
contra  el  partido  prograsisls,  y  por  el  coatrerlo,  debía  ser  may  difereate  el  objeto, 
la  cansa  y  el  fin  de  la  rebelión.  ¿Se  deberé,  pues,  estrenar  qae  yo  no  considerase  el 
movtmienle  cempletameate  progresista ,  é  per  meior  decir ,  qae  lo  considerase  como 
on  rootin  shi  bandera  al  principio  politice? 

Aestosrezonsmieatosdel  bombredepertido,se  egregaban  los  del  bonor  mili- 
tpr.  Eslss  reflexiones  me  daeidieroa;  acepté  resaeltamenle  el  mande  de  la  colnmaa 
del  Sur. 

Dado  el  primer  peso  ea  falso,  lo  demás  perteaece  al  órdea  fatal. 

Gomo  á  les  tres  de  la  tarde  me  paae  en  marcha  y  me  dirigí  á  le  calle  de  Atoeba 
en  donde,  eegon  aelicias,  se  organizaba  obetínada  resistencia.  Al  desembocer  en 
ests  calle  por  le  píemela  de  Metate,  mi  poalcten  se  biso  estremadaoMnle  criiicet 
porqae  á  escepciea  de  anee  cuentee  bombres  del  pueblo,  qae  desde  las  esquiase  do 
Is  plazuele  de  Antea  Mertín  me  beelen  aa  faego  cartero  y  sosteaido,  todos  los  demSe 
estsbsa  dentro  de  lee  cesas,  desde  les  qae  ao  soismente  ceasabaa  bajas  numerosea 
oen  sus  dispsros,  siae  cea  tejeei  ladrütee  j  adequiaee  qae  Uofiaa  eobre  nosotros 


463  IL  PALACIO  DI  LOS  CBÍMBl» 

lenró  ea  la  revolución  de  julio  es  y  será  su  eterna  pesadilla. 

En  cuanto  al  resultado  que  dio  la  heroica  haxaña  de  ametrallar 
la  magnifica  casa  que  hace  frente  á  San  Sebastian  ,  le  ha  presenta- 
do un  escritor  con  taota  exactitud ,  que  no  podemos  resbtir  al  de-r 
seo  de  copiar  su  breve  relato. 

«Muchos  días  después  del  triunfo  de  la  revolución  nadie  pasa- 
ba por  la  calle  de  Atocha  sin  detenerse  delante  de  una  magnífica 

sin  que  TíéMoios  siquiera  á  los  qae  los  lanzaban.  Desde  la  casa  del  señor  EÍYero ,  de 
qnien  soy  amigo ,  se  nos  hacia  un  fuego  mortífero,  que  era  necesario  acallar  ni  a» 
kabia  de  salvar  sin  la  deshonra  do  una  retirada  la  pequeiía  columna  de  que  era  res- 
ponsable. Me  vi,  pues,  obligado  á  hacer  jugar  la  artillería  para  apagar  los  fucgoa 
de  aquella  bien  defendida  casa,  causando  los  destrosos  consiguientes  á  la  obsiinncioQ 
del  ataque  y  la  defensa.  Nada  adelanté,  sin  embargo;  desalojada  la  casa  de  Eidero,, 
el  fuego  partia  de  otras  y  de  las  esquinss  inmediatas,  continuando  las  bajas  y  vién- 
dome obligado  á  tomar  una  actitud  defensiva. 

Ya  entonces  comprendí  mi  error.  Conocí  que  aquellos  hombres  eran  progresistes» 
y  mi  corazón  sintió  no  hallarse  á  su  lado  defendiendo  los  mismos  principios,  y  cree* 
seme,  mas  me  habria  envanecido  combatir  con  ellos  que  no  en  contra,  pues  dureote- 
once  años  nunca  he  perdido  la  ocasión  de  hacerles  comprender  las  ventajas  naturales 
del  pueblo  cuando  se  lanza  al  combate. 

En  este  estado  saqué  mi  cartera,  y  en  una  cuartilla  de  papel,  á  caballo  y  sobre 
el  sombrero  de  un  guardia  civil,  puse  á  la  autoridad  superior  militar  un  parte  es- 
crito con  lápiz  en  los  siguientes  ó  parecidos  términos:  a  Estamos  al  frente  de  mm 
Terdadera  revolución:  sostengo  este  punto  por  no  faltar  al  honor  militar,  pero  es 
anocheciendo  recogeré  mis  heridos,  eqnipo  y  tropa,  y  marcharé  al  Prado  á  tomar 
ana  posición  enteramente  defensiva.»  A»i  lo  hice  en  efecto ,  emprandiendo  mi  reti- 
rada á  las  diez  de  la  noche  sin  abandonar  mis  heridos  ni  perder  un  fusil. 

En  el  dia  19  no  he  corobatídn,  pues  ya  rra  inútil,  limitándome  á  montar  el  ser- 
vicio que  dieron  las  tropas  de  Buena-Vista ;  pero  todos  los  puestos  y  casas  ocupsdss 
tenían  instrucciones  defensivas,  y  yo  en  este  día  no  he  oído  una  bala. 

Esta  es  la  verdad  franca  y  sincera  de  la  p<irtc  que  me  ha  cabido  en  los  sucesos  de 
las  altas  horas  de  la  noche  del  17  y  de  la  madrugada  y  tarde  del  18.  Téngase  presen- 
te al  juzgarme,  no  ya  mi  vida  política  quedeju  trazada  á  grandes  rasgos,  pues  no 
creo  baya  ni  uno  solo  que  ponga  en  duda  mis  servicios  á  la  causa  de  la  libertad ,  nai 
abnegación ,  mi  desinterés,  mi  patriotismo:  el  juicio  público  que  yo  demando  debe 
abrirse  después  de  las  palabras  que  dirigí  al  general  Qoesada  la  noche  del  17,  es 
que  mandándole  el  general  Lara  hacer  uso  de  la  artillería,  le  recomendé  la  ealmm  y 
la  prudencia;  debe  abrirse  desde  el  instante  en  que  contemplando  yo  las  llamas  y 
los  escesos  en  casa  de  Salamanca  me  llevó  mi  eialiacioo  á  defender  la  familia  y  ios 
intereses  del  amigo.  Ni  yo  defendía  entonces  al  ministerio ,  que  tampoco  existía ,  ni 
sin  ultrajar  mi  conciencia,  ni  lastimar  mi  pasado,  ni  marcar  mi  frente  con  el  sello 
de  la  mas  afrentosa  ignominia,  hubiera  podido  defender  al  anterior.  Se  engañan, 
pues,  los  que  creen  que  al  defender  yo  la  casa  de  Salamanca  podia  defender  la  ceusa 
política  á  que  se  encontraba  ligado:  ¡jamás!  y  lo  juro  por  el  nombre  que  llevo.  La 
amistad  de  don  José  Salamanca  no  ha  inQuido  en  mis  actos  como  hombre  poUtieo; 
amigos  éramos  como  hoy  en  1814  en  que  se  encontraba  íntimamente  ligado  al  gene- 
ral Narvaez,  y  yo  acomeií  contra  este  una  lucha  desigual  y  de  muerte;  amigos  era* 
mos  en  26  de  marzo  de  18l8,  y  Salamanca  no  sabia  una  palabra  de  lo  que  se  prept- 
Kshai  y  á  tal  ponto ,  que  habiendo  ido  á  esconder  unos  papeles  á  su  casa  en  la  hora 


SL  PÜIBLO  1  SUS  OPBBSOiBS.  i68 

casa  qne  hace  frente  á  San  Sebastian  para  contemplar  los  deslro«f 
zos  ocasionados  en  ella  por  lais  fnerzas  de  Gándara.  > 

Estaban  las  pnert«is  acribilladas  por  la  metralla ,  rotas  las  per«- 
sianas,  taladradas  las  paredes ,  destruidas  las  molduras.  '^ 

En  dicha  casa  no  habia  mas  qne  nueve  ó  diez  combatientes  de» 
los  cuales  no  pereció  ninguno ,  pero  murió  nn  pobre  escarolero  que 
se  habia  guarecido  en  la  escalera,  y  cupo  la  misma  suerte  á  un  bra- 

• 

crítica,  dejé  salir  sus  hijos  al  Prado  sin  siquiera  prevenirle  del  riesgo  que  corriao. 
En  cuanto  á  sus  negocios,  juro  por  mi  honor  j  por  el  nombre  que  llevo,  qae  ja-^^ 
más  he  tenido  la  menor  participación  ni  conocimiento  de  ellos,  j  su  amistad  no  me 
ha  valido  nanea  un  solo  maravedí,  ni  directa  ni  indirectamente.  Si  tiene  grandes 
defectos,  si  es  perjudicial,  como  muchos  creen,  no  es  el  amigo  querido  de  su  cora- 
zón el  que  así  debe  considerarlo:  algunas  veces  he  comprendido  que  podría  vers^^ 
acusado ;  pero  confieso  que  nunca  imaginé  que  el  pueblo  de  Madrid  incendiara  su 
casa ,  7  todavía  pienso  con  algún  fundamento  que  aquel  desastre  fué  hijo  de  una  vén- 
ganla personal.  Las  escenas  de  so  casa  fueron ,  pues,  las  que  me  precipitaron ,  y  hoy , 
que  las  considero  con  frialdad  hallo  que  habia  motivo;  por  lo  demás,  tanto  él  cono' 
yo  huíamos  de  hablar  de  política  por  evitarnos  disgustos.  Una  vez  tan  solo  tuvo  lugar 
después  de  mi  vuelta,  y  presentándole  la  situación  como  yo  la  Tela,  me  dijo:  «Bn 
España  no  hay  un  corazón  mas  pronunciado  que  el  de  usted.» — Es  verdad,  contes« 
té,  pero  no  aflijo  al  amigo.-^ctSn  puesto  de  usted,  repitió,  es  el  campo  progresista 
y  no  0*Donnell.»-r  Es  verdad,  le  dije,  y  eso  es  lo  que  haré  en  el  momento  que  so 
pronuncie  cualquiera. 

He  terminado  la  tarea  que  me  habia  impuesto,  relatando  fielmente  los  sucesos 
en  que  me  he  visto  envuelto  j  que  con  pena  me  mantienen  alejado  de  mis  coropa«  ' 
triotas  y  de  los  numerosos  amigos  con  quienes  compartí  tantos  trabajos  por  el  triun* 
fo  de  la  libertad.  To  no  sé  adular;  be  sabido,  sí,  servir  siempre  al  pueblo,  y  si  la 
revolución  se  hubiera  iniciado  de  otra  manera,  nadie  se  hubiera  puesto  delante  de 
mí,  y  nadie  hubiera  osado  detenerla,  sin  ser  completa  ó  sin  que  yo  hubiera  per-  ' 
dido  la  vida  en  la  demanda.  Si  por  algo  he  sufrido  en  mi  retiro,  ha  sido  por  haberla 
visto  estéril,  sin  carácter^  sin  valor  cívico  ni  revolucionario;  los  que  de  ella  se  apo- 
deraron, enemigos  unos,  serviles  otros,  cobardes  los  mis,  el  miedo  fué  el  lazo  qne 
los  unió,  el  miedo  su  consejero,  y  un  triste  legado  sus  insignificantes  y  raquíticas 
disposiciones  para  los  que  vinieran  después  á  gobernar. 

Que  no  se  tomen  estas  refleiiones  por  hacerme  valer;  pero  es  lo  cierto  que  así  las  ' 
hacia,  cuando  por  todas  partes  se  me  buscaba  para  matarme. 

Si  yo  no  me  hubiera  comprometido  en  julio,  tal  vez  los  enemigos  de  la  revolu- 
ción no  se  hubieran  apoderado  de  la  palabra  orden,  con  lo  que  tanto  mal  la  hocen ;  el 
orden  mas  Inflezible  la  hubiera  distinguido ;  pero  si  era  necesario  castigar  sin  con-  . 
miseración  á  los  que  á  su  sombra  cometieron  escesos,  también  hubiera  habido  jus- 
ticia, y  justicia  ejemvlar  para  los  que  la  habían  hecho  la  roas  justificada  de  cuanta»  : 
ha  habido  en  el  mundo. 

Concluyo  entregando  al  juicio  de  mis  compatriotas  todos  los  actos  de  mi  vida  po- 
lítica. Si  su  juicio  me  es  favorable,  quedaré  satisfecho,  formando  pirte  activa  de  la 
comunión  progresista,  á  que  siempre  he  pertenecido,  y  á  la  que,  á  pesar  de  su  triuiH 
fo.  veo  en  mal  estado.  En  otro  caso,  tranquilo  en  mi  conciencia,  habré  hecho  por 
volver  á  ella  lo  que  mis  sentimientos  y  mi  deber  exijen ,  y  eo  donde  quiera  que  esté  ' 
seré  siempre  liberal,  honrado  y  buen  español. 

Bayona  16  de  setiembre  de  1854.-^oaquin  ok  la  Gákdaba.» 


Mi  BL  FALAQM  M  liOfl  QiÍMtNKI 

To  dndaiaoo  que  tifia  eo  el  euarlo  entresuelo  y  que  se  hallaba 
sentado  tranquilamente  en  su  butaca  tomaado  café. 

El  deagraciado  se  había  balido  en  aquel  misoso  dia  á  cuerpo 
descubierto  ea  k  Flan  Mayor,  y  se  volvié  á  su  casa  para  rehacerle 
de  sos  fatigas. 

Halló  k  muerte  donde  no  craía  correr  aiegoii  peligro. 

Ea  general  k>s  cronistas  coande  recorrea  los  campos  de  hatalla 
no  hacen  mas  que  contar  el  número  de  muertos ,  y  este  cuadro  es 
por  si  solo  muy  espantoso. 

¡Cuánto  mas  lo  sería  si  les  fuese  posible  presentar  á  las  vicCi- 
mas,  no  aisladas,  sino  en  sos  relaciones  de  sociedad  y  de  familia  I 

Entonces  cada  cadáver  que  se  encuentra  en  el  campo  saounia-» 
traria  tal  tez  el  argumento  de  un  drama  horripilante. 

Porque  el  que  muere  tiene  hermanos  que  le  quieren ,  hijos  tal 
tea  coya  suerte  dependía  de  él «  una  esposa  ó  una  amante  que  no 
puede  vivir  sin  su  amor ,  una  madre  cariñosa  que  le  adora  como 
adoran  las  madrea  á  los  hijos. 

Sugiérenos  estas  tristes  reflexiones  la  posición  especial  eo  que 
se  hallaba  el  individuo  de  cuyo  desastroso  fin  acabamos  de  dar 
cueata. 

Siendo  muy  joven ,  tomó  el  hábito  religioso  sin  tener  la  coa- 
ciencia  de  los  deberes  que  le  imponía  su  auet o  estado. 

Hizo  rechinar  mas  de  una  tez  la  cadena  de  votos  que  le  tenia 
amarrado  d  dáostro  ^  hasta  que  por  fin  la  revolución  k  ayudó  á 
reoiiperla. 

Secularizado  ya ,  se  prendó  perdidamente  de  una  majar  apa- 
léate que  correspondió  i  su  amor,  y  practicó  inútiles  gestiones  fM;- 
ra  quedar  rektado  de  los  totes  que  le  impediaa  unirse  cea  eUa  ea 
matrimonio. 


KL  POIHLO  T  SUS  OPRESORES*  465 

Hizo  por  fin  un  viaje  á  Roma,  y  obtavo  del  Saato  Padre  la  dis- 
pensa que  solicitaba. 

Regresó  á  España ,  tomó  en  ir  revolución  nna  parlo  activa  *  y 
mnrió  precisamente  dos  días  antes  del  que  tenia  señalado  para  dar 
el  nombre  de  esposa  i  la  que  habia  sido  constante  objeto  de  so 
predilección.» 

Debemos  dejar  consignado  el  arrojo  de  un  joven  delantero  de 
diligencias,  de  muy  tierna  edad»  que  durante  la  malhadada  y  de* 
sastrosa  espedicion  de  la  tropa  la  fué  siguiendo  y  hostilizando  á 
cuerpo  descubierto ,  de  un  modo  tan  certero ,  que  raro  era  el  tiro 
que  no  aprovechase.  Has  ¡  ay !  después  de  mil  hazañas ,  cayó  mor» 
talmente  herido  el  dia  siguiente  á  corta  distancia  de  la  guardia  del 
Principal ,  á  la  cual  estuvo  luengo  rato  hostilizando  sin  parapetarse 
ni  siquiera  para  cargar  el  fusil. 

Una  mujer  hizo  también  prodigios  de  valor,  con  el  arma  de 
fuego  que  con  sus  propias  manos  arrancó  i  un  guardia  civil  ^  y  no 
quiso  ceder  i  ninguno  de  los  muchos  hombres  que  la  solicitaban. 

Iba  el  pueblp  ganando  terreno  en  todas  partes ,  y  hubiera  sido 
breve,  decisivo  y  completo  su  triunfo  á  no  faltarle  armas  y  muni- 
ciones, pues  tal  era  la  escasez  de  pistones,  que  para  suplirlos  se 
valieron  algunos  de  cerillas  fosfóricas. 

La  camarilla  y  sus  instrumentos ,  debieron  comprender  que  era 
ya  imposible  sobreponerse  i  la  decisión ,  al  heroísmo  del  pueblo  de 
Madrid,  puesto  que  después  de  reforzar  con  crecidas  fuerzas  las  in- 
mediaciones del  regio  palacio ,  hicieron  retirar  i  las  tropas  que  se 
hallaban  diseminadas  por  la  población. 

Desde  entonces  quedó  el  paisanage  dueño  de  todo  Madrid; 

pues  los  soldados  concentrados  en  sus  respectivos  cuarteles ,  perma- 

necian  en  ellos  como  sitiados. 

T.  II.  59 


4M  EL  FILACM  DI  LOS  OlílIBUS 

El  miedo  que  antilaiaba  i  la  camwriüa  hacia  gcrmiiiar  an  pa- 
lacio tal  desorden ,  que  los  Dombramieotos  de  avloiüadeB  y  miaia-» 
tros  8c  socedia»  por  iostanlea. 

La  oapitaiiia  general  ftié  conferida  á  Nanraex  (doA  FraBeiaGo)>y 
¿  quien  sucedió  4  laa  pocas  horas  Gampozaoo ,  que  á  sa  ¥ez  finé 
muy  en  breve  reemplazado  por  Mata  y  Alós. 

El  principa)  deseo  de  la  camarilla  era  eritar  qae  la  revolocioa 
trinnfante  peaetrira  en  la  morada  regia ,  donde  se  habian  giunrwi» 
do  todos  loa  criminales  de  alta  gerarqnía ,  y  fué  Verdaderanaente 
formidable  el  aparato  que  se  desarrolló  para  la  defensa  étA  real  pih> 
lacio.  Imponentes  parapetos  con  piezas  de  artilleria  cnstodiahan  el 
pórtico  llamado  del  Principe ;  pero  babia  además  doce  cañonea  es 
la  placa  de  Armas  y  patio  principal ,  y  enantes  escuadronea  de  eik 
ballería  existían  en  Madrid »  con  el  pié  en  el  estribo  loa  qse  no  ea- 
taban  mentados  y  lanía  en  ristre  para  obedecer  á  k  primare  atóal 
de  ataque. 

La  sangre  espaSola  qee  en  aqud  aciago  dia  habia  regado  lee 
calles  de  Madrid  come  en  el  dea  de  mayo  de  1808 ,  eo  era  sangre 
vertida  por  hnestea  estranjeras ,  era  sangre  de  hermaeos  que  hi* 
chaban  contra  hermanos,  y  bé  aqui  por  qné  suponemos  que  los  se- 
ñores ministros  se  hallaban  supeditados  por  una  eanMurilla  sedíeote 
de  venganza. 

Los  víveres  escaseaban  en  palacio ,  y  era  cada  vez  mas  cri ticet 
mas  apurada  y  aflictiva  la  situación  de  los  que  se  cobijaban  bajo 
sus  marmdreas  techumbres. 

Tendió  la  noche  su  negro  crespón  sobre  la  oorenada  villa. 

llwBinóse  espontáneamente  la  población. 

Semejaba  un  cementerio  con  hachas  encendidas  en  derredor  de 
las  tumbas. 


^L  FüBBLO  T  SUS  OPRBSORBS.  467 

TTn  silencio  sepulcral  hacia  mas  pavoroso  su  aspecto. 

Este  silencio  era  interrumpido  por  el  quién  vive  y  la  voz  de 
alerta  del  valiente  pueblo  que  velaba  por  su  libertad. 

Un  grupo  de  paisanos  se  situó  en  la  Plaza  Mayor  y  otros  se  po- 
sesionaron de  las  del  Ángel ,  Santa  Ana  y  Progreso. 

Ya  que  estamos  ea  la  platuda  del  Progret o,  entraremos  en  casa 
de  don  Nicomedes  y  dona  Úrsula ,  para  dar  un  pequeño  solaz  á 
nuestros  lectores. 


»»>»M  »EEjg<MIMgag»Ii<  •««• 


CAPITULO  xxxvm. 


LAS  BARRICADAS. 


— Gila...  Gila.... 

—i  Señor  ? 

—Parece  que  do  os  acordáis  de  in(« 

—Esto  es  una  Babilonia,  señor. 

— ¿  Qoé  hacéis  que  oo  me  dais  una  tacita  de  caldo  ? 

— ¿  La  quiere  usted  ahora  ? 

—Sí ,  que  me  siento  muy  desfallecido. 

Y  don  Nicomedes ,  que  no  era  otro  quien  de  tal  guisa  hablaba 
con  su  doncella ,  se  incorporó  en  la  cama ,  disponiéndose  á  tomar 
el  caldo  que  Gila  le  presentó  pocos  momentos  después. 

—Temo  que  este  caldo  me  pondrá  peor  ^  dijo  don  Nicomedes 
después  de  algunos  sorbos;  —  pero  me  encuentro  tan  débil... 

— ¿  Y  por  qué  le  ha  de  poner  á  usted  peor  el  caldo  ? 

—Porqué  me  revolverá  de  nuevo  las  tripas  y Mira,  ¿está 

limpio  el  don  Pedro? 

—¿Y  quién  es  ese  caballero? 


BL  miBLO  T  SUS  OPRBSOftBSé  46ft 

— £!••.  el....  ¡válgame  Dios  I  me  harás  decir  palabras  incon- 
nientes  con  tu  torpeza. 

— ¡  Ah!...  ya  entiendo...  Si  señor «  limpito  está. 

*-*Paes  ponme  las  chandas  junto  á  la  cama,  porque  me  pare- 
ce que  no  tardaré  en...  Me  siento  unos  retortijones... 

—¡Bendito  sea  Diosl...  ¿y  qné  es  eso?...  ¿tiene  usted  el  có-^ 
lera-morbo? 

—Lo  que  yo  tengo ,  Gila ,  es  el  cólera-miedo. 

— ¿Y  no  le  dá  á  usted  vergúenza  decir  esas  cosas?  > 

— No  lo  puedo  remediar ;  cada  tiro  que  oigo ,  esperimento  una 
sensación  tan  desagradable  como  sí  la  bala  que  despide  atravesa- 
ra mi  cuerpo.  ¿Qué  hace  tu  seüora? 

—  ¡Tan  valiente  y  campechana  I...  Está  en  el  balcón  alentando 
á  los  revolucionarios... 

— Esa  quiere  que  alguna  bala  estraviada  le  dé  pasaporte  para 
el  otro  mundo.    :.' 

—No  hay  cuidado ,  señor todo  el  fuego  está  por  allá  por  la 

Plaza  Mayor  y  la  Cuesta  de  Santo  Domingo;  Dicen  que  hubo  ano-^ 
che  tantos  muertos... 

—Calla,  calla...  Tornan  no  quiero  mas.  ^ 

Y  entregó  á  la  doncella  la  táia. 

— Aun  qneda  media  taza  de  caldo,  señor.  ¿Por  qué  no  la  apu- 
ra usted  ?  El  caldo  es  muy  bueno  para  la  destemplanza  de  vientre. 

—¿Y  no  dicen  quién  gana? 

— ¡Toma!  ¿quién  ha  de  ganar?  Los  nuestros. 

— ¿Y  quiénes  son  los  vuestros? 

— Los  liberales...  Si  viera  usted  que  contenta  está  mi  señora... 
Ha  pasado  un  grupo  de  revolucionarios  con  una  bandera ,  jr  mi  se- 
ñora ha  salido  al  balcón... 


470  íl  WÉáMao  M  u>9  aimvm 

—Para  «triofléar,  nn  dli4a. 
— Qné ,  no  señor ,  para  decirles  cosas. 
— ¿Y  qué  lea  ha  dydio  ? 

—No  «e  aeaerdo  ainoasí...  de  alguna  fua  otra  palabra. ••  Hi- 
jos mios...  ánino,..  pon|«e  loa  tíranoa...  y  laa  cadaias...  j  laa  tt* 
bertadel  patriaa...  y  por  fio  ha  gritedo:  ]VÍTa  «I  pMbki  sobera- 
no! Y  todos  han  respondido  ¡Viva!  ¡Viva!  ¡Qué  gasto,  a^tor!... 
Y  nsted  metido  aU  «i  Ja  ctma  ais  var  aada  4a  aato^*..  {Ea  tan 
difertidol... 

--^Idte,  eafla ,  fanbéetU.*  no  aabea  lo  4p»  te  dUeea. 

■  ftiea  ú  todoaeatán  tan  alegras  y  taaL»- 

— ¿Y  habéis  pasado  ]a  noohe  ea  vela? 

•«-Ya  aa  vé  qae  ü^....  y  i  fé  que  no  la  be  fasaio  aaano  aobre 
nano.  Tres  cazuelas  de  arroz  llevo  hechas. 

— iParaqntén? 

—-¡Toma!  para  los  de  las  barricadas. 

— *Erti  visto  qne  os  empatáis  todoa  ea  compriMBetaraae.  Si 
trinnfa  el  gobien»  me  fasUan* 

*-Baenas  trazas  lleva  de  triunfar  el  gobierno.  De  asta  hecfta 
dicen  todos  que  el  gobiarao  se  fastidia.*.  { Qaé  bien  vauMM  á  es- 
tar sin  gobierno!...  ¿verdá  usted? 

-*No  digas  barbaridades.  ¿Y  qoé  hace  alMMra  ta  ama? 

—Signe  <Uetaada  disposiciones. 

— ¿  Qué  disposiciones  ? 

— Las  que  le  pareoan  contenieates  por  si  k  tropa  nos  ataca. 

— ¡  Ayl...  ¡ay !...  ¡ay  él  fientrel 

— iVi  nsted  á  saltar  d%  la  eauM? 

—Todavía  no ;  pero  día»,  ¿ae  teme  ^jne  sa  dirija  hioia 
lado  la  tropa? 


— Qoíá ,  seftor ,  si  ya  el  gobíerao  ha  perMo  y  ioAf^  «sti  acá** 
bado ;  pero  dice  mi  señora  que  baeno  es  estar  prevenido  para  le- 
que  paedhi  Iroaar. 

— ¿Y  qué  hace? 

— Ha  mandado  desempedrar  la  «caUe. 

-— ;  Desempedrar  la  ealle  t 

— ¡No  que  no! 

— ¿Está  loca  esa  mujer? 

— Cuerda  y  muy  cuerda «  y  ka  mm^aáo  también  Henar  todoi' 
los  balcones  de  piedras ,  y  de  las  mas  gardas....  y  si  se  atreven  á 
pasar  los  soldados.  ••  no  tendrán  mal  pedríseo...  y  cuando  fe  aoa— 
be  la  lluvia  de  los  guijarros...  irán  tras  ellos  lae  sUlae,  y  las  có-* 
modas  y... 

— ¡Ay!...  ¡ayl...  ¡ay  mi  vientrel...  ¡mivientrel 

—¿Quiere  usted  las  chanelas ? 

•—Lo  que  qviero  es  que  me  dejet  solo. 

—I Vaya  na  gusto!  estarse  ahí  metido  «  la  cama,  cuand0 
todo  el  orando. . . 

—Vete. 

-—Ya  me  voy;  pero  es  una  lástima  ^m... 

—Vele. 

Gila  iba  á  obedecer,  y  llamándola  don  Nicomedes,  a&adi^: 

— Ciérrame  bien  todas  esas  puertas,  no  sea  que  alguna  hákk 
estraviada.... 

— S(  y  de  la  Plan  Mayor  vendrá  una  bala  á  la  plaiuela  del 
Progreso,  únicamente  para  darle  á  usted  en  el  ombligo* 

— Cierra.  • .  •  — gritó  enojado  don  Nicomedes. 

En  este  momento  sonó  una  descarga. 

— ¡  Ay  ¡—esclamó  el  pobre  viejo ,  y  con  la  rapidea  del  rayo. 


t(l%  EjL  PALACIO  Pl  LOS  GAÍlUNIi 

se  zambulló  eotre  sábanas ,  acurrocándose  y  tapándose  cabeza  y 
todo. 

Gila  cerró  la  puerta  de  la  alcoba  después  de  haber  salido  rién* 
dose  á  carcajadas. 

Aunque  la  revolución  parecía  reconcentrada  en  el  barrio  del 
Norte,  el  cuartel  del  Sur,  que  comprende  los  de  Lavapiés  y  To- 
ledo, comenzó  ya  desde  la  misma  noche  del  17  á  tomar  una  par- 
te muy  actif  a  en  la  ebullición  popular. 

Los  primeros  grupos  armados  que  acudieron  á  la  Plaza  Mayor 
y  á  la  de  la  Villa ,  procedian  de  la  calle  de  Toledo  y  de  la  pía* 
zuda  de  la  Cebada. 

En  uno  de  ellos  se  distinguía  por  su  frenético  entusiasmo  á 
ilegro  Tomás. 

Pocos  serán  los  habitantes  de  Uadrid  que  no  recuerden  haber 
visto  entre  los  grupos  de  los  defensores  de  la  libertad  la  decisión 
de  un  negro  que  alentaba  coa  su  arrojo  á  los  demás  valientes »  ai 
es  que  no  á  todos  les  sobraba  el  invencible  denuedo  de  los  libres. 

El  grupo  en  que  militaba  el  negro  Tomás  era  acaudillado  por 
un  bizarro  joven  casi  imberbe ,  rubio  como  el  oro ,  de  hermosa 
presencia  y  simpáticas  facciones. 

Era  el  joven  don  Enrique  de  Mendoza ,  hijo  de  María  y  del 
marqués  de  Bellaflor,  que  aborrecía  la  existencia  desde  que  ocasio- 
nó la  muerte  del  generoso  banquero  que  habia  salvado  á  su  padre. 

No  podia  olvidar  tampoco  á  su  adorada  Matilde  ni  sabia  si 
existia ,  ni  pretendía  averiguarlo ;  solo  conocía  que  arrastraba  una 
vida  insoportable,  y  aprovechaba  la  ocasión  de  perderla  sin  come- 
ter un  crimen. .. 

En  resumen ,  quería  morir ,  y  allí  donde  el  peligro  era  mas  io- 


Y  8V  MwaM»^  471 

■BTCDte  ^  «Ai  Morfb  ^dateoióf  éft  perecer  €011 -gtoriá*     -  ' 

Esta  idea  le  proporcionaba  el  consuelo  im  qae  mí  úd  atfbi'  1a^ 
•ennU^ra  muerte  áflHÜiolalmdofipttdres.      ' 

£1  jóféalSoviqM  aose  Inñlé,  pttce^  á  ia  4éfeiiea  de  tt  bat^^ 
rio¿  sino  qoe  de  barricada  tm  &arrkaíia>  iba  tiaa  Jet  piíeikis  dd 
mayor  peligro^  sin  que  al  Mgio  Teeiás  k.  «baüdobára  wm!momeÉ 
la,  ao  aAii^far  el'oariia  fue  le  prefeadla ^ .fliiBe  por  ka  repetidas 
edenes  fea  hahk  tecibiéo  de  «eaMievaa  aiaá»ei^  áffaké  babk 
abandonado  anegada  en  llanto  acerbo;.  *     «    '  i    •  .    r 

Desde  el  amanecer  del  18  el  movimiento  de  la  calle  de  Toledo 
y  pkzuela  de  k  Cebada  era  eckraardiiiano  i.wam daaeaipedmbaa  la 
calle ,  otros  reunian  armas ,  hriaa  qaien  organizaba  la  gente,  y  to- 
do se  ejecutaba  con  tanta  prontitud ,  con  tanta  precisión  y  orden, 
que  at  anochecer  era  ya  imponente  el  aspecto  de  la  indicada  pla- 
zuela. 

Todos  los  vecinos  á  porfía  ansiaban  ser  útiles  de  un  modo  ú 
iftro  á  khlieea  baotai ,  y  loe  mas  áoaadaledée  pt^ércioiiaron  ataan- 
ias  onlidedeé  fiíeM*  aienefller  para  tA  %mfío  dé  ka  pnmáooás 
necesarias,  y  aun  para  el  socorro  de  los  que  faltos  de  su  acostoal- 
brado  jornal  no  podian  ateeder  á  k  aumutencion  de  sus  familias. 

Los  regimientos  de  Estremadura  y  Cuenca  se  hallaban  acuarte- 
lados en  el  espaeioeír  oria^eelo -de  Sea  FVaaieaoo  el  Gimude;  pero 
no  habian  dejado  en  él  mas  que  una  escasa  fuerza  de  quietos^  yoiw 
que  la  denás  fttaraeek  óteos  puillos,  y  los  palslttos  legranoe  ha- 
cer con  ellos  una  especie  de  aUaaca ,  ea  virlad  4e  la  cual  peraiane- 
cieron  los  quintos  armados  en  su  puesto;  pero  sin  hostilizar  al  pai- 
sanage. 

La  escasa  fuerza  que  en  la  calle  de  Segovia  estaba  de  guardia 

en  la  tasa  de'k  Moheda,  tuvo  que  rendirse  i  las  masas  populares. 
T.  n.  60 


474  tt  WÁLMOO  1»  L08  CiÜBXai 

Las  tendencias  políticas  de  los  defensores  de  este  barrio  eran 
poramente  democráUcas. 

AIH  fué  donde  tuvieron  comienzo  las  barricadas  que  laego  se 
estendieron  por  diversos  pontos  conK>  la  Red  de  San  Lnis ,  la  calle 
Ancha  de  San  Bernardo ,  dando  frente  i  la  plaiuela  de  Santo  Do* 
mingo ,  la  calle  de  Gravina  j  otras  mochas. 

Las  primeras  barricadas  qoe  se  construyeron  con  tntdigencia  y 
<}rden  fueron  las  de  la  calle  de  San  Juan  al  Prado  ^  cmoo  lo  de« 
muestra  la  relación  siguiente : 

MSTMTO  DI  DERIISA  VE  LOS  BABBIOS  M  SAN  lUAN  T   M    LAS 

HOBETAS* 

Clasificación  de  Uu  barricadas  comprendidM  en  esta  xona. 

FBIMEIA  LfNBA. 

Núm.  1.*  .  ¿iberia^.  •— Situada  en  la  plazuda  de  la  Hatería  do 
Martínez  j  edificio  dd  mismo  nombre  y  tapias  del  conveoto  dn 
Jesús. 

SBGUIIDA   LÍSIA. 

Núm.  2.^  Paeblo  Sofrerono. <>— Calle  de  San  Joan,  al  lado  de 
la  tahona. 

Núm.  3.^  JtfUicia  iVaeional.—- Calle  de  las  Hoertas. 

Núm.  4.®  O'DotifieU.— ídem,  idem. 

TBEGBEA   LÍNEA. 

Núm.  5.®    £ipar(ero.— Calle  de  San  Joan,  cerca  de  la  Alenté. 


iL  ramo  T  soi  fnnamMM^  ATSl 

CVAWA   LÍNBA. 

Núni.  7."^    /MMii.**«CaUedeSratliH«Ha; 

QvnrrA  lIxea. 


•I* 


Nún.  8.^  Ind^peñdiheiu.  —«Galle  del  Leoo »  cob  tegilo'  á  bi 
de  Lope  de  Vega.  >      iK 

Núm.  9.®  I/num.— Galle  de  las  Haertaa,  con  las  del  Leos  y»i 
edificio  del  NdetD  Réaadó.  h  iiif; 

Además  conleDia  otras  carias  en  líneas  laterales»  deiloiniíiadass » 
Luehanap  7  ds  JUio,  ft«^  dé  Séfiemére,  Aiffwtítff ,  Jlfaff/la«  etd 


'i 


El  sefiuido  eestro  dd  compUI  d»l  Bar  era  la  planiza  dél  Pro*M! 
gresOf  dfode  lodo  perauNHieió  Irattqaild  dorante  la  retolneton;  pe«M{ 
ro  no  por  esto  estaban  sos  habitantes  menos  dispuestos  á  la  dtIen<-¿! 
sa  como  Iwoioa  indicado  ya»  aonqoe  flestivameiitey  al  ditevÚr  i 
nuestros  lectores  eon  ét  miedo  «erTal  de  don  Niconledes ,  y  la  ttiá^ ' 
tacion  de  su  esposa  doña  Úrsula. 

No  habrá  olvidado  el  lector  que  estos  dos  personajes  son  los 
padres  de  la  bella  Carolina ,  á  quien  no  hablamos  vuelto  á  ver  en 
nuestra  escena ,  desde  que  su  amante  el  bizarro  joven  Manuel,  her- 
mano de  la  marquesa  de  Bellaflor  fué  desterrado  á  Ultramar. 

Este ,  como  digno  hijo  del  simpático  Anselmo  el  Arrojado ,  á 
quien  hace  luengos  años  conoce  íntimamente  el  lector ,  habíase  lan- 
zado de  los  primeros  á  la  liza ,  no  solo  á  impulsos  de  su  amor  á  la 
libertad ,  sino  en  cumplimiento  también  del  juramento  prestado  en 
el  momento  solemne  en  que  so  hermana  María  le  participó  la  muer- 


179  A  MUH»  IK  WB 

te  de  su  madre ,  víctima  de  \o%  desafoeros  de  nn  tirano. 

El  amor  y  las  lágrimas  de  Carolina ,  no  fueron  capaces  de  re- 
traer á  su  pundonoroso  mmMm^  'f  <}nerfapAo  eil»i|lie  eatarioMilne- 
nos  afligida  durante  MfAnriaagftdA  aiiieMia  ^  tuA»  tenidtf  ¡iMfltion 
de  dejarla  en  compañía  de  sus  padres. 

Doña  Úrsula,  poseida  áana  ifneoélko  entusiasmo,  rodeada  de 
mil  urgencias ,  que ,  como  ella  decia ,  exigía  la  patria  en  peligro, 
iMMidhifara  dar  ooniuelos  i  o»  «flígvte  lH|t>t  y  el .  fohrá /Hon 
Nicomedes ,  encerrado  en  su  cuarto ,  acurrucado  ente'rfiliÉnMK  éatk 
loB  Miil¡Mi  MI  les  oídos  fMi  m  mw  hs  Jmtfgis ,  y  sofimÉido 
agudos  dolores  de  vientre,  tampoco  se  háüahri «idíi^éaki 


» 


Eifr  tas  wfanim^  InMie  hnkhmtkí  oAnrrUo  4fla*Ml » i|wi 
ninguna  parte  estaría  mejor  Carolina  que  en  compañía  de  su  her- 
maA;  Mea  ^  Mepl6*ioen  Hielrii  gJ—y  Ifc  toüieda^  y  iffai  se 
iMhtaB  dfaigU»  á  la  tttt»  dy  TpMe  éMdbffMfc  lariihofÉeM'éeu 

Betblir»  "•* n»  ([.(•.;'  *■■■  '^  •*  *■  •  -  /-i  •    i  f  n  oí 

•    Ibiiálíl  adfMiir  ifie  Maaii  ^Hevafar  a»  MÉnNpeaáMiil»  «ftnílf f 
saWt*  •lirtuQhwi.^.y.fcuMUí  pconrifiM  de ««rtncjjl^..  ..  .t      ^  -.w  ua 

'.    f    ■  •       '    '    ■  • ,    •    t        -•,,;.!;■»/•''  .'I/;.¡  I  / 


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-  CAPÍTULO'' XXXIX;'    '  "'■••'"'^   ••'' 

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EL  19  DE  JUUQ.  , 

I 

.   '-.*    f»  i>'  ''»í      'i        •  'i'      »i?Í«l> 

,    ,.l  ...  / 


en  Burfitdk  MfkM^mitlémBtL  eiJfM  fü^imíi»  os^euMM^ntoi 

cargar  con  la  responsabilidad  de  referir  aolot  átnoaer-ép»  MckMit:i 
Mwatra  go»Mirfa  »  <riAt¿irtawi>  á  mtMnmhctafmmüsa  4fiiéUos 
tal  oono  M  nlata  ea4wa  rütfiÉ^eioi  JwitioM  Woboa  íM  pnefeb  • 
de  Madrid  oi  ha  jaÉoadaa  |i&  jnUoi  for-m  lÉJd  msívomlé^  caá » 
los  juiciosos  comentarios  que  Wéfum.  Dia^wái  ./  • 

« Ai  Movocer  Jiabia  oeMdo  a>tiPiMiale  ti  f «agfiu  pero  «la/ tro- 
pa y  el  paeblo  ocupaban  respertilfiMwnle'iMiyMÍoi#fceÍ4,,i»ap0.g|g^ 
nifiealM:  qw  kdkclai  eitebt  itMphiHida  ^Anvile  íes  iímekbi$  f  ipero 


no  MtiamMa.  ir 


;,     '■  I 


I^opttíitBfáblífta^oriaHÉáAoadBfiMMonBi  dhá  |Mdrit ,  7  fura 


478  BL  PALACIO  DI  LOS  CtfKIHtt 

que  estos  no  pudiesen  ser  sorprendidos ,  los  balcones  se  ilominaroa 
espontáneamente. 

¡  Terrible  iluminación ,  destinada  esclasivamente  á  alambrar  un 
combate  fratricida  de  españoles  contra  españoles ,  de  libres  contra 
esclavos  I 

Era  también  de  notar  que  á  pesar  de  ser  general  la  ilamina-* 
cíon  las  calles  ocupadas  por  la  tropa  estaban  completamente  osea* 
ras ,  como  si  el  vecindario  no  hubiera  querido  ser  cómplice  ni  en 
la  mas  pequeña  parte  de  los  asesinatos  que  se  practicaban  i  pesar 
de  la  oscuridad  sobre  transeúntes  desarmados  y  descuidados »  alum- 
brando á  las  víctimas  para  que  los  asesinos  pudiesen  hacer  cómo- 
damente  la  puntería. 

Y  no  se  nos  diga  que  exageramos :  durante  aquella  noche  de 
horror*  en  medio  de  cuyo  silencio  no  se  oia  otra  cosa  que  los  aler- 
tas de  les  cmitíneUs  del  pueblo  y  el  raido  de  los  picos  de  loe  qne 
desempedraban  para  emstruir  barricadas ,  preparindose  A  la  locha 
del  dia  sigoiente ;  eo  medio  de  aquel  lúgubre  sileoeie,  repetimos^ 
se  esonchaba  de  tíeoipo  ea  tiempo  la  detooacioa  de  algoaos  dispa^ 
ros  de  fbsU,  después  de  los  coales  soiiaa  oarse  eyes  y  deiesperadoi 
gritos  de  socorro  y  de  agooía. 

Dorante  mocho  tiempo  los  vecinos  de  la  calle  de  Saotiago  qne 
era  una  de  las  mas  tenebrosas  estovieron  oyendo  los  gritos  de  eo-* 
corro  de  na  ioEsKi  y  las  imprecaciones  que  la  desesperacioa  la  ar«» 
raneaba  al  ver  que  ao  era  socorrido* 

¿Y  cómo  bahía  de  socorrérsele «  cuando  ir  i  sa  socorro  era 
ir  ¿  la  oiaerte  de  una  manera  inútil  7 

.  Los  qne  aín  pdigro  podieran  haberle  socorrido^  esto  es,  loe  an« 
tores  del  asesinato,  se  gozaban  sin  duda  en  su  agonía,  aamenlaado 
so  íi^i  borraehera  de  seagré  eoa  libaciooes  de  aguardiefite. ! 


IL  MULO  1  8Q6  I^BISORIfti  199 

La  odie  íb  Saoliago  «sUlia  fofiUda  por  la  amainada  4e  Pa)$^ 
situada  €n  la  casa  del  duque  de  Ahumada ,  7  eo  aquella  casi^  a^ 
habia  mas  que  poUzootai  j  guardias  civiles. 

El  desdichada  herido  no.|ipdia,  pues,  esperar  socorro:  segin 
báselo  de  una  parte  la  iomineiicja  del  peligro  piM*^  los  yedaos ,  4e 
otra  la  ferocidad  de  la  canalla  m^ceoaria  que  ocupaba  la  caaa  del 
duque  de  Ahumada* 

La  vox  que  pedia  socorro,  que  lloraba ,  que  maldecía  y  que  «^ 
dirigia  á  Dios  á  un  tiempo  mismo ,  fué  apagándose  leAtao|e«te  bair 
ta  que  cesó  del  todo. 

Los  vecinos  de  la  calle  hablan  apurado  d  horror  de  una  ho^ 
ra  de  agooia. 

Al  dia  siguiente  loa  vecina  vieron  un  pedaio  de  cráneo  hama* 
no  junto  á  una  esquina  t  7  al  medio  de  la  calle  un  lago  de  sangre 
coagulada. 

¿Quién  bahía  recogida  los  cadáferes,  dejando  como  testimo- 
nio de  ellos  aquellos  mismos  despeaos? 

Cada  vez  que  recordamos  estos  lúgubres  detaUeSt  nos  conven*- 
cemos  de  que,  por  mas  que  queramos  ser  indulgentes  ^  no  tiene 
disculpa  el  ministerio  de  las  cuarenta  y  ocho  horas. 

El  mismo  Gándara  en  su  manifiesto  publicado  mucho  después 
de  aquellos  acontecimientos ,  confiesa  que  ya  en  la  calle  de  Atocha 
comprendió  que  los  que  se  batian  con  tanto  valor  no  eran  hombres 
pagados  para  un  motin :  confiesa  que  vio  ante  si  U  revolución  sos- 
tenida por  el  pueblo. 

Gándara  lo  conoció ,  á  pesar  4e  su  corage ,  y  lo  mismo  debió 
conocerlo  el  ministerio:  lo  repetimos ,  aquellos  hombres  no  tienen 
disculpa  ni  en  la  tierra  ni  en  el  cielo ;  ellos  aceptaron  mucha  parte 
de  aquella  sangre  que  ha  caído  sobre  sus  cabezas,  porque  una  4c 


4m,  •0tMiiÉ  filAéf  pirff  ffetiMf  é'la'l^^ 

Diéndose  de  parte  de  IO0  eÉettijprtétf^k  t>álMi,  fio*  ttiMtorér  «i 
el  Htíffiíééó  \  tttf i0fMJiiieAi>!  lio  MpíérM  lÉKf  áelMMUpfMMM,  sin 

energia:  hubieran  evitado  con  todas  sus  ínenM^ik-dk^éféM/éi-f 
Hfan  9t%m&  'él  HMM'de  qtielii  «pMon'pjMiea'  let  hAbiese  péMbna- 

Claro  estaba  para  todo  el  mundo  el  objeta  lAcrtáfif'  IMMa  M9i#^ 
tmoiff  pdi^  {MMI^'de 'ln  eM«t  se-^eriá  téiñtáré  9Mm  IMiee  lá  si- 
tuación: todos  los  que  hablan  medrado  ó  satisfecho  sM'fifetoS'^f  M 
iíñfWátá  hÉJ&  *^  «iÉ|iito'4elf6bibrm>  «ri>i(rkribrTj^íM  4t  los 
iPOtaiMs^ 'sftMttb'dfediiifiáde  ^ne mle^entoa  pddiiM tdleftif  MiirfeMk 
y  su  ambición ,  y  que  jamis  volverían  los  polacos  si  eran  itírríijlrfe^t, 
-•B^áe§p&limM,Úp^  él  A»  he  Mmi^ioii , 

luchaba  brazo  á  brazo  con  la  fAMtttd,  eoft  lá'dl{gfkldad  mcioiliffV 

y  todto  lo  tMMá  ^  m  triotifo.     ' ' 

Nmca la Mlit te eSladoiMt nédMia étirlMorétff  éb «Maí>- 
nos :  nunca  el  ítúM  ^BáftíkA  se 'bk  tfstey  mÜs  eombatNb  ni  niM  vt^ 
«nmtér:  gracias  A  la  «rasatet  y  i  i*  g«Mrosidad  tMl  pneUb;  j  de 
tm  niiinlÉedóf  ttifliagfo  de  Dios,  «é  baD  libraéb  «t  trono  y  el  pub  és 
'Wt  MiClidnilteirto  oofroroso. 

La  ofi^fM  pbMica,  como  hemos  dieho  ye ,  se  dechrraba  ioedÉ 
momento  mas  en  favor  de  la  insurrección:  sabfase  qtie^i  los  polt^ 
eos  tritMfkrban  ^el  peebb  de  BiAdrM ,  ese  triunfo  les  biArtefa  dado 
Htt  ||i*att  prert^  iftef  poder  en  laAproviñdas:  acaso  les  asegarabeen 
ü  «émAo;  m^ffitthetfte  con  faonror  las  t^Oñseoiieneías  de  la  derrota 
AelfAel^r  téngttftatmemtreosas,  reprMJiaa  itiifettes,  edm>  el 


^gol^  de  Eitado  411B  4iuila«  veoes  se  babia  meditado  j  que  wo  ae  ha- 
iMaiatoevido  i  dar :  ceaade  se  pensaba  ea  qiie  podíao  IriBofar  por 
«B  mmúmto  de  deUlidad  <S  4e  deseeido  del  pueb)o  los  baadidos  pá^ 
IdtceB »  ee  'Oervabeo  los  ojos  i  las  consecoeiioiaa  para  bo  aiedír  sb 
horror :  el  gaante  estaba  aceptado ,  ya  babia  corrido  SBBgre ,  era 
aeeestario  morir  é  tríBüfar»  bo  babia  medio :  é  ellos  ó  aosotros  :  esto 
lo 'COBtpiroBdtt  la  opÍBÍOB  pública^  lo  creía  irremediable,  j  el  veciv- 
¿arie  OB  mase*  )per  aímpatía  y  porioterés  se  apresBrabaá  prestar  A 
los  consbatienVes  del  poeblo  cuantos  recursos  sob  iausigíoables :  aU<* 
mentó,  dinero,  licores»  pólvora,  ploono:  las  «manos  mas  bellas  j 
itas  deücBdas  se  oeopaban  en  hacer  hilas  y  cart4ichos«» 

Con  el  fcorriUe  sUeooio  de  la  Bocbe  desapareció  por  fia  aqneUa 
íatídica  y  sqpnkral  írattqíMidúd ^  Mprodacióodose  el  fuego  de  ana 
manera  ya  general  y  nutrida ,  porqae  «b  kidaa  la^  oalles  de  Madrid 
se  habiaa  coastraido  barricadas  y  en  (sl  vecindario  enlerp  el  ipie  sí 
BK)  laobaba  pbp  CaUa  4e  jm'bmUs  ,  alealaba  á  les  valieates  dfsfensorep 
de  SQ  libertad ,  y  todos  se  afanaban  por  contribau*  en  lo  posible 
lal  tfianfo  de  la  üevolaeion. 

Bl  Blofftífene  plemo  se  wmEaba  de  nuevo  entre  la  Carrera  de  San 
GerOÚBO  y  lea  banritíadas  de  las  Cuatro  Calles  y  la  de  Sevilla ,  asi 
eomo  eMre  las  de  las  calles  de  Adcalá  y  Montera  y  el  Principal  de 
la  tropa. 

Las  barricadas  de  la  Carrera  de  San  Gerónimo  y  de  la  calle  de 
la  Griu  habian  empeñado  anta  terrible  lacha  con  los  guardias  civi- 
les qae  ae  habian  pose^onado  del  Casino,  y  en  este  mortífero  fue- 
go ,  ^istÍB^iéronse  por  su  íntrepidee  y  la  serenidad  é  inieligenda 
coa  que  supieron  tomar  acertadísimas  precaucioBes,  los  dueños  de 
los  oafts  de  las  Cuatro  Naciones  y  de  las  Cuatro  Calles ,  Fornos  y 
García. 

T.  II.  61 


« 

488  WL  PALACIO  OS  LOS  GifinnfBS 

Conforme  avanzaba  el  dia  iba  generalitándose  el  faego  ya 
tendido  á  la  calle  del  Prado ,  donde  algunas  compaBfas  de  sapa- 
dores  hablan  tomado  posesión  de  varias  casas,  j  desde  sos  baleonat 
hostilizaban  á  los  defensores  de  otra  barricada  eonslniida  en  la  ca* 
lie  del  Príncipe. 

En  este  parapeto  hicieron  prodigios  de  valor  tres  hijos  del  piifi<* 
blo,  7  queriendo  el  señor  Fomos  auxiliar  á  estos  valientes,  loé  he- 
rido por  ona  bala  en  el  costado  derecho ,  y  tuvo  que  retirarse ; 
ro  hecha  la  primera  cura ,  presentóse  de  nuevo  en  su  puesto  y 
tinuó  batiéndose  con  mas  aliento  que  nunca. 

La  lucha  en  aquel  punto  llegó  á  ser  tan  imponente  y  tan  nalri- 
do  el  fiíego ,  que  apenas  sonaba  el  estallido  de  una  descarga  aio  que 
cayesen  dos  ó  tres  combatientes  á  la  vez.  Entrambas  partes  e^e* 
rímentaron  sensibles  pérdidas.- 

No  tardó  en  romperse  el  fuego  en  la  calle  del  Prado ,  donde  á 
los  primeros  tiros  cayó  herido  un  dependiente  de  la  empresa  la 
Eleetrieidad  t  llamado  José  Cortequera. 

A  las  once  de  la  mañana  habíase  generalizado  ya  el  fuego  ea 
aquel  distrito  prolongándose  hasta  la  calle  del  León  y  de  las  Huer- 
tas ,  donde  los  denodados  madrileños  improvisaron  una  Dueva  bar- 
ricada con  los  escombros  de  un  derribo ,  y  como  los  trabajos  ae 
hacia  n  á  pecho  descubierto ,  esperimentaron  muchas  bajas  loa  in- 
trépidos defensores  de  la  libertad. 

Esta  barricada  construida  bajo  el  fuego  enemigo  por  la  coa- 
drilla  de  toreros  del  célebre  y  simpático  Francisco  Arjona  y  Gid* 
lien ,  mas  conocido  por  Curro  Cuchares,  fué  esclusivamente  defen- 
dida por  ellos ,  y  tanto  Curro ,  como  todos  sus  compañeros  se  por- 
taron con  notable  bizarría ,  sosteniendo  un  fuego  nutridiamo  con- 
tra el  enemigo  hasta  obligarle  á  abandonar  su  posición. 


IL  PUEBLO  T  SUS  OPBBSOEBS.  483 

EDumerar  cada  una  de  las  defcasas ,  cada  acto  de  heroísmo  de 
los  que  se  ooasamaroa  en  tan  gloriosa  jornada ,  sería  empresa  di-, 
ficíl  en  demasía ;  baste  decir  que  fué  la  mas  sangrienta  de  las  tres 
de  la  memorable  revolución  de  julio. 

¿Y  por  qué  sucedia  esto  cuando  ya  el  sosiego  de  la  noche  an-» 
terior  y  las  proezas  del  pueblo  durante  el  dia  18  hablan  hecho 
creer  que  todo  estaba  terminado ,  y  que  no  le  quedaba  á  la  cama-- 
rilla  la  mas  leve  esperanza  de  triunfo? 

Precisamente  porque  no  les  halagaba  ya  esperanza  alguna ,  eran 
desesperados  los  esfuerzos  que  baciao  los  opresores,  quienes  no  po- 
dían conformarse  con  la  idea  de  renunciar  á  una  sangrienta  ven-» 
ganza;  y  toda  vez  que  les  era  imposible  el  triunfo*  se  gozaban  en 
el  derramaoiiento  de  sangre;  querían  que  su  caida  costase  lágri- 
mas al  pais ,  como  las  babia  costado  su  advenimienlo  al  poder  y 
su  detestable  dominación. 

Ya  hemos  manifestado  nuestra  opinión  acerca  del  general  Gor- 
do va  ,  principal  héroe  de  estas  hazañas ,  y  hemos  tenido  la  fortu- 
na de  estar  de  acuerdo  con  todos  los  historiadores  de  aquellos  la- 
mentables sucesos. 

Para  probar  la  verdad  de  este  aserto,  cumplirla  á  nuestro  pro«> 
pósito  consignar  en  estas  páginas  la  opinión  de  cuantos  han  escri- 
to sobre  este  punto ;  pero  toda  vez  que  hay  entera  homogeneidad 
en  las  apreciaciones  que  se  han  hecho  de  su  conducta,  nos  limita- 
remos á  copiar  los  siguientes  comentarios  que  de  ella  ha  hecho  el 
autor  de  Las  jornada$  de  julio.  Dice  asi : 

«Por  mas  que  hizo  Córdova  no  pudo  asociar  á  sí  ningún  ge- 
neral ,  ninguna  persona  de  significación  política ,  ( 1 )  y  sin  que  esto 
le  sirviese  de  saludable  desengaño  se  empeñó  en  el  lance  mas  y  mas 

( 1 )    I  Qaé  Terguenia,  qaé  baldón  pira  el  míDisterío  de  las  eaarenta  y  ocho  horasl 


484  KL  FAfiMTO  DI  £09  GRfaOElllS 

resuelto  á  bo  ceder,  srno  camdo  no  le  qvedMe  Mngm  mMÜo  de 
resistencia. 

Conoe&ilo  est»  el  pneMo,  y  firme  tamMen  por  m  pcrle  en  sa 
propósito  de  no  dejar  las  armaa  hasta  qne  estoriese  Me(f«r«éo  m 
triunfe,  estrechó  naas  y  mas  su  cfrenlo  de  harricaéas  soiive  los 
poestos  enemigo»,  y  redobló  sos  ataqnea  con  bmk  valentía  y  %M 
roismo  qne  sos  mismos  enemi^s  no  han  podido  menos  de 
Docer. 

Córdova  esperaba  que  la  faha  de  dinero  y  de  manioionea  reda- 
jera  al  poeblo :  pero  el  vecindario  atendió  con  suma  solieítaid  á  )m 
necesidades  de  tos  ccmihatientes ,  y  en  cnanto  á  mnnieionea,  algv-» 
DOS  Yalientes  paisanos  habían  tenido  la  fortnna  de  encoalrar  m^  el 
caoyno  de  Fteencarral  nn  carro  de  ellaa  y  la  brararra  snficietttft- 
para  apoderarse  de  él  á  pesar  de  sn  escolta. 

Este  contratiempo  hizo  mas  comprometida  y  diRoil  la  sitnaokNi 
de  la  tropa,  á  qnien  faltaban  además  snbsiatencias^ 
Górdora  rompió  por  todo  para  dar  pan  al  soldado. 
El  general  Mata  y  Aló»,  director  del  cnerpo  de  AdminisCraoios 
militar  y  comandante  en  gefe  del  coartel  general  de  Boena-^Viala  y 
Prado,  había  hecho  amasar  pan  en  las  tahonas  del  Pósito  y  deata- 
cado  nn  escuadrón  provisional  formado  con  los  rezagado»  qae  ba^ 
btan  qnedado  en  Madrid  despees  de  la  salida  de  k  oaballerfa  cott 
el  general  Dulce  en  el  mes  de  junio ,  á  buscar  pan  por  los  paeble» 
inmediatos  y  conduchrle  á  la  corte. 

Estas  provisiones  se  pagaban  en  el  momento  y  á  buen  precia 
por  las  cajas  de  la  pagaduría  militar;  además  se  ocuparon  lodos  los 
comestibles  de  las  tiendas  inmediatas  á  las  posiotones  de  la  tropa, 
y  de  esta  manera  costosa  y  abusiva  pudo  salir  €órdova  á  nediaa 
del  aparo  dú  nMmteanaieato  del  soldado. 


Otra  d«ilas  éMeotlade»  insnperaUe»  que  eDooatré  Gdf^ia  iMi 
la  áe  eottoealrar  las  tropa»  «a  pnaioe  estratégieoB,  poMlo  ^Miáqae- 
11» em  «eotsaiáa» efr Im omiHKbs düSmlsr tebcÉ ,  Si& Fvéimdíbm^ 
Sao  HarlHi,  el  Saldado^  Sa»  Mateo,  Soardiai  é»  Corpa  f  el  Miile,^ 
porque  ea  lodoa  ealoe  onarlelea  babia  fauces  f  annae  hadta  fí  húm 
laere  de  4(M&,  j  era  üeeetarío  caetodfeNrlat  para  qaa  de  «Ilaa  «o  aet 
apoderase  d^  piteklo. 

lavertfaae  además  considerable  aúmero  de  aeMadoa  e»  la  easN 
todia  de  las  eárceles,  det  Baoc»  j  de  olroa  eslaUeeiaiiefitoe  en  ipia 
era  necesaria  la  presencia  de  la  fuerza. 

Parada  qo»  la  frMÍdeaoia  ialerrenia ,  ealableeieiido  diftaalta- 
dea  para  qae  la  kieka  na  se  proloagaf e ,  f  con  ella  la  efasion  cka 
aaagrcu 

Otro  gaaend,  airo  honbra  qaa  Górdora,  y  aa  qnlveaiee  citar 
de  aaavaá  lea  hombrea  qoe  can  aqael  eooatitaíaa  el  gobieraN»^  por^ 
qne  eran  aaloe  eoma  pader ,  hobieraa  at  fia  cedida  y  apelada  ai 
üaio»  Biedio'qae  la  ^faedaba  para  siMpeadcr  el  foega,  dejar  el  paaa«« 
lo  y  aeoBsejar  á  S.  M.  cdoio  leid  y  oaéeHero,  el  nombraaaienta para 
presideaCe  éA  Ceaceja  de  atínistros,  coa  eaeargo  da  feraiar  aia 
nuevo  gabinete  á  una  persona  qae  ftiese  á  propésilo  por  aa  popBla«> 
rídad,  para  iaepírar  eoaiania  al  paeblo  araiada. 

Cerdosa «  por  el  coalntrio ,  se  prepuse  aprovechar  el  lieaipo 
basta  donde  le  faeae  posible ,  aleatando  la  dudosa  csperanaa  de  qae 
Hegasen  á  tiempa  para  asesinar  ri  pueblo  las  tropas  qae  de  ladea 
partes  babía  aiaadada  se  eooocMIrasea  sobre  la  capital. 

El  temor  de  qae  esto  aconteciese ,  aoensejaba  al  paeblo  aparta 
los  medios  de  ataque  de  una  manera  enérgica ,  con  una  actividad 
iooaaeable ,  eon^  an  valora  toda  prueba. 

I  Caáala  sanara  derraaiáih  por  la  teaaeidad  de  un  scrfahom»* 


486  KL  PALACIO  DB  L06  CiÍMINIS 

bre,  Ó  mejor  dicho  por  la  impura  ambición  de  opa  mujer  1 

El  ministerio  polaco  derribado,  la  reina  Cristina»  toda  la  gente 
non  ioneta ,  en  fin ,  que  tenian  sobrados  motivos  para  temer  las 
iras  del  pueblo,  estaban  encerrados  en  palacio;  el  pueblo  lo  sabia»  y 
su  propósito  era,  ya  que  no  atacar  al  palacio  por  respeto  á  la  reina, 
circumbalarle,  estrecharle ,  rendirle,  apoderarse  de  las  eabeías  sen» 
tenciadas  por  la  opinión  pública,  y  dar  al  mundo,  y  á  la  historia  ano 
de  esos  terribles  ejemplos  que  no  debian  dejar  de  tener  presentes 
siempre  en  la  memoria,  aquellos  que  son  llamados  á  gobernar  nn 
pueblo  que  sabe  serlo. 

Por  lo  tanto  el  principal  cuidado  de  Córdova  era,  no  solo  ca- 
brir  las  avenidas  de  aquel  refugio  de  traidores,  sino  de  impedir  que 
sus  avanzadas  fuesen  atacadas  por  el  pueblo :  los  combates  que  en 
distintos  puntos  de  Madrid  se  sostenían  de  una  manera  encarnizada 

• 

no  tenian  otro  objeto  que  entretener  al  pueblo  en  combates  inúlt-^. 
les ,  lejos  del  punto  que  se  tenia  mas  interés  en  guardar ;  por  lo 
mismo  se  acosaba  á  los  patriotas  en  sus  posiciones ,  se  lanzaba  al 
soldado  delante  de  ellas  i  la  muerte ,  y  todo  era  sangre  del  pueblo 
que  se  vertia  para  impedir  que  el  castigo  de  sus  crímenes  cayese 
sobre  la  cabeza  de  algunos  infames.» 

Córdova ,  en  su  Memoria  sobre  loi  $uee$o$  polüieos  oeurridog 
<n  Madrid  en  loí  dia$  Í7 ,  18  y  19  de  jtilío  de  1854,  confiesa  que 

LA  BRVOLUGION  BSTABA  HECHA  BN  LOS  ÁNIMOS  1>B  TODOS  ,  QDB  LA  Ori-» 
BION  BBA  UNIVBBSAL  CONTBA  EL  60BIEBN0  DIMISIONABIO ,  y  siu  embaiW 

go  hace  alarde  de  su  resistencia  al  movimiento  popular  y  se  vana- 
gloria de  haber  hecho  armas  contra  el  pueblo. 

Oigamos  sus  propias  palabras : 

«La  verdad  es,  que  la  revolución  estaba  hecha  en  los  ánimos 
de  todos,  que  la  opinión  era  universal  contra  el  gobierno  dimisio- 


KL  FOOLO  T  SUS  OPBBSOUI.  tgj 

nario ,  y  que  desde  los  príoneros  momentos  en  que  falté  la  compre- 
sión ,  con  la  desaparición  de  las  autoridades  y  agentes  de  las  mis- 
mas 9  que  corrieron  á  ocultarse  del  furor  y  de  la  Tengania  populav, 
todo  el  mundo  miró  con  indiferencia  aquella  nocke  los  actos  que 
después  condenan ,  cuando  vueltos  en  s( ,  Ten  con  asombro  que  ti 
mal  hecho  alcanza  á  todos,  y  que  á  bita  de  otro  á  quien  condenar, 
porque  yo  estaba  solo ,  se  pretende  hacerme  responsable  de  cosas 
que  son  debidas  á  la  maldad  de  algunos ,  á  la  tácita  aprobación  de 
otros  y  á  la  indiferencia  del  mayor  número ,  que  no  corren ,  como 
se  hace  en  todos  los  países ,  á  la  defensa  de  la  sodedad ,  poniéndote 
al  lado  del  gobierno,  siquiera  se  llame  este  el  duque  de  la  Victoria 
ó  el  general  Górdova. 

En  medio  de  la  agitación  de  aquella  noche  se  publicó  sin  auto- 
rización ni  conocimiento  mió  una  Gaceta  estraordinariaf  en  la  cual 
aparecía  la  dimisión  del  ministerio ,  insertándose  los  reales  decretos 
de  su  admisión. 

Estaban  estos  redactados  de  una  manera  tan  honorífica  para  los 
ministros  dimisionarios ,  y  eran  tan  exagerados  los  términos  en  que 
80  realzaban  los  méritos  y  ios  servicios  de  los  ministros ,  que  esta 
Gaceta ,  que  publicada  en  otra  forma  hubiera  podido  quizás  tran- 
quilizar un  tanto  los  ánimos ,  no  hizo  mas  que  exacerbarlos ,  atri- 
buyéndoseme su  contenido. 

Sin  embargo ,  nada  es  mas  cierto  que  el  que  yo  no  intervine 
para  nada  en  aquel  último  acto  del  ministerío  San  Luis ,  que  no 
puse  mi  firma  en  aquellos  decretos ,  que  todavía  no  he  visto,  y  que 
nunca  hubiera  publicado  sin  el  acuerdo  de  mis  compañeros ,  que  á 
aquella  hora  no  habían  jurado  todavía. 

A  las  tres  y  media  de  la  madrugada  el  ministerio ,  formado  de 
las  personas  que  todo  el  mundo  conoce ,  juró  en  manos  de  la  reina 


y fnéá'ooai^arasiéetks  wi< jüat k|m ládwa  ¿ar  á  Miioocr  /al  frái» 
pina  iiafr>ÉBpaiwahie«te*i¿  agiliéa  ii«cíttdaríD;d#  fe  «tórle » la  aw*- 
■<^  faa  aa  fnapania  aegvir. 

fiajo  á  lasiádnádiiÉa  4a  élfqaa  bao  marecido  «al  ^onor  *ée  lev 
praiapitailotaaiaa  GdvtaB  C«iiatíUi3FcaÉa5  la  taraa  da  'dar  >oi»ate  ée 
.taéaálea  acÉbafoMáoM^  y  ma  Bnilaré  úneaaoaoteáaapKcariáqaK^ 
4laaqae  útímm  whdap  coo  la  parta  aii)ilHr  en  iasjaoflOiieokmattaa^ 
'áienippa  qna;  aeaaí  nacatarioa  á  ni  jaiüSoacio». 

KoM  aslraie  jqoe,  raapalanáo  k  poiiaaon  de  toloa  f  deseada 
«lO^déious  Ai|(u&MBaa oanpaitaas,  y  U libeoiad  a ifiieeada  «inl 
fertá  da  ciMáderar  kMhachas^'démplkarlQi  y  o«iiatítarliia^lo:ha^ 
ga  yo  con  absoluta  independencia  por  mi  parta  9  y  wgam  ania  |MÍo«- 
^eipioat  toaamido  i  im-aaiigoitoda.la  raaimiiáiiílidad  de  los  ihachos 
«úlílHra»  aB»8«>óao]«Bto  y  yorÉseBODet »  paafné  da  attos  fea  daaafe 
«liañatTOi  di  iMadba  di  daba»  éespoBéar» 

Seria  como  la  una  y  media  de  la  madrugada,  yfor  feteako  A 
^Uttvo  «a  -aalaba  aun  oanstitiiido^  ^ciiaiidoL«  i  paaar  de  ^e  la 
guardia  del-pafeofe  de'fe  tama  madro  había  aído  raforsada  oan  M 
da  40»  970  aiHÜbraa  ipie  leaía  ea  palaeio ,  alguaatt  grupafc^aanira- 
roa  én  laadialHlaoMias,  eaapeando  á  ^amar  aa  mowiUaido  y  4fe^ 
ceüdiar  él  edífida ,  poaíeado  ea  peligro  las  «asas  de  partfeafenM  u 
pacíficos  ciudadanos  de  la  misma  manzana. 

EaTissjikaB  bstb  iíubvo  mirrAflia,  no  takiA  bn  avifiuft  Lá. 
aVBaaiL  KacBsauA  vamjl  aaaamiaLo  atis  imiM  qob  el  iaDnaBa&k«- 
aa^  váMA  oastGHABLA  Y  iraHaRAa  al  «bp£  om  xa  naaiÁ  aurasaa, 
»i«aoLi  óaaaa  TsaiavANTE  as  aaupsa  el  fdboo  aiN  mu  aiLacioa 

QUE   LA  PRIMERA  INTIMACIÓN ;  LO   CUAL   SB  TBaiFfCSÓ ,  SALTÍJIDOSB  AlRÍ 

AQUBL  aanriGio. 

Esta  faena ,  después  de  halwr  despefado  la  placa  dd  Seaado, 


IL  POULO  T  SOS  0FBE80tRi«  i89 

el  palacio  déla  calle  de  lai  Rejas  j  las  calles  inmediatas,  marchó 
rápidamente  por  la  plaza  de  Santo  Domingo,  Costanilla  de  los  Anr 
geles,  calle  del  Arenal  á  la  Puerta  del  Sol ,  que  despejó  á  los  pri- 
meros tiros ,  y  continuando  su  marcha  por  la  Carrera  de  San  Ge-* 
rónimo ,  llegó  ó  la  calle  de  Cedaceros  dispersando  con  una  descar- 
ga á  los  que  se  ocupaban  todavía  en  robar  los  efectos  del  señor  Sa- 
lamanca. 

Dejando  en  la  casa  de  este  una  pequeña  fuerza ,  volvió  á  pala- 
cio, no  sin  haber  despejado  ¿  fusilazos  algunos  grupos  que  se  reu- 
nian  hostilmente  en  lo  alto  de  la  calle  de  Alcalá. 

Se  vé  pues  por  este  sencillo ,  pero  verídico  y  exacto  relato ,  que 
se  comprueba  por  diferentes  documentos  que  tengo  en  mi  poder, 
que  con  la  corta  fuerza  de  que  yo  podia  disponer  en  palacio ,  des  * 
pues  de  aumentar  su  servicio  y  cubrir  sus  avenidas ,  de  reforzar  la 
casa  de  la  calle  de  las  Rejas,  de  hacer  evacuar  las  del  Gobierno  po- 
lítico y  Villa,  de  penetrar  en  la  plaza  liayor  á  viva  fuerza  y  evitar 
el  incendio  del  palacio  de  la  reina  madre ,  en  donde  ya  rompió  el 
fuego ,  llegaron  las  tropas  primero  á  la  casa  del  conde  de  San  Luis, 
aunque  no  á  tiempo  de  evitar  el  mal ,  y  despejaron  con  su  actitud 
imponente  y  hostil  la  Puerta  del  Sol ,  la  calle  de  Cedaceros  y  la  de 
Alcalá» 

¿En  dónde  está ,  pues,  la  flojedad  para  reprimir  los  escesos  una 
vez  que  me  fueron  conocidos? 

¿  En  dónde ,  en  qué  acto  mió ,  en  qué  orden  se  puede  presen- 
tar la  prueba  de  que  yo  permitiera  los  escandalosos  desmanes  á  que 
algunos  se  entregaban  ? 

De  la  misma  manera  hubiera  obrado  contra  los  que  fueron  á  in- 
cendiar los  muebles  y  efectos  de  algunos  de  los  demás  ministros, 

los  del  señor  conde  de  Quinto  y  los  de  mi  antiguo  amigo  el  conde 
T.  u.  62 


<M  wL  9á¿LMem  wm  lo»  mimoam 

de  yisCakef ttosa,  ñ  dm  Inibieraa  skfo  coaocMts  oportaisaiiMto  te-* 
le»  ÍDlenlos,  algvom  de  loe  cMles  ■•  llegaraft  á  mi  boIíc»  beeteri 
sigmieBle  dk  ]por  la  manaBa ,  j  por  la  larde  olrei ;  pero  no  fakará 
qvieii  esdamer 

•iQf^  goUenM  era  eee ,  que  ao  saina  lo  qae  oevrria,  ai  atr^ 
canzaba  i  colmiibrar  tos  atentados  ipe  se  ¡Nreparaban ,  á  fia  de  re- 
mediarlos oportanamente? 

{  Cóaio  BO  censarar  tanta  imprevtsion  j  ta»  puaible  akaodeno?» 

Los  que  tal  digan  oUídaa  las  coodiciooes  de  exietencia  del  mi— 
nisterio;  no  se  hacen  cargo  de  que  no  tenia  apenas:  mi  empleada  da 
qm  disponer,  qae  no  era  gebtemo  todaria  caando  habían  empe- 
ziftdo  las  agresiones,  y  que  le  faU6  tiempo  pava  organtuur,  «aoqna 
rápidamente ,  los  eteeaeotos  tnáíspeosaWea  para  crear  la  resistencia 
é  impedir  qae  la  revoioeion  tatnira  eoerpo» 

¿Qméft  se  ha  encentrado  en  sitoacion  igual? 

Dm*ara(e  las  heras  mas  erílicaa  me  tí  aoto»  completamente  aofet 
flin  asforídodes,  sin  agente»  qne  me  trajeran  notíciaa»  porque  ioéa 
el  mondo  había  hoide. 

ün  ministerio ,  atendiendo  4  sn  formación «  siempre  díficü  y 
laboriosa,  y  entonces  como  nnncay  sia  tropaa  sofideoiee^  al  paao 
qae  se  engrosaban  las  filas  del  motin ,  sin  medios  para  hacerme  ea- 
tender  de  la  población :  hé  aqi»i  mi  posición  en  aqneUoa  momentos. 

Si  yo  no  hice,  al  romper  el  fuego,  cuanda  cate  estaba  aMs  que 
suficientemente  justificado,  mas  que  proteger  la  sociedad,  cum- 
pliendo un  deber  que  la  misma  impone  á  toda  aotoridad ;  si  la  mi»- 
ma  Junta  de  Madrid  y  el  general  San  Miguel  dieron  después  órde- 
nes terminantes  á  los  paisanos  armados  para  recbaaar  con  las  fuer- 
las  á  los  que  intentaban  nuefamenle  incendiar  d  palacio  de  la  rei- 
na madre,  el  Teatro  Reíd  y  otros  edificioa,  iaclnso  el  pdacio  del 


\ 


sdíor  Sahnanca ;  sí  •después  ea  Berros  y  ea  otros  pantos  se  kft 
condenado  con  universal  reprobación  á  los^pie  nojicadieimiücas^ 
tigarios  y  reprimirlos  en  «1  ael»,  ¿qaé  jwticta  hmbri  nasca  para 
baceroie  oargo  de  «qae  hice  fne^o  al  pueblo  ? 

¿\  q&é  resprnisaiiíUdad  ao  «e  habiera  sajelado  U  opinión  pá*-- 
blica  si  aquellos  incendios  y  los  que  ameBazaroa  á  OMjor  aánero 
de  casas  no  inbierca  sido  contenidos  por  la  aditiid  hoAU  ^pe  desde 
qoe  me  fueron  conocidos  «oslró  la  trapa  coatra  sus  adiaras  T 

Ealonoes  aie  hubieran  acusado  i^on  sobrada  razón  de  defaílaiad, 
como  en  1834  se  acusó  á  la  autoridad  oaaado  las  turbas,  dueaas  aa» 
terameate  de  la  dudad ,  asaltaban  los  ooaveatos  para  asesinar  á  fa» 
inocentes  é  inofeasivos  raiigfiosos. 

Pero  aa  ftieron  eslos  ios  éaicos  desaiaaeo  «pse  sa  eometitron 
aquella  aocke  y  qaa  eiigiaB  la  represión  que ,  repito ,  les  Jmbiura 
aplicado  aates,  si  oportunameale  aie  irabieraa  sido  conocidas, 

Sfjkre  las  ocho  y  laedia  aa  faerte  grupo  da  ^aisaaos  desaraié  la 
guardia  del  Gobierno  Civil,  que  con  IB  hombres  no  puso  resíston- 
cia  alguna,  apoderándose  y  repartiéndose  sobre  400  armas  queaa 
él  estaban  depositaéas;  i  esta  misma  bora  ias  aficinas  y  dependen- 
das  de  la  Admiaíatracion  Milftar  hukierao  sido  forzadas  y  ifuízli 
saqueados  sus  efectos  y  cándales,  sin  la  resistencia  y  precauciones 
improvisadas  en  aquellos  primeros  momeatos  por  algunos  soldadaa 
y  empleados ,  por  el  general  Mata ,  director  general  de  la  misanu 

A  las  Buerre  gr«u  multitud  da  pueblo  aovpó  el  ministerio  de  la 
GoberoacioB,  desarmando  la  guardia  del  friocipal ,  cpie  tampoco  se 
resistió  lé  «as  mioimo ;  y  no  se  repita  con  icsnGada  iasistencia  que 
yo  habia  dispuesto  ae  se  bioiese  faego  al  pueblo ,  porque  ya  he  laa- 
BÜestado  que  la  autoridad  time  y  debe  teaer  siempre  sas  debeles  y 
sa  pespoBsabiMiad  eapraial ,  de  la  ^pw  aa  pandea  aaamirle  ^idnei 


f  9S  XL  PALACIO  DI  LOS  GEÍIIBNI8 

dadas  ea  circaostancias  diversas  de  aqaellas  en  que  el  cumplirlas 
literalmente  es  un  absurdo. 

La  guardia  del  Principal  no  debió  permitir  que  se  forzase  sa 
puesto,  ni  mucho  menos  dejarse  desarmar  por  una  gente  que  al 
menor  movimiento  hostil  de  los  soldados  hubieran  despejado  la 
Puerta  del  Sol  en  pocos  instantes. 

También  la  puerta  del  cuartel  de  San  Martin «  ocupado  por  la 
Guardia  civil ,  fué  forzada ,  pidiéndose  las  armas  de  la  tropa ,  y 
aunque  no  se  hizo  uso  de  ellas,  la  sola  actitud  de  algunos  guardias 
contuvo  los  desmanes;  conducta  prudente  á  la  par  que  enérgica  j 
noble,  que  si  la  hubiese  seguido  igualmente  la  fuerza  del  Principal 
no  hubiera  pasado  por  el  deshonor  de  ser  desarmada. 

El  general  gobernador  fué  objeto  de  insultos  y  amenazas  eo 
la  Puerta  del  Sol,  y  no  habiendo  dado  lugar  á  ellos  acto  alguno  de 
hostilidad  por  su  parte,  significaban  suficientemente  que  la  re- 
presión era  indispensable  si  no  se  quería  renunciar  á  sostener 
el  principio  de  autoridad ,  sin  lo  cual  la  sociedad  estaba  en  pe* 
ligro* 

Dos  oficiales  de  Estado  Mayor  fueron  detenidos  y  maltratados 
inhumanamente  cuando  marchaban  solos  á  comunicar  órdenes ,  el 
uno  en  la  Puerta  del  Sol  y  el  otro  en  la  calle  de  Hortaleza ,  ea 
donde  le  dispararon  algunos  tiros ,  que  mataron  el  caballo  qoe 
montaba. 

El  parque  de  artillería  fué  blanco  también  de  los  amotinados» 
que  se  presentaron  en  sus  puertas,  pidiendo  á  grandes  gritos  y 
con  terribles  amenazas  las  armas  que  contenian  sus  almacenes ,  y 
que  libraron  del  pueblo  la  actitud  respetable  de  la  tropa  y  la  fir-> 
meza  del  gefe ,  al  cual  se  debe  que  en  los  primeros  momentos  ao 
se  hubiesen  apoderado  los  paisanos  de  5,000  ó  mas  armas «  qae 


BL  füOLO  T  SUS  OPBBSOBBIk  t93 

con  Otros  pertrechos  se  castodiaban  ea  el  cuartel  de  San  Gil . 

En  vista  de  estos  sucesos*  ¿qué  otro  partido  me  quedaba  que 
la  resistencia? 

¿  Dudé  nn  momento  en  seguir  este  camino ,  á  pesar  de  que  con- 
taba con  tan  escasas  fuerzas? 

Ya  lo  hemos  visto :  yo  no  tenia  en  palacio  mas  que  270  artille-^ 
ros,  309  hombres  de  Baza,  250  de  EiLtremadura  y  114  quintos» 
apenas  instruidos  y  sin  foguear ,  del  regimiento  de  Cuenca ,  íor^*^ 
mando  un  total  de  943  hombres ,  sin  contar  la  parada  ordinaria  j» 
el  cuerpo  de  Guardias  de  la  Reina ,  de  una  y  otra  arma ,  que  con«^ 
venia  no  emplear  fuera  del  interior  del  palacio ,  para  evitar  que  la 
lucha  tuviera  una  significación  que  no  debia  tener ,  y  que  le  hiK 
hiera  prestado  la  participación  en  ella  de  la  fuerza  dedicada  excla- 
sivamente  á  la  custodia  de  la  reina. 

Reforzado  el  servicio  de  la  guardia  esterior  con  50  hombres  en 
cada  uno  de  los  arcos  principales  de  la  plaza  de  Armas  del  palacio» 
con  90  artilleros  la  casa  de  la  reina  madre,  30  las  Caballerizas 
reales  y  unos  100  hombres  cubriendo  las  avenidas  de  la  plaza  de 
Oriente ,  por  el  Teatro  Real ,  calle  de  Santiago ,  el  Campo  de  Mo- 
ros y  otros  punios  no  meiioi  úqpoiiaales,  con  el  resto ,  ^ m  apMas 
llegarla  á  600  hombres ,  se  dirigieron  sobre  la  una  y  media  para 
despejar  el  palacio  de  la  reina  madre  120  soldados,  los  cuales  lle- 
garon ,  como  he  dicho  antes ,  hasta  la  calle  de  Cedaceros  y  la  de 
Alcalá;  «deoiás  250  hombres  con  el  general  Mata ,  que  por  la  cav- 
ile Mayor  penetraros  á  viva  fuerza  en  la  plaza  Mayor ,  no  sin  es- 
perimentar  pérdidas  sensibles ,  consiguieron  disolver  la  reunión  ar- 
mada que  á  las  órdenes  de  la  Junta  acababa  de  llegar. 

Téngase  presente  que  estos  dos  ataques  simultáneos ,  en  el  que 
las  tropas  destacadas  de  palacio  vencieron  toda  la  resistencia  que 


enconlrarOD,  se  ejeootó  «a  onrto  ie  hora  ¿etyéi  «pie  d  seior 
Gorradí  saiiera  4e  paiaeio»  porque  hasta  pooo  aalea  no  aa  üe  babia 
reunido  la  fuerza  de  Estremad  ora  y  Cuenca. 

G<Mi  ia  ttUéa  de  estas  dos  columnai^  j  dedaoída  vmm  ooMpañia 
que  había  hecho  salir  á  las  diez  de  la  noche  á  prolafer  la  easa  4A 
Meée  de  San  Luis,  qie  te  reuaíó  á  his  ire^s  qve  se  pofiieraa  i  las 
órdeses  dd  general  Mala*,  apenas  qoedaroa  en  palacio  200  hona- 
InnBS,  oéonro  bien  insignificanle  por  oiertoi  sí  se  considera  el  pre* 
doso  depósito  que  encerraba  el  «Icáiar  de  aneslros  reyes ,  y  las  oe- 
ecsidadac  eventuales ,  qaa  reoUmabaa  una  pe(|ii«Ka  reserva. 

Eitas  dos  cohmius  tenían  la  orden  de  regresar  á  palacio  dea- 
pnés  que  verificasen  eos  respeetÍTas  operaotOBes,  porqne  eos  el  ea- 
Mso  WiMero  de  tropas  que  tema  i  ai  dtapcaiciosi ,  eoaso  qneda 
demostrado  bien  detalladamente ,  ao  debía  dejar  á  la  reina  ski  da* 
fnsa  en  los  sucesos  qne  podían  taiier  lagar  despaés^  tú  espoaer  á 
tropas  tan  reducidas ,  en  «ma  diaensínaciosi  por  el  centro  de  la  ca- 
pMi ,  i  ifoe  faeseo  soltadas  de  sn  base  si  se  intemahan  por  Um 
karríasttias  sepandoa. 

¿Adonde  eslti  paes  la  fisha de  acción  centra  los  ansotinados T 

Ea  cierlo  que  las  «asas  de  algunos  nsiniatros  y  de  otros  Cneroa 
Itaeadas  y  ifuenados  sos  efectos ;  pero  ¿pude  ovitario  T 

¿Acaso  lo  supe  anles  qoe  se  verificasen  ios  sneendios? 

A  las  primeras  noticias,  ¿no salió  de  palacio»  y  por  <Srden  mia, 
k  feerza  necesaria  para  protegerias,  en  medio  de  la  escasee  de  laa 
foe  tenia  á  mi  diaposidon  i 

¿VaoiLÉ  UN  KoifBinro  n  nosna  el  rasoo  laego  qne  sepe  loa 
desmanes ,  y  ^ue  por  otro  lado  conoci  los  actos  revdactonarioa 

dienMi  motivo  á  la  comisión  tpie  llevó  al  palacio  d  aenor  Cor- 

li? 


I  SM  onMMmEMm  AM 

tu  capitán  gtneral  había  htcho  duniaba^  y  ya  por  la  tarda ,  al 
hablar  á  loa  fcfea  ile  la  gvamícíoB»  ks  dtjo  qaa  esperaba  prffttmaa 
al  aueva  gobierno  bu  eooporaGiaB,  no  para  opooeiM  á  un  aMfi-r 
mknlo  qne  ya  era  general,  sino  para  mantener  el  drden  de  la  fa»« 
blaoioa.  Sn  faha  da  cooperación  aqndla  noche  para  hostilizar  la  ra- 
Tokoeion  era  una  consecuencia  de  lo  (|ae  pocas  horas  antea  había 
dicbo  á  los  gefes ,  y  de  su  diasiaion  ai  sa  quiere. 

Aquellos  cuerpos  qne  estaban  á  sos  árdenea  permanecieron  sia 
hacer  nada  hostil ,  muy  á  mi  pesar ;  porqa» »  sí  bi^n  algunas  horas 
antes  babia  mandado  no  hacer  fuego ,  ya  á  la  uoa  y  media  se  rom^ 
pi6  en  diferentes  puntos >  pero  en  especial  en  la  Puerta  del  Sol,  en 
las  callea  de  Cedaceros  y  de  Álcali  ,  bien  cerca  por  cierto  al  pala<^ 
ció  de  Boena-Vista ,  «n  donde  el  capitán  general  contaba  desda  los 
primeros  momentos  con  450  hoasbres  de  ingenieros ,  17&  de  gra- 
naderos, 150  de  Zaragoza,  248  de  Mallorca,  140  de  la  Constttn* 
cion,  100  guardiaa  municipales  y  80  caballos  de  la  Guardia  crvil, 
formando  pn  total  de  1,263  hombres,  80  caballos  y  dos  bateriaat 
de  las  cuales  yo  no  dispose ,  y  quedaron  á  su  disposición  oomo  au- 
toridad militar  de  Madrid. 

En  este  número  se  comprende  la  fuerza  que  ocupó  el  Princi- 
pal ,  que  seria  de  unos  250  hombres. 

Yo ,  que  ignoraba  esta  inacmon  de  las  tropas  que  se  hallaban 
por  parte  de  Buena- Vista,  no  podía  separarme  de  palacio,  y  sien- 
do el  único  ministro  que  había  )Qrado ,  tenía  la  no  menos  intere* 
sante  oUigacioD  de  constituir  un  gobierno. 

Ahora,  sin  embargo ,  celebro  que  las  hostilidades  no  se  hubie- 
ran roto  en  la  Puerta  del  Sol  ni  por  las  (ropas  qne  tuvo  á  sus  órde- 
nes aqudUa  noche  el  general  Lara ,  que  á  la  manan/i  del  siguiente 
día  se  retiró  enfermo  á  su  casa,  pues  se  ha  evitado  la  efusión  de 


196  BL  FALAaO  DB  LOS  GBÍMBNBS 

mucha  sangre  sin  resaltado  algnao ;  porque  es  indudable  que  la 
resistencia  que  ya  encontramoi  en  la  larde  del  siguiente  dia  no  la 
hubieran  evitado  las  mayores  hostilidades  que  fiodieran  haber  te- 
nido lugar  en  la  noche  del  17;  pero  al  menos  q«e  no  se  me  aeuM 
de  no  haber  tenido  la  suBciento  resolución ,  cuando  fui  el  Aoico 
que  opuso  un  dique  al  torrente  con  la  poca  fuerza  de  que  disponía» 
ya  que  he  de  sufrir  con  resignación  el  cargo  que  por  otros  se  me 
hace  de  haber  hecho  armas  contra  el  pueblo.» 

Acerca  del  nombramiento  de  Pons  >  se  espresa  Córdova  de  este 
modo: 

c  Los  puestos  avanzados  en  la  plaza  de  Oriente  por  el  lado  de 
las  calles  de  Vergara ,  sabida  de  Santo  Domingo »  de  las  Rejas  y  las 
inmediatas  á  estas ,  sostenian  un  fuerte  tiroteo. 

En  estas  circunstancias  fué  cuando  recib{  por  un  oficial  de  Es* 
lado  Mayor ,  que  corrió  grandes  peligros  para  llegar  al  arco  de  pab- 
lado ,  en  donde  me  encontraba ,  desde  Buena- Vista »  la  dimisión 
del  general  Macrohoo  del  gobierno  militar  de  Madrid,  que  allí  mis- 
mo acepté ,  nombrando  para  reemplazarlo  al  brigadier  Pons ,  aaii* 
go  mió ,  y  en  el  cual  no  debí  considerar  sus  opiniones  carlistas  de 
otra  época ,  sino  los  distinguidos  servicios  que  en  Cataluña  había 
prestado  á  la  causa  de  la  reina  y  de  la  libertad  bajo  las  órdenes  del 
marqués  del  Duero ,  y  primeramente  á  las  mias. 

A  los  que  me  acusan  de  este  nombramiento ,  que  recala  en  un 
oficial  que  había  servido  en  las  filas  carlistas^  yo  les  respondería, 
si  fuese  necesario ,  con  otros  nombres  de  oficiales  de  igual  procer* 
dencia  y  no  menos  dignos  qoe  han  servido  á  la  revolución  en  las 
filas  de  los  sublevados  en  el  Campo  de  Guardias,  y  que  hoy  se  en«- 
euentran  mandando  cuerpos  ó  al  frente  de  otras  provincias. 

Ignora  sin  duda  el  señor  San  Miguel,  y  los  que  con  él  han 


BL  PDBBLO  T  SUS  OPRBSOBBS.  497 

censurado  este  nombramiento ,  qae  el  brigadier  Pons  estaba  mas 
unido  á  la  causa  liberal  que  :i  aquella  en  cuyas  filas  habia  servido 
años  antes ,  ya  por  el  fusilamiento  de  su  hermano  en  Cataluña »  ya 
por  haber  estado  á  la  cabeza  de  doce  batallones  en  la  alta  montaña 
en  los  últimos  momentos  de  la  guerra  del  Principado. 

£1  brigadier  Pons  era  uno  de  los  que  habian  sido  espulsados  de 
Cataluña  por  la  autoridad  militar  por  sus  íntimas  relaciones  con  los 
liberales  de  mas  nota  del  antiguo  Principado ,  y  sus  opiniones  eran 
tan  contrarias  al  ministerio  del  conde  de  San  Luis,  que  siempre  se 
hizo  sospechoso  á  las  autoridades  de  Madrid ,  que  veian  con  enojo 
las  relaciones  que  Pons  sostenia  siempre  con  las  personas  mas  co- 
nocidas por  sus  ideas  avanzadas. 

Yo  no  me  admiro  de  que  este  nombramiento  sea  censurado  por 
los  que,  llamándose  liberales,  se  muestran  siempre  intolerantes 
y  van  á  examinar  ios  antecedentes  y  la  vida  toda  de  los  hombres, 
para  rechazar  á  aquellos  que  tengan  un  solo  hecho  contrario  á  sus 
opiniones,  sin  considerar  que  si  llevásemos  al  terreno  de  las  per- 
sonalidades esta  clase  de  cuestiones,  podriamos  señalar  muchos 
nombres  de  los  que  parecen  mas  puros  patriotas,  ya  recibiendo 
premios  y  distinciones  de  los  gobiernos  moderados,  ya  prestán- 
doles servicios  muy  importantes,  que  pudieran  ser  condenados. 

Por  mi  parte  puedo  asegurar  que  en  aquel  momento ,  en  que 
me  faltaba  un  jefe  inteligente  y  decidido  para  la  guarnición  de  Ma- 
drid ,  consideré  mas  estas  circunstancias  y  las  que  anteriormen- 
te dejo  espuestas,  que  los  antecedentes  realistas  que  de  muchos 
años  atrás  tenia  el  brigadier  Pons ,  que  fué  nombrado  sin  que  los 
demás  señores  ministros  tuvieran  de  ello  conocimiento ,  pues  no 
eran  aquellos  instantes  supremos  muy  propios  para  consultarlo  en 

Consejo.» 

T.  II.  63 


i9^  EL  PALAaO  DB  LOS  CBÍlIIlfKS 

Con  rdacion  i  Yomory  y  Macrohon ,  dice  Córdova : 

«Deseoso  mas  y  mas  de  demostrar  las  tendencias  del  gobíemo, 
se  nombró  al  general  Macrohon  gobernador  de  la  plaza  de  Madrid. 

Si  este  nombramiento  recaía  en  persona  liberal ,  bien  reputada 
y  digna  por  todos  conceptos  de  la  confianza  pública ,  lo  acredita  el 
puesto  que  desempeña  y  debe  á  la  confianza  del  actual  ministro  de 
la  Guerra. 

Al  comunicarle  mis  órdenes ,  fueron  terminantes  y  precisas  las 
instrucciones  qne  le  di ,  previniéndole  que ,  mientras  no  hubiese 
capitán  general ,  se  encargase  del  mando  de  todas  las  fueraas  qae 
se  hallaban  en  Buena-Vista  y  Puerta  del  Sol ,  apurase  todos  los 
medios  posibles  para  tranquilizar  los  ánimos ,  y  si  se  veia  hostiliza- 
do ,  que  obrase  con  vigor  sobre  el  centro ,  y  siempre  en  la  direc- 
ción de  la  Unea  que  ocupábamos ,  sobre  la  cual  yo  operaria  por  bií 
parte  desde  Palacio. 

Este  general  trabajó  cuanto  le  fué  posible  para  tranquilizar  los 
ánimos ,  y  no  lográndolo ,  me  dirigió  después  á  palacio  su  dimí- 
sioo,  sin  duda  porque  no  juzgó  debía  combatir  al  pueblo,  y  yo 
hube  de  aceptarla  inmediatamente,  si  bien  con  el  sentimiento  de 
verme  privado  de  la  cooperación  de  sus  importantes  servicios ,  y  de 
encontrarme  nuevamente  sin  una  autoridad  qne  mandase  la  plaza 
e»  momentos  en  que  era  mas  necesaria. 

Nombróse  poco  después  al  conde  de  Yumury  para  la  capitanía 
general  de  Madrid ,  y  aqui  debo  confirmar  con  la  lealtad  de  mi  ca- 
rácter que  de  este  nombramiento  no  tuvo  conocimiento  el  Consejo 
de  ministros ,  porque  en  aquellos  momentos  se  hacia  preciso  un  ge-- 
neral  al  frente  de  las  tropas ,  y  los  demás  señores  estaban  ocupados 
en  otros  so— tos. 

Ya  he  dicho  antes  que  varios  otros  generales  rehusaron  t  cada 


> 


.0  T  sos  OPlBflOBflB!.  t99 

ano  por  disliotas  rizones^  encargarse  de  este  puesto  tn  intere- 
sanfte,  cakahnente  caando  mas  habia  menefrler  ia  eficaz  «oaoiier»- 
cion  de  nn  goDeral,  porque  mis  atenoíooes  eran  infinitas ,  y  tenk 
que  dividir  mi  tiempo  entre  las  medidas  de  gobierno,  que  recla- 
maban mi  presencia  en  el  €oosejo ,  entre  las  órdenes  qne  era  pre- 
ciso dictar,  el  cuidado  de  las  tropas  que  estaban  cerca  de  S.  H.,  y 
la  dirección  de  las  operaciones  que  estas  desde  su  base  podian  em- 
prender, para  sostener  por  un  lado  su  posición,  constantemen- 
te hostilizada ,  y  para  hostilizar  á  su  vez  en  la  línea  de  nuestras 
comunicaciones ,  que  era  al  mismo  tiempo  la  de  nuestras  opera- 
ciones. 

El  conde  de  Ynmnry ,  á  quien  di  iguales  instrocciones  qoe  al 
general  Macrofaon,  salió  de  palacio  con  una  escolta  de  70  artille- 
ros para  tomar  el  mando  en  Buena-Yista. 

Se  ha  dicho  que  este  nombramiento  exasperó  mas  los  ánimos, 
y  que  fué  generalmente  mal  recibido. 

Pero  ¿habia  producido  acaso  mejor  efecto  d  dd  general  Ma- 
crohon,  el  del  marqués  de  Perales,  y  tantas  otras  medidas  que  se 
dictaron  por  el  gobierno  como  medios  que  significasen  el  pensa- 
miento del  gabinete? 

Yo  habia  apelado  á  otros  nombres ,  aunque  inútilmente ,  y  si 
bien  en  cualquiera  otra  ocasión ,  recorriendo  la  lista  de  ellos^  podía 
acudir  á  muchos  otros  dignísimos  generales ,  en  aquellas  circuns- 
tancias no  era  posible  sin  dar  al  nombramiento  una  significacann 
que  debia  evitar  ¿  toda  costa ,  para  no  proporcionar  pretesto  algu- 
no á  los  que  nos  combatían  sin  alegar  una  razón ,  cerno  si  nosotms 
fuésemos  los  mismos  hombres  que  el  dia  antes  habían  dejado  el 
poder. 

