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Full text of "El príncipe casto : zarzuela cómica en un acto, dividido en seis cuadros, original"

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ARNICHES  •  GARCÍA  ALVAREZ  •  VALVFRDF 


n  o  k  ! 


EL  PRÍNCIPE  CASTO 

ZARZUELA     CÓMICA 

RN  l'N  ACTO.  DIVIDIDO  KN  SKIS  CUADROS,  OUKJINAI. 


^ 


PO 


Copyright,  by  Arruches  y  Sarcia  Hluarez,  1<M2 

MADRID 
8ft  el  S  i)  a  D    i)  !■:    a  v  T  0  R  K  8    E*PA.S  «'  »««  b 


Calle  Je  Núñez  de  Balbua,  18 

1912 

1 


EL   PRÍNCIPE   CASTO 


E^ta  obra  es  propiedad  de  su  autor,  y  nadie  podrá,  sin  su 
permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en  España  ni  en  los 
países  con  los  cuales  se  hayan  celebrado,  ó  se  celebren  en 
adelante,  tratados  internacionales    de  propiedad   literaria. 

El  autor  se  reserva  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  de 
Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente  de 
conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y  del  cobro 
de  los  derechos  de  propiedad. 

Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


Droits  de  représentation,  de  traduction  et  de  reproduction 
reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris  la  Suéde,  la  Norvége 
et  la  Hollande. 


EL  PRÍNCIPE  CASTO 

ZARZUELA     CÓMICA 

EN  TX  ACTO.  DIVIDIDO  EN  SEIS   CUADROS 
ORIGINAL  LIBRO  ¥  MÚSICA  DE  Los 

SRE5.   ARNICHES,   GARCÍA   ALVAREZ 


QUINITO     VALVERDE 


Estrenada  con  éxito  extraordinario  en  el  TEATRO  DE  APOLO  de  Madrid, 
la   noche  del   14  de  Febrero  de  1912. 


crmwro 


MADRID 

MPRENTA  DE  "NUEVO  MUNDO",  LARRA    h 
Teléfono  námero  2475 

1912 


REPARTO 


CUADRO  l'RIMERO 

ANITA Sima.  Pérez. 

LUCIA Isaura. 

CAST< ! Sr.      Mon<  ajto. 


CUADRO  SEGUNDO 

casto Br.      Moncayo. 

KOC Medina. 

Dos  lacayos. 


CUADRO  TERCERO 

ANITA Srta.  Pérez. 

TZINGANA  1.a ..  Isaika. 

2.a Sha.  La  Hera. 

3.a Sima.  MOREU. 

4.¡i ..  Domínguez. 

LUISA ..  Yerves. 

COR1NA VlLLAGRASA. 

BOBY Cortés. 

CASTO se.  Moncayo. 

EL  CONDE  DE  BOLSTE1N.  .         ..  Crespo. 

MISTER  YELIN Videgain. 

FEDERICO Mihura. 

TZ1NGANO  1." Carrión. 

■_'." ..  Povedano. 

3.° ,.  Gotós. 

4." Roldan. 

DIRECTOR  DE  LA  TROUPE.  Sánchez. 

Señoras,  caballeros,  criados  del  Casino. 


607337 


CUADRO  CUARTO 

AXITA • Sima.  Pérez. 

UNA  DONCELLA „      Carceller. 

CASTO Sr.      Moncayo. 

EL  CONDE  DE  HOLSTEÍN.  .         „        Crespo. 
MISTER  YELIN „        Videgain. 


CUADRO  QUINTO 

CASTO Sr.      Moncayo. 

MISTER  YELIN „        Videgain. 

KOC „        Medina. 

CUADRO  SEXTO 

ANITA Srta.  Pérez. 

UNA  PIAMONTESA Isaura. 

AMIGA  1.a „      Cortés. 

2.a „         VlLLAGRASA. 

CASTO Si?.  Moncayo. 

MISTER  YELIN „  Videgain. 

UN  PIAMONTKS „  Carrión. 

CARACUL „  Sotillo. 

UN  CAMARERO „  Perucho. 

AMIGQ  l.o }  Llainas. 

UN  CONCURRENTE Corao. 

Concurrentes  de  ambos  sexos.  Piamonteses,  piamontesas, 
tzínganes. 

La  acción  en  los  Cuadros  1.°  y  2.°,  en  Madrid;  3.°,  4.°  y  5.°,  en 
Trowille,  y  el  6.°,  en  una  ciudad  francesa.  Época  actual.  Derecha 
é  izquierda  del  lado  del  actor. 


Decorado  de  Matínez  Garí.— Sastrería  de  la  casa  Vila. 


CUADRO  FRI/AEKO 


Cuarto  de  bañarse,  elegantísimo.  En  la  pared  del  fondo,  á  la  de- 
recha un  baño  vestido  exteriormente  de  encajes;-hacia  el  centro,  un 
tocador.  Entre  ambas  cosas,  un  biombo,  perpendicular  al  proscenio. 
En  el  toro  izquierda,  una  ventana  practicable,  con  vidrieras  moder- 
nistas de  colores.  Forillo  de  otras  cosas.  En  la  lateral  derecha,  una 
puerta  y  en  la  izquierda  otra.  Sillería  inglesa,  blanca;  mesa  en  pri- 
mer término  izquierda,  con  espejo,  timbre  de  mano,  periódicos  ilus- 
trados, etc.  Pegado  á  la  pared,  un  sofá  de  la  misma  sillería.  Cortina- 
jes qué  hagan  juego  con  el  tono  de  la  decoración,  así  como  todos 
los  demás  detalles  de  baño,  biombo,  etc.  Toallero  niquelado  entre 
el  baño  y  la  decoración;  esponjero,  alfombrilla  de  coco  o  corcho 
elegante.  Alfombra  agrisada,  clara,  que  ya  queda  puesta  para  toda 
ia  obra  Sobre  el  tocador,  violeteros,  esencias,  frascos,  pomadas, 
varios  perfumadores-dos  de  ellos  con  líquido  y  que  funcionen 
bien— polvera,  peines,  cepillos,  lodo  elegante  y  de  un  gusto  refina- 
do Es  de  día.  Para  que  esta  decoración  tenga  las  dimensiones  mas 
ajustadas  á  la  realidad,  debe  reducirse  la  embocadura  del  escenario 
todo  lo  posible. 

ESCENA  PRIMERA 

Al  levantarse  el  telón,  se  oye  en  la  orquesta  un  wals  elegante.  LU- 
CIA doncella  de  la  casa,  sale  por  la  izquierda  con  toallas  rusas, 
un  escobillón  v  un  termómetro  de  agua.  Prepara  la  ropa,  colo- 
cando cada  cosa  en  su  sitio:  el  toallero,  una  silla  y  la  alfombrilla 
para  los  pies;  luego  limpia  el  baño  con  el  escobillón,  dejando  co- 
rrer los  dos  grifos  de  agua  lo  suficiente  para  dar  la  impresión  de 
la  realidad;  después  se  dirige  á  cerrar  la  ventana,  lo  cual  ejecuta 
rápidamente  y  con  un  gesto  de  contrariedad  mientras  dice: 

¡Jesús!  ¡Ya  podía  bañarse  el  vrecinócon  La  ven- 
tana un  poco  más  cerrada! 

Y  hace  mutis  por  la  derecha,  llevándose  el  escobillón.  Termina 
la  música. 


ESCENA  II 


CASTO.  Luego  LUCIA 


CASTO  (Sujeto  que  representa  de  treinta  y  cinco  á  cuarenta  años 
y  que  viste  con  el  descuido  y  la  pobreza  de  un  hombre 
derrotado,  asoma  cautelosamente  la  cabeza  por  entre  los 
cortinajes  de  la  puerta  de  la  izquierda.  Habla  resuelta- 
mente.) ¿Se  puede  entrar?  (Asomándose  mas.)  ¿Se 
puede  entrar?  (Entrando.)  Se  puede  entrar  im- 
punemente, porque  no  hay  nadie.  Me  dijo 
Anita  que  encontraría  aquí  á  la  doncella... 
(Mira  por  todas  partes.)  V  no  la  encuentro.  (Con  ad- 
miración.) ¡Qué  lujo!...  ¡Qué  confort!..-.  ¡Tibio, 
perfumado,  elegante!...  ¡Oh,  qué  cuarto  de  ba- 
ño!... ¡Viéndose  aquí,  da  gana...  da  gana  de  pe- 
dir dinero  sobre  estos  muebles!  ¡Oh,  suntuosí- 
simos! La  verdad  es  que  con  mi  indumentaria 
debo  desentonar  de  una  manera  lamentable 
en  este  íntimo  y  delicioso  rincón  de  una  mu- 
jer exquisita!  (Huele.)  ¡Qué  perfume  tan  sutil! 
Debe  ser  de  este  pulverizador.  (Coge  uno  de  los 
del  tocador.)  ¡Me  voy  á  espurrear!  (Se  quita  el  som- 
brero, que  deja  sobre  una  silla,  y  se  echa  perfume.)  ¡Qué 
deleite!  ¡Qué  voluptuosidad!  ¡Qué  frescura! 
¡Qué  frescura...  la  mía,  pero  quién  se  resiste  á... 

LUCÍA  (Entrando  por  la  derecha;  con  sorpresa.)  (¡Un  hombre 
aquí!)  ¡Caballero! 

Casto  (Al  veila.)  ¡Amable  joven!  (Hace  una  reverencia.)  Us- 
ted perdone,  pero  me  había  permitido  espu- 
rrearme. (Deja  el  pulverizador  sobre  la  mesa  de  la  iz- 
quierda. 

Lucía      (¡Y  (pié  mal  vestido!) 

Casto  (Se  vuelve  á  poner  el  sombrero.)  ¿Usted  es  Lucía,  la 
doncella  de  la  señorita  Ana? 

Lucía  Para  servir  a  usted;  sí,  señor.  Y  usted,  ¿qué 
hace  aquí? 

CASTO  ¿Que  qué  hago  aquí?  (Mira  á  todos  lados  con  miste- 
rio, la  coge  de  la  mano  y  avanza  al  proscenio.)  ¿Esta- 
mos solos? 

Lucía      Sí,  señor. 

Casto     ¿Y  me  pregunta  usted  que  qué  hago  aquí? 

Lucía      Sí,  señor. 


Casto 

Lucía 

Casto 
Lucía 

Casto 


Lucía 
Casto 

Lucía 

Casto 


lo  sé.  Es  más:  ni  me 


Lucía 

Casto 


Lucía 

Casto 


Pues...  (Soltándola)  pues  QO 

lo  imagino. 

Entonces,  ¿.quién  le  ha  dicho  á  usted  qu< 

trara  en  este  cuarto? 

; A 1 1 '  Eso  me  Lo  ha  dicho  tu  señorita. 

¿Ella? 

Ella  misma.  Cuando   vine,   me  abrió 

nes,  pasé  á  la  alcoba  de  tn  señora  v 


en- 


el  Botó- 
me dijo: 


Vete  al  cuarto  de  baño  y  espérame  . 
¿Estaba  levantándose? 

Yo  la  vi  en  la  cama  tomando  chocolate,  jura- 
ría que  con  un  suizo.  No  sé  más  y  aquí  estoy. 
Pero,  ¿«usted  es  amigo  suyo? 
;Amigó  suyo?  ¡Oh!  imagínate:  hemos  nacido 
pared  por  medio  el  mismo  mes  del  mismo 
año.  Crecimos  juntos;  juntos  tomamos  el  mis- 
mo rumbo  en  la  vida:  los  dos  fuimos  cómicos. 
Ella  casó  con  un  galán  joven,  más  joven  que 
galán,  porque  la  daba  cada  paliza  (pie  la  hun- 
día; pero  al  fin,  el  hombre  murió,  porque  no 
siempre  el  que  zurra  prevalece,  y  Anita  huyó 
á  América,  por  si  resultaba  cierto  aquello  de 
la  resurrección  de  los  muertos.  Yo,  yo  me  uní 
á  una  característica  y  también  fui  desgraciado, 
estimable  doncella. 
¿Le  salió  á  usted  mala- 

No,  era  muy  buena;  ¡un  pedazo  de  pan!...  Pero 
hija,  francamente,  pasarse  siete  años  con  un 
pedazo  de  pan,  desnutre;  ya  lo  comprenderás. 
La  abandoné  y  desde  entonces,  yo  siempre 
vago... 

(Mirándolo.)  ¡Ya,  ya' 

No  te  precipites.  Siempre  vago  á  merced  del 
oleaje  de  la  vida.  Unas  veces  la  marea  me 
sube,  otras  me  baja...  Pues  bien;  en  uno  de  es- 
to- trágicos  descensos,  -upe  casualmente  que 
había  llegado  tu  señorita  á  Madrid.  La  escribí 
una  carta  pidiéndole  un  pequeño  auxilio-  vul- 
go sablazo-  y  cuando  yo  esperaba  un  billete 
de  veinticinco  peseta-,'  me  encontré  con  este 
otro  billete  que  trasciende  á  lilas  y  que  dice  á 

la  letra.  Te  lo  voy  á  leer.  (Sicando  una  carta  ele- 
gante v  leyendo.)  Querido  Casto:  Casto,  es  mi 
gracia.  Vente  mañana  á  las  diez.  Tengo  algo 
interesantísimo  que  proponerte.  Después  de 


Lucía 
Casto 


Lucía 
Casto 

Lucía 
Casto 


Lucía 
Casto 

Lucía 

Casto 

Lucía 

Casto 


nuestra  entrevista,  quizá  tu  fortuna  cambie 
para  siempre.  Tuya. — Anita.»  Comprenderás 
mi  sorpresa,  querida  Lucía. 
¡Ya  lo  creo  que  la  comprendo!  ;Y  qué  será? 
¡Ah!,  no  sé;  pero  esta  carta  me  llenó  de  espe- 
ranza. ¡Quién  sabe  si  al  ñn  realizaré  los  sue- 
ños de  grandeza  que  esta  loca  imaginación  ha 
perseguido  inútilmente  por  el  éter!  ¿Tú  sabrás 
lo  que  es  el  éter? 

Eso  que  toma  la  señorita  cuando  se  incomoda. 
Te  has  ido  al  sulfúrico;  yo  me  refería  al  otro: 
al  infinito. 

No  sé  qué  quiere  usted  decir. 
¡Ah,  Lucía!  Tu  cerebro  no  está  constituido 
para  estos  análisis,  pero  en  cambio  tienes  una 
cara,  que  está  constituida  para  volver  loco  á 
un  poste  telegráfico,  exento  de  toda  corriente 
eléctrica.  ¡Oh,  qué  cara!  Permíteme  que  la  per- 
fume. (Cogiendo  el  pulverizador  y  echando  perfume.) 
(Huyendo.)  Estése  usted  quieto. 
Perdóname;  es  que  aprieto  la  pelota  maqui- 
nalmente. 

