APR 26 2006
BX 4705 .S667 V53 1935
Vidal, Josjbe Maria, fl.
1877-1893.
El primer arzobispo de
Montevideo
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in 2014
https://archive.org/details/elprimerarzobisp02vida
BIBLIOTECA URUGUAYA DE AUTORES CATOLICOS
DR. JOSE MARIA VIDñL
EL PRIMER ARZOBISPO
DE MONTEVIDEO
(Dr. Don Mariano Soler)
TOMO II
EDITORIAL DON BOSCO
MALDONADO 2125 — MONTEVIDEO
I
Dr. JOSE MflRlfl VIDAL
Salesiano
EL PRIMER ARZOBISPO
DE MONTEVIDEO
Doctor Don MñRIMNO SOLER
019
Tomo Segundo
APR 26 2006
V^glOGICMjgSS^
Tipográfica
Talleres Don Bosco
Montevideo 1935
-
T E R CE RJ\ PñRTE
Tercer Obispo y Primer Arzobispo de Montevideo
El fondo del cuadro --
Como en las secciones anteriores, esbozaremos
en ésta una reseña de los hechos que sirven de fon-
do a la actuación de nuestro biografiado.
Al General Máximo Tajes sucedió en la presiden-
cia de la República, el 1.» de Marzo de 1890, el Dr.
Julio Herrera y Obes, cuyo multiforme talento y
honroso pagado cívico auguraban excelente gobier-
no. Tales presagios se cumplieron en buena parte.
El nuevo Presidente se rodeó de grandes ministros,
conjuró varias veces la revolución, sorteó con habi-
lidad los escollos de la crisis económica, asentó la
piedra fundamental de la Universidad y de ia Esta-
ción del Ferrocarril Central.
Cuando, a la muerte del limo. Sr. D. Inocencio
María Yéregui, los católicos solicitaron la coloca-
ción del nombre del Dr. Soler al frente de la terna
de candidatos, Herrera contestó, accediendo: "Na-
die mejor juez que los católicos mismos."
Terminado el cuadrienio, la Asamblea General
se reunió por veinte días consecutivos sin que se
4
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
formara mayoría absoluta en favor de ningún nom-
bre. El 21 de Marzo de 1894 salió inesperadamente
de la urna el de D. Juan Idiarte Borda. Hombre bue-
no, no era, sin embargo, el que reclamaban las cir-
cunstancias. El descontento estalló, en 1897, en una
protesta armada, a cuya cabeza iban Aparicio Sa-
ravia y Diego Lamas, y cuyo episodio más sangrien-
to fué la derrota del Gobierno en Tres Arboles (17
de Marzo). El 25 de Agosto, al salir del tradicional
Tedeum cantado en la Catedral, sucumbió el Presi-
dente, víctima de un atentado, en la esquina de las
calles Sarandí y Cámaras (hoy Juan Carlos Gómez).
Recoge el poder el presidente del Senado, D.
Juan Lindolfo Cuestas, el ex-ministro de Santos.
El nuevo gobernante logra restablecer la paz, que se
firma el 18 de Septiembre de aquel año 1897. El 10
de Febrero siguiente disuelve las Cámaras, desfa-
vorables a su candidatura, y se proclama presidente
provisional, o dictador. La reacción cobra forma de
motín militar, el 4 de Julio. Cuestas lo sofoca, y, en
l.9 de Marzo de 1899, es elegido presidente consti-
tucional hasta 1903. El 18 de Julio coloca la primera
piedra del puerto de Montevideo.
Entre sus arbitrariedades comete la de cerrar és-
te y los demás puertos del país a sacerdotes y religio-
sos, impulsado de su mentalidad sectaria y azuzado
desde la prensa por los concabidos histriones de la
libertad.
Después de haber conservado "a palmetazos",
según la gráfica expresión de Zorrilla de San Mar-
tín, el orden en la República (lo que no puede leal-
mente negársele), se embarca con rumbo a Europa
DOCTOR D. MAlIi).': HUI
»
y va a morir lejos de la patria, en París, e! 21 de
Jcr.io ce 1CJ05.
Recibe de sus manos el bastón presidencial, el
1.» de Marzo de 1903, D. José BatÜe y Ordóñex. So
elección levanta en armas al partido nacional, que
las depone por el pacto de Nico Pérez (22 de Marzo ^ .
Mas el L" de Enero siguiente, habiendo enviado el
presidente dos batallones a Rivera, a raíz de un con-
flicto surgido entre esta ciudad y la brasileña de
Santa Ana, se exacerban las pasiones, y los* nacio-
nalistas despliegan de nuevo la bandera de la revolu-
ción. Por nueve meses consecutivos, corre sangre de
herró Dr;-- er.v.r.ce?
la historia de nuestras discordias, con otros nombres
nefastos, los de Fray Marcos, Paso del Parque. Tv<-
pambaé. Masoüer. . . Finalmente se reconcilian los
adversarios en Aceguá (24 de Septiembre).
Eo este primer gobierno de BatÜe se iniciaron
las '-■"■ra? ^! edirici: ce .a Fa:o"oaO ce Ve-c:'::oa. - -
inauguraron los tranvías eléctricos, se extendió la
red de ferrocarriles, se administraron honrada y
acertadamente los caudales públicos.
Pero al propio tiempo fué característica del pre-
sidente y de la parcialidad formada por él un odio
insanable a la religión, contra la cual se dictaron le-
yes y se realizaron actos de aciagas consecuencias
para la sociedad uruguaya.
Le sucedió, el t? de Marzo de 1907. el Dr. D.
Claudio WflHman, bajo cuya presidencia fTna,:- '
días el gran Arzobispo de Montevideo.
6
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
El Gobernador, sede vacante -
El día siguiente al del óbito del limo. Sr. D. Ino-
cencio María Yéregui, se recibió en la capital de la
República un telegrama que, traducido del original
italiano, rezaba: "Roma, 3 de Febrero, 2 p. m. A
Mariano Soler, Vicario General - Montevideo - El
Padre Santo autoriza a S. S. a gobernar la Diócesis
provisionalmente, y hasta nuevas disposiciones - Va
carta - Cardenal Rampolla."
El 21 de Noviembre del mismo año, a las 8V2
p. m. el cable traía esta "nueva de gran gozo": "So-
ler, Obispo."
El 22 llegaba otra comunicación telegráfica, que
hemos trascrito anteriormente.
En el breve espacio comprendido entre la pri-
mera y las últimas fechas, el Gobernador Interino,
sin darse punto de reposo, con documentos que apa-
recían bajo el título de pastoral, exhortación, circu-
lar, invitación religiosa, se desvelaba por promover
la vida católica y la piedad, recomendando las obras
de la Propagación de la Fe y de la Santa Infancia
(14 de Febrero de 1890), inculcando la obligación
cristiana de socorrer la Custodia de los. Santos Lu-
gares (14 de Marzo), encareciendo el culto del Sa-
grado Corazón, especialmente los primeros Viernes
(27 de Abril), de San Luis (10 de Agosto), la devo-
ción del Rosario (11 de Septiembre), la celebración
del centenario de la Beata Margarita María, Após-
tol del Sagrado Corazón (26 de Septiembre), la con-
tribución pecuniaria al Congreso Internacional Cien-
tífico de los católicos en Abril próximo, en París (28
^e Septiembre).
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
7
En 3 de Diciembre nombra delegado en el go-
bierno de la Diócesis al Dr. D. Ricardo Iaasa, y el 5
se embarca para Roma, según lo hemos indicado al
final de la Segunda Parte.
El Tercer Obispo de Montevideo.
Una vez más implora la anuencia del Pontífice
para vivir los últimos años en el recogimiento del
claustro, con los Franciscanos de Jerusalén. El gran
León XIII, que quiere dar un ínclito jefe a la Igle-
sia Uruguaya, le ordena consagrarse.
Y el Cardenal Lúcido María Parocchi le impone
las, manos el 8 de Febrero de 18il.
El nuevo obispo adopta su escudo de armas.
En el cuartel superior de la izquierda resalta
en campo de plata, el Cerro de Montevideo, símbolo
de su Diócesis, surmontado por una estrella, y en el
inferior de la izquierda un león rampante, con es-
pada, junto a una torre coronada por el sol. En la in-
tención del maestro de heráldica esta figura prego-
naba la noble prosapia del nuevo obispo, procedente
del antiguo tronco de los Soler de las Islas Baleares,
quienes usaban tal blasón rodeado del mote: "Con
sol fueron y volvieron y en la batalla vencieron."
Para nuestro Prelado, demócrata e hijo de sus obras,
éste no era sino el emblema de su nombre. Los otros
dos cuarteles los llenaban los colores nacionales. El
mote o empresa lo constituye un texto de la epístola
de San Pablo a los Gálatas (6,14) :"Absit gloriar!
misi in cruce: lejos de mí goriarme, si no en la cruz".
En el mismo día de su consagración fecha su
8
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
primera pastoral de obispo. Protesta que se siente
anonadado bajo el peso de tan gloriosa dignidad ; pero
la verdadera humildad es la obediencia a los desig-
nios de Dios, y él los acata sin réplica. Discurre ma-
gistralmente sobre el grado de orden y jurisdicción
del episcopado, sobre la liturgia de la consagración,
sobre el solemne juramento que ha prestado. Agrego,
aludiendo a la aspiración a que por voluntad del Papa
ha renunciado : "La Diócesis es ahora la Tierra Santa
de nuestra misión apostólica Pluguiera al Señor
que en el ardor del afecto emulásemos a San Fran-
cisco de Sales, quien desde el momento de su consa-
gración, como él mismo lo confesó, fué abstraído de
sí mismo y dedicado por completo a la Iglesia. "Fun-
da su confianza en la cruz : "nos conformó, al contem-
plar en ella todo el misterio de la fortaleza de los
flacos, del poder de los débiles, y de la victoria de los
despreciados ; por eso la cruz, símbolo de la fortaleza-
divina, será nuestra gloria: ¡ábsit gloriári nísi in
cruce! "Reclama la cooperación y la oración de todos.
¿Y cuál será su programa? El progreso moral. La
humanidad, dice, "por la industria engrandece su
elemento material; por las artes, su elemento sensi-
ble; por la ciencia, su elemento intelectual; por la mo-
ral, su elemento activo". "El progreso moral reclama
la intervención divina; Jesucristo, el Hijo de Dios,
es el rey moral". Termina enviando una bendición
efusiva, amplia, universal al clero y al pueblo, al
Presidente y a sus cooperadores en el Gobierno, al
ejército de la patria, a la ciudad episcopal y a toda la
República.
Precedido de esta carta pastoral, rica en doctri-
na y vibrante de emoción, arriba a la patria, que le
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
i
espera con ansiedad, en el trasatlántico Alfonso XIII.
Desembarca el 17 de Marzo de aquel año de 1891, día
entristecido por la lluvia, pero lleno de luminosidad
espiritual para susi hijos y admiradores, que se agol-
pan a su paso, le aclaman, se disputan sus primeras
bendiciones, le acompañan triunfalmente a la Cate-
dral.
Pero la manifestación más imponente se ha
reservado para el 18. Ha prestado juramento en la
Casa de Gobierno, y, con un cortejo de no menos de
doce mil personas, se encamina de nuevo a la Cate-
dral para el canto de un solemne Tedeum. Final-
mente, ya en el palacio episteopal, recibe el home-
naje del ejército, que pasa en magnífico desfile.
El misionero
Su celo, acrecentado, si es posible, con la alta
dignidad, no le consiente descanso. El 18 de Abril
ya le encontramos en visita pastoral en San Carlos,
alborozada y ufana por la exaltación de su hijo. De
allí pasa a Rocha y Maldonado.
Vuelto de esta excursión, sale el 17 de Septiem-
bre para Rivera y Tacuarembó, y se detiene asimis-
mo a misionar en Cerro Colorado, Santa Clara y
San Pedro de Timóte.
De Febrero a Mayo del siguiente año, 18i<2, le
vemos recorrer diversos pueblos de Canelones, como
Santa Rosa, Tala, Migues, Pando, Mosquitos.
El 1.' de Junio ha terminado la visita a Minas
y Solís y el 17 de Agosto la de Paysandú, Santa Ro-
sa del Cuareim, San Eugenio y Salto.
En Octubre lleva el don de Dios a Canelones;
10
EL PRÍMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
en Noviembre a Florida, Sarandí Grande, Sauce e
Isla Mala.
A su regreso del viaje emprendido a Europa»,
con ocasión del jubileo de León XIII, y luego a la
Mesopotamia, todavía le bailamos en visita pastoral
en el Rosario (Noviembre de 1894) y por segunda
vez en Pan de Azúcar, Maldonado y San Carlos (No-
viembre de 1895).
Simultáneamente con él recorren el país en to-
das direcciones los dos obispos auxiliares cuyo nom-
bramiento ha recabado de la Santa Sede: el Dr. D.
Ricardo Isasa, consagrado en la Santa Iglesia Cate-
dral el 31 de Mayo de 1891, y el Dr. D. Pío Ca-vetano
Stella, consagrado en la Iglesia Parroquial del Cor-
dón en 24 de Febrero de 1894.
Cuando, impedido por dolorosa enfermedad, co-
mo consta en documento auténtico existente en el
Archivo de la Curia Eclesiástica, no puede ya efec-
tuar personalmente las expediciones apostólicas, las
prosiguen en su nombre y con su bendición acuellos
dos incansables evangelizadores de la paz y el bien.
Queden consignados en esta obra de verdad los
datos que anteceden, como protesta reparadora y
permanente contra la afirmación de quienes han
sostenido que el gran jerarca de la Iglesia Urugua-
ya, hombre de escritbrio, había rehuido la labor
misionera.
El maestro de la ciencia de la salvación -
En lo sucesivo gobierna su Diócesis desde la ciu-
dad episcopal con celo vigilante, con inspirada pru-
dencia, con caridad inagotable, con invencible firmeza.
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
11
Por medio de una serie de publicaciones capaces
de granjear inmortal nombradla a los más claros va-
rones de la Iglesia, rebate a los adversarios, adoctri-
na en el dogma, anima a la virtud, enfervoriza en la
piedad, mantiene en saludable movimiento a los ca-
tólicos.
Quisiéramos disponer de suficiente espacio para
siquiera dar un esquema de los escritos pastorales
del sapientísimo Prelado. Esto formará parte, Dios
mediante, de nuestra próxima obra antológica.
Entretanto hagamos siquiera una sucinta rese-
ña de la?, devociones básicas y de las realizaciones vi-
tales suscitadas por aquella nunca interrumpida en-
señanza escrita.
Nuestro Prelado establece la obra de la Adora-
ción Perpetua y le da por centro un santuario euca-
rístico nacional, inaugurado en 17 de Junio de 18J<7,
con su Guardia de Adoradores, extendida luego a toda
la República, junto con la Exposición alternativa de
las Cuarenta Horas en todos los templos del país.
Celebra el Primer Congreso Eucarístico Dioce-
sano en los desde entonces inolvidables días 1.*, 2 y 3
de Mayo de 1894, y el Segundo, como complemento
del Tercer Congreso Católico, el 8 de Noviembre
de 1900.
Fomenta el culto de amor y reparación al Sa-
cratísimo Corazón de Jesús, y proyecta, según lo he-
mos notado antes de ahora, la erección de un templo
monumental a ese Corazón Deífico, "signo de salva-
ción para el género humano".
Se desvive por concentrar la atención amorosa de
su grey en Cristo Redentor, máximamente con ocasión
del solemne homenaje en la aurora del siglo XX ; pro-
12
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
diga las publicaciones en que estudia la personalidad
y la obra divinas de Jesús, y prea/cribe que en el año
jubilar todos los eclesiásticos que presidan cualquier
ejercicio de piedad, lo comiencen con esta fórmula:
"Jesucristo Dios y Hombre vive, reina e impera en
todos los siglos". Decreta que tal protestación de fe,
grabada en bronce, quede, ad perpétuam réi memó-
riam, adherida a los muros del Santuario Eucarístico,
convertido en perenne monumento al mismo Cristo
Redentor.
Nuevo eficaz recurso para unir las almas a Je-
sucristo es la cripta-santuario del Señor de la Pa-
ciencia, que Monseñor erige, "sin renunciar, añade,
al proyecto de un templo nacional al Sagrado Co-
razón".
A reavivar en los fieles la memoria cordial de los
gloriosos combates y beneficios de Cristo tienden asi-
mismo las pastorales tituladas: "El reino de la Cruz,
sus triunfos y sus esperanzas", (14 de Febrero de
1892) ; "La Cruz", (firmada el 27 de Julio de 1907
y dedicada especialmente a las damas católicas) , y las
reiteradas exhortaciones a socorrer los Santos Lu-
gares, en los que se operó nuestra redención.
E, identificado con los deseos de León XIII, di-
funde, con halagüeño resultado, la invocación del Es-
píritu Santo y la consagración de los hogares a la
Sagrada Familia.
Se dijera que su nombre de pila anunciaba en
él al hijo amante de María y al apóstol fervoroso del
culto mariano.
En el álbum del santuario de Luján trazó las si-
guientes palabras, en que oiremos de nuevo, ahora
referido por él mismo, un hecho, que ya conocemos,
de sus primeros años:
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
13
"Declaro serme sumamente grato visitar por se-
gunda vez este ilustre santuario de Nuestra Señora
de Luján, por el afecto y devoción que desde mi niñez
profeso a la Santísima Virgen, comoquiera que, sien-
do de la edad de ocho años, caído en un pozo del arroyo
San Carlos (República Oriental) , donde me estaba ba-
ñando, después de inútiles esfuerzos por salir del pe-
ligro, y casi sin sentido por el agua que había tragado,
al terminar una salve a la Santísima Virgen, me vi
puesto en salvo de una manera tan extraordinaria,
que siempre lo he atribuido a gracia singular de la
Madre de Dios".
Aquella insigne basílica, monumento de la predi-
lección de María para con las regiones platenses, ocu-
pó a menudo el pensamiento y el corazón de Monseñor
Soler.
"El Santuario de Luján, escribía, será de seguro
el honor y la gloria más preciados de las tres Repú-
blicas hermanas [Argentina, Uruguay y Paraguay],
contribuyendo a estrechar la fraternidad de origen
con el vínculo religioso de un santuario y de un cul-
to común".
Condujo allá varias peregrinaciones, como la del
15 de Mayo de 1892 y la del 8 de Setiembre de 1895.
Esta última, por iniciativa y fervorosa propaganda
del Obispo, dejó colgada en aquel sitio de milagro
una lámpara votiva monumental, que, en frase del
mismo Prelado, había de representar "el acto de fe
y de amor y la expresión de nuestra confianza que
clame ante María propiciación por los católicos del
Uruguay".
En 30 de Julio de 1892, enriquece con privilegios
la devoción a la Virgen del Carmen en el Cordón, pa-
14
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
rroquia a la cual, por haber ejercido en ella la cura
de almas, califica de "hija primogénita en nuestro
afecto paternal".
Y bajo esta tradicional advocación glorifica de
nuevo a Nuestra Señora, colocando la imagen salvada
del naufragio del trasatlántico español Ciudad de San-
tander, en la iglesia de Maldonado, a la que, por auto
del 24 de Octubre de 1898, otorga el título de "tem-
plo votivo".
Con igual honor distingue las iglesias de la Vir-
gen del Perpetuo Socorro, en Bella Vista y de María
Auxiliadora, en Villa Colón.
Se permitirá a un Salesiano trascribir íntegra la
parte del documento que se refiere a esta última:
"Nos proponemos dedicar este templo a la Ma-
dre de Dios bajo la advocación de Auxilium Christia-
nórum, no sólo porque a Ella recurre la Iglesia en sus
grandes necesidades sino también por las continuas y
especiales gracias que dispensa a los fieles desde que
el insigne apóstol Don Bosco hiciera popular su devo-
ción. Y considerando que en Villa Colón residen las
Religiosas de María Auxiliadora y los Religiosos Sa-
lesianos, instituciones ambas fundadas por el men-
cionado siervo de Dios, hemos determinado erigirlo
en la Iglesia de Villa Colón, seguros de que podrá ser
atendido con esmero por ambas familias religiosas de
Don Boaico, y que nos ayudarán, con el concurso de los
cooperadores £alesianos, a elevar este monumento de
devoción y gratitud a la que es auxilio de los cristianos
y su especial protectora."
Este nuevo templo votivo quedó solemnemente
inaugurado por el piadoso Arzobispo el 15 de Diciem-
bre de 1899. Y él mismo ciñó allí con preciosísima co-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
L6
roña la imagen de la taumaturga Virgen de Don Bosco
el 18 de Diciembre de 1904. En tal fecha, después de
haber dirigido al público en el acto de la ceremonia
memorables palabras de emoción y santo alborozo,
dejó escrito en el álbum del santuario este hermoso
testimonio: "Te he coronado, Virgen poderosa, para
obligarte a auxiliarnos en nuestras necesidades -|-
Mariano Soler Arzobispo de Montevideo".
Y al arreciar en los últimos tiempos de su espi-
ritual gobierno la persecución contra la Iglesia Uru-
guaya, colocó en lo alto de la escalera de honor de su
palacio, en la esquina de Uruguay y Andes, la efigie
marmórea de María Auxiliadora.
Con los tres templos votivos mencionados y los
santuarios Eucarístico y del Señor de la Paciencia,
quiso que integraran la serie de monumentos a Cristo
Redentor en el comienzo del nuevo siglo los santua-
rios del Hortus Conclusus en Palestina, del que habla-
remos más detenidamente, y de la Medalla Milagrosa
en la Unión.
Este mereció singular predilección de parte de
Monseñor Soler. En una de sus visiones geniales pen-
só en edificarlo en la cumbre del Cerrito de la Victo-
ria, de patriótico recuerdo, dando a la Virgen de la
Medalla Milagrosa el título de Nuestra Señora del
Uruguay, atento a que la aparición origen de aquella
divulgada imagen se verificó, por fausta coincidencia,
el 18 de Julio de 1830, día de la jura de nuestra prime-
ra Constitución, y la efigie misma llegó a Montevideo,
como portadora del ramo de olivo, en la festividad de
Nuestra Señora de la Paz. Debiendo prescindir del
Cerrito, eligió la villa de La Unión para asiento del
16
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
templo y confió el cuidado de su erección a las mu-
jeres cristianas, y en especial a las Hijas de María.
Hasta se preocupó de buscar la forma peculiar
de honrar a la Virgen de la Medalla Milagrosa, y a tal
fin enviaba al P. José M. Gimalac, de los Misioneros
de San Vicente de Paúl o Lazaristas, Párroco de la
localidad y Rector del Santuario, la "Coronilla en ho-
nor de la Inmaculada Concepción", recomendándole
encarecidamente su difusión entre los fieles.
Aprovecha con júbilo todas las ocasiones de exal-
tar a María. Y así se apresura a bendecir la obra del
templo de la Merced (2 de Octubre de 1899) y a Ja
Comisión iniciadora del monumento a la Pura y Lim-
pia en la cumbre del Verdún (24 de Febrero de 1901).
Va al frente de la primera peregrinación a este cerro
predestinado y bendice la estatua, donada por Da. Ca-
talina O ' Neill de Fernández. Y por cierto que el de-
monio ve una derrota suya en la nueva devoción, pues
concita a sus secuaces para que, con esa cerril agre-
sividad que llevan en la masa de la sangre, después
de haber molestado a los romeros, intenten pegar
fuego a las iglesias Metropolitana y del Cordón. Ver-
dad es que el Presidente Cuestas vuelve esta vez
por los fueros de los católicos, y reduce en forma con-
tundente a las hordas alborotadas.
¿Cómo dejará este fidelísimo siervo de la Virgen
Santísima de inculcar la reina de las devociones ma-
riales, el Rosario ? Ni se limita a ello : en 17 de Enero
de 1895, respondiendo al llamamiento de León XIII,
el Pontífice apóstol de esta forma de honrar y su-
plicar a María, publica él también una "invitación
episcopal" con que insta a sus fieles a contribuir a
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
17
la erección de un santuario en Lepanto, teatro de la
victoria cristiana inmortalizada por la festividad del
sacratísimo Rosario.
El jubileo semisecular de la proclamación del
dogma de la Inmaculada Concepción (1854-8 de
Diciembre- 1904), le brinda nueva oportunidad de
dar expansión a su afecto filial a la Virgen Sa-
cratísima con escritos y celebraciones que repercuten
saludablemente en el alma del pueblo cristiano.
En una palabra, desde el libro Hiperdulía, publi-
cado en 1890, hasta la "Pastoral sobre el culto de Ma-
ría, como ideal de belleza, dedicada a las Hijas de
María con ocasión de su peregrinación [anual], al
Verdón" y datada en 1907; desde el comienzo de su
carrera eclesiástica hasta el fin de su vida, ni su plu-
ma ni su lengua ni su acción cesan de promover la
honra de la Madre de Dios.
2 — Editorial
ja
IL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Todo para todos -
Difícil será señalar un acontecimiento, un pun
to de doctrina católica o un medio de elevación es-
piritual que se le hayan pasado por alto al admirable
jerarca, cuyo clero y pueblo, leídas sus instrucciones
y atentos a sus normas, podían poseer el conoci-
miento cabal de la verdad y ser modelos de vida cris-
tiana.
