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Full text of "Viaje á América : Estados Unidos, Exposición Universal de Chicago, México, Cuba y Puerto Rico"

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VIAJE  Á  AMÉRICA 


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VIAJE 
Á 


AMÉRICA 


Estados  Unidos,  Exposición  Universal  de  Chicago, 
México,  Cuba  y  Puerto  Rico 


Rafael  ^uig  y  Yalls 


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B5\RCKLÓNA 

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TIPOLITOGRAFÍA   DE   LUIS    TASSO 

Arco  del  Teatro,  21  y  23 
X894 


ES     PROPIEDAD 


A  mi  hermano  Mariano: 

Cuando  la  fraicrnidad  no  es  más  que  vínculo  de  la  sangre, 
aun  siendo  rama  de  un  árbol  de  tronco  vigoroso,  una  ráfaga 
de  viento  puede  derribarla;  cuando  el  amor  fraternal  ahonda, 
y  más  que  rama  de  árbol  frondoso  es  raíz  que  penetra  en  el 
alma,  las  tempestades  de  la  vida  sólo  pueden  arrancarla  con  la 
planta  entera. 

Así  ha  ahondado  tu  afecto  en  mi  alma;  así  ha  arraigado  en 
mi  corazón  el  cariño  de  hermano  y  amigo  que  tu  inagotable 
bondad  me  ha  dispensado,  sin  desmentirse  jamás,  un  solo  ins- 
tante, durante  miestra  ya  larga  existencia. 

(Quién,  pues,  podría  ocupar,  con  mejor  derecho  que  tú,  la 
primera  página  de  este  libro? 

Que  ella  te  recuerde  mientras  vivas,  el  inquebrantable  y 
correspondido  afecto  de  tu  hermano 

Rafael 


De  París  á  New- York 


s  cosa  vulgarísima  hacer  un  viaje 
de  París  á  New-York;  el  que  pasa 
por  el  Havre  sale  ahora  á  las  1 2  y 
media  de  la  noche  de  la  estación 
de  San  Lázaro,  situada  en  el  cen- 
tro de  París.  A  las  seis  de  la  mañana  para  el  tren, 
que  lleva  el  pomposo  título  de  «tren  directo  de 
París  á  New-York»,  junto  á  la  pasarela  del  trasat- 
lántico, y  á  los  pocos  minutos  cada  pasajero  ha 
colocado  ya  el  equipaje  de  mano  en  su  camarote, 
esperando,  no  sin  alguna  zozobra,  la  hora  de  salida 
que  dicta  la  marea  en  las  dársenas  del  Havre.  Sería 
necesario  ser  muy  exigente  si  no  estuviera  contento 
con  mi  suerte-,  embarqueme  el  18  de  marzo  en  el 
vapor  más  hermoso  y  nuevo  de  la  Compañía  Trasat- 


8  VIAJE   Á  AMÉRICA 

lántica  francesa,  el  Touraine,  (|ue  está  realizando 
su  décimo  tercer  viaje  con  una  velocidad  pasmosa. 
A  las  25  horas  había  andado  495  millas,  según  nota 
dada  por  el  encargado  de  la  corredera;  hoy  21,  tercer 
día  de  viaje,  debemos  haber  andado  ya  más  de  800 
millas,  y  oigo  decir  á  los  compañeros  de  viaje  que  se 
marean,  que  el  capitán  se  propone  llegar  á  New-York 
el  viernes  próximo,  ó  sea  en  menos  de  siete  días, 
desde  el  Havre. 

Pocos  vapores  habrían  realizado  una  travesía  más 
rápida,  y  pocos  también  podrán  ofrecer  á  los  pasajeros 
mayores  comodidades  y  garantías  de  seguridad. 

El  TouraÍ7ic  ha  sido  construido  para  pasaje  nu- 
meroso y  todo  se  ha  sacrificado  á  la  comodidad  de 
los  viajeros.  Barco  que  salió  á  mediados  de  1891  del 
astillero  de  Saint  Nazaire,  parece  un  palacio  flotante 
que  brilla  al  sol  con  el  matiz  nacarado  del  color 
blanco  agrisado  que  domina  en  la  cubierta,  dándole 
un  aire  de  limpieza  que  enamora. 

La  cubierta  alta  destinada  á  los  pasajeros  de  pri- 
mera, es  un  paseo  de  más  de  cien  metros  de  longitud 
y  cuatro  de  anchura  que  circuye  los  camarotes  de 
lujo  y  los  saloncitos  de  escribir;  la  inmediata  inferior, 
en  que  pasean  los  viajeros  de  segunda  y  tercera,  tiene 
iguales  dimensiones  y  rodea  la  sala  de  conversación 
y  los  camarotes  de  primera;  y  en  el  tercer  puente,  el 
más  retirado  y  menos  sometido  á  la  acción  de  los 
balanceos,  está  el  comedor  cruzado  por  tres  mesas  pa- 


KAFAEI,    I'IIG    Y    VALI.S 


ralelas  rodeadas  por  otras  más  pequeñas  que  le  dan 
el  aspecto  de  un  gran  salón  de  restaurant  de  las  me- 
jores fondas  de  París. 

A  las  6  y  media  de  la  tarde,  cuando  el  camarero 
toca  la  campana,  anunciando  á  los  pasajeros  que  el 
servicio  de  mesa  está  dispuesto,  el  aspecto  del 
comedor,  iluminado  con  luz  eléctrica,  es  severo,  de 
gusto  exquisito  é  irreprochable.  La  escalera  monu- 
mental, de  caoba  barnizada,  que  le  da  acceso,  con 
grandes  espejos  adornados  de  cornisas  y  cariátides 
del  mejor  gusto,  tapizados  los  entrepaños  con  cueros 
repujados,  llena  de  luz  deslumbradora;  el  patio  cen- 
tral, que  remata  una  linterna  de  traza  elíptica  y  cris- 
tales deslustrados,  sostenidos  los  entrepuentes  por 
vistosas  columnas,  de  cuyos  capiteles  arrancan  artís- 
ticos candelabros  de  luces  ele'ctricas,  dan  al  conjunto 
un  aspecto  tan  hermoso  que  se  llega  á  olvidar  el 
mareo  y  el  peligro  del  viaje,  creyendo  haberse  reali- 
zado el  cuento  de  hadas  que  levantó  palacios  del 
fondo  del  Atlántico. 

En  el  centro  del  barco  van  las  máquinas  que 
mueven  dos  hélices  poderosas,  máquinas  tan  discre- 
tas que  apenas  dejan  oir  al  viajero  enfermo  la  vi- 
bración de  sus  palancas  y  articulaciones;  y  en  el 
centro  van  también,  y  repartidos  en  sus  puentes,  los 
camarotes  de  lujo,  que  valen  3,000  francos  por  via- 
jero; los  destinados  á  dos  pasajeros,  que  reciben  luz 
directa  por  los  costados,  que  cuestan  600  francos  por 


lO  VIAJE   Á   AMÉRICA 

persona,  y  los  de  tres  literas,  situados  en  el  centro, 
(jiie  reciben  luz  indirecta  ó  zenital  eléctrica,  que  se  pa- 
gan á  razón  de  500  francos  por  litera.  Estos  camaro- 
tes son  llamados  «primeras  clases»  y  gozan  sus  privile- 
giados poseedores  del  confort  de  los  elegantes  salones 
ya  descritos,  de  una  mesa  pantagruélica,  de  un  servicio 
perfectamente  organizado,  y  de  cuanto  puede  exigir 
un  potentado,  en  sus  travesías  por  los  mares. 

Y  si  alguien  duda  de  la  necesidad  de  poseer  un 
estómago  de  múltiples  resortes  para  digerir  los  sucu- 
lentos y  copiosos  manjares  servidos  á  bordo  del 
Toiirainc,  si  esta  prosa  no  le  parece  indigesta,  cuide 
de  seguirme  al  través  de  un  comedor  que  está  cons- 
tantemente en  funciones,  desde  la.^  ocho  de  la  ma- 
ñana, en  donde  sirven  café  completo,  con  pan,  leche 
y  manteca,  té  ó  chocolate-  almuerzo  á  las  diez,  com- 
puesto de  cinco  hors-d'oiuvres,  y  tres  platos  fuertes, 
tres  postres  y  café;  un  tente  en  pie,  ó  lunch,  á  la 
una,  que  adornan  suculentas  tazas  de  té,  frutas  verdes 
y  secas,  compotas  variadas,  sandwichs,  etc,  y  una 
comida  fuerte  á  las  6  y  media,  espléndida,  variada 
y  ricamente  preparada,  regado  todo  con  graves  y 
medoc  en  el  almuerzo  y  la  comida,  hasta  las  nueve 
de  la  noche,  en  que  se  sirve  un  té  como  fin  de  fiesta 
á  tan  aprovechados  comensales.  Y  luego  habrá  quien 
dude  de  que  el  tipo  del  caballero  particular  pueda 
ser  de  carne  y  hueso  como  los  demás  mortales,  cuando 
veo  con  mis  propios  ojos  tantas  personas  que  hacen 


RAFAEL    PUIG    Y   VALI.S 


SUS  qiiatre  rcpas  y  un  té  con  una  tranquilidad  ver- 
daderamente olímpica,  á  pesar  del  mareo  y  contra  el 
mareo,  según  el  parecer  del  buen  doctor,  que  pasea 
el  uniforme  y  su  simpática  persona  por  los  salones 
del  Tourai?ie. 

Después  de  esta  reseña,  muchos  preguntarán,  si 
son  muchos  los  lectores  de  este  libro:  ¿Y  la  travesía? 
¡Ah!  la  gente  del  buque  y  los  que  están  acostum- 
brados á  largas  navegaciones  dicen  que  el  mar  no 
puede  estar  mejor,  y  que  el  Atlántico  no  suele  gastar 
mejor  carácter  que  el  que  ostenta  estos  días,  sin  duda 
para  no  dar  gusto  á  los  que  han  creído  que  era  pe- 
ligroso embarcarse  en  el  Toiiraine  al  verificar  su 
13.*  expedición.  Yo,  por  mi  parte,  no  quito  ni  pongo 
rey,  aunque  se  me  figura  que  siendo  el  barco  de  un 
porte  tan  espléndido  que  no  figuraría  desdeñosamente 
al  lado  de  nuestro  Felayo,  no  debería  moverse 
hasta  el  punto  de  tener  unas  tres  cuartas  partes  del 
pasaje  en  las  literas,  y  ponerme  en  el  caso  de  hacer 
tales  garabatos  al  escribir  estas  cuartillas,  que  temo 
van  á  arrancar  venablos  y  centellas  á  los  desdichados 
cajistas  que  se  vean  en  el  caso  de  traducirlas  y  com- 
poner las  columnas  de  La   Vanguardia. 

Interrumpida  varias  veces  esta  carta  por  los  ba- 
lanceos, he  de  añadir  que  los  días  se  suceden  y  no 
se  parecen;  en  la  noche  del  22  hemos  tenido  un  coiip 
de  vent  que  nos  ha  tenido   angustiados,  y  el  23    ha 


12  VIAJE   Á   AMÉRICA 

nevado,  manteniéndose  los  hielos  y  carámbanos  todo 
el  día  en  el  solado  de  los  puentes  y  en  los  barrotes 
de  las  barandillas.  El  termómetro  marcaba  5  grados 
bajo  cero.  Hoy,  24,  la  niebla  lo  invade  todo,  la  si- 
rena pita  cada  dos  ó  tres  minutos,  y  el  pasaje,  á  pesar 
del  evidente  peligro  que  corremos,  está  contento 
porque  el  mar  es  bonancible. 

Llegó  por  fin  el  día  suspirado:  luce  el  25  de  marzo 
y  estamos  ya  á  escasas  millas  de  New-York.  Vese  ye 
tierra  firme,  la  Long-Island,  la  primera  tierra  ameri- 
cana para  la  mayor  parte  de  los  pasajeros  del  Toii- 
rahíe,  y  todos  contemplamos,  extasiados,  el  nuevo 
continente  tantas  veces  ansiado  y  tan  penosamente 
conseguido. 

Los  emigrantes,  alemanes  é  italianos,  entonan  en 
este  momento  un  himno  á  la  nueva  patria,  espléndida 
manifestación  , concreción  vigorosa  de  sus  bellas  es- 
peranzas. 

Allá,  con  la  vista  fija  en  la  proa  del  barco,  todo 
el  mundo  espera  con  ansia  que  la  estatua  de  la  «Li- 
bertad iluminando  al  mundo»  nos  fije  el  término  del 
viaje,  y  mientras  los  pasajeros  de  bercera  dedican  á 
la  patria  ausente  su  mejor  recuerdo,  los  españoles 
que  vamos  á  Chicago  con  las  responsabilidades  que 
ha  de  exigirnos  algún  día  la  patria  querida,  volvemos 
también  la  vista  hacia  el  Este  del  mundo,  en  donde 
hemos  dejado  nuestras  afecciones  y  nuestros  recuer- 
dos, para  cultivar,  en  tierra  extraña,  cobijados  por  el 


kAFAEL    PUlG    Y    VALLS 


pabellón  de  España,  los  intereses  que  nos  han  con- 
fiado el  Gobierno  y  los  compatriotas  que  nos  han 
honrado  con  su  confianza  y  su  amistad. 

Y  en  este  momento,  cuando  3,000  millas  de  mar 
me  separan  de  Europa,  me  parece  haber  echado  un 
cable  en  este  trillado  espacio,  cable  amarrado  en  las 
oficinas  de  La  Vanguardia  y  en  el  pabellón  de  Es- 
paña de  la  Exposición  de  Chicago,  que  manteniendo 
estrecha  relación  de  afectos  entre  ambos  puntos,  ex- 
plique periódicamente  á  esos  lectores  cómo  se  des- 
arrollan en  América  nuestras  simpatías,  como  se 
gestionan  nuestros  intereses  y  cómo  se  trabaja  para 
enaltecer  el  nombre  de  España  en  aquella  apartada 
región  del  continente  americano.  ¡Qué  gran  recom- 
pensa para  todos,  si  tan  ruda  labor  consigue  prestigios, 
gloria  y  riqueza  para  la  patrial 


Cosas  de  España...  y  de  los  Estados 
Unidos 


OLESTiA  invencible  suele  ser,  en 
todas  partes,  el  paso  de  una  fron- 
tera. Los  españoles  solemos  ser 
tolerantes  cuando  se  trata  del  país 
ajeno-,  cuando  se  trata  del  nues- 
tro no  hay  palabra  bastante  dura  en  el  diccionario 
para  vituperar  los  procedimientos  de  los  aduaneros 
españoles.  Los  extranjeros,  que  suelen  ser  pacientes 
en  su  patria,  reprueban  los  minuciosos  reconoci- 
mientos  de  los  carabineros  al  llegar  á  la  frontera 
española,  que  les  parece  ya  país  conquistado,  y  no 
hallando  en  nosotros  respeto 'á  lo  que  representa  el 
cumplimiento  de  un  deber,  se  desatan  en  imprope- 
rios, lanzando  sin  rubor  y  en  alta  voz,  para  que  la 
oiga  todo  el  mundo,   la   frase  ya  rutinaria  á  fuerza 


i6  Viaje  á  américA 

de  puro  sabida:  cosas  de  España;  pero  tenga  presente 
el  español  que  emprenda  un  viaje  á   América  por 
placer,  estudio  ó  negocio,  que  las  cosas  americanas 
dejan  tan  atrás  las  nuestras  en  punto  á  fiscalización 
aduanera  y  sanitaria,  que  no  hay,  ni  ha  habido  en 
el  mundo,  procedimiento  inquisitorial  que  se  parezca 
al  que  voy  á  historiar  para  enseñanza  y  ejemplo  de 
los  que  creen  de  buena  fe  que  todo  lo  extranjero  es 
mejor  y  más  digno  de  un  pueblo  culto  que  lo  nuestro. 
Llegué  á  la  vista  de  New-York  á  las    dos    de    la 
tarde  del  25  de  marzo  último:    una   vez    pasado    el 
estrecho    que    forman   los    puntos    avanzados  de  la 
costa  en  que  están  emplazados  el  fuerte  Lafayette  y 
el    Hamilton,  el    Touraine    paró    sus   hélices,    acer- 
cóse un  bote  de  vapor  en  que  iba   el   empleado   de 
la  Aduana,  que  entró  en  el  trasatlántico,  posesionóse 
de  una  mesa,  preparó  su  tintero  y  pluma,   y   con   la 
lista  de  los  pasajeros  á  la  vista,  abrió    una   informa- 
ción para  cada  uno  de  ellos,  averiguando  el  nombre, 
la  procedencia,  la  edad,  la  profesión  y  el  número  de 
bultos  que  constituían  el  bagaje  de  los  que    íbamos 
en  el  barco.  Recibida  la  declaración  jurada,   firma- 
mos un  documento,  que  la  mayor  parte  de  los  pasa- 
jeros no  entendía,  en    que    nos    comprometíamos    á 
probar  que  habíamos  declarado  la  verdad  bajo  pena 
de  comiso  de  todo  aquello  que  no  se    había    decla- 
rado. 

La  operación,  tratándose  de  un  barco  (]ue  trans- 


KAKAEL    rUIG    Y    VALÍ  S 


portaba  más  de  cuatrocientos  pasajeros,  no  podía 
ser  corta,  y  más  al  ampliarse  con  una  nueva  visita 
que  recibió  el  vapor  á  las  cuatro  de  la  tarde  y  que 
nos  produjo  un  verdadero  sobresalto.  La  Sanidad, 
representada  por  un  subalterno,  al  tener  noticia  de 
i[ue  iban  en  el  TouraÍ7ic  emigrantes  alemanes  pro- 
cedentes de  Hamburgo,  y  que  uno  de  ellos  pre- 
sentaba síntomas  algo  alarmantes,  fuese  en  busca  del 
jefe,  y  con  la  amenaza  de  veinte  días  de  cuarentena, 
estuvimos  con  el  alma  en  un  hilo,  hasta  que,  previo 
reconocimiento  muy  detenido,  la  Sanidad  de  New- 
York  contentóse  con  fumigar  á  los  emigrantes  y  los 
bagajes,  dejando  salir  á  los  pasajeros  de  i.^  y  2.% 
que  desembarcamos  cuando  ya  anochecía. 

Cuando  se  cruza  el  Atlántico  y  se  han  pasado 
horas  de  zozobra,  el  viajero  cree  haber  ganado  el 
derecho  de  que  se  respete  su  cansancio,  su  deseo  de 
reparar  las  fuerzas  perdidas  y  de  hallar,  en  cómodo 
albergue,  alivio  á  sus  males  y  calma  á  su  espíritu. 

Al  poco  rato  el  vapor  atracó,  colocó  rápidamen- 
te su  pasarela,  y  con  un:  ¡Bendito  sea  Dios!  pisamos 
tierra  con  satisfacción  verdadera.  La  Trasatlántica 
francesa  tiene  en  la  dársena  que  ocupan  sus  barcos 
una  inmensa  nave  de  madera,  cuyos  cuchillos  de 
armadura  que  arrancan  del  suelo  forman  una  bóve- 
da que  abriga  un  espacio  mal  iluminado,  sucio,  ahu- 
mado, que  parece  bodega  invertida  de  un  barco 
carbonero.    Hay  allí  una  serie    de    compartimientos 


l8  VIAJE    Á    AMÉRICA 

clasificados,  con  iniciales,  que  el  pasajero  ha  de  bus- 
car, si  se  le  ha  advertido  de  antemano  que  su  bagaje 
irá  á  depositarse  en  el  cajón  cuya  inicial  corresponde 
á  su  apellido.  No  hay  en  aquella  bodega  ni  una  silla, 
ni  un  banco;  cuando  llegan  los  baúles,  el  viajero  can- 
sado se  apoya  en  ellos  y  espera  que  la  Aduana  ins- 
peccione los  bagajes  cuya  declaración  jurada  firmó 
creyendo,  quizá,  que  bastaría  su  palabra  honrada, 
legalizada  con  su  firma,  para  evitarse  las  molestias 
de  una  inspección  tan  minuciosa,  que  no  hay  maleta, 
baúl,  saco  de  mano  ó  manta,  que  escape  á  la  mano 
escrutadora  y  nimia,  en  detalles,  del  aduanero  norte- 
americano. 

Hora  y  media  estuve  esperando  el  baúl  y  la  ins- 
pección; cuando  pude  salir  con  las  consabidas  señas 
puestas  en  los  bultos,  habían  dado  las  ocho  de  la 
noche,  con  la  inversión  de  cinco  horas  en  lo  que 
en  todas  partes  puede  hacerse,  con  mayor  respeto  á 
la  dignidad  humana,  en  dos  horas  escasas. 

Y  antes  de  que  el  presunto  viajero  español  que 
entra  por  el  puerto  de  New-York  estudie  con  calma 
lo  apuntado,  si  en  algo  estima  sus  intereses,  voy  á 
trasladar  al  papel  alguna  impresión  que  entiendo 
vale  la  pena  de  ser  conocida. 

Iban  en  el  Touraine  el  arzobispo  de  Quebec  y 
el  obispo  de  Cythére;  ambos  en  tenue  bourgeoise, 
venían  de  Viena,  y  habían  visitado  también  la  Pa- 
lestina y  España.  Para  los  católicos  del   mundo,    el 


RAFAEL  PUIG   Y   VALLS  1 9 

español  es  un  ser  que  se  distingue  por  su  altivez,  su 
energía  y  su  amor  á  la  religión.  A  las  pocas  horas, 
sabiendo  que  yo  era  español,  se  mostraron  tan  defe- 
rentes conmigo  y  tan  amantes  de  mi  país  que  enta- 
blóse entre  nosotros  una  verdadera  y  simpática  amis- 
tad. Interrogáronme  acerca  de  nuestros  poetas  y 
publicistas,  conocían  nuestros  mejores  filósofos,  lite- 
ratos y  artistas  clásicos,  y  no  acababan  nunca  cuan- 
do se  ponían  á  hablar  de  la  conquista  de  México, 
descrita,  al  parecer  con  entusiasmo,  por  Prescott. 

Aquellas  altas  dignidades  de  la  iglesia  llegaron  á 
New-York  acompañados  de  dos  sacerdotes,  sin  que 
nadie  fuera  á  recibirles,  ni  nadie  se  preocupara  de 
aquel  ejemplo  de  humildad  cristiana,  llevando  mo- 
destamente el  bagaje  de  mano,  menos  pesado,  sin 
duda  para  ellos,  que  la  responsabilidad  de  la  cura 
de  almas  que  ejercitan,  con  alta  sabiduría,  en  las 
frías  comarcas  del  Canadá. 

Y  mientras  este  alto  ejemplo  puede  servir  á  to- 
dos de  saludable  enseñíinza,  el  que  no  quiera  dejar 
cuatro  ó  cinco  dollars  en  las  garras  de  algún  coche- 
ro neo-yorkino,  cuide  de  no  salir  de  la  aduana  sin 
que,  poniéndose  de  acuerdo  con  algún  agente  de 
hotel  y  sobre  todo  con  el  de  la  compañía  llamada 
«Express»,  consiga  impedir  que  sea  atropellado  de 
la  manera  más  odiosa  que  cabe  imaginar. 

Para  evitar  las  demasías  de  los  cocheros  se  ha 
formado  en  las    grandes   ciudades    norte-americanas 


20  VIAJE    A    AMÉRICA 

una  compañía  que  envía  sus  agentes  á  los  trasatlán- 
ticos y  á  los  vagones  de  los  ferrocarriles,  que  me- 
diante un  pequeño  estipendio,  unos  cuarenta  centa- 
vos de  dollar,  equivalentes  á  dos  pesetas  por  bulto, 
y  cangeando  el  talón  ó  chapa  metálica  numerada, 
de  que  hablaré  luego,  por  un  cartón  que  se  ata  en 
el  asa  del  baúl  y  en  que  se  consigna  la  dirección  dada 
por  el  viajero,  al  poco  rato  se  consigue  tener  el 
bagaje  en  el  hotel,  dejando  al  viajero  en  libertad  de 
aprovechar  los  tranvías  y  ferrocarriles  elevados  que, 
por  cinco  centavos,  ó  sean  veinticinco  céntimos  de 
peseta,  puede  apearse  á  pocos  pasos  del  hotel,  boar- 
ding  ó  casa  á  donde  va  á  parar,  sin  verse  obligado 
á  gastar  un  duro  y  medio  por  una  carrera  de  media 
hora  escasa,  que  es  lo  que  cuesta  por  persona  un 
carruaje  de  dos  caballos  en  New-York  y  Chicago. 

Claro  es  que  el  que  no  sepa  hablar  inglés  no 
tiene  más  remedio  que  acudir  á  los  agentes  españo- 
les de  dos  hoteles  modestos,  pero  bien  situados  en 
la  calle  14,  junto  á  la  5.*  avenida,  llamado  Hotel 
Español,  y  en  Irving  place  muy  cerca  de  Broadway, 
conocido  con  el  nombre  de  Hotel  hispano-americano. 
En  New-York  es  completamente  inútil  hablar  fran- 
cés ó  italiano,  la  inmensa  mayoría  de  la  población 
no  conoce  más  idioma  que  el  inglés,  disfrazado  con 
un  acento  sumamente  duro  que  obliga  á  un  verda- 
dero y  largo  aprendizaje. 

Pero  no  terminan  aquí  las  desdichas  del  europeo 


kAFAEL   PUIG   Y  VALLS 


en  New-York;  el  que  va  á  Chicago  ó  á  cualquier 
punto  de  los  Estados  Unidos,  ha  de  empezar  por 
entregar  el  equipaje  al  agente  del  «Express»,  que  lo 
llevará  á  la  estación  de  partida,  tomar  con  antici- 
pación el  billete  y  el  Pullman-car,  que  es  un  sleeping 
más  lujoso  y  cómodo  que  el  que  circula  por  las 
líneas  de  Europa,  en  alguna  agencia  del  Broadway, 
y  cuidar  de  que  se  facture,  para  lo  cual  un  mozo 
de  la  estación  ha  de  poner  una  etiqueta  numerada 
que  corresponde  al  número  de  una  placa  metálica 
que  se  entrega  al  viajero,  sin  que  se  haya  de  pagar 
exceso  de  peso  como  no  pase  de  150  libras,  que 
no  rebasa  casi  nunca,  el  baúl  ó  mundo  de  uso  co- 
rriente. 

El  coste  de  un  viaje  en  ferrocarril  norte-america- 
no  compensa  en  realidad,  por  su  baratura,  Jas  mo- 
lestias de  cambio  de  procedimiento  que  se  impo- 
ne aquí  al  viajero.  Mil  millas  hay  de  New-York 
á  Chicago,  ó  sean  1500  kilómetros,  y  este  recorrido, 
que  costaría  en  España  más  de  60  horas  y  40  duros, 
se  hace  en  27  horas  y  aun  en  25,  gastando  22  do- 
llars  por  el  pasaje,  5  ídem  por  el  Pullman-car  y  3 
ídem  por  dos  comidas  y  un  almuerzo  divinamente 
condimentados  que  se  disfrutan  tranquilamente  en 
el  vagón-restaurant.  Y  si -tan  repetidos  cambios,  gas- 
tos y  mareos  no  han  labrado  ¡oh  viajero!  tu  salud, 
llegarás  con  la  ayuda  de  Dios  á  esta  ciudad  para 
visitar  la  gran  Exposición  de  Chicago. 


í2  Viaje  a  am¿rica 

Pero  antes  de  partir,  justo  será  echar  una  ojeada 
á  New-York,  después  pararse  en  las  cataratas  del 
Niágara,  ])ara  entrar  definitivamente  en  el  primer 
centro  pecuario  del  mundo,  la  gran  ciudad  del 
Estado  Michigan. 


New- York 


L  espectáculo  más  grandioso  que 
New-York  ofrece  al  viajero  es  el 
de  la  bahía,  con  su  movimiento 
portentoso,  sus  ferry-boats,  sus 
dársenas,  sus  flotas  comerciales, 
sus  edificios  colosales  que  sobrecogen  más  que  ad- 
miran, y  el  tráfico  que  revela  el  soberbio  mecanis- 
mo del  segundo  puerto  del  mundo  por  su  impor- 
tancia y  el  primero  por  su  belleza  soberana.  El 
conjunto  del  panorama  no  tiene  rival;  el  que  ha 
visto  Nevv-York  desde  la  bahía,  bordeada  por  el 
Hudson  y  el  Harlem  river,  adornada  con  la  estatua 
de  la  libertad  iluminando  al  mundo,  el  puente  sus- 
pendido que  enlaza  la  ciudad  á  Brooklyn,  los  docks 
y  almacenes,    los   buques    que    entran   y   salen,    los 


24  VIAJE  Á  AMÉRICA 

remolcadores  que  silban  constantemente,  las  muche- 
dumbres que  van  en  los  ferry-boats  agitando  los 
sombreros  y  saludando  á  los  que  llegan,  los  trasat- 
lánticos franceses,  ingleses,  españoles,  alemanes  y 
norteamericanos,  en  sus  desembarcaderos,  amarrados 
á  las  dársenas  adornadas  con  los  pabellones  de  los 
respectivos  países,  y  con  los  aparatosos  anuncios  de 
las  Compañías  navieras,  los  grandes  edificios  de  la 
ciudad,  cubiertos  de  cúpulas  extrañas,  con  linternas 
que  las  rematan,  amontonándose  en  el  horizonte  y 
proyectándose  las  unas  sobre  las  otras,  formando 
montón  abigarrado  y  pretencioso,  los  letreros  de  ca- 
racteres colosales,  pintados'  con  colores  chillones, 
como  si  los  vecinos  de  aquella  ciudad  acusaran  á  la 
humanidad  entera  de  padecer  intensa  miopía,  todo 
sobrecoge  el  ánimo  subyugado  por  aquella  orgía  de 
movimiento,  ruido  y  color  que  forma  un  conjunto 
monstruoso,  extraño,  inusitado  ante  el  que  toda  apre- 
ciación resulta  incompleta  y  todo  juicio  imposible. 
Y  mientras  el  viajero  sigue  con  la  vista  las  variadas 
siluetas  que  presenta  la  ciudad  y  el  puerto,  á  medida 
que  el  trasatlántico  va  avanzando,  camino  de  la 
dársena,  el  empuje  simultáneo  de  tres  remolcadores 
lo  dejará  atracado,  en  breve  tiempo,  para  que  el  pa- 
saje pueda  desembarcar  tranquilamente,  y  pisar,  des- 
pués de  ocho  días  de  zozobras,  la  tierra  americana. 
El  recorrido  desde  el  puerto  á  la  fonda  española 
de   la  calle  catorce,  atravesando   calles  mal  ilumina- 


KAFAEL  rUIG    Y   VALl-fi 


das,  sucias  y  poco  concurridas,  no  da  á  New-York 
un  aspecto  lisonjero*,  la  calle  catorce,  en  cambio,  con 
sus  iglesias,  teatros,  establecimientos  públicos  y  pri- 
vados, ofrece  ya  al  cansado  viajero  el  espectáculo  de 
una  gran  ciudad,  de  fisonomía  inglesa,  que  á  prime- 
ras horas-  de  la  noche  se  entrega  al  descanso,  de- 
jando abiertas  las  tiendas  por  puro  lujo  y  reclamo 
más  ostentoso  que  bonito. 

La  fonda  española  de  la  calle  catorce,  modestita 
como  todo  lo  nuestro,  ofrecióme  buena  mesa  y  Hm- 
pia  cama,  calefacción  bien  entendida  y  confort  sufi- 
ciente para  el  que,  acostumbrado,  como  yo,  á  disfru- 
tar de  todo,  con  lo  bueno,  cuando  pasa,  y  resignado 
con  lo  malo  y  mediano,  recordaba  la  movediza  litera 
del  Touraine,  el  ruido  de  la  maquinaria  y  las  manio- 
bras de  un  trasa,tlántico  en  fatigosa  lucha,  durante 
ocho  días,  con  las  tornadizas  aguas  del  Atlántico. 

Levánteme  remozado,  contento  y  decidido  á  dar 
un  vistazo  á  New-York,  la  ciudad  europea  de  Amé- 
rica, por  excelencia,  la  que  dando  hospitalidad  á  to- 
das las  razas  y  á  todos  los  intereses  del  mundo,  ha 
conservado  algo  del  viejo  continente,  rasgos  fisionó- 
micos,  necesidades  de  otras  costumbres  aportadas 
con  el  bagaje  de  las  preocupaciones,  de  los  vicios, 
del  modo  de  ver  y  sentir  padecidos  en  otras  playas, 
en  el  fondo  del  Este  del  mundo,  iluminado  aún  en 
mi  cerebro  con  los  recuerdos  de  un  continente  ador- 
nado con  las  obras  prodigiosas  de  artistas,  gloria  de 


2  6  VIAJE  Á   AMéRICA 

las  naciones  europeas,  de  Italia,  Francia,  España, 
Inglaterra...  cuyos  monumentos  han  dado  á  la  arqui- 
tectura de  los  palacios  y  monumentos  de  New-York 
sus  rasgos  fisionómicos,  su  carne  y  sus  huesos,  sus 
líneas  ornamentales  y  sus  estilos  más  renombrados, 
pero,  falto  todo  del  rasgo  genial  que  es  emanación 
l)urísima  del  espíritu,  y  concreción  hermosa  de  la 
labor  del  arte  al  través  de  los  siglos  y  de  la  sangre 
ardiente  de  las  razas  artistas  del  mundo. 