(Cogiendo  otro  pulverizador.)  Mire  usted  que  le 
echo. 

Échame,  pero  no  me  eches  y  deja  que  yo  te 
pulverice. 

¡Ah!  ¿pero  es  que  quiere  usted  guerra? 
Guerra  franca. 


MÚSICA 

(Todo  el  número  jugueteando  y  echándose  perfume  mutuamente 
cuando  lo  indica  el  cantable.) 


Casto 

Lucía 
Casto 


Ven  aquí, 

sin  temor; 
hazme  niña  ese  favor, 
que  tu  rostro  quiero  perfumar, 
aunque  tiene  olores  de  azahar. 

Quite  usté 

só  bribón 
que  adivino  su  intención. 

Solo  es  mi  deseo 

como  tu  verás 
perfurmarte  nada  más. 


Lucía 

Casto 
Lucía 


Casto 
Lucía 
Casto 


Lucía 

Casto 


Lucía 

Casto 


Lucía 

Casto 
Lucía 
Casto 


Lucía 

Casto 
Lucía 


Pues  si  no  me  toca, 

yo  me  acercaré. 

Eres  un  encanto 

Perfúmeme  usté. 
¡Ay,  Jesús  qué  cosquilleo  hace  el  señor 

con  el  perfumador! 
¡Yo  ignoraba  que  esto  daba  tal  placer! 
A  violetas  y  jazmines  vas  ;í  oler. 
Bueno,  bueno;  deje  usté,  que  bien  está. 

Ven  acá;  ven  acá, 
porque  quiero  que  tu  cuerpo  remonín 
lleve,  niña,  la  fragancia  de  un  jardín. 
Ahora  tú 
ven  aquí 

para  perfumarme  ;í  mí. 
Si  capricho  en  ello  tiene  usté, 
yo  gustosa  le  perfumaré. 
¡Sol  de  Abril! 
anda  ya, 

espurrea  sin  piedad, 

que  viendo  tu  cara 

y  oliendo  á  jazmín, 

pá  qué  quiero  más  festín. 

Estése  usté  quieto. 

No  se  mueva  usté. 

Ya  verás,  chiquilla, 

(pié  quieto  estaré. 
Sigue  haciendo  así,  vidita,  por  favor, 

con  el  perfumador, 
que  el  olor  de  ese  perfume  es  ideal 
y  produce  en  mí  un  efecto  colosal. 
Ya  por  fin  toda  la  esencia  se  gastó. 

(Deja  el  pulverizador.) 

Ven  acá. 
(Huyendo.)  Ahora  no. 
(Dejando  el  suyo.) 
Ahora,  niña,  ese  servicio  pagaré. 

(queriendo  abrazarla.) 
Nada  de  eso. 


Muchas  gracias 


No  hay  de  qué. 


(Escena'  mímica;  ella  huyendo  y  él  persiguiéndola,  y  termina  el  nú- 
mero   abrazándola.) 


ESCENA  III 


Dichos:  Luego  ANITA,  por  la  izquierda. 

HABLADO 

Casto      (Entusiasmado.)    ¡Ay,   Lucía  de    mi    vida,   cuan 

encantadora  eres! 
Lucía     Calle  usted,  que  parece...  (Queda  atenta.) 

AXITA       (Dentro.)   Lucía.    (Llamando.) 

LUCÍA      (A  Casto.)  ¡La  señorita!  (Alto.)  ¡Señorita! 

AnÍTA      (Dentro.)  ¿Ha  entrado  ahí  un  señor? 

Lucía      Sí,  señorita;  aquí  está. 

Casto     (En  voz  alta.)  Aquí  me  tienes,  Anita. 

AxiTA  (Entrando  y  saludando.)  ¡Querido  Casto!  (Viene  con 
toilete  para  baño;  gran  bata  o  salto  de  cama  y  chinelas 
bordadas.) 

Casto     ¡Anita  de  mi  alma! 

Anita  Perdona,  hijo,  que  te  haya  recibido  aquí;  no 
es  lo  más  adecuado,  pero... 

Casto  ¡Quieres  callar¡  ¿Un  cuarto  de  baño  para  mí? 
¡Indicadísimo! 

Anita  Tenía  en  el  gabinete  á  Pepito  Salvilla,  un  tras- 
to. Y  en  el  saloncito  azul,  ya  habrás  visto. 

Casto     Sí,  á  un  señor  respetable. 

Anita  Otro  trasto.  Pues  en  el  comedor  tenía  á  otros 
dos. 

Casto     ¿Y  qué  lias  hecho  con  ellos? 

Anita  He  encargado  al  Botones  que  los  pusiera  en 
la  calle.  Hay  días  aciagos,  en  los  que  me  fasti- 
dian y  me... 

Casto  No  me  digas  nada;  sé  lo  que  son  esas  cosas. 
¡No  puedes  figurarte  las  veces  que  me  han  te- 
nido que  poner  á  mí  también  los  trastos  en 
la  calle! 

Anita  (Riendo.)  Lo  creo.  ¡Pobre  Casto!  En  fin,  siénta- 
te. Lucía:  déjanos  solos. 

Lucía      ¿No  va  á  tomar  ahora  el  baño  la  señorita? 

Anita     Ya  te  avisaré  luego. 

Casto  Oye,  Anita,  por  Dios:  si  tienes  costumbre,  tó- 
male, que  á  mi  no  me  importa. 

Anita  Lo  creo,  pero  me  Interesa  más  lo  que  he  de 
decirte.  (A  Lucía.)  Ya  te  avisaré.  (Vase  Lucía  por  la 
izquierda.) 


ESCENA  IV 


AN1TA.  CASTO,  y  al  final  LUCIA 


ANITA 

Casto 
Anita 
Casto 
Anita 
Casto 
Anita 


Gasto 

Anita 
Casto 

Anita 

Casto 
Anita 


Casto 
Anita 


Casto 
Anita 
Casto 


Bueno,  ya  estamos  solos.  (Se  sientan  á  la  derecha.) 

Y  yo  con  una  impaciencia  devoradora. 
Lo  creo.  ¿Te  habrá  sorprendido  mi  carta? 

Figúrate,  yo  esperaba... 
Tú  esperabas  veinticinco  pesetas. 
Mujer,  sí,  la  verdad. 

Pues  bien, Casto:  hablemos  clara  y  rápidamen- 
te, como  á  mí  me  gusta.  Tú  me  pedías  cinco 
duros  y  yo  te  lie  llamado  para  ofrecerte  una 
fortuna. 

(Se  levanta  de  un  salto.)  ¡Anita!  ¿qué  dices?  ¡Anita! 
¿qué  has  dicho? 

Lo  que  oyes,  Casto.  Si  aceptas  mis  proposi- 
ciones, mañana  serás  rico. 
¡¡Rico!!  Pero  oye,  Anita:  ¿supongo  que  no  te 
burlarás  de  mí?  Eso  que  dices...  (Vuelve  á  sen- 
tarse.) 

Eso  que  digo  es  de  una  realidad  positiva  é  in- 
mediata. Cuestión  de  horas. 
Pero... 

Escucha:  voy  dejando  de  ser  joven  y  para  bri- 
llar en  el  mundo  en  que  vivo,  se  necesita  ó  de 
la  juventud  ó  de  la  astucia. 
Tienes  una  lógica  que  apabullas,  Anita. 
Con  la  juventud,  que  se  va,  mis  éxitos  decre- 
cen; las  ruidosas  aventuras  de  amor  que  sos- 
tenían mi  fama  radiante,  van  escaseando.  Me 
acechan  el  fracaso  y  la  pobreza.  ¿Cómo  dete- 
ner esto?  ¿Qué  podría  devolverme  atractivos 
y  seducciones  que  sometieran  de  nuevo  á  mi 
capricho  la  voluntad  y  el  oro  de  los  hombres? 
Solamente  una  astucia  pensé.  Puse  en  prensa 
mi  imaginación  y  he  dado  con  ella  y  por  eso 
te  he  llamado. 

¿Y  cuál  es  esa  astucia?  ¡Me  intrigas  horrible- 
mente! 

Mira,  Casto:  en  la  mujer,  Los  encantos  juveni- 
les no  tienen  más  substitución  seria  que  una. 
¿Y  cuál  es? 


—  8  - 

Anita  Un  hombre.  Llevar  al  lado  un  hombre.  Pero 
un  hombre  valiente,  ilustre  ó  poderoso. 

Casto     ;.Para  qué? 

Anita  (Con  ironía.)  ¿Y  me  lo  preguntas?  La  mujer  que 
puede  engañar  á  un  hombre  ilustre  y  pode- 
roso, tiene  para  todos  los  demás  hombres  el 
mayor  de  los  atractivos. 

Casto     ¡Oh,  Anita!...  ¡Filosofas  mejor  que  Sófocles! 

Anita  Sí,  Casto,  sí.  Mi  intención  es  llevar  al  lado  un 
hombre  valiente.  ¡Qué  digo  valiente!  Temera- 
rio; ilustre  como  nadie  y  poderoso,  si  cabe, 
triple  que  un  Nabat.  ¡Y  además,  príncipe! 

Casto  Bueno,  y  tú  crees  que  ese  hombre  que  bus- 
cas se  encuentra  ¿hl,  en  la  esquina  de  la  calle 
de  Hortaleza? 

Anita     Lo  he  encontrado. 

Casto     ;Y  es  príncipe? 

Anita      Príncipe. 

Casto     ¿Y  poderoso? 

Anita  ¡No  se  sueña  su  fortuna!  Tiene  innumerables 
palacios,  castillos,  automóviles,  yottes. 

Casto     ¿Y  quién  es  ese? 

Anita     ¿Que  quién  es  ese?  ¡Pues  tú! 

CASTO      ¡¡Yo!!  (Levantándose.) 

Anita     Tú. 

Casto  ¡Yo,  príncipe!...  ¡Yo,  con  palacios!...  ¡Yo,  con 
automóviles!...  ¡Yo,  con  yothL.  Bueno,  esto  es 
una  locura! 

Anita  (Levantándose  también.)  No  es  una  locura.  Y  para 
eso  te  he  llamado,  para  que  representes  ese 
papel.  Dentro  de  dos  días  apareceré  en  el 
mundo  galante  apoyada  en  tu  brazo;  el  brazo 
de  un  príncipe.  Las  mujeres  me  mirarán  con 
envidia,  los  hombres  con  deseo  y  el  conde  de 
Holstein,  se  volverá  loco  por  mí. 

Casto     ¿El  conde  de  Holstein? 

Anita  Ese  es  mi  punto  de  mira.  Necesito  enamorar 
al  conde  de  Holstein:  un  millonario  alemán, 
atrozmente  romántico  y  enamorado  de  todo 
lo  imposible.  Le  conocí  cuando  viajaba  con 
Lord  Rusell,  cuyos  celos  me  hacían  una  forta- 
leza inexpugnable.  Pues  bien:  el  Conde,  loco 
de  amor  ante  mis  dificultades,  pretendió  hasta 
casarse  conmigo. 

Casto     ¡Sí  que  estaría  loco! 


9 

\nit\  Desde  entonces,  ao  ha  dejado  de  escribirme 
ni  un  sol.»  día.  Dice  qne  soy  su  obsesión,  su 
locura...  ¡Figúrate  Lo  que  le  sucederá  ahora 
que  voy  á  presentarme  de  nuevo  ante  él  con 
una  mayor  dificultad:  con  un  príncipe  archi- 
millonario, elegante,  valiente,  celoso... 
casto  Bueno;  pero  para  que  yo  represente  ese  pa- 
pel, hace  falta... 
Ajota      Hace  falta  dinero.  Lo  tengo;  mis  ahorros  son 

suficientes. 
Casto     Pues  triunfaremos;  el  conde  sera  nuestro.  Des- 
cuida: seré- el  príncipe  de  tus  sueños.  Ya  me 
he  compuesto  el  tipo.  Necesito  fondos  para  el 
equipaje. 
Anita     Luego  los  tendrás. 
Casto     ¿Dónde  está  ese  alemán? 
Ajota     En  Tronville,  para  donde  saldremos  pasado 

mañana. 
CASTO     Ni  una" palabra  más. 

Anita      Y  si  vencemos,  Casto,  cuenta  con  una  grati- 
ficación de  doce  mil  duros. 
Casto     ¡Yo  príncipe!...  ¡Yo  con  doce  mú  duros!  ¡Me 
desvanezco!  ¡¡Doce  mil  duros!!  ¿Has  dicho  doce? 
Axita     Sí;  príncipe,  doce. 

Casto     Argumosa,  cuarenta  y  cinco,  tienes  tu  casa. 
Ajota     ¿Conformes? 
Casto     Conformes. 
AXITA      Pues  hasta  luego.  (Toca  el  timbre  que  hay  sobre 

la  mesa.) 
Casto     Hasta  luego. 
LUCÍA      (Apareciendo.)  Señora... 
ANUA      (A  Luisa.)  El  baño.  (A  Casto.)  ¡Principe! 
CASTO      ¡Anita!  (Mutis  á  juicio  del  actor,  ya  posesionado  del 
papel  que  va  á  representar,  dirigiendo  una  mirada  de 
desprecio  á  Lucía,  que  no  sale  de  su  asombro  ante  un 
cambio  tan  brusco.  Anita,  ayudada  por  Lucía  después 
que  cierra  la  puerta,  se  quita  el  deshebilié  y  comienza  a 
descalzarse.  La  orquesta  ataca  al  mutis  de  Casto  y  va 
cayendo  lentamente  el) 


TELÓN  DE  CUADRO 

MÚSICA  EN  LA  ORQUESTA.-MUTAC1ÓN 


CUADRO    SEGUNDO 


Telón  de  calle,  que  representa  el  paseo  de  San  Vicente  á  la 
puerta  de  entrada  á  pie  de  viajeros,  en  la  Estación  del  Norte  de 
Madrid. 


ESCENA    ÚNICA 

CASTO,  elegantemente  vestido:  gabán,  levita  y  sombrero  pampe- 
ro negro,  botines  monóculo,  guantesde  gamuza,  flor  en  el  ojal  y 
bastón,  aparece  seguido  de  Koc,  criado  negro,  que  viste  unifor- 
me y  lleva  en  brazos  un  perro  feísimo,  de  lanas  muy  largas  y  el 
gabán  de  Casto,  y  dos  lacayos,  de  librea,  con  maleías  elegantes. 
Salen  por  la  izquierda, 

Casto     (ai  negro.)  Koc;  cuidado  con  Dik.  (ai  público,  con 
énfasis.) 

Ayer,  para  este  mundo  de  farsas  y  mentiras; 
ayer,  precisamente,  para  este  mundo  vil 
donde  el  engaño  triunfa  y  la  ruindad  impera, 
era  un  átomo  Casto  Gutiérrez  Villamil. 
Ayer,  mis  carnes  míseras  apenas  se  cubrían 
con  un  anciano  traje  del  año  veintidós; 
ayer,  era  un  harapo,  que  erraba  tristemente 
en  pos  de  un  panecillo  ó  de  un  cocido  en  pos. 