El celebra con páginas elocuentes y con solem-
nes actos conmemorativos el cuarto centenario del
descubrimiento de América (1892) y el tercero de la
gloriosa muerte de Santo Toribio de Mogrovejo,
Obispo de Lima (1906) ; explica y recomienda a sus
fieles las Conferencias de San Vicente de Paúl y la
Orden tercera de San Francisco de Asís; demuestra
la repugnancia del suicidio y del duelo a los dictados
de la sana razón y de la doctrina cristiana; da nor-
mas, no sólo acerca de los deberes religiosos y de la
obligación de contribuir al sostenimiento del culto,
sino también respecto de la instrucción popular y de
la inscripción en el registro del estado civil y en los
padrones electorales; redacta catecismos y textos
de apología fácil, promueve catequesis, y oratorios
festivos, convoca y reúne un Congreso Catequísti-
co, y compone prontuarios de historia y matemáti-
cas; promulga reglamentaciones de música sagrada
y ordenanzas de higiene en los templos ; nombra his-
toriógrafo de la Iglesia Uruguaya y dirige una carta
al Salesiano P. Juan P. Rodríguez "sobre la necesi-
dad apremiante de levantar de su postración a la his-
tórica Villa de Soriano"; edifica y restaura iglesias
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
tí
y, en nombre de la Asociación de Ciencias y Artes,
que le ha elegido su Presidente, propone la erección de
dicha Sociedad en Instituto Nacional juntamente con
la creación de un Observatorio con el doble servicio
astronómico y físico - meteorológico, en el Cerrito de
la Victoria; formula sabias Constituciones Diocesa-
nas, y encarece la observancia de las más minuciosas
leyes litúrgicas ; se preocupa del florecimiento de las
congregaciones piadosas y ve con agrado y consuelo
el surgir de los cívicos católicos, a quienes felicita con
nota del 16 de Diciembre de 1907 ; divulga las doctri-
nas de la Iglesia sobre las cuestiones sociales (pasto-
ral del 2 de Febrero de 1896) , autoriza, bendice, hon-
ra los dos Congresos de Círculos Católicos de Obreros,
realizados respectivamente en Mayo de 1900 y en Oc-
tubre de 1907, y escribe a los fundadores de la Unión
Democrática Cristiana: "Con católicos de ese temple
voy adondequiera, a la cárcel y al patíbulo, porque su
valerosa actitud me recuerda la era de los mártires,
cuyo heroísmo cristiano preparó el triunfo definitivo
de la Iglesia." (22 de Agosto de 1106). ¡Así hubieran
tenido la comprensión del ínclito Arzobispo los más de
los católicos, por cuya indiferencia fracasó la obra de
los sindicatos, cooperativas, prensa, defensa religiosa,
iniciada por aquella entidad !
El Arzobispo de la juventud. --
En medio de esta rápida enumeración, quiero hacer
hincapié en la "Invitación Episcopal a los fieles de la
Diócesis y en especial a la juventud católica con oca-
sión del tercer centenario [del tránsito] de San Luis
Gonzaga".(1591-21 de Junio -1891.)
20
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Como a Jesús, la edad juvenil le robaba el co-
razón.
Por eso, cuando al volver de sus estudios, traza
un plan de organización de las fuerzas vivas del cato-
licismo, en ese plan el primer número es el de la for-
mación de la juventud. Por eso la obra fundamental
que en aquella hora le preocupa es el Club Cató-
lico con el complemento del Liceo Universitario.
En la alocución inaugural en la apertura del se-
gundo curso del "Liceo Universitario" (1877), decía:
«. . .De todas mis voliciones resultó una volición y de
todas mis ideas nació una idea y de todas mis pasiones
se levantó una pasión dominante, una idea predilecta,
una voluntad acariciada. Las1 miré, y esa idea era la
simpática juventud, y aquella voluntad beneficiar la
juventud, y aquella pasión amar la juventud. Cuando
así pensaba, sentía y quería mi alma, por una combi-
nación dichosa me vi rodeado de mi amada juventud.
Mis más fuertes simpatías se encontraron con su ob-
jeto, su bello ideal, y me consideré feliz, porque ya po-
día beneficiar la juventud, ya podía amarla. La amé e
hice cuanto pudieron mis débiles fuerzas en su pro. . .
Jóvenes amados, yo no puedo abrir mi pecho para
mostraros mi corazón, pero si hicierais la autopsia en-
contraríais en él grabado vuestro nombre. Yo amé la
juventud por instinto y después aprendí a amarla en
la historia. Cuando por vez primera empecé a com-
pulsar sus páginas para aaber cómo se habían realiza-
do las grandes transformaciones sociales;; cómo algu-
nos pueblos habían dado pasos agigantados en el ca-
mino de la civilización y cómo otras naciones habían
logrado sacudir el yugo de ominosas instituciones,
la degradación y tinieblas en que se hallaban sumer-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
21
gidas, encontré con grata sorpresa que todo eso lo ha-
bía realizado la dorada juventud, siempre a la van-
guardia de las grandes empresas, siempre dispuesta a
lo grande y sublime. Por eso cuando en determinadas
épocas de transición sienten las sociedades la imperio-
sa necesidad de cambiar el orden de cosas* aspirando
a grandes y urgentes reformas, luego al punto ponen
su mirada en la generación que se levanta, porque, si
reconocen en la venerada ancianidad la prudencia y el
acierto, tienen la experiencia histórica de que sólo en
la juventud, cuando es bien dirigida, se encuentra la
poderosa palanca con que se empujan las naciones
hacia la realización y ejecución de las grandes trans-
formaciones. La juventud ilustrada es la esperanza
de los pueblos y el instrumento providencial de las me-
joras sociales, del progreso y de la civilización. Por
eso, como es para mí muy caro el progresa y la civili-
zación de mi patria querida, amo, y grandemente, la
juventud y su educación. Mi gloria mayor fuera que al
termino de mi existencia se colocase por inscripción
de mi epitafio : Amando la juventud, mereció bien de
la patria, de su civilización y progreso. Este sería el
non plus ultra de mis aspiraciones.
En el "Memorándum Confidencial - Al Venera-
ble Clero Secular y Regular", de Noviembre de 1905,
escribe : "La verdadera obra de porvenir es la forma-
ción y organización de la juventud; lo que está al al-
cance de toda buena voluntad y ofrece menos resis-
tencia para el celo ardoroso del Clero. - Al efecto quie-
ro recordar una especie de apólogo. Entré un día en
un jardín arrasado por una seca espantosa ; la mayo-
ría de las plantas estaban mustias con flores casi dese-
cadas ; el jardinero, sin embargo, regaba muy afanoso
22
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
sus desolados canteros. Llamándome la atención su
trabajo, al parecer inútil, para restaurar su mustio
pensil, le pregunté: ¿No creéis vano vuestro esfuerzo
y empeño? Y me contestó: De ninguna manera. No
pongo mis esperanzas en las flores mustias y casi se-
cas; pero observad que a su lado, en casi todas las
plantas, existen pequeños botones: si las flores mus-
tias no reviven, caerán al suelo; pero en cambio, a
fuerza de riego y cuidados, los botones se abrirán en
pimpollos, y éstost, en poco tiempo más, cubrirán de
flores las plantas y florecerá el jardín. Tenía razón el
hábil jardinero, dándonos una hermosa lección; pues
es ésta una verdadera imagen de lo que debemos es-
perar y hacer para restaurar la sociedad mustia de
nuestros días, agostada por la incredulidad y la in-
diferencia. De los adultos, ya extraviados, casi nin-
guna esperanza nos queda: nuestra gran esperanza,
la suprema esperanza está en la juventud, tiernos
pimpollos del jardín de la Iglesia y de la sociedad.
Pues bien; he meditado; y es más grande de lo que
pudiera manifestar la preocupación que me atormen-
ta acerca del porvenir de la Iglesia y de la sociedad
en nuestra patria, como creo sucederá a todos los que
sobre el mismo punto reflexionen seriamente. La in-
credulidad avanza de una manera increíble con la
protección de arriba y la propaganda racionalista li-
beral de abajo; y un indiferentismo avasallador cun-
de por todas las capas sociales, siendo sumamente li-
mitado el número de los creyentes prácticos y ac-
tivos : de manera que todos ven que, si con este mismo
espíritu continúa la sociedad, ninguna esperanza de
regeneración nos queda, si no apelamos especialmen-
te a la tierna juventud, capaz aún de hermosos y san-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
23
tos ideales. Es, pues, cuestión de vida o muerte di-
rigirnos a la juventud ; es lo más consolador que ve-
mos en el horizonte, como esperanza de salvación; y
puede afirmarse que el párroco que no ame entraña-
blemente a los jóvenes y no se desviva por ganarlos
y atraerlos, jamás podrá reformar a su pueblo o pa-
rroquia . . . Pido, pues, al Clero secular y regular todo
su celo y esfuerzo en favor de la juventud, pero
con mucho cariño y mucha paciencia. Que en esta obra
de agrupar y organizar la juventud no haya des-
alientos, por más delicada y minuciosa que sea : no de-
jemos de cultivar con amorosa perseverancia esas
tiernas flores del jardín de la Iglesia. Exige muchos
cuidados, perseverencia y abnegación; pero ¿qué im-
porta ? si es la obra principal y única esperanza para
el porvenir".
En el mismo año de 1905, del que data este do-
cumento, la traslación del Cristo del Cordón, verifi-
cada el 16 de Julio, fué, junto con la profanación sa-
crilega y cobarde de la propia imagen tradicionalmen-
te venerada en Montevideo, un vivo despertador del
entusiasmo de la juventud, la cual, el Domingo si-
guiente, 23 de Julio, en una numerosa y ferviente
comunión recibida de manos del gran Arzobispo, daba
ocasión a éste para ratificar en vibrante alocución
los conceptos y sentimientos tantas veces y con tan
cordial efusión expresados, y le ofrecía oportunidad
de emprender la obra de la federación de las huestes
juveniles. Verdad es que la incomprensión cerrada
de algunas personas que hubieran debido constituirse
en sus más eficaces colaboradores entorpeció por en-
tonces y retardó la empresa; mas el impulso estaba
dado y asegurado el éxito para no lejano plazo.
24
EL PPJMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Entre los. papeles de Monseñor Soler ?je conserva
un nuevo plan de organización de los jóvenes cató-
licos, que le fué presentado en fecha posterior al
frustrado proyecto y que el Prelado apostilló cuida-
dosamente, en previsión de tiempos más bonancibles.
En efecto, la Federación respiró al fin el aura
vital. Es cierto que en el Congreso Constituyente de
1911 los mismos añejos prejuicios le rehusaron la
inclusión oficial en el cuadro de las fuerzas de la cau-
sa ; pero la denodada falange luchó como un cuerpo de
francos tiradores, y cubrió de gloria su bandera, y
se granjeó la condecoración Benemerenti del Jefe Su-
premo de la cristiandad, el cual con la organización
actual de la Acción Católica ha mostrado auténtica-
mente cuál es en este particular el espíritu de la
Iglesia.
Visitando yo en Frascati al Prelado en su última
enfermedad, poco antes que él dejase aquella ciudad
y esta vida mortal, tomó un número de El Bien, que
tenía a mano y en el que se encarecían los progresos
de la organización de nuestros jóvenes y exclamó con
tono de íntima convicción : "j Este es el camino ! ¡ Este
es el camino! ¡La juventud! ¡La juventud!"
Es que, al dar el supremo adiós a su patria y a
su Iglesia, contemplaba, cual Moisés la tierra prome-
tida, convertidos en realidad tangible y animada, los
proyectos y aspiraciones de toda su vida, proyectos
y aspiraciones que reclaman en derecho para él el
dictado de "el Arzobispo de la juventud".
Hermano y padre de los religiosos --
En la Pastoral fechada en Roma el día de su con-
sagración, 8 de Febrero de 1891, el tercer Obispo de
Montevideo se expresa así:
PRIMER MONUMENTO A MONSEÑOR SOLER
(Cripta de María Auxiliadora)
(DOCTOR D. MARIANO SOLERA
25
Señor, "haz que ae multipliquen [los religiosos]
para bien y gloria de nuestra Diócesis y que Nos sea
dado siempre protegerlos y amarlos como Hermano
y como Padre".
Esta es súplica al mismo tiempo que programa.
Viven en la memoria de todos, y especialmente
en la de los favorecidos, las manifestaciones de pater-
nidad que prodigó a las diversas Comunidades de la
República, y permanecen los escritos de divulgación
y apología que publicó acerca de los Institutos re-
ligiosos en general y de la Compañía de Jesús y la
Pía Sociedad Salesiana, de las Hijas de María del
Huerto y de la Orden de la Visitación en particular.
Como a hijo de San Juan Bosco se me consentirá
la satisfacción de reproducir algunas de las palabras
que Monseñor Soler escribió al recibir la noticia de
que aquél había recibido el título de Venerable:
"... He aquí, pues, que ya ven los Salesianos y
las Hijas de María Auxiliadora al humilde Don Bos-
co subiendo los peldaños del trono resplandeciente en
que brillan con eterno resplandor los amigos de Dios
y los elegidos del Señor para honor y bien de la hu-
manidad. De hoy más su Fundador es el Venerable
Don Bosco, y tienen razón en regocijarse por ello;
nosotros los aplaudimos con toda la buena voluntad
de que es capaz un admirador agradecido del Instituto.
Y he aquí que escogemoa una ocasión en gran
manera propicia y sumamente grata para manifestar-
les todo nuestro aprecio y gratitud a los Salesianos
y a las Hijas de María Auxiliadora, creaciones am-
bas del Venerable Don Bosco, que ya están aprobadas
y aplaudidas, y, en cierto modo, canonizadas por la
Iglesia, con aplauso de los buenos; obra que ya está
26
IL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
en todas partes derramando beneficios a la sociedad
y a la religión; obra que es la adaptación más com-
pleta a las necesidades de los tiempos modernos, y
que con la bendición de Dios se ha extendido con
asombrosa rapidez por las cuatro partes, del mundo,
pues creemos que sólo le falta llegar a la lejana Ocea-
nía. Non est qui abscóndat a calore ejus.
Si, pues, grande ha sido la satisfacción y alegría
de sus hijos e hijas, de ella participamos sinceramen-
te, alegrándonos y regocijándonos con ellos por tan
señalado honor para su Padre y Fundador, así como
para su obra.
De corazón, por tanto, declaramos con el Apóstol :
Gáudeo et congrátulor cum ómnibus vóbis: "nos ale-
gramos y congratulamos con todos- vosotros por tan
fausto acontecimiento". Más aún: nos regocijamos
por vuestra alegría : Gáudeo própter vos. (Juan 2, 16) .
Y para manifestaros que de veras os acompa-
ñamos en vuestro noble y filial regocijo, os ofrece-
mos celebrar de pontifical en nuestra Santa Basílica
Metropolitana y presidir el solemne Tedeum de ac-
ción de gracias con que celebramos tan fausto suceso
en honor del Venerable Don Bosco. — Mariano Soler,
Arzobispo de Montevideo".
En 1893 pronunció en la iglesia parroquial del
Cordón una conferencia a los Cooperadores Salesia-
nos, en la que trajo la siguiente semejanza : "En una
ciudad de los Estados Unidos un anciano, al ver a
un niño que caía de un alto balcón a la calle, se in-
terpuso entre la criatura y el suelo. Aquélla quedó
ilesa, pero a costa de la muerte de su salvador. Tal
Don Bosco, viendo peligrar a la niñez, la salvó con
la inmolación heroica de su vida".
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
27
Quizá el escrito más espontáneo y hermoso de
nuestro Prelado es aquel en que lamenta la desapa-
rición de Monseñor Luis Lasagna y hace el conmovido
elogio del intrépido misionero.
Y el Colegio Pío de Villa Colón, primera resi-
dencia uruguaya de los Salesianos, llegados el 26 de
Diciembre de 1876, era el oasis de la fatigosa jornada
del primer Arzobispo de Montevideo.
Por todo esto los Hijos de Don Bosco le erigieron,
en 3 de Octubre de 1916, el primer monumento en la
República, consistente en una estatua de mármol en
la Cripta de María Auxiliadora. Y por todo esto tam-
bién cada uno de ellos lleva su imagen esculpida en
el corazón.
La prensa -
¿Es menester que proclamemos una vez más
a nuestro héroe apóstol de la buena prensa; que in-
sistamos en sus pastorales, en sus cartas, abiertas y
privadas, para fomentarla? Agreguemos que en el
año 1893 suscitó la Asociación León XIII para el
apostolado de la buena prensa; recordemos que su
aliento creador dió vida a El Bien Público, y que su
pluma estuvo en actividad no interrumpida durante
treinta y tres años, del 1875 al 1908.
La patria --
¡Cuántas veces la nombró con emoción en sus
discursos, en sus escritos! Más de una docena de
éstos están consagrados a definir el concepto de la
patria, a reivindicar sus derechos, a enaltecer sus
28
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
glorias, a solicitar preces por su paz y prosperidad.
Y toda la vida de este esclarecido ciudadano fué una
labor fecunda en pro de la tierra que le vió nacer.
No se resignó a dormir fuera de ella el último sueño.
Moribundo, se embarcó hacia Montevideo, y muerto
le recibió la madre patria en su regazo.
El Papa -
El 29 de Junio de 1878 terminó el Dr. Soler un
magnífico discurso en la Matriz de Montevideo con
estas palabras: "Roma, libertad y religión sea nues-
tro lema sagrado".
Toda su vida afectiva e intelectual se concentró,
efectivamente, en Roma, en el Vicario de Cristo.
Al copioso catálogo de sus pastorales, y libros
sobre este argumento hemos de sumar la amorosa
atención con que acompañó a los Pontífices contem-
poráneos. Pronunció el memorable elogio fúnebre
de Pío IX y celebró el cincuentenario de su nacimien-
to ; solemnizó los tres jubileos de León XIII (los cin-
cuentenarios» de su misa y de su episcopado y los cin-
co lustros de su pontificado) y escribió su entusias-
ta panegírico; se asoció con los suyos al áureo jubi-
leo sacerdotal de Pío X.
Tanta era la fama de su filial adhesión al Sumo
Pontífice y de su maestría en exaltar las prerroga-
tivas' del Papado, que el episcopado latino - america-
no confió a su pluma la "exposición colectiva sobre
la libertad e independencia del Romano Pontífice",
con ocasión del cuarto centenario del descubrimiento
de América.
"El Arzobispo de Montevideo ,decía Zorrilla de
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
2y
San Martín, tiene los ojos fijos en la lámpara que, en
lo alto de la alcoba del Vaticano, alumbra las medi-
taciones del gran Pontífice; sigue a éste con la mis-
ma enérgica docilidad con que antes seguía a sus
obispos diocesanos, y, en viendo aquella luz, siente,
y no sin causa, que hay día en su alma de prelado".
Formador del Clero -
Como nuevos testimonios de su solicitud pasto-
ral podríamos detenernos a estudiar el segundo y ter-
cer Congresos Católicos, celebrados en Enero de 1892
y Noviembre de 1900.
Preferimos poner de relieve su cuidado entra-
ñable del clero.
De extremo a extremo recorrió el Nuevo Conti-
nente estimulando el interés de los obispos en favor
del Colegio Pío Latino - Americano de Roma. Nunca
olvidó esta obra. Pastor de la Iglesia Uruguaya, de-
signó al Dr. Pío C. Stella para sustituirle en un nue-
vo viaje de propaganda a través de América. No sa-
bemos qué obstáculos impidieron la realización de
este plan.
Veló también constante y paternalmente por su
seminario de Montevideo.
Y aprobó y recomendó el Instituto Apostólico,
fundado para el enfervorizamiento y asistencia mu-
tua, temporal y espiritual, de los sacerdotes, y con-
vertido luego en la Asociación Eclesiástica Monseñor
Jacinto Vera, y hoy en el Hogar Sacerdotal Jacinto
Vera.
Finalmente, bendijo complacido el Instituto Ecle-
siástico o seminario menor que se propuso establecer
30
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
y estableció en Santa Lucía el fervoroso presbítero
don Fernando Damiani.
Interés por los fieles difuntos
Procura que los católicos se formen justa idea
de sus relaciones y deberes con los finados. A esto
propende la "exhortación pastoral sobre la conme-
moración de los fieles difuntos", del 20 de Octubre
de 1898.
Y, uniendo la enseñanza al ejercicio práctico,
al fundar la Obra Pía del Santuario de Nuestra Se-
ñora del Huerto, agrega a este título:: "en sufragio
de las almas del Purgatorio" (8 de Septiembre
de 1894).
Con noble y conmovedor pensamiento celebra,
en 11/ de Diciembre de 1900, con participación del
Gobierno y Cuerpo Diplomático, un funeral por to-
dos los muertos del siglo XIX.
Hortus Conclusus --
Una de las obras geniales realizadas por el gran
Arzobispo de Montevideo, fué la del Hortus Conclu-
sus. Debemos dedicarle, pues, preferente atención
en esta biografía.
El Instituto de Nuestra Señora del Huerto fué
fundado el 12 de Agosto de 1829 por el entonces Ar-
cipreste de Chiávari, más tarde Obispo de Bobio, hoy
Bienaventurado Antonio María Gianelli.
Llegadas a Montevideo las primeras Hermanas
de aquella Comunidad el 18 de Noviembre de 1856,
el 1.» de Diciembre próximo tomaron posesión del
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
31
Hospital de Caridad, iniciado en su propia casa en
1783 por el Padre de los Pobres, Don Francisco Anto-
nio Maciel.
El 2 de Febrero de 1861 las mismas religiosas
abrían su primera escuela en nuestra República y en
todo el continente.
Coincidía con este último hecho la venida a la
Capital del joven Mariano Soler, para quien fué fa-
miliar desde entonces el nombre de las Hijas de Ma-
ría del Huerto.
Sacerdote y prelado, las favoreció por todos los
medios, hasta proclamarse Hermano de aquella es-
piritual familia, y celebrar habitualmente, los Sába-
dos, en la capilla de la calle de San José.
Yo recuerdo la grata impresión que me causó
en Roma el ver en el locutorio de las Casas de Nues-
tra Señora del Huerto, entre los demás cuadros do-
mésticos, el de nuestro primer Arzobispo.
Este escribe:
"A diez kilómetros de Jerusalén, y a corta dis-
tancia de Belén, existe un pequeño oasis rodeado de
un árido desierto, en el lugar denominado por los
árabes Urthás, que es el antiguo Etham de la Biblia ;
y es el sitio más ameno y fértil de toda la Judea,
que, como todos lo saben, semeja [actualmente] un
desolado páramo.
En mis viajes a Tierra Santa tuve la satisfacción
de visitar ese lugar, que, además de ameno, es clásico
en las Sagradas Escrituras ; y la impresión que expe-
rimenté no se me borrará jamás . . .
Este lugar delicioso es el Hortus Conclusus...
descrito así por uno de los más inspirados viajeros de
Tierra Santa, y uno de los más grandes poetas mis-
32
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
ticos de la época contemporánea, el laureado Presbí-
tero Jacinto Verdaguer :
— "Volviendo del valle de Hebrón a Belén, como
si dijéramos, desde la tumba de Abrahán a la cuna
de Jesús, se pasa por Ras-el-Ain (Fons Signatus,
Fuente Sellada), en donde flota la imagen de Sa-
lomón, grada digna en la escala de la historia divi-
na.. . En el valle, cavados en la roca viva, rodeados
de pared, se ven los Estanques o Piscinas de Salomón.
El más alto vierte sus aguas, que recibe del Fons Sig-
natus, en el segundo y el segundo en el tercero. Su
mismo autor los describe en el Eclesiastés (2, 5. 6) :
"Híceme huertos y jardines, y planté en ellos árboles
de todos frutos ; híceme estanques de agua para re-
gar de ellos el bosque donde los árboles crecían ..."
El bosque, o parque, que es el Hortus Conclusus,
está más abajo, encerrado entre dos montañas para-
lelas, y todavía merece de los árabes el nombre de
Jardines de Salomón. Según testimonio de Josefo,
"aquí tenía costumbre de venir al romper del alba,
saliendo de Jerusalén escoltado por sus guardias, ar-
mados de sus ballestas, en su carroza real y vestido
de blanco".
Aquí tenía su palacio de verano, del que parece
hacer mención en el Eclesiastés (2, 4) , y aquí compu-
so, en una hora de inspiración divina, que no ha te-
nido igual, antes; ni después de él, en ningún pueblo
de la tierra, el misterioso Cántico de los Cánticos,
desesperación de la poesía amorosa terrena, que no
tiene alas para volar tanto y tan alto, y fuente inex-
tinguible de la poesía mística de todas las literaturas.
Todos los epitalamios, todos los idilios, toda la incom-
parable poesía oriental vive y canta en esos versícu-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
n
los nupciales, que parecen dictados en el paraíso te-
rrenal, o mejor, en el verdadero paraíso, para celebrar
los eternos desposorios del Alma y Jesús.
Después de tres mil años florecen todavía los
aromas del Huerto cantado por la Sulamita, y llegan
a todos los conventos y monasterios, a todos los tem-
plos y capilla^, a todas las celdas y oratorios donde
ora un alma enamorada de Jesús. En aquellos jardines
perfumaron sus almas puras y sus libros Santa Ger-
trudis y Santa Teresa. Conservan sus olores los can-
ticos del melifluo San Bernardo y los del iluminado
Raimundo Lulio ; pero San Juan de la Cruz nos dió en
sus idilios celestiales sus mismas flores, como las que
los sacerdotes peregrinos llevan apretadas entre las
hojas del breviario.
Hoy estos vergeles son huertos partidos en pe-
queñas fajas, que beben por cada lado un riego de
agua de los Estanques de Salomón; los manzanos,
granados y otros árboles frutales, que llenan el estre-
cho y delicioso valle, ostentan sus herniosas flores, y
una blancura robada cubre los campos, como si para
celebrar la Pascua, que llega, se quisiesen poner la
antigua y ya olvidada vestidura del jardín. El murmu-
rio de las aguas, el rumor de las hojas, el concierto
de los pájaros, en que sólo echo de menos la voz del
ruiseñor; la dulce soledad y el enjambre de imágenes
divinas que lo pueblan, hacen de este sitio el más de-
licioso de la Palestina". [Hasta aquí el texto del P.
Verdaguer] .
"De la Vii-gen María es adecuada imagen ese
Huerto delicioso. Ella es Huerto por su fecundidad,
como Madre del Redentor; pero Cerrado por su vir-
ginidad inmaculada ; así como es Huerto por tener la
i — Editorial
34
EL miMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
plenitud de todas las virtudes, representadas en las
flores y frutos del Huerto paradisíaco.
