Skip to main content

Full text of "El primer arzobispo de Montevideo : doctor don Mariano Soler"

See other formats


APR  26  2006 


BX  4705  .S667  V53  1935 
Vidal,  Josjbe  Maria,  fl. 

1877-1893. 
El  primer  arzobispo  de 

Montevideo 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2014 


https://archive.org/details/elprimerarzobisp02vida 


BIBLIOTECA  URUGUAYA  DE  AUTORES  CATOLICOS 


DR.  JOSE  MARIA  VIDñL 

EL  PRIMER  ARZOBISPO 
DE  MONTEVIDEO 

(Dr.  Don  Mariano  Soler) 


TOMO  II 


EDITORIAL  DON  BOSCO 
MALDONADO    2125    —  MONTEVIDEO 


I 


Dr.     JOSE     MflRlfl  VIDAL 
Salesiano 


EL  PRIMER  ARZOBISPO 
DE  MONTEVIDEO 

Doctor     Don     MñRIMNO  SOLER 


019 


Tomo  Segundo 


APR  26  2006 
V^glOGICMjgSS^ 


Tipográfica 
Talleres  Don  Bosco 
Montevideo  1935 


- 


T  E R  CE RJ\  PñRTE 


Tercer  Obispo  y  Primer  Arzobispo  de  Montevideo 
El  fondo  del  cuadro  -- 

Como  en  las  secciones  anteriores,  esbozaremos 
en  ésta  una  reseña  de  los  hechos  que  sirven  de  fon- 
do a  la  actuación  de  nuestro  biografiado. 

Al  General  Máximo  Tajes  sucedió  en  la  presiden- 
cia de  la  República,  el  1.»  de  Marzo  de  1890,  el  Dr. 
Julio  Herrera  y  Obes,  cuyo  multiforme  talento  y 
honroso  pagado  cívico  auguraban  excelente  gobier- 
no. Tales  presagios  se  cumplieron  en  buena  parte. 
El  nuevo  Presidente  se  rodeó  de  grandes  ministros, 
conjuró  varias  veces  la  revolución,  sorteó  con  habi- 
lidad los  escollos  de  la  crisis  económica,  asentó  la 
piedra  fundamental  de  la  Universidad  y  de  ia  Esta- 
ción del  Ferrocarril  Central. 

Cuando,  a  la  muerte  del  limo.  Sr.  D.  Inocencio 
María  Yéregui,  los  católicos  solicitaron  la  coloca- 
ción del  nombre  del  Dr.  Soler  al  frente  de  la  terna 
de  candidatos,  Herrera  contestó,  accediendo:  "Na- 
die mejor  juez  que  los  católicos  mismos." 

Terminado  el  cuadrienio,  la  Asamblea  General 
se  reunió  por  veinte  días  consecutivos  sin  que  se 


4 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


formara  mayoría  absoluta  en  favor  de  ningún  nom- 
bre. El  21  de  Marzo  de  1894  salió  inesperadamente 
de  la  urna  el  de  D.  Juan  Idiarte  Borda.  Hombre  bue- 
no, no  era,  sin  embargo,  el  que  reclamaban  las  cir- 
cunstancias. El  descontento  estalló,  en  1897,  en  una 
protesta  armada,  a  cuya  cabeza  iban  Aparicio  Sa- 
ravia  y  Diego  Lamas,  y  cuyo  episodio  más  sangrien- 
to fué  la  derrota  del  Gobierno  en  Tres  Arboles  (17 
de  Marzo).  El  25  de  Agosto,  al  salir  del  tradicional 
Tedeum  cantado  en  la  Catedral,  sucumbió  el  Presi- 
dente, víctima  de  un  atentado,  en  la  esquina  de  las 
calles  Sarandí  y  Cámaras  (hoy  Juan  Carlos  Gómez). 

Recoge  el  poder  el  presidente  del  Senado,  D. 
Juan  Lindolfo  Cuestas,  el  ex-ministro  de  Santos. 
El  nuevo  gobernante  logra  restablecer  la  paz,  que  se 
firma  el  18  de  Septiembre  de  aquel  año  1897.  El  10 
de  Febrero  siguiente  disuelve  las  Cámaras,  desfa- 
vorables a  su  candidatura,  y  se  proclama  presidente 
provisional,  o  dictador.  La  reacción  cobra  forma  de 
motín  militar,  el  4  de  Julio.  Cuestas  lo  sofoca,  y,  en 
l.9  de  Marzo  de  1899,  es  elegido  presidente  consti- 
tucional hasta  1903.  El  18  de  Julio  coloca  la  primera 
piedra  del  puerto  de  Montevideo. 

Entre  sus  arbitrariedades  comete  la  de  cerrar  és- 
te y  los  demás  puertos  del  país  a  sacerdotes  y  religio- 
sos, impulsado  de  su  mentalidad  sectaria  y  azuzado 
desde  la  prensa  por  los  concabidos  histriones  de  la 
libertad. 

Después  de  haber  conservado  "a  palmetazos", 
según  la  gráfica  expresión  de  Zorrilla  de  San  Mar- 
tín, el  orden  en  la  República  (lo  que  no  puede  leal- 
mente  negársele),  se  embarca  con  rumbo  a  Europa 


DOCTOR  D.  MAlIi).':  HUI 


» 


y  va  a  morir  lejos  de  la  patria,  en  París,  e!  21  de 
Jcr.io  ce  1CJ05. 

Recibe  de  sus  manos  el  bastón  presidencial,  el 
1.»  de  Marzo  de  1903,  D.  José  BatÜe  y  Ordóñex.  So 
elección  levanta  en  armas  al  partido  nacional,  que 
las  depone  por  el  pacto  de  Nico  Pérez  (22  de  Marzo  ^ . 
Mas  el  L"  de  Enero  siguiente,  habiendo  enviado  el 
presidente  dos  batallones  a  Rivera,  a  raíz  de  un  con- 
flicto surgido  entre  esta  ciudad  y  la  brasileña  de 
Santa  Ana,  se  exacerban  las  pasiones,  y  los*  nacio- 
nalistas despliegan  de  nuevo  la  bandera  de  la  revolu- 
ción. Por  nueve  meses  consecutivos,  corre  sangre  de 
herró         Dr;--  er.v.r.ce? 

la  historia  de  nuestras  discordias,  con  otros  nombres 
nefastos,  los  de  Fray  Marcos,  Paso  del  Parque.  Tv<- 
pambaé.  Masoüer. . .  Finalmente  se  reconcilian  los 
adversarios  en  Aceguá  (24  de  Septiembre). 

Eo  este  primer  gobierno  de  BatÜe  se  iniciaron 
las  '-■"■ra?  ^!  edirici:  ce  .a  Fa:o"oaO  ce  Ve-c:'::oa.  -  - 
inauguraron  los  tranvías  eléctricos,  se  extendió  la 
red  de  ferrocarriles,  se  administraron  honrada  y 
acertadamente  los  caudales  públicos. 

Pero  al  propio  tiempo  fué  característica  del  pre- 
sidente y  de  la  parcialidad  formada  por  él  un  odio 
insanable  a  la  religión,  contra  la  cual  se  dictaron  le- 
yes y  se  realizaron  actos  de  aciagas  consecuencias 
para  la  sociedad  uruguaya. 

Le  sucedió,  el  t?  de  Marzo  de  1907.  el  Dr.  D. 
Claudio  WflHman,  bajo  cuya  presidencia  fTna,:- ' 
días  el  gran  Arzobispo  de  Montevideo. 


6 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


El  Gobernador,  sede  vacante  - 

El  día  siguiente  al  del  óbito  del  limo.  Sr.  D.  Ino- 
cencio María  Yéregui,  se  recibió  en  la  capital  de  la 
República  un  telegrama  que,  traducido  del  original 
italiano,  rezaba:  "Roma,  3  de  Febrero,  2  p.  m.  A 
Mariano  Soler,  Vicario  General  -  Montevideo  -  El 
Padre  Santo  autoriza  a  S.  S.  a  gobernar  la  Diócesis 
provisionalmente,  y  hasta  nuevas  disposiciones  -  Va 
carta  -  Cardenal  Rampolla." 

El  21  de  Noviembre  del  mismo  año,  a  las  8V2 
p.  m.  el  cable  traía  esta  "nueva  de  gran  gozo":  "So- 
ler, Obispo." 

El  22  llegaba  otra  comunicación  telegráfica,  que 
hemos  trascrito  anteriormente. 

En  el  breve  espacio  comprendido  entre  la  pri- 
mera y  las  últimas  fechas,  el  Gobernador  Interino, 
sin  darse  punto  de  reposo,  con  documentos  que  apa- 
recían bajo  el  título  de  pastoral,  exhortación,  circu- 
lar, invitación  religiosa,  se  desvelaba  por  promover 
la  vida  católica  y  la  piedad,  recomendando  las  obras 
de  la  Propagación  de  la  Fe  y  de  la  Santa  Infancia 
(14  de  Febrero  de  1890),  inculcando  la  obligación 
cristiana  de  socorrer  la  Custodia  de  los.  Santos  Lu- 
gares (14  de  Marzo),  encareciendo  el  culto  del  Sa- 
grado Corazón,  especialmente  los  primeros  Viernes 
(27  de  Abril),  de  San  Luis  (10  de  Agosto),  la  devo- 
ción del  Rosario  (11  de  Septiembre),  la  celebración 
del  centenario  de  la  Beata  Margarita  María,  Após- 
tol del  Sagrado  Corazón  (26  de  Septiembre),  la  con- 
tribución pecuniaria  al  Congreso  Internacional  Cien- 
tífico de  los  católicos  en  Abril  próximo,  en  París  (28 
^e  Septiembre). 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


7 


En  3  de  Diciembre  nombra  delegado  en  el  go- 
bierno de  la  Diócesis  al  Dr.  D.  Ricardo  Iaasa,  y  el  5 
se  embarca  para  Roma,  según  lo  hemos  indicado  al 
final  de  la  Segunda  Parte. 

El  Tercer  Obispo  de  Montevideo. 

Una  vez  más  implora  la  anuencia  del  Pontífice 
para  vivir  los  últimos  años  en  el  recogimiento  del 
claustro,  con  los  Franciscanos  de  Jerusalén.  El  gran 
León  XIII,  que  quiere  dar  un  ínclito  jefe  a  la  Igle- 
sia Uruguaya,  le  ordena  consagrarse. 

Y  el  Cardenal  Lúcido  María  Parocchi  le  impone 
las,  manos  el  8  de  Febrero  de  18il. 

El  nuevo  obispo  adopta  su  escudo  de  armas. 

En  el  cuartel  superior  de  la  izquierda  resalta 
en  campo  de  plata,  el  Cerro  de  Montevideo,  símbolo 
de  su  Diócesis,  surmontado  por  una  estrella,  y  en  el 
inferior  de  la  izquierda  un  león  rampante,  con  es- 
pada, junto  a  una  torre  coronada  por  el  sol.  En  la  in- 
tención del  maestro  de  heráldica  esta  figura  prego- 
naba la  noble  prosapia  del  nuevo  obispo,  procedente 
del  antiguo  tronco  de  los  Soler  de  las  Islas  Baleares, 
quienes  usaban  tal  blasón  rodeado  del  mote:  "Con 
sol  fueron  y  volvieron  y  en  la  batalla  vencieron." 
Para  nuestro  Prelado,  demócrata  e  hijo  de  sus  obras, 
éste  no  era  sino  el  emblema  de  su  nombre.  Los  otros 
dos  cuarteles  los  llenaban  los  colores  nacionales.  El 
mote  o  empresa  lo  constituye  un  texto  de  la  epístola 
de  San  Pablo  a  los  Gálatas  (6,14)  :"Absit  gloriar! 
misi  in  cruce:  lejos  de  mí  goriarme,  si  no  en  la  cruz". 

En  el  mismo  día  de  su  consagración  fecha  su 


8 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


primera  pastoral  de  obispo.  Protesta  que  se  siente 
anonadado  bajo  el  peso  de  tan  gloriosa  dignidad ;  pero 
la  verdadera  humildad  es  la  obediencia  a  los  desig- 
nios de  Dios,  y  él  los  acata  sin  réplica.  Discurre  ma- 
gistralmente  sobre  el  grado  de  orden  y  jurisdicción 
del  episcopado,  sobre  la  liturgia  de  la  consagración, 
sobre  el  solemne  juramento  que  ha  prestado.  Agrego, 
aludiendo  a  la  aspiración  a  que  por  voluntad  del  Papa 
ha  renunciado :  "La  Diócesis  es  ahora  la  Tierra  Santa 

de  nuestra  misión  apostólica  Pluguiera  al  Señor 

que  en  el  ardor  del  afecto  emulásemos  a  San  Fran- 
cisco de  Sales,  quien  desde  el  momento  de  su  consa- 
gración, como  él  mismo  lo  confesó,  fué  abstraído  de 
sí  mismo  y  dedicado  por  completo  a  la  Iglesia.  "Fun- 
da su  confianza  en  la  cruz :  "nos  conformó,  al  contem- 
plar en  ella  todo  el  misterio  de  la  fortaleza  de  los 
flacos,  del  poder  de  los  débiles,  y  de  la  victoria  de  los 
despreciados ;  por  eso  la  cruz,  símbolo  de  la  fortaleza- 
divina,  será  nuestra  gloria:  ¡ábsit  gloriári  nísi  in 
cruce!  "Reclama  la  cooperación  y  la  oración  de  todos. 
¿Y  cuál  será  su  programa?  El  progreso  moral.  La 
humanidad,  dice,  "por  la  industria  engrandece  su 
elemento  material;  por  las  artes,  su  elemento  sensi- 
ble; por  la  ciencia,  su  elemento  intelectual;  por  la  mo- 
ral, su  elemento  activo".  "El  progreso  moral  reclama 
la  intervención  divina;  Jesucristo,  el  Hijo  de  Dios, 
es  el  rey  moral".  Termina  enviando  una  bendición 
efusiva,  amplia,  universal  al  clero  y  al  pueblo,  al 
Presidente  y  a  sus  cooperadores  en  el  Gobierno,  al 
ejército  de  la  patria,  a  la  ciudad  episcopal  y  a  toda  la 
República. 

Precedido  de  esta  carta  pastoral,  rica  en  doctri- 
na y  vibrante  de  emoción,  arriba  a  la  patria,  que  le 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


i 


espera  con  ansiedad,  en  el  trasatlántico  Alfonso  XIII. 
Desembarca  el  17  de  Marzo  de  aquel  año  de  1891,  día 
entristecido  por  la  lluvia,  pero  lleno  de  luminosidad 
espiritual  para  susi  hijos  y  admiradores,  que  se  agol- 
pan a  su  paso,  le  aclaman,  se  disputan  sus  primeras 
bendiciones,  le  acompañan  triunfalmente  a  la  Cate- 
dral. 

Pero  la  manifestación  más  imponente  se  ha 
reservado  para  el  18.  Ha  prestado  juramento  en  la 
Casa  de  Gobierno,  y,  con  un  cortejo  de  no  menos  de 
doce  mil  personas,  se  encamina  de  nuevo  a  la  Cate- 
dral para  el  canto  de  un  solemne  Tedeum.  Final- 
mente, ya  en  el  palacio  episteopal,  recibe  el  home- 
naje del  ejército,  que  pasa  en  magnífico  desfile. 

El  misionero 

Su  celo,  acrecentado,  si  es  posible,  con  la  alta 
dignidad,  no  le  consiente  descanso.  El  18  de  Abril 
ya  le  encontramos  en  visita  pastoral  en  San  Carlos, 
alborozada  y  ufana  por  la  exaltación  de  su  hijo.  De 
allí  pasa  a  Rocha  y  Maldonado. 

Vuelto  de  esta  excursión,  sale  el  17  de  Septiem- 
bre para  Rivera  y  Tacuarembó,  y  se  detiene  asimis- 
mo a  misionar  en  Cerro  Colorado,  Santa  Clara  y 
San  Pedro  de  Timóte. 

De  Febrero  a  Mayo  del  siguiente  año,  18i<2,  le 
vemos  recorrer  diversos  pueblos  de  Canelones,  como 
Santa  Rosa,  Tala,  Migues,  Pando,  Mosquitos. 

El  1.'  de  Junio  ha  terminado  la  visita  a  Minas 
y  Solís  y  el  17  de  Agosto  la  de  Paysandú,  Santa  Ro- 
sa del  Cuareim,  San  Eugenio  y  Salto. 

En  Octubre  lleva  el  don  de  Dios  a  Canelones; 


10 


EL  PRÍMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


en  Noviembre  a  Florida,  Sarandí  Grande,  Sauce  e 
Isla  Mala. 

A  su  regreso  del  viaje  emprendido  a  Europa», 
con  ocasión  del  jubileo  de  León  XIII,  y  luego  a  la 
Mesopotamia,  todavía  le  bailamos  en  visita  pastoral 
en  el  Rosario  (Noviembre  de  1894)  y  por  segunda 
vez  en  Pan  de  Azúcar,  Maldonado  y  San  Carlos  (No- 
viembre de  1895). 

Simultáneamente  con  él  recorren  el  país  en  to- 
das direcciones  los  dos  obispos  auxiliares  cuyo  nom- 
bramiento ha  recabado  de  la  Santa  Sede:  el  Dr.  D. 
Ricardo  Isasa,  consagrado  en  la  Santa  Iglesia  Cate- 
dral el  31  de  Mayo  de  1891,  y  el  Dr.  D.  Pío  Ca-vetano 
Stella,  consagrado  en  la  Iglesia  Parroquial  del  Cor- 
dón en  24  de  Febrero  de  1894. 

Cuando,  impedido  por  dolorosa  enfermedad,  co- 
mo consta  en  documento  auténtico  existente  en  el 
Archivo  de  la  Curia  Eclesiástica,  no  puede  ya  efec- 
tuar personalmente  las  expediciones  apostólicas,  las 
prosiguen  en  su  nombre  y  con  su  bendición  acuellos 
dos  incansables  evangelizadores  de  la  paz  y  el  bien. 

Queden  consignados  en  esta  obra  de  verdad  los 
datos  que  anteceden,  como  protesta  reparadora  y 
permanente  contra  la  afirmación  de  quienes  han 
sostenido  que  el  gran  jerarca  de  la  Iglesia  Urugua- 
ya, hombre  de  escritbrio,  había  rehuido  la  labor 
misionera. 

El  maestro  de  la  ciencia  de  la  salvación  - 

En  lo  sucesivo  gobierna  su  Diócesis  desde  la  ciu- 
dad episcopal  con  celo  vigilante,  con  inspirada  pru- 
dencia, con  caridad  inagotable,  con  invencible  firmeza. 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


11 


Por  medio  de  una  serie  de  publicaciones  capaces 
de  granjear  inmortal  nombradla  a  los  más  claros  va- 
rones de  la  Iglesia,  rebate  a  los  adversarios,  adoctri- 
na en  el  dogma,  anima  a  la  virtud,  enfervoriza  en  la 
piedad,  mantiene  en  saludable  movimiento  a  los  ca- 
tólicos. 

Quisiéramos  disponer  de  suficiente  espacio  para 
siquiera  dar  un  esquema  de  los  escritos  pastorales 
del  sapientísimo  Prelado.  Esto  formará  parte,  Dios 
mediante,  de  nuestra  próxima  obra  antológica. 

Entretanto  hagamos  siquiera  una  sucinta  rese- 
ña de  la?,  devociones  básicas  y  de  las  realizaciones  vi- 
tales suscitadas  por  aquella  nunca  interrumpida  en- 
señanza escrita. 

Nuestro  Prelado  establece  la  obra  de  la  Adora- 
ción Perpetua  y  le  da  por  centro  un  santuario  euca- 
rístico  nacional,  inaugurado  en  17  de  Junio  de  18J<7, 
con  su  Guardia  de  Adoradores,  extendida  luego  a  toda 
la  República,  junto  con  la  Exposición  alternativa  de 
las  Cuarenta  Horas  en  todos  los  templos  del  país. 

Celebra  el  Primer  Congreso  Eucarístico  Dioce- 
sano en  los  desde  entonces  inolvidables  días  1.*,  2  y  3 
de  Mayo  de  1894,  y  el  Segundo,  como  complemento 
del  Tercer  Congreso  Católico,  el  8  de  Noviembre 
de  1900. 

Fomenta  el  culto  de  amor  y  reparación  al  Sa- 
cratísimo Corazón  de  Jesús,  y  proyecta,  según  lo  he- 
mos notado  antes  de  ahora,  la  erección  de  un  templo 
monumental  a  ese  Corazón  Deífico,  "signo  de  salva- 
ción para  el  género  humano". 

Se  desvive  por  concentrar  la  atención  amorosa  de 
su  grey  en  Cristo  Redentor,  máximamente  con  ocasión 
del  solemne  homenaje  en  la  aurora  del  siglo  XX ;  pro- 


12 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


diga  las  publicaciones  en  que  estudia  la  personalidad 
y  la  obra  divinas  de  Jesús,  y  prea/cribe  que  en  el  año 
jubilar  todos  los  eclesiásticos  que  presidan  cualquier 
ejercicio  de  piedad,  lo  comiencen  con  esta  fórmula: 
"Jesucristo  Dios  y  Hombre  vive,  reina  e  impera  en 
todos  los  siglos".  Decreta  que  tal  protestación  de  fe, 
grabada  en  bronce,  quede,  ad  perpétuam  réi  memó- 
riam,  adherida  a  los  muros  del  Santuario  Eucarístico, 
convertido  en  perenne  monumento  al  mismo  Cristo 
Redentor. 

Nuevo  eficaz  recurso  para  unir  las  almas  a  Je- 
sucristo es  la  cripta-santuario  del  Señor  de  la  Pa- 
ciencia, que  Monseñor  erige,  "sin  renunciar,  añade, 
al  proyecto  de  un  templo  nacional  al  Sagrado  Co- 
razón". 

A  reavivar  en  los  fieles  la  memoria  cordial  de  los 
gloriosos  combates  y  beneficios  de  Cristo  tienden  asi- 
mismo las  pastorales  tituladas:  "El  reino  de  la  Cruz, 
sus  triunfos  y  sus  esperanzas",  (14  de  Febrero  de 
1892)  ;  "La  Cruz",  (firmada  el  27  de  Julio  de  1907 
y  dedicada  especialmente  a  las  damas  católicas) ,  y  las 
reiteradas  exhortaciones  a  socorrer  los  Santos  Lu- 
gares, en  los  que  se  operó  nuestra  redención. 

E,  identificado  con  los  deseos  de  León  XIII,  di- 
funde, con  halagüeño  resultado,  la  invocación  del  Es- 
píritu Santo  y  la  consagración  de  los  hogares  a  la 
Sagrada  Familia. 

Se  dijera  que  su  nombre  de  pila  anunciaba  en 
él  al  hijo  amante  de  María  y  al  apóstol  fervoroso  del 
culto  mariano. 

En  el  álbum  del  santuario  de  Luján  trazó  las  si- 
guientes palabras,  en  que  oiremos  de  nuevo,  ahora 
referido  por  él  mismo,  un  hecho,  que  ya  conocemos, 
de  sus  primeros  años: 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


13 


"Declaro  serme  sumamente  grato  visitar  por  se- 
gunda vez  este  ilustre  santuario  de  Nuestra  Señora 
de  Luján,  por  el  afecto  y  devoción  que  desde  mi  niñez 
profeso  a  la  Santísima  Virgen,  comoquiera  que,  sien- 
do de  la  edad  de  ocho  años,  caído  en  un  pozo  del  arroyo 
San  Carlos  (República  Oriental) ,  donde  me  estaba  ba- 
ñando, después  de  inútiles  esfuerzos  por  salir  del  pe- 
ligro, y  casi  sin  sentido  por  el  agua  que  había  tragado, 
al  terminar  una  salve  a  la  Santísima  Virgen,  me  vi 
puesto  en  salvo  de  una  manera  tan  extraordinaria, 
que  siempre  lo  he  atribuido  a  gracia  singular  de  la 
Madre  de  Dios". 

Aquella  insigne  basílica,  monumento  de  la  predi- 
lección de  María  para  con  las  regiones  platenses,  ocu- 
pó a  menudo  el  pensamiento  y  el  corazón  de  Monseñor 
Soler. 

"El  Santuario  de  Luján,  escribía,  será  de  seguro 
el  honor  y  la  gloria  más  preciados  de  las  tres  Repú- 
blicas hermanas  [Argentina,  Uruguay  y  Paraguay], 
contribuyendo  a  estrechar  la  fraternidad  de  origen 
con  el  vínculo  religioso  de  un  santuario  y  de  un  cul- 
to común". 

Condujo  allá  varias  peregrinaciones,  como  la  del 
15  de  Mayo  de  1892  y  la  del  8  de  Setiembre  de  1895. 
Esta  última,  por  iniciativa  y  fervorosa  propaganda 
del  Obispo,  dejó  colgada  en  aquel  sitio  de  milagro 
una  lámpara  votiva  monumental,  que,  en  frase  del 
mismo  Prelado,  había  de  representar  "el  acto  de  fe 
y  de  amor  y  la  expresión  de  nuestra  confianza  que 
clame  ante  María  propiciación  por  los  católicos  del 
Uruguay". 

En  30  de  Julio  de  1892,  enriquece  con  privilegios 
la  devoción  a  la  Virgen  del  Carmen  en  el  Cordón,  pa- 


14 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


rroquia  a  la  cual,  por  haber  ejercido  en  ella  la  cura 
de  almas,  califica  de  "hija  primogénita  en  nuestro 
afecto  paternal". 

Y  bajo  esta  tradicional  advocación  glorifica  de 
nuevo  a  Nuestra  Señora,  colocando  la  imagen  salvada 
del  naufragio  del  trasatlántico  español  Ciudad  de  San- 
tander, en  la  iglesia  de  Maldonado,  a  la  que,  por  auto 
del  24  de  Octubre  de  1898,  otorga  el  título  de  "tem- 
plo votivo". 

Con  igual  honor  distingue  las  iglesias  de  la  Vir- 
gen del  Perpetuo  Socorro,  en  Bella  Vista  y  de  María 
Auxiliadora,  en  Villa  Colón. 

Se  permitirá  a  un  Salesiano  trascribir  íntegra  la 
parte  del  documento  que  se  refiere  a  esta  última: 

"Nos  proponemos  dedicar  este  templo  a  la  Ma- 
dre de  Dios  bajo  la  advocación  de  Auxilium  Christia- 
nórum,  no  sólo  porque  a  Ella  recurre  la  Iglesia  en  sus 
grandes  necesidades  sino  también  por  las  continuas  y 
especiales  gracias  que  dispensa  a  los  fieles  desde  que 
el  insigne  apóstol  Don  Bosco  hiciera  popular  su  devo- 
ción. Y  considerando  que  en  Villa  Colón  residen  las 
Religiosas  de  María  Auxiliadora  y  los  Religiosos  Sa- 
lesianos,  instituciones  ambas  fundadas  por  el  men- 
cionado siervo  de  Dios,  hemos  determinado  erigirlo 
en  la  Iglesia  de  Villa  Colón,  seguros  de  que  podrá  ser 
atendido  con  esmero  por  ambas  familias  religiosas  de 
Don  Boaico,  y  que  nos  ayudarán,  con  el  concurso  de  los 
cooperadores  £alesianos,  a  elevar  este  monumento  de 
devoción  y  gratitud  a  la  que  es  auxilio  de  los  cristianos 
y  su  especial  protectora." 

Este  nuevo  templo  votivo  quedó  solemnemente 
inaugurado  por  el  piadoso  Arzobispo  el  15  de  Diciem- 
bre de  1899.  Y  él  mismo  ciñó  allí  con  preciosísima  co- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


L6 


roña  la  imagen  de  la  taumaturga  Virgen  de  Don  Bosco 
el  18  de  Diciembre  de  1904.  En  tal  fecha,  después  de 
haber  dirigido  al  público  en  el  acto  de  la  ceremonia 
memorables  palabras  de  emoción  y  santo  alborozo, 
dejó  escrito  en  el  álbum  del  santuario  este  hermoso 
testimonio:  "Te  he  coronado,  Virgen  poderosa,  para 
obligarte  a  auxiliarnos  en  nuestras  necesidades  -|- 
Mariano  Soler  Arzobispo  de  Montevideo". 

Y  al  arreciar  en  los  últimos  tiempos  de  su  espi- 
ritual gobierno  la  persecución  contra  la  Iglesia  Uru- 
guaya, colocó  en  lo  alto  de  la  escalera  de  honor  de  su 
palacio,  en  la  esquina  de  Uruguay  y  Andes,  la  efigie 
marmórea  de  María  Auxiliadora. 

Con  los  tres  templos  votivos  mencionados  y  los 
santuarios  Eucarístico  y  del  Señor  de  la  Paciencia, 
quiso  que  integraran  la  serie  de  monumentos  a  Cristo 
Redentor  en  el  comienzo  del  nuevo  siglo  los  santua- 
rios del  Hortus  Conclusus  en  Palestina,  del  que  habla- 
remos más  detenidamente,  y  de  la  Medalla  Milagrosa 
en  la  Unión. 

Este  mereció  singular  predilección  de  parte  de 
Monseñor  Soler.  En  una  de  sus  visiones  geniales  pen- 
só en  edificarlo  en  la  cumbre  del  Cerrito  de  la  Victo- 
ria, de  patriótico  recuerdo,  dando  a  la  Virgen  de  la 
Medalla  Milagrosa  el  título  de  Nuestra  Señora  del 
Uruguay,  atento  a  que  la  aparición  origen  de  aquella 
divulgada  imagen  se  verificó,  por  fausta  coincidencia, 
el  18  de  Julio  de  1830,  día  de  la  jura  de  nuestra  prime- 
ra Constitución,  y  la  efigie  misma  llegó  a  Montevideo, 
como  portadora  del  ramo  de  olivo,  en  la  festividad  de 
Nuestra  Señora  de  la  Paz.  Debiendo  prescindir  del 
Cerrito,  eligió  la  villa  de  La  Unión  para  asiento  del 


16 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


templo  y  confió  el  cuidado  de  su  erección  a  las  mu- 
jeres cristianas,  y  en  especial  a  las  Hijas  de  María. 

Hasta  se  preocupó  de  buscar  la  forma  peculiar 
de  honrar  a  la  Virgen  de  la  Medalla  Milagrosa,  y  a  tal 
fin  enviaba  al  P.  José  M.  Gimalac,  de  los  Misioneros 
de  San  Vicente  de  Paúl  o  Lazaristas,  Párroco  de  la 
localidad  y  Rector  del  Santuario,  la  "Coronilla  en  ho- 
nor de  la  Inmaculada  Concepción",  recomendándole 
encarecidamente  su  difusión  entre  los  fieles. 

Aprovecha  con  júbilo  todas  las  ocasiones  de  exal- 
tar a  María.  Y  así  se  apresura  a  bendecir  la  obra  del 
templo  de  la  Merced  (2  de  Octubre  de  1899)  y  a  Ja 
Comisión  iniciadora  del  monumento  a  la  Pura  y  Lim- 
pia en  la  cumbre  del  Verdún  (24  de  Febrero  de  1901). 
Va  al  frente  de  la  primera  peregrinación  a  este  cerro 
predestinado  y  bendice  la  estatua,  donada  por  Da.  Ca- 
talina O '  Neill  de  Fernández.  Y  por  cierto  que  el  de- 
monio ve  una  derrota  suya  en  la  nueva  devoción,  pues 
concita  a  sus  secuaces  para  que,  con  esa  cerril  agre- 
sividad que  llevan  en  la  masa  de  la  sangre,  después 
de  haber  molestado  a  los  romeros,  intenten  pegar 
fuego  a  las  iglesias  Metropolitana  y  del  Cordón.  Ver- 
dad es  que  el  Presidente  Cuestas  vuelve  esta  vez 
por  los  fueros  de  los  católicos,  y  reduce  en  forma  con- 
tundente a  las  hordas  alborotadas. 

¿Cómo  dejará  este  fidelísimo  siervo  de  la  Virgen 
Santísima  de  inculcar  la  reina  de  las  devociones  ma- 
riales,  el  Rosario  ?  Ni  se  limita  a  ello :  en  17  de  Enero 
de  1895,  respondiendo  al  llamamiento  de  León  XIII, 
el  Pontífice  apóstol  de  esta  forma  de  honrar  y  su- 
plicar a  María,  publica  él  también  una  "invitación 
episcopal"  con  que  insta  a  sus  fieles  a  contribuir  a 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


17 


la  erección  de  un  santuario  en  Lepanto,  teatro  de  la 
victoria  cristiana  inmortalizada  por  la  festividad  del 
sacratísimo  Rosario. 

El  jubileo  semisecular  de  la  proclamación  del 
dogma  de  la  Inmaculada  Concepción  (1854-8  de 
Diciembre- 1904),  le  brinda  nueva  oportunidad  de 
dar  expansión  a  su  afecto  filial  a  la  Virgen  Sa- 
cratísima con  escritos  y  celebraciones  que  repercuten 
saludablemente  en  el  alma  del  pueblo  cristiano. 

En  una  palabra,  desde  el  libro  Hiperdulía,  publi- 
cado en  1890,  hasta  la  "Pastoral  sobre  el  culto  de  Ma- 
ría, como  ideal  de  belleza,  dedicada  a  las  Hijas  de 
María  con  ocasión  de  su  peregrinación  [anual],  al 
Verdón"  y  datada  en  1907;  desde  el  comienzo  de  su 
carrera  eclesiástica  hasta  el  fin  de  su  vida,  ni  su  plu- 
ma ni  su  lengua  ni  su  acción  cesan  de  promover  la 
honra  de  la  Madre  de  Dios. 


2  —  Editorial 


ja 


IL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Todo  para  todos  - 

Difícil  será  señalar  un  acontecimiento,  un  pun 
to  de  doctrina  católica  o  un  medio  de  elevación  es- 
piritual que  se  le  hayan  pasado  por  alto  al  admirable 
jerarca,  cuyo  clero  y  pueblo,  leídas  sus  instrucciones 
y  atentos  a  sus  normas,  podían  poseer  el  conoci- 
miento cabal  de  la  verdad  y  ser  modelos  de  vida  cris- 
tiana. 