Y  en  veinticuatro  horas  que  pasan  cual  relámpagos 
en  una  noche  tétrica  de  horrenda  tempestad; 

en  un  lapso  de  tiempo  tan  sumamente  corto, 
pasó  de  la  miseria  á  la  fastuosidad. 

Y  hoy  soy  para  este  mundo,— perdonad  que  repita 
lo  que  antes  os  he  dicho;— para  este  mundo  ruin, 
un  príncipe  opulento:  ¡el  gran  príncipe  Casto, 


—  11  — 

que  va  con  una  amiga  curándose  el  splin. 
l'n  principe  celoso;  un  principe  iracundo; 

un  héroe  de  la  musa  de]  gran  Walter  Scott, 

que  tiono  preciosísimos  hoteles  y  palacios 

y  montes  y  morenas  y  viaja  siempre  en  //o///. 

r:<¿u»'  dónde  están  los  montos,  en  dónde  los  bóteles 

y  en  dónde  el  principado?  ¡Y  qué  me  importa  á  mi! 

¿Pregúntalo  la  gente?  Pues  si  no  lo  pregúntalo 

¿por  qué  va  á  pasar  uno  la  plaza  do  giW 

¡Finjamos,  pues,  grandezas!  ¡Amores,  pues,  finjamos! 

si  finge  el  potentado,  el  pobre  y  el  burgiu 

¿merece  alguna  pena  quien  nacido  y  famélico 

sencilla  farsa  finge  por  un  par  de  bistés? 

Vivamos,  pues,  la  vida  de  amores  y  placeres, 

que  bien  hartos  estamos  de  una  existencia  ful. 

¡Vivir  entre  grandezas!  Eso  es  vivir,  que  dijo 

no  sé  si  Chopenjagüer  ó  Ja  Rochefocul. 

Y  á  más,  noble  auditorio:  entre  un  príncipe  auténtico. 

príncipe  real  de  estirpe  y  abolengo  ancestral. 

¿qué  diferencia  existe  entre  un  príncipe  de  esos 

y  un  servivor  de  ustedes?  ¡Diferencia  de  un  real! 

A  vivir,  pues,  la  vida  que  la  loca  fortuna 

llamando  á  nuestras  puertas  galante  nos  brindo. 

Riamos  entre  besos  de  labios  incitantes 

y  encienda  nuestra  sangre  la  Viuda  de  Clícó. 

¿Que  al  fln  de  la  fortuna  la  farsa  se  dése  ubre? 

¿Que  en  Niza  ó  Wisbaden  nos  arman  un  belén? 

¿<¿ue  todo  se  deshace?  ¿Que  todo  se  evapora? 

Me  iré  con  dos  punteras,  ¡pero  he  comido  bien! 

Comience  ya  la  farsa.  El  que  ayer  no  era  nada. 

de  su  papel  de  príncipe  posesionado  está. 

¡Sabedlo,  multitudes!...  ¡Hoy  nace  al  mundo  un  príncipe! 

¡Criados  de  Su  Alteza:  el  príncipe  se  va! 

(Vase  por  la  derecha,  seguido  de  los  criados.  M'jsica  en  la  orquesta.) 


.MUTACIÓN  A  OBSCURAS 


CUADRO  TERCERO 


Salón  de  baile  en  el  gran  Casino  de  Tronville,  en  noche  de  fies- 
ta. Decoración  de  rompimientos.  AI  foro,  tres  arcos  grandes  que 
dan  paso  á  una  gran  terraza  con  balaustrada  de  mármol  que  sostie- 
ne varias  farolas  con  globos  de  luces  eléctricas.  Al  fondo,  la  playa 
con  efecto  de  luna.  Mucha  luz  en  toda  la  decoración  que  figura  el 
salón. 

Al  levantarse  el  telón,  aparece  la  escena  llena  de  gente  elegante, 
Las  señoras  trajes  de  soirée  y  grandes  sombreros,  última  moda 
(verano),  y  los  caballeros,  de  frac  smoking  negro.  Varios  grupos 
sentados  en  diferentes  sitios  y  otras  parejas  bailan  á  compás  de  un 
wals  que  toca  la  orquesta.  La  mayoría  de  los  reunidos  llevan  lazos, 
condecoraciones  y  objetos  propios  para  cotillón,  prendidos  en  el 
pecho.  Algunos  de  los  caballeros  visten  uniformes  extranjeros,  sin 
nada  á  la  cabeza,  como  es  natural. 

Entre  los  reunidos  se  encuentran:  Luisa  Corina,  Boby,  el  conde 
de  Holstein,  Mister  Yelín  y  Federico.  Varios  criados,  de  frac,  atien- 
den á  los  personajes.  En  el  salón,  sillas  volantes  de  tapicería,  y  en  'a 
terraza,  sillones  y  sillas  de  Bejuco.  Terminada  la  música  se  sientan 
casi  todos;  otros  discurren  por  el  fondo.  Los  personajes  indicados 
en  la  acotación  forman  un  grupo  á  la  izquierda;  Federico  de  pie,  y 
un  poco  separado  hacia  el  centro,  el  conde  de  Holstein,  en  otra 
silla.  Los  señores  directores  de  escena  se  servirán  ordenar  que  du- 
rante todo  el  cuadro,  haya  movimiento  de  entradas  y  salidas  de  es- 
cena y  cambio  de  sitio  en  el  coro,  con  objeto  de  que  resulte  movi- 
do, pero  sin  que  para  nada  se  interrumpa  el  diálogo. 

Luisa  (Sentándose.)   ¡Oh,  cómo   me   aburre  ya  el 

baile. 
Federico      Bueno,  es  que  pronto  hará  un  mes  que  no 

cambias  de  pareja. 
Luisa  ¡Por  Dios,  no  seas  irónico!  (A  Yelín,  que  es 

algo  sordo.)  ¿Ha  oído  usted,  Mister  Yelín V 
Yelín  Ya  sabe  usted  que  yo  oigo  mal.  ¿Qué  ha 

dicho?  (Este  personaje  habla  con  marcado  acento 

inglés.) 
LUISA  (Hablándole  un  poco   alto   y  siguiendo  ya  en  ese 


\:\ 


tono.)  Que  me  aburre  el  baile,  porque  no 

cambio  de  pareja. 
Yblín  Es  un  motivo  serio. 

Luisa  Y  yo  creo  que  es  porque  ya  voy  siendo 

vieja. 

Yki.ín  ¿Vieja?  Si  no  ha   cumplido   usted  veinti- 

cinco años,  puede  usted  decirlo  sin  peli- 
gro, pero  no  abuse  usted  de  esa  mentira. 

Federico  (En  tono  alto.)  ;Y  usted,  Mister,  no  se  lia 
atrevido  á  declararse  ú  La  princesa  de 
Guibler? 

YelÍN  ¡Olí,  no,  amigo!  Me  lian  dicho  que  su  ma- 

rido la  da  muy  mala  vida,  y  me  figuro 
que  la  pobre  señora  no  estar;!  de  humor 
para  nada. 

Federico  ¡Los  maridos  se  están  poniendo  impo- 
sibles! 

fíni;v  Debéis  declararos  en  huelga  todos  los  su- 

pernumerarios. 

Federico      Puede  ser  una  idea. 

Yeiín  Y  es. 

Corina  (A  todo  el  grupo.)  Oigan  ustedes:  el  que  me 

es  antipático  sobremanera,  es  el  amante 
de  laMary  Vían.  Mirarlo.  (Señalando  hacia  el 
fondo  derecha.) 

Luisa  Parece  un  sinvergüenza. 

Yelín  Y  es. 

BOBY  (Pasando  al  lado  del  Conde,  que  ha  permanecido 

durante  el  diálogo  en  actitud  pensativa,  y  tocándo- 
le en  el  hombro.)  ¡Pero  conde  de  Hólstein, 
estás  tacirtuno!...  ¡No  ríes...  ¿Qué  te  pasaV 

CONDE  (Como  saliendo   rápidamente  de  su  abstracción.) 

Xada,  nada;  no  me  pasa  nada.  (Boby  vuelve 
a  su  sitio.) 

Corina    •      ¿Que  no  te  pasa  nada?  ¡Finges  en  l>alde! 

Federico  (Aliado  del  conde.)  La  reaparición  de  Anita 
Luque  te  ha  trastornado;  confiésalo. 

Conde         .  ¡Por  Dios!  ¡No  Lo  creas!...  Te  aseguro... 

Luisa  Está-  loco  por  ella;  se  te  conoce. 

Federico  Y  que  esta  vez  se  te  presenta  con  mayo- 
res  dificultades  que  la  primera:  con  el 
príncipe  Casto  nádamenos.  ¡El  príncipe 
Casto! 

Yelíx  ¡Oh,  el  príncipe  Casto!  ,E<  un  hombre  que 

trae  una  verdadera  Leyenda! 


14  — 


BOBY  (A  Luisa.)  -.Tú  le  conocías? 

Luisa  Ño  Le  había  oído  nombrar  nunca.  Anoche 

le  vi  por  primera  vez  en  la  sala  de  juego. 
El  y  Anita  hicieron  una  sensación  enor- 
me. El  duque  de  Bolié  se  volvió  loco  por 
ella.  Todos  la  seguían. 
Federico      (Uniéndose  ai  grupo.)    ¡Ésta  verdaderamente 

hermosa! 
Yelín  ¡Oh,  yes! 

Corina  ¡Y  del  príncipe,   me   han   asegurado  que 

es  un  hombre  extraordinario! 
Federico  He  oído  referir  que  es  un  piamontés  de 
fortuna  colosal,  extravagante  y  aventure- 
ro. Creo  que  en  la  India  ha  hecho  atro- 
cidades inauditas.  En  Kapurtala,  se  jugó 
la  mujer  que  llevaba  contra  la  fortuna 
del  Marajá;  la  perdió,  y  como  es  horrible- 
mente celoso,  por  no  abandonarla,  mató 
en  duelo  á  su  adversario.. 
Luisa  ¡Eso  es  un  hombre! 

Corina  ¡A  Anita  la  lleva  verdaderamente  esplén- 

dida!... ¡Cuajada  de  joyas! 
CONDE  (Preocupado.)    ¡Anita'../ ¡¡Anita!! 

Federico  Lo  que  hace  el  príncipe  Casto,  según  me 
han  asegurado,  es  comer  de  un  modo  ho- 
rrible. ¡Todo  el  día  está  comiendo!  Y 
luego,  tiene  un  carácter  originalísmo ; 
pasa  de  la  cólera  á  la  calma  con  una  ra- 
pidez asombrosa.  Anoche,  á  las  siete  y 
inedia,  de  poco  mata  al  duque  de  Bolié, 
porque  miró  á  Anita;  pues  á  las  ocho 
menos  cuarto,  ya  estaba  tan  tranquilo, 
comiendo  y  gritando:  «A  ver,  salmón; 
que  me  traigan  más  salmón. 
Yelín  ¡Originalísimo!  Y  eso  corrobora  lo  que 

yo  vi  después.  Aseguran  que  en  Monte- 
Cario,  ha  perdido  en  una  sesión  tres  mi- 
llones de  francos.  Pues  bien:,  anoche  se 
dio  de  puñetazos  con  un  grupier  por  dos 
pesetas. 
Luisa  ¡Oh,  qué  genialidades! 

Boby  ¡Es  verdaderamente  estupendo! 

Conde  ¡Anita  mía!...  ¡¡Anita!!  (Sigue  ensimismado.) 

Federico      En  fin,  conde:  que  ahora  para  tí  Anita  es 
más  peligrosa  y  difícil  que  antes. 


Conde 
Federico 

Conde 


Corena 

Lucía 
Boby 
Corina 


Luisa 
Conde 


—  15  — 

(Levantándose  y  con  resolución.)  Quiza  no. 
Conde,  te  aconsejo  mucho  cuidado,  ¡use 
príncipe  es  un  Otelol 

(Apartándose  un  coco  con  Federico.)  Mira,  Fe- 
derico, óyelo  bien:  á  toda  costa  y  pase  Lo 
que  pase,  ó  pierdo  te  rida  ó  esa  mujer  es 
mía.  Si  hay  que  matar  al  príncipe  Le  ma- 
taré; 1<>  jure,  No  te  digo  más. 
(Señalando  al  fondo  derecha.)  ¡Callad,  callad. 
¡Allí  vienen! 

;Ell0SV  (Se  levantan.) 

Sí,  ahí  están  Anita  y  el  príncipe  Casto. 

¡Cuánta  gente  Les  sigue!  (Todos  los  de  escena 

se  levantan  y  van  formando  dos  filas  de  fondo  á 
proscenio  dejando  calle  entre  los  dos  grupos.) 
Viene  espléndida:  ¡Encantadora!... 
¡Qué  hermosa  está!  ¡01),  sí;  si  hace  falta 
matar  al  príncipe,  le  mataré.  (Se  aleja  con 
Federico  por  la  izquierda.  Yelin  se  despide  y  vase 
primera  derecha.) 


ESCENA  II 

LUISA.  CORINA,  BOBY  y  Coro  general.   ANITA  y  CASTO,  por  e 

'   fondo  derecha.  Ella,  toilette  elegantísima  para  baile  ó  soirée,  sin 

nada  á  la  cabeza,  exceptuando  los  adornos  naturales,  y  él  de  frac 

Música 

Anita  Aquí  os  presento  al  príncipe; 

al  gran  príncipe  Casto, 
qué  es  apasionadísimo 
aunque  parece  apático. 
En  frases  de  amor  célebres, 
su  repertorio  es  vasto. 
Aquí  <>>  presento  al  príncipe. 
¡Saluda,  Casto!  (Saludo  general.) 


Si  le  tratan  con  cariño, 
este  príncipe  es  un  niño. 
Su  bondad  es  extremada. 
No  hace  nunca  casi  nada. 
Pero  á  veces,  ;<pié  manía! 
por  cualquiera  tontería, 


—  16  — 

se  convierte  en  un  chacal 
y  al  más  fiero  le  retuerce 
la  columna  vertebral. 
Casto  Así  es  el  príncipe,  así. 

Nadie  mejor  me  pintará. 
Así  es  el  príncipe,  sí,  sí. 
Así  nació  y  así  será. 

En  Italia  un  archiduque 
me  invitó  á  viajar  en  buque 
y  cortés  en  el  momento 
yo  acepté  su  ofrecimiento; 
y  una  tarde  al  noble  este, 
por  si  el  viento  era  Snd-este, 
ó  era  Norte  ó  era  Sur, 
tiré  al  mar  al  archiduque 
cerca  ya  de  Singwpur, 

Anita  Así  es  el  príncipe,  así. 

Nadie  mejor  le  pintará. 
Así  es  el  príncipe,  sí,  sí. 
Así  nació  y  así  será. 

Todos  Así  es  el  príncipe,  así. 

etc.,  etc. 

(Vuelven  á  sentarse  en  sus  respectivas  reuniones.) 

Hablado 


CASTO  y  ANITA,  pasean  cogidos  del  brazo. 

Casto  Creo  que  hemos  producido  una  sensación 

enorme. 

Axita  ¡Enormísima!  Estoy  satisfecha.  ¡Pero,  por 

Dios!  Casto,  sigue  en  tu  papel  de  celoso! 

Casto  ¿Celoso?  Fíjate  en  la  mirada  otelesca  que 

les  voy  á  dirigir  á  esos  pollos  si  te  miran. 
(Pasan  de  izquierda  á  derecha  tres  polios  elegantes 
mirando  con  admiración  á  Anita;  Casto  les  dirige 
una  mirada  fiera  y  comunicante  y  ellos  se  retiran 
asustados.)  ¿Has  visto  los  pollitos?  Uno, 
de  poco  curaren  del  susto.  ¡Estoy  fastuoso 
y  terrible! 

Anita  ¡Representas  bravamente  tu  papel! 

Casto  Y  repara  cómo  me  miran  las  mujeres. 

Axita  porque  te  creen  rico  como  un  Nabat. 


—  17  — 

Casto  Oye;  á  propósito  de  Nabat:  me  tienes  que 

dar  dos  francos  para  una  cajetilla. 

Anita  ¡Calla,  calla  ahora!  (Mirando  sorprendida  hacia 

el  ondo  izquierda,  por  donde  vuelve  á  aparecer  el 
conde  y  se  une  al  grupo  de  Luisa,  Corina  y  Boby.) 

Casto  ¿Que  es? 

Anita  ¡Sí!...  Allí  parece...  ¡Si;  el  conde.  ¡Por 

fin!  Aquel  es.  (Señalándoselo.) 

Casto  ¿Aquél  de  la  flor  en  el  ojal? 

Anita  Sí.  No  mires;  ya  nos  lia  visto. 

Casto  instrucciones. 

Anita  Pues  en  cuanto  se  acerque,  á  Los   pocos 

momentos  te  separas  de  nosotros;  obser- 
vas desde  lejos;  cuando  veas  que  me 
cambio  de  mano  el  abanico,  ven  á  in- 
terrumpir nuestra  conversación.  ¿En- 
tiendes? 

Casto  Descuida. 

Anita  Calla;  va  está  aquí,  sé  discreto. 


ESCENA    III 


dichos  y  el  CONDE  de  HOLSTEIN 

CONDE  (Separándose  del  grupo  y  acercándose  á  Anita  muy 

afectuoso.)  ¡¡Anita!!  (Se  estrechan  la  mano.) 

Anita  (Fingiendo  sorpresa.)  ¡Conde!...  ¿Usted  aquíV 

Conde  Por  mi  fortuna. 

Anita  ¡Qué  sorpresa  tan  agradable!  ¡Quién  iba 

á  imaginarlo!  (Haciendo  las  presentaciones  res- 
pectivas.) Casto:  el  señor  conde  de  Holstein, 
uno  de  mis  inolvidables  amigos.  Conde: 
el  príncipe  Casto,  mi  íntimo  amigo. 

CONDE  ¡Príncipe!  (Reverencia.) 

Casto  ¡Conde!  (Saludo  y  se  dan  la  mano.)    Deseaba 

vivamente  conocerle.  Anita  me  ha  habla- 
do de  usted  con  tan  cariñosa  insistencia, 
que  tenía  excitada  mi  curiosidad. 

Conde  .Príncipe! 

CONDE  (Aplaudiéndola   ridiculamente.)  ¡Bravo,  Anita; 

bravo!  .Gallardo  amigo! 

Conde  (¡Es  celoso!)  Anita  no  hace  más  que  co- 

rresponder á  un  afecto  desinteresado  y 
cordialísimo. 


—  18  — 

Casto  ¡Oh!...  ¡Bellas  cualidades — si  son  únicas! 

— para  el  afecto  de  un  hombre  galante,  á 
una  mujer  hermosa. 

Conde  (¡Es  un  impertinente!   (A  Anita.)  ¿Y  hace 

mucho  que  llegaron  ustedes? 

Anita  Ayer  mañana. 

Conde  ¿Y  permanecerán  mucho  tiempo  aquí? 

Anita  Ayer,  pensábamos  pasar  una  larga  tem- 

porada; hoy,  he  variado  de  opinión.  Qui- 
zá nos  marchemos  en  seguida. 

Conde  Pero  eso  es  una  crueldad  para  los  amigos. 

ANITA  (Como  deseando  variar  de  conversación.)  ¿Quié- 

nes son  esas  señoras  con  las  que  usted 
conversaban 

Conde  ¡Excelentes  amigas!...  ¿Quieren  ustedes  co- 

nocerlas? 

Anita  ¿Te  parece,  Casto? 

Casto  Con  mucho  gusto. 

CONDE  (Llamando  y  presentando  á  Luisa,  Corina  y  Boby.) 

Señoras:  Anita  Luque...  el  príncipe  Casto... 

Anita  ¡Señoras! 

Corina  ¡Príncipe!  (Saludos.) 

Boby  ¿Para  mucho  tiempo  aquí? 

ANITA  (Mirando  al  conde.)  ¡Quién  sabe! 

Casto  Me  gusta  detenerme  poco  en  los  sitios. 

Para  mí  las  grandes  ciudades  son  como 
flores  esparcidas  por  la  tierra;  y  yo,  como 
errante  mariposa  me  poso  en  ellas,  libo 
y  voló;  digo,  vuelo. 

Luisa  Pues  creo  que  en  la  India  han  estado  us- 

tedes bastante  tiempo. 

Casto  ¿En  la  India?  ¡Ah!  En  la  India,  mucho;  sí. 

Esta,  que  tenía  capricho  de  verme  matar 
un  tigre. 

Boby  ¿Y  qué  ciudad  de  la  India  le  gusta  á  usted 

más,  príncipe? 

Casto  ¿Que  qué  ciudad  de  la  India  me  gusta 

más?  ¡Oh,  no  me  hable  usted  de  la  India! 
(Sin  saber  qué  contestar.) 

Luisa  ¿Tiene  usted  malos  recuerdos? 

Casto  ¡Oh,  malísimos!  La  primera  vez  que  fui, 

me  acompañó  una  mujer  americana;  una 
americana  guapísima,  pero  gruesísima; 
era  su  defecto:  casi  obesa.  Llegamos  en 
Agosto...  ¡y  qué  calor!...  ¡qué  asfixia! 


1!) 


BOBY 

Casto 


Luisa 
¡Casto 

Corina 

Gasto 


Conde 
Casto 


AXITA 

Casto 


Corina 
Luisa 

BOBY 


¿Sudaría  usted  mucho? 
imagínese  usted:  ron  aquel  calor  y  con 
aquella  americana  tan  gorda...  jyo  era  un 
río!... 

(Qué  humorista! 

La  segunda  vez  que  fui,  ha  sido  hace  poco, 
y  ya  sabrán  ustedes... 
¿Y  es  cierto  todo  Lo  que  se  cuenta  del  due- 
lo de  usted  con  el  Manija? 
Sí;  pero  aquello  no  fué  nada.  Una  cues- 
tión sportiva.  Eramos  los  dos  formidables 
tiradores  de  rifle;  acudimos  á  un  concur- 
so de  tiro,  él  ganó"  seis  copas  y  yo  gané 
ocho  copas.  El  era  muy  envidioso,  y  como 
yo  tenía  dos  copas  de  más,  me  molestó, 
yo  le  reté  y  terminado  el  lance,  aquello 
no  era  Mar  aja;  aquello  era  un  cedazo. 
¿Entonces,  el   último   duelo  de  usted   no 
ha  sido  en  la  India? 

No;  mi  último  duelo  fué  hace  ocho  días, 
(pie  herí  gravemente  al  príncipe  Galliardi, 
porque    se    permitió   cierta    broma    con 
Anita.  (Mirando  intencionadamente  al  conde.) 
Una  ligereza;  ¡es  tan  impulsivo! 
(Mirando  con  asombro  hacia  el  fondo  y  diciendo  lo 
quesi£iie,  moviéndose  mucho  y  con  rapidez.)  ¡Oh, 
perdón!  ¡Oh,  es  Monteleone!  ¡Un  paisano, 
un  amigo  que   hace  tiempo  que  no  veo! 
Perdonad  un  momento,  en  seguida  vuel- 
vo. jEh,  Monteleone!  ¡Monteleone!  (Se  aleja 
precipitadamente  fondo  izquierdaj 
¡Oh,  es  originalísimo  ese  príncipe! 
¡Qué  hombre  más  sujestivo! 
¡Qué  gracejo!...  ¡Qué  movilidad!  (Vuelven  a 
formar  su  reunión.) 


ESCENA  IV 

Dichos:   menos  CASTO 


CONDE  (A  Anita,  llevándola  aparte  discretamente  hacia  la 

derecha.)  Deseaba  ardientemente  que  nos 
quedáramos  solos. 

Anita  Yo  lo  temía,  conde. 


—  20 


Conde 
Anita 


Conde 

Anita 

Conde 

Anita 

Conde 

Anita 


Conde 

Anita 

Conde 

Anita 

Conde 
Anita 

Conde 
Anita 


¿Por  qué? 

¡Estoy  inquieta!  Ese  hombre  me  cela  bár- 
baramente y  es  tan  peligroso...  ¡Ah,  si 
nos  sorprendiera,  temería  por  la  vida  de 
usted. 

Qué  me  importa  mi  vida. 
A  mí,  sí. 

(Apasionado.)  ¡Anita! 
Sepárese  usted,  Adolfo,  se  lo  ruego. 
¡Anita  de  mi  alma! 

Le  suplico  que  no  vuelva  á  pensar  en  mí. 
Yo  haré  un  esfuerzo  supremo  y  no  volve- 
ré á  pensar  en  usted. 
¡Oh,  Anita!  Pero  ¿has  pensado  en  mí  al- 
guna vez? 

No  sé...  no  me  lo  pregunte. 
¡Oh,  qué  felicidad!  Si  eso  es  cierto,  fruya- 
mos; deja  á  ese  hombre. 
Imposible,  no  puedo.  (Cambia  de  mano  el  aba- 
nico de  un  modo  visible.) 
¿Le  amas  acaso? 

¿AmarleV   ¡No,   Adolfo  mío!  No  le  amo. 
pero...  pero... 
¿Pero  qué? 

¡El  príncipe!  ¡Silencio,  por  Dios!  (Se  separan 
rápidamente;  el  conde,  muy  contrariado,  se  tira  de 
las  solapas  del  frac.) 


ESCENA  V 


Dichos  y  CASTO  por  el  fondo  izquierda. 

CASTO  (Que  llega  rápidamente.)  ¡Ah!  ¡Oh!  ¡¡Solos!!  ¡¡Us- 

tedes solos!!  (Hace  un  gesto  de  duda  y  recelo,  y 
se  tira  también  de  las  solapas  del  frac.) 

ANITA  (Fingiendo  turbación.)  No;  era  que...  sino  que 

como  tú...  yo  creía  que... 

Casto  Basta.  Aunque  te  contraríe  grandemente, 

tenemos  que  alejarnos  del  conde.  Lo  sien- 
to mucho,  pero...  (Avanzando  hacia  él.)  Con- 
de, una  pregunta:  ¿Es  usted  añicionado  á 
las  armas?  (Con  siniestra  intención,) 

Conde  ¡Mucho! 

Casto  Invitaré  á  usted  en  breve  á  un  asalto. 


21   — 

Conde  Tendré  un  placer  infinito. 

Casto  Hasta  luego.  (Coge  del  brazo  a  Anita  y  siguen 

paseando.) 

Conde  (¡Este  hombrees  un  oído!  Pero  ella  dio 

á  entender  claramente  que  me  ama.  ¿Qué 
me  importa  lo  demásV  ¡Ah,  por  mucho 
que  la  vigiles,  será  mía:  l<»  juro!)  (Yase  pri- 
mera izquierda.) 

Casto  (A  Anita,  avanzando  al  proscenio.)  ¿He    estado 

bien? 

Anita  ¡Colosal!   Hay  momentos  en  que  me  das 

miedo. 

Casto  ¿Y  cómo  va  eso? 

Anita  Á  las  mil  maravillas,.  Está  intrigadísimo. 

(Pequeña  pausa  y  confidencialmente.)  Pero   ¡dio 

ra,  Casto,  óyelo  bien:  para  el  éxito  com- 
pleto de  mi  plan,  necesito  de  tí  un  favor. 
Un  favor  culminante.  Un  favor  algo  peli- 
groso, pero  definitivo.  Si  te  atreve-,  la 
victoria  es  nuestra. 

Casto  ;Y  qué  es? 

Anita  Necesito  que  aquí,  esta  misma  noche,  des 

un  escándalo,  que  atraiga  sobre  nosotros 
la  atención  de  todo  el  mundo. 

Casto  ¿Armar   escándalo V    ¡Mi    especialidad!... 

¿Quieres  que  deje  algo  á  deber  y  verás 
qué  bronca? 

Anita  ¡No,  hombre;  por  Dios!  Lo  que  necesito  es 

otra  cosa  unís  seria;  más  grave;  por  ejem- 
plo: que  le  pegues  una  bofetada  á  cual- 
quiera de  estos  señores. 

Casto  (Aterrado.)  ¡Canario! 

Anita  El  que  te  sea  más  antipático. 

Casto  No;  si  precisamente  me  he  estad»»  fijando 

y  no  he  encontrado  una  persona  que  no 
sea  cariñosísima  y... 

Anita  Casto,  no  valen  subterfugios.  Tu  misión 

tenía  estos  peligros.  No  todo  va  á  ser  co- 
mer y  fumar  y  regalarse.  Necesito  una  bo- 
fetada... un  duelo... 

Casto  Bueno,  Anita,  pero  es  que  á  mí  siempre 

me  lia  dolido  pegarle  á  un  infeliz. 

Anita  No  seas  compasivo. 

Casto  Si  digo  que  siempre  me  ha  dolido,  por  las 

bofetadas  (pie  me  han  dado  después. 


—  22  — 

Anita  Mira,  Casto:  el  asunto  es  que  yo  necesito 

que  un  hecho  real  confirme  á  ios  ojos  del 
conde  tu  reputación  de  valiente  y  de  celo- 
so. Esto  me  da  á  mí  un  atractivo  enorme. 
Casto,  no  vaciles;  son  muchos  millones. 
Es  precisa  esa  bofetada.  No  olvides  tus 
doce  mil  duros. 

Casto  ¡Ah,  sí!  ¡Calla,  calla!  ¡Doce  mil  duros!...  No 

me  recuerdes  eso,  porque  le  pego  al  go- 
bernador. Busca  el  carrillo  que  más  te 
guste. 

Anita  Elígelo  tú.  Yo  me  alejo  con  esas  señoras. 

Espera  á  que  termine  este  baile:  «El  wals 
de  las  sombrillas*,  que  va  á  cantar  la 
Troupe  de  Tzínganes,  y  luego... 

Casto  Descuida.  En  cuanto  termine  el  wals,  el 

saco  de  Boma  va  á  ser  un  pequeño  talego 
comparado  con  la  hecatombe  que  voy  á 
producir.  (Se  separan;  Anita,  con  Luisa,  Corina  y 
Boby,  se  alejan  fondo  derecha;  Casto,  se  une  á  un 
grupo  del  fondo.) 


ESCENA  VI 


Coro  general:  La  Troupe  de  Tzínganes,  compuesta  por  cuatro  pare- 
jas, trajes  á  capricho  de  jardineros;  ellas  con  sombrillas  del  mis- 
mo color.  Ei  director  de  la  Troupe,  de  frac  encarnado.  Salen  pri- 
mera izquierda.  El  director  queda  junto  á  la  lateral.  Luego  avanza 
Casto.  La  concurrencia  atiende  al  número. 

Este  número  se  pondrá  á  gusto  de  los  señores  directores,  pero 
teniendo  en  cuenta  que  ha  de  ser  por  parejas,  que  haya  igualdad  en 
todos  los  movimimientos  y  que  cada  vez  que  tengan  que  darse  un 
beso,  se  cubren  las  caras  con  las  sombrillas  abiertas,  y  las  cierran 
inmediatamente. 

Música 

Ellos  Nenita 

bonita, 
contigo  á  tus  jardines  una  flor 
iré  á  cortar  hablan  dote. 
¡Ay,  de  mi  amor,  de  mi  amor,  de  mi  amor! 
Ellas  Si  viene 

mi  nene 
conmigo  á  mis  jardines,  ¡qué  placer! 


23 


Tonos 


Ellos 
Ellas 
Ellos 

Ellas 
Ellos 


Casto 


Director 

Casto 
Director 


mirándome  en  tus  ojos, 

más  feliz  que  nunca  voy  a  >vw 

Vamos,  pues,  dulce  amor, 

á  cortar  esa  flor, 

que  placeres  sin  ftn 

qos  brinda  tu  jardín. 

Y  ahora  dulce  ilusión 

tu  sombrilla  abre  ya 

v  así  el  sol  en  tu  rostro  no  dará. 

(Abren  ellas  las  sombrillas.) 
Dame  un  beso  de  amor, 
que  un  beso  aquí  será, 

alma  mía,  morir 

de  feüci...  (Se  cubren  las  caras  con  la  som- 
brilla y  suena  detrás  un  beso.  Volviendo  a  descu- 
brirse.) clllcL 

(Durante  varios  compases,  evolucionan  por  pare- 
jas, y  ellas  se  sientan  en  sillas  que  colocan  ellos,  y 
cierran  las  sombrillas.) 

;Mi  bien! 
¡Mi  amor! 
Otro  beso  de  amól- 
dame por  fa... 

(El  mismo  juego  de  antes.)     vor. 
[Mi  nena! 
jMi  nene'  , 

¿Me  quieres  como  yo  te  quiero  a  m 

ik<\  me  quieres?  ¡Dímelo! 

*  Sí 

(Van  iniciando  el  mutis  por  donde  salieron.  Ln  q 
momento  indicado  en  la  partitura,  abren  la  somb  n- 
lla  y  figuran  darse  otros  dos  besos  y  hacen  mutis 
con  los  últimos  compases.    El  público   del   salón 

aplaude.) 

i !  nblailo 

(Avanzando.)  ¡Bravo,  señor  director!  |Bra- 
risX"¡Son  ustedes  unos  verdaderos  ár- 
cela gustado  á.vi.B.  cómo  ha.cantad o 

KfiSSStloh. ?uo  muy  bien. 

Reconocidísimos  á  V.  E.,  príncipe.   (Se  ale,a 
primera  izquierda.) 


!24 


ESCENA  VII 


Dichos  menos  la  troupe  y  el  director.  Un  pollo,  primera  derecha. 
MISTER  YELIN,  primera  derecha.  El  CONDE  de  HOLSTEIN  y 
FEDERICO,  fondo  izquierda.  ANITA,  LUISA,  CORINA  BOBY, 
fondo  derecha. 

Casto  Bueno;  ha  llegado  el  momento  de  sumi- 

nistrar la  chuleta  consabida.  Vamos  á  la 
bronca.   Y  que  esta  bronca  también   es 
Tzínguna,  como  la  trupe  esa.  !Y  á  quién  le 
atizo  yo  la  bofetada,  Dios  mío!  ¡Tienen 
todos  unas  caras  tan  agradables!  (Fijando 
hacia  el  interior  del  fondo  derecha.)    ¡Anda'...  ¡Y 
Anita  haciéndome  señas  para  que  la  en- 
dilgue cuanto  antes!  (Como  hablando  con  ella.) 
¡Vpy,  voy!  ¡No  creas  tú  que  es  fácil  poner- 
le á  uno  el  carrillo  como  un  tomate!  rSale 
un  pollo  y  se  une  á  un  grupo  de  la  izquierda.)  ¡Hom- 
bre! (Fijándose.)   ¡A  propósito  de  tomate: 
este  pollo  no  me  disgusta!  Parece  tierno, 
apacible,  inofensivo....  (Digiéndose  á  Anita.) 
Ya  tengo  escogido  un  pollo.  (Para  sí.)  Aho- 
ra, que  lo   que  me  convendría  mucho  es 
que    este   pollo    fuese  pollo  y  gallina  al 
mismo  tiempo.  (Viendo  aparecer  áMister  Yelín» 
que  se  une  al  grupo  de  la  izquierda.)   ¡Canario- 
¡Tampoco   es    despreciable   este   señor 
para!....  (Acción  de  pegar.)  ¡Qué  mofletes! 
,Tiene  una  cara  que   invita  á  la  chuleta! 
.Tendrá   mal  genio,  Dios  mío?  Esto  me 
puede  producir   una  catástrofe,  pero  ¿y 
los  doce  mil  duros?  Decididamente,  este 
es  mi  víctima.  ¿Y  qué  pretexto  pongo  para 
atizarle?  ¡Nada:  que  me  ponga  la  cara  á 
tiro,  se  la  arreo  y  sea  lo  que  Dios  quiera! 

Valor.  (Mister  Yelin  se  despide  del  grupo  y  pasa 
á  la  derecha  á  coger  una  silla;  Casto  le  llama  la 
atención,  dándole  un  golpecito  en  el  hombro.)  Esta 
silla  es  mía. 

YelÍN  ;.Qué?  (Sin  alargar  la  cara.) 

Casto  (¡Es   sordo!)  (Más  fuerte.)   Que  esta  silla 

es  mía. 

Yelíx  ¡Oh,  mil  perdones!  Cogeré  otra.  (Va  hacia 

la  izquierda  y  el  mismo  juego.) 


25 


Casto 

Ykián 

Casto 

Casto 
Yki.ín 


Y  ki -in- 
casto 
Yelbs 

Casto 


Yelín 

Todos 

Unos 

Otros 

Casto 

Conde 

Yeiín 

Casto 


Anita 

Ykitn 


Tambiéo  es  mía.  .  .nunén- 

;o1k  cuánto  siento  molestarle!  pispen 

ífpues  no  se  enfada!)  (Vuelve  Velin  hacíala 
uriu     u  ,  pjh-  mi  momento! 

derecha  v  el  mismo  juego.)  l^n, 
;E>  de  usted  también* 
Muy  fuerte;  ios  de  «cena  empiezan * W£f£ 
^Sirp^^AbXe  dicen 
tapertinenTas:  Usted  no  tiene  educaaón, 

Repórtese,  que  hay  gente,  y  usted,  por  Lo 
StoS,,  me  quiere  poner  la  caía  colorada. 
Como  nn  tomate. 

«KenCyí^crca«%ao 
aunca!)¡Só  grosero!  (Le  da  una  bofetada  te- 

b  ■  El  inglés  se  tambalea.  Se  arma  un  escándalo 
"patoso  L  mujeres  gritan,  lo,  hombres  acude 
á  seoararlos,  formando   dos  grupos:  Casto  a  la  z 
auier  a  con  Federico  y  el  Conde,  que  salen  en  es. 
momento,  como  igualmente  Luisa  Corma  , Bob 
quedan  á  la  derecha;  en  e,  centro  Anda  y  a  I    aere 
cha,  Yelin.  sujeto  por  varios  abaneros   el  res  o 
rodean  los  grupos;  -os  criados  refrán  todas   las 
sillas.)  .  ,  ,    , 

Oh,  cobarde,  miserable» 

¿Qu<M>^a  •  ¿Qu<M,a  sld° 
•Príncipe! 

ÍEs'un  canalla!  ¡un  impertinente! 

foTc^art?.:KmfseSrSie! 

p'rtto'p^casligarle^q^^ba 

mirando  impertinentemente ,a  Asa*,  J  « 
preciso  que  todo  el  mundo  lo  sepa,  meo 

lecciones  con  esta  mmer,  no  las  tolero. 

Es0  ''*•,    „    .,,   -olí    ané   hombre,  qué 

(Fingiendo  llorar.)    |Ou  p    H« 

loco!  .    ^oii  soltadme! 

(S  Uandose  de  ios  .ue.e  su.  a„0  ,0b.  SO  fe 
STSSiftí!.  de  un  brazo .o«raea, pros- 


26 


cenio  y  le  dice  casi  confidencialmente.  Casto  de- 
muestra cierto  temor,  á  pesar  de  fingir  tranquilidad 
y  valentía.)  No  puedo  batirme. 

CASTO  (Aparte  con  gran  valentía.)  (¡Hombre!) 

Yelín  Soy  de  la  liga  antiduelista. 

Casto  (¡Qué  bien!) 

Yelín  Pero  mañana,  en   duelo  secreto,   morirá 

usted. 

CASTO  (Con  cara  de  espanto.)  (¡Canario!) 

Yelín  De  donde  menos  se  piense ,  de  dentro  de 

un  armario,  de  detrás  de  un  árbol,  de  de- 
bajo de  una  cama,  saldré  á  vengar  este 
ultraje.  Gut  nait.  (Saluda  y  se  retira  primera  de- 
recha.) 

CASTO  (¡Caracoles!)   (Reponiéndose  envalentonado  y 

queriendo  seguirle;  algunos  se  interponen.;  ¿Y  á  mí 
qué?  Lo  que  hizo  mi  mano,  lo  confirmará 
mi  espada. 

Corina  ¡  Príncipe,  yo  creo  que  ha  procedido  usted 

ligeramente! 

CASTO  (Acercándose  al  prupo  que  forman  en  la  izquierda.) 

¿Ligeramente  y  he  estado  media  hora  es- 
cogien...  digo,  aguantándolo?  ¡Oh,  no;  yo 
no  podía  tolerarlo.  (Siguen  hablando  en  voz 
baja.) 

CONDE  (A  la  derecha  y  aparte  con  Anita.)    ¿De    modo 

que  accedes? 

Anita  Sí;  te  avisaré  una  noche,  muy  pronto.  Yo 

dejaré  una  ventana  abierta.  Te  guiarán 
las  notas  de  un  wals.  Xo  puedo  resistir 
más  á  ese  bárbaro.  Estoy  dispuesta  á  todo. 

Conde  ¡Oh,  gracias;  gracias,  Anita! 

Anita  Ten  cuidado,  que  tu  vida  peligrará. 

Conde  Nada  temo,  ¡todo  por  tu  amor!  (Se  separan.) 

Casto  (En  voz  alta  y  riendo.)  Pero  yo  soy  así;  ya  tan 

alegre.  ¡Reine  la  alegría!  ¡Corra  á  torren- 
tes el  champagne!  Hoy  un  carrillo  colo- 
rado, mañana  un  inglés  fenecido,  amo- 
ríos, duelos,  escándalos...  ¿Qué  es  la  vida 
sin  estos  pequeños  accidentes?  ¡Una  ño- 
ñez! Anita,  riamos.  Señores,  bebamos; 
bebamos  y  cantemos;  cantemos  un  himno 
al  amor. 

TODOS  -  Sí,  sí.  (Forman  diferentes  parejas.) 


j!< 


Música 


Tonos  Si  es  el  amor 

de  los  placeres  el  mayor, 

amar  siempre  debe  ser 

la  locura  ael  placer. 

Yo  quiero  amar 

un  cüa  y  otro  sin  cesar 

y  el  amor  no  interrumpir; 

siempre  amando  hasta  morir 

Amta  Vivamos  para  el  amor; 

pensemos  sólo  en  querer. 
A  gozar,  á  gozar 
de  ese  inmenso  placer, 
que  hace  al  alma  estremecer. 
Y  en  noches  de  frenesí 
jurándose  eterno  amor, 
entre  «quiéreme  tú  á  mí  , 
y  entre  besos  de  pasión, 
goza  alegre  el  corazón. 

Todos  Vivamos  para  el  amor; 

pensemos  sólo  en  querer. 
A  gozar,  á  gozar, 
etc.,  etc. 
(Mucha  animación  y  alegría.) 


TELÓN  DE  CUADRO 


INTERMEDIO    MUSICAL.—  MUTACIÓN 


CUADRO  CUARTO 


DECORACIÓN 


Gabinete  elegante  de  una  villa  francesa.  Al  foro  centro,  una  ven- 
tana amplia  practicable  que  da  a  un  jardín  iluminado  por  la  luna. 
Una  puerta  practicable  á  cada  lado  de  la  habitación.  Fondo  derecha, 
piano  adornado  con  tapete,  centro  con  flores  y  bibelols.  Fondo  iz- 
quierda, un  secreter  con  cajones  y  sobre  él  descansa  un  timbre  de 
pera  que,  al  oprimirlo,  suena  dentro.  Delante  de  cada  puerta,  una 
mesa  forma  apaisada;  sobre  la  de  la  izquierda,  lámpara  eléctrica  de 
pie.  estilo  imperio;  una  botella  de  Benedictine  y  copitas;  a  la  dere- 
cha de  la  mesa  una  chaisse-longue,  con  la  cabecera  hacia  el  foro  y 
un  poco  escorzada;  á  la  izquierda,  una  butaca.  Sobre  la  mesa  de 
la  derecha,  jarra  de  cristal  con  agua,  copas  y  otra  lámpara  eléctrica, 
que  haga  pendant;  ambas  encendidas.  A  la  derecha  de  esta  mesa- 
otra  butaca  y  á  la  izquierda  una  silla  volante.  Sillería  elegante  estilo 
Renacimiento.  Al  empezar  el  cuadro  las  puertas  están  cerradas  y  la 
ventana  entreabierta.  Es  de  noche. 


ESCENA  PRIMERA 

ANITA  y  CASTO,  trajes  de  casa.  Luego  por  la  izquierda  una  DON- 
CELLA 

(Al  levantarse  el  telón,  aparecen  sentados:  Casto,  de  espaldas  á  la 
puerta  de  la  izquierda,  y  Anita,  frente  á  él.) 

Casto  (Con  energía.)  Te  he  dicho  ({lie  me  marcho 

y  me  marcho. 

Aníta  Vamos,  hombre,  no  digas  tonterías. 

Casto  Te  he  dicho  que  me  marcho  y  me  mar- 

cho, Anita;  no  lo  dudes. 

Anita  ¡Pero  Casto,  por  Dios!  ¿No  comprendes 

que  tu  miedo  es  ridículo  y  pueril? 

Casto  ¿Pueril?  ¡Si  yo  me  hubiese  figurado  las 

agallas  que  tiene  ese  inglés,  de  dónde  le 


29 


Anita 
Casto 


Doncella 


Casto 


Doncella 

ÁXITA 

Casto 


AXJTA 


Casto 
Anita 


pego  yo  la  bofetada  qué  le  pegué!  Desde 
aquel  día  no  vivo.  Tengo  el  presentimien- 
to de  que  voy  á  morir  á  manos  de  ese 
bárbaro.  Mira:  nunca  me  había  dado  mie- 
do dormir  solo;  pues  ahora,  que  te  diga 
la  doncella...  que  tu\<>  que  avisar  al  porte- 
ro la  otea  noche,  para  que  subiese  á  ha- 
cerme compañía. 
¡Y   lo  Confiesas!  ¡Oh!  (Gesto  de  desprecio.) 

Es  que  caiando  me  acuerdo  que  dijo  que 
de  dentro  de  un  armario;  de  debajo  de 

una  cama,  que  de  cualquier  lado  saldría 
para  matarme,  estoy  en  cas;i  que  ya  ves 
que  puedo  estar  tranquilo  y  me  parece 
(pie  se  va  ;í  abrir  una  puerta  y...  (Se  abre  la 
puerta  de  la  izquierda  y  da  un  salto,  poniéndose 
tembloroso.)  ¡Aaaah! 

(Apareciendo  con  el  servicio  que  indica  y  deja  so- 
bre el  velador  de  la  izquierda.)  Venía  á  traer  á 
la  señora  su  refresco  de  naranjada  para 
antes  de  acostarse.  (Anita  se  levanta  riendo.) 
(Tartamudeando  del  susto.)  OÍ...   OÍ:.,  oiga  us- 
ted,  ni...  ni...   niña:  otra  vez  pre...  pre... 
pregunte  usted  si  se...  si  se  puede  entrar, 
caramba;  que  me  he...  que  me  he...  me  he 
figurado  que...  [Caramba! 
Dispensen  los  señores.  (Vase.) 
«Riendo.)  ¡Ja,  ja,  ja!  ¡qué  miedo  tienes! 
¡An!    ¿Te   burlas?   Inicuo,    pues   búrlate, 
pero  un  servidor  sale  para  Madrid  en  el 
rápido  de  la-  cinco  de  la  mañana. 
Pero  Casto,  por  Dios!   ¡Reflexiona!  ¡Mar- 
charte ahora,  en  el  preciso   momento  en 
•  pie  nuestro  plan  llega  ;í  su  punto  culmi- 
nante! [Sería  insensato! 
Pero,  ¿y  sí  viniera  el  inglés? 
No  temas,  Casto.   Piensa  (pie  nuestra  for- 
tuna va  ;í  resolverse  dentro  de  unos  ins- 
tituto, >i  sale  bien  nuestro  plan.  Ya  sabes 
(pie   he  citado  al   conde   para  esta  misma 
noche  Voy  á  decirle,  según  liemos  conve- 
nido, (pie  me  sorprendiste  escribiéndole 
una  carta,  (pie  quieres  matarnos,  que  es 
preciso   que  huyamos   de  tn  lado  y  que 
para  ello  es  necesario  que  yo  te  dé  un 


30  — 


Casto 


Anita 

Casto 
Anita 

Casto 
Anita 

Casto 
Anita 


narcótico. Por  mi  parte,  lo  dispondré  todo 
de  manera  que  la  comedia  parezca  reali- 
dad; y  en  cuanto  el  conde  te  vea  narcoti- 
zado, nosotros,  aprovechando  tu  sueño, 
huímos  y  quedas  libre. 
Muy  bien,  esperaré  esta  noche.  Y  respec- 
to á  cómo  voy  á  representar  mi  papel  de 
amante  celoso  y  narcotizado,  quedarás 
plenamente  satisfecha.  Pero,  oye,  ¿y  mis 
doce  mil  duros? 

Descuida;   no  quedarás  sin  ellos.    Calla. 
(Quedan  atentos.) 
¿Qué  es? 

Parece  que  en  el  jardín... 
(Se  acerca  á  la  ventana  con  cuidado.)  ¡Sí!...  ¡él  es! 
(Acercándose  también.)  ¡El!  Sí  ¡no  hay  duda! 
(A  Casto.)  Vete. 
Ten  valor. 

Por  Dios,  Casto;  á  ver  cómo  te  portas. 
Vete.  (Vase  Casto  por  la  derecha  y  cierra.  Anita  se 
sienta  á  tocar  el  piano.) 


ESCENA  II 


ANITA.  El  CONDE 


31  ú  sica 


(A  su  tiempo,  aparece  el  CONDE  por  la  ventana  (traje  de  ameri- 
cana) entra,  se  cerciora  que  está  sola  y  va  poco  á  poco  á  su  lado. 
ANITA  deja  de  tocar  y  se  levanta.) 


Conde 


Anita 


Conde 


Al  fin  puedo, 

mi  Anita  adorada, 

lograr  que  estés  cerca; 

muy  cerca  de  mí. 

Al  fin  puedo  mirarme 

en  tus  ojos  así. 

¡Lo  que  tanto  soñé! 

¡Lo  que  nunca  creí! 

Yo  también, 

alma  mía,  soñaba 

y  nunca  mis  sueños 

creí  realizar. 

¿Tú  soñabas  conmigo? 


—  81  — 


ANITA 


Contigo  también 
v  moría  de  felicidad. 


Conde 

Anita 

Conde 
Anita 

Conde 

Anita 

Conde 


Anita 


Conde 

Los  DOS 
Conde 

Los  DOS 


Soñaba  que  amarte 
sería  un  consuelo. 

¡Mi  cíelo! 
Soñaba  en  tus  brazos 
caer  aturdida. 

¡Mi  vida! 
Y  al  fin  yo  soñaba 
lograr  la  victoria. 

¡Mi  «loria! 
Dudando  mi  anhelo  alcanzar, 
¡sólo  mi  bien  soñar. 

¡Vida  mía! 
Si  eres  tú  muy  feliz 
nada  me  importa  ya; 
nuestro  sueño  de  amor 
hoy  es  realidad. 
En  tu  amor,  dulce  bien, 
que  es  mi  placer  mayor, 
sólo  quiero  pensar  en  tu  amor. 
También  yo  soñaba 
y  fué  mi  consuelo. 

¡Mi  cielo! 
Que  al  fin  en  mis  brazos 
me  amabas  vencida. 

¡Mi  vida! 
También  estos  sueño- 
creía  ilusión 
y  goza  al  saber  mi  pasión 

mi  corazón. 
'Se  separan  como  si  oyesen  un  ruido;  el  Conde  va 
hacia  la  ventana.  Anita  mira  por  todos  los  lados, 
uniéndose  en  e!  centro  para  terminar  ei  número 
abrazados.) 

;  ¡Mi    amor!! 


Conde 

Anita 


Hablado 

Pero    díme,   amor    mío 
para  esa  inquietud? 


¿qué   te   sucede 


Ñ<»,  no;  todo  es  inútil.  Quería  ocultárselo, 
pero  á  qué  luchar  uní-.  Sí,  Adolfo;  -í;  es 
preciso  que  nos  separemos  para  siempre. 


32 


Conde  ¡Anita!  ¿Qué  dices? 

Anita  ¡El  príncipe  lo  sabe  todo! 

CONDE  (Aterrado.)    ¡Todo! 

Anita  ¡Me  sorprendió  escribiéndote  una  carta; 

su  mano  bárbara  castigó  mi  mejilla!  ¡¡Ahí! 
(Llorosa.) 

CONDE  (Indignado.)  ¡Olí,  cobarde!... 

Anita  Huye,    vete;    déjame    aquí   sola.   Déjame 

morir  por  tu  amor.  Es  mi  sino;  ¿quizá  mi 
redención...  ¡Déjame! 

Conde  ¿Dejarte  yo?  ¡Jamás! 

Anita  Sí,  Adolfo;  sí. 

Conde  ;Mórir  tú?   Morir,  tal  vez;  pero   en   mis 

brazos,  de  felicidad  y  amor  y  juntos,  siem- 
pre juntos. 

Anita  Sí;  siempre  juntos. 

Conde  Aquí  ó  lejos  de  aquí;  pero  sin  separar-: 

nos  más. 

Anita  Lejos,  lejos  de  aquí;  lejos  de  ese  hombre, 

que  es  la  amenaza,  que  es  la  muerte.  Llé- 
vame, sí!  ¡Olí!,  ;si  pudiéramos  huir?... 

Conde  ¿Y  por  qué  no?  ¡Ahora,  ahora  mismo! 

Anita  ¡Oh!,  pero  ¿y  si  nos  acecha  y  nos  aniquila? 

Conde  No  importa. 

Anita  ¡Calla!...  ¡No  conoces  á  ese  tigre!  (Pensati- 

va v  como  tomando  una  resolución  heroica.) 
,Oh,  sí! 

Conde  ;.Qué  piensas? 

Anita  Sí;  estoy  resuelta.  (Con  firmeza.)  ¡Huiremos 

sin  peligro! 

Conde  ¿Cómo? 

Anita  ¡Estoy  aterrada!  ¡Mira  cómo  tiemblo!  Pero 

es  preciso,  es  necesario;  le  daré  un... 
(Se  detiene  como  acobardada.) 

Conde  (Aterrado.)  Anita...  ¿qué  ibas  á  decir? 

Anita  ¡Un...  un  narcótico! 

Conde  Sin  embargo,  eso  es  algo  infame  y  cobar- 

de, que  yo... 

Anita  No  hay  remedio. 

Conde  No,  eso  no;  jamás. 

ANITA  (Sacando  del  secreter  un  pomo  fingiendo  echar  unas 

gotas  en  la  copa  de  la  naranjada.)  Sí;  aquí,  en  el 
refresco.  (El  Conde  trata  .de  evitarlo.)  Es  pre- 
ciso; tu  vida,  nuestro  amor. 

Conde  No,  eso  no;  nunca.  (Se  oye  toser  á  Casto. 


—  33  — 

AxiTA  (  Aterrada.    ¡¡El!! 

Conde  ¡Demonio! 

Anita  Aquí,  ocúltate  aquí. 

Conde  Esto  es  una  cobardía,  pero  por  tí... 

Anita  ¡Calla!...  ¡Pronto!...  ¡Silencio!  (Lo  oculta  en 

la  puerta  izquierda.) 


ESCENA    111 


ANITA  y  CASTO  por  la  derecha 

CÍASTO  (Con  acento  trágico,)    ¡Oh!...    ¡Un    aliento    de 

traición  y  de  muerte  flota  en  el  aire! 

Anita  (Con  voz  dulce.)  ¡Casto! 

Casto  ¡Calla,  miserable!  ¡Oh,  qué  horror!  ¡Ud  in- 

cendio que  lo  abrasará  todo,  me  devora! 
¡Me  ahogo!  (Haciendo  que  se  fija  en  el  refresco.) 
¡Tengo  sed!  ¡¡Oh!!  (Bebe.)  ¡Qué  delicia! 
(Sentándose  en  la  chaisse-longue.)  ¡Me  siento 
otro! 

Anita  ¡Casto! 

Casto  ¡Silencio!  No  quiero  oirte  más.  ¡Oh,  qué 

diferencia  de  los  Castos  de  ahora  á  aque- 
llos otros  Castos  que  sonaban  en  mis 
oídos  como  los  gorgeos  dulcísimos  de  un 
canario  flauta. (De  pronto  y  con  terror.)  ¡¡Oh!!... 
Pero,  ¿qué  languidez  me  invade?  [Parece 
que  la  luz  me  falta!  (Mira  al  aparato  de  la  luz.) 
¡Esa  bombilla...  esa  bombilla  está  cansa- 
da!... ¡Yo  estoy  rendido!...  ¿Qué  es 
esto?...  ¡Siento  un  frío  mortal!  ¿Qué  me 
sucede?  ¡Ah!  ¡todo  cruza  vertiginosamen- 
te por  mi  imaginación:  su  infancia,  su 
amor,  mis  celos,  las  íiestás,  los  bailes!... 
¡Oh,  sí...  ¡Ya!  (Queda  tendido  en  la  chaise-lon- 
gue  fingiéndose  narcotizado.  Con  los  movimientos.. 
se  le  cae  al  suelo  un  cigarro  puro  que  lleva  en  el 
bolsillo  de  la  americana.) 

Anita  ¡Casto!  (Se  separa  de  él  y  se  acerca  á  la  habitación 

donde  se  oculta  el  conde.) 

Casto  (Aparte.)  (¡Atiza!  ¡Se   me  lia  caído  el  caran- 

cho y  me  lo  van  á  pisar!) 


34 


ESCENA   IV 

dichos:   El  CONDE 

CONDE  (Saliendo.)    ¿Dormido? 

Anita  ¡  Gracias  á  D  i  i  >  s ! 

Conde  Huyamos. 

Anita  Voy  por    las    alhajas   y   á   ponerme   un 

abrigo. 

Conde  ¡Pronto,  estoy  nervioso   (  Vase  Anita  por  la 

derecha.)  ¡Al  fin,  mía!  ¡Y  á  despecho  de  este 
bárbaro!  ¡Oh,  qué  ventura!  (Va  pasando  ha- 
cia la  derecha.) 

CASTO  (¡Me    lo   pisa!)  (Da  un  gran  suspiro;  el  conde  se 

aparta  rápidamente.)  ¡Aaah! 

Conde  ¡Me  asusté!...  Estoy  sobrecogido,  nervio- 

so... 

ANITA  (Volviendo  á  salir  con  abrigo  y  un  saco  de  mano.) 

¡Pronto;  por  aquí! 

CONDE  Vamos.  (Se  dirigen  hacia  la  izquierda.) 


ESCENA  V 


Dichos.  MISTER  YEL1N,  por  la  izquierda.  Traje  de  americana 


Yelín  (Apariciendo.)  Buenas  noches. 

ANITA  (Retrocediendo  asustada.)  ¡Jesús! 

Conde  ¿Usted  aquí? 

CASTO  (Haciendo  esfuerzos  para  mirar.)  (¿Quién  será?) 

Anita  Pero  ¿á  estas  horas?... 