Palestina es la tierra clásica del cristianismo,
porque está cubierta de recuerdos bíblicos y sagrados,
tanto respecto de Jesucristo como de su Santísima
Madre; recuerdos que la piedad cristiana ha consa-
grado elevando un ainnúmero de monumentos. Y sin
embargo existe allí un vacío respecto de María: en
su Huerto no existe santuario alguno que recuerde
su fecundidad virginal como Virgen-Madre.
¿Por qué será?
Esperaba ese honor en la plenitud de los tiem-
pos cristiano^ de parte de las vírgenes que habían de
llevar su nombre . . .
Apenas contemplé aquel Huerto delicioso, se me
presentó la imagen de María del Huerto; quizá fui
el primero que allí la veneró ; y le prometí que había
de hacer de mi parte todo lo posible para que en
aquel lugar tuviera un culto perpetuo por sus Hijas".
Estos planes comunicaba al público nuestro pri-
mer Arzobispo en 1890. En él era todo uno idear, em-
prender y ejecutar. Caldeó, pues, en el fuego de su
genial pensamiento a la sociedad de ambas márgenes
del Plata, y transfundió en los elegidos para colabora-
dores su férrea voluntad, su intrépida fe, su actividad
incansable.
En 10 de Junio de 1893 escribía desde Roma a
Don Nicolás Luquese:
"Aquí me tienes de vuelta de Jerusalén, en donde
tuve el honor de representar a la América del Sud en
el Congreso Eucarístico allí celebrado [el octavo in-
ternacional, del 15 al 21 de Mayo de 1893].
También debo comunicarte que he tenido mucha
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
35
sue ;e en la compra del terreno de "El Hortua Con-
clu as", pues adquirí 11.700 me. por 17.000 francos
con árboles frutales y casa para el jardinero, deján-
dole arrendado por 400 francos al año, de manera
que ne ahorro el costo de una persona para cuidarlo
mien'ras no se edifique el santuario".
T. anscurrido breve tiempo, asienta la primera pie-
dra, e i cuyo interior queda este documento:
Para perpe -|- tua memoria.
Huerto cerrado y Fuente sellada eres, María.
(Antífona de los Cánticos de Salomón.)
"Pai> mayor gloria de Dios, y en honor de la
Santísima virgen María, de quien es figura este Pa-
raíso, el día iiez y siete de Marzo del año del Señor
mil ochocientas noventa y siete, reinando el Sumo
Pontífice León XIII, y bajo el gobierno del Patriarca
Jerosolimitano ilonseñor Luis Piavi, quienes han
aplaudido y bendecido la erección del Santuario, fué
colocada por el Arzobispo de Montevideo, en la Re-
pública Oriental del Uruguay, Monseñor Mariano So-
ler, la piedra angular del Monumento que los fieles
de las Repúblicas Argentina y Uruguaya, de la Amé-
rica del Sur, dedican a María del Huerto, denominada
por Salomón en sua Cánticos Hortus Conclusus, en
árabe Orthás, a diez kilómetros de la ciudad de Je-
rusalén, y en las inmediaciones de Belén.
"El templo y el edificio que aquí se construyen
se deben a la generosidad piadosa de argentinos y
uruguayos, que erigen este Santuario, así en testimo-
nio de su devoción a la Virgen del Huerto, como de
gratitud por los beneficios recibidos; de su santo ins-
tituto, y para honor y propiciación de ambas Repú-
blicas Argentina y Uruguaya, en esta Tierra Santa,
36
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
cuna de la redención del mundo y origen de su civi-
lización".
La construcción adelantó con prodigiosa rapidez.
En 6 de Mayo de 1899, días antes del Concilio Plenario
Latino Americano, ya podía escribir el egregio Pre-
lado desde Jerusalén:
"Llegamos con felicidad, y en seguida visitamos
las obras del Santuario, que presenta ya un aspecto
pintoresco y grandioso, y en cuya construcción traba-
jan ciento ochenta operarios".
Días después (16 de Mayo), agrega desde Roma:
"Estoy sumamente satisfecho de la obra del Hor-
tus Conclusus, pues parece obra de Romanos".
Y obra de Romanos fué en verdad. De la noche
a la mañana se encerró con sólida construcción de
sillería un área de muchos miles de metros; se ta-
jó audazmente la ladera de la montaña, a fin de
abrir en ella espacio para el templo; se construyó
un muro de contención en el límite de dicho terre-
no; ge tendió a través del Huerto, hasta la aldea
de Orthás, un viaduct i de dieciséis arcos.
Y el 12 de noviembre de 1901 se ofrecía ya por
primera vez en la nueva iglesia el augusto sacri-
ficio, y las Hijas de María del Huerto anidaban en
el sitio predestinado. El Arzobispo de Montevideo
escribía con justa satisfacción:
"El gran Pontífice León XIII, que tanto había
aplaudido la idea de erigir un monumento sagrado
en Hortus Conclusus a la Virgen María en él pre-
figurada, quiso él mismo consagrar con el título de
Santuario marial el erigido por argentinos y uru-
guayos en Palestina enviando a la Superiora, por me-
dio del Cardenal Parocchi, Protector del Instituto,
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
37
en el día de su inauguración, el siguiente telegrama,
que era un honor especialísimo: "El Padre Santo en-
vía la bendición apostólica con ocasión de la fiesta
inaugural del Santuario de Nuestra Señora del Huer-
to en Hortus Conclusus, a todos los asistentes al acto
y de una manera especial a las Religiosas fun-
dadoras."
Y añade: "Creemos que si Salomón pudiera le-
vantarse de su tumba, y volver a recorrer sus jardi-
nes, se estremecería con soberanos arrobamientos
al contemplar erigido un santuario a la divinal Espe-
ra, oue él cantara por vez primera : y que reputaría
ñor muv honrado el edén üor donde acostumbraba pa-
sear su real corona, al verle dedicado a b doria de
la Vireen oue él proclamó fecunda v hermosa como
aquel Huerto Cerrado y como aquella Fuente Sella-
da, y descendiente de la misma estirpe real de David.
María ha venido arí a ser propietaria del Huerto
o Paraíso que perteneció a su real ascendiente.. .
Y nos es srato consignar oue en el úlrimo Con-
greso María! Internacional, celebrado en Einsiede'n
de Suiza ( 1906) , en un trabajo presentado ñor el prín-
cipe real de Saionia, Maximiliano, al enumerar las
múltiples figuras de María, se hace mención del
Huerto Cerrado y de la Fuente Sellada, así como
del Santuario allí erigido.
"Los jardines, dice, que el rey Salomón había
hecho plantar, y que según la tradición, se encontra-
ban en las cercanías de Belén y contenían una fuente
sellada, son mencionados por él mismo en el Cantar
de los Cantares como imagen de la Espora: Huerta
Cerrado eres, hermana mía, Esposa, y Fuente S i-
llada".. . (Cant. 4, 12.)
38
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Encuéntrase hoy día en las inmediaciones de
Belén en el lugar de los antiguos jardines de Salo-
món, un convento latino con su iglesia, habitado
por religiosas de la América del Sud [el Santua-
rio de Nuestra Señora del Huerto]. Cada vez que
llegan peregrinos, estas vírgenes entonan en su igle-
sia un cántico que declara ser María el huerto cerra-
do y la fuente sellada.". . .
Monseñor Soler hubiera podido agregar que L.
Heidet en el monumental Dictionnaire de la Bible de
F. Vigouroux, tomo II, col. 1993 (año 1912), alude,
aunque vagamente y de oídas, al edificio del Hor-
tua Conclusus, con estas palabras: "En una de las
estribaciones de la montaña, frente a la aldea de
Urthás, al Oeste, descuella una construcción de bas-
tante gracioso aspecto y ceñida de alto muro: está
destinada a una comunidad de religiosas."
Ya, pues, ha dejado felizmente de ser verdad
lo que en sus Visiones de la Palestina escribía el gran
poeta balear Pbro. D. Miguel Costa y Llobera:
"¿Qué será aquel murallón recocido por el sol
y la vetustez?
Aquello fué la maravilla de la Fuente Sellada.
¿Qué son aquellas albercas por donde corre un
reguero de limo?
Son los tres Estanques de Salomón: bien lo di-
ce la enorme oquedad abierta en la roca.
¡Oh espesuras perfumadas, s(olaz del Rey de
las magnificencias: ya nada de vosotras queda, fue-
ra del eterno epitalamio de los Cantares!
No. Allá abajo, en la hondonada, verdea un huer-
to. . . Allá fué el Jardín Cerrado y tristemente con-
serva aquel sitio su recuerdo.
i DOCTOR D. MARIANO SOLER)
39
Resto insepulto de un Paraíso encerrado entre
rocas de miseria, retrata la maravilla perdida para
hacerla sentir más y más.
i Ah ! esta tierra de los Cantares ya no canta ni
un versículo de ellos: tan sólo entona el desengaño
del viejo Eclesiastés.
Este país es el gran decrépito, montón de re-
cuerdos : es el Patriarca bíblico, que en su desolación
se cubre la cabeza de polvo y ceniza."
«Mas también, agrega monseñor Soler, saluda-
mos la erección del Santuario a María del Huerto
como una gloria y prenda de gratitud de argentinos
y uruguayos. De gloria cristiana, como quiera que,
siendo los Santos Lugares la atracción de los rome-
ros del orbe católico, erigir en Tierra Santa un mo-
numento religioso, que pregone el nombre de la par-
tria, hará sonar cristianamente el de ambas Repú-
blicas contribuyentes, la Argentina y la Uruguaya,
con eco glorioso y perenne al través de las genera-
ciones.
Además allí se ora perennemente por les desti-
nos de ambas Repúblicas, las que con ese monumen-
to han consagrado la propia fraternidad.
Pero al mismo tiempo, significa y es prenda
de la gratitud de argentinos y uruguayos, pues con-
tribuyendo a la erección de ese Santuario han que-
rido retribuir los beneficios recibidos cié las Hijas
de María del Huerto en los múltiples establecimien-
tos de enseñanza y beneficencia que dirigen en am-
bas Repúblicas.
Por tanto, amados fieles,, a las atracciones in-
comparables de la visita a los Santos Lugares, po-
demos añadir el noble y justo móvil de contemplar
M
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
una obra que en Tierra Santa ostenta nuestro escu-
do y nuestra bandera, y que podemos llamar nuestra
con patriótica y cristiana satisfacción: motivo por el
cual tampoco extrañaréis que haya sido algo prolijo
al ocuparme de ella. Todas las naciones cristianas,
aun las cismáticas y protestantes, se glorían y tienen
a grande honor poseer en Tierra Santa algún monu-
mento sagrado: he aquí por qué hemos querido emu-
lar esa gloria y ese honor."
El egregio Arzobispo, para quien el Santuario
del Huerto se había convertido en una visión familiar
e inseparable, insiste a menudo en el predilecto ar-
gumento.
Al salir por última vez de la patria con el corazón
cansado de latir, ae encaminará, a costa de abreviar
sus contados días, a embelesar su espíritu y a orar
en aquel sitio donde él soñó y realizó el milagro de
levantar un templo, un asilo, un orfanotrofio y un
dispensario.
Mas repárese en que él. creador y alma de la
obra : él. que ha vencido la fanática oposición de lo?
musulmanes al proyecto, arrancado la difícil aproba-
ción del sultán, adquirido el terreno, allegado con
heroico tesón los caudales necesarios, y activado la
construcción hasta verla concluida con increíble ce-
leridad; él habla, sí, con frecuencia y delectación
morosa del triunfo logrado; pero con inconmovible
humildad, eliminada su propia persona, atribuye
todo el mérito a la generosidad uruguaya y argen-
tina, al desprendimiento, celo, fervor y patriotismo
de las dos Repúblicas hermanas.
Este rasgo, que vemo3 reproducido en todas su?
•mpresas, pinta de cuerpo entero al santo Prelado.
i DOCTO» D M » • ■ '
En el Concilio Plenario Latino- Americano -
Para "proveer a los intereses de la familia lati-
na, que ocupa más de la mitad del Nuevo Mundo", el
gran León XEL con Letras Apostólicas del 25 de Di-
ciembre de 1398, convocó a los Obispos respectivos a
un Concilio Plenario que había de celebrarse en Bo-
ma, en el año siguiente.
AI Arzobispo de Montevideo lo encontramos ya
en Genova el 20 de Abril de 1819. Después de una
rápida excursión a Palestina, con el fin de inspec-
cionar las obra3 del Hortus Conclusos. llegó a Roma
para la inauguración del Concilio.
Esta se realizó el domingo 28 de Mayo en el Co-
legio Pío Latino Americano, bajo la presidencia del
Cardenal Angel Di Pietro. delegado de Su Santidad,
al cual hemos conocido como Internuncio Apostólico
en el Río de la Plata allá por el año 1878.
Daniel Muñoz, ministro entonces del Uruguay
en Roma, escribía en carta a La Razón:
«'Era nuestro Arzobispo el designado por el Pa-
lio, circunstancia que todos ignoraban en aquel mo-
to, por" lo que esperaba impaciente verlo subir al
pulpito para dirigir la palabra al Congrio, en jirin.
como estaba prescripto ; pero no salí de mi curiosidad,
pues arenas terminada la misa y cantadas h
ñas y rezadas las '.e-anías 7 dádose unos a
prelados el abrazo de paz. volvió el maestro de cere-
monias a decir extra omnes. con lo que me vi obli-
gado a salir, aunque retardando el paso para oír si-
quiera las primeras palabras de Monseñor Soler, a
42
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
quien veía ya de pie en el púlpito, desvestido de la
capa pluvial y despojado de la mitra, paseando la
mirada penetrante y astuta por todo el auditorio.
"Nada oí, sin embargo, y por consiguiente nada
puedo decir sobre el mérito del discurso de Monseñor
Soler, a quien muchos , dan como candidato para la
púrpura cardenalicia, creencia que se ha robustecido
hoy al saberse la distinción que ha conferido el Su-
mo Pontífice al Arzobispo de Montevideo designán-
dolo para pronunciar el discurso de inauguración del
Concilio. Por mis informes no creo que Monseñor So-
ler sea promovido al cardenalato en el Próximo Con-
sistorio, pero creo que, si no e¡3 el primero, será uno
de los primeros sudamericanos que llegará a ser prín-
cipe de la Iglesia. Hay quienes aseguran que, si no es
proclamado en el Consistorio inminente, el Papa re-
servará in péctore su nombramiento para publicarlo
en una próxima oportunidad".
El Doctor Soler habló en aquella ocasión memo-
rable quince minutos.
El Concilio fué clausurado el 9 de Julio, después
de una labor fecunda, cuyas conclusiones el curioso
puede ver en las Actas del mismo, conservadas en to-
das las parroquias; pero antes, en 9, 10 y 11 de Ju-
nio, los Padres celebraron en la iglesia síalesiana del
Sagrado Corazón de Jesús, en el barrio del Castro
Pretorio, el triduo solemne ordenado por León XIII
para la consagración del mundo entero al mismo Co-
razón Deífico.
Predicaron sucesivamente: en castellano, Mon-
señor Mariano Soler; en italiano, Monseñor Pedro
Brioschi, obispo de Cartagena, y en latín, Monseñor
Ramón Angel Jara, obispo de Ancud.
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
43
Terminado el Concilio, el Arzobispo de Montevi-
deo, que había sido en toda la duración de aquél hon-
rado con especiales distinciones, consultas y encargos
por parte del Sumo Pontífice, hubo de permanecer al-
gunos días aún en Roma, como Presidente de la Co-
misión nombrada por aquella augusta Asamblea pa-
ra entender en los asuntos del Colegio Pío Latino
Americano.
El Prelado estuvo de regreso en Montevideo el
26 de Agosto. Se le hizo una recepción extraordina-
ria. Los representantes del Gobierno, la Comisión
del Clero y la Ejecutiva de la Asamblea de católicos,
se trasladaron en la cañonera Rivera a la Isla de Flo-
res, donde el ilustre viajero cumplía una cuarentena;
allí trasbordaron a la Suárez, ocupada ya por el Ar
zobispo, y esta embarcación escoltada por la anterior
navegó hacia el puerto, donde el Jefe de la Iglesia
Uruguaya y su comitiva pasaron al vaporcito Lava-
lleja para desembarcar en el muelle de la capitanía.
No nos detendremos a describir los imponentes
festejos religiosos y sociales, pero sí reproduciremos
el discurso pronunciado por el Doctor Zorrilla de San
Martín en el banquete del Club Católico y engarzado
después por el autor en las páginas de Huerto Cerra-
do; y lo reproduciremos porque nos da una idea com-
pleta de la acción y renombre de Monseñor Soler
en la capital de la cristiandad y de la resonancia de
todo ello en el alma de los orientales:
"Excmo. y Rvmo. Señor:
A mí me corresponde, como presidente de la
Asamblea de católicos, el ofreceros eslte banquete de
bienvenida. Os lo ofrezco, Señor, en nombre de esa
Asamblea; os lo ofrezco en nombre de los que, sen-
42
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
quien veía ya de pie en el púlpito, desvestido de la
capa pluvial y despojado de la mitra, paseando la
mirada penetrante y astuta por todo el auditorio.
"Nada oí, sin embargo, y por consiguiente nada
puedo decir sobre el mérito del discurso de Monseñor
Soler, a quien muchos , dan como candidato para la
púrpura cardenalicia, creencia que se ha robustecido
hoy al saberse la distinción que ha conferido el Su-
mo Pontífice al Arzobispo de Montevideo designán-
dolo para pronunciar el discurso de inauguración del
Concilio. Por mis informes no creo que Monseñor So-
ler sea promovido al cardenalato en el Próximo Con-
sistorio, pero creo que, si no e3 el primero, será uno
de los primeros sudamericanos que llegará a ser prín-
cipe de la Iglesia. Hay quienes aseguran que, si no es
proclamado en el Consistorio inminente, el Papa re-
servará in péctore su nombramiento para publicarlo
en una próxima oportunidad".
El Doctor Soler habló en aquella ocasión memo-
rable quince minutos.
El Concilio fué clausurado el 9 de Julio, después
de una labor fecunda, cuyas conclusiones el curioso
puede ver en las Actas del mismo, conservadas en to-
das las parroquias; pero antes, en 9, 10 y 11 de Ju-
nio, los Padres celebraron en la iglesia síalesiana del
Sagrado Corazón de Jesús, en el barrio del Castro
Pretorio, el triduo solemne ordenado por León XIII
para la consagración del mundo entero al mismo Co-
razón Deífico.
Predicaron sucesivamente: en castellano, Mon-
señor Mariano Soler; en italiano, Monseñor Pedro
Brioschi, obispo de Cartagena, y en latín, Monseñor
Ramón Angel Jara, obispo de Ancud.
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
4a
Terminado el Concilio, el Arzobispo de Montevi-
deo, que había sido en toda la duración de aquél hon-
rado con especiales distinciones, consultas y encargos
por parte del Sumo Pontífice, hubo de permanecer al-
gunos días aún en Roma, como Presidente de la Co-
misión nombrada por aquella augusta Asamblea pa-
ra entender en los asuntos del Colegio Pío Latino
Americano.
El Prelado estuvo de regreso en Montevideo el
26 de Agosto. Se le hizo una recepción extraordina-
ria. Los representantes del Gobierno, la Comisión
del Clero y la Ejecutiva de la Asamblea de católicos,
se trasladaron en la cañonera Rivera a la Isla de Flo-
res, donde el ilustre viajero cumplía una cuarentena;
allí trasbordaron a la Suárez, ocupada ya por el Ar
zobispo, y esta embarcación escoltada por la anterior
navegó hacia el puerto, donde el Jefe de la Iglesia
Uruguaya y su comitiva pasaron al vaporcito Lava-
lleja para desembarcar en el muelle de la capitanía.
No nos detendremos a describir los imponentes
festejos religiosos y sociales, pero sí reproduciremos
el discurso pronunciado por el Doctor Zorrilla de San
Martín en el banquete del Club Católico y engarzado
después por el autor en las páginas de Huerto Cerra-
do; y lo reproduciremos porque nos da una idea com-
pleta de la acción y renombre de Monseñor Soler
en la capital de la cristiandad y de la resonancia de
todo ello en el alma de los orientales:
"Excmo. y Rvmo. Señor:
A mí me corresponde, como presidente de la
Asamblea de católicos, el ofreceros eaite banquete de
bienvenida. Os lo ofrezco, Señor, en nombre de esa
Asamblea; os lo ofrezco en nombre de los que, sen-
44
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
tados en esta mesa, creen que comen el pan y beben
el vino de la casa paterna porque Vos los presidís y
lo bebéis con ellos ; os lo ofrezco en nombre del pue-
blo católico; de ése que habéis visto anteayer salir
en masa enorme a vuestro encuentro, alfombrar de
flores vuestro camino, y llenar las naves de nuestra
Catedral para recibir vuestra bendición; de ése que
ha corrido a dar gracias a Dios porque os había prote-
gido en vuestro viaje, os1 había iluminado en vuestra
misión, y os había devuelto, por fin, al ósculo rer-
petuoso y cariñoso de vuestro pueblo que os ama, que
os venera, y que se enorgullece de su insigne Prela-
do Metropolitano.
La patria tiene ciertamente motivos para dar gra-
cias a Dios. Fué El quién la inspiró, sin duda alguna,
cuando, con un movimiento vigoroso y unánime, lu-
chó contra Vos mismo, Señor, para arrancaros del
alma un ensueño generoso que quería arrebataros pa-
ra siempre a la patria, y para mostraros en ella vues-
tro verdadero campo de acción ; en ella, en esta tierra
querida que os vió nacer, y a la que pertenecéis por-
que Dios lo quiere, porque nosotros lo queremos, y
porque Vos también lo queréis; fué Dios quien la
iluminó cuando vió en Vos el hombre predestinado a
recoger la herencia del doliente obispo mártir, y del
primer obispo sembrador del Uruguay; fué El, sin
duda, quien la movió, cuando aclamó en Vos por la
primera vez, y aclama hoy de nuevo, la continuación
de la tradición de inmaculada doctrina, de virtud
y de celo, que constituye la serie de ilustres Prelados
que han sido el tesoro de nuestra patria ¡qué digo
"han sido" ! que son el tesoro de nuestra patria, por-
que las patrias, señores;, se forman no sólo de sus hi-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
46
jos vivos, sino también, y muy especialmente, de sus
grandes hijos muertos.
La patria os ha seguido, Señor, con avidez, en
vuestras últimas importantísimas labores); os ha
visto subir a la Cátedra del Concilio Latino Ameri-
cano para pronunciar el discurso inaugural de esa
memorable asamblea de nuestra raza, y ha sentido
con gratitud cómo se reflejaba en su nombre el bri-
llo de vuestro carácter, de vuestras virtudes y de
vuestro saber; os ha visto acercaros al Vicario de
Cristo que os llamaba para consultar vuestras opi-
niones, y ha advertido cómo el augusto anciano escu-
chaba con atención vuestros dictámenes. Os ha vis-
to, por fin, trabajar con energía y eficacia en el sos-
tenimiento del Colegio Pío Latino Americano de Ro-
ma, por el cual ya recorristeis una vez en peregrina-
ción nuestra América Española, de ese Colegio Pío
Latino Americano, vivero fecundo del clero de nues-
tro continente, corazón que, unido íntimamente al del
representante de Cristo, derrama por las arterias de
nuestra América la savia de la doctrina, y envía por
todos sus ámbitos ejemplos de ciencia y de virtud,
que, como Vos, Señor, y como esos dos prelados in-
signes que comparten con Vos la paternidad espiri-
tual en este banquete fraternal de vuestros hijos, son
honra y prez de aquel Colegio Romano y justo título
de orgullo para sus patrias respectivas.
Pero la patria os ha seguido de lejos, Señor, en
vuestras labores en la ciudad eterna. Yo, que tuve la
honra de gestionar, como enviado diplomático, la erec-
ción de la sede metropolitana de Montevideo ; yo, que
tuve la fortuna de recibir vuestra primera bendición
pastoral, cuando recibisteis vuestra excelsa investí-
46
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
dura, yo he podido ver de cerca todo el prestigio de
vuestra persona en, la ciudad eterna, y todo el respe-
to que habéis sabido conquistar allí con vuestras vir-
tudes y con vuestra inteligencia.
Yo os he visto atravesad* la puerta de bronce en
que termina la columnata de Bernini, y penetrar al
Vaticano como a vuestra casa solariega ; yo os he vis-
to devolver, con noble inclinación de cabeza, el saludo
de la guardia suiza de casco de bronce cubierto de crin
blanca, pasar sereno ante la guardia noble, cruzar la
semioscuridad de las antesalas del Cardenal Secreta-
rio de Estado, y he oído, en pos vuestro, lo que Vos
no escuchabais ya: el acento de veneración con que
se pronunciaba vuestro nombre en aquella casa que es
el centro del mundo ; el tono de veneración con que allí
se decían los unos a los otros al veros pasar: "es el Ar-
zobispo de Montevideo."
¡ Oh ! ¡ El nombre de la patria ! ¡ El nombre de la
patria pronunciado con respeto y admiración allá le-
jos! Gracias, Señor, por los momentos aquellos de
satisfacción que experimentó mi alma, al sentir re-
flejarse sobre ese querido nombre la luz solar y el
prestigio que de vuestro nombre irradiaban.
Pero yo tuve ocasión de ver algo más fundamen-
tal que eso que deleitaba mis sentidos ; tuve ocasión
de convencerme de que León XIII os tiene in péctore
y de que vuestro nombre no se confunde con el de tan-
tos prelados eminentes que cruzan continuamente por
su pensamiento luminoso. El Cardenal Rampolla me
hablaba de Vos como del hombre indiscutible y trans-
parente ; y oí entonces decir que el pueblo os llamaba
allá en Roma afectuosamente il cittadino romano, no
sé si porque quiere incorporar a sus glorias la gloria
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
47
de vuestro nombre, o si porque realmente vuestra fi-
gura clásica, reflejo fiel de vuestra alma serena y
siempre fija en la esencia de las cosas, recuerda algu-
no de aquellos cardenales medioevales, en que el pin-
cel de Rafael quiso inmortalizar el tipo señorial de
la nobleza romana.