La  elección  dd  conde  de  Yomury  fué  pues  par.a  mi ,  qne  esta- 


500  BL  PALACIO  DB  LOS  CBÍMBNBS 

ba  tristemente  obligado  á  resistir,  la  única  posible,  si  no  había 
de  renunciar  á  la  imprescindible  necesidad  de  nn  capitán  general, 
j  mncbo  mas  cuando  yo  no  tenia  motivo  ninguno ,  ni  la  población 
tampoco  9  para  dejar  de  apreciar  en  lo  que  valia  al  conde  de  Yu— 
mury  9  de  ideas  y  principios  liberales,  aunque  templados»  que  ha* 
bia  militado  en  las  filas  del  progreso  en  otra  época ,  que  no  ha-- 
bia  ejercido  cargo  alguno  desde  muchos  años  antes ,  y  por  lo  tan- 
to, no  solo  estrano  ala  responsabilidad  que  se  venia  exigiendo 
á  todos  los  que  habian  gobernado  desde  43 ,  ó  ejercido  bajo  es- 
tas administraciones  cargos  importantes,  sino  que  había  sido  coo— 
siderado  como  un  hombre  de  ideas  y  principios  liberales. 

Muy  de  mañana  en  aquel  dia  se  habia  presentado  la  cuestión 
del  nombramiento  para  la  capitanía  general  de  Madrid  en  favor  de 
don  Evaristo  San  Miguel ,  renovada  al  dia  siguiente  por  la  presen- 
cia de  este  general ,  quien  con  algunos  otros  señores  se  presentó  en 
palacio ,  y  me  cumple ,  con  el  respeto  y  la  verdad  que  debo  á  mis 
conciudadanos,  con  la  sinceridad  con  que  escribo  los  sucesos,  con- 
fesar mi  oposición  decidida  á  este  nombramiento,  que  demandaban 
los  mismos  que  nos  combatían. 

Yo  hacia  la  merecida  justicia  á  las  virtudes,  al  patriotismo  j 
al  crédito,  tan  justamente  merecido,  que  de  antiguo  goza  este  ilus- 
tre personaje  de  nuestra  revolución ;  es  posible  que  el  nombra- 
miento hubiera  ahorrado  muchas  víctimas,  pero  yo  estaba  lejos 
entonces  de  creer  en  sus  favorables  consecuencias. 

La  edad  de  este  respetable  veterano  de  la  libertad  y  de  la  mili- 
cia por  una  parte ;  la  exigencia ,  por  otra ,  que  se  mostraba  con 
mas  empeño  por  los  que  nos  combatían  á  mano  armada  con  tan 
obstinado  tesón ,  y  las  opiniones  políticas  que  ha  sustentado  toda 
su  vida ,  contrarias  á  las  mías ,  me  hicieron  temer  se  enervase  en 


BL  PUEBLO  T  SUS  0PBBS0BB8.  501 

SUS  manos  la  fuerza  pública ,  que  necesitaba  conservar  con  vigor 
para  resistir  á  exigencias  incompatibles  con  mis  convicciones ,  con 
mis  antecedentes  y  con  mis  propios  deberes »  que  me  impulsaban  á 
resistir  todo  cambio  en  la  ley  fundamental  del  Estado,  y  toda  no- 
vedad que  no  estuviese  ajustada  á  los  principios  conservadores» 
á  cuyo  partido  he  pertenecido  toda  mi  vida ,  del  que  por  nada  en 
este  mundo  estaba  dispuesto  á  separarme »  y  al  cual  tenia  yo  en  su 
dia,  como  hoy  lo  hago,  que  dar  cuenta  de  mis  actos;  que  me  la 
hubiera  exigido  muy  estrecha  y  severamente ,  castigándome  con  su 
reprobación  si  por  una  debilidad ,  que  ninguna  razón  hubiera  he- 
cho valedera,  aqoel  nombramiento  que  se  me  exigia  por  la  revolu- 
ción hubiese  sido  autorizado  por  mi  firma,  y  de  él  resultase  la  anu- 
lación del  partido  moderado. 

Tal  es  la  ley  á  qae  se  ligan  los  hombres  con  los  de  su  roínma 
comunión  política ,  y  á  la  cual  no  faltaré  nunca  ,  para  poder  espe- 
rar su  consideración  • 

No  obstante  de  ser  de  mi  responsabilidad  cuantas  apreciaciones 
haga  de  los  hombres,  de  las  ideas  y  de  las  cosas  en  todo  el  curso 
de  esta  Memoria ,  debo  declarar  que  en  lo  relativo  á  la  elección  del 
general  San  Miguel ,  á  todos  mis  compañeros  les  ocurrió  la  idea  de 
que  un  mando  tan  importante  no  podia  estar  bien  garantido  en  ma- 
nos de  un  personaje  que  habia  sido  lanzado  de  la  casa  de  Villa, 
donde  su  nombre ,  tan  popalar ,  llegó  á  cargar  con  una  impopulari- 
dad inmensa  entre  los  individuos  de  la  primera  junta  que  se  consti- 
tuyó la  noche  del  17. 

Yo  comprendo  que  el  general  San  Miguel ,  que  estaba  dispuesto 
á  variar  la  ley  fundamental  del  Estado ,  á  dar  armas  á  todo  el  que 
las  pidiese ,  y  á  que  se  convocasen  unas  Cortes  Constituyentes ,  de- 
sease el  mando  de  la  fuerza  pública ,  y  me  creyera  tan  poco  llama- 


BOS  K  nOMSiO  M  LOS  0IÜBMI8 

do  por  la  opÍDÍon  para  el  ninislerio  de  la  Guerra,  oomo  él  «dísmo 
para  ser  papa  en  s$áe  vacante  ;  pero  yo ,  qse  ^eia  q«e  nada  podía 
eer  inas  fonesto  para  mi  pais  que  el  hacerlo  pasar  por  ima  lan^ 
época  re?oliM>ioDaria ,  aio  ley  fundamental ,  sin  leyes  orj^ánicaa ,  su 
organiKacion  alguna polítíca  ni  adminisIratiTa ;  ijiie «aponía,  en fi&, 
•oon  rason  que  el  remedio  de  los  desaciertos  pasados ,  Xaí  como  se 
«pretendía  aplicarlo  revolocionariameote ,  en  Tez  de  procurarlo  -ét 
«otra  «nerte,  podría  traer  la  anarquía,  el  caos  y  la  perturbación  4e 
4odos  los  intereses  sociales,  qne  es  mas  importante  conservar  y  de* 
fender ,  oreia  á  nri  vez  que  el  general  San  Miguel  era  mas  propio 
para  la  presidencia  de  una  joota  revolucnoaaria  qne  para  el  aando 
de  unas  tropas  que  tenían  grandes  deberes  que  cumplir ,  y  qoe, 
sin  sus  opiniones  políticas,  ninguno  hubiera  desempeñado  oon 
mas  inteligencia  y  resolución  militar  que  el  general  de  qnien  me 
ticnpo. 

En  efecto ,  el  mando  del  señor  San  Miguel  itubiera  abierto  el 
parque  de  artillería  al  pueblo  para  armarse,  los  cuarteles  para 
fraternizar  este  con  la  tropa  con  esa  sinceridad  con  que  ya  lo  iie«- 
eian  para  desarmarla,  como  en  el  Principal ,  y  no  bebiera  tardado 
esucho  tiempo  hasta  qne ,  de  concesión  en  concesión ,  hnbíéraeMB 
llegado  á  la  dominación  popular ,  á  que  se  llegó  después ,  qne  yo 
dcJbia  resistir ,  y  que  resistí  en  cuanto  mis  fuerzas  me  lo  peroñ* 
tieren. 

No  recuerdo  que  en  nuestra  conferencia  le  hablase  en  el  tenti- 
do  de  tomar  venganzas ,  porque  jamás  ha  sido  este  mi  carácter  eí 
eii  cenducíta ;  lo  que  sí  recuerdo  es ,  que  le  aseguré ,  sin  duda  con 
'Vivesa ,  ^ue  no  cedería  mientras  me  quedasen  oiedios  para  defen- 
der la  Mtoridad  de  que  legalmente  estorba  revestido. 

Es  verdad  que  el  general  San  Miguel  mandó  después,  y  que  qq 


EL  PüraLO»  Y  sus  OFBBSOaiS..  SOíft 

afganos  cuarteles  j  otres  puntos  íaé  recibido »  aiiiM|tte  bo  ea  todos 
obedecido ,  por  los  débiles  destacameolos  que  los  guacoeciaa ;  pero< 
téogase  preseBte  pira  cuando  se  escriba  la  historia  ^  J  e^  lo  de- 
jaré yo  probado  en  su  día ,  si  no  lo  está  ya  por  el  testúnonÍQ  ddl 
pueblo  y  de  la  guarnición ,  qoo  no  foé  recoaofiido  por  un  solo  sol- 
dado basto  que  S.  M.  se  dignó  llamar  i  su  eoosejo  al  Duque  de.  la 
Victoria ,  con  cayo  acto ,  de  la  exclaaif  a  Tobiotad  de  la  reina ,.  lae 
tropas  empezaron  á  conocer  dónde  estaba  ya  el  deber  de  la  disci- 
plina. 

No  usurpe  el  general  Saa  Miguel  ai  nadie  á  aq/aellas  benemérír-^ 
tas ,  leales  y  Talientes  tropas ,  ya  que  tuvieron  el  triste  deber  de 
combatir  contra  sus  valerosos  herttanos,  la  única  gjloria  qise  aU4 
en  su  conciencia  y  en  el  retiro  de  sus  bogares  les  qMede  de  haber 
cun^ltdO'  como  buenos  soldados. 

Así  cumplió*  también  el  general  de  quien  me  oeupe  ^  eooio^  ciu- 
dadano consecuente  y  según  viene  obrando  en  todas  las  cuestio^ 
nes  políticas t  desde  el  año  20 ,  en  que  tomó  parte  en  aquella  ce-^ 
volucion  que  hizo  el  ejército  espedicionario  que  debía  recoaquistar 
el  Nuevo  Mundo ,  descubierto  por  Colon  y  conquistado  para  la  co^ 
roña  de  España  por  Hernán  Cortés»  por  Pizairro  y  otros  grandes^ 
militares. 

Muy  escasa  gloria  pudo  alcanzar  en  esto  el  general  que  todo  lo- 
sacrificó  á  las  libertades  púUicas,  gloria  digna  del  que  ambiciona 
popularidad.» 

Serian  poco  mas  de  las  dos  de  la  tarde  cuando  la  frairidda  lu- 
cha estaba  en  su  mayor  apogeo,  habiendo  aumentado  su  bélico  es- 
truendo los.  disparos  de  algunos  obuses  que  situados  en>  el  eerrillab 
de  San  Blas ,  comenzaron  á  vomtar  granadas  contra  los  paraj^toa 


504  n  PALáCIO  DB  LOS  CftÍMBNES 

del  paisanage,  que  sio  poder  causar  daño  alguno  á  la  tropa ,  sufrió 
pérdidas  irreparables. 

La  hermosa  capital  de  España  habíase  convertido  en  teatro  de 
guerra  j  desolación. 

Sucedíase  al  estampido  del  cañón ,  el  estrépito  de  las  descargas 
y  con  frecuencia  retumbaban  á  la  vez  estas  detonaciones  mortíferas 
entre  el  nutrido  fuego  graneado  que  no  cesaba  un  solo  segundo. 

El  espectáculo  era  magnífico ;  pero  la  liza  era  salvage  y  mas 
propia  de  los  tiempos  bárbaros  que  no  de  un  siglo  en  que  tanto  se 
pondera  la  cultura  de  las  naciones. 

Roma  ardiendo  era  también  un  espectáculo  magnífico  para  el 
feroz  hijo  y  matador  de  Agripina. 

Y  todo  lo  brutal,  todo  lo  sacrilego  de  esta  lucha,  estaba  de  par- 
te de  los  traidores  que  se  parapetaban  detrás  del  trono ;  porque  el 
pueblo  cumplia  el  mas  santo  de  sus  deberes ,  defendía  sus  hogares, 
defendía  la  moralidad  y  la  justicia,  defendía  sus  derechos  sobera- 
nos, y  no  debía  humillarse  á  la  avilantez  de  sus  verdugos. 

Todo  el  crimen,  repetimos ,  estaba  de  parte  de  los  tiranos,  que 
poniendo  en  juego  el  gran  recurso  de  la  ordenanza  militar  hacían 
que  el  mejor  soldado  del  mundo ,  el  soldado  español  saliese  á  batir- 
se contra  sus  compatricios ,  tal  vez  contra  sus  propios  hermanos, 
contra  su  mismo  padre  I 

Modelo  de  disciplina,  el  soldado  español  arrostra  todo  linaje  de 
peligros  y  sufre  toda  suerte  de  privaciones  y  penalidades  con  he- 
roica resignación. 

Ni  las  fatigas,  ni  la  desnudez,  ni  la  intemperie  le  arredran »  y 
en  pos  del  cansancio ,  estenuado  por  el  hambre,  la  sed  y  las  penali- 
dades de  prolongadas  marchas  se  bate  en  mil  ocasiones  contra  for*» 
midables  huestes  enemigas  y  las  vence. 


«^  fiBLO  T  lis  onuRMum  MS 

Y  si  tan  temible  es  el  soldado  español  for  sa  serenidad, '^r  su 
fortaleza  y  bravura »  i  qué  dírea^s  del  hijo  dd  jiMblo  qoe  Iticba 
contra  aem^anle  soldado  y  no  «cede  en  la  demanda  ? 

Sok)  hay  una  respoetta  eonclnyente:  este  hijo  del  pneblo  I» 
laminen  español. 

La  tropa  qae  en  las  jomadas  de  julio  de  1854  w  batió  costra 
d  teoindario  de  Madrid»  era  lo  ams  selecto  y  brillante  dd  ^ército 
sacionaL 

El  desoanso,  interrampido  úaioamenle  por  los  actos  de  un  ser-» 
vicio  cómodo  y  las  horas  de  un  prudente  ejercicio' habían  dado  roi- 
bustez  i  los  soldados,  que  unida  á  una  perfecta  snbordioacion  &  sus 
gefes,  á  un  alimento  sano  y  abundaaAe,  á  un  eqotpo  basta  lujoso  y 
al  aliciente  del  oro  que  en  aquellos  dias  se  les  prodigaba ,  y  de  las 
recompensas  y  ascensos  que  con  profbsioo  se  ks  prometia,  hacian 
de  cada  uno  de  ellos  un  adversario  temible. 

Unidos  y  á  las  órdenes  de  bizarros  oficiales ,  con  una  organiza- 
ción modelo,  alentados  porgefes  de  gran  valía  hubieran  arrollado 
quiotaplicadas  fuerzas  enemigas ,  si  el  combale  se  hubiera  enta^ 
blado  contra  estrañas  huestes  invasores ;  pero  tenían  que  habérselas 
con  el  gran  pueblo  que  tantos  laureles  tiene  conquistados^  y  no 
era  posible  domeñarle. 

Y  eso  que  el  pueblo  se  hallaba  inerme  en  su  inmensa  mayoria; 
pues  solo  unos  cuantos  centenares  de  valientes  mal  armados  y  poco 
provistos  de  municiones  sosteniao  el  pabellón  liberal  ^  contra  las 
bien  parapetadas  fuerzas  de  los  opresores;  y  en  este  desventajoso 
estado,  lo  suplia  todo  el  amor  de  patria  y  de  libertad,  y  arrostran- 
do el  nutrido  fuego  de  la  fusilería,  y  la  mortifera  metralla  de  los 
cañones ,  entregihase  el  paisanage  impertérrito  á  la  construcción  de 

sus  barricadas,  y  al  sosten  de  sus  sacrosantos  derechos. 

T.  II.  64 


806  BL  FALAGIO  M  LOS  Glfllllfll 

¿Y  quiénes  eran  aquellos  héroes? 

La  maligaidad  podría  acaso  sospechar  que  eran  soeces  tnrbai 
que  se  agitaban  á  impulsos  del  oro  corruptor ,  ó  con  el  deshonroso 
aliciente  del  robo ;  pero  todo  Madríd  sabe  que  no  babia  una  sola 
barricada  donde  el  burto  no  estuviese  prohibido  con  la  pena  da 
muerte »  y  que  lejos  de  recibir  recompensa  alguna  pecuniaria  *  mi- 
serables jornaleros «  artesanos  honradísimos  que  acaso  carecían  de 
lo  suficiente  para  la  manutención  de  sus  familias ,  abandonaban  á 
sus  padres ,  á  sus  mujeres  é  hijos,  sin  mas  afán  que  el  de  salvar  la 
libertad  de  su  patria. 

Y  ellos  fueron  los  que  principalmente  vencieron  en  julio. 

Y  i  ellos  deben  los  altos  dignataríos  y  gobernantes  del  día  la 
brillante  posición  en  que  se  encuentran. 

¿  Y  qué  galardón  han  recibido  en  premio  de  sus  hazañas  ? 

t  Ser  escluidos  de  las  listas  electorales  I 

Ser  considerados  como  indignos  de  pertenecer  á  la  Milicia  na- 
cional que  ellos  regeneraron  con  su  sangre  en  los  momentos  del  pe- 
ligro I 

Y  los  que  á  la  sazón  se  mantuvieron  quietos  en  sus  casas »  los 
que  antes  eran  amigos  de  los  polacos  ^  y  no  se  declararon  patrioías 
hasta  después  del  triunfo  popular ,  han  engrosado  las  filas  de  la  Mi- 
licia nacional,  y  se  pavonean  con  su  honroso  uniforme»  retorcién- 
dose el  mostacho  i  todas  horas ;  y  si  hallándose  de  centinela  se  les 
acerca  alguno  de  los  pobres  jornaleros  que  se  batieron  en  las  bar- 
ricadas» le  gritarán  con  imperio:  atrás  ^  paisano. 

Para  escribir  este  capítulo  con  la  debida  imparcialidad ,  hemos 
procurado  adquirir  no  sin  dificultad  suma,  la  Memoria  del  general 
Córdova »  que  varias  veces  hemos  citado »  y  cumpliendo  con  el  de- 


n.  nmMüo  i  sos  opicsonsu  807 

ber  de  historiadores  leales ,  nos  apresáramos  á  consigoar  las  dis- 
culpas qae  emite  acerca  del  cargo  mas  grave  qae  la  opinión  públi*» 
ca  dirige  al  espresado  generaL 

«De  todas  las  acusaciones  que  se  me  han  dirigido ,  y  que  tanto 
han  lastimado  mi  corazón ,  ninguna  ha  sido  mayor  que  la  que  debf 
en  los  primeros  dias  de  agosto  al  periódico  La  Europa ,  que  leí  en 
El  Clamor  Público  del  8  del  mismo  mes. 

Bajo  el  epígrafe  de  Tri$le  recuerdo ,  se  decia : 

«En  1845  un  humilde  artesano ,  joven ,  patriota ,  lleno  de  vi- 
da »  recien  casado  y  padre  de  una  ni&a  que  acababa  de  venir  al 
mundo »  fué  asesinado  cobar^  é  infamemente  por  un  general,  que, 
bajo  un  pretexto  frivolo ,  lo  hizo  fusilar  en  pocas  b^ras. 

El  patriota  se  llamaba  Manuel  Gil  y  era  bijo  del  pueblo. 

El  general  se  llama  don  Fernando  Fernandez  de  Córdova.» 

Semejante  acusación  es  altamente  injusta  y  calumniosa ,  y  lo 
declaro  una  y  mil  veces. 

En  aquella  época  era  yo  gobernador  militar  de  Madrid,  y  hu« 
bo  de  tocarme,  como  en  muchas  otras  ocasiones,  el  restablecer  el 
orden  en  la  capital,  gravemente  alterado  por  el  establecimiento 
del  sistema  tributario. 

El  desgraciado  Gil  habia  hostilizado  desde  su  casa  al  jefe  poli* 
tico  entonces ,  don  Fermín  Arteta ,  que  recorria  las  calles  de  la  ca- 
pital ,  arrojándole  un  tiesto ,  que  vino  á  caer  á  los  pies  de  aquella 
autoridad. 

Arrestado  inmediatamente  por  la  fuerza  que  escoltaba  al  sefior 
Arteta,  fué  entregado  á  la  comisión  militar,  que  constituida  desde 
los  primeros  momentos  del  motin,  lo  condenó  á  muerte,  y  ejecn-- 
tado  creo  dentro  de  las  primeras  veinte  y  cuatro  horas ;  pero  nada 
es  mas  cierto  ni  mas  fácil  de  probar  que  el  que  yo  no  inter^iiie  pa- 


ra  mada  absoiatameDle ^  ni  ea  sa  priiíoDt  lii  ea  su  froceao,  mi 
sa  sentencia,  oí  en  en  ejecncíon. 

La  comisión  militar  qae  juzgó  eotoooat  á  aquel  deigraciado  im> 
loó  nombrada  por  mi ;  sn  presideate  lo  foé  por  el  eapilaa  general^ 
j  loe  caerpof  nombraron  los  vocales  por  snerie» 

El  nombramiento  de  loa  Gscales  fué  de  la  Capilaaia  Geneml ,  j 
la  aprobación  de  la  seotencia,  todo  el  mundo  sabe  que  Qorrespondn 
al  capitán  general ,  con  el  parecer  ó  informe  de  su  auditor. 

Yo  no  tuve ,  por  lo  tanto ,  en  mis  funciones  ^  mas  ipCeriores» 
de  gobernador  de  la  plaza ,  nada  que  ver  en  este  triste  suceso ,  j 
vuelvo  i  rechasar  aeme)anAe  acnsaoion. 

Si  los  señores  que  escriben  La  Europa «  6  los  que  seo  redaeUK- 
res  de  cualquiera  de  los  diarios  que  reprodujeron  aquel  eer^  oon- 
tra  mí,  desean  bnoer  justicia  á  la  verAad,  yo  les  escito  á  ^m-  re- 
gistren la  causa  ^  qne  debe  estar  archivada  eo  el  estado:  mayor  de 
la  Gapitania  General ,  y  veráu  que  no  tuve  la  menor  parte  ea  aq«cl 
lamentable  becha« 

Lo  qne  yo  hice  entonces,  cuando  tuve  conocimiento  de  la  aen- 
iencia,  estando  ya  el  desgraciado  Gil  eo  capilla,  f«é  escribir  al  40^ 
bierno  ó  al  capitán  general ,  que  00  lo  recuerdo  eiactameale,  pofe 
medio  del  coronel  don  Lorenzo  Milans  del  Bosch ,  que  foé  el  qne 
me  trajo  la  noticia  al  Principal ,  en  doode  estaba  establecido  ooia 
alguna  fuerza ,  pidiendo  que  aquella  ejecncion  00  tuviera  logar ,  y 
lo  pedia  con  taola  aaloridad  y  derecho >  cuanto  que  toda  la  hosli«r 
lidad  del  pieblo  se  habia  dirigido  contra  mi  en  la  Puerta  del  Sol, 
en  doode  tuve  ocasión  de  salvar  la  vida  á  mochos  otros  qne  íoeron 
cogidos  con  las  armas  eo  la  mano ,  algunos  de  los  cuales  las  eon- 
fftearoo  eonira  asi  persona. 

Después  de  esta  esplicacioo  »  qne  puede  aer  «aetaoienta  cooa- 


WL  rilBLO  T  SOS  OPWiOftIf  ii  Mt 

probada,  los  seSores  Calvo  Aaeosío  y  don  Vkéiite  Rodriguen,  qué 
me  han  acoBaUo  por  este  suceaOt  están  en  ti  deber  de  apurar  loa 
hechos  hasta  encontrar  la  verdad,  y  eoionces  se  har¿A  jnslieia 
i  sí  misflioa  si  ne  la  hacen  con  k  absolución  de  tan  inoiolívado 
cargo. 

Yo  no  puedo  esperar  oirá  cosa. de  adversarios  leales «  que  eistiü 
revestidos  oon  el  respetable  oarieler  de  legisWores.» 

Las  precedentes  disculpas^  soa  el  mas  fefaacienle  oomprobanlo 
de  los  fondaoMnlos  eos  que  henos  calificado  los  instintos  del  general 
Gordo va. 

Guando  periódicos  tan  autorizados  como  La  Europa  y  El  da-* 
mor ,  periódicos  de  distintas  opiniones ,  le  dirigieron  el  gravísimo 
cargo  en  cuestión ,  cuando  en  la  Asamblea  constituyente  se  le  ha 
acusado  con  igual  severidad  por  varios  señores  diputados,  debe 
quedar  convencido  el  señor  Górdova  que  el  pais  entero  le  hace  la 
misma  acusación. 

Nosotros,  quede  ninguna  manera  blasonamos  de  acusadores, 
como  digimos  en  el  prólogo  de  la  presente  historia ,  si  no  de  histo- 
riadores imparciales  de  las  acusaciones  que  el  pueblo  dirije  á  loe 
que  le  han  oprimido ,  hemos  cumplido  lealmente  con  nuestra  eno- 
josa misión,  y  creemos  dar  una  prueba  de  espontánea  hidalguía 
al  propagar  las  disculpas  del  general  Górdova. 

Nuestro  deseo  seria ,  que  así  dicho  señor ,  como  todos  los  que 
por  sus  actos  han  merecido  nuestra  censura ,  llegasen  á  sincerarse 
de  modo  que  su  inocencia  quedase  de  todo  punto  acrisolada ;  en 
cuyo  caso  seriamos  los  primeros  en  declararlo  así. 

A  lo  que  dice  el  señor  Górdova,  solo  objetaremos,  que  la  hor*- 
rorosa  muerte  de  Gil ,  fué  el  fruto  de  una  situación  tan  violenta  co- 
mo injustificable ,  de  una  situación  escepcional  á  que  tan  aficiona- 


510  ML  PALACIO  M  LOS  GifalBlllS 

dos  se  maestrao  los  hombres  de  la  moderaeian »  particalarmente  lo6 
se&ores  generales  avezados  i  restablecer  el  imperio  de  la  ley  ame- 
trallando  á  las  masas  populares. 

Aqd  dos  falta  mucho  qoe  relatar  de  los  tristes  sucesos  del  19  de 
julio;  pero  antes  de  volver  á  la  sangrienta  lucha,  veamos  lo  que 
pasa  durante  estos  críticos  y  azarosos  momentos  en  el  palacio  de  la 
marquesa  de  Bellaflor »  á  donde  el  hermano  de  María ,  el  simpitico 
joven  Manuel  había  conducido  su  lindísima  esposa ,  para  poder  él 
i  :udir  á  donde  la  libertad  en  peligro  reclamaba  la  presencia  de  los 
valientes  madrileños. 


CAPITULO  XL. 


MARÍA  Y  CAROLINA. 


Carolina 9  la  bella  j  joven  esposa  de  Manuel  Godinez »  bendecía 
el  momento  en  qae  habia  tomado  la  resolución  de  pasar  aquellas 
azarosas  horas  de  fratricida  lucha ,  en  compania  de  la  marquesa  de 
Bellaflor »  y  esta  mujer  celestial  sentia  también  dulce  consuelo  en 
tener  á  su  lado  á  la  única  persona  capaz  de  suplir  la  falta  de  su 
hermana  Rosa ,  que  no  habia  querido  separarse  de  su  esposo  don 
Antonio  de  Aguilar,  d  cual  como  facultativo  prestaba  grandes  ser- 
vicios á  la  humanidad  doliente  en  uno  de  los  hospitales  de  sangre 
que  á  la  sazón  se  establecieron  en  Madrid. 

Rosa  y  una  linda  joven  hermana  db  la  caridad  se  ocupaban 
sin  descanso  en  las  muchas  faenas  propias  del  bello  sexo  que  la  ur- 
gencia reclamaba  para  la  curación  de  los  heridos »  y  cuando  otra 
cosa  no  lo  impedia,  hacian  hilas  y  preparaban  vendajes  en  abun- 
dancia ,  por  manera  que  ni  un  solo  momento  les  quedaba  libre ,  y 
ambas  se  afanaban  con  tan  buena  voluntad  en  aquellas  labores,  co- 


518  BL  PALACIO  DB  LOS  GEÍMBMB8 

mo  si  fuesen  dos  ángeles  qne  hubiese  enviado  el  cielo  para  restriñir 
la  sangre  qne  la  obstinación  de  los  déspotas  se  holgaba  en  dejar 
correr  á  raudales. 

Rosa  y  la  hermana  de  la  caridad  habían  simpatizado  de  tal  mo- 
do y  que  hacia  pocas  horas  que  se  conocían  y  se  amaban  ya  con  fra- 
ternal ternura. 

Su  cariño  recíproco  solo  puede  compararse  con  el  que  se  pro- 
fesaban María  y  Carolina. 

— Vamos ,  Carolina ,  alégrate  un  poco  —  decia  á  su  cañada  la 
marquesa  de  Bellaflor  con  su  natural  dulzura ;— ya  ves  que  la  Pro- 
videncia no  ha  despreciado  nuestras  fervorosas  plegarias...  pode- 
mos decir  que  nuestros  votos  están  cumplidos. 

—Verdad  es  que  la  Providencia  no  nos  abandona ;  pero  mis 
totos  no  estarán  cumplidos  hasta  que  estreche  á  Manuel  en  mis 
iiraBoSt 

-*Poco  á  poco ,  hija  mia ,  no  se  hizo  Zamora  en  una  bora ;  y 
ambas  debemos  estar  muy  satisfechas  del  estado  en  qve  se  ballaA 
las  cosas.  ¿Qué  mas  podríamos  apetecer?  Parece  qoe  las  hostilida- 
des han  cesado ,  que  el  triunfo  del  pueblo  es  indudable ,  y  que  por 
oonngaiente  ha  desaparecido  el  peligro  que  lo  mismo  ameoaiaba  á 
Manuel  que  á  mi  padre,  á  mi  querido  Enrique  y  á  Tomás. 

—¿De  veras  no  hay  peligro  alguno  ? 

— ¿Puedes  dudarlo?  Sabemos  que  no  tenemos  qoe  lamentar 
desgracia  alguna  en  ninguno  de  nuestros  parientes.  Además  tengo 
esperanzas  de  abrazar  en  breve  á  mí  Luis ,  porque  también  0*Doii- 
Bell  regresa  triunfante  á  Madrid ,  y  con  él  vendrá  mi  esposo. 

—Muchos  deseos  tendrás  de  verle. 

—Ya  puedes  figurártelo  por  lo  que  pasa  en  tu  corazón.  Si  tk% 
^e  no  hace  mas  que  veiotiouatro  horas  que  estás  separada  de  ta 


'  AL  noMUt  gr  mis  oMwsom.  4113 

JMfido  teMlaa  taa  aogiMlíoM  ,<  ¿téeio  eaUré  yo  ¡kmeai^ét^ua  es- 
ptso  á'qiiÍMt'UbUtro»rde€i>)M»'OaiÍQÍa5  luio6,}ra:aaU4inaft.iiMi  ^eo 
{Mrivada  por  la.  aboninable  UraAiii  que  'te  ¡arnaAcó  de  nU  biaioSé 
£1  (ríiiofo  40  te  Ubeotad  te  Toaliveá  dUos,  M\  dioiía  ¥i  aíonpre  uair 
da  ¿  te  saUaoioD  de  fui  palria  y/estonaniMiita  ni  júbüo  y  ¡duptícá 
mi  satisfacción.  Solo  teago  «oa  peaá.qoe  haoa  ineompletOiM .goiQu 

•^i  Tu.  oaa  peaaM»  querida  miar? 

*-*Uo  tríate  raooeRdo»  que^me  aflige  oaacbe» .   . 

-nLY  por  qué  ka  de  afligirle ,  nada  7  » 

—Porque  ea  eoaüeioA  precisa  de  Baeai«a.frágjil<niitucálem*^(Uh> 
i?oliiia#  ea  teste  aniuidD  oo  puede  haber  manea  *ua  ptecer-eompleto. 
Nvstraináaenibte  vtda  ea  el  preludio  de  te.aiueifte;tpero  aa.pre-» 
tedio  brevísiiao  y  taa  .despreoiábte  é  •  qne  Doeatraa  oiajrorea  dichas 
\ieaea  siempre  á  rociavae  coa  el  Hoto  de  .te  aoiangara.: 
._ .  — 'i  Válgame  DÁos.l^¿Y..p<ir  qué  aae  iiablas  abofa  de  ete  modo? 

QaoelUQ  fl^aaeota  que  me  ponderabas,  tu.  teUcUa^ 
yo  no  puedo  ser  feliz  ai  tu  no  lo  evea. 

-^Siy  Gafoliaa«^di}o  la  Marquesa  abrasándola»  tu  onlíada— - 
%^  telte;.  iperoiloaería  macho  ¡mastirviTieraJiií. madre»  ní; 

*-^No  debo  deiaprobar  aanecaerdotan.pcopiotde  una  alma  ge- 
nerosa ;  pero  ya  que  teaouerdas  da.lu  bueaamadf e  ¿por  qué  no 
ha  de -ser  palta  eonsidpvar  qae  ea<mas  feUi  qae^nosotraa?  ¿Por  qué 
no  ha  de  llenar  tu  coradob  de  oonsuelo  el  penaar  que  este  mismo 
triunfo  de  los  liberales  deja  enteramente  satiafedioa  loe  fervientes 
votos  que ,  aegao  me  has  referida  varías  veces,  biao  á  Dios  en  los 
solemnes  momentos  de  su  agonía? 

«^Tieaes  aáioa,  todo  su  áteq  erarpedir  á  Dios  «el  castigo  de  los 
<f«rdug(is  de'sa  espose,  y  inesieaoareeia  á  todos iteobligacioa  ea 
que  estábamos  de  salvarle;    -  •  ,  '   •      i 


T.  II. 


65 


:5i4  KL  PALACIO  Iffi  LOS  GEÍmifBS 

-«>Pae8  bien,  tu  padre  se  salvó  eotonees,  y  báa  trioDfádo  aho« 
ra  sus  priucipios  políticos...  Tú  misma  acabas  de  decírmelo.».,  ha 
triunfado  la  causa  del  pueblo ,  que  es  la  nuestra ,  sin  que  tengamos 
que  lamentar  desgracia  alguna  en  nuestros  mas  queridos  objetos;.. 
Los  votos  de  tu  madre  se  han  cumplido ,  de  coasigniente  bajo  dhh 
gun  aspecto  veo  motivos  de  aflicción  para  ti. 

— Dices  bien,  Carolina....  yo  que  be  empezado  censurando  tu 
aflicción ,  debia  darte  ejemplo  de  cordura  mostrándome  satbfecha 
de  la  protección  que  Dios  nos  ha  dispensado  en  las  azarosas  cir- 
tMinstancias  que  acabamos  de  atravesar.  No  hace  muchas  horas  que 
oiamos  resonar  el  estampido  del  ca&on  y  las  descargas  que  habria 
llevado  el  luto  y  la  consternación  á  muchas  familias  de  Madrid.  Pe« 
ro  ese  peligro  ha  cesado ,  gracias  i  Dios ,  y  un  silencio  consolador 
ha  sucedido  al  bélico  estruendo  de  las  armas. 

Era  al  amanecer  del  19  cuando  la  marquesa  de  Bellaflor  diri- 
gía liis  precedentes  palabras  á  Carolina^  poco  antes  de  que  la  fra* 
trícida  lucha  volviese  á  empeñarse  de  nuevo. 

-^Efectivamente --«respondió  Carolina —- parece  estraoo  el  so- 
siego que  reina  en  Madrid ;  pero  ¿  creerás ,  hermana  mia ,  ^e  eale 
sosiego ,  no  interrumpido  en  toda  la  noche ,  me  ha  causado  el  mis- 
mo pavor  que  el  incesante  fuego  de  las  descargas  ? 

-^Buena  diferencia  vá-— esclamó  la  marquesa  sonriéndose«— d 
silencio  no  mata  como  las  balas  que  exbalan  tales  detonaciones. 

-~;Pero  suelen  fraguarse  tan  horribles  tramas  en  el  silencio  de 
la  noche!...  Me  parecia  un  silencio  fatídico,  precursor  de  graves 
acontecimientos. 

-—Desecha  vanos  temores;  el  poder  caido  no  está  ya  en  dispo- 
sición de  fraguar  mas  planes  que  los  de  su  fuga  i  y  no  sé  yo  como 
podrá  librarse  de  la  justa  ira  del  pueblo. 


^ 


IL  Punteo  T  fUl  OPUMIIS.:  S(S'- 

—¿Y  estás  conveaoida  de  ^é  es  iododable  el  triUBfe  de  los 
pronaDoiados? 

^--I  Qué  desconfiada  eres  9  hija  mía  1 

— ¿Poes  por  qué  no  se  reünm  los  oombaüenlesT  HaUendo  gá^- 
n^do  ¿qué  tieaeo  que  haeer  ya  fuera  de  so»  casas? 

—Estarán  ahora  arreglando  la  capiialacion ,  y  es  probable  qae 
nikdíe  soelte  las  armas  basla  qpe  se  estaUesca  un  nueve  gobierno. 

—-Pero  ya  no  debe  ser  tan  urgente  la  presencia  de  todos  en  lat ' 
biurricadaí,  que  no  puedan  los  qué  las  defienden  hacer  alguna  visi- 
ta á  sus  familias. 

—Tranquilízate,  boy  verás  á  tu  ManiMl.    . 

—¿De  veras?  ¿Cómo  lo  sabes? 
.   —Lo  ptesamOf  y  también  confio  abrasar  i  mí  padre  y  á  mi 
travieso  Enrique.  ..i 

-r-iTe  lo  .han  dicho  de  au  parte? 
.    —Todas  las  jDotipias  que  de  ellos  he  recibido ,  las  sabes .  lú  lo 
mismo  que  yo. 

— Es  verdad,  las  hemos  recibido  juntas ;  pero  se  reducen  á  que 
eftán  buenos  y  que  cuentan  coa  un  triunfo  segurísimo* 

— ¿  Y  te  parece  eso  poco  ? 

— Ya  se  vé  que  si.  ¿Por  qué  no  hablan  de  traernos  ellos  mis- 
mos esas  noticias? 

— No  habrán  podido  abandonar  sus  puestos. 

— Pero  hubieran  podido  mandarnos  i  decir  que  vendrán  á  ver- 
nos tan  pronto  como  les  sea  dable. 

^¿Y  para  qué  habían  de  decir  una  cosa  que  ya  debemos  su- 
poner? 

—Pues  mira»  toda  vez  que  ha  cesado  el  peligro,  iremos  noso- 
tras á  buscarles  ¿Qo  te  parece  bien? 


-^Hisobfidadot 4001  DOS  lo  tmes  •prohiWdof 

—Por  eso  he  dicho  ahora  que  el  peligro  ha  cesado^  pmft>  ya^vS*' 
que  se  enojariao  si  nos  aveatanásmos  acorrer  «Igiui  tiesfoi  Ade- 
más» ouaaSb*  éltofr  se  esponeB  sin  gnaardarao»  coosíéeractoá  rigo- 
na,  no  tienen  dereeho&'eKiyír  do  aoeotrw  fewgattlo  preowciiMK 
Eftproojfd  que  vayamotá.iiDoonUsariee* 

«-^SioBl»  moohov  gnarMai  mm^  q^e  «e  te  lMya>*ooonridb>  ahom 
eae  peBiUHtntÉi.^ 

«^¿Serias  capta  ét  daaaprobafio?  ¿Nó  le  paraee  joalo  oh 
deseo? 

— -May  justo,  mayaataÉaL  i 

—¿Pues  por  qué  te  opones  á  él*    -  » .= 

•^¿OponeniM  yaáiona  íirel6MÍ0Dilaa<  bidagiiaitff  9t  wíngun 
modo.  i\     '  ! 

— Entonces  ¿por  qué  siente8»qiM{88'mreíha]Faoc«mdiieA»ideaT 
-"♦Ponqué  antea ü  no hatti»  oeonñdo' A  ml^yqoeri»  ooipproD- 

derte  de  nn  modo  agradable.  *' 

—¿De  TerasT  ■ 

— Quería  dfedH(s<ñ>atidottteDOft  lo  pen^arras:  GáMina»  ponte  Ik 
mantilla  y  vamos  á  ver  á  Manuel.  '    ' 

— [  Qoé  buena  eres !  — «^esdamó  radiante  de  jdWIó  Gftrolhia ,  7 
echó  á  correr. 

— ¿A  dónde  vas,  bijamia? 

—Voy  á  ponerme  la  mantillía. 

—Despacio,  hija  mia,  despacio;  todavía  es  muy  temprano. 

•^—¿  Y  q«é  importa  ? 

— Es  preciso  que  aguardemos  á  que  esté  mas  adelantado  el 
día...  Qué sépamo» de  un  modo  positivo  el  verdadero  értádó  dis  Ma- 
drid... Yo  te  prometo  que  como  no  baya  algún  inoonvenieiit^ft  po- 


^ 


deraso,  ireao»  á  ver  á  la  Itiimsii^  étúai  psáre ,  y  á  Eüfi^tie  y  To-- 
mis.  .'• 

— Mucha  es  mi  impacieocia;  pero  nunca  me  separaré  y<l'4t>*Má'' 
deseos*. 

—¿V  eftáf'XontonlttiiiUora? 

— ¡Ohl  si,  muy  contenta...  La  idea  d(B^qMya'iio  he^ürdlf*^ 
en-  yn"  á  mi  Mamiel ,  bice-  pdj^lir'  mv  eoMMn.  é#  ülegriai 

~€éiii|ireBdo  esai dake  •nMicfoii..r  Ya  \m  be  stfitMO'nil  recééf  - 
y  el  día  que  vuelva  á  estrechar  en  mis  brazos^á^mi  «dony4o<  Lüli^  •  ■ 
rmirohf%fé  leca  de  goto. 

~*¡CuiBto*d0soo  eoacpceiie-l  ToéM*  poiMteMí»  s«  ármgaÉta  fr^ 
g«ra,  sttf  Ittos^liodalM,  m  eingaMi»,  siramabilidMl...  Qu^tejm^l 
rece  i  tf,  Mlrrfti,  ¿hiif  eiageraoíoD  en  lo» elogios qii9 lü  pradigM^?*^ 

— Dime  tú  antes — repuso  María  sonriéiidlM*^ñ'  se  ffodlgi^  - 
sen  todos  esos  mismos  elogios  á  tu  Manuel ,  ¿  te  paféeeritti  eáage- 
rados?  •  -i-  :»'    --       '»'  •  .       ■'    •  -'    '  - 

•~No<p«réMrlD~Teipw>iHKá  Ctrolita  fáñ  Ütalnmr'^foTq/m  no 
hay  en  el  mundo  otro  hombre  que  valga  tanto  como  mi  Manueí; 

-«V  ya«8toyeBi)a'iiileIig9neM  de  qoe*  Be  bay  en  ni' mundo 
otro  hombre  qée  talgai  iMrto  ooino-  mi  Luis.  ¥•  ves»  ^s  preciso  qu» 
una  ée  laa  dos  se  eqqívoqoe. 

•*«¿  Gem  que  tanto  merece  ta  Luis  ?  :  ^ 

•~En  esa  íiltelig^ncia  he  esHado  yo  siemprsw 

— ¿Y  tiene  bonitas  facciones? 

— Tú  misma  lo  decidirán. 

Y  «bríendo  el  medalloo  que  llevaba  pendiente  de)  coelhy,  ense- 
nó* la  narqnesa  el  retrato  de  sa  espiMo  i  su  eefiada. 

—  ¡  Ay  qué  joven  I  —  esclaoM)  cen  agradable  asombro  Gfli^oltm/ 
esoe^riBaDdo  eoa  avideitedosies  detalles  de  lia  minratora. 


5f8  IL.  f ALACIO  M  LOfll  GtilfSim 

—-Es  en  lo  úqico  en  que  está  ahora  algo  defectuoso  el  retrato^ 
porque  le  pintaron  cuando  se  hallaba  mi  marido  en  la  aurora  de  tu^ 
juventud. 

—¡Y  qué  cabellos  tan  rubios!....  Los  ojos  son  somamente  es- 
presivos  á  pesar  de  ser  tan  azules....  los  labios  muy  agraoiadoa.... 
Hl^  en  eUos  cierta  sonrisa  tan... 

— Vamos,  vamos,  nina—- objetó  liaría  lleba  de  otgallo^n-aio^ 
d^ra  e^os  eitremos....  Si  tu  marido  se  ballira  presente,  no.tte4ria 
mjicba  placer  en  oirte. 

—Y  él  que  es  tan  celoso....  ¡Dios  me  libre  I. «.  Cierra,  oierr» 
el  retrato;  pero  ahora  que  Manuel  no  lo  oye,  bien  podré  darle  el 
parabién.  Veo.  que  no  ae  equivocan  en  loa  elogios  ^ue  hacen  de  le 
bell^ni  de  tu  Luis.  ¡Y  cómo  se  parece  i  Enrique!  Deberia  qae-^ 
rerle  mu^dio  ¿no  es  verdad? 
.   —Le  idolatro. 

—Y  supongo  que  él  corresponderá  dignamente  á  tu  amor. 

—De  una  manera  que  me  llena  4e.  (orgullo  y  colma  mi  feli- 
cidad* 

-f-Sieado  asi  no  concibo  cómo  podéis  vivir  el  uao  lejos  dd 
otro*  Si  me  separasen  de  mi  Manuel,  me  m<H*iria  de  dolor. 

— Si  matara  el  dolor,  hace  largos  afios  que  yo  no  existirie.. 
Verdad  es  que  el  dolor  emponzoña  la  existencia ;  pero  es  olí  veoe- 
no  que  obra  lentamente,  y  aunque  no  mate  de  pronto,  nos  enve- 
jece antes  de  tiempo. 

—  ¡Qué  me  dices,  María  I  ¿tan  desdichada  has  sido"^ 

—Contempla  mis  facciones  ajadas ,  mis  ojos  sin  espresioo ,  mi 
cabeza  encanecida  antes  de  ¿tiempo,  y  comprenderás  fáciimenle  loa 
sinsabores  que  han  amargado  mis  dias. 

—¿Es  posible?  En  medio  de  la  opulencia »  rodeada  de  pariea-» 


WL  rODtO  T  sus  OPRBSOBtt.  519 

tes  que  se  «smeraa  i  porfía  por  darte  pruebas  de  acendrado  carino, 
bendecida  sin  cesar  de  los  desvalidos  á  quienes  socorre  tu  mano  be- 
néfica, objeto  predilecto  dei  amor  de  tu  padre  y  de  tu  marido,  dé 
continuo  halagada  por  las  tiernas  caricias  de  tus  hijos  ^  con  la  eon^ 
ciencia  tranquila  por  el  cumplimiento  de  tus  deberes,  envidiada 
por  tu  hermosura ,  aplaudida  por  tus  talentos ,  respetada  por  ttls 
YÍrtudes...  ¿qué  mas  se  puede' desear  en  este  mundo  para  ser  feliz? 
—Eres  muy  nifia  aun,  Carolina,  para  conocer  el  mundo.  La 
opulencia  que  me  ha  rodeado  desde  el  momento  en  que  un  mortal 
generoso,  hijo  de  una  de  las  familias  mas  nobles  de  Madrid,  tuvo 
orgullo  en  elegirme  por  esposa...  á  mí ,  bija  de  un  pobre  jornale- 
ro... de  no  infeliz  albañil  qoe  se  hallaba  sin  trabajo,  y  de  una  ma- 
dre ciega...  á  mi  que  oia  sin  cesar  el  lloro  que  arrancaba  el  bam« 
bre  á  mis  inocentes  hermanilos....  esa  opulencia  por  la  que  todos 
se  afanan  y  que  tan  deslumbradora  habia  de  serme  en  pos  de  to- 
do linage  de  privaciones esa  opulencia  en  la  qoe  jntga  él 

vulgo  que  está  la  suprema  dicha ,  no  ha  podido  evitar  los  infortu- 
nios que  han  lacerado  continuamente  mi  alma.  El  bien  mas  grato 
que  me  ha  proporcionado  la  riqueza,  ha  sido  el  placer  de  socorrer 
á  los  menesterosos,  placer  verdaderamente  consolador ;  pero  me  hn 
descubierto  tantas  iniquidades ,  me  ha  hecho  ver  tantas  ingratitu- 
des y  desenga&os!..,.  Y  sobre  todo,  es  tan  ineficiBiz  para  cicatrizar 
las  heridas  del  corazón ,  que  solo  entes  corrompidos,  avezados  á  ci- 
frar su  dicha  en  el  materialismo  de  ciertos  goces  inmorales,  goces 
engañosos  que  ellos  califican  die  positivos ,  son  capaces  de  afanarse 
por  amontonar  tesoros  que  jamás  satisfacen  la  ardiente  sed  de  su  co- 
dicia. Me  has  dicho  también  que  he  sido  envidiada  por  mi  belleza. 
Tú  que  aun  eres  muy  joven  y  también  hermosa,  Carolina,  es  pre- 
ciso que  vivas  muy  alerta  contra  todo  género  de  seducción. 


,  IHO  «  lAUGIO  »K  Lia 

•^  ¡  liaría !  *-<esdMró  riiWriaada  la  :eé«4itf  a  eifoia. 

-p*Na  Irato  4e  poner  «o  duda  toi  wirtad»  qvarkb  nk ;  eatojr 
4^erU  qu^  n^fhaa  de  laUar  nuoca  #a  lia.  maa  minino  i Sa  B  tfm 
.40te  los  cuitare»  de  la  Dtvuiidad  jocaito  á  %il  mirido.  Ba  eloaraaoft 
¡de  wa  oiDJer  boiarada  y  discreta  no^  calie  «aa  qae  «A  amar.;  per» 
4111  oMimaJeaUad  >  esa  nusnia  virhid ,  «cm  hoMades  ¿Mranoikle  ei»*- 
<e#r4ia á  vaces  paaíoiies iBBobiea,  j  CfMado la  torpe ae^ucciottlie wmth 
«ra  deMÍr4ida^  convierte  sn  cinioo  acnor  en  édio  f  mde  íoforoales 
ántrígas  paca  dap  tortora  4  la  bellaca  que  es  e\  Manco  de  ant'vos** 

<— ¿Y  te  ba  pasado  i  tí  eso ,  herasana  lua? . 
--^Sí,  Carolina »  oa  bonbre  exeeraUe  onapiínf finé  toon  **is  a»-p 
xirtlegos  amores  los  prioaeros  noos4e  mi  jnvenliid;  ya  ves^oonio  a6 
ju^mppo  la  beUeaa  hace  la  feUeidad  4e  mam  aüiíer^ 

.  «T'iPoibroMaríal  ¿Y  te  libraste ¡poir  fin  de  las  asechanuia  do 
'«se^  JHmbro? 

^lt\  cielo  «le  libertó  de  él. 

•  -->I  El  eíelo  I  ' 

*---Sf ,  bija  mia....  marió  eomq  mueren  loe  críminales...  aron* 

fbuceado. 

•^  I  Arcabnoeado !  • . .  Seria  muy  mal  hofiíbre.  ¿ . .'  'Sin  «Alda  nlgín 
90  de  cfsos  libertinos  que  tanto  abundan  en  la  pervértiíAa  aociedaA 
de  abora...  alguno  de  esos  jóvenes  insolentes  que  bacen  galo  de  mi 
irreb'gion...  que  jamás  entran  en  el  templo  de  ©los...  ni  oyen  nun- 
ca )a  consoladora  palabra  de  sus  ministros. . . 

—Horrorfeate,  Carolina... 

— (Dtos  miol  ¿qué  vas  á  decirme? 

-«-¿Tienes  onriosidad  de  saber  quién  era  oH'sednótoi^T    * 


EL  PUEBLO  T  SDS  OFBBSOBSS.  521 

-»Pues  era  an  mioístro  del  altar. 

—  ¡ Un  mioistro  del  altar! 

— Si,  querida  mía,  qd  fraile  de  San  Francisco. 

— Por  eso  dice  mamá  que  los  frailes  eran  moy  malos.  ¿Y 
por  qué  le  arcabucearon  ? 

—-Se  descubrió  cierta  conspiración  en  sentido  carlista ,  y  fué 
fusilado,  según  supe  después,  el  mismo  dia  que  me  casé  con  Luis. 

— ¡  Qué  casualidad  1  Y  desde  entonces  habrás  sido  muy  di- 
chosa. 

—No  siempre,  Carolina. 

— ¡  Válgame  Dios !  ¿Por  qué  causa? 

—-Es  muy  larga  de  contar  mi  historia. 

— Sin  embargo ,  tiene  para  mí  tanto  interés  todo  lo  que  te  con- 
cierne, que  desearía  me  la  relatases,  si  no  lo  impide  algona  cir- 
cvDttaocía  secreta. 

—Yo  no  tengo  secretos  para  tí,  bija  mia,  y  te  reataré  con 
mucho  gusto  los  principales  sucesos  que  han  labrado  altematiya-- 
mente  mis  dichas  y  mis  ínfortuniost  Acaso  podrán  senrirte  de  sa- 
ludable lección.  Vamos  al  comedor  á  tomar  el  té ,  y  satisfaré  cum- 
plidamente tus  deseos. 


T.  n.  66 


CAPITULO  XU. 


•i 


EL  NEGRO  ENSANGRENTADO. 


Medía  horaitfkbiaie  deslizada  desde  que  refic ki  María  á  9a  ¡6^ 
veo  cuñada  los  sucesos  mas  interesantes  de  su  rocMAlicft  frriittti 
fm  9  J  aunque  laeópioa  ea  ím  dotalks »  fué  iaa  dooiiente  ea  lodo  el 
relato ,  que  no  j^fiKxas  ifeoes  fué  iaterriKBpído  por  eL  Uoro  da  GaM^ 
lina ,  al  awtf  oieidaiNi;  tambieo  la.  narqnesa  9as  lágfiaia&,  qae  cmv^ 
tQft  dokNrQeaa  reeqaidofi  m»  podiao  menos  de  lucer  brotar  d#  asf 
ojos. 

— Te  he  proporcionado  un  mal  rato  —  dijo  la  marquesa  TÍeu- 
do  que  Carolina  permanecia  llorosa. 

—No  lo  niego — respondió  Carolina  en  acento  conmoTido— - 
has  lastimado  profundameoie  ni  camón  con  la  historia  de  tus  des- 
gracias, pero  me  consuela  el  ver  que  han  terminado  ya  para  siempre. 

—Sí,  Carolina,  si,  se  han  terminado  ya — anadió  la  marquesa 
ansiosa  de  consolar  á  la  afligida  joven— y  ahora  voy  á  ser  muy 
feliz. 

—Sí,  María  y  Dios  es  justo  y  querrá  premiar  tus  virtudes  y  el 


iMToiinio  (BOU  ipt%  Im9  90fiiria4^  tus  pideeiMmkMi»  VtS'  á  iJbrazar 
á  Id  Luis  muy  pronto.  '    > 

— Ilkiei1rf60<-*^ve^«  MiHa  rédUtiite  4d>|^lMer«^f4iy  "á  wr  la 
niBj>er  nm  Mis  éri  nmido. ..'  Ai  lado  ^  añ  Lm. •*  fác»  4o  «pa- 
rarme ya  mas  de  él...  recibiendo  entrambos  la9<Éri|^MB  4«Í4ilMttM 
hijos...  Solo  el  pensar  en  este  momento  inunda  «el üflNI  nía  ^jú- 
bilo... Soy  mny  dichosa,  amig»ma% 

— ¡  Cuánto  me  alegro !  — esclamó  CaroliM  abnmiié»^  besan- 
do á  la  marquesa  con  los  ojos  arrasados  M  láfrimai  ésr  ^acer. 

— Hay  en  la  vida  momettttys«MioM  ^a?»  0cm  pmkfliwi ^  dé  gran- 
des consuelos.  Este  es  uno  de  esos  momentos  próspeftn,  y  no  de- 
bemos desperdiciarle. 

La  marquesa  fírtt  4é  tn  «orjon ,  M  prMeilfi  VM  doneellaf  y  la 
hizo  traer  su  mantilla  y  la  de  Carolina.    '  '•  *•'  V  . 

—  ¿Nos  vamos  ya  á  ver  á  Manuel?  » • '  -- 

—  Si ,  querida;  pero  eres  tan  (égollta  qaé  Wü^  f4eM0B  áoas  que 
en  tu  Manuel.  ^^•^^^ 

«^TioMS  ratoiv.' Insmos  faoibien  i  ter  A  la  fepi,  i  Airique»  y 
al  pobre  Tomás.  ¿Sabes  que  desee  que  me  lias  contado (lirhífloi4á 
qtriero  «mcfao  A  osle  Immnado  mgroT 

«^TéBgo  en  él  taata  confianaa,  qve  una  do  iao  cosao  tqat  en 
estos  dtaismo  train^oHivaban  «tas  ora  el  9abor  ^  Enrice  esleía 
con  él.  Me  parece  ^ae  á  m  kido  na  oorroini  Ujo  IMlígro  alguno; 
porque  Tomás...  ¡oh!  ^esloy  mry  segara  deolkiw..  caiáa  dt  él  co- 
mo yo  misma.  Ha  satraét)  lari  iFida ,  ha  salvado  la  éo  mi  Lnisg*.*» 
También  Imbiera  Balvadó  ia  >do  Enrique  si  so  hubiera  hallado  on 
grave  peligro. 

En  esto  ttomonto  el  inesperado  estruendo  Ae  ^raa  éeioarga  vino 
á  turbar  el  sosiego  y  la  esperanza  de  las  dos  cniadas.  ' 


Hk  Ui  PÁUKUO  M  IOS  GftiüBNIi 

A  la  nacLVfi  d«mirga  siguieron  otras  q«e  alteraabaa  con  fttego 
graneado  bastante  natrido. 

—  I  Otra  ves  eaipieza  la  locba ! — esclainé  azorada  María» 

:— lAy  bermaBa  inia!-r-afiadtó  Carólioa  temUándo-^rtotri^ 
vai  empieza  el  peligro  I 
!    -~iEa  posible? 

-—Si...  si...  demasiado  cierto  es. 

~*  ¡  Mas  sangre  ann  I 

*^  ¿Qoé  será  de  Manuel  ? 

—Y  taiftbíeo  Enrique  esti  en  peligro. 
•    —Es  verdad, 

—  ¡  Oh ! . . .  si ,  en  gran  peligro. 

Y  al  decir  esto  María  tembló  convulsivamente. 

«—  i  Qué  tienes ,  Marta  ? 

—Nada. 

—¿Y  qué  bemos  de  bacer  abora  ? 

— lEsto  es  borroroso. 

•—-¡Dios  de  bondad  I  ten  compasión  de  tantos  desgraciados. 
María ,  HaHa ,  ¿qué  seirá  de  nosotras  ? 

— No  sé... — repuso  en  tono  fatídico  la  marquesa;— mi  cora- 
zón empieza  á  desmayar. ..  Una  nube  de  sangre  ofusca  mi  vista... 
¿Qué  es  esto?...  ¿Qué  terrible  presentimiento  lacera  mi  aloia? 

—  I  Tiemblas»  hermana  mía!...  ( tu  rostro  palidece  1... 

De  repente  se  abrieron  las  dos  hojas  de  una  puerta  como  si  ba- 
bieran  sido  impelidas  por  la  violencia  de  furioso  huracán»  y  se  pre- 
sentó azorado  y  descompuesto  el  negro  Tomás»  con  su  blusa  man- 
chada de  sangre. 

—  I  Tomás  1 —gritó  asustada  la  marquesa— ¿qué  sucede?. ..  Esa 
sangre. ...  ¿Y  mi  hijo? 


N 


BL  POSnO  T  sus  OPBB80U8.  525 

Tomás ,  agitado  por  el  cansancio  y  oprimido  por  nn  dolor  pro- 
fondo ,  no  pudo  responder ;  pero  sds  ademanes  de  angustia  y  deses^ 
peracion  ananciaban  una  gran  desgracia. 

—¿Ha  muerto  mi  hijo? — gritó  la  marquesa  con  la  desgarrado- 
ra espresion  de  madre. 

Y  después  de  grandes  esfuerzos  pudo  Tomás  balbucear  estas 
terribles  palabras : 

— Aun  no, 

María  exhaló  un  prolongado  chillido  de  dolor,  y  apoyada  en  el 
brazo  de  Tomás ,  salió  precipitadamente. 

Carolina,  trémula  y  acongojada  con  tan  inesperado  accidente 
siguió  los  pasos  de  la  infortunada  marquesa  de  Bellaflor. 


mmmi 


CAPITULO  XLD. 


LA  JUNTA  DE  SALVACIÓN. 


( contisuácioü  del  19  de  julio.} 


El  pueblo ,  ya  triunfante  y  dueño  de  todo  Madrid ,  tenia  acor- 
ralados á  sus  enemigos ,  en  el  real  palacio ,  en  el  principal  de  la 
Puerta  del  Sol ,  y  en  los  reipectivos  cvartdes  que  solia  ocupar  la 
tropa  I  donde  se  construian  á  toda  prisa  nuevas  fortificacioDes  pa- 
ra su  defensa ;  y  era  tan  imponente  el  aspecto  que  presentaban  es- 
tos puntos ,  particularmente  las  inmediaciones  del  citado  real  pala- 
cio y  el  parque  de  artillería  establecido  en  el  cuartel  de  Sao  Gil, 
que  todo  presagiaba  que  la  lucha  estaba  aun  en  su  comienzo ,  y 
que  habia  de  correr  mucha  sangre  antes  de  que  el  pueblo  acabase 
de  ceñir  á  sus  sienes  el  inmarcesible  laurel  de  la  victoria. 

El  aspecto  de  la  población  no  era  menos  terrible  que  el  de  los 
puntos  ocupados  por  las  huestes  enemigas ;  desempedradas  las  ca- 


Has  y  proTÍ6tM  todos  1m  bal^oMS  da  piedras  t  em  de  teáo>  punto 
knposíbU  que  oalra  U  trompa  iaTadírlaa;  pero  n  ianaii  rafiateotte 
y  la  aciUud  cadanez  maalioatU  dft  que  Imucíi  alanda»  waa  ohvoa 
iodieioa  da  quc^  sí  por  deigrMM  llagara  á  ser  d  pnaUo  Tencido, 
loa  horroreadcl  2  da  laaya  da  180ft  nada  hnbíeraa  sido^cB  cotejo 
da  loa  qua  anrgíaraA  de  la.  aad  da  tanganza  aft  qua  ardían,  laf  íkm^ 
Doa  qua  kaeiaa  dal  regio  trofto  so  barricada. 

Había  aoaado  la  kora  crítica,  y  todo  Madrid  aa  lanaó-  al  pa- 
lenqua. 

Las  filas  de  los  defensoras  déla  libarlad  se  aagrosaiicm  de  uea 
manara  asombrosa»  y  recibió  la  refoloeía«i  \al  ampoja  qaa.  sb  hizo 
ya  imposible  cantenar  aes  rápidos  progresos. 

Lfoa  peciódÁeoa  libaralea,  y  multikad  de  bajaa  Yolanias  asorilas 
por  ciudadanos  de  ideas  afvaozadaa ,  alentaban  al  aatasíasmo  pon* 
pular ;  y  oom^  si  basia  la  Providencia  qniúiera  dar  k  la  sanea  mía 
prueba  de  su  justicia,  proveyó  á  una  de  las  naaa. imparioaaa  nrgen*^ 
cias^ 

Varías  majares  que  al  amanecer  se  bailabas  i  la  parle  esleríor 
de  la  puerta  de  Fuencarral ,  observaron  que  en  dirección  á  la  mísN- 
ma  >  bajaba  nn  carro  sigilesamante  cubierto  y  cuslodíndo»  por  algu- 
nos hombres  armadas  qae  salea  antojaron  miliAaraa  vestidos  depat* 
sanos ;  y  comenzaron  á  gritar  y  prorrumpir  en  denuestoa  oooira 
los  mismoa. 

A  tales  voces  se  agrupó  una  inmensa  mucheduoikre  en  tora» 
del  carro  y  no  tardó  ao  averiguar  qae  condacia  mameioaes  da 
gpierra* 

Los  misasoa  aoUadaa  que  aa.  traje  da  paisanos  las  onstediaban 
se  apresuraron  á  ofrecerlas  al  pueblo ,  deseosos  sai  duda  da  aalimr 
saa  vidaa^ 


6S8  EL  PALACIO  M  LOS  GBflIKNU 

Gooteotóse  el  paisanagé  cod  desarmarles  y  apoderarse  de  la  co- 
diciada presa ,  suficiente  para  proveer  de  cartacbos  j  pñlones  á 
todos  los  combatientes  qoe  defendían  la  buena  causa. 

El  carro  entró  en  Madrid  en  medio  de  los  vítores  del  paisana- 
ge  ,  cuando  toda  la  población  en  masa  estaba  ya  resuelta  á  no  de- 
jarse esclaviaar  de  nuevo  por  sus  insolentes  opresores ;  y  este  au<- 
xilio  tan  oportuno  redobló  el  bervor  de  los  denodados  madrileños. 

•Esta  feliz  casualidad ,  agregada  á  un  acto  de  valor  ejercido 
por  el  torero  José  Muñoz,  vulgarmente  conocido  por  Pucheta^  sa- 
có al  pueblo  de  su  mas  apremiante  apuro. 

Al  frente  de  unos  doscientos  paisanos ,  dirigióse  el  mencionado 
torero  á  la  Puerta  de  Toledo ,  intimó  la  rendición  i  los  carabine- 
ros que  la  custodiaban ,  los  cuales  entregaron  las  armas  sin  resis- 
tencia t  y  el  mismo  Pucheta  con  los  suyos  *  encaminóse  al  polvo- 
rín t  situado  á  la  otra  parte  del  puente ,  y  se  apoderó  de  toda  la 
pólvora  que  en  él  existia. 

Avanzaron  las  masas  populares  en  todas  direcciones ,  y  en  todas 
partes  rompió  el  fuego  á  un  tiempo  mismo ;  pero  mas  nutrido  qoe 
nunca... 

Las  descargas  cerradas,  el  fuego  graneado,  el  estampido  dd 
cañón ,  resonaban  por  todos  los  ingulos  de  Madrid ,  sin  cesar  un 
solo  instante. 

Levantábanse  por  todas  partes  nuevos  parapetos  entre  el  silbi- 
do de  las  balas. 

Las  barricadas  de  la  Carrera  de  San  Grerónimo ,  de  la  calle  del 
Carmen ,  de  la  de  Preciados ,  Montera  y  otras  llegaron  i  sitiar  las 
fuerzas  del  Principal ,  que  no  tardaron  en  esperimentar  la  falta  de 
víveres  y  de  agua. 

Debemos  bacer  mención  del  ya  citado  parapeto  constraido 


lAvgoal*  de  lira  bermanoi,  rdilotr*.) 


ML  f  irniu)  T  sos  omsoMS.  SS9 

la  calle  de  la  Montera :  solo  trea  Talientes  resisüeron  los  faegos  de 
las  faenas  del  Priocipal  y  contestaban  i  ellos ,  guarecidos  por  la 
empalizada  de  una  obra,  en  tanto  qae  otros  ciudadanos,  no  menos 
atrevidos,  con  los  maderos,  mesas  y  cajones  que  sacaban  de  sos 
tiendas  formaban  el  parapeto,  que  después  del  triunfo  popular  os- 
tentó hasta  que  se  deshizo ,  la  inscripción  siguiente : 

Esta  bauicaba  ,  aunocb  fba  t  dbsagbadablb  ,  rui  constbijida 

BN  LA  MADBOeADA  DEL  19 ,  BAJO  EL  FOBGO  DB  LOS  SOLDADOS  DBL 
PbiKQPAL  ,  MB  CUTA  BAZON  BS  LA  VOLUBrAD  DB  SUS  DBPBlf SOBBS  QUB 
SBA  LA  ÚLTIMA  QDB  SB  DBSHAGA. 

En  Otra  calle  llamaba  también  la  atención  del  público,  en  lo 
mas  encarniíado  del  combate ,  una  inscripción ;  pero  esta  inscrip- 
ción era  deagarradora ,  despertaba  el  despecho.. •  escitaba  á  la  ven- 
gama. 

Estaba  en  otra  barricada ,  junto  al  ensangrentado  cadáver  de 
un  gallardo  joven. ••  y  decía : 

Hijo  dbl  fubblo,  bl  fubblo  tb  tbkgabá. 

En  aquellos  terribles  momentos  de  lucha,  estaba  el  pueblo 
efectivamente  ansioso  de  vengar  la  muerte  de  sus  hijos ,  pero  este 
justo  furor ,  este  ardiente  anhelo  de  castigar  severa  y  ejemplar- 
mente á  sos  opresores,  no  le  impidió  ejercer  esa  generosa  confianza 
que  tan  funesta  le  ha  sido  siempre. 

Los  que  al  ver  la  inusitada  franqueza  con  que  decimos  la  ver- 
dad que  tanto  amarga  á  los  reyes  y  á  sus  viles  aduladores,  no  ha- 
llan medio  mejor  de  zaherirnos  que  calificarnos  de  aduladorei  del 

pueblo ,  nos  calumnian  yillanamente. 

i.  11.  67 


590  EL  FÜACto  SV  LOB  ClÍRKEff 

Amamofl  al  pneMo  con  Molatrfa  si  se  quiere^  porque  en 
graodeB  masas  de  los  hombres  indnslríosos ,  en  cfsos  artistas  que 
das  vida  á  lo  inanimado ,  en  esos  pobres  campesinos  qne  hacen  fio» 
recer  la  agricoUura ,  en  esos  virtuosos  artesanos  qne  nos  calan, 
qne  nos  visten ,  qne  fabrican  nuestras  moradas  y  hasta  esos  mar- 
móreos palacios  y  cuantos  objetos  de  lujo  atesora  en  eUos  la  opa>» 
lencia ,  admiramos  en  todo  su  esplendor  el  astro  radiante  de  la  hu- 
mana inteligencia ;  en  ellos ,  por  mas  pobres  que  sean ,  Temos  i 
nuestros  hermanos  predilectos,  j  al  tenderles  una  mano  amigar, 
sentimos  grata  emoción  cuando  roza  con  su  cutis  encallecido  por  d 
trabajo. 

Orgullosos  cortesanos,  guardad  las  vuestras  en  perfumados 
guantes  para  no  darlas  á  luz  sino  en  esos  momentos  que  en  vues- 
tra pequenei  llamáis  solemnes^  en  que  os  arrodHItis  como  ñegnr- 
dados  siervos  delante  de  otro  hombre ,  j  k  guisa  del  tímido  can 
que  lame  la  mano  del  dueño  qne  acaba  de  apalearle,  besáis  voao»- 
tros  la  del  tirano  que  humilla  vuestra  dignidad. 

Nosotros  que  solo  nos  arrodillamos  delante  de  Dios;  pero  nmi* 
ca  delante  de  ningún  hombre,  preferimos  estrechar  la  mano  de 
un  pobre  jornalero  mas  que  esté  manchada  de  los  ingredientes  que 
en  su  honroso  trabajo  emplea ;  porque  esta  mancha  no  deshonra 
como  las  que  el  hurto  j  el  asesinato  han  dejado  indelebles  en  las 
manos  de  muchos  poderosos. 

Y  porque  hacemos  justicia  al  pueblo  ¿  decís  que  somos  sas  adu- 
ladores? 

Os  equivocáis. 

Hemos  presentado  al  vicio  en  todas  las  clases  de  la  sociedad ,  j 
en  todas  ellas  le  hemos  censurado  con  la  energía  de  que  somos  ca-- 
paces ^  y  si  el  pueblo  en  masa,  á  pesar  de  reconocerle  como  sobe- 


rano  á  quien  debe  ac^ytaiWt.JW  íd^iria  de  la  j^eU  seoda,.á  cíBtá 
mU mo  pi9^bk>  por  ciiy«  fe^cíA^L  MfíribUooA ,  te  díreaios  la  verdad 
úü  anheles,  se  la  dir^^apüjMS  i«.  iiit9Qa,,fii?auf|BeiA  que  álosTet* 
yes ,  porque  en  el  hervor  de  nuestra  independencia »  bo.  sabeaMS 
adular  á  Aadiie* 

£1  pueblo»  lepiífiado  en  deiva&ía,  é  iocatip  conao  siempre^ 
cuando  ya  tiocaba  el  triunfa  mo^  la  loaiio ,  d^Uigó  au  incoesiiooable 
.soberanía  en  «na  Junta ,  creaia  por  los  ottsmos  individooe  que  la 
formaban «  que  si  bien  eran  todps  personas  de  honroaos  aaiecede»» 
tea,  carecian  de  l^itifloudadi  ea  su  orígeu  epoao  cprporacion  po^ 
pular..     . 

Sí ,  heroico  pueblo ,  cometiste  una  grave  imprudencia  con  db^ 
dicar  tu  aoberaua  vQlujiUad  ea  niua  ionta/fue.  tú  ao.babiaft  ejcjgido 
de  entre  loa  primeras  vidientefk.qMie  laiaarou:  ik)ntigo  al.pdigKiT, 
fiorqne  deede  el  momento  ^.ada^tMr^  sin  desagrado.,  de  prestar 
pbedienoía  áeuá.dfsficsiícieii^,  renuaciaate  A'  la  pifión  vevoiócio^ 
naris  que  Gou  tanta  glecia.QOmenaa^te^  .  .  .\l 

JSa  dieboiuuipr6iciftbUi«4Ccíiioc,  que  como  oo  pedían  ¿ibandonár 
sus  puestos  en  las  barricadaa.Jea  oombatienUes  del^puebifi,  .gr  lol 
mucbos ^twii <eMüe  jSiigiegagf g iínifido  el  tfiunfo/era  ya  indispu- 
table ,  como  por  otra  parte  el  tránsito  por  eiertaa  aallea  era  aun 
peligroso,  pues  lea  spldadoe  dtidp:aeaeuarlelea.haúi«i^£eego  á  to- 
do paisano  :qtie  asomaba  Jabeaba» «;ni>  pedia  ia,  Junta  .formarse  ai^ 

no  del  modo  que  ae  forfQé> i.,    >   . 

Débilea  s^oa  ealAs  iMrgoffmitoa  ^  pues  ninguna,  di  Ocultad  ofre-r 
da  que  los  defauaeres  der'Ofdft-  bar/icada  ihubieaen  uembcado  no 
representante  entre  sus  compañeros,  por  manera  que  los  que  hu*- 
biesen  merecíala  D^off;4pufiMm  eabre  loa  friesarel  qiie.se  lan- 
zaron á  la  liza  formasen  la  mayoría  de  una  corporaciiNiL  que  taca- 


S3S  IL  FALACIO  DI  lOB  CftflBNIS 

baba  de  apoderarse  de  la  iDioiativa  del  pueblo. 

En  coanlo  al  peligro  qae  habia  por  el  iráoaílo  de  ciertaf  oalleSt 
no  podia  ser  obsiácalo  para  los  que  habían  arrostrado  otros  peligros 
mncbo  mayores. 

Cara  pagó  el  pueblo  sn  ciega  cooGanza ;  á  pesar  de  qae  las 
personas  que  cuando  ya  era  incuestionable  el  triunfo  de  la  revolu- 
ción 9  se  reunieron  para  erigirse  en  Junta  suprema,  eran  todas  libe-* 
rales  y»  como  hemos  dicho  antes ,  de  honrosos  antecedentes ,  corres- 
pondieron muy  mal  á  lo  que  de  su  liberalismo  se  esperaba ;  nada 
hicieron ,  absolutamente  nada  para  enaltecer  aquel  glorioso  alza- 
miento popular ;  antes  bien  le  dejaron  estéril  en  sus  mas  legüiaias 
consecuencias. 

¡Qué  lección!  estudíala  detenidamente,  generoso  pueblo  de 
Madrid »  y  no  te  dejes  nunca  alucinar  por  las  apariencias. 

Derramando  tu  sangre  preciosa  habías  alcaotado  una  poaickm 
tan  imponente,  que  las  huestes  enemigas  se  te  hubieran  rendido  i 
discreción  por  falta  de  víveres,  y  te  hubieran  entregado  á  María 
Cristina ,  á  Sartorius  y  á  cuantos  conculcadores  de  tu  soberanía  se 
habían  guarecido  i  la  sombra  del  trono. 

No  se  hallarían  ahora  impunes  tus  enemígoe  haciendo  mofa  y 
escarnio  de  ta  candidez. 

No  conspirarían  en  el  estranjero,  ni  emplearían  los  millones 
que  te  han  robado  para  ganar  prosélitos  y  tramar  planes  de  ven- 
ganza con  el  deseo  de  volver  i  oprimirte,  de  volver  i  saquearte,  y 
levantar  otra  vez  so  trono  sobre  las  ruinas  de  Espala,  sobre  los  ca- 
dáveres de  cuantos  contribuyeron  en  julio  de  1854  al  triunfo  de  la 
libertad. 

¿Hiciste  la  revcducioD  para  obtener  estes  resultados? 

Imposible. 


H.  POIMO  T  SI»  0PBIS0B19Í  SSS 

¡  Oh  paeblol ...  ¡  pneblo!...  mocha  sangre  derramaste  para  re- 
cobrar la  libertad  perdida. 

Mucho  lloro  tienes  que  derramar  aun....  mucha  sangre  tal  vez 
para  afianzarla. 

No  olvides  nunca  tan  terrible  lección. 

Si  tú  hubieras  llevado  á  cima  tu  obra ,  todos  tus  enemigos  hu- 
bieran caido  en  ta  poder ,  y  no  hubiera  habido  entonces  mas  ley  ni 
mas  gobierno  que  el  que  hubiera  surgido  de  tu  voluntad  soberana. 

¿Y  qué  mejor  Junta  para  la  dirección  de  tu  marcha  regenera- 
dora ,  que  la  reunión  de  aquellos  mismos  ciudadanos  á  quienes  es- 
pontáneamente elegiste  por  gefes  durante  la  lucha? 

Si  la  Junta  suprema  se  hubiera  organizado  bajo  esta  sólida  y 
legítima  base ,  mas  opimos  hubieran  sido  los  frutos  del  alzamiento; 
pero  la  Junta  que  apareció  en  aquellos  momentos  de  victoria,  con- 
fesó en  su  primera  alocución  que  se  habia  reunido  poa  bl  MBto 

IMPULSO   DB   SALVAB   BL   ÓEDBN   PÚBLICO. 

Esto  era  poco  i  la  sazón,  pues  tú ,  puéblOt  no  solo  querías  ór- 
-den ,  sino  Kbertad  y  garantías  que  asegurasen  para  siempre  tu  in- 
dependencia t  tu  honor,  tu  bienestar  y  tu  soberanía. 

¿Te  ofreeió  todo  eato  la  Junta t 

Oigamos  su  voz : 


eo  Junta  patriótica  por  el  mero  impulso  de  salvar 
•el  orden  pública  tan  comprometido  ayer  y  hoy,  faltaríamos  i  nues- 
tros sagrados  deberes  si  nuestra  primera  operación  no  se  contrajese 
al  objeto  de  impedir  la  efusión  de  sangre  por  una  y  otra  parte. 

La  Junta  ka  dado  órdenes  i  todos  los  puestos  donde  hay  ciud»- 
lianoi  armados  para  que  no  disparen  un  solo  tiro  no  mediando  pro^ 
vocación  ó  via  de  fuerza. 


Esperamos  for  lo^mi^ino:  %iii^  todo^  foi^efes  wUitveii  de  los 
cuarteles  y  otros  puntos  donde  haya  fuerug  mUt«r6#t  dei^lMOlift- 
Hias  órdenes  á  los  sayos  para  4|iie  bo  bosiitiGaa-4.4UBgtiiM>r%«P^  P^m 
por  sus  inmediaciones  tranquilo  y  sin  demostracioa  de  hiWUUdAíi 
alguna^  haciéndoles  respoAnables  en  todo  l^q/m  foaa  iiopoBla  al 
honor  del  hombre,  da  cuj^qoit r  iofraceioa  de  «na  moiUda  la»  ^ital 
en  las  aptuales  oúrcuusUDeias. 

Evaristo  San  Miguel ,  presidente. » loaa  &eviUaM.  :^Aitímm 
.Escalante . »  Manuel  Crespo. :«  Francisco  Vsidés. »«  Martm  José 
Inane, »  Gregorio  MoUinedo.  «Marqués  ie  i:aboérniga.»i:=  A^gal 
Fernandez  de  loslUos.<»Ma«|aé8  de  la  Vega  da  Ar«üjo.?v«ioa* 
qukiAgnirre.  9»  Antonio  Conde  Gona«dea«  ^mi Joa6  Ordax  Aveaílla.B 

Mas esplicita en saacta  de ínslaleoion  wwmíó «ita JonÉa «i>|ieQ- 

aamienio  aa  los  liéAaiinos  aíguientea: 

'.     ■      ' 

«En  la  M*  H^villa  de  íHaAriá ,  á  laaaitta  de  la  naonnaiátl  dia 
diez  y  nneve  de  ¡ia\i^4%  mil  áM^ho<}ientoaotnoueatai|r  Matno,  .na«^ 
nidos  los  señorea  del  maceen  en.  el  aaloa  b^o  da  la  casa  éA  musá^ 
lentísimo  señor  don  Juan  Se?iUaQO  •  marqnés  de  f^neatea  4a  Pue- 
rOt  en  los  momentos  de  mas  peligro,  cuando. el  pueblo» ngába  con 
su  sangre  las  calles  de  la  capital ,  combatiendo  con  heroico  denue- 
do á  loa  eneni^^  de  la  Kbertad » /deterttinaffoaoMislítBÍrae  4a  Jun- 
ta de  salvación  I  armamento  y  dtCansa  daMadfid ,  oon  a)  ob|flÉa  4e 
.  dar  ana  aeertada  dtreacioa  «1  amviasiealo  popaiar ,  «conoiaiMr 
sangra  y  Mlvar  lai  imtítiioionea  boUadbs  por  la  nsaa  hartura  ¿ 
.iaandiVa  ticaaía:  despees  .4a  faiiber  elegidb  nnáBÍmattwtef^á  pre« 
.  fídent»  al  iBKCoia.  Sr.  don  JBramio  Saa  Jttigael*  aolainfldo  por  las 
fnerxas  populares  para  que  se  pusiera  á  su.iaaalev  y:far  oaii 


so  paeMo  q«e  léf  ágnió  á'ltf  Mffidí^  ^  sti  oá^á^;  f  pái^sr  mnrtiirié^  ál 
primer  vocal  don  José  Antonio  Miguel  Romero,  prMonfe  étt^U^ 
to ,  se  hiciéfbR  srn  intertiiislé»  \m  aomritos  ijué  ^  ci^pt^sártin : 
firman  todo^ hé  scfiófetf  conetlfteBte» ,  dief  ^ueye el^ vo^at  se«réUW 
río  cei1}fi<$o.  ^^ffi^pEren  ]aB  finm  ^qpí^  áM  las  ttisina»  de» la  atocm-^ 

CÍOtt.tí=íJ> 


Y  no  se  crea  qae  al  desaprobar  ]a  aparición  de  la  JuBláf-«fflb§' 
térmittw  ifcrv  N>  (dzo  f -rf  aemarto  4e  háffcer  «slteriNkdb  la  réi^Au- 
cioft  y  safraéti^  |9b  grattd«0  erínrfhsks  dé'oter  ev  pódur  d4l  ptaéN^ 
blo,  tratemos  de  kevéar  indiVidMliDente  á  Ibs  pafrMog  qbarla  llM^T 
marón.  '  < '  '  • , 

Sus  intenciones  fueron  ségmnwéñte  )attAlAlelil  "^  i 

Restablecer  el  orden  públíoi»  y 'etifbf  la  éfíisieD  ée'ttfáa  satigre 
española,  eran  verdadéfftaaente  4o^  fjtmiám  emfmsnm^'f  ma^^^sto 
mismo  podia  haberse  logrado  sin  entorpecer  la  magestuosa  mar- 
cha de  una  revolución  que  debió  ser  la  última  en  España ,  con  so- 
lo dejar  al  pueblo  que  consumara  su  obra ;  pero  entró  el  temor  eo 
las  almas  pusilánimes ,  se  creyó  que  el  pueblo  iria  mas  allá  de  lo 
que  le  convenia ,  y  se  quiso  poner  un  dique  al  popular  alzamien- 
to; olvidando  que  cüán4o  «Mt/^Éfólaeioil  se  hace  á  medias,  la 
sangre  de  sus  víctimas  es  un  germen  fructífero  que  tarde  ó  tempra- 
no se  desarrolla  y  produce  otra  revolución. 

Esto  es  lo  que  debia  haberse  evitado ,  porque  lo  que  verdade- 
ramente aniquila  á  los  pueblos  es  ese  eterno  malestar  que  produce 
continuas  revueltas  y  seca  todas  las  fuentes  de  la  prosperidad. 

El  anciano  y  venerable  general  San  Miguel ,  con  un  valor  ver- 
daderamente heroico ,  habia  atravesado  por  los  sitios  de  mayor  pe- 
ligro ,  entre  el  nutrido  fuego  de  las  huestes  beligerantes ,  con  el  fi- 


536  BL  PAUGIO  M  ÍM  OÍMVE^ 

Itntrópico  objeto  de  interponer  toda  bq  inflaencía  para  que  Madrid 
recobrara  la  paz. 

Su  proverbial  honradez,  sus  gloriosos  antecedentes,  y  maa 
qne  todo  la  vista  de  sns  respetables  canas  en  el  peligro ,  escitaron 
d  entusiasmo  del  pneblo ,  que  le  aclamó  por  caudillo  de  la  revoln* 
cion ;  pero  el  anciano  general  dirigió  todo  su  conato  i  la  salvación 
del  trono  de  Isabel  II ,  y  fué  la  primera  remora  de  la  revolución 
triunfante. 

Instalóse  la  Junta ,  como  hemos  consignado ,  bajo  la  presiden- 
cia del  Excmo.  Sr.  don  Evaristo  San  Miguel ,  y  apagindoae  el 
piritu  revolucionario ,  obró  el  espíritu  de  autoridad. 

¿Qué  importaba  esto? 

I  No  habia  una  Junta  de  salvación  7 

De  salvación...  ¡Ustimosa  verdad! 

¡  Los  opEBSoaas  dbl  fusblo  sb  salvabox  !  I ! 


CAPITULO  XLm, 


<        * 


LAS  ESPAÑOLAS, 


Varios  fueron  los  bospitales  dé  sangre,  que  amufae  ittprof  isa- 
dos  en  aqodUos  terribles  momentos  de  hicha ,  bailábanse  no  solo 
bien  pnrrislDs  de  lo  necesario  para  la  crnietcion  de  los  heridos ,  sino 
qne  reinaba  en  m  asistencia  nn  orden  admirable ,  bajo  la  direccioÉ 
deescelen(esfacnliativos,qne  impelidos  por  el  noble  deseo  de  ser 
útiles  á  la  humanidad^liente ',  le  tributaban  con  desinteresado  celo 
todos  tos  recursos  dd  arte. 

Además  de  estos  dignos  profesores ,  prestaban  también  impor- 
tantísimos servicios  á  los  desgradados  cuyo  estado  lastimero  le  re- 
clamaba ,  esas  criaturas  qne  son  siempre  el  consuelo  j  la  delicia 
del  hombre. 

I  Loor  eterno  á  las  hermosas  madrileñas  I 

Los  que  admiráis  sus  gracias  en  las  sociedades  de  buen  tono;  sus 

talentos  en  las  reuniones  científicas ,  su  elegancia  en  los  paseos ,  la 
T.  II.  68 


538  BL  PAUGIO  DB  LOS  CBÍMKNB8 

esbeltez  y  flexibilidad  de  sa  breve  cintara  eo  los  bailes ,  la  nalaral 
donosura  de  las  hijas  del  pueblo ,  sn  amor  al  trabajo »  su  resigna- 
cion  en  las  privaciones ,  los  chistes  con  que  saben  animar  sus  amo- 
rosas pláticas,  el  gracejo  de  su  encantadora  sonrisa,  la  Iravesurt 
de  sus  irresistibles  miradas ,  sus  alias  virtudes  en  el  hogar  domés- 
tico, no  estraBareis  que  en  lo  único  tal  vez  en  que  los  mas  céle- 
bres escritores  estranjeros  han  hecho  justicia  i  nuestro  pais,  ha  ai- 
do  en  confesar  que  los  atractivos  de  nuestras  españolas  superan  de 
un  modo  inmenso  ¿  los  que  atesoran  las  beldades  de  las  demis 
naciones. 

Mas  no  juzguéis  que  estas  sÜfides  seductoras  son  espíritus  aéreos 
que  se  evaporan  como  el  perfume  de  sus  tocadores;  las  bellas  es- 
pañolas tienen  otra  ventaja  sobre  las  hermosas  de  otros  países. 

Apenas  hay  en  España  un  solo  acontecimiento  glorioso^  en  que 
no  haya  tenido  una  parte  activa  el  bello  sexo. 

También  los  estranjeros  saben  esta  verdad. 

¿Podrán  olvidar  los  franceses  el  alto  denuedo  con  que  la  heroí- 
na de  Zaragoza  doña  Haria  de  la  Consolación  Azlor,  barooosa  de 
Valdeolivas,  condesa  viuda  de  Bureta ,  rechazó  las  aguerridas  boas- 
tes  del  vencedor  de  Austerliz  7 

Hé  aqui  los  actos  mas  gloriosos  de  esta  heroina ,  tales  como  los 
hemos  dejado  también  consignados  en  El  Panteón  ünwer$ál: 

«Cuando  dado  en  Madrid  el  grito  de  independencia,  el  2  de  ma- 
yo de  1808,  se  levantó  España  toda  como  un  solo  hombre,  para 
sacudir  el  yugo  con  que  trató  de  sujetarla  el  coloso  del  siglo  Napo- 
león Bonaparte;  la  antigua  Salduba,  la  inmortal  Zaragoza,  se  pre* 
paró,  á  pesar  de  sus  débiles  muros,  á  dar  el  ejemplo  á  los  pueblos 
libres  de  que  no  hay  muro  mas  fuerte  para  defenderse  de  los  tira- 
nos, que  la  decidida  voluntad  de  los  leales  y  valientes  ciudadanos;  j 


IL  PUKUO  T  SÜS  0PU80BBS.  539 

poniendo  á  sn  frente  el  inmortal  general  español  don  José  Palafox  y 
MelG,  elevado  por  sus  compatricios  desde  subalterno  i  tan  alta  dig*« 
nidad,  desafió  á  las  águilas  francesas,  siempre  vencedoras  hasta  en- 
tonces ,  como  si  la  Providencia  las  hubiera  engrandecido  de  expro- 
feso, para  que  fueran  mas  humilladas  ante  el  patriotismo  aragonés. 

La  condesa  de  Bureta ,  cuyo  carácter  amable  y  bondadoso  la 
hizo  muy  popular,  se  indignó  al  ver  la  perfidia  con  que  el  arrogan-^ 
te  coloso  trataba  de  encadenarnos  al  carro  de  su  fortuna^  y  juró  en 
las  aras  de  la  patria,  poner  en  juego  todo  cuanto  pudiese  para  ayu- 
dar á  vencer  á  sus  paisanos  ó  morir  en  la  demanda. 

Contra  el  grande  ejército  francés  que  se  dirigió  á  Zaragoza» 
solo  220  soldados  mandaba  el  general  Palafox ,  á  cuya  disposición 
puso  la  Bureta  cuantos  bienes  poseía ,  según  dicho  consignado  del 
mismo  señor ,  pero  el  ejemplo  de  la  condesa  y  el  de  oíros  no  menos 
generosos ,  entusiasmó  de  tal  modo  el  patriotismo  de  los  aragone- 
ses, que  Zaragoza  toda  se  levantó  en  masa ,  proporcionando  brazos 
y  dinero  suficiente  para  la  defensa. 

El  general  Lefebre  se  acercó  á  Zaragoza  el  15  de  junio;  y  reu- 
nidos con  la  condesa  los  gefes  del  pueblo ,  Tio  Jorge ,  el  presbítero 
Sas,  el  labrador  Cerezo,  el  carpintero  Hena,  el  fabricante Salame- 
ro,  y  el  comerciante  San  Clemente  y  Romeo,  juraron  morir  ó  ven- 
cer, y  al  grito  de  viva  la  Virgen  del  Pilar ,  se  arrojaron ,  seguidos 
del  pueblo,  sobre  los  enemigos ,  y  pocos  franceses  de  los  que  osaron 
acercarse  á  la  capital  de  Aragón  pudieron  salvar  la  vida. 

Entusiasmando  con  su  ejemplo  á  las  masas  la  condesa ,  hom- 
bres ,  mujeres  y  niños  corrieron  á  la  defensa ,  llevando  á  rastra  los 
cañones  á  los  pontos  que  les  designaba  el  corregidor  don  Lorenzo 
Calvo  de  Rozas ,  que  mandaba  por  ausencia  de  Palafox  que  había 
salido  á  batir  al  campo  i  loa  franceses,  los  que  tuvieron  que  desistir 


M9  IV.  ?iL4Gi»  n  IOS  oáaonm 

aqoel  dia  de  ux  ettprao  después  de  dejar  en  les  jpierfU'del  Carmen 
y  del  Portillo  mas  de  SOO  mnertoi. 

'Al  paso  ^oe  los  ara^^oaeses  cortaban  aqneUa  aoche  laa  callea  j 
poniaa  parapetos,  la  condesa  reanió  i  sa  alrededor  porcioo  doma— 
jeres  de  todas  clases,  j  estaUedó  una  especie  de  eoerpo  da  aaMio^ 
ñas ,  entre  las  qae  se  inmortalizaron  en  los  sitios  €om  k  Buietat 
Agostina  Aragón,  Casta  Alvares,  y  María  Agustín. 

La  multitud  de  bombas  que  arrojaron  el  17  bs  francesas  soWa 
Zaragoza,  vigorizó  mas  el  empeño  de  la  defensa,  y  la  Barata  q«a 
«corría  todos  los  puestos  alentando  i  los  zaragozanos ,  tuvo  la  satía* 
facción  de  ver  i  Agostina  Aragón ,  sirviendo  sola  la  baterta  de  la 
puerta  del  Portillo  después  de  muertos  todos  sus  deCinsorea»  y  da 
que  al  reparar  la  «lortandad  que  les  causaba  se  retirasen  di  ella  loa 
invasores,  costra  los  que  la  Bureta  mandaba  sus  valientes  aragoa»> 
ses,  ^pBie  entusiasmados  par  el  becbode  la  espresada  Iwróica  artilln 
ra,  bicicron  prodigios  de  valor,  y  laato  que  el  generel  Verdier 
suspendió  el  ataque. 

Renovóse  este  con  dobles  faerzas  y  empeño  la  nocbe  dd  17  de 
junio ,  y  al 'primer  cañonazo  se  presentó  la  Bureta  en  caaa  del  9a- 
neral  Palafox,  que  se  hallaba  ya  en  la  ciudad,  armada  y  sngqida  da 
sus  criados  del  propio  modo,  pidiéndole  punto  que  defender* 

No  es  posible  pintar  en  este  corto  articulo  lo  heroico  da  la  de- 
fensa de  Zaragoza  en  esta  terrible  noche  y  en  d  dia  que  la  socadiói 
en  el  que  los  franceses  hicieron  cnanto  puede  hacerse  para  vnnoar;. 
baste  solo  decir,  que  Zarsgoza  se  igualó  en  el  valor  de  aus  hijos,  i 
Sagunto  y  á  Nnmancia,  si  bien  so  denuedo  les  deparó  por  aala  vea 
d  vencimiealo* 

Multitud  da  casas  cayeron  ya  voladas  por  los  defenapraa  pan 
bkrtrair  al  paso  4  lea  invasores,  ya  al.  peso  da  la  ll«f  ia  d«  boaribia 


Bli  HWUia  T  Süi  OFUSQUS,^  S4t 

qne  estos  «nra|al)ftii ,,  j  millares  de  cadávete»  d^  imps.  f^  de  aüros«, 
mezclados  coa  los  escombros,  haciatt  iatra,oftitable&  las  Q9^9a  oscur 
recídas  por  el  homo  de  los  edifieÍM  eo  que  se  prepdúi  i^^^ü^  t  J  por 
el  polvo  que  levaataban  los  belígeraates^  y  las  ruinas  que  se  ibaa 
SDcedieBdo  j  j  «sido  esio  k  la  gaitería  del  csombate »  4  W  ayea  da 
los  moribaudos ,  y  al  continiiíado  jesUmpido  del  cano»,  mido  de  la 
fusilería  y  tañido  lúgubre  de  las  campaaas ,  tamboipeS''  y  clacioes  dft. 
guerra ,  se  podrá  pintar,  á  la  imagioacioo  ud  dóbU  bosquejiQi  del  mag- 
nifico cuadro  que  obreció  la  invicta  Zaragoza  ea  aquel  tesribla 
ataijue. 

Desde  el  principio  de  él  se  vi6  á  la  condesa  con,  la  caaaiia  oe<T* 
nida  ¿  su  delicada  eintura  y  coa  el  fasil  ea  )a  maiK^,  cubrisodo  sii¡ 
bella  cabellera  con  un  ligero  sombrerillo  que  anaaeotaba ,  sus  gra^r 
cías »  y  de  este  modo  recorría  laa  trincberaa  y  los  pimtoa  mus» peli- 
grosos ,  seguida  de  sna  ai»af.oaaft  y  criados  armados,  .á  fia  de  ideum 
tar  y  entuaiasmaF  i  saa  compatriotas  á  quianea  pvwiii  el  ángel  dai 
la  guerra,  destructor  de  loa  enemigos.. 

El  siguiente  día  £ii6,ea  el  que  Zaragoza  sobrepiijó  á  todos  :1qa. 
pueblos  en  heroismoi»  poea  empeñándose  los  fniaeesciSfeg  apodcMffrr. 
se  á  toda.eosla  de  la  ciudad^  lograron  á  fuerza  de  pérdidas  P«4%*?. 
trar  ea  susprímeras-ealleSj  perio.lps  aarago?bai»os,tode9  sa arrojare^ 
á  una  muerte  cierta  por  dieEender  su  libertad ,.  y.  volando  l^ia  easaf* 
sobre  sos  onamigos,  y  con  los  esfuerzos  sobreuatuprale^  que  prta^: 
el.  verdadiero  patríotiamo»  lograron  fema^ít  haciendo  retroceder  borr 
k  los  vencedores  t  en  oúl  batallaa ,  de  mucbosf  pueblas.  , 
ler  la  condesa  .ea  este  día  que  adelantaban  k^ÜRimeeseahá^ 
eia  su  casa,  covriú  á  ella ,  y  ttegando  á  tienpo  de  qua  ^  ii^caba, 
su  morada  para  aet  tomada  por  a*  buena  posición ,  biaa  Brradlnr  4i 
brazo  ante  su  puerta  dos  cañones^  y  formando  instantáienm^ate.  dM* 


54)  BL  PALACIO  DI  LOÉ  GEÍHINni 

baterías»  aguardó  impávida  al  enemigo,  qae  retrocedió  al  Terse  cor- 
tado con  tal  heroísmo  por  una  mnjer. 

Reforzada  Zaragoza  con  las  tropas  españolas  qae  mandaba  el 
marqués  de  Liazan ,  los  franceses  levantaron  el  sitio  y  tuvieron  lo« 
gar  los  premios  y  alegrías  de  los  heroicos  zaragozanos ,  siendo  la 
condesa ,  Uarfa  Agustín  y  Gasta  Alvarez  victoreadas  con  entusias- 
mo por  el  pueblo  y  por  las  tropas. 

Deseosos  los  franceses  de  lavar  la  afrenta  que  habian  sufrido  eo 
Zaragoza  por  un  puñado  de  hombres,  enviaron  contra  ella  un  for-^ 
midable  ejército  mandado  por  sus  bravos  generales  Moncey  »  Mor- 
tier  y  Lannes,  que  atacaron  la  ciudad  el  21  de  diciembre  con  no- 
table desesperación ,  pero  sus  esfuerzos  por  los  términos  ordinarios 
se  estrellaron  en  el  heroismo  aragonés. 

La  Bureta  que  se  habia  ya  casado  con  don  Pedro  María  Rio,  ba* 
ron  de  Valdeolivas «  regente  de  la  audiencia  'y  después  presidente  de 
la  Junta  de  gobierno  de  Zaragoza,  se  dedicó  en  este  segundo  sitio  d 
socorro  de  los  heridos  y  de  los  necesitados ,  convirtiendo  su*  casa  ea 
un  hospital  de  sangre  y  en  un  hospicio  para  los  menesterosos  y  los 
nifios,  pero  sin  dejar  de  alentar  á  los  combatientes ;  y  cuando  ya  re* 
ducída  á  escombros  la  ciudad ,  exánimes  sus  defensores  por  el  can* 
sancio  f  por  el  poco  número ,  por  la  multitud  de  cadáveres  qne  ia-* 
festaban  las  calles ,  por  el  hambre  y  por  la  peste ,  y  mas  qne  lodo 
por  la  enfermedad  que  atacó  al  inmortal  Palafox ,  se  acordó  la  capi* 
tulacion ,  por  la  que  entraron  los  franceses  en  21  de  febrero  de 
1809;  la  condesa  desprebió  públicamente  á  los  generales  enemigos, 
que  admirados  de  su  valor,  solicitaron  su  amistad,  y  salió  de  Zara- 
goza con  su  esposo  y  familia  para  Cádiz ,  desde  donde  volvió  loego 
que  fueron  lanzados  los  franceses  de  la  Península  por  el  valor  de  sut 
denodados  hijos. 