Yelín  (Sin  avanzar  de  la  puerta.)   Perdonen   mi   in- 

oportunidad; necesito  ver  al  príncipe. 

Casto  (Aterrado.)  (¡El  inglés!...  ¡¡Horror!!...) 

Anita  Pero  ver  al  príncipe  á  estas  horas,  no  me 

explico... 

Yelín  Señora,  excúseme;  asuntos  de  honor,  no 

tienen  hora. 

Conde  Mister,  usted  dispense;  íbamos  á  salir... 

Casto  (¡Que  me  echen  un  capote,  Dios  mío!) 

Anita  El  príncipe  es  morfomaníaco,  se  dio  una 

inyección  exagerada  y  está  ahí  dormido. 

Yelín  Aguardaré  que  despierte;  no  tengo  prisa. 


—  ;$5  — 

Anita  (Decidiéndose.)  [Pronto,  Adolfo! 

Conde  Vamos.  (Vánse.) 

YeLÍN  Felicidad.  (i£n  la  misma  puerta  señalando  á  los 

que  huyen.)  Un  idilio  que  empieza.  (Ciérrala 
puerta.)  Una  tragedia  que  acaba.  Los  con- 
trastes de  la  vida.  [Oh, eterna  ironía!  (Deja 
el  sombrero  y  avanza  al  centro  de  la  escena,  miran- 
do á  Casto.)  ¡Oh,  qué  dulce  sueño!...  Ya  des- 
pertará. (Cogiendo  la  silla  de  la  izquierda  del  ve- 
lador de  la  derecha  y  dando  un  golpe  con  ella  en  el 
suelo.)  Hoy  lo  mato.  (Se  sienta;  un  poco  escor- 
zada la  figura  para  dar  la  espalda  á  Casto.) 

Casto  (¡Requiescat-in-pacel  Tiene-  para  mes  y 

medio.) 


ESCENA   Vi 


CASTO.  MiSTER  YELIN 


Yelín 

Casto 

Yelín 

Casto 
Yelín 

Casto 


Yelín 


Casto 
Yelín 


Casto 
Yelín 

Casto 


Lo  prepararé  todo. 

(Esforzándose  por  mirar.)  (¿Qué  irá  á  hacer? 
Estoy  horrorizado.) 

(Sacando  dos  pistolas  de  dos  cañones  y  cápsulas  y 
dejándolas  sobre  el  velador.)  Las  pistolas. 
(¡Atiza!) 

Las  cargaré.  (Carga  la  primera  y  vuelve  á  de- 
jarla.) 

(¡Pero  para  cuándo  son  los  fenómeno- 
seísmicos!  ¡Dios  mío,  un  terremoto!  (Al  rui- 
do de  preparar  la  segunda  pistola,  Casto  se  estre- 
mece.) 

¡Me,  pareció  que  se  estremecía!  (Se  levanta  y 
va  hacia  él  cautelosamente  con  la  pistola  en  la  ma- 
no.) Si  tarda  en  despertar  de  este  sueno, 
pasará  al  sueño  eterno. 
(Nuevo  estremecimiento.)  ¡Aaaah! 
(Que  ha  ido  á  dejar  la  pistola.)  [Caramba!  (Mirán- 
dole de  nuevo.)  ¡Se  agita!  (Tocándole  la  frente.) 
¡Está  yerto!  ¡A  ver  el  corazón!  (Le  ausculta.) 
(  De  qué  buena  gana  le  mordía!) 
¡Está  temblando  bárbaramente]  (Pasea  co- 
mo meditando.) 

(Mientras  está  de  espaldas  Yelin.)  (Pero  qué 
querrá  este  asesino:  ¿Que  me  ponga  á  to- 


36 


Yelín 


Casto 
Yelín 
Casto 

Yelín 


Casto 


Yelín 

Casto 

Yelín 
Casto 
Yelín 
Casto 


car  la  bandurria?)  (Marca  dicho  movimiento  y 
postura,  y  al  volverse  Yelín  queda  inmóvil  en  la 
misma  posición.) 

Si  yo  pudiera  reaccionarlo  salpicándole 
con  un  poco  de  agua.  Probaré.  (Coge  una 
copa,  le  coloca  los  brazos  en  su  posición  natural, 
se  moja  él  los  dedos  en  el  agua  y  le  espurrea  la  cara.) 
;Aaah!  ¡Aaaah!  (Estremeciéndose.) 
Pronto  despertará.  (Deja-  la  copa.) 
((Si  yo  pudiera  pedir  socorro  de  un  modo 
astuto!  Pero,  ¿cómo?) 

(Vuelve  á  sentarse,  saca  una  cartera,  arranca  de  ella 
una  hoja  y  con  una  pluma  stilográfica  se  pone  á  es- 
cribir.) Escribiré  mi  declaración  á  la  poli- 
cía, por  si  soy  yo  el  que  muere. 
(;Ah!  ¡Creo  que  me  he  salvado!  Como  es 
algo  sordo,  no  oirá.)  (Se  encarama  por  la 
chaisse-longue  hasta  llegar  con  las  manos  al  secre- 
ter y  oprime  el  pulsador  del  timbre,  que  suena  den- 
tro, volviendo  a  echarse  como  estaba  antes.) 
(Por  lo  que  escribe.)  Me  parece  que  esto  está 
claro.  (Lo  lee  en  voz  baja.) 

(Con  voz  apagada,  como  de  persona  que  sueña  ó  de- 
lira.) ¡Anita!  ¡Infames! 
(Volviéndose  hacia  él.)  ¡Habla! 
¡Vuestra  traición!  ¡Mi  honor! 
¡Este  hombre  delira!  ¿Qué  dice? 
¡El  conde  se  la  lleva! 


ESCENA  Vil 

Dichos:  Una  DONCELLA,  por  la  izquierda,  con  una  bandeja  y  so- 
bre ella  una  copa  con  leche  y  un  platillo  con  bizcochos. 


Doncella  (Abriendo  la  puerta  y  casi  sin  avanzar.)  ¿Llama- 
ban los  señores? 

Casto  (Siempre  delirando.)  ¡Quiero  irme! 

Yelín  (Extrañado.)  ¡No  ha  llamado  nadie!  ¿Por  qué 

viene  usted? 

Doncella     Porque  ha  sonado  el  timbre. 

YELÍN  ¡El  timbre!  (Mira  á  Casto  y  pone  cara  de  sor- 

presa.) No  puede  ser. 

Casto  ¡Pegarle  fuego  al  hotel! 

Doncella     Pues  yo  aseguraría  que... 


Casto 


Yelín 

Doncella 

Casto 
Yelín 
Casto 
Doncella 


Cast<  > 

Yelín 

Casto 

Doncella 

Casto 


Yelín 

Casto 
Yelín 
Casto 


Yelín 


:i  usted  que  oo  lia  llamad.» 


Que    venga    la    policía!    (La  doncella  mira  de 

cuando  en  cuando  a  Casto,  extrañada  de  lo  que  esta 

pasando.) 

Le  he  dicho 

nadie. 

^Pues  qué  dice  el  señor? 

8S&3SU-  el  sueño  de  lamosa 
Revenga  la  policía!  iEl  conde  se  la  Ueva! 

Además    yo  venía  á  traer  al  señor  los 

bizcochos  y  la  leche  que  toma  todas  las 

noches. 

¡Se  la  lleva! 

Pues  llévesela  usted. 

¡Que  n.>  se  la  lleve!  ¡Quemar  el  liotel! 

En  fin!  perdone  el  señor.  (Vase  y  cierra.) 

(Desesperado)  ¡Jacoba!  (¡No  me  ha  entendi- 

(doesTmibécU!  ¡Estoy  perdidol)¡Jacobal... 

SIS-JS)    Declaro  ;  ua<Ue  „,.• 

causó  la  muerte  que  voluntariamente  he 
buTcado.  Cuando  mi  cadáver  se  encuen- 
tre... (Interrumpe  la  lectura  como  para  aceutua. 

(Tome decido;  me  juego  el  todo  por  el 

todo.)  (Se  levanta.)  .  ,*,..,.  ,.,, 

(Siguiendo)  cuando  mi  cadaveí  se  en- 
cuentre mi  este  gabinete 

(Que  ha  ido  avanzando  cautelosamente,  coge  una 
de  las  pistolas  y  dispara  al  aire,  pero  cerca  de  la  ca- 
beza del  Inglés,  que  cae  al  suelo  del  susto  mientras 

el,  veloz  como  un  rayo,  se  tira  de  un  salto  por  la 
ventana  al  jardín,  sin  dejar  degritan)  ¡  rHiegO .. .. 
Ladrónos!...  [Fuego!...  ¡Socorro.... 
'(Levantándose  rápidamente  y  cogiéndola  otrapis- 
íol2)¡Ah,n^m-al^'M;:m-al»  .Cornendo  a 
la  ventana  y  apuntando.)  ,><>     <       '       .'.  .. 

;I)ónde!  (Todo  este  final  rapidísimo.  Música  en  la 

orquesta, 


MUTACIÓN 


CUADRO  QUINTO 

Telón  corto  de  jardín.  Es  de  noche. 

ESCENA  PRIMERA 

CASTO  y  KOC 

CASTO  sale  aterrado,  huyendo,  con  la  ropa  descompuesta  y  sucio 
de  tierra.  Viene  agarrado  al  negro.  Salen  por  la  izquierda. 

Koc  ¡Pero  mi  amo!...  ¡Pero  señó! 

Casto  ¡No  te  apartes,  no  te  apartes,  por  tu  salud, 

que  me  encañona!  ¿Está  en  la  ventana? 

KOC  (Mirando  hacia  la  izquierda.)  Allí  se  ve  la    si- 

lueta. 

Casto  Pues  no  te  apartes,  Koc.  Arrímate,  ven, 

que  tú  me  obscureces. 

Koc  Pero,  ¿y  si  dispara  y  me  dá  á  mí? 

Casto  Estamos  en  la  sombra  y  no  creo  que  por 

mucho  que  afine  la  puntería  pueda  ha- 
certe blanco.  ¡Ay,  Koc  de  mi  vida,  dame 
tu  calor!...  ¡Ay,  Koc,  qué  cisco  se  ha  ar- 
mado! 

Koc  ¿Pegarle  á  mi  amo?  Si  yo  lo  sé,  me  en- 

siendo  y  le  caliento.  (Acción  de  pegar.) 

Casto  Por  Dios,  Koc,  no  te  atufes;  cálmate.  ¡Ay, 

si  yo  lo  hubiera  sabido!  ¡Y  yo  que  creí 
que  el  papel  de  príncipe  era  para  gozar 
nada  más!  Pero,  claro:  esto  me  ha  pasado 
á  mí,  por  ser  príncipe  al  carbono:  Prínci- 
pe ful,  vamos.  ¡Era  mucho  mejor  lo  que 
yo  era! 

Koc  ;Y  qué  era  usted? 

Casto  Sin  vergüenza;  pero  de  los  legítimos. 

Koc  .Y   qué  habrá   sido  de  la   señorita?  ¿Qué 

hará? 


Casto 


Koc 
Casto 


Koc 

Casto 

Koc 


—  39  — 

¡Qué  se  yo!  Se  ha  fugado  hace  media 
hora,  con  <iU(1  calcula  cómo  to  voy  a 
saber. 

¿Y  qué  va  usté  á  haser? 
Pues  buscarla;  porque  ¿cómo  volvemos  á 
España  sin  un  céntimo?  Ese  animal  de 
inglés  me  tía  obligado  á  salir  de  casa  con 
una  precipitación,  que  no  ue  podido  co- 
ger nada  para...  empeñarlo. 
¿Y  qué  hasémosV 

Pues  Lo  mejor...  ¡Ah!  (Mira  con  fijeza  por  la  iz- 
quierda.) iOhJüEl  inglés!!...  ¡Corre,  Koc! 
¡El  inglés!...  [Me  ensiendet...  ¡me  ensiende! 

(Salen  huyendo  por  la  derecha. 


ESCENA  II 

MISTER     YELÍN 
Música 

(Sale  por  la  izquierda,  marcando  pasos  largos  y  rítmicos,  con  la  pis- 
tola en  la  mano,  buscando  á  Casto  por  todas  partes.) 

Recitado 

YeiÍN  Lo  lograste,  caro  príncipe, 

huir  por  esta  vez; 
te  escapas  de  mis  uñas; 
tus  pasos  seguiré. 
Ocúltate  en  América, 
ocúltate  en  Japón, 
ó  vete  á  la  Siberia, 
ó  vete  á  Wagsintón. 
Me  importa  tres  cominos 
donde  te  escondas  tú. 
En  donde  yo  te  trinque, 
no  dices  ni  Jesús. 
(Vase  por  la  derecha  igual  que  salió.  Sigue  la  música.) 


MUTACIÓN 


CUADRO    SEXTO 


Plazoleta  en  un  Boulevard  de   una  ciudad  francesa.  A  cada  lado, 
en  segundo  término,  un  Bar.  Mesas  en  la  calle.  Es  de  día. 


ESCENA  PRIMERA 

(Al  levantarse  el  telón,  aparecen  las  mesas  llenas  de  gente.  (Coro 
general.)  (Toilettes  para  calle  en  verano.)  Una  orquesta  de  Tzín- 
ganes,  colocada  en  el  fondo  derecha,  pegados  al  Bar,  ameniza  la 
reunión  tocando  un  vals  ante  la  concurrencia.  Varios  camareros 
sirven. 

Sigue  la  música 

Coro  Oir  el  ritmo 

de  un  wals  vienes, 

¡qué  gusto  da, 

qué  hermoso  es! 

¡Es  la  suprema 

felicidad! 

¡Qué  placidez! 

¡Qué  sensación 

de  voluptuosidad! 
(Todos  acompañan  á  los  músicos  silbando  el  vals.) 
(Terminado  el  número,  todos  quedan  en  sus  sitios 
hasta  el  final  de  la  obra.) 


ESCENA  II 

ANITA,  AMIGA   1.a,  AMIGA  2.a,  CARACUL  y  AMIGO  1.°,  por  el 
fondo  derecha.  (Ellas,  trajes  elegantes  de  calle.) 

Hablado 

CARACUL  (Que  es  un  tipo  de  ridicula  elegancia,  sale  con  un 

ramo  en  la  mano,  monóculo,  flor  en  el  ojal,  boti- 
nes, etc.)   ¡Oh,  Anita,  cuánto  te  amo!  Estas 


41   — 

flores,  al  perfumar  tu  seno,  te  dirán  que 
sólo  ansio...  ansio... 

Axita  ¡Ay,  mi  querido  Caracul:  si  no  fueras  tan 

imbécil,  con  qué  gusto  soportaría  lo  cursi 
que  eres! 

Caracul  emendo  con  risa  estúpida.)  ¡Oh,  estás  despe- 
chada porque  lias  mirado  ú  Mil»'.  Jor- 
gette!  Anita,  no  tengas  celos;  mi  amor  »is 
frivolo,  pero  en  su  frivolidad,  Sólo  á  tí 
perfuma.  Y  á  propósito:  toma  estas  flores, 
(fue  deseo  que  te  aromen,  que  te  embal- 
samen... 

Anita  ¡Ay,  ¿por  <jm''  no  te  embalsamarán  á  tí, 

rico  mío? 

Caracul  ¡Oh,  eres  etérea,  etérea!  Y  ahora,  espéra- 
me aquí  un  momento,  que  vamos  ú  encar- 
gar un  gabinete.  No  safras;  mi  ausencia 
durará  un  minuto. 

Axita  Oye,  cielo:  si  quieres,  tarda,  que  no  me 

intranquilizaré.  Tarda,  tarda.  (Vanse  Caracul 
y  el  amigo  al  interior  del  Bar  de  la  derecha.) 


ESCENA  111 
dichos:  menos  CARACUL  y  AMIGO 

Amigo  1."  Pero  ¿de  dónde  lias  sacado  este  tipo  tan 
ridículo:' 

Anita  De  mi  fatalidad. 

Amigo  2.°      ;Y  quién  esV 

Anita  _  ¡Qué  se  yo!  Uno;  uno  de  esos  imbéciles 

que  hay  que  aguantar  para  ir  viviendo.  ¡Y 
todavía  hay  quien  la  llama  alegre  á  esta 
vida  nuestra) 

Amigo  1.°  Pero,  ¿y  aquel  príncipe  multimillonario 
que  te  acompañaba? 

Axita  ¿Aquel  principe?  ¡PobreCasto!  Le  traicio- 

né huyendo  de  su  lado  con  el  conde  de 
Holstein. 

Amigo  2."      ;Y  qué  has  hecho  del  conde? 

Axita  ¡Oh,  uo  me  habléis  del  conde!  Cegada  por 

-n  fortuna  huí  con  él  y  pasamos  ocho  días 
deliciosos  en  un  rincón  de  Holanda, 
transcurridos  los  cuales,  el  conde...  ¡ay 


—  42  — 

huyó,  encargándome  en  una  carta  que  pa- 
gara el  hotel  y  que  le  perdonara  su  con- 
ducta y  el  par  de  pendientes  que  se  lle- 
vaba para  poder  seguir  el  viaje. 

Amigo  1.°      Entonces,  su  fortuna... 

Anita  Su  fortuna  fué  que  no  le  cogieran  los  gen- 

darmes, si  no  á  estas  horas  está  en  la  cár- 
cel. Era  un  fullero. 

Amigo  2.ü       ¡Fatal  desenlace! 

Anita  El  fracaso  de  mi  vida.  (¡Pobre  Casto!... 

¿Qué  habrá  sido  de  él?  ¡Quifcá  haya  muer- 
to á  manos  del  inglés!...  El,  muerto;  yo, 
con  Caracul...  ¡El  es  más  dichoso!  ¡Triste 
final  de  mi  aventura!) 


ESCENA  IV 

Dichos.  AMIGO  1.°  del  Bar 

Amigo  1.°      (A  Anita.)  De  parte  del  buen  Caracul,  que 

paséis,  que  ya  está  todo  dispuesto. 
Anita  Vamos  allá.  (Entran  los  cuatro  en  el  Bar.) 

Coxcur.         (De  los  de  las  mesas.)  ¡Oh;  silencio,  silencio! 
¡Los  piamonteses  vienen! 


ESCENA  V 

Coro  general  (en  escena).  Una  PIAMONTESA,  un  PIAMONTES- 
Cuatro  piamontesas  y  cuatro  piamonteses.  Baile  ó  coro;  todos 
mujeres.  Salen  fondo  derecha  y  bailan  y  acompañan  cuando  con- 
venga, á  gusto  del  director,  con  golpes  de  pandereta. 

Música 


Los  dos  Un  póbero  soldatto 

de  centinela 
una  noche  glacial 
al  pasar  yo  le  vi 
y  qué  pena  sentí. 
El  póbero  soplaba 
yerto  de  frío 
y  me  daba  terror 
ver  al  hombre  soplar 


43  — 


Coro 
Los  DOS 


Coro 


sin  entrar  en  calor. 
;Ay,  póbero  soldatto! 
¡Ay,  póbero  mío! 
¡Estar  de  centinela 

con  este  frío! 

•Ay,  póbero! 

¡Ay,  póbero! 
Centinela,  centinela: 
abrígate  que  hace  un  frío  que  peta 
y  en  la  garita  se  cue... 
¡ay,  que  se  cuela!  (Bailan.) 
Centinela,  centinela, 

etc.,  etc. 
Pensando  en  su  fanciulla 
gratsiosa  é  bella 
el  soldatto  estará, 
y  al  pensar  en  su  amor 
pensará  con  calor 
y  el  frío  de  la  norte, 
sicuramente, 
inclemente  <cnv, 
pero  si  él  piensa  así, 
menos  frío  tendía. 
;Ay,  piensa  en  tu  faneiulla, 
¡Ay,  póbero  mío, 
que  siento  pena  al  verte 
con  este  frío! 
¡Ay,  póbero! 
¡Ay,  póbero! 
Centinela,  centinela, 
etc.,  etc.  (Bailan.) 
Centinela,  centinela, 

etc.,  etc.  (Bailan  todos.; 


ll»l»l:t<to 


PlAMoNT.  (En  un  velador,  mientras  los  demás  piden  por  los 
otros.)  ¡Oh,  signorina,  una  lira  per  le  pobe- 
riño  piamontese!  (Bis  en  la  orquesta  y  vanse 
bailando  por  la  primera  izquierda.) 


-  44 


ESCENA  VI 

Coro  general  (en  escena).  CASTO  y  Mister  YEL1N,  por  el  fondo  de- 
recha. Un  CAMARERO. 

Hablado 

Salen  juntos;  el  inglés  lleva  á  Casto  cogido  fuertemente,  pasando 
el  brazo  derecho  por  entre  el  izquierdo,  en  forma  de  gancho.  Así  ha- 
rán esta  escena  y  las  siguientes,  hasta  que  se  indique  en  el  diálogo. 
Casto  sale  riendo  con  risa  fingida. 


Casto 


Yelíx 

Casto 


Yelíx 
Casto 

Yelíx 


Camarero 
Casto 
Yelíx 
Casto 


Camarero 

Yelíx 

Camarero 
Casto 


¡Ja,  ja,  ja!  ¡Pero  qué  feliz  casualidad,  hom- 
bre, habernos  encontrado!  (¡Maldita  sea 
tu  estampa!)  ¿Y  qué,  Mister,  quiere  usted 
que  tomemos  algo? 
(Secamente.)  No. 

(Bueno,  y  esto  no  es  que  hayamos  hecho 
las  amistades,  como  á  primera  vista  pare- 
ce, sino  que  lo  encontré  esta  mañana,  se 
me  agarró  á  este  brazo  y  dijo  que  no  me 
soltaba  hasta  que  encontráramos  un  sitio 
solitario  donde  levantarnos  la  tapa  de  los 
sesos.  ¡Si  yo  pudiera  soltarme!...  (Alto  a 
Yelín.)  ¿Me  permite  usted  que...  (intentando 
soltarse.) 

(Sujetándolo.)  No  permito  nada. 
Quería  soltarme,  porque  voy  á  llamar  al 
camarero. 

No   hace   falta;   ponga   la   mano   abierta. 
(Casto  pone  la  mano  derecha  abierta  y  Yelin  golpea 
con  laizquierda  sobre  ella  para  llamar  al  camarero.) 
Ya.  (Del  Bar  de  la  derecha.) 
Bueno,  tolero  lo  de  llamar  á  medias. 
¿Qué? 

(Muy  alto.)  Que  tolero  lo  de  llamar  á  me- 
dias; pero  para  pagar  me  va  á  dar  un 
reuma. 

(Acercándose  por  la  derecha  de  Casto.)  ¿Qué  de- 
sean los  señores? 
Cerveza. 
¿Dos  grandes? 
(Confidencialmente.)  Al  señor,  tráigale  usted 


-   45  — 

una  chica,  pero    ana  chica   que    Lo   entre 
tenga,  á  ver  si  me  puedo  escabullir. 

Camarero     ;Y  usted  qué  desea? 

Casto  Pues  yo  una  cosa  ligerita. 

Camarero     ¿Un  masagrán? 

Casto  (¡Un  automóvil!) 

Camarero     Los  señores  querrán  que  Les  sirva  en  un 
sitio  donde  estén  solos. 

Casto  ¡No!  ¡quiá!  De  ninguna  manera.  Y  diga  us- 

ted á  la  concurrencia  que  no  se  vayan  sin 
avisarme,  por  lo  <juc  más  quieran.  (Vase  ei 

Camarero.  A  Yelin,  sacándole  el  pañuelo,  para  so- 
narse.) No  tengo  más  remedio.  (Se  suena  lige- 
ramente.) Usted  perdone.  (Se  le  cae  el  pañuelo.) 
¡Ay,  se  me  ha  caído! 

Yia.íx  Recójalo.  (Se  agachan  los  dos  y  Casto  lo  coge.) 

Casto  (¡Ya  llevo  tiradas  diez  ó  doce  cosas  para 

recogerlas,  á  ver  si  lo  relajo,  pero  este  tí.» 
es  de  cauchú!  ¡Si  yo  pudiera  encizañarlo 
con  alguien!...)  (Alto  a  Yelín  y  señalando  á  un 
caballero  que  sale  del  Bar  de  la  derecha  y  hace  mu- 
tis primera  izquierda.)  ¿Ha  oído  usted  qué  gro- 
sería? 

Yelín  ¿Qué? 

Casto  Ese  señor  deJ  Borsalino,  que  lia  dicho  (pie 

es  usted  un  cerdo. 

Y'eléx  Es  igual. 

Gasto  Yo  le  daría  un  puñetazo. 

Yelín  Yo,  no;  hasta  que  no  le  mate  á  usted,  no 

tengo  dignidad. 

Casto  (Pues  es  un  consuelo!  ¡Todo  me  fracasa! 

¡¡Esto  es  horrible!!) 


ESCENA  FINAL 
dichos:  ANITA,  CARACUL,  AMIGAS  1/  y  2/  y  AMIGO  1. 


Anita 


Casto 
Anita 

Casto 


(Saliendo  con  todos  del  Bar.)  Bueno,  pues  va- 
mos antes  hacia...  (Reparando.)  ¡Calle!  ¡pero, 
es  él  (Acercándose.)  ¡Casto'  ;  ¡Casto!!  Pero 
¿eres  tú? 

Anita!  ¡Anita  de  mi  alma!  ¡¡Al  fin!! 
¡Abrázame! 

(Tratando  inútilmente  de  desasirse  del  inglés.) 


-  46  - 

Hombre,  haga  usted  el  favor,  que  es  que 
voy  á  abrazar  á  esta  amiga. 

YELÍN  La  abrazaremos.  (La  abrazan  entre  los  dos.) 

Casto  (Rechazándole)  Hobre,  esto  de  aprovechar- 

se de  mis  amistades,  ya  me  resulta  un 
poco... 

Anita  Pero  ¿qué  es  esto,  Mister?  ¿Cómo  ustedes 

tan  unidos? 

Casto  Pues  nada:  que  nos  hemos  hecho  de  carne 

y  uña  y  se  me  ha  clavado. 

YmJn  ¡El  príncipe  es  mío! 

Casto  Pero,   díme  Anita,   díme:   ¿y   el   conde? 

¿Dónde  está  el  conde? 

Anita  ;E1  conde?  ¡Ay,   Casto,  horrorízate!  El 

conde,  resultó  un  fullero. 

Casto  (Aterrado.)  ¿Qué  dices? 

Anita  No  tenía  ni  dos  reales.  Me  robó  unos  pen- 

dientes, no  te  digo  más. 

Casto  ¡Canalla!  ¿De  manera  que  mis  doce  mil 

duros?... 

Anita  Una  ilusión  desvanecida. 

Casto  ¿De  modo  que  la  fortuna  del  conde? 

Anita  Mentira;  todo  mentira.  ¡Como  mi  amor! 

¡Como  tu  principado!...  Todo  ficción! 
•Todo  farsa! 

Yelín  ¡Oh,  no  es  príncipe!  (Lo  suelta.) 

Casto  ¿De  manera  que  otra  vez  sin  cocido;  otra 

vez  en  la  miseria;  otra  vez  en  la  abyec- 
ción? 

Anita  Sí,  Casto;  sí.  No  es  por  el  camino  de  la 

farsa  por  donde  se  llega  á  la  felicidad. 

Casto  (En  tono  trágico.)  ¡¡Oh!!   (A  Yelín.)   Mister,   ha 

llegado  el  momento  trágico;  no  quiero 
vivir.  (Se  arrodilla.)  Puede  usted  destapar- 
me cuando  guste.  Máteme  usted,  sí;  máte- 
me usted. 

Yelín  ¡Matarle  yo!  ¡Matarle,  no  siendo  príncipe! 

¡Jamás!  No  puedo  rebajarme.  (Dándole  un 
empujón  con  desprecio.)  Adiós.  (Vase  primera  iz- 
quierda.) 

Casto  (A  Anita.)  Pero  estás  viendo,  que  en  cuanto 

eres  pobre  no  encuentras  ni  quien  te  mate. 

Anita  Ya  lo  veo. 

CASTO  (Levantándose.)  ¿Y  qué  hacemos  ahora  sin 

recursos  en  un  país  extraño? 


-  47  - 
Anita  No    té    apures.    (Mostrándole  a  Caracul.     &Ves 

este  tipo  que  tengo  aquí?  Pues  nos  va  á 

pagar  el  viaje  á  España. 
Casto  ¡Qué  feo! 

Caracul       ¿Quér 
Casto  Que  qué  feo  estaría  desairarle  á  usted. 

(A  Anita.)  ¿T  una  vez  en  España,  (pié  lui- 
remos? 

Anita  ¡Vivir!  Vivir  como  podamos,  pero  alegres; 

siempre  alcores.  Desecha  tu  tristeza,  Ca- 
to; la  alegría  es  fuerza  y  esperanza. 

CASTO  (Radiante  y  erguido.)  ¡Oh,  sí;  me  alientas!  ¡Me 

reconfortas!...  Después  de  todo, ¿qué  ><<n 
las  grandezas  humanas r  ¡Disgustos  y  so- 
bresaltos! Vuelvo  á  la  plebe.  A  ser  des- 
preocupado. ¡A  ser  libre!  ¡A  ser  feliz!  <ai 
público.) 

Ya  no  soy  príncipe.  ¡Albricia-! 
Si  á  mí  un  día  un  mentecato 
tne  dijera:    ;Qué  codicias? 
le  diría  muy  sensato: 
Dos  pesetas  vitalicias; 
y  las  grandezas,  pal  gato. 

ihoitü  en  la  orquesta 


TELÓN 


Precio:  UNA  peseta.