Pero no, señores: agradezcamos, en buena hora,
ese testimonio de veneración y de simpatía del pue-
blo católico de Roma, hacia nuestro insigne Metropo-
litano ; pero apresurémonos a decir que es nuestro. El
es y será siempre, con la gracia de Dios,, el hijo fiel
de la Iglesia Romana; pero es y será siempre, tam-
bién con la gracia de Dios, el ciudadano ilustre de la
nación oriental que lo reclama.
Seáis, pues bienvenido, Señor, al seno de esta
vuestra patria que os esperaba y os necesitaba . . .
Estas manifestaciones de que es objeto nuestro
ilustre Prelado metropolitano, manifestaciones cató-
licas como jamás se habían visto en la ciudad de Mon-
tevideo, son una protesta de amor y de veneración a
la persona de nuestro querido Pastor . . .
Mirad, oh Señor, con cuánta cordialidad bebe-
mos en vuestro honor la copa que levanto en este
nuestro banquete fraternal, concentrando en la ter-
nura de mi palabra la armoniosa vibración de los co-
razones de todos los que aquí estamos.
Señores, levantemos nuestra copa en honor de
nuestro querido y venerable Prelado. Que Dios ben-
diga nuestros votos antes de formularlos ... Y ahora,
señores, pidámosle que proteja su vida, que ilumine
su entendimiento, que lo colme de felicidades, porque
la lumbre de su espíritu será la luz de la patria, y la
felicidad de su vida es la dicha y la alegría de sus
hijos".
48
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
El creador del Arzobispado --
Al Dr. D. Mariano Soler se debió, como vimos,
la transformación del Vicariato Apostólico del Uru-
guay en el Obispado de Montevideo, el año 1878.
Y a él también el Arzobispado.
Nos corresponde historiar brevemente este
punto.
En el archivo de la Curia existe la minuta de
una solicitud en que el Directorio de la Unión Cató-
lica, con fecha de 15 de Junio de 1893, pide al Car-
denal Rampolla para nuestro Prelado el título ho-
norífico de Arzobispo - Obigpo.
El siempre rehuyó los honores. Hemos visto
que sólo en virtud de santa obediencia aceptó la mi-
tra. Poco después, del 15 al 20 de Mayo de 1893,
asistió, único Prelado de la América del Sur, al Con-
greso Eucarístico de Jerusalén, presidido por el Car-
denal Langenieux. En tal circunstancia se le ofre-
ció a Monseñor Soler el patriarcado de aquel título,
¡el patriarcado de Jerusalén! Y escribió a Monseñor
Luquese: "¡Si vieras con qué satisfacción me encuen-
tro en esta santa ciudad, adorando a cada momento
el santo sepulcro ! ¡ Quién me diera prolongar indefi-
nidamente estos días, de los cuales cada uno vale más
de mil en Montevideo ! Mas parece que estoy destina-
do a vivir en perpetua contradicción. ¡Si supieras
la propuesta que se me ha hecho y he rechazado, a
pesar de todas mis simpatías por Tierra Santa ! ¡ Pa-
triarca de Jerusalén!"
Y no obstante, para gloria de la religión y en-
grandecimiento de la patria, aspiraba a la completa
organización jerárquica de la Iglesia Uruguaya, aun-
ESCUDO DE MONSEÑOR SOLER
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
40
que no podía ocultársele que a él había de caberle la
dignidad de primer arzobispo jurisdiccional.
Movió pues, todas las influencias, y en el perío-
do de Idiarte Borda fué presentado al Cuerpo Le-
gislativo el respectivo proyecto de ley.
En el Senado sólo le combatieron Don Juan Lin-
dolfo Cuestas, con el sectarismo ramplón que ya le
conocemos, y el Dr. Carlos María Ramírez, con la
mesura de su última época, y por razones de opor-
tunidad.
En la otra Cámara lo impugnaron los Dres.
Gregorio L. Rodríguez y Juan Campisteguy, ambos
sin levantar el vuelo más allá de sus prejuicios an-
ticatólicos.
Les replicó elocuentemente el Dr. D. Hipólito
Gallinal (hijo).
El 18 de Noviembre de 1896 el Senado y la Cá-
mara de Representantes votaban la erección del Ar-
zobispado de Montevideo y de los Obispados sufragá-
neos de Salto y Meló, dejando a los ejecutores la fa-
cultad de establecer los límites respectivos. Es de no-
tar que el Senado había modificado el plan primitivo,
que constituía las diócesis sufragáneas en Salto y
San José, y delimitaba así las jurisdicciones: la Ar-
quidiócesis abarcaba a Montevideo, Canelones, Mi-
nas, Maldonado y Rocha ; la Diócesis de Salto, a Sal-
to, Artigas, Paysandú, Río Negro, Rivera y Tacua-
rembó; la de San José, a San José, Colonia, Soriano,
Flores, Florida, Durazno, Treinta y Tres y Ce-
rro Largo.
El mismo día el presidente Don Juan Idiarte Bor-
da ponía el cúmplase a la ley.
En carta fechada en Roma el 26 de Abril de
Á — Editorial
60
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
1897 el recién investido Arzobispo ,agradecido al Go-
bernante, le dice: "Es la primera carta que escribo
y firmo como Arzobispo de Montevideo y en papel
timbrado con el escudo arzobispal." Y le trasmite
la bendición de S. S.
El infortunado Presidente, que, como diputado,
había sido colega del Dr. Soler en la XIII legislatu-
ra, expiró en los brazos del Prelado. Según ya lo he-
mos adelantado, el 25 de Agosto de aquel mismo año
1897, saliendo del tradicional Tedéum cantado en la
Metropolitana, fué herido de bala en la plaza Matriz.
Monseñor Soler, que en el desfile venía a su la-
do, le preguntó qué sentía.
— Me muero, respondió el Presidente, llevando
la mano al pecho.
— ¿Quiere S. E. la absolución?
— Sí, Señor Arzobispo.
— Bien, dispóngase a pedir perdón a Dios.
El moribundo juntó las manos, miró al cielo y
dijo: "¡Dios mío!"
Recibió la absolución sacramental y exhaló el
último suspiro.
Pero volvamos al hilo de la narración.
El 2 de Enero de 1897 se embarcó nuestro Obis-
po para el Antiguo Continente en el Regina Mar-
gherita.
El 2 de Febrero siguiente zarpaba el Dr. Zorrilla
de San Martín en misión especial ante S. S. León XIII
para la negociación definitiva del arzobispado.
El limo. Sr. Soler fué preconizado en el Consis-
torio del 19 de Abril y recibió el palio el 20 en la
Cancillería Apostólica, de manos del Cardenal Teo-
dulfo Mertel. Asistieron, entre otros, Monseñor An-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
51
tonio Sabatucci, Arzobispo de Arsinoe, el Pbro. Fran-
cisco Mujica, el Dr. Don Juan Zorrilla de San Mar-
tín el conde Ferrucio Pasini Frassoni, los Arzobis-
pos de Ñapóles y Manfredonia, y varios obispos pre-
conizados también el día anterior.
El nuevo Arzobispo, que, por insinuación del
Papa, permaneció en Roma para representar a la
América del Sur en la canonización que se celebraba
a fines de Mayo, se embarcó de regreso el 8 de Ju-
nio en el Duca di Galliera, y arribó a su país el 27
del mismo mes.
Más para imaginado que para descrito es el
triunfo con que le recibieron pueblo y Gobierno. El
rebosaba de purísimo júbilo, porque, con indecible
sacrificio, es cierto, de su humildad y de sus más ca-
ras propensiones, era elevada la Iglesia nacional al
grado que le correspondía.
Trató de que de su íntima satisfacción participase
todo el país, al cual dirigió, el 29 de Octubre, una
"pastoral sobre la organización jerárquica de la
Iglesia nacional".
El mismo día prestó juramento en palacio.
Sin embargo no vió cumplida la ley en lo refe-
rente a los obispados sufragáneos.
Falta hoy todavía la constitución regular del
Cabildo Eclesiástico, punto por el cual se interesaba
tanto el gran Prelado, que de su puño y letra escri-
bió totalmente las extensas Constituciones del Ca-
bildo Eclesiástico de la Santa Iglesia Catedral y Ba-
sílica Metropolitana de Montevideo.
62
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Mientras ruge la persecución --
Sus últimos años se vieron amargados por una
persecución tan regresiva y anacrónica como enr
carnizada y feroz contra su Iglesia.
Las tribus montaraces del sectarismo criollo ejer-
cieron influjo y encontraron favor y cooperación en
el Gobierno.
Fueron relajados los vínculos de la familia uru-
guaya con la ley del divorcio; abolidos los honores
oficiales al Señor Sacramentado; suprimida la asig-
nación a los capellanes de los cementerios, y, primero
parcial y luego totalmente, la subvención votada por
las Cámaras nacionales al Seminario Conciliar; pros-
crito con ciego encono el crucifijo de las Casas de
Caridad y de los campos santos y expulsadas de aqué-
llas las religiosas, ángeles de abnegación y consuelo;
abrogada por completo la enseñanza del catecismo en
las escuelas públicas; anunciada la aplicación de la
oprobiosa ley de conventos. Se llegó a la ruin des-
cortesía de retirar, sin explicación de ninguna clase,
al centinela que tradicionalmente hacía guardia de
honor a la puerta de la mansión episcopal. Y el dia-
rio de palacio, propiedad del gobernante, se producía,
en todos sus números sin excepción, con una agre-
sividad, una insolencia y una incultura inverosími-
les en el siglo XX.
El exceso del mal, como suele acontecer, sacudió
el marasmo de los católicos, que se agruparon en
torno de su bandera y lucharon como buenos a las
órdenes de su gran Arzobispo.
Este pronunció el memorable discurso el 22 de
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
53
Julio de 1906, en aquel Club Católico, punto de con-
centración en las horas solemnes de la causa.
Comenzó adoptando por santo y seña le expre-
sión de Tertuliano: non terrémus, non timémus: "ni
queremos amedrentar, ni tememos", coincidentes con
las de Artigas, el padre de la patria: "con libertad
no ofendo ni temo".
Hizo el elogio de la invicta mujer cristiana.
Dió la palabra de orden en la persecución: la
misma de S. S. Pío X a los Españoles: "la unión de
todos los católicos": la verdad de la Unión Católica,
ya organizada en nuestro país.
Para completarla, dice, se ha planeado la Liga de
Damas Católicas.
Las alarmas se hacen cada vez más insistentes,
se concretan más y más. Yo no he dado, afirma, pre-
texto alguno para esta agresión: he sido respetuo-
so de la ley y de la autoridad, fiel a la patria, tole-
rante, paciente. Sin embargo, se intenta desorgani-
zar la familia con el divorcio, se dificulta la forma-
ción del clero con la eliminación del subsidio al semi-
nario, se arrancan los crucifijos de las paredes desde
donde hablaban de consuelo y de inmortalidad, se
amenaza la expulsión de los. religiosos, aunque todo
corazón bien nacido se resiste a creer posible seme-
jante extremo de tiranía.
Pero si ello es cierto, si está decretada la per-
secución, "nadie niegue la noble divisa de católico,
pues Dios nos ayudará. Y con su gracia prometo
que a vuestro lado, y por la causa de Cristo, podré
sucumbir, pero rendirme, no."
Se ha dicho que quienes azuzan y mueven la
persecución pretenden imitar a Francia, enemiga de
54 EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
la Iglesia. No, Francia no es anticristiana. Y ni ella
ni ningún pueblo pueden renegar de Jesucristo y de
la cruz, que son su vida.
En conclusión: no temamos La Iglesia triunfa
siempre. Pasará la guerra, y los valientes luchadores
gozarán de los beneficios y de la gloria de la mereci-
da paz.
La mujer católica.
Fué la primera en escuchar la voz del Prelado y la
del corazón. Las admirables mujeres uruguayas pro-
metieron llevar ostensiblemente al cuello por un año
el santo crucifijo, y cumplieron su promesa con fer-
vorosa ufanía y con rabioso despecho de la secta.
Quien esto escribe les dedicó un soneto, que se
reproduce aquí, no por su valor intrínseco, sino
porque en él vive algo de lo que se difundía por el am-
biente de aquellos días:
El, con los brazos en la cruz abiertos,
Al huérfano y al triste bendecía,
Era luz en la noche de agonía,
Era paz en el campo de los muertos.
Contra El, en sacrilegos conciertos,
Se conjuró la sinagoga impía:
Los muros do la cruz resplandecía
Sollozan enlutados y desiertos.
¡Oh Víctima divina del Calvario!
Cuando te mueven insensata guerra
Los que arrasar anhelan tu santuario,
Tu amor en nuestro espíritu se aferra
Y te dan por peana y por sagrario
Su corazón las damas de mi tierra.
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
Ellas promovieron para el 27 de aquel mes de
Julio una comunión de desagravio por la remoción
de los crucifijos. Tres mil personas se acercaron a
la sagrada mesa en la S. I. Metropolitana, cuatro
mil en toda la ciudad. Las iniciadoras, no satisfecho
aún el celo que las devoraba, reunidas en el Club Ca-
tólico fundaron por aclamación la Liga de Damas Ca-
licas, la cual eligió sus autoridades el 15 de Agosto
inmediato y desarrolló desde entonces, como es noto-
rio, una acción salvadora y fecunda hasta hoy.
Tampoco permanecieron apáticos los hombres
sobre todo los jóvenes, quienes, en testimonio de su
adhesión inquebrantable y activa a Cristo y al Je-
rarca de la Iglesia del Uruguay, realizaron, el 25 de
Marzo de aquel año de 1906, natal del Prelado,
una peregrinación piadosa y entusiasta, en número
de seiscientos, al Santuario votivo de María Auxilia-
dora en Villa Colón.
Renuncia al Arzobispado. -
El Arzobispo de Montevideo no cedía un punto
en la intensidad de su celo pastoral. Sin embargo
sentía que sus fuerzas mermaban. No podía ser de
otra manera, por efecto de esa misma laboriosidad,
prolongada sin tregua por tan largo tiempo, y de
las penas que ocultaba heroicamente, pero que le ha-
cían escribir desde Berlín, en carta íntima, el 22
de Junio de 1888 : "Que el Señor me ampare y levan-
te mi pobre corazón más lleno de amarguras com-
primidas que de sangre."
Todo esto le indujo a presentar renuncia de su
alta dignidad.
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Lo hizo por primera vez el 30 de Octubre de
1897. Pero el 2 de Diciembre le contestaba el Carde-
nal Rampolla que era voluntad del Padre Santo que
continuase al frente de la Diócesis.
Instó en Septiembre de 1904. Se hallaba a la sa-
zón en Roma Mons. Nicolás Luquese, y el Prelado le
suplicaba que gestionase la aceptación de la renun-
cia. Protestaba que le quedaría reconocido en vida y
en muerte. Aducía la razón de sus dolencias, que
agregaba, le hacían ocupar con detrimento de la Ar-
quidiócer,is un puesto en el que una persona joven y
con salud lograría hacer mucho bien. Para sí no pe-
día sino una exigua jubilación para un modesto vi-
vir y el título de Arzobispo de Farán, antigua arqui-
diócesis del Sinaí, en recuerdo de su peregrinación
por aquellas tierras bíblicas. En el retiro, concluía,
podré componer algún folleto de aprovechable lec-
tura.
El Emmo. Secretario de Estado le respondió con
la nota que va a continuación:
"limo, y Rvmo. Señor: Ha sido entregado en
manos del Santo Padre el escrito que V. S. lima, y
Rvma. le ha dirigido en el mes de Septiembre p.p.
para presentar a S. S. la renuncia de esa Sede Ar-
quiepiscopal. Por tanto S. S. me encarga de signifi-
carle que, después de haber fijado toda su aten-
ción en los motivos de la dimisión referida, se ha dig-
nado acceder a ella, entendiendo, por lo demás, que
la aceptación de tal renuncia, aunque se verifique en
este momento, no surta efecto, sino cuando V. S., en
la debida oportunidad, se haya puesto de acuerdo con
ese Gobierno. Después de esto V. S. se servirá enterar
a la Santa Sede. Al comunicarle que S. S. está muy
"FUE EL HOMBRE DE LA PROVIDENCIA
PARA EL URUGUAY "
ARTISTICO MEDALLON CONMEMORATIVO
(Gotuzzo y Cía.)
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
57
pesaroso de que las condiciones de salud hayan obli-
gado a V. S. a dar este paso, me uno yo también a tal
sentimiento y deseándole la pronta mejoría que es de
esperar de la vida de descanso, paso a repetirme con
las expresiones de mi más sincera estimación
de S. S. lima, y Rvma.
Servidor
Cardenal RAFAEL Merry del Val
Roma, a 20 de Octubre de 1904.
El conflicto con el Gobierno de Batlle y Ordóñez
nos logró, contra toda humana previsión, la perma-
nencia del incomparable Arzobispo al frente de los
destinos de nuestra Iglesia.
Esta vida no es la vida.
El 27 de Febrero de 1908 el primer Arzobispo de
Montevideo se dirigía al puerto. Le acompañaban, con
numerosa representación del Clero y del laicado cató-
lico, el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto Don
Antonio Bachini, el Oficial Mayor del Ministerio y el
Edecán del Presidente de la República.
El Prelado se embarcó en el Umbría; arribó a Gé-
nova el 17 de Marzo, y el 25 hizo rumbo al Oriente.
Pasando por Puerto Said y Jafa, llegó a Jerusalén.
Corrió al Hortus Conclusus, y, visitado aquel oasis de
su espíritu, tomó el camino de Roma, con el fin de asis-
tir a las fiestas del jubileo sacerdotal de S. S. Pío X.
Entró en la ciudad eterna en estado lamentable.
El autor de este libro había hecho preparar por la ban-
da del Hospicio Salesiano del Sagrado Corazón de Je-
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
sús nuestro Himno Nacional para sorprender grata-
mente al prelado uruguayo en su visita a aquel insti-
tuto. No pudo ser. Trasladado el enfermo al Sanatorio
de San Carlos en Frascati, se difundieron y alcanzaron
a la patria nuevas alarmantes acerca de su salud.
El lo advirtió, y en 29 de Agosto escribía esta es-
quela: "Desde lejos, se ama todavía más a la patria;
por eso nos impresiona tanto todo lo bueno. Muy aten-
dido por todos, incluso el Santo Padre, que da enco-
miendas particulares, devuelvo las atenciones de Vds.
v Sr. Presidente, muy agradecido".
Y el 31 añadía: "Estimado Monseñor [Luquese] :
Aunque por la consabida prescripción médica tengo
aue ser sumamente parco en escribir, sin embargo,
por medio de la presente quiero ser más explícito de
lo ordinario. Notaron, y se me hizo notar una espe-
cie de alarma general respecto de mi estado de salud,
desde el principio de Agosto, con una lluvia de tele-
gramas, cartas, tarjetas, etc., incluso el telegrama del
Padre Santo el día antes de partir de Tierra Santa pa-
ra Roma. Pero bien; el punto álgido de la alarma fué
una resolución tomada por mí el 2 de Agosto, en vir-
tud de la siguiente declaración facultativa: Su pulso
está sumamente inseguro: así aparece con más de
cien pulsaciones, como baja a cincuenta, cuarenta y
hasta veintitantas : en una de ésas puede quedarse.
Estaba, pues, en peligro de muerte, aunque no tan in-
minente. Tomé, pues, la resolución de recibir el viáti-
co y la extremaunción en seguida, pues la Iglesia nos
enseña que no debemos dejar los Sacramentos para
última hora, y que, antes bien, sirven para la salud
del cuerpo, si así conviene para salvación del alma.
Sin embargo, como es sabido que para el vulgo
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
59
de loa fieles recibir la extremaunción es tomar el pa-
saporte para la otra vida, recomendé que se ocultase
todo hasta mejor oportunidad, sin producir alarmas
inútiles. Desgraciadamente alguno de los asistentes
reveló en secreto el secreto; y de aquí que corriese
la voz de que yo estaba en las últimas y desahuciado.
Por lo demás, no creas que ya estoy dado de
alta, y mucho menos, ignorando la duración de la tre-
gua que el Señor ha concedido a esta visita de la muer-
te; la que, sin embargo, tiene en sí una gran ense-
ñanza, esto es, que esta vida no es la vida.
Reiterando mi gratitud por tantas oraciones en
pro de mi salud, a todos los fieles y comunidades,
me reitero tu afmo. S. S. y C. — Mariano Soler, Arzo-
bispo de Montevideo".
Además de las religiosas de San Carlos, le asistía
con abnegado cariño el seminarista del Colegio Pío
Latino-Americano Juan Francisco Aragone, que le
había de suceder en el arzobispado.
El Padre Francisco Mujica, en carta datada en
Frascati el 24 de Julio, escribe: "Aragone vendrá
pasado mañana. La inmediación de la Rufinella [ca-
sa de campo del Colegio Pío Latino] y Mondragone
[gran Colegio de los PP. Jesuítas en aquellos alrede-
dores] consuelan mucho a Monseñor; la agradable
temperatura de este sitio, las comodidades de la ha-
bitación, el buen patio, jardín, baños, etc., creo que
todo le sentará bien. No obstante, desgraciadamen-
te las enfermedades del corazón son muy trai-
cioneras".
Estos recelos se convirtieron en funesta realidad.
Pasando yo las vacaciones en Genzano de Roma,
cerca de Frascati, solía visitar al augusto y querido
60
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
enfermo. En mi última entrevista con él, viéndole dis-
puesto a partir, y observándole que ello no era facti-
ble en sus condiciones de salud, me respondió: "O
vivo o muerto, me voy a Montevideo". Y asomándose
a la ventana y extendiendo la mano, exclamó: "Allá
está el Uruguay". Al Padre Mujica, que le anunciaba
una consulta de cuatro facultativos, entre ellos el doc-
tor Marchiafava, arquiatra o protomédico del Papa,
le replicó: "Si los médicos vienen a hacerme esa vi-
sita para resolver si debo o no emprender el viaje,
adviértales que es cosa resuelta; que no se molesten
y se queden en sus casas, porque quiero ir a Monte-
video, aunque sea en un caballo de palo, a morir en
mi tierra".
Y en efecto, se dirigió al puerto de Génova, de
donde zarpó el 24 de Septiembre.
Ya se cumplían las ansias del enfermo. Ya na-
vegaba hacia el Uruguay. Pero su estado empeora-
ba, sin dar cabida a la más leve iluaión. El trasatlán-
tico Umbría había tocado los 309 46' de latitud Nor-
te y el 0' 59' de latitud Este de Greenwich : se hallaba,
pues, entre la isla de Mallorca y las costas de la Pe-
nínsula Ibérica, al Septentrión de Valencia. Eran las
5.20 a. m. del 26 de Septiembre de 1908. Y en las
aguas de aquel Mar Mediterráneo poblado de mile-
narios recuerdos y tantas veces surcado por él, en un
camarote del flotante palacio daba su alma generosa
a Dios el gran Arzobispo de Montevideo, a la edad
de sesenta y dos años, seis meses y un día.
Se labró el acta de defunción, en que el médico
de a bordo, Doctor Esteban Scorsone, declaraba que
el Prelado había fallecido a consecuencia de arteries-
clerosis, y se encerró el cadáver, conforme a las orde-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER;
Gl
nanzas marítimas, en una caja de cinc, soldada a fue-
go e incluida en otra de madera, rellenándose el in-
tersticio, de cuatro centímetros, con aserrín empapa-
do en bicloruro de mercurio.
Y los viajeros restos mortales llegaron a la pa-
tria. El Uruguay, que había acariciado por un mo-
mento la esperanza de recibir a su Arzobispo, ya res-
tablecido, en aquella primavera de 1908, tuvo la noti-
cia de su fallecimiento en alta mar, y vió, el 13 de Oc-
tubre, bajar de la nave su ataúd envuelto en la ban-
dera nacional. Toda la patria, clero y fielesi, gober-
nantes y gobernados, estaba allí vibrando en aquella
incontable muchedumbre. Aquel no fué un cortejo fú-
nebre, sino un triunfo, que hubieran envidiado los
victoriosos generales de Roma.
Me permitirán los lectores repetir aquí algunas
estrofas de una composición que escribí en aquellas
circuntancias A la Patria en la muerte de Monseñor
Soler. Son versos que, por míos, valen poco ; pero me
parece que expresan, mejor de lo que ahora pudiera
hacerlo, la emoción del solemne momento.
"¡ Y tú le aparejabas, Patria mía,
Toda tu renaciente primavera,
Toda la renovada lozanía
De la fe de tus hijos, toda entera
La materna expansión de tu alegría!
Y él a ti suspiraba : en vano, en vano
Los apacibles Tusculanos Montes
Le confortaban con su aliento sano:
El te buscaba en el confín lejano,
Más allá de los tristes horizontes. . .
En tus brazos le tienes, Madre buena.
¡ Oh ! vierte los raudales de tu duelo,
62
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Besa su frente, diáfana y serena
Como el azul sin mancha de tu cielo:
¡ Oh ! vierte los raudales de tu pena. . .
Llévenle los ministros del Dios vivo,
Entre todoy tus hijos, al santuario,
Mientras el roto cántico festivo
Se trueca en el sollozo convulsivo,
En el gimiente salmo funerario.
Tú, con el holocausto del Cordero,
Ofrece los pedazos de tu alma;
Dále entonces el ósculo postrero,
Y entre el Mártir y el viejo Misionero
Déjale reposar en santa calma.
Hablaron en el atrio de la Metropolitana varios
oradores. El Ministro de Relaciones Exteriores y Cul-
to, Don Antonio Bachini, a vueltas de las incompren-
siones que se podían recelar de su mentalidad liberal,
hizo espontáneo elogio del glorioso muerto.
"La patria, dijo en lo mejor inspirado de su dis-
curso, recibe en su seno, en este momento, los despo-
jos mortales del ilustre sacerdote que fué primer Ar-
zobispo de Montevideo. Se realiza así el destino que
el propio Prelado impuso, en mandato último e irre-
vocable, a su destruido organismo, sobreviviéndose
en el derrotero de su voluntad, que no pudo ser des-
viado por la muerte; se cumple, también, un justo
anhelo de la Iglesia Uruguaya, en concordancia con
deberes legalea y patrióticos, que corresponden a to-
das las altas autoridades del país.
Entiendo que rendir homenaje de respeto a es-
tos despojos, y honrar la memoria de un compatriota
que con los éxitos de su ilustración y su talento
tantas veces prestigió a la patria en lejanos centros
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
63
de cultura ; que, como eclesiástico y como hombre, al-
canzó encumbrados y claros méritos, no sólo es deber
oficial de los hombres de gobierno, sino que bien pue-
de serlo, muy grato, para todos los Orientales*. . .
Y terminaba con esta peroración: "Al cruzar la
tierra bíblica, impregnada de poesía, poblada de sím-
bolos, debió elevar con frecuencia su memoria al lugar
nativo, enlazando en la emoción religiosa, mística, las
aspiraciones de paz y fortuna para su pueblo. Y si
en las visiones de su niñez buscó para sí una constela-
ción auguradora tras la cima del Pan de Azúcar, su
modesta montaña, allá en los valles de Palestina, en
los arenales de la Siria, en las gargantas asiáticas, ha-
brá orado, también, por la estrella feliz de su patria,
por la concordia amorosa de sus hermanos, por la ex-
tinción de las obstinaciones y las crueldades, confun-
diendo en una sola las dos grandes devociones de su
vida, esas dos devociones en cuya práctica le ha sor-
prendido la muerte ; y mientras sus votos ascendieron,
como aves blancas, a los altos picos del Líbano, el sol
de Asia debió encender, en las nevadas cumbres, la
coloración fantástica de sus crepúsculos, como lám-
para votiva, signo de esperanza, en la augusta solem-
nidad de un templo inaccesible. . .
Señores: en mi carácter de Ministro de Relacio-
nes Exteriores y Culto, rindo homenaje de respeto
a la memoria del ilustre sacerdote que fué primer
Arzobispo de Montevideo".
Antes de dejar en el sepulcro a este hijo esclare-
cido de la Iglesia y de la patria, oigamos las postu-
mas enseñanzas que nos da en su testamento:
"En el nombre de la augustísima Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu Santo. Amén.
64
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Declaro que he vivido, y que, con la gracia de
Dios, quiero morir en el seno de la Santa Iglesia Ca-
tólica, Apostólica y Romana, a la que siempre he
amado y cuyas doctrinas han sido para mi vida el
más dulce y fuerte sostén.
Ruego a todos aquellos a quienes de cualquier
modo haya ofendido y a los que en el ejercicio de mi
ministerio hubiese causado algún mal, que me perdo-
nen por amor de Dios, así como yo perdono de todo
corazón a los que me han ofendido.
Pido también a los sacerdotes de mi Diócesis,
especialmente a los ordenados; por mí, un recuerdo
frecuente en la Santa Misa. Esta súplica de un Pre-
lado, que siempre los ha estimado y a ninguno odia-
do, espero será oída, así como que todos los fieles que
estuvieron confiador a mi solicitud pastoral implo-
rarán en mi favor las misericordias divinas.
Declaro en este testamento cerrado ser lo si-
guiente mi última voluntad:
l.9 Aunque no poseo bienes raíces, si algún dinero
quedase en mi fallecimiento, se empleará por mitad
en misas para sufragio de mi alma, y para socorrer
a los pobres de mi pueblo natal, San Carlos, por me-
dio de las conferencias de San Vicente de Paúl y del
Cura Párroco del lugar.
2.9 Los muebles y demás objetos de mi capilla
y residencia arzobispal, los ornamentos y objetos
pontificales, como los pectorales, anillos, mitras, que-
dan para el Arzobispado.
Sin embargo, mi albacea podrá enajenar en be-
neficio de los pobres de Montevideo los objetos y en-
seres que creyese poco interesantes para la residen-
cia arzobispal.
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
65
3. » Aunque en vida he ido distribuyendo algunas
obra? de mi biblioteca, sin embargo, lo que de ella
quedare será distribuido entre la Biblioteca del Clero
y la del Seminario Conciliar para uso de los semina-
ristas, según criterio de mi albacea.
4. " Lego a la Curia de Montevideo la propiedad
de mis obras literarias en cuanto que, si se juzgase
útil su reimpresión, el producido se emplee en obras
pías del Arzobispado, facultando en tal caso a la mis-
ma para que haga corregir y seleccionar.
5. ' Al legar también mía papeles privados a la
Curia de Montevideo, la autorizo para destruir los
que crean inútiles.
6. ' Faculto a mi albacea para regalar a mis her-
manos y sobrinos, como memoria postuma, los obje-
tos que juzgue oportuno; así como, si alguno de mis
parientes se encontrare en indigencia, lo socorra co-
mo mejor creyera, vendiendo algunos objetos, con
tal que no sean de los pontificales.
7. - Nombro albaceas por su orden a Monseñor
Nicolás Luquese, Monseñor Santiago Haretche y
doctor Luis Hargáin, dándole en recompensa al
ejecutor de este testamento los objetos de mi escri-
torio particular, más bien como recuerdo que como
remuneración a su trabajo.
Dado en la ciudad de Montevideo, a los veinti-
ocho días del mes de Marzo, Viernes Santo, año del
Señor mil novecientos y dos. Mariano Soler, Arzo-
bispo de Montevideo.
Cor Jesu Sacratíssimum, miserere mei".
Su cuerpo inanimado, expuesto en la Santa Ba-
íílica Metropolitana hasta el 15 de Octubre, fué en
este día sepultado provisionalmente en el propio mo-
5 — Editorial
66
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
numento en que sus dos gloriosos predecesores espe-
raban la resurrección de la carne.
Se formó al punto una "Comisión pro monu-
mento", la cual el 22 de aquel mismo mes de Octubre
nombró Presidente al doctor Don Alejandro Galli-
nal, Tesorero a Don Tomás Howard y Secretario al
doctor Don Juan Zorrilla de San Martín.
Pronto surgió en la Iglesia Metropolitana el pro-
yectado mausoleo, en el que el cincel de José Luis
Zorrilla de San Martín representó magníficamente
la solemne realidad. La porción terrenal del gran
Prelado vencida por la muerte: laxos los músculos
de aquel rostro inalterable, espejo de una voluntad
connaturalizada con la virtud; abatido aquel cuer-
po señoril y armonioso, instrumento egregio de una
actividad serena, tenaz y bienhechora. Y, velando
en torno del marmóreo lecho en que la carne rendida
aguarda el despertar de la inmortalidad, personifi-
cadas, en simbólicas figuras las obras del Arzobispo
muerto, sus obras de asceta y contemplativo, de sa-
bio, de peregrino apostólico, de cruzado de la causa
del bien.
En el frente de la artística sepultura, bajo el clá-
sico monograma de Cristo, campea esta inscripción
latina :
Mariano Soler
Primo. Archipraésuli. Montisvidei.
Pietate. Concilio. Eruditione
Claríssimo
De. Religione. Patria, et. Lítteris
Bene. Merenti
Hujus. Ecclesiae. per. annos. XVIII. Moderatóri
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
67
Parénti. Pótius
cum. mare. ibéricum
morbo quo afflictabátur conféctus
Bonus. Pástor
Cari, gregis, revidendi. cúpidus
Roma. in. patriam. renavigáret
exstíncto
VI. Kalendas. Octobris. Anno MCMVIII
Aetatis LXII
Ejus. súbditi. amici. adjutores
Haec. vota, in tanto, fúnere
Doléntes. sólvunt.
R. I. P.
A Mariano Soler
Primer. Arzobispo, de Montevideo
Esclarecidísimo
Por Piedad. Consejo. Erudición
Benemérito
de la Religión, la Patria, las Letras
Jefe, o más bien, Padre
de esta Iglesia por XVIII años
que falleció
el 26 de Septiembre de MCMVIII
LXII de su edad
acabado por la enfermedad que le aquejaba
mientras, Buen Pastor,
ansioso de ver de nuevo a su amada grey-
surcaba una vez más el Mar Ibérico
en viaje de Roma a la Patria
Sus subditos, amigos, coadjutores
en tan gran luto
le rinden dolientes este votado homenaje.
D. E. ~t.
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
Un retrato de mano maestra -
Yo no encuentro para completar estas páginas
nada tan oportuno como el definitivo e imperecedero
retrato que del jerarca uruguayo pintó el artista de
la patria, Juan Zorrilla de San Martín.
"La silueta física y moral del doctor don Ma-
riano Soler se ofrece al observador con nitidez
marmórea.
Los accidentes que excitan sólo la sensibilidad
no ejercen acción alguna sobre su espíritu; y, recí-
procamente, las operaciones de éste, por más enér-
gicas que sean, el amor, el entusiasmo, la resolución
firme, la devoción fervorosa, la alegría o la amar-
gura, no se revelan en formas accidentales en su en-
voltura corpórea: es exteriormente frío, impertur-
bable, casi inanimado. El hombre superficial que
lo juzgara por su exterior escultórico, lo acreditaría
de altivo, quizá de soberbio o desdeñoso. Y sin em-
bargo, si fuéramos a elegir entre sus grandes virtudes
la que más lo caracterizara, nuestra elección debiera
recaer en su humildad, en la negación absoluta de sí
mismo. La sencillez y la ingenuidad, que son el alma
de su alma, toman en su cuerpo aspecto de dureza;
la sinceridad más humilde se reviste en él de altivez.
Su carne es fría y opaca.
Es, por ejemplo, un hombre de oración y de una
piedad profunda; el tabernáculo es su único refugio
íntimo; pero esa virtud sólo se traduce en él por una
impasible solemnidad escultural. No se le verán ja-
más las actitudes extáticas que la oración imprime
en otros varones justos rodeándolos de un nimbo;
jamás se le verá con la cabeza entre las manos, en ac-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
69
titud de honda meditación o de comunicación con la
visión blanca que aparece al alma en comunicación
con el cielo azul; no se le verá tampoco con el bre-
viario en la mano, recorriendo lentamente el claustro
del mundo con los ojos bajos, moviendo los labios,
y santiguándose al compás de la fórmula secreta.
La contemplación de Dios no se refleja en sus ojos cla-
ros, incoloros y apagados, casi sin mirada ; la adora-
ción no ablanda las líneas de su cuerpo inflexible ; nada
modifica los rasgos de su fisonomía clásica, de cama-
feo romano, que nos recuerda el ascético perfil del
Dante joven, que conocemos por el retrato atribuido
al Giotto.
Su cara aquilina y la posición de su cabeza so-
bre los hombros son las mismas bajo la mitra pre-
ciosa y bajo el solideo ordinario ; el báculo de oro no
modifica su andar corto, mecánico, y que no imprime
al cuerpo rígido la más mínima ondulación; camina
sólo para adelantar. La marcha, el movimiento, no son
en él expresión y vida como en los demás; sobre la
noble impasibilidad de sus líneas parecen modelados
los prelados de piedra que, de pie en sus repisas, y
con la cabeza hundida en la sombra del doselete oji-
val, decoran las columnas de las viejas catedrales gó-
ticas, o velan los sarcófagos de sus capillas absidiales.
Parece que su alma no tiende hacia afuera al ser
movida por la emoción; antes por el contrario se
hunde, se aleja más de su cuerpo, dejándolo más im-
pasible, imprimiéndole la solemnidad de lo inanimado,
la de los ojos sin pupilas de la Minerva griega.
Hay sacerdotes cuyo carácter sagrado y cuyas
virtudes compenetran, no sólo sus espíritus, sino
también sus cuerpos; ston hombres que no tienen
70
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
donde esconder el alma; varones luminosos que no
logran apagarse a sí mismos, y cuya luz, como la de
las luciérnagas perseguidas, se aviva y enrojece con
el esfuerzo que hacen por disimularla. El pueblo ve
en todos sus actos, aun en los más sencillos, una
oculta santidad, y se siente subyugado por la muda
elocuencia de sus personas, que parecen desprendidas
de un tríptico de Fra Angélico.
El Arzobispo de Montevideo es todo lo contra-
rio: es un alma de oro, pero de oro muerto, de super-
ficie opaca; si, por imposible, quisiera hacer ostensi-
ble el brillo de sus virtudes y merecimientos, no s a-
bría salir del paso. Los que lo tratamos de cerca, ne-
cesitamos de mucho tiempo para caer en la cuenta
de que ha realizado, en nuestra presencia, un actc de
extraordinaria virtud, a costa de un heroico esfuerzo,
o sofocando una grande amargura. Entonces nos sor-
prendemos de no haberlo advertido antes; quisiéra-
mos volver atrás para admirarlo; pero ya es tarde.
El doctor Soler es como ciertas aves mudas, en las
que el dolor más intenso, y aun la muerte, no modifi-
can la superficie del plumaje tornasol, ni la expresión
de sus ojos inmóviles como dos gotas de tinta.. Sus
actos heroicos de paciencia, de humildad ,de amargura
hondamente soportada, de perdón de las mayores in-
jurias, pasan sin dejar recuerdo, sin aumentarle pres-
tigio ante los hombres que sólo miran las superfi-
cies. Ante éstos, ante sus juicios y reproches, el vir-
tuoso y fuerte prelado será siempre un ser indefenso,
un reo condenado de antemano por su tribunal. Ante
Dios es otra cosa.
Alguien ha dicho que un librepensador que pre-
tende escribir la vida de un santo es una jaula de ga-
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
71
llinas que tiene la pretensión de alojar una águila.
Por algo acude ese recuerdo a mi memoria. Es que es
preciso agrandar mucho el espíritu propio para que
quepa en sus juicios el alma solitaria de Monseñor
Soler, el hombre inexpresivo y profundo como la tum-
ba sin flores de un genio olvidado . . .
No se busque, pues, en él la unción o la afabi-
lidad exterior que afecta sólo los organismos : la son-
risa afectuosa con el niño, la bendición llena de ca-
lor paternal, la palabra melodiosa y persuasiva que
ordena acariciando, la frase que pide la aprobación
ajena al emitir una opinión. Monseñor Soler da la
suya sin dureza, pero sin vacilación, sin presuponer
ni tener en cuenta el sentir favorable o adverso de
los demás. Absorbido en la esencia de las cosas, no
adopta sus resoluciones, cuando le incumbe adop-
tarlas, considerando accidentes o juntando parece-
res: piensa hondamente, resuelve y obra.
En cuarenta y ocho horas decide un viaje a Pa-
lestina, si lo tiene resuelto; sus maletas se apron-
tan en dos horas; va a Roma y vuelve de Roma en
algunas semanas; atraviesa el desierto de Arabia,
la Mesopotamia, la región de los relatos bíblicos has-
ta las fronteras de Persia, o toda la América, de Mé-
jico a Patagonia en algunos meses, y lo hace con gla-
cial impasibilidad, como si no saliera del orden nor-
mal de su vida. Hace conocer genei-almente sus
proyectos cuando ya están en vías de ejecución; ee
sabe que ha escrito unjnuevo libro cuando está impre-
so; busca muy pocos colaboradores a la concepción
de sus planes; los reclama sólo para su ejecución,
cuando los sabe eficaces a su intento.
Es que él penetra en la esencia de las cosas,
72
EL PRIMER ARZOBISPO DE MONTEVIDEO
y sale del fondo de su propio pensamiento con una
lumbre interior que le marca la ruta; cuando los
accidentes se la borran o confunden, vuelve a entrar
en sí mismo un momento, como si fuera a dar cuerda
de nuevo a su voluntad, y sigue, sigue tranquilo su
camino con isocronismo casi automático. Si un obs-
táculo sale al encuentro de su empresa, lo examina;
y si lo juzga insuperable, desiste sencillamente de
aquélla, sacrifica o guarda para mejor coyuntura
su idea y su trabajo, y sin manifestar contrariedad
pasa fríamente a otra cosa.
No pierde un cuarto de hora en su vida; duer-
me muy pocas horas, come con una frugalidad de as-
ceta, en quince o veinte minutos ; no se detiene ja-
más en el deleite, por más honesto que sea, ni se le
conoce una afición que pueda proporcionarle un so-
laz intenso: no tiene más placer que el estudio, la
visión de la verdad. Concurre a los actos sociales
que exigen su presencia, y hace sus visitas con teda
corrección; pero en todo eso está siempre de paso;
sólo está definitivamente en su oratorio o en su me-
sa de trabajo y de meditación ; allí donde ora, donde
piensa hondamente, donde escribe llenando carillas
de una letra que refleja su carácter: nítida, clara,
sin una sola enmienda, letra de copista del propio
pensamiento, no turbado por la sensibilidad interna,
ni por la externa, ni por la afectiva.
Por eso se le ve muy poco: es que él no tiene
que hacer, allí donde no hace algo serio y permanen-
te. Nadie como él sabe esconder su vida y difundir
su espíritu:
Cache ta vie et repands ton esprit.
Ha escrito veinte volúmenes; escribirá muchos
(DOCTOR D. MARIANO SOLER)
73
más. Sus obras históricas, apologéticas, científicas
son importantísimas; son lo más serio que se ha
producido en su país y honran al episcopado ameri-
cano. Pero su juicio no cabe en este libro. Yo no es-
tudio aquí un autor, ni escribo un biografía; apenas
si procuro modelar en un bloque una figura intere-
santísima ; apenas si esbozo, a martillazos en la pala-
bra dura, un gran carácter de mi tierra, que reclama
el bronce, y algún día lo animará.
El escultor Puget solía decir: "el mármol tiem-
bla ante mí"; yo siento que son mis manos las que
tiemblan al contacto de mi mármol insensible: de
esta mi rebelde palabra, que no reproduce, tal cual
yo las veo y siento, las líneas vigorosas de su es-
cultural modelo".
Ultima verba -
Hemosl terminado, con el favor de Dios. ¡Ojalá
este libro, tan insignificante como es, atraiga la
atención afectuosa de todos los Uruguayos hacia este
ínclito Prelado de nuestra Iglesia; ojalá mi poco lo-
grado intento mueva a un gran escritor a escribir,
con arte soberana, la historia del gran Arzobispo de
Montevideo !
MEMORANDUM APOLOGETICO
Sobre la organización jerárquica de
la Iglesia Nacional
ADVERTENCIA PRELIMINAR
Para completar este segundo tomo de los apun-
tes biográficos del primer Arzobispo de Montevideo
y ofrecer un nuevo espécimen de sus escritos, publi-
camos a continuación un extracto de su Memorán-
dum Apologético sobre la organización jerárquica de
la Iglesia Nacional.
Huelgan toda presentación y todo encomio.
Sólo advertiremos que la división en párrafos
de esta edición y los títulos de los mismos son nues-
tras, aunque estos últimos están formulados con pa-
labras del propio texto.
¡Bendiga Dios una vez más esta simiente de
doctrina, como la llama el egregio Autor, para que,
cayendo en terreno bien dispuesto, dé frutos de ver-
dad y salvación!
76
MEMORANDUM APOLOGETICO
INTRODUCCION
Debía llegar, por fin, el día en que desapare-
ciese, como incompatible con la cultura y adelanto
de la Nación, el estado anormal y precario de la
Iglesia Uruguaya; pues que el decoro nacional exi-
gía y reclamaba que la República dejase de figurar
como una excepción en el concierto de las naciones
civilizadas?.
La Legislatura Nacional, aceptando la inicia-
tiva del Poder Ejecutivo, ha sabido posponer miras
estrechas y antirreligiosas al engrandecimiento de
la patria, sancionando, con beneplácito general del
país, la ley que viene a colocar a la Iglesia Urugua-
ya en su verdadera categoría institucional.
Por eso las manifestaciones adversas, dentro y
fuera de las HH. Cámaras;, han sido consideradas,
hasta por el liberalismo político, cerno actos de secta-
rismo intransigente ; y tan es así, que, como muy ra-
zonablemente lo advertía el señor Diputado Dr. He-
rrero y Espinosa, no era con un criterio sectario co-
mo debía resolverse la cuestión de la organización
de la Igleyia Nacional; pues este distinguido ciu-
dadano, enseñando, puede decirse, cómo es que de-
biera entenderse el liberalismo, si ha de significar
culto a la libertad y no odio a la religión y a la Igle-
sia: "No es mi criterio, decía, el que debe decidir
si la Iglesia oriental necesita Arzobispado y Obis-
pados; es el criterio de la inmensa cantidad de ca-
tólicos que hay en el país ; y, dentro de e;-te puesto,
en el ejercicio de un cargo público, entiendo hacer
acto de liberalismo concurriendo a la petición de esa
mayoría de católicos del país. Por eso, liberal como
MEMORANDUM APOLOGETICO
77
soy, nunca he hecho actos de sectarismo."
Así pues, dentro de breve término, será un he-
cho consumado el establecimiento de la jerarquía
en la Iglesia Nacional; como quiera que la ley que
acaba de sancionar la H. Asamblea Legislativa fa-
cultando la creación del Arzobispado metropolita-
no con dos Obispados sufragáneos, merecerá indu-
dablemente el acuerdo del Jefe Supremo de la Igle-
sia, quien fué previamente consultado por el Poder
Ejecutivo, autor del Proyecto.
"¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad: Gloria in excel-
sis Dco et in térra pax homínibus bona? voluntatis!"
Fué con esta aclamación triunfal del Evangelio con
la que saludamos la ley de organización de la Igle-
sia nacional: para gloria de Dios y honra de los
hombres de buena voluntad, que la supieron san-
cionar.
La Iglesia y la Patria uruguaya están, por tan-
to, de parabienes.
Y ese hecho, no sólo quedará consignado con
caracteres dorados en los fastos- de la Iglesia Uru-
guaya como uno de los acontecimientos más tras-
cendentales para la decorosa y definitiva organiza-
ción de la misma, sino que en los anales de la Repú-
blica significará un adelanto institucional, que im-
plica para la Iglesia del Estado la dignidad y jerar-
quía que le corresponde y posee en toda nación ci-
vilizada.
Pero antes de entrar en materia, debemos de-
clarar que hemos dado el título de Memorándum á
la presente exposición, porque no está destinada á
leerse en los templos, como las instrucciones pas-
78
MEMORANDUM APOLOGETICO
torales, ya que la nueva jerarquía aun no ha sido
canónicamente erigida por la Santa Sede; y porque
constituirá más bien un trabajo apologético sobre
el asunto, especialmente con relación á la actitud
de la H. Asamblea Nacional y de los liberales uru-
guayos; pues creemos que se ha dado un paso muy
avanzado hacia la evolución contemporánea del espí-
ritu nuevo que caracterizará y salvará la sociedad
moderna.
Asimi&mo, dado el prurito de tachar de parcia-
les a los defensores de la Iglesia, declaramos, a fin
de que no pueda atribuirse a espíritu de parcialidad
lo que vamos a exponer en favor de este asunto, que
seremos pródigos en servirnos de la autoridad de
publicistas y estadistas independientes.
I
El decoro de la República, la extensión territorial
y la densidad de la población, la letra y el es-
píritu de la ley fundamenta], la voluntad y el
progreso moral del país piden la créación del
Arzobispado. -
Desde luego empezamos por reproducir la opi-
nión que, al iniciarse este asunto, dió un diario que
no es del color político del partido dominante: "Pa-
ra nosotros el proyecto del Ejecutivo, decía, lejos
de merecer una observación, es digno de que se le
tribute un aplauso, no sólo a nombre de la familia
uruguaya, cuya mayoría es eminentemente católi-
ca, si que también a nombre de la cultura y el pro-
greso del país, puesto que con aquel proyecto no
MEMORANDUM APOLOGETICO
79
se persigue otro propósito, otro fin que la organiza-
ción definitiva, completa, digámoslo así, de la Igle-
sia Nacional.
La Diócesis de Montevideo se hallaba en las
miomas condiciones de la Diócesis Paraguaya, que
depende de la Metropolitana de Buenos Airea (1),
hasta que la Santa Sede hizo una honrosa concesión
a nuestro favor acordando la autonomía de la Igle-
sia Uruguaya en mérito a nuestra importancia in-
discutible como nación.
Pero, se ha observado discretamente por católi-
cos y no católicos también, que si bien la Iglesia Uru-
guaya se halla en la categoría de independiente y au-
tónoma, no goza de la dignidad y jerarquía que a esa
independiencia corresponden y que la colocarían on
el rango de una Provincia Eclesiástica, vale decir, un
estado confederado de la gran República Cristiana,
cuya cabeza es la Sede Romana.
Si, a pesar de la tolerancia de cultos, la Consti-
tución nacional reconoce como única religión del Es-
tado la católica, es lo más justo y lo más natural que
el Gobierno trate de colocar a la Iglesia en el puesto
que $e merece, es decir, en condiciones dignas, eri-
giéndola en un estado soberano dentro de la gran
congregación de sus fieles, desde el momento tam-
bién que la República del Uruguay, por su avanzada
cultura y por sus progresos, no tiene por qué quedar
en esta materia a la retaguardia de las demás nacio-
nes americanas.
La extensión misma de la Sede de Montevideo,
(1) Hoy la Iglesia Paraguaya posee su plena autono-
mía y organizacicjn jerárquica. (Nota de esta edición).
80
MEMORANDUM APOLOGETICO
el aumento de la población y la importancia alcanzada
por las distintas ciudades y pueblos del litoral e in-
terior del país, hacen necesaria la creación de la Ar-
quidiócesis Metropolitana, que traería aparejada la
división de la República en varias Diócesis".
Colocada la cuestión en este terreno de legiti-
midad y de sentido común, hubiese sido decidida sin
ninguna clase de oposiciones, como sucediera en las
Repúblicas hermanas con asuntos análogos; pero vi-
no a envenenarla el sectarismo y la política; aunqus
todo esto sólo ha servido para hacqr resaltar el
triunfo de la justicia y bondad de la causa.