IL  PUIILO  T  SUS  OPRISOUS.  543 

So  entrada  en  Zaragoza  fué  un  verdadero  triunfo,  y  hasta  Fer- 
nando VII,  de  vuelta  de  su  cautiverio  en  Valencey,  se  hizo  un  de-» 
ber  en  visitar  ala  heroina  á  su  paso  por  la  ciudad  en  1814. 

Dedicada  la  Bureta  á  la  educación  de  sus  hijos,  vivió  amada  de 
sus  compatriotas  hasta  23  de  diciembre  del  mismo  a&o  de  1814, 
en  que  falleció  á  los  39  años  de  edad ,  dejando  un  nombre  inmor- 
tal que  venerar  á  Aragón ,  mientras  se  tenga  por  algo  entre  sus 
hijos  el  valor  y  la  virtud:  sus  cenizas  están  depositadas  en  la  par- 
roquia de  San  Felipe. » 

La  cansa  de  la  monarquía  ha  tenido  también  en  Espafta  valien- 
tes defensoras ,  que  han  llevado  su  intrepidez  hasta  el  heroismo. 

Citaremos  un  solo  rasgo  de  una  ilustre  madrile&a  i  quien  seña- 
la la  historia  como  la  mas  insigne  de  so  época. 

Doña  María  de  Lago ,  esposa  de  don  Francisco  de  Vargas ,  re- 
gidor y  alcaide  del  regio  alcázar  es  la  heroína  á  que  hacemos  re- 
ferencia. 

Erase  el  tiempo  del  levantamiento  de  Castilla ,  contra  los  des- 
manes de  los  consejeros  de  Carlos  I. 

Madrid,  ciudad  abierta,  no  podia  ofrecer  gran  resistencia  á  los 
comuneros  de  Padilla ,  Bravo  y  Maldonado ,  que  se  apoderaron  de 
la  villa ,  pero  el  alcázar  estaba  por  el  rey. 

Sin  embargo ,  los  comuneros  tenian  grande  empeño  en  tomarle 
y  los  víveres,  empezaban  á  escasear. 

Francisco  de  Vargas ,  que  en  mucho  estimaba  su  honor,  y  que- 
ría á  toda  costa  salvar  el  puesto  que  se  habia  confiado  á  su  defen- 
sa ,  habia  marchado  á  Alcalá  en  busca  de  refuerzos. 

Los  de  Castilla ,  sin  embargo ,  al  saber  que  Vargas  volvia  con 
alguna  gente,  le  salieron  al  encuentro,  y  le  derrotaron  de  suerte, 
que  tuvo  que  regresar  á  Alcalá  mas  que  de  prisa. 


54f  u  MiACio  m  EOS  «rtnmto 

VMrierOD  entonces  tos  enrmee  contra  el  áIcSsar  4e  Bfmdríd, 
resneltos  á  apoderarse  de  él  á  toda  costa»  «micIio  mas >  sabiendo 
que  denlno  &aMa  nmy  pocos  soldados  que  pudieran  liaeertes  firente. 
Empero ,  m  haUalm  entre  los  sitiados  la  impertérrita  doftá  Ma- 
ría 9  que  animando  á  los  defensores  con  sns  palabras »  j  diaparai»- 
do  ella  misma  los  arcabuces  contra  tos  sitiadores ,  cansaba  grandes 
bajas  en  sns  Slas. 

Por  tres  mortales  dias  sostnto  un  horroroso  fuego ,  nrrqjin- 
doles,  además,  desde  las  murallas,  gran  cantidad  de  piedme  y 
otros  proyectSes  de  mmo ,  qne  oUigaban  á  los  comuneros  á  per- 
manecer él  una  distancia  respetuosa  de  la  fortaleía. 

Los  sitiadores,  tiendo  que  les  seria  imposible  apoderarse  por 
la  fuerza  de  las  armas,  quisieron  entrar  en  tratos,  asegurando  la 
rida  salva  k  dofia  Marta ,  y  á  cuantos  tenia  á  sns  órdenes ,  si  se 
-entregaban,  6  de  lo  contrario  serian  muertos  cuantos  intenta^ 
sen  entrar  ó  salir  en  el  alcázar;  pero  á  todas  las  intintrncioiiei 
y  proposiciones  que  se  la  dirigieron ,  respondió  la  denodada  ma- 
trona: cíQoe  trabajaban  en  valde  los  que  pensaban  qoe  por  ns- 
tar  ausente  el  alcaide ,  ella  ni  los  que  oon  ella  estaban ,  baríaii  eo- 
lia alguna  que  manchase  su  lealtad  ni  la  de  sus  antepasados ,  ni 
que  fuese  en  deservicio  del  rej ;  que  estuviesen  ciertos  que  todos 
ataban  resueltos  á  morir  defendiéndose ,  antes  que  cometer  aeme- 
janie  traición  ^  y  que  donde  ella  estaba ,  no  bacia  falta  alguna  el 
alcaide  su  marido.» 

Tanta  constancia  y  decisión  fue  premiada  con  la  mas  completa 
yictoria. 

Los  sitiadores  viendo  que  les  era  imposible  vencer  la  constan- 
cia de  aquella  mujer  singular ,  y  que  á  la  fuerza  les  seria  imposi-^ 
ble  penetrar  en  el  castillo ,  levantaron  el  sitio  y  se  retiraron ,  coa* 


ff  su  tniwM  SB 

fm^ñff  HfMgomidM' de  kAw^  sifeutnriiÉi  j^p  «k  ¡UoÉibfak} 
valor  de  una  mujer,  que  tan  á  pechos  hihia  towdie'  la  MBéerM 

Ciffli»  I  f  temió  ^  valor  la  b  hbnmia  madriMh.  itoii  ahoKi 
daniea  dotiet,  mmétméo  q^  émfkéá  da  ln  Moaila  db  ai  eajpoaB^¡ 
9e  la  tasarvaie  elhoBor,  miaDlraa  títiaaa,  dajgvardatf  al  álcáiaff 
por  el  rey.  :■  .        .  ,  .  f 

BcAa  Maiia^  qie  á  as  prafvaabUk  raputeiiiMí  da  Ykftidl;  kfcbia 
asido  coai  aqari  moliTO  h  hMva  dé  vattaole^  M  dada.ahlQBcaá» 
ú'iikim  da  loa.  madrikaioa ,  qM  la  aoÉBiteabaia  oadié  -  in «  bmU 
jar  pnolaclera ,  fUiaoíeado  rodeada  de  Iv  ;oaHÍéacaebBí  genavak 
aélUft;.         .   • 

-  Wvo  -Dn  aa  ia*  cae»  de  iea  vej*»  k  ^fm  táaá  áaqiatifei  ñé 
éftminAnm  da  k»  hellaa  eapaftala»;  la  Ubaatad^  Ik  ínflifíiiaJiBiiB^ 
la  soberaoáa)  dak  pMblo>>  ha»  aacílado  aieaifra  aii  aobníáiaio  éá 
Ma^ttaa  líiliaoliBa  eoñpatriataa ,  ese  aotniatmo  aaUnDe  qám  en 
t^i  eonqaialé  la  gloriaaa  diadema  éá  marlirior  para  la  daiodadv 
gta«á4ka<i  iasi  oéMira  por  aa  ^or  ooasa  par*  aoí  liennaaiÉra. 

'  HaUamoi  de  k  kíokédaUa  (kd|a  Markna  dé  imeda^  qw  á>te 
flbrida  edad  de  15  a&aa  eoalvaj^  matrimonio  aoñ  dbn  Ibwiel  Wmí 
ralla  y  Valté,  qnianl  fiBécié  al  pacaí  tiempo,  paiaada  ñ.  trntsm^ 
eattock  k  Pineda,  muy  jéred  «édh^rk,  al  estada  da  mdei. 

Baitáronk ,  úm  embarga ,  loe  hrevea  días  que  esCavo  eaaada; 
para  qaa  adoptase  en  eHoa  ka  ideaa  altamente  liberaks  qae  pro^ 
IssaiNi  sa  eapoea;  ak  ea  qae,  ea  k  época  de  1820  al  1823,  doia 
Mariana  se  distinguió  mucho  por  aa  patriotiaiae  y  exaltada  aesop 
i  la  CoBStitadk».  Abolido  el  cédigo  de  Cádiz,  por  elsoto  de  la  in- 
vasión francesa,  la  Pineda  fué  perseguida  como  todos  los  quesefa»^ 
liaban  en  su  oaso,  y  habq  da  sajatarae  á  la  ^igiknck  de  los  agien- 


T.  u.  69 


5M  U  FALAGIO  m  LM  GlímNIS 

tes  del  gobierno  absoluto,  qae  b  ejeroieron  aetiva  y  ooulanle 
bre  los  ne§roi  y  fracnutionei  (1). 

Llegó  luego  el  aBo  de  1830 ,  y  las  desgraciadas  eSpcdidoiM  d» 
Torríjos  y  de  Mioa «  anidas  á  la  revolución  francesa ,  avivaroai  mas 
au  ú  celo  de  los  ministros  de  Fernando,  quienes  ejeentaros  por 
orden  de  esta ,  terribles  castigos  contra  todos  los  que  en  alg«B  no*-» 
do  se  pronunciaban  por  el  sistema  constitucional. 

Entonces,  pues,  fué  cuando  la  policía  de  Grranada  se  upoéeré 
de  una  bandera  que  se  estaba  bordando ,  y  debia  servir  para  pro* 
damar  la  libertad  en  las  Andalucías ;  y  como  á  fuersa  de  iadaga-* 
oiones  y  de  düigenoias  por  parte  del  juez  que  entendía  en  esta  ea«« 
sa ,  se  descubriese  que  la  tal  bandera  se  bordaba  por  enonfgo  do 
doika  Mariana  de  Pineda,  de  aquí  que  esta  se&ora  fuese  innaedia* 
tamenla  conducida  i  la  cárcel  y  sentenciada  á  muerte ,  no  Qintamím 
las  gestiones  que  para  impedirlo  practicaron  sus  amigos. ' 

«Ni  su  bermosura,  ni  su  juventud,  ni  la  circunstancia  de  aer 
un  delito  político  y  recaer  la  acusación  en  una  persona  dd  bello 
sexo ,  dice  nn  biógrafo ,  fueron  bastantes  motivos  para  templar  la 
cruenta  severidad  del  gobierno  que  confirmó  la  bárbara  senAancia: 
doña  Mariana  de  Pineda ,  cuando  apenas  contaba  27  años  de  .edad» 
fué  llevada  al  patíbulo  el  16  de  mayo  de  1831.» 

S(  ,.los  babitanles  de  la  ciudad  de  Granada  j  inclusos  los  Yoloa- 
tarios  realistas  que  formaban  el  cuadro ,  presenciaron  coonarntridos 
y  con  lágrimas  en  los  ojos  esta  bárbara  ejecución ,  que  no  bastó» 
sin  embargo,  á  libertar  de  una  estrepitosa  é  inmediata  caída  al 
despotismo  mas  brutal  y  sanguinario. 

Pero  4  quién  ha  olvidado  las  bazañas  de  las  heroínas  dd  dos  i^% 

MAYO? 

( 1 )   A9i  UamalMiD  los  realisUs ,  isdislinUaieDie ,  á  io4o|  liberiles» 


BL  PUDLO  T  SUS  OPBBSOEKS.  547 

¿  Quién  ignora  las  proezas  de  las  encantadoras  hijas  del  Man- 
zanares en  las  gloriosas  jornadas  de  julio? 

Pues  bien»  esas  españolas  proclamadas  por  nacionales  y  esiran je- 
ros  reinas  de  las  gracias  y  de  la  hermosura,  esas  beldades  que  á  sus 
inagotables  encantos  unen  el  arrojo  de  las  indomables  amazonas, 
tienen  otro  mérito  aun ,  que  hace  aubir  de  punto  su  realce. 

Son  mujeres  fascinadoras  en  sociedad ,  son  mujeres  invencibles 
en  la  lucha;  pero  hay  ocasiones  en  que  ya  no  son  mujeres,  sino 
ángeles. . .  ángeles  que  se  encuentran  en  todas  partes  donde  se  pa- 
dece ,  en  todas  partes  donde  hay  miserias  que  socorrer ,  donde  hay 
lágrimas  que  enjugar ,  ángeles  inseparables  de  las  mansiones  de  la 
amargura. 

Esta  es  la  misión  predilecta  del  bello  sexo,  y  las  hermosas  ma- 
drileñas saben  ejercerla  con  toda  la  bondad  que  da  el  cielo  á  las  al- 
mas generosas ,  como  se  yerá  en  el  capitulo  siguiente. 


CAPITULO  XUV. 


EL  HOSPITAL  DE  SANGRE. 


Entre  las.mojeras  de  todas  categorias  que  ejercían  aetoa  de 
neficencia  en  los  hospitales  de  sangre  establecidos  en  Madrid  para 
la  coracion  de  los  heridos ,  hemos  dicho  ya  que  Rosa ,  la  digna 
hermana  de  María  y  esposa  del  médico  don  Antonio  de  Agnilar, 
prestaba  grandes  servicios  á  la  humanidad  doliente ,  en  compafifa 
de  una  hermana  de  la  Caridad,  tan  joven  como  linda ,  tan  linda  co- 
mo dispuesta  i  prodigar  sus  afanes  y  desvelos  á  cuantos  inrdices  se 
hallaban  postrados  en  el  lecho  del  dolor. 

Ocupadas  estas  dos  angelicales  criaturas  en  prestar  saa  esme- 
ros á  los  heridos  durante  la  fratricida  lucha  de  julio  ^  mientras  la 
hermana  de  la  Caridad  se  esmeraba  en  vendar  el  brazo  de  un  heri- 
do ,  Rosa  habia  sido  sorprendida  por  un  espectáculo  tan  inesperado 
cómo  desgarrador. 

Salpicado  de  sangre ,  con  la  vista  azorada ,  exhalando  alaridos 
como  el  león  del  desierto  que  siente  una  aguda  flecha  en  el  cora- 


(Ay^uats  ir  lico  (irrinanos .  cdilom.) 


!■ 


■   •  » 


í 


iw^  luMüé «presettllaia 44  ñegm  T^Mtás^  ItofMáo  ti  mmÍKm¡ms4á 
jóf€D  BiirHpie  ntrttkiidBlte  ImtíAo.  -i\  íía 

DesfRiés  «de  oodfiairie  al  eelé4a  4oti  Aitanie  f  éelltiat  iMifatti 
¿esapavecMo  f itMxpHaianiMte ;  feM>  «a  attSMon*  «o  fué  larga. 

Ta Mbm -Bveatrui  lecAores,  «^aéiarte  6ci  y  núfftim  comféimi 
de  la  marquesa  de  Bellaior,  aeaMía4a  praBattl|0iO'0B<M  caá  «bm 
8ÍOSO  da^ae  la  Marlaaada  María  |ni4ieaa  a«i  ver  á  m  iaía  láori- 
kmdOy  4uipoiiiMJ*d6  él  para  aiatnpre^  y  4arf6-6a4MBia  MBdífJssi 

GMDdo  Tomás  ragtBsó  al  %cNif  üal  «da  saagra  «o  aoaipaMa  «d^te 
dea? oBturada  iiia««fiaM ,  y  de  mi  caftada  OaraK^a  ^  momr$ttu^.4m^ 
aesperada  la  «üaaeiM'dcil  herida. 

9oa  Aaltmiola-lMlmastraidó  ecmaiogalarideMreBa^la'i^ 
fusil,  que  aunque  iatomó  hastante  ea al  MSlaáo  deradh»^  fáméá 
ao4MlMMr>apMídp  «ia  Iwrida  «lortal ,  ai  bieif  aapreaaatalMi  éilhdLS- 
taaAa^fftvodai;-*''  .:.....?...  -y.-.-.i-ií 

■  BcÉaadaaaas'étiaawMitr  jl  afecto  ^ta%  te^freÉeiaia  dai4tol<iÁ 
biEo  aoaa  AMepásblada  «ladrai,^»  «qveHa  liaraWnia^  f-tíampi/i 
afioiaisa  flMrire ' i^xÉt ' idalMi^ha  i  *8a  'b^a  09$  fftWBnHi*  fotifÉB'htff 
aaBtÍBM|it«a  ifM' 4a-  plMia  vo  paada  tapi>iaai'l»si  y i»  <l»'«yié'^i 
padaaiaff  ^aságatanr  aav  V^  Mada  aa  mmtifé  m^  «M|i>éMl|ÉPÍ>aiia 
sioD  de  prueba ,  mas  fiaady,  mú  aiiUiaiía^ii  «uaaii«^'(^i     :  '^>  ^  f^  ^ 

A  pesar  del  profundísimo  dolor  que  desgarraba  su  corazón  en  tan 
crueles  momentos ,  dolor  inmenso  cuya  tortura  solo  pueden  com- 
prender las  madres  que  en  tan  borrible  trance  bayan  abrazado  á 
un  bijo,  la  beráica  Maria  iiiuigjjplH.á.itoda  m  amargura  en  el  al- 
ma ,  para  alentar  á  su  Enrique  con  aquella  sonrisa  de  ángel  que 
embellecia  su  rostro  siempre  que  trataba  de  prodigar  consuelos  al 
que  sufria. 

Enrique  babia  derramado  copiosísima  sangre,  y  se  bailaba  en 


550  It  PAUGIO  W  IOS  GlkUfW 

un  catado  tal  de  detbllecimiento ,  que  á  pesaír  de  U  ioflaiMcioQ  da 
su  herida,  juzgó  don  Antonio  conveniente  qne.se  le  diese  mi  poco 
de  eddo  intercalado  con  la  medicina  que  él  míspoo  le  arregló^ 

No  tardó  en  presentarse  con  una  taza  la  jóren  hermana  de  la 
Caridad. .«  maa  ( ay  1  otro  funesto  incidente  vino  i  dar  an  cohmdo 
mas  horroroso  á  aquel  cuadro  desgarrador. 

Apenas  la  hermosa  joven  vio  al  herido,  eihaló  un  grito  in^ 
comprensible,  soltó  la  taza  de  sus  manos,  y  acometida  de  dorrible^ 
convulsiones,  cayó  en  los  brazos  de  Rosa,  que  no  sin  gran  dificul- 
tad., pero  con  «1  auxilio  de  Carolina  y  algunos  mas,  la  Uevó  á  otra 
estancia  para  asistirla ,  mientras  María  quedaba  á  la  cabecera  del 
lecho  del  herido ,  que  en  su  estado  de  postración  no  dio  el  menor 
indicio  de  haber  reparado  en  tan  estraño  suceso. 

Mas  addante  sabrá  el  lector ,  si  no  lo  adivinó  ya ,  quién  era  la 
hermosa  hermaAa  de  la  Caridad  á  quien  tanto  afeólo  la  piweBcia 
de  Enrique  mal  herido ,  mas  adelante  veremos  si  serán  aafieieDles 
loa  afanes  de  ana  madre  cariñosa  para  salvar  al  hijo  de  asa  enlra-^ 
ias ;  ahora  tenemos  que  suspender  la  narración  de  astoa  aoceaes 
particulares»  para  proseguir  la  de  la  gloriosa  revelación  que»  oo- 
mo  impelida  por  un  impulso  eléctrico ,  fué  rápidamente  aec«adada 
en  varios  puntos  importantes  de  la  Peninsula. 


■  ■  II 11 II  ^111  ^1  > ■■■  I  ■  im  ■  ■ 


«i      ■  *         •    nt'f  ^  m>     .. 


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CAIPITÜLÓ  XLV. 


PRONUNCIAMIENTO  EN  ALqiRA. 


Aloira,  la  liberal  líiUa  éé  Alcira,  pnéle  blasonar  i»  baber  ftida 
la  primera  pdilaeMii  qÉe  reepoodid  al  grito  de»  Vieilf  Aro.^ 

Puesto  al  frente  de  los  palrióCaa  de  éste  pnebto  el  eiiidadano  dott 
Pedro  Aeebedo,  al  anooheeer  del  5  de  jaiío ,  di6  el  grito  de  i  Aba- 
ja  LOS  MLAGOS 1  I  Abuo  CsBSTniA. !  I  Aeajo  los  otkssonis  nfti»  fiti^ 
BLO I  t  Abajo  los  LAbAoiiBs  nn  TBSóao  públko  I  ¡Viva  la  jiftaiu-» 
BAD !  I  Viva  la  iovali^aii  I  ]  Viva  la  iiBBaTAB !  {Viva  &  rosBLO  li^ 
bbb  !  I  Viva  bl  ktbblo  sombamo  I 

Todos  los  moradores  de  Alcira  repitieron  con  entosiasmo  estas 
voces  de  salvación^  y  armándose  del  BKJor  modo  qae  pudierooi  ju- 
raron romper  el  yogo  que  aherrojaba  á  k  nación  española  ó  pere- 
cer con  gloría  en  el  combate. 

Los  sucesos  de  Alcira  foeron  de  tal  guisa  desGgnrados  por  las 
autoridades  de  Valencia ,  y  posteriormente  por  las  de  Madrid ,  que 
los  periódicos  mercenarios,  los  que  recibían  degradante  salario  pa.^ 


552  SL  PALACIO  DS  LOS  CftÍMBlflS 

r&  enaítecer  la  dominación  sartoríana ,  convirtieron  eo  imporUoU- 
8ima  victoria  para  la  polaqueria ,  lo  qne  habia  sido  ana  derrota 
completa  de  sus  huestes. 

Desganitábanse  los  ciegos  pregonando  por  las  calles  y  plazas  de 
la  corte  los  partes  que  publicó  la  Gaceta ,  y  en  ellos  se  decía  oon 
audaí  impostura  que  las  irqpas  d^U^íoa  liabian  invadido  la  villa 
de  Alcira  entrando  á  viva  fuerza  en  ella ,  arrollando  á  los  insurrec- 
tos, dispersándoles»  y  persiguiéndoles  después  de  haberse  apoderado 
de  los  principales  motores  de  la  sublevación. 

Los  polacos  seguían  la  cínica  costumbre  de  mentir  descarada-* 
mente  y  convertir  eif'trfanfod  todbt  ñár  éeseriabre»  ^  conducta  diff- 
na  de  los  que  bajo  todos  conceptos  hablan  perdido  todo  sentimieato 
de  decoro,  de  pudor  y  de  vergüenza. 

La  noche  del  5  se  pasó  en  Alcira  con  una  tranquilidad  comple- 
«I,  ^ilieÍMiedbe  «torrÉmpMa  perla  áaléral  esjWMilnni  del  entáaias-- 
mo,  por  lae^MiMtéailoaat'deftnérd.degiifyif^ki^'V^^ 
MMHad;  f  ki»  eiaticM'delhiBno  ét  Rr^^ 
'    Ho  habei  na  tob  desmán ,  io  Uako  vm  sala  inaoilW  áiikw  paiti 
dários  M  weeraUt  pader  qiaé  esólmiaha  á  U  gacib»;  t»  bMM  ai 
verdud  qa%  era  ulay  escMo  el  aéoMro  4e  loa  talca  eaAkífai  y  hyoa 
de  opanerfe  al  Vevaataníenla ,  parecióles  íúm  prndaote^  posarse 
salvo  tomando  la  dirección  de  Valencia ,  aeoltano  ea  algim 
erijo ,  é  permanecer  inofensivoe  en  soa  gnaridaa^ 

Tan  tofos  eMAia  de  la  méate  de  loa  j^riotas  dé  Alcira  iaco- 
modür  cé  lo  wis  leve  á  sa»  oootrarioe  polálíaoat  que  do  babíando 
querido  tomar  parte  en  la  sublevación  ^  akalde  primero  dea  fidnar* 
éo  Sdanioh ,  rnaaifestó  deseca  de  abandonar  la  villa »  y  loa  mismos 
direetcrea  del  alzamieolo  crdanaroa  qae  fuese  easoltado-  haala:  qaa 
no  corriera  el  menor  peligra* 


KL  pumo  T  sos  OnUMMIS..:  55S 

Esta  generosa  oondiicta  hQpra  nacho  á  los  gefes  de  aquella  sa  • 
Uevacion,  y  es  lao  digna  de  loa  qae  defienden  lá  josla  cansa »  co«* 
mo  pnoíble  y  bochcrnosa  faé  la  que  observó  en  Valencia  el  ingrato 
Soiaoich ,  que  ana  tez  en  salto  qoiso  merecer  sin  dada  ana  sonrisa 
de  benevolencia  ai  gobierno ,  y  le  dio  parte  de  los  sucesos ,  pintan^ 
dolos  con  repugnantes  colores  y  alribnyéndolos  á  los  mas  deseami^ 
HLdos »  á  la  gente  mas  rnin ,  á  la  canalla  mas  despreciable  de  la  po« 
blacion «  brindándose  á  servir  personalmente  de^uia  á  la  colnuna 
qne  fuese  destinada  para  restablecer  el  orden  en  Alcira. 

De  esta  manera  agradeció  el  alcalde  polaco  la  generosidad  con 
que  los  gefes  de  la  insurrección  t  le  habían  probado  que  eran  ndkles 
caballeros  los  que  él  calificaba  de  canalla  despreciable. 

£1  dia  6  fué  nombrado  por  aclamación  el  sefior  Acebedo  gober- 
nador de  Alcira  y  su  partido;  y  sopo  corresponder  á  la  confianza 
de  los  sublevados  dictando  sabias  providencias  que  reclamaba  im^^ 
penosamente. lo  critico  de  las  circunstancias «  como  el  bando  para 
que  se  le  presentasen  toda  clase  de  armas,  y  el  reclutamiento  de  gen«^ 
te.  dando  odio  reales  ,por  pkza. 

Organizáronse  en  breves  horas  cinco  compañías  t  y  se  dio  el 
mando  de  ellas  á  don  Bianuel  Sanchiz ,  á  don  Francisco  y  don  An« 
tonio  Just ,  á  don  Manuel  Rocamora  y  á  don  José  Soiaoich. 

Contábase  además  con  tres  partidas  destinadas  á  recorrer  los 
pueblos  inmediatos  bajo  el  mando  de  don  N.  Lledó  y  don  Salvador 
y  don  Juan  Bort. 

i)c  todas  estas  fuerzas  era  comandante  don  José  Plaza ,  y  aya«<- 
dante  don  Juan  Bautista  Gallard. 

No  tardaron  los  insurrectos  en  saber  que  salia  de  Valencia  una 

división  para  atacarles ,  y  lejos  de  intimidarles  semejante  noticia 

enardeció  su  deseo  de  batirse  por  la  santa  cai)sa  de  la  libertad» 
T.  u.  70 


Ui-  BL  FáMáM  DI  &0f  «ÉiMWlg 

El  dia  7  áiiMcoatro  de  k  Utdfr  «e  rraMtni»  todu*  las  fingías 
délos  nNrrectoi. al  tofaa  da  geaendt ,  y  fiuraai  áiftribaidaa  for- 
toa  paaloa  ñas- iai|Portaatei ,  á  «abcr  : 

La  príaieFa  compaAia  ocapé  ak  poente .  de  Saa  Ag«|tíii'  áeaUH' 
cando  la  mMad  de  la  geole  á  lat  órdenes  dd  teaieBla  doa  Franeb» 
co  Nejar  hieía  el  Saqoe  da  U:  Madera  de  Alcoa. 
•     Im  segaada  j  larcara  átaároatei  ea  jA  fieqiMro  del  Molíjio  éa 
laVíUa.  •  . 

La  cuartaea  al  paeala  deSan  GragarkK     . 
'     La  ipiata  en  la  lorre  j  maralla  del  en-coai eolat^aCapochiaas. 

Las  tres  pariidas  reslaolaa  gaaraeaieroo  la  Uiiaa  de  ia  iiiaraHa« 

La  hora  de  prad».  aa  afaoaímaku 

£1  brigadier  fiarique  Ediagtr »  á  la  oAatu  de-  uaa  col— me  de 
carabiaeros ,  guardias  cifiles ,  alguaas>  oahaltoi  y  variaa  piesaa  da 
artíBerk  acababa  de  prowatarsa  á  m  tiro  da  oaaon  d»  la  "villa»  y 
esta  fué  la  causa  dd  ioqae  da  geaerala ,  y  de  la  dislribaoioo  de  lai 
faerzaa  sablavadas  en  los  téroiiaoe  qae  acabamos  da  referir ;  pero 
mientras  esta  distribución  se  llevaba.  4  eféola  »  ÍM  goerdiaa  cifi* 
les  ini^adieroa  repeotinameate  el  arrabal  acaudillados  por  al  eapi* 
laa  do»  looceacáa  Raouis »  qaa  ae  babía  propuesto  earprender  la 
guardia  dd  puente. 

Los  ceolioelas  de  la  plaza  de  San  Agusiin,  despuéa  de  oponer 
á  los  inrasores  una  resistencia  beréica,  ae  reliraroa  al  cuerpo  dt 
guardia  y  cerraron  las  puertas  del  puente ,  burlando  así  loa 
del  enemigo  ^  y  baeiendo  fracasar  sos  planes. 

Con  todo  y  los  guardias  civiles  pudieron  ocupar  las  caaas  i 
dialas  y  estaban  asi  ea  posición  veatajosísiaia  para  boslUiíar  i  los 
inanrreclos  y  abrirse  paso. 

A  Biedida  que  el  peligro  arneciabei  se  agigantaba  el  eafauíuMa 


^  leaUbrai,  á  Quienes  dtficilMMte  fra4a  cealeoer  toda  h  «nnegit 
qne  desplegaron  sus  gefes  para  que  no  •«•«pienm  «I  focuHi»  hasti 
BiAer  las  frateimoDes  éA  brigadier  (fm  nandilha  lasfuemfriobtia*- 
duras;  faro  «ategéfei^iín  (foe «adiase 4pAria«iieDtoalgaM,iiiifli6ia8 
hostilidades  coq  üd  disparo  de  cafion ,  creyejMla  MaBH  ^m  da  este 
nodo  lograría  amilaoír  á  los  imirrtotos.  > 

Eiilgaaóse  actonnaoMite,  fwta  lA  Mico  estif^ia  Cié  la  seftal 
da  la  locha  q«te  tos  sitiados  «osiabaa ,  y  fAorpaospieiido  ca  ?fétor«i 
á  la  Uhartad  y  al  (mAIo  aoberaoo,  rompianNi  el  foe^a  jtfax  Diitn«* 
éb,  qoa  oaaakMMS  graodes  pérdidas  á  toa  ^soBlrariasw 

También  los  sitiados  las  tuvieron  muy  sensibles ,  y  una  de  tal 
primeras  vidtaiaa loé  lui  afreoíable.ltberiiU  é>  qnien  wm  bala  de 
catea  ceneaaó  la  oabata  t*qiie  al  astnsllarse '  coékk  la  hipia  da  «h 
tooUoo  salfíeó  de  JaDgre^al  hv^  de  doD'Pedffv»  Aa^ 

Otros  muchos  fueroía  IMS  «ó  üm^os  graveiueate  iberidoé;  pare 
estof  .4»«y  iafíM  da  afag^rw  rmfttsiaBaia  le '  acoeoeslaba  en '  iér- 
■uoM,  qoat  ikNij que  recibí a^  laves  lierfdaa;  w  f  or-allas  aJbaddoMT 
baii{so.|pi}aitpt¿  jr  a^nello^j  i>qníaaas'6ui.'CQaijMAer«Nifmatidabaiiira4 
tirar  ^  daban  prisa  á  los  encargados  d0  so.  ourMÍpaic^» al  ardíanla 
dfaeo  da  vctoer^-Mi^f atnwte  lal  {pooihtte  jpwi.  #^par  ^an:  íÉlvaAilues- 
kf  de.hoiMNí  jT/de  paligrQf;  -#  ij'-.-j..  .•."•«  if  » í  1 1'  j   ■ . . ' . 

.  .<  £1  patrá»la. Anabado^i oooia  gobafaadqrnwibr^ido  (ipri.los isiH 
bjavados ,  nacMrin  f^a  xos^fMÁa  4q  rW  i^fudaa^  {Irallaisd  f *  üiroik  áah 
dividjHoa ftOimaoDs iatrépid€|S9^tQda..l|^.Uooa  de  U,mmranii ü  idafcarr 
nléndpsf^  eiiilos  puntos  f de  mA^rw  pfJ^r^e  y  aDÍiiiiMMk><  cm^  sa  yra^ 
satioíft  jrrseaiaeatidas arafisaAé  é^9m-  Yalíw^aaoagMar^^a^ ..r: 
.  ,  £fa.taQ.<Bai>lere  0l.4Mfge  de  )e&#f;ia4os ,  que^p^oai  hor^a  bcata^r 
ron  paaaoans^rifcjM  ^itwdqr^  v.#cio#.nu]eflo#;j.mBa,ida  Uraiüla 
heridos,  pat  jMnaca  ^e «iHlv^faB'allai  4*de4aU#«Ji%».,y.dfiaiNi¿Sjdíá 


6S6  ML  PALACIO  n  KOS  cifniínR 

haberse  disfmrtdo  udcm  sesenta  caBooazos  contra  la  yilla^  disputo 
el  brigadier  Edinger  retirarse.  ;> 

Aquello^  sin  embargo,  no  fué  nna  retirada,  faé  nna  vergoa«^ 
zosa  fuga  en  la  qae  se  abandonó  á  la  Guardia  civil  comprometida 
en  las  casas  del  puente. 

Tal  fué  el  terror  pánico  qne  se  habia  apoderado  de  los  sitiado^ 
res,  qne  abandonaban  las  municiones  en  su  precipitada  huida ,  re- 
presentando una  escena  ridicula  muy  semejante  i  la  que  tanta  ce- 
lebridad  dio  posteriormente  en  la  puerta  de  Alcalá  de  Madrid  al 
conde  de  aquella  famosa  lanza ,  á  la  cual  debe  el  sobrenombre  de 
Longinos. 

Bl  puente  de  San  Agustín  no  contaba  mas  que  con  nueve  oia<^ 
dadanos  para  su  defensa  bajo  las  órdenes  del  intrépido  cabo  Ramón 
Bru ,  por  haber  sido  preciso  que  se  trasladase  á  otro  punto  coo  el 
resto  de  la  fuerza  el  capitán  que  la  mandaba. 

Ignorando  los  civiles  la  retirada  del  brigadier,  que  se  kabia  m^ 
rificado  á  las  siete  j  media  de  Itf  tarde ,  siguieron  basta  las  nuew% 
haciendo  vivfsimo  fuego,  que  después  se  prolongó  á  intervalos  has* 
ta  poco  antes  de  media  noche. 

Entretanto  no  cesaba  Acebedo  de  tomar  las  necesarias  preoav* 
clones  para  lo  sucesivo  y  dictar  aquellas  medidas  salvadoras  q«e  lo 
crítico  de  las  circunstancias  exigia ;  pero  conociendo  que  no  secun- 
dando el  resto  de  Espaha  instantáneamente  el  alzamiento  inaugu- 
rado en  Vicálvaro ,  la  permanencia  de  los  sublevados  en  Alcira  era 
de  todo  punto  imposible ,  porque  la  victoria  que  acababan  de  al* 
canzar  no  era  para  repetida  atendiendo  á  las  escasas  fuerzas  de  leí 
sublevados ,  á  so  pésimo  armamento  y  absoluta  carencia  de  provi- 
•ioBes ,  flMiyormente  si ,  como  era  probable ,  salian  de  Valencia  oo* 
Inanias  mas  numerosas  qne  la  que  acababa  de  ser  vencida. 


BL  PUBBLO   r  SUS  OPEBSOBBS.  557 

Aconsejado,  además,  por  nna  comisioD  de  los  vecinos,  qne 
pintó  al  arrojado  Acebedo  los  conflictos  que  amenazaban  á  la  po- 
blación en  el  caso  de  ser  invadida  á  viva  fuerza,  accedió  dócilmen- 
te á  los  deseos  de  la  comisión  evacuando  la  villa  con  las  fuerzas  su- 
blevadas. 

La  misma  comisión  de  los  vecinos  se  apresuró  á  participar  á  los 
civiles  la  salida  de  los  rebeldes;  y  aun  así  no  se  atrevían  á  entrar 
en  la  villa  temerosos  de  algún  engaño. 

A  las  dos  de  la  madrugada  entró  por  fin  la  Guardia  civil  en  Al- 
cira ,  y  su  comandante  se  apresuró  á  dar  parte  de  este  suceso  á 
Edioger  que  á  la  sazón  estaba  en  Algamasi. 

Entonces  fué  cuando  la  columna  vencida  tomó  el  aire  de  ven- 
cedora é  hizo  una  solemne  entrada  triunfal  en  Alcira. 

Hé  aquí  la  gran  victoria  que  alcanzó  la  polaquería ,  y  qne  la 
4raeeia,  el  Heraldo  y  otros  papeles  mereenarios  relataron  con  am- 
pulosos artículos ,  y  celebraron  oon  himios  de  admiración »  Ueno6 
de  poéticas  alabanzas  á  sus  patronos. 

Vale  mas  ser  mozo  de  café  qoe  poeta  ridículo  y  ha  dicho  Mo« 
ratin ;  nosotros  a&adiremos :  vale  mas  ser  pordiosero ,  que  escritor 
asalariado  para  adular  i  cuatro  aventureros  miserables. 


•f- 


^MaMi«B 


^■■i"i» 


CAPITULO  XLYI. 


SUCESOS  DE  BARCELONA, 


La  eafital  iM  Piimnptdo » esa  uiiastnaia  pekUokui  «que  fomi 
'M  primera  itaea  por  su  niiaetat  sos  «dblaaUímenlMy  -att  libera-» 
lísmo,  siempre  vejada  y  opresa  fiar  loa  salélifcei  éa  la  tiraofai »  em 
•de'todo  fttiilo  iaipoBft3e qoe  :parinaíiee¡eca  aorda  al  gñloder,  Li- 
kartaál  «que  .sobó  eH:  ¥íoáWaro:,  ouyos  eooa  'raliiaifaabaft  ya  leoa 
amenazador  astrneado  por  lodos  los  áag^los  da  .lá  fiaiiiasala«  . 

Barcelona ,  que  ansiaba  el  momento  de  sacudir  el  yugo  de  sos 
opresores^  hallábase  en  la  mayor  efervescencia  desde  que  O'Don- 
nell  se  lanzó  á  la  liza «  y  aprovechándose  de  esta  favorable  disposi- 
ción de  los  ánimos ,  que  no  solo  se  hacia  ostensible  en  el  paisana- 
ge,  sino  también  entre  las  filai-det  ejéreíto ;  thm  Migael  Manso  de 
Zúñiga,  coronel  del  regimiento  de  Navarra^  quiso  tener  la  gloria 
de  iniciar  el  alzamiento  salvador. 

A  la  caida  de  la  tarde  del  14  de  julio,  cuando  el  entosiasnao 
del  pueblo  barcelonés  estaba  en  su  colmo ,  llegó  á  noticia  del  capi- 


T  sui  onaMfíam^  <  SM! 

tai  geMr«l;d<m  RBinoa  La;  Bociui  <|iia  lá  agLUcion  dd  fviebto  se 
propagaba  á  los  coárteles,  y  manéá  al  aagÉnáa  iMÚxl-  qae  se^ffiem 
seolase  e»  el  d»  San  Pablo  paflt  oeccioMrse  de  la:Terdad..       í 

Ed  él  se  gnarecia  el  legfifluianter  delNatárni,  y  hflháe^da éMc» 
interrogido  au  digD0  eotomtl,  cespaadíé  amitJMÜikp  4U0  \m  salda- 
dos aatakan  en  el  oie^.  sentida»:  ({üé  lodns  dlb^^bisdeceitan  ÜAofl 
snperioras;  pero  qnlii  kn  gefisa.iqne  tantasi  Teoei  ks  i^habÍM  cniífn 
ducido  por  la  senda  de  la  victoria ,  do  se  hallaban  iocUMdoft  á  StfVf 
vir  de  insIrÉiiientos  para  c¿  Uñnofo  dn  lot  tiraoos»    :  \ 

TrasBHtida  este  mb testación  el  eapíttfi^geDeisal»  es|pidin^nniÉ:dtff! 
deo  para  ipie  el  «nroiiel  Man^a  de  Záüga  sí- iraaladase  éon  su;  re- 
gkiienla^  fnerlo  de  Atarasanaa*. 

Eran  las  nueve  de  la  noche  cuando  recibió  Zúñiga  esta  éadoPir- 

Formó  sa  regMnéttIo »  1»  ámgó  en  loi  térnúnoa»  foé  las  cir- 
cnostanoia»  éocigian »  halló  en.  todos  sna  anbordinndoa  las  más  entÉn 
siastas  simpatias ,  y  no  vaciló  un  momento  en  arrostrar  los  reanlH 
todos  da-'sope^grosa  empresa^  declarándose  «biertainénte  en:  re- 
bdiion.    ■     ■  ■ 

■ 

La  inmensa  moltítad  de  paisanos  qno  poblaba  ya  aiBpKllM  airé  ^ 
dedorea,  prarampió  en  vítores  jd  bravo  coiíonei. 

La  tropa  y  el  paisanago  se  abraaaroa  con  fraternal  efosionji 
dando  vivas  á  la  Uberlad,  al  eíército  libre»  y  al  pueblo  ^beranot^ 

El  inmenso  grupo  de  loa  sublevados  crecía  por  instantes ,  y  pá^ 
ra  completar  su  triunfo ,  emprendió  Zúniga  un  paseo  marcial  poc 
los  principales  callea  de  Barcelona  hasta  la  plaia  de  la  Constitución, 
á  la  cnal  dan  loa  balcones  del  palacio  que  han  habitado  siempre  los 
capitanes  generales. 

Lejos  do  hostiliaarle  en  parlo  alguna^  era  salodado  por  do  quio« 
ra  con  frenéticas  aclamaciones. 


gin  BL  PALACIO  DI  101  OilODflS: 

Al  llegar  á  la  plan  de  la  ComüIocíoo  ,  recibió  t»trm  orden  pe*- 
ra  fae  le  trasladara  á  Ataraianas. 

Lo  sopo  el  pneblo ,  y  pidió  i  gritos  que  te  preseotüra  ¡A  miam^. 
capitán  general  á  dar  la  orden  verbálmente. 

No  tardó  La  Rocba  en  presentarse  en  efeclo »  y  por  cierto  sfi/t 
\o  biso  en  el  mismo  balcón  de  donde  aftot  pasados  había  siéo  arro^ 
jado  otro  capitán  general ,  qne  no  habia  querido  acceéer  á  loa  dd«: 
seos  del  pneblo. 

La  Rocha  fuá  mas  prudente ,  y  se  presentó  en  el  balcón  para 
manifestar  á  la  multitud,  qcb  sb  AonsaiA  al  ranaoHCiAiUBirro. 

El  pueblo  se  contentó  con  hacerle  prorompir  en  algunos  vilons 
que  el  general  pronunció  maquinalmente »  sin  que  le  salieran  dd 
coraion. 

Las  demás  tropas  de  la  guarnición  se  adhirieron  al  voto  gene- 
ral >  y  el  movimiento  se  estendió  por  todo  el  Principado  coa  eléo» 
trica  rapidez. 

En  medio  del  alboroto  que  iodispensablemente  habia  de  cansar 
el  triunfo  del  pueblo ,  habia  para  los  barceloneses  cierta  caoaa  de 
disgusto  que  progresaba  por  momentos. 

El  general  La  Rocha ,  que  habia  opuesto  su  autoridad  á  los 
primeros  siutomas  de  la  revolución ,  solo  se  adhirió  á  ella  coaado 
no  le  quedaba  otro  recurso ;  pero  es  bien  seguro  qne  la  hnbiara 
ahogado  si  hubiese  contado  con  fuerzas  para  ello  y  hubiera  man- 
dado fusilar  á  sos  directores. 

Y  este  militar  cuyas  ideas  eran  incompatibles  con  los  princi- 
pios que  los  sublevados  acababan  de  proclamar,  este  enemigo  de  la 
causa  del  pueblo ,  se  puso  al  frente  de  ella ,  y  formó  una  Junta  do 
su  agrado,  quedando  por  consiguiente  las  cosas  en  el  mismo  ser  y 
estado  que  antes  del  pronunciamiento. 


BL  PDBBLO  T  SUS  OPRBSOBBS.  ^  S6I 

La  Rocha  seguía  ejerciendo  una  antorídad  sin  límites ;  los  bar* 
celoneses  comprendieroa  ei  engaño ,  y  empezó  á  germinar  por  do 
quiera  el  descontento  y  la  indignación »  propagándose  i  las  inmen- 
sas masas  de  obreros ,  que  ofrecían  ya  un  aspecto  amenazador. 

Y  por  si  algo  faltaba  al  general  desasosiego  de  los  espíritus,  > 
cundió  de  improviso  por  todas  partes  otra  fatal  noticia :  el  cólera 
acababa  de  invadir  á  la  infortunada  Barcelona. 

Esto  exacerbó  los  ánimos. 

En  vista  de  la  general  efervescencia  y  de  los  alardes  hostiles 
que  comenzaban  á  ostentar  las  masas  populares  t  erigióse  La  Ro^ 
cha  en  dictador ,  y  el  despotismo  militar  quedó  instantáneamente 
entronizado. 

En  presencia  de  tantas  calamidades ,  huyeron  los  capitalutast 
cerráronse  las  fábricas ,  quedaron  sin  trabajo  y  sin  pan  millares  de 
fismilias ,  y  el  hambre  vino  á  aumentar  las  plagas  que  con  inmen- 
sa pesadumbre  agoviaban  á  la  industriosa  capital. 

Hambre ,  peste ,  revolución ,  anarquía »  dictadura  militar ,  ¿  sin- 
tieron mas  calamidades  los  egipcios? 

Este  cúmulo  de  febriles  escitaciones,  esta  aglomeración  de  sen- 
saciones violentas,  impelió  el  desarrollo  del  cólera-morbo  de  una 
manera  tan  espantosa,  que  el  azoramiento  fué  general,  y  general 
hubiera  sido  la  emigración  ó  mas  bien  la  fuga ,  sin  la  carencia  de 
facultades  en  los  pobres  para  abandonar  aquel  asilo,  donde  pa- 
recía haber  caido  la  maldición  del  Eterno. 

Huyeron  pues  las  personas  acomodadas  escitando  la  envidia  de 
los  menesterosos. 

Paralizados  lo»  negocios ,  abandonados  los  talleres ,  el  hambre 
y  el  cólera  auxiliados  por  el  general  espanto ,  diezmaban  á  los  po- 
bres obreros ;  y  los  que  no  eran  víctimas  de  la  cruel  enfermedad, 

T.  II.  71 


an  IL  tALAaO  DB  LOf  GIÍMINBS 

yeiaa  morir  á  sos  hijos  ea  sos  propios  brazos  su  poderies  prestar 
asxilio.  Ofoscada  su  raxoa  con  tantos  padecimientos ,  empesaroft 
por  maldecir  á  los  eaosanles  de  sn  infortnnio ,  cpe  atríbuiaD  á  la 
falta  de  trabajo ,  y  por  eonsigoiente  no  Teian  mas  enemigos  qne  loa 
qae  babian  cerrado  su  talleres. 

Laniáronse  como  frenéticos  á  la  calle ,  y  como  frenéticos  desa*» 
bogaron  su  atrabilis  agitando  la  tea  inoendiaria ,  que  fednjo  tariaa 
fábricas  á  escombros  y  ceniza. 

Loa  objetos  qoe  mas  despertaron  la  ira  de  aqnellos  infelices 
fcieron  las  miqoinas  que  no  requieren  gran  námero  im  braios  pa- 
ñi foneioMur. 

(cEs  verdad  que  hay  máquinas  que  requieren  para  ponene  ea 
metimiento  un  número  menor  de  brazos  (ha  dicho  nn  escritor  bar- 
celonés) pero  la  baratura  qoe  proporciona  esta  disminooioa  de  finr-* 
za  ym ,  permite  mnltiplicar  el  número  de  máquinas »  y  snaaadae 
todas  estas ,  ocupan  un  número  mayor  de  brazos  de  loa  qoe  se  oca<- 
parían  si  obligasen  al  capital  á  prescindir  de  ellas. 

Lo  que  en  definitiva  se  mulliplioa  es  el  género  elaborada ;  lo 
que  en  último  resultado  disminuye  es  el  precio  de  esta  géaera. 

Aumenta  de  consiguiente  sn  consumo. 

¿Creéis^  pobres  trabajadores ,  que  sin  las  máquinas  ^eiaoí— 
litan  el  trabajo ,  aumentarla  en  un  pais  el  número  de  brazos  ooa« 
pados  en  él? 

No ;  lo  único  que  con  eso  consegoiríais  seria  disminuir  la  Ca— 
bricacíon* 

No  lo  dudéis ,  á  medida  que  se  perfeccionen  los  proeedimiea- 
tos ,  á  medida  que  el  progreso  de  la  mecánica  vaya  reemplaxando 
con  otra  fuerza  la  fuerza  viva ,  vuestro  trabajo  será  menea  peno- 
so ,  pero  no  por  eso  menoa  segnro. 


BL  imoBja  r  sus  ovihmbm. 

Deade  ^e  el  vapor  ha  sastkaido  como  moiria  á  la  faena  ani- 
mada ,  se  han  mullípUcado  iafiuítameale  loi  brazos  ooneagradoe  á 
la  índoftiria  por  el  prodigioso  desarrollo  qae  esta  ha  adqairido. 

¿Qaé  importa  que  con  veiote  houdbres,  por  ^emplo»  oeupat 
dos  eo  UQ  estableeimieoto  tipográfico  que  haya  adoptado  máquinas 
para  imprimir  ea  logar  de  prensas^  se  tíre  diariamente  on  núme-* 
ro  de  pliegos  qoe  de  otra  suerte  reqoiriria  oteo  honhres  al  meooe  í 

¿Acaso  sin  esas  máquinas  el  que  tiene  invertido  en  el  estable** 
cimiento  so  capital  ocoparia  esos  cien  hombres? 

No :  imprimiría  cinco  veces  menos ,  y  aon  así  no  le  saldría  la 
cuenta. 

Lo  que  decimos  de  la  tipografía  puede  aplicarse  á  todas  las  de^ 
más  iudustrias.» 

La  aotoffidad  íné  activa  y  severa  contra  los  incendiarios  y  no- 
sotros aplaudimos  de  todo  corazón  su  energía. 

Fueron  pasados  por  las  armas  los  que  perpetraron  tan  enorme 
atentado,  impropio  seguramente  de  la  cuitara  de  Barcelona* 

¿No  conocen  los  obreros  que  de  las  fábricas  es  precisamente ds 
donde  ha  de  surgir  el  alimento  de  sus  familias? 

¿  No  conocen  que  si  las  fábrícas  desaparecen,  perderán  ellos  el 
trabajo  que  les  proporciona  pan  para  ellos ,  para  sus  mujores  y  son 
hijos  ? 

£1  incendio  de  las  fábricas  era ,  pues,  un  suicidio;  y  lo  qoe  á 
ellos  les  convenia  entonces  y  les  convendrá  en  todos  tiempos  9:  es 
guardar  toda  la  armonía  posible  con  los  fabricantes ,  y  puesto  q«e 
fabricantes  y  obreros  se  necesitan  mutuamente ,  á  todos  les  interesa 
entenderse  como  hermanos  para  que  la  industria  prospere ,  y  la- 
brando su  felicidad  contribuya  al  engrandecimiento  y  gloria  dil 
pais. 


£64  EL  PALACIO  DB  LOS  GBflBIfBS 

Nuestros  consejos  no  os  pueden  ser  sospechosos ,  hombres  del 
trabajo ,  paes  ya  sabéis  qae  sois  los  predilectos  en  nnestras  simpa- 
tías; y  porque  deseamos  ardientemente  vuestra  dicha »  os  exhorta* 
mos  á  ser  cautos  y  prudentes. 

Esas  venganzas  desastrosas  á  que  tal  vez  vuestros  solapados 

enemigos  os  escitan,  á  nadie  perjudican  mas  inmediatamente  qae  á 

vosotros;  y  vosotros  que  en  medio  de  todo  linage  de  privaciones» 

penalidades  y  escaseces  sois  tan  honrados,  tal  vez  porque  do  habéis 

«I 
aspirado  nunca  la  emponzoñada  atmósfera  de  los  palacios,  vosotros 

que  blasonáis  de  liberales  y  que  verdaderamente  habéis  dado  repe- 
tidísimas  pruebas  de  serlo ,  habéis  de  saber  que  el  espíritu  de  de- 
vastación y  las  malas  pasiones  no  son  propias  de  un  pecho  genero- 
so que  profesa  las  doctrinas  de  la  santa  democracia. 

Y  no  creáis  que  nuestros  consejos  se  encaminan  i  haceros  es- 
clavos de  los  fabricantes. 

De  ningún  modo. 

El  mas  infeliz  de  vosotros ,  es  hombre ,  hombre  libre  por  ley 
de  Dios  y  de  naturaleza ,  y  vale  tanto  como  otro  hombre ,  siquiera 
esté  entronizado  bajo  regios  doseles. 

De  ser  prudentes ,  sufridos  y  generosos ,  á  ser  esclavos  serviles 
de  los  dueños  de  las  fábricas  va  una  diferencia  enorme,  incoomen- 
surable. 

Sed  razonables  con  dignidad,  y  los  fabricantes  lo  serán  también, 
porque  les  interesa  como  á  vosotros  mismos  la  fraternidad  entre 
unos  y  otros;  pues  asi  como  sin  ellos  perdéis  vosotros  el  trabajo, 
también  ellos  sin  vosotros  deben  renunciar  á  su  lucrativa  industria. 

A  unos  y  á  otros  os  aconsejamos  que  reQexioneis  bien  acerca 
de  vuestras  recíprocas  conveniencias,  y  no  dudamos  que  si  sois 
cuerdos,  si  sois  verdaderamente  liberales ,  si  amáis  los  progresos  del 


BL  PDBBLO  T  SUS  OPIESOU».  SM 

país ,  8i  ambicionáis  Túestra  propia  prosperidad ,  eo  una  palabra; 
si  obráis  con  verdadera  sabidaría,  hallareis  en  los  vincolos  de  una 
estrecha  y  sincera  fraternidad  no  manantial  fructífero  qoe  abastez- 
ca vuestras  necesidades,  que  mejore  vuestra  condición,  y  os  propor- 
cione un  porvenir  de  día  en  dia  mas  halagüeño. 


Don  Manuel  de  la  Concha  sucedió  en  el  mando  al  general  La 
Rocha ;  pero  si  bien  fué  recibido  con  el  amor  debido  á  los  titulos 
adquiridos  por  su  buen  comportamiento  en  días  no  lejanos  en  que 
habia  ejercido  igual  autoridad  como  capitán  general  del  Principado 
de  Cataluña ,  sus  bellas  dotes  fueron  desgraciadamente  ineficaces 
para  domeñar  circunstancias  tan  azarosas. 

Reemplazóle  el  general  don  Domingo  Dulce ,  que  con  la  her** 
mosa  celebridad  que  le  precedia  por  haber  sido  uno  de  los  caudi- 
llos de  Vicálvaro ,  calmó  la  pública  ansiedad. 

Pero  sin  que  tratemos  de  oscurecer  aquí  los  méritos  de  nadie, 
el  verdadero  héroe  de  Barcelona ,  fué  á  la  sazón  don  Pascual  Ma«> 
doz ,  á  cuya  prudencia ,  á  cuya  actividad ,  á  cuya  abnegación  é  in- 
fatigable celo  debió  Barcelona  el  término  de  todos  sus  males. 

Tenemos  un  placer  en  tributar  este  homenage  de  justicia  á  quien 
esponiendo  mil  veces  su  vida  por  el  bien  de  sus  subordinados,  dio 
un  nuevo  ejemplo  al  mundo  de  que  lo  que  no  logra  el  rigor  de  los 
tiranos ,  lo  alcanza  una  autoridad  paternal  que  sabe  inspirar  amor 
y  confianza  al  pueblo. 

¿Cuáles  fueron  los  resultados  de  la  despótica  dictadora  del  con- 
de de  España  en  el  Principado? 

La  desastrosa  muerte  del  dictador,  que  hemos  relatado  en  otro 
capitulo. 


» 


C%6  BL  PALACIO  M  LOS  GBÍlflNIS 

;  Qué  obtuvo  el  puodonoroeo  y  valiente  Basa  al  ponerte  en  pug-- 
M  con  el  pueblo  barcelonés? 

Bien  sabe  Dioa  cuánto  desearíamos  que  sn  trágico  fia  no  hubie- 
ra mancillado  las  páginas  de  nuestra  moderna  biStoria« 

¿Qué  hizo  el  barón  de  Meer  con  sus  tiránicas  demasías? 

Arrojar  combustibles  al  yolcau  de  iracundas  pasiones. 

Madoz ,  solo  Madoz  ha  comprendido  que  para  los  catalanes  no 
kay  mas  gobierno  posible  que  un  gobierno  paternal. 

Es  el  gobierno  que  apetecen  todos  los  paises  cultos. 

I  Qnó  eloenente  lección  para  d  poder  I 

Desgraciadamente  parece  que  esta  importante  lección  ,  esta  le&* 
cion  tan  elocuente ,  no  quiere  el  gobierno  aprovecharla»  dattdo  In* 
gar  á  que  sea  censurada  su  conducta  en  el  mismo  seno  de  la  re- 
presentación nacional. 

«¿Qué  significa «  señores ,  ha  dicho  el  diputado  Rivero  en  la  ae- 
sion  del  19  de  enero  de  1856,  esa  perturbación  contdina  de  todas 
las  provincias ,  ese  régimen  militar  que  pesa  sobre  algunas  ? 

¿  Para  esto  se  ha  hecho  una  revolución  7 

¿  Queréis  saber  un  hecho  contemporáneo  que  ha  pasado ,  no  ea 
un  rincón  oscuro  de  la  Península ,  sino  en  Barcelona? 

Pues  sabed  que  en  un  bárbaro  consejo  de  guerra ,  aplicando 
an  bando  bárbaro  dictedo  por  un  general ,  se  ha  condenado  á  diei 
años  de  presidio ,  contra  las  prescripciones  ddi  Código  penal»  á  in- 
dividuos que  acaso  no  tienen  culpa ,  y  que  si  la  tienen ,  deben  aer 
juzgados  por  los  tribunales  de  justicia.» 

¿  Es  posible  7 

¡  Siempre  Barcelona  I . ..  ¡  Siempre  esa  joya  de  España »  esa  be«- 
Uísima  y  populosa  capital  del  Principado,  que  marcha  al  frente  de 
la  cultura  del  pais,  reina  de  la  industria  española,  émula  de  Ja 


EL  FDBtO  T  8ü9  OFlUOllS*  M7 

soberbia  AUmod  ,  ha  de  verse  condenada  á  gemir  de  oontiniio  Imjo  éfc 
peso  de  tiránicas  le  jes  escepeiooales !  .    t 

¿Es  esta  la  protección  que  merecen  el  espíritu  comercial  jrloé' 
adelastamieDtos  fabriles  de  loe  honrados  cnanto  Talieaítes'  y  laborio- 
sos catalanes? 

¿Es  la  tiránica  dictadura  el  medio  de  establecer  ci  órdenf  en  nna 
capital  culta  como  Barcelona ,  en  una  provincia  tadntrioia  como» 
Cataluña  entera? 

Y  no  se  diga  que  es  indispensable  semejante  rigor  contra  un 
pais  en  cuyo  seno  brotan  sin  cesar  revueltas  y  trastornos;  pues  pre- 
cisamente estas  perturbaciones  surgen  de  la  degradante  esclavitud 
en  que  se  quiere  encadenar  á  hombres  de  corazón  y  de  inteligencia, 
á  ciudadanos  pundonorosos  que  saben  hacer  una  justa  apreciación 
de  sus  derechos. 

Desde  los  desastrosos  tiempos  del  inolvidable  conde  de  España, 
Cataluña  ha  gemido  casi  siempre  bajo  la  abominable  dictadura  mi- 
litar. 

Se  ha  creído  que  solo  así  podría  domarse  el  altivo  carácter  ca- 
talán ;  pero  el  luengo  período  en  que  se  está  ensayando  tan  despó- 
tico régimen,  debia  haber  convencido  al  gobierno,  que  el  terror 
exaspera  en  lugar  de  tranquilizar,  y  si  en  vez  de  esas  sangrientas 
persecuciones  con  que  se  lleva  el  luto  y  la  consternación  al  seno  de 
mil  familias  tan  pobres  como  honradas ,  mientras  nada  se  ha  he- 
cho, nada  se  hace  contra  los  que  cayeron  en  julio  de  1854,  tan  ri- 
cos como  criminales ;  si  en  vez  de^aterradoras  medidas  escepciona- 
les,  dictara  el  gobierno  sabias  providencias  de  legalidad,  de  pro- 
tección al  trabajo  y  á  la  fraternal  asociación  de  obreros  y  fabrican- 
tes ,  en  una  palabra ,  si  la  autoridad  local  ejerciera  actos  de  pater- 
nal solicitud  en  vez  de  severidad  opresora ,  no  dudamos  que  se 


568  EL  PALACIO  DI  LOS  GRÍMUfES 

afianzaría  en  Barcelona  esa  estabilidad  de  orden  que  tan  necesaria 
es  para  su  propia  dicha*  para  el  mayor  perfeccionamiento  de  su  in* 
dastria. 

Imposible  parece  que  se  olvide  el  mas  conocido  y  lógico  de  los 
axiomas. 

Un  poeblo  libre  y  feliz  no  se  subleva  nunca  contra,  el  gobierno 
que  labra  su  prosperidad. 


TN 


CAPITULO  XLVn. 


SUCESOS  DE  VALLADQUD. 


No  cabe  la  menor  éiida  que  el  prioier  eco  del  grito  de  Vicálra- 
ro  resonó  en  Aleira ;  nadie  pnede  arreft^taHe  este  tltnlo  de  gloria 
qne  oficialmente  se  confirió  á  la  ciudad  de  Yaüadolid  y  qne  Barce- 
lona se  lo  ha  disputado* 

Las  fechas  deciden  esta  cnestion . 

El  pronnnciamiento  de  Akins  se  verificó  el  S  de  julio ,  el  de 
Barcelona  el  14,  y  el  de  Valladdiid  el  IH. 

Sin  embargo  de  esto,  un  periódico  de  hi  oórte,  el  14  de  jalio 
de  188S  9  primer  aniversario  de  aquellos  gloriosos  sucesos,  dedioó 
al  pueblo  vallisoletano  las  siguientes  Kneas : 

«Hay  pueblos  que  tienen  el  raro  privilegio  de  dar  vida  á  los 
héroes ,  nombre  á  los  siglos ,  envidia  á  las  nacioMS ,  honor  á  la 
historia ,  alimento  á  la  fama  y  teatro  á  los  grandes  sucesos. 

Así  en  la  antigüedad  fueron :  lerusalen  ,  la  ciudad  de  los  pro- 


fetas; Tyro ,  el  imperio  de  la  industria;  Troya ,  la  victima  de  loa 
T.  II.  72 


570  EL  PALACIO  DB  LOS  CEÍMBNBS 

amores;  Atenas ,  la  cuna  de  los  sabios;  Roma ,  el  rayo  de  la  goer- 
ra;  Cartago »  el  centro  del  comercio ;  Numancia  y  Sagunto  ,  el  ba- 
luarte de  la  independencia. 

Asi  España  en  la  edad  media  parece  haber  concentrado  sa  es* 
pirita  en  Toledo,  Bnrgos,  Yalladolid,  Salamanca,  Barcelona  y 
Medina;  asi  también  en  los  tiempos,  modernos  han  sido  Cádiz  y 
Madrid ,  Zaragoza  y  Gerona  ejemplo  de  los  libres  y  terror  de  los 
tiranos. 

¡Pueblos  ilustres!  El  cronista  fatiga  en  vano  su  pluma  por  re- 
latar sus  hazañas;  el  poeta  pulsa  inútilmente  su  lira  para  cantar  sos 
virtudes;  y  la  mente  de  las  generaciones  se  abruma  bajo  el  peso  de 
tantos  recuerdos  sublimes. 

Mas  ¿cómo  pasar  en  silencio  los  grandes  títulos  que  esos  poe- 
blos  han  adquirido  á  la  inmortalidad ,  los  hechos  que  honran  y 
enaltecen  sn  memoria?  También  el  águila  se  atreve  á  tender  sus 
alas  al  cielo »  por  mas  que  do  pueda  remontarse  á  su  altura;  tam- 
bién el  hombre  osa  alguna  vez  mirar  al  sol  cara  á  cara ,  por  mas 
que  le  deslumhren  y  cieguen  sus  rayos. 

Permítasenos ,  pues ,  á  nosotros  depositar  siquiera  la  ofrenda 
de  nuestra  admiración  en  las  aras  de  un  pueblo  benemérito  á  quien 
la  patria  aclama  por  uno  de  sus  mas  predilectos  hijos,  y  á  quien 
nunca  se  mostrará  la  posteridad  bastante  agradecida;  ese  pueblo  es 
Valladolid ,  la  ciudad  de  los  comuneros,  la  corte  de  la  antigua  mo- 
narquía de  Castilla. 

Porque  mafiana  hace  un  año  que  partió  de  allí ,  antes  que  de 
ningún  otro  ángulo  de  la  Península ,  el  grito  de  guerra  contra  la 
inmoralidad  y  el  despotismo;  mañana  hace  un  año  que  se  alzó  Va- 
Uadolid  para  restaurar  los  fueros  populares  indignamente  hollados 
por  una  pandilla  audaí  y  corrompida;  mañana  hace  un  año  que  rea- 


IL  PITÓLO  T  SUS  OPSESOBIi.  S74 

pareció  tras  las  nieves  del  Guadarrama  la  lü2  de  la  libertad  tanto 
tiempo  velada  por  las  nubes  del  oscurantismo.  f 

Una  mañana ,  el  qüircb  db  julio  db  iol  ochogibntos  cingubutá 
Y  CUATRO  —  grabad  bien  este  dia  en  vuestra  memoria,— -se  levan*- 
ta  el  pueblo  de  ValladoUd  indignado;  los  ciudadanos  se  reúnen  pre- 
surosos en  la  plaza  pública:  invocan  en  su  auxilio  al  ejército  y  laf 
autoridades;  gefes  y  soldados  acuden  á  este  llamamiento:  bizarros 
generales  desenvainan  su  espada ,  nunca  esgrimida  sino  en  defensa 
de  la  libertad ,  y  se  ponen  al  frente  de  ellos;  todo  está  pronto  para 
el  gran  acto  que  se  va  á  consumar;  llega  por  fin  el  instante  señala-^ 
do  de  antemano;  y  á  un  esfuerzo  de  todas  las  voluntades,  i  un  im- 
pulso unánime  del  pueblo  y  el  ejército ,  quedan  rotas  para  siempre 
las  cadenas  de  la  patria. 

¡Oh  rasgo  magnánimo  de  valor  y  liberalismo  1  ¡  Oh  aconteci- 
miento glorioso  é  inolvidable  1  i  Oh  ciudad  mil  veces  digna  de  ben^ 
dicíon  y  alabanza !  « 

Ella  infundió  en  España  aliento  bastante  para  recobrar  su  ener- 
gía; ella  mostró  á  Madrid  la  senda  que  tan  animosamente  siguió  el 
DIEZ  Y  OCHO  DE  JULIO;  ella  dio  el  primer  golpe  de  la  piqueta  revoln* 
cionaria  en  el  alcázar  de  la  tiranía. 

Porque— aun  no  puede  haberse  borrado  de  la  memoria  de  los 
liberales — al  solo  anuncio  del  pronunciamiento  de  Valiadolid ,  los 
mandarines  de  entonces  abandonaron  las  riendas  del  Estado;  el  ga-^ 
binete  Sartorius  desapareció  de  la  escena  política»  y  á  no  haber  sido 
por  la  ceguedad  de  su  sucesor ,  á  no  haberse  empeñado  los  hombres 
que  le  formaban  en  desconocer  completamente  las  aspiraciones  de 
los  pueblos,  los  hijos  de  la  heroica  villa  no  hubieran  tenido  que  re* 
verdecer  los  sangrientos  laureles  del  nos  de  mato. 


83S  K  Muuna  M  LQt  cadmu 

¿Qué  fliágico  efecto  cansó,  pMSt  el  ftaee»  qve  hof  reoorda-» 

w 

mos,  en  las  almas  de  Serioriw  y  sm  seonaces  ? 

¿Y  cómo  él  solo  J>asló  para  hundir  en  el  lodazal  que  los  había 
abortado  ¿  losmisaK»  qw  aeababan  de  desafiar  impaieatei  el  ím- 
peto  de  taalai  bayonetas  coa  juradas  eD  su  diAo? 

¡  Okl  Bs  que  basta  entonces  no  babiaa  tísIo  al  poeUo  toaiar 
parte  ea  la  contienda  empeñada ;  es  que  basta  eotoaoss  ao  hahisa 
oído  rugir  amenazadoras  en  torno  suyo  las  iras  populares* 

Hé  aquí  d  secreto  de  la  arrogancia  del  gabinete  Sarloríoa^  aa» 
tes  del  1  &  de  julio ;  bé  aquí  la  causa  de  su  d^lidad  desees  ds 
aquel  dia  memorable. 

No  bay  para  los  tiranos  enemigo  mas  terrible  que  A  poabio;  el 
ejército  mismo  con  toda  su  intrefudez ,  con  toda  su  disoiplina  »  ooa 
todos  sus  generosos  arranques ,  les  inspira  menos  espanto. 

Y  es  que  el  cuadro  mejor  formado  se  rompe  cuando  no  ae  apo- 
ya en  el  pueblo  j  y  es  que  la  batalla  mejor  combinada  se  piords 
cuando  no  se  tiene  el  pueblo  á  retaguardia. 

£1  ejército  no  es  otra  cosa  que  el  pueblo  armado ;  divorciarse 
de  los  ciudadanos  es  privarse  de  su  primer  demento  de  triaoCo ,  es 
abandonar  su  fortaleza  mas  inespugnaUe. 

Caminen  siempre  unidos  el  pueblo  y  el  ejército,  ¿y  qaiéa  podrá 
entonces  oponerse  á  su  causa? 

¿  Quién  podrá  robar  á  la  patria  su  independencia  y  su  liborladt 
cuya  defensa  les  ha  encomendado? 

No  de  otro  modo  yenció  en  Valladolid  la  revolución  de  julio ; 
de  otro  modo  pudo,  bace  un  afto»  aquella  ciudad  desde  eatoncaa 
róica,  abrimos  las  puertas  de  un  porvenir  que  pareda  baberse  casa- 
recido  para  España. 

I  Honor ,  pues »  á  Valladolid  1 


f  SIS  WUMUBk  en 

iHooor  «1  pueblo  y  al  éjéroito  que  ae  unieroo  en  M  reemto  pi^ 
ra  sal  varaos  I  -  <^ 

De  hoy  olas  el  pueblo  valliiolelaiio  podrá  añadir  á  mm  daros 
timbres,  ú  4e  iniciador  de  ana  «aera. era  de  moralidad  y  jmtícii} 
de  boy  mas  el  quingb  db  julio  será  uno  de  los  días  mas  grandes  ¿fl 
siglo  XIX;  de  boy  mas  esa  fecha  te  escribirá  en  la  bistoria  con  le- 
tras de  diamante.» 

« •     .     •     *     •    *i 

Nosotros  creemos  qat  todos  los  pueblos  que  se  pronunciaron 
contra  la  inmoralidad  que  á  la  sazón  escandaUíaba  al  pais,  tienen 
igual  derecho  á  la  gratitud  naciond ,  porque  estnhan  inapiradop  por 
los  mismos  sentimientos,  y  soló  aguardaban  una  ocasión  fiíToraUe 
que  no  á  todos  se  les  presenté  en  el  mismo  din. 

£1  benemérito  general  Nogueras  se  puso  en  Valladolid  al  frtnl^ 
del  movimiento ,  y  halló  tan  generales  sia^tias  en  el  ^eeindariny 
y  tanta  sunusion  en  les  partidarios  de  la  dominación  pdnca  f  que 
no  hubo  que  lamentar  una  sola  desgracia ,  ni  derramar  una  gola 
de  sangre. 

Formóse  nna  Junta  presidida  por  dicho  general ,  en  la  qne  ñ» 
guraba  don  losé  Goell  y  Renté ,  esposo  de  doña  Joseb  de  Borbonv 
infanta  de  España  como  hija  del  inEsnte  don  Francisco  y  prima  de 
la  reina. 

Esta  circunstancia  hizo  que  se  criticase  con  justa  severidad  uno 
de  los  primeros  actos  de  la  Junta ,  dedicado  á  la  devolución  de  los 
títulos  y  consideraciones  que  se  debían  á  dicha  doña  Josefa  como 
infanta  de  España ;  y  de  los  cuales  se  vio  privada  por  haber  con- 
traído un  matrimonio  desigual ;  pues  aunque  era  una  medida  repa- 
radora ,  tocaba  al  ciudadana  Güell  y  Renté  hacer  ver  á  la  Junta  k 
inconveniencia  de  atender  al  desagravio  de  una  persotta ,  cuando 


674  BL  PALACIO  DB  LOS  GlflDDIBS 

«ra  caesUoD  de  salvar  al  país  entero.  Hay  peqnefleces  que  amen- 
gaan  los  grandes  acontecimientos. 

Estamos  enteramente  de  acuerdo  con  el  autor  de  La  Revolueion 
de  julio ,  que  al  tocar  este  incidente »  se  espresa  en  los  térmioos 
que  siguen : 

«Ei  acto  nos  parece  justísimo  j  la  persona  sobre  quien  recayó 
es  sin  duda  acreedora  á  las  mayores  muestras  de  aprecio  de  parte 
del  j)uebIo ,  pero  cuando  se  trata  de  la  salvación  de  la  libertad  ,  ac* 
tos  que  se  refieren  esclusivamente  á  personas ,  nos  parecen  indig- 
nos de  una  Junta  revolucionaría. 

Una  Junta  debe  formular  las  necesidades  del  pais «  hacerse  car- 
go de  sus  exigencias  mas  perentorias ,  ser  la  síntesis  de  la  opinión 
pública ;  y  abusa  de  la  iniciativa  popular  de  que  se  apodera ,  em* 
pkándola  en  cuestiones  que  no  se  rozan  en  manera  alguna  con  los 
intereses  de  la  revolución.» 

Repetimos  que  el  desagravio  que  se  pedia  era  muy  justo ,  y 
mas  habiendo  visto  el  país  escandalizado ,  que  se  privaba  á  ana  hi- 
ja del  infante  don  Francisco  de  sus  títulos  y  consideraciones  por  ha- 
ber contraído  un  matrimonio  desigual,  en  tanto  que  se  creaban 
nuevos  títulos  y  se  colmaba  de  honores  y  de  riquezas  á  la  prole  de 
Cristina ,  que  había  contraído  matrimonio  con  el  hijo  de  la  tia  Eu-^ 
sebia ,  la  del  estanco. 

¡  Por  un  lado  se  humillaba  al  marido  de  la  infanta ,  que  era  un 
honrado  liberal ,  y  por  otro  se  enaltecía  al  hijo  do  la  estanquera 
hasta  el  título  inmediato  al  de  príncipe  1 

]  Cuánta  farsa !  ¡  Cuánto  escándalo  1  ¡  Cuánta  inmoralidad  I 

Basta  ya  de  digresiones  y  pasemos  á  Zaragoza  para  presenciar 
ios  acontecimientos  de  la  siempre  heroica  capital  de  Aragón. 

El  pronunciamiento  de  Zaragoza  es  de  una  gran  importancia  i 


EL  PUEBLO  T  SUS  OPRBSOBKSt  575 

todas  luces;  pero  particularmente  por  haber  Ggurado  en  él  como 
presidente  de  la  Junta  revolucionaria  don  Baldomcro  Espartero  y 
como  individuo  de  ella  don  Juan  Bruil. 

Consignaremos ,  pues ,  en  el  próximo  capítulo  todos  los  actos  de 
la  Junta ,  y  el  pueblo  español  decidirá  lo  que  le  parezca ,  acerca  de 
la  consecuencia  política  entre  Espartero  y  Brail  revolucionarios  ,  y 
Espartero  y  Bruil  consejeros  de  la  corona. 


»>>»M  -»sBg^BKaaBaga38<  »»^<44 


CAPITULO  XLVm. 


SUCESOS  DE  ZARAGOZA. 


Desde  la  desgraciada  tentativa  del  20  de  febrero  de  1854 ,  que 
costó  la  vida  á  sa  valiente  é  infortunado  caudillo  el  brigadier  Ho- 
re,  la  siempre  beróica  ciudad  de  Zaragoza  bullia  en  sorda,  pero 
creciente  agitación ,  y  el  ansia  de  salvar  la  libertad  de  la  patria, 
veíase  comprimida  por  el  cúmulo  de  tropas  que  habia  reunido  d 
gobierno  en  aquel  recinto ,  con  el  objeto  de  evitar  nuevas  iosur- 
recciones. 

Mas  á  pesar  del  aspecto  amenazante  de  la  guarnición  y  de  las 
facultades  omnímodas  de  que  se  hallaban  revestidas  aquellas  auto- 
rídades ,  el  intrépido  militar  don  Ignacio  Gurrea ,  oculto  en  la  quin- 
ta de  don  Juan  Bruil ,  estaba  en  activas  relaciones  con  las  perso- 
nas mas  inQuyentes  del  partido  liberal ,  conspirando  activamente  en 
favor  de  la  causa  del  pueblo. 

Arriesgada  era  la  empresa  en  atención  á  los  elementos  de  re- 
tutencia  con  que  el  capitán  general  don  Felipe  Ribero  contaba  á  la 


rita  quiB  reíp^tw  ^Ue  U  lrop;i,,  j.m^  4^i^Mi'4^'júg^lAQ(¿fl>4^ 

policía  á  consecuencia  de  las  últimas  tentativas  y  de  la  reqi^i)^ 

< 

insurr^pipu  dei  Yicálvaro» «  ,;,,  .    :;v,.       .    ,    i 

Goo todQ^  ja,; fip  deUa dilatarse. ^(.pe^ar  de} fieUff^ají  pa^ ^filoi^ 
pueblos  qyoa.ea  todas é|^9dSi kap ^«do  |aQl|0»diaAdeigtofíW4Ja.qi^ 
cioo ,  abandonabaA  eataa  crit(c^.  Q^qUsOíkaociaft  i,.l99,qfi^  babiaa^ 
enarbolado  ea  AbozapiireJiiQl  iovfia9Ábl^.  estiULdar|^,46}  progreaotí 
debieran  ^Wgir  mil  ^apaidades  par^  ,Espam  4^  1^  pnolpngacion 
en  el  poder  de  los  insaciables  aventureros  que  lebabiaof^soabí^^ 
para  escandalizar  al  mundo  con  su  crapulosa  y  cínica  inmoralidad. 
La  hora  d^  ¡^ueba  habia  aon^  Jf^  M  Xl^  ^^  jalio»  j  cuando 
Gurrea  j  Amé»  patt^íota»  $e.  apreatabat  ¿  .finaJucha ^qtt^;MMMi  Uaa 
d^bia  condae&rles.  aJL  saorifií^iQ  que.ii. Jí^  yidofi^ » .llagó  «ifar^ttMbiaiT 
mei^ta l^aragq?^,^  C9rr9^ á/d  PaU|^unit;.á^  ^ateodd  la  maltón 
dd  lT,J9pn  laf^usla  «puf.»  4^  ^zamia9tQ.0a  9ai;fifil(waK  . ,;  -^  .;» 
Aj^ftU  ¡noAicia  no  .ppd«  yi^j^opt^n^il^.deatoHVsiAQ  4fi  loa  in- 
dios zai?agfuwos,'y  :parji,  ayí^r-  ^i«;  dui^el  g^imf4  JUbfura.^^ 

se  le  tratase  como  enemigo  de  la  libertad ,  pareciénd(ile;ja  que  to-; 
da  resistencia  seria  inútil ,  propuso  él  mismo  á  don  Ignacio  Gurrea 
y  al  ayuntamieoXo  la.formsiciQíi  ;dB  una  jAiata«  cuyo  primer  acto 
había  de  ser  el  nombramiento  de  un  nuevp  eapilan  generial,  poc 
no  permitirle  sus  severos  principios  militares  tomar  parte  en  la  in- 
surrección. La  ca)le  del  Coso /i|i4ser  ia^tután^amenle  invadida  por 
un  gentío  inmenso  que  projrufppia  ^  fervorosas  aclamaciones  á  I4 
libertad,  al  po^U>  i^qber^op  y  ^«Eapartero. 

Eran  las  nueve  de  la  mañana  cuando  partió  una  invitación  al 
duque  de  ja,  Vi^oríp  con  f\  ^¡títíiO,  de  q^e  presidiara  el  alzamiantQ 

de  Zaragwa..   ...  •  •     .  ... 

T.  lí.  73 


S7S  A  FAUaO  Bl  LOS  dfnUftt 

Las  masas  populares  afloian  hacia  la  plaia  da  la  Seo ,  donde  la 
Guardia  eiTÜ  se  habia  posesionado  de  la  Lonja  j  d  palacio  ano- 
bispal. 

El  pueblo  pedia  el  desarme  de  esta  fuerza ,  y  reclamaba  sos  ar- 
mas para  consolidar  el  moTimiento ;  pero  esta  exigencia  cesó  re- 
pentinamente al  Ter  á  uno  de  los  patriotas  mas  influyentes  abraza- 
do con  un  oficial  de  la  Guardia  cítíI  ,  y  ambos  Tictoreando  á  la  li- 
bertad y  á  Espartero  desde  una  de  las  rejas  de  la  Lonja. 

No  tardó  el  ayuntamiento  en  dirigir  á  sus  subordinados  la  si« 
guíente  alocución : 

«Zaragozanos  :  Vuestro  ayuntamiento  constitucional ,  deseando 
corresponder  dignamente  á  la  confianza  que  en  él  depositasteis  al 
nombrarle  Tuestro  representante ,  no  puede  menos  de  ponerse  al 
frente  de  vosotros  en  las  difíciles  y  criticas  circunstancias  á  que 
desgraciadamente  nos  ba  traído  la  sórdida  avaricia  de  unos  pocos. 

Desde  este  momento  queda  constituido  en  sesión  permanente,  y 
dirigiéndoos  á  él  seri  calmada  vuestra  ansiedad  y  satisfechas 
tras  necesidades.» 


La  segunda  alocución  que  dirigió  el  ayuntamiento  al  poeblo 
taba  concebida  de  este  modo : 


«Zabagozanos  :  Reunido  hoy  este  ayuntamiento  constitucional 
en  sesión  estraordinaria  con  el  objeto  de  resolver  sobre  las  cir- 
cunstancias á  que  han  conducido  á  la  nación  española  unos  nainis«- 
tros  que ,  por  haberse  separado  enteramente  de  la  senda  constito- 
cional ,  han  perdido  la  confianza  pública ,  no  ha  dudado  un  mo** 
mentó  en  decidirse  á  esponer  al  escelentísimo  señor  cajHtaii  gene* 


ral  >  que  ao  padieodo  menos  este  pueblo  *  qoe  ha  sabido  derramar 
á  torreóles  sa  sangre  por  las  libertades  patrias,  de  tomar  parte  pa^ 
ra  poner  término  á  tan  critica  situación ,  esperaba  contriboiria  á 
tan  traen  fin  con  so  autoridad,  y  eon  las  tropas  de  su  mando. 

El  capitán  general  acaba  de  contestar  en  los  términos  mas  sa^ 
tisfaotorios »  y  conforme  á  lo  acordado  con  S.  E.,  el  ayuntamiento 
ha  dispuesto  reunir  en  el  momento  las  personas  de  la  población  que 
ba  coniíderado  mas  influymiteB  con  el  objeto  de  preceder  a)  nom-* 
bramíento  de  una  Junta  de  gobiemo.» 

•  « 

r  • 

Reunidos  en  la  casa  capitular  por  el  ayuntamiento  los  ciudada- 
nos don  Manuel  de  Persino ,  don  Celestino  Ortis ,  don.  Antonio  San 
Miguel ,  don  Matias  Galbe ,  don  Miguel  Magallon ,  don  José  Osta^ 
lé«  don  Mariano  Cabello,  Marqués  de  Nibbíano,  don  Bartolomé 
Calvete,  don  Juan  Francisco  VUlnrroya ,  don  Manuel  Francés,  don 
José  MguoA,  don  Francisco  Sagriatau,  don  José  Palomar,  don  Jué«* 
to  Alicante,  don  Prudencio  Romeo,  don  Mariano  Almenara,  don 
Mariano  Lezca no  y  don  Pascual  Unceta;  por  la  diputación  provincial 
los  seiíores  don  Francisco  Ramírez ,  don  Manuel  Peres  Jaime  y  don 
Enrique  Almech ;  y  por  el  pueblo  los  sefiores  don  José  Lacruz ,  dou 
Manuel  Lasala,  don  Joaquín  Marín,  don  Juan  Broil,  don  Joan  Rp^ 
meo  y  Toron ,  don  Benito  Ferrandez ,  don  Pablo  Ortubia ,  don  Ma- 
nuel  Diego  Madrazo ,  don  Valero  Ortubia ,  don  Manuel  Lobez ,  don 
Felipe  Almech,  don  Victor  Maríñosa,  don  Gerónimo  Borao,  don 
Jorge  Martínez,  don  Manuel  Garríga,  don  Mañano  Higuera,  don 
Miguel  del  Cacho,  don  Domingo  Marracó ,  don  Juan  Auger,  don 
Alejandro  Sagristan  y  don  Ignacio  Paño,  asistiendo  también  e} 
brigadier  don  Ignacio  Garrea  y  el  coronel  don  Francisco  Serrano 
nombraron  la  Junta  en  los  términos  siguientes :  Duque  de  la  Vic«* 


SM  li  fttMM  iTLés  OlfHÉMI 

tona,  presidente. «i^Dte  fgmtíeé  Crorrea,  tieeH^deiife. «t^Bos 
loaD  Brair.'=»])Ofi  Berftd  FeiTfiiider.=DoD  Uamici  UmM.  tr^Dos 
Mariano  Santa  Mariaw^Don  Benito  Bernardin'.^^Don  losé  Lag«H 
na.=Don  losé  Marraoo.^^fitov  Franeisco  Sagrislan.^^Dbii  Máliai 
Galbo.t^DoB  Andrés  Padolos.«=Don  GeróniaM  Borao  t'Mcfelárío. 
Todos  los  Kberálet  aeogieratr  con  aptanso  kf»  nonlHrM  Mk* 
ilnstres  eindÉdanof  qne  componian  !a  Jonta*  que  fné^salttflariá  coa 
aelflfflaGÍonesr  dnrante  sir  tránsito  desdé  fa  €asa  GáfpiCriar  ilMU  é 
Gobierno  civil ,  donde  quedó  definiüramente  mstahrda  al  nkfSübSá; 
j  dirigió  al  pueblo  su  voz  de  esta  manera : 

««AtiAMiimn:  Gonstit«iidos  €nr  Junta  intente  de  -gcttiemo  de 
hr  ptrovineía  de  Zaragata ,  os  dii4gfttios  nuestra  tdir|»ar«  aiitiinw» 
vm  el  'triunfo  de  hi  Hbei^tád ,  qoo  tan 'cara  hadhinK^s  cóbqirislSÉda;' 
y  que  tan  rilmente  se  nos  haüia'  ahtincado  poi^  lina  ftnrBa'de  anaU^ 
CFMtos,  fiara  quienes  niida  era  el  pudor «  nada  ¿us  prestidos  joft-^ 
Bieotoft.  '  ■   ' 

Va  vuestra  noMis  aspiraóiott  de  libertad-  éfmpiaza  bcrf  k  aer  8«« 
fisfecfaa ;  yv  comienza  la  época  de  prosperidad  que  taif  ardiente- 
mente  habéis  deseado ;  ya  tenéis  vuestras  fortunas  al  'abrigo  de  Is 
himoraKdad  7  ya  la  nación  va  á  darse  un  gobierno' jnSto,  ecotfAmf- 
co'y  amante  de  nuestras  renerandas  instituciones. 

Pero  ef  logro  de  estos  beneficios*  exige  de  vosotros*  toda  la  cor«» 
dura  que  produce  la  edncacion  polftit^a ,  todlai  la  generosidad  que 
eavsa  el  infortunio ,  todas  las  virtudes  que  tan  alto  ban  fmesls  él 
nombre  de  Aragón ,  triunfsnte  desde  hoy  de  sus  bastardea  eBeK 
migos. 

Fiedlo  todo  á  la  Arota  dé  gobierno  en  quien  se  halla  lioy  de» 
positado ,  por  vuestras  mlÉmas  manos ,  todo  el  poder  que  fta  nie- 


nestev  frairs  concluir  la  ói>f «  4e  I*  Miniiii  sálVacioti.  ^ 

Si  en  otros  desgraciados  tiempos  ha  ^9ú  ^écisó  éteiVár  Vééi-* 
tros  instiflrtos  talerosos,  hoy  Mtftíge  ée  Yosotvóá  ta  cS^gá.  «oA&aa- 
za  que  debem  iüspinnró^  otRMfM  Midkm ,  y  \á  éémstlet  «^  ha  ¿1^ 
hacer  maM  kiAHÉM  /tuM  irfctorié^  «HÉe^cy  áliaái^efltb.       '  ^ 

Y  ftrera  táñVtyttias  iaitít  m  tttttmH&iiríd  «iffrdr  de*  j^el^ ,  i^títl'^ 
to  la  taUcM^  "y.  tirttiogá  gttairmdéff  d«  Mtá  eápitttl  -,  MMHfieAdo  ISeM 
masradó  hkfñ  M^JuMttietitofr^  ^'V<^  dé  la  pAlriü-y  I«  libef^;^'ái( 
adkier^'á  nmstiM^ftfrVimtes  d«fteo»,  y  bí^  dééhóttfafá  jatHás éúihíf^ 
mas,  volviéndolas  contra  el  pecho  de  ^"^ñMdi  nw  pmr  M  Iditétt 
se  les  habia  con&ado. 

Mtty  preño  se  o»  éstré  eduocittietttO'  derl'  pfi^háiítf  tiofr^qne 
piensa  gobernar  vuestra  Junta :  descansad  en  tanto  en  la  justii^W 
vuestra  causa,  y  probad  con  vuestra  pacífica  actitud  que  sois  dig- 
nos de-  há  Kberfád^  «fM-  os  kttbW  nr rebacádd  ^ar«  tttfgefeiP^  íkój  á 
vntstfó^érttd.*'^      ..:  ■,^. ■..-...  /:.    .i      ^^  ..        ■  .;;   ■ ■'•■  ^o-rt 

:•    i!     !    •■■  ■'  ■    ií    ::■  ^-í-  ■       ;        ■    .  >  "   •   ■    •    ;■       ■  •■•  «-íí- 

TamUen  dirigid  9ü  iot  k  ln  |^anii«ion  es^^ábdbla-á  l^afeí^  ( 
zar  cmr eV poebfe.  '•'*■■''  .•■'....:-..  í.  .'J.f/i 

Ré  arqnf  Ms  paliibrÉis : 


«    j 


.>■■•••     .      .     .  . , 


«Soldados:  La  patria  á  qüieii  áervÍÉf|  eomi> noMtros ,  gt  há^' 
Haba  oprimida  por  un  gobienro  execrado'  de  toda  la  tiaciott,  J^  al- 
grmos  itosilre?  generáles^  btfn  d^tttUiiMída  )a  espada  píM'ytA^éé^il 
Espaflá  isn  esplendor  osctireddf>.  * 

EHos  batf  dompréndido  qtie  uó  bsfy  honor  én'  lici^tí¿vitaá,  'i(M 
no  hay  deberes  mas  imperiosos  que  los  de  seirtir  al  ptiis;  y^  ^artf 
esto  se  han  puesto  k  la  oabittar  de  tin  movimi^nttr,  qtré  líuestra  de- 

■  »  ■  * 

cisión  va  á  hacer  deídérhoyunitersad.  i 


188  ML  fJJMÁO  M  LOS  GiilURtf 

Ya  no  se  dirá  de  vosotros  qae  empuDais  las  armas  de  U  patria 
para  proteger  la  alevosía. 

.    Tiempo  era  de  qae ,  coof andidos  en  uno »  confirmaran  el  pue- 
blo y  el  ejército  el  grito  dado  en  defensa  de  la  libertad» 

La  patria  os  dá  gracias  ppr  vuestro  leal  comportamíeoto :  la 
ciudad  de  Zaragoza  os  saloda  como  amigos ,  y  comparte  coa  voso- 
tros su  entusiasmo.  Felizmente  la  cordura,  el  espafiolismo  j  U 
bonradez  que  distinguen  al  general  Ribero ,  ban  impedido  nm  con- 
flicto de  voluntades  entre  patriotas  en  donde  no  bay  sino  ana  «  qoe 
es  )a  salvación  de  la  libertad.» 

La  Junta  recomendó  al  pueblo  la  Guardia  civil,  en  estos  tér- 
minos: 

* 

cZAftAGozANos:  La  Junta  de  gobierno  que  vela  fiel  por  ¥aea* 
tros  intereses  tiene  el  deber  de  advertiros  que  la  benemérita  Gaar«» 
dia  civil ,  que  en  tiempos  normales  ba  sido  un  modelo  de  hoaradez 
y  de  lealtad,  merece  boy  completamente  su  confianza,  y  qae  sepa- 
rada del  impropio  destino  á  que  la  babia  distraído  perniciosamente 
el  gobierno ,  no  será  desde  este  dia  sino  lo  que  ba  debido  ser  en  to- 
das ocasiones,  á  saber,  la  tutela  natural  de  los  bombres  pacíficos, 
contra  los  malbecbores  que  infestan  la  sociedad. 

Nadie  debe  conocer  tan  bien  como  vosotros  la  bondad  de  esa 
institución,  y  la  Junta  os  asegura  que,  lejos  de  ver  en  los  goardias 
civiles  unos  enemigos  de  nuestra  causa ,  bemos  de  considerar  en 
ellos  unos  bermanos  que  combaten  con  nosotros,  y  que  protegerán, 
si  es  preciso ,  nuestras  resoluciones. 

Asi  lo  espera  de  vosotros  la  Junta  de  gobierno ,  en  cambio  de 
los  desvelos  que  os  está  consagrando  sin  descanso.» 


IL  TÜIBLO  T  SUS  OtBI8Oft0« 

Inmediatamente  participó  su  instalación  al  capitán  general  del 
modo  que  sigue : 

«Excmo.  Sr.  ss  Constituida  la  Junta  de  gobierno,  que  segon  los 
loables  deseos  de  V*  E.  debe  dedicarse  á  sostener  el  orden  público» 
tan  hermanado  con  el  uso  de  las  legitimas  libertades,  tiene  el  ho- 
nor de  participar  á  V.  E.  que  se  halla  ya  funcionando  j  que ,  res- 
petando en  V.  E.  todo  escrúpulo  de  lealtad,  aspira  i  que  reconoz-* 
ca  este  hecho  consumado,  efecto  ineyitable  del  espiritu  público, 
nunca  tan  unánime,  tan  fuerte  y  tan  santo  como  en  estos  stipremoir 
instantes. 

Pone  asi  mismo  en  conocimiento  de  V.  E.  que  responde  por 
completo  de  la  pública  tranquilidad ,  y  que  este  pueblo  á  quiea' 
V.  E.  ha  hecho  hoy  mismo  la  justicia  que  merece ,  no  manchará 
un  dia  glorioso  con  el  mas  ligero  borrón  que  lo  desluzca.» 

Hé  aquí  la  contestación  del  capitán  general : 

«Excmo.  Sr.ssPor  el  oficio  de  V.  E.  de  hoy  quedo  enterado 
de  haberse  constituido  la  Junta  de  gobierno  de  este  distrito. 

En  tal  concepto  espero  que  el  primero  de  sus  actos  sea  nom- 
brar un  capitán  general  que  me  reemplace ;  y  al  hacerle  esta  indi- 
cación ,  deber  mió  es  manifestarle  que  solo  motivos  de  delicadeza  y 
de  severidad  en  mis  principios  militares ,  me  hacen  abrigar  esté 
deseo. 

Dios  guarde  i  V.  E.  muchos  aBos.  Zaragoza  17  de  julio  de  1884. 
Felipe  Ribero.  =  A  la  Excma.  Jonta  de  gobierno  de  Zaragoza.» 

La  Junta  admitió  la  dimisión  de  Ribero,  y  nombró  para  suce- 


49rl«  al,]tftweot,«  genoral  doa  Jo«qiiiii  Ayerv«»,  y.  f«gwk4«t  «iJ»o  de 

* 

Aragón ,  gobernador  de  la  plaza,  al  brigadier  don  JBrifiriiflft  <3w«^ 
rano. 

.    Ajobos 4(;ep^cQ^ ,  e3j^Q84i)4o^  t^fffímir^eiii l^t  WurwMmt  si- 

t  J       « 

pesar  4^  mi^  ^oha^»  aceito  el  carg^  i^  h  «apitaiiía  g«m%iml  dt 
«fte  di/$lri(Q9  qufl  1110  h^  cooferido  Y«  £.  por  diiiúiyk>ii  tMb^.pr^ 
leoMQ  4  Y«  £u  «I  S^woQt  Sr.  oapiUu  g^^r^ji^  don  fil^Uj^fRibeco.» 

Il^ta  a()u{  marcliabii  todo  perfocUqiepte.caa  Wfiegla  i.}op  de- 
11906  de  los  Ub^^^,  m  F^n^  ^  iQen/Q^r;  4Ífito|iia  ^^Ui^mMU» 
]^r<>  d^  repeqte»  el  aspeQt(](  paicificO;  y  coi^sí^dwi  4»  k  si^aojoii^ 
cambióse  eA  a^ustiosa  cjci^$^  &cm^  dq  peU^grx)^.    .        ,t 

El  venerable  Ayerve,  presentóse  de  grande  uniforme  eo  el  pala- 
cio del  capitán  genev^U  poo  el  objeto  d^  tomiur  fiQ^^piik  i^  wn  des- 
tino ,  cuando  en  presencia  de  varios  individuos  de  la  Junta  le  dijo 
9Í  general  JUbeiicOjí  que^jio  piidiead,9  desoír  \o^  repetídq^  r«|^os  de 
los  coroneles  de  los  ciy^rpos»  demá3  geC^f  y  oficUtes  da  U  gnnnii"^ 
cion»  no  podia  abandoaar  el  mando,  á  pesar  de  m  dímiÚQ^nqoe 
desde  aquel  moinenlo  consideraba  como  no  presentada. 

Figúrele  el  lector  la  sorpresa  qne  este  iaesperad/o  leogoaj^  can* 
laria  á  los  ciudadanos  de  la  Junta  que  se  liallabaa  presoQles  >  y  al 
ilustre  veterano,  á  quien  habia  depositado  la  misma  su  confianza* 

Lia  sospechosa  conducta  de  Ribero ,  no  solo  era  uo  dqsaire  al 
anciana  que  babía  de  su(?ederle ,  no  solo  era^  un  desprecio  de  la  an* 
toridad  suprema ,  que  á  la  sazón  lo  era  incueslionablemente  la  Jun- 
to, de  gobiei:!!^,  Moo  qu^^  r^v^lai^a  ^arcadaa  teadi9ApV9^^  A  ufist  neac- 


BL  FOBBLO  T  SÜ8  OFMISOMI.  SM 

cion  militar ,  de  la  caal  no  podian  sargir  mas  ([ae  horribles  con- 
flictos. 

Si  otra  hubiera  sido  la  posición  de  la  Janta ,  es  indudable  qne 
el  general  Ribero  hubiera  recibido  la  contestación,  y  acaso  el  cas- 
tigo que  su  imprudencia  merecía ;  pero  la  Junta  no  contaba  mas 
que  con  el  entusiasmo  de  un  pueblo  sin  armas ,  en  tanto  que  la 
guarnición  era  en  aquellos  momentos  numerosísima  en  Zaragoza. 

Oponerse  abiertamente  á  los  deseos  de  Ribero,  hobiera  sido  se- 
pultar á  Zaragoza  en  un  abismo  de  sangre. 

¿  Y  en  qué  ocasión  brotaron  estos  elementos  de  sangrienta  la^ 
cha? 