El  celebra  con  páginas  elocuentes  y  con  solem- 
nes actos  conmemorativos  el  cuarto  centenario  del 
descubrimiento  de  América  (1892)  y  el  tercero  de  la 
gloriosa  muerte  de  Santo  Toribio  de  Mogrovejo, 
Obispo  de  Lima  (1906)  ;  explica  y  recomienda  a  sus 
fieles  las  Conferencias  de  San  Vicente  de  Paúl  y  la 
Orden  tercera  de  San  Francisco  de  Asís;  demuestra 
la  repugnancia  del  suicidio  y  del  duelo  a  los  dictados 
de  la  sana  razón  y  de  la  doctrina  cristiana;  da  nor- 
mas, no  sólo  acerca  de  los  deberes  religiosos  y  de  la 
obligación  de  contribuir  al  sostenimiento  del  culto, 
sino  también  respecto  de  la  instrucción  popular  y  de 
la  inscripción  en  el  registro  del  estado  civil  y  en  los 
padrones  electorales;  redacta  catecismos  y  textos 
de  apología  fácil,  promueve  catequesis,  y  oratorios 
festivos,  convoca  y  reúne  un  Congreso  Catequísti- 
co, y  compone  prontuarios  de  historia  y  matemáti- 
cas; promulga  reglamentaciones  de  música  sagrada 
y  ordenanzas  de  higiene  en  los  templos ;  nombra  his- 
toriógrafo de  la  Iglesia  Uruguaya  y  dirige  una  carta 
al  Salesiano  P.  Juan  P.  Rodríguez  "sobre  la  necesi- 
dad apremiante  de  levantar  de  su  postración  a  la  his- 
tórica Villa  de  Soriano";  edifica  y  restaura  iglesias 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


tí 


y,  en  nombre  de  la  Asociación  de  Ciencias  y  Artes, 
que  le  ha  elegido  su  Presidente,  propone  la  erección  de 
dicha  Sociedad  en  Instituto  Nacional  juntamente  con 
la  creación  de  un  Observatorio  con  el  doble  servicio 
astronómico  y  físico  -  meteorológico,  en  el  Cerrito  de 
la  Victoria;  formula  sabias  Constituciones  Diocesa- 
nas, y  encarece  la  observancia  de  las  más  minuciosas 
leyes  litúrgicas ;  se  preocupa  del  florecimiento  de  las 
congregaciones  piadosas  y  ve  con  agrado  y  consuelo 
el  surgir  de  los  cívicos  católicos,  a  quienes  felicita  con 
nota  del  16  de  Diciembre  de  1907 ;  divulga  las  doctri- 
nas de  la  Iglesia  sobre  las  cuestiones  sociales  (pasto- 
ral del  2  de  Febrero  de  1896) ,  autoriza,  bendice,  hon- 
ra los  dos  Congresos  de  Círculos  Católicos  de  Obreros, 
realizados  respectivamente  en  Mayo  de  1900  y  en  Oc- 
tubre de  1907,  y  escribe  a  los  fundadores  de  la  Unión 
Democrática  Cristiana:  "Con  católicos  de  ese  temple 
voy  adondequiera,  a  la  cárcel  y  al  patíbulo,  porque  su 
valerosa  actitud  me  recuerda  la  era  de  los  mártires, 
cuyo  heroísmo  cristiano  preparó  el  triunfo  definitivo 
de  la  Iglesia."  (22  de  Agosto  de  1106).  ¡Así  hubieran 
tenido  la  comprensión  del  ínclito  Arzobispo  los  más  de 
los  católicos,  por  cuya  indiferencia  fracasó  la  obra  de 
los  sindicatos,  cooperativas,  prensa,  defensa  religiosa, 
iniciada  por  aquella  entidad ! 

El  Arzobispo  de  la  juventud.  -- 

En  medio  de  esta  rápida  enumeración,  quiero  hacer 
hincapié  en  la  "Invitación  Episcopal  a  los  fieles  de  la 
Diócesis  y  en  especial  a  la  juventud  católica  con  oca- 
sión del  tercer  centenario  [del  tránsito]  de  San  Luis 
Gonzaga".(1591-21  de  Junio -1891.) 


20 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Como  a  Jesús,  la  edad  juvenil  le  robaba  el  co- 
razón. 

Por  eso,  cuando  al  volver  de  sus  estudios,  traza 
un  plan  de  organización  de  las  fuerzas  vivas  del  cato- 
licismo, en  ese  plan  el  primer  número  es  el  de  la  for- 
mación de  la  juventud.  Por  eso  la  obra  fundamental 
que  en  aquella  hora  le  preocupa  es  el  Club  Cató- 
lico con  el  complemento  del  Liceo  Universitario. 

En  la  alocución  inaugural  en  la  apertura  del  se- 
gundo curso  del  "Liceo  Universitario"  (1877),  decía: 
«. .  .De  todas  mis  voliciones  resultó  una  volición  y  de 
todas  mis  ideas  nació  una  idea  y  de  todas  mis  pasiones 
se  levantó  una  pasión  dominante,  una  idea  predilecta, 
una  voluntad  acariciada.  Las1  miré,  y  esa  idea  era  la 
simpática  juventud,  y  aquella  voluntad  beneficiar  la 
juventud,  y  aquella  pasión  amar  la  juventud.  Cuando 
así  pensaba,  sentía  y  quería  mi  alma,  por  una  combi- 
nación dichosa  me  vi  rodeado  de  mi  amada  juventud. 
Mis  más  fuertes  simpatías  se  encontraron  con  su  ob- 
jeto, su  bello  ideal,  y  me  consideré  feliz,  porque  ya  po- 
día beneficiar  la  juventud,  ya  podía  amarla.  La  amé  e 
hice  cuanto  pudieron  mis  débiles  fuerzas  en  su  pro. . . 
Jóvenes  amados,  yo  no  puedo  abrir  mi  pecho  para 
mostraros  mi  corazón,  pero  si  hicierais  la  autopsia  en- 
contraríais en  él  grabado  vuestro  nombre.  Yo  amé  la 
juventud  por  instinto  y  después  aprendí  a  amarla  en 
la  historia.  Cuando  por  vez  primera  empecé  a  com- 
pulsar sus  páginas  para  aaber  cómo  se  habían  realiza- 
do las  grandes  transformaciones  sociales;;  cómo  algu- 
nos pueblos  habían  dado  pasos  agigantados  en  el  ca- 
mino de  la  civilización  y  cómo  otras  naciones  habían 
logrado  sacudir  el  yugo  de  ominosas  instituciones, 
la  degradación  y  tinieblas  en  que  se  hallaban  sumer- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


21 


gidas,  encontré  con  grata  sorpresa  que  todo  eso  lo  ha- 
bía realizado  la  dorada  juventud,  siempre  a  la  van- 
guardia de  las  grandes  empresas,  siempre  dispuesta  a 
lo  grande  y  sublime.  Por  eso  cuando  en  determinadas 
épocas  de  transición  sienten  las  sociedades  la  imperio- 
sa necesidad  de  cambiar  el  orden  de  cosas*  aspirando 
a  grandes  y  urgentes  reformas,  luego  al  punto  ponen 
su  mirada  en  la  generación  que  se  levanta,  porque,  si 
reconocen  en  la  venerada  ancianidad  la  prudencia  y  el 
acierto,  tienen  la  experiencia  histórica  de  que  sólo  en 
la  juventud,  cuando  es  bien  dirigida,  se  encuentra  la 
poderosa  palanca  con  que  se  empujan  las  naciones 
hacia  la  realización  y  ejecución  de  las  grandes  trans- 
formaciones. La  juventud  ilustrada  es  la  esperanza 
de  los  pueblos  y  el  instrumento  providencial  de  las  me- 
joras sociales,  del  progreso  y  de  la  civilización.  Por 
eso,  como  es  para  mí  muy  caro  el  progresa  y  la  civili- 
zación de  mi  patria  querida,  amo,  y  grandemente,  la 
juventud  y  su  educación.  Mi  gloria  mayor  fuera  que  al 
termino  de  mi  existencia  se  colocase  por  inscripción 
de  mi  epitafio :  Amando  la  juventud,  mereció  bien  de 
la  patria,  de  su  civilización  y  progreso.  Este  sería  el 
non  plus  ultra  de  mis  aspiraciones. 

En  el  "Memorándum  Confidencial  -  Al  Venera- 
ble Clero  Secular  y  Regular",  de  Noviembre  de  1905, 
escribe :  "La  verdadera  obra  de  porvenir  es  la  forma- 
ción y  organización  de  la  juventud;  lo  que  está  al  al- 
cance de  toda  buena  voluntad  y  ofrece  menos  resis- 
tencia para  el  celo  ardoroso  del  Clero.  -  Al  efecto  quie- 
ro recordar  una  especie  de  apólogo.  Entré  un  día  en 
un  jardín  arrasado  por  una  seca  espantosa ;  la  mayo- 
ría de  las  plantas  estaban  mustias  con  flores  casi  dese- 
cadas ;  el  jardinero,  sin  embargo,  regaba  muy  afanoso 


22 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


sus  desolados  canteros.  Llamándome  la  atención  su 
trabajo,  al  parecer  inútil,  para  restaurar  su  mustio 
pensil,  le  pregunté:  ¿No  creéis  vano  vuestro  esfuerzo 
y  empeño?  Y  me  contestó:  De  ninguna  manera.  No 
pongo  mis  esperanzas  en  las  flores  mustias  y  casi  se- 
cas; pero  observad  que  a  su  lado,  en  casi  todas  las 
plantas,  existen  pequeños  botones:  si  las  flores  mus- 
tias no  reviven,  caerán  al  suelo;  pero  en  cambio,  a 
fuerza  de  riego  y  cuidados,  los  botones  se  abrirán  en 
pimpollos,  y  éstost,  en  poco  tiempo  más,  cubrirán  de 
flores  las  plantas  y  florecerá  el  jardín.  Tenía  razón  el 
hábil  jardinero,  dándonos  una  hermosa  lección;  pues 
es  ésta  una  verdadera  imagen  de  lo  que  debemos  es- 
perar y  hacer  para  restaurar  la  sociedad  mustia  de 
nuestros  días,  agostada  por  la  incredulidad  y  la  in- 
diferencia. De  los  adultos,  ya  extraviados,  casi  nin- 
guna esperanza  nos  queda:  nuestra  gran  esperanza, 
la  suprema  esperanza  está  en  la  juventud,  tiernos 
pimpollos  del  jardín  de  la  Iglesia  y  de  la  sociedad. 
Pues  bien;  he  meditado;  y  es  más  grande  de  lo  que 
pudiera  manifestar  la  preocupación  que  me  atormen- 
ta acerca  del  porvenir  de  la  Iglesia  y  de  la  sociedad 
en  nuestra  patria,  como  creo  sucederá  a  todos  los  que 
sobre  el  mismo  punto  reflexionen  seriamente.  La  in- 
credulidad avanza  de  una  manera  increíble  con  la 
protección  de  arriba  y  la  propaganda  racionalista  li- 
beral de  abajo;  y  un  indiferentismo  avasallador  cun- 
de por  todas  las  capas  sociales,  siendo  sumamente  li- 
mitado el  número  de  los  creyentes  prácticos  y  ac- 
tivos :  de  manera  que  todos  ven  que,  si  con  este  mismo 
espíritu  continúa  la  sociedad,  ninguna  esperanza  de 
regeneración  nos  queda,  si  no  apelamos  especialmen- 
te a  la  tierna  juventud,  capaz  aún  de  hermosos  y  san- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


23 


tos  ideales.  Es,  pues,  cuestión  de  vida  o  muerte  di- 
rigirnos a  la  juventud ;  es  lo  más  consolador  que  ve- 
mos en  el  horizonte,  como  esperanza  de  salvación;  y 
puede  afirmarse  que  el  párroco  que  no  ame  entraña- 
blemente a  los  jóvenes  y  no  se  desviva  por  ganarlos 
y  atraerlos,  jamás  podrá  reformar  a  su  pueblo  o  pa- 
rroquia . . .  Pido,  pues,  al  Clero  secular  y  regular  todo 
su  celo  y  esfuerzo  en  favor  de  la  juventud,  pero 
con  mucho  cariño  y  mucha  paciencia.  Que  en  esta  obra 
de  agrupar  y  organizar  la  juventud  no  haya  des- 
alientos, por  más  delicada  y  minuciosa  que  sea :  no  de- 
jemos de  cultivar  con  amorosa  perseverancia  esas 
tiernas  flores  del  jardín  de  la  Iglesia.  Exige  muchos 
cuidados,  perseverencia  y  abnegación;  pero  ¿qué  im- 
porta ?  si  es  la  obra  principal  y  única  esperanza  para 
el  porvenir". 

En  el  mismo  año  de  1905,  del  que  data  este  do- 
cumento, la  traslación  del  Cristo  del  Cordón,  verifi- 
cada el  16  de  Julio,  fué,  junto  con  la  profanación  sa- 
crilega y  cobarde  de  la  propia  imagen  tradicionalmen- 
te  venerada  en  Montevideo,  un  vivo  despertador  del 
entusiasmo  de  la  juventud,  la  cual,  el  Domingo  si- 
guiente, 23  de  Julio,  en  una  numerosa  y  ferviente 
comunión  recibida  de  manos  del  gran  Arzobispo,  daba 
ocasión  a  éste  para  ratificar  en  vibrante  alocución 
los  conceptos  y  sentimientos  tantas  veces  y  con  tan 
cordial  efusión  expresados,  y  le  ofrecía  oportunidad 
de  emprender  la  obra  de  la  federación  de  las  huestes 
juveniles.  Verdad  es  que  la  incomprensión  cerrada 
de  algunas  personas  que  hubieran  debido  constituirse 
en  sus  más  eficaces  colaboradores  entorpeció  por  en- 
tonces y  retardó  la  empresa;  mas  el  impulso  estaba 
dado  y  asegurado  el  éxito  para  no  lejano  plazo. 


24 


EL  PPJMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Entre  los. papeles  de  Monseñor  Soler  ?je  conserva 
un  nuevo  plan  de  organización  de  los  jóvenes  cató- 
licos, que  le  fué  presentado  en  fecha  posterior  al 
frustrado  proyecto  y  que  el  Prelado  apostilló  cuida- 
dosamente, en  previsión  de  tiempos  más  bonancibles. 

En  efecto,  la  Federación  respiró  al  fin  el  aura 
vital.  Es  cierto  que  en  el  Congreso  Constituyente  de 
1911  los  mismos  añejos  prejuicios  le  rehusaron  la 
inclusión  oficial  en  el  cuadro  de  las  fuerzas  de  la  cau- 
sa ;  pero  la  denodada  falange  luchó  como  un  cuerpo  de 
francos  tiradores,  y  cubrió  de  gloria  su  bandera,  y 
se  granjeó  la  condecoración  Benemerenti  del  Jefe  Su- 
premo de  la  cristiandad,  el  cual  con  la  organización 
actual  de  la  Acción  Católica  ha  mostrado  auténtica- 
mente cuál  es  en  este  particular  el  espíritu  de  la 
Iglesia. 

Visitando  yo  en  Frascati  al  Prelado  en  su  última 
enfermedad,  poco  antes  que  él  dejase  aquella  ciudad 
y  esta  vida  mortal,  tomó  un  número  de  El  Bien,  que 
tenía  a  mano  y  en  el  que  se  encarecían  los  progresos 
de  la  organización  de  nuestros  jóvenes  y  exclamó  con 
tono  de  íntima  convicción :  "j  Este  es  el  camino !  ¡  Este 
es  el  camino!  ¡La  juventud!  ¡La  juventud!" 

Es  que,  al  dar  el  supremo  adiós  a  su  patria  y  a 
su  Iglesia,  contemplaba,  cual  Moisés  la  tierra  prome- 
tida, convertidos  en  realidad  tangible  y  animada,  los 
proyectos  y  aspiraciones  de  toda  su  vida,  proyectos 
y  aspiraciones  que  reclaman  en  derecho  para  él  el 
dictado  de  "el  Arzobispo  de  la  juventud". 

Hermano  y  padre  de  los  religiosos  -- 

En  la  Pastoral  fechada  en  Roma  el  día  de  su  con- 
sagración, 8  de  Febrero  de  1891,  el  tercer  Obispo  de 
Montevideo  se  expresa  así: 


PRIMER   MONUMENTO   A  MONSEÑOR  SOLER 
(Cripta  de  María  Auxiliadora) 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLERA 


25 


Señor,  "haz  que  ae  multipliquen  [los  religiosos] 
para  bien  y  gloria  de  nuestra  Diócesis  y  que  Nos  sea 
dado  siempre  protegerlos  y  amarlos  como  Hermano 
y  como  Padre". 

Esta  es  súplica  al  mismo  tiempo  que  programa. 

Viven  en  la  memoria  de  todos,  y  especialmente 
en  la  de  los  favorecidos,  las  manifestaciones  de  pater- 
nidad que  prodigó  a  las  diversas  Comunidades  de  la 
República,  y  permanecen  los  escritos  de  divulgación 
y  apología  que  publicó  acerca  de  los  Institutos  re- 
ligiosos en  general  y  de  la  Compañía  de  Jesús  y  la 
Pía  Sociedad  Salesiana,  de  las  Hijas  de  María  del 
Huerto  y  de  la  Orden  de  la  Visitación  en  particular. 

Como  a  hijo  de  San  Juan  Bosco  se  me  consentirá 
la  satisfacción  de  reproducir  algunas  de  las  palabras 
que  Monseñor  Soler  escribió  al  recibir  la  noticia  de 
que  aquél  había  recibido  el  título  de  Venerable: 

"...  He  aquí,  pues,  que  ya  ven  los  Salesianos  y 
las  Hijas  de  María  Auxiliadora  al  humilde  Don  Bos- 
co subiendo  los  peldaños  del  trono  resplandeciente  en 
que  brillan  con  eterno  resplandor  los  amigos  de  Dios 
y  los  elegidos  del  Señor  para  honor  y  bien  de  la  hu- 
manidad. De  hoy  más  su  Fundador  es  el  Venerable 
Don  Bosco,  y  tienen  razón  en  regocijarse  por  ello; 
nosotros  los  aplaudimos  con  toda  la  buena  voluntad 
de  que  es  capaz  un  admirador  agradecido  del  Instituto. 

Y  he  aquí  que  escogemoa  una  ocasión  en  gran 
manera  propicia  y  sumamente  grata  para  manifestar- 
les todo  nuestro  aprecio  y  gratitud  a  los  Salesianos 
y  a  las  Hijas  de  María  Auxiliadora,  creaciones  am- 
bas del  Venerable  Don  Bosco,  que  ya  están  aprobadas 
y  aplaudidas,  y,  en  cierto  modo,  canonizadas  por  la 
Iglesia,  con  aplauso  de  los  buenos;  obra  que  ya  está 


26 


IL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


en  todas  partes  derramando  beneficios  a  la  sociedad 
y  a  la  religión;  obra  que  es  la  adaptación  más  com- 
pleta a  las  necesidades  de  los  tiempos  modernos,  y 
que  con  la  bendición  de  Dios  se  ha  extendido  con 
asombrosa  rapidez  por  las  cuatro  partes,  del  mundo, 
pues  creemos  que  sólo  le  falta  llegar  a  la  lejana  Ocea- 
nía.  Non  est  qui  abscóndat  a  calore  ejus. 

Si,  pues,  grande  ha  sido  la  satisfacción  y  alegría 
de  sus  hijos  e  hijas,  de  ella  participamos  sinceramen- 
te, alegrándonos  y  regocijándonos  con  ellos  por  tan 
señalado  honor  para  su  Padre  y  Fundador,  así  como 
para  su  obra. 

De  corazón,  por  tanto,  declaramos  con  el  Apóstol : 
Gáudeo  et  congrátulor  cum  ómnibus  vóbis:  "nos  ale- 
gramos y  congratulamos  con  todos-  vosotros  por  tan 
fausto  acontecimiento".  Más  aún:  nos  regocijamos 
por  vuestra  alegría :  Gáudeo  própter  vos.  (Juan  2, 16) . 

Y  para  manifestaros  que  de  veras  os  acompa- 
ñamos en  vuestro  noble  y  filial  regocijo,  os  ofrece- 
mos celebrar  de  pontifical  en  nuestra  Santa  Basílica 
Metropolitana  y  presidir  el  solemne  Tedeum  de  ac- 
ción de  gracias  con  que  celebramos  tan  fausto  suceso 
en  honor  del  Venerable  Don  Bosco.  —  Mariano  Soler, 
Arzobispo  de  Montevideo". 

En  1893  pronunció  en  la  iglesia  parroquial  del 
Cordón  una  conferencia  a  los  Cooperadores  Salesia- 
nos,  en  la  que  trajo  la  siguiente  semejanza :  "En  una 
ciudad  de  los  Estados  Unidos  un  anciano,  al  ver  a 
un  niño  que  caía  de  un  alto  balcón  a  la  calle,  se  in- 
terpuso entre  la  criatura  y  el  suelo.  Aquélla  quedó 
ilesa,  pero  a  costa  de  la  muerte  de  su  salvador.  Tal 
Don  Bosco,  viendo  peligrar  a  la  niñez,  la  salvó  con 
la  inmolación  heroica  de  su  vida". 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


27 


Quizá  el  escrito  más  espontáneo  y  hermoso  de 
nuestro  Prelado  es  aquel  en  que  lamenta  la  desapa- 
rición de  Monseñor  Luis  Lasagna  y  hace  el  conmovido 
elogio  del  intrépido  misionero. 

Y  el  Colegio  Pío  de  Villa  Colón,  primera  resi- 
dencia uruguaya  de  los  Salesianos,  llegados  el  26  de 
Diciembre  de  1876,  era  el  oasis  de  la  fatigosa  jornada 
del  primer  Arzobispo  de  Montevideo. 

Por  todo  esto  los  Hijos  de  Don  Bosco  le  erigieron, 
en  3  de  Octubre  de  1916,  el  primer  monumento  en  la 
República,  consistente  en  una  estatua  de  mármol  en 
la  Cripta  de  María  Auxiliadora.  Y  por  todo  esto  tam- 
bién cada  uno  de  ellos  lleva  su  imagen  esculpida  en 
el  corazón. 

La  prensa  - 

¿Es  menester  que  proclamemos  una  vez  más 
a  nuestro  héroe  apóstol  de  la  buena  prensa;  que  in- 
sistamos en  sus  pastorales,  en  sus  cartas,  abiertas  y 
privadas,  para  fomentarla?  Agreguemos  que  en  el 
año  1893  suscitó  la  Asociación  León  XIII  para  el 
apostolado  de  la  buena  prensa;  recordemos  que  su 
aliento  creador  dió  vida  a  El  Bien  Público,  y  que  su 
pluma  estuvo  en  actividad  no  interrumpida  durante 
treinta  y  tres  años,  del  1875  al  1908. 

La  patria  -- 

¡Cuántas  veces  la  nombró  con  emoción  en  sus 
discursos,  en  sus  escritos!  Más  de  una  docena  de 
éstos  están  consagrados  a  definir  el  concepto  de  la 
patria,  a  reivindicar  sus  derechos,  a  enaltecer  sus 


28 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


glorias,  a  solicitar  preces  por  su  paz  y  prosperidad. 
Y  toda  la  vida  de  este  esclarecido  ciudadano  fué  una 
labor  fecunda  en  pro  de  la  tierra  que  le  vió  nacer. 
No  se  resignó  a  dormir  fuera  de  ella  el  último  sueño. 
Moribundo,  se  embarcó  hacia  Montevideo,  y  muerto 
le  recibió  la  madre  patria  en  su  regazo. 

El  Papa  - 

El  29  de  Junio  de  1878  terminó  el  Dr.  Soler  un 
magnífico  discurso  en  la  Matriz  de  Montevideo  con 
estas  palabras:  "Roma,  libertad  y  religión  sea  nues- 
tro lema  sagrado". 

Toda  su  vida  afectiva  e  intelectual  se  concentró, 
efectivamente,  en  Roma,  en  el  Vicario  de  Cristo. 

Al  copioso  catálogo  de  sus  pastorales,  y  libros 
sobre  este  argumento  hemos  de  sumar  la  amorosa 
atención  con  que  acompañó  a  los  Pontífices  contem- 
poráneos. Pronunció  el  memorable  elogio  fúnebre 
de  Pío  IX  y  celebró  el  cincuentenario  de  su  nacimien- 
to ;  solemnizó  los  tres  jubileos  de  León  XIII  (los  cin- 
cuentenarios» de  su  misa  y  de  su  episcopado  y  los  cin- 
co lustros  de  su  pontificado)  y  escribió  su  entusias- 
ta panegírico;  se  asoció  con  los  suyos  al  áureo  jubi- 
leo sacerdotal  de  Pío  X. 

Tanta  era  la  fama  de  su  filial  adhesión  al  Sumo 
Pontífice  y  de  su  maestría  en  exaltar  las  prerroga- 
tivas' del  Papado,  que  el  episcopado  latino  -  america- 
no confió  a  su  pluma  la  "exposición  colectiva  sobre 
la  libertad  e  independencia  del  Romano  Pontífice", 
con  ocasión  del  cuarto  centenario  del  descubrimiento 
de  América. 

"El  Arzobispo  de  Montevideo  ,decía  Zorrilla  de 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


2y 


San  Martín,  tiene  los  ojos  fijos  en  la  lámpara  que,  en 
lo  alto  de  la  alcoba  del  Vaticano,  alumbra  las  medi- 
taciones del  gran  Pontífice;  sigue  a  éste  con  la  mis- 
ma enérgica  docilidad  con  que  antes  seguía  a  sus 
obispos  diocesanos,  y,  en  viendo  aquella  luz,  siente, 
y  no  sin  causa,  que  hay  día  en  su  alma  de  prelado". 

Formador  del  Clero  - 

Como  nuevos  testimonios  de  su  solicitud  pasto- 
ral podríamos  detenernos  a  estudiar  el  segundo  y  ter- 
cer Congresos  Católicos,  celebrados  en  Enero  de  1892 
y  Noviembre  de  1900. 

Preferimos  poner  de  relieve  su  cuidado  entra- 
ñable del  clero. 

De  extremo  a  extremo  recorrió  el  Nuevo  Conti- 
nente estimulando  el  interés  de  los  obispos  en  favor 
del  Colegio  Pío  Latino  -  Americano  de  Roma.  Nunca 
olvidó  esta  obra.  Pastor  de  la  Iglesia  Uruguaya,  de- 
signó al  Dr.  Pío  C.  Stella  para  sustituirle  en  un  nue- 
vo viaje  de  propaganda  a  través  de  América.  No  sa- 
bemos qué  obstáculos  impidieron  la  realización  de 
este  plan. 

Veló  también  constante  y  paternalmente  por  su 
seminario  de  Montevideo. 

Y  aprobó  y  recomendó  el  Instituto  Apostólico, 
fundado  para  el  enfervorizamiento  y  asistencia  mu- 
tua, temporal  y  espiritual,  de  los  sacerdotes,  y  con- 
vertido luego  en  la  Asociación  Eclesiástica  Monseñor 
Jacinto  Vera,  y  hoy  en  el  Hogar  Sacerdotal  Jacinto 
Vera. 

Finalmente,  bendijo  complacido  el  Instituto  Ecle- 
siástico o  seminario  menor  que  se  propuso  establecer 


30 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


y  estableció  en  Santa  Lucía  el  fervoroso  presbítero 
don  Fernando  Damiani. 

Interés  por  los  fieles  difuntos 

Procura  que  los  católicos  se  formen  justa  idea 
de  sus  relaciones  y  deberes  con  los  finados.  A  esto 
propende  la  "exhortación  pastoral  sobre  la  conme- 
moración de  los  fieles  difuntos",  del  20  de  Octubre 
de  1898. 

Y,  uniendo  la  enseñanza  al  ejercicio  práctico, 
al  fundar  la  Obra  Pía  del  Santuario  de  Nuestra  Se- 
ñora del  Huerto,  agrega  a  este  título::  "en  sufragio 
de  las  almas  del  Purgatorio"  (8  de  Septiembre 
de  1894). 

Con  noble  y  conmovedor  pensamiento  celebra, 
en  11/  de  Diciembre  de  1900,  con  participación  del 
Gobierno  y  Cuerpo  Diplomático,  un  funeral  por  to- 
dos los  muertos  del  siglo  XIX. 

Hortus  Conclusus  -- 

Una  de  las  obras  geniales  realizadas  por  el  gran 
Arzobispo  de  Montevideo,  fué  la  del  Hortus  Conclu- 
sus. Debemos  dedicarle,  pues,  preferente  atención 
en  esta  biografía. 

El  Instituto  de  Nuestra  Señora  del  Huerto  fué 
fundado  el  12  de  Agosto  de  1829  por  el  entonces  Ar- 
cipreste de  Chiávari,  más  tarde  Obispo  de  Bobio,  hoy 
Bienaventurado  Antonio  María  Gianelli. 

Llegadas  a  Montevideo  las  primeras  Hermanas 
de  aquella  Comunidad  el  18  de  Noviembre  de  1856, 
el  1.»  de  Diciembre  próximo  tomaron  posesión  del 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


31 


Hospital  de  Caridad,  iniciado  en  su  propia  casa  en 
1783  por  el  Padre  de  los  Pobres,  Don  Francisco  Anto- 
nio Maciel. 

El  2  de  Febrero  de  1861  las  mismas  religiosas 
abrían  su  primera  escuela  en  nuestra  República  y  en 
todo  el  continente. 

Coincidía  con  este  último  hecho  la  venida  a  la 
Capital  del  joven  Mariano  Soler,  para  quien  fué  fa- 
miliar desde  entonces  el  nombre  de  las  Hijas  de  Ma- 
ría del  Huerto. 

Sacerdote  y  prelado,  las  favoreció  por  todos  los 
medios,  hasta  proclamarse  Hermano  de  aquella  es- 
piritual familia,  y  celebrar  habitualmente,  los  Sába- 
dos, en  la  capilla  de  la  calle  de  San  José. 

Yo  recuerdo  la  grata  impresión  que  me  causó 
en  Roma  el  ver  en  el  locutorio  de  las  Casas  de  Nues- 
tra Señora  del  Huerto,  entre  los  demás  cuadros  do- 
mésticos, el  de  nuestro  primer  Arzobispo. 

Este  escribe: 

"A  diez  kilómetros  de  Jerusalén,  y  a  corta  dis- 
tancia de  Belén,  existe  un  pequeño  oasis  rodeado  de 
un  árido  desierto,  en  el  lugar  denominado  por  los 
árabes  Urthás,  que  es  el  antiguo  Etham  de  la  Biblia ; 
y  es  el  sitio  más  ameno  y  fértil  de  toda  la  Judea, 
que,  como  todos  lo  saben,  semeja  [actualmente]  un 
desolado  páramo. 

En  mis  viajes  a  Tierra  Santa  tuve  la  satisfacción 
de  visitar  ese  lugar,  que,  además  de  ameno,  es  clásico 
en  las  Sagradas  Escrituras ;  y  la  impresión  que  expe- 
rimenté no  se  me  borrará  jamás . . . 

Este  lugar  delicioso  es  el  Hortus  Conclusus... 
descrito  así  por  uno  de  los  más  inspirados  viajeros  de 
Tierra  Santa,  y  uno  de  los  más  grandes  poetas  mis- 


32 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


ticos  de  la  época  contemporánea,  el  laureado  Presbí- 
tero Jacinto  Verdaguer : 

— "Volviendo  del  valle  de  Hebrón  a  Belén,  como 
si  dijéramos,  desde  la  tumba  de  Abrahán  a  la  cuna 
de  Jesús,  se  pasa  por  Ras-el-Ain  (Fons  Signatus, 
Fuente  Sellada),  en  donde  flota  la  imagen  de  Sa- 
lomón, grada  digna  en  la  escala  de  la  historia  divi- 
na.. .  En  el  valle,  cavados  en  la  roca  viva,  rodeados 
de  pared,  se  ven  los  Estanques  o  Piscinas  de  Salomón. 
El  más  alto  vierte  sus  aguas,  que  recibe  del  Fons  Sig- 
natus, en  el  segundo  y  el  segundo  en  el  tercero.  Su 
mismo  autor  los  describe  en  el  Eclesiastés  (2,  5.  6) : 
"Híceme  huertos  y  jardines,  y  planté  en  ellos  árboles 
de  todos  frutos ;  híceme  estanques  de  agua  para  re- 
gar de  ellos  el  bosque  donde  los  árboles  crecían ..." 

El  bosque,  o  parque,  que  es  el  Hortus  Conclusus, 
está  más  abajo,  encerrado  entre  dos  montañas  para- 
lelas, y  todavía  merece  de  los  árabes  el  nombre  de 
Jardines  de  Salomón.  Según  testimonio  de  Josefo, 
"aquí  tenía  costumbre  de  venir  al  romper  del  alba, 
saliendo  de  Jerusalén  escoltado  por  sus  guardias,  ar- 
mados de  sus  ballestas,  en  su  carroza  real  y  vestido 
de  blanco". 

Aquí  tenía  su  palacio  de  verano,  del  que  parece 
hacer  mención  en  el  Eclesiastés  (2,  4) ,  y  aquí  compu- 
so, en  una  hora  de  inspiración  divina,  que  no  ha  te- 
nido igual,  antes;  ni  después  de  él,  en  ningún  pueblo 
de  la  tierra,  el  misterioso  Cántico  de  los  Cánticos, 
desesperación  de  la  poesía  amorosa  terrena,  que  no 
tiene  alas  para  volar  tanto  y  tan  alto,  y  fuente  inex- 
tinguible de  la  poesía  mística  de  todas  las  literaturas. 
Todos  los  epitalamios,  todos  los  idilios,  toda  la  incom- 
parable poesía  oriental  vive  y  canta  en  esos  versícu- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


n 


los  nupciales,  que  parecen  dictados  en  el  paraíso  te- 
rrenal, o  mejor,  en  el  verdadero  paraíso,  para  celebrar 
los  eternos  desposorios  del  Alma  y  Jesús. 

Después  de  tres  mil  años  florecen  todavía  los 
aromas  del  Huerto  cantado  por  la  Sulamita,  y  llegan 
a  todos  los  conventos  y  monasterios,  a  todos  los  tem- 
plos y  capilla^,  a  todas  las  celdas  y  oratorios  donde 
ora  un  alma  enamorada  de  Jesús.  En  aquellos  jardines 
perfumaron  sus  almas  puras  y  sus  libros  Santa  Ger- 
trudis y  Santa  Teresa.  Conservan  sus  olores  los  can- 
ticos  del  melifluo  San  Bernardo  y  los  del  iluminado 
Raimundo  Lulio ;  pero  San  Juan  de  la  Cruz  nos  dió  en 
sus  idilios  celestiales  sus  mismas  flores,  como  las  que 
los  sacerdotes  peregrinos  llevan  apretadas  entre  las 
hojas  del  breviario. 

Hoy  estos  vergeles  son  huertos  partidos  en  pe- 
queñas fajas,  que  beben  por  cada  lado  un  riego  de 
agua  de  los  Estanques  de  Salomón;  los  manzanos, 
granados  y  otros  árboles  frutales,  que  llenan  el  estre- 
cho y  delicioso  valle,  ostentan  sus  herniosas  flores,  y 
una  blancura  robada  cubre  los  campos,  como  si  para 
celebrar  la  Pascua,  que  llega,  se  quisiesen  poner  la 
antigua  y  ya  olvidada  vestidura  del  jardín.  El  murmu- 
rio de  las  aguas,  el  rumor  de  las  hojas,  el  concierto 
de  los  pájaros,  en  que  sólo  echo  de  menos  la  voz  del 
ruiseñor;  la  dulce  soledad  y  el  enjambre  de  imágenes 
divinas  que  lo  pueblan,  hacen  de  este  sitio  el  más  de- 
licioso de  la  Palestina".  [Hasta  aquí  el  texto  del  P. 
Verdaguer] . 