Y en verdad, la creación del Arzobispado metro-
politano de la República responde a la más completa
y definitiva organización de nuestra Iglesia por el
establecimiento de la jerarquía que canónicamente
corresponde a una Iglesia nacional autónoma; pues
si la nuestra es independiente respecto de la Arqui-
diócesis de Buenos Aires, de la cual se desmembró
según la ley del 11 de Julio de 1830, sólo fué por
un privilegio de la Santa Sede ,aunque quedando in-
mediatamente sujeta a ésta, como las Diócesis de
misiones, pues le correspondía ser sufragánea de la
Arquidiócesis argentina, como lo e& la del Paraguay,
o formar Provincia eclesiástica distinta .Así consti-
tuíamos una Iglesia nacional autónoma de una ma-
nera anormal, esto es, sin la dignidad y jerarquía
que canónicamente debiera tener como lo exigía el
decoro nacional y también la excesiva extensión y
población de la Diócesis actual.
No faltaron quienesi patrocinasen la idea de ele-
var simplemente la Sede de Montevideo a la dignidad
Arzobispal; pero el Arzobispado sin los Obispos su-
MEMORANDUM APOLOGETICO
8!
íragáneos no constituiría la jerarquía canónica; pues
sin éstos aquél deja de ser metropolitano, no siendo
más que una mera dignidad, aun en el caso de do-
társele con uno o más Obispos auxiliares, porque
éstos carecerían de jurisdicción ordinaria, siendo
simples delegados del Arzobispo.
Además, el fundamento canónico que exige la
constitución ¡cte la jerarquía eclesiástica para la exis-
tencia autónoma de la Iglesia nacional, consiste en
que no puede formarse Provincia eclesiástica sin la
jurisdicción del Arzobispado metropolitano respec-
to de los Obispos Sufragáneos.
En cuanto a la división de la República en tres
Diócesis, debe considerarse como una exigencia de
la extensión territorial combinada con la densidad
de la población, desde que el término medio de al-
mas para cada Diócesis es de 250 mil habitantes;
aunque también debe tenerse en cuenta en este
cómputo la extensión del territorio, pues ésta hace
más o menos difícil el cumplimiento de las visitas
pastorales en la Diócesis, la que, según impone el
Concilio de Trento, debe ser visitada por el Obispo
anualmente. Así, mientras en Francia, por ejemplo,
existe una Diócesis por cada Departamento, cuya ex-
tensión es menor que la de nuestros curatos de cam-
paña; en el Japón ,donde acaba de establecerse la
jerarquía eclesiástica, existe un Arzobispo metropo-
litano con tres Diócesis sufragáneas para una po-
blación de 50 mil católicos. Teniendo nuestra Repú-
blica una población que raya en el millón, a razón de
250 mil por Diócesis, las tres nuevas Diócesis sólo
equivaldrían a una población de 750.000 habitantes.
El Poder Ejecutivo, en su Mensaje del 25 de
i — EJiloriul.
82
MEMORANDUM APOLOGETICO
Abril de 1815, a la H. Asamblea general, sintetizaba
así los fundamentos que justificaban la creación del
Arzobispado metropolitano: "El Poder Ejecutivo se
preocupa de la organización de la Iglesia nacional
erigiéndola en Arzobispado metropolitano cxm dos
Obispados Sufragáneos, como lo requiere ya el creci-
miento de la nación y su dignidad de soberana ;. . .
pues no dejará de comprender V. H. que ello contri-
buye al engrandecimiento de la República y a cum-
plir con los deberes que tenemos que llenar conforme
a la ley fundamental del Estado en armonía discreta
con los recur&tos del mismo y de los sentimientos de
la gran mayoría de sus habitantes".
Si el Mensaje en su parte fundamental no podía
ser más lacónico, tampoco podía ser más contunden-
te: así es que el proyecto del P. E., como acto de
administración, era irrefutable, (1) y, al merecer la
sanción de la H. Asamblea por una notable mayoría,
queda también demostrada la justicia y bondad del
mislmo.
Y en verdad, la iniciativa del Poder Ejecutivo
y el voto de la H. Asamblea se encuadran perfecta-
mente en la letra y espíritu de nuestra carta funda-
mental, la que, en su artículo 5.9, declara terminante-
mente que la religión del Estado es la Católica, así
como también dispone que el Presidente de la Re-
pública, al tomar posesión de su alta magistratura,
jure proteger esa misma Religión.
(1) Abundó en demostraciones sobre la bondad del Pro-
yecto del P. E. ti Sr. D. Oscar Hordeñana, Ministro de Rela-
ciones Exteriores y Culto; pero no creemos necesario inser-
tar sus discursos por haber sido publicados íntegros, y por-
que serán insertados en la Memoria del Ministerio respectivo.
MEMORANDUM APOLOGETICO
83
Ese proyecto y ese voto legisjativo consultan
también la voluntad del país, desde que es católica
la mayoría de sus habitantes; y es tanto más legí-
timo cuanto que, al satisfacer las aspiraciones de
esa mayoría, que puede exigir esa satisfacción ampa-
rada en la ley fundamental, no implica ni supone una
opresión, ni moral ni religiosa, a los demás- ciu-
dadanos.
Por esa razón no han podido justificarse ,sino
como pretexto sectario, las alarmas y manifestacio-
nes hechas en contra de una ley tan legítima como
constitucional.
Consulta igualmente el prestigio de la Iglesia
nacional y el decoro de la República, como quiera que
la erección del Arzobispado metropolitano es un sig-
no confesado de esplendor y grandeza, así como un
evidente adelanto en el orden institucional, desde
que se trata de la religión que la ley fundamental ha
incorporado al Estado y cuya protección ha ordenado
al P. E. bajo juramento solemne.
Y ¿acaso no es éste el criterio de todas las na-
ciones civilizadas, que han sabido sobreponerse a
ese sectarismo retardatario, que niega la necesidad
social de la religión y su benéfica influencia moral?
Países y naciones que ni en Europa ni en América
están más adelantadas) que nuestra joven República
tienen desde mucho tiempo atrás organizada su Igle-
sia con la institución de la jerarquía metropolitana.
Más aún: si el Arzobispado uruguayo importa colo-
car a la República al mismo nivel de importancia
eclesiástica que las Repúblicas hermanas más ade-
lantadas, ea evidente que, lejos de significar un re-
troceso, se ha elevado al País a la altura de naciones
84
MEMORANDUM APOLOGETICO
que marchan a la vanguardia de la civilización.
Así, pues, la creación del Arzobispado metropo-
litano, juzgado con sereno e imparcial criterio, es
un progreso moral reclamado por la creciente impor-
tancia de la Iglesia Uruguaya ; progreso y esplendor
que redunda en verdadero prestigio del país ante el
concepto de las naciones civilizadas.
Y siendo innegable que interesa al decoro de la
República elevar la Iglesia de la Religión del Estado
a la altura que posee en los demás países hermanos,
sería un pretexto indigno no hacerlo por razones eco-
nómicas, cuando puede realizarse sin sacrificio no-
table, como se ha constatado en ambas Cámaras.
En cuanto a justificar la nueva erogación con
relación al Seminario, nos bastará aducir, como lo
hacía el Sr. Diputado Dr. Hipólito Gallinal, la auto-
ridad del eminente estadista Dr. Pellegrini, quien
se despedía del Parlamento argentino, al terminar
su mandato de Presidente de la República, con un
mensaje en que están consignadas estas palabras:
«Los resultados obtenidos en los seminarios
conciliares no están a la altura de la necesidad que
se siente de clero nacional para las provisiones ecle-
siásticas en la República. Se hace necesario que el
tesoro haga mayor esfuerzo, aumentando el núme-
ro de becas, a fin de que aumente el de aspirantes
y puedan los Prelados, de acuerdo con la autoridad
civil, confiar los curatos a sacerdotes argentinos,
ordenados en nuestros seminarios.
«Es asimismo necesario propender a que ese
clero nacional sea ilustrado y pueda llegar a las al-
tas cumbres de los estudios teológicos en cátedras
superiores como las que existieron en nuestras Uni-
MEMORANDUM APOLOGETICO
Bi
versidades, haciendo revivir, en un futuro próximo,
las tradiciones brillantes del antiguo clero e inspi-
rándose en su severa austeridad y patriotismo.»
Por consiguiente, tanto la nueva organización
de la Iglesia uruguaya, como el aumento de dotación
para el clero nacional, constituyen una exigencia
legítima del estado avanzado de progreso y civili-
zación de la República.
Pero ante tan fausto acontecimiento para la
Iglesia Uruguaya, justo y digno es que demos gra-
cias al Señor y a su Divina Providencia, que presi-
de los destinos y la grandeza de las naciones.
Mas, al mismo tiempo, creeríamos cometer la
mayor de las injusticias si, en nuestra calidad de
Prelado, y en representación de los católicos del
país, no hiciéramos pública manifestación de agra-
decimiento y aplauso al Poder Ejecutivo y a la H.
Asamblea, que procuraron el establecimiento de la
jerarquía metropolitana en la Iglesia nacional. Y
cúmplenos declarar con franca gratitud que, así co-
mo fué un timbre de gloria y buena administración
para el Gobierno del Gral. Mitre, en la República her-
mana, la creación del Arzobispado argentino, no lo
será menos para el Gobierno del Sr. Idiarte Borda
la plausible iniciativa que le ha cabido para colocar
la Iglesia nacional al nivel de los países más cultos
y adelantados.
Así que, como muy bien decía el señor Dipu-
tado Dr. Gallinal en su notable discurso: «Cuando
sobre nuestra época, sobre nosotros y sobre nues-
tras disensiones corran los años, espero que se apre-
ciará como un paso muy avanzado el proyecto que
se va a sancionar. Creo más, y declaro que soy in-
86
MEMORANDUM APOLOGETICO
térprete, al decirlo, del sentimiento y de las convic-
ciones de la causa católica, creo que será éste uno de
los títulos más saneados del actual Gobierno a la
consideración pública y de los elementos conserva-
dores del país.»
Y en verdad : creemos que esa sanción debe con-
siderarse como una conquista institucional; puesto
que no se trata de la. victoria ni del triunfo de un
partido, sino de un progreso moral para la Repú-
blica.
II
Lección de liberalismo --
Es notorio, en efecto, que varios Senadores y
Diputados que votaron en favor de la creación del
Arzobispado metropolitano eran liberales ; pues bien :
creemos que han sabido colocar su augusta misión
de legisladores por encima del sectarismo decadente
de la escuela volteriana, abandonando retrógradas
odiosidades y detestables intransigencias, incompa-
tibles con la cultura y los bien entendidos intereses
públicos.
Desde luego, la profesión de fe liberal del se-
ñor Diputado Herrero y Espinosa confirma amplia-
mente nuestra opinión. El declaró que era de los
liberales que creen que el liberalismo debe propo-
nerse por lema el viejo aforismo: «por nuestras li-
bertades y por las vuestras», muy razonable, y al
mismo tiempo, muy distinto del que se propone el
jacobinismo intransigente: «por nuestras libertades
y para vuestra opresión». Declaró que es liberal en
el concepto amplio de la libertad, que reconoce igual
MEMORANDUM APOLOGETICO
87
derecho a los adversarios, mostrándose también res-
petuoso para con la Iglesia, que reconoce ser una
fuerza moral, que tiene su propio porvenir, y cree
que la religión es necesaria para la sociedad y un
elemento indispensable para el gobierno de los pue-
blos. Y es digno de notarse que, en la exposición de
estas ideas, mereció el más caluroso aplauso de to-
dos sus colegas liberales, que votaron con él en fa-
vor de la organización jerárquica de la Iglesia na-
cional, hasta ponerse de pie para aplaudirlo, demos-
trando con esta actitud que era intérprete de su cri-
terio amplio y conciliador, no sectario ni intransi-
gente. Esto es un gran adelanto en nuestro país.
Mas para que se vea como estaba en lo cierto
citaremos párrafos muy notables de la defensa que
un diputado radical hacía de un proyecto análogo al
nuestro, la creación de cuatro Diócesis, en una Re-
pública hermana. La transcripción será algo exten-
sa, pero merece la pena, porque constituye la mejor
apología del proyecto en sentido liberal, y la máa
severa lección de liberalismo a los que, invocando
esta bandera, se constituyen en adeptos intransi-
gentes de la incredulidad para atacar a la Iglesia
nacional.
«Creo sinceramente, decía, que fuera del secta-
rismo y la antipatía contra la Iglesia Católica, no
hay motivo serio para oponerse a este proyecto. . .
Se manifiesta un horror santo por las luchas reli-
giosas, se anhela la paz pública y doméstica, se re-
chaza toda persecución contra el clero, y a la pri-
mera de cambio se enciende la mecha de las discor-
dias teocráticas.
Y como dice el proverbio: "el que quiere aho-
88
MEMORANDUM APOLOGETICO
gar a su perro le acusa de hidrofobia", los que quie-
ren ahogar este proyecto le acusan de una cantidad
de delitos imaginarios: que va aumentar la inter-
vención clerical, a desequilibrar los presupuestos y
a convulsionar al país de una manera estupenda.
Yo digo y sostengo que oponerse a este proyec-
to por simples rencillas de camarín, por simples que-
rellas entre mujer y marido, no es hacer obra de
hombre público, aino obra de sectario.
Natural es manifestar nuestras antipatías,
cuando ellas no perjudican al interés público; nos-
otros estamos aquí para legislar en provecho del in-
terés público y no para consultar únicamente las ten-
dencias de nuestras pasiones y antipatías.
No crear las nuevas Diócesis por malevolencia
a la religión, es un profundo error político, que pu-
dieron cometer Ferry en Francia y Bísmarck en Ale-
mania, en un momento de obcecación, ya saben mis
honorables colegas con qué extraño resultado para
sus respectivos países.
El odio y la persecución contra la Iglesia esta-
blecida se volvió más tarde contra el mismo que lo
había fomentado, y jamás se vió venganza política,
no de los hombres, de los sucesos, más violenta que
la que amargó los últimos años del jefe del oportu-
nismo francés, de ese hombre que, a pesar de todo,
había prestado a su patria grandes servicios en otro
campo de actividad. Igual e intensamente detestado
por conservadores y radicales, por liberales y socia-
listas, puede decirse que, al perseguir a la Iglesia
con la exageración que mis honorables colegas cono-
cen, Ferry echó los fundamentos de la ruina de su
propia carrera a la vez que los fundamentos de la
MEMORANDUM APOLOGETICO
89
enorme influencia política que más tarde debía ad-
quirir el Papado.
Más feliz que él, Bísmarck tuvo tiempo de arre-
pentirse y, como un gran emperador de su patria
en los tiempos medios, hubo de recorrer, a pie y mo-
ralmente descalzo, el camino de Canosa.
Todos esos errores, lejos de causar perjuicio
duradero á la institución que por medio de ellos se
ataca, contribuyen a acrecentar su influjo, no ya ese
prestigio que todo patriota anhela para las institu-
ciones de su país, sean cuales fueren, sino la influen-
cia efectiva y decisiva en el gobierno de las naciones.»
Apelando después al ejemplo de otras naciones,
recuerda a la Francia actual dominada por el jacobi-
nismo, añadiendo: «Y ese jacobinismo francés cos-
tea, mantiene y da lustre a ciento y tantas diócesis
episcopales y arzobispales, a una por cada doscien-
tos cincuenta mil habitantes, y este hecho no las-
tima absolutamente, a juicio de los radicales de allá,
el sentimiento liberal del país.
Y los radicales de acá deben imaginarse, según
sus novísimas teorías, que la República de los Es-
tados Unidos es un país de beatas, por cuanto en él
viven de la vida prestigiosa e independiente ochenta
y dos sedes episcopales, para una población católi-
ca de poco más de once millones de almas.
No votar unánimamente este proyecto es un
errcr político, un acto de manifiesta e injustifica-
ble hostilidad hacia la Iglesia, más aún, hacia todos
los cultos.
Voy ahora a dar la razón de mi adhesión al
proyecto en debate. No me he preocupado si él be-
neficiará a tal grupo de individuos, o si molestará
90
MEMORANDUM APOLOGETICO
a tal otro grupo, si él es agradable a determinadas
personas o desagradable a otras. He contemplado
simplemente el interés público.
Gracias a Dios, aunque de ideas muy avanza-
das, y genuinamente liberales, no soy ni clerófobo
ni iconoclasta. . .
Yo apoyo este proyecto porque él realiza una
aspiración de la gran mayoría de mis conciudada-
nos y porque es una medida de buena administración
encaminada a organizar convenientemente el servi-
cio eclesiástico del país. . .
Aquí habría terminado, señor presidente, mis
observaciones ; pero ya que se ha pretendido atribuir
otro carácter al proyecto, carácter político y filo-
sófico, ya que se ha sostenido el incalificable absur-
do de la que creación de cuatro nuevas Diócesis
es contraria a las doctrinas liberales, diré que seme-
jante medida no sólo no es contraria a las doctri-
nas liberales, que siempre he profesado, y que pro-
fesaron y profesan liberales ilustres como Guizot,
Julio Simón, Gladstone y tantos otros, sino que ella
es consecuencia lógica y necesaria de semejantes doc-
trinas.
Del propio modo sería imperdonable jactancia
en boca de un liberal sensato, un llamamiento a las
armas para combatir la religión y la clerecía después
que libres pensadores y grandes inteligencias como
Hume, Adam Smith, Littré, Julio Simón y tantos
otros han predicado con elocuencia e incontroverti-
tible lógica la cordialidad y el mutuo apoyo entre el
Estado Civil y la Iglesia Católica.»
Creemos que esta lección de liberalismo a los
adversarios del proyecto, no necesita comentarios . . .
MEMORANDUM APOLOGETICO
91
ni
Un párrafo muy sensato del informe de la C.
de la H. C. de Representantes. - -
Un párrafo muy sensato del informe de la Co-
misión de la H. Cámara de Representantes sobre la
organización de la Iglesia Nacional, al hablar de la
influencia religiosa :
«¿Conviene que la religión del Estado se orga-
nice sobre bases más en armonía con sus fines?
Vuestra Comisión así lo cree, porque nuestra
sociedad, como todas las sociedades del mundo, ne-
cesita de una religión, como un elemento social pa-
ra difundir las doctrinas morales que forman la ba-
se de la familia y que son, más adelante, el funda-
mento de la sociedad civil. Los pueblos ateos ni exis-
ten ni se comprenden.
Vuestra Comisión no puede ni debe entrar a
discutir si para llenar los fines de la propaganda re-
ligiosa son más convenientes las religiones libres o
las religiones protegidas por el Estado.
Es<e punto está resuelto por el artículo 5.9 de
nuestra Constitución, y es sobre esa base, que tene-
mos que apreciar este proyecto.
Tampoco vuestra Comisión cree deber detener-
se en apreciaciones estadísticas sobre el número de
habitantes que en la República profesan la religión
católica. Sin embargo es conveniente mencionar un
hecho que robustece la sanción de este proyecto.
En el censo de Montevideo, mandado levantar
por la Junta Económico-Administrativa de la Capi-
tal el año 1889, se presenta una población de 216,061
92
MEMORANDUM APOLOGETICO
habitantes, de los cuales 176,468, es decir, cerca de
la totalidad, han declarado pertenecer a la religión
católica. Así es que, considerando ese proyecto por
las ideas predominantes en el radio más civilizado
del país, no puede encontrar resistencias ni ser an-
tipático, como se ha dicho, a una parte tan impor-
tante de la opinión pública.
Pero hay una razón fundamental que ha teni-
do en cuenta vuestra Comisión de Legislación, pa-
ra aceptar la nueva organización que en el proyecto
que informamos se da á la Iglesia Nacional. Es el
estado social en que se encuentra nuestra campaña.
Gran parte de nuestros habitantes de campaña,
alejados de los centros de población, aislados mu-
chas veces de todos esos elementos de sociabilidad
e instrucción que educan el espíritu y atemperan
las pasiones, llevan una vida casi primitiva.
La verdadera noción del deber, que dignifica
al hombre, la moralidad de las costumbres, que enal-
tece la familia y que crea esos vínculos de solidari-
dad indispensables a toda sociedad bien organiza-
da, todas esas prendas morales y civilizadoras no
constituyen la norma uniforme de conducta de nues-
tros habitantes de campaña.
Aparte de la observación personal que hace re-
saltar este hecho, es la estadística la que con la elo-
cuencia de sus números lo somete al criterio de
nuestros hombres de Estado; esa estadística nos
demuestra que la quinta parte de los nacimientos
de la República es ilegítima.
Y este hecho no es un hecho estacionario: es
un hecho progredvo. En 1890 la natalidad legíti-
ma fué de '19.12% de los nacidos; en 1893 de
MEMORANDUM APOLOGETICO
22.09%, en 1894 de 23.02 y en 1895 el 25%.
En algunos Departamentos, los nacimientos de
hijos ilegítimos superan en más de la mitad a la
cantidad de los nacidos legítimamente, de lo que re-
sulta que la familia no está allí organizada como lo
prescribe la ley civil y la religión.
Ahora bien, ¿puede el Estado permanecer im-
pasible ante esa progresiva disolución de costum-
bres que afecta el funcionamiento de sus institu-
ciones, incubando para el porvenir querellas y dis-
turbios en perjuicio de las relaciones/ civiles? ¿Aca-
so es suficiente la propaganda de los funcionarios
laicos para contener esa desmoralización que avan-
za año por año? Es indudable que no.
Esa es la misión de la propaganda religiosa,
que en todos los pueblos y en todas las: edades ha
inculcado el precepto de su doctrina en la educación
moral de sus habitantes.
Por eso los Estados Unidos, cuando avanzaba
su civilización a sus desiertos, los primeros edificios
que construía eran una escuela y una iglesia.
Nosotros tenemos una religión de Estado, y si
esa religión es un elemento social incorporado a
nuestras instituciones fundamentales, hay que pro-
pender a que esa religión se realice de manera que
pueda llenar su verdadero cometido.
La nueva organización establecida en el pro-
yecto, descentraliza! la unidad del Obispado de
Montevideo, repartiendo su acción central en tres
jurisdicciones distintas que con autoridad propia
harán más eficaces la propaganda moral, las misio-
nes y la vigilancia del clero en nuestra campaña.
Y si esa acción es bienhechora; si, como lo hemos
94
MEMORANDUM APOLOGETICO
demostrado, no hay ni remotos peligros de que las
ideas religiosas se inclinen a servir intereses de otro
orden; si el estado actual de nuestra campaña re-
quiere una acción moral que contribuya a propagar
el verdadero régimen de la familia, propendiendo
al mismo tiempo a la organización de nuestro esta-
do civil ; si todo eso es cierto, y si la religión del Es-
tado es la Católica, la solución de este proyecto no
dependa sino de una simple cuestión de presu-
puesto.»
Ahora bien: de esta franca exposición se de-
duce que la bondad del proyecto bajo el aspecto cons-
titucional, religioso y moral es tan evidente, que
quedaba reducido a una simple cuestión económica,
la de presupuesto; y, en este caso ,era imposible to-
da discusión, fuera del Sectarismo y del odio a la
Iglesia.
Es innegable la sensatez de las reflexiones que
preceden ; mas, a fin de que los que se oponían a que
el Gobierno, reconociendo esa misma verdad, procu-
rase dar a la Igleyia nacional una verdadera influen-
cia en el interior de la República, se convenzan que lu-
chaban contra convicciones arraigadas en todos los
pueblos civilizados y en la conciencia de sus grandes
hombres, continuaremos nuestras citas en este or-
den de ideas; pues en esta parte queremos hacer
alarde de mayor imparcialidad, si cabe, cediendo por
completo la palabra a autores eminentes; y así evi-
taremos también que se diga de nosotros: Cicero
pro domo sua.
MEMORANDUM APOLOGETICO
95
IV
Dice el Dr. Zubiría: "El principio religioso es el
único que regla las voluntades" --
Uno de los más notables escritores america-
nos, el Dr. Zubiría, en su obra «El principio religio-
so», nos va a ¡lacar de compromiso con los hermosos
párrafos siguientes:
«Sin desconocer la influencia de las leyes y de
la opinión en las acciones de los hombres, no se pue-
de alegar a aquellos agentes subalternos como cau-
sa de moralidad de éstos. Podrán influir en la de
muchos individuos de la sociedad, como influye la
primera educación, el carácter individual y posición
pública que cada uno ocupe; pero la moral y virtu-
des de esos individuos, de la sociedad, no pueden
partir sino de los principios religiosos incrustados
en el alma y en el corazón de la mayoría de los indi-
viduos que constituyen la sociedad, cuya moralidad
y costumbres parten de la observancia de las leyes
constitutivas de la sociedad doméstica y privada.
¿Y quién duda, fuera de algunos ultra -incré-
dulos, que el primer elemento de ésta es el princi-
pio religioso? Desde que esto es así, nadie podrá
negar que el mtémo principio religioso es el primer
elemento de la sociedad pública, la que no es sino el
desenvolvimiento y dilatación de la sociedad priva-
da, que es su tipo.
Ni puede ser de otro modo, puesto que el prin-
cipio religioso es el único que regla las voluntades
precursoras de las acciones, cuya principal ley no es-
tá en los códigos civiles, que imperan sobre ellas,
96
MEMORANDUM APOLOGETICO
sino en la ley divina que regla la voluntad de que
ellas parten.
Sobre esta verdad forzoso es ver en el indivi-
duo dos seres o sustancias que se armonizan para
constituirlo en hombre exterior y en hombre inte-
rior. Si bajo el primer aspecto necesita de un poder
exterior que regle sus acciones exteriores por la es-
peranza del premio o por el temor a las penas de la
ley ; bajo el segundo aspecto necesita de un poder in-
terior que regle su voluntad y sentimientos hacia
Dios y sus semejantes por la esperanza y temor de
otra clase de premios y castigos.
¿Y cuál otro poder que el de la religión será
el que impere sobre ese hombre interior por medio
de sus leyes y Ministros, y por el resorte de los pre-
mios y castigos con que la religión estimula al bien
y reprime el mal?
De su poder interior emanan algunos preceptos
que encierran todas las leyes de la moral y de la so-
ciedad. El solo precepto de amarse unos a otro^, ba-
se de toda moral religiosa y social, no sólo establece
el orden en las familias! sino también en los pueblos,
que tienen entre sí las mismas relaciones y obliga-
ciones que los individuos.
Paz y unión es la base de todo orden social, po-
lítico y doméstico. Y ¿de dónde proceden éstos sino
del amor recíproco, de la tolerancia recíproca, de
la obediencia y respeto a la autoridad y a la ley,
prescritos por el principio religioso?
Y no se diga que proceden de la fuerza, porque
la fuerza nunca da paz y unión, sino sujeción for-
zada, tiranía en el que manda, esclavitud en el que
obedece.
MEMORANDUM APOLOGETICO
97
Tampoco de la ley civil o penal, porque ella no
alcanza al corazón ni a las voluntades!, si no es in-
troducida en esos santuarios por la mano de la ley-
divina, única señora de esos tabernáculos, adonde
no alcanza ningún poder humano.»
V
Los dos frenos de la sociedad --
Y en verdad, ningún estadista sensato puede
poner en duda la eficacia de la sanción moral que
hace de las costumbres el sostén de las leyes y llega
hasta donde éstas no pueden llegar. Cuando las tra-
bas morales y religiosas faltan, es necesario reem-
plazarlas; y esos millones de voluntades que consti-
tuyen las sociedades, no hallándose suficientemente
contenidos por la ley religiosa, requieren la fuerza
para ser gobernados, el ominoso y férreo yugo de la
fuerza bruta; de donde proviene también la crecien-
te y excesiva centralización que pesa sobre las so-
ciedades modernas y las ahoga.
Y, en verdad, esto es lo que en grande escala
se contempla de tres siglos a esta parte: a medida
que la religión ha descendido en su influencia so-
cial, se ve crecer la presión administrativa.
En comprobación de esta gran verdad vamos
a recordar el admirable discurso de Donoso Cortés
acerca de los dos frenos con que puede gobernarse
la sociedad.
Comienza mostrando que, en este mundo, no hay
más que dos represiones posibles; una interior y
otra exterior: la represión religiosa y la represión
política. Explica su ley, a saber: que cuando el ter-
J — Editorial
es
MEMORANDUM APOLOGETICO
mómetro de la represión religiosa desciende, se ve
que luego al punto el termómetro de la represión po-
lítica sube, y viceversa; y abriendo la historia, con
tinúa ese paralelismo al través de los siglos. Des-
pués de haber descrito la antigüedad, en donde sólo
había tiranos y esclavos, porque hallándose a cero el
termómetro religioso, debía haber subido hasta la
tiranía el termómetro político ¡después de haber es-
tudiado los pueblos cristianos, en donde por el con-
trario, a medida que asciende el termómetro religio-
so, vense florecer todas las libertades, brotadas de
los versículos del Evangelio, al decir de Lamartine;
llegando a los tiempos modernos, hace ver como,
habiendo bajado siempre, de tres siglos acá, el ter-
mómetro religioso, no se dejó de ver que subía el
termómetro político.
«Primero, dice, los tronos son los que de feu-
dales pasan a ser absolutos. Llegan luego los ejér-
citos permanentes, e% decir, un millón de brazos
para defender la sociedad. Y como el termómetro re-
ligioso continuaba bajando, dijeron los gobiernos:
contamos con un millón de brazos, pero eso no bas-
ta ; necesitamos un millón de ojos para vigilar la so-
ciedad, y crearon la policía. Y ni aun eso bastó.
Quisieron tener un millón de oídos y los tuvieron me-
diante la centralización administrativa, por medio
de la cual los más leves movimientos del pueblo vie-
nen a terminarse en el gobierno.
«Y como el termómetro religioso continuaba ba-
jando, era, pues, necesario que el termómetro políti-
co subiese más. Dijeron los gobiernos: no nos basta
disponer de un millón de brazos para reprimir, de
un millón de ojos para vigilar, de un millón de oídos
MEMORANDUM APOLOGETICO
99
para escuchar; es preciso hallarnos en todas partes
a la vez. Y tuvieron esa facilidad. Se inventó el te-
légrafo.»
Tal es, en efecto, el estado de Europa, y del mun-
do. La mitad del género humano está en pie y sobre
las armas para no ser devorada por la otra; porque
cuando el hombre no obedece por conciencia, tiene
que ser dominado por la fuerza, el último recurso de
la ley y del derecho.
«Y ahora, decía el orador terminando, una de
dos: o viene la reacción religiosa, o no viene. Si te-
nemos reacción religiosa, veréis en seguida, a medi-
da que suba el termómetro religioso, como baja na-
tural y espontáneamente el termómetro político, sin
esfuerzo alguno, ni por parte de los pueblos, ni de
los gobiernos, ni de los hombres, hasta que señale
la temperatura moderada de la libertad de los pue-
blos. Pero si al contrario, y esto es grave, el termó-
metro religioso continúa bajando, no sé en qué ha-
bremos de parai*. No lo sé, y tiemblo al pensar en
ello. Si apenas se necesita del gobierno cuando la
represión religiosa se hallaba en su apogeo, ahora
que ésta ya no existe ¿bastará para la represión
ningún género de gobierno? Están abiertos los ca-
minos a una tiranía gigantesca y colosal ...» o 2»
una colosal anarquía, que debe precederla, y que ya
asoma en los horizontes de la sociedad desquiciada
y aterrada.
He aquí cómo hablaba Donoso Cortés al tratar de
la influencia religiosa en el gobierno de la sociedad,
y tenía sobrada razón. Por eso dan lástima estos polí-
ticos cortos de vista que lanzan la religión de las leyes,
de las instituciones y de las almas y sueñan con que
100
MEMORANDUM APOLOGETICO
verán reverdecer la libertad. No; jamás; si todavía
disminuye el imperio de la religión, que gobierna las
conciencias y engendra las¡ virtudes, la sociedad cae-
rá en espantosa tiranía, sea unipersonal o anárquica.
Pues como no puede vivir sino de virtud, de traba-
jo, de orden, de abnegación, de economía, de sacri-
ficios, sería necesario que la fuerza llegase hasta la
conciencia para obligar al alma a ser virtuosa ; hasta
la familia para sostener allí las costumbres; hasta la
propiedad para imponer allí el ahorro y la caridad.
Para impedir que la sociedad perezca, la ley llegaría
a ejercer presión sobre el hombre hasta en el seno
de su madre.
Así, pues, o el freno de la religión, o el de la
fuerza: no hay medio; aunque entre la fuerza mo-
ral y la fuerza bruta, la diferencia de dignidad y de
eficacia es inmensa en el gobierno de las naciones.
VI
Dice el Sr. A. de Vedia: «El sentimiento religioso es
el alma de los pueblos» --
Muy de acuerdo con estas ideas sobre la bené-
fica influencia religiosa, se expresaba también un
distinguido compatriota nuestro, el Sr. A. de Vedia,
en estos elocuentes párrafos:
«El sentimiento religioso es el alma de los pue-
blos. Sólo por él pueden desarrollarse y fortalecerse
los principios eternos grabados en la conciencia de
todo hombre ; él constituye la ley moral que rige sus
acciones y cuya observancia o violación, elevará su
alma haciéndola amar la virtud y el bien, o la lle-
vará a la degradación moral, con todos los horro-
res del vicio.
MEMORANDUM APOLOGETICO
101
«Extirpado el sentimiento religioso, la familia
ya no sería esa unión santificada, ejemplo vivo del
deber; sus lazos se habrían debilitado; su santidad
se habría destruido y la afección dulce y tranquila
se habría tornado en un sentimiento grosero: la sa-
tisfacción de brutales apetitos.
«Mantener vivo ese sentimiento es, pues, esencial
a la conservación de todo vínculo social» . . .
VII
Una página inmortal de Castelar --
Queremos transcribir una página inmortal de un
orador eminente, para anular esos prejuicios, ha-
ciendo ver de paso cuán inmensa y trascendental
es la eficacia de la religión católica en el destino de
las sociedades y de los; pueblos, no sólo bajo el as-
pecto moral, sino bajo el de la civilización moderna,
que todo lo debe al catolicismo. He aquí esa página,
que es de Emilio Castelar, y que es una lección clá-
sica para los detractores de la Iglesia:
«Diez y nueve siglos han transcurrido desde que
la verdad divina fué escrita con sangre en la primer
página de la historia moderna, y en esos diez y nue-
ve siglos han pasado por el espacio innumerables ra-
zas, por las conciencias infinitas ideas; han caído
imperios antiquísimos y se han levantado nuevos
pueblos ; han sufrido las sociedades transformaciones
sin número, y aquella verdad, desde ignominioso pa-
tíbulo permanece fija, inmutable en el centro de la
civilización como el eterno sol de la naturaleza y del
espíritu . . .
«El cristianismo representa una renovación de
102
MEMORANDUM APOLOGETICO
la vida entera de la humanidad. Para la familia es
el momento en que concluye la tiranía del padre, en
que recobra su dignidad perdida la mujer para con-
vertirse en la sacerdotisa del hogar doméstico, en que
cede su puesto la familia antigua, hija de la ley, a
la nueva familia, hija del espíritu, consagrada por
el amor, que confunde en uno los corazones. Para
la ciencia representa la muerte del Dios-Naturaleza,
que había aplastado la frente del hombre bajo las
ruedas de su carro, la revelación del Dios-Espíritu,
y el conocimiento del hombre, como no lo había so-
ñado Platón, como no lo había tenido Sócrates: el
hombre armonía viva del espíritu y de la naturaleza,
intérprete del pensamiento divino, voz que levanta
al cielo el eco de las oraciones de todos los seres.
«Para la poesía, es el nacimiento de aquel amor
purísimo, no tocado por el lodo de la tierra; amor
tan casto como el pensamiento, esencia inmortal de
nuestra alma; amor que no cabe en el tiempo ni en
el espacio, y que se dilata en la eternidad como el
ensueño místico de Petrarca, como el culto espiritual
del Dante a su Beatrice. Para todas las artes el cris-
tianismo señala el nacimiento de un ideal divino, que
el artista no podrá encerrar en las formas ; ideal que
hará rebosar la inspiración en la mente del poeta,
que inundará de una luz vivísima las tablas y los
lienzos, que levantará en las alturas, tan etérea co-
mo una oración, la calada cúpula de las catedrales
góticas. El espíritu humano engrandecido, renovado
por esta gran revelación que llegará hasta la raíz de
su vida, se transfigurará para realizar bajo un nue-
vo ideal las eternas leyes de la historia.
«Pero sobre todo en la esfera social, el cristianis-
MEMORANDUM APOLOGETICO
103
mo representa y realizó la transformación más mara-
villosa del hombre. El antiguo Edipo, ciego, malde-
cido de los hombres, culpado e inocente, juguete de
los dioses, romperá este yugo de hierro levantándose
a pronunciar su libertad y a reconocer en sí fuerza
bastante para contrarrestar la ciega fatalidad del
destino. Las diferencias sociales se borrarán al pie
de los altares ; los Reyes hundirán en el polvo la fren-
te y se declararán iguales ante Dios con sus vasa-
llos, hiriendo así en su raíz los antiguos bárbaros pri-
vilegios. El hombre dejará de ser enemigo del hom-
bre, sentirá que cada uno lleva en sí a la humanidad
y que la humanidad nos lleva a todos, y bajo esta
sublime idea, entrará en el hogar de su enemigo pa-
ra llamarle hermano. La ley moral servirá de base a la
política; los pueblos sabrán que no es lícito cometer
un crimen, ni aun en nombre de la salvación de la
sociedad, que podrá salvarse siempre por la libertad
y por la justicia. La humanidad, próxima siempre an-
tes a desfallecer, recordando su pecado contra Dios,
redimida ya por la sangre derramada en el Calvario,
©irá aquella voz dulcísima que le dice que sea perfec-
ta, como nuestro Padre celestial es perfecto, y sen-
tirá y conocerá el dogma del progreso, que, como
un filtro de nueva vida, rehará aus fuerzas para
combatir y le dará esperanza para triunfar y creer
en la realización de su ideal. Todos los hombres, to-
das las clases, el labrador que imprime en la tierra
el pensamiento del hombre, pidiéndole en cambio el
néctar de su vida; el industrial que domeña la na-
turaleza y la hace una fuerza humana; el pensador
que busca en la ciencia el enigma del espíritu ; el poe-
ta que presta alas a la humanidad para volar con
104
MEMORANDUM APOLOGETICO
má3 raudo vuelo hacia su divino ideal; todos los hom-
bres, sí, trabajarán para realizar el reino universal
de Dios, prometido en el Evangelio a los individuos
y a las naciones.
«Todos los que creéis y amáis, recordad que la
fe es una idea, es la vida de la inteligencia, y el
amor a una causa justa y santa, la vida del corazón.
La doctrina de Jes.ús, además de su carácter divino,
venció por haber descendido a buscar la vida en el
pueblo, por haber elevado los espíritus hasta el mar-
tirio» . . .
VIII
La palabra del Senador Dr. Carlos A. Berro -
Pero se ha dicho que por esta influencia mayor
que se da a la Iglesia nacional peligran las institu-
ciones patrias, cómo llegó a afirmarse por los ad-
versarios del proyecto de la organización de la Igle-
sia uruguaya. Por nuestra parte hubiésemos des-
preciado tan gratuita afirmación; mas como sabe-
mes la influencia que tienen los prejuicios en esa
materia y cómo con ellos se explota la opinión del
vulgo, no la dejaremos sin respuesta; pero creemos
honrar este memorándum cediendo la palabra al Sr.
Senador Dr. Carlos A. Berro, transcribiendo pasa-
jes notables de un hermoso discurso dirigido a la
Unión Católica.
«Bien sabéis, señores, que al hablar de nuestra
organización definitiva, al referirnos a las luchas
del porvenir y a nuestras grandes esperanzas de
mejores días, no podemos referimos a siniestros
planes de hostilidad, de rencor o de persecución ha-
MEMORANDUM APOLOGETICO
105
cia ninguna persona ni hacia ningún derecho.
Desconocen y calumnian al catolicismo quie-
nes, por ignorancia o por maldad, le atribuyen ta-
les planes.
El catolicismo, la doctrina regeneradora ense-
ñada por el Dios - Hombre, no representó jamás una
amenaza para ningún derecho legítimo, para ningu-
na libertad, digna de llamarse tal, para ningún pro-
greso verdadero. El catolicismo, que nació sobre el
Gólgota, al pie de la Cruz en que extendía sus bra-
zos el Redentor, pidiendo misericordia para el hom-
bre, sólo redención ha significado sobre la tierra,
redención para el alma y para la ciencia, redención
para la mujer, redención para el esclavo, redención
también para los pueblos que gemían bajo aquel de-
gradante despotismo pagano.»
Después de estas consideraciones generales des-
ciende el orador a hacer su aplicación a nuestro país
apelando a la historia patria.
«Y si consideramos esas acusaciones y temo-
res con relación especial a nuestro país, será forzo-
so convenir en que no hay nada más destituido de
fundamento serio, nada más contrario a nuestra
historia y a las tradiciones, que la pretensión de exhi-
bir a los elementos católicos como enemigos de las
instituciones que nos rigen y de los principios de-
mocrático - republicanos que forman la base de nues-
tra organización política. La manifestación de tales
aprensiones provocaría a risa, por lo desatinada, si
no envolviera al mismo tiempo una grave injuria
y no entrañara un propósito malevolente.
Como lo sabéis y lo habréis visto repetido en
más de un diario, en los clubs, y en las logias, los
106
MEMORANDUM APOLOGETICO
voceros del liberalismo proclaman a voz en cuello
que las instituciones nacionales están en peligro, en
gravísimo peligro porque la Iglesia uruguaya se
constituye de un modo definitivo y porque los cató-
licos se cuentan y se agrupan en toda la República.
¡Los católicos enemigos de las instituciones y
de las libertades nacionales! ¡No puede darse mayor
necedad ni repetirse mayor herejía histórica!
En efecto, ¿quiénes hicieron la carta funda-
mental que sirve de base a todo nuestro organismo
político y en la cual está escrito que la Religión
Católica es la religión del Estado?
¿No eran acaso católicos, y católicos de muy
buena cepa, la casi unanimidad de todos los ciudada-
nos que formaron aquella nuestra memorable Asam-
blea Constituyente?
Y antes que eso, ¿no eran católicos, y católicos
muy sinceros, aquellos nueve patricios que allá, en la
Florida, el 25 de Agosto de 1825, en presencia de los
ejércitos enemigos, en medio de los peligros de una
guerra cruel y encarnizada, proclamaban la indepen-
dencia de este pedazo de tierra americana, con el cora-
zón sereno y la invocación de Dios en los labios?
¿Eran acaso ateos o librepensadores los que lucha-
ban, morían o vencían en los campos de Rincón o
Sarandí ?
¿Acaso Artigas, Lavalleja, Oribe o Rivera, los
proceres todos de nuestros primeros y gloriosos días,
hicieron jamás profesión de incredulidad o necesita-
ron renegar de la fe de sus mayores para sentir en
sus corazones el amor de la patria, para luchar por
ella y por los grandes ideales de la revolución ame-
ricana ?
MEMORANDUM APOLOGETICO
107
Bien lo sabéis, señores, la fe y la piedad reli-
giosa que formaban el alma de nuestro pueblo en los
comienzos del siglo, lejos de haber creado hombres
preparados sólo para la servidumbre, habían espar-
cido por todas partes la simiente de que brotan los
héroes que se inmolan en Ja defensa de la patria y los
proceres de recto juicio, de profundo anhelo por el
bien, de conducta inmaculada, que iban a las asam-
bleas o a los más altos puestos públicos a dar ejem-
plo de sus virtudes cívicas».
Creemos que no podía vindicarse más victorio-
samente la influencia del catolicismo en los desti-
nos de la patria uruguaya; pero es conveniente oír
al orador en sus ulteriores consideraciones.
«Este país ,esta sociedad, las instituciones fun-
damentales que aun tenemos han sido obra de ca-
tólicos; se han formado y han nacido en I03 brazos
de la religión católica.
Se alza ahora el grito al cielo en contra de los
Prelados, de la Iglesia y del clero oriental; pero,
¿qué ha representado la Iglesia en nuestro país, qué
su virtuosísimo clero, sino caridad, abnegación y pa-
triotismo ?
Abrid las páginas de nuestra historia, y, des-
de el primer día en que la civilización aparece en
las verdes cuchillas de la tierra del charrúa y del
minuano; desde el primer día en que la mano de la
civilización detiene el paso del salvaje errante en
nuestros campos, la cruz aparece ante sus ojos co-
mo signo de redención moral y por primera vez lle-
gan entonces a sus oídos palabras de vida que ilu-
minan su mente. Trae ese emblema, pronuncia esas
palabras, ese héroe ignorado y admirable del cris-
108
MEMORANDUM APOLOGETICO
tianisrao, ese ser prodigioso que se llama el misio-
nero católico, a quien no arrastran ni sed de oro, ni
ambición de gloria, ni esperanza alguna de humana
recompensa; a quien lóIo mueve la fe, sólo el deseo
del bien, sólo el sublime anhelo de terminar sobre la
tierra la obra de aquellos pescadores de Galilea, a
quienes se confió la más grandiosa misión que se
haya dado sobre la tierra.
El misionero, el sacerdote católico fué quien
realizó la obra de conversión del salvaje; fué quien
después se convirtió en protector y defensor del in-
dígena; fué quien tuvo más tarde en las escuelas
y en las universidades la dirección exclusiva de la
enseñanza ; quien en la iglesia y en el seno mismo de
los hogares ejerció una influencia poderosa y deci-
siva; fué, en una palabra, quien formó el corazón,
el alma de aquel pueblo que tantos ejemplos había
de dar más tarde de la nobleza de sus sentimientos
y de la inquebrantable energía de su espíritu.
Llega después la hora de la emancipación y, só-
lo ignorándose en absoluto nuestra historia, podría
deconocerse la participación que tuvo en esa obra el
escasísimo, pero meritorio clero nativo, y no só-
lo aquí, sino en la América entera, desde Méjico al
Plata.
Vino más tarde la tarea de nuestra organización
nacional, la sanción de esta misma carta fundamen-
tal que aun conservamos, y sabéis perfectamente
que en aquella memorable asamblea de católicos,
como fuera de ella, por la influencia que ejercían,
tomaron participación no escasa, dignos represen-
tantes de nuestro clero, como Larrañaga, Barreiro
y Gadea.
MEMORANDUM APOLOGETICO
109
Constituida al fin la República, el clero orien-
tal ha estado siempre a la altura de su misión, su
obra ha sido siempre de concordia, de cultura, de
afanoso empeño por el progreso moral e intelectual
de la nación. Es esto tan verdadero, que es difícil,
aun entre nuestros más fanáticos enemigos, hallar
quien se permita poner en duda la sinceridad y la
virtud de nuestros sacerdotes.
El clero uruguayo ha llenado su misión predi-
cando la verdad, defendiendo la fe, precticando la
caridad, respetando las instituciones del país, y sin
que nadie haya podido señalar jamás un avance
de su parte contra ellas.
¿Por qué habían tampoco de conspirar contra
esas instituciones/? ¿Hay acaso en nuestro Constitu-
ción cosa alguna que pueda chocar con los dogmas
de la Iglesia?
No, no la hay, y eito lo saben bien los voceros
del liberalismo, que, aparentando defender la obra
de nuestros mayores, la obra de aquellos sinceros
católicos, lo único de que tratan en realidad es de
mantener, no las instituciones fundamentales, que
nadie ataca, no las tradiciones nacionales, que sólo
nosotros los católicos seguimos y respetamos, sino
los avances del sectarismo impío' que pretende go-
bernar esta sociedad desde el fondo oscuro de sus
logias».
No es posible, en efecto, negar la verdad de estas
hermosas declaraciones respecto a las maquinacio-
nes del sectarismo incrédulo, comparado con la in-
fluencia social del catolicismo. Y después continúa:
«Ninguna libertad, ningún derecho está en pe-
ligro. Si los católicos se reúnen y se organizan en
110
MEMORANDUM APOLOGETICO
todo el país, no es por cierto para trastornar el
orden constituido ni para pedir la derogación de
ajenos derechos.
No queremos opresión, sino libertad; no quere-
mos atraso, sino progreso; no pedimos innovaciones,
sino conservar el tesoro de nuestra fe y de nues-
tras gloriosas tradiciones, de aquellas que hereda-
mos de nuestros padres, de aquellas en las que se
hermanaba la fe y el amor a la libertad y a la
patria ...»
Y después de hacer notar que la alarma del ja-
cobinismo liberal no es porque vea en peligro la Re-
pública ni los derechos y libertades de los ciudada-
nos, sino porque temen que pierda terreno el secta-
rismo y la incredulidad, termina recordando que los
propósitos de los católicos y de la Unión Católica
es la realización de su programa fundamental: la
felicidad y el engrandecimiento de la patria dentro
de los sublimes ideales de la sociedad cristiana...
IX
El error de la Revolución francesa y las grandes
conquistas hijas del cristianismo --
Vamos a añadir algunas indicaciones sobre el
criterio im parcial con que se ¡juzga a la Revolución
francesa en el mismo campo del libre pensamiento.
Y tanto más, cuanto que, en el asunto de la creación
del Arzobispado metropolitano, sus impugnadores,
dentro y fuera de la Asaimblea nacional, han declara-
do que, como partidarios de la Revolución francesa
y admiradores de sus principios, debían ser contra-
rios a la Iglesia Católica.
MEMORANDUM APOI OGETICO
111
Y, en efecto, han impugnado la organización
jerárquica de la Iglesia nacional inspirándose en su
odio a la Iglesia Católica, propio de la impiedad que
caracterizó a aquella Revolución.
Y que éste ha sido el criterio de los adversarios
del Proyecto, lo declaraba el señor Diputado Herre-
ro y Espinosa: «El criterio de la mayoría de los se-
ñores diputados que han impugnado este asunto
[el Arzobispado metropolitano] tiene este error fun-
damental: creer que es posible gobernar con los
principios de la filosofía política más adelantada . . .
El principio religioso es un principio de gobierno;
lo ha sido, es y será mientras la humanidad exista.
¡Desgraciadas las sociedades el día en que una reli-
gión de formas positivas quede absolutamente des-
alojada de la vida pública y quiera sustituirse . . .
por fórmulas frías, vacías, que no están al alcance
del común de las gentes!» Pues bien, este error fun-
damental del criterio de la mayoría de los, que han
impugnado el Proyecto, fué el error de la Revolu-
ción francesa; y así como lo impugna el doctor He-
rrero y Espinosa, que está en lo cierto, estadistas
y publicista^ del libre pensamiento declaran que,
en la evolución de la sociedad moderna, debe despo-
jarse a la Revolución de su carácter impío y anti-
rreligioso, demostrando que ese carácter de incredu-
lidad la perdió y la hizo impotente contra la Iglesia;
más aún; que, a pesar de sus ataques, la Iglesia ha
triunfado con esplendor y afirmado sus conquistas.
Y desde luego es intolerable e inexplicable que
nosotros los hijos de América olvidemos que la revo-
lución americana, anterior a la francesa, puede y de-
be servir de modelo a todas las democracias y go-
112
MEMORANDUM APOLOGETICO
bienios representativos del mundo por siis institu-
ciones de libertad política y civil, en cuanto no ha
manchado las páginas de su historia, como la revo-
lución francesa, con el ejemplo de la más frenética
crueldad, de la más ignominiosa tiranía y de la im-
piedad más sanguinaria; sin que le aprovechara el
noviciado de hermosos ejemplos que Lafayette y
sus compañeros habían hecho al lado de Washing-
ton y demás prohombres de la revolución america-
na, profundamente cristiana.
Hoy día, pasados los primeros años de eferves-
cencia demagógica y de propaganda intransigente,
no es digno para los que se apellidan liberales, po-
nerse al lado de Robespierre, de Danton y Marat,
de los girondinos y jacobinos; sino más bien de Gui-
zct, Odilón - Barrot, Tocqueville, Laboulaye, Thiers,
Julio Simón, Royer-Collard y demás personajes de
la evolución sensata en la misma Francia.
Y en verdad que ya no es plausible defender,
después que ha hecho la luz sobre la Revolución
francesa una crítica elevada, "esa locura furiosa",
al decir de Tocqueville; "ese escándalo de la razón
humana", como la apellida La Harpe; "esa Repúbli-
ca, que no ha sido más que una detestable tiranía",
según Laboulaye; "esa política opresora a tal pun-
to que, de todas las tiranías, ella sola ha conserva-
do en la historia el nombre que conviene a las tira-
nías, y sfe ha llamado el terror", como observa Julio
Simón; "esa revolución que, verificada por un dés-
pota, habría dejado tal vez menos mal dispuesta a
la Francia para llegar a ser algún día una nación
libre", como advierte el citado Tocqueville. Y por
fin, el libre pensador Royer - Collard da la razón del
MEMORANDUM APOLOGETICO
113
fracaso cruel y despótico de ese acontecimiento, de-
clarando que: "la Revolución francesa ha sido im-
pía hasta el fanatismo, hasta la crueldad ; y este cri-
men, sobre todo, es lo que la ha perdido."
Invocar, por tanto, la adhesión a la revolución
francesa para atacar a la Iglesia católica en nuestra
República, es inspirarse en el fanatismo impío que
constituyó el crimen de aquella revolución y la hizo
fracasar.
Y no puede afirmarse con verdad que las gran-
des reformas y libertades políticas y civiles que cons-
tituyen la gloria del gobierno representativo y de la
democracia moderna non fruto de la revolución fran-
cesa, pues son resultado del cristianismo en su evolu-
ción al través de los siglos; del cristianismo, cuya
manifestación constituye la sociedad moderna; mien-
tras la revolución francesa fué un incidente desgracia-
do, engendro del espíritu de incredulidad.
No; esas grandes conquistas no le pertenecen
porque son hijas del cristianismo, como lo demuestra
el hecho de que años antes las había proclamado la
revolución americana, y el de estar ya consignadas
en las Actas de los Estados Generales del 5 de Mayo
de 1789 ; mientras el 2 de Noviembre del mismo 1789,
fué la data de la explosión de la demagogia impía y
tiránica que produjo la República, la Convención y el
Terror y constituye el hecho más nefasto de la histo-
ria.
Y para que no se crea que juzgamos con criterio
parcial, haremos una breve demostración basada en
autores notables del libre pensamiento.
Así, basándonos en la autoridad de Edgar-Quinet,
debemos distinguir dos 89 : el que era resultado de la
? — Editorial
114
MEMORANDUM APOLOGETICO
evolución cristiana, cuyos principios y reformas que-
daren consignados en las Actas de los Estados Gene-
rale;, y el 89 convertido en revolución, inspirado en
las absurdas teorías del Contrato Social de Rousseau
y en las impiedades del volterianismo, explosión horri-
ble del espíritu de incredulidad y de la más cruel de-
magogia.
«Cuando vuelvo a leer, dice Edgar-Quinet, las
Actas de los Estados Generales del 89. . . desearía
que se hiciese una nueva colección de esos votos. Si
alguna vez se suscitara una regeneración verdadera,
sería preciso principiar por esos monumentos, que de-
bieran consitituír el manual de todo amigo de la li-
bertad.»
Y ¿por qué hace esta afirmación Edgar-Qui-
net? Para demostrar que todas las conquistas y
grandes principios del régimen de libertad política
y civil, no tenían necesidad, para ser implantados,
ni de la República, ni de la Convención, ni de la san-
ción de la guillotina, esto es, de la Revolución fran-
cesa.
«Todas las libertades políticas, continúa dicien-
do, gobierno constitucional, leyes hechas por la na-
ción, la nación sola votando el impuesto, descentra-
lización y libertades municipales; todas las liberta-
des civiles; la igualdad de todos ante la ley, la uni-
dad de la legislación, la libertad de defensa, la publi-
cidad en los tribunales, la mitigación en las penas,
la admisión de todos a los empleos públicos, la li-
bertad religiosa: no hay uno solo de los nuevos
principios que no se halle, casi en los miamos tér-
minos, establecido allí. . .»
Pero más explícito es el historiador de la civi-
MEMORANDUM APOLOGETICO
115
lización moderna, Mr. Guizot: "Todo lo que hay de
verdadero y de bueno en los principios de la Revo-
lución france?<a es cristiano y ha sido proclamado
por el cristianismo; y éste condena y rechaza ex-
presamente todo lo que tienen de falso y de funesto.
Y no solamente en esta terrible confusión (la revo-
lución moderna) el cristianismo proclama el bien
y condena el mal en principio, sino que él solo tie-
ne de hecho la autoridad y la fuerza necesarias pa-
ra dominar el mal sin que el bien perezca también
en la lucha."
Así, pues, no es de extrañar que la crítica sen-
sata repruebe la Revolución francesa como un en-
gendro monstruoso del Contrato Social de Rousseau,
que es el código de todas las tiranías, en oposición
al Evangelio, código de todas las libertades santas y
legítimas, al decir de un ilustre pensador. Más aún:
en la Revolución francesa no puede defenderse si-
quiera la tan ponderada Convención. Oiganse, si no,
las palabras del eminente publicista Laboulaye: "La
historia es la salvaguardia de las nuevas generacio-
nes; condenando el crimen y la violencia en el pa-
sado, anatematizando los verdugos que no existen,
es como el historiador asegura el triunfo de la justi-
cia y de la libertad. Así la Convención no merece
que se lá excuse; su filosofía, para hablar con J.
Simón, no fué nunca más que una palabra y una
trampa. Esta asamblea fué despótica, injusta, san-
guinaria; ella abrumó a la Francia bajo la peor for-
ma de tiranía, la tiranía impuesta por las muche-
dumbres, aceptada por el miedo. . . Si queremos des-
prender de la libertad los horrores que en su nombre
se han cometido, debemos condenar la Convención
116
MEMORANDUM APOLOGETICO
con una justicia inflexible; toda flaqueza a este
respecto da armas contra nosotros.
Por honor, puesj, de la civilización y de las li-
bres instituciones no es dable defender esa locura
furiosa e impía y menos podrá ser modelo ni garan-
tía de las instituciones y conquistas de la spciedad
moderna, como quiera que, con suma erudición y
sensatez filosófica, ha demostrado Tocqueville, ese
crítico colosal de las instituciones democráticas,
que el despotismo es el único que puede vivir sin
religión; pero que sin la fe religiosa no podrá jamás
existir la libertad como lo demostró la misma re-
volución francesa.
Por consiguiente, al atacar a la Iglesia católi-
ca en nombre de las instituciones políticas y civiles,
se pretende defender e imitar lo que en la famosa
revolución francesa constituye su grja'ni crimen y
lo que la perdió para la libertad y la democracia;
mientras que si qe declara que, al aceptarla, sólo
se pretende defender los principios y las institu-
ciones democráticas, entonces' debe recordarse que
lo que tienen de verdadero y de bueno es cristiano,
y ha sido proclamado por el cristianismo sin nece-
sidad de las crueldades e impiedad de la revolución
francesa. . .
Hemos querido ofrecer estas páginas a los espí-
ritus que de buena fe anhelan la verdad y el bien
social. Si en ellas hemos prodigado las citas de escri-
tores más o menos separados del gremio de la Igle-
sia, lo hemos hecho, no tanto para los fieles, que
no las necesitan, cuanto para dar mayor eficacia
a nuestra palabra ante nuestros conciudadanos
no-creyentes, que también son objeto, y objeto muy
MEMORANDUM APOLOGETICO
117
especial, de nuestra solicitud y de nuestros constan-
tes afanes, pues sabe Dios que de corazón nos inte-
resamos grandemente por ellos.
Quiera el Señor dar a nuestra voz la mayor
eficacia para que ella pueda llevar la verdad a las
inteligencias extraviadas. Quiera El en su miseri-
cordia imprimir a nuestra palabra el carácter de
buena nueva para los corazones que tanto la necesi-
tan.
Hemos creído también que éste era el medio
más eficaz de contribuir a la vindicación, no sólo
de la Iglesia católica, sino también del Gobierno y
de la H. Asamblea Nacional, que la han protegido
con la sanción de la nueva ley, y que han sido, por
esa causa, objeto de acusaciones injustas y apasio-
nadas.
Sea, pues, este opúsculo apologético simiente de
doctrina, que espera/mos en Dios, fructificará en los
hombres de buena fe, al par que tributo rendido a
los de buena voluntad por el último Obispo de Mon-
tevideo.
+ MARIANO SOLER
Bibliografía de Monseñor Soler
OBRAS PUBLICADAS
De los escritos de Monseñor Soler, se da noticia
cronológica, pero solamente de los que han tomado
forma de libro.
El tamaño es en milímetros. El año precede al
título.
1875 — Discurso inaugural del Templo del Reducto. —
16 págs., 230 x 150.
1876 — Programa de los exámenes públicos del Liceo
Universitario. — 40 págs., 240 x 160.
1877 — Ensayos de una pluma (artículos y discursos) .
188 págs., 190 x 130.
1877 — Apuntes para la historia de Améiica. — 72
págs., 130 x 120.
1878 — El Génesis y la Geología (Controversia con el
Dr. Manuel B. Otero) . — 162 págs., 185 x 125.
1878 — Oración fúnebre en honor del inmortal Pío
Nono. — 24 págs., 240 x 160.
1878 — El catolicismo, la civilización y el progreso. —
32 págs., 165 x 110.
120
LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER
1879 (?) — Programa de los exámenes públicos del
Liceo Universitario (Universidad libre). —
144 págs., 235 x 150.
1879 — La gran cuestión en páginas de la historia. —
102 págs., 215 x 135.
1880 — Racionalismo y Catolicismo (Conferencias dis-
cutidas en el Club Católico). — 104 págs.,
175 x 115.
1880 — El problema de la educación en sus relaciones
con la religión, el derecho y la libertad de
enseñanza. — 76 págs., 185 x 130.
1880— La Iglesia y el Estado. — 32 págs., 185 x 130.
1880 — Programa de los exámenes públicos del Liceo
Universitario. — 124 págs., 240 x 150.
1880 — El darwinismo ante la Filosofía de la natu-
raleza. — 62 págr,., 180 x 130.
1880 — Ensayo de paralelo entre el catolicismo y el
protestantismo. — 190 págs., 185 x 130.
1880 — El apostolado de la prensa. — 62 págs., 215
x 135.
1881 — Catecismo diocesano (Exposición apologética
y catequista). — 68 págs., 160 x 115.
1881 — Refutación-protesta a las erróneas apreciacio-
nes del Inspector de I. P. sobre la enseñanza
religiosa. — 76 págs., 185 x 135.
1881 — La masonería universal ante la religión y la
moral y la dignidad humana. — 30 págs., 180
x 130.
1881 — Oraciones fúnebres (cuatro sobre Monseñor
Jacinto Vera). — 32 págs., 210 x 135.
1883 — Suplemento de Trigonometría esférica. — 8
págs., 240 x 160.
1883 — Crítica al darwinismo bajo el aspecto de las
ciencias experimentales y de la filosofía de
IA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER
121
la naturaleza. (Editada para la Universidad
libre de Montevideo) . — 36 págs., 240 x 160.
18S3 — Los católicos y la "Sociedad Amigos de la
Educación Popular". — 32 págs., 155 x 115.
1883 — La propaganda irreligiosa y actitud que de-
ben asumir los católicos. — 18 págs., 160 x 115.
1883 — Imputaciones y sofismas contra la Iglesia Ca-
tólica. — 20 págs., 160 x 115.
1S84 — Católicos y macones (La Masonería y el Ca-
tolicismo) . — 382 págs., 185 x 125.
1885 — Memoria de la Sociedad Ciencias y Artes, con
tes antecedentes sobre el Observatorio Nacio-
nal. — 80 págs., 240 x 150.
1887 — Memorial sobre el gran Instituto eclesiástico
de la América Latina. — 20 págs., 230 x 150.
1887 — América Precolombiana. — 342 págs., 185 x 125.
1888 — Memorial a los alumnos del Colegio Pío Latino
Americano. — 40 págs., 230 x 150.
1888 — Memorias de un viaje por ambos mundos. —
(2 volúmenes). — 370 -|- 324 págs., 230 x 145.
1889 — Las órdenes monásticas y religiosas (según el
plan de Ed. Ducpetiaux). — 256 págs., 170 por
120.
1889 — Las ruinas de Palmira. — 194 páginas. 235
x 155.
1890 — La sociedad moderna y el porvenir en sus re-
laciones con la Iglesia y la Revolución. 2 vo-
lúmenes!' 400 -|- IV y 444 -|- IV páginas,
185 x 140.
1890 — La mujer católica, por Livia Bianchetti. Edi-
ción corregida y aumentada) por M. Soler. —
300 páginas -\- XIV páginas, 170 por 110.
1890— Hiperdulía. — X J- 310 páginas, 165 por 110.
122 LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER
1890 — Las obras de la Propagación de la Fe y de la
Santa Infancia. — 20 páginas, 180 por 115.
1890 — Instrucción sobre la Encíclica "Sapientiae" de
León XIII (Sobre los deberes de los católicos
como ciudadanos). — 62 páginas 195 por 140.
1890 — Teosofía (tratado sobre la filosofía de la re-
ligión). (2 vols. + — 510 + 492 páginas,
180 x 125.
1890 — Ensayo sobre la armonía entre la ciencia y la
fe. (N.9 4 de la "Revista de la Academia Lite-
raria del Uruguay"). — 48 páginas, 240 x 160.
1890 — El matrimonio bajo el aspecto religioso, mo-
ral y social. — 320 páginas, — 185 x 120. Se
hizo tirada aparte del capítulo: "breve ins-
trucción sobre el registro del estado civil y el
matrimonio cristiano."
1891 — Carta pastoral del día de su consagración epis-
copal en Roma. — 16 páginas 240 x 160.
1892 — El reino de la Cruz, sus triunfos y esperan-
zas. — 52 páginas, 175 x 105.
1892 — Instrucción popular sobre el Registro del esta-
do civil y los deberes religiosos. — 18 páginas,
175 x 105.
1892 — Pastoral eucarístico - apologética con ocasión
del 4.9 centenario del descubrimiento de Amé-
rica. — 68 páginas, 155 x 100.
1892 — La divinidad de Jesucristo. — 46 páginas,
155 x 100.
1892— El Jubileo episcopal de León XIII — 32 pági-
nas, 155 x 100,
1892 — Instrucción popular sobre el Registro de esta-
do civil. — 16 páginas, 175 x 115.
LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER
123
1892 — La adoración perpetua. — 16 páginas, 165 x
115
1893 — La Adoración perpetua del Santísimo Sacra-
mento. — 46 páginas, 155 x 100.
1893 — Memorial presentado al Presidente de la Re-
pública doctor Julio Herrera y Obes. — (Re-
laciones armónicas entre la Iglesia y el Esta-
do) . — 23 páginas, 240 x 160.
1893 — Viaje bíblico por Asiría y Caldea. — 450 págs.,
240 x 155.
1894 — Pastoral del primer Congreso Eucarístico de
Montevideo. — 44 páginas, 155 x 100.
1894 — La caridad cristiana y sus obras ante la fi-
lantropía. — 196 páginas, 185 x 130.
1894 — Al venerable Clero Secular sobre una impor-
tante institución eclesiástica. — 36 páginas,
185 x 125.
1894 — La obra de la propagación de la Fe. 34 págs.,
160 x 105.
1894 — Las Conferencias de San Vicente de Paul. —
36 páginas, 155 x 105.
1895 — La cuestión social. — XXII más 226 páginas,
185 x 130.
1895 — Peregrinación al Santuario de Nuestra Seño-
ra de Luján. — 16 páginas, 240 x 160.
1895 — Apología popular de la Religión Católica. De-
clarada texto de la Diócesis por el primer Con-
greso Catequístico de Montevideo. — 312 págs.,
165 x 115.
1895 — El Cristianismo (Síntesis histórico - filosó-
fica). — 88 páginas, 155 x 100.
1895 — La significación del templo católico (con mo-
tivo de la inauguración de la nueva Iglesia
124
LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER
de Maldonado) . — 24 páginas, 150 x 100.
1895— El Pontificado y la unidad italiana. — 32
páginas, 155 x 100.
1895 — Regla fundamental del Instituto eclesiásti-
co. — 20 páginas, 185 xl25.
1895 — El apostolado de la buena pren?,a. — 16 págs.,
160 x 100.
1896 — Constituciones diocesanas. — 188 páginas,
235 x 175.
1896 — La obra de la Propagación de la Fe. — 36
páginas, 160 x 110.
1896— El suicidio. — 36 páginas, 150 x 100.
1896 — La educación. — 40 páginas, 155 x 100.
1896 — La organización jerárquica de la Iglesia Na-
cional. — 90 páginas, 185 x 125.
18Í/6 — Las moradas del Cielo en la tierra. — 166
páginas, 170 x 110.
1896 — Las órdenes religiosas. — (A la memoria del
V. Obispo Monr. Gianelli). — 40 páginas,
155 x 105.
1897 — Viaje por los países bíblicos. — 324 páginas,
235 x 155.
1898 — El espíritu nuevo. La Iglesia y el siglo. — XX
+ 224 páginas, 185 x 125.
1898 — La vitalidad divina del Cristianismo. — 50
páginas, 170 x 110.
1898 — Edicto sacro estableciendo un santuario Euca-
rístico. — 4 páginas, 240 x 160.
1898 — La cripta-santuario del Señor de la Pacien-
cia. — 12 páginas, 155 x 110.
1899 — El Pontificado en la Iglesia. — Obra magna
del Redentor. Sus vicisitudes y porvenir. —
130 páginas, 185 x 140.
LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLEÜ
125
1899 — Homenaje a Jesucristo Redentor. — 100 págs.
160 x 100.
1900 — La invicta energía del cristianismo. — 152
páginas, 185 x 130.
1900 — El estado actual de la Iglesia en el mundo. —
32 páginas, 170 x 110.
1901 — Preces y rogativas. — 24 páginas, 155 x 100.
1901 — El Apostolado seglar. — (Con un apéndice sobre
el anticlericalismo). — 58 páginas, 160 x 100.
1901 — Preces por la Patria con ocasión del aniversa-
rio de su independencia. — 24 págs., 160 x 100.
1901 — Consideraciones sobre la crisis religioso-social
contemporánea. — 126 páginas, 185 x 125.
lí/01 — La gran obra de la propagación de la Fe. —
36 páginas, 185 x 120.
1901— El legado del siglo XIX. — Témores y espe-
ranzas, respecto de la sociedad moderna. —
140 páginas, 185 x 130.
1902 — Apología del Pontificado. — Homenaje a S. S.
León XIII, con ocasión de su jubileo pontifi-
cio. — 234 páginas, 185 x 140.
1902 — Carta del doctor Juan Zorrilla de San Martín
sobre la buena prensa. — 16 págs., 155 x 100.
1902 — Pastoral publicando la Encíclica de León XIII
en el 25.' año de su pontificado. — 16 + 32
páginas, 155 x 95.
1902 — Por qué no podemos ser protestantes. — 62
páginas, 135 x 90.
1902— Exposición Mística del Cántico de los Cánti-
cos. — 54 páginas, 180 x 120.
1902— El divorcio absoluto. — 100 págs., 180 x 115.
1902— Catolicismo y protestantismo XXXII + 336
páginas, 185 x 130.
12Q LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER
1902 — La Venerable Orden Tercera Franciscana. —
28 páginas, 145 x 100.
1903— La Sociedad de San Vicente de Paul. — 32
páginas, 155 x 100.
1903 — El jubileo pontificio de León XIII. — 56 págs.,
135 x 90.
1903— La divina Eucaristía. — 26 págs., 170 x 110.
1904 — La vida de la Iglesia y la época contemporá-
nea. — 116 páginas, 155 x 105.
1904 — Las persecuciones y los triunfos de la Igle-
sia. — 104 páginas, 160 x 105.
1904 — Pastoral por la cesación de la guerra civil y
por los caídos en ella. — 50 páginas, 235 x 90.
1904 — Jubileo de la Inmaculada Concepción. — 46
páginas, 160 x 100.
1904 — Apología del culto de la Santísima Virgen. —
392 + IV páginas, 185 x 125.
1905 — La divinidad de Jesucristo. — 92 páginas,
180 x 110.
1905 — Memorándum confidencial (al venerable Cle-
ro secular y regular). — 20 págs., 175 x 105.
1905— La Iglesia y la Civilización. LXXX + 290
páginas, 185 x 140.
1905 — Alocución nupcial al bendecir el matrimonio
de los esposos D. Raúl Montero Bustamante
y María Zorrilla de San Martín. — 14 págs.,
— 185 x 120. — Tirada de 12 ejemplares.
1905— El divorcio. — 80 páginas, 135 x 90.
1905 — Acerca de la enseñanza del Catecismo. — 20
páginas, 185 x 115.
1906 — Circular sobre la formación del tesoro de la
Unión Católica. — 10 páginas, 170 x 100.
LA BIBLIOGRAFIA DE MONS. SOLER 127
Ü06 — Defensa de las órdenes religiosas. — Pastoral.
— 48 páginas, 170 x 100.
1906 — Reflexiones sobre la propaganda anticleri-
cal. — 200 páginas, 175 x 105.
1906 — A los católicos. — (Discurso). — 8 páginas,
240 x 160.
1906— Horttis Conclusus. — 22 páginas, 185 x 120.
1906 — El deber de la hora presente. — 32 páginas,
185 x 125.
1906 — Hortus Conclusus. — El Huerto de María. —
230 páginas, 185 x 120.
1907 — Instrucción pastoral con ocasión de la ley so-
bre divorcio. — 40 páginas, 175 x 105.
1907 — Peregrinación a Roma y Tierra Santa. — 66
páginas, 160 x 100.
1907 — Instrucción sobre la obligación de contribuir
al sostenimiento del culto. — 20 páginas, 1.a
edic. ; 16 páginas, 2.a edic. 185 x 120.
1908 — Situación e influencia de la Iglesia y del Pon-
tificado en los tiempos presentes. — 98 págs.,
160 x 100.
Compuso esta bibliografía, el Director de la Sección Bi-
bliotecas dé la F. J. C. U., Don Arturo E. Xalambrí.
Montevideo, Mayo 18 de 1935
NIHIL 03STAT
GERMAN VIDAL
Censor Eclesiástico
PUEDE IMPRIMIRSE
ANTONIO S. ARDOINO Vic. Gen.
Montevideo. Mayo 15 de 1935
NIHIL OBSTAT
P. FERNANDO FAGALDJS
Censor ad hoc
Mayo 14 de 1935
PUEDE IMPRIMIRSE
P. LUIS VAULA
Inspector
Mayo 20 de 1935
PROTESTACION
El autor, de acuerdo con las prescripciones ca-
nónicas, declara que en la calificación de las perso-
nas y de los actos no quiere anticiparse al juicio de
la Santa Madre Iglesia, cuyo hijo sumiso es y anhela
ser hasta la muerte.
INDICE
TERCERA PARTE
Tercer Obispe y Primer Arzobispo de Montevideo.
El fondo del cuadro 3
El Gobernador, sede vacante 6
El tercer Obispo de Montevideo 7
El misionero 9
El maestro de la ciencia de la salvación 10
Todo para todos 18
El Arzobispo de la juvtentud 19
La prensa 27
La patria *. 27
El Papa 28
Formador del Clero , 29
Interés por los fieles difuntos 30
Hortus coríclusus 30
El Concilio Plenario Latino-Americano 41
El creador del Arzobispado 48
Mientras ruge la persecución 52
La mujer católica 54
Renuncia al Arzobispado 55
Esta no es la vida 57
Un retrato de mano maestra Q8
Ultima verba 73
MEMORANDUM APOLOGETICO. — Sobre la organi-
zación jerárquica de la Igle,sia Nacional 75
BIBLIOGRAFIA DE MONSEÑOR SOLER. — Obras
publicadas 119
EDICORIALDONBOSCO
BIBLIOTECA URUGUAYA DE AUTORES CATOLICOS
JORIS - KARL HUYSMANS — de la Academia Francesa.
Don Bosco. — Bosquejo Biográfico. Traducción del
Pbro. Dr. José María Vidal, (Salesiano).
P. Dr. JOSE MARIA VIDAL, (Salesiano). — La Madre
de un Santo, (Margarita Occhiena de Bosco). Sem-
blanza.
Dr. CARLOS D'ESPINEY. — Un haz de anécdota» de San
Juan Bosco. (Extracto de la obra Don Bosco, del
mismo autor).
Pbro. MARTIN HECTOR TASENDE. — Conferencias.
RAUL MONTERO BUSTAMANTE. — Detrás de los An-
des. — (Notas de viaje).
P. Dr. ANTONIO MARIA DE MONTEVIDEO. — Hacia
El. . . — Introducción a la vida de Cristo. Conferencias.
P. Dr. JOSE MARIA VIDAL, (Salesiano). — El Primer Ar-
zobispo de Montevideo, (Dr. D. Mariano Soler). Sem-
blanza. Tomo 1.*.
P. Dr. JOSE MARIA VIDAL, (Salesiano). — El Primer Ar-
zobispo de Montevideo, (Dr. D. Mariano Soler). Sem-
blanza. Tomo 2." y último.
JOSE MARIA ESPASANDIN. — El sueño de muchos. Co-
media en un acto.
Dsl mismo Autor. — Por la tarjeta. Saínete en un acto,
Del mismo Autor. — Una broma de carnaval. Paso de comedia.
PIERRE ET PAUL. -- El billete de lotería. Comedia en
cinco cuadros, tradtídda del italiano, por el i?. Ar-
turo Mossman Groas, S. S.
E. UGUCCIONI. — "Tarde o temprano..." Comedia en 2
actos. "En la antesala úe un Santo". Comedia en 1
acto. Traducidas del italiano por el P. José María
Obsrti, S. S.
OBRAS PUBLICADAS
SECCION TEATRAL
EN PRENSA
En venta en todas las Librerías y en las Casas Salesianas
5487CD 266.
92-Q7-QS 3? IB» mc i7
1012 01312 0334