Cuando  se  aproximaba  Espartero  que  habia  sido  llamado  por 
los  pronunciados  para  que  se  pusiera  i  su  frente. 

Si  se  le  hubiera  tendido  un  lazo  para  llevarle  al  sacrificio ,  no 
podia  habérsele  llamado  en  mejor  ocasión. 

Era ,  pues ,  absolutamente  indispensable  vencer  i  Ribero ;  pero 
vencerle  con  toda  la  diplomacia  que  lo  azaroso  de  las  circunstan- 
cias exigia. 

Empezóse  i  conspirar  con  mas  actividad  que  nunca ,  y  consi- 
derando que  era  preciso  atraerse  i  la  guarnición ,  se  le  dirigid  la 
alocución  siguiente : 

«La  Junta  de  gobierno ,  agradecida  al  servicio  que  habéis  pres- 
tado al  pais  secundando  el  alzamiento  nacional ,  ha  determinado 
conceder  el  grado  ó  empleo  inmediato  á  todas  las  clases ,  y  dos  años 
de  rebaja  en  el  servicio  ala  tropa. 

Los  soldados  á  quienes  falte  ese  ó  menos  tiempo  de  servicio,  re- 
cibirán sus  licencias  absolutas  en  el  momento  en  que  terminen  las 

actuales  circunstancias. » 

T.  II.  74 


Xa.Joata  de  gobieroo  ^  iposo  de  aciurdo.Qoa  si  ayoBlaaiiwtD 
coDstitucioDal  en  la  marcha  que  habia  de  seguirse  para  asegurar -.él 
deseado 'tfiuafio9<y  eldiaílS  se< dirigió .á.&íbaroJatMmmikaiQian  si- 
gaieote : 

<k£q  «virlud  ^deilaescítacioa  de  .Y./£.  j  de  las  ^gnavefi  Doliciai 
qqa.DOs  ba  revelado  aeeroa.de. los. au^osos  de rBaroelaoi^,  «al  %fNboe- 
lflBtisiaiO;ay.iiataoiieQto«eiha.reoDÍdo  .en  aeMoo  'eslraordioaria ;  y 
asociándose  de  las  personas  Que  á  sa  ¿«icio  podían  ÍMpÍPaniaaa  oo»- 
¿aoza,,  'é  V.  £.>por  .ao  iprobidad  y  rseosatez,  >y  al  )pMblo  ip#r  sos 
honrosos  antecedentes ,  ha  nombrado  con  ellas  una  Junta  de  \^f^ 
Uerup,  ceioltado,  gooio  V.  E.aonoceri  ea^.w  iliiüteaeioAt  «ddl  irolo 
mas  caliGcado  y  meaos ttamalUioso ^posible. 

Estaduata,  nobíen  coastiluida,  se  ba  dirigido. raipeljaoaaaMnte 
á  V.  E.,  y  solo  después  decoaacer  oficial  y  cfHífidencialaiifiite-liV 
Ea2ones*f|iieJe  asistían  para  dimitir  el  mando»  lia-.sido¿e«aadaf  en 
amqpUmitatO'del'termioafite  de«eo  de  Y.íE,»  le  ba«QOiothrado  >aa«» 
cesor  en  la  muy  respetable  persona  del  teniente  general  tAu  Jioa- 
4QÍQ.Ayerve,  á. quien  por  la :Ocdeoanaa»  yiB0;pariqDakr4e,de  po- 
der deiparte.de  laJunta»  pareoia. corresponder itl  mando ^a idi^fro*» 
to  de  V.  E.      . 

Ahora  que  hemos  sabido  >  no  sin  cierta  estrañeza,  que  Y.  E* 
laiipaba  aui  dimisión  .lanemíQS:  el  :faoaar  deíaiaiiifestarleLqiieile  reco- 
anieemos  cerno,  á  tal  oapitaii  general  del  distrito»  «sí:  como*  eiparamoi 
de  Y..E.  que  eumplirá  susnueyos  ]f  muy  sagrados  deberes  para.con 
la  Junta  directiva,  marchando  de  .completo  aenerdo  eonelAa^jr  Pras^ 
iáfidole  iedo'el  a^o  que  le  reclameipara  elcufnplimkuto^de  sos 
Msekicíoaes. 

Tomado  el  acuerdo  de  esta  comunicación  faottesioa  ide 


ta  dd  güMeraD*  unida'  al'  Bketvo.  ay«iiitlitti«Dto;  esperaap  wAkm 
cnerpos^qaeV.  E:  se  dignart' difigifi^s  9Q  contestación .v 


*:  \ 


GOlVTBftVáGIOH  DV  BIBEKO'. 

«Excmo.  Sr.  =  Tengo  á  la  yista  la  comunicación  de  V.  E.  de 
eatá*  feolia  eu  qtie  tm  mamSesta  ha  sabido  oon«  ciértli^esAHifiéza  que 
yo  retiraba  la  dimisión  que  babia  becbo  dM'oat^dé'oapiltm  gcM^ 
neral  de  este  distrito ,  y  no  la  comprendo  después  de  las  esplicacio- 
niKS'que  dlge*  veriMnent^  ai  presidente*  y^  déi»'  iudiiidiieii'  As  ese 
cowpov  lás'^emlér  creía  se'  le  butHeseo'  tnasmitiHcri 

BsMBo 'por'faatér  entrar  ermas'lalarespficaeiiNiiS'  que  lar  di^ 
qoe'ei^fntlBrés^péUieoi  ePde*  consert^r*  d'dnAstr  A^hm  trcxpas^  y« 
eovtHÜaircoii'mi  ilottibiñer^  mi  iñflajo'aVp^nsaiiáefrlo  que^  se^  dest- 
cobre  en  los  pronunciamientos  de  los  señores  generaler^O^DMuétt^ 
Mée'y>«aipíla«'gmeral<^d(^CátiBiltiftáí',  ine-to  cbligad^  áirstirar  mi 
díHiitioa^  cwléVrando  «que 'la  JuMa  me  reéonoteu'por  láü^  capitán^ ge^ 
neral".. 

Hésptiés  dfrliaocr  á'^y .  E:  esta^aclanieión^  yapara  oolboarmeénr 
tnra  posleioii  ftmica  qtté'  no  adüttita*  iáterpnetlioioaes^,  deho  déoír  á^ 
T^.  B.  qae«stoypronid  á* coadyuvar  las  miras  de^la*  Jtintá  ayud&u^^ 
déla  emtodo  laque' dependadé mi  auioríáádl  siempue  qui» se  bailé 
dé^cuerdót^n^l  pemamiento  dé  Ibsaatédicbo»  seSbres  generales*/ 
esto  es ,  que  desconociendo  la  autoridad  del  actual  gobieracr,  se  é^ 
pere  i  que* Si  K,  couoeieodi^ el'  vol^  déla  naeioo',  nombre  otro 
que  satisfaga 'SUS' esperanzar,  porque  entonces*  y  siendo  reconoeido 
por  lórgefea  quep^mandUtr  la»  fropar 'pronunciadas  en  Mhdrid  y  G*^ 
taloBav  dél]tereiDOS'm>9otfos segnir'sa  mismoqempioi 

y.  E;  coioc«r£  que  erivdispmsablé  colócaimirien '  está  Hoeav 


«a> 


8M  K.  FALAaO  M  LOS  GliinifV 

porqae  ftioo  hubiese  anidad  eo  el  pensamieoto  j  si  ctda  ano  se  ere-» 
yese  en  libertad  de  ser  mas  ó  meaos  exigente ,  se  crearía  ana  ai-* 
toacion  que  mas  tarde  podria  ocasionar  nn  conflicto  i  la  nación,  la 
cual  tendrá  reonion  de  Cortes  y  formará  las  leyes  qne  deben  re- 
girla.» 

La  Junta  manifestó  su  adhesión  á  las  ideas  del  general  Ribero, 
en  la  respuesta  siguiente : 

Excmo.  Sr.  =»  Esta  Junta  ha  leído  con  mucha  satisfaceíoa  el 
oficio  que  V.  E.  la  ha  dirigido ,  en  el  cual  se  contiene  espWciUh- 
mente  el  programa  de  los  generales  0*l)onneU  y  Dulce,  de  coyas 
ideas  participa  completamente  esta  Junta ,  resultando  el  «cnerdo 
mas  perfecto  entre  ella  y  V.  E. ,  que  ha  sido  lo  que  aqudla  epeleeta 
con  estremo. 

Y  puede  V.  E.  hallarse  tanto  mas  persuadido  de  esa  identidad 
de  miras  entre  la  Junta  y  lo  que  se  ha  dignado  manifestarle,  ciMui« 
to  el  programa  que  hemos  tenido  el  honor  de  remitirle ,  y  que  ha 
ftdo  redactado  antes  de  recibir  sQ  comunicación,  habrá  yísIo  qae  es 
el  mismo  de  los  generales  O'Donnell  y  Dulce  en  todos  y  cada  meo 
de  los  puntos  que  comprende ,  resultando  de  esta  suerte  que  no  hay 
divergencia  alguna  entre  los  dos  poderes  que  representan  y  deben 
llevar  á  cabo,  estrechamente  unidos,  el  aliamiento  universal  de  es- 
ta provincia. 

Son  muy  recomendables  los  deseos  que  V.  E.  manifiesta  de  que 
el  movimiento  sea  uniforme  y  no  contrario  ni  debilitado  por  la 
esclusiva  de  encontradas  opiniones ;  y  ahora  que  V.  E,  sabe  ya 
oficialmente  nuestro  programa,  de  todo  punto  conforme  al  snyo^  y 
en  que  habrá  podido  observar  que  desde  nuestros  primeros  actos 


KL  FOIBLO  T  SUS  OPUSOUS»  5M 

siempre  hemos  proclamado  el  drdeo,  la  tranquilidad  jr  la  conGwu 
en  las  autoridades ,  no  deberá  caberle  doda  de  la  cordial  armoftáa 
con  que  V.  E.  debe  apoyar  nuestras  determinaciones ,  para  qoe  U 
Junta,  engendrada  en  cierto  modo  por  V.  E.,  tenga  todo  el  prestí-* 
gio  7  la  fuerza  que  le  corresponden «  y  para  que  el  alxamiento,  glo-r 
riosamente  inaugurado  asimismo  por  V.  E.»  sea  ejemplo  á  laEspa-. 
ña  de  patriotismo  y  confraternidad.» 

Sería  demasiado  prolijo  insertar  integras  otras  varias  contesta- 
ciones que  ocurrieron  entre  la  Junta  de  gobierno  y  el  capitán  ge- 
neral ,  que  aunque  adherido  en  la  apariencia  al  pronunciamie«to«r 
se  presentaba  como  una  remora  que  no  solo  cercenaba  la  autoridad 
de  la  Junta,  sino  que  la  impedia  marchar  francamente  por  la  senda 
de  sus  liberales  aspiraciones. 

El  honor  de  la  Junta  estaba ,  además ,  interesado  en  ostentarse 
única  y  soberana  en  el  mando;  ya  era  bochornoso  para  ella  la  me-* 
ñor  dependencia  á  otra  autoridad ,  y  escitado  sin  duda  por  esta  re- 
flexión uno  de  sus  dignos  individuos ,  el  ciudadano  don  Manuel  La^ 
sala ,  presentóse  con  ánimo  resuelto  eu  la  capitanía  general  y  haU4 
á  Ribero  con  tanta  energía,  que  convencido  este  de  su. falsa  posi- 
ción, dimitió  el  mando,  haciendo  cesar  lo  angustioso  de  las  cir^^ 
cunstancias ,  que  desde  entonces  tomaron  ya  un  giro  de  todo  punto 
satisfactorio,  mayormente  desde  que  leyó  el  publico  la  siguiente 

ORDEN  GBNERAL. 

«Hallándose  próximo  á  esta  capital  el  Excmo.  Sr.  duque  de  ía 
Victoria  don  Baldomcro  Espartero,  capitán  general  de  los  ejércitos 
nacionales  y  presidente  de  la  Junta  de  gobierno  establecida  en  esta 


w  MUMao  ymiM  aámaam 

etfákV;  y  |iara>qM  S.'  E«  al  entrar  aquí  determiiie  Uwanbutdrb 

0Ít%MKBÍM,  dbtl^a  el  mando  ri'tmieDte  generid  átm*ibmpaMt*Ajfep^ 

Te ,  á^qmeAi  la^  Juntar  ém  gobierno  nombró  oafkaw  generar 

yobioemrdtmñioo,  qoe,  sr  retiré  de9paéa>  fteépop* 

nes  átmanitaef'ladttidiad'y  A  órdes  pdblieo:  en*  sir  eoaaeoDi 

se'feoonoeerár.poncapHao-  general  al  Esomo.  Sf;  tinieDt*'' 

don  Joaqain  Ayerve.  =De  ordenado  Si  B.  =«El* oepemst  §étk  dk 

E.  M*  A.  =  José  de  Moreau. 

Umbíen  k  Junto  annnoi¿  al  publico  la  prteimaf  llégate  db'Bi^* 
partaro'con' la'  sentida  aloeocion  siguiente  t 

cZ'AiiAo>eiíAifo»:  Máftana  llamará  ádas  poe«tiii<dé  ^üü^oivdni 
el  duqne  de  la  Victoria :  mañana  le  recibiráo*  voeélrM:  B^udeit 
mestH»' lágrimas ,  nuestros '  coraaones:  maMna  el'praaeriptk  de 
Landres' dará  on  abrazo  á  sn  qnerida  Zaragoza. 

Nam^estaeradad,  nunca' ningnn  paeblo  babrá- preavntaéo' el 
eepectáentoquo -el  nuestro:  ese-diayentnroso  nosotros  mi»  le^h^ 
ttMMT  conqnistado  >  saregozanos-. 

El  premio  de  nuestra  grande  obra  no  pnedo  ser'  mas  giairfu 
nuestros  prolongados*  infortunios ,  nuestra*  esclavitud  pensDne-tle*oii^ 
oe'sAas  parecían  no*  tener  compensación  posible;  y  la  Piy>TÍdéBe¡ar 
nos  ba  reservado  que  cora  de  golpe  nuestras  continuas- beridaa«  ja^ 
más  cicatrizadas ,  y  ese  bálsamo  es  la  vuelta  de  Espartero  á  la  ciu- 
dad valiente,  que  le  ha  considerado  en  la  fortuna  y  la  desgracia 
como  su  misma  alma  política. 

Er  hambre'  queden*  su  vida*  militar  ba  fbndado*  d '  nomlwiy ■  mas 
glbriosa^déia-milída  espaSolk  de  nuestros  días';  el  bomMre*  que*  al 
llrente'del^gobiemo  ¡él',  dueño  de* la  fortuna!  se  constituya  es* 


«I.HNHHNU>4T:Sf8  AMÜKSMB8»  MI 

clavo  sumiso.^  Ja  ley;  elhoiriirefqiie  i«'elia|t9MÍfliff>t;y  ffeni-- 
pre,  ha  sido  un  modelo  de  abnegación  y  de  pureza ;  el  hombre  qne 
ha  sabido  ser,  despné»/de •  «sto,  «nfeMvra- ciudadano  en  Logroño, 
si  oscuro  puede  serlo  nunca  en  la  misma  oscuridad ,  ese  hombre 
que  Pwanie^M  íB«fMilüitla)gtoria,ik»Ub0rUd^y  U^  efpwNWM  Ae  to« 
dos,  ese  hombre,  zaragozanos ,  mira  en  torno  doinírá  Ulda^Ia riU^ 
ci»n  i|iiei6.iissta,  'y^el)pii0(o<dera(^eacÍQii.,;to,etteeUA^dMa<JK)rte 
eSiZamgoia. 

ZtncigowBQa  I  honor  (Al  daque  deJa  Yí^tovial» 

iLa'preseooia'4el  ^kiqBede  la  nVíetoria  earZarag<iaa^,*i0ola9óf4 
entDiiasoio/deltpuAlo.ar^gonés. 
La  ovaoion  foéi  completa. 

.iVmkk  obvidavU'ieLduqjae? 

.'AJosN^ftorea  con  que  la  iniaeBsa  muehedumbí^  ite,4wla4ab4^ 
•ODtaaló  Eapenrlcvo  loon  Jaa  aignifioativas  palabrua  t  sjgnienbds.! 


tf&AiAooaMoa:  Ue  hábeisUamado  parai^  ps^^yudciátUiícoi^ 
brar  la  libertad  perdida,  y  mi  corazón  rebosa  de  alegría  «l'mvfM 
de  nMfro:0DtBeiV!CMOIr«6. 

tCiúMPiáAflB  iMk  YOhísmáD  NAcmiAi. ;  y  para  cdbjeto  «tw  vsugjpado» 
DQBtad  ueApre  ocm.la  (vida  y. con :1a  r«pala<Hoa<4e'iiiieatro  campa* 
triotam  iBuf^OMBao  EsPABmo «» 

tSaaibíen'difigíó  alas  tropas  cu  voz  en  la  alacMcioa  <iigmc9Ül^.; 

€aiiFAM«aos :  :La  nación  cuenta  con  vosotros  tparii<r6Cobqar  la 
libertad  opendida :  todos  caaq^Mnemoa  con  nuestro  4íeb«r  >  J  hj^^ 
tria  no  se  olvidará  del  suyQi«PiEsvaafBa/0. 


59S  BL  FAUCIO  m  LOS  CBimNIl 

El  día  23  publicó  la  Junta  de  gobierno  el  siguiente 

MAIfinBSTO   A   LA    HAClOlf. 

«La  Junta  de  Zaragoza  levanta  su  voz  poderosa  para  qae  re- 
suene  en  la  nación* 

Centro  del  movimiento  nacional ;  baluarte  de  las  libertades  pú- 
blicas; trípode  en  donde  se  alza  con  todo  el  lleno  de  so  prestigio 
el  oráculo  del  pueblo ,  el  duque  de  la  Victoria ;  rueda  malris  en 
donde  han  engranado  Aragón,  Valencia,  Cataluña,  Castilla  la 
Vieja ,  Navarra ,  Asturias  y  las  provincias  Vascongadas ,  por  medio 
de  muy  dignos  comisionados  que  han  ofrecido  á  esta  asamblea  m 
adhesión,  y  que  han  partido  á  sus  leales  y  fuertes  provincias  con 
la  bandera  que  esta  Junta  ha  puesto  en  sus  manos;  la  Junta  síeo- 
te  en  medio  de  su  gloria  el  deber  sagrado  de  hacer  un  llama- 
miento al  pais ,  para  que  la  revolución  sea  una  verdad ,  para  que 
la  reforma  sea  cuanto  debe  ser ,  para  que  el  alzamiento  no  presea- 
te  parcialidades,  sino  un  solo  pensamiento,  un  solo  ejército  ca 
-tuimpaBa. 

La  libertad  e$  anligua  y  moderno  el  de$poli$fno  se  ha  dicho  ca 
Francia  con  mas  ingenio  que  solidez,  con  mas  poesía  que  verdad; 
pero  es  lo  cierto  que  para  España  no  ha  habido  libertad  estable 
que  no  haya  acechado ,  sorprendido  y  abogado  el  despotismo. 

La  edad  media  ha  sido  libre  eo  las  ideas ,  pero  esclava  en  las 
costumbres :  el  imperio  militar  no  es  en  efecto  elemento  de  liber- 
tad ,  ni  la  ignorancia  germen  de  prosperidad. 

La  libertad  moderna  no  es  la  de  ningún  tiempo ,  es  superior  á 
todas :  en  las  repúblicas  antiguas  habia  esclavos ,  en  la  edad 
día  vasallos,  en  la  nuestra  ciudadanos. 


SL  POBBIO  T  SUS  OPKSOAV^  593 

Pero  eo  esta  época »  diohosa  por  sos  priocipíos ,  si  desgracia- 
da por  la  coDcalcacioD  que  de  ellos  se  ha  hecho ,  humillemos  núes- 
Ira  cabeza  y  digamos  que  no  hemos  sabido  sostener  lo  que  tanto 
esfuerzo  nos  ha  costado  de  crear. 

Hemos  visto  la  libertad  asomarse  i  nuestro  pueblo ,  pero  no 
residir  en  él ;  la  hemos  visto  tomar  su  trono  por  delegación ,  y  de- 
saparecer ai  primer  aviso  del  despotismo. 

Se  nos  dio  un  tanto  de  ella  para  combatir  contra  un  gran  pue- 
blo en  defensa  de  su  profanado  trono ,  y  se  nos  arrebató  al  punto» 
ó  mas  bien  tuvimos  la  insensatez  de  abdicarla »  en  provecho  de  an 
.  rey  por  quien  nuestros  padres  habían  vertido  tan  preciosa  sangre: 
aLuise  el  pueblo  de  nuevo ,  y  aquel  monarca  trajo  de  la  misma 
Francia  \  caso  horrible  1  las  armas  mercenarias  con  que  arrancar- 
nos la  libertad:  vino  en  fin  su  triunfo ,  que  parecia  ya  definitivo ,  y 
á  pesar  de  nacer  á  un  mismo  tiempo ,  como  providencialmente  9  la 
libertad  y  el  trono  de  Isabel^  para  que  fuesen  gemelos,  para  que  se 
amasen  como  hermanos ,  tampoco  no  arraigamos  esta  vez  el  don 
precioso,  objeto  de  las  esperanzas  de  nuestro  siglo,  y  muy  pronto 
fué  espulsado  el  caudillo  que  le  simbolizaba. 

Antes  se  había  dado  muerte  á  la  libertad:  hoy  se  ha  hecho 
mas,  se  la  ha  deshonrado,  para  presentarla  como  una  prostituta, 
para  matarla  en  la  opinión ,  para  quitarle  el  don  de  la  resurrec- 
ción. Puesta  ante  el  pueblo,  como  Jesucristo,  con  una  frágil  caña  en 
escarnecimiento  de  su  cetro ,  se  ha  dicho  Ecce ,  y  la  miserable  co- 
horte de  sus  jurados  enemigos  ha  reido  de  la  estenuada  matrona  al 
eco  de  sus  bacanales. 

Pues  bien ,  españoles :  el  cielo  ,  cuna  de  la  libertad ,  ha  vuelto 

por  ella :  hoy  celebramos  su  ascensión. 

Queremos ,  no  sn  victoria  efimera ,  sino  su  encarnación  en  la 
T.  u.  75 


fidt  del  país:  no  el  tiiniifo  de  las  peraooaB,  ñno  el  de  los  prioci- 
píos :  Bo  an  desahogo  de  la  opresión  de  noeatros  peekos ,  sino  «u 
obra  duradera ;  no  un  dia  de  Tenganuit  .sino  una  perpetaidad  de 
lienestar:  no  un  sistema  político,  sino  una  eoBdieioB  preoiM  de 
Buestna  existencia. 

Qoeremos,  que »  derrocadas  las  sapersticiones  de  todo  género, 
los  rencores  de  todo  partido ,  los  microseópicos  intereses  de  peno- 
naKdad ,  aclame  la  mitad  de  España  á  la  libertad  y  j  la  conocca  la 
otra  media;  que  la  libertad  rinda  sns  fnitos ,  agostados  hasta  hoy 
|K)r  el  báKto  del  abuso ,  ó  segados  por  la  bol  de  la  tiranta ;  qae  to- 
dos comprendan  que  no  es  enemiga  de  nadie,  que  i  fodon 
que  á  todos  perdona,  qve  protege  todos  los  intereses,  qae 
todas  las  calegorfas ,  j  qne  es  el  estado  natoral  del  InNabre;  qwB  k 
foé  en  las  apocas  patriarcales  y  qoe  lo  vnel?e  A  ser^n  la^pooa  de 
progreso  qoe  ateanramos. 

Has  como  sea  importante  preeisar  ya  nnesiro  pensaáHenlo, 
como  la  libertad  no  vive  sin  libertades ,  como  todo  príacipio  per 
angosto  que. sea,  puede  convertirse  en  ana  iniquidad,  y  da  asto 
bayan  dado  tan  insignes  ejemplos  las  reKgioaes,  el  Ironoy  la  libem 
tad  y  enantas  grandes  TBStitnciones  han  reinada  sobre  loa  pndilos, 
de  aU  el  qoe  espongamos ,  viaieado  ya  á  la  prictiea  de  naMlro 
matrii  pensamiento ,  ks  bases  qne  sustentan  nuestra  revoHieioD. 

La  Jonla  de  gobierno  de  Zaragoza  propone  como  progiwiia  g^ 
neral  de  la  nación,  un  gobierno  constitaido  qae  se  ñmde  en  la 
responsabilidad ,  la  moralidad  y  las  eooaomfas  compaCiUea  cea  d 
decoro  y  las  atenciones  que  hacen  precisas  nuestras  necesidades  y 
adelantos ;  ana  Gonstitocioa  nuera  ampliamente  liberal ,  j  elabo- 
rada en  vista  de  los  resultados  qae  se  ban  observado  ca  laa  Coas- 
titacioaas  anteriores ;  naa  coieecioD  de  layes  orgiaicas  sobra  atri- 


El»  SOm^  I  sus-  OMASOUB.    /  59i^ 

bocioaeft  y  eleccioaes  de  las  CApies^  lás  di^utacionas  j  left.ajr«Qtft-- 
míeotofl  eo  MaUdo  desceatralizador ,  sobre  ¡idfiveataM.{iirévÍA  etík^: 
sora ,  iobre  el  derecho  de  peiieloQ ,,  ^bre  la  iastrucdoA  pública  y 
sobre  las  relaeíoQea  de  los  fode0lA<}oostiti]«de6;'eitabIeotaúaDt#  de 
la  Milicia  nacioaal  eoaio  fierte  iate|^aaie  de  la  or^gaoiaacioa  peUcí- 
ca ;  ana  ley  de  seguridad  personal ;  carreras  abiertas  al  mérito  y 
no  al  favor «  esealafoir  riguroao  ea  loa  empleos ,  y  ea  £ii  progreso 
indefiaido,  pero  ptoducido  por  k  opiaioa  pábUaa  Ubreowtor  ea* 
presada  por  el  pftisb 

Este  programa '«{«ieive  elevarae  i  verdad,  y  wüwwlras.  el  podeir. 
conslitnyeate  lo  oioieiiiat  el  pueblo  debe  deeUrarse  -  en:  perpüsa 
cenüiielav  y  no  abandonar  eos  posieioBea.  Zaragoaa  est  ti  ouartel 
geMrid  del  ejército  de  la  Libertad:. loa aiiitigiioa.i«íoM»deJür^go0 
Cataluña,  Valencia,  Castilla  la  Vieja,  Navarra,  Askiriaa  y.lat: 
provindas  iraacMui^idas*  babkaados  da;afllígMk>aA  nMde;feo0rjm- 
das  libertades,  no  se  sepasarán  del  cnevpe  cioMniqBeíhaD  Sotmátr- 
áo,  no  se  retirarán  á  sus  tiendas  á  impulao  de;  tma  oefarmain- 
coÉipleta ,  y  per  cénaígiMeiite  pasajera ,  no  acatarán  ii»0:á  Ja  re- 
voliicioa  orgamaadá  de  lái  ideas* 

^ga£sdecata<«rtiiadaM,  por  decreto*  de  este  Jan ta^  deacaen* 
do  oon  los  nuflieroeoa  oomisionadoa  á  qoieaes.  be  oído ,  .el  exeeléo^ 
tísimo  Sr.  duque  de  la  Victoria. 

Bl  aera  la  espada  de  k  rei^locioni» 

£1  24  dirigió  al  pueblo  de  Madrid  la  siguiente 

•  •    •  í      ' 

FBLiaTAClON. 


«AriroÉotroti»  béroes  délaáJkarricadás  de^lfkdrld  ,4^ 


*  t 


5d6  IL  PALACIO  DI  LOS  Gftf VKKBS 

cando  Yoestro  reposo ,  poniendo  á  peligro  yuestras  vidas,  pero  ani- 
mados en  vuestro  sacrificio  por  el  numen  de  la  Libertad ,  habéis 
dado  á  la  Espa&a  tan  raro  ejemplo  de  valor ,  tan  insigne  mnestra 
de  patriotismo ,  á  vosotros ,  admiradora  de  vuestras  virtudes»  envia 
nn  laurel  que  refresque  vuestras  sienes  la  Junta  de  gobierno  de  Za- 
ragoza. 

¿  Qué  importara  vuestro  glorioso  Dos  de  Mayo ,  como  nuestros 
memorables  Sitios ,  en  que  ambos  pueblos  elevamos  tan  alta  la  ban- 
dera de  la  independencia  española,  si  al  cabo  de  esos  y  tantos  otros 
esfuerzos,  no  hubiéramos  conquistado  sino  un  pedazo  de  tierra,  si- 
no una  roca  de  Prometeo  en  donde  nos  devoraran  incesantemente 
las  entrañas  los  déspotas  que  se  han  alzado  de  nuestro  mismo  seno 
para  oprobio  del  nombre  español ,  y  para  verdugos  y  vergñenta  de 
nuestra  patria? 

Santa  ha  sido  vuestra  lucha ,  santo  es  el  triunfo  arrebatado  por 
el  valor  á  la  fuerza,  por  la  libertad  á  sus  tiranos. 

Alabanza  os  sea  dada. 

Si,  como  el  oido  parece  decretarlo,  celebra  España  la  Tietoria 
de  la  libertad ,  vosotros  paseareis  en  triunfo  su  imagen  como  sos 
defensores :  si ,  lo  que  no  puede  pensarse ,  está  llamada  á  mas  prue- 
bas de  dolor ,  la  nación  os  aclamará  en  el  martirologio  de  los  li- 
bres. 

La  historia  ha  recogido  vuestras  páginas  de  jolio  para  admira- 
ción del  universo.» 

Los  valientes  defensores  de  las  barricadas  de  Madrid  contesta- 
ron  en  estos  términos : 

«El  pueblo  del  Dos  ie  Mayo  y  del  Diez  y  oekú  de  Julio  no  enía 


IL  PDBBLO  r  SaS  OFBBSOBIS.  597 

merecer  una  corona ,  pero  cuando  una  raza  de  valientes  se  la  envía 
ne  puede  dejar  de  aceptarla. 

Nadie  como  vosotros  que  habéis  llenado  el  mundo  con  vuestra 
fama  puede  calificar  la  hidalguía  y  la  bravura ,  por  eso  nos  en  va-* 
nece  vuestra  alabanza. 

Siempre  que  un  pueblo  se  levanta  por  recobrar  sus  perdidos 
fueros,  recuerda  vuestra  gloria  y  procura  imitar  vuestro  ardimiento. 

También  nosotros  os  hemos  tomado  por  modelo. 

El  tirano  sncumbíó,  zaragozanos:  el  rayo  del  pueblo  le  ha  he- 
rido  en  el  corazón «  pero  aun  nos  falta  esterminar  la  tiranía ,  aun 
es  preciso  sobreponernos  á  la  flaqueza  y  preparamos  contra  las  in-» ' 
trigas. 

Cuidemos  de*no  recaer  en  nuestra  habitual  desidia  y  abandono: 
no  deportemos  como  otras  veces  nuestros  triunfos  en  manos  de  las 
mismas  personas,  de  reconocida  y  probada  ineptitud. 

Entre  vosotros  está  el  hombre  justo  y  esforzado  destinado  por 
la  Providencia  á  hacer  nuestra  ventura  y  á  ser  para  consolidarla  la 
espada  de  la  revolución. 

No  le  abandonéis ,  os  pedimos ,  héroes  de  los  inmortales  SUioSt 
y  del  Cinco  de  Marzo :  ayudadle  con  vuestros  consejos ,  rodeadle 
con  vuestra  lealtad  y  tened  presente  que  aquí  no  hicimos  mas  que 
vencer  al  enemigo  armado ,  y  que  este  triunfo  pudiera  ser  estéril  si 
la  sagaz  intriga  nos  adormece  como  siempre. 

Aun  queda  mucho  por  hacer  para  estar  satisfechos  de  nuestro 
vencimiento:  que  no  nos  aletarguen  los  laureles ,  levantemos  la  vis- 
ta y  el  ánimo  á  la  altura  inmensa  de  esta  revolución ,  y  no  depon- 
caraos  ni  nuestro  enojo  ni  nuestras  armas  hasta  que  de  una  vez  pa**' 
ra  siempre  brille  con  luz  6j9l  y  radiante  el  hermoso  astro  de  la  Li- 
bertad* 


598  EL  hkUdM  Tmiw  oUmusM' 

Decid  al  béroe  de  Luchasa  ea  aueiiro  nombre  ^pe  el  pneUo 
armado  de  las  barricadas,  y  el  del  Cinco,  ie  Mwrxo »  fianvia  oeaio 
once  anos  antes  un  aolo  pueblo ,  y  que  con  tal  eaadílle  á  la  cafceía 
llegará  á  su  termina  la  mas  santa  y  íwtí&cada  de  ha  revoIaaioDeit 
si  por  esta  vez  siquiera  no  nos  detieoe  en  el  camino  el  (orptt  niedo 
de  algunos  ó  el  ruin  y  criminal  egoismo  de  muofaoa. 

£1  pueblo  aimado  de  Madrid  os  bendioe  y  oa  «alnlt .,  raza  et«- 
cogida  de  valientes. 

C  recias  mil  por  vuestro  recuerdo,  dignísiau  Jaata  zaragozana; 
loa  nombres  de  los  individuos  qne  la  eompoaea  no  aa  bmnracáA  ja«*^ 
más  de  nuestra  memocia. 

¡Viva  la  libertad! 

¡Viva  el  vencedor  ilustre  .de  Laokana  I 

Bladrid  27  de  julio  de  1954»  »=  Miguel  Oriii  (anlar)  yeincMa- 
ta  gefes  de  las  barrínadas.» 

Haa  adelante t  el  10  de  agosie,  la  benemérita  Jontájéa  ría  ía-» 
mortal  Zaragoza ,  felicitó  al  gobierno  por  lá 
TI2U  V  en  Ipa  términoa  qae  aigocaí : 


aLa  Junta  de  Zarag<«a,  recibida  de  un  modo  anléntío»  ai 
que  no  oficial ,  la  noticia:  de  haber  asentido  el  gobierno  de  :S.  M.  á 
la  petición  elevada  por  la  Junta  de  armameala  y  defensa  4e  la  car* 
te  9  rdativa  á  la  detención  de  doia  María  Cristina  de  Barboa  de 
Muñoz ,  no  puede  menos  de  cumplir  con  un  deber  impaiciaü  éa 
conciencia ,  cual  es  el  de  elevarse  haala  V«  E.  oomo  A  eoa  dal  cla<« 
mar  general  ^  esta  provinoia. 

XoffMvtídoi,  EiaaMi.  Sr.^.  pueden  ImmareB  di  padfer-;  yaiía 
encerrar  principios  sanos  y  deletéreos  de  gobierno;  pueden  di^o» 


farse  ti  manáot  hMta  ▼eseerae  «mas  á  otrM ,  6  basta  ttrm»  tná* 
qaier  género  de  capitulaciofitth;  pueden  por  cooñgníeiite  Ttespefairáe 
en  aus  índividiios,  perdkmarde^eo  «m  estravios,  abrazarse  en  ob- 
aequío  al  bien  ooomni;  ñas  h  TÍrtwi  nuca  puede  entrar  á  'plátHa 
con  el  vicio  ^  la  moralidad  no  poede  contratar  e<m  la  cOiTiipCKWly 
el  bonor  no  puede  ser  di  oaballena<  4e  la  iniqBidaJ. 

Si  la  revolottOB  eapaioda  ba  de  aer  feetiada ,  si  lía  de  serltott- 
.rada^  ain«.ba.de  decirae  de  elk  eono*  de  otras  qne  lleva  trasr  Sñ  %{ 
uaa  fiiial  ooborie  de  eseeaes  y  mngmKas ,  faenea  es  qtíe  se  osCtiite 
josiiaieni,  y  apie  ipeaga  á  >praibar  á  la  finroj^  que  ^  no  él  abn  de 
trastornos ,  ni  la  relajación  de  los  grandes  pt'iticípios  sociales ,  siao 
el  pensamiento  regenerador  de  la  moralidad ,  es  quien  le  ba  inspi- 
rado  para  levantarse  atrevida  en  nombre  'de  bi  libert&d. 

La.safeííoa  t«da  ta la  acosadorar de  doia  Marfa  Cristim  de  Bor- 
/boA  )de  Ifaiiec :  las^órtes ^leráa*  8«  tribienail  r  él  gebiemo  de  9;  H. 
ba  cumplido  por  su  parte  un  sagrado,  aunque  penoso  dcfter,  hñ- 
trayesdalu  primer»  diligencias  de  ese  sublime  proceso,  en  que 
bao  de  jogar  lode  «d  pueUo  de  una  piarte ,  7  de  otra  un  personaje 
.que  ba  pesado  aabre  el  troeo  y  el  pueblo  de  !a  manera  mas  ia- 
fausta. 

En  la  antigua  Grecia  se  lanzaban  acusaciones  públicas  contra 
los  mas  elevados  personajes:  en  Roma  se  babia  regularizado  la 
responsabilidad  de  los  depositarios  infieles  del  poder:  en  la  mo- 
narquía pura  los  reyes^  baciao  justicia  de  sos  privados  cuando  ve- 
nian  acusados  por  la  opinión  imperfectamente  declarada:  en  las  re- 
voluciones francesa  é  inglesa  los  reyes  eran  llamados  á  la  barra: 
lioy  se  ba  guarecido  en  el  palacio  real  una  alta  persona  á  quien  la 
cqpínieii  púUiaa^'deaigBa  oooo  reo  de  lesa  magestad  y  de  lesa  na- 
4»i«,  Qfnt  tíoDe  sobre  si  el  anateaia  nacional,  y  que  procara  en  va- 


600  Bi.  PALACIO  M  %xm  grímbmis 

no  sustraerse  i  la  mirada  severa  de  ud  país,  por  ella  engafiadot  por 
ella  empobrecido  ^  por  ella  esclavizado. 

Ya  el  gobierno  de  la  nación  le  ha  cerrado  las  puertas ,  y  la  bn 
pnesto  i  disposición  del  pueblo  español :  i  este  toca  fallar  cuando 
las  Cortes  se  reúnan. 

En  tanto  la  provincia  de  Zaragoza,  representada  por  sa  JanUt 
tributa  un  voto  de  agradecimiento  á  los  severos  custodios  de  la  ley, 
los  declara  t  como  la  nación  entera ,  beneméritos  de  la  {MiUria ,  y 
espera  de  ellos  que  eleven  á  formal  y  solemne  deoreto  la  deleocion 
de  dofia  Marta  Cristina ,  de  cuya  persona  respondan  hasta  entre- 
garla al  jurado  de  la  representación  nacional.» 

¿Lo  creyerais,  lectores? 

I A  LA  HOBA  EN  QUB  BSGBIBIMOS  ESTAS  LÍHBAS,  DOÑA  llAnlA  CbIS* 
TINA  ESTÁ  EN  PaBÍS  DANDO  SUNTUOSOS  FESTINES  EN  BV  PALACIO    BB  LA 

Malmaison  i  !  1 

Esto  nos  recuerda  la  veracidad  de  aquel  ingenioso  aforíamo  que 
unos  atribuyen  i  Goethe  y  otros  le  dan  mas  antiguo  origen ;  pero 
que  de  todas  maneras  puede  aplicarse  i  España  en  estos  términos: 

Recta  justicia  en  España 
diz  que  lo  gobierna  todo; 
mas  ¡  ay !  que  es  justicia  á  modo 
de  frágil  tela  de  araña. 

La  mosca,  que  es  débil  bicho, 
quédase  prendida  en  ella ; 
c  impune  el  moscón  la  huella 
y  la  rompe  á  su  capricho. 

Después  de  los  gloriosos  acontecimientos  que  acabamos  de  re- 
latar ,  y  que  tanto  enaltecen  el  proverbial  heroismo  de  Zaragosa, 


EL  PUEBLO  T  SUS  OPRESORES.  601 

ea  los  cuales  figuraron  en  primera  líoea  el  duque  de  la  Victoria  y 
el  patriota  don  Juan  Bruil ,  ¿  cómo  habian  de  presumir  los  liberales 
de  la  siempre  heroica  ciudad ,  que  al  cabo  de  un  ano  y  pocos  me- 
ses habian  de  verse  en  ei  doloroso  trance  de  tener  que  hacer  uso 
del  sagrado  derecho  de  petición  para  elevar  su  voz  á  las  cortes  en 
queja  de  la  tortuosa  marcha  de  un  gabinete  presidido'  por  el  ge- 
neral Espartero ,  y  en  «1  cual  dosenpena  el  ministerio  de  Hacienda 
el  señor  Bruil? 

¿  Hubo  motivo  para  esta  legal  y  respetuosa  esposicion  ? 

Permítasenos  dedicar  un  capítulo  á  cuestión  de  tan  elevada 
importancia. 


T.  II.  76 


CAPITULO  XUX. 


LA  UNION  LIBERAL. 


Toda  vez  que  dos  hallamos  ea  Zaragoza ,  sería  uaa  ingratilod 
abandonar  esta  heroica  ciodad  sia  hacer  cumplida  justicia  al  libe- 
ralismo de  sus  honrados  habitantes. 

A  este  propósito  suspendemos  por  breves  instantes  la  hilaeíoB 
de  los  sucesos  de  julio  de  1854,  para  relatar  lo  que  en  enero  de 
1856,  en  que  escribimos  estas  líneas,  acontece  contra  las  barmo* 
sas  esperanzas  que  el  espíritu  del  pronunciamiento  de  Zaragoza 
hizo  concebir  á  la  nación  entera. 

Y  citamos  solo  á  Zaragoza,  porque  fué  donde  Espartero  hizo  la 
solemne  promesa  de  consagrar  su  vida  t  su  reputación  al  sahto 

OBJETO   DE   QUE   LA    VOLUNTAD   NACIONAL    SE    CUMPLA. 

Se  ha  deslizado  afio  y  medio  desde  aquel  momento  solemne, 
tiempo  sobrado  sin  duda  para  haber  constituido  al  pais  y  dotidole 
de  las  sabias  reformas  que  tenia  derecho  á  esperar  de  los  hombres 


tíL  PUEBLO  T  SUS  OPBBSOBXS.  603 

á  qaieaes  la  revolucioa  había  eocumbrado  al  poder ;  pero  lejos  de 
haber  obteoido  el  pueblo  los  beDeficios  qoe  coa  su  sangre  creía  ha- 
ber conquistado,  se  vé  abrumado  por  un  malestar  espantoso  que  le 
conduce  á  un  abismo. 

Un  gobierno  débil ,  temeroso  y  vacilante  no  se  atreve  á  em- 
prender con  resolución  y  franqueza  el  único  rumbo  capaz  de  salvar 
la  nave  del  Estado  antes  de  que  arrecie  la  tormenta  en  el  borrasco- 
so mar  de  las  pasiones >  de  día  en  día  mas  enconadas  por  la  con- 
ducta incomprensible  y  anómala  de  los  que  tan  bellas  esperanzas 
hicieron  concebir  al  partido  liberal. 

Espartero »  acaso  con  la  mejor  fé  del  mundo ,  parece  que  nada 
ha  aprendido  en  la  adversidad,  y  los  desacreditados  santones  que  le 
perdieron  en  1843 ,  tan  desatentados  como  entonces ,  tratan  ahora 
de  hacerle  incurrir  en  los  mismos  errores  que  dieron  el  triunfo  á 
los  moderados. 

¿  No  significa  algo  para  el  duque  de  la  Victoria  la  separación 
de  sus  toas  entusiastas  partidarios ,  de  sus  amigos  mas  íntimos ,  de 
los  hombres  dispuestos  siempre  á  sacrificarse  en  su  defensa  ? 

¿Cree  Espartero  que  hay  muchos  corazones  tan  generosos  y 
leales  como  el  del  valiente  Garrea  y  otros  de  sus  amigos»  i  quienes 
uno  en  pos  de  otro  hemos  visto  desaparecer  de  la  escena  política  ? 

¿Y  esto  no  le  dice  algo? 

¿Ha  consentido  de  buen  grado  en  el  alejamiento  de  sus  mas  ar* 
dientes  partidarios  ? 

I  Qué  contraste  ofrece  esta  conducta  con  la  del  general  O'Don- 
nelll 

Firme  en  su  propósito ,  el  señor  ministro  de  la  Guerra ,  propó- 
sito que  el  pais  desconoce  enteramente  porque  hasta  ahora  es  un 
misterio  incomprensible »  conserva  en  sus  destinos  contra  el  clamor 


GM  EL  PALAma  dk  ios  cüíhbiibs 

geoeral »  á  ciertos  amigos  suyos  á  qoienes  la  •opioion  pública  ndra 
con  jnsla  «prevención. 

Que  la  revolución  de  julio  dio  la  situación  al  partido  ^progre- 
sista, no  cabe  la  menor  duda. 

Que  O-Donneil  i%ké  admitido  en  esta  grao,  comunión -liberal ,  des- 
de que  en  el  programa  de  Manzanares  hizo  al  paeblo  aoienmeB  pvo- 
mesas  arregladas  á  ios  dogmas  del  progreso ,  laminen  es  «eaeilioD 
ya  resudta. 

¿Qué  táctica  es  pues  la  suya  al  confiar  los  mas  altos  emplees  i 
hombres  que  nunca  han  formado  en  las  filas  del  partido  prtigreaislaf 

£8  la  táctica  del  gefe  de  ese  nuevo  partido  en  bora  meagiiidi 
proyectado  con  el  hipócrita  lema  de  unión  liber4tl. 

No  hay  que  dudarlo ;  la  descabellada  idea  de  esta  onioa ,  ¡tan 
desgraciadamente  concebida  como  la  que  «n  antaño  proyecló  el  an- 
tor  del  Estatuto  con  el  nombre  de  fusión ,  es  la  disculpa  del  ffeoe- 
TÚ  0*I>oiineIl  para  enaltecer  á  hombres  que  no  sen  eéauniMea  en 
una  sitnaoiott  eschisivamenie  progresista ,  en  tanto  ^lue  se  posterga 

á  los  verdaderos  liberales. 

« 

¥  «ientras  Espartero  permite  el  alejamiento  de  la  escena  polí- 
tica á  liberales  tan  probados ,  á  compañeros  tan  leales ,  á  «iffiitnres 
tan  valientes  y  pundonorosos  como  Garrea ,  Garrea  cuyo  amor  á 
Espartero  solo  puede  compararse  con  el  que  profesa  un  buen  hijo  á 
sn  padre,  y  que  ni  en  la  dicha  ni  en  el  infortunio  le  habia  abando- 
nado un  solo  momento  basta  ahora ,  O'Donnell  declara  ea  -pleno 
Parlamento  que  el  dia  en  que  ee  separase  á  alguna  de  mm  hechuras 
políticas,  principalmente  á  los  generales  de  VicálvarOy  verdadera 
eneamacion  y  iimholo  del  tercer  partido j  se  ereeria  en  la  obHgaoion 
de  retirarwe  del  poder. 

lY  no  dice  nada  todo  esto  al  duqoe  de  la  Victoria T 


EL  PÜSSLO  T  SUS  OPIIBSQUi.  66S 

¿No  compreade  Esparlevo  qoe  el  general  O'Ooimell  «pareoe 
aquí  en  primera  línea  y  trata  de  hacer  suya  ona  situación  qae  la 
revolución  entregó  al  duqne  de  la  Victoria,  porque  le  tecoaocta  por 
gefe  del  gran  partido  liberal ,  qoe  es  el  partido  del  progreso ,  no 
tal  como  lo  entienden  los  ^vetustos  y  egoístas  santones »  sino  como 
le  comprenden  los  hombres  de  recto  coraion  y  esa  lozana  javentad 
destinada  á  completar  el  trianfo  4Íe  la  (libertad  y  la  ventora  dd 
país? 

Si  Espartero  persiste  en  qae  se  cumpla  la  voluntad  HAcnoBrAL, 
como  ha  declarado  en  repetidas  y  solemnes  ocasiones,  es  preciso 
qne  «nérgicameote  se  decida ,  no  solo  á  sostener  las  conquistas  de  la 
última  revolución»  si  no  á  que  se  desarrollen  todaslas  befteBciosas 
conseonencnas  que  de  ella  esperaba  el  pais. 

La  voluntad  nacional  está  en  que  sea  una  verdad  lo  que  se  pro« 
metió  al  pueblo  en  julio  de  1834,  porque  solo  en  julio  triunfó  la 
revolución^  y  es  preciso  que  no  se  confunda  coa  la  tnsurreecioa 
militar  de  Vicálvaro;  pues  si  bien  es  Verdad  que  esta  inició  el  mo^ 
vimíento ,  bo  fué  en  sentido  progresista  y  fracasó. 

Desesperados  los  insurrectos  apelaron  á  los  dogmas  del  progre-^ 
so  en  Manzanares ,  donde  enarbolaron  nneva  bandera ,  y  solo  á  la 
vista  de  esta  gloriosa  ínsigDia  en  que  se  daba  un  completo  desa-» 
gravio  á  la  Milicia  nacional,  llamándola  á  los  armas  como  el  maa 
firme  apoyo  de  la  libertad  y  del  orden ,  se  alzó  el  pueblo  en  }iilio^ 
y  el  pueblo  y  solo  el  pueblo  triunfó  de  sus  inicuos  opresores,  y  sal-^ 
vó  id  general  0*Donnell  del  inminente  peligro  en  que  se  hallaba. 

El  general  O'  Donnell  no  debiera  olvidar  nunca  esta  circms- 
tancia ,  ni  ser  ingrato  con  los  que  cambiaron  su  desesperada  posi* 
cion  en  briüante  victoria» 

¿Pudo  desconocer  O* Donnell  que  desde  en tonceS  perlenecia  la 


606  BL  PALACIO  DE  LOS  CBÍMINIS 

siCuacion  esclusivamente  al  verdadero  partido  progresista? 

¿Pudo  desconocer  O^Donoell  que  él  y  los  doce  6  catorce  hom* 
bres  de  corazón  que  se  lanzaron  á  la  liza  en  jnnio ,  debieron  su 
salvación  y  so  triunfo  al  partido  liberal  roas  avanzado? 

Es  preciso  no  olvidar  lo  qne  dijo  un  diputado  en  la  Asamblea: 
ha  habido  dos  revoluciones ,  la  de  junio  y  la  de  julio ,  la  primera 
de  los  moderados  descootenlos  presidida  por  el  general  0*DoDnell, 
la  segunda,  veriQcada  por  el  parlido  progresista  que  puso  á  su 
frente  al  general  Espartero. 

cEs  un  grande  error  histórico,  decia  con  suma  razón  el  dipu- 
tado Bivero,  creer  que  la  revolución  de  jnnio  empezó  en  el  Campo 
de  Guardias;  el  movimiento  del  Campo  de  Guardias  fué  el  término 
de  una  gran  crisis  que  fermentaba  en  el  seno  del  partido  mode- 
rado. 

El  general  Narvaez ,  con  mayoría  en  el  Parlamento  y  coa  toa- 
das los  elementos  de  poder,  vio  sin  embargo  la  gran  tormenta  que 
los  militares  del  partido  moderado  preparaban  contra  aquella  admi- 
nistración ,  y  tuvo  la  previsión  de  salir  del  ministerio  antes  que  es- 
tallase. 

Desde  entonces  la  dominación  moderada  no  fué  mas  que  ooa 
conspiración  militar  permanente ,  que  vino  reproduciéndose  bajo  di- 
versas formas  hasta  el  Campo  de  Guardias. 

Vino  la  revolución  de  Madrid ,  y  ya  no  se  contentó  con  el  circo- 
lo  trazado  por  el  levantamiento  del  Campo  de  Guardias ;  el  paeblo 
quiso  destruir ,  aniquilar  hasta  los  últimos  fragmentos  del  edificio 
político,  administrativo  y  financiero  que  hablan  levantado  los  mo- 
derados durante  once  anos. 

Ese  pueblo  no  formuló  ningún  programa ;  invocó  un  Dombre, 
el  del  duque  de  la  Victoria. 


EL  PUKBLO  T  SUS  OPUSOUB.  607 

¿  Y  qniéa  era  el  daqoe  de  la  Victoria? 

Era  la  negación ,  la  protesta  contra  la  dominación  moderada 
durante  oncéanos. 

Entre  tanto»  mientras  el  pneblo  de  Madrid » invocando  ese  nom- 
bre» trazaba  un  gran  programa  de  reformas»  se  verificaba  una  gran 
revolución  en  Zaragoza »  ciudad  que  tiene  un  nombre  inmortal  en 
la  historia »  no  solo  de  España. 

¿  Y  cuál  .era  el  programa  que  el  duque  de  la  Victoria »  invoca*^ 
do  también  por  aquel  pueblo»  formulaba  para  espresar  sus  de- 
seos? 

QüB  SE  CUMPLA  LA  VOLUNTAD  NACIONAL.» 

Refiexiónelo bien  el  general  Espartero:  ¿puede  halagará  la  vo- 
luntad nacional  que  sus  mejores  amigos »  sus  mas  fieles  compañe- 
ros » los  mas  ardientes  defensores  de  la  libertad  sean  separados  de 
sus  destinos? 

¿  Puede  halagar  á  la  voluntad  nacional  que  se  forme  un  tercer 
partido  compuesto  de  progresistas  reaccionarios  y  moderados  disi- 
dentes para  que  pongan  al  gobierno  en  un  equilibrio  insostenible  ? 

¿Puede  halagar  ala  voluntad  nacional  que  haya  dictaduras  mi- 
litares como  en  los  aciagos  tiempos  de  Narvaez ,  y  eamhiot  de  do^ 
micilio  como  en  la  escandalosa  época  de  Sartorius? 

¿Puede  halagar  á  la  voluntad  nacional  que  no  se  castiguen  los 
presupuestos  y  que  haya  nuevas  quintas »  y  que  no  se  vean  grandes 
reformas »  ni  se  toquen  economías  verdaderas ,  ni  se  aminoren  en 
grande  escala  las  contribuciones  que  aumentan  la  miseria  popular? 

¿Puede  halagar  á  la  nación  el  proyectado  restablecimiento  del 
derecho  de  puertas  y  consumos? 

¿Puede  halagar  á  la  nación  que  se  postergue  el  mérito  de  hon* 
rados  liberales »  á  la  intriga  é  insolencia  de  los  muchos  moderados* 


y  aun  polacos ,  que  continúan  en  sos  desiiooe  mofibodose  de  liLcaii- 
didea  dfi*  lo»  progresbtaa? 

Responda  el  mismo  duque  de  la  Victoria  á  las  ppeeedenlM  pre- 
guntas 9  y  si  coo  88  proverbial  honradez  bos^  asegura  que  de  este 
modo  se  cusrple  perfectamente  la  voluntad  del  país,  sellareno»  ka 
lábioe  con  la  dolorosa  convicción  de  que  la  capacidad  inteleet«ial  de 
Espartero  no  está  al  nivel  de  sus  buenos  deseos,  ni  de  sa  probidad, 
ni  del  prestigio  que  le  granjearon  sus  antiguos  laureles. 

a  Nadie  desconfia  del  duque  de  Victoria ,  ha  dicho  uo  peritfdke 
independiente,  no;  nadie  desconoce  sus  altas  cualidades  de  patrio- 
tismo ,  de  lealtad  ,  de  abnegación  y  de  honradev;  peno  pocos  con- 
fian ,  digámoslo  francamente ,  pocos  confian  en  ciertos  liombres, 
que  esplotando  antigoas  afecciones  y  una  bondad ,  tal  vea  eseceivi» 
4e  asedian  een:  sus  indicaciones ,  le  influyen  co»  sus  ideas* ,  le  «eo* 
san  con  sus  consejos. 

Estos  «hombres ,  menguados  de  entendimiento  la  mayor  parte, 
llenos  de  vaaidad  ridicnla  mnchoa  de  ellos ,  que  fundan  so  orgolla 
en  la  fecha  de  su  nacianiento,  comosi  la  arqueología  fuerst  aplicabk 
á  la  política ;  en  la  honradez  de  que  blasonan ,  cenio  n  la  probidad 
no  fuera  un  deber  y  en  la  fijeza  de  su  sistema ,  como  si  los  siste- 
mas^ por  ser  invariables,  fueran  buenos;  estos  hombres  que  gonn 
de  reputaciones  usurpadas ,  en  tiempos  en  que  los  nombres  se  ad- 
qnirian  casi  sin  competencia,  son  lo&que  trajeron  las  eatáatrofcs 
del  23  y  del  43;  los  qae  no  han  aprendido  nada  en  las  lecciones  da 
la  cspericncia ;  los  que  no  se  separarían-  uo  ápice  de  su  aatigua 
marcha,  por  mas  que  condnaea  á  tanto»  desastres  como  los  que  ha 
producido  al  pais  cuantas  veces  ha  tenido  la  desgracia  de  que  m 
ensaye. 

Poa  sistema  y  por  hábito ,  nunca  se  apercü>en  de  lo  que  viene 


n  mno  T  sit  opmmíeí.  fM 

letras ,  nvDcm  )ian  grande  imp^rtancsi  á  \m  enemigM  que  se  eM^ 
ligan  para  que  retroceda  el  pm ;  «n  peaadiMa  es  el  noelo  de  STaih- 
zar  una  Ifiea ;  su  inqaielud ,  loa  liberales  á  qaiene»  llama  exage^ 
rados ,  porque  do  están  á  sh  lado :  fijos  en  ese  punto  inmutable, 
de  donde  iradie  loa  mm^  kaoe  40  aiee ,  orna»  ne  aea  para  rnie- 
gar  de  ana  aaisnioa  priocípioB,  y  baAtoado  del  progreso  par  aar^ 
esHno. 

Parapelaéos  en  laa  deve  Aos  que  alegaai ,  para  que  el  pais  lea 
proponñoae^fanlgvras  toda  ta  vida  y  en  todas  laa  épooas ,  Imala  en 
las  mas  calamitosas,  cuando  isspera  la  tirania  se  están  en  sn  rin^ 
eon  s  si  es  qm  na  aalen  de  él  para  saindarla ,  é  eanibio  de  'nuevas 
«ereedea?  si  se  ¡atenía  «la  reoanqaista  de  los  fneros  bdHadte,  se 
enoerran  en  aa  •egoísmo ,  prdBcan  la  prudencia  y  w»  se  aprestan  rf 
menor  aerfieío ;  n  Jlega  el  din  en  que  el  pacMo  powga  «oto  á  loa 
gulíimiintos  de  mncbos  afeos ,  eatonees  aparecen  iunmdíalamegte 
en  la  esemia ,  hablan  alto  de  sus  inmemoriales  haaaíBas ,  y  vnelvtm 
á  esplotar  el  triunfo  y  á  dirigir  los  negocios ,  con  d  aaismo  sístenm» 
la  torpeza ,  que  es  la  snalidafl  que  mas  Mlla  en  estos  eonfeccio- 
nadores  de  minislerieB  por  oficia  y  por  afición. 

Rodeados  boy  de  la  atmósfera  quetiabia  en  Cftdtz'bace  medio 
siglo,  pero  degenerada  ya ,  jamás  se  ecapan  de  la  que  se  respira 
en  la  opinión  púUica ,  como  no  sea  pava  impedir  que  Kegne  doan 
de  no  confenga  á  sn  egoísmo^;  se  suceden  los  tiempos  ,  eanibia  la 
faz  de  Buropa,  fwfe  la  situación  del  pais,  la  misma  recela»  las 
mismas  apreciaciones  y  hasta  las  mismas  frases  para  todas  las  épo- 
cas, para  todos  los  acontecimientos,  para  todos  tos  casos:  su  mi- 
sión es  k  de  perpetuarse ,  siquiera  espoogan  el  porreoir  del  pais. 
I  Tríale  idea  la  die  la  anaiaaidad ,  si  para  oonsuelo  nuestro  «n 

viéramos  con  orgullo  descollar  antre  tantas  uariidadea,  tal  oaal 
T.  n.  77 


640  BL  PALACIO  DB  LOS  GEÍMINIS 

veoerable  cabeza,  en  quien  la  ju ventad  tiene  que  estudiar  modelos 
de  los  buenos  patricios  y  de  ios  hombres  elevados.» 


Si  bochornosa  fuera  la  posición  de  Espartero  al  pasar  á  aeganda 
Hnea ,  no  seria  menos  lastimosa  la  de  O'Donnell  si  hemos  de  dar 
crédito ,  no  solo  á  nuestras  propias  convicciones,  sino  á  las  del  país 
entero ,  manifestadas  por  medio  de  sus  órganos  mas  autorizados. 

La  prensa  liberal  condena  la  conducta  de!  general  O'DoQoell  j 
se  lamenta  de  la  humillación  del  vencedor  de  Luchana* 

cEl  país,  esclama,  (1)  ha  dejado  pasar  desapercibido  el  enape- 
ño  declarado  del  actual  ministro  de  la  Guerra  por  consertar  ea 
los  puestos  que  en  la  actualidad  ocupan ,  á  personas  que  do  oblie* 
nen  ni  han  obtenido  nunca  la  conGanza  pública,  ha  sospechado  de 
sus  intenciones,  ha  recelado  de  él  y  cree  que  abriga  pensamieÉ* 
tos  hostiles  contra  la  misma  situación  que  él  en  laa  gran  parle 
contribuyó  á  crear. 

I  Triste  posición  la  del  general  O'Donnell !  1 

Por  un  lado  amenazado  por  la  reacción ,  que  si  llegase  á  trioa* 
far  no  se  olvidaría  fácilmente  del  insurrecto  de  1854,  y  por  otro 
mirado  con  recelo  por  el  partido  progresista ,  á  causa  de  la  coo- 
ducta  anómala  é  incierta  que  desde  que  subió  al  poder  obaerta ; 
por  un  lado  comprometido  y  por  otro  próximo  á  desprestigiarse  j 
á  perder  del  todo  la  popularidad  que  supo  alcanzarse  hace  dos 
anos. 

Y  todo  ¿por  qué? 

Por  no  arrojarse  decididamente  en  los  brazos  del  partido  pro-* 
gresista,  que  si  viera  en  él  decisión  en  favor  de  la  causa  liberal ,  le 

(I)   U  n$rim  del  80  de  «atrs  dt  1800. 


IL  HíDLO  T  SUS  OPBBMNM.  SH 

recibiría  coo  entusiasmo :  todo  por  no  haber  sabido  aproyeehar  la 
ocasión  que  le  ofreció  el  leTanlamienlo  de  junio  para  romper  eom<r 
pletamente  los  lazos  que  le  unian  con  un  partido  muerto  á  sua 
mismos  golpes. 

Esta  es  la  Terdad* 

¿Qué  debe  significar  el  bando  moderado  para  el  conde  de  Lu- 
cena  7 

Debe  significar  la  perversión  de  toda  idea  de  gobierno ,  la  in-* 
moralidad,  la  corrupción,  la  muerte,  en  fin,  de  las  públicas  liber- 
tades. 

Si  esto  no  significa  para  S.  S.  el  bando  moderado ,  no  com«* 
prendemos,  francamente  lo  decimos,  la  insurrección  militar  que 
en  contra  de  él  acaudilló  el  general  O'Donnell  en  junio  de  1854. 

Nos  cuesta  trabajo  creer  que  solo  el  deseo  mezquino  de  reem- 
plazar á  los  desatendidos  gobernantes  que  pusieron  la  nación  al 
borde  del  abbmo  *  le  impulsase  i  levantar  la  bandera  de  la  rebelión 
y  á  comprometer  en  una  lucha  fratricida  la  existencia  de  tantos  es* 
pañoles. 

Vamos  i  hablarle  como  hombres  de  partido ,  sí ,  pero  también 
con  la  franqueza  y  ruda  claridad  que  prestan  las  profundas  con- 
vicciones ,  j  el  deseo  de  hacer  justicia  á  los  títulos  de  agradeci<* 
miento  que  á  la  memoria  de  sus  últimos  hechos  conserva  el  parti** 
do  liberal. 

Antes  de  hablarle  como  enemigo  debemos  dirigirle  nuestra  úl- 
tima voz  como  progresistas  leales  y  agradecidos. 

Sepárese  de  una  vez  S.  S.  de  la  unión  liberal ,  lazo  tendi4o  á 
la  buena  fé  del  partido  progresista ;  únase  resuelta  y  firmemente, 
no  con  palabras ,  sino  con  obras  y  doctrinas,  al  ilustre  duque  de  la 
Victoria  que  es  el  verdadero  representante  de  aquel  partido  y  d 


f4S  nU  ffMiMBO  M  WMI> 

jÉmhrfo  io  toda  ídteUlMnl ;  ooMÍder»  «n  pnnooBfMiaa  de 
géMio  de  qué  pMrte  están  sui  eMflu^os.  7  lei  emigM  Ai; 
que  aim  ¡^«ede  aooleaer  j  oesqiMilac,  deje  de  aer  «na  réoMN»  pam 
todo  pensamieato  de  progreso  y  reforma ,  conozca  día  ana  iros  aa 
posición ,  y  todavía  puede  aspirar  al  aprecio  ^  i  la  cenfiaBam  y  al 
respeto  de  los  inerdadeMS  Uberalea,  de  foaqne  noheaBí»  todn  ais- 
tema  de  política  hipócrita  y  capciosa ,  de  los  qoe  qoieren ,  ea  fia, 
haeer  de  to4»  pealo  imposible  la  voelta  4le  la  reaoeÍMU 

Selo  así  eoa  ana.  coadaeta  fRanea  qoa  revele  rendadera  dest* 
sion  en  pro  de  nuestra  cansa ,  podrá  conseguir  que  el  partido,  fn* 
gresista  olvifc  las  impradencias  que  ha.  censetido  y  lea  gravfmmas 
fiiülas  qae  poe  aaa  coasMieracioa  makaieate  ealaadida,  hacia  préo** 
ticaa  j  hombees  de  airas  ^épocas»  el  pais  paeie: echatle  ea  owa. 

Recientes  están  todatía  en  la  ansmerta  de.  enanloa  ea  «oapaa 
en  la  marcha  de  la  política,  Us  palabras  qae  el  scftor  0*Daaadi 
frenanció  defendiendo  la  pea  entonces  annaatada;  dastitamoa  da 
fancioaaríofl  tea  notables  por  sos  anlcoedentas  UbaralaSv  «oana  los 
señores  Moriarty ,  Bautista  Alonso  y  Bulnes  y  Solera. 

Y  tampoco  se  ha  olvidado  la  espeeie  de  aenaasia  que  dirigió  á 
la  sUaaoionr  maaifeslaada  que  el  día  en  que  se  separase  á  aágaaa 
de  sns  hacharas  paUticas ,  principalmente  á  los  generales  da  Vi*» 
cilvaro,  verdadera  enearnacaoo  j  ámbolo^  dd  tercer  panuda «  aa 
creería  en  la  obligación  de  retirarse  del  poder. 

Lo  cael  qeiere  decir  qae  el  conde  de  Lneena  respeta  amaos  á 
los  amigos  del  dnqaa  de  la  Vicloria,  qneá  los  suyas  propioa^tf 
lo  que  es  lo  misma,  que  considera  la  situación  coma  esrlaaiva- 
mente  anya,  pneslo  que  no  tiene  inconvaaieale  ea  deatabiir  i 
hoaJirea  decididamente  afectos  al  régimen  aolaai  f  sd  feoend  Es- 
^rlefo^  y  sin  embargo,  hace  oaeation  de  gabineta  la*  sepa» 


de  foscom^eroi^ooBocidoiy  {MmaguadiM» 

Estas  cosas  y  otras  paredUü  sm,  úooio  Mtet  lievcNi.  MiücyiHi 
éOf  \mb  <[U6  has  afliea|»iiad»  U  muSaam  nm  al  paia  ImU  m  €l 
conde  de  Lacena. 

Sí  anhela  recobrarla;  ai  paado  librarse  ¿al  «al  coaa^ero  que 
hasta  ahora  pareQahdber  dirígido  aaa  pasos,  que  eiilm  de  ana  Tes 
en  el  buen  lerreno ,  que  entre  con  visera  descubierta  en  Us  tien-- 
das  del  partido  progresista ,  y  este  viéndole  cordialmente  unido  4 
¿t,  eWídafá  laa  ofcasaa  y  desaires  qpe  ía  reoÜMid»»  y  aaogiáiido- 
le  oes  la  kaitad  que  aeostnaihra ,  le  awurará  no  ooiao  el  aatano*-» 
Bista  det  ducpie  de  la  Victoria  y  so  partido»  sino  oaaio^  al  9MÍffk 
leal  qaa  Iliga.á  robustecer  mm  sus  faercaa  al  poder  y  la  aignifica*Tí 
cion  da  un  fran  parüdo,  y  el  prestigio  y  elevada,  popoleridad  dd 
su  Isgiiiaio  geCe. 

Enloiioea  lat  desoonfianaas.  desapareaeráji^  la  sitaaemí  se  «mm 
gurará ,  los  «BeaMgos  da  la  idea  liberal  protiaráa  si^  impotoneiaii 
y  se Terá  qoe  «n  colorido  polftieo  mareado^  detáea  fia d  fotí 
pe  de  gracia  á  las  lafuaidadat  eeperaaaae»  qae  meroed  i  la  vaoi^ 
lacioo  del  gobierno»»  alimeafaia  loe  ratooioaaríee »  loa  que  e»  al 
caso  de  qoo  Uagáraa  auev amanta  al  poder ,  ao  perdoaariaa  al  coait 
de  de  Lucena,  ni  su  conducta  en  1853  y  1854,  ni  sus  disoacsaa 
dd  ParlaaiaiitOi. 

Hay  eelá  mm  el  general  O'Doondl  4  tiempo  de  evitar  el  ám^ 
prestigio  «pie  le  espera:  aceao  deatro  da  poeo  ao  pueda»  aoiMiaa 
qniata*  coojnrar  la  tempestad  qae  aeuiga  n  poeioion  polttioa$ 
tempestad  que  él  mismo  ha  provocado  y  q^  paeda  dítiaanade  i 
narse  de  «b  moaseato  á  otro. 

El  tiene  por  eaemigoi  á  les  dMolotíetas ,  por  renooroiQi  ad-» 
Teesaviea  á  loa  aMdavados  ^  por  iaipetueeos  oombaliantoa  á  los  de^ 


6ii  IL  FALACtO  M  LOS  CftíUNIS 

mócratas ,  y  por  recelosos  y  desconfiados  amigos  i  los  progresis-- 
tas.  En  esta  situación ,  ¿qué  le  queda? 

El  fantasma  del  tercer  partido ,  del  cual  es  gefe  y  acidado  á 
la  vez. 

Con  tales  elementos  ¿admitirá  el  combate? 

Si  lo  hiciera ,  no  es  dudoso  prever  el  resultado.» 


Con  tales  elementos  en  el  gobierno,  no  es  estraño  que  sarja  de 
ellos  la  inquietud  de  los  ánimos ,  que  los  peligros  arrecien  y  qae  en 
Tez  de  las  hermosas  esperanzas  que  abrieron  á  los  deseos  del  pue- 
blo un  horizonte  radioso  y  feliz ,  se  nuble  la  situación  y  desapareí* 
can  una  tras  otra  las  ilusiones  del  pueblo  que  triunfó  en  julio. 

¡  Pobre  pueblo !  Creiste  haber  hecho  una  gran  conquista ,  y  gi- 
mes sin  libertad  entera,  y  sientes  aun  en  algunas  provincias  los  san- 
grientos fallos  de  las  despóticas  comisiones  militares ,  conao  ea 
tiempo  de  los  folaeoSf  y  careces  del  derecho  de  asociación  y  del  su* 
fragio  universal...  y  en  medio  de  la  general  miseria,  que  hasta  los 
elementos  se  conjuran  para  hacértela  mas  espantosa,  las  quiotas  ro* 
ban  hijos  á  sus  madres  y  las  contribuciones  agotan  tus  escaaos  re^ 
cursos. 

Hasta  la  que  mas  directamente  grayita  sobre  las  clases  pobres, 
que  es  la  de  puertas  y  consumos^  abolida  primero  por  las  juntas  re- 
Tolucionarias  y  después  por  la  Asamblea  constituyente,  se  trata  de 
restablecer  por  el  mismo  pateiota  que  mas  contribuyó  al  gloriosa 
levantamiento  de  Zaragoza. 

¿Y  queréis  que  guarde  silencio  la  siempre  heroica  ciudad? 

Zaragoza  no  podia  permanecer  muda  ante  los  males  de  España, 
7  sus  autoridades  dirigieron  á  las  Cortes  respetuosas  esposicioncs 


EL  PUftBLO  T  SOS  OPWCSOiKS«  615 

acerca  del  tortooso  rombo  ád  gobierno ,  acompañando  otra  GriM- 
da  por  millares  de  ciudadanos.  ./ 

Leido  en  la  sesión  de  Cortes  del  5  de  enero  de  1856  el  dictamen 
de  la  comisión  sobre  ella ,  reducido  á  no  ha  lugar  á  deliberar  »  prú^ 
nonció  el  señor  García  López  un  notable  discurso ,  que  como  infere- 
santísima  prueba  justificativa,  no  podemos  dejar  de  consignarlo  en 
este  libro,  como  lo  hemos  hecho  de  todos  los  comprobantes  de  grail 
interés ,  y  de  algunos  párrafos  de  periódicos  que  auxilian  nuestro 

• 

propósito  como  documentos  históricos  irrecusables,  porque  nuei^o 
Ubro  es  una  verdadera  historia  escrita  con  toda  conciencia  por  Ip 
qué  concierne  á  la  parte  política,  donde  mas  que  nuestra  propia  opír 
nion ,  cumple  á  nuestro  pensamiento  historiar  acusaciones  agenast 
como  venimos  diciendo  desde  el  prólogo ,  para  probar  que  los  mar 
les  porque  ha  pasado  y  desgraciadamente  pasa  aun  el  pais ,  no  son 
invenciones  aisladas  áe  un  escritor  descontentadizo  ó  apasionado» 
sino  tristes  verdades  proclamadas  en  todos  los  tonos  por  autorizadü 
inteligencias ,  asi  en  la  tribuna  del  parlamento  como  en  la  prespii 
periódica. 

Dijo  el  señor  García  López : 

«El  Congreso  habrá  oidó  con  asombro  lo  dicho  por  el  seSor 
López  lofantes,  gobernador  in  parlibus^  menoscabando  el  derecho 
de  petición ,  poniendo  en  duda  el  que  corresponde  á  los  que  han 
firmado  la  esposicion  que  ha  oido  el  Congreso.  Coando  por  moti-^ 
vos  mas  insignificantes  que  en  los  que  se  funda  la  esposicion  de  Za-» 
ragoza  se  ha  alterado  la  tranquilidad  pública  en  algún  punto ,  se  ha 
dicho :  ¿Cómo  se  han  de  aclimatar  las  instituciones  representativas? 
¿cómo  hemos  de  marchar  si  los  motines  y  la  anarquía  vienen  á 
entorpecer  nuestra  marcha  política  y  legal  ?  Cuando  la  población 
de  Zaragoza  acode  en  términos  tan  respetuosos,  ¿es  justo ,  es  ra«- 


dMal  proponer  que  BO  ka  l«gar  á  didiberart  fSa  ^wm  qoenm 
Iiaya  discusión  sobre  documento  tan  importanCaT  Ptaa  la  kabrái. 
Woy  á  oeapanne  de  cada  uno  ie  loa  pontos  qoe  ihaaa  «il  Mpo- 
wion. 

La  eaposMan  da  que  «oa  ooopamna  abran  attreána  ée 
teportaacia,  uno  da  éltoa  eqpreaa  la  agitaoioa  aa  qaa  aa 
hai  ehaea  todas  ideado  sin  eaiapUr  d  lama  4a  la  fra?oknlan  ia 
falie.  ¿Qné  estrsao  qae  Zaragaaa,  que  tanto  ooatfifaytt  á  croar  la 
iünaeioa  actml ,  baga  notar  eaa  felfa  inaompransiUa  4e  MMfB* 
idento?  T  «o  aa  crea,  salioraa,  que  «oalaa  soa  IhaioaasAa  yitijiv 
iqvf  no  se  te  mas  qva  al  pAiunQ  y  á  ana  ajéfoíto  úb  ampiaadoag 
paro  al  deseonlaato  candé  aa  las  protiaeias ,  ysial  gabaaauo 
linAa  en  él  sistama  qoa  sigva,  no  podrá  ofiíaraala  aaaa^prfar 
qpR  «os  amanaza.  Si  kw  ciadaianoa  boaaaranr  e»  la  raiwiimoBol 
ttadiodaMs  maleayv^mqao'aosabaa  remediado;  ai  lo'ban 
9o  al  goMamo  y  el  g^erao  ae  ba  aaastrado  sordb  á  aoa 
^vieaea  é  lá  Asamblea,  y  la  Asamblea  las  dice  qaa  no  bA 
¿qné  pueden  hacer?  ¿Qué  otro  camino  legal  les  quedaT 
quién  recaerá  la  responsabilidad  da  loa  canfliotos  qaa 
brarenir?  Si  yo  creyera  que  eon  Totár  el  didaman  da  la  momíob 
ia  habían  de  traaquiliiar  los  ániaios  y  habían  4a  4eaiqparaoar  loa 
peligros ,  guardaría  silencio ;  pero  no  quiero  dar  pretesto  élaaia* 
varreccioaes ,  y  lo  daramoa  si  cerramos  los  oidos  i  eala  alaaa  4b 
peticiones. 

Dice  también  la  aspoaícion  qae  la  aaoioa  obsema  oon  laiitaadi 
dárma  el  intento  de  restablecer  los  derechos  de  paertaa  y 
IMS.  El  poeUo,  en  el  momento  del  altamíaaloi  declaré 
esa  contribadon ,  y  el  mismo  sefior  ministro  de  Raoíeiidia 
camo  ^ios-prasidaata  da  ka  laata  da  gobiarnoda  ZaragMa»  =Íaé4 


KL  Fumo  T  SOt  OPAHOitS.  647 

que  saneíoiió  esta  medida.  Yo  do  comprendo »  seftores ,  eómo  eo  él 
tíempo  que  llevamos  no  se  ha  podido  encontrar  otro  sistema  eco« 
nómico;  para  continoar  con  el  de  don  Alejandro  Mon  *  d  sefior  rnii^ 
nistro  de  Hacienda  deberia  haber  llamado  á  este  personaje  para  que 
ocupase  sa  puesto.  Ahora  bien:  sí  el  mismo  que  representó  conlra 
las  paertas  y  consumos  en  Zaragoia  ?iene  ahora  á  proponer  su  res- 
tablecimiento como  ministro ,  ¿  qué  estraño  que  Zaragoia  y  las  de-^ 
más  proYÍDcias  de  la  nación  se  sientan  profundamente  alarmadas?  - 

Dice  también  el  pueblo  de  Zaragoia  que  ve  encomendado  el  ré« 
gimen  poUtico  y  administrativo  á  hombres  de  ingrato  recuerdo;  y 
esta,  sefiores,  es  una  verdad  innegable.  Yo  creo  que  los  destinos^ 
son  de  todos  los  hombres  dignos ,  cualesquiera  que  sean  sus  opinio-^ 
nes ;  pero  hay  ciertos  cargos  que  exijen  que  las  personas  á  quieneS' 
están  encomendados  estén  intimamente  unidas  con  el  régimen  poli*- 
tico  dominante.  ¿Y  podrá  nadie  4aoir  que  ha  habido  en  esta  parte 
reforma  Tardadora?  Pero  hay  mas;  las  pocas  reformas  que  se  ha» 
hecho  han  sido  desacertadísimas:  ¿qué  gobernadores  tiene  la  nacioft' 
española?  Con  pocas  y  honrosas  escepciones » la  mayor  parte  no  sir- 
ven ni  para  oficiales  de  los  gobiernos  que  administran.  Unos  se  po- 
nen en  contradicción  con  la  marcha  política  del  gobierno ;  otros  se 
entregan  á  camarillas  que  la  administración  del  conde  de  San  Luis 
dejó  creadas  en  las  provincias ;  otros  establecen  un  sistema  de  re- 
sistencia y  opresión  á  toda  tendencia  liberal.  £n  materia  de  gober- 
nadores hay  tanta  ineptitud  como  anarquía. 

Otro  de  los  puntos  importantes  de  la  esposicion  es  aquel  en  que 
se  habla  de  la  unión  liberal  que  paraliza  las  nobles  aspiraciones  á^ 
los  que  ven  acogidos  detrás  de  tan  terrible  parapeto  á  los  enemi- 
gos de  la  situación. 

Yo  no  entraré  de  lleno  en  esta  parte  de  la  esposicion ;  el  señor ' 
T.  lu  78 


(KM  Et.  fUMái^  m  i.06  gbíhbvi» 

los  de  OUnp  AMftció.  el  oIik>  4ísl  la  farmaekiB  4t  Me  tMOW.^rtí** 
do,  y  nieolnisdiD  veof  «¡aquL  átoplegpar  m  JMioAaiMtr  tdargodoioB 
deeír«  Yo  Ae.fpflenialo  ptti6<qiie  -el  seaor  RoatAe^OUn»  leca^vá- 
|MreseiitariM»>la  iifttalU;>d  golMecDo  eainHuceB  dita  áiMoeñMto  á  tm 
tercer  paiüde  j^adoptaMi  doetriaat&t  y  enloDees.caaéatiiesiM.    • 

fielaneotam  UotbioB  loe  nieokiQe  de2aBagQM40>ti«e^  maeioi 
searraelra»  •m«k>  aaáos,  fvácAMoa  delaaiMonídadef'delififtaiw,  f 
eflta  ei  Qira  9rerdad>  aeieeea ,  íjae  ao  podenea  Mgar..jMiieBibMr9ii^: 
cuando  jd£raai(>eapa¿ol  aoudea  mMdittea  de  ore '  oen  ioe  y itejtotos 
de  la  deiaaM>viiiaQÍeD ;  icoando  los  ^pilaUataa  odlcae jeooB  lomuaíee* 
UAitaoonfiaDMiifDeiíeiiea  en  d  wéditoieBpaftol  ieiieDdo'i4teicc>ai 
losc  oapildles*  «>  icoaipneado  oómo  ae  peeaesla  oL  preanpuosfco  m 
d&fieH«  y  ^énio  «pata  ^NihnMrlo  ise  IraAa  «de  realaUooor  fm  IkrttNolp  im 
eipantoao  ;eQaiio  el  ^de  Jaa  rfMertaa  y  ooaaiiiiiaír 

Dioeol  ateor  JjQfiex  lirfaiiiefl  fae  ios ^eciiioB de  Zam^wa  fiám 
fae  secamplaia  mlnaAadde  nadifiaBtau  Bntux  nntiiinnii  mama 
ae&aria  j;  el  dtfuato  «a  .k.rev(AMioa^  no  i$,  raMbicioo.  auaatifiaiL  y 
politica ,  qae  aada  yoede  'dcAeoer ,  »ioo  la  Mveluoioo  fofiemLíj  od* 
niftlerialt  it  qoedébiérainoa. hacer  aquí,  y  la  ^lao  «miem  ^qme  m 
abandooaj» 

A  peBar  «de  ^a  sdUdafi  raaenes  alegadas  en  al  preoedenlte  dwan^ 
so ,  Ciié  apretado  ipor  las  Córies  el  .dictamen  de  Ja  .eomíakm.  . 

El  dia  siguJBote  se  \afé  eata  ppoposicioii ; 

«PedíaMiS'á  UfliCórtes  se  sirvan  declarar  que  necooooca  kiS:kne- 
^  deseos  que  'han  |^iado  á  Jos  firmantes  de  la  eapoaicbn  deque  as 
tpata  al  ofM'oer  el  sagrado  derecho  de  peticíem »  y  qneiíaB  oido^coa 
desagrado  que  se  calificara  de  faccioso  el  cootenido  4e;aiqttel  doco^ 
meólo. 


,  t 


M/'WfnMi9n  aro  tnnoftai  fV9 

do  Rfii«<fbii#;ts^J.  Ordáx.  «ttsCsgeoiet  fiaroia  ^&klÉr4is=«OnMBl9ei.Ml 

Garlos  Godinez  de  Paz.  =Garda  Lopes^  :       '     '  -  ♦u 


,   ,.i      ,      f  »y      '    ■    '»     i       .  •  •  .  ••'        ••  ' 


1  • ..  •    i. 


¡  ; !    '  ;    ,  ■'      .■■■*;..'* 


Y  «i»  «pbyiy  de  ta miimaifveiiiiDdié  d  scípp-  fiiftérM'' >i»s  «eloM 

«Señores:  de  •iliNillMMMiof'flhlMi'aaaii^oa  adlopiwid«y  pidtM 
n»  eiiél^<M«É0Étii  rfaiitiii  que  habi»  taaido^  ldggrt«ifIarargoi&fe  de 
eslM  béíiMMAi»dMria  Batir  ia  deCMBa^éá!lo»*veiHS(M  deb^cthdtidaMBH 
pro  hiéréieii  y4ttM(ral>y  qoe^eotraiidoteD  la  via>de  ltt^faJiilld?lla  ym* 
irido  á  selaUíri  «|í  (McoHot  en^qhevan  á  ■aufhBgyrJá»  Uierládei-  fú^^ 

blicas*  .;••/.■  '/.'I  .   r*;  •',/  tí"  n-"  ;■"".•••        "  *.:    *.    • 

'  Of  ^if  *aMltiiritDCo'detiiflaip6«aio«a»«  dh;c|BaBriiadBeF  ip«ede  ^du- 
dar; ifóMcam^éa^iiÍBCMt»  éatar  »ap6iiiim)«.  Gfteiigié  aalaé  áa  -wm 
labios  la  espresíoD  en  un  momento  deíaaloe^jriÉttCdaifldaoo^aivdak 
kigar  «eóá  «aUi  frépoéioi«bJi  qi»as9  eníneÉIaffataiéia'  eapKqta  esa 
^lál|i«/ft»él«dbÍate«polilíca\qiia  9e<iiÍ6Í6  eii  laiúUmuü'aeBioti/faif 

4 

demor dedTM  TnUaé  qoeeleampü quedó ^póraatóaihaÉieoi^.  t 
^  BnifilMé^'M  rigiébadnliBoadeBspMéf^ 
bia«D«riid¿  MUf^^Mlelaüte  «a  la  aeitda  de-  h  tinaparalidaii  7  ¡éa  b 
reac0iim.i  áigaúM  ^atridioa'  ilaatias  ^  TÍMdD>  camaba  laa  «ias<  tegtb* 
las  y  iateniáta»  demaealrb  eéo  lalnéaaa  de  laa  aaoMM ;  aaí  Ja'&íáaN. 
f oa  jr  ttvknai»  qaa  ir  aaaa  allá  <da  lo  que  *sa»  hiítíaft  yüpaaata. 

¿  Qoé  Doi  quadhif  áe  loa  prinaipniapraKilamaÉlQam  Zaragoza?  Ne* 
da,  absolutamente  nada. 

¿Qwfr  fí»  hedmelpiiébip  deiJUragliHi  ^4  iamafc  fa  «apoaicion 
que  tab  dotas  (f»lffioaéiaiM<  ha  'Dafeoida'  aq&fit  Na  ka  bccho^  laaa 
tf»  ejcvoerim  <Í0rache  qoalaceDbtdelaCdaatítaisiaii^KxIniftecho 
mas  que  avisar  á  los  representantes  del  pueblo;  db-oMnava  qae  aa 


6M  BL  FALACM  M  LOS  GEhOlOf 

esposicion  es  no  faro  que  nos  ensefia  la  entrada  áú  paerlo :  otros 
dirán  qne  es  noa  luz  engañosa ;  pero  sí  lo  creéis ,  indadnbleoMala 
naufragareis  en  sos  escollos.» 

Culpó,  además  *  la  inercia  del  gobierno ;  dijo  que  su  condacta 
nos  llevaba  á  la  reacción  ó  á  la  revolución  mas  eocadmiaída «  que 
el  movimiento  de  julio  se  había  bastardeado »  que  se  aamealabaa 
los  iospuestos  f  etc.  La  proposición  fué  desechada. 

Pocos  momentos  después,  cuando  mas  ágenos  eslabao  loa  te&o- 
res  diputados  de  que  este  resultado  pudiese  crear  cooftictoa  de  nin* 
gun  género ,  varios  milicianos  nacionales  de  los  que  estaban  dando 
la  guardia  en  el  sagrado  recinto  de  las  leyes «  acaudillados  por  el 
sargento ,  prorumpíeron  en  voces  subversivas. 

Con  este  motivo  se  pronunciaron  breves  y  enérgicos  diaeorsos 
por  algunos  diputados ,  y  entre  ellos  el  sefior  Figoeras »  oft  naedío 
del  mas  profundo  silencio  dijo : 

«Como  se  ha  tomado  por  pretesto  para  este  desorden  lo  q«e  ha 
pasado  respecto  de  la  cuestión  de  Zaragoza ,  debo  decir  «qnt  á 
nombre  de  mi  partido ,  que  nosotros  condenamos  enérgicamoiite  y 
tenemos  por  los  enemigos  mas  encarnizados  de  la  liberlad  á  los  que 
intenten  de  cualquier  modo  sobreponerse  á  la  voluntad  de  lea  Cdr* 
tes.  Nosotros  estamos  resueltos  *  en  unión  de  todos  los  seikores  di-* 
potados ,  á  sostener  la  dignidad  de  la  Asamblea  nacional ,  j  k  me* 
rir ,  como  Marco«»Papirio ,  en  la  silla  cnrol ,  antes  que  permitir 
que  nadie  se  atreva  á  atentar  contra  la  magestad  de  la  representa- 
cion  nacional. » 

Estas  sentidas  palabras  del  digno  orador  demócrata  faeron  aco- 
gidas con  aplausos  en  todos  los  bancos  del  salón  y  en  laa  tribunal. 

El  día  siguiente  publicó  el  gobernador  civil  un  bando  coocehi- 
do  en  estos  términos: 


n  mno  t  sn  omioiif*  MI 

<x  Mamilbjíos  :  E«  la  tanie  del  dia  de  ayer  unos  cuantoe  indivif» 
daos  de  los  qae  formabaa  el  piquele  del  Congreso  (ebrios  ííq  doda 
paes  de  otro  modo  no  se  compreade  d  grave  atentado  que  eoMe^ 
tieroo),  torbaron  el  reposo  del  Santuario  de  las  leyes,  insabordi- 
nindose  en  el  cuerpo  de  guardia ,  y  llevando  su  ceguedad  hasta 
disparar  algunos  tiros  al  aire. 

Pocos  momentos  bastaron  para  restablecer  el  orden  alterado 
solamente  en  los  alrededores  del  palacio  de  las  Cortes. 

Los  diputados  comandantes  de  la  benemérita  Milicia  se  apre^ 
safaron  i  pronunciar  sentidos  discursos  manifestando ,  en  nomtee 
de  sus  batallones  *  cuan  ajena  era  toda  la  fueraa  ciudadana  i  taa 
criminal  atentado ,  qae  reprobaría  llena  de  indignación  en  cuanto 
llegase  á  su  noticia. 

En  aqud  momento  se  presentó  el  ilustre  duque  de  la  Victoria  á 
asegurar  á  los  se&ores  diputados  que  podían  continnar  tranqnilM, 
pues  que  dentro  de  breves  instantes  el  irim  f  uedaria  rtslaMtcido 
ó  él  habría  d^ado  de  exiitir. 

Su  promesa  no  tardó  en  cumplirse  ;  apenas  apareció  delante  de 
los  nacionales  y  les  dirigió  las  primeras  palabras ,  cuando  todos 
prorumpieron  en  entusiastas  vivas  y  en  protésicas  contra  los  ilusos 
que  acababan  de  turbar  la  tranquilidad.  ¿  Y  quién  que  tenga  la 
honra  de  pertenecer  á  las  filas  de  la  Milicia  es  capaz  de  desoír  la 
voz  del  ilustre  caudillo  que  ha  sido  y  será  siempre  su  mas  fuerte  y 
glorioso  sostenedor  ? 

Pero  en  la  ocasión  presente  no  basta*  nacionales,  que  con  vaes« 
tra  actitud  y  sensatez  hayáis  mostrado  la  indignación  y  el  desprecio 
qae  en  vuestros  ánimos  ha  producido  el  atentado  de  ayer :  es  me- 
nester que  os  asociéis  á  la  decisión  inOexible  qae  ha  formado  el  go- 
bierno de  castigar  con  todo  el  rigor  de  la  disciplina  á  los  que  cíe- 


en  tt  iBAUüMo  1»  L#si  JdMJmmm 

fWfjr  dütflMiladAii  kan  querido  iitt^i*ir  md  terrMH  idiva  te>  alta 
ÍMlkvoiDB.  d«  Jhi  liíima>r  llaaiada  A  fiec  el  «Mt  fir^f  jr  wilukio 
eeeAm  éel  órded  péblíoo  ;  de  laalil»e«Uide»{>*lriaiM.i 
.1  Ségnro  Mef  de  qée.  afli;obraráil»  |Kiaeto,  qiiejiii  em  toealm 
«•nbr#»:  ]F<ieM6tiÉajáiidoee  en  .fid  inlór|Nlete  de  yumIm» 
mientos,  se  han  apresurado  á  ofrecer  «l.^gnbienlD  «iSHln 
#6o]pcitnci«nr  Íes  f  efiw  y  ofleialeside  In  jMHwia.;»  !•  dípnlaeion  pro- 
TÍncial  y  el  ayMíUiniMM»  deeMa  «apMí^ktefaiitfaiMndesiehifleiiy 
«Mlüarea ,  «5  «ttintoi  eiián  interesadM:CBÍla  ceMerMiÍDO;  de  Uai  ins- 
4ilMione8  liberulesy  de  Im:  iMpqpiliMad.páMicaí^  dennato  priw»- 
fnl  ée  Ja  enJUeacki.d8  un  poBUofcM:Mbdiídi8:deeMffo  da  18&6w«ft 
tt.goliernador'CVfJli^  €a9«taMí  GflBdeMi» . 

..  %tHM  i^oiara  fna  loa  deatanaloa  diel  flamantei  paDtidb^  ée  la 

PMMi.nnnarAa;,*  s»  den^  nárgea^'  mieiKM^oOBiiolaal. 

'. :    DéiAedosimadanZavagazaha  adqaiiida/B»iiMaiTo  dürraluj  4h 

^atitud  nacional.  «i-.^ 


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19ée|afiod6Ítt4fcalúraibiéo«d!ÍitarMt^  (iié«»|BliÉM«<l 

do  al  hogar  paterno,  con  el  esmero  que  su  imáx^úsm^mÉSMitím^m^' 
quería^  j  90  i^fmmúáo  ÚíÍmíí^^ 

teiín  no  sesiimiel  peljgm'guft  fnügnwaba  teo  (MPecástfi  ^wwrtiafcia, 
estableoiésexiin  iudigaacBípoBfi  ^  ¿el  palacid*  id»  hi  itnii^aia  -ém 
Bellaflor.  -.  \  - 

ftosa  AO  baUa  ^mvido  iampéoé  aitÉionar  A  «M  jé^nen  <iénpa- 
ñera  ^  «»  ^1  ^estaAs  de  poatvacími  á  fqe*  I»  báUa»  ^ntdoeido  te»  «tís-^ 
lentos  aeoeíos.iie  iepilep8Ía,iée«le^*aiM[ieatO'8p  ifse  fi«éiáflDi»4> 
que  Gobisrtd'de  sattgve;  ^«iintt'levftiiidioacioa  hadbia  «idot  saficíM**'' 
te  para  t|ue  iraikdAffMi  ia  kmatmm  de  k  Ciaridad  á  k^BMmda  má§p 
ma  donde  le  iconfondim  wmá^tf»  ooii  los  cfoo  adial«ba>)eléHte0eM« 
sante  herido. 


••*  *  '■  • 


1;»» 


6Si  BL  PALACIO  DI  LOS  ClflUNIf 

CeftaroD  los  accidentes  de  la  bella  jótod  ,  y  merced  á  la  refle- 
xión tanto  acaso  como  á  la  eficacia  de  los  remedios  y  afectaoso  au- 
xilio qoe  se  le  prodigaron,  recobró  con  sa  salud  la  suficiente  sere- 
nidad para  poder  prestar  al  herido  sus  afanes  y  desvelos ,  obliga- 
ción que  le  parecía  mas  sagrada  que  nunca ,  después  de  los  qae  ella 
misma  habia  recibido  en  aquella  casa. 

Si  los  esmeros  de  la  benevolencia  y  del  talento  fuerao  suficien- 
tes para  dar  salud  á  los  enfermos »  rápidamente  debiera  haberla  re* 
cobrado  el  infortunado  Enrique. 

Asi^do  por  un  sabio  facultativo  como  don  Antonio  de  Afilar» 
por  una  madre  amorosa  cual  Haria,  por  una  criatura  angelical  como 
Rosa  ,  por  un  servidor  tan  leal  y  activo  como  el  negro  Tomás ,  y 
por  los  tiernos  esposos  Manuel  y  Carolina »  parecían  inútiles  los 
cuidados  que  la  hermana  de  Caridad  pudiera  prodigarle ;  sin  em- 
bargo, esta  bondadosa  joven  no  paraba  un  momento;  y  lo  hada 
iodo  com  tanta  exactitud»  con  tan  deUoado  tino ,  con  tanta  aaiabí<- 
Udady  que  no  pocas  veces  arrancó  lágrimas  de  gratitud  á  la  des*- 
consolada  madre  de  Enrique. 

¡  Y  á  pesar  de  todo  no  daba  el  enfermo  indicios  de  mejoría  1 

Luengos  dias  se  hablan  deslíiado  sin  que  en  el  palacio  del  mar- 
qués de  Bellaflor  se  entregara  nadie  pacíficamente  á  la  dolxara  dd 
sueño. 

-^Eso  no  está  bien— decia  la  hermana  de  la  Csridad  á  María 
y  á  Rosa  en  un  momento  en  que  el  enfermo  dormia.— iQaé  gana 
don  Enrique  con  que  no  se  separen  ustedes  un  instante  de  su  lon- 
cho? La  naturaleía  no  dá  resistencia  para  tanto»  y  es  indudable 
que  van  ustedes  á  caer  también  enfermas  y  aumentar  las  zoxobrM 
que  nos  afligen.  Es  preciso  que  establou^amos  un  riguroso  lamo 
para  la  asistencia  del  enfermo. 


IL  PÜKBLO  T  SOS  OmSOilS.  6SIÍ 

— Dice  bien  esta  bondadosa  joven— repuso  Marta ,  y  dirigfien- 
do  á  Rosa  ana  mirada  snplicanle,  añadió:— Vete  á  descansar, 
querida  mia,  qne  te  bace  buena  falta.  ¡Si  vieras  qné  descolorida 
estás ! 

-—Mas  necesidad  tienes  tú  de  dormir-— alegó  Rosa. 

— No  lo  creas....  yo  estoy  acostumbrada  á  pasar  las  noches  en 
vela  —  replicó  María. 

—Pues  también  espresa  la  palidez  de  tu  rostro  las  consecuen- 
cias de  tus  fatigas  y  desvelos. 

— La  palidez  de  mi  rostro  espresa  las  torturas  del  alma ;  pero 
no  el  cansancio  del  cuerpo. 

—Desengáñese  usted,  señora— dijo  la  hermana  de  la  Caridad— 
cuando  se  unen  los  padecimientos  morales  á  los  físicos «  y  todos 
ellos  obran  con  sobrada  violencia ,  no  hay  en  nosotras»  débiles  j 
miserables  criaturas ,  suficientes  fuerzas  para  sobrellevarlos. 

— ^Esta  piadosa  joven  habla  muy  bteUt  María— añadió  el  fa«^ 
cnltativo  don  Antonio ,  qne  se  hallaba  también  á  la  sazón  cerca  del 
enfermo. — Y  has  de  saber  que  hay  dolencias  contra  las  cuales  na- 
da alcanza  la  medicina.  El  descanso  del  cuerpo  es  tan  necesario 
como  el  alimento,  y  tú,  María,  has  creido  sin  duda  que  eres  de  bron- 
ce. Pues  has  de  saber  que  la  resistencia  humana  es  muy  débil ,  y 
cuando  se  toma  escaso  alimento ,  cuando  se  está  en  una  continua 
zozobra  y  se  renuncia  enteramente  al  sueño ,  pocos  dias ,  muy  po- 
cos ,  créelo  mi  querida  María ,  bastan  para  quitarnos  la  vida.  ¿  Y 
qué  seria  del  pobre  Enrique  si  á  sus  crueles  padecimientos  se  agre- 
gase el  dolor  de  perder  á  su  madre?  ¿  Qué  seria  de  todos  nosotros  si 
nos  faltara  tu  auxilio?  Tú  nos  das  valor  á  todos ,  tú  nos  alientas 
con  tu  ejemplo  y  tus  consejos  acertados ;  pero  no  debes  llevar  ese 

mismo  valor  hasta  el  ponto  de  consumar  inútilmente  el  sacrificio  de 
T.  II.  79 


6&6  BL  J^AUMUa  Bft  LOS  CAÍMINU 

ta  preciosa  exi^ieooía.  Tú  no  te  perteneces»  Maria*  Te  delm  ente- 
rameóte  k  tu  familia »  y  00  aolo  á  tu.  familia ,  sino  á  todos-  loe  des-» 
yalídos  que  coa  tauta  razón  te  apellidan  su  madre.  Ta  mas  sagrada 
obligación  es  conservarte  para  consuelo  de  los  desgraciados ,  ^ivir 
para  tu  esposo ,  para  ta  hijo  ,  á  quien  me  prometo  aun  saWar. 

— ¿De  yerai,  Antonio?  ¿Tienes  aun  esperanzas  de  aalvapr  á  mi 
Enrique? — preguntó  con  ansiedad  la  marquesa. 

—Si,  hermana  mia-*-contestó  don  AatOBio-— leago  eapacanas 
de  salvar  á  Enrique ,  pero  con  la  cooperacioa  de  sa  madceu 

— ¿Y  qué  puedo  yo  apetecer  ma&  que  la  saLvacioQ  da  m  hijo? 

— Pues  has  de  hacerte  cargo  que  Eari(|ae  do  ha  da  recabnt 
su  salad  por  que  t4  esté»  coniionameate  á  la  cabecera  da  ««.lecho. 
Buena  es  q/Bí%  le  vea  con  frecuencia ,  que  oiga  tus  palabras  coMola- 
doras,  porque  las  psáabras  de  una  madre  soa  siempre  ua  biisama 
benéfico  para  el  corazoa  de  un  hijo ;  pero  cuaoda  el  enferma-  erti 
sosegado»,  coando  como  ahora  misma  descansa  ea  apacibia  sueno, 
debe  taaü)iea  una  madre  pradente  procurar  resUbleoec  s«s  íéams 
por  medío-del  alimento  y  del  descanso^  Y  tú^  María,  qua  tienes  iaa- 
tas  personas  que  merecen  ta  coafiana,  lú  que  sabes  que  todoa  les 
que  estarnas  aquí ,  qya  tu  buea  padre ,  ta  hermana  Maanel  y  ss 
Carolina,  iodos  en  fia„  todos  amamos  siaceramente  á  Eariqua,  lodos 
aos  esmeraaios  por  devolverle  la  salud ;  todos  hacemos  cuanto  está 
á  nuestro  alcance  para  conservarle  4  tu  carino ,  debes  danioa  algu- 
na prueba  de  ta  confianza,  dejándole  á  nuestro  cuidado  algunos 
momentos.  ¿Temes  acaso  que  durante  tu  ausencia  no  será  Enrique 
tratado  con  todo  el  esmero  que  su  situación  reclama? 

— I  Oh  I  no,  no,  querido  Antonio— se  apresuró  á  rasfondcr 
María — sé  el  amor  que  profesáis  á  mi  hijo ,  veo  lo  qua  estáis  ha- 
ciendo lodos  por  éL^  aos¿cóaia  podrá  pagar  loa  afanes  da- asta  boa* 


dadosa  j<5veii  — y  Harta  e^reehó  y  besé  la  mano  de  la  henmaa  de 
la  Caridad ;-— pere  me  es  tan  acerbo  separarme  de  «m  Barique. . . 

«— 4]¡aiisidere  u^ted  que  es  indispensable,  señora ,— -dijo  la  her- 
mana de  la  Caridad — es  absolutamente  indispensable  por  todas  las 
razones  qne  aeaba  de  «lanifesCar  el  señor  facnUativo.  Ahora  qne  don 
Enrique  duerme,  puedo  yo  quedarme  aquí,  y  usted  y  doña  Rosa 
retiraree  á  descansar  «n  poco. 

—-Yo  agradezco  mucho— -repaso  Maria — el  haen  ceto  de  usted, 
hija  mia ;  pero  es  imposible  qne  en  el  estado  en  que  Teo  á  mi  hijo 
me  aeparede  él  nn  momento. 

— Te  repito,  Marfa^ — alegó  el  jnédico — que  el  estado  en  qcieae 
halla  Enrique  no  es  alarmante. 

•^No  «9  alarmante. . .  ¿qné  ifoieres  decir  cm  esto ,  AntonTof? 
— Qne  Enrique  está  mucho  mejor.  "* 

—jOe  veras? 

— No  seas  desconfiada,  por  Dios — dijo  Rosa. «¡-^GnatidoAtitomé 
dice  qae  Enrique  e^á  mejor,  tñotiiyis  tendida  para  asegtlraprio.' 

-— Eso,  eso  es  lo  que  me  vuelve  á  la  vida — esclánd  c(m  afegria 
la  marquesa. — Decidme  que  Enrique  está  mejor,  aseguradme  que 
no  le  perderé ,  y  veréis  como  lemMiaiaDfliit/uerzas.  Es  un  reme- 
dio  infalible  qne  cura  todaslas  hferidas  del  corazón  de  una  madre. 
Me  habláis  de  tomar  alimeotou».  de  ir  á  descansar...  á  dormir... 
Cuando  una  madre  eslá  á  la  cabecera  del  lecho  de  su  hijo  enfermo, 
el  único  alimento  para  elfa  es  ta  esperanza  de  que  recobre  su  hijo  la 
salud ,  su  descanso  está  en  no  separarse  de  sa  lado ;  y  en  cuanto  á 
dormir ,  ninguna  madre  doenme  evBodo  eiftáien  peligro  el  fruto  de 
su  amor,  el  objeto  idolatrado  á  quien  ha  llevado  en  sus  entrañas, 

Maria  tenia  razón.  ¿Quién  no  ha  sido  testigo  de  lo  sublime  que 
es  el  amor  de  madre  ta  iMHWflMitai  dt  pmeba? 


628  EL  PALACIO  DB  LOS  GBÍMBIIBS 

¡Hijos!  ¿no  es  verdad  qae  caando  estáis  enfermos,  mas  que 
yaestra  enfermedad  sea  asquerosa ,  mas  que  sea  un  horrible  conta*- 
gio,  de  nadie  recibís  tan  consoladoras  caricias  como  de  vuestra 
madre? 

¿No  es  verdad  que  la  veis  de  continuo  junto  i  vuestro  lecho  de 
dolor? 

¿No  es  verdad  que  en  medio  de  la  amargura  que  forzosamente 
debe  desgarrar  su  alma ,  notáis  en  su  afable  rostro  una  soorisa  de 
ingel  que  mitiga  vuestros  sufrimientos? 

Pues  bien ,  duran  vuestras  dolencias  largas  horas ,  dias  y  meses 
sin  que  vuestra  madre  se  acobarde  un  momento ,  sin  que  sa  salud 
en  la  apariencia  se  debilite ,  sin  que  su  resistencia  se  agote  t  y  la 
veis  dias  y  noches  á  vuestro  lado  prodigándoos  todo  linaje  de  con* 
suelos. 

¡  Oh !  no  hay  que  dudarlo,  como  el  amor  de  madre»  no  hay  otro 
amor  en  el  mundo. 

El  amor  de  madre  nos  inspiró,  siendo  aun  muy  jóvenes ,  la  si- 
guiente poesía: 

Coando  alegres  misefiores 
saludan  al  nuevo  dia, 
y  el  alba  asoma  y  las  flores 
de  bellas  perlas  rocía , 
todo  es  en  el  mondo  amores. 

Amos  ¡oh  dulce  palabra! 
mas...  ¿es  siempre  amor  leal? 
¿No  existe  amor  criminal? 
Amor  que  mas  dichas  labra 
es  el  Avoa  matibnal. 

Lóase  el  amor  de  amantes 
que  abre  tal  vei  un  abismo 


EL  runu)  T  sus  ombsoiks.  629 

por  ser  amor  de  sí  mismo , 
que  hay  amores  inconstaotes 
gérmenes  del  egoTsmo. 

Mas  la  maternal  ternura 
es  tesoro  de  caricias 
do  no  cabe  la  impostura ; 
es  amor  de  un  alma  pura 
que  colma  nuestras  delicias. 

Tierno  el  carifío  de  padre 
derrama  gratos  destellos 
en  pro  de  sus  hijos  bellos; 
mas  el  dulce  amor  de  madre 
delira  siempre  por  ellos. 

Su  beso  es  el  primer  beso 
que  reciben  nuestros  labios 
con  celestial  embeleso ; 
sus  consejos ,  siempre  sabios , 
aspiran  á  honor  ileso. 

T  aunque  ama  como  una  loca, 
cuerda  en  delirios  de  amor, 
es,  en  cuanto  á  la  honra  toca 
de  sus  hijos ,  firme  roca 
do  se  estrella  el  deshonor. 

En  tu  seno  ¡  oh  madre  mia  I 
hizo  amor  mi  primer  lecho ; 
y  al  ver  yo  la  luz  del  dia , 
con  dulcisima  ambrosia 
me  alimentaste  en  tu  pecho. 

I  Ay  del  pobre  desvalido 
que  por  ageno  desliz 
perdió  objeto  tan  querido  I 
Cual  tortolilla  sin  nido 
gime  huérfano  infeliz. 


030  BL  FALAttO  »B  LOS  GBÍSIIIBS 

Este  amor  sablime  era  el  qae  contenía  i  la  marqaesa  de  Bella- 
flor  janto  al  lecho  de  su  hijo. 

Viendo  el  facultativo  que  no  habia  otro  recurso  para  lograr  que 
aquella  adorable  mujer  dejara  algunas  horas  á  su  hijo,  y  cediera  al 
deseo  general  de  que  tomase  algún  alimento  y  se  acostase  después 
un  rato ,  habia  exagerado  la  esperanza  que  tenia  de  salvar  á  Enri- 
que ;  pero  María  no  se  contentaba  solo  con  la  esperanza  ,  ni  podia 
tranquilizarse  sino  connna  completa  seguridad. 

— Dices  que  no  has  perdido  la  esperanza  de  salvar  á  Eorique— 
esclamó  con  angustia— y  esto  me  prueba  de  que  está  ea  gran  pe- 
ligro. 

—¿Quién  dice  que  está  en  peligro?— objetó  el  médico. 
— ¡  Cómo  1  ¿es  verdad  que  está  fuera  de  peligro? 
-—Sí ,  querida  mia ,  sí ,  y  tanto ,  que  espero  entre  en  breve  ea 
el  periodo  de  la  convalecencia. 

—Gracias »  gracias,  hermano  mió — dijo  María  á  su  cuñado  se- 
cándose una  lágrima  que  el  placer  hizo  saltar  de  sus  ojos.— No 
sabes  el  consuelo  que  has  esparcido  por  mi  corazón. 

— Pues  bien ,  ahora  que  no  tienes  motivo  de  inquietud  ,  andi 
con  Rosa  á  tomar  algún  alimento ;  yo  también  me  iré  á  hacer  mis 
visitas. 

— Pueden  ustedes  retirarse — dijo  con  dulzura  la  hermana  de  li 
Caridad — que  yo  me  quedaré  aquí  mientras  duerme  el  señorito,  j 
á  la  menor  novedad  que  pudiera  ocurrir ,  avisaré  á  ustedes  al  mo- 
mento. 

Y  pronunció  sus  últimas  palabras  abrazando  afectuosamente  i 
María  y  á  Rosa. 

— I  Dios  bendiga  á  usted ,  hija  mia  I— dijo  la  marquesa  besan- 
do á  la  hermana  de  la  Caridad. 


EL  PUKBLO  T  SUS  OPRESORES.  631 

— VamoSy  Haría — añadió  Rosa  con  carífto. 

— ¿Y  sin  dar  un  beso  á  mi  hijo? 

— No  es  prudente podrías  despertarle-^repuso  don  Anto- 

nio— y  el  sueño  le  es  tan  proyechoso ! . . .  Retiraos^  hijas  mias,  re- 
tiraos. Yo  estoy  en  este  momento  tan  confiado  en  que  todo  irá 
bien ,  que ,  como  be  dicho  ya ,  aprovecho  esta  feliz  coyuntura  para 
hacer  algunas  visitas.  Sin  embargo «  do  estaré  mucho  tiempo  au- 
sente. 

A  consecuencia  de  las  precedentes  súplicas,  se  retiraron  María 
y  Rosa. 

Pocos  momentos  después  dio  el  facultativo  algunas  instruccio- 
nes á  la  hermana  de  la  Caridad,  y  salió  también  de  la  alcoba. 

Dejemos  dormir  al  pobre  Enríque,  mientras  la  piadosa  joven, 
sin  testigo  alguno ,  ocupa  la  silla  inmediata  á  la  cabecera  del  lecho 
del  herido,  la  silla  que  hasta  entonces  no  habia  abandonado  María 
ui^  aol»  iaiUBte  i,  y  sigamos  á  U  marquesa  de  Bellaflor  y  a  sa  her- 
mana. 


tu MiÉtf^  MR  II  imi  évm*  i 


CAPITULO  LL 


ESPERANZAS. 


—Tomás — gritó  Rosa  á  media  voz  al  salir  de  la  alcoba  de  Ea* 
ríqoe. 

— ¿Qaé  hay  ?— contestó  el  fiel  negro  levantándose  azorado  de 
un  sofá  donde  el  sueño  le  habla  vencido. 

—¡Pobre  Tomás!— esclamó  bondadosamente  María— también 
hace  dias  que  no  descansa  tranquilamente. 

—  ¿Hay  alguna  novedad?— preguntó  el  negro  con  sobresalto. 

—  Sí,  amigo  mió — respondió  María  sonriéndose; — pero  es  no- 
vedad agradable. 

— ¿Cómo  así? 

— Enrique  está  ya  fuera  de  peligro. 

-*¿Lo  ha  dicho  don  Antonio? — repuso  con  alegría  el  baeo 
negro. 

— Acaba  ahora  mismo  de  asegurármelo— dijo  María. 


— ¡Vivjr  I  pVWa !  -^rftAiÉillaQd««iina  ei  so  joTmNl  eáad  et  po- 
bre viejo^ 

*~lfo  gritas,  ^r  i)w»~egcii«i>á  Bosa«-*^iiif ique  dscme  tvai- 
qoílameotes  y  comtímm iniickonoi éwperUde,  porqM  dite  vi^ma^. 
rido  qoe  el  8Mfto>  k  et  fQmMiMltt  prvTeehiMtfv 

— ¿Y  cuándo  se  ha  Dotado  la  mejoriar?>«**|if8g«ntéi  el  negro^ba*»; 
JMidb}  )a  VMide  miDera  que  apenwse  le^pséit  Mr. 

— Esta  maoaDa.  Mira  de  darnos  cnalqnier  friolera  piva  awttelr 
— anaáií  lloeÉ--*j  Inegí»  ^«f  eBiMi.ff  poéenos  descansar  «i  fHó. 

•^firaciaü  á.Diae  qtte*  M  peaear  «ledes  es  raaom  «-^lí»  Taoiás. 
—Hace  una  infinidad  de  dimá  fM» '  naéier  con»  ñ  daáraie  «s^éste 
cwa.  As(  estás  usleésslan  desawjoraNkisy  Imi..^ 

-^Vkmm9,  and»  KsUM--«i|ennMipió Marías^        . 

— I  Hola  1  ¿tiM0  Mied  afMVlilb?i^pi^iil61lMot  de  genhel^  ne- 
gro.—Ya  era  hora.  Voy  á  bamr  usa  lortflhi  eott  jtami^  qiü  lento 
legMt«á*usi9d«  i  •  •  ■   .  -!  '.V, 

-^No  ,^  fMiás  -^^^re^osoi  lÍav(a~Mi  qúem  mn  qm  ttim  ta^&  im 
caldo. 

— ¿Estás  en  tn  jmcio^r--^regttiité Roaa*^ 

— ¿Y  para  eso  tanta  prisa t^^icdi6  Tooiás^^^Yo  me  i||waba 
que  tenia  usted  hambre ;  y  por  fuerza  debe  ser  aei  éesfméí  de^  los 
dias  que^  Ktva  «^ed  mB  tomar  aMbent». 

—Eso*  ao  e^ciestO',  pues  no  ka  dejado  mmcft  el  oaldo. 

— ¡Vaya  un  alimento  sólido ! 

— Es  suelMieioso. 

«^Pvede  ser,  pero  es»  ouaado  ee  hubiera  uited  toaudo  b«enas 

tazas.   Apenas  aproxima  usted  los  labios  ó  se  contenta  con  wt 

par  de  sorboK  No  sé  céoM  líeae  usted  foeriae  para  «idar.  Vey  á 

hacer  la  consabida  tortilla  para  despuéa  del  corido. 

T.  II.  80 


634  SL  PALACIO  DB  LOS  CRÍMBNBl 

—Te  digo  qae  me  basta  coa  el  caldo  y  voa  tosttdita. 

— ^Bueoo ,  el  caldo  y  la  tostadita  para  la  sopa  «  laego  come  us- 
ted QDa  pechuga  de  gallina  y  alguaos  garbaoios«  viieiie  despaés 
para  principio  la  tortilla  con  jamón,  y  un  poco  de  guayaba  pan 
postres ,  intercalado  todo  con  el  vinillo  dulce  de  Málaga  que  le  gas* 
ta  i  usted ,  y  tan  campante. 

Tomás  se  dirigió  precipitadamente  á  la  cocina ,  y  Haría  y  Roía 
al  comedor. 

Poco  tardó  el  negro  en  presentarse  con  dos  taias  de  caldo. 

«—Siéntate ,  y  come  con  nosotras— dijo  la  nurqueta  á  to  ma- 
'vordomo.-— *Ya  nos  servirá  la  muchacha. 

—Hay  momentos  solemnes— dijo  con  énfasis  el  nc^ro— en  «s 
nadie  ha  de  servir  á  mi  seikorita  mas  que  yo,  y  este  es  ano  de  ellos. 

—Pues  bien ,  trae  todo  lo  que  haya,  y  siéntate. 

—He  de  hacer  la  tortilla  con  jamón. 

—Te  repito  que  no  quiero  tortilla.  El  caldo  seria  soGciflate; 
pero  ya  que  os  empeñáis  en  que  coma  algo,  trae  el  oocido»  y  come- 
ré un  poco  de  gallina. 

— ^La  tortilla  estará  hecha  en  un  inomento. 

-*-Bien ,  os  la  comeréis  Rosa  y  tú. 

—¿Y  usted  no? 

— No  tengo  apetito ,  ni  es  prudente  que  coma  demasiado. 

— Eso  es  un  desaire.  Voy  á  traer  el  cocido ,  y  comerán  ustedes 
solas.  Yo  tampoco  tengo  apetito. 

— Qné  mal  genio  vas  poniendo  con  la  edad ,  Tomás. 

— ^Eso  es ,  encima  del  desaire ,  solo  falta  que  me  llame  usted 
viejo. 

—Vamos,  no  te  enfades,  trae  la  tortilla  con  jamón. 

—i  Comerá  usted  de  ella  7 


IL  FUnLO  T  SOS  OFEK80BI8.  686 

— Haré  un  esfuerzo. 

— ^Para  darme  gasto  siempre  tiene  usted  que  hacer  ¿sfaerzos. 

Y  diciendo  esto  salió  Tomás  del  comedor. 

—¡Pobre  Tomás! — dijo  Rosa — cómo  te  quiere. 

-«-Como  UD  padre. 

—Es  lástima  que  se  hag^a  viejo.  Hombres  así....  tan  fieles.... 
tan  honrados...  no  debieran  morirse  nunca. 

—Verdad  es  que  se  va  haciendo  viejo ;  pero  está  mas  fuerte  y 
ágil  qae  todos  los  de  la  casa.  Ye  le  estoy  continuamente  rinendo 
porque  no  quiero  que  haga  ciertas  cosas  que  corresponden  á  loe  crisH' 
dos ;  pero  él  no  sabe  estarse  un  momento  mano  sobre  mano,  y  fa&* 

• 

ce  mas  en  un  abrir  y  cerrar  de  ojos ,  que  los  demás  criados  juntos 
en  todo  el  dia. 

Así  iba  prolongándose  la  conversación  en  alabanza  del  honrado 
negro,  cuando  se  presentó  este  con  el  cocido  y  la  tortilla,  que  dejó 
en  la  mesa  tomando  aáento  entre  Rosa  y  María. 

Gomo  Us  laias  de  caUo  estaban  poco  menos  que  hirviendo  cuan- 
do las  sacó  Tomás,  habían  dado  lugar  á  que  María  y  Rosa  aguár«* 
dasen  el  resto  de  la  comida. 

— ¿  Y  no  hay  taza  para  tí  ?---freguntó  María  á  Tomás. 

—No  quiero  sopa<-' respondió  el  negro. 

— Todo  se  arreglará—* replicó  María. 

—Y  desmenuzando  la  tostada  dentro  del  caldo ,  vertió  la  mitad 
en  un  plato  y  se  lo  presentó  á  Tomás. 

—-Eso  DO ,  á  usted  le  hará  mas  provecho  que  á  mí— -dijo  el 
negro. 

— I  Qué  vengativo  eres,  Tomás!— esclamó  sonríéndose  la  mar- 
quesa. 

— ¿  Cómo  así ,  se&oríta? 


— ¿  Qaieres  también  hacerme  un  desairtí? 

—Pues  mira  que  si  deapraeÍAiiDus«opas,  no hd  de.€MDar  yo  de 
tu  tortilla. 

— Venga;  aunque  me  diese  usted  veneno.  Iksgo empamo «a  que 
coma  usted  tortilla.  He  yoetto  míe  'ciaoo  aentídos  6o  ^fom  juiiese 
bien  sazonada ,  y  echa  el  ¡mmon  am  tafiUo  imt  agrtdaUe... 

-^La  lártáma  es  que  se  ira  <i  eiifiriar«^HDibjetó  Aose. 

^~NoÍBq^oi!ta^-*««dijo  Temas— e  la  veniaje>q«i  tkmmk  1m  toiw 
tíUn«  €ierto  -es  «fue  mm  m«gf  ricas  eotaie  ¡acükaadie  «lir  deda Jmk 
bee;  pero  lee  verdaderos  afioioaedos^  come  eaeleB  ser  loecaaadoni 
y  los  Tiagnroe ,  las  ipnefievea  friae.  Hay  mn  aepla  if»  nva  4o  «na* 
mo;  pero  no  me  atrevo  á  decirla. 

••^¿f  or  q«é  nauMi? 

•^^Forqoe  m§  sia  poqaiUa  aáu  .•  «eokmdala..^ 

—Si  es  una  desMngfieDaí,  Iracas  tien  —  ^c  iisri a> 

■*-Bisg»ergii  >■■  a  no:;  perau^.  Iseaeea^paoo  «fie  fBasÍBiata,.iU' as- 
ledas  mB  áaa  penoiea. .  • 

— Vamos  á  ver — dijo  María  en  tono  ilt  aaeiilíaifeBlau    . 

Y  Toaiás  Téckó  á-Medio  «saolar  ^eafta  icofia:: 

Tres -maniares  escálenles 
hay  en  las  AñdahraiiaB, 
^a^pschay  toriiUesJürias» 
V  morenillas  calientes. 

-•^eo  ihAñnoi fnaymseD logar  demonsnWat»  >ifnfiamé>eaa— 
y  queda  la  copla  muy  decente. 

«^Tieae  earaa  Aoea*— «dijo  Mairfa. 

-—No  hay  inconveniente  de  mi  parte  en  admitir  la  enm¡enda.ii«* 
repuso  Tomás  con  la  gravedad  de  un  ¿patada  á  GMea.^^«^  -creo 


MI   HIMift  Jí  IOS /OllMfiML  itf 

que  conmigo  la  admitíráa  U^a  J9S  .viejo«,  Aaro  !^  #1  iMMlkce  qae 
de  los  ciacaenU fiaca Acriba  nataalé  pw  h$  büMai^lliagcM,. 

Xkuno  10  fié,  A ihanrají» yoffite^<atf«iq94ha  p«r <iipaffcy»feir Jbuen 
humor  y  ia»ciUr  la  alexia  ea  id-wraaoa  édhi  muvfwaa;;  f^r^  i^iH 
corazoa^  -dafgiMrrado  f((Mr  iiülMg«8tia#^  awrh»  op  dii«M^ia,¿  .i4iieoai 
palpítaJU»  jr,a.  i 

La  ^oatriapioa  d^  Maria  alaciase  de  moManto  i^a  imaiMUlo  mai 
visible  j  y  todos  temian  una  catástrofe ,  qae  seria  ;la  mM'  dolfiroMU 
no  solo  para  sos  parientes  y  amigc»^ ,  «iio  pacatod^iü  siwastero- 
sosrde  Madiúd ,  que  tenia»  im  Ja  MaiHpiMa  nm  gaMfOfla  ynatocto- 
rdf  «Mfiwdr^  MiáUtUva  qw-ooo  omu^nimiMíga  amidia'i^lodi»  lai 
necesidades.  ...  > 

;£»  iMd/y^idc^ila  A^ta  fla>abwiattteiqüa  nmUA.»  4t}a4abaidM|OQipla- 
cer  el  general  deseo  animjiadasejl>^iiBr;  |pei#áod#rapi9iltlia.&iM( 
paladar »  y  era  insignificante  iaMihamwif^u  Uiagaba.^'W.'tf^Ucado 
ert<bMgA.i61  (WtAdMd  ti«#afaiA^  Maiiapeía  mmd^  ipodr  d^lo^qae 
ella  aparentaba.  .«.-i  i;».      .i.it 

!GoatiimélM^tÜ4Mii«iiignnBdoiV>daMfi«ld^^ 
dd«dtMlt¡ríá  biifíiarqalmHCldo  ansdUflias  ,^ f^^  «^^  i|«i^ 

se  le  MonMii  #  V0  deÍÉÍMkii4lg«*iadb^oaar*Mif  oaaMiá  iai4p8»Djrfl»:^ 
tM3r^».ffafftov^aniellaii>kMamab-4^^  «niy  p^cas 

veces»  porque  no  hay  cosa i«M8> i|tf ioíl ifae  aM^peíiane.  le»  cf ar  f;»!^ 
cioso  por  fuerza  y  en  momentos  precisos,  acaso  no  los  mas  á  pro- 
pósito para  escitar  la  agena  hiUrüt^di. 

De  todos  modos  el  póhfe  'üfio  «ttláiatía  ytial mente  la  conver- 
sación con  todo  el  afán  que  le  dictaba  su  buen  deseo  »  cuando  una 
oonfiíta  griUmíi  qM'eali^ó<ffempAiáe,-ÍMaa  qM  Uaciü^a^knaAtase 
asMtada »  f  itoiadaami^le Minir  luiaia  ila¿alcohi  deiau  U^^^ '  Mcfem 
mó  como  fuera  de  sí : 


'«••' 


6S8  n.  PALACIO  DI  LOS  GifanNii 

—I Dios  miel...  ¿qué  voces  soo  estas? 

También  Rosa  hÍ2o  na  mofimiento  de  sobresalto. 

—Eso  es  nada^  seBoritas;— dijo  Tomás— no  hay  qae  atastane. 
Madrid  se  ha  convertido  hoy  en  jaula  de  locos.  La  alegrta  de  sos 
habitantes  raya  en  frenesí  por  la  entrada  triunfal  del  general  Es- 
partero que  debe  verificarse  mañana ;  y  esos  gritos  soo  indadable- 
mente  desahogos  muy  naturales  de  Jos  grupos  de  patriotas  que  por 
las  calles  transitan. 

.  Asi  era  efectivamente  la  verdad. 

Aquellas  voces  confusas  fueron  aproximándose ,  y  se  percibiaa 
ya  los  vítores  que  alternaban  con  los  sonidos  de  una  múaiea  que  to- 
caba la  jota  aragonesa. 

Al  pasar  por  debajo  de  los  balcones  del  comedor  donde  ealabaa 
liaría ,  Rosa  y  el  negro  Tomás,  dijo  este : 

— i  Por  qué  no  se  asoman  «stedest 

—-Sal  tú  al  balooa  si  quieres t— dijo  María— yo  no  estoy  da  hé- 
mor  para  eso. 

— Balonees  tampoco  quiero  yo  verlo.  Mientras  usted  no  se  pon- 
ga alegre  j  tampoco  puedo  estarlo  yo.  Es  derto  que  me  fcohiin 
gastado  echar  usos  cuantos  vivas  á  la  libertad.  ••  Será  otro  dis. 

Los  tres  interlocutores  guardaron  silencio,  y  oyeron  que  les  qn 
pasaban  por  la  calle  cantaban  lo  siguiente : 

Los  polacos  y  serviles 
tíeoen  un  miedo  cerval , 
porque  empoDa  sus  fusiles 
la  Milicia  nacional. 

A  cada  uno  de  los  precedentes  versos  que  oia  Tomás ,  eehaka 
una  carcajada  de  apro!>acion ,  y  al  final  de  la  copla  esclamó  con  ce* 
lusiasmo : 


Kiu  rimfto  r  sus  oms^us^  89ft 

— ¡Viva  la  Milicia  nacional  1 
Ovóte  luego  esta  auava  copla. : 

Dfícían  ministros  Cacos 
que  el  robar  no  era  delito ; 
mas  ios  ladrones  polacos 
cayeron  en  el  garlito. 

— ¡ Bien !— -esclamó  Tomás  desternillándose  de  risa,  wmo  ii 
hubiese  olvidado  los  padecinúeotos^  4e  la  marquesa. 
Los  que  cantaban  continuaroo  4e  este  modo : 

Para  la  prosperidad 
del  valiente  paeblo  ibero, 
viene  á  darnos  libertad 
el  general  Espartero. 

Maquinalmente  habíase  aproximado  Tomás  á  las  puertas  del 
balcón ,  que  solo  estabao  entornadas ;  y  «o  padieodo  ooolener  so. 
eotttsiasmo,  las  ahrió  de  par  eo  par,  y  agitando  ü  pafiuelo  blanco, 
que  en  sus  manos  y  jonto  á  su  negro  rostro  se  hacia  mM  visible, 
por  el  contraste  f  prorumpió  en  vitores  i  Esparlero  y,  i  la  libertad», 
hasta  que  con  el  elejamiento  de  la  muchedumbre  volitó  en  s{,  y 
medio  avergqwado  se  quité  del  baleoD ,  pidiendo  oiíl:  perdones  á  1« 
marquesa  por  la  imprudencia  que  acathaha  de  cometer. 

María ,  ensimismada  en  profundas  meditaciones « no  habia  pres*, 
tado  su  atención  al  bullicio  de  la  calle  ni  habia  reparado  en  lo  que^ 
estaba  haciendo  Tomás. 

Rosa  tampoco  le  hizo  gran  caso,  y  haciendoqoe  qomia,  contem- 
plaba al  soslayo  la  melancoUa  de  su  hermana ,  que  por  momentos 
le  inspiraba  mayor  recelo. 

—¿Qué  tienes  I  María?— *dí  jóle  por  6n  asiéndola  oarinosamente 
de  la  mano. 


— Nada— respondió  la  marquestoHv  .      *'    .        . 

— Te  veo  cada  vez  mas  afligúMv,  cCMiéi  ddiimw  OMiMlkrte 
con  la  seguridad  que  mi  espeso  te  ha  dado  de  salvar  i  Eoríqae. 

— ^Tu  esposo  es  muj  l«nia«  ]r  aew»  por  «fc  deseo  de  consolarme 
no  me  ha  dicho  la  yerdadf. 

—  ¡  Válgame  Dios ,  qué  gana  tienes  de  atormentarte  I  ¿  A  qué 
tiene*  ésa  a(Níp«chtt?  -     • 

— Qué  sé  yo,é^ml'Comtéíifn&  iie*  aMneifl<  ««la  Motw. 

—¿Pero  no  hwdéjüdcKtA  nifíSiBá'ár  K«rk|»ir  dvraiiea^o  tran- 
quilamente? ¿No  has  visto  fue  Antonio  ha  salido  de  casa  en  la  se- 
guridad de  que  Enrique  00*  dorM  «ingaa  peligro  ? 

— ¿Si  habrá  despertado  ya T Voy  á  verte. 

— Ya  le  veremos  después.  Déjale  descansar.  A  la  mas  leve  no- 
^ad  fiM'  «cttrriese^i  la  bemiMa  4#  h^  OHiéáé^wtmáéMrim  aMsar 
•<MMrrimiMv  ¥ai«0»,  iPÉiíii^ 

•^É^  ^\w  qwe*  éébfm  asiedes  ha^er  ;««-4í jo*  TlwiiÉd  ÉsnaaaaMr 
^0^^  eafdaétf'  algoaé ,  toda'  tek  fotf  dic^  dtoa  Aatoaio  ifMi  está  «ft  <t 
^élkif^ímri^áf^pt^íbgWi%1í  por  ^üé  ao' iMí  és  CHrarT  Ul  jwantai 
ét  sü  nit|or1yát8lifli#..;  A  sa  edad' sg tiente' wstorestsiaBcip.,.  gJHt^ 
#e  ácsttvdáaMad  dt^ladtrat  vea  if«a  mítm^  heridoT  P^atv  Mi  mmm 
sanó  entonceír;  (amará  ahora  evgrMitf4ieMssv  Na  felUlMa  «m» riM* 
qae  se  mwleva  á  ta  flor  da  sa  eéaé...  aa  j<>re«1«aMmrrdw..  ¡Ohl 
ao  sabea*  astad'W  aaa  í&  qua  vale  e)  sefiorit^doa  Enrizan.  Bs  la  qaa 
se  llama  todo  un  valiente.  Digno  hijo  de  su^paArev  Ea^artoa diñaba 
stéa  la  adflsítaciio»  da  t  odM  los  defensores  dto  laa  barriaadaa»  por- 
^a  él  Ba<pódSa  petfmaa<eeer  tranquifo  en  a»  solo- puesto»  sl<eit  aqasi 
puesto  no  hahia  lucha ,  y  al  momento  le  abandonaba  para  paMnr  á 
atn>  éé  «Myer  p«lü|fro'.  Aceito  no  era  valor ,  era  arroja  iaiprodea- 
te...  era  temeridad... 


n.  POMLO  T  sos  onMaMooL  MI 

—¿Y  por  qué  no  le  contemas ?  — ^olamó  la  marqaasa? 

—¿Contenerle  á  ¿1?  Ya,  ya»  mansito  es  el  mochache  para  de- 
jarse condocir.  Para  él  las  barricadas  estaban  de  sobra ;  mas  bien 
le  servían  de  estorbo  que  de  parapeto »  poea  en  yez  de  goarecerü 
detrás  de  ellas  ,  pasaba  delante  j  hostilizaba  al  enemigo  á  cnerpa 
descubierto.  Al  verle  tan  rnbio ,  tan  hermoso ,  tan  valiente ,  sos 
companeros  le  victoreaban ,  y  todos  los  especladeres  le  prodigm*- 
ban  ardientes  muestras  de  simpatfa.  Yo  le  deeia  de  continuo ;  se?* 
ñorito,  eso  toca  ya  en  locura...  es  querer  morir...  y  debe  usted 
acordarse  de  su  mamá. 

— ¿Y  qué  respondía  á  eso? -^preguntó  María. 

—  «Mi  mamá  quiere  que  no  olvide  los  deseos  que  le  manifestó 
la  suya  pocos  momentos  antes  de  morir...  Mi  mamá  se  alegraria  de 
verme  vengar  los  padecimientos  que  los  tiranos  han  acarreado  á 
toda  la  familia...  Si  tú  no  tienes  valor  para  seguirme,  déjame 
solo.»  Al  oirle  hablar  de  este  modo,  no  había  mas  remedia  qué 
ceder,  i  Dudar  del  Talor  del  negro  Tomás  !  esto  no  ddiia  ye  db 
ningún  modo  consentirlo,  y  para  disminuir  en  h>  posiUe  el  riesgo 
á  que  el  señorito  se  esponia ,  me  colocaba  yo  delante  de  tí  coa  él 
objeto  de  ponerle  á  cubierto  de  las  balas.  Si  alguna  de  días  me  ha* 
hiera  dado  pasaporte  para  el  otro  mundo  ,  lo  habiera  sentido  ma-* 
cho ,  si  es  que  los  muertos  sienten  algo;  pero  siempre  valia  mas  que 
me  tocase  á  mí  la  china  que  á  im  joven  tan  bello  como  el  señorito 
don  Enrique.  A  pesar  de  esto,  mis  afanes  fueron  inútiles.  Oí  silbar 
una  bala ,  y  este  silbido  fué  seguido  de  una  voz  moribanda  que  ex- 
clamaba :  GRACIAS ,  Dios  Mío ,  GRACIAS.  Esta  voz  era  la  de  don  En- 
rique, á  quien  inmediatamente  cogí  en  brazos  y  le  llevé  al  mas 
próximo  hospital  de  sangre. 

-^ ¿Es  posible?— esdamó  profundamente  conmovida  la  mar- 
T.  u.  81 


6iS  U  f ALACIO  M  LOS  GUmifV 

qnesa.  —¿Dio  gracias  i  Dios  ea  el  momenlo  de  seatine  herido ? 

—SI  se&ora ,  y  no  dejó  de  chocarme  semejante  esdaoiacíon . 

— A  mi  no, — pensó  la  marquesa  para  sí.  ^¡  Pobre  Eoñqoe! 
buscabas  la  muerte  porqoe  el  amor  desgarra  aon  ta  corazoo.  Esto 
destmye  toda  idea  de  felicidad  para  m{.  Si  muere  Enrique...  le  se* 
guiré  al  sepulcro...  y  si  recobra  la  salud  ,  le  veré  de  dia  eo  dia 
mas  desdichado.  Una  pasión  violenta  le  avasalla,  y  esta  cruel  pa- 
sión no  puede  tener  un  término  feliz. 

En  estas  meditaciones  estaba  sumergida  la  marquesa  «  cuando 
cogiéndola  Rosa  de  una  mano  le  preguntó  cariñosamente : 

— -  ¿  En  qué  piensas  ,  hermana  mia  ? 

—-Que  sé  yo»  Rosa...  soy  muy  desgraciada. 

—  ¡Desgraciada!  no  concibo  porqué.  En  vísperas  de  ver  á  ta 
Luis,  con  la  seguridad  que  le  ha  dado  mi  marido  de  salvar  á  Enri- 
que. Eo  todo  cuanto  sucede  no  veo  mas  que  motivos  de  alegría. 
Mañana  estará  Enrique  mejor  y  podremos  sacar  á  Isabelita  de  casa 
de  la  maestra.  La  pobre  criatura  tendrá  ya  deseos  de  verte. 

— Tienes  razón»  yo  también  los  tengo  de  abrazarla,  de  tenerla 
á  mi  lado.  Quiero  que  todos  estéis  conmigo...  No  me  abandoneb  ea 
estos  críticos  momentos. . .  Quiero  veros  en  mi  derredor  por  si  acaso 
os  pierdo  para  siempre. 

—¿Qué  dices,  María?  Esas  terribles  palabras 

Y  la  sensible  Rosa  no  pudo  continuar ;  el  dolor  había  ahogado 
su  acento,  y  abrazando  á  so  hermana,  prornmpió  en  amargo  llanto. 

-^Ya  estará  usted  contenta— dijo  Tomás  en  tono  de  recon- 
vención á  la  marquesa  de  Bellaflor.— Ya  ha  logrado  usted  afligir  á 
su  hermanita,  y  desgarrar  el  corazón  de  un  pobre  anciano. 

Y  también  el  venerable  viejo  empezó  á  llorar  como  un  niño. 
—Perdonadme,  perdonadme — reposo  María  esforzándose  por 


IL  PUIBLO  T  SUS  OPBXSOBBS.  US 

sonreír  y  aparentar  sereoidad.— Soy  una  loca.  Rosa,  hermana 
mía  y  no  llores,  y  tú  tampoco »  amigo  mió.  ¿Habéis  creído  que  ha- 
blaba de  veras  ? 

—¿Qué  seria  de  nosotros  si  llegaras  tú  á  faltar ?  — esclamó 
Rosa. 

—  ¡  Dios  me  libre  de  presenciar  semejante  desgracia  I— añadió 
Tomás. — ¿Quién  cerraría  los  ojos  á  este  pobre  negro?  ¿Quién  ro- 
garía á  Dios  por  el  alma  de  este  anciano....  próximo  ¿  bajar  al  ae-> 
pulcro? 

— No  hablemos  de  sepulcros  ni  de  muertes ,  -—replicó  Blaria  con 
aquella  imperturbable  serenidad  que  solia  aparentar  en  los  momen- 
tos de  prueba.— Lejos  de  pensar  en  la  muerte,  me  siento  muy  bien 
después  de  lo  que  he  comido ,  y  con  las  bellas  esperanzas  que  me 
rodean  de  un  dichoso  porvenir,  seria  preciso  adolecer  de  algún  es- 
travío  mental  para  pensar  en  la  muerte.  Nada  de  eso,  hermana 
mia...  Enrique  recobrará  su  salud  antes  de  que  llegne  mi  Luis  y  la 
dicha  renacerá  para  no  abandonarnos  jamás. 

—¿De  veras  estás  contenta?— preguntó  Rosa  enjugándose  con 
alegría  los  ojos. 

— ¿Pues  no  he  de  estarlo?  ¿No  conoces  tú  misma  que  no  hay 
motivos  para  otra  cosa? 

—  ¡  Viva  I  ¡  viva !  -—gritó  el  negro  Tomás  radiante  de  júbilo. 

—  Ahora  vamos  á  descansar  un  rato— añadió  María  con  la 
mas  viva  espresion  de  placer— y  cnando  dispertemos,  tendremos  se- 
guramente nuevos  motivos  de  gozo  con  la  mejoría  de  Enrique. 

—Vamos— -dijo  Rosa  enteramente  consolada  al  ver  las  her- 
mosas esperanzas  de  María. 

—Y  yo  voy  también  á  tenderme  en  mi  sofá  junto  á  la  alcoba 
del  señoríto^esclamó  Tomás. 


644  ISL  PALACIO  BB  LOS  GftÍMBNBS 

¡  Goáoto  beroismo  habia  en  aquella  terrible  ficcioa  de  María  I 
So  generoso  cortton  mas  lacerado  que  nanea ,  lograba  domi- 
narse hasta  el  punto  de  concentrar  sus  agudos  pesares  ,  y  laniar 
aparentes  destellos  de  satisfacción  con  el  objeto  de  secar  ^  ageno 
lloro. 

Separómonos  por  pocos  momentos  del  palacio  de  la  marquesa 
de  Bellaflor,  y  pasemos  á  reanodar  los  acontecimientos  políticos  de 
Madrid ,  qoe  hemos  abandonado  en  el  momento  de  dejar  instalada 
la  Junta  de  Salvación. 


CAPITULO  va. 


PROVIDENCIAS  DE  LA  JUTíTA 


Todos  \m  étuie%  -¿t  la  J«Bta  4e  ialv#eíon»  cdido  jw  m  .lofi  ipri^ 
meras  alocuciones  dirigides  jd  puebW  liabia  aianHfesladcit  «e  fadkit- 
cian  á  que  cesara  la  efusión  de  sangre. 

Ya  «on  esAe  objeto»  en  la  tardo  del  4S,  el  hrif  adicr.donJfarciso 
AmetUer ,  como  ayodanle  general  de  la  Jnoia.»  imhik  mbitadíi.,  jk> 
•in  arrostrar  graAdea  pelaros ,  varkia  ooarlolea  ^M  :iO  «oatiahoD 
kostiles  á  los  defensores  de  U&  mas  .próunaa  harrioadas. 

Constitaida  la  Xtota  «b  ksíod  fermoBente  dta  y  noobe»  oslalMt 
en  ooütíMas  relaciones  coa  el  rídioiilo  gobíerao  aoocMlado  /en  el 
xé^  alcáiar« 

Pxesteoios  por  «n  osooiento  .aftoaekm  á  las  palabtas  de  Gérdo va. 

Bioe  oa  sa  Jfeaiaria.: 

«£a tesle  ealaido  Jas  oosas^  y  eaipeteda  la  kciui*,  aia  fae  9a- 
diera  yo  abrigar  lo  menor  duda  de  lo  fuertemente  constitaidoi  «fae 
eatáhaiaai  paia  resitlir^  al  nakaaierio  fiué  UaaHiio  for  Sé  K.,  q6e 


646  KL  PALAaO  BK  LOS  CRÍMBlfU 

desde  el  priocipio  de  las  hostilidades  se  encontraba  en  la  mayor 
aflicción»  lamentando  las  desgracias  que  el  fuego  cansaba  en  qdo  j 
otro  bando ,  y  nos  significó  sn  deseo  de  que  aquella  situación  to^ 
minara  y  indicándonos  si  otros  hombres  mas  afortunados  podrías 
conseguirlo. 

La  reina  nos  pidió  consejo  sobre  la  persona  que  llamaría  pan 
formar  un  nuevo  gobierno  que  satisfaciera  á  la  opinión  pública ,  y 
el  Consejo  de  ministros,  por  el  órgano  de  uno  de  sus  individuos, 
hizo  presente  á  S.  M.  que,  respetando  nosotros,  como  era  justo,  so 
preciosa  prerogativa ,  debiamos  abstenernos  de  menoscabarla  en  lo 
mas  mínimo  con  un  dictamen ,  que  nunca  seria  mas  acertado  que 
si  S.  M.  lo  consultaba  esclusivamenle  con  su  corazón. 

Entonces  la  reina  se  dignó  señalarnos  el  nombre  del  duque  de  It 
Victoria,  y  nos  mandó  que  en  tanto  que  este  llegase  á  la  capital 
continuáramos  al  frente  de  los  negocios ,  encargándonos  al  propio 
tiempo  que  se  iavitase  también  ai  conde  de  Lucena  para  venir  á  la 
corte. 

Tomando  el  permiso  de  S.  M.  para  retiramos,  no  perdimos  u 
solo  momento  en  hacer  suspender  el  fuego ,  que  habia  diaminoido 
muy  considerablemente  de  parte  del  pueblo ,  y  por  consiguiente  dd 
lado  de  la  tropa,  qne  en  aquel  dia,  como  en  los  anteriores »  tenia  k 
orden  de  suspenderlo  siempre  que  lo  hiciesen  los  paisanos. 

A  la  saion  llegaron  á  palacio  los  señores  marqués  de  Tabnir- 
aiga  y  don  Gregorio  López  MoUinedo ,  á  quienes  hicimos  conocer 
la  resolución  de  S.  M.,  entregándoles  el  real  decreto  por  el  que  se 
confería  la  presidencia  del  Consejo  de  ministros  al  duque  de  la 
Victoria,  á  fin  de  que  se  publicase  por  medio  de  una  Gaceta  esiraar-' 
diñaría. 

Al  selknr  Hollinedo  le  di  la  orden  por  escrito»  para  que  la  tras- 


U  PUEBLO  T  SUS  OPBKSOUS.  647 

mitiese  al  Principal  y  á  la  Haea  del  Prado  ,  con  el  objeto  de  hacer 
cesar  toda  hostilidad ,  y  llegó  may  oportuDamente  para  terminar  el 
fuego  de  cañón ,  que  desde  el  altillo  de  San  Blas  se  dirigía  contra 
la  barricada  de  la  calle  de  Atocha, 

£1  nombramiento  del  duque  de  la  Victoria ,  hecho  espontánea- 
mente por  la  esclusiva  voluntad  de  S.  M.»  sin  que  ninguno  de  los 
individuos  del  gabinete  tuviera  en  él  la  menor  parte ;  elección  que 
yo  no  esperaba,  y  que  jamás  hubiera  aconsejado,  porque,  hombre 
del  partido  moderado ,  y  consecuente  con  él  toda  mi  vida »  no  hu- 
biera echado  jamás  sobre  mt  la  responsabilidad  de  anularlo »  ha  si- 
do otro  motivo,  no  menos  injusto,  para  que  se  me  acusase  con  inau- 
dita violencia ,  y  hube  de  soportar  en  el  mismo  palacio  aquel  y  los 
siguientes  dias,  por  respetos  que  debia  á  la  reina,  las  muestras  se- 
ñaladas de  disgusto  de  aquellos  que  consideraban  el  nombramiento 
del  duque  como  una  prueba  de  mi  traición. 

¡  Cruel  ofensa  al  honor  de  un  hombre,  que  por  lealtad ,  de  la 
cual ,  por  grande  que  llegue  á  ser  mi  infortunio ,  no  me  arrepentiré 
nunca,  habia  aceptado  tantos  compromisos,  arrostrándolos  con  for- 
taleza y  abnegación  1 

Cruel  desengaño  para  el  que  todo  lo  habia  sacrificado  ante  el 
deber  que  se  habia  impuesto  de  corresponder  lealmente  á  la  real 
confianza ,  y  lección  severa ,  que  no  olvidaré  nunca ,  para  no  ver 
otro  día  tan  mal  apreciadas  ideas  conciliadoras ,  de  unión  y  de  paz, 
por  las  pasiones  desencadenadas  de  los  hombres  I 

Nuestro  azaroso  poder  habia  concluido,  y  sin  embargo,  debía- 
mos, muy  á  nuestro  pesar,  mantenemos  en  aquellos  difíciles  y  nada 
deseados  puestos  hasta  la  llegada  á  Madrid  del  duque  de  la  Victo- 
ria ,  á  quien  por  doble  estraordinario  se  le  comunicó  el  real  de- 
creto. 


AIS  KL  l^iktAGIO  BE  LOS  CftfVtNn 

La  Icidha  que  el  ejército  habia  sostenido  coatca  el  pueblo,  k 
sangte  derramada  por  uno  y  otro  lado,  el  ardíuiieiito  de'  las  paaio-»- 
iies,  escitado  primero  por  el  fuego  y  aumentado  hiego  por  la  victo- 
ria que  dio  al  pueblo  el  nombramiento  del  nuevo  pr6«dente  del 
Consejo  de  ministros,  bacian  difícil  y  peligrosa  la  transición,  j  em 
preciso  dar  lugfar  k  que  los  ánimos  se  tranquilizasen  un  tanto  para 
evitar  escenas  de  venganza;  y  mis  gestiones  en  la  parte  militar  eoa 
algunos  de  los  señores  de  la  Junta  y  otros  patriotas  que  ae  acerca- 
ron al  palacio,  se  dirigieron  especialmente  á  que  la  fuerza  del  Pría- 
•cipal  se  replegase  con  sus  armas  á  la  posición  de  Buena-Yista;  ope- 
racron  que  debian  verificar  al  mismo  tiempo  todas  las  tropas  qae 
ocupaban  la  Knea  desde  el  cuartel  del  Soldado  basta  la  plaza  de  las 
cortes,  por  las  calles  de  Alcalá,  Sevilla  y  Carrera  de  San  Grerdnioio. 

Teúgo  á  la  vista  una  exacta  noticia  de  todo  lo  que  pasó  aq[oeBi 
tarde  y  dia  siguiente  para  obKgftr  á  las  tropas  á  que  entregasen  ha 
armas,  y  las  lamentables  escenas  que^  en  medio  de  otros  actos  de 
generosidad  y  verdadero  patriotismo  por  parte  de  muchos  dignos 
t^iudadanos  que  intervinieron,  tuvieron  lugar  al  siguiente  dia  en  d 
Principal ,  y  debo  bacer  justicia  á  la  noble  conducta  del  pueUo, 
que,  con  muy  raras  escepciones ,  se  mostró  generoso  y  pradenteen 
momentos  en  que  no  era  fácil  dirigir  á  todos  por  sentimientos  no- 
bles ,  que  la  lucba  habia  exasperado;  pero  ¿con  qué  josticia  y  coa 
qué  razones  se  me  acusa  á  mi  de  los  insultos  y  vejaciones  qne  es- 
tas tropas  recibieron  y  de  los  peligros  que  corrieron? 

¿Habia  podido  yo  bacer  otra  cosa  que  exigir  de  algunos  ffefes 
del  pueblo  que  fueron  á  palacio  y  trataron  conmigo,  y  entre  ellos  d 
sefior  Salmerón,  que  se  retirase  la  fuerza  del  Principal  con  sos  ar- 
mas sin  ser  molestada,  para  lo  cual  envié  las  órdenes  por  escrito  v 
por  conducto  de  los  mismos  que  conmigo  trataron? 


El  FVnLO  T  8ÜS  OTRBSOBn.  649 

¿  Paedo  yo  ser  responsable  jamás  si  estas  disposiciones  no  se  lle- 
varon á  cabo  exactamente ,  como  no  lo  seria  nunca  el  gobernador 
de  una  plaza  á  coya  guarnición  no  se  le  cumpliesen  las  condiciones 
de  su  capitulación  ? 

Porque  no  creo  que  haya  nadie  que  tenga  razón  para  exigirme 
que,  no  siendo  ya  mas  que  un  poder  interino,  que  muy  luego  de- 
beria  ser  reprobado  y  condenado,  volviese  á  empeñar  una  lucha, 
no  solo  inútil  é  ineficaz  para  el  objeto,  sino  imposible  y  hasta  cri- 
minal ,  toda  vez  que  mi  triste  misión  habia  terminado. 

Aquella  tarde,  como  he  dicho,  se  retiraron  todas  las  tropas  so- 
bre Buena-Vista,  reconcentrándose  en  este  edificio,  en  el  palacio 
del  señor  Salamanca,  cuartel  del  Pósito  y  el  de  Artillería. 

La  guardia  municipal,  que  ocupaba  las  casas  mas  avanzadas  en 
la  calle  Mayor,  se  replegó  á  las  del  ayuntamiento. 

Todos  los  demás  puntos  que  cubrían  el  palacio  se  conservaron 
ocupados ,  con  el  objeto  de  ponerlo  á  cubierto  de  todo  intento,  por-> 
que  estábamos  resueltos,  en  el  caso  posible  de  que  se  intentase  exi- 
gir otro  gobierno  que  representase  ideas  mas  avanzadas  ó  menos 
progresistas,  á  no  entregar  aquella  situación  sino  al  duque  de  la 
Victoria ,  haciéndole  entrega  también  de  la  augusta  persona  de 
S.  JH.,  que  nuestra  lealtad  nos  obligaba  á  cuidar  en  aquellos  mo- 
mentos de  exaltación  y  efervescencia  popular ,  y  que  era  de  inte- 
rés público  confiar  á  la  lealtad  y  al  patriotismo  del  nuevo  presi- 
dente del  Consejo  de  ministros. 

El  fuego  habia  terminado  enteramente ,  y  desde  aquella  noche 
empezaron  á  levantarse  las  barricadas  por  todas  las  calles,,  armándo- 
se mayor  número  de  paisanos;  nuestra  resolución  era  la  de  conser- 
varnos en  el  palacio  y  plaza  de  Oriente ,  y  por  la  Iparte  oriental  de 

Madrid,  Buena- Vista  y  los  cuarteles  inmediatos. 

r.  11.  82 


CS9  BL  fáLMcm  jm  los  CMÍaKm 

Quería  jo  consvrrar  igrakneaíle  los  deari»  cntrltlca,  6»  dksde, 
como  ya  be  dicho,  los  cuerpos  leniaD  sus  eqnipos ,  díneio  y 
sobrantes^ 

Toda  la  población  quedó  evacuada  de  tropa;  Án  endiargo» 
lia  tarde,  asi  como  por  la  Boche,  se  exigía  qoc  abmdbaásnios 
nwstra  actitud,  nada  hostil  por  cierto,  porque  la  g—iiioa 
serraba  )a  mas  completa  disciplÍD.a »  y  sus  gefes  y  ofieialeí 
recibido  las  órdeoes  mas  estrechas  para  do  hosliHsar  al  pueU» 
niogun  coDcepto,  hasta  el  punto  de  qoe  la  fuerza  éel  Principal 
ha  acercarse  al  edificio  gran  námero  de  ho«bres  de  laa  barrieadas 
inmediatas. 

El  gobierno  resolvió  no  dar  disposición  alguna  que  «o  faene  de 
aquellas  mas  indispensaUes  ^e  exigía  nuestra  posieiov  kilarina, 
hasta  la  llegada  del  gefe  del  falura  gabinete. 

Al  amanecer  del  siguiente  dia  vimos,  so  sin  sorpresa,  que  la 
construcción  de  las  barricadas  continuaba  sobre  nuestras  mmmm 
posiciones  y  con  el  conocido  intento  de  estrechamos  y  radaciniQi; 
bostitidad  *  la  cual  ningtin  acto  dié  motivo,  y  me  ebKgé  por  pre- 
caución á  cubrir  con  una  batería  el  arco  de  palacio  y  á  tonaar  ^n* 
ñas  disposiciones  para  asegurar  nuestras  posicionea ,  reauolto  como 
estaba  i  defender  la  persona  de  la  reina  y  su  augusta  fetni lia,  «,  la 
que  no  era  de  esperar ,  se  proyectaba  venir  sobre  el  palacio ,  4e  euye 
intento  había  recibido  alguna  noticia. 

En  esta  situación ,  cada  momento  dmis  violenta  y  denenperadi 
para  nosotros,  que  guiados  por  sentimientos  de  honor,  remandia- 
ttos  al  país  de  la  persona  de  la  reina ,  tuve  noticia  de  que  In  nar- 
nicion  del  Principal  estaba  adherída  al  movimiento;  reconociendo  i 
la  Junta ;  de  que  la  gaardia  municipal  se  había  replegado  desde  k 
casa  de  Villa  á  los  Consejos ,  en  virtud  de  una  orden  fpie  le 


dado  la  Bocbe  anterior  el  geoeral  Saa  Miguel ;  de  que  la  tabaUeHa 
áel  eseaadroo  provisional ,  qne  se  ocupaba  en  proveer  de  racioaes  & 
la  fiaerza  de  palacio ,  kaiiia  abandonada  á  su  gsfe ,  marchando  desdé 
las  afineraade  Madrid  á  presentarse  ala  Junta  popular,  7  que  la  di* 
receíon  de  in£aatería  ii^diia  iguaknente  reeosocido  su  autoridad^  da* 
jando  en  descubierto  la  posición  de  Buena^Viata ,  isuyas  tropas  se 
vieron  -oUigadas,  por  lo  tanto»  á  refregarse  «obre  d  cuartel  del  Pé* 
sito  y  el  de  artillería.  También  recibí  la  noticia  de  que  el  gienenl 
don  Smitos  San  Miguel  habia  entrado «  aunque  mAo,  en  el  cuartel 
de  artUleria  de  San  Gil- 
Si  hasta  enionces  habia  podido  eaperar  que ,  easMervándese  nni* 
da  la  fnerasa  que  awindaba ,  nada  hubiera  podido  vencer  nuestra  fir- 
ase  resatueion  de  no  entregar  el  mande  á  otra  persona  qne  no  fnese 
«1  dnque  de  la  Yidoria ,  otras  consideraciones  de  la  mas  alta  im-^ 
portaneia  y  gravedad  me  hicieron  desistir  de  aquella  en  el  mouien-* 
to  en  que  empezaban  á  variar  las  eoodioiones  ét  nuestra  fuorza  ma*- 
aerial. 

£1  aspeoto  de  la  revolnaion  era ,  eomo  he  ^ho  antes,  amena* 
sador  y  hostil ,  pnestm  qoe  la  constrocction  de  las  baricadas  adelan* 
taba  sobre  todos  nuestros  puestos ;  el  impedirlo  por  la  ÍMna ,  una 
inólü  y  sangrenta  empresa  para  un  gabiemo  que  tenia  contados 
los  momenios  de  su  esfeteneia  ^  ó  mejor  dicho ,  que  habia  dejado  'de 
«xiatir. 

Vk  autoridad  sobre  la  tropa  habia  ^asi  desaparecido  con  mi  eai*- 
da  ^  y  mas  que  nada  ,  ante  el  nuevo  sol  que  aparecía. 

La  adhesión  de  las  fuerzas  éd  Principal  á  la  iusnla ,  las  de  la  di- 
rección ,  que  me  era  adicta  personalmente  mas  que  ninguna  oim, 
la  de  la  «abaUeria  «n  fio »  me  hicienm  comprender  qne  m  el  espíritu 
M  Asa  .fneioEaa  ábqunslm^  j  las  ideas  del  soter¿s  y  de  aeguiidnd 


652  BL  PALACIO  DK  LOS  GBÍIIKIIBS 

persoDal  podían  ínQoir »  con  el  ejemplo  de  las  qae  se  adherían  i  la 
Janta »  mi  tcoacidad  en  esperar  la  llegada  del  duque  de  la  Victoria 
para  no  entregar  i  nadie  mas  que  á  él  el  mando,  podría  ponerme 
en  la  situación  crítica  de  verme  abandonado  de  las  tropas  antes  de 
que  llegase  el  duque  á  Madrid ,  en  cuyo  caso  el  pueblo  entraría  eod 
palacio  á  impulso  de  su  voluntad  omnipotente »  sin  obstáculo  alguno 
si ,  como  era  de  temer ,  también  se  pronunciaban  las  tropas  que  de- 
fendian  el  palacio. 

Tan  grande  responsabilidad  era  superior  á  todo  otro  interés» 
porque  ya  comprometía  con  mi  resistencia  á  las  augustas  personas 
que  fueron  siempre  el  principal  objeto  de  mis  continuos  esfuerzos. 

Eramos  ya  impotentes  para  garantir  la  augusta  persona  de  la 
reina  de  todo  insulto,  y  permítaseme  la  creencia  del  peligro  ea 
aquellos  terribles  momentos ,  sin  que  en  esto  tenga  la  menor  inlen<- 
cion  de  ofender  la  lealtad  de  los  que  nos  combatían ,  demostrada 
noblemente  en  los  días  posteriores. 

Aquel  sagrado  depósito  debia  ser  confiado  i  otra  autoridad,  i 
otras  manos  mas  felices ,  á  otra  persona  que ,  revestida  de  la  con- 
fianza de  la  multitud,  respondiera  i  ese  mismo  pueblo,  á  la  nacíoa 
y  á  la  Europa ,  de  la  heredera  del  trono  español. 

El  ministerio  espuso  entonces  francamente  á  la  reina  la  sitoa» 
don  y  su  leal  parecer ,  y  poniendo  á  sus  reales  pies  la  dimisión  de 
aquel  poder  que  tan  transitoriamente  conservábamos,  aconsejamos 
á  S.  M.  llamase  al  puesto  de  su  confianza  al  teniente  general  doa 
Evaristo  San  Miguel. 

Este  último  acto  de  nuestro  corto ,  pero  leal  mando  ,  ha  sido 
sancionado  por  el  resultado  mas  feliz. 

El  general  San  Miguel  correspondió  i  la  confianza  de  la  reina 
como  subdito  leal,  como  gran  soldado  y  como  honrado  ciadadanOt 


KL  PUBBLO  T  SUS  0PBBS0RB8;  K3 

y  desde  este  momenlo  su  conduela  noble ,  prudente  y  generosa  le 
ba  valido  la  mas  justa  y  merecida  popularidad. 

Yo  tuve  también  que  hacerme  superior  á  la  injusticia  y  á  la  ca- 
lumnia ,  porque  también  era  acusado  por  los  que  temian  que  aquel 
nombramiento  llevase  por  la  tarde  las  masas  populares  al  interior 
del  palacio. 

Se  ha  dicho  después,  cuando  nadie  ha  podido  desmentirlo, 
cuando  el  desmentirlo  hubiera  sido  peligroso  para  el  que  lo  hiciese , 
que  algunos  cuarteles  y  puestos  habian  sido  tomados  á  viva  fuerza 
por  aquellos  que  han  querido  aprovecharse  de  estos  supuestos  ser- 
vicios para  hacerse  mas  meritorios  á  la  recompensa  y  al  aura  po- 
pular ;  pero  nada  es  mas  cierto  que  durante  todo  el  tiempo  que 
conservé  el  mando ,  ningún  cuartel ,  ningún  puesto »  ninguna  fuer- 
za se  vio  obligada  á  rendirse »  ninguna  á  entregarse  á  la  revoluciona^ 

Si  después  •  cuando  ya  estaba  nombrado  el  duque  de  la  Victo- 
ria para  los  consejos  de  la  corona ,  entraron  los  paisanos  en  algún 
cuartel ,  fué  porque ,  en  virtud  de  órdenes  terminantes  de  las  nue- 
vas autoridades  de  Madrid ,  se  presentaron  allí  á  fraternizar  con  las 
tropas ,  y  no  entraron  jamás  como  vencedores. 

Asi  fué  cómo  en  sentido  de  hermanos ,  no  en  otro  concepto, 
penetraron  en  el  Principal  de  la  f  uerta  del  Sol ,  en  el  palacio  de 
Buena- Vista  y  en  algunos  cuartdles. 

Si  en  este  escrito  no  sraaio  el  mérito  militar  de  las  tropas  y  los 
servicios  distinguidos  que  cada  gefe  y  oficial  ha  prestado  en  aquellos 
dias  de  prueba ,  es  porque  creo  que  la  prudencia ,  y  la  posición  de 
todos  me  lo  prohiben ,  por  interés  de  las  personas,  que presentaria 
en  otras  circunstancias  al  respeto  y  á  la  consideración  de  sus  com- 
pañeros. 

Si  esta  reserva  no  fuese  necesaria ,  yo  no  dejaría  de  hacer  la 


68*  n  FALéCIO  K  L»S 

íoüioía  fue  mereoM  «ucbos  adosttoUblet  y  ügaos  d«  ••r<WBOCi- 
dos  f  pagando  así  una  ^«ida  ^e  el  ffeseral  cmármt  ooa  d  «oldade 
y  con  el  oficial  «pie  ao  se  centeBlan  «om  ikaear  le  ]ireetio  de  iu  deber. 
Si ,  por  otra  parte ,  «ne  he  abtteaido  ée  referíraM  á  fe  ^mt  los 
ffllriotas  faaa  heekm  obradlo  coatn  la  fueraa  inMda,  ka  mió  por 
el  temor  de  ¡ocurrir  en  errores  é  inexactitudes,  muy  naturaíles  csaa^ 
do  110  ee  pwdea  jfreoiar  todos  los  boekios  desde  el  caoipo  ooalrario 
«•  el  mooieiito  de  la  pelea ,  y  tampoco  despoót ,  atan  larga  diakaa-» 
4aa  como  me  eacoeatro. 

Sía  eoikargo ,  la  goaraiaon  ha  podMo  eatiaur  por  eae  pérdidas 
j  por  «a  eembale  de  Iras  4ias,  apeaas  íalemimpida  algamaa  horas 
léela  «a^he,  el  iraAor  de  la  -re^voloeíoa  y  la  eoaelaacia  éal  psieMa, 
^ae  é  en  ^ec  pudo  y  áebió  leaiar  ea  oueota,  á  410  an  fea  priaMaes 
asoawatos,  despaés  de  sa  victoria,  ia  aioderaciaa  y  dliaoipliiía  da 
las  «ropas ,  y  sa  generosidad  <eea  los  asuchos  prísfeneras  spae  lacie- 
vaa ,  los  eoales ,  oaa  nee  amnlbrado  el  duque  de  la  Ykloría  fMurt 
Raimar  el  gahíaele ,  foerea  puestos  ea  libertad. 

Aquellas  braros  scldades  obrahaa  per  na  seatiBiiaato  de  deher 
y  de  disciplina  ,  que  les  eoadueia  é  obedecer  lasiéodeaes  q«e 
Jbaa  de  mí  aatertdad. 

A  ninguna  respoasabilídad  ha  podido  aujetárariea  «a  fea 
siientos  del  pueblo,  y  seria  poco  iieUe  y  geaeraaa,  y  seda 
ase  t^B  el  carácter  espaBol ,  si  después  de  la  lacha  y  aataUaosda  la 
pac,  pudierao  ser  eoasiderados  de  otra  saerte «qae  Jo  soa  todas  les 
^e ,  unidos  bey  y  amparados  per  iguales  derechos,  ddiem  aaírse  j 
'eslreriMir  las  filas  para  defeader  la  sitoaciDa  creada  por  agaiilsi 
'aNHimieuias  • 

Con  el  juramento  que  la  reina  recibió  del  general  San  Migad 
4efaMB6  la  desgraciada  misioa  •oaafiada  á  asis  Asefaaa  k  taaáa  dd  17. 


¥  8»  onmammu  OHI 

Gos  ella  se  tolnqwfoD  ■iiikiiiiiwfc;  fm  ikMMMif  lítse  fM  Bih» 
marse,  al  menos  por  mucho  tiempo,  toda  idea  encaminada^l tti»to 
fio  de  unir  los  intereses,  calmar  los  ánimos,  aquietar  las  pasiones  y 
coBsolidar  uaa  Bitoacioft  de  érdka  legal ,  íb  ÉokraBcia .  ét  r«^to 
á  k  iej  y  de  prosperideé  y  bienoflar  fvblbo  para  D«estf«  pobre  jf 
desgraciaba  patria. 

Na  be  aksaaxade  la  gloriai  áa  Henar  tan  kalta-mirM;  pero  qo» 
00  sa  HM  oiegoe  al  menos  el  bonvosa  deseo  ét  €onsegoMrlo>,  ni  ai^ 
califiquen  los  medios  empteaéos  con  la  alroe  iajesticia  de  qos  Im^ 
sido  vietima.» 

'  fin  la  cemcM^/e  todas  sas  esperanies ,  y  los  oprese  ■ 
res  del  pueblo  IniTienon  que  bnoiillarss  é  las  exigenctas  ée  la  tei«« 
la ,  dando  publicidad  á  ana  Gm$ela  «(raai^dmaría  que  coniaaia  bi 
disposición  sígaienle : 

«PansmBNCiA.  obl  eeivsBio  na  w!mwm».^=±ñeiá  cberele.ttaVeo^ 
go  en  aiflittír  tai  diomioa  qae  me  ban  beeho  de  sos  respedh^es 
cargos  éxm  Aagel  Saavedra,  doqac  de  Rifas,  presidente  del  Gon^* 
sejo  de  mioislros  y  miaislro  de  Marina ,  don  Lais  Hayans,  asma- 
tro  de  Estada ;  don  Pedro  Goaies  de  la  Serna ,  miní^ro  de  Gracia 
y  JustieiB ;  el  teniente  general  don  Femando  Fernandez  de  Górdo<» 
ya  ,  ministro  de  la  Goerra ;  don  Manuel  Cantero ,  ministro  de  Ha« 
cienda ;  don  Antonio  de  los  Rios  y  Rosas ,  ministro  ét  la  Goberna- 
ción ,  y  don  Miguel  de  Roda ,  ministro  de  Fomento ;  debiendo  con» 
tinuar  desempeñándolos  hasta  la  llegada  á  esta  corte  de  don  Baldo*- 
mero  Espartero ,  dnqae  de  la  Victoria  y  de  Morella ,  á  quien  en- 
cargo la  formación  del  Due?o  Gabinete. 

Dado  en  Palacio  á  diecrnneve  de  julio  de  mil  ochocientos  cío- 
cuenta  y  cuatro.  =:Está  rubricado  de  la  real  mano.=Refrendado. 


656  IL  FALÁCHO  DB  LOS  GIÜIIHBB 

ssEl  presideote  del  Consejo  de  mioistros,  Aogel  de  Saavedra »  du- 
que de  Rivas. 

La  caída  del  miQÍsterío  mbtkalla,  del  desateolado  gabinete 
qoe  parecía  holgarse  eo  el  raido  de  la  fasilería ,  ea  el  choque  de 
las  armas ,  eo  el  hamo  de  las  descargas ,  ea  el  olor  de  U  pólvora» 
en  el  derramamiento  de  sangre  española,  en  la  encarnizada  locha 
de  hermanos  contra  hermanos ,  todo  para  dar  el  triunfo  i  los  lira- 
nos  ,  y  proporcionarles  una  venganza  que  hubiera  sido  mil  veces 
mas  sangrienta  aun  que  el  fratricida  combate » la  caida  de  ud  mi- 
nisterio cuyos  individuos  se  mostraron  obcecados  en  su  breve  cuan- 
to homicida  resistencia  al  triunfo  de  la  libertad ,  implacables  ene- 
migos del  pueblo  y  de  toda  idea  civilizadora ,  fué  la  seihal  de  la 
completa  victoria  del  pueblo ,  victoria  que  no  podia  menos  de  al- 
canzar ,  y  que  por  consiguiente  de  ninguna  manera  debe  atribuir- 
se i  las  gestiones  de  la  Junta,  que  mas  favorables  faeroo  á  los 
vencidos  que  i  los  vencedores,  pues  i  no  haber  mediado  se- 
mejante inQuencia ,  los  opresores  hubieran  tenido  que  entregarse  i 
DISCRECIÓN ,  y  la  revolución  hubiera  tenido  un  desenlace  mas  con- 
veniente; hubiera  sido  menos  raquítica,  mas  fecunda  en  grandes 
resultados ,  no  hubiera  dejado  gérmenes  de  reacción ,  y  libre  hoy 
la  España ,  de  los  conflictos  con  que  los  eternos  perturbadores  de 
su  sosiego ,  los  insaciables  vampiros  de  la  sangre  de  los  pobres 
amenazan  aherrojarla  de  nuevo  bajo  la  pesadumbre  de  su  execra- 
ble tiranía. 

También  i  instancias  de  la  Junta  fué  su  presidente  nombrado 
ministro  interino  de  la  Guerra  y  capitán  general  de  Madrid;  por 
manera  que  así  vino  á  reasumir  la  Junta  todas  las  atribuciones  del 
gobierno. 


WL  rVIM^  r  806  OFBISMlBi»  tST 

Con  esté  motivo  dio  el  f éoeral  San  Migfoel  U  tiguieéte  alo- 
cución : 

K 

«HAnaiLiffos :  Honrado  por  S.  M.  con  el  mando  militar  4e  es- 
ta provincia ,  es  casi  inútil  deciros  qae  desempe&aré  este  cargo  con 
la  misma  lealtad «  con  igual  vivo  detoo  del  acierto  qne  me  ha  ani- 
mado en  los  muchos  que  en  distintas  ocasiones  he  servido* 

En  personas  que  han  vivido  largo  tiempo «  he  dado  pniébaa:, 
si  no  de  habilidad ,  de  gran  consecaencia  en  acoioiies  y  príneipitftf, 
el  pasado  responde  en  cierto  modo  del  présenle :  en  utoo  y  otro  se 
apoya  el  tenidero. 

El  ilustre  DUQUE  DE  I^  VICTORIA ,  tayo  nonAre  repref 
senta  tantas  glorías ,  tan  insignes  servicios  i  su  PATRIA»  va  Inegp 
á  presentarse  en  medio  de  nosotros.  .1 

i  Qué  pecho  Yerdaderamenle  español  no  se  siente  alboro^d^ 
eon  la  idea  de  que  en  las  manos  de  tan  iásigne  varón  van  á  depot* 
sitarse  las  riendas  del  Estado  7 

De  sus  noUes  y  elevados  sentimientos  ¿quién  puede  tener  dndif 

¿  Quién  no  espera  que  en  el  sistema  de  gobierno  que  vá  á  iilaitr 
gurar  están  envueltos  cuantos  principios  de  política  y  admioistne 
cion  reclaman  la  cirilizacion  del  siglo  y  los  intereses  morsíles  y  fí- 
sicos de  nuestra  patria ,  tan  digna  de  mejor  fortuna?  ) 

Madríle&os  de  todas  ciases  y  condiciones :  aguardemos  con  lis 
mas  dulces  esperanias  un  dia  que  se  halla  ya  tan  prójimo.  s 

Vuelva  el  ciudadano  al  ejercicio  pacífico  de  su  profesión ;  vidlr 
va  todo  en  esta  gran  capital  á  reqiirar  el  aire  de  tranquilidad  y  de 
confianza.  A  tan  interesante  objeto  sé  consagl*Érán  mis  onidiidet» 
desvelos ,  y  el  celo  que  ha  sido  siempre  el  norte  de  toda  mi  con- 
ducta* 

T.  n.  83 


u  váftMBD  «i  Bos  auniaB 

MafArÜefiOB  todo»:  t^^mi  U  PATOIÁt  vviva  laMACiON I  ■ 
va  ISABEL  SEGUNDA ,  REINA  CONSTITUCIONAL  de  las 
pañas  1 

liaMd  21  4a  jolio  de  18ff4.«^Bfar¡it0  Sin  Migaob» .  i 


» ■  .  •    '  •         .-      .   .       '•;.'.        [ 


•  ^ReftUMeeWee  la  ctloia  es  Madrid  >  !poc|oe>sieaii|pM  dsoMnadé 
confiado-  d  paeblo ,  onei»  q«e  «M  vti  no- qnadaviai  deirmoéÉMhi 
.aQBl«g4|iiiia9«efperaiisatv  ms  ardMntet  deíaos  de  «ÍM«aqr  ni  go- 
rMema  barato  <  mm  goUenio  fM  «o  le  nnrnniBfcn  ■¡■pina  de  na 
'^preclosaip  libertadet;  wñ  gobíerní^  tpa  no  Tiara-  gvanéea  wá  j^ieoí, 
sino  hombres  iguales  ante  la  ley ,  üd  gobierno  qot  üoaJeMaaeQaa 
iá  tof  itiiíAad  á  loa  deliécMata  d\e  álih  ertégM»  »>  «ñ  gaiiierad  ac- 
ttiaa  y  «nérgico^  qaa  costodidía  ^r  «I  amagiBaoRi  d^tl»  BKliai 
nacional  decretara  la  ansiada  Jibalioion  dk  baipintaa,  «atiigsbíaiv 
«o  verdaderMMste  TageaenaAar  ,^aeraaUdÉa>laa  gnaidÉS'  t^for- 
HMif  <pie  aaclaoMi  ia  modéraa  GiipUiaaeiany  tia'golHenftt>':fiia  al 
se  al  paeblo  de  esas  cargas,  de  esos  «asfraaBloa,  da  aaas 
cáonas  f«a  le  dajogaa  y  aaénian»  eo  gobíeña,  ea  iai^:*pmitclor 
da  ia  indasiría,  dal  comereio^  de  lai  artas  y  laaisÍMRáaa^pM  Ude- 
Mr  la  fraaperidad  del  pais» 

La  Jonta  fué  fai  firiaaera  qaa  hbo  alto  aela  los  greadee  prie^ 

cípios  de  la  daaMericta ,  j  \m  fmtos  qae  del  lierúioo  elaemíaeto 

éá  jolio  ha  alieaaiado  la  nación ,  á  aa  rista  están ;  ella  eom^ren- 

derá  si  aaa  los  que  deapnéa  de  taa  noUes  esfnenu»!  é  MMBMHea  aa» 

xrücioi^aaparaha. 

Ceelapida  aqeí  k  letolaeiae  por  la  lenta,  aie  Uever  á  eiaM 
je  tmefo,  sa  pebüeé  la  sigi«Me  ahieeaéo«: 


cJcHTA  na  SALVACIÓN  T  nSFERSA  DB   LA  TILLA  DB   Mlltanii  mJh 


d0  aiegurar  léA  Kbectadesi  púUkte*  ■  '  ^       ' 


coDveciQos  f  dándoles  las  gracias  qae  se  merecen  por  el  adnMbhr; 
comportamiento  con  que  han  escuchado  SQtindtcaebiiés^  jfi^llén- 
doles  qne  continúen  honrándola  con  sn  confianza. 

La  Jnnta  ha  conseguido  su  primer  objeto ,ii|oe  •héitfcfeviiar  la 
efusión  de^AMlgveí  ]r.M  hA.«oii9egQUbiflMwlB  eloiultraBcéndénlal 

Maft  panft.ciMióhiirmí  ébca  i  qoe^tesmioaráitaii  prantaooautlliii»'» 
gu6^  fanmlfitpast^eit'  mtcmkm  da.b  co^acacioÉ  coibiiü  v  <]P  m-^. 
Iu*e.ki40r^.da.qu0  .MLnAiiteDgaf.lárii^oBi  cdi^BMSlPM  BmAmM^fi 

ea» naesliraA: aKUDÍonei» ^  •.>!.  •'■.;•<-....:.:.;-.- •       ■.-'    ^  i*    nu 

,/] i  El. puablo.  luu Mm  vátiññtñi. qm»  -seib  cooiado  «n  ii» «pie  teams) 
lai laapoDfcahiy Jad  Al  aa^nnar 8# iágn^  .:;.!  .  -  n.'l.  .-  .'-^     -  mm..  ,í  f 

Que  no  crea  en  las  voces  absurdas  querella  ledenigOrasraalaÉi 
]F^ropaJa»ipaEapardÉiie^nu  n,.- .1  ^v>!;:i.,  .  .     j-r,      -v.     ".:; 

Qne  acalMiiOMf  teÉitMniihte í j^loriÉtiet! tiiipeito  k  fif^>\^4tínl 

.  I  Qae/mit<Mneh8iAttMiaréica;^iaftífift^-fe|9oe  dtlmii|«edtFl^ 
puto  y  gloiioio.QiMMi<)el{^naafii¡eBlD  4pieelo>faa  inspirada.!    ,  V  i  -t.^u 
;.  Así  hádate»  t  asi  ld<tefoiMeii4i;,.!a8i'lai;f6pefalaJ«iái«.     |  <  [** 
Madrid  21  de  julio  etc.»   .».íí!/i  m     •  <;  í..  '•.  .'.    ?  ; . 

I  t 

Siioet iñraméAta-'T^iMiila  priUíca  hn.bS'inieoasaiiMdeetetoaaii^ 
geíeiiteAr.:  .     ií-i..    -..»  ■':■.:•.  .••  ■■"■n 


i* 


«cLa  Junta  ordena :  .     .    1 


;:       1  J^      •»»    *  ■_     ¡    I   .  '    *    |f 


I.*"     Se  reunirá  inmediatamente  el  ayuntamiento  constitucio- 
nal de  1843.  ,;.    !,       . 
2.^    Procederá  en  el  actoi  &iliHs(i(r.t  Mgátiaap  jt  aimarla  Biili- 


QW  BL  FALAQIO  nr  LOS  ClÍMIIIBt 

da  nadonal ,  iadoyendo  en  día  i  todos  los  eivdadaDOS  qaa  estés 
anutdos* 

Madrid  21  de  julio  e(o.» 

tLa  Jottta  decreta : 

1.^    Esta  JoDta  se  denominari  Superior  dé  I4  frmomeiu^ 

2.^  Los  heridos  serán  inmedialameate  socorridos  eoo  todo 
cuanto  exija  por  ahora  so  curación  y  la  debida  suhsísteBoi^  de  ellos 
y  sos  familias ;  las  ifiodas  y  huérfanos  de  los  que  resulten  nmertoSr 
recibirán  lUBediatamente  la  pensión  que  esta  Junta  lea  asigne ,  j 
que  en  su  dia  presentará  á  la  aprobación  de  las  Cortes  legttiiiMiiiett* 
tecoBtocadas  y  reunidas:  el  ayuntamiento  coestitucional  formará 
y  remitirá  á  esta  Jonta,  tan  pronto  como  pueda «  el  estado  ezaelo 
de  los  muertos  y  heridos. 

3.*  Se  decreta  una  condecoración  que  inasortalice  los  grandes 
hechos  que  han  salvado  la  likertad  y  asoralidad  pública. 

4.®  Todos  los  oficiales ,  sueltos  ó  con  fuerza »  que  acrediten 
haberse  adherido  espontáneamente  al  moviauento  popular  en  los 
días  17 1  18  y  19,  recibirán  un  grado  en  premio  de  sn  laudable 
ejemplo.  Los  soldados  que  se  hallen  en  igual  caso  serán  agraciados 
con  la  rebaja  de  dos  años  de  servicio. 

5.*    La  Junta  recomendará  al  gobierno  las  personas  qoe  en  los 
ramos  de  administración  civil  y  militar  han  prestado  serricios  es- 
traordinarios  en  los  dias  citados  en  el  artículo  anterior »  pronaetién-* 
dose  que  serán  justamente  recompensados. 
Madrid  23  de  julio  etc.» 

«La  Junta  decreta : 
1 .®    Se  suprime  el  Consejo  provincial. 


.J» 


2/    Se  réiiBirála  Dipotacíoii  provincial  de  18Í3* 
3/    Sé  supríme  la  gaardia  nnnieipal ,  y  su  armanieata  se  pon- 
drá á  disposición  del  ayantamiento. 

4.®    El  gobernador  civil  está  encargado  de  la  ejeeoeion  de  eete 
decreto. 

Madrid  23  de  jnlio  etc.» 


«La  Junta  superior  de  salvación ,  armamento  y  defensa  de  la 
provincia  de  Madrid  decreta : 

1  .*  •  Se  sttspenden  los  empleados  de  los  ministerios  de  Hacienda, 
Gracia  y  Jnstieia ,  Harina ,  Estado ,  Fomento  y  Gobernación :  séi 
cierran  los  locales  donde  están  instalados ,  y  queda  su  oeslodia  á» 
cargo  de  la  Junta.  i 

2.^  La  dirección  general  del  Tesoro ,  las  depositarlas  y  pagsfdn- 
rías  pertenecientes  al  Estado ,  pasarán  ios  fondos  al  Banco  español 
de  San  Femando ,  y  los  pondrán  á  dísposician  de  esta  Junta  su- 
perior. 

3.^  Se  distribuirán  los  vocales  de  la  Junta  en  tantas  secciones 
cuantos  son  los  ministerios  suprimidos ,  pasando  á  eHas  el  despacho 
de  los  negocios. 

4.^  Los  soldados  sueltos  se  reunirán  en  el  depósito  de  Leganés, 
pasando  luego  á  sus  respectivos  cuerpos»  scgnn  lo  permitan  las  cir- 
cunstancias. 

Madrid  24  de  julio  etc.» 

«La  Junta  superior  de  armamento  y  defensa,  decreta : 
1.*    Se  suprime  el  Consejo  real. 

2.^  Se  restablece  en  su  fuerza  y  vigor  la  última  ley  de  impren« 
ta  votada  en  las  Cortes  de  1837,  á  la  cual  deberá  arreglarse  todo 


ABft  BL,  Má^áÜB  9M,  ]jB&  ttiüUHS 

impreso  que  d^a4t(  este  féckit  se  pttbIíi|B#;  cfi  ^  1^^  " 

funcionado  dorante  tres  años. 

4/    Qi^itoft  iiidiiita^Qiiau^gtas  8is»halU»  smíimimíqi  w«4eiia  for 
desacato  á  la  policía  y  á  sns  agentes:  lo  quedan  igualmente  1<ni  raof^ 
por  causas  politicas  incoadas  basta  la  fecha  ^'iag  proQMW  pjjiJUwiteg 
de  una  y  otra  naturaleza  serán  sobreseidos. 
MadrU  SI7  de.  ji4ío  eM^«» 

■  I 

«La.  lunta  ka  aoocd«do  recomeAdar  j^ficaxmwta  A  gf¡¡tíi^fmo  foe 
preboste  ilaa  Qkias  un  grojecU»  d«  ley  sobva  refoim^.  4«i  Goímqs^ 
dato»,  f  Atro  para.  1*  supresioa  div ]Us  coalribiróiDM  de  p««rtM •  Ai 
consumos  y  otras  indirectas. 

..  :f  ir«9a»  1m  se€r:efcitios»» 

.  <d^  Jn^te^  Ja  sabfji^m»  4i*ii|ai^^  ji  dafessa  ianln .  {tfoiviam 
de  Madrid ,  decreta :  .  i  <  <  i 

S0.1evaiila  al  4esiievip  .^i^a.  se  iiapuso  al  wtmkmno  Jeñor  in- 
Cailla  de  España  don  )EAri%«e  Jttaria  de  Bocboo^    .  ,   .  ^ 

Madrid  27  de  julio  etc.» 

<  < 

^hdk  iuBta^  auperior  de  saUaciont  arnaiaeMk)  y  áúUn^a^-MU 
provincia  de  Madrid ,  decreta : 

Que  donde  quiera  que  sean  babidas  las.pevsoiMig  d|e  loa  mus- 
tros  que  formaban  parte  del  gobierno  presidido  por  don  Luís  Sar- 
torins,  así  coma  doa  Javier  de  Quiato,  ex^gobemader  4t  Mfdrid» 
sean  detenidas  y  puestas  á  disposícioa  de  la  Junta  para  somelerios 
aluibiinak que  d#baj legarlos. 
27  de  jnlifi  tti^)^ 


KL  PUEBLO  T  SUS  OPRBSORKS.  663 

«La  Junta  superior  ¿le  salvación,  armamento  y  defensa  de  la 
provincia  de  Madrid ,  decreta: 

Habiendo  resuelto  la  Junta  desde  su  instalación  no  conferir 
ningún  empleo  ni  cargo  público,  está  en  el  caso  de  declarar^  como 
lo  hace ,  que  no  ha  dado  ninguno ,  y  que  no  admite  solicitud  de 
ninguna  especie.  - , 

Madrid  27  de  julio  etc.» 

«La  Junta  superior  de  salvación,  armamento  y  defensa  de  la 
provincia  de  Madrid ,  decreta : 

Se  permite  la  libre  introducción  y  ciróulacion  de  todos  los  pe- 
riódicos y  obras  estranjeras ,  con  arreglo  á  los  tratados  internacio- 
nales que  rigen  en  la  materia. 

Madrid  28  de  julio  etc.i> 


■  t 


MlMttMla  IbbM,  «n  usoáe  m  «btoridaii  MpvMia^  wt  «hInm- 
iraia  en  redaolariMpracédeBfles  éoerétmi,  mvf  boMUMHüdo» ñ  kni* 
MerifD  i4o  aeMOpiftadw  A%  'MnMi  ««paiMi  d»  «Mftirar  toidai  hn 
oonseoueMÍti  ^#«1  pvéUé  éBpeNÉbtt'ée  k  vevoloeioii ,  nci  Biip»4«- 
ner  la  previsión  y  energia  necesarias  para  evitar  escenas  de  sangve 
que ,  cono  sa  verá  en  el  rigvieiite  eapitrid,  eMjMitaiott  el  briio  de 
un  «liameiito  f  lorioio ,  fpxt  dlgunes  ente»  <áe  intivloi  salriyiri; 
^oe  siempre  gerttiiian  en  las  gnmieejKAiteeioiies,  mancharon  txm 
oiinrinaílee  eseoio^. 


"  V 


CAPITULO  un. 


¡MAS  SANGRE  I 


El  principio  de  rígida  imparcialidad  qae  mueve  nuestra  pluma, 
noa  obliga  t  con  amargura  de  nuestro  eorazoo»  á  coungnar  m  la 
frésente  historia  actos  de  barbarie ,  que  sí  en  todas  épocaa  son  exe- 
crables 7  punibles  •  no  quisiéramos  hubieran  ocurrido  eD  {km  4ñ  ki 
gloriosos  acontecimientos  que  dieron  la  TÍctoria  al  ptfeUa  de  Ma- 
drid. 

Pero  así  como  hemos  aoatematiaado  con  toda  la  energki  que  in- 
funde el  amor  al  triunfo  de  la  virtud,  los^ escAndaloSt  desafueiw»  j 
l^randes  crímenes  de  los  magnates »  vamos  ahora  á  co^deiur  á  la 
execración  pública,  escesos  no  menos  horribles t  perpetradoa  ñor 
esa  miserable  chusma  de  baja  condición  que  germina  en  toda  ca- 
pital populosa ,  merced  al  abandono  con  que  los  gobiernos  han  mi- 
rado siempre  la  educación  4e  las  clases  desvalidas. 

No  deben  confundirse  nunca  las  masas  populares  que  viven,  ana- 
que  en  medio  de  escaseces  y  amargas  privaciones,  del  honroso  fin- 


to  de  sn  trftkajo,  eoB  esd9  banraposos  mam  dé  li  i^nseia,  que 
por  so  édío  al  trabajo  y  M»  hábitos  adquiridot  e»  las  «anruaa  del 
vicio ,  eMtt  siempre  eH  dkpposieion  ée  ser  niseraWes  iiwIrmiieiiM 
de  reseotidas  pareialidades  y  de  saogrieiitaa  veogUMaiw 

Lo  bemos  diciM^  mil  teces,  y  lo  bemoe  jusÜSoada  eo  todM  orna* 
tras  obras :  no  hacemos  la  guerra  á  deiermimdas  clasea  de  la  socie- 
dad, por  qae  ea  todas  ellas  vemos  vicios  y  virtudes. 

Tributar  bomenrajes  de  amor  y  de  respeto  á  km  eíiidadaaot  boo- 
radoB  f  sin  disliacioo  de  clases ,  y  hacer  detestable  al'  críoaísal ,  h4 
nqnl  el  c4)]elo  de  nuestras  aspiracienes. 

Asf  como  no  eODcebímos  cdmo  hay  hombres  qae  se^  d(igradan 
basta  postrarse  de  hinojos  ante  tos  nj%$ ,  tampoco  se  nos  aloamm 
que  haya  quien  se  prostituya  hasta  aplaudir  los  eslvavias  de  las  imr» 
bes  y  solo  por  cA  afiín  de  adalar  al  pneblo. 

¡Reyes  de  la  tierr»!  bien  podéis  haber  conocido  que  no  ce  fio^ 
tesamos  la  menor  simpaUa ;  pavo  ú  algooo  de  vosotros  se  eelenta 
yoslo  y  bienbecbor»  sabremos  respetar  sos  virtudes  y  ann  rendirlas 
el  pobre  homenaje  de  nnestres  dogios. 

I  Hombres  del  pueblo!  oevpais  cd  logar  predíkclo  de  nuestro 
eorason ;  consagramos  todos  los  iasteotes  de  nuestra  vida  i  mcjo^ 
rar  vuestra  suerte;  por  alcantario  arrostramos  todo  linage  de  ríes* 
gos  y  compromisos  i  pero  si  algunos  de  vosotros  invadís  la  senda 
del  crimen ,  laniarenK)S  también  nuestro  anatema  contra  los  criam- 
nales»  con  la  misma  indigoacioQ  que  la  hemos  lanzado  al  roatro  de 
les  palaciegos  delincuentes. 

Nosotros  no  reconocemos  mes  que  des  categortoa  de  boaabies 
en  la  sociedud:  nensuBS  nn  wam  y  Hovanus  unavAnest  y  dsoeni 
SKIS  hacer  ostensibles  los-merecimienlos  de  unes  y  las  ioiqusdadas 
de  otros*  para  oonlribear  el  entronizumienio  de  la  mmruKdad^  sínk 


j.  II. 


84 


666  BL  PALACIO  DB  LOS  GEÍJIBNB0 

caal  es  de  todo  panto  imposible  la  prosperidad  de  las  nacioaes. 

¡Horrible  contraste!  Después  de  tantas  hazañas,  deapuéa  de 
tantos  actos  de  valor ,  de  abnegación ,  de  heroismo ,  cuaodo  ya  el 
glorioso  alzamiento  había  consolidado  cierta  situación  legal  y  habU 
autoridades  que  estaban  al  frente  de  ella  y  nadie  hostilísaba  ja  el 
hermoso  triunfo  del  pueblo,  fueron  aun  las  calles  salpicadas  de 
sangre. 

De  sangre  impura*  es  verdad,  de  sangre  de  hombrea  que  i  su 
vez  habían  cometido  inauditas  atrocidades  como  individaos  de  k 
policia  secreta  de  los  tiranos,  como  instrumentos  de  execrables 
venganzas;  y  fueron  bárbaramente  fusilados  por  otros  honabres, 
que  no  seria  de  estranar  terminaran  algún  dia  su  existencia  á  kü 
golpes  de  otra  mano  asesina. 

La  Providencia  suele  valerse  de  estos  medios  para  hacer  sentir 
el  peso  de  su  inevitable  justicia  á  los  malvados. 

Entre  las  ejecuciones  de  la  turba  amotinada,  foé  la  principal,  la 
que  con  mas  asquerosa  y  feroz  alegría  se  consumó  el  23  de  julio  ea 
la  plazuela  de  la  Cebada ,  la  del  funestamente  célebre  don  Francis- 
co Chico ,  á  quien  los  amotinados  sacaron  gravemente  enfermo  de 
su  casa,  y  después  de  llevarle  en  ridicula  procesión,  escena  que  por 
lo  repugnante  nos  abstenemos  de  relatar  minuciosamente,  foé  .ase-* 
sinado  entre  los  insultos  de  las  prostitutas  y  las  horribles  carcaja- 
das de  los  rufianes,  barateros,  y  gentes  de  mal  vivir  que  le  ro- 
deaban. 

¡Oh!...  no  se  diga  que  aquella  crapulosa  escena  fué  promovida 
ni  ejecutada  por  el  virtuoso  pueblo  de  Madrid ;  y  si  toleró  que  se 
41evára  á  dma ,  no  solo  los  antecedentes  de  las  victimas  le  diacalpan 
•en  parte»  sino  que  desconfiando  siempre  de  las  promesas  de  jnstí** 
cia  que  le  han  prodigado  todos  los  gobiernos ,  miró  oon  indiferen- 


tt  FUIBLO  T  108  OFlBSOftflk  6tt7 

cia  QD  acto  que  parecia'  impelido  por  la  maoo  de  Dio§. 

Además ,  el  pueblo  acababa  de  sacudir  un  yugo  insoportable  que 
bacía  once  aik>s  la  abrumaba ,  once  años  de  tiranta  babian  desper-^ 
tado  su  furor,  7  no  era  estrato  que  en  aquellos  momentos  de  agi«* 
tacion  y  efervescencia  viese  hasta  con  placer  la  muerte  de  los  qué 
mas  se  hablan  distinguido  en  torturarle, 

¿No  babta  ya  autoridades  establecidas? 

¿No  babia  una  Junta  suprema  reconocida  por  el  pueblo? 

La  Junta ,  pues ,  era  quien  debió  haber  tomado  providencias 
oportunas  para  evitar  semejantes  atentados. 

Verdad  es  que  tan  pronto  como  el  general  San  Miguel  tuvo  no- 
ticia de  ellos  se  presentó  ante  los  amotinados. 

Hé  aquí  como  se  describió  entonces  esta  imponente  escena : 

«El  pueblo,  al  sacudir  un  yugo  de  once  a&os«  recordó  en  un 
pointo  todas  las  humiUaciones,  todas  las  alevosías  de  que  había  sidd 
vfctiina ,  y  comprendiendo  que  ahora  estaba  en  su  mano  estirpar- 
)as  para  siempre,  se  biso  tan  desconfiado  y  suspicaz  como  antes 
había  sido  crédulo  y  candido. 

A  cada  disposición  que  se  tomaba ,  á  cada  palabra  que  se  de- 
cía, á  cada  nombre,  á  cada  idea  que  se  anonciaba ,  el  pueblo  blan* 
diendo  sos  armas ,  respondía : '—  ¡  nos  venden !  —  y  cerraba  los 
oidos. 

Entre  las  diferentes  escenas  producidas  por  un  sentimiento  de 
agitación  y  desconfianza,  que  algunos,  por  miras  parlicolares,  pro- 
iruraban  sostener ,  debemos  citar  la  que  tuvo  lugar  en  la  plazuela 
^e  la  Cebada  el  día  23  de  juKo. 

Llegó  á  noticia  de  San  Miguel  que  el  pueblo  armado  acababa 
de  juzgar  y  fusilar  al  famoso  polizonte  Chico ,  y  que  babia  recelos 
de  que  no  parasen  en  ella  las  jnslicias  que  se  hiciesen  por  su  mano: 


el  general  acoiié  al  yin  ea  qoe  acahdia  At 

wu  maiA  de  IM0  4e  3,000  bojnbrai  éa  !kia  nfvtadba  jM  ^  hirrio 

por  «laa  ÍAfttxibk»  y  «mis  oraelea  Meoabft  Idda.k  ^tMaim, 

do  las  mrmm  j  proraaifíeBdo  en  focos, *f«e  daban 4  ofooMa 

as  DB  asfoclo  do  iodo  f  «oto  ssapoMoie. 

San  Miguel  se  colocó  en  loodío  de  la  plaBMk^  oeoBlMé  es  «ai 
silla ,  y  dirigió  al  pueblo  palabras  eleeaaaittÉaas,  iai|iiiiadaa  por 
la  situaoiea  del  momeato  y  4|iia  seoikaos  no  poder  aapnaiiacir  mpl. 

—«He  oidot  dijo  oalro  oUas  coaas«  que  ya mm  cooftasa  aa  mí; 
he  oido  qne  habéis  olvidado  aa  un  aiottoaio  la  sería  4e  atea  ^aa 
coBsUtayea  oii  vida ,  ooaaagrada  sáuiipra  á  la  libaited  dm  la  pa- 
tria; he  oido  que  no  me  prestarais  oídos,  <qae  na  segúrala  mm 
con&ejos  leales:  si  esto  es  esaolo,  si  no  racoaooaía «en  asá  al  que 
todo  eslá  dispuesto  á  sacrificarlo  por  ^  pueblo»  si  soy  Iraidor  á  los 
ogos  del  pooblot  yo  detesto  la  vida:  sí  deseáis  arraDciroaala ,  afai 
me  tenéis  (y  se  descubrió  al  pecho)  oíaladiaa ,  oartad  asi  oabaaa  aa* 
canecida  aa  el  servicio  «de  la  libertad :  Uaipiad  á  la  patria  da  aa 
traidor.»  — 

Ub  viva  iameDao  á  San  Migoel  Cae  la  conAestaciaa  i  ealas  pala- 
bras :  aquellos  hombres  duras  de  corazón  dejaroa  aia  eoibarga » 
capar  de  sus  ojos  lágrimas  ardientes»  bajaron  los  braaosa|ue 
dian  las  armas ,  y  quedaron  en  un  silencio  profundo  que  peraaitia 
oír  perfectamente  al  ilustre  veterano. 

-—«Oigo  vuestras  aclamaciones,  conliauó,  ifeo  vuestroa  aemr 
blaates  y  no  dudo  de  vosotros;  pero  as  preciso  que  la  duda  ao  i»« 
nazca  jamás ;  es  preciso  que  este  dia  do  sea  iafeonada;  aa  placías 
que  antes  de  separarnos  establezcamos  ua  pac&o  solamoe  ^  ^a  ju- 
gamos á  los  ojos  de  Dios ,  yo  ao  abandonaros  mieairas  la  Ufaartad 
no  se  halle  consolidada;  vosotros  no -desconfiar  de  mí.,  ao 


«rtatf  JÍAP  4Mhrai  mmíi^  €ii»i  «ííkmiiUii  #  y  #qM  puicMi^^  toa  «agifi 
tado  an  momento  antes,  firiwMQáo  i¿  |iirMiei4o  4^19  .]# f>idii«  IfliVti 
mabap  ii»  4sqadrQ  tiililww,  pm»  d  ^«al  m  hay  4«aci\||HcJM  ^p^áble* 
Sm  Mif  Oíd  fué  Jeffiiiitii4#«Q  la  ^Ub  f  üwf^iQ  m  hwiVr'aíi  4» 
medi^  d^  laa  adMíUUQÁMQi  om»  wlaalastaa^  Jiai4a  4^  vkkt^A&m 
laídro ,  dooda  oíoiit^  «a  m  «abalW;  |i«g#  4«apu¿a  ae  fijjafaa  #q  Iía 
esquinas  el  siguiente  bando : 

«Don  Evaristo  San  Miguel ,  teniente  general »  senador  del  reino, 

ministro  áatewio  ¿e  k  fiMfi»  y  ♦nafíitii  gamnalide  «Gislik  b  Sue- 
va, etc.,  etc.=Hago  saber:  Que  habiéndose  esparcido  voces  de  cpie 
se  mtanta  ídmaoI^  vMMoias  y  ataoffdlM  de  fiarMMS  ¿nermea^  be 
tañido  A  hipa  4Mretarl#  aíguiettle:: 

1  /  Todo  oiudiidA»^  araiado  s^^oMcnatará  itfbriíataiiiwle  ámkatt^ 
der  ¿  ana  Mspactíifw  bunricadat,  aín  ^pie  ^por  Moguo  pretealo  sa  se- 
pare áa  ^m  le  Uamm  JMiAliüa  del  aer:viaio. 

i.""  De  todos  los  puestos  popularas  ariMdoa4e  b  capitel  lui^ 
dren  partMaa  rqte  ae  .cmizaráii  en  (ú  iecreAo  de  loa  «auyoa  respecti- 
vos, prontas  á  refrenar  y  castigar  ea  el  aoto,  aiea  posibb^  i  todp 
individuo  que  ae  propase  id  OMOor  .eaeeao  eoolca  iaa  propiedades  ó 
las  persoaea. 

Z.^  Tiode  aprehendido  eadpaUe  de  les  eacesos  diohoa  audí  pues* 
te  en  b  oárcel  póUüea  y  oaaligado  rígoroaaoienle  oon  arregb  é 
beb}ie&» 

GindadeAoa epfliadoa  y  ne.armidos:  acabáis  deiierjoae  ea 
dio  de  vosotros ;  acabáis  de  jurarme  en  nombre  de  la  patria 


670  K  FALACIO  M  US  €iIIIKf  18 

Ao  permitiréis  se  empañen  los  días  de  gloria  qoe  habéis  adquirido  en 
estos  dias«  con  crímenes  que  degradan  á  la  humanidad  j  oteñáem 
)i  justicia :  el  verdadero  amante  de  la  libertad  no  es  bajo,  ni  cobar- 
de,  ni  asesino;  jamás  mancha  sus  manos  en  sangre  que  solo  lieoe 
derecho  á  derramar  la  espada  de  la  justicia. 

Os  recuerdo  por  escrito  tan  solemne  juramento ,  as(  como  no  ol- 
tidareis  las  penas ,  los  afanes  y  los  sacrificios  que  por  consignaros 
un  alio  puesto  en  el  cuadro  de  los  pueblos  libres  está  pronto  á  ha- 
eer  á  cada  instante  vuestro  aipigo,  vuestro  compañero ,  y  si  me  et 
lícito  decirlo ,  vuestro  padre. 

Madrid  23  de  julio  de  i854.=Evaristo  San  Miguel.» 


u 


La  Junta  por  su  parte  pronunció  la  siguiente  alocución : 

«La  JimTA  SCPBBIOR  UB  SALVACIÓN,  AHMAMBHTO  Y  DBPBNSA  «^^Ma-* 

dríleños:  El  desasosiego  de  los  ánimos»  la  desconfianza  tan  natural 
en  este  estado  de  agitación ,  locan  ya  á  su  término. 

El  general  don  José  Allende  Sdazar ,  enviado  del  duqoe  de  la 
Victoria»  ha  vuelto  anoche  á  Zaragoza  altamente  satisfecho  de  la 
entrevista  que  tuvo  con  S.  M. 

Muy  pronto  veréis  en  el  seno  de  la  capital  al  ilustre  caudillo 
que  va  á  entregarse  de  las  riendas  del  Estado. 

Muy  pronto  veréis  inaugurado  un  sistema  de  gobierno  que  á  los 
mas  amantes  de  la  libertad  deje  cumplidamente  satisfechos. 

Faltan  palabras  á  la  Junta  para  manifestar  debidamente  el  gozo 
que  en  sus  corazones  rebosa  al  contemplar  el  espectáculo  que  esta 
capital  ofrece :  imagen  ayer  de  un  mar  agitado  por  la  mas  lerríUe 
4empestad,  hoy  con  tantos  síntomas  de  tornarse  en  manso  y  apa- 
cible. 


SL  POBBU)  T  SUS  OPiBSOBIS.r  67^ 

Ciudadaoos  armados;  fuisteis  bravos  y  arrojados»  corristeis  al 
peligro  cuando  visteis  vuestra  libertad  amenazada ;  peleasteis  coma 
buenos ;  vencisteis  como  soldados  intrépidos  á  quienes  la  muerte  no 
arredra ;  y  por  premio  de  tanta  fatiga  y  beroismo ,  veis  llegado  el 
dia  de  asegurar  vuestros  derecbos  de  un  modo  firme  y  estable ,  que 
no  dé  lugar  ¿  falsas  interpretaciones. 

Madrileños  todos ;  gracias  por  vuestro  comportamiento  en  estos 
dias  azarosos. 

La  Junta  enorgullecida  por  el  puesto  de  bonor  y  de  peligro  que 
en  ellos  ba  ocupado,  os  las  tributa  de  lo  íntimo  de  sus  corazones.^ 

¡Vivan  la  patria,  la  nación ;  la  libertad!  ;  Viva  Isabel  II,  reina 
constitucional  de  las  Espanas  I  ¡  Viva  el  ilustre  duque  de  la  Victo- 
ria^ que  á  los  insignes  servicios  prestados  á  su  pais  en  todos  tiem- 
pos 9  va  i  añadir  el  de  restablecer  en  el  pueblo  español  la  tranqui- 
lidad y  la  confianza  1 

Madrid  25  de  julio  de  1854.  s=  Evaristo  San  Miguel «  presiden- 
te. =  El  marqués  de  Fuentes  de  Duero.  =Gregorio  López  Molline- 
do.  =  Juan  de  Ranero.  =  Domingo  Villasante. = Manuel  Becerra .  => 
Joaquín  Aguirre.  =  Baltasar  Mata.  =- Juan  A.  Rascón.  =  José  Rúa 
Figueroa.  =>E1  marqués  de  Tabuérniga.  =  EI  general  Valdés.= 
Juan  Boada  y  Quijano.  =  Antonio  Martínez.  =  Joaquín  Francisco 
Pacheco.  =  Diego  Coello.= José  Ordax  Avecilla.  =  Antonio  Con- 
de González.  =  Matías  Ángulo.  =  José  Luna.  =£1  general  Crespo. 
=EI  marqués  de  Perales.  =El  general  Iriarte.  =  Vicente  Rodri- 
guez.=  Cayetano  Cardero.  =  EI  marqués  de  Vega  Armijo.=  Al- 
fonso Escalante.  ==  Francisco  Salmerón  Alonso,  vocal  secretario.  = 
Ángel  Fernandez  de  los  Ríos,  vocal  secretario.» 

¿Se  ban  restablecido  en  España  la  tranquilidad  y  la  confianza 


trn  «.  PAiACKT  w  Les  eñkMixml 

qae  Taticinaba  la  Janta?  Hacemos  erta  pre^mte  mi  Mmro  de 
1896 ,  y  desgfaeiadametrte  mtüt  osará  d'amov  OM  rwyutistm  «Af^ 
HtatiTa. 

¿Y  porqué? 

Porqae  los  grandes  cfittfiflales  han  qoedsdo  hasta  tliora  mr[MH- 
Bes  f  j  se  les  ha  permitido  llevarse  los  tmlloiMS  frandoleatiiaMiito 
Adquiridos ,  para  asalariar  á  sos  aig^tttddret  eir  Esp«l« ,  ittiétitras 
eUos  conspiran  en  el  estranjero. 

Porqne  et  pueblo  no  vé  saludables  reforttras  f  ni  toea  laes  aosia- 
das  economías  qne  se  le  prometieron. 

£n  resumen «  porqne  no  se  marcha  francaflieirti  por  hi  senda 
del  progreso  indefinido ,  que  es  la  verdadera  tMüIiyai^  kacmmai. 


'} 


GáPIfUIaOJ  hWf. 


KL  TRONO  Y.  TSI,  PUEBÜLO. 


ViM  d«  lasr-figwas  foe  mis;  so<  detUeair.  del  cuadro»  d«;  lé  re- 
Toloekm  de  j«lio',  ea  á  no  dudarle ,.  la  del  neaerable  aaeíano  Saik 
Mignei^;  pero  eale^  befieiiiérit»<geDaralii|aa  iasla  cattianra  iaapisni^ 
ba  al  pueblo  por  sos  gloriosos  antecedeotca^  adüfeata  da?  faockM 
preóeiipaeiéDes  q«e  pepjiidiearov  eo  gran  BMtnera.  al  complete^  de- 
9arroik>  dM^popolar  alttmieDtoc 

Preciso'  69  confesar  eo  alabaim  éA  respetaUai  líetet ano ,.  qim 
pocos  hoMeraft  arpostrado  con  igoal  denuedo  los'  pettgroa  de  que 
en  tan  azaiposo»  dina  se  tío  amenairada  sn  exiatenoia ;  pero^  si  pon 
nn  lado  se  nolaba  en  sa  condnela  aqnel  cekü ,  ai|ttella  actividadii 
aquel  ardor  que  parecen'  privilegio  esclosivo  de  loaana  javenludy 
su»  pensamientos  poKiicos,  sna  ideas  reconciMadoras.»  sns  intencio- 
nes pacificas  adkilecianf  de  cierta  prudencia  exajecada>  sobre  la  cual 

pesaba  en  malhora  el  hielo  de  la  vejez. 

T.  II.  85 


674  KL  PALACIO  DB  LOS  GftflIBlIBS 

Has  qae  caudillo  rbyolücionabio  ,  que  fué  para  lo  qae  el  pue- 
blo le  babia  elegido ,  coastitayóse  en  m bdiador  eatre  los  yencedo* 
res  y  vencidos ,  y  mas  que  mediador  ,  mostróse  sin  rebozo  algaso 
ardiente  abogado  del  trono. 

Si  doña  Isabel  II  hubiera  por  su  libre  albedrfo  elegido  la  per- 
sona de  quien  mas  pruebas  de  amor  y  fidelidad  hubiese  recibido 
entre  sus  parciales ,  con  el  objeto  de  que  la  salvara  del  terrible 
naufragio  que  amagaba  abismar  para  siempre  la  dinaslia  de  los 
Borbones  en  España ,  no  hubiera  encontrado  un  servidor  tan  leal, 
como  lo  fué  á  la  sazón  el  general  San  Miguel. 

Conoció  este  que  era  preciso  dar  un  completo  desagravio  á  los 
generales  que  el  ministerio  caido  habia  exonerado  de  sus  empleos, 
grados ,  títulos  y  condecoraciones,  y  aconsejó  á  S.  M.  las  sigaieo- 
tes  medidas  reparadoras : 

«EsposiGioN  k  S.  M.=Señora:  Cuando  V.  M.  se  sirvió  honrar- 
me llamándome  á  sus  consejos ,  y  nombrándome  ministro  ioterino 
de  la  Guerra ,  nadie  pudo  dudar  de  cuál  fuese  su  ánimo »  ni  de  coa» 
les  fueran  mis  intenciones. 

Preparar  la  salvación  de  la  patria  llevada  al  borde  de  ao  abis- 
mo por  la  conducta  del  ministerio  del  conde  de  San  Luis ;  iniciar 
el  camino  que  habrá  de  emprender  con  las  cualidades  qae  le  enal- 
tecen el  duque  de  la  Victoria ,  llamado  por  V.  H.  para  constituir  é 
gobierno ;  volver  en  fin  al  sistema  liberal  malamente  olvidado  por 
hombres  que  tanto  le  debieran;  tal  fué  el  benéfico  designio  de 
V.  M.,  tal  mi  notoria,  mi  necesaria  decisión. 

Ni  aun  creia  yo  que  era  indispensable  decirlo  en  un  docnmeato 
de  esta  especie ,  porque  no  concebía  que  pudiese  dudarlo  nadie  ea 
la  nación  españ 


BI.  P01U.O  T  SUS  OFABSOUS.  ^7{l 

V.  M.  sabe  qae  comprendiendo  la  delicada ,  pero  transiiori|i 
misión  que  se  me  habia  conferido ,  he  procurado  abstenerme  de  to- 
do lo  que  no  fuese  de  especialísima  urgencia ,  dejando  al  general 
Espartero  la  plena  libertad  de  sus  actos ,  y  1&  honra  que  le  será 
consiguiente ,  y  no  comprometiendo  su  política  con  medidas  quie 
puedan  reclamar  los  elementos  del  tiempo  y  la  meditación. 

Hay  una  sin  embargo ,  Señora»  que  me  parece  ya  urgente, 
porque  concibo  que  no  se  puede  dilatar  mas  tiempo ,  y  que  someto 
á  V.  M.  en  el  proyecto  de  decreto  adjunto. 

Las  razones  para  ello  son  obvias ;  la  inteligencia  de  V.  M.  l^s 
comprende»  y  su  corazón  estoy  seguro  que  se  las  habrá  inspirado. 

Es  necesario  borrar  lo  que  quisiéramos  todos  que  no  hubiese 
sucedido,  y  entrar  de  lleno,  para  no  abandonarla  jamás ^  por  la 
verdadera  via  de  nuestra  salvación. 

Madrid  24  de  julio  de  i854.»rSe&ora.=A.  L.  R.  P.  de  Y.  M. 
Evaristo  San  Miguel.^ 

«DBGaBTo.  =  En  atención  á  las  consideraciones  que  me  ha  es- 
puesto mi  ministro  interino  de  la  Guerra ,  y  con  la  mayor  satis- 
facción, de  mi  ánimo,  vengo  en  decretar  lo  siguiente: 

Articulo  1  .*  Están  y  quedan  revocados  los  decretos  en  que  se 
exoneró  de  sus  empleos ,  grados,  títulos  y  condecoraciones  á  los  ge- 
nerales don  Leopoldo  0*Donnell,  conde  de  Lucena,  don  Francisco 
Serrano ,  don  Antonio  Ros  de  Olano ,  don  José  de  la  Concha ,  don 
Félix  María  Hessina  y  don  Domingo  Dulce. 

Art.  2.^  Lo  están  igualmente  los  decretos  y  reales  órdenes  por 
los  cuales  se  confinó  á  cualesquiera  punto  de  los  dominios  espa- 
ñoles, ó  se  hizo  partir  para  el  estranjero,  á  todos  y  cualesquiera 
individuos  militares  ó   paisanos  con  motivo  de  causas  poUlicas 


«676  IL  ViXlMIO'M  108  OBJtlIW 

'énrmte  4a  adaiÍDÍdtFacMni  del  •omée  de  S«  Lnk. 

Las  peramniB  de  ^vienes  9t  trata  podrán  Ügeacate  iliiigíimA 
donde  lo  tmrienen  4  bien. 

Art.  3.^  Es  im  Toboflad  que  se  eehe  «o  espeso  vAo  Mfan  las 
diaidenoias  y  actos  poUtíoos  de  la  preseate  kicba ,  así  oquio  mkn 
todo  lo  tocante  á  su  origen  y  preparaciÍM . 

Art.  4.*    No  se  comprenden  «b  lo  diapsecAo  por  el  «rltovlo  aa- 
terior  las  faltas  ó  defilos  de  los  ministres  y  autoridadea 
quepa  acasacion  y  juicio  de  las  Gártes  ó  de  los  tribunales 
tenies. 

En  estos  casos  qoeda  abierta  la  acción  <de  la  justicia 
pueda  ejercerse  por  los  nedicis  Iqgales. 

Art.  S/  Lo  «queda  iguahnenle  para  todoa  loa  actos  4pe  «o 
sean  políticos ,  y  que  correspondan  á  la  clase  4e  ^lilos  emammm* 

Dado  en  Valacio  á  veinticuatro  de  joKo  de  mü  ofkammám^  cin- 
cuenta y  cuatro. =Está  rubricado  de  la  real 
interino  de  la  Guerra ,  Evaristo  San  Miguel.» 


Este  desagravio  era  nroy  joAo ;  pero  imbia  «qve  dar  #tn»  mas  ñia- 
portante,  haim  qoe  dar  u»a  satiafacckn  «1  país  <e«lero ,  lo  exíjiañía- 
periosamente  4a  salvación  del  trono,  fue  el  «rinisterio  p^laso  y  la 
duquesa  de  Riánsares  babian  dejado  sin  prestigio. 

Todos  los  habitantes  de  Madrid  fueron  testigos  de  la  ▼erdnd^ 
acábanos  de  consignar. 

Terminada  ya  la  lucha ,  decoráronse  todas  las  larrioadas  can 
vistosos  doseles,  que  engalanaban  los  retratos  de  Espartero,  0*Doa- 
nell  y  otros  generales  qne  habían  tomado  parte  -en  la  revoikieien »  J 
cA  retrato  de  la  rana  aparea»^  también  después  de  la  paMíeneion  éA 
siguiente  naoifiealo : 


«MffRsnKi»  «E  LA  mmMíLé^=*aS>9paM$$ :  Coa  jémdíe  é^fAñ** 

'denéo  cMlre  «IpweblD  7  d  tropo  «InroréK  flefPOonfiíiiipM. 

Han  calumaiado  mi  coraam -«1  iWfiOMifte  MiitkmeiiMt XMitm^ 
rioft  al  MeMStar  7  á  la  líbiiteA  de  k»  q«e  seo  mÍB  U)«ib  :  ^M)  así 
«como  ka  «rffrdad  ha  Ikefvdo  ^or  fia  i  Im  toidos  da  ^«HUra  raioa^  >a»* 
fiero  'q«eid  mmar^  ia  Mtiiftaiizii  venaa^aa  y  «4ifiriMii  ^ea  truaüma 
corazones. 

Los  saori&eios  M  f  oeblo  asfatol  f ara  aoslatter  sus  ¡Itbaftrfes  y 
nñs  4erechoft,  ne  tmpoMn  lal  deber  4e  no  oWidar  Bunaa  laayri»» 
cipios  que  he  representado ,  los  únicos  que  puedo  r^aprcannflar ;  te 
pñnüí[Mos  ide  4a  liheitaid^  sin  4a  oiiál'ii6>hay  «aoio»8S^«áígius  de 

Una  nueva  era  fowiada  «en  ia  odioii  «éel  fPDelik>  con  leliaKniaeoa 
iiflrá  iesapavaaer  ilmAa  4a.«Mis  knre  «oariM*a  da  los  tri|tta  aoottteci- 
mientos  que  yo4a*pnnMna desee 'boraar^deiBWilrei Mudet;,       :  ^.1 
Deploro  en  lo  mas  profundo  de  mi  alma  las  desgracias  ocurri- 
4aB ,  y  fr6iaiirairl'1iMec)fl»*oVrídar  oan  «MBOsaMe  «McitwL . 

Me  eMlreg^  cmifiadaMenle  y  sin  vaserM  á  3a  4eateal  ONrciofalak 
Los  semínÑeiitoB'deios  miliestea  smaienpwe^friblMMa.: 
<|Qe  nada  ¡tvrbefen  le^meesnio  la  armoala.  qae  deaeo  «enaervar 
«een  "mi  pMlile.  ¥0  estoy  éíspeeataá  iiaoer  Hoflo  ■féaioro  de  saKntf- 
cios  para  el  Wen  ^oereidel  país;  y  deseo  qw  este  towe  áinaaifei- 
tar^m  ^«^«ttlad  for  él  ^órgano  de  «os  leglliiHeB  repi  eoeaiartes ,  y 
aeepto  y 'ofr^noo  desde  ebera  4odae  4as  garantías  qae  ^lÉaBoeii  ees 
derechos  y  los  de  mi  trono. 

El  deeoro  'de  «este  es  ^vuestro  deoero ,  espafioles^:  aai  dignidad  de 
reinfa ,  de  nnijer  y  de  'madre  es  la  digmdad  mi^ma  de  te  a»oíaB  «que 
friee  m  día  im  «mnbre  «tubele de  la  ldliena4.  Ne^^ewe  f  ai0B>aM- 


67S  IL  PALACIO  DI  LOS  GlfmifU 

fiarme  á  vosotros :  oo  temo  poner  eo  vuestras  manos  mi  persona  y 
la  de  mi  liija :  oo  temo  colocar  mi  suerte  bajo  la  égida  de  vuestri 
lealtad ,  porque  creo  firmemente  que  os  hago  arbitros  de  Tuestn 
propia  honra  y  de  la  salud  de  la  patria. 

El  nombramiento  del  esforzado  duque  de  la  Victoria  para  pre- 
sidente del  Consejo  de  minbtros  *  y  mi  completa  adhesión  á  s» 
ideas ,  dirigidas  á  la  felicidad  común ,  serán  la  prenda  mas  segura 
del  cumplimiento  de  vuestras  nobles  aspiraciones. 

Españoles:  podéis  hacer  la  ventura  y  la  gloria  de  vuestra  reiai 
aceptando  las  que  ella  os  desea  y  os  prepara  en  lo  íntimo  de  so  na- 
ternal  corazón. 

La  acrisolada  lealtad  del  que  va  á  dirigir  mis  consejos  •  el  ar- 
diente patriotismo  que  ha  manifestado  en  tantas  ocasiones,  pondri 
sos  sentimientos  en  consonancia  con  los  mios. 

Dado  en  palacio  á  26  de  julio  de  1854.=Yo  la  reina.ssEl  ni* 
nistro  interino  de  la  Guerra ,  Evaristo  San  Miguel.» 

El  precedente  manifiesto  fué  la  voz  de  ¡  ALTO !  que  oomo  mi- 
nistro responsable  dio  San  Miguel  á  la  revolución  de  joUo. 

El  pueblo  triuofante  hizo  aI(o «  es  verdad ;  pero  hixo  alto  ooa 
cierta  desconfianza ,  porque  no  ha  olvidado  nunca  las  célebres  pa- 
labras de  Fernando  VII ,  marchemos »  yo  el  primero  por  la  sends 
eonUiíucional ,  que  precedieron  á  la  ejecución  de  Riego. 

El  pueblo  recibió  sin  entusiasmo  la  regia  manifestación»  porqsc 
se  lisonjeaba  de  un  cambio  radical  en  las  instituciones ,  qne  afian- 
zase para  siempre  su  libertad. 

El  pueblo  recibió  con  glacial  aprecio  la  confesión  del  trono, 
porque  i  fuerza  de  desengaños  ha  convertido  en  suspicacia  so  caá- 
dorosa  credulidad ;  pero  infatigable  el  general  San  Miguel  en  llevar 


KL  PÜBBLO  T  BUS  Of BlSOftSS*  fff» 

á  cima  la  alianza  del  trono  y  el  poeblo ,  aconsejó  á  la  rema  que  re- 
corriese las  barricadas,  y  la  Jnnta  anunció  esta  resdocion  del  modo 
siguiente: 

«S.  M.  la  reina  saldrá  esta  tarde  i  las  seis  para  visitar  á  sq  leal 
pueblo  de  Madrid.  La  Jnnta  de  salvación ,  armamento  y  defensa 
acompañará  á  la  regia  persona  en  toda  la  carrera ,  que  guarnecerá 
la  Milicia  nacional  y  el  ejército.  La  reina  recorrerá  así  la  plaza  de 
la  Armería ,  calle  Mayor ,  Puerta  del  Sol ,  calle  de  Alcalá ,  Prado, 
volviendo  á  palacio  por  la  Carrera  de  San  Gerónimo  y  calle  Mayor. 
Este  paseo  de  S.  H. ,  después  del  grave  conflicto  porque  ha  pasado 
el  pueblo  de  Madrid ,  debe  ser  una  manifestación  de  la  alianza  qu6 
felizmente  reina  entre  el  pueblo  y  el  trono  constitucional. 
Madrid  27  de  julio  de  1854.» 

A  pesar  de  este  anuncio  la  reina  no  abandonó  su  palacio ,  y 
aplazó  su  salida  para  cuando  llegase  el  duque  de  la  Victoria. 

Esto  parecía  indicar  que  la  desconfianza  entre  el  trono  y  el  pue- 
blo era  recíproca. 

La  Junta  dio  por  terminada  su  misión  dirigiendo  al  pueblo  y  á 
la  Milicia  de  Madrid » la  alocución  siguiente: 

«Han  pasado  los  dias  de  lucha  y  de  sangre ,  y  ha  sucedido  la 
calma  y  el  reposo. 

Vuestra  sensatez  y  cordura  han  demostrado  á  los  enemigos  de  la 
libertad  cuan  dignos  sois  de  gozar  los  derechos  de  que  por  tanto 
tiempo  se  os  ha  privado. 

Si  la  ilustración  y  el  amor  á  la  patria  son  prendas  seguras  de  la 
estabilidad  y  firmeza  de  las  instituciones  liberales  >  nadie  puede  re- 


en  qae,  entregados  á  las  mas  halagüeñas  esperanzas  *  haMhWto 
desfilar  vuestra  Milicia ,  baluarte  inespugnable  del  orden  y  de  la  l¡- 

{^e  tiemUea  4  m  viala  Iobí  qpm  abmgtea  la  tMuí  MmaatBám^ 
laBM.dftrtaMÍODl 

\QúB  no  píeoseft  M^ertíen  la  piMÍUlidad  d«  QomtgMa.flMife 
nebiMDs  {iímns  I 

lUbiii  fograda  oMnraartrottsaacifieíaa  y  loealoa.  aangn^.^Mli 
hff  SaodamaataL,.  en  qw  han.  de  ooMÍgaanei  los.  dferacbaat  da^laa* 
paiokia^  sa  eacMiiand&4  nnaa  Curias^  qpiai^  ta^iaado&  an^^iiaiiiai  ha 
defectos  y  Wtíiow  BeflalladQs.deilaaaniaiMnts»  camtíli 
desaparecer  ios  medios  de  que  se  valiaall  pvadar  (aii^ 
que  las  leyes  orgánicas  aseguren  la  libre  espresion  de  vuestros  sa- 
fragjas.  aai  la»  elaGéíaaas :  qfte  Ua^  adtfniniahraiMraa  dajaia  iikla<  pnpía 
á  las  provwúas  y  á  lasi  laaaieipaUdades.»  daaaparaoiaftdla.  esa  ss»* 
tvalísaoian  noaatruasa  qua  lasiha.  ced«ic*4iik  á  LaaNlidád:  lue  al  go- 
bierno sea  responsable  de  sus  actos:  que  desapareíaaAdaaaln^Tai- 
otDOft  los.  hombres,  insaorales  qua  («"aücaa  «oa  vaaitoa  fiarlnaa  ? 
vuestra  honra. 

Tenéis  una  Milicia  nacional  que  defenderá  vuestros  hogares  y 
aoslaadtá  vuestros  defeobo»;  y  obtendréis  adamas  laa^ leyes  aacesa- 
rías  para  la  libre  emisión  del  pensamiento  y  para  la  aa^ridad  bsf* 
sonal. 

Estos  son  los  principios  de:  vuestra- Junta.,  que  maircbaadoriíaica- 
mente  por  el  camino  del  progreso  indefinido,  ai  desea  ni  quiere  odi 
cosa  que  dar  la  posíhle  amplitud  i  vuestsas  Uberladesw. 

Miliciaaos.  nacioaales :  la  actiAud  imponente  cooi  qae  se  h^^  «g^ 


IL  FOIBLO  T  SUS  OFIBSOBIS.  684 

sentado  vuestros  batallones  y  baterías ,  y  la  que  han  conservado  los 
ciudadanos  de  las  barricadas ,  son  la  mas  segura  garantía  de  que  no 
podrá  turbarse  la  tranquilidad  pública. 

La  Junta  os  da  las  gracias  en  nombre  del  pueblo  de  Madrid  por 
el  celo  que  habéis  demostrado  en  acudir  á  las  filas  y  sostener  vues- 
tros puestos.» 

Desde  este  momento  pesa  sobre  el  ciudadano  Espartero  una 
responsabilidad  inmensa. 

La  nación  lo  espera  lodo  del  que  ahogó  en  los  campos  de  Ver- 
gara  la  guerra  civil. 

El  prestigio  de  Espartero  es  úmco  y  debe  procurar  que  no  le 
desvirtué  la  mas  leve  sombra  de  competencia. 

El  dia  que  Espartero  deje  de  ser  el  primer  ciudadano  español , 
correrá  gran  riesgo  de  ser  el  último. 

Marche  pues  impávido  al  frente  del  progreso  indefinido,  si 
quiere  conducir  la  libertad  espa&ola  á  puerto  de  salvación ,  y  reci- 
bir las  bendiciones  de  una  patria  libre  y  felix. 

]  Ay  de  él  y  de  la  Eapaña  si  llegase  á  prevalecer  la  hipocre* 
sia  de  los  seides  de  la  reacción ! 

¡  Alerla ,  general  i 


.^.^'"^^ 


T.  n.  86 


i*i^ai*i 


^ 


CAPITULO  LV. 


ILUSIONES  DE  AMOR. 


.  / 


Era  d  28  de  jaUo  de  1854^  cuando  ^  ooao  heM«  referido  ya 
en  otro  capitulo»  almtadas Ifaria  y  Rosa  por  la  feguviéad  que  \m 
habia  dado  don  Antonio  de  Agnilar  de  qoe  Eariqne  se  aahrmria ,  ss 
separaron  de  ia  alcoba  del  herido  para  entregarse  el  deseanao  qne 
el  estado  de  desfallecimiento  de  estas  dos  aogelicalea  nneijerea  re- 
clamaba. 

Quedaron  solos  en  la  alcoba  el  interesante  enfermo ,  qae  dor- 
mía tranquilamente ,  y  la  linda  cuanto  piadosa  joven  hermana  de  li 
Caridad. 

Hemos  dicho  también  qoe  esta  candorosa  criatura  se  habia  sen- 
tado á  la  cabecera  del  lecho  del  enfermo  en  la  misma  silla  qae  has- 
ta entonces  no  habia  abandonado  María  un  solo  momento. 

El  silencio  que  reinaba  en  aquel  recinto  de  amargura ,  era  so- 
lemne ;  y  únicamente  le  interrumpían  la  casi  imperceptible  respira- 


1  ns  «tftiMMii.  €tt 

ciondel  eACermo^  y  i^9«i  proloDgadosiitpírO'queíatttki  oia  exhalar 
de  tec  €ft  cuasdo. 

La  piadosa  ^ven  qae  I»  vigilaba  como  vigila JErtí  áogel  el  suaio 
da  la  inocencia»  lenia  davadaseB  el  pálido  rostro  Aú  eofiartno,  laa 
papilas  de  sos  bellos  ojos ,  de  ka  cuales  manaban  copioflaa  Ugiifluaa 
como  de  k»  de  la  Magdalena  cuando  contemplaba  al  ervd£oado.  : 

•*<- Tan  joven ,  tan  beHo » tan  generoso... «**deoia  para  si.U  cooif- 
pasiva  bermana;«— y  el  infelia  se  baila  próximo  <á  bagar  al  sepolt- 
cro!...  ]HerHKwa  flar  agostada  al  nacer  I...  Peno  no,  na,  no  mo^ 
rirá...  el  facnltativo  alberga  la  dulce eáperiBUi  de  salyade,  y  vit- 
vira...  vivirá  para  bacer  la  felicidad  da^  sa  madre.. •  ¿Da.au  inár 
dre?...  ¿Solohi  felicidad  de au  madre?...  tlMasnaío!...  iDioamia! 

Y  prommpió  ea  soHozos  nial  reprimidos.^  coya  e&plasíaki  deán 
perló  al  enfenao. 

-«¿&lás  aqat»  mamá?— freganl4  Snriqnd  con  vaa  dcsfdlq^ 
eída ,  boseanda  caarsa  dcccavnad»  mnai»,  la  opno  da  sa  muátéii-ú 

La  bermana  dai»<Garfdad>no*sa  atl*eiaa'é<éarle'bi'aayai  niá 
vesponder  i  lampooa  as  k>  permitía' SO]  llanto*  . 

-*-¿Por  qoéno  merespaodesT'^IMiideestá  (a  mááoT    <^ 

La  mano  de  la  joven  sa  aproximé  á  láidel  siaí^rma coáio  atraí- 
da por  nna  foeraa  irresislible. 

-—Tú  no  me  abaodonaráai  miaoa,  mamá.«.  pero...  ^desgraciada- 
menta  voy  k  dejarte  yo....  { A  dejarte  para  siempl^  en  pago  de  ku 
inmensas  bondades  que  te  debo...  en  recompensa  del  amor  «faeaae 
profesas!  Madre,  madre  mía...  In  perdcm...  la  pecdon...  no  quie- 
ra morirme  sía  qoe  tí  me  pendones. 

Y  despvés  de  ana  prolongada  pansa ,  ailadié : 

— Mamá ,  be  de  hacerte  una  confesión  que  te  desgarrará  ei  al- 
ma. ¡  Siempre  causándote  sinsabave8)..>».  Sara  al  éUimou,.«  el  últi- 


•84  u.  PALACIO  n  LOS  Gifaum 

mo...  sí...  porque  voy  i  morirme;  pero  quiero  que  antei  me  per- 
dones y  me  bendigas.  Mamá ,  tú  has  sido  siempre  ana  «migm  para 

mí bien  lo  sabes siempre  he  depositado  mis  secretos  en  to 

amor.  Escucha....  yo  no  sé  si  podré  coordinar  mis  ideas....  íA  las 
comprenderás...  ¿verdad,  madre  mia?...  Pero...  yo  no  sé...  ¿qoé 
iba  á  decirte?  Ah!...  sí...  tú  lo  sabes  ya...  amaba  yo  á  ana  niña... 
por  ella  tuve  un  desafío...  ¿te  acuerdas?  Si  entonces  hubiera  muer- 
to  no  hubiera  visto  después  á  mi  adorada  Matilde  casada  coa 

otro no  hubiera  turbado  su  sosiego no  hubiera  causado  b 

muerte  de  nuestro  bienhechor....  Matilde  huyó  horrorizada....  Sia 
duda  me  maldijo....  sin  duda  me  aborrece  como  se  aborrece  á  iis 
asesino...  Pero  yo  la  amo...  yo  la  adoro,  madre  mia,  como  se  ado* 
ra  á  Dios...  En  este  momento  la  idolatro  mas  que  nunca...  Sin  ella 

no  podía  vivir La  idea  de  que  me  aborrece  como  al  monstruo 

que  ha  causado  su  desgracia»  abrumaba  mi  fantasía  y  me  asesinaba 
lentamente.  Yo  no  podia  sufrir  esta  tortura »  este  incesante  su^i- 
cío,  y  ansiaba  la  muerte.  La  reciente  revolueíoa  ha  sido  favorable 
á  mis  designios...  busqué  el  peligro...  porque  yo  no  podía  vivir  sin 
el  amor  de  Matilde. ••.  sí,  basqué  la  muerte  con  afáo....  j  la  en- 
contré. Dios  es  justo...  Dios  favoreció  mis  deseos,  madre  mia;  pero 
falta  que  tú  me  perdones  para  que  me  perdone  él  también»  Sok 
tengo  un  pesar,  mamá....  un  pesar  que  me  atormenta  de  ana  ma- 
nera horrible.  Me  voy  i  morir  con  la  convicción  de  qne  Matilde 
me  aborrece. 

— No ,  no ,  Enrique— esclamó  como  impelida  por  un  acceso  de 
enagenacion  mental  la  piadosa  hermana.— Matilde  no  te  abonreoe, 
Matilde  te  ama...  te  ama  con  toda  la  vehemencia  de  un  amor  ines- 
tinguible. 

*-¿Qné  vos  es  esta,  Dios  mió? 


■L  PsoLa  T  Ms  wuaonm. 

•—La  Toi  de  tu  Matilde,  qae  jamis  dejó  de  amarte. 

—¿Matilde  tú? 

— Sf,  EDriqae,  tu  fiel  Matilde  que  quiere  volverte  á  la  vida  ó 
morir  contigo. 

•—El  delirio...  siempre  ese  delirio  atrox  que  me  atormenta. 

—No  y  Enrique  mió ,  no  deliras,  tu  Matilde  está  á  tu  lado ,  y  te 
jura  de  nuevo  eterno  amor. 

-—¿Lo  oyes,  mamá?...  Es  la  voz  de  Matilde...  la  conoieo  muy 
bien...  es  su  voz  de  ángel  que  me  jura  amor...  pero  mira...  ¿  no  ves 
allí  un  charco  de  sangre?...  Allí  murió  su  esposo...  nuestro  amor 
criminal  le  asesinó. 

Y  después  de  pronunciar  las  precedentes  palabras ,  cayó  el  eá- 
fermo  en  una  profunda  postración. 

Matilde ,  la  infortunada  viuda  de  don  Fermin  del  Valle ,  que  en 
efecto  no  era  otra  la  hermana  de  la  Caridad ,  quedó  también  aterra- 
da al  oír  las  terribles  palabrai  del  enfermo. 

-—Perdón ,  perdón ,  Dios  mió ;  —murmuré  la  infdia  eon  deses- 
perada amargura ,  —  perdón  sí  ofendo  á  la  n^moria  del  mas  geno- 
roso  de  los  maridos.  ¿Por  qué  roe  le  arrebataste ,  Km  mió?  Si  eres 
tú  quien  desde  el  trono  celestial  diriges  los  destinos  de  todo  lo  crea- 
do ,  ¿  por  qué  inspiraste  un  crimen  tan  horroroso  al  mas  bello  de  los 
corazones?  ¿  Por  qué  armaste  de  arma  suicida  la  mano  bienhechora 
que  tantos  beneficios  derramaba  en  el  mundo  ?  ¿  Por  qué  no  le  con- 
servaste á  mi  gratitud,  á  mi  fidelidad?  ¡Oh I...  si...  yo  le  hubiera 
sido  siempre  fiel...  se  lo  juré  al  pié  de  los  altares ,  y  nunca  hubiera 
faltado  á  mi  juramento; 

Las  reflexiones  de  Matilde  fueron  interrumpidas  por  un  ¡  ay !  que 
en  doloroso  y  amortiguado  acento  exhaló  Enrique. 

Matilde  paró  la  atención  y  oyó  las  siguientes  palabras : 


tt  FALáCia  M  1.06  etiMKIflS 

—  {Y  me  había  jurado  eterna  fidelidad!...  t  Y  se  eaaó  coo  otro!.. 

—  Es  cierto — pensó  temblando  la  infortuiada  HailiMe.^-He 
sido  ya  una  vez  perjura...  Pero  bieja  sabe  Dios  q/m  mo  fué  colpa 
mia.  — Y  dirigiendo  la  palabra  al  enfermo ,  añadió :  —  Prrdrtnit. 
Enrique;  tú  sabes  que  los  dos  hemos  sido  víctimas  de  «a  emel  en- 
gaño. ¿Por  qné  te  afliges  ahora  con  esos  tristes  recuerdos? 

— ¡  Otra  vez  su  voz  engañadora ! 

•^Enrique  de  mi  corazón,  yo  no  te  engasé  jamás, ••  te  di|e  que 
te  amaba  porque  en  efecto  me  abrasaba  en  el  fsego  de  au  primer 
smor...  de  un  amor  inextinguible ,  que  será  tssibian  el  Mltkeo.  1i 
sabes  ya  las  causas  que  me  unieron  á  otro  mortaL«.  cuya  BMmotii 
debemos  respetar. 

— Pero  ¿quién  eres  tú  ?  — preguntó  Enrique  eotresJ^Ftendo  ks 
ejoa. 

•^Soy  tu  Matilde. 

—  No  puede  ser ,  Matilde  me  abasdonó  para  siempre. 
•«^Greí  de  mí  deber  renunciar  para  siemfNre  álos  goces  4Íe  este 

arando ,  y  me  retiré  á  un  santo  asilo  para  consagrar  el  resto  de  sss 
dias  al  rezo  y  á  la  penitencia.  Crei  qpe  de  este  siodo  aleaossría  de 
la  misericordia  Divina  el  sosiego  éb  nuestros  corazones.  |Loos  de  mí 
A  todas  horas  eres  tú  el  objeto  de  mia  plegarias.  Comienzo  por  orsr 
por  tí ,  por  tí  9  que  eres  lo  único  que  en  este  mundo  me  ialersis; 
pero  olvido  en  breve  que  estoy  orando ,  olvido  que  dirijo  ñus  ple^ 
ganas  á  Dios ,  y  solo  me  acuerdo  de  mi  Enrique  y  del  aoior  qne  le 
profeso ,  de  este  amor  vehemente  que  se  agiganta  de  dia  en  dia  y 
que  ya  me  es  imposible  avasallar. 

-»; Es  verdad t  Matilde ?-^pregunUS  el  herido,  qae  alentado 
por  el  apasionado  lenguaje  de  su  amada ,  había  levantado  la  cabctt 
y  acodado  eo  el  cogia ,  la  soslania  coa  la  palma  de  aa  mmo  ix- 


•  •  • 


^  Sit  OfUSMBt* 

qnierda.^-^ ¿Eres  tú  la  qae  tilas á  ait  lado^  6  ot  mi  ángel  qse  Di» 
me  en^t  y  ^oe faa  ti>iBa^  la  fot om  paaa  eomolar  aua  OMies? 

— Soy  yo,  bien  mió,  mas  eiiaiiiovadaq«eMmoft«%»..  YengtA 
darle  la  vida...  veagvé-repMnir  mí fwimera  falla. «.  Ttogo  á  labrar 
ta  felicúM  y  la  ana. 

— ¡Ay!  Matilde,  Matilde  de  mí  vida  I.»  •  Sí,  lú  eres...  Dim 
da  aliealo  para  reeoDocerto..^  BsU  ireí  «ato  aaetto.*^  so  ideUf 
¿verdad  qae  no  detin»?  tú  ealáaaqaí ,  si>  astáa  aqví  ^ooaiaif  o »  M»» 
tMe  eia^  y  me  áMeaqmtMqoíaroflg..  i9okeafalabn*L.»aí  ym^ 
ras...  haa  fiknrio  «n  mi  oaraaoa  y  le  haftlkwiaila  do  na  ooasuflta 
indefinible...  iQm  tú  me  amasi.«..  {Obi*.,  noqaiero  yaimorirf 
aie...  ^oiero  vifir  para  sor  t»  f6daiTo..r.  Pora  {qs^reot.^,  oae.liitFr 
ÍB«^.  ÁcaiN»  de  dooiriHo  qM  te  bao  ntirado  á  aaa  daola  codostOD^^ 
¿Has  pronviieiado  tal  Mqialgijua  roto  iqve  ee  oponga  á  naostca  dídidl 

•  — ^Esa  era  mi  iatMcióD ;  peto  esUíbn  Jota  al  itnaginanne  «qno 
podría  vencer  la  pasión  que  me  ataaaila*  lAjforfooadaaMOle  no  solo 
BO  be  profesado,  «na^qoe  ao  be  conCt aído  el  mas  leve ooa^lr4Mn¡so 
que  coarte  mi  libertad.  Solo  be  renunciado  á>inBS  bieaea^  codíotodo 
la  pingüe  berencia  que  me  legó  mi  generoso  protector «  á  los  «silos 
piadosos  que  existen  en  Madrid. 

-~  Tanto  mcyor ,  -^  esctaaió  ra4iafite  de  alegría  Earique»-— «on 
esa  geaerosa  conducta  bas  rendida  na  bomena je  de  respeto  á  lamer 
moría  de  tu  bienhechor,  y  te  me  presentas  caal  te  conocí  en  mas 
dichosos  días ,  esto  es ,  sin  mas  riqoeaas  qae  tu  inocencia ,  tu  ber» 
mosora  y  tus  virtudes,  tesoros  mil  veces  mas  positivos  que  los  que 
busca  la  codicia  de  los  hombres.  Ya  sabes  que  me  sobran  riqíN^aSi 
Matilde  nua  y  y  qae  no  ambiciono  mas  que  tu  amor  en  este  mundo. 

-—Mi  amor  no  te  faltará  jamás ,  Enrique  mió ,  porque  en  amare- 
te y  verte  dichoso  cífiro  toda  mi  felicidad.  Y  aun  cuando  fueras  po- 


n.  PALAcao  n  los  qumehm 

lire  como  yo » te  amaría  con  freoesi ;  porque  ahora  mai  que  noBoa 
sé  por  esperiencia  propia »  qoe  ni  el  fausto  ni  las  riqoeíaa  labran  la 
reatara  de  una  alma  enamorada. 

—i ¿Con  qne  es  verdad  qoe  tanto  me  quieres? 

^-¿  Y  puedes  dudarlo  un  momento?  Si  mi  .amor  pvdieie  darte 
lasalnd... 

—•No  temas  ja  por  mi  salud »  vida  mia»«.  me  siento  nray  majo- 
rado...  me  parece  qoe  estoy  ya  enteramente  boeno...  i  Y  á  qniéa 
snio  á  ti  debo  agradecer  esta  dulce  transformaciim?  ¿A.  qniéD  sino 
i  tos  consoladoras  palabras  debo  la  mejoría  qne  esperimeiilo?  ¿A 
quién  sino  átu  amor  debo  este  prodigio?  ¿A  quién  sinoá  U^  ángri 
mió ,  deberé  el  venturoso  porvenir  que  me  aguarda  ?  Cuando  creí 
que  te  habia  perdido  para  siempre ,  vi  que  solo  en  la  muerte  ^^^W 
ú  término  de  mis  males ,  y  por  eso  la  bosque ;  pero  ah<ira  que  re- 
cobro el  amor  de  mi  Matilde,  ¡oh!  no  lo  dudes»  estrella  de  mis 
ojos,  recobraré  también  mi  salad. 

—  Eso  es  lo  que  deseo ,  Enrique ,  porque  tampoco  yo  podría  vi- 
vir si  tú  me  llegaras  á  faltar. 

—¿De  veras? 

—-¿Puedes  dudarlo? 

—No,  amor  mió,  no...  porque  tos  palabras  son  las  de  na  án- 
gel que  parece  haber  descendido  del  cielo  para  darme  la  vida...,  Y 
on  ángel  no  puede  mentir.  Permíteme  besar  tu  mano »  eala  mano 
generosa  qoe  me  arrebata  del  sepulcro. . . 

Y  el  enamorado  Enrique  imprimió  un  beso  de  fuego  en  la  maiH^ 
de  Matilde. 

—No  te  ofendas ,  ídolo  mió,  —  prosiguió  alentado  por  la  ve* 
hemencia  de  su  calentura,— no  te  ofendas  por  esta  demostracioB 
de  un  amor  que  no  puedo  reprimir...  Tu  mano  me  pertenece  ya... 


porque  quiero  «er  lo  esposo...  es  el  único  deseo  qoe  me  aniña...  ei 
la  úmea  ambicioii  que  tengo...  y  «I  dia  en  que  nuestro  amor  reciba 
la  bendición  de  la  divinidad ,  créelo ,  bermosa  Matilde ,  mi  felicidad 
habrá  libado  á  su  colmo.  ¿Seris  tú  felit  entonces? 

-—La  sola  idea  de  un  bien  tan  supremo « —  respondió  la  apasto-* 
nada  joven , — me  hace  estremecer  de  alegría,  i  Si  seré  felía  á  til 
lado?  Enrique  mió ,  después  de  las  pruebas  que  acabas  de  darme 
de  un  amor  tan  puro «  tan  vehemente ,  tan  generoso  como  el  que 
me  profesas ,  el  mió  «o  es  amor...  no  es  ese  amor  vulgar  que  todos 
los  corazones  sienten....  no  es  el  amor  que  te  he  profesado  basta 
ahora  desde  el  primer  dia  que  te  vi ,  amor  que  desde  aquel  momen- 
to conocí  que  sería  inestinguiMe ;  el  amor  que  ahora  me  abrasa  d 
alma «  es  superior  á  todos  los  amores  juntos »  es  amor  que  raya  en 
idolatría...  porque  sé  positivamente  que  sdo  vives  para  amarme. 

—  Si  t  paloma  de  mi  alma ,  vivo  solo  para  amarte.  ••  para  amarte 
y  hacerte  dichosa. 

— -  Amándome  tú  no  puedo  ser  desgraciada »  Enrique  mió ,  por-» 
que  también  yo  vivo  únicamente  para  ti.  Quiero  consagrar  todos 
los  momentos  de  mi  vida  á  tu  felicidad. ..  quiero  ser  tu  esclava... 

—  ¡Esclava  mia  tú,  Matilde !  No,  no  por  cierto.. ••  Cuando  yo 
no  tengo  mas  afán  que  merecer  tu  cariño..^  cuando  tú  eres  mi  án-* 
gel  de  salvación ,  cuya  celestial  presencia ,  cuyas  palabras  consola- 
doras me  han  vuelto  la  salud  *  me  han  dado  la  vida. . .  esta  vida  es 
tuya  9  te  pertenece  entera ,  y  siento  un  placer  indefinible  en  consa- 
grártela desde  este  momento...  4  Oh !  no  lo  dudes ,  prenda  mia ,  sa- 
bré adivinar  todos  tus  deseos ,  sabré  penetrar  hasta  lo  mas  recóndi- 
to de  tu  candoroso  corazón ;  leeré  en  tus  bellos  ojos  todo  lo  que 
pasa  en  tu  alma ,  y  antes  de  que  nada  me  pidas ,  antes  de  que  con 

palabras  me  indiques  tus  aspiraciones » tus  mas  insignificantes  ca- 
T.  II.  87 


pricbos,  los  verás  satisfechos  por  mí,  por  la  Enrique ,  poT;  tu  fiel 
poso  9  que  eo  vez  de  esclava  i  como  dices  j  4e  quiere  janora «  y  le 
obedecerá  ciegameote  como  á  la  reiaa  de  su  corazoD  j  de  lodos 
sus  pensamientos.  Para  eslo  deseo  recobrar- enterameDte  mi  salud.... 
y  la  recobraré ,  Matilde,  la  recobraré  segon  el  alieato  que  abara  me 
anima...  Sieolo  una  mejoría  sorpreudeote. .«  Nada«  abselatainimle 
Dada  me  molesta... 

—  Es  UD  prodigio ,— esclamó  Matilde  llorando  de  plaoer. 

—  Sí»  vida  mia,  un  prodigio  tuyo^..  uo  predÁgia  de  Uienoa»- 
tadora  presencia...  un  prodigio  de  tu  amor. 

*— ¿De  mi  amor? 

—«Sí,  corason  mió...  tu  amor  me  ba  salvado. 

—-¿De  veras  Ce  eíeales  mejor? 

—He  siento  buena. 

—Pero  tu  berida.... 

— No  me  duele Verdad  es  que  tengo  otra  bus  profunda 

aquí. . . 

Y  el  enfermo  llevd  su  mano  al  corazón. 

De  esta  guisa  embriagados  en  sus  ilusiones  oontínoaroa  eu  co»- 
versacion ,  hasta  que  fué  interrumpida  por  algunas  visitae* 

•     •••••••••••■••••      •      •. 

¡Pobres  enamorados !  Verdad  era  que  el  fnego  del  anor 
reanimado  el  abatido  espíritu  del  berido;  pero  aquel  faega 
tado  por  la  Gebre ,  defaia  estinguirse  muy  pronto  sofocado  |por 
reacción  violenta. 

Eran  demasiado  fuertes  las  sensaciones  que  acababa  db  esperi* 
mentar  Enrique  para  que  no  tuvieran  lamentables  oonseoueneíaip  en 
atención  á  la  gravedad  de  su  berida. 

¿VlacanderasaMatüde? 


tAigiials  de  liro  li crina □  Os  ,  cdilo 


•  1 


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. La  tiste dm ca Siirii|«eí|  áip^n  los  fitAHninii|BBt66  haeian  mas 
interesante  fan  la  áevoa  ¡jr  AQmpaawii  jévtn  ^  y  d  tdier  qM  for 
•IkeaUhB  aafiai6cufo,:f  fpia4>ordl»se  habni  laázado  ai^g pe  an- 
sioso de  morir ,  tenian  ebrio  de  amor  su  candoroso  conOMi»  > 

jQué  «leste  cm»qiie. «o  a4uflU6»Boiiea|o»  llagase. i  fí^  lo 
que  debiaá  ta  gialegrdto  faspoe»  B       .  . 

¿Qué  estraño  era  que  creyese  ^fm  Mni  balte  JatiaMhil  an  el 
mundo  para  ella  y  para  su  Enrique? 

¡  Ay  }-fpia.  Maaefatee«reaacía  saráteftctenii 

I  Ay  iafeliá !  qae  la  aOBibni  aaiBBgvanlada; áa  tt  espeao»  kstém 
pealafiMriase  taitiuitasía.y  heanar la  ooraaea  I 

Los  dos  amantes  juzgaron  conveniente  no  descubrir  á  pedía  s» 
recíproco  amor  hasta  que  Enrique  estutJBneyeatahhiaila^  -cosa  que 
en  aquel  dichoso  momento  de  halagüeñas  esperanzas ,  creian  ellos 
muy  próxima. 

Para  entonces  reservaban  el  placer  de  confiarlo  todo  á  la  madre 
de  Enrique ,  á  la  bondadosa  Maria ,  cuyo  beneplácito  no  podian  me- 
nos de  tener  por  seguro «  y  con  él  contaban  para  realizar  sus  ar- 
dientes deseos  y  llevar  á  colmo  su  imponderable  felicidad. 


Guando  María  y  Rosa ,  después  de  algunas  horas  de  descanso, 
volvieron  á  la  alcoba  de  Enrique ,  vieron  con  sorpresa  á  este  incor- 
porado en  su  cama ,  y  en  jovial  conversación  con  Manuel ,  Caroli- 
na y  la  hermana  de  la  Caridad. 

— *|Hijo  mió  1-^ gritó  Maria  corriendo  á  la  cabecera  del  lecho 
del  herido ,  de  donde  acababa  de  apartarse  la  hermana  de  la  Cari- 
dad, cediendo  su  silla  á  la  marquesa. 

— Ya  estoy  bueno,  mamá;  — dijo  Enrique  con  la  sonrisa  de  la 
felicidad. 


69S  IL  PALACIO  M  LOS  Gifanmii 

Y  madre  é  hijo  lloraban  de  alegría  y  se  besaban  coa  temara, 
cuando  se  presentó  el  facultativo  don  Antonio  de  Agnihr. 

—- ¡  Albricias  t  Antonio  I —esclamó  Rosa  al  ter  entrar  á  sa  ma- 
rido el  médico. 

-—¿Cómo  asi?  — preguntó  don  Antonio «  dirigiéndose  hacia  el 
lecho  de  Enrique ,  á  quien  tomó  inmediatamente  el  pulso. 

Y  Rosa  anadió  jovialmente : 
—  Enrique  está  ya  bueno. 

El  facultativo  do  pudo  ocultar  un  movimiento  de  diagosto  al  to- 
mar el  pulso  de  Enrique «  y  precipitadamente  le  quitó  las  vendas  que 
cubrían  la  herida ,  examinóla  con  atención »  y  lleno  de  amargan 
esclamó  para  si : 

-—  I  Desventurado  joven  1 


-^Vív 


í    *' 


>    • 


CAPITULO  LVI. 


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■'i 


LA  PESADILLA. 


/  ■ 


Veheneoiet  e»  dmaifa  hM$B  skki  1m  eiodcioiiM  qoa  li  pMM 
hermana  de  la  Caridad,  la  «oamorada  Matílda  había  «ipérmMlÉda 
el  28  de  julio  jauto  al  lecho  del  dolor  de  so  infortunado  y  fiél 
ainaate ,  para  que  pudiera  abandonarse  Iranquilaoiente  á  la  dulin- 
ra  de  apacible  sueno. 

Tocábale  aquella  noche  dorante ,  éo  aleMioB  á  ^e  Roia  j  Ha- 
ría habiaB  disTmlado  ya  de  algunas  horas  de  deseanso,  y  quisieron 
las  dos  velar  al  herido »  cuyas  apariencias  de  notable  mqoría  si-*< 
goteroii  hasla  media  noche ,  derramando  el  consuelo  de  dulciiiima 
esperanza  en  los  sensibles  corazones  de  su  buena  tia ,  y  de  su  cafíi^ 
.ñosa  madre. 

Pero  no,  la  impresionable  ífaria  no  había  descansado»  no  haUa 
dormido  un  solo  segundo. 

Ya  sabia  ella  muy  bien  que  esperada  de  su  hijo  enfiermoi  le  sen. 
ria  imposible  dormir. 


.1  '■ . 


694  BL  PAL4G10  DE  LOS  GRÍMBNBS 

¡  Dormir  ana  madre ,  y  una  madre  como  la  angelical  Haría, 
cuando  el  hijo  de  sus  entrañas  está  padeciendo  1  ¡Imposible  »  de  to- 
do punto  imposible  1 

María  había  cedido  á  los  ruegos  de  la  hermana  de  la  Caridad  y 
de  sus  parientes,  únicamente  por  un  esceso  de  bondad,  por  amable 
deferencia  á  personas  qu^iaatc^  \atfm»kámj  á  las  cuales  corres- 
pondia  con  igual  carino ;  pero  al  abandonar  la  cabecera  del  lecho 
donde  su  Enrique  gemia,  se  le  desgarraba  el  alma  de  dolor. 

Por  manera  que  en  vez  de  haber  alcanzado  alivio  eo  aquella 
ausencia  de  pocas  horas,  que  á  la  infeliz  pareciéronle  un  suplicio 
eterno,  se  desmejoró  escesivamente  su  salud,  y  unidos  estos  nuevos 
padecimientos  á  los  que  incesantenxente  causaban  su  tortora  ,  em- 
pezaba á  sentir  ciertos  síntomas  alarmantes,  que  trató  de  ocultar 
creyendo  que  no  tendrían  fatales  consecuencias ,  mayormeote  cuan* 
di^lt  fif^ark  de  m  ^o^fiiá  para  eUb  «éi.  ímíméíoi  ceaioMbr,  que 
lavliÍMolMrMar<ieV0nílioa.MMio>ea  ^ueieiíallaba.sii  yiahí— tiji 
84M^    :■:■■-.■ 

íUm  ao  era  .ttfúoáSMiiyri María  áqniéa  la  liooriUa¿  zaaoiira  taua 
lacerado  el  corazón. 

■Matikb»  laupoaaftidirft  Matil<fa:Éampeco  poáia'dprniir^ 
=    )S1  :amar db<BflaliiMiái«aa^paraoa:iaolo4rl«Mér  de  «M:«iiia 
enaaiarajal 

{.Ayl  que  no  esaaolo  el  amor  qoiéo  agitaba  á  la- 
Mattdew 

¡Pobre  niña!  Sentia  en  su  alma  nna  lucha  de  afeclias 
irado»  ><|M  iatortBtaUaaidaiuoa  naaera  hanrible.. 

Pasó  las  primeras  horas  de  la  noche  arralada  por  daleas 
ramas  qaatlaÉ4íeniUiBas  'pakkvs^de  fiorii|«e  Ictebiao  be¿ko  aan- 
cebir. 


Todos  sus  debeiifiy'lodo8lb0«kitec6fttaleB  dtmi  vids  iriéfb  olh* 
nidado  ibtjte  tl/momealD'eii  qi»  «iéadoatf^  8aia.«»  «é^  untante 
Mi|io  ifgti^$mmhá  atm,  fifeÉietiv^^QeJK>!^dia|WÍvírmt|eUa  ^^«fn 
por  oo^  tatlir  eUá  á4anWb^s6'1iabia(;lmisadl)r>dl'  pdi^.v^*.  ilii^ 

¿  Era  posible  que  un  pecho  enamorado  como  el  suyo  mlékHím^ 
se  tndifiireal»  i  UuK'posítíivaifnidbfi  éaiaanrft'    i  !•  i''>w{>  • '  w^ 

. :  MatáUe  aiaiaó  ^b:  «acpiel  «rfnBMr^Mtaiiltr^neiiliui .  for .  stv-viinM 
todo  el  fuego  ét;  ma  fRatiott  iuMtiÉpiíibk^  yih;irii|w  Jiuit  ■wjeMa>4ii 
SD  aittaBte,.kB  dUksknas  faasea  dÉ^iaiiio)  ,qBatJá-<diriffla  ;>3tilrllala- 
gMpaaiaaptraMM^ooQ  tque .  Ahüái/bb lia»  «rdítiitB  ■  dawm»  piMnis» 
baA  AAle  Im  ojea  déik  rntasla'  jávoii^  muí  ppcwo^  dolíoifan»^ -qm 
ocultó  lo  pasado  en  el  tenebroattwjni  ifcl  ahridaui  í  .  '  i «. ' 

:  .  ilnüce^tedriilÉMié h'OAvídb.de^ffeiMOMBMtQS ifwnde  mógun 
modo  habia  de  ohii¿ar>¿.  y  foto  flé«f»fca  <Éua«air  éiJpMJyia  fi«an»iát 
9mmkkétí¡Emnffi%^'mmiim^  i^»é^Enfk{wá^tpmp'hM%  pUidimor 
é^Hmiqm.    ....•..;•  :•:./•.::  /;•."..-   í-.' 

N#  Una  én/  el  Mando  mm  f  i]r.Bim(pia%%';;JvI^mq«i  «hi  ad 
«miferM;eiil«no.«^  esate  idUo.^'cra  sa  Diaai  .'i '    ir;    ! :.  . 

Luengas  horas  se  deslizaron  fQmilBfilfeiéD;áasvdblÍBÍ«Hi  tm» 
fleiioDe8iqMil>f#tah«f  rds  M  «nuHV  lorar.da  léaMÍttaBcmefiUíiers^ 
f«B ibroéan.para  morir  &: la  aalida^^M  oúairo  aoL  < 

..  .Hil  peaaamiflBlQSrdMicioso&iiDnpaJHua  )a^iflitalt;^«iiacnataiai; 
fluctuando  bellos  y  consol adoiiaatoamo.lasfi^|ttaBoliÍMa:asfcr a  ia  ^'^nm 
det4¡oa  mmiá  e>  Balea.  .  iJl  7  i : 

Estaba  ja  k^  nacha  «Mi  airaaiadav  caÉddbfaamifMtlfaara.  aJtoi^: 
sueño  4  twraa  los«fáipados» Ja  ia  pdwa  enaiaanaia  ^  j  iaéw  aqne* 
Ilaa  dakaatUasioMaafBajWiiaiiitdraBoado  amtkm  eanMMfreMa  el 
rocío  de  la  aurora  á  la  cándiia; punapana^  éajifiiiqíiiauBt  Ai  pepeatti 


6M  U  PALACOO  DB  LOS  CEÜRlUi 

á  impiibos  de  una  horrible  y  fatídica  pesadilla. 

Cruel  eoioeiio  recordó  i  la  iofelix  qoe  sq  anciana  luidre  había 
«raerlo  de  pesar  porqoe  ella  abandonó  el  hogar  dovésiieo  |inra  aa<* 
gnir  i  sa  jóYcn  seductor ;  y  parecióle  verse  a«i  sola  y  abandooada, 
llorando  por  su  madre  á  la  puerta  de  la  humilde  morada  doode  ba- 
bia  nacido. 

No  le  quedaba  mas  recarso  que  mendigar  su  alimento  de  puerta 
en  puerta ,  cuando  un  anciano  generoso  se  le  presenta  y  con  U  son- 
risa de  un  cariiMMo  padre  la  tiende  su  mano  protectora. 

Matilde  vé  en  el  acerbo  ensue&o  á  este  venerable  anciana  tal  co- 
mo el  dia  en  que  don  Fermín  dd  Valle  la  arrebató  de  la  oúaería  pa- 
ra hacerla  su  esposa ,  y  elevarla  á  una  brillante  posición  nodal  y 
rodearla  de  toda  suerte  de  felicidades. 

■ 

Vé  á  su  generoso  protector  que»  lleno  de  bondad  y  de  dnlmra, 
abre  sus  breaos  para  reoibíria  en  ellos  y  perdonarla. 

Matilde »  arrepentida  de  sas  culpas ,  se  arroja  aprninradannin 
te  en  ellos,  y  después  de  recibir  las  caricias  de  su  esposo»  qnievs 

besarte  su  majestuosa  frente  en  prueba  de  amor  y  de  rospeto 

y  al  aproximar  sus  labios  á  la  venerable  calva  del  anoinoo ,  bem 
una  herida  que  aun  brotaba  sangre  !••• 

Lanía  un  grito  de  horror  y  quiere  huir ;  pero  el  aneíano  la  sn« 
jeta  en  sus  brazos  y  coa  ce&o  adusto  la  obliga  á  mirar  aa  mslit 
deforme  y  ensangrentado,  que  crece...  y  crece  mas...  y  ae  agigan- 
ta de  una  manera  horrible  y  amenazadora  1... 

Matilde  grita  y  forcejea  por  desasirse  de  aquella  fantasma  saa- 
grienta...  y  despierta  al  fin  azorada  y  cubierta  de  sudor. 

La  pobre  joven  hablase  tendido  en  la  cama  sin  desnudarse. 

Levantóse  de  repente ,  y  trémula  y  despavorida ,  ooooció 
toncas  que  nunca  podía  ser  de  Enrique. 


EL   PUEBLO  T  SUS  OPBBSORBS.  697 

Furiosa  como  una  demente  resolvió  no  verle  mas,  no  permane- 
cer un  solo  instante  en  aquella  casa,  y  encerrarse  y  acabar  su  vida 
en  la  santa  hermandad  que  habia  elegido. 

Ai  atravesar  varias  estancias  de  aquella  peligrosa  morada,  vio 
que  otras  personas  se  cruzaban  aceleradamente  en  todas  direcciones. 

Parecióle  que  reinaba^uoa  fiofifiígiga  fatídica. 

Todos  daban  gritos  de  amargura. 

La  aterradora  palabra  muerte  resonaba  por  todos  los  ángulos. 

Todos  los  habitantes  de  la  casa  se  movian  azorados  y  llorosos. 

La  marquesa  de  Bellaflor  gritaba  y  lloraba  también  como  si  es- 
tuviera  loca. 

La  desventurada  Matilde  atribuyó  aquella  estrana  ebullición  á 
los  efectos  de  su  delirante  fantasía,  y  se  lanzó  precipitadamente  á  la 
calle  para  volver  á  su  clausura  y  olvidar  el  mundo  para  siempre. 


•• 


.  AiiMpiMÍa>ttl  29  de  julio  y  :por  itoilas  partes  nse  «notaban  Bcaaks 
mtieípaáu  Jal  jgoMval  regooijo  con  i  que  d  fmelib  de  Madcid  Uratie 
ba  de  Fccíbir.iü  ireocedor  Se  iLuchana. 

Las  i)avraoadas ,  nonumentos  de  ttaogre  y«de64ruccion  pocos  días 
anftes.^  babianse  aoDverlído -en  thermoeos  .altares  de  lalibeatad»  el»- 
gantemente  toraados  de  vistosas  colgaduras,  da  ^frondosos  árboles  y 
bellas  guirnaldas  de  flores. 


«-»^>oo  ^3aBNfflK>^-o-oo««' 


T.  II.  88 


CAPITULO  LVn. 


REGOCIJOS  Y  LÁGRIMAS. 


El  paeblo  de  Madrid  ansiaba  con  sama  veheoiencia  el  yentoroio 
instante  de  ver  en  su  seno  al  daqae  de  la  Victoria ;  as(  f oé  qae  ape- 
nas se  divulgó  la  noticia  de  sn  aproximación »  inmenso  genlio  poUi 
la  prolongada  y  anchurosa  calle  de  Alcalá ,  i  cuya  puerta  se  diri- 
gían presurosos  los  mas  entusiastas »  y  no  fué  por  cierto  escaso  d 
número  de  los  que  á  caballo  ó  en  carruaje  salieron  á  recibirle  gano- 
sos de  acelerar  la  ocasión  de  felicitar  al  caudillo ,  en  cuyos  anteoe* 
denles  cifraban  las  esperanzas  mas  lisonjeras. 

También  la  Junta  superior,  antes  de  disolverse ,  habíale  salido 
al  encuentro,  mas  allá  de  la  venta  del  Espíritu  Santo ,  donde  ocor- 
rió  uno  de  esos  sublimes  espectáculos  de  patriótica  espansion ,  cnyt 
definición  no  cabe  en  lo  posible. 

El  venerable  presidente  de  la  Junta ,  con  lágrimas  de  ternura 
en  los  ojos ,  con  el  coraion  latente  de  entusiasmo  dirigió  en  nom- 
bre del  pueblo  una  alocución  de  bienvenida  á  Espartero ,  que  fté 


ML  punto  T  sus  opiuoftis.  699 

mil  veces  interrumpida  por  las  generales  adamaciones  del  inmenso 
gentío  qae  ocupaba  todas  aquellas  cercanías. 

Cerca  de  la  puerta  de  Alcalá  *  conmovido  el  duque  y  puesto  de 
pié  en  su  carruaje ,  manifestó  sus  deseos  de  espresar  lo  que  en  aquel 
solemne  momento  sentía  su  coraxon »  j  al  prolongado  y  frenético 
clamoreo  de  la  multitud ,  sucedió  de  repente  un  silencio  profundo. 

Entonces  con  sonora  toi ,  con  magestuosa  entonación ,  con  dig- 
nos ademanes  y  sentido  acento ,  pronunció  Espartero  las  siguientes 
palabras : 

—  Hadrílellos :  me  habéis  llamado  para  aBanzar  para  siempre 
las  libertades  patrias. 

—  Sí,  si;— gritaba  ebria  de  placer  la  muchedumbre. 

—  Aquí  me  tenéis ; «—  eontinuó  el  caudillo. 

Mil  vítores  interrumpieron  i  Espartero  por  luengo  rato. 

—Y  si  alguno  de  los  enemigos  irreconciliables  de  nuestra  sa«- 
erosanta  libertad,  intenta  arraneárnosla  ;•— continuó ,  —  con  la  es- 
pada de  Liicbaoa,«*y  desenvainó  y  fibróal  aire  el  glorioso  ace- 
ro,  —  me  pondré  al  frente  de  vosotros ,  de  todos  los  espafioles ,  y  os 
einseilaré  el  camino  de  la  gloria. 

Es  de  todo  punto  imposible  describir  el  mágico  efecto  que  pro«- 
dujeron  en  la  entusiasta  muchedumbre  la  vista  de  la  espada  vence- 
dora ,  el  ademan  verdaderamente  marcial  y  espontáneo  del  duque,  y 
la  energía  con  que  pronunció  sus  últimas  palabras. 

Espartero  apareció  en  aquel  momento  bellísima  Ggura  de  gigan* 
te ,  y  levantada  basta  su  colmo  la  general  utegría ,  presentaba  el 
conjunto  uno  de  esos  cuadros  que  solo  fuera  fácil  bosquejar  al  ma- 
ravilloso pincel  que  con  tanta  maestría  pintó  á  Aquiles  vibrando  la 
ospada  en  la  corte  de  Licomedes ,  al  inmortal  Rubens ,  príncipe  de 
la  escuela  flamenca. 


BaDOiiilíredB:lA  fuerza  ciudadana  fieUokó.  igpafaomito  al  doqi 
el  alcalde  primero  constiUicioiial,.  puastOr  alftentadeLajiiinUioMeaf^ 
lo,  y  el4aque  rea^iidióieo  iéramnos  análbgoa  l'iaa<qiM  Un^ardísote 
eidosiasBio  hahaaa  prodooMo. 

Deapuéa  de  oieo:  tierDÍtiaia&  eaeeaaa,  ea  qae;el.inMaedor  4a  hm^- 
chana!  abnizabajiaa  oordialoiente  á  na  hamilde  bonlino  dal  pnaUa^ 
como  i  na  penonage  da  lajmaa  alla-.categaráa;,.  solli^  Iib  Jmuui  de 
na* general  para  estsedlaB  ¿. sa^ yes  la  rútiica.diealra  de-  im*  pahMt 
obrero ,  entró  Espartero  en  Madrid  en  carretela  descubierta,  pneila* 
en  ella  de  pié.  entra,  dos  ajrudaaiea  qua  peraiaaeoíeniaiaaniadM,  7 
escoltado  por  varios  generales  y  otros  gefes  de  aUtt gradnaoMiak 

Un  nuera  espeotáonlo».niaS'grandÍQaa'aaD/qiiaeLqiM  acahamof 
de  relatar ,  se  presentó  L  ios:  oJQ&  del  afertnnadb^  ganeeall. 

La  papular  moabedaoibra  apüada  par  dO'  qamn ,.  aaladaW^ooa 
grites  atronadores  áli  hambrs  qtu  ocapáaba  loa  ftftnotpios*  da 
votadúfii  iania  y  trvmfanie:,.  al  címdiUú  ftir  de.  $$ie:modm  rea 
y  aeaiaÍHí:eomo'aiUmidad.$itftremala  iúb$ranía^deípvmb¡ok 

Lai  aaoteaa:  y  venlanaa  veíaasa  coranadaa  da  gwila »  lA-muiBa< 
que  los  infinitos  balcones,  todos  ornados»  con  belUliaiae  y  viatova 
colgaduras  de  varios  colores  y  capdchasas  EaraiaA^  desda  laa  coalas 
las  harmoaas:  madrileñas,  agitabaa  sus  blanooa  pañaeles  pasa  dut 
mayoc  realce  á  la  graadioia  ovaciaa  da:  que  eta  ok|ala  al  oonda-^ 
duque,  el  que  bahía  aaspladQ  el  gran  coiaproiaisoide  oansolidsir  la. 
libertad  en  £s0ana. 

EL  Ytloreado  campeón ',  derramaba  lágrimas  de  amor*  y  da  gratí* 
tud;  y  ansioso  de  espneaar  las:  emocioiies  de  au^oaraaoa>»  agitafcaí  i 
su  vas  .el  pañuelo  blanco  ea,  todas  direcciones,  y  hacia  ndhmaam  ds 
sdirasar  á  sos  campaAriotaa^  como  para  carcespander  i  laa.  aaladsa 
de  las  damas  y  á  las  frenéticas  aclamaciones  del  .paablaH, 


naroo'siii  oenrv»  instante»,  dneant»  sii  taántil»  Innlt  ^  pafeMsim 
regia.  *. 

A  la  carretela  en  que  iba  el  duque,  de8paé8>dfiíln.knUaala>^ani^ 
calt»da>gt«enlaay  gpfiai  mililivaaidQ;dÍ8tfaitiani,  stgai»  nnn  oam- 
piifiat  des  b9>daranaQn8;deJaftbatrÍDaá»v  anifómadM  oos-  Uavaai 
y  sombreros  chambergos,  y  en  pos  de  eatpa  nlÉtrnahan ? pog mitadap 
deaompaDin  kr  Milicia  muñanid  y  al  tgévcila,  marohanéai  liidos 
maptialnwntn^aii  oaasgáti  éil  hinni»  ie  Ria^aw 

Oaspaés 'detonar brenra'Wntei»  atiiá'alE»cMdeh-diii|ae)éilifeal.|MH« 
laaioi».  f  faéémwBBmim  aBOfidar=pairka4ÉDaaadQrai'aelaflMoioaa»M 
pueblo. 

La  ranur  y»  SQraapniD  saíasoraaDaní  JLiuoftda  Jnfg  «ainwkiaaa  ga- 
]aéias»dbl  dbáaar,.^  oanlnlniyawNr  oom  anB^aalÉéoikirUii  Magnificau 
cnmiaBEiqoe'  ^rasanñaiMm ,  da  La  caa^  araijobfatoi  esaiueifai  d  cau- 
dillo popular. 

-  fcoa<eapafililhy«  aualipiatat  qoer  nm*  sm  oaadíoiiir,  sin»  aempre 
griaBitotooBihüdaoiaa,  yiai^varfue  «naisafinaa  ae  aaiaüdkNb|ama 
faKcalar  i  Esf  arlaras^,  fiá  taaobien'  filoreadaik  ceinai;  pero*  faa  raintf 
ctmHiuuionmíé  ru     •• 

■l^^nqaaidli'in  Védafiaitao  Irasbdé  i  m  idojiaBÍaB(Diy.pvaparadoi< 
en  la  calle  de Espoz  y  Mina^f  omadtfcaapitalÍBtaMMalbea« 

> '  Aonr^harvin  alieotuaiáMia  qae-  hi  entrada  de*  Eaparlern  habia 
despertado  en  los  corazones  liberales,  cuando* eliia  eaoeDaianálopii 
Ttaa  é  oolaiar  la  giaemltalegfias  8Í«poiibtB  eim  qna  frisara* yai con 
nMyOT.  altoviii 

El  caudillo  de  Yicál varo  fué  recibido»  ea*  «I  Anrro-^oairfl  parte 
Jantar  ji  ek  a^fmilanmadO'f.  y  faliaitado^  par  al  andana  gaMtal^San 
Miguel. 

lai  anltaftiwiw  JafcaoMdau^B^fcnpaai  h4  mqdaa!» y^dignay  li- 


'•  ti 


7M  KL  PALACIO  Pl  LOS  GEÍmflf 

mitándose  á  manifestar  con  sentidas  espresiones  qoe  el  que  presta 
sns  servicio?  á  la  patria  y  lucha  por  salvar  sn  libertad  no  hace  ms 
que  cumplir  con  sn  deber. 

Dirigióse  O'Donnell  al  alojamiento  del  dnqne  de  la  Victoria ,  j 
el  pueblo  de  Madrid  presendó  á  la  saion  la  escena  qoe  man  bellas 
esperanias  le  hizo  concebir. 

Todos  los  corazones  palpitaron  de  júbilo ,  todos  loe  ojos  Tertie* 
ron  lágrimas  de  entusiasmo »  todos  los  labios  prorampieitNi  eo  ar^ 
dientes  vítores  al  ver  aparecer  en  el  balcón  i  los  dos  hombres «  es 
cuya  armenia  cifraba  el  pueblo  su  esperanza  *  fratemelmeote  abra- 
lados. 

I  Generales  Espartero  y  O'Donnell !  no  debisteis  olTidnr  nuBct 
la  ovación  que  aquel  dia  recibisteis  del  beróioo  pueblo  de  Madrid. 

El  pueblo  no  vitoreó  á  Espartero ,  no  vitoreó  á  O^DonneU  solí 
porque  eran  O'Donnell  y  Espartero. 

El  pueblo  vitoreó  á  los  dos  valientes  que  aceptaban  todas  1» 
consecuencias  de  la  revolución,  al  que  la  babia  ioaoganido  en 
Vicálvaro ,  al  que  la  babia  secundado  en  Zaragoza ,  á  los  qoe  ss 
sometian  enteramente  al  gran  principio  de  la  sosBRAiifA  dbl  m* 
BLO ,  á  los  que  repetidamente  prometieron  que  no  tendrían  mas  nor- 
te en  su  conducta  que  la  voluntad  nacional. 

Esto  esplica  el  entusiasmo  de  un  pueblo  bastiado  ya  de  ser  vil 
juguete  de  sus  opresores. 

No  lo  olvidéis ,  generales ,  os  vitoreó  en  la  esperansa ,  en  la  se- 
guridad de  que  sabríais  quedar  airosos  en  vuestra  empresa ,  ceal 
cumple  i  leales  caballeros. 

Os  vitoreó  porque  os  presentabais  como  caudillos  de  la  mas  jai- 
ta y  santa  de  las  revoluciones. 

Os  vitoreó  porque  prometisteis  que  si  los  knbmioos  m  HumnA 


UL  pomo  T  sos  oruuoais.  703 

SACBOSARTA  LIBUTAO  INTBKTASBN  AIRANCÁENOSLA ,   OS  PONDBUIS  AL 
FBBNTB  DBL  POBBLO  PABA  BHSBÍf  ABLB  BL  CAMINO  DB  LA  6L0BU. 

Os  vitoreó  eo  fio  porque  todo  lo  esperaba  de  vuestras  solem- 
nes promesas. 

No  seáis  apóstatas  si  queréis  salvaros  y  salvar  á  la  nación. 

¿Tanto  cuesta  gobernar  bien  i  los  pueblos? 

No  bay  cosa  mas  fácil  en  el  mundo  cuando  va  unida  la  pn^dad 
á  la  intdigencia. 

Si  esto  es  cierto  ¿por  qué  se  gobierna  mal  7 

Por  la  dificultad  de  hallar  hombres  que  reúnan  las  dos  citadas 
cualidades,  y  desgraciadamente  en  España  hemos  visto  elevarse  á 
las  regiones  del  poder  muchas  nuliiades  poUticas  y  diplomáticas, 
sin  otros  méritos  que  su  insaciable  ambición  y  descarada  osadia. 

El  moderantismo  ha  sido  fecundo  en  este  género  de  hombres 
de  Estado. 

Preguntad  á  esos  hombres  ¿qué  es  gobernar? 

Os  responderán :  mandar  despóticamente  y  enriquecerse. 

Sí  no  hay  en  ellos  suficiente  franqueza  para  dar  esta  lacónica  y 
cínica  respuesta  con  U  palabra ,  la  darán  y  la  han  dado  siempre 
con  su  conducta. 

Para  conservar  el  orden  del  pais  necesitan  un  numeroso  ejército 
que  le  aniquile. 

No  hablaremos  de  los  brazos  que  roba  este  ejército  á  la  indus- 
tria, á  la  agricultura,  al  comercio  y  á  las  artes,  ni  de  la  desola- 
ción que  lleva  al  seno  de  las  familias  arrancándoles  una  juventud 
brillante ,  que  era  su  esperanza  y  consuelo. 

¿Qué  importa  el  corazón  de  una  madre  herida  en  la  fibra  mas 
dolorosa  ? 

Los  opresores.necesitan  soldados  para  oprimir. 


•£s  jjnreotfo  darles  hembvesá  «qaiaDes.la  ordftnmwa  iiiiiUlar'CQ&- 
vierte  en:BiéqQÍi]et'iDortiferaa. 

.fice  eita»  imáquinis  ootpaede  Inber  traoquilidftd. 

¿Y  no  puede  rebelarse  el  mismo  ejército  contra  los  déspotas?  . 

Responda  por  notolrot  el  geneiai  0'*fieMiell. 

¿Y  cómo  evitar  senojantesTebriianesií 
'  Haoieiide  ipie>d  ti§én»to  «até  •confentD. 

Vistiendo  al  soldado  con  asiático  lojo ,  dándole  itodo  ¡génoro  úb 
comodidades  y  pagándole  .hasta  íOob  prodigalidad^  no  aacasaando 
ksasceasofi  de  los  aeñorea  oioiaka  y  ^éim ,  *y  aiumeiltaiido  (de  día 
acdia  el  catálogo  «de  los  .g^eaeralas. 

Pero  eaio  aumenta  di  presupuesto. 
.  No  íiBiporta; -el  pueblo  lo  paga. 

.Hé  .aquí  la  tácslioadel  gobierno  |>abieo  que^deiningaBa  nuDen 
debiera  ser  imitada  por  los  gobernantes  que  surgieron  do'la  aova» 
lücion  de  julio  de*  16S4. 

El  gobierno  de  Espartero  debe  aapirar  -á  ser  »vaipetado  por  d 
amor  del  puebk),  y  no  por  al  terror  <qne  infunden  lao  ^bayonetas, 
porque  ea  este  último  caso  no  se  cumpliria  la  toiantad  naeionaL 

El  gobierno  de  Espartero  debe  atestiguar  que  la  i^naldad  anís 
la  ley  no  es  una  farsa,  porque  «i  el  pueblo  'vé  que  ios  •oraonnalcs 
de  alta  categoría  quedan  impunes,  y  á  los  pobres  queidi4iioi|oenas 
les  aplica  todo  el  rigor  de  la  justicia ,  -creerá  que  ^aun  to  «viva  en 
España  bajo  la  «influencia  de  los  polacos, 

£1  gobierno  de  Espartero  no  debe  desconfiar  nunca  é^  4a .Md»- 
cia  nacional ,  antes  debe  apoyarse  en  ella ,  porcpie  •m  liagipa  mm  dis 
idivordarse  de  esle  elemento  de  orden  público ,  na* faitar ion /nue- 
vos Bravo-Murillos  que  intentasen  otro  golpe  de  Eiiado. 

El  gobierno  de  Espartero  debe  proteger  4a  4ibartad>daáfl^preB- 


IIi  MULO  T  MIS  ttlIMUi.  TOS 

la  f  porque  únioameate  los  tinmo»  temeii  la  libre  eniaioi  del  pen- 
samiento. 

El  gobierne  da  Espartero,  mi  una  palabra ,  no^  dkbe  oejar  un 
sdo  paso  en  la  senda  del  prafrtso  indéfiniio ,  poripie  esta  es  la  «•*- 
luntad  Musionalt  y  tarminanteaienle  to  dejn  conaignado  ki  Jnnta 
suprema  <de  la  reveibieion  de  julio  an  m  aloeneion  de  despedida* 

Deber  es  tnmbíen  Ad  general  O*  Doonell  coadyuvu»  á.la  canso- 
Udacion  de  esa  gloriosa  mareba  de  eterno  proigraso,  pntqne  así  lo 
prometió  de  una  manera  solemne  á  la  faz  del  mundo  an  au  eéln- 
Iwne  programa  4e.Manf  añares  I 

Un  aok)  paso  dnvetcooeao  en  Espartera  y  O'AoMwtt  aeiia  vn 
crimaB  mayor  qo^  cnanlos  comntieron  loa  polacos «  porfaeloa jm- 
lacM  se. conaideralM#:an su deroahoal  goberamr  ci'paia MOiarmgto 
i  4Ria  máximas. 

Las  rotTimaí»  d»los  fiQU$ú§  ci^ap  inianas ,  y  la  nacioA  enteMie 
aoblai;4  contra  aUas^  é  fciao  oso  da  an  safceiRania  para  aMiflaa  pdr 
siemprat  ;  ananadiac  á  ana  apartóles. 

Espartero  y  O'Donnell  no  iA%B  bacec  nuda  qna^  tanga  kl  omb 
lave,afinidaiiconlns4o€lríaaS'ddaaod«ranli$fla#,  y  lananaiar  en- 
teramenta 4 asoa  estados.^  sitio  y  BMdidaa.eaQapoíoMlkalqaíaco»- 
funden  nuestra  legislación  comía  ¡da  los  lienipM  bárbnroa. 

¿Quaraia  que  Jiaya  paz  en  la  nación  ? 

Proenrad^  komfcffes  -del  gobierno»  granjaaiaa  el  amor  da  Yiiastriaa 
coa^iaUricias  par  medio  de  una  mareba  franca  y  resuella ,  sin  4ea- 
viaros  nunca  del  camino  de  la  legalidad. 

Protejedel  mérito  y  las  virtades^nctWad  cnanto  pneda  oontri- 
buir  al  desarraUü4ala  ríqueaa  nacionaL 

GcmsoUdad  un  sistema  da  seguridad  y  aonfianaa  para  lea  capí* 

talistaa»  y  "vnraiaian.braTe  jjbrirse  esaa  fibricaa  do  Cataluña ,  y  sur- 
T.  II.  89 


706  IL  PALACIO  n  LOS  CBÍMBHIS 

gir  de  dia  en  día  nuevas  empresas  de  ferro -carriles ,  y  renacer  la 
alegría  eo  las  virtuosas  masas  trabajadoras. 

Dad  confianza  al  comercio «  protección  i  las  cienoias  y  artes,  y 
renacerá  el  trabajo ,  y  nadie  se  acordará  de  revueltas ,  y  hasta  los 
odios  escitados  por  las  pasiones  políticas ,  llegarán  á  desaparecer 
en  medio  del  contentamiento  general  y  de  la  prosperidad  del  país. 

La  máxima  de  los  polacos  era :  «Sacrifiquese  el  país  mientras 
nosotros  improvisamos  colosales  fortunas  que  nos  proporcionen  todo 
linage  de  goces.» 

Vuestra  máxima  debe  ser:  «Consagremos  noestra  Tolantad, 
nuestra  inteligencia ,  nuestro  celo ,  nuestros  afanes  á  la  felicidad  de 
nuestra  patria ; »  y  veréis  como  de  este  modo ,  no  solo  labráis  la 
ventura  del  pueblo  español ,  sino  la  vuestra  propia,  y  Tnestro  Meo- 
estar  será  mas  delicioso  que  el  de  los  magnates  de  la  inmoralidad, 
porque  vuestros  goces  serán  puros ,  vuestra  conciencia  estará  utis- 
fecba  y  tranquila ,  y  en  la  gratitud  y  las  bendiciones  de  ▼aestn» 
conciudadanos  hallareis  el  bello  galardón  que  mas  lisonjea  al  mor- 
tal de  sentimientos  nobles  y  generosos. 

La  última  revolución  de  Espaiia  nos  recuerda  el  hermoeo  cua- 
dro de  aquella  nación  que ,  según  el  vaticinio  de  un  gran  fildsolb, 
ha  de  inaugurar  la  libertad  universal. 

¡  Oh !  qué  gloría  sería  para  Espafia ,  qué  gloría  para  d  general 
Espartero ,  si  no  separándose  este  de  la  voluntad  del  pnehlo ,  faeru 
el  pueblo  español  y  su  caudillo  los  que  diesen  la  pas  y  la  verdadera 
libertad  al  mundo  entero. 

El  magnifico  cuadro  á  que  hacemos  alusión ,  cuadro  fantástico 
que  hace  luengos  años  que  está  escrito ,  es  el  siguiente : 

Somos  una  nación  populosa,  \  y  parece  que  no  tenemos  hrozoi! 

Poseemos  un  suelo  fértilísimo ,  \  y  carecemos  de  prodocdonesl 


EL  FUSILO  T  SUS  OPABSORBS.  707 

Somos  activos  y  laboriosos ,  \j  vi?ímos  en  la  iodigencial 
Pagamos  enormes  tributos ,  ly  nos  dicen  que  no  son  snficientesl 
Estamos  en  paz  con  las  naciones  vecinas  *  ¡  y  nuestros  bienes  no 
están  seguros  entre  nosotros  mismos  I 

¿Cuál  es  pues  el  enemigo  oculto  que  nos  devora? 

Y  algunas  voces  partidas  del  medio  de  la  multitud  respondieron: 
«Levantad  el  estandarte  del  PaoGEESO  indefinido,  para  que  se. 

agrupen  en  su  derredor  todos  los  que  por  medio  de  útiles  trabajos 
mantienen  y  conservan  la  sociedad ,  y  entonces  conoceréis  al  enemi- 
go que  os  devora.» 

Y  de  repente  se  enarboló  el  glorioso  estandarte. 

Y  la  nación  se  vio  dividida  en  dos  bandoi  deiigtAaUi  que  por  sn 
respectivo  aspecto  formaban  singular  contraste* 

El  nno  numerosísimo ,  oCreoia  en  la  pobreza  general  de  sus  ves- 
tidos y  en  los  rostros  atezados  y  dascarnadoi ,  los  indicios  del  tra- 
bajo y  de  la  miseria. 

El  otro  bando ,  reducido  á  un  pequeñísimo  gropo ,  ostentaba  en 
la  riqueza  de  sus  vestidos ,  recamados  de  oro  y  plata » y  ea  la  loza- 
nia  de  sus  rostros ,  los  síntomas  de  la  bolgazaoerfa  y  de  la  abun- 
dancia. 

El  primer  bando ,  ó  sea  el  gropo  de  los  mas  j  componíase  de  la- 
bradores, artesanos,  mercaderes,  y  de  todas  las  profesiones  estu« 
diosas  útiles  á  la  sociedad. 

El  grupo  de  los  menos  se  componía  del  alto  clero ,  de  emplea- 
dos del  fisco,  y  de  otras  varias  clases,  de  generales  y  otros  indivi- 
duos de  la  aristocracia,  con  uniformes,  libreas  y  otros. distintivos, 
en  fin ,  de  agentes  religiosos ,  civiles  ó  militares  del  gobierno. 

Y  bailándose  estos  dos  bandos  frente  i  frente,  contemplábanse 
con  admiración »  U  cólera  y  el  miedo  retratados  en  los  rostros  de 


708  BL  PALACIO  M  Lis  CBÍIIBMI0 

los  menoi^  y  tk  Bafrimíenlo  y  U  espertim  en  los  de  lOs  fliat. 

fil  grMi  gmpedijo  por  fta  at  mis  pequeio: 

—-¿Por  -ipié  cNrtaís  s^mdos  áe nosotros?  ¿No SQÍff  qmi; parte  de 
nosotros  mismos  ? 

— No^  —  responiió  el  grop^  de  los  imbob.— Vwoítros  boíb  el 
pueblo ,  noeotros  Iti  claM  frivilegiaia ,  y  (sn«nios  nueslrai  leyes, 
miestms  asee ,  y  noesflros  dereciios  partiovlares^. 

HL  rOBBL6. 

¿Y  de  qoé  tralKijo  títís  ea  vuestra  sociedad? 

LA  CLASB  PRIVILEGLADA. 

Nosotros  no  henos  nocido  para  trabajar. 

flSL  PraBLO* 

¿Cómo  habéis  adqwído tantas  riqoecas?' 

EA  ciaSE  «ipricMrADa*. 
ToniándMos  el  enídado  de  gebetnaros. 

EL  PUEBLO.  ... 

iQeédecis!  Ifesotros  nos  ñitfgataioa  ¡7^^^^^^  gtten^  1 

I^sotM^  prodaolmoff  I  y  tosoti*o9  disipéis! 

Las  rifpietas'  praricnen  de  nosotiYvs ,  ^y'  vwotros  ha  akaorMf  f 

¿  Y  á  esto  llamáis  gobernar  ? 

iGlaee  prifHegíada!  cuerpo  distiiífo,  qne  no  qnereis  aelr  dd 
pncJbk),  filmad  imestra  nación  separada ,  y  rerétttos  como  snbiis^ 
tiréis. 


AI  oír  esto ,  el  gnipo  peqaeilo  deliberó  ^ofere  este  nrenw 
cidente. 

Algnnos  hombres  jnsfos  y  generosos  dijeron  que  era  preciso 
reunirse  a)  pneUo  y  participar  de  sns  cargas  y  ocopacidnes :  pero 
otros  alegaron  con  orgalto  qne- seria  una  Yergñeaza  cuafaudiiae 


Et  iMwiio  w  SOI-  omuausé^  701^ 

con  las  clases  plebeyas  que  kaÉíafl'  mcído  para  servirles ,  y  que 
eca  pmciso  ito&iám  su  oi^gw  méh  ¿  la  iMlliUidi,  pwft  qbé  se 
postrase  ante  ellos. 

¡Pueblo!  ¿os  olvidáis  que  nuestros  antepasados  ha» dosquiífta'^ 
do  este  p«iS|  y  qcM  r  raestro  origM  ÍMi  ublettidío^  «d  éal¥a»iM ,  fué 
coa  «DBdioMín'  éa  sanrwMBf 

Veé  fM8  aU  Miartro  «eettlvalo  «oeitl  ^ 

V«dp«evabi  la  «opreiiiadil  y  1^1  frMIegto  MMÜtiidiis  ft»r«l' 
uso ,  y  prescritos  por  el  transcurso  del  tiempo, 

\iMgeOf  par(»i^la0  oanfMtadofMf  tnmíie9l*dÉM'if«Mifa 'ge- 
nealogía, y  entonces  veremos  si  lo  que  en  un  individuo  ci'fdbdtjf' 
rapiña,  viene  á  ser  vÍFt«íd''«nruMiafl|;ÍMi.' 

'•  U  '   J.'Í        ir» 

¥  al  ínsMito  m^p^wsm  to^s  «a  JifénuM^  ^Moa«,  «piíÜidlifidkt' 

por  sus  nombres  una  multitud  deaoblsii  y*ekM(io^^scri0l^(g«*y  Ml^ 
parientes,  nombriÉwvAhgii^xliipgjmtio»-  4«siWr'alHiélos  y  á  sus  mis- 
Bi09^padM»,^w  IraUatt^fflieido'áiMi^deMí^  a^^  y^4é6t)ués 

de  haberse  enriquecido  ^  sin  detenerse  en  los^MüMS  í  tiaMlHi  MMl^ 
prado  á  peso  de  oro,  ó  co9  adÉlMÍMe^v  apostasías,  y  hasta  con 
orAiienet,  M^«dMé»i;  purmaMr^qte  un  Mó^dottfttoem  Ai  fa- 
mifiM  era  reataaente'dt^  Ikiage'flIfftriÉ' f  anllíg^o; 

BiFpiMMo«aéo^  «en  gHüAw  rieetedhy,  y  hMltf  oon  ramiM'éli' 
As  fiidigWAoiin ,  eada^-eríjge^ie  «obkga  que  se  )é*)irese«tebRi 

LOS   NOBLES.  ' 

¡Pueblo!  Sed  sensatos,  éctttad  el* principio  de  la  autoridad  le^ 
gitima ,  el  rey  lo  quiere  «sfj  y  la  ley  \»  ordena. 


740  n  PALACIO  M  L0§  GafMUftt 

JBL   PUBBLO, 

May  bien ;  pero  decídoos :  i  qué  significa  Ugüima  sino  intima  á 
la  ley »  escrita  en  ella? 

Ahora,  si  los  reyes  solos  hacen  las  leyes,  ellos  también  se 
hacen  legfümos. 

I  Amigos  de  los  reyes  1  decidles  que  el  solo  legitimo  es  el  go« 
bierno  justo ;  y  que  el  solo  justo  es  el  conforme  al  interés  dd  pue- 
blo ,  porque  el  pueblo  es  el  número  mayar  que  en  la  balanza  pesa 
mas  que  el  pequeño ;  y  engañar  y  oprimir  al  pueblo  t  es  ooa  usur- 
pación. 

LOS  OBNBaALBS. 

La  multitud  no  sabe  obedecer  sino  á  la  fueria ;  es  menester 
oprimirla. 

¡  Soldado !  Castigsd  i  ese  pueblo  rdielde. 

BL    PUEBLO. 

¡  Soldados!  Vosotros  sois  nuestra  propia  sangre:  i  seréis  capsees 
de  ofender  i  vuestros  compatricios ,  á  vuestros  parientes »  á  tnes* 
tros  hermanos 9  á  vuestros  padres? 

LOS  SOLDADOS ,  fra/ondo  las  armoi. 

También  nosotros  somos  pueblo,  no  queremos  verter  sa  sangre» 
mostrednos  al  enemigo. 

BL  ALTO  CLBBe. 

Ya  no  queda  mas  que  un  recurso— dijo  conferenciando  enlie 
si.— La  superstición.  Es  preciso  espantar  al  pueblo  con  el  nomkt 
de  Dios  y  de  religión.— Y  dirigiéndose  á  la  multitud,  esdainaroa: 

¡  Amados  hermanos  1  i  Hijos  nuestros  1  Dios  nos  ha  inatitmde 
para  gobernaros. 