Basta  echar  una  ojeada  al  plano  de  New-York 
para  distinguir  la  parte  vieja  de  la  nueva,  la  obra  de 
los  primeros  pobladores,  encariñados  con  las  rancias 
ideas  de  una  urbanización  enrevesada,  de  calles  es- 
trechas y  tortuosas,  de  ventilación  difícil  y  sanea- 
miento imposible,  de  la  gran  porción  de  ciudad  ex- 
tensa, cuadriculada,  con  ejes  normales  al  Hudson  y 
al  Harlem  rivers,  y  un  gran  pulmón  central,  The 
Central  Park,  rodeado  de  avenidas  majestuosas,  ador- 
nado de  estanques,  lagos,  arboledas,  prados,  esta- 
tuas, monumentos,  cliché  fastidioso  de  todas  las 
grandes  ciudades,  aunque  sin  caer,  en  el  afán  de  tra- 
zas y  alzados,  de  colores,  cenefas  y  combinaciones 
que  dan  al  conjunto  el  aspecto  de  un  cromo  de  di- 
mensiones colosales,  en  que  la  naturaleza  pierde  el 
encanto  de  sus  expansiones  bravias  y  sus  notas  acen- 
tuadas y  vigorosas.  Pero  prescindiendo  de  ese  órgano 
expansivo,  de  ese  generador  de  oxígeno  empotrado, 
casi,  en  el  centro  y  en  forma  de  rectángulo,  en  las 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  S7 

grandes  cuadrículas  neo-yorquinas,  el  número  de  pla- 
zas de  la  primera  ciudad  americana  resultan  peque- 
ñas, notándose  el  afán  de  aprovechar  la  penín- 
sula que  forman  los  dos  ríos  que  la  abrazan  y 
estrechan,  fijando  límites  á  su  inmenso  poder  de  ex- 
pansión. Y  como  si  un  gigante,  cansado  de  tanta 
monotonía,  de  tanta  línea  y  ángulo  recto,  de  tanta 
cuadrícula  antiestética,  atravesada  en  sus  ejes  prin- 
cipales, en  sus  trazas  más  holgadas  por  los  ferroca- 
rriles elevados,  hubiera  querido  poner  á  su  enojo, 
feliz  expresión  y  rasgo  permanente  de  sus  osadías, 
cruzando  con  ondulante  rasgo  las  calles  y  avenidas 
más  concurridas  de  la  ciudad  neo-yorquina,  surge 
en  plano  tan  simétrico,  la  calle  más  irregular,  más 
fastuosa,  más  larga  y  más  extraña,  que  conoce  el 
mundo  entero  con  el  nombre  de  Broadvvay. 

El  Broadway  es  como  el  Regent  street  en  Lon- 
dres, como  los  bulevares  centrales  en  París,  como  la 
Rambla  en  Barcelona,  la  nota  típica  de  New- York, 
el  eje  de  giro  de  todo  su  tráfico,  el  centro  de  los 
negocios,  el  lugar  más  frecuentado  y  el  punto  pre- 
ferido para  localizar  las  tiendas  más  suntuosas,  los 
bancos  y  las  sociedades  de  crédito  más  en  boga,  los 
edificios  de  las  compañías  de  seguros  más  repletas 
de  millones,  los  restaurants  y  bars  de  moda,  la  vía 
que  cruzan  los  tranvías  de  tracción  animal  más  fre- 
cuentados y  los  coches  de  los  potentados,  de  los  ri- 
cos legendarios,   cuyo  activo   asombra  á  tantas  gen- 


28  Viaje  a  amArica 

tes,  y  lugar  preferido  por  la  bohemia  universal  para 
paseo,  en  que  desfilan,  con  su  aire  decidor  y  algún 
tanto  desenvuelto,  las  bellezas  neo-yorquinas  que  de 
las  nueve  de  la  mañana  á  las  cinco  de  la  tarde  de 
los  días  de  labor,  van  recorriendo  tiendas  y  bazares 
con  ansias  verdaderamente  pavorosas  para  los  bolsi- 
llos de  padres  y  maridos. 

El  Broadway  y  sus  alrededores  Wall  Street,  Broad 
Street,  Nassau  Street  y  Fulton  Street,  durante  las  ho- 
ras de  tráfico  presentan  una  animación  extraordina- 
ria, sólo  comparable  á  la  City  de  Londres  y  al 
Downtown  de  Chicago.  Formarse  idea  entonces  de 
los  edificios  suntuosos  del  Broadway  y  de  los  pala- 
cios é  iglesias,  de  las  calles  y  plazas  de  aquel  gran 
centro,  requiere  estar  en  posesión  de  una  cabeza 
muy  sólida  para  sobreponerse  al  ruido,  movimiento 
y  confusión  de  un  tráfico  abrumador,  cjue  alcanza 
su  máximo  entre  Madison  square  y  la  calle  que  ter- 
mina en  la  punta  de  la  península  formada  por  los 
dos  ríos,  llamada  Batería. 

Respecto  á  la  belleza  de  los  edificios  principales 
del  gran  centro  comercial  de  New- York,  el  europeo 
si  va  á  América  con  los  prejuicios  del  viejo  conti- 
nente, si  no  empieza  por  considerar  que  el  yankee 
sacrifica  gustoso  las  líneas  y  los  adornos  de  los  esti- 
los ar(iuitectónicos  más  preciados,  á  lo  que  entiende 
([ue  mira  como  fin  primordial,  á  lo  útil  y  á  lo  có- 
modo,  perderá    lastimosamente    el    tiem])o,    tratando 


RAFAKI.    PUIG    Y   VALÍ.S 


de  explicarse  ponqué  se  han  mezclado  en  un  mismo 
edificio  detalles  hermosos  y  bien  concebidos,  de  es- 
tilos puros,  con  adefesios  y  composiciones  extrava- 
gantes que  parecen  la  obra  caprichosa  de  un  niño 
cjue  deja  correr  el  lápiz  sobre  el  papel,  sin  preocu- 
parse de  las  reglas  establecidas  y  de  los  criterios 
adoptados,  esquemas  obligados  de  todo  proyecto  ar- 
quitectónico. 

Si  fuera  posible  prescindir  del  conjunto  de  aque- 
llos edificios  colosales,  montón  de  sillería  de  arenisca 
roja  con  tonos  negros,  en  que  domina  el  cubo  exage- 
rado en  todo,  como  signo  de  riqueza,  ó  valentía  de 
raza,  ó  ambas  cosas  á  la  vez*,  si  prescindiendo  de 
la  falta  de  harmonía  que  hay  entre  alzados  que  de- 
safían las  nubes,  y  puertas  y  ventanas  achatadas  que 
dan  á  la  entrada  principal  del  edificio  apariencias  de 
antro,  y  á  las  bocas  de  luz  y  aire,  aberturas  rasga- 
das en  muros  espesos  que  asemejan  aspilleras  de 
barbacana,  y  se  fijara  la  vista  en  detalles  atrevidos, 
en  capiteles,  frisos,  aleros,  dinteles  bien  dibujados  y 
sentidos,  en  arcos  caprichosos,  en  columnas  y  pilas- 
tras ampulosas  y  holgadas,  en  trazas  movidas,  hu- 
yendo de  la  forma  rectangular  y  cuadrada  que  en 
nuestras  calles  resulta  monótona,  fría,  y  para  el  ar- 
quitecto pié  forzado  que  mata  todas  sus  iniciativas 
y  fantasías,  aun  se  hallaría  materia  sobrada  para  tra- 
zar un  cuadro  vigoroso  y  sentido  de  la  arquitectura 
neo-yorquina,  escasamente  emancipada  de  los  estilos 


30  VIAJE   Á   AMÉRICA 

viejos  de  Europa,  y  menos  atrevida  que  la  de  las 
ciudades  del  Far-West,  que  si  admira  como  obra  de 
cálculo,  resulta  como  arte  una  cosa  digna  de  severa 
censura. 

Pero  el  que  cruza  por  vez  primera  la  quinta  ave- 
nida, Madison  square,  la  calle  catorce,  el  Union 
square,  y  sigue  el  Broadway,  echando  una  rápida 
ojeada  al  Grace  church,  al  edificio  de  Welles  and 
Standard  Oil  C-0.,  al  Washington  building,  á  la 
Subtesorería  de  los  Estados  Unidos,  á  la  estatua 
de  Jorge  Washington,  queda  encantado,  y  especial- 
mente ante  una  iglesia  gótica,  cuyo  nombre  no  re- 
cuerdo, rodeada  de  un  cementerio,  con  sus  piedras 
tumulares,  sus  estatuas  y  sarcófagos  suntuosos,  ro- 
deado por  una  verja  de  hierro,  creciendo  entre  las 
tumbas  plantas  trepadoras  adornadas  de  flores,  que 
hizo  brotar  allí  la  mano  piadosa  de  una  madre  ó  de 
una  esposa,  nota  extraña  que  parece  el  memento 
terrible  que  está  allí  perenne,  para  recordar  á  los 
que  pasan,  con  la  angustia  en  la  frente,  azorados  y 
enloquecidos  por  la  fiebre  del  oro,  el  fin  de  esta  vida 
y  el  principio  de  otra,  en  que  para  nada  nos  servirá 
el  bagaje  de  las  riquezas  acumuladas  en  los  grandes 
centros  comerciales  del  mundo,  como  no  sea  de  es- 
torbo para  llegar  más  velozmente  al  término  suspi- 
rado de  la  eterna  dicha.  Pero  el  viandante  hostigado 
por  el  ansia  de  ver  cosas  nuevas,  atraído  por  edifi- 
cios tan  variados,  colosales,  majestuosos,  fíjase  al  fin 


RAFAEL   PUIG   Y   VAI.I.S 


en  una  cúpula  montada  sobre  base  estrechísima  de 
un  edificio  de  no  sé  cuantos  pisos  que  ostenta,  en 
letras  colosales,  la  palabra  «The  World»,  ya  vista 
desde  el  puerto,  antes  de  que  atraque  el  trasantlán- 
tico  á  la  dársena  de  su  destino,  nombre  de  un  pe- 
riódico famoso  que  tira,  en  sus  ediciones  diarias,  mas 
de  sesenta  mil  ejemplares,  vendidos  á  precios  desco- 
nocidos aquí,  á  cinco  centavos,  ó  sean  veinticinco 
céntimos  de  peseta  cada  número,  dando  tanta  lec- 
tura y  tantas  viñetas  cada  día,  con  tipos  de  impren- 
ta pequeños,  que  no  se  comprende  de  dónde  sacan 
tanto  material  que  pagan  generosamente  sus  edito- 
res, haciendo  lucrativa  y  decorosa  la  vida  de  los 
que  se  dedican  á  la  prensa  diaria  y  periódica  en  el 
Nuevo  mundo,  y  que  con  otros  diarios  de  igual  ó 
parecida  importancia  acusan  la  medida  y  los  alcan- 
ces de  aquel  gran  centro  comercial. 

Y  como  mi  estancia  en  New- York,  solicitado  por 
mis  deberes  perentorios  en  Chicago,  me  obligan  á 
partir,  sin  que  pueda  formarme  idea  exacta  de  la 
vida,  los  recursos  y  las  costumbres  del  gran  emporio 
americano,  sólo  por  no  dejar  solución  de  continuidad 
en  mi  viaje,  doy  esta  nota  fugaz  y  rapidísima  de  mi 
paso  por  New- York,  que  voy  á  enlazar  con  las  dos 
visitas  hechas  á  las  cataratas  del  Niágara,  maravilla 
del  Nuevo  mundo,  cuya  impresión  voy  á  apuntar 
aquí,  antes  de  entrar  en  la  eterna  rival  de  New-York, 
la  gran  Chicago. 


Las  Cataratas  del  Niágara 


Las  Cataratas  del  Niágara 


El  express  del  Illinois  Central  que  sale  á  las 
seis  de  la  tarde  del  New-York,  llega  á  las  ocho  de 
la  mañana  del  día  siguiente  á  un  punto  del  terri- 
torio canadiense,  desde  donde  pueden  verse  las  cata- 
ratas, casi  á  vista  de  pájaro.  En  aquella  escotadura 
del  terreno,  el  tren  se  para  breves  instantes;  los  pa- 
sajeros, medio  dormidos  aún,  bajan  de  los  Pullman- 
cars,  se  acercan  cuanto  pueden  al  borde  de  la  cor* 
tadura,  y  admirados  ante  aquel  espectáculo  grandioso, 
deslumbrados  por  los  cambiantes  de  luz  en  los  tor- 
bellinos de  agua  pulverizada  que  sáleri  del  fondo  del 


34  VIAJE   A  AMÉRICA 

cauce  y  atontados  por  el  sordo  ruido  de  las  moles 
de  agua  que  se  precipitan  por  los  acantilados  del 
río,  vuelven  á  ocupar  su  puesto  en  el  vagón,  sin  ha- 
berse formado  idea  clara  de  lo  ([ue  han  visto,  ni 
poderlo  apreciar  en  la  medida  de  lo  justo. 

Ver  de  esta  manera  las  cataratas  del  Niágara 
equivale  á  no  haberlas  visto;  las  cataratas  valen  más 
que  eso,  y  justo  es  dedicarles  un  día  entero,  para 
gozar  de  todos  sus  encantos  y  perspectivas. 

Por  eso,  quise  hacer  una  segunda  visita  más  de- 
tenida, saboreada  con  calma,  á  conciencia,  y  con 
ansia  de  apreciar  aquella  maravilla,  única  en  el 
mundo  conocido,  con  todos  sus  perspectivas,  sus 
colores,  sus  estremecimientos,  sus  furores  y  sus  fuer- 
zas colosales. 

Estorba  allí,  cuanto  constituye  el  marco  de  aquel 
cuadro  colosal:  estorban  la  población,  los  hoteles, 
las  obras  de  arte,  los  silbidos  y  campaneos  de  los 
trenes  que  pasan,  del  tranvía  que  recorre  la  orilla 
izquierda  del  Niágara,  en  territorio  del  Canadá;  que 
lo  único  á  que  aspira  allí  el  hombre,  es  á  quedarse 
solo  con  la  naturaleza,  p^ra  contemplar  aquella  esce- 
na, aquel  fondo  de  valle,  circo  inmenso  de  rocas,  acan- 
tilados terminados  en  arista,  sobre  que  se  despeíia  un 
mar  airado,  poderoso,  inclemente,  que  ruge  con  iras 
de  gigante,  que  echa  espumas  de  agua  pulverizada, 
humeante,  como  si  el  choque  de  las  corrientes  hu- 
biera encendido  intensa  brasa  en  el  fondo  del  cauce 


RAFAEL  PUIG    Y   VALLS  35 

que  las  convirtiera  rápidamente  en  vapor,  después 
de  haber  servido  de  poderoso  ariete  que  abre  cada 
día  cauce  nuevo  á  las  tumultuosas  aguas  del  Niá- 
gara. 

Vistas  las  caídas  desde  la  orilla  canadiense,  la 
cascada  norte-americana,  cuando  el  sol  se  pone, 
aparece  arrebolada  con  todos  los  colores  del  arco- 
iris,  y  si  el  viento  azota  las  espumas  levantadas  por 
el  choque  sobre  roca  dura,  donde  rebotan  las  aguas 
perdiendo  toda  su  fuerza  para  transformarse  en  tra- 
bajo mecánico  perforante,  los  arco-iris  formados  cam- 
bian de  posición,  se  multiplican,  cortan  la  caída  y 
la  segmentan,  complaciéndose  la  luz  en  adornar 
aquellas  aguas  (jue  llevan  en  su  seno  todas  las  ma- 
jestades y  todos  los  esplendores  de  la  materia 
inerte.  Y  como  si  la  naturaleza  hubiera  querido 
mostrar  reunidas  la  fuerza  portentosa  de  quince  mi- 
llones de  pies  cúbicos  de  agua  que  se  despeñan 
por  minuto  de  una  altura  media  de  i6o  pies,  con  la 
gracia  y  belleza  de  corrientes  divididas  por  el  Goat 
Island,  islote  colocado  en  medio  del  río,  convertido 
en  parque,  proyectando  una  gran  masa  de  aguas 
contra  el  territorio  del  Canadá,  que  cae  en  forma  de 
herradura  sobre  el  cauce,  y  allí  remansan  las  aguas 
impelidas  por  la  catarata  americana,  chocando  las 
corrientes  con  furia  espantosa,  arremolinándose,  cam- 
biando de  color,  mezclando  sus  espumas  y  sus  de- 
tritus, surge  de  aquella  confusión  espantosa,  de  aquel 


36  VIAJE   Á    AMÉRICA 

caos  horrendo,  la  belleza  apocalíptica  que  recuerda 
las  convulsiones  de  los  océanos  del  interior  del  glo- 
bo terráqueo,  cuyas  sacudidas  de  gigante  trazan  so- 
bre la  tierra  las  pavorosas  huellas  del  volcanismo. 

Pero,  no  basta  esta  impresión  de    conjunto   para 
saborear  todas  las  bellezas  del   Niágara  Falls:  deje- 


PUENTE   SOBRE   EL  NlAGARA 


mos  pronto  la  orilla  izquierda  del  río,  apartemos 
por  un  momento  la  vista  del  horseshoe,  y  de  la  caí- 
da americana,  demos  descanso  al  oído  perturbado 
por  el  ruido  mate,  horrísono,  de  tantos  metros  cú- 
bicos de  agua  que  saltan  vomitando  espumas  al 
fondo  del  lecho  del  Niágara,  y  pasemos  á  la  orilla 
opuesta  aprovechando  un  puente  suspendido   que  es 


RAFAEL    PUIG  Y  VALLS 


una  maravilla  de  elegancia.  El  Suspensión  bridge, 
visto  de  lejos,  parece  una  línea  recta,  un  trazo  de 
tinta  china  que  cruza  un  horizonte  blanquecino;  de 
cerca,  resulta  pasarela  graciosísima  mas  digna  de  un 
pintor  que  de  un  ingeniero,  que  al  dividir  el  hondo 
cauce  del  río,  en  dos  partes,  parece  nota  justa  que 
corrige  la  obra  de  la  naturaleza  que  resulta  ser  allí 
excesivamente  monótona  y  descolorida. 

Visto  el  cauce  desde  el  Suspensión  bridge,  la 
cabeza  sufre  el  vértigo  de  las  grandes  alturas:  si  se 
miran  las  cataratas,  píntanse  sólo  en  la  retina  tumul- 
tos y  nieblas  que  se  levantan  del  fondo  del  río-,  si 
se  mira  á  la  parte  opuesta,  la  vista  descansa  en  un 
recodo  que  forma  el  valle,  abrupto,  casi  cortado  á 
pico  y  cubierto  de  vegetación  vigorosa,  de  verde 
intenso,  sobre  el  que  se  dibuja  breve  línea,  de  trazo 
negro  que  da  paso  á  un  ferrocarril;  en  el  cauce, 
ruedan  veloces  las  aguas  formando  espumoso  oleaje; 
en  las  orillas,  saltan  pequeñas  cascadas,  signos  de 
aprovechamientos  industriales,  y  en  la  orilla  dere- 
cha del  puente,  hállase  la  población  sucia,  fea,  pueblo 
de  mercaderes,  plagado  de  bazares,  de  hoteles,  de 
guías  impertinentes,  con  toda  la  prosa  de  la  vida, 
aumentada  sin  piedad  en  la  tierra  libre  de  América. 
Pasemos  y  pasemos  aprisa,  sigamos  la  calzada  (^ue 
guía  al  Prospect  Park,  dejémonos  guiar  por  un  plano 
inclinado  que  nos  conducirá  al  cauce  del  Niágara, 
y  aprovechemos  el  rotmd  trip,  el    viaje   circular  de 


38  VIAJE   Á   AMÉRICA 

un  vaporcito  The  Maid  of  thc  Mist,  La  Doncella  de 
la  Niebla,  cjue  va  a  dar  un  paseo  por  las  corrientes 
impetuosas  del  río  y  á  colocarnos  lo  más  cerca  posi- 
ble de  las  cataratas,  vistas  de  abajo  arriba  para 
poder  apreciar  toda  la  belleza  de  aquella  masa  colo- 
sal de  agua,  que  forma  cabellera  inmensa,  extendida, 
matizada  de  mil  colores,  que  se  desploma  de  más  de 
cincuenta  metros  de  altura.  Desde  el  pie  del  funicu- 
lar á  unos  cincuenta  pasos  se  halla  el  vaporcito  en 
tensión,  un  marinero  me  ofrece  un  impermeable, 
unos  pantalones  y  un  capuchón  de  lona  embreada, 
y  con  tan  rara  indumentaria,  me  coloco  en  sitio 
preferente,  para  aprovechar  la  excursión.  Sale  en 
breve  el  vapor,  atraviesa  el  río,  toca  en  la  orilla  del 
Canadá,  y  trazando  al  río  una  diagonal,  se  dirige 
rápidamente  á  la  catarata  norte-americana;  al  poco 
rato,  el  barco  entra  ya  en  la  zona  de  los  remolinos 
y  de  las  aguas  pulverizadas,  cuya  intensidad  crece 
hasta  cegar  la  vista.  El  impermeable  chorrea  por  to- 
das partes,  el  vapor  sacudido  por  el  oleaje  y  las 
corrientes,  avanza  cada  vez  más,  el  ruido  aumenta, 
la  catarata  avanza  y  el  espectáculo  crece,  se  desen- 
vuelve, se  j^ipodera  de  todo  mi  ser,  me  subyuga  y 
bajo  la  acción  fascinadora  de  aquella  maravilla  gi- 
gantesca, me  siento  aturdido  y  espantado  de  tanta 
grandeza.  El  vapor  se  para,  el  temporal  de  viento  y 
lluvia  arrecia,  las  gentes  se  ponen  el  pañuelo  en  la 
boca,  no  hay  c^uien  resista  largo  tiempo  las    sacudi- 


RAFAEL    PUIG   Y   YALLS 


das  del  viento  y  una  impresión  tan  honda,  y  cuando 
el  barco  vira  y  vuelve  la  popa  á  la  catarata  norte- 
americana, aparece  con  toda  su  belleza  la  herradura 
del  caballo,  formando  circo  de  espumas,  levantando 
chorros  imponentes  de  agua,  y  mientras  La  Doncella 
de  la  Niebla  desanda  el  camino  recorrido,  y  busca 
vados  relativamente  tranquilos,  entre  las  corrientes 
espantosas  de  ambas  cataratas  que  chocan  con  furias 
formidables,  en  el  cauce  del  río,  aquel  cuadro  va  difu- 
minándose,  el  ruido  decreciendo,  las  aguas  tranqui- 
lizándose y  el  espíritu  del  viajero  descansando  de 
una  tensión  en  que  se  confunden  el  temor,  el  espan- 
to, la  admiración  y  el  placer. 

No  terminan  aquí  las  siluetas  y  las  perspectivas 
que  ofrece  pródiga  la  naturaleza  al  viajero,  en  Niá- 
gara f'alls;  falta  ver  la  cueva  de  los  vientos — The 
Cave  of  the  Winds — que  exige  la  serenidad  de  una 
cabeza  segura  y  una  pierna  sólida,  donde  halló  trá- 
gica muerte,  en  1892,  un  inexperto  viajero;  el  parque 
Prospect,  desde  donde  se  ve  toda  la  catarata  de  la 
orilla  norteamericana,  dominándola  á  vista  de  pájaro 
y  pudiendo  contemplar  la  línea  ondulada  y  sinuosa, 
intersección  del  plano  inclinado  con  el  plano  de 
caída  que  forman  las  aguas  en  aquella  catarata;  nos 
falta  recorrer  el  Goat  Island,  el  islote  que  parece 
una  barca  holandesa  anclada  en  medio  del  río^  y  cu- 
yos flancos  dividen  la  corriente  principal  del  Niága- 
ra; hemos  de  cruzar  aún  una  serie  de  puentes  y  pa- 


40  VIAJK   Á    AMÉRICA 

sarcias,  por  cuya  luz  divagan  corrientes  de  aguas 
bullidoras,  para  ver  las  islas  llamadas  tres  hermanas, 
grupito  de  rocas,  en  cuyas  grietas  crece  una  vegeta- 
ción vigorosa,  acariciada  constantemente  por  las  bri- 
sas y  rompientes  de  un  cauce  abrupto,  y  cuajado  de 
piedras,  y  al  llegar  á  la  hermana  más  pequeña,  gozar 
otra  vez,  y  desde  punto  muy  cercano,  la  perspec- 
tiva de  toda  la  extensión  mojada  del  río,  la  parte 
alta  de  la  herradura  del  caballo,  y  el  hermoso  con- 
traste que  ofrece  la  tranquila  «acción  de  las  aguas 
deslizándose  sobre  el  cauce  alto,  con  el  impetuoso 
movimiento  y  choque  en  las  caídas  al  desplomarse 
por  los  acantilados  del  abismo. 

Todo  este  conjunto  de  cosas  resulta  pura  y  sim- 
plemente sublime;  y  por  tanto,  sería  atrevimiento 
imperdonable  pretender  siquiera  que  pluma  tan  in- 
experta como  la  mía,  pudiera  dar  idea  aproximada 
de  un  espectáculo  que  la  naturaleza,  tan  pródiga  en 
América,  ha  adornado  con  todos  los  encantos  y  co- 
lores de  su  espléndida  paleta. 

No  insisto,  pues,  ¡oh  lector!  en  traducir  lo  que 
ha  quedado  grabado  en  mi  imaginación  con  carac- 
teres imborrables,  porque  cuanto  mayor  fuera  el  es- 
fuerzo producido,  resultaría  mayor  el  contraste  entre 
lo  vivo  y  lo  pintado-,  seguir,  pues,  camino  del  Far 
West,  ha  de  parecer  de  buen  sentido,  y  ya  que  tan 
suntuosos  vehículos  me  ofrecen  las  compañías  carri- 
leras  americanas,  mientras  sueño  bajo  dorados  arte- 


RAFAEL    PUIG    Y   VAI.I. 


sonados  de  maderas  preciosas,  iluminados  con  luz 
eléctrica,  el  espectáculo  que  acabo  de  apuntar,  se 
aproxima  la  hora  de  llegar  a  Chicago  á  las  diez  de 
la  noche  del  29  de  marzo  de  1893;  mientras  cruzan 
por  cuatro  líneas  paralelas  que  siguen  las  playas  del 
Michigan,  trenes  que  pasan  con  velocidades  espan- 
tosas, brillantemente  iluminados,  yendo  para  mí  ha- 
cia ignotas  tierras  y  produciéndome  calofríos  la  idea 
de  que  el  descuido  más  insignificante  puede  terminar 
mi  viaje  de  manera  trágica,  y  á  las  puertas  ya  de 
Chicago,  y  de   su   celebérrima  Exposición  universal. 


Vista  de  la  Exposición 


Chicago 


El  tren  del  Illinois  Central  que  sale  de  New-York 
á  las  seis  de  la  tarde,  llega  á  Chicago  á  las  nueve  de 
la  noche  del  día  siguiente.  Sin  embargo,  muchos 
opinan,  en  los  Estados  Unidos,  que  los  trenes  no 
llegan  casi  nunca  á  la  hora  de  itinerario;  pero  como 
yo  llegué  á  las  diez  al  punto  de  mi  destino,  no  salí 
mal  librado  del  viaje  ya  que  la  experiencia  me  de- 
mostró más  tarde,  que  los  itinerarios  se  dictan  en 
Norte  América  por  el  gusto  de  no  tenerlos  nunca 
en  cuenta  para  nada. 

La  idea  que  tengo   de  mi  llegada  á  Chicago  no 


44  VIAJE   Á   AMÉRICA 

puede  ser  más  confusa",  mareado  y  rendido,  no  he 
conseguido  averiguar  jamás  á  c^ue  depót  ó  esta- 
ción me  apeé-  lo  que  supe  más  tarde,  fué  (¡ue  debí 
bajar  en  la  estación  de  la  calle  22,  seguir  esta  vía 
hasta  dar  con  su  intersección  en.  ángulo  recto  con  el 
Michigan  Avenue,  retroceder  á  la  calle  23,  reco- 
rriendo un  block  ó  una  manzana  de  casas  para  dar 
con  mi  cuerpo  en  el  Metropole  hotel,  y  evitarme 
tres  cosas  desagradables:  un  verdadero  viaje  en  co- 
che, el  susto  de  atravesar  sitios  oscuros  junto  al  la- 
go, que  me  daban  la  idea  de  estar  en  pleno  campo 
á  las  diez  de  la  noche,  y  una  agarrada  con  el  co- 
chero que  me  pedía  dollar  y  medio  por  una  carrera 
que  en  Barcelona  ó  en  Madrid  no  habría  costado 
más  allá  de  dos  pesetas. 

Mi  primera  impresión  chicagoana  no  fué,  pues, 
de  las  más  halagüeñas;  una  estación  con  montantes 
y  cubierta  de  madera,  pésimamente  alumbrada-,  un 
solado  que  se  cimbreaba  bajo  mis  pies,  un  portal 
con  unos  cuantos  policemen  de  factura  inglesa,  club 
en  mano  y  casco  esferoidal  en  la  cabeza,  vigilando 
la  concurrencia,  tres  ó  cuatro  carruajes  de  alquiler 
con  sus  ruedas  metidas  en  el  barro  negruzco  de  una 
calle  abandonada,  tres  cocheros  que  se  quieren  ampa- 
rar de  mi  equipaje  de  mano  y  vacilan  ante  mi  deseo 
de  ir  al  Metropole  Hotel,  no  son  notas  dignas  de 
una  gran  ciudad.  Al  fin  escojo  á  mi  automedon- 
te    que    gruñe    entre    dientes:    ^Metropole    Hotel?,., 


RAFAEL   PUIG   Y    VALLS 


¿Metropole  Hotel?...  como  si  estuviera  buscando  una 
seña  ingrata  escondida  en  el  fondo  de  su  memoria 
velada  quizás  por  los  vapores  del  whiskey  ó  del 
brandy.  Y  como  no  acierta  á  resolver,  me  decido  á 
intervenir  entre  tantas  gentes  que  preguntan  y  nadie 
responde.  —  Twenty  third  street,  córner  Michigan 
Avenue...  ¡Aoh!  ¡yes!  ¡Aoh!  ¡yes!...  Monto  en  el  ca- 
rruaje, y  fiado  en  mi  cochero  empiezo  á  escuadriñar 
el  terreno  y  á  orientarme.  Pasa  un  cuarto  de  hora  y 
apenas  consigo  formar  concepto  del  terreno  que  piso; 
en  el  fondo  me  parece  percibir  aguas  en  que  riela 
la  luz  de  las  estrellas;  de  cuando  en  cuando  una  luz 
eléctrica  de  arco,  montada  sobre  alto  pie  derecho, 
me  deslumbra  para  entrar  rápidamente  en  la  sombra 
pavorosa  de  lo  desconocido;  el  tiempo  pasa,  y  con 
él  va  desvaneciéndose  la  tranquilidad  de  mi  espíritu 
hasta  que  vislumbro  ya  calles  alumbradas,  anchas,  en 
que  transita  poca  gente;  atravieso  una  gran  avenida 
y  doy  por  fin  con  un  edificio  que  tiene  apariencias  de 
castillo  medioeval  que  se  llama  el  Metropole  Hotel. 
Dobles  puertas  vidrieras  montadas  sobre  ancha  es- 
calera, dan  paso  á  un  vestíbulo  de  bóveda  rebajada, 
estucado  con  colores  vivos  y  brillantes,  espléndida- 
mente iluminado  y  calentado  al  rojo.  Es  uno  de 
tantos  hoteles  montados  teniendo  á  la  vista  los  do- 
rados espejismos  con  que  se  han  embriagado  los  bur- 
gueses yankees,  ante  los  esperados  prodigios  de  la 
Exposición  universal.    Me  acerco   á  las    oficinas    del 


46  VIAJE   A  AMÉRICA 

manager  que  toma  nota  de  mi  nombre  y  apellido, 
me  da  una  llave  con  una  placa  de  latón  de  gran- 
des dimensiones,  y  me  meto  en  el  ascensor,  que 
para  en  el  quinto  piso  al  pie  de  un  cuarto  interior, 
lleno  de  luz  y  escesivamente  calentado,  con  el  mue- 
ble cama  plegado,  dando  á  la  habitación  aire  de 
salita  de  recibo  de  pocas  pretensiones,  pero  acepta- 
ble, por  su  limpieza,  sus  muebles,  que  parecen  recién 
salidos  del  taller,  su  piano  de  factura  americana,  y 
sus  luces  de  incandescencia,  que  en  forma  de  araña 
y  palmatorias  de  paramento  se  han  prodigado  en 
la  habitación.  Me  entretengo  en  cerrar  los  circuitos 
de  las  luces  eléctricas,  y  con  tanta  luz,  los  reflejos 
sobre  muebles  barnizados  dan  aire  de  fiesta  á  lo 
que,  visto  más  detenidamente,  resulta  modestísimo 
ajuar  de  un  hotel  de  segundo  orden.  El  calorífero, 
(^ue  parece  la  tubería  de  un  órgano,  presenta  una 
superficie  de  calefacción  tan  extensa,  y  de  radiación 
tan  fuerte  que,  en  noches  de  hielo,  se  duerme  sin 
abrigo  y  aun  con  la  ventana  abierta;  así  la  tuve  por 
descuido  durante  la  primera  noche  que  pasé  en 
Chicago. 

Al  día  siguiente,  contento  de  haber  llegado  al 
término  de  mi  viaje  oficial,  faltóme  tiempo  para 
echar  una  rápida  ojeada  al  centro  de  negocios  de  la 
ciudad,  y  al  recinto  inmenso  de  su  Exposición  uni- 
versal. 

Acompañado  del  Sr.  Dupuy    de   Lome,  delegado 


RAFAEL    rUIG   Y   VALLS  47 

general  de  España  en  la  Exposición,  y  de  D.  Juan 
Cologan,  capitán  de  Ingenieros  militares,  emprendí 
temprano  mi  excursión  al  centro  de  negocios,  al  cele- 
brado Downtown  de  Chicago.  El  ferrocarril  elevado 
que  sigue  la  dirección  norte-sur  de  la  ciudad,  toma- 
do en  la  estación  de  la  calle  22,  twenty  second 
Street,  nos  condujo  en  menos  de  un  cuarto  de  hora 
al  pie  de  Van  Burén,  en  el  gran  centro  comprendido 
entre  el  lago  Michigan  y  el  río  Chicago,  con  dos 
ramas;  una  al  Norte  y  otra  al  Oeste,  y  la  calle  12 
que  forman  la  zona  de  tráfico  más  típica,  más  ame- 
ricana y  característica  de  la  gran  ciudad  del  Mi- 
chigan. 

Estoy,  pues,  ya,  en  el  primer  centro  comercial 
del  mundo-,  su  fisonomía  especial,  su  tráfico  babiló- 
nico, sus  edificios  colosales,  su  atmósfera  arrebolada 
de  tintas  negras  que  manchan  un  cielo  gris,  triste  y 
descolorido,  los  rayos  del  sol  que  no  logran  dar  á 
aquellas  masas  tonos  de  color  acentuados,  dominan- 
do siempre  los  colores  sucios  de  areniscas  rojas,  de 
hierros  pardos,  de  granitos  en  que  domina  la  mica 
negra;  de  coches  de -tranvía  deslustrados  por  el  uso, 
de  grandes  carros  y  coches  que  siguen  su  camino 
agobiados  '  ya  por  la  pesadumbre  de  los  años;  el 
arroyo  ennegrecido  por  el  detritus  del  humo  que  vo- 
mitan millares  de  chimeneas,  las  aceras  sucias,  des- 
iguales y  descuidadas  de  una  administración  comunal 
poco  celosa;  la  indumentaria  de  las  genteS;  extraña 


48  VIAJE   Á   AMÉRICA 

ridicula,  pretenciosa  á  veces...  cosas  son  todas  que 
constituyen  un  portento  de  rarezas,  la  gran  mancha 
abigarrada  del  Far-West  americano,  con  todos  sus 
alientos,  sus  grandezas,  sus  opulencias,  sus  miserias, 
sus  ambiciones  locas  y  sus  osadías  sin  cuento  y  sin 
medida. 

El  que  visita  por  primera  vez  el  Downtown  de 
Chicago,  lo  primero  que  se  le  ocurre  preguntar  es 
si  aquella  ciudad  se  ha  construido  para  gigantes  y 
por  una  raza  superior  que  sólo  concibe  lo  monu- 
mental y  grandioso,  cuya  fórmula  se  sintetiza  en  su 
famosa  osadía.  «Todo  lo  americano  es  lo  más  grande 
del  mundo.»  «The  greatest  of  the  World.»  El  centro 
tiene  realmente  una  fisonomía  especial  digna  de  un 
mundo  nuevo,  calcado  en  moldes  distintos  de  los 
usados  en  el  continente  europeo.  Aquellos  macizos 
de  edificación  aplastan  al  viandante,  la  enorme  des- 
proporción que  existe  entre  las  dimensiones  de  las 
casas  y  la  mísera  gente  que  hormiguea  al  pie  de 
obras  monumentales  levantadas  por  la  soberbia 
americana,  produce  el  efecto  extraño  de  un  estra- 
bismo intelectual  que  no  caben  juntos  en  el  cerebro, 
sin  tormento  del    espíritu,  tan    discordes   elementos. 

Cada  paso  en  Wabash  street  y  en  State  street  es 
una  sorpresa;  aquellos  edificios  inmensos,  The  Audi- 
torium,  el  Masonic  Temple,  los  Bancos,  las  Socieda- 
des de  Seguros,  el  palacio  de  la  Administración  de 
correos,  los  hoteles  Victoria,  Palmer  house,  etc.,  con 


RAFAEL    I'IIÜ   Y   VA1,LS  49 

SUS  grandes  macizos  de  sillería,  me  parecían  cante 
ras  desbastadas  en  cuyos  estratos  se  habían  entre 
tenido  razfas  gigantes  en  labrar  con  enormes  marti 
líos  y  cinceles,  puertas  y  ventanas,  columnas  estram 
boticas,  frisos  desproporcionados,  paramentos  lisos 
desnudos,  fríos,  sostenidos  por  arcos  de  no  se  cuan 
tos  centros,  casi  siempre  rebajados,  haciendo  oficio 
de  espaldas  colosales  que  sostienen  la  pesadumbre 
inmensa  de  una  cantera  de  piedra  de  sillería.  La 
ar(iuitectura  en  Chicago  exajera  la  nota  yankee  que 
florece  rac^uítica  en  New-York.  Los  aires  del  desierto 
americano  azotando  las  frentes  de  los  hijos  del  Far- 
West  producen  obras  más  informes,  de  perfiles  me- 
nos atildados,  de  líneas  menos  suaves,  de  ornamen- 
tación más  sobria,  más  árida  y  ¿por  qué  no  decirlo? 
menos  culta  que  en  la  ciudad  del  Este;  manifesta- 
ción de  razas  enamoradas  de  las  inmensas  estepas, 
de  las  grandes  altitudes,  de  los  ciclones  asoladores, 
de  los  blizzards  que  ciegan,  hielan  y  matan;  de  todo 
lo  grandioso  aprendido  en  la  escuela  realista  de  una 
naturaleza  que  ostenta  en  las  llanuras  americanas 
bríos  y  fuerzas  de  una  grandeza  sublime. 

El  arte  en  Chicago  no  tiene  grandes  admiradores; 
lo  que  allí  cuenta  es,  en  todo  orden  de  ideas  y  ma- 
nifestaciones, lo  grandioso,  lo  que  puede  apellidarse 
gráficamente  un  mammoth,  el  gigante  de  los  animales, 
más  pequeño  sin  duda  que  las  osadías  inagotables 
del  genio  yankee. 

4 


50  VIAJE  A   AMÉRICA 

La  descripción  de  los  edificios  del  Downtovvii 
resultaría  deslabazada  y  monótona:  edificios  de  vein- 
te y  treinta  pisos,  en  cuyos  paramentos  caben  todos 
los  estilos  y  adornos,  rasgos  geniales  de  trazo  limpio 
y  seguro  con  detalles  nimios,  pobres,  llenos  de  inco- 
rrecciones, desdibujados  y  sin  sentido-  colores  chillo- 
nes, alternando  con  masas  negruzcas,  rojizas,  de 
to.nos  sucios,  concreciones  de  los  vahos  inmundos  de 
la  población  más  sucia  de  la  tierra,  que  manchan  las 
fachadas  de  las  casas;  talleres,  bazares,  librerías,  po- 
cas, muy  pocas  en  número,  restaurants,  bars,  tiendas 
inmensas,  imitaciones  del  Grand  Marché,  Le  Prin- 
temps  etc„  de  París;  grandes  depósitos  de  muebles, 
edificios  destinados  exclusivamente  á  escritorios  y 
oficinas,  manifestaciones  todas  de  un  centro  donde 
el  agio  disputa  palmo  á  palmo  el  terreno  para  mon- 
tar y  encasillar,  en  el  mejor  sitio  del  mercado  sus 
ideas,  sus  invenciones,  su  tráfico,  sus  monopolios  y 
cuanto  constituye  la  vida  comercial  é  industrial  de 
Chicago. 

La  extensión  inmensa  de  una  ciudad  que  no  lle- 
ga á  tener  dos  millones  de  habitantes,  las  soluciones 
de  continuidad  que  existen  aún  entre  barrios  poco 
alejados  del  centro,  los  parques  inmensos  enclavados 
en  puntos  distintos  de  la  ciudad,  la  longitud  y  an-, 
chura  de  las  calles  recorridas  constantemente  por 
los  tranvías  de  cable,  la  escasa  densidad  de  una  po- 
blación en  que  cada  familia  ocupa  una   casa  entera, 


KAf  AF-r.    rVU.   V    VAI.LS 


siendo  una  excepción  el  caserío  alquilado  por  pisos, 
causas  son  (^ue  contribuyen  á  dar  á  Chicago  un  as- 
pecto melancólico,  pues  sólo  en  Downtown  y  en 
centros  especiales,  alcanza  tráfico  suficiente  para  dar 
animación  á  la  ciudad,  cuyo  perímetro  inmenso 
puede  contener  cuatro  veces,  por  lo  menos,  la  po- 
blación actual. 

Los  parques  y  jardines,  más  extensos  que  bien 
cuidados,  numerosos,  repartidos  convenientemente 
para  quQ  los  diferentes  centros  de  población  puedan 
disfrutar  de  sus  paseos  y  arboledas;  el  Lincoln  park, 
el  Washington  Park,  el  Garfield  park,  el  Jackson 
park,  donde  se  ha  montado  el  inmenso  mecanismo 
de  la  Exposición  colombina,  con  sus  estatuas  y  mo- 
numentos, con  sus  extensas  praderías  y  rodales  de 
árboles  forestales  que  alternan  con  masas  de  flores 
y  hojarasca  variada;  los  recursos  de  una  vialidad  fa- 
cih'sima,  motivos  son  de  concurrencia  en  días  festi- 
vos que  dan  á  la  ciudad  atractivos  y  aires  de  alegría. 
E]  lago,  el  Michigan  de  horizontes  infinitos,  mar  in- 
terior, tan  grande  como  el  Mediterráneo,  en  que  na- 
vegan tantos  barcos  que  convierten  el  puerto  de 
Chicago  en  el  más  concurrido  del  mundo,  no  alcan- 
za nunca,  ni  aun  en  los  mejores  días  del  año,  cuando 
el  sol  y  el  aire  ostentan  sus  mejores  galas,  el  aspecto 
sonriente  del  mar  latino  que  no  refleja  jamás  las 
sombras  de  masas  de  humo,  de  gases  y  vapores  de 
agua  que  dan  á  la  naturaleza  entera  tonos  grises  co- 


52  VIAJK    A    AMÉKICA 

mo  los  (jue  reproducen  las  aguas  tristes  del  Michigan, 
impurificadas  por  la  respiración  inmensa  y  los  detritus 
variadísimos  de  la  ciudad  de  Chicago. 

Reproducir  ahora  aquí  lo  ya  repetido  en  libros, 
revistas  y  periódicos  acerca  de  los  recursos  de  Chi- 
cago, acumular  cifras,  datos  estadísticos,  impresiones 
gastadas  por  lo  sobadas  y  repetidas,  no  sería  plato 
de  gusto  para  nadie;  baste,  pues,  condensar  lo  más 
nuevo,  lo  menos  conocido  y  más  variado  que  he 
visto  allí,  sin  que  haya  levantado  en  mi  espíritu  las 
oleadas  de  entusiasmo  que  durante  tantos  años  han 
mantenido  en  Europa  una  opinión  deslumbradora, 
sostenida  por  la  opinión  política  y  el  afán  de  atribuir 
grandezas  é  iniciativas  á  las  razas  americanas,  pro- 
ductoras de  una  civilización  nueva  capaz  de  regene- 
rar la  sangre  del  mundo  entero,  con  el  aliento  gigan- 
te de  un  pueblo  que  se  inspira  en  el  principio,  ([ue 
llaman  santo,  de  la  libertad  absoluta. 

Los  que  me  sigan  en  mi  viaje  al  través  del  conti- 
nente americano,  descontarán  en  el  camino  muchas 
grandezas,  dejando  entre  flores,  abrojos  y  espinas 
muchas  ilusiones  y  no  pocas  esperanzas. 


Ingeniería  municipal 


NTERESA  ya  de  tal  manera  la  ingeniería 
municipal,  que  su  tecnicismo  informa 
ya  el  lenguaje  de  todos  los  pueblos 
cultos. 

En  este  punto,  he  hallado  en  Amé- 
rica cosas  tan  raras,  y  criterios  tan  nuevos,  que  han 
sido  una  verdadera  revelación.  Chicago  es  una  ciu- 
dad de  una  fuerza  expansiva  maravillosa;  hace  pocos 
días  tuve  la  fortuna,  de  conocer,  en  un  banquete  al 
general  Suoy  Smith,  á  quien  fui  presentado,  cono- 
ciendo de  antemano  la  accidentada  historia  de  su 
vida,  y  como  supo  que  me  interesaban  sus  trabajos 
de  ingeniería,  tuvo  la  galantería  de  enviarme  un  fo- 
lleto que,  resumido,  voy  á  exponer  aquí: 

Hace  cincuenta  años,  cuando    el    general  era    te- 
niente, fué  destinado  á  custodiar  el  fuerte  de  made- 


54  VIAJE  Á  AMÉRICA 

ra  levantado  para  defender  á  la  naciente  ciudad  con- 
tra las  algaradas  de  los  indios,  y  que  ocupaba,  se- 
gún pienso,  el  emplazamiento  del  centro  actual  de 
Chicago,  en  Dearborn  street.  El  general  ha  pre- 
senciado, pues,  el  inmenso  desarrollo  de  esta  ciudad 
y  ha  contribuido  con  su  saber  y  su  trabajo  á  crear 
los  principios  de  la  ingeniería  municipal  que  se 
están  poniendo  en  práctica,  sin  la  preocupación  de 
cosas  que  son  para  nosotros  sagradas,  y  que  no  sa- 
bríamos tocar  sin  creer  que  cometemos  una  ver- 
dadera profanación. 

Desde  Europa,  no  es  fácil  formar  concepto  de  la 
verdad  de  las  cosas  americanas,  y  admirados  de  lo 
que  nos  cuentan  creemos,  con  cierta  candidez,  que 
Chicago  está  construida  como  una  ciudad  europea- 
¡qué  error!  aquí  no  hay  urbanización  propiamente 
dicha,  ni  aceras,  ni  rasantes  uniformes,  ni  cloacas, 
ni...  iba  á  decir  casas,  porque  lo  que  cubre  el  enca- 
sillado de  esta  superficie  poblada,  son:  cottages  que 
alternan  con  hoteles  inmensos,  casas  de  madera  que 
se  construyen  en  tres  meses,  y  que  forman  el  relleno 
de  los  espacios  que  circuyen  las  calles  anchas,  rectas, 
inacabables,  cruzadas  por  cables-tranvías,  movie'ndose 
sin  interrupción  sobre  rodillos  cuyos  ejes  rechinan 
como  protesta  de    tan  ímprobo  trabajo. 

Claro  es  que  hay  en  esto  excepciones,  y  que, 
siendo  Chicago  una  población  de  gente  riquísima, 
en  sitios  preferidos,  se  han  construido    palacios,  ho- 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  55 

telitos  primorosos  de  familias  acomodadas  y  parques 
grandiosos  que  adornan  el  cuadro,  siendo  esto  ex- 
cepciones que  informan  la  regla  general  de  calles 
sucias,  de  aceras  que  cambian  cada  veinte  pasos  de 
rasante,  formadas  por  cuatro  tablas  que  se  cimbrean 
y  que  esconden  lo  que  no  debe  verse  ni  puede  de- 
cirse. 

Pero  lo  raro  en  todo  esto  es  que,  sentada  la  ciu- 
dad en  un  llano  y  á  orillas  del  lago  Michigan,  los 
ingenieros  que  proyectaron  la  primera  red  de  cloa- 
cas no  acertaron  con  el  desagüe  apropiado  á  las 
necesidades  del  servicio,  y  hoy,  con  ser  Chicago  tan 
rica,  no  se  atreve  á  emprender  la  regeneración  del 
subsuelo,  ante  el  importe  de  veinticinco  millo- 
nes de  dollars,  que  costaría  la  urbanización  comple- 
ta de  la  ciudad. 

El  general  Smith  cita  en  su  folleto  dos  ó  tres 
proyectos  que  están  en  estudio  sobre  el  particular; 
pero  como  no  hallo  en  ninguno  de  ellos  cosa  alguna 
que  ofrezca  novedad,  paso  á  otra  materia,  que  la 
tiene  en  alto  grado  para  los  que  en  punto  á  vialidad 
no  creemos  que  deba  sacrificarse  el  ornato  de  las 
poblaciones  al  ideal  americano  de  moverse  con  hol- 
gura, comodidad  y  rapidez.  Y  son  en  esto  tan  radi- 
cales los  puntos  de  vista,  que  el  general  propone  la 
construcción  de  tres  grandes  medios  de  comunica- 
ción para  Chicago:  la  subterránea,  la  de  nivel  y  una 
tercera  á  la  altura  de  los  primeros  pisos.    La    subte- 


S6  VIAJE   Á   AMÉRICA 

rránea  para  viajeros,  la  de  nivel  para  carros  y  ca- 
miones, y  la  última  para  viandantes;  libres  así  de 
las  ansias  del  tránsito  rodado  que,  dice  el  general, 
sería  very  enjoyed  by  t/ie  ladics. 

Figúrense  mis  lectores  una  ciudad  que  en  vez  de 
tener  sus  aceras  montadas  á  unos  cuantos  centíme- 
tros por  encima  del  arroyo,  se  alzaran  á  cinco  metros 
de  altura,  y  dígaseme  si  esto,  que  parece  en  Chicago 
aceptable  y  que  es  muy  posible  se  realice  en  breve, 
no  trastornaría  por  completo  todos  los  puntos  de 
vista  de  nuestra  arquitectura,  ingeniería  y  policía 
municipal,  poniendo  de  golpe,  en  tela  de  juicio, 
cuanto  hemos  discurrido,  pensado  y  sentido  los  eu- 
ropeos desde  que  el  arte  y  la  ciencia  se  compenetra- 
ron para  construir  las  ciudades  artísticas  que  son  el 
orgullo  de  la  raza  latina  y  el  modelo  en  que  han 
hallado  su  mejor  inspiración  las  razas  sajonas. 

Y  que  esto  se  hará  en  América  lo  dicen  los  ele- 
vados de  New-York  que  siguen  los  ejes  de  las  mejo- 
res avenidas,  enseñoreándose  de  toda  la  ciudad  que 
llenan  de  humo,  polvo  y  ruido,  encaramándose  como 
Asmodeo  para  visitar  todos  los  hogares  que  dominan 
con  un  desenfado  digno  del  procedimiento  america- 
no, en  que  la  libertad  no  puede  representarse  por 
curvas  que  se  tocan  tangencialmente,  sino  secantes 
que  producen  choques  diarios  y  éxitos  (jue  sólo  fa- 
vorecen al  más  fuerte. 

Si  en  Barcelona  se  intentara  construir  un  ferroca- 


RAFAEL   PUIG   V   YALLS  57 

rril  elevado  que  siguiera  los  ejes  de  las  ramblas  y 
del  paseo  de  Gracia,  sin  considerar  la  belleza  de 
nuestras  mejores  calles  y  más  preciados  puntos  de 
vista,  se  produciría  una  verdadera  revolución  que  se 
llevaría  de    cuajo  todas  las    simpatías  de    la  ciudad. 

Y  dejando  á  un  lado  tan  extraños  procedimientos, 
voy  á  decir  algo,  aunque  ligeramente,  de  los  edifi- 
cios de  lo,  15  y  20  pisos  que  en  New-York  y  Chi- 
cago se  levantan,  sin  preocupaciones  arquitectónicas, 
ni  más  objetivo  que  sacar  de  una  superficie  determi- 
nada la  mayor  renta  posible.  Los  negocios  exigen 
centros  de  contratación,  comunidad  de  ideas  y  sen- 
timientos, algo  que  la  distancia  relaja  y  que  la  faci- 
lidad y  el  contacto  de  las  gentes  afina  y  perfecciona. 
Por  esto  los  hombres  de  negocios  necesitan  tener  sus 
despachos  y  oficinas,  con  todos  sus  anexos,  en  los 
centros  de  población.  Chicago  lo  tiene  en  Down- 
town,  y  lo  (\ue  no  alcanza  en  superficie  de  nivel,  lo 
consigue  superponiendo  pisos  y  aprovechando  los  re- 
cursos de  los  procedimientos  de  construcción  moder- 
nos y  los  mecanismos  de  la  ingeniería. 

Una  casa  de  20  pisos  sin  ascensor  sería  un  pája- 
ro sin  alas,  una  aspiración  sin  realidad  posible;  así 
como  una  balumba  tan  enorme  de  pisos  que  espan- 
ta, resultaría  una  torre  de  Babel  moderna  si  no  se  co- 
nocieran, aunque  sea  empíricamente,  las  fórmulas  de 
resistencia  de  materiales  que  son  la  garantía  de  los 
éxitos  alcanzados  en  América  al  construir    los    edifi- 


SB  VIAJE   Á  AMÉRICA 

cios  que  son  el  orgullo  de  los  yankées  y  el  pasmo 
de  las  gentes.  Pero  lo  que  debe  averiguar  el  europeo 
es,  si  hay,  en  todo  esto,  algo  nuevo,  y  si  lo  nuevo 
ofrece  garantía  bastante  y  capaz  de  sostener  la  legi- 
timidad de  ese  orgullo  de  raza  que  tanto  desdén 
muestra  por  todo  lo  que  no  es  americano,  como  si 
la  mecánica  y  la  construcción  no  las  hubieran  apren- 
dido en  nuestros  libros  y  fundido  sus  obras  al  calor 
de  nuestro  espíritu  y  con  el  trabajo  maravilloso  de 
los  siglos,  acumulado  por  las  razas  pobladoras  del 
mundo  antiguo. 

Y,  ¡coincidencia  singular!  mientras  el  pueblo  ame- 
ricano muestra  su  genial  poderío  enseñándonos  esas 
moles  sentadas  sobre  emparrillados  de  acero,  rellenos 
de  hormigón,  formadas  de  colunmas  y  tirantes  me- 
tálicos que  parecen  desafiar  el  poder  destructor  de 
los  tiempos,  los  autores  de  estas  obras,  con  la  expe- 
riencia de  los  resultados,  han  llegado  á  convencerse 
de  que  lo  único  nuevo  que  habían  practicado  es  pe- 
ligroso, y  muestra  ser  tan  deficiente  que  han  de 
cambiar  de  rumbo,  si  la  estabilidad  de  esos  grandes 
edificios  ha  de  ser  una  verdad  y  una  garantía  de 
que  alcanzarán  vejez  larga  y  provechosa. 

«The  Auditorium»,  que  es  hotel,  teatro,  casino, 
centro  de  oficinas...  todo  en  una  pieza,  se  hunde  len- 
tamente, y  no  porque  se  haya  traspasado  el  límite 
asignado  á  la  carga  por  pie  cuadrado  (un  metro= 
3' 28  pies)  que  las    experiencias    practicadas    para  el 


ÍIAPAEL  puig  y  vaLLs  59 

suelo  de  Chicago,  dicen  que  está  comprendido  entre 
2.500  y  4.000  libras  por  pie  cuadrado,  sino  porque, 
situada  la  ciudad  sobre  un  subsuelo  flojo,  filtrado 
por  las  aguas  del  Michigan,  cuando  es  de  igual  re- 
sistencia en  toda  la  superficie,  estando  bien  reparti- 
das las  cargas,  el  suelo  cede  lentamente  y  los  edifi- 
cios tienen  un  asiento  uniforme,  bajando  y  hundién- 
dose; pero  cuando  la  resistencia  del  terreno  es  des- 
igual, la  plataforma  de  acero  se  rompe  y  el  edificio 
se  resquebraja,  causando  su  ruina.  Pero  no  es  este  el 
único  peligro  á  que  están  expuestos  esos  grandes 
edificios;  las  masas  metálicas  se  dilatan  y  contraen 
con  los  cambios  de  temperatura,  y  en  este  país  don- 
de el  termómetro  trabaja  en  escala  tan  extensa, 
cuyos  límites  pueden  fijarse  entre  26  grados  de  frío 
y  50  de  calor,  los  aceros,  con  sus  empujes  incontras- 
tables lo  rompen  todo,  aun  sin  contar  con  los  incen- 
dios que  doblan  los  pies  derechos  y  columnas,  derri- 
bando los  edificios  con  una  rapidez  aterradora. 

Pues  bien,  el  autor  de  esos  emparrillados  de  es- 
cuadrías poderosas  sobre  que  descansan  los  edificios 
de  10  á  20  pisos,  reniega  de  sus  antiguos  amores,  y 
vuelve  la  vista  á  nuestros  procedimientos,  aconsejan- 
do que  se  funde  sobre  roca,  que  en  muchas  partes 
se  halla  aquí  á  60  pies  de  profundidad  (i8'5 9  metros), 
ó  á  lo  menos  en  el  banco  de  arcilla  compacta  ha- 
llada encima  de  la  roca,  profundizándose  siempre  á 
un  nivel  inferior  al  que  algún  día  puedan    llegar  los 


6o  VIAJE  Á  AMÉRICA 

drenes  de  saneamiento,  por  considerar,  con  razón, 
que  el  empleo  de  vigas  de  grandes  escuadrias  en  la 
zona  de  tierras  mojadas  por  las  aguas  del  Michigan, 
alcanzarán  una  duración  larguísima,  montando  así 
grandes  columnas  de  manipostería  bien  enlazadas  y 
espaciadas  de  manera  que  las  cargas  puedan  repar- 
tirse con  arreglo  á  lo  que  exija  la  estabilidad  del 
edificio. 

Véase  pues,  en  punto  á  ingeniería,  á  ciue  queda 
reducido  lo  que  puede  llamar  la  atención  de  los  in- 
teligentes en  Chicago;  los  elevados,  los  funiculares, 
la  toma  de  aguas  en  el  lago,  las  plantas  de  luz 
eléctrica,  las  grandes  estaciones  de  fuerza  para  trans- 
mitir la  energía,  los  depósitos  de  cereales,  los  mata- 
deros de  ganado  y  los  procedimientos  de  conserva; 
el  desenvolvimiento  prodigioso  de  los  caminos  de 
hierro  no  tientan  mi  pluma,  porque  siendo  todo  ello 
interesantísimo,  no  daría  á  estas  páginas  un  solo 
dato  que  no  fuera  ya  relatado  y  conocido,  y  por 
tanto,  el  atractivo  de  la  novedad. 


MlDWAY    PlAISANCE 


Los  preparativos  de  apertura 
de  la  Exposición 


Faltan  veinte  días  para  abrir  el  certamen  colom- 
bino y  las  salas  de  los  edificios  están  casi  vacías,  la 
urbanización  en  mantillas,  la  ornamentación  interior 
esbozada,  los  trabajos  de  jardinería  en  proyecto,  y 
los  palacios,  con  sus  ropajes  sucios  de  invierno,  no 
tienen  prisa,  al  parecer,  en  remozarse  para  recibir  á 
los  ilustres  visitantes  que  acudirán  á  las  fiestas  inau- 
gurales del  i.°  de  mayo. 

Las  razones  que  se  dan  para  cohonestar  estas 
faltas  son  de  distinto  orden:  algunas  se  confiesan  en 


62  VIAJE    A    AMÉRICA 

alta  voz,  y  otras  se  susurran  en  \oz  baja  como  s^ 
fueran  insidiosa  murmuración  de  la  maledicencia. 
Hace  un  mes,  este  mar  interior  que  se  llama  lago 
Michigan,  con  sus  horizontes  infinitos  y  sus  tempesta- 
des que  levantan  olas  que  ya  querría  ostentar  el  Medi- 
terráneo en  días  de  temporal,  estaba  helado  en  toda 
su  extensión-,  los  fríos  de  este  invierno,  de  22  gra- 
dos bajo  cero,  con  nevadas  excepcionales,  han  en- 
torpecido de  tal  manera  los  trabajos  de  la  Exposi- 
ción que,  toda  la  buena  voluntad  de  la  Dirección  ge- 
neral, no  ha  bastado  para  resolver  las  dificultades 
propias  de  una  labor  que  asustaría  á  gente  menos 
emprendedora  y  dispuesta  que  la  pobladora  de  las 
inmensas  llanuras  del  Illinois.  Llenas  las  calles  de 
nieve,  teniendo  (|ue  emplear  el  hacha  para  cortar  el 
hielo  en  las  fundaciones,  ateridos  los  obreros  de 
frío  espantoso,  congelados  los  materiales,  el  paro 
absoluto  se  impuso  cuando  el  i.°  de  mayo  se 
acercaba  con  una  rapidez  que  no  permitía  cálculos, 
ni  ofrecía  medios  de  salvar   dificultades   invencibles. 

La  segunda  razón  se  funda  en  el  cosmopolitismo 
de  este  pueblo,  formado  de  una  masa  que  ha  olvi- 
dado la  noción  de  patria,  y  que  sufre  aquí  los  ho- 
rrores de  un  clima  ingrato,  con  la  idea  de  formar  un 
capital  que,  en  poco  tiempo,  le  consienta  vivir  con 
holgura  en  el  país  de  adopción  ó  en  la  tierruca  cuyo 
recuerdo  calienta  siempre  el  corazón  humano. 

Chicago  tiene  cerca  de  dos    millones  de  habitan- 


RAFAEL   PUIG    Y   VAI.LS  63 

tes,  en  su  mayoría  irlandeses,  alemanes,  franceses  é 
italianos;  la  gran  masa  obrera,  aluvión  que  el  ham- 
bre ha  lanzado  sobre  las  costas  americanas,  no  se 
ocupa,  ni  preocupa  de  la  idea  pura  y  patriótica  enca- 
minada á  conmemorar  el  hecho  más  glorioso  de  la 
especie  humana;'  la  Exposición  no  ha  sido  para  ella 
más  que  un  medio  de  conseguir  en  pocos  meses,  de 
acumular  en  algunas  semanas,  la  suma  de  dollars  co- 
diciada y  que  los  usos  corrientes  de  la  vida  no  pue- 
den proporcionarla;  y  las  sociedades  obreras,  forzan- 
do cada  vez  más  sus  aspiraciones,  se  han  declarado 
en  huelga  repetidas  veces,  poniendo  á  los  contratis-' 
tas  en  apuros  tales,  que  bien  podría  ser  que  las  su- 
mas colosales  empleadas  en  construir  una  ciudad  de 
palacios,  en  área  inmensa,  esfuerzo  colosal  de  un 
pueblo  enamorado  de  todo  lo  que  se  pinta  en  la 
retina  con  dimensiones  extraordinarias,  se  convirtie- 
ra en  un  fracaso  espantoso  que  arruinará  á  muchas 
gentes  y  postrará,  por  mucho  tiempo,  las  energías  de 
esta  raza.  Como  ejemplo  diré  que  un  simple  peón  ga- 
na aquí,  por  hora,  treinta  y  cinco  centavos,  equivalen- 
tes á  catorce  pesetas  por  día  de  trabajo  de  ocho  horas. 
Los  carpinteros  ganan  cincuenta  centavos  por  hora, 
ó  sean  cuatro  duros  por  las  ocho  horas,  pagándose 
doble  las  extraordinarias,  y  aun  me  han  asegurado 
que  los  contratistas,  agobiados  por  los  delegados  y 
comisarios  de  las  naciones  expositoras,  que  van  á 
exigirles  las  multas  consignadas    en  los    contratos  si 


64  VIAJE    Á    AMKKKA 

no  entregan  los  edificios  dentro  de  los  plazos  esti- 
pulados, han  llegado  á  subastar  los  jornales  á  cinco 
y  seis  duros  por  cada  ocho  horas. 

Á  pesar  de  esto,  las  huelgas  se  repiten,  las  ambiciones 
aumentan,  y  á  lo  mejor,  cuando  parece  que  el  trabajo 
cunde,  estalla  una  nueva  discordia  que  pone  en  tela 
de  juicio  la  posible  solución  de  este  problema  eco- 
nómico llamado  Exposición  de  Chicago. 

Decíame  un  amigo  (jue  ha  vivido  muchos  años  en 
este  país,  ocupando  un  alto  puesto  en  el  mundo  di- 
plomático: esta  Exposición  no  es  obra  de  una  aspi- 
ración de  la  gran  nacionalidad  americana,  ni  de  los 
estados  de  la  federación,  ni  es  empresa  comunal,  ni 
negocio  particular,  y  sin  embargo,  todos  estos  orga- 
nismos se  han  fundido  en  un  pensamiento  para 
cooperar  en  tan  grande  obra  por  más  (lue  no  ha  ha- 
bido en  la  labor  común  igual  lealtad,  ni  se  han  em- 
pleado análogos  esfuerzos  para  conseguir  la  realiza- 
ción de  la  empresa. 

En  Barcelona  hubo  lucha  de  personalidades,  aciuí 
lucha  de  intereses,  del  Este  contra  el  Oeste,  de 
New-York  contra  Chicago;  mostrándose  las  Cámaras 
vacilantes  é  indecisas  al  votar  una  subvención  defi- 
ciente; los  Estados  de  la  Unión,  al  acudir  al  certa- 
men lo  han  hecho  á  remolque,  y  sólo  el  municipio 
y  la  suscripción  pública  han  rivalizado  aquí  para 
sostener  el  pabellón  local.  Aun  hay  quien  asegura 
que  por  falta  de  recursos    dejan    pasar  los    días  sin 


KAFAEL  Pino  Y  VALLS  6j 

mostrar  la  vitalidad  económica  que  parece  ser  el 
nervio  de  este  pueblo  y  el  espíritu  de  sus  empresas 
y  negocios;  y  en  verdad,  que  si  esta  suposición  es 
falsa,  no  se  compadece  la  arrogancia  de  otros  días 
con  la  falta  de  entusiasmo  y  de  trabajo  que  se  nota 
en  todos  los  centros  de  la  Esposición,  observándose 
además  una  especie  de  desencanto  y  de  fatiga  que 
parece  precursora  de  éxitos  dudosos  ó  de  convenci- 
mientos fatalistas,  desencanto  contagioso  que  crece 
en  mi  pensamiento  cuantas  veces  recorro  salas  que 
no  se  llenan,  pabellones  que  no  se  acaban,  y  observo 
tramitaciones  que  no  se  simplifican,  negociados  que 
no  se  compenetran;  como  si  los  diferentes  centros 
administrativos  fueran  organismos  independientes, 
sin  engranaje  ni  enlaces,  cabos  sueltos  de  una  cade- 
na sacudida  con  escasa  voluntad  y  más  escaso  en*' 
tendimiento. 

Que  aquí  pasa  algo  anómalo  y  raro,  no  me  cabe 
duda;  que  quizá  no  sé  interpretarlo,  tampoco  me 
cuesta  trabajo  creerlo;  pero,  aun  teniendo  tan  legíti-, 
mo  temor,  no  he  de  negar  que  sería  necesario  cerrar 
los  ojos  á  la  luz  y  quitar  atributos  á  la  razón  para 
aceptar,  sin  reparos,  suposiciones  optimistas  que  no 
hallo  medio,  hoy  por  hoy,  de  justificar  con  funda- 
mentos sólidos  y  vigorosos. 

No  piensa,  sin  embargo,  así  la  gente  del  paíSy 
que  trata  de  sacar  provechos  tangibles  del  certamen 
colombino.  Figuran,  en  primer  término,  los  fondistas 


66  Viaje  Á  América 

que,  sin  encomendarse  á  Dios  ni  á  los  santos,  van  á 
doblar  desde  i.°  de  mayo  los  precios  de  las  habita- 
ciones y  de  la  manutención.  Esto  significa,  pura  y 
simplemente,  pagar  ocho  dollars  diarios  por  un  cuarto 
de  5.°,  6°  ó  7.°  piso,  con  las  comidas  correspondien- 
tes, sin  vino,  por  supuesto,  que  aquí  se  paga  á  pre- 
cios fabulosos. 

Las  casas  de  huéspedes  exigen  dos  ó  tres  dollars 
diarios  por  un  cuarto  regularmente  alhajado,  sin  ma- 
nutención; los  cafés,  licores,  gastos  de  peluquería, 
limpiabotas,  etc.,  distan  mucho  de  parecerse  á  los 
precios  europeos,  y  por  tanto,  el  que  se  decida  á 
visitar  la  Exposición  de  Chicago  es  necesario  que 
haga  buena  provisión  de  dollars,  si  no  quiere  concre- 
tarse á  vivir  muy  modestamente,  y  á  sufrir  toda  clase 
de  impertinencias  y  desazones. 

Además,  el  europeo  que  está  acostumbrado  á  re- 
glamentaciones provechosas  ha  de  cuidar  aquí  de  es- 
tudiar los  organismos  del  país  para  evitar  gastos 
y  disgustos;  el  que  espera  en  un  ferrocarril  la  señal 
de  marcha,  toque  de  campanas  y  silbatos,  corre  el 
riesgo  de  quedarse  en  tierra;  llegada  la  hora  de  mar- 
char, el  jefe  de  tren  levanta  el  brazo  y  el  maquinis- 
ta actúa  sobre  los  émbolos,  sin  señal  previa^  ni  pre- 
ocuparse de  si  los  viajeros  están  ó  no  en  los  va- 
gones. 

Para  ir  á  la  Exposición,  la  compañía  Illinois  Cen- 
tral   ha  construido  seis  líneas  paralelas  que    recogen 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  67 

los  pasajeros  de  las  estaciones  de  la  ciudad;  pero, 
como  pasan  por  las  mismas  líneas  un  gran  número 
de  expresos  que  van  á  diferentes  puntos  de  la  repú- 
blica, si  no  se  tiene  mucho  cuidado  en  reconocer  los 
trenes-tranvías,  se  corre  el  riesgo  de  salir  de  Chica- 
go para  ir  á  la  Exposición  y  encontrarse,  bien  á  pe- 
sar suyo,  á  cincuenta  'millas  de  donde  quería  ir,  sin 
que  nadie  se  haya  preocupado  de  asesorar  al  extran- 
jero, ni  de  ejercitar  las  más  elementales  reglas  de 
hospitalidad. 


im 


^  >n 


*.étir&^ 


Palacio  de  la  Electricidad 


Suma  y  sigue 


Transcurren  los  días  de  tal  manera  que  bien  pue- 
de decirse  que  se  suceden  y  no  se  parecen-,  que  llue- 
va en  abril  dos  días  seguidos  no  causará  á  nadie  ma- 
ravilla, que  nieve  luego  dos  días  más  en  esta  ciudad 
de  Chicago,  de  latitud  aproximada  á  la  de  Madrid,  si 
se  consulta  actualmente  el  aspecto  hermoso  y  sonrien- 
te de  los  plátanos  de  los  paseos  de  España  que  dan  som- 
bra á  tantas  flores,  ya  parecerá  más  extraño;  pero, 
(]ue  llueva  en  todos  los  edificios  de  la  Exposición  co- 
lombina, sin  que  se  ponga  al  mal  remedio  eficaz,  ni 
crea  la  gente  que  van    á    exigirse   responsabilidades 


JO  VIAJE    Á    AMÉRICA 

por  los  daños  ciue  se  causen  á  los  que  creyeron  al- 
canzar aquí  para  sus  obras,  trabajos  y  proyectos, 
hospitalidad  más  á  cubierto  de  la  intemperie  y  de  la 
acción  destructora  de  las  aguas,  pocos  días  antes 
de  abrirse  el  gran  certamen  por  el  presidente  Cleve- 
land y  el  duque  de  Veragua,  esto  ya  es  más  duro  y 
más  difícil  de  creer,  sobre  todo  para  aquellos  que 
veían  un  motivo  de  reclamación  diplomática  en  las 
goteras  malhadadas  de  la  nave  central  de  la  Esposi- 
ción  de  Barcelona,  y  se  figuran  que  aquí  todo  se 
hace  bien  por  ser  extranjero,  americano  del  norte  y 
quizá  republicano. 

Hace  ya  tres  semanas  que  me  he  encargado  del 
servicio  de  «Manufacturas»  de  la  sección  de  España; 
en  este  intervalo  ha  llovido  varias  veces  y  las  goteras 
no  se  repasan,  sin  que  Mr.  Alisson,  jefe  del  departamen- 
to, haga  caso,  al  parecer,  de  las  reclamaciones  de 
nuestro  delegado  general  Sr.  Dupuy  de  Lome,  de  las 
mías,  ni  de  nadie.  Y  lo  más  serio  del  caso  es  que 
cada  día  son  más  numerosas,  siendo  ya  difícil  averi- 
guar si  se  pretende  poner  remedio  á  mal  tan  deplo- 
rable, si  es  posible  instalar  en  estas  condiciones,  y 
si  podré  hallar  sitio  para  los  objetos  desembalados 
que  esté  garantizado  de  la  acción  invasora  de  las 
aguas. 

La  tormenta    última,    ciclón    poderoso    (pe     ha 

causado  estragos  en    varios    Estados    de    esta  repú- 

*  blica,  ha    venido    de  perlas    para  explicar    de  algún 


RAFAEL   PL-IG    Y   VALLS 


modo  el  atraso  en  que  se  halla  la  vialidad  de  la 
«ciudad  blanca»  y  cuanto  se  relaciona  con  su  des- 
envolvimiento. Ayer  nevó  todo  el  día  como  si  estu- 
viéramos en  enero,  y  con  este  motivo,  los  diarios  de 
hoy,  curándose  en  salud,  dicen  que  en  semejantes 
condiciones  no  es  posible  trabajar,  que  el  personal 
dedicado  á  vialidad  ha  debido  ocuparse  en  reparar 
los  estragos  del  viento  y  de  la  nieve,  y  que  con  los 
días  buenos,  la  Exposición  se  llenará  de  flores  y  ver- 
dura, de  caminos  inmejorables,  y  de  instalaciones 
portentosas,  en  menos  tiempo  del  que  se  necesita 
para  llenar  de  noticias  rimbombantes  los  diarios  de 
40  páginas  y  de  letra  menuda  que,  cual  el  Chicago 
Herald,  el  Chicago  Post  y  otros,  se  convierten  en 
heraldos  de  maravillas  y  en  mágicos  prodigiosos  del 
gran  certamen  americano. 

Y  por  cierto  que  magias  y  magias  portentosas  se 
necesitan  emplear  para  resolver  el  pavoroso  problema 
de  llenar  en  pocos  días,  en  horas  ya,  salas  inmensas, 
en  urbanizar  millones  de  pies  cuadrados  de  paseos 
que  no  pueden  atravesarse,  hoy  por  hoy,  sino  con 
zancos;  sin  un  árbol,  ni  una  flor,  mostrando  en 
todas  partes  un  abandono  cruel,  cuando  el  presiden- 
te va  á  salir  de  Washington  y  el  duque  de  Veragua 
de  New-York  para  abrir  esta  IVor/d's  Fair,  esta  fe- 
ria del  mundo  destmada  á  mostrar  á  todos  la  poten- 
cia colosal  y  creadora    del  pueblo  yankee. 

Pero  la  invención  más  prodigiosa  de  estas   gentes. 


72  VIAJE   Á   AMÉRICA 

no  está  en  lo  que  ha  hecho  y  hace  Edisson  en 
Menlo-Park,  ni  en  las  fundaciones  de  casas  que  sos- 
tienen 20  pisos,  ni  en  sus  ferry-boats  que  transpor- 
tan sobre  los  ríos  trenes  enteros;  todo  esto  es  una 
pequenez  al  lado  del  mecanismo  asombroso  de  sus 
aduanas,  mecanismo  que  sólo  pude  entrever  en  New- 
York  y  que  hace  dos  semanas  estoy  estudiando  con 
una  paciencia  y  un  cariño  que  si  no  temiera  pecar 
de  inmodesto,  diría  que  merece  una  cruz  laureada. 
¡Válgame  Dios!  ¡qué  complicación  y  qué  obstruccio- 
nismo! De  sobra  sabe  todo  el  mundo  que  las  mercan- 
cías se  declaran  al  entrar  en  New-York  y  que  las  des- 
tinadas á  la  Exposición  sólo  pagarán  derechos  en 
caso  de  que  se '  vendan,  volviendo  libres  de  toda 
carga  á  los  respectivos  países  las  que  hayan  servido 
únicamente  para  ser  expuestas.  Pues  bien,  la  admi- 
nistración de  aduanas  ha  establecido  un  régimen  tan 
riguroso  en  el  recinto  de  los  edificios  que  no  pue- 
de abrirse  una  sola  caja  sin  ser  escrupulosamente 
registrada,  debiendo  seguirse  el  siguiente  procedi- 
miento para  que  puedan  instalarse  los  objetos  que 
envían  las  naciones  al  certamen. 

Y  al  llegar  aquí,  pido  á  mis  lectores  paciencia  y 
resignación-,  se  trata  pura  y  simplemente  de  facilitar 
un  estudio  comparativo,  y  deducir  si  se  ha  hallado 
en  el  mundo  un  procedimiento  más  inquisitorial  y 
riguroso  para  evitar  que  los  expositores  extranjeros 
que  han  pagado  á  la  gran  nación  americana    el    ho- 


RAFAEL    rtlG    Y    VAM.S 


menaje  de  su  respeto  y  consideración,  al  celebrar 
las  fiestas  del  centenario,  enviando  sus  mejores  obras, 
defrauden  los  intereses  públicos  en  una  proporción 
relativamente  escasa,  vendiendo  á  espaldas  de  la 
administración  de  aduanas  lo  que  no  esté  debida- 
mente registrado. 

Llegan  las  cajas  á  los  respectivos  edificios,  y  en 
seguida  el  inspector  les  pone  un  cartel  conmina 
torio  notificando  que  pagará  una  multa  de  mil  do 
llars  ó  sufrirá  la  prisión  subsidiaria  correspondiente: 
el  que  abra  la  caja  sin  su  permiso.  Avisado  oportuna 
mente,  empieza  la  operación,  se  levantan  los  torni 
líos  de  la  tapa  y  se  apodera  de  la  lista  expresiva  de 
los  objetos,  contenidos  en  la  caja,  exigiendo  la  inspec- 
ción de  todos  los  objetos,  uno  por  uno,  poniéndoles 
una  etiqueta  numerada  cuya  cifra  apunta  en  una  li- 
breta en  que  constan  el  númxero  de  orden  de  la  co- 
misión española,  la  procedencia  y  la  relación  deta- 
llada de  los  objetos  y  su  valor. 

Al  terminar  la  operación,  me  entrega  un  impreso 
que  he  de  llenar  y  devolverle  el  día  siguiente,  deta- 
llando el  número  de  orden  y  el  total  de  las  cajas 
abiertas  que  van  al  depósito,  con  destino  al  emba- 
laje y  reimportación  de  los  objetos  á  España. 

Esta  visita,  exacta  y  minuciosa,  objeto  por  objeto 
y  libro  por  libro,  separando  los  encuadernados  de 
los  que  no  lo  están,  sin  consentir,  ni  una  sola  vez, 
que  quede  sin  abrir  un  solo  libro  ó  caja,  ha  de  pro- 


74  VIAJE    Á    AMÉRICA 

ducir  un  retraso  tan  considerable  en  la  instalación 
general,  que  si  no  se  modifica  el  procedimiento,  no 
veo  medio  de  que  este  certamen  adquiera  condicio- 
nes presentables  hasta  fines  de  junio. 

Pero  todas  estas  minucias,  que  podrían  calificarse 
gráficamente  de  otra  manera,  resultan  cómicas  á  ve- 
ces, sin  perjuicio  de  resultar,  en  otro  orden  de  ideas, 
una  verdadera  expoliación. 

Cómico  resulta,  por  ejemplo,  exigir  á  los  delegados 
generales  que  pongan  su  retrato  en  los  pases,  como 
si  la  galantería  y  la  honradez  internacional  no  supu- 
sieran el  convencimiento  de  que  las  personas  desig- 
nadas por  los  respectivos  gobiernos  para  representar 
á  las  diferentes  naciones  que  han  concurrido  al  cer- 
tamen, no  han  de  abusar  de  la  franquicia  concedida; 
y  cuando  los  delegados  se  resisten  á  aceptar  seme- 
jante... llamémosle  acuerdo,  los  diarios  combaten  la 
resistencia  y  discuten  la  orden  como  si  se  tratara  de 
renovar  la  guerra  de  Secesión;  en  cambio,  ya  resulta 
menos  chistoso  que  el  catálogo  prometido  en  inglés, 
francés,  alemán  y  español  se  publique  sólo  en  inglés 
y  que  se  exija  á  los  que  quieran  figurar  en  él,  la 
enorme  cifra  de  cinco  dollars  por  línea,  y  como  si 
esto  no  bastara,  las  luces  eléctricas  de  arco  voltaico 
ofrecidas  hace  poco  á  6o  dollars  cada  una  por  seis 
meses,  se  aumentan  hasta  loo,  resultando  que  las  ins- 
talaciones extensas,  pagarán,  por  este  sólo  concepto, 
una  cantidad  tan  crecida,   (|ue    temo    ha    de    costar 


KAFAF.I.    rilG    V   VALI.S 


75 

muchas  resistencias  y  muchos  disgustos  figurar  en 
este  gran  concurso,  que  hasta  ahora  va  resultando 
excesivamente  húmedo,  cuajado  de  contrariedades  y 
resistencias  y  bastante  carito. 

Es  de  esperar  que  estos    males    hallen   enmienda 
en  la  fecunda  labor  y  grandes  energías    de    esta  po 
derosa  república. 


:M 


Palacio  ue  la  Admlnistración 


Apertura  de  la  Exposición 


No  es  cosa  fácil  dar  idea  de  un  acontecimiento 
que  será  una  de  las  páginas  más  hermosas  de  la 
historia  de  América.  Acabo  de  llegar  de  la  fiesta 
inaugural,  nervioso  y  fatigado  de  emoción,  y  ante 
estas  cuartillas  de  papel,  siento  el  dolor  de  no  saber 
expresar  en  pocas  líneas  y  describir  con  palpitante 
interés,  la  apoteosis  más  grande  de  este  siglo,  dedi- 
cada á  una  gloria  española  que  inició  en  el  mundo 
la  esplendorosa  civilización  moderna,  espíritu  de  una 
sociedad  nueva  que  elabora  en  estas  regiones,  ante 
mis  pasmados  ojos,  algo  que  no    comprendo   y    que 


78  VIAJE   Á   AMÉRICA 

encierra  elementos  de  vida  que  van  á  transformar 
por  completo  las  civilizaciones  de  los  diferentes 
pueblos  de  la  tierra. 

La  inauguración  de  hoy,  con  su  aparente  senci- 
llez, ha  sido  un  portento;  este  pueblo,  que  no  tiene 
noción  clara  del  arte,  ha  hallado  en  esta  fiesta  la 
nota  justa,  sintética,  que  se  ha  llevado  de  cuajo  to- 
das las  simpatías  y  todos  los  corazones. 

'Una  gradería  levantada  á  espaldas  del  palacio  de 
la  Administración,  dominando  la  dársena,  cerrada  al 
Este  por  hermosa  columnata;  Manufacturas  y  Agricul- 
tura al  Norte  y  Sur  formando  el  marco  grandioso  de 
la  esplanada  en  que  se  apiña  abigarrada  multitud, 
entre  la  que  se  levantan  erguidas:  columnas  rostra- 
les, mástiles  rematados  por  carabelas,  estatuas  y 
fuentes  monumentales,  la  de  Colombia  tronando  y 
dominando  las  aguas  surcadas  por  lanchas  eléctricas 
y  góndolas  venecianas,  fué  el  punto  preferido  para 
celebrar  la  fiesta  inaugural.  Ocupadas  las  graderías 
por  el  cuerpo  diplomático,  los  delegados  y  comisa- 
rios de  todas  las  naciones,  á  las  once  entraban  Cle- 
veland y  el  duque  de  Veragua,  acompañados  por  los 
altos  funcionarios  de  los  Estados  Unidos  y  las  co- 
misiones de  la  Exposición,  en  el  sitio  preferente  de 
la  gradería. 

La  multitud  alborozada  empezó  á  gritar  y  silbar 
como  sólo  sabe  hacerlo  el  pueblo  yankee,  y  una  or- 
questa situada  en  la  parte  más  alta  de  la    escalinata 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS 


79 


inauguró  la  fiesta  con  la  marcha  colombina  de  Paine. 
En  seguida  el  pastor  Milburn,  anciano  venerable,  diri- 
gió á  Dios  una  oración  impetrando  la  protección  del 
cielo;  Miss  Jessie  Couthair,  luciendo    la  mantilla    es- 
pañola,   adornada    con    peineta    y    claveles   rojos  y 
amarillos,  leyó  el    poema    de    Crouffut    titulado    La 
profecía;  la  orquesta  tocó  la  sinfonía  de  Rienzi;  mon- 
sieur  Davis,  director  general  de  la    Exposición,  diri- 
gió un  discurso    al    presidente  Cleveland,  y  por   fin, 
este  ilustre  hombre    de    Estado    hizo    un   brevísimo 
discurso  á  la  multitud,  enalteciendo  el  gran  certamen 
y  la  obra  grandiosa  del  pueblo  americano.  Y    mien- 
tras la  gente  entusiasmada  agitaba  los    sombreros  en 
señal  de  júbilo,  la  orquesta  tocaba  el  Dios  salve  d  la 
Reina  que  es  también  himno  nacional  de  esta    repú- 
blica, la  artillería  saludaba  con    repetidas  salvas,  los 
mástiles  de  todos  los  edificios  se  coronaban  de  ban- 
deras, estandartes,  flámulas  y  gallardetes,  y  en  medio 
de  aquel  entusiasmo  y  ruido  atronador    de  voces,  ca- 
ñonazos y    campanas,     los    tres  mástiles   puestos  al 
pie  de  la  tribuna  se  coronaban:  la    central,    con    la 
bandera  de  la  Unión,  y  los  laterales    con    los  estan- 
dartes de  Castilla  y  de  León  con  sus  castillos  y  leo- 
nes rampantes,  y  el  de  los    Reyes    Católicos    con  la 
cruz  verde  sobre  fondo  blanco,  bajo  cuyos  brazos  se 
\^Q.n  las  iniciales  de  Fernando  é  Isabel. 

Los  que  han  vivido  en  lejanos  países  y  han  goza- 
do alguna  vez  la  emoción  honda  que  causa  la    vista 


8o  VIAJE  Á   AMÉRICA 

de  la  bandera  gualda  y  roja  en  tierra  extraña,  com- 
prenderán que  la  colonia  española  que  ve  hoy  tan 
enaltecido  el  pabellón  de  la  patria,  al  levantarse  los 
estandartes  medioevales  en  sitio  preferente  y  verlos 
en  todas  partes,  en  la  Exposición  y  en  la  ciudad, 
haya  recibido  una  sacudida  que  ha  pasado  de  los 
ojos  al  corazón  y  del  corazón  á  la  lengua  y  á  las 
manos,  para  aplaudir  con  toda  el  alma  las  grandezas 
de  este  pueblo  que  no  escatima,  él  tan  intransigente, 
tan  absoluto  y  tan  enamorado  de  su  civilización 
apenas  esbozada,  con  sus  vehemencias  juveniles  y 
arrebatos  mal  comprimidos,  el  pleito  homenaje  debi- 
do á  una  de  las  glorias  más  puras  de  la  tierra,  y  á 
un  pueblo  que  posee  la  historia  de  los  descubrimien- 
tos, conquistas,  colonizaciones  y  desfallecimietos  más 
heroicos  que  registra  el  gran  libro  que  narra  los 
acontecimientos  del  mundo. 

Cleveland  ha  entrado  en  Manufacturas  después  de 
haber  inaugurado  la  gran  máquina  motriz  de  la  Ex- 
posición, y  bajo  la  rotonda  central,  las  delegaciones 
de  todos  los  países,  presentadas  por  los  embajadores 
han  ofrecido  sus  respetos  al  Presidente  de  la  Repú- 
blica. La  delegación  española  ha  sido  presentada  por 
el  delegado  general  Sr.  Dupuy  de  Lome,  habiendo 
oído  de  Cleveland  frases  de  grandísima  simpatía  que 
hemos  escuchado  todos  con  vivísimo  placer  y  honda 
gratitud.  El  Sr.  Dupuy  se  ha  hecho  eco  de  los  vo- 
tos de  España,  con  sentido  acento,  y  se  ha  despedi 


KAFAEL    PLIG    Y    VALLS 


do  dando  un  shake-hands  á  la  inglesa  á  todos  los  que 
habíamos  sido  presentados. 

No  había  terminado  aún  para  mí  la  fiesta  de  hoy; 
motivo  de  júbilo  ha  sido  también  para  los  españoles 
ver  colmado  de  obsequios  al  duque  de  Veragua  y  á 
su  ilustre  familia,  y  observar  en  su  semblante  seña- 
les inequívocas  de  vivísima  complacencia. 

A  los  ojos  de  muchas  gentes,  la  fiesta  de  hoy  ha- 
brá sido  espectáculo  sublime,  para  los  españoles,  ale- 
gría honda,  fiesta  d'^  familia  que  calienta  y  aviva  la 
fibra  delicada,  que  vigoriza  todos  los  organismos, 
porque  alienta  grandes  y  hermosas  esperanzas. 


ira 


M«*Mj¡«|«ftftfillftft  ft  lli  Al  A,         J  i"  "  !«•-    /^      /fl 


m 


Palacio  de  Manufactiras 


La  sección  española  de  Manufacturas 


El  palacio  de  Manufacturas  es  para  mí  el  edificio 
más  notable  de  esta  Exposición;  cubre  una  superficie 
inmensa,  tiene  proporciones  de  una  belleza  esple'n- 
dida,  luces  en  sus  arcos  no  sobrepujadas  hasta  ahora, 
disposición  arquitectónica  bien  sentida  y  equilibra- 
da en  el  conjunto  y  los  detalles;  y  la  nave  princi- 
pal, cubierta  de  cristales,  llena  de  aire  y  luz,  inmensa, 
tan  inmensa  que  achicaría  los  monumentos  más  al- 
tos y  notables  del  mundo  al  cobijarlos,  por  exigen- 
cias quizá  de  administración,  por  necesidades  que  no 
sintió    el    ingeniero    y    el    arquitecto   al  proyectarla, 


84  VIAJE   Á   AMIÍRICA 

queda  desfigurada  por  una  galería  que  la  circuye, 
corta  los  puntos  de  vista  en  los  ejes  de  las  puertas 
y  arroja  sombra  en  vastas  superficies  de  la  planta, 
con  menoscabo  de  las  -instalaciones  que  ocupan  las 
galerías,  por  el  pie  forzado  de  que  naciones  más 
avisadas  ó  expositores  más  diligentes  han  ocupado 
ya  los  sitios  descubiertos  y  vistosos. 

A  España,  por  haber  vacilado  tanto  tiempo  en 
aceptar  la  invitación  del  Certamen,  la  ha  tocado  en 
suerte  un  buen  pedazo  de  sitio  cubierto,  sitio  lleno 
de  sombra  y  triste  que  nadie  acierta  á  comprender 
como  teniendo  el  autor  del  proyecto  ideas  tan  gran- 
diosas en  su  cerebro,  pudo  concebir  el  pensamiento 
tan  mezquino  de  una  galería  de  diez  y  nueve  pies 
de  altura,  formada  de  pies  derechos  y  tablones  de 
canto,  con  cuchillos  de  arcos  escarzanos  que  acaban 
de  achicarla,  resultando  un  contraste  tan  grande 
entre  esta  fealdad  y  la  belleza  del  edificio,  que  cues- 
ta trabajo  creer  que  ambas  cosas  sean  fruto  del  mis- 
mo autor,  y  que  aun  siendo  aquella  impuesta,  la  haya 
consentido  y  realizado. 

España  no  forma,  pues,  en  la  nave  central,  en  el 
gran  espacio  cubierto  de  Manufacturas  que  extasía 
y  enamora;  España  está  en  un  sitio  modesto,  espa- 
cioso, demasiado  quizá,  formado  por  cuatro  patios, 
uno  grande,  dos  medianos  y  otro  chico,  interrumpi- 
dos por  las  galerías  y  una  serie  de  obstáculos  que, 
poniendo  en  pugna  las  necesidades   de   una   buena 


RAFAEL   Pl-IG  V  V\LLS  85     . 

instalación  con  las  condiciones  del  local,  nuestra  sec- 
ción de  Manufacturas  resulta  algo  así  como  puesto 
de  feria  replanteado  sin  atender  á  las  necesidades 
del  estudio  y  de  una  ordenada  clasificación;  y  como 
tenemos  de  muchas  cosas  un  poco,  este  poco  agran- 
da el  defecto  que  sólo  en  algún  patio  queda  oscure- 
cido por  las  grandes  instalaciones  de  los  fabricantes 
de  Cataluña  y  la  belleza  de  los  productos  presenta- 
dos. Porque  no  olviden  los  que  lean  estos  renglones 
que,  siendo  escasa  la  concurrencia  de  Cataluña  para 
llenar  los  23.000  pies  cuadrados  de  terreno  que  al- 
canzó el  señor  Dupuy  de  Lome,  con  perseverante 
tenacidad,  de  la  dirección  del  Certamen,  la  dei  resto 
de  España  es  tan  menguada,  que  sin  el  esfuerzo  de 
esas  provincias,  la  sección  de  Manufacturas  habría 
sido  un  fracaso  tan  manifiesto  que,  en  mi  concepto, 
deberíamos  haber  abandonado  el  local  para  no  lle- 
nar de  ridículo  la  consideración  de  España  ante  el 
mundo  entero. 

Cuando  llegué  á  Chicago,  á  fin  de  marzo,  el  se- 
ñor Dupuy  de  Lome  no  tenía  noticia  del  espacio  que 
necesitaban  los  expositores  españoles  de  esta  sección, 
ni  sabía  yo  tampoco  las  condiciones  del  local  en  que 
debía  trabajar  y  de  buen  número  de  los  objetos  que 
había  de  exponer.  Pero  como  la  Dirección  del  Certa- 
men exigía  la  cifra  exacta  de  los  pies  cuadrados  de 
superficie  que  á  juicio  de  la  Delegación  debían  ocu- 
par las  secciones  españolas,   la   petición   se    hizo  sin 


86  VIAJE  A  AMÉRICA 

datos  suficientes  para  poner  en  relación  el  espacio 
pedido  con  los  productos  que  debíamos  exponer, 
corriendo  así  el  peligro  de  que  si  pedíamos  poco  es- 
pacio, resultara  la  sección  deslucida  por  defecto,  y  si 
pedíamos  demasiado,  lo  quedara  también  por  exceso. 
Al  obrar,  pues,  sin  conocimiento  de  causa,  sólo  por 
casualidad  podíamos  salir  airosos,  y  como  el  azar 
favorece  pocas  veces  á  los  que  fían  demasiado  en  las 
veleidades  de  la  fortuna,  al  tener  mucho  espacio  y 
poca  cosa  relativamente  que  instalar,  he  debido  bus- 
car toda  clase  de  recursos  para  mitigar  algún  tanto 
el  efecto  que  produce  la  Sección  que,  según  acabo 
de  indicar,  resulta  deficiente  en  la  cantidad  y  la  cali- 
dad de  productos  expuestos. 

Los  que  se  dedican  al  servicio  de  Exposiciones 
saben  que  una  buena  instalación,  entendiendo  por 
tal  la  que  clasifica,  califica  y  sabe  sacar  partido  de 
los  productos  que  ha  de  exponer,  ha  de  meditarse  y 
dibujarse  en  el  plano  del  local,  replanteándola  luego 
y  modificando  sólo  aquellas  cosas  que  la  vista  del 
objeto  expuesto  indique  claramente  el  error  pade- 
cido. Proceder  de  otra  manera  es  consentir  que  una 
Exposición  se  convierta  en  feria,  que  puede  hablar 
á  los  sentidos  y  aun  al  espíritu  del  que  sabe  sinteti- 
zar, pero,  poco  ó  nada  al  que  se  distrae  fácilmente 
y  saca  sólo  partido  del  análisis,  teniendo  á  mano  los 
objetos  que  ha  de  comparar,  y  á  la  vista,  los  juicios 
que  ha  de  resumir.  Y  si  á  todo  esto,  por  causas  diver- 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  87 

sas  se  suma  la  multiplicidad  de  objetos  y  la  escasa, 
cantidad  de  los  que  podían  agruparse,  ni  aun  bus- 
cando afinidades  más  ó  menos  racionales,  se  com- 
prenderá lo  difícil  de  conseguirse,  en  la  Sección  que 
estudio,  la  ordenada  clasificación  de  objetos,  en  lucha 
con  cuantos  han  intervenido  en  la  construcción  del 
fac-simil  de  la  mezquita  de  Córdoba  que  formó  la 
ornamentación  del  local,  albañiles,  carpinteros,  yese- 
ros y  pintores,  que  han  invadido  el  local  hasta  el 
día  6  de  junio,  en  que  se  derribó  el  último  andamio, 
para  poblar  de  arcos  y  columnas  que  se  cuentan  por 
centenares,  las  superficies  ya  cubiertas  por  las  gale^ 
rías  bajas  del  palacio  de  Manufacturas. 

He  sido,  sin  embargo,  injusto  al  decir  que  la  suer- 
te no  me  ha  favorecido,  porque  las  instalaciones  más 
grandes,  enviadas  por  las  casas  catalanas,  han  podi- 
do colocarse  ventajosamente,  excepto  una,  que  es  la 
de  la  casa  Tayá,  que  está  bajo  galería,  dándose  el 
caso  de  que  todas  han  hallado  emplazamiento  venta- 
joso y  único,  porque  de  no  caber  en  los  sitios  en 
que  están,  no  habrían  podido  instalarse. 

Y  hechas  ya  estas  salvedades  y  la  de  que  están 
en  un  mismo  local  los  productos  que  corresponden 
á  Manufacturas  y  á  Artes  liberales,  por  tener  en  este 
departamento  espacio  tan  limitado  que  no  ha  habido 
medio  humano  de  agrupar  en  él  lo  que  al  mismo 
corresponde,  descartada  la  nota  amarga  que  parece 
ser  sino   fatal    de  esta  Exposición,  voy    á    decir   ya 


88  Viaje  a  américa 

algo  concreto,  empezando  por  el  patio  de  honor,  el 
mayor  y  más  desahogado,  de  diez  metros  de  ancho 
por  unos  veinticinco  metros  de  largo,  ó  sean  dos- 
cientos cincuenta  metros  cuadrados  de  superficie  en 
números  redondos,  donde  he  podido  colocar  las  ins- 
talaciones más  grandes  y  más  vistosas  de  Cataluña, 
con  la  de  la  Felipa  Guisasola,  que  merece  puesto 
preferente  por  la  belleza  y  ostentación  de  las  obras 
de  arte  que  ha  traído  á  este  Certamen.  Y  al  dar  á 
ese  patio  preferencia  y  al  llamarle  de  honor,  no  vaya 
á  creerse  que  valen  menos  los  restantes  de  la  Sec- 
ción, ni  que  considere  de  mayor  importancia  los 
productos  que  en  él  se  han  expuesto:  que  sólo  el  ma- 
yor espacio,  la  luz,  la  orientación  y  la  facilidad  de  ac- 
ceso motivan  su  preferencia,  formando  un  conjunto 
vistoso  y  de  grandísimo  valor  artístico  é  industrial. 

Tiene  este  patio  forma  rectangular,  con  una  puer- 
ta central  de  arcos  árabes  policromados,  al  Sur;  dos 
puertas  de  comunicación  que  dan  paso  á  la  Sección 
italiana,  al  Oeste;  y  arcos  de  las  galerías  que  simu- 
lan la  mezquita  cordobesa,  en  los  lados  restantes  del 
rectángulo. 

Cruza  la  puerta  principal  la  instalación  de  la  Fe- 
lipa Guisasola,  compuesta  de  dos  ánforas  montadas 
sobre  pedestales  tapizados,  uno  de  estilo  Renacimien- 
to y  otro  griego,  que  se  ofrecen  al  público  por  40,000 
el  primero  y  20,000  dollars  el  segundo.  Detrás  de 
estos   cuerpos   avanzados,    que    admiran    extasiados 


RAFAEL   PUIG  Y  YALLS 


cuantos  entran  en  la  Sección  de  España,  sin  darse 
cuenta  exacta  de  su  valor  artístico  é  industrial,  ya 
que  se  ha  de  repetir  á  cada  momento  que  aquellas 
obras  delicadas  son  un  compuesto  de  acero  mon- 
tado de  oro  y  plata,  dignas  de  figurar  en  un  museo 
ó  en  un  palacio  de  magnates,  está  la  vitrina  llena  de 
objetos  primorosos:  ánforas,  relojes,  marcos,  puños, 
brazaletes...  productos  escogidos  que  la  casa  Guisa- 
sola  expone  á  la  ansiedad  de  estas  gentes,  que  lo 
ven  y  tOcan  todo  con  la  curiosidad  de  un  niño  al 
formar  el  primer  juicio,  en  los  albores  de  su  inteli- 
gencia. 

Adosados  á  lo's  paramentos  están  las  panas  y  los 
i'eludillos  de  Parellada  y  Compañía,  puestos  en  una 
vitrina  de  manera  que  los  colores,  debidamente  gra- 
duados y  convenientemente  repartidos,  conserven  al 
producto  el  matiz,  el  brillo  y  las  singulares  condicio- 
nes de  apariencia  que  convierten  un  género  barato 
en  decorativo,  destinado  á  tapizar  muebles  y  habita- 
ciones con  poco  gasto.  Sabido  es  que  los  veludillos 
se  cortan  mecánicamente,  y  que  este  procedimiento 
constituye  un  privilegio  especial  de  la  casa. 

En  el  espacio  comprendido  entre  las  dos  puertas 
que  facilitan  el  acceso  á  la  Sección  italiana  ,de  15 
metros  de  anchura,  se  apoya  la  instalación  de  la 
casa  Sert  hermanos  é  hijos,  que  figuraba  en  la  Expo- 
sición de  Industrias  artísticas  de  Barcelona,  sin  tener 
las  condiciones  de  luz   y  local   que  tiene  en  la  uni- 


5©  VIAJE  Á  AMÉRICA 

versal  de  Chicago.  Puestos  los  tres  cuerpos  del  mue^ 
ble  en  un  solo  paramento,  luciendo  en  el  centro  el 
tapiz  Smirna  ya  conocido  en  Barcelona,  las  tapice- 
rías en  el  fondo,  las  alfombras  de  vivísimos  colores 
formando  columnas  cilindricas  en  los  costados,  los 
pañuelos  de  lana  y  seda  de  dibujos  preciosos  con  las 
mantas  de  armiño  grandísimas  y  ostentosas  en  los 
compartimientos  laterales,  adosadas  á  las  tapicerías 
de  malla  metálica  son  elementos  que,  combinados 
artísticamente,  dan  al  conjunto  un  aire  de  riqueza  y 
una  intensidad  de  color  que  llama  poderosamente  la 
atención  del  público,  convencido  de  que  no  hay  en 
la  Exposición  de  Chicago  instalación  que  presente 
mejores  productos  en  su  género,  ni  á  precios  más 
ventajosos. 

Sigue  la  instalación  de  Godo  y  C.%  que  expone 
muestras  de  yute,  hilados  y  tejidos,  ó  sea  hilos  en 
rama  y  sacos,  puestos  en  forma  tan  artística  que  no 
puedo  menos  de  felicitar  al  autor,  anónimo  para  mí, 
que  ha  sabido  hacer  con  productos  tan  bastos  un 
mueble  tan  vistoso,  y  un  conjunto  de  instalación  y 
productos  tan  lucido. 

Sigue  luego  el  mueble  de  Santacana  y  C.^,  con 
tres  piezas  de  algodón  blanqueado,  notables  por  su 
baratura. 

En  el  otro  ángulo  se  ha  puesto  la  instalación  de 
la  casa  Hijos  de  Ignacio  Damians,  tan  conocida 
en  Barcelona  por  los  que   se    dedican    á   construir: 


kAFAEL   l'f  IG  Y  VALLS  ^t 

presenta  multitud  de  productos  artísticos  de  latón, 
bronce  y  otros  metales,  esmeradamente  fabricados, 
puestos  en  una  instalación  lujosa  en  que  los  fondos 
y  cortinajes  de  peluche  realzan  los  colores  y  matices 
amarillos  y  bronceados  de  los  objetos  expuestos. 

Al  lado  y  adosada  á  las  columnas  de  la  orna- 
mentación general,  hállase  el  armario  de  nogal  mate 
de  tres  cuerpos,  que  se  expuso  en  Barcelona  y  París, 
de  la  casa  Fábregas  Rafart,  de  fondos  amarillos  que 
realzan  los  tonos  negros  y  brillantes  de  las  sederías, 
rasos  y  sargas  que  fabrica  y  presenta  con  exquisito 
buen  gusto. 

Viene  enseguida  el  escaparate  de  la  casa  Castañé 
y  Masriera,  vitrina  que  acaba  de  instalarse,  con  teji- 
dos de  hilo,  holandas  y  granos  de  oro,  sábanas  de 
Holanda  y  pañuelos  de  hilo,  que  forman  una  her- 
mosa colección. 

El  armario  de  la  casa  Marqués,  Caralt  y  C.^,  ado- 
sada también  á  las  columnas,  ofrece  un  ejemplo  de 
que  no  hay  producto  ingrato  en  manos  de  una  per- 
sona hábil  y  de  buen  gusto,  porque  los  hilados  y 
torcidos  de  cáñamo  é  hilados  de  liño  que  presenta, 
están  dispuestos  de  manera  que  forman  una  intere- 
sante colección,  siendo  muchas  las  personas  á  quie- 
nes interesan  las  materias  textiles  que  honran  la  Sec- 
ción española. 

Pocos  fabricantes  de  tejidos  de  algodón  se  han 
atrevido    á   luchar  con  los  americanos  del  norte-,  sin 


92  VIAJE   Á   AMÉRICA 

embargo,  la  casa  Ferrer  y  Vidal,  cuya  instalación 
se  halla  en  este  patio,  ha  presentado  una  colección 
completa  de  tejidos  de  estambre  estampados,  y  teji- 
dos de  estambre  y  seda  estampados  también,  que 
llaman  preferentemente  la  atención  por  la  belleza  del 
color  y  la  finura  del  tejido,  estando  conformes  cuan- 
tos la  conocen  en  que  puede  competir  con  lo  mejor 
que  se  hace  fuera  de  España. 

El  escaparate  de  Torrella  hermanos,  montado  con 
arreglo  á  los  dibujos  de  la  casa,  atrae  las  miradas 
codiciosas  de  las  señoras  yankees,  encantadas  ante 
los  primores  de  las  muselinas  de  seda,  bordados  me- 
cánicos al  realce  y  pañolería  de  aquella  casa,  y  que 
se  llevarían  de  cuajo  para  adornar  sus  casas  y  per- 
sonas. 

En  un  pequeño  fanal  están  las  cintas  de  Monjo 
y  C.*,  sociedad  en  comandita,  que  es  lástima,  dada 
la  belleza  del  producto,  no  haya  enviado  mayor  can- 
tidad de  cintas  de  seda  y  gró  para  poder  formar  una 
instalación  más  ostentosa. 

Cierra,  por  fin,  este  patio,  el  escaparate  de  Juan 
Vidal,  con  sus  valiosos  trabajos  de  zapatería.  La  in- 
dumentaria del  calzado,  desde  los  tiempos  más  remo- 
tos de  la  historia,  y  la  colección  moderna,  que  es 
una  manifestación  del  buen  gusto  y  arte  con  qne  la 
casa  Vidal  fabrica  el  calzado  fino,  que  parece  ser  su 
trabajo  predilecto,  llenan  el  mueble,  que  ofrece  un 
bonito   aspecto. 


RAFAEL    PlIG    Y   VALLS  93 

Rodea  el  patio  descrito  ya,  la  galería  que  cruza 
el  palacio  de  Oeste  á  Este  y  de  Norte  á  Sur,  en  la 
intersección  Sudoeste  del  palacio  de  Manufacturas. 
La  galería  contigua  al  patio,  si  bien  no  recibe  luz 
cenital  directa  está  perfectamente  iluminada,  de  mo- 
do que  resultan  bien  instalados  los  hules  de  la  Viuda 
de  Juan  Rovira  y  C.*,  las  gorras  de  uniforme  de  Fau- 
gier,  las  persianas,  de  Carlos  Cid,  las  esteras  de  Pé- 
rez é  hijo,  la  mesa  muestrario  de  papel  de  Torras 
hermanos,  Torras  y  Juvinya  y  Torres  y  Morgat,  el 
mueble  caprichoso  de  los  fabricantes  de  papel  Sobri- 
nos de  Bartolomé  Costas,  la  instalación  de  perfume- 
ría de  José  Font,  con  los  muebles  comprados  ó  cons- 
truidos por  la  Delegación  para  los  géneros  de  José 
Dalmau,  Viuda  de  José  Tolrá,  Lucena  y  C.*,  Salas 
Puigmoler  y  C.%  José  Soler,  Camilo  Mulleras,  Gómez 
Rodulfo,  Margui  y  Esquena,  con  todo  el  ramo  de 
zapatería  económica  de  Miguel  Male,  Fernández  Pa- 
lacios y  otros,  tintas  de  Francisco  Arroyo,  velógrafo 
Pedrola,  pintura  submarina  de  Porta,  imágenes  en 
talla  de  madera  de  Vila  y  Roque,  Llovet  y  Renart, 
Francisco  Serra  y  Roses  y  Alsina,  la  estatuaria  en 
cartón-piedra  de  Vayreda  y  C.*,  las  imitaciones  de 
bronces,  marfil,  etc.,  de  Oliva  y  Martí,  las  mantas  y 
los  casimires  de  Herederos  de  Juan  Vicente,  las  ara- 
ñas para  gas  de  Closa  Florensa, — que  no  he  hallado 
personal  americano  que  supiera  montarlas,  con  las 
fotografías  á  la  vista,  lo  que  parecerá  á  muchas  gen- 


94  VIAJE   A   AMáKICA 

tes  inverosímil, — y  muchos  más  que  sería  prolijo  enu- 
merar. 

En  el  patio  Noroeste  de  la  Sección,  instalé  el 
mueble  perteneciente  al  Instituto  industrial  de  Ta- 
rrasa. 

En  el  centro  del  patio  se  levanta  la  instalación 
de  base  elíptica,  cuyo  zócalo,  imitación  de  nogal  con 
molduras  mecánicas,  sostiene  el  andamiaje  donde  se 
han  colocado  los  tejidos  de  lana  de  los  diez  y  nueve 
fabricantes  agremiados,  que  constituye  una  parte  im- 
portantísima de  la  agrupación  industrial  de  Tarrasa. 
Rematan  el  mueble  los  sesenta  pañolones  de  igual  ta- 
maño y  variados  colores  que  forman  un  friso  ancho 
y  vistoso  que  dá  realce  á  los  cortes  de  pantalón,  que, 
en  número  crecido,  y  superpuestos,  rodean  la  insta- 
lación, y  al  rótulo  que,  colocado  normalmente  á  la 
superficie  curva  sobre  que  tienen  asiento  los  géne- 
ros, lleva  la  enseña  de  aquel  importante  centro  in- 
dustrial. 

En  el  mismo  patio  y  formando  un  tablero  apai- 
sado, construido  según  la  base  del  plano  que  me 
facilitó  el  gremio  de  fabricantes  de  Sabadell,  está 
expuesto  el  hermoso  muestrario  enviado  por  las  vein- 
tiuna fábricas  de  dicha  ciudad  que  han  tenido  el 
buen  sentido  de  enviar  á  esta  Exposición,  sin  alar- 
des ni  aparatosos  muebles,  los  géneros  de  lana  y 
pañería  que  compiten  con  lo  mejor  que  existe  en 
este  Certamen.  Cuatro  mantas  puestas  en   el   centro 


KAFAEI.    rUIG    V    VAI.I.S  95 

del  bastidor  cortan  la  monotonía  de  los  tableros  tan 
magistralmente  montados,  con  gradaciones  de  color 
que  envidiaría  un  pintor  de  nota,  y  dos  más,  pues- 
tos en  los  extremos,  encuadran  el  bastidor  general, 
lleno  de  luz  y  de  colores  salientes  de  vigorosa  ento- 
nación. Las  instalaciones  de  Sabadell  y  Tarrasa  lla- 
man poderosamente  la  atención  de  los  peritos  en  la 
materia;  7'eporters  de  periódicos  industriales  y  políti- 
cos, aficionados  y  traficantes  en  estos  géneros,  las 
honran  con  calurosas  manifestaciones  y  se  hacen  len- 
guas de  la  perfección,  belleza  y  baratura  de  los  pro- 
ductos expuestos.  Si  he  de  creer  lo  que  aquí  se  me 
ha  dicho  y  repetido,  los  géneros  finos  de  lana  cata- 
lanes pueden  hallar  en  América  mercados  extensos, 
habiéndoseme  presentado  algunos  comisionistas  que 
desean  circular  muestrarios  por  las  principales  ciu- 
dades de  esta  república  y  las  de  la  vecina  de  Méxi- 
co, haciéndome  proposiciones,  bajo  la  base  de  un 
tanto  por  ciento  de  venta,  y  sin  otra  remuneración 
que  pudiera  hacer  creer  que  se  trata  de  alcanzar 
por  medio  de  promesas  de  negocio,  pocas  veces 
cumplidas,  un  sueldo  ó  remuneración  conseguido  á 
expensas  de  los  fabricantes  de  Cataluña. 

En  este  mismo  patio  he  puesto,  como  producto 
similar,  aunque  en  clase  basta,  los  paños  bastos  y 
finos,  bayetas  y  estameñas,  mantas,  capotes  y  fajas 
fabricados  en  Cuenca  por  la  casa  Pérez  Muñoz  y 
hermanos.  Estos  géneros,  buenos  por  su  clase  y  no- 


96  VIAJE   Á   AMÉRICA 

table  baratura,  fabricados  con  las  lanas  que  crían  las 
altas  sierras  de  la  meseta  central  de  España,  así  como 
los  paños  pardos  y  negros,  y  las  bayetas  moradas  y 
encarnadas  de  la  provincia  de  Soria,  y  las  mantas  de 
lana  y  los  casimires  de  los  Herederos  de  Vicente  Juan, 
de  Palma  de  Mallorca,  quizá  no  hallen  aquí  fácil 
mercado  por  ser  los  géneros  bastos  materia  que  se 
fabrica  ya  en  todas  partes,  no  digo  en  la  Amé- 
rica del  Norte,  que  lo  acapara  todo  y  pretende  vivir 
eon  recursos  propios,  cerrando  á  cal  y  canto  sus 
fronteras  con  derechos  prohibicionistas  más  que  pro- 
tectores, sino  en  México,  en  la  Argentina  y  en  el 
Brasil,  si  no  hay,  en  lo  que  exponen,  algo  que  sirve 
de  relleno  y  que  exponen  en  condiciones  de  dudosa 
procedencia. 

Queda  ya  sólo  en  este  patio  la  instalación  de  la 
casa  Ferrando,  de  Valencia,  que  expone  abanicos  de 
pacotilla,  panderetas  adornadas  con  cintas  y  pintu- 
ras; objetos,  en  fin,  de  mercader  que  viene  á  la  Ex- 
posición en  busca  de  algunos  dollars  y  sin  cuidarse 
gran  cosa  de  medallas,  diplomas  ni  mercados  que 
hallar  en  su  camino  y  marcha  trashumante  al  través 
del  mundo  de  las  Exposiciones. 

Queda,  sin  embargo,  en  este  patio,  algo  que  se 
relaciona  con  Artes  liberales,  puesto  en  las  hornaci- 
nas del  fondo,  de  lo  que  daré  algunos  detalles  cuan- 
do me  ocupe  en  tan  interesante  materia. 

El  tercer  patio,  separado  del  anterior   por   ancho 


kAFAEh  rCIG   Y   VALLS  5^ 

pasadizo,  tiene  en  su  centro  la  instalación  de  cueros 
repujados,  tan  conocida  y  acreditada  en  Barcelona 
perteneciente  á  Fargas  y  Vilaseca,  que  tiene  su  fábri- 
ca en  la  Sagrera  de  San  Martín  de  Provensals.  Esta 
instalación  debía  estar  cubierta  con  un  velarium  de 
cuero  también,  cuyo  dibujo  y  color  producían  un 
bellísimo  efecto;  pero  circunstancias  especialísimas 
han  motivado  otro  emplazamiento  en  donde  brillaran 
por  su  color,  dibujo  y  labrado. 

Rodean  esa  instalación  los  muebles  enviados  por" 
todos  los  ebanistas  que  no  la  tienen  propia,  que  son: 
Pascual  JMaté,  Ruiz  Valiente,  García  Portas,  Anido 
Sánchez;  los  pianos  de  Montano,  de  Madrid;  Gómez 
é  hijo,  de  Valencia;  Bailarín,  y  González  é  hijos,  con 
sus  hierros  repujados;  Riquer  y  C.^,  y  Alejo  Sánchez, 
con  las  incrustaciones  de  oro  y  plata  sobre  hierro  de 
su  reputada  casa  de  Eibar. 

Este  patio,  pequeñito,  rodeado  por  tres  paseos  y 
en  cuyo  fondo,  perfectamente  iluminado,  y  bajo  gale- 
ría he  puesto  la  instalación  de  la  casa  Carlos  But- 
sems,  ventajosamente  conocida  en  Cataluña  por  los 
que  se  dedican  á  la  construcción  de  casas  y  hoteles 
en  que  se  emplean  baldosas,  baldosines,  balaustres, 
bañeras  fabricadas  con  pasta  hidráulica,  notables  por 
la  belleza  del  color  y  su  textura  compacta,  no  resul- 
ta tan  bello  como  sería  de  desear,  por  no  haber 
enviado  nuestros  ebanistas  á  esta  Exposición  lo  que 
saben  hacer  y  hacen  cada  día  con  un   gusto   y   une 

7 


98  VIAJE  X  AMÉRICA 

perfección  inimitables.  Y  sin  embargo,  la  arquilla  de 
Riquer,  con  sus  herrajes  repujados,  es  un  verdadero 
primor,  la  mesa  y  el  jarro  con  flores  de  hierro  forjado 
y  repujado,  los  candelabros,  el  tocador  y  demás  objetos 
pulidos  y  niquelados  de  González  é  hijos,  y  los  hie- 
rros de  Bailarín,  son  dignos  de  alabanza  por  el  esme- 
ro y  el  gusto  con  qué  han  sido  tratados-  pero  en  lo 
demás  hay  algo  de  pacotilla  y  pobre  que,  en  mi 
concepto,  no  debería  haberse  enviado  á  esta  Expo- 
sición, incluyendo  en  ello  los  pianos  de  Madrid  y 
Valencia,  que  no  competirán  seguramente,  ni  en  can- 
tidad ni  en  calidad,  con  los  grandes  envíos  de  las 
casas  europeas  y  americanas  que  se  dedican  á  la  fa- 
bricación de  estos  instrumentos. 

En  uno  de  los  ángulos  de  este  patio  está  instala- 
da la  casa  Alejo  Sánchez,  con  sus  inscrustaciones  de 
oro  y  plata  en  los  varillajes  de  los  abanicos,  puños 
de  bastón,  gemelos  de  teatro,  marcos  de  espejo  y 
retratos,  hecho  todo  á  la  perfección,  perfección  mi- 
nuciosa que  no  aprecia  el  vulgo  que  pasea  su  mira- 
da indiferente  por  estas  preciosidades  de  la  industria 
cosmopolita,  preguntando  precios  por  capricho  y  com- 
prando á  veces,  y  á  precios  fabulosos,  obras  de  pa- 
cotilla, reproducciones  hechas  hasta  la  saciedad,  de 
escaso  valor  en  Europa,  y  que  aquí  se  venden  extrema- 
damente caras.  Me  consta  de  ciencia  cierta  que  se  han 
dado  1,200  dollars  por  una  estatua  picaresca  de  már- 
mol de  Carrara,  que  se  daría  en  Florencia  por  200. 


RAFAEL   PUIG   Y  VALLS  99 

En  el  cuarto  patio,  lindante  con  la  sección  de  Per- 
sia,  se  halla  la  bonita  instalación  de  Jaime  Pujol  é 
hijo,  que  los  barceloneses  han  podido  apreciar  á  pri- 
meros del  mes  de  enero  último  en  el  Palacio  de 
Ciencias^  al  hacer  ostentosa  manifestación  de  la  im- 
portancia que  tienen  las  pequeñas  industrias  y  como 
se  codean,  por  su  importancia  económica,  con  las  de 
más  alto  vuelo,  cuando  están  dirigidas  por  manos  tan 
expertas  como  las  que  forman  aquella  razón,  social. 

No  deja  de  ser  pintoresco,  á  mi  juicio,  el  conjun- 
to variado  de  industrias  reunidas  en  el  patio  que 
describo;  al  lado  y  normalmente  á  la  instalación  Pu- 
jol, las  cartas  de  Olea,  de  Cádiz;  las  de  García  Fos- 
sas,  de  Igualada-,  las  de  Juan  Roura  y  Presas,  y  el 
mueble  caprichoso  de  Sebastián  Comas  y  Ricart. 

Dejando  un  paso  intermedio  entre  la  exposición 
de  lentes  y  gemelos  de  la  casa  Falk,  de  Madrid,  há- 
llanse  los  vidrios  muselinas  de  Venancio  N.  Díaz,  y 
formando  marquesina,  apoyada  en  cuatro  columnas 
de  hierro  fundido,  los  vidrios  de  colores  de  Rigalt 
y  C."";  y  en  el  otro  costado  del  patio  las  preciosas 
acuarelas  de  Ginés  Codina  y  Sert,  dedicadas  á  las 
artes  suntuarias,  montadas  sobre  basamentos  de  ma- 
dera dibujados  por  el  señor  Espina,  alternando  con 
grabados  de  loza  y  cristal  que,  con  la  casa  Falk,  tie- 
nen el  patio  lleno  de  gente  que  admira  también,  en 
el  centro  del  mismo,  los  vidrios  de  colores  de  Amigó 
y  C."",  montados  verticalmente  sobre  una  base  trape- 


lOO  VIAJE  k  AMÉRICA 

zoidal,  de  modo  que  los  rayos  del  sol,  al  herirlos  por 
la  tarde  hacen  resaltar  la  belleza  de  la  composición 
y  la  viveza  de  los  colores. 

Junto  á  este  patio  quedan  perfectamente  ilumina- 
das las  instalaciones  de  Orsola,  Sola  y  C.^,  que  reciben 
luz  cenital;  débilmente  inclinada,  la  hermosa  mesa 
tocador  de  mármol  del  escultor  cubano  Triscornia-, 
los  techos  artesonados  de  Juan  Coll,  que  compiten 
con  los  que  presenta  Alemania,  y  algunas  más  que 
forman  ya,  en  el  interior  de  la  galería,  como  son  la 
instalación  de  la  Sociedad  Artística  y  Arqueológica 
de  Barcelona,  extraviada  durante  tres  meses,  y  que 
hasta  hace  unos  quince  días  no  ha  entrado  en  esta 
Sección;  los  objetos  arqueológicos  de  Máximo  Fer- 
nández, de  Madrid,  compuestos  de  un  tapiz  antiquí- 
simo, un  bargueño,  un  cañón,  un  cuadro  de  azulejos 
que,  con  la  colección  de  papel  sellado  de  Ramona 
Méndez,  constituyen  un  pequeño  centro  arqueológico 
muy  chico,  pero  muy  interesante,  y  que  se  ha  lleva- 
do á  Manufacturas  para  no  dejar  un  cabo  suelto  en 
el  palacio  de  Arqueología  y  Etnología,  perdido  en- 
tre las  grandes  instalaciones  europeas  y  americanas. 
También  están  entre  dos  patios  contiguos  y  regular- 
mente iluminadas  las  instalaciones  de  Lucas  y  C.'', 
Cabot  y  Alaban,  Falomir  é  Ibáñez,  de  Castellón  de 
la  Plana,  Valderrama,  de  Santander,  y  otros  que  se- 
ría monótono  relatar. 

Queda  el  patio  pequeño  y  el  box  de  cerámica,  en 


RAFAEL    rUIG   Y   VALI,S 


donde  se  ha  puesto  algo   de   lo    que   debía  estar  en 
Artes  liberales  y  que  por  falta  de  espacio  ocupa  un 
rectángulo  pequeño  de  Manufacturas.   En    el   centro 
he   construido   un   mueble    especial   para    las   casas 
Montaner  y  Simón,  y  Espasa  y  C.*,  editores  tan  co- 
nocidos en  España   y   en  América  por   sus   trabajos 
tipográficos  y  artísticas  encuademaciones;  en  un  án- 
gulo están  los  muebles  con  los  libros  editados  y  tan 
conocidos  en  América  del    Sud    por   Antonio  Basti- 
nos,  y  los  anuarios  comerciales  de  Bailly-Balliere,  de 
Madrid;    en   un    paramento  el  espejo  decorativo  de 
Amigó,  recubierto  en  parte  para  ocultar  el  daño  su- 
frido en  el  viaje,   los   proyectos  decorativos  de  A.  y 
C.  Castelucho;  en  otro  ángulo  la  instalación  del  Cen- 
tro Asturiano  de  la  Habana  y    el  mueble  con  mues- 
tras de  litografía  de  Ruiz  y  C.%  de  la   capital  de  la 
grande  Antilla,  y  enfrente,  adosada  al  muro,  la  vitrina 
que  contiene  el  sinnúmero  de  libros  enviados  al  Cer- 
tamen, en  prosa   y   verso,    didácticos  y  literarios,  de 
arte  y  música,  cuya  enumeración  se  llevaría  una  hoja 
entera  de  este  libro.  Encima  van  las  fotografías  en- 
viadas por  la  Asociación    de   Ingenieros  industriales 
de  Barcelona,  que,  con  una  carta  de  Cuba,  los  per- 
files del  Instituto  Geográfico  y  Estadístico,  la  colec- 
ción de  obras  del  laborioso  é  ilustrado  contador  de 
la  Diputación,  Sr.  Torrens   y   Monner,  los  libros  del 
Ateneo  Barcelonés,  las  fotografías   y   los    libros    del 
Fomento   del   Trabajo  Nacional,  el  título   y  las  car- 


102  VIAJK    A    AMÉRICA 

petas  de  esa  Universidad,  constituyen  un  centro  inte- 
resante que  llama  la  atención  de  los  concurrentes. — 
En  un  box  bien  iluminado  he  reunido  los  productos 
cerámicos  de  la  conocida  casa  Pickman  y  C.%  de 
Sevilla,  cuyo  pamieau  de  azulejos  esmaltados  coloca- 
do en  el  centro  atrae  por  su  color,  brillo  y  artística 
disposición;  así  como  los  platos,  ánforas  y  tibores  de 
Díaz  Alvarez,  de  Sevilla;  los  azulejos  de  estilo  mo- 
risco y  del  Renacimiento  de  Jiménez  Izquierdo,  y  las 
mayólicas  hispano-arábigas  que  reproduce  Ros  y  Ur- 
gell  en  su  fábrica  de  Valencia,  que  se  llevan  el  cora- 
zón de  las  señoras  americanas,  que  las  encuentran 
very  Jine. 

A  espaldas  de  esta  instalación  y  bajo  galería,  po- 
co iluminada,  hállase  la  exposición  de  muebles  de  la 
casa  Tayá,  de  Barcelona,  y  los  entarimados  ó  pavi- 
mentos de  maderas  de  Rosell.  La  fama  de  esos  in- 
dustriales la  acredita  cada  día  la  exposición  de  la 
calle  de  Fernando,  como  está  acreditada  en  la  Ha- 
bana por  haber  decorado  espléndidamente  los  salo- 
nes del  Centro  Asturiano  de  aquella  capital. 

Falta  ya  poco  que  añadir  á  todo  esto,  si  no  he 
de  cansar  la  atención  de  los  lectores  con  listas  inter- 
minables de  nombres:  las  fotografías,  los  grabados, 
modelos  de  encuademaciones  de  Sarradó,  Balet, 
Tersol,  Rieusset,  dibujos  de  Lange,  los  proyec- 
tos de  arquitectura  de  Ramón  Salas,  Villar  Carmo- 
na,  García  Faria,  Arsenio    Alonso,    han   tenido  que 


KAFAEL    I'IIG    Y    VAI.I.S  I03 

colocarse  en  Manufacturas,  pero  he  cuidado  de  po- 
nerlos en  sitios  vistosos  y  lo  mejor  iluminados  po- 
sible. 

Los  que  visiten  esta  Sección  hallarán,  sin  duda 
alguna,  faltas  y  errores  que  manos  menos  torpes  no 
habrían  cometido;  por  otra  parte  ¡qué  obra  humana 
no  los  tiene!  pero  difícil  será  desconocer,  si  alguien 
se  toma  la  molestia  de  estudiar  la  gestación  dolorosa 
de  las  instalaciones  españolas  en  esta  Exposición,  que 
sólo  la  voluntad  más  enérgica,  sostenida  por  esa  fuer- 
za poderosa  que  se  llama  el  cumplimiento  del  deber, 
pudieron  llevar  á  término  una  obra  en  que  confieso 
humildemente  haber  sentido,  al  realizarla,  desfalleci- 
mientos tan  hondos  y  desesperaciones  tan  crueles, 
como  no  los  he  tenido  jamás  en  la  accidentada  vida 
del  funcionario  público  que,  en  España,  se  ocupa 
seriamente  en  el  servicio  que  se  le  tiene  confiado. 


Sección  española  de  Agricultura 


La  sección  española  de  Agricultura 


He  intentado  varias  veces  explicarme  la  razón  en 
(}Lie  se  fundan  los  directores  de  este  Certamen  para 
considerar  como  hortalizas  los  viñedos.  Y  como  no 
he  hallado  solución  al  problema,  me  limito  á  recor- 
dar que  el  edificio  de  Agricultura  no  cobija  los  vinos 
de  país  alguno,  y  que,  en  cambio,  las  aguas  mine- 
rales, los  chocolates,  las  pastas  para  sopa  y  los  pro- 
ductos de  la  pesca,  en  conserva,  dominan  allí  como 
en  casa  propia,  sin  protesta  de  la  gente  americana 
que  no  se  fija  en  tan  nimios  detalles. 

Digo  esto  para  que  los  viticultores  no  se  asunten, 


Io6  VIAJE   Á   AMÉRICA 

ni  se  crean  preteridos  si  empiezo  este  estudio  por  la 
sección  cubana,  digna  de  ello  por  su  importancia,  la 
belleza  extrínseca  é  intrínseca  de  las  instalaciones,  y 
la  serie  de  datos  económicos  que  debo  á  la  exqui- 
sita galantería  del  Comisario,  representante  de  la  Cá- 
mara de  Comercio  de  la  Habana,  don  Rosendo  Fer- 
nández, y  del  Jurado  español  don  Calixto  López. 

No  ha  sido  España  afortunada  en  la  concesión  de 
terrenos  en  el  edificio  de  Agricultura;  los  productos 
de  nuestra  tierra  están  fuera  de  los  centros  del  mis- 
mo y  poco  favorecidos  por  la  concurrencia,  afanosa 
siempre  de  lo  ostentoso  y  privilegiado.  Y,  sin  em- 
bargo, el  que  pasa  por  el  estrecho  pasadizo  del  ala 
noroeste  del  palacio,  hállase  sorprendido  por  una 
instalación  que  recuerda  los  claustros  de  las  iglesias 
españolas,  rica,  elegante,  adornada  en  sus  ojivas  con 
vidrios  de  colores,  de  columnas  en  espiral  rematadas 
por  sencillos  capiteles,  imitación  feliz  del  claustro  de 
San  Jerónimo  de  Valladolid,  rematada  por  blasones, 
flámulas,  banderas  y  gallardetes  que  resumen  la  he- 
ráldica de  nuestra  nacionalidad. 

El  recinto  tiene  forma  rectangular,  dividida  en 
dos  porciones  iguales,  separadas  por  ancho  pasadizo 
con  las  instalaciones  de  Cuba  agrupadas  en  una  de 
ellas,  y  las  de  España,  Filipinas  y  Puerto  Rico  en 
la  otra.  Fácil  es  resumir  lo  que  hay  en  Cuba,  por- 
que hay  poca  cosa,  pero  bien  y  espléndidamente 
instalado, 


KAFAEL    rilG    V    VAI 


Poco  digo  y,  sin  embargo,  representa  una  gran 
riqueza  que  ofrece  útilísimas  enseñanzas. 

Empiezo  á  traducir  del  inglés  las  leyendas  de  las 
hornacinas  laterales,  que  serán  una  revelación  para 
muchas  gentes. 

«Producción  de  caña  de  azúcar  en  la  isla  de  Cuba 
durante  el  año  1892, — 974,000  toneladas. 

Producción  de  tabaco  durante  el  mismo  año, — 
27.600,000  kilogramos.  Precio  del  millar  de  cigarros, 
pesando  unas  13  libras,  en  las  primeras  fábricas  de 
la  Habana,  45  duros.  La  misma  mercancía  puesta  en 
los  Estados  Unidos,  11020  dollars,  recargo  debido 
al  bilí  Mac-Kinley  y  que  representa  un  término  me- 
dio de  168  por  100  sobre  el  valor  del  producto. 

Exportación  de  minerales  de  la  isla  de  Cuba  du- 
rante el  año  1892: 

Hierro — 300,000  toneladas. 
Manganeso — 85,000  toneladas. 

La  segunda  leyenda  explica  la  resistencia  opuesta 
por  los  cubanos  á  exponer  en  este  Certamen.  El  bilí 
Mac-Kinley  es  un  enemigo  feroz  de  nuestras  Antillas, 
y  se  ha  necesitado  todo  el  esfuerzo  de  la  Cámara  de 
Comercio  de  la  Habana  para  conseguir  que  los  me- 
jores tabaqueros  de  Cuba  se  decidieran  á  presentar 
las  hermosas  muestras  de  sus  productos,  que  miran 
con  ojos  codiciosos  los  que  aquí  fuman  y  mascan  el 
^abaco  con  una  voracidad  encantadora, 


lo8  VIAJE  Á   AMÉRICA 

Sigan  leyendo  mis  lectores  y  sabrán  ¡)or  informe 
de  don  Calixto  López,  peritísimo  en  cuanto  se  rela- 
ciona con  los  intereses  cubanos,  que  la  isla  exporta 
por  los  puertos  de  Baracoa  y  de  la  Habana,  en  co- 
cos, pinas,  naranjas,  plátanos  y  otros  frutos  de  me- 
nor importancia  por  valor  de  5.000,000  de  duros; 
que  el  90  por  ciento  del  azúcar  de  los  ingenios  de 
aquella  isla  se  consume  en  los  Estados  Unidos  de 
América;  que  en  tres  años  de  estar  en  vigor  el  bilí 
Mac-Kinley,  la  exportación  del  tabaco  torcido  ha 
bajado  un  60  por  100,  mientras  aumentó  la  del  pro- 
ducto en  rama  en  el  doble  por  Jo  menos,  y  como  la 
fabricación  triplica  el  valor  del  producto,  fácil  sería 
calcular  la  pérdida  que  esto  significa  para  la  masa 
obrera  y  los  patronos  de  la  isla,  en  beneficio  de  los 
Estados  Unidos,  cuyas  aduanas  son  una  valla  pode- 
rosa é  infranqueable  para  todo  producto  fabricado 
fuera  del  territorio  federal. 

Y,  á  pesar  de  todo  esto,  la  industi^a  tabacalera  de 
Cuba,  decidida  ya  á  luchar  en  los  Estados  Unidos, 
ha  presentado  una  riquísima  colección  de  muebles, 
construidos  con  maderas  preciosas  de  la  isla,  que 
representan  en  su  continente  y  contenido  valores  de 
3,  4  y  5  mil  duros  cada  uno. 

No  sé  si  olvidaré  algún  expositor:  tomé  nota  de 
todos  ellos  y  fijé  mi  atención  en  un  fenómeno  sin 
guiar,  (¡ue  ofrezco  á  mis  lectores  como  estudio  digno 
de  atención, 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS 


109 


Los  campos  de  Cuba  se  dividen,  para  los  efectos 
del  cultivo  del  tabaco,  en  las  zonas  llamadas  respec- 
tivamente: llano  y  pinar,  es  decir,  tierra  llana  y  tie- 
rra ligeramente  ondulada. 

Los  tabacos  del  llano  expuestos  á  luz  intensa 
toman  una  coloración  extraña,  mejor  dicho:  se  deco- 


Sección  espaxula  ue  Agkiclltlra 


loran  en  algunos  trozos  de  la  superficie,  convirtiendo 
la  homogeneidad  del  color  pardo  negruzco  del  taba- 
co en  un  abigarramiento  extraño  que  recuerda  el  co- 
lor del  lagarto.  Los  puros  que  experimentan  este 
cambio  de  color  se  dice  que  lagartean,  y  desde  luego 
descubren,  por  ese  solo  fenómeno,  su  procedencia; 
los  tabacos    ([ue   lagartean  proceden  invariablemente 


lio  VIAJE   Á   AMÉRICA 

de  la  zona  llana;  los  de  la  del  pinar  conservan  su 
color  y  su  mérito,  porque  el  lagarteo  no  sólo  influye 
en  el  aspecto,  sino  también  en  el  gusto  del  tabaco, 
debido  quizá  á  que  siendo  el  cambio  de  coloración 
producto  de  la  conversión  de  substancias  activas  en 
cuerpos  neutros,  la  nicotina  se  hace  preponderante  y 
con  ella  el  gusto  astringente,  que  satura  y  fatiga  fá- 
cilmente el  paladar.  Así  lo  creen  personas  competen- 
tes, ya  que  la  rica  hoja  tan  conocida  en  el  mundo 
con  el  nombre  de  «Vuelta  de  Abajo»,  según  análisis 
efectuado  en  el  laboratorio  de  don  Calixto  López,  no 
llega  á  tener  i  por  ico  de  nicotina,  siendo  debido  á 
esto  que  el  tabaco  de  aquella  procedencia  se  distin- 
ga por  su  suavidad,  buen  gusto  y  no  cansar  al  con- 
sumidor. 

Y  con  esa  explicación  ya  será  fácil  clasificar  y 
estudiar  las  instalaciones  de  la  isla  de  Cuba  y  cono- 
cer la  procedencia  del  tabaco,  sin  necesidad  de  re- 
correr los  campos  y  las  fábricas  de  la  isla.  Hallo  en 
primer  término  la  primorosa  instalación  de  «La  Co- 
mercial», de  Fernández  Corral  y  C.^,  cuyos  tabacos 
en  su  generalidad  proceden  del  llano;  sigue  la  casa 
Bances  y  López,  conocida  en  los  mercados  con  el 
nombre  de  Calixto  López,  cuyos  tabacos  han  resis- 
tido la  acción  de  la  luz  en  los  tres  meses  de  exposi- 
ción, presentando  clases  comprendidas  entre  35  y  800 
duros  el  millar. 

Si   el   Jurado  inspecciona   la  sección  cubana  con 


RAFAEL   PUIG    Y  VALLS 


algún  discernimiento,  verá  que  la  marca  «Flor  de 
Cuba»  emplea  tabaco  de  las  dos  procedencias,  llano 
y  pinar;  García  Cuervo,  de  Santiago  de  las  Vegas, 
pinar  únicamente*,  L.  Carvajal,  llano  y  pinar;  H.  Up- 
man,  tabaco  superior  bajo  todos  conceptos,  lo 
mismo  que  la  marca  «La  Rosa»  de  Santiago,  siendo 
ya  menos  importantes  «La  Carolina»,  «La  Flor  de 
Trespalacios»,  J.  Inclán  Díaz  y  C.%  Juan  Cueto  y 
hermano  y  F.  P.  del  Río  y  C.^,  Habana,  aunque 
todos  emplean  buen  tabaco,  en  la  tripa  y  capa,  que 
es  lo  que  recomienda  especialmente  el  tabaco  de 
Cuba,  cuya  elaboración  compite  ventajosamente  con 
la  producción  del  resto. del  mundo. 

La  casa  Salomón  hermanos,  de  la  Habana,  pre- 
senta dos  cajas  de  hoja  de  la  Vuelta  de  Abajo;  el 
producto  está  tan  acreditado  que  no  necesita  acudir 
á  ninguna  Exposición  para  mejorar  su  crédito  y  au- 
mentar su  venta. 

Sigue,  como  importantísima,  la  producción  azuca- 
rera; pero  no  busque  el  visitante  instalaciones  osten- 
tosas  como  las  que  honran  la  industria  tabacalera,  ni 
en  gran  número,  pues  sólo  hay  una  muy  modesta  de 
Guanajay  que  produce  azúcar  centrífugo  de  98  gra- 
dos, es  decir,  azúcar  casi  puro  que  derrotará  al  azú- 
car común  y  al  de  remolacha  cuando  las  amas  de 
casa  conozcan  la  diferencia  de  dulce  que  existe  entre 
ellas,  y  otra  instalación  poco  ostentosa,  pero  rica  en 
datos  económicos,  del  ingenio  «Carmen»,  de  Crespo. 


112  VIAJE  Á   AMÉRICA 

Unas  cuantas  fotografías,  unos  cuantos  botes  de 
azúcar  centrífugo  y  estas  noticias,  que  copio  sin  co- 
mentario, constituyen  la  nota  preeminente  de  estas 
instalaciones. 

Producción  diaria  del  ingenio  «Carmen»,  de  Cres- 
po: 600  sacos  de  325  libras  de  peso  unitario;  produc- 
ción anual  alcanzada  en  cuatro  meses,  72,000  sacos 
de  23.400,000  libras  de  peso. 

Abunda,  y  toma  cada  día  incremento,  la  produc- 
ción de  cacao,  crema  de  cacao,  vermouth  y  ron  de 
caña,  ginebras,  coñacs,  anís  escarchado  y  alcohol  de 
caña  para  usos  industriales  y  medicinales,  habiendo 
presentado  hermosas  instalaciones  Trespalacios  y  Al- 
dabó,  Bacardí  y  C.^,  Díaz  Santacana  y  la  marca  «El 
Infierno». 

Y  al  pensar  que  toda  esa  inmensa  riqueza  puede 
aumentarse  de  un  modo  extraordinario,  es  triste  cosa 
observar  que  los  que  emigran  á  la  América  conti- 
nental olvidan  que  hay  en  Cuba  muchos  campos  (jue 
roturar  y  muchas  fortunas  que  hacer,  arrancadas  del 
seno  de  la  tierra  patria,  menos  mortífera  y  menos 
ingrata  de  lo  que  se  supone-,  que  en  todo  país  lejano 
se  levanta  la  leyenda  de  la  exageración,  con  sus  preo- 
cupaciones y  desencantos,  propios  de  todo  lo  (pie 
aleja  de  la  familia  y  la  patria  pequeña. 

La  agrupación  de  Cuba,  ostentosa,  limpia,  simé- 
trica, formada  de  colecciones  cpie  honran  á  los  que 
han  gestionado  los  intereses  de  la  gran  antilla   espa- 


KAIAEL    l'llG    V    VAI.I.S 


ñola,  rodeada  por  la  decoración  ejecutada  por  el 
tallista  italiano  Ferrari,  que  dibuja  primorosamente  y 
pule,  talla  y  abrillanta  el  boj  como  si  fuera  cera,  re- 
sulta un  contraste  desfavorable  para  España.  Es 
achaque  nuestro  y  sobre  todo  de  la  población  rural, 
cuidar  poco  de  lo  externo;  aun  hay  quien  cree,  en  las 
montañas  y  en  las  llanuras  de  nuestra  península,  que 
el  buen  paño  en  el  arca  se  vende,  y  mientras  Cuba 
ha  empleado  las  mejores  maderas  de  sus  bosques  y 
los  más  inteligentes  ebanistas  de  sus  ciudades  para 
levantar  verdaderas  obras  de  arte  á  la  poderosa  in- 
dustria tabacalera,  las  colecciones  de  la  metrópoli, 
mezquinas,  mal  pintadas  y  peor  construidas,  conte- 
niendo productos  valiosos  y  ricos,  parecen  ser,  ellas 
que  deberían  serlo  casi  todo,  la  cenicienta  de  la 
casa. 

Y  con  ser  tanto  lo  que  podíamos  haber  enviado 
á  esta  Exposición,  no  para  alardear  de  lo  que  tene- 
mos, sino  para  buscar  los  mercados  que  nos  faltan, 
previo  el  estudio  de  las  necesidades  de  las  naciones 
del  continente  americano  que  podemos  satisfacer,  el 
poco  espacio  que  tenemos  hemos  debido  compartirlo 
con  Filipinas  y  Puerto  Rico,  quedando  para  la  pe- 
nínsula un  rincón  que  ha  embellecido,  aun  contando 
con  tan  pobres  elementos,  la  práctica,  la  discreción 
y  el  acreditado  savoir  faire  de  nuestro  inteligente  co- 
misario de  Agricultura,  don  Vicente  Vera. 

Pero  como  Puerto  Rico  ha  venido  á  esta  Exposi- 


114  VIAJE   A  AMÉRICA 

ción  con  un  presupuesto  copioso,  los  productos  far- 
macéuticos, los  alcoholes  diversamente  aromatizados, 
los  cafés,  los  cacaos,  los  azúcares  que  constituyen 
sus  más  valiosos  elementos  de  producción,  se  han 
presentado  con  lucimiento,  pudiendo  ostentar  al  pie 
de  la  colección  de  cafés  la  fórmula  americana  por 
excelencia:  «The  coffee  of  Portorico  is  the  best  of 
the  World». 

Pero,  dejando  á  un  lado  esas  disquisiciones,  mejor 
que  todo  eso,  mejor  que  el  afán  inmoderado  de  pu- 
blicidad, que  raya  aquí  en  lo  ridículo,  ha  de  ser 
para  mis  lectores  el  conocimiento  de  los  siguientes 
datos  económicos: 

Producción  media  anual  de  Puerto  Rico: 

Café,  30,000  toneladas. 

Azúcar,  60,000  id. 

Tabaco,  3,000  id. 

La  colección  de  cafés,  que  ha  parecido  excelente 
á  los  peritos  jurados,  está  compuesta  de  muestras  de 
varias  clases,  presentadas  por  Lorenzo  Joy,  de  Ciales; 
Miguel  Perla,  de  Puerto  Rico;  Roses  y  C.^,  de  Are- 
cibo;  Julián  Rivera,  de  Coamo;  Bultmann  y  C.^, 
de  Aguadilla;  Moral  González,  de  Mayagüez;  Fitle, 
Lunt  y  C.^,  de  Ponce,  y  otros  muchos  que  sería 
prolijo  enumerar. 

Cuba,  que  tan  poca  importancia  ha  dado  á  sus 
azúcares,  se  halla  supeditada  á  los  de  la  pequeña  an- 
tilla,   que   presenta   una   colección    completa    y   tan 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


buena,  que  personas  inteligentes  le  conceden  el  pri- 
mer lugar  entre  las  que  figuran,  con  mayores  presti- 
gios, en  la  Exposición  de  Chicago. 

Consulto  mis  apuntes  y  leo  entre  las  casas  que 
figuran  en  el  Certamen  como  productoras  de  azú- 
car centrífugo  las  de  Cintrón  de  Yabucoa,  Sobrinos 
de  Esquiaga,  Hortensia  Arribas,  Cristóbal  Valleci- 
llos,  etc.,  etc. 

No  me  parece  tan  lucida  la  instalación  tabacale- 
ra: ni  en  cantidad,  ni  en  calidad,  puede  atreverse 
Puerto  Rico  á  rivalizar  con  Cuba,  y  las  casas  de  Ló- 
pez, Albarado,  Sánchez  y  hermanos,  Modesto  Bird  y 
otros,  no  tienen  más  pretensión  que  dar  fe  de  vida 
y  ocupar  un  segundo  lugar  en  el  concurso  de  esta 
poderosa  industria  en  el  mundo. 

Como  productos  secundarios  ofrece  Puerto  Rico 
una  variadísima  colección;  dejando  á  un  lado  su 
abundantísima  fabricación  de  alcoholados  de  mala- 
gueta,  cremas  de  todas  clases,  ron  de  infinitas  mar- 
cas, fríjoles,  arroz  en  cascara,  adriote  (materia  colo- 
rante), jabón,  almidón  de  yuca,  algodón  en  rama, 
y  cera,  queda  aún  un  artículo  importantísimo,  el  ca- 
cao, que  abunda  en  la  isla,  y  se  considera  de  exce- 
lente calidad. 

Sitio  importante  y  preferente  ocupa  la  industria 
rural  filipina,  ceñida  á  tres  artículos  que  son,  mejor 
dicho,  pueden  llegar  á  ser  tres  veneros  inmensos  de 
riqueza,  capaces  ellos  solos  de  convertir  las  Filipinas 


Il6  VIAJE    A    AMKKICA 

en  un  centro  comercial  de  primer  orden:  el  tabaco, 
el  azúcar  y  el  abacá. 

Ya  sé  yo  que  la  Compañía  General  de  Tabacos 
de  Filipinas  no  aspira  á  competir  con  los  tabacos 
antillanos;  lo  que  sí  observo,  es  que  sus  precios,  que 
oscilan  entre  cinco  y  cien  duros  el  millar,  pueden 
ser  un  incentivo  poderoso  para  abrir  mercados  en 
países  cuyos  habitantes  fuman  y  mascan  el  tabaco 
de  las  clases  más  bajas  con  una  fruición  envidiable, 
y  que  los  millones  que  envía  España  á  los  Estados 
Unidos  para  comprar  hoja  para  tripa,  pueden  tener 
más  lógico  destino  en  nuestras  posesiones  de  Ultra- 
mar y  en  los  mercados  de  la  metrópoli  (¡ue,  tarde  ó 
temprano,  concederá  á  nuestros  desdichados  labrado- 
res la  libertad  de  cultivar,  en  los  campos  que  devas- 
ta la  filoxera,  la  preciosa  planta,  el  frugal  tabaco  que 
se  adapta  á  todos  los  suelos  y  á  todos  los  climas, 
ofreciendo  una  variedad  inmensa  de  productos  más 
ó  menos  suaves,  más  ricos  ó  más  pobres  en  perfu- 
mes, pero  siempre  pródigo  en  bienes  para  el  que  lo 
cultiva. 

El  azúcar  filipino  ha  sido  aquí  una  revelación,  así 
como  el  abacá,  que  con  su  fibra  larga  y  resistente, 
es  objeto  de  codicia  para  esta  raza  yankee  que  se 
enamora  de  los  textiles  que  no  conoce,  y  que  va  á 
ensayar  con  la  avidez  que  siente  por  todo  lo  que 
cree  objeto  de  explotación  apropiada  á  las  necesida- 
(|es  de  su  industria, 


RAFAEL    PUIG  Y   VALLS 


Y  ya  en  tercer  término,  que  justo  es,  vaya  la  ma- 
dre patria  acompañando  á  sus  hijas  predilectas,  voy 
á  echar  una  rápida  ojeada  á  los  cajones  que  consti- 
tuyen las  colecciones  peninsulares,  ricas  algunas  de 
ellas  por  su  calidad;  pobres,  pobrísimas  por  su  can- 
tidad  y  su  instalación,  figurando  en  primer  te'rmino 


Palacio  de  Aükicultlra 

las  frutas  secas  de  Tarragona,  almendras,  avellanas, 
nueces,  algarrobas,  que  no  tienen  rival  aquí,  que  son, 
con  los  aceites  y  aceitunas,  y  los  frutos  ultramari- 
nos, las  mercancías  que  pueden  hallar  en  América, 
mercados  importantísimos;  porque  pensar  que  las 
gramíneas:  trigos,  cebadas,  maíz,  han  de  hacer  la 
competencia  á  los  inmensos  graneros  americanos,  es 


lie  VIAJE   A   AMÉRICA 

pensar  en  lo  imposible;  imaginar  que  nuestras  frutasí 
naranjas,  limones,  peras  y  manzanas,  riquísimas  en 
Florida  y  California,  han  de  derrotar  las  produccio- 
nes de  este  país,  supone  un  desconocimiento  profun- 
do de  lo  que  produce  la  agricultura  americana  sobre 
la  que  se  han  dicho  y  repetido  cosas  verdaderamente 
inexplicables,  como  se  han  dicho  y  escrito  sobre  vi- 
nicultura errores  que  pueden  perjudicarnos  extraor- 
dinariamente porque  alientan  esperanzas,  y  consienten 
ilusiones  perturbadoras  para  el  régimen  del  cultivo 
de  las  tierras  españolas. 

Las  observaciones  juiciosas  del  señor  Vera  hechas 
en  el  fecundo  campo  de  esta  Exposición,  prueban 
hasta  la  evidencia  que  los  únicos  frutos  y  productos 
que  podemos  aspirar  á  introducir  aquí  son:  con  el 
café,  tabaco,  azúcar  y  abacá,  el  aceite  de  oliva  que 
hemos  presentado  limpio  y  bien  filtrado,  cuando 
creían  en  América  que  en  España  sólo  se  producían 
aceites  crasos,  sucios,  llenos  de  sedimento,  ingratos 
al  gusto  y  á  la  vista;  las  aceitunas  de  mil  variedades 
puestas  en  botes  elegantes,  las  avellanas,  las  algarro- 
bas, las  judías  del  campo  de  Tarragona,  los  choco- 
lates— y  si  esto  no  es  agricultura  yo  no  tengo  la  cul- 
pa de  que  lo  sea  para  los  americanos, — de  tantas 
marcas  como  existen  en  España,  las  pastas  para  sopa 
que  han  de  competir  en  bondad  y  baratura  con  las 
pastas  italianas  que  tienen  aquí  mercados  provecho- 
sos, y  las  conservas  alimenticias  de  pescados  y  frutas 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  1T9 

que  hemos  presentado  haciendo  airoso  papel,  pre- 
cursor de  más  preciados  frutos,  si  sabemos  aprove- 
char las  condiciones  de  estos  mercados,  y  el  conoci- 
miento que  aquí  se  ha  adquirido  de  nuestra  produc- 
ción rural  é  industrial. 

No  lo  olviden  los  que  han  acudido  á  este  Certa- 
men con  tan  buena  voluntad  y  mejor  deseo;  no  lo 
olviden  el  campo  de  Tarragona,  las  comarcas  oliva- 
reras, los  que  fabrican  chocolates  y  pastas  para  sopa 
en  el  centro  de  España,  los  que  elaboran  conservas 
en  el  noroeste  de  la  península,  los  que  han  enviado 
aguardientes,  ron  y  anís,  porque  los  demás,  los  que 
han  venido  con  cervezas  y  sidras,  los  que  han  ex- 
puesto aguas  minerales,  los  que  han  traído  trigo,  cen- 
teno y  maíz,  como  elementos  de  información,  como 
dato  y  quizá  como  ensayo,  podrán  ofrecer  al  mundo 
americano  objetos  de  estudio,  cuyo  resultado  práctico 
no  vislumbro,  ya  sea  que  esté  enfermo  de  peligrosa 
miopía,  ya  sea  que  mi  escaso  entendimiento  no  sepa 
descubrir,  en  el  desenvolvimiento  de  nuestra  produc- 
ción, los  dilatados  horizontes  que  quisiera  poder 
ofrecer,  como  estímulo  y  esperanza,  á  la  población 
rural  é  industrial  de  España. 


Palacio  dk  Hükticultuka 


La  sección  española  de  vinicultura 


La  importancia  de  este  cultivo  y  la  de  la  concii 
rrencia  de  expositores  españoles  á  este  certamen,  me 
obliga  á  meditar  lo  que  voy  á  decir  en  este  capítulo, 
temiendo  estar  desacertado  é  influir  en  la  opinión 
con  escaso  buen  sentido. 

Vine  á  Chicago  con  todas  las  preocupaciones  y 
los  errores  que  circulan  y  se  propagan  como  artículo 
de  fe  en  Europa,  formando  entre  los  que  se  figuran 
que  los  vinos  americanos  no  pueden  beberlos  sino 
las  personas  de  paladar  avezado  á  los  caldos  de  Ca- 
lifornia, y  que ,  con  tratados  de  comercio  ventajosos 


145  Viaje  k  américa 

y  propaganda  juiciosa,  conseguiríamos  aquí  un  mer- 
cado poderoso,  capaz  de  asegurar  la  viticultura  en 
nuestro  país  y  permitirnos  prescindir  del  mercado 
francés,  tan  veleidoso  y  tan  inseguro  siempre,  y  espe- 
cialmente en  los  tiempos  actuales. 

jQué  error,  y  qué  desencanto!  El  vino  de  Califor- 
nia es  un  caldo  que  no  puede  desdeñar  nadie,  el 
gotít  de  renard,  tan  constantemente  atribuido  á  los 
vinos  americanos,  no  he  sabido  hallarlo  en  ninguno 
de  los  que  he  bebido  hasta  la  fecha,  y  desde  que 
estoy  aquí  bebo  cada  día  vino  de  California,  y  muy 
barato  por  cierto,  á  20  centavos  media  botella,  imi- 
tación del  claret  ó  del  sauterne,  con  bouquet  muy 
pronunciado,  color  inmejorable  y  condiciones  que  no 
desdeñaría  el  vinicultor  español  más  celoso  de  la  bue- 
na crianza  de  sus  vinos.  El  champagne  (1),  con  gus- 
to pronunciado  de  moscatel,  muy  espumoso  y  bien 
presentado,  se  bebería  en  nuestro  país  con  deleite,  y 
quizá  alcanzaría  mercado  más  seguro  que  en  los  mis- 
mos Estados  Unidos,  que  prefieren  las  marcas  euro- 
peas, Moét  Chandon,  Clicquot,  etc.,  dry  y  extra  drvy 
fabricadas  especialmente  para  los  paladares  estraga- 
dos por  las  bebidas  alcohólicas  de  la  gente  yankee 
de  todos  los  estados  y  todas  las  categorías  del  país. 

Y  si  alguien   ahonda  un   poco   en  esta  materia  y 


(1)      La  visita  del  autor  á  California  modificó  algunas  de  las  opiniones 
apuntadas  en  este  párrafo,  conforme  lo  verá  el  lector  más  adelante. 


kAFAÉL  PUIG-  Y   VALtS  123 

estudia  algo  las  condiciones  de  la  extensa  comarca 
de  la  América  del  Norte,  en  donde  se  cultiva  la  vid, 
quizá  hallará  el  triste  antecedente  de  que  en  Califor- 
nia se  arrancan  ya  muchas  viñas,  que  se  produce 
tanto  y  tan  bueno,  que  la  baratura,  está  matando  rá- 
pidamente la  viticultura  californiana  y  que  aquí,  don- 
de la  cerveza  alcanza  tanto  predicamento,  sólo  cam- 
biando radicalmente  las  costumbres  del  país,  sólo 
consiguiendo  que  los  64.000,000  de  habitantes  de 
esta  gran  República  beban  vino,  podrá  esperarse 
un  cambio  en  el  modo  de  ser  del  mundo  viní- 
cola, más  amenazado  cada  día  por  el  desarrollo  de 
nuevos  centros  de  producción,  y  el  trabajo  de  selec- 
ción y  elaboración  á  que  se  dedican  los  cultivadores 
de  varios  países  con  un  éxito  que  juzgo  pavoroso 
para  la  riqueza  de  España. 

Ayer  pregunté  al  Comisario  general  de  la  Repú- 
blica Argentina  qué  podría  hacerse  para  introducir 
los  vinos  españoles  en  la  América  del  Sur,  y  me  con- 
testó categóricamente  y  sin  vacilar  un  instante:-  -Nada; 
la  República  Argentina  produce  ya  tanto  vino,  y  de 
tan  buena  calidad,  que  en  breve  pensará  lo  qué  ha 
de  hacer  para  dedicar  sus  caldos  á  la  exportación. 

Las  cepas  que  cultiva  han  sido  importadas  de 
Francia,  y  me  citó  las  variedades  más  conocidas  que 
se  han  aclimatado  allí  perfectamente. 

Y  si  á  los  nuevos  centros  de  producción  ameri- 
canos sumo  los  ya  conocidos  de  África  que  producen 


124  VIAJE  Á   AMÉRICA 

vinos  similares  á  los  andaluces,  será  lícito  preguntar 
si  á  los  vinos  españoles  les  cabrá  la  suerte  que  cupo 
á  nuestras  merinas  que,  ensayadas  y  cruzadas  en 
Francia,  Inglaterra,  Alemania  y  en  varios  puntos  de 
América,  y  muy  especialmente  en  las  Pampas  de 
Buenos  Aires,  y  Australia,  lo  único  que  nos  (jueda  de 
aquel  don  de  la  naturaleza  es  el  recuerdo  y  el  nom- 
bre que  conservan  todas  las  naciones  para  designar 
el  hermoso  vellón  (jue  ha  enriquecido  y  enriquecerá 
á  tantas  comarcas  de  la  tierra. 

¿Será  todo  esto  una  amenaza  también  para  Fran- 
cia? que  duda  tiene;  pero  nuestra  vecina  tiene  sobre 
nosotros  dos  ventajas  inapreciables: 

i.°  Su  mercado  interior,  con  sus  ^6  millones  de 
habitantes,  que  consumen  una  cantidad  inmensa  de 
vino,  bebiéndolo  de  buena  calidad,  con  un  promedio 
superior  al  que  consume  el  pueblo  español,  sobrio 
quizá  en  demasía,  y 

2.°  El  crédito  que  disfrutan  sus  marcas,  que  res- 
j^onden  á  bou(}uets  perfectamente  conocidos  y  que 
dan  nombre  á  diferentes  comarcas,  viniendo  en  se- 
gundo término  la  firma  del  vinicultor,  que  sólo  siendo 
un  gran  cosechero  se  puede  imponer  una  íirma  en 
los  mejores  mercados  del  mundo. 

No  he  de  insistir  en  la  primera  ventaja,  cuya  im- 
portancia salta  á  la  vista;  siendo  ya  feliz  preocui)a- 
ción  de  nuestros  legisladores  el  medio  de  aumentar 
el  consumo  del  vino  en  la  península,    disminuyendo 


KAKAKL    l'UIG    V   VALLS 


las  gabelas  impuestas  á  este  caldo,  y  favoreciendo, 
por  medios  indirectos,  la  venta  de  uno  de  los  produc- 
tos más  importantes  del  territorio  nacional,  por  más 
que  en  la  última  reunión  de  Cortes  no  se  haya  con- 
seguido gran  cosa  en  este  sentido. 

La  segunda,  siendo  para  nosotros  de  difícil  ven- 
cimiento, es  quizá  de  más  importancia  que  la  primera. 
Bien  claramente  lo  dicen  los  2,500  expositores  con 
unas  40,000  botellas  de  vino,  que  exponen  sus  pro- 
ductos en  la  Exposición  de  Chicago;  con  elocuencia 
desconsoladora  lo  manifiestan  los  cosecheros  que  han 
venido  con  2  ó  3  botellas  mal  tapadas,  como  si  el 
corcho  bueno  fuera  en  España  un  producto  extraño, 
que  ansiando  un  premio  olvidan  que,  en  lo  que  se 
refiere  á  vinos  y  á  un  comercio  regular  que  pueda 
influir  en  los  mercados  españoles,  sólo  las  marcas 
acreditadas  que  respondan  á  una  producción  cuan- 
tiosa pueden  tener  significación  en  las  Exposiciones 
destinadas  á  enseñanza  y  á  mostrar  lo  que  podemos 
hacer  el  día  que  las  necesidades  de  los  pueblos  abran 
mercados  á  nuestros  caldos,  encasillados,  formando 
tipos  de  marcas  fijas,  de  vinos  bien  criados,  de  bou- 
quet  conocido  y  que  el  consumidor  conozca  sin 
necesidad  de  leer  la  etiqueta  de  la  botella  ni  el  nom- 
bre del  vinicultor.  Esto,  que  lo  han  hecho  los  franceses, 
y  que  responde  á  un  principio  económico  bien  enten- 
dido, en  España  empezamos  sólo  á  plantearlo,  excep- 
tuando   x\ndalucía,    con    sus   hermosas    bodegas,    la 


120  VIAJE    A    AMKRICA 

Rioja,  algunos  centros  de  Cataluña,  aun  poco  impor- 
tantes en  número  y  calidad,  y  la  Mancha  y  Valencia, 
c^ue  debe  mejorar  aún  sus  vinos  si  han  de  resultar 
criados  con  ventaja  para  el  viticultor  y  el  vinicultor. 
De  todo  lo  expuesto  se  deduce,  en  mi  concepto, 
que  sobran  en  este  certamen  muchas  botellas  mal 
acondicionadas  y  que  no  responden,  ni  en  cantidad 
ni  en  calidad,  al  principio  esencial  que  lo  condensa 
todo:  la  creación  de  buenas  marcas;  y  éstas  no  pueden 
existir  sin  la  calidad  y  la  cantidad  que  mantengan  á 
los  mercados  constantemente  abastecidos  y  en  con- 
diciones tales,  que  la  competencia  de  los  productos 
similares  no  sea  posible  en  la  mesa  del  consumidor, 
siempre  satisfecho  de  la  bondad  y  el  precio  del  vino 
que  consume.  No  olviden  los  productores  españoles 
que  cada  día  será  más  dura  y  más  difícil  la  lucha 
por  la  existencia;  que  el  vino  flojo,  que  en  tanta  can- 
tidad producimos,  ha  de  consumirse  en  la  península 
é  islas  adyacentes;  que  los  únicos  vinos  que  hemos 
de  exportar,  sin  encabezarlos ,  son  los  de  alta  y  regu- 
lar graduación  natural,  que  por  estar  bien  criados  y 
proceder  de  comarcas  acreditadas  puedan  hacer  la 
competencia  como  vinos  de  postre  á  todos  los  vinos 
del  mundo;  que  los  de  color,  entre  los  que  llevan  ya 
gran  ventaja  á  los  catalanes  los  de  la  Rioja,  por  su 
baratura  y  buen  gusto,  podrán  competir  ventajosa- 
mente con  los  franceses  y  aun  más  con  los  america- 
nos, porque  la   gente   rica   de   todos  los  países,  por 


RAFAEL   PUIG   Y   VALT.S 


lujo,  por  tener  más  educado  el  paladar,  y  sobre  todo, 
por  el  mérito  real  del  producto,  preferirán  siempre  los 
vinos  del  Sur  y  centro  de  Europa  á  los  que  se  crían, 
interviniendo  la  química  muchas  veces,  en  centros 
agrícolas  menos  favorecidos  por  la  naturaleza  para  el 
desarrollo  de  la  vid. 

No  es  fácil,  ni  me  siento  tampoco  dotado  de  fuer- 
zas suficientes,  para  proponer  la  modificación  que  ha 
de  establecerse  en  el  estado  legal  de  la  propiedad 
rústica  española  para  favorecer  el  establecimiento  de 
marcas,  de  tipos  fijos  que  respondan  á  la  cría  racio- 
nal de  los  vinos  en  cada  comarca.  Pero  sí  creo  que 
los  cosecheros  de  algunos  centenares  de  cargas  que 
pretendan  criar  vinos  de  exportación,  sin  tener  pre- 
sente que  se  han  de  sujetar,  en  todos  sus  procedi- 
mientos, á  lo  que  la  técnica  del  arte  y  los  consejos 
de  la  experiencia  local  les  dicten,  que  los  criadores 
que  insistan  en  vivir  desligados  de  toda  mancomuni- 
dad de  procedimiento,  cuando  éste  resulte  bueno,  y 
quizá  de  relación  económica  cuando  los  fundamentos 
de  la  asociación  resulten  sólidos  y  honrados,  en  un 
país  como  el  nuestro,  donde  la  propiedad  rústica  está 
tan  dividida,  los  males  que  lamento,  y  conmigo  todos 
los  que  dedican  su  atención  á  esta  clase  de  estudios, 
no  tendrán  remedio;  y  tengamos  presente  todos  que 
cada  año,  cada  día  perdido  representa  una  victoria 
para  nuestros  adversarios  y  una  derrota  para  nosotros. 

Todo  esto  veo,  con  sentimiento,  en  nuestra  her- 


128  VIAJE   A    AMKKICA 

mosa  colección  de  vinos  en  Chicago:  mucho  vino, 
muchos  nombres  y  pocas,  po(|uísimas  marcas,  porque 
el  vino  andaluz  de  tan  rico  abolengo,  que  beben 
estos  yankees  con  tanta  delicia  y  cerrando  los  ojos 
con  beatitud,  no  forma  más,  ni  significa  otra  cosa 
que  el  crédito  de  una  comarca  española  relativamente 
poco  extensa,  y  todos  sabemos  qué  extensión  tan  enor- 
me alcanza  el  área  de  la  vid  en  España  y  cuánto  vino 
queda  en  nuestras  bodegas,  esperando  colocación. 

Por  lo  demás,  ¿quién  va  á  disputarnos  el  primer 
puesto  en  el  gran  campo  de  la  Exposición  de  Chi- 
cago? Nuestros  vinos  de  postre,  algunos  de  pasto,  los 
embotellados  hace  20,  30  y  hasta  100  años,  ¿(^uién 
va  á  atreverse  á  competir  con  ellos?  Sí,  alcanzaremos 
muchas  medallas  y  muchos  diplomas,  volveremos  con 
un  botín  de  victorias  platónicas  asombroso,  nadie  du- 
dará de  que  hemos  merecido  el  primer  lugar,  y  de 
(^ue  nuestros  vinos  son  ya,  en  algún  renglón  y  pueden 
llegar  á  ser  en  muchos  de  los  restantes,  los  mejores 
del  mundo;  pero,  yo  preferiría  volver  con  más  mer- 
cados sólidos  asegurados,  con  más  convencimiento 
de  (jue  hacemos  lo  posible  para  merecerlos  y  ganar- 
los, con  estudios  detenidos  de  lo  que  nos  conviene 
hacer  para  derrotar  noblemente  á  nuestros  adversa- 
rios, porque  así  nuestro  porvenir  sería  menos  incier 
to,  y  nuestro  presente  más  fecundo,  para  que  algún 
día  podamos  aspirar  y  conseguir  realidades  que  pon 
gan  término  á  las  desdichas  de  la  patria. 


j^ 


Palacio  de  Maquinaria 


Las  secciones  españolas  de  Máquinas 
y  Minas 


El  papel  de  Jeremías,  en  un  siglo  y  unos  tiem- 
pos en  que  todo  el  mundo  pretende  conocer  lo  que 
conviene  á  sus  intereses,  me  parece  tan  desairado 
que  casi  me  falta  valor  para  decir  cuanto  se  me 
ocurre,  al  echar  una  ojeada  á  las  misérrimas  instala- 
ciones españolas  de  Máquinas  y  Minas  de  esta  in- 
mensa Exposición. 

En  Maquinaria,  un  motor  de  gas  de  cuatro  Caba- 
llos de  fuerza,  dos  máquinas  de  coser,  una  de  re- 
gruesar,  otra  de  hacer  tapones^  una  bomba  de  doble 


130  VIAJE  X   AMÉRICA 

efecto  de  la  conocida  y  acreditada  casa  Esciider;  las 
prensas  de  Valls  hermanos  para  la  fabricación  de 
fideos  y  pastas  para  sopa,  la  máquina  de  cascar  al 
mendras  de  Puig  y  Negre,  la  de  hacer  barquillos  y 
hostias  de  Duart  é  hijo,  el  auto-regulador  manomé- 
trico  de  Ferrer  Ganduxer,  y  poco  más,  constituyen 
todo  lo  que  hemos  sabido  presentar  en  este  Cer- 
tamen. 

Los  que  conocen  el  desarrollo  de  la  metalurgia  y 
la  construcción  de  máquinas  en  España,  los  que  no 
hayan  olvidado  que  nuestros  grandes  cruceros  movi- 
dos por  máquinas  de  once  mil  caballos  se  han  cons- 
truido en  Cataluña,  alabarán,  sin  duda,  el  esfuerzo 
de  industriales  más  modestos  que  los  aludidos  y  que 
han  hecho  cuanto  han  podido  para  sostener  el  pres- 
tigio de  España  en  la  Exposición  de  Chicago. 

En  Minas,  nadie  creería,  por  lo  que  aquí  hemos 
expuesto,  que  somos  una  nación  esencialmente  mi- 
nera, y  de  tal  modo  me  voy  acostumbrando  á  ver 
Río  Tinto  entre  las  instalaciones  inglesas,  así  lo  he 
visto  en  París  y  en  Chicago,  que  ya  voy  dudando  de 
mis  escasos  conocimientos  geográficos,  como  dudo 
también  de  que  Almadén  sea  la  primera  mina  de 
cinabrio  del  mundo,  y  los  criaderos  de  Bilbao  los 
mejor  explotados,  y  la  metalurgia  del  norte  y  nor- 
oeste de  España  una  de  las  industrias  de  más  porve- 
nir y...  pero,  qué  más,  si  no  hay  en  Chicago,  español 
medianamente  ilustrado  v  conocedor  de  los  recursos 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS  I3I 

mineros  de  nuestro  país  que  no  se  escandalice  del 
insignificante  concurso  que  al  estudio  de  la  minería 
presta  aquí  la  sección  española,  como  si  no  fueran 
importante  factor  en  los  mercados  del  mundo  sus 
mercurios,  cobres,  hierros,  plomos,  fosforitas,  zinc  y 
otros  metales  de  aplicación  creciente  por  el  desen- 
volvimiento que  alcanzan  las  industrias  eléctricas 
destinadas  á  agotar,  con  sus  cables  marinos,  pilas  y 
acumuladores,  los  hierros,  cobres,  plomos  y  zincs  de 
todas  las  minas  de  España. 

La  sociedad  «Altos  Hornos  y  Fábricas  de  hierro 
y  acero  de  Bilbao»  ha  presentado  la  instalación  más 
importante  de  la  sección  española,  montada  en  un 
gran  armario  acristalado  que  contiene  todas  las  pie- 
zas rectas,  en  ángulo  y  planchas,  que  fabrica  aquella 
importante  colonia  industrial.  Sus  hierros  comercia- 
les, que  exporta  á  Cuba,  Puerto-Rico  y  Filipinas, 
sus  planchas,  piezas  angulares  y  de  variado  perfil  que 
usa  la  marina  militar,  y  los  tramos  metálicos,  ya  en 
servicio  desde  larga  fecha,  constituyen  su  abolengo 
industrial,  para  honra  suya  y  de  la  patria. 

Y  ya  que  he  de  describir  con  alguna  extensión  la 
factoría  de  Pullman,  y  tengo  á  la  vista  las  fotogra- 
fías de  los  Altos  Hornos  de  Bilbao,  los  lingotes  que 
produce  y  los  hierros  de  pudlaje,  los  aceros  en  va- 
rios perfiles,  las  planchas  que  fabrica,  siendo  tan  ne- 
cesario conocer  lo  que  tenemos  en  casa,  no  ha  de 
parecer  ocioso  que  dedique  cuatro  líneas  á  una  Com- 


132  VIAJE   Á  AMÉBICA 

pañía  que  tiene  invertido  un  cuantioso  capital  en 
sus  fábricas  de  Guriezo  y  Baracaldo,  llamadas  res- 
pectivamente «Merced»  y  «Carmen»,  y  que,  situada 
la  última  en  una  comarca  esencialmente  minera, 
presta  al  país  y  á  la  riqueza  patria  un  concurso  valioso, 
digno  de  loa  y  fama. 

Produce  aquella  casa  industrial  unas  300,000  to- 
neladas, término  medio  anual,  de  lingote  destinado 
á  la  fabricación  de  unas 

12,000  toneladas  de  hierro  de  pudlaje. 


15,000 

»        de  aceros  en  varios  perfiles. 

6,000 

»        de  planchas. 

45,000 

»        de  carriles  y  viguería. 

6,000 

»        en  piezas  de  fundición. 

3,000 

»        en  puentes,  armaduras   y   cal 

deras,  y 

1,000 

»        de  maquinaria. 

Trabajan  en  aquellas  fábricas  unos  3,000  obreros, 
destinados  al  servicio  de  tres  altos  hornos  que  pro- 
ducen 300  toneladas  de  lingote  al  día;  de  cuatro 
máquinas  soplantes,  tres  verticales  y  una  horizontal, 
que  representan  una  fuerza  de  2,000  caballos;  de 
grúas  hidráulicas;  de  catorce  hornos  de  pudler  con 
dos  martinetes  y  el  correspondiente  tren  de  desbaste; 
de  cuatro  trenes  de  laminación  con  ocho  hornos  de 
recalentar;  de  dos  sierras  para  cortar  en  caliente, 
tres  tijeras  para   cortar  en    frío,  un    taller   de  empa- 


KAKAEI.    niG    Y   VAM.S  133 

(juetar  y  once  tornos  para  el  suministro  de  cilindros; 
del  taller  Bessemer  y  el  horno  Siemens  Martín,  ca- 
paz de  producir  doce  toneladas  en  cada  operación; 
de  dos  grandes  cubilotes  para  fundir  hierro;  de  un 
taller  de  laminado  de  acero  con  tres  hornos  de  reca- 
lentar, que  trabajan  á  tiro  forzado,  dos  de  recalentar 
sistema  Siemens  Martín,  y  al  de  dos  máquinas  de 
vapor  reversibles  de  2,000  caballos  una  y  8,000  la 
otra. 

Además  de  tan  completo  outillage,  del  que  sólo 
menciono  lo  más  importante,  la  fábrica  tiene  un  per- 
sonal inteligente  y  honrado,  que  bajo  el  patronato 
social  ha  fundado: 

Una  sociedad  de  socorros  para  los  obreros  enfer- 
mos y  el  sostenimiento  de  escuelas; 

Una  caja  de  ahorros,  cuyos  ingresos  cobran  un 
tanto  por  ciento  de  interés; 

Una  sociedad  cooperativa  para  la  compra  de  co- 
mestibles buenos  y  baratos,  y 

Una  escuela  de  Artes  y  Oficios,  iniciada  por  la 
Sociedad  Altos  Hornos,  sostenida  por  la  Diputación 
provincial  y  el  Ayuntamiento  de  Baracaldo,  y  enal- 
tecida por  la  inteligencia  obrera,  ansiosa  de  mejorar 
su  condición  por  modo  honrado  y  digno. 

La  fábrica  de  pólvoras  «Santa  Bárbara»,  de  Ovie- 
do, cuya  instalación  quizá  debería  estar  en  Manufac- 
turas, presenta  una  colección  completa  de  los  explo- 
sivos que  fabrica,  imitación,  como  es  natural,  de  los 


134  VIAJE   Á   AMÉRICA 

mismos,  pues  no  son  las  Exposiciones  polvorines  de 
guerra,  figurando  entre  ellos:  pólvoras  de  cañón, 
granadas^  prismáticas  y  para  cañones  de  tiro  tapido, 
pólvoras  sin  humo,  de  mina  y  de  caza,  en  serie  tan 
detallada,  que  su  relación  sería  interminable. 

Las  sales  de  Onofre  Caba  están  muy  bien  presen- 


li^  ^    KTIfa     lili 


mmmmmsmsBmm 


Palacio  de  Minas 


tadas,  brillando  por  su  blancura,  grano  fino  y,  según 
dice  el  fabricante,  su  pureza.  L.a  purificación  de  las 
sales  marinas  resulta  siempre  un  elemento  importante 
de  higiene  pública. 

También  figuran  las  salinas  de  Cádiz  de  la  com- 
pafiía  «Unión»,  que  ha  alcanzado^  muchos  premios 
en  diferentes  exposiciones. 


RAFAEL   PÜIG  Y   VALLS  135 

Las  colecciones  de  fosforita  concrecionada,  cina- 
brios de  Almadén,  Aller  y  Mieres,  calaminas,  piritas 
de  hierro,  etc.,  no  pueden  ser  más  pobres  en  canti- 
dad ni  estar  peor  presentadas;  sólo  un  ejemplar,  un 
bloque  de  galena  de  la  mina  Arrayanes  de  Jaén,  hace 
alguna  figura  entre  tanto  ejemplar  desmedrado  y  po- 
bre de  la  sección  española. 

De  Cataluña  he  visto  poca  cosa,  algunos  mármo 
les  jaspeados  de  Tarragona,  por  cierto  pobremente 
presentados-,  los  minerales  de  hierro  de  Celrá  con 
sus  rubios  avenados  de  indudable  porvenir,  y  paren 
ustedes  de  contar. 

Como  elemento  técnico,  el  plano  geográfico  de 
España  y  su  carta  geológica,  con  multitud  de  memo- 
rias explicativas  escritas  por  nuestro  respetable  Cuer- 
po de  Minas:  algunos  hornos;  planos  de  minas  de 
Almadén  y  especialmente  de  varios  pozos  de  las 
mismas,  es  cuanto  ha  llamado  mi  atención. 

Más  notables  y  mejor  presentadas  me  han  pare- 
cido las  colecciones  de  la  Cámara  de  Comercio  de 
Santiago  de  Cuba,  del  Real  Colegio  de  Escuelas  Pías 
de  la  Habana,  del  catedrático  de  Paleontología  de  la 
Habana,  Vidal  y  Careta,  las  fotografías  de  calcedonia 
cúbica,  cuarzo  estalactítico  y  una  bonita  colección  de 
piritas  de  hierro  y  manganeso  de  Tirso  Roca,  etcé- 
tera, etc. 

Es  también  notable  un  bloque  de  asfalto  bitumi- 
noso de  la  mina  «Angela  Elmira»,  de  Cuba,  presen- 


136  VIAJE   Á   AMÉRICA 

tado  por  Antonio  Ragusa,  que  me  ha  parecido  digno 
de  mencionarse  por  su  composición: 

Asfalto 70  por  100 

Agua 5 

Silice 25 


»       » 
»       » 


Y  siendo  todo  esto  lo  más  notable,  juzguen  los 
inteligentes  en  achaques  de  minería  por  lo  que  falta, 
del  poco  lucido  papel  que  en  este  ramo  hace  España, 
en  la  Exposición  colombina. 


Palacio  de  Transportes 


Las  secciones  españolas  de  Guerra 
y  Marina 


Debo  á  la  cariñosa  amistad  del  Comisario  del  Mi- 
nisterio de  la  Guerra,  D.  Juan  Cologan,  distinguido 
ingeniero  militar  que  ha  instalado  primorosamente  la 
colección  de  piezas  y  modelos  de  los  museos  de  ar- 
tillería é  ingenieros  del  ejército,  enviada  á  Chicago 
por  nuestro  ramo  de  guerra,  la  relación,  razonada 
para  hacer  resaltar  su  importancia,  de  los  objetos 
expuestos,  con  singular  lucimiento,  en  el  edificio  de 
Transportes  de  esta  Exposición   Universal.   He  cui- 


138  VIAJE    Á    AMKKICA 

dado  siempre,  al  escribir  estos  artículos,  de  (jue 
precediera,  al  juicio  formado,  un  estudio  serio  de 
los  asuntos  tratados,  para  que,  donde  no  llega  mi 
competencia,  la  sustituya  otra  más  autorizada  por  ser 
propia  de  especialistas  y  de  personas  de  reconocido 
saber  y  experiencia.  Y  hecha  esta  salvedad  de  una 
vez  para  siempre,  que  no  padezco  el  acha(|ue  tonto 
de  quererlo  tratar  y  saber  todo,  haciendo  justicia  á 
cuantos  amigos  me  han  ayudado  con  su  valiosa  cola- 
boración alcanzada  con  el  continuo  trato  y  cruce  de 
ideas,  observaciones  y  comparación  de  objetos,  creo 
que  todos  estos  elementos  reunidos  servirán  para  que 
los  benévolos  lectores  de  este  libro,  formen,  al  fin  de 
la  jornada,  concepto  claro  de  lo  que  significa  el  con- 
curso de  España  en  la  Exposición  de  Chicago,  y  del 
resultado  probable  obtenido  para  honra  patria,  por 
los  diversos  elementos  acumulados  en  las  secciones 
españolas  de  la  misma. 

Una  de  las  colecciones  más  notables  del  cuerpo 
de  artillería  es  la  de  piezas  antiguas  prestadas  por 
el  museo  de  Madrid,  presentando  fases  interesantí- 
simas y  dignas  de  estudio,  de  la  fabricación  de  ca- 
ñones desde  fines  del  siglo  xv  hasta  principios  del 
presente. 

^      ,       ,  (   Hierro  forjado. 

Bombarda  verso.  .      •]    ^ 

(    Duelas,  manguitos  y  aros. 

,^    ,.      .      ,  (   Principios  del  siglo  xvi. 

Medio  ribadoquín.      •]    ^^.  .    .    , 

(   Hierro  forjado  de  una  pieza. 


RAFAEL   PUIG    Y   VALLS  I39 

Medio  cañón  bastardo.  I 

Sacre \  Piezas  de  bronce  construidas 

Falconete )  entre  1500  y  1530. 

Sacabuche. 

Cañón  de   hierro   ba-/  Hierro    forjado.     Construido 

tido  de  los   llama-'  por  D.  Manuel  de  Anciola 

dos  de  12  libras.  .(  en  Tagollaga,  en  1763. 

Obús  de  hierro  batido.  Hierro    forjado.     Construido 

de  los  llamados  de  6-  para    el    Pretendiente  en 

libras '  Tagollaga  y  en  1837. 


La  fundición  de  bronce  de  Sevilla  presenta: 

Un  cañón  de  bronce  comprimido  de  15  centíme- 
tros, que  proyectó  el  coronel  Verdes.  Pesa  tres  tone- 
ladas y  se  emplea  en  servicios  de  plaza  y  sitio. 

Un  obús  de  bronce  comprimido  de  15  centíme- 
tros, que,  para  plaza  y  sitio,  con  peso  de  una  tonela- 
da y  cureña  de  eclipse,  proyectó  el  comandante 
Mata,  y 

Un  mortero  de  bronce  comprimido,  de  15  centí- 
metros que  pesa  475  kilogramos  y  sirve  para  sitio 
y  plaza,  proyectado  también  por  el  comandante  Mata. 

El  esfuerzo  de  nuestros  artilleros,  encaminado  á 
aprovechar  las  grandes  existencias  de  bronce  de  ca- 
ñones antiguos  que  tenemos,  fabricando  piezas  de 
bronce  comprimido,  merece  un  elogio  incondicional, 
porque  no  sólo  muestran  su  patriotismo  aliviando  las 
cargas  del  Tesoro,  sino  grandes  condiciones  de  in- 


14»  VIAJE    A   AMÉRICA 

teligencia  y  conocimientos  técnicos,  al  vencer  las 
grandes  dificultades  que  se  presentan  cuando  se  quie- 
ren fabricar  piezas  aceptables,  compatibles  con  las 
exigencias  modernas  de  la  artillería.  Y  que  estas  di- 
ficultades se  han  vencido,  lo  dicen  los  datos  que 
he  podido  hallar  y  que  al  parecer  demuestran  que 
las  recámaras  resisten,  en  buenas  condiciones,  las  altas 
temperaturas  producidas  por  la  deflagración  de  la  pól- 
vora, spportando  las  rayas,  sin  contratiempo,  el  paso 
del  proyectil.  Las  experiencias  verificadas  al  ensayar 
estos  cañones,  haciendo  unos  300  disparos,  han  de- 
mostrado que  las  piezas  han  resistido  tan  intenso  tra- 
bajo sin  experimentar,  sus  condiciones  balísticas,  gran- 
des modificaciones.  A  pesar  de  esto,  las  personas 
inteligentes  opinan  que,  el  empleo  de  este  metal,  se  li- 
mitará á  ciertos  y  determinados  calibres,  siendo  el  má- 
ximo admitido  para  cañones,  el  de  15  centímetros*,  en 
cambio,  en  los  morteros,  por  sus  especiales  condicio 
nes,  podrá  emplearse  el  bronce  sin  limitación  alguna. 

Se  emplea,  pues,  para  cañones  de  mayor  calibre, 
el  acero,  denominado  metal  guerrero  por  excelencia, 
como  lo  demuestra  Krupp  en  su  cañón  monstruo 
de  122  toneladas,  y  las  planchas  de  blindaje  moder- 
nas, atribuyéndose  á  la  asociación  del  acero  y  el  ni- 
quel,  los  grandes  progresos  alcanzados  en  la  fabrica- 
ción de  éstas  últimas. 

La  fábrica  de  Trubia  presenta: 

Un  cañón  proyectado  por  el  capitán  Sangran  para 


RAFAEL   PUIG  Y  VALLS 


la  artillería  de  montaña  de  Filipinas.  Es  muy  ligero 
y  ha  demostrado  en  las  pruebas  poseer  excelentes 
condiciones.  Se  exhibe  sobre  polines  por  estar  aun 
en  estudio  el  proyecto  de  cureña. 

Un  cañón  de  acero,  montado  en  su  cureña,  proyec- 
tado por  el  coronel  Sotomayor.  No  es  esta  pieza,  la 
de  campaña  que  dio  tanta  fama  á  aquel  distinguido 
artillero,  y  que  hoy  constituye  el  cañón  reglamentario 
de  las  baterías  de  á  caballo,  sino  una  modificación 
del  mismo,  en  que  el  mecanismo  de  cierre  ha  sufrido 
algunas  alteraciones  para  la  adopción  del  estopín  de 
percusión,  con  la  idea,  según  se  me  indica,  de  apli- 
car la  pólvora  sin  humo. 

Pero  no  son  únicamente  las  condiciones  excepcio- 
nales de  esta  pieza  las  que  han  dado  á  su  autor  tanta 
fama  y  popularidad,  si  no  la  prueba  ó  el  resultado 
de  los  esfuerzos  titánicos  hechos  por  el  coronel  Soto- 
mayor,  para  emanciparnos  del  extranjero,  en  la  fabri- 
cación del  material  de  guerra.  Este  resultado  alcan- 
zado ya  casi  en  España,  se  debe  al  coronel  Sotomayor, 
á  cuyo  nombre  parece  justo  asociar  los  de  Ordóñez, 
Mata,  Plasencia,  Verdes,  Francés,  Sangran,  Ferrer, 
Lerdo,  Milán,  Rivera,  Freyre,  cuyo  cierre  se  ha  acep- 
tado en  los  Estados  Unidos  para  algunas  piezas.  Mar- 
cilla  y  Brull  que  han  perfeccionado  gran  parte  del 
armamento  moderno. 

La  fábrica  de  armas  de  Toledo,  exhibe: 

Una  rica  colección  de  reproducciones  de  espadas, 


X42  *  VIAJE   Á   AMÉRICA 

dagas,  alabardas  y  chuzos,  figurando,  entre  las  prime- 
ras, las  de  Isabel  la  Católica,  Hernán  Cortés,  El  Gran 
Capitán,  Pelayo,  Felipe  II,  etc.,  etc.,  y  una  preciosa 
rodela,  copia  del  siglo  xv,  de  acero  repujado,  cince- 
lada, incrustada  y  damasquinada  en  oro  y  plata. 

La  Pirotecnia  militar  de  Sevilla  expone  preciosos 
estuches  con  espoleta,  estopines,  cartuchos  y  balas 
para  fusil;  el  Parque  de  Barcelona  diferentes  fases  de 
fabricación  del  Baste  para  el  cañón  de  montaña  Pla- 
sencia;  el  Parque  de  Sevilla,  juegos  de  armas,  un 
carretón  de  trinchera  y  atalajes  y  monturas  que  han 
llamado  la  atención  por  su  buen  material  y  excelente 
mano  de  obra;  la  fábrica  de  armas  portátiles  de 
Oviedo,  cuatro  panoplias  formadas  con  las  variadas 
piezas  que  el  arte  transforma  para  fabricar  el  fusil 
que  ha  usado  últimamente  nuestro  ejército  y  que  hoy 
se  está  reemplazando  para  no  (juedar  rezagados,  en 
este  período  de  constante  progreso.  S.  M.  el  Rey,  el 
precioso  modelo  de  un  cañón  de  bronce,  y  el  Museo 
de  Ingenieros  del  ejército  una  colección  de  modelos, 
conocidos  ya,  en  su  mayor  parte,  en  Barcelona,  que 
llama  vivamente  la  atención  del  público  por  la  per- 
fección con  que  está  hecho,  y  sobre  todo,  por  el  sis- 
tema de  decorado  que  da  á  los  modelos  un  aspecto 
de  realidad,  en  los  territorios,  fielmente  representados. 
Puedo  citar  entre  ellos  los  de  Cartagena,  Jaca,  Bil- 
.  bao,  obras  del  canal  de  Vento  para  el  abastecimiento 
de  aguas  de  la  Habana  y    la   batería    de    Podaderas 


RAFAEL   PUIG   Y  VALLS  I43 

de  Cartagena,  que  por  su  tamaño  y  la  perfección 
del  tallado  del  mar  y  las  rocas,  y  la  ingeniosa  dis- 
posición de  las  piezas  movibles  que  constituyen  la 
batería  propiamente  dicha,  atrae  constantemente  la 
atención  de  la  concurrencia. 

Se  expone  también  en  esta  sección  una  colección 
de  armas,  herramientas,  equipos  y  monturas  del  arma 
de  caballería,  instalada  con  mucho  gusto  y  arte  en 
muebles  remitidos  de  España. 

De  esta  colección  ha  merecido  entusiastas  elogios 
la  montura  flexible  de  bandas  automáticas  del  co- 
mandante Valdés  por  las  condiciones  de  adaptabili- 
dad á  caballos  de  distinta  configuración. 

Por  último,  hallo  en  esta  sección  una  colección 
numerosa  de  libros  escritos  por  oficiales  del  Ejército. 
Pasan  de  trescientos  los  volúmenes  expuestos,  y  aun- 
que su  número  y  la  extensión  de  las  obras  impida 
formar  concepto  de  su  contenido,  sin  embargo,  por 
los  títulos  que  aparecen  escritos  en  los  Catálogos,  la 
variedad  de  los  asuntos  tratados  y  la  significación  de 
los  autores,  conocidos  en  el  Ejército  y  fuera  de  él, 
nadie  juzgará  que  sea  inmerecida  la  calificación  de 
notabilísima  con  que  puede  honrarse  la  Sección  téc- 
nica y  bibliográfica  de  los  institutos  armados  de  Es- 
paña. 

Forma  sección  aparte,  en  el  edificio  de  Transpor- 
tes, la  Marina  de  guerra  española,  y  quien  no  conozca 
su  valimiento  y  su  significación  en  el  mundo,  deseo- 


144  VIAJE   Á  AMÉRICA 

noce  ciertamente  la  historia  universal.  Agrúpanse  en 
la  sección  tres  elementos  importantes:  un  precioso 
modelo  de  la  carabela  Santa  María,  lazo  curioso  de 
la  historia  marítima  de  la  patria,  entre  la  marina  de 
guerra  y  la  comercial*,  algunos  ejemplares,  modelos 
de  antiguos  navios  y  otras  embarcaciones  de  interés 
histórico,  y  algunos  modelos  de  la  Trasatlántica  es- 
pañola que  preside  el  busto  del  insigne  naviero  An 
tonio  López. 

Como  elementos  varios,  cuento,  como  más  nota- 
bles, las  jarcias  de  la  fábrica  de  Cartagena-,  las  lonas 
y  redes  de  Pedro  Alier,  de  Barcelona;  los  modelos  de 
cañones  para  la  marina,  sistema  Hontoria;  una  ame- 
tralladora, de  valor  histórico,  construida  el  año  1830 
en  Cartagena,  y  el  cañón  de  tiro  rápido  Sarmiento, 
de  mecanismo  sumamente  ingenioso  y  probado  con 
gran  éxito. 

Falta  ya  sólo  citar  el  solígrafo  de  Ristori,  que  ins- 
pecciona automáticamente  el  ánima  de  los  cañones 
con  precisión  admirable,  y  que  ha  sido  juzgado  muy 
favorablemente;  y  la  obra  de  Arqueología  naval,  con- 
siderada como  un  trabajo  de  primer  orden,  de  Ra- 
fael Monleón. 

Grato  es  para  el  que  esto  escribe,  trasladar  aquí, 
la  impresión  favorabilísima  que  ha  causado  en  Chi- 
cago, la  fecunda  y  patriótica  labor  de  los  soldados 
de  la  patria. 


.<^- r  TlT  1  i  I II mi  -f  11  ' 


Palacio  de  la  Ml'jer 

Las  secciones  españolas  de  Señoras 
y  Forestal 

La  modestia  no  es  virtud  americana,  y  así  como 
estas  gentes  creen  de  buena  fe  que  sus  hombres  y 
sus  cosas  son  lo  mejor  del  mundo,  de  la  misma  ma- 
nera y  con  igual  buen  sentido  opinaban  que  la 
mujer  española,  embrutecida  por  la  domesticidad 
y  la  esclavitud,  no  servía  más  que  para  dar  hijos  al 
mundo,  y  doblar  humildemente  la  cabeza  ante  su 
dueño  y  señor,  el  hidalgo  altivo  de  las  leyendas 
patrias. 

Colocada    la   mujer  española    en   nivel   tan  bajo, 


146  VIAJE   Á   AMÉRICA 

creyóse  que  la  preciosa  decoración  que  había  de  en- 
cuadrar los  bordados,  las  pinturas,  los  libros,  y  la  mú- 
sica que  enviaban  las  señoras  españolas,  sería  un  pa- 
bellón de  colores  brillantes  que  escondería  lo  vil  de 
la  mercancía,  y  las  ladies  managers  no  creyeron  nun 
ca  que  la  señora  Dupuy  de  Lome  pudiera  presentar 
un  conjunto  de  trabajos  que  respondiera  á  los  idea 
les  de  una  época  de  civilización  y  progreso,  negado 
hasta  hace  poco  tiempo,  á  la  mujer  española. 

Pero,  en  esto,  como  en  muchas  otras  cosas,  han 
cambiado  de  opinión  las  señoras  americanas-,  lo  que 
parecía  ancho  espacio  para  el  trabajo  de  la  mujer 
española,  resultó  menguado-,  la  decoración  que  debía 
serlo  todo,  queda  siendo  lo  que  debía  ser:  un  marco 
digno  del  cuadro  que  con  singular  pericia  ha  mon- 
tado nuestra  compatriota  la  señora  Dupuy  de  Lome, 
y  como  los  materiales  de  que  dispuso  son  una  her- 
mosa muestra  de  que  la  mujer  española  sintetiza  to- 
dos los  encantos,  que  nadie  más  que  ella  es  hermosa, 
buena,  digna  é  inteligente,  la  instalación  española 
de  Señoras  honra  á  nuestra  patria,  poniendo  un  re- 
paro, que  no  podrá  ya  negarse,  á  la  murmuración  y 
á  la  falta  de  conocimiento  que  ostentaron  hasta 
ahora,  con  notoria  injusticia  y  ligereza,  las  ladies  ame- 
ricanas. 

La  instalación  montada  delante  del  portal  del  sur 
del  Palacio  de  Señoras,  reproduce,  en  escala  redu- 
cida, el  claustro  típico  de  San  Juan  de  los  Reyes,  de 


RAFAEL   PLIG   Y   VALLS 


Toledo.  Sus  anchos  ventanales  en  ogiva  dan  paso  á 
la  escasa  luz  que,  por  deficiencias  del  edificio,  recibe 
del  salón  central,  la  puerta  de  entrada  y  las  venta- 
nas mezquinas  del  Palacio,  y  encerradas  dentro  de 
cristales  de  una  sola  pieza,  aparecen,  en  democrático 
conjunto,  las  obras  de  S.  M.  la  Reina  Cristina,  las 
infantas  de  España,  las  damas  de  nuestra  aristocracia, 
las  señoras  de  la  clase  media  y  baja,  sin  más  preemi- 
nencia que  la  revelada  por  el  mérito  del  trabajo  ex- 
puesto, y  que  constituirá  siempre,  pese  á  la  estúpida 
manía  igualataria  de  la  época,  la  aristocracia  del  espí- 
ritu, la  más  alta,  la  más  pura,  la  única  que  sólo  puede 
transmitir  la  alta  soberanía  de  Dios. 

Guiado  por  la  bondad  de  la  comisaria  señora  Du- 
puy  de  Lome,  llamó  mi  atención  la  preciosa  acuarela 
de  S.  M.  la  Reina  *,  dos  acuarelas  bien  sentidas  de  la 
Infanta  Paz,  que  revela  además  en  sus  poesías  la  be- 
lleza de  su  alma;  dos  bordados  modelo  de  Dolo- 
res Sivilla  y  Enriqueta  Menchaca,  tan  primorosos  y 
acabados  que  se  han  puesto  en  una  vitrina  especial 
á  petición  de  las  señoras  americanas;  bordados,  en 
forma  de  medallones  del  Rey,  la  Reina  y  el  Rey  Al- 
fonso XII,  de  María  Gutiérrez  de  Diego;  los  borda- 
dos en  blanco  de  Águeda  de  Cansegundo,  de  Sala- 
manca; Luisa  Robres,  de  Alicante;  Polonia  Prieto,  de 
Madrid;  Juliana  Grajera,  de  Villafranca  de  los  Barros, 
y  Exuperancia  González  Sánchez,  de  Ciudad  Rodrigo. 

Los  encajes  y  las  blondas  de  la  Viuda  é  hijos  d^ 


1^8  VIAJE    Á   AMÉRICA 

José  Fiter,  en  blanco  y  negro;  las  blondas  y  los  en- 
cajes hechos  á  mano  de  la  Viuda  Vives,  tan  conoci- 
dos en  Barcelona,  y  cuyos  géneros  han  causado  aciuí 
verdadera  admiración;  los  encajes  á  mano  de  Virgi- 
nia Rodríguez  Sampedro,  y  los  que  ha  enviado  la 
comisión  de  señoras  de  Palma  de  Mallorca  y  Tene- 
rife, todos  son  notables  y  dignos  de  figurar  entre  los 
mejores  de  esta  Exposición. 

Entre  las  composiciones  musicales  presentadas, 
figura,  en  primer  término,  Luisa  Casagemas,  con  su 
«Schiava  é  regina,»  cuyas  dos  partituras  han  sido 
premiadas  por  su  música  agradable  y  bien  escrita; 
siendo  también  notables  las  obras  de  Rosa  Mestres, 
Ascensión  Martínez  y  otras. 

En  el  Congreso  de  religiones  han  llamado  la  aten- 
ción los  libros  de  las  señoras  españolas,  entre  las 
que  sobresalen  las  que  han  dedicado  sus  estudios  á 
la  filosofía,  teología,  poesía  é  historia.  El  número  to- 
tal de  libros  expuestos  en  la  biblioteca  es  de  283,  en 
cuyas  portadas  figuran  los  nombres  ilustres  de  Santa 
Teresa,  Concepción  Arenal,  Pardo  Bazán,  Duquesa 
de  Alba,  Biedma,  Isabel  de  Faber,  Coronado,  Juana 
de  la  Cruz,  García  Balmaseda,  Gayangos,  Guerrero 
de  Flaquer,  Gómez  de  Avellaneda,  Grases,  María  de 
Agreda,  Massanés,  Pilar  de  San  Juan,  Barrientes,  y 
otras  que  sería  prolijo  enumerar. 

En  pedagogía,  la  cartilla  sistema  Fraebel,  de  Glo- 
jia  Téllez,  ha  sido  juzgada  muy  ventajosamente. 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


Toda  la  colección  de  libros  ha  merecido  un  pre- 
mio colectivo  en  que  se  hace  resaltar  la  importancia 
y  el  mérito  de  la  obra  literaria  y  científica  de  la 
mujer  española. 

Los  trabajos  expuestos  por  las  señoras  de  la  Ha- 
bana; los  ramos    de  flores  é  imperdibles    de  plancha 


Palacio  de  Bellas  Artes 


de  hierro  cincelado  de  Pilar  y  Dolores  González,  de 
Barcelona;  las  incrustaciones  de  las  señoritas  de  Ibar- 
zabal,  de  Eibar;  las  labores  y  los  trabajos  de  las 
sordo-mudas  de  Valencia  y  cigarreras  de  Zaragoza  y 
Valencia,  todo  ha  merecido  plácemes  y  alcanzado 
triunfos  para  la  mujer  española. 

Algo  debería  decir  acjuí  del  Jurado  de  Bellas  Ar- 


tgO  VIAJE  Á  AMÍRICÁ 

tes  que,  empezando  por  oponer  una  grandísima  resis- 
tencia al  examen  de  las  obras  de  la  mujer,  en  gene- 
ral, después  de  no  pocas  discusiones  y  protestas, 
consiguióse  el  examen  rapidísimo  de  las  pinturas  y 
esculturas  presentadas  por  las  artistas  españolas,  tra- 
tadas con  un  desdén  que  sólo  puede  compararse  al 
dispensado  á  las  obras  de  los  mejores  pintores  del 
mundo  entero. 

Mucho  podría  decir  sobre  esta  preterición,  y  el 
escándalo  producido  por  la  falta  de  estudio,  por  el 
juicio  de  impresión,  por  la  independencia  consentida 
á  los  artistas-peritos  al  juzgar  las  obras,  haciendo  caso 
omiso  de  las  reglas  del  Jurado,  cuando  todos  los  de- 
más las  hemos  acatado  y  obedecido,  por  más  que  no 
las  juzgáramos  acertadas;  pero,  como  alguien  podría 
creer  que  obedezco  á  miras  interesadas  aunque  sea 
justo  el  sentimiento  que  me  ha  causado  la  derrota 
sufrida  por  los  artistas  españoles  en  Chicago,  dejo 
que  personas  más  peritas  que  yo  aclaren  los  miste- 
rios y  traduzcan  los  hechos,  acudiendo  á  las  causas 
que  han  motivado  tan  triste  resultado. 

Y  antes  de  terminar  todo  lo  que  se  refiere  á  las 
secciones  españolas,  algo  he  de  decir  de  la  sección 
forestal,  que  habría  podido  ser  una  de  las  más  inte- 
resantes de  España  y  resulta  tan  pobre  y  tan  deslu- 
cida que  siento  me  haya  tocado  en  suerte  su  insta- 
lación, y  no  haber  conseguido  que  se  renunciara  á 
presentar  colecciones  que  revelan    descuido  y  po(|uí- 


hAFAÉL   frlG  Y  VALLS  1$! 

sima  diligencia  en  cuantos  han  intervenido  en  su  re- 
misión. 

No  quiero  hablar  de  las  mezquinas  colecciones 
enviadas  por  algunos  Institutos,  cuyos  nombres  no 
quiero  recordar,  no  he  de  mentar  tampoco  á  los  tapo- 
neros de  la  provincia  de  Gerona,  que  menos  diligen- 
tes ó  quizás  más  apasionados  que  los  de  las  provincias 
de  Extremadura  y  Andalucía,  no  han  enviado  aquí 
sus  productos,  sin  rival  en  el  mundo;  Dios  me 
libre  de  dar  cuenta  del  papel  que  hacen  repre- 
sentar á  España  los  que  envían  colecciones  oficiales, 
y  muy  hermosas  por  cierto,  de  las  islas  Filipinas,  sin 
estar  catalogadas,  clasificadas  y  con  el  nombre  cien- 
tífico y  vulgar  de  la  especie,  puesto  en  las  respecti- 
vas etiquetas,  porque  todo  esto  me  llevaría  donde  no 
quiero  ir,  y  me  haría  decir  lo  que  más  vale  callar. 

Gracias  que  Cuba  ha  enviado  tres  grandes  piezas 
de  caoba  que  por  su  finura  y  veteado  llaman  pode- 
rosamente la  atención-,  que  en  el  centro  de  la  insta- 
lación he  podido  montar  con  cierta  fantasmagoría, 
que  sólo  puede  engañar  á  los  ignorantes,  unos  para- 
lepípidos  de  madera  de  Filipinas  que,  por  su  variedad 
de  fibra,  finura  y  color,  empalmados  al  tope,  forman 
un  prisma  de  base  rectangular  de  unos  tres  metros 
de  altura  que  viste  y  da  apariencia  á  la  Sección;  que 
la  casa  Torrebadella,  de  San  Martín  de  Provensals, 
ha  enviado  algunas  cascas  para  curtir  pieles,  de  exce- 
lente calidad,  y  que  algunos  taponeros  han  remitido 


152  VIAJE   Á    AMÉRICA 

de  Extremadura  y  Andalucía,  con  algún  ejemplar  de 
corcho  bornizo  y  segundero  en  planchas,  algunas 
cajas  de  tapones  presentables  que  no  dejan  olvidar 
ciertamente  los  excelentes  tapones  para  Champagne 
ni  las  topetas  homeopáticas  de  la  provincia  de  Gero- 
na, tan  admirados  por  la  bondad  de  la  primera  ma- 
teria y  la  excelencia  de  la  mano  de  obra,  en  la  Ex- 
posición de  Barcelona. 

No  menciono  tampoco  lo  que  habrían  podido 
enviar  los  distritos  forestales,  y  con  el  sentimiento 
natural  de  quien  vé  lo  que  habría  podido  ser  la  Sec- 
ción forestal  de  España  y  lo  que  es,  termino  las  co- 
rrespondencias referentes  á  las  secciones  patrias,  en 
la  Exposición  de  Chicago. 


^ 


Vista  de  la  Cuvk  d'Hu.nneuk 


EPISODIOS  DE  LA  EXPOSICIÓN 


Los  Infantes  de   España  doña  Eulalia  y  don  Antonio 
en  Chicago 


No  es  cosa  fácil  seguir,  ni  siquiera  con  el  pensa- 
miento, la  serie  no  interrumpida  de  banquetes,  bailes, 
conciertos  é  iluminaciones  que  durante  la  permanen- 
cia de  los  Infantes  en  Chicago,  se  han  ofrecido  á 
tan  augustos  huéspedes,  y  menos  fácil  ha  de  ser 
para  mí,  que  ocupaciones  precisas  me  han  distraído 
y  privado  de  lo  que  ha  sido  motivo  de  honda  satis- 
facción para  los  españoles,  • 


t54  VIAJE   A  AMÉRICA 

Excuso,  pues,  hablar  de  fiestas  que  la  galantería 
internacional  ha  adornado  con  todos  los  encantos 
del  lujo  y  los  atractivos  de  la  belleza,  para  relatar 
las  puramente  españolas,  dadas  por  los  Infantes,  con 
motivo  de  la  apertura  de  nuestras  secciones  en  los 
palacios  de  la  Exposición,  que  han  honrado  con  su 
asistencia,  dando  ostentoso  realce  á  nuestros  tra- 
bajos. 

Al  día  siguiente  de  su  llegada,  quedaron  abiertas 
la  sección  de  Mujeres  y  la  de  Vinicultura-,  ayer  lo 
(luedaron  también  la  de  Bellas  Artes,  Minería,  Agri- 
cultura, Transportes,  Manufacturas  y  el  pabellón  de 
España,  copia  de  la  Lonja  de  Valencia  en  escala  re- 
ducida, obra  primorosa  que  cobija  nuestros  mejores 
cuadros  y  centro  donde  se  congregaron  ayer  tarde 
las  personas  más  visibles  de  Chicago,  los  jefes  de 
todos  los  Departamentos  de  la  Exposición,  las  Dele- 
gaciones extranjeras  y  público  numerosísimo,  que  in- 
vadió la  planta  baja  al  salir  los  Infantes  de  la  inau- 
guración. 

Desde  las  doce  de  la  mañana,  las  avenidas  de 
nuestra  sección  de  Maufacturas  estaban  invadidas, 
costando  trabajo  mantener  las  vallas  y  el  orden; 
pero,  siendo  el  recorrido  tan  largo,  la  Infanta,  ase- 
diada por  la  multitud  que  tocaba  sus  ropas  con  una 
avidez  extraordinaria,  llegó  á  las  cuatro  y  media  de 
la  tarde  sumamente  cansada,  siendo  además  tanta  las 
afluencia  de  gente  (}ue  era  imposible  dar  un  paso  por 


los  ámbitos  de  la  sección.  Con  tanto  barullo  y  cansan- 
cio era  difícil  poder  enseñar  á  la  Infanta  los  objetos 
expuestos,  por  cuyo  motivo  fué  indispensable  pasar 
rápidamente  entre  la  multitud  para  sostener  las  ansias 
de  este  público,  y  sobre   todo  las  de  estas    mujeres. 


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Pabellón  de  España 


dentro  de  los  límites  marcados  por  la  consideración 
y  el  respeto. 

Al  frente  de  cada  sección  estaban  los  respecti- 
vos comisarios  esperando  á  la  comitiva  real,  agre- 
gándose luego  á  ella  para  salir  juntos  de  Manufactu- 
ras y  embarcarse  en  una  falúa  eléctrica  que  nos  con- 
dujo al  Pabellón  de  España. 

La  banda  del  regimiento  (]ue  lleva  el  nombre  de 


1S6   ■  VIAJE   Á   AMÉRICA 

Zaragoza  tocó  la  marcha  real,  mientras  entraban  los 
Infantes  y  su  comitiva  al  Pabellón,  en  donde  espera- 
ban varias  señoras  de  la  colonia  española  y  cubana, 
y  la  multitud  de  personas  que  habían  sido  invitadas 
á  la  fiesta  inaugural  de  las  secciones  de  España  en 
Chicago. 

Breve  fué  también  la  estancia  de  las  altezas 
reales  en  el  Pabellón,  el  necesario  para  recorrer  la 
planta  adornada  con  los  cuadros  que  han  enviado 
el  Ministerio  de  Fomento  y  varios  expositores,  cuyas 
obras  no  han  cabido  en  las  salas  del  palacio  de 
Bellas  Artes,  con  plantas,  flores  y  alfombras,  y 
tomar  el  lunch  ofrecido  por  la  Delegación  á  los  In- 
fantes, del  que  participó  toda  la  comitiva,  invitados 
y  cuantos  se  acercaron  á  la  mesa  y  se  asociaron  á  la 
fiesta  inaugural  de  la  gran  familia  española. 

Por  la  noche,  la  Infanta  había  convidado  á  su 
mesa  á  los  Directores  de  la  Exposición,  siendo  reci- 
bidos más  tarde  todos  los  que,  directa  ó  indirecta- 
mente, hemos  contribuido  á  enaltecer  el  trabajo  es- 
pañol en  Chicago,  teniendo  para  todos  frases  de 
halago  é  interesante  conversación. 

Por  lo  que  á  Cataluña,  y  á  Barcelona  se  refiere, 
muy  especialmente,  procuraré  reproducir  textualmen- 
te las  palabras  que  se  dignó  dirigirme  la  Infanta, 
cuidando  de  que  la  memoria  no  me  sea  infiel.  «Sien- 
to, dijo,  no  haber  podido  visitar  más  detenidamente 
la  sección  de  Manufacturas  y  admirar    los  ])roductos 


KAIAEI.   rUIG    Y    VALI.S 


catalanes;  ya  sé  yo  que  Cataluña  va  á  la  cabeza  de  los 
adelantos  industriales,  y  que  ac[uí,  como  á  donde  vaya, 
hará  siempre  un  brillante  papel;  felicitóla,  pues,  en 
nombre  de  la  Reina,  que  me  lo  ha  recomendado  ex- 
presamente. Además, 'diga  usted  que  no  olvido,  ni 
olvidaré  jamás  las  atenciones  delicadas  que  me  pro- 
digaron en  Barcelona».  Y  al  darme  á  besar  su  mano 
á  última  hora,  insistió  en  que  supiera  Barcelona  el 
recuerdo  gratísimo  que  guarda  de  los  días  pasados 
en  nuestra  capital. 

Agradecí  como  pude  tan  sentidas  frases,  que  reco- 
jo y  transmito  con  exacta  fidelidad,  como  debió  ser 
fiel  también  mi  pensamiento  al  manifestar  á  la  In- 
fanta Eulalia  que  Cataluña  y  Barcelona  agradecerían 
vivamente  la  felicitación  de  S.  M.  y  la  suya,  como 
yo  estimaba  la  alta  honra  que  me  dispensaba  al  ha- 
cerme mensajero  de  tan  gratas  y  sentidas  manifesta- 
ciones . 

Hoy,  á  las  ocho  de  la  mañana,  dos  escuadrones 
de  caballería  estaban  ya  apostados  junto  al  Palmer 
House,  esperando  la  salida  de  los  Infantes;  á  las 
ocho  y  media  entraban  en  el  Michigan  Depot,  dan- 
do la  Infanta  el  brazo  al  Mayor  de  la  ciudad,  Mr.  Ha- 
rrisson,  toda  la  comitiva  real  y  la  Delegación  espa- 
ñola con  las  señoras  de  la  colonia,  que  han  ofrecido 
por  última  vez  sus  respetos  á  los  ilustres  viajeros. 
A  los  pocos  minutos  partió  el  tren,  oyéndose  un  ¡Viva 
la  Infanta  Eulalia!  que  fué  cordialmente  contestado. 


158  VIAJE   Á    AMÉRICA 

La  estancia  de  los  representantes  de  la  Reina  de 
España  no  podía  ser  larga  si  había  de  evitarse  que 
cediera  por  cansancio  el  entusiasmo  que  han  desper- 
tado en  los  Estados  Unidos,  las  nobles  cualidades  de 
la  Infanta  Eulalia,  que  ha  cuidado  de  los  prestigios 
del  trono,  los  intereses  patrios  y  las  susceptibilida- 
des de  las  democracias  con  un  tacto  exquisito  pro- 
pio de  la  augusta  dama  á  la  cual  se  ha  confiado  una 
misión  delicadísima,  cuyas  dificultades  comprenderán 
fácilmente  cuantos  conozcan  la  idiosincracia  de  un 
pueblo  que  juzga  que  todas  las  americanas  son  rei- 
nas, y  los  hombres  libres  y  soberanos  en  el  seno  de 
una  sociedad  que,  apenas  nacida,  se  cree  superior  á 
cuanto  ha  existido  en  el  mundo,  cantando  cada  día 
sus  glorias  y  sus  triunfos  con  un  desenfado  y  un 
tono  épico  que  enamoran. 

Los  Infantes  no  han  abusado  de  la  hospitalidad 
cordialmente  otorgada  por  este  pueblo  y  del  entusias- 
mo legítimamente  conseguido,  y  esta  mañana  á  las 
ocho  y  media  Chicago  los  ha  despedido  con  pompa 
y  afecto,  envanecido  del  pleito  homenaje  rendido  por 
la  realeza  á  la  democracia  americana,  y  del  éxito  que 
ha  coronado  las  fiestas  dedicadas  á  Colón  y  á  sus 
ilustres  descendientes. 


Convento  de  la  Rábida 


La  llegada  de  las  carabelas 


Una  lancha  de  vapor  del  buque  de  guerra  «Mi- 
chigan», nos  espera  á  las  ocho  y  cuarto  de  la  ma- 
ñana en  Van-Buren;  la  Delegación  española  acude 
puntualmente  á  la  cita  y  se  embarca  pocos  minutos 
después.  Llegamos  al  vapor,  nos  recibe  galantemen- 
te el  comandante  del  buque,  y  mientras  recorremos 
el  barco,  que  brilla  como  una  taza  de  plata,  llega  el 
ministro  de  Marina,  presentan  armas  los  tripulantes, 
se  iza  la  insignia  de  ministro  á  bordo,  y  desde  el 
puente,  é  iluminada  por  un  sol  tropical,  contempla- 
mos la  ciudad,  los  yachts  empavesados  que  siguen  la 


l6o  VlAJli    A    AMKKICA 

estela  del  «Michigan»,  y  el  movimiento,  de  algo  que 
conmueve  á  estas  gentes  ansiosas  de  contemplar  el 
acontecimiento  histórico  preparado,  discutido  y  en- 
salzado hace  muchos  meses  por  todo  el  pueblo  ame- 
ricano. Pásase  una  hora  hablando  con  las  señoras 
(jue  han  (querido  asociarse  á  la  gran  fiesta  hispano- 
americana, y  á  las  diez  nos  avisa  un  marinero  de 
parte  del  comandante,  que  la  flotilla  española  está 
á  la  vista:  el  vapor  acelera  la  marcha,  la  tripula- 
ción se  agrupa  ansiosa  en  los  puentes  para  ver 
aquella  flota  extraña,  remolcada  por  un  buc^ue  mer- 
cante, á  cuyo  frente  va  la  «Santa  María»,  siguiendo 
la  «Pinta»  y  la  «Niña»,  moviéndose  lentamente  en 
aguas  apenas  rizadas  por  el  viento,  empavesadas  las 
carabelas,  cubiertas  de  banderas,  celebrando  la  fiesta 
memorable  y  la  gloria  más  pura  de  nuestra  historia 
y  la  más  transcendental  del  mundo  entero:  la  llega- 
da de  Colón  al  continente  americano,  la  tierra  soña- 
da de  su  ambición,  el  paraíso  que  pintaba  en  su  " 
cerebro  su  poderosa  y  ardiente  sangre  genovesa. 

Nadie  tiene  alientos  para  gritar,  ni  para  levantar 
la  voz-,  el  «Michigan»  se  pone  á  media  milla  de  la 
flota  y  rompe  el  fuego  saludando  al  pendón  de  Cas- 
tilla, que  flota  en  sus  mástiles,  dando  la  señal  á  los 
demás  barcos,  que  rompen  un  fuego  graneado  con- 
testado por  los  falconetes  de  la  «Santa  María»,  pig- 
meos de  hace  cuatro  siglos  saludando  á  los  colosos 
de  los  tiempos  modernos. 


RAFAEL   PUIG    Y   VALLS 


La  Delegación  española,  ansiosa  de  saludar  á 
nuestros  compatriotas,  y  algunas  señoras  españolas 
y  americanas,  saltan  á  la  lancha  de  vapor  que  nos 
espera  y  en  un  momento  nos  ponemos  á  estribor  de 
la  «Santa  María»,  donde  nos  recibe  el  comandante 
Concas  con  la  cordialidad  y   el    cariño    que    es    de 


La  Nao  Santa  Maki^ 


agradecer  al  que  ha  dado  á  su  país  tantas  pruebas 
de  abnegación  y  á  las  glorias  patrias  testimonios  tan 
elocuentes  de  respeto  y  amor,  mantenidos  hasta  el 
fin  de  la  jornada  con  la  inteligencia  y  el  valor  que 
otorgan  al  capitán  Concas  una  página  honrosa  en  la 
historia  de  España. 

Por  lo  que  á  mí    toca,  yo  no    olvidaré    jamás  ei 


ífe  VIAJE   Á   AMéRiCA 

momento  en  que  pude  abrazar  al  compañero  de  co- 
legio, al  amigo  de  toda  la  vida  que  llega  rodeado  de 
tantos  prestigios  á  la  tierra  americana,  fiel  guardador 
y  altivo  representante  de  una  gloria  que  nos  envi- 
dian todos  los  pueblos  y  todas  las  naciones  de  la 
tierra. 

Pocos  instantes  después  recorremos  la  nao,  salu- 
dando con  veneración  aquellas  reliquias  que  son 
nuestro  orgullo,  recuerdos  de  mejores  días,  y  pedazos 
de  aquella  patria  que,  en  tierra  extraña,  crece  y  se 
agiganta  con  los  esplendores  de  sus  variados  climas, 
de  sus  artísticas  ciudades  y  hermosos  campos,  que 
recuerda  nuestro  pensamiento  con  amor  de  hijos 
apasionados.  El  «Michigan»  lanza  un  cable  para  te- 
ner la  honra  de  remolcar  la  flotilla  de  Colujnhus;  la 
marina  de  los  Estados  Unidos  se  pone  al  frente  del 
convoy,  que  treinta  yachts,  en  doble  fila,  escoltan 
mientras  va  en  columna  de  honor  al  fondeadero 
junto  al  convento  de  la  Rábida.  A  medida  que  nos 
aproximamos  á  la  Exposición,  el  número  de  lanchas 
eléctricas  y  de  vapor  va  creciendo,  agitándose  alre- 
dedor de  la  escuadrilla,  solicitadas  por  la  ansiedad 
de  las  señoras  del  país  que  van  en  ellas  ávidas,  de 
influir  directa  y  poderosamente  en  los  acontecimien- 
tos históricos  del  pueblo  americano. 

A  media  milla  escasa  de  la  Exposición,  la  «San- 
ta María»  ancló  en  el  lago,  «El  Michigan»  recoge  el 
cable,  y  en  medio  de  un   silencio    solemne    empieza 


RAFAEL   PUIG   Y  VALLS  163 

el  cañoneo  que  contestan  los  demás  buques  y  la  nao, 
ante  un  público  numerosísimo  que  contempla  el  es- 
pectáculo mudo  y  como  dominado  por  uno  de  los 
acontecimientos  más  hermosos  que  ha  presenciado 
el  mundo  en  este  siglo,  Al  cañoneo  sigue  la  mani- 
festación de  los  vapores  y  lanchas,  pitando  todos  á 
un  tiempo,  y  lanzando  grandes  chorros  de  agua  y  de 
vapor  á  6  y  7  metros  de  altura,  pareciendo  gayseres 
salidos  del  fondo  de  las  aguas  para  saludar  y  admi- 
rar la  gloria  del  gran  genovés. 

Al  propio  tiempo,  esquifes  y  piraguas,  llenos  de 
indios  ostentando  las  galas  de  sus  fiestas,  con  sus 
cuerpos  que  brillan  al  sol,  se  dirigen  rápidamente  á 
la  nao  para  saludar  al  thc  modeni  Columbus,  al  re- 
presentante de  aquel  hombre  blanco  que  debió 
parecerles  un  Dios,  y  que  trajo  á  esta  tierra  la  civi- 
lización cristiana,  desfigurada  por  los  que  persiguen 
al  indio  é  invaden  sus  tierras,  con  tendencia  á  su 
ruina  y  aniquilamiento. 

Los  españoles  estamos  sobrecogidos  de  admira- 
ción, el  espectáculo  de  hoy  vale  el  viaje  y  compen- 
sa las  amarguras  de  toda  clase  que  aquí  hemos  pa- 
sado. Es  difícil  ver  ya  en'  este  orden  de  cosas  algo 
semejante  á  lo  que  hemos  presenciado  y  aplau- 
dido. 

Concas  desembarca  seguido  por  los  marinos  de 
guerra  y  la  Delegación  española  en  la  explanada  que 
hay  enfrente  del  palacio  de  Agricultura,    en    donde 


164 


VIAJE    Á    AMÉRICA 


esperan,  en  perfecta  formación,  tropas  inglesas,  ale- 
manas, rusas,  italianas,  infantería,  caballería  y  arti- 
llería de  los  Estados  Unidos,  y  cerrando  el  cuadro, 
caballería  árabe,  con  sus  típicos  albornoces  y  espin- 
gardas, dando  á  todo  un  colorido  riquísimo  que  sólo 
el  pincel  de  Fortuny  sería  capaz  de  copiar  fiel- 
mente. 


ííV 


I 


riBÜBHBül 


■'.i^t 


Las  cakabelas  Niña  v  Punta 

El  resto  de  la  fiesta  entra  ya  de  lleno  en  el  cliché 
cursi  americano-,  cuatro  ó  cinco  señores  subidos  en 
alta  plataforma  peroran  largo  rato  ensalzando  la  glo- 
ria de  Colón  y  la  civilización  americana,  aplaudién- 
dose frases  como  ésta:  ^<es  una  gloria  ser  español,  es 
es  una  gloria  ser  inglés,  es  una    gloria  ser   america- 


KAFAEI,    Pl'ir,    Y    VALI.S  165 

no,  pero  es  más  glorioso  ser  hombre»;  y  como  yo 
no  entiendo  el  alcance  de  estos  pensamientos,  tam- 
bién aplaudo  con  los  que  aplauden,  poniéndome  á 
la  altura  del  gran  pueblo  americano. 

No  podía  faltar  el  lunch,  el  champagne,  extra- 
drjy  los  brindis  de  rúbrica,  y  cuanto  da  á  los  grandes 
acontecimientos  actuales  el  aire  de  vulgaridad  de 
los  tiempos  democráticos  que  atravesamos,  y  que 
son  el  triste  despertar  de  todo  el  que  siente,  piensa 
y  padece  en  este  mundo  de  miserias. 

No  es  fácil  que  baste  esta  sencilla  descripción 
para  formar  concepto  claro  de  lo  que  he  visto  en 
este  día  memorable-,  ha  sido  todo  ello  tan  hermoso, 
(jue  ni  la  imaginación  pide  más  color,  ni  el  pensa- 
miento más  grandeza,  ni  el  corazón  goce  más  sen- 
tido. Si  el  espíritu  de  Colón  pudo  presenciar  tanta 
belleza,  bien  pudo  creer  que  aquel  paraíso  soñado  lo 
crearon  los  hombres  para  su  gloria,  en  un  solo  día  y 
una  sola  fiesta,  á  orillas  del  gran  lago  Michigan. 


La  catástrofe 


■^"^mf-    'wi^x.^  — J    la  una  y  media  de  la  tarde  de 
^^3^  ^-  íiyer  los  teléfonos  circulaban  á 

:,>^^/^"-  ^^^  cuartelillos  de  bomberos  la 

■'^iWii^kg^^  triste   noticia   de    que   ardía  el 

"    "^  "^•'  edificio  destinado  á  la  conser- 

vación de  substancias  por  medio  del  frío,  llamado 
«Cold  storage  house».  Este  edificio,  situado  en  el 
recinto  de  la  Exposición,  era  inmenso,  pertenecía  á 
una  sociedad  y  ofrecía  al  público  diferentes  servicios, 
relacionados  con  aquélla,  siendo  á  la  vez  instalación 
de  productos  frigoríficos,  destinados  á  la  propaganda 
\  al  estudio.  Su  arquitectura  extraña  le  daba,  á  excep- 
ción de  las  torres  central  y  laterales,  aspecto  de 
convento,  de  grandes  paramentos  desnudos  con  puerta 
central  barroca,  desligada  completamente  del  estilo 
dominante  en  aquéllas, 


l68  VIAJE    Á    AMÉRICA 

Por  SU  arquitectura,  no  era  fácil  formar  concepto 
del  destino  (^ue  tenía  aquel  inmenso  palacio,  de 
cuya  torre  central  se  veía  salir  constantemente  un  pe- 
nacho de  humo  blanco,  no  sé  si  vapor  ó  gases  ([ue 
escapaban  por  la  chimenea  central  á  unos  50  metros 
sobre  el  nivel  de  los  campos  de  la  Exposición. 

De  repente,  el  cupulino  central  empezó  á  arder,  la 
gente  á  alarmarse  y  el  personal  de  bomberos  á  tra- 
bajar con  ardor  para  vencer  al  enemigo.  Ahí,  cuando 
se  (juema  el  hollín  de  una  chimenea,  bