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Full text of "El verdadero Jesucristo"

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Dr.  Héctor  Eduardo  Andrade  Proaño 
Pbro. 


BT202  «I  ,  - 

¡J¡¡¡|  ECUADOR 

1958 


OF  mucEfofr 

MAY  T  9  1980 


BT202.. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAÑO 
SACERDOTE 


EL  VERDADERO 
JESUCRISTO 


CUENCA-ECUADOR 
1958 


CON  LAS  DEBIDAS  LICENCIAS 


Reservados  los  derechos  de  publicidad 
conforme  a  la  Ley  respectiva 


— 1— 


MOTIVO: 

El  29  de  Junio  de  1934,  en  la  Catedral  Me- 
tropolitana, recibí  la  sagrada  ordenación  sacerdotal 
por  la  imposición  de  las  manos  episcopales  del 
Emnmo.  Cardenal  de  la  Torre  y  al  siguiente  día 
celebré  mi  Primera  Misa  en  la  Capilla  del  Semi- 
nario Interdiocesano. 

Veinte  y  cinco  años  van  a  cumplirse  de  esta 
magna  efemérides  que  signó  mi  alma  con  carác- 
ter indeleble.-  Cinco  lustros  de  vida  sacerdotal  ru- 
bricada diariamente  con  la  sangre  del  Cordero  In- 
maculado.- Un  cuarto  de  siglo  convertido  en  otro 
Cristo,  en  el  Tabor  y  en  el  calvario,  con  la  cruz 
a  cuestas,  o  nimbado  de  gloria. 

En  mis  bodas  sacerdotales  no  podré  decir  con 
San  Pablo:  "Bonum  certamen  certavi- •  ";  debo  re- 
petir la  plegaria  de  David:  ''Miserere  mei  Deus  • 

El  ideal  que  vislumbré  en  el  hogar  y  acaricié 
en  la  escuela,  creció  en  el  Colegio,  a  la  sombra  be- 
néfica de  los  Hijos  de  Loyola  y  maduró  protegido 
por  los  Padres  Lazaristas,  beneméritos  formadores 
del  clero  ecuatoriano. 

Este  sagrado  ideal  ha  sostenido  mi  alma  tran- 
quila en  medio  del  mar  alborotado  del  mundo. 

Próximo  a  cumplir  las  veinte  y  cinco  jornadas 
de  camino  por  el  monte  Santo  del  sacerdocio,  quie- 
ro volver  el  rostro  hacia  atrás,  cantando  un  himno 
de  gratitud,  musitando  una  plegaria,  dirigiendo  una 
súplica  al  Buen  Dios  de  mi  Primera  Misa. 

Esta  triple  oración  va  sintetizada  en   este  li- 


— 2— 


bro,  fruto  de  la  lectura  del  Evangelio  en  los  mo- 
mentos de  descanso  entre  las  fatigas  del  ministe- 
rio parroquial. 

Estas  páginas  son  tríptico  de  añoranzas,  son 
evocación,  son  pétalos  de  un  tiempo  ido  en  la  his- 
toria de  mi  vida,  cuya  segunda  etapa  comenzó  ha- 
ce veinte  y  cinco  años. 

Al  empezar  la  descención  en  el  camino,  quiero 
regar,  desde  la  cumbre,  flores  del  Evangelio,  mus- 
tias como  mi  inteligencia,  pero  vivificantes  porque 
tratan  de  Jesucristo. 

Si  este  libro  consiguiera  hacer  conocer,  amar  y 
servir  a  Jesús,  a  un  solo  cristiano  de  tantos  que 
desconocen  al  verdadero  Jesucristo,  habría  pagado 
al  Señor  un  tantico  de  la  deuda  por  los  favores 
recibidos  de  su  Divina  Providencia  durante  mis 
veinte  y  cinco  años  de  vida  sacerdotal. 


H.  E.  A. 


-3— 


DEDICATORIA: 

A  mis  padres,  sacrificados  levitas  del   santuario  fcTmiliar, 

A  mis  hermanos,  partidarios  de  las  alegrías  y  tristezas  hogareñas. 

A  mis  maestros,  forjadores  del  entendimiento. 

A  los  sacerdotes  que  modelaron  mi  espíritu. 

A  cuantos  me  condujeron  al  altar  de  Dios. 

A  las  almas  eucarísticas  y  evangélicas. 

A  mis  cohermanos  Sacerdotes. 

A  los  bienaventurados,  según  el  Evangelio, 

A  los  ricos  que  no  hacen  exhalar  ayes  a  Cristo. 

A  los  que  se  creen  malos  y  pecadores. 

A  los  que  blasfeman  de  Jesús,  porque  no  saben  lo  que  dicen 

A  los  que  buscan  felicidad  lejos  de  Dios. 

A  los  que  leerán  este  libro  con  sarcasmo, 

A  mis  amigos,  a  todos  los  que  llevan  el  sublime  nombre  de 

cristianos,  dedico  este  trabajo  evangélico,  con  afecto  sacerdotal 


EL  AUTOR, 


POR  PROLOGO 


Solicitar  prólogo  es  grave  cosa,  como  lo  es  pro- 
logar. He*  querido  librarme  de  molestias  y  no  mo- 
lestar al  prójimo-,  este  egoísmo  explica  la  desprolo- 
gación  de  este  libro.  Como  algún  lector  puede  llevar 
a  mal  mi  proceder,  por  prólogo  va  el  "nihil  obstat" 
del  Censor  eclesiástico  y  el  u  imprimatur"  del  Prela- 
do diocesano,  porque  en  mi  calidad  de  Sacerdote 
he  tenido  que  sujetarme  a  la  Ley  de  la  Iglesia  Ca- 
tólica, haciendo  censurar  y  aprobar  mi  obra,  antes 
de  publicarla. 

Presentados  mis  escritos  al  limo.  Sr.  Vicario 
General,  pasaron  al  estudio  del  Rvdo.  Padre  Jesui- 
ta  Hermógenes  Herrera,  Filósofo,  Teólogo  y  Asceta 
de  reconocidos  méritos,  censor  de  oficio  en  la  Ar- 
quidiócesis  de  Cuenca,  quien  devolvió  cumplida  la 
comisión,  acompañando   la  siguiente  nota: 

11  limo.  Sr.  Vicario:  Habiendo  cumplido  con  el 
grato  encargo  de  su  Señoría  de  leer  y  censurar  la 
obra:  llEL  VERDADERO  JESUCRISTO"  escrita 
por  el  Dr.  Héctor  Eduardo  Andrade  Proaño,  Pres- 
bítero, emito  mi  parecer  diciendo:  La  obra,  en  gene- 
ral, no  tiene  cosa  que  merezca  reprocharse  bajo  el 
punto  de  vista  dogmático  o  moral,  ni  tampoco  de 
prudencia  y  oportunidad;  pues  sigue  la  doctrina 
tradicional  de  comentaristas  y  ascetas  muy  conoci- 
dos en  el  campo  católico,  y,  en  general,  cuando  ha- 
ce aplicaciones,  el  estilo  es  mesurado-  Espero  que 
el  benemérito  Dr.  Andrade  no  tendrá  inconvenien- 
te en  admitir,  sin  embargo  de  lo  dicho,  las  siguien- 
tes insinuaciones,   con  las  que  pretendo  servir  y  a- 


— 5— 


yudar  para  que  esta  obrita,  que  promete  mucho  fru- 
to, lo  obtenga  mayor:  Atenúe  el  título  y  la  intro- 
ducción, poniendo  simplemente:  JESUCRISTO  SE- 
GUN LOS  EVANGELIOS,  tu  otro  equivalente;  di- 
ga al  lector  que  son  muchos,  en  vez  de  millones,  los 
que  ignoran  u  odian  a  Jesucristo. .......  (siguen  algu- 
nas insinuaciones  amistosas  y  observaciones  de  carác- 
ter literario  que  el  Autor  las  ha  aceptado  muy  com- 
placido). ~  Leído  todo  el  desarrollo  del  libro,  se  ve, 
que  más  que  una  obra  de  apologética,  es  una  ex- 
posición positiva,  erudita  y  cordial  acerca  de  la  sa- 
grada Persona  de  Jesucristo,  enderezada  al  pueblo 
creyente- 

Quedando  a  salvo  el  mejor  criterio  de  su  Sría. 
lima.,  creo  que  puede  publicarse  esta  obrita  que  a- 
carreará  mucho  bien  espiritual'1 '. 

En  carta  al  Autor,  de  fecha  22  de  Julio p.  p-, 
dice  el  mismo  Padre:  "Rvdo.  Sr.  Pbro.:  la  presente 
es  para  comunicarle  que  ya  por  fin  he  entregado  en 
la  Curia  su  libro  y  la  nota,  con  el  juicio  corres- 
pondiente, desde  luego  muy  favorable  a  la  publica- 
ción.- Hará  mucho  bien.-  Le  felicito  porque  ha  sa- 
bido encontrar  en  medio  de  sus  múltiples  ocupacio- 
nes, tiempo  para  escribir  algo,  que  puede  entregarse 
aún  a  intelectuales  de  nuestras  ciudades,  tampoco 
conocedores  de  Jesucristo.  Soy  el  primero  en  haberlo 
aprovechado.-  Las  indicaciones  que  he  hecho  no  son 
mayores....11. 

El  limo.  Sr.  Vicario  General  de  la  Arquidióce- 
sis  de  Cuenca.  Dr.  Miguel  Cordero  Crespo,  tuvo  la 
gentileza  de  permitir  la  publicación,  en  nombre  del 
Excmo.  Sr.  Arzobispo,  con  las  siguientes  frases: 


— 6— 


"En  vista  del  parecer  favorable  del  R.  Padre  He- 
rrera Censor  eclesiástico,  permitimos  gustosos  la  publi- 
cación de  su  obrita.  Como  Prelado  y  como  amigo  le 
felicito,  mi  Dr.  Andrade,  porque  ha  sabido  ocupar 
bien  el  tiempo  libre  del  ministerio  parroquial.-  En 
cuanto  le  sea  posible  aténgase  a  las  modificaciones 
insinuadas  por  el  Censor.  En  una  cosa  no  estoy  de 
acuerdo  con  el  Padre  Herrera  y  es  el  cambio  de  tí- 
tulo; me  parece  que  debe  conservar  el  que  Ud.  ha 
escogido,  porquele  da  más  novedad  a  su  libro  que- 
trata  de  revivir  la  verdadera  personalidad  de  Je- 
sucristo, tan  adulterada  en  estos  tiempos.-  He  leído 
algo  de  su  obrita  y  creo  que  aprovechará  mucho  a 
los  buenos  cristianos.-  Puede  publicarla 

Que  estos  dos  juicios  importantes  acerca  de  mi 
libro  sirvan  por  prólogo.  Por  lo  demás,  espero  que 
cada  lector  emitirá  su  parecer  personal,  criticando  o 
aplaudiendo,  siendo  este,  para  mí,  el  mejor  prólogo. 

H.  A. 


—7— 

PRESENTACION 

Millones  de  personas  conocen  a  Jesús  y  le  a- 
man,  pero  otros  tantos  miles  de  seres  humanos 
no  le  conocen  y  no  pueden  amarle,  ni  servirle. - 
Centenares  de  cristianos  desconocen  al  verdadero 
Jesucristo  y  muchos  le  conocen  a  medias.-  Hay 
también  gentes  que  odian  a  Cristo. 

El  conocimiento  objetivo  es  triple:  físico,  inte- 
lectual y  espiritual,  con  sus  diversas  ramificacio- 
nes. La  sagrada  persona  de  Jesucristo  debe  ser 
conocida  íntegramente  por  todos  los  cristianos,  pe- 
ro, atravesamos  el  tiempo  de  la  acomodación  es- 
piritual y  cada  cristiano  se  ha  ideado  un  Cristo  a 
su  antojo  y  conveniencias.-  Aún  más,  al  cabo  de 
veinte  siglos  de  cristianismo,  para  algunos  cristia- 
nos es  Jesucristo,  el  Dios  desconocido  del  paganis- 
mo, porque  la  religión  del  Crucificado  está  paga- 
nizada y  su  Persona  Divina  adulterada. 

Constatemos  esta  verdad  penetrando  en  la  con- 
ciencia de  las  gentes  que  se  agitan  entre  el  bulli- 
cio de  las  ciudades  o  que  están  adormecidas  moral- 
mente  en  la  soledad  del  campo.  Existe  una  igno- 
rancia supina  del  Evangelio,  un  tremendo  descono- 
cimiento de  Jesucristo  y  un  cúmulo  de  supersti- 
ciones que  se  llaman  religión. 

Los  cristianos  debemos  conocer,  amar  y  ser- 
vir a  Cristo  y  para  cumplir  con  este  deber  no  te- 
nemos otro  camino  que  conocer  y  practicar  el 
Evangelio. 

El  Santo  Obispo  de  Málaga  dice:  "No  hay  guía 


—8— 


más  seguro,  ni  más  enterado,  ni  más  a  nuestro  al- 
cance para  conocer  a  Jesús,  que  el  Evangelio, 
porque  en  cada  página,  en  cada  hecho,  en  cada 
sentencia,  en  cada  partícula  y  hasta  en 
cada  signo  de  este  precioso  Libro,  palpita  el 
corazón  de  Cristo-  El  Evangelio  es  el  relato  de 
una  vida  y  de  una  doctrina,  no  solamente  de  un 
Jesús  que  pasó,  que  hizo,  que  dijo,  sino  sobre  to- 
do de  un  Jesús  que  está  viviendo,  que  sigue  ha- 
ciendo y  diciendo  " 

No  se  lee  el  Evangelio,  no  se  lo  medita,  no  se 
vive  su  vida  y  nos  llamamos  cristianos.  Un  celoso 
Cura  decía:  el  cristianismo  de  estos  tiempos  es  ve- 
lar a  las  imágenes  de  los  Santos  para  pedir  el  re- 
medio de  las  necesidades  presentes.-  Talvez  haya 
exageración  en  este  concepto  de  la  vida  cristiana 
actual,  pero  en  el  fondo  hay  una  verdad. 

Para  un  tanto  por  ciento  de  cristianos  sigue 
siendo  realidad  lo  que  se  cuenta  en  la  vida  de 
Napoleón  Bonaparte.  Este  genio  de  la  guerra  ago- 
nizaba lejos  de  los  campos  de  sus  victorias,  aban- 
donado de  los  suyos.  Un  día  concentró  sus  pen- 
samientos en  Cristo;  despreocupado  como  era  en 
materia  religiosa,  llamó  al  General  Bertrand  para 
que  le  instruyera  acerca  del  cristianismo.  Pregun- 
tó Napoleón:  ¿Quién  es  Jesucristo?;  la  respuesta 
del  cristiano  General  fué:  no  he  tenido  tiempo  de 
leer  algo  acerca  de  El.-  ¿Cómo,  repuso  Bonaparte, 
sois  cristiano  y  no  conocéis  a  Cristo? 

Preguntemos  a  la  generalidad  de  los  cristianos 
de  las  ciudades  y  de  los  campos  acerca  de  Jesu- 
cristo y  veamos  la  ignorancia   crasa  que  existe. 


—9— 


Es  conocido  el  caso  de  un  misionero  que  pe- 
netró a  una  fábrica  con  el  propósito  de  ganar  al- 
mas para  Cristo.  Comenzó  su  acción  apostólica  en- 
tablando conversación  con  un. joven  obrero  de  mi- 
rada inteligente  que  transparentaba  nobleza  de  al- 
ma y  cualidades  especiales  de  dominio  de  sí  mis- 
mo y  de  autoridad  con  los  demás. 

¿Conoces  a  Jesucristo?,  fue  la  pregunta  del 
misionero.-  Padre,  contestó  el  jefe  del  obrerismo, 
abriendo  sus  grandes  ojos  y  poniendo  extrañeza  en 
su  semblante,  nunca  he  visto  a  este  Señor,  ni  he 
oído  hablar  de  él. 

Hay  muchos  hombres  que  no  han  oído  hablar 
de  Cristo  y  que  si  le  conocieran  le  amaran.  Hay 
muchos  cristianos  que  oyeron  predicar  a  Cristo  y 
hasta  le  hospedaron  en  su  pecho  en  la  primera  co- 
munión, pero  han  olvidado  todo.  Hay  muchísimos 
cristianos  que  están  al  día  en  el  conocimiento  de* 
cines,  deportes,  novelas  y  sucesos,  pero  descono- 
cen a  Cristo.-  Para  estos  y  para  aquellos,  el  re- 
medio es  leer  el  Evangelio. 

Almas  apóstoles,  hombres  y  mujeres  de  Acción 
Católica,  buenos  cristianos,  enseñad  el  Evangelio 
Mostrad  al  verdadero  Jesucristo  en  cada  palabra 
de  este  sagrado  Libro  y  todo  el  mundo  se  salvará, 
porque,  "la  vida  eterna  es  el  conocimiento  de  Dios 
verdadero  y  de  su  enviado  Jesucristo"  (Juan,  Cap. 
XVII  versículo  3.) 


Héctor  Ed.  Andrade  P. 

Sacerdote. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAÑO 


11 


-I-    ¿EXISTIO  JESUCRISTO? 


on  frecuencia  hemos  oído  hablar  de  Jesús,  de 
su  vida  y  doctrina,  de  su  pasión  y  muerte.  Actual- 
mente casi  nadie  pone  en  duda  la  existencia  histó- 
rica de  Cristo,  pero  no  han  faltado  los  extravagan- 
tes que  atribuyen  su  vida  evangélica  a  leyendas  a- 
pócrifas  y  colocan  su  persona  entre  los  mitos. 

Contra  los  sofismas  y  panfletos  denigrantes  de 
la  personalidad  histórica  de  Jesucristo,  se  presen- 
tan majestuosas  las  páginas  del  Evangelio  cristiano. 

Historia  es  la  narración  verídica  y  fidedigna  de 
un  pasado  cronológico  de  ^  alguien,  en  lugares 
determinados. 

Jesucristo,  tiene  su  propia  historia.  Actuó  en 
tiempo  y  lugares  conocidos;  su  vida  es  relatada  por 
testigos  fidedignos;  luego  existió. 

Negando  la  existencia  real  y  verdadera  de  Je- 
sús, habría  que  velar  muchos  años  en  un  siglo,  y 
quitar  centenares  de  personas  de  la  vida  contem- 
poránea  al  supuesto  mito. 

Toda  la  historia  del  pueblo  hebreo,  la  antigua 
Alianza,  miles  de  años,   quedarían  desorbitados  o 


¡2 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


decentralizados  al  quitar  de  en  medio  a  Cristo,  o 
convertirle  en  ser  mitológico.  Jesús  es  el  protago- 
nista de  una  larga  historia  de  la  humanidad.  El 
mundo  israelita  del  siglo  primero  del  cristianismo 
es  muy  conocido;  los  acontecimientos  de  ese  tiem- 
po forman  parte  de  la  civilización  antigua,  en  una 
de  las  épocas  más  brillantes  y  mejor  documenta- 
das, como  dice  Grandmaisón,  y  en  esa  época  vivió 
Jesús. 

NACE  en  tiempo  de  César  Augusto,  Empera- 
dor Romano;  MUERE  en  el  reinado  de  Tiberio;  la 
VIDA  PUBLICA  se  desarrolla  en  el  año  quinto-déci- 
del  Emperador  Claudio,  gobernando  la  Judea  el 
Procurador  romano,  Poncio  Pilato,  siendo  Herodes, 
tetrarca  de  Galilea  y  Sumos  Pontífices  de  Israel, 
Anás  y  Caifás. 

Centenares  de  personas  judías  y  paganas  inter- 
vienen en  la  vida  y  muerte  de  Cristo.  Son  con- 
cretas las  fechas  principales  de  su  vida.  NACE  en 
el  año  de  748  de  la  fundación  de  Roma.  CO- 
MIENZA A  PREDICAR  la  Buena  Nueva  en  él  o- 
toño  del  año  779.  -MUERE  en  la  Pascua  del  año 
783,  correspondiente  al  30  de  nuestra  era. 

La  Tradición,  que  es  una  de  las  fuentes  de  la 
Historia,  sitúa  los  lugares  donde  actuó  Jesús  en  su 
vida.  Belén,  el  Jordán,  Nazaret,  son  muy  conoci- 
dos. Existen  los  pueblos  y  ciudades  evangelizados 
por  Cristo.  Permanecen  montes,  valles,  caminos, 
ruinas  de  palacios  y  casas,  testigos  de  la  predica- 
ción y  de  los  milagros  del  Señor. 

Apenas  ha  variado  la  topografía  del  Tabor,  de 
Getsemant,  del  Gólgota,   del  desierto  de  las  tenta- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO 


13 


ciones,  del  montículo  de  las  bienaventuranzas  y  de 
tantos  lugares  donde  Jesús  operó  los  misterios 
redentores. 

Existen  los  instrumentos  de  la  pasión,  como  la 
columna  de  la  flagelación,  la  corona  de  espinas,  los 
clavos,  la  cruz. 

Imposible  es  compaginar  fechas,  lugares,  obje- 
tos y  personas  en  torno  de  un  mito.  Si  Jesucristo 
es  el  centro  de  muchas  cosas  es  porque  existió 
realmente. 

Brandés,  Straus  y  sus  secuaces  dirán  que  las 
narraciones  evangélicas  no  son  una  historia  de  Cris- 
to, sino  fábulas  inventadas  por  los  primeros  cristia- 
nos al  rededor  de  su  supuesto  fundador.  Este  so- 
fisma equivale  en  el  orden  religioso  a  la  genera- 
ción espontánea  de  la  biología,  porque,  precisamen- 
te los  relatos  del  Evangelio  están  probando  la 
existencia  del  protagonista.  El  mismo  Renán  dice: 
"la  fe,  el  entusiasmo,  la  caridad,  la  constancia  de 
la  primera  generación  cristiana  sólo  se  explica  su- 
poniendo en  el  origen  de  todo  movimiento,  un  hom- 
bre de  colosales  proporciones,  un  motor  humano, 
una  persona  que  existió  y  a  quien  la  conciencia  u- 
niversal  ha  dado  el  título  de  Hijo  de  Dios  y  que 
realmente  es  la  más  alta  cumbre  de  la  grandeza 
humana". 

Lo  que  narra  la  historia  pagana  acerca  de 
Cristo  y  de  los  primeros  cristianos,  está  probando 
la  existencia  de  Jesús. 

Pero  la  fuente  principal  de  la  verdad  histórica 
de  la  existencia  de  Jesucristo,  son  los  Evangelios. 


14 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Obras,  humanamente  hablando,  dignas  de  todo  cré- 
dito porque  son  íntegras,  auténticas  y  veraces,  co- 
mo se  prueba  en  cualquiera  Apologética. 

Además, sabido  es,  que  Mateo  escribió  el  Evange- 
lio, apenas  doce  años  después  de  la  muerte  de  Jesús; 
diez  años  más  tarde  lo  hizo  Marcos;  después  de 
treinta  y  tres  años  escribió  Lucas  y  aún  no  se 
terminaba  el  primer  siglo  cuando  lo  hizo  Juan;  en- 
tonces vivían  aún  testigos  de  los  acontecimientos 
narrados  por  los  Evangelistas,  que  de  no  ser  ver- 
daderos, auténticos  e  íntegros  hubieran  recibido  la 
protesta  universal. 

Qué  existió  Jesucristo,  es  cierto.  Como  lo  es 
igualmente,  que  ningún  personaje  ha  dejado  huellas 
tan  ciertas  y  duraderas  de  su  existencia,  como  El. 

Su  nacimiento,  cambia  el  cómputo  del  tiempo; 
su  vida  es  dechado  de  virtudes;  su  doctrina,  modi- 
fica conceptos  y  crea  ideas;  su  muerte  vivifica  al 
mundo.  La  ciencia,  el  arte,  la  literatura,  se  trans- 
forman de  paganas  en  cristianas.  La  humanidad  en- 
tera se  vira  espiritual,  social  y  moralmente,  con  la 
presencia  de  Jesucristo  en  la  tierra. 

Jesús  de  Nazaret  no  es  un  mito;  es  una  rea- 
lidad histórica. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


15 


-II-    EL  MESIAS  PROMETIDO 

e  aciagas  consecuencias  fué  para  la  huma- 
nidad el  día  en  que  el  paraíso  terrenal  se  convirtió 
en  campo  de  maldición. 

Las  creaturas  desobedecieron  al  Creador  y  la 
luz  del  cielo  se  tornó  en  tinieblas  de  infierno.  Ne- 
gros nubarrones  cerraron  el  horizonte  de  la  crea- 
ción.- Dios  maldijo  al  hombre  condenándole  a  co- 
mer el  pan  con  el  sudor  de  la  frente,  a  la  mujer 
sentenciándole  a  ser  madre  mediante  el  dolor,  a  la 
serpiente  reduciéndola  a  vivir  arrastrada. 

Confusos,  avergonzados,  arrepentidos,  salieron 
del  jardín  de  delicias,  los  gestores  de  la  huma- 
nidad, con  la  conciencia  atormentada  por  el  remor- 
dimiento del  pecado;  ofendieron  a  Dios  y  no  encon- 
traban la  condigna  reparación.  Unicamente  alguien 
igual  al  ofendido  podía  satisfacer  la  culpa. 

Un  rayo  de  luz  divina  clareó  en  el  alma  de 
los  ofensores.  Jehová  cambió  la  justicia  en  miseri- 
cordia. Dios  se  haría  hombre  para  reparar  la  deso- 
bediencia del  hombre  a  Dios. 

Escogió  Jehová  un  pueblo  y  le  señaló  el  pa- 
raíso donde  se  operaría  la  redención  de  la  humanidad. 

Miles  de  años  transcurrieron  desde  la  crea- 
ción hasta  la  regeneración  humana.  En  estos  siglos, 
el  pueblo  israelita,  situado  en  la  tierra  de  promi- 
sión, estuvo  en  espectación  de  la  hora  providencial. 

Los  profetas  mantuvieron  a  las  gentes  en  cons- 


16 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


tante  televisión  del  Salvador.  El  Hijo  de  Dios  he- 
cho hombre  fué  vaticinado  con  caracteres  inconfun- 
dibles; su  nacimiento,  vida,  pasión  y  muerte,  fueron 
profetizados  con  detalles  minuciosos. 

Miqueas  predijo  el  nacimiento  de  Cristo  en  la 
ciudad  de  David;  "Tu  Betlehem  de  Judá  no  eres  la 
última  entre  las  ciudades  de  Israel,  porque  de  tí 
saldrá  el  caudillo  de  mi  pueblo"  (Miq.  V-2). 

Malaquías  señaló  al  precursor  del  Mesías:- "En- 
viaré un  ángel  para  que  prepare  el  camino  de 
redención".  (Malaq.  III-l) 

Isaías  anunció  al  Bautista,  "allanando  la  vía 
del  Señor".  (Is.  XL-3)  .-Este  mismo  profeta  procla- 
mó los  nombres  del  Salvador:  "Nacerá  un  niño  y 
será  llamado  Admirable,  Dios  fuerte,  Padre  del  si- 
glo futuro,  Príncipe  de  la  paz,  Emmanuel".  (Is.IX-6). 

Zacarías,  predijo  que  Cristo  entrará  en  la  ciu- 
dad santa  cabalgando  un  pollino  y  destruyendo  las 
cuadrigas  y  carrozas  de  Efraín;  dará  paz  a  las 
naciones  y  extenderá  su  reino  por  todo  el  orbe. 
(Zac.  IX-9). 

Isaías,  anunció  la  pasión  del  Señor  y  vaticinó 
el  reino  mesiánico  con  razgos  tan  claros  que  el 
pueblo  judío  conocía  la  obra  redentora  siglos  an- 
tes de  la  Encarnación.  La  segunda  parte  de  estas 
profecías  es  un  compendio  de  la  historia  del  Mesías, 
(ls.  Cap.  XL). 

El  Libro  de  los  Salmos  es  la  canción  de  los 
profetas  al  Redentor  cuya  vida  está  vaticinada  en 
forma  de  plegarias  y  alabanzas  a  Cristo.  -David, 
los  Hijos  de  Coré,  Asaf,  Salomón  predicen  la  obra 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  [J 

redentora  glorificando  a  Jehová.  -El  Salmo  LXXI 
profetiza  la  manifestación  del  Mesías  a  la  gentilidad. 

En  suma,  Cristo  es  el  centro  de  la  vida  reli- 
giosa del  pueblo  hebreo  y  forma  su  historia.  En  to- 
das las  edades,  desde  los  patriarcas,  se  siente  avanzar 
a  Cristo;  con  los  Profetas  el  rumor  de  su  venida  ya  es- 
tá próxima. 

Cuando  ya  el  Mesías  estaba  en  la  tierra,  flo- 
taba en  el  ambiente  espiritual  del  pueblo  israelita  la 
esperanza  inmediata  y  todos  los  anuncios  eran  de 
actualidad. 

Cristo  vino  a  los  suyos,  pero  estos  le  desconocie- 
ron fJn.   I-lljapesar  de  los  vaticinios  cumplidos. 

Los  Judíos,  materializados  y  humillados  hasta  el 
colmo,  querían  un  Salvador  nacido  en  Palacio,  arma- 
do y  guerrero,  caudillo  poderoso  para  exterminar  a 
los  enemigos  y  librar  a  su  pueblo  de  la  opresión 
romana. 

Por  estos  prejuicios  no  aceptaron  al  Mesías 
nazareno,  al  Rabí  Galileo.  Estaba  entre  ellos,  pero 
no  le  conocieron,  cumplidas  estaban  en  Jesús  to- 
das las  profecías,  pero  vacilaron  y  tras  la  duda  vino 
la  desconfianza.  Siguen  esperando  al  que  ya  vino  y 
cumplió  su  misión  hace  veinte  siglos.  El  mensaje  de  los 
Judíos  al  Bautista,  la  conversación  de  la  Samaritana, 
la  confesión  de  Pedro  y  otros  pasajes  evangélicos  es- 
tán hablando  del  convencimiento  del  pueblo  acerca 
de  la  proximidad  de  la  venida  del  Mesías  y  del 
cumplimiento  de  las  profecías  en  la  persona  de  Je- 
sucristo. fJn.  1-19-  1V-25-  Mat.  XVI-16/ 


18 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-III-   GENEALOGIA  DE  JESUS 

an  Mateo  comienza  el  Evangelio  con  el  abo- 
lengo de  Cristo.  Los  Judíos  estimaban  sobremanera 
su  genealogía  porque  era  prueba  inconcusa  de  su 
descendencia  de  Patriarcas  y  Reyes  y  la  contrase- 
ña del  pueblo  escogido  por  Dios. 

San  Lucas  señala  el  árbol  genealógico  de  Je- 
sús en  el  Cap.  39  del  Evangelio.  Esta  genealogía 
es  la  rama  materna;  la  de  San  Mateo  es  la  paterna. 
Ambas  prueban  que  Jesús  desciende  del  patriarca 
Abraham  y  del  rey  David  y  atestiguan  su  mesianidad. 

La  de  Mateo  (1-1)  es  sintética;  está  dividida  en 
tres  grupos  de  14  personas  cada  uno,  en  tres  perío- 
dos. Desde  Abraham  hasta  David,  desde  su  tiempo 
hasta  la  cautividad  de  Babilonia,  desde  esta  época 
hasta  Jesús. 

ABRAHAM  °  -  Isaac  °  -  J  acob  °  Judá  -  Fares  °  -  Esróm  °- 
Aram°  -  Aminadab0  -  Naasón0  -  Salmón0  -  Booz°- 
Obed°  -  Jesé°  -  DAVID0  -  Salomón  -  Roboám  -  Abías  - 
Asaf  -  Josafat  -  Jorán  -  Ozías  ■  Joatán  -  Acaz  -  Eze- 
quías  -  Manasés  -  Anión  -  Josías  -  Jeconías-  CAUTIVERIO- 
Salatiel0  -  Zorobabel  °  -  Abiud°  -  Eliacim0  -  Azor- 
Sadoc  -  Aquim  -  Eliud  -  Eleazar0  -  Matan  -  Jacob 
-  JOSE:  -  JESUS. 

La  genealogía  según  San  Lucas  (111-23)  es  la 
que  más  conviene  en  el  caso  de  Jesucristo,  quien, 
según  la  carne,  no  tuvo  sino  madre,  pues  es  sabi- 
do que  José  fué  únicamente  su  padre  legal. 

Comienza  Lucas  citando  el  nombre  del  primer 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PHOANO  19 

ser  humano  y  termina  con  el  de  Joaquín,  padre  de 
la  madre  de  Jesús.  En  ambas  genealogías  constan 
algunos  nombres  de  las  mismas  personas,  lo  cual 
prueba  que  José  y  María  eran  parientes. 

Hemos  señalado  con  asteriscos  los  nombres  re* 
petidos  de  los  ascendientes  de  los  padres  de  Jesús. 

ADAN  -  Set  -  Enós  -  Cainán  -  Malelel  -  Jared  - 
Enoch  -  Matusalá  -  Lamec  -  Noe  -  Sem  -  Arfaxad  - 
Cainán  -  Salá  •  Eber  -  Falec  -  Ragau  •  Seruch  - 
Nachor  -  Taré  -  ABRAHAM °  -  Isaac0  -  Jacob0  -  Judá° 
Fares°  -  Esrom°  -  Arní  -  Admín  -  Aminadab0  -  Naa- 
són  0  -  Salmón  0  -  Booz  0  -  Obed  0  -  Jesé  0  DAVID 0  -  Na- 
tán -  Matatá  -  Menná  -  Meleá  -  Jonán  -  Judá  -  Si- 
meón -  Leví  -  Matat  -  Jorim  -  Eliezer  -  Elmadam 
-  Kosam  -  Addi  -  Melqui  -  Neri  -  Salatíel 0  Zoroba- 
bel°  -  Joanám  -  Matatías  -  Naggé  -  Semeín  -  Amós- 
Jonnaí  -  Leví  -  Matat  -  Joaquín5  MARIA:  JESUS. 

La  diferencia  de  nombres  restantes  en  una  y 
otra  genealogía  se  explica  teniendo  en  cuenta  que 
San  Mateo  escribió  el  Evangelio  para  probar  a  los 
judíos  que  Jesucristo  descendía  de  Abraham  y  de 
David  y  que  en  su  persona  se  había  cumplido  per- 
fectamente todas  las  profecías  mesíanicas. 

San  Lucas  escribió  para  los  gentiles,  probando 
que  todos  los  descendientes  de  Adán  fueron  redi- 
midos por  Cristo. 

La  frase  de  este  Evangelista:  "Era  Jesús,  al 
empezar  su  predicación,  como  de  30  años,  siendo, 
como  se  pensaba,  hijo  de  José"  (1 1 1-23)  nos  indica  que 
el  dá  la  genealogía  por  la  rama  de    María,  verda- 


20 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


dera  madre  de  Jesús,  y  que  José  era  tenido  co- 
mo padre,  sin  serlo  en  sentido  genético. 

El  nombre  de  HELI  que  cita  el  Evangelista, 
como  padre  de  María,  es  diminutivo  de  HEL1A- 
CIN,  que  es  sinónimo  de  JOAQUIN,  como  se  ve 
en  el  Libro  de  Judit,  donde  al  Sumo  Sacerdote 
se  le  llama  indistintamente:  Helí,  Heliacín  o  Joa- 
quín. fJud.  IVJ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


IV    LA  PATRIA  DE  JESUCRISTO 


21 


a  porción  del  globo  terráqueo  donde  nace, 
vive  y  muere  Jesucristo,  se  llama  Palestina.  Re- 
gión asiática,  ribereña  del  Mediterráneo.  Limita  al 
Norte  con  Siria  y  Fenicia,  al  Sur  con  Idumea  y 
el  desierto  arábigo,  al  Este  con  las  estepas  siro- 
árabes,  al  Oeste  con  el  mar. 

Abarca  unos  25.000  kilómetros  cuadrados,  sien- 
do atravesado  de  norte  a  sur  por  el  Jordán,  desde 
su  nacimiento  en  las  montañas  de  Hermón,  hasta 
desembocar  en  el  Mar  Muerto. 

Palestina,  del  arameo  "felistim"  se  traduce 
por  "tierra  de  filisteos",  nombre  de  los  habitantes 
de  esta  región,  invadida  por  los  hebreos  capitanea- 
dos por  Moisés. 

La  Biblia,  denomina  a  esta  comarca,  "tierra 
de  promisión,  de  Canaán,  de  Israel",  por  la  co- 
nexión histórica  del  territorio  con  el  pueblo  escogi- 
do por  Jehová. 

Los  cristianos,  conocemos  esta  región,  con  el 
significativo  nombre  de  "tierra  santa",  porque  fué 
santificada  con  la  presencia  material  de  Jesús- 

La  Palestina,  en  tiempo  de  Cristo,  se  dividía 
en  tres  departamentos  principales:  Galilea,  Sama- 
ría y  Judea. 

GALILEA,  Gobernada  por  Herodes  Antipas,  se 
extiende  al  Oeste  del  Jordán,  en  su  parte  su- 
perior. Región  hermosa,  con  llanuras  ubérrimas  co- 


22  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


mo  la  de  Esdrelón,  coronada  por  el  Tabor,  ador- 
nada con  encantadores  lagos  como  el  de  Tibería- 
des  y  embellecida  con  sublimes  paisajes. 

Ciudades  importantes  eran  Mágdala,  Cafar- 
naúm,  Betsaida;  entre  las  de  menor  importancia 
se  contaban:  Nazaret,  Caná,  Naím. 

SAMARIA,  situada  entre  Galilea  y  Judea,  es 
región  montañosa,  pero  bella  y  amena,  con  la  be- 
lleza y  amenidad  del  paisaje  natural  de  la  monta- 
ña que  se  extiende  hasta  convertirse  en  valle  y 
en  ribera.  Poblaciones  de  renombre  eran  en  tiempo 
de  Jesús:  Cesárea,  a  orillas  del  mar,  y  Siquém,  cerca 
del  pozo  de  Jacob. 

Los  samaritanos  andaban  entonces  distanciados 
con  los  Galileos  y  Judíos,  por  motivos  raciales  y 
de  tradición  religiosa. 

Al  sur  de  Palestina,  está  JUDEA,  región  áspe- 
ra y  seca  en  el  aspecto  topográfico,  pero  de  mayor 
importancia  que  las  anteriores  en  el  sentido  reli- 
gioso y  comercial.  Jerusalén  es  el  centro  de  la  fe 
y  del  turismo. 

El  paisaje  de  esta  comarca  se  embellece  con 
el  cambio  de  montes  y  desiertos  cruzados  por  ca- 
minos. Entre  las  ciudades  principales  se  contaban: 
Belén,  Jericó,  Hebrón. 

El  clima  de  Palestina  es,  en  general,  subtro- 
pical. Las  orillas  del  Jordán  son  paradisíacas.  El 
suelo  es  feraz  en  variados  frutos. 

La  vista  de  conjunto  de  estas  comarcas  es 
maravilloso;  al  atravesarlas  se  tiene  la  impresión 
de  que  se  disputan  por  ser   mirados  los  arbustos 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  23 

que  las  cortejan  entre  el  suelo  tejido  de  flores  y 
el  cielo  matizado  de  nubes  grises.  Airosos  mirtos, 
mustios  cipreses,  estrellados  pinos,  esbeltas  palme- 
ras, fragantes  higueras,  verdes  limoneros,  hacen 
contraste  con  los  viñedos,  cargados  de  racimos  que 
deleitan  al  viajero  ansioso  de  encantos. 

La  topografía  está  indicando  los  trastornos 
tectónicos,  sufridos  por  la  región  en  diversos  tiem- 
pos; quiebras  profundas  y  montículos  cretáceos  se 
suceden  repentinamente  hasta  perderse  en  evolu- 
ción continua  con  la  inmensidad  azulada  del  mar 
o  con  el  horizonte  ilimitado  de  las  estepas  asiáticas. 

Palestina  es  para  los  cristianos  el  santuario 
eterno  de  la  devoción.  Los  montes  y  llanuras,  los 
lagos  y  ríos,  los  pueblos  y  campiñas,  los  caminos, 
las  ruinas,  las  calles  estrechas  y  escalonadas  de  la 
vieja  Jerusalén,  todo  recuerda  la  presencia  de  Je- 
sucristo, reviviendo  su  persona  con  su  obra  redentora. 

De  la  Palestina  nos  habla  la  Biblia  con  el 
sobre-nombre  de  tierra  de  promisión  y  de  esperan- 
zas, rica  y  generosa,  que  destila  leche  y  miel,  fér- 
til y  bella,  saturada  de  viñedos,  huertos  y  olivares. 
Así  es  y  así  debía  ser  el  país  de  la  alianza  mesiá- 
nica  y  la  patria  de  Dios  hecho  hombre. 


24 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-V-    BIBLIA  Y  EVANGELIOS 

iblia  es  vocablo  griego  que  se  traduce  por 
Libros.  La  Biblia  contiene  los  libros  que  narran  la 
historia  del  Antiguo  y  Nuevo  Testamento,  es  decir, 
la  alianza  de  Dios  con  el  pueblo  israelita,  y  la  a- 
lianza  de  Cristo  con  la  humanidad,  por  la  redención. 

Son  72  los  libros  sagrados;  45  fueron  escritos 
antes  de  la  venida  de  Jesús  y  como  preparación  a 
su  obra  redentora;  27  son  los  que  componen  el  E- 
vangelio  u  obra  cristiana. 

La  Biblia  es,  como  alguien  dijo:  "el  Libro  gran- 
de y  vasto  como  el  mundo,  con  las  raíces  en  los 
abismos  de  la  creación  y  con  la  copa  en  el  azul 
secreto  de  los  cielos";  es  aurora  y  ocaso,  promesa  y 
cumplimiento,  nacimiento  y  muerte;  en  la  Biblia, 
está  compendiado  todo  el  drama  de  la  humanidad, 
de  principio  a  fin.  Es  el  libro  de  Dios  Creador, 
Santificador  y  Redentor. 

Evangelio  significa  "buena  nueva",  tal  es  la 
doctrina  enseñada  por  Jesucristo.  Con  este  nom- 
bre se  conoce  también  la  obra  de  Jesús,  es  decir 
su  vida,  pasión  y  muerte,  narradas  por  los  cuatro 
Evangelistas. 

Los  Evangelios  no  son  propiamente  una  bio- 
grafía de  Jesucristo,  porque  los  autores  no  se  pro- 
pusieron sino  dejar  constancia  de  las  enseñanzas 
y  milagros  del  Señor,  sin  los  detalles  de  una  histo- 
ria completa. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


25 


Los  vacíos  que  se  notan  en  los  Evangelios,  se 
explican  recordando,  que  la  mitad  del  primer  si- 
glo cristiano  la  enseñanza  apostólica  fue  única- 
mente oral;  los  discípulos  de  Jesús  conocían  sus 
obras  y  su  doctrina  por  tradición  familiar  que,  na- 
turalmente, cambiaba  en  detalles;  los  Evangelistas  no 
hicieron  sino  sintetizar  lo  que  presenciaron  u  oye- 
ron acerca  de  la  vida  de  Cristo,  con  los  rasgos 
sobresalientes. 

La  catequesis  apostólica  era  el  primitivo  Evan- 
gelio y  el  gran  medio  de  instrucción  fue  la  memo- 
ria. Los  apóstoles  constituyeron,  poco  a  poco,  el 
Evangelio  oral;  el  escrito  es  una  síntesis  de  aquel, 
un  compendio  reducido,  por  lo  cual  dice  San  Juan: 
"Muchas  otras  cosas  hay  que  hizo  y  dijo  Jesús, 
que  si  se  escribieran  una  por  una,  no  cabrían  en 
el  mundo  los  libros  que  se  habrían  de  escribir. 
(Jn.  XXI-25J. 

A  este  epítome  de  la  vida  de  Jesús,  se  llama 
Evangelio  o  Evangelios  porque  uno  solo  es  el  pro- 
tagonista y  cuatro  los  escritores.  Los  Evangelistas 
difieren  entre  sí,  por  el  estilo,  fin,  extensión  y  se- 
lección de  discursos    y  episodios. 

Los  Evangelios  de  Mateo,  Marcos  y  Lucas  se 
llaman  sinópticos,  porque  los  tres  refieren  los  he- 
chos bajo  un  plan  similar  y  se  completan  mutua- 
mente. 

Los  cuatro  evangelios  son  los  únicos  documen- 
tos, propiamente  históricos  entre  los  libros  del 
Nuevo  Testamento,  porque,  fuera  de  ellos,  no  se 
encuentra  ningún  dato  original  acerca  de  la  vida 
de  Jesús. 


26 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Son  históricos  porque  son  auténticos,  verídicos 
e  íntegros. 

Tenemos  el  texto,  tal  como  fué  redactado  en  su 
origen  y  estamos  seguros,  de  que  provienen  real- 
mente de  los  autores  a  los  que  se  los  atribuyen. 
Han  llegado  hasta  nosotros  sin  alteración  sustan- 
cial, en  las  copias  que  se  han  hecho,  las  cuales,  a 
través  de  los  siglos,  han  sido  siempre  sometidas  a 
una  escrupulosa  revisión.  Relatan  los  sucesos  como 
vieron  u  oyeron  sus  autores,  quienes  no  tuvieron 
necesidad  alguna  de  mentir,  y  citan  lugares  y  tes- 
tigos que  no  les  permiten  engañar.  Los  cuatro  E- 
vangelistas  sellaron  con  el  martirio  la  verdad  de 
sus  escritos. 

Además  de  ser  libros  históricos,  los  Evangelios 
son  libros  inspirados,  entendiéndose  por  inspiración, 
un  influjo  sobrenatural,  con  el  cual  Dios  asiste  a  los 
escritores,  para  que  conciban  y  escriban  lo  que  El 
quiere,  resultando  de  esta  especial  asistencia  que, 
el  autor  principal  de  los  libros  sagrados  es  Dios, 
y  que  el  hombre  es  un  instrumento  en  sus  manos, 
pero  un  instrumento  que  conserva  su  libertad,  pa- 
ra escribir  según  su  temperamento,  inteligencia,  pre- 
paración y  demás  condiciones  humanas. 

Con  toda  razón  y  justicia,  dice  de  los  libros 
sagrados,  el  inspirado  Roberto  Boyle:  "En  compa- 
ración de  la  Biblia  y  de  los  Evangelios,  todos  los 
libros  del  mundo,  hasta  los  más  religiosos,  no  son 
sino  estrellas  comparadas  con  el  sol,  y  como  a- 
quellas,  reciben  toda  la  luz  y  esplendor  del  astro 
rey  que  es  la  Sagrada  Escritura. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


27 


-VI-    LOS  EVANGELISTAS 


*  llamado  también  Leví, 


era  publica- 


no;  estaba  sentado  en  su  puesto  de  cambista,  cuan- 
do Jesús  que  pasaba  por  Cafarnaún,  le  dijo:  "Ven, 
Sigúeme.  Al  punto  el  recaudador  de  rentas  dejó  su 
empleo  y  se  fue  en  pos  del   Maestro.    (Mat.   IX- 9 


Hombre  de  cultura  más  que  mediana,  conver- 
tido en  Apóstol  de  Cristo,  se  propuso  dejar  escri- 
tos los  principales  discursos  y  milagros  del  Señor. 
Escribió  el  Evangelio  en  el  año  42,  en  arameo,  idio- 
ma ordinario  entre  los  judíos;  poco  tiempo  después 
fue  traducido  al  griego  para  las  comunidades  cris- 
tianas en  regiones  de  esta  lengua. 

El  objeto  de  su  obra  es  probar  la  mesianidad 
de  Jesucristo;  allá  van  encaminadas  las  frecuentes 
citas  del  Antiguo  Testamento.  En  su  historia  da 
preferencia  a  los  discursos,  antes  que  a  las  obras 
del  Señor,  conocedor  de  las  profecías  mesiánicas, 
las  cita  con  frecuencia  para  probar  que  Jesús  es  el 
Salvador  de  su  pueblo,  el  Mesías  que  realiza  las 
promesas. 

Las  características  de  su  Evangelio  son:  orden, 
precisión,  coherencia.  El  traductor  al  griego  con- 
servó algunos  giros  literarios  del  arameo. 

Este  Apóstol  y  Evangelista,  escogió  el  Africa 
para  convertirla  a  Cristo;  en  esta  región  sembró 
la  semilla  de  la  Buena  Nueva  y  fué  coronado  con 
la  diadema  del  martirio. 


-XI-14). 


28 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Su  cuerpo  se  venera  en  la  Catedral  de  Saler- 
no  y  su  fiesta  se  celebra  el  21  de  Septiembre.  Su 
Imagen  va  acompañada  de  un  niño,  como  símbolo 
de  su  Evangelio,  que  comienza  con  la  genealogía 
del  Hijo  de  Dios  hecho  hombre. 


do  Evangelista,  llamado  en  hebreo  Juan.  Era  uno 
de  los  discípulos  predilectos  de  San  Pedro,  hijo  de 
aquella  María,  que  hospedó  al  Apóstol  libertado 
por  el  ángel,    de  las  cadenas  y  de  la   cárcel  (Act. 


Se  encontró  Marcos  con  el  príncipe  del  Apos- 
tolado, en  Roma,  donde  fué  su  ferviente  coadjutor 
en  la  catequesis,  mereciendo  el  título  de  "hijo" 
(Ped.  Ep.  l-V-13).  Allí  probablemente  escribió^  su 
Evangelio,  en  el  año  53,  en  griego,  recapitulando 
la  predicación  del  Apóstol  de  los  Romanos,  para 
probar  la  divinidad  de  Jesús  por  los  milagros 
que  narra.  -Es  el  Evangelio  más  corto  y  sintético. 

Murió  San  Marcos  siendo  Obispo  de  Alejan- 
dría. Su  cuerpo  se  venera  en  la  Catedral  de  Ve- 
necia  y  su  fiesta  es  el  25  de  Abril.  Su  Imagen  va 
acompañada  de  un  león,  como  símbolo  de  su  obra 
que  comienza  con  la  historia  del  Bautista  en  el  de- 
sierto donde  ruge  el  rey  de  las  fieras. 


Discípulo  de  San  Pablo,  de  nacionalidad  siria,  mé- 
dico de  profesión  y,  por  lo  mismo,  de  cultura  su- 
perior (Col.  IV-14). 


íHarais  es  ei 


nombre  romano   del  segun- 


XII  -  12). 


es   el  tercero   de    los  Evangelistas. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


29 


Se  informó  esmeradamente  acerca  de  la  vida 
y  doctrina  de  Jesús  para  escribir  su  Evangelio 
(Luc.  1-3),  que  tiene  por  objeto  probar  la  univer- 
salidad del  fruto  de  la  redención.  Muestra  al  Sal- 
vador acogiendo  a  todos  los  hombres,  aún  a  los 
pecadores  y  gentiles.  Las  numerosas  parábolas  que 
cita,  prueban  la  misericordia  del    Señor  con  todos. 

El  estilo  identifica  a  un  escritor  de  educación 
clásica,  que  no  es  judío  y  que  se  dirige  a  los 
paganos  convertidos.  Si  no  conoció  a  Jesús,  por  lo 
menos  se  convirtió  pronto  al  cristianismo  y  acom- 
pañó al  Apóstol  de  los  gentiles  en  el  ministerio, 
donde  aprendió  todo  cuanto  relata  en  el  Evange- 
lio, escrito  en  el  año  63,  en  griego,  con  un  lengua- 
je rico  y  perfecto  clasicismo. 

Murió  en  Constantinopla,  donde  se  venera  su 
cuerpo,  celebrándose  su  fiesta  el  18  de  Octubre. 
Su  imagen  va  acompañada  de  un  toro,  como  sím- 
bolo de  su  Historia  evangélica  que  comienza  re- 
cordando los  sacrificios  de  animales  que  se  ofre- 
cían en  el  Templo. 

JIllHlt  es  el  autor  del  cuarto  Evangelio.  Discí- 
pulo predilecto  de  Jesús.  (Jn.  XX 1-24). 

Testigo  que  vió,  oyó  y  acompañó  al  Maestro 
a  todas  partes.  Galileo  de  nacimiento,  fue  llamado 
por  el  Señor  al  apostolado  junto  con  su  hermano 
Santiago. 

Escribió  el  Evangelio  en  el  año  97,  con  el  fin 
de  robustecer  la  fe  de  los  cristianos  en  la  divini- 
dad de  Jesucristo,  amenazada  por  las  nacientes 
herejías. 


30 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Es  su  obra  la  historia  de  un  testigo,  que  na- 
rra lo  que  vió  y  oyó,  como  él  mismo  dice.  (JnA-l) 
Narra  palabras,  hechos  y  milagros  que  presen- 
ció y  los  selecciona  para  tras  de  ellos,  revelar  el 
secreto  más  profundo  del  mensaje  divino,  por  lo 
cual  ha  merecido  el  título  de  Evangelista  del  Es- 
píritu de  Cristo. 

La  vida  de  este  Apóstol  permanece  oscura. 
Desde  el  año  57  dejó  la  ciudad  santa  y  se  esta- 
bleció en  el  Asia  Menor.  Fue  exilado  por  Domicia- 
no  y  relegado  a  la  isla  de  Patmos,  donde  escribió 
el  Apocalipsis.  Volvió  a  Efeso  y  pasó  a  Roma  don- 
de se  libró  milagrosamente  del  martirio.  Esto  es  lo 
poco  que  sabemos  de  la  vida  de  este  Evangelista 
que  seguramente  murió  en  Efeso,  donde  está  su 
cuerpo.  Su  fiesta  se  celebra  el  27  de  Diciembre. 
Su  imagen  va  acompañada  de  una  águila  como  sím- 
bolo de  la  sublimidad  de  su  Evangelio,  que  desde 
el  principio  se  eleva  al  trono  de  Dios  para  mirar 
al  Verbo  divino,  como  el  águila  al  sol. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


31 


-VII-  PALESTINA  EN  TIEMPOS  DE  JESUS 


uando  nació  Jesucristo,  estaba  Palestina 
gobernada  por  Herodes  el  Grande,  lugarteniente  del 
Emperador  Romano,  Augusto,  bajo  cuyo  dominio 
estaba  Israel. 

Murió  Herodes  el  año  49  de  la  era  cristiana, 
dejando  dividido  el  reino  entre  sus  hijos  Arquelao. 
Antipas  y  Filipo,  con  título  de  Tetrarcas.  A  este 
gobierno  sucedió  el  régimen  de  los  Procuradores 
romanos,  en  el  año  69  para  Judea  y  Samaría  y  el 
39  para  Galilea. 

Poncio  Pilato  gobernó  la  Judea,  como  Procu- 
rador, del  año  26  al  36  del  cristianismo.  Como  sus 
antecesores,  residía  en  Cesárea,  ciudad  marítima 
fundada  por  Herodes,  yendo  a  Jerusalén  única- 
mente con  motivo  de  las  grandes  fiestas;  su  escol- 
ta habitaba  la  ciudadela  Antonia. 

La  política  de  los  romanos  fué  tolerante,  sin 
embargo,  la  opresión  al  pueblo  judío  se  hacia  sen- 
tir por  los  impuestos  y  la  manera  de  recaudarlos. 
Hubieron  algunas  revueltas,  sofocadas  por  Roma 
con  derramamientos  de  sangre,  Pilatos  cometió 
muchas  violencias  y  se  le  destituyó  después  de  una 
matanza  de  samaritanos. 

En  el  aspecto  religioso  atravesaba  Palesti- 
na por  una  verdadera  crisis,  en  tiempo  de  Jesús- 
Las  opiniones  políticas  y  religiosas  habían  dividido 
los  espíritus  en  partidos.   El  sacerdocio  estaba  pa- 


32 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


ganizado;  las  prácticas  religiosas  adulteradas;  el 
pueblo  andaba  como  ovejas  sin  pastor  y  con  un 
pasto  envenenado  por  la  discrepancia  de  ideas  con 
respecto  a  la  ley,  a  la  tradición  y  a  las  costumbres. 

Para  asegurar  el  servicio  del  templo,  había  un 
colegio  sacerdotal  numeroso  y  jerarquicado  com- 
puesto de  sacerdotes  y  levitas.  Sobre  estos  estaban 
los  "príncipes  de  los  sacerdotes"  que  residían  en 
Jerusalén  y  a  quienes  se  les  confiaba  oficios  im- 
portantes; los  otros  vivían  en  los  pueblos  y  desem- 
peñaban los  oficios  designados  por  sorteo. 

El  alto  clero  se  preocupaba  más  de  acrecen- 
tar sus  rentas  que  de  desarrollar  el  sentimiento 
religioso  del  pueblo. 

Junto  a  los  sacerdotes  estaban  siempre  los 
ESCRIBAS.  Eran  piadosos  laicos  que  se  ocupaban 
en  el  estudio,  interpretación  y  enseñanza  de  las 
Escrituras;  son  los  doctores  de   la  Ley. 

Por  encima  de  todos  estaba  el  Sumo  Sacer- 
dote, como  la  mayor  autoridad  en  lo  religioso.  Era 
el  jefe  del  Sanhedrín,  el  primer  magistrado  del  Es- 
tado judío;  su  autoridad  estaba  limitada  únicamen- 
te por  la  del  Procurador  romano. 

El  Sanhedrín,  especie  de  Senado,  residía  en  la 
ciudad  santa,  integrado  por  71  miembros  elegidos 
de  la  aristocracia  sacerdotal,  de  la  sociedad  alta 
seglar  y  de  los  doctores  de  la  Ley. 

El  pueblo  se  componía  de  dos  elementos  prin- 
cipales: por  una  parte  los  artesanos,  los  labradores, 
los  pescadores;  por  otra,  los  empleados  o  funciona- 
rios públicos- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  33 


Entre  las*  sectas  religiosas  sobresalen  las  si- 
guientes:LOS  FARISEOS  o  separados, gente  que  apa- 
rentaba el  cumplimiento  perfecto  de  Ja  Ley;  pretendían 
con  sus  hipocresías  captarse  el  cariño  y  la  admira- 
ción del  pueblo;  hacían  consistir  la  santidad  en  ri- 
diculeces; intransigentes  hasta  el  extremo;  formu- 
listas y  amanerados;  se  creían  superiores  a  todos 
los  que  no  eran  de  su  secta  y  despreciaban  a  los 
publícanos  y  pecadores. 

LOS  SADUCEOS  formaban  un  partido  distin- 
to del  anterior  en  lo  religioso  y  político.  Encabe- 
zonados por  el  Sumo  Sacerdote,  los  príncipes  del  cle- 
ro y  la  aristocracia  seglar,  no  se  preocupaban  si- 
no de  conservar  autoridad  y  privilegios,  observan- 
do solamente  las  prescripciones  legales  de  su  con- 
veniencia;  despreciaban  las  tradiciones  orales  y  no 
tenían  entusiasmo  ninguno  por  el  mesianismo.  A- 
comodados  con  la  sujeción  romana,  eran  mal  vis« 
tos  del  pueblo. 

Del  lado  de  los  saduceos  estaban  los  HERO- 
DIANOS.  En  dos  ocasiones  aparece  este  nombre 
en  el  Evangelio:  cuando  Jesús  cura  al  hombre  de 
la  mano  seca  (Marc.  111-16)  y  presentando  al  Ma- 
estro el  problema  del  pago  tributario  al  César. 
fMat.  XXH-16J. 

Formaban  un  grupo  de  poca  importancia;  eran 
los  adictos  a  Herodes  y  defensores  de  la  dinastía. 
Se  confabularon  con  los  enemigos  de  Jesús  para  pe- 
dir su  muerte  desde  que  el  Señor  apodó  a  su  jefe 
de  "zorro".  (Luc.  XIII-32). 

Del  lado  de  los  fariseos  estaban  LOS  Z ELO- 
TES. Fariseos  en  lo  religioso   y  judíos  exagerados 


34  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

en  lo  político.  Pretendían  la  guerra  contra  el  Im- 
perio. A  estos  se  unían  los  SICARIOS,  así  llama- 
dos por  la  usica^'  o  puñal  que  portaban  para  sus 
reyertas. 

Estos  y  apuellos  fomentaron  las  rebeliones  a 
mano  armada  contra  Roma,  buscando  la  indepen- 
dencia nacional. 

LOS  ESENIOS,  no  mencionados  en  el  Evan- 
gelio, formaban  una  secta  religiosa  muy  particular 
por  su  organización.  Formaban  una  especie  de  or- 
den religiosa.  Practicaban  el  celibato,  vivían  en 
comunidad,  renunciando  a  los  bienes  temporales  y 
bajo  la  obediencia  de  un  superior.  Después  de  una 
larga  probación,  los  aspirantes  a  la  orden  eran  ad- 
mitidos mediante  el  juramento  de  observar  las  re- 
glas y  conservar  el  secreto  de  las  leyes  de  la 
comunidad. 

Jesucristo  jamás  mencionó  a  los  esenios,  ni  a 
los  zelotes  y  sicarios,  en  su  predicación;  algunas 
veces  se  refirió  a  los  saduceos;  con  frecuencia  es- 
tigmatizó a  los  escribas,  sacerdotes  y  fariseos. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


35 


-VIII-    UN   POCO  DE  HISTORIA 

^para  fechar  los  primeros  pasos  de  Jesucristo 
en  su  vida,  el  Evangelista  San  Lucas,  sienta  datos 
históricos  precisos:  "El  año  décimo-quinto  del  im- 
perio de  Tiberio  César,  gobernando  Poncio  Pilato 
la  Judea,  siendo  Herodes  Tetrarca  de  la  Galilea  y 
su  hermano  Filipo  Tetrarca  de  Iturrea  y  de  la 
provincia  de  la  Traconítide,  y  Lisanias  Tetrarca  de 
Abilina,  siendo  sumos  sacerdotes  Anás  y  Caifás, 
vino  la  palabra  de  Dios...."  ( Lucas  III-1J. 

Estos  datos  están  en  conexión  con  la  historia 
del  pueblo  judío,  al  que  perteneció  Jesús. 

César  Augusto,  Emperador  romano,  había  muer- 
to doce  años  antes  de  comenzar  el  reinado  de  Ti- 
berio César;  este  aparece  como  Emperador  desde 
quince  años  atrás,  porque  tres  años  antes  de  la 
muerte  de  aquel,  el  Senado  dió  a  Tiberio  el  go- 
bierno del  Imperio. 

En  el  año  738  de  Roma  era  ya  muy  marca- 
do el  abatimiento  del  pueblo  judío;  de  hecho  había 
perdido  la  autonomía  y  estaba  bajo  el  yugo  ro- 
mano. Medio  siglo  antes  de  Jesucristo,  los  dos  nie- 
tos de  los  macabeos,  Aristóbulo  e  Hircano,  que  go- 
bernaban a  Israel,  se  enredaron  en  política  y  tuvie- 
ron la  torpeza  de  invocar  el  arbitraje  de  Roma. 
Con  esta  resolución  comenzó  francamente  el  domi- 
nio romano  sobre  Palestina;  el  árbitro  fué  Pompe- 
yo,  quien  falló  a  favor  de  Hircano  y  le  apoyó  con 


36  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

armas  contra  su  hermano  que  ocupaba  las  fortale- 
zas del  Templo.  Vencido  Arístóbulo,  quedó  Hircano 
como  Etnarca  de  Judea. 

En  las  guerras  romanas  César  venció  a  Pom- 
peyo  y  dispuso  de  Palestina  como  cosa  propia. 
Nombró  gobernador  de  Judea  a  Antípatro.  Poco 
tiempo  después,  Antígono  tomó  por  asalto  a  Jeru- 
salén;  logró  zafarse  Herodes,  hijo  de  Antípatro  y 
acudió  a  Roma,  cuyo  partidario  acérrimo  fué  siem- 
pre, y  volvió  con  el  apoyo  material  y  moral  nece- 
sarios para  dominar  la  situación.  Fué  proclamado 
rey  por  un  triunvirato  romano;  con  este  título  y 
con  un  valiente  ejército,  sitió  a  la  ciudad  santa  y 
la  tomó  a  fuego  y  sangre,  terminando  la  catástrofe 
con  la  decapitación  de  Antígono. 

Así  comenzó  el  reinado  de  Herodes  en  Pales- 
tina que  duró  hasta  cuatro  años  después  de  naci- 
do Jesucristo.  Este  Herodes,  llamado  el  Grande, 
era  hijo  del  Idumeo  Antípatro  y  de  la  árabe  Cipros. 
Escéptico,  ambicioso,  despótico  y  cruel  hasta  el 
extremo.  En  una  revolución  mató  a  todos  los  as- 
moneos,  incluso  a  su  mujer  y  a  sus  propios  hijos. 
Este  Herodes  hizo  matar  a  millares  de  niños  ino- 
centes, queriendo  degollar  en  la  cuna  a  Jesús. 

A  la  muerte  del  tirano  quedó  dividido  el  rei- 
no entre  sus  tres  hijos.  Arquelao,  tenía  la  Judea  y 
Samaría,  Herodes  Antipas,  la  Galilea  y  Filipo  la 
Transjordania. 

Roma  aprobó  la  partición  y  dió  a  los  herederos  del 
viejo  Herodes  el  título  de  tetrarcas.  Pero  diez  a- 
ños  después  ante  las    revueltas  que    provocaba  el 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAKIO  37 

despotismo  de  Arquelao,  fué  depuesto  el  tetrarca  y 
exilado  a  las  Galias,  confiando  Roma  el  gobierno 
de  Judea  a  un  Procurador.  En  Galilea  reinó  más 
tiempo  Herodes  Antipas,  pero,  a  causa  de  sus  tor- 
pezas religiosas  y  políticas,  también  fué  depuesto 
por  Roma  y  exilado. 

De  este  modo,  Palestina  fué  colocada  bajo  el 
dominio  de  los  Procuradores  romanos.  El  primero 
fué  Coponio  que  gobernó  del  año  69  al  99  de  la 
era  cristiana  y  el  quinto  fué  Pilato  del  26  al  36. 

Anás  y  Caifás  figuran  como  sumos  sacerdotes, 
en  tiempo  de  Jesús,  a  pesar  de  que  la  ley  no  per- 
mitía sino  uno,  porque  Herodes  el  cruel  nombró 
a  Caifás.  Jurídicamente  Anás  era  el  Pontífice,  pues 
el  cargo  era  vitalicio,  pero  legalmente,  o  mejor  di- 
cho, dictatorialmente  ejercía  el  cargo  Caifás,  sue- 
gro de  aquel.  Como  estos  dos  parientes  políticos 
se  entendían  bien,  ambos  quedaron  en  el  puesto  y 
con  su  título,  y  el  pueblo  se  acostumbró  a  tener 
dos  sumos  sacerdotes,  acudiendo  al  uno  o  al  otro 
en  sus  necesidades. 

Para  terminar  la  triste  historia  del  pueblo  ju- 
dío y  en  relación  con  la  profecía  de  Jesús,  recor- 
demos la  causa  de  su  dispersión. 

Vespasiano  primero,  y  después  su  hijo  Tito, 
cansados  con  las  continuas  revueltas  provocadas  por  los 
judíos  contra  Roma,  invadieron  Palestina,  sitiaron  a 
Jerusalén  y  mataron  a  centenares  de  miles  de  gente. 

Arrasada  la  ciudad  santa,  los  judíos  supervi- 
vientes fueron  conducidos  como  rebaños  a  Roma 
o  vendidos  como  esclavos  en  todas  partes;  algunos 


38 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


lograron  huir  y   trasladarse  a    regiones  extrañas. 

Así  termina  trágicamente  la  historia  de  Israel 
y  comienza  su  dispersión  en  el  mundo  hasta  que 
llega  la  hora  de  organizarse  nuevamente  cumplien- 
do las  predicciones  de  Jesús,  el  Mesías  prometido, 
esperado,  repudiado   y,  seguramente,  reconocido. 


HECTOR  EDUARO  AND  RADE  PROANO 


-IX-    CRONOLOGIA  EVANGELICA 


39 


®res  son  las  fechas  fundamentales  de  la  cro- 
nología evangélica.  El  año  en  que  nació  Jesús,  el 
año  en  que  inauguró  su  ministerio  y  el  año  en 
que  murió.  -El  tiempo  comprendido  entre  las  dos 
últimas  fechas  son  los  años  de  su  vida  pública. 

No  se  puede  dar  con  certeza  el  año  preciso 
del  nacimiento  de  Jesucristo.  Lo  cierto  es  que  el 
cálculo  de  Dionisio  Exiguo  al  poner  el  natalicio  de 
Cristo  en  el  año  754  de  la  fundación  de  Roma, 
es  inexacto,  de  aquí  que  no  coincide  el  primer  año 
de  la  era  cristiana,  con  el  año  del  nacimiento  de 
Jesús. 

Dos  hechos  nos  permiten  fijar  aproximada- 
mente la  fecha  de  NACIMIENTO  del  Señor.  El 
primero  es  la  muerte  de  Herodes. 

Jesús  nació  en  tiempo  del  rey  Herodes,  quien 
murió  dos  años  más  tarde  (Mat.  11-1-19).  Como 
Herodes  murió  el  año  750  de  Roma,  Jesús  debió 
nacer  el  748,  es  decir,  seis  años  antes  del  cómpu- 
to actual  de  nuestra  era.  Flavio  Josefo  señala  la 
fecha  de  la  muerte  de  Herodes.  Por  el  Evangelio 
sabemos  que  el  tirano  murió  mientras  Jesús  esta- 
ba huido  en  Egipto  y  que  tenía  más  o  menos, 
dos  años. 

El  segundo  hecho  es  el  empadronamiento  pres- 
crito por  César  Augusto;  por  esta  razón  José  y 
María  fueron  a  Belén,  donde  nació  Jesús  (Luc-  1 1-1-7.) 


40 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


La  historia  dice  que  este  empadronamiento  se 
hizo  en  el  año  747  y  que  duró  dos  años.  Supo- 
niendo que  los  padres  de  Jesús  se  hayan  quedado 
al  último,  el  Señor  nació  en  el  748,  si  no  fué  en 
el  747. 

En  cuanto  al  mes,  fecha  y  día  nada  sabemos 
ni  por  conjeturas;  siendo  piadosa  creencia,  desde 
luego  aprobada  por  la  Iglesia,  que  nació  Jesucris- 
to el  25  del  mes  de  Diciembre. 

El  año  en  que  Jesús  INAUGURO  SU  PRE- 
DICACION, o  mejor  dicho,  la  primera  Pascua  que  . 
pasó  en  el  ministerio  evangélico,  fué  cuarenta  y 
seis  años  después  de  comenzada  la  reconstrucción 
del  Templo,  según  dice  San  Juan  (11-20,).  Herodes 
comenzó  la  reconstrucción  el  año  734  de  Roma; 
luego  la  pascua  primera  fué  en  el  780,  o  26  de  la 
era  cristiana. 

Tenía  entonces  Jesucristo  32  años  de  edad, 
que  coinciden  con  la  frase  de  San  Lucas  (111-23) 
quien  dice  que  el  Señor  al  comenzar  su  predica- 
ción tenía  COMO  30  años,  siendo  ese  como  calcu- 
lativo indicación  de  más  de  30. 

La  MUERTE  de  Jesús  acaeció  el  día  vier- 
nes, 15  del  mes  de  Nizán,  a  las  tres  de  la  tarde- 
Así  aparece  de  los  datos  evangélicos.  San  Juan 
dice  (XIX-14-31J  "Jesús  murió  bajo  Poncio  Pilato, 
el  día  en  que  se  debía  comer  la  pascua  y  la  vís- 
pera del  sábado".  Ahora  bien,  en  los  diez  años 
que  gobernó  Pilato,  del  26  al  36  de  nuestra  era, 
solamente  en  los  años  27-30  y  33  cayó  en  viernes 
el  15  de  Nizán,  luego  en  uno  de  estos  años  debió 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


41 


morir  Jesús.  El  año  30  es  el  que  coincide  con  lo 
que  diremos  del  ministerio  público  del  Señor.  La 
muerte  de  Jesucristo  fué,  por  lo  mismo,  en  el  año 
30,  el  7  de  Abril,  teniendo  36  años  de  edad,  más 
o  menos,  el  Señor  Jesús. 

La  VIDA  PUBLICA  O  MINISTERIO  EVAN- 
GELICO, de  Cristo  duró  más  de  tres  años,  desde 
antes  de  la  Pascua  del  año  27  hasta  la  del  30,  se- 
gún San  Juan,  quien  nos  habla  de  tres  pascuas  pa- 
sadas por  Jesús.  (II-13-VI-4-XIII-1).  Son,  pues,  tres 
años  intermedios  de  las  pascuas  y  meses  anterio- 
res a  la  primera.  La  última  pascua  citada  por  el 
Evangelista  coincide  con  el  año  30  de  la  muerte 
de  Jesús. 

Además,  como  sabemos,  las  fiestas  pascuales 
duraban  ocho  días,  durante  los  cuales  los  judíos 
comían  el  pan  sin  levadura  o  ácimo.  El  plenilunio 
del  mes  de  Nizán  comenzaba  en  la  tarde  del  14. 
De  los  Sinópticos  que  narran  los  hechos  según  el 
uso  popular  y  de  San  Juan  que  los  cuenta  a  la 
manera  oficial,  se  deduce  que  Jesús  y  sus  Após- 
toles, comieron  el  cordero  pascual  el  jueves  14  de 
Nizán,  por  la  tarde,  mientras  que  los  Sanedritas 
la  comieron  el  viernes  15,  por  la  noche.  Así  se  ex- 
plican los  acontecimientos  del  jueves  en  el  Cená- 
culo y  lo  que  dice  San  Juan  (XVI 11-28):  "Los  sa-. 
cerdotes,  escribas  y  fariseos  no  entraron  al  pre- 
torio de  Pilato,  el  viernes  15  de  Nizán,  por  la  ma- 
ñana, cuando  llevaron  a  Jesús  ante  el  Procurador 
romano,  pidiendo  sentencia  de  muerte,  para  no  con- 
taminarse y  poder  comer  la  Pascua". 

El  sábado  16  de  Nizán  era  el  día    magno  en- 


42 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


tre  los  días  de  la  fiesta  pascual,  por  lo  cual,  el 
viernes  por  la  tarde  que  daba  comienzo  al  sába- 
do, debía  desaparecer  todo  motivo  de  disgusto  o 
ajeno  a  la  fiesta,  como  dice  el  mismo  Evangelista: 
"Como  el  viernes  -día  en  que  fué  crucificado  el 
Señor-  era  la  preparación  a  la  Pascua,  para  que 
los  cuerpos  de  los  crucificados  no  quedasen  en  la 
cruz  durante  el  sábado,  porque  era  un  día  grande 
aquel  sábado,  los  judíos  pidieron  a  Pilato,  que  se 
les  quebrasen  las  piernas  a  los  ajusticiados  y  los 
retirasen  del  lugar".  (Jn.  XIX-31). 

Sabemos  con  certeza,  siquiera  relativa,  las  prin- 
cipales fechas  relacionadas  con  el  nacimiento,  vida 
y  muerte  de  nuestro  Redentor. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  43 


-X-    EL  TEMPLO 
Y  LAS  FIESTAS  DE  LOS  JUDIOS 

1  Evangelio  hace  mención  del  Templo  de 
Jerusalén  con  motivo  de  las  frecuentes  visitas  de 
Jesús  al  lugar  santo,  de  donde,  por  dos  ocasiones, 
sacó  a  los  profanadores  y  en  cuyos  atrios  enseñó 
la  nueva  doctrina,  hizo  muchos  milagros  y  sostuvo 
interesantes  polémicas  con  los  fariseos. 

Este  Templo  fué  reconstruido  por  Herodes  el 
Grande,  apoyado  por  el  Emperador,  para  captarse 
las  simpatías  del  pueblo  judío,  llegando  a  ser  una 
de  las  obras  mundiales  de  mayor  riqueza,  belleza 
y  opulencia. 

El  Historiador  Josefo  dice,  como  testigo  de 
vista:  "La  obra  era  la  mejor,  la  más  excelente  y 
maravillosa  de  cuantas  hemos  visto  u  oído,  tanto 
en  su  edificio,  cuanto  en  su  grandeza  y  magnificen- 
cia." (Jos.  VII- 10) 

Los  arcos,  columnas  y  muros  eran  de  mármol, 
en  el  piso  lucían  preciosos  mosaicos,  estaba  deco- 
rado con  oro  y  plata.  Ocupaba  una  superficie  de 
400  metros  de  largo,  por  250  de  ancho;  circunva- 
laban el  perímetro,  grandiosos  pórticos.  Esbeltos  pi- 
náculos adornaban  el  pórtico  real.  Los  atrios,  cuya 
bóveda  era  el  cielo,  eran  cinco:  el  de  los  gentiles 
servía  para  negociar  todo  lo  concerniente  a  los  sa- 
crificios. El  de  las  mujeres,  por  donde  se  pasaba 
al  de  los  varones,  estaba  reservado  únicamente  para 
los  israelitas,  separados  del  de  los  gentiles  con  ar- 


44 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


tísticas  balaustradas  de  mármol  y  letreros  lumino- 
sos en  varios  idiomas,  que  conminaban  pena  capi- 
tal a  los  que  traspasaban  el  límite  fijado.  Seguía  el 
atrio  de  los  sacerdotes,  adosado  con  dependencias 
lujosas,  claustros  y  puertas  que  servían  para  el 
culto  y  conducían  al  Santuario,  propiamente  dicho 
Este  se  dividía  en  dos  departamentos;  El  santo  y 
el  Santísimo;  en  el  primero  se  guardaban  las  co- 
sas santas  del  culto  y  en  el  segundo  moraba  Jeho- 
vá;  era  el  lugar  escogido  por  el  Dios  de  Israel, 
para  sus  comunicaciones  con   los  jefes  del  pueblo. 

Las  principales  prácticas  religiosas  de  los  ju- 
díos eran: 

La  circuncisión,  ceremonia  por  la  cual  los  va- 
rones eran  agregados  al  pueblo  de  Dios. 

La  observancia  del  sábado,  mandada  en  el 
Decálogo. 

La  peregrinación  a  la  ciudad  santa  en  las  princi- 
pales festividades  que  eran  cuatro. 

El  ayuno  público   en  el  día  de  la  Expiación, 

Las  purificaciones  o  abluciones  totales  o  par- 
ciales en  ocasiones  determinadas. 

La  oración  ritual  tres   veces  al  día, 

La  limosna  obligatoria  para  el  culto  en  el  Templo 

Las  fiestas  religiosas  eran  cuatro,  que  se  ce- 
lebraban con  grande  solemnidad  y  con  ritos  y  cere- 
monias majestuosas  y  tradicionales. 

LA  PASCUA  conmemoraba  sobre  todo  la  libe- 
ración de  Egipto.  Comenzaba  el  14  de  Nizán  con 
el  sacrificio  y  la  comida  del  cordero  pascual.  Dura- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO 


45 


ba  ocho  días  y  la  ciudad  y  el  Templo  estaban  re- 
pletos de  israelitas  varones,  porque  su  asistencia 
era  obligatoria  desde  los  doce  años  de  edad. 

PENTECOSTES,  que  se  celebraba  cincuenta 
días  después  de  la  Pascua,  recordaba  la  promul- 
gación de  la  Ley  divina  y  consagraba  a  Dios  los 
diezmos  y  primicias. 

LA  DEDICACION  O  ENCENIA  era  la  fies- 
ta de  la  purificación.  Recordaba  las  solemnes  cere- 
monias efectuadas  por  Judas  Macaneo  para  puri- 
ficar el  Templo,  reparando  las  horribles  profana- 
ciones del  lugar  santo  cometidas  por  los  soldados 
de  Antíoco. 

La  fiesta  de  LOS  TABERNACULOS  O  ESCE- 
NO PEG1  A,  que  conmemoraba  la  permanencia  de 
los  hebreos  en  el  desierto,  donde  Jehová  alimentó 
al  pueblo  con  el  maná. 

Se  celebraba  esta  festividad  ea  la  época  de  las 
cosechas,  durante  ocho  días,  con  caracteres  de  mu- 
cha alegría. 

Además  del  Templo  de  Jerusalén,  único  lugar 
destinado  al  culto  y  a  los  sacrificios,  debemos  se- 
ñalar las  SINAGOGAS,  porque  eran  también  luga- 
res sagrados,  donde  se  reunían  los  judíos  los  días 
sábados  para  leer,  comentar  y  aprender  las  Sagra- 
das Escrituras. 

Eran  salones  rectangulares  con  un  altar  peque» 
ño  que  guardaba  los  rollos  de  las  Escrituras  y  con 
un  estrado  y  pupitre  para  el  lector  y  comentarista. 

Un  doctor  de  la  Ley  presidía    y   dirigía  estas 


46  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


asambleas,  donde  se  oraba  y  se  predicaba. 

Las  Sinagogas  servían  también  en  los  pueblos 
para  escuelas,  donde  los  niños  asistían  diariamente 
a  instruirse  en  las  letras  sagradas  y  profanas. 

Jesucristo  fué  muchas  veces  a  Jerusalén,  asis- 
tió a  las  fiestas  religiosas  y  frecuentó  las  Sinagogas, 


♦ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  47 


-XI-    EL  TEMPLO 

1  gran  Templo  de  los  Israelitas,  reconstruí- 
do  por  Herodes,  estaba  aún  sin  terminarse  en  tiem- 
po de  Jesús;  los  trabajos  proseguían  hasta  duran- 
te la  pasión  del  Señor. 

Este  Templo  lo  edificó  Salomón  con  los  mate- 
riales colectados  por  David,  sobre  la  explanada  ro- 
ca del  monte  Moria.  Destruido  por  los  babilónicos, 
fué  reedificado  por  Zorobabel,  pero  habiendo  per- 
dido la  mejor  joya  artística  y  religiosa  cual  era  el 
Arca  de  la  alianza. 

Por  la  reconstrucción  arqueológica  de  Schick 
y  los  estudios  de  Vogüe,  sabemos  la  estructura  de 
fábrica  del  famoso  Templo.  No  podemos  imaginar- 
nos a  la  manera  de  nuestras  suntuosas  catedrales 
o  basílicas.  Fué  un  templo  cual  no  ha  habido,  ni 
habrá  jamás,  por  su  extensión,  fábrica,  riqueza  y 
adaptación. 

Flavio  Josefo  dice  que  era  techado  con  lámi- 
nas de  oro,  las  cuales  al  ser  besadas  por  el  sol  res- 
plandecían formando  una  mole  ígnea  que  despedía 
rayos  luminosos. 

Erizados  pinchos  de  plata  custodiaban  la  cu- 
bierta impidiendo  posarse  a  las  aves  que  cruzan 
el  espacio. 

Los  pórticos  que  daban  acceso  al  interior,  ro- 
deando el  perímetro,  estaban  colocados  en  los  cua- 
tro puntos  cardinales.  Eran  hileras  de  esbeltas  y  ricas 


48  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


columnas  de  mármol,  sosteniendo  una  artística  ar- 
mazón de  madera  cedrina. 

Los  pináculos  eran  dos,  situados  al  este  y  al 
oeste  del  pórtico  real  o  del  lado  sur.  El  del  lado 
oriental  se  erguía  en  el  borde  del  precipicio  que  cor- 
tado a  pique  descendía  más  de  cien  metros  hasta 
el  valle  del  Cedrón.  Medía  para  arriba  setenta  me- 
tros, de  manera  que  su  cúspide  se  perdía  en  el 
espacio,  mirada  desde  la  profundidad  del  valle. 

A  este  encumbrado  pináculo  se  refieren  los  E- 
vangelistas  cuando  tratan  de  las  tentaciones  de 
Jesús.  (Mat.  IV-5-Luc.-IV-9,).  Se  discute  sobre  si 
materialmente  fué  conducido  Jesús  a  este  precipi- 
cio, o  únicamente  en  pensamiento;  parece  lo  más 
seguro  que  realmente  se  dejó  conducir  el  Señor 
al  pináculo  del  Templo,  desde  donde  se  miraban  los 
atrios  llenos  de  gente,  que  hubiera  presenciado  el 
milagro  de  arrojarse  de  la  altura,  cayendo  en  ma- 
nos de  los  ángeles;  hecho  suficiente  para  ser  reco- 
nocido y  aclamado  como  el  Mesías,  como  pensó  el 
diablo  tentador. 

La  ciudadela  Antonia  estaba  situada  en  el  án- 
gulo Noroeste,  ocupaba  más  de  una  manzana  de 
extensión,  en  terreno  del  atrio  de  los  gentiles,  con 
el  cual  comunicaba  por  subterráneos,  para  llegar 
rápidamente  al  Templo  y  dominar  cualquier  situación. 

Los  atrios  eran  cuatro.  El  de  los  GENTILES, 
llamado  así  porque  todos  los  extranjeros  y  extra- 
ños a  la  religión  judaica,  podían  entrar  en  el  y  o- 
cuparlo.  Tenía  capacidad  para  hospedar  a  doscientas 
veinte  mil  personas.  Servía  para  negociar  y  ter- 
tuliar sobre  asuntos  profanos. 


) 

HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


49 


Este  atrio  estaba  separado  de  los  otros  desti- 
nados a  los  israelitas,  con  artísticas  balaustradas 
de  mármol. 

Los  atrios  de  las  MUJERES,  VARONES  y 
de  la  clase  SACERDOTAL,  estaban  cercados  por 
habitaciones  y  dependencias  que  comunicaban  a  los 
servicios  del  altar.  Largos  claustros  con  amplísi- 
mas puertas  llevaban  de  un  atrio  a  otro.  El  de  las 
mujeres  tenía  capacidad  para  15.000  personas;  el 
de  los  hombres  medía  trescientos  metros  cuadra- 
dos; el  de  los  sacerdotes  era  más  extenso. 

En  el  centro  de  una  gran  explanada  entre  los 
atrios  citados,  se  levantaba  el  altar  de  los  holocaus- 
tos, al  que  se  subía  por  una  rampa  suave  y  lujo- 
samente adornada.  Quedaba  frente  al  vestíbulo  del 
Santuario  y  a  veinte  metros  de  distancia;  ardía 
constantemente  el  fuego  que  consumía  las  víctimas 
sacrificadas  diariamente. 

Los  atrios  eran  también  lugares  sagrados  y 
cuando  Jesús  inspeccionó  el  templo  en  sus  dos  prin- 
cipales visitas  (Mat.  21-12-Luc.  XIX-45J  segura- 
mente encontró  todos  cuatro  profanados  con  nego- 
ciantes y  cambistas,  por  lo  cual  reprendió  airado 
a  sacerdotes,  hombres  y  mujeres,  judíos  y  gentiles. 

El  Santuario  estaba  dividido  en  dos  partes;  la 
anterior,  con  escalinata  y  vestíbulo,  se  llamaba  lu- 
gar SANTO  y  la  posterior  SANTISIMO;  medía 
la  primera  9x18  metros  y  la  segunda  era  cuadra- 
da, 9x9,  tenida  como  la  morada  del  Dios  de  Israel. 

Estos  dos  departamentos  estaban  divididos  por 
el  riquísimo  velo  que  se  rasgó  en    la   muerte  de 


53 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Jesús  (Mat.  XXVII-51)  y  por  la  famosa  viña  con 
racimos  de  oro  maziso. 

EL  SANTO  guardaba  tres  objetos  preciosos: 
el  altar  del  incienso,  la  mesa  de  los  panes  de 
proposición  y  el  candelabro  de  los  siete  brazos. 

EL  SANTISIMO  guardó  por  siglos  el  Arca  de 
la  alianza,  con  las  tablas  del  Decálogo,  el  maná  y 
la  vara  de  Aarón;  descansaban  estas  reliquias  en 
manos  de  Querubines  de  oro  y  servían  de  escabel 
del  trono  de  Yahvé- 

Se  dice  que  el  Arca  fué  ocultada  por  un  pro- 
feta en  el  exilio  del  pueblo  judío  permaneciendo  en 
una  caverna  del  monte  Nevo  hasta  que  el  Dios  de 
Abraham,  de  Isaac  y  de  Jacob  reúna  a  su  pueblo 
al  rededor  del  Templo,  en  la  ciudad  santa. 


HECTOR  EDUARO  ANDRADE  PROANO  5[ 


EL  SABADO  EN  LA  ANTIGUA  LEY 

1  Evangelio  nos  cuenta  los  continuos  repro- 
ches de  los  fariseos  a  Jesús  por  su  inobservancia 
del  sábado,  o  mejor  dicho,  porque  el  Maestro  o- 
braba  .en  sábado  lo  que  creía  prohibido  la  intere- 
sada y  personal  interpretación   de  los  fariseos. 

Jehová  mandó  el  descanso  y  la  santificación 
del  sábado  {Exodo  XX-8).  Moisés  codificó  el  ritual 
legal  donde  constaban  las  obras  prohibidas  en  sá- 
bado, cuya  transgresión  acarreaba  culpa  y  pena. 
En  el  transcurso  de  los  tiempos  degeneró  el  espí- 
ritu de  la  Ley,  reduciéndose  a  prácticas  exterio- 
res sin  sentido  divino. 

Por  ejemplo,  entre  las  cosas  prohibidas  en 
sábado  estaban:  curar,  segar,  cargar.  La  mentali- 
dad de  los  fariseos  había  conducido  al  pueblo  a 
creer  que  faltaban  a  la  ley,  los  que  vendaban  una 
herida  o  hacían  un  masaje;  los  que  cogían  una 
fruta  madura  desprendida  del  árbol;  los  que  hacían 
uso  culinario  de  los  huevos  que  las  gallinas  po- 
nían en  sábado;  no  se  podía  conducir  una  silla  de 
un  lugar  a  otro,  ni  llevar  una  aguja. 

Por  este  orden,  el  farisaísmo  había  adultera- 
do completamente  el  sentido  espiritual  de  la  ley,  a 
lo  cual  se  opuso  tenazmente  el  Maestro  con  sus 
palabras  y  obras. 

Los  Evangelistas  han  dejado  constancia  de  los 
casos  por  los  cuales  fué  acusado  Jesús  como  vio- 
lador del  sábado. 


52  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Entró  el  Señor  un  día  sábado  en  una  Sinago- 
ga y  se  puso  a  enseñar.  Algunos  fariseos  que  le 
escuchaban  le  preguntaron:  "Maestro,  es  lícito  cu- 
rar en  sábado?". 

Jesucristo  que  conocía  su  malicia,  no  contestó; 
llamó  a  un  hombre  que  estaba  entre  su  auditorio 
y  que  tenía  una  mano  enferma,  muchp  tiempo,  sin 
movimiento  y  seca,  y  le  dijo:  "hombre,  extiende  tu 
mano;  estas  curado".  El  enfermo  recobró  inmedia- 
tamente el  uso  de  su  miembro  paralizado.  Obrado 
el  milagro,  dijo  Jesús  a  los  fariseos:  "Decidme,  es 
lícito  hacer  una  buena  acción  en  sábado?  Se  debe 
salvar  la  vida  o  hay  que  dejarla  perder? 

Como  todos  guardaban  silencio,  insistió  el  Maes- 
tro, preguntando  a  sus  interlocutores:  "cuál  de  vo- 
sotros, si  tiene  una  oveja  y  cae  en  una  fosa,  no  la 
sacaría  para  salvarla  de  la  muerte,  aunque  fuera 
en  día  sábado"? 

Como  los  fariseos  no  se  atrevieron  a  contestar 
contradiciendo  a  Jesús,  este  prosiguió  enseñando 
la  interpretación  verdadera  de  la  ley  (Luc.  VI-6) 

Otro  día  sábado  salió  Jesús  a  pasear  con  sus 
discípulos  por  el  campo.  Las  mieses  ondeaban,  do- 
radas por  el  sol.  En  la  comitiva  se  habían  mezcla- 
do algunos  fariseos  que  no  perdían  ocasión  para 
criticar  la  actuación  del  Maestro. 

Los  discípulos  encontraron  sabor  en  el  fruto 
maduro  de  las  espigas  de  trigo,  que  ondulantes;  se 
ponían  en  sus  manos,  al  paso  por  el  sembrado. 
Cogían  espigas,  las  desgranaban  y  comían. 

Los  fariseos,  escandalizados,  no  del  hecho  mis- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  53 


mo  porque  estaba  permitido  por  la  costumbre,  sino 
porque  así  obraban  en  sábado,  llamaron  la  atención 
del  Maestro  diciéndole:  "Cómo  permites  que  tus 
discípulos  profanen  así  el  día  del  Señor?" 

Jesucristo  tomó  a  su  cargo  la  defensa  de  los 
acusados,  increpó  duramente  la  hipocresía  de  los 
fariseos  y  terminó  su  alegato  con  las  magistrales 
palabras:  "se  ha  hecho  el  sábado  para  los  hombres, 
en  su  beneficio,  y  no  han  sido  creados  los  hombres 
para  sujetarse  al .  sábado. 

Los  dos  pasajes  anteriores  tuvieron  lugar  en 
Galilea.  Cuatro  más  nos  cuenta  el  Evangelio  que 
sucedieron  en  Judea:  la  curación  del  ciego,  de  un 
hidrópico,  de  la  mujer  encorvada  y  de  un  hombre  pa- 
ralítico, todos  obrados  en  día  sábado,  ante  el  es- 
cándalo de  los  fariseos  que  cada  vez  salían  con- 
fundidos de  la  presencia  del  Maestro  reconociendo 
su  falta  de  sinceridad  en  la  observancia  de  la  ' ley 
sabatina 


54  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XIII-  EL  DOMINGO  DE  LA  NUEVA  LEY 

n  el  judaismo  no  existía  el  día  domingo; 
este  nombre  era  desconocido;  con  eí  sábado  termi- 
naba la  semana;  este  día  era  el  día  del  Señor,  el 
día  santo  porque  Dios  se  había  reservado  para  Sí 
y  el  hombre  debía  santificarlo,  descansando  del 
trabajo  servil  y  consagrándole  al  culto  divino. 

Jesucristo,  Redentor  de  la  humanidad,  no  vino 
a  derrocar  la  Ley,  sino  a  perfeccionaría.  Con  su 
presencia  en  la  tierra  terminó  la  Antigua  alianza  y 
comenzó  la  Nueva. 

El  Decálogo  tomó  mayor  significado  porque  pa- 
só a  ser  ley  universal.  El  principio  del  tercer  man- 
damiento: "Acuérdate  de  santificar  el  día  del  Se- 
ñor" tomó  mayores  proporciones;  quedó  la  sustan- 
cia del  precepto  y  varió  el  accidente,  el  día. 

Este  mandato  divino  no  podía  cambiarse,  pero 
al  mudarse  la  alianza  o  el  pacto  de  Dios  con  los 
hombres,  debía  cambiarse  el  día  consagrado  al  des- 
canso humano  y  al  culto  divino. 

La  ley  antigua  era  la  precursora  de  la  nueva; 
el  ritual  mosaico  era  la  sombra  del  Evangelio;  al 
brillar  la  luz  de  la  verdad  cristiana  se  aclaró  la 
penumbra  del  judaismo.  Al  sábado  que  recordaba 
el  descanso  de  Dios  Creador,  sustituyó  el  domingo 
en  recuerdo  de  Dios  Redentor. 

Murió  Jesucristo  en  manos  de  la  justicia  Re- 
dentora; triunfó  el  pecado  y  la  muerte  y  su  triun- 
fo hubiera  sido  eterno  si  Cristo  no    hubiera  resu- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


55 


citado.  El  triunfo  de  los  enemigos  de  Cristo  fué 
efímero;  la  victoria  de  Jesucristo  es  eterna,  porque 
se  basa  en  el  hecho  divino  de    su  resurrección. 

Si  Jesús  no  hubiera  resucitado,  su  obra  habría 
desaparecido  al  tercer  día  de  su  muerte;  los  Após- 
toles, que  huyeron  al  ver  a  su  Maestro  maniatado, 
preso  y  sentenciado  a  muerte,  no  esperaban  sino  la 
mañana  del  domingo,  para  acabar  con  toda  ilu- 
sión, y  volver  avergonzados  al  humilde  oficio  y  a 
la  ocupación  diaria  que  dejaron,  oyendo  la  invita- 
ción del  Rabí  crucificado. 

Jesucristo  resucitó  al  día  siguiente  del  gran 
sábado  judío;  ese  día,  es  el  día  del  Señor  que 
venció  a  la  muerte,  al  pecado  y  al  demonio;  el  día 
de  la  resurrección  es  el  día  de  Dios,  porque  se  o- 
bró  el  milagro  por  excelencia,  la  crea!  ón  espiri- 
tual del  mundo;  es  el  día  del  Señor  omnipotente, 
del  DOMINUS,  de  donde  viene  etimológicamente 
el  domingo,  el  gran  día  del  cristianismo. 

He  aquí  la  razón  primordial  del  cambio  de 
día  para  santificarlo.  Así  como  en  el  primer  día 
de  la  creación  del  universo,  brilló  la  luz  y  el  caos 
se  convirtió  en  vida,  así  también  el  primer  día  del 
cristianismo,  que  fué  el  domingo  de  la  resurrección, 
brilló  en  el  mundo  regenerado  la  luz  de  Cristo, 
fué  el  primer  día  de  la  nueva  creación,  porque 
como  dice  San  Pablo  (Gal  VI- \5)  "la  Redención  es 
otra  creación,  que  fué  completada  en  domingo". 

El  día  domingo  siguiente  a  la  Ascención  de 
Jesús  al  Cielo,  descendió  el  Espíritu  Santo  sobre 
la  tierra,  para  santificar  a  la  naciente  Iglesia  cris- 


56 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


tiana.  El  domingo  es  también  el  día  de  Dios 
Santificador. 

Las  palabras  de  Jehová  al  pueblo  escogido" 
"Acuérdate  de  santificar  el  día  de  Dios",  fueron 
cumplidas  y  adaptadas  al  sábado.  Este  mismo  man- 
damiento fué  confirmado  por  Jesucristo:  "santificar 
el  día  de  fiesta",  pero  la  gran  fiesta  del  cristianis- 
mo se  hizo  el  domingo  y  aunque  el  Señor  no  dijo 
con  palabras,  al  escoger  este  día  para  su  victoria 
definitiva,  lo  consagró,  lo  santificó,  y  lo  segregó 
para  que  fuese  el  día  santo  por  excelencia. 

El  precepto  divino  se  cambió  en  lo  accidental, 
con  beneplácito  del  mismo  legislador.  La  conmemo- 
ración del  descanso  de  Dios  Creador,  se  celebra  recor- 
dando el  triunfo  de  Dios  Redentor  y  la  venida  de  Dios 
Santificador. 

El  sábado  del  Antiguo  Testamento,  era  figura 
del  domingo  de  la  nueva  Ley;  la  humanidad  sigue  cum- 
pliendo con  el  tercer  mandamiento  del  Decálogo, 
reservando  el  último  día  de  laf  semana  para  su  des- 
canso corporal  y  para  el  culto  oficial  al  Creador. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


57 


-XIV-    MIRADA  DE  CONJUNTO 

vida  de  Jesucristo  se  divide  en  tres  pe- 
ríodos marcados:  infancia  y  vida  oculta  -  vida  pú- 
blica o  evangélica  -  pasión  y  glorificación. 

EL  PRIMER  período  es  el  más  largo  en  años, 
pues  comprende  más  de  treinta,  pero  es  el  más 
corto  en  hechos.  Los  Evangelistas  Marcos  y  Juan 
nada  dicen  de  este  tiempo.  Mateo  y  Lucas  apenas 
lo  mencionan,  dándose  datos  generales,  en  dos 
capítulos. 

Lo  que  nos  refiere  San  Lucas  es  de  mayor  im- 
portancia, porque,  como  el  mismo  dice:  "se  ha  in- 
formado todo  exactamente,  desde  su  primer  origen" 
y  puede  ser  que  la  mejor  informante  haya  sido  la 
Madre  de  Jesús,  testigo  de  toda  la  vida  hogareña 
de  más  de  treinta  años.  (Luc.  1-3)  Un  comentarista 
del  Evangelio  dice:  "abundan  en  los  dos  primeros 
capítulos  de  San  Lucas,  toques  tan  dulces  y  tan 
delicados  que  delatan  la  mano  de  una  Virgen  y  el 
corazón  de  una  Madre". 

Toda  la  infancia  y  vida  oculta  de  Jesús,  está 
reducida  en  los  Evangelios,  a  la  genealogía,  naci- 
miento, adoración  de  pastores  y  reyes,  huida  a  E- 
gipto  y  visita  al  Templo.  El  compendio  de  más  de 
treinta  años  de  vida  hogareña  es:  "Jesús  crecía  en 
edad,  en  sabiduría,  en  gracia,  delante  de  Dios  y  de 
los  hombres  y  María  conservaba  el  recuerdo  de  to- 
das esas  cosas,  en  su  corazón".  (Luc.  11-51). 

EL    SEGUNDO    período    comprende  tiempo 


58 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


corto  en  años,  pues  no  llegan  a  cuatro,  pero  es  el 
más  largo  y  variado  en  acontecimientos. 

A  los  meses  que  precedieron  a  la  primera 
Pascua,  pertenecen  el  Bautismo  de  Cristo,  el  reti- 
ro en  el  desierto,  el  encuentro  con  los  primeros 
discípulos  y  el  milagro  en  Caná  de  Galilea. 

El  primer  año  de  predicación  fué  como  ensa- 
yo para  el  establecimiento  del  reino  mesiánico.  Fué 
el  Maestro  a  Jerusalén,  donde  inauguró  su  minis- 
terio, pero  la  indiferencia  del  auditorio  y  la  animad- 
versión de  los  fariseos  y  escribas,  obligaron  a  Je- 
sús a  cambiar  de  planes.  Resolvió  el  Señor  comen- 
zar la  evangelización  por  la  Galilea;  los  galileos, 
aunque  más  rudos  que  los  judíos  y  en  contacto 
más  íntimo  con  los  gentiles,  eran  más  sinceros, 
más  entusiastas  y  resueltos;  su  religión  era  más 
pura,  porque  estaba  menos  contaminada  por  las 
ideas  farisaicas. 

En  Cafarnaún  dió  la  primera  misión  con  éxito 
asombroso.  La  fama  del  Rabí  taumaturgo  voló  por 
toda  la  región;  quedó  el  campo  abierto  y  prepara- 
do para  lo  sucesivo.  Cada  vez  aumentaba  el  audi- 
torio y  crecía  el  número  de  discípulos. 

Para  la  segunda  Pascua  fué  nuevamente  el 
Maestro  a  Jerusalén,  siendo  recibido  mejor,  por  las 
noticias  llegadas  de  la  región  vecina.  No  se  quedó 
mucho  tiempo  y  prefirió  volver  a  tierras  gaiileñas, 
donde  se  resolvió  a  organizar  el  reino  mesiánico 
eligiendo  los  apóstoles  y  predicando  las  bienaven- 
turanzas. 

Formado  el  colegio  apostólico  y  seguido  de  in- 
numerables discípulos  y  pueblo,  ansioso    de  oír  la 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  59 


Buena  Nueva  y  recibir  milagros  a  granel,  conti- 
nuaba Jesús  su  misión;  los  fariseos  se  levantaron 
furiosos  y  llenos  de  envidia  y  mal  entendido  celo 
contra  el  Rabí  Nazareno,  obligándole,  por  pruden- 
cia, a  retirarse  a  la  región  oriental  del  Tiberíades. 
El  tercer  año  de  predicación  fué  azaroso.  Crecía 

el  odio  y  persecución  de  los  enemigos;  el  auditorio 
comprendía  mal  la  doctrina;  los  nazarenos  le  difa- 
maron; estas  razones  obligaron  a  Jesús  a  adoptar 
el  método  parabólico  en  la  predicación  y  a  per- 
manecer un  tiempo  más  en  las  regiones  de  Siria 
y  Fenicia. 

Volvió  a  Galilea  cuando  estaban  los  ánimos 
calmados  y  fué  a  Jerusalén  para  la  fiesta  de  los 
Tabernáculos.  Siguió  predicando  en  Judea.  El  do- 
mingo antes  de  la  cuarta  Pascua,  entró  en  la  ciu- 
dad santa  aclamado  por  la  muchedumbre  como  Me- 
sías y  Rey. 

El  Sanedrín  no  pudo  contener  su  rabia  y  ese 
mismo  día,  decretó  la  muerte  del  Galileo  y  siguió 
buscando  acusaciones  y  la  manera  de  apresarle. 

EL  TERCER  período  es  cortísimo  en  tiempo, 
pero  importantísimo  en  hechos,  son  cuarenta  y  cua- 
tro días  divididos  en  tres  etapas:  preliminares  de  la 
pasión-pasión  y  muerte-glorificación. 

La  Cena,  el  lavatorio  de  los  pies,  la  institu- 
ción de  la  Eucaristía  y  el  Sacerdocio,  la  despedi- 
da, son  los  preludios  de  la  Pasión.  Esta  comienza 
en  Getsemaní,  con  esbozos  de  fracaso,  por  la  dis- 
persión de  los  apóstoles  y  la  negación  de  Pedro; 
continúa  dolorosa  con  azotes,  corona  de  espinas, 
cruz  y  clavos;  culmina  con  la  muerte  y  sepultura. 


60  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


La  fría  loza  de  Arimatea,  parece  que  cubre  para 
siempre  el  cadáver  del  Rabí  y  oculta  eternamente 
su  nombre,  doctrina,  milagros  y  misión;  pero  la 
tercera  etapa  de  este  período  cambia  todo  radi- 
calmente. Resucita  Jesucristo,  se  aparece  a  sus  a- 
póstoles;  sube  al  Cielo,  manda  al  Espíritu  Santo 
para  sellar  gloriosamente  su  obra  y  la  Iglesia  cris- 
tiana se  consolida  con  vida  eterna. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


61 


-XV-    ¿QUIEN  ES  JESUCRISTO? 

05s  un  ser  histórico.  La  historia  nombra  a 
un  personaje  llamado  Jesús  de  Nazaret. 

Flavio  Josefo,  historiador  del  año  40  al  100 
de  la  era  cristiana,  cita  a  Jesús,  por  sobrenombre 
Cristo,  a  Juan  Bautista  arrestado  por  Herodes,  re- 
lata el  martirio  del  Apóstol  Santiago  lapidado  en 
Jerusalén  y  se  refiere  al  drama  del  Calvario. 

Plinio,  escribiendo  a  Trajano,  en  el  año  110, 
habla  de  Cristo  y  de  los  cristianos. 

Tácito,  en  el  relato  del  incendio  de  Roma,  en 
el  año  115,  se  refiere  a  Jesucristo  sentenciado  a 
muerte  de  cruz  por  Poncio  Pilato,  bajo  el  reina- 
do de  Tiberio;  hace  alución  a  los  cristianos  a  quie- 
nes Nerón  culpó  el  incendio,  indicando  que  este 
nombre  les  viene  de  Cristo  el  judío- 

Seutonio,  en  el  año  120,  relatando  la  vida  de 
Nerón,  dice  que  infligió  tormentos  refinados  y  su- 
plicios atroces  a  los  cristianos,  gentes  entregadas 
a  la  superstición,  y  que  adoraban  a  un  dios  lla- 
mado Jesucristo,  hijo  de  un  carpintero  de  Nazaret. 

Lo  cierto  es  que  cuarenta  años  después  de  la 
muerte  de  Jesús,  su  nombre  y  su  obra  eran  cono- 
cidos en  Roma  y  estaban  grabados  en  las  páginas 
de  la  historia  contemporánea,  que  narra  las  luchas 
incipientes  entre  los  adeptos  a  la  nueva  religión 
del  Crucificado  y  el  paganismo. 

Jesucristo  es    un    personaje   histórico.  Ningún 


62 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


hombre  culto  puede  negar  esto.  Pero,  ¿es  un  ser 
humano  o  una  persona  divina? 

Para  algunos,  Jesús  no  es  sino  uno  de  tantos 
Profetas  del  judaismo,  caudillo  del  pueblo  israelita, 
experto  Rabí  galileo,  hábil  nigromante,  antes  que 
taumaturgo. 

Otros  presentaban  a  Jesús  como  un  superhom- 
bre, uno  de  aquellos  que  aparecen  en  la  tierra  de 
tiempo  en  tiempo,  hipnotizador  de  las  muchedum- 
bres y  dominador  de  pueblos. 

Se  ha  dicho  que  fué  un  inteligente  aventure- 
ro, quien  en  los  treinta  años  de  su  vida  oculta  pa- 
só formando  su  inteligencia  y  voluntad  en  ateneos 
orientales,  haciendo  estudios  escriturarios,  para  pre- 
dicar una  doctrina  nueva  y  aparecer  ante  el  pue- 
blo hebreo  como  el  Mesías  prometido. 

Todas  las  fábulas  inventadas  en  torno  de  Cris- 
to con  el  diabólico  fin  de  destruir  su  Iglesia,  se 
han  esfumado  ante  la  verdad  católica:  Jesucristo  es 
Dios  hecho  hombre. 

El  mismo  dijo  así  y  lo  probó  en  privado  y  en 
público,  ante  los  tribunales  religiosos  y  civiles.  Es- 
ta fue  la  única  acusación  y  el  único  motivo  para 
su  sentencia  de  muerte;  pero  nunca  fué  disimula- 
da, ni  retractada,  porque  la  verdad  está  por  enci- 
ma de  todo. 

Los  judíos  dicen  claramente  a  Pilato:  "Noso- 
tros tenemos  una  ley  y  según  ella,  Jesús  debe  mo- 
rir porque  dícese  ser  hijo  de  Dios".    (Jn.  XIX-7J. 

Cristo  probó  su  divinidad  con  milagros,  que 
son  las  obras  de  Dios.  Los  mismos  enemigos  fue- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  (33 

ron  testigos  de  esos  milagros  y  sin  poder  negar- 
los decían:  "Este  hace  muchos  milagros  y  si  le  de- 
jamos libre,  todo  el  pueblo  va  a  creer  en  El". 
(Jn.  Xl-47), 

Jesucristo  desafiaba  a  sus  adversarios  dicién- 
doíes:  "Mis  obras  manifiestan  quien  soy.  No  que- 
réis creer  en  mis  palabras;  creedme  por  las  obras 
que  hago".  (Juan.  X-25-38). 

Los  milagros  son  las  credenciales  de  la  divi- 
nidad; son  ei  sello  de  Dios;  Jesús  hizo  milagros 
numerosos  y  variados;   luego  es  Dios. 

El  milagro,  esencialmente  hablando,  es  un  he- 
cho superhumano.  En  la  historia  evangélica  en- 
contramos el  relato  de  los  milagros  de  Cristo. 
Unos  cambian  una  materia  en  otra,  como  el  agua 
en  vino  en  Caná;  otros  la  sacan  de  la  nada,  co- 
mo la  multiplicación  de  los  panes,  por  dos  ocasio- 
nes; cura  toda  clase  de  enfermedades,  sin  que  ha- 
ya relación  alguna  entre  el  fin  y  los  medios  usa- 
dos. Resucitan  los  muertos,  obedecen  los  demonios, 
se  cambian  las  leyes  naturales,  suspéndese  el  cur- 
so del  movimiento  universal.  Los  milagros  evangé- 
licos son  innegables  e  insustituibles  porque  forman 
un  todo  ordenado  y  lógico  con  la  doctrina  y  con 
los  otros  hechos  de  la  vida  de  Jesús. 

Jesucristo  es  Dios.  No  hace  falta  probar  que 
es  Hombre,  porque  miles  de  testigos  constataron 
su  humanidad.  El  mismo  Evangelio  nos  presenta 
a  Cristo  como  hombre;  comiendo,  durmiendo,  des- 
cansando para  reparar  las    fuerzas  corporales;  con 


64 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


túnica  y  manto,  con  sandalias  y  pañuelo  a  la  ca- 
beza, para  cubrir  y  protejer  el  cuerpo.  Los  discí- 
pulos le  conocieron  y  le  siguieron  como  a  hombre; 
la  primera  pregunta  que  le  hacen  es:  ¿''Maestro, 
dónde  vives?".  "Venid  y  veréis",  contestó  Jesús 
y  los  Evangelistas  dicen:  "que  fueron  y  vivieron 
con  El",  con  Dios  hecho  Hombre,  (Juan.  1-39) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


65 


-XVI-    PRELIMINARES  AL  NACIMIENTO 


e  dice  que  NAZARET,  significa  "ciudad 
florida;  otros  traducen  por  "Atalaya";  San  Jerónimo 
la  denomina  "flor  de  Galilea".  Todas  las  interpre- 
taciones corresponden  a  la  realidad,  porque  la  villa 
nazarena,  vista  desde  la  llanura  de  Esdrelón,  pa- 
rece jardín  florido,  por  los  tulipanes,  anémonas  y 
escabiosas  que  florecen  en  sus  huertos.  Es  atalaya 
porque  se  asoma  en  la  altura,  atizbando  al  que  a- 
traviesa  el  valle. 

Nazaret  sigue  siendo  un  rincón  apacible  y 
gracioso,  separado  del  bullicio  comercial  de  Tibe- 
ríades.  En  esta  pintoresca  ciudad,  tenía  su  casita 
blanca  una  doncella  llamada  María,  hija  única  de 
Joaquín  y  Ana.  Era  la  Virgen,  la  flor  de  Nazaret 
y  la  perla  de  Galilea,  en  el  jardín  y  en  la  concha 
de  un  pueblo  privilegiado. 

Un  día  primaveral  estaba  María  orando  en  la 
soledad  del  recinto,  cuando  su  plegaria  fue  inte- 
rrumpida con  la  visión  de  un  ángel.  El  mensajero 
celestial  saludó  a  la  Virgen  con  palabras  inusitadas: 
"Dios  te  salve;  el  Señor  es  contigo;  has  encontra- 
do gracia  delante  de  Dios;  vas  a  concebir  en  tu  se- 
no y  darás  a  luz  un  hijo  que  será  el  Salvador, 
El  Espíritu  Santo  vendrá  sobre  tí  y  la  virtud  del 
Altísimo  te  cubrirá  con  tu  sombra.  Lo  santo  que 
nacerá  de  tí,  será  el  Hijo  de  Dios  (Luc.  1-26). 


66  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

Turbóse  María  ante  tan  sublime  mensaje:  "Có- 
mo ha  de  ser  eso7  pues  yo  no  conozco,  ni  conoce- 
ré varón".  Gabriel,  el  divino  mensajero,  volvió  a 
explicar  el  misterio  de  la  encarnación  y  consiguió 
de  la  Virgen  el  asentimiento:  "He  aquí  la  esclava 
del  Señor,  hágase  en  mí  según  tu  palabra" 
(Luc.  1-34-38). 

Ese  momento  se  posó  la  virtud  del  Altísimo 
sobre  el  capullo  nacarado  de  Nazaret  y  el  Verbo 
se  hizo  hombre  y  habitó  entre  nosotros.  (Juan.  1-14-15) 

Al  anunciar  el  Arcángel  a  María  la  encarna- 
ción del  Hijo  de  Dios  en  sus  purísimas  entrañas, 
le  notició,  como  prueba  dé  la  omnipotencia  divina, 
que  su  prima  Isabel,  era  también  madre  del  pre- 
cursor del  Mesías.  (Luc.  1-36-37). 

Llena  de  santa  alegría,  la  Madre  de  Dios  em- 
prendió viaje  hacia  el  pueblo  de  Ain-Karín,  que  se 
extiende  silencioso  en  la  montaña,  a  seis  kilóme- 
tros de  Jerusalén.  Allá  vivía  su  pariente  Isabel, 
esposa  del  sacerdote  Zacarías,  quien  servía  en  el 
Templo  cuando  le  tocaba  el  turno;  con  ellos  debía 
María  asociarse  para  glorificar  al  Dios  de  Israel 
por  el  cumplimiento  de  las  promesas  mesiánicas, 
pues  había  oído  el  toque  de  la  hora  de  la  reden- 
ción humana. 

Embargada  de  emociones  celestiales  permane- 
ció María  en  casa  de  su  prima  Isabel,  hasta  el  na- 
cimiento de  Juan  Bautista.  (Luc.  1-56). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAKIO  $7 

Las  escenas  de  esta  visita  tuvieron  sus  entre- 
actos poéticos,  en  los  himnos  de  acción  de  gracias 
cantados  por  la  Virgen,  en  el  "Magníficat",  como 
contestación  al  saludo  de  los  visitados;  u Bendita 
eres  entre  todas  las  mujeres  y  bendito  es  el  fruto 
de  tu  vientre",  y  en  el  "Benedictus"  de  Zacarías. 
(Luc.  I-42-46-68J.  Estos  dos  himnos  se  repiten  dia- 
riamente en  la  tierra  y  su  eco  resuena  eterna- 
mente en  el  cielo.  Todas  las  generaciones  siguen 
aclamando  a  María  "Bienaventurada  porque  el  To- 
dopoderoso la  escogió  para  cumplir  la  promesa  he- 
cha a  Abrahán  y  a  sus  descendientes". (Luc. 1-48-49-55). 

Pasados  tres  o  cuatro  meses,  volvió  María  a 
Nazaret  para  preparar  el  nacimiento  de  su  hijo  e 
Hijo  de  Dios.  Un  grave  problema  había  de  por 
medio.  La  situación  de  la  Virgen  al  tiempo  de  la 
Anunciación  la  definen  los  Evangelistas,  diciendo: 
"Estaba  María  desposada  con  José".  (Luc.  I-27-Mat 
1-18).  María  era  esposa  verdadera  de  José,  quien 
al  notar  las  señales  externas  de  la  maternidad,  ha- 
biendo cohabitado  virginalmente  con  ella,  no  sabía 
como  explicar  aquella  concepción.  Un  ángel  de  Dios 
fué  el  encargado  de  hacer  saber  al  esposo  lo  acae- 
cido con  su  señora.  María  no  había  sido  infiel;  no  ha- 
bía perdido  la  virginidad.  Lo  concebido  es  obra  del 
Espíritu  de  Dios.  Dará  a  luz  un  hijo  que  será 
Jesús,  el  Redentor.  fMat.  1-20)/ 

Un  Angel  fué  el  nuncio  divino  ante  José.  Tai- 
vez  fué  el  mismo  Gabriel,  el  que  notificó  a  Zacarías 
la  concepción  del  Bautista,  el  que  anunció  a  María 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

la  encarnación  del  Verbo.  Gabriel,  llamado  con  ra- 
zón el  Arcángel  de  la  Redención,  fué  el  mensajero 
de  Dios,  el  encargado  de  cerrar  la  última  página 
del  Antiguo  Testamento  y  de  abrir  la  primera  de 
la  Nueva  Alianza;  Gabriel  es  el  Angel  testigo  de 
los  desposorios  del  cielo  con  la  tierra,  el  paraninfo 
o  encargado  de  noticiar  los  acontecimientos  preli- 
minares al  nacimiento  de  Jesús. 


★ 


HECTOR  EDUARO  AND  RADE  PROANO 


69 


-XVII-    HACIA  BELEN 

Obstaba  profetizado  que  el  Mesías  nacería  en 
Belén  de  Judá.  Setecientos  años  antes  del  naci- 
miento de  Jesús,  Miqueas  exclamó:  " Belén,  tu  no 
eres  la  última  entre  las  ciudades  de  Judá,  porque 
de  tí  saldrá  el  caudillo  de  mi  pueblo,  cuya  genera- 
ción se  remonta  a  la  eternidad."  (Miq.  M-2) 

San  Lucas  cuenta  el  motivo  del  viaje  a  Be- 
lén: "El  Emperador  romano  mandó  en  todo  el  im- 
perio un  empadronamiento  general".  Palestina,  prác- 
ticamente, estaba  sujeta  a  Roma  y  el  edicto  obli- 
gaba a  los  judíos.  fLuc.  II- 1-5). 

Este  censo  se  levantaba  por  familias,  debien- 
do cada  una  empadronarse  en  la  ciudad  de  su  al- 
curnia y  linaje.  José  y  María  debían  trasladarse  a 
Belén,  ciudad  de  David,  de  quien  descendían. 

Estaba  entrado  el  invierno;  el  mes  de  Diciem- 
bre declinaba,  cuando  los  esposos  emprendieron  el 
camino.  De  Nazarct  a  Belén,  había  entonces  unos 
120  kilómetros,  que  lo  repartieron  en  tres  jornadas. 

De  Jerusalén  a  Belén,  no  hay  sino  dos  leguas 
que  las  caminaron  alegremente  los  santos  viajeros, 
recorriendo  presurosos  los  senderos  por  donde  pa- 
saron sus  ascendientes.  Al  doblar  el  último  collado, 
divisaron  la  ciudad  blanca  y  alegre,  asentada  entre 
el  verdor  del  valle.  Pasaron  junto  a  la  tumba  de 
Raquel  y  entraron  en  la  villa,  recordando  a  sus 
progenitores,  patriarcas  y  reyes,  dueños  de  esas 
campiñas. 


70  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Belén  estaba  saturado  de  gente  forastera;  las 
calles  apenas  se  abrían  para  el  tránsito;  en  las 
puertas  y  ventanas  de  las  casas,  se  asomaban  pa- 
rientes y  amigos  de  los  dueños;  en  los  portales  de 
las  plazas,  habían  acampado  los  que  no  encontra- 
ron mejor  hospedaje.  Centenares  de  familias  habían 
acudido  a  la  sede  de  su  alcurnia  para  empadro- 
narse y  la  ciudad  rebosaba  de  alegría  y  de  gente. 

José  golpeó  la  puerta  de  las  casas  de  parientes 
y  amigos.  Necesitaba  una  posada  apacible  y  libre  de 
miradas  indiscretas.  María  sabía  que  el  alumbra- 
miento se  aproximaba  y  que  debía  efectuarse  mi- 
lagrosamente. 

La  tarde  venía  ligera;  el  sol  buscaba  apresu- 
rado su  ocaso;  comenzaba  a  tenderse  la  niebla  pre- 
cursora de  una  noche  oscura  y  fría.  José  y  María, 
no  encontrando  albergue  en  la  ciudad,  pensaron  en 
los  suburbios,  donde  quizá  alguna  familia  pobre  les 
daría  cariñoso  hospedaje.  Siguieron  el  declive  orien- 
tal del  camino  de  Belén  y  lo  más  cómodo  que  en- 
contraron fué  una  cueva  o  gruta  que  servía  de  pe- 
sebre a  los  animales. 

San  José  la  limpió  y  arregló  lo  mejor  posible 
para  acomodar  a  la  Virgen.  Allí  nació  Jesús,  el  Re- 
dentor del  mundo. 

4<Dió  a  luz,  y  recostóle  en  un  pesebre",  dice 
Lucas  (\l~7)  refiriéndose  al  nacimiento  de  Cristo. 

El  vocablo  "pesebre"  debe  entenderse  según  el 
modo  de  hablar  y  las  costumbres  ganaderas  de  en- 
tonces. Pesebre  es  un  establo,  pero  no  uno  edifi- 
cado por  los  hombres,  más  o  menos  cómodo   y  lu* 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


71 


joso;  el  pesebre  donde  nació  Jesucristo  fué  una 
cueva,  una  caverna,  excavada  en  la  peña  de  un 
montículo,  separada  de  las  casas  del  pueblo  de  Belén. 

Estas  cuevas  abundaban  en  el  campo  y  apro- 
vechaban los  animales  para  defenderse  del  calor  del 
sol  o  del  frío  de  la  noche  y  los  ganaderos  las  o- 
cupaban  para  alimentar  allí  a  sus  bestias  regan- 
do el  forraje.  Actualmente  se  ven  también  cuevas 
similares  en  los  campos  de  Palestina. 

" Mordaz,  pero  exacta,  es  la  advertencia  de  Pa- 
pini",  dice  un  autor,  refiriéndose  a  las  palabras 
del  cognotado  escritor,  quién  haciéndose  alusión  al 
establo  donde  nació  Jesús  ha  dicho  con  toda  ver- 
dad: "Ese  establo  no  es  el  alegre  pórtico  que  los 
pintores  han  inventado  como  avergonzados  de  que 
Dios  hubiera  estado  acostado  en  la  miseria  y  en 
la  suciedad.  No  es  tampoco  el  establo  o  nacimien- 
to de  yeso  de  las  confiterías.  Ni  los  establos  com- 
puestos por  las  novicias  o  presentado  lujosamente 
por  los  párrocos,  o  soñados  por  los  niños.  El  ver- 
dadero establo  donde  nació  Jesús  fué  oscuro,  su- 
cio, hediondo  .." 

Fué  oscuro  como  toda  cueva  sin  salida  y,  se- 
guramente, un  mechero  alumbraba  dentro  para  po- 
der actuar. 

Fué  sucio  y  hediondo  porque  esa  caverna  con- 
tenía las  majadas  de  los  animales  y  las  basuras  del 
forraje  recolectadas  por  mucho  tiempo.  -Así  nació 
Jesús,  en  un  pesebre,  porque  no  hubo  sitio  para  su 
madre  en  el  mesón  o  poblado  de  Belén.  María  le 
envolvió  en  pañales,  sencillos  y  vulgares,  cual  sue- 
len ser  los  de  los  pobres.  (Luc.  11-8) 


72  ÉL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Por  lo  que  relata  el  Evangelista,  se  despren- 
de que  el  nacimiento  de  Jesús  tuvo  lugar  en  la  no- 
che; en  lo  dicho  del  pesebre,  se  funda  la  tradición 
que  pone  junto  al  niño  recién  nacido  un  buey  y  un 
asno;  allí  debían  estar  estos  animales,  refugiándose 
de  la  lluvia  y  buscando  el  pienso, 

Los  pastores  que  acudieron  a  visitar  al  niño 
Dios,  eran  pastores  nómadas  que  estaban  velando 
su  ganado,  pasando  la  noche  al  sereno,  cobijados 
por  el  ancho  cielo  negro  y  oscuro  de  aquella  noche 
sin  estrellas,  porque  todas  estaban  recogidas  pre- 
senciando el  nacimiento  de  Jesucristo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  73 


-XVIII-  CIRCUNCISION, 
PRESENTACION,  NOMBRE. 

B^a  circuncisión  fué  impuesta  por  Dios  a  los 
hebreos  como  señal  perenne  de  elección  y  testimo- 
nio de  adscripción  al  pueblo  escogido. 

La  ley  de  la  presentación  obligaba  a  los  israe- 
litas a  presentar  en  el  Templo  a  todos  los  primo- 
génitos, consagrándoles  a  Dios;  en  virtud  de  esta 
ceremonia  y  por  disposición  divina,  todos  los  prime- 
ros hijos  varones  debían  servir  perpetuamente  en 
la  casa  de  Dios.  Para  evadirse  de  esta  obligación 
debían  ser  rescatados  mediante  una  contribución 
pecuniaria  en  beneficio  del  Templo. 

La  ley  prescribía  que  el  rescate  debía  realizar- 
se cuando  el  niño  tenía  un  mes.  El  precio  era  de 
cinco  ciclos  de  plata  que  ingresaban  al  tesoro 
sagrado. 

La  circuncisión  consistía  en  un  corte  circular 
o  al  rededor  del  miembro  viril  del  niño;  era  una 
herida  pequeña,  pero  sangrante,  con  la  cual  se  se- 
ñalaba al  recién  nacido  y  era  reconocido  como  des- 
cendiente de  Abrahán  y  heredero  de  las  promesas 
mesiánicas. 

El  origen  de  esta  ceremonia  religiosa  está  en 
la  prescripción  de  Jehová  a  su  pueblo:  "Como  se- 
ñal del  pacto  entre  Mí  y  vosotros,  todo  varón,  en 
vuestras  generaciones,  será  circuncidado  a  los  ocho 
días  de  nacido,  aún  cuando  ese  octavo  día  caiga 
en  sábado"  (Gen.  XVII-10). 


74  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

La  circuncisión  era  una  especie  de  sacramen- 
to de  la  Antigua  Ley;  en  virtud  de  la  promesa  de 
de  Dios  a  Abrahán  y  sus  descendientes  y  median- 
te esa  ceremonia,  se  perdonaba  el  pecado  original 
La  presentación  era  también  a  modo  de  sacramen- 
to que  consagraba  a  los  futuros  levitas  del  san- 
tuario. El  rescate  se  originó  cuando  Dios  escogió 
únicamente  a  la  tribu  de  Leví  para  las  funciones 
sacerdotales,  quedando  libres  del  servicio  del  Tem- 
plo, los  descendientes  de  las  otras  tribus,  median- 
te esa  limosna.  fExodo  XIII-1 2-XVI 11-16) 

Salta  a  la  vista  que  Jesucristo  estaba  libre 
de  estas  leyes,  no  embargante  sé^  sujetó  a  ellas, 
para  darnos  ejemplo  de  obediencia  a  la  autoridad 
divina  y  humana.  A  los  ocho  días  de  nacido  fué 
circuncidado  por  su  padre  adoptivo  y  al  mes  fué 
presentado  en  el  Templo  de  Jerusalén,  en  brazos 
de  su  madre  verdadera.. 

Conforme  a  la  costumbre  Judía,  el  día  de  la 
circuncisión,  se  le  impuso  también  al  Niño  Dios  el 
nombre  de  JESUS,  o  mejor  dicho,  San  José  pro- 
clamó oficialmente  el  nombre  del  Redentor,  nombre 
traído  del  cielo  e  indicado  por  el  ángel  a  María,  el 
día  de  la  Anunciación.  (Luc.  II-31J. 

El  Redentor  de  la  humanidad  tuvo  muchos 
nombres,  siglos  antes  de  la  Encarnación.  El  Pro- 
feta Isaías  le  llamó:  "Príncipe  de  la  paz,  Admira- 
ble, Dios  fuerte,  Padre  del  siglo  futuro,  Conseje- 
ro del  Altísimo".  (Is.  IX-6¿  Su  nombre  propio  era 
Dios,  pero  como  Salvador  de  los  hombres  le  co- 
rrespondía el  nombre  de  Jesús,  que   en  hebreo  es 


75 


Yesua,  abreviación  de  Yehosua,  que  se  traduce  por 
Dios-Salvador. 

Nombre  sublime,  "nombre  sobre  todo  nombre", 
como  dice  San  Pablo,  "Porque  al  nombre  de  Je- 
sús se  dobla  toda  rodilla  en  el  cielo,  en  la  tierra  y 
en  el  infierno".  fFilip.  11-10) 

Se  completa  el  nombre  de  Jesús  con  el  de  Cris- 
to, palabra  griega  que  significa:  Ungido,  Embaja- 
dor, Mesías. 

El  nombre  de  Cristo  fué  pronunciado  por  el 
ángel  que  anunció  a  los  pastores  el  nacimiento  del 
Señor:  "Hoy  ha  nacido  en  la  ciudad  de  David  el 
Salvador  que  es  Cristo.  (Luc.  II-ll). 

En  la  genealogía  de  Jesús  dice  el  Evangelista 
"Jacob"  engendró  a  José,  el  esposo  de  María,  de 
la  cual  nació  Jesús,  por  sobrenombre  Cristo". 
(Mat.  I-16J. 

El  nombre  de  Jesús,  fué  grabado  en  tres  idio- 
mas en  el  rótulo  de  la  cruz.  (Jn.  X1X-19J. 

El  primer  milagro  que  hizo  San  Pedro  curan- 
do al  paralítico  en  la  puerta  del  Templo,  lo  ;hizo 
invocando  el  nombre  de  Jesús.  Las  conversiones 
en  masa  de  los  judíos  en  los  días  de  Pentecostés 
se  obraron  al  nombre  de  Jesús  Nazareno.  (Act.  IV-4). 

Cuando  el  Sanedrín  llamó  a  juicio  a  los  após- 
toles y  les  preguntó:  "¿en  nombre  de  quién  predi- 
cáis y  hacéis  milagros?"  San  Pedro,  jefe  del  apos- 
tolado cristiano,  contestó:  "Príncipes  del  pueblo  y 
ancianos  de  Israel,  escuchada  declaramos  que  ha- 
blamos y  curamos  en  nombre  de  Jesús  nazareno,  a 
quién  vosotros  crucificásteis".  ( Act.  IV-5,). 


76 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Los  escribas  y  fariseos  ya  no  temen  a  la  per- 
sona de  Cristo,  sino  a  su  nombre,  "llamaron  a  los 
discípulos  del  crucificado  y  les  intimaron  que  no 
hablasen,  ni  enseñasen  en  nombre  de  Jesús." 
(Act.  IV-17/ 

Este  nombre  fué  el  baluarte  del  cristianismo 
en  los  primeros  siglos.  Los  cruzados  de  la  edad 
media  se  lanzan  a  la  lucha  religiosa  con  el  nom- 
bre de  Jesús  en  los  labios  y  en  el  corazón.  Este 
nombre  salvará  al  mundo  moderno,  cuando  los  cris- 
tianos cumplan  con  el  segundo  precepto  del  Decá- 
logo": No  tomar  el  nombre  de  Dios  en  vano".  (^Exo- 
do XX-7J. 

El  nombre  santo  de  nuestro  Dios  es:  Jesucris- 
to, alfa  y  omega,  principio  y  fin  de  todo.  fApoc.  XXI-6) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAÑO 


-XIX-    DESARROLLO  DE  JESUS 


77 


1  Hijo  de  Dios  hubiera  podido  aparecer  en 
la  tierra  repentinamente  y  en  edad  viril,  lleno  de 
gloria  y  majestad. 

Así  esperaban  los  judíos  al  Mesías:  un  rey  co- 
ronado, seguido  de  vasallos,  rodeado  de  un  ejército 
poderoso,  colmado  de  riquezas  Así  podía  presen- 
tarse Jesucristo  en  la  tierra;  pero  sucedió  lo  con- 
trario. La  señal  de  su  presencia  fué:  "Encontra- 
réis a  un  niño,  envuelto  en  pañales  y  recostado  en 
un  pesebre".  (Luc.  11-12) 

Jesús  sigue  en  su  venida  al  mundo  la  trayec- 
toria ordinaria  de  la  naturaleza  humana  Comienza 
por  embrión  en  el  seno  materno  y  continúa  su 
gestación  durante  nueve  meses.  Nace  y  crece  como 
todo  niño;  se  hace  adolecente,  joven,  hombre- 
Este  camino  natural  tiene  dos  excepciones  en 
Jesús.  Su  concepción  fué  milagrosa,  sin  interven- 
ción de  varón,  por  obra  y  gracia  del  Espíritu  San- 
to. Su  cuerpo  se  formó  en  el  seno  virginal  de 
María  extraordinariamente. 

Su  nacimiento  es  la  segunda  excepción. 

Nació  milagrosamente.  Salió  del  vientre  de  la 
Virgen,  como  la  purísima  luz  solar  atraviesa  el 
nítido  cristal,  sin  romperlo,  ni  empañarlo.  Del  mis- 
mo modo  que  su  cuerpo  salió  del  sepulcro,  a  tra- 
vés de  la  piedra  que  cerraba  su  tumba.  Como  pe- 
netró corporalmente  por  las  puertas  del  Cenáculo 
herméticamente  clausuradas.    Así  Jesús,  al  nacer, 


I 

78 


atravesó  el  cuerpo  virginal  de  María,  dejándole  in- 
tacto, sagrado  y  virgen. 

Ignoran  los  atributos  divinos,  los  que  tropie- 
zan con  dificultades  ante  los  hechos  sobrenaturales 
de  la  concepción  y  nacimiento  de  Jesús. 

Fuera  de  estas  dos  excepciones,  la  naturaleza 
humana  sigue  su  curso  normal  en  la  vida  de  Cris- 
to. Nace  y  su  Madre  le  envuelve  en  pañales  y  le 
reclina  en  una  cuna;  a  los  ocho  días  se  le  circun- 
cida y  al  mes  es  presentado  en  el  Templo.  En  Na- 
zaret,  crece  Jesús  en  edad,  en  sabiduría  y  en  gracia. 
(Luc.  1 1-52 Sus  miembros  corporales  y  sus  facul- 
tades espirituales  van  fortaleciéndose  con  el  alimen- 
to, el  aire,  el  sol  y  el  trabajo;  con  el  estudio  y  la 
oración. 

La  niñez  de  Jesús  se  desarrolla  tranquila  en 
la  felicidad  del  hogar  y  en  la  paz  del  campo.  Su 
juventud  surge  vigorosa  en  el  ambiente  popular 
apacible  y  sano. 

Durante  treinta  años  disfrutó  Jesús  de  las  de- 
licias de  un  hogar  saturado  de  felicidad  y  perfuma- 
do de  sonrisas.  Estuvo  oculto  y  pasó  desconocido, 
como  se  esconde  el  sol,  entre  las  acariciadoras  nu- 
bes matinales,  en  los  días  de  otoño,  para  brillar  me- 
jor al  medio  día. 

Jesús  creció  en  Nazaret  física,  intelectual  y 
espiritualmente.  La  vida  del  hogar  dejó  en  su  per- 
sona huellas  inconfundibles.  Salió  a  cumplir  su  mi- 
sión evangélica,  convertido  en  un  hombre  perfecto. 

Dice  el  P.  Leal  S.  J.:  ula  gimnasia  del  tra- 
bajo ordenado  fortificó  su  cuerpo;    los   paseos  por 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  79 


las  colinas  de  su  pueblo  dilataron  su  pecho  y  le 
dieron  voz  clara  y  sonora;  la  vida  sana  de  su  ado- 
lescencia fué  fuente  de  energía  para  los  trabajos 
que  admiramos  en  el  ministerio  evangélico.  Largas 
y  continuas  jornadas  a  pie  por  caminos  acciden- 
tados; climas  tan  opuestos  como  los  de  las  alturas, 
llanuras  y  riberas  de  Palestina;  falta  de  alimento  y 
sueño,  en  tres  años  de  vida  apostólica,  es  prueba 
evidente  de  su  fortaleza  corporal". 

No  cabe  duda  que  el  trabajo  fué  la  ocupación 
ordinaria  de  Jesús,  desde  los  doce  hasta  los  trein- 
ta años.  Sus  paisanos  le  vieron  diariamente  traba- 
jando en  el  taller  de  San  José.  Por  esto  se  extra- 
ñaron al  verle  convertido  de  la  noche  a  la  maña- 
na en  Rabí  y  se  preguntaban:  "No  es  este  el  car- 
pintero, hijo  de  José?".  fMat.  XIII-55-Marc.  VI-3). 

Sus  coterráneos  le  conocieron  niño,  dando  los 
primeros  pasos  y  balbuceando  las  palabras;  adoles- 
cente, jugando  en  la  plaza  del  pueblo;  joven,  asis- 
tiendo a  la  Sinagoga.  Los  nazarenos  le  vieron  cre- 
cer en  edad. 

Crecía  Jesús  en  sabiduría  aprendiendo  de  la- 
bios de  su  madre  la  Ley  y  repitiendo  los  versículos 
de  la  Biblia.  En  la  escuela  de  su  pueblo,  confundi- 
do con  los  otros  niños,  aprendió  a  leer,  escribir, 
aritmética  e  idiomas. 

Crecía  en  gracia,  pues  a  medida  que  pasaba 
de  una  edad  a  otra,  de  la  infancia  a  la  niñez,  de 
ésta  a  la  adolescencia  y  a  la  juventud;  a  medida  que 
adelantaba  en  el  conocimiento  de  las  ciencias  huma- 
nas, iba,  año  tras  año,  manifestando  virtudes  y  santi- 
dad que  le  acarreaban  la  admiración  de  los  hombres 
y  la  complacencia  del  Padre  celestial. 


80 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XX-  EPIFANIA 


umplida  con  la  ceremonia  legal  de  la  Presen- 
tación de  Jesús  en  el  Templo,  volvió  la  sagrada 
familia  a  Belén.  Había  conseguido  San  José  una 
casita  mejor  acondicionada  que  la  gruta  del  naci- 
miento y  de  acuerdo  con  la  Virgen  resolvieron  que- 
darse viviendo  unos  meses  en  la  ciudad  de  David. 
En  este  tiempo  tuvo  lugar  la  "epifanía"  o  mani- 
festación de  Jesucristo  a  los  gentiles. 

Debía  cumplirse  una  profecía:  "Vendrán  de 
Saba,  trayendo  oro,  incienso  y  mirra  y  publicarán 
las  grandezas    de    Jehová."  (Is.  60) 

"Unos  Magos  vinieron  del  Oriente,  dice  San 
Mateo,  preguntando  por  el  Rey  de  los  Judíos,  cu- 
ya estrella  habían  visto  y  querían  adorarle".  (Mat.II-1) 

Es  digno  de  anotarse  que  Jesús  es  llamado 
REY  de  los  judíos  cuando  nace  y  que  tendrá  el  mis- 
mo título  al  morir.  Encima  de  la  cabeza  del  Señor 
crucificado  estaba  el  rótulo,  en  tres  idiomas:  Jesús 
nazareno  REY  de  los  judíos. 

Por  la  expresión  evangélica  MAGOS  de  O- 
RIENTE  se  debe  entender,  de  acuerdo  con  la 
tradición,  unos  hombres  sabios  y  poderosos,  origi- 
narios de  Persia  o  del  país  que  se  extiende  desde 
la  Transjordania  hacia  el  oriente  de  Palestina. 

El  término  "mago"  deriva  de  la  raíz  "mag", 
teniendo  la  misma  etimología  que  la  palabra  latina 
MAGNUS,  la  del  Sánscrito  MAHA,  y  la  del  persa 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  g\ 

MAGHU,  que  son  sinónimas  de  GRANDE  o  ilus- 
tre, en  castellano. 

Entre  los  Persas  y  Medos  se  distinguían  con 
ese  nombre  a  los  descendientes  de  uno  de  los  an- 
tiguos pueblos  de  Media,  dedicados  a  la  ciencia  y 
a  la  religión. 

Desde  la  cautividad  de  los  judíos  en  tiempo  de 
Nabucodonosor,  la  religión  de  los  hebreos,  su  tra- 
dición y  sus  esperanzas  mesiánicas  se  difundieron 
entre  los  pueblos  orientales;  era  conocida  la  Biblia; 
seguramente  los  Magos  profundizaron  el  estudio 
de  las  Sagradas  Escrituras  y  estaban  al  tanto  de 
las  profecías  y  del  tiempo  de    su  cumplimiento. 

No  eran,  propiamente  hablando,  reyes;  pero  se 
les  daba  este  título  por  su  nobleza,  ilustración  y 
sacerdocio.  Nada  se  sabe  de  cierto  acerca  del  nú- 
mero de  los  visitantes  a  Cristo,  ni  de  sus  nombres, 
ni  de  donde  vinieron,  ni  la  naturaleza  de  la  estre- 
lla que  les  condujo. 

Lo  cierto  es  que  fueron  varios,  porque  el  E- 
vangelio  emplea  el  plural,  al  hablar  de  su  visita  y 
adoración  al  Señor.  La  tradición  más  común  seña- 
la TRES  y  da  sus  nombres.  Melchor,  anciano,  de 
luenga  barba  y  larga  cabellera,  ofreció  a  Jesús  el 
metal  precioso,  reconociéndole  como  Rey. 

Gaspar,  joven  imberbe,  rubio,  adoró  al  Niño 
reconociendo  su  divinidad  y  le  ofreció  incienso. 

Baltazar,  moreno,  de  cabellera  ensortijada, 
ojos  grises,  ofreció  mirra,  proclamando  la  humani- 
dad del  Señor. 

Como  los  Evangelistas    no  dicen    sino:  "unos 


82 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Magos  vinieron  del  Oriente  a  Jerusalén",  no  se 
puede  precisar  de  qué  país  oriental  se  trata.  Pare- 
ce ser  Persia,  porque  el  nombre  de  Magos  es  per- 
sa, porque  en  esa  nación  abundaban  hombres  ilus- 
tres y  era  costumbre  ofrendar  en  las  visitas  a  los 
reyes-  los  presentes  que  trajeron  a  Jesús;  además, 
de  origen  persa  son  los  vestidos  con  que  se  los  ve 
adornados  en  las  pinturas  correspondientes  al 
siglo  segundo. 

Con  mayores  incógnitas  nos  encontramos  res- 
pecto a  la  estrella  que  vieron  y  siguieron  hasta  lle- 
gar al  término  de  su  viaje.  ¿Fué  una  estrella  na- 
tural? ¿O  tuvieron  una  visión  sobrenatural? 

Admitiendo  la  creencia  de  entonces  y  aún  de 
ahora,  que  cada  criatura  viene  al  mundo  con  su 
estrella,  por  lo  cual  dicen  los  Magos:  "vimos  su 
estrella"  (Mat.  II-2J,  ¿cómo  conocieron  que  esa  es- 
trella era  la  de  JESUCRISTO? 

La  única  solución  es  que  esos  sabios  orienta- 
les vieron  una  noche  rutilar  una  estrella  desconoci- 
da, que  presagiaba  algún  grande  acontecimiento  en 
el  mundo  y  oyeron  la  voz  de  Dios  que  les  avisa- 
ba lo  acontecido  y  sintieron  el  impulso  de  la  gra- 
cia divina  que  les  llevaba  a  adorar  al  Personaje  a- 
nunciado  por  la  estrella. 

Lo  cierto  es  que  Jesús  trajo  hacia  Sí  a  la  gen- 
tilidad, representada  por  los  Príncipes  orientales 
llamados  Magos,  y  se  hizo  reconocer  como  el  Re- 
dentor del  mundo.-  ¡Bendita  EPIFANIA!!! 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO  33 


-XXI-    CONSECUENCIAS  DE  LA  VISITA 

^a  presencia  de  los  Magos  turbó  a  Herodes 
y  a  toda  la  ciudad  de  Jerusalén.  Sin  atinar  que  ha- 
cer, en  medio  de  su  turbación,  pensó  Herodes,  sa- 
bia, aunque  cruelmente,  la  manera  de  terminar  con 
el  anunciado  Rey  de  los  judíos.  "Averiguó  cuidado- 
samente a  los  Magos  el  día  de  la  aparición  de  la 
estrella  y,  de  acuerdo  con  la  noticia,  mandó  ma- 
tar a  todos  los  niños,  que  había  en  Belén  y  en  to- 
da su  comarca,  de  dos  años  abajo." 

Lo  más  natural  es  pensar  que  la  estrella  se 
apareciese  a  los  Magos,  la  noche  misma  del  naci- 
miento de  Jesús.  Con  esta  suposición  y  aceptando 
que  los  visitantes  eran  persas,  podemos  acercarnos 
al  tiempo  de  su  venida,  para  acordar  con  los  dos 
años  que  calculó  Herodes  en  su  orden  sanguinaria. 

La  capital  de  Persia,  dista  de  Jerusalén  algo 
más  de  2.000  kilómetros.  La  manera  de  viajar  en- 
tonces, era  cabalgando  camellos  y  en  etapas  de  cua- 
renta kilómetros  diarios;  luego,  solamente  los  días 
de  camino  hacen  más  de  dos  meses,  a  lo  cual  hay 
que  añadir  los  preparativos,  peripepcias  y  consecuen- 
cias del  viaje,  No  se  puede  calcular  menos  de  seis 
meses  desde  la  aparición  de  la  estrella  hasta  la  en- 
trevista de  los  Magos  con  Herodes. 

Este  rey  tiránico  se  había  turbado  muchas  ve- 
ces ante  el  temor  de  perder  su  corona;  siempre  se 
mantuvo  en  el  poder  a  fuerza  de  intrigas  y  vio 
lencias;  esta  ocasión  tuvo    razón  de  turbarse  más; 
no  le  quedaba  otno  recurso  que  matar  al  Niño  Rey. 


84 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Esperaba  la  vuelta  de  los  Magos  de  Belén  a 
Jerusalén,  para  cerciorarse  de  la  verdad  del  Naci- 
miento del  Rey  de  los  judíos,  de  su  edad  exacta, 
de  las  condiciones  en  que  se  hallaba;  pero  los  vi- 
sitantes no  volvieron  con  las  noticias  anheladas. 

Los  Magos,  sencillos  y  de  buena  voluntad,  no 
se  habían  percatado  de  la  hipocresía  y  astucia  de 
Herodes  y  estaban  resueltos  a  volver  a  su  tierra 
por  el  mismo  camino  recorrido,  pasando  por  Jeru- 
salén y  comunicando  al  reyezuelo  sus  impresiones. 
Tuvo  que  intervenir  la  Divina  Providencia  para  des- 
baratar los  planes  del  tirano. 

"Advertidos  en  sueños  de  no  volver  a  Herodes, 
se  tornaron  a  su  tierra  por  otro  camino",  dice  el 
Evangelista.  fMat.  11-12).  Los  Magos  permanecie- 
ron tres  días  en  Belén;  la  víspera  del  viaje  de  re- 
torno, un  ángel  del  cielo,  tal  vez  el  mismo  Arcán- 
gel de  la  Redención,  ordenó  en  nombre  de  Dios  a 
los  visitantes,  que  no  tocaran  a  Jerusalén  en  su 
vuelta.  Regresaron  al  oriente  cruzando  el  Jordán  y 
atravesando  la  meseta  de  Moab,  hasta  tomar  la 
vía  ordinaria  para  Persia. 

La  misma  noche  del  mensaje  divino  a  los  Ma- 
gos, recibe  José,  el  padre  legal  de  Jesús,  la  visi- 
ta del  ángel  que  le  dice;  "toma  al  Niño  y  a  su  Ma- 
dre y  huye  a  Egipto,  porque  Herodes  buscará  al 
Niño  para  quitarle  la  vida".  (Mat.  II-13J 

Egipto  fué  para  los  judíos  refugio  en  épocas 
de  guerra,  persecusión  y  hambre,  tres  siglos  antes 
de  Cristo.  Allá  se  encamina  la  Sagrada  Familia  por 
caminos  desconocidos  y  venciendo,  mil  incomodida- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


85 


des,  con  la  zozobra  incesante  por  la  vida  del  Niño, 
porque  conocía  la  astucia  del  perseguidor. 

Herodes  esperó  hasta  cuatro  días  a  los  Ma- 
gos; sabedor  de  la  burla  que  le  hicieron,  montó  en 
cólera  y  ya  no  encontrando  al  Niño  en  Belén,  man- 
dó degollar  a  todos  los  niños  de  la  comarca  betle- 
mita,  convencido  de  que  en  esta  batida  general 
cayese  el  anunciado  rey. 

La  orden  fué  cumplida  puntualmente,  Muchos 
niños  inocentes  fueron  sacrificados  y  su  sangre  fué 
la  precursora  de  la  sangre  redentora.  El  degüello 
de  los  niños  varones,  de  dos  años  abajo,  decreta- 
do por  Herodes  en  la  comarca  de  Belén  es  un  he- 
cho históricamente  cierto,  citado  por  historiadores 
paganos  y  conocido  en  Roma,  confirmándose  así  la 
veracidad  del  Evangelio. 

Discrepan  los  comentaristas  acerca  del  tiempo 
de  permanencia  de  la  Sagrada  familia  en  Egipto. 
Lo  cierto  es  únicamente  lo  que  dice  el  Evangelio: 
"Muerto  ya  Herodes,  el  ángel  del  Señor  se  apa- 
reció a  José  en  Egipto  y  le  dijo:  levántate  toma 
al  Niño  y  a  su  Madre  y  vete  a  la  tierra  de  Israel, 
porque  es  muerto  el  que  atentaba  contra  la  vida  del 
Niño.  (Mat.  11-19). 

Regresaron,  según  esto,  algún  tiempo  después 
del  mes  de  Abril  del  año  750,  porque  según  afirma 
Flavio  Josefo,  Herodes  murió  en  los  primeros  días 
de  la  primavera  del  año  750  de  Roma,  a  los  se- 
tenta años  de  edad  y  treinta  y  siete  de  reinado. 
Poniendo  el  nacimiento  de  Jesús  el  año  748  y  que 
los  Magos  visitaron  al  Señor  seis  meses  después, 
la  permanencia  en  Egipto  fué  de  año  y  medio. 


86 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXII-    JESUS  NAZARENO 

^ete  a  la  tierra  de  Israel"  dijo  el  ángel  en 
Egipto  a  San  José  (Mat.  U-20).  Por  tierra  israeli- 
ta entendieron  los  Padres  de  Jesús  la  ciudad  de 
Belén;  allá  se  dirigió  la  Sagrada  Familia. 

Habiendo  atravesado  la  frontera  palestinense 
supieron  que  Arquelao,  había  sucedido  a  su  padre 
Herodes,  en  el  gobierno  de  Judea  y  utemieron  ir  a 
Belén".  (Mat.  11-22;. 

El  temor  era  fundado  porque  Arquelao  no  des- 
mentía a  su  padre  en  crueldad  y  en  celos  por  gober- 
nar. Dios  mismo  se  encargó  de  disipar  los  temores 
de  San  José,  quien,  "advertido  por  el  ángel,  se 
retiró  a  la  región  de  Galilea,  yendo  a  vivir  en  una 
ciudad  llamada  Nazaret".  (Mat.  11-23) 

La  provincia  de  Galilea  estaba  bajo  el  mando 
de  Herodes  Antipas,  hermano  de  Arquelao,  pero 
de  carácter  muy  distinto. 

Como  sabemos,  el  cruel  Herodes,  llamado  el 
grande,  para  morir  hizo  testamento  repartiendo  su 
dominio  entre  sus  tres  hijos:  Arquelao,  tetrarca  de 
Judea,  Idumea  y  Samaria.  Antipas,  de  Galilea  y 
Perea.  Filipo,  de  la  Traconítide,  Batanea  e  Iturrea. 

Los  Profetas  habían  predicho  que  el  Mesías 
sería  llamado  NAZARENO;  (Is- -I-l)esta  profecía  se 
plió  por  las  circunstancias  antedichas.  La  Sagrada 
Familia  se  estableció  definitivamente  en  Nazaret, 
donde  Jesús  pasó  la  mayor  parte  de  su  vida,  t^ein- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO  $7 

ta  años  largos,  por  lo  cual  era  conocido  como  el 
Nazareno. 

Nazaret,  pueblo  pequeño,  sin  historia  antes  de 
Cristo  y  en  ei  Evangelio  tildado  con  aquelia  frase 
despectiva:  "¿Acaso  de  Nazaret  puede  salir  algo  bue- 
no?" fJuan  1-46). 

Este  aforismo,  corriente  entre  los  judíos  en 
tiempo  de  Jesús,  nos  indica  la  pequeñez  e  insigni- 
ficancia de  Nazaret." El  Nazareno"  apelaban  a  Cris- 
to sus  contemporáneos  usando  un  término  despec- 
tivo, que  equivalía  a  decir:  gente  de  escaso  talento 
y  de  ningún  valer.  "Nazareno"  titularon  a  Jesucris- 
to, poniéndo  un  rótulo  burlesco  en  la  cimera  de 
la  Cruz,  al  denunciar  la  causa  de  su  muerte- 

San  Lucas  llama  a  Nazaret  "Ciudad  de  Galilea" 
H-26),  como  dice  el  Padre  Montánchez,  guiado 
más  por  el  afecto  del  alma,  que  por  los  méritos  del 
pueblucho. 

Si  la  geografía  se  escribiera  con  el  corazón, 
los  cristianos  pondríamos  a  Nazaret  a  la  cabeza  de 
las  ciudades  del  orbe,  porque  en  ella  Dios  se  hizo 
hombre,  en  ella  desarrolló,  creció  y  moró  por  más 
de  treinta  años. 

¿Qué  hizo  Jesús  en  Nazaret?-  El  Evangelio  nos 
dice:  "Estaba  sujeto  a  José  y  María"  (Luc.  11-51). 

Es  decir,  Jesucristo  obedecía,  trabajaba  ayu- 
dando a  su  Madre  en  los  quehaceres  domésticos  y  a 
San  José  en  el  oficio.  Vida  rutinaria,  como  lo  es  la 
de  un  hogar  pobre.  De  la  mañana  a  la  noche  hacer 
lo  mismo  todos  los  días.  Asear  la  casa,  preparar  la 


88  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


comida,  arreglar  la  ropa,  era  la  ocupación  de  Ma- 
ría; hacer  yugos,  armar  casas,  componer  muebles, 
era  el  oficio  de  José;  Jesús,  sujeto  a  ellos,  a  ambos 
ayudaba.  Barre,  limpia  los  muebles,  va  a  traer  agua 
de  la  fuente;  rrecorre  las  laderas  del  monte,  reco- 
giendo cardos,  zarzas,  leña  para  la  cocina;  busca 
yerba  para  los  animales  caseros;  acompaña  a  su 
Madre  a  lavar  la  ropa;  hace  las  compras  en  el  mer- 
cado; cumple  los  mandados  de  su  Padre  adoptivo; 
va  a  entregar  las  obras  del  taller  y  regresa  con  el 
dinero  ganado;  ayuda  a  mover  las  tablas,  a  cortar, 
a  cepillarlas;  recoge  los  desperdicios  de  madera  y 
lleva  al  fogón;  guarda  las  herramientas  cuando  toca 
la  campana  de  la  sinagoga  llamando  a  oración  y 
descanso. 

La  vida  de  Jesús  en  Nazaret  fué  la  vida  de  un 
niño  y  de  un  joven  perteneciente  a  un  hogar  po- 
bre, en  un  pueblito  humilde.  Nada  de  extraordina- 
rio, nada  que  pueda  revelar  la  divinidad  de  Jesús, 
la  grandeza  de  María,  la  santidad  de  José.  Todo 
fué  ordinario:  un  niño  sirviente  de  una  nazarena 
pobre  y  en  el  taller  de  un  carpintero;  un  joven 
que  acompañado  de  amigos  de  su  clase  se  divierte 
los  sábados  corriendo  en  las  colinas  después  de  ha- 
ber asistido  con  sus  padres  a  la  lectura  y  estudio 
de  los  libros  sagrados  en  la  Sinagoga. 

Nazaret,  la  aldea  desconocida  en  el  Antiguo 
Testamento  y  despreciada  por  los  mismos  israeli- 
tas, es  ahora  la  meta  suspirada  de  los  turistas  y 
peregrinos  que  •  se  disputan  el  honor  y  la  dicha  de 
estar  un  momento  siquiera  en  el  pueblo  donde 
Jesús  pasó  su  vida. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


"Oh  bella  Nazaret,  dice  un  escritor,  no  eres 
bella  por  la  hermosura  de  tu  naturaleza,  ni  por- 
que eres  la  flor  de  Galilea  con  tus  naranjos  y  li- 
moneros, con  tus  floridos  jardines,  ni  porque  des- 
de tus  calles  se  domina  el  Tabor  y  el  Carmelo,  el 
Líbano  y  el  Hermón,  ni  porque  recoges  las  brisas 
y  auras  del  mar.  Eres  sumamente  bella  porque 
Jesús  es  Nazareno". 


90 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXIII-  LOS  PADRES  DE  JESUS 


ocas  noticias  nos  da  el  Evangelio  acerca  de 
los  padres  de  Jesús.-  Sabemos  que  María  es  ver- 
dadera madre  de  Cristo,  porque  de  ella  nació,  co- 
mo fruto  de  concepción  uterina.  Sabemos  que  José 
no  fué  padre  de  Jesucristo,  en  sentido  de  procrea- 
dor; que  fué  su  padre  legal  y  adoptivo;  ante  las 
gentes  que  ignoraban  el  misterio  de  la  Encarna- 
ción del  Hijo  de  Dios,  pasaba  José  como  padre 
verdadero  del  Señor.  (Mat.  XIII-55-Luc.  II 1-23). 

Jesús  tuvo  madre,  pero  no  tuvo  padre,  en  sen- 
tido genésico  humano.  (Luc.  1-34).  Su  padre  es  Dios, 
el  Padre  Eterno,  la  primera  persona  de  la  Santí- 
sima Trinidad.  (Luc.  II 1-22,),  de  quien  procede  el 
Hijo,  sustancialmente. 

"En  el  principio  existía  el  Verbo  y  el  Verbo 
era  Dios"  dice  San  Juan  (\-\).  La  palabra  VER- 
BO que  usa  el  Evangelista,  explica  la  naturaleza 
de  Jesucristo,  su  génesis  divino. 

Verbo  equivale  a  concepto,  idea,  conocimiento; 
eso  es  el  Hijo  de  Dios  con  relación  a  su  Padre; 
conocimiento  sustancial,  idea  connatural.  Jesucristo, 
como  Dios,  procede  de  Dios  mismo;  como  hombre 
fué  engendrado  en  el  seno  virginal  de  María,  sin 
intervención  de  varón,  por  obra  de  Dios. 

San  José  fué  en  la  tierra,  con  respecto  a  Je- 
sús, el  lugarteniente  del  Padre  celestial.  Patriarca, 
varón  justo,  según  el  Evangelio  ("Mat.  1-9,),  deseen- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  Q\ 

diente  del  Profeta- Rey.  (Luc.  1 1-4).  Nació,  vivió  y 
murió  en  Nazatet. 

Su  oficio  era  la  artesanía.  (Marc.  Wl-3).  El  evan- 
gelio no  dice  más,  pero  la  tradición  indica  que 
era  carpintero. 

Hombre  justo,  digno  de  tomar  por  esposa  a  la 
mujer  "bendita  entre  todas  las  mujeres",  entrando 
así,  por  selección  divina,  a  tomar  parte  activa  en 
la  obra  de  la  Redención.  (Luc.  1-42). 

Es  un  grave  error  contra  la  tradición  y  la  ra- 
zón figurarse  al  esposo  de  María,  cargado  de  años 
y  canas.  Joven  como  ella,  era  José  cuando  nació 
Jesús.  Se  unieron  en  matrimonio  dos  almas  geme- 
las en  santidad,  dos  personas  de  la  misma  edad, 
condición  y  linaje.  Los  vaivenes  de  la  vida  reduje- 
ron a  estos  descendientes  de  patriarcas  y  reyes  a 
un  estado  pobre  y  humilde. 

José  escogió  para  compañera  de  su  vida  a  la 
Virgen  "llena  de  gracias  humanas  y  divinas".  Ma- 
ría correspondió  al  cariño  del  hombre  colmado  de 
dones  naturales  y  espirituales. 

Después  de  haber  dicho  que  Jesús  bajó  con 
José  y  María  a  Nazaret,  no  vuelven  los  Evangelis- 
tas a  citar  ni  el  nombre  de  José;  nada  dicen  de  su 
muerte,  pero  la  tradición  asegura  que  murió  el  san- 
to Patriarca  pocos  meses  antes  que  Jesús  comenza- 
se su  vida  pública;  se  durmió  el  sueño  de  la  tum- 
ba en  brazos  de  la  Madre  de  Dios,  su  esposa,  y 
asistido  de  Cristo,  el  Sacerdote  por  antonomasia, 
quienes  recogieron  la  postrera  lágrima  del  hombre 
"bendito  entre  todos  los  hombres". 

Para  hablar  de  María,  se  necesita  lengua  di 


92  El-  VERDADERO  JESUCRISTO 

vina,  porque  después  de  Dios  nada  hay  más  su- 
blime que  su  Madre. 

El  nombre  de  María  se  traduce  por:  Señora, 
mar,  regalo,  esperanza,  hermosa,  querida;  esto  y 
mucho  más  es  la  Virgen. 

Pocos  datos  da  el  Evangelio  acerca  de  su  vida, 
pero  en  cada  uno  se  puede  encontrar  un  cúmulo 
de  imágenes  que  nos  llevan  a  formar  el  verdadero 
retrato  de  la  Madre  de  Cristo  Nuestro  Señor. 

Nació  de  la  tribu  de  Judá  y  de  la  familia  de 
David.  Sus  padres  fueron  Joaquín  y  Ana,  israe- 
litas según  el  corazón  de  Dios.  Desde  el  momen- 
to de  su  concepción  fué  privilegiada  con  la  ecep- 
ción  del  pecado  original  anexo  a  toda  criatura 
humana. 

María  pasó  su  adolescencia  y  juventud  a  la 
sombra  del  Santuario.  (Luc.  11-37).  El  Templo1  de 
Jerusalén  era  gineceo  de  vírgenes  ocupadas  en  el 
servicio  del  Altísimo. 

Cuando  recibió  el  anuncio  de  la  divina  Mater- 
nidad estaba  en  Nazaret,  desposada  con  José,  el 
honrado  artesano  que  la  conoció  en  la  Sinagoga  y 
la  vió  transitar  en  las  calles  estrechas  del  pueblo 
cuando  iba  o  venía  con  el  cántaro  de  agua,  y  la 
trató  en  las  reuniones  populares  de  las  fiestas  de 
la  vendimia. 

Convertida  en  madre  de  Dios,  la  señala  el  E- 
vangelio  acompañada  de  su  esposo  caminando  a 
Belén  y  huyendo  a  Egipto.  De  sus  labios  aprenden 
pastores  y  reyes  las  enseñanzas  relacionadas  con 
los   misterios  de  la  Encarnación  y   redención.  En 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  93 

Nazaret  fué  María  la  confidente  de  los  secretos 
divinos;  el  cofre  nacarado  donde  se  guardaron  los 
tesoros  de  Dios  Redentor.  (Luc.  11-51,). 

En  la  vida  evangélica  vemos  a  María  en  las 
bodas  de  Caná,  en  la  calle  de  la  amargura  y  al 
pie  de  las  cruz.  (Jn.  II-3-XIX-25). 

Cuando  Jesucristo  subió  al  cielo,  quedó  Ella 
representándole  en  la  naciente  Iglesia. 

Fué  llevada  en  manos  de  ángeles  al  Cielo  don- 
de es  la  Reina  de  los  santos  y  la  medianera  en- 
tre Dios  y  los  hombres  redimidos  con  la  sangre 
de  su  Hijo. 


94 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


•XXIV-    COMO  ERA  MARIA 

{§1  Padre  Daniel  Lord  Sacerdote  Jesuíta,  tie- 
en  páginas  sublimes  acerca  de  María,  la  Madre  de 
Dios  y  de  los  hombres.  Para  deleite  espiritual  del 
lector,  me  permito  reproducir  algunos  párrafos: 
"No  existe  ni  un  solo  retrato  original  de  María,  y 
sin  embargo  hay  millares  de  retratos;  no  hay  un 
solo  cuadro  auténtico,  pero  se  dan  incontables;  no 
conocemos  una  reproducción  histórica  de  la  Virgen, 
pero  si  los  miles  y  miles  de  reproducciones  que 
llenan  nuestros  libros  de  oraciones,  que  cubren 
nuestras  habitaciones,  que  adornan  nuestras  Igle- 
sias y  son  la  más  rutilante  luz  de  conventos  y  es- 
cuelas, las  inigualables  obras  maestras  de  los  más 
grandes  museos. 

Existe  un  cuadro  que  ningún  artista  ha  pinta- 
do jamás.  En  el  corazón  de  cada  cristiano  brilla 
siempre  una  imagen  de  cómo  fué  María.  No  debía 
usar  el  verbo  en  pretérito.  Los  católicos  sabemos 
con  seguridad  cómo  ES  ELLA. 

María  no  es  un  personaje  histórico;  es  una  vi- 
viente realidad.  Cierto  que  Ella  es  la  madre  que 
estrechó  entre  sus  brazos  en  Belén  a  su  recién 
nacido;  pero  es  también  la  madre  de  siempre,  que 
nos  aprieta  contra  su  corazón  en  un  arrebato  de 
inextinguible  amor. 

No  es  sólo  la  doncellita  humilde  que  vivió  y 
murió  en  la  vieja  Judea;  es  la  reina  de  los  cielos 
que  se  inclina  cariñosa  desde   su  trono,    hacia  las 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


95 


manos  juntas  en  oración. 

Ningún  cristiano  la  considera  como  un  pasado 
remoto;  Ella  pertenece  a  nuestra  vida  actual. 

Todos  nosotros,  mientras  la  rezamos,  tenemos 
una  imagen  nítida  de  la  Mujer  a  quien  nos  dirigi- 
mos. Sin  dejarnos  influir  demasiado  por  las  gran- 
des creaciones  de  Rafael,  Murillo  o  Miguel  Angel, 
cada  uno  de  nosotros  ha  soñado  en  cómo  fué  y 
cómo  es  María. 

No  vemos,  pero  sentimos  su  sonrisa;  conoce- 
mos, sin  haberlas  tocado,  el  roce  blando  de  sus 
manos.  Para  algunos  es  Señora,  para  otros  Madre, 
para  unos  es  joven  bella,  para  otros  está  llena  de 
madurez  y  serena  tranquilidad. 

Esta  imagen  puede  cambiar  en  el  curso  de 
nuestra  vida.  Conocemos  y  amamos  la  figura  cau- 
tivadora de  la  joven  Madre  de  Belén,  cuando  es 
Ella  una  parte  decisiva  en  las  alegrías  navideñas. 
Conocemos  a  la  Madre  tierna,  a  quie  San  Pedro  el 
primer  pecador  arrepentido,  acudió  para  saber  si 
Jesús  le  perdonaba.  Esta  misma  Madre  nos  sonríe, 
alentándonos,  cuando  nos  acercamos  con  el  fardo 
de  nuestras  culpas.  Conocemos  a  la  que  en  Caná 
salvó  de  bochornos  a  los  recién  casados;  a  la  Ma- 
dre dolorosa,  cuya  tragedia  del  Calvario  ha  servido 
de  consuelo  y  fortaleza  a  un  sinnúmero  de  cora- 
zones destrozados. 

En  los  momentos  de  alegría  vemos  a  María 
con  Jesús  en  sus  brazos.  En  los  instantes  de  paz 
la  imaginamos  joven,  esposa  y  Madre,  atareada  en 


96 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


los  menesteres  hogareños  de  Nazaret.  Cuando  el 
dolor  nos  doblega  vemos  a  María  sosteniendo  a  su 
Hijo  muerto  en  sus  brazos  y  fatigada  con  el  peso 
de  los  pecados  de  los  hombres  y  las  misericor- 
dias de  Dios. 

Fué  hermosa  María?  -Nadie  puede  dudar  de 
ello.  El  hecho  fundamental  en  que  nos  basamos  pa- 
ra afirmarlo  es  el  convencimiento  de  que  la  madre 
del  más  hermoso  de  los  hijos  de  los  hombres,  de- 
bía ser  muy  bella. 

Aunque  es  verdad  que  esta  palabra  tiene  mu- 
chos significados  y  los  ideales  de  belleza  han  va- 
riado grandemente  desde  Egipto  hasta  Hollywood, 
desde  las  antiquísimas  pinturas  de  mujeres  en  las 
cavernas  hasta  las  de  la  Grecia  clásica  y  de  la  fo- 
tografía moderna,  María  es  siempre  bella. 

La  belleza  de  un  rostro  es  algo  así  como  la 
música;  la  realmente  buena  permanece  inmutable; 
así  es  la  belleza  de  María.  Su  hermosura  no  es  la 
de  aquellas  pinturas  bonitas,  que  impresionan  un 
instante,  de  manera  superficial.  María  fué  bella  y 
hermosa  con  la  belleza  y  hermosura  auténticas, 
profundas  y  eternas;  con  la  belleza  que  brota  del 
interior. 

Lo  realmente  valioso  en  una  persona  está  en 
su  interior.  La  superficie,  por  atractiva  que  sea,  es 
sólo  la  mitad  del  ser.  Aquello  que  se  oculta  detrás 
de  los  ojos  es  lo  que  hace  los  ojos  bellos.  Aque- 
llo que  domina  los  labios,  hace  que  estos  sean  ro 
no  sensuales.  El  pensamiento  produce  la  diafanidad 
o  la  incertidumbre  de  las  cejas.  Las  líneas  del  ros- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  97 

tro,  marcadas  por  el  alma,  hacen  un  rostro  perso- 
nal o  amorfo,  joven  o  viejo,  feo  o  bello. 

Dios  que  modeló  el  alma  de  María  hasta  ha- 
cerla la  más  perfecta  de  todas,  tuvo  que  crear  un 
cuerpo  digno  de  tal  perfección  y  un  rostro  digno 
de  la  belleza  de  su  cuerpo  y  de  su  alma". 


98 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXV-    LA  VIRGEN  DESPOSADA 

entro  del  ambiente  del  pueblo  judío,  el  úni- 
co camino  aconsejado  para  las  jóvenes  era  el  ma- 
trimonio; sobre  todo  si  la  doncella  descendía  de 
David  aspiraba  a  ser  madre  del  Mesías  prometido. 
La  virginidad  voluntaria  era  dentro  de  las  costum- 
bres israelitas  algo  anormal  e  inconcebible.  El  ce- 
libato era  admitido  para  los  hombres,  más  no  para 
las  mujeres. 

El  matrimonio  judío,  en  tiempo  de  Jesús,  cons- 
taba de  dos  actos:  los  desposorios  y  las  bodas. 

Los  desposorios  equivalían  al  "cambio  de  aros" 
que  se  acostumbra  en  los  actuales  tiempos.  Era  el 
contrato  matrimonial  que  hacían  los  futuros  espo- 
sos. De  antemano,  los  padres  de  los  contrayen- 
tes acordaban  la  conveniencia  de  la  unión  matrimo- 
nial de  sus  hijos  y  tramitaban  el  asunto.  Una  vez 
arreglado  entre  las  familias,  se  celebraban  los  des- 
posorios, ceremonia  que  se  hacía  en  la  casa  de  la 
joven.  Los  padres  de  los  novios  hacían  de  sacerdo- 
tes o  ministros:  colocaban  la  mano  derecha  de  la 
hija  sobre  la  mano  del  futuro  esposo  y  después, 
la  de  éste  sobre  la  mano  de  la  novia,  diciendo  la 
oración  ritual:  UE1  Dios  de  Abrahán,  el  Dios  de 
Isaac,  el  Dios  de  Jacob,  el  Dios  de  nuestros  pa- 
dres, sea  con  vosotros;  El  presida  y  bendiga  vues- 
tra unión  y  os  colme  de  bendiciones. 

Cumplidos  los  doce  años  eran  nubiles  las  mu- 
rejes  y  de  trece  años  podían  desposarse  los  varo- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


99 


nes.  Los  desposorios,  constituían  un  contrato  serio  y 
formal,  como  lo  es  o  debe  ser  el  cambio  de  aros. 
Los  desposados  eran  ya  marido  y  mujer,  con  todos 
los  derechos  y  obligaciones  anexos  al  matrimonio, 
pero  no  cohabitaban  hasta  la  celebración  de  la  so- 
lemnidad de  las  bodas. 

Sólo  la  muerte  o  el  libelo  de  repudio  legal 
podían  disolver  los  desposorios. 

Las  bodas  consistían  en  la  solemne  conducción 
de  la  desposada  al  nuevo  hogar,  después  de  la 
bendición  sacerdotal  en  el  Templo.  Como  se  acos- 
tumbra actualmente,  el  esposo,  acompañado  de  sus 
parientes  y  amigos  llegaba  a  la  casa  de  la  esposa, 
la  cual,  acompañada  de  doncellas  amigas,  provistas 
de  lámparas,  esperaba  al  novio.  Entre  música  y  re- 
gocijo iban  juntos  al  Templo,  o  a  la  casa  del  esposo, 
donde  el  Sacerdote  les  bendecía,  con  la  oración  ri- 
tual- Seguía  el  convite  de  bodas,  el  cual  terminaba 
con  ceremonias  especiales  que  hacían  los  invitados 
despidiéndose  de  los  esposos. 

La  Virgen  María,  cuando  ocurrió  la  Encarna- 
ción del  Verbo  divino,  estaba  desposada  con  San 
José,  en  el  propio  y  estricto  sentido  de  la  palabra. 
(Luc.  1-27-Mat.  1-18-24).  Los  dos  habían  pactado  ma- 
trimonio; se  pertenecían  ya  mutuamente.  No  sabe- 
mos cuando,  ni  donde  se  efectuaron  los  desposorios, 
pero  el  Evangelio  es  terminante  en  decir  que  el 
ángel  Gabriel  anunció  el  misterio  de  la  Encarnación 
"a  una  virgen  desposada  con  un  varón  de  nombre 
José".  fLuc  1-27;. 

Por  lo  que  sigue  en  la  narración  evangélica  se 
deduce  que  María  y  José   no  habían  celebrado  las 


100 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


bodas;  faltaba  la  segunda  parte  del  matrimonio. 
"Antes  de  que  cohabitasen,  María  había  concebido 
del  Espíritu  Santo".  (Mat.  1-18)  Es  decir,  antes  de 
que  José  hiciese  la  solemne  recepción  en  su  casa  a 
la  esposa.  Esta  segunda  ceremonia  se  realizó  cuan- 
do el  ángel  notició  a  José  de  lo  sucedido,  diciéndo- 
le:  "no  tengas  recelo  en  recibir  a  María  tu  esposa 
en  tu  casa,  porque  lo  que  ha  concebido  es  del  Es- 
píritu Santo.  Dará  a  luz  un  hijo  a  quien  pondrás  el 
nombre  de  Jesús,  porque  es  el  Salvador  del  Pue- 
blo. -Así  hizo  José;  recibió  a  su  esposa  en  su  ca- 
sa". (Mat.  1-20  21-24). 

José  y  María  se  casaron  verdaderamente  según 
el  rito  judío.  En  su  matrimonio  hubo  el  doble  acto: 
los  desposorios  y  la  recepción  nupcial. 

La  palabra  usada  por  el  Evangelista:  "antes  de 
que  conviviesen".  (Mat,  118)  no  quiere  decir  que 
después  cohabitaron,  en  sentido  sexual,  sino  que  des- 
pués se  juntaron  para  completar  la  segunda  parte  del 
rito  matrimonial. 

Las  palabras  que  dice  la  Virgen  al  ángel:  "Có- 
mo podrá  ser  esto,  pues  yo  no  conozco  varón" 
(Luc.  1-34J,  estando  ya  desposada  con  José  y  próxi- 
ma a  ser  recibida  en  su  casa,  prueban  evidente- 
mente que  Ella  y  su  esposo  habían  consagrado  a 
Dios  su  virginidad.  Dios  les  había  inspirado  ma- 
trimoniarse y  al  mismo  tiempo  conservarse  vírge- 
nes, para  que  sean  los  coadjutores  en  los  grandes 
misterios  de  la  Redención. 

Jesucristo  quiso  que  su  Madre  fuese  Virgen, 
pero  estuviese  casada.  Antes  de  la  Anunciación  se 
desposó  con  José,  en   verdadero  matrimonio,  y  seis 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


101 


meses  después,  fué  solemnemente  recibida  por  su 
esposo  en  su  hogar,  para  habitar  con  él  virginalmente. 

José  recibió  a  su  esposa  y  celebró  las  bodas 
rituales  viendo  las  señales  externas  de  la  mater- 
nidad, pero  sabiendo    la  concepción  milagrosa. 

La  divina  Providencia  deparó  un  padre  legal 
al  Hijo  de  Dios  hecho  hombre,  por  muchas  razo- 
nes de  orden  espiritual,  moral  y  material  que  es 
fácil  pensar,  como  el  buen  nombre  del  hijo  y  de  la 
madre,  el  mejor  cumplimiento  de  la  misión  de 
Cristo,  el  auxilio  en  las  necesidades  materiales  de 
la  familia. 


102 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXVI-    LA  MADRE  Y  LOS 
HERMANOS   DE  JESUS 

1.  Evangelio  refiere  que  Jesús  estaba  un  día 
predicando  y  tuvo  que  interrumpir  el  sermón  por- 
que le  avisaron  que  le  buscaban.  "Tu  madre  y  tus 
hermanos  están  afuera  y  desean  verte"  fué  la  no- 
ticia que  alguien  dió  al  Señor.  Por  el  contexto  se 
comprende  que  Jesús  y  sus  oyentes  estaban  en  u- 
na  Sinagoga  o  dentro  de  una  casa  y  que  había  mu- 
cha gente,  de  manera  que  los  parientes  del  Maes- 
tro no  podían  llegar  hasta  El,  contentándose  con 
mandar  un  recado.  Jesucristo,  aprovechó  de  la 
noticia,  que  seguramente  fué  dada  en  voz  alta,  para 
decir:  Mi  madre  y  mis  hermanos  son  los  que  oyen 
la  palabra  de  Dios  y  la  practican".  (Luc.  VII I— 1 8-2 1 ) . 

Marcos  y  Mateo  refieren  la  misma  escena  di- 
ferenciándose de  Lucas  en  pocas  palabras  y  seña- 
lando el  campo  como  escenario.  "Jesús  estaba  pre- 
dicando; la  gente  sentada  a  su  alrededor  no  dejaba 
paso;  avisaron  al  Señor  que  su  madre  y  sus  her- 
manos querían  hablar  con  El.  Jesús  dijo:  ¿quién  es 
mi  madre  y  quienes  son  mis  hermanos?  Y  dando 
una  mirada  redonda  a  su  auditorio,  prosiguió:  es- 
tos son  mi  madre  y  mis  hermanos;  porque  quien 
oye  la  palabra  de  Dios  y  la  practica  ese  es  mi 
hermano".  El  otro  Evangelista  añade  que  el  Maes- 
tro al  decir  esto  "señaló  con  la  mano  a  sus  oyen- 
tes". (Marc.  111-31- Mat.  XII-46). 

Lo  importante  en  este  pasaje  evangélico  es  tra- 
tar de  comprender   las  palabras  de  Jesús.  Sin  du- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  ]Q3 


da,  los  parientes  del  Señor  no  le  habían  visto  al- 
gún tiempo;  la  gente  les  había  contado  los  planes 
inicuos  de  los  enemigos  de  Cristo  para  matarle; 
querían  entrevistarse  con  Jesús  para  ponerle  al  tan- 
to de  todo  y  ponerle  a  salvo.  Con  este  fin  vinie- 
ron de  Nazaret  y  Cafarnaún  a  algún  pueblo  de 
Judea  y  encontraron  al  Señor  predicando  en  la  Si- 
nagoga o  en  el  campo,  rodeado  de  mucha  gente, 
por  lo  cual  no  pudieron  llegar  hasta  El  y  le  man- 
daron el  mensaje  verbal. 

Los  que  buscaban  a  Jesús  eran  su  madre,  la 
Virgen  María,  con  algunos  parientes.  Sabido  es  que 
el  término  "hermanos",  dada  la  pobreza  lingüística 
del  arameo  y  la  costumbre  judía  de  dar  este  ape- 
lativo a  los  primos  y  allegados  carnales  de  una 
persona,  se  debe  entender  en  el  sentido  de  "pa- 
rientes", porque  Jesús  no  tuvo  hermanos,  propia- 
mente dichos. 

La  respuesta  del  Señor,  al  parecer  grosera,  no 
lo  fué  en  verdad,  puesto  que  debía  el  Predicador 
aprovechar  las  circunstancias  para  hacer  incapie  en 
el  fundamento  del  reino  mesiánico  compuesto  por 
todos  los  que  escuchaban  la  Buena  Nueva  y  cum- 
plían con  la  voluntad  del  Padre  celestial.  La  res- 
puesta de  Jesús  tiene  conexión  con  lo  que  siguió 
diciendo  antes  de  atender    a  sus  parientes. 

"Buscad  primero  el  reino  de  Dios  y  su  justicia 
y  las  demás  cosas  os  vendrán  por  añadidura.  No  os 
preocupéis  demasiado  por  las  cosas  carnales  y  te- 
rrenas, porque  vuestro  Padre  celestial  se  preocu- 
pa de  ellas  con  relación  a  vosotros.  Mirad  las  aves 
que  cruzan  el  espacio;    no  siembran,   ni  siegan,  ni 


104 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


tienen  graneros  y  jamás  les  falta  el  alimento  diario. 
Ved  los  lirios  y  las  flores:  no  hilan,  ni  tejen  y  se 
visten  con  más  lujo  que  Salomón.  E\  Padre  uni- 
versal cuida  de  todos,  sin  distinción  de  personas; 
hace  llover  en  los  campos  de  los  justos  e  injus- 
tos y  hace  brillar  su  sol  para  beneficio  de  buenos 
y  malos.  Buscad  antes  de  todo  el  reino  de  Dios 
que  os  estoy  enseñando  y  después  vendrán  tas  o- 
tras  preocupaciones".  (Mat.  V-45-V.I-25/ 

Una  vez  terminado  su  discurso  y  despejada  la 
muchedumbre,  es  seguro  que  Jesús  se  entrevistó 
con  su  Madre  y  parientes;  les  agradeció  la  aten- 
ción; les  consoló  y  les  hizo  comprender  que  "no 
había  llegado  su  hora"  (Jn.  IÍ-4)  y  que,  por  lo 
mismo,  nada  debían  temer  con  relación  a  su  vida, 
a  pesar  de  la  malicia  de  sus  enemigos. 

Jesucristo  no  despreció  a  su  Madre,  primos  y 
parientes,  porque  bien  sabía  que  ellos  eran  los  pri- 
meros en  buscar  el  reino  mesiánico  y  los  principa- 
les en  escuchar  la  Buena  Nueva  y  cumplir  con  la 
voluntad  del  Padre  celestial.  Como  tales,  eran  espi- 
ritualmente  sus  verdaderos  parientes;  estaba  Jesús 
íntimamente  ligado  a  ellos  con  el  doble  lazo  del 
espíritu  y  de  la  carne. 

Manifestó  también  Jesús  en  esta  ocasión,  con 
su  respuesta  un  tantico  descomedida,  que  por  su 
divinidad  estaba  desligado  de  todo  vínculo  humano 
y  que  sus  verdaderos  hermanos  son  los  que  mere- 
cen el  título  de  "hijos  de  Dios". 

En  otros  pasajes  evangélicos  encontramos  el 
mismo  término  de  "hermanos    de  Jesús"  y    por  el 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


105 


contexto  sabemos  que  se  trata  de  sus  primos. 
(Mat.  XII 1-55- Marc.  VI -3).  Acompañada  de  ellos 
fué  María  a  buscar  a  su  Hijo  y  con  El  regresa- 
ron a  Nazaret,  donde  Jesús  descansó  unos  días  de 
sus  fatigas  evangélicas  y  María  "guardó  en  su  co- 
razón nuevas  cosas  divinas".  (Luc.  11-51). 


106  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXVII-    PARIENTES  -  AMIGOS  - 
ENEMIGOS. 

PARIENTES: 

Í0icho  está  que  Jesús  no  tuvo  hermanos,  ni 
verdaderos,  ni  legales,  porque  la  Virgen  no  cono- 
ció varón  (Luc.  1-34 ^  ni  San  José  tuvo  descenden- 
cia. Los  hermanos  de  quienes  nos  hablan  los  Evan- 
gelistas, son  los  parientes  del  Señor,  sus  primos 
hermanos,  en  primero  y  en  segundo  grado  de  línea 
colateral. 

María  fué  la  única  hija  de  los  Santos  Joaquín 
y  Ana;  no  tuvo  hermanos.  Lo  que  dicen  los  Evan- 
gelistas: "Estaba  junto  a  la  cruz  la  hermana  de  la 
Madre  de  Jesús,  María  de  Cleofás,  madre  de  San- 
tiago y  José  y  de  Simón  y  Judas",  (Lucas.  XIX-25- 
Mat  XXVII-56y  XIII-55  y  56),  debe  entenderse  de 
María,  hermana  política  de  María  la  Madre  de  Je- 
sús, es  decir,  de  una  María  casada  con  Cleofás, 
siendo  este  hermano  carnal  de  San  José,  esposo 
de  María. 

La  Virgen  tuvo  una  prima  hermana  que  fué 
Santa  Isabel,  la  madre  de  Juan  Bautista.  Este  fué 
primo  de  Jesús,  en  segundo  grado.  Por  la  parte 
materna  no  tuvo  más  parientes  ("Luc.  I-36-Marc.  XV- 
40-Mat.  XXVI 1-55-56). 

Los  citados:  Santiago,  José,  Simón  y  Judas  fue- 
ron primos  hermanos  de  Jesús  en  primer  grado, 
pero  sólo  legalmente,  porque  son  hijos  de  Cleofás, 
hermano  de  San  José,  el  padre  putativo  de  Cristo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


Lo  mismo  podemos  decir,  de  Juan  y  Santiago, 
hijos  de  Salomé,  hermana  de  San  José  y  casada 
con  Zebedeo.  (Mat.  IV-21-Marc.  1-19;. 

En  suma:  Jesucristo  tuvo  un  primo  hermano,  en 
segundo  grado  y  en  sentido  verdadero  y  seis  pri- 
mos hermanos,  en  primer  grado,  pero  en  sentido 
putativo  o  legal.  Estos  son  los  parientes  del  Se- 
ñor, de  quienes  hace  mención  el  Evangelio.  ' 

Algunos  dicen  que  la  María  citada  por  San 
Juan  (XIX-25)  era  hermana  de  María,  la  Madre  de 
Jesús.  Esta  suposición  está  en  contra  de  la  razón 
y  de  la^tradición. 

Es  tradición  generalmente  admitida  que  Joa- 
quín y  Ana  no  tuvieron  más  hijos  que  la  Virgen 
María,  escogida  por  la  providencia  para  Madre  del 
Redentor  y  por  esto  preservada  del  pecado  original. 
Es  rasonable  pensar  en  un  solo  vástago  milagro- 
samente escogido  en  un  hogar  seleccionado,  para 
evitar  comentarios  y  complicaciones  inexplicables 
si  se  admiten  otros  hijos. 

AMIGOS: 

Con  este  nombre  distinguimos  a  las  personas 
citadas  en  el  Evangelio,  con  quienes  Jesús  tuvo  ca- 
riño y  confianza  singulares.  Tales  fueron  los  espo- 
sos de  Caná,  la  familia  de  Lázaro,  Nicodemo,  Za- 
queo y  otros. 

Por  amistad  concurrió  Jesús  a  las  Bodas  de 
Caná  e  hizo  el  famoso  milagro,  (Jn.  1 1-7) ,  en  fa- 
vor de  los  novios. 

Betania  era  para  Jesús  la  casa  de  los  buenos 
amigos  donde  descansaba  con  confianza  de  las  fa- 


108  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

tigas  apostólicas.  A  los  pies  del  Maestro  vemos 
con  frecuencia  a  Marta  y  María  (Luc.  X-38).  La 
amistad  con  Lázaro  le  hace  llorar  cuando  sabe  su 
muerte  y  viaja  para  resucitarle  (Jn.  XI-1-45). 

La  amistad  con  Nicodemo  fué  al  principio  a- 
ristocrática  y  después  muy  íntima;  este  Doctor  fué 
el  amigo  fiel  que  le  defendió  ante  el  Sanedrín,  le 
bajó  de  la  Cruz  y  le  prestó  su  sepulcro  (Jn.  III- 
1-15-VII-50). 

La  amistad  con  Zaqueo  le  obligó  a  hospedar- 
se en  su  casa  y  conversar  confidencialmente  con 
él  (Luc.  XIX-5). 

Jesucristo  tuvo  pocos  amigos,  pero  escogidos, 
con  quienes  departió  sus  secretos. 

ENEMIGOS: 

Es  propio  de  los  grandes  hombres,  de  aque- 
llos que  tienen  que  cumplir  una  misión  sublime, 
encontrarse  con  enemigos.  Los  mediocres  no  tienen 
dificultades. 

Jesús  vino  a  la  tierra  a  establecer  y  poner  en 
ejecución  nuevas  doctrinas  y  costumbres  y  era  ló- 
gico  que   encontrara    resistencia    y   se  hiciera  de 

enemigos. 

Cinco  fueron  las  agrupaciones  que  se  opusie- 
ron a  los  ideales  cristianos  de  restauración  religio- 
sa, moral  y  social  del  mundo. 

LOS  FARISEOS:  hombres  hipócritas,  egoístas, 
llenos  de  formulismos  ridículos,  "sepulcros  blanquea- 
dos", no  podían  soportar  la  luz  evangélica  que  irra- 
diaba Cristo,  iluminando  las  tinieblas  de  su  vida  os- 
cura y  de  sus  enseñanzas  falsas. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


1CÍ9 


LOS  ESCRIBAS:  individuos  mentirosos,  adu- 
lones, falsificadores  del  sentido  de  las  Es- 
crituras. 

LOS  DOCTORES  de  la  Ley:  agrupación  ba- 
sada en  intereses  creados  para  beneficio  personal 
hombres  orgullosos  que  no  podían  soportar  la  su- 
peración del  Rabí  galileo. 

LOS  SACERDOTES:  gente  enfatuada,  déspo- 
ta; a  quien  le  chocó  la  actitud  del  Maestro  salien- 
do por  los  fueros  de  la  Casa  de  Dios  profanada  y 
mercenariamente  empolutada. 

LOS  PRINCIPES:  jerarcas,  adulteradores  de 
la  Ley  y  de  las  costumbres,  cómplices  de  todos  los 
negociados  religiosos. 

Contra  todos  estos  malos  israelitas  enderezó 
Jesús  sus  palabras  que  eran  vida,  verdad,  caminó 
y  luz  y  que  naturalmente  debían  herir  a  los  que  te- 
nían al  pueblo  sumido  en  las  sombras  de  la  muer- 
te, de  la  ignorancia,  sin  sendas,  ni  antorchas  que 
iluminan  y  conducen  al  bien  temporal  y  eterno. 
Estos  se  declararon  enemigos  de  Cristo,  Reden- 
tor de  la  humanidad. 


4  |0  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXVIII-    RETRATO  DE  JESUS 

Jesús  hubiera  vivido  en  Grecia,  en  Roma, 
en  Alejandría,  tendríamos  su  verdadero  retrato,  pe- 
ro como  nació,  vivió  y  murió  en  Palestina  y  por- 
que palestinenses  fueron  los  integrantes  de  la  pri- 
mera generación  cristiana  nos  vemos  privados  de  la 
verdadera  efigie  de  Cristo. 

El  primer  mandamiento  del  Decálogo  (Ex.  XX 
-4)  fué  interpretado  rigurosamente  y  los  israelitas 
convertidos  al  cristianismo  no  quisieron  adorar  al 
Señor  en  imágenes,  contentándose  con  lo  espiritual 
de  la  nueva  religión. 

Unicamente  a  fines  del  siglo  II  y  categórica- 
mente durante  el  III  cuando  ya  ijpa  terminándose 
toda  influencia  judía,  comenzaron  los  cristianos  a  di- 
vulgar dibujos  -copias  de  la  imagen  de  Jesús. 

Los  del  II  siglo  no  son  propiamente  retratos 
de  la  persona  del  Señor,  sino  imágenes  de  su  mi- 
sión divina;  representan,  por  ejemplo,  al  Buen  Pas- 
tor. Los  del  siglo  III  ya  son  retratos,  pero  no  sa- 
bemos si  fueron  creaciones  del  dibujante  o  tienen 
algún  fundamento  verosímil. 

Seguramente,  la  mayoría  de  estas  efigies  fue- 
ron hechas  a  base  de  los  datos  tradicionales  dejados 
por  quienes  vieron  personalmente  a  Jesús.  A  esto 
se  debe  la  aceptación  del  tipo  conocido  ordinaria- 
mente y  usado  por  los  artistas  del  pincel. 

En  el  siglo  IV  se  erigió  en  Palestina  una  es- 
tatua a  Jesucristo  que    debía  tener   parecidos  con 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


111 


su  persona  conservada  en  la  mente  de  los  cristia- 
nos por  tradición  e  interpretada  fielmente  por  el 
cincel  del  artista. 

De  esta  efigie  se  valieron  los  dibujantes  para 
reproducir  y  difundir  estampas  o  imágenes  de  Cris- 
to, en  todo  el  mundo  conocido. 

Existen  leyendas  acerca  de  retratos  de  Jesús, 
como  los  atribuidos  a  San  Lucas,  de  quien  dice  el 
Evangelio  apócrifo  que  era  pintor;  el  que  se  dice 
que  envió  el  mismo  Cristo  al  rey  de  Edesa,  Abgar 
y  otros  que  no  tienen    fundamento  fehaciente. 

Acerca  de  la  imagen  del  Señor  estampada  en 
el  lienzo  de  la  Verónica,  no  tenemos  tampoco  prue- 
bas fidedignas,  fuera  de  la  antiquísima  tradición 
del  suceso.  Esta  tradición  dice  que  la  pintura  del 
rostro  del  Señor  que  aparece  en  el  lienzo  que  se 
venera  en  la  Basílica  Vaticana  es  el  verdadero  re- 
trato de  la  cara  de  Jesús  que  quedó  estampada 
cuando  una  mujer  judía  enjugó  el  rostro  sudoroso 
y  ensangrentado  del  Señor  que  caminaba  al  calva- 
rio con  la  cruz  a  cuestas. 

Puede  o  no  ser  auténtico  el  lienzo  con  la  i- 
magen;  lo  cierto  es  que  la  VERONICA  no  es  el 
nombre  de  la  mujer  que  limpió  el  rostro  de  Jesús 
paciente;  esa  palabra  se  traduce  del  latín  y  del  grie- 
go por  VERDADERA  IMAGEN  -vera-icon-. 

Yo  creo,  fuera  de  esta  aclaratoria,  que  en  ver- 
dad ese  lienzo  sagrado  contiene  el  retrato  del  ros- 
tro de  Jesús. 

Acerca  de  la  Sábana  que  se  venera  en  Turín 
y  de  la  efigie  en  ella   contenida,  hay  también  mu- 


112 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


chos  comentarios  y  diversas  creencias.  Yo  tengo 
para  mí,  que  si  la  Sábana  es  auténtica,  la  imagen 
es  creación  de  un  devoto  pintor. 

En  todo  caso,  aún  admitiendo  la  verdad  del 
retrato  del  rostro  del  Señor  en  la  Santa  Sábana, 
como  admito  en  tratándose  del  lienzo  de  la  Ve- 
rónica, suponiendo  que  este  nombre  haya  tenido  la 
piadosa  mujer  judía  del  hecho  contado  por  la  tra- 
dición, esos  retratos  no  proporcionan  la  verdadera 
efigie  de  Cristo,  porque  presentan  a  un  hombre 
completamente  desfigurado   por  atroces  tormentos. 

No  tenemos  el  verdadero  retrato  de  Jesucris- 
to. Su  imagen  ha  sido  descrita  al  antojo  de  poe- 
tas y  escritores.  Las  más  antiguas  e  importantes 
descripciones  son  las  de  los  siglos  VIII  y  XII  atri- 
buidas a  San  Epifanio  y  a  Publio  Léntulo,  que  las 
transcribimos.  El  primero  dice:  "Medía  Jesús  un 
metro  y  setenta  y  dos  centímetros  de  estatura;  te- 
nía el  cabello  rubio  y  ondulado,  el  rostro  ovalado, 
ojos  verdes  y  cejas  negras". 

Léntulo  escribe:  "Jesús  es  de  elevada  estatura 
y  de  rostro  venerable;  sus  cabellos  rizados  y  de 
color  oscuro,  divididos  en  medio  de  la  cabeza,  caen 
sobre  la  espalda;  su  frente  es  despejada  y  serena; 
nariz  y  boca  regulares;  su  barba  abundante  y  par- 
tida al  medio;  sus  ojos  de  color  gris  azulado;  sus 
manos  son  agradables;  su  rostro  es  gracioso,  sin 
arrugas  ni  manchas". 

De  estas  y  otras  descripciones  literarias  se  han 
servido  pintores  y  escultores  para  presentar  el  re- 
trato de  Jesús,  sin  jamás  llegar  a  descifrar  el 
verdadero. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


-XXIX-  FISONOMIA 


113 


ÍPice  Monseñor  Bugaud:  La  fisonomía  es  la 
transpiración  del  alma  por  medio  del  polvo  del 
cuerpo.  Es  el  alma  misma  que  sale  de  su  retiro  y 
sube  al  rostro  imprimiéndole  una  belleza  que  no 
tiene  igual  en  el  orden  de  las  cosas  creadas". 

La  fisonomía  de  Jesús  reflejaba  su  alma;  e*n 
su  rostro  aparecía  la  belleza  divina  de  su  espíritu. 
Si  son  los  ojos  el  balcón  por  donde  se  asoma  él 
alma,  en  los  ojos  de  Jesús  aparecía  Dios.  Los  ojos 
son  el  alma  de  la  fisonomía  personal. 

La  fisonomía  de  Jesús,  serena  y  majestuosa, 
inspira  amor  y  respeto;  revela  la  perfección  de  las 
dos  palancas  motrices  de  todo  lo  bueno  o  malo  que 
hay  en  el  universo:  la  inteligencia  y  el  corazón. 
El  ideal  del  intelecto  está  personificado  en  Cristo. 
Su  corazón  tiene  el  poder  de  atraer  y  su  inteligen- 
cia convence. 

Los  niños  que  ignoran  los  valores  internos 
personales,  llegaban  a  Jesús  atraídos  únicamente 
por  el  imán  del  corazón,  estaban  tranquilos  a  su 
lado  y  posaban  felices  en  sus  faldas.  fMarc.  IX-35. 
Luc  XVIII  16j. 

Los  pecadores,  los  enfermos,  los  que  impulsa- 
dos por  las  dolencias,  intuyen  el  alma,  llegaban  al 
espíritu  de  Cristo  y  convencidos  de  su  bondad  es- 
peraban misericordia.  Jesús,  con  la  sonrisa  propia  de 
de  su  fisonomía,  atraía,  perdonaba  y  curaba. 


114 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


UE1  más  hermoso  entre  los  hijos  de  los  hom- 
bres" le  calificaron  escritores  paganos  y  cristianos, 
fundándose  en  el  Salmo  mesiánico.  ("Sal.  XXXXIV- 
3).  Santo  Tomás  sintetiza  así  la  divina  hermosura 
de  Jesús:  "Tuvo,  y  en  sumo  grado,  la  belleza  que, 
por  razón  de  su  estado  y  del  atractivo  de  su  aspecto, 
le  era  debida;  un  algo,  un  efluvio  divino  irradiaba 
en  su  rostro". 

Tenemos  que  admitir  en  Jesucristo  un  alma  la 
más  perfecta  y  bella  que  de  las  manos  divinas  pueda 
brotar  y,  lógicamente,  estamos  obligados  a  unir  a 
esa  alma  una   fisonomía  corporal  hermosísima. 

Así  se  explica  como  las  renovadas  muchedum- 
bres le  seguían  a  todas  horas,  por  todos  los  sen- 
deros, siempre,  y  olvidándose  de  la  comida  y  del 
descanso;  así  se  encuentra  la  razón  de  ver  a  las 
gentes  escalonando  árboles  y  murallas  para  mirarle 
(Luc.  X1X-1);  así  se  entienden  la  admiración  y  envi- 
dia de  quienes  viendo  a  Jesús,  exclamaban:  "Feliz 
el  seno  que  te  llevó  y  dichosa  la  madre  que  te 
amamantó"  (Luc.  XI-27J. 

Que  Jesús  debió  ser  virilmente  hermoso  nos 
dice  la  razón,  porque  generalmente  es  bella  la  raza 
judía  a  la  que  perteneció.  Nos  indica  la  Santa  Es- 
critura refiriendo  la  hermosura  de  David,  Salomón, 
Absalón  y  otros  que  precedieron  genealógicamente 
a  Cristo.  Nos  enseñan  las  normas  elementales  de 
herencia,  pues  si  la  Virgen  María  fué  una  judía 
bella  y  llena  de  atracciones  y  encantos  físicos,  el 
aspecto  de  Jesús  fué  el  de  su  madre,  traspasado 
a  un  varón.  Nos  atestigua  la  Tradición  que  siem 
pre  ha  mantenido  grabada,  en  la  imaginación  uni- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


115 


versal,  la  fisonomía  de  Jesús  como  la  más  hermo- 
sa y  bella  entre  los  hijos  de  los  hombres. 

San  Damasceno,  en  el  siglo  VIII.  trazó  la  si- 
lueta de  Jesús  describiéndole:  "Alto  y  espigado, 
ojos  vivos  y  penetrantes,  nariz  recta,  frente  des- 
pejada, mirada  escudriñadora,  mejillas  ligeramente 
sonrosadas,  cabellos  ensortijados  y  brillantes,  pure- 
za de  líneas  en  su  boca,  barba  nutrida;  vestido  con 
túnica  blanca  ajustada  al  cinto  con  correa,  manto 
amplio  azulado,  zandalias  romanas  en  los  pies,  pa- 
ñuelo sujeto  a  la  cabeza  con  cinta  roja.  Inspira 
amor  y  respeto,  es  terrible  cuando  reprende,  dulce 
y  amable  cuando  amonesta,  es  alegre  con  gravedad, 
habla  poco  y  con  modestia.  Es  virilmente  hermoso'7. 

La  fisonomía  de  Jesús  ha  sido  fuente  de  be- 
lleza y  motivo  de  creaciones  artísticas,  es  el  guión 
del  pincel  y  del  buril  de  los  grandes  maestros. 

Está  por  encima  de  la  belleza  ¡del  sol  bañán- 
dose en  las  olas  nacaradas  del  océano,  de  la  poli- 
cromía de  la  flor  abierta  al  beso  del  rocío  matinal, 
de  la  aurora  boreal  recostada  entre  vellones  de 
opalinas  nubes,  de  todo  lo  más  hermoso  que  hay 
en  la  bella  naturaleza,  porque  es  la  fisonomía  del 
que  ilumina  cielos  y  tierra. 

Al  cuerpo  de  Cristo  se  unió  el  alma  y  a  esta 
sublimidad  de  creación  se  unió  Dios  hipostáti- 
camente. 

Dios  hecho  hombre  es  la  fisonomía  de  Jesús. 
La  belleza  divina  que  se  transparenta  en  .el  cuer- 
po humano  lleno  de  gracia.  (Juan  1-14). 


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Ug  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXX-     LOS  OJOS  DE  JESUS 

Jíesús  dijo  que  la  lámpara  del  cuerpo  son  los 
ojos,  si  estos  están  limpios  y  claros  todo  es  luz  en 
la  persona;  si  los  ojos  están  cerrados  o  turbios,  el 
individuo  anda  en  tinieblas.  (Luc.  11-34). 

Los  ojos  de  Jesús  brillaron  siempre  como  lám- 
paras nítidas  e  iluminaron  al  mundo;  son  la  luz 
que  aclara  la  senda  de  todo  hombre  que  viene  a  la 
tierra.  (Jn.  1-9). 

i 

Expresiva  -y  penetrante  hubo  de  ser  la  mira- 
da de  Jesús;  jamás  la  olvidaron  los  Evangelistas, 
quienes  la  describen  con  emoción. 

En  los  ojos  de  Jesús  se  retrataron  diariamen- 
te los  paisajes  de  Palestina,  el  cielo,  el  mar,  el 
sol,  las  flores,  las  avecillas. 

Sus  ojos  estuvieron  siempre  viendo  a  Dios  y 
en  Dios  a  los  hombres  y  a  todas  las  cosas. 

Las  miradas  de  Jesús  fueron  sublimes,  suges- 
tivas. Así  las  conceptúa  San  Juan,  cuando  narra  la 
entrevista  del  Rabí  con  Simón  y  Andrés.  "Habien- 
do puesto  los  ojos  en  ellos''  (Jn.  1-42)  dice  el  E- 
vangelista,  que  equivale  a:  mirándoles  de  hito  en 
hito  penetró  al  alma  de  los  pescadores  para  ha- 
cerles apóstoles. 

Con  ojos  que  auscultan  las  imperfecciones  hu- 
manas, con  miradas  de  cariño  compasivo,  vió  Jesús 
al  joven  rico  que  quería,  pero  no  se  resolvía  a 
seguirle.  (Marc.  X-21/ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  WJ 


Con  miradas  multiformes  ganó  Jesús  a  las 
multitudes;  sus  ojos  penetraban,  conquistaban,  con- 
vencían. Las  gentes  caminaban  conducidas  por  los 
ojos  del  Maestro  que  eran  luz  y  vida  y  hacían  ol- 
vidar las  necesidades  y  acercaban  las  distancias. 
(Mat.  XIV-15J.  • 

Con  ojos  serenos  y  miradas  de  porvenir  llegó 
el  Maestro  al  alma  de  sus  oyentes  en  el  sermón 
de  las  Bienaventuranzas.  (Marc.  II 1-5). 

Sin  una  mirada  encantadora  no  se  explica  el 
atractivo  a  los  niños,  que  gozaban  en  mirarle  y  su- 
bir a  sus  rodillas  para  ver  más  de  cerca  sus  ojos. 
(Marc.  IX- 35). 

Dulce  y  tiernamente  mira  Jesús  a  la  Hemo- 
rroísa  que  le  arranca  un  milagro  a  fuerza  de  fe 
(Marc.  V-32J. 

"Levantando  los  ojos"  dice  San-  Lucas  que  mi- 
ró y  conquistó  a  Zaqueo.  (Luc.  XIX-5J. 

Con  ira  se  clavaron  los  ojos  de  Jesús  en  las 
miradas  hipócritas  de  los  fariseos  acusadores  de  la 
inobservancia  del  sábado.  Indignadas  hasta  el  ex- 
tremo fueron  las  miradas  del  Señor  diciendo:  "La 
casa  de  mi  Padre  es  lugar  de  oración  y  no  plaza 
de  mercado"  fJn.  11-13;. 

Los  ojos  de  Jesús  se  llenaron  de  lágrimas,  par- 
ticipando de  las  desgracias  del  prójimo.  Lloró  en  la 
tumba  de  su  amigo  Lázaro  y  a  la  vista  de  la  ciu- 
dad santa  condenada  a  ruina.  (Luc.  XIX-41)  En  los 
ojos  de  Jesús  se  cuajaron  las  lágrimas  ante  el 
llanto  de  la  viuda  de  Naín;  esas  perlas  surcaron 
las  mejillas  frente  a  Jairo  que  lamentaba  la  muer- 


118 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


te  de  su  hija.  La  mirada  del  Señor  se  nubló,  de- 
jando asomar  la  flor  de  la  compasión,  ante  la  sú- 
plica del  Centurión  para  que  curara  al  criado. 
(Luc.  VII-10-14). 

Intensa  y  tiernamente  miró  a  la  mujer  adúl- 
tera, a  Magdalena,  al  ciego  de  Jericó  y  a  tantos  a 
quienes  curó  el  cuerpo  y  sanó  el  alma. 

Con  ojos  decepcionados  vió  Jesús  el  orgullo  y 
ostentación  de  los  ricos  depositando  sus  limosnas 
en  la  alcancía  del  Templo;  su  mirada  fué  tierna  y 
encantadora  aplaudiendo  la  humildad  de  la  viuda  y 
la  sencillez  de  su  óbolo.  (Marc.  XII-41). 

Maternal  fué  la  mirada  del  Maestro  en  el  tra- 
to con  los  apóstoles.  Los  discípulos  vieron  en  sus 
ojos  la  belleza  de  Dios. 

Cinco  elevaciones  de  ojos  con  miradas  al  cielo 
registra  el  Evangelio,  en  ocasiones  solemnes:  al  ben- 
decir los  panes,  al  curar  al  sordo-mudo,  en  la  re- 
surrección de  Lázaro,  al  comenzar  la  oración  sa- 
cerdotal. (Mat.  XIV~19-Marc  VI  45-VII-34-Jn  XI-41- 
XVII-1). 

Con  mirada  misericordiosa  recordó  Pedro  sus 
promesas  y  su  negación  (Luc.  XI 1-61).  "Posó  en 
el  sus  ojos"  y  del  corazón  del  apóstol  cobarde  bro- 
taron lágrimas  de  contricción  que  correrán  por  sus 
mejillas  durante  toda  la  vida. 

En  el  cenáculo,  los  ojos  de  Jesucristo  miraron 
con  amor  eterno  a  sus  Sacerdotes;  vieron  al  mun- 
do encendido  en  llamas  de  guerras  fratricidas  y 
con  mirada  de  triunfo  dijo:  "Amaos  los  unos  a  los 
otros".  (Jn.  XIII-34J. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  \\g 

En  la  cruz,  los  ojos  de  Cristo  cambiaron  las 
miradas  mientras  los  labios  pronunciaban  diferentes 
palabras.  Fueron  miradas  de  compasión  para  sus 
enemigos,  de  perdón  para  el  ladrón  arrepentido,  de 
cariño  para  su   Madre,  de  confianza  con  su  Padre. 

De  los  ojos  de  Jesús  habla  el  Evangelio  sin- 
tetizando las  sublimes  miradas  humanas  vivificadas 
por  pupilas  divinas. 


120 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXXI-    LA  VOZ  DE  CRISTO 

a  voz  de  Jesucristo  resonó  muchas  veces 
en  la  casita  de  Nazaret,  en  sus  calles  y  plazas,  en 
el  Templo  de  Jerusalén,  en  las  ciudades  y  campi- 
ñas de  Palestina;  su.  eco  se  oyó  sonoro  en  las 
montañas,  en  los  valles,  en  el  mar  de  Galilea,  en 
Samaría  y  Judea.  Miles  de  personas  oyeron  esa  voz 
divina  en  los  múltiples  tonos  humanos. 

Por  el  Evangelio  sabemos  que  la  voz  de  Jesús 
fué  dulce  y  suave,  de  ordinario;  a  veces,  fuerte  y 
grave;  siempre,  atractiva  y  meliflua. 

Conversando  con  la  Virgen  María,  con  San 
José,  con  sus  apóstoles  y  discípulos,  con  sus  ami- 
gos, fué  voz  modesta,  suave,  cariñosa. 

"Sentado  en  medio  de  los  doctores,  oyéndoles 
y  preguntándoles"  (Luc.  11-46),  dialogando  con  e- 
líos,  la  voz  del  Niño  Jesús  fué  magistral,  serena, 
grave. 

Obligado  a  predicar  durante  largas  horas  y  a 
miles  de  personas,  como  a  los  cinco  mil  hombres 
en  el  desierto,  (Mat.  XIV-21),  o  al  auditorio  "nu- 
meroso y  grande"  que  dice  San  Marcos  (II 1-7),  su 
voz  era  potente  y  sonora. 

Fué  nítida,  convincente,  tierna,  cuando  enseñó 
el  amor  mutuo,  el  perdón  de  las  injurias,  el  des- 
precio a  los  honores,  riquezas  y  placeres  del  mun- 
do, la  confianza  en  la  providencia  del  Padre  ce- 
lestial. fMat.  VI-24). 


# 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  • 


121 


Compasivo  fué  el  acento  de  su  voz,  diciendo: 
"difícil  es  que  los  ricos  entren  en  el  reino  de  los 
cielos"  (Marc.  X-23J.  Alentadora  fué  la  voz  de  Cris- 
to llamando  a  todos  los  que  sufren,  a  los  pobres,  a 
los  agobiados  con  los  trabajos  de  la  vida,  para 
consolarles,  para  ayudarles  a  llevar  la  cruz/Mat-Xl  -28) 

Firme,  imperativa,  es  la  voz  de  Jesús,  cuando 
rechaza  al  demonio  que  le  tienta  en  la  montaña 
de  la  cuarentena,  cuando  le  obliga  a  abandonar  sus 
posesos,  o  cuando  manda  al  huracán  y  a  la  tormenta. 

Temible,  severa,  fué  la  voz  increpando  a  sus 
enemigos,  recriminando  la  hipocresía  de  los  fariseos, 
contestando  a  los  emisarios  de  Herodes. 

Desdeñosa  e  irónica  fué,  contestando  a  Caifás 
y  Pilato.  Emotiva  y  triste,  reprochando  a  sus  a- 
póstoles  en  el  huerto  de  Getsemaní.  fMat  XXVI- 
40). 

Alegre  y  encantadora  fué  la  voz  del  Señor  in- 
vitando a  los  pescadores  para  que  le  siguiesen. 
Tierna  y  conmovedora,  curando  a  los  enfermos  y 
perdonando  a  los  pecadores.  (Luc.  Vi  1-48  -  Marc. 
11-11  -  IVlat.  VIII-3J. 

La  voz  de  Jesucristo  cambió  de  tono  en  va- 
riedad indecifrable  diciendo  a  ios  acusadores  de  la 
mujer  adúltera:  "El  que  de  vosotros  se  halle  sin 
pecado,  tire  contra  ella  la  piedra"  y  a  la  mujer: 
"¿dónde  están  tus  acusadores?;  ¿nadie  te  ha  conde- 
nado? Yo  tampoco  te  condeno;  anda  y  no  peques 
más".  (Jn.  VIII-7-11). 

Al  exponer  las  parábolas  usaba  Jesús  de  su 
voz,  en  diferentes  tonos  para   hacerse  comprender 


122 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


y  llegar  a!  alma  de  su  auditorio.  Las  gentes  impre- 
sionadas decían:  "Jamás  hombre  alguno  habló  co- 
mo Este".  (Jn.  VII-46). 

En  la  última  cena  fué  voz  del  corazón,  voz 
de  madre,  recomendando  al  mundo  el  amor  mutuo, 
pidiendo  a  sus  apóstoles  la  unión  íntima  entre  sí 
y  con  El.»  Enfática  fué  repitiendo:  uen  verdad,  en 
verdad  os  digo"  (Jn.  XV- 12).-  Saturada  de  pena  y 
turbación  oyeron  los  discípulos  la  voz  del  Maestro 
diciendo:  "Uno  de  vosotros  me  entregará".  (Jn. 
XIII-21).  , 

Enseñando  a  las  piadosas  mujeres  que  llora- 
ban la  suerte  de  Jesús  en  la  calle  de  la  amargu- 
ra, se  oyó  la  voz  cariñosa  y  magistral  del  Señor: 
"No  lloréis  por  mí;  llorad  pór  vosotras  y  por  vues- 
tros hijos",  (Luc.  XX II 1-28). 

Si  la  voz  de  Jesús  tuvo  variados  tonos,  a  te- 
nor de  las  circunstancias,  durante  la  vida,  desde 
la  cruz,  próximo  a  morir,  se  oyó  esa  voz  divina 
como  eco  de  todos  los  acentos,  en  siete  frases  ex- 
presivas de  despedida  paternal. 

Que  la  voz  de  Jesucristo  tuvo  su  tono  propio 
e  inconfundible  prueba  María,  de  Mágdala.  Por 
primera  vez  oyó  la  voz  del  que  le  dijo:  "Vete  en 
paz;  tus  pecados  están  perdonados;  tu  fe  te  ha 
salvado".  (Luc.  VI 1-48,).  Otras  ocasiones  oyó  la  voz 
del  Maestro  y  siempre  la  distinguió;  "es  Jesús, 
decía".  El  eco  de  esa  voz  celestial  vibraba  en  sus 
oídos  y  repercutía  en  su  corazón.  En  la  mañana 
de  la  resurrección,  apenas  oye  "María",  reconoce 
la  voz  de  Jesús.  Es  el  Maestro  que  ha  resucitado 
y  la  llama.  (Jn.  XX-16). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


123 


-XXXII-    G  A  L  I  L  E  O 

Jlesucristo,  el  divino  Rabí  de  Galilea,  se  aco- 
modó completamente  en  su  apariencia  exterior  a  la 
presentación  de  la  generalidad  de  su  raza. 

Palestinense  por  nacimiento,  tomó  el  color  tri- 
gueño para  su  tez,  color  ordinario  entre  la  gente 
de  Palestina  que  vive  y  trabaja  al  aire  libre.  Jesús 
fué  uno  de  esos.  Largos  años  de  taller  a  cielo  a- 
bierto,  vida  de  campo  atezada  por  el  sol,  más  de 
tres  años  de  constante  divagar  y  predicar  a  pleno 
aire,  dieron  a  su  piel  el  color  trigueño,  pero  her- 
moso, de  la  frase  del  Cantar  de  los  Cantares  (1-5). 

Orgullo  del  galileo,  era  tener  una  cabellera  nu- 
trida y  abundante,  pero  no  larga;  la  de  Jesús  fué 
así.  De  color  castaño  oscuro,  caía  sobre  sus  hom- 
bros, partida  en  medio. 

En  siglos  muy  anteriores  a  Cristo,  acostumbra- 
ban los  palestinenses  llevar  los  cabellos  largos,  ri- 
zados y  ensortijados.  En  la  época  de  Jesús  ya  es- 
taba perdiéndose  esta  costumbre,  por  la  influencia 
greco-romana;  los  judíos  ya  los  llevaban  recortados 
a  la  altura  de  los  hombros,  No  puede  ser  retrato 
histórico  de  Jesucristo  la  efigie  en  que  aparece  con 
la  cabellera  afeminada  y  cayendo  en  bucles  sobre 
las  espaldas.  La  pintura  más  antigua  que  se  con- 
serva, representa  a  Jesús  con  cabello  relativamen- 
te corto,  no  al  estilo  moderno,  sino  al  imperial  ;de 
la  época. 

La  barba  fué  siempre  para  los   orientales  una 


(24  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


gloria  varonil.  Los  israelitas  participaron  de  esta 
costumbre.  Jesucristo  siguió  a  la  generalidad  de 
Jos  hombres  de  su  tierra.  Su  rostro  estaba  ador- 
nado con  una  barba  abermejada  y  bien  cuidada. 

En  cuanto  al  vestido,  es  muy  natural  pensar 
que  Jesús  siguió  las  costumbres  de  su  tiempo.  Cu- 
bría su  cabeza  con  la  cofia  blanca,  cuyas  extremi- 
dades flotaban  sobre  las  espaldas. 

En  la  época  de  Cristo,  nadie  llevaba  en  Pa- 
lestina la  cabeza  descubierta,  fuera  de  los  lepro- 
sos, quienes  se  distinguían  así  de  los  sanos,  por 
disposición  legal. 

Vestía  Jesús  una  túnica  de  color  oscuro,  pero 
alegre,  ceñida  a  la  cintura  con  correa.  La  túnica 
del  Señor  fué  de  punto  y  sin  costura,  a  lo  menos 
la  que  llevaba  en  el  momento  de  la  crucifixión, 
conforme  al  relato  evangélico.  fJn.  XIX-23j.  Sobre 
la  túnica,  colgando  desde  los  hombros,  llevaba  Je- 
sús un  amplio  manto  de  color  vivo. 

La  túnica  era  una  especie  de  vestido  talar,  o 
hábito  que,  arrancando  del  cuello,  descendía  hasta 
los  tobillos;  era  ancho  y  amplio,  con  mangas;  se 
ajustaba  al  talle  con  cinturón,  estaba  cosido  por 
los  costados. 

El  manto  era  cuadrangular,  de  tres  metros  de 
largo,  por  dos  de  ancho,  con  una  abertura  en  el 
centro;  muy  semejante  a  nuestro  poncho,  servía  de 
defensa  contra  el  frío  y  de  cobertor  en  la  cama, 
para  la  gente  pobre.  En  el  libro  del  Exodo  (OtXII- 
26),  se  hace  mención  de  esta  prenda  y  de  su  uso. 
Algunos  acostumbraban  llevarlo  con  las  puntas 
redondeadas. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


125 


Acerca  del  color  de  estos  vestidos  de  Jesús 
nada  dice  el  Evangelio,  pero  parece  que  no  eran 
blancos,  porque  San  Marcos  al  relatar  la  transfi- 
guración del  Señor,  dice  que  "los  vestidos  de  Je- 
sús se  volvieron  blancos  como  la  nieve"  (IX-3);  lue- 
go fueron  de  otro  color;  aunque  pudiera  ser  que 
la  túnica  del  Señor  haya  sido  de  color  blanco  y 
que  en  el  Tabor  se  tornó  más  nítida,  con  el  res- 
plandor del  Cielo. 

En  cuanto  a  la  calidad,  podemos  asegurar  que 
no  fueron  vestidos  de  seda,  sino  de  lana  o  de  lino, 
como  usaba  la  gente  de  la  clase  media. 

Como  vestidos  interiores  llevaban  los  galileos 
otra  túnica  corta  y  calzones.  Jesús  usaba  también 
estas  prendas.  El  Evangelio  narra  que  los  soldados 
se  repartieron  los  vestidos  interiores  y  el  manto  y 
que,  sobre  la  túnica  echaron  suertes,  haciendo  ro- 
dar los  dados  de  la  codicia,  porque  ésta  era  tejida 
en  punto  y  sin  costuras,  mientras  que  los  otros 
vestidos  eran  ordinarios  (Jn.  XlX-24). 

A  los  pies  calzaba  zandalias,  aseguradas  con 
correas  en  las  pantorrillas.  Así  vestía  Jesús.  Como 
Rabí,  usaba  flecos  con  borlas  colgantes  que  ador- 
naban su  manto.  A  estos  flecos  se  refería  la  He- 
morroísa  cuando  se  llegó  al  Señor  confiando  en 
curarse  si  únicamente  lograba  tocar  las  orlas  de 
su  vestido/^Luc.  VI 11-44). 

Galileo  perfecto  fue  Jesucristo,  haciéndo  así 
honor  a  su  tierra  y  a  las  costumbres  de  esa  región 
de  Palestina,  donde  pasó  la  mayor  parte  de  su 
vida.  * 


126 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


XXXIII    LAS  MANOS  DE  JESUS 


Conocemos  algunos  detalles  anotados  por  los 
Evangelistas  acerca  de  las  manos  de  Jesús.  Mani- 
tas  de  niño  que  se  movieron  impresionadas  por  el 
frío  de  la  cueva  en  el  declive  de  Belén  y  por  el 
viento  helado  de  los  caminos  a  Egipto. 

Manos  de  adolescente  que  ayudaron  a  su  ma- 
dre en  los  quehaceres  domésticos  y  aprendieron  a 
manejar  las  herramientas  del  artesano. 

Manos  juveniles  encallecidas  con  el  arado  y  la 
sierra.  ¿Manos  sacerdotales  que  sólo  supieron  de  ge- 
nerosidad y  bendiciones. 

Las  manos  de  Jesús  nos  parecen  de  se- 
da cuando  las  miramos  tocando  a  los  enfermos 
para  hacer  milagros  a  granel,  en  los  tres  años  de 
vida  evangélica;  esas  son  las  manos  de  un  obrero; 
los  veinte  y  más  años  de  trabajo  manual  en  el  "ta- 
ller y  en  el  campo  dejaron  huellas  imborrables  en 
esas  manos  divinas. 

Las  manos  de  Jesús  bendijeron  a  los  niños,  a- 
cariciándoles;  bendijeron  a  la  muchedumbre  multi- 
plicando el  pan  para  el  cuerpo;  se  levantaron  en 
alto  enseñando  a  rezar  el  Padre  Nuestro;  derrama- 
ron perdones,  bendiciendo  a  los  pecadores. 

Las  manos  de  Jesús  tocaron  repetidas  veces 
los  ojos  muertos  de  los  vivos  que  no  conocieron  la 
luz.  (Mat.  IX-29).  Tocaron  los  oídos  y  la  lengua  de 
los  sordos  y  mudos  dando  vida  a  esos  miembros 
paralizados.  (Mat.  XX-34). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


127 


Un  día  logró  acercarse  a  Jesús  uno  de  esos 
enfermos  de  lepra  que  abundaban  en  Palestina;  a- 
vergonzado  de  los  hombres  dijo  a  Dios:  "Señor,  si 
Tu  quieres,  puedes  curarme;  di  una  palabra  y  que- 
daré limpio".-  Jesús  le  contestó,  tocándole  con  la 
mano,  "quiero,  estás  limpio".-  San  Mateo  hace  no- 
tar que  inmediatamente  desapareció  la  lepra  del 
cuerpo  de  ese  hombre;  volvió  contento  a  vivir  en- 
tre los  humanos,  curado  por  las  manos  divinas. 
(Mat.  VII-2J. 

Jesús  tocó  con  sus  manos  la  cabeza  febricitan- 
te de  la  suegra  de  San  Pedro  y  la  fiebre  dejó  a 
la  enferma     ese     mismo  momento  (Mat.  VIII  15^. 

Cuando  Jesús  resucitó  a  la  hija  del  Magistra- 
do, tomó  a  la  niña  de  la  mano  y  la  levantó.  Para 
curar  al  ciego  de  Betsaida  le  impuso  las  manos. 
fMarc.  V-41-VIII-23). 

Las  gentes  ya  conocían  el  poder  de  las  manos 
de  Jesús;  al  solicitar  un  milagro  no  pedían  más 
que  la  imposición  de  las  manos  sobre  sus  enfermos. 

Jairo  dice  al  Señor:  "Mi  hija  a  muerto,  ven  a 
poner  tus  manos  sobre  ella,  para  que  viva". 
(Mat.  IX-18J. 

Los  parientes  del  sordo- mudo  rogaron  a  Jesús 
que  pusiera  sus  manos  sobre  él,  para  curarle. 
Marc.  VIII-32). 

Cuando  le  presentaron  al  ciego  de  Betsaida, 
rogaban  al  Señor  que  le  impusiese  sus  manos 
('Marc.  VIII-22). 

Todos  los  enfermos  pedían  al  Señor  que  les 
tocase  y  quedaban  curados  al  contacto  de  sus  ma- 


128 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


nos.  El  mismo  Jesús  quiso  valerse  de  sus  manos 
para  obrar  los  milagros.  "Puso  sus  dedos  en  los  oídos 
y  tocóle  la  lengua"  dice  el  Evangelista  al  narrar  la 
curación  del  sordo  y  mudo.  "Tocándole  curó  al  le- 
proso". "Impuso  sus  manos  y  sanó  de  sus  dolen- 
cias al  crecido  número  de  enfermos  que  le  pre- 
sentaron en  Cafarnaún,  a  la  puesta  del  sol".  fMarc. 
VII-33-Luc.  V-12-ÍV-40).  Así  hace  notar  el  Texto 
Sagrado  la  manera  de  curar  -de  Jesús,  casi  siem- 
pre valiéndose  de  sus  manos. 

La  bendición  de  esas  manos  milagrosas  multi- 
plicó, por  dos  ocasiones,  el  pan  para  alimentar  a 
miles  de  personas,  enel  desierto.  (Marc.  VIII-1  a  10) 

En  sus  manos  se  convirtió  el  pan  en  su  Cuer- 
po y  el  vino  en  su  Sangre,  en  la  cena  de  la  des- 
pedida.   (Mat.  XXVI-26-27). 

Muchas  veces  se  juntaron  o  se  levantaron  en 
alto  las  manos  de  Cristo  para  orar  a  su  Eterno 
Padre.  En  esas  manos  se  posaron  repetidas  veces 
los  labios  virginales  de  María  en  beso  maternal. 
Las  manos  del  hijo  de  Dios  se  mojaron  en  el  Ce- 
náculo lavando  los  pies  de  los  hombres  sus  após- 
toles. (Jn.  XIII-15J. 

Con  el  martirio  de  sus  manos  nos  redimió 
Jesucristo;  clavadas  a  la  cruz  sostuvieron  por  más 
de  tres  horas  el  Cuerpo  del  Redentor.  Las  manos, 
con  las  cicatrices  del  martirio,  mostró  Jesús  al 
Apóstol  incrédulo.  "Vino  Jesús  y  dijo  a  Tomás: 
Mete  aquí  tu  dedo  y  registra  mis  manos  y  trae 
tu  mano  y  métela  en  mi  costado;  no  seas  incrédu- 
lo, sino  fiel".  (Juan  XX-27). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


129 


Con  sus  manos  glorificadas  bendijo,  por  última 
vez,  a  sus  discípulos  y  al  mundo  entero,  el  momen- 
to de  la  Ascención.  (Luc.  XXIV-50) 

< '■ : ■  ~    ■  * 

Las  manos  de  Jesús,  trabajaron,  bendijeron, 
curaron,  redimieron. 


130 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


XXXIV    EL  IDIOMA  DE  JESUS 

^1  idioma  popular  y  nacional  en  Palestina,  en 
tiempo  de  Jesús,  era  el  Arameo.  El  Hebreo,  idio- 
ma en  que  fueron  escritos  los  libros  sagrados,  era 
en  ese  tiempo,  únicamente  lengua  litúrgica,  lengua 
muerta  para  la  generalidad  de  los  israelitas. 

El  idioma  griego,  en  tiempo  de  Cristo,  era  el 
lenguaje  culto,  extendido  en  todo  el  imperio  romano 
y  generalizado  en  Galilea.  Esta  provincia,  debido  a 
su  situación  geográfica,  era  la  más  relacionada  con 
el  mundo  helenístico  y.  por  lo  mismo,  los  galileos 
hablaban  y  entendían  el  idioma  griego. 

El  latín  era  el  idioma  propio  de  los  romanos; 
se  lo  hablaba  también  en  Palestina,  dada  la  depen- 
dencia de  Roma  y  por  las  relaciones  necesarias  con 
las  autoridades,  empleados  y  soldados  romanos. 

Ei  hebreo  fué  el  idioma  de  los  Patriarcas  y 
Profetas,  de  los  ascendientes  de  los  palestinenses 
contemporáneos  a  Cristo,  pero  en  tiempo  del 
Señor,  los  judíos  ya  no  lo  entendían.  En  el  templo 
y  en  las  Sinagogas,  se  leían  las  Sagradas  Escri- 
turas en  hebreo,  pero  había  que  traducirlas  para 
el  pueblo.  El  traductor  y  el  intérprete  eran  em- 
pleados necesarios  en  las  reuniones  religiosas. 

El  "Mishna"  o  libro  ritual  judío  dice:  "el  que 
enseña  la  Ley  no  la  ha  de  leer  al  intérprete  más 
de  un  versículo,  a  fin  de  que  este  pueda  fácilmen- 
te traducirlo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


131 


Al  leer  los  Profetas,  se  puede  hacerlo  hasta 
tres  versículos  seguidos,  para  que  los  traduzca  el 
intérprete.  La  historia  de  Rubén  se  lee,  pero  no 
se  la  interpreta". 

El  mencionado  costumbrero  sigue  indicando  la 
manera  de  leer  las  Sagradas  Escrituras  y  dice  que 
ciertas  partes  se  las  diga  únicamente  en  lengua 
sagrada,  sin  traducirlas. 

Esto  prueba  que  los  libros  sagrados  estuvie- 
ron escritos  en  hebreo,  pero  que  este  idioma  era 
ya  desconocido  generalmente  por  los  israelitas,  al- 
gún tiempo  antes  de  Cristo.  Los  doctores  de  la 
Ley  hablaban  hebreo,  pero  la  lengua  popular  era 
el  arameo. 

Prueba  también  que  el  arameo  y  el  griego  eran 
los  idiomas  conocidos  por  el  pueblo  de  Palestina, 
en  tiempo  de  Jesús,  el  hecho  de  que  los  cuatro 
Evangelios  fueron  escritos  en  estos  idiomas,  o  tra- 
ducidos a  esas  lenguas. 

Jesucristo  que  quiso  aparecer  en  todo  como 
"el  hijo  del  hombre",  es  decir  acomodarse  a  lo  hu- 
mano de  su  tiempo,  habló  los  cuatro  idiomas  men- 
cionados. 

Jesús  poseyó  el  HEBREO,  el  lenguaje  sagra- 
do. Prueba  de  esto  es  lo  que  narra  San  Lucas 
(IV-16-23):  "Hizo  en  la  Sinagoga  de  Nazaret  la 
lectura  del  pasaje  de  Isaías,  devolvió  el  rollo  al 
ministro,  y  se  puso  a  traducirlo  e  interpretarlo. 
Terminada  la  explicación,  la  glosó  diciendo;  La  es- 
critura que  acabáis  de  oir,  hoy  se  ha  cumplido...." 
Leyó  Jesús  el  texto  sagrado  que  estaba  escrito  en 


132  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

hebreo,  y  lo  tradujo  El  mismo  al  arameo,  para  ex- 
plicarlo al  auditorio. 

Los  Evangelistas  nos  han  conservado  muchas 
f races  hebreas  que  dijo  Jesús:  "Talita  cumi"  en 
la  resurrección  de  la  hija  de  Jairo.  (Marc.  V-35). 
"Eli,  Eli,  lamma  sabactani",  desde  la  cruz  (Mat. 
XXVI 1-46)  y  otras  que  prueban  que  Jesús  hablaba 
el  idioma  hebreo,  como  israelita  ilustrado  y  doctor 
de  la  Ley. 

En  griego  habló  Jesús  con  los  helenos  que  le 
presentaron  Felipe  y  Andrés  al  siguiente  día  de  su 
entrada  triunfal  en  Jerusalén;  este  idioma  usó  tam- 
bién para  contestar  a  Pilato.  (Jn.  XI 1-20,). 

Como  queda  dicho,  el  idioma  arameo  era.  len- 
gua ordinaria  en  tiempo  de  Jesús;  por  lo  mismo  El  la 
usó  continuamente  en  su  vida  privada  y  pública. 

En  latín  se  entendió  Jesús  con  los  empleados 
del  Imperio,  con  los  soldados  romanos,  con  Hero- 
des,  y  hasta  con   algunos  miembros  del  Sanedrín. 

Prueba  que  estos  cuatro  idiomas  eran  usados 
en  Palestina,  en  la  época  de  Cristo,  y  que  El,  co- 
mo perfecto  palestinense,  los  habló  y  entendió,  es 
el  hecho  referido  por  San  Juan  (XIX-20J:  "El  títu- 
lo puesto  por  Hiato  encima  de  la  cruz,  fué  leído 
por  muchos  judíos,  porque  el  lugar  de  la  crucifixión 
estaba  cercano  a  la  ciudad  y  porque  estaba  escrito 
en  HEBREO,  en  LATIN  y  en  GRIEGO". 

Como  el  ARAMEO  era  la  lengua  vulgar,  es- 
taba  por  demás  usarla  en  la    inscripción  aludida. 

Jesús  aprendió  el  hebreo  en  brazos  de  su  ma- 
dre y  en  la  escuela  de  la   Sinagoga  nazarena.  El 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


133 


arameo  aprendió  de  niño  en  el  trato  familiar  con 
los  Nazarenos.  El  griego  y  el  latín,  como  buen  ga- 
lileo  y  por  sus  relaciones  con  los  judíos  y  emplea- 
dos romanos. 

Comprende  el  lector  que  al  hablar  así,  en  este  y 
en  otros  capítulos,  me  refiero  a  Jesucristo,  consi- 
derándole, únicamente  bajo  el  aspecto  humano,  es 
decir,  de  tejas  abajo,  aunque  no  se  pueden  dividir 
en  su  persona  las  dos  naturalezas:  divina  y  humana, 
porque  El  mismo,  siendo  Dios,  quiso  aparecer  co- 
mo mero  hombre. 


134 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXXV-   FORTALEZA  CORPORAL 

s  innegable  que  Jesucristo  tuvo  una  forta- 
leza corporal  extraordinaria,  o,  lo  que  es  lo  mismo, 
gozó  de  perfecta  salud  corporal.  A  esta  conclusión 
se  llega  necesariamente  leyendo  el  Evangelio  y  si- 
guiendo paso  a  paso  la  vida  del  Señor  en  el  cum- 
plimiento de  su  misión  pública. 

Como  dijo  el  Angel  de  la  Encarnación,  "la 
virtud  del  Altísimo"  (Luc.  1-35)  formó  en  el  seno 
de  María  el  cuerpo  de  Jesús.  La  virgen  fué  pre- 
destinada para  madre  de  Cristo  y  engendrada  úni- 
camente para  este  fin.  Como  su  alma,  privilegiada 
y  excenta  del  pecado  original,  así  su  cuerpo  fué 
creado  sin  gérmenes  de  corrupción,  ni  taras 
hereditarias. 

Necesariamente  el  cuerpo  de  Jesús,  formado 
por  Dios  con  la  sangre  y  en  la  carne  de  María, 
debía  ser  el  prototipo  del  cuerpo  humano,  superior 
al  cuerpo  del  primer  hombre  creado  por  Dios,  sin 
intervención  de  mujer. 

Jesucristo  vivió  más  de  treinta  y  tres  años, 
sin  jamás  sufrir  enfermedad  alguna,  por  leve  que 
sea,  porque  toda  enfermedad  es  consecuencia  de  la 
primera  culpa  y  de  la  alteración  del  organismo, 
ordinariamente  por  debilidad  de  los  miembros;  ni 
lo  uno,  ni  lo  otro  tuvo  Jesús;  jamás  enfermó,  a 
pesar  de  una  vida  activa  y  austera.  Murió  en  la 
plenitud  de  la  vida,  completamente  fuerte,  con  su 
organismo  sano. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


135 


Ayunó  durante  cuarenta  días  y  cuarenta  no- 
ches, para  comenzar  la  predicación  de  la  "Buena 
Nueva"  (Mat.  W-2)  en  los  cuales,  como  es  '  muy 
natural,  sintió  hambre.  Debió  terminar  la  cuarente- 
na, desnutrido  y  sin  fuerzas  para  una  vida  agita- 
da y  de  trabajo  constante.  Todo  lo  contrario,  co- 
mienza su  vida  misionera  con  toda  naturalidad,  go- 
zando de  perfecta  salud  y  entera  fortaleza  corporal. 

Fatigado  por  el  largo  camino,  se  sienta  en  el 
brocal  de  un  pozo  en  las  afueras  de  la  ciudad  de 
Sicar;  a  pesar  del  cansancio,  su  ocupación  es  con- 
vertir a  la  samaritana;  cuando  sus  discípulos  le 
dicen  que  coma  para  reparar  las  fuerzas,  Jesús  re- 
plica: "Mi  alimento  es  hacer  la  voluntad  de  mi  Pa- 
dre celestial".   (Jn.  IV-6-31J. 

En  las  dos  multiplicaciones  de  los  panes,  en 
el  desierto,  todos  comen,  menos  Jesús,  que  había 
predicado  largas  horas.  fJn.  VI  3). 

No  tiene  un  lecho  donde  descansar  de  sus  fa- 
tigas apostólicas.  "Las  raposas  tienen  cuevas;  las 
aves,  nidos;  el  Hijo  'del  Hombre  no  tiene  dónde 
reclinar  su  cabeza".  (Luc.  IX-58). 

Estos  pasajes  evangélicos  y  otros  que  narran 
las  extremadas  y  numerosas  privaciones  de  Jesús, 
en  su  vida  pública,  están  manifestando  su  fortaleza 
corporal  y  su   salud  extraordinaria. 

La  actividad  apostólica  del  Maestro  fué  sin  lí- 
mites y  capaz  de  acabar  con  su  organismo.  Predi- 
cación constante  y  agobiadora.  Los  Evangelistas 
nos  presentan  a  Jesús  seguido  por  grandes  mu- 
chedumbres, a  quienes  predica  horas  continuas  y 
después    cura    numerosos  enfermos  fMarc.  111-7/ 


136 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Es  tánta  la  gente  que  le  sigue  que  ordena  a 
sus  oyentes  sentarse  a  las  orillas  inmensas  del 
lago  y  El  les  predica  desde  una  barca.  Tan  can- 
sado se  queda  de  hablar  y  curar,  que  busca  el  ca- 
bezal duro  de  la  popa  de  la  barca  para  descansar 
y  duerme.  (Luc  VI 11-48). 

uEran  muchos,  dice  el  Evangelista,  los  que 
iban  y  venían  para  oirle  y  pedirle  milagros,  que  no 
le  dejaban  tiempo  para  comer,  ni  descansar;  se  re- 
tiró a  un  lugar  desierto,  pero  le  vieron  las  gentes 
y  vinieron  a  El;  Jesús  se  compadeció  y  se  puso  a 
enseñarles  y  atenderles".  (Marc.  VI-30). 

San  Lucas  dice:  "los  pueblos  acudían  en  masa 

a  oirle          Jesús  se   retiró  a  orar  en  un  monte  y 

pasó  toda  la  noche  en  oración".  (Luc.  V-16-VI-12). 

Todo  esto  supone  un  cuerpo  sano  y  robusto. 

Los  mismos  tormentos  de  la  pasión  prueban  la 
fortaleza  corporal  de  Cristo.  Una  noche  entera  de 
suplicios  era  suficiente  para  acabar  con  la  vida; 
sin  embargo,  al  siguiente  día,  cuando  es  llevado  de 
un  tribunal  a  otro,  responde  con  firmeza  a  los  jue- 
ces e  increpa  con  majestad  a  los  acusadores.  So- 
porta la  flagelación  y  coronación  de  espinas.  Toma 
sobre  sus  hombros  la  cruz  y  se  encamina  al  Cal- 
vario. En  el  trayecto  se  encuentra  con  su  Madre 
y  la  consuela;  aconseja  largamente  a  las  piadosas 
mujeres  que  lloraban  por  El.  En  la  cima  del  Gól- 
gota,  tranquilamente,  extiende  sus  manos  y  pies 
para  que  los  claven.  Crucificado,  entre  dolores 
inauditos,  tiene  fuerzas  para  pronunciar  siete  fra- 
ses, que  las  dice  con  voz  potente,  con  largos  in- 
tervalos y  en  tonos  variados. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  ¡37 

Muere,  pero  su  organismo  está  en  perfectas 
condiciones;  la  causa  de  su  muerte  es  el  total 
desangramiento.  Queda  colgado  de  la  cruz  el  cada- 
ver  de  un  hombre  robusto.  El  muerto  es  Jesús 
Nazareno  Rey  de   los  Judíos.  (Juan.  XIX- 19). 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


138 


-XXXVI-  TEMPERAMENTO 


^amos  a  tratar  del  temperamento  de  Jesús, 
entendiendo  por  esta  palabra  el  predominio  de  un 
sistema  orgánico  en  la   constitución  corpórea. 

Casi  no  existen  tipos  puros  de  los  distintos 
temperamentos  que  los  fisiólogos  describen.  Tal  vez 
el  de  Jesús  fué  uno  de  esos,  aunque  lo  más  huma- 
no es  encontrar  en  su  temperamento  la  mezcla 
compleja  que  hizo  del  suyo  el  más  perfecto  y  e- 
quilibrado. 

Estudiado  el  temperamento  de  Jesús  en  rela- 
ción con  las  potencias  espirituales,  encontramos  que 
es  intelectual,  memorista  y  voluntarioso,  pero  en 
perfecto  equilibrio.  Es  un  hombre  de  acción  mo- 
vido por  su  inteligencia  y  voluntad. 

Ejemplos:  En  el  Jordán,  cuando  Juan  se  re- 
siste a  bautizarle,  reconociendo  su  inferioridad,  Je- 
sús dice:  "Déjame  hacer  ahora,  que  así  es  como 
conviene  que  cumplamos  la  voluntad  del  Padre". 
(Mat.  ÍIM5). 

Las  contestaciones  que  dá  al  tentador  en  el 
monte  de  la  cuarentena,  indican  un  temperamento 
equilibrado  en  relación  con  las  potencias  del  alma. 
Recuerda  perfectamente  los  textos  sagrados  para 
contestar  con  citas  oportunas;  su  entendimiento  y 
voluntad  no  vacilan,  ni  ceden  un  punto  ante  la  ver- 
dad y  el  bien  conocidos.  (Luc.  1V-1   a  12). 

Las  explicaciones  que  da  a  la  Virgen  su  Ma- 
dre en  el  Templo  y  en  las   bodas  de  Caná,  dan  la 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  ¡39 

medida  de  su  voluntad  ante  el  deber.  "No  sabíais 
que  yo  debo  emplearme  en  las  cosas  que  miran  al 
servicio  de  mi  Padre?",  es  la  respuesta  al  requerir 
miento  amoroso:  "por  qué  te  has  portado  así  con 
nosotros?"  (Luc.  11-48-49). 

"¿Qué  nos  importa  a  mí  y  a  tí?  No  ha  llega- 
do mi  hora",  respondió  Jesús  a  la  insinuación  de 
María,  para  que  hiciese  un  milagro  (Jn.  11-3  y  4).  ' 

Estudiando  el  temperamento  de  Jesús  en  rela- 
ción con  la  sensibilidad  vemos  que  no  es  apático, 
sino  noblemente  afectivo. 

Se  conmueve  hondamente  al  ver  llorar  a  Mar- 
ta y  María,  las  hermanas  de  su  amigo  Lázaro. 
(Jn.  XI-33). 

Tiene  cariño  a  las  muchedumbres  que  le  si- 
guen embelesadas  a  través  de  regiones  desiertas  y, 
por  dos  ocasiones,  multiplica  los  panes  para  ali- 
mentarlas. (Mat.  XIV-13-XVI-32J. 

Temperamento  ecuánime  fué  el  de  Jesús;  ja- 
más se  turbó,  ni  ante  los  peligros,  ni  frente  a  las 
asechanzas  de  sus  enemigos. 

Estaba  el  Maestro  con  sus  apóstoles  en  la 
barca  que  flotaba  acariciada  por  las  mansas  olas 
del  Tiberíades;  aprovecha  la  ocasión  para  descan- 
sar y  duerme  apoyado  en  un  banco.  Mientras  tan- 
to, todo  se  cambia:  sopla  el  viento  con  furia  inu- 
sitada, arrecia  la  tempestad,  las  olas  se  encrespan 
y  la  barquilla  está  a  punto  de  zozobrar.  Los  após- 
toles han  agotado  todo  esfuerzo  para  salvarse  de  la 
muerte  que  se  avecina,  pero  en  vano.  No  les  queda 
otro  recurso  que  despertar  al  Maestro.  Así   lo  ha- 


140 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


cen.  Jesús  vuelve  del  sueño  con  toda  serenidad. 
Se  pone  de  pie  y  tranquilamente  impera  a  los  vien- 
tos y  a  las  olas,  sin  que  turben  los  gritos  y  so- 
llozos de  sus  compañeros  de  navegación.  (Luc. 
VI 11-24/ 

Un  día  sus  enemigos  están  a  punto  de  lapi- 
darle. Jesús  al  verles  encolerizados  y  con  las  pie- 
dras en  alto,  les  dice  serenamente:  "Muchas  obras 
buenas  he  hecho,  ¿por  cuál  de  ellas  queréis  ape- 
drearme?" y  sigue  hablando  con  mesura,  mientras 
los  enemigos  se  retiran    avergonzados.  Jn.  fX-30). 

Serenidad  imperturbable  e  indómita  energía, 
fueron  las  características  de  su  temperamento. 

Con  la  misma  serenidad  con  que  aplaca  la  tem- 
pestad del  lago  y  desarma  a  sus  enemigos,  va  con- 
templando, día  tras  día,  la  trama  zurcida  por  el  A- 
póstol  traidor  y  le  llama  "amigo"  el  momento  mis- 
mo del  crimen.  fMat.  XXVI-50)  Serenamente  con- 
testa al  criado  del  Pontífice  que  le  abofetea  para 
adular  al  patrón:  "Si  he  hablado  mal,  dime  lo  que 
he  dicho;  si  he  hablado  bien,  ¿por  qué  me  hieres? 
fJn.  XVIH-23;. 

Nadie  ni  nada  fué  capaz  de  turbar  su  paz  y 
su  manera  de  obrar.  El  último  jueves  de  su  vida 
sabe  Jesús  que  todo  está  listo  para  apresarle,  en- 
tregarle en  manos  de  sus  enemigos  y  sentenciarle 
a  muerte,  pero  no  cambia  un  ápice  el  programa 
de  la  cena  y  después  se  retira,  como  siempre,  a  su 
oración  acostumbrada  en  el  huerto. 

"¿A  quién  buscáis"?  pregunta  enérgicamente 
Jesús  a  los  soldados  que  van  a  apresarle  en  Get- 
semaní,  y  cuando  les  dice  "Yo   soy"  todos  caen  en 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  J4] 


tierra.  Estando  ya  maniatado,  ordena  a  los  verdu- 
gos que  "dejen  ir  libremente  a  sus  apóstoles".  (Jn. 
XVIII-4  a  8). 

Nada  ni  nadie  jamás  le  hará  apartarse  un  pun- 
to de  la  línea  trazada  por  la  voluntad  de  su  Padre 
celestial. 

A  su  energía  tenemos  que  añadir  una  franque- 
za y  lealtad  asombrosas,  una  suavidad  y  bondad  sin 
límites,  que  completan  las  características  de  su 
temperamento  ideal. 


142 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XXXVII-    CARACTER  DE  JESUS 


entendiendo  por  carácter  el  modo  de  ser  de 
una  persona,  podemos  decir  que  el  carácter  de  Je- 
sús fué  bondadoso,  compasivo,  sentimental,  tierno. 

Jesús  es  el  hombre  bondadoso  por  excelencia: 
"Aprended  de  mí  porque  soy  manso  y  humilde  de 
corazón"  fMat.  XL29)  nos  dice  el  mismo. 

No  tiene  severidad  más  que  para  los  orgullo- 
sos e  hipócritas  fariseos.  Con  los  demás,  usa  de 
una  mansedumbre  sin  límites.  Practica  lo  que  dice: 
"He  venido  para  servir  y  no  para  ser  servido". 
fMarc.  X-35J. 

Reprende  a  los  Apóstoles  que  apartan  de  su 
lado  a  los  niños,  a  los  enfermos,  a  la  gente  pobre 
y  necesitada.  "Dejad  que  vengan  a  mí"  dice  y  a  to- 
dos bendice  e  impone  las  manos.   fMarc.  IX- 13) 

En  Cafarnaún  cura  con  toda  bondad  a  muchí- 
simos enfermos.  Deja  que  le  cojan  de  los  vestidos. 
Permite  que  introduzcan  al  paralítico,  desentejan- 
do la  casa  donde  estaba  hospedado.  fMat.  VIII- 
16-IX-20-Marc.  lió;. 

Repetidas  veces  se  compadece  de'  la  muche- 
dumbre que  le  sigue.  "Misereor  super  turbas"  es 
su  frase  bondadosa;  en  favor  de  la  multitud  hace 
muchos  milagros.  fMat.  XV-32J. 

No  tiene  más  que  palabras  de  bondad  para  la 
Samaritana,  para  la  pecadora  de  Mágdala,  para  la 
mujer  adúltera,  aún  para  Judas  y  para  los  verdu- 
gos. (Jn.  IV-5-VIII-4-Luc.  V1I-36). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


143 


En  sus  parábolas  presenta  la  bondad  de  Dios 
como  atributo  propio  de  su  Padre. 

COMPASIVA  hasta  el  extremo,  no  puede  ver 
los  dolores  y  las  miserias,  sin  remediarlas. 

Se  compadece  de  la  viuda  de  Naín  y  resucita 
a  su  hijo  único  que  llevan  a  enterrar.  fLuc.  VI1I-12J. 

Tiene  compasión  de  las  muchedumbres  desnu- 
tridas y  hambrientas  que  le  siguen  y,  por  dos  oca- 
siones, las  alimenta  con  abundancia,  milagrosamen- 
te (Mat.  XIV-13-XVI-32). 

Para  Jesús,  el  prójimo  es  ante  todo  el  que 
yace  en  el  dolor  y  el  abandono.  Se  identifica  con 
los  pobres,  con  los  enfermos,  con  los  despreciados. 
(Luc.  X-29).  Es  el  hermano  de  los  que  sufren  y  sien- 
ten en  carne  propia  las  ofensas  a  los  desgraciados. 
"Lo  que  hicisteis  con  el  más  pequeño  de  estos, 
conmigo  lo  hicisteis"  serán  sus  palabras  en  favor 
de  los  infelices  cuando  juzgue  al  mundo  (Mat.  XXV-31) 

SENTIMENTAL  Y  TIERNO,  invita  a  unirse 
a  El  a  todos  los  que  sufren,  a  los  que  sienten  el 
peso  de  la  vida.  "Venid  a  mí,  dice,  que  yo  os  ali- 
viaré de  vuestros  dolores;  que  yo  os  haré  descansar 
de  vuestras  fatigas;  seguidme  y  encontraréis  repo- 
so para  vuestro  espíritu".  (Mat.  XI -28) 

Se  conmueve  hondamente  al  ver  llorar  a  la  her- 
mana de  Lázaro  muerto.  (Jn.  XI-33) 

Conmovido  profundamente  lloró  sobre  la  ciudad 
santa  por  su  desgracia  futura.  (Luc.  XIX-41) 

Lleno  de  sentimiento  dice:  "uno  de  vosotros 
me  hace  traición"  y  llama  "amigo"  al  apóstol  trai- 
dor. (Jn.  XIII-3U 


144 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


La  ternura  de  su  carácter  se  cristaliza  en  pa- 
labras de  despedida  en  el  Cenáculo.  Sentimentales 
hasta  el  colmo  son  los  términos  que  usa.  "Hijitos 
míos,  amigos  míos"  dice  maternalmente  esa  noche 
a  los  que  le  rodean. 

Los  cuatro  Evangelistas  narran  la  vida  de  Je- 
sús como  una  cadena  infinita  de  bondades  a  las 
muchedumbres  de  quienes  se  compadecía  con  sen- 
timental ternura.  Sobre  todo,  los  enfermos  y  los 
pecadores  se  llevan  sus  preferencias.  Siempre  cura 
sus  males  del  cuerpo  y  del  alma. 

Sus  principios  básicos  de  conducta  son:  "No  he 
venido  a  llamar  a  los  justos  sino  a  los  pecadores". 
"No  son  los  sanos  los  que  necesitan  de  médico  si- 
no los  enfermos".  (Luc.  V-31) 

Jesucristo  fué  bondadoso,  pero  no  bonachón;  su 
carácter  fué  suave,  pero  firme.  Nada  de  cobardía, 
ni  fanfarronería.  Siempre  ecuánime.  La  firmeza  de 
su  carácter  prueba  el  silencio  ante  Herodes  las 
respuestas  a  Caifás,  las  sentencias:  "No  se  puede 
servir  a  dos  amos".  "He  venido  a  poner  fuego  en 
la  tierra".  "Si  tu  ojo,  tu  mano,  tu  pié,  son  ocasión 
de  escándalo,  debes  arrancárteles".  (Marc.  X1V-55- 
Mat.  XVII 1-8;. 

Una  suavidad  y  bondad  sin  límites  unidas  a 
una  energía  y  severidad  indomables,  el  afecto  tier- 
no y  compasivo  y  junta  al  cumplimiento  animoso 
del  deber  fueron  los  distintivos  del  carácter  de 
Jesús. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


145 


-XXXVIII-    EL  CORAZON  DE  JESUS 

a  función  moral  propia  del  corazón  es  amar. 
"Dioses  amor"  dice  la  Santa  Escritura  (lo  Jn,  IV-16) 
Jesucristo  mismo  dijo,  mostrando  su  Corazón  a 
Santa  Margarita  de  Alacoque;  "He  aquí  este  Cora- 
zón que  tanto  ha  amado  a  los  hombres".  Que  Je- 
sús amó,  y  amó  en  grado  supremo  es  innegable.  El 
mismo  confiesa.  "Como  mi  Padre  me  ama,  así  os 
he  amado".  Nadie  puede  manifestar  mayor  amor  que 
dando  la  vida  por  sus  amados.  fJn.  XW-913) 

El  corazón  de  Cristo  está  retratado  en  las  pá- 
ginas evangélicas,  por  el  amor.  Ama  a  su  Padre 
celestial  con  amor  de  obediencia,  que  funde  dos  vo- 
luntades en  una.  El  recuerdo  es  una  de  las  señales 
del  amor. 

Jesucristo  no  pudo  vivir  un  solo  instante  en 
la  tierra,  sin  recordar  a  su  Padre,  sin  nombrarle. 
No  hay  un  solo  discurso  de  Jesús  en  el  cual  no 
cite  a  Dios  su  Padre,  directa  o  indirectamente. 

Vivió  en  unión  íntima,  hipostática,  con  el  Pa- 
dre. Su  mayor  sufrimiento  en  la  cruz  fué  sentirse 
abandonado  de  El.  "¡Dios  mío,  Dios  mío!,  ¿por  qué 
me  has  desamparado?"  es  el  grito  de  dolor,  la  que- 
ja más  honda  de  su  vida.  (Mat.  XXVII  46) 

El  amor  del  Corazón  de  Jesús  a  su  Padre  fué 
amor  de  obras,  amor  de  voluntad;  "Padre,  no  se 
haga  mi  voluntad  sino  la  tuya".  El  única  anhelo  del 
Hijo  de  Dios  hecho  hombre  fué  hacer  y  cumplir  la 
voluntad  del  Padre. 


146 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Jesús  amó  a  su  madre  la  Virgen  nazarena  con 
amor  filial  intenso,  con  la  conexión  de  efecto  a  cau- 
sa. Este  amor  le  obligó  dulcemente  a  mirar  a  María 
desde  la  cruz  y  a  recomendarle  al  discípulo  predi- 
lecto. (Jn.  XIX-27J 

Jesucristo  amó  entrañablemente  a  San  José,  su 
padre  adoptivo,  hasta  el  punto  supremo  de  identifi- 
car su  origen  y  su  nombre  con  el  carpintero  de 
NazaretfMat.  XIII-55) 

Amó  Jesús  infinitamente  a  sus  apóstoles,  ha- 
ciéndoles de  humildes  pescadores,  los  confidentes  de 
sus  secretos  divinos;  convirtiéndoles  de  pobres  hom- 
bres en  otros  Cristos.  A  ellos  les  dijo:  "Como  mi 
Padre  me  ha  enviado,  así  Yo  os  envió  a  vosotros". 
(Jn.  XVII-18; 

Jesús  amó  a  todos  los  hombres  a  quienes  vino 
a  redimir  y  a  salvar.  Amó  a  las  gentes  con  quie- 
nes vivió  en  Palestina.  Su  amor  está  sintetizado 
en  parábolas.  El  es  el  buen  pastor  que  da  la  vida 
por  sus  ovejas;  cuando  una  se  ha  extraviado,  deja 
las  noventa  y  nueve  en  el  redil  y  va  en  busca  de 
esa  y  no  se  cansa  de  caminar  hasta  encontrarla  y 
vuelve  con  la  ovejita  al  hombro  (Mat.  XVIII-12) 

Jesús  es  el  padre  del  hijo  pródigo  que  hace 
fiesta  cuando  vuelve  ala  casa  paterna  (Luc.  XV-11) 

San  Agustín  dice  que  la  debilidad  de  Jesús  fué 
el  lado  flaco  de  la  madre,  el  amor. 

El  Evangelio  nos  presenta  a  Jesús  rodeado  de 
enfermos,  de  pecadores,  de  gente  pobre  y  humil- 
de, quienes  acuden  al  Señor  en  demanda  de  salud, 
de  perdón,  de  milagros,  de  enseñanza,  con  la  con- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


fianza  propia  del  hijo  a  su  madre,  porque  conocen 
el  corazón  de  Cristo.  (\\larc.  VII 1-2 ) 

La  familia  de  Betania  había  sentido  el  amor 
del  Corazón  de  Jesús. 

Marta  y  María  sabían  que  el  señor  amaba  á 
su  hermano  Lázaro;  por  esto,  cuando  enferrra  lé 
avisan,  y  muerto,  esperan  le  resucite.  "El  que  Tú 
amas  está  enfermo".  "Si  hubieras  estado  aquí,  no 
hubiese  muerto",  son  frases  de  corazón  a  corazón. 
Los  testigos  del  milagro  de  la  resurección  de  Lá- 
zaro dicen:  "Mirad  cómo  le  amaba"  viendo  las  lá- 
grimas de  cariño  que  preceden  a  las  palabras  vivifi- 
cantes. (Jn.  XI-3-21-36) 

Las  páginas  más  bellas  del  Evangelio  son  las  que 
están  rubricadas  con  la  tinta  roja  del  amor.  Cuán 
sublime  es  ver  a  los  pies  de  Jesucristo  a  la  Mag- 
dalena arrepentida  y  oír  al  Señor  diciendo:  "se  le 
han  perdonado  sus  muchos  pecados,  porque  ha  a- 
mado  mucho;  al  que  ama  poco,  poco  se  le  perdo- 
nará". (Luc.  VI 1-47). 

El  perdón  en  Jesucristo  es  fruto  del  amor. 
Amó  a  Pedro  y  le  perdonó.  Perdonado,  le  constitu- 
ye jefe  del  apostolado  porque  Pedro  le  dice  que 
le  ama  más  que  los  otros  apóstoles.  (Jn.  XXI-15,) 

El  ladrón  arrepentido  se  roba  el  cielo  por  a- 
mor.  Pide  al  Señor  un  recuerdo  amoroso  en  su 
reino  y  la  respuesta  es:  "Hoy  estarás  conmigo  en 
el  reino  de  los  Cielos".  (Luc.  XXI 11-43) 

El  amor  a  sus  enemigos  hace  que  Jesús  encuen- 
tre una  razón  poderosa  para  alcanzar  de  su  Padre 
perdón  y  misericordia;  "Padre,  perdónales,  porque 


148  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

no  saben  lo  que  hacen".  (XXI 11-34) 

"Amaos  los  unos  a  los  otros,  como  yo  os  he 
amado  (Jn.  XV- 17).  Esta  es  la  gran  enseñanza  y 
este  el  grande  ejemplo  que  nos  da  Jesucristo,  To- 
da su  vida  es  un  poema  de  amor,  porque  es  la  vi- 
da de  un  Corazón  que  palpita  por  amor  a  la 
humanidad. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  J49 


-XXXIX-    EL  ALMA  DE  CRISTO 

ice  un  escritor,  refiriéndose  al  Alma  de  Cristo, 
que  no  cabe  otra  solución  sino  admitir  en  Jesús 
un  alma  la  más  perfecta  y  bella  que  de  las  manos 
divinas  pudo  brotar. 

En  realidad,  no  se  puede  pensar  en  otra  forma. 
Al  cuerpo  de  Jesucristo  juntó  Dios  un  alma  la  más 
bella,  pura  y  hermosa,  si  podemos  así  hablar,  en- 
tre todas  las  que  han  informado  e  informarán  el 
cuerpo  humano. 

El  alma  de  los  grandes  personajes  que  han 
pasado  por  el  mundo  dejando  regueros  de  luz,  de 
santidad,  de  sabiduría,  de  bondad  y  bien,  se  eclipsa 
junto  al  Alma  de  Cristo,  como  la  estrella  junto 
al  sol. 

A  la  naturaleza  humana  vivificada  por  el  alma 
se  unió  en  Jesús  la  naturaleza  divina,  formando  la 
sagrada  persona  de  Cristo.  La  materia  y  la  forma 
del  Hombre  sirvieron  de  recipiente  para  la  unión 
hipostática  con  la  Divinidad.  Dios  que  debía  unir- 
se con  el  hombre,  en  la  persona  de  Jesucristo,  se- 
leccionó, por  así  decir,  un  alma  y  un  cuerpo  dig- 
nos de  El. 

San  Juan  penetró  en  el  Alma  del  Señor,  a 
través  de  su  Corazón,  cuando  tuvo  la  dicha  de  re- 
clinar la  cabeza  en  el  pecho  del  Maestro.  Nadie 
mejor  que  el  Apóstol  predilecto  puede  pesar  cada 
latido  del  Corazón  de  Cristo  para  comunicarnos  en 
el  Evangelio.  El  suyo  es  llamado,  con  razón,  el  E- 


150 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


vangelio  del  espíritu,  porque  desde  la  primera  pági- 
na presenta  el  Alma  de  Jesús  llena  de  gracia  y 
rebosante  de  la  verdadera  perfección.  (Jn.  1-14) 

Por  los  efectos  conocemos  las  causas;  por  las 
potencias  espirituales  debemos  conocer  el  alma. 

El  Alma  de  Cristo  aparece  diáfana  en  su  inte- 
ligencia y  heroica  en  su  voluntad.  La  inteligencia 
es  luz  que  penetra,  ilumina,  purifica,  razona,  llegan- 
do a  las  cimas  y  los  abismos. 

Basta  abrir  el  Evangelio,  dice  el  P.  Delepie- 
rre,  para  sentir  que  nunca  espíritu  humano  ha  des- 
cubierto tales  secretos:  el  prodigioso  acercamiento 
del  cielo  hacia  el  hombre,  el  llamado  a  una  mora- 
lidad superior,  el  sentido  de  la  historia  humana  aqui 
abajo,  el  destino  en  el  más  allá,  la  intimidad  mis- 
ma de  Dios,  todo  esto  manifestado  sin  ningún  es- 
fuerzo por  alguien  que  tiene  de  ello  la  experiencia 
y  la  intuición. 

Por  otra  parte,  esa  inteligencia  se  muestra  do- 
tada de  todas  las  cualidades  de  análisis,  de  vigor 
lógico,  de  sutilidad  razonadora.  San  Juan  describe 
la  impresión  que  dejaba  en  las  gentes  la  inteligen- 
cia de  Jesús  en  contacto  con  la  muchedumbre,  di- 
ciendo: " Jamás  hombre  alguno  ha  hablado  como  es- 
te hombre".  (Jn.  VII-45) 

Otra  armonía,  más  difícil  de  realizar,  obraba  la 
inteligencia  de  Jesús,  la  de  unir  la  profundidad  de 
sus  pensamientos  con  una  simplicidad  de  expresión 
que  la  ¡haga  accesible  a  todos.  Como  escribe  el 
mencionado  autor,  la  simplicidad  se  manifiesta  en 
cada  línea  del  Evangelio.  Nadie  mejor  que  Jesús 
tiene  el  sentido  de  las  realidades  concretas.  Para 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  J5| 


exponer  los  misterios  de  su  pensamiento,  no  recu- 
rre a  las  obscuridades  de  los  místicos  ni  a  las  elu- 
cubraciones de  los  filósofos.  Le  basta  evocar  la 
realidad  de  las  cosas  y  de  los  diarios  acontecimientos. 

Pero  la  perfección  del  alma  no  está  en  el  en- 
tendimiento sólo,  sino  unido  con  la  voluntad.  La 
voluntad  es  acción,  es  heroísmo.  Nadie  como  Jesu- 
cristo ha  enderezado  su  voluntad  para  alcanzar  el 
ideal  y  cumplir  con  la  misión  encomendada.  Su  vo- 
luntad es  acabado  modelo  de  firmeza,  constancia, 
resolución  y  hasta  terquedad. 

Para  convencerse  de  esto,  no  hay  más  que 
leer  algunas  palabras  de  Jesús  en  los  pasajes  e- 
vangélicos. 

"No  sabíais  que  Yo  debo  estar  ocupado  en  los 
asuntos  de  mi  Padre"?  dice  a  San  José  y  a  la  Vir- 
gen que  le  buscan  con   ansiedad.   (Luc.  11-49) 

"Debemos  cumplir  toda  justicia"  dice  a  Juan 
que  se  resiste  en  bautizarle,  reconociendo  su  infe- 
rioridad. (Mat.  1 11-14) 

"Retírate  Satanás,  porque  escrito  está,  adora- 
rás al  Señor  tu  Dios  y  a  El  solo  servirás",  es  la 
respuesta  categórica  al  tentador.  (Mat.  IV-IO) 

"Padre:  no  se  haga  mi  voluntad,  sino  la  tuya" 
(Mat.  XXVI-39),  es  la  palabra  de  calma  y  de  do- 
minio para  comenzar  la  pasión. 

'  "Mi  alimento  es  hacer  la  voluntad  de  Aquel 
que  me  envió  y  llevar  a  cabo  su  obra"  es  el  grito 
de  oblación  y  clarinada  de  victoria  en  la  vida  de 
Jesús.  (Jn.  1V-32) 


i  52 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


La  conducta  del  Señor  se  distingue  por  la  ca- 
lidad sostenida  de  sus  acciones;  por  el  heroísmo  de 
todos  los  instantes.  Las  expresiones  repetidas  que 
usa  para  penetrar  en  el  entendimiento  de  sus  oyen- 
tes,  son  eco  de  su  voluntad:  "Yo  he  venido  - Yo 
po  he  venido".  "He  venido  a  poner  fuego  en  la  tie- 
rra (Luc.  XI 1-49)  He  venido  a  salvar  lo  que  ha- 
bía perecido.  (Luc.  XIX-10).  No  he  venido  a  traer 
la  paz,  sino  la  guerra.  (Mat.  X-34).  No  he  venido  a 
destruir  la  Ley,  sino  a  perfeccionarla".  fMat.  V-17) 

La  unión  hipostática  del  Hijo  con  el  Padre, 
dé  Cristo  con  Dios,  se  nota  de  manera  especial  en 
la  identificación  de  las  potencias  del  alma.  Jesús 
mismo  dice:  "El  que  me  envió  está  conmigo  y  Yo 
hago  siempre  lo  que  le  agrada".  (Jn.  VI 11-29,) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


-XL-    LA   PALABRA  DE  CRISTO 


153 


3Jesús,  el  divino  Rabí  galileo,  habló  al  pueblo 
durante  más  de  tres  años  consecutivos  sin  pulpito, 
ni  cátedra  determinados,  o  mejor  dicho,  la  tribuna 
oratoria  de  Cristo  fué:  una  barca,  el  brocal  de  un 
pozo,  el  tronco  de  un  árbol,  el  declive  del  monte; 
la  pradera,  la  playa  inmensa,  los  atrios  del  Templa, 
las  calles  y  plazas  de  los  poblados. 

.    .  ■  *>  $ 

Sus  oyentes,  de  pie  unos  y  sentados  otros  en 
el  césped  del  prado,  en  la  caldeada  arena,  en  los 
pórticos  y  bancales,  atendían  con  gusto  las  explica* 
ciones  de  la  Buena  Nueva.  Esa  palabra  mesiánica, 
sencilla,  clara,  es  la  semilla  que  fructifica  el  cienté 
por  uno,  es  delicioso  alimento  espiritual  de  las 
muchedumbres. 

• 

La  palabra  de  Jesús  era  elocuente  pero  popu?- 
lar,  acomodada  siempre  al  auditorio  y  a  las  circuns- 
tancias. En  Galilea,  era  palabra  campestre,  risueña; 
en  Judea,  era  más  docta  y  enérgica.  Siempre  fué  la 
palabra  del  oriental:  hablaba  de  luz,  de  flores,  dé 
pajarillos,  de  cuanto  emociona  al  oyente,  para  lle- 
varle con  mayor  facilidad  a  lo  serio  del  discurso. 
Raudales  de  sabiduría  divina,  expuestos  con  pala- 
bras sencillas,  es  lo  que  sale  de  la  boca  de  Cristo. 

Para  mejor  hacerse  entender,  su  palabra  evoca 
la  realidad  diaria  de  las  cosas,  y  presenta  la  vida 
ordinaria  en  sus  variados  matices,  ese  sentido  de 
lo  real  llega  en  la  palabra  de  Jesús  a  lo  poético, 
a  lo  sublime. 


[54  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


"En  el  Evangelio,  dice  un  Comentarista,  se  re- 
fleja toda  la  Galilea,  con  sus  fiestas  y  tristezas,  su 
cielo  y  sus  estaciones,  sus  rebaños  y  sus  viñas,  sus 
cosechas,  su  lago,  su  robusta  población  de  pescado- 
res y  cultivadores". 

La  palabra  de  Jesús  era  magistral,  egotista. 
"Habéis  oído  antes  ...  Yo  os  digo  ahora....",  repetía 
en  sus  discursos,  pero  esa  palabra  autoritaria  esta- 
ba siempre  suavisada  con  sencillez  y  justicia,  de  mo- 
do que  a  nadie  chocaba  y  todos  comprendían.  fMat. 
V-21-27-39;. 

La  palabra  de  Jesús  fué  alimento  y  vida  para 
todos,  pero  en  algunos  de  sus  oyentes  reaccionó  co- 
mo veneno  y  muerte.  La  misma  frase  flagela  al  or- 
gulloso fariseo  y  dulcifica  la  conciencia  amargada 
del  pecador. 

Fué  vida  para  los  humildes,  para  los  pobres, 
para  los  de  buena  voluntad,  porque  con  la  divina  pa- 
labra entró  el  Reino  de  Dios  en  su  alma;  fué  muer- 
te eterna  para  los  soberbios,  porque  despreciando  la 
Buena  Nueva,  se  alejaron  para  siempre  del  Reino 
mesiánico- 

La  palabra  de  Jesús  fué  sencilla  y  suave  casi 
siempre,  pero  fuerte  y  severa  frente  al  error  y  el 
mal.  Muchas  veces  oyeron  las  multitudes  retumbar 
la  palabra  condenatoria  de  la  hipocresía,  del  escán- 
dalo, de  la  injusticia. 

Nadie  como  Jesucristo  ha  hablado  fustigando 
al  mal  y  a  los  malhechores.  uAy  de  vosotros,  escri- 
bas y  fariseos,  hipócritas,  farsantes,  sepulcros  blan- 
queados, guías    ciegos,  raza  de  víboras          Ay  de 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  ¡55 

vosotros,  que  despreciáis  a  los  pobres,  que  devoráis 
las  casas  de  las  viudas,  que  cerráis  las  puertas  de 
los  cielos  a  los  humildes  y  las  abrís  a  los  podero- 
sos        Ay  de  vosotros,  que  ayunáis,  hacéis  oración 

dais   limosnas   únicamente    para    ser    vistos    y  a- 
labados  de  los  hombres  Ay  de  vosotros  los  es- 
candalosos, merecéis  que  os  aten  al  cuello  una  pie- 
dra de  molino  y  os  sumerjan  en  la  profundidad  del 
mar  .......  Ay  de  vosotros,  que  véis  la  paja  en  el  ojo 

del  prójimo  y  no  veis  la  viga  de  maldades  que  a- 
rrastráis...."  (Mat.  XI 1 1-  13-XV1 1 1-7-Luc.  Vl-24). 

La  palabra  de  Jesús  es  imperativa,  porque  se 
basa  en  la  verdad  y  en  el  bien.  Cuando  dice  enfá- 
ticamente; uEn  verdad,  en  verdad  os  digo";  cuando 
repite  esos  "SI"  condicionales  que  encontramos  a 
cada  paso  en  el  Evangelio;  cuando  usa  ese  "YO"  de 
autoridad,  se  ve  a  Dios  trazando  la  línea  divisoria 
entre  el  bien  y  el  mal,  entre  la  verdad  y  la  menti- 
ra, entre  la  derecha  y  la  izquierda.  fMat.  XV 1-24 
X1X-21J. 

La  palabra  de  Jesús  es  la  palabra  de  Dios  que 
aterra.  En  el  huerto  de  los  olivos  no  dice  sino:  "a 
quién  buscáis....  Yo  soy"  y  los  soldados  caen  en  tie- 
rra y  los  asalariados  quieren  huir 

Jesucristo,  con  su  divina  palabra,  sienta  princi- 
pios y  cambia  conceptos.  Dice:  "Dad  al  César  lo 
que  le  pertenece  y  dad  a  Dios  lo  que  es  de  Dios"  y 
esta  será  en  adelante  la  norma  básica  de  la 
legislación. 

Proclama  las  Bienaventuranzas  y  desde  enton- 
ces, la  pobreza,  la  castidad,  la  obediencia,  la  man- 


156  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


sedumbre,  son  apetecidas  y  practicadas  por  cuan- 
tos anhelan  poseer  a  Dios. 

Enseña  a  rezar  el  PADRE  NUESTRO  y  de 
hecho  todos  los  hombres  se  sienten  hermanos,  se 
instala  el  reino  cristiano,  las  almas  se  identifican 
con  Dios  haciendo  su  voluntad,  la  materia  debe  con- 
tentarse con  lo  necesario,  se  reconcilian  los  enemi- 
gos, la  tentación   y  el  mal  se  alejan  de  la  tierra. 

La  palabra  de  Jesús  es  la  semilla  evangélica 
que  fructifica  el  ciento  por  uno  en  los  corazones  de 
buena  voluntad  [y  de  bien,  es  la  luz  del  mundo  y  la 
sal  de  la  tierra. 

La  Virgen  Inmaculada  oyó  muchas  veces  la  pa- 
labra de  Jesús,  la  grabó  en  su  espíritu  y  la  guar- 
dó en  el  corazón,  como  tesoro  de  valor  infinito. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROABO 


157 


XLI    LA  PREDICACION  DE  JESUS 

♦  S.  Reinante,  disertó  acerca  de  la  Predica- 
ción del  Señor  en  la  sexta  semana  de  Adaptación 
pastoral,  el  14  de  Septiembre  de  1956. 

De  tan  sublime  alocución  tomamos  los  párra- 
fos siguientes: 

"Al  revivir,  en  pía  meditación  el  Evangelio,  nos 
ponemos  delante  la  multitud  agolpada  en  torno  del 
Divino  iMaestro  que  les  está  anunciando  la  Buena 
Nueva  y  vemos  cómo  sabe  El  transfundir  en  la  pala- 
bra su  alma,  junto  con  la  inagotable  riqueza  de  su 
sabiduría  y  de  su  amor,  de  tal  suerte  que  su  palabra 
llega  a  ser  como  un  espejo  fiel  de  toda  su  Persona. 

La  predicación  de  Jesús  tiene  un  carácter 
personal,  de  eficacia  inmensa.  Este  carácter  mues- 
tra, en  primer  lugar,  una  absoluta  claridad  y  segu- 
ridad de  la  mente,  al  par  que  una  determinación  y 
firmeza  absolutas  de  la  voluntad. 

Jesús  se  da  todo  e  íntegramente  a  la  predica- 
ción, al  anuncio  de  la  palabra  divina;  se  consagra 
completamente  al  servicio  de  las  almas.  Es  el  buen 
Pastor  que  da  la  vida  por  sus  ovejas  fJn.  X-21). 
Se  daba  a  los  hombres  en  la  siempre  renovada 
predicación,  trasladándose  de  un  lugar  a  otro  y  yen- 
do de  ciudad  en  ciudad.  (Luc.  1V-42). 

Acumulaba  milagros  sobre  milagros,  con  el  fin 
de  que  los  hombres  creyesen  en  su  predicación  y 
para  que,  en  esta  forma,  la  palabra  de  Dios  e- 
chace  raíces  en  sus  almas  y  produjece  fruto.  (Luc, 

vm-ii;. 


•  158  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Como  otro  elemento  característico,  encontra- 
mos una  calma  de  juicio  y  una  íntima  independencia 
de  lo  que  pudiera  agradar  o  desagradar  a  los  hom- 
bres y  traer  su  adhesión  o  desprecio.  Con  su  fran- 
ca reprobación  de  la  vanagloria  y  de  la  ambición 
de  los  Escribas  y  Fariseos,  mostraba  el  Señor  su 
entero  desasimiento  de  los  aplausos  del  pueblo  y 
de  las  clases  dirigentes.  (Mat.  XX11M-36;. 

La  multitud  después  de  haber  presenciado  un 
prodigio  obrado  por  Jesús  quería  hacerle  rey,  pero 
El  huyó  y  se  retiró  solo  al  monte.  (Jn.  Vl-15) 

El  experimentó  el  HOSANNA  y  el  CRUCIFIGE 
de  la  Pasión  con  plena  superioridad  de  espíritu;  no 
se  dejó  arrastrar  de  lo  uno,  ni  espantar  de  lo  otro. 
fMarc.  IX- li; 

Dirigiendo  una  rápida  mirada  al  contenido  de 
la  predicación  de  Jesús,  vemos  sus  características 
y  su  objeto. 

Inculcaba  el  Señor  a  sus  oyentes,  como  dispo- 
sición de  ánimo  y  de  corazón  para  recibir  con  fru- 
to la  doctrina,  la  seriedad  moral  con  la  que  el 
hombre  debe  acercarse  a  la  revelación  que  no  ad- 
mite ligereza  o  superficialidad.  (Mat.  IX- 16);  y  por 
ende  la  rectitud  y  sinceridad  de  corazón  que  ex- 
cluye toda  hipocresía  y  doblez;  (Luc.  Xll-lj  el  ce- 
lo por  la  gloria  de  Dios  y  su  reino  en  la  tierra 
que  no  se  concilia  con  una  pasividad  ociosa  (Mat. 
XV-21jf  la  vigilancia  constante  (Marc.  XI 11-35);  la 
consciente  y  firme  adhesión  a  la  palabra  y  a  la 
voluntad  de  Dios.  (Luc.  XI -28) 

Sobre  corazones   así  preparados,  derramaba  el 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAÑO  1 59- 

Señor  sus  más  altas  enseñanzas.  Quería  estrechar 
a  los  hombres  con  un  vínculo  siempre   más  íntimo 

con  el  Padre  que  está  en  los  cielos;  y  así  les  infun- 
día, por  una  parte  el  temor  ante  su  infinita  majes- 
tad (Mat.  X-28),  y  por  otra,  una  confianza  incondi- 
cional y  amor  filial  por  encima  de  todo.  (Mat.  XI 1- 
37).  Los  hombres  deben  sentirse  seguros  bajo  el 
amor  solícito  y  previsor  del  Padre  celestial  y,  por 
tanto,  no  deben  afanarse  en  demasía,  por  los  cuida- 
dos de  los  bienes  materiales.  fMat.  Vl-25) 

Además  la  predicación  del  Señor  infundía  en 
los  corazones  la  unión  con  Cristo,  la  fe  y  confian- 
za en  El,  la  entrega  incondicional  a  Jesús  y  su  imi- 
tación. fMat.  X-36). 

Por  lo  que  hace  al  objeto  de  la  predicación 
del  Señor,  nos  limitaremos  a  evocar  simplemente, 
además  de  sus  grandes  promesas:  el  cielo  la  Euca- 
ristía, la  resurrección,  la  vida  eterna  los  principa- 
les deberes  que  inculcaba  a  su  auditorio. 

Entre  estos  deberes  encontramos,  primeramente, 
el  de  orar  (Luc.  XVI 11  1),  el  deber  de  la  humildad 
interna  y  externa,  con  la  reprobación  de  toda  clase 
de  orgullo  y  arrogancia.  (Mat.  XI-29),  el  deber  de 
la  abnegación  y  del  sacrificio,  hasta  llevar  la  cruz 
en  seguimiento  del  Señor  crucificado  (Luc.  1X-23), 
el  de  de  tender  a  la  perfección  (Mat.  V-58),  el  gran 
deber  de  amar  al  prójimo,  semejante  al  primero  y 
máximo  precepto  del  amor  a  Dios  fMat.  XXI 1-39) 
y  tántos  otros  deberes  y  doctrinas  que  hacen  de  la 
predicación  de  Jesús  el  acabado  modelo  de  la  predica- 
ción cristiana". 


160 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XLII-  LAS  FLAQUEZAS  CORPORALES 
DE  JESUCRISTO 

an  Pablo  dice  en  la  carta  a  los  Hebreos 
(IV-15):  "Cristo,  de  nuestra  raza  y  familia,  lleva 
nuestra  carne  y  sangre;  puede  compadecerse  de 
nuestras  flaquezas,  porque  las  ha  probado  todas, 
fuera  del  pecado". 

Es  muy  lógico  pensar  que  en  Jesucristo  no 
hubo  mancha  alguna  de  pecado,  porque  es  la  san- 
tidad por  esencia. 

Respecto  a  las  flaquezas  humanas  que  probó 
*  Cristo,  según  frase  del  Apóstol,  debemos  distinguir 
las  que  se  derivan  del  pecado,  como  el  dolor  y  la 
enfermedad  y  las  que  vienen  por  herencia,  como 
deformidades  corporales  y  aberraciones  psíquicas;  ni 
estas  ni  aquellas  tuvo,  ni  pudo  tener  Jesús,  por- 
que faltando  la  causa,  no  hay  el  efecto. 

En  el  Evangelio  no  encontramos  una  sola  pa- 
labra que  nos  de  a  entender  que  Jesucristo  sufrió 
enfermedad  alguna  o  algún   desperfecto  fisiológico. 

Su  cuerpo  y  su  espíritu  gozaron  siempre  de 
salud  perfecta  y  equilibrio  completo. 

Si  en  los  últimos  días  de  su  vida  aceptó  y  su- 
frió el  dolor  material  y  se  abrazó  con  la  muerte, 
fué  porque  con  ellos  debía  redimirnos.  Los  probó, 
por  nosotros  y  no  por  El,  que  estaba  exento  de  e- 
sos  males  y  flaquezas  humana. 

Las  otras  flaquezas,  en  cierta  manera  espiritua- 
les, que  aquejan  al    hombre,  caído  del   estado  de 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  \Q\ 


gracia  en  que  fué  criado  por  Dios,  como  la  inclina- 
ción al  mal,  la  ignorancia,  la  dificultad  para  obrar 
el  bien,  la  concupiscencia,  no  podemos  tampoco  ad- 
mitir en  Jesucristo,  porque  desdicen  de  su  perso- 
na, van  contra  su  misión  de  Redentor  y,  sobre  todo, 
por  la  misma  razón  de  causa  y  efecto  entre  el  pe- 
cado y  sus  consecuencias,  que  no  hubo  en  Jesús. 

Las  últimas  flaquezas  humanas,  que  podemos 
llamarlas  ordinarias,  como  el  hambre,  la  sed,  la  tris- 
teza, el  tedio,  las  lágrimas -..las  probó  Jesús,  porque 
quiso  aceptarlas  como  testimonio  de  su  verdadera 
humanidad  y  como  medios  de  sufrimiento  para  redi- 
mirnos. 

Por  el  Evangelio  sabemos  que  lloró  Jesús. 
Lloró  ante  la  tumba  de  su  amigo  Lázaro.  "Viendo 
llorar  a  Marta  y  María,  hermanas  del  difunto,  y 
viendo  llorar  también  a  los  amigos  que  les  acompa- 
ñaban, se  estremeció  el  espíritu  de  Jesús  y  lloró  ... 
Las  gentes,  viéndole  llorar,  decían:  Cuánto  amaba  a 
Lázaro...."  (Juan  11-33).  Lloró  Jesús  "viendo  la  ciu- 
dad de  Jerusalén  y  profetizando  la  destrucción  ma- 
terial y  formal  de  su  patria...."  (Lüc.  X1X-41). 

Jesucristo  sintió  hambre  después  de  su  ayuno  de 
cuarenta  días  en  el  desierto,  y  de  esa  hambre  a- 
provechó  el  demonio  para  tentarlo.  (Mat.  1V-2)  Sin- 
tió sed  junto  al  pozo  de  Jacob  y  pidió  agua  a  la 
samaritana.  (Jn.  1V-7).  En  la  cruz,  fué  tanta  su  sed 
que  la  pidió  en  voz  alta,  constituyendo  esta  peti- 
ción una  de  las  siete  palabras  (Juan  X1X-28). 

El  Evangelio  nos  cuenta  las  ondas  tristezas  de 
Jesús  en  el  huerto  de  los  olivos  y  en  la  cruz  que 
fueron  tan  grandes,  hasta  clamar  a  su    padre  que 


152  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


"pase  por  alto  ese  cáliz  de  amargura"  y  pedirle  que 
no  le  abandone.    (Luc.   XXI  1-42-Mat.  XXVI 1-46; 

Sufrió  Jesucristo  esas  flaquezas  humanas  y  en 
sumo  grado:  "Comenzó  a  tener  pavor  y  tedio"  dice 
el  Evangelio  (Mat.  XXV 1-37)  y  este  sufrimiento  lle- 
gó al  colmo  en  el  momento  cumbre  de  la  pasión. 

No  podemos  admitir  el  Docetismo  que  elimina 
estas  flaquezas  en  Cristo. 

Jesús  sufrió  de  verdad;  su  pasión  no  fué  un 
simulacro,  ni  su  muerte  un  ilusionismo.  Cuando  los 
azotes  caían  sobre  sus  espaldas,  cuando  las  espinas 
hincaban  sus  sienes,  cuando  los  clavos  atravesaban 
sus  pies  y  manos,  Jesús  sentía  dolor  intenso  do- 
lor de  martirio. 

El  beso  de  Judas,  el  abandono  de  sus  Apósto- 
les, la  negación  de  Pedro,  la  bofetada  del  criado 
del  Pontífice,  la  cobardía  de  Pilato,  la  sentencia  de 
muerte,  la  sátiras  e  ironías  de  los  fariseos  ...  cau- 
saron en  el  alma  de  Jesús  sufrimientos  intensos. 

Los  silencios  de' Jesús  que  narran  los  Evan- 
gelistas, nos  hablan  de  sus  dolores  internos,  de  sus 
profundos  sufrimientos  morales.  Calló  el  Señor  an- 
te el  Sumo  Sacerdote;  no  se  defendió  de  las  acu- 
saciones de  los  sacerdotes;  guardó  silencio  ante 
Pilato;  selló  sus  labios  en  presencia  de  Herodes  •• 
(Mat.  XXVll-12-Marc.  XlV-61-Juan  X1X-9  y 
XXI 11-9;  pero  estos  silencios  fueron  lágrimas  del  co- 
razón, gritos  de  dolor,  ayes  del  alma  hecha  girones; 
fueron  los  estragos  de  las  flaquezas  corporales  de 
Cristo;  fueron  el  eco  de  las  palabras  divinas:  "El 
espíritu  es  esforzado  pero  la  carne  es  flaca"  fMarc- 
X1V-38;. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROARO  j&J 

-XLIII-    LAS  TENTACIONES  DE  JESUS 

omo  un  paréntesis  entre  la  vida  hogareña  y 
la  evangélica  y  como  preparación  para  las  o- 
bras  de  la  vida  pública,  se  retiró  Jesús  a  un  lugar 
desierto,  donde  pasó  cuarenta  días  en  oración  y 
penitencia.  Así  comenzó  la  segunda  etapa  de  su 
misión  redentora,  castigando  el  cuerpo  y  fortale- 
ciendo el  espíritu. 

Al  final  de  la  cuaresma,  Jesús  sintió  hambre,  se 
sintió  rey,  sintió  el  vacío  de  la  soledad.  El  demo- 
nio aprovechó  estas  circunstancias  y  tentó  al  Señor. 

"Manda  a  estas  piedras  que  se  conviertan  en 
pan  y  sacia  tu  hambre".-  La  contestación  fué:  "No 
sólo  de  pan  vive  el  hombre,  sino  de  toda  palabra 
de  Dios".  (Mat.  1V-2J. 

Enseñanza:  El  cristiano  no  debe  vivir  única- 
mente para  comer,  sino  que  debe  comer  para  vivir, 
como  dicen  algunos  y  no  practican  muchos.  No  de- 
be buscar  diariamente  sólo  el  pan  material  que 
nutre  el  cuerpo,  sino  que  debe  preocuparse  todos 
los  días  de  alimentar  su  espíritu.  El  hombre  racio- 
nal no  debe  cuidar  demasiado  de  la  materia,  sabien- 
do que  por  encima  de  esta  se  encuentra,  el  espíri- 
tu, que  necesitaba  también  alimentarse.  Su  pan 
cuotidiano  debe  ser  la  lectura,  la  meditación  y  la 
práctica  del  Evangelio,  porque  esta  es  la  palabra 
que  sale  de  la  boca  de  Dios. 

"Si  eres  hijo  de  Dios,  tírate  de  aquí  para  aba- 
jo y  nada  te  pasará,  porque  escrito  está  que  los  án- 


164 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


geles  te  recibirán  en  sus  manos,  como  a  su  rey".- 
Jesús  contestó:  "También  está  escrito:  no  ten- 
tarás al  Señor  tu  Dios.  (Luc.  1V-12). 

El  demonio,  viendo  frustrada  su  primera  ten- 
tación, creyó  triunfar  esta  vez,  induciendo  al  Se- 
ñor a  obligar  a  sus  ángeles  para  que  reconociecen 
su  realeza  cooperando  a  un  milagro  que  no  era  útil, 
ni  necesario.  Puso  el  tentador  a  Jesús  en  uno  de 
los  más  elevados  pináculos  del  Templo  de  Jerusa- 
lén,  desde  donde  la  caída  era  muerte  segura,  sin 
un  milagro. 

Con  su  admirable  contestación,  nos  enseña  Je- 
sús que  nuestra  vida  debe  ir  por  el  camino  ordi- 
nario de  las  leyes  naturales,  porque  son  divinas. 
El  milagro  puede  suspender  o  cambiar  esas  leyes, 
pero  Dios  no  está  obligado  a  hacer  milagros,  se- 
gún el  capricho  del  hombre.  El  que  ama  el  peli- 
gro, en  él  perecerá,  dice  el  Espíritu  Santo.  El  que 
tienta  a  Dios,  sucumbirá  en  el  mal  buscado. 

En  la  tercera  tentación,  el  demonio  hace  ver 
al  Señor  todo  el  poderío  y  magnificencia  del  mun- 
do, como  se  ven  las  pintadas  decoraciones  de  un 
escenario  teatral.  Al  engaño  de  la  imágen  añade 
el  tentador  la  mentira  de  las  palabras.  "Todo  este 
mundo  será  tuyo,  si  me  adoras  un  momento.-  No 
se  deja  esperar  la  contestación:  "Mandado  está: 
Adorarás  únicamente  a  Dios  y  a  El  solo  servirás. 
(Mat.  1V-10). 

Enseñanza:  El  hombre  no  debe  dejarse  llevar 
demasiado  del  amor  a  las  riquezas,  porque  el  oro  a~ 
vasalla  fácilmente,  y  la  persona  metalizada  se  ale- 
ja de  Dios  y  es  incapaz  de  pensar,   decir  u  obrar 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


165 


racionalmente,  ni  en  su  propio  beneficio.  La  ava- 
ricia se  enseñorea  de  la  inteligencia  y  de  la  volun- 
tad hasta  hacer  del  hombre  un  ser  despreciable 
ante  Dios  y  ante  sus  semejantes. 

Las  tentaciones  de  Jesús  enderezadas  a  la  tri- 
ple concupiscencia  humana:  el  amor  desordenado  a 
los  placeres,  a  los  honores,  a  las  riquezas.  El  ten- 
tador puso  en  juego  la  concupiscencia  en  el  alimen- 
to, el  mundo  con  sus  atracciones,  y  la  soberbia  de 
la  vida. 

Si  Jesús  convertía  las  piedras  en  pan  y  comía, 
el  diablo  tentador  descubría  que  el  tentado  era 
Dios  por  el  milagro  obrado,  y  le  hacia  romper  su 
ayuno  y  penitencia. 

Si  Jesús  se  arrojaba  de  aquella  altura  y  caía 
en  manos  de  los  ángeles,  se  hubiera  mostrado  ver- 
daderamente rey  de  la  creación  y  el  Mesías  espe- 
rado y  todo  el  pueblo  le  habría  aclamado  como  tal. 
No  era  hora  de  manifestarse,  ni  de  hacerse  cono- 
cer como  Hijo  de  Dios.  El  tentador  pretendía  cam- 
biar los  designios  de  la  Providencia  y  las  horas  pre- 
vistas por  Dios. 

Si  Jesús  adoraba  a  Satanás,  éste  descubría  que 
el  tentado  no  era  Dios,  porque  además  del  acto  de 
idolatría,  le  hacía  caer  en  la  ambición  propia  del 
hombre. 

Jesucristo  rechazó  la  triple  tentación  con  pala- 
bras de  la  Biblia,  de  ese  Libro  sagrado  que  debe 
conocer  perfectamente  el  católico,  porque  es  la 
base  de  la  religión  y  la  palabra  de  Dios.  (Deu. 
Vlll-3-Salm  XC-ll-Deut.  Vl-13;. 


\$Q  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XLIV-  PASIONES 

asiones,  en  el  campo  síquico,  son  los  movi- 
mientos del  apetito  sensitivo,  unidos  a  conmociones 
orgánicas.  Son  neutras,  en  el  orden  moral,  hacién- 
dose buenas  o  malas  conforme  al  uso  que  las  de  el 
paciente.  Se  las  suele  agrupar  en  dos  categorías: 
concupiscibles  e  irascibles. 

Al  primer  grupo  pertenece  el  amor,  el  odio,  el 
deseo,  el  dolor,  el  gozo.  Del  segundo  son;  la  ira, 
el  temor,  la  esperanza,  la  audacia,  la  admiración, 
la  desconfianza. 

Toda  persona  humana  siente  en  su  ser  el  mo- 
vimiento pasional.  Los  niños  sin  el  uso  de  la  ra- 
zón tienen  pasiones  y  obran  bajo  su  impulso,  sin 
que  en  ellos  sean  virtudes,  ni  pecados,  por  su  es- 
tado de  irresponsabilidad. 

Jesucristo  sintió  pasiones  y  obró  impelido  por 
eilas;  manifestó  exteriormente  sus  conmociones.  Amó, 
odió,  sintió  gozo  y  deseo,  tuvo  ira,  miedo,  pena,  ma- 
nifestó admiración  y  confianza,  repetidas  veces,  con- 
forme nos  cuentan  los  Evangelistas.  Como  es  muy 
natural,  las  pasiones  de  Jesús  estuvieron  siempre 
ordenadas  y  sujetas  a  la  inteligencia  y  a  la  voluntad 
divinas;  fueron  virtudes.  Jesucristo  AMO  y  en  sumo 
grado,  amó  apasionadamente  a  la  humanidad.  "Amó 
a  los  que  vivían  en  el  mundo  y  los  amó  hasta  el  fin, 
dice  San  Juan  (XII 1-1)  y  después  subraya  este  a- 
mor  de  Jesús  a  los  hombres,  indicando  que  quiere 
abrazarles  en  el  fuego  de  su  amor,  al  citar  la  sen- 
tencia divina;  "Yo  he  venido  a  poner  fuego  en  la 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


167 


tierra  y  anhelo  que  arda"  (Lxic.  X11-49J.  La  pasión 
será  la  mayor  prueba  de  su  amor.  fJuan  XV- \3) 
Amaba  a  sus  amigos  y  discípulos,  con  amor  inten- 
so y  sensible.  Así  dice  el  Evangelio  refiriéndose  a 
la  familia  de  Betania.  "Jesús  amaba  a  Lázaro  y 
a  sus  hermanas  Marta  y  María".  (Jn  Xl-5). 

ODIO  Jesús  al  pecado,  con  odio  mortal.  "Vete 
en  paz,  pero  no  vuelvas  a  pecar"  era  frase  de  per- 
dón para  el  pecador  arrepentido.  fLuc.  VI \-36) 

GOZO  con  sus  apóstoles  que  regresan  gozo- 
sos de  su  primera  correría  misional.  (Marc.  VI  30). 
Siente  intenso  gozo  y  alaba  y  glorifica  a  su  Padre 
porque  descubre  los  misterios  a  los  pequeñuelos, 
a  los  humildes  y  oculta  a  los  soberbios.  (Luc.  X-21). 
Invita  a  sus  discípulos  a  descansar  gozosos  después 
de  las  fatigas  apostólicas.  "Padre,  que  sientan  e- 
llos  el  gozo  cumplido  que  siento  yo"  es  la  oración 
en  favor  de  los  suyos.  fJn.  XVI 1-13/ 

Tuvo  DESEO  vehemente  de  salvar  pronto  a  la 
humanidad.  "Como  está  ardiendo  mi  corazón  en 
deseos  de  que  se  cumpla  pronto  el  bautismo  de  re- 
dención", dice  Jesús  anhelando  la  Pasión.  "De  to- 
do corazón  he  deseado  comer  esta  pascua  con  vo- 
sotros" es  la  introducción  paternal  a  la  última  ce- 
na- (Luc.  X11-50-XXU-15J. 

Clava  sus  ojos  penetrantes,  llenos  de  IRA  e  in- 
dignación, en  los  fariseos  que  espían  sus  actos,  pa- 
ra desprestigiarle  ante  el  pueblo.  fMarc.  111-5). 
Con  Justa  ira,  en  dos  ocasiones,  sacó  del  Templo 
a  los  profanadores.  (Marc  Xl-15-Luc-XlX-45).  En 
esas  escenas  se  ve  agitación  y  verdadera  pasión. 
Las  palabras  que  usó  Jesús  para  combatir  y  conde- 


168 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


nar  a  los  fariseos,  son  vibrantes  y  de  gran  indigna- 
ción. Sus  ojos  centellaban  y  su  rostro  estaba  in- 
flamado cuando  repetía:  "Ay  de  vosotros  hipócritas, 
sepulcros  blanqueados,  guías  ciegos...."  fMat.XXlll 
Nadie  como  Jesús  a  apostrofado  al  mal  y  a 
los  malhechores  con  invectivas  tan  ardientes.  Mu- 
chas de  sus  parábolas  terminan  con  arrebatos  pasio- 
nales de  indignación,  como  la  de  la  cizaña,  del 
siervo  despiadado  y  otras  encaminada  a  combatir 
la  iniquidad.  fMat/xi  1 1-24-XV1 11  -23). 

MIEDO  pavoroso  tuvo  Jesús  en  el  Huerto. 
"Mi  alma  está  triste  con  pena  de  muerte"  dice  el 
Señor  a  sus  discípulos.  (Mat.  XXVI -38).  Del  pavor, 
del  tedio,  de  la  pena  que  embargaba  el  espíritu  de 
Jesús,  durante  la  pasión,  nos  hablan  con  frecuen- 
cia los  Evangelistas.  (Jn.  XI 11-31,). 

Jesús  mostró  admiración  al  oír  la  súplica  razo- 
nada del  Centurión  que  le  pedía  un  milagro  y  dijo 
a  los  circunstantes:  "En  verdad  os  digo  que  no  he 
hallado  mayor  fe  en  Israel"  (Mat.  VI 11-1 0).  Admira- 
do hasta  el  extremo  dijo  a  la  cananea:  "Mujer,  gran- 
de es  tu  fe,  hágase  como  tú  pides",  como  epílogo 
de  la  confianza  y  humildad  de  esa  mujer.  fMat. 
XV-22  a  28/ 

Tuvo  Jesucristo  ilimitada  confianza  en  su  Pa- 
dre celestial  durante  toda  la  vida;  esto  proclaman: 
la  Oración  Sacerdotal,  la  Oración  del  Huerto,  sus 
palabras  al  resucitar  a  Lázaro:  "Padre,  yo  sé  que 
siempre  me  escuchas"  fJn.  Xl-42).  Sus  últimas  pa- 
labras para  morir,  fueron  de  confianza  filial  'abso- 
luta. "Padre  mío:  en  tus  manos  deposito  mi  espíri- 
tu". fLuc.  XXI 11-40). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


169 


Se  emocionó  Jesús  ante  la  confesión  de  Pedro 
en  Cesárea  de  Filipo.  (Mat.  XV1-18);  ante  aquel 
joven  que  desde  niño  había  cumplido  todos  los 
mandamientos.  (Marc.  X-21)  ante  la  inocencia 
de  los  niños  custodiados  por  los  ángeles 
fMarc.  X-14);  ante  el  grito  de  fe  y  arrepentimien- 
to del  Buen  Ladrón  (Luc-  XXI 11-42)  y  ante  otros 
sucesos  de  la  vida  evangélica  que  aprovechó  el 
Señor  para  probar  que  era  Hombre  y  que  tenía 
pasiones. 


170 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XLV-      VIRTUDES  DE  JESUS 

ÍBios  es  la  santidad  por  esencia;  el  hombre 
santo  participa  de  esta  santidad  divina,  por  la  prác- 
tica de  las  virtudes  que  llevan  a  Dios.  Jesucristo, 
Hijo  de  Dios  e  hijo  del  hombre,  es  la  fuente  de 
santidad  y  el  santo  por  excelencia.  Desde  el  primer 
momento  de  su  vida  humana,  Jesús  poseyó  todas 
las  virtudes  teologales  y  morales,  en  máximo  gra- 
do, siendo,  por  lo  mismo,  la  criatura  más  santa  que 
ha  existido  en  la  tierra  y  la  más  agradable  a  los 
ojos  divinos  "Este  es  mi  Hijo  muy  amado,  en  quien 
me  complazco".  -"Este  es  mi  Hijo  predilecto,  escu- 
chadle". -Son  los  testimonios  que  dio  el  Cielo  en  el 
Bautismo  y  en  la  Transfiguración  del  Señor.  fMat. 
111-17-Marc.  1X-7). 

Al  tratar  de  Jesús  y  de  las  Virtudes  teologales, 
no  podemos  sino  hablar  de  la  Caridad  o  amor  a 
Dios,  porque  la  Fe  y  la  Esperanza  fueron  incom- 
patibles con  la  visión  y  posesión  de  Dios  de  que 
gozaba  Jesucristo  constantemente,  por  su  unión 
hipostática  de  las  naturalezas  humana  y  divina,  en 
su  persona. 

Las  virtudes  morales  que  son  en  el  hombre 
fruto  de  la  repetición  de  actos  fueron  también  infu- 
sas en  la  persona  de  Jesús.  En  el  Evangelio  encon- 
tramos las  manifestaciones  de  estas  virtudes  en  ma- 
yor o  menor  grado.  Así  se  explica  esa  frase;  "cre- 
cía en  santidad-..."  (Luc.  \\-S2)\  es  decir,  se  mani- 
festaban paulatinamente  todas  las  virtudes,  según  las 
circunstancias.  Fijémonos  en  algunas. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  \J[ 


BONDAD:-  Alguien  ha  dicho  que  la  esencia 
del  cristianismo  es  la  bondad,  porque  el  que  sigue 
a  Cristo  tiene  que  ser  bueno  como  EL-  En  verdad, 
Jesús  nos  dió  ejemplo  de  bondad  en  cada  palabra 
y  en  cada  acción.-  El  mandamiento  NUEVO  pro- 
mulgado por  Jesucristo  no  es  "el  amor  a  Dios,  so- 
bre todas  las  cosas",  que  ya  estaba  mandado  en  el 
Decálogo,  sino  "amarás  a  tu  prójimo  como  a  tí  mis- 
mo". Al  enseñar  esta  nueva  doctrina,  añade  Jesús: 
"ejemplo  os  he  dado".  -Pero,  la  caridad  fraterna  no 
se  practica  sin  la  bondad.  Jesucristo  que  nos  ense- 
ñó el  amor,  nos  dió  primero  ejemplos  de  bondad 
pues,  "pasó  haciendo  el  bien",  nos  dice  uno  de  los 
Evangelistas  (Luc.  XVI 1-12)  y  el  otro  especifica: 
"andaba  de  gira  por  todos  los  pueblos  y  aldeas  ali- 
viando dolores  y  curando  enfermedades. (  'Mat.  IX  35). 

Una  ocasión  fué  invitado  el  Maestro  a  comer 
en  casa  de  un  amigo;  un  enfermo  de  hidropesía  es- 
taba a  la  puerta  de  la  casa;  pues,  el  bondadoso 
Jesús  no  comenzó  la  comida  sino  cuando  había 
curado  al  enfermo.  (Luc.  XIV- 6). 

La  ley  prohibía  hablar  con  los  leprosos  y  con 
mayor  razón  tocarlos,  Jesús  conversa  con  ellos  y 
siempre  les  cura  haciéndoles  sentir  el  contacto 
bondadoso  de  sus  manos.  (Luc.  W-13).  Los  enfer- 
mos le  salen  al  encuentro  en  su  camino;  Jesús  a 
nadie  desprecia  y  a  todos  cura  con  grande  bondad. 
A  los  ciegos  de  Cafarnaúm,  al  de  Betsaida,  a  los 
de  Jericó,  les  curó  el  Señor  después  de  dirigirles 
palabras  de  consuelo.  En  Decápolis  se  encuentra 
con  un  sordo-mudo  a  quien  le  cura  con  suma  bon- 
dad, usando  su  saliva  divina  y    tocando  repetidas 


172  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

veces  los  sentidos  del  enfermo.  (M are.  VI 1-32) 

Con  los  pecadores  era  Jesús  tan  bondadoso 
que  no  perdía  ocasión  para  perdonarles;  se  hospeda 
en  sus  casas;  come  con  ellos;  y  cuando  los  fariseos 
le  critican  dice:  uNo  son  los  sanos  los  que  tienen 
necesidad  de  médico,  sino  los  enfermos  -. •  No  he 
venido  a  salvar  los  justos,  sino  pecadores... 
Entended  lo  que  significa:  Misericordia  quiero  y  no 
sacrificio...."  (Mat.  1X-12J. 

Llega  una  fiesta  de  los  judíos,  Jesús  debe  tam- 
bién asistir  a  ella;  se  encamina  a  Jerusalén,  pero 
en  una  de  las  puertas  de  entrada  a  la  ciudad  se 
encuentra  con  una  cantidad  enorme  de  enfermos, 
ciegos,  cojos,  paralíticos,  que  aguardaban  una  ma- 
no cariñosa  para  que  los  sumergiese  en  la  mila- 
grosa agua  de  la  piscina  de  Betesda. 

Había  un  enfermo,  postrado  treinta  y  ocho  a- 
ños,  Jesús  se  compadece  y  le  dice:  Levántate,  to- 
ma tu  camilla  y  anda.  El  Evangelio  nos  dice  ter- 
minantemente que  el  Señor  se  compadeció;  vién- 
dole tendido  y  sabiendo  que  estaba  enfermo  desde 
hacía  mucho  tiempo  y  que  en  tantos  años  de  pos- 
tración no  había  tenido  a  nadie  que  le  introduzca 
en  la  piscina  cuando  el  agua  era  agitada  por  el 
ángel";  he  aquí  la  bondad  del  Maestro  que  prefie- 
re las  críticas  de  los  enemigos  antes  que  dejar  sin 
alivio  a  un  desgraciado.  fJuan  VI  a  10).  No  com- 
prendían los  fariseos  el  corazón  bondadoso  de  Je- 
sús y  que  la  práctica  de  esta  virtud  valía  más  que 
Sus  largas  oraciones  para  ser    vistos  y  alabados  de 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  ¡73 


los  hombres,  por  eso  se  escandalizaron  de  su  bon- 
dad para  con  la  Magdalena  y  dijeron:  "Si  este  fue- 
ra profeta,  sabría  quién  y  de  qué  clase  es  la  mu- 
jer que  está  a  sus   pies"  f  Luc.  V11-39J. 

No  hay  duda  que  la  BONDAD  fué  una  de  las 
virtudes  que  Jesús  practicó  más  efusivamente  con 
los  hombres. 


174 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


•XLVI-    OTRAS  VIRTUDES  DEL  SEÑOR 

bondad  de  Jesús  fué  acompañada  con  la 
PACIENCIA.  Hacía  el  bien  a  todos  con  suma  bon- 
dad, pero  sus  obras  eran  mal  interpretadas  y  mal 
correspondidas.  Se  dijo  que  hacía  los  milagros  con 
el  poder  del  demonio  (Mt.  XI 1-24).-  Los  mismos 
que  recibían  beneficios  le  pagaban  con  tamaña  in- 
gratitud. Curó  a  diez  leprosos  y  solamente  uno 
volvió  a  agradecerle.  (Luc.  XVI 1-17).-  Cortó  las 
diferencias  entre  judíos  y  samaritanos  y  estos  le 
negaron  hospedaje.  fLuc.  lX-56j. 

Como  Dios  sabía  Jesucrito  que  ese  mismo  pue- 
blo a  quien  alimentó  por  dos  ocasiones,  milagrosa- 
mente; esos  mismos  enfermos  curados  con  sus  ca- 
riñosas, manos;  esos  pecadores  perdonados  miseri- 
cordiosamente; esos  endemoniados  librados  prodigio- 
samente; esas  mismas  personas  beneficiadas  con 
toda  clase  de  milagros  pedirían  a  gritos  su  muerte, 
posponiéndole  a  Barrabás.  (Mat.  XXVI 1-21).-  Sin 
embargo  de  la  visión  de  ingratitud,  el  bondadoso 
Jesús,  con  toda  paciencia  seguía  haciendo  el  bien, 
sin  distinción  de  personas. 

Sabe  que  todos  aquellos  que  el  domingo  de 
ramos  le  aclamarían  como  a  Rey  e  Hijo  de  Da- 
vid, el  próximo  viernes  le  gritarían:  "Crucifícale, 
crucifícale....  Su  sangre  caiga  sobre  nosotros  y  so- 
bre nuestros  hijos....  (Mat.  XXVI 1-25),  con  todo, 
pacientemente  acepta  esa  manifestación  y  monta- 
do en  su  pollino  atraviesa  la  ciudad  deicida.  (Jn.Xll-14) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


175 


¡Cuánta  paciencia  de  parte  del  Señor  con  sus 
mismos  apóstoles!-  Hombres  de  pueblo,  poco  instruí- 
dos,  superficiales,  llenos  de  prejuicios,  saturados  de 
falsas  esperanzas  mesiánicas,  ambiciosos  de  glorias 
humanas  y  bienes  terrenos,  costaron  muchos  traba- 
jos y  sufrimientos  al  Maestro  para  hacerles  enten- 
der la  misión  que  les  daba. 

Con  paciencia  jobiana  contesta  Jesús  a  la  mu- 
jer de  Zebedeo  que  le  pide  para  sus  hijos  Juan  y 
Santiago  los  mejores  puestos  en  el  reino  mesiáni- 
co.  "¿Qué  deseas?,  dice  Jesús.  No  sabéis  lo  que  pe- 
dís.... y  a  los  otros  apóstoles  que  enfadados  pro- 
testan por  la  petición,  les  dice  pacientemente:  "en 
tre  vosotros  no  debe  haber  como  entre  los  munda- 
nos, orgullosos  y  pretenciosos;  si  queréis  ser  gran- 
des, debéis  ser  humildes  y  servir  a  todos;  el  que 
quiere  ser  primero,  ha  de  ser  antes  esclavo  de  los 
otros  -  .,  así  como  Yo  he  venido  al  mundo  para  ser- 
vir y  no  para  ser  servido...."  fMat.  XX-20  a  28). 

Conoce  la  hipocresía  de  Judas,  sin  embargo  le 
conserva  el  Maestro  entre  sus  discípulos  predilec- 
tos y  le  trata  igual  que  a  los  otros.  En  la  última 
cena,  sabiendo  ya  de  su  vil  compromiso  con  los 
fariseos,  le  lava  los  pies,  le  da  la  comunión  de  su 
cuerpo  y  sangre  y  todavía  procura  convertirle,  des- 
cubriendo pacientemente  sus  planes  criminales:  "En 
verdad  os  digo,  uno  de  vosotros  me  entregará.... 
Ay!  de  aquel  hombre  por  quien  el  Hijo  de  Dios 
es  entregado-  ..  Tú  lo  has  dicho,  dice  claramente  a 
Judas  que  se  atreve  a  preguntarle:  ¿Seré  yo  Rabí?  -  ." 
(Mat.  XXV1-21  a  25). 

La  paciencia  de  Jesús  raya  en  heroísmo  du- 
rante la  Pasión:  es  tratado    vilmente  por  hombres 


176 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


mediocres  y  calla.  Viles  soldados  le  toman  preso; 
sayones  asalariados  le  atan  pies  y  manos;  un  sane- 
drín corrompido  le  condena;  le  acusan  los  hipócri- 
tas; un  servil  criado  le  abofetea;  dos  jueces,  uno 
lascivo  y  otro  cobarde,  le  condenan;  la  plebe  le 
azota  y  corona  de  espinas;  el  populacho  inconscien- 
te le  crucifica;  por  detrás  de  todo  están  los  letra- 
dos de  Israel  dirigiendo  el  Deicidio  

Jesús  soporta  todo.  Pudiera  ordenar  a  los  án- 
geles del  cielo  que  salgan  por  los  fueros  divinos 
vilmente  conculcados,  pero  prefiere  sufrir  y  calla. 
(Mat.   XXVI -53;. 

Clavado  en  la  cruz,  presencia  el  festín  de  sus 
enemigos;  viéndole  vencido  le  satirizan,  blasfeman, 
se  burlan,  le  oprobian  y  el  paciente  Jesús  contesta: 
"Padre,  perdónales...."    (Luc.  XXI 11-34). 

Así  como  la  paciencia,  podemos  y  debemos  ad- 
mirar todas  las  virtudes  en  la  persona  de  Jesucristo. 

Nos  dió  ejemplo  de  HUMILDAD,  de  POBRE- 
ZA, de  CASTIDAD,  de  OBEDIENCIA;  practicó 
la  PRUDENCIA,  la  MANSEDUMBRE,  la  JUS- 
TICIA, la  CARIDAD,  la  FORTALEZA;  fué  SO. 
BRIO,  MISERICORDIOSO,  CUMPLIDOR  DEL 
DEBER;  en  una  palabra  EJEMPLAR  de  toda 
virtud,  de  santidad,  de  perfección. 

La  única  virtud  que  no  encontramos  en  Cristo 
es  la  PENITENCIA,  porque  ésta  es  reconoci- 
miento y  reparación  del  pecado  y  Jesús  no  tuvo  ni 
venial.  "Quién  de  vosotros  me  argüirá  de  pecado" 
fJn.  V111-46J  dijo  a  sus  enemigos  y  nadie  se  atrevió 
a  contestarle,  porque  Jesucristo  fué  un  oasis  divino 
en  medio  del  mundo  pecador;  fué  un  Hombre  con 
las  virtudes  de  Dios. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


177 


-XLVII-    VIDA  INTERIOR   DE  CRISTO 

aciendo  abstracción  de  la  divinidad,  podemos 
hablar  de  la  vida  íntima  de  Jesús,  es  decir,  de  la 
vida  religiosa,  del  motor  de  sus  actividades,  de  la 
fuerza  que  mantenía  su  persona  en  invariable  tran- 
quilidad, sin  que  las  pasiones  agitaran  su  alma.  Ja- 
más le  envanecieron  los  elogios  que  le  tributaron, 
ni  le  indignaron  las  calumnias  levantadas  en  su  con- 
tra, ni  le  abatieron  las  persecuciones.  Siempre  ve- 
mos a  Jesús  humilde  y  modesto,  sencillo  y  manso, 
saturado  de  paz  interior  y  lleno  sde  atractivos  ex- 
teriores. 

Vemos  a  Jesucristo  a  través  del  Evangelio,  en- 
señando doctrinas  sublimes  por  medio  de  compara- 
ciones sencillísimas.  Notamos  que  siempre  predica 
con  el  ejemplo  antes  que  con  la  palabra.  Habla  del 
menosprecio  de  las  riquezas  y  su  pobreza  es  tal 
que  no  tiene  dónde  reclinar  la  cabeza;  enseña  la 
humildad  y  vive  y  muere  soportando  toda  clase  de 
calumnias  y  oprobios,  siempre  perdonando  y  bendi- 
ciendo; prescribe  la  pureza  y  la  santidad,  y  las  su- 
yas fueron  tan  sublimes  que  desafía  a  los  judíos, 
para  que  manifestaran  alguna  imperfección  que  le 
hayan  notado. 

"La  vida  de  Cristo  fué  una  perpetua  predica- 
ción con  el  ejemplo"  dice  San  Lucas  (Act.  l-l),  pe- 
ro sus  palabras  y  sus  obras  están  animadas,  y  son 
vivificadas  en  el  fondo  mismo  del  ser.  Imposible  es 
sondear  la  vida  interior  de  Jesucristo,  hasta  com- 
prenderla completamente,  porque  es  la  vida  de  Dios- 


178 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Hombre,  de  una  Persona  con  dos  naturalezas:  di- 
vina y  humana,  íntimamente  ligadas.  Apenas  pode- 
mos decir  que  la  vida  interior  de  Cristo  era  de 
perfecta  unión  con  su  Padre  Eterno,  por  medio 
de  la  oración. 

Los  Evangelistas  subrayan  con  frecuencia,  en 
las  narraciones  de  la  vida  de  Jesús,  su  amor  ar- 
diente al  Padre  celestial.  Nadie  como  El  ha  cum- 
plido, ni  cumplirá  mejor  con  el  mandato,  síntesis 
de  la  Ley.  "Amarás  a  Dios  con  todo  tu  corazón, 
con  toda  tu  alma  y  con  todas  tus  fuerzas".  Jesu- 
cristo amó  entrañablemente  a  su  Padre,  se  aban- 
donó sin  reservas  en  sus  manos,  no  buscó  sino 
hacer  la  voluntad  del  que  le  había  enviado  y  con 
El  vivió  en  continua  comunicación  mediante  la 
oración. 

La  primera  frase  que  nos  cuenta  el  Evange- 
lio pronunciado  por  Jesús  es:  "No  sabíais  que  es 
preciso  que  me  ocupe  de  las  cosas  de  mi  Padre"? 
(Luc.  11-49,)  y  sus  últimas  palabras  fueron:  "Pa- 
dre, en  tus  manos  encomiendo  mi  espíritu"»  (Luc. 
XXlll-46j.  Entre  estos  dos  paréntesis  que  abren 
y  cierran  la  vida  de  Jesús,  encontramos  la  vida  del 
"Hijo  del  hombre",  en  unión  íntima  con  Dios  por 
la  oración. 

Todos  los  grandes  acontecimientos  que  narran 
los  Evangelistas,  están  consagrados  por  la  oración 
o  se  cumplen  mediante  la  comunicación  del  "Hijo 
de  Dios"  con  su  Padre. 

Cuando  Jesús  es  bautizado,  El  ora  y  se  abren 
los  cielos  y  habla  el   Padre  (Luc.  111-21J. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


179 


Antes  de  formar  el  colegio  apostólico,  Jesús  se 
retiró  al  monte  y  pernoctó  en  oración.  Al  siguien- 
te día  llamó  a  sus  discípulos.  (Luc.  VI- 12). 

Los  milagros  de  Jesús  casi  siempre  tienen  co- 
mo precursora  a  la  oración;  una  plegaria  íntima,  una 
comunicación  amorosa  con  el  Padre,  precede  al 
milagro  que  cura  al  sordo-mudo,  al  niño  endemo- 
niado, al  paralítico.  (Marc.  VI 1-34-1X-28).  Antes  de 
la  multiplicación  de  los  panes,  de  la  resurrección  de 
Lázaro,  y  de  lo§  grandes  prodigios  (Jn.  Vl-ll-Xl- 
41),  Jesús  se  recoge  y  ora,  de  tal  manera  que  co- 
mo dice  el  Padre  Avila,  benedictino,  "estudiados  los 
milagros  de  Jesús,  dan  la  impresión  de  ser  efectos 
y  flores  selectas  que  brotan  de  su  vida  de  oración". 

Durante  la  Pasión,  Jesús  intensificó  su  unión 
con  el  Padre  por  la  oración.  La  consagración  que 
hace  de  Sí  y  de  los  suyos  en  la  sublime  plegaria 
como  terminación  de  la  Cena  pascual  es  celestial. 
En  Getsemaní  se  postra  en  tierra  y  se  engolfa  en 
la  oración.  En  la  cruz,  luchando  con  la  muerte,  las 
siete  frases  son  gritos  de  oración.  ( Jn.  XVI 1-1-XV1 1 1- 
1XIX). 

La  unión  íntima  de  Cristo  con  Dios  constituye 
el  principio  vital  interno  de  todos  los  pensamien- 
tos, palabras  y  acciones  del  Maestro  que  ora  y  en- 
seña a  orar  en  la  soledad  donde  se  encuentra  al 
Padre  a  satisfacción.  "Cuando  vas  a  orar,  entra 
en  tu  cámara  y  cerrada  la  puerta,  ora  en  secreto'' 
es  la  monición  de  Jesús.  (Mat.  VI  6).  Así  oraba 
El;  en  la  soledad  y  en  el  silencio  de  la  noche. 

Los  Evangelistas  dicen  con  frecuencia:  "Des- 
pidió a  las  muchedumbres  y  se  internó  en  el  mon- 


]gO  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


te  para  orar  y  como  era  tarde  pasó  allí  la  noche 
solo".  (Mat.  XlV-23-Marc.  Vl-46-Jn.  VM5) 

Como  dice  el  citado  Padre  Avila:  "En  la  vida 
interior  de  Jesús  no  entraba  nadie  más  que  el  Padre. 
En  su  alma  estaba  el  vacío  de  lo  humano,  lleno  de 
Dios.  Vivía  completamente  libre  de  todo  lo  terre- 
no, de  todo  contacto,  de  todo  apego  a  las  criatu- 
ras y  consagrado  únicamente  a  Dios.  Su  mundo,  su 
realidad,  su  vida  era  el  Padre,  con  quien  llevaba, 
la  más  fecunda  de  las  vidas  en  común". 

"No  estoy  solo,  porque  mi  padre  está  conmi- 
go", dice  Jesús  dando  a  entender  a  sus  apóstoles, 
la  esfera  de  su  vida  interior,  sus  relaciones  de  ser 
con  su  Padre.  (Jn.  XV1-32) 

"Mi  Padre  y  Yo,  somos  una  misma  cosa"  ense- 
seña  Jesús,  haciéndonos  vislumbrar  su  vida  íntima 
con  Dios  que  es  la  síntesis  de  su  vida  interior,  raíz 
y  fuente  del  heroísmo  en  el  cumplimiento  per- 
fecto y  completo  de  su  misión  en  la  tierra.  (Jn. 


•HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  \g\ 


-XLVIII-    ¿EXISTE  JESUCRISTO? 

ice  Papini:  "Cristo  está  vive  entre  nosotros.... 
Hay  todavía  quienes  le  aman  y  quienes  le  odian. 
Existe  una  pasión  en  favor  de  Jesús  y  otra  en 
contra  de  El.  El  enfurecerse  de  tántos  contra  Je- 
sucristo y  el  que  haya  tántosque  le  defienden,  dice 
bien  claramente  que  todavía  no  ha  muerto  y  que 
sigue  viviendo.  Los  mismos  que  se  desviven  por 
negar  su  existencia,  pasan  la  vida  recordando  su 
nombre  y  están  probando  su  existencia". 

No  cabe  duda  que  Jesucristo  sigue  viviendo  en 
su  obra  imperecedera,  la  Iglesia,  en  su  Evangelio, 
en  el  amor  de  unos,  y  en  el  odio  de  otros  a  su 
Persona. 

Pero  hay  más  todavía:  Cristo  sigue  viviendo 
real  y  verdaderamente  en  el  cielo  y  en  la  tierra. 

En  el  cielo,  donde  fué  el  día  de  la  ascención, 
una  vez  cumplida  su  misión  redentora.  En  la  tierra, 
donde  se  quedó,  por  amor  a  los  hombres,  median- 
te el   milagro  eucarístico. 

De  los  grandes  personajes  que  cruzaron  el  ca- 
mino de  la  vida,  nos  quedan  su  nombre  y  sus  o- 
bras,  como  un  reguero  de  luz  que  ilumina  la  senda 
humana,  pero  ellos,  personalmente,  desaparecieron 
como  astros  fugitivos.  De  esos  personajes  que  han 
brillado  e  iluminado  al  mundo,  decimos  metafórica- 
mente que  no  han  muerto,  que  vivirán  eternamen- 
te. Jesucristo  no  solamente  es  uno  de  esos  perso- 
najes beneficiosos  para  la  humanidad,  es  su  Reden- 


182  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


tor,  su  Señor,  su  Dios.  Vivió  en  este  mundo  hace 
veinte  siglos  de  manera  visible,  y  sigue  viviendo 
invisible,  pero  realmente  en  esta  tierra. 

La  víspera  de  su  muerte  hizo  el  último  mila- 
gro, el  prodigio  que  perpetúa  su  vida;  milagro  por 
el  cual  muriendo,  sigue  viviendo.  Encontró  la  ma- 
nera de  quedarse,  cambiando  la  sustancia  de  una 
materia  en  su  propio  ser,  sin  que  la  materia  pier- 
da sus  accidentes  y  poniéndose  sin  las  apariencias, 
la  nueva  sustancia;  este  es  el  prodigio  de  la  pre- 
sencia real  de  Cristo  en  la  Hostia,  por  la  transubs- 
tanciación  y  por  el  poder  que  legó  a  sus  Sacer- 
dotes, para  perpetuar  su  presencia  verdadera  en  la 
tierra. 

La  Eucaristía  es  el  regalo  supremo  de  Dios  al 
hombre.  Es  Jesucristo  que  sigue  viviendo  en  el 
mundo.  Así  lo  quiso  y  así  lo  hizo  su  omnipoten- 
cia divina.  Las  palabras  con  las  cuales  instituyó  el 
Sacramento  Eucarístico,  son  tan  claras  y  terminan- 
tes, que  no  dan  lugar  a  duda:  "Jesús  tomó  el  pan, 
lo  bendijo,  lo  partió  y  dió  a  los  discípulos  dicien- 
do: Tomad,  comed,  este  es  el  CUERPO  MIO.-  Y  to- 
mando el  cáliz  y  habiendo  dado  gracias,  les  dió,  di- 
ciendo: Bebed  de  él  todos,  porque  ésta,  es  mi 
SANGRE,  la  cual  se  derramará  para  perdón  de 
los  pecados.  (Mat.  XXVI -26  a  29).  Palabras  más 
precisas  no  podía  usar  Jesucristo  para  darnos  a  en- 
tender lo  que  estaba  haciendo. 

El  pan  se  convierte  en  su  Cuerpo  y  el  vino 
en  su  Sangre  con  su  palabra  omnipotente,  reflejo 
de  aquella  "hágase"  que  sacó  de  la  nada  las  ma- 
ravillas del  firmamento.   No  hay  para  que  recurrir  a 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


183 


interpretaciones  metafóricas  ante  palabras  tan  sen- 
cillas y  claras,  que  se  deben  entender  como  sue- 
nan. Así  las  comprendieron  los  Apóstoles  que  reve- 
rentes comieron  el  CUERPO  y  bebieron  la  SAN 
ORE  de  JESUS  en  la  cena  eucarística  y  en  este 
sentido  enseñaron  a  las  generaciones,  de  tal  mane- 
ra que  la  Tradición  está  de  acuerdo,  desde  el  prin- 
cipio, en  admitir  la  presencia  real  de  Jesús  en  el 
PAN  y  en  el  VINO,  consagrados  por  los  suceso- 
res de  Cristo,  en  su  nombre.  A  esto  se  suman  los 
milagros  de  todo  orden  que  han  venido  a  confirmar 
la  verdad  eucarística. 

Sigue,  pues,  existiendo  Jesucristo  en  la  tierra, 
real  y  verdaderamente  como  vivió  hace  1958  años, 
con  la  única  diferencia  de  que  entonces  era  visible 
y  ahora  está  oculto  bajo  las  especies  sacramenta- 
les. Donde  hay  una  Hostia  consagrada  allí  está 
Jesús-  Es  el  compañero  eterno  del  hombre,  en  su 
paso  por  la  tierra,  en  el  peregrinaje  de  la  vida. 
En  nuestras  Iglesias,  en  lo  recóndito  del  Taber- 
náculo, está  Jesucristo,  vivo  y  glorioso  como  está  en 
el  Cielo,  con  cuerpo  y  alma,  como  estuvo  en  la 
tierra. 

¿Qué  no  es  cierto?  ¿Por  qué  entonces  el  odio 
de  los  impíos  contra  un  diminuto  pan?  ¿Para  qué 
tan  esplendoroso  culto  a  una  hostia,  de  parte  de  mi- 
li mes  de  gentes  y  en  todas   partes  del  mundo? 

O  los  católicos  somos  idólatras  o  Jesucristo 
vive  en  la  Hostia.  Lo  primero  no  se  da,  puesto  que 
lo  segundo,  es  evidente  por  el  Evangelio. 

Existe  Jesucristo  en  la  Eucaristía,  vivo  y  glo- 
rioso como  está  en  el  Cielo. 


184 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XLXI-    JESUCRISTO  DIOS  Y  HOMBRE 

n  día  preguntó  Jesús  a  sus  Apóstoles:  "Vo- 
sotros quién  decís  que  soy  Yo"?  -Pedro  respondió  en 
nombre  de  todos:  "Tú  eres  el  Cristo,  el  Hijo  de 
Dios".-  Satisfecho  Jesús  con  esta  respuesta,  porque 
estaba  de  acuerdo  con  la  verdad,  díjole:  "Biena- 
venturado eres  Pedro,  porque  mi  Padre  que  está 
en  los  cielos  te  ha  revelado  ésto".  (Mat.  XV1-15), 
No  puede  esperarse  mayor  claridad  en  semejante 
testimonio, 

Pocos  años  después  de  la  resurrección  de  Je- 
sús, Pablo  de  Tarso,  subía  de  Jerusalén  a  Damas- 
co para  apresar  a  los  cristianos.  En  el  camino,  una 
luz  celestial  oscurece  sus  pupilas  y  una  fuerza 
sobrehumana  le  hecha  por  tierra.  Una  voz  descono- 
cida le  reclama:  "¿Saulo,  por  qué  me  persigues? 
¿Quién  eres?,  pregunta  Pablo.-  "Soy  Jesús",  respon- 
de   el  incógnito. 

Cristo  estaba  vivo.  Por  haberse  proclamado 
Hijo  de  Dios  fué  Jesucristo  condenado  a  muerte  y 
crucificado.  Ahora,  Pablo  siente  al  Señor  resucita- 
do y  no  puede  decir  más  que:  "indícame  tu  volun- 
tad" y,  de  obstinado  perseguidor  del  nombre  de 
Cristo  se  convierte  en  vaso  de  elección.  (Act.  1X-3) 

Estos  pasajes  evangélicos  prueban  que  Jesucris- 
to es  verdadero  DIOS. 

Más  fácilmente  entendemos  que  también  fué 
verdadero  HOMBRE. 

El  Evangelio    nos  dice   que  "Jesús  crecía  en 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


185 


edad"  (Luc.  11-52)  como  todo  hombre,  que  de  niño 
pasa  a  ser  joven.  Sus  paisanos  fueron  testigos  de 
su  crecimiento  humano.  Le  vieron,  sujeto  diaria- 
mente a  las  necesidades  corporales:  comía,  dormía, 
trabajaba,  descansaba.-  Como  todo  adolescente,  du- 
rante treinta  años  ayudó  a  su  madre  en  los  queha- 
ceres domésticos  y  trabajó  con  su  padre  en  el  ta- 
ller; "estaba  sujeto  a  sus  padres"  (Luc.  11-51,);  era 
miembro  de  una  familia  pobre  y  se  ocupaba  en  los 
menesteres  ordinarios  de  un  hogar  humilde. 

Vivió  y  murió  como  hombre. 

Jesucristo,  Dios  y  Hombre  verdadero,  es  una 
realidad  histórica. 

Los  treinta  y  tres  años  de  su  vida  en  la  tie- 
rra dejaron  huellas  innegables  de  su  divinidad  y  de 
su  humanidad.  Todas  sus  palabras,  todas  sus  obras 
tienen  este  doble  sello,    divino  y  humano. 

Desde  Belén  hasta  el  Calvario,  se  ve  siempre 
a  Dios  y  al  Hombre,  en  la  persona  de  Jesucristo. 

Su  concepción  es  humana  y  es  divina.  Como  hom- 
bre, su  cuerpo  se  forma  de  células  que  se  multi- 
plican y  se  diferencian,  formando  órganos  y  miem- 
bros, sangre  y  huesos.  Como  Dios,  es  concebido 
por  obra  y  gracia  del  Espíritu  Santo.  ^Mat.  1-20) 

Nace  como  todo  ser  humano:  niño  que  siente 
frío  y  hambre,  que  llora  y  se  agita  en  la  cuna. 
Pero,  al  mismo  tiempo,  su  nacimiento  está  aureo- 
lado de  divinidad:  su  madre  es  virgen  antes  y  des- 
pués del  parto,  los  ángeles  rodean  su  cuna,  una 
estrella  ilumina  el  pesebre,  un  aviso  divino  anuncia  su 
natalicio  a  pastores  y  reyes.  (Luc.  11-7). 


186 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Su  infancia  es  humana,  porque  vive  como  todo 
niño  en  su  casita  de  Nazaret,  y  es  divina  porque 
su  verdadero  padre  es  Dios. 

Se  hace  bautizar  como  hombre,  pero  el  cielo 
atestigua  que  es  hijo  de  Dios.  (Luc.  111-22). 

En  el  desierto,  como  hombre  ayuna  y  siente 
hambre,  es  tentado;  pero  como  Dios  ahuyenta  al 
demonio  y  es  servido  por  los  ángeles.  (Luc.  IV-l). 

Como  hombre  principia  su  vida  evangélica  bus- 
cando discípulos  y  recorriendo  ciudades  y  campiñas; 
pero  como  Dios,  hace  innumerables  milagros.  A  los 
enfermos  les  toca  con  sus  manos  humanas  para 
cubarlos,  pero  los  sana    con  su  poder  divino  (Luc. 


En  la  barca  descansa  como  hombre,  pero  como 
Dios  impera  a  los  vientos  y  a  las  olas  del  mar,  (Suc. 
V111-24J. 

En  el  Cenáculo  como  hombre  lava  los  pies  a  sus 
Apóstoles,  como  Dios  cambia  la  sustancia  del  pan  y 
del  vino  en  su  Cuerpo  y  en  su  Sangre.  (Mat.  XXV1-26) 

En  la  Pasión,  Jesús  resplandece  su  humanidad  y 
su  divinidad,  de  manera  especial.  Muere  como  hom- 
bre y  resucita  como  Dios. 

Jesús  es  verdadero  Dios  y  es  verdadero 
Hombre,  es  decir,  las  dos  naturalezas,  la  divina  y  la 
humana,  están  unidas  en  una  sola  persona,  que  es 
Jesucristo. 


1V-40J. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


-Lr  AUTOTESTIMONIO 


187 


esús  dió  testimonio  de  sí  mismo,  proclaman- 
do su  divinidad,  por  repetidas  veces.  Veamos 
algunas: 

la.  El  ciego  de  nacimiento.-  Un  mendigo  muy 
pobre,  porque  era  ciego  de  nacimiento  y  jamás  pu- 
do trabajar  para  ganarse  la  vida,  deambulaba  por 
la  ciudad  de  Jerusalén  arrastrado  por  su  lazarillo; 
se  encontró  con  Jesús,  quien  se  compadeció  y  le 
curó.  Este  hombre  dió  testimonio  de  la  divinidad 
de  Cristo  en  las  contestaciones  a  los  fariseos  y  ese 
testimonio  fué  confirmado  por  Jesús. 

San  Juan  nos  refiere  el  caso  con  detalles  mi- 
nuciosos que  nos  hace   vivir  y  sentir   la  historieta. 

El  ciego  era  un  aldeano  ignorante;  apenas  ha- 
bía aprendido  algo  de  las  Escrituras  en  el  regazo 
de  madre,  pero  defiende  a  Jesús  con  una  lógica  ad- 
mirable, capaz  de  confundir  a  los  doctores  de  la 
Ley. 

El  largo  interrogatorio  al  que  le  sometieron  los 
escribas  acaba  así:  "Desde  que  el  mundo  es  mundo, 
nunca  se  ha  oído  que  un  pecador-  haga  milagros;  si 
este  no  fuera  de  Dios  no  me  habría  curado".  El  re- 
lato termina  con  el  segundo  encuentro  con  Jesús. 
El  ciego  de  nacimiento  andaba  gozoso  con  sus  ojos 
abiertos,  cuando  el  Señor  le  encontró  y  le  dijo: 
"¿Crees  tú  en  el  Hijo  de  Dios"?  Respondió:  "¿Quién 
es,  Señor,  para  que  crea  en  El?"  Díjole  Jesús:  "Lo 


188 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


estás  viendo,  es  quien  te  habla".  Jesucristo  dice 
que  es  Dios.  (Jn.  1X-1J 

2a.  Jesús,  fatigado  por  el  largo  y  penoso  ca- 
mino, se  sienta  a  descansar  junto  al  viejo  pozo  de 
Jacob;  llega  una  mujer  de  Sicar  a  sacar  agua;  se 
entabla  una  conversación  entre  el  Rabí  galileo  y  la 
samaritana;  se  habla  del  agua  natural,  de  un  agua 
viva  y  eterna,  del  lugar  del  culto  a  Jehová,  de  la 
manera  de  adorar  a  Dios,  de  los  profetas  y  del 
Mesías;  termina  el  discurso  con  las  palabras  de  la 
mujer:  "Yo  se  que  Cristo  ha  de  venir;  cuando  El 
venga,  nos  enseñará  todo",  a  lo  cual  Jesús  contes- 
ta: "Yo  soy  el  Mesías,  el  Cristo.  Yo  que  te  estoy 
hablando".  (Juan  IV  26).  Mayor  y  más  claro  auto- 
testimonio  no  se  puede  pedir. 

3a.  En  la  fiesta  de  la  Dedicación  se  encon- 
tró el  Maestro  con  los  escribas  y  fariseos,  quienes 
le  dijeron:  "¿Hasta  cuando  tendrás  nuestros  espí- 
ritus en  suspenso?  Si  tú  eres  el  Mesías,  dínoslo 
claramente".-  Jesús  les  contestó:  "Os  lo  he  dicho 
ya  muchas  veces  y  no  creéis  -. •  Las  obras  que  Yo 
hago  en  nombre  de  mi  Padre,  esas  son  las  que  dan 
testimonio  de  Mí....  Yo  y  mi   Padre  somos  UNO". 

Tan  claramente  da  Jesucristo  testimonio  de  su 
divinidad,  que  los  oyentes  quieren  apedrearle,  por- 
que la  Ley  de  Moisés  ordenaba  que  a  los  blasfe- 
mos se  los  lapidara.  Cuando  Jesús  les  dice:  ¿"Por- 
qué vais  a  apedrearme?  Yo  os  he  hecho  muchas  o- 
bras  buenas",  los  judíos  responden:  "No  por  obra 
buena  te  apedreamos,  sino  porque  te  haces  a  tí  mis- 
mo DIOS".  (Juan  X-33).  Cristo  ha  dicho  terminan- 
temente que  El  es  Dios. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


189 


4a.  Cada  vez  que  Jesús  curaba  a  los  enfer- 
mos y  perdonaba  a  los  pecadores  daba  público  tes- 
timonio de  sí  mismo.  Con  exceso  de  lógica  razonan 
los  enemigos  de  Cristo  cuando  dicen:  "Solamente 
Dios  puede  perdonar  pecados^.  Pero  Jesús  acompa- 
ñaba el  perdón  con  una  curación  y  replicaba,  a  los 
fariseos,  diciéndoles:  "Cuál  es  cosa  más  fácil,  perdo- 
nar pecados,  diciendo:  Yo  te  absuelvo,  vete  en  paz, 
o  hacer  milagros,  como  estáis  viendo  y  -narra  el 
Evangelio-  dijo  al  paralítico:  toma  tu  camilla,  le- 
vántate y  anda".  (Luc.  V-23).  El  argumento  y  la 
réplica  de  este  pasaje  llevan  a  la  conclusión  de 
que  Cristo  es  Dios. 

5a.  Jesucristo  se  proclamó  así  mismo  DIOS, 
delante  de  la  multitud  de  gente  que  le  escucha  y 
ios  milagros  que  obra  son  pruebas  evidentes  de  la 
verdad  de  su  testimonio.  Sin  embargo,  sus  oyentes 
eran  "tardos  de  entendimiento"  y  "duros  de  cora- 
zón"; no  entendían  los  más,  y  muchos  no  querían 
entender  y  admitir  su  divinidad,  por  eso  Cristo  re- 
pite a  su  auditorio:  "¿Cómo  decís  vosotros  de  A- 
quel  que  el  Padre  envió  al  mundo:  Blasfema  por- 
que dice:  Yo  soy  el  Hijo  de  Dios?  Si  no  hago  las 
obras  de  mi  Padre,  no  me  creáis,  pero  estáis  vien- 
do lo  que  hago,  luego  creedme;  y  si  no  queréis  creer 
en  mis  palabras,  creed  al  menos,  a  esas  obras  pa- 
ra que  sepáis  y  conozcáis  que  el  Padre  es  en  Mí, 
y  que  Yo  soy  en  el  Padre...."  (Juan  X-36). 


190  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LI-  EL  VERBO  DIVINO 

el  principio  existía  ya  el  Verbo"  dice 
San  Juan  para  comenzar  "  su  evangelio,  "y  el  Ver- 
bo era  Dios  y  El  es  el  autor  de  todas  las  cosas; 
en  El  era  la  vida.  El  Verbo  se  hizo  carne  y  puso 
su  morada  entre  nosotros",  añade  el  Evangelista,  ex- 
plicando la  naturaleza  y  las  obras  del  Hijo  de  Dios. 
San  Juan  designa  con  el  nombre  de  Verbo  a  la  Se- 
gunda Persona  de  la  Santísima  Trinidad.  El  Hijo 
de  Dios  es  el  Verbo  del  Padre,  el  Logos  es  decir,  la  Sa- 
biduría, el  entendimiento  del  Ser  Supremo,  como  la 
Tercera  Persona,  el  Espíritu  Santo,  es  el  amor  de 
Dios  a  Sí  mismo. 

Dios  que  se  conoce  y  se  ama  sustancialmente 
forma  la  Trinidad  y  la  Unidad  Divinas.  Por  lo  mis- 
mo, el  Verbo  es  Dios  y  como  tal  existía  "en  el 
principio"  de  la  eternidad  que  no  tiene  principio. 

El  Verbo  era  Dios  igual  en  sustancia  al  Padre 
y  distinto  de  Este  personalmente.  San  Juan  se  ele- 
va hasta  Dios  y  nos  hace  intuir  su  esencia  misma. 
Dios,  Espíritu  purísimo,  creador  de  todas  las  co- 
sas, perfectísimo,  se  deja  ver  en  el  Verbo,  que  es 
la  engendración  de  Sí  mismo  desde  el  principio  de 
la  eternidad.  "En  el  principio  el  Verbo  era  ya  y  era 
Dios.  Por  El  todo  fué  hecho  y  sin  El  nada  se  hi- 
zo. En  El  era  la  Vida".  El  Verbo,  como  Dios  que 
es,  es  Creador  del  universo;  es  la  Luz  que  ilumi- 
nó la  creación,  que  vivificó  la  materia  creada  por 
El  mismo.  "Sin  el  Verbo  nada  se  hizo,  de  todo  lo 
que  ha  sido  creado.  En  El  era  la  vida,  y  la  vida 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAfiO  \Q\ 

era  la  luz  humana". 

El  Verbo  a  que  se  refiere  el  Evangelista  es- 
tá perfectamente  definido  como  Persona  Divina, 
idéntica  en  naturaleza  y  perfecciones  al  Padre,  a 
la  Primera  Persona  de  la  Santísima  Trinidad,  a 
Dios,  que  conociéndose  divinamente  engendró  al 
Verbo,  desde  toda  la  eternidad. 

Juan,  el  evangelista  águila,  nos  revela  el  Mis- 
terio de  la  Unidad  y  Trinidad  de  Dios,  porque  él 
conoció  los  secretos  divinos. 

" Nadie,  dice  Jesucristo,  conoce  al  Hijo  sino 
el  Padre,  y  al  Padre  ninguno  le  conoce,  sino  aquel 
a  quien  el  Hijo  quiere  revelarlo".  (Mat.  XI-27J. 
Este  aquel  privilegiado  fué  Juan,  quien  vió  clara- 
mente al  Verbo  divino  en  el  seno  eterno   de  Dios. 

"Tres  son  los  que  dan  testimonio  en  el  cielo: 
el  Padre,  el  Hijo,  y  el  Espíritu  Santo,  y  estos 
tres,  son  un  solo  Dios".  (I  Juan  V-7)  dice  el  Evan- 
gelista depositario  de  la  revelación  del  Misterio  de 
la  Santísima  Trinidad. 

San  Juan  quiere  hacernos  comprender  otro 
misterio;  nos  habla  del  Hijo  de  Dios,  llamándole 
Verbo.  "Y  el  Verbo  se  hizo  carne,  y  habitó  entre 
nosotros"  dice,  indicándonos  el  misterio  de  la  En- 
carnación. El  Verbo  Divino  se  hizo  hombre  para 
redimirnos,  viviendo  entre  los  hombres  y  murien- 
do por  nosotros.  "Vino  al  mundo,  vivió  entre  los 
suyos,  y  los  suyos  no  le  conocieron,  no  quisieron 
recibirle.  Pero  a  todos  los  que  le  recibieron,  les  dió 
el  poder  de  llegar  a  ser  hijos  de  Dios.  De  su  pleni- 
tud hemos  recibido  una  gracia  correspondiente  a  su 
gracia.  Porque  la  gracia  y   la  verdad  han  venido 


192 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


por  Jesucristo.  Nadie  ha  visto  jamás  a  Dios;  el 
Dios,  Hijo  único,  que  está  en  el  seno  del  Padre, 
El  dió  a  conocer."  (Jn.  1-18J. 

Jesucristo  es  el  Verbo  divino  encarnado;  una 
sola  persona  con  dos  naturalezas;  la  naturaleza  di- 
vina le  identifica  con  Dios  y  la  naturaleza  humana  le 
hace  hombre  verdadero.  Estas  dos  naturalezas  en  la 
persona  de  Jesús  le  dan  derecho  a  llamarse:  "Hijo 
de  Dios"  e  "hijo  del  hombre";  el  hijo  del  hombre 
es  Dios  encarnado  en  las  entrañas  maternales  de 
María;  el  Hijo  de  Dios  es  el  Verbo,  la  Persona  Di- 
vina, que  une  su  naturaleza  con  la  humana  en  la 
persona  de  Jesús,  porque  la  encarnación  es  la  li- 
món de  Dios  con  el  hombre,  es  la  divinización  de 
la  naturaleza  humaría.  San  Juan  nos  lleva  a  la  his- 
toria de  Cristo  introduciéndonos  por  ios  misterios 
más  profundos,  cuales  son  los  de  la  Santísima  Tri- 
nidad y  de  la  Encarnación.  Nos  hace  ver  la  grandeza 
del  Hijo  de  Dios,  que  saliendo  del  Padre,  descien- 
de hasta  nosotros  humanos. 

"En  el  principio  eVa  el  Verbo. 

"El  Verbo  estaba  en  Dios  y  era  Dios 

"El  Verbo  se  hizo  carne  y  habitó  en  medio  de 
los  hombres"-  Este  es  Jesucristo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


-LII-  HIJO  DE  DIOS 


193 


on  bastante  frecuencia  encontramos  en  el 
Evangelio  frases  que  nos  prueban  la  filiación  divi- 
na de  Jesús.  Todos  somos  hijos  de  Dios,  pero  Je- 
sucristo lo  es  en  sentido  completo.  El  mismo  nos 
enseñó  a  llamar  a  Dios:  " Padre  nuestro",  porque 
en  verdad  Dios  es  el  Padre  de  todos  los  hombres, 
por  creación  y  conservación,  pero  cuando  Jesús  di- 
ce "mi  Padre",  expresa  una  filiación  verdadera,  por 
descendencia. 

Tenía  Jesucristo  apenas  doce  años  de  edad, 
cuando  se  quedó  en  el  Templo,  discutiendo  con  los 
doctores  en  la  interpretación  de  las  Escrituras. 
San  José  y  la  Virgen  le  buscan  afligidos;  cuando  le 
encuentran,  se  quejan,  pero  Jesús  les  da  el  motivo 
de  su  proceder:  "No  sabíais  que  Yo  debía  estar  ha- 
ciendo la  voluntad  de  mi  Padre?"  (Luc.  11-49).  Es 
Hijo  de  Dios.  Había  venido  al  mundo  por  voluntad 
de  su  Padre  Eterno.  Las  escrituras  estaban  cum- 
plidas en  su  persona.  Se  cerraba  el  Antiguo  Testa- 
mento y  se  abría  la  primera  página  del  Nuevo, 
porque  el  Hijo  de  Dios  estaba  ya  en  medio  de  los 
hombres.  Esto  probó  Jesús  a  los  doctores,  en  sus 
preguntas  y  respuestas  en  el  Templo. 

Natanael  dice  a  Jesús:  "Tú  eres  el  Hijo  de 
Dios"  y  el  Señor  confirma  su  acto  de  fe.  (Jn.  1-49)» 

En  el  coloquio  de  Cristo  con  Nicodemo,  le  di- 
ce claramente  que  El  es  Hijo  de  Dios  y  que  para 
salvarse  es  necesario  creer  en  El.  Nicodemo  escu- 


194 


cha  con  asombro  las  revelaciones  del  Maestro,  cree 
en  El,  pero  no  lo  manifiesta  públicamente,  hasta 
cuando  ve  cumplidas  las  profecías;  entonces  sin  mie- 
do pedirá  a  Pilato  el  cuerpo  del  Señor  y  le  dará 
honrosa  sepultura,  porque  está  convencido  que  ver- 
daderamente era  Hijo  de  Dios  su  amigo  de  antaño, 
el  Rabí  de  Galilea,  a  quien  visitó  una  noche,  cuan- 
do el  coloquio  prolongado  le  convirtió,  haciéndole  re- 
nacer para  la  vida  eterna.  fJuan  111-1  a  20 ) 
fJuan  X1X-39J 

"Tú  eres  el  Hijo  de  Dios"  proclaman'  a  gritos 
los  endemoniados  y  caen  de  rodillas  ante  Jesús;  el 
Señor  no  lo  niega;  únicamente  manda  a  los  espí- 
ritus que  no  revelen,  porque  no  ha  llegado  la  hora. 
(Marcos  111-2).  ' 

Estaba  un  día  Jesucristo  disputando  con  los 
fariseos  y  al  terminar  les  dijo:  "Si  creéis  lo  que  os 
digo,  seréis  mis  discípulos,  conoceréis  la  verdad,  y 
la  verdad  os  hará  libres".  Indignados  le  interrum- 
pieron: "Nosotros  somos  descendientes  de  Abrahán 

y  jamás  hemos  sido  esclavos  de  nadie   Nosotros 

no  tenemos  más  que  un  padre:  Dios".  Jesús  les  repli- 
có: "Si  Dios  fuera  vuestro  Padre,  me  amarías  a  Mí, 
porque  Yo  salí  y  vine  de  Dios. 

En  verdad,  en  verdad  os  digo:  "Antes  que 
Abrahán  existiera,  era  Yo- ..."  La  conclusión  de  este 
Capítulo  del  Evangelio  es  que  los  oyentes  quisieron 
apedrear  a  Jesús,  porque  había  dicho  que  era  Hijo 
de  Dios,  y  como  tal,  superilr  a  Abrahán. 
fjn.  VI 11-31-59). 

Por  este  orden  encontramos  muchos  pasajes 
evangélidos  en  los  cuales    Jesús  llama   a    Dios  su 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  195 


Padre,  en  sentido  singular  y  exclusivo;  es  el  Hijo 
de  Dios  por  antonomasia.  (Luc.  XXI  1-29-Mat.Vl  1-1  \) 

Anunciando  a  los  discípulos  su  ascensión  les 
dice:  "Subo  a  mi  Padre  y  a  vuestro  Padre".  fJuan 
XX- 17).-  Es  muy  clara  la  contraposición  que  hay 
en  esta  frase  entre  el  Hijo  y  los  hijos  de  Dios, 
entre  Jesucristo  el  Unigénito  del  Padre  y  los  hom- 
bres creados  por  El. 

Los  enemigos  de  Jesús  se  dieron  cuenta  per- 
fecta del  sentido  en  que  hablaba  el  Maestro  acerca 
de  su  filiación  divina,  y  por  eso  se  encolerizaron  y 
le  acusaron  como  blasfemo.  Jesús  jamás  retractó  sus 
palabras,  ni  las  dió  explicación  distinta  al  asentimiento 
universal,  por  el  contrario  afirma  categóricamente, 
contestando  a  la  encuesta  de  Caifás.  Este  ante  el 
silencio  de  Jesús,  con  voz  augusta  de  Pontífice  y 
con  autoridad  de  Juez,  pergunta  con  juramento  al 
acusado;  "Por  Dios  vivo  te  conjuro  que  nos  digas  si 
tú  eres  el  Hijo  de  Dios  Bendito".  Habla  Jesús,  y  sin 
arrogancia,  con  la  sublime  sencillez  de  quien  dice  la 
verdad,  responde:  "Lo  soy". 

Cuando  Pilato  pregunta  a  los  judíos:  "¿Qué  a- 
cusación  traéis  contra  este  hombre?",  todos  contes- 
tan: "Se  ha  proclamado  Hijo  de  Dios  y  según  nues- 
tra ley,  debe  morir  por  blasfemo  - ."  -  Jesús  no  se 
retracta,  ni  explica;  calla  y  con  su  silencio  está  di- 
ciendo que  verdaderamente  y  en  sentido  propio  es 
HIJO  DE  DIOS. 


EL  VERADER  O  JESUCRISTO 


196 


-LUI-       TESTIMONIO  DEL  PADRE 


bautizado  Jesús,  salió  al  punto  del  agua,  y 
he  aquí  que  se  abrieron  los  cielos  y  se  oyó  una 
voz  que  decía:  "Este  es  mi  Hijo  amado  en  quien 
me  complazco".  fMat.  111-17).-  He  aquí  el  testimo- 
nio del  Padre  acerca  de  su  Unigénito.  Esta  decla- 
ración y  en  los  mismos  términos  precisos  y  signi- 
ficativos repitió  el  Eterno  Padre,  dejando  oír  su 
voz  en  la  cima  del  Tabor.  fMat.  XVI 1-5).-  Jesucris- 
to llevó  siempre  consigo  esta  cédula  divina  de  iden- 
tidad y  filiación,  basada  en  la  cual  no  teme  repe- 
tir: UE1  Padre  ama  al  Hijo  y  le  ha  entregado  todo 
poder...."  (Juan  111-35)  y  con  derecho  natural  pide: 
"Padre  glorifica  tu  nombre  ..."  y  prosigue  el  Evan- 
gelio: "una  voz  del  cielo  se  oyó:  He  glorificado  y 
glorificaré  siempre  a  mi  Hijo"  y  ante  la  discusión 
de  los  oyentes  acerca  del  significado  de  estas  mis- 
teriosas palabras,  Jesús  dice:  "El  que  cree  en  Mí, 
no  cree  en  Mí,  sino  en  Aquel  que  me  envió;  y 
el  que  me  ve,  ve  al  que  me  envió.  Yo  no  he  habla- 
do por  Mí  mismo,  sino  que  el  Padre  que  me  envió 
me  prescribió  lo  que  debo  decir  y  enseñar;  y  sé  que 
que  su  precepto  es  vida  eterna.  Lo  que  yo  digo, 
pues,  lo  digo  como  el  Padre  me  lo  ha  dicho".  fJn. 
XI 1-28- 44-49). 

Jesucristo  se  manifiesta  en  todo  igual  al  Padre. 
Obra  siempre  no  como  un  intermediario  subalterno, 
sino  como  Hijo  de  Dios-  "Todo  lo  que  el  Padre 
hace,  lo  hace  igualmente  el  Hijo";  "Así  como  el 
Padre  tiene  en  sí  mismo  la  vida,  así  también  el  Hi- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


197 


jo  tiene  la  vida  y  la  da  al  que  quiere".  (Jn.  19-26J 
"Mi  Padre  y  Yo  somos  una  sola  cosa'7.-  "Mi  Padre 
está  en  Mí  y  Yo  en  el  Padre".-  Estas  frases  di- 
chas por  Jesús,  con  anuencia  del  Padre,  están  ma- 
nifestando la  identidad  de  naturaleza  del  Hijo  con 
su  Padre  Dios,  quien  testimonia  la  verdad  por  los 
milagros  que  hace  por  intermedio  de  Cristo. 

Las  palabras  que  usa  Jesús  en  el  discurso  de 
la  Cena,  en  el  momento  en  que  confía  a  los  apósto- 
les los  últimos  secretos  acerca  de  su  persona,  ex- 
plican sus  discursos  anteriores  acerca  de  su  identi- 
dad con  el  Padre".  "El. Padre  está  en  Mí,  como  Yo 
estoy  en  El.  Las  palabras  que  Yo  os  digo,  no  las 
hablo  de  Mí  mismo,  sino  que  las  dice  el  Padre 
por  mi  boca.  El  mismo  hace  las  obras  que  ya  ha- 
go". (Jn.  X1V-10J  "Salí  del  Padre  y  vine  al  mundo; 
ahora  dejo  el  mundo  y  vuelvo  al  Padre".  (Jn. XVI -28) 

Estas  palabras  son  tan  claras  y  tan  formales 
que  los  apóstoles  exclaman:  "Ahora  sí  que  nos  ha- 
blas claramente  y  sin  proverbios;  ahora  sí  cohoce- 
mos que  Tú  has  salido  de  Dios,  que  sabes  todo; 
creemos  en  Tí".  («Jn.  XVI-30J. 

Jesús  aprovecha  las  disposiciones  espirituales 
de  los  discípulos  para  exteriorizar  sus  sentimientos 
dirigiéndose  al  Padre,  en  la  oración  final  de  despe- 
dida: "Padre,  todas  mis  cosas  son  tuyas,  como  las 
tuyas  son  mías-  Que  éstos  sean  uno  Conmigo,  como 
lo  somos  nosotros.  Yo  estoy  en  ellos,  y  Tú  estás  en 
Mí.  Así  como  Tú  me  has  enviando  al  mundo,  asi 
también  Yo  les  envío  a  ellos.  Que  sean  una  misma 
cosa,  como  lo  somos  nosotros".  (Jn.  XVI 1-10-23). 

Las  relaciones  de  Jesús  con  el  Padre  son  muy 


198  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


íntimas,  son  filiales,  son  connaturales  e  identifican 
a  dos  personas. en  una  sola   y  misma  naturaleza. 

El  Padre  ha  dirigido  un  mensaje  al  mundo  por 
intermedio  de  su  Hijo.  Se  ha  hecho  conocer  de  los 
hombres  por  medio  de  Cristo.  Aceptar  a  Jesucris- 
to equivale  a  recibir  el  mensaje  del  Padre;  es  lo 
mismo  que  aceptar  y  conocer  al  Padre.  Esta  acep- 
tación exige  el  Hijo  en  nombre  del  Padre.  El 
mensaje  que  Jesús  anuncia,  viene  directamente  del 
Padre.  "La  doctrina  que  habéis  oído,  no  es  mía,  sino 
del  Padre  que  me  envió".  (Jn.  XW-24).  El  que  me 
ama,  observará  mi  doctrina,  y  mi  Padre  le  amará,  y 
vendremos  a  él  y  haremos  mansión  dentro  de  él.* 
(Jn.  XlV-23).  "Si  no  creéis  que  Yo  estoy  en  el 
Padre,  y  que  el  Padre  está  en  Mí,  ved  las  obras 
que  hago.  Las  obras  que  el  Padre  me  puso  en 
las  manos  para  que  las  ejecutase,  esas  obras  hago 
Yo,  y  dan  testimonio  en  mi  favor,  probando  que  me 
ha  enviado  el  Padre".  (Jn.  XI  V-l  l-V-36). 

En  suma:  la  declaración  es  formal  de  parte  del 
Padre  y  de  parte  del  Hijo,  Jesucristo  es  idéntico  a 
Dios,  porque  es  su  Hijo.  "Quien  ve  a  Jesús,  ve  tam- 
bién al  Padre.  Cristo  está  en  el  Padre  y  el  Padre 
está  en  El.  Nadie  va  al  Padre  sino  por  Jesucristo. 
El  que  conoce  a  Cristo,  conoce  también  al  Padre". 

Cuando  Felipe  dice:  "Señor,  muéstranos  al  Pa- 
dre, y  eso  nos  basta",  Jesús  le  responde:  "Felipe:  quien 
me  ve  a  Mí,  ve  también  al  Padre.  Tánto  tiempo  que 
estoy  entre  vosotros  y  tú  dices  aún:  muéstranos  al 
Padre?-  Yo  soy  en  el  Padre  y  el  Padre  es  en  Mí. 

He  aquí  el  gran  testimonio  de  la  identidad  del 
Padre  con  el  Hijo,  de  Dios  con  Jesucristo.  fJn.  XIV-8) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAftO  199 


-LIV-       CORDERO  DE  DIOS 

í$ajó  Jesús  de  la  montaña  de  la  cuarentena  y 
dirigióse  al  lugar  donde  Juan  estaba  bautizando 
Apenas  le  vio  el  Precursor,  señalándole  con  el  dedo, 
dijo:  "He  aquí  el  Cordero  de  Dios;  he  aquí  el  que 
quita  los  pecados  del  mundo.  Este  es  aquel  de  quien 
os  estaba  diciendo:  en  pos  de  mí,  viene  uno  que  ha 
sido  engendrado  antes  de  mí,  porque  existía  antes 
que  yo-  Y  yo  no  le  conocía,  pero  para  preparar  sus 
caminos  he  venido  yo  bautizando  con  agua".  (Jn.  1-29) 

Juan  llama  a  Jesús  "Cordero  de  Dios"  porque 
tiene  conocimiento  perfecto  de  la  misión  de  Cristo, 
Ungido  de  Dios,  Salvador  del  mundo,  a  quien  debía 
redimirlo  de  las  cadenas  del  pecado,  mediante  su  sa- 
crificio en  la  cruz;  era  verdadero  cordero,  verdadera 
víctima  ofrecida  a  Dios  por  la  humanidad. 

El  cordero  pascual  del  rito  judío  fué  figura  del 
Cordero  de  Dios,  de  Jesucristo,  que  venía  a  lavar  los 
pecados  de  los  hombres  con  su  sangre  divina. 

Este  es  el  CORDERO  DE  DIOS,  el  Mesías 
prometido,  dijo  el  Bautista,  "porque  yo  he  visto  al 
Espíritu  Santo  posarse  sobre  El.  El  que  me  envió  a 
bautizar  con  agua  me  había  anunciado,  diciéndome: 
Sobre  quien  tú  vieres  descender  el  Espíritu  de  Dios, 
ese  es  el  que  bautiza  como  Dios.  Yo  vi  y  por  eso 
doy  testimonio  de  que  Este  es  el  Hijo  de  Dios,  el 
Cordero  de  Dios".  (Juan  1-34) 

Había  llegado  la  hora  de  Jesús.  La  misión  del 
Bautista  terminó  con  la  presencia  del  Redentor.  La 
ovejita  dió  pasó  al  Cordero  divino. 


200 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Jesús  no  estuvo  con  Juan  sino  el  tiempo  ne- 
cesario para  recibir  el  bautismo  y  volvió  a  su  reti- 
ro. Al  día  siguiente,  por  la  tarde,  el  Precursor  y 
sus  discípulos  Andrés  y  Juan  estaban  comentando 
el  bautismo  del  Mesías  y  el  testimonio  del  Eterno 
Padre,  cuando  apareció  Jesús  por  el  camino  y  lle- 
gó hasta  ellos.  Todos  exclamaron;  "Ahí  va  el  Corde- 
ro de  Dios".-  Jesús  continuó  su  camino.  Entonces  los 
discípulos  aconsejados  por  el  Bautista,  siguieron  a 
Cristo.  Este,  notando  que  le  seguían,  se  detuvo  y  les 
preguntó'  ¿A  quién  buscáis?"  Ellos  respondieron: 
"¿Rabí,  donde  vives?",  el  Maestro  les  dijo:  ''Venid 
y  veréis";  El  Evangelio  termina  la  narración  indi- 
cando que  Andrés,  Juan  y  otros  le  siguieron  y  se 
quedaron  con  Jesús,  el  Cordero  de  Dios.  (Jn,  \-35) 

Fácil  es  comprender  la  bondad  del  Maestro  con 
estos  primeros  discípulos  y  cómo  les  hizo  partícipes 
de  los  secretos  de  su  persona  y  de  su  misión  en  la 
tierra.  Quedaron  prendados,  del  nuevo  Maestro  y  con- 
vencidos de  que  era  el  Mesías;  Andrés,  no  pudiendo 
contener  su  emoción,  fué  al  día  siguiente  a  su  casa 
y  comunicó  a  su  hermano  Simón:  "Hemos  hallado 
al  Mesías"  y  no  contento  con  darle  esta  noticia,  "le 
llevó  a  conocerle".  El  Rabí  de  Galilea,  el  Cordero 
de  Dios,  clavó  su  mirada  en  el  visitante  y  le  dijo: 
"Tú  eres  Simón,  hijo  de  Jonás;  en  adelante  te  llama- 
rás Kefa,  que  significa  Pedro...."  (Jn,  1-41).)  En  esta 
forma  preparó  Jesús  la  piedra  fundamental  de  su 
Iglesia,  la  roca  donde  se  harán  pedazos  las  furias  in- 
fernales. Así  comenzó  el  seminario  apostólico.  Estas 
fueron  las  primeras  flores  del  jardín  donde  el  Cor- 
dero se  apacienta  entre  lirios  y  azucenas. 

Al  día  siguiente  partió  Jesús  para  Galilea.  En 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAlslO  201 


el  camino  encontró  a  Felipe  y  le  dijo:  "sigúeme". 
Felipe  siguió  al  Maestro.  Era  de  Betsaida,  coterrá- 
neo de  Pedro  y  Andrés,  Felipe  se  encontró  con  Bar- 
tolomé y  le  dijo:  "Hemos  encontrado  a  Jesús,  el  Me- 
sías profetizado...."  Bartolomé  después  de  un  colo- 
quio íntimo  con  el  Maestro,  hizo  profesión  de  fe  y  le 
siguió;  "Rabí,  Tú  eres  el  Hijo  de  Dios.../' Jesús  con- 
firmó estas  palabras  diciendo:  "En  verdad  os  digo: 
"Veréis  el  cielo  abierto  y  a  los  ángeles  de  Dios  que 
suben  y  descienden  en  torno  del  Hijo  de  Dios  e 
Hijo  del  Hombre"  {Jn.  1-43  a  51 ).  En  esta  forma 
hizo  su  aparición  solemne  y  pública  el  Cordero  de 
Dios,  como  le  llamó  San  Juan  Bautista,  y  así  ter- 
minó la  primera  escena  de  la  vida  evangélica  de  Je- 
sús, verdadero  Cordero  de  Dios,  inmolado  en  el  Altar, 
donde  los  ángeles  suben  y  bajan  en  perpetua  adoración. 


202  El  VERDADERO  JESUCRÍSTO 


■LV-       JESUS  Y  LOS  ANGELES 

jíesucristo  dijo  una  consoladora  verdad  agra- 
deciendo al  Apóstol  que  salió  en  defensaade  su  Maes- 
tro apresado  infamante  en  Getsemaní:  "Vuelve  tu 
espada  a  su  vaina  ».  porque  si  quisiera  defenderme, 
puedo  pedir  a  mi  Padre  y  tendré  a  mis  órdenes  más 
de  doce  legiones  de   ANGELES".  (Mat.  XXVI  -53), 

A  su  disposición  tuvo  Jesús  a  todos  los  ángeles 
de  la  corte  celestial  como  Creador  y  Señor  del  mun- 
do espiritual.  En  el  Evangelio  encontramos  conti- 
nuamente la  intervención  de  los  espíritus  angelicales, 
de  quienes  Dios  se  vale  para  cumplir  los  planes  de 
la  redención  humana- 

Un  ángel  se  apareció  en  sueños  al  padre  puta- 
tivo de  Jesús  y  le  dijo:  "José,  Hijo  de  David;  no 
temas  recibir  a  María  tu  esposa,  porque  su  concep- 
ción es  del  Espíritu  Santo.  Dará  a  luz  un  hijo  y  le 
pondrás  por  nombre  Jesús,  porque  El  salvará  a  su 
pueblo  de  sus  pecados".  (Mat.  1-20). 

Luego  que  partieron  los  Magos  al  Oriente, 
después  de  su  visita  al  Rey,  cuya  estrella  les  había 
traído,  un  ángel  se  le  apareció  a  José  y  le  orde- 
nó en  nombre  de  Dios:  "Levántate  toma  contigo  al 
Niño  y  a  su  madre  y  huye  a  Egipto,  donde  perma- 
necerás hasta  que  yo  te  avise,  porque  Herodes 
buscará  a  Jesús  para  matarle".  (Mat.  11-13,}. 

Muerto  el  tirano  otro  ángel  del  cielo  ordenó 
al  Jefe  de  la  Sagrada  Familia  que  vuelva  a  Naza- 
ret.  "Vuelve  a  la  tierra  de  Israel,  porque  han  muer- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  203 

to  los  que  buscaban  la  vida  del  Niño*  (Mat.  11-19J. 

El  Evangelio  concluye  ia  narración  de  las  ten- 
taciones de  Jesús  en  el  monte  de  la  cuarentena, 
con  estas  palabras;  "Dejóle  entonces  el  diablo,  y 
lie  aquí  que  los  ángeles  se  acercaron  a  Jesús  y  le 
servían*.  (Mat.  IV-11) 

Jesús  mismo  habló  de  los  ángeles  en  sus  pre- 
dicaciones -  Cuando  predice  su  segunda  venida  a  la 
tierra  para  juzgar  a  todos  los  hombres,  dice:  "'El 
Hijo  del  Hombre  vendrá  con  majestad  y  gloria, 
acompañado  de  todos  sus  ANGELES,  y  se  senta- 
rá sobre  su  trono  para  juzgar,  y  todas  las  nacio- 
nes serán  congregadas   en  su  presencia*,  "  Mat. 

XXV-3L 

Al  hablar  sobre  el  escándalo  dijo:  "que  quien 
escandaliza  a  un  niño,  ofende  al  ángel  custodio,  a 
ese  espíritu  celestial  que  está  viendo  el  rostro  del 
Padre.  (Mat.  XVIil-iO). 

En  uno  de  sus  discursos  hace  saber  Jesús,  que 
su  relación  con  Dios  era  más  estrecha  de  lo  que 
pensaban  los  circunstantes.  "En  verdad  os  digo  que 
veréis  el  cielo  abierto  y  los  ángeles  de  Dios  subir 
y  bajar  en  servicio  del  Hijo  del  Hombre".  (Jn.  1-51) 
Las  barreras  entre  el  cielo  y  la  tierra  habían  desa- 
parecido; los  ángeles  eran  los  mensajeros  entre  Je- 
sús y  el  Padre  que  le  había  enviado;  suben  y  ba- 
jan sirviendo  a  Cristo. 

Cuando  los  saduceos  proponen  el  asunto  de  la 
resurrección  de  la  carne  en  conexción  con  el  matri- 
monio, la  respuesta  que  da  Jesús  es:  "Cuando  resuciten 


204  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

los  hombres  no  se  casarán,  sino  que  serán  como  los 
ángeles  del  cielo".  (Marc.  X11-25J. 

Terminada  la  oración  de  Jesús  a  su  Eterno 
Padre  en  el  huerto  de  los  olivos,  cuando  la  mate- 
ria desfallece,  un  ángel  conforta  el  espíritu  del 
Señor.  fLuc.  XXI 1-43). 

Un  ángel  interviene  en  la  resurrección  de  Je- 
sús. "Después  del  sábado,  cuando  comenzaba  el  pri- 
mer día  de  la  semana,  María  Magdalena  y  la  otra 
María,  fueron  a  visitar  el  sepulcro.  Y  he  aquí  que 
hubo  un  gran  terremoto,  porque  un  ANGEL  del 
Señor  bajó  del  cielo,  e  hizo  rodar  la  piedra,  y  se 
sentó  encima  de  ella.  Su  rostro  brillaba  como  relám- 
pago y  su  vestido  era  blanco  como  la  nieve.  De 
miedo  a  él,  temblaron  los  guardias  y  quedaron  como 
muertos.  Habló  el  ángel  y  dijo  a  las  mujeres:  No 
temáis  vosotras;  sé  que  buscáis  a  Jesús  el  Crucifica- 
do. No  está  aquí,  porque  resucitóy  conforme  había 
predicho...."  (Mat.  XXVI 11-1  a  6). 

Por  este  orden,  se  suceden  las  citas  evangéli- 
cas donde  aparece  un  ángel,  desde  San  Gabriel,  el 
mensajero  divino  de  la  encarnación  del  Verbo  en 
las  purísimas  entrañas  de  la  Virgen  nazarena  (Luc. 
1-26)  hasta  el  anuncio  del  ángel  a  los  videntes  de 
la  Ascención  del  Señor.  uEste  Jesús  que  ha  sido 
levantado  de  entre  vosotros,  y  llevado  al  cielo,  de 
esta  misma  manera  volverá  en  el  día  del  juicio...." 
(Act.  1-9). 

Los  ángeles  cantaron  en  la  cuna  de  Belén 
glorificando  al  Hijo  de  Dios  -hecho  Hombre  y  siguen 


'HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


205 


cantando  a  Jesús  triunfante  en  el  cielo  y  eucarís- 
tico  en  la  tierra,   repitiendo  el  himno  veinte  veces 

secular.  ''Gloria  a  Dios  en  las  alturas  "  del  que 

nos  habla  San  Lucas:*  Se  juntó  con  el   ángel  una 
muchedumbre  de  la   milicia  celeste,  que  alababan  a 
Dios  del    cielo   y   traian   la    paz  a   la  tierra. 
(Luc.  11-13. 
• 


206 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LVI-     CRISTO  Y  LOS  DEMONIOS 

^an  Mateo  narra  eí  siguiente  episodio:  "Fué 
traído  un  endemoniado,  ciego  y  mudor  y  Jesús  le 
curó.  Con  )o  que  todo  el  pueblo  quedó  asombrado* 
y  decía:  este  es  el  Hijo  de  David,  eí  Mesías,  F^e- 
ro  los  fariseos  decían:  Este  no  lanza  los  demonios 
sino  por  obra  de  Belzebú,  príncipe  de  los  demonios. 
Entonces  Jesús  les  dijo:  "Todo  reino  dividido  en 
bandos  no  subsistirá.  Sí  satanás  echa  fuera  de  sí 
a  satanás,  es  contrario  a  sí  mismo  y  no  puede  sub- 
sistir su  reino.  Yo  hecho  los  demonios  en  virtud  del 
espíritu  de  Dios,  porque  ya  el  Mesías  ha  llegado  a 
vosotros.,  /'  (Mat.  XI 1-22-28J, 

San  Marcos  cuenta  lo  siguiente  que  aconteció 
al  descender  Jesús  del  monte  de  la  Transfiguración 
donde  encontró  a  sus  discípulos  disputando  con  los 
fariseos,  por  causa  de  un  energúmeno,  "Trajeron  al 
endemoniado  y  apenas  víó  a  Jesús,  cuando  eí  espí- 
ritu malo  comenzó  a  agitar  con  violencia  al  mucha- 
cho  poseso,  que,  tirándose  contra  el  suelo,  se  revol- 
caba echando  espumarajos.  Jesús  ante  el  tropel  de 
gente  que  había  acudido  a  presenciar  el  suceso,  a- 
menazó  al  espíritu  inmundo,  díciéndole:  Espíritu 
sordo  y  mudo,  yo  te  lo  mando,  sal  de  este  mozo,  y 
no  vuelvas  más  a  entrar  en  él.  Dando  un  gran 
grito  y  atormentando  horriblemente  al  joven,  salió 
el  demonio,  dejando  como  muerto  al  poseso,  de  suer- 
te que  todos  decían:  le  mató.  Pero  Jesús  cogiendo 
de  la  mano  al  muchacho  le  ayudó  a  levantarse  y  que- 
dó sano... "  (Marc.  1X-19  a  26). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  207 

San  Lucas  describe  con  detalles  los  muchos  ca- 
sos de  endemoniados  curados  por  Jesús.  Refiriéndo- 
se a  María  Magdalena  dice:  ude  la  cual  Cristo  ha- 
bía echado  siete  demonios".  (Luc.  VI 11-2) 

La  Sagrada  Escritura,  la  Tradición  y  la  Fe  son 
los  fundamentos  para  nuestras  creencias  acerca  de 
la  naturaleza  y  existencia  de  los  demonios.  Son  án- 
geles rebeldes  a  Dios,  su  creador.  Son  los  espíritus 
que  no  perseveraron  en  la  verdad,  según  frase  del  I 
mismo  Jesús.  (Jn.  V111-44J. 

Lucifer,  y  con  él  una  gran  parte  de  los  espíri- 
tus angélicos,  abusaron  de  su  libertad,  se  subleva- 
ron contra  el  Creador  y  fueron'  alejados  para  sim- 
pre  de  Dios  y  pagan  en  el  infierno,  el  crimen  de 
su  rebelión.  Es  opinión  común  que  los  ángeles  re- 
beldes conocieran  por  revelación  la  futura  encarna- 
ción del  Hijo  de  Dios  y  se  negaron  a  rendir  la 
adoración  debida  al  Hombre-Dios.  De  aquí  les  vie- 
ne el  odio  furioso  de  los  demonios  contra  Jesucris- 
to y  su  obra  redentora. 

Miles  de  años  hace  ya  que  los  ángeles  fieles  es- 
tán en  posesión  de  la  bienaventuranza,  contemplan- 
do en  el  cielo,  la  cara  del  Padre  celestial 
(Mat.  VI 11-10),  y  los  ángeles  infieles  o  demonios 
andan  vagando  por  el  mundo  para  perder  a  las  al- 
mas y  acarrearlas  a  los  infiernos.  En  tiempo  de  Cris- 
to, Satanás  estaba  más  suelto  que  ahora,  por  de- 
cirlo así,  y  no  solamente  poseía  las  almas,  sino 
también  los  cuerpos  de  muchos  hombres. 

San  Pablo  dice:  "No  tenemos  que  combatir  so- 
lamente contra  la  carne  y  el  mundo,  sino  también 
contra  los  espíritus  malignos  que  andan  por  el  aire." 


208 


EL  VERA  C  EfC  JESUCRISTO 


(Efes.  Vl-13).-  Según  el  Evangelio,  satanás  sedujo 
a  Judas  para  que  vendiese  y  entregara  al  Maestro 
en  manos  de  sus  enemigos.  (Jn.  Xlll-27j.  Contra 
el  mismo  Jesús  se  atrevió  el  demonio  en  el  monte 
de  las  tentaciones.  fMat.  1V-1J. 

Numerosos  son  los  pasajes  evangélicos  en  los 
cuales  vemos  la  actitud  de  Jesucristo  contra  los 
espíritus  malos  que  poseían  materialmente  a  los 
hombres,  a  quienes  el  Redentor  vino  a  librar  del 
pecado  y  del  demonio.  Los  Evangelistas  nos  han 
dejado  también  el  relato  de  la  represalia  diabólica 
ante  el  poder  de  Cristo. 

"Un  día  desembarcó  Jesús  en  la  ribera  del 
lago,  en  el  país  de  los  gerasenos;  fueron  a  su  en- 
cuentro dos  endemoniados  tan  furiosos,  que  nadie 
osaba  transitar  por  el  camino  donde  ellos  tenían 
sus  cuevas,  y  empezaron  a  gritar,  diciendo:  ¿Qué 
tenemos  nosotros  que  ver  contigo,  Jesús,  Hijo  de 
Dios?  ¿Has  venido  acá  con  el  fin  de  atormentar- 
nos?...." (Mat.  VI 11-28; 

Con  su  poder  divino  sacó  Jesús  del  cuerpo  del 
endemoniado  mudo  a  satanás,  dejándole  sano  y  sal- 
vo (Mat.  IX- 32).  Así  mismo  libertó  del  demonio 
al  ciego  y  mudo  que  narra  San  Marcos.  011-20  a 
30)  Igualmente  a  la  hija  de  la  Cananea,  posesa  de 
satanás  desde  mucho   tiempo.  (Mat.  XV-22,). 

"Una  ocasión  hallábase  Jesús  en  la  sinagoga, 
cuando  se  presentó  un  hombre  poseído  del  demo- 
nio inmundo,  que  gritaba,  diciendo:  Déjanos  en  paz; 
¿qué  tenemos  nosotros  que  ver  contigo,  oh  Jesús 
nazareno?;  ¿has  venido  a  exterminarnos?;  ya  sabe- 
mos que  eres  el  santo  de  Dios.-  Jesús  increpó  al  de- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  209 


monio,  diciéndole:  calla  y  sal  de  ese  hombre.  Y  el 
demonio  dejó  al  poseso  sin  causarle  daño.  Los  cir- 
cunstantes atemorizados  se  conversaban  unos  a 
otros  y  decían:  El  manda  con  autoridad  y  poderío 
a  los  espíritus  malos  y  le  obedecen  al  instante." 
Luc.  (IV  33  a  37 j. 

De  estos  y  otros  testimonios  evangélicos  se 
deduce  claramente  la  existencia  de  los  demonios,  el 
poder  divino  de  Cristo  contra  satanás,  el  testimo- 
nio que  dieron  los  espíritus  malos  acerca  de  la  per- 
sona y  de  la  misión  de  Jesús. 

El  demonio  es  de  suyo  mentiroso  y  padre  de 
la  mentira,  como  dice  Cristo,  (Jn.  VI 1 1  -44 ^  pero, 
repetidas  veces  dijo  la  verdad  en  presencia  del  Se- 
ñor, reconociendo  su  divinidad,  expulsado  de  sus 
posesos  por  la  fuerza  superior  de  Dios  hecho  hom- 
bre, que  vino  a  destruir  el  imperio  de  satanás  en 
la  tierra. 


210  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LVII-  JESUS  OBRERO 

a  primera  manifestación  de  Jesús  en  el  Tem- 
plo, a  los  doce  años  de  edad,  fué  pasajera.  Des- 
pués de  los  tres  días  de  separación  de  sus  padres 
y  de  su  gozoso  encuentro  en  Jerusalén,  volvió  el 
Niño  a  Nazaret  donde  vivió  sujeto  a  José  y  Ma- 
ría durante  treinta  años,  edad  en  la  que  comenzó 
su  vida  de  misionero  de  la  Buena  Nueva  (Luc.  11-51). 

¿Qué  hizo  Jesucristo  en  este  intervalo  de  diecio- 
cho años?-  El  Evangelio  nos  dice  únicamente  que: 
"crecía  en  edad,  sabiduría  y  gracia,  deiante  de 
Dios  y  de  los  hombres"  y  que  "estaba  sujeto  a  sus 
padres".  (Luc.  1 1-51).  Dieciocho  años  de  vida  oculta, 
de  hogar,  rutinaria,  de  trabajo  material;  Jesús  pasó 
todo  ese  lapso  largo  de  tiempo  ayudando  a  su  ma- 
dre en  los  quehaceres  domésticos  y  trabajando  con 
San  José  en  la  carpintería;  vida  de  obrero.  A  los 
treinta  años,  Jesús  debía  ser  un  buen  artesano;  co- 
menzó conociendo  las  herramientas,  afilándolas  y 
cortando  palillos,  hasta  que  los  dieciocho  años  de 
ejercicio  le  hicieron  maestro  de  taller;  obrero 
perfecto. 

La  expresión  "hijo  del  carpintero  con  la  cual 
designan  a  Jesús  sus  coterráneos,  nos  indica  que 
San  José  ejercía  este  oficio,  con  el  que  ganaba  el 
pan  para  su  familia,  y  que  Jesús  aprendió  el  mis- 
mo arte.  El  oficio  pasó  de  padre  a  hijo,  como 
sucede  ordinariamente  en  los  hogares  pobres.  José 
puso  todo  afán  en  enseñar  su   oficio  a  Jesús;  El 

i 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


211 


era  el  único  oficial  o  ayudante  y  El  quedó  de  maes- 
tro y  dueño  del  taller,    a  la  muerte  de  su  padre. 

Jesucristo  fué  OBRERO,  durante  dieciocho 
años;  como  tal  le  conocieron   los  galileos. 

Cuando  le  vieron  convertido,  de  la  noche  a  la 
mañana,  en  predicador,  decían   sus  paisanos:  "Por 
ventura  no  es  éste  el   hijo  del  carpintero,  hijo  de 
.  José?;    ¿no    es    éste   el    obrero   de    Nazaret...  • 
(Marc.  VI-3j. 

Humanamente  hablando,  con  bastante  lógica 
dijo  Natanael  a  su  amigo  Felipe  que  alborozado  le 
avisaba  el  encuentro  con  Jesús  de  Nazaret,  a  quien 
creía  el  Mesías  profetizado:  "De  Nazaret  y  de  un 
taller  de  carpintería  puede  salir  algo  bueno?  .  ...." 
fJuan  1-46;. 

Pues  sí,  de  una  carpintería  salió  el  obrero  que 
transformó  al  mundo,  que  redimió  a  la  humanidad, 
porque  ese  Obrero  era   Dios  humanado. 

Dios,  Redentor  y   Maestro  del  género  humano, 
pasó  la  mayor  parte  de  su  vida  en  la  tierra,  como  < 
aprendiz  y  como  maestro  de  un  taller  de  carpinte- 
ría, como  obrero,  en  toda  la  acepción  de  la  palabra. 

Bossuet  dice  al  respecto:  "Tres  días  duró  la 
\  pasión  de  Cristo;  tres  años  su  enseñanza  evangélica 
y  Pública;  pero  treinta  años  nos  enseñó  desde  un 
taller,  en  una  aldea,  entre  gentes  sencillas,  ocupa- 
do en  el  trabajo,  sin  nombre  y  sin  ruido. Oh 
¡taller  del  artesano  Jesús!  Eres  lección  para  los 
obreros,  meta  e  ideal  para  los  que  ganan  el  pan 
con  el  trabajo  de  sus  manos.  Por  tí  es  amable  la  vi- 
da para  los   artesanos,   por  tí  sonríe  el  campesino 


212 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


que  come  el  pan  con  el  sudor  de  su  frente.  Oh 
taller  de  Jesús  Obrero!  Cátedra  amorosa  de  Cristo; 
no  eres  lugar  de  sacrificios,  sino  trono  de  sabiduría 
desde  donde  enseñó  el  Obrero  de  los  obreros,  el 
Maestro  de  los  artesanos  " 

El  autor  de  "El  Drama  de  Jesús"  dice  al  re- 
ferirse a  Jesús  Obrero:  "Experimentó  el  dolor  y 
la  alegría  de  ganarse  el  pan  con  el  sudor  de  su 
frente,  con  el  esfuerzo  de  sus  manos.  Esas  manos 
que  bendecirán  a  los  niños,  curarán  a  los  leprosos, 
resucitarán  a  los  muertos  y  absolverán  a  los  peca- 
dores, esas  manos  sintieron  más  de  una  vez  el  mor- 
disco de  la  sierra  que  se  desvía,  el  golpe  del  mazo 
y  el  peso  de  los  tablones.  Manos  de  un  carpintero 
de  aldea,  donde  el  trabajo  es  duro  y  mal  retribuido. 
Todos  los  días  al  atardecer  y  sobre  todo  las  víspe- 
ras de  fiesta,  barre  Jesús  las  virutas,  pone  en  orden 
los  instrumentos  de  trabajo  y  lleva  sobre  sus  hom- 
bros las  piezas  terminadas  para  entregar  a  los 
clientes.  Mira  si  quedan  satisfechos  o  si  hay  algo 
que  corregir  y  recibe  el  precio  de  la  obra,  para 
entregar  a  su  madre. 

Fué  obrero  de  la  materia,  antes  de  ser  obrero 
del  espíritu.  Fué  pobre  antes  de  llamar  a  los  po- 
bres al  Reino  de  los  Cielos...." 

Indirectamente  dice  el  mismo  Jesús  que  fué 
obrero  y  carpintero,  porque  de  la  abundancia  del 
corazón  habla  la  lengua,  y  ordinariamente  se  trae 
a  colación  en  los  discursos  lo  que  se  conoce  prác- 
ticamente, pero  Jesús  en  las  parábolas  se  refiere 
al  árbol,  a  la  casa  edificada  sobre   piedra  o  sobre 


\ 


\ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


213 


la  arena  (Luc.  V1-47J;  nos  habla  de  leño  verde  y 
seco,  de  vigas,  de  obreros  que  fabrican  (Luc.  VI- 
41 -XXI 1 1  -31  ^  etc;  luego  podemos  concluir  que  el 
el  Predicador  fué  antes  Carpintero.  Esta  conclusión, 
apoyada  en  el  relato  evangélico  y  en  la  tradición 
nos  hace  ver  a  Jesús  Obrero  y  Artesano,  pobre, 
esclavo  de  su  trabajo  de  sol  a  sol,  durante  diecio- 
cho años. 


214  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LVIII-    JESUCRISTO  CAMPESINO 

egún  el  diccionario,  campesino  es  el  hombre 
que  vive  o  trabaja  en  el  campo. 

Jesucristo  fué  "campesino"  porque  nació  en  el 
campo;  vivió  en  una  aldea,  y  trabajó  en  el  campo, 
cultivando  el  huerto  propio  o  ajeno,  como  acostum- 
braban los  galileos. 

Es  campesino  por  nacimiento  el  que  no  nació 
en  una  ciudad  o  siquiera  en  un  pueblo  de  impor- 
tancia. Jesús  vió  la  luz  primera  en  el  campo;  nació 
en  las  afueras  de  un  poblado;  calentaron  su  cuna 
un  buey  y  un  asno,  animales  del  campo;  sus  prime- 
ros adoradores  fueron  campesinos,  pastores  que  pa- 
saban su  vida  custodiando  sus  rebaños.  (Luc.  11-8,) 
Jesús,  es  pues,  perfecto  campesino,  por  nacimiento. 

Lo  es  también  porque  vivió  en  el  campo.  Trein- 
ta años  enteros  de  vida,  los  pasa  Jesús  en  Na- 
zaret,  pueblo  de  poca  importancia,  según  Natanael. 
fJn.  1-46).  Gente  del  campo  se  dice  a  la  que  reci- 
de  en  una  aldea  y  sale  a  la  ciudad  para  llenar  sus 
necesidades  materiales  y  morales.  El  campesino  de- 
be acudir  a  la  ciudad  para  sus  compras  de  alimento 
y  vestido,  para  curar  sus  enfermedades,  para  asis- 
tir a  escuelas  y  colegios,  para  asuntos  judiciales, 
para  tratar  con  las  autoridades  eclesiásticas  y  civiles. 

Jesús  interrumpió  su  vida  aldeana,  para  ir  con 
sus  padres  a  la  ciudad,  cuando  apenas  tuvo  doce 
años.  (Luc.  11-42/  Cada  año  sin  falta,  y  algunas 
veces  en  el  año,  siempre  que  podían,  con  motivo  de 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAND 


215 


las  fiestas  religiosas,  hacía  este  viaje  la  sagrada  fa- 
milia. Con  frecuencia  San  José  y  Jesús  tenían  que 
acudir  a  Jerusalén  para  proveerse  de  lo  necesario 
para  la  vida,  para  comprar  herramientas,  para  pa- 
gar los  tributos  y  ofrecer  sacrificios  en  el  Templo. 

Es  campesino  el  hombre  que  se  dedica  a  la 
agricultura,  que  trabaja  la  tierra.  Jesucristo  fué  un 
campesino  auténtico;  cultivó  con  sus  brazos  la  tie- 
rra nazarena. 

Es  de  presumir  que  la  casita  de  José  y  María, 
trasladada  prodigiosamente,  en  la  edad  media,  a  la 
ciudad  de  Loreto,  en  Italia,  era^  en  Nazaret  a  la 
manera  de  las  que  entonces  y  ahora  se  fabrican  en 
Galilea;  una  casita  blanca,  cuadrada,  dentro  de  un 
jardín  y  de  un  huerto  sembrado  de  naranjos,  gra- 
nados y  olivos.  Tal  vez  no  tenía  el  pozo  de  agua 
propio  de  la  familia  y  Jesús  o  su  Madre  y  a  veces 
ambos  iban  a  traer  el  agua  de  la  fuente  pública, 
para  las  necesidades  caseras. 

En  ese  jardín  y  en  ese  huerto  sembró  Jesús, 
cuidó  las  flores  y  cultivó  los  árboles,  por  la  afición 
que  tenía  a  las  plantas  y  como  descanso  a  las  ho- 
ras de  taller.  Sus  parientes  y  amigos  poseían  gran- 
jas donde  iba  el  Hijo  del  Carpintero  a  cultivar  la 
tierra,  ganándose  el  jornal  diario  para  ayudar  a  su 
madre  en  la  economía  familiar.  Alternaba  con  el 
arador  guiando  la  reja,  sembraba,  se  pasaba  hasta 
avanzado  el  día  arrancando  la  cizaña,  se  compro- 
metía a  ayudar  en  las  cosechas.  Así  pasó  la  vida 
de  Jesús  de  los  doce  a  los  treinta  años,  alternan- 
do entre  el  taller  y  la  agricultura,  pero  siempre 
trabajando. 


216  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

"Jesús  fué  campesino,  dice  el  Padre  Jesuíta 
Julio  Martínez,  porque  amó  el  campo,  porque  a  la 
experiencia  del  trabajo  de  la  vida  casera,  añadió  la 
experiencia  de  la  agricultura.  Vivió  la  mayor  parte 
de  sus  años  viendo  cómo  verdean  los  pámpanos 
sobre  los  sarmientos  secos  de  las  vides,  y  cómo 
penden  los  racimos  rubios  y  morados,  alegría  de 
los  vendimiadores.  Vió  echar  por  tierra  el  grano 
de  trigo,  que  morirá  y  resucitará  despué  en  una  espiga 
colmada.  Ha  visto  las  bellísimas  tonalidades  rojas, 
amarillas  y  moradas  de  los  lirios  en  la  primavera. 
Ha  observado  la  diminuta  semilla,  que  apenas  se  ve 
sobre  la  palma  de  la  mano  y  la  higuera  que  cu- 
bre con  su  ramamje  la  casa  del  pobre.  Ha  segui- 
do con  especial  cariño  la  vida  de  los  pastores  y 
de  sus  rebaños.  Ha  contemplado  el  vuelo  de  los 
pajarillos  que  cruzan  el  espacio  buscando  el  ali- 
mento diario  u 

Perfecto  conocedor  del  campo  fué  Jesucristo; 
por  eso  en  su  predicación  habla  de  viñas,  he  hi- 
gueras, de  lirios,  de  semillas.  Sus  parábolas  están 
basadas  en  la  agricultura;  tratan  acerca  del  árbol, 
de  los  trigales,  de*  la  cizaña,  de  los  graneros,  de 
los  tesoros  escondidos  en  el  campo.  El  mismo  se 
compara  al  buen  pastor,  a  la  vid,  a  la  gallina  que 
cuida  de  sus  polluelos  y  los  cobija  bajo  sus  alas, 
apenas  amenaza   la  tormenta. 

En  una  palabra,  Jesüs  no  solamente  fué  arte- 
sano, sino  también  agricultor  y  pastor  de  aquellos 
animales  domésticos  que  integran  el  hogar  del  al- 
deano y  que  viven  en  el  campo  pastgreados  por 
su  dueño    Jesús  campesino  fué  la  flor  en  el  cam- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  217 


po  nazareno  y  es  el  lirio  entre  las  espinas  del 
mundo. 

(Mat.  VI 1-16)  fMarc.  1V-31J  (Luc:  XI 11-6) 
(Juan  X-l-Xll-24;Mat.  XI 1 1-31-24-XX-1J  Luc.Xll- 
16-V111-4)  Mat.  XI 11-43)  (Juan  XV-1). 


218 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LIX-  JESUS  MAESTRO 

í^a  primera  vez  que  Jesucristo  se  presentó 
en  público  fué  en  la  sinagoga  de  Cafarnaún,  un 
día  sábado. 

El  Evangelio  nos  dice;  "enseñó  y  todos  se 
maravillaron  de  su  doctrina,  porque  hablaba  como 
MAESTRO  que  tiene  autoridad,  y  no  como  los 
escribas.  (Marc.  1-21  y  Luc.  1V-31J.-  Los  escribas 
eran  para  los  judíos  los  maestros  por  excelencia, 
los  profesores,  filólogos  y  juristas  del  pueblo;  ellos 
formaban,  educaban  y  enseñaban  a  los  jóvenes  que 
querían  ejercer  el  magisterio  escriturario.  Su  méto- 
do era  oral  y  memorista.  El  discípulo  debía  apren- 
der de  memoria  grandes  trozos  de  los  Libros  sa- 
grados, para  resumirlos  en  la  clase  y  sacar  las 
conclusiones.  Cuando  enseñaban  al  pueblo  hacían 
gala  de  erudición  con  las  innumerables  citas  escri- 
turarias que  traían  a  colación.  No  cabe  duda  que 
los  escribas  estudiaban  a  fondo  las  Escrituras; 
eran  hombres  ilustrados,  pero  el  hdo  flaco  estaba  en 
la  mala  interpretación.  Seguramente  esto  notaba  el 
pueblo,  que  parangonó  a  los  escribas  con  Jesús  y 
sacó  la  conclusión  de  que  aquellos  enseñaban  sen- 
tando premisas  rutinarias  y  a  veces  falsas,  mien- 
tras que  El  enseñaba  e  interpretaba  la  Escritura 
de  acuerdo  con  la  realidad  objetiva  de  los  hechos 
y  la  doctrina  que  exponía  era  con  conocimiento  de 
causa  y  con  dominio  absoluto  del  tema. 

Jesús  enseñaba  como  verdadero  Maestro;  los 
escribas  argumentaban  con   el  "magister  dixit",  sin 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


219 


autoridad.  La  fuerza  del  magisterio  de  Cristo  le 
viene  de  Dios.  uMi  doctrina  no  es  mía,  dice,  sino 
de  mi  Padre  celestial".-  Sólo  a  Jesús  corresponde 
en  verdad,  el  título  de  Maestro;  es  ei  único  Maes- 
tro, como  dice  San  Pablo;  Maestro  infalible,  cami- 
no recto,  verdad  inconcusa,  luz  para  toda  inteli- 
gencia; sus  palabras  serán  siempre  .palabras  de  vi- 
da eterna.  '  El  que  siga  sus  enseñanzas  no  anda- 
rá jamás  en  tinieblas",  ("Juan  VI 1 1-12  ;  "Jesús  ha 
venido  como  el  Sol,  para  alumbrar  a  ¡os  que  yacen 
en  las  tinieblas  y  en  las  sombras  de  la  muerte; 
para  enderezar  nuestros  pasos  por  el  camino  recA 
to  de  la  justicia  y  ia  paz". 

Jesús  dice  expresamente:  "Uno  so  o  es  vuestro 
Maestro  y  vosotros  todos  sois  discípu'os"  (Mat. 
XXI 118,).  Con  el  título  de  Rabí  era  conocido  en 
Palestina  y  Maestro  llamaban  a  Jesús  los  Apóstoles, 
los  doctores  de  la  Ley,  las  turbas,  los  escribas  y 
fariseos,  porque  todos  quedaban  admirados  de  las 
verdades  que  salían  de  su  boca. 

Propia  del  Maestro  es  la  ciencia  y  la  ciencia 
de  Cristo  fué  perfecta.  Como  Dios  fué  omniciente 
y  como  Hombre  tuvo  la  ciencia  infusa  y  ia  adquiri- 
da, en  grado  supremo. 

El  Divino  Maestro  se  presenta  al  mundo  au- 
reolado con  doble  ciencia:  la  divina  y  la  humana; 
enseña  como  Dios;  sus  palabras  son  de  vida  eter- 
na; penetra  más  allá  de  la  inteligencia  de  sus  oyen- 
tes; llega  a  su  alma  para  conducirlas  a  la  visión 
beatífica;  pero  habla  comó  Hombre,  para  ser  en- 
tendido por  los  hombres.  Los  mismos  sayones  y 
verdugos  enviados   por  los  Magistrados   para  pren- 


220 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


der  a  Jesús,  vuelven  sin  cumplir  su  cometido  y  es- 
pantados de  sus  enseñanzas,  repiten:  "Jamás  hom- 
bre alguno  ha  hablado  como  este"  (Jn.  VI 1-46). 

Jesús  nunca  escribió  sus  lecciones;  enseñó  de 
viva  voz  y  con  el  ejemplo;  no  quiso  poner  dentro 
de  los  moldes  de  letras  su  doctrina  divina.  En  su 
Magisterio  oral  resplandecen  las  cualidades  del 
perfecto  Maestro:  claridad  de  conceptos,  sencillez 
de  expresión,  adaptación  al  auditorio,  orden  y  re- 
capitulación. De  algunas  de  estas  cualidades  se  ha 
ocupado  primorosamente  el  Padre  Longhaye  S.  J., 
en  un  artículo  titulado  "UN  RASGO  DE  CRISTO" 
que  lo  reproducimos  en  el  siguiente  capítulo  para 
deleite  espiritual  del  lector. 

Es  propio  del  maestro  ENSEÑAR  y  el  Evan- 
gelio dice  de  Jesús:  "Enseñaba  en  las  sinagogas  y  era 
estimado  y  honrado  de  todos".  (Luc.  ÍV-15). 

Del  Maestro  dice  Jesucristo:  "No  debéis  que- 
rer ser  llamados  MAESTROS;  porque  uno  solo  es 
vuestro  único  Maestro,  Cristo,  es  decir  Yo". 
(Mat.  XXI 11-10). 

De  los  falsos  maestros  dice  Jesús:  "Los  es- 
cribas y  los  fariseos  están  sentados  en  la  cátedra 
de  Moisés.  Practicad  lo  que  os  enseñaren,  pero  no 
imitéis  su  conducta;  porque  ellos  dicen  lo  que  se 
debe  hacer  y  no  lo  hacen.  Buscan  los  prime- 
ros asientos  en  las  sinagogas  y  quieren  ser  salu- 
dad6s  por  todos  y  que   los  hombres  les  den  el  tí- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


221 


tulo  de  MAESTROS.  Vosotros,  mis  discípulos,  por 
el  contrario,  no  habéis  de  querer  ser  llamados 
maestros,  porque  uno  solo  es  vuestro  Maestro  y 
todos  vosotros  sois  hermanos  y  discípulos."  (Mat. 
XXI 11-1  a  9). 

Jesucristo  ha  sido,  y  será  el  único  MAESTRO 
de  la  humanidad. 


222 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LX-    CUALIDADES   DEL  MAESTRO 

J^-o  tenemos  palabra  escrita  y  sellada  por 
el  MAESTRO,  pero  la  que  le  atribuye  el  Evange- 
lio tiene  toda  la  autenticidad  para  darnos  idea  del 
natural  y  hacernos  comprender  con  toda  viveza  su 
estilo,  su  entonación,  su  manera  de  enseñar........ 

Su  HUMANISMO:  -Es  un  hombre  que  habla 
a  los  hombres  y  lo  hace  por  una  perpetua  compa- 
ración entre  el  mundo  de  los  espíritus  y  el  mundo 
de  los  cuerpos,  entre  la  verdad  abstracta  y  el  em- 
.blema  sencible.  Esta  es  '  la  nota  característica  de 
todosj  sus  discursos  y  más  que  nada  de  sus  pará- 
bolas. El  sembrador,  el  grano  de  mostaza,  la  le- 
vadura mezclada  con  la  masa-.......,  son  como  pe- 
rennes símbolos  de  la  vida  espiiitual,  de  sus  obras, 
de  sus  peligros,  de  sus  esperanzas,  de  su  fin  su- 
premo. Jesús  hizo  de  la  naturaleza  el  espejo  fiel 
de  la  gracia   El,  por  este  camino  eleva  la  tie- 
rra y  baja  los  cielos,  obrando  la  reconciliación. 

ASI  ENSEÑABA:  -''Ved  como  crecen  los  li- 
rios del  campo:  no  trabajan,  ni  hilan...  "  observa- 
ción sencillísima  que  provoca  una  sonrisa,  porque 
despierta  en  nosotros  la  suposición  contraria  y  nos 
incita  a  corregirla.  "Pues  bien,  continúa  el  Maes- 
tro, Yo  os  aseguro  que  Salomón  en  toda  su  glo- 
ria, jamás  se  vistió  como  uno  de  ellos".  -Aquí  el 
pensamiento  se  eleva  sin  esfuerzo,  en  presencia  de 
una  imagen  nueva  y  grandiosa,  que  forma  con  lo 
gracioso  de  la  introducción  un  contraste  súbito,  pe- 
ro natural  y  altamente  poético.  Luego  la  escena 
cambia  bruscamente.  Ese  lirio  más  magnífico  en  su 


V 

HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAN3 


223 


Cándido  atavío  que  el  más  magnífico  de  los  reyes 
de  Israel,  se  convierte  en  hierba  despreciable,  en 
heno  vil;  hoy  se  mece  a  los  rayos  del  sol  y  maña- 
na está  reseco,  sólo  sirve  para  el  horno.  Nuevo 
contraste,  pormenor  preciso,  obvio,  inexorable,  que 
destroza,  o  mejor,  transforma  la  poesía  del  primer 
cuadro,  porque  hace  caer  sobre  la  gracia  y  el  bri- 
llo efímero,  una  nube  de  desdén.  En  tres  versícu- 
los nos  presenta  tres  imágenes  deslumbrantes  y 
nos  comunica  tres  impresiones  diversas,  pero  para 
abrir  las  puertas  del  alma  a  la  enseñanza  moral  y 
hacerla,  por  eso,  más  fuerte. 

LA  SENCILLEZ:  Jesucristo  enseñó  las  cosas 
grandes  con  tal  sencillez   que    parece    que  no  las 
hubiese  pensado,   y    con   tal    clarividencia  que  se 
echa  bien    de  ver  lo  mucho  que  había  pensado  en 
ellas.....  ..  En  Jesús,  lo  sublime  es   continuo,  sereno 

y  brota  del  manantial  en  cauce  henchido,  pero  sin 
hervor,  ni  murmullo.  Es  un  relámpago  en  su  mayor 
esplendor,  pero  un  relámpago  prolongado,  inmóvil 
y  "tan  dulce  que  los  ojos  le  contemplan  sin  esfuer- 
zo y  sin  notar  su  presencia  hasta  que  se  retira. 
Sencillez  en  lo  sublime. 

SERENIDAD:  -La  sencillez  es  una  consecuen- 
cia natural  de  la  serenidad.  Si  Jesucristo  sabe  po- 
ner la  verdad  más  elevada  al  alcance   popular  es. 
entre  otras  razones,  por  la  serenidad  con    que  en- 
seña....... Para  el  Maestro  no  hay   ni    sorpresa  en 

la  contemplación,  ni  dificultád   en  la    expresión  de 
lo  sublime....   Nos  cuenta  la    Buena   Nueva  con  la 

seguridad  tranquila  del  que  sabe  porque  ha  visto, 
o  más  bien,  porque  nunca  cesa  de  ver  la  verdad 
que  enseña....  ... 


224  EL  VERDADbRO  JESUCRISTO 


ESTOICO?-...  -Es  decir  que  ignora  la  adminis- 
tración, el  entusiasmo,  cosas  tan  perfectamente 
humanas?  -Nada  de  eso.  Uno  de  los  rasgos  más 
admirables  de  su  carácter  es  que  nunca  afectó  la 
impasibilidad  de  un  estoico.  Jesús  no  se  admira  ni 
palpita  de  gozo  por  la  exaltación  de  la  mente  ante 
una  verdad  sublime,  sino  ante  la  bondad  del  cora- 
zón, ante  la  belleza  de  las  almas  sencillas  y  ante 
el  misterio  de  la  gracia,  que  tienen  para  ellas  la 
predilección  de  revelarles  la  verdad.  Si  sólo  se  tra- 
ta de  enunciar  esa  verdad  en  sí  misma,  vuelve  a 
recobrar  su  calma,  su  imperturbable  serenidad.  Le 
vemos  lleno  de  los  secretos  de  Dios....  y  habla  de 
ellos  como  quien  ha  nacido  en  esos  secretos  gloriosos-.. 

Sencillez  en  lo  sublime,  pero  hay  que  añadir, 
serenidad  en  lo  sublime,  humanidad  en  la  relación  y 
nada  de  estoicidad.  -Nunca  enseñó  un  hombre  co- 
mo este  Hombre-Dios.  Nadie  ha  hablado  como 
hablaba  Jesucristo". 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


225> 


-LXI-  LECCIONES 

Juramentos.  -(Mat.  v-33;.  "Habéis  oído 

que  se  dijo  a  los  antiguos?:  No  perjurarás,  sino  que 
cumplirás  al  Señor  tus  juramentos.  Pero  yo  os 
digo  que  de  ningún  modo  juréis,  ni  por  el  cielo, 
porque  es  el  trono  de  Dios;  ni  por  la  tierra,  por- 
que es  el  escabel  de  sus  pies;  ni  por  Jérusalén, 
porque  es  la  ciudad  del  Gran  Rey;  ni  jures  por  tu 
cabeza,  porque  no  puedes  hacer  tus  cabellos  blancos 

o  negros,  a  tu  antojo...." 

• 

"Vuestro  modo  de*  hablar  ha  de  ser:  Sí,  sí;  no, 
no.  Y  lo  que  pase  de  eso  es  malo". 

ADULTERIO.  -(Mat.  V-27J. -"Habéis  oído  que 
se  dijo  a  los  antiguos:  No  cometerás  adulterio.  Mas 
yo  os  digo  que  todo  el  que  mire  a  una  mujer  pa- 
ra desearla,  ya  ha  cometido  adulterio  con  élla  en 
su  corazón.  Si,  pues,  tu  ojo  derecho  te  escanda- 
liza, es  decir,  te  hace  caer  en  pecado,  arráncalo  y 
échalo  de  tí;  porque  más  te  conviene  que  se  des- 
troce uno  de  tus  miembros,  que  no,  que  todo  tu 
cuerpo  sea  arrojado  al  infierno.  Y  si  tu  mano  de- 
recha te  escandaliza,  haz  lo  mismo  " 

JUICIOS.  -(Luc  V1-37J.  -"No  juzguéis  y  no 
seréis  juzgados;  no  condenéis  y  no  seréis  conde- 
nados. Perdonad  y  seréis  perdonados.  Porque  con 
el  juicio  con  que  juzguéis  se  os  juzgará,  y  con  la 
medida  con  que  midáis  se  os  medirá.  ¿Cómo  ves 
la  paja  en  el  ojo  de  tu  hermano  y  no  ves  la  viga 
en  el  tuyo?  Hipócrita,  saca  primero  la  viga  de  tu 


226  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


ojo  y  luego  mirarás  cómo  sacar  la  paja  del  ojo  de 
tu  hermano". 

ORACION.  -fMat.  VI 1-7).  -Pedid  y  se  os  dará; 
buscad  y  hallaréis;  llamad  y  se  os  abrirá.  Porque 
todo  el  que  pide  recibe,  y  el  que  busca  halla,  y  al 
que  llama  se  le  abrirá. 

No  hay  alguien  entre  vosotros  que  si  su  hijo 
le  pide  pan,  le  de  una  piedra  y  si  le  pide  un  pez, 
le  de  una  serpiente.  Si  pues  vosotros,  siendo  ma- 
los, sabéis  dar  a  vuestros  hijos  los  bienes  que  pi- 
den, cuánto  más  dará  bienes,  a  los  que  se  los  pi- 
den, vuestro  Padre  que  está  en  los  cielos  " 

FE  Y  OBRAS.  -fLuc.  Vl-46)!  -No  todo  los  que 
me  dicen:  ¡Señor,  Señor!  entrarán  en  el  reino  de 
los  cielos,  sino  el  que  hace  la  voluntad  de  mi  Pa- 
dre celestial.  ¿Para  qué  me  llamáis,  ¡Señor,  Señor! 
si  no  hacéis  lo  que  os  digo  ?" 

INTENCION  -(Mat  Vl-1  a  8J.  -"Cuidad  de  no 
practicar  vuestra  virtud  con  el  fin  de  ser  mirados 
por  los  hombres.  -Cuando  haces  limosna  no  avises 
a  todos  con  bocina,  para  ser  glorificados  por  los 
hombres,  como  hacen  los  hipócritas.  Que  tu  mano 
izquierda  no  sepa  lo  que  hace  tu  mano  derecha, 
para  que  tu  limosna  quede  oculta,  y  tu  Padre  ce- 
lestial, que  ve  en  lo  secreto,  te  lo  pagará.  Cuando 
oréis,  no  seáis  como  los  hipócritas,  que  gustan  orar 
de  pie  en  las  sinagogas  y  en  las  esquinas  de  las 
calles,  para  ser  vistos  de  los  hombres.  Tú,  al  con- 
trario, cuando  ores,  entra  en  tu  aposento,  corre  el 
cerrojo  de  la  puerta,  y  ora  a  tu  Padre  que  está 
en  el  cielo,  y  el  Padre  te  oirá.  -No  abundéis  en 
palabras  en  vuestra  oración,  como  los  paganos,  que 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


227 


se  figuran  que  por  mucho  hablar  serán  oídos;  vues- 
tro Padre  sabe  vuestras  necesidades,  antes  de  que 
se  lo  pidáis." 

AYUNO.  -(Mat.  VM6J'  -"Cuando  ayunéis  no 
pongáis  cara  triste,  como  los  hipócritas,  que  fingen 
un  rostro  escuálido  para  que  las  gentes  noten  que 
están  ayunando;  en  verdad,  os  digo,  ya  tienen  su 
paga.  Mas  tú,  cuando  ayunes,  perfuma  tu  cabeza 
y  lava  tu  rostro,  a  fin  de  que  tu  ayuno  sea  visto, 
no  de  las  gentes,  sino  de  tu  Padre  que  ve  en  lo 
secreto  y  El  te  pagará." 

VALOR  DEL  ALMA.  -(Mat  XV1-24;.  "Si  al- 
guien quiere  seguirme,  niéguese  a  sí  mismo,  y  lleve 
su  cruz  y  siga  tras  de  Mí.  Porque  el  que  quisiere 
salvar  su  alma,  la  perderá;  y  o,uien  pierde  su  alma 
por  mi  causa,  la  salvará.  Porque,  ¿de  qué  sirve  al 
hombre,  si  gana  el  mundo  entero,  mas  pierde  su 
alma?  ¿O  qué  podrá  dar  el  hombre  a  cambio  de 
su  alma?" 

LA  DIVINA  PROVIDENCIA.  -(Luc  XI 1-22/ 

"No  os  acongojéis  demasiado  por  la  vida,  [pensan- 
do ¿qué  habéis  de  comer?,  ¿ni  qué  habéis  de  vestir? 
Considerad  las  aves  del  espacio,  que  no  siembran, 
ni  siegan,  ni  tienen  despensa  ni  graneros,  y  Dios 
las  sustenta.  ¿Cuánto  más  valéis  vosotros  que  las 
aves?  -Considerad  los  lirios  del  campo  cómo  crecen; 
no  trabajan,  ni  hilan;  pero  yo  os  aseguro  que  ni 
Salomón  en  toda  su  gloria  se  ataviaba  como  uno 
de  ellos.  Pues,  si  a  las  flores  así  engalana  Dios, 
¿cuánto  más  a  vosotros, sus  hijos?  -No  andéis,  pues, 
demasiado  preocupados,  ni  azorados,  pensando  qué 
vais  a  comer  o  qué  vais  a   beber,   porque  ya  sabe 


228 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


vuestro  Padre  que  tenéis  necesidad  de  ello.  Bus- 
cad primero  el  reino  de  Dios  y  después  vendrán 
todas  esas  cosas  por  añadidura  " 

Estas  lecciones  divinas  no  tienen  comentario; 
basta  meditarlas  para  que  nos  aprovechen  en  la 
vida  diaria. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


229 


-LXII-       EL  MAESTRO  DE  LA 

DOCTRINA  SOCIAL, 

Jíesús  es  el  autor  de  los  grandes  ideales  de 
regeneración  social.  En  su  predicación  evangélica 
lanzó  al  mundo  las  ideas  cumbres  y  sentó  los  prin- 
cipios básicos  del  orden  social.  La  doctrina  social 
cristiana  es  sublime,  pero  casi  nadie  la  practica. 
En  la  vida  diaria  olvidamos  las  "Bienaventuranzas" 
evangélicas;  consideramos  felices  a  los  ricos,  nos 
inclinamos  ante  los  soberbios,  la  caridad  es  un  mi- 
to y  la  misericordia  está  reemplazada  por  el  egoís- 
mo. -Buscamos  todo,  menos  el  Reino  de  Dios  y  su 
Justicia. 

Estamos  en  el  momento  de  la  revolución  so- 
cial, pero  no  queremos  que  esta  sea  cristiana.  Esto 
dijo  el  inmortal  Pío  XI  en  la  "Quadrogésimo  anno": 
''Será  inútil  todo  afán  de  regeneración  social  si  no 
vuelven  los  hombres  franca  y  sinceramente  a  la 
doctrina  del  Evangelio,  es  decir  a  los  preceptos 
de  Aquel  que  tiene  palabras  de  vida  eterna,  pa- 
labras que  aún  pasando  el  cielo  y  la  tierra,  nunca 
pasarán  y  siempre  serán  de  actualidad". 

Si  no  tuviéramos  al  Maestro  de  la  doctrina 
social,  a  Jesucristo,  pudiéramos  resolver  los  pro- 
blemas sociales  a  nuestra  manera  humana  y  median- 
te la  ONU  y  otras  sociedades,  faltas  de  caridad  y 
huecas  de  justicia,  pero,  Cristo  habló  y  enseñó  y 
no  nos  queda  otro  camino  sino   seguir  las  normas 


230 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


sociales  del  Evangelio,  para  llegar  triunfantes  a  la 
reforma  de  la  vida  social. 

La  desigualdad  de  las  riquezas  es  un  proble- 
ma insoluble  en  el  mundo.  Jesús  mismo  lo  admitió 
al  decir  que  "siempre  habrá  pobres"  (Jn.  XI 1-8,). 
Los  hombres  no  pueden  ser  igualmente  ricos,  por- 
que no  todos  son  igualmente  inteligentes,  activos  y 
laboriosos  para  adquirir,  ni  sobrios  y  previsores  pa- 
ra conservar.  Además,  está  matemáticamente  de- 
mostrado que  las  riquezas  del  mundo  repartidas 
igualmente,  daría  a  cada  individuo  un  mínimun  in- 
suficiente para  la  vida,  y  vendría,  por  otra  parte, 
un  desequilibrio  social  por  el  agotamiento  de  todos 
los  grandes  trabajos  que  concurren  al  progreso  y 
bienestar  de  la  humanidad. 

Siempre  habrá  ricos  y  pobres  y  siempre  unos 
y  otro  deben  trabajar  para  su  provecho  personal  y 
para  el  mejoramiento  social,  pero  viene  el  egoísmo 
y  el  orgullo  como  fuente  de  avaricia,  de  donde  na- 
cen la  injusticia  y  la  falta  de  caridad. 

Justicia  y  caridad,  dos  virtudes  predicadas 
constantemente  por  Jesucristo  y  que  deben  tener 
su  raíz  en  el  amor    para  que  den  frutos  sociales. 

"Amaos  los  unos  a  los  otros"  es  la  solución  de 
todo  problema  relacionado  con  la  cuestión  social, 
ahí  está  el  secreto  para  practicar  la  doctrina  so- 
cial cristiana. 

Siendo  el  hombre  únicamente  el  depositario,  el 
gerente  de  los  bienes  que  Dios  pone  en  sus  manos, 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  231 

se  le  pedirá  una  cuenta  severa  del  empleo  que  haya 
hecho  de  ellos,  en  virtud  de  su  libre  albedrío.  Uno 
de  los  malos  usos  consiste  en  hacerlos  servir  úni- 
camente para  su  satisfacción  personal,  en  no  ha- 
cerlos fructíferos  para  los  prójimos.  BENE  FA- 
CERE, hacer  el  bien  debe  ser  el  ideal  del  rico 
cristiano,  de  conformidad  con  el  lema  evangélico. 
De  Jesús  se  dice  que  "pasó  haciendp  el  bien",  y 
esta  misma  es  la  norma  de  la  doctrina  social  cris- 
tiana. La  beneficencia  es  una  de  las  mejores  ma- 
neras de  emplear  bien  la  fortuna,  porque  cumple 
con  la  doctrina  enseñada  y  practicada  por  el  Divi- 
no Maestro,  porque  hace  reales  en  la  tierra  las 
obras  de  misericordia  espirituales  y  corporales  man- 
dadas por  Jesús;  la  beneficencia  consuela  la  miseria, 
apacigua  el  hambre,  guarda  del  frío,  da  asilo  al 
que  no  tiene,  cura  al  enfermo,  enseña  a  los  igno- 
rantes; es,  en  una  palabra,  un  manantial  de  agua 
vivificadora  que  se  riega  en  beneficio  de  los  meneste- 
rosos. 

La  parábola  de  los  talentos  (Mat.  XXV- 14)  a 
SO)  es  la  enseñanza  cristiana  de  la  doctrina  social. 
El  servidor  que  esconde  en  la  tierra  el  oro  que  le 
ha  confiado  su  amo,  es  la  fiel  imagen  de  los  ma 
los  ricos,  en  cuyas  manos  la  fortuna  es  improduc 
tiva;  a  esos  les  pedirá  cuentas  el  Señor  porque  no 
tuvieron  ni  justicia,  ni  caridad  con  los  hombres.  Si 
en  tiempos  de  Jesús  hubieran  existido  os  proble- 
mas sociales . de  ahora,  de  ellos  nos  hubiera  ha- 
blado el  Señor;  pero  como  no  había  necesidad  de 
justo  salario,  de  salario  familiar,  de  código  de  tra- 
bajo, de  sábadoMnglés,  de  sobretiempo,  de  huelgas 


232  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

y  de  tantas  otras  cosas  relacionadas  con  la  cues- 
tión social,  nada  dijo  de  todo  eso,  o  mejor  dicho, 
Jesucristo  ya  previó  todo  y  dijo  todo,  dándonos  el 
mandato  del  amor  cristiano,  que  es  la  base  de  la 
justicia  y  de  la  caridad,  de  donde  debe  nacer  la 
verdadera  doctrina  social. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  233 


-LXIII-   EL  EVANGELIO  Y  LAS  RIQUEZAS 

J^o  queráis  amontonar  tesoros  en  la  tierra, 
dijo  Jesús,  porque  donde  está  vuestro  tesoro,  allí 
está  también  el  corazón".  (Mat.  Vl-19).  Uno  de  los 
repetidos  "ayes"  que  salieron  del  alma  de  Cristo 
fué:  ¡uay  de  los  ricos"!  (Luc.  V1-24J.  -Los  ricos 
olvidan  con  frecuencia  el  máximo  precepto  del  É- 
vangelio:  "Amarás  a  tu  prójimo,  como  a  tí  mismo'' 
(Luc.  X-25j.  -Deber  de  los  ricos  es  "dar  de  comer 
a  los  que  tienen  hambre  y  no  tienen  con  qué  sa- 
ciarla; vestir  al  haraposo;  curar  a  los  enfermos; 
facilitar  un  pedazo  de  tierras  de  su  latifundio  al 
que  quiere  trabajar;  es  decir,  favorecer  al  pobre, 
porque  el  rico  no  es  más  que  el  mayordomo  de  la 
casa  de  Dios,  el  despensero  de  los  bienes  que  la 
Providencia  ha  puesto  en  sus  manos,  para  distri- 
buirlo entre  los  menesterosos. 

Las  riquezas  tienen  una  función  social  que  mu- 
chas veces  no  cumplen  porque  las  impiden  los  ma- 
los ricos,  de  quienes  dijo  Jesús:  "Más  fácil  es  que 
pase  un  cable  por  el  ojo  de  una  aguja  antes  que 
salvarse  un  rico".  (Mat  XlX-24). 

"Misereor  super  turbas"  fMat.  XV-32),  exclama 
Jesucristo,  compadeciéndose  de  la  mayoría  de  la 
humanidad  que  sufre  económicamente;  se  apena 
viendo  la  desigualdad  de  fortuna  entre  los  hombres. 
Opulencia  y  despilfarro  por  una  parte;  hambre  y 
miseria,  por  otra.  Es  tánta  la  falta  de  caridad  y 
de  justicia  en  la  tierra,  que  el  Señor  exclama: 
Bienaventurados  los  que  ahora  tenéis  hambre,  por- 


234 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


que  un  día  seréis  saciados;  los  que  ahora  lloráis, 
porque  después  reiréis".  (Luc.  Vl-21. -"¡Ay!  de  voso- 
tros los  ricos,  porque  ya  tenéis  vuestro  consuelo 
en  este  mundo;  ¡ay!  de  vosotros  los  que  andáis  har- 
tos, porque  sufriréis  hambre;  ¡ay!  de  vosotros  los 
que  ahora  gozáis,  porque  un  día  lloraréis-  ....." 
(Luc.  Vl-24). 

Actualmente  "no  se  ama  a  Dios  sobre  las  ri- 
quezas", sino  que  se  prefiere  el  oro  a  la  virtud; 
éste  vale  más  que  el  honor,  que  el  talento,  que  la 
santidad,  que  Dios  mismos.  En  estos  tiempos,  de 
acomodo,  de  contemporización,  de  respeto  humano, 
se  pretende  "servir  a  dos  señores"  y  fácilmente 
se  dobla  la  rodilla  ante  el  "becerro  de  oro"  y  se 
vende  a  Cristo  "por  menos  de  treinta  monedas". - 
Sin  embargo,  Jesucristo  sigue  clamando:  "Nadie 
puedex  servir  a  dos  amos,  a  Dios  y  al  dinero"  y 
"Los  que  ponen  su  confianza  en  las  riquezas,  no  se 
salvarán".  -(Marc.  X-24  y  Luc.  XV1-13;. 

Recordemos  que  "los  cielos  y  la  tierra  pasarán 
pero  no  las  palábras  de  Dios"  contra  los  malos  ri- 
cos y  las  riquezas  mal  administradas-  Por  algo  dijo 
el  Maestro:  "No  amontonéis  tesoros  en  la  tierra, 
donde  la  polilla  y  la  herrumbre  los  destruyen  y  don- 
de los  ladrones  horadan  los  muros  y  roban.  Amon- 
tonad tesoros  en  el- cielo,  donde  ni  polilla,  ni  he- 
rrumbre destruyen,  y  donde  los  ladrones  no  hora- 
dan, ni  roban...-"  (Mat.  Vl-19).  -"Nadie  puede  ser- 
vir a  dos  amos:  a  Dios  y  a  las  riquezas.  (Mat.  Vl- 
24).  -"Guardaos  de  la  avaricia,  por  la  demasiada 
abundancia  de  riquezas,  pues  no  depende  la  felicidad 
de  la  vida  del  hombre  de  la  abundancia  de  los 
bienes  que  él  posee." -(Luc.  XI 1-15). 


1 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  235 


Vigil  y  Papini  dicen:  "Cuántos  millares  y  mi- 
llones de  hombres  siguen  creyendo  que  viven  sólo 
para  amontonar  riquezas   y    con   ellas  esperan  la 

dicha  de  los  goces  físicos  Cuánto  padecen  estos 

pobres,  cuando  la  experiencia  les  muestra  que  la 
vida  es  algo  más  que  el  goce  de  los  bienes  mate- 
riales         Porque,  bueno  es   vivir,  luchar,  triunfar 

en  los  trajines  de  la  vida,  pero  esto  no  es  todo. 
Acaso  vivimos  únicamente  para  el  regalo  de  nues- 
tros sentidos.  Acaso  un  hombre  puede  sentirse  feliz 
al  morir,  sin  otros  bienes  que  sus  tesoros  materiales? 
-La  vida  del  hombre  consiste  sobre  todo  en  los  te- 
soros del  espíritu.  Esta  es  la  gran  riqueza  que  le 
consolará  en  la  muerte- ..." 

"El  espíritu  y  el  oro  son  dos  patrones  que 
no  toleran  división  ni  comunidad.  Son  celosos:  quie- 
ren el  hombre  entero.  Y  el  hombre,  aún  queriéndolo, 
no  se  parte  en  dos.  El  oro,  para  quien  sirve  al 
espíritu,  es  una  nada;  el  espíritu  para  quien  sirve 
al  oro,  es  una  palabra   sin  sentido. 

Quien  elije  al  espíritu  arroja  el  oro  y  todas  las 
cosas  que  se  compran  con  el  oro.  Quien  desea  el 
oro  suprime  al  espíritu  y  renuncia  a  todos  los  be- 
neficios espirituales....  El  primero  es  un  pobre  que 
nunca  consigue  consumir  su  infinita  riqueza;  el  otro 
es  un  rico  que  no  logra  jamás  evadirse  de  su  infi- 
nita miseria.  El  pobre  posee,  por  la  ley  misteriosa 
de  la  renunciación,  hasta  lo  que  no  es  suyo,  es 
decir  el  universo  entero;  el  rico,  por  la  dura  ley  del 
eterno  deseo,  no  posee  ni  siquiera  lo  poco  que  cree 
suyo......." 


236 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


•LXV-    FUNCION  CRISTIANA  DEL  ORO 

íS^ue  las  riquezas  tienen  una  función  social 
en  la  tierra,  es  innegable.  No  está  el  oró  en  el 
mundo  para  ser  guardados  en  los  cofres  del  avaro, 
ni  sirve  el  dinero  únicamente  para  que  el  rico  go- 
ce de  todas  las  comodidades  reales  e  imaginarias, 
ni  son  las  riquezas  para  que  pasen  como  herencia 
de  una  familia  a  otra,  en  latifundios  inservibles  so- 
cialmente.  El  oro  debe  cumplir  con  una  misión  y 
esta  es:  beneficiar  a  la  humanidad,  convertido  en 
alimento,  en  vestuario,  en  vivienda  para  el  menes- 
teroso; trocado  en  hospitales  para  los  enfermos;  en 
casa-cunas  para  los  niños;  en  escuelas  para  los  ig- 
norantes; en  beneficencia  para  los  necesitados.  Ya 
lo  dijo  la  Verdad  infalible:  "guardad  vuestros  teso- 
ros en  el  cielo,  donde  no  hay  polilla,  ni  ladrones" 
fMat.  VI-19).  En  el  cielo  se  guardan  las  riquezas, 
cuando  en  la  tierra  se  hacen  buenas  obras  con  ellas. 
De  lo  contrario,  el  oro,  con  toda  la  felicidad  que 
acarrea  en  este  mundo,  no  servirá  sino  para  des- 
gracia eterna. 

Jesucristo  enseña  esto  en  la  Parábola  del  rico 
Epulón  y  del  pobre  Lázaro.  (Luc.  XVI -19).  -Erase 
un  hombre  muy  rico,  que  vestía  de  púrpura,,  ban- 
queteaba opíparamente  todos  los  días,  vivía  entre 
sedas  en  lujosos  palacios,  se  divertía  en  toda  for- 
ma y  de  todos  modos,  era  adulado  y  servido  por 
muchos    vasallos  Al  mismo  tiempo,    vivía  un 

pobre,  llamado  Lázaro,  el  cual,  cubierto  de  llagas, 
yacía  a  la   puerta   del    rico,  vestido   de  andrajos 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  237 


deseando  saciar  su  hambre  con  las  migajas  que  caían 
de  la  mesa  del  poderoso,  despreciado  de  todos;  úni- 
camente los  perros  venían  y  lamían    sus  llagas  

Sucedió,  pues,  que  murió  el  pobre  y  fué  llevado 
por  los  ángeles,  al  cielo,  porque  era  bueno;  murió 
también  el  rico,  y  fué  sepultado  en  el  infierno,  por- 
que era  malo....  Desde  lo  profundo  del  abismo,  en- 
tre sollozos  y  lágrimas,  clamaba  a  Dios  que  se  com- 
padeciese de  su  infortunio.  Veía  a  Lázaro  en  la 
gloria  y  pedía  que  éste  le  aliviara  en  sus  tormen- 
tos, siquiera  bajando  con  la  punta  de  su  dedo  mo- 
jado en  agua,  para  refrescar  su  lengua  que  se  con- 
sumía en  llamas.  -La  respuesta  de  Dios  a  los  cla- 
mores del  desventurado  rico  era  siempre  la  misma: 
"Acuérdate  que  tú,  gozaste  en  la  vida  de  toda 
clase  de  bienes  de  fortuna  y  de  completa  felicidad 
y  que  Lázaro  careció  de  todo.  Ahora  él  es  aquí 
consolado,  y  tú,  afligido.  Además,  entre  tú  y  él, 
existe  un  abismo  infranqueable........" 

¡Cuán  sublimes  son  las  enseñanzas  de  esta  pa- 
rábola! La  principal  es  que  las  riquezas  tienen  una 
función  social  en  el  mundo;  esto  nos  muestra  la 
terrible  mudanza  de  fortuna  y  de  suerte,  entre  el 
rico  y  el  pobre,  en  esta  vida  y  en  la  otra!  -Jesu- 
cristo, al  exponer  esta  significativa  parábola,  tuvo 
presente  a  los  malos  ricos  que  se  sumergen  en 
placeres,  mientras  los  pobres  no  pueden  ni  saciar  su 
hambre,  ni  cubrir  su  cuerpo;  vió  las  manos  del  rico 
repletas  de  oro  para  desperdiciarlo  y  miró  las  ma- 
nos del  obrero,  del  peón,  del  artesano,  encallecidas 
por  el  duro  trabajo,  mal  remuneradas,  sin  salario 
mínimo,  sin  salario  familiar,  sin  lo  necesario  para 
una  vida  racional.....  .. 


\ 


238 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Cuántas  veces  el  pobre  está  sentado,  horas  en- 
teras, en  el  umbral  de  la  puerta  del  rico,  esperan- 
do una  migaja,  que  no  llega,  por  falta  de  justicia, 
porque  no  hay  caridad,  porque  el  oro  no  cumple 
con  su  función  social  cristiana. 

Con  razón,  San  Ambrosio  comentaba  esta  pa- 
rábola evangélica  y  predicaba,  haciéndose  eco  de 
los  ayes  de  Cristo  contra  los  malos  ricos:  "¡AY!  de  vo- 
sotros ricos,  que  decoráis  lujosamente  vuestras  mansio- 
nes y  dejáis  que  los  pobres  anden  semi-desnudos.  Veis 
unaxmano  que  se  extiende  por  una  moneda  y  estáis 
pensando  donde  estarán  seguros  vuestros  tesoros.  Un 
hombre  os  pide  pan,  mientras  vuestrocaballo  regodea 
el  alimento.  Os  llenás  de  joyas  y  vestidos  y  vuestros 
prójimos  se  mueren  de  hambre.  En  vuestras  ha- 
ciendas sobra  la  tierra  y  vuestros  peones  no  tienen 
un  palmo  para  ^sembrar;  el  obrero  perece  de  nece- 
sidad, mientras  vosotros  cerráis  los  graneros  para 
subir  el  precio  de  los  víveres;  el  pueblo  está  sumer- 
gido en  la  miseria  y  vosotros  estáis  en  bailes,  ban- 
queas y  diversiones  "  fSerm.  T.  IV) 

'  Antes,  como  ahora,  las  riquezas  tienen  función 
social  en  este  mundo.  Si  en  esta  vida  no  hay  jus- 
ticia social,  Ja  habrá  en  la  otra,  como  nos  hace  ver 
Jesús  en  la  parábola:  "Una  gota  de  agua  pedía  el 
rico  a  Lázaro  en  la  eternidad,  y  una  migaja  de  pan 
había  pedido  muchas  veces  el  pobre  a  Epulón,  en 
la  tierra.  No  se  la  quiso  dar  éste  al  mendigo,  tam 
poco  le  puede  dar  Lázaro  al  rico.  •  En  la  misma 
medida  en  que  midiéreis,  se  os  medirá...."  (MatV,ll-2^ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  239 


-LXV-    JESUCRISTO  Y  LA  POBREZA 


vl^aminaba  Jesús  hacia  Jerusalén  y  aún  reso- 
naba el  eco  de  esas  dulces  palabras:  "Dejad  que 
los  niños  vengan  a  Mí,  porque  de  ellos  es  el  Reino 
de  los  Cielos....  Si  no  os  hiciéreis  niños  para  reci- 
bir el  Reino  de  Dios,  no  entraréis  en  él...."  (Luc. 
XVI 11-15).  Todavía  repercutían  las  alegres  voces 
de  los  niños  que  descansaron  en  los  brazos  y  en 
las  rodillas  del  Maestro,  cuando  se  presentó  un  jo- 
ven, de  aristocrática  presencia,  de  porte  distingui- 
do y  finas  maneras  que  revelaban  un  alma  noble. 
Llegó  a  Jesús  y  le  dijo:  "Maestro  qué  debo  hacer 
yo,  para  alcanzar  la  vida  eterna?"  "Guarda  los  Man- 
damientos" le  contestó  el  Señor,  con  toda  delica- 
deza. -Perplejo  se  quedó  el  joven  ante  una  respues- 
ta tan  ordinaria.  Eso  ya  lo  sabía.  Esperaba  algo 
nuevo.  Entre  descontento  y  turbado,  dice:  ¿"Cuáles"? 
Jesús  le  contesta  magistralmente:  "no  matarás,  no 
dirás  falso  testimonio,  no  fornicarás,  no  robarás, 
honra  a  tus  padres,  amarás  a  tu  prójimo,  no  jura- 
rás, amarás  a  Dios  sobre  todo."  "Maestro,  dijo  el 
joven,  todos  estos  he  observado  desde  niño.  ¿Qué 
más  debo  hacer? 

Con  todo  cariño  le  replicó  el  Señor:  "Si, quie- 
res ser  perfecto,  anda,  vende  todo  lo  que  tienes  y 
dáselo  a  los  pobres,  y  ven  y  sigúeme".  -Aquí  ter- 
minó el  entusiasmo  del  joven;  no  volvió  a  decir 
más,  sino  que  se  puso  triste  y  se  retiró  apenado, 
porque  ERA  MUY  RICO,  dice  el  Evangelio.  (Marc. 
X-17j  Jesucristo  se  quedó  también  muy  triste  vien- 


240  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

do  alejarse  de  su  lado  a  tan  buen  joven,  por  el 
único  motivo  de  haberle  exigido  que  se  abrace  con 
la  POBREZA.  Y  volviéndose  a  sus  discípulos  les 
dijo:  ¡"Difícilmente  entrarán  los  ricos  en  el  Reino 
de  los  cielos!"  (Luc.  XVI 11-24;. 

Espantados  quedaron  los  oyentes  ante  tal  sen- 
tencia. Volvió  Jesús  a  repetir:  "Hijitos:  ¡qué  difícil 
es  que  los  que  confían  en  el  dinero  entren  en  el 
Reino  de  Dios!  Os  lo  repito:  más  fácil  es  pasar  un 
cable  por  el  ojo  de  una  aguja,  que  entrar  un  rico 
en  el  Cielo...."  (Marc  X-23). 

De  esta  manera,  Jesucristo  reformó  las  ideas 
de  los  Rabinos  antiguos,  de  que  la  pobreza  era  el 
mayor  de  los  males.  En  verdad,  humanamente  ha- 
blando, la  pobreza  es  un  mal  y  causa  de  otros  ma- 
les, porque  el  dinero  es  indispensable  para  la  vida, 
en  sus  diversas  facetas.  Sin  embargo,  Jesús  dijo: 
"Bienaventurados  los  pobres"  y  nos  dió  ejemplo  de 
absoluta  pobreza,  naciendo,  viviendo  y  muriendo 
pobre,  hasta  tal  punto  de;  "no  tener  dónde  recli- 
nar la  cabeza"  y  ser  más  pobre  que  las  aves  y  los 
animales  que  tienen  nidos  y  guaridas.  fMat.  Vil  1-20) 

"Cristo  Pobre"  es  una  advocación,  es  una  ima- 
gen de  Jesys,  que  tiene  un  culto  especial,  apro- 
do  por  la  Iglesia.  Esta  advocación,  esta  imagen  está 
en  todo  de  acuerdo  con  el  Evangelio  donde  apare- 
ce Jesús  como  dechado  de  pobreza:  nace  de  una 
madre  pobre  y  tiene  por  padre  a  un  artesano  pobre; 
su  cuna  es  una  cueva  desprovista  de  ornato,  y  re- 
cién nacido  es  envuelto  en  pobres  pañales. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  24 1 

En  la  presentación  del  hijo  y  purificación  de 
la  madre,  según  el  rito  mosaico  debían  ofrecer  a 
Dios  como  víctimas,  un  cordero,  si  la  familia  era 
rica  o  un  par  de  tórtolas  o  palomas,  si  la  familia 
era  pobre;  Jesús  y  María  no  pudieron  ofrecer  lo 
primero  y  porque  estaban  catalogados  en  la  lista 
de  los  pobres,  el  sacerdote  les  recibió  la  segunda 
ofrenda.  (Luc.  11-24). 

Jesús  en  Nazaret  es  un  artesano  pobre,  que  gana 
un  pobre  jornal  ayudando  a  su  padre.  uQué  hermoso 
es,  dice  un  autor,  contemplar  a  Jesús  en  las  tardes 
de  Nazaret,  apurando  el  trabajo,  para  que  no  fal- 
te un  pan  en  la  mesa  frugal  de  José,  ya  envejt  i- 
do,  y  de  María  gastada  por  el  trabajo. ..." 

En  la  vida  evangélica,  Jesús  aparece  como  un 
misionero  pobre,  que  vive  déla  caridad  (Luc.  VI 11- 
3);  se  viste  como  los  pobres,  camina  a  pies,  come  el 
alimento  de  la  gente  pobre,  duerme  y  descansa  en 
una  barca  desmantelada. 

Su  auditorio  está  compuesto  de  hombres,  mu- 
jeres y  niños  pobres;  sus  discípulos  son  los  pobres, 
predica  la  pobreza  y  la  practica  hasta  tal  punto 
de  no  tener  una  moneda  para  pagar  el  tributo.  La 
comida  pascual  la  toma  de  caridad  y  en  una  sala 
prestada.  (Luc.  XXll-Uj. 

Amó  íntimamente  a  San  José,  el  carpintero 
pobre,  de  cuyas  callosas  manos  recibió  en  su  ni- 
ñez un  mendrugo  de  pan;  tuvo  predilección  por  la 
turba  multa  de  los  desheredados  de  la  fortuna,  de 
los  harapientos,  de  los  pobres  que  nada  podían  ofre- 
cerle en  recompensa  de  los  milagros  que  recibían. 
Jesucristo  vivió  pobre  y  entre  pobres  y  murió  co- 


242  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

mo  el  más  pobre  de  los  hijos  de  los  hombres:  des- 
nudo y  en  una  cruz.  Su  cadáver  fué  amortajado 
en  un  lienzo  dado  por  caridad  y  fué  puesto  en  un 
sepulcro  prestado.  (Luc.  XXI 11-53). 

Jesús  enalteció  la  pobreza;  hizo  de  ella  una 
bienaventuranza;  la  proclamó  como  su  compañera 
desde  Belén  hasta  el  Gólgota. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAND 


243 


-LXVI-       RASGOS  ESPECIALES 

AMIGO  DEL  PUEBLO. 

Jesucristo  no  tiene  nada  de  misántropo.  Lejos 
de  ello,  en  el  Evangelio  notamos  a  cada  paso  la 
universal  simpatía  de  que  gozaba  en  el  pueblo.  Fué 
popular  en  todo  sentido.  Siempre  buscó  la  compañía 
de  los  más  despreciados  de  Israel,  los  publícanos. 
A  su  llegada  a  Jericó  se  hospedó  en  la  casa  de 
Zaqueo,  principal  entre  los  publícanos  y  jefe  de  la 
gente  del  pueblo.  (Luc.  X1X-5).  Jesús  es  el  amigo 
de  todos,  pero  especialmente  de  la  gente  de  la  clase 
media  e  ínfima.  No  es  un  demagogo,  pero,  con  fre- 
cuencia sale  en  favor  de  los  intereses  populares. 
San  Mateo  dice:  "Iba  Jesús  recorriendo  toda  la  Ga- 
lilea, enseñando  en  las  sinagogas,  predicando  el 
evangelio  del  reino  celestial  y  sanando  toda  dolen- 
cia y  toda  enfermedad  a  los  DEL  PUEBLO." 
(Mat.  1V-23).  y 

San  Lucas  añade:  "Jesús  era  estimado  y  hon- 
rado de  todos".  (Luc.  IV- 15). 

i  Jesucristo  se  compadece  con  mucha  frecuencia 
de  las  turbas:  "Al  ver  a  las  gentes,  dice  el  Evan- 
gelio, se  compadeció  entrañablemente  de  ellas,  por- 
que estaban  mal  paradas,  pobres  y  desnutridas." 
(San  Mat.  \X-36). 

En  favor  de  la  gente  del  pueblo  hizo  Jesús 
casi  todos  los  milagros  y  el  famoso  sermón  del 
monte  no  es  otra  cosa  que  la  oferta  de  la  biena- 
venturanza a  los  de  la  clase    ínfima  y  el  abrir  las 


244  EL  VERDADbRO  JESUCRISTO 


puertas  del  cielo  a  la  gente  del  pueblo,  a  los  po- 
bres, a  los  que  tienen  hambre,  a  los  perseguidos, 
a  los  que  lloran  diariamente  como  desahogo  de  las 
penas  que  laceran  su  corazón.    (Luc.  VI -20). 

Las  muchedumbres  correspondieron  al  cariño 
del  Maestro.  Quisieron  hacerle  rey,  por  aclamación 
popular.  (Jn  VI- 15).  Varias  veces  se  pusieron  a  su 
lado  contra  los  fariseos. 

Cuando  se  dirige  a  Jerusalén  cabalgando  en  el 
pollino,  el  pueblo,  "muchos  de  ¡  las  clases  inferio- 
res de  la  sociedad  tendieron  sus  vestidos  en  el  ca- 
mino, otros  cortaban  ramas  de  los  árboles  y  las 
esparcían  por  donde  había  de  pasar  Jesús;  tanto  la 
gente  que  iba  adelante,  como  la  que  seguía  atrás, 
aclamaban  al  Señor,  diciendo:  Hosanna,  salud  y  glo- 
ria. Bendito  sea  el  que  viene  en  nombre  de  Dios". 
(Marc.  Xl-8). 

San  Juan  dice:  "Una  gran  muchedumbre  de 
gentes  que  habían  -venido  a  la  fiesta,  oyendo  que 
Jesús  estaba  para  llegar  a  Jerusalén,  salieron  a 
recibirle,  proclamándole  Rey  de  Israel".  (Jn.  XU-13J. 
"Era  tánta  la  gente  que  salió  a  recibirle,  que  los 
fariseos  decían:  todo  el  mundo  se  va  en  pos  de  El; 
nosotros   perdemos  terreno".  (Jn.  X11-18J. 

Por  dos  veces,  en  favor  del  pueblo,  hizo  Jesús 
el  famoso  milagro  de  la  multiplicación  de  los  panes 
y  peces.  Eran  cinco  mil  hombres  los  que  estaban 
con  El,  sin  contar  mujeres  y  niños,  c^ice  terminan- 
temente el  Evangelista.  fMat.  X1V-21). 

A  los  hijos  del  pueblo,  llamaba  sus  amigos  y 
hermanos  y  la  clase  trabajadora  era  la  preferida 
por  el  Maestro  de  Israel,  quien  honró    de  manera 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


245 


especial  al  pueblo,  apareciendo  en  el  mundo  y  de- 
jándose llamar  "El  hijo  del  Artesano".  (Mat.  XI 11  55). 

ENEMIGO  DE  LA  HIPOCRESIA. 

Jesucristo  fué  el  Hombre  humilde  y  sencillo 
por  antonomasia.  Sus  palabras  y  sus  obras  nada 
tienen  de  rebuscado.  Predica  una  doctrina  sublime 
en  tal  forma  que  le  entiende  el  más  rudo.  No  es 
amanerado;  su  ''sencillez  en  las  obras  resplandece 
como  distintivo  de  su  vida.  Enemigo  de  la  hipocre- 
sía, combate  a  los  fariseos  y  sus  acciones  brillan 
por  la  sinceridad  y  llaneza. 

Jesús  dice:  "No  imitéis  a  los  escribas  que  ha- 
cen gala  de  pasearse  con  vestidos  rozagantes,  y  de 
ser  saludados  en  la  plaza  por  toda  la  gente,  y  de 
ocupar  las  primeras  sillas  en  las  sinagogas  y  reu- 
niones y  los  primeros  asientos  en  los  convites". 
(Marc.  XI 1  38). 

"Cuando  ayunéis,  no  os  mostréis  tristes  como 
los  hipócritas\(Mat.  VI  16).  La  parábola  del  fa- 
riseo y  el  publicano  dijo  Jesús:  "para  ciertos  hom- 
bres que  presumían  de  justos  y  despreciaban  a  los 
demás".  (Luc.  XVlli-9^  Repetidas  veces  enseña 
el  Señor:  "no  imitéis  a  los  fariseos  que  quieren 
que  las  gentes  les  den  el  título  de  maestros.  Voso- 
tros, por  el  contrario,  dice  a  sus  discípulos,  no  de- 
béis tener  este  título.  Tampoco  habéis  de  llamar  a 
nadie  sobre  la  tierra  PADRE,  pues  uno  solo  es 
vuestro  padre,  el  cual  está  en  los  cielos.  El  mayor 
entre  vosotros,  ha  de  ser  ministro  vuestro". 
(Mat.  XXI 11 -8  a  11J. 

La  conducta  de  Jesús  es  admirable  por  su  sinceri- 


246  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


dad.  El  Evangelio  hace  notar  que  ulos  escribas  y 
fariseos,  al  ver  que  comía  con  publícanos  yí  pecado- 
res, decían  a  los  apóstoles:'  ¿cómo  es  que  vuestro 
Maestro  come  y  bebe  con  publícanos  y  pecadores?" 
fMarc.  11-16).  De  donde  se  colige  que  Jesús  tenía 
amplitud  de  criterio  y  de  acción.  La  explicación  de 
su  manera  de  obrar  está  en  su  pureza  de  intención: 
"Habiendo  oído  Jesús  las  críticas  que  se  hacían  de 
El  porque  era  amigo  de  publícanos  y  pecadores, 
dijo:  Los  que  están  buenos  no  necesitan  de  médico, 
sino  los  que  están  enfermos;  yo  no  he  venido  a 
llamar  a  los  justos,  sino  a  los  pecadores"  fMarc. 
11-17/  Para  hacer  el  bien  no  distingue  personas. 
Conocemos  las  relaciones  de  Jesús  con  Simón,  el 
fariseo,  (Luc.  V11-36J,  con  Nicodemos,  el  doctor  de 
la  Ley,  (Jn.  111-1/  con  José  de  Arimatea,  rico  y 
poderoso,  (Mat.  XXVI 1-57/  con  Juana,  la  mujer 
del  Intendente  de  Herodes,  (Luc.  Vil  1-3^  y  con 
otras  personas  a  quienes  convierte  y  salva. 

En  todo  tiempo  y  en  todo  caso  cumple  Jesu- 
cristo con  su  máxima:  "No  he  venido  a  ser  servi- 
do, sino  a  servir"  (Luc.  XXI 1-27).  Toda  su  vida 
la  tiene  puesta  en  un  plano  de  encantadora  sencillez 
que  revela  a  un  verdadero  amigo  del  pueblo,  ene- 
migo de  dobleces  y  Salvador  del  mundo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


-LXVII-       JESUS  MEDICO 


247 


<2t¿o  son  los  sanos  los  que  necesitan  de  mé- 
dico, sino  los  enfermos",  dijo  un  día  Jesucristo,  co- 
mo quien  nada  dice,  y  sin  embargo  dijo  mucho. 
fMat.  IX- 12).  Otra  ocasión  dijo:  "Yo  soy  la  vida"; 
vida  es  plenitud  de  salud,  es  lo  opuesto  a  la  muer- 
te; Jesús  es  vida  para  los  sanos  y  es  salud  para 
los  enfermos;  es  médico  porque  curó  las  dolencias 
humanas;  el  Evangelio  nos  cuenta  con  detalles  las 
curaciones  que  hizo  Jesucristo,  fijémonos  en  algu- 
nas de  ellas. 

Dos  ciegos  se  habían  hecho  conducir  a  la  puer- 
ta de  la  casa  de  Jairo  donde  Jesús  debía  ir  para 
curar  a  la  hija  del  magistrado;  apenas  sintieron 
los  ciegos  que  llegaba  el  Señor,  gritaban:  "Hijo  de 
David  compadécete  de  nosotros".  -  No  se  hizo  es- 
perar Jesús;  se  llegó  a  los  enfermos,  les  tocó  los 
ojos  y  quedaron  sanos  de  la  ceguera;  agradecidos 
se  postraron  ante  el  médico  divino,  difundieron  su 
nombre  por  toda  la  región  y  comenzaron  a  gozar 
viendo  las  bellezas  del  universo.  (Mat.  1X-27). 

Otras  curaciones  de  ciegos  hizo  Jesús,  en  for- 
ma especial,  que  está  probando  su  poder  sobre  las 
enfermedades.  Así,  al  ciego  de  Betsaida  le  curo  en 
etapas  graduadas:  pone  su  saliva  divina  en  los  o- 
jos  oscuros  del  enfermo  y  poniendo  las  manos 
sobre  la  cabeza  del  ciego  le  pregunta  si  ve  algo.- 
"Veo  a  la  gente  como  arbolitos  que  andan",  contes- 
ta   el  enfermo.  Vuelve  el  médico  a  tocar  los  ojos 


248  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


del  ciego,  los  mueve  y  dice  entre  dientes  algunas 
palabras;  el  enfermo  ya  ve  mejor;  se  repite  la  ope- 
ración hasta  que  el  ciego  deja  de  serlo  y  dice  que 
ve  todo  perfectamente;  está  curado;  Jesús  ha  hecho 
brillar  la  luz  en  esas  pupilas  oscuras.  fMarc  Vil \-22). 

En  la  curación  del  ciego  de  nacimiento  en  Je- 
rusalén,  para  serciorarse  de  la  verdad,  se  sometió 
al  jurado,  a  un  examen  y  a  un  interrogatorio  ri- 
guroso y  a  una  crítica  severa,  pero  triunfó  la  ver- 
dad porque  el  enfermo  probó  que  era  ciego  desde 
su  nacimiento,  que  le  curó  Jesús  y  que  veía  todo 
perfectamente.  (Jn.  IX  1  a  41/ 

Así  mismo,  ante  la  admiración  de  los  discípu- 
los y  la  rabia  de  los  enemigos  de  Jesús  que  no* 
podían  negar  la  curación,  devolvió  el  Señor  la  vis- 
ta perdida  a  Bartimeo  y  su  compañero,  también 
ciegos  de  nacimiento,  como  nos  cuenta  San  Mateo. 
(XX-29). 

Pero  no  solamente _  Jesucristo  curó  la  vista; 
las  otras  enfermedades  encontraron  también  el  re- 
medio en  el  Médico  di\ino,  como  nos  cuenta  el 
Evangelio:  "ios  .sordos  oyen,  los  mudos  hablan,  los 
paralíticos  andan,  los  leprosos  quedan  limpios  y 
hasta  los  muertos  resucitan....  fMat.  X\-5). 

Un  día  estaba  Jesús  predicando,  cuando  repenti- 
namente se  presentó  un  hombre  enfermo  de  lepra 
y  se  arrojó  a  los  pies  del  Señor,  rogándole  que  le 
curara.  Se  compadeció  el  Médico  Nazareno,  le  to- 
có con  sus  manos  y  desapareció  la  lepra.  fMat.  VI 11-1). 

En  otra  ocasión  curó  Jesús  a  diez  leprosos 
tocando  con  sus  manos  divinas  esos  cuerpos  carco- 
midos y  sucios;  uno  solo  de  los  curados  agradeció 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  249 


el  beneficio;  los  otros  nueve  pagaron  al  médico  con 
la  ingratitud.  (Luc.  XVI 1-2;. 

Un  día  caminaba  Jesús  por  Sidón  hacia  Gali- 
lea, saliendo  de  los  confines  de  Tiro;  estaba  cerca 
de  la  decápolis  cuando  le  trajeron  a  un  sordo  y 
mudo  para  que  le  curara.  El  Señor  tomó  al  enfer- 
mo; introdujo  los  dedos  en  las  orejas  del  hombre; 
con  su  divina  saliva  mojó  la  lengua  del  sordo-mu- 
do,  diciendo:  "effeta"  y  al  punto  se  abrieron  los  oídos 
y  se  soltó  la  lengua  del  enfermo.  fMarc.  VI 1-31). 

Sobresalen,  entre  otras  curaciones,  las  efectua- 
das con  el  paralítico  de  Cafarnaún,  la  del  siervo 
del  Centurión,  la  curación  de  la  suegra  de  San 
Pedro,  la  del  hidrópico  de  Jericó,  la  curación  de 
la  mujer  encorvada  por  más  de  dieciocho  años;  la  de 
la  mujer  que  adolecía  de  flujos  de  sangre  por  lar- 
gos años,  que  son  más  que  suficientes  para  probar 
la  acción  benéfica  del  Médico  divino.  (Mat.  1X-1 
Luc.  Vll-l-Marc.  1-29-Luc.  X1V-1  Luc.  Xlll-10- 
Mat.  lX^20j. 

Si  se  quiere  más  curaciones  podemos  citar  la 
del  ciego  y  mudo  que  ríos  cuenta  San  Mateo  (XI 1- 
22)  como  un  acontecimiento  que  causó  asombro  a 
la  muchedumbre.  La  curación  al  paralítico  de  la 
piscina  de  Jerusalén  que  narra  San  Juan  con  por- 
menores de  suma  importancia.  (Jn.  V-5)  La  cura- 
ción del  hombre  que  tenía  la  mano  seca  y  la  del 
hijo  del  funcionario  real.  (Luc.  Vl-6-Jn.  1V-46/  En 
ambas  sobresalen  el  poder  divino  del  Médico  que 
no  solamente  curaba  los  males  del  alma,  sino  tam- 
bién las  dolencias  del  cuerpo. 


250 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


San  Mateo,  como  queriendo  sintetizar  las  cu- 
raciones que  a  cada  paso  hacía  Jesús,  nos  dice: 
"que  un  día  estaba  descansando  en  el  monte  y  vi- 
nieron tras  El  las  muchedumbres  llevando  toda 
clase  de  enfermos:  ciegos,  mudos,  cojos,  mancos, 
paralíticos,  leprosos,  etc.,  y  que  Jesús  les  curó  a 
todos...."  (Mat.  XV-29). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  251 


-LXVIII-       EL  BUEN  PASTOR 

(ílna  tarde  clara  y  serena,  era  el  complemento 
de  un  día  caluroso  en  Jerusalén.  £1  sol  resplande- 
ciente estaba  a  punto  de  terminar  su  jornada  dia- 
ria, ocultándose  para  brillar  nuevamente  al  otro 
día,  beneficiando  a  la  tierra  con  su  luz  y  calor. 
Los  obreros  y  peones  volvían  a  sus  casas  en  busca 
del  descanso  hogareño.  Los  pastores  de  Judea  traían 
el  ganado  de  los  prados  donde  habían  pacido  todo 
el  día  y  pasaban  por  las  calles  de  la  ciudad  hacia 
el  aprisco  común  donde  las  ovejas  pernoctaban  tran- 
quilas. Jesús  contemplaba  esta  escena;  veía  a  los 
pastores  seguidos  de  sus  ovejas  o  éstas  seguidas 
del  pastor,  en  perfecta  armonía,  conocimiento  y 
confianza  mútuas.  Al  mismo  tiempo  pensaba  en  su 
pueblo  escogido,  abandonado  y  deshecho,  como  re- 
baño sin  pastor;  veía  a  la  humanidad  en  el  aprisco 
del  mundo,  en  abigarrada  confusión  de  virtud  y  vi- 
cio, de  ovejas  y  lobos,  de  bien  y  mal. 

Vuelve  Jesús  de  esa  visión  real  e  imaginaria 
y  dice*.  "Yo  soy  el  buen  pastor.  Conozco  mis  ove- 
jas y  las  ovejas  mías  me  conocen.  Tengo  otras  o- 
vejas  que  debo  traer  al  aprisco;  ellas  oirán  mi  voz 
y  vendrán.  Habrá  entonces  un  solo  rebaño  y  un 
solo  pastor....  El  buen  pastor  da  la  vida  por  sus 
ovejas,  pero  el  mercenario,  el  que  no  es  el  pastor, 
viendo  venir  al  lobo,  abandona  las  ovejas  y  huye 
y  el  lobo  las  dispersa  y  arrebata....  El  que  no  en- 
tra por  la  puerta  en  el  aprisco  de  las  ovejas,  sino 
que  escala  por  las  paredes,  ese  es  un    ladrón  y  un 


252  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


salteador....  El  pastor  entra  por  la  puerta,  llama  a 
sus  ovejas;  éstas  oyen  su  voz  y  salen  y  le  siguen... 
Yo  soy  el  buen  PASTOR  ...  Yo  soy  la  Puerta  del 
aprisco-."  (Jn.  X-l  a  16). 

Al  rededor  de  la  vida  pastoril  desarrolla  Jesús 
su  discurso  sobre  su  misión  de  Pastor  de  las  al- 
mas. Para  comprender  mejor  esta  alegoría  es  nece- 
sario saber  las  costumbres  de  los  pastores  del  tiem- 
po de  Cristo. 

Judea  era  el  país  de  los  inmensos  rebaños  y 
el  pastoreo  era  la  ocupación  ordinaria  de  los 
israelitas. 

Abrahán,  Isaac,  Jacob,  Moisés,  David  y  otros 
personajes  hebreos  fueron  pastores  en  su  ado 
lescencia,  y  después  conductores  del  pueblo.  El  pas- 
toreo era  la  ocupación  de  amos  y  señores  y  no  ofi- 
cio de  siervos.  Costumbre  era  entre  los  pastores 
judíos  tener  en  cada  pueblo  un  aprisco  común, 
cercado  de  tapia  y  con  una  sola  puerta  para  en- 
trada y  salida  de  las  ovejas;  en  este  aprisco  ence- 
rraban el  ganado  varios  dueños  y  pastores,  con- 
fiando el  cuidado  a  uno  que  hacía  turno  de  vigi- 
lancia en  la  puerta,  por  el  tiempo  de  tres  horas 
nocturnas,  mientras  los  otros  descansaban  tranqui- 
los. Cuando  había  necesidad,  el  centinela  tocaba 
llamada  de  socorro  y  todos  los  pastores  acudían  a 
defender  sus  rebaños  contra  lobos,  chácales  cf 
ladrones. 

Al  amanecer  se  abría  la  puerta  del  corral  y 
cada  pastor  daba  sus  silbidos  o  llamaba  a  sus  ove- 
jas con  voces  o  nombres  especiales;  las  ovejas  que 
conocían  bien  a  su  pastor  y  sus  señales,  salían  y 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  253 


se  agrupaban  a  su  alrededor  y  le  seguían  a  los 
pastos,  sin  mezclarse  con  otras  ovejas,  hasta  la  tar- 
de que  volvían  al  aprisco  común  donde  formaban 
un  solo  rebaño  con  un  solo  pastor. 

Los  pastores,  pues,  entraban  a  dejar  y  sacar 
su  rebaño,  por  la  puerta;  nadie  escalaba  la  tapia, 
sino  el  ladrón  que  burlaba  la  vigilancia  del  portero. 
En  caso  de  asalto  al  redil,  los  pastores  luchaban  y 
algunos  morían  en  defensa  de  su  rebaño.  A  todo 
esto  se  refiere  Jesús  en  la  parábola. 

Jesús  es  verdadero  PASTOR  de  las  almas  con- 
fiadas por  su  Padre  celestial  a  su  cuidado  de  Re- 
dentor del  mundo.  Es  el  Buen  Pastor  que  conoce 
a  sus  ovejas  y  que  da  la  vida  por  ellas.  Va  guian- 
do a  su  rebaño,  con  su  palabra  *  y  con  su  ejemplo, 
a  los  pastos  celestiales.  El  es  la  Puerta  del  aprisco 
que  es  la  Iglesia  católica,  donde  no  hay  sino  un 
solo  Pastor  Supremo,  el  PAPA,  guardián  de  corde- 
ros y  ovejas,  de  Sacerdotes  y  fieles,  que  forman  el 
único  rebaño  de  Cristo.  No  faltarán  en  su  redil  los 
lobos  carniceros,  los  chacales  y  los  mercenarios,  pero 
las  buenas  ovejas  conocen  la  voz  del  Pastor  y  no 
se  dejan  engañar,  ni  dispersar,  ni  matar.  El  Buen 
Pastor,  cuando  una  oveja  se  ha  disgregado  del  re- 
baño, deja  a  las  otras  en  el  aprisco  y  corre  en 
busca  de  la  perdida,  camina  presuroso,  por  montes 
y  valles  y  regresa  con  la  ovejita  en  sus  hombros, 
los  pies  sangrantes  por  los  cardos  y  espinas  que  ha 
pisado,  pero  el  corazón  gozoso.  -Jesucristo  es  el 
BUEN  PASTOR. 


v/V 


'254  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXIX-     PROFETA  Y  TAUMATURGO 

i  Jesucristo  vino  a  la  tierra  con  una  misión  pu- 
ramente espiritual.  Además  de  ser  el  Redentor  de 
las  almas  fué  el  renovador  religioso  y  restaurador 
de  la  gloria  de  Dios.  Es  el  Rey  mesiánico,  pero 
su  reino  es  ultraterreno;  su  revolución  es  de  orden 
moral.  Los  principales  signos  de  su  misión  son  las 
profecías  y  los  milagros. 

Como  Profeta,  Jesús  penetró  los  secretos  del 
porvenir.  Tuvo  el  don  de  escudriñar  los  pensamien- 
tos y  los  secretos  de  los  hombres-  Los  Evangelis- 
tas dicen  terminantemente  del  Señor:  "Conocía  los 
pensamientos  de  sus  enemigos".  "Jesús  no  se  fiaba 
de  ellos  porque  sabía  sus  adentros  y  conocía  ínti- 
mamente a  todos".  ( Jesús  no  se  fiaba  de  ellos  por- 
que sabía  sus  adentros  y  conocía  íntimamente  a 
todos"  fLuc.  vi-6  a  12  y  Jn.  11-24). 

Predijo  su  Pasión  y  Resurrección,  "El  Hijo  del 
Hombre,  dice  Jesús  refiriéndose  a  Sí  mismo,  será 
entregado  a  los  príncipes  de  los  sacerdotes  y  a  los 
escribas  y  ancianos,  que  le  condenarán  a  muerte  y 
le  entregarán  a  los  gentiles.  Y  le  escarnecerán,  y 
le  escupirán,  y  le  azotarán,  y  le  quitarán  la  vida, 
pero  al  tercer  día  resucitará".  (Marc.  X-33  y  34,). 

En  Betania,  predice  su  sepultura  próxima. 
(Marc.  X1V-8).  En  la  Cena  anuncia  la  dispersión 
de  los  apóstoles,  la  negación  de  Pedro,  la  traición 
de  Judas.  fMarc.  X1V-27-30-18J. 

Las  profecías  de  Jesús  acerca  de  su   obra,  la 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAND 


255 


Redención  y  la  Iglesia,  son  indiscutibles  y  claras 
a  través  de  las  parábolas  del  GRANO  DE  MOS- 
TAZA, LA  LEVADURA,  LA  RED.  (Mat.  XI 1 1-31- 
33-43).  A  Pedro  constituido  fundamento  de  la  Igle- 
sia, le  dice:  "Edificaré  mi  Iglesia  y  los  poderes  del 
infierno  no  prevalecerán  contra  ella.  "(Mat.  XVl-18^) 

Cristo  profetizó,  en  un  largo  discurso,  la  suer- 
te final  del  pueblo  escogido,  primero,  y  después, 
de  todo  el  mundo.  (Mat.  Cap.  XXIV/  La  primera 
profecía  se  cumplió  al  pié  de  la  letra  y  de  la  se- 
gunda han  comenzado  a  cumplirse  las  predicciones 
preparatorias. 

Dice  un  Autor:  "Cristo  predijo  con  seguridad 
el  curso  imprevisible  de  su  carrera  que  terminó  en 
el  Calvario;  predijo  su  resurrección;  predijo  el  desa- 
rrollo de  su  obra  y  la  instauración  del  reino  de 
Dios;  predijo  la  suerte  del  pueblo  judío  y  el  fin 
del  mundo;  predijo  el  advenimiento  glorioso  del 
Hijo  del  hombre  para  juzgara  la  humanidad  y  traer- 
le la  felicidad  definitiva. 

Es  el  Profeta,  no  de  una  época,  sino  de  todo 
el  tiempo;  no  de  un  pueblo,  sino  de  todo  el  mun- 
do; no  de  una  causa  particular,  sino  del  destino  de 
toda  la  humanidad.  Es  el  Profeta    por  excelencia''. 

Como  TAUMATURGO,  Jesucristo  es  admira- 
ble. Hizo  tántos  y  tan  variados  milagros  que  son 
las  pruebas  suficientes  de  su  divinidad. 

No  perteneciendo  a  este  libro  el  estudio  cien- 
tífico de  cada  milagro,  vamos  a  contentarnos  con 
citar  el  número  de  los  principales  milagros  narrados 
por  los  Evangelistas,   como  prueba   fehaciente  del 


256 


EL  VERDADtRO  JESUCRISTO 


poder  de  Jesús  y  de  su  merecido  título  de  tauma- 
turgo por  excelencia. 

Conversión  del  agua  en  vino  en  las  bodas  de 
Caná.  (Jn.  11-1). 

La  pesca  milagrosa.  (Marc.  1-16). 

Camina  sobre  las  aguas  del  mar  y  sosiega  las 
tempestades.  (Mat.  VI 1 1-23  X1 V-24J. 

Doble  multiplicación  de  los  panes  y  peces 
(Mat.  X1V-13-XV-32) 

Curaciones  a  siete  ciegos:  al  de  Betsaida,  al 
de  nacimiento,  a  los  dos  de  Jericó,  al  ciego  y  mu- 
do, a  los  dos  del  camino.  (Marc.  Vlll-22-Jn.  IX- 1 
Luc.  XVI 11-35-38-  Mat.  XI 1-22-1X-27). 

Curaciones  a  once  leprosos.  (Luc.  V-12-XV1 1-1  \) 

Al  sordo  y  mudo.  (Marc.  Vil  31 

A  dos  paralíticos:  al  de  Cafarnaún  y  al  de  la 
piscina.  (Mat.  IX- 1-Jn-V-l). 

Al  siervo  del  Centurión.  (Luc.  V11-1J. 

Al  hombre  de  la  mano  seca  y  a  la  mujer  en- 
corvada. (Marc.  111-1-Luc.  X11M0J 

Al  hijo  del  Régulo.  (Jn.  W-46) 

A  la  suegra  de  San  Pedro.  (Marc.  1-29). 

A  la  mujer  de  los  flujos  de  sangre  y  al  hidró- 
pico. (Mat.  1X^20  Luc.  X1V-1). 

Curaciones  a  siete  endemoniados;  al  de  Ca- 
farnaún (Marc.  1-21),  a  los  dos  Gerasenos,  (Mat. 
VI 11-28;,  al  ciego  y  mudo,  (Mat  XI 1-22),  al  niño 
del  demonio  lunático  (Marc.  lX-13j,  al  mudo  (Luc. 
Xl-14),  al  de  la  hija  de  la  cananea.  (Marc.  VI 1-24,) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


257 


Tres  resurrecciones:  al  hijo  de  la  viuda  de 
Naín,  a  la  hija  de  Jairo,  al  amigo  Lázaro.  (Luc. 
Vll-ll-Vlll  49-Jn.  Xl-38;. 

Milagros  en  masa,  es  decir  a  granel,  en  un 
mismo  día  y  a  varios  enfermos  de  toda  clase  de 
dolencias.  Al  respecto  de  estos  milagros  dicen  ios 
Evangelistas:  "Todos  los  que  tenían  enfermos  se 
los  traían  y  Jesús  curaba  a  todos".  (Luc.  1V-40J. 
"Siguió  a  Jesús  gran  muchedumbre  de  enfermos  y 
los  curó".  (Mat.  XIX-2J.  "Jesús  lanzaba  muchos  de- 
monios y  ungía  a  muchos  enfermos  con  óleo,  y  los 
sanaba".  (Marc.  Vl-13j.  "Iba  Jesús  predicando  por 
toda  la  Galilea,  curando  a  los  enfermos  y  expelía 
a  los  demonios".  (Marc.  1-39/ 

Haciendo  un  cómputo  general  de  estas  curacio- 
nes, resulta  que  los  agraciados  con  milagros  son 
centenares  de  miles  personas.  San  Juan  como  que 
sintetiza  la  acción  milagrosa  de  Jesucristo,  al  decir: 
"Muchos  otros  milagros  hizo  Jesús  en  presencia  de 
sus  discípulos,  que  no  están  escritos.  Los  narra- 
dos han  sido  escritos  para  que  creáis  que  Jesús 
es  el  Cristo,  el  Hijo  de  Dios,  y  para  que  creyendo, 
tengáis  fé  en  su  nombre.".  (Jn.  XX-30). 


258 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXX  -LUZ-CAMINO-VERDAD-VIDA 

¿Jesucristo  dijo:  "Yo  soy  la  LUZ  del  mundo. 
Yo  soy  el  CAMINO,  la  VERDAD  y  la  VIDA". 
fJuan  V111-12-X1V-6J. 

La  luz  solar  es  para  la  tierra  parte  de  su 
vida.  Cuando  el  astro  rey  desciende  al  ocaso,  viene 
la  penumbra  precursora  de  la  noche,  de  las  tinie- 
blas, del  descanso,  de  la  inmovilidad,  del  sueño  que 
es  imagen  de  la  muerte.  Sin  la  luz,  el  hombre  no 
trabaja,  el  animal  se  esconde  en  su  guarida,  las  a- 
ves  se  refugian  en  sus  nidos,  las  plantas  recogen 
su  follaje  y  se  adormecen.  El  que  camina  sin  luz, 
está  en  peligro  de  tropezar  y  caer.  La  luz  es  vida; 
por  eso  la  ciencia  ha  buscado  la  manera  de  sustituir 
en  la  noche  la  luz  del  día. 

Jesús  estaba  en  el  Gazofilacio  del  Templo  de 
Jerusalén  asistiendo  a  la  fiesta  de  los  Tabernáculos. 
Era  de  noche  y  el  atrio  estaba  iluminado  con  el 
aceite  que  ardía  en  los  enormes  candelabros  de 
plata.  La  ciudad  santa  lucía  también  abundante 
iluminación. 

Esta  luz  de  la  fiesta  era  el  símbolo  del  Me- 
sías esperado  como  Luz  esplendorosa  para  disipar 
las  tinieblas  y  las  sombras  de  la  muerte.  La  oca- 
sión era  admirable,  había  mucha  gente,  entonces 
Jesús  dijo:  uYo  soy  la  LUZ  del  mundo;  el  que  me 
sigue  no  caminará  en  tinieblas,  sino  tendrá  luz  de 
vida".  (Jn.  V111-12J.  -En  medio  del  pueblo  estaba  ya 
la  luz.  Se  cumplía  la  profecía  de  Isaías:  "Las  gen- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


259 


tes  que  andaban  en  tinieblas  vieron  una  gran  luz; 
a  los  que  habitaban  en  la  región  de  la  muerte,  les 
apareció  la  luz".  (Is.  49- \).  -Jesucristo  es  la  Luz  del 
mundo,  conforme  dice  San  Juan:  "El  precursor  vi- 
no como  testigo,  para  dar  testimonio  acerca  de  la 
luz,  a  fin  de  que  todos  creyesen  por  el.  El  no  era 
la  luz,  sino  para  dar  testimonio  acerca  de  la  luz.  La 
verdadera  luz,  la  que  alumbra  a  todo  hombre,  es- 
taba en  el  mundo,  pero  el  mundo  no  le  conoció...." 
(Jn.  \-7).  Jesucristo  es  LUZ  del  mundo  por  su  doc- 
trina, por  su  ejemplo. 

"En  El  era  la  VIDA  y  la  vida  era  la  luz  de 
los  hombres"  sigue  diciendo  el  Evangelista,  para  en- 
señarnos que  la  vida  es  luz  y  que  JESUS  además 
de  ser  luz  es  también  VIDA. 

El  Señor  de  la  vida  es  Cristo:  "Así  como  el 
Padre  resucita  los  muertos  y  da  la  vida,  así  tam- 
bién el  Hijo  da  la  vida  a  los  que  quiere",  dijo  el 
mismo  Jesús.  fJn.  V-21).  -"En  verdad  en  verdad  os 
digo  que  quien  oye  mi  palabra  y  cree  en  Mí,  como 
enviado  del  Padre,  tiene  VIDA  eterna;  ha  pasado 
de  la  muerte  a  la  VIDA".  (Jn.  V-24J. 

Tres  valores  se  aprecian  singularmente  en  el 
mundo:  los  valores  prácticos,  es  decir  todo  lo  útil 
y  provechoso,  todo  lo  que  conduce  al  ideal,  a  la 
meta,  al  fin.  Los  caminos  morales  que  cruzamos  en 
la  vida,  apreciamos  como  valores  prácticos  porque 
nos  llevan  a  la  felicidad  que  buscamos. 

Los  valores  científicos  de  la  verdad  y  de  los  co- 
nocimientos especulativos. 

Los  valores  vitales  de  la  belleza,  del  amor.  Es 
decir  todo  aquello  que  ilumina  nuestro  espíritu  lie- 


260 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


gando  a  la  inteligencia,  haciendo  luz  en  las  tinie- 
blas, disipando  las  sombras  de  la  ignorancia  y  del 
error;  todo  aquello  que  es  principio  de  vida,  que 
es  energía,  que  es  movimiento.  Estos  tres  valores 
reúne  y  compendia  Jesucristo  en  su  persona  divi- 
na y  humana  al  mismo  tiempo  y  es  por  eso  "el  ca- 
mino, la  verdad  y  la  vida".  -Quien  no  sigue  a  Je- 
sús está  extraviado  del  verdadero  camino;  desviado; 
jamás  puede  llegar  al  fin  propuesto;  el  que  no  aca- 
ta las  enseñanzas  evangélicas  está  engañado;  su 
inteligencia  no  posee  la  verdad,  sino  el  error;  quien 
no  es  verdadero  discípulo  de  Cristo  está  en  peli- 
gro de  muerte  porque  en  su  alma  se  va  extinguien- 
do el  principio  vital  cristiano. 

Jesús  es  camino,  es  verdad,  es  vida,  pero  so- 
bre todo  es  luz  que  ilumina  el  camino,  que  prende 
la  chispa  de  la  verdad  en  la  inteligencia,  que  vivi- 
fica la  existencia.  Es  luz  de  verdad  para  el  enten- 
dimiento, luz  de  santidad  para  la  voluntad,  luz  de 
vida  para  el  corazón;  sin  Jesús  sólo  se  encuentran 
tinieblas  de  error,  sombras  de  muerte  y  desventura 
en  el  camino. 

"Yo  soy  la  resurrección  y  la  vida:  quien  cree 
en  Mí,  aún  cuando  se  muera,  vivirá;  y  todo  el  que 
vive  y  cree  en  Mi,  no  morirá  eternamente"  fJuan. 
X1-25J.  Solamente  Jesucristo  pudo  hablar  de  esta 
manera.  Pero  sus  metáforas  son  realidad  y  sus  pa- 
radojas son  verdad.  El  ha  venido  para  dar  vida  a 
la  humanidad  y  la  vida  que  El  da  es  abundante, 
es  eterna,  como  su  luz,  como  la  verdad;  El  es  el 
único  camino  que  conduce  al  Padre  celestial 
(Jn.  111-16). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  261 


-LXXI-  ENSEÑANZAS 

J^-o  vayáis  a  pensar  que  he  venido  a  abolir  la 
Ley;  Yo  he  venido  a  hacerla  cumplir....''  fMat.  W-\7) 
dijo  Jesús  al  concluir  el  sermón  de  las  Bienaventu- 
ranzas, ante  un  numeroso  auditorio  que  se  mante- 
nía perplejo  sin  comprender  una  doctrina  tan  nueva 
y  tan  rara.  Como  el  Maestro  siguió  hablando,  no 
pudieron  pedirle  explicaciones  y  pasaron  todos  los 
oyentes  a  considerar  otro  asunto  de  suma  importan- 
cia cual  era  lo  relacionado  con  la  ley  divina  y 
humana. 

Los  israelitas  conocían  el  Decálogo  promulga- 
do por  Jehová  en  el  Sinaí  y  entregado  en  dos  ta- 
blas a  Moisés,  quien  codificó  la  otra  ley  disciplina- 
ria y  ritual,  para  el  pueblo  escogido,  de  tal  mane- 
ra que  Jesús  al  hablar  repetidas  veces  de  la  Ley, 
se  refería  a  ambas,  a  la  divina  y  a  la  humana;  la 
una  era  invariable  y  la  otra  estaba  sujeta  a  modi- 
ficaciones. La  Ley  divina  es  de  todos  los  tiempos 
y  para  todos  los  pueblos  y  obliga  a  todos  los  hom- 
bres, mientras  que  la  ley  mosaica  fué  iegislada  pa- 
ra gobernar  al  pueblo  hebreo  y  tuvo  carácter  tran- 
sitorio. Jesús  derogó  esta  ley  humana,  pero  no 
quiso  abolir  sino  perfeccionar  y  hacer  cumplir  la 
ley  divina,  por  eso  dijo:  "si  vuestra  justicia  no  fue- 
re mayor  que  la  de  los  escribas  y  fariseos,  no  en- 
traréis en  el  reino  de  los  cielos",  (Mat.  V-20)  o, 
lo  que  es  lo  mismo:  si  os  contentáis  con  el  cum- 
plimiento de  la  ley  mosaica  únicamente,  sois  fariseos, 
no  estáis  justificados  y  no  podréis  salvaros.  "Pue- 


262 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


den  pasar  el  cielo  y  la  tierra,  pero  los  Mandamien- 
tos del  Decálogo  deben  cumplirse  a  la  letra  y  quien 
violare  uno  de  ellos  será  descontado  del  reino  ce- 
lestial; mas  quien  los  observa  y  enseña  a  observar 
será  grande  en  el  reino  de  Dios".    (Mat.  V-18) 

Oísteis  que  fué  dicho  a  los  antepasados:  NO 
MATARAS  -  .;  mas  Yo  os  digo:  no  os  encolericéis 
con  vuestro  hermano,  no  le  tengáis  ojeriza,  ni  le 
insultéis  en  ninguna  forma  ...  Mas  aún,  si  estás 
presentando  tu  ofrenda  en  el  altar  y  allí  te  acuer- 
das que  estás  enojado  con  tu  prójimo,  deja  tu  o- 
frenda  junto  al  altar  y  ve  primero  a  reconciliarte 
con  tu  adversario  ..."  fMat.  V-21  a  25). 

Por  este  orden  sigue  Jesús  explicando  el  ver- 
dadero sentido  y  la  extensión  de  cada  uno  de  los 
Mandamientos  de  la  Ley  de  Dios  que  no  ha  veni- 
do abolirlos,  sino  hacerlos  cumplir. 

Todavía  más,  para  gravar  el  decálogo  en  la  men- 
te y  en  el  corazón  de  su  auditorio,  Jesús  reduce 
los  diez  a  dos;  toda  la  Ley  a  pocas  palabras.  De- 
cían las  dos  tablas:  19  No  tendrás  otros  dioses  fue- 
ra de  Mí.  No  harás  obra  de  escultura,  ni  figura  al- 
guna para  adorarla.-  2o  No  tomarás  el  nombre  del 
Señor  tu  Dios,  en  vano-  39  Acuérdate  de  santi- 
ficar el  día  sábado.-  49  Honra  a  tu  padre  y  a  tu  ma- 
dre- 59  No  matarás.-  69  No  cometerás  adulterio. - 
79  No  hurtarás.-  89  No  levantarás  contra  tu  próji- 
mo falso  testimonio.-  99  No  desearás  la  mujer  de 
tu  prójimo.-  109  No  codiciarás  los  bienes  ajenos. 
(Exodo  XX-1  a  17;. 

Jesucristo  dijo:  "Amarás  al  Señor  tu  Dios  con 
todo  tu  corazón,  con  toda  tu  alma  y  con  toda  tu 


iCTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  263 

mente.  Este  es  el  mayor  y  primer  mandamiento. 
El  segundo  t  es  semejante:  Amarás  a  tu  prójimo 
como  a  tí  mismo.  De  estos  dos  mandamientos  pen- 
de toda  la  ley",  f Mat.  XX11-37). 

"Y  ¿quién  es  mi  prójimo?  preguntó  el  doctor 
de  la  Ley  ai  Maestro  divino,  que,  sereno  y  bonda- 
doso, contestó  con  una  parábola  delicada:  "Un  hom- 
bre bajaba  de  Jerusalén  a  Jericó  y  cayó  en  ma- 
nos de  ladro  nes,  que  le  despojaron,  le  hirieron,  y 
dejándole  medio  muerto,  huyeron.-  Sucedió  que  un 
sacerdote  bajaba  por  el  mismo  camino,  y  le  vió, 
pero  pasó  d  largo.  Pasó  también  un  levita  y  vien- 
do al  herid  siguió  su  camino.  Pasó  un  samarita- 
no,  vió  al  hombre  desnudo  y  medio  muerto,  se  com- 
padeció, vendó  sus  heridas,  le  montó  en  su  jumen- 
to y  le  llevó  al  mesón  próximo  donde  le  cuidó 
con  esmero  y  pagó  al  mesonero  para  que  le  siguie- 
ra atendiendo  hasta  su  completa  mejoría". 

Cuál  de  estos  tres,  preguntó  Jesús  al  doctor, 

te  parece  que  cumplió  la  ley  del  amor  al  prójimo? 

Como  era  lógico,  la  contestación  fué  acertada;  el 
buen  samaritano. 

Pues,  Jesucristo  vino  a  perfeccionarla  Ley  del 
Decálogo  y  a  enseñarnos  cómo  hemos  de  amar  a 
Dios  y  quién  es  nuestro  prójimo,  que  no  es  sola- 
mente el  pariente,  el  amigo,  el  paisano  sino  toda 
persona,  noble  o  plebeya,  rica  o  pobre,  blanca,  ne- 
gra o  india,  cristiana  o  infiel,  de  cualquiera  reli- 
gión o  tendencia  política,  a  quien  estamos  obliga- 
dos a  favorecer  en  sus  necesidades.  Debemos  ser 
samaritanos  en  el  camino  de  la  vida  y  no  cristianos 
que  para  hacer  un  servicio,  primero  averiguan  si  el 


264 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


que  pide  es  gente  de  importancia  y  nada  hacen  si- 
no por  intereses  preconcebidos.  Si  el  herido  de  la 
parábola  hubiera  sido  un  rico,  el  levita  se  habría 
empeñado  en  atenderle....  Cuántas  veces  en  las 
mismas  casas  de  beneficencia  se  ven  las  chocantes 
preferencias  y  distinciones  entre  prójimo  y  próji- 
mo, partiendo  de  líneas  terrenas,  nada  evangélicas. 
Hasta  en  lo  religioso  se  olvida  a  veces  esta  pará- 
bola; por  algo  Jesucristo  diría  que  pasó  el  sacer- 
dote sin  hacer  caso  al  hombre  pobre  y  medio 
muerto.  (Luc.  X-30) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  265~ 


-LXXII-    EL  SERMON  DEL  MONTE 


^paróse  Jesús  en  un  sitio  campestre,  dice  San 
Lucas,  y  con  El  la  turba  de  los  discípulos  y  una 
copiosa  muchedumbre  de  plebe  venida  de  Galilea 
y  Decápolis  y  de  toda  la  Judea  y  de  Jerusalén  y 
de  la  otra  parte  del  Jordán  y  de  la  costa  y  de 
Tiro  y  Sidón....  y  abriendo  sus  labios  comenzó  a  en- 
señarles, diciendo:  Bienaventurados  los  pobres....,  los 
que  lloran....,  los  mansos....,  los  que  tienen  hambre 
y  sed  de  justicia....,  bienaventurados  los  misericor- 
diosos-. ..,  los  castos....,  los  pacíficos--,  los  que  pa- 
decen persecución  por  la  buena  causa....,  porque  de 
ellos  es  el  Reino  de  los  cielos".  (Mat.  V-2J  (Luc.Vl-17) 

Muy  cerca  de  Cafarnaún,  en  un  sitio  que  es 
monte  y  campo  a  la  vez,  se  muestra  el  lugar  que 
seguramente  ocupó  el  Maestro  para  predicar  el  ser- 
món de  las  Bienaventuranzas.  La  fama  de  Jesús 
había  crecido  extraordinariamente  y  le  seguían  gen- 
tes de   todas  partes- 

El  auditorio  pertenecía  a  la  clase  popular.  La 
multitud  era  de  campesinos,  obreros,  gente  pobre  y 
sancilla,  que  seguía  al  Maestro  para  conseguir  un 
milagro.  Los  milagros  se  hicieron  a  granel  en  esta 
ocasión;  toda  la  multitud  se  afanaba  por  tocar  a 
Jesús,  porque  de  El  salía  virtud  que  sanaba  a  todos". 
(Luc.  Vl-19). 

Curando  a  los  enfermos  y  librando  a  los  en- 
demoniados preparó  Cristo  el  alma  de  sus  oyentes 
para  decirles  que  no  ha  venido  a  libertarles  de  la 
pobreza,  de  las  injusticias,  del  hambre,  de  los  sufri- 


266 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


mientos,  de  las  persecuciones.  No  solamente  no 
quedarán  libres  de  estos  males,  sino  que  Jesús  les"* 
dice  con  aplomo  inusitado:  "Dichosos  los  que  sois 
pobres,  porque  es  vuestro  el  reino  de  Dios.  Dicho- 
sos los  que  estáis  hambrientos,  porque  os  hartaréis- 
Dichosos  los  que  ahora  lloráis,  porque  mañana  reiréis. 
Dichosos  sois  cuando  ios  hombres  os  odiaren,  os 
excluyeren,  os  insultaren  y  proscribieren  vuestro 
nombre,  como  pernicioso,  por  causa  de  Dios;  ale- 
graos y  brincad  de  gozo,  porque  vuestra  recompen- 
sa es  grande  en  el  Cielo".  (Luc.  Vl-20). 

Doctrina  admirable,  pero  rara;  celestial  pero 
incomprensible.  El  mundo  anda  buscando  la  felici- 
dad cabalmente  en  las  riquezas,  en  los  honores,  en 
los  placeres,  y  Jesucristo  dice  lo  contrario.  Hace 
veinte  siglos  fueron  proclamadas  las  Bienaventuran- 
zas y  desde  ese  día,  miles  de  millones  de  hombres  y 
mujeres  han 'ajustado  su  vida  a  esa  norma  de  con- 
ducta y  han  logrado  ser  dichosos.  Gracias  al  inmor- 
tal discurso  del  Maestro  son  felices  los  que  el  mun- 
do cree  desgraciados  y  son  dignos  de  compasión  los 
que  ríen,  los  ricos,  los  impuros,  los  glotones.  El 
mundo  odia,  insulta,  excluye  y  proscribe  a  todo  lo 
bueno  y  aplaude  a  todo  lo  malo,  cabalmente,  porque 
debe  cumplirse  el  sermón  del  monte. 

Bienaventurados  los  POBRES,  dijo  Jesucristo; 
es  decir  dichosos  los  que  están  privados  de  los 
bienes  materiales  de  este  mundo  y  llevan  con  re- 
signación la  pobreza  con  sus  consecuencias,  sin 
envidias,  ni  odios  a  los  ricos.  Bienaventurados  tam- 
bién los  que  poseen  bienes  de  fortuna,  pero  que  no  * 
tienen  su  corazón   pegado  a  las  riquezas,  que  se 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  267 

sirven  de  ellas  para  hacer  el  bien,  para  enjugar 
lágrimas  y  socorrer  necesidades. 

Bienaventurados  los  MANSOS....  Con  estas  pa- 
labras afirma  Jesús  que  el  triunfo  en  todo  orden  de 
cosas  no  está  reservado  a  los  poderosos  y  a  los 
más  fuertes,  sino  a  los  que  practican  la  mansedum- 
bre cristiana,  a  los  verdaderos  discípulos  del  Maes- 
tro que  dijo:  "Aprended  de  Mí  que  soy  manso  y 
humilde  de  corazón".  (Mat  Xl-29) 

Bienaventurados  los  que  LLORAN,  es  decir  los 
que  saben  sobrellevar  los  trabajos  de  la  vida  con 
resignación  y  alegría;  los  que  toman  la  cruz  para 
seguir  a  Cristo;  los  que  entienden  prácticamente  lo 
que  dijo  Jesús:  "No  puede  ser  el  discípulo  más 
que  el  Maestro-. "(Mat.  X-24J. 

Bienaventurados  los  que  ANHELAN  la  JUS- 
TICIA; los  que  tienen  hambre  y  sed  de  que  en  el 
mundo  reine  la  paz  que  es  obra  de  la  justicia  so- 
cial, pero  no  la  paz  de  los  sepulcros  que  es  gue- 
rra de  gusanos,  sino  la  paz  que  es  fruto  de  la  bue- 
na voluntad,  conforme  al  cantar  angélico.  (Luc.  1 1-14) 

Bienaventurados  los  MISERICORDIOSOS,  los 
que  practican  la  caridad,  el  amor  al  prójimo  en  las 
obras  de  misericordia  espirituales  y  corporales;  los 
que  cumplen  con  el  mandamiento  divino:  "amaos 
los  unos  a  los  otros",  sin  distinción  de  personas; 
los  que  hacen  el  bien  "sin  que  sepa  la  mano  izquier- 
da lo  que  hace  la  derecha".  ("Mat.  W\-3) 

Dichosos  los  LIMPIOS  de  CORAZON,  es  de- 
cir los  inmaculados,  los  sencillos,  los  que  no  tienen 
dobleces  en  el  alma,  los  que  no  escandalizan,  los  ni- 
ños o  los  que  se  asemejan  a  ellos. 


268 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Bienaventurados  los  pacíficos  y  los  que  pade- 
cen persecución  por  la  buena  causa.  Los  unos  bus- 
can la  paz  que  dejó  Cristo  en  la  tierra,  cuando 
dijo:  Mi  paz  os  dejo,  mi  paz  os  doy,  pero  no  como 
da  el  mundo...  (Jn.  X1V-27);  los  otros,  por  que  son 
del  mundo,  persiguen  a  los  justos,  a  los  que  han 
puesto  su  ideal  en  el  Cielo. 

El  sermón  del  monte  es  el  compendio  de  toda 
la  vida  humana  según  la  voluntad  divina. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAÑO 


269 


LXXIII       LAS  MALAVENTURANZAS 


ormando  contraste  con  las  Bienaventuranzas, 


profirió  Jesús  las  siguientes  conminaciones:  ¡uAy  de 
vosotros,  los  ricos,  porque  gozáis  ya  de  vuestra 
ventura!  ¡Ay  de  vosotros,  los  que  estáis  hartos, 
porque  tendréis  hambre!  ¡Ay  de  vosotros,  los  que 
ahora  reís,  porque  lloraréis!  ¡Ay  de  vosotros,  cuan- 
do os  alaban  todos,  porque  así  se  hace  con  los 
falsos  profetas"!  fLuc.  Vl-20). 

Malaventurados  son,  pues,  según  Jesucristo,  los 
que  el  mundo  proclama  bienaventurados.  "¡Dichosos 
vosotros!  y  ¡Ay  de  vosotros!"  son  las  exclamaciones 
del  Maestro  para  dividir  a  los  hombres  en  felices 
y  desgraciados,  según  su  doctrina. 

Al  respecto  dice  Papini:  "Los  ricos,  los  sober- 
bios, los  injustos,  los  que  ríen,  los  peleadores,  los 
satisfechos  de  sí  mismos,  los  que  persiguen  y  ul- 
trajan.... no  podrán  entrar  en  el  reino  de  los  cie- 
los. No  podrán  entrar  mientras  ellos  también  no 
sean  vencidos  y  cambiados,  hechos  lo  contrario  de 
lo  que  son  ahora....  Los  que  parecen  felices  según 
el  mundo,  aquellos  a  quienes  el  mundo  envidia, 
imita  y  admira,  están  infinitamente  más  lejos  de  la 
efectiva  felicidad,  que  los  otros,  a  quienes  el  mun- 
do desprecia  y  detesta  ..."  Glosando  la  última  Bie- 
naventuranza, prosigue:  "Los  malos  no  se  conten- 
tarán con  condenaros  a  vosotros  los  buenos  porque 
queréis  convertir  a  las  bestias  en  santos.  Los  hom- 
bres-bestias, tendidos  a  la  bartola  en  la  podredum- 
bre hedionda  de  la  animalidad,  no  quieren  dejarla 


270 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


por  ningún  motivo.  Para  vengarse  de  vosotros  los 
santos,  no  se  contentarán  con  torturar  vuestro  cuer- 
po; tocarán  también  vuestra  alma:  os  acusarán  de 
toda  clase  de  torpezas,  os  lapidarán  con  vituperios 
y  contumelias.  Los  puercos  dirán  que  sois  sucios; 
los  asnos  jurarán  que  sois  ignorantes;  los  cuervos 
os  acusarán  de  comer  las  carroñas;  los  cabrones  os 
dejarán  como  hediondos;  los  disolutos  gritarán  es- 
candalizados de  vuestra  lujuria;  los  ladrones  os  de- 
nunciarán por  hurto....  Pero  vosotros  los  buenos  de- 
béis alegraros  cada  vez  más,  porque  el  insulto  de  - 
los  malos  es  la  consagración  de  vuestra  bondad  y  el 
fango  que  os  arrojan  los  impuros  es  la  prenda  de 
vuestra  pureza...."  fPapini,   " Historia  de  Cristo"). 

Las  malaventuranzas  proclamadas  por  Jesucris- 
to, se  explican  por  su  deseo  vehemente  de  que  los 
ricos,  los  poderosos,  los  felices  compartieran  su 
felicidad,  su  fortuna,  su  hartura  con  los  pobres, 
con  los  desheredados,  con  los  desgraciados,  a  quie- 
nes llama  Jesús  "sus  hermanos."  (Mat.  XXV-40J. 

Cristo  amó  a  los  hombres  y  quiso  que  los 
hombres  se  amasen  mutuamente,  pero  con  amor 
de  obras,  como  hizo  El  mismo.  El  acto  fundamen- 
tal de  su  amor  a  la  humanidad,  fué  la  compasión 
de  sus  sufrimientos,  pero  la  compasión  práctica 
que  es  sufrir  con  el  doliente.  Su  amor  a  los  hom- 
bres no  es  pura  doctrina,  es  una  vida  que  padece 
con  los  pacientes.  No  se  contenta  con  examinar  la 
miseria  humana,  sino  que  El  mismo  se  pone  en 
contacto  con  esa  miseria,  para  aliviarla.  Como  bien 
dice  Karladam:  "Jesús  supo  entremezclar  íntima  y 
personalmente  su  vida  con  la  vida  de  los  pobres, 
de  los  tristes,  de  los  despreciados   hasta  considerar 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  271 

como  hecho  a  Sí  mismo  todo  lo  que  hicieren  los 
hombres  con  los  infelices". 

Jesucristo  no  puede  decir  NO,  cuando  el  dolor 
le  pide  un  remedio,  sea  quien  quiera  el  solicitante, 
aunque  sea  una  persona  pagana,  como  la  sirofenisa 
a  quien  favoreció  con  un  milagro.  fMarc.  VI  1-26/ 
No  puede  dejar  de  curar  a  los  enfermos,  aun  cuan- 
do se  expone  a  la  acusación  de  quebrantador  del 
sábado,  como  hizo  con  el  ciego,  con  la  mujer  cor- 
covada, con  el  hidrópico  y  el  paralítico.  (Jn.  V-10- 
Luc.  XI 11-10  XIV-2J.  No  hace  caso  de  los  escán- 
dalos farisaicos  y  es  amigo  de  publícanos  y  peca- 
dores, para  hacer  el  bien.  fMarc.  11- \6). 

Para  Jesucristo  el  "prójimo"  es  el  que  yace  en 
la  miseria  y  en  el  sufrimiento.  (Luc.  X-27j. 

Es  el  Redentor  no  sólo  de  los  pecadores,  sino 
también  de  los  que  sufren  las  miserias  terrenas. 
Es  el  Cordero  de  Dios  que  quita  los  pecados  de 
las  almas  y  el  Servidor  que  cura  a  los  enfermos, 
da  de  comer  a  los  hambrientos  y  lava  los  pies  a 
los  discípulos  y  al  enemigo.  (Jn.  1-29-X1 1 1-12). 

"Ejemplo  os  he  dado,  dice  Jesús,  para  que  pen- 
sando lo  que  Yo  he  hecho,  así  lo  hagáis  vosotros" 
(Jn.  XI 11-15/  -Quiere  el  Señor  que  los  ricos,  los 
poderosos,  los  felices  amen  prácticamente  a  sus  pró- 
jimos desgraciados  para  dejar  de  ser  malaventu- 
rados. -"Sed  misericordiosos,  repite  Jesús,  como  lo 
es  vuestro  Padre  que  está  en  los  Cielos"  fLuc-VI-36,) 

"Inútilmente  quiere  desatenderse  y  desoírse  el 
acento  netamente  popular  de  las  Bienaventuranzas 
y  violentar  el    sentido  obvio  del  texto    para  darle 


272 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


una  interpretación  moral,  dice  el  Autor  antes  cita- 
do; como  aquellas  son  para  los  que  sufren  por 
Dios,  las  malaventuranzas  fueron  dichas  para  los 
malos  ricos,  porque  las  riquezas  tienen  el  peligro 
de  colmar  el  corazón  humano  hasta  el  punto  de 
arrancarle  todo  gusto  para  los   bienes  del  cielo". 


273 


-L5QCIV-      MARIA  MAGDALENA 

^alió  Jesús  de  Nain  y  se  encaminó  a  Cafar- 
naún.  Tenía  que  pasar  por  Mágdala  y  aquí  se  que-  | 
dó  porque  fué  invitado  a  un  banquete-  Mágdala  era 
en  tiempos  de  Jesús  la  ciudad  de  las  delicias.  Re- 
costada al  pie  del  monte,  acariciada  por  el  lago, 
entre  jardines  y  arroyuelos,  besada  por  el  sol  de 
Oriente,  era  la  ciudad  de  la  alegría  y  del  placer. 
Precioso  rincón  de  Galilea,  digno  de  mejor  suerte, 
se  convirtió  en  la  villa  de   las  prostitutas. 

Entre  las  mujeres  de  mal  vivir,  moraba  allí 
"la  pecadora"  que  dice  el  Evangelista  y  que  no  hay 
duda  que  es  MARIA,  !a  hermana  de  Lázaro. 

Un  fariseo  llamado  Simón,  que  tenía  su  quin- 
ta de  recreo  en  Mágdala,  convidó  al  Rabí  a  comer 
con  él.  Tal  vez  tenía  que  pagar  algún  milagro  que 
recibió  del  Señor,  o  quería  conocerle  de  cerca  y 
entablar  amistad  con  el  Maestro  que  tanta  po- 
pu  aridad  se  ha~>ía  conquistado;  en  todo  caso, 
Jesús  aceptó  la  invitación  porque  en  casa  de  un 
fariseo  tenia  que  salvar  un  alma. 

El  fariseo,  por  respeto  humano,  no  cumplió  con 
las  ceremonias  usadas  en  las  recepciones  orienta- 
les, en  las  cuales  al  convidado  se  le  lavan  los  pies, 
se  le  unge  la  cabeza  con  perfumes  y  se  le  recibe 
con  el  saludo  del  beso  de  paz.  Fríamente  se  reci- 
bió a  Jesús  y  sin  preparativos  se  comenzó  la  co- 
mida. No  cabe  duda  que  mientras  se  servía  el  ban- 
quete había  gente  curiosa  que  aprovechó  la  oca- 


274  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

sión  para  conocer  al   famoso  predicador  y  tauma- 
turgo de  Nazaret. 

La  tensión  de  reserva  que  había  en  la  casa  de 
Simón  entre  los  convidados,  se  cambió  en  asom- 
bro, por  un  suceso  imprevisto."  Presentóse  en  la 
sala  del  festín,  con  un  vaso  de  ungüento  aromáti- 
co, una  mujer  conocida  en  Mágdala  por  su  mala 
vida  y  se  postró  a  los  pies  del  Maestro;  se  desató 
en  lágrimas  que  abundantes  salían  de  sus  ojos  y 
caían  en  los  pies  de  Jesús;  desató  su  hermosa  ca- 
bellera y  secó  con  ella  los  pies  divinos,  ungiéndo- 
los con  el  bálsamo. 

Hay  que  notar  que  todo  esto  se  pudo  hacer 
cómodamente  porque  entonces  se  comía  recostados 
hacia  la  mesa  en  unos  lechos  que  dejaban  los  pies 
afuera. 

Todos  estaban  sobrecogidos  y  callaban. 

Simón  miró  a  la  mujer  con  malos  ojos,  esa 
mirada  de  indignación  se  clavó  en  el  Maestro.  Le 
consideraba  como  profeta,  pero,  por  lo  visto,  no  te- 
nía visión  sobrenatural;  si  no,  no  se  hubiera  deja- 
do ungir  por  una  pecadora  pública. 

Jesús  conoció  el  pensamiento  del  fariseo  y  dijo  — 
con  toda  delicadeza:  "Simón,  tengo  que  decirte  una 
cosa"  "Di,  Maestro",  fué  la  contestación.  Prosiguió 
Jesús:  "Un  prestamista  tenía  dos  deudores.  Uno 
le  debía  500  monedas  y  otro  50.  Como  ambos  eran 
pobres  les  perdonó  la  deuda.  ¿Cuál  de  los  dos  de- 
be tener  mayor  gratitud?"  -Contestó  Simón:  "na- 
turalmente, aquel  a  quién  se  le  perdonó  más"  "Juzgas 
bien",  dijo  Jesús,  y  siguió  hablando:  "¿Ves  esta  mu- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


275 


jer?  -Pues,  bien,  he  entrado  en  tu  casa  y  no  has 
lavado  mis  pies,  mientras  que  ella  los  ha  regado 
con  sus  lágrimas  y  los  ha  enjugado  con  sus  cabe- 
llos. Vine  a  tu  casa  y  no  me  diste  el  ósculo  de 
paz,  pero  ella  ha  besado  mis  pies;  tú,  no  has  un- 
gido mi  cabeza  y  ella  lo  ha  hecho  con  bálsamo 
oloroso.  Por  lo  cual,  se  le  perdonan  sus  muchos 
pecados,  porque  ha  amado  mucho;  al  que  ama  me- 
nos, menos  *se  le  perdona".  Y  volviéndose  a  la  pe- 
cadora, le  dijo:  "Estás  perdonada  de  tus  pecados. 
Vete  en  paz;  tu  fe  te  ha  salvado".    (Luc.   Vi  1-36 ). 

Dulcísima  historia  en  la  que  se  retratan  dos 
corazones:  el  del  pecador  arrepentido  y  el  de  Dios 
misericordioso. 

María  Magdalena  se  retiró  de  los  pies  del  Se- 
ñor, purificada  y  cambiada  en  santa  penitente.  Ja- 
más olvidó  la  benevolencia  del  Maestro.  -Le  había 
perdonado  mucho  y  estaba  obligada  a  seguirle,  a- 
■mando  muchísimo.  Este  amor  agradecido  le  mani- 
festó en  la  cena  de  Betania,  siguiendo  a  su  bene- 
factor hasta  el  Calvario  y  buscándole  en  el  sepulcro. 

Desde  este  día  de  perdón,  María  Magdalena 
sacrificará  todo,  en  aras  del  amor  a  Jesucristo.  Dió 
un  adiós  eterno  al  mundo  y  su  único  placer  será 
estar  a  los  pies  del  Maestro,  dejando  a  su  herma- 
na que  se  preocupe  de  los  asuntos  materiales,  pues 
ella  ha  escogido  la  mejor  parte.  (Luc.  X-39j 


EL  VERDADbRO  JESUCRISTO 


-LXXV-       EN  BETANIA 


Piaría  Magdalena,  la  pecadora,  que  entró  en 
la  casa  de  Simón,  el  fariseo,  con  sincera  peniten- 
cia en  el  alma,  desteñido  el  rostro  y  modestos  los 
ojos  que  otras  veces  atraían  con  miradas  lascivas 
y  maquillaje  de  artista.  María  que  vertió  a  los  pies 
de  Jesús  sinceras  lágrimas  de  arrepentimiento  y  los 
enjugó  con  esa  cabellera  hermosa,  con  la  que  mu- 
chas veces  cogió  en  las  redes  del  pecado  a  mu- 
chos incautos.  La  pecadora,  que  ungió  con  perfu- 
mes los  pies  divinos,  gastando  los  preciosos  ungüen- 
tos que  otras  veces  le  servían  para  ataviarse  y  ba- 
ñar su  cuerpo  voluptuoso.  MAGDALENA,  la  santa, 
porque  santificada  quedó  por  la  FE,  por  el  AMOR, 
por  el  PERDON  de  parte  de  quien  como  Dios 
quitó  las  manchas  de  su  alma  y  dió  paz  a  su  espí- 
ritu, esta  mujer  se  presentó  otra  vez  en  una  co- 
mida a  la  que  asistía  Jesús  como  invitado  de  otro 
Simón,  llamado  el  leproso. 

Este  simón  debía  haber  sido  antes  leproso  y 
el  Señor  le  había  curado.  Seguramente  como  recono- 
cimiento y  para  pagar  una  deuda  de  gratitud,  convidó 
Simón^  a  Jesús  a  su  casa  y  le  ofreció  una  comida. 
Esta  ocasión  aprovechó  María  para  manifestar  tam- 
bién su  amor  y  gratitud  al  que  le  perdonó  sus 
grandes  pecados. 

Cuando  Jesús  estaba  recostado  a  la  mesa,  en- 
tró Magdalena  con  un  vaso  lleno  de  bálsamo  de 
nardos,  y  lo  derramó  en  la  cabeza  del  Maestro. 
Este  ungimiento  no  era  cosa    rara;  en    las  clases 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  277 


altas  de  la  sociedad  se  acostumbraba  que  la  dueña 
de  casa  derramara  esencias  de  flores  sobre  la  ca- 
beza y  en  los  vestidos  del  huésped  de  honor.  -Esto 
hizo  María. 

Entre  los  que  vieron  esta  escena  estaba  Judas, 
a  quién,  como  nos  cuenta  el  Evangelio,  no  le  gustó 
esta  deferencia  al  Maestro  y  dijo:  "¿A  qué  ese  de- 
rroche del  ungüento?  -¿Por  qué  no  se  ha  vendido 
y  el  dinero  emplearlo  en  los  pobres?" 

Jesús  oyendo  esto,  dijo:  "María  ha  hecho  una 
buena  obra  conmigo.  Porque  a  los  pobres  siempre 
los  tenéis  con  vosotros,  y  cuando  queráis  les  po- 
dréis hacer  bien.  Pero  a  mí  no  me  tendréis  siem- 
pre. Ella  se  ha  adelantado  a  ungir  mi  cuerpo  para 
el  día  de  mi  sepultura;  me  ha  preparado  para  mi 
entierro.  En  verdad  os  digo  que  donde  quiera  que 
se  predique  este  Evangelio  por  todo  el  mundo,  se 
referirá  también  lo  que  esta  ha  hecho,  para  recuerdo 
de  ella". 

María  y  Judas  estaban  dominados  por  el  mis- 
mo pensamiento  de  la  cercana  muerte  de  Jesús. 
María  le  amaba  y  quería  dar  cuanto  podía  a  su 
Señor.  Judas  quería  robar  lo  más  posible  antes  de 
vender  a  su  Maestro.  (Jn.  XI 1- 1-Mat.  XXV1-6- 
Marc.  X1V-3). 

El  Evangelista  narra  así:  "Seis  días  antes  de 
la  Pascua  vino  Jesús  a  Betania,  donde  había  muer- 
to Lázaro,  a  quien  Jesús  resucitó.  Y  obsequiáronle 
allí  con  un  banquete.  Marta  servía  y  Lázaro  era 
uno  de  los  que  estaban  sentados  con  El  a  la  mesa. 
María,  tomando  un  vaso  de  alabastro  que  contenía 
una  libra  de  ungüento  de  nardo  puro  de  gran  pre- 


278  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

l 

ció,  y  quebrado  el  vaso,  lo  derramó  sobre  la  cabe- 
za de  Jesús,  que  estaba  a  la  mesa,  le  ungió  los 
pies  y  se  los  enjugó  con  sus  cabellos.  La  casa  que- 
dó impregnada  con  la  fragancia  del  bálsamo.  Judas 
el  Iscariote,  uno  de  sus  discípulos,  el  que  había  de 
entregarlo,  dijo:  "¿Por  qué  no  se  vendió  este  un- 
güento en  trecientos  denarios,  y  se  dió  para  los 
pobres"?  -No  dijo  Qsto  porque  se  cuidase  de  los 
pobres,  sino  porque  era  ladrón;  y  como  el  tenía  ta 
bolsa,  sustraía  lo  que  se  echaba  en  ella.  Mas  Jesús 
dijo:  "Déjala,  que  para  el  día  de  mi  sepultura  lo  guar- 
daba. Porque  a  los  pobres  los  tenéis  siempre  con  vo- 
sotros, mas  a  Mí  no  siempre  me  tendréis". 

Entre  tanto  una  gran  multitud  de  Judíos  su- 
pieron que  El  estaba  allí,  y  vinieron,  no  por  Jesús 
solo,  sino  también  para  ver  a  Lázaro,  a  quien  El 
había  resucitado  de  entre  los  muertos.  Entonces  los 
sumos  sacerdotes  tomaron  la  resolución  de  matar 
también  a  Lázaro,  porque  muchos  judíos,  a  causa 
de  él,  creían  en  Jesús...."  fJn.  XI 1-1  a  \r). 

¡Dichosa  Magdalena  que  de  esta  suerte  se  in- 
corporó al  Evangelio!,  según  tV¿isf  de  Cristo.  Su 
nombre  será  leído  con  reverencia  y  coi  ti  i  ración 
junto  al  de  Jesús. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO 


-LXXVI-     MARTA  Y  MARIA 


279 


n  Betania  estaba  situada  la  casa  de  una  fa- 
milia amiga  de  Jesús;  era  una  residencia  tranquila 
que  venía  bien  para  un  retiro  espiritual  y  para  un 
descanso  corporal;  el  Señor  aprovechaba  cíe  e^a 
mansión  y  de  las  atenciones  que  le  presta  >a  es 
hogar,  para  poner  un  paréntesis  a  las  fatiga  apos- 
tólicas. 

La  Betania   del    tiempo   de    Jesús  estaba  u 
poquito  más  al  sudoeste  del  pueblo  actual  llami 
Lazariyeh,  donde  se  muestra  el    lugar  de    la  c; 
teatro  de  la  encantadora  escena  cuyas  prota^oñi^i  s 
fueron  las  hermanas  Marta  y    María.   -En  s< 
de  dicha  casa  se  edificó  una    Iglesia   \   ur  mor 
terio,  en  el  año  1134.  Actualmente  no  qu> 
ruinas  que  señalan  el  sitio   donde    se  lev. 
casa  solariega  de  la  familia  de  Betania- 

En  el  pasaje  evangélico  que  nos  ocup 
do  por  San  Lucas  (X-38J,  se    nota   que  < 
principal  de  Jesús  no  era  esta  vez    ir  a 
como  lo  fué  cuando  vino  por  la  muerte  de      áza  ; 
esta  ocasión  se  dirigía  el    Señor   a  Jerusalen  para 
la  fiesta  de  las  Encenias,  pero  como  teñí.;  Mue  pa 
sar  por  Betania,  quiso  visitar  a    la    buen;  familia 
de  Lázaro.  Llamó  Jesús  a  la  puerta  de   la  estancia 
y  salió  Marta  a  encontrar  al  divino    huts  ed;  des 
pués  se  presentó    María  y  saludó  al    Maestro  con 
el  cariño   sincero  y   respetuoso   de    siempre;  vino 
Lázaro  y  se  completó   el    cuadro   con   matices  de 
ingenua  confianza  y  santo  gozo. 


280 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Después  de  los  saludos  y  atenciones  delicadas 
del  primer  momento,  Marta  se  retiró  a  las  ocupa- 
ciones domésticas.  Terminado  el  arreglo  de  la  casa, 
estaba  preocupada  en  preparar  la  comida  para  el 
Señor  y  sus  acompañantes;  andaba  muy  activa  y 
atareada  con  mil  ocupaciones. 

María,  se  quedó  con  Jesús  y  ansiosa  de  oír 
los  comentarios  que  hacían  los  Apóstoles  acerca 
de  las  preguntas  que  hizo  el  doctor  de  la  Ley  y  que 
culminaron  con  la  parábola  del  Buen  Samaritano 
(Luc.  X-25-30j,  sentóse  a  los  pies  del  Maestro.  Allí 
estaba  tranquila  esperando  oír  una  vez  más  la  dul- 
ce voz  de  Jesús  en  la  explicación  del  Evangelio. 

En  estas  circunstancias  aparece  Marta  y  pre^ 
senta  una  queja.  Reclama  al  Huésped  la  ayuda  de 
su  hermana;  no  es  posible  que  la  deje  tan  sola  en 
la  preparación  de  la  comida  y  que  mientras  ella  es- 
taba tan  atareada,  María  estuviese  sosegada  escu- 
chando las  pláticas.  El  Señor  oyó  la  queja,  se  son- 
rió, cruzó  miradas  con  ambas  hermanas  y  dijo  a  la 
quejumbrosa:  "Marta,  Marta,  muy  afanosa  estás  y 
te  preocupas'  cte  muchísimas  cosas.  Pues  bien,  no 
es  necesaria  sino  una  sola.  María  ha  escogido  la 
mejor  parte,  está  haciendo  lo  principal  y  nadie  le 
interrumpirá".  Las  palabras  de  Jesús  revisten  cier- 
to carácter  de  polémica;  son  la  defensa  de  María 
contra  el  reproche  de  Marta: 

Al  respecto  hay  una  glosa  de  Monseñor  Goná, 
que  la  reproduzco  para  terminar  este  capítulo,  es 
sublime  en  ideas  y  de  actualidad  práctica.  Dice  así: 
"Es  este  un  delicioso  episodio  que  junto  con  el 
de  la  resurrección  de  Lázaro,  hace  muy  simpática 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  281 

para  todo  corazón  cristiano,  la  pequeña  ciudad  que 
se  asentaba  en  la  pendiente  oriental  del  olívete,  la 
Betania  del  Evangelio. 

¡Qué  ambiente  de  paz  y  de  santo  gozo  se  res- 
piraba en  aquella  casita  de  Lázaro  y  de  sus  dos 
hermanas!  -Allí  encontraba  Jesús,  en  el  seno  de  una 
íntima  e  ingenua  confianza,  el  descanso  de  las  hos- 
tilidades y  malevolencias  de  sus  enemigos.  ¡Cómo  es 
dulce  contemplar  al  Maestro  sentado  en  el  limpio 
atrio  de  la  casa,  María  a  sus  pies  y  Marta  prepa- 
rando solícita  la  mesa  para  el  divino  Huésped!  Las 
dos  hermanas  son  el  símbolo  viviente  de  las  dos 
vidas,  activa  y  contemplativa.  Tal  simbolismo  es 
legítimo  y  apropiado,  pero  no  parece  legítimo  con- 
cluir del  relato  evangélico  que  Jesús  quiso  dar  a 
entender  con  sus  palabras  la  superioridad  de  la 
vida  contemplativa  sobre  la  activa.  Su  primera  fra- 
se: "Una  sola  cosa  es  necesaria"  tiene  un  alcance 
general;  pero  la  otra:  "María  escogió  la  mejor  par- 
te", es  de  carácter  particular,  se  limita  al  caso  pre- 
sente. Jesús  no  reprende  a  Marta,  sólo  señala  di- 
ferencia de  ministerios.  Hay  vocaciones  para  ambos 
estados  de  vida.  Que  no  digan  los  de  vida  contem- 
plativa que  es  más  excelente  su  ocupación;  ni  di- 
gan los  de  vida  activa  que  los  otros  no  trabajan; 
los  unos  trabajan  contemplando  y  los  otros  contem- 
plan trabajando.  -Hay  también  instituciones  religio- 
sas cuyo  lema  es  unir  la  acción  a  la  contemplación; 
hacen  a  la  vez  la  obra  de  Marta  y  de  María...." 


282 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXVII-  LAZARO 

Cuenta  el  Evangelio  que:  -"Había  uno  que 
estaba  enfermo,  Lázaro,  de  Betania,  la  aldea  de 
iVlaría  y  de  Marta,  sus  hermanas.... 

María  era  aquella  que  ungió  con  sus  perfumes 
al  Señor  y  le  enjugó  los  pies  2con  sus  cabellos. 
Su  hermano  LAZARO  estaba,  pues,  enfermo  ...  Las 
hermanas  le  enviaron  a  decir:  Señor,  el  que  tú 
amas  está  enfermo—."  (Jn.  Xl-1  a  4) 

Jesús  estaba  en  el  valle  del  Jordán,  al  lado  de 
Perea,  cuando  recibió  el  mensaje  de  Betania  acer- 
ca de  la  enfermedad  de  Lázaro.  Seguramente  la 
enfermedad  fué  repentina  y  grave,  de  tal  manera 
que  la  muerte  era  segura,  por  la  cual,  las  herma- 
nas, angustiadas,  dieron  noticias  al  Maestro,  segu- 
ras de  que  El  le  curaría  aún  sin  venir,  pues  sabían 
el  cariño  especial  que  tenía  Jesús  a  su  hermano  y 
recordaban  el  milagro  que  hizo  el  Señor  con  el 
criado  del  Centurión. 

El  Maestro  no  se  preocupó  demasiado  con  la 
triste  noticia  y  la  contestación  al  mensajero  fué 
consoladora;  el  enfermo  no  estaba  tan  mal  como 
se  creía;  Jesús  había  dicho  que  no  moriría.  Esto 
había  predicho  el  Señor  para  tranquilizar  a  los  o- 
}  entes,  pero  bien  sabía  El  que  Lázaro  iba  a  mo- 
rir; en  efecto,  el  mensajero  no  llegaba  todavía  a 
Betania  cuando  murió  el  enfermo. 

Pasaron  tres  días,  Jesús  parecía  tranquiló,  pe- 
ro el  cuarto  día  toma  una   decisión  brusca  y  ter- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  283 


minante:  "Volvamos  a  Judea"  dice  a  sus  discípulos 
"¡Lázaro  ha  muerto!"  -Emprendieron  la  marcha 
hacia  Betania.  Cruzan  el  Jordán,  pasan  por  Jericó, 
suben  la  garganta  que  era  al  mismo  tiempo  cauce 
de  torrente  y  camino,  llegan  a  la  altura  de  Tala- 
tedam;  en  el  fondo  estaba  la  ladera  del  huerto  de 
los  Olivos,  en  la  que  se  recostaba  Betania,  como 
espiando  a  Jerusalén,  que  quedaba  atrás. 

La  familia  tenía  su  casa  en  las  afueras  de  la 
ciudad  y  más  al  oeste  estaba  el  sepulcro  donde 
yacía  el  cadáver  de  Lázaro.  Seguramente  en  el  si- 
tio donde  ahora  está  ubicada  la  pequeña  Iglesia  de 
los  griegos  ortodoxos  se  hallaba  Jesús  cuando  le 
salió  al  encuentro  Marta. 

El  Evangelio  dice  que  "cuando  llegó  Jesús  a 
Betania  hacía  ya  cuatro  días  que  Lázaro  estaba  en 
el  sepulcro.  Betania  distaba  de  Jerusalén  como  unos 
quince  kilómetros;  muchos  judíos  habían  venido  a 
casa  de  Marta  y  María  para  consolarlas  por  su 
hermano.  Marta,  cuando  oyó  que  venía  Jesús,  salió 
a  recibirle,  María  se  quedó  en  casa.  Dijo  Mar- 
ta a  Jesús:  "Señor,  si  hubieras  estado  aquí,  mi  her- 
mano no  hubiese  muerto.. .."fJn.  Xl-17  a  22). 

La  casa  de  Betania  estaba  llena  de  parientes 
y  amigos,  que  habían  ido  a  acompañar  al  duelo.  Las 
hermanas  insistían  ante  Jesús  repitiendo:  "Señor, 
si  hubieras  estado  aquí,  nuestro  hermano  no  hu- 
biese muerto",  que  equivalía  a  decir:  "y  ahora  que 
estás  aquí,  puedes  resucitar  a  nuestro  hermano". 
Tenían  presentes  los  varios  casos  milagrosos  de 
resurrección  efectuados  por  el  Rabí  de  Galilea. 
Marta  y   María  acompañaban  su  queja   con  abun- 


284 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


dantes  y  conmovedoras  lágrimas  que  hacían  llorar  a 
a  los  circunstantes  y  que  conmovieron  también  al  Señor 
hasta  hacer  que  se  cuajasen  en  sus  divinos  ojos 
dos  grandes  lágrimas.  Así,  conmovido  y  sollozando, 
se  acerca  Jesús  al  sepulcro  para  ponerse  en  contac- 
to con  su  amigo  muerto.  "Quitad  la  piedra",  dice  el 
Maestro,  con  toda  autoridad  y  con  voz  que  hace 
comprender  la  proximidad  de  un  milagro. 

Salta  Marta  a  impedir  la  orden  de  Jesús,  pues, 
el  cadáver  estaba  en  plena  putrefacción  y  no  con- 
venía que  ni  el  Señor,  ni  los  parientes  y  amigos 
tuvieran  una  impresión  desagradable.  Insiste  Jesús 
en  su  mandato  y  se  hace  obedecer,  porque  ya  las 
hermanas  y  los  condoliontes  han  ce  mprenaido  que  le 
va  a  resucitar.  Levantada  la  piedra,  el  nauseabun- 
do olor  se  esparce,  pero  la  espectación  de  algo 
extraordinario  hace  que  nadie  se  mueva,  ni  se  de- 
fienda contra  la  pestilencia. 

Jesucristo  levanta  sus  ojos  al  Cielo,  ora  a  su 
Padre  eterno,  y  dice:  "Lázaro,  ven  afuera". 

Obedeció  la  muerte  y  cedió  su  parte  a  la  vida. 
Ante  la  admiración  de  muchos,  el  espanto  de  otros 
y  los  sollozos  de  júbilo  de  las  hermanas,  apareció 
un  bulto  blanco  que  se  incorporaba.  '  Salió  el  muer- 
to, ligados  los  brazos  y  las  piernas  con  vendas  y 
el  rostro  envuelto  en  un  sudario".  fJn.  XI -44) 

Todos  quisieron  correr,  pero  el  Señor  dijo: 
"desatadlo"  y  desatado  de  sus  envolturas  sepulcra- 
les apareció  Lázaro  vivo,  besó  la  mano  del  amigo, 
adoró  a  Dios,  estrechó  los  brazos  de  Marta  y  Ma- 
ría y  junto  con  los  testigos  del  milagro  fué  Lázaro 
el  mejor  pregonero  de  la  divinidad  de  Cristo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


285 


-LXXVIII-    PARABOLAS  EVANGELICAS 


aquí  se  sentó  y  reunióse  en  su  derredor,  tan  gran- 
de muchedumbre  de  gente,  que  hubo  de  subir  a 
una  barca  para  enseñar.  Mientras  tanto,  todo  el 
pueblo  permaneció  en  la  ribera  y  J[esús  les  dijo  mu- 
chas cosas   por  parábolas.   fMat.  XI 11-1). 


Desde  esta  circunstancia  que  narra  «el  Evan- 
gelio, comienza  el  Maestro  un  sistema  de  enseñan- 
za distinto.  Ya  no  es  la  predicación  directa  de  la 
doctrina,  sino  la  enseñanza  indirecta,  por  medio  de 
parábolas. 

Parábola  es  una  comparación,  una  imagen  sen- 
cible. tomada  del  mundo  natural  para  explicar  al- 
guna doctrina  sobrenatural,  o  hacerla  más  clara  al 
auditorio.  Los  pueblos  orientales,  llenos  de  imagi- 
nación, gustaban  de  esta  manera  de  aprender,  ame- 
na y  distraída.  En  el  Antiguo  Testamento  se  hace 
mucho  uso  de  las  parábolas;  Jesucristo  hizo  lo  mis- 
mo en  la  predicación  de  la  Buena  Nueva.  Pasan 
de  ciento  las  parábolas  que  encontramos  en  el 
Evangelio,  que  pueden  clasificarse  en  tres  grupos: 
las  relativas  al  Reino  de  Dios,  objetivamente  conside- 
rado, las  que  se  refieren  a  los  sujetos  que  deben  i 
formar  parte  de  este  Reino;  las  que  tratan  de  la  vida 
del  Señor  y  de  sus    relaciones  con  su  Iglesia. 

Todas  las  parábolas  encontramos  en  los  sinóp- 
ticos; San  Juan  apenas  tiene  una  que  otra  alegoría 
o  indicación  de  parábola.  El  asunto  de  estas  com- 


44 


9. 


alió  Jesús  y  se  dirigió  a  la  orilla  del  lago, 


286  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

paraciones  o  semejanzas,  lo  toma  el  Maestro  de 
la  vida  del  campo,  de  la  vida  doméstica,  del  mar, 
de  los 'sucesos  más  ordinarios  y  populares,  de  la 
vida  social.  El  Señor  debía  enseñar  al  pueblo  doc- 
trina celestial,  pero  nueva;  para  acomodarse  a  esa 
inteligencia  ruda,  nada  más  apropiado  que  el  méto- 
do de  semejanzas. 

La  primera  parábola  que  Jesús  propuso  fué  la 
del  SEMBRADOR.  -"Un  día  salió  un  sembrador  a 
sembrar  su  semilla...."  (Luc.  VI 11-4,).  El  cuadro  es 
maravilloso:  el  invierno  ha  comenzado  a  fertilizar  los 
campos  con  las  lluvias  repetidas  durante  la  noche; 
el  sol  ardiente  del  día  cambia  su  calor  enervante 
en  vapores  que  se  hacen  nubes  densas  y  conver- 
tidas en  agua  sacian  la  sed  de  la  tierra  resque- 
brajada por  el  sequío;  el  suelo  ,queda  reblandecido 
con  los  aguaceros  y  el  agricultor  aprovecha  para 
hender  la  aguda  reja  del  arado;  hay  sitios  donde 
la  tierra  está  mezclada  con  piedras  que  hacen  re- 
chinar al  hierro;  hay  lugares  donde,  después  de  la 
cosecha,  han  crecido  los  cardos  y  malas  yerbas  en 
tánta  cantidad,  que  dificultan  el  paso  del  arado. 
Al  fin  del  esfuerzo  diario,  queda  el  campo  en  estado 
de  siembra,  brillando  con  color  pardo,  esperando 
la  semilla.  Comienza  la  siembra:  parte  de  la  simien- 
te, cae  en  el  sendero  que  cruza  hacia  el  campo  y 
donde  no  se  ha  arado;  la  tierra  está  dura,  no  pe- 
netra la  semilla  y  es  alimento  de  la  bandada  de 
gorriones  hambrientos-  Otra  parte  de  la  semilla  cae 
sobre  ese  suelo  pedregoso  que  hacía  crujir  a  la  re- 
ja y  no  iructifica  porque  le  falta  tierra  abonada. 
Parte  de  la  simiente  se  riega  en  el  suelo  cruzado 
con  raíces  de  cardos,  espinas  y  malas   yerbas  que 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAND  287 


crecen  y  ahogan  a  las  buenas  plantas.  Gran  parte 
de  la  semilla  ha  caído  en  tierra  fecunda,  donde  ger- 
mina y  pronto  aparecen  dos  y  tres  tallos  que  crecen 
y  dan  el  ñ  uto  apetecido. 

Terminada  la  parábola,  dijo  Jesús:  el  que  ten- 
ga oídos  para  oír  que  oiga",  como  quien  dice:  Re- 
coja cada  cual  lo  que  le  toca  o  entienda  las  alu- 
siones personales;  y  con  esto  calló,  dejando  a  su 
auditorio  pensativo.  Siguiéndose  lo  que  nos  cuenta 
el  Evangelista  

La  descripción  y  explicación  de  esta  parábola 
por  parte  de  Jesús  es  de  una  viveza,  fidelidad  y 
realeza  tales  que  no  se  comprende  porque  no  en- 
tendieron los  oyentes. 

La  única  explicación  está  en  las  mismas  pala- 
bras del  Maestro:  "Porque  se  ha  endurecido  el  co- 
razón de  este  pueblo  y  oyen  mal  sus  oídos  y  no 
ven  sus  ojos,  ni  comprende  su  corazón....";  palabras 
que  pueden  aplicarse  a  muchos  cristianos  que  no 
entienden,  ni  practican  el  Evangelio. 


288  EL  VERDADtRO  JESUCRISTO 

-LXXIX-  PARABOLAS 

LA  SEMILLA  GERMINANTE. 

después  de  la  del  SEMBRADOR,  propuso 
Jesús  la  parábola  de  "como  crece  la  semilla.  fMarc. 
IV-26).  Apelando  Jesús  a  la  semejanza  del  creci- 
miento de  las  mieses,  compara  Jesús  la  germina- 
ción y  desarrollo  del  Reino  de  Dios  en  nuestros 
corazones  y  en  el  mundo,  con  el  hecho,  inadverti- 
do a  nuestra  vista,  de  la  germinación  de  la  semi- 
lla hasta  llegar  a  la  fructificación. 

En  estas  parábolas  tomadas  de  la  agricultura, 
va  el  Maestro  en  orden  ascendente  para  la  mejor 
comparación  con  el  Reino  y  para  mejor  compren- 
sión de  su  auditorio.  En  la  anterior  se  trató  de  la 
siembra  de  la  semilla  y  ahora  de  su  germinación 
y  desarrollo.  -"El  Reino  de  los  Cielos,  dice  Jesús, 
es  como  la  semilla  que  siembra  un  hombre  en  la 
tierra  y  se  descuida,  sin  preocuparse  de  ella.  Un 
día  ve  que  la  semilla  ha  germinado  y  está  crecien- 
do sin  que  el  sembrador  haya  advertido,  porque  la 
tierra  de  suyo  produce  primero  yerba,  luego  espiga 
y  luego  grano;  cuando  éste  ha  madurado,  es  tiem- 
po de  la  siega...." 

LA  CIZAÑA. 

Cizaña  es  una  especie  de  trigo  vano;  crece  en 
el  campo  juntamente  con  el  trigo  y  se  le  parece 
mucho,  hasta  que  se  forman  las  espigas.  En  la 
parábola,  Jesús  habla  de  un  sembrador  que  tenía 
criados  y  peones;  con  ellos  ha  sembrado  buena  se- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


289 


milla  de  trigo  en  su  campo,  preparado  debidamen- 
te. Mientras  dormían  sus  jornaleros,  vino  el  enemi- 
go del  dueño  del  campo  y  sembró  cizaña  entre  el 
trigo.  Nacieron  y  crecieron  ambas  semillas;  cuando, 
ya  eran  plantas,  los  guardianes  del  campo  quisie- 
ron pelar  la  cizaña,  para  facilitar  el  crecimiento  del 
trigo,  pero  se  opuso  el  patrón,  no  sea  que  por  a- 
rrancar  la  mala  yerba,  cortaran  también  las  plantitas 
de  trigo.  En  tiempo  de  la  siega,  cuando  ya  la  espi- 
ga esté  llena  de  grano,  se  distinguirá  fácilmente  de 
la  cizaña  que  no  da  fruto,  y  se  harán  gavillas  de 
cada  producto;  la  cizaña  será  echada  al  fuego  y  el 
trigo  se  guardará  en  los  graneros.  (Mat.  X111-24J. 
Esta  vez  tampoco  entendieron  los  discípulos  y  pi- 
dieron explicación,  como  sucedió  en  la  parábola  del 
Sembrador.  Ahora  también  el  Maestro  les  explica 
particularmente,  con  toda  claridad  y  llaneza,  como 
nos  cuenta  el  Evangelio. 

EL  GRANO  DE  MOSTAZA  Y  LA  LEVADURA 

(Mat.  XI 11-31-33;  -"¡Cómo  crece  la  semilla!, 
decía  Jesús.  El  Reino  de  los  Cielos  es  semejante 
al  grano  de  mostaza  que  siembra  un  hombre  en 
su  huerto.  Cuando  siembra  es  la  más  pequeña  de 
todas  las  semillas;  mas  cuando  crece  es  mayor  que 
todos  los  arbustos  y  tiene  ramas  bastante  grandes 
para  que  aniden  en  ella  las  aves". 

Conocemos  también  la  acción  de  la  levadura  en 
la  masa.  Dos  onzas  de  levadura  son  suficientes  pa- 
ra que  fermenten  veinte  y  cinco  libras  de  harina, 
mudando  la  sustancia  de  la  harina  en  masa 
porosa  que  asada  es  pan  exquisito.  -Ambas 
parábolas    hacen    notar    el  humilde   comienzo  de 


290  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

la  Iglesia  cristiana  destinada  a  convertir  y  alber- 
gar en  su  seno  a  millones  de  gentes. 

EL  TESORO  ESCONDIDO.  LA  ¡MARGARITA 
PRECIOSA.  -La  RED. 

Estas  parábolas  nos  enseñan  el  grande  valor 
que  tiene  el  Reino  de  los  Cielos.  Vale  más  que  un 
tesoro  escondido  en  un  campo  y  que  el  mismo  cam- 
po, porque  el  hombre  que  sabe  del  tesoro,  vende 
todo  lo  que  tiene  y  compra  el  campo,  seguro  de 
que  al  desenterrar  el  tesoro,  estará  pagado  de  to- 
do y  le  quedará  mucha  ganancia. 

Así  mismo  el  Reino  de  los  Cielos  es  semejan- 
te a  una  perla  preciosa  que  es  adquirida  por  el 
mercader  a  trueque  de  toda  su  fortuna,  seguro  de 
que  al  revenderla,  recobraría  todo  lo  gastado,  con 
gran  ganancia.  Hay  que  notar,  que  la  margarita  o 
perla  preciosa  que  se  forma  en  el  seno  de  algunas 
conchas,  ha  sido  siempre  muy  estimada.  Existen 
historias  interesantes  del  valor  de  las  perlas,  como 
aquella  que  cuenta  que  en  una  de  las  fiestas  lu- 
josas que  ofrecía  Marco  Antonio  a  Cleopatra,  ésta 
se  quitó  de  su  oreja  una  perla  y  la  dió  al  festejan- 
te, quien  la  disolvió  en  vinagre  y  se  la  bebió,  tra- 
gándose el  valor  de  miles  de  sucres. 

Volviendo  a  confirmar  la  mezcla  de  buenos  y 
malos  en  su  Iglesia  y  el  premio  y  castigo  de  unos 
y  otros,  dijo  Jesús:  "El  Reino  de  los  cielos  es  como 
una  red  que  se  echa  al  mar  y  recoge  toda  clase 
de  peces,  y  cuando  está  llena  la  sacan,  y  luego, 
sentados  los  pescadores  a  la  orilla,  elijen  los  bue- 
nos para  sus  cestos  y  arrojan  fuera  los  malos.  "Es- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAKO 


291 


ta  parábola  tiene  el  mismo  tema  y  la  misma  expli- 
cación que  la  de  la  cizaña.  -Las  tres  encontramos 
en  el  Evangelio  expuestas  claramente  por  el  Maes- 
tro. (Mat.  XI 11-44  a  52). 


292  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXX-       MAS  PARABOLAS 

LA  LAMPARA  ENCENDIDA. 

^adie  enciende  la  luz  para  ponerla  bajo  la 
cama,  sino  para  colocarla  sobre  el  candelero,  a  fin 
de  que  los  que  entran   a  la   pieza  vean   claro....  ..." 

(Luc.  VI 11-16/  Así  habló  Jesús,  como  quien  dice: 
Yo  enciendo  la  luz  del  Evangelio  en  vosotros  para 
que  luego  alumbréis  a  los  demás.  No  quiero  que 
nada  de  esta  doctrina  que  os  enseño  quede  ocul- 
ta, sino  que,  por  medio  de  vosotros,  la  conozcan 
todos  los  hombres.  -No  hay  duda  que  el  Señor, 
habló  entonces  de  la  Acción  Católica  y  de  sus  si- 
milares, ahora  tan  en  boga  y  tan  necesarias. 

LA  HIGUERA  INFRUCTUOSA. 

"Un  hombre  tenía  plantada  una  higuera  y  vino 
a  buscar  fruto  de  ella  y  no  lo  halló  y  dijo  al  hor- 
telano: hace  ya  tres  años  que  vengo  buscando  fruto 
en  esta  higuera,  y  no  lo  hallo.  Córtala,  pues,  está 
ocupando  tierra  sin  motivo.  Respondió  el  cuidador: 
Señor,  déjala  todavía  este  año,  m^ntras  la  cabo  en 
torno,  la  abono  y  la  riego,  para  ver  si  da  fruto;  si 
no,  la  cortamos  •••  (Xuc.  XI 11-6,) 

Alguien  comentó  así  esta  significativa  parábola, 
diciendo: 

"Vida  que  no  florece  y  es  inútil  y  escondida 
y  ni  fecunda,  ni  crece,  es  vida  que  no  merece 
el  santo  nombre  de  vida»......" 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


293 


EL  MAYORDOMO  INFIEL. 

Luc.  XVI -1)  Jesús  enseñó  con  esta  parábola  a 
valemos  de  las  cosas  materiales  de  la  tierra  para 
alcanzar  el  cielo.  El  Señor  no  alaba  a  las  malas 
prácticas  del  administrador  sino  la  habilidad  en  sal- 
var su  existencia.  Como  el  administrador  aseguró 
su  porvenir,  asi  nosotros  debemos  acordarnos  que 
estamos  de  paso  en  la  tierra  y  valemos  de  todos 
los  acontecimientos  de  la  vida  para  asegurar  nues- 
tra eterna  salvación. 

EL  SIERVO  DEUDOR. 

(Mat.  XVI 11-23).  -Con  esta  parábola  grabó  Je- 
sús en  la  mente  de  sus  oyentes  la  doctrina  sobre  el 
perdón,  que  comprende  la  quinta  petición  de  la  ora- 
ción dominical:  "Padre  nuestro:  perdónanos  nuestras 
deudas,  así  como  nosotros  perdonamos  a  nuestros 
deudores".  -Si  Dios  nos  perdona  deudas  inmensas, 
con  la  inmensidad  del  pecado  mortal,  nosotros  es- 
tamos obligados  a  perdonar  deudas  pequeñas,  como 
son  las  ofensas  que  recibimos  del  prójimo.  Termi- 
nantemente dice  Jesucristo:  "Si  vosotros  perdonáis 
a  los  hombres  sus  ofensas,  vuestro  Padre  celestial 
os  perdonará  también;  pero  si  vosotros  no  perdonáis 
a  los  hombres,  tampoco  vuestro  Padre  perdonará 
vuestros  pecados".  (Mat,  VI. -14) 

¿Cuánto  se  ha  de  perdonar?  "Setenta  veces  sie- 
te", dijo  Cristo,  que  equivale  a  decir:  todas  las 
veces,   siempre.  (Mat.  XVI 11-23). 

OBREROS  DE  LA  VIÑA. 

"El  Reino  de  Dios  es  semejante  a  un  padre  de 
familia  que  salió  al  rayar  del  alba  a  alquilar  obre- 


294  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


ros  para  su  viña  ...  "Termina  esta  misteriosa  pará- 
bola con  dos  sentencias  casi  inexplicables:  "Los  úl- 
timos serán  los  primeros  y  los  primeros  serán  pos- 
treros. Muchos  son  llamados  y  pocos  escogidos'7 
(Mat.  XX-1).  -A  mi  modo  de  pensar,  Nuestro  Se- 
ñor nos  da  entender  aquí  las  sorpresas,  por  decirlo 
así,  que  tendremos  en  la  eternidad,  viendo  que  la 
Justicia  Divina  es  otra  y  otra  su  Misericordia  para 
juzgar  las  cosas  de  distinta  manera  como  son  juz- 
gadas y  sentenciadas  aquí  en  la  tierra. 

LAS  DIEZ  MINAS, 

(Luc.  X1X-11).  Esta  parábola  es  fácil  de  com- 
prender. El  Príncipe  noble  es  Jesucristo;  va  a  to- 
mar posesión  de  su  reino  que  es  el  Cielo,  ganado 
con  su  pasión  y  muerte;  deja  en  la  tierra  el  tesoro 
de  sus  gracias  en  su  Iglesia,  para  que  cada  cristia- 
no las  aproveche  haciendo  buenas  obras.  Vendrá  El 
al  fin  del  mundo  a  tomar  cuentas  a  todos  los  hom- 
bres y  a  dar  a  cada  cual  la  recompensa  de  su  vi- 
da y  de  sus  obras.  En  el  día  de  las  cuentas,  ¡ay 
de  los  impíos  que  conspiran  contra  El!;  ¡ay,  tam- 
bién, de  los  cristianos  que  nada  hicieron  por  Dios! 
y  dichosos  los  que  tendrán  entonces  sus  manos  lle- 
nas de  buenas  obras. 

Más  parábolas  expuso  Jesús,  y  todas  están 
llenas  de  divinas  enseñanzas,  de  tal  manera  que  to- 
das son  en  el  Evangelio  una  vena  de  oro  explota- 
ble para  nuestra  felicidad  temporal  y  eterna;  siquiera 
enumeremos  las  que  faltan,  dejando  la  lectura,  me- 
ditación y  aplicación  a  cada  cristiano:  LOS  DOS 
HIJOS  fMat.  XX1-28).  LA  VIÑA  fLuc.  X1X-9). 
LA  CENA  NUPCIAL  fMat.  XX11-1).  LAS  VIR- 
GENES (Mat.XV.l)  LOS  TALENTOS  Mat.XXl  V14) 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  295 

LXXXI  IRA  SANTA 

J^o  queráis  hacer  de  la  Casa  de  Dios,  un 
mercado.  Mi  casa  es  lugar  de  oración  y  no  sitio  de 
comercio"  fJuan  U-15). 

En  las  diversas  visitas  que  hizo  Jesús  al  Tem- 
plo de  Jerusalén,  con  motivo  de  las  fiestas  de  los 
judíos,  había  notado  la  profanación  del  lugar  santo. 
Una  vez  más  fué  el  Señor  ál  Templo  cuando  co- 
menzaba la  Pascua  y  en  esta  ocasión  tuvo  que  sa- 
lir por  los  fueros  de  su  Padre  ultrajado  en  su  mo 
rada  por  gente  que  prefería  las  ganancias  pecunia- 
rias antes  que  la  gloria  de  Dios,  y  por  un  sacer- 
docio que  había  perdido  la  fe,  por  el  dinero. 

Rodeado  de  sus  discípulos  entró  Jesús  en  Je- 
rusalén y  lleno  de  gozo  se  dirigió  al  Templo  para 
asistir  a  las  festividades. 

Ya  no  era  el  sencillo  carpintero  de  Nazaret 
era  el  Hijo  de  Dios,  el  Mesías,  el  Salvador.  Como 
tal,  en  su  boca  estaban  las  palabras  del  Salmista: 
"El  celo  de  tu  casa  me  devora  el  alma". 

Apenas  puso  sus  plantas  en  el  primer  atrio  oyó 
Jesús  e4  resonar  incesante  de  gritos  de  gente  y 
el  ruido  de  animales.  Penetró  y  constató  que  los 
atrios  sagrados  se  habían  convertido  en  mercados. 

Muchísimos  eran  los  sacrificios  que  en  esta 
festividad  pascual  ofrecían  los  peregrinos  a  Jehová; 
miles  de  reses  se  sacrificaban  y  ofrecían  en  el  al- 
tar de  los  holocaustos.  Siendo  tántas  las  víctimas 
eran  numerosos  los    victimantes  y  los  levitas  ofe- 


296  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


rentes,  como  también  eran  muchos  los  que  vendían 
y  compraban  animales  para  los  sacrificios.  Al  mismo 
tiempo,  en  esos  días  se  pagaba  el  tributo  o  contribu- 
ción para  él  culto,  en  el  mismo  Templo,  y  como 
tenían  que  hacerlo  todos  en  moneda  judía,  cerca  de 
los  cepillos  o  trompetas  destinadas  a  recoger  la  o- 
frenda,  estaban  los  cambistas  de  moneda  romana  o 
griega   en  ciclos  judíos. 

Lo  peor  del  caso  era  que  los  sacerdotes  se 
prestaban  para  estos  negociados  de  animales  y  dine- 
ro, ya  directamente  porque  suya  era  la  ganancia, 
ya  indirectamente  porque  alquilaban  los  puestos  pa- 
ra la  venta  dentro  del  Templo,  el  cual  algún  tiem- 
po antes  de  la  Pascua  y  durante  los  días  festivos, 
convertíase  en  alborotada  feria.  Gritos  y  gestos  de 
vendedores  y  compradores  formaban  una  algazara 
infernal;  animales  y  aves  que  entraban  y  salían 
conducidos  por  los  negociantes  alborotaban  terrible- 
mente; los  que  cambiaban  la  moneda  alegaban  en 
voz  alta  sobre  el  tipo  de  cambio  demasiado  subido; 
los  levitas  iban  y  venían  cobrando  sus  rentas  y 
aumentando  así  la  algarabía;  la  Casa  de  Dios  daba 
un  aspecto  teatral  y  rebosaba  en  profanaciones 
mercantiles. 

Allí  estaba  Jesús.  El  celo  de  la  gloria  divina 
encendió  su  corazón.  Lleno  de  santa  indignación, 
sin  poder  tolerar  más,  con  reposada  y  calculada 
IRA,  cogió  tiras  de  cuero  de  los  mismos  que  con- 
ducían los  animales,  formó  un  látigo  y  blandiendo 
amenazador  e  imponente,  arrojó  del  templo  a  los  pro» 
fanadores,-  sacó  afuera  ovejas  y  bueyes,  volcó  las 
mesas  de  los  cambistas,  hizo  volar  a  las  palomas, 
y  a  los  que  pretendían  entrar  impidió,  diciéndoles: 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  297 


"La  casa  de  mi  Padre  es  lugar  de  oración  y  no 
tienda  de  mercado".  -Nadie  se  resistió,  nadie  se  atrevió 
a  decirle  nada.  En  su  presencia  se  reflejaba  la  di- 
vinidad y  su  persona  traslucía  autoridad.  Los  discí- 
pulos del  Señor  estaban  sobrecogidos  de  espanto 
y  callaban. 

Rápidamente  quedó  el  Templo  limpio  de  nego- 
ciantes. Ante  este  hecho  inusitado  se  presentaron 
los  Sacerdotes  para  inquirir  lo  que  pasaba  y  cuan- 
do se  cercioraron  del  caso,  se  acercaron  a  Jesús  y 
le  dijeron:  "¿con  qué  orden  has  procedido  así?,  ¿o 
qué  título  tienes?  El  Maestro,  todavía  indignado,  les 
echó  en  cara  su  responsabilidad,  porque  ellos  esta- 
ban obligados  a  velar  por  el  decoro  de  la  casa  de 
Jehová,  y  contestó  a  su  pregunta,  al  estilo  de  los 
profetas,  esto  es,  con  una  alusión  que  daba  a  enten- 
der su  poder  sobrenatural  para  hacer  y  deshacer  en 
el  mundo;  "destruid  este  templo,  les  dijo,  y  yo  le 
reedificaré  en  tres  días".  -Protestaron  los  judíos  con 
argumentos  humanos,  pero  al  fin  callaron  ante  las 
palabras  y  las  obras  divinas.  (Jn.  11-14  a  20) 


298 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXXII-    URBANIDAD  EN  EL  TEMPLO 

J^o  resistimos  a  la  tentación  de  transcribir  lo 
que  publicó  EL  MERCURIO  de  la  ciudad  de  Cuen- 
ca, el  martes  16  de  octubre  de  1956,  con  este  títu- 
lo y  que  nos  viene  a  pedir  de  boca,  como  conclu- 
sión práctica  del  capítulo  anterior.  Dice  así  el  ca- 
ballero que  escribió  con  el  seudónimo  de  Torcuato: 
Parecerá  contrasentido  que  en  una  ciudad  de  la 
cultura  y  espiritualidad  de  la  nuestra,  con  acendra- 
das convicciones  religiosas,  haya  que  tratar  de  lo 
enunciado  en  esta  sección,  pero  que  lo  estimamos 
necesario  porque  el  comportamiento  de  numerosas 
personas,  aún  señoras  respetables,  deja  mucho  que 
desear  ya  que  la  casa  de  Dios,  se  hace  lugar  de 
prolongadas  tertulias,  de  averiguaciones,  de  saludos 
y  cumplidos,  informándose  de  la  parentela  y  las  re- 
laciones, preguntando  c¡ué  es  de  fulano  y  en  qué 
situación  se  halla;  por  qué  se  ha  perdido  fulana; 
qué  es  de  menganitaque  no  asoma  la  cara  hace  fechas. 
No  pocas  veces,  en  sostenido  palique,  se  despelleja 
al  prójimo,  se  inquiere  de  su  vida  y  "milagros",  se 
"corta"  a  la  vecina  de  banca  o  reclinatorio,  echan- 
do tijera  hasta  la  indumentaria  que  lleva  pues- 
ta. -Recientemente  presenciamos  cómo  dos  damas 
tertuliaban  en  forma  sostenida  algo  inconveniente, 
pues  de  momento  en  momento  una  de  ellas  exigía  a 
la  muchacha  de  servicio  que  se  retirara  y  no  o- 
yera  semejante  charla  nada  edificante. 

Llama  la  atención  que  personas  educadas,  que 
saben  proceder  con  exquisita   corrección  en  visitas 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE    PROANO  299 


y  en  sociedad,  no  guarden  por  lo  menos  la  misma 
cultura  con  el  Supremo  Creador,  olvidando  de  la 
educación  en  el  Templo,  estorbando  y  perturban- 
do a  los  fieles  que  se  dedican  a  la  oración, 
moviéndose  como  lanzaderas,  trasladándose  de 
un  lugar  a  otro  para  la  gran  charla  con  las  ami- 
gas, sin  tomarse  el  trabajo  de  salir  del  sagrado 
lugar,  si  tánto,  tan  interesante  y  de  urgencia  tie- 
nen que  hablar,  consultar  y  murmurar.  Se  colocan 
como  de  propósito  en  los  extremos  de  las  bancas  pa- 
ra no  dejar  paso  a  otras  que  no  sean  de  la  con- 
fianza de  las  "parleras",  a  quienes  se  guarda  asien- 
to. Se  regresa  a  ver  incensantemente,  al  que  entra 
y  al  que  sale  y  al  menor  ruido,  como  si  el  cuello 
tuviera  tuercas  y  resortes.  Utilízase  el  semáforo  de 
señas  y  gestos,  particularmente  entre  señoritas  y 
más  si  está  por  allí  algún  galán.  Algunos  y  algu- 
nas se  hacen  los  que  "oyen  Misa"  o  asisten  a  los 
actos  del  culto,  cuando  el  objetivo  de  tales  "devo- 
tos" es  manifiestamente  otro,  nada  decente,  ni  dig- 
no de  la  casa  de  Dios. 

Se  lleva  al  Templo  niños  pequeños,  sumamen- 
te traviesos,  que  dan  gran  "función"  con  sus  carre- 
ras, gritos,  juegos,  risas  y  lloros,  sin  que  las  ma- 
más,  o  quienes  les  conducen,  se  preocupen  de  que 
estén  quietos  y  no  como  ardillas,  cogiendo  hasta 
lo  ajeno. 

Hay  quienes  se  acomodan  lo  mejor  que  pueden 
en  las  Iglesias,  se  repatingan  y  desperezan  y  hasta 
se  duermen  en  el  lugar  santo  y  después  hacen  gra- 
cia comentando  "que  bien  se  duerme  en  Misa". 
También  es  regla  de  cultura  en  el  Templo,  no  re- 
zar a  gritos    o  distraer  a  todos,  desafiando  terri- 


300 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


blemente  en  los  cánticos  religiosos  al  que  más  desen- 
tona. Se  debe  saber  lo  que  se  reza  y  lo  que  se  can- 
ta, por  respeto  a  la  Divinidad  y  no  como  algunas 
que  dicen:  "Señor  mío  Jesucristo,  Yo  soy  hombre  ver- 
dadero", en  vez  de:  DIOS  y  hombre  verdadero,  o 
cantan  en  el  Trisagio:  "alza  la  pata  y  camina",  en 
lugar  de  "hacia  la  Patria  camina".  Es  desastrozo 
oír  como  se  cambia  la  letra   de  himnos  y  letanías. 

En  vísperas  de  festividades  religiosas  o  Prime- 
ros Viernes  el  asunto  es  peor  con  las  aglomeracio- 
nes y  pleitos  junto  a  los  confesionarios,  abriéndose 
paso  a  todo  trance,  aunque  sea  a  codazos,  sin  res- 
petar el  turno,  faltando  al  respeto  al  Sacramento 
del  Altar  y  de  la  Penitencia.  Se  forman  también 
aglomeraciones  demasiado  densas  en  el  comulgato- 
rio y  empellones,  palabrotas  y  miradas  menos  san- 
tas son  la  preparación  inmediata  para  recibir  el 
Cuerpo  de  Jesucristo.  A  la  salida  de  los  Templos 
no  es  raro  ver  gentes  que  han  convertido  el  atrio 
en  mercado  público  y  mocitos  que  se  portan  como 
si  la  muchedumbre  saliera  de  un  teatro,  forman  calles 
de  honor  para  decir  a  las  que  pasan  palabras  in- 
convenientes en  la  puerta  de  la  casa  de  Dios. 

En  sermones,  en  actos  jue  requieren  silencio 
absoluto  y  reverencia  refinada,  se  entra  pisando  du- 
ro y  aún  conversando. 

Hasta  los  "turistas"  así  fueran  descreídos  están 
obligados  a  portarse  en  el  Templo  de  acuerdo  con 
las  normas  de  educación  y  respeto  a  las  creencias 
ajenas. 

La  educación  y  cortesía  que  se  guarda  en  las 
relaciones  sociales,  siquiera  ésas  se  deben  observar 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  3Q1 

en  el  Templo.  Es  el  mínimun  que  se  puede  pedir 
para  Dios......" 

¿Si  esto  pasa  en  Cuenca  del  Ecuador,  qué  se 
puede  decir  de  otros  lugares  y  de  otra  Iglesias? 

No  cabe  duda  de  que  muchas  veces  Jesucris- 
to debiera  salir  del  Sagrario  y  fustigar  a  los  ma- 
los cristianos  que  profanan  la  Casa  de  Dios,  recor- 
dándoles que  el  Templo  es  siempre  lugar  de  oración 
y  nunca  sitio  para  ofender  a  su  Divina  Majestad. 


302  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXXIII-    PROMESA  DE  LA  EUCARISTIA 

a  gran  promesa  de  la  Eucaristía  encontra- 
mos en  el  Cap.  VI  del  Evangelio  según  San  Juan  y 
está  detallada  en  sus  dos  aspectos:  obras  y  pala- 
bras; porque  el  que  anuncia  algo  inesperado,  hace 
también  ver  algo  figurativo  de  la  realidad  prometi- 
da. La  multiplicación  de  los  panes  es  el  milagro 
precursor  de  la  gran  promesa   del  pan  eucarístico. 

Estaba  Jesús  a  orillas  del  lago  Tiberíades  a- 
compañado  de  un  gran  gentío  ansioso  de  ver  o  re- 
cibir un  milagro.  El  Maestro  predicó  a  la  multitud 
e  hizo  algunos  milagros;  pero  el  gentío  aumentaba 
en  vez  de  disolverse.  Viendo  esto,  el  Señor  se  com- 
padeció de  la  muchedumbre  y  quiso  alimentarla  con 
un  pan  milagroso.  Llamó  a  Felipe  y  le  ordenó  que 
comprara  pan  y  lo  repartiera  entre  la  gente.  El 
Apóstol  se  espantó  ante  tal  orden  y  replicó:  Así 
compráramos  doscientos  denarios  de  pan,  no  basta- 
ría para  dar  a  cada  uno  de  los  presentes  una  migaja; 
además  a  orillas  del  mar  nadie  vende  pan.  Oyendo 
esta  respuesta,  otro  de  los  discípulos,  Andrés,  el 
hermano  de  Pedro,  dijo:  todo  el  alimento  que  hay 
para  esta  gente  son  CINCO  PANES,  pero,  ni  para 
pensar  en  repartirlos,  porque  apenas  daríamos  a 
diez  personas  a  medio  pan  y  son  más  de  cinco 
mil  los  hombres,  mujeres  y  niños  que  están  aquí. 
Jesús,  como  contra  réplica,  dijo:  hacedlos  sentar  y 
repartidlos  este  pan  y  al  dar  esta  orden,  bendijo 
los  cinco  panes.  Los  Apóstoles,  con  sonrisa  irónica 
en  sus  labios,  tomaron  los  panes   y  comenzaron  a 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  203 


repartir  a  la  gente  que  sentada  en  el  mullido  cés- 
ped de  la  colina  próxima  al  lago,  recibía  la  ración 

suficiente  para  saciar  el  hambre.  Todos  comieron 
hasta  hartarse  y  cuando  el  Maestro  vió  que  comen- 
zaban a  dejar  fragmentos  tirados  en  el  suelo,  man- 
dó a  los  mismos  que  distribuyeron,  que  recogieran 
los  trozos  de  pan  sobrante.  De  los  desperdicios  se 
llenaron  doce  canastos  de  pedazos.  Como  es  natu- 
ral, la  gente  estaba  electrizada  ante  semejante  mi- 
lagro y  no  pensaba  sino  en  proclamar  Rey  de  Israel 
al  famoso  taumaturgo  galileo,  pero  Jesús  se  escurrió 
entre  la  muchedumbre  y  se  ocultó;  la  gente  no  se 
desmoralizó,  ni  cambió  de  propósito,  sino  que,  co- 
mo era  ya  tarde,  se  retiró  a  pasar  la  [noche  en  el 
poblado  vecino,  para  cumplir  su  cometido  al  día 
siguiente. 

Al  otro  día,  el  mismo  gentío  de  la  víspera  bus- 
có al  Rabí  hasta  encontrarlo  y  todos  los  que  co- 
mieron del  pan  multiplicado  milagrosamente,  oyeron 
de  los  labios  del  Taumaturgo  divino  que  tenían  que 
comer  su  Carne  y  beber  su  Sangre  si  querían  se- 
guir siendo  sus  discípulos. 

Al  día  siguiente  del  milagro  de  la  multiplica- 
ción de  los  panes,  Jesús  hizo  promesa  formal  de 
dar  al  mundo  la  Eucaristía,  de  darse  a  Sí  mismo 
bajo  las  apariencias  de  pan;  lo  dijo  claramente:  "Yo 
soy  el  pan  vivo  que  bajé  del  cielo.  El  que  come 
de  este  pan  vivirá  para  siempre.  El  pan  que  yo  os 
daré  es  mi  carne,  para  la  vida  del  mundo....  En 
verdad,  en  verdad  os  digo,  si  no  coméis  la  carne 
del  Hijo  de  Dios  y  bebéis  su  sangre,  no  tendréis 
vida  en  vosotros  ...  Mi  carne  es  verdaderamente  co- 
mida y  mi  sangre  es  verdaderamente  bebida;  el  que 


304 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


come  mi  carne  y  bebe  mi  sangre  tiene  vida  eter- 
na.... Concluyó  tan  clara  y  precisa  promesa,  con  es- 
tas palabras:  "Este  es  el  pan  que  ha  bajado  del 
cielo.  No  como  cuando  vuestros  padres  comieron 
el  maná  en  el  desierto  y  murieron;  el  que  come 
este  pan  vivirá  para  siempre". 

El  escándalo  y  Ja  diserción  se  siguió  como 
consecuencia  de  la  promesa  de  Jesús.  La  doctrina 
era  tan  nueva  y  la  oferta  tan  extraña  e  inverosímil 
que  se  escandalizaron  y  se  separaron  muchos  de  los 
discípulos  del  Señor,  diciendo:  ;<Dura  es  esta  ense- 
ñanza"- En  realidad,  parecían  duras  las  palabras  del 
Maestro,  pues,  ofrecía  su  carne  y  su  sangre  como 
comida  y  bebida;  esta  preciosa  oferta  la  hizo  reali- 
dad el  último  jueves  de  su  vida.  (Mat.  XXVI -26. 
Marc.  XiV-22.  Luc.  XXI 1-19). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


305 


-LXXXIV-     LA  TRANSFIGURACION 

^eis  días  después  de  la  multiplicación  de  los 
panes  salió  Jesús  con  sus  Apóstoles  en  vía  de  des- 
canso y  llegó  al  pie  de  un  monte-  Tomó  consigo  a 
Pedro,  Santiago  y  Juan  y  les  invitó  a  subir  hasta 
la  cumbre;  a  los  demás  les  ordenó  que  le  espera- 
ran en  la  población  más  cercana. 

Era  tiempo  de  verano;  el  cielo  estaba  nítido,  la 
atmósfera  caldeada  por  los  quemantes  rayos  del  sol 
era  refrescada  con  el  viento  que  soplaba  ruidoso, 
el  panorama  despejado  por  completo,  daba  una  vi- 
sión magnífica  de  los  contornos  grises,  salpicados  de 
verde. 

El  monte  Tabor  se  levanta  majestuoso  al  sur- 
oeste del  lago  de  Tiberíades  y  a  dos  leguas  del  puebli- 
to  de  Nazaret,  a  unos  700  metros  de  altura  y  está 
revestido  de  verdor.  Al  atardecer  subió  Jesús  con 
los  tres  predilectos.  No  les  espantaba  tener  que  pa- 
sar la  noche  al  raso,  pues  las  ardientes  noches  de 
verano  invitaban  a  buscar  el  fresco  del  campo. 

Cuando  llegaron  a  la  cima,  todos  se  pusieron 
a  orar,  pero  los  discípulos  se  durmieron,  cansados 
por  la  subida  y  arrullados  por  el  fresco^  viento.  El 
Señor  persistía  tranquilo  en  su  oración  y  "mientras 
oraba  se  transfiguró:  resplandecía  su  rostro  como  el 
sol,  y  sus  vestidos  se  tornaron  esplendorosos  y  blan- 
cos como  la  nieve.  Estaba  acompañado  de  Moisés  y 
Elias,  con  quienes  conversaba  de  las  cosas  que 
habían  de  cumplirse  en  Jerusalén—."  (Luc  1X-28). 


306 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


De  pronto,  un  resplandor  ofuscante  despertó  a 
los  tres  Apóstoles.  Levantaron  los  ojos  y  vieron  el 
inusitado  fulgor  que  despedía  el  cuerpo  del  Maestro. 
Como  el  sol  de  medio  día,  irradiaba  luz  y  hacía 
fulgurar  toda  la  cima  de  la  montaña.  Junto  al  Se- 
ñor vieron  dos  hombres  nimbados  de  gloria;  los 
vestidos  de  Jesús  eran  blancos  y  resplandecientes. 
En  la  cumbre  del  Tabor  se  formó  una  nube  lumi- 
nosa, desplegándose  como  tienda  de  campaña,  que 
cubría  a  los  personajes  que  veían  los  discípulos, 
quienes  oyeron  al  final  de  la  transfiguración  una 
voz  celestial  que  decía:  "Este  es  mi  hijo  muy  ama- 
do" -Mientras  resonaba  esa  voz,  Pedro  talvez  notó 
que  Moisés  y  Elias  se  despedían  de  Jesús  y  para 
impedir  su  ida  dijo:  "Maestro,  bueno  es  que  perma- 
nezcamos aquí;  hagamos  tres  tiendas:  una  para  tí 
y  otras  para  cada  uno  de  los  Profetas  que  te  a- 
compañan".  (Marc.  1X-7). 

La  propuesta  de  Pedro  era  acertada  y  de  a- 
cuerdo  con  las  costumbres  judías.  Eran  tres  señores 
y  tres  siervos.  Para  los  primeros  se  levantarían  pa- 
bellones, mientras  que  los  sirvientes  podían  pasar 
a  la  intemperie,  cobijados  con  sus  mantos. 

Los  discípulos  estaban  transportados  a  regiones 
celestiales  y  no  querían  perder  la  beatífica  visión, 
pero,  antes  del  cielo,  les  esperaba  un  mar  de  su- 
plicios con  motivo  de  la  pasión  y  muerte  de  su 
Maestro.  Así  que,  cuando  querían  permanecer  para 
siempre  anegados  en  felicidad,  se  terminó  todo  y 
se  encontraron  con  la  figura  ordinaria  de  Jesús  que 
les  mandaba  que  no  dijeran  a  nadie  lo  que  habían 
visto,  hasta  después  de  su  resurrección. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  3Q7 


Mientras  bajaban,  el  sol  les  iluminaba  con  la 
suave  y  perfumada  luz  matinal;  los  tres  hablaban 
calladamente  comentando  la  visión  y  decían  que  la 
aurora  con  todo  su  fulgor  y  el  sol  con  todo  su 
esplendor  quedaban  sin  brillo  en  comparación  de  la 
luz  que  circundó  la  cima  del  monte,  cuando  vieron 
al  maestro  transfigurado. 

Estaban  cercanos  de  llegar  al  pie  de  la  mon- 
taña cuando  oyeron  voces,  deN  controversia.  Los  fa- 
riseos habían  aprovechado  la  ausencia  del  Maestro 
para  discutir  con  los  discípulos  sobre  el  origen  y 
doctrina  de  Jesús  y,  además,  se  burlaban  porque 
no  habían  podido  librar  a  un  endemoniado. 

En  ese  momento  llegó  el  Señor  y  entabló  la 
defensa  de  sus  Apóstoles  y  probó  una  vez  más  a 
sus  enemigos  su  misión  divina  curando  al  enfermo 
con  posesión  diabólica.  (Luc.  1X-37) 

Ante  el  acto  de  fe  del  padre  del  poseso  que 
pedía  un  milagro,  diciendo:  "Creo,  Señor,  ayuda  tú 
a  mi  incredulidad",  Jesús  conminó  al  demonio  para 
que  dejara  en  paz  a  ese  hombre.  El  espíritu  sordo 
y  mudo  obedeció  al  instante.  El  curado  y  su  padre 
se  fueron  agradecidos;  los  fariseos  quedaron  con- 
fundidos y  los  Apóstoles  satisfechos  de  su  triunfo. 
"Todos,  dice  el  Evangelista,  estaban  estupefactos 
de  la  grandeza  de  Dios".  -  Los  que  se  quedaron  al 
pie  del  Tabor  estaban  participando  de  los  reflejos 
de  la  Transfiguración.  (Luc.  1X-44J. 


308  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXXV-    PADRE  NUESTRO 

ÍBice  el  Padre  Vilariño:  "Hay  una  oración 
breve  en  palabras  y  riquísima  en  gracias,  sencilla 
en  expresiones  y  profundísima  en  conceptos,  la  más 
perfectamente  humana  que  se  conoce  en  el  mundo. 
Oración  que  han  pronunciado  millones  de  labios,  en 
todas  las  lenguas  de  la  tierra  y  que  han  exhalado 
millones  de  corazones  en  todos  los  rincones  del 
orbe,  y  que  se  han  transmitido,  sin  mudar  una  pala- 
bra, centenares  de  generaciones,  en  todos  los  siglos-..." 
Esta  oración  es  el  PADRE  NUESTRO;  la  única 
que  enseñó  Jesucristo;  la  más  sencilla  entre  las  o- 
raciones,  sin  literatura,  sin  altivez  y  sin  servilismo, 
como  dice  Papini,  pero  la  más  bella  y  profunda 
entre  todas.  Pero  no  todos  la  entienden.  La  secular 
repetición  mecánica  de  los  labios,  la  repetición  mi- 
lenaria, distraída  e  indiferente,  ha  hecho  de  esa  o- 
ración  divina,  una  sarta  de  sílabas  humanas  que 
han  perdido  el  sentido...." 

El  Padre  Nuestro  es  la  oración  señorial  por 
antonomasia. 

Uno  de  los  Apóstoles  dijo  un  día  al  Señor: 
"Enséñanos  a  orar"  y  el  Maestro  enseñó  la  ora- 
ción de   las  siete  peticiones:  fAIat.  Vl-9-Luc.Xl-2j. 

Padre  nuestro  que.  estás  en  los  cielos:  Llamamien- 
to filial  al  Padre  universal. 

Dios  es  Padre  nuestro,  de.  todos,  de  ricos  y 
pobres,  de  grandes  y  pequeños,  de  blancos,  negros 
e  indios;  Padre,  que  envía  su  soi  y  hace  llover  sobre 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


buenos  y  malos;  Padre  universal,  sin  distinción  de 
clases  sociales;  ante  El  no  hay  nobles  y  plebeyos, 
aristócratas  y  populares;  el  hombre  perverso  hace 
esas'  clasificaciones  humanas,  divide  en  partidos,  se- 
para a  los  seres  racionales  con  pretexto  de  colo- 
ridos políticos  o  religiosos,  pero  Dios,  nuestro  Pa- 
dre, Padre  único  de  la  humanidad,  a  nadie  despre- 
cia, no  es  el  magnate  o  gamonal  soberbio  y  pre- 
suntuoso que  anda  en  zaga  del  adulo,  del  incienso, 
de  los  honores  y  que  desprecia  y  castiga  al  que  no 
se  arrastra  a  sus  pies.  El  Padre  Celestial  es  Aquel 
de  quien  dijo  Jesús:  ''Vuestro  Padre  sabe  lo  que 
habéis  menester  antes  que  se  lo  pidáis."  fMat.  VI- 
S).  Es  decir  el  Padre  bueno,  el  único  que  merece 
este  significativo  nombre;  si  hasta  el  Rabí  divin/> 
no  quiso  que  le  llamaran  Padre,  seguramente  c/s 
porque  esta  palabra  es  el  compendio  de  todo  lo  su- 
blime, porque  es  sinónimo  de  amor,  de  unión,  de 
igualdad,  de  caridad,  de  fraternidad,  de  libertad  en- 
tre todos  los  hombres,  hijos  del  mismo  Dios.  "No 
llaméis  Padre  a  ninguno  sobre  la  tierra,  porque 
uno  solo  es  vuestro  Padre,  el  del  Cielo;  vosotros 
sois  todos  hermanos."  (Mat.  XXI 11-8  y  9). 

Después  de  esta  invocación  filial  y  tierna  que 
sirve  para  conciliarnos  la  benevolencia  divina,  vienen 
las  tres  peticiones  que  se  entrelazan  admirablemen- 
te. La  segunda  es  como  una  consecuencia  de  la 
primera,  pues,  si  Dios  es  glorificado,  por  el  mismo 
hecho  se  establece  su  reino  entre  los  glorificantes, 
y  la  tercera  es  la  manera  como  las  dos  primeras  se 
verifican,  porque  se  santifica  el  nombre  de  Dios  y 
reina  El  en  nosotros,  si    hacemos   los  hombres  su 


310 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


voluntad  en  la  tierra,  como  los  ángeles  la  cumplen 
en  el  Cielo. 

En  las  peticiones  de  la  primera  parte  de  la  o 
ración  dominical  nos  olvidamos  de  nosotros  mismos, 
de  nuestra  materia,  y  la  plegaria  va  encaminada 
al  espíritu,  miramos  a  Dios,  nuestro  principio  y  fin. 
En  las  cuatro  peticiones  de  la  segunda  parte  del  Pa- 
dre Nuestro,  Jesús  nos  enseña  a  pedir  lo  necesario 
para  nosotros:  el  pan  cuotidiano  que  necesita  la  ma- 
teria para  sostener  al  espíritu,  no  debemos  pedir 
riquezas  y  superfluidades,  estorbos  para  la  vida  es- 
piritual, sino  lo  necesario,  lo  indispensable,  lo  que 
nos  dará  Dios  por  añadidura,  si  buscamos  su  justi- 
cia y  su  reino. 

Pedimos  que  nuestro  Padre  perdone  los  peca- 
dos diarios  con  los  cuales  ofendemos  su  santidad; 
que  nos  perdone  las  deudas  espirituales  en  cambio 
de  la  promesa  que  le  hacemos  de  cumplir  con  la  ley 
cristiana  del  amor,  de  la  reconciliación,  del  perdón 
de  las  ofensas  que  todos  los  días  recibimos  de  nues- 
tros prójimos.  Dios  es  nuestro  eterno  e  infinito 
acreedor,  pero  podemos  disminuir  nuestras  cuentas 
con  la  divinidad,  saldando    las   deudas  humanas. 

Pedimos  ayuda  a  nuestra  debilidad,  que  la  Di- 
vina Providencia  disponga  las  cosas  de  tal  suerte 
que  no  sean  tentación  para  nuestra  alma,  ni  mal 
para  nuestro  cuerpo. 

Las  cuatro  peticiones  miran  al  presente  con  el 
pan  de  cada  día,  al  pasado  con  el  perdón  de  las 
ofensas  y  al  futuro  con  la  liberación  de  tentaciones 
y  males  de  toda  clase. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  3^ 


El  PADRE  NUESTRO,  la  oración  enseñada 
por  Jesús,  no  tiene  palabras  superfluas,  ni  hay  exa- 
geración en  las  súplicas;  se  pide  todo  y  se  reza 
poco;  es  la  onación  completa  que  debemos  recitar 
diariamente  los  cristianos  en  la  tierra,  porque  su 
eco  repercute  en  el  cielo. 

Rezando  bien  el  "padre  nuestro"  cumplimos  con 
el  consejo  de  Jesús:  "En  la  oración  no  afectéis  ha- 
blar mucho,  como  hacen  algunas  gentes,  que  se  ima- 
ginan haber  de  ser  oídas  a  fuerza  de  palabras.  No 
queráis,  pues,  imitarlas.  Vosotros  habéis  de  orar 
con  el  Padre  nuestro.  (Mat.  VI -7). 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


312 


-LXXXVI-     AMOR  CRISTIANO 


AMjo  Jesús:  "Oísteis  que  fué  dicho:  Amarás  a 
tu  prójimo  y  odiarás  a  tu  enemigo.  Mas  Yo  os  di- 
go: Amad  a  vuestros  enemigos,  haced  bien  a  los 
que  os  hacen  mal".  fMat.  V-38-43).  -"Bendecid  a 
los  que  os  maldicen  y  orad  por  los  que  os  calum- 
nian". (Luc.  V1-28J.  -"A  quien  te  hiere  en  una  mejilla 
preséntale  la  otra".  -"Sed  misericordiosos  así  como 
vuestro  Padre  celestial  es  misericordioso".  -(Luc.  VI- 
29  y  36).  -"Un  nuevo  mandamiento  os  doy  y  es: 
que  os  améis  unos  a  otros  del  mismo  modo  que 
YO  he  amado  a  vosotros".  fJuan  XV- 17).  -He  aquí 
la  pauta  del  amor  cristiano. 

"Amarás  a  tu  prójimo  como  a  ti  mismo"  (Márc. 
XI 1-31,)  es  el  segundo  mandamiento  de  la  Ley  y 
siendo  este  semejante  al  primero,  estamos  obliga- 
dos a  amar  a  Dios  y,  casi  en  la  misma  medida,  a 
amar  al  prójimo,  por  ser  todos  los  hombres  hijos 
de  Dios  y  hermanos  de  Jesucristo.  El  objeto  del 
amor  cristiano  es  doble:  Dios  y  el  prójimo.  Según  el 
Evangelio,  no  basta,  pues,  amar  al  Señor;  es  pre- 
ciso amar  también  al  hombre,  hijo  de  Dios  y  her- 
mano nuestro,  sin  distinción  de  personas,  ni  clases 
sociales,  ni  razas,  sin  aparentaciones  y  cumplimien- 
tos, con  caridad  sobrenatural  y  sincera.  De  esta 
caridad,  de  este  amor  fraterno,  habla  el  Apóstol, 
cuando  dice:  "La  caridad  es  sufrida,  es  dulce  y  biene- 
chora;  la  caridad  no  tiene  envidia,  no  obra  precipi- 
tada ni  temerariamente,  no  se    ensoberbece,  no  es 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


313 


ambiciosa,  no  busca  sus  intereses,  no  se  irrita,  no 
piensa  mal,  no  se  huelga  de  la  injusticia;  complá- 
cese en  el  bien    del  prójimo  etc".  (I-Cor.  XI 11-4). 

No  debemos  amar  al  prójimo  con  amor  de 
cortesía  sino  con  hechos,  para  cumplir  lo  que  dijo 
Jesús:  "Por  aquí  conocerán  todos  que  sois  mis  discí- 
pulos, si  os  tenéis  amor  unos  a  otros".  (Jn.  XI 11- 
34).  -Amar  a  tu  prójimo  como  a  tí  mismo,  es  la 
expresión  más  completa  de  la  caridad  cristiana;  es 
el  resumen  de  todos  los  deberes  para  con  nuestros 
semejantes.  No  puede  haber  guía  más  segura  en 
este  punto  que  hacer  con  los  otros,  lo  mismo  que 
deseamos  se  haga  con  nosotros;  así,  el  egoísmo  hu- 
mano sale  de  su  concha  y  obra  dando  lo  que  exige; 
así,  el  orgullo  no  puede  pedir  para  sí,  sino  lo  que 
debe  dar  a  los  demás. 

"Amad  a  vuestros  enemigos,  para  que  seáis  ver- 
daderos hijos  del  Padre  celestial,  porque  si  amáis 
únicamente  a  los  que  os  aman;  ni  no  saludáis  sino 
a  vuestros  amigos,  no  sois  buenos  cristianos,  no 
hacéis  nada  de  particular,  ya  que  los  paganos  ha- 
cen lo  mismo  "  (Mat.  V-46). 

Amar  a  su  enemigo  es  todavía  más  que  amar 
al  prójimo;  es  perdonar  las  ofensas,  es  no  tener 
odio,  ni  rencor,  ni  deseo  de  venganza  con  el  que 
nos  ha  ofendido.  Es  no  poner  obstáculo  a  la  re- 
conciliación, es  desear  bien  en  vez  de  querer  mal 
al  que  naturalmente  no  le  amamos,  al  que  nos  es 
antipático. 

El  mundo  siempre  ha  pensado  de  distinta  ma- 
nera que  Jesucristo.  El  mundo  sigue  enseñando: 
"ojo  por  ojo  y  diente    por   diente";   lo   que  llaman 


314 


EL  VERDADhRO  JESUCRISTO 


los  hombres  punto  de  honor  y  que  tiene  su  origen 
en  el  orgullo,  es  contrario  al  precepto  de  Cristo 
que  se  basa  en  la  humildad,  que  es  el  nido  del  amor. 

Cuando  la  doctrina  cristiana  del  amor  sea  la 
regla  de  conducta  de  los  hombres  habrá  felicidad 
en  la  tierra,  dice  Fenelón:  amaos  unos  a  otros  y 
procurad,  sobre  todo,  amar  a  los  que  os  inspiran 
indiferencia,  desprecio  u  odio;  el  sacrificio  que  o- 
bliga  a  amar  a  loé  enemigos  es  penoso,  pero  esa 
es  precisamente  la  hostia  sin  mancha  ofrecida  a 
Dios  en  el  altar  del  corazón  humano,  hostia  de  a- 
gradable  aroma  cuyo  perfume   sube  al  cielo. 

Acostumbraba  Jesús  terminar  su  predicación 
con  una  sentencia  breve  que  sintetizaba  toda  la  doc- 
trina expuesta,  grabando  así  eñ  la  mente  de  sus 
oyentes  y  en  el  fondo  del  alma  sus  divinas  ense- 
ñanzas. La  doctrina  acerca  del  perdón  de  las  ofen- 
sas y  del  amor  a  los  enemigos  terminó  así:  "Con 
la  misma  medida  con  que  midiéreis  seréis  medido 
vosotros".  (Luc.  VI -38;. 

Con  motivo  de  su  evangelio  sobre  el  amor  al 
prójimo  y  el  perdón  de  las  injurias,  Jesús  presen- 
tó también  una  parábola,  la  del  "siervo  sin  entra- 
ñas de  misericordia",  que  termina  con  esta  senten- 
cia: "De  esta  manera  se  portará  mi  Padre  celestial 
con  vosotros,  si  cada  uno  no  perdona  de  corazón  a 
su  prójimo,  las  ofensas  recibidas."  fMat,  XVI 11-35;. 

El  amor  cristiano  es  caridad  y  perdón;  es  amar 
a  Dios  sobre  todas  las  cosas  y  al  prójimo,  como  a 
nosotros  mismos,  por  amor  a  Dios;  es  perdonar  a 
nuestros  enemigos  y  devolver  bien  por  mal.  Lo  con- 
trario es  egoísmo,  es  orgullo,  es  amor  mundano.  El 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  3]  5 


egoísmo  es  la  negación  de  la  caridad,  como  el  or- 
gullo es  el  amor  a  sí  mismo.  Pascal  dice:  "Mientras 
el  egoísmo  y  el  orgullo  se  den  la  mano  en  el  mun- 
do, no  habrá  la  verdadera  caridad  cristiana  y  la 
tierra  será  siempre  un  lugar  de  juego  favorable  al 
más  astuto,  una  lucha  de  intereses,  una  vida  sin 
sosiego,  ni  seguridad...." 

Solamente  el  amor  cristiano  resuelve  dificulta- 
des, quita  fronteras,  encarna  la  verdadera  unión  y 
es  fuente  perenne  de  paz  y  felicidad. 


316 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXXVII-    JESUS  Y  LOS  PECADORES 

íSntre  el  cúmulo  de  desgracias  que  afligen  a 
la  humanidad,  hay  una  que  es  la  fuente  y  el  origen 
de  todos  los  males,  el  pecado.  Jesucristo  se  com- 
padeció de  todas  las  flaquezas  de  los  hombres,  re- 
medió todas  sus  necesidades  y  perdonó  también  sus 
pecados.  Odiaba  al  pecado,  pero  tenía  compasión 
del  pecador.  Las  páginas  más  hermosas  del  Evan- 
gelio son  aquellas  en  que  aparece  Cristo  diciendo: 
"vete  en  paz,  perdonados  te  son  tus  pecados"  -Per- 
donar es  su  máxima  y  perdonar  siempre.  A  Pedro 
le  dice:  "Perdonarás,  no  siete  veces,  sino  setenta 
veces  siete"  (Mat.  XVI 11-22;. 

Con  conciencia  plena  de  su  misión  redentora  y 
con  conocimiento  perfecto  de  la  flaqueza  humana, 
el  ideal  de  su  vida  era  perdonar.  Así  lo  dice:  "Yo 
no  he  venido  a  llamar  a  los  justos,  sino  a  los  peca- 
dores" y  "mayor  gozo  hay  en  el  cielo  por  la  con- 
versión de  un  pecador,  que  por  la  perseverancia  de 
diez  justos".  (Luc.  V-27).  Esto  dijo  y  mucho  más  hizo 
por  los  pecadores.  Una  parábola  es  suficiente  para 
probar  la  conducta  de  Jesús  con  el  cristiano  que 
se  aleja  de  su  lado  por  el  pecado  mortal.  -No  son 
palabras  de  un  hombre  que  se  figura  la  misericor- 
dia de  Dios,  ni  invenciones  de  un  orador  que  quie- 
re inspirar  confianza  a  su  auditorio,  son  palabras 
de  Dios  en  beneficio  del  hombre  pecador;  es  la  his- 
toria del  corazón  humano  y  la  Bondad  del  Corazón 
divino  que  se  retratan  en  la  parábola  del  hijo  pródi- 
go, enseñada  por  Jesús:  "Un   hombre  tenía  dos  hi- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


317 


jos,  de  los  cuales,  el  menor  pidió  a  su  padre  la 
herencia  y  se  fué  de  su  lado.  En  tierras  lejanas 
malbarató  su  hacienda,  viviendo  licenciosamente. 
Cuando  tenía  dinero  no  le  faltaban  amigos  y  diver- 
siones, pero  se  terminó  la  fortuna,  se  acabaron  los 
amigos  y  todos  le  dejaron  entregado  a  su  desgra- 
cia. Acosado  por  el  hambre,  se  ganaba  la  vida  pas- 
tando cerdos  y  se  alimentaba  de  las  bellotas  que  co- 
mían los  puercos.  -Extenuado,  andrajoso,  sufrido, 
recordaba  la  casa  de  su  padre  donde  hasta  los  peo- 
nes tenían  el  pan  en  abundancia.  Un  día  tomó  la 
resolución  de  volver  a  la  casa  solariega  y  pedir  a 
su  padre  que  le  admitiese  como  criado....  El  Padre 
había  encanecido  en  la  ausencia  de  su  hijo  ama- 
do; con  lágrimas  en  los  ojos  y  con  el  corazón  san- 
grante salía  diariamente  al  balcón  para  recordar  la 
figura  de  su  hijo  marchándose  de  su  lado;  para  su 
amor  paternal  estaban  aún  frescas  1  as  huellas  en  el 
camino  y  con  lágrimas  de  cariño  las  regaba,  año- 
rando al  ingrato  ...  Una  tarde  vió  la  silueta  de  un 
hombre  que  se  dirigía  por  ese  camino,  procurando 
borrar  esas  pisadas;  cuando  se  acercó  esa  figura 
escuálida  y  macilenta,  el  padre  perdió  la  esperanza 
de  ver  al  hijo  querido,  pero  una  mirada  del  corazón 
volvió  a  hacer  verdadera  la  imagen  desconocida- ■• 
El  padre  abrazó  a  su  hijo  y  le  besó;  éste  entre  so- 
llozos dijo:  Padre  mío  he  pecado  contra  el  cielo  y 
contra  tí;  ya  no  soy  digno  de  ser  tratado  como  hi- 
jo; trátame  a  lo  menos  como  un  esclavo  tuyo.  -La 
contestación  del  padre  fué  ordenar  a  sus  criados 
que  preparasen  una  fiesta  suntuosa,  porque  su  hijo 
estaba  muerto  y  ha  revivido,  estaba  perdido  y  ha 
sido   hallado...."  (Luc.  XV-11).  -Dulcísima  parábola 


318  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


que  Jesús  la  hizo  realidad  muchas  veces,  como  en 
el  siguiente  pasaje:  estaba  el  Señor  explicando  la 
doctrina,  sentado  en  e1  atrio  del  Templo,  rodeado 
de  mucha  gente,  cuando  se  acercaron  algunos  escri- 
bas y  fariseos  trayendo  una  pobre  mujer,  que  la  pu- 
sieron como  blanco  de  la  muchedumbre.  "Maestro, 
dijeron,  ésta  acaba  de  ser  sorprendida  en  pecado; 
es  casada,  ha  caído  en  adulterio  y,  según  la  Ley 
de  Moisés  debe  se  apedreada;  ¿tú  qué  dices  al 
respecto?" 

Era  tánta  la  misericordia  de  Jesús  con  los  pe- 
cadores, que  se  podía  asegurar  que  le  perdonaría 
pero  era  tan  grave  el  delito,  que  debía  ser  castiga- 
do para  escarmiento.  Jesús  salió  del  apuro  haciendo 
triunfar  la  misericordia  antes  que  la  justicia.  Sin 
responder  nada,  sentado  como  estaba,  se  inclinó  y 
en  el  suelo  se  puso  a  escribir  algo.  Los  acusadores 
de  la  mujer  adúltera  insistían  en  su  pregunta.  El 
Maestro  volvió  a  tomar  la  postura  normal  y  con 
aire  de  desafío  les  dijo:  UE1  que  entre  vosotros  no 
tenga  pecado,  arroje  la  primera  piedra  sobre  esta 
mujer",  -y  volvió  a  escribir  en  el  suelo.  La  respues- 
ta y  resolución  de  Jesús  produjo  mayores  estragos 
que  una  bomba  atómica.  Los  fariseos  acusadores  o- 
yeron  la  sentencia  y  desfilaron  precipitadamente  uno 
tras  otro,  movidos  por  su  conciencia  que  les  acu 
saba  de  crímenes  y  antes  de  que  el  Señor  los  re- 
velara a  las  gentes;  en  cada  movimiento  del  dedo 
de  Jesús  veían  escritos  sus  pecados  y  mejor  era 
tomar  las  de  Villadiego  que  comprometerse  feamen- 
te. Cuando  se  alzó  Jesús  y  miró  a  los  acusadores, 
no  se  encontró  sino  con  la  mujer  acusada,  a  quién 
le  dijo:  "¿Dónde  están  los  que  te  acusan?  ¿Ninguno 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  319 

ha  tirado  la  piedra  sobre  tí?"  "Ninguno,  contestó 
con  voz  entrecortada  de  temor,  la  infeliz  adúltera, 
que  no  presentía  el  desenlace  del  juicio.  -El  Juez 
sentenció:  "Ni  Yo  te  condeno;  vete  en  paz  y  no 
vuelvas  a  pecar".  (Jn.  Vil  1—1) 

He  aquí  un  ejemplo  de  la  misericordia  de  Je- 
sús con  los  pecadores  arrepentidos. 


320  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-LXXXVIII-       EL  FARISEISMO 

os  fariseos  eran  en  tiempo  de  Jesús  muy  nu- 
merosos y  dominaban  al  pueblo.  Era  gente  pudiente 
bajo  muchos  aspectos,  pero  llena  de  extravagancias 
y  dominada  del  prurito  de  aparecer.  La  secta  de 
los  fariseos  tenía  como  principio  de  vida  religiosa 
el  aparecer  justos;  tapado  el  exterior,  poco  o  nada 
les  importaba  a  esos  hombres  la  pureza  interior. 
Era  fácil  conocer  a  un  fariseo,  por  sus  exteriori- 
dades y  sus  maneras  ceremoniosas.  Un  sinnúmero 
de  abluciones  precedían  y  seguían  a  sus  actos.  El 
ayuno,  el  descanso  sabatino,  la  limosna,  la  oración, 
el  sacrificio,  todo  estaba  complicado  por  los  fariseos 
con  ademanes  e  hipocresías,  en  que  hacían  consis- 
tir la  santidad. 

Jesucristo  les  acusa  de  hacer  de  la  ley  una 
carga  pesada  para  el  pueblo  y  de  no  guardarla  ellos; 
de  hacer  todo  para  ser  vistos  y  alabados  de  los  hom- 
bres. Contra  ellos  lanza  el  Señor  una  serie  de  tre- 
mendas invectivas. 

Jesús,  manso  y  humilde  de  corazón,  misericor- 
dioso con  los  pecadores,  no  pudo  tolerar  a  los  hipó- 
critas y  soberbios  fariseos;  en  la  cara  les  dijo,  re- 
petidas veces:  "Ay  de  vosotros,  escribas  y  fariseos 
hipócritas,  que  cerráis  el  Reino  de  los  Cielos  a  los 
hombres,  porque  ni  entráis  vosotros,  ni  dejáis  en- 
trar a  los  otros!  Ay  de  vosotros  que  devoráis  las 
casas  de  las  viudas,  con  pretexto  de  orar  largamen- 
te! Ay  de  vosotros,  escribas  y  fariseos  hipócritas, 
que  pagáis  diezmos  de  la  menta,  del  anís  y  del  co- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


321 


mino,  y  omitís  lo  más  importante  de  la  Ley.  Sois 
guías  ciegos  que  coláis  el  mosquito  y  os  tragáis 
el  camello!  Ay  de  vosotros,  fariseos  hipócritas,  que 
limpiáis  lo  exterior  de  la  taza  y  del  plato  y  tenéis 
vuestro  interior  lleno  de  rapiñas  e  inmundicias.  -Sois 
como  sepulcros  blanqueados,  que  por  fuera  parecen 
espléndidos  y  por  dentro  son  hervideros  de  gusa- 
nos y  podredumbre.  -Ay  de  vosotros,  fariseos  hipó- 
critas, que  buscáis  los  primeros  asientos  en  las  sina- 
gogas y  ser  saludados  por  todos.  Ay  de  vosotros, 
doctores  y  escribas,  que  creéis  poseer  la  llave  de 
la  ciencia;  ni  vosotros  habéis  entrado,  ni  dejáis  en- 
trar a  otros.  Fabricáis  mausoleos  a  los  profetas,  a 
quienes  lapidaron  y  mataron  vuestros  padres.  -Ra- 
za de  vívoras,  serpientes  venenosas!"  (Mat.  XXI 11-1). 

A  los  discípulos  dijo  el  Maestro:  "Guardaos  de 
los  escribas  y  fariseos;  no  hagáis  loque  ellos  hacen. 
Les  gusta  andar  con  vestidos  anchos,  dilatan  sus 
filacterias  y  alargan  las  borlas  de  sus  mantos  para 
ser  vistos  de  los  hombres.  Buscan  los  primeros  a- 
sientos  en  las  reuniones,  procuran  ser  saludados  y 
aclamados  por  las  multitudes,  anhelan  ser  llamados 
maestros  y  padres.  Vosotros  no  os  llaméis  MAES- 
TROS, porque  sólo  CRISTO  es  vuestro  MAES- 
TRO y  vosotros  todos  sois  hermanos.  No  llaméis  a 
nadie  PADRE  en  la  tierra,  porque  uno  solo  es  vues- 
tro Padre,  el  que  está  en  los  Cielos,  DIOS.  (Luc. 
XX-45J. 

Para  hacer  comprender  bien  lo  que  era  el  fa- 
riseísmo, dijo  Jesús  esta  parábola:  " Entraron  dos 
hombres  a  orar  en  el  Templo,  el  uno  fariseo  y  el 
otro  publicano.  El  fariseo,  de  pie,  oraba  así:  "Oh 
Dios,  te  doy  gracias  porque  no   soy  como    los  de- 


322 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


más  hombres,  rapaces,  inicuos,  adúlteros,  ni  como 
este  publicano;  yo  ayuno  dos  veces  a  la  semana  y 
pago  diezmos  de  todo  lo  que  poseo  .  "  En  cambio, 
el  otro,  el  publicano,  de  rodillas,  colocado  lejos  del 
altar,  no  quería  ni  alzar  los  ojos  al  cielo,  sino  que 
golpeaba  su  pecho,  diciendo:  "Dios  mío,  compadéce- 
te de  mí,  porque  soy  pecador...."  fLuc.  XV111-9). 

Cuando  el  Señor  dijo  esta  parábola,  entre  el 
auditorio  estaban,  seguramente,  muchos  fariseos, 
dando  muestras  de  desdén  y  arrogancia  y  manifes- 
tando desprecio  al  vulgo  que  oía  y  seguía  a  Jesús. 
Pagados  de  sí  mismos,  despreciaban  a  los  demás. 
Estos  hombres  y  su  fariseísmo  quedaron  retratados 
de  cuerpo  entero  en  esta  parábola  y  en  los  repe- 
tidos ayes  de  Cristo  que  inculca  a  los  cristianos  a 
no  ser  fariseos,  ni  de  palabra,  ni  de  obra,  ni  de 
pensamiento. 

Los  fariseos  abundan  en  el  mundo  actual.  Son 
los  que  creyéndose  buenos,  desprecian  a  quienes 
juzgan  malos  y  olvidan  lo  que  dijo  Jesucristo:  "na- 
die es  BUENO  sino  sólo  Dios".  (Luc.  XVI 11-19). 
"Hipócrita:  por  qué  miras  la  mota  en  el  ojo  de  tu 
hermano  y  no  reparas  en  la  viga  que  tienes  en  el 
tuyo?  -Saca  primero  la  viga  de  tu  ojo  y  después  ve- 
rás cómo  sacar  la  mota  del  ojo  de  tu  prójimo. 
(Luc.  VI- 41  y  42). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  323 


-LXXXIX-  MORAL  EXTRAÑA 

orno  moral  extraña  pueden  calificarse  las 
enseñanzas  de  Jesús,  de  parte  de  quien  no  entien- 
de el  significado  de  ciertas  palabras  que  usó  el 
Maestro. 

Jesucristo  dijo:  "Si  alguno  viene  a  Mí  y  no 
ODIA  a  su  padre  y  a  su  madre,  a  su  mujer  y  a 
sus  hijos,  a  sus  hermanos  y  hermanas  y  hasta  a  sü 
propia  vida,  no  puede  ser  mi  discípulo/'  (Luc.  XIV- 
26).  Es  inadmisible  una  moral  de  ODIO  en  labios 
de  Cristo  que  siempre  enseñó,  de  palabra  y  de  obra, 
a  AMAR  hasta  a  los  enemigos.  Para  interpretar 
acertadamente  esa  doctrina,  al  parecer  extraña,  im- 
porta determinar  el  alcance  del  verbo  griego 
MISEIN.  (odiar).  No  tiene  el  mismo  sentido  que 
en  castellano;  los  hebreos  lo  usaban  en  el  sentido 
de  POSPONER  o  APRECIAR  MENOS.  Así  se 
explica  el  precepto  de  Jesús  y  no  sufre  mengua  su 
doctrina  de  amor.  El  NON  ODIT  latino  o  KAI  O 
MISEI  griego  del  Evangelio  significan  AMAR  ME- 
NOS. Luego,  Jesús  dijo:  "Si  alguno  viene  a  Mí  y 
me  ama  menos  que  a  su  padre  y  a  su  madre,  que 
a  su  mujer  e  hijos,  que  a  sus  hermanos  y  herma- 
nas y  hasta  que  a  su  propia  vida,  no  es  verdadero 
discípulo  mío". 

El  significado  de  AMAR,  en  griego  AGAPAN, 
es  el  de  PREFERIR  o  ANTEPONER.  Este  sen- 
tido aparece  explícitamente  en  el  texto  paralelo  de 
San    Mateo:  "Quien  ama  al    padre  o  a    la  madre 


324  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


más  que  a  Mí,  y  al  hijo  o  a  la  hija  más  que  a  Mí, 
no  merece  ser  mío".  (Mat.  X-37/ 

En  esta  nueva  doctrina  de  Jesús  se  trata,  pues, 
de  dos  actitudes  distintas  ante  dos  términos  del  a- 
lecto;  actitudes  que  se  diferencian  en  grado,  sin 
llegar  a  la  oposición  de  los  extremos. 

Jesucristo  dijo:  "No  creáis  que  he  venido  ha 
implantar  paz  sobre  la  tierra;  no  he  venido  trayen- 
do la  paz,  sino  la  guerra.  He  venido  a  separar  al 
hijo  de  su  padre,  a  la  hija  de  su  madre  y  a  la 
nuera  de  su  suegra;  los  enemigos  del  hombre  se- 
rán las  personas  de  su  misma  casa".  (Mat.  X-34  35-36). 

Según  San  Lucas,  más  dijo  Jesús:  "Pensáis 
que  he  venido  a  poner  paz  en  la  tierra?  No,  sino 
desunión.  Así  oslo  declaro.  De  suerte  que  desde  ahora 
en  adelante  habrá  en  una  misma  casa  cinco  entre 
sí  desunidos,  tres  contra  dos,  y  dos  contra  tres.  El 
padre  estará  contra  el  hijo  y  el  hijo  contra  el  pa- 
dre, la  madre  contra  la  hija  y  la  hija  contra  la 
madre,  la  suegra  contra  la  nuera  y  la  nuera  contra 
la  suegra".  fLuc.  XI 1-51  a  54). 

Enseñanzas  morales  extrañas  y  al  parecer  con- 
tradictorias a  la  paz  traída  por  Jesús  a  la  tierra  y 
proclamada  por  los  ángeles  en  la  cuna  de  Belén. 
Sin  embargo,  así  habló  Jesucristo,  pero  se  refirió 
a  la  falsa  paz  del  mundo,  a  los  desacuerdos  con 
ocasión  de  las  enseñanzas  y  prácticas  cristianas. 

"Yo  he  venido  a  poner  fuego  en  la  tierra",  son 
palabras  de  Cristo  (Luc.  Xll-49j;  este  fuego  que 
quema,  que  divide,  que  es  guerra,  es  su  Evangelio, 
cuya  difusión  es  motivo  de  contradicciones  y  desa- 
veniencias  entre  los  hombres,  es  motivo  de  desunión 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


325 


entre  hermanos  y  parientes,  porque  hasta  en  una 
misma  familia,  no  todos  los  miembros  admiten  y 
practican  la  doctrina  cristiana. 

Aun  en  el  siglo  XX  presenciamos  luchas  y  di- 
visiones por  el  Evangelio,  en  todas  partes.  En  el 
Ecuador  donde  el  noventa  y  nueve  por  ciento  son 
cristianos,  hay  gente  de  derecha  y  de  izquierda;  hom- 
bres que  luchan  por  la  cristianización  del  hogar,  de 
la  escuela,  de  la  sociedad,  y  otros  que  quieren  ale- 
jar a  Cristo  del  individuo,  de  la  familia,  de  la  nación. 
Jesucristo  es  ocasión  de  guerra,  aunque  su  doctrina 
es  de  paz.  Si  esto  sucede  después  de  1958  años  de 
cristianismo,  no  deben  llamar  la  atención,  como  mo- 
ral extraña,  las  palabras  de  Jesús,  porque  la  semi- 
lla del  Evangelio  que  sembró  el  Maestro  en  Pales- 
tina, fructificó  en  el  mundo,  triturada  por  el  fuego 
de  los  enemigos  de  Cristo  y  ensangrentada  con  las 
víctimas  y  mártires  cristianos. 

Hay  muchas  otras  frases,  sentencias  y  enseñan- 
zas evangélicas  que  únicamente  entiende  el  hombre 
espiritual;  son  los  cimientos  profundos  de  la  vida 
sobrenatural;  son  las  normas  de  la  moral  sublime  del 
Evangelio,  que  pueden  parecer  moral  extraña  a  los 
necios,  a  los  soberbios,  a  los  que  tienen  sus  sen- 
tidos pegados  a  la  tierra,  porque,  como  dice  el  A- 
póstol:  "El  hombre  animal  no  puede  comprender  a 
Dios  ni  entender  sus  divinas  enseñanzas". 


326 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XC-     LO  QUE  JESUCRISTO  DIJO 

ACERCA   DEL  ESCANDALO: 


[Porque  si  bien  es  forzoso  que  haya  escándalos; 
sin  embargo,  ay  de  aquel  hombre  que  causa  el  es- 
cándalo! Menos  mal  sería  para  él,  que  le  echasen 
al  cuello  una  rueda  de  molino  y  le  arrojasen  al  mar. 
Si  tu  mano  o  tu  pie  te  son  ocasión  de  escándalo, 
córtalos  y  arrójalos  lejos  de  tí,  y  si  tu  ojo  es  para 
tí  ocasión  de  escándalo,  sácale  y  tírale  lejos  de  tí: 
mejor  te  es  entrar  en  la  vida  eterna  manco  o  cojo, 
y  con  un  solo  ojo,  que  con  dos  manos  o  dos  pies  y 
dos  ojos  ser  arrojado  al  fuego  del  infierno.  Ay  de 
quién  escandalizare  a  uno  de  estos  parvulillos  o  a 
alguno  de  los  que  creen  en  Mí  ..  .../'  (Mat.  XVI 11- 


"Lo  que  Dios  ha  unido,  no  lo  desuna  el  hom- 
bre. Cualquiera  que  desechare  a  su  mujer  y  tomare 
otra,  comete  adulterio.  Y  si  la  mujer  se  aparta  de 
su  marido,  y  se  casa  con  otro,  es  adúltera.  Por  cuya 
razón  dejará  el  hombre  a  su  padre  y  a  su  madre  y 
juntarse  ha  con  su  mujer  y  los  dos  no  compondrán 
sino  una  sola  carne.  De  manera  que  ya  no  son  dos, 
sino  una  sola  carne  unida  por  el  matrimonio.  No 
separe,  pues,  el  hombre,  lo  que  Dios  ha  juntado". 


y  del  mundo  por  razón  de  los  escándalos! 


6  a  10-Luc.  XVI 11-1  a  3). 


ACERCA  DEL  DIVORCIO: 


fMarc.  X-7  a  13). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  327 


ACERCA  DEL  MAL  CORAZON: 

"No  lo  que  entra  por  la  boca,  es  lo  que  man- 
cha al  hombre;  sino  lo  que  sale  del  corazón,  eso  es 
lo  que  le  mancha.  Porque  todo  lo  que  de  afuera  entra 
en  el  hombre  va  a  parar  en  el  vientre,  de  donde 
sale  con  las  heces  de  la  comida  y  se  arroja  en  luga- 
res secretos;  nada  entra  en  su  corazón.  Mas  las  cosas 
que  salen  del  corazón  del  hombre,  esas  son  las  que 
le  manchan.  Porque  de  lo  interior  del  corazón  pro- 
ceden los  malos  pensamientos,  los  adulterios,  las 
fornicaciones,  los  homicidios,  los  hurtos,  las  avari- 
cias, las  malicias,  los  fraudes,  las  desonestidades, 
la  envidia,  la  blasfemia,  la  soberbia,  la  estupidez. 
Todos  estos  vicios  proceden  del  interior,  y  esos  son  los 
que  manchan  al  hombre. ..."  (Marc.   VI 1-15  a  23). 

EFICACIA    DE   LA  ORACION: 

"PEDID  Y  SE  OS  DARA,  buscad  y  hallaréis, 
llamad  y  se  os  abrirá.  Porque  todo  aquel  que  pide, 
recibe,  y  quien  busca  halla,  y  al  que  llama,  se  le  abri- 
rá. Si  entre  vosotros  un  hijo  pide  pan  a  su  padre, 
¿acaso  le  dará  una  piedra?,  o  si  pide  un  pez,  ¿le  da- 
rá un  escorpión?  Pues  si  vosotros  siendo  malos  co- 
mo sois,  sabéis  dar  cosas  buenas  a  vuestros  hijos, 
¿cuánto  más  vuestro  Padre  que  está  en  los  cielos, 
os  dará  lo  que  pedís?"  (Luc  Xl-9  a  \3). 

JUICIOS  DE  DIOS: 

uYo  he  venido  al  mundo  para  entablar  Juicio, 
a  fin  de  que  los  ciegos  vean  y  los  que  ven  se  ha- 
gan ciegos".  (Jn.  \X-39).  Esto  dijo  Jesús  como  epílo- 
go de  la  curación  del  ciego  de  nacimiento.  Este  hom- 
bre no  sabía  más  que  la  frase  rutinaria  para  pedir 


328 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


limosna,  no  vió  otra  cosa  que  la  oscuridad  de  la 
noche  en  sus  ojos  cerrados,  no  oyó  sino  palabras 
de  conmiseración  de  unos  y  de  burla  de  otros  que  pa- 
saban por  su  lado,  apenas  conocía  las  profecías 
acerca  de  Cristo....,  sin  embargo,  recibe  la  Reden- 
ción del  cuerpo  ciego  y  del  alma  manchada.  En 
contraposición  están  los  doctores,  los  escribas,  los 
fariseos,  ocupados  en  escudriñar  las  Escrituras;  ven 
a  Jesucristo,  oyen  su  predicación,  constatan  sus  mi- 
lagros y  le  rechazan.  Son  ciegos;  han  cerrado  los 
ojos,  cuando  Jesús  abría  los  del  enfermo.  Casos 
que  se  repiten  diariamente. 

Los  fariseos  entendieron  la  alusión  del  Señor 
en  su  sentencia  acerca  de  los  Juicios  divinos  y  re- 
plicaron: "¿qué,  nosotros  somos  ciegos?"  Jesús  les  con- 
testó: "Si  fuerais  ciegos,  al  menos  no  tendrías  pe- 
cado, pero,  por  lo  mismo  que  decís  que  veis,  el  pe- 
cado permanece  en  vosotros",  (Jn.  IX- 40). 

PODER  DE  LA  FE: 

"Si  tuviérais  fe  como  un  grano  de  mostaza,  no 
habría  para  vosotros  cosa  imposible.  Pudiérais  de- 
cir a  una  montaña:  pásate  de  aquí  a  otro  lado,  y 
el  monte  se  cambiaría  de  lugar.  Para  la  fe  no  son 
imposibles  los  milagros...."  (Mat.  Xl-21-Luc.  XVI  l-6j. 

FE  faltó  a  los  apóstoles  para  apaciguar  la  tem- 
pestad en  el  mar  de  Galilea.  "Hombres  de  poca 
fe"  fue  el  reproche  de  Jesús  a  sus  discípulos  an- 
tes de  mandar  a  los  vientos  y  a  las  olas  del  em- 
bravecido mar.  (Mat.  VI 1 1-23).  "Tu  FE  te  ha  cu- 
rado" dice  el  Señor  a  la  enferma  de  flujos  desan- 
gre. (Luc.  VI 11-48).  "Mujer,  grande  es  tu  FE,  que 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  329 

se  haga  como  tu  quieres"  es  la  contestación  de  Je- 
sús a  la  petición  de  la  madre  que  clama  por  la  cu- 
ración de  su  hija  endemoniada.  (Mat.  XV-28). 

Cuanto  enseñó  Jesucristo  acerca  de  la  efica- 
cia de  la  Fe,  resumió  diciendo:  "Todo  cuanto  pi- 
diéreis  en  la  oración,  si  tenéis  fe,  lo  alcanzaréis". 
'(Mat.  XX1-22).  "DEJAD  QUE  LOS  MUERTOS 
ENTIERREN  A  LOS  MUERTOS".  (Mat.  Vlll-22). 

Seguramente  en  eata  frase  proverbial  de  Je- 
sucristo se  inspiró   el  Poeta  que  dijo: 

No  son  los  muertos,  los  que  en  dulce  calma 
la  paz  disfrutan  de  la  tumba  fría, 
muertos  son  los   que  llevan   muerta  el  alma 
y  viven  y  entierran  todavía  

El  Evangelio  es  la  Enciclopedia  sagrada  de 
cuanto  dijo  Jesús  Salvador  del  mundo.  Cada  palabra 
es  una  lección  y   cada  frase  una  enseñanza. 


330  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XCI-  MILAGROS 

LA  HEMORROISA. 

Jfesús,  conmovido  ante  la  angustia  de  Jairo* 
que  le  suplicaba  fuese  a  curar  a  su  única  hija  que 
estaba  agonizando,  se  encaminó  presuroso  a  la  ca- 
sa de  la  moribunda,  acompañado  de  sus  discípulos 
y  de  una  ingente  muchedumbre  que  le  empujaba. 
Entre  la  multitud  iba  una  mujer  enferma  de  flujos 
de  sangre,  desde  hace  mucho  tiempo,  sin  esperan- 
za de  curación  y  asechada  continuamente  por  la 
muerte.  La  hemorroisa  había  oído  hablar  de  los  mi- 
lagros que  hacía  Jesús  a  cada  paso  y  sabía  que 
muchas  veces  curaba  con  sola  su  palabra  o  con  el 
contacto  de  sus  manos.  Acababa  de  oír  que  un  ma- 
gistrado le  llevaba  a  su  casa  para  que  curara  a 
su  hija;  llena  de  fe  y  saturada  de  esperanza,  se 
dijo:  "si  yo  llego  a  tocar  su  vestido,  me  curo",  y 
animosa  se  abría  paso  entre  la  muchedumbre.  Con 
dificultad  llegó  cerca  de  Jesús,  no  se  atrevió  a  de- 
cir una  palabra,  sino  que  tocó  la  orla  del  manto 
que  ondulante  caía  sobre  las  espaldas  del  Señor.  Al 
instante  sintió  como  una  corriente  eléctrica  que- 
recorría  su  cuerpo  y  que  le  sanaba;  al  mismo  tiem- 
po, Jesús  volvió  la  cabeza  y  preguntó:  "¿quién  me 
ha  tocado?"  Los  que  ¡estaban  junto  a  Cristo  pro- 
testaron diciendo  que  eran  empujados  por  los  de 
atrás;  los  apóstoles  dijeron:  "Maestro  la  gente  es- 
tá oprimiéndonos  por  todas  partes  y  Tú  preguntas 
¿quién  te  ha  tocado?"  El  Señor  replicó:  "Alguien  me 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  33  \ 


ha  tocado,  porque  Yo  he  sentido  la  virtud  curativa 
que  ha  salido  de  mí",  y  se  revolvió  a  buscar  a  la 
persona  beneficiada  con  el  milagro.  La  hemorroisa, 
viéndose  descubierta,  se  echó  a  los  pies  de  Jesu- 
cristo y  llena  de  emoción  y  gratitud,  lavaba  con 
sus  lágrimas  el  vestuario  del  médico  divino  que  la 
levantó  con  cariño  y  la  despidió  diciéndole:  "vete 
en  paz,  tu  fe  te  ha  curado...."  (Luc.  VI 11-40). 

"TALITHA,  CUMI".  -Impaciente  estaba  Jairo 
con  la  demora  ocasionada  por  la  hemorroisa  y  ro- 
gaba a  Jesús  que  se  apresurara  el  paso,  cuando  se 
presentó  un  criado  y  avisó  al  magistrado  que  su 
hija  había  muerto  y  que  era  ya  inútil  el  viaje  de 
Jesús.  Jairo  no  perdió  la  confianza  e  insistió  en 
llevar  al  Señor  a  su  casa.  Era  testigo  de  la  cura- 
ción de  la  mujer  enferma  con  flujos  sanguíneos, 
sanada  al  contacto  de  las  vestiduras  del  Maestro  y 
esperaba  que  al  contacto  de  sus  manos  resucitaría 
su  hija.  Llegó  la  comitiva  a  casa  de  Jairo;  todo  era 
en  ella  confusión  y  luto;  no  se  veían  sino  lágrimas 
y  sólo  se  oían  gemidos  de  dolor;  reinaba  la  muerte. 
Con  la  presencia  de  Jesús  cambió  la  escena  y  vol- 
vió la  paz,  la  alegría,  la  vida.  Entró  el  Señor  a 
la  alcoba  donde  estaba  velándose  el  cadáver,  diri- 
gió una  mirada  a  los  circunstantes,  musitó  una  ple- 
garia y  tomando  de  la  mano  a  la  niña  muerta  le 
dijo:  "talitha,  cumi",  que  se  traduce:  "niña,  leván- 
tate". El  Evangelio  sigue  narrando  que  la  muerta 
resucitó  y  que  en  presencia  de  muchas  personas 
se  levantó  y  siguió  andando.  Los  padres  de  la  niña 
lloraban  de  gozo  y  no  encontraban  la  manera  de 
hacer  ostensible  su  agradecimiento  al  Señor,  mien- 
tras que  los  circunstantes  estaban    maravillados  y 


332  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


propagaron  el  milagro  en  toda  la  región.  (Luc.Vl  1 1-49). 

Muchísimos  otros  milagros  hizo  Jesús  que  cons- 
tan en  el  Evangelio  y  muchos  otros  que  no  cons- 
tan, porque,  como  dice  el  Evangelista:  Se  necesita- 
rían muchos  libros  para  escribirlos."  (Jn.  XX1-25/ 

Son  dignos  de  leerse  los  tres  milagros  hechos 
por  el  Señor  en  día  sábado,  porque  contienen  pre- 
ciosas enseñanzas  y  detalles  minuciosos:  la  curación 
del  tullido  durante  treinta,  y  ocho  años,  de  la  mujer 
encorvada  hacía  dieciocho  años,  del  hidrópico  vi- 
talicio. (Jn.  V-10-Luc.  XI 11-10  y  X1V-2). 

Particular  importancia  revisten  los  milagros 
hechos  para  curar  al  criado  del  Centurión  y  para 
resucitar  al  hijo  déla  viuda  de  Naín.  (Luc.Vl  1-  la  11). 

En  el  primero,  el  Centurión  es  ideal  de  delica- 
deza, de  humildad  y  de  fe.  Las  palabras  que  usó 
para  solicitar  el  milagro,  están  consagradas  y  las  re- 
piten diariamente  el  Sacerdote  y  los  fieles,  en  la 
Santa  Misa,  antes  de  la  comunión. 

En  el  segundo,  se  muestra  una  vez  más  el 
Corazón  compasivo  y  misericordioso  de  Jesucristo, 
que  jamás  vió  lágrimas  sin  enjugarlas.  Una  pobre 
mujer  viuda  lloraba  la  muerte  de  su  hijo  único,  tras 
el  cadáver  que  conducían  al  cementerio.  "No  llores", 
le  dijo  Jesús,  cariñosamente,  y  detuvo  el  fúnebre 
cortejo;  resucitó  al  muerto  y  le  entregó  a  su  madre 
anciana,  para  que  fuese  su  consuelo  y  protección. 


hector  Eduardo;  andrade  proano 


333 


-XCII-       JESUS  TRIBUTARIO 

Existía  la  costumbre  entre  los  judíos  de  que 
todos  debían  contribuir  para  el  sostenimiento  del 
culto,  en  la  mejor  forma  posible;  así  lo  había  esta- 
blecido Moisés  y  así  exigía  la  Majestad  de  Jehová- 
otras  maneras  de  cumplir  con  esta  obligación,  se  ha- 
bía establecido  que  todo  israelita  varón,  mayor  de 
veinte  años,  pagase  anualmente  dos  dracmas;  esta 
contribución  bebía  pagar  en  el  mes  de  Adar,  último 
mes  del  año  judío,  precedente  al  de  Nizán,  en  que 
se  celebraba  la  Pascua.  Parece  que  estaban  exen- 
tos de  este  tributo  los  sacerdotes  y  los  rabinos.  No 
sabemos  si  Jesús  pagó  cada  año;  como  buen  galileo 
es  probable  que  lo  habría  hecho,  aunque,  talvez,  su 
título  de  Rabí,  le  excusaba.  En  el  último  año  de  su 
vida,  antes  de  la  última  Pascua,  quiso  el  Señor  ha- 
cer ostensible  este  pago. 

Nos  cuenta  San  Mateo  que  cuando  Jesús  esta- 
ba en  Cafarnaún  se  acercaron  los  cobradores  del  im- 
puesto y  no  atreviéndose  a  decirlo  a  El  personal- 
mente, preguntaron  al  Jefe  del  Apostolado  si  el 
Maestro  pagaba  el  tributo.  -Pedro  les  contestó  ro- 
tundamente que  SI  y  puso  en  conocimiento  de  Je- 
sús lo  que  sucedía,  quien,  para  castigar  su  precipi- 
tación en  contestar,  le  dijo:  "¿Qué  te  parece,  Simón, 
los  reyes  de  la  tierra  reciben  el  tributo  de  sus  hijos 
o  de  los  extraños?  De  los  extraños,  dijo  Pedro. 
Pues  bien,  prosiguió  Jesús,  los  hijos  están  exentos. 
-Yo  como  Hijo  de  Dios  estoy  exento  del  tributo  pa- 
ra el  culto  de  mi  Padre  Jehová,  pero  para  no  es- 


334 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


candalizar,  vete  al  mar,  echa  el  anzuelo  y  al  primer 
pez  que  cojas  ábrele  la  boca  donde  encontrarás  las 
monedas  necesarias  para  pagar  el  tributo  por  Mí  y 
por  tí".  Así  lo  hizo  Simón  y  quedó  arreglado  este 
asunto.  -Jesús  pagó  el  tributo.  (Mat.  XVI 1-23). 

Los  judíos  estaban  también  cargados  con  otro 
impuesto  para  Roma,  que  era  el  pago  anual  de  un 
denario,  moneda  que  llevaba  la  efigie  del  rostro  del 
Emperador  y  la  inscripción  de  TIBERIO  CESAR 
AUGUSTO. 

Con  motivo  de  este  tributo,  que  era  materia 
controvertida  entre  los  judíos,  los  fariseos  pregun- 
taron a  Jesús  si  debían  o  no  pagarlo.  El  asunto 
era  muy  delicado  porque  constituía  uno  de  los  pun- 
tos de  choque  entre  israelitas  y  romanos  y  era  mo- 
tivo de  política  entre  el  pueblo  y  el  Emperador.  Si 
Jesús  respondía  que  SI,  se  disgustaba  con  el  pue- 
blo y  se  declaraba  su  enemigo;  si  contestaba  que 
NO,  Roma  le  tenía  como  rebelde  y  sedicioso  y  se 
distanciaba  con  el  Emperador. 

Penetrando  el  Maestro  con  su  mirada  en  esos 
espíritus  que  venían  a  tentarle  con  apariencia  de 
bondad  y  mimos  de  humildad,  les  dijo:  "Hipócritas, 
traedme  una  moneda  del  tributo,  para  contestar  a 
vuestra  pregunta".  -Cuando  le  presentaron  el  dena- 
rio, Jesús  les  preguntó:  "¿De  quién  es  esta  imagen 
y  esta  inscripción?"  De  César,  contestaron.  -Enton- 
ces Jesús  les  dijo:  "Pues  bien,  dad  al  César  lo  que 
es  del  César",  es  decir,  esta  moneda  lleva  la  imagen 
del  César,  a  él  le  corresponde. 

Seguramente  como  buen  israelita,  sumiso  a  la 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  335 


Autoridad,  Jesús  también  pagaba  el  denario  anual 
para  Roma. 

Solamente  Cristo  podía  dar  una  respuesta  tan 
acertada,  que  no  tuvo  réplica.  Quedó  bien  con  el 
pueblo  y  con  el  Emperador  y  confundió  una  vez  a 
sus  enemigos  que  buscaban  la  manera  de  cogerle 
en  algo  para  acusarle  y  que,  esta  vez  como  otras,  no 
tuvieron  sino  que  correrse,  avergonzados  de  su  mali- 
cia y  convencidos  de  la  sabiduría  del  Rabí  de  Galilea. 

La  contestación  de  Jesús  nos  enseña  que  es- 
tamos obligados  a  pagar  los  tributos  impuestos  por 
la  legítima  Autoridad  Civil:  "Dad  al  César  lo  que 
es  del  César"  y  que  estamos  también  obligados  a 
contribuir  para  el  culto  del  verdadero  Dios:  "Dad  a 
Dios  lo  que  a  Dios  debéis". 

Los  israelitas  debían  pagar  ambos  tributos:  los 
dos  dracmas  para  el  culto  de  Jehová  y  el  denario 
para  el  gobierno  de  César.  Jesús  no  estaba  sujeto 
a  ninguno  de  los  dos  porque  era  Hijo  de  Dios  y 
Señor  del  Emperador,  pero  para  darnos  ejemplo, 
fué  tributario» 


336 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-XCIII-    EL  LAGO  DE  GENESARET 

1  lago  de  Genesaret  está  situado  al  nor- 
te del  valle  del  Jordán  y  a  doscientos  metros  bajo 
el  nivel  del  Mediterráneo,  en  una  grande  hondonada, 
cerca  de  Cafarnaún,  Betsaida,  Magdala  y  Tibería- 
des,  de  donde  toma  también  el  nombre  de  mar  de 
Tiberíades.  A  orillas  de  este  lago  se  realizaron  gran- 
des acontecimientos  evangélicos;  algunas  apariciones 
de  Jesús,  la  declaración  de  la  primacía  de  Pedro, 
(Jn  -XXl),  los  ayes  del  Señor  sobre  Corozaín,  Bet- 
saida y  Cafarnaún.  (Luc.  X-13). 

Repetidas  veces  se  paseó  Jesús  en  sus  riberas 
y  muchas  ocasiones  esas  apacibles  y  cristalinas  a- 
guas  retrataron  la  imagen  divina  del  Rabí;  un  día, 
por  última  vez,  miró  el  Señor  las  ondas  del  lago 
verdeazuladas  que  se  movían  apaciblemente  y  miró 
también  las  orillas  pobladas  de  casitas,  de  huertos 
y  viñedos  y  vió  que  después  no  quedarían  ni  rui- 
nas de  esos  poblados  tan  florecientes;  eran  los  pue- 
blos donde  más  milagros  había  obrado  y  donde  me- 
nos se  le  reconocía  como  el  Mesías,  y,  naturalmen- 
te, del  fondo  del  alma  de  Cristo  salieron  esos  pro- 
féticos  ayes:  "Ay  de  tí  Corozaín,  ay  de  tí  Betsaida...." 

Un  ambiente  característico  se  respira  en  las  o- 
rillas  del  lago  de  Genesaret  o  mar  de  Galilea,  don- 
de los  Apóstoles  acostumbraban  ejercer  su  oficio  de 
pescadores.  Aquí,  dijo  Jesús  a  algunos  de  ellos:  se- 
guidme, pues,  en  adelante  seréis  pescadores  de  hom- 
bres" (Luc  W-\0)  y  en  ese  mismo  sitio  pregunta  el 
Señor:  "¿habéis  cogido  algo?;  ¿tenéis   que  comer?" 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


337 


(Jn.  XXI -5,),  y  en  la  primera,  como  en  la  segunda 
vez,  les  manda  echar  las  redes  en  su  nombre  y  la 
pesca  es  superabundante. 

Las  olas  de  este  lago  y  las  arenas  de  su  playa 
fueron  testigos  de  la  triple  pregunta  hecha  por  Je- 
sús a  Pedro  y  de  esas  contestaciones  humildes, 
sinceras  y  amorosas,  que  repararon  publicamente  las 
tres  negaciones  de  la  trágica  noche  de  la  pasión  y 
que  elevaron  a  Pedro  al  sumo  pontificado  de  la  I- 
glesia  de  Cristo.  fJn.  XX1-15J. 

Después  de  comer  los  peces  asados  y  el  pan, 
tuvieron  un  tiempo  de  sobremesa  el  Maestro  con 
los  discípulos;  estos  festejaban  gozosos  el  encuen- 
tro con  el  Señor  resucitado,  cuando  Jesús,  dirigién- 
dose a  Pedro,  le  dice:  "Simón,  me  amas  más  que 
éstos?"  -Esta  pregunta  cayó  sobre  el  Apóstol  como 
un  rayo  mortífero,  porque  le  recordó  la  peor  esce- 
na de  su  vida.  En  otras  circunstancias,  el  entu- 
siasta Pedro  hubiera  contestado  con  un  SI  rotun- 
do y  rápido,  pero  ahora,  se  limita  a  decir:  "Señor 
Tú  sabes  que  te  amo".  No  compara  su  amor  con 
el  de  los  demás.  La  segunda  y  tercera  vez,  contes- 
ta modestamente,  como  la  primera,  y  añade:  "Tú 
sabes  todas  las  cosas;  Tú  sabes  que  te  amo".  El 
Maestro  que  conoce  la  sinceridad,  el  arrepentimien- 
to y  el  amor  del  discípulo  a  quien  desde  que  le  lla- 
mó al  apostolado  le  colocó  como  piedra  fundamen- 
tal de  su  Iglesia,  ahora  le  confirma  en  la  primacía 
de  autoridad,  diciéndole:  "apacienta  mis  corderos; 
apacienta  mis  ovejas".  (Jn.  XXI -17). 

En  el  Mar  de  Tiberíades  Pedro  se  lanzó  a  an* 
dar  sobre  las  aguas  saliendo  al  encuentro  de  Jesús; 


338 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


saltó  de  la  barca  y  avanzó  sobre  el  agua  como  so- 
bre tierra  firme  hasta  que  su  confianza  en  el  Se- 
ñor vaciló;  tuvo  miedo  y  comenzó  a  hundirse;  pero 
Jesús  le  tomó  de  la  mano  y  le  sostuvo  sobre  las 
aguas  y  confirmó  su  fe.  (Mat.  XlV-28j. 

El  mar  de  Galilea  fue  también  testigo  del  gran- 
de milagro  que  nos  cuenta  San  Lucas  en  el  Capítu- 
lo VIH  versículo  22  y  siguientes.  -Predicaba  Jesús 
en  las  riberas  del  lago,  no  lejos  de  Cafarnaún,  des- 
de una  barca;  terminada  la  misión,  ordenó  al  due- 
ño de  la  embarcación  que  les  condujera  a  la  ribe- 
ra oriental;  estando  mar  adentro,  el  Maestro  se  re- 
costó y  dormía,  mientras  los  Apóstoles  comentaban 
las  palabras  y  los  milagros  del  Señor.  Repentina- 
mente soplaron  los  fuertes  vientos  que  venían  del 
Hermón  y  el  lago  se  agitó  en  tal  forma  que  las 
olas  se  embravecieron  y  querían  hacer  zozobrar  la 
barca  y  pusieron  a  los  tripulantes  en  peligro  de 
naufragar.  Estos  tuvieron  cuidado  de  no  despertar 
al  Maestro  sino  cuando  arreció  el  huracán  y  el  pe- 
ligro era  inminente;  entonces  su  clamor  fué:  "Sál- 
vanos, Señor,  que  perecemos". -Despiértase  Jesús,  se 
pone  de  pie,  mira  la  tormenta  y  con  imperio  abso- 
luto, manda  al  mar.  Las  aguas  se  sosiegan  y  vuel- 
ve la  calma  a  los  corazones  de  "esos  hombres  de 
poca  fe",  que  habían  temido  morir,  olvidándose  que 
estaban  junto  a  la  Vida  y  al  que  creó  los  mares  y 
sopló  a  los  vientos. 

El  lago  de  Genesaret  hundió  en  sus  aguas  a  los 
cerdos  endemoniados  que  con  permiso  del  Hijo  de 
Dios  se  precipitaron  y  perecieron  en  el  mar.  fMat. 
V111-31J. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


-XCIV-    DOMINGO  DE  RAMOS 


339 


<¿Vl  día  siguiente  del  convite  de  Simón  el  lepro- 
so, dice  el  Evangelio,  habiéndose  acercado  a  Betfa- 
gé,  al  pie  del  monte  Olívete,  Jesús  envió  a  dos 
discípulos  diciéndoles:  Id  a  la  aldea  que  está  frente, 
en  cuanto  entréis  en  ella  hallaréis  una  asna  atada, 
con  su  pollino,  sobre  el  cual  aún  no  ha  cabalgado 
hombre  alguno.  Traedme  el  pollino  y  si  alguno  os 
pregunta:  ¿qué  estáis  haciendo?,  le  diréis:  El  Señor 
le  necesita.  -Fueron  los  discípulos  e  hicieron  como 
les  indicó  Jesús,  encontrando  y  resultando  todo  i- 
gual  con  lo  que  el  Señor  les  había  predicho.  Tra- 
jeron el  pollino  o  burrito,  echaron  sus  vestidos  en- 
cima e  hicieron  montar  a  Jesús.  A  medida  que  iban 
caminando  hacia  .Jerusalén  la  gente  se  aglomeraba 
y  unos  extendían  sus  mantos  en  el  camino,  otros 
cortaban  ramos  de  árboles  y  formaban  arcos  de 
triunfo;  todos  cantaban  y  acompañaban  al  Señor  re- 
gando flores  y  gritando:  "¡Hosanna,  al  Hijo  de  Da* 
vid!  ¡Bendito  el  que  viene  en  nombre  de  Jehová! 
¡Alabado  sea  el  rey  de  Israel!"  Cuando  se  acercaba 
la  comitiva  a  la  ciudad  santa,  toda  la  gente  que  ha- 
bía venido  a  las  fiestas  pascuales,  oyendo  que  Jesús 
llegaba,  salió  al  encuentro  con  palmas  de  olivo  y 
ramos  fragantes.  Esta  gente  se  sumó  al  desfile  triun- 
fal y  siguió  vivando  al  Caudillo  Divino  que  entró 
en  Jerusalén  y  llegó  al  Templo  aclamado  por  las 
multitudes  y  entre  una  lluvia  de  flores.  (Luc. 
X1X-29  a  38). 

Esto  sucedía  el    10  del  mes  de  Nizán,  al  día 


340  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


siguiente  del  sábado  de  la  semana  pascual. 

Dista  Betania  de  Jerusalén  15  kilómetros.  Sú- 
bese desde  allí  hasta  Betfagé,  volviendo  a  bajar  al 
Cedrón,  para  subir  nuevamente  a  Jerusalén.  Este 
recorrido  hizo  Jesús  el  domingo  de  ramos.  Primera 
vez  que  el  Rabí  de  Galilea  cabalgaba,  pues  todas 
sus  largas  correrías  apostólicas  las  hizo  a  pies.  Ja- 
más había  presenciado  la  ciudad  santa  una  proce- 
sión tan  solemne  y  majestuosa  y  nunca  había  visto 
un  triunfo  tan  magnífico  y  entusiasta. 

Anonadados  debieron  estar  los  escribas  y  fari- 
seos ante  tan  grandiosa  y  popular  manifestación. 
Ellos  habían  excomulgado  a  los  discípulos  del  Hijo 
del  Carpintero  y  allí  estaban  miles  de  partidarios  de 
El  desafiando  a  sus  enemigos  y  aclamándole  Rey. 
Los  fariseos  que  buscaban  la  manera  de  apresar  al 
Señor,  ahora  le  tenían  delante  de  ellos,  en  medio 
de  la  ciudad,  pero  no  hicieron  sino  esconderse  de 
la  vista  del  Maestro  y  de  su  séquito  regio. 

Temerosos  mandaron  una  comisión  para  que  ro- 
gase a  Jesús  *que  no  permitiera  tanta  algazara  y  que 
reprendiera  a  la  multidud.  "Yo  os  aseguro,  les  con- 
testó el  Señor,  que  si  estos  callan  hablarán  las  pie- 
dras". (Luc.  X1X-40). 

Era  el  día  del  Señor;  era  la  hora  del  Mesías; 
era  el  momento  del  triunfo  de  Cristo  y  todo  Israel 
debía  aclamar  a  su  Rey;  se  estaba  cumpliendo  una 
profecía:  "No  temas  hija  de  Sión;  mira  a  tu  Rey  que 
viene  montado  en  un  pollino...."  flsaías  LX11-11). 

La  comitiva  se  encaminó  al  Templo,  término 
natural  de  toda  procesión  religiosa  y  de  toda  ma- 
nifestación  mesiánica,  creciendo  a  cada  minuto  el 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


341 


inmenso  clamoreo  y  el  alborozo  del  pueblo  que  ro- 
deaba a  su  Rey.  Sobresalían  los  gritos  de  júbilo  de 
los  niños,  amigos  predilectos  de  Jesús  y  las  aclama- 
ciones de  tantos  corazones  agradecidos,  que  habían 
encontrado  el  momento  de  manifestar  su  gratitud 
a  quien  les  curó  de  tantas  enfermedades  y  de  quien 
recibieron  innumerables  beneficios.  En  el  Templo 
terminó  el  desfile  triunfal;  se  desmontó  Jesús  en 
uno  de  los  atrios  y  entró  hasta  el  lugar  santo  don- 
de oró  a  su  Padre.  Se  iba  poco  a  poco  despeján- 
dose la  multitud  y  el  Maestro  quedó  solo  con  sus 
doce  apóstoles,  con  quienes  volvió  a  Betania,  ya  en- 
trada la  noche. 

Este  triunfo  apoteósico  de  Jesús  desde  Betfagé 
hasta  Jerusalén  tuvo  un  paréntesis  de  lágrimas.  La 
comitiva  bajó  doblando  el  monte  Olívete  y  llegó  a 
un  sitio  desde  donde  se  veía  frente  a  frente  el 
grandioso  Templo,  la  fortaleza  Antonia,  que  se  des- 
tacaban por  encima  de  las  almenas  del  muro  que  cus- 
todiaba un  tendido  de  casas  con  calles  estrechas  y 
escalonadas;  era  la  ciudad  que  por  obra  de  sus  ma- 
los dirigentes  debía  esterilizar  ese  mismo  triunfo  de 
Jesús  y  convertirse  en  deicida.  A  la  vista  de  Je- 
rusalén lloró  Jesús,  profetizando  su  destrucción  y 
ruina  material  y  moral.  (Luc.  X1X-41). 

Aun  hoy  se  ve,  a  media  pendiente  del  monte 
en  un  recodo  del  camino,  el  lugar  donde  lloró  Je- 
sús por  su  Patria.  Una  capilla  conmemora  esas  lá- 
grimas sagradas  que  fueron  triste  profecía.  No  pa- 
saron cuarenta  años  cuando  las  legiones  romanas 
de  Tito  y  Vespaciano,  después  de  un  espantoso  si- 


342  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

tio,  asolaron  Jerusalén  y  dejaron  el  Templo  conver- 
tido en  pasto  de  voraces  llamas. 

El  Domingo  de  Ramos,  fué  el  día  del  triunfo 
de  Jesús  y  el  principio  de  la  destrucción  de  la  Ciu- 
dad Santa, 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


343 


•XCV-  PROFECIAS 

^sa.irde.Te.plodeJerusaléndi.oaJesüs 
uno  de  sus  discípulos:  "Maestro,  mira  que  fábrica 
tan  magnífica!"  Jesús  contestó:  "De  estos  grandes 
edificios  no  quedará  piedra  sobre  piedra"  (Luc.XXl-5). 

Al  atardecer  el  día,  salió  Jesús  del  Templo 
donde  había  pasado  algunas  horas  en  oración  y 
en  remanso  espiritual.  Esa  salida  no  era  de  pocos 
pasos;  hasta  llegar  a  una  de  las  puertas  que  comu- 
nicaban con  la  ciudad,  había  que  atravesar  el  atrio 
de  las  mujeres,  el  de  los  gentiles  y  cruzar  toda  la 
plaza  hacia  el  sur  o  el  norte  según  la  puerta  que 
se  quería  utilizar,  estas  puertas  se  cerraban  al  po- 
nerse el  sol.  Con  toda  pausa  atravesaron  el  Maes- 
tro y  los  discípulos  los  varios  servicios  y  dependen- 
cias del  Templo  contemplando  extasiados  los  gigan- 
tescos muros  y  las  enormes  construcciones;  muchas 
veces  habían  visto,  pero  ahora  los  encontraron  ex- 
traordinarios. Guardaron  silencio  mientras  atrave- 
saban los  atrios;  en  la  plazoleta  se  oyó  la  voz  de 
uno  que  admirado  de  la  grandiosidad  del  edificio 
llamó  la  atención  al  Maestro  quien  aprovechó  las 
circunstancias  para  profetizar  la  total  destrucción 
de  aquellas  moles  pétreas,  de  esas  torres,  de  esos 
pórticos,  de  aquel  magnífico  edificio  que  desafiaba 
a  los  tiempos  con  su  solidez  y  firmeza. 

Espantados  quedaron  los  apóstoles  y  volvió  a 
apoderarse  de  sus  labios  el  silencio  ante  tan  tre- 
menda revelación.  Con  el  Maestro  que  caminaba 
meditabundo  adelante,  tomaron  el  camino  de  Beta- 


344  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


nia  por  el  monte  de  los  olivos  y  bajaron  el  Cedrón 
para  subir  la  cuesta  de  enfrente.  En  la  mitad  de 
la  pendiente  se  rompió  el  silencio  con  la  pregunta 
incontenible  ya,  de  los  que  deseaban  saber  detalles 
de  la  profecía.  La  contestación  fué  sencilla:  "Cuan- 
do veáis  cercada  de  soldados  a  Jesusalén,  entonces 
sabed  que  está  cerca  su  devastación  y  la  abomina- 
ción de  la  desolación  del  lugar  santo".  Espantosa 
calamidad  y  terrible  profecía,  que  se  cumplió  a  la  le- 
tra, viviendo  aún  los  que  preguntaron,  como  sabemos 
por  la  Historia. 

"Cuando  venga  el  Hijo  del  Hombre  en  su  ma- 
jestad y  todos  los  ángeles  con  El,  se  sentará  en 
el  trono  de.su  gloria...."  (Mat.  XXV-31).  -Con  estas 
palabras  profetizó  Jesús  otro  acontecimiento:  el  del 
fin  del  mundo  y  su  segunda  venida  en  el  juicio  fi- 
nal. Estos  sucesos  estarán  precedidos  por  grandes 
tribulaciones;  se  presentarán  muchos  falsos  profetas; 
se  desbordarán  las  potencias  del  mal;  se  conmove- 
rá la  naturaleza  entera;  entonces  aparecerá  en  el 
Cielo  la  señal  de  Cristo,  la  cruz,  y  Jesús  vendrá 
con  gran  gloria  y  majestad.  El  Señor  cerró  su  pro- 
fecía sobre  el  juicio  último,  diciendo:  "Cuando  ven- 
ga el  Hijo  del  Hombre  con  todos  sus  ángeles;  se 
sentará  en  su  trono  de  gloria  y  congregará  a  todas 
las  naciones;  separará  a  los  hombres  como  el  pastor 
separa  las  ovejas  de  los  cabros,  poniendo  a  los  bue- 
nos a  su  derecha  y  a  los  malos  a  su  izquierda,  a  los 
unos  para  darles  posesión  del  reino  de  los  cielos  y  a 
los  otros  para  condenarles  al  fuego  eterno  prepara- 
do  para  el  diablo  y  sus  secuaces...." 

Estas  profecías  terminaron  incitando  a  sus  dis  - 
cípulos  a  velar  y  orar  porque  todo  sucederá  el  mo- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  345 

mentó  menos  pensado,  con  este  fin  les  propuso  la 
parábola  de  las  vírgenes  prudentes  y  de  las  vírge- 
nes fatuas,  tan  llena  de  espirituales  enseñanzas. 

Entre  las  ceremonias  de  las  bodas  en  oriente, 
una  de  las  principales  era  el  viaje  del  novio  a  bus- 
car a  la  novia,  al  anochecer,  y  encontrándola  en  su 
casa,  la  conducía  entre  música,  luces  y  flores  al 
banquete  nupcial.  Las  amigas  de  la  esposa  espera- 
ban con  lámparas  encendidas  para  acompañarla  a 
la  casa  del  esposo,  como  cortesanas.  Valiéndose  de 
esta  costumbre,  dijo  Jesús  que  debemos  estar  pre- 
parados para  su  venida  con  las  lámparas  del  alma 
provistas  cte  aceite  espiritual,  y  terminó  enseñando: 
"Velad,  pues,  porque  no  sabéis  ni  el  día,  ni  la  hora 
de  mi  venida".  (Mat  XXV- 1  a  13). 


346 


EL  VERDADhRO  JESUCRISTO 


-XCVI-       JUEVES  SANTO 

^ra  el  jueves  de  pascua,  víspera  del  día  de  la 
Pasión  del  Señor.  Los  Apóstoles  preguntaron  al 
Maestro:  "Dónde  quieres  que  vayamos  a  preparar 
el  cordero  pascual?"  -  (Luc  XXI 1-9),  Jesús  escogió  a 
Pedro  y  a  Juan  para  que  se  preocuparan  del  asunto 
y  les  dió  las  instrucciones  del  caso. 

Nuestro  Señor  iba  a  celebrar  la  última  pascua, 
que  se  convirtió  en  el  primer   jueves  santo. 

La  pascua  era  la  fiesta  más  gránete  y  signifi- 
cativa para  los  israelitas.  La  palabra  castellana 
PASCUA  viene  de  la  latina:  fiascha,  de  la  griega: 
ftasja,  de  la  aramea:  filiase  y  de  la  hebrea:  fihesa,  que 
significa  PASO  o  tránsito  y  alude  al  paso  de  Jeho- 
vá  que  nos  refiere  el  Libro  del  Exodo.  (XI 1-11  a27j. 

Los  judíos  celebraban  esta  fiesta  reproduciendo 
en  el  hogar  aquella  memorable  noche  que  sus  an- 
tepasados pasaron  en  Egipto  y  recordando  práctica- 
mente la  redención  del  pueblo  escogido. 

Se  celebraba  a  mediados  del  primer  mes  del 
calendario  judío,  el  de  Nizán,  que  corresponde  a 
nuestro  Marzo  y  durante  ocho  días  consecutivos. 

Con  la  orden  dada  por  Jesús,  los  dos  Apósto- 
les prepararon  todo  para  la  cena  pascual.  Compra- 
ron el  Cordero,  lo  hicieron  inmolar  en  el  Templo  y 
lo  prepararon  para  la  comida  junto  con  los  panes 
ácimos  o  sin  levadura,  el  vino,  las  yerbas  y  el  agua 
para  las  abluciones  rituales.  Todo  estaba  listo,  cuan- 
do habíase  ya  puesto  el  sol  y  comenzaba  la  noche. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


347 


Jesús  con  los  doce  apóstoles  se  encaminó  a  Jeru- 
salén  desde  Betania;  la  comitiva  llegó  tranquila  a  la 
sala  de  la  cena  a  través  del  oleaje  humano  que  iba 
y  venía  por  las  calles  de  la  ciudad  santa. 

Sentados  alrededor  de  la  mesa,  comenzó  la  ce- 
remonia con  las  conmovedoras  palabras  de  Jesús: 
"De  todo  corazón  he  deseado  comer  esta  pascua  con 
vosotros  antes  de  morir.  Porque  os  digo  que  yo  no 
la  volveré  a  comer  hasta   que  ella  tenga  su  plena 


Apenas  acabó  de  hablar  el  Señor  cuando  se  entabló 
entre  los  apóstoles  una  discusión,  muy  humana  des- 
de luego,  porque  se  trataba  de  averiguar  cuál  de 
ellos  debía  ser  el  primero  en  beber  del  cáliz  que 
el  Maestro  les  había  ordenado  que  se  repartieran: 
"Tomadlo  y  repartíoslo;  en  cuanto  a  Mí,  os  digo  que 
no  beberé  del  fruto  de  la  vid  hasta  que  venga  el 
reino  de  Dios".  (Luc.  XXI  l-\7).  Al  oír  Jesús  la  dis- 
cusión, como  en  otras  ocasiones,  les  invita  a  la  hu- 
mildad y  les  recuerda  que  al  revés  de  los  munda- 
nos, entre  ellos,  el  mayor  se  considerará  el  último 
y  el  que  manda,  servirá".  (Luc.  XXI 1-26).  Todos 
acataron  la  advertencia  del  Maestro,  callaron  y  si- 
guieron comiendo  las  viandas  de  la  cena  pascual: 
ensalada  de  hierbas,  el  pastel  de  higos,  dátiles  y 
uvas,  las  rebanadas  de  pan  ácimo  y  bebían  el  vino 
generoso;  la  comida  estaba  para  terminarse,  cuando 
Jesús  procedió  a  hacer  una  de  las  acciones  más 
admirables  de  su  vida:  lavar  los  pies  a  sus  discí- 
pulos 

Para  comprender  la  facilidad  con  que  el  Maes- 
tro hizo  este  acto,  hay  que  recordar  que  los  israe- 
litas habían  adoptado  la  costumbre  romana  de  comer 


realización  en  el  reino 


348  a  VERDADERO  JESUCRISTO 


recostados,  formando  un  círculo,  apoyando  el  brazo 
izquierdo  en  almohadones  que  descansaban  sobre 
caballetes,  mientras  que  comían  con  la  mano  dere- 
cha y  los  pies  quedaban  fuera  del  círculo.  Además, 
se  debe  tener  en  cuenta  que  al  ceremonial  de  la 
cena  pascual,  que  era  un  sacrificio,  estaban  adjuntas 
las  abluciones  rituales,  por  lo  cual  no  podía  faltar 
junto  a  la  mesa,  cántaros  con  agua,  jarras,  jofainas 
y  toallas. 

Al  terminar  la  cena,  se  levantó  Jesús,  dejó  el 
manto  en  el  sofá  donde  estaba  reclinado,  se  ciñó  un 
lienzo  o  toalla,  tomó  con  una  mano  la  jofaina  y 
con  la  otra  la  jarra,  y  en  vestido  y  actitud  de 
esclavo  se  puso  a  lavar  los  pies  de  sus  apóstoles  ... 

Pedro  protestó  por  este  acto  de  humildad  de  su 
Maestro,  pero  ante  la  amenaza  de  privarse  para 
siempre  de  su  compañía,  pidió  que  no  solamente  se 
le  lavaran  los  pies,  sino,  si  era  necesario,  la  cabeza 
y  todo  el  cuerpo.  (Jn.  Xlll-6-9). 

No  solamente  para  dar  ejemplo  de  humildad 
hizo  Jesús  este  lavatorio,  sino  para  indicar  a  los 
suyos  que  debían  estar  limpios  y  puros  de  alma  y 
cuerpo  porque  en  el  sacramento  de  la  Eucaristía 
les  iba  a  dar  a  comer  su  cuerpo  y  a  beber  su  san- 
gre inmaculados. 

Cuando  acabó  de  lavar  los  pies  de  sus  discípulos, 
tomó  sus  vestidos,  y  sentándose  de  nuevo  a  la  me- 
sa, les  dijo:  "Vosotros  me  llamáis  Maestro  y  Señor 
y  decís  bien,  porque  lo  soy.  Pues,  si  yo  Señor  y 
Maestro  he  hecho  esto  con  vosotros,  seguid  mi  e- 
jemplo;  porque  no  puede  ser  el  siervo  mayor  que 
su  señor,  ni  el  apóstol  mayor  que  quien  le  envía.  -  " 
(Jn.  Xlll-12-17). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAKO 


349 


-XCVII-  EUCARISTIA 

a  terminado  la  cena  pascual;  el  Maestro 
ha  lavado  los  pies  de  sus  apóstoles.  Estaba  Jesús 
nuevamente  sentado  a  la  mesa;  los  discípulos  espe- 
raban que  entonara  el  himno  de  acción  de  gracias, 
para  terminar  las  ceremonias,  cuando:  "Tornó  un  pan, 
lo  bendijo,  lo  partió  y  lo  repartió  a  sus  apóstoles 
diciéndoles:  TOMAD  Y  COMED,  ESTE  ES  MI 
CUERPO,  QUE  SE  DA  POR  VOSOTROS.  Igual- 
mente, cogiendo  un  cáliz  con  vino,  lo  bendijo  y  en- 
tregó a  sus  apóstoles,  diciendo:  BEBED  TODOS 
DE  EL:  ESTA  ES  MI  SANGRE,  LA  DEL  NUE- 
VO TESTAMENTO,  QUE  SERA  DERRAMADA 
POR  MUCHOS  EN  REMISION  DE  LOS  PECA- 
DOS. Y  agregó:  HACED  ESTO  EN  MEMORIA 
MIA.  fMat.  XXVl-26-Marc.  XlV-22-Luc.  XX11-19J. 
Con  estas  breves  y  sencillas  palabras  narran  los 
Evangelistas  el  acontecimiento  más  grande  y  el 
más  asombroso  de  los  milagros  hechos  por  Jesús. 

Sin  duda  alguna,  los  apóstoles  vieron  lo  que  hi- 
zo el  Señor,  oyeron  sus  palabras  y  entendieron  el 
asunto  tal  como  es;  tuvieron  fe  en  el  pan  y  en  el 
vino  Consagrados  por  Jesucristo,  lo  adoraron  y  re- 
cibieron como  el  cuerpo  y  la  sangre  del  Maestro. 

En  el  Cenáculo,  en  la  noche  del  14  de  Nizán, 
obró  Jesús  el  milagro  de  cambiar  el  pan  y  el  vino 
en  su  cuerpo  y  sangre  y  ordenó  a  los  apóstoles  que 
hicieran  lo  mismo,  dándoles  en  la  orden,  el  poder. 
Pero  la  institución  de  la  Eucaristía  en  aquella  no- 
che,   parece  que  pasa   como   desapercibida  por  los 


350         "  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

tres  Evangelistas  que  la  narran  en  pocas  palabras 
y  de  la  cual  apenas  dice  algo  indirectamente  San 
Juan,  cuando  debía  ser  motivo  de  grandes  comen- 
tarios; no  hay  duda  que  así  debió  ser  y  así  fué  en 
realidad,  explicándose  lo  anotado,  únicamente  por  las 
circunstancias  en  que  tuvo  lugar  el  milagro  de  la 
transubstanciación.  La  rápida  sucesión  de  los  acon- 
tecimientos en  aquella  noche  tan  agitada  y  los  su- 
cesos del  día  siguiente  desde  Getsemaní  hasta  el 
Calvario,  no  permitieron  fijar  detenidamente  la  aten- 
ción de  los  apóstoles  y  dar  toda  la  importancia  al  a- 
sunto  Eucarístico,  pero  esto  no  quita  al  acto  su 
verdadero  sentido  y  su  esplendor. 

El  Jueves,  víspera  de  su  muerte,  en  Sión  cum- 
plióse la  promesa  de  Jesús  en  Cafarnaún;  pero  se 
cumple  entre  circunstancias  extraordinarias  y  varia- 
das como  la  inminencia  de  la  Pasión,  la  cena  pas- 
cual, la  presencia  del  traidor,  el  lavatorio  de  los  pies, 
la  venta  del  Maestro  asegurada,  y  otros  incidentes 
que  hicieron  menos  importante  el  prodigio  más  gran- 
de que  haya  acontecido  en  la  tierra  y  que  debía 
perpetuarse  hasta  el  fin  del  mundo. 

Que  el  Hijo  de  Dios  hecho  Hombre  haya  podi- 
do hacer  el  milagro  de  cambiar  la  sustancia  de  una 
materia  en  otra  no  hay  dificultad  en  admitir;  que 
lo  haya  querido  hacer,  nos  están  diciendo  las  pala- 
bras de  la  institución  de  la  Eucaristía,  tan  claras, 
sencillas  y  terminantes;  que  lo  haya  hecho  nos  está 
indicando  el  Evangelio. 

Como  dice  al  respecto  su  Excelencia  el  Obispo 
de  Sabina:  "No  es  Jesucristo  el  Hijo  de  Dios,  el 
Creador  del  mundo?  -Pues  bien,  si  Dios  sacó  de  la 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


351 


nada  todo  lo  que  existe,  no  pudo  hacer  lo  menos,  que 
es  cambiar  la  sustancia  del  pan  y  del  vino  en  su 
Cuerpo  y  Sangre,  conservando  intactas  las  especies 
externas  o  apariencias?  -En  las  bodas  de  Caná, 
con  un  simple  acto  de  su  voluntad,  cambió  Jesús  el 
agua  en  vino;  ¿por  qué  maravillarse,  pues,  que  de  la 
misma  manera,  con  un  acto  de  su  omnipotente  vo- 
luntad, cambie  el  vino  en  su  Sangre  y  el  pan  en  su 
Cuerpo? 

Se  dirá  que  no  sabemos  cómo  explicar  este  mi- 
lagro de  la  transubstanciación.  Ciertamente;  pero  a 
cada  momento  y  en  todas  partes  nos  vemos  rodeados 
de  fenómenos  inexplicables  y  de  hechos  prodigiosos 
que  no  sabemos  cómo  acontecen;  esto  no  obstante, 
los  admiramos  sin  titubear,  porque  se  nos  presentan 
con  argumentos  irrebatibles.../ 

Jesucristo,  verdad  infalible,  ha  dicho  que  el 
pan  consagrado  es  su  Cuerpo  y  que  el  vino,  me- 
diante la  consagración  sacramental,  se  convierte 
en  su  Sangre;  no  queda  otra  cosa  a  los  hombres 
que  creer  en  la  palabra  de  Dios,  que  no  se  enga- 
ña ni  puede  engañar;  nuestra  fe  está  apoyada  en 
la  omnipotencia  divina. 

El  mismo  Dios  que  alimentó  al  pueblo  hebreo 
durante  cuarenta  años  con  el  MANA,  pan  milagro- 
so que  caía  del  cielo  diariamente,  (Exodo  XV1-15), 
ha  querido  alimentar  al  pueblo  cristiano  con  el  pan 
eucarístico;  ha  querido  que  se  repita  todos  los  días 
y  a  cada  instante  el  sacrificio  de  su  Hijo,  porque 
el  sacrificio  eucarístico  es  la  renovación  incruenta 
de  la  pasión  y  muerte  de  Cristo;  ha    querido  que 


352  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

Jesús  acompañe  al  hombre  constantemente  en  la 
tierra,  por  medio  de  un  sacramento  que  nos  da  la 
presencia  real  y  verdadera  de  Jesucristo,  en  el  mun- 
do, vivo  y  glorioso  como  está  en  el  Cielo, 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  353 


-XCVIII-  SOBREMESA  ESPIRITUAL 

>^os  discursos  de  Jesús  después  de  la  cena  cons- 
tituyen la  sobremesa  espiritual;  están  impregnados 
de  amor,  de  ternura,  de  suavidad  más  que  mater- 
nal; es  la  despedida  cordial  del  Maestro  con  sus 
predilectos.  No  es  posible  leer  esas  páginas  evangé- 
licas sin  sentir  palpitar  en  ellas  el  Corazón  de  Dios. 
San  Juan,  el  apóstol  del  amor,  nos  relata  esos  e- 
fluvios  cariñosos  de  Jesucristo. 

El  Señor  llama  a  los  apóstoles  con  el  dulce 
nombre  de  "hijitos"  y  como  el  padre  que  tiene 
junto  a  su  lecho  de  muerte  a  los  pedazos  de  su 
corazón  que  tánto  les  ama,  les  hace  la  última  re- 
comendación para  que  jamás  rompan  los  lazos  de 
unión  familiar:  "amaos  los  unos  a  los  otros  como 
yo  os  he  amado".  (Jn.  XI 11-34;. 

Háblales  de  su  próxima  partida  y  les  exhorta  a 
que  no  se  turben,  ni  sientan  demasiado,  porque  El, 
como  Dios,  va  a  preparar  las  moradas  para  ellos, 
en  el  reino  celestial.  Jesús  que  es  uel  camino  la 
verdad  y  !a  vida"  para  todos  los  hombres,  quiere 
serlo  de  manera  especial  para  los  suyos  y  hacerlos 
conocer  a  su  Padre.  (Jn.  X1V-6) 

Después  de  haberles  hablado  de  la  unidad  del 
amor  les  ofrece  solemnemente  la  asistencia  del  Es- 
píritu Santo,  como  prenda  de  verdad  y  de  vida  so- 
brenatural; ellos,  que  ya  no  son  del  mundo,  podrán 
recibir,  ver  y  conocer  al  Paráclito  de  Dios  (Jn.  XI V-17). 

Llegaba  ya  la  hora  de  separarse   de  los  suyos- 


354  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


y  no  encontró  otras  palabras  para  despedirse  que 
deseándoles  paz  y  felicidad,  por  eso  les  dice:  "Os 
doy  mi  paz;  os  dejo  la  paz,  pero  no  la  que  da  el 
mundo,  sino  la  paz  verdadera  que  únicamente  pue- 
do dar  yo".  (Jn.  X1V-27). 

"Yo  soy  la  vid  y  vosotros  los  sarmientos"  les 
dice  Jesús  en  hermosa  parábola,  encargando  a  sus 
discípulos  que  siempre  vivan  unidos  a  El.  -"Per- 
severad en  mi  amor....;  guardad  mis  mandamientos...., 
así  como  yo  he  guardado,  los  mandamientos  de  mi 
Padre  y  persevero  en  su  amor'.  (Jn.  XV-9). 

"Vosotros  sois  mis  amigos  íntimos,  porque  os 
he  hecho  saber  los  pormenores  que  mi  Padre  me 
ha  revelado....  No  sois  siervos,  porque  conocéis  mis 
secretos;  el  siervo  no  sabe  lo  que  hace  su  Señor." 
"No  me  elegisteis  vosotros  a  mí,  sino  que  Yo  os 
elegí;  os  escogí  para  que  seáis  mis  embajadores...." 
(Jn.  XV-15  y  16). 

"Vosotros,  ya  no  sois  del  mundo,  por  lo  mismo, 
el  mundo  os  odiará.  Yo  os  he  sacado  del  mundo  y 
vendrá  tiempo  en  que  los  mundanos  os  matarán. 
Esto  os  digo  para  que  cuando  suceda  no  os  escan- 
dalicéis.... Acordaos  de  mi  palabra:  no  puede  ser  el 
discípulo  mayor  que  el  Maestro,  ni  el  siervo  más 
que  su  señor  ...  Si  a  Mí  me  persiguieron,  también 
a  vosotros  os  perseguirán ...  Si  el  mundo  os  odia, 
sabed  que  antes  que  a  vosotros  me  ha  odiado  a 
Mí".  fJn.  XV-18J. 

Ya  se  ha  despedido  el  Padre  de  sus  híjitos  que- 
ridos, el  Maestro  de  sus  amados  discípulos,  con  pa- 
labras tan  íntimas  y  sentidas  que  son  el  lenguaje 
del  corazón,  que  no  acierta  a  separarse  de  los  su- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  355 


yos;  ya  ha  llegado  la  hora  del  sacrificio;  antes  de 
comenzar  la  inmolación,  Jesús  levantó  los  ojos  al 
cielo  y  oró  por  sí  mismo,  por  sus  apóstoles,  por 
todos  los  hombres,  pidiendo  para  sí  la  glorificación, 
para  los  suyos  la  perseverancia  y  para  todos  la  u- 
nión  fraternal. 

"Padre:  Glorifica  a  tu  Hijo....  que  te  conozcan 
a  Tí,  Dios  verdadero,  y  a  tu  enviado,  Jesucristo, 
con  la  gloria  de  Unigénito  de  Dios  . 

"Te  ruego  por  los  que  me  has  dado  como  após- 
toles de  tu  gloria  y  de  la  mía;  estos  quedan  en  el 
mundo;  Padre  Santo:  guárdalos,  por  tu  nombre,  pa- 
ra que  sean  una  misma  cosa,  como  lo  somos  no- 
sotros. No  pido  que  los  saques  del  mundo,  sino  que 
los  guardes  del  mal.  -Conságralos  en  la  verdad;  en 
tu  palabra  que  es  Verdad-  ..." 

"Mas  no  sólo  te  pido  por  ellos,  sino  también 
por  todos  los  que  han  de  creer  en  Mí,  para  que 
todos  estén  en  Mí,  como  Yo,  Padre,  estoy  en  Tí; 
que  el  mundo  conozca  que  Tú  me  enviaste-  .."  (Jn. 
XV1M-6-20). 

Jesús  tenía  los  ojos  levantados  al  cielo  y  los 
apóstoles  escuchaban  atónitos  esta  oración,  epílogo 
de  la  despedida.  Silenciosos  y  tristes  miraron  al  Se- 
ñor cuando  les  dijo:  "Vamos  de  aquí".  Había  llegado 
la  hora  del  último  adiós.  Iba  a  producirse  una  ca- 
tástrofe. Herido  el  Pastor,  debían  dispersarse  las  o- 
vejas.  Jesús  iba  a  morir  y  los  apóstoles  huirán  a- 
terrados.  Se  verán  consternados  durante  la  pasión 
del  Maestro,  pero  esa  tristeza  se  convertirá  en  gozo 
cuando  le  vean  resucitado.  (Jn.  XVI -22,). 


356  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

-XCIX-       EL  PRECURSOR 

l§e  aquí  que  Yo  envío  mi  ángel,  el  cual  pre- 
parará el  camino  delante  de  Mí",  había  dicho  el 
Verbo  Divino,  por  boca  del  profeta  Malaquías,  si- 
glos antes  de  la  Encarnación.  (Mal.  111-1,).  -"Voz 
que  clama  en  el  desierto"  dice  Isaías  vaticinando 
la  misión  del  precursor  de  Cristo.  (Is.  XL-3J 

Juan  Bautista,  el  santo  precursor  del  Hijo  de  Dios 
humanado,  es  el  ángel  del  Nuevo  Testamento,  es  la 
Voz  que  precedió  al  Evangelio. 

Juan,  hijo  del  sacerdote  Zacarías  y  de  Isabel, 
hermana  prima  de  la  Madre  de  Dios,  "ambos  jus- 
tos a  los  ojos  de  Jehová",  (Luc.  1-5  y  6),  apareció 
predicando  en  el  desierto  de  Judea,  por  toda  la  re- 
gión del  Jordán,  según  dice  el  evangelio,  vestido  con 
túnica  tejida  con  pelos  de  camello,  o  mejor  dicho, 
confeccionada  con  la  piel  de  estos  animales  que  a- 
bundan  en  Palestina  y  que  tántos  servicios  prestan 
al  hombre.  Un  cinturón  de  cuero  ajustaba  su  cintu- 
ra y  su  alimento  era  langostas  y  miel  silvestre, 
fMat.  111-4-Marc.  1-6;. 

Este  era  el  aspecto  físico  de  Juan,  el  Predi- 
cador mesiánico.  Antes  de  él  habían  desfilado  en  la 
tierra  de  Israel,  numerosos  predicadores  de  un  me- 
sianismo  apócrifo.  El  verdadero  Precursor  de  Cristo 
se  presenta  humilde,  pobre  y  penitente;  su  palabra 
es  sencilla  y  convincente:  "Haced  penitencia, 
porque  se  acerca  el  reino  de  Dios".  Se  ocupa  en 
bautizar  a  las  gentes  sumergiéndolas  en  las  crista- 
linas aguas  del  Jordán  y  no  cesa  de  inculcar:  "Ha- 
ced frutos  dignos  de  penitencia  para  que  entréis  en 


i 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO  357 


el  reino  de  los  cielos  que  está  próximo".  Juan  esta- 
ba "preparando  el  camino  del  Señor  y  enderezando 
sus  senderos".  Mat.  111-3-Marc. -1-4). 

En  el  otoño  del  año  26  de  la  era  cristiana 
inició  su  predicación,  que  duró  un  año  y  medio.  A 
los  pocos  meses  de  la  aparición  del  Bautista  salió 
Jesús  de  su  retiro  de  Nazaret  y  comenzó  la  predi- 
cación del  Evangelio.  El  primer  acto  de  la  vida 
pública  del  Mesías  fué  recibir  el  bautismo  de  ma- 
nos de  su  precursor.  "Vino  Jesús  de  Galilea  al  Jor- 
dán, en  busca  de  Juan,  para  ser  de  él  bautizado", 
dice  el  Evangelista.  (Mat.  111-13; 

Profunda  y  general  conmoción  causó  en  Pales- 
tina la  predicación  y  el  bautismo  de  Juan.  Todos 
le  conocían  con  el  nombre  de  "el  Bautista"  y  acu- 
dían de  todas  partes  a  recibir  el  bautismo  de  per- 
dón y  a  cerciorarse  de:  quién  era  el  predicador  y  de 
la  naturaleza  del  reino  celestial  que  decía  estar 
cercano.  ("Mat.  111-50  Marc.  1-5-Luc.  II  7) 

Jesucristo  dijo  de  Juan  Bautista:  "Yo  os  lo  a- 
seguro,  es  más  que  PROFETA;  él  es  de  quien  es- 
tá escrito:  yo  envío  mi  ángel  ante  tu  presencia,  el 
cual  irá  delante  de  tí  disponiéndote  el  camino.  En 
verdad  os  digo,  que  no  ha  salido  a  luz  entre  los 
hijos  de  mujeres,  alguno  mayor  que  Juan  Bautista". 
(Mat.  Xl-9  allj. 

El  Precursor  no  solamente  prepara  los  caminos 
de  Cristo  con  el  bautismo  y  la  penitencia,  sino  que 
da  también  testimonio  de  la  personalidad  del  Mesías. 

Cuenta  el  Texto  sagrado  que  los  judíos  envia- 
ron de  Jerusalén,  sacerdotes  y  levitas  al  lugar  don- 
de estaba  Juan  bautizando,  para  averiguar  lo  que  é 


358  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


pensaba  acerca  de  Jesús.  La  respuesta  fué:  "En 
medio  de  vosotros  está  uno  a  quien  no  conocéis.  El 
es  el  que  ha  venido  después  de  mí,  pero  que  es  su- 
perior a  mí,  y  a  quien  yo  no  soy  digno  de  desatar 
la  correa  de  su  zapato.  Yo  bautizo  con  agua,  pero 
El  os  bautizará  con  el  Espíritu  Santo,  porque  es 
más  poderoso  que  yo,  ante  el  cual  yo  no  soy  digno 
ni  de  postrarme  para  desatar  su  calzado,  ni  de  lle- 
varle las  sandalias".  (^Mat.  HMl-Marc.  1-7-Luc.  111- 
16-Juan  1-19  a  27¿ 

Como  se  comprende,  desatar  el  calzado  y  lle- 
var las  sandalias,  era  oficio  de  siervos;  se  lo  hacia 
de  rodillas  e  inclinado  hasta  el  suelo,  lo  primero,  y 
lo  segundo  lo  hacían  los  criados  cuando  el  patrón 
entraba  al  Templo  o  a  la  Sinagoga,  al  recostarse  a 
la  mesa  para  comer,  para  las  abluciones  de  los  pies, 
al  acostarse,  etc.,  siendo  siempre  ambas  cosas  ofi- 
cio de  esclavos. 

Juan  Bautista,  el  precursor  de  Jesucristo,  "el 
más  grande  de  los  hombres"  dice  que  no  es  digno 
de  ser  esclavo  de  Jesús  y  ni  siquiera  de  servirle 
en  los  oficios  más  bajos  y  humillantes,  porque,  sen- 
cillamente, el  hombre  ante  Dios  es  nada. 

Estas  declaraciones  del  Precursor  fueron  la 
primera  clarinada  de  la  gloria  y  de  la  divinidad  del 
Señor  y  el  prólogo  del  Evangelio. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  359 


-C-  SAN  PEDRO 

Jfesús  llamó  al  apostolado,  al  pescador  de  Ga- 
lilea y  le  cambió  el  nombre  de  Simón  en  el  de  Pie- 
dra, que  en  castellano  se  traduce  por  PEDRO. 
Este  hombre  es  el  tipo  acabado  del  verdadero 
apóstol. 

De  carácter  vivo,  impresionable,  vehemente  y 
animoso,  unía  en  su  alma  la  sinceridad  y  el  sacri- 
ficio, con  la  valentía  y  la  lealtad.  Por  repetidas  o- 
casiones  dió  pruebas  de  su  carácter  como  vemos 
en  varios  pasajes  evangélicos. 

Simón  era  natural  del  pueblo  de  Betsaida  y 
desde  su  niñez  se  dedicó  a  la  pesca.  El  mar  con 
su  inmensa  belleza  y  con  su  tosca  bravura  formó 
el  carácter  de  este  hombre  robusto  de  cuerpo  y 
de  alma  delicada,  avesado  a  la  lucha,  arrogante  y 
presumido. 

De  poca  instrucción,  pues  apenas  había  cursa- 
do algunos  grados  en  la  escuela  de  su  pueblo,  pero 
de  ilustración  práctica  por  el  roce  diario  con  di- 
versas gentes  en  su  negocio  de  pescador,  era  co- 
nocido y  considerado  por  propios  y  ajenos.  Segura- 
mente chapurreaba  el  griego  y  el  latín,  fuera  de  su 
lengua  materna,  el  arameo,  que  lo  hablaba  correc- 
tamente. Cuando  ingresó  al  apostolado  tenía  más  de 
cincuenta  años  de  edad  y  era  de  estado  casado.  En 
su  oficio  no  había  logrado  hacer  fortuna,  pero  tam- 
poco carecía  su  familia  de  lo  necesario  para  una 
vida  más  o  menos  cómoda. 


360  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Poseía  una  delicadeza  y  cultura  naturales,  jun- 
to con  una  sensibilidad  exquisita  que  le  hicieron  el 
discípulo  más  amado  de  Jesús  y  el  más  amante  y 
decidido  por  su  Maestro. 

Desde  la  primera  vez  que  le  vió  el  Señor,  le 
distinguió  con  muestras  de  cariño  y  después  en  la 
vida  apostólica,  siempre  contaba  con  él  para  los  ac- 
tos íntimos  y  para  las  empresas  de  grande  impor- 
tancia. 

Apóstol  decidido  y  confiado  en  su  Maestro,  se 
lanza  a  andar  sobre  las  aguas,  yendo  al  encuentro 
del  Señor.  (Mat.  X1V-29).  -Discípulo  convencido  de 
la  divinidad  de  Jesús,  no  tiene  miedo  de  proclamar 
a  voz  en  cuello:  uTú  eres  el  Cristo,  el  Hijo  de  Dios 
vivo".  (Mat.  XVM6J. 

Amante  de  Jesús  y  resuelto  a  defenderle,  cuan- 
do el  Señor  dice  que  tiene  que  sufrir  mucho  de 
parte  de  los  escribas  y  fariseos  y  ser  condenado  a 
muerte,  Pedro  protesta  diciendo:  " Lejos  de  Tí,  Se- 
ñor, todos  estos  sufrimientos.  Esto  que  dices,  no 
te  sucederá,  por  cierto,  para  eso  estoy  yo...."  (Mat. 
XVI -22>). 

Entusiasta  y  activo,  quiere  levantar  tres  tien- 
das en  la  cima  del  Tabor,  con  tal  de  ver  a  su  Se- 
ñor siempre  feliz  y  glorioso,  sin  importarle  nada 
de  su  suerte;  el  se  acomodará,  como  esclavo,  a  la 
puerta  de  la  habitación  de  Jesús.  fMat.  XV11-4J. 
"Pedro  hablo  y  dijo  a  Jesús:  Señor,  bueno  es  que 
nos  quedemos  aquí.  Si  quieres  LEVANTARE  aquí 
TRES  tiendas....'' 

Todos  sabían  la  confianza  que  tenía  el  Maes- 
tro con  Pedro  y  por   eso,  al  entrar   a  Cafarnaún 


361 


se  acercaron  al  Apóstol  los  cobradores  del  tributo 
y  le  dijeron;  "¿vuestro  Maestro  no  paga  el  didrac- 
ma?"  -Respondió  el  discípulo:  "si,  por  cierto",  con 
todo  aplomo,  y  fué  a  contar  el  caso  al  Señor,  quien, 
después  de  larga  discusión  con  Pedro,  le  mandó  a 
que  consiguiese  la  moneda  de  manera  milagrosa  y 
pagase  el  impuesto.  Pedro  es  el  lugarteniente  de 
Jesús  en  todo  asunto.  fMat.  XVI 1-24 ). 

Los  otros  Apóstoles,  en  toda  circunstancia  pu- 
sieron a  Pedro  en  primer  lugar  y  muchas  veces  se 
valieron  de  él  para  pedir  algo  al  Maestro.  En  la 
parábola  del  Mayordomo  fiel  y  prudente,  cuando  los 
extraños  se  han  ido,  los  discípulos  quieren  saber  si 
Jesús  aludía  a  ellos  solos  o  a  todo  el  auditorio; 
nadie  se  atreve  a  averiguar  y  todos  se  valen  de 
Pedro,  quien  pregunta:  "Señor,  esta  parábola  la  di- 
ces para  nosotros,  o  para  todos?"  -Jesús  le  contesta 
delicadamente,  dándole  a  entender  que  para  ellos 
principalmente  había  dicho.  (Luc.   XI 1-41). 

El  grande  afecto  que  Pedro  tenía  por  Jesús  es- 
tá transparentado  en  aquellas  palabras:  "Aunque 
todos  se  escandalizaren  de  Tí,  yo  no".  Y  a  pesar  de 
que  el  Señor  predice  que  Pedro  le  negará,  el  A- 
póstol  insiste:  "Aunque  deba  morir,  yo  iré  contigo, 
jamás  te  negaré".  (Marc.  X1V-29-31).  Desgraciada- 
mente cayo  en  pecado  aquella  trágica  noche,  pero 
supo  levantarse  como  valiente  y  reparar  su  culpa. 
En  la  oración  del  huerto,  cuando  Jesús  vuelve  a 
donde  sus  Apóstoles  y  les  encuentra  durmiendo  en 
vez  de  acompañarle  en  su  dolorosa  plegaria,  el  Se- 
ñor increpa  a  Pedro:  "¿Simón  duerme?  ¿No  pudiste 
velar  conmigo  una  hora?"  (Marc.  X1V-37).  No  se  re- 
fiere a  los  otros,  porque  en  Pedro  había  fincado  su 


362  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


postrera  esperanza.  En  realidad  este  Apóstol  salió 
en  defensa  de  su  jefe,  cortando  la  oreja  a  uno  de 
los  sayones  que  fueron  a  apresarle  (Jn.  XVlll-lOJ; 
siguió  a  Jesús  conducido  a  los  tribunales  de  Jus- 
ticia (Jn.  XV111-15J;  corrió  al  sepulcro  a  constatar 
la  resurrección  de  su  amado  Maestro  (Jn.  XX-3). 
En  una  palabra,  desde  que  deja  la  barca  y  las  re- 
des y  sigue  a  Jesús,  hasta  que  le  ve  resucitado  y 
glorioso,  Simón  Pedro  es  siempre  el  mismo:  alma 
de  fuego,  corazón  encendido,  voluntad  resuelta,  todo 
un  hombre  y  toda  una  vida  al  servicio  de  Jesús. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO 


363 


-CI-  JUDAS 

deudas  Iscariote  es  el  nombre  del  apóstol  trai- 
cionero al  Maestro  que  le  eligió  y  le  contó  entre 
los  doce  para  continuar  su  obra  redentora,  que  no 
quiso  corresponder  al  amor  de  predilección  y  se  pa- 
só al  bando  de  los  enemigos  del  Señor.  Las  listas 
de  los  Apóstoles  que  dan  los  tres  Evangelistas, 
conservando  los  mismos  nombres,  varían  el  orden  de 
nombres,  pero  todos  citan  en  último  lugar,  a  Judas 
Iscariote.  Este  era  judío  de  nación  y  los  otros  once 
fueron  galileos.  (Mat-  X-2-Marc.  11 1-lS-Luc.Vl- 14/ 

Nació  el  TRAIDOR  en  el  pueblo  de  Keriot, 
de  donde  le  viene  el  sobrenombre.  Fué  hijo  de 
Simón.  (Jn.  X111-2J.  No  hay  datos  precisos  acerca 
de  su  elección  al  apostolado,  pero  se  puede  suponer 
que  cuando  Jesús  le  llamó,  Judas  correspondió  al 
llamamiento  con  deseos  de  ser  fervoroso  y  sincero 
discípulo.  Los  compañeros  le  honraron  con  el  cargo 
de  tesorero  del  colegio  apostólico  y  en  los  prime- 
ros tiempos  lo  desempeñó  muy  bien,  procurando  a 
Jesús  y  a  sus  discípulos  todos  los  menesteres  de 
la  vida. 

Al  fin  de  los  tres  años  de  la  predicación  evan- 
gélica cambió  de  ideas,  de  sentimientos  y  de  carác- 
ter; no  era  ya"el  apóstol  alegre,  desinteresado,  fran- 
co, amante  al  Maestro  y  a  sus  compañeros,  sino 
que  se  dejó  notar  como  hombre  tacaño  y  celoso 
de  los  honores  que  rendían  a  Jesús  los  buenos  a- 
migos,  como  María  de  Mágdala;  no  comprendió  el 
rasgo  de  delicadeza  de  esta  mujer  y  por  eso  dijo: 


364 


EL  VERDADhRO  JESUCRISTO 


"mejor  hubiera  sido  vender  este  precioso  ungüento 
y  su  valor  ingresar  en  caja,  antes  que  desperdi- 
ciarlo en  los  pies  del  Maestro.  (Jn.  XI 1-5,).  Se  hi- 
zo taimado  e  hipócrita  en  su  trato  diario,  pasando 
como  bueno,  pues  hasta  el  último  acto  de  su  trai- 
ción es  dar  un  beso  al  Maestro  y  aparentar  a  sus 
compañeros  preguntando,  como  los  otros:  "seré 
yo",  cuando  Jesús  les  dice:  "uno  de  vosotros  me 
está  traicionando".  (Mat.  XXV1-25-49).  Las  palabras 
de  San  Juan  contra  Judas  son  terribles:  "era  la- 
drón y  como  él  tenía  la  bolsa,  sustraía  lo  que  se 
echaba  en  ella".  (XI 1-6;. 

El  Padre  Vilariño  dice:  "la  primera  vez  en 
que  Judas  aparece  ya  pervertido  es  cuando  Jesús 
pronunció  el  sermón  del  pan  eucarístico.  De  los 
que  murmuraron  contra  aquella  misteriosa  doctrina, 
es  muy  probable  que  el  principal  fuese  Judas.  De 
él  debió  salir  aquella  orgullosa  censura:  "Dura  es 
esta  doctrina"  y  a  él  aludía  el  Salvador  cuando  di- 
rigiéndose a  los  doce  Ies  dijo:  "También  vosotros 
queréis  iros?"  -Y  cuando  San  Pedro  replicó:  "A  dón- 
de iremos,  Señor,  si  Tú  solo  tienes  palabras  de 
vida  eterna?"  Jesús  exaló  esta  queja:  "Yo  he  esco- 
gido a  doce,  pero  ¿no  es  diablo  uno  de  vosotros?" 
Diablo  era  Judas  desde  ese  tiempo-  .. 

Dicen  San  Mateo  y  San  Marcos  que:  "Judas 
desde  la  unción  de  Jesús  en  Betania,  ya  no  pensó 
sino  en  vender  al  Maestro  y  fué  a  pactar  el  nego- 
cio con  los  sumos  sacerdotes  y  buscaba  una  ocasión 
para  entregarle....  (XXV1-14-X1  V-lOj.  Esta  ocasión 
encontró  Judas  en  el  huerto  de  Getsemaní  a  donde 
se  retiró  el  Maestro  después  de  la  cena  pascual;  el 
traidor  conocía  perfectamente  el  lugar  donde  ora- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


365 


ba  el  Señor  y  no  tuvo  sino  que  separarse  de  sus 
compañeros  con  algún  pretexto  y  ponerse  en  con- 
tacto con  los  enemigos  para  entregarles  a  la  víc- 
tima, conforme  a  lo  pactado. 

San  Juan  señala  en  su  Evangelio  el  momento 
en  que  salió  el  traidor  para  cumplir  con  su  com- 
promiso: "tomó  el  bocado  que  le  dió  Jesús  y,  con 
satanás  en  el  cuerpo,  salió....  fJn.  XI 11-30. 

San  Mateo  nos  cuenta  el  fin  que  tuvo  Judas: 
"viendo  que  había  sido  condenado  a  muerte  Aquel 
a  quién  él  entregó,  fue  acosado  por  el  remordimien- 
to y  corrió  a  devolver  las  treinta  monedas  de  plata 
a  los  sumos  sacerdotes,  diciendo:  pequé  entregan- 
do sangre  nocente.  Pero  ellos  dijeron:  A  nosotros 
que  nos  importa?,  tú  verás;  entonces  él,  arrojó  las 
monedas  en  el  Templo  y  fué  a  ahorcarse".  (XXVll-3-5) 

Seguramente,  mientras  Judas  moría  ahorcado 
con  su  misma  mano,  resonaba  en  su  alma  la  última 
palabra  que  oyó  de  los  labios  de  su  dulce  Maestro; 
"Amigo...."  ¿Todavía  era  su  amigo  Jesús?  -¿Cómo 
amigo  podía  perdonarle  su  crimen?  ¿Invocó  Judas  al 
Amigo  íntimo  de  más  de  dos  años,  en  el  último  ins- 
tante de  vida,  o  se  declaró  enemigo  eterno  del 
Maestro--? 

El  mencionado  Padre  Vilariño  pinta  así  la  silue- 
ta de  Judas:  "Fué  malo  y  el  peor  de  los  malos.  Frío, 
no  se  dejó  calentar  con  el  extraordinario  amor  del 
Maestro.  Interesado  y  calculador,  ajustó  el  precio 
de  la  cabeza  de  su  Señor.  Mezquino,  se  contentó 
con  treinta  monedas  Doloso  e  hipócrita,  encubrió  su 
traición  y  pasó  por  apóstol  hasta  el  último  momen- 
to. Cobarde,  no  se  atrevió  a  proceder  cara  a  cara  y 


36$  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


se  valió  de  un  beso,  la  más  fina  atención  de  amor, 
para  la  más  negra  de  las  infamias.  Maldito,  él  mis- 
mo se  dió  la  muerte  más  repugnante  y  asquerosa. 
Nunca  existió  ni  más  infame  criminal,  ni  más  infa- 
me verdugo,   como  lo  fué  el  Iscariote...." 

¿Se  salvó  Judas?  -He  aquí  una  pregunta  sin 
respuesta.  Casi  todos  creen  que  el  apóstol  traidor 
está  en  los  infiernos,  maldito  para  siempre. 

Recordemos,  sin  embargo,  lo  que  dijo  Jesucris- 
to acerca  de  la  salvación  eterna,  cuando  !os  apósto- 
les estaban  "muy  maravillados"  de  las  palabras  del 
Maestro  sobre  la  dificultad  de  salvarse  los  malos 
ricos;  el  Señor  terminó  diciendo:  "Para  los  hom- 
bres es  esto  imposible;  mas  para  Dios  todas  las  co- 
sas son  posibles".  -En  otra  ocasión  dijo:  ''Muchos 
son  los  llamados  y  pocos  los  escogidos*'.  -  "Muchos 
primeros  en  el  mundo,  serán  últimos  en  la  eterni- 
dad". fMat.  X1X-24  a  26  a  30j. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  3$7 


-CU-  PILATO 

n  tiempo  de  Jesucristo  era  Poncio  Pilato 
procurador  de  Judea  y  con  este  título  gobernaba 
todo  la  región.  Residía  de  ordinario  en  Cesárea,  a 
la  orilla  del  mar,  viviendo  en  el  real  palacio  cons- 
truido por  Herodes  el  Grande;  en  las  fiestas  se  tras- 
ladaba a  Jerusalén  y  ocupaba  la  mansión  de  la  To- 
rre Antonia,  que  estaba  unida  al  templo;  desde  es- 
te lugar  se  daba  cuenta  de  todo  movimiento  y  po- 
día dominar  cualquier  alboroto. 

En  la  Iglesia  de  San  Juan  de  Letrán,  en  Ro- 
ma, se  conserva  una  escalinata  de  28  gradas  de 
mármol  blanco,  esta  es  una  de  las  graderías  o  es- 
caleras que  servían  de  comunicación  con  las  habi- 
taciones altas  del  palacio;  por  ellas  subió  y  bajó 
Jesús  conducido  como  criminal  por  los  soldadQs; 
la  plataforma  que  seguía  a  la  última  grada  de  a- 
rriba  se  llamaba  LITOSTROTOS,  en  griego  o 
GABBATA  en  hebreo. 

El  nombre  de  Pilato  era  PONCIO,  palabra  pa- 
tronímica de  la  familia  Poncia,  a  la  cual  pertenecía. 
El  Evangelio  nos  habla  de  la  mujer  o  esposa  de 
Pilato  (Mat.  XXVI 1-19)  y  la  tradición  dice  que  es- 
ta era  Claudia  Procla,  emparentada  con  la  familia 
patricia  de  Roma.  Ella  le  mandó  un  recado  a  Pila- 
to, indicándole  que  no  se  metiera  en  el  asunto 
judicial  de  Jesús  e  hiciera  todo  lo  posible  para  de- 
jarle en  libertad,  porque  era  hombre  justo,  pues 
había  tenido  revelaciones  en   el    sueño  sobre  este 


368 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


asunto  tan  delicado  para  su  marido.  fMat.  XXVI 1-19,). 

Poncio  Pilato  era  un  gobernante  de  carácter 
débil  y  contemporizador;  su  afán  era  quedar  bien 
con  el  Emperador  y  congraciar  con  los  jefes  del 
pueblo  judío;  los  escribas  y  fariseos  que  le  conocían 
estaban  seguros  de  que  al  fin  y  al  cabo  tenía  que 
terminar  por  sentenciar  a  muerte  a  Jesús  para  no 
distanciarse  con  ellos  y  para  adular  a  César;  la  a- 
cusación  presentada,  a  eso  tendía;  "éste  se  hace  hijo 
de  Dios  y  es  enemigo  del  emperador;  prohibe  pa- 
gar el  tributo...."  (Jn.  X1X-7-12;. 

El  gobierno  de  Pilato  fué  una  cadena  de  debi- 
lidades y  cumplimientos,  a  lo  cual  le  conducía  su 
carácter,  su  talento  corto  y  su  escasa  preparación 
intelectual.  Moralmente,  el  Procurador  romano  era 
un  hombrecillo  de  buen  fondo;  no  le  gustaba  hacer 
el  mal  a  nadie,  aunque  religiosamente  considerado 
era  escéptico  y  en  lo  espiritual    un  agnóstico. 

La  primera  resolución  judicial  de  Pilato  nos  da 
la  medida  de  su  cobardía  y  espíritu  contemporiza- 
dor: "Tomadle,  pues,  vosotros,  y  juzgadle  según  vues- 
tras leyes",  dice  el  Procurador  de  Roma  a  los  sane- 
dritas  que  le  presentan  a  Jesús,  acusándole  de 
malechor.  (Jn.  XVlll-31j. 

La  sentencia  no  fué  menos  cobarde  y  calcula- 
da: Pilato  daba  vueltas  y  revueltas  buscando  la  ma- 
nera de  libertar  al  acusado;  repetidas  veces  había  di- 
cho que  Jesús  era  inocente;  creyendo  contentar  al 
populacho  y  salvar  al  acusado,  ordenó  la  flagelación 
y  presentó  al  Hombre-Dios  convertido  en  rey  de 
burlas.  Nada  movía  a  compasión  a  los  enemigos  del 
Señor  que  prefirieron  la  libertad  de  Barrabás  y  pe- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


369 


dían  a  gritos  la  crucifixión  de  Jesús  y  que,  cono- 
ciendo el  lado  flaco  de  Pilato,  decían:  "Si  das  liber- 
tad a  éste,  no  eres  amigo  del  César.  Porque  todo  el 
que  se  hace  rey  a  sí  mismo  va  contra  el  César". 
Ju.  fXlX-1  a  12).  Esto  acabó  de  amilanar  al  cobarde 
Pilato.  Temeroso  decaer  en  desgracia  del  Emperador, 
perder  el  puesto  y  quedar  de  ridículo  ante  los  judíos, 
tomó  consigo  a  Jesús  y  le  puso  junto  al  solio  que 
había  hecho  arreglar  en  el  Litóstrotos  o  Gábbata  y 
sentándose  en  el  tribunal,  pidió  agua  y  delante  del 
pueblo  se  lavó  las  manos,  diciendo:  "Yo  soy  inocen- 
te de  la  sangre  de  este  justo....  y  dió  la  sentencia 
de  muerte  contra  Jesús".  (Mat.  XXVI 1-24-26J.  En 
este  pasaje  evangélico,  en  esta  sentencia,  en  la  con 
fesión  de  la  inocencia  del  acusado  por  parte  del  Juez 
que  se  lava  las  manos,  está  retratado  vivamente  el 
espíritu  y  el  carácter  de  Poncio  Pilato.  Lo  que  él 
dijo  de  Jesús:  "he  aquí  el  hombre",  podemos  decir 
del  cobarde  Procurador  romano  que  quiso  salvar  al 
Señor  porque  "no  halló  culpa  alguna  en  El",  pero 
que  no  pudo  hacerlo  por  respeto  humano  y  porque 
escrito  estaba  que  de  este  hombre  se  valdrían  los 
enemigos  de  Jesús  para  crucificarle;  su  nombre  es 
tristemente  célebre,  porque  todos  repiten:  "padeció 
bajo  el  poder  de  Poncio  Pilato... •"  (Luc.  XX111-22,). 


370 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CIII-  VIA  CRUCIS 

ilato  dió  la  sentencia  de  muerte  contra  Je- 
sús y  de  muerte  en  cruz;  así  se  safó  de  las  moles- 
tias impertinentes  de  los  escribas  y  fariseos  que  em- 
pujaban al  pueblo  a  formar  algazara;  así  quedó  bien 
con  Roma,  coreando  el  grito  judío:  "No  tenemos  más 
rey  que  al  César"  (Jn.  X1X-15)  y,  repitiendo:  "Yo 
soy  inocente  de  la  sangre  de  este  justo"  fMat.  XXVI 1- 
24J,  quiso  granjearse  la  voluntad  del  condenado  a 
muerte,  cuya  divinidad  reconocía,  y  librarse  de  justos 
castigos  espirituales. 

La  cruz  era  un  suplicio  de  muerte  que  los  roma- 
nos usaban  para  castigar  a  los  grandes  criminales; 
era  tan  ignominioso  este  tormento  que  Cicerón  lla- 
maba "el  mayor  suplicio  de  los  esclavos". 

Los  hebreos  no  condenaban  a  nadie  a  la  muerte 
en  cruz;  para  ellos  el  mayor  y  más  ignominioso  su- 
plicio era  la  lapidación;  así  mataron  a  San  Esteban 
y  a  tantos  otros  antes  de  él;  según  la  ley  mosai- 
ca, los  adúlteros,  los  blasfemos,  los  enemigos  de 
Jehová  debían  morir  apedreados. 

Con  la  dominación  romana  en  Palestina  se  in- 
trodujo la  pena  de  muerte  en  cruz,  como  el  supre- 
mo castigo;  pero  a  este  suplicio  no  podía  condenar 
sino  el  Gobernador  romano. 

Era  forzoso  al  que  iba  a  ser  crucificado  llevar 
su  propia  cruz  al  sitio  del  suplicio,  recorriendo  las 
principales  calles  de  la  ciudad,  conducido  por  s^yo- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


371 


nes  y  soldados  y  precedido  por   un   pregonero  que 
iba  avisando,  con  trompeta,  la  causa  del  ajusticiado, 
%    para  escarmiento  de  otros. 

Había  diversas  clases  de  cruz,  para  este  tor- 
mento; con  relación  a  Jesús,  la  noticia  evangélica, 
la  tradición  y  la  invención  de  la  santa  cruz,  nos  es- 
tán indicando  que  el  madero  fué  en  la  forma  ordi- 
naria en  que  se  representa  ahora;  es  decir  una  cruz 
formada  por  dos  palos  atravesados. 

Jesucristo  salió,  pues,  con  la  cruz  a  cuestas  desde 
la  Torre  Antonia,  donde  estaba  el  Pretorio  de  Pi- 
lato,  hasta  el  Calvario  o  Gólgota;  el  recorrido  fué 
de  un  kilómetro  y  medio.  Saliendo  del  Pretorio, 
siguió  el  camino  por  la  principal  calle  de  Jerusalén 
hasta  los  suburbios,  donde  tuvo  que  bajar  y  subir 
una  calle  muy  accidentada  que  daba  a  la  puerta 
judiciaria,  para  llegar  a  los  muros  y  salir  de  la  ciu- 
dad hacia  el  montículo  llamado  Gólgota,  en  hebreo, 
y  Calvario,  en  latín. 

Jesús  estaba  ayuno  de  toda  comida  desde  la  últi- 
ma cena  del  jueves,  desangrado  por  el  sudor  en  el 
huerto  de  Getsemaní  y  sobre  todo  por  la  flagela- 
ción, cansado  por  la  mala  noche  y  por  los  atro- 
pellos de  que  fué  víctima  en  los  tribunales,  y,  por 
lo  mismo,  apenas  tenía  fuerzas  para  caminar  y  son 
muy  naturales  las  tres  caídas  que  nos  cuenta  la  tra- 
dición que  tuvo  Jesús  con  la  cruz  a  cuestas,  en  el 
camino  al  Calvario. 

Después  de  la  primera  caída,  Jesús  se  encon- 
tró con  su  Madre,  en  la  calle  llamada,  con  razón, 
de  la  amargura.  María  Santísima  no  había  visto  a 
su  Hijo  divino  desde  la  noche  en  que  se  separó  de 


372 


EL  VERDADbRO  JESUCRISTO 


El  en  el  Cenáculo;  al  día  siguiente  tuvo  noticia  de 
ia  prisión  de  Jesús  y  le  buscaba  afanosa,  pero  las 
circunstancias  no  le  aconsejaron  hacerse  presente; 
cuando  ya  los  enemigos  del  Señor  habían  conseguido 
su  intento,  creyó  la  Virgen  llegada  la  hora  oportu- 
na para  acompañar  a  su  hijo  en  la  Pasión  y  se 
presentó  como  madre  del  ajusticiado  y  caminó  jun- 
tos hasta  el  Gólgota  y  allí  estuvo  al  pie  de  la  Cruz. 
fJn.  XJX-25;. 

Aunque  el  Evangelio  nada  dice  del  doloroso  en- 
cuentro de  Jesús  con  su  Madre  en  la  calle  de  la  a- 
margura,  ni  de  la  delicada   escena  con  la  Verónica, 
la  tradición  nos  ha  conservado  esos   detalles  admi 
rabies  y  sentimentales  del  camino  al  Calvario. 

Iba  Jesús  a  salir  por  la  puerta  judiciaria  cuan- 
do apareció  una  mujer  que  se  abrió  paso  entre  la 
turba  de  soldados,  verdugos  y  pueblo  que  rodeaba  al 
Nazareno  y  se  acercó  con  un  lienzo,  con  el  cual 
limpió  el  rostro  ensangrentado  del  Señor;  en  cam- 
bio de  su  valerosa  y  santa  acción,  se  llevó  retrata- 
da la  divina  faz  de  Jesús  en  el   blanco  lienzo. 

Dos  episodios  nos  cuentan  los  Evangelistas  en 
la  VIA  CRUCIS:  la  ayuda  del  Cirineo  y  el  llanto 
de  las  mujeres  de  Jerusalén.  (Marc.  XV-21-Luc. 
XX111-27J.  El  Salvador  caminaba  sudoroso  y  fati- 
gado bajo  el  peso  de  la  Cruz,  empujado  y  arrastra- 
do a  veces  por  los  verdugos,  cuando  apareció  ur> 
campesino  que  se  acercó  por  curiosidad  a  ver  a 
quién  conducían  al  cadalso;  se  encontró  con  el  Rabí 
de  Galilea,  cuyos  milagros  había  presenciado  mu- 
chas veces;  se  compadeció  de  la  víctima  y  algo 
dijo  a  los  soldados,  por  lo  cual  éstos  aprovecharon 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


373 


la  circunstancia  para  obligar  a  Simón  Cirineo  que 
ayudase  a  llevar  la  cruz  hasta  el  Calvario. 

Entre  la  gente  que  salía  a  ver  la  lúgubre  pro 
cesión  y  que  se  atumultaba  en  las  bocacalles  apa- 
reció un  grupo  de  mujeres  que  lloraban  al  ver  pasar 
a  Jesús  en  ese  lastimoso  estado;  esta  vez  se  detuvo 
el  Señor  y  habló:  "Jerosolimitanas,    no   lloréis  por 

mí;  llorad  por  vosotras  y  por  vuestros  hijos  "  y 

siguió  explicando  el  motivo,  que  era  el  mismo  de  sus 
profecías  anteriores,  a  saber,  la  destrucción  del 
Templo  y  de  la  ciudad,  la  dispersión  y  aniquila- 
miento del  pueblo  judío,  los  horripilantes  sucesos 
del  día  del  juicio  universal.... 

Siguió  adelante  la  fúnebre  comitiva  y  llegó  al 
término  el  VIA  CRUCIS  doloroso  que  terminó  en 
el  Gólgota, 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


374 


-CIV-    HISTORIA  DE  LA  CRUCIFIXION 


a  vía  dolorosa  que  recorrió  Jesucristo,  con  la 
cruz  acuestas,  desde  la  Torre  Antonia  hasta  el 
Calvario,  es  la  misma  que  se  ve  ahora  y  que  recorren 
los  peregrinos  cristianos  que  hacen  el  VIA  CRU- 
CIS,  aunque  en  ciertas  partes  el  terreno  ha  subi- 
do o  ha  bajado  por  las  nuevas  construcciones  y  en 
otras  se  ha  cambiado  el  trayecto  por  la  moderniza- 
ción de  la  ciudad. 

Aún  se  señala  en  el  camino  el  lugar  en  que 
se  encontraron  IVladre  e  Hijo  y  el  sitio  en  que  la 
Verónica  enjugó  el  rostro  de  Jesús  y  donde  fué 
ayudado  por  el  Cirineo. 

El  Calvario  era  un  montículo  de  seis  metros 
de  altura  y  estaba  cercano  al  jardín  y  sepulcro  de 
José  de  Arimatea;  todo  está  hoy  día  encerrado  en 
una  misma  Iglesia,  llamada  la  Basílica  del  Santo 
Sepulcro,  en  cuyo  interior  se  halla  el  altar  de  la 
crucifixión,  en  el  lugar  donde  fué  levantada  la  cruz, 
y  más  allá  está  el  sitio  del  sepulcro. 

El  montecillo  donde  fué  crucificado  Nuestro 
Señor  se  llamaba  Gulgolet,  en  hebreo,  y  Calvaría,  en 
latín,  que  en  castellano  significa  CALAVERA.  Este 
nombre  le  vino  porque  su  figura  era  de  una  cala- 
vera o  cráneo  desprovisto  de  vegetación.  Aunque 
algunos  dicen  qua  se  le  llamó  así  porque  era  el  sitio 
destinado  para  dar  muerte  a  los  condenados  a  esta 
pena  capital  y  por  lo  mismo,  estaba  lleno  de  cala- 
veras y  huesos.  Otros  van   más    lejos  y  dicen  que 


t 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE    PROANO  375 

tomó  su  nombre  desde  la  muerte  del  primer  hom- 
bre, cuyo  cadáver  fué  enterrado  en  el  mismo  sitio 
donde  se  levantó  la  cruz;  a  esta  opinión  obedece  la 
costumbre  de  poner  debajo  del  Crucifijo  una  cala- 
vera con  canillas  cruzadas,  significando  y  uniendo 
la  muerte  que  nos  dió  Adán  y  la  vida  que  nos  res- 
tauró Jesucristo. 

Sea  de  esto  lo  que  fuere,  lo  cierto  es  que  llegó 
Jesús  con  la  cruz  a  la  cima  del  Gólgota,  y  ailí  obli- 
garon al  Señor  a  tenderse  sobre  la  cruz  para  cla- 
varle pies  y  manos.  En  estas  circunstancias  se  pre- 
sentaron unas  buenas  gentes  que  tenían  la  costumbre 
laudable  de  dar  a  los  reos  una  bebida  narcótica  para 
atenuar  sus  dolores  y  ofrecieron  a  Jesús  un  vaso 
de  vino  con  hiél,  dice  San  Mateo  (XWM-4);  de  vi- 
no con  mirra,  dice  San  Marcos  /XV-23).  No  bebió 
el  Redentor  esta  bebida  aletargante.  Sin  más  es- 
peras, procedieron  los  verdugos  a  desnudar  a  Jesús 
de  sus  vestidos;  por  decencia  permitíase  al  reo  cu- 
brir con  un  lienzo  la  parte  sexual;  el  Hijo  de  Dios 
humanado,  rodeó  su  cintura  con  un  manto  y  se  ten- 
dió en  el  madero;  alargó  sus  brazos,  y  duros  clavos 
atravesaron  sus  manos;  extendió  sus  pies  y  fueron 
también  clavados.  Acerca  del  número  de  los  clavos, 
se  puede  decir  con  certeza  que  fueron  CUATRO, 
porque  esta  fué  la  primitiva  tradición  y  está  de  a- 
cuerdo  con  la  razón  natural  que  discurre  acerca  de 
la  fácil  y  conveniente  manera  de  fijar  los  pies  en  la 
madera.  No  hay  razón  para  pensar  que  la  cruz  lleva- 
ra un  soporte  donde  se  apoyaran  los  pies  del  cruci- 
ficado, si  admitimos,  de  acuerdo  con  la  tradición  y 
costumbre  romana,  que  este  soporte  estaba  en  el 
lugar  donde  se  sentaba  el  cuerpo,  para  impedir  el 


376 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


desgarramiento  de  las  manos;  como  las  piernas  de 
la  víctima  quedaban  encogidas,  fácilmente  los  pies 
pegaban  al  madero  y  eran  sostenidos  con  sendos 
clavos. 

Sujeto  el  cuerpo  a  la  cruz,  alzaban  esta  con 
picas  y  cuerdas  hasta  que  cayese  en  el  hoyo  caba- 
do  de  antemano.  Así  hicieron  con  la  cruz  del  Re- 
dentor del  mundo  y  quedó  Jesús  suspendido  entre 
el  cielo  y  la  tierra,  entre  el  hombre  y  Dios,  en  me- 
dio de  otros  dos  malhechores  y  ladrones,  siendo  el 
de  la  mitad  el  bienhechor  de  la  humanidad  y  el  que 
robó  e  hizo  violencia  al  Corazón  de  Dios  para  que 
perdonara  los  pecados  del  hombre. 

Por  lo  que  hace  a  la  discrepancia  entre  San 
Marcos  y  San  Juan  acerca  de  la  hora  de  la  cruci- 
ficción,  pues  el  uno  dice:  "era  la  hora  de  TERCIA" 
fXV-25J,  y  el  otro  señala  la  hora  de  SEXTA (X IX- 
14),  se  puede  compaginar  teniendo  en  cuenta  que 
Marcos  computa  las  horas  siguiendo  la  división  del 
día  en  cuatro  secciones,  como  acostumbraban  los 
judíos,  correspondiendo  TERCIA  de  9  a  12  m.  y  Juan 
cuenta  la  horas  dividiendo  el  día  en  doce,  de  mane- 
ra que  SEXTA  corresponde  a  medio  día.  En  esta 
forma,  el  primer  Evangelista  señala  la  hora  de  la 
crucifixción  al  terminar  tercia  y  el  segundo  al  ter- 
minar la  sexta,  es  decir,  en  ambos  casos  a  las  do- 
ce del  día. 

Hay  que  notar  que  San  Juan  en  otras  ocasio- 
nes hace  la  misma  cuenta  de  horas;  por  ejemplo:  di- 
ce que  los  primeros  discípulos  del  Señor  fueron  y 
se  quedaron  con  El  ese  día,  a  la  hora  décima,  que 
corresponde  a  las  5  p.m.  (Jn.  I -39)  y  que  según  San 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  377 


Marcos  sería  la  hora  NONA.  -Cuando  Jesús  se  en- 
contró con  la  Samaritana,  dice  Juan  que  era  la  hora 
sexta,  es  decir  medio  día.  fJn.  W-6)  -Contando  la 
curación  del  hijo  del  cortesano  dice  San  Juan  que 
a  la  hora  séptima  le  dejó  la  fiebre;  esto  es  a  la  1 
p.m.,  que  sería  hora  sexta  de  San  Marcos.  (Jn  IV- 
52).  La  crucifixción  de  Cristo  Nuestro  Señor  fué 
pues  de  12  a  3  p.  m.  y  a  esta  hora  murió,  según 
San  Marcos  la  hora  de  NONA  fXV-34);  ío  mismo 
dice  San  Lucas  (XXI 1 1-44)  y  según  San  Juan  también 
la  hora  Nona,  con  la  explicación  de  que  según  los 
dos  Evangelistas  citados  NONA  comenzaba  a  las 
tres  de  la  tarde  y  según  el  tercero  nona  era  las  tres 
en  punto  del  día. 

La  crucifixión  comenzó  a  las  doce  del  día  y 
el  Señor  murió  a  las  tres  dé  la  tarde.  El  descendi- 
miento de  la  cruz  y  sepultura  del  cadáver  tuvieron 
lugar  de  cinco  a  seis  de  la  tarde,  según  dice  San 
Mateo:  "entrada  la  tarde".  (Mat.  XXV11-57,). 


378 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CV-  DOLORES  EXTERNOS 

on  la  prisión  de  Jesús  en  el  huerto  de  Getse- 
maní  principia  su  pasión  dolorosa.  El  Señor  comen- 
zó a  sentir  los  dolores  en  todo  su  cuerpo;  porque 
fueron  atormentados  todos  sus  miembros,  sin  que- 
dar parte  sin  dolor,  "desde  la  coronilla  de  su  ca- 
beza hasta  la  punta  de  sus  pies". 

El  primero  en  poner  sus  manos  sobre  Jesús  fué 
un  tal  Maleo,  criado  de  Caifás,  a  quien  Pedro  cor- 
tó la  oreja,  en  defensa  de  su  Maestro,  quien,  ade- 
más de  curar  la  herida  con  un  milagro,  ordenó  al 
Apóstol  que  envainara  su  espada. 

A  la  turba  de  gente  armada  que  de  seguida 
apresó  al  Señor,  dijo:  "Como  si  fuera  un  criminal 
habéis  venido  con  espadas  y  palos  a  prenderme,  sin 
embargo  todos  los  días  he  estado  en  medio  de  voso- 
tros y  nada  me  habéis  hecho.  Aprovechad,  pues  de 
esta  hora  que  es  vuestra  y  del  poder  del  infierno" 
(Luc  XXI 1-52)  y  diciendo  esto  se  entregó  a  sus  e- 
nemigos  que  le  ataron  con  cuerdas  y  le  condujeron 
a  casa  de  Anás  y  de  Caifás.  Atormentado  en  manos} 
pies  y  cintura  tuvo  Jesús  que  volver  a  atravesar 
gran  parte  del  torrente  Cedrón  y  subir  la  áspera 
pendiente  escalonada  que  trepaba  a  la  ciudad. 

Al  comparecer  Jesús,  a  altas  horas  de  la  noche, 
ante  Caifás,  este  quiso  escudriñar  la  doctrina  del 
galileo,  presunto  seductor  de  multitudes.  Preguntó 
a  Jesús  acerca  de  sus  enseñanzas  y  de  sus  discípu- 
los; la  respuesta  no  se  dejó  esperar:  "Siempre  he 
hablado  claramente  en  el  Templo  y  en  las  Sinagogas; 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


379 


nada  he  dicho  en  secreto;  todos  me  han  oído  y  me 
han  visto;  pregunta,  pues,  a  los  que  han  escu- 
chado y  han  visto  todo".  -Ante  esta  respuesta  cate- 
górica, nada  tuvo  que  decir  el  Pontífice,  pero  no 
faltó  el  criado  adulón  que  queriendo  hacer  méritos 
ante  su  amo,  dió  una  bofetada  a  Jesús  en  su  rostro, 
diciendo:  "¿Así  respondes  al  Sumo  Sacerdote?"  El 
Señor  sintió  el  dolor  externo  del  golpe  y  dijo:  í4Si 
he  hablado  mal,  demuestra;  si  he  dicho  bien,  por  qué 
me  hieres?"  (Jn.  XVI 11-19). 

Como  era  avanzada  la  noche,  Caifás  postergó 
el  juicio  para  el  día  siguiente  ante  el  Sanedrín  reuni- 
do y  abandonó  a  Jesús  en  manos  de  aquellos  solda- 
dos y  criados  incultos  y  asalariados,  que  le  llevaron 
al  sótano  del  palacio,  hasta  que  amaneciese.  Esa 
turba  canalla  pasó  la  noche  cebándose  en  el  Señor, 
a  quien  le  convirtieron  en  rey  de  burla;  vendado 
los  ojos  le  escupían,  abofeteaban,  le  tiraban  de  los 
cabellos  y  barba,  diciéndole:  ¿"adivina  quién  te  ha 
pegado?"  fMat  XXV1-67J. 

Conducido  ante  Pilato,  sufrió  Jesús  los  dolores 
externos  de  la  flagelación  y  coronación  de  espinas. 
El  cobarde  representante  de  Roma  quiso  salvar  al 
acusado,  convencido  de  su  inocencia  e  inculpabilidad, 
y  pensando  congraciarse  con  los  fariseos  antes  de 
libertar  a  la  víctima,  ordenó  que  fuera  azotado.  (Jn. 
1X-1J.  Terrible  era  este  tormento  y  equiparado  a  la 
muerte,  pues,  muchos  habían  expirado  entre  los  tor- 
mentos y  dolores  de  la  flagelación,  pena  reservada 
para  los  esclavos  y  peores  criminales.  Se  aplicaban 
los  azotes  con  látigos  provistos  de  cadenillas  de 
hierro  que  terminaban  en  bolas  del  mismo  metal  o 
en  garfios.  La  carne  herida  por  aquel  látigo  se  hin- 


380 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


chaba,  saltaba  en  pedazos  y  se  descubrían  los  hue- 
sos. Estos  mortales  dolores  padeció  Jesús  atado  a 
una  columna,  con  su  cuerpo  desnudo.  Cansados  de 
flagelarle  y  temerosos  de  que  muriera,  pensaron  los 
sayones  la  manera  de  seguir  divertiéndose  hasta  el 
día  siguiente  con  la  víctima  encomendada  a  su 
cruel  cuidado;  le  coronaron  como  rey  de  los  judíos, 
para  lo  cual  tejieron  una  corona  con  espinas  pun- 
zantes y  claváronla  en  las  sienes  sacrosantas  del  Se- 
ñor. (Mat.  XXVI 1-29;. 

En  la  mañana  del  siguiente  día,  el  Sanedrín 
condenó  a  Jesús  a  muerte  de  cruz  y  Pilato  ratifi- 
có la  inicua  sentencia.  La  crucifixión  era  la  más 
terrible  de  las  penas,  aplicada  a  la  gente  vil;  al 
condenado  a  este  tormento  le  era  forzoso  llevar  a 
cuestas  el  madero  de  la  cruz  hasta  el  lugar  del 
suplicio.  Así  hicieron  con  Jesús,  quién  cargado  con 
la  cruz,  cayendo  y  levantando,  dejando  gotas  de 
sangre  en  el  camino,  fué  desde  el  pretorio  del  Pro- 
curador hasta  el  Gólgota.  Aquí  sufrió  el  Señor  los 
dolores  externos  más  atroces  y  horripilantes.  Los 
verdugos  hicieron  extender  a  Jesús  sobre  la  cruz, 
en  tierra,  y  sujetaron  las  manos  clavándolas  en  el 
madero  travesaño  y  luego  clavaron  los  pies  en  el 
otro  madero.  Los  músculos  y  tendones  tan  delica- 
dos de  las  manos  y  pies  fueron  horadados  por  los 
gruesos  clavos  que  a  martillazos  entraban  en  la 
carne  y  en  la  madera- 

Acto  seguido,  los  soldados  y  sayones,  ayudados 
por  los  fariseos  y  otros  enemigos  de  Jesús,  levan- 
taron a  fuerza  la  cruz  y  la  hicieron  llegar  hasta 
el  borde  del  hoyo  que  debía  sostenerle  levantada; 
allí  cayó  pesadamente,  sacudiendo  y  haciendo  crujir 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


381 


de  dolor  el  cuerpo  de  Jesús,  los  clavos  desgarra- 
ron más  las  heridas  de  manos  y  pies;  las  llagas  de 
la  flagelación  se  abrieron  y  se  dislocaron  los  hue- 
sos. Se  había  consumado  con  el  Señor  el  más  ho- 
rrible y  doloroso  de  los  suplicios;  tres  horas  largas 
pasó  Jesús  crucificado,  sufriendo  acerbos  dolores 
en  su  cuerpo,  hasta  el  momento  de  su  muerte. 


382  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CVI-     LOS  DOLORES  INTERNOS 

DE  CRISTO 

^j|a  bien  cerrada  la  noche  Jesús  salió  del  Ce- 
náculo con  sus  once  apóstoles  y  se  dirigió  hacia  el 
huerto  de  Getsemaní,  lugar  situado  al  pie  del  mon- 
te Olivete,  a  la  orilla  del  torrente  Cedrón  y  don- 
de se  retiraba  con  frecuencia  a  orar.  Aún  ahora  se 
contempla  algunos  olivos  milenarios  que  seguramen- 
te fueron  testigos  de  la  oración,  en  la  cual  Jesús 
comenzó  la  serie  de  dolores  internos  que  atormen- 
taron su  alma  y  que,  por  lo  mismo,  fueron  más  do- 
lorosos que  los  tormentos  del  cuerpo. 

Las  últimas  excavaciones  han  dado  con  la  calle, 
en  gradería,  que  en  tiempo  del  Señor  conducía  des- 
de el  Cenáculo  hasta  Getsemaní.  Probablemente  sa- 
lió Jesús  de  la  ciudad  por  la  puerta  llamada  de  las 
Aguas,  pasó  el  hondo  barranco  del  torrente  Cedrón 
y  llegó  al  huerto  de  los  Olivos,  donde  se  internó 
con  los  apóstoles  más  íntimos,  los  mismos  que  pre- 
senciaron su  Transfiguración  en  el  Tabor:  Pedro,  Juan 
y  Santiago.  Una  infinita  tristeza,  una  angustia  mor- 
tal, una  agonía  espiritual  se  apoderó  del  Señor  has- 
ta hacerle  exclamar:  "Mi  alma  está  triste  como  de 
muerte"  y  "Padre  mío:  pase  de  mí  este  cáliz  de  dolor". 
fMat.  XXVI -38).  -En  el  espíritu  de  Jesús  se  proyec- 
tó la  enormidad  del  crimen  deicida  que  se  iba  a  co- 
meter. Vió  el  Señor  en  sus  mínimos  detalles  la  ho- 
rripilante pasión  y  muerte  que  le  esperaba.  En  su 
mente  desfilaron  las  generaciones  humanas,  indife- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  333 

rentes  e  ingratas  a  tanto  sacrificio.  El  alma  de 
Cristo  se  sintió  desamparada  de  todos  y  hasta  de 
su  Padre  Eterno  e  inconcebibles  dolores  la  tortu- 
raban. 

Estos  tormentos  crecieron  con  la  indiferencia 
de  sus  tres  escogidos  que  en  vez  de  acompañar  al 
maestro,  dormían  tránquilamente,  y  creció  de  punto 
cuando  vio  Jesús  al  otro  apóstol  que  venía  encabe- 
zonando la  horda  enemiga.  Aún  estaba  hablando  el 
Señor  con  sus  discípulos,  medio  soñolientos,  cuando 
llegó  al  huerto  Judas,  al  frente  de  una  turba  de 
gente  armada  con  espadas,  lazos  y  palos,  enviada 
por  el  Sanedrín  para  apresar  a  Jesús.  -Judas  que 
ya  conocía  bien  aquel  lugar  frecuentado  por  el  Maes- 
tro a  quien  acompañó  algunas  veces  en  su  retiro, 
se  adelantó  a  dar  la  señal  convenida;  saludó  a  Je- 
sús con  un  beso.  La  negra  traición  estaba  termina- 
da; ese  beso  repercutió  en  el  Corazón  de  Cristo  y 
conmovió  dolorosamente  su  espíritu. 

Quedó  el  Señor  en  manos  de  aquellos  foragi- 
dos;  todos  sus  discípulos,  sobrecogidos  de  pánico,  hu- 
yeron y  abandonaron  al  Maestro,  preso  entre  gri- 
llos y  cadenas  y  conducido  a  los  tribunales  como 
criminal.  En  el  palacio  de  Caifás  sufrió  Jesús  en 
su  alma  la  triple  negación  de  Pedro,  del  Jefe  del 
apostolado,  del  que  tantas  veces  le  había  jurado  a- 
mor  eterno  y  morir  antes  que  traicionarle. 

El  Evangelio  nos  cuenta  la  tragedia:  entró  Pe- 
dro al  atrio  de  los  criados,  que,  sentados  al  rede- 
dor de  una  llama,  se  calentaban,  cuando  la  portera 
de  palacio  se  fijó  en  él  y  le  lanzó  la  pregunta: 
"¿Tú  también  eres  de  los  discípulos  de  ese  hombre?" 


384 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-"No  soy",  respondió  Pedro,  resueltamente,  asusta- 
do por  tan  inesperada  pregunta  y  pensando  zafarse; 
pero  la  sirvienta  clavó  la  mirada  en  el  interrogado 
y  afirmándose  en  su  sospecha,  dijo:  "Tú  andabas 
con  Jesús  Nazareno;  yo  te  he  visto".  -Pedro  con 
voz  desconcertada,  contestó:  "Mujer,  no  conozco  a 
ese  hombre;  ni  entiendo  lo  que  me  dices,  ni  sé  de 
qué  se  trata",  y  se  escabulló  como  quien  buscaba 
a  alguien  para  otros  asuntos.  Se  quedó  algo  sepa- 
rado de  la  turba  y  estaba  pensando  en  lo  aconte- 
cido, cuando  otra  criada  que  estaba  mirando  su  ac- 
titud, dijo  a  sus  compañeros,  señalando  a  Pedro 
con  el  dedo:  "También  éste  estaba  con  el  Galileo". 
-Pedro,  perdió  la  moral  y  rápidamente  dijo:  "Por 
Jehová,  yo  no  conozco  a  ese  hombre"  y  para  disi- 
mular su  actitud  y  despistar  a  los  que  le  veían, 
se  confundió  entre  los  que  se  calentaban  y  se  hizo 
el  despreocupado.  Después  de  un  momento  de  silen- 
cio saltó  una  voz  diciendo:  "En  realidad,  tú  también 
eras  discípulo  de  Jesús  Nazareno;  con  El  andabas." 
-No,  hombre,  dijo  Pedro  y  quiso  salirse  del  círcu- 
lo, cuando  otro  dijo:  "Sí,  tú  eres  de  esos;  hasta  tu 
modo  de  hablar  te  delata;  eres  galileo,  como  ese". 
Quiso  defenderse  Pedro,  cuando  un  tercero,  dijo: 
"Acaso  no  te  vi  yo  mismo  en  el  huerto  con  Jesús?" 
-Pedro,  completamente  turbado  y  no  buscando  sino 
una  salida  de  esa  reunión,  dijo  con  juramento:  "Por 
lo  más  sagrado  os  digo  que  no  sé  de  qué  se  trata; 
ni  conozco  a  ese  Jesús;  jamás  he  estado  con  El". 
Mientras  Pedro  juraba  y  perjuraba  para  defender- 
se, todos  volvieron  la  cabeza  para  ver  al  ajusticia- 
do que  pasaba  entre  soldados  de  la  sala  del  juicio  a 
la  prisión.  Pedro  quiso  disimular  hasta  el  último  y 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


385 


también  dirigió  sus  ojos  al  tumulto,  pero  se  encon- 
tró con  los  ojos  del  Maestro  que  le  dijeron  mu- 
chas cosas;  en  esos  divinos  ojos  vió  el  apóstol  co- 
barde el  alma  y  el  corazón  de  su  Señor  hechos  a- 
ñicos  de  dolor  por  la  ingratitud  del  predilecto. 

No  pudo  resistir  tales  miradas  y  aprovechan- 
do del  alboroto  de  la  gente,  escabullóse  y  salió  del 
palacio.  (Luc.  54  a  62). 


386  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CVII-     TORTURAS  DEL  ALMA 

JESUS  CONDENADO  POR  EL  SANEDRIN. 
(Luc.  XXI 1-66). 

I  Sanedrín  se  reunió  muy  por  la  mañana  del 
día  siguiente  a  la  prisión  de  Jesús.  En  sesión  extra- 
ordinaria, presidida  por  el  Sumo  Sacerdote,  juzgó 
la  causa  presentada  contra  el  Rabí  de  Galilea.  No 
podía  sentenciar  a  muerte  al  acusado,  sino  solamen- 
te investigar  y  fallar  sobre  el  delito  que  merecía 
esa  pena,  para  acudir  al  procurador  romano  a  que 
se  le  impusiera.  Urgía,  pues,  encontrar  acusaciones 
graves  contra  Jesús  y  testigos  que  acreditasen. 

Para  la  sentencia  de  muerte  era  necesaria  la 
prueba  de  algún  delito  político  o  religioso  gravísimo, 
el  cual  no  había  contra  Jesús.  Los  Sanedritas  bus- 
caron testigos  que  acusaran  al  Maestro  de  haber 
dicho  que  "destruiría  el  Templo  y  lo  reedificaría 
en  tres  días",  pero,  estudiado  el  caso,  encontraron 
que  iba  a  fallar  el  propósito  de  los  enemigos  del 
Señor,  porque  no  había  motivo  para  condenación  a 
muerte.  El  Sanedrín  estaba  impaciente  sin  poder 
llegar  pronto  al  fin  preconcebido;  el  Presidente  pen- 
só en  seguir  otro  camino  y  preguntó  a  Jesús  si 
era  Hijo  de  Dios.  Respondió  afirmativamente  el 
Rabí,  lo  cual  encausó  el  asunto.  Jesús  era  un  blas- 
femo y  el  Sanedrín  ya  no  necesitaba  otra  acusación, 
ni  testigos.  Todos  los  congresistas  exclamaron:  "Reo 
es  de  muerte"  y  terminó  el  juicio.  Cuánto  sufriría 
Jesús  al  verse  juzgado  por  sus  enemigos  y  declara- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  3^7 


do  reo  de  muerte  por  la  declaración  de  una  verdad! 
su  espíritu  estaba  torturado  moralmente. 

JESUS  SENTENCIADO  A  MUERTE,- 
(Luc.  XXI 11-  1  a  26). 

Terminado  el  juzgamiento  del  Sanedrín  con  la 
farsa  y  escándalo  del  Sumo  Pontífice  que  rasgó  sus 
vestiduras,  gritando:  "Este  ha  blasfemado",  se  le  re- 
mitió a  Jesús  maniatado  y  custodiado  al  palacio  de 
Pilato,  Procurador  romano,  para  que  la  sentencia  de 
muerte  fuera  legalizada  por  la  autoridad  civil.  Los 
fariseos  fueron  después,  como  que  nada  tenían  que 
ver  en  [la  causa,  presentándola  como  popular;  por 
detrás  instigaban  al  populacho  asalariado  que  llevaba 
la  consigna  de  arrancar  a  todo  trance  la  sentencia 
de  muerte.  Cuando  Pilato  dijo:  ujuzgadle  vosotros 
como  queráis",  respondió  la  gentuza:  "a  nosotros  no 
nos  está  permitido  condenar  a  muerte".  -Como  pa- 
ra interesar  al  representante  del  Emperador  en  con- 
tra del  acusado  era  preciso  dar  carácter  político  a 
las  acusaciones,  dijeron:  "hemos  hallado  a  este  hom- 
bre revolviendo  al  país  e  incitando  a  la  rebelión  con- 
tra el  César,  diciendo  que  él  es  Rey  y  Mesías". 

Pilato  ya  tuvo  que  interrogar  a  Jesús  y  drás- 
ticamente le  preguntó:  "¿Tú  eres  el  rey  de  los  ju- 
díos?" -"Soy  Rey,  contestó  Jesús,  pero  mi  reino  no 
es  de  este  mundo  ..."  Siguió  hablando  Jesús  de  la 
verdad,  de  su  realeza  divina,  de  sus  servidores...., 
asuntos  ininteligibles  para  el  Procurador  de  Roma, 
quien  supuso  que  el  acusado  era  mejor  un  loco, 
para  zafarse  de  apuros,  sabiendo  que  era  galileo,  le 
remitió  a  Herodes  Antipas,  Tetrarca  de  Galilea,  pero 
después  de  poco  tiempo  el  acusado  volvió  a  su  tri- 


388  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


bunal,  porque  nada  pudo  hacer  Herodes  ante  el  si- 
lencio de  Jesús.  Regresó  el  Señor  vestido  con  un 
manto  de  escarnio,  como  un  infeliz  mentecato,  en  me- 
dio de  las  mofas  y  risotadas  burlonas  de  la  solda- 
desca. El  Corazón  de  Cristo  estaba  despedazado  de 
dolor  y  su  alma  lacerada  atrozmente.... 

Informado  Pilato  de  lo  acontecido  en  el  tribu- 
nal de  Herodes  y  resuelto  a  dar  libertad  al  preso, 
porque  no  había  motivo  para  condenarle  a  muerte, 
dijo  a  los  sanedritas,  que  le  iba  a  castigar  y  soltar- 
le. Recordó  la  costumbre  romana  y  judía  de  dar  li- 
bertad a  un  preso  con  motivo  de  la  Pascua  y  pensó 
que  poniendo  en  parangón  a  Jesús  con  un  famoso 
criminal  llamado  Barrabás,  la  ocasión  era  propicia  para 
que  los  mismos  enemigos  de  Cristo  prefiriesen  la  liber- 
tad de  éste  antes  que  la  del  terrible  ladrón  y  homi- 
cida. Propuso  la  cuestión  el  Procurador,  pero  con 
tan  mala  suerte  que  no  se  libró  de  tan  enojosa  si- 
tuación, porque  el  populacho,  instigado  por  los  sane- 
dritas, prefirieron  la  libertad  de  Barrabás  y  pidie- 
ron la  muerte  para  Jesús,  gritando:  "crucifícale, 
crucifícale". 

ECCE  HOMO.  -(Jn.  X1X-4  a  16). 

Todavía  creía  Pilato  que  podía  salvar  al  acusa- 
do aplacando  la  ira  de  los  escribas,  fariseos  y  de- 
más enemigos  de  Jesús,  presentándole  azotado,  co- 
ronado de  espinas,  escupido,  abofeteado,  hecho  rey 
de  burlas,  convertido  en  un  mar  de  llagas  sangran- 
tes. "Ecce  Homo",  "mirad  al  pobre  hombre",  dijo 
Pilato,  mostrando  a  jesús  al  pueblo,  ya  no  se  le 
puede  castigar  más  y  no  es  culpable  de  muerte. 

No  previo  el  Procurador   el  desenlace,  porque 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


389 


el  corazón  más  duro  se  hubiera  conmovido  a  la  vis- 
ta de  un  hombre  tan  maltratado,  pero  el  alma  farisea 
no  conocía  la  compasión  y  no  daría  tregua  hasta 
conseguir  su  intento.  Nuevamente  gritaron  los  desal- 
mados: "crucifícale,  crucifícale".  "Según  nuestra  ley, 
éste  debe  morir  porque  se  ha  hecho  hijo  de  Dios". 
"Caiga  su  sangre  sobre  nosotros  y  sobre  nuestros 
hijos...."  Ante  tanta  insistencia  sucumbió  el  cobarde 
Juez  y  a  medio  día  del  viernes  dictó  sentencia  de 
muerte  contra  el  inocente  Jesús,  que  tenía  su  espí- 
ritu torturado  con  infinito  dolor  moral. 


390  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CVIII-       SIETE  PALABRAS 

RIMERA:  "Padre,  perdónales,  porque  no  sa- 
ben lo  que   están  haciendo".  (Mat.  XXVI 1-39) 

Entre  un  mar  de  gente  apiñada,  aparecía  col- 
gado de  la  cruz  el  Rabí  de  Galilea;  cerca  de  El  es- 
taban los  más  curiosos  y  los  mayores  enemigos;  los 
unos  esperando  ver  en  que  paraba  el  asunto  contra 
el  famoso  Taumaturgo  de  Judea  y  los  otros  satis- 
fechos de  haber  hecho  callar  para  siempre  a  su  ad- 
versario; lejos,  como  dice  San  Lucas,  estaban  los 
amigos  del  Maestro.  El  pueblo  amotinado  veía  a  Je- 
sús y  a  quienes  le  hicieron  crucificar,  a  sus  instigado- 
res, a  los  escribas  y  fariseos.  Estos  todavía  no  se 
habían  cansado  de  insultar  a  la  víctima  de  su  odio  y 
le  oprobiaban  diciendo:  "Nazareno:  si  eres  Hijo  de 
Dios,  baja  de  la  cruz....  Si  eres  el  Rey  de  Israel, 
sálvate  a  tí  mismo....  En  favor  de  otros  has  hecho 
milagros,  pues,  haz  uno  para  tí  y  creeremos ...  "  Je- 
sús callaba  y  con  el  silencio  contestaba  a  las  sáti- 
ras e  insultos-  ..  Como  seguían  las  burlas  blasfemas, 
no  pudo  callar  más  el  divino  Mártir  y  habló.  Cuan- 
do vieron  los  enemigos  que  abría  sus  labios  y  le- 
vantaba sus  ojos  al  Cielo,  temblaron  y  quisieron 
huir.  En  medio  del  silencio  resonó  la  voz  suplicante 
de  Cristo  Crucificado,  pidiendo  perdón  y  misericor- 
dia para  el  pueblo  deicida. 

SEGUNDA:  (Marc.  XV-32;.  Dimas  y  Gestas 
se  llamaron  los  dos  ladrones  crucificados  con  el  Señor. 
Ambos  coreaban  y  se  hacían  eco  de  los  insultos 
públicos  al  Rabí;  ambos  callaron    cuando   habló  el 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO  39] 


Galileo,  pero  oyendo  que  no  hacía  sino  pedir  perdón, 
Gestas  continuó  blasfemando:  "Si  Tú  eres  el  Cristo, 
sálvate  y  sálvanos".  Dimas  cambió  la  súplica  sar- 
cástica  por  la  oración  humilde;  la  súplica  de  Jesús 
al  Padre,  le  impresionó  y  comprendió  que  verdadera- 
mente era  Hijo  de  Dios.  "Acuérdate  de  mí  cuando 
llegues  a  tu  reino",  dijo  avergonzado  y  mirando  con 
temor  al  Nazareno,  quien  no  tardó  en  contestarle 
con  voz  fuerte  y  tono  de  seguridad:  "En  verdad  te 
digo  que  hoy  mismo  estarás  'conmigo  en    el  cielo". 

TERCERA:  "Ecce  mater  tua".  -fJn  X1X-25J. 
He  ahí  a  vuestra  madre,  nos  dijo  Jesús  a  los  hom- 
bres del  pasado,  del  presente  y  del  futuro,  dándo- 
nos como  tal  a  su  misma  Madre,  la  Virgen  Doloro- 
sa.  Esa  Virgen  que  tiene  lágrimas  cuajadas  en  sus 
ojos,  y  mejillas  surcadas  por  la  tristeza;  que  sos- 
tiene en  sus  manos  los  clavos  y  la  corona  de  espi- 
nas; esa  Mujer  fuerte  que  estuvo  de  pie  junto  a  la 
cruz;  esa  Virgen  cuya  imagen  miró  con  predilec- 
ción al  Ecuador  en  la  noche  del  20  de  Abril  de  1906. 
A  Ella,  a  la  Dolorosa,  nos  dió  Jesucristo  por  Ma- 
dre a  todos,  justos  y  pecadores,  ricos  y  pobres,  no- 
bles y  plebeyos,  felices  y  desgraciados,  huérfanos  o 
acompañados,  a  todos,  porque  por  todos  murió  Cris- 
to en  la  cruz.  Los  ojos  de  María,  desde  el  primer 
viernes  santo  siguen  mirando  a  la  humanidad  con 
miradas  maternales,  porque  así  le  ordenó  su  Hijo 
divino. 

CUARTA:  -fMarc.  XV-33). -Veíase  Jesús  en  el 
Calvario  como  el  náufrago  en  medio  de  la  inmensidad 
del  océano;  perdido  entre  los  tumbos  de  olas  y  en 
la  oscuridad  del  horizonte;  abandonado  de  todos;  sin 
esperanzas  y  cansado  de  luchar  contra  un  mar  bra- 


392  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


vio.  El  alma  de  Cristo  sufría  más  que  su  cuerpo; 
tenía  oprimido  el  pecho  y  estrechado  el  corazón 
divino.  Temblando  de  horror  y  cansado  del  hastío 
espiritual,  dirigió  una  súplica;  resonó  una  gran  voz 
desesperada,  pidiendo  socorro  al  Ser  Supremo:  ¡Dios 
mío,  Dios  mío!,  ¿por  qué  me  tienes  abandonado? 

QUINTA:  -La  sed  atormentaba  a  Jesús;  sed 
material  porque  había  derramado  tanta  sangre;  sed 
moral,  sed  de  almas  porque  era  Redentor.  Su  peti- 
ción al  decir:  "tengo  sed"  fué  escuchada  por  los 
soldados  romanos,  pero  no  sirvió  sino  para  nuevas 
burlas  y  mayores  tormentos.  (Jn,  XW-28). 

SEXTA  Y  SEPTIMA:  fJn.  XlX-30-Luc  XXI 11- 
46).  "He  cumplido  mi  misión",  "Padre  mío:  en  tus 
manos  encomiendo  mi  espíritu".  Estas  dos  últimas 
palabras  las  dijo  Jesús  después  de  un  largo  tiempo 
de  silencio,  en  el  cual  se  entregó  a  la  contempla- 
ción de  su  obra  redentora. 

Con  el  agua  y  el  vinagre  que  presentó  al  Señor  un 
soldado  compadecido  de  su  sed,  se  cumplieron  todas 
las  profecías  acerca  del  Mesías;  nada  faltaba  por  ha- 
cerse sino  esperar  la  hora  marcada  en  el  reloj  de 
la  Providencia  para  que  Cristo  expirase.  Cuando  ya 
todos  los  que  habían  quedado  en  el  Calvario  esta- 
ban distraídos  y  cansados,  cuando  Dimas  y  Gestas 
no  exhalaban  sino  largos  quejidos  que  nadie  hacía 
caso,  porque  eran  los  últimos  para  morir,  el  divino 
Crucificado  volvió  de  su  éxtasis  y  con  voz  serena 
entregó  la  obra  confiada  por  su  Padre;  todo  esta 
hecho;  la  humanidad  está  redimida;  dijo  pausada- 
mente el  Redentor,  y  ahora,  Dios  mío,  recibe  mi 
espíritu  en  tus  manos,  como  el  sello  de  tu  recon- 
ciliación con  el  pecador. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  393 


El  Espíritu  de  Dios  voló  por  los  espacios  del 
universo  y  el  espíritu  del  hombre  quedó  purificado. 

"Tanto  amó  Dios  al  mundo  que  le  entregó  a 
su  Hijo  unigénito,  a  fin  de  que  todos  los  que  creen 
en  El,  no  perezcan,  sino  que  alcancen  vida  eterna. 
Pues  el  Hijo  de  Dios  vino  al  mundo  no  para  con- 
denarlo, sino  para  que  por  su  medio  el  mundo  se 
salve",  fJn.  11 1-16  y  17). 


394  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

-CIX-     EL  CORAZON  ABIERTO 

a  naturaleza  no  pudo,  no  debió  quedar  impávi- 
da cuando  moría  Dios  hecho  Hombre  y,  por  lo  mis- 
mo, no  llaman  la  atención  los  sucesos  que  nos  cuenta 
el  Evangelio  que  acompañaron  a  la  muerte  de  Je- 
sucristo, Creador  y  Conservador  del  universo.  "Se 
oscureció  el  sol,  tembló  la  tierra  y  se  rompieron  las 
rocas;  el  velo  del  Templo  se  rasgó  en  dos  partes;  se 
abrieron  los  sepulcros  y  muchos  muertos  resucita- 
ron.../' fMat.  XXVI 1-51/ 

El  Padre  Eterno  notificó  con  un  cataclismo  la 
muerte  de  su  Hijo;  eso  significaron  los  fenómenos 
de  la  naturaleza  en  la  muerte  de  Jesús. 

Estos  sucesos  produjeron  una  exitación  gran- 
de en  los  que  se  hallaban  reunidos  junto  a  la  cruz, 
pues,  aquellos  fenómenos  del  mundo  material  habla- 
ban de  algo  espiritual;  fuerzas  sobrenaturales  mo- 
vían la  tierra;  el  cielo  influía  para  cambiar  el  cur- 
so del  universo. 

Todo  significaba  que  acababa  de  morir  un  ser 
superhumano;  así  entendieron  el  Centurión  y  las  o- 
tras  personas  que  cita  el  Evangelio:  UE1  Centurión 
y  los  que  con  él  estaban  guardando  a  Jesús,  visto 
el  terremoto  y  las  cosas  que  pasaban,  tuvieron  mie- 
do y  decían:  "Verdaderamente  éste  era  Hijo  de 
Dios".  Y  todo  el  gentío  que  presenciaba  el  espec- 
táculo y  veía  lo  que  pasaba,  se  volvía  a  la  ciudad 
dándose  golpes  en  el  pecho...."  (Luc.  XXI 11  47). 

Según  costumbre  de  los  judíos,  los  ajusticiados 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  395 


debían  ser  enterrados  inmediatamente;  además  el  sá- 
bado era  la  gran  fiesta  pascual  y  convenía  quitar 
todo  motivo  fúnebre;  también  los  fariseos  tenían  su- 
mo interés  en  hacer  desaparecer  lo  antes  posible  to- 
da huella  del  Rabí  Galileo,  por  lo  cual  compareció 
una  comisión  ante  Pilato  para  pedirle  que  ordenara 
se  retiraran  los  cadáveres  de  la  colina  Gulgolet. 

San  Juan,  como  testigo  presencial  cuenta  lo  que 
sucedió:  "Como  el  viernes  era  la  preparación  a  la 
Pascua,  para  que  los  cuerpos  no  quedasen  en  la 
cruz  durante  el  sábado  -porque  era  un  día  grande 
aquel  sábado-  los  judíos  pidieron-  a  Pilato  que  se  les 
quebrasen  las  piernas  a  los  crucificados  y  los  reti- 
rasen. Vinieron,  pues,  los  soldados  y  quebraron  las 
piernas  del  primero,  y  luego  del  otro  que  fué  cru- 
cificado con  Jesús.  Mas  llegando  a  El  y  viendo  que 
ya  estaba  muerto,  no  le  quebraron  las  piernas,  pe- 
ro uno  de  los  soldados  le  abrió  EL  COSTADO  con 
una  lanza,  y  al  instante  salió  sangre  y  agua.  -  El  que 
vio  esto,  da  testimonio,  y  su  testimonio  es  verdade- 
ro; el  sabe  que  dice  verdad  a  fin  de  que  crean  to- 
dos...." fJn.  X1X-31  a  36). 

Como  vemos,  la  orden  de  Pilato  era  terminan- 
te; los  soldados  debían  cerciorarse  de  la  muerte  de 
los  ajusticiados.  Los  dos  ladrones  tal  vez  estaban 
todavía  semi-vivos;  el  robador  de  almas  y  corazones 
estaba  envuelto  en  la  calma  de  la  muerte,  pero  para 
comprobar  la  verdad  de  lo  que  veían  y  estar  com- 
pletamente seguros  de  que  la  rigidez  del  cuerpo  de 
Cristo  era  la  cadavérica,  el  jefe  del  pelotón  de  solda- 
dos, alzó  la  lanza  y  metió  la  punta  por  el  lado  iz- 
quierdo del  pecho  y  llegó  hasta  el  Corazón  de  Jesús; 
abierto  el  costado  y  herido  el  corazón,  salió  sangre 


396 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


y  agua;  salpicaron  las  últimas  gotas  de  la  sangre  re- 
dentora, para  hacer  el  último  milagro  y  producir  la 
última  conversión  espiritual  por  medio  de  la  materia 
inerte. 

Con  esa  lanzada  quedó  abierto  ese  corazón  di- 
vino hecho  para  amar  a  la  humanidad  y  para  reci- 
bir el  amor  de  los  hombres.  Abrió  el  soldado  ese 
Corazón,  dice  San  Agustín,  para  que  quedase  abier- 
ta una  puerta  de  vida,  puesto  que  del  corazón  de 
Jesús  nacen  los  sacramentos  que  nos  dan  vida  es- 
piritual. 

La  devoción  al  Corazón  de  Jesús  tuvo  su  prin- 
cipio en  la  tarde  del  viernes  santo  y  Jesucristo  pu- 
do decir  a  Santa  Margarita  de  Alacoque:  "He  aquí 
este  Corazón  que  tanto  ha  amado  a  los  hombres...." 
basándose  en  la  lanzada  que  abrió  su  pecho  y  des- 
cubrió su  corazón. 

Respecto  al  milagro  que  produjo  el  brote  de 
esa  "sangre  y  agua"  dice:  "Ese  soldado  llamábase 
Longinos;  tenía  sus  ojos  enfermos  y  esa  sangre  y 
agua  llegaron  hasta  él  y  le  sanaron  repentinamen- 
te. Desde  ese  momento  el  soldado  creyó  en  Cris- 
to y  murió  después  mártir  de  su  fe  en  el  Crucifica- 
do, cuyo  costado  abrió  hasta  llegar  al   Corazón  ..." 

Después  aconteció  lo  que  cuenta  San  Mateo, 
acerca  del  descendimiento  del  cadáver  divino,  de 
su  sarria  sepultura  y  de  la  fobia  de  los  enemigos 
que  temían  a  Jesús  hasta  después  de  muerto  y  se- 
pultado: "El  sábado,  los  fariseos  y  sacerdotes  se 
reunieron  y  fueron  donde  Pilato  y  le  dijeron:  recor- 
damos que  aquel  impostor  dijo:  resucitaré  al  tercer 
día  de  mi   muerte;    manda,  pues,  que  el  sepulcro 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


397 


sea  guardado  con  soldados  no  sea  que  sus  discípu- 
los roben  el  cadáver  y  digan  al  pueblo  que  ha  resu- 
citado. Pilato  les  dijo:  ahí  esta  la  guardia;  id  y  a- 
rreglad  la  custodia  del  sepulcro  como  queráis.  Los 
fariseos  aseguraron  el  sitio  de  la  sepultura  con  guar- 
dia armada,  después  de  haber  sellado  la  piedra  se- 
pulcral...." fMat.  XXV11-62  a  66). 


398  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CX-  TESTIMONIOS 

^an  Juan  narra  lo  que  dijeron  los  samarita- 
nos  acerca  de  Jesús,  con  una  sencillez  propia  de  un 
historiador:  "nosotros  mismo  le  hemos  visto  y  le  he- 
mos oído,  y  hemos  conocido  que  éste  es  verdade- 
ramente el  Salvador  del  mundo",  son  las  palabras 
de  los  enemigos  de  judíos  y  galileos,  y  que,  por  lo 
mismo,  tenían  prejuicios  y  animadversión  contra  el 
Rabí  Nazareno,  pero  que  no  pudieron  ocultar  sus 
sentimientos  ante  la  mujer  de  Sicar  que  les  pon- 
deraba la  personalidad  del  profeta  galileo,  a  quien 
consideraba  ella  como  el  Mesías  o  Cristo.  fJn-  IV- 
28-42).  El  testimonio  de  los  samaritanos  es  el  mis- 
mo, o  mejor  dicho,  fué  confirmado  por  el  Centu- 
rión y  los  que  con  él  estaban  guardando  a  Jesús, 
quienes,  visto  el  terremoto  y  las  cosas  que  sucedían 
cuando  el  Salvador  moría,  repetían:  -"Verdadera- 
mente éste  era  Hijo  de  Dios".  (Mat.  XXVI 1-54;. 

Lo  que  sucedió  a  la  hora  de  la  muerte  de  Cris- 
to fué  extraordinario;  fué  el  testimonio  de  la  natu- 
raleza que  manifestaba  su  sentimiento  cuando  dejó 
de  existir  el  Creador.  La  tierra  se  cubrió  de  ti- 
nieblas y  tembló.  Se  partieron  las  rocas.  Los  se- 
pulcros se  abrieron  y  resucitaron  los  muertos.  (Mat. 
XXVI 1  45-52;. 

Los  muertos  que  volvieron  a  la  vida  dieron  tes- 
timonio de  la  divinidad  del  Salvador.  Vinieron  a  la 
ciudad  santa,  se  aparecieron  a  muchos  y  declara- 
ron que  el  Crucificado  era  el  Cristo,  Hijo  de  Dios 
vivo.  (Mat.  XXVI 1-53). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  399 


Los  mismos  enemigos  de  Jesús,  los  sacerdo- 
tes, los  escribas,  los  fariseos,  con  sus  insultos  sar- 
cásticos  estaban  dando  testimonio  de  quién  era  Je- 
sucristo. Decían:  "Tú  que  derribas  el  templo  de  Dios, 
y  en  tres  días  lo  reedificas,  sálvate  a  ti  mismo.  Si 
eres  Hijo  de  Dios,  que  tu  Padre  te  salve  ahora". 

Eso  mismo  le  echaban  en  cara,  aún  los  ladrones 
que  estaban  crucificados  con  Jesús.  Los  soldados  roma- 
nos insultaban  a  Cristo  diciendo:  "Si  tú  eres  el  rey 
de  los  judíos,  ponte  en  salvo".  Muchos  del  pueblo 
repetían  irónicamente:  "Si  éste  es  el  Cristo,  el  ungi- 
do de  Dios,  el  Mesías,  sálvese  a  sí  mismo,  como  ha 
salvado  a  otros/'  (Mat.  XXVll-39a  44  -  Luc. 
XXI 11  -  35  a  38). 

Estas  mismas  blasfemias  de  los  que  crucificaron  a 
Jesús  y  estaban  esperando  su  muerte,  eran  testimo- 
nios en  favor  de  Cristo,  porque  recordaban  sus  pa- 
labras y  obras  divinas.  Su  testimonio  quedó  sellado 
eternamente  cuando  los  mismos  que  insultaban  a 
Cristo,  al  presenciar  el  cataclismo  universal  y  al  ver 
al  sol  que  se  cubría  con  el  manto  de  la  oscuridad  an- 
tes del  ocaso,  decían:  "Verdaderamente  este  hombre 
era  Dios".  Todo  aquel  concurso  de  los  que  se  ha- 
llaban presentes  presenciando  el  espectáculo  de  la 
muerte  de  Jesús,  se  volvían  a  sus  casas  dándose 
golpes  de  pecho  y  diciendo:  "este  hombre  era  jus- 
to". (Mat-  XXVI 1-54 -Luc.  XXI 1 1-47-48;. 

Mayores  testimonios  acerca  de  la  personalidad 
de  Cristo  y  de  su  misión  de  Salvador,  no  se  pueden 
esperar.  Pero  hay  uno  que  es  como  la  firma  y  rú- 
brica puestas  por  Dios  en  su  obra  redentora  y  es  la 
resurrección  de  Jesús. 


•  400  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


A  pesar  de  la  trágica  convulsión  de  la  natura- 
leza toda,  que  acompañó  a  la  muerte  de  Cristo,  no 
hay  duda  que  la  noche  del  viernes  al  sábado  fué 
triunfal  para  los  sanedritas  que  gozaron  en  su  cena 
pascual  recordando  que  el  Rabí  y  Taumaturgo  ga- 
lileo  estaba  muerto  y  sepultado.  En  medio  de  su 
alegría,  una  ráfaga  de  temor  embargaba  su  alma 
Jesús  había  dicho:  "Así  como  Jonás  estuvo  en  el 
vientre  de  la  ballena  tres  días  y  tres  noches;  así  el 
Hijo  del  hombre  estará  tres  días  y  tres  noches  en 
el  seno  de  la  tierra."  (Mat.  XI 2-40). 

En  otra  ocasión  profetizó:  " El  Hijo  del  hom- 
bre ha  de  ser  entregado  a  los  sacerdotes  y  a  los 
escribas  y  le  condenarán  a  muerte  y  le  entrega- 
rán a  los  gentiles  para  que  sea  escarnecido,  azo- 
tado y  crucificado,  pero  resucitará  al  tercer  día". 
(Mat.  XX-18). 

Estas  palabras  resonaban  en  el  alma  acongoja- 
da de  los  enemigos  del  Señor  Crucificado  y,  a  pesar 
de  todas  las  tramas  tomadas  para  impedir  su  rea- 
lización, resucitó  al  tercer  día,  sellando  así  el  cú- 
mulo de  testimonios  que  probaban  su  misión  de 
Salvador  y  que  en  verdad  "era  Hijo  de  Dios",  co- 
mo atestiguó  el  Centurión.  ("Mat.  XXVI 1-54,). 

Al  mismo  tiempo  que  expiró  Jesús,  el  velo  del 
Templo  de  Jerusalén  se  rasgó  en  dos  partes,  de  a- 
rriba  abajo,  testimoniando  también  que  el  muerto 
era  el  Hijo  de  Dios,  y  que  terminaba  la  antigua 
alianza  de  Jehová  con  el  pueblo  israelita  y  comen- 
zaba la  nueva  de  Jesucristo  con  todo  el  mundo. 
(Marc.  XV-38;. 

*    •  ★ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  4Q1 


-CXI-      SABADO  SANTO 

d^unto  al  sitio  de  la  crucifixión,  al  pie  del 
Calvario,  fué  puesto  el  cadáver  del  Señor,  en  un 
sepulcro  nuevo  que  tenía  José  de  Arimatea.  (Jn. 
XIX-  4 \).  La  Madre  Dolorosa  presenció  el  amorta- 
jamiento  y  la  sepultura  de  su  Hijo;  puso  el  sudario 
en  la  faz  del  difunto  y  se  despidió  con  un  beso  y 
una  mirada  brotados  del  corazón.  Acompañada  de 
Juan  y  de  los  santos  varones  que  hicieron  todo  en  el 
entierro,  seguida  de  las  mujeres  que  estuvieron  al 
pie  de  la  cruz,  llegó  María  al  Cenáculo,  a  aquella 
casa  en  que  la  noche  del  jueves  anterior  habían  es- 
tado con  Jesús.  La  comitiva  no  hizo  sino  entregar- 
se al  llanto  y  a  recordar  las  palabras  y  acciones  del 
divino  muerto.  Así  transcurrió  la  negra  noche  del 
viernes  y  clareó  la  tímida  aurora  del  sábado;  salió 
el  sol  envuelto  en  nubes  grises,  sin  querer  mostrar- 
se a  la  ciudad  deicida  que  estaba  de  fiesta;  era  el 
gran  sábado  de  pascua  para  los  judíos,  pero  para 
la  Virgen  Madre  y  para  los  discípulos  del  Crucifi- 
cado era  el  sábado  de  dolor  y  de  lágrimas.  Uno 
tras  otro  iban  apareciendo  en  Jerusalén  los*  Após- 
toles y  temerosos  se  metían  en  el  Cenáculo;  se  reu- 
nieron todos,  menos  el  traidor,  y  cada  uno  pedía 
disculpas  a  María  por  su  proceder  cobarde,  comen- 
taban la  huida  y  dispersión;  averiguaban  el  fin  del 
Maestro;  recordaban  sus  palabras  relativas  a  la  re- 
surrección y  entre  sollozos  y  esperanzas  veían  pa- 
sar las  horas  de  ese  día  aciago. 

Sábado  santo,  día  de  duelo  en  el  Cenáculo;  día 


402 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


de  luto  para  los  parientes  y  amigos  de  Jesús;  día  de 
fiesta  para  los  enemigos  del  divino  Rabí,  quienes 
por  fin  se  veían  libres  de  su  persona,  de  sus  mila- 
gros, de  sus  palabras  que  tanto  les  fastidiaba,  por- 
que la  verdad  amarga  el  alma,  porque  ante  los  he- 
chos no  hay  réplica  y  porque  la  luz  hiere  a  quie- 
nes se  arrastran  en  el  fango.  Pero  los  fariseos  que 
se  daban  de  guardadores  del  descanso  sabatino  y 
que  prohibían  a  la  gente  del  pueblo  hasta  el  traba- 
jo necesario  para  la  vida  y  hasta  la  curación  al 
enfermo,  no  tuvieron  escrúpulo  de  madrugar  al  se- 
pulcro del  Nazareno  para  asegurarlo  no  solamente 
con  la  piedra  acostumbrada,  sino  también  con  cuer- 
das, con  sellos  y  con  arcilla,  de  manera  que  después 
de  un  trabajo  intenso,  regresaron  a  guardar  el  sá- 
bado pascual,  seguros  ya  de  que  el  cadáver  no  po- 
día ser  raptado  sin  que  ellos  lo  supieran;  los  guar- 
dias verían  quienes  rompían  la  tapa  sepulcral  y  de- 
nunciarían al  Sanedrín,  para  levantar  el  sumario  res- 
pectivo y  probar  el  fraude  de  la  resurrección  espe- 
rada por  los  discípulos  del  Crucificado. 

Mientras  los  buenos  lloraban  la  pérdida  de  Je- 
sús, los  malos  se  alegraban  viéndose  libres  del  pe- 
ligrosa Mesías;  mientras  los  unos  encontraban  leniti- 
vo en  su  pesar,  recordando  la  promesa  de  la  resu- 
rrección al  tercer  día,  los  otros  maniobraban  todo  lo 
conducente  a  impedir  que  se  dijera  que  el  Maestro 
había  resucitado.  (Jn.  11-18  a  22). 

Esto  pasaba  en  la  tierra,  en  Jerusalén;  pero 
en  el  planeta  de  la  eternidad,  en  la  antesala  del 
Cielo,  en  el  Limbo,  o  lugar  donde  estaban  las  al- 
mas de  los  justos  desde  Adán,  penitente,  hasta  Di- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  4Q3 

mas  arrepentido,  era  el  sábado  santo  día  de  gloria, 
porque  el  alma  de  Cristo  iluminó  ese  lugar  con 
claridades  celestiales,  con  gozos  de  paraíso,  con  cla- 
rinadas de  victoria  y  toques  de  triunfo. 

Pero  volvamos  a  la  soledad  de  María,  sin  su 
Hijo,  a  ese  sábado  saturado  de  dolor  para  la  Ma- 
dre; de  esa  soledad,  de  ese  sábado,  de  esa  Madre 
dolorosa,  ha  dicho  poéticamente  el  Padre  Amoroso, 
religioso  oblato:  "Como  las  aguas  van  a  parar  en 
el  mar,  la  inmensidad  sin  límites  de  dolores  del 
Redentor,  concéntrase  en  el  pecho  de  María....  En 
ese  corazón  gime  la  elegía  de  la  despedida  tierna 
del  Señor,  entonada  junto  a  la  Cena  eucarística; 
en  ese  corazón  vibran  las  tristezas  del  huerto  de 
Getsemaní;  en  ese  corazón  chorrea  el  cáliz  colma- 
do de  amarguras,  apurado  por  voluntad  del  Padre 
celestial;  en  ese  corazón  se  agita  la  tempestad  de 
la  traición  de  Judas,  escondida  tras  la  falsedad  de 
un  ósculo;  en  ese  corazón  estalla  aquel  grito  blas- 
femo del  populacho  ebrio  de  sangre  divina:  ¡crucifí- 
cale, crucifícale!  Grito  deicida.  En  ese  corazón  flo- 
ta, como  una  isla  en  las  soledades  del  mar,  el  ECCE 
HOMO,  hecho  oprobio  de  los  hombres....  Dentro 
del  Corazón  de  María  está  lo  infinito  de  todos  los 
tormentos  de  un  Dios:  los  golpes  de  la  crucifixión, 
los  escarnios  de  los  verdugos,  la  muerte,  la  soledad 
de  la  Cruz,  la  soledad  de  la  noche,  la  soledad  de 
un  cadáver  entre  los  brazos  de  la  madre.  La  sole- 
dad de  un  Dios  muerto  y  la  soledad  de  todas  las 
soledades  de  las  almas,  son  las  que  siente  el  Co- 


404  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

razón  de  María..,.  Es  la  rosa,  reina  de  las  flores, 
en  el  trono  majestuosamente  triste  de  las  espinas  - 
(A  la  Luz  de  lo  eterno). 

Así  fué  el  primer  Sábado  Santo  del  cristianis- 
mo para  la  Virgen  Madre  y  para  los  amigos  de 
Jesús;  así  debe  ser  este  día,  cada  año,  para 
los  cristianos. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


405 


-CXII-      DOMINGO  DE  PASCUA 


Amanecía  el  alba  del  primer  día  de  la  semana; 
el  sol  radiante  sonreía,  repartiendo  a  manos  llenas 
alegría  en  la  luz  y  en  el  calor  de  sus  rayos.  Jeru- 
salén  se  despertó  sacudida  por  la  noticia  de  cuatro 
mujeres  que  habían  ido  al  sepulcro  del  Nazareno, 
crucificado  el  viernes  anterior,  y  que  en  lugar  del 
cadáver  habían  encontrado  un  Angel  del  cielo  quien 
les  dijo  que  Jesús  resucitó,  como  había  predicho. 
Nadie  creyó  la  noticia,  pues  nunca  se  había  visto, 
ni  oído  un  milagro  de  esta  clase;  por  otra  parte,  el 
fraude  del  cadáver  para  engaíñar  con  esta  novedad 
era  imposible;  los  guardias  vigilaban  atentos  todo 
movimiento  en  la  loza  sepulcral  del  famoso  Rabí  gali- 
leo  y  la  piedra  estaba  resellada. 

Así  y  todo  Cristo  había  resucitado.  El  alma  de 
Jesús  volvió  a  informar  ese  sagrado  cuerpo,  en  la 
mañanita  del  domingo,  y  revistióle  de  las  dotes  de 
la  materia  glorificada.  Salió  a  través  de  las  vendas 
y  lienzos,  dejándoles  intactos  y  sin  romper  la  roca, 
ni  mover  la  piedra  apareció  vivo  y  glorioso  el  cru- 
cificado de  la  antevíspera. 

Como  consecuencia  natural,  se  estremecieron  los 
guardias  y  quedaron  como  muertos.  (Mat.  XXVI 11- 
4).  Repuestos  de  su  terror,  sin  atinar  qué  hacer, 
ni  qué  decir,  fueron  a  cerciorarse  de  la  verdad  de 
lo  que  habían  visto  y  constataron  que  el  sepulcro 
estaba  vacío;  no  había  más  que  un  Angel  sentado 
sobre  la  gran  piedra;  su  faz  era  refulgente  como 
un  relámpago    y  su  vestido  blanco  como  la  nieve. 


406 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


fMat.  XXVI 11-3).  Atónitos  fueron  los  guardias  a  la 
ciudad  y  contaron  a  los  príncipes  de  los  sacerdotes 
todo  lo  que  había  sucedido.  Los  fariseos  sufrieron 
una  conmoción  orgánica  muy  fuerte  al  oír  que  vi- 
vía nuevamente  El  que  ellos  le  creían  para  siempre 
muerto  y  muerta  también  su  doctrina;  ahora,  si  era 
cierta  su  resurrección,  estaban  perdidos;  se  habría 
cumplido  una  profecía  más  y  otro  milagro  venía  a 
probar  la  divinidad  del  Nazareno.  Para  desvirtuar 
la  noticia  era  necesario  te rrar  medidas  urgentes. 
Se  reunió  el  Sanedrín  precipitadamente  y  resolvió 
llamar  a  los  soldados,  ganarles  con  dinero  y  obligar- 
les a  que  digan  que  en  la  noche  del  sábado,  cuan- 
do se  quedaron  dormidos,  vinieron  los  discípulos  y 
robaron  el  cadáver  de  Jesús.  -Como  en  este  caso, 
los  guardias  merecían  castigo  del  jefe  por  su  des- 
cuido, los  sanedritas  se  comprometieron  a  librarles 
de  toda  reprensión.  Los  soldados  se  hicieron  pagar 
bien  y  comenzaron  a  propagar  la  mentira.  fMat. 
XXV111-11  a  16). 

Cuando  los  guardias  iban  a  la  ciudad  habien- 
do constatado  la  resurrección  de  Jesús,  porque  fue- 
ron los  primeros  que  le  vieron  vivo  fuera  del  se- 
pulcro, algunas  mujeres  encabezonadas  por  María 
Magdalena,  iban  a  visitar  al  muerto  querido;  lleva- 
ban aromas  y  perfumes  para  rociar  el  cadáver,  pe- 
ro iban  discurriendo  acerca  de  la  manera  de  obviar 
una  dificultad:  ¿quién  les  dará  retirando  de  la  puer- 
ta del  monumento,  la  gran  piedra?  (Marc.  XVI -3). 
Pensando  en  esto  avanzaban  sin  percatarse  de  na- 
da, ni  de  nadie  y  llegaron  al  sepulcro  apenas  salía 
el  sol.  Su  admiración  fué  sorpresiva  cuando  al  a-  - 
cercarse  vieron    que  la  piedra  estaba  virada  y  la 


/ 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO 


407 


entrada  libre;  entraron  en  el  monumento  y  encontra- 
ron el  sepulcro  vacío;  un  joven  vestido  de  blanco 
estaba  sentado  a  la  derecha;  las  mujeres  se  llena- 
ron de  estupor,  pero  él  les  dijo:  "no  tengáis  miedo; 
Jesús  el  Nazareno  crucificado  a  quien  buscáis,  no 
está  aquí,  resucitó;  ved  el  lugar  donde  estaba  el 
cadáver;  id  a  decir  a  los  discípulos  de  El  que  ya  le 
verán,  como  anunció...."  fMarc.  XVl-4a7). 

"El  hecho  de  la  Resurrección  es  la  coronación 
esplendente  de  una  vida  divina  entre  los  hombres, 
dice  el  Padre  Leal  S.  J.;  es  el  término  y  la  meta 
natural  de  una  carrera  que  en  todo  se  exhibe  co- 
mo sobrehumana.  Entre  la  vida  de  Jesús  y  su  Re- 
surrección hay  una  perfecta  armonía,  que  es  la  prue- 
ba perfecta  de  su  verdad  y  realidad  histórica.  Si  no 
hubiera  vivido  como  Dios  entre  los  hombres,  la  Re- 
surrección pudiera  extrañar,  pero  habiendo  en  sus 
obras,  palabras  y  conducta  reflejado  a  Dios,  la  muer- 
te sin  la  Resurrección  hubiera  significado  un  vacío 
impropio-." 

El  triunfo  de  la  mañana  de  Pascua,  de  ese 
domingo  alegre,  restablece  la  armonía  de  una  vida 
rota  por  la  muerte.  Son  vida,  muerte,  y  resurrección 
divinas. 

El  alegre  mensaje  que  recibió  la  ciudad  santa 
fué  que  Jesús  no  estaba  en  el  sepulcro  y  que  se 
había  aparecido  a  muchas  personas. 

El  domingo  de  Pascua  es  el  día  de  la  resu- 
rrección de  Jesucristo,  el  día  má*ximo  del  Cristianismo, 


408 


EL  VERDADkRO  JESUCRISTO 


-CXIII-  LOS  MILAGROS  DE  JESUCRISTO 

Jesucristo  dejó  doble  huella  de  su  paso  por 
la  tierra,  la  de  su  humanidad  y  la  de  su  divinidad, 
como  Dios  y  como  Hombre  verdadero.  Como  Dios 
hizo  innumerables  milagros,  que  son  obras  exclusi- 
vas de  la  divinidad. 

San  agustín  dice  que  no  debe  extrañarnos  en 
Jesús  los  milagros,  porque  eran  obras  propias  de  su 
naturaleza  divina;  lo  que  nos  debe  llamar  la  aten- 
ción es  que  siendo  Dios  se  hiciera  Hombre  y  rea- 
lizara todas  las  obras  humanas. 

Santo  Tomás  define  el  milagro:  "acontecimien- 
to sensible  a  los  sentidos,  que  exceda  a  las  fuer- 
zas de  la  naturaleza  y  que  tenga  por  autor  a  Dios". 
Estas  obras  las  hizo  Jesús  a  cada  paso,  como  nos 
cuentan  los  Evangelios;  fueron  actos  que  vieron  to- 
das las  gentes,  suspendiendo  o  cambiando  las  leyes 
naturales  y  hechos  con  poder  divino  y  no  por  obra 
de  Belzebú,  como  el  mismo  Señor  decía,  f  Mat. -XI 1-24,). 

Se  pueden  examinar  uno  por  uno  los  milagros 
de  Jesús  y  en  todos  y  cada  uno  encontramos  el 
sello  auténtico  de  la  divinidad.  San  Mateo  narra  la 
curación  de  UN  LEPROSO,  la  curación  al  criado 
del  CENTURION,  a  la  suegra  de  San  Pedro,  la  li- 
beración de  DOS  ENDEMONIADOS,  el  mar  bra- 
vio que  se  calma  con  su  palabra,  y  en  general  di- 
ce el  historiador:  "Le  trajeron  muchos  enfermos 
y  endemoniados  y  sanó  a  todos  y  expulsó  a  los 
demonios".  -(Mat.  Vlllj-En  el  Capítulo  IX,  el  mis- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADÉ  PROANO  4Q9 


mo  evangelista  cuenta  la  curación  milagrosa  de 
UN  PARALITICO,  la  curación  de  la  hemorroísa,  la 
resurrección  de  la  hija  de  Jairo,  la  curación  a  DOS 
CIEGOS  y  a  UN  MUDO  ENDEMONIADO  y  otra 
vez  recalca  en  general  el  poder  del  divino  Tauma- 
turgo, diciendo:  "Jesús  recorría  todas  las  ciudades 
y  todas  las  aldeas  sanando  toda  enfermedad  y  to- 
da dolencia".  -En  el  Capítulo  XI 1  nos  cuenta  la  cu- 
ración del  hombre  que  tenía  la  MANO  SECA  y 
dice:  "Muchos  enfermos  siguieron  a  Jesús  y  El  sanó 
a  todos".  -Narra  la  curación  del  ENDEMONIADO 
CIEGO  Y  MUDO.  -En  el  Capítulo  XIV  cuenta  la 
primera  MULTIPLICACION  DE  LOS  PANES  y 
el  hecho  milagroso  de  la  caminata  sobre  el  MAR 
y  termina  diciendo:  "Trajeron  todos  los  enfermos 
de  la  comarca  y  le  suplicaban  que  tan  sólo  les  de- 
jara tocar  la  franja  de  su  vestido  y  todos  los  que 
tocaron  quedaron  sanos."  -En  el  Capítulo  XV  narra 
San  Mateo  la  segunda  multiplicación  de  LOS  PA- 
NES y  la  curación  de  la  hija  de  la  CAÑAN EA,  y 
dice:  "vinieron  a  El  turbas  numerosas,  trayendo  co- 
jos, lisiados,  ciegos,  mudos  y  toda  clase  de  enfer- 
mos y  les  pusieron  a  sus  pies  y  EL  LOS  SANO. 
De  modo  que  el  gentío  estaba  maravillado  al  ver 
los  mudos  hablando,  sanos  los  lisiados,  cojos  que 
caminaban,  ciegos  que  veían  y  todos  glorificaban 
al  Dios  de  Israel".  -En  el  Capítulo  XVI 1  se  cuenta 
la  curación  del  LUNATICO  y  el  milagro  de  la  mo- 
neda del  tributo.  -En  el  Capítulo  XX  se  narra  la  cu- 
ración de  los  CIEGOS  de  Jericó. 

San  Marcos  cuenta  en  su  historia  evangélica  los 
mismos  milagros  obrados  por  Jesús  y  continuamen- 
te tiene  estas  frases:  "Llegada  la  tarde  le  trajeron 


410  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


todos  los  enfermos  y  endemoniados  y  sanó  a  todos". 
-(\-S2).  -"En  todas  partes  donde  entraba  Jesús,  al- 
deas, ciudades,  granjas,  transportaban  en  camillas 
a  los  enfermos  y  los  colocaban  en  las  plazas  y  le 
suplicaban  que  les  dejase  tocar  aunque  no  fuese 
más  que  la  franja  de  su  manto  y  a  todos  curaba 
y  cuantos  le  tocaban  quedaban  sanos."  (Marc.  VI- 
55).  -"En  el  colmo  de  la  admiración  todos  decían: 
hace  oír  a  los  sordos  y  hablar  a  los  mudos."  (VI 1-37). 

San  Lucas  dice:  "Todos  los  que  tenían  enfer- 
mos, cualquiera  que  fuese  su  mal,  los  traían  y  Je- 
sús imponía  las  manos  sobre  cada  uno  y  los  sana- 
ba-.'' OV-40J. 

San  Juan  narra  detalladamente  los  grandes  mi- 
lagros que  hizo  Jesús,  como  el  de  las  bodas  de 
Caná,  la  curación  del  hijo  de  un  cortesano,  del  pa- 
ralítico de  la  piscina,  del  ciego  de  nacimiento  y  la 
famosa  recurrección  de  Lázaro,  que  termina  con  la 
confesión  de  los  enemigos  de  Jesús  que  dicen:  "Es- 
te hombre  hace  muchos  milagros;  si  le  dejamos 
continuar,  todo  el  mundo  va  a  creer  en  El;  es  pre- 
ferible que  muera...."  (Juan  Xl-47). 

Que  Jesús  hizo  obras  visibles  que  estuvieron 
fuera  del  alcance  de  las  fuerzas  naturales,  por  su 
propia  virtud,  es  decir  obras  de  Dios,  es  histórica- 
mente cierto.  Que  los  milagros  de  Cristo  fueron 
verdaderos  milagros  es  innegable.  Los  hizo  ante 
gente  hostil  a  El  y  que  conocían  muy  bien  su  pro- 
cedencia humana,  como  hijo  del  carpintero  y  de 
María  de  Nazaret;  los  hizo  ante  millares  de  testi- 
gos de  toda  clase  y    condición  que  ni  en   vida,  ni 


HÉCTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  4  J  1 


después  de  la  ascención  del  Señor,  se  atreven  a 
negar  o  dudar  de  lo  que  habían  visto.  La  crítica 
racionalista  no  ha  alcanzado  a  desvirtuar  el  valor 
real  y  filosófico  de  los  milagros  de  Jesucristo  que 
es  proclamado,  con  razón,  el  gran  Taumaturgo  del 
mundo   pasado,  presente  y  futuro. 


412 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CXIV-    EL  MILAGRO  MORAL 

Iglesia  Católica,  en  su  fundación,  en  sus 
orígenes,  en  su  desarrollo  y  en  su  vida  diaria,  es 
un  milagro  continuo  de  orden  moral. 

Humanamente  hablando,  con  la  prisión  de  Jesús 
en  el  huerto  comenzó  el  fracaso  de  Jesús  y  se  echó 
a  pique  su  obra.  -Víctima  del  odio  de  sus  enemigos, 
de  la  traición  de  un  amigo  y  de  la  cobardía  de  un 
juez,  fué  Cristo  al  patíbulo.  -Simón,  la  piedra  fun- 
damental de  la  Iglesia  cristiana,  negó  y  renegó  del 
Maestro;  los  otros,  escogidos  para  continuadores- de 
su  obra,  le  abandonaron  cobardemente.  -En  una  pa- 
labra, como  pensaron  los  escribas  y  fariseos,  con  la 
muerte  de  Jesús  estaba  acabada  su  incipiente  obra; 
para  ellos  el  sepulcro  fué  la  loza  fría  de  la  des- 
trucción total,  pero  para  Jesucristo  fué  la  cuna  vi- 
vificante de  donde  saldría  triunfadora  y  gloriosa 
su  obra,  para  desafiar  a  los  siglos. 

Jesús  resucitó  y  volvió  a  consolidarse  la  Igle- 
sia que  tambaleó  con  su  pasión  y  muerte.  Los  A- 
póstoles  comenzaron  a  organizarse  nuevamente  con 
la  asistencia  del  Espíritu  Santo  y  cumplieron  el  di- 
vino mandato:  "Id  y  enseñad  a  todas  las  gentes...." 
fMat.  XXVI 11 -19). 

Sin  embargo,  noventa  y  nueve  probabilidades 
había  en  contra  del  éxito  de  los  discípulos  del  Cru- 
cificado. Era  inconcebible  que  doce  pescadores,  ig- 
norantes, desconocidos,  pobres,  pudiesen  implantar 
en  el  mundo  una  nueva  religión.  Tenían  que  entrar 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


413 


en  las  sinagogas  y  en  los  foros,  ocupar  las  cáte- 
dras, predicar  en  calles  y  plazas  públicas  un  dog- 
ma y  una  moral  contrarios  a  las  costumbres  de  la 
época.  Debían  convencer  a  sabios  e  ignorantes  que 
Jesús  Nazareno,  el  crucificado  en  medio  de  dos  la- 
drones, era  Dios  y  que  para  salvarse  era  menester 
abrazar  su  Evangelio. 

Tarea  era  esta  sobrehumana;  si  el  Rabí  de  Ga- 
lilea, con  todo  su  poder  de  hacer  milagros  a  gra- 
nel, no  consiguió  sino  la  muerte  en  la  cruz,  a  esos 
doce  apóstoles  no  les  esperaba  otro  fin. 

Esta  manera  de  pensar  era  muy  lógica  conside- 
rando las  cosas  de  tejas  abajo,  pero  Dios  que  escri- 
be recto  en  renglones  torcidos,  se  valió  de  los  po- 
bres para  confundir  a  los  ricos,  con  doce  hombres 
del  pueblo  convirtió  al  mundo;  los  sabios  confesaron 
su  ignorancia  y  los  poderosos  se  humillaron  ante  la 
omnipotencia  divina. 

Con  todo,  prácticamente  vemos  en  las  páginas 
de  la  historia  humana,  que  la  naciente  Iglesia  cristia- 
na fué  ahogada  en  sangre.  Pedro  fué  crucificado; 
San  Pablo  fué  decapitado;  le  apedrearon  a  San  Es- 
teban; mataron  a  los  otros  apóstoles  y  despreciaron 
como  locos  a  los  primeros  discípulos  de  la  nueva 
religión.  Cuando  todo  estaba  por  hacerse  vino  el 
milagro  de  Dios,  sopló  en  las  cenizas,  vivificó  esa 
sangre  derramada  y  las  cenizas  de  los  escombros 
y  la  sangre  de  los  mártires  se  convirtieron  en  se- 
milleros de  cristianos,  Se  multiplicaron  los  milagros 
y  apareció  fuerte  y  lozana  la  Iglesia  de  Cristo, 
desafiando  a  las  furias  del  infierno  puestas  en  manos 


414 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


de  Dioclesianos,  Nerones  y  Domicianos  de  todos 
los  tiempos. 

Con  toda  razón  y  justicia  dice  el  sabio  y  santo 
Obispo  de  Hipona:  "Si  el  cristianismo  se  propagó 
con  milagros,  es  obra  divina;  si  se  propagó  sin  mi- 
lagros, es  también  obra  de  Dios,  siendo  el  primer 
milagro  su  propagación  extraordinaria". 

Si  estudiamos  detenidamente  la  vida  de  la  Igle- 
sia en  sus  veinte  siglos  de  existencia,  tenemos  que 
confesar  que  es  un  milagro  constante  de  orden  mo- 
ral el  que  se  opera  en  la  tierra.  Mil  novecientos  cin- 
cuenta y  ocho  años  de  lucha  contra  el  poder  tem- 
poral de  reyes  y  magistrados  que  se  han  levanta- 
do y  unido  queriendo  aplastar  a  la  sociedad  cristia- 
na; veinte  siglos  de  triunfo  en  las  batallas  contra  los 
enemigos  de  afuera  confabulados  con  las  hostilida- 
des de  adentro;  veinte  siglos  que  eran  suficientes 
para  acabar  con  la  obra  de  Jesucristo  confiada  a 
la  administración  humana,  donde  jamás  han  falta- 
do los  fracasos  de  los  hombres,  nos  están  hablan- 
do del  milagro  moral  que  la  sostiene  lozana,  triun- 
fante y  repleta  de  obras  de  heroísmo,  de  santidad, 
de  ciencia,  de  altruismo,  de  benéfica  caridad 
cristiana. 

La  Iglesia  católica,  es,  según  frase  lapidaria 
del  Concilio  Vaticano:  "la  columna  erigida  en 
medio  del  mundo,  que  vive  recordando  a  los  cre- 
yentes y  a  los  incrédulos,  a  los  buenos  y  a  los 
malos,  a  los  sabios  y  a  los  ignorantes,  que  su  Re- 
ligión descansa  sobre  la  inconmovible  roca  de  Cristo". 

En  realidad  de  verdad,  la  Iglesia  de  Jesucris- 
to, por  su   propagación   admirable,   por   su  eximia 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE   PROANO  415 


santidad,  por  su  inexhausta  fecundidad  en  toda  cla- 
se de  beneficios,  por  su  unidad  y  estabilidad,  es 
un  perpetuo  motivo  de  credibilidad  en  su  origen 
divino.  Es  decir,  la  Iglesia  Católica,  por  sí  misma, 
es  un  perfecto  y  un  perpetuo  milagro  de  orden 
moral. 


416 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


-CXV-  SACRAMENTOS 

?^os  Sinópticos,  es  decir  los  tres  Evangelistas 
Mateo,  Marcos  y  Lucas,  narran  con  pormenores  el 
Bautismo  de  Jesús"  (Mat.  111-13-Marc.  1-9  Luc- 
111-21;. 

"Vino  Jesús  de  Galilea  al  Jordán  en  busca  de 
Juan,  para  ser  de  él  bautizado.  Juan  empero  se  re- 
sistía a  ello,  diciendo:  yo  debo  ser  bautizado  de  tí, 
y  ¿Tú  vienes  a  mí?  A  lo  cual  respondió  Jesús,  di- 
ciendo: Déjame  hacer  ahora;  que  así  es  como  con- 
viene que  nosotros  cumplamos  toda  justicia.  Juan 
entonces  condescendió  con  El.  Bautizado,  pues,  Je- 
sús, al  instante  que  salió  del  agua,  se  abrieron  los 
cielos  y  se  vió  bajar  al  espíritu  de  Dios,  a  mane- 
ra de  paloma,  y  posarse  sobre  El.  Y  oyóse  una 
voz  del  cielo  que  decía:  Este  es  mi  querido  Hijo, 
en  quien  tengo  puesta  toda    mi  complacencia." 

Mediante  este  acto  solemne  instituyó  Jesucristo 
el  Sacramento  del  Bautismo.  El  agua  recibió  la 
virtud  de  regenerar  comunicando  vida  espiritual, 
unida  a  las  palabras  vivificantes  que  evocan  a  la 
Santísima  Trinidad.  "Bautizad  a  todas  las  gentes 
en  el  nombre  del  Padre,  y  del  Hijo,  y  del  Espí- 
ritu Santo".  (Mat.  XXVI 11-19). 

Jesús  manifestó  a  Nicodemo  la  institución  de 
este  sacramento  necesario  para  la  salvación  eterna, 
diciéndole:  "En  verdad,  en  verdad  te  digo  que  quien 
no  renaciera  por  el  agua  y  por  el  Espíritu  San- 
to, no  puede  entrar  en  el  reino  de  Dios".  fJn.  111-5). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  417 


El  Sacramento  de  la  Confirmación  instituyó 
Jesús  cuando  imponía  las  manos  sobre  la  cabeza  de 
los  curados  o  perdonados  de  los  pecados,  confir- 
mándoles en  la  fe.  Confirmó  también  en  la  fe  a 
sus  apóstoles  y  discípulos,  cuando  resucitado  se  apare- 
ció a  ellos  y  con  su  soplo  vital  les  infundió  e!  Es- 
píritu Santo.  Este  poder  dió  a  los  apóstoles,  quie- 
nes confirmaban  en  la  fe  a  los  bautizados,  median- 
te la  imposición  de  las  manos.  "Sabiendo  los  após- 
toles, que  estaban  en  Jerusalén,  que  los  samarita- 
nos  habían  recibido  la  palabra  de  Dios,  les  envia- 
ron a  Pedro  y  a  Juan.  Estos,  en  llegando,  hicieron 
oración  por  ellos,  a  fin  de  que  recibiesen  el  Espí- 
ritu Santo,  porque  aún  no  había  descendido  sobre 
ninguno  de  ellos,  sino  que  solamente  estaban  bauti- 
zados. Entonces  les  imponían  las  manos,  y  recibían 
al   Espíritu  Santo".  (Act.  VI 11-14  a  17). 

El  Sacramento  de  la    Penitencia   instituyó  Je- 
sucristo cuando  dijo  a  sus  apóstoles:  "Todo  lo  que 
atareis    sobre    la   tierra,    será  atado     en   el  cielo 
y  todo  lo  que  desatareis  en  la  tierra,  será  desatado  en 
el  cielo".  (Mat.  XVI 11-18;. 

"Como  mi  Padre  me  envió,  así  os  envío  tam- 
bién a  vosotros.  Recibid  e!  Espíritu  Santo:  quedan 
perdonados  los  pecados  a  aquellos  a  quienes  los 
perdonareis  vosotros  y  quedan  retenidos,  a  los  que 
se  los  retuviéreis".  fJn.  XX-21  a  23J. 

El  Sacramento  de  la  Eucaristía  instituyó  Je- 
sús en  la  última  cena,  consagrando  el  pan  y  el  vi- 
no y  con  virtiéndoles  en  su  cuerpo  y  sangre;  este 
poder  dió  a  sus  apóstoles,  como  ' nos  réfiererr  <  los 
Evangelistas.  (Mat.  XXV1-26  Marc.  XlV-22-Luc. 
XX11-19J. 


418 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


El  Sacramento  de  la  Extremaunción  instituyó  Je- 
sucristo dando  facultades  a  sus  apóstoles  para  que  un- 
giésen  con  óleo  a  los  enfermos  (Marc.  1  - 1 3);  de  este  po- 
der habla  terminantemente  el  Apóstol  Santiago:  "S  es- 
tá enfermo  alguno,  llame  a  los  presbíteros  de  la 
Iglesia,  y  oren  por  él,  ungiéndole  con  óleo  en  el 
nombre  del  Señor,  y  la  oración  salvará  al  enfermo 
y  si  tiene  pecados,  se  le  perdonarán".  (Jacob  V- 14  y  15). 

El  Sacramento  del  Sacerdocio  u  Orden  Sacer- 
dotal fué  instituido  por  Jesucristo  cuando  escogió 
y  llamó  a  sus  apóstoles  para  hacerlos  sus  minis- 
tros y  pescadores  de  hombres  y  de  almas.  Cuando 
les  dijo:  "Id  y  enseñad  a  todas  las  gentes,  bauti- 
zándolas en  nombre  del  Padre  y  del  Hijo  y  del 
Espíritu  Santo".  Cuando  les  dió  la  facultad  y  el 
poder  de  perdonar  los  pecados  y  cuando  en  la  últi- 
ma cena  les  dijo:  "Haced  esto  en  memoria  mía". 
(Luc  XI 1-19). 

El  Sacramento  del  Matrimonio  fué  instituido 
por  Jesús  cuando  El  lo  dignificó  y  lo  elevó  de  sim- 
ple contrato  al  nivel  de  santidad,  asistiendo  a  las 
bodas  de  Caná.  (Jn.  11-1).  Cuando  habló  de  la  in- 
disolubilidad del  vínculo  matrimonial.  fMarc.  X-7  a  13- 
Mat.  X1X-3  a  10).  San  Pablo  habla  de  este  Sacra- 
mento llamándole  GRANDE  y  dando  instrucciones 
a  los  casados,  en  su  carta  a  los  de  Efeso.  (Ef.V-21  a  33). 

Como  se  ve,  nadie  puede  decir  que  los  Sacra- 
mentos de  la  Iglesia  Católica  son  invenciones  de 
Curas.  Por  este^  orden,  en  el  Evangelio  encontra- 
mos instituido  por  Jesucristo,  directa  o  indirecta- 
mente, todo  cuanto  debemos  creer  y  practicar  como 
cristianos,  para  merecer  este  sublime  nombre,  que 
nos  viene  de  Cristo. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROARO 


-CXVI-       LOS  APOSTOLES 


419 


n  día  salió  el  Maestro  de  Cafarnaún  y  se 
dirigía  al  mar.  Le  siguieron  las  gentes;  en  la  playa 
se  puso  a  enseñar  el  Evangelio.  Era  tanta  la  aglo- 
meración de  oyentes  que  le  oprimían  e  impedían 
hablar  y  explicar  debidamente  la  doctrina  y  le  em- 
pujaban mar  adentro.  Entonces  Jesús  aprovechó 
de  una  barca  que  estaba  amarrada  a  la  orilla,  su- 
bióse a  ella  y  pidió  al  dueño  que  le  retirase  un 
poco  hacia  el  agua.  Sentóse  en  un  banco  y  desde 
allí  siguió  enseñando  la  Buena  Nueva  y  repitiendo: 
"El  reino  de  los  cielos  está  cerca,  preparaos". 
(Mat.  1V-17J. 

Terminó  la  predicación,  se  dispersó  la  muche- 
dumbre y  se  quedó  sólo  con  los  pescadores.  Enton- 
ces invitó  al  dueño  de  la  barca  que  era  Simón  pa- 
ra que  en  compañía  de  su  hermano  Andrés,  fuesen 
a  pescar:  "Remad  adentro  y  echad  vuestras  redes", 
les  dijo  el  Señor.  "Maestro,  respondió  Simón,  to- 
da la  noche  hemos  estado  trabajando  y  nada  conse- 
guimos. Pero,  en  tu  nombre  y  por  tu  mandato  echa- 
remos las  redes".  Así  lo  hicieron  y  nos  dice  la  na- 
rración evangélica  que  "recogieron  tal  abundancia 
de  peces  que  se  rompía  la  red.  Llamaron  en  ayuda 
a  los  compañeros  que  estaban  en  otra  barca,  a  po- 
ca distancia  y  que  eran  los  hijos  del  Zebedeo:  Juan 
y  Santiago,  para  que  recogiesen  los  pescados;  lle- 
naron las  dos  barcas  y  salieron  a  la  orilla.  En  tie- 
rra, los  pescadores  cayeron  de  rodillas  a  los  pies 
del  Señor,  en  signo  de  adoración  y  reconocimiento. 
El  Maestro,  levantándoles  les  dijo:   venid  conmigo; 


420  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

voy  a  haceros  pescadores  de  hombres.  Ellos  deja- 
ron al  punto  las  redes  y  le  siguieron".  (Luc.  V-4). 

Aquellos  cuatro  hombres  quedaron  constituidos 
en  Apóstoles  de  Cristo  y  debían  ganar  a  todo  el 
mundo  con  el  Evangelio.  Eran  los  continuadores 
de  la  obra  cristiana,  las  bases  de  una  nueva  religión, 
de  una  iglesia  que  debía  durar  hasta  la  consuma- 
ción de  los  siglos.  A  estas  cuatro  columnas  del 
Cristianismo  juntó  Jesús  otras  ocho;  llamó  a  otros 
para  que  tendiesen  las  redes  evangélicas  y  pescasen 
hombres  para  el  Cielo. 

Salió  otra  vez  Jesús  a  predicar  y  al  paso  vió 
a  Leví,  hijo  de  Alfeo,  sentado  en  la  oficina  de  re- 
caudación de  impuestos,  y  le  dijo:  Sigúeme-  Y,  le- 
vantándose, le  siguió.  fMarc.  11-13J.  Así  ingresó  Ma- 
teo o  Leví  al  apostolado.  Otro  día  llamó  en  igual 
forma  a  Felipe  y  Bartolomé.  (Juan  l-43j. 

Los  doce  Apóstoles  se  llamaban  así:  SIMON 
o  PEDRO,  -  ANDRES,  su  hermano,  -  SANTIA- 
GO y  JUAN,  hijos  del  Zebedeo,  -FELIPE,  BARTO- 
LOME, MATEO  o  LEVI-TOMAS,  SANTIAGO  hijo 
de  Alfeo  y  su  hermano  JUDAS  Tadeo,-SIMON  el 
cananeo-JUDAS  Iscariote. 

Los  Evangelios  Sinópticos  traen  la  lista  com- 
pleta de  los  Apóstoles  (Mat.  X-2-Marc.  111-16-Luc, 
V1-14J,  aunque  en  orden  diferente,  con  excepción 
de  Pedro  y  Judas  Iscariote  que,  en  los  tres,  ocupan 
el  primero  y  el  último  lugar  respectivamente. 

Los  Once  Apóstoles  eran  Galileos.  Solamente 
el  último,  Judas  Iscariote,  era  judío.  De  cada  uno 
en  particular  nos  ocuparemos  en  el  capítulo  siguiente. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


421 


A  estos  doce  hombres  dijo  Jesucristo:  "Vosotros 
seréis  mis  testigos  en  Judea,  en  Samaría  y  hasta 
lo  último  de  la  tierra".  (Act.  \-S).  A  ellos  el  Maes- 
tro les  hizo  amigos  íntimos  suyos  y  dueños  de  to- 
dos sus  secretos.  A  éstos  les  dijo:  "No  os  llamo  sier- 
vos, porque  el  siervo  no  sabe  lo  que  hace  su  Señor. 
Vosotros  sois  mis  amigos,  porque  todo  cuanto  sabe 
mi  Padre  y  sé  yo,  os  hemos  revelado".  (Juan  XV- 
15).  Apóstoles  quiere  decir:  Enviados,  embajadores, 
plenipotenciarios;  con  este  sublime  carácter  les 
mandó  Cristo  por  el  mundo:  "Id  y  enseñad  a  to- 
das las  gentes-  ..  Como  a  mí  me  envió  el  Padre, 
así  os  envió  yo  a  vosotros".  (Juan  XVI 1-18,). 

Muchos  discípulos  tuvo  Jesús,  que  le  siguieron 
y  acompañaron  toda  su  vida,  pero  Apóstoles  no  es- 
coció sino  doce  y  como  jefe  del  apostolado  y  de 
la  naciente  Iglesia  cristiana,  eligió  a  Pedro.  El  su- 
cesor de  Pedro  es  el  Papa,  los  sucesores  de  los 
Apóstoles  son  los  Obispos  y  de  los  discípulos  son 
los  Sacerdotes,  que  continúan  en  el  mundo  la  obra 
redentora  de  Cristo  y  a  quienes  dice  Jesús,  como 
dijo  a  los  doce:  'No  sois  vosotros  los  que  me  ha- 
béis elegido  a  mí,  sino  yo  soy  el  que  os  he  elegi- 
do a  vosotros  y  os  he  puesto  para  que  vayáis  y 
traigáis  fruto  y  este  fruto  permanezca".  (Juan  XV-16). 


★ 


422 


-CXVII-         LOS  DOCE 

/jyEDRO-  Hombre  sincero  y  recto  de  co- 
razón, de  carácter  dócil  e  impetuoso,  se  dejó  llevar 
sin  dificultad  por  su  hermano  Andrés  a  conocer  al 
anunciado  Mesías.   (Jn.    1-41  y . 

Andrés  le  presentó  a  Jesús,  quien  después  de 
las  primeras  palabras  de  cortesía,  miró  fijamente  a 
Simón,  como  no  había  mirado  a  los  demás,  y  en  to- 
no solemne  le  dijo:  "Simón,  hijo  de  Jonás,  tú  te 
llamarás  Kefas'.  es  decir  PIEDRA.  Ni  Simón,  ni 
Andrés,  comprendieron  el  alcance  de  este  cambio  de 
nombre.  Lo  entendieron  después,  cuando  el  mismo 
Jesús  dijo  al  apóstol:  uTú  eres  Piedra  y  sobre  es- 
ta piedra  edificaré  mi  Iglesia".  (Mat.  XVI- 18,). 

"Señor,  apártate  de  mí,  porque  soy  hombre  pe- 
cador", es  la  frase  humilde  y  sincera  del  pescador 
de  Galilea,  como  preámbulo  a  su  elección  al  aposto- 
lado. (Luc.  V-8^.  Las  demás  escenas  de  la  vida  de 
Pedro  ya  las  conocemos.  Todas  culminaron  con  las 
significativas  palabras:  "Apacienta  mis  corderos,  a- 
pacienta  mis  ovejas"  fJn.  XX1-15,/  que  le  dice  Jesús, 
después  de  exigir  al  apóstol,  con  suma  delicadeza, 
que  borrara  sus  tres  negaciones,  con  una  triple  pro- 
testa de  amor. 

Finalmente,  con  palabras  misteriosas  le  signifi- 
có el  género  de  muerte  que  le  esperaba.  'Jn.  XXI- 

Cumplióse  la  profesía  en  la  capital  del  mundo 
católico,  en  la  colina  del  Vaticano,  donde  murió  Pe- 
dro crucificado  y  desde  entonces  su  sepulcro  sigue 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  423 


siendo  la  roca  milenaria  sobre  la  cual  se  levanta  la 
Iglesia,  desafiando  las  furias  del  mundo,  del  demo- 
nio y  de  la  carne. 

29  ANDRES.  Hermano  de  Pedro,  natural  de 
Betsaida,  es  el  primero  de  los  apóstoles  que  cono- 
ce, sigue  a  Jesús  y  habita  con  El.  (Jn.  1-37  a  40). 
Su  vocación  al  apostolado  tiene  lugar  en  las  ribe- 
ras del  mar  de  Galilea.  Pescador,  como  su  hermano, 
estaba  ocupado  en  su  oficio,  cuando  el  Señor  le  dijo: 
"Sigúeme,  te  voy  a  constituir  pescador  de  hombres". 
fMarc.  1-16  a  \8).  Siguió  prontamente  a  Jesús,  a 
quien  acompañó  en  la  predicación  del  Evangelio. 
Después  de  Cristo  continuó  su  misión  de  predica- 
dor de  la  Buena  Nueva  en  las  tierras  de  las  cos- 
tas del  Mar  Negro  y  en  Grecia.  Murió  crucificado, 
como  el  Maestro,  en  Patras  de  Acaya. 

Jo  SANTIAGO.  Hijo  del  Zebedeo  y  hermano 
de  Juan  fué  llamado  al  apostolado  con  su  hermano, 
cuando  estaban  en  la  barca  componiendo  las  redes, 
pues  eran  pescadores.  Ellos,  dejando  a  su  padre  que 
estaba  junto,  se  fueron  en  pos  de  Jesús.  fMarc. 
1-19  y  20). 

Santiago  o  Jacobo  o  Jaime,  que  es  lo  mismo, 
llamado  el  Mayor,  para  distinguirle  del  otro  Santia- 
go, natural  de  Betsaida,  fué  el  vidente  de  la  Trans- 
figuración del  Señor,  con  Pedro  y  Juan./Mat.  XVII- 
1  y  2).  Los  tres  fueron  también  los  compañeros  de 
Jesús  en  el  Huerto  de  los  olivos.  (Mat.  XXV1-37J. 
Santiago  es  el  apóstol  de  España,  cuyas  tierras  re- 
corrió evangelizando  y  donde  tuvo  la  aparición  de  la 
Virgen  María,  viviente  todavía  en  Jerusalén,  y  que 
vino  a  consolarle  traída  en  manos  de  los  ángeles, 


V 


424  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


presentándose  al  apóstol  en  un  pilar  sagrado. 

Santiago  volvió  a  Judea  donde  fué  decapitado 
el  25  de  Julio  del  año  44.  Fué  el  primer  apóstol 
que  selló  con  su  sangre  el  Evangelio.  Su  cadáver 
fué  llevado  a  España  y  sobre  su  tumba  se  extien- 
de la  ciudad  de  Santiago  de  Compostela. 

4o  JUAN.  Es  el  discípulo  amado  del  Señor, 
que  tuvo  la  dicha  de  reclinar  su  cabeza  en  el  pe- 
cho del  Maestro  y  oír  los  latidos  del  Corazón  de 
Jesús. 

Acompañó  a  Cristo  en  los  momentos  más  so- 
lemnes de  su  vida  y  estuvo  junto  a  la  Cruz,  sien- 
do allí  depositario  del  único  tesoro  que  tenía  el  Di- 
vino Crucificado,  cual  era  su  Madre.  No  fué  como 
sus  compañeros  de  oficio,  Pedro  y  Andrés,  ni  como 
su  hermano  Santiago,  un  sencillo  pescador,  Juan 
fué  de  una  cultura  superior,  versado  en  las  Escri- 
turas y  amigo  del  Pontífice,  como  él  mismo  dice. 
(Jn.  XV11M5). 

Apóstol  y  Evangelista  de  gran  valía;  en  sus 
escritos  usa  la  cronología  pascual  de  los  doctores 
y  escribas,  lo  cual  prueba  su  ilustración  y  rango 
social. 

Es  maravilloso  el  exordio  de  su  Evangelio  por 
la  teología  y  filosofía  que  contiene.  Durante  su  cau- 
tiverio en  Patmos  escribió  el  Apocalipsis,  obra  su- 
blime y  de  difícil  interpretación. 

Era  el  más  joven  de  los  apóstoles;  cuando  mu- 
rió Jesús,  tenía  veintidós  años  de  edad,  pero  enér- 
gico y  ardiente  hasta  corresponder  al  sobrenombre 
de  "hijo  del  trueno".  Es  el  apóstol  de    la  caridad, 


425 


del  amor;  sus  pláticas  cristianas  ordinarias  eran  repe- 
tir: "amaos  los  unos  a  los  otros",  como  el  Maestro. 
San  Juan  fué  el  último  superviviente  de  los  doce 
apóstoles. 

59  FELIPE.  Coterráneo  y  amigo  de  Pedro  y 
Andrés,  oyó  de  labios  del  Maestro  el  mismo  llama- 
miento: "Sigúeme"  y  al  punto  dejó  todo  y  siguió 
a  Jesús,  quien  le  hizo  el  confidende  de  sus  secre- 
tos. La  primera  obra  de  su  apostolado  fué  conquis- 
tar un  nuevo  discípulo,  a  Natanael,  natural  de  Ca- 
ná  de  Galilea,  a  quien  encontró  Felipe  y  entabló 
en  seguida  conversación  acerca  del  ¿Mesías,  termi- 
nando en  llevarle  a  Cristo.  (Jn.  1-43).  Este  apóstol 
fué  el  intermediario  entre  los  gentiles  y  Jesús,  a 
quien  deseaba  tratarle  y  pedirle  favores.  (Jn.  XI 1- 
20).  Felipe  predicó  el  Evangelio  en  el  Asia  Menor 
y  murió  en   Hierápolis  de  Frigia. 

69  BARTOLOME.  Es  el  mismo  Natanael  con- 
vertido por  Felipe.  Este  apóstol  mereció  una  gran 
alabanza  de  parte  de  Jesucristo:  "He  aquí  un  ver- 
dadero israelita,  en  quien  no  hay  doblez  alguno" 
(Jn.  l-47j,  lo  cual  prueba  el  carácter  franco  y  leal 
del  discípulo,  que  no  tuvo  empacho  en  proclamar  al 
Maestro  apenas  le  conoció:  "Hijo  de  Dios  y  rey  de 
Israel".  (Jn.  1-49). 

San  Bartolomé  predicó  el  Evangelio  en  Arabia 
del  Sur,  en  donde,  hacia  la  mitad  del  siglo  segundo 
se  halló  el  ejemplar  hebreo  del  Evangelio  escrito 
por  San  Mateo,  que  Natanael  había  llevado  allá. 
Después  pasó  a  predicar  en  Armenia  en  donde  fué 
desollado  vivo,  sellando  con  el  martirio  la  verdad 
de  la  Fe. 


426  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


79  TOMAS.  Es  el  apóstol  incrédulo  y  terco, 
pero  ante  la  realidad  cede  con  nobleza  y  generosi- 
dad. No  había  gozado  de  la  vista  de  Jesús  resucita- 
do, por  no  estar  en  compañía  de  los  otros  apósto- 
les. Cuando  se  encuentra  con  los  compañeros  sabe 
lo  sucedido  y  no  cree,  disputa  con  ellos  y  termina 
con  un  reto  que  casi  toca  al  mismo  Señor:  <:Si  no 
metiere  mi  dedo  en  la  abertura  de  los  clavos  y  mi 
mano  en  la  herida  del  costado,  no  creeré''.  Jesús 
que  conocía  el  fondo  del  alma  de  su  apóstol  le  da 
gusto  en  su  pretensión.  A  los  ocho  días  se  aparece 
nuevamente  el  Señor  a  los  apóstoles  encerrados  en 
el  cenáculo  y  hace  palpar  a  Tomás  la  verdad  de  la 
resurrección  haciéndole  tocar  las  huellas  de  las  he- 
ridas. Ante  tanta  bondad  de  Jesús,  el  apóstol  no 
puede  hacer  otra  cosa  que  caer  de  rodillas  y  decir: 
"Señor  mío  y  Dios  mío",  con  lo  cual  manifestó  todo  lo 
que  sentía  su  espíritu  avergonzado.  (Jn.  XX-24  a  28/ 

89  MATEO.  Apóstol  y  evangelista,  fué  el  pri- 
mero en  redactar  en  lengua  aramaica  el  Evangelio, 
punto  central  de  los  sinópticos.  Antes  de  seguir  a 
Jesús,  era  Leví,  el  publicano,  o  alcabalero,  recau- 
dador de  los  impuestos  para  Roma-  Sabemos  que 
fué  hijo  de  Alfeo  y  que  generosamente  dejó  el  te- 
lonio y  las  monedas  para  seguir  a  Cristo  que  le 
llamó  a  recaudar  almas.  (Luc.  V-27).  Predicó  pri- 
meramente a  los  judíos  y  después  evangelizó  a  los 
gentiles.  Publicano  de  alma  limpia  y  de  corazón 
bueno,  mereció  ser  escogido  para  el  apostolado  cris- 
tiano. Jesús  le  tomó  como  modelo  para  atacar  a 
los  fariseos  hipócritas,  en  la  parábola  y  en  las 
otras  sentencias  contra  el  fariseísmo.  (Luc.  V-29  a 
32-  XVI 11-9  a  14). 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  427 


99  SANTIAGO  (el  menor/  Este  apóstol  fué 
primo  legal  de  Jesús,  hijo  de  María  de  Clefás,  cu- 
ñada de  San  José.  Fué  Obispo  de  Jerusalén  y  tu- 
vo actuación  importante  en  el  primer  Concilio  que  ce- 
lebraron los  Apóstoles  en  esta  ciudad.  Hacia  el 
año  61  escribió  la  famosa  epístola  para  las  doce 
tribus  judías  dispersas  por  el  mundo,  refutando  el 
error  de  la  justificación  por  la  fe  sin  las  obras- 
Murió  en  la  ciudad  santa  apedreado  por  los  fariseos. 

109  TADEO,  por  nombre  Judas,  fué  hermano 
del  pequeño  Santiago.  Fué  apóstol  de  la  Buena 
Nueva  en  Palestina,  donde  escribió  la  Epístola  y 
seguramente  murió  en  Jerusalén. 

110  SIMON.  (e\  cananeo/  Casi  nada  en  espe- 
cial se  sabe  de  este  apóstol  Su  sobrenombre  no 
quiere  decir  que  era  oriundo  de  Caná,  sino  muy 
celoso  y  observante  de  la  Ley.  Seguramente  esta 
cualidad  le  sirvió  para  que  Jesús  le  escogiera  pa- 
ra el  apostolado  y  en  el  ministerio  conservó  siem- 
pre el  celo  por  la  gloria  del  Maestro  y  por  el  cum- 
plimiento de  sus  mandamientos. 

129  JUDAS  ISCARIOTE.  *E1  nombre  de  este 
apóstol  es  tristemente  conocido  en  todo  el  mundo 
por  la  negra  traición  al  Maestro,  a  quien  entregó 
en  manos  de  sus  enemigos,  con  un  pérfido  beso. 
"El  Traidor  había  dado  esta  seña:  aquel  a  quien  yo 
besare,  ese  es,  aseguradle  bien".  fMat.  XXVI-48J. 
San  Marcos  añade  que  dijo  Judas:  "a  quien  yo  besare, 
él  es,  prendedle  y  conducidle  con  cautela".  (Marc.Xl  V- 
44).  La  muerte  de  Judas  fué  desastrosa  como  dice 
San  Lucas:  "habiéndose  ahorcado  reventó  por  medio, 
quedando  esparcidas  por  tierra  todas  sus  entrañas". 
(Act.  L.-18J. 


428 


Después  del  suicidio  de  este  apóstol  desgra- 
ciado, quedó  el  Colegio  Apostólico  con  once  miem- 
bros; peror  como  relatan  las  Actas  de  los  Apósto- 
les, (1-23),  éstos  eligieron,  después  de  la  Ascención 
de  Jesús  al  Cielo,  a  Matías  para  volver  a  com- 
pletar la  simbólica  cifra  de  DOCE,  uno  por  cada 
una  de  las  tribus  de  Israel.  Los  doce  embajado- 
res de  Jesucristo  conquistaron  el  espíritu  del  mundo 
haciéndole  cristiano. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  429 


-CXVIII-    SUCESORES  DE  PEDRO 

laminaba  un  día  Jesucristo  apartado  de  las 
turbas  y  acompañado  únicamente  de  sus  discípulos. 
Se  detuvo  cerca  de  la  actual  ciudad  de  Banías, 
llamada  en  tiempo  del  Señor,  Cesárea  de  Filipo, 
donde  colocó  la  piedra  angular  de  su  Iglesia.  Lejos 
del  mundanal  ruido,  abrió  un  paréntesis  a  la  vida 
evangélica,  solazándose  con  los  suyos  en  amena  y 
familiar  conversación.  Cerca  de  terminar  esa  hora 
de  recreo,  pregunta  Jesús  a  sus  Apóstoles,  que  le 
habían  contado  muchas  cosas:  "¿Vosotros  qué  decís 
de  mí?  ¿quién  pensáis  que  soy?  Le  habían  conver- 
sado al  Maestro  que  las  gentes  le  calificaban  de 
distintas  maneras,  ahora  les  tocaba  calificar  a  quie- 
nes le  conocían  más  íntimamente.  Todos  callaron, 
temerosos  de  equivocarse  en  el  concepto  y  quedar 
mal  con  su  respuesta.  Después  de  unos  minutos 
de  silencio,  se  oyó  la  voz  clara  y  resuelta  de  Simón 
que  contestó:  "Tú  eres  el  Cristo,  el  Hijo  de  Dios 
vivo".  Tan  atinada  confesión  dejó  perplejos  a  los  o- 
tros  apóstoles  e  hizo  hablar  al  Maestro,  aplaudién- 
dola: " Bienaventurado  eres,  Simón,  hijo  de  Jonás, 
porque  no  es  la  carne,  ni  la  sangre  quien  te  ha  re- 
velado esto,  sino  mi  Padre  que  está  en  el  Cielo". 
Complacido  Jesucristo  en  la  fe  de  Simón  y  en  su 
correspondencia  a  la  revelación  celestial,  le  dijo: 
Tú,  eres  Pedro,  es  decir  piedra,  y  sobre  esta  pie- 
dra edificaré  mi  Iglesia,  y  las  puertas  del  Infierno 
no  prevalecerán  contra  ella.  A  tí  daré  las  llaves  del 
Reino  de  los  cielos;  y  todo  lo  que  atares  en  la  tie- 


430  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


rra,  será  atado  en  el  cielo,  y  todo  lo  que  desatares 
en  la  tierra,  será  desatado  en  el  cielo--.."  (Xuc.lX-18^. 

Sublime  momento  de  la  Historia  de  la  Iglesia 
de  Cristo  y  día  imborrable  en  los  anales  de  la  hu- 
manidad, en  el  cual  el  Hijo  de  Dios  pone  la  piedra 
básica  del  gran  edificio  moral  que  se  levantará  ma- 
jestuoso, desafiando  a  los  vendavales  del  Infierno. 
Veinte  siglos  han  pasado  y  la  Iglesia  cristiana  está 
flamante  y  lozana  como  en  el  día  en  que  Cristo  puso 
la  primera  piedra  moral,  escogiendo  a  Pedro  como 
su  primer  Vicario,  en  las  llanuras  de  Cesárea. 

Simón  Pedro  tenía  un  alma  noble,  enérgica 
y  activa,  forjada  en  las  luchas  con  el  mar  bravio,  a 
quien  había  desafiado  y  vencido  muchas  veces  em- 
barcado en  una  débil  canoa,  y  de  quien  había  apren- 
dido la  inmensidad  sublime  que  copió  en  su  alma 
para  amar  entrañablemente  a  Jesús.  Este  apóstol, 
el  antiguo  pescador  de  Betsaida,  es  la  roca  milena- 
ria donde  se  harán  añicos  todos  los  poderes  de  la 
tierra  que  quieran  derrocarle.  La  experiencia  está 
hablando;  se  han  hundido  los  imperios  de  los  Césa- 
res y  Reyes,  han  naufragado  pueblos  y  naciones, 
han  tenido  que  aquietarse  las  furias  del  averno  re- 
conociendo su  impotencia,  mientras  que  la  Iglesia 
levantada  sobre  esa  roca  aparece  cada  día  más  es- 
pléndida, más  poderosa,  más  sublime.  Murió  Pedro, 
pero  sigue  indestructible  el  Papado  en  una  hilera 
eterna  de  Vicarios  de  Cristo  hasta  Pío  XI 1,  en  el 
orden  siguiente: 

SIGLO  19»    5,  de  San  Pedro  a  San  Vvaristo. 
„        29.  10,  de  Alejandao  19  a  San  Ceferino. 
39.  14,  de  Calixto  19  a  San  Marcelino. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


431 


Siglo  49:  10,  de  San  Marcelo  a  Anastasio  I. 
59:  11,  de  Inocencio  19  a  Anastasio  II. 
„     69:  14,  de  San  Símaco  a  Gregorio  I. 
„     79:  20,  de  San  Sabiniano  a  Sergio  I. 
„     89:  12,  de  Juan  VI  a  Adriano  I. 
„     99:  21,  de  León  Illa  Juan  IX. 
„    109:  25,  Benedicto  IV  a  Silvestre  II, 
119:  19,  de  JuanXVll  a  Pascual  II. 
129:  15,  de  Gelasio  II  a  Celestino  III. 
„    139:  18,  Inocencio  III  a  Bonifacio  VIH. 
„    149:  10  de  Benedicto  xTa  Bonifacio  IX. 

159:  11  de  Inocencio  VII  a  Alejandro  VI. 
,,    169:  16  de  Pío  III  a  Inocencio  IV. 
„    179:  12  de  Clemente  VIH  a  Inocencio  XII- 
„    189:    8  de  Clemente  XI  a  Pío  VI. 
„    199:    6  de  Pío  Vil  a  León  XI 11. 
„   209:    4  de  San  Pío  X  a  Pío  XI 1, 
En  veinte  siglos  de  cristianismo  se    han  suce- 
dido 261   Papas  o  Sumos  Pontífices. 

Jesucristo  sigue  perpetuándose  en  el  Gobierno 
de  la  Iglesia  por  medio  de  su  Vicario  en  la  tierra, 
que  es  el  Jefe  universal   del  cristianismo. 

Como  Coadjutores  del  Papa  están  los  Obispos 
gobernando  determinadas  secciones,  con  límites  fi- 
jos, que  se  llaman  Diócesis. 

En  cada  Diócesis,  el  obispo  tiene  a  su  vez 
sus  cooperadores  directos,  que  son  los  curas  en  ca- 
da parroquia  eclesiástica. 

El  orden  jerárquico  en  el  mundo  cristiano  se 
reduce  al  Papa,  a  los  Obispos,  a  los  Párrocos,  a 
quienes  los  católicos  debemos  reverencia,  amor  y 
obediencia,  porque  representan  la  Autoridad  del  Ver- 
dadero Jesucristo. 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


432 


-CXIX-     EL  IDEAL  CRISTIANO 


<^ed  vosotros  perfectos,  así  como  vuestro 
Padre  celestial  es  perfecto"  (Mat.  VAS).  Estas  pa- 
labras de  Jesús  constituyen  la  norma  práctica  del 
ideal  cristiano.  Los  cristianos  estamos  obligados  a 
ser  santos  conforme  a  la  santidad  de  Dios,  a  esto 
debe  conducirnos  la  religión  de  Cristo.  Desgraciada- 
mente, las  pasiones,  el  mundo,  el  demonio,  las  ri- 
quezas, la  soberbia,  las  concupiscencias  nos  desvían 
del  cauce  divino.  Esto  no  embargante,  sigue  Jesu- 
cristo enseñando:  "Si  alguno  os  hiere  en  la  mejilla 
derecha,  presentadle  también  la  izquierda.  Y  al  que 
quiere  armaros  pleito  para  quitaros  la  túnica,  dad- 
le también  la  capa.  Y  al  que  os  forzare  a  ir  carga- 
do mil  pasos,  id  con  él  otros  dos  mil.  Al  que  os 
pide,  dadle;  no  tuerzas  el  rostro  al  que  pretende 
de  vosotros  algún  préstamo''.  (Mat.  V-39-42). 

"Amad  a  vuestros  enemigos;  haced  bien  a  los 
que  os  hacen  mal;  orad  por  los  que  os  persiguen 
y  calumnian,  para  que  imitéis  a  vuestro  Padre  ce- 
lestial, el  cual  hace  nacer  su  sol  sobre  buenos  y 
malos  y  hace  llover  sobre  justos  y  pecadores.  Por- 
que si  amáis  únicamente  a  los  que  os  aman  y  si 
no  saludáis  sino  a  vuestros  amigos,  ¿qué  de  parti- 
cular hacéis?;  esto  hacen  también  los  publícanos  o 
los  que  no  son  cristianos".  (Mat.  V-44-47). 

"Haced  vosotros  con  los  demás  hombres  todo 
lo  que  deseáis  que  los  otros  hagan  con  vosotros", 
fMat.  VIM2J. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  433 


"Cuando  vosotros  hacéis  banquetes,  dais  comi- 
das o  cenas,  no  convidéis  a  vuestros  amigos,  pa- 
rientes o  vecinos  ricos,  porque  ellos  también  os 
convidarán  y  quedareis  recompensados.  Cuando  ha- 
gáis un  convite,  invitad  a  los  pobres,  a  los  tullidos, 
a  los  cojos  y  a  los  ciegos,  como  ellos  no  pueden 
pagaros,  seréis  recompensados  en  la  resurrección  de 
los  justos".  (Luc.  X1V-12-14J. 

Estas  son  las  normas  de  caridad  cristiana.  Así 
obraron  las  comunidades  cristianas  de  los  primeros 
siglos  para  no  desmentir  su  nombre  sagrado;  puede 
ser  que  en  los  actuales  tiempos  haya  cristianos  que 
cumplan  con  estas  enseñanzas  de  Jesús;  este  es  el 
ideal  a  que  debemos  aspirar. 

Los  apóstoles  y  discípulos  del  Señor  oyeron 
esta  sublime  doctrina;  vieron  que  Jesús  la  practi- 
caba y  siguieron  su  ejemplo;  detrás  de  ellos  está 
la  pléyade  incontable  de  santos  que  han  seguido 
este  camino  de  perfección  cristiana-  San  Pablo  ha- 
ciendo eco  a  las  normas  enseñadas  por  Cristo,  no  de- 
jaba de  repetir:  "Vuestro  amor  mutuo  debe  ser  sin 
fingimiento,  amándoos  recíprocamente  con  ternura 
y  caridad  fraterna,  procurando  anticiparos  unos  a 
otros  en  las  señales  de  honor  y  deferencia.  Sed  cari- 
tativos para  aliviar  las  necesidades  del  prójimo  y 
prontos  a  ejercer  la  hospitalidad.  Bendecid  a  los 
que  os  persiguen.  Alegraos  con  los  que  se  alegran 
y  llorad  con  los  que  lloran. 

"No  queráis  teneros  a  vosotros  mismos  por  sa- 
bios. A  nadie  volváis  mal  por  mal.  Vivid  en  paz, 
en  cuanto  esté  de  vuestra  parte,  con  todos  los  hom- 
bres. No  os  venguéis;  dad  lugar  a  que  pase  la  cólera. 


434 


ÉL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Antes  bien,  si  tu  enemigo  tuviere  hambre,  dale  de  co- 
mer; si  tiene  sed,  dale  de  beber,  que  con  hacer 
esto   amontonarás    ascuas-    encendidas     sobre  su 

cabeza.    Procura   vencer   el   mal  con  el   bien  " 

(Ep.  ad  Rom.  XI 1-9  a  2\). 

Por  este  orden,  los  apóstoles,  herederos  del 
espíritu  de  Jesús,  dan  la  pauta  del  ideal  cristiano, 
enseñando  en  sus  epístolas  lo  que  Jesucristo  les 
enseñó  y  recomendó  que  enseñaran  a  todas  las 
gentes  para  llevar  menos  indignamente  el  nombre 
de  cristianos  por  la  práctica  del  bien  y  la  aspira- 
ción al  ideal- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  435 


-CXX-     EL  PAIS  DE  JESUS 
EN  LA  ACTUALIDAD 

C^L  TEMPLO,  El  lugar  en  que  se  alzó  el 
Templo  de*  Salomón  quedó  convertido  en  una  ver- 
dadera ruina  durante  centenares  de  años  después 
de  su  destrucción  por  las  huestes  de  Tito,  para  que 
se  cumpliera  la  profecía  de  Jesús-  Cuando  los  ára- 
bes invadieron  la  Palestina  en  el  año  650  de  la  era 
C,  aquella  enorme  área  de  terreno  estaba  con- 
vertido en  basurero.  Decidieron  los  invasores  levan- 
tar allí  una  gran  mezquita,  llamada  de  Ornar;  cons- 
trucción que  existe  en  la  actualidad.  Es,  después 
de  la  Meca,  la  Mezquita  más  importante  del  Islam, 
que  se  levanta  majestuosa  sobre  la  enorme  platafor- 
ma rocosa  en  donde  se  erguía  el  famoso  Templo 
de  Jerusalén. 

NAZARET.  Metida  en  el  valle  que  rodean  las 
colinas  sigue  viviendo  la  villa  nazarena  su  vida  hu- 
milde y  sencilla.  Airosa  se  levanta  la  Iglesia  de  la 
Anunciación  coronando  el  conjunto  gracioso  de  ca- 
sita3  blancas.  En  la  cripta  del  Templo  se  muestra 
el  lugar  preciso  que  ocupaba  la  casa  de  la  Virgen 
nazarena,  escogida  entre  millones  de  mujeres  para 
ser  bendita  eternamente,  porque  en  sus  entrañas  se 
hizo  hombre  el  Hijo  de  Dios.  "Aquí  se  hizo  carne 
el  Verbo'1  es  el  aviso  sagrado  que  hace  caer  de  ro- 
dillas a  los  peregrinos. 

BELEN.  Está  a  ocho  kilómetros  de  Jerusalén. 
Casas  apiñadas  sobre  un  montículo  forman  el  pue- 


436  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

blo.  El  Templo  de  la  Natividad  está  separado  de 
las  Iglesias  de  Conventos  y  Monasterios  centrales  .Una 
pequeña  puerta  da  acceso  al  Templo  y  sus  naves 
conducen  a  la  gruta  que  se  encuentra  debajo  del 
altar  mayor.  En  el  suelo  de  la  cueva  hay  una  es- 
trella aureolada  de  una  inscripción  que  dice:  "Aquí 
nació  Jesucristo  de  la  Virgen  María".  Más  de  cin- 
cuenta lámparas  de  plata  cargadas  de  aceite  están 
ardiendo  constantemente  como  símbolo  de  fe  y  a- 
mor  a  Dios  hecho  Hombre,  cuya  cuna  fué  el  suelo 
de   esa  gruta. 

CAMPO  DE  LOS  PASTORES.  Restos  de  un 
monasterio,  columnas  de  una  iglesia  derruida,  indi- 
can el  lugar  donde  resonó  el:  "Gloria  in  excelsis 
Deo"  cantado  por  los  ángeles  que  anunciaron  a  los 
pastores  el  nacimiento  de  Jesús  que  trajo  a  los 
hombres  la  paz  celestial. 

EL  JORDAN.  El  río  Jordán  corre  desde  Ga- 
lilea hacia  el  sur,  vertiendo  sus  aguas  en  el  mar 
Muerto.  Está  escoltado  por  esbeltos  sauces  que  cre- 
cen en  las  riberas.  En  el  lugar  donde  fué  bautiza- 
do Jesús  se  levanta  una  Capillita  de  donde  arran- 
ca una  gradería  que  llega  hasta  el  río;  aquí  se  ba- 
ñan los  peregrinos  recordando  que  ese  lugar  y  esas 
aguas  fueron  santificadas  con  la  presencia  de  la 
Santísima  Trinidad  en  el  bautismo  de  Cristo.  Allí 
apareció  el  Espíritu  Santo  en  forma  de  Paloma,  se 
dejó  oir  la  voz  del  Padre  en  favor  del  Hijo. 

LAGO  Y  LLANURA  DE  GENEZARET.  En 
tiempos  de  Jesús  el  lago  estaba  surcado  por  nume- 
rosas velas  y  sus  orillas  salpicadas  de  poblaciones 
como  Cafarnaúm,  Betsaida,  Mágdala,  Tiberíades;  hoy 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  437 

día  es  todo  silencio  y  soledad.  Con  la  única  excep- 
ción del  pueblito  de  Tiberíades  que  parece  acurruca- 
do a  la  orilla  del  lago,  no  se  ven  sino  ruinas,  gru- 
pos de  árboles,  manchones  de  tierras  pardas  que 
señalan  los  lugares  donde  estuvieron  Betsaida  y  las 
otras  ciudades  bulliciosas  y  alegres  de  antaño.  Lla- 
nura, suelo  bendito  acariciado  por  las  plantas  de 
Jesús,  ahora  llamado  "eUGuwer".  Lago,  testigo  de 
milagros  y  predicaciones.  Todo  reducido  a  desolación 
como  eco  de  los  ayes  del  Señor.  En  el  lago,  en 
forma  de  corazón,  de  21  K.  de  largo  por  12  de 
ancho,  sigue  reflejándose  la  silueta  divina  de  Cristo; 
es  imposible  viajar  por  la  carretera  que  le  rodea, 
sin  sentir  el  espíritu  de  Dios  que  sigue  tnoviendo 
esas  mansas  olas  y  calentando  esas  benditas  playas. 

JERUSALEN.  Es  la  Capital  del  nuevo  Estado 
de  Israel.  "Mosaico  de  religiones  y  de  sectas",  co- 
mo dice  un  periodista  español.  Dividida  material  y 
moralmente.  Hay  la  zona  Judía  y  la  zona  árabe,  la 
ciudad  antigua  y  la  moderna.  Dejemos  la  ciudad 
con  avenidas  y  palacios  a  la  moderna,  para  seguir 
las  huellas  de  Jesús  por  la  vieja  calle  "de  la  amargura". 

VIA  CRUCIS.  Las  catorce  estaciones  tienen 
su  recuerdo  especial,  desde  la  torre  Antonia  hasta 
el  Sepulcro.  Los  últimos  descubrimientos  e  investi- 
gaciones aclaran  perfectamente  la  relación  de  la 
torre  de  Herodes  con  el  Pretorio  de  Pilato  donde 
Jesús  oyó  la  más  injusta  de  las  sentencias  que 
que  se  han  dado  en  el  mundo.  Siguen  capillas  y 
placas  señalando  las  escenas  evangélicas  del  Via  Cru- 
cis. 


OTROS  LUGARES.  Como  se  comprende,  en 


438 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


veinte  siglos  que  han  pasado  desde  la  presencia  ma- 
terial de  Jesús  en  Palestina,  miles  de  sucesos  de 
todo  orden  han  cambiado  el  País  de  Cristo  hasta 
topográficamente.  Ya  no  es  la  Palestina  de  Jesu- 
cristo, es  la  Nación  Israelita  que]  tiende  a  moderni- 
zarse completamente.  Pero  sigue  viviendo  la  Imagen 
de  Jesús  porque  a  cada  paso  y  en  todas  partes  se 
levantan  Iglesias  y  monumentos  recordatorios  del 
Señor  que  santificó  esos  lugares  con  su  presen- 
cia, con  sus  palabras  y  con  sus  obras. 

El  Santuario  del  Cenáculo,  la  Iglesia  de  Get- 
semaní,  la  Basílica  del  Calvario  y  del  Santo  Sepul- 
cro, el  Santuario  de  la  Ascención,  la  Iglesia  del 
"Pater  Noster",  y  centenares  de  Santuarios  nos  es- 
tán diciendo  que  Palestina  es  la  Patria  del  Hom- 
bre Dios. 

RECUERDOS.  El  país  de  Jesús  ha  sufrido 
verdaderas  crisis  sociales  y  religiosas,  sin  llegar  aún 
a  su  perfecto  equilibro. 

Es  la  tierra  prometida  por  Dios  a  Abrahán  y 
sus  descendientes,  a  la  cual  llegaron  los  israelitas 
después  de  mil  peripecias.  Siguieron  después  gue- 
rras, cautiverios,  destrucciones  y  una  serie  de  des- 
gracias en  Palestina,  hasta  que  Jesús  la  evangeli- 
zó. A  los  cuarenta  años  de  su  muerte  se  hundió 
en  la  desolación  y  en  la  completa  ruina,  de  la  cual  re- 
tornó en  manos  del  paganismo.  Desde  el  siglo  49  volvió 
a  ser  la  tierra  santa  porque  los  cristianos  se  pro- 
pusieron restaurarla  capitaneados  por  Elena  y  Cons- 
tantino, por  Eudoxia  y  Justiniano.  La  colina  de 
Sión,  las  campiñas  de  Belén,  el  valle  del  Jordán, 
las  soledades  de  Judea,  los  albergues  de  Galilea,  se 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROAflO  439 

poblaron  de  religiosos,  por  todas  partes  se  levanta- 
ron magníficos  monumentos,  de  toda  Europa  vinie- 
ron peregrinos  en  abigarradas  multitudes  a  visitar 
la  tierra  santificada  con  la  presencia  de  Jesús, 

Desgraciadamente,  este  bello  florecer  del  cris- 
tianismo fué  pisoteado  bárbaramente,   primero,  por 
las  hordas  persianas  de  Cosroes,  y  después  por  la 
invasión  árabe  encabezada  por  Ornar;  la  persecución 
a  los  cristianos  fué  horrible  y  cruenta-  Después  de  una 
corta  tregua,  recrudeció  el  mal  con   la  invasión  de 
ios  turcos.  En  occidente  se  levantaron  los  cruzados 
resueltos  a  conquistar  con  las  armas  la  tierra  san- 
ta, vejada  en  toda  forma  por  las  huestes  orienta- 
les. El  triunfo  no  fué  duradero  porque  vino  la  gue- 
rra del  islamismo  y  abrió  otra   vez  las    puertas  de 
Palestina  a   los  infieles.    Nuevamente  los  ejércitos 
de  cruzados  al  mando   de  Barbarroja,   de  Ricardo 
Corazón  de  León,  del  rey  de  Francia,   Felipe  Au- 
gusto,  ayudado  por  las  poderosas    flotas  Italianas, 
conquistaron  parte  de  las    tierras   arrebatadas  por 
los  invasores,  con  esto  no   volvió  la   paz  para  los 
cristianos,  pues  se  sucedieron  nuevos  atropellos,  o- 
tras  invasiones,  distintos  gobiernos,  hasta  que  en  el 
año    1917   se    terminó   el    imperio   musulmán  en 
Palestina. 

En  los  últimos  cuarenta  años  la  situación  po- 
lítica de  Tierra  Santa  ha  sido  aciaga,  sin  bislum- 
brarse  el  fin  pacífico  y  duradero,  a  pesar  del  esta- 
blecimiento de  la  nación  de  israel.  En  lo  religioso 
se  ha  llegado  a  cierta  comprensión  o  tolerancia  en- 
tre los  variados  credos  y  cultos  de  las  gentes  que 
ocupan  el  país  de  Jesús  en  la  actualidad.  Que  pron- 


440  EL  VERDADbRO  JESUCRISTO 


to  sea  realidad  la  internacionalizacíón  de  los  Santos 
Lugares,  para  la  libertad  política  y  religiosa  de  todos, 
es  el  anhelo  de  los  católicos  del  mundo  y  el  deseo 
de  su  Santidad  Pío  XI 1,  que  tiene  sus  miradas 
puestas  en  toda  la  tierra  y  de  preferencia  en  la 
Tierra  Santa. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO  44 1 


CONCLUSION 

Lector: 

Ha  llegado  a  su  término  esta  obrita,  pequeña 
en  cantidad,  porque  es  fruto  de  la  cultura  del  úl- 
timo de  los  Sacerdotes,  pero  grande  en  calidad, 
porque  trata  de  Jesucristo. 

Has  concluido  la  lectura  de  estas  450  páginas, 
pero  debes  comenzar  a  leer  el  Evangelio.  El  fruto 
de  mi  trabajo  está  en  que  tú  te  intereses  por  sa- 
ber lo  que  dijo  e  hizo  Jesús,  para  que  le  conoz- 
cas, le  ames  y  le  sirvas.  Si  lees,  estudias  y  meditas 
debidamente  cada  párrafo  del  Libro  sagrado,  sin  du- 
da que  llegarás  pronto  al  fin  deseado.  Jesucristo 
debe  ser  el  epicentro  del  movimiento  intelectual  y 
religioso  de  nuestra  vida,  o  lo  que  es  lo  mismo, 
debemos  vivir  CON  CRISTO,  por  Cristo  y  para 
CRISTO. 

Confieso  humildemente  que  soy  el  primero 
que  debo  vivir  la  vida  del  Evangelio  cristiano,  sin 
embargo,  anhelo  que  estas  páginas  ayuden  a  otros 
para  que  lleguen  a  la  meta  del  ideal  cristiano  tra- 
zado en  el  Evangelio. 

Declaro  que  este  libro  no  se  ha  escrito  para 
los  sabios,  ni  para  los  santos.  Estos  se  han  santi- 
ficado practicando  lo  que  Jesús  enseñó.  Aquellos 
saben  más  que  lo  poco  que  yo  digo  en  estas  pá- 
ginas; únicamente  les  falta  profundizar  sus  conoci- 
mientos y  vivir  de  acuerdo  con  lo  que  saben. 

Tampoco  aprovechará  este  libro  a  los  fariseos, 
si  es  que  la  secta  de  antaño    ha    revivido,  porque 


442 


ellos  son  los  eternos  enemigos  de  Cristo. 

Reconozco  que  mi  obra  no  es  de  TITANES; 
cualquiera  puede  meditar  el  Evangelio  y  encontrar 
la  mina  de  la  ciencia;  yo  he  buscado  en  esa  mina 
a  Jesucristo  en  su  aspecto  físico,  intelectual,  mo- 
ral y  doctrinario  y  mi  trabajo  ha  sido  citar  capítu- 
los y  versículos  del  Evangelio,  para  que  los  que  no» 
conocen  el  Texto  se  decidan  a  estudiarlo,  conven- 
cido de  que  leyéndolo  encontrarán  al  VERDADE- 
RO JESUCRISTO, 

Este  libro  ha  sido  escrito  para  todos,  pero  no 
servirá  sino  para  la  gente  de  buena  voluntad,  pa- 
ra los  hombres  y  mujeres,  herederos  de  las  virtudes 
de  las  muchedumbres  que  seguían  a  Cristo  ansio- 
sas de  conocerle  y  conociéndole,  no  acertaban  a  de- 
jarle, porque  le  amaban  y  querían  servirle  y  vivir 
siempre  a  su  lado 

Este  libro  aprovechará  a  fas  gentes  a  quie- 
nes Jesús  proclamó  bienaventuradas  por  su  fe,  sen- 
cillez, humildad  y  buena  voluntad,  virtudes  que  con- 
ducen a  la  Verdad  y  al  Bien,  cuya  síntesis  es  Dios- 

Si  mis  escritos  valieran  para  que  el  pueblo  sea 
más  cristiano,  teórica  y  prácticamente,  habría  logra- 
do la  recompensa  buscada. 

Mezcladas  con  las  citas  evangélicas  están  en  mí 
Libro  citas  de  sabios  y  de  santos  que  han  comen- 
tado el  Evangelio,  indicando  la  materia  abundante 
que  existe  para  quien  anhela  conocer  a  Jesucristo- 
Comencé  trayendo  a  colación  hermosas  frases  de 
un  santo  Obispo  y  termino  mi  trabajo  con  las  pala- 
bras de  un  sabio  Prelado:  "  Felices,  por  cierto,  y 
mil  veces  felices  los   que  encontraron  un  día  a  Je- 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


443 


sus,  en  las  rutas  de  Galilea,  a  orillas  del  lago  de 
Genezaret,  en  los  pueblos  de  Judea,  en  el  Templo, 
en  las  calles  de  la  ciudad  santa,  en  cualquiera  par- 
te y  lugar  de  Belén  al  Gólgota- 

Dichosos  los  que  le  miraron  o  merecieron  ser 
mirados  por  el  Señor,  los  que  oyeron  su  voz  divi- 
na y  lograron  ser  tocados  por  esas  manos  sacrosantas. 

Felices  los  discípulos  de  Cristo  que  vivieron  con 
El,  meses  o  años.  Bienaventurada  será  eternamen- 
te la  Virgen  María  por  ser  Madre   de  Jesucristo. 

Dignos  de  envidia  son  los  primeros  cristianos 
que  oyeron  a  los  apóstoles  contar  las  escenas  de 
la  vida  de  Jesús  y  repetir  sus  palabras,  casi  con  el 
mismo  tono  de  voz,  con  los  mismos  gestos. 

Se  han  pasado  veinte  siglos  de  la  dicha  que 
tuvo  el  mundo  poseyendo  materialmente  al  Maestro 
divino.  Envidiables  son  los   que  vivieron  entonces. 

Pero  no  somos  menos  felices  Jos  cristianos  de 
ahora,  porque  tenemos  al  mismo  Jesucristo  en  la 
Eucaristía  y  conservamos  el  eco  de  sus  palabras  y 
el  reflejo  de  sus  obras  en  el  Evangelio.  Harto  be- 
neficio es  de  Dios  que  inspiró  ese  Libro.  Demos 
gracias  por  tan  grande  don  y  aprovechemos  de  sus 
páginas. 

Leyendo  el  Evangelio  podemos  conocer  a  Je- 
sucristo, tal  vez,  no  tan  bien  como  los  que  le  vie- 
ron y  oyeron  personalmente,  pero  con  tanta  aproxi- 
mación que  bastará  para  enamorarnos  de  El...." 

En  verdad,  felices  somos  los  cristianos  que 
creemos  en  Jesucristo,  que  le  amamos,  a  pesar  de 


444 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


de  nuestros  pecados,  y  que  esperamos  de  El,  per- 
dón y  misericordia,  felicidad  temporal  y  eterna, 
confiando  en  sus  palabras:  "El  Hijo  del  hombre 
ha  venido  a  dar  su  vida  para  redención  de  mu- 
chos, a  rescatar  a  los  cautivos".  (Mat.  XX-28). 


A.  M.  D.  G- 


Dr.  Héctor  Eduardo  Andrade  Proano. 


Sacerdote  Diocesano. 


ECUADOR  -  IMBABURA. 


Ibarra,  Calle  Sucre  N?  9-83. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


ERRATAS 


445 


Casi  imposible  es  evitar  todo  error  tipográfico  en  una  obra. 

La  inteligencia  y  amabilidad  del  lector  sabrán  disculpar  y 
rectificar  las  faltas  deslizadas  en  este  Libro. 


Con 

todo, 

anotamos  las 

principales  erratas. 

Pág. 

Línea 

Dice; 

Debe  decir; 

4 

23 

tampoco 

tan  poco 

6 

10 

porquele 

porque  le 

8 

15 

Talvez 

Tal  vez 

9 

15 

a 

acerca  de 

12 

12 

déci 

décimo 

12 

12 

de  748 

748 

17 

17 

próxima 

próximo 

19 

22 

había 

habían 

21 

8 

atravesado 

atravesada 

25 

2 

que  la 

que  en  la 

26 

26 

los  atribuyen 

les  atribuye 

26 

5 

provienen 

proviene 

26 

7 

han 

ha 

27 

18 

del  Señor 

del  Señor; 

35 

6 

Iturrea 

íturea 

41 

24 

la 

lo 

43 

27 

separados 

separado 

49 

16 

ardía 

allí  ardía 

55 

16 

creaión 

creación 

57 

8 

dándose 

dándonos 

62 

7 

presentaban 

presentaron 

63 

18 

cura 

curan 

65 

25 

tu 

su 

71 

12 

haciéndose 

haciendo 

446 

EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

o   K  K  A  1 

A  Q 
A  o 

71 

19 

presentado 

presentados 

86 

25 

se  plió 

se  cumplió 

106 

17 

este 

éste, 

107 

17 

rasonable 

razonable 

118 

22 

recordó 

recordó  a 

132 

4 

fraces 

frases 

140 

3 

que 

que  le 

143 

3 

Compasiva 

Compasivo 

Í43 

15 

sienten 

siente 

144 

27 

y  junta 

junto 

145 

26 

única 

único 

146 

14 

envió 

envío 

160 

25 

humana 

humanas 

163 

no 

lo 

necesitaba 

necesita 

165 

5 

enderezadas 

fueron  enderezadas 

168 

9 

encaminada 

encaminadas 

178 

18 

pronunciado 

pronunciada 

181 

1 

vive 

vivo 

184 

Cap. 

XLXI 

XLIX 

184 

14 

hecha 

echa 

187 

16 

de  madre 

de    la  madre 

190 

9 

el  Logos  es  decir 

el  Logos;  es  decir 

194 

29 

superir 

superior 

194 

32 

evangélidos 

evangélicos 

O  A  O 

z9 

conexción 

conexión 

207 

16 

conocieran 

conocieron 

214 

23 

podían 

podía 

216 

9 

despué 

después 

2)6 

14 

ramamje 

ramaje 

222 

10 

sencible 

sensible 

224 

la. y  2a  administración 

admiración 

226 

13 

todo 

todos 

234 

11 

mismos 

mismo 

236 

Cap. 

LXV 

LXIV 

HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


ERRATAS 


447 


240  24-25  aprodo  aprobado 

248  8  jurado  curado 

257  17  miles  personas  miles  de  personas 

283  19-20  por  su  hermano  por  la  muerte  de  su  hermano 

290  30  elijen  eligen 

300  29  as  las 

327  12  desonestidades  deshonestidades 

333  8  bebía  debía 

347  22  servirá  servirá 

357  13  Paestina  Palestina 

236  3  guardados  guardado 

357  32  é  él 

358  12  hacia  hacía 
351  31  duerme?  duermes? 
365  14  nocente  inocente 
369  6  decaer  de  caer 
406  24  encabezonadas  encabezadas 
414  el  Dioclesianos  diocleciános 
418  4  S  está  Si  está 

423  21  junto  juntos 

426  15  deseaba  deseaban 

430  30  Vvaristo  Evaristo 

435  8  convertido  convertida 

436  25  santificadas  santificados. 


En  fin  en  la  página  254  se  ha  repetido  la  cita,  en  vez  de 
siguiente  texto:  "No  necesitaba  Jesús  que  le  informasen  acerca 
de  hombre  alguno,  porque  sabía  El  mismo  lo  que  hay  dentro 
de  cada  uno"  (Jn.  11-25). 

Estas  y  otras  faltas  de  importancia  se  enmendarán  en  la 
segunda  edición.  Lo  que  falta  en  esta  obra  se  completará  en 
el  próximo  libro  del  mismo  autor:  "EL  CRISTIANISMO 
VERDADERO". 


448  EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


Tal  vez  está  por  demás  indicar  al  benévolo  lector  que  en 
las  citas  del  Evangelio,  los  números  romanos  corresponden  al 
capítulo  y  los  arábigos5  al  versículo. 


H.  E.  A.  P. 


HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


449 


INDICE 

Páginas 


1  Motivo  para  publicar 

3  Dedicatoria 

4  Por  Prólogo 
7  Presentación 

11  ¿Existió  Jesucristo? 

15  El  Mesías  prometido 

18  Genealogías   de  Jesucristo 

21  La  Patria  de  Jesucristo 

24  Biblia  y  Evangelios 

27  Los  Evangelistas 

31  Palestina  en  tiempos  de  Jesús 

35  Un  poco  de  Historia 

39  Cronología  evangélica 

43  El  Templo  y  las  fiestas  de  los  Judíos 

47  El  Templo  de  Jerusalén 

51  El  sábado  en  la  antigua  Ley 

54  El  domingo   de  la  nueva  Ley 

57  Mirada  de  conjunto 

61  ¿Quién  es  Jesucristo? 

65  Preliminares   al  nacimiento 

69  Hacia  Belén 

73  Circunsición,  presentación,  nombre 

77  Desarrollo  de  Jesús 

80  Epifanía 

83  Consecuencias  de  la  visita 

86  Jesús  Nazareno 

90  Los  Padres  de  Jesucristo 

94  Cómo  era  María 

98  La  Virgen  desposada 

102  La  madre  y  los  hermanos  de  Jesús 


450 

EL  VERDADERO  JESUCRISTO 

106 

Paripntps  amicos  pnpt"nii?os 

1 10 

Rprrato  Hp  ilp^npristo 

I  loUllUUlla 

1 16 

í ,n?  oíos  Hp  íIpsi'is 

120 

I  >5i    vr>7  Hp  Cristo 

123 

Galileo 

126 

Las  manos   del  Señor 

130 

El  idioma  dp  Cristo 

i     i  u  i  w  1 1 1  a    Vi  v            i  iov\-/ 

134 

Portalpza  rornoral 

13S 

Tpmnprampntn 

142 

El  rarártpr  dp  «IpsÚs 

145 

El  corazón  de  Jesucristo 

149 

El  Alma  de  Cristo 

1 53 

I  >íí   nuli-ioríi   Hp  íIpsi'is 

157 

PrpHiración  dpi  Spñor 

1 60  * 

PlaíiiiP7as  rornoralps 

163 

Tpnta  riorip^ 

166 

1  \J  V  J 

í  íi  s  nnsionps  Hp  ilpmm 

17fr 

\7  1  1"f"  1  1  H  f>  C 

V  11  l  UUCo 

174 

Otras  virtudes  del  Señor 

177 

\7ida  intprior  dp  Cristo 

V   IVXci     111  Cvl  1W1        VI  V-       V>  I  lOL  V/ 

181 

¿Existp  «Jpsurristo? 

184 

I  O  Tf 

Din*;  v  Hnmhrp 

A  i  itotp^ti  mon  i  o 

P!  Vprho  Divino 

J  ^  [       T    VI    L  /  \  '       1      1  V  1  UU 

193 

Hiio  dp  Dios 

i  i  iju    vi  v      x-*  iyo 

196 

Tpsti  mortio  dpi  Pndrp 

X  ^OLl  111  KJ  111  KJ      VI  V-  1        X     11  VI 1  V- 

199 

CorHpro  Hp  Dios 

202 

Jpsús  v    los  ánfjplps 

ijv.iuo    y      luo  aiicvivo 

206 

X.  V7  V/ 

Cficfr»    \r   loe  Hptnnnirtc 
v>i  loiu    y    iuo  ucinuniu> 

210 

.Ipciic  Olirprn 

uCsUS     v/UI  Cl  U 

214 

U  CoUo     V-/  el  1 1 1  |  f  V.  o  1  1  1  \J 

OI  O 

Cristo  Maestro 

222 

Cualidades  del  Maestro 

225 

Lecciones 

229 

El  maestro  de  la  doctrina  social 

HECTOR  EDUARDO  ANDRADE  PROANO 


233  El  Evangelio   y  las  riquezas 

236  Función  cristiana  del  oro 

239  Jesucristo  y  la  pobreza 

243  Rasgos  especiales  de  Cristo 

247  Jesús  Médico 

251  El  Buen  Pastor 

254  Profeta  y  Taumaturgo 

258  Luz,  Camino,  Verdad,  Vida 

261  Enseñanzas 

265  El  Sermón  del  Monte 

269  Las  malaventuranzas 

273  María  Magdalena 

276  En  Betania 

279  Marta  y  María 

282  Lázaro 

285  Parábolas  evangélicas 

288  ^  Otras  Parábolas 

292  Más  Parábolas 

295  ira  Santa 

298  Urbanidad  en  el  Templo 

302  Promesa  de  la  Eucaristía 

305  La  Transfiguración 

308  Padre  Nuestro 

312  Amor  cristiano 

316  Jesús  y  los  pecadores 

320  El  fariseísmo 

323  Moral  extraña 

326  Lo  que  dijo  Jesucristo 

330  Milagros 

333  Jesucristo  Tributario 

336  El  lago  de  Genesaret 

339  Domingo  de  ramos 

43  Profecías 

346  Jueves  santo 

349  Eucaristía 

353  Sobremesa  espiritual 


452 


EL  VERDADERO  JESUCRISTO 


OOO 

Juan  Bautista 

óozf 

San  Pedro 

OUO 

J  udas 

QÍÍ7 

r^iato 

o/U 

Via  Crucis 

O  i  4 

Historia  de    la  crucifixión 

1191 

l/oioics  exiei  nos 

Dolores  internos 

000 

1  Ul  lUI  Uo    Ucl  <X\ll\A. 

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mi  corazón  aoici  to 

Testimonios 

AC\  1 

Oí*  UaUU  OallLU 

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L/uiningu  uc  pascua 

A  no 

Los  milagros  de  Jesús 

4  í  Z 

El  milagro  moral 

4  1 O 

oac..i  ¿iiiicntus 

4  1  r/ 

L<<Jo  rtJJUSlUlCJ) 

499- 
4¿  Z 

429 

Sucesores   de  Pedro 

432 

El  Ideal  cristiano 

435 

El  país  de  Jesús  en  la  actualidad 

441 

Conclusión 

445 

Fe  de  erratas 

449 

Indice 

A.  M.  D.  G. 


SE  TERMINO  LA 
IMPRESION  DE  ESTE  LIBRO, 
EN  LOS  TALLERES  GRAFICOS  DE 
EDITORIAL  "AUSTRAL"  DE 

G.  MOLINA  &  CIA. 
EL  20  DE  ABRIL  DE  1958 
CUENCA-ECUADOR. 


BT202 .A55 

El  verdadero  Jesucristo 


Princeton  Theological  Seminary-Speer  Library 


1  1012  00069  2691 


Valor  del  Ejemplar  S/.  25,  oo 


Imp.  AUSTRAL  de  G.  Molina  y  Ci«. 
CUENCA