BL   PDBBLO. 

Mostrednos  vuestros  poderes  celestiales. 


BL  PUBBLO  T  SUS  OPBBSOBtS.  744 

EL   ALTO   CLBRO. 

La  fé ,  hijos  nnesiros ,  debe  ser  aotes  qoe  la  razón. 

BL   PUEBLO. 

¿Y  qaereis  gobernar  sin  raciocinar? 

EL   ALTO   CLERO. 

Dios  quiere  la  paz :  la  religión  prescribe  la  obediencia . 

EL   PUEBLO. 

La  paz  supone  la  justicia ;  la  obediencia  quiere  la  convicción  de 
nuestras  obligaciones. 

EL  ALTO   CLEBO. 

No  estamos  en  este  mundo  sino  para  sufrir. 

EL   FUBBLO. 

Dadnos  el  qemplo. 

EL  ALTO   CLEBO. 

¿Queréis  vmr  sin  Dios  y  sin  reyes? 

EL  FUBBLO. 

Queremos  vivir  sin  tiranos. 

EL  ALTO   CLEBO. 

Necesitáis  intercesores. 

EL   PUEBLO. 

Vuestros  servicios  y  los  de  los  cortesanos  son  demasiado  dis- 
pendiosos ,  y  nosotros  trataremos  nuestros  negocios  directamente. 

LA  CLASE  PErVILEGIADA. 

Todo  está  perdido,  la  multitud  se  halla  ilustrada. 

EL   PUEBLO. 

Todo  está  salvado,  porque  no  abusaremos  de  nuestra  fuerza*, 
toda  vez  que  así  nos  lo  aconseja  la  ilustración ,  ni  pretenderemo 
nunca  ir  mas  allá  de  lo  que  á  nuestros  derechos  corresponde. 

Teníamos  resentimientos ;  pero  los  olvidamos :  no  queremos  ser 


^{%  HU  FiUMHQ  W  1.06  4»Í]Ulfp8 

vengativos  ni  crueles  com^  las  déipota^. 

Eramos  esciavQa^.podcfoaios  erigicnoft  em  Mfionta;  feío  solo 
queremos  ser  libres,  porque  la  ilihrvad  es  la  justicia. 

Pero  no  basta  haber  sacudido  «el  yogo  -de  lot  farjijitaa  y  de  los 
tiranos ,  es  menester  impedir  que  r^iazoa. 

NosoUoa  «ooMB  komim ,  y  la  esparíeocia  qm  ha  eiitanado,  por 
desgracia ,  la  tendencia  que  lADemos  i  dominar  y  á  poseer  á  espea- 
aa&  de  kHk4emá8. 

Es  preciso ,  pues,  precavernos  de  una  ineÜMOÍMi  ^pie ímmmU 
la  discordia ;  es  preciso  establecer  reglM  positivas  de  onestras  ac- 
ciones y  de  nuestros  iefichoé. 

Ahora  bien ,  el  conocimiwt0  da  eitos  derechos,  el  juicio  de  estas 
acciones,  son  unas  cosas  abstractas  y  difícilasi»  ^faa  asigMi  Jodo  d 
tiempo  y  todas  las  facultadas  da  aa  ¡hoiabre. 

Ocupados  nosotros  en  aaa^ipps  trabsó^  •  '*^  fadaaoaa  dedicar- 
nos á  semejantes  estudios ,  ¡vi  ^jarcer  por  nosotros  mismos  tales 
funciones. 

Escojamos,  pues,  algmMft-boiabres  que  las  desempeñeo. 

Deleguémosles  nuestros  poderes  comaaas  yam«craaniM  asi  go- 
bierno paternal  y  leyes  protectoras. 

CanititajJKnaslss  ufirtMMatkUs  da  naestsai  folnaitadM  j  de 
nuastroa  ia4enfsai. 

Y  á  6n  de  que  seaa  toa  aféete  naa  rapreientacioD  fiel  y  yerda- 
dera,  elijámosles  niaasraiaf  é  ^aabs  á  aosoftw^  fMHra  q«e.  la  diver- 
sidad de  nuestras  voluntades  y  da  nuestros  intereses  se  encoeatre 
ceiviida  aa  todos  ellse* 


•    • 


Asi  Jaiim»  j  haUeodo  aiegida  al  fmMú  da  sa.  immm^  wao 


ML  HJBiLO  T  SQS  OPUSOftIS.  71 S 

aquel  número  considerable  de  hombres  que  jnzgó  oportuno  para 
sus  designios ,  les  dijo : 

— Hemos  sido  hasta  ahora  víctimas  de  nuestros  opresores. 
Hoy  queremos ,  de  intento  muy  pensado ,  establecer  un  contrato 
regular ,  y  os  hemos  elegido  para  estender  los  artículos. 

Examinad  maduramente  cuáles  ddben  ser  sus  bases  y  condi- 
ciones. 

Investigad  con  esmero  cuál  es  el  fin ,  cuáles  son  los  principio^ 
de  toda  sociedad. 

Escudriñad  y  dejad  establecidos  los  dereehoi  que  cada  indivi- 
duo tiene  en  ella ,  las  facultades  que  cede ,  y  las  que  debe  con-» 
servar. 

Indicadnos  las  reglas  que  deben  guiarnos ,  y  haced  leyes  equitar 
tivas ,  estableciendo  por  fin  un  ndevo  sistema  de  gobierno  toda  vez 
que  han  sido  muy  viciosos  los  principios  que  nos  han  esclavizada 
hasta  el  dia  • 

Nuestros  padres  han  marchado  por  la  senda  de  la  ignorancia» 
y  la  costumbre  de  seguirles  nos  ha  perjudicado. 

La  violencia,  el  fraude  y  la  seducción  han  sido  los  medios  de 
gobierno»  en  tanto  que  las  verdaderas  leyes  de  la  moral  y  de  la  ra- 
zón están  todavía  oscurecidas. 

Desembrollad  esa  confusión,  publicad  una  Constitución  sabia, 
y  nosotros  nos  conformaremos  al  nuevo  código. 

Mas  tened  entendido ,  que  si  os  levantamos  ahora  sobre  nosotros, 
á  fin  de  que  podáis  descubrir,  mejor  el  conjunto  de  nuestras  relacio- 
nes ,  es  para  que  seáis  superiores  á  toda  pasión  que  pudiese  obceca- 
ros ;  pero  acordaos  de  que  sois  nuestros  semejantes ;  que  el  poder 
que  os  conferimos  es  nuestro ;  que  os  lo  damos  en  depósito ,  y  no 

en  propiedad,  ó  herencia ;  que  habéis  de  ser  loa  .primeros  en  obede- 
T.  u.  90 


711  K  VAUheio  M  íM  mbamB 

Mr  á  las  kjm  qm  foroMis ;  qM  después  bajare»  á  donde  ^tatamoa; 
y  qae  no  habréis  adquirido  otro  derecho  qiie  é\  d»  la  eMiwBeiott  j 
el  de  la  gratilvd. 

¥  refleuoDaS  de  qoé  triUito  de  gloria  no  honvari  el  iiBWerso 
la  primera  AsamUea  de  hoaibres  ▼erdaderameaCací^iliaados  j  eifi* 
Kiadores  qoe  bajfa  deolarad»  aolemMiiiettle  los  friiicipm  iamaU- 
bles  déla  justicia. 

Los  hombres  elegidos  por  el  pueblo  para  6jar  Sos  priaeipioa  de 
la  moral  y  de  la  raioa,  proeedieroD  eoUmces  i  rerfmr  «i  objeto 
sagrado  de  m  «ooargo ;  y  deepaés  de  qb  kieago  y  maduro  exámea, 
habiendo  descubierto  un  principio  universal  y  fundamental ,  ae  le- 
ymíH  na  legislador  y  dijo  -áí  paebio? 

— Hé  afDf<  la  base  priaiitira ,  el  «rigen  ftíeo  ée  toda  jnMiek 
y  de  todo  dereebo : 

Dios    HA    DADO    Á    TODOS    LOS    HOMBRES    LOS    MISMOS     ÓSGAlOi, 

Láis  «tsMAS  SBicsAdoaas  r  NsoBsia Airas,  OHCtaRAfrao  coir  s9r  mis- 
mo HBCHO  QUE  DABA  Á  VmOS  LOS  PtOFIOS  INRmnOa  AL  GOCB  DI 
LO  CaSAVO,  t  QOB  BIBICDO  VOB  GOaSECUEHCIA  TODOS  LOS  BOMBÉIS 
MÜAtES  BN  BL  ÓROBH  VE  LA  VATURALEZA  ,  DEMOT  SM  TAMBOI 
IGUALES   ANTE   LA   LET. 

IGUALDAD,  UBERTAD,  JUSTIQA,  bé  aqii{  cutt  aeri  eo 

lo  sucesivo  nuestro  código  y  naestro  estandarte. 


Al  iBoaaeato  leraoló  el  poeblo  ia  gioríosa  baadera  dd  Pte- 
4niBS0 ,  donde  se  leían  las  palabras  LiberUíd ,  igualdad ,  /nsf teta ;  y 
babiéBdoia  fiantado  sobre  la  stlla  del  legislador ,  trem^  |a  bandera 
de  la  pos  Mm%v$niU  por  la  prinera  reí  aobre  la  liem. 


El  pueblo  erigió  na  alUur  mievQ ,  eo  ú  maI  coIdoó  nnat  baUnza 
de  ero,  una  esfuida  j  oq  libro,  ooo  esU  insciipciflii : 

Á  Ui  liUr  QDB  CAiUGA  1  MBMÍ4  IGUAL   PABii  lOIMI» 

Y  habiendo  rodead»  la  siUa  ;  el  albur  da  un  aBfitMlr#  imiieaso^ 
se  sentó  en  él  esta  nacioo  entera,  para  oir  la  proelamacíon.  de  U. 
nueva  ley. 

Millonea  de  hombrns  levaniaron  entonces  loa  brazos  A  ciela »  é 
hicieron  el  solemne  jiiranienio: 

Da  vivía  iocaus»  trntrn»  x  juaroa. 

Db   EBSPBTAR   sus   DBBBCHOS   EBCÍPROCOS    y   sus   PBOPIBDADBff      ..'. 

Da  oeanacaa  Á  la  lbv  i  á  los  í  y^ái  Man  je  aLaoina&  jh^ea 
HAcaELA  QBsaavAa^— « 

Si  alf  on  dia  oe«rf  e  «ate  grandioso  especAiculo .  oaerán  los  opror* 
soraa  de  loa  pneMioia^  y  nna  pea  uuversal  y  ateraa  hará  la  proiEf  e->* 
ridad  de  laa  naoionea> 


Grande ,  inmenso  faé  el  jébik)  qoe  retttó  en  Ittadeid  el  ^  de  jo- 
lío  de  1 854  con  motivo  de  la  solemne  entrada  Irianfal  del  dnqae  da 
la  Victoria  por  k  mañana  y  del  canda  de  Liioena  por  fe  tarde. 

El  incesante  dam^ireo  de  las  campanas,  la»  bélicas  delonacioMa. 
de  las  saWas  qoe  cien  baterias  destellaban  horneantes ,  loa  marciaka 
ecos  de  mil  músicas  qoe  enlonaban  hiamoa  al  trioafo  de  la  líber-», 
tad «  loa  vítores  da  ana  mnohedambra  compacta ,  qae  i  gaiaa  da 
oleadas  inconmensurables  ondulaim  en  al^re  ebollicion »  poblaban^ 
d  espacio  de  an  estruendo  indefinible  ipM  hacía  palpitar  da  eata- 
síasoN»  tadoa  loa  coraaaaes^ 


716.  KL  PALACIO  DI  LOS  GltlíBlfH 

Espartero  y  O'DonnelI^  que  se  presen taban  á  la  sazón  como  los 
libertadores  del  pueblo,  eran  las  dos  grandes  figuras  que  campeaban 
en  primer  término  en  este  grandioso  cuanto  magnífico  panorama. 

Mas  aunque  los  citados  generales  fuesen  los  que  principalmente 
cautivaban  la  atención  de  las  masas  populares ,  hubo  también  par- 
ciales oraciones  para  otros  patriotas ,  á  quienes  sus  amigos  y  cor- 
religionarios no  podian  menos  de  recibir  con  marcadas  praebas  de 
simpatía. 

Los  que  han  leido  la  primera  época  de  Mabí a  ,  no  habrán  olvi- 
dado que  don  Luis  de  Mendoza ,  marqués  de  Bellaflor,  era  á  la  sa- 
zón comandante  de  uno  de  los  batallones  de  la  fuerza  ciudadana  de 
Madrid. 

Sus  antiguos  camaradas  supieron  antes  que  su  familia  el  r^reso 
del  honrado  y  valiente  demócrata  á  quien  el  despotismo  de  los  mo- 
derados tenia  desde  el  año  1848  en  cruel  emigración;  y  esto  lo  ha- 
bía producido  el  deseo  que  tenia  el  marqués  de  evitar  á  so  adorada 
María  la  molestia  de  que  saliese  á  recibirle ,  que  molestia  hobien 
sido  y  aun  imprudencia  sobrada «  atendido  el  delicado  estado  de  so 
salud  y  según  las  noticias  que  tenia  el  marqués »  que  por  cierto  no 
eran  muy  recientes «  é  ignoraba  la  herida  que  su  hijo  Enrique  ha- 
bía recibido  el  19  de  julio. 

Bellaflor  habia  escrito  á  María ,  no  solo  por  la  razón  qae  aca- 
bamos de  indicar,  sino  acaso  también  por  el  capricho  de  cansar  á  so 
esposa  una  agradable  sorpresa ,  que  no  le  aguardase  por  ahora ,  de 
lo  cual  se  alegraba  mucho  María,  esperando  que  en  este  intervalo 
podría  completarse  la  curación  de  Enrique,  y  evitar  de  este  modo 
á  su  Luis  el  disgusto  de  ver  á  su  hijo  herido. 

Algunos  amigos  de  Mendoza ,  que  le  vieron  entrar  en  MadrM 
entre  el  séquito  del  general  O'Donnell ,  divulgaron  al  momealo  la 


IL  PÜKBLO  T  SUS  OmSOEM.  71 T 

Toz  que  coD  la  rapidez  de  la  centella  cundió  por  todos  los  círculos 
democráticos ,  y  no  tardó  el  simpático  marqués  de  BeHaflor  en  Terse 
rodeado  de  sus  correligionarios  políticos,  que  se  empellaron  en  ilé-^ 
varíe  como  en  triunfo  hasta  su  casa  en  magníGco  carruaje ,  tirado 
por  soberbios  corceles  lujosamente  enjaezados ,  precedido  de  una 
música  que  había  sido  la  del  antiguo  batallón  de  sn  mando. 

El  marqués  lloraba  de  gozo  >  no  por  ver  de  tal  gnisa  halagado 
su  orgullo,  sino  porque  se  hallaba  entre  sus  buenos  amigos,  y  s# 
aproximaba  el  momento  de  abrazar  á  las  dos  prendas  mas  queridas 
de  su  corazón ,  á  la  virtuosa  María  y  al  inocente  Enrique. 

Los  vítores  de  la  multitud  que  agitaba  al  aire  sus  pañuelos,  am"- 
maban  aquel  grupo  que  destellaba  entusiasmo  y  alegría  por  do 
quier. 

Apenas  se  paró  el  carruaje  delante  del  palacio  det  marqués^' 
apeóse  este  de  un  salto,  y  abriéndose  paso  por  entre  el  al^re  genlio 
que  le  saludaba ,  salvó  las  escaleras  con  ligereza  inaudita ,  ansioso 
de  abrazar  á  su  mujer  y  á  su  hijo.  .      .  . 

Llega  á  la  primera  sala ,  y  se  detiene  de  improviso ,  temblando 
de  horror  ante  el  fúnebre  espectáculo  que  se  presenta  á  sus  ojos. 

Érase  un  negro  catafalco  mortuorio  que  sostenia  un  solo  fére- 
tro; pero  en  este  féretro  yacían  dos  cadáveres!  11... 

Pasado  el  primer  estupor ,  subió  el  marqués  al  catafalco,  y  de- 
jándose caer  sobre  aquellos  restos  inanimados,  les  inundó  de  lágri- 
mas y  de  besos ,  exhalando  ayes  agudos  y  doloridos^ que  salían  de  leí 
mas  hondo  de  su  corazón. 

Multitud  de  personas  enlutadas ,  entre  las  cuales  se  distinguía 
un  negro  anciano,  le  rodeaban  y  procuraban  inútilmente  consolarle. 

Mas  I ay  1  ¿es  posible  el  consuelo  para  el  desventurado  esposo  y 
padre  que  habia  perdido  para  siempre  y  en  un  solo  día  á  los  predi- 


749  tt  UiMio  m  voft  otaiw 

iMto»  obj0(oft4e  su.  aiBor«  á  sa  esposa  y  á  so  hí}0? 

JEoricjiM  babvt  fiallocído  al  aosaneoer ,  y  pocas  horag  átipsés 
mm'iÁ  la  ÍAforbu>ada  María»  que  w>  pudo  soportar  el  doloff  ígm.  das- 
larraba  sa  alma. 

T<ido  ü  iMbía  acabado  para  el  marqnia  de  Mlaflor  U«« 

Fuera  do  ai  como  na  Sreoético»  oo  Uovafaa  ya  el  infitliai...  ae  ar- 
fOQoahi'el  aabello»,,.  y  laucaba  griioa  de  desesparacio» ^m  hadan 
aftramaaar» 

Satas  gritos  do  amargara  se  coafiaadÁaa  coa  loa  eeoa  did  kkMio 
de  Riego .  y  laa  Toeaa  do  alegria  ooo  quo  la  mocfaedonakro  feUtUa- 
¡m  al  reóea  llegado. 

Eo  breve  supiero»  todos  el  doble  y  trenendo  iiifortvnio  dd 
marqués  de  Bellaflor ,  y  á  la  ebullición  que  poco  antes  inandabode 
aligaia  la  papuloso  callo  de  Toledo ,  sigfik^  por  algnnoa  ■hnmoU» 
«SI  siloMÍo*  aepokral. 


Hedía  hora  deapoés  era  de  nocbe. 

Eaeoptiiando  los  badeones  del  palacio  del  manques  de  Bdloflor» 
4oda  Madrid  estaba  itamioado. 

Mil  músicas  se  cruaban  por  las  calles.  . 

£1  regocijo  era  iomoaao. 

Bbríos  do  entusiasmo  los  madriieios ,  oelobrabaa  el  trimife  dd 
pMblo  soberano» 


■♦^»>^«»^^>e-<»^^0'C)  €•  ■  ■ 


•  1    • 


m      111     I "iif    ■■■■■■■I»      w»iw     »i  m    I  <^»w^^iii|     wiil>   n  iM<  ^  fyp     |iyyi^^y»^ii  » ■■y^<wi^4ifi^ 


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CAPIT17L0  Lvm. 


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DIECINUEVE  MESES  iDJ^SPIÍÉgy.      /    .     .     . . 


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y  de  <Aft  «ft  flfai  TH  fMirdieflte  el  poMMd  liHrlertfíéatf  MoqfdbMi  ^ 
hizo  con  su  sangre. 

!fo  s^  Aeben  eeniaf  iM  BMiliei  que  iorgetf  dte  tmá  sáMr^nta 
Iselia  inicamente  por  fes  cindadaMs  que  perecen  eii^a ,  éims  per 
las  tristes  cousecueacias  que  este  prfoier  ¡iifiMltHAo  inñdga  álvsfll^ 
míKae. 

La  muerte  del  jdven  Enrique  aeekré  la  ée  m  generosa  muAre 
la  marquesa  de  Bellaflor,  la  simpática  María ,  como  salieat  uaestrai 
lectores;  pero  lo  que  aun  ignoran ,  si  bien  dtebev  suponerlo ,  es, 
que  no  solo  sus  parientes  quedaron  inconsolables ,  sino  los  menei^ 
torosos^  lofl(, desvalidos ,  todos  los  desgraciados  de  Madrid  que  per- 
dieron una  protectora  infatigable ,  que  se  desvelaba'  por  remediar 
cuantos  infortunios  llegaban  i  su  noticia ,  y  oon  sw  visitas  domft^ 


720  KL  PALACIO  DK  LOS  GBÍMBHIS 

ciliarias »  con  sas  maternales  coosejos ,  con  sos  cariñosos  afanes  y 
generosas  dádivas  atenuaba  el  dolor  de  cuantos  padecían ,  eDJogalia 
el  ageno  lloro ,  y  muchas  veces  lograba  trocar  la  amargara  da  los 
infelices  en  colmo  de  ventora  y  alegría. 

Su  digno  esposo  don  Luis  de  Mendoza  padeció  una  horrible  y 
larga  enfermedad,  á  consecuencia  de  la  doble  y  profunda  herida 
que  hizo  en  su  corazón  la  muerte  de  dos  objetos  tan  queridos ,  tu 
idolatrados  como  su  fiel  María  y  ^u  malogrado  hijo. 

I  Desgraciado  marqués  de  Bellaflor  1 

No  le  quedaba  ya  en  el  mundo  mas  consuelo  qae  estrechar  ea 
sus  brazos  i  su  tierna  hija  Isabel ,  á  quien  tenia  siempre  á  ao  lado 
colmándola  de  caricias ,  á  las  cuales  correspondía  la  candorosa  nüt 
con  toda  la  inocencia  y  la  bondad  de  un  ángel* 

También  estaba  inconsolable  la  sensible  Rosa ;  ni  nn  solo  dii 
se  pasaba  sin  que  el  recuerdo  de  su  hermana  querida  arrancase 
raudales  de  lágrimas  á  sus  ojos ,  que  con  harta  dificultad  enjuga- 
ban las  filosóficas  reflexiones  de  su  digno  esposo  don  Antonio  de 
Aguilar. 

Manuel  y  Carolina  dieron  igualmente  inequívocas  moeetras  de 
su  acerbo  dolor ;  y  hasta  doña  Úrsula  y  don  Nicomedes  Ter  tieroa 
copiosas  lágrimas  sobre  la  tumba  de  María. 

Solo  don  Anselmo  Godínez  mostró  en  la  muerte  de  su  hija  el 
mismo  valor  y  la  misma  resignación  que  cuando  perdió  á  sa  ado* 
rada  esposa. 

Con  todo ,  esta  nueva  desgracia  agotó  su  heroísmo  en  términos 
que  se  le  vio  pasar  rápidamente  de  la  vejez  á  la  decrepitud. 

Perdió  casi  del  todo  la  memoria ,  un  temblor  convulsivo  agitaba 
sus  miembros,  y  su  vida,  aunque  penosamente»  se  prolongaba 
merced  á  ^os  desvelos  de  Manuel  y  Carolina. 


XL  FUIBLO  T  8üS  ONIBSOBBS.  7S4 

La  hermana  de  la  Caridad  lo  igooraba  todo ,  y  sin  embargo 
\ivid  anegada  en  llanto  acerbo. 

¡  Cosa  eslraña !  Todos  los  que  amaban  con  delirio  á  la  virtuosa 
María,  sobrevivieron  á  la  pérdida  de  esta  angelical  criatura,  y 
hallaron  mas  ó  menos  resignación  á  tan  cruel  infortunio;  y  el 
hombre  mas  fuerte,  el  mas  avezado  á  todo  linaje  de  calamidades, 
el  que  habia  nacido  entre  las  fieras  del  África ,  el  que  habia  en-^ 
durecido  su  corazón  entre  los  horrores  de  su  esclavitud ,  no  tuvo 
resistencia  para  soportar  el  dolor  que  le  causó  la  muerte  de  María. 

Hablamos  del  pobre  negro  Tomás. 

En  los  primeros  momentos  de  la  catástrofe  esforzóse  aun  por 
dar  consuelos  á  su  amo  el  marqués  de  Bellaflor ;  pero  sus  fingidos 
brios  desmayaron  muy  en  breve. 

Tenia  el  alma  desgarrada. 

Desapareció  del  palacio  de  su  amo ,  y  pocos  dias  después ,  en 
el  rigor  del  invierno,  en  diciembre  de  1854,  se  le  batió  cadáver 
en  el  cementerio,  junto  á  la  sepultura  que  encerraba  los  frioe  restos 
de  la  infortunada  marquesa. 

El  hambre ,  el  dolor  y  la  intemperie  habian  asesinado  al  pobre 
negro  Tomás. 


Y  después  de  una  revolución  que  llevó  el  luto  á  tantas  familias, 
después  de  un  triunfo  que  tanta  sangre  costó  al  pueblo ,  ¿  no  tenia 
derecho  este  pueblo  magnánimo  á  que  la  virtud  eatonianaj  de  que 
siempre  hizo  alarde  el  partido  progresista ,  hubiera  dado  sus  frutos 
con  una  gran  rebaja  en  el  presupuesto,  que  es  el  horrible  cáncer 
que  devora  al  pais? 

¿  No  tenia  derecho  el  pueblo  á  que  se  hubiera  disminuido  el 

T.  II.  91 


7Si  BL  lUhLifilO  DI  LOS  GAÍailIfEa 

númaro  de  empleados  y  Io&  elevados  sueldos»  qae  ditlralaii'  los  de 
alta  categoría? 

¿iNo  tenía  derecho  el  pueblo  á  que  se  la  anaasa»  y  snpliase  coa 
su  decisioo ,  valor  y  entusiasmo ,  la  reducción  del  ejército  ^  lyie  la 
escasez  de  recursos  hacia  indispensable  ?^ 

¿iNo  había  justos- motivos  para,  esperar  foe  la  desoeiiiraiizaGMNi 
trajese  consigo  el  inmenso/alivio  que  era  consiguiente:? 

ifot  qué  no  se  ha  levantado  la  adminiatpaokuL  pública  aabre 
sólídafiFbasBS?: 

¿  Dónde  están  esas  tan  decantadas  refoomas  coonóoiicaa  por 
laa  cuales  dama  de  oonláBno;la  España*  entapa  3 

Blsistemaqne  seguías  bombees  del  gobierna »* as •  na  cicleaudi 
perplegidades ,  de  dudas  y  de  error.esr,  ineficaiidc  todo  prnala  pan 
llevar  la  nave  del  Estado  á  puerto  de  seguridad^ 

Esci cumula  de  empleados;  que.  requiere:  vnestrai  máqviiia  por 
la* eomplicadsB  étiafiniías  ruedas  eni  que  sa  apoya,  ase  procedí 
mímta  que  entospeoe  su  acción,. la. paraliza,  ó: lar  qncraa MUtepeor, 
le  da  retrógrado  empuje,  esa  confusión  embarafoaa  dtei  Imu  multipli- 
cades  resorlea,,l<qos  da  proposoionar  eeonomíÉasin  lasi  oaalea  do 
hay  salvación ,  tiende  todo  ello  á  las  tribulaciones  que*,  por  todas 
partes  germinan ,  tiende  al  fomento  de  nuevas  é  impacientes  ambi- 
ciones, y  amaga  sumergirnos  en  las  desastrosas  oleadas  de  uoa 
reaoeioo  sangrieniau 

Una.  voz  ha  declarado  en*  plena  Aaamblea  que  la  BBaiuaoH  si 

MBaBNTA   UBSCÜBAPA, 

Y  cuando  esto  sucede  ¿no  tiene  obligación;  todo  nindadano  qne 
ama  la  libertad,  de  su  patria ,  de  contribuir  con  todas  aaa,  fiíarzís 
al  alejamiento  del  peligro'' 

He  aquí  lo- que  nos  impele  k  dirigir  naeslra  hooiitda  ym  al  go- 


«L  VDDfio  or  -«US  mmsoitm.  783 

bierno  para  recordarle ,  por  última  vez  en  este  Ubro ,  'sa  iaipres- 
cindible-y  Hiélemoo  {oompromiso  de  q«e  IíA  <vtocu!fTáiü  vaouhial  sb 
Cumpla. 

Y  nosotros  no  yernos  otra 'teada /qne  á  este 'grmdmso 'fin»  con- 
duzca., inas^que  la  del  terdadero  progreso. 

Y  porque  la  senda  que  el  gobierno  signe  ^noes^lailél  progreso, 
vé  la  nación  asombrada  todo  cnanto  sucede. 

Y  los  iliberales*  fiescoafian . 

Y  ifBn^ oon^ dolor,  ya  gastadas  medhiaias  en  -his  poUronas  vtí^ 
BÍatariales  L.  • 

Y  nadíeisabe  iá  id6fide«e  rooB  <€aadu6é^l . .' • 

Y  la  miseria  pública  vá  en^aameiito  !.,. 

Y  la  agitación  y  el  desaliento  crecen  I... 

Y  se  envalentonan  los  enemigos  de  la  libertad !... 
¡  Y  no  tenemos  aun  Constitución  I !  I . . . 

En  cambio  el  ministerio  tiene  facultades  estraordinarias. 

La  dictadura  militar  pesa  de  un  modo  borrible  sobre  la  indus- 
triosa Cataluña. 

No  hay  seguridad  personal. 

Se  han  hecho  dejorUioÍQ|ig|MeniO-en  la  época  de  Narvaez. 

Ha  habido  fusilamientos  de  criminales  desvalidos. 

Los  criminales  de  alto  coturno  que  la  revolución  arrojó  de  sus 
puestos,  viven  impunes  y  tranquilos. 

Los  millones  saqueados  á  la  nación  sirven  para  conspirar  desde 
París. 

El  club  del  palacio  de  la  calle  de  las  Rejas,  se  ha  trasladado 
al  palacio  de  la  Malmaison ;  esto  si  que  no  ha  sido  mas  que  una 
mudanza  de  domicilio. 

¿Y  la  vindicta  pública? 


784  ML  PALACIO  n  LOS  GBÍVBNES 

¿Y  la  moralidad? 

¿Habrá  olvidado  Espartero  las  lecciones  del  año  1843  ? 

¿Habrá  olvidado  O'Doaoell  sn  célebre  programa? 

¿En  qué  piensan  ios  otros  ministros? 

No  hay  qae  alarmarse,  todo  lo  compondrá  el  tercer  partido. 

El  triunfo  será  completo. 

Una  duda  nos  queda. 

No  sabemos  si  hemos  de  gritar  como  los  antiguos  romanos  des- 
pués de  un  brillante  triunfo :  ¡ Ciudadanos ^  subamos  al  Capitolio!  ó 
si  hemos  de  repetir  lo  que  decian  nuestros  abuelos  á  la  aproxima- 
ción de  alguna  calamidad :  ;  Dios  salve  á  este  pobre  pais  ¡ 

¿Quién  nos  sacará  de  esta  duda? 

La  historia. 


wxDk.  <ngit9r3^Ti^    (SOk.  m^  (Xík. 


^ 


I. 


LA  VERDAD. 


Paes  lepa  qoieii  lo  niega  y  quien  lo  dada  , 
Qve  es  lengua  la  terdad  de  Dioi  seyero , 
T  la  lengua  de  Dioa  nunca  fué  muda. 

Son  la  Terdnd  y  IMoa  ,  Diof  yerdadero , 
Ni  eternidad  di?  ina  los  separa , 
Ni  de  los  dos  alguno  fué  primero. 

Si  D|os  i  la  Verdad  se  adelantara 
Siendo- Verdad » iapUeaeion  hubiera 
En  ser ,  ,y  en  que  Verdad  de  ser  dejara. 

La  Justicia  de  Dios  es  ferdadera, 
T  la  misericordia ,  y  todo  cuanto 
Ss  Dios ,  todo  ha  de  ser  Verdad  entera. 

QUBTBDO. 


Después  de  haber  pablicado  la  primera  y  seg^anda  época  de  la 
preseote  historia «  do  podia  ocullárseoos  nioguDO  de  los  inmensos 
inconvenientes  y  apasionadas  oposiciones  que  hablamos  de  vencer 
al  dar  cima  á  nuestro  pensamiento  con  el  relato  de  los  desafueros  del 
poder  desde  1848  hasta  julio  de  1854. 


726  KL  PALACIO  DB  LOS  GBftfBNKS 

"Resueltos  sin  embargo  á  pronaociar  la  verdad  con  toda  la  ente- 
reza de  UQ  carácter  libre ,  iadepeadieate ,  y  sia  mas  norte  qae  el 
anhelo  de  contribuir  al  triunfo  de  la  moralidad ,  hemos  seguido  los 
impulsos  de  nuestra  conciencia ,  siempre  tranquila ,  si  bien  dolori- 
da el  alma  al  tener  gue  traunr  tantos  siia&roB  -fle  escándalo  y  pre- 
varicación. 

Triste  y  desgarradora  misión  la  del  historiador  imparcial  que 
tiene  que  narrar  los  crímenes  perpetrados  en  su  propia  patria  por 
altos  funcionarios ,  que  por  su  privilegiada  posición  debieran  os- 
tentarse puros  ante  el  pueblo,  si  es  que  aspiran  á  marchar  á  su 
frente  por  la  única  senda  que  conduce  á  la  prosperidad ,  la  del  ho- 
nor y  la  justicia. 

Has  ¡  ay !  que  en  vez  de/gtitv  ^1  pueblo  por  este  camino  de  glo- 
ría, esos  magnates  que  le  están  insultando  continuamente ,  echando 
en  rostro  á  las  masas  trabajadoras  su  carencia  de  cultura  »  sus  as- 
querosos vicios  y  ab3oluta  falta  de  instrucción»  lejos  de  darles 
ejemplo.de  .^tu!des<Qb«érvU(lo. una  conducta  intachable ,  son  ellos 
los  qu648ipuBemenle«^)ereen  tcido  linaje  de  iniquidades»  son  ellos 
los  que  se  .moeitraniMr^dosA^la  voz  del  honor,  son  ellos  Tos  que  se 
lanzan  al  iDiámáable< océano  Helas  pasiones  y  dan  al  mundo  el  inau- 
dito escándalo*d6  éer*;acrxijado6^de  sus  palacios:  y  acusados  de  hur- 
to, se  venteo  ik/degpaHante  pnecision  de  apelar  á  una  deshonrosa 
fuga  para  evitar  el  golpe  del  verdugo  I 

Y  por  mas  que  sea  esto  denigrante  para  el  pais  que  nos  dio  el 
•^ter ,  ¿seria  joAto  pasarlo  «n  silenoiot 

>BélorMO'e5  teMrufie  escribir  tan  horribles  jiistorte8,firep«limo6; 

'<psro'no*h#y  etroitnvdio  de^potter'frenó'á'la  lioicna  ^aMbteiun «  mo 

%ay'6tiro»niedio  fiara 4noneiliatfr  ^aíbhombre,  vi{w*fínlarimhvieio(tRl 

cuales,  arrancarla  máscaia-éilos  bip^nlea,  ^^bice^feiDmlK«I 


BL,  FOXHO  T:  SUS  OraBfifMftlSui  TiT 

puebla  ki  ▼«anuDí  áa  &o  da  que.  hñg^  da  aa  aobarAma  el  nt o.  qae 
masieonveD^ft.á  la  eoniqaiiUü  der  nai  {orvemn  Ueou  de  UbeirtadF  31  d^i 
gloria. 

¿Habrá»  llegado  á  Udíq  1»  iooioraUdad.  haaiaoa ,,  qiset  s^aPiun 
crímeo  lanzar  contra  ella  el  anateo(ia<  dt- la  esBorao¡óB<7 

¿Baedid  haberse  eiuvaleiiioBado  la  pjsosiitacioiL  del  boaaboe  hasta 
el  estrenua  que  seai  eUadaf  regia  de  La.  saciedad  civiÜEada^  y  se  tam^- 
gao:  paff  ¡usauiofr,.  pos  eacéalcicoa  y  por  loaos  á¿  los  (pie  pragmao  la 
fraternidad  evangélica ,  la  justicia  igual  para  todos  y  el  ejercicioi4a 
la  santal  vÍ0tad? 

tlmpMÍblel 

Sí  tan  arraigada  estuviera  la  hidra  de  la  corrupción  en  Espaia«i 
no  hubiéramos  visto  levantarse  á  todos  sus  hijos  en  un  solo  mo- 
mento para  derrocar  de  su  trono  á  1^  inmoralidad ,  cuyo  cetro  de 
hierro  la  abrumaba  can.aa.ya  iasop,orlablfi  pesadumbre. 

Pero  aun  son  coacidafl  laa  tuiesle^  da  los»  diQctrinarios  cuyo  ídolo 
es  el  oro ,  cuya  virtud  es  saber  medrar ,  cuya  escuela  politica  es  - 
triba;  ea  la  vUtUsoaja  y  la.  fialsía,  y,  cuya  felicidad  ae:CedjUK)a  á  la  os- 
tentación^ da  ÍQSoUai4a  lujp  y  al  gpc^  da  loa  deleites^  materiales. 

Sí  t  soB,  waerosos.  loa  adictoa  4  astas  da(;irioaa„  y  taai  fflover^ 
tidos  están  sus  ruines  corazones,  tan  obtusas  sus  itUaligfiaclaa^  q/ia 
no  coocibaa  esa  bieoaadaiua  ({oa.alcaazarsa.  deba  con< loa  damoorá- 
ticos  principios  de  la  moralidad. 

Preciso- es.  poas.  lucbaí:  con  enargia  y  coa  Cé  cootra  los.qpe  im- 
buidos de  taa  raacioa  como  vituperables  i^incipios  preiaudea  so&te<*^ 
ner  el  viejo  edificio  de  las  necias  praacupacioaas,,  da  las>  ridíauloat 
pcivilagios.  y  demás,  estravagaadns  de  la  barbaria. 

Los  varones  mas  sabios  de  todos  los  países  estáa.  al  freotjB  de  la- 
regeneración  europea. 


7S8  BL  PALACIO  DI  LOS  CIÜWIBS 

Es  QDa  lacha  entre  la  igaorancía  y  la  inteligencia ,  entre  las  ti- 
nieblas 7  la  laz,  entre  la  razón  y  la  mentira,  entre  el  vicio  y  la  vir- 
tud, entre  los  pneblos  y  sus  tiranos;  el  triunfo  no  es  dudoso. 

A  contribuir  en  lo  que  alcancemos  á  ese  magnifico  triunfo  se 
dirigen  nuestros  humildes  escritos. 

Por  este  afán  de  salvación ,  hemos  arrostrado  y  arrostraremos 
siempre  las  iras  de  los  magnates  i  quienes  molesta  la  verdad. 

¡  Oh !  la  verdad  ha  sido  en  todos  tiempos  el  ac{bar  de  los  ti- 
ranos. 

¿Y  por  eso  no  se  ha  de  oir  su  divino  acento  en  la  tierra? 

£1  gran  poeta  del  siglo  XVII,  el  Fénu»  de  los  ingenios  escla- 
maba: 

Dijeron  que  antiguamente 
Se  fué  ia  verdad  al  cielo  : 
Tal  la  pusieron  los  hombres 
Que  desde  entonces  no  ha  vuelto. 

¿Y  ha  de  permanecer  la  verdad  en  el  cielo ,  mientras  los  dés- 
potas de  la  tierra  hacen  sangrienta  mofa  de  la  humanidad  ? 

¿Ha  de  quedar  impune  la  tiranía ,  y  sufrir  sus  víctimas  en  de- 
gradante silencio? 

La  libertad  misma  seria  un  horrible  sarcasmo  si  osara  ahogar 
el  acento  de  la  verdad. 

Sabemos  que  el  galardón  de  los  que  osan  pronunciarla ,  suele 
ser  el  martirio ;  pero  esta  idea  no  nos  asusta  cuando  la  conciencia 
DOS  dioe  que  hemos  obrado  bien. 

Los  criminales  son  muchos ,  y  ellos  y  sus  aduladores  nos  llena- 
rán de  vituperios. 

No  importa ;  mas  sentiríamos  merecer  su  aplauso. 


EL  PÜBBLO  T  SUS  OPaSSORES.  7S9 

Hemos  proDunciado  la  verdad ,  y  la  proDaDciariamos  aun  cuan- 
do taviéramos  el  cadalso  á  la  vista. 

La  maerte  do  dos  ÍDtímida;  y  un  célebre  autor  alemán,  Kotze^ 
büe,  ha  dicho:  Wer  den  Tod  nicht  fürchtet,  ist  immer  frey.  «El 
que  no  teme  á  la  muerte  siempre  es  libre.» 

Moralicen  sus  acciones  los  poderosos,  y  entonces  será  mas  gra- 
ta la  misión  qoe  voluntariamente  nos  hemos  impuesto ,  porque  aun- 
que no  hemos  sabido  nunca  adular  á  nadie ,  se  goza  el  alma  cuan- 
do rinde  homenages  de  justicia  en  acrisolados  elogios. 

No  los  hemos  escaseado  en  esta  publicación  á  las  personas  de 
altos  merecimientos,  así'.  iA^tfiB  viViH  9M humilde  morada  como 
á  las  que  se  albergan  en  suntuosos  palacios ,  porque  en  todas  partes 
puede  cobijarse  la  virtud ,  y  solo  á  esta  rendimos  el  modesto  tributo 
de  nuestro  amor  y  respeto ,  porque  es  la  única  fuente  de  la  felicidad 
humana. 

El  gran  Pi^pe'ba  2¡abo.: 

Know  ihea'ffiis.tr4ilh  (enough  for  Man  to  know) 
^iftueflrioiie'fBChippiness  below. 

Qwe^radvemiBOB  lie^esle  modo : 

Aprenda  el  hombre  esta  verdad  divina : 
Solo  en  virtud  felicidad  germina. 


T.   II. 


II. 


CRÍTICA  GALANTE. 


t  A  caántot  armó  el  oro  de  cnieía ! 
;T  á  evtelos  Im  dejado 
Bb  el  último  trance !  |  Oh  dora  raerte ! 
Pierde  ta  lor  la  rirginal  pureta 
For  ti ,  y  rete  manchado 
Goa  adolterío  el  lecho  no  espetado. 
Al  menos  animoso 
Para  que  te  posea , 
Das,  riqaexa .  ardimiento  Ueondoao* 

BlOJA. 


Prescindiendo  ahora  de  los  inmensos  anónimos  atestados  de  cha- 
bacanos insultos  y  amenazas  que  han  escitado  nuestra  compasión 
hacia  sus  autores ,  y  de  los  millares  de  felicitaciones  apasionadas 
que  mas  bien  nos  han  ruborizado  que  eng^reido ,  hemos  leído  con 
sumo  placer  alguna  que  otra  crítica  juiciosa  é  imparcial ,  en  que  se 
ha  hecho  justicia  á  la  moralidad  de  nuestro  pensamiento,  y  al  través 
de  honrosas  alabaocas  i  se  nos  han  dirigido  atentas  observaciones, 


é 

EL  PCriBLO  T  SUS  OPM8O1I0.  731 

que  agradecemos  eo  el  alma,  si  bien  las  hemos  hallado  mas  dotadas 
de  galantería  que  de  convincente  lógica. 

Uno  de  los  periódicos  mas  ilnstrados  que  se  publican  en  Madrid, 
ha  dicho  de  nuestra  humilde  producción :  «Este  libro  cumple  su  ob- 
jeto y  el  pensamiento  que  encierra  es  altamente  moral.» 

He  aqui  una  frase  por  demás  honrosa  para  nosotros;  pero  como 
para  manifestar  el  crítico  su  imparcialidad ,  alterna  los  elogios  con 
las  censuras ,  la  desvirtúa  luego  añadiendo :  «aunque  las  tintas  con 
que  lo  desenvuelve  (el  autor)  son  n$gra$  y  recargadas.» 

Cierto  es  que  en  la  narración  de  los  desmanes  de  Narvaez  du- 
rante su  feroz  dictadura  de  1848 ,  sube  de  punto  la  negrura  del  co- 
lorido, y  aun  parece  que  destila  sangre  de  todas  sus  líneas,  pero 
¿  podian  acaso  escribirse  con  esencia  de  rosas  y  jazmines  los  atrope- 
llamientos  de  la  inocencia ,  las  inauditas  venganzas ,  las  bárbaras 
deportaciones ,  los  fusilamientos  y  execrable  concusión  de  todas  las 
leyes  que  á  la  sazón  escandalizaron  al  mundo  entero  ? 

¡Que  las  tintas  son  negras  y  recargadas  1  Negras,  sí,  negras 
como  las  de  la  historia  de  la  inquisición ,  negras  como  las  del  relato 
de  los  crímenes  de  Nerón  y  de  Calígula ;  pero  recargadas  no,  por- 
que es  imposible  hallar  palabras  que  tengan  la  suficiente  energía 
para  espresar  desafueros  que  esceden  á  toda  ponderación. 

Nosotros  creíamos  que  solo  los  amigos  de  los  verdugos  podrían 
tachar  de  recargado  el  sangriento  colorido  de  tan  espantosas  esce- 
nas ,  pero  jamás  habíamos  sospechado  que  nos  echase  en  rostro  tan 
gratuito  defecto  un  periódico  liberal  que  mil  veces  ha  anatematiza- 
do los  crímeoes  del  moderantismo  con  tiotas  acaso  mas  recargadas 
que  las  nuestras. 

Preguntad  á  las  víctimas  si  hay  exageración  en  nuestras  aseve- 
raciones. Respondan  los  que  fueron  deportados  á  Ultramar,  respon- 


dre  del  malogrado  joven  dwiG«miio>€a«SQdtari(H;r€i9QO 
UMteftído,  lofr  íaMiá)Qft^  4»%  Cmikml  CoiBiLib^      m^^a  estcamiuw  de 
laipMr4afá«AWdii,  y.  6Uo#,dicáa  tt  Aoo.i^  to&.tíotM  coa 

qae  hemos  laMA^ estoftbofffiUeg  fiM«flas.imDteii^ms¿MOAá.li^eMe« 
cmeíoft  dft  \m  gfyMraoíeM^  VAiüd(N*aa* 

GiMmos.  paaSidA}  toda  puo  to  iaíiiodada*  Ui  JAoropacioa  qfia  sabc« 
«te  parltfralar  mm  díúge  miMtrO'  galaolef  omwop.. 

Añade  luego*:  «Aygjualst.  ooBopic^da^  i|iie  paca-haUac  al.pnebla 
6ft  iMTtetfd'  preseBtM  lo»  6}9iiiplo6.á.M  alcaace ,  no  la.  vala  da-  una 
ÍQísDii ascagídaí;  peoQ  U  da  nnaalpiídd  sabida^  aootia cual  acuMÍ* 
gna;  haaaraa:  intaligible  y  agradable*»* 

TamhiftL  vamoa  en  asta  páa raCa*  1&  caoauca  ea<i(uaUa.  aa  U  aU* 
basca,  y  por  auüio»  ooacefHos  daa^oftiá  noaslciot  €«itkia  las.gjsaMttt 

aÍMqaáipoDealo  raouBciamoai^aíacaMtfaaa  áal  modo  qaa  noasaa 
posible. 

Qae  ñas.  baaiMT  beaba  iol^oUgí bien- y  a^adablaa*  ¿^  noaslroa.  kc- 
toiNfr^  ot  1BU  oanoesíon'  de.  pacta  de^  Ua  ilualcado  aaoaoc  f.  qp^  aoa 
baora  sahre:  Bianepa;  paco  qüa  para.  lograr  a&tarTasuUado.  hayaAoa 
namtiifliado  i.  la  beUtza.  dat  lasJE^ruiaar  y  adaptado  na  colorida  subir 
do ,  es  lo  qna  ba  aatado»  mas  lejos^  da  oaastra  voluotad* 

IfosoUroiSf  anteodamos  por  puebla  á  iodasi  las^  clases  da  la  soaie- 
dad  eoaaidaaadaa  aa:  globo  ^  y  creemos  que  para  agradac  á  asta 
puaUo  noi  bay  que  coafuadirla  coa  aqual  igaorauAe  vulgo  da  otroa 
tíaoipoa ».  da  cpiieii.  al  mejor  da  nuastros  poetas  decía : 

esjuslo 

hablarle  en  necio  para  darle  gusto. 

SI  padbla  i  faiaa  nosalrAS  caaaagramos^  todas  unaabras  ¥¡gi* 


•ii  .mmPvM  I  si«  «ni](99Wk  TSSt 

Uttft,  esfspinteU^eiile^TklMsOi/trabajadorjilittDá^  cmyo 

kiapebbl»  Cattoboiule<para»ij«oipra<  4  lus  nulIdiMleB,  es»  {mebl»  mm» 
falíUe  oomo'la  iMviiiidad,  toj^^^M^toe  so  jmoio^,  y  únkafiiftiíto! 
so  juicio,  es  quieo  forma  las  altas  reputaciiMio/ 

Los  varones  privilegiados,  los  grandes  genios  de  todos  los  si- 
glos y  paises ,  han  respetado  con  vei|^r.^ipll  e^ti^  jfíiicio  popular ,  y 
le  han  reconocido  supremo  en  tal  manera ,  que  en  obtenerle  favo- 
rable han  cifrado  su  afbn,  su  desvelo,  su,  ambición  de  gloria. 

Sobradas  son  las  veces  que  el  trágico  Schackspear ,  el  inmortal 
lOaiid ,  A  céMlre  Alímí,  el  filitatc^po.  KQtaebütf »  «1  geaii)  Ra#íne, 
qL  BQUiam  Coroeille>  el  jorobado,  Holiefsey  wieitroe^  idMiteUeii 
Ibope  db«%ega^  Tima^  Caldereo»,  Montrn  j- ét9é$  glorijis  MimMilfK 
les  y>  eelneejirest|  haa  ormdiii  peescntartlf  Qi¿fo)ii|ie  obra  iMOStre^L 
y;  el  pMblorlee  he^didu)  cen  an  dasepÉobaoÍQft::  «oti  Ubm  tuguiém 
dt9«  jnBesgelftadeiloeaábio&eqiiflUaidecíkioft  fMfiiilen^  baoi  «rnegeierf 
s»  obra^éula».  lUuaofti.  ceMteiicUb».4b«(|teiú|itoMiQat»bt  MiÉeáeiéi 
cU^fneUe  eS(]iBiteéíi|a|MU)Í0i.  i 

Qe^  eate|  iMiustíanaUe  túnUi»  nesolta ,  fu»  el  i|ee  eemí^mi 
agradas  aik  pnaUo  y:  oaeneaec  te»  aplaaaest  logra  di  an^peae  gálaN% 
ótímk  qaie  aspiraüi las. alias. cafiapidades ,  ittiaomd  doiacJBMia  qa»« 
et  aebitadpi  efteeaÍ¥<ei  el  alo^  que  se  hace  die  tiiiestcoa  hoimUíes.U-^ 
lentos,  y  mas  cuando  termina  de  este  modo:  «Ayguals  ea  elieaeri**» 
tor  del  pueblo ,  y  seria  injusto  juzgarle  bajo  otro  punto  de  vista.» 

Estas  pocas  palabras  han  lisonjeado  sobremanera  nuestro  amor 
propio ,  porque  hemos  notado  el  esmero  del  crítico  en  no  adularnos 
ni  zaherirnos. 

En  efecto,  seria  injusto  comprendernos  en  el  número  de  los 
que  venden  su  pluma  á  los  poderosos  ó  rinden  incienso  á  los  mag- 
nates para  merecer  de  ellos  una  sonrisa  de  protección. 


734  BL  FALAaO  M   LOS  CÜÍMBNBS 

Deinuy  antiguo  estravía  á  los  hombres  la  sed  del  oro;  por  ad- 
quirirle se  han  cometido  en  todos  tiempos  mil  crímenes «  y  ha  ha- 
bido quien  adnlára  á  los  criminales  por  el  aliciente  del  galardón. 
Hé  aquí  porqne  esclamó  Virgilio : 

¿Quid  non  mortalia  pectora  cogib , 
Auri  sacra  fames? 

¿A  qué  no  obligas  los  mortales  pechos, 
Maldita  sed  del  oro? 

Al  escritor  del  ptublOf  (aceptamos  este  honroso  titulo  con  orgu- 
llo) al  defensor  de  los  desvalidos,  no  se  le  debe  confundir  con  los 
aduladores  de  los  que  derraman  el  oro  á  manos  llenas.  Volveremos 
á  esta  cuestión ;  pero  entre  tanto  solo  añadimos ,  que  sin  aspirar  á 
recompensa  alguna  de  parte  de  los  que  por  sus  riquezas  ó  elevada 
posición  social  se  hallan  en  distinguido  predicamento ,  respetamos  y 
dogiamos  sus  virtudes,  si  de  ellas  les  vemos  adornados;  mas  esta- 
mos lejos  y  muy  lejos  de  imaginar  que  solo  puede  haber  escogidas 
formas  en  las  obras  literarias  limitadas  al  círculo  de  lo  que  se  ape- 
llida buena  sociedad ,  y  que  no  hay  verdadera  elocuencia  sino  en  el 
estilo  pomposo  y  altisonante ,  como  pretenden  ciertos  críticos  nove- 
les de  otro  linaje ,  á  quienes  vamos  á  consagrar  algunas  fraternales 
advertencias. 


'¿Vi...... 


v 


LAS  BELLAS  FORMAS. 


11  b'mí  pwni  du  serpcni,  ni  de  monttre  odteax, 
Qii  ^r  Tan  Imité  ne  fHiltie  pUire  anz  yeax ; 
D'nn  pineeaa  délicai  TarüBce  agréable. 
Da  plai  affrenz  objet  fait  un  objei  aimable. 

BOILBAU. 

Trmdueciim. 

El  arte  imitador,  en  lot  dettellos, 
M6nitniM  horribles  nos  presenta  bellos; 
T  mágico  pincel  hace  agradable 
Todo  objeto  espantoso  y  detestable. 


Está  el  baen  gasto  en  España  ea  lamentable  decadencia.  No 
parece  sino  que  se  trate  de  resucitar  el  ridículo  culteranismo  de 
Góogora,  severamente  criticado  por  las  mas  legitimas  inteligencias» 
y  de  todo  punto  abolido  por  las  leyes  de  la  razón. 

Sin  embargo»  de  algún  tiempo  á  esta  parte  se  llama  chocarrero 
y  vulgar  á  todo  lo  que  no  destella  perfumes  de  aristocracia ;  se  ca- 
lifica de  literatura  fatriotera  la  que  respira  amor  de  patria  y  liber- 


736  EL  PALACIO  DE  LOS  CRÍMENES 

tad,  y  todo  cuanto  lleva  teodeacias  de  mejorar  la  situación  del  pue- 
blo ,  es  considerado  como  bajo  y  despreciable  porque  halaga  á  la 
$oez  populachería ,  frase  de  flamante  invención  que  los  pedantes  de 
nuevo  cuño  sacan  á  relucir  en  todas  sus  peroratas. 

Según  estos  modernos  Zoilos,  son  detestables  todas  las  come- 
dias y  dramas  en  que  los  inter)|||itores  no  son  reyes,  princesas, 
duques ,  condes ,  marqueses ,  etc. ;  son  detestables  los  cuadros  de 
costumbres  del  pueblo  ínfimo ;  y  mas  detestable  que  todo  es  el  len- 
guaje sencillo,  comprensible  para  todo  el  mundo,  ó  como  ellos  di- 
cen ,  lleno  de  lugares  comunes  y  vulgaridades  que  repugnan  á  sus 
delicados  oidos. 

Las  agudezas  puestas  en  boca  de  un  artesano,  son  groseras  cho- 
carrerías, las  sales  cómicas ,  de  que  tanto  abundan  nuestros  mejores 
poetas  antiguos ,  son  chistes  de  mal  género,  y  nada  hay  que  se  acó- 
nkbSe  áSd  diélicafio^palattáf ,  .iriilo  ciertos  manjares  dignos  de  un 
regio  festín. 

Se  eOYidce  que  los  que  así  deliran  son  literatuelos  de  café ,  que 
siguen  sus  mofdafsien  cuestiones  literarias  lo  mismo  que  en  materias 
de  tocador.  Lo  ^e  dice  el  mus  elocuente  de  entre  ellos  al  saborear 
su  pon  che  4  se  a^plaude  y  n^prdiluce  por  los  demás,  y  por  medio  de 
la  gacetilla  se  completa  de  una  manera  asombrosa  la  propaganda  de 
esa  fatua  literatura  de  relumbrón. 

¿Y  qué  importa  que  estén  ern^eonirádicoioii  con  das  "verdaderas 
*TCgliís  del  nHteT  ¿<^íié  obligaeion  ittMen  de  Mberkis  te  ^qoe  no  faui 
Mdo  á  los  buenos  fAreoeptísttB ,  «ni  ^oonooan  los  ^iMrirates  tModháios 
de  literatura? 

Vo>i»ace  Mucho  vimos  Yeprod«Md«i  m  viarios  yüidditat^e  la 
ttítte  oiéH<M  dKHMHm  rtffigldWMifdodfeades  «1  MRoridelia  novato  %liMii 
*Ai4tatfiJto,^fl«ebMMMH|ai<is<l4r«uM^   '<t|f^ GOfÉgnüalmoiíae 


que  fijándose  (el*A«t8f)  en  )m  cMftaS' M#dad6raaieDte  filosóficas  que 
determinaron  los  sucesos  igue  narra  .en  su  noxrélaijie  haya  digna- 
mente  apartado  dflL|ieUfp*MOtoiiaA(i><tiiUidatf(a0iiw  de  las  pasiones 
políticas»  evitando  asi  el ^oaridter^dpufaK^ro Mo que  hubiera  os- 
curecido la  belleza  del  liéroe^  élc^  d 

¿Y  es  posible  referiri,tosiAdÉiis«ié0tB|í|iifiLidrtBnjde  la  libertad  sin 
escitar  las  pasiones  poKticuá?      ; 

¿Y  es  posible  dejar 4e.ia)pr^^  B|n;«cará9ber^ popular  al  héroe 
de  aquellos  memorablessneoiD^iiwi 'opaciácar  lailrntoria? 

Si  prevalecieran  las  peregrinas  máximas,  dé  Tos  modernos  eru- 
ditos á  la  violeta,  seria fK^^róftO^tif^i^i^^^ifraa'iQiiwedo  del  catálo- 
go de  nuestros  mas  cétefcrey «poetas  vpofqae 'hs ^ anas  bellas  de  sus 
composiciones  tienen  up  carácAerj}<M)uIac^ri^gne  trasciende»  como 
la  quede  este  íf^ri^Jí09ma9»i  ..  t.., 

ié;f)i(iftnllii*de»iiftif»llcyo 
en  la  taberaaoleiliavif »     .  .    ^ 

sobcMiblíbiMmM^  • 
y  sobre  si  laiirabeba^ 

M^sMractae^alfde  Se^tiUiíi 

\«  AüeiMfaiesaiadas'.  . .  '\\  ^ 
Jb^idí»  landos  ^wooqiiatea.   \    :  - 


r 


f*  •«         •••  1^  !•« 


Cía "laga «aulas 4a carpottpar  el  buen  gusto 
con  su  estravagante  altilocuencia. 

¿Y  qué  diremos  de  los  picantes  chistes  de  Tirso  de  Molina? 

iS  dfcl  FAttÍEi  deaMMlaniiiai^aBkiB,,  el  JagaiitoiiLafai A  ^ega, 
apM;aBBaiáaüéailpa'jdbaaiirriefWigraoMe«ide  Ma  to^^ 

nido  el  mal  gusto  deíaicnbár  jbtpélahravy  aylfwiBia.'átetiaafÉitr 

.iEii>albkdMa  I'  ..i'.-. 

T.  n.  93 


738  JO*  PALACIO  M  LOS  GRÍMNIS 

Por  esto  quiero ,  mas  que  ver  ingratos , 
canlar  batallas  de  amorosos  gatos, 
fuera  de  que  escribieron  muchos  sabios 
de  los  que  dice  Persio  que  en  los  labios 
pusieron  en  la  fuente  cabalina , 
en  materias  humildes  grandes  versos. 
Mira  si  de  Virgilio  fueron  tersos, 
copí  princesa  pluma  fué  divina 
cuando  escribió  el  Moreio  que  en  la  lengua 
de  Castilla  decimos  Almodrote^ 
sin  que  por  él  le  resultase  mengua , 
ni  por  pintar  el  picador  Jíosfut/o. 
¿  Y  quién  habrá  que  note 
aunque  fuese  satírico  Aristarco, 
de  Clises  el  diálogo  á  Plutarco? 
]La  calva  en  versos  alabó  Sioeaio , 
gran  defecto  Tartesio , 
quiere  decir  que  hay  calvos  en  España 
en  grande  cantidad ,  que  es  cosa  estrafta , 
ó  porque  nacen  de  cerebro  ardiente. 
T  también  eseribíó  del  transparente 
Camaleón  Demócrito , 
y  las  cabafias  rAaticas  Teócrito ; 
y  tanta  filosófica  Iktiga 
Diocles  poso  en  alabar  el  Nabo , 
materia  apenas  para  un  vil  esclavo , 
el  Rábano  Maroion ,  Fanias  la  Ortiga , 
y  la  Pulga  don  Diego  de  Mendosa 
que  tanta  foma  justamente  goza. 
Y  sí  el  divino  Homero 
cantó  con  plectro  á  nadie  lisonjero 
la  Batrachomyomaquia , 
¿  por  qué  no  cantaré  la  Gaíomaquia  T 

Nuestros  aloaibarados  censores  ignoran  sin  dada  todo  «ato ,  y 
^iénes  aean  Perno,  Virgilio,  Ulises,  Plutarco,  Sénesioy  flooievt 
7  demáa  zascandOaB  qne  saca  Lope  i  colación. 

Ignoran  que  la  Francia  se  envanece  de  poseer  m  genio  Ma  d 


0Mlor  popular  Mr.  Béranger ,  qoe  ba  dedicado  todos  aus  desyelos 
al  biM  da  k  luimaiitdad. 

Este  venarabla  trovador  OMnifiesta  sos  filantrópicas  aspiración 
Dea  en  estas  seDCtHas  coaoto  iiiodestaa  palabras : 
'  Ja  bankiur  i§  Vh/atMniU  a  MU ionge  de ma pU. 

II  fottaif  un^komme  qm  pariAt  au  ftufle  le  km^fe  qvkU  entenjt 
et  quU  ointa fot  4ii  csí  hamme. 

I  El  gran  BAranger  cifra  toda  su  gloria  en  baber  sido  el  hombre* 
qoe  ha  sabido  hablar  al  pueblo  en  et  leogoaje  que  el  pueblo  eniien*- 
deyamal 

Todo  esto  lo  igoorau ,  al  parecer»  los  que  niegao  las  bellas  for- 
mas á  cuanto  respira  popularidad  ^  é  igoorau «  además »  que  no  hace 
muchos  aBoSy  el  mas  aplaudida  de  nuestros  poetas  era  don  Ramón 
de  la  Cruz  Cano,  que  alcanzó  una  serie  de  trianfos  no  interrum- 
pidos escribiendo  sainetee ;  pero  de  tan  beUae  formas ,  en  el  con- 
cepto de  uno  de  nuestros  mas  esclarecidos  poetas ,  que  muchos  de 
ellos  pueden  servir  de  modelo,  ó  suministrar  el  plan  de  una  buena 
comedia. 

El  mismo  apologista  añade :  «  Descúbrese  en  los  saínetes  de  don 
Ramón  de  la  Cruz  un  talento  de  observación  que  á  muy  pocos  es 
dado  poseer;  una  crítica  atinadísima  de  las  costumbres ,  vicios,  ri- 
diculeces y  lenguaje  de  la  sociedad  en  que  vivia ,  comprendiendo 
á  todas  las  clases ,  edades,  sexos  y  condiciones.  Los  chistes,  las 
agudezas  satíricas  y  picantes,  los  caracteres,  las  situaciones  cómi- 
cas y  burlescas ,  las  truhanerías  de  la  gente  baja ,  y  el  ridículo  or- 
gullo y  afectación  de  la  encumbrada ,  todo  esto  combinado  de  una 
manera  feiieisima  en  los  sainetee  de  don  Ranson  de  la  Cruz,  pré-^ 
senta  unos  contrastes  que  provocan  la  risa  del  hombre  mas  cefiudiy 
y  ttdaBcóiico. » 


7  merecida  reputación  ha  conquistado  su  aulir*;i.B«hMliflotliBM«dlik 
ello». sÍM^HM  fiel.  (Mátirafdt  hftfdoaUwilMréfrddi  p^ldmkih 

Tampoco  saben  lomwtíQwafmkmpéméA  bimti  gvMnii  ^o^.bkpoeirfti 
mas  celebrada  d»  bmf^  Dk^ntGcliMdaK  ^  lajiei[\JlftiácfrftoHi»ea^e 
tÍAiM,.el  alMvuMMlA  di  kaUan ée« bh  b«iiMñíi%».]h' dilrfludbÉátr  ^ mas 
sucio  y  asqueroso;  y  que  la  qucrraMM^nBBoiBbr(ft>  ha.  dadOflA  télahr» ■ 
dMAaUaMr!d•l^áll€iÉcaff^  mlkásklaicefkBk^.  e».^M^  pn»tag«msta 
sa  ei»WmN>haiybahkk,dft:teieisidadas.del49alpÍMli^ 

y  pondera  el  vinillo  de  aloque ,  añadiendo  estas  redondilbüit 

•  ■  ■ 

¿De  qué  taberna  se  trajo? 
Má9  7a^..dfelfl^éél<GMmMj  .  , .  • 

Biea  yfseisr'vak  el^cM^Ha,. 
No  tiene. vino  mas  bajío. 

Por  Nuestro  Señor  que  es  mina 
laMÍbMiadi^Aftw^et!  * 
GraBda^oBSualot  es  .tañer      .,      ' 
La  taberna  por  vecijiis^ 

Si  es  ó'  no  iavencioñ  moderna , 
Vive  Dios  que  no  lo  sé ; 
t        ,  PeradaUcaila..fuá : 

La  invención  de  la  taberna.         '  ,.^    .    . 

TPórqóe  atíf  llego  sedíenio , 
Pidai.TiBÓda^UMhiBvbv  • 
Mídenlo »  dáamelo,^  beboi, . 
Págolb,  y  voime  contento. 

¿Pueda,  kaber  chutes  de  carácter  maaipopii^ai^bff^jf 

Si  voaotro»,  que  qaereia. enmendar  U  pktiii|.i-loti  demás;,  tu* 

Tiéaeic  caaoeiaíeata  d^.lotqoe  «s.  Uteralura,  Bi  hubiéiMM)ltído  Iw 

hofiíiosNmodeloavi .  sabtíaís  qjMi  L»  ^nuor  t»  laa  tl«traa<  ool^ 

ha  arte6:4ft  ittUMOD  >  aa  M  preeÍMiaeBte  lo^^ 

turaleza ,  sino  lo  que  está  representado  con  talento.^.  Mil  obfíiiar 


ehéíohImi  icaimaDniíQBVü?  %ft 

li«iMvcoiBiflaMdi«C»iiBef:^«4dk)€hiai^^  Sbñmm] 

om^.ám'fnmibdUmfimmmmmki  la»  Mi  ariiri|oio^iBféDait(>/<kÍMi 
honiiifa^ryi'Ser  k)  é^rfiífe  cíaiíat'«^ 

presQDcioD  califica  de  brocha  gorda  ^  y  que  son ,  sin  embargo,  Jmé^ 
mébosfdétfolibffidf  háw&fvwmimfm'úAaMlbjí 

hm ttianMí vqvB  Vüiafait  Hagov  h» >  4esetítoi .  SAe  hoirriblls  fUié^^ 
qwfwa  eife«láindQ»/(pttii;fsláaíUtBM  dbrMIla»  Uteürifcf  eiUM^ 
la  (p*wÉswii.dri  «éleeá-aivBaiií»^  qiié)ettdfi  ki  atejor.  ye-jt^cáamaiA 
JfMoiwnrajíMU'^^  ■  i  y  \    .   .   ■ 

•  !>  ^YiflbBarhdheisándbéieatasfiséUftrMr  yiiriliMWfPi^M  otaíjiaptH»  ¡ 
loehpft^  tdi(ice».cpÉMB«r«tt  ki9iabntiikilfr.«  Aú.  da<.fiMiantÍMi».Af 
quien  muchos  conceden  el  titulo  dtii^rfMÍpB  ^oi  laÉ  peelaáédi  Mtoi 
si^jhu^Aiag  UeiEv  ltB4<fln»  &Mmwiíy  j^tfgaa^.dettoitn^Mien- 
siDiM  ^.M>  aoasD«ci4(  M«j  Bflijuí  éá  toimímm  úika§  imqyiiaa;.  ]rJÍii> 
embargo,  es  la  historia  de  una  pobre  criada  que  sufrj8>iiiiaihonriUc9 
serien  ínfovttiaiiH^.siaodo» tía  carana'ldb.nMiftaiiaái'foaina  que 
eila*nDñrela  atestaa^  afMBaieaiqw^pasa  GéiKuma  la:  aodie*6«tfar 
ufiag/^oasaobre  elaífenad*  aniicafiínl;.  junte  áinBabeoenwDagBa} 
q«f  ika  «akntabaí  eoK  j»  Jilieiitoi. 

¿Hayia%a  mas  repugnaaté.^e  an  líhopriao? m  Amowmnk)'  á»- 
la  crápiíla'f  y  ^^omitaiidw  los  lieoam  y  rtpitñaáa .  lo»  m^moB  j  ve^ 
ToIoánáMe  coa  saiÁrajei  alegría  por  ekaacda,;  ttaenctporel  &oad)ia 
mas  feliz  del  mundo?  Pues  una  imitacioa  de  estetíajfawosa 
eado  aiis  bbixo  usubumb  qua  liajfiea  etcéUraiOonr  Jfkiirda 


^   '\    i A.1 


741  IL  FALAG10  DB  tOt 

¿Poede  haber  nadt  mas  tacio  que  k  inigea  de  Polifemo  en  el 
libro  9  de  la  Odisea  (dice  don  Francisco  Sánchez),  cuando  des-» 
pvés  de  haberse  atracado  de  iroios  de  carne  bnuMina ,  y  Ttciado 
en  sn  vientre  dos  ó  tres  xaqnes  de  Tino ,  se  tnmba  boca  arriba  en 
medio  de  la  onetaT  Con  todo,  son  Un  admirables ,  miiBir  tahtas 
BBLLBZAS  los  Tcrsos  4a  Homero  qne  pintan  esta  socta  imagen ,  qne 
Burípides  y  Ovidio  los  juzgaron  dignos  de  copiarlos  y  de  apropür- 
8dos« 

Lo  mismo  sucede  con  In  descripckm  hecha  por  Virgilio ,  li- 
bro 6,  iEneid.,  (abade  Sánchez  en  sna  Principios  ds  rsidríca  y 
poética J  de  la  cueva  llamada  Averno,  y  también  opina  este  preoqK 
tista  que  por  medio  de  la  imitación  se  convierten  en  bbllas  ks  co« 
sas  FBAS  de  la  naturaleza ,  no  j^orque  se  mude  su  esencia ,  sino  re- 
lativamente i  la  impresión  que  hacen  en  nosotros ;  de  manera  que 
la  qne  era  desapacible  y  horrorosa  en  el  original ,  se  convierte  por 
la  imitación  en  dulce  y  agradable. 

Pero  vosotros,  literatos  de  filigrana,  caballeros  de  la  finnra, 
ds  la  elegancia  y  del  traen  tono  literario ,  no  lo  comprendéis  asi  y 
punto  redondo^ 

I  Ea  pues !  espulsad  del  Parnaso  á  todos  los  citados  poetas ,  y 
asi  quedareis  mas  holgados  en  aquella  deliciosa  mansión ,  y  el  qne 
tenga  entre  vosotros  mas  gallarda  presencia ,  puede  también  coló* 
carse  en  el  pedestal  que  hay  en  frente  del  Congreso  de  los  dipotar 
dos ,  porque  hay  que  derrumbar  de  él  al  Manco  de  Lepante,  que 
tuvo  el  mal  gusto  de  escribir  el  Quijote  y  divertir  á  la  populaeke^ 
ria  con  las  chocarrerías  de  Sancho  Panza ,  y  con  hacer  á  una  fre- 
gona heroína  de  la  novela. 

¿Sabéis  por  qué  escribió  el  gran  Cervantes  su  libro?  Porque 
también  en  su  época  babia  escritores  que  deliraban,  y  en  xn  de 


IL  ?UOL0  T  SUS  0PRBS0BI8.  7i3 

escenas  sencillas  y  natarales ,  relataban  en  rimbombante  estilo 
maravillosas  aventaras  de  caballeros  andantes »  que  no  soñaban  mas 
qae  en  princesas  y  palacios  encantados  y  principes  cautivos  y  gi- 
gantes valerosos »  cosas  estupendas  y  del  mejor  gusto ,  según  los 
principios  literarios  qué  vosotros  profesáis;  pero  que  Cervantes 
dejó  para  siempre  abolidos  con  su  celebrada  sátira  de  car¿\cter  po'» 
fulachero. 


.  f 


ttmmm^^^-^'mrmv^mmm^mf^m^^mmmr' 


A     ■ 


i^mfmmmm 


^mmmmfmmmim 


IV. 


LIBERTAD,  PATRIA  Y  BELLAS  LETRAS. 


¡  Oh !  Uberttd  preciosa , 
No  comparada  al  oro , 
Ni  al  bit n  mayor  de  la  espaciosa  tierra , 
Mas  rica  y  mas  gotosa 
-■Qtté'él'precioso  tesoro 
Qae  el  mar  del  Sur  entre  su  nácar  cierra , 


En  ti  sola  se  anida 

Oro ,  tesoro ,  paz ,  bien ,  gloría  y  vida. 

LOPB  DE  Vbga. 


Y  si  pasamos  al  género  de  literatura  que  hoy  cnltivaD  con  pre- 
ferencia los  mas  insignes  escritores,  como  Eugenio  Súe...  como 
Victor  Hugo ,  que  ha  renunciado  á  sus  antiguos  laureles  para  escí- 
tar  las  pasiones  políticas ,  si  de  este  género ,  repito »  pasamos  al  gé- 
nero que  vosotros ,  siempre  donosos  en  vuestros  chistes»  llamáis  pa- 
triotero ,  aun  es  mas  notable  el  espurgo  de  reputaciones  que  hemos 
de  hacer  para  entronizar  el  buen  gusto,  tal  como  le  comprende 
Tuestra  omnisapiencia. 


RL  nwMM  T  608  omsoHBs;  i  74ir 

¡  Abajo  los  pcicoeroft  poeUs  de  U  antigüedad  que  al  sacro  nom- 
bre de  Libertad  supieron  entusiasmar  á  sn  auditorio ! 

\  Abajo  el  gran  Millón  que  osó  cantar  las  gloria^  de  Cromwell  y 
de  la  república  de  sq  tiempo  1 

¡  Abajo  Rachíe ,  Corneille  y  Crebillon  I 

¡  Abajo  el  Dante ,  Tasso  y  Ariosto  I 

¡  Abajo  el  popular  Alfieri ,  cuyas  tragedias  respiran  todas  y  des- 
piertan el  entusiasmo  de  los  liberales  I 

¡Abajo  Vol taire,  que  osó  escribir  la  famosa  tragedia  de  Roma 
libre  ¡ 

¡  Abajo  Gienfuegos  I 

Y  sobre  todo ,  ¡  abajo  el  recién  laureado  poeta  español ,  autor 
del  Pelayo,  el  ilustre  Quintana»  cuyas  poesías  destellan  por  todos 
sus  versos  amor  á  la  Libertad  y  maldiciones  á.Ios  tiranos ! 

Sirvan  de  ejempla  los  aiguieoCes  fragmeatos  entresacados  de  su 
magnífica  Oda  á  Juan  de  Padilla. 

{Patria!  Hombre  feliz,  Námen  divinó. 
Eterna  fuente  de  virtud ,  en  donde 
Su  inestingoible  ardor  beben  los  buenos. 


.....  lOh  de  Padilla 

Indignamente  ajado 

Nombre  inoiorláll  ¡Oh  gloria  de  Cástinal 

Mi  espfritn  agitado 

Buscando  alta  virtud  renueva  ahora 

Tu  memoria  infeliz:  sombra  sublime, 

Rompe  el  silencio  de  tu  eterna  tumba ; 

Rómpele  y  toma  á  defender  tu  Espafia , 

Que  atada ,  opresa ,  envilecida  gime. 

vedle  cuan  lleno 

De  generosa  ira 

Clamando  en  tomo  de  nosotros  gira : 
T.  II.  94 


7M.  EI¿;BákÉflMI  MULOS  UÍMEWVk 

pi  CasteÜBDas  4  aliaos :  la  iomettoa  taittta 
Corrió  ide.  tres  edades 
Por  mi  sangre  inreliz:  corrió,  y  auQ  ella 
•  Híteryier'recienleyávenganta  os  llama. 
¿Queréis  por  dicha  coollertriafeM 
Del  siglo  vil  á4|iueii  mi  muerte,  infama? 
¿Seguir  besando  la  fatal  cadena? 
¿Vuestro  mal  m«reter? 

Tantos  estragos;  sin  respeto  holladas 
Justicia  V  fé ;  la  detestable  ofensa 
•    .  HéclM  á 4*  pMria  de  amarrarla  ^ai  yogo 
T  ahogar  su  Libertad,  á  un  tiempo  alzaron 
Su  poderoso  grito, 
T  á  la  atónita  Europa  despertaron. 

>Cdl[ó  y.  os  oprimió.  ¿  Quó  isf^  hw  el^«acQB 
Vuestra  vana  altivez?  La^tiranía. 
Qoé  lenta  os  cotisiimia , 
[EttidMif  «irMUobáDbarov  jcoQ'tUa 
Fué  abierto  el  hondo.frecfpícioieadotde 
Se  hundió  al  fin  vuestro  nombre , 
V4le9»e»BliHrqi ,  qM0ieA.taa^4orp^«lifido 
Sois  likfTJw  j,b£Maodak4UMvei9a, 
Ciiyo.ei{HiaU>;y;;6«míidafo  liabais  sido. 

Estremeceos:  á  la  ignominia  hoy  dados. 
Mañana  al;  pfil«#  ¡41^  miráis  cuál  brama 
Con  cuál  furor  se  iaSaoia 
ld>UQrraea.toroa<i  sa€»div<d6l  cuello. 
La  servidumbre?  ¿Y  sstyaráqfialuiqlidos 
En  ocií^  infame  y  .miserable :  sueA». 
Al  generoso  empeño 

La» áUioMM^  voléis?  Nía:  jyte  ea  viotema 
ftabia.ioflsoMii»y  devorante  saQa 
Ruja  el  leoa  de'EspaOa» 

Y  corra  en  sangre  á  sepultar  su  afrenta. 
La  espada  ceateltaate  arda  en  su  mano 

Y  al  verle ,  sobre  el  trono 
PáUdn  tiemble  el  apcesor  iisao». 


IL  PUKBLO  T  SUS  OPRBSORBS.  7i7 

—     ■  Viriad,  patria,  valor:  tal  ftaé  el  sendero 

Que  yo  os  abrí  el  primero : 
Yedle ,  bolladle ,  volad :  mi  nombre  os  guie , 
Mí  nombre  vengador,  á  la  pelea : 
Padilla  el  grito  de  las  huestes  sea , 
Padilla  aclame  la  feliz  victoria , 
Padilla  os  dé  la  Libertad,  la  gloria. 

Seria  tarea  internaioable  si  hubiésemos  de  dar  á  conocer  á  nues- 
tros lectores  todo  lo  bueno »  lo  sublime  que  se  ha  escrito  por  los 
mejores  poetas  de  todos  los  países  inspirados  por  el  amor  de  Patria 
y  de  Libertad. 

Después  de  Dios,  nada  hay  mas  digno,  nada  mas  elevado  que 
estos  dos  grandiosos  objetos ,  que  solo  á  la  mas  estúpida  ignorancia 
pueden  parecer  despreciables. 

Todos  los  grandes  oradores ,  todos  los  escritores  eminentes ,  to- 
dos los  .ilustres '{loetas  q(09  han  llenado  el  orbe  de  su  envidiable  glo- 
ría» han  iereiAoqiie  no'  bay  asunto  mas  sublime  y  merecedor  del 
entusiaénH)  poético ,  que  la  libertad ,  cuyo  solo  nombre  electriza 
los  corazones  generosos ,  lleva  los  guerreros  á  la  victoria ,  y  da 
aliento  á  los  pueblos  para  hundir  en  el  abismo  á  sus  opresores. 

Na  foeda  ser  jKMita.iii  ¡loiha  aido Jamáa.^liia^iio  baja  airtona- 
,4a<kiamaa.dfit amor  al  idolo  do  loafiueMoaMbras,. 

La  Kb^rtad,  la  anundjpacioii  de  lai  bumaKudadenteíaas  el  pei^ 
aanieiitp  mas.  noUe»  mas  alta,  maasgranda^  maa^ganavoso  que 
^nadd  bullir  en  la  mente  del  poeta ,  qna  puede  bacer  palpitar  el 
ardieatf^ .  corazón  i  del  patricio  bonrado»  y.  estapaosanueota  es  el 
qoe^  eiiinpaa  en  todaa  las  páginas  de»  naestf  o  libro. 


V. 


EL  MAL  GUSTO. 


ó  Mbe  BAüiraUíA 
mas  que  supo  en  otro  Ueaipo 
é  Uau»  qpte  naoea  sábiot 
es  porque  U  dicen  etlot. 


Vosotros ,  aduladores  d^e  toda  nulidad  palaciega ;  vosotros ,  para 
quienes  el  mágico  acento  de  LiBeatAn  no  es  mas  que  lína  palabra 
fopulachcra ,  levantad  una  hoguera  inquisitorial ,  y  haced  que  sus 
flamas  devoren  los  mejores  libros  que  se  han  escrito  en  todas  épo- 
cas ,  reemplazadles  con  las  producciones  tan  acabadas  que  solo  vos- 
otros sabéis  escribir  en  ese  lenguaje  coito  y  florido  que  nadie  com- 
prende ,  en  ese  estilo  oriental ,  como  dice  Moratin ,  ditirftmbico; 
erizado  de  metáforas,  equivocos  y  sutilezas,  redundante,  hincha- 
do ,  tenebroso ,  ampuUas  et  sexquipedalia  í>€rba ,  y  la  España  ten- 
drá la  gloria  de  ver  en  su  seno ,  inaugurado  por  vuestros  inconmen- 


tí  fXíEÉLÚ  r  SUS  OPftMOBrt.  7ié 

sorables  talentos,  el  imperio  del  bneo  gusto,  el  triunfo  déla  lite- 
ratura de  oropel. 

Asombrados  entonces  por  los  elevados  conceptos  de  vuestra  al- 
tilocuencia, cada  vez  que  oigamos  vuestro  acento,  repetiremos  con 
Hamlet : 

......    Whal  is  he ,  wbose  grlef 

Bears  such  an  emphasis?  whose  phrase  of  sorrow 
Conjures  the  waud'ring  stars,  and  makes  then  stand 
Like  wonder-woonded  heavers? 

«¿Quién  es  ese  cujos  sentimientos  espresa  con  tanto  énfasis? 
cuyas  frases  de  dolor  invocan  á  las  estrellas  errantes,  haciéndolas 

parar  en  su  curso  para  oirle  llenas  de  admiración  7  • 

* 

De  esta  ridícuta  ménfa  de  aparecer  sublimes,  elegantes  y  cul- 
tos á  fuerza  de  ensartar  sonoros  disparates,  suelen  adolecer  las  me- 
dianías, ó  mas  bien  las  ouUdadea  t  que  incapaces  de  concebir  un 
pensamiento  profundo,  suplen  esta  falta  con  palabrotas i]ne  i  ellos 
les  parecen  muy  lindas  y  las  arreglan  filarmónics^mente  para  que 
leídas  suenen  bien  al  oido.  Esta  es  toda  la  táctica  de  nuestros  afili- 
granados  escritores ;  y  pueden  compararse  por  su  estravagante  afán 
de  parecer  pulcros,  á  los  que,  habiendo  nacido  en  humilde  esfera, 
se  Bgurán  que  para  ostentar  finos  modales,  elegancia  y  señorío,  es 
indispensable  ir  empapados  de  perfumes ,  calzarse  los  guantes  blan- 
cos desde  el  amanecer ,  llevar  siempre  el  pelo  recien  rizado  y  chor- 
rBan4<>  aceite  de  olor;  y  así  como  estos  por  su  estremado  esmero 
M  aeicalarse  descubren  la  hilaza  de  su  pobre  condición,  revelan 
también  su  ignorancia  los  que  quieren  aparentar  sabiduría  por  me- 
dio de  un  lenguaje  enfático ,  ridiculizado  con  sobrada  gracia  por 
Moratin  (don  Leandro)  en  su  epístola  i  Andrés ,  que  termina  de 
este  Diodo: 


Y^rás  ¡ojf!  idy/  ray'  |#yl  9<Mi<^.IIat^o«|t9Mfa 

0ue  las  pasiones  para  siempre  yacen  j 
Yacen  y  sí ,  yacen ;  á  la  tumba  lleva 

P(i^ea  en  e^p/ec^áciifo  pro[%nÍQ 

La  muerte  el  carro  y  propiciar  no  puede 

Mas  al  mortal  que  suspirar  deseos. 

j^lülei  ha^i  6Dte«<iid0t  Aodrés?  Si  reconoces 
Que  de  tan  ínhuoiaDa^gerigoiiza 
Nada  se  eatiende  y  te  quedasle  á  oicvrw^ 
Quema  tus  libros  y  leiqooia  al  paald^ 
Y  hasta  que  aprecies  el  hablar  castizo 
De  tüsiibiieleo;  soltertm  le  qveda; 
y  qiie  do&a  Gregoria  deleroiime 
Lo  que  la  esté  mejor.  Si  mi  discurso 
EñfttiooHl^ttiáttbo-Mfátíce 
Te  ka  ^feeido  íhobw  y  «t  él  uteirat 
.   Repetido  ej  primor  de  tu^  modelos» 
No  ie  detengas :  cásate  esta  noche , 
¥  tafga  Mde^Mi  te  fteb' ítíi  ftiriás. 

t'amKéá  el  P.  tila,  como  todos  los  escritores  dé  baen  guato, 
eírta  enéiñigo  del  estilo  ampuloso,  al  cual  calificó  de  estilo  de  mo- 

*     .  •  ■  •  • 

da  entre  los  pedantes ,  pero  no  de  estilo  éntrelos  sabios,  y  dijo 

una  Tez : 

k  mi  numen  no  se  1^  hincha 
eoa  inflánacíou  la  boóa , 
de  iDodo  que  hable  palabras 
á  manera  de  ventosas. 


Qoefedo  se  rió  también  soberanamente  en  su  Áfufñ  d# 
oulío$f  de  los  qae  estropean  el  habla  de  Cervantes^  y  deapiiés 
«ndereEatlesf  aiquella  reeeta  que  comienza : 


Quien  qnisiere  ser  ouHo  én  solo  an  día 
la  geri( aprenderá)  gonza  siguiente; 


««itar 


nuevo  Galepino ,  sin  qdé  ol  párá  f}iléf  iérké  etilto,  y  lo  (pie  escribie- 
res ,  ocnlto,  y  lo  que  habláire?^  Ip.  b^j^bl^K^^if^biudlo.  Y  Dios  tenga  en 
el  cielo  el  castellano. y  leiperdoneé  Y  L6pe>cb  Vega  á  los  clarísimos 
nos  tenga  de  su  versó , 

«tefilraá  pdTpfésefVíif  litíestroá  fégásbíf    ' 

..dfll  mal  oloríde^akiígerigoQza.,^ 

_  ^  gujeipamo^  ppi^.pafiUllas  Garcilasps.')  .  .1, 

Hasta  el  famoso  don  Pedt*oiQal4tMHi  *e  toBttf^a « l6ntef'iaj«ritflP 
á4wfQe |po0 0eP'enllo$.no>iMeBpi^esabini dM  sNicUtét  jr^Éifíiid»  y 
pamitür  ti  eseirflMMviiMu»,  ¡htiU#M  tin  .dÜ  á^  éMátIIMMM': 

Pues  señor,  vaya  de  cuento: 

, .  i(ii»o,«  MrbM)^.  ¿  soearla li , 

y  estando  la  boca  abierta 

¿cuál  es  lá  (^üédüété^ dijo.  ' 

.    ^  DUiepeÉititfioilainiíjiuaáu      ^- 

Él  barberx)  qué  no  era 

•lipeohóilafúktianí  bienL 
A  inrormarse  del  dolor 
acudió  al  punto  la  lengua 
ir^dlüoiMisattgrkMaí^i^beé^f    ' 
jábala,  i0a9t(K^n(^e9,MNk«M i: 
Disculpóse  con  decir 
¿no  es  la  última  de  la  hilera? 
Sí ,  respondió ,  mas  yo  dije 
penúltima  j  y  usté  advierta , 
que  penúlíimo  es  el  que 
junto  al  áHtmo  se  ásíeíaa. 
Volvió ,  mejoi^  informado , 
á  dar  al  gatillo  vuelta 
diciendo:  ¿en  efecto,  es 
de  la  última  la  mas  cerca? 
Si,  dijo.— Pues  vela  aquí, 


.  í  " » I  ■  •  ^  ' .  :.  « .    I   ,      -^    ' .      ■  •  I  -  i    j 


".■■     .  '  í-^' 


*<  ■  • 


>       ■  I 


7{^;  XL  FAI.AC40  n  LQS  CaÍMB^«9: 

;•  respondió  coQ  gran  presteza  t 

sacándole  la  que  estaba 
penúltima ;  de  manera ,  ' 

que  quedó,  POR  NO  BABUB  CUBO» 
con  la  mala ,  y  sin  dos  buenas, 

PoB  NO  BAULAB  CLABQ  DQ  hao  de  sacaroos  á  «esotros  las  muelas. 

Escribimos  para  que  nos  entienda  todo  el  mnndo »  como  ten- 
dremos ocasión  de  repetir  mas  adelante ,  y  no  envidiamos  el  talento 
da^hü  qu0  saben  hacerse  íooomprensibles. 

JMa  mas  fAcil  que  oateaiar  una  fraseología  campanuda ,  ates- 
tada de  Qi^táfbras  atreví dai,  de  bipérbolest  eoigmáiicas  y  de  iatpeiw 
tinentes  galicismos. 

Es  una  diversión  de  nidos  que  no  requíerq  mas  qne  paciencia 
en  buscar  las  palabras  mas  chocantes  del  diccionario ,  y  formar  con 
ellas  un  estilo  alambicado  y  metafísico. 

Las  bellas  imágenes « la  verdadera  filosofía»  la  lógica,  la  recti- 
tud de  los  pensamientos»  la  propiedad  de  los  términos,  y  sobre 
todo  lo  castizo  y  puro  del  lenguaje ,  de  na^t  sirven  para  los  que 
tratan  de  elevarse  en  alas  de  la  corrupción  gongorina ,  careciendo 
del  talento  de  Góngora. 

Sin  embargo»  ellos  díc^  que  son  los  verdaderos  sabios,  y  sí 
su  respetable  y  desinteresada  opinión  ha  de  prevalecer  en  España... 
€$  porque  lo  dicen  ellos. 


m 


VI. 


LAS  PASIONES. 


Que  dtDi  tom  tos  discoort,  la  paifioD  émue, 
AiUe  chereher  le  ccear,  rédMttffc  et  le  réaiiae. 

BOILBAV. 

Trmdmeeian, 

Que  trdiealef  j  escluda«  las  ptaioaes 
cooMoevao  iíd  et tar  loa  coratOBet . 


lotería  vosotros  asombráis  i  las  estrellas ,  permitidnos  t  oh  es* 
plendorosas  lumbreras  de  la  literatura  I  qae  riéndonos  de  vuestras 
gigantescas  pretensiones,  imitemos  la  conducta  de  Inarco  Celenio. 

Cuando  los  pedantes  se  empeftaban  en  enseñar  á  Moratin  como 
lo  hahia  de  errar ,  callaba  y  se  reia  de  la  caridad  de  sus  precep- 
tores, abría  un  tomo  de  Moliere  y  se  confirmaba  en  los  verdade- 
ros principios  del  arte. 

Asi  nosotros  en  vista  de  las  caritativas  advertencias  de  nuestros 

ilustres  censores  t  qne  ni  siquiera  ídan  sefiales  de  haber  leído ,  no 
T.  II.  95 


754  BL  PALACIO  DB  LOS  CRÍMENBS 

diremos  á  Aristóteles,  pero  d¡  á  La-Harpe»  ni  á  Batteux,  ni  á  Mar- 
montel ,  dí  á  Boilean ,  ni  siquiera  á  Lujan ;  hace  luengos  años  qoe 
consultamos  á  los  grandes  modelos»  y  lo  mismo  en  Cooper  que  en 
Lord  Byron ,  en  Goethe  que  en  Cervantes ,  Ghateauhriand ,  Boc- 
cacio ,  Fenelon ,  Walter  Scott,  Manzoni,  Paul  de  Kock,  Lamarti- 
ne »  Hugo,  Dnmas ,  Süe  y  otros  picD  ingenios  de  escuelas  opuestas, 
hemos  encontrado  preciosos  manantiales  donde  se  bebe  el  arte  in- 
falible de  pulsar  las  fibras  del  corazón. 

Hemos  estudiado  á  todos  los  grandes  escritores ;  pero  sin  tomar 
á  ninguno  de  ellos  por  mod^a^clu^iyo,  nos  hemos  formado  re- 
glas propias ,  hijas  de  nuestras  convicciones ,  y  vemos  que  están 
en  perfecta  armonía  con  las  de  los  mas  autorizados  preceptistas. 

Estudiando  el  plan ,  la  marcha ,  el  conjunto  de  las  obras  maes- 
tras ,  se  descubre  el  encadenamiento ,  la  sucesión ,  la  progresión  de 
las  ideas  y  de  los  sentimientos ,  y  aplicando  la  teoría  de  los  princi- 
pios á  la  práctica  de  los  grandes  escritores ,  llégase  con  frecuencia  á 
descubrir  su  secreto  en  el  arte  de  escribir. 

No  no9  lisonjeamos  nosotros  de  haber  alcanzado  tal  fortuna, 
pero  creemos  haber  marchado  por  la  buena  senda  en  las  evolucio- 
nes que  han  desarrollado  nuestro  pensamiento  al  escribir  el  Palacio 
de  lo$  cfimenes. 

I  Se  nos  censura  el  haber  escítado  laa  pasioaesi 

I  Ohl  ií,  laa  hemos  escitado ;  pera  laa  heiMOS  escítado  con  baen 
fin ,  para  hacer  pre? alecer  las  pasiones  nobles  sobre  las  ruiars ,  que 
es  el  obj  elo  moral  que  deben  atesorar  todos  los  libros  dedicaéos  al 
ms)  oramíento  de  la  bumaaidad. 

¡  Que  hemos  escitado  las  pasiones ! 

¿  Y  no  saben  los  que  de  ^e  defecto  aos  wnsan,  q«e  A  6MÍtar 
Itt  pasÍMes  as  al  nayor  trisnfo  del  orate  j  del  escrilort 


EL  KRBM  T  iD9  OPMRNMB.  755 

iQwi  prevíipeD  los  uiaestro»  ée\  arte  7 

GoalqBñva  que  sta  el  asaota  de  qae  se  trate,  kemot  ik^  en 
h  Eienda  id  fmbla  porque  ea  ello  estin  aeordes  todos  los  precep^ 
tistas  y  no  hay  medio  algaoo  tan  eficaz  para  persuadir  oomo  el  es- 
dtar  las  pasioMs. 

]>ebenios  procurar  sobre  todo  conmover  les  ooraaones,  j  lo 
mas  á  propósito  para  hacer  sentir»  es  que  el  escritor  ó  el  orador 
sitnta»     . 

La  scÑMibiKdad  es  oaa  disposioiefa  nataral  del  coraion  para  rer- 

*  a  * 

cifasr  ooa  faeiKiad  las  ditereas  impresiones  da  la  alegria ,  de  la 
tristeía,  4t  la  ^oavpasion ,  del  aoior,  del  odie»,  etc. 

Aquel  qoe  se  crea  eleqneate  síq  ser  seasíble,  seengafta  de  todo 
piiab>,  puesto  qae  siempre  será  «n  escritor  vaao  y  frió.; 

El  corazón  es  el  asiento  de  la  elocübngta. 

Seamos  seiisiUes  é  todo  lo  que  ppede  hacer  iiapresíon ,  &  todo 
lo  que  pnede  afectar  á  las  almaa  virtuosas»  y  lejémoaes ettte  lofdé 
comnoTer  por  la  bellexa4e«la  rmiai  j  de  la  Tirtad  ^  eeanolaiabien 
por  los  eneaolee  «le  la  «aldralesa. 

El  escritor  sensible  se  entrega  sin  trabajo  á  las  impresiones  del 
doler  y  de  la  flegria ;  espresa  coa  wíyeaa  y  enengW  tode^  lo^  que 
siente,  y  seio^de  esta  aaodo  consigne tnlroducír  la  persuasioft  en  el 
ánimo  de  sas  lectores. 

El  juicio  es  aquella  facultad  intelectual  qqe  nos  easeita  á*  co- 
nocer la  naturalesa  y  el  carácter  de  las  pasiones,  el  lenguaje  qne 
les  está  mas  apropiado  ,  y  los  resortes  qae  tenemos  que  poner  en 
jnego. 

La  sensibilidad  y  la  ioiaginacioo  serian  guias  infieles »  §i  no  es^ 
tafieran  regnMaspor  el  fnicio. 

Bs  la  eéaüdnd'ipi^debe  écmktÑt  enieft  «escriler»  'pttetto  que  «éá 


7M  iL  rALACio  m  los  CRfmifBs 

á  las  demás  ud  precio  singular»  sobre  todo  á  las  que  contriboyen 
i  afectar  el  corazoa ;  asi  es  que  si  los  movimientos  más  fuertes  j 
Tehemeates  no  estuvieran  cimentados  en  el  buen  sentido ,  no  serian 
mas  que  estrávagancias. 

Las  pasiones  proceden  de  dos  fuentes  principales  que  son  el 
placer  y  el  dolor ,  de  donde  se  forman  inmediatamente  el  amor  y 
el  odio. 

Si  se  han  distinguido  un  gran  número  de  pasiones,  ba  sido  por- 
que todos  los  movimientos ,  aunque  producidos  tan  solo  por  dos 
principios,  se  multiplican  hasta  el  inGnito  y  con  diferencias  muy 
sensibles,  según  las  que  llevan  consigo  los  objetos  que  las  escitan. 

Por  lo  tanto ,  no  hay  dos  pasiones  que  se  parezcan ,  y  con  la 
ayuda  del  juicio  sabremos  dar  á  cada  una  el  carácter  y  el  lenguaje 
que  le  son  propios. 

El  verdadero  medio  de  aprender  á  conocer  las  pasiones ,  es  el 
estudiarlas  en  nuestro  propio  corazón. 

Todos  los  hombres  llevan  su  germen  mas  ó  menos  desarrollado, 
de  donde  nacen  á  corta  diferencia  en  todos  los  mismos  sentimientos 
y  las  mismas  afecciones. 

Unos  se  dejan  dominar  por  ellas ,  y  otros  les  oponen  resisten- 
cia ;  ea  esto  consiste  la  diferencia  de  los  hombres  virtuosos  y  de 
los  que  no  lo  son. 

Impongámonos ,  por  lo  tanto ,  la  ley  de  descender  á  nosotros 
mismos  cuando  queramos  pintar,  si  no  los  efectos  reales  de  las  pa- 
siones ,  al  menos  sus  efectos  posibles. 

Poniendo  en  práctica  este  principio ,  podremos  lisonjearnos  de 
conseguir  un  buen  éxito  en  la  elocuencia. 

Donde  no  se  interesa  el  corazón  no  se  encueiitra  mas  que  el 
fastidio ;  y  el  corasoa  no  poede  interesarse  si  oo  se  le  hiere  de  una 


IL  PUBBLO  T  SUS  OPBKSOBSS.  757 

manera  muy  profanda  en  la  fibra  de  las  pasiones. 

Don  Luis  de  Mata  y  Araojo  en  sns  Lecciones  elementales  de  /i- 
íeratura,  ha  dicho  también  qoe  el  mayor  triunfo  del  orador,  y  por 
consiguiente  lo  será  también  del  escritor,  es  conmover  á  los  demás 
escitando  las  pasiones. 

En  resumen ,  todos  los  preceptistas  están  acordes  en  este  pan- 
to ,  y  por  lo  tanto  creemos  haber  demostrado  científicamente  que 
los  qne  nos  vituperan  por  haber  escitado  las  pasiones ,  incurren  en 
un  error  tan  grave ,  que  solo  pueden  cometerle  los  que  no  saben 
siquiera  los  rudimentos  de  la  bella  literatura. 


■^r 


VIL 


SENCILLEZ  Y  VERISIMILITUD. 


No  hay  empefio  mas  difícil ,  ni  que 
mas  invención  necesite «  que  el  imi- 
tar la  sencillez  de  la  naturaleza.  ^ 

MOAATI?f. 

Ficta  voluptatis  cansa  sint  próxima  reris : 
Nec  quodeumque  volet ;  poscat  sibi  fábula  credi. 

Horacio. 

imHaeion, 

Nunca  el  escritor  emplee 
la  increíble  sinrazón 
por  cautivar  al  que  lee; 
lo  que  el  corazón  no  cree, 
no  cautiva  el  corazón. 


Si  nuestro  libro  hubiera  sido  esclusivamente  una  historia  ,  to- 
davía hubiéramos  podido  consignar  en  ella  mayor  número  de  com- 
probantes I  para  dar  mas  realce  á  la  veracidad  de  nuestras  pági- 
nas, 7  de  este  modo  hubiéramos  satisfecho  las  exigencias  de  los 
que  nos  han  creido  parcos  sobre  este  particular. 


Bki  V1IBI0  ¥  SÜ»  OtSISMIS»  :  TW 

}.    Sf  MMrtM  libro^  hubiera  lído  etokiiivMDtiite  imA  i9»thuíl,  no 


hubiéraiMa  adboído  jnstifioalif  o  alguno  ¿é  mestfos  as^rlM  y  7  fciw 
bíar&Q  qaaiado-  datisfechofi  les  dciseos  de  tos^  aiirídMdne  ái  Unrofi 
pmiámMit  da: dnrehíOD.  ;  ,;    i*  ^     .    * 

•:Per¿.n«eflÉra  libra  es  oaa  HiSTasu^^nóviHárA^  •    •  <i 

'    ,€oaifc  iBsiOBiAi^  ha  Aakdo!  enaerrar  eal  saspágins'^  na  sola* 
los  comprobantes  de  nuestras  aseii^iáraoioiiei'^'éiiiai  Mi  docsmeataa 
ofioíalesída'niiiyaK  ialerós  y  las  gcanraa  aoisaokiDeSy  cpia  Mnéa  los 
aitoi  paiaanjad ,  éoilio  aif  pm^ki  y  la  pransÉ  perí^iaai^- han  dífigi^ 
dii  a  tos ' qwiqilaadiires  4e  laa  leyast    ;     .  ^    «    .        1  :  ^  •        .    .    n[> 
-''t\D%  eMea  aooéarBD  <podáá:  daeírse  qaé  hajrj  wm  naMrtt  fágMÉai 
atageraoíliiv;  7  si  los  erig¿nales ;  sus  rrtwfiM  ii  5  aas  janígoa  aaai 
acKoaja  da  haber  asGrfla>  ati  fibalo:oalonitiÍQa(i,  diremos  qoa  laa  e§^\ 
paiaks aaai'Mvsftfes  en.letnas:  y* armaba  IbapoUtioaaixifia'^Hiiaaa^ 
tet^  los  ^«paliftcips  Baaiprobas  ^  han  sida  áaeftros  c^mfQiaei  y  eofai- 
boradores,  porque  sus  opiniones,  sus  discursea»  saa  miUAai paliM 
bnuí  eiUa  caBaignadas  en  naeslro  libra «,  j  no  se  laohará  oaasa*  te- 
jido da  eiééalricas  declamacionea  <de  aiía  Ü9áml$  aoalavada. 

Coíúa  naywLMf  ereaéMis  q«e4ie^kay  en  aiieMra  eto(  ana^  jolfr 
palabra  que  ofenda  á  la  moral ,  ni  que  las  eyoluciailM  4é  k  lÚHdtf^ 
se  apartan  nm  sala  aiomen to  de  la  Terísiiiiíülod. 

TaVuw  ie  dirá  qaa  Ja  damirpsa  nraer te  del  honrado  banquero' 
don  Ferañn  del  Valle  na^es  natural  en  ana  parvooa  atai^iatia ,  tfano^ 
rata  j  éa  carácter  placeaMrOi. 

A  esto  contestaremos  que  precisamente  eáta  esMntt  tlítk  toiBaAt^ 
de  un  hecho  histérica,  ooorrido  «v Hursena  «n  M8f  qtié  él  bltron 
de  Bazancourt  relató  con  notable  maestría ,  y  que  nosotros  no  he- 
mos hecho  mas  que  €^aao2uar/o  é  hilvanarlo  opartunamente  en 
nuestro  argumento.     .  / 


760  IL  PALACIO  M  L08  GBÍMIHBS 

ConyeDcidos  nosotros  de  que  lo  bello  está  en  U  sencillez  y  la 
Terisimilitod  fríen  n'M  beau  fue  U  vrai,  le  vrai  $e¥le$í  mimahUJ, 
hemos  procurado  no  separarnos  jamis  de  estas  dos  bases  t  y  ha- 
ciendo evolucionar  todas  las  clases  de  la  sociedad  en  nnesira  obra» 
hemos  buscado  el  medio  de  dar  i  tan  diversas  escenas  y  al  estilo 
em  que  estin  escritas ,  la  amena  variedad  (|ue  forma  el  hermoso 
daro-oscnro  de  los  bellos  cuadros^ 

No  hemos  olvidado  un  momento  que  la  pureza  dd  estilo  nace 
de  la  corrección  gramatical  y  de  la  propiedad  de  los  ténninos,  y 
que  la  claridad  es  la  cualidad  fundamental  del  estilo»  porque  nadie 
haUa  ni  escribe  sino  para  hacerse  entender  y  transmitir  á  los  de- 
más sus  propíos  pensamientos ;  de  consiguiente  hemos  desechado 
por  vicioso  y  de  mal  gusto  la  campanuda  fraseología ,  las  imágenes 
e&ageradas  y  todo  linaje  de  afectación »  porque  reputamos  de  vano 
é  inútil  todo  lo  que  se  queda  incomprensible  para  aquéllos  á  quie- 
nes se  haUa  ó  escribe. 

HeeoMM  seguido  estas  reglas»  paocuBANDo  no  paltáb  k  la  ma- 
NiDAD  DiL  ISTILO  quc  sacc  de  la  fuerza  de  la  nobleza  ó  de  la  gra- 
oía  que  ciertas  palabras  ó  ciertos  giros  dados  al  pensamiento  co- 
munica al  escrito. 

Hemos  apropiado  el  estilo  á  cada  personaje  según  su  categoría » 
y  á  cada  escena  según  su  género»  porque  importa  muy  poco  que  se 
empleen  espresiones  puras»  correctas,  elegantes»  significativas,  etc.» 
si  no  corresponden  al  asunto  de  que  se  trata  ni  á  los  sentimientos 
que  se  quieren  inspirar. 

Así  lo  recomienda  Horacio  en  los  siguientes  preceptos : 

Inlereril  muUum  Davusne  loqualur  an  heros; 
Maiurus  ne  senes ,  an  adhue  flannte  inieeniá 
Fervidui 


BL  PUEBLO  T  SUS  OPRBSORBS.  761 

^taHs  cisiusque  notanti  sunt  Ubi  mores , 
Mobilibusque  decor,  maturis  dandus  et  annis... 


Para  ser  verdaderamente  elocaeate  es  necesario  espresarse  con 
ligereza  en  los  asuntos  triviales|j«^  dignidad  en  los  sublimes,  y 
no  escederse  de  una  conveniente  elevación  en  los  medianos. 

El  mérito  del  escritor  consiste  en  saber  dar  á  sus  obras  aquella 
variedad  que  resulte  del  uso  alternado  de  las  varias  clases  de  estilo 
según  sean  los  asuntp&,(Uyi  vs^ri^s  y^  la#^rpuDS|ancias. 

£1  orador  ó  escritor  que  jamás  quisiera  dejar  de  ser  sublime, 
no  seria  mas  que  ridículo  ó  insensato. 


I 

I 


;■     .».  ■   ■  .. 


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"    # 


T.  n.  96 


imm 


vm. 


LA  VIRTUD  SOBRE  TODO. 


Viriú  foU  Tirace  sempre  spicade  • 
Cadsca  e  frato  orbí  altra  eaaa  giaM : 
Vírtú  dona  qael  beo  che  mai  mm  tpiaee 
Nm  tMM  Borla  fo  clii  rirtá  •'•eeeaée, 
Viriú  fa  oobllU. 

Glll«OLI* 

La  Tirtvd  TiTe  ra  lampiíenu  calma  , 
Todo  caduca  al  fin ,  todo  perece : 
Virtud  eogettdra  el  bieo  j  reaplaadnee 
Sin  temor  de  morir ,  y  eloTa  el  alma. 
Virtvd  Bobleu  dá. 


Nada  mas  enojoso  para  el  historiador  que  el  deber  de  tratar 
cuadros  abominables ,  que  degradan  al  pais  donde  ha  visto  por  vez 
primera  la  luz  del  dia ,  deciamos  al  principiar  este  epilogo. 

Nosotros  no  concebimos  que  un  español  pueda  solazarse  en  los 
infortunios  de  España,  y  si  nos  hemos  impuesto  voluntariamente  la 
triste  misión  de  relatarlos »  poniendo  en  relieve  las  demasías  del  po- 
der ,  no  es  ciertamente  por  el  placer  de  cebarnos  en  altas  repu- 


■L  rauLO  T  sos  oriisous.  763 

t aciones,  do  es  por  el  placer  de  herir  i  los  magDates  y  hacer  os- 
tensible el  vano  orgallo  de  vituperar  á  la  alta  sociedad  con  el  ob- 
jeto de  hacemos  agradables  á  las  clases  proletarias ;  esto  es  una 
calooinia  infame »  una  arma  alevosa ,  que  á  falta  4a  argumentopí 
con  que  responder  á  nuestra  lógica  t.  esgrimen  contra  nosotros  noeS'*, 
tros  implacables  enemigos ,  que  son  taasbjen  los  eneipigos  de  la  If  rr. 
bertad ,  los  enemigos  del  progreso ,  los  enemigos  de  la  razón  7  de 
la  justieía ,  los  enemigos  de  la  bumapidad  entera. 

Si;  porqne  al  acometer  la  difícil  cuanto  arriesgada  tarea  dsi 
desenmascarar. á  los  opresores  del  pueblo,  y  preseAt^rles.en  su  de- 
forme desnudez ,  no  hemos  tenido  mas  guia  que  contriboir  al  trinn*. 
fo  de  la  libertad ,  arrancar  las  espinas  que  hacen  impracticable  la 
senda  del  progreso  indefinido ,  y  proclamando  la  razón  y  la  justicia 
i  la  fas  del  mundo ,  aproximar  la  feliz  aurora  en  que  la  hnmani-: 
dad  entera  respire  bajo  el  amparo  de  los  evangélicos  principios  que 
forman  el  santo  dogma  de  la  democracia,  y  ahuyentan  para  siem- 
pre la  esolavilod ,  á  la  cual  es  mil  veces  preferible  la  muerte. 

Un  célebre  poeta  alemán  ha  puesto  en  boca  de  unos  miseros 
esclavos  estos  melanaUicos  y  espresivos  versos : 

Wir  weicben  Sklavenbrod 

In  bitlre  Thráoen  ein  1 

Komm,  líeber  Broder  Todl 

Ach !  komm*  uns  zu  befreyn ! 

Aq  deiner  mit  Ruhe  gesegneten  Haod 

Geleít'  uns  hintlber  íds  bessere  Land! 

Cuyo  sentido  es  el  siguiente : 

Es  ¡  ay  t  nuestro  alimento 
pan  amasado  en  lágrimas  sin  cuento  I 
Ven ,  hermana  querida  ]  oh  dnlee  muerte ! 
mejora  nuestra  silería ;  .      .'      .      . , 


76t  mMOáimo  WE  tot^ciHoms 


de  haiUar  ia  libertad  allá  ea  el  «cielo. 


»    f 


Y  pm^e  ank^ftimsr  iOTCsAro»  aoateiBM  -rf  rastro  4m  tris  triml-i» 
nales  ^palaciegos  j"tí\  *vee  (de  regia  estirpe, '^f<i»e  •  se 'eMUoaiea» ^só- 
brela: eselatftod  ^  (os  défliás/Héiiao!ie'4e^asdartif^7:i»tii^«M 
aduladores  y  «os* eaKfioao  #e ñseiisalos  i      •'*•  ^'  ^  -  *  •    '  - 1 

'  IiiiMisMos;'es<fei^é,iii9eDsatosiégti»fiaÁtcM^ 
trinas,  porque  nada  %a|f  utas  oóiDodo  j  fi^S  «para  el'holtfliHrer  (ih 
eoneteiioia,*'para  el'^nte  irulgahr  y*materiáti0la¿-<i«íb  trAntair  ioéien- 
so  ante  los  «Mires  dét^poderosovfy  "postrarse-de  liiboj<Mi)^aTa'feeflHr 
eI^t»reiB{o'do4a'degraAs<4o^ '•-*'    '•*   :-..:.,-■...  .j  .  \  •hrM  m» 

•  'BMo,  aolre  ser  istais  AfK  j  produellvo ,  «s  ftla»  Mdü'^lie  éseitar 
iá  eiR^o-y  las'iraa  de  loa¥|tw  enattefcidoa'  'pot*  «sus  <fffayetei^ipiie>d<ea 
ftilMiÉfáf  oontrii'siÉs'dfiMte»  aemáéoiWles*nifós  ^l*^M$d««.'  • 

t't'Tíá'lo' AcSI  faadé>tr«eriios  láf  'tfltaándtii^avlMrniMléÉW^  '^ 
oro,  4a  pi^spferMtf  ^ádürktaal ^ y^iiltktá'Mú^^^éé vadÉr^aamss 

las  perSeéMiéDtatB  7^1  MMtirío  ','rospofidéé1o»i(^e  ^  MÍkflIíAiáílM 
¿defafto^^ij^^eslfí  la  ebée^iMí  y1ai«(4Mifd?  «iMf^fM  «Aros- 
tra  las  iras  de  los  tiratiOir*^at^^desy^est^iat^Wfr¿i>fejWriaat»>y' 
parar  el  triunfo  de  la  frateriiid^<|l^huQiaDa ,  4/del  que  para  alcanzar 
una  banda,  un  empleo,  uM'iQocaaaiipitaJei protección,  que  hala- 
gue sus  esperanzas  ie  tnálttténe ,  ie  4itfmH(a  hasta  arrastrarse  á 

•     »  ■  ■ 

guisa  de  asqueroso. reptil  j  lamer  las  plaoia?,  4®  un  homicida? 

Y  á  nosotros  4^^  ^^>>^^^^<^  fiv '1**^1'^^^  ^^s^^^i<i^s>  nos  decís 
para  envilecernos  que  también  estas  clas^ti^nei;;  si|s  jatdoladpr^s ! 

Y  vosotros  que  mejor  que  nadie  conocéis  el  objeto  de  la  torpe 
adulación  ¿os  atrevéis  á  Alrigiroos  aemejaiste Inculpación?  ¿Podéis 
dudar queal tMHD|i^4fie  a4ii|4^#Li^^  mas  objeto  que 
recibir  el  galardón  de  su  vüaiat  *  • 


'  (Por  qué  Im  i;Í€M  j  k»  po4«roM|i,  «e'«f«ft«i#i9lpi«  woáiáéméB 
téum  'UMHijtPot  'fm^-i  l^i  <^wvq1ími  inieatnit  lov^oa  im  towi» v  ']^ 
hayen  de  ellos  como  del  pestiieole  contagio,  cuando  iiÉiMvés  lü 
d0ipQJA^«Mori  éide^tapi^éeff  >«'k  .  ."«.u'oí.  -  m:.;í<j  •.:.  ^^lul  ci 

> '  Porqw4a«Máoio(i  esU'io«ibra>ifiMpwiiiU4eli[«»f«edetf»»- 
tardomrla*,  y^^M  qu#  jimáS|8e«pMfiMM'ftl>ipforlaBÍou^  *^i-n 
t¥<ni  irtreTtÍ9^4ÍMoanio*  a4«ladone»'4l^  los  ¿«ffalídoi  I      .^ 

'  gQo4  podeftOi  esperan  de  'Ui^  Migea^  y  >dft  iia « piJaciawoaloi 
mas'^^  Mgrioias  y- lotloBOi^?  '•''  '^*  «^^  («i;.»!.  ».  i-^xt.^  ;^  t./j 
L  -^^  < Adenie^j  coáQdo'  noteeroe^difeadcnie»  la<tdla  mmkiÍ9»  laf ínm» 
lioiavmi^aku'dMiiW'pHNltieoeiontpor  iíÑ^        dé'láai<daMé)é»ia 

•oeMads  f 'Cttfepte^ é  «M^troíliiéw^y iitowiaMi¿%i4p9tinv'^^ 
qntéM  tJÉyáfJgiBV^iiido^^l  ifiek)v  4#lMHBdiih«^^  tottiitodii^da 
iM^t^ite  ifik  MoAM  capaéeaiiy  beiiio»4^didoi  •f«cM«iPé|  9m^ 
peto  á  la  virtady  siquiera  brille  eo  aristocráticos  saloDeü«MW>ib 
léipbd» 'et< ia yajfcft»  düiüf ^dpt  Hiisisi^iperilídseioan  '-'i^  atp  «tj 
^  H#IMb<iilíÍl€|Ea'|i«í4m  ifirt«éip^eéiD/iiendU^pil,^iiHÍicui|a>4)e 
los  mas  virtuosos  padres  nacen  á  vecetdMJotJqat y^háé— ^  i  m  l  1uü<> 
láMéé»  y^iijtttfl»  ésefotipci^g^ailMria»,  nfctilaiiBiAiktq^iiMÉable 
«Milwa^Jl^fti'QrfiÉleiM^Mit'duy  faiUit#*y>ÍM9ÍMt«ii^  Máe^^ooi^  «*- 
thyíail^cteiklai^  4eag«i»cii ,.  i(fieflM^«di|eiiiiioMea<7^ipudoMMi- 
#91  iiMdefirU|0fl|4t  viUttttiv  satittmivnilesi^^ocÍQiMS  MÉqpenaUa^ 
7  aif  eoiii6'  iM  firitittMs  aoa  ;4M4iÉiaklés  (p(M>  iaM|  fíftaQieiiqge^fleap 
ilMi  aélores'ile'SiM  ditts 4  4etáii  Im  togottdotleípeiéidos^e 4od»'fé^ 
nero  ^deiiéMsis'fdrit«9lré9iqae'se#á  tos^biásoDei  46  «üJapta^a" 

SadoS.  .-'».  .Is¡' ío;    r.  'i  i.  i.,-.íi     •.•-:.  .¡¡1.    í.  ..j^.  .!i  ,»  j,.».  2  •.:     j 

'Apla«llÉÉtos-«ine«faiMÉléll«^'eoÉSuctai4<4  qM  taéMiig^llece 
c(M  lotf  gtefto«39MfePC«imílHi(»«'dé  hpi"^  le  dleMw>tl  mf . -^    i    - 
Seria  precie6"^"iaA'4ll]0*'Éa^  kÉ«kifi  -  Mraiéli'  ft»  4|iMtiMhe 


7M  IL  fáuoio  N  LOS  dfinifis 

¡asMsiUé  ái  hs  glorías  de  sos  padres ;  pero  estas  glorias  do  aon  tí- 
tulos de  DQJbleía  para  el  sucesor  que  coo  so  puoíUe  comportaoiiealo 

las  maueiUsu 

El  hijo  de  padres  nobles ,  que  sigue  la  senda  por  donde  aus  par 
dres  aloauíaron  distiogoido  predicamento ,  y  no  ddscictode  por  sus 
miserias  de  la  alta  posición  que  ocupa  en  la  sociedad»  ni  llera  su 
orgullo  basla  creerse  superior  i  los  demás  hombre,  merece  nues- 
tffas  mat^fo^toosas  simpatías;  porque  lejos  de  ver  .en  él  al  enle  al- 
tivo que  juzga  denigrarse  con  el  trato  de  los  que  viven  en  mas  bu* 
milde  condición »  vemos  al  generoso  mortal  qne  ensena  c^n  su 
ejemplar .  condocta  los  medios  honrados  de  alcantar  ó .  conservar 
imn  .pasicíoní  brillante  ea  la  sociedad ,  que  en  ve»  de  ser  onerosa  é 
insultante  i  las  maaas  trabajadoras,  es  como  nn  puerta  de  calvar 
cien  para  ios  fue  naufragan  en  é  proceloso  mar  de  W  ñciiitndíM 

Lo  que  decimos  de  los  nobles ,  aplicarse  dd^  A  )o^  opílenles 
que  por  medios  .legítimos  y  en  premio  del  estudio  y  tnk^  ince- 
sante adqnicreo  gran  fortuna. 

La  rifneaa  acumulada  en  flMuos  generosas  ^mi  foerM  dn  áfo- 
nas y  deeveks  han  sabido  adquirirla  bonradameptot  ls¿0e  d^  ser .  nn 
tesoro  mlacionado  é  improductivo »  es  un  manantial  de  profp^ridad 
para  loa  pneblos,  pues  sirve  para  las  grandes  empresas  indnstrialtf 
y  mercantiles ,  proporciona  todo  lioage  de  adelantamientoa  á  la  so- 
ciedad, abrevia. las  distancias  por  medio  del  vapor  y  de  la  electri- 
cidad, estrecha  y  fraterniza  las  relaciones  internacianales »  y  pro- 
porciona trabajo  i  millares  de  honrados  jornaleros. 

(Bbmbres  del  trabajo  y  de  las  privaciones!  ai.  fuereis  que  se 
mejore  vuestra  suerte,  amad  y  respetad  á  los  que  poiew  loa  om* 
jdies  de  propoicipnar  eL  sust#nto  á  vuestra^  fom^ü^as». 


iL  pumo  T  sus  onittoiit*  787 

TeMd  entendido  qae  si  bay  opaloDlos  iosolentes  i|tte »  dospuét 
de  haber  adqaírído  por  malos  medios  sus  colosales  fortnaas ,  insúl^ 
tan  vaestra  miseria  oon  sus  eseándalos ,  hay  también  opnlintos  tan* 
honrados  como  ricos,  qne  no  desconocen  vnestras  derechos,  qae' 
saben  qne  sois  sns  hermanos ,  y  qne  como  i  hermano»  os  aman  y 
se  esmeran  por  pr(»teger  las  artes ,  las  ciencias ,  la  indostria  y  el 
comercio. 

No  porque  en  la  presente  historia  nos  hemos  fisto  en  la  enojosa 
y  triste  precisión  de  presentaros  magnates  cubiertos  de  crímenes, 
habéis  de  creer  qne  h  alta  sociedad  se  compone  de  criminales. 

No ,  hijos  del  pueblo ,  no. 

También  entre  kis  ricos,  entre  los  aristócratas,  y  aun  entre 
los  que  no  proCosan  nuestros  principios  políticos,  hay  personas  de 
altos  merecimientos ,  de  may  buena  fé ,  de  antecedentes  muy  hon^ 
rosos,  de  grandes  talentos,  de  indisputables  virtudes ,  que  desean 
sinceramente  la  felicidad  de  su  patria. 

En  la  alta  sociedad  se  disltngne  de  una  manera  honrosa  el  bella 
sexo ,  y  por  eso  os  hemos  presentado  en  la  marquesa  de  Bellaflor  el 
tipo  de  esas  señoras  elegantes  y  del  gran  mundo,  qne  en  medio  de 
su  opulencia,  no  hallan  ocupación  que  mas  halague  sus  deseos ,  ni 
placer  mas  dulce  i  su  corazón ,  que  verter  el  bálsamo  del  consuelo 
sobre  las  heridas  de  los  qne  sufren. 

Os  hemos  demostrado  en  don  Luis  de  Mendoza  y  el  banquero 
don  Fermín  del  Valle,  que  la  verdadera  nobleza,  y  la  riqueza  basa- 
da en  la  probidad,  lejos  de  estar  reñidas  con  las  clases  menesterosas, 
son  la  esperanza  y  el  alivio  de  los  pobres. 

]  Hijos  del  pueblo !  amad ,  pues ,  á  los  ricos  y  nobles  virtuosos, 
porque  también  son  vuestros  hermanos. 

Y  vosotros,  hombres  de  la  opulencia  i  á  quienes  la  fortuna  ha 


7^  EKhíAÍUMIMmDS  J»0#  (MNÍíW^S: 

nitpM.  qq»4<n  f»biW  .3<i»,¥iiiasko»  J»»riE>ft^'f«4{a<itMiyfifte»'alMiü-" 

paeflyrsiflitefjhielígiBDopAi  4iki  lo«f.potM>e9r4ot4aUc«H  r4ÍB«  IfCNi^^eoMu 
mientos  de  los  artistas ,  síq  la  habilidad  de  los  artesanos^ >iitt  Wm 
%MMtoiilea4osidjB^l«$'<mli$^  <•/ 

CínvftnlmM  i4ii'*á<  4piMc«rrfai  ídéftdt  iqiie  lítiiitiiomr.^l:  íamoio 
PALACIO  DE  CRISTAL  de  Lóodres,  y  a!ui»«q8i)tilwi;  lAÍ.gvaAa  iai|pre- 
<Í#lli4ef«i9iabr<oiq«e  HMiteiiM}  W  mtief  JagtoÉfiwwínm  4ñ  Jai  ana» 
fl|¥ÍUM'«rl<itÍMi^pirMiÉM»«Lflaéer  <bidlaiiraBA«qaik  naáyiM 

w.  ¥f.eB(:oa  «áoMíBiO'.iift  pqélko  etotuMBiatr^  cabluMoÉis.  á  la 

No  las  trazó  jel,  opuleato 
Que  alza  orgulloso  la  sieft ; 

;.;,,,  i .  j^li  4e.la&  <:allo6as  oMAOi^. . 
A  quien  palaciegos  vanos 
Insultan  con  so  flesdenr'         '"' 


i  /  < 


I  r 


r  I  . 


TMú  ese  fausto,,  arisl^eratafl » 
Vuestro  lujo  ¿á  quién  se  debe? 
AT  pobre  pueblo...  á  esa  plebe 
Del  trabajo  y  la  vírtué. 

Unid  al  blasoa  heráldico 
De  otro  blasón  la  conquista : 
Rkspbtad  al  :íukblo  AansTA, 


i 


IL  PUIULO  r  sus  0PRB80U8. 


769 


í  HbmEres  de  la  opúIeDcIá  1  mostraos  agradéciSos  cod  éTpaéEIdr 

¡  Hijos  del  pueblo  1  amad  á  los  ricos. 

De  vuestro  reciproco  amor,  de  vuestra  recíproca  fraternidad, 
nacerá  vuestra  dicha ,  la  única  dicha  verdadera  en  este  mundo ,  la 
dicha  que  germina  en  la  virtud. 

Os  sois  indispensables  los  unos  á  los  otros. 

Sin  el  oro  de  los  ricos  ¿  dóndJ^Uareis  los  pobres  vuestro  ali- 
mento y  el  de  vuestras  familias? 

Sin  los  brazos  de  los  pobres  ¿  dónde  hallareis  los  ricos  esos  ob- 
jetos de  lujo  y  de  comodidades  que  os  rodean? 

£1  fin  moral  de  0f4#i^k^a^f^4(^  i/Cfeítai^^en  vuestros  cora- 
zones ÓDIO  AL   CRÍMBN  y   AMOR  Á  LA  VIRTUD. 

.La  virtud  tiene  su  base  en  la  fraternidad  de  los  hombres. 
Al  recomendaros  esta  fraternidad,  que  es  el  gran  principio 
de  la  democracia ,  no  hacemos  mas  que  recordaros  la  doctrina  del 
EvaB§0UÍMi./>.  '  1  .• :  Pi 

Amaos  los  lOMMbii  los  otros. 


'; 


•  .  .   TI >  I 


T.  II. 


.  .».'■  Wí'^:  j;- ;.  .,"!■' 


•    f. 


97 


%      *•. 


•        «    > 


TT 


l-.l    ■: 


IX 


PERCANCES  INESPERADOS. 


Altra  legge  non  bo  che  il  mió  caprieeio, 
Bl  Sultán  m  la  Italiana  m 


No  conozco  mas  ley  qoe  mi  capricho. 


Para  infiltrar  en  el  ánimo  de  nuestros  lectores  las  verdaderas 
máximas  de  moral ,  do  hemos  apartado  on  instante  nuestro  pensa- 
miento de  la  Biblia  y  del  Evangelio ;  pero  con  todo  esto  no  hemos 
acertado  á  merecer  el  aplauso  de  algunos  de  los  héroes  que  prepa- 
raron la  revolución  de  julio  de  18S4,  que  hemos  descrito  con  toda 
imparcialidad ,  revolución  magnífica  si  la  hubiera  llevado  á  cima 
el  pueblo ;  pero  atajada  por  ciertos  hombres  que  no  han  corres- 
pondido á  la  confianza  general ,  y  una  vez  colocados  estos  en  d 


foder,  sol^itfiéi  de  eHos  véjacioBeB  ^tnoMlroii,  «tjpwticiiliirtiQé 
kifbiadoi  eiperímeiilade  én  días  ms  romiaoiot.  -i; 

En  todos  noestros  escritos,  repetimos,  hemos  abogado 'ppffvlas 
Mím  MÍátivias  'de  iéeos^  por  lot^santoa  dogvuis  de  kioorat  cris- 
tiana, f  ptéohnmtüíB  nuestra  obra  £as  vidifOMS  del  funmlumaimi 
una  defimai  de  «nestn  ioauíoidada  religictet  que  analeiiafisa  los  ea^ 
ti'avloi  de  loe  m^loa  sacerdotes.  '  ;  i   ^  /i 

Y  qaó  I  ¿  N»  sabei  los^  «mms  Tersados  ea  kisletia  ipé  enUi^ks 
íemehsoi  iiiwrréres  qoé  aborUt  el; fJMMiwmo ,.hahc jib  Liiia;Xl »  que 
Mea  eoálesadé  y  babíeudo  reeibído  i  Dios  v  eaf  eosaá  4  «¡Urbecmafllo 
7  dio  BMerte^ieB  padfé?  ] 

¿No  saben  que  el  arzobispo  de  Florencia  y  los  Pazzi  asesiaatoii 
á  ios  liédiois  es  la  catedf ri  ?     ;  ,    :^ 

¿No  saben  que  el  papa  Alejandro  VI  y  Ceaaf  Bérgia  ir  padfle.^é 
liijo  ^  ambos  riVales  y  amanten  inoestoosos  de  la  oélebi>e  Lnicrecia 
Ategiar,  bqa  y  bermasa  de  los  irados,  UcienNi  perecer  por  medit) 
de  la  cnerda,  del  hierro  y  del  veneno  á  millares  de  inofensivos  cin«^ 
dadanos?   ^    ■' 

¿No: saben  que  iolio  U ,  armado  da  eaaco  y  eetrata' >  se  manebd 
.también  con  sangre  bumasa? 

¿No  saben  que  Bartolomé  Diaz  asesinó  á  Noreqid^g.»  f  Jl$9gk 
Diaz  i  su  hermano  t  j 

¿Y  estds  y  otros  crímenes  qie  se  haa  coasigMdo  ya  ea  oira  hitf 
toría», 'tto  se  pueden  narrar  después  de  la  revolución  de  Julip 
de48g47  , 

¿  Y  es  esto  mandiar  por  la  senda  del  Regreso?. 
;  ■    ¿Y  es  esta  la  tolerancia  religiosa,  establecida  en  la  nuevA  Gonsr 

títUOiOB}    íM    •■.•..••'.;:•.  .       .    ,        í,  ']■, 

<     SeaclsiauíeifpnifreMii  se  grita  «fibertadJ  jijimm  qo^  milfi 


flPaiiBJMIMi 

éiiUBiB«>flimMta  áatüififiar  á  iHcjkooriireB^i^Jsaéaihi  léúp  ^viror  .¿ 
que   bárbaros   embaiiindkH»  fVMÍia'idiatobs/'icv^^ 

iBBtd«  eaafcfiÉiiAe§Érpzaém>»ii  hllM§a>ggoieni^  imo^itiimÉ  y  d«K 
figurada  de  todos  los  sueños  griegos  ««MiaBOi^  •gi|pmQi>éflkidÍQ9>.4e 

;p  ¿Ka paMffliqa»i«D(wd«yiiÉ ppodaBMrghjinMMtttaária»;hiat* 
éft¿eBiiUaíéetaMnar>págÍQaar6el  cmifi&BÍsaiD  «qilaíie»  ¿a.nUgieit^rf 
presente  y  del  porveoir  por  ser  la  mas  coniéiHip  Íjla»bnMM  aátiv- 

Preciso  es  qne  despierten  las  facattááa»^  Jceí  hmfaMB^^Mfffll»*- 
tadw^eapaéatfil  lwg«BfréfbkR&m|H;.  ■  ^^  uu^  ^ 

y  i  'jUMdomtAmy  aiaauesIto'praqpmadflBtpsm  iodaa  immmimíe$  ^  f 
<lIipañai<M|  ma  ié|  «ttw^,B»j|se4Án  icoataam  «e  fttgar^iiftMs 
'«mtM^«ftidoiid&<iB  iwtiayi»  esperar  iMmfan9m armen  di  iflrtaáo^ 
sn  cultura;  pero  ni  á  estas  ni  á  aquellas  se  las  puede  yailHUBri|Ée 
<i4tiWiJ>ti  diÍuoMiíipi(iKMidadD  ^•tttí«r m .  ÉÉanéaterifíioipÉnniiaio  de 
una  imposibilidad  moral  y  física ,  los  (iraMSiJfbfamsM  iombraitaetr 

Persuadidos  nosotros  de  que    con  las  vMmmiáüifmmaíkmo 
ytiftlÉiwiaoy ^Q'étrttiiw»  ■, > — *toto-ié  tet<Mgiw  «^  «íbo  -  alianlaal  go- 

4ii«in»<por«i»4lspedalpoife¡on'Mn  Roii»t*hi^fl^^  jetare- 

cidos  desembolsos  en  los  preparativos  de  una  edición  de  Iq|q«  niaii- 

do  algunos  dias  deapoéd  4e«iialMr  firtseet^é»  fewgMda^iitrega  i 

4M^cim»'Oottpel«li0S,íMeibi»of^«ii.  ofioía.  Jd  •éaoMgpbcniador 

civil,  en  que  se  nos  mandaba  suspender  la  circulación  t««lBi<d8S 

frküerM  eMmgMr»  yw  ■<■■  ^'•lüita>lerMwipltf léntirig  infgesion 


¿No  equivale  esto  á  nna  prohibición  completa?    *..:..'  .:  i  • 
>  :^iíoiíii<atQidHafclttiBr4ay<CTHat¿ei»g» 

.  ''▲^  cflJMihneoaiii  áét.oítoáofieAcioí,  kaoM  MDimqíftáoiá  Ift  i^li*^ 
earicHiid»  wnmlttmmbní  .dixfSM&Aft^iéaiaioiai  q u^oettxUaj  Ifefii-r 
naos  bechos.f  >B»>{kiejgoáte»írogífm»iiiea^.>i|iidto  áiM  ¿■iIimémíííiÍíw 
Maf%<«gtoaMrMÍoik  á9€WfttmfBjpelMííMép  mmtrÍMáíMmm¡  ,id€ilper- 
tenecientes  al  caarto  trimestre  de  la  <itÜMÍfti»iy>iÉsnÉfcaa  dftSspuÉr 
)a  del  anticipo ,  cuyo  total  asciende  á  3263  reales,  24  mrs. ,  á  sa- 
ibor: '^|9a(|cipalts>  4<riiirt^i«»id»oooceflD  de^qppfMÉPesv^Mfaipro-- 
énitu  wi|»setiai>jpBWMale  ^jaine^uáiiif liam—Éi  *éMtrofié»  k  degr^  !f 
'488VtMtk»g^iHnpt.  «D(alic#aM|ptO)4B«líh9^^  a^ikier 

hiendo  sido  nancsIMiiiynaé  t>ÉirhfMifcjaés  4eiHAD(iíaÉdniMia|Á«to¡)aA^ 
fDé>üoitéi  iéii>iHirpn«i  l>lia^id6^PciptiiffMwkia.i    .;  .  .  >i     1 
¿  Qaé  mas  harían  los  polacos  ?  >.ó.::o..i  .  < 

-  i^lOhcüipfi  áttií'pozoáe^  iw^tóf idiii^t JyifaBifcs*»8Ían ihai^o  lo 
íi|a«^iéi«fftifsif«ái,  tl!K»l»iiqperaiiaiid»<^  alg«n<sdía(M  bñbftiir- 
-tíeisritm»istiW)ffgqlain|KAwiBsi  i  ■  ••  ••    i>  --.^?.  >:•.:';:  o-  M'^mar:  ut.-^ 

-  > :  4lMP}oslÍQÍa  MlMbim^obliaMo  jjfvi  eD<|p^ 

tud  del  señor  administrador  principal  de  JINMÍenéR>^l^lKÍ»'  de  Mía 
-pvo9liiob><fié  40B  fetlia^  M  'de^ldáéMrirmide  M6^  «áóifWai  de 
'lésenifahiMS  fvCéraiet  ¡y  k»*toM<<MNp!Brilasiaverig«iaeiottfi^ttnva'ia 


«'.  .1         ••••.'•••* 


«Administración  principal  de  Hacienda  fiálUkii^iáe^ftoyincia 
-^tof^aMi^tai^lik^oliMMiw  ^0  yffiéoyeMigléd<M»eiaflU  Aéninístra- 
^tii^  eM}lbolMidt<|M»%itilMíB»ÉkiMra>^t^^  kfa 


4e  la  tttiricidii  del  snWítUo  for  U'tíoMidbraoion  de  librero  o6a  úem- 
da  en  que  ha  venido  eonttibuyendo  ha$ta  ahorit,  :W4iéladir  'A  áe« 
creto  sigaiente :    .  '  .    ' 

Madrid  30<  de  dieMmbro  de  i8&5.aDaeoiiforaMdad  ccm  el 
anterior  ioforme,  procódase  i^la  aDolacion  da  la  odola  del  recurren- 
te que  ea  concepto  de  librero  le  está'  heñaládá  para  desde  i^*  de 
enero  práximo,  y  háganse  las  preveiioioiies  GoÉdiiceales  i. Jos  in- 
nrestigadores ;  coünateándose  este  áeoerdo  al  interesado 

Lo  transcribo  á  niled  para  sa  inieligencia  y  gobieroft.  Dios  gnar- 
de  etc.  B»  José  María  Gamacbo.» 


..  'í 


Y  henos  dicho  que  ée  m^  habiá  hacho  >jastieia'0n  parte  porqué 
claro  está  cpie  reeonoeidar  como  injasta  la  •  exaccíoii  en  qoa  kemm 
«sníd#cofilribayefidoJkail«ááorai'deiüa  habérseaoa  indemniaado  de 
lú  qne  inmotifadamenté  se  nos  habia.  hecho  pagar. 

De  todos  modos  estamos  agradeeidoi  al  consporlaiAieMo  del  se- 
ñor Gamacho. 

Ba  cnanto  á  Ln  vkHnuu  del  fanaiÍ9ma'f  queda  en  pié  sa  pro- 
hibición, y  por  si  este  golpe  no  era  sofidente  para  perjndicaren 
gran  manera  los  intereses  de  una  empresa  qne  procnra  no  desTiar- 
ee  lamas  de  la  senda,  legal ,  referiremos  otro  hethe  mas  rocíente  re- 
:  htifo  á  la  presente  obra. 

Hablamos  de  la  inesperada  prohibicioo  que  contra  ella  ha  folsu- 
>  jiado  el  Excmo.  Sr.  capitán  general  de  la  bla  de  Cuba  don  losé  de 
la  Concha  ^  uno  de  los  principales  héroes  que  mas  cosAríbuyeron  i 
la  caida  de  Cristina. 

I  Parece  imposible ! 

i  Cómo  habíamos  de  figurarnos  que  los  mismos  hombrea  4  <quie- 
IM  enaltecemos  en  el  corso  4e  suestra  historia  por  haber  sido  de  los 


primerot  qM  se  lanzaron;  i  U  Jtia  coiitra  Umi  dMalaieroa  id^Mgpbier^ 
iM>  polaco ,  .bábíao>de,pr4ilubiit  la.  yai^kUpa  narrlMsioil  4aaMíb#mAai}í 

¿Qaé  pueden  halkr  de  reprena¡blé.ai^la$.págÍMa  dtt  A^eMiQ  Ut^^ 
bro».  loa  geééffaUaiqM  ae  ¡naoftefK^ioiwuslA  M  jmii0  >para  :4wnocAr 
al  ministerio  da. SaaLsiat  ...^    '^    n 

¿¥(|»r,qdó<se  aoUevanott?  

.Jáoy  alftrolodi$«(m.mioiiQeai. ;    . 

.«  Ua  dáatíno  aoiagQ  trajo  i  lii^eslera;  d^l  podei?.  la  poMDfta  ww^f . 

tifera  del  agiotaje  y  de  la  inmoralidad  admintiUrati^a».  >. 

Para  dar. po^  aUteento  al  ltMQ>  no^, bastóla  lumoida an r^ñno-- 
s«i  operanionea  devoradat  no  loa  inltiraaM  aot^aioa^  iVM^  jTOtrafvaS) 
sacrificados^  hadbo  qiieieebarmaiio>.4Q<l4  hacieida»  dalM  iatorfaei 
fatnros. •  .•  ;»  ..■;..'/.*•.■   ■  .;.'.-    •  .-  •  ,..¡, 

Y  asi  vinieron  Jos  arreglos  inconsiderados  de  jía  deuda  ;. así  Jas. 
compenaacidnes;  áa(  la  grande.  Ja  inaudita  iunoralidad  da  los  fcrro* 
canruea^ •  .       <.  •  » »  r.- . ■  . 

Parh  acallar  la  jüslisima  reprobación  de k  íaspreita »  wd^ore* 
to  ministerial  restableció  la  previa  cenams  iSiipriiMeMio  la  Ubartad 

*  » 

de.  escribir  qné  conceda  á  los  espieinolea.el:  atttadío  aegi^^ndi»  da  la 
Coaétiliicion  del£stadOé>  .  i  ^  . .  \ .,.  ,.,  ... 

Para  que  las  Cortes  no  podiescn  daCénder,  la  loctuaa  páblicat  sa 
interrumpieron  sus  funciones  esenciales  y  augustas,  haciendo  sin  sui 
participación  compras  y  concesiones  iflgostas ,  onerosas  t  absurdas 
de  ferro^'Oarriles;  cobrándtitse.los.Jmpnastos  dn  ser  votadoa^por 
dlasf  legislándose  por  dei^etos  sobre  materias  de  hacienda ,  de  ad-^ 
ministracion,  de  política;  reasumiendo  en  suma  al; poder,  cjaaotivo 
cuantos  derechos  y  deberes  se&ala  al  legislativo  la  misma  jConsti- 
tucion  del  £atadou 

¥  eiasparadoa  todavk  Joa  ooAQoaíoiíaiios  con  laa.  difionHadas 


> 


itK  KL>  JMi  inw»*  ppy  ciiiMJ » 

Bosolros,  «iendo  la  voluntad  de  Io<  fiiinii(faiáaittiritofefái'«v.;.! 

Asi  U  seguridad  iDdividaal  ha  áeimfomiléif  8Íiiidi|>di|p0(ado8 
sin  forma  de  jaicio  los  ciadadano•4ua»^aipMdli^^¿l»wáellriAra- 
dcto^tf  fámmtiíií^ít^  ,*  Auclitf  iotfl%a4w  áJ  omiilaigiJabhaidiwin  > 
do  sus  interese! y ^MUfiwin;-^:  í-.-.l)iu.^  ^'1»;.  ■■  '  -r^'  {  -^.j^míí-; 
-^''9éiéMe4ittMM  son^ki^^MerriMs  Iób 'swadim^'  |>i4ip«iados, 
^iMtMiffti%ÉMejil4«f«  iÉH^dimi(riibidi<|^0lkioaP«Dm3iUid0(por  ki  % 

ftíiiAMMiitM<áPbdl^lM4tfíéd«(dAioiV'^  «pb^oaMéagiiar»' 

dar  silencio  i  tiempo  qae  la  esclavitud  hacia  vil  el  aplauso. ». 


•      • 


'*}  \ 


¿T  iB#  pbsHilii4|MffMdliideiagiiAlaií:a«ailfÉ  ílílir<»^'á<lbiHqn  te- 
les verdades  y  otras  muchas  proclamaron  en  el  Campo  de  Gtimúuut 

f  I  í^0ái'*ífp/imo>inMé  Ualkaiíl«fi9coBi^níe*ÍM>iiio  d^iloügOMM^ 
les  que  fueron  á  la  sazón  mas  perseguidos,  dasttmtdbtfS'paiMiidit^ 

•immie'  Wni  fobisnMw  pK>damdw  liamos  pvbUMdot  yi  <ditMiéo> 
lá  MbW€Íróiilacíov4^  lar  ésa  époeas  ^0  prMsdaii  é  Ift^e  M*  Po^ 
loece  Se  lú¥t¥tmmm  i'übtr:  MHria  té hifa  ii^nmjiomtdiBn  7  iir 

irdífiM»  dii'iniubfrdf. 

Brtis^diM'proiAiaoibBea^  ilo  #olo*  cmiitarott  librtHMto^psrlaéi 
la  Península,  sino  que  no  hallaron  tropiezo  algaM»^#BuUliraMDS 
dlisM''áUMifllin>i»im#<«o«gi^^  Ifcwijpiarina  del 


IL  FOBBLO  T  SOS  OPtBSORU.  777 

moderaDtismo ;  \j  ahora,  después  de  los  sucesos  de  julio  de  1854/. 
se  prohibe  en  la  Isla  de  Cuha  la  íulrodvccioo  y  circulación  de  nues- 
tros humildes  escritos  I 

¿Es  esto  justicia?  ¿Es  esto  legalidad? 

¿Dónde  esti  esa  decantada  protección  á  la  libertad  de  imprenta, 
prometida  en  el  programa  de  Manzanares? 

¿Dónde  está  el  respeto  i  las  empresas  literarias  y  i  las  garan- 
tías del  comercio  ? 

¿  No  es  esto  indigno  de  los  que  han  patrocinado  una  revolución 
para  derrocar  Ja  inmoralidad  y  la  concusión  de  las  leyes? 

¿Qué  hemos  ganado  con  el  levantamiento  de  julio? 

Nuestros  lectores  lo  decidirán  después  de  leer  la  siguiente  co- 
municación que  recibió  nuestro  hermano  y  representante  en  la  Ha» 
baña. 

Dice  así : 

«Habana  25  de  octubre  de  i855.s=sSeñor  don  Demetrio  Ay- 
guals  de  lzco.=:Muy  señor  mió :  por  disposición  del  Excmo.  señor 
capitán  general  gobernador  civil  de  esta  Isla ,  queda  prohibida  desde 
hoy  la  introducción  y  circulación  de  la  novela  titulada  Maria  la  hija 
de  un  jornalero f  en  todas  sus  partes,  esto  es,  la  que  acabo  de  indicar 
que  es  la  primera >  La  Marquesa  de  Bellaflor,  que  es  la  segunda,  y. 
El  Palacio  de  los  erimenes ,  que  es  la  tercera.  Sírvase  V.  decirme  el 
número  de  ejemplares  que  le  quedan  de  estas  obras ,  y  el  nombre 
del  buque  por  donde  han  de  ser  reesportadas  de  esta  Isla.  =  Quedo 
de  usted  atento  S.  S.  Q.  B.  S.  M.=José  de  Llector  Gastreverde, 
revisor  real  de  libros  y  censor  suplente.=3j» 


En  vista  de  tan  inesperada  comunicación ,  presentó  nuestro  her^ 
T.  u.  98 


7IS  BJL.PáLA€IO  B»  LDS^  CüilflNM 

mano  el  día  siguiente  na  memorial  al  capilaa  geaeral  gobernador 
seperíor  de  la  Isla,  cenoebido  en  estos  térmiaos: 

«Excmo.  Sr. :  Don  Demetrio  Ayguals  de  Izco»  del  eoneroio  de 
libros  ée;esi4  oiodad^  i  V.  E.  kaoe  presente  r  que  el  señor  eeosor, 
don  José  Llector  Gas  tro  verde,,  le  ba  dirigido  con  feclla  de  aijer  ima 
oomimicacioii  en  la  cnal  dice  qae  por  disposición  d^  V.  E.  queda 
prohibida  la  introducción  de  la  novela  titulada  ufanía  Im  hija  de  mr 
jfiffMUérot  en  todas  sos  parles*,  esto  es,  lar  que  se  acaba  de-  indicar, 
que  es  la  primera.  La  Marquesa  de  Beüafíar^  que  es  la  segunda,  y 
El  Palacio  de  los  crímene$f  que  es  la  tercera. 

Regularmente  V.  E.  ha  sido  sorprendido  al  dictar  tal  disposi-» 
cion  después  de  estar  toda  laiIsU  iamndada  de  ambas  obras,  siendo 
así  que  La  Maria  y  La  Marquesa  de  BeUafíor  hace  mas  de  ocho  a3o9 
que  los  antecesores  de  V.  E.  han  permitido  circular  y  vender  por 
esta  Isla ,  á  pesar  de  que  algunos  tenian  ideas  absolutistas  y  no  ha- 
bían sido  perseguidos  como  Y.  E.  por  el  gobierno  eaido  en  el 
ano  54  r  época  en  que  oondaírá  la  novela  El  Palacio  de  toe  efÚM- 
neSf  ó  sea  la  tercena  parte  de  «sta  obra.. 

Eil  qoe  suscribe  ao  pveda  creer  que ,  kabieado  V.  E»  contriboa- 
do  á  derrocar  á  los  gobernantes  que  desde  el  48  al  54  dejaros 
arruinada  á  la  España ,  impida  ahora  hi  venta  y  circolaeioa  de  n» 
libro  que  presenta  la  narración  de  los  desmane»  perpetrados  por 
aquellos  mandarines. 

Hace  ya  mas  de  un  mes  que  algunos  libreros  de  esta  dudad 
hacian  correr  la  voz  de  que  pronto  se  prohibiría  la  novela  El  Pa^ 
lacio  de  los  crímenes ,  sin  duda  porque  veían  ó  sabián  la  grande 
aceptación  que  dispensa  el  público  á  las  entregas  ya  repartidas. 
Mas  de  coairociatlos  snscrítores  se  hao'  reunido  en  eeta  dodad, 


B.  fBtno  r  SDg  fiPWfiíaL  779 

y  la  mayor  parte  perteaecen  á  la.Miliina  euídsdaiia. 

El  que  [suscribe  DO  tendrá  oiro  nBflseJUo  t}oe  abaadoDar  4a  Ma 
lí  Bo  se  le.peroiite.Ia  yeata  defa»  pdilícaciciies  MterariaB  de  su  ee* 
ñor  hermaao  dan  Wenceslao,  7  bAté  ée  realiaar  «on  pérdMas 
considerables  todas  las  «Lístencias  de  libros,  ya  qm  ae  ié  qnita  el 
nodo  de  ganarse  el  sustento ;  á  peasr  de  qae  no  bobiera  venido 
OBBca  é  esta  Isla,  si  los  mismos  hombres  que  se  oeharon  en  V.  E. 
no  le  bubiesen  «pitado  ea  la  Penkisobi  todo  ^sa*  patrimonio. 

¿Por  qué  se  ha  esperado  á  que  transcorriesen  oras ée  dos mesea 
después  de  desembarcadas  las  entregas ,  haber  permitido  la  inser- 
ción de  los  anuncios ,  y  fijar  los  oartelés  ie  El  Palacio  de  los  cri~ 
menes  ? 

^Hay  intenciones  de  amünar  nuevamente  al  que  sutorüie? 

!No  las  concibo  en  V.  £. ;  pero  si  se  «vislambra  que  las  abrigan 
otras  personas  qae  saben  que  el  qn  recorre  snfrirá  graves  perjui- 
eios,  si  no  se  permite  h  mreulacion  de  estas  obras  tan  luego  como 
lleguen  las  entregas  sncnsiñras  y  los  naews  ejemplares  que  se  ban 
pedido  á  liad  rid. 

I  Serán  las  ideas  democráticas  que  desenvuelve  el  autor  en  ose- 
tas tves  novdas ,  €l  motifo  por  el  cual  le  impide  )a  venia  de  ellas? 

No  lo  cree  el  reenrrente^  porque  tal  disposición  al  cansaría  á  la 
nndtitud  de  libros  que  lanto  en  espáiol  oomo  e|i  otros  idiomas  «e 
venden  en  la  mayor  parte  de  las  librerías. 

¿Será  porque  el  autor  presenta  nuestra  historia  contemporánea 
«MI  todos  los  desafueros  que  ban  perpetrado  dona  Maria  Cristina, 
Narvaes  y  demás  ealélitn  del  poder  eaido? 

Y.  E.  aabe  nniy  bíea  qae  el  historiador  faade  ser -verídico  en 
toáoslos  relatos. 

M  irecnrrente  eipera,  poes,  4e  h  ihistraoion  de  V.  E.  qnere^ 


í 


780  BL  PALACIO  ra  LOS  ctimifis 

Yocará  la  órdeo  dada  contra  las  citadas  tres  novelas ,  ya  qae  ea 
nada  ¡Dilayen  sobre  el  gobierno  interior  de  la  Isla ,  y  porque  la  ma- 
yor parte  de  los  suscritores  son  peninsulares ,  y  mucbos  de  ellos 
empuñan  el  fusil  para  defender  á  nuestra  patria.  Al  efecto  se  acom- 
paña un  ejemplar  de  las  entregas  publicadas  del  Palacio  de  los  cri^ 
menet  que  es  la  novela  que  debe  haber  motivado  tal  disposición  ea 
V.  £.  s^Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. »»  Habana  26  de  octu- 
bre de  iS&5.:=s  Demetrio  Aygaals  de  Izco.  3«Excmo.  Sr.  capitán 
general  de  la  Isla  de  Cuba.» 

CONTESTACIÓN. 

«Gobierno,  capitanía  general  y  superintendencia  delegada  de 
hacienda  de  la  siempre  fiel  Isla  de  Cuba.  ;=»  Secretaria  de  gobier- 
no. =»  Sección  de  gobierno,  as  Número  5,483. 

Instruido  espediente  acerca  de  la  conveniencia  de  prohibir  la 
venta  de  la  novela  de  don  Wenceslao  Ayguals  de  Izco ,  Marta  la 
hija  de  un  jornalero  en  sus  tres  diferentes  partes ,  y  considerando 
que  su  lectura  y  circulación  no  puede  menos  de  ser  perjudicial  en 
esta  Isla ,  ha  tenido  S.  E.  por  conveniente  prohibir  en  adelante  su 
importación ,  si  bien  permitiendo  la  venta  de  sus  existencias  actua- 
les en  atención  á  que  su  introducción  ha  sido  autorizada  por  el  re- 
visor real  de  libros. 

Al  participar  á  V.  esta  resolución ,  debo  manifestarle  i  nombre 
de  S.  £.  f  respecto  i  las  razones  qae  alega  en  su  esposicion  fecha 
de  26  de  octubre  último,  que  por  sensibles  que  sean  los  perjuicios 
que  á  sus  intereses  particulares  pueda  causar  la  prohibición  de  im* 
portar  nuevos  ejemplares  de  las  tres  partes  de  la  referida  novela, 
aquellos  tienen  que  ceder  á  la  conveniencia  pública,  ii 


IL  nWBLO  Y  SUS  OPUSOBIi.  78f 

por  razones,  régimen  y  condiciones  especiales  de  esta  provincia,  en 
que  sa  circulación  no  continúe. 

S.  E.  está  persuadido  que  ni  V«  ni  el  autor  de  la  mencionada 
novela  pueden  querer  subvertir  los  principios  en  que  dicho  régi<>« 
men  estriba,  como  forzosamente  lo  serian  con  la  publicación  de 
algunas  de  las  doctrinas  que  en  la  referida  novela  se  esplanan ,  ni 
destruir  ante  los  habitantes  de  la  Isla  el  buen  nombre  j  crédita  del 
gobierno  español,  cuyo  prestigie  baria  rebajar  la  propagación  de 
muchos  de  los  hechos  que  según  el  prospecto  han  de  servir  de  tema 
á  la  tercera  parte. 

S.  E.  está  persuadido  de  que  esta  idea  se  halla  bien  lejos  del 
ánimo  del  autor,  que  antes  que  hombre  de  partido ,  es  y  debe  ser 
español ,  y  por  lo  tanto  no  puede  desear  dar  nuevas  armas  á  loe 
malos  españoles  que  trabajan  por  la  independencia  ó  por  la  anexión 
de  Cuba  á  los  Estados  Unidos ,  y  que  para  ello  se  valdrían  induda* 
blemente  del  desprestigio  que  las  obras  indicadas  harían  recaer,  no 
sobre  un  partido  y  el  gobierno  que  lo  hubiese  representado ,  sino 
sobre  la  nación  entera  y  su  gobierno. 

Dios  guarde  á  V.  muchos  años .  t=s  Habana  6  de  noviembre 
de  1855.  =B  Joan  Sunyé.=sSeñor  don  Demetrio  Aygnals  de  Izco.» 

¡  Cosa  singular !  Años  atrás  hallábase  precisamente  de  capitán 
general  de  la  Isla  de  Cuba  el  mismo  señor  Concha ,  que  tan  digna- 
mente desempeña  hoy  esta  aatoridad,  y  entonces,  para  vencer  á 
López  que  acaudillaba  á  los  descontentos ,  y  que  la  insurrección 
fermentaba  y  llegó  á  romper  las  hostilidades ,  { no  le  ocurrió  á  S.  E« 
que  nuestras  humildes  producciones  podian  ser  favorables  á  los  de-* 
rignios  de  los  insurrectos  I 

Solo  ahora  que  reina  en  Cuba  la  mas  perfecta  tranquilidad  i,  se 


TtS  Ib  BiSJttO  W  tos  )ttfMBIfSS 

teme  «|M  la  jpobre  liaría  fi06  dcapuje  ide  muestras  posesioBes  id 
América  para  regalarlas  á  los  Estados  (laidos. 

HÍ  immIo  S.  £.fenttit¿ó'entaDGQs4adQtrodiieo¡aB  y  iúreolacioa 
detiMiestras  haodldes  4ikra&»  aino  Roacali  •  dañado ,  Besoala  y  el 
ganeral  O'Doaoell ,  naesiro  actual  mioÁstr o  de  la  fiaerra,  que  son 
los  ^geDísrales  (jue  han  ^beroado  U  Isla  de  £laba  desde  qae  eaupe- 
MBios  á  publicar  ooastca  obia. 

XanpoQOvel  retisor  Mal  de  UJbnos  ba  AenidD  Banca -el  ooeBur  in- 
iOB waíeate  t  segaa  lOOBflesa  la  aouBaícacion  de  la  oapilaoáa  gene- 
ral, en  autorizar  la  iotroduccioa  de  nuestras  novelas,  y  abora,  eB 
#slosrtietapBS  «de  legaUdad  y  de  jastioia,  ae  «nrcauía  á  noa  empresa 
detona  sola  plamada^iSo  prelestos«  oi^yos  aomeBtarios  idejamos  i  la 
diecreokm  i  de  ^aiiestaos  lectores. 

S  00  se  orea^qoe  «^bajecamos  les  pérdidas  qae  bos  iia  ocasio- 
Bady>  iiai  á  UBestBo  berfBaBe' eoBio  á  oosotffos  la  arbitraria  resolo- 
eiea  dd  eapitaa  geMrd  4e  la^HabaBat  poes  iácibaenle ae  coib- 
pMideiiAB*loa  ^tos  bedios  por  oaestro  iMrmaao  psM  ^Boatar  aa 
establecimieoto  ea  aqaella  capital  tastableoiaitaBlo  .qae  bo  puede 
eedtÍBBar,  sieado  su  objeto  Ja  j^eota  de  .oaestras  publicaciones  *  y 
qae  M  levaatado  ya  imal  TveadiMdo  4e  xualqaier  4Biodo  todas  las 
existencias  de  libros. 

▲demis ,  la  avidez  coa  que  ^fíienoa  arrebaiados  los  prioieros 
GoalreicíeBtos  qjempiares  del  Palacio  d$  las  Crwíe»t$  que  Uegaroa 
i  la  Isla,  y  los  iacesaales  pedidos ,  dieron  al  director  del  esiableci- 
TJento  la  eegnridad  de  eolocar  basta  dos  mil  ejeoi^lares  cuaBdo 
HMoeSípordefuranto ,  qne  eran  JAs  que  estaban  embarcados  coaB«- 
do  Uegd  áatiestro  .poder  la  Botioia  de  la  probibióoB. 

Véase ,  pues»  como  además  de  los  gastos  de  .la  e^diciimt,  f 
deq^Béslos  del  ntomei  jola  el  valor  de  las  entregas  ;pan  dos  mil 


sascritores,  constafodo»  la  obra  de  cien  entKegfW,,  aseMide  al  préoléi 
de  Madrid  á  doscientos  mvl  ebaeb»^  castidad  que  hiAieni'creoidb 
en  proporeioii  del  «mnento  snoeaivo  de  suaGiiloveaé 

Pero  QO  son  los  perjuieío»  partiealaresi  loa  que  na»  nosf  «fiíetaitt^ 
estamos  acostumbrados  á  sacrificar  nuestros  intereses  en*beMfid# 

Lo  qne  Uena^  At  amargora-  nuestro  eopaoso»,  es  ver  que^  nveetra 
pobre*  España  parrece  condenada  ¿  que  prep^ndenen'  siempre  en-  elli 
los  errores  de  los  •  gobernaMes  sebre  la  saolidad  de  laia  leyeav 

Jama»  bubiéramos  creído  que  en  un>paisien  donde<1ledoa  los  AéÍi 
anuncien  los  periédioos  la  fíenla  de  las  obras*  de  Vietifr'  Hogo>,  dt 
Eugenio  Súe  y  otros  autores'  que  práditan  ek  soeielismei  y  beeta  el 
comunisBK»,  se  considerefip  perjodioiivlea  la»  erangélica»  doctrnai 
de  nuestra  modesta*  María. 

Debiéramoa  dar  las'. gracias  á»  la  aatevidad  fniütar  de  Cuba  peir 
ima  predileecíoR  quei  Dea  enahece  nraeboé 

Nos  reiríamos  de  todas  ganas ,  si  no  fuera  ta«  grave  este  asu»^ 
to,  al  leer  la  razón  qpe  se  alega  para  probtbir  nnestra  obre :.  m  bb 
TBiioB  ns  Qim  pon  klla  psaDAMes-  KeBsnAS  powsioifBd  fb  Ué-^ 
tbamabIII  Riiwm  i$m(UÍ3. 

Descuide,  pues,  el  escelentísimo  señor  capilan  general  gobei^ 
nadar  de  la  Isla  de  GidNi ,  que  no  seremer  nosotros  los  que  demos 
un  solo  paso  pob  ahoba  para  obtener  el  permiso  de  circtílar  uM 
obra  cuya  propagación  en  la  Isi»  paede  arrebatarnos  ,  en  su  con^^ 
cepto,  las  eonqnistas- del  iamoso  'Cristóbal  Colon. 

Sin  embargo,  sabemos  que  otro  editor  de  la  eórte,  interesada 
en  la  permanencia  de  nuestro  bermano  en  la  Habana ,  porque  tam- 
bién tiene  con  él  relaciones  de  interés ,  ba  hecbo  gestiones  y  lo- 
grado que  personajes  de  valimiento  escribiesen  á  la  autoridad  mi- 


784  BI.  PALACIO  DI  LOS  GEÍMINBS 

litar  de  la  Habana  para  qae  revoque  una  prohibicioa  qae  á  cuantos 
tienen  noticia  de  ella  les  parece  arbitraria. 

No  sabemos  caál  será  la  resolacion  del  capitán  general  de  la 
provincia  cabana  vistos  los  deseos  de  los  altos  personajes  á  que 
aludimos. 

Nos  alegraríamos  de  que  no  viese  ya  en  nuestras  novelas  esas 
ü/rmoi  de  que  te  valdrían  los  malos  españoles  para  trabajar  por  la 
anexión  de  Cuba  á  los  Estados  Unidos ;  j  de  que  sin  riesgo  de  pa- 
recer malos  patricios ,  pudiésemos  subsanar  en  parte  nuestras  pér- 
didas, circulando  j  vendiendo  unas  obras  precisamente  bspiradas 
por  nuestro  patriotismo  y  nuestro  amor  á  la  humanidad  entera. 

Los  generales  Concha ,  tanto  don  Manuel ,  como  don  José ,  por 
inmensa  que  sea  la  distancia  que  media  entre  sus  opiniones  poh'ti- 
cas  y  las  nuestras ,  nos  merecen  el  alto  concepto  de  caballeros  pun- 
donorosos ,  leales ,  y  amantes  de  la  justicia  y  de  la  prosperidad  de 
su  pais.  No  puede  ser  sospechosa  esta  espontánea  declaración  que 
hacemos  en  el  momento  en  que  somos  víctimas  de  una  medida  que 
cooceptuamo«  arbitraria ;  mas  por  lo  mismo  que  tenemos  concebi- 
da favorable  id«a  de  la  rectitud  de  aquellos  señores »  esperamos  aun 
que  será  en  breve  revocada  la  prohibición  de  nuestros  humildes  es- 
critos en  la  Habana. 

Si  así  no  sucede ,  protestamos  desde  ahora  contra  quien  haya 
lugar ,  y  nos  reservamos  el  derecho  de  reclamación  que  concede  la 
ley  á  todo  el  que  se  ve  arbitrariamente  perjudicado  en  sus  intere- 
ses, adquiridos  á  fuerza  de  afanes  y  desvelos  en  el  ejercicio  de  una 
profesión  honrada,  * 


X. 


EL  PORVENIR. 


RadioM  de  eterna  loi 
la  democracia  en  tus  leyes, 
Ti6  al  OBiSBio  Rey  de  loa  reyes 
morir  por  ella  en  la  cms. 


¿  Y  qué  diremos  á  los  qne  vilaperan  las  tendencias  democráti- 
cas de  nuestro  libro? 

Es  tan  bella  la  democracia ,  qne  hasta  los  que  la  impugnan  ,  si 
son  personas  ilustradas ,  se  ven  obligados  á  ponderar  la  santidad  de 
sus  dogmas,  y  solamente  la  rechazan  por  que  en  su  concepto  no 
está  el  pueblo  espaBol  en  disposición  de  recibirla  ;  como  si  lo  bueno 
no  fuera  bueno  en  todos  tiempos. 

No  hemos  olvidado  aun  el  discurso  ,  que  á  fines  de  noviembre 

de  1855,  pronunció  en  la  Asamblea  don  Salustiano  Olózaga,  uno 

de  los  mas  notables  que  se  han  oido  en  las  Cortes  desde  que  rige  en 
t.  11.  99 


786  BL  PALACIO  DE  LOS  CRÍMENES 

España  él  sistema  representativo,  discurso  capaz  de  convencer  por  s{ 
solo  al  mayor  enemigo  de  la  república ,  que  únicamente  de  este  go- 
bierno popular  surgir  puede  la  salvación  y  prosperidad  del  país. 

Mas¡ay!  que  en  medio  de  los  incontrovertibles  axiomas  pro- 
nunciados por  el  elocuente  orador ,  verdades  sublimes  que  consti- 
tuyen la  mas  bella  oración  apologética  de  la  democracia ,  el  mas 
entusiasta  himno  entonado  en  loor  de  la  igualdad  de  todos  los  ciu- 
dadanos y  en  pro  de  esa  brillante  juventud  tan  criminalmente  olvi- 
dada por  los  prohombres  del  progreso ,  dejó  deslizar  de  sus  labios 
ciertas  frases,  que  si  bien  á  primera  vista  parecieron  razonables  por 
la  habilidad  con  que  fueron  proferidas,  estaban  desnudas  de  sana 
lógica ,  y  en  completa  disonancia  con  sus  mismas  aseveraciones. 

A  esta  mezcla  de  encontrados  argumentos,  quieren  dar  los  soi- 
disanl  diplomáticos  la  calificación  de  /labilidad  parlamentaria;  pero 
nosotros  que  jamás  hemos  abogado  por  la  vetusta  escuela  de  la  fic- 
ción ,  si  qaier  merezca  de  sus  adeptos  el  título  de  parlamentarismo, 
creemos  que  es  indigno  de  todo  talento  privilegiado  el  incurrir  en 
las  graves  contradicciones  de  qué  adoleció  el  famoso  discurso  del 
señor  Olózaga. 

Después  de  haber  rendido  caaplido  homenaje  de  respeto  j  ad- 
hesión á  los  principios  democráticos,  después  de  haber  dkhoqoe 
todos  \m  españoles  úa  disliocton  de  clases  ai  calegorias  f  iiedeii  as- 
ilar á  todos  los  eeiigas  páblioos ,  seguo  su  mérito  y  cepaoidad »  des- 
pués d^  haber  probado  eoa  incootestables  y  sólidos  argnaieatos  qmt 
la  capacidad  y  la  iatelt^fencia  ao  son  pairímonio  eselasivo  de  mogm- 
na  clase,  sino  que  las  reparte  Dios  eooH)  semíUa  divina  que  ase- 
meja el  hombre  á  se  Criador  ,  y  que  las  reparte  enire  Ja  tnoche- 
dombre  de  los  que  paebtaQ  la&  lUoioaes»  morieado  deseouocidos, 
AMmadosio  eallivot  porfae  la  stibiadad ,  IMMN|ue  ha  oaslutnhrea» 


BL  YfULO  X  :s«  wmaowifc  7tT 

porqae  las  leyes  epaoeii  Irakas  al  dnarr^Ha  4e  cais  oapwidadcB; 
dttpoés  dcr  proelMMtf  ipie  es  dcbar  de  la  AftamUm  iar  i  k»  «chves 
destatídas  lo4|iie  hna  pecdíAa;  después-  de  haber  hacho  ia  apria^^a 
déla  igualdad  que  aa  el  dogtta  fuadameatak  da  la  democracia  ,  if 
halier  proraiapido  aa  esla  «olida  etelamacioa :  a;  Díthosa  país  al 
qae  Uegae  á  ser  gobernado  de  eaU  aMoeral  [INcbosQ  jpMf  el  que 
sepa  premiar  y  cul tirar  iaalas  capacidades  perdidag  ea  ta  oúseria  y 
eo  la  oscuridad  I»  Después  de  toda-ealo,  repetidlos  y  aa  aHHDbra  el 
seoor  Oléiaga  de  ^ae  oaaehos  saoores  dipaladoe ,  i  qoieoes  Gálifica 
de  muy  respitüUes  per  *stis  oiüecedealej,  qaiateBa»  coaabalir  eseDOial<«* 
eialmeale  b  feraia  de  gobíeroD. 

«¿Cómo  pudíeroQ  creer  esos  señores — dijo  el  orador-^^qni 
íaese  pasible  esUMacer  ea  Espaaa  uq  aiilaaia  pwaaaenle  democrá- 
tico ?  i  Ddnde  eslabaa  los  aateeedesAeseak  opinioa?  ¿Dóndaesta-^ 
ban  los  hombres  que  hablan  de  guiar  ali  poahb  apaout^  sid  a^pravio 
de  los  que  de  buena  fé  prafesabao  estas  dodrioas?  iQmém  era  el 
designado  para  gefe  de  ese^miefo  órdea  de  caeas?  ¿Pado^cveanÉa 
seriamente  qm  España  quería  ron»per'  coa  lo  paaado  y  divoreiarsa 
de  k  monarquia?i> 

Segon  este  párrafo  literalmente  estoaido  de}  Bütable  diacarsa  de 
nuestro  digBO  eoibayador  en  Francia,  y  sega» todas  las  teadeaciaa» 
toda  la  Mesofía ,  toda  el  espirito  de  la  célebre:pcaoracioa.9.1a  da^ 
OKicraeia  es  el  gran  siatema  de  gobierna,  el  mas  jwÉo  y  recoaieiH* 
dable ;  pero  ao  puede  ana  establecerse  en  E^nna  ,  ca  el  conoeplo 
del  seuor  Olóaaga  ,  porqae  no  hay^  capactdadeB  qae  le-,  dirijan^  ni 
prosélitos  que  le  aceptea  ^  ni  merece  bis  siaapatías  del  p^ehie». 

[Lamentable  errot  el  de  h  sagvada  parte  I 

Ei  psebio  quiere  na  gobierno  barato ,  j  niaguDO  paede  seda 
coaaa  el  qaayedaoe  á  k  aienor  eafaeskia  d  BÉmero  de  enupleadoa 


768  KL  PALACIO  DI  LOS  CBÍIURES 

públicos  9  ningun  gobierno  paede  ser  tan  económico ,  como  el  qoe 
suprime  las  contribuciones  de  impuestos  de  inmoral  origen ,  qne  no 
necesita  A  inmenso  ejército  qne  consomé  los  productos  del  país  y 
arrebata  la  juventud  dd  seno  de  las  familias,  robándola  también  á  la 
industria,  á  la  agricultura,  á  las  artes,  á  las  ciencias  y  al  comercio. 

El  pueblo  quiere  un  gobierno  justo  ,  y  ninguno  mas  justo  qne 
el  qne  está  basado  en  esa  igualdad ,  en  esa  semilla  divina  qne,  según 
la  feliz  espresion  del  señor  Olózaga ,  cuemeja  el  hombre  al  Criador. 

¿Y  cómo  el  señor  Olózaga  con  su  privilegiado  talento  se  atreve 
á  decir  que  el  pueblo  rechaza  tan  beneficioso  sistema  y  que  no  ha- 
llaría capacidades  á  propósito  para  dirigirle ,  para  marchar  á  sn 
frente  ? 

Pues  qué  I  el  mismo  señor  Olózaga  ,  tan  imbuido  en  las  sanas 
doctrinas  democráticas ,  sería  capaz  de  negarles  su  apoyo  en  el  caso 
de  que  triunfaran  en  España  ? 

Estamos  seguros  de  que  no  sucederia  así ,  y  que  además  de  las 
iItAi(racionej  ya  esperimentadas  é  intachables  en  su  conducta ,  qne 
de  buena  fé  abrazarían  A  nuevo  orden  de  cosas ,  rotas  las  trabas, 
esas  trabas  que  ,  como  ha  confesado  el  señor  Olózaga,  son  hijas  de 
rancias  costumbres  y  de  viciosas  leyes,  y  que  las  preocupaciones  de 
las  viejas  escuelas  oponen  al  desarrollo  de  las  inteligencias ,  surgi- 
rían altas  capacidades  de  las  virtuosas  masas  del  pueblo ,  de  las  cua- 
les no  se  acuerdan  los  desacreditados  sistemas  sino  para  vejarlas, 
para  oprimirlas  y  arrebatar  el  fruto  de  sus  afanes  y  sudores  que  se 
consume  en  las  atenciones  de  insoportables  presupuestos. 

Nosotros  preguntaremos  en  cambio  al  señor  Olózaga :  ¿y  cree 
de  buena  fé  que  con  la  manutención  de  un  ejército  crecido  á  la  par 
que  organizado  con  ostensible  lujo,  con  una  corte  qoe  reclama  cre- 
4;idos  millones ,  y  con  esa  falanje  inmensa  de  empleados ,  indispen- 


BL  raDLO  T   SUS  OPIBSOBBS.  789 

sables  coloamas  en  qae  se  apoya  el  edificio  de  la  monarcpta ,  cree, 
repelimos»  qae  puedan  obtenerse  las  economías  qne  el  pneblo  re- 
clama? 

Imposible»  de  todo  punto  imposible. 

Preciso  es  conocer  qne  sienta  muy  mal  en  los  viejos  partidos,  en 
los  hombres  gastados  por  sus  desaciertos «  dirigirnos  la  insolente 
pregunta  de  ¿dónde  están  las  capacidades  que  alberga  en  su  seno 
el  partido  de  la  democracia? 

Conceded  al  pueblo  el  sufragio  universal,  y  estamos  seguros 
que  él  las  hallará ;  porque  el  pueblo  no  es  egoista  como  los  santo- 
nes del  progreso »  y  tenderá  su  mano  á  esa  juventud  democrática 
llena  de  entusiasmo  »  llena  de  fé »  inmaculada  en  sus  aspiraciones, 
pura  en  sus  pensamientos ,  avanzada  en  sus  ideas  regeneradoras,  y 
vigorosa  en  su  lozanía. 

Es  fuerte  empeño  el  vuestro,  hombres  de  las  añejas  doctrinas, 
el  de  proclamaros  ÚNICOS  para  el  gobierno  del  pais. 

Decís  los  moderados ,  con  toda  la  candidez  de  la  presunción: 
«  nosotros  somos  los  hombres  de  la  suprema  inteligencia ,  y  fuera 
de  nuestra  escuela  no  cabe  la  posibilidad  de  gobernar  al  pais.» 

Y  vosotros ,  santones  del  progreso ,  esclamais  á  vuestra  Tez: 
«dejadnos  en  el  poder,  porque  al  paso  que  á  nuestras  espaldas  están 
los  polacos  con  todas  sus  iniquidades ,  tenemos  en  frente  á  los  de- 
magogos con  todos  los  horrores  de  la  anarquía.  Nosotros  somos  la 
única  tabla  de  salvación  que  en  medio  de  la  tormenta  puede  condu- 
cir la  nave  del  Estado  á  puerto  de  seguridad.» 

¡Qué  obcecación  1  ¡Qué  locura!  Chocheces  de  la  vejez. 

Los  moderados  decís  á  los  santones  del  progreso :  «  sois  inútil 
les  para  el  gobierno ,  porque  vuestra  debilidad  conduce  á  la  licen- 
cia, al  desenfreno,  á  la  anarquía.» 


.7M  EL  FAJUietO  HB  LOS  CIÉMniBi 

Los  ycogresíélafl  oontesüÍB  á  los  naderaáofü  •vuestras  dc^tri-* 
na^  coodttCM  á  la  exasperaaoo  del  pnM»^  i  ta  ditsMttOQ  M  ^érw 
cito,  á  la  ruina  del  pais  ,  al  escándalo,  á  la  inmoralidad,  á  loa 
crímenes ,  á  la  revolución  ^  j  por  últiiDQ  «  á  Tiieflraa  eslvepilosas 
«aidas^ji 

£a  resume»,  \m>  dos  (Nuriidos  aiegats  vuestras  raBoaea  para 
coftveAcer  cada  cual  a  vuesiro  cenirarkn  que  es  ée  todo  pcmlo  iaé* 
til  para  consolidar  en  España  un  gobierno  sáUdo  que  afiance  el  ór* 
dfiu  público  y  prepare  no  glorioso  j  próspero  porveair.  Sofe  eo  es- 
te panto  os  coocedenkos  la  razón  á  entrambos  partidos  ^  por^e  ni 
uno  vi  o4r<^  seis  capaces  de  labrar  la  dicha  4e  la  nación. 

Haca  eft  tweve  medio  siglo  que  os  dispoiais  el  poéer  j  le  ejer- 
céis á  intervalos  cometiendo  cada  vea  mayores  torpeías,  cuan  de  no 
escandalosas  iniquidades  y  crímenes  atroces  que  adarva»  de  día  en 
dia  los  males  de  esta  oacio»  infortunadau 

¿  Queréis  saber  lo  que  sois  ?  Esencliadi. 

Sois  la  triste  ímá(2^  de  nna:  vieja,  carcomida  y  des(|ii¡aiada 
noria ,  cuyos  rotos  arcaduces,  al  impnlso  iú  magro  jámenlo  ^oe 
marcha  á  ciegas ,  en»blema  de  vuestro  orgullo,  saben  y  bajan  grn«* 
nendo,»  y  vierten  «L  agua  por  todas  sns  grietas  y  roturas,  hasta 
formar  un  asqueroso  lodazal ,  en  vez  del  manantial  cristalino  que 
riegue  y  feeuadice  el  árbol  de  la  prosperidad  púbUca. 

¿Na  se  han  ensayado  ya  repetidas  veces  lodas  vuestras  tenríis 
y  sien^ira  en  daño  dal  pais?  ¿Qué  hombres  han  descocado  en  vnen» 
tras  filas  que  hayan  logrado  hacer  la  felicidad  de  España  ¥  ¿  Qué 
grandes  poUiieos  militan  en  ellas  capaces  de  levanáar  eela  magna- 
nidia  nación  al  grado  die  prosperidad  y  de  culliira  que  le  cnrreapon- 
de?  Bueno  es  que  erijáis  nuMiumentos  á  los  hpttfares  hunraden  que 
desde  vuestros  bandos  han  desceniüdo  putos  i  la  fnmhn ,  pornue  b 


moralidad  es  en  efecto  uoa  virtud  sorprendente  y  rara  entre  los  qw 
profesan  vuettfos  principios  doctriwarios;  pero  citad  inia  sola  tnteli- 
geiicia  ét  entre  vuestras  decaoladas  capacidades  qoe  do  haya  ioctir^ 
rido  en  gravísimos  absurdos.  « 

Gastadas  ya  comptetameatt ,  desacreditadas  las  ilaslrationer  del 
bando  moderado  y  dd  santonístto  progresista ,  ven  con  amargura 
que  á  medida  que  su  decantada  habilidad  diplomática  se  ileíspresti- 
gia,  sube  de  punto  el  riesgo  de  que  pase  el  poder  i  roanos  de  los 
progresistas  avanzados «  de  las  ovales  irá  por  fin  á  parar  en  las  éé 
los  hombres  de  la  democracia. 

¿Y  cómo  han  de  resignarse  á  esta  humiUacio» ,  los  que  aveza- 
dos i  vivir  holgadanaente  del  presopuesto,  conservan  aun  bástente 
osadía  para  proclamarse  los  únicos  capaces  de  gobernar  el  país  ,  ¿ 
quien  escandalizan  oen  sus  desaciertos  y  dcjugan  con  sus  exaccioties?' 
Antes  qtte  abandonar  la  mina ,  eo  coya  ^Votación  se  be  cebaí^ 
do  su  insaciable  codicia ,  á  la  manera  que  una  vez  eebado  el  ligref^ 
en  su  presa  sufre  las  saetas  del  cazador  j  le  amenaaa  y  ruge  y  se- 
agita  primero  que  soltarla ,  muéstrase  igualmente  iracundo  el  sém^ 
tonismo  contra  k»  que  tratan  de  arrebatarle  el  gobierno. 

Y  eomo  los  verdaderos  progresistas  desaprueban  la  conducta  de^ 
esos  ridículos  alumnos  de  Maquiavelo  que  no  hallan  hombres  aptoo 
para  el  poder  mas  <pie  en  el  reducido  círculo  de  sus  afecciones ,  qun 
se  compone  de  viejas  noiaUlidades  que  han  sido  silbadas  tantas  ve«» 
oes  como  se  han  presentado  en  la  escena  polftíoa ,  no  le  queda  mas 
recurso  que  apelar  á  la  farsa ,  á  la  creación  de  un  nuevo  panidti 
que  apoye  su  dominación* 

Esta  idea,  tan  estravagante  como  la  de  la  antigua  fusión  del 
hambre  funesta ,  ha  sido  acogida  con  júbilo  por  algom»  cadáve- 
res del  cementerio  de  los  moderados  »  qoe  te  lÍMmyMMi  de  lialiar  en 


793  IL  PALACIO  DI  LOS  CEOUlflS 

ella  ei  maravilloso  bálsamo  de  la  resurrección. 

Este  y  no  oiro  es  el  origen  del  terar  fartiio ,  que  como  obra 
de  los  que  tienen  ya  nn  pié  en  la  sepultura  y  de  los  que  están  com- 
pletamente enterrados  ,  nace  también  cadáver. 

£1  tercer  partido  ba  muerto  sin  recibir  las  aguas  puríficadoras 
del  bautismo  ;  d  Limbo  será  su  eterna  morada. 

No  podia  suceder  otra  cosa. 

¿Puede  idearse  proyecto  mas  original  y  risible  que  ese  nuevo 
engendro  político  de  los  hombres  gastados ,  al  cual  trataban  de  bau- 
tizar con  el  nombre  de  unión  liberal? 

¿  Cuáles  hablan  de  ser  sus  doctrinas  ? 

Las  de  todos  los  partidos ,  supuesto  que  se  admitia  en  sus  filas  á 
los  hombres  de  todos  ellos. 

Es  decir ,  que  se  trataba  de  formar  una  numerosa  hueste  de 
apóstatas  ,  alistando  bajo  la  flamante  insignia  de  la  unión  liberal  á 
todos  los  descontentos  de  los  demás  partidos. 

El  pensamiento  es  magnífico ,  y  sobre  todo  muy  digno  de  los 
hombres  de  la  moralidad. 

Nosotros  comprendemos  la  unión  moraliíadora ,  cuando  esta 
unión  es  sincera,  hija  de  la  abnegación,  del  convencimiento «  de 
la  buena  fé,  del  deseo  unánime  de  marchar  por  una  sola  senda; 
pero  la  unión  de  partidos  encontrados,  es  la  unión  de  los  elementos 
devastadores  que  agitan  todo  linage  de  borrascas. 

Es  la  unión  del  rayo  que  lleva  el  incendio  á  las  poblaciones,  con 
el  diluvio  que  las  inunda. 

Por  fortuna  hasta  ahora  no  han  militado  en  el  tercer  partido 
mas  que  sus  desatentados  autores. 

¿Pero  cuál  es  el  nombre  de  ese  partido? 

¿A  qué  categoría  pertenece? 


B.  IVIBbO  (r  SB§  OPlKSOlBfl.  78S 

¿Es  absola lista? 

De  ningua  modo;  porqae  si  tal  fuera,  no  ieoai^liokria  lalaa- 
dora,  de  h,  mioii  liberaL 

¿Esdeméorala? 

No ,  porque  trata  de  que  sobre  lodos  los  elemeotos  de  ¡gobierao 
prevalezca  la  dioladara  mili  tac,  y  el  prtnier  rienenlo  ide  fohierno 
fMura  la  democracia  es  el  amor  de  los  pvebles. 

No  y  porqae  para  hacer  respetar  Ja  aotoridad  raifitar,  apela  á 
'la  4mÁnauL  eafUribuiáÍ9n  .de  sangre^  j  la  democracia  aMirk  las 

Noy'porqM  se  amilaoa  aott  lo  ostensión  do  los  demolMs  elec«- 
toraleft,  y  la  democracia  los  estenderia  haMa  el  oofragio  lutversal* 

Jiü,  porqoe  trata  de  osplotar  «1  presupuesto,  y  la  .damooracia 
le  reduciría  de  muchos  millones  en  yentofa  de  loe  .pueblos. 

No,íporque  K  estremece  do  la  tibertad  de  imprenta >  j  la.  de- 
(mooraoia  la  protogma. 

El  tercer  partido,  en  resúnoa,  quiere  índdgeDcia  pora  los 
magaatea,  y  seteridad  contra  los  pobros^  ¥Íviria  de  ojerosos  im* 
¿pnestos ,  ée  inmocales  contribuciooes ,  del  jugo  de  Jos  >ettpleos ;  y 
iadomoccaoia  estableoeria  la  igualdad. ante  la  ley,  oboUría  la  p^ 
capital »  y  aliviaría  á  los  contribuyentes  de  cnanlas  esacciones  in- 
fuatas  disaúmiyoBiel  froto  de  su  trabajo. 

I  Es  progresista  ? 

No,  pon(ue  si  tal  fuese,  «i  vez  de  contemporizar  con  rancias 
preocupaciones,  trataría  de  adelantar  en  la  senda  de  las  reformas, 
y  lucharía  con  donoedo  para  qoe  la  soberanía  noaoioDal'ipiedara  só- 
íUdamente  establecida  y  fuera  respetada  como  autoridad  «oprema. 

No,  porque  la  prensa  progresista  rechaza  este  tercer  partido 
-ooa  iodigntcioa. 

T.  II.  100 


794  XL  PALACIO  n  ím  giíunu 

¡  Alerta ,  liberales  I 

Esa  unión  liheral  es  una  farsa. 

Ese  tercer  partido  no  es  mas  qae  el  faitido  modbiado  »  que 
para  ocuUar  so  deformidad ,  se  ba  cubierto  ya  el  rostro  muchas  ve- 
ces con  fascinadoras  mascarillas. 

Uamironse  primero  moderados ,  y  de  so  moderación  surgieron 
los  estados  de  sitio»  las  prisiones  ilegales,  las  deportaciones  artii- 
trarias  y  los  fusilamientos  en  tnasa. 

Se  proclamaron  los  bombres  de  paz ,  orden  y  juitieia ,  y  todos 
los  estragos  de  la  guerra  asolaban  á  la  nación  durante  su  mando* 
y  el  desorden  mas  inicuo  reinaba  en  las  regiones  del  poder,  y  el 
instinto  de  venganza  babia  usurpado  los  derecbos  de  la  justicia. 

Se  titularon  monárquieo^-eofíititueionalei  ^  y  llevaron  el  mortí- 
fero plomo  al  regio  palacio. 

Ábora  se  avergüenzan  de  sus  iniquidades,  y  no  pudiendo  apa- 
recer en  la  escena  de  donde  ban  sido  arrojados  por  la  indignación 
pública  que  estalló  en  julio  de  1854 ,  se  presentan  otra  vez  de  más- 
cara ,  cubriendo  su  feo  rostro  con  la  careta  de  la  unión  lihered. 

No  lo  dudéis ,  son  los  moderados  con  un  nuevo  antifax »  ^ 
mismos  moderados  de  siempre ,  con  los  mismos  deseos  de  medrar 
sobre  las  ruinas  de  la  patria. 

¡  Y  vosotros ,  santones  del  progreso ,  que  abandonáis  vuestras 
banderas  para  aumentar  las  filas  de  los  enemigos  del  pueblo,  ellos  y 
vosotros  os  atrevéis  á  preguntar  dónde  están  las  capacidades  de  la 
democracia  I 

I Y  vosotros  y  ellos  que  en  todas  épocas  babeis  sido  nulos  é  in- 
morales ,  vosotros  y  ellos  que  no  babeis  sabido  labrar  la  voltura 
del  pais ,  y  que  mil  veces  le  babeis  escandalizado,  no  solo  con  vues- 
tra impotencia,  sino  basta  con  vuestros  desafueros,  tenéis  la  avi- 


U  PUBBLO  T  SUS  OPIISOBBS.  795 

lantez  de  iosaltar  á  na  partido  virgen  que  levanta  la  frente  sin 
mancilla ,  orlada  con  la  aureola  de  la  misma  divinidad ! 

¡Hombres  de  las  viejas  preocopaciones!  postraos  de  rodillas 
ante  la  solemne  aparición  de  la  democracia »  porqne  la  democracia 
es  el  mismo  Dios. 

Diez  y  ocho  siglos  y  medio  hanse  deslizado  desde  que  la  idea 
democrática  recibió  un  bautismo  de  púrpura  divina. 

El  primer  demócrata  que  sufrió  el  martirio  por  haber  arrojado 
la  verdad  á  la  frente  de  los  déspotas ,  fué  Jesucristo,  á  quien  todos 
acatan  como  el  único  soberano  del  cielo  y  de  la  tierra ,  á  pesar  de 
ser  hijo  de  un  artesano ;  y  siendo  la  democracia  emanación  de  la 
misma  Divinidad,  en  vano  se  agitan  los  tiranos  por  esterminarla. 

Podrán  iracundos  ahogar  al  hombre  que  ose  proclamarla  en 
medio  de  las  mercenarias  huestes  de  esclavos  que  custodian  á  los 
ídolos  de  fanáticas  preocupaciones;  pero  no  ahogarán  el  dogma  de 
la  igualdad ,  semilla  de  inmensos  bienes ,  fructificada  con  el  riego 
de  sangre  del  Divino  Redentor  su  primer  apóstol ;  porque  este  dog- 
ma sacrosanto ,  imperecedero  como  toda  idea  sublime ,  es  el  aura 
vivificadora  que  se  estiende  por  el  espacio  y  derrama  sobre  las  in- 
teligencias el  rocío  de  la  verdad. 

Los  verdugos  coronados  han  levantado  y  levantarán  patíbulos 
para  esterminar  en  ellos  á  los  denodados  apóstoles  de  la  demo- 
cracia. 

Aumentarán  el  catálogo  de  los  mártires  asesinando  á  la  ino- 
cencia; pero  LA  iDBA  vivirá  siempre  iovalnerabie ,  y  cada  sacrificio 
acrecerá  su  radiante  esplendor,  hasta  que.  iluminando  al  orbe  en- 
tero con  los  divinos  rayos  de  su  elocuencia,  se  atraerá  las  genera- 
les simpatías ,  cautivará  los  corazones  de  todos  los  pueblos ,  que  de 
hinojos  ante  las  evangélicas  doctrinas,  tenderán  sus  brazos  á  la  de- 


\ 


799  IL  féLáCm  DI  ft09  OlteNBS 

DMcracíft «  viendo  en  ella  el  aol  de  la  libertad  que  ha  de  dar  ahaa 
y  vida  y  paz:  y  biénaadaosa  al  «oiverse ;  el  astro  radioso  que  iui 
de  ahuyentar  loa  privilegio»»  yl»  iadig»Dcia,  y  A  hambr»»  y  la 
eedaviUid  r  y  las  guerras ,  y  otras  calaiiiidadés  sin  oaento  ^  qne  á 
guisa  de  negras  sombras  surgen  de  la  tiranía  de  los  neyes*. 

(Ohl  Balo  dadeiSy  la  sangre  del  Salvador  (pe  bailó  el  árbol 
de  la  libertad  en  sos  hondas  raices,  le  ba  noárido  de  sivia  mila^ 
grosa  qoe  le  iittpele  á  estender  sus  frondosas  raonas  basta^  cubrir  el 
uBiva^so  entero^ 

Cobijada  á  la  sacón  por  ellas » la  humanidad  kabri  reeonqois* 
tado  á  su  ddeitable  sombra  la  paz  y  la  ventura  de  que  despojaran 
al  PCEBLO  sus  inicuos  OPRESORES. 


MAnniD    10  DB   MABKO  DB   185G. 


FIN. 


ÍXDICE  DEL  TOMO  SEGUNDO. 


■  ■tfjaqgaag>^^*»*" 


Cafítülo    i. 


II. 
III. 

IV* 

V. 

VI. 

VII. 

VIII. 

IX. 

X. 

XI. 

XII. 

XIU. 

XIV. 

XV. 

XVI. 

XVII. 

XVIII. 

XIX. 


XXI. 

XXII. 

XXIII. 

XXIV. 

XXV. 

XXVI. 

XXVII. 

XXVIll. 

XXIX. 

XXX. 

XXXI. 

XXXII. 

XXXIII. 

XXXIV. 


El  regicida  Meriao.      .     •     »     • 
Ferro-carriles.    .    ..     *     .     ..    .. 

La  pena  del  Talioo*     ..     «    •     . 
La  espiacioD.     •     .     »    •     •     .. 
La  belleza  del  alma.  Parte  piiiaera. 
La  belleza  del  alma.  Parta  flegonda» 
El  secreto.     ...... 

El  murciélago  y  los  polácoa, 
¡Qué  ministros.!      .     .     . 
El  banquero.     «     «    .     . 
La  buena  noticiau    .     •     . 
Odio  al  gobierno 
La  revelación.    .     . 
El  arrepentimiento. 
Amor  sin  esperanza.     •     • 
Indignación  general.     .     . 
Moralidad  y  pobctza*.    «     • 
Opulencia  y  prostitución»    .^ 
Los  moderados  pintados  por  si 
Yictor  el  cazador.    ..    .^ 

Los  celos  desvanecidos. 
Lucha  de  honor  y  amor. 
La  víctima  de  su  honra. 
Campo  de  Guardias..     . 
Los  polacos  en  la  agonia 
Batalla  de  Vicálvaro.    . 
Todos  vencedores.    .    . 
La  lanza  de  Longinos.    . 
Vindicación  del  pueblo  de  Sladrid* 
María  en  Madrid..    •     •     • 
Programa  de  Manzanares. 
Caída  del  ministerio  polaco* 
Venganza  popular.    .    .    . 

El  ministerio  metralla. 


mismos» 


PágiBM. 

3 

30 
54 
74 
81 
94 
114 
123 
129 
139 
149 
157 
166 
177 
182 
190 
204 
219 
226 
251 
260 
270 
274 
284 
298 
304 
315 
325 
340 
358 
370 
382 
395 
407 


páginas* 

Los  brindis \     .     .     .  426 

=     xxxvi.  Combate  fratricida 436 

Bs    xxxvu.  EspedicioQ  sangrienta 451 

=  xxxviii.  Las  barricadas 468 

=     XXXIX.  El  19  de  julio 477 

=  XL.  María  y  Carolina 511 

«=B         XLi.  El  negro  ensangrentado 522 

=        xLii.  La  junta  de  salvación,  fcontinuaeion  del 

í9dejuiio.J 526 

=s       XLiii.  Las  espa&olas •     .  537 

=3        xLiv.  El  hospital  de  sangre 548 

=         XLV.  Pronunciamiento  en  Alctra 552 

=        xLYf.  Sucesos  de  Barcelona 558 

«=      XLVii.  Sucesos  de  Yalladolid 569 

=      XLviii.  Sucesos  de  Zaragoza 576 

=        xLix.  La  unión  liberal 602 

=  L.  Amor  de  madre 623 

=>  Li.  Esperanzas 632 

s=  Lii.  Providencias  de  la  junta 645 

=          Lili.  ¡Mas  sangre  I 664 

=         Liv.  El  trono  y  el  pueblo 673 

es  LY.  Ilusiones  de  amor 682 

=s          Lvi.  La  pesadilla 693 

=         Lvii.  Regocijos  y  lágrimas 698 

=s       Lviii.  Diecinueve  meses  después 719 

Epílogo. 

Abtículo    i.  La  verdad 725 

s=s  II.  Critica  galante 730 

=  III.  Las  bellas  formas 735 

=3  iv.  Libertad ,  patria  y  bellas  letras.    •     •     .  744 

=  V.  El  mal  gusto 748 

=  VI.  Las  pasiones •     .     .     •  753 

=  Til.  Sencillez  y  verisimilitud 758 

s=  yin.  La  virtud  sobre  todo 762 

==  IX.  Percances  inesperados 770 

ss  X.  El  porvenir 785 


J 


^3(Si^393(aái(a3(s>s}as, 


En  el  tomo  I ,  página  593 ,  hemos  dicho  lo  siguieole : 
«El  dia  17  foé  puesto  en  libertad  el  sargento  á  quien  se  desig* 
naba  por  cómplice  de  la  supuesta  conspiración ;  pero  fueron  lla- 
mados los  presos  don  Mariano  Artal  y  don  José  Barracbina ,  inco- 
municados ambos ,  y  el  primero  con  grillos. » 

Con  fecha  de  11  de  diciembre  de  1855  nos  escribió  don  Haría- 
no  Aznar  y  Claverol «  propietario  de  Elche ,  asegurándonos  ser  él 
y  no  don  Mariano  Artal ,  como  decimos  nosotros ,  el  que  fué  preso 
á  bordo  de  la  fragata  Colon  el  17  de  octubre  de  1848  á  las  tres  de 
la  tarde.  Añade  que  después  de  ponerle  los  grillos  fué  trasladado  á 
un  lanchon  que  habia  en  el  buque ,  y  se  le  tuvo  á  la  intemperie 
entre  unos  carneros  y  gansos ,  con  centinelas  de  yista  que  no  le 
permitían  dirigir  la  suya  á  ninguna  parte ,  permaneciendo  en  esta 
angustiosa  posición  hasta  las  nueve  de  la  mañana  siguiente ,  hora 
en  que  por  dos  marineros  se  le  condujo  al  camarote  del  segundo 
piloto,  siendo  amenazado  varias  veces  por  pste  y  el  teniente  de  la 
escolta  de  que  se  le  pasaría  por  bajo  de  la  quilla  si  no  declaraba 
lo  que  sabia  como  gefe  de  la  conspiración ,  y  no  pndiendo  conse- 
guir nada ,  cometieron  con  él  las  mayores  crueldades ,  teniéndole 
preso  hasta  el  1.^  de  noviembre «  en  que  se  le  puso  en  libertad  á 
las  cuatro  de  la  tarde. 

TOMO  II. 

En  la  página  89 ,  linea  i  5 ,  donde  dice  Tasso ,  léase  Petrarca. 
En  la  fagina  734 ,  verso  de  Virgilio ,  donde  dice  cogib  ,  léase 
cogis. 


•  *Í3 


f 


COLOCACIÓN  DE  LAS  LAMINAS, 

iCCf  ■ 


tiúnwnM  de  las  Uminai.  PigiBM  á  que  ahideo. 


13 3 

14 121 

15 143 

16 167 

17 271 

18 341 

19 406 

20 430 

21 528 

22 549 

23 562 

24 690 

25 699 


•  •e»o 


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