"De  la  Vii-gen  María  es  adecuada  imagen  ese 
Huerto  delicioso.  Ella  es  Huerto  por  su  fecundidad, 
como  Madre  del  Redentor;  pero  Cerrado  por  su  vir- 
ginidad inmaculada ;  así  como  es  Huerto  por  tener  la 

i  —  Editorial 


34 


EL  miMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


plenitud  de  todas  las  virtudes,  representadas  en  las 
flores  y  frutos  del  Huerto  paradisíaco. 

Palestina  es  la  tierra  clásica  del  cristianismo, 
porque  está  cubierta  de  recuerdos  bíblicos  y  sagrados, 
tanto  respecto  de  Jesucristo  como  de  su  Santísima 
Madre;  recuerdos  que  la  piedad  cristiana  ha  consa- 
grado elevando  un  ainnúmero  de  monumentos.  Y  sin 
embargo  existe  allí  un  vacío  respecto  de  María:  en 
su  Huerto  no  existe  santuario  alguno  que  recuerde 
su  fecundidad  virginal  como  Virgen-Madre. 

¿Por  qué  será? 

Esperaba  ese  honor  en  la  plenitud  de  los  tiem- 
pos cristiano^  de  parte  de  las  vírgenes  que  habían  de 
llevar  su  nombre . . . 

Apenas  contemplé  aquel  Huerto  delicioso,  se  me 
presentó  la  imagen  de  María  del  Huerto;  quizá  fui 
el  primero  que  allí  la  veneró ;  y  le  prometí  que  había 
de  hacer  de  mi  parte  todo  lo  posible  para  que  en 
aquel  lugar  tuviera  un  culto  perpetuo  por  sus  Hijas". 

Estos  planes  comunicaba  al  público  nuestro  pri- 
mer Arzobispo  en  1890.  En  él  era  todo  uno  idear,  em- 
prender y  ejecutar.  Caldeó,  pues,  en  el  fuego  de  su 
genial  pensamiento  a  la  sociedad  de  ambas  márgenes 
del  Plata,  y  transfundió  en  los  elegidos  para  colabora- 
dores su  férrea  voluntad,  su  intrépida  fe,  su  actividad 
incansable. 

En  10  de  Junio  de  1893  escribía  desde  Roma  a 
Don  Nicolás  Luquese: 

"Aquí  me  tienes  de  vuelta  de  Jerusalén,  en  donde 
tuve  el  honor  de  representar  a  la  América  del  Sud  en 
el  Congreso  Eucarístico  allí  celebrado  [el  octavo  in- 
ternacional, del  15  al  21  de  Mayo  de  1893]. 

También  debo  comunicarte  que  he  tenido  mucha 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


35 


sue  ;e  en  la  compra  del  terreno  de  "El  Hortua  Con- 
clu  as",  pues  adquirí  11.700  me.  por  17.000  francos 
con  árboles  frutales  y  casa  para  el  jardinero,  deján- 
dole arrendado  por  400  francos  al  año,  de  manera 
que  ne  ahorro  el  costo  de  una  persona  para  cuidarlo 
mien'ras  no  se  edifique  el  santuario". 

T.  anscurrido  breve  tiempo,  asienta  la  primera  pie- 
dra, e  i  cuyo  interior  queda  este  documento: 

Para  perpe  -|-  tua  memoria. 

Huerto  cerrado  y  Fuente  sellada  eres,  María. 
(Antífona  de  los  Cánticos  de  Salomón.) 
"Pai>  mayor  gloria  de  Dios,  y  en  honor  de  la 
Santísima  virgen  María,  de  quien  es  figura  este  Pa- 
raíso, el  día  iiez  y  siete  de  Marzo  del  año  del  Señor 
mil  ochocientas  noventa  y  siete,  reinando  el  Sumo 
Pontífice  León  XIII,  y  bajo  el  gobierno  del  Patriarca 
Jerosolimitano  ilonseñor  Luis  Piavi,  quienes  han 
aplaudido  y  bendecido  la  erección  del  Santuario,  fué 
colocada  por  el  Arzobispo  de  Montevideo,  en  la  Re- 
pública Oriental  del  Uruguay,  Monseñor  Mariano  So- 
ler, la  piedra  angular  del  Monumento  que  los  fieles 
de  las  Repúblicas  Argentina  y  Uruguaya,  de  la  Amé- 
rica del  Sur,  dedican  a  María  del  Huerto,  denominada 
por  Salomón  en  sua  Cánticos  Hortus  Conclusus,  en 
árabe  Orthás,  a  diez  kilómetros  de  la  ciudad  de  Je- 
rusalén,  y  en  las  inmediaciones  de  Belén. 

"El  templo  y  el  edificio  que  aquí  se  construyen 
se  deben  a  la  generosidad  piadosa  de  argentinos  y 
uruguayos,  que  erigen  este  Santuario,  así  en  testimo- 
nio de  su  devoción  a  la  Virgen  del  Huerto,  como  de 
gratitud  por  los  beneficios  recibidos;  de  su  santo  ins- 
tituto, y  para  honor  y  propiciación  de  ambas  Repú- 
blicas Argentina  y  Uruguaya,  en  esta  Tierra  Santa, 


36 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


cuna  de  la  redención  del  mundo  y  origen  de  su  civi- 
lización". 

La  construcción  adelantó  con  prodigiosa  rapidez. 
En  6  de  Mayo  de  1899,  días  antes  del  Concilio  Plenario 
Latino  Americano,  ya  podía  escribir  el  egregio  Pre- 
lado desde  Jerusalén: 

"Llegamos  con  felicidad,  y  en  seguida  visitamos 
las  obras  del  Santuario,  que  presenta  ya  un  aspecto 
pintoresco  y  grandioso,  y  en  cuya  construcción  traba- 
jan ciento  ochenta  operarios". 

Días  después  (16  de  Mayo),  agrega  desde  Roma: 

"Estoy  sumamente  satisfecho  de  la  obra  del  Hor- 
tus  Conclusus,  pues  parece  obra  de  Romanos". 

Y  obra  de  Romanos  fué  en  verdad.  De  la  noche 
a  la  mañana  se  encerró  con  sólida  construcción  de 
sillería  un  área  de  muchos  miles  de  metros;  se  ta- 
jó audazmente  la  ladera  de  la  montaña,  a  fin  de 
abrir  en  ella  espacio  para  el  templo;  se  construyó 
un  muro  de  contención  en  el  límite  de  dicho  terre- 
no; ge  tendió  a  través  del  Huerto,  hasta  la  aldea 
de  Orthás,  un  viaduct  i  de  dieciséis  arcos. 

Y  el  12  de  noviembre  de  1901  se  ofrecía  ya  por 
primera  vez  en  la  nueva  iglesia  el  augusto  sacri- 
ficio, y  las  Hijas  de  María  del  Huerto  anidaban  en 
el  sitio  predestinado.  El  Arzobispo  de  Montevideo 
escribía  con  justa  satisfacción: 

"El  gran  Pontífice  León  XIII,  que  tanto  había 
aplaudido  la  idea  de  erigir  un  monumento  sagrado 
en  Hortus  Conclusus  a  la  Virgen  María  en  él  pre- 
figurada, quiso  él  mismo  consagrar  con  el  título  de 
Santuario  marial  el  erigido  por  argentinos  y  uru- 
guayos en  Palestina  enviando  a  la  Superiora,  por  me- 
dio del  Cardenal  Parocchi,  Protector  del  Instituto, 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


37 


en  el  día  de  su  inauguración,  el  siguiente  telegrama, 
que  era  un  honor  especialísimo:  "El  Padre  Santo  en- 
vía la  bendición  apostólica  con  ocasión  de  la  fiesta 
inaugural  del  Santuario  de  Nuestra  Señora  del  Huer- 
to en  Hortus  Conclusus,  a  todos  los  asistentes  al  acto 
y  de  una  manera  especial  a  las  Religiosas  fun- 
dadoras." 

Y  añade:  "Creemos  que  si  Salomón  pudiera  le- 
vantarse de  su  tumba,  y  volver  a  recorrer  sus  jardi- 
nes, se  estremecería  con  soberanos  arrobamientos 
al  contemplar  erigido  un  santuario  a  la  divinal  Espe- 
ra, oue  él  cantara  por  vez  primera :  y  que  reputaría 
ñor  muv  honrado  el  edén  üor  donde  acostumbraba  pa- 
sear su  real  corona,  al  verle  dedicado  a  b  doria  de 
la  Vireen  oue  él  proclamó  fecunda  v  hermosa  como 
aquel  Huerto  Cerrado  y  como  aquella  Fuente  Sella- 
da, y  descendiente  de  la  misma  estirpe  real  de  David. 

María  ha  venido  arí  a  ser  propietaria  del  Huerto 
o  Paraíso  que  perteneció  a  su  real  ascendiente.. . 

Y  nos  es  srato  consignar  oue  en  el  úlrimo  Con- 
greso María!  Internacional,  celebrado  en  Einsiede'n 
de  Suiza  ( 1906) ,  en  un  trabajo  presentado  ñor  el  prín- 
cipe real  de  Saionia,  Maximiliano,  al  enumerar  las 
múltiples  figuras  de  María,  se  hace  mención  del 
Huerto  Cerrado  y  de  la  Fuente  Sellada,  así  como 
del  Santuario  allí  erigido. 

"Los  jardines,  dice,  que  el  rey  Salomón  había 
hecho  plantar,  y  que  según  la  tradición,  se  encontra- 
ban en  las  cercanías  de  Belén  y  contenían  una  fuente 
sellada,  son  mencionados  por  él  mismo  en  el  Cantar 
de  los  Cantares  como  imagen  de  la  Espora:  Huerta 
Cerrado  eres,  hermana  mía,  Esposa,  y  Fuente  S  i- 
llada".. .  (Cant.  4,  12.) 


38 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Encuéntrase  hoy  día  en  las  inmediaciones  de 
Belén  en  el  lugar  de  los  antiguos  jardines  de  Salo- 
món, un  convento  latino  con  su  iglesia,  habitado 
por  religiosas  de  la  América  del  Sud  [el  Santua- 
rio de  Nuestra  Señora  del  Huerto].  Cada  vez  que 
llegan  peregrinos,  estas  vírgenes  entonan  en  su  igle- 
sia un  cántico  que  declara  ser  María  el  huerto  cerra- 
do y  la  fuente  sellada.". . . 

Monseñor  Soler  hubiera  podido  agregar  que  L. 
Heidet  en  el  monumental  Dictionnaire  de  la  Bible  de 
F.  Vigouroux,  tomo  II,  col.  1993  (año  1912),  alude, 
aunque  vagamente  y  de  oídas,  al  edificio  del  Hor- 
tua  Conclusus,  con  estas  palabras:  "En  una  de  las 
estribaciones  de  la  montaña,  frente  a  la  aldea  de 
Urthás,  al  Oeste,  descuella  una  construcción  de  bas- 
tante gracioso  aspecto  y  ceñida  de  alto  muro:  está 
destinada  a  una  comunidad  de  religiosas." 

Ya,  pues,  ha  dejado  felizmente  de  ser  verdad 
lo  que  en  sus  Visiones  de  la  Palestina  escribía  el  gran 
poeta  balear  Pbro.  D.  Miguel  Costa  y  Llobera: 

"¿Qué  será  aquel  murallón  recocido  por  el  sol 
y  la  vetustez? 

Aquello  fué  la  maravilla  de  la  Fuente  Sellada. 

¿Qué  son  aquellas  albercas  por  donde  corre  un 
reguero  de  limo? 

Son  los  tres  Estanques  de  Salomón:  bien  lo  di- 
ce la  enorme  oquedad  abierta  en  la  roca. 

¡Oh  espesuras  perfumadas,  s(olaz  del  Rey  de 
las  magnificencias:  ya  nada  de  vosotras  queda,  fue- 
ra del  eterno  epitalamio  de  los  Cantares! 

No.  Allá  abajo,  en  la  hondonada,  verdea  un  huer- 
to. . .  Allá  fué  el  Jardín  Cerrado  y  tristemente  con- 
serva aquel  sitio  su  recuerdo. 


i  DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


39 


Resto  insepulto  de  un  Paraíso  encerrado  entre 
rocas  de  miseria,  retrata  la  maravilla  perdida  para 
hacerla  sentir  más  y  más. 

i  Ah !  esta  tierra  de  los  Cantares  ya  no  canta  ni 
un  versículo  de  ellos:  tan  sólo  entona  el  desengaño 
del  viejo  Eclesiastés. 

Este  país  es  el  gran  decrépito,  montón  de  re- 
cuerdos :  es  el  Patriarca  bíblico,  que  en  su  desolación 
se  cubre  la  cabeza  de  polvo  y  ceniza." 

«Mas  también,  agrega  monseñor  Soler,  saluda- 
mos la  erección  del  Santuario  a  María  del  Huerto 
como  una  gloria  y  prenda  de  gratitud  de  argentinos 
y  uruguayos.  De  gloria  cristiana,  como  quiera  que, 
siendo  los  Santos  Lugares  la  atracción  de  los  rome- 
ros del  orbe  católico,  erigir  en  Tierra  Santa  un  mo- 
numento religioso,  que  pregone  el  nombre  de  la  par- 
tria,  hará  sonar  cristianamente  el  de  ambas  Repú- 
blicas contribuyentes,  la  Argentina  y  la  Uruguaya, 
con  eco  glorioso  y  perenne  al  través  de  las  genera- 
ciones. 

Además  allí  se  ora  perennemente  por  les  desti- 
nos de  ambas  Repúblicas,  las  que  con  ese  monumen- 
to han  consagrado  la  propia  fraternidad. 

Pero  al  mismo  tiempo,  significa  y  es  prenda 
de  la  gratitud  de  argentinos  y  uruguayos,  pues  con- 
tribuyendo a  la  erección  de  ese  Santuario  han  que- 
rido retribuir  los  beneficios  recibidos  cié  las  Hijas 
de  María  del  Huerto  en  los  múltiples  establecimien- 
tos de  enseñanza  y  beneficencia  que  dirigen  en  am- 
bas Repúblicas. 

Por  tanto,  amados  fieles,,  a  las  atracciones  in- 
comparables de  la  visita  a  los  Santos  Lugares,  po- 
demos añadir  el  noble  y  justo  móvil  de  contemplar 


M 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


una  obra  que  en  Tierra  Santa  ostenta  nuestro  escu- 
do y  nuestra  bandera,  y  que  podemos  llamar  nuestra 
con  patriótica  y  cristiana  satisfacción:  motivo  por  el 
cual  tampoco  extrañaréis  que  haya  sido  algo  prolijo 
al  ocuparme  de  ella.  Todas  las  naciones  cristianas, 
aun  las  cismáticas  y  protestantes,  se  glorían  y  tienen 
a  grande  honor  poseer  en  Tierra  Santa  algún  monu- 
mento sagrado:  he  aquí  por  qué  hemos  querido  emu- 
lar esa  gloria  y  ese  honor." 

El  egregio  Arzobispo,  para  quien  el  Santuario 
del  Huerto  se  había  convertido  en  una  visión  familiar 
e  inseparable,  insiste  a  menudo  en  el  predilecto  ar- 
gumento. 

Al  salir  por  última  vez  de  la  patria  con  el  corazón 
cansado  de  latir,  ae  encaminará,  a  costa  de  abreviar 
sus  contados  días,  a  embelesar  su  espíritu  y  a  orar 
en  aquel  sitio  donde  él  soñó  y  realizó  el  milagro  de 
levantar  un  templo,  un  asilo,  un  orfanotrofio  y  un 
dispensario. 

Mas  repárese  en  que  él.  creador  y  alma  de  la 
obra :  él.  que  ha  vencido  la  fanática  oposición  de  lo? 
musulmanes  al  proyecto,  arrancado  la  difícil  aproba- 
ción del  sultán,  adquirido  el  terreno,  allegado  con 
heroico  tesón  los  caudales  necesarios,  y  activado  la 
construcción  hasta  verla  concluida  con  increíble  ce- 
leridad; él  habla,  sí,  con  frecuencia  y  delectación 
morosa  del  triunfo  logrado;  pero  con  inconmovible 
humildad,  eliminada  su  propia  persona,  atribuye 
todo  el  mérito  a  la  generosidad  uruguaya  y  argen- 
tina, al  desprendimiento,  celo,  fervor  y  patriotismo 
de  las  dos  Repúblicas  hermanas. 

Este  rasgo,  que  vemo3  reproducido  en  todas  su? 
•mpresas,  pinta  de  cuerpo  entero  al  santo  Prelado. 


i  DOCTO»  D    M  »  •  ■  ' 


En  el  Concilio  Plenario  Latino- Americano  - 

Para  "proveer  a  los  intereses  de  la  familia  lati- 
na, que  ocupa  más  de  la  mitad  del  Nuevo  Mundo",  el 
gran  León  XEL  con  Letras  Apostólicas  del  25  de  Di- 
ciembre de  1398,  convocó  a  los  Obispos  respectivos  a 
un  Concilio  Plenario  que  había  de  celebrarse  en  Bo- 
ma, en  el  año  siguiente. 

AI  Arzobispo  de  Montevideo  lo  encontramos  ya 
en  Genova  el  20  de  Abril  de  1819.  Después  de  una 
rápida  excursión  a  Palestina,  con  el  fin  de  inspec- 
cionar las  obra3  del  Hortus  Conclusos.  llegó  a  Roma 
para  la  inauguración  del  Concilio. 

Esta  se  realizó  el  domingo  28  de  Mayo  en  el  Co- 
legio Pío  Latino  Americano,  bajo  la  presidencia  del 
Cardenal  Angel  Di  Pietro.  delegado  de  Su  Santidad, 
al  cual  hemos  conocido  como  Internuncio  Apostólico 
en  el  Río  de  la  Plata  allá  por  el  año  1878. 

Daniel  Muñoz,  ministro  entonces  del  Uruguay 
en  Roma,  escribía  en  carta  a  La  Razón: 

«'Era  nuestro  Arzobispo  el  designado  por  el  Pa- 
lio, circunstancia  que  todos  ignoraban  en  aquel  mo- 
to, por"  lo  que  esperaba  impaciente  verlo  subir  al 
pulpito  para  dirigir  la  palabra  al  Congrio,  en  jirin. 
como  estaba  prescripto ;  pero  no  salí  de  mi  curiosidad, 
pues  arenas  terminada  la  misa  y  cantadas  h 
ñas  y  rezadas  las  '.e-anías  7  dádose  unos  a 
prelados  el  abrazo  de  paz.  volvió  el  maestro  de  cere- 
monias a  decir  extra  omnes.  con  lo  que  me  vi  obli- 
gado a  salir,  aunque  retardando  el  paso  para  oír  si- 
quiera las  primeras  palabras  de  Monseñor  Soler,  a 


42 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


quien  veía  ya  de  pie  en  el  púlpito,  desvestido  de  la 
capa  pluvial  y  despojado  de  la  mitra,  paseando  la 
mirada  penetrante  y  astuta  por  todo  el  auditorio. 

"Nada  oí,  sin  embargo,  y  por  consiguiente  nada 
puedo  decir  sobre  el  mérito  del  discurso  de  Monseñor 
Soler,  a  quien  muchos  ,  dan  como  candidato  para  la 
púrpura  cardenalicia,  creencia  que  se  ha  robustecido 
hoy  al  saberse  la  distinción  que  ha  conferido  el  Su- 
mo Pontífice  al  Arzobispo  de  Montevideo  designán- 
dolo para  pronunciar  el  discurso  de  inauguración  del 
Concilio.  Por  mis  informes  no  creo  que  Monseñor  So- 
ler sea  promovido  al  cardenalato  en  el  Próximo  Con- 
sistorio, pero  creo  que,  si  no  e¡3  el  primero,  será  uno 
de  los  primeros  sudamericanos  que  llegará  a  ser  prín- 
cipe de  la  Iglesia.  Hay  quienes  aseguran  que,  si  no  es 
proclamado  en  el  Consistorio  inminente,  el  Papa  re- 
servará in  péctore  su  nombramiento  para  publicarlo 
en  una  próxima  oportunidad". 

El  Doctor  Soler  habló  en  aquella  ocasión  memo- 
rable quince  minutos. 

El  Concilio  fué  clausurado  el  9  de  Julio,  después 
de  una  labor  fecunda,  cuyas  conclusiones  el  curioso 
puede  ver  en  las  Actas  del  mismo,  conservadas  en  to- 
das las  parroquias;  pero  antes,  en  9,  10  y  11  de  Ju- 
nio, los  Padres  celebraron  en  la  iglesia  síalesiana  del 
Sagrado  Corazón  de  Jesús,  en  el  barrio  del  Castro 
Pretorio,  el  triduo  solemne  ordenado  por  León  XIII 
para  la  consagración  del  mundo  entero  al  mismo  Co- 
razón Deífico. 

Predicaron  sucesivamente:  en  castellano,  Mon- 
señor Mariano  Soler;  en  italiano,  Monseñor  Pedro 
Brioschi,  obispo  de  Cartagena,  y  en  latín,  Monseñor 
Ramón  Angel  Jara,  obispo  de  Ancud. 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


43 


Terminado  el  Concilio,  el  Arzobispo  de  Montevi- 
deo, que  había  sido  en  toda  la  duración  de  aquél  hon- 
rado con  especiales  distinciones,  consultas  y  encargos 
por  parte  del  Sumo  Pontífice,  hubo  de  permanecer  al- 
gunos días  aún  en  Roma,  como  Presidente  de  la  Co- 
misión nombrada  por  aquella  augusta  Asamblea  pa- 
ra entender  en  los  asuntos  del  Colegio  Pío  Latino 
Americano. 

El  Prelado  estuvo  de  regreso  en  Montevideo  el 
26  de  Agosto.  Se  le  hizo  una  recepción  extraordina- 
ria. Los  representantes  del  Gobierno,  la  Comisión 
del  Clero  y  la  Ejecutiva  de  la  Asamblea  de  católicos, 
se  trasladaron  en  la  cañonera  Rivera  a  la  Isla  de  Flo- 
res, donde  el  ilustre  viajero  cumplía  una  cuarentena; 
allí  trasbordaron  a  la  Suárez,  ocupada  ya  por  el  Ar 
zobispo,  y  esta  embarcación  escoltada  por  la  anterior 
navegó  hacia  el  puerto,  donde  el  Jefe  de  la  Iglesia 
Uruguaya  y  su  comitiva  pasaron  al  vaporcito  Lava- 
lleja  para  desembarcar  en  el  muelle  de  la  capitanía. 

No  nos  detendremos  a  describir  los  imponentes 
festejos  religiosos  y  sociales,  pero  sí  reproduciremos 
el  discurso  pronunciado  por  el  Doctor  Zorrilla  de  San 
Martín  en  el  banquete  del  Club  Católico  y  engarzado 
después  por  el  autor  en  las  páginas  de  Huerto  Cerra- 
do; y  lo  reproduciremos  porque  nos  da  una  idea  com- 
pleta de  la  acción  y  renombre  de  Monseñor  Soler 
en  la  capital  de  la  cristiandad  y  de  la  resonancia  de 
todo  ello  en  el  alma  de  los  orientales: 

"Excmo.  y  Rvmo.  Señor: 

A  mí  me  corresponde,  como  presidente  de  la 
Asamblea  de  católicos,  el  ofreceros  eslte  banquete  de 
bienvenida.  Os  lo  ofrezco,  Señor,  en  nombre  de  esa 
Asamblea;  os  lo  ofrezco  en  nombre  de  los  que,  sen- 


42 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


quien  veía  ya  de  pie  en  el  púlpito,  desvestido  de  la 
capa  pluvial  y  despojado  de  la  mitra,  paseando  la 
mirada  penetrante  y  astuta  por  todo  el  auditorio. 

"Nada  oí,  sin  embargo,  y  por  consiguiente  nada 
puedo  decir  sobre  el  mérito  del  discurso  de  Monseñor 
Soler,  a  quien  muchos  ,  dan  como  candidato  para  la 
púrpura  cardenalicia,  creencia  que  se  ha  robustecido 
hoy  al  saberse  la  distinción  que  ha  conferido  el  Su- 
mo Pontífice  al  Arzobispo  de  Montevideo  designán- 
dolo para  pronunciar  el  discurso  de  inauguración  del 
Concilio.  Por  mis  informes  no  creo  que  Monseñor  So- 
ler sea  promovido  al  cardenalato  en  el  Próximo  Con- 
sistorio, pero  creo  que,  si  no  e3  el  primero,  será  uno 
de  los  primeros  sudamericanos  que  llegará  a  ser  prín- 
cipe de  la  Iglesia.  Hay  quienes  aseguran  que,  si  no  es 
proclamado  en  el  Consistorio  inminente,  el  Papa  re- 
servará in  péctore  su  nombramiento  para  publicarlo 
en  una  próxima  oportunidad". 

El  Doctor  Soler  habló  en  aquella  ocasión  memo- 
rable quince  minutos. 

El  Concilio  fué  clausurado  el  9  de  Julio,  después 
de  una  labor  fecunda,  cuyas  conclusiones  el  curioso 
puede  ver  en  las  Actas  del  mismo,  conservadas  en  to- 
das las  parroquias;  pero  antes,  en  9,  10  y  11  de  Ju- 
nio, los  Padres  celebraron  en  la  iglesia  síalesiana  del 
Sagrado  Corazón  de  Jesús,  en  el  barrio  del  Castro 
Pretorio,  el  triduo  solemne  ordenado  por  León  XIII 
para  la  consagración  del  mundo  entero  al  mismo  Co- 
razón Deífico. 

Predicaron  sucesivamente:  en  castellano,  Mon- 
señor Mariano  Soler;  en  italiano,  Monseñor  Pedro 
Brioschi,  obispo  de  Cartagena,  y  en  latín,  Monseñor 
Ramón  Angel  Jara,  obispo  de  Ancud. 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


4a 


Terminado  el  Concilio,  el  Arzobispo  de  Montevi- 
deo, que  había  sido  en  toda  la  duración  de  aquél  hon- 
rado con  especiales  distinciones,  consultas  y  encargos 
por  parte  del  Sumo  Pontífice,  hubo  de  permanecer  al- 
gunos días  aún  en  Roma,  como  Presidente  de  la  Co- 
misión nombrada  por  aquella  augusta  Asamblea  pa- 
ra entender  en  los  asuntos  del  Colegio  Pío  Latino 
Americano. 

El  Prelado  estuvo  de  regreso  en  Montevideo  el 
26  de  Agosto.  Se  le  hizo  una  recepción  extraordina- 
ria. Los  representantes  del  Gobierno,  la  Comisión 
del  Clero  y  la  Ejecutiva  de  la  Asamblea  de  católicos, 
se  trasladaron  en  la  cañonera  Rivera  a  la  Isla  de  Flo- 
res, donde  el  ilustre  viajero  cumplía  una  cuarentena; 
allí  trasbordaron  a  la  Suárez,  ocupada  ya  por  el  Ar 
zobispo,  y  esta  embarcación  escoltada  por  la  anterior 
navegó  hacia  el  puerto,  donde  el  Jefe  de  la  Iglesia 
Uruguaya  y  su  comitiva  pasaron  al  vaporcito  Lava- 
lleja  para  desembarcar  en  el  muelle  de  la  capitanía. 

No  nos  detendremos  a  describir  los  imponentes 
festejos  religiosos  y  sociales,  pero  sí  reproduciremos 
el  discurso  pronunciado  por  el  Doctor  Zorrilla  de  San 
Martín  en  el  banquete  del  Club  Católico  y  engarzado 
después  por  el  autor  en  las  páginas  de  Huerto  Cerra- 
do; y  lo  reproduciremos  porque  nos  da  una  idea  com- 
pleta de  la  acción  y  renombre  de  Monseñor  Soler 
en  la  capital  de  la  cristiandad  y  de  la  resonancia  de 
todo  ello  en  el  alma  de  los  orientales: 

"Excmo.  y  Rvmo.  Señor: 

A  mí  me  corresponde,  como  presidente  de  la 
Asamblea  de  católicos,  el  ofreceros  eaite  banquete  de 
bienvenida.  Os  lo  ofrezco,  Señor,  en  nombre  de  esa 
Asamblea;  os  lo  ofrezco  en  nombre  de  los  que,  sen- 


44 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


tados  en  esta  mesa,  creen  que  comen  el  pan  y  beben 
el  vino  de  la  casa  paterna  porque  Vos  los  presidís  y 
lo  bebéis  con  ellos ;  os  lo  ofrezco  en  nombre  del  pue- 
blo católico;  de  ése  que  habéis  visto  anteayer  salir 
en  masa  enorme  a  vuestro  encuentro,  alfombrar  de 
flores  vuestro  camino,  y  llenar  las  naves  de  nuestra 
Catedral  para  recibir  vuestra  bendición;  de  ése  que 
ha  corrido  a  dar  gracias  a  Dios  porque  os  había  prote- 
gido en  vuestro  viaje,  os1  había  iluminado  en  vuestra 
misión,  y  os  había  devuelto,  por  fin,  al  ósculo  rer- 
petuoso  y  cariñoso  de  vuestro  pueblo  que  os  ama,  que 
os  venera,  y  que  se  enorgullece  de  su  insigne  Prela- 
do Metropolitano. 

La  patria  tiene  ciertamente  motivos  para  dar  gra- 
cias a  Dios.  Fué  El  quién  la  inspiró,  sin  duda  alguna, 
cuando,  con  un  movimiento  vigoroso  y  unánime,  lu- 
chó contra  Vos  mismo,  Señor,  para  arrancaros  del 
alma  un  ensueño  generoso  que  quería  arrebataros  pa- 
ra siempre  a  la  patria,  y  para  mostraros  en  ella  vues- 
tro verdadero  campo  de  acción ;  en  ella,  en  esta  tierra 
querida  que  os  vió  nacer,  y  a  la  que  pertenecéis  por- 
que Dios  lo  quiere,  porque  nosotros  lo  queremos,  y 
porque  Vos  también  lo  queréis;  fué  Dios  quien  la 
iluminó  cuando  vió  en  Vos  el  hombre  predestinado  a 
recoger  la  herencia  del  doliente  obispo  mártir,  y  del 
primer  obispo  sembrador  del  Uruguay;  fué  El,  sin 
duda,  quien  la  movió,  cuando  aclamó  en  Vos  por  la 
primera  vez,  y  aclama  hoy  de  nuevo,  la  continuación 
de  la  tradición  de  inmaculada  doctrina,  de  virtud 
y  de  celo,  que  constituye  la  serie  de  ilustres  Prelados 
que  han  sido  el  tesoro  de  nuestra  patria  ¡qué  digo 
"han  sido" !  que  son  el  tesoro  de  nuestra  patria,  por- 
que las  patrias,  señores;,  se  forman  no  sólo  de  sus  hi- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


46 


jos  vivos,  sino  también,  y  muy  especialmente,  de  sus 
grandes  hijos  muertos. 

La  patria  os  ha  seguido,  Señor,  con  avidez,  en 
vuestras  últimas  importantísimas  labores);  os  ha 
visto  subir  a  la  Cátedra  del  Concilio  Latino  Ameri- 
cano para  pronunciar  el  discurso  inaugural  de  esa 
memorable  asamblea  de  nuestra  raza,  y  ha  sentido 
con  gratitud  cómo  se  reflejaba  en  su  nombre  el  bri- 
llo de  vuestro  carácter,  de  vuestras  virtudes  y  de 
vuestro  saber;  os  ha  visto  acercaros  al  Vicario  de 
Cristo  que  os  llamaba  para  consultar  vuestras  opi- 
niones, y  ha  advertido  cómo  el  augusto  anciano  escu- 
chaba con  atención  vuestros  dictámenes.  Os  ha  vis- 
to, por  fin,  trabajar  con  energía  y  eficacia  en  el  sos- 
tenimiento del  Colegio  Pío  Latino  Americano  de  Ro- 
ma, por  el  cual  ya  recorristeis  una  vez  en  peregrina- 
ción nuestra  América  Española,  de  ese  Colegio  Pío 
Latino  Americano,  vivero  fecundo  del  clero  de  nues- 
tro continente,  corazón  que,  unido  íntimamente  al  del 
representante  de  Cristo,  derrama  por  las  arterias  de 
nuestra  América  la  savia  de  la  doctrina,  y  envía  por 
todos  sus  ámbitos  ejemplos  de  ciencia  y  de  virtud, 
que,  como  Vos,  Señor,  y  como  esos  dos  prelados  in- 
signes que  comparten  con  Vos  la  paternidad  espiri- 
tual en  este  banquete  fraternal  de  vuestros  hijos,  son 
honra  y  prez  de  aquel  Colegio  Romano  y  justo  título 
de  orgullo  para  sus  patrias  respectivas. 

Pero  la  patria  os  ha  seguido  de  lejos,  Señor,  en 
vuestras  labores  en  la  ciudad  eterna.  Yo,  que  tuve  la 
honra  de  gestionar,  como  enviado  diplomático,  la  erec- 
ción de  la  sede  metropolitana  de  Montevideo ;  yo,  que 
tuve  la  fortuna  de  recibir  vuestra  primera  bendición 
pastoral,  cuando  recibisteis  vuestra  excelsa  investí- 


46 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


dura,  yo  he  podido  ver  de  cerca  todo  el  prestigio  de 
vuestra  persona  en,  la  ciudad  eterna,  y  todo  el  respe- 
to que  habéis  sabido  conquistar  allí  con  vuestras  vir- 
tudes y  con  vuestra  inteligencia. 

Yo  os  he  visto  atravesad*  la  puerta  de  bronce  en 
que  termina  la  columnata  de  Bernini,  y  penetrar  al 
Vaticano  como  a  vuestra  casa  solariega ;  yo  os  he  vis- 
to devolver,  con  noble  inclinación  de  cabeza,  el  saludo 
de  la  guardia  suiza  de  casco  de  bronce  cubierto  de  crin 
blanca,  pasar  sereno  ante  la  guardia  noble,  cruzar  la 
semioscuridad  de  las  antesalas  del  Cardenal  Secreta- 
rio de  Estado,  y  he  oído,  en  pos  vuestro,  lo  que  Vos 
no  escuchabais  ya:  el  acento  de  veneración  con  que 
se  pronunciaba  vuestro  nombre  en  aquella  casa  que  es 
el  centro  del  mundo ;  el  tono  de  veneración  con  que  allí 
se  decían  los  unos  a  los  otros  al  veros  pasar:  "es  el  Ar- 
zobispo de  Montevideo." 

¡  Oh !  ¡  El  nombre  de  la  patria !  ¡  El  nombre  de  la 
patria  pronunciado  con  respeto  y  admiración  allá  le- 
jos! Gracias,  Señor,  por  los  momentos  aquellos  de 
satisfacción  que  experimentó  mi  alma,  al  sentir  re- 
flejarse sobre  ese  querido  nombre  la  luz  solar  y  el 
prestigio  que  de  vuestro  nombre  irradiaban. 

Pero  yo  tuve  ocasión  de  ver  algo  más  fundamen- 
tal que  eso  que  deleitaba  mis  sentidos ;  tuve  ocasión 
de  convencerme  de  que  León  XIII  os  tiene  in  péctore 
y  de  que  vuestro  nombre  no  se  confunde  con  el  de  tan- 
tos prelados  eminentes  que  cruzan  continuamente  por 
su  pensamiento  luminoso.  El  Cardenal  Rampolla  me 
hablaba  de  Vos  como  del  hombre  indiscutible  y  trans- 
parente ;  y  oí  entonces  decir  que  el  pueblo  os  llamaba 
allá  en  Roma  afectuosamente  il  cittadino  romano,  no 
sé  si  porque  quiere  incorporar  a  sus  glorias  la  gloria 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


47 


de  vuestro  nombre,  o  si  porque  realmente  vuestra  fi- 
gura clásica,  reflejo  fiel  de  vuestra  alma  serena  y 
siempre  fija  en  la  esencia  de  las  cosas,  recuerda  algu- 
no de  aquellos  cardenales  medioevales,  en  que  el  pin- 
cel de  Rafael  quiso  inmortalizar  el  tipo  señorial  de 
la  nobleza  romana. 

Pero  no,  señores:  agradezcamos,  en  buena  hora, 
ese  testimonio  de  veneración  y  de  simpatía  del  pue- 
blo católico  de  Roma,  hacia  nuestro  insigne  Metropo- 
litano ;  pero  apresurémonos  a  decir  que  es  nuestro.  El 
es  y  será  siempre,  con  la  gracia  de  Dios,,  el  hijo  fiel 
de  la  Iglesia  Romana;  pero  es  y  será  siempre,  tam- 
bién con  la  gracia  de  Dios,  el  ciudadano  ilustre  de  la 
nación  oriental  que  lo  reclama. 

Seáis,  pues  bienvenido,  Señor,  al  seno  de  esta 
vuestra  patria  que  os  esperaba  y  os  necesitaba . . . 

Estas  manifestaciones  de  que  es  objeto  nuestro 
ilustre  Prelado  metropolitano,  manifestaciones  cató- 
licas como  jamás  se  habían  visto  en  la  ciudad  de  Mon- 
tevideo, son  una  protesta  de  amor  y  de  veneración  a 
la  persona  de  nuestro  querido  Pastor . . . 

Mirad,  oh  Señor,  con  cuánta  cordialidad  bebe- 
mos en  vuestro  honor  la  copa  que  levanto  en  este 
nuestro  banquete  fraternal,  concentrando  en  la  ter- 
nura de  mi  palabra  la  armoniosa  vibración  de  los  co- 
razones de  todos  los  que  aquí  estamos. 

Señores,  levantemos  nuestra  copa  en  honor  de 
nuestro  querido  y  venerable  Prelado.  Que  Dios  ben- 
diga nuestros  votos  antes  de  formularlos ...  Y  ahora, 
señores,  pidámosle  que  proteja  su  vida,  que  ilumine 
su  entendimiento,  que  lo  colme  de  felicidades,  porque 
la  lumbre  de  su  espíritu  será  la  luz  de  la  patria,  y  la 
felicidad  de  su  vida  es  la  dicha  y  la  alegría  de  sus 


hijos". 


48 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


El  creador  del  Arzobispado  -- 

Al  Dr.  D.  Mariano  Soler  se  debió,  como  vimos, 
la  transformación  del  Vicariato  Apostólico  del  Uru- 
guay en  el  Obispado  de  Montevideo,  el  año  1878. 

Y  a  él  también  el  Arzobispado. 

Nos  corresponde  historiar  brevemente  este 
punto. 

En  el  archivo  de  la  Curia  existe  la  minuta  de 
una  solicitud  en  que  el  Directorio  de  la  Unión  Cató- 
lica, con  fecha  de  15  de  Junio  de  1893,  pide  al  Car- 
denal Rampolla  para  nuestro  Prelado  el  título  ho- 
norífico de  Arzobispo  -  Obigpo. 

El  siempre  rehuyó  los  honores.  Hemos  visto 
que  sólo  en  virtud  de  santa  obediencia  aceptó  la  mi- 
tra. Poco  después,  del  15  al  20  de  Mayo  de  1893, 
asistió,  único  Prelado  de  la  América  del  Sur,  al  Con- 
greso Eucarístico  de  Jerusalén,  presidido  por  el  Car- 
denal Langenieux.  En  tal  circunstancia  se  le  ofre- 
ció a  Monseñor  Soler  el  patriarcado  de  aquel  título, 
¡el  patriarcado  de  Jerusalén!  Y  escribió  a  Monseñor 
Luquese:  "¡Si  vieras  con  qué  satisfacción  me  encuen- 
tro en  esta  santa  ciudad,  adorando  a  cada  momento 
el  santo  sepulcro !  ¡  Quién  me  diera  prolongar  indefi- 
nidamente estos  días,  de  los  cuales  cada  uno  vale  más 
de  mil  en  Montevideo !  Mas  parece  que  estoy  destina- 
do a  vivir  en  perpetua  contradicción.  ¡Si  supieras 
la  propuesta  que  se  me  ha  hecho  y  he  rechazado,  a 
pesar  de  todas  mis  simpatías  por  Tierra  Santa !  ¡  Pa- 
triarca de  Jerusalén!" 

Y  no  obstante,  para  gloria  de  la  religión  y  en- 
grandecimiento de  la  patria,  aspiraba  a  la  completa 
organización  jerárquica  de  la  Iglesia  Uruguaya,  aun- 


ESCUDO   DE  MONSEÑOR  SOLER 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


40 


que  no  podía  ocultársele  que  a  él  había  de  caberle  la 
dignidad  de  primer  arzobispo  jurisdiccional. 

Movió  pues,  todas  las  influencias,  y  en  el  perío- 
do de  Idiarte  Borda  fué  presentado  al  Cuerpo  Le- 
gislativo el  respectivo  proyecto  de  ley. 

En  el  Senado  sólo  le  combatieron  Don  Juan  Lin- 
dolfo  Cuestas,  con  el  sectarismo  ramplón  que  ya  le 
conocemos,  y  el  Dr.  Carlos  María  Ramírez,  con  la 
mesura  de  su  última  época,  y  por  razones  de  opor- 
tunidad. 

En  la  otra  Cámara  lo  impugnaron  los  Dres. 
Gregorio  L.  Rodríguez  y  Juan  Campisteguy,  ambos 
sin  levantar  el  vuelo  más  allá  de  sus  prejuicios  an- 
ticatólicos. 

Les  replicó  elocuentemente  el  Dr.  D.  Hipólito 
Gallinal  (hijo). 

El  18  de  Noviembre  de  1896  el  Senado  y  la  Cá- 
mara de  Representantes  votaban  la  erección  del  Ar- 
zobispado de  Montevideo  y  de  los  Obispados  sufragá- 
neos de  Salto  y  Meló,  dejando  a  los  ejecutores  la  fa- 
cultad de  establecer  los  límites  respectivos.  Es  de  no- 
tar que  el  Senado  había  modificado  el  plan  primitivo, 
que  constituía  las  diócesis  sufragáneas  en  Salto  y 
San  José,  y  delimitaba  así  las  jurisdicciones:  la  Ar- 
quidiócesis  abarcaba  a  Montevideo,  Canelones,  Mi- 
nas, Maldonado  y  Rocha ;  la  Diócesis  de  Salto,  a  Sal- 
to, Artigas,  Paysandú,  Río  Negro,  Rivera  y  Tacua- 
rembó; la  de  San  José,  a  San  José,  Colonia,  Soriano, 
Flores,  Florida,  Durazno,  Treinta  y  Tres  y  Ce- 
rro Largo. 

El  mismo  día  el  presidente  Don  Juan  Idiarte  Bor- 
da ponía  el  cúmplase  a  la  ley. 

En  carta  fechada  en  Roma  el  26  de  Abril  de 


Á  —  Editorial 


60 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


1897  el  recién  investido  Arzobispo  ,agradecido  al  Go- 
bernante, le  dice:  "Es  la  primera  carta  que  escribo 
y  firmo  como  Arzobispo  de  Montevideo  y  en  papel 
timbrado  con  el  escudo  arzobispal."  Y  le  trasmite 
la  bendición  de  S.  S. 

El  infortunado  Presidente,  que,  como  diputado, 
había  sido  colega  del  Dr.  Soler  en  la  XIII  legislatu- 
ra, expiró  en  los  brazos  del  Prelado.  Según  ya  lo  he- 
mos adelantado,  el  25  de  Agosto  de  aquel  mismo  año 
1897,  saliendo  del  tradicional  Tedéum  cantado  en  la 
Metropolitana,  fué  herido  de  bala  en  la  plaza  Matriz. 

Monseñor  Soler,  que  en  el  desfile  venía  a  su  la- 
do, le  preguntó  qué  sentía. 

—  Me  muero,  respondió  el  Presidente,  llevando 
la  mano  al  pecho. 

—  ¿Quiere  S.  E.  la  absolución? 

—  Sí,  Señor  Arzobispo. 

—  Bien,  dispóngase  a  pedir  perdón  a  Dios. 

El  moribundo  juntó  las  manos,  miró  al  cielo  y 
dijo:  "¡Dios  mío!" 

Recibió  la  absolución  sacramental  y  exhaló  el 
último  suspiro. 

Pero  volvamos  al  hilo  de  la  narración. 

El  2  de  Enero  de  1897  se  embarcó  nuestro  Obis- 
po para  el  Antiguo  Continente  en  el  Regina  Mar- 
gherita. 

El  2  de  Febrero  siguiente  zarpaba  el  Dr.  Zorrilla 
de  San  Martín  en  misión  especial  ante  S.  S.  León  XIII 
para  la  negociación  definitiva  del  arzobispado. 

El  limo.  Sr.  Soler  fué  preconizado  en  el  Consis- 
torio del  19  de  Abril  y  recibió  el  palio  el  20  en  la 
Cancillería  Apostólica,  de  manos  del  Cardenal  Teo- 
dulfo  Mertel.  Asistieron,  entre  otros,  Monseñor  An- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


51 


tonio  Sabatucci,  Arzobispo  de  Arsinoe,  el  Pbro.  Fran- 
cisco Mujica,  el  Dr.  Don  Juan  Zorrilla  de  San  Mar- 
tín el  conde  Ferrucio  Pasini  Frassoni,  los  Arzobis- 
pos de  Ñapóles  y  Manfredonia,  y  varios  obispos  pre- 
conizados también  el  día  anterior. 

El  nuevo  Arzobispo,  que,  por  insinuación  del 
Papa,  permaneció  en  Roma  para  representar  a  la 
América  del  Sur  en  la  canonización  que  se  celebraba 
a  fines  de  Mayo,  se  embarcó  de  regreso  el  8  de  Ju- 
nio en  el  Duca  di  Galliera,  y  arribó  a  su  país  el  27 
del  mismo  mes. 

Más  para  imaginado  que  para  descrito  es  el 
triunfo  con  que  le  recibieron  pueblo  y  Gobierno.  El 
rebosaba  de  purísimo  júbilo,  porque,  con  indecible 
sacrificio,  es  cierto,  de  su  humildad  y  de  sus  más  ca- 
ras propensiones,  era  elevada  la  Iglesia  nacional  al 
grado  que  le  correspondía. 

Trató  de  que  de  su  íntima  satisfacción  participase 
todo  el  país,  al  cual  dirigió,  el  29  de  Octubre,  una 
"pastoral  sobre  la  organización  jerárquica  de  la 
Iglesia  nacional". 

El  mismo  día  prestó  juramento  en  palacio. 

Sin  embargo  no  vió  cumplida  la  ley  en  lo  refe- 
rente a  los  obispados  sufragáneos. 

Falta  hoy  todavía  la  constitución  regular  del 
Cabildo  Eclesiástico,  punto  por  el  cual  se  interesaba 
tanto  el  gran  Prelado,  que  de  su  puño  y  letra  escri- 
bió totalmente  las  extensas  Constituciones  del  Ca- 
bildo Eclesiástico  de  la  Santa  Iglesia  Catedral  y  Ba- 
sílica Metropolitana  de  Montevideo. 


62 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Mientras  ruge  la  persecución  -- 

Sus  últimos  años  se  vieron  amargados  por  una 
persecución  tan  regresiva  y  anacrónica  como  enr 
carnizada  y  feroz  contra  su  Iglesia. 

Las  tribus  montaraces  del  sectarismo  criollo  ejer- 
cieron influjo  y  encontraron  favor  y  cooperación  en 
el  Gobierno. 

Fueron  relajados  los  vínculos  de  la  familia  uru- 
guaya con  la  ley  del  divorcio;  abolidos  los  honores 
oficiales  al  Señor  Sacramentado;  suprimida  la  asig- 
nación a  los  capellanes  de  los  cementerios,  y,  primero 
parcial  y  luego  totalmente,  la  subvención  votada  por 
las  Cámaras  nacionales  al  Seminario  Conciliar;  pros- 
crito con  ciego  encono  el  crucifijo  de  las  Casas  de 
Caridad  y  de  los  campos  santos  y  expulsadas  de  aqué- 
llas las  religiosas,  ángeles  de  abnegación  y  consuelo; 
abrogada  por  completo  la  enseñanza  del  catecismo  en 
las  escuelas  públicas;  anunciada  la  aplicación  de  la 
oprobiosa  ley  de  conventos.  Se  llegó  a  la  ruin  des- 
cortesía de  retirar,  sin  explicación  de  ninguna  clase, 
al  centinela  que  tradicionalmente  hacía  guardia  de 
honor  a  la  puerta  de  la  mansión  episcopal.  Y  el  dia- 
rio de  palacio,  propiedad  del  gobernante,  se  producía, 
en  todos  sus  números  sin  excepción,  con  una  agre- 
sividad, una  insolencia  y  una  incultura  inverosími- 
les en  el  siglo  XX. 

El  exceso  del  mal,  como  suele  acontecer,  sacudió 
el  marasmo  de  los  católicos,  que  se  agruparon  en 
torno  de  su  bandera  y  lucharon  como  buenos  a  las 
órdenes  de  su  gran  Arzobispo. 

Este  pronunció  el  memorable  discurso  el  22  de 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


53 


Julio  de  1906,  en  aquel  Club  Católico,  punto  de  con- 
centración en  las  horas  solemnes  de  la  causa. 

Comenzó  adoptando  por  santo  y  seña  le  expre- 
sión de  Tertuliano:  non  terrémus,  non  timémus:  "ni 
queremos  amedrentar,  ni  tememos",  coincidentes  con 
las  de  Artigas,  el  padre  de  la  patria:  "con  libertad 
no  ofendo  ni  temo". 

Hizo  el  elogio  de  la  invicta  mujer  cristiana. 

Dió  la  palabra  de  orden  en  la  persecución:  la 
misma  de  S.  S.  Pío  X  a  los  Españoles:  "la  unión  de 
todos  los  católicos":  la  verdad  de  la  Unión  Católica, 
ya  organizada  en  nuestro  país. 

Para  completarla,  dice,  se  ha  planeado  la  Liga  de 
Damas  Católicas. 

Las  alarmas  se  hacen  cada  vez  más  insistentes, 
se  concretan  más  y  más.  Yo  no  he  dado,  afirma,  pre- 
texto alguno  para  esta  agresión:  he  sido  respetuo- 
so de  la  ley  y  de  la  autoridad,  fiel  a  la  patria,  tole- 
rante, paciente.  Sin  embargo,  se  intenta  desorgani- 
zar la  familia  con  el  divorcio,  se  dificulta  la  forma- 
ción del  clero  con  la  eliminación  del  subsidio  al  semi- 
nario, se  arrancan  los  crucifijos  de  las  paredes  desde 
donde  hablaban  de  consuelo  y  de  inmortalidad,  se 
amenaza  la  expulsión  de  los.  religiosos,  aunque  todo 
corazón  bien  nacido  se  resiste  a  creer  posible  seme- 
jante extremo  de  tiranía. 

Pero  si  ello  es  cierto,  si  está  decretada  la  per- 
secución, "nadie  niegue  la  noble  divisa  de  católico, 
pues  Dios  nos  ayudará.  Y  con  su  gracia  prometo 
que  a  vuestro  lado,  y  por  la  causa  de  Cristo,  podré 
sucumbir,  pero  rendirme,  no." 

Se  ha  dicho  que  quienes  azuzan  y  mueven  la 
persecución  pretenden  imitar  a  Francia,  enemiga  de 


54  EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 

la  Iglesia.  No,  Francia  no  es  anticristiana.  Y  ni  ella 
ni  ningún  pueblo  pueden  renegar  de  Jesucristo  y  de 
la  cruz,  que  son  su  vida. 

En  conclusión:  no  temamos  La  Iglesia  triunfa 
siempre.  Pasará  la  guerra,  y  los  valientes  luchadores 
gozarán  de  los  beneficios  y  de  la  gloria  de  la  mereci- 
da paz. 

La  mujer  católica. 

Fué  la  primera  en  escuchar  la  voz  del  Prelado  y  la 
del  corazón.  Las  admirables  mujeres  uruguayas  pro- 
metieron llevar  ostensiblemente  al  cuello  por  un  año 
el  santo  crucifijo,  y  cumplieron  su  promesa  con  fer- 
vorosa ufanía  y  con  rabioso  despecho  de  la  secta. 

Quien  esto  escribe  les  dedicó  un  soneto,  que  se 
reproduce  aquí,  no  por  su  valor  intrínseco,  sino 
porque  en  él  vive  algo  de  lo  que  se  difundía  por  el  am- 
biente de  aquellos  días: 

El,  con  los  brazos  en  la  cruz  abiertos, 
Al  huérfano  y  al  triste  bendecía, 
Era  luz  en  la  noche  de  agonía, 
Era  paz  en  el  campo  de  los  muertos. 

Contra  El,  en  sacrilegos  conciertos, 
Se  conjuró  la  sinagoga  impía: 
Los  muros  do  la  cruz  resplandecía 
Sollozan  enlutados  y  desiertos. 

¡Oh  Víctima  divina  del  Calvario! 
Cuando  te  mueven  insensata  guerra 
Los  que  arrasar  anhelan  tu  santuario, 

Tu  amor  en  nuestro  espíritu  se  aferra 
Y  te  dan  por  peana  y  por  sagrario 
Su  corazón  las  damas  de  mi  tierra. 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


Ellas  promovieron  para  el  27  de  aquel  mes  de 
Julio  una  comunión  de  desagravio  por  la  remoción 
de  los  crucifijos.  Tres  mil  personas  se  acercaron  a 
la  sagrada  mesa  en  la  S.  I.  Metropolitana,  cuatro 
mil  en  toda  la  ciudad.  Las  iniciadoras,  no  satisfecho 
aún  el  celo  que  las  devoraba,  reunidas  en  el  Club  Ca- 
tólico fundaron  por  aclamación  la  Liga  de  Damas  Ca- 
licas,  la  cual  eligió  sus  autoridades  el  15  de  Agosto 
inmediato  y  desarrolló  desde  entonces,  como  es  noto- 
rio, una  acción  salvadora  y  fecunda  hasta  hoy. 

Tampoco  permanecieron  apáticos  los  hombres 
sobre  todo  los  jóvenes,  quienes,  en  testimonio  de  su 
adhesión  inquebrantable  y  activa  a  Cristo  y  al  Je- 
rarca de  la  Iglesia  del  Uruguay,  realizaron,  el  25  de 
Marzo  de  aquel  año  de  1906,  natal  del  Prelado, 
una  peregrinación  piadosa  y  entusiasta,  en  número 
de  seiscientos,  al  Santuario  votivo  de  María  Auxilia- 
dora en  Villa  Colón. 

Renuncia  al  Arzobispado.  - 

El  Arzobispo  de  Montevideo  no  cedía  un  punto 
en  la  intensidad  de  su  celo  pastoral.  Sin  embargo 
sentía  que  sus  fuerzas  mermaban.  No  podía  ser  de 
otra  manera,  por  efecto  de  esa  misma  laboriosidad, 
prolongada  sin  tregua  por  tan  largo  tiempo,  y  de 
las  penas  que  ocultaba  heroicamente,  pero  que  le  ha- 
cían escribir  desde  Berlín,  en  carta  íntima,  el  22 
de  Junio  de  1888 :  "Que  el  Señor  me  ampare  y  levan- 
te mi  pobre  corazón  más  lleno  de  amarguras  com- 
primidas que  de  sangre." 

Todo  esto  le  indujo  a  presentar  renuncia  de  su 
alta  dignidad. 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Lo  hizo  por  primera  vez  el  30  de  Octubre  de 
1897.  Pero  el  2  de  Diciembre  le  contestaba  el  Carde- 
nal Rampolla  que  era  voluntad  del  Padre  Santo  que 
continuase  al  frente  de  la  Diócesis. 

Instó  en  Septiembre  de  1904.  Se  hallaba  a  la  sa- 
zón en  Roma  Mons.  Nicolás  Luquese,  y  el  Prelado  le 
suplicaba  que  gestionase  la  aceptación  de  la  renun- 
cia. Protestaba  que  le  quedaría  reconocido  en  vida  y 
en  muerte.  Aducía  la  razón  de  sus  dolencias,  que 
agregaba,  le  hacían  ocupar  con  detrimento  de  la  Ar- 
quidiócer,is  un  puesto  en  el  que  una  persona  joven  y 
con  salud  lograría  hacer  mucho  bien.  Para  sí  no  pe- 
día sino  una  exigua  jubilación  para  un  modesto  vi- 
vir y  el  título  de  Arzobispo  de  Farán,  antigua  arqui- 
diócesis  del  Sinaí,  en  recuerdo  de  su  peregrinación 
por  aquellas  tierras  bíblicas.  En  el  retiro,  concluía, 
podré  componer  algún  folleto  de  aprovechable  lec- 
tura. 

El  Emmo.  Secretario  de  Estado  le  respondió  con 
la  nota  que  va  a  continuación: 

"limo,  y  Rvmo.  Señor:  Ha  sido  entregado  en 
manos  del  Santo  Padre  el  escrito  que  V.  S.  lima,  y 
Rvma.  le  ha  dirigido  en  el  mes  de  Septiembre  p.p. 
para  presentar  a  S.  S.  la  renuncia  de  esa  Sede  Ar- 
quiepiscopal.  Por  tanto  S.  S.  me  encarga  de  signifi- 
carle que,  después  de  haber  fijado  toda  su  aten- 
ción en  los  motivos  de  la  dimisión  referida,  se  ha  dig- 
nado acceder  a  ella,  entendiendo,  por  lo  demás,  que 
la  aceptación  de  tal  renuncia,  aunque  se  verifique  en 
este  momento,  no  surta  efecto,  sino  cuando  V.  S.,  en 
la  debida  oportunidad,  se  haya  puesto  de  acuerdo  con 
ese  Gobierno.  Después  de  esto  V.  S.  se  servirá  enterar 
a  la  Santa  Sede.  Al  comunicarle  que  S.  S.  está  muy 


"FUE    EL    HOMBRE  DE  LA  PROVIDENCIA 
PARA  EL  URUGUAY " 


ARTISTICO  MEDALLON  CONMEMORATIVO 

(Gotuzzo  y  Cía.) 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


57 


pesaroso  de  que  las  condiciones  de  salud  hayan  obli- 
gado a  V.  S.  a  dar  este  paso,  me  uno  yo  también  a  tal 
sentimiento  y  deseándole  la  pronta  mejoría  que  es  de 
esperar  de  la  vida  de  descanso,  paso  a  repetirme  con 
las  expresiones  de  mi  más  sincera  estimación 

de  S.  S.  lima,  y  Rvma. 
Servidor 

Cardenal  RAFAEL  Merry  del  Val 

Roma,  a  20  de  Octubre  de  1904. 

El  conflicto  con  el  Gobierno  de  Batlle  y  Ordóñez 
nos  logró,  contra  toda  humana  previsión,  la  perma- 
nencia del  incomparable  Arzobispo  al  frente  de  los 
destinos  de  nuestra  Iglesia. 

Esta  vida  no  es  la  vida. 

El  27  de  Febrero  de  1908  el  primer  Arzobispo  de 
Montevideo  se  dirigía  al  puerto.  Le  acompañaban,  con 
numerosa  representación  del  Clero  y  del  laicado  cató- 
lico, el  Ministro  de  Relaciones  Exteriores  y  Culto  Don 
Antonio  Bachini,  el  Oficial  Mayor  del  Ministerio  y  el 
Edecán  del  Presidente  de  la  República. 

El  Prelado  se  embarcó  en  el  Umbría;  arribó  a  Gé- 
nova  el  17  de  Marzo,  y  el  25  hizo  rumbo  al  Oriente. 
Pasando  por  Puerto  Said  y  Jafa,  llegó  a  Jerusalén. 
Corrió  al  Hortus  Conclusus,  y,  visitado  aquel  oasis  de 
su  espíritu,  tomó  el  camino  de  Roma,  con  el  fin  de  asis- 
tir a  las  fiestas  del  jubileo  sacerdotal  de  S.  S.  Pío  X. 

Entró  en  la  ciudad  eterna  en  estado  lamentable. 
El  autor  de  este  libro  había  hecho  preparar  por  la  ban- 
da del  Hospicio  Salesiano  del  Sagrado  Corazón  de  Je- 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


sús  nuestro  Himno  Nacional  para  sorprender  grata- 
mente al  prelado  uruguayo  en  su  visita  a  aquel  insti- 
tuto. No  pudo  ser.  Trasladado  el  enfermo  al  Sanatorio 
de  San  Carlos  en  Frascati,  se  difundieron  y  alcanzaron 
a  la  patria  nuevas  alarmantes  acerca  de  su  salud. 

El  lo  advirtió,  y  en  29  de  Agosto  escribía  esta  es- 
quela: "Desde  lejos,  se  ama  todavía  más  a  la  patria; 
por  eso  nos  impresiona  tanto  todo  lo  bueno.  Muy  aten- 
dido por  todos,  incluso  el  Santo  Padre,  que  da  enco- 
miendas particulares,  devuelvo  las  atenciones  de  Vds. 
v  Sr.  Presidente,  muy  agradecido". 

Y  el  31  añadía:  "Estimado  Monseñor  [Luquese]  : 
Aunque  por  la  consabida  prescripción  médica  tengo 
aue  ser  sumamente  parco  en  escribir,  sin  embargo, 
por  medio  de  la  presente  quiero  ser  más  explícito  de 
lo  ordinario.  Notaron,  y  se  me  hizo  notar  una  espe- 
cie de  alarma  general  respecto  de  mi  estado  de  salud, 
desde  el  principio  de  Agosto,  con  una  lluvia  de  tele- 
gramas, cartas,  tarjetas,  etc.,  incluso  el  telegrama  del 
Padre  Santo  el  día  antes  de  partir  de  Tierra  Santa  pa- 
ra Roma.  Pero  bien;  el  punto  álgido  de  la  alarma  fué 
una  resolución  tomada  por  mí  el  2  de  Agosto,  en  vir- 
tud de  la  siguiente  declaración  facultativa:  Su  pulso 
está  sumamente  inseguro:  así  aparece  con  más  de 
cien  pulsaciones,  como  baja  a  cincuenta,  cuarenta  y 
hasta  veintitantas :  en  una  de  ésas  puede  quedarse. 
Estaba,  pues,  en  peligro  de  muerte,  aunque  no  tan  in- 
minente. Tomé,  pues,  la  resolución  de  recibir  el  viáti- 
co y  la  extremaunción  en  seguida,  pues  la  Iglesia  nos 
enseña  que  no  debemos  dejar  los  Sacramentos  para 
última  hora,  y  que,  antes  bien,  sirven  para  la  salud 
del  cuerpo,  si  así  conviene  para  salvación  del  alma. 

Sin  embargo,  como  es  sabido  que  para  el  vulgo 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


59 


de  loa  fieles  recibir  la  extremaunción  es  tomar  el  pa- 
saporte para  la  otra  vida,  recomendé  que  se  ocultase 
todo  hasta  mejor  oportunidad,  sin  producir  alarmas 
inútiles.  Desgraciadamente  alguno  de  los  asistentes 
reveló  en  secreto  el  secreto;  y  de  aquí  que  corriese 
la  voz  de  que  yo  estaba  en  las  últimas  y  desahuciado. 

Por  lo  demás,  no  creas  que  ya  estoy  dado  de 
alta,  y  mucho  menos,  ignorando  la  duración  de  la  tre- 
gua que  el  Señor  ha  concedido  a  esta  visita  de  la  muer- 
te; la  que,  sin  embargo,  tiene  en  sí  una  gran  ense- 
ñanza, esto  es,  que  esta  vida  no  es  la  vida. 

Reiterando  mi  gratitud  por  tantas  oraciones  en 
pro  de  mi  salud,  a  todos  los  fieles  y  comunidades, 
me  reitero  tu  afmo.  S.  S.  y  C.  —  Mariano  Soler,  Arzo- 
bispo de  Montevideo". 

Además  de  las  religiosas  de  San  Carlos,  le  asistía 
con  abnegado  cariño  el  seminarista  del  Colegio  Pío 
Latino-Americano  Juan  Francisco  Aragone,  que  le 
había  de  suceder  en  el  arzobispado. 

El  Padre  Francisco  Mujica,  en  carta  datada  en 
Frascati  el  24  de  Julio,  escribe:  "Aragone  vendrá 
pasado  mañana.  La  inmediación  de  la  Rufinella  [ca- 
sa de  campo  del  Colegio  Pío  Latino]  y  Mondragone 
[gran  Colegio  de  los  PP.  Jesuítas  en  aquellos  alrede- 
dores] consuelan  mucho  a  Monseñor;  la  agradable 
temperatura  de  este  sitio,  las  comodidades  de  la  ha- 
bitación, el  buen  patio,  jardín,  baños,  etc.,  creo  que 
todo  le  sentará  bien.  No  obstante,  desgraciadamen- 
te las  enfermedades  del  corazón  son  muy  trai- 
cioneras". 

Estos  recelos  se  convirtieron  en  funesta  realidad. 
Pasando  yo  las  vacaciones  en  Genzano  de  Roma, 
cerca  de  Frascati,  solía  visitar  al  augusto  y  querido 


60 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


enfermo.  En  mi  última  entrevista  con  él,  viéndole  dis- 
puesto a  partir,  y  observándole  que  ello  no  era  facti- 
ble en  sus  condiciones  de  salud,  me  respondió:  "O 
vivo  o  muerto,  me  voy  a  Montevideo".  Y  asomándose 
a  la  ventana  y  extendiendo  la  mano,  exclamó:  "Allá 
está  el  Uruguay".  Al  Padre  Mujica,  que  le  anunciaba 
una  consulta  de  cuatro  facultativos,  entre  ellos  el  doc- 
tor Marchiafava,  arquiatra  o  protomédico  del  Papa, 
le  replicó:  "Si  los  médicos  vienen  a  hacerme  esa  vi- 
sita para  resolver  si  debo  o  no  emprender  el  viaje, 
adviértales  que  es  cosa  resuelta;  que  no  se  molesten 
y  se  queden  en  sus  casas,  porque  quiero  ir  a  Monte- 
video, aunque  sea  en  un  caballo  de  palo,  a  morir  en 
mi  tierra". 

Y  en  efecto,  se  dirigió  al  puerto  de  Génova,  de 
donde  zarpó  el  24  de  Septiembre. 

Ya  se  cumplían  las  ansias  del  enfermo.  Ya  na- 
vegaba hacia  el  Uruguay.  Pero  su  estado  empeora- 
ba, sin  dar  cabida  a  la  más  leve  iluaión.  El  trasatlán- 
tico Umbría  había  tocado  los  309  46'  de  latitud  Nor- 
te y  el  0'  59'  de  latitud  Este  de  Greenwich :  se  hallaba, 
pues,  entre  la  isla  de  Mallorca  y  las  costas  de  la  Pe- 
nínsula Ibérica,  al  Septentrión  de  Valencia.  Eran  las 
5.20  a.  m.  del  26  de  Septiembre  de  1908.  Y  en  las 
aguas  de  aquel  Mar  Mediterráneo  poblado  de  mile- 
narios recuerdos  y  tantas  veces  surcado  por  él,  en  un 
camarote  del  flotante  palacio  daba  su  alma  generosa 
a  Dios  el  gran  Arzobispo  de  Montevideo,  a  la  edad 
de  sesenta  y  dos  años,  seis  meses  y  un  día. 

Se  labró  el  acta  de  defunción,  en  que  el  médico 
de  a  bordo,  Doctor  Esteban  Scorsone,  declaraba  que 
el  Prelado  había  fallecido  a  consecuencia  de  arteries- 
clerosis, y  se  encerró  el  cadáver,  conforme  a  las  orde- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER; 


Gl 


nanzas  marítimas,  en  una  caja  de  cinc,  soldada  a  fue- 
go e  incluida  en  otra  de  madera,  rellenándose  el  in- 
tersticio, de  cuatro  centímetros,  con  aserrín  empapa- 
do en  bicloruro  de  mercurio. 

Y  los  viajeros  restos  mortales  llegaron  a  la  pa- 
tria. El  Uruguay,  que  había  acariciado  por  un  mo- 
mento la  esperanza  de  recibir  a  su  Arzobispo,  ya  res- 
tablecido, en  aquella  primavera  de  1908,  tuvo  la  noti- 
cia de  su  fallecimiento  en  alta  mar,  y  vió,  el  13  de  Oc- 
tubre, bajar  de  la  nave  su  ataúd  envuelto  en  la  ban- 
dera nacional.  Toda  la  patria,  clero  y  fielesi,  gober- 
nantes y  gobernados,  estaba  allí  vibrando  en  aquella 
incontable  muchedumbre.  Aquel  no  fué  un  cortejo  fú- 
nebre, sino  un  triunfo,  que  hubieran  envidiado  los 
victoriosos  generales  de  Roma. 

Me  permitirán  los  lectores  repetir  aquí  algunas 
estrofas  de  una  composición  que  escribí  en  aquellas 
circuntancias  A  la  Patria  en  la  muerte  de  Monseñor 
Soler.  Son  versos  que,  por  míos,  valen  poco ;  pero  me 
parece  que  expresan,  mejor  de  lo  que  ahora  pudiera 
hacerlo,  la  emoción  del  solemne  momento. 

"¡  Y  tú  le  aparejabas,  Patria  mía, 
Toda  tu  renaciente  primavera, 
Toda  la  renovada  lozanía 
De  la  fe  de  tus  hijos,  toda  entera 
La  materna  expansión  de  tu  alegría! 
Y  él  a  ti  suspiraba :  en  vano,  en  vano 
Los  apacibles  Tusculanos  Montes 
Le  confortaban  con  su  aliento  sano: 
El  te  buscaba  en  el  confín  lejano, 
Más  allá  de  los  tristes  horizontes. . . 

En  tus  brazos  le  tienes,  Madre  buena. 
¡  Oh !  vierte  los  raudales  de  tu  duelo, 


62 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Besa  su  frente,  diáfana  y  serena 
Como  el  azul  sin  mancha  de  tu  cielo: 
¡  Oh !  vierte  los  raudales  de  tu  pena. . . 
Llévenle  los  ministros  del  Dios  vivo, 
Entre  todoy  tus  hijos,  al  santuario, 
Mientras  el  roto  cántico  festivo 
Se  trueca  en  el  sollozo  convulsivo, 
En  el  gimiente  salmo  funerario. 

Tú,  con  el  holocausto  del  Cordero, 
Ofrece  los  pedazos  de  tu  alma; 
Dále  entonces  el  ósculo  postrero, 
Y  entre  el  Mártir  y  el  viejo  Misionero 
Déjale  reposar  en  santa  calma. 
Hablaron  en  el  atrio  de  la  Metropolitana  varios 
oradores.  El  Ministro  de  Relaciones  Exteriores  y  Cul- 
to, Don  Antonio  Bachini,  a  vueltas  de  las  incompren- 
siones que  se  podían  recelar  de  su  mentalidad  liberal, 
hizo  espontáneo  elogio  del  glorioso  muerto. 

"La  patria,  dijo  en  lo  mejor  inspirado  de  su  dis- 
curso, recibe  en  su  seno,  en  este  momento,  los  despo- 
jos mortales  del  ilustre  sacerdote  que  fué  primer  Ar- 
zobispo de  Montevideo.  Se  realiza  así  el  destino  que 
el  propio  Prelado  impuso,  en  mandato  último  e  irre- 
vocable, a  su  destruido  organismo,  sobreviviéndose 
en  el  derrotero  de  su  voluntad,  que  no  pudo  ser  des- 
viado por  la  muerte;  se  cumple,  también,  un  justo 
anhelo  de  la  Iglesia  Uruguaya,  en  concordancia  con 
deberes  legalea  y  patrióticos,  que  corresponden  a  to- 
das las  altas  autoridades  del  país. 

Entiendo  que  rendir  homenaje  de  respeto  a  es- 
tos despojos,  y  honrar  la  memoria  de  un  compatriota 
que  con  los  éxitos  de  su  ilustración  y  su  talento 
tantas  veces  prestigió  a  la  patria  en  lejanos  centros 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


63 


de  cultura ;  que,  como  eclesiástico  y  como  hombre,  al- 
canzó encumbrados  y  claros  méritos,  no  sólo  es  deber 
oficial  de  los  hombres  de  gobierno,  sino  que  bien  pue- 
de serlo,  muy  grato,  para  todos  los  Orientales*. . . 

Y  terminaba  con  esta  peroración:  "Al  cruzar  la 
tierra  bíblica,  impregnada  de  poesía,  poblada  de  sím- 
bolos, debió  elevar  con  frecuencia  su  memoria  al  lugar 
nativo,  enlazando  en  la  emoción  religiosa,  mística,  las 
aspiraciones  de  paz  y  fortuna  para  su  pueblo.  Y  si 
en  las  visiones  de  su  niñez  buscó  para  sí  una  constela- 
ción auguradora  tras  la  cima  del  Pan  de  Azúcar,  su 
modesta  montaña,  allá  en  los  valles  de  Palestina,  en 
los  arenales  de  la  Siria,  en  las  gargantas  asiáticas,  ha- 
brá orado,  también,  por  la  estrella  feliz  de  su  patria, 
por  la  concordia  amorosa  de  sus  hermanos,  por  la  ex- 
tinción de  las  obstinaciones  y  las  crueldades,  confun- 
diendo en  una  sola  las  dos  grandes  devociones  de  su 
vida,  esas  dos  devociones  en  cuya  práctica  le  ha  sor- 
prendido la  muerte ;  y  mientras  sus  votos  ascendieron, 
como  aves  blancas,  a  los  altos  picos  del  Líbano,  el  sol 
de  Asia  debió  encender,  en  las  nevadas  cumbres,  la 
coloración  fantástica  de  sus  crepúsculos,  como  lám- 
para votiva,  signo  de  esperanza,  en  la  augusta  solem- 
nidad de  un  templo  inaccesible. . . 

Señores:  en  mi  carácter  de  Ministro  de  Relacio- 
nes Exteriores  y  Culto,  rindo  homenaje  de  respeto 
a  la  memoria  del  ilustre  sacerdote  que  fué  primer 
Arzobispo  de  Montevideo". 

Antes  de  dejar  en  el  sepulcro  a  este  hijo  esclare- 
cido de  la  Iglesia  y  de  la  patria,  oigamos  las  postu- 
mas enseñanzas  que  nos  da  en  su  testamento: 

"En  el  nombre  de  la  augustísima  Trinidad,  Padre, 
Hijo  y  Espíritu  Santo.  Amén. 


64 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Declaro  que  he  vivido,  y  que,  con  la  gracia  de 
Dios,  quiero  morir  en  el  seno  de  la  Santa  Iglesia  Ca- 
tólica, Apostólica  y  Romana,  a  la  que  siempre  he 
amado  y  cuyas  doctrinas  han  sido  para  mi  vida  el 
más  dulce  y  fuerte  sostén. 

Ruego  a  todos  aquellos  a  quienes  de  cualquier 
modo  haya  ofendido  y  a  los  que  en  el  ejercicio  de  mi 
ministerio  hubiese  causado  algún  mal,  que  me  perdo- 
nen por  amor  de  Dios,  así  como  yo  perdono  de  todo 
corazón  a  los  que  me  han  ofendido. 

Pido  también  a  los  sacerdotes  de  mi  Diócesis, 
especialmente  a  los  ordenados;  por  mí,  un  recuerdo 
frecuente  en  la  Santa  Misa.  Esta  súplica  de  un  Pre- 
lado, que  siempre  los  ha  estimado  y  a  ninguno  odia- 
do, espero  será  oída,  así  como  que  todos  los  fieles  que 
estuvieron  confiador  a  mi  solicitud  pastoral  implo- 
rarán en  mi  favor  las  misericordias  divinas. 

Declaro  en  este  testamento  cerrado  ser  lo  si- 
guiente mi  última  voluntad: 

l.9  Aunque  no  poseo  bienes  raíces,  si  algún  dinero 
quedase  en  mi  fallecimiento,  se  empleará  por  mitad 
en  misas  para  sufragio  de  mi  alma,  y  para  socorrer 
a  los  pobres  de  mi  pueblo  natal,  San  Carlos,  por  me- 
dio de  las  conferencias  de  San  Vicente  de  Paúl  y  del 
Cura  Párroco  del  lugar. 

2.9  Los  muebles  y  demás  objetos  de  mi  capilla 
y  residencia  arzobispal,  los  ornamentos  y  objetos 
pontificales,  como  los  pectorales,  anillos,  mitras,  que- 
dan para  el  Arzobispado. 

Sin  embargo,  mi  albacea  podrá  enajenar  en  be- 
neficio de  los  pobres  de  Montevideo  los  objetos  y  en- 
seres que  creyese  poco  interesantes  para  la  residen- 
cia arzobispal. 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


65 


3.  »  Aunque  en  vida  he  ido  distribuyendo  algunas 
obra?  de  mi  biblioteca,  sin  embargo,  lo  que  de  ella 
quedare  será  distribuido  entre  la  Biblioteca  del  Clero 
y  la  del  Seminario  Conciliar  para  uso  de  los  semina- 
ristas, según  criterio  de  mi  albacea. 

4.  "  Lego  a  la  Curia  de  Montevideo  la  propiedad 
de  mis  obras  literarias  en  cuanto  que,  si  se  juzgase 
útil  su  reimpresión,  el  producido  se  emplee  en  obras 
pías  del  Arzobispado,  facultando  en  tal  caso  a  la  mis- 
ma para  que  haga  corregir  y  seleccionar. 

5.  '  Al  legar  también  mía  papeles  privados  a  la 
Curia  de  Montevideo,  la  autorizo  para  destruir  los 
que  crean  inútiles. 

6.  '  Faculto  a  mi  albacea  para  regalar  a  mis  her- 
manos y  sobrinos,  como  memoria  postuma,  los  obje- 
tos que  juzgue  oportuno;  así  como,  si  alguno  de  mis 
parientes  se  encontrare  en  indigencia,  lo  socorra  co- 
mo mejor  creyera,  vendiendo  algunos  objetos,  con 
tal  que  no  sean  de  los  pontificales. 

7.  -  Nombro  albaceas  por  su  orden  a  Monseñor 
Nicolás  Luquese,  Monseñor  Santiago  Haretche  y 
doctor  Luis  Hargáin,  dándole  en  recompensa  al 
ejecutor  de  este  testamento  los  objetos  de  mi  escri- 
torio particular,  más  bien  como  recuerdo  que  como 
remuneración  a  su  trabajo. 

Dado  en  la  ciudad  de  Montevideo,  a  los  veinti- 
ocho días  del  mes  de  Marzo,  Viernes  Santo,  año  del 
Señor  mil  novecientos  y  dos.  Mariano  Soler,  Arzo- 
bispo de  Montevideo. 

Cor  Jesu  Sacratíssimum,  miserere  mei". 

Su  cuerpo  inanimado,  expuesto  en  la  Santa  Ba- 
íílica  Metropolitana  hasta  el  15  de  Octubre,  fué  en 
este  día  sepultado  provisionalmente  en  el  propio  mo- 


5  —  Editorial 


66 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


numento  en  que  sus  dos  gloriosos  predecesores  espe- 
raban la  resurrección  de  la  carne. 

Se  formó  al  punto  una  "Comisión  pro  monu- 
mento", la  cual  el  22  de  aquel  mismo  mes  de  Octubre 
nombró  Presidente  al  doctor  Don  Alejandro  Galli- 
nal,  Tesorero  a  Don  Tomás  Howard  y  Secretario  al 
doctor  Don  Juan  Zorrilla  de  San  Martín. 

Pronto  surgió  en  la  Iglesia  Metropolitana  el  pro- 
yectado mausoleo,  en  el  que  el  cincel  de  José  Luis 
Zorrilla  de  San  Martín  representó  magníficamente 
la  solemne  realidad.  La  porción  terrenal  del  gran 
Prelado  vencida  por  la  muerte:  laxos  los  músculos 
de  aquel  rostro  inalterable,  espejo  de  una  voluntad 
connaturalizada  con  la  virtud;  abatido  aquel  cuer- 
po señoril  y  armonioso,  instrumento  egregio  de  una 
actividad  serena,  tenaz  y  bienhechora.  Y,  velando 
en  torno  del  marmóreo  lecho  en  que  la  carne  rendida 
aguarda  el  despertar  de  la  inmortalidad,  personifi- 
cadas, en  simbólicas  figuras  las  obras  del  Arzobispo 
muerto,  sus  obras  de  asceta  y  contemplativo,  de  sa- 
bio, de  peregrino  apostólico,  de  cruzado  de  la  causa 
del  bien. 

En  el  frente  de  la  artística  sepultura,  bajo  el  clá- 
sico monograma  de  Cristo,  campea  esta  inscripción 
latina : 

Mariano  Soler 
Primo.  Archipraésuli.  Montisvidei. 
Pietate.  Concilio.  Eruditione 
Claríssimo 
De.  Religione.  Patria,  et.  Lítteris 
Bene.  Merenti 
Hujus.  Ecclesiae.  per.  annos.  XVIII.  Moderatóri 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


67 


Parénti.  Pótius 
cum.  mare.  ibéricum 
morbo  quo  afflictabátur  conféctus 
Bonus.  Pástor 
Cari,  gregis,  revidendi.  cúpidus 
Roma.  in.  patriam.  renavigáret 
exstíncto 

VI.  Kalendas.  Octobris.  Anno  MCMVIII 
Aetatis  LXII 
Ejus.  súbditi.  amici.  adjutores 
Haec.  vota,  in  tanto,  fúnere 
Doléntes.  sólvunt. 
R.  I.  P. 

A  Mariano  Soler 
Primer.  Arzobispo,  de  Montevideo 
Esclarecidísimo 
Por  Piedad.  Consejo.  Erudición 
Benemérito 
de  la  Religión,  la  Patria,  las  Letras 
Jefe,  o  más  bien,  Padre 
de  esta  Iglesia  por  XVIII  años 
que  falleció 
el  26  de  Septiembre  de  MCMVIII 
LXII  de  su  edad 
acabado  por  la  enfermedad  que  le  aquejaba 
mientras,  Buen  Pastor, 
ansioso  de  ver  de  nuevo  a  su  amada  grey- 
surcaba  una  vez  más  el  Mar  Ibérico 
en  viaje  de  Roma  a  la  Patria 
Sus  subditos,  amigos,  coadjutores 
en  tan  gran  luto 
le  rinden  dolientes  este  votado  homenaje. 
D.  E.  ~t. 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


Un  retrato  de  mano  maestra  - 

Yo  no  encuentro  para  completar  estas  páginas 
nada  tan  oportuno  como  el  definitivo  e  imperecedero 
retrato  que  del  jerarca  uruguayo  pintó  el  artista  de 
la  patria,  Juan  Zorrilla  de  San  Martín. 

"La  silueta  física  y  moral  del  doctor  don  Ma- 
riano Soler  se  ofrece  al  observador  con  nitidez 
marmórea. 

Los  accidentes  que  excitan  sólo  la  sensibilidad 
no  ejercen  acción  alguna  sobre  su  espíritu;  y,  recí- 
procamente, las  operaciones  de  éste,  por  más  enér- 
gicas que  sean,  el  amor,  el  entusiasmo,  la  resolución 
firme,  la  devoción  fervorosa,  la  alegría  o  la  amar- 
gura, no  se  revelan  en  formas  accidentales  en  su  en- 
voltura corpórea:  es  exteriormente  frío,  impertur- 
bable, casi  inanimado.  El  hombre  superficial  que 
lo  juzgara  por  su  exterior  escultórico,  lo  acreditaría 
de  altivo,  quizá  de  soberbio  o  desdeñoso.  Y  sin  em- 
bargo, si  fuéramos  a  elegir  entre  sus  grandes  virtudes 
la  que  más  lo  caracterizara,  nuestra  elección  debiera 
recaer  en  su  humildad,  en  la  negación  absoluta  de  sí 
mismo.  La  sencillez  y  la  ingenuidad,  que  son  el  alma 
de  su  alma,  toman  en  su  cuerpo  aspecto  de  dureza; 
la  sinceridad  más  humilde  se  reviste  en  él  de  altivez. 
Su  carne  es  fría  y  opaca. 

Es,  por  ejemplo,  un  hombre  de  oración  y  de  una 
piedad  profunda;  el  tabernáculo  es  su  único  refugio 
íntimo;  pero  esa  virtud  sólo  se  traduce  en  él  por  una 
impasible  solemnidad  escultural.  No  se  le  verán  ja- 
más las  actitudes  extáticas  que  la  oración  imprime 
en  otros  varones  justos  rodeándolos  de  un  nimbo; 
jamás  se  le  verá  con  la  cabeza  entre  las  manos,  en  ac- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


69 


titud  de  honda  meditación  o  de  comunicación  con  la 
visión  blanca  que  aparece  al  alma  en  comunicación 
con  el  cielo  azul;  no  se  le  verá  tampoco  con  el  bre- 
viario en  la  mano,  recorriendo  lentamente  el  claustro 
del  mundo  con  los  ojos  bajos,  moviendo  los  labios, 
y  santiguándose  al  compás  de  la  fórmula  secreta. 
La  contemplación  de  Dios  no  se  refleja  en  sus  ojos  cla- 
ros, incoloros  y  apagados,  casi  sin  mirada ;  la  adora- 
ción no  ablanda  las  líneas  de  su  cuerpo  inflexible ;  nada 
modifica  los  rasgos  de  su  fisonomía  clásica,  de  cama- 
feo romano,  que  nos  recuerda  el  ascético  perfil  del 
Dante  joven,  que  conocemos  por  el  retrato  atribuido 
al  Giotto. 

Su  cara  aquilina  y  la  posición  de  su  cabeza  so- 
bre los  hombros  son  las  mismas  bajo  la  mitra  pre- 
ciosa y  bajo  el  solideo  ordinario ;  el  báculo  de  oro  no 
modifica  su  andar  corto,  mecánico,  y  que  no  imprime 
al  cuerpo  rígido  la  más  mínima  ondulación;  camina 
sólo  para  adelantar.  La  marcha,  el  movimiento,  no  son 
en  él  expresión  y  vida  como  en  los  demás;  sobre  la 
noble  impasibilidad  de  sus  líneas  parecen  modelados 
los  prelados  de  piedra  que,  de  pie  en  sus  repisas,  y 
con  la  cabeza  hundida  en  la  sombra  del  doselete  oji- 
val, decoran  las  columnas  de  las  viejas  catedrales  gó- 
ticas, o  velan  los  sarcófagos  de  sus  capillas  absidiales. 

Parece  que  su  alma  no  tiende  hacia  afuera  al  ser 
movida  por  la  emoción;  antes  por  el  contrario  se 
hunde,  se  aleja  más  de  su  cuerpo,  dejándolo  más  im- 
pasible, imprimiéndole  la  solemnidad  de  lo  inanimado, 
la  de  los  ojos  sin  pupilas  de  la  Minerva  griega. 

Hay  sacerdotes  cuyo  carácter  sagrado  y  cuyas 
virtudes  compenetran,  no  sólo  sus  espíritus,  sino 
también  sus  cuerpos;  ston  hombres  que  no  tienen 


70 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


donde  esconder  el  alma;  varones  luminosos  que  no 
logran  apagarse  a  sí  mismos,  y  cuya  luz,  como  la  de 
las  luciérnagas  perseguidas,  se  aviva  y  enrojece  con 
el  esfuerzo  que  hacen  por  disimularla.  El  pueblo  ve 
en  todos  sus  actos,  aun  en  los  más  sencillos,  una 
oculta  santidad,  y  se  siente  subyugado  por  la  muda 
elocuencia  de  sus  personas,  que  parecen  desprendidas 
de  un  tríptico  de  Fra  Angélico. 

El  Arzobispo  de  Montevideo  es  todo  lo  contra- 
rio: es  un  alma  de  oro,  pero  de  oro  muerto,  de  super- 
ficie opaca;  si,  por  imposible,  quisiera  hacer  ostensi- 
ble el  brillo  de  sus  virtudes  y  merecimientos,  no  s  a- 
bría  salir  del  paso.  Los  que  lo  tratamos  de  cerca,  ne- 
cesitamos de  mucho  tiempo  para  caer  en  la  cuenta 
de  que  ha  realizado,  en  nuestra  presencia,  un  actc  de 
extraordinaria  virtud,  a  costa  de  un  heroico  esfuerzo, 
o  sofocando  una  grande  amargura.  Entonces  nos  sor- 
prendemos de  no  haberlo  advertido  antes;  quisiéra- 
mos volver  atrás  para  admirarlo;  pero  ya  es  tarde. 
El  doctor  Soler  es  como  ciertas  aves  mudas,  en  las 
que  el  dolor  más  intenso,  y  aun  la  muerte,  no  modifi- 
can la  superficie  del  plumaje  tornasol,  ni  la  expresión 
de  sus  ojos  inmóviles  como  dos  gotas  de  tinta..  Sus 
actos  heroicos  de  paciencia,  de  humildad  ,de  amargura 
hondamente  soportada,  de  perdón  de  las  mayores  in- 
jurias, pasan  sin  dejar  recuerdo,  sin  aumentarle  pres- 
tigio ante  los  hombres  que  sólo  miran  las  superfi- 
cies. Ante  éstos,  ante  sus  juicios  y  reproches,  el  vir- 
tuoso y  fuerte  prelado  será  siempre  un  ser  indefenso, 
un  reo  condenado  de  antemano  por  su  tribunal.  Ante 
Dios  es  otra  cosa. 

Alguien  ha  dicho  que  un  librepensador  que  pre- 
tende escribir  la  vida  de  un  santo  es  una  jaula  de  ga- 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


71 


llinas  que  tiene  la  pretensión  de  alojar  una  águila. 
Por  algo  acude  ese  recuerdo  a  mi  memoria.  Es  que  es 
preciso  agrandar  mucho  el  espíritu  propio  para  que 
quepa  en  sus  juicios  el  alma  solitaria  de  Monseñor 
Soler,  el  hombre  inexpresivo  y  profundo  como  la  tum- 
ba sin  flores  de  un  genio  olvidado . . . 

No  se  busque,  pues,  en  él  la  unción  o  la  afabi- 
lidad exterior  que  afecta  sólo  los  organismos :  la  son- 
risa afectuosa  con  el  niño,  la  bendición  llena  de  ca- 
lor paternal,  la  palabra  melodiosa  y  persuasiva  que 
ordena  acariciando,  la  frase  que  pide  la  aprobación 
ajena  al  emitir  una  opinión.  Monseñor  Soler  da  la 
suya  sin  dureza,  pero  sin  vacilación,  sin  presuponer 
ni  tener  en  cuenta  el  sentir  favorable  o  adverso  de 
los  demás.  Absorbido  en  la  esencia  de  las  cosas,  no 
adopta  sus  resoluciones,  cuando  le  incumbe  adop- 
tarlas, considerando  accidentes  o  juntando  parece- 
res: piensa  hondamente,  resuelve  y  obra. 

En  cuarenta  y  ocho  horas  decide  un  viaje  a  Pa- 
lestina, si  lo  tiene  resuelto;  sus  maletas  se  apron- 
tan en  dos  horas;  va  a  Roma  y  vuelve  de  Roma  en 
algunas  semanas;  atraviesa  el  desierto  de  Arabia, 
la  Mesopotamia,  la  región  de  los  relatos  bíblicos  has- 
ta las  fronteras  de  Persia,  o  toda  la  América,  de  Mé- 
jico a  Patagonia  en  algunos  meses,  y  lo  hace  con  gla- 
cial impasibilidad,  como  si  no  saliera  del  orden  nor- 
mal de  su  vida.  Hace  conocer  genei-almente  sus 
proyectos  cuando  ya  están  en  vías  de  ejecución;  ee 
sabe  que  ha  escrito  unjnuevo  libro  cuando  está  impre- 
so; busca  muy  pocos  colaboradores  a  la  concepción 
de  sus  planes;  los  reclama  sólo  para  su  ejecución, 
cuando  los  sabe  eficaces  a  su  intento. 

Es  que  él  penetra  en  la  esencia  de  las  cosas, 


72 


EL  PRIMER  ARZOBISPO  DE  MONTEVIDEO 


y  sale  del  fondo  de  su  propio  pensamiento  con  una 
lumbre  interior  que  le  marca  la  ruta;  cuando  los 
accidentes  se  la  borran  o  confunden,  vuelve  a  entrar 
en  sí  mismo  un  momento,  como  si  fuera  a  dar  cuerda 
de  nuevo  a  su  voluntad,  y  sigue,  sigue  tranquilo  su 
camino  con  isocronismo  casi  automático.  Si  un  obs- 
táculo sale  al  encuentro  de  su  empresa,  lo  examina; 
y  si  lo  juzga  insuperable,  desiste  sencillamente  de 
aquélla,  sacrifica  o  guarda  para  mejor  coyuntura 
su  idea  y  su  trabajo,  y  sin  manifestar  contrariedad 
pasa  fríamente  a  otra  cosa. 

No  pierde  un  cuarto  de  hora  en  su  vida;  duer- 
me muy  pocas  horas,  come  con  una  frugalidad  de  as- 
ceta, en  quince  o  veinte  minutos ;  no  se  detiene  ja- 
más en  el  deleite,  por  más  honesto  que  sea,  ni  se  le 
conoce  una  afición  que  pueda  proporcionarle  un  so- 
laz intenso:  no  tiene  más  placer  que  el  estudio,  la 
visión  de  la  verdad.  Concurre  a  los  actos  sociales 
que  exigen  su  presencia,  y  hace  sus  visitas  con  teda 
corrección;  pero  en  todo  eso  está  siempre  de  paso; 
sólo  está  definitivamente  en  su  oratorio  o  en  su  me- 
sa de  trabajo  y  de  meditación ;  allí  donde  ora,  donde 
piensa  hondamente,  donde  escribe  llenando  carillas 
de  una  letra  que  refleja  su  carácter:  nítida,  clara, 
sin  una  sola  enmienda,  letra  de  copista  del  propio 
pensamiento,  no  turbado  por  la  sensibilidad  interna, 
ni  por  la  externa,  ni  por  la  afectiva. 

Por  eso  se  le  ve  muy  poco:  es  que  él  no  tiene 
que  hacer,  allí  donde  no  hace  algo  serio  y  permanen- 
te. Nadie  como  él  sabe  esconder  su  vida  y  difundir 
su  espíritu: 

Cache  ta  vie  et  repands  ton  esprit. 

Ha  escrito  veinte  volúmenes;  escribirá  muchos 


(DOCTOR  D.  MARIANO  SOLER) 


73 


más.  Sus  obras  históricas,  apologéticas,  científicas 
son  importantísimas;  son  lo  más  serio  que  se  ha 
producido  en  su  país  y  honran  al  episcopado  ameri- 
cano. Pero  su  juicio  no  cabe  en  este  libro.  Yo  no  es- 
tudio aquí  un  autor,  ni  escribo  un  biografía;  apenas 
si  procuro  modelar  en  un  bloque  una  figura  intere- 
santísima ;  apenas  si  esbozo,  a  martillazos  en  la  pala- 
bra dura,  un  gran  carácter  de  mi  tierra,  que  reclama 
el  bronce,  y  algún  día  lo  animará. 

El  escultor  Puget  solía  decir:  "el  mármol  tiem- 
bla ante  mí";  yo  siento  que  son  mis  manos  las  que 
tiemblan  al  contacto  de  mi  mármol  insensible:  de 
esta  mi  rebelde  palabra,  que  no  reproduce,  tal  cual 
yo  las  veo  y  siento,  las  líneas  vigorosas  de  su  es- 
cultural modelo". 

Ultima  verba  - 

Hemosl  terminado,  con  el  favor  de  Dios.  ¡Ojalá 
este  libro,  tan  insignificante  como  es,  atraiga  la 
atención  afectuosa  de  todos  los  Uruguayos  hacia  este 
ínclito  Prelado  de  nuestra  Iglesia;  ojalá  mi  poco  lo- 
grado intento  mueva  a  un  gran  escritor  a  escribir, 
con  arte  soberana,  la  historia  del  gran  Arzobispo  de 
Montevideo ! 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


Sobre  la  organización  jerárquica  de 
la  Iglesia  Nacional 


ADVERTENCIA  PRELIMINAR 

Para  completar  este  segundo  tomo  de  los  apun- 
tes biográficos  del  primer  Arzobispo  de  Montevideo 
y  ofrecer  un  nuevo  espécimen  de  sus  escritos,  publi- 
camos a  continuación  un  extracto  de  su  Memorán- 
dum Apologético  sobre  la  organización  jerárquica  de 
la  Iglesia  Nacional. 

Huelgan  toda  presentación  y  todo  encomio. 

Sólo  advertiremos  que  la  división  en  párrafos 
de  esta  edición  y  los  títulos  de  los  mismos  son  nues- 
tras, aunque  estos  últimos  están  formulados  con  pa- 
labras del  propio  texto. 

¡Bendiga  Dios  una  vez  más  esta  simiente  de 
doctrina,  como  la  llama  el  egregio  Autor,  para  que, 
cayendo  en  terreno  bien  dispuesto,  dé  frutos  de  ver- 
dad y  salvación! 


76 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


INTRODUCCION 

Debía  llegar,  por  fin,  el  día  en  que  desapare- 
ciese, como  incompatible  con  la  cultura  y  adelanto 
de  la  Nación,  el  estado  anormal  y  precario  de  la 
Iglesia  Uruguaya;  pues  que  el  decoro  nacional  exi- 
gía y  reclamaba  que  la  República  dejase  de  figurar 
como  una  excepción  en  el  concierto  de  las  naciones 
civilizadas?. 

La  Legislatura  Nacional,  aceptando  la  inicia- 
tiva del  Poder  Ejecutivo,  ha  sabido  posponer  miras 
estrechas  y  antirreligiosas  al  engrandecimiento  de 
la  patria,  sancionando,  con  beneplácito  general  del 
país,  la  ley  que  viene  a  colocar  a  la  Iglesia  Urugua- 
ya en  su  verdadera  categoría  institucional. 

Por  eso  las  manifestaciones  adversas,  dentro  y 
fuera  de  las  HH.  Cámaras;,  han  sido  consideradas, 
hasta  por  el  liberalismo  político,  cerno  actos  de  secta- 
rismo intransigente ;  y  tan  es  así,  que,  como  muy  ra- 
zonablemente lo  advertía  el  señor  Diputado  Dr.  He- 
rrero y  Espinosa,  no  era  con  un  criterio  sectario  co- 
mo debía  resolverse  la  cuestión  de  la  organización 
de  la  Igleyia  Nacional;  pues  este  distinguido  ciu- 
dadano, enseñando,  puede  decirse,  cómo  es  que  de- 
biera entenderse  el  liberalismo,  si  ha  de  significar 
culto  a  la  libertad  y  no  odio  a  la  religión  y  a  la  Igle- 
sia: "No  es  mi  criterio,  decía,  el  que  debe  decidir 
si  la  Iglesia  oriental  necesita  Arzobispado  y  Obis- 
pados; es  el  criterio  de  la  inmensa  cantidad  de  ca- 
tólicos que  hay  en  el  país ;  y,  dentro  de  e;-te  puesto, 
en  el  ejercicio  de  un  cargo  público,  entiendo  hacer 
acto  de  liberalismo  concurriendo  a  la  petición  de  esa 
mayoría  de  católicos  del  país.  Por  eso,  liberal  como 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


77 


soy,  nunca  he  hecho  actos  de  sectarismo." 

Así  pues,  dentro  de  breve  término,  será  un  he- 
cho consumado  el  establecimiento  de  la  jerarquía 
en  la  Iglesia  Nacional;  como  quiera  que  la  ley  que 
acaba  de  sancionar  la  H.  Asamblea  Legislativa  fa- 
cultando la  creación  del  Arzobispado  metropolita- 
no con  dos  Obispados  sufragáneos,  merecerá  indu- 
dablemente el  acuerdo  del  Jefe  Supremo  de  la  Igle- 
sia, quien  fué  previamente  consultado  por  el  Poder 
Ejecutivo,  autor  del  Proyecto. 

"¡Gloria  a  Dios  en  las  alturas  y  paz  en  la  tierra 
a  los  hombres  de  buena  voluntad:  Gloria  in  excel- 
sis  Dco  et  in  térra  pax  homínibus  bona?  voluntatis!" 
Fué  con  esta  aclamación  triunfal  del  Evangelio  con 
la  que  saludamos  la  ley  de  organización  de  la  Igle- 
sia nacional:  para  gloria  de  Dios  y  honra  de  los 
hombres  de  buena  voluntad,  que  la  supieron  san- 
cionar. 

La  Iglesia  y  la  Patria  uruguaya  están,  por  tan- 
to, de  parabienes. 

Y  ese  hecho,  no  sólo  quedará  consignado  con 
caracteres  dorados  en  los  fastos-  de  la  Iglesia  Uru- 
guaya como  uno  de  los  acontecimientos  más  tras- 
cendentales para  la  decorosa  y  definitiva  organiza- 
ción de  la  misma,  sino  que  en  los  anales  de  la  Repú- 
blica significará  un  adelanto  institucional,  que  im- 
plica para  la  Iglesia  del  Estado  la  dignidad  y  jerar- 
quía que  le  corresponde  y  posee  en  toda  nación  ci- 
vilizada. 

Pero  antes  de  entrar  en  materia,  debemos  de- 
clarar que  hemos  dado  el  título  de  Memorándum  á 
la  presente  exposición,  porque  no  está  destinada  á 
leerse  en  los  templos,  como  las  instrucciones  pas- 


78 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


torales,  ya  que  la  nueva  jerarquía  aun  no  ha  sido 
canónicamente  erigida  por  la  Santa  Sede;  y  porque 
constituirá  más  bien  un  trabajo  apologético  sobre 
el  asunto,  especialmente  con  relación  á  la  actitud 
de  la  H.  Asamblea  Nacional  y  de  los  liberales  uru- 
guayos; pues  creemos  que  se  ha  dado  un  paso  muy 
avanzado  hacia  la  evolución  contemporánea  del  espí- 
ritu nuevo  que  caracterizará  y  salvará  la  sociedad 
moderna. 

Asimi&mo,  dado  el  prurito  de  tachar  de  parcia- 
les a  los  defensores  de  la  Iglesia,  declaramos,  a  fin 
de  que  no  pueda  atribuirse  a  espíritu  de  parcialidad 
lo  que  vamos  a  exponer  en  favor  de  este  asunto,  que 
seremos  pródigos  en  servirnos  de  la  autoridad  de 
publicistas  y  estadistas  independientes. 

I 

El  decoro  de  la  República,  la  extensión  territorial 
y  la  densidad  de  la  población,  la  letra  y  el  es- 
píritu de  la  ley  fundamenta],  la  voluntad  y  el 
progreso  moral  del  país  piden  la  créación  del 
Arzobispado.  - 

Desde  luego  empezamos  por  reproducir  la  opi- 
nión que,  al  iniciarse  este  asunto,  dió  un  diario  que 
no  es  del  color  político  del  partido  dominante:  "Pa- 
ra nosotros  el  proyecto  del  Ejecutivo,  decía,  lejos 
de  merecer  una  observación,  es  digno  de  que  se  le 
tribute  un  aplauso,  no  sólo  a  nombre  de  la  familia 
uruguaya,  cuya  mayoría  es  eminentemente  católi- 
ca, si  que  también  a  nombre  de  la  cultura  y  el  pro- 
greso del  país,  puesto  que  con  aquel  proyecto  no 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


79 


se  persigue  otro  propósito,  otro  fin  que  la  organiza- 
ción definitiva,  completa,  digámoslo  así,  de  la  Igle- 
sia Nacional. 

La  Diócesis  de  Montevideo  se  hallaba  en  las 
miomas  condiciones  de  la  Diócesis  Paraguaya,  que 
depende  de  la  Metropolitana  de  Buenos  Airea  (1), 
hasta  que  la  Santa  Sede  hizo  una  honrosa  concesión 
a  nuestro  favor  acordando  la  autonomía  de  la  Igle- 
sia Uruguaya  en  mérito  a  nuestra  importancia  in- 
discutible como  nación. 

Pero,  se  ha  observado  discretamente  por  católi- 
cos y  no  católicos  también,  que  si  bien  la  Iglesia  Uru- 
guaya se  halla  en  la  categoría  de  independiente  y  au- 
tónoma, no  goza  de  la  dignidad  y  jerarquía  que  a  esa 
independiencia  corresponden  y  que  la  colocarían  on 
el  rango  de  una  Provincia  Eclesiástica,  vale  decir,  un 
estado  confederado  de  la  gran  República  Cristiana, 
cuya  cabeza  es  la  Sede  Romana. 

Si,  a  pesar  de  la  tolerancia  de  cultos,  la  Consti- 
tución nacional  reconoce  como  única  religión  del  Es- 
tado la  católica,  es  lo  más  justo  y  lo  más  natural  que 
el  Gobierno  trate  de  colocar  a  la  Iglesia  en  el  puesto 
que  $e  merece,  es  decir,  en  condiciones  dignas,  eri- 
giéndola en  un  estado  soberano  dentro  de  la  gran 
congregación  de  sus  fieles,  desde  el  momento  tam- 
bién que  la  República  del  Uruguay,  por  su  avanzada 
cultura  y  por  sus  progresos,  no  tiene  por  qué  quedar 
en  esta  materia  a  la  retaguardia  de  las  demás  nacio- 
nes americanas. 

La  extensión  misma  de  la  Sede  de  Montevideo, 


(1)  Hoy  la  Iglesia  Paraguaya  posee  su  plena  autono- 
mía y  organizacicjn  jerárquica.  (Nota  de  esta  edición). 


80 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


el  aumento  de  la  población  y  la  importancia  alcanzada 
por  las  distintas  ciudades  y  pueblos  del  litoral  e  in- 
terior del  país,  hacen  necesaria  la  creación  de  la  Ar- 
quidiócesis  Metropolitana,  que  traería  aparejada  la 
división  de  la  República  en  varias  Diócesis". 

Colocada  la  cuestión  en  este  terreno  de  legiti- 
midad y  de  sentido  común,  hubiese  sido  decidida  sin 
ninguna  clase  de  oposiciones,  como  sucediera  en  las 
Repúblicas  hermanas  con  asuntos  análogos;  pero  vi- 
no a  envenenarla  el  sectarismo  y  la  política;  aunqus 
todo  esto  sólo  ha  servido  para  hacqr  resaltar  el 
triunfo  de  la  justicia  y  bondad  de  la  causa. 

Y  en  verdad,  la  creación  del  Arzobispado  metro- 
politano de  la  República  responde  a  la  más  completa 
y  definitiva  organización  de  nuestra  Iglesia  por  el 
establecimiento  de  la  jerarquía  que  canónicamente 
corresponde  a  una  Iglesia  nacional  autónoma;  pues 
si  la  nuestra  es  independiente  respecto  de  la  Arqui- 
diócesis  de  Buenos  Aires,  de  la  cual  se  desmembró 
según  la  ley  del  11  de  Julio  de  1830,  sólo  fué  por 
un  privilegio  de  la  Santa  Sede  ,aunque  quedando  in- 
mediatamente sujeta  a  ésta,  como  las  Diócesis  de 
misiones,  pues  le  correspondía  ser  sufragánea  de  la 
Arquidiócesis  argentina,  como  lo  e&  la  del  Paraguay, 
o  formar  Provincia  eclesiástica  distinta  .Así  consti- 
tuíamos una  Iglesia  nacional  autónoma  de  una  ma- 
nera anormal,  esto  es,  sin  la  dignidad  y  jerarquía 
que  canónicamente  debiera  tener  como  lo  exigía  el 
decoro  nacional  y  también  la  excesiva  extensión  y 
población  de  la  Diócesis  actual. 

No  faltaron  quienesi  patrocinasen  la  idea  de  ele- 
var simplemente  la  Sede  de  Montevideo  a  la  dignidad 
Arzobispal;  pero  el  Arzobispado  sin  los  Obispos  su- 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


8! 


íragáneos  no  constituiría  la  jerarquía  canónica;  pues 
sin  éstos  aquél  deja  de  ser  metropolitano,  no  siendo 
más  que  una  mera  dignidad,  aun  en  el  caso  de  do- 
társele con  uno  o  más  Obispos  auxiliares,  porque 
éstos  carecerían  de  jurisdicción  ordinaria,  siendo 
simples  delegados  del  Arzobispo. 

Además,  el  fundamento  canónico  que  exige  la 
constitución  ¡cte  la  jerarquía  eclesiástica  para  la  exis- 
tencia autónoma  de  la  Iglesia  nacional,  consiste  en 
que  no  puede  formarse  Provincia  eclesiástica  sin  la 
jurisdicción  del  Arzobispado  metropolitano  respec- 
to de  los  Obispos  Sufragáneos. 

En  cuanto  a  la  división  de  la  República  en  tres 
Diócesis,  debe  considerarse  como  una  exigencia  de 
la  extensión  territorial  combinada  con  la  densidad 
de  la  población,  desde  que  el  término  medio  de  al- 
mas para  cada  Diócesis  es  de  250  mil  habitantes; 
aunque  también  debe  tenerse  en  cuenta  en  este 
cómputo  la  extensión  del  territorio,  pues  ésta  hace 
más  o  menos  difícil  el  cumplimiento  de  las  visitas 
pastorales  en  la  Diócesis,  la  que,  según  impone  el 
Concilio  de  Trento,  debe  ser  visitada  por  el  Obispo 
anualmente.  Así,  mientras  en  Francia,  por  ejemplo, 
existe  una  Diócesis  por  cada  Departamento,  cuya  ex- 
tensión es  menor  que  la  de  nuestros  curatos  de  cam- 
paña; en  el  Japón  ,donde  acaba  de  establecerse  la 
jerarquía  eclesiástica,  existe  un  Arzobispo  metropo- 
litano con  tres  Diócesis  sufragáneas  para  una  po- 
blación de  50  mil  católicos.  Teniendo  nuestra  Repú- 
blica una  población  que  raya  en  el  millón,  a  razón  de 
250  mil  por  Diócesis,  las  tres  nuevas  Diócesis  sólo 
equivaldrían  a  una  población  de  750.000  habitantes. 

El  Poder  Ejecutivo,  en  su  Mensaje  del  25  de 

i  —  EJiloriul. 


82 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


Abril  de  1815,  a  la  H.  Asamblea  general,  sintetizaba 
así  los  fundamentos  que  justificaban  la  creación  del 
Arzobispado  metropolitano:  "El  Poder  Ejecutivo  se 
preocupa  de  la  organización  de  la  Iglesia  nacional 
erigiéndola  en  Arzobispado  metropolitano  cxm  dos 
Obispados  Sufragáneos,  como  lo  requiere  ya  el  creci- 
miento de  la  nación  y  su  dignidad  de  soberana ;. . . 
pues  no  dejará  de  comprender  V.  H.  que  ello  contri- 
buye al  engrandecimiento  de  la  República  y  a  cum- 
plir con  los  deberes  que  tenemos  que  llenar  conforme 
a  la  ley  fundamental  del  Estado  en  armonía  discreta 
con  los  recur&tos  del  mismo  y  de  los  sentimientos  de 
la  gran  mayoría  de  sus  habitantes". 

Si  el  Mensaje  en  su  parte  fundamental  no  podía 
ser  más  lacónico,  tampoco  podía  ser  más  contunden- 
te: así  es  que  el  proyecto  del  P.  E.,  como  acto  de 
administración,  era  irrefutable,  (1)  y,  al  merecer  la 
sanción  de  la  H.  Asamblea  por  una  notable  mayoría, 
queda  también  demostrada  la  justicia  y  bondad  del 
mislmo. 

Y  en  verdad,  la  iniciativa  del  Poder  Ejecutivo 
y  el  voto  de  la  H.  Asamblea  se  encuadran  perfecta- 
mente en  la  letra  y  espíritu  de  nuestra  carta  funda- 
mental, la  que,  en  su  artículo  5.9,  declara  terminante- 
mente que  la  religión  del  Estado  es  la  Católica,  así 
como  también  dispone  que  el  Presidente  de  la  Re- 
pública, al  tomar  posesión  de  su  alta  magistratura, 
jure  proteger  esa  misma  Religión. 


(1)  Abundó  en  demostraciones  sobre  la  bondad  del  Pro- 
yecto del  P.  E.  ti  Sr.  D.  Oscar  Hordeñana,  Ministro  de  Rela- 
ciones Exteriores  y  Culto;  pero  no  creemos  necesario  inser- 
tar sus  discursos  por  haber  sido  publicados  íntegros,  y  por- 
que serán  insertados  en  la  Memoria  del  Ministerio  respectivo. 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


83 


Ese  proyecto  y  ese  voto  legisjativo  consultan 
también  la  voluntad  del  país,  desde  que  es  católica 
la  mayoría  de  sus  habitantes;  y  es  tanto  más  legí- 
timo cuanto  que,  al  satisfacer  las  aspiraciones  de 
esa  mayoría,  que  puede  exigir  esa  satisfacción  ampa- 
rada en  la  ley  fundamental,  no  implica  ni  supone  una 
opresión,  ni  moral  ni  religiosa,  a  los  demás-  ciu- 
dadanos. 

Por  esa  razón  no  han  podido  justificarse  ,sino 
como  pretexto  sectario,  las  alarmas  y  manifestacio- 
nes hechas  en  contra  de  una  ley  tan  legítima  como 
constitucional. 

Consulta  igualmente  el  prestigio  de  la  Iglesia 
nacional  y  el  decoro  de  la  República,  como  quiera  que 
la  erección  del  Arzobispado  metropolitano  es  un  sig- 
no confesado  de  esplendor  y  grandeza,  así  como  un 
evidente  adelanto  en  el  orden  institucional,  desde 
que  se  trata  de  la  religión  que  la  ley  fundamental  ha 
incorporado  al  Estado  y  cuya  protección  ha  ordenado 
al  P.  E.  bajo  juramento  solemne. 

Y  ¿acaso  no  es  éste  el  criterio  de  todas  las  na- 
ciones civilizadas,  que  han  sabido  sobreponerse  a 
ese  sectarismo  retardatario,  que  niega  la  necesidad 
social  de  la  religión  y  su  benéfica  influencia  moral? 
Países  y  naciones  que  ni  en  Europa  ni  en  América 
están  más  adelantadas)  que  nuestra  joven  República 
tienen  desde  mucho  tiempo  atrás  organizada  su  Igle- 
sia con  la  institución  de  la  jerarquía  metropolitana. 
Más  aún:  si  el  Arzobispado  uruguayo  importa  colo- 
car a  la  República  al  mismo  nivel  de  importancia 
eclesiástica  que  las  Repúblicas  hermanas  más  ade- 
lantadas, ea  evidente  que,  lejos  de  significar  un  re- 
troceso, se  ha  elevado  al  País  a  la  altura  de  naciones 


84 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


que  marchan  a  la  vanguardia  de  la  civilización. 

Así,  pues,  la  creación  del  Arzobispado  metropo- 
litano, juzgado  con  sereno  e  imparcial  criterio,  es 
un  progreso  moral  reclamado  por  la  creciente  impor- 
tancia de  la  Iglesia  Uruguaya ;  progreso  y  esplendor 
que  redunda  en  verdadero  prestigio  del  país  ante  el 
concepto  de  las  naciones  civilizadas. 

Y  siendo  innegable  que  interesa  al  decoro  de  la 
República  elevar  la  Iglesia  de  la  Religión  del  Estado 
a  la  altura  que  posee  en  los  demás  países  hermanos, 
sería  un  pretexto  indigno  no  hacerlo  por  razones  eco- 
nómicas, cuando  puede  realizarse  sin  sacrificio  no- 
table, como  se  ha  constatado  en  ambas  Cámaras. 

En  cuanto  a  justificar  la  nueva  erogación  con 
relación  al  Seminario,  nos  bastará  aducir,  como  lo 
hacía  el  Sr.  Diputado  Dr.  Hipólito  Gallinal,  la  auto- 
ridad del  eminente  estadista  Dr.  Pellegrini,  quien 
se  despedía  del  Parlamento  argentino,  al  terminar 
su  mandato  de  Presidente  de  la  República,  con  un 
mensaje  en  que  están  consignadas  estas  palabras: 

«Los  resultados  obtenidos  en  los  seminarios 
conciliares  no  están  a  la  altura  de  la  necesidad  que 
se  siente  de  clero  nacional  para  las  provisiones  ecle- 
siásticas en  la  República.  Se  hace  necesario  que  el 
tesoro  haga  mayor  esfuerzo,  aumentando  el  núme- 
ro de  becas,  a  fin  de  que  aumente  el  de  aspirantes 
y  puedan  los  Prelados,  de  acuerdo  con  la  autoridad 
civil,  confiar  los  curatos  a  sacerdotes  argentinos, 
ordenados  en  nuestros  seminarios. 

«Es  asimismo  necesario  propender  a  que  ese 
clero  nacional  sea  ilustrado  y  pueda  llegar  a  las  al- 
tas cumbres  de  los  estudios  teológicos  en  cátedras 
superiores  como  las  que  existieron  en  nuestras  Uni- 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


Bi 


versidades,  haciendo  revivir,  en  un  futuro  próximo, 
las  tradiciones  brillantes  del  antiguo  clero  e  inspi- 
rándose en  su  severa  austeridad  y  patriotismo.» 

Por  consiguiente,  tanto  la  nueva  organización 
de  la  Iglesia  uruguaya,  como  el  aumento  de  dotación 
para  el  clero  nacional,  constituyen  una  exigencia 
legítima  del  estado  avanzado  de  progreso  y  civili- 
zación de  la  República. 

Pero  ante  tan  fausto  acontecimiento  para  la 
Iglesia  Uruguaya,  justo  y  digno  es  que  demos  gra- 
cias al  Señor  y  a  su  Divina  Providencia,  que  presi- 
de los  destinos  y  la  grandeza  de  las  naciones. 

Mas,  al  mismo  tiempo,  creeríamos  cometer  la 
mayor  de  las  injusticias  si,  en  nuestra  calidad  de 
Prelado,  y  en  representación  de  los  católicos  del 
país,  no  hiciéramos  pública  manifestación  de  agra- 
decimiento y  aplauso  al  Poder  Ejecutivo  y  a  la  H. 
Asamblea,  que  procuraron  el  establecimiento  de  la 
jerarquía  metropolitana  en  la  Iglesia  nacional.  Y 
cúmplenos  declarar  con  franca  gratitud  que,  así  co- 
mo fué  un  timbre  de  gloria  y  buena  administración 
para  el  Gobierno  del  Gral.  Mitre,  en  la  República  her- 
mana, la  creación  del  Arzobispado  argentino,  no  lo 
será  menos  para  el  Gobierno  del  Sr.  Idiarte  Borda 
la  plausible  iniciativa  que  le  ha  cabido  para  colocar 
la  Iglesia  nacional  al  nivel  de  los  países  más  cultos 
y  adelantados. 

Así  que,  como  muy  bien  decía  el  señor  Dipu- 
tado Dr.  Gallinal  en  su  notable  discurso:  «Cuando 
sobre  nuestra  época,  sobre  nosotros  y  sobre  nues- 
tras disensiones  corran  los  años,  espero  que  se  apre- 
ciará como  un  paso  muy  avanzado  el  proyecto  que 
se  va  a  sancionar.  Creo  más,  y  declaro  que  soy  in- 


86 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


térprete,  al  decirlo,  del  sentimiento  y  de  las  convic- 
ciones de  la  causa  católica,  creo  que  será  éste  uno  de 
los  títulos  más  saneados  del  actual  Gobierno  a  la 
consideración  pública  y  de  los  elementos  conserva- 
dores del  país.» 

Y  en  verdad :  creemos  que  esa  sanción  debe  con- 
siderarse como  una  conquista  institucional;  puesto 
que  no  se  trata  de  la.  victoria  ni  del  triunfo  de  un 
partido,  sino  de  un  progreso  moral  para  la  Repú- 
blica. 

II 

Lección  de  liberalismo  -- 

Es  notorio,  en  efecto,  que  varios  Senadores  y 
Diputados  que  votaron  en  favor  de  la  creación  del 
Arzobispado  metropolitano  eran  liberales ;  pues  bien : 
creemos  que  han  sabido  colocar  su  augusta  misión 
de  legisladores  por  encima  del  sectarismo  decadente 
de  la  escuela  volteriana,  abandonando  retrógradas 
odiosidades  y  detestables  intransigencias,  incompa- 
tibles con  la  cultura  y  los  bien  entendidos  intereses 
públicos. 

Desde  luego,  la  profesión  de  fe  liberal  del  se- 
ñor Diputado  Herrero  y  Espinosa  confirma  amplia- 
mente nuestra  opinión.  El  declaró  que  era  de  los 
liberales  que  creen  que  el  liberalismo  debe  propo- 
nerse por  lema  el  viejo  aforismo:  «por  nuestras  li- 
bertades y  por  las  vuestras»,  muy  razonable,  y  al 
mismo  tiempo,  muy  distinto  del  que  se  propone  el 
jacobinismo  intransigente:  «por  nuestras  libertades 
y  para  vuestra  opresión».  Declaró  que  es  liberal  en 
el  concepto  amplio  de  la  libertad,  que  reconoce  igual 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


87 


derecho  a  los  adversarios,  mostrándose  también  res- 
petuoso para  con  la  Iglesia,  que  reconoce  ser  una 
fuerza  moral,  que  tiene  su  propio  porvenir,  y  cree 
que  la  religión  es  necesaria  para  la  sociedad  y  un 
elemento  indispensable  para  el  gobierno  de  los  pue- 
blos. Y  es  digno  de  notarse  que,  en  la  exposición  de 
estas  ideas,  mereció  el  más  caluroso  aplauso  de  to- 
dos sus  colegas  liberales,  que  votaron  con  él  en  fa- 
vor de  la  organización  jerárquica  de  la  Iglesia  na- 
cional, hasta  ponerse  de  pie  para  aplaudirlo,  demos- 
trando con  esta  actitud  que  era  intérprete  de  su  cri- 
terio amplio  y  conciliador,  no  sectario  ni  intransi- 
gente. Esto  es  un  gran  adelanto  en  nuestro  país. 

Mas  para  que  se  vea  como  estaba  en  lo  cierto 
citaremos  párrafos  muy  notables  de  la  defensa  que 
un  diputado  radical  hacía  de  un  proyecto  análogo  al 
nuestro,  la  creación  de  cuatro  Diócesis,  en  una  Re- 
pública hermana.  La  transcripción  será  algo  exten- 
sa, pero  merece  la  pena,  porque  constituye  la  mejor 
apología  del  proyecto  en  sentido  liberal,  y  la  máa 
severa  lección  de  liberalismo  a  los  que,  invocando 
esta  bandera,  se  constituyen  en  adeptos  intransi- 
gentes de  la  incredulidad  para  atacar  a  la  Iglesia 
nacional. 

«Creo  sinceramente,  decía,  que  fuera  del  secta- 
rismo y  la  antipatía  contra  la  Iglesia  Católica,  no 

hay  motivo  serio  para  oponerse  a  este  proyecto. . . 
Se  manifiesta  un  horror  santo  por  las  luchas  reli- 
giosas, se  anhela  la  paz  pública  y  doméstica,  se  re- 
chaza toda  persecución  contra  el  clero,  y  a  la  pri- 
mera de  cambio  se  enciende  la  mecha  de  las  discor- 
dias teocráticas. 

Y  como  dice  el  proverbio:  "el  que  quiere  aho- 


88 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


gar  a  su  perro  le  acusa  de  hidrofobia",  los  que  quie- 
ren ahogar  este  proyecto  le  acusan  de  una  cantidad 
de  delitos  imaginarios:  que  va  aumentar  la  inter- 
vención clerical,  a  desequilibrar  los  presupuestos  y 
a  convulsionar  al  país  de  una  manera  estupenda. 

Yo  digo  y  sostengo  que  oponerse  a  este  proyec- 
to por  simples  rencillas  de  camarín,  por  simples  que- 
rellas entre  mujer  y  marido,  no  es  hacer  obra  de 
hombre  público,  aino  obra  de  sectario. 

Natural  es  manifestar  nuestras  antipatías, 
cuando  ellas  no  perjudican  al  interés  público;  nos- 
otros estamos  aquí  para  legislar  en  provecho  del  in- 
terés público  y  no  para  consultar  únicamente  las  ten- 
dencias de  nuestras  pasiones  y  antipatías. 

No  crear  las  nuevas  Diócesis  por  malevolencia 
a  la  religión,  es  un  profundo  error  político,  que  pu- 
dieron cometer  Ferry  en  Francia  y  Bísmarck  en  Ale- 
mania, en  un  momento  de  obcecación,  ya  saben  mis 
honorables  colegas  con  qué  extraño  resultado  para 
sus  respectivos  países. 

El  odio  y  la  persecución  contra  la  Iglesia  esta- 
blecida se  volvió  más  tarde  contra  el  mismo  que  lo 
había  fomentado,  y  jamás  se  vió  venganza  política, 
no  de  los  hombres,  de  los  sucesos,  más  violenta  que 
la  que  amargó  los  últimos  años  del  jefe  del  oportu- 
nismo francés,  de  ese  hombre  que,  a  pesar  de  todo, 
había  prestado  a  su  patria  grandes  servicios  en  otro 
campo  de  actividad.  Igual  e  intensamente  detestado 
por  conservadores  y  radicales,  por  liberales  y  socia- 
listas, puede  decirse  que,  al  perseguir  a  la  Iglesia 
con  la  exageración  que  mis  honorables  colegas  cono- 
cen, Ferry  echó  los  fundamentos  de  la  ruina  de  su 
propia  carrera  a  la  vez  que  los  fundamentos  de  la 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


89 


enorme  influencia  política  que  más  tarde  debía  ad- 
quirir el  Papado. 

Más  feliz  que  él,  Bísmarck  tuvo  tiempo  de  arre- 
pentirse y,  como  un  gran  emperador  de  su  patria 
en  los  tiempos  medios,  hubo  de  recorrer,  a  pie  y  mo- 
ralmente  descalzo,  el  camino  de  Canosa. 

Todos  esos  errores,  lejos  de  causar  perjuicio 
duradero  á  la  institución  que  por  medio  de  ellos  se 
ataca,  contribuyen  a  acrecentar  su  influjo,  no  ya  ese 
prestigio  que  todo  patriota  anhela  para  las  institu- 
ciones de  su  país,  sean  cuales  fueren,  sino  la  influen- 
cia efectiva  y  decisiva  en  el  gobierno  de  las  naciones.» 

Apelando  después  al  ejemplo  de  otras  naciones, 
recuerda  a  la  Francia  actual  dominada  por  el  jacobi- 
nismo, añadiendo:  «Y  ese  jacobinismo  francés  cos- 
tea, mantiene  y  da  lustre  a  ciento  y  tantas  diócesis 
episcopales  y  arzobispales,  a  una  por  cada  doscien- 
tos cincuenta  mil  habitantes,  y  este  hecho  no  las- 
tima absolutamente,  a  juicio  de  los  radicales  de  allá, 
el  sentimiento  liberal  del  país. 

Y  los  radicales  de  acá  deben  imaginarse,  según 
sus  novísimas  teorías,  que  la  República  de  los  Es- 
tados Unidos  es  un  país  de  beatas,  por  cuanto  en  él 
viven  de  la  vida  prestigiosa  e  independiente  ochenta 
y  dos  sedes  episcopales,  para  una  población  católi- 
ca de  poco  más  de  once  millones  de  almas. 

No  votar  unánimamente  este  proyecto  es  un 
errcr  político,  un  acto  de  manifiesta  e  injustifica- 
ble hostilidad  hacia  la  Iglesia,  más  aún,  hacia  todos 
los  cultos. 

Voy  ahora  a  dar  la  razón  de  mi  adhesión  al 
proyecto  en  debate.  No  me  he  preocupado  si  él  be- 
neficiará a  tal  grupo  de  individuos,  o  si  molestará 


90 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


a  tal  otro  grupo,  si  él  es  agradable  a  determinadas 
personas  o  desagradable  a  otras.  He  contemplado 
simplemente  el  interés  público. 

Gracias  a  Dios,  aunque  de  ideas  muy  avanza- 
das, y  genuinamente  liberales,  no  soy  ni  clerófobo 
ni  iconoclasta. . . 

Yo  apoyo  este  proyecto  porque  él  realiza  una 
aspiración  de  la  gran  mayoría  de  mis  conciudada- 
nos y  porque  es  una  medida  de  buena  administración 
encaminada  a  organizar  convenientemente  el  servi- 
cio eclesiástico  del  país. . . 

Aquí  habría  terminado,  señor  presidente,  mis 
observaciones ;  pero  ya  que  se  ha  pretendido  atribuir 
otro  carácter  al  proyecto,  carácter  político  y  filo- 
sófico, ya  que  se  ha  sostenido  el  incalificable  absur- 
do de  la  que  creación  de  cuatro  nuevas  Diócesis 
es  contraria  a  las  doctrinas  liberales,  diré  que  seme- 
jante medida  no  sólo  no  es  contraria  a  las  doctri- 
nas liberales,  que  siempre  he  profesado,  y  que  pro- 
fesaron y  profesan  liberales  ilustres  como  Guizot, 
Julio  Simón,  Gladstone  y  tantos  otros,  sino  que  ella 
es  consecuencia  lógica  y  necesaria  de  semejantes  doc- 
trinas. 

Del  propio  modo  sería  imperdonable  jactancia 
en  boca  de  un  liberal  sensato,  un  llamamiento  a  las 
armas  para  combatir  la  religión  y  la  clerecía  después 
que  libres  pensadores  y  grandes  inteligencias  como 
Hume,  Adam  Smith,  Littré,  Julio  Simón  y  tantos 
otros  han  predicado  con  elocuencia  e  incontroverti- 
tible  lógica  la  cordialidad  y  el  mutuo  apoyo  entre  el 
Estado  Civil  y  la  Iglesia  Católica.» 

Creemos  que  esta  lección  de  liberalismo  a  los 
adversarios  del  proyecto,  no  necesita  comentarios . . . 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


91 


ni 

Un  párrafo  muy  sensato  del  informe  de  la  C. 
de  la  H.  C.  de  Representantes.  -  - 

Un  párrafo  muy  sensato  del  informe  de  la  Co- 
misión de  la  H.  Cámara  de  Representantes  sobre  la 
organización  de  la  Iglesia  Nacional,  al  hablar  de  la 
influencia  religiosa : 

«¿Conviene  que  la  religión  del  Estado  se  orga- 
nice sobre  bases  más  en  armonía  con  sus  fines? 

Vuestra  Comisión  así  lo  cree,  porque  nuestra 
sociedad,  como  todas  las  sociedades  del  mundo,  ne- 
cesita de  una  religión,  como  un  elemento  social  pa- 
ra difundir  las  doctrinas  morales  que  forman  la  ba- 
se de  la  familia  y  que  son,  más  adelante,  el  funda- 
mento de  la  sociedad  civil.  Los  pueblos  ateos  ni  exis- 
ten ni  se  comprenden. 

Vuestra  Comisión  no  puede  ni  debe  entrar  a 
discutir  si  para  llenar  los  fines  de  la  propaganda  re- 
ligiosa son  más  convenientes  las  religiones  libres  o 
las  religiones  protegidas  por  el  Estado. 

Es<e  punto  está  resuelto  por  el  artículo  5.9  de 
nuestra  Constitución,  y  es  sobre  esa  base,  que  tene- 
mos que  apreciar  este  proyecto. 

Tampoco  vuestra  Comisión  cree  deber  detener- 
se en  apreciaciones  estadísticas  sobre  el  número  de 
habitantes  que  en  la  República  profesan  la  religión 
católica.  Sin  embargo  es  conveniente  mencionar  un 
hecho  que  robustece  la  sanción  de  este  proyecto. 

En  el  censo  de  Montevideo,  mandado  levantar 
por  la  Junta  Económico-Administrativa  de  la  Capi- 
tal el  año  1889,  se  presenta  una  población  de  216,061 


92 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


habitantes,  de  los  cuales  176,468,  es  decir,  cerca  de 
la  totalidad,  han  declarado  pertenecer  a  la  religión 
católica.  Así  es  que,  considerando  ese  proyecto  por 
las  ideas  predominantes  en  el  radio  más  civilizado 
del  país,  no  puede  encontrar  resistencias  ni  ser  an- 
tipático, como  se  ha  dicho,  a  una  parte  tan  impor- 
tante de  la  opinión  pública. 

Pero  hay  una  razón  fundamental  que  ha  teni- 
do en  cuenta  vuestra  Comisión  de  Legislación,  pa- 
ra aceptar  la  nueva  organización  que  en  el  proyecto 
que  informamos  se  da  á  la  Iglesia  Nacional.  Es  el 
estado  social  en  que  se  encuentra  nuestra  campaña. 

Gran  parte  de  nuestros  habitantes  de  campaña, 
alejados  de  los  centros  de  población,  aislados  mu- 
chas veces  de  todos  esos  elementos  de  sociabilidad 
e  instrucción  que  educan  el  espíritu  y  atemperan 
las  pasiones,  llevan  una  vida  casi  primitiva. 

La  verdadera  noción  del  deber,  que  dignifica 
al  hombre,  la  moralidad  de  las  costumbres,  que  enal- 
tece la  familia  y  que  crea  esos  vínculos  de  solidari- 
dad indispensables  a  toda  sociedad  bien  organiza- 
da, todas  esas  prendas  morales  y  civilizadoras  no 
constituyen  la  norma  uniforme  de  conducta  de  nues- 
tros habitantes  de  campaña. 

Aparte  de  la  observación  personal  que  hace  re- 
saltar este  hecho,  es  la  estadística  la  que  con  la  elo- 
cuencia de  sus  números  lo  somete  al  criterio  de 
nuestros  hombres  de  Estado;  esa  estadística  nos 
demuestra  que  la  quinta  parte  de  los  nacimientos 
de  la  República  es  ilegítima. 

Y  este  hecho  no  es  un  hecho  estacionario:  es 
un  hecho  progredvo.  En  1890  la  natalidad  legíti- 
ma fué  de  '19.12%  de  los  nacidos;   en  1893  de 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


22.09%,  en  1894  de  23.02  y  en  1895  el  25%. 

En  algunos  Departamentos,  los  nacimientos  de 
hijos  ilegítimos  superan  en  más  de  la  mitad  a  la 
cantidad  de  los  nacidos  legítimamente,  de  lo  que  re- 
sulta que  la  familia  no  está  allí  organizada  como  lo 
prescribe  la  ley  civil  y  la  religión. 

Ahora  bien,  ¿puede  el  Estado  permanecer  im- 
pasible ante  esa  progresiva  disolución  de  costum- 
bres que  afecta  el  funcionamiento  de  sus  institu- 
ciones, incubando  para  el  porvenir  querellas  y  dis- 
turbios en  perjuicio  de  las  relaciones/  civiles?  ¿Aca- 
so es  suficiente  la  propaganda  de  los  funcionarios 
laicos  para  contener  esa  desmoralización  que  avan- 
za año  por  año?  Es  indudable  que  no. 

Esa  es  la  misión  de  la  propaganda  religiosa, 
que  en  todos  los  pueblos  y  en  todas  las:  edades  ha 
inculcado  el  precepto  de  su  doctrina  en  la  educación 
moral  de  sus  habitantes. 

Por  eso  los  Estados  Unidos,  cuando  avanzaba 
su  civilización  a  sus  desiertos,  los  primeros  edificios 
que  construía  eran  una  escuela  y  una  iglesia. 

Nosotros  tenemos  una  religión  de  Estado,  y  si 
esa  religión  es  un  elemento  social  incorporado  a 
nuestras  instituciones  fundamentales,  hay  que  pro- 
pender a  que  esa  religión  se  realice  de  manera  que 
pueda  llenar  su  verdadero  cometido. 

La  nueva  organización  establecida  en  el  pro- 
yecto, descentraliza!  la  unidad  del  Obispado  de 
Montevideo,  repartiendo  su  acción  central  en  tres 
jurisdicciones  distintas  que  con  autoridad  propia 
harán  más  eficaces  la  propaganda  moral,  las  misio- 
nes y  la  vigilancia  del  clero  en  nuestra  campaña. 
Y  si  esa  acción  es  bienhechora;  si,  como  lo  hemos 


94 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


demostrado,  no  hay  ni  remotos  peligros  de  que  las 
ideas  religiosas  se  inclinen  a  servir  intereses  de  otro 
orden;  si  el  estado  actual  de  nuestra  campaña  re- 
quiere una  acción  moral  que  contribuya  a  propagar 
el  verdadero  régimen  de  la  familia,  propendiendo 
al  mismo  tiempo  a  la  organización  de  nuestro  esta- 
do civil ;  si  todo  eso  es  cierto,  y  si  la  religión  del  Es- 
tado es  la  Católica,  la  solución  de  este  proyecto  no 
dependa  sino  de  una  simple  cuestión  de  presu- 
puesto.» 

Ahora  bien:  de  esta  franca  exposición  se  de- 
duce que  la  bondad  del  proyecto  bajo  el  aspecto  cons- 
titucional, religioso  y  moral  es  tan  evidente,  que 
quedaba  reducido  a  una  simple  cuestión  económica, 
la  de  presupuesto;  y,  en  este  caso  ,era  imposible  to- 
da discusión,  fuera  del  Sectarismo  y  del  odio  a  la 
Iglesia. 

Es  innegable  la  sensatez  de  las  reflexiones  que 
preceden ;  mas,  a  fin  de  que  los  que  se  oponían  a  que 
el  Gobierno,  reconociendo  esa  misma  verdad,  procu- 
rase dar  a  la  Igleyia  nacional  una  verdadera  influen- 
cia en  el  interior  de  la  República,  se  convenzan  que  lu- 
chaban contra  convicciones  arraigadas  en  todos  los 
pueblos  civilizados  y  en  la  conciencia  de  sus  grandes 
hombres,  continuaremos  nuestras  citas  en  este  or- 
den de  ideas;  pues  en  esta  parte  queremos  hacer 
alarde  de  mayor  imparcialidad,  si  cabe,  cediendo  por 
completo  la  palabra  a  autores  eminentes;  y  así  evi- 
taremos también  que  se  diga  de  nosotros:  Cicero 
pro  domo  sua. 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


95 


IV 

Dice  el  Dr.  Zubiría:  "El  principio  religioso  es  el 
único  que  regla  las  voluntades"  -- 

Uno  de  los  más  notables  escritores  america- 
nos, el  Dr.  Zubiría,  en  su  obra  «El  principio  religio- 
so», nos  va  a  ¡lacar  de  compromiso  con  los  hermosos 
párrafos  siguientes: 

«Sin  desconocer  la  influencia  de  las  leyes  y  de 
la  opinión  en  las  acciones  de  los  hombres,  no  se  pue- 
de alegar  a  aquellos  agentes  subalternos  como  cau- 
sa de  moralidad  de  éstos.  Podrán  influir  en  la  de 
muchos  individuos  de  la  sociedad,  como  influye  la 
primera  educación,  el  carácter  individual  y  posición 
pública  que  cada  uno  ocupe;  pero  la  moral  y  virtu- 
des de  esos  individuos,  de  la  sociedad,  no  pueden 
partir  sino  de  los  principios  religiosos  incrustados 
en  el  alma  y  en  el  corazón  de  la  mayoría  de  los  indi- 
viduos que  constituyen  la  sociedad,  cuya  moralidad 
y  costumbres  parten  de  la  observancia  de  las  leyes 
constitutivas  de  la  sociedad  doméstica  y  privada. 

¿Y  quién  duda,  fuera  de  algunos  ultra -incré- 
dulos, que  el  primer  elemento  de  ésta  es  el  princi- 
pio religioso?  Desde  que  esto  es  así,  nadie  podrá 
negar  que  el  mtémo  principio  religioso  es  el  primer 
elemento  de  la  sociedad  pública,  la  que  no  es  sino  el 
desenvolvimiento  y  dilatación  de  la  sociedad  priva- 
da, que  es  su  tipo. 

Ni  puede  ser  de  otro  modo,  puesto  que  el  prin- 
cipio religioso  es  el  único  que  regla  las  voluntades 
precursoras  de  las  acciones,  cuya  principal  ley  no  es- 
tá en  los  códigos  civiles,  que  imperan  sobre  ellas, 


96 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


sino  en  la  ley  divina  que  regla  la  voluntad  de  que 
ellas  parten. 

Sobre  esta  verdad  forzoso  es  ver  en  el  indivi- 
duo dos  seres  o  sustancias  que  se  armonizan  para 
constituirlo  en  hombre  exterior  y  en  hombre  inte- 
rior. Si  bajo  el  primer  aspecto  necesita  de  un  poder 
exterior  que  regle  sus  acciones  exteriores  por  la  es- 
peranza del  premio  o  por  el  temor  a  las  penas  de  la 
ley ;  bajo  el  segundo  aspecto  necesita  de  un  poder  in- 
terior que  regle  su  voluntad  y  sentimientos  hacia 
Dios  y  sus  semejantes  por  la  esperanza  y  temor  de 
otra  clase  de  premios  y  castigos. 

¿Y  cuál  otro  poder  que  el  de  la  religión  será 
el  que  impere  sobre  ese  hombre  interior  por  medio 
de  sus  leyes  y  Ministros,  y  por  el  resorte  de  los  pre- 
mios y  castigos  con  que  la  religión  estimula  al  bien 
y  reprime  el  mal? 

De  su  poder  interior  emanan  algunos  preceptos 
que  encierran  todas  las  leyes  de  la  moral  y  de  la  so- 
ciedad. El  solo  precepto  de  amarse  unos  a  otro^,  ba- 
se de  toda  moral  religiosa  y  social,  no  sólo  establece 
el  orden  en  las  familias!  sino  también  en  los  pueblos, 
que  tienen  entre  sí  las  mismas  relaciones  y  obliga- 
ciones que  los  individuos. 

Paz  y  unión  es  la  base  de  todo  orden  social,  po- 
lítico y  doméstico.  Y  ¿de  dónde  proceden  éstos  sino 
del  amor  recíproco,  de  la  tolerancia  recíproca,  de 
la  obediencia  y  respeto  a  la  autoridad  y  a  la  ley, 
prescritos  por  el  principio  religioso? 

Y  no  se  diga  que  proceden  de  la  fuerza,  porque 
la  fuerza  nunca  da  paz  y  unión,  sino  sujeción  for- 
zada, tiranía  en  el  que  manda,  esclavitud  en  el  que 
obedece. 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


97 


Tampoco  de  la  ley  civil  o  penal,  porque  ella  no 
alcanza  al  corazón  ni  a  las  voluntades!,  si  no  es  in- 
troducida en  esos  santuarios  por  la  mano  de  la  ley- 
divina,  única  señora  de  esos  tabernáculos,  adonde 
no  alcanza  ningún  poder  humano.» 

V 

Los  dos  frenos  de  la  sociedad  -- 

Y  en  verdad,  ningún  estadista  sensato  puede 
poner  en  duda  la  eficacia  de  la  sanción  moral  que 
hace  de  las  costumbres  el  sostén  de  las  leyes  y  llega 
hasta  donde  éstas  no  pueden  llegar.  Cuando  las  tra- 
bas morales  y  religiosas  faltan,  es  necesario  reem- 
plazarlas; y  esos  millones  de  voluntades  que  consti- 
tuyen las  sociedades,  no  hallándose  suficientemente 
contenidos  por  la  ley  religiosa,  requieren  la  fuerza 
para  ser  gobernados,  el  ominoso  y  férreo  yugo  de  la 
fuerza  bruta;  de  donde  proviene  también  la  crecien- 
te y  excesiva  centralización  que  pesa  sobre  las  so- 
ciedades modernas  y  las  ahoga. 

Y,  en  verdad,  esto  es  lo  que  en  grande  escala 
se  contempla  de  tres  siglos  a  esta  parte:  a  medida 
que  la  religión  ha  descendido  en  su  influencia  so- 
cial, se  ve  crecer  la  presión  administrativa. 

En  comprobación  de  esta  gran  verdad  vamos 
a  recordar  el  admirable  discurso  de  Donoso  Cortés 
acerca  de  los  dos  frenos  con  que  puede  gobernarse 
la  sociedad. 

Comienza  mostrando  que,  en  este  mundo,  no  hay 
más  que  dos  represiones  posibles;  una  interior  y 
otra  exterior:  la  represión  religiosa  y  la  represión 
política.  Explica  su  ley,  a  saber:  que  cuando  el  ter- 

J  —  Editorial 


es 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


mómetro  de  la  represión  religiosa  desciende,  se  ve 
que  luego  al  punto  el  termómetro  de  la  represión  po- 
lítica sube,  y  viceversa;  y  abriendo  la  historia,  con 
tinúa  ese  paralelismo  al  través  de  los  siglos.  Des- 
pués de  haber  descrito  la  antigüedad,  en  donde  sólo 
había  tiranos  y  esclavos,  porque  hallándose  a  cero  el 
termómetro  religioso,  debía  haber  subido  hasta  la 
tiranía  el  termómetro  político  ¡después  de  haber  es- 
tudiado los  pueblos  cristianos,  en  donde  por  el  con- 
trario, a  medida  que  asciende  el  termómetro  religio- 
so, vense  florecer  todas  las  libertades,  brotadas  de 
los  versículos  del  Evangelio,  al  decir  de  Lamartine; 
llegando  a  los  tiempos  modernos,  hace  ver  como, 
habiendo  bajado  siempre,  de  tres  siglos  acá,  el  ter- 
mómetro religioso,  no  se  dejó  de  ver  que  subía  el 
termómetro  político. 

«Primero,  dice,  los  tronos  son  los  que  de  feu- 
dales pasan  a  ser  absolutos.  Llegan  luego  los  ejér- 
citos permanentes,  e%  decir,  un  millón  de  brazos 
para  defender  la  sociedad.  Y  como  el  termómetro  re- 
ligioso continuaba  bajando,  dijeron  los  gobiernos: 
contamos  con  un  millón  de  brazos,  pero  eso  no  bas- 
ta ;  necesitamos  un  millón  de  ojos  para  vigilar  la  so- 
ciedad, y  crearon  la  policía.  Y  ni  aun  eso  bastó. 
Quisieron  tener  un  millón  de  oídos  y  los  tuvieron  me- 
diante la  centralización  administrativa,  por  medio 
de  la  cual  los  más  leves  movimientos  del  pueblo  vie- 
nen a  terminarse  en  el  gobierno. 

«Y  como  el  termómetro  religioso  continuaba  ba- 
jando, era,  pues,  necesario  que  el  termómetro  políti- 
co subiese  más.  Dijeron  los  gobiernos:  no  nos  basta 
disponer  de  un  millón  de  brazos  para  reprimir,  de 
un  millón  de  ojos  para  vigilar,  de  un  millón  de  oídos 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


99 


para  escuchar;  es  preciso  hallarnos  en  todas  partes 
a  la  vez.  Y  tuvieron  esa  facilidad.  Se  inventó  el  te- 
légrafo.» 

Tal  es,  en  efecto,  el  estado  de  Europa,  y  del  mun- 
do. La  mitad  del  género  humano  está  en  pie  y  sobre 
las  armas  para  no  ser  devorada  por  la  otra;  porque 
cuando  el  hombre  no  obedece  por  conciencia,  tiene 
que  ser  dominado  por  la  fuerza,  el  último  recurso  de 
la  ley  y  del  derecho. 

«Y  ahora,  decía  el  orador  terminando,  una  de 
dos:  o  viene  la  reacción  religiosa,  o  no  viene.  Si  te- 
nemos reacción  religiosa,  veréis  en  seguida,  a  medi- 
da que  suba  el  termómetro  religioso,  como  baja  na- 
tural y  espontáneamente  el  termómetro  político,  sin 
esfuerzo  alguno,  ni  por  parte  de  los  pueblos,  ni  de 
los  gobiernos,  ni  de  los  hombres,  hasta  que  señale 
la  temperatura  moderada  de  la  libertad  de  los  pue- 
blos. Pero  si  al  contrario,  y  esto  es  grave,  el  termó- 
metro religioso  continúa  bajando,  no  sé  en  qué  ha- 
bremos de  parai*.  No  lo  sé,  y  tiemblo  al  pensar  en 
ello.  Si  apenas  se  necesita  del  gobierno  cuando  la 
represión  religiosa  se  hallaba  en  su  apogeo,  ahora 
que  ésta  ya  no  existe  ¿bastará  para  la  represión 
ningún  género  de  gobierno?  Están  abiertos  los  ca- 
minos a  una  tiranía  gigantesca  y  colosal ...»  o  2» 
una  colosal  anarquía,  que  debe  precederla,  y  que  ya 
asoma  en  los  horizontes  de  la  sociedad  desquiciada 
y  aterrada. 

He  aquí  cómo  hablaba  Donoso  Cortés  al  tratar  de 
la  influencia  religiosa  en  el  gobierno  de  la  sociedad, 
y  tenía  sobrada  razón.  Por  eso  dan  lástima  estos  polí- 
ticos cortos  de  vista  que  lanzan  la  religión  de  las  leyes, 
de  las  instituciones  y  de  las  almas  y  sueñan  con  que 


100 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


verán  reverdecer  la  libertad.  No;  jamás;  si  todavía 
disminuye  el  imperio  de  la  religión,  que  gobierna  las 
conciencias  y  engendra  las¡  virtudes,  la  sociedad  cae- 
rá en  espantosa  tiranía,  sea  unipersonal  o  anárquica. 
Pues  como  no  puede  vivir  sino  de  virtud,  de  traba- 
jo, de  orden,  de  abnegación,  de  economía,  de  sacri- 
ficios, sería  necesario  que  la  fuerza  llegase  hasta  la 
conciencia  para  obligar  al  alma  a  ser  virtuosa ;  hasta 
la  familia  para  sostener  allí  las  costumbres;  hasta  la 
propiedad  para  imponer  allí  el  ahorro  y  la  caridad. 
Para  impedir  que  la  sociedad  perezca,  la  ley  llegaría 
a  ejercer  presión  sobre  el  hombre  hasta  en  el  seno 
de  su  madre. 

Así,  pues,  o  el  freno  de  la  religión,  o  el  de  la 
fuerza:  no  hay  medio;  aunque  entre  la  fuerza  mo- 
ral y  la  fuerza  bruta,  la  diferencia  de  dignidad  y  de 
eficacia  es  inmensa  en  el  gobierno  de  las  naciones. 

VI 

Dice  el  Sr.  A.  de  Vedia:  «El  sentimiento  religioso  es 
el  alma  de  los  pueblos»  -- 

Muy  de  acuerdo  con  estas  ideas  sobre  la  bené- 
fica influencia  religiosa,  se  expresaba  también  un 
distinguido  compatriota  nuestro,  el  Sr.  A.  de  Vedia, 
en  estos  elocuentes  párrafos: 

«El  sentimiento  religioso  es  el  alma  de  los  pue- 
blos. Sólo  por  él  pueden  desarrollarse  y  fortalecerse 
los  principios  eternos  grabados  en  la  conciencia  de 
todo  hombre ;  él  constituye  la  ley  moral  que  rige  sus 
acciones  y  cuya  observancia  o  violación,  elevará  su 
alma  haciéndola  amar  la  virtud  y  el  bien,  o  la  lle- 
vará a  la  degradación  moral,  con  todos  los  horro- 
res del  vicio. 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


101 


«Extirpado  el  sentimiento  religioso,  la  familia 
ya  no  sería  esa  unión  santificada,  ejemplo  vivo  del 
deber;  sus  lazos  se  habrían  debilitado;  su  santidad 
se  habría  destruido  y  la  afección  dulce  y  tranquila 
se  habría  tornado  en  un  sentimiento  grosero:  la  sa- 
tisfacción de  brutales  apetitos. 

«Mantener  vivo  ese  sentimiento  es,  pues,  esencial 
a  la  conservación  de  todo  vínculo  social» . . . 

VII 

Una  página  inmortal  de  Castelar  -- 

Queremos  transcribir  una  página  inmortal  de  un 
orador  eminente,  para  anular  esos  prejuicios,  ha- 
ciendo ver  de  paso  cuán  inmensa  y  trascendental 
es  la  eficacia  de  la  religión  católica  en  el  destino  de 
las  sociedades  y  de  los;  pueblos,  no  sólo  bajo  el  as- 
pecto moral,  sino  bajo  el  de  la  civilización  moderna, 
que  todo  lo  debe  al  catolicismo.  He  aquí  esa  página, 
que  es  de  Emilio  Castelar,  y  que  es  una  lección  clá- 
sica para  los  detractores  de  la  Iglesia: 

«Diez  y  nueve  siglos  han  transcurrido  desde  que 
la  verdad  divina  fué  escrita  con  sangre  en  la  primer 
página  de  la  historia  moderna,  y  en  esos  diez  y  nue- 
ve siglos  han  pasado  por  el  espacio  innumerables  ra- 
zas, por  las  conciencias  infinitas  ideas;  han  caído 
imperios  antiquísimos  y  se  han  levantado  nuevos 
pueblos ;  han  sufrido  las  sociedades  transformaciones 
sin  número,  y  aquella  verdad,  desde  ignominioso  pa- 
tíbulo permanece  fija,  inmutable  en  el  centro  de  la 
civilización  como  el  eterno  sol  de  la  naturaleza  y  del 
espíritu . . . 

«El  cristianismo  representa  una  renovación  de 


102 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


la  vida  entera  de  la  humanidad.  Para  la  familia  es 
el  momento  en  que  concluye  la  tiranía  del  padre,  en 
que  recobra  su  dignidad  perdida  la  mujer  para  con- 
vertirse en  la  sacerdotisa  del  hogar  doméstico,  en  que 
cede  su  puesto  la  familia  antigua,  hija  de  la  ley,  a 
la  nueva  familia,  hija  del  espíritu,  consagrada  por 
el  amor,  que  confunde  en  uno  los  corazones.  Para 
la  ciencia  representa  la  muerte  del  Dios-Naturaleza, 
que  había  aplastado  la  frente  del  hombre  bajo  las 
ruedas  de  su  carro,  la  revelación  del  Dios-Espíritu, 
y  el  conocimiento  del  hombre,  como  no  lo  había  so- 
ñado Platón,  como  no  lo  había  tenido  Sócrates:  el 
hombre  armonía  viva  del  espíritu  y  de  la  naturaleza, 
intérprete  del  pensamiento  divino,  voz  que  levanta 
al  cielo  el  eco  de  las  oraciones  de  todos  los  seres. 

«Para  la  poesía,  es  el  nacimiento  de  aquel  amor 
purísimo,  no  tocado  por  el  lodo  de  la  tierra;  amor 
tan  casto  como  el  pensamiento,  esencia  inmortal  de 
nuestra  alma;  amor  que  no  cabe  en  el  tiempo  ni  en 
el  espacio,  y  que  se  dilata  en  la  eternidad  como  el 
ensueño  místico  de  Petrarca,  como  el  culto  espiritual 
del  Dante  a  su  Beatrice.  Para  todas  las  artes  el  cris- 
tianismo señala  el  nacimiento  de  un  ideal  divino,  que 
el  artista  no  podrá  encerrar  en  las  formas ;  ideal  que 
hará  rebosar  la  inspiración  en  la  mente  del  poeta, 
que  inundará  de  una  luz  vivísima  las  tablas  y  los 
lienzos,  que  levantará  en  las  alturas,  tan  etérea  co- 
mo una  oración,  la  calada  cúpula  de  las  catedrales 
góticas.  El  espíritu  humano  engrandecido,  renovado 
por  esta  gran  revelación  que  llegará  hasta  la  raíz  de 
su  vida,  se  transfigurará  para  realizar  bajo  un  nue- 
vo ideal  las  eternas  leyes  de  la  historia. 

«Pero  sobre  todo  en  la  esfera  social,  el  cristianis- 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


103 


mo  representa  y  realizó  la  transformación  más  mara- 
villosa del  hombre.  El  antiguo  Edipo,  ciego,  malde- 
cido de  los  hombres,  culpado  e  inocente,  juguete  de 
los  dioses,  romperá  este  yugo  de  hierro  levantándose 
a  pronunciar  su  libertad  y  a  reconocer  en  sí  fuerza 
bastante  para  contrarrestar  la  ciega  fatalidad  del 
destino.  Las  diferencias  sociales  se  borrarán  al  pie 
de  los  altares ;  los  Reyes  hundirán  en  el  polvo  la  fren- 
te y  se  declararán  iguales  ante  Dios  con  sus  vasa- 
llos, hiriendo  así  en  su  raíz  los  antiguos  bárbaros  pri- 
vilegios. El  hombre  dejará  de  ser  enemigo  del  hom- 
bre, sentirá  que  cada  uno  lleva  en  sí  a  la  humanidad 
y  que  la  humanidad  nos  lleva  a  todos,  y  bajo  esta 
sublime  idea,  entrará  en  el  hogar  de  su  enemigo  pa- 
ra llamarle  hermano.  La  ley  moral  servirá  de  base  a  la 
política;  los  pueblos  sabrán  que  no  es  lícito  cometer 
un  crimen,  ni  aun  en  nombre  de  la  salvación  de  la 
sociedad,  que  podrá  salvarse  siempre  por  la  libertad 
y  por  la  justicia.  La  humanidad,  próxima  siempre  an- 
tes a  desfallecer,  recordando  su  pecado  contra  Dios, 
redimida  ya  por  la  sangre  derramada  en  el  Calvario, 
©irá  aquella  voz  dulcísima  que  le  dice  que  sea  perfec- 
ta, como  nuestro  Padre  celestial  es  perfecto,  y  sen- 
tirá y  conocerá  el  dogma  del  progreso,  que,  como 
un  filtro  de  nueva  vida,  rehará  aus  fuerzas  para 
combatir  y  le  dará  esperanza  para  triunfar  y  creer 
en  la  realización  de  su  ideal.  Todos  los  hombres,  to- 
das las  clases,  el  labrador  que  imprime  en  la  tierra 
el  pensamiento  del  hombre,  pidiéndole  en  cambio  el 
néctar  de  su  vida;  el  industrial  que  domeña  la  na- 
turaleza y  la  hace  una  fuerza  humana;  el  pensador 
que  busca  en  la  ciencia  el  enigma  del  espíritu ;  el  poe- 
ta que  presta  alas  a  la  humanidad  para  volar  con 


104 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


má3  raudo  vuelo  hacia  su  divino  ideal;  todos  los  hom- 
bres, sí,  trabajarán  para  realizar  el  reino  universal 
de  Dios,  prometido  en  el  Evangelio  a  los  individuos 
y  a  las  naciones. 

«Todos  los  que  creéis  y  amáis,  recordad  que  la 
fe  es  una  idea,  es  la  vida  de  la  inteligencia,  y  el 
amor  a  una  causa  justa  y  santa,  la  vida  del  corazón. 
La  doctrina  de  Jes.ús,  además  de  su  carácter  divino, 
venció  por  haber  descendido  a  buscar  la  vida  en  el 
pueblo,  por  haber  elevado  los  espíritus  hasta  el  mar- 
tirio» . . . 

VIII 

La  palabra  del  Senador  Dr.  Carlos  A.  Berro  - 

Pero  se  ha  dicho  que  por  esta  influencia  mayor 
que  se  da  a  la  Iglesia  nacional  peligran  las  institu- 
ciones patrias,  cómo  llegó  a  afirmarse  por  los  ad- 
versarios del  proyecto  de  la  organización  de  la  Igle- 
sia uruguaya.  Por  nuestra  parte  hubiésemos  des- 
preciado tan  gratuita  afirmación;  mas  como  sabe- 
mes  la  influencia  que  tienen  los  prejuicios  en  esa 
materia  y  cómo  con  ellos  se  explota  la  opinión  del 
vulgo,  no  la  dejaremos  sin  respuesta;  pero  creemos 
honrar  este  memorándum  cediendo  la  palabra  al  Sr. 
Senador  Dr.  Carlos  A.  Berro,  transcribiendo  pasa- 
jes notables  de  un  hermoso  discurso  dirigido  a  la 
Unión  Católica. 


«Bien  sabéis,  señores,  que  al  hablar  de  nuestra 
organización  definitiva,  al  referirnos  a  las  luchas 
del  porvenir  y  a  nuestras  grandes  esperanzas  de 
mejores  días,  no  podemos  referimos  a  siniestros 
planes  de  hostilidad,  de  rencor  o  de  persecución  ha- 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


105 


cia  ninguna  persona  ni  hacia  ningún  derecho. 

Desconocen  y  calumnian  al  catolicismo  quie- 
nes, por  ignorancia  o  por  maldad,  le  atribuyen  ta- 
les planes. 

El  catolicismo,  la  doctrina  regeneradora  ense- 
ñada por  el  Dios  -  Hombre,  no  representó  jamás  una 
amenaza  para  ningún  derecho  legítimo,  para  ningu- 
na libertad,  digna  de  llamarse  tal,  para  ningún  pro- 
greso verdadero.  El  catolicismo,  que  nació  sobre  el 
Gólgota,  al  pie  de  la  Cruz  en  que  extendía  sus  bra- 
zos el  Redentor,  pidiendo  misericordia  para  el  hom- 
bre, sólo  redención  ha  significado  sobre  la  tierra, 
redención  para  el  alma  y  para  la  ciencia,  redención 
para  la  mujer,  redención  para  el  esclavo,  redención 
también  para  los  pueblos  que  gemían  bajo  aquel  de- 
gradante despotismo  pagano.» 

Después  de  estas  consideraciones  generales  des- 
ciende el  orador  a  hacer  su  aplicación  a  nuestro  país 
apelando  a  la  historia  patria. 

«Y  si  consideramos  esas  acusaciones  y  temo- 
res con  relación  especial  a  nuestro  país,  será  forzo- 
so convenir  en  que  no  hay  nada  más  destituido  de 
fundamento  serio,  nada  más  contrario  a  nuestra 
historia  y  a  las  tradiciones,  que  la  pretensión  de  exhi- 
bir a  los  elementos  católicos  como  enemigos  de  las 
instituciones  que  nos  rigen  y  de  los  principios  de- 
mocrático -  republicanos  que  forman  la  base  de  nues- 
tra organización  política.  La  manifestación  de  tales 
aprensiones  provocaría  a  risa,  por  lo  desatinada,  si 
no  envolviera  al  mismo  tiempo  una  grave  injuria 
y  no  entrañara  un  propósito  malevolente. 

Como  lo  sabéis  y  lo  habréis  visto  repetido  en 
más  de  un  diario,  en  los  clubs,  y  en  las  logias,  los 


106 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


voceros  del  liberalismo  proclaman  a  voz  en  cuello 
que  las  instituciones  nacionales  están  en  peligro,  en 
gravísimo  peligro  porque  la  Iglesia  uruguaya  se 
constituye  de  un  modo  definitivo  y  porque  los  cató- 
licos se  cuentan  y  se  agrupan  en  toda  la  República. 

¡Los  católicos  enemigos  de  las  instituciones  y 
de  las  libertades  nacionales!  ¡No  puede  darse  mayor 
necedad  ni  repetirse  mayor  herejía  histórica! 

En  efecto,  ¿quiénes  hicieron  la  carta  funda- 
mental que  sirve  de  base  a  todo  nuestro  organismo 
político  y  en  la  cual  está  escrito  que  la  Religión 
Católica  es  la  religión  del  Estado? 

¿No  eran  acaso  católicos,  y  católicos  de  muy 
buena  cepa,  la  casi  unanimidad  de  todos  los  ciudada- 
nos que  formaron  aquella  nuestra  memorable  Asam- 
blea Constituyente? 

Y  antes  que  eso,  ¿no  eran  católicos,  y  católicos 
muy  sinceros,  aquellos  nueve  patricios  que  allá,  en  la 
Florida,  el  25  de  Agosto  de  1825,  en  presencia  de  los 
ejércitos  enemigos,  en  medio  de  los  peligros  de  una 
guerra  cruel  y  encarnizada,  proclamaban  la  indepen- 
dencia de  este  pedazo  de  tierra  americana,  con  el  cora- 
zón sereno  y  la  invocación  de  Dios  en  los  labios? 
¿Eran  acaso  ateos  o  librepensadores  los  que  lucha- 
ban, morían  o  vencían  en  los  campos  de  Rincón  o 
Sarandí  ? 

¿Acaso  Artigas,  Lavalleja,  Oribe  o  Rivera,  los 
proceres  todos  de  nuestros  primeros  y  gloriosos  días, 
hicieron  jamás  profesión  de  incredulidad  o  necesita- 
ron renegar  de  la  fe  de  sus  mayores  para  sentir  en 
sus  corazones  el  amor  de  la  patria,  para  luchar  por 
ella  y  por  los  grandes  ideales  de  la  revolución  ame- 
ricana ? 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


107 


Bien  lo  sabéis,  señores,  la  fe  y  la  piedad  reli- 
giosa que  formaban  el  alma  de  nuestro  pueblo  en  los 
comienzos  del  siglo,  lejos  de  haber  creado  hombres 
preparados  sólo  para  la  servidumbre,  habían  espar- 
cido por  todas  partes  la  simiente  de  que  brotan  los 
héroes  que  se  inmolan  en  Ja  defensa  de  la  patria  y  los 
proceres  de  recto  juicio,  de  profundo  anhelo  por  el 
bien,  de  conducta  inmaculada,  que  iban  a  las  asam- 
bleas o  a  los  más  altos  puestos  públicos  a  dar  ejem- 
plo de  sus  virtudes  cívicas». 

Creemos  que  no  podía  vindicarse  más  victorio- 
samente la  influencia  del  catolicismo  en  los  desti- 
nos de  la  patria  uruguaya;  pero  es  conveniente  oír 
al  orador  en  sus  ulteriores  consideraciones. 

«Este  país  ,esta  sociedad,  las  instituciones  fun- 
damentales que  aun  tenemos  han  sido  obra  de  ca- 
tólicos; se  han  formado  y  han  nacido  en  I03  brazos 
de  la  religión  católica. 

Se  alza  ahora  el  grito  al  cielo  en  contra  de  los 
Prelados,  de  la  Iglesia  y  del  clero  oriental;  pero, 
¿qué  ha  representado  la  Iglesia  en  nuestro  país,  qué 
su  virtuosísimo  clero,  sino  caridad,  abnegación  y  pa- 
triotismo ? 

Abrid  las  páginas  de  nuestra  historia,  y,  des- 
de el  primer  día  en  que  la  civilización  aparece  en 
las  verdes  cuchillas  de  la  tierra  del  charrúa  y  del 
minuano;  desde  el  primer  día  en  que  la  mano  de  la 
civilización  detiene  el  paso  del  salvaje  errante  en 
nuestros  campos,  la  cruz  aparece  ante  sus  ojos  co- 
mo signo  de  redención  moral  y  por  primera  vez  lle- 
gan entonces  a  sus  oídos  palabras  de  vida  que  ilu- 
minan su  mente.  Trae  ese  emblema,  pronuncia  esas 
palabras,  ese  héroe  ignorado  y  admirable  del  cris- 


108 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


tianisrao,  ese  ser  prodigioso  que  se  llama  el  misio- 
nero católico,  a  quien  no  arrastran  ni  sed  de  oro,  ni 
ambición  de  gloria,  ni  esperanza  alguna  de  humana 
recompensa;  a  quien  lóIo  mueve  la  fe,  sólo  el  deseo 
del  bien,  sólo  el  sublime  anhelo  de  terminar  sobre  la 
tierra  la  obra  de  aquellos  pescadores  de  Galilea,  a 
quienes  se  confió  la  más  grandiosa  misión  que  se 
haya  dado  sobre  la  tierra. 

El  misionero,  el  sacerdote  católico  fué  quien 
realizó  la  obra  de  conversión  del  salvaje;  fué  quien 
después  se  convirtió  en  protector  y  defensor  del  in- 
dígena; fué  quien  tuvo  más  tarde  en  las  escuelas 
y  en  las  universidades  la  dirección  exclusiva  de  la 
enseñanza ;  quien  en  la  iglesia  y  en  el  seno  mismo  de 
los  hogares  ejerció  una  influencia  poderosa  y  deci- 
siva; fué,  en  una  palabra,  quien  formó  el  corazón, 
el  alma  de  aquel  pueblo  que  tantos  ejemplos  había 
de  dar  más  tarde  de  la  nobleza  de  sus  sentimientos 
y  de  la  inquebrantable  energía  de  su  espíritu. 

Llega  después  la  hora  de  la  emancipación  y,  só- 
lo ignorándose  en  absoluto  nuestra  historia,  podría 
deconocerse  la  participación  que  tuvo  en  esa  obra  el 
escasísimo,  pero  meritorio  clero  nativo,  y  no  só- 
lo aquí,  sino  en  la  América  entera,  desde  Méjico  al 
Plata. 

Vino  más  tarde  la  tarea  de  nuestra  organización 
nacional,  la  sanción  de  esta  misma  carta  fundamen- 
tal que  aun  conservamos,  y  sabéis  perfectamente 
que  en  aquella  memorable  asamblea  de  católicos, 
como  fuera  de  ella,  por  la  influencia  que  ejercían, 
tomaron  participación  no  escasa,  dignos  represen- 
tantes de  nuestro  clero,  como  Larrañaga,  Barreiro 
y  Gadea. 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


109 


Constituida  al  fin  la  República,  el  clero  orien- 
tal ha  estado  siempre  a  la  altura  de  su  misión,  su 
obra  ha  sido  siempre  de  concordia,  de  cultura,  de 
afanoso  empeño  por  el  progreso  moral  e  intelectual 
de  la  nación.  Es  esto  tan  verdadero,  que  es  difícil, 
aun  entre  nuestros  más  fanáticos  enemigos,  hallar 
quien  se  permita  poner  en  duda  la  sinceridad  y  la 
virtud  de  nuestros  sacerdotes. 

El  clero  uruguayo  ha  llenado  su  misión  predi- 
cando la  verdad,  defendiendo  la  fe,  precticando  la 
caridad,  respetando  las  instituciones  del  país,  y  sin 
que  nadie  haya  podido  señalar  jamás  un  avance 
de  su  parte  contra  ellas. 

¿Por  qué  habían  tampoco  de  conspirar  contra 
esas  instituciones/?  ¿Hay  acaso  en  nuestro  Constitu- 
ción cosa  alguna  que  pueda  chocar  con  los  dogmas 
de  la  Iglesia? 

No,  no  la  hay,  y  eito  lo  saben  bien  los  voceros 
del  liberalismo,  que,  aparentando  defender  la  obra 
de  nuestros  mayores,  la  obra  de  aquellos  sinceros 
católicos,  lo  único  de  que  tratan  en  realidad  es  de 
mantener,  no  las  instituciones  fundamentales,  que 
nadie  ataca,  no  las  tradiciones  nacionales,  que  sólo 
nosotros  los  católicos  seguimos  y  respetamos,  sino 
los  avances  del  sectarismo  impío'  que  pretende  go- 
bernar esta  sociedad  desde  el  fondo  oscuro  de  sus 
logias». 

No  es  posible,  en  efecto,  negar  la  verdad  de  estas 
hermosas  declaraciones  respecto  a  las  maquinacio- 
nes del  sectarismo  incrédulo,  comparado  con  la  in- 
fluencia social  del  catolicismo.  Y  después  continúa: 

«Ninguna  libertad,  ningún  derecho  está  en  pe- 
ligro. Si  los  católicos  se  reúnen  y  se  organizan  en 


110 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


todo  el  país,  no  es  por  cierto  para  trastornar  el 
orden  constituido  ni  para  pedir  la  derogación  de 
ajenos  derechos. 

No  queremos  opresión,  sino  libertad;  no  quere- 
mos atraso,  sino  progreso;  no  pedimos  innovaciones, 
sino  conservar  el  tesoro  de  nuestra  fe  y  de  nues- 
tras gloriosas  tradiciones,  de  aquellas  que  hereda- 
mos de  nuestros  padres,  de  aquellas  en  las  que  se 
hermanaba  la  fe  y  el  amor  a  la  libertad  y  a  la 
patria ...» 

Y  después  de  hacer  notar  que  la  alarma  del  ja- 
cobinismo liberal  no  es  porque  vea  en  peligro  la  Re- 
pública ni  los  derechos  y  libertades  de  los  ciudada- 
nos, sino  porque  temen  que  pierda  terreno  el  secta- 
rismo y  la  incredulidad,  termina  recordando  que  los 
propósitos  de  los  católicos  y  de  la  Unión  Católica 
es  la  realización  de  su  programa  fundamental:  la 
felicidad  y  el  engrandecimiento  de  la  patria  dentro 
de  los  sublimes  ideales  de  la  sociedad  cristiana... 

IX 

El  error  de  la  Revolución  francesa  y  las  grandes 
conquistas  hijas  del  cristianismo  -- 

Vamos  a  añadir  algunas  indicaciones  sobre  el 
criterio  im parcial  con  que  se  ¡juzga  a  la  Revolución 
francesa  en  el  mismo  campo  del  libre  pensamiento. 
Y  tanto  más,  cuanto  que,  en  el  asunto  de  la  creación 
del  Arzobispado  metropolitano,  sus  impugnadores, 
dentro  y  fuera  de  la  Asaimblea  nacional,  han  declara- 
do que,  como  partidarios  de  la  Revolución  francesa 
y  admiradores  de  sus  principios,  debían  ser  contra- 
rios a  la  Iglesia  Católica. 


MEMORANDUM  APOI  OGETICO 


111 


Y,  en  efecto,  han  impugnado  la  organización 
jerárquica  de  la  Iglesia  nacional  inspirándose  en  su 
odio  a  la  Iglesia  Católica,  propio  de  la  impiedad  que 
caracterizó  a  aquella  Revolución. 

Y  que  éste  ha  sido  el  criterio  de  los  adversarios 
del  Proyecto,  lo  declaraba  el  señor  Diputado  Herre- 
ro y  Espinosa:  «El  criterio  de  la  mayoría  de  los  se- 
ñores diputados  que  han  impugnado  este  asunto 
[el  Arzobispado  metropolitano]  tiene  este  error  fun- 
damental: creer  que  es  posible  gobernar  con  los 
principios  de  la  filosofía  política  más  adelantada . . . 
El  principio  religioso  es  un  principio  de  gobierno; 
lo  ha  sido,  es  y  será  mientras  la  humanidad  exista. 
¡Desgraciadas  las  sociedades  el  día  en  que  una  reli- 
gión de  formas  positivas  quede  absolutamente  des- 
alojada de  la  vida  pública  y  quiera  sustituirse . . . 
por  fórmulas  frías,  vacías,  que  no  están  al  alcance 
del  común  de  las  gentes!»  Pues  bien,  este  error  fun- 
damental del  criterio  de  la  mayoría  de  los,  que  han 
impugnado  el  Proyecto,  fué  el  error  de  la  Revolu- 
ción francesa;  y  así  como  lo  impugna  el  doctor  He- 
rrero y  Espinosa,  que  está  en  lo  cierto,  estadistas 
y  publicista^  del  libre  pensamiento  declaran  que, 
en  la  evolución  de  la  sociedad  moderna,  debe  despo- 
jarse a  la  Revolución  de  su  carácter  impío  y  anti- 
rreligioso, demostrando  que  ese  carácter  de  incredu- 
lidad la  perdió  y  la  hizo  impotente  contra  la  Iglesia; 
más  aún;  que,  a  pesar  de  sus  ataques,  la  Iglesia  ha 
triunfado  con  esplendor  y  afirmado  sus  conquistas. 

Y  desde  luego  es  intolerable  e  inexplicable  que 
nosotros  los  hijos  de  América  olvidemos  que  la  revo- 
lución americana,  anterior  a  la  francesa,  puede  y  de- 
be servir  de  modelo  a  todas  las  democracias  y  go- 


112 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


bienios  representativos  del  mundo  por  siis  institu- 
ciones de  libertad  política  y  civil,  en  cuanto  no  ha 
manchado  las  páginas  de  su  historia,  como  la  revo- 
lución francesa,  con  el  ejemplo  de  la  más  frenética 
crueldad,  de  la  más  ignominiosa  tiranía  y  de  la  im- 
piedad más  sanguinaria;  sin  que  le  aprovechara  el 
noviciado  de  hermosos  ejemplos  que  Lafayette  y 
sus  compañeros  habían  hecho  al  lado  de  Washing- 
ton y  demás  prohombres  de  la  revolución  america- 
na, profundamente  cristiana. 

Hoy  día,  pasados  los  primeros  años  de  eferves- 
cencia demagógica  y  de  propaganda  intransigente, 
no  es  digno  para  los  que  se  apellidan  liberales,  po- 
nerse al  lado  de  Robespierre,  de  Danton  y  Marat, 
de  los  girondinos  y  jacobinos;  sino  más  bien  de  Gui- 
zct,  Odilón  -  Barrot,  Tocqueville,  Laboulaye,  Thiers, 
Julio  Simón,  Royer-Collard  y  demás  personajes  de 
la  evolución  sensata  en  la  misma  Francia. 

Y  en  verdad  que  ya  no  es  plausible  defender, 
después  que  ha  hecho  la  luz  sobre  la  Revolución 
francesa  una  crítica  elevada,  "esa  locura  furiosa", 
al  decir  de  Tocqueville;  "ese  escándalo  de  la  razón 
humana",  como  la  apellida  La  Harpe;  "esa  Repúbli- 
ca, que  no  ha  sido  más  que  una  detestable  tiranía", 
según  Laboulaye;  "esa  política  opresora  a  tal  pun- 
to que,  de  todas  las  tiranías,  ella  sola  ha  conserva- 
do en  la  historia  el  nombre  que  conviene  a  las  tira- 
nías, y  sfe  ha  llamado  el  terror",  como  observa  Julio 
Simón;  "esa  revolución  que,  verificada  por  un  dés- 
pota, habría  dejado  tal  vez  menos  mal  dispuesta  a 
la  Francia  para  llegar  a  ser  algún  día  una  nación 
libre",  como  advierte  el  citado  Tocqueville.  Y  por 
fin,  el  libre  pensador  Royer  -  Collard  da  la  razón  del 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


113 


fracaso  cruel  y  despótico  de  ese  acontecimiento,  de- 
clarando que:  "la  Revolución  francesa  ha  sido  im- 
pía hasta  el  fanatismo,  hasta  la  crueldad ;  y  este  cri- 
men, sobre  todo,  es  lo  que  la  ha  perdido." 

Invocar,  por  tanto,  la  adhesión  a  la  revolución 
francesa  para  atacar  a  la  Iglesia  católica  en  nuestra 
República,  es  inspirarse  en  el  fanatismo  impío  que 
constituyó  el  crimen  de  aquella  revolución  y  la  hizo 
fracasar. 

Y  no  puede  afirmarse  con  verdad  que  las  gran- 
des reformas  y  libertades  políticas  y  civiles  que  cons- 
tituyen la  gloria  del  gobierno  representativo  y  de  la 
democracia  moderna  non  fruto  de  la  revolución  fran- 
cesa, pues  son  resultado  del  cristianismo  en  su  evolu- 
ción al  través  de  los  siglos;  del  cristianismo,  cuya 
manifestación  constituye  la  sociedad  moderna;  mien- 
tras la  revolución  francesa  fué  un  incidente  desgracia- 
do, engendro  del  espíritu  de  incredulidad. 

No;  esas  grandes  conquistas  no  le  pertenecen 
porque  son  hijas  del  cristianismo,  como  lo  demuestra 
el  hecho  de  que  años  antes  las  había  proclamado  la 
revolución  americana,  y  el  de  estar  ya  consignadas 
en  las  Actas  de  los  Estados  Generales  del  5  de  Mayo 
de  1789 ;  mientras  el  2  de  Noviembre  del  mismo  1789, 
fué  la  data  de  la  explosión  de  la  demagogia  impía  y 
tiránica  que  produjo  la  República,  la  Convención  y  el 
Terror  y  constituye  el  hecho  más  nefasto  de  la  histo- 
ria. 

Y  para  que  no  se  crea  que  juzgamos  con  criterio 
parcial,  haremos  una  breve  demostración  basada  en 
autores  notables  del  libre  pensamiento. 

Así,  basándonos  en  la  autoridad  de  Edgar-Quinet, 
debemos  distinguir  dos  89 :  el  que  era  resultado  de  la 

?  —  Editorial 


114 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


evolución  cristiana,  cuyos  principios  y  reformas  que- 
daren consignados  en  las  Actas  de  los  Estados  Gene- 
rale;,  y  el  89  convertido  en  revolución,  inspirado  en 
las  absurdas  teorías  del  Contrato  Social  de  Rousseau 
y  en  las  impiedades  del  volterianismo,  explosión  horri- 
ble del  espíritu  de  incredulidad  y  de  la  más  cruel  de- 
magogia. 

«Cuando  vuelvo  a  leer,  dice  Edgar-Quinet,  las 
Actas  de  los  Estados  Generales  del  89. . .  desearía 
que  se  hiciese  una  nueva  colección  de  esos  votos.  Si 
alguna  vez  se  suscitara  una  regeneración  verdadera, 
sería  preciso  principiar  por  esos  monumentos,  que  de- 
bieran consitituír  el  manual  de  todo  amigo  de  la  li- 
bertad.» 

Y  ¿por  qué  hace  esta  afirmación  Edgar-Qui- 
net? Para  demostrar  que  todas  las  conquistas  y 
grandes  principios  del  régimen  de  libertad  política 
y  civil,  no  tenían  necesidad,  para  ser  implantados, 
ni  de  la  República,  ni  de  la  Convención,  ni  de  la  san- 
ción de  la  guillotina,  esto  es,  de  la  Revolución  fran- 
cesa. 

«Todas  las  libertades  políticas,  continúa  dicien- 
do, gobierno  constitucional,  leyes  hechas  por  la  na- 
ción, la  nación  sola  votando  el  impuesto,  descentra- 
lización y  libertades  municipales;  todas  las  liberta- 
des civiles;  la  igualdad  de  todos  ante  la  ley,  la  uni- 
dad de  la  legislación,  la  libertad  de  defensa,  la  publi- 
cidad en  los  tribunales,  la  mitigación  en  las  penas, 
la  admisión  de  todos  a  los  empleos  públicos,  la  li- 
bertad religiosa:  no  hay  uno  solo  de  los  nuevos 
principios  que  no  se  halle,  casi  en  los  miamos  tér- 
minos, establecido  allí. . .» 

Pero  más  explícito  es  el  historiador  de  la  civi- 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


115 


lización  moderna,  Mr.  Guizot:  "Todo  lo  que  hay  de 
verdadero  y  de  bueno  en  los  principios  de  la  Revo- 
lución france?<a  es  cristiano  y  ha  sido  proclamado 
por  el  cristianismo;  y  éste  condena  y  rechaza  ex- 
presamente todo  lo  que  tienen  de  falso  y  de  funesto. 
Y  no  solamente  en  esta  terrible  confusión  (la  revo- 
lución moderna)  el  cristianismo  proclama  el  bien 
y  condena  el  mal  en  principio,  sino  que  él  solo  tie- 
ne de  hecho  la  autoridad  y  la  fuerza  necesarias  pa- 
ra dominar  el  mal  sin  que  el  bien  perezca  también 
en  la  lucha." 

Así,  pues,  no  es  de  extrañar  que  la  crítica  sen- 
sata repruebe  la  Revolución  francesa  como  un  en- 
gendro monstruoso  del  Contrato  Social  de  Rousseau, 
que  es  el  código  de  todas  las  tiranías,  en  oposición 
al  Evangelio,  código  de  todas  las  libertades  santas  y 
legítimas,  al  decir  de  un  ilustre  pensador.  Más  aún: 
en  la  Revolución  francesa  no  puede  defenderse  si- 
quiera la  tan  ponderada  Convención.  Oiganse,  si  no, 
las  palabras  del  eminente  publicista  Laboulaye:  "La 
historia  es  la  salvaguardia  de  las  nuevas  generacio- 
nes; condenando  el  crimen  y  la  violencia  en  el  pa- 
sado, anatematizando  los  verdugos  que  no  existen, 
es  como  el  historiador  asegura  el  triunfo  de  la  justi- 
cia y  de  la  libertad.  Así  la  Convención  no  merece 
que  se  lá  excuse;  su  filosofía,  para  hablar  con  J. 
Simón,  no  fué  nunca  más  que  una  palabra  y  una 
trampa.  Esta  asamblea  fué  despótica,  injusta,  san- 
guinaria; ella  abrumó  a  la  Francia  bajo  la  peor  for- 
ma de  tiranía,  la  tiranía  impuesta  por  las  muche- 
dumbres, aceptada  por  el  miedo. . .  Si  queremos  des- 
prender de  la  libertad  los  horrores  que  en  su  nombre 
se  han  cometido,  debemos  condenar  la  Convención 


116 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


con  una  justicia  inflexible;  toda  flaqueza  a  este 
respecto  da  armas  contra  nosotros. 

Por  honor,  puesj,  de  la  civilización  y  de  las  li- 
bres instituciones  no  es  dable  defender  esa  locura 
furiosa  e  impía  y  menos  podrá  ser  modelo  ni  garan- 
tía de  las  instituciones  y  conquistas  de  la  spciedad 
moderna,  como  quiera  que,  con  suma  erudición  y 
sensatez  filosófica,  ha  demostrado  Tocqueville,  ese 
crítico  colosal  de  las  instituciones  democráticas, 
que  el  despotismo  es  el  único  que  puede  vivir  sin 
religión;  pero  que  sin  la  fe  religiosa  no  podrá  jamás 
existir  la  libertad  como  lo  demostró  la  misma  re- 
volución francesa. 

Por  consiguiente,  al  atacar  a  la  Iglesia  católi- 
ca en  nombre  de  las  instituciones  políticas  y  civiles, 
se  pretende  defender  e  imitar  lo  que  en  la  famosa 
revolución  francesa  constituye  su  grja'ni  crimen  y 
lo  que  la  perdió  para  la  libertad  y  la  democracia; 
mientras  que  si  qe  declara  que,  al  aceptarla,  sólo 
se  pretende  defender  los  principios  y  las  institu- 
ciones democráticas,  entonces'  debe  recordarse  que 
lo  que  tienen  de  verdadero  y  de  bueno  es  cristiano, 
y  ha  sido  proclamado  por  el  cristianismo  sin  nece- 
sidad de  las  crueldades  e  impiedad  de  la  revolución 
francesa. . . 

Hemos  querido  ofrecer  estas  páginas  a  los  espí- 
ritus que  de  buena  fe  anhelan  la  verdad  y  el  bien 
social.  Si  en  ellas  hemos  prodigado  las  citas  de  escri- 
tores más  o  menos  separados  del  gremio  de  la  Igle- 
sia, lo  hemos  hecho,  no  tanto  para  los  fieles,  que 
no  las  necesitan,  cuanto  para  dar  mayor  eficacia 
a  nuestra  palabra  ante  nuestros  conciudadanos 
no-creyentes,  que  también  son  objeto,  y  objeto  muy 


MEMORANDUM  APOLOGETICO 


117 


especial,  de  nuestra  solicitud  y  de  nuestros  constan- 
tes afanes,  pues  sabe  Dios  que  de  corazón  nos  inte- 
resamos grandemente  por  ellos. 

Quiera  el  Señor  dar  a  nuestra  voz  la  mayor 
eficacia  para  que  ella  pueda  llevar  la  verdad  a  las 
inteligencias  extraviadas.  Quiera  El  en  su  miseri- 
cordia imprimir  a  nuestra  palabra  el  carácter  de 
buena  nueva  para  los  corazones  que  tanto  la  necesi- 
tan. 

Hemos  creído  también  que  éste  era  el  medio 
más  eficaz  de  contribuir  a  la  vindicación,  no  sólo 
de  la  Iglesia  católica,  sino  también  del  Gobierno  y 
de  la  H.  Asamblea  Nacional,  que  la  han  protegido 
con  la  sanción  de  la  nueva  ley,  y  que  han  sido,  por 
esa  causa,  objeto  de  acusaciones  injustas  y  apasio- 
nadas. 

Sea,  pues,  este  opúsculo  apologético  simiente  de 
doctrina,  que  espera/mos  en  Dios,  fructificará  en  los 
hombres  de  buena  fe,  al  par  que  tributo  rendido  a 
los  de  buena  voluntad  por  el  último  Obispo  de  Mon- 
tevideo. 

+  MARIANO  SOLER 


Bibliografía  de  Monseñor  Soler 


OBRAS  PUBLICADAS 

De  los  escritos  de  Monseñor  Soler,  se  da  noticia 
cronológica,  pero  solamente  de  los  que  han  tomado 
forma  de  libro. 

El  tamaño  es  en  milímetros.  El  año  precede  al 
título. 

1875 —  Discurso  inaugural  del  Templo  del  Reducto. — 
16  págs.,  230  x  150. 

1876 —  Programa  de  los  exámenes  públicos  del  Liceo 
Universitario.  —  40  págs.,  240  x  160. 

1877 —  Ensayos  de  una  pluma  (artículos  y  discursos) . 
188  págs.,  190  x  130. 

1877 —  Apuntes  para  la  historia  de  Améiica.  —  72 
págs.,  130  x  120. 

1878 —  El  Génesis  y  la  Geología  (Controversia  con  el 
Dr.  Manuel  B.  Otero) .  —  162  págs.,  185  x  125. 

1878 — Oración  fúnebre  en  honor  del  inmortal  Pío 

Nono.  —  24  págs.,  240  x  160. 
1878 — El  catolicismo,  la  civilización  y  el  progreso. — 

32  págs.,  165  x  110. 


120 


LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLER 


1879  (?) — Programa  de  los  exámenes  públicos  del 
Liceo  Universitario  (Universidad  libre).  — 
144  págs.,  235  x  150. 

1879 —  La  gran  cuestión  en  páginas  de  la  historia.  — 
102  págs.,  215  x  135. 

1880 —  Racionalismo  y  Catolicismo  (Conferencias  dis- 
cutidas en  el  Club  Católico).  —  104  págs., 
175  x  115. 

1880 — El  problema  de  la  educación  en  sus  relaciones 
con  la  religión,  el  derecho  y  la  libertad  de 
enseñanza.  —  76  págs.,  185  x  130. 

1880— La  Iglesia  y  el  Estado.  —  32  págs.,  185  x  130. 

1880 — Programa  de  los  exámenes  públicos  del  Liceo 
Universitario.  —  124  págs.,  240  x  150. 

1880 — El  darwinismo  ante  la  Filosofía  de  la  natu- 
raleza. —  62  págr,.,  180  x  130. 

1880 — Ensayo  de  paralelo  entre  el  catolicismo  y  el 
protestantismo.  —  190  págs.,  185  x  130. 

1880 —  El  apostolado  de  la  prensa.  —  62  págs.,  215 
x  135. 

1881 —  Catecismo  diocesano  (Exposición  apologética 
y  catequista).  —  68  págs.,  160  x  115. 

1881 — Refutación-protesta  a  las  erróneas  apreciacio- 
nes del  Inspector  de  I.  P.  sobre  la  enseñanza 
religiosa.  —  76  págs.,  185  x  135. 

1881 — La  masonería  universal  ante  la  religión  y  la 
moral  y  la  dignidad  humana. — 30  págs.,  180 
x  130. 

1881 — Oraciones  fúnebres  (cuatro  sobre  Monseñor 
Jacinto  Vera).  —  32  págs.,  210  x  135. 

1883 — Suplemento  de  Trigonometría  esférica.  —  8 
págs.,  240  x  160. 

1883 — Crítica  al  darwinismo  bajo  el  aspecto  de  las 
ciencias  experimentales  y  de  la  filosofía  de 


IA   BIBLIOGRAFIA   DE   MONS.  SOLER 


121 


la  naturaleza.  (Editada  para  la  Universidad 
libre  de  Montevideo) .  —  36  págs.,  240  x  160. 

18S3 — Los  católicos  y  la  "Sociedad  Amigos  de  la 
Educación  Popular".  —  32  págs.,  155  x  115. 

1883 — La  propaganda  irreligiosa  y  actitud  que  de- 
ben asumir  los  católicos.  —  18  págs.,  160  x  115. 

1883 — Imputaciones  y  sofismas  contra  la  Iglesia  Ca- 
tólica. —  20  págs.,  160  x  115. 

1S84 — Católicos  y  macones  (La  Masonería  y  el  Ca- 
tolicismo) .  —  382  págs.,  185  x  125. 

1885 — Memoria  de  la  Sociedad  Ciencias  y  Artes,  con 
tes  antecedentes  sobre  el  Observatorio  Nacio- 
nal. —  80  págs.,  240  x  150. 

1887 — Memorial  sobre  el  gran  Instituto  eclesiástico 
de  la  América  Latina.  —  20  págs.,  230  x  150. 

1887 —  América  Precolombiana. — 342  págs.,  185  x  125. 

1888 —  Memorial  a  los  alumnos  del  Colegio  Pío  Latino 
Americano.  —  40  págs.,  230  x  150. 

1888 —  Memorias  de  un  viaje  por  ambos  mundos.  — 
(2  volúmenes).  —  370  -|-  324  págs.,  230  x  145. 

1889 —  Las  órdenes  monásticas  y  religiosas  (según  el 
plan  de  Ed.  Ducpetiaux). — 256  págs.,  170  por 
120. 

1889 —  Las  ruinas  de  Palmira.  —  194  páginas.  235 
x  155. 

1890 —  La  sociedad  moderna  y  el  porvenir  en  sus  re- 
laciones con  la  Iglesia  y  la  Revolución.  2  vo- 
lúmenes!' 400  -|-  IV  y  444  -|-  IV  páginas, 
185  x  140. 

1890 — La  mujer  católica,  por  Livia  Bianchetti.  Edi- 
ción corregida  y  aumentada)  por  M.  Soler.  — 
300  páginas  -\-  XIV  páginas,  170  por  110. 

1890— Hiperdulía.  —  X  J-  310  páginas,  165  por  110. 


122  LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLER 

1890 — Las  obras  de  la  Propagación  de  la  Fe  y  de  la 
Santa  Infancia.  —  20  páginas,  180  por  115. 

1890 — Instrucción  sobre  la  Encíclica  "Sapientiae"  de 
León  XIII  (Sobre  los  deberes  de  los  católicos 
como  ciudadanos).  —  62  páginas  195  por  140. 

1890 — Teosofía  (tratado  sobre  la  filosofía  de  la  re- 
ligión). (2  vols.  +  —  510  +  492  páginas, 
180  x  125. 

1890 — Ensayo  sobre  la  armonía  entre  la  ciencia  y  la 
fe.  (N.9  4  de  la  "Revista  de  la  Academia  Lite- 
raria del  Uruguay").  —  48  páginas,  240  x  160. 

1890 —  El  matrimonio  bajo  el  aspecto  religioso,  mo- 
ral y  social.  —  320  páginas,  —  185  x  120.  Se 
hizo  tirada  aparte  del  capítulo:  "breve  ins- 
trucción sobre  el  registro  del  estado  civil  y  el 
matrimonio  cristiano." 

1891 —  Carta  pastoral  del  día  de  su  consagración  epis- 
copal en  Roma.  —  16  páginas  240  x  160. 

1892 —  El  reino  de  la  Cruz,  sus  triunfos  y  esperan- 
zas. —  52  páginas,  175  x  105. 

1892 — Instrucción  popular  sobre  el  Registro  del  esta- 
do civil  y  los  deberes  religiosos.  —  18  páginas, 
175  x  105. 

1892 — Pastoral  eucarístico  -  apologética  con  ocasión 
del  4.9  centenario  del  descubrimiento  de  Amé- 
rica. —  68  páginas,  155  x  100. 

1892 — La  divinidad  de  Jesucristo.  —  46  páginas, 
155  x  100. 

1892— El  Jubileo  episcopal  de  León  XIII  —  32  pági- 
nas, 155  x  100, 

1892 — Instrucción  popular  sobre  el  Registro  de  esta- 
do civil.  —  16  páginas,  175  x  115. 


LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLER 


123 


1892 —  La  adoración  perpetua.  —  16  páginas,  165  x 
115 

1893 —  La  Adoración  perpetua  del  Santísimo  Sacra- 
mento. —  46  páginas,  155  x  100. 

1893 — Memorial  presentado  al  Presidente  de  la  Re- 
pública doctor  Julio  Herrera  y  Obes.  —  (Re- 
laciones armónicas  entre  la  Iglesia  y  el  Esta- 
do) .  —  23  páginas,  240  x  160. 

1893 —  Viaje  bíblico  por  Asiría  y  Caldea.  —  450  págs., 
240  x  155. 

1894 —  Pastoral  del  primer  Congreso  Eucarístico  de 
Montevideo.  —  44  páginas,  155  x  100. 

1894 — La  caridad  cristiana  y  sus  obras  ante  la  fi- 
lantropía. —  196  páginas,  185  x  130. 

1894 — Al  venerable  Clero  Secular  sobre  una  impor- 
tante institución  eclesiástica.  —  36  páginas, 
185  x  125. 

1894 — La  obra  de  la  propagación  de  la  Fe.  34  págs., 
160  x  105. 

1894 —  Las  Conferencias  de  San  Vicente  de  Paul.  — 
36  páginas,  155  x  105. 

1895 —  La  cuestión  social.  —  XXII  más  226  páginas, 
185  x  130. 

1895 — Peregrinación  al  Santuario  de  Nuestra  Seño- 
ra de  Luján.  —  16  páginas,  240  x  160. 

1895 — Apología  popular  de  la  Religión  Católica.  De- 
clarada texto  de  la  Diócesis  por  el  primer  Con- 
greso Catequístico  de  Montevideo.  —  312  págs., 
165  x  115. 

1895 — El  Cristianismo  (Síntesis  histórico  -  filosó- 
fica). —  88  páginas,  155  x  100. 

1895 — La  significación  del  templo  católico  (con  mo- 
tivo de  la  inauguración  de  la  nueva  Iglesia 


124 


LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLER 


de  Maldonado) .  —  24  páginas,  150  x  100. 

1895— El  Pontificado  y  la  unidad  italiana.  —  32 
páginas,  155  x  100. 

1895 — Regla  fundamental  del  Instituto  eclesiásti- 
co. —  20  páginas,  185  xl25. 

1895 —  El  apostolado  de  la  buena  pren?,a.  —  16  págs., 
160  x  100. 

1896 —  Constituciones  diocesanas.  —  188  páginas, 
235  x  175. 

1896 — La  obra  de  la  Propagación  de  la  Fe.  —  36 
páginas,  160  x  110. 

1896— El  suicidio.  —  36  páginas,  150  x  100. 

1896 — La  educación.  —  40  páginas,  155  x  100. 

1896 — La  organización  jerárquica  de  la  Iglesia  Na- 
cional. —  90  páginas,  185  x  125. 

18Í/6 — Las  moradas  del  Cielo  en  la  tierra.  —  166 
páginas,  170  x  110. 

1896 —  Las  órdenes  religiosas.  —  (A  la  memoria  del 
V.  Obispo  Monr.  Gianelli).  —  40  páginas, 
155  x  105. 

1897 —  Viaje  por  los  países  bíblicos.  —  324  páginas, 
235  x  155. 

1898 —  El  espíritu  nuevo.  La  Iglesia  y  el  siglo.  —  XX 
+  224  páginas,  185  x  125. 

1898 — La  vitalidad  divina  del  Cristianismo.  —  50 

páginas,  170  x  110. 
1898 — Edicto  sacro  estableciendo  un  santuario  Euca- 

rístico.  —  4  páginas,  240  x  160. 

1898 —  La  cripta-santuario  del  Señor  de  la  Pacien- 
cia. —  12  páginas,  155  x  110. 

1899 —  El  Pontificado  en  la  Iglesia.  —  Obra  magna 
del  Redentor.  Sus  vicisitudes  y  porvenir.  — 
130  páginas,  185  x  140. 


LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLEÜ 


125 


1899 —  Homenaje  a  Jesucristo  Redentor.  —  100  págs. 
160  x  100. 

1900 —  La  invicta  energía  del  cristianismo.  —  152 
páginas,  185  x  130. 

1900 —  El  estado  actual  de  la  Iglesia  en  el  mundo.  — 
32  páginas,  170  x  110. 

1901 —  Preces  y  rogativas.  —  24  páginas,  155  x  100. 
1901 — El  Apostolado  seglar. —  (Con  un  apéndice  sobre 

el  anticlericalismo).  —  58  páginas,  160  x  100. 

1901 — Preces  por  la  Patria  con  ocasión  del  aniversa- 
rio de  su  independencia.  —  24  págs.,  160  x  100. 

1901 — Consideraciones  sobre  la  crisis  religioso-social 
contemporánea.  —  126  páginas,  185  x  125. 

lí/01 — La  gran  obra  de  la  propagación  de  la  Fe.  — 
36  páginas,  185  x  120. 

1901—  El  legado  del  siglo  XIX.  —  Témores  y  espe- 
ranzas, respecto  de  la  sociedad  moderna.  — 
140  páginas,  185  x  130. 

1902 —  Apología  del  Pontificado.  —  Homenaje  a  S.  S. 
León  XIII,  con  ocasión  de  su  jubileo  pontifi- 
cio. —  234  páginas,  185  x  140. 

1902 — Carta  del  doctor  Juan  Zorrilla  de  San  Martín 
sobre  la  buena  prensa.  —  16  págs.,  155  x  100. 

1902 — Pastoral  publicando  la  Encíclica  de  León  XIII 
en  el  25.'  año  de  su  pontificado.  —  16  +  32 
páginas,  155  x  95. 

1902 — Por  qué  no  podemos  ser  protestantes.  —  62 
páginas,  135  x  90. 

1902— Exposición  Mística  del  Cántico  de  los  Cánti- 
cos. —  54  páginas,  180  x  120. 

1902— El  divorcio  absoluto.  —  100  págs.,  180  x  115. 

1902— Catolicismo  y  protestantismo  XXXII  +  336 
páginas,  185  x  130. 


12Q  LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLER 

1902 —  La  Venerable  Orden  Tercera  Franciscana.  — 
28  páginas,  145  x  100. 

1903—  La  Sociedad  de  San  Vicente  de  Paul.  —  32 
páginas,  155  x  100. 

1903 — El  jubileo  pontificio  de  León  XIII.  —  56  págs., 
135  x  90. 

1903—  La  divina  Eucaristía.  —  26  págs.,  170  x  110. 

1904 —  La  vida  de  la  Iglesia  y  la  época  contemporá- 
nea. —  116  páginas,  155  x  105. 

1904 — Las  persecuciones  y  los  triunfos  de  la  Igle- 
sia. —  104  páginas,  160  x  105. 

1904 — Pastoral  por  la  cesación  de  la  guerra  civil  y 
por  los  caídos  en  ella.  —  50  páginas,  235  x  90. 

1904 — Jubileo  de  la  Inmaculada  Concepción.  —  46 
páginas,  160  x  100. 

1904 —  Apología  del  culto  de  la  Santísima  Virgen.  — 
392  +  IV  páginas,  185  x  125. 

1905 —  La  divinidad  de  Jesucristo.  —  92  páginas, 
180  x  110. 

1905 — Memorándum  confidencial  (al  venerable  Cle- 
ro secular  y  regular).  —  20  págs.,  175  x  105. 

1905— La  Iglesia  y  la  Civilización.  LXXX  +  290 
páginas,  185  x  140. 

1905 — Alocución  nupcial  al  bendecir  el  matrimonio 
de  los  esposos  D.  Raúl  Montero  Bustamante 
y  María  Zorrilla  de  San  Martín.  —  14  págs., 
—  185  x  120.  —  Tirada  de  12  ejemplares. 

1905— El  divorcio.  —  80  páginas,  135  x  90. 

1905 —  Acerca  de  la  enseñanza  del  Catecismo.  —  20 
páginas,  185  x  115. 

1906 —  Circular  sobre  la  formación  del  tesoro  de  la 
Unión  Católica.  —  10  páginas,  170  x  100. 


LA  BIBLIOGRAFIA  DE  MONS.  SOLER  127 

Ü06 — Defensa  de  las  órdenes  religiosas.  —  Pastoral. 
—  48  páginas,  170  x  100. 

1906 — Reflexiones  sobre  la  propaganda  anticleri- 
cal. —  200  páginas,  175  x  105. 

1906 — A  los  católicos.  —  (Discurso).  —  8  páginas, 
240  x  160. 

1906— Horttis  Conclusus.  —  22  páginas,  185  x  120. 
1906 — El  deber  de  la  hora  presente.  —  32  páginas, 
185  x  125. 

1906 —  Hortus  Conclusus.  —  El  Huerto  de  María.  — 
230  páginas,  185  x  120. 

1907 —  Instrucción  pastoral  con  ocasión  de  la  ley  so- 
bre divorcio.  —  40  páginas,  175  x  105. 

1907 — Peregrinación  a  Roma  y  Tierra  Santa.  —  66 
páginas,  160  x  100. 

1907 —  Instrucción  sobre  la  obligación  de  contribuir 
al  sostenimiento  del  culto.  —  20  páginas,  1.a 
edic. ;  16  páginas,  2.a  edic.  185  x  120. 

1908 —  Situación  e  influencia  de  la  Iglesia  y  del  Pon- 
tificado en  los  tiempos  presentes.  —  98  págs., 
160  x  100. 

Compuso  esta  bibliografía,  el  Director  de  la  Sección  Bi- 
bliotecas dé  la  F.  J.  C.  U.,  Don  Arturo  E.  Xalambrí. 


Montevideo,  Mayo  18  de  1935 

NIHIL  03STAT 


GERMAN  VIDAL 

Censor  Eclesiástico 


PUEDE  IMPRIMIRSE 
ANTONIO   S.   ARDOINO   Vic.  Gen. 
Montevideo.  Mayo  15  de  1935 


NIHIL  OBSTAT 
P.    FERNANDO  FAGALDJS 

Censor  ad  hoc 

Mayo  14  de  1935 


PUEDE  IMPRIMIRSE 
P.  LUIS  VAULA 

Inspector 
Mayo  20  de  1935 


PROTESTACION 

El  autor,  de  acuerdo  con  las  prescripciones  ca- 
nónicas, declara  que  en  la  calificación  de  las  perso- 
nas y  de  los  actos  no  quiere  anticiparse  al  juicio  de 
la  Santa  Madre  Iglesia,  cuyo  hijo  sumiso  es  y  anhela 
ser  hasta  la  muerte. 


INDICE 


TERCERA  PARTE 
Tercer  Obispe  y  Primer  Arzobispo  de  Montevideo. 


El  fondo  del  cuadro    3 

El  Gobernador,  sede  vacante    6 

El  tercer  Obispo  de  Montevideo    7 

El  misionero    9 

El  maestro  de  la  ciencia  de  la  salvación    10 

Todo  para  todos    18 

El  Arzobispo  de  la  juvtentud    19 

La  prensa   27 

La  patria   *.  27 

El  Papa    28 

Formador  del  Clero  ,   29 

Interés  por  los  fieles  difuntos   30 

Hortus  coríclusus    30 

El  Concilio  Plenario  Latino-Americano    41 

El  creador  del  Arzobispado    48 

Mientras  ruge  la  persecución    52 

La  mujer  católica    54 

Renuncia  al  Arzobispado    55 

Esta  no  es  la  vida    57 

Un  retrato  de  mano  maestra    Q8 

Ultima  verba   73 

MEMORANDUM  APOLOGETICO.  —  Sobre  la  organi- 
zación jerárquica  de  la  Igle,sia  Nacional    75 

BIBLIOGRAFIA  DE  MONSEÑOR  SOLER.  —  Obras 

publicadas   119 


EDICORIALDONBOSCO 


BIBLIOTECA   URUGUAYA   DE   AUTORES  CATOLICOS 


JORIS  -  KARL  HUYSMANS  —  de  la  Academia  Francesa. 

Don  Bosco.  —  Bosquejo  Biográfico.  Traducción  del 
Pbro.  Dr.  José  María  Vidal,  (Salesiano). 

P.  Dr.  JOSE  MARIA  VIDAL,  (Salesiano).  —  La  Madre 
de  un  Santo,  (Margarita  Occhiena  de  Bosco).  Sem- 
blanza. 

Dr.  CARLOS  D'ESPINEY.  —  Un  haz  de  anécdota»  de  San 
Juan  Bosco.  (Extracto  de  la  obra  Don  Bosco,  del 
mismo  autor). 

Pbro.  MARTIN  HECTOR  TASENDE.  —  Conferencias. 

RAUL  MONTERO  BUSTAMANTE.  —  Detrás  de  los  An- 
des. —  (Notas  de  viaje). 

P.  Dr.  ANTONIO  MARIA  DE  MONTEVIDEO.  —  Hacia 
El.  . . — Introducción  a  la  vida  de  Cristo.  Conferencias. 

P.  Dr.  JOSE  MARIA  VIDAL,  (Salesiano).  —  El  Primer  Ar- 
zobispo de  Montevideo,  (Dr.  D.  Mariano  Soler).  Sem- 
blanza. Tomo  1.*. 

P.  Dr.  JOSE  MARIA  VIDAL,  (Salesiano).  —  El  Primer  Ar- 
zobispo de  Montevideo,  (Dr.  D.  Mariano  Soler).  Sem- 
blanza. Tomo  2."  y  último. 


JOSE  MARIA  ESPASANDIN.  —  El  sueño  de  muchos.  Co- 
media en  un  acto. 

Dsl  mismo  Autor.  —  Por  la  tarjeta.  Saínete  en  un  acto, 

Del  mismo  Autor. — Una  broma  de  carnaval.  Paso  de  comedia. 

PIERRE  ET  PAUL.  --  El  billete  de  lotería.  Comedia  en 
cinco  cuadros,  tradtídda  del  italiano,  por  el  i?.  Ar- 
turo Mossman  Groas,  S.  S. 


E.  UGUCCIONI.  —  "Tarde  o  temprano..."  Comedia  en  2 
actos.  "En  la  antesala  úe  un  Santo".  Comedia  en  1 
acto.  Traducidas  del  italiano  por  el  P.  José  María 
Obsrti,  S.  S. 


OBRAS  PUBLICADAS 


SECCION  TEATRAL 


EN  PRENSA 


En  venta  en  todas  las  Librerías  y  en  las  Casas  Salesianas 


5487CD  266. 

92-Q7-QS  3? IB»    mc  i7 


1012  01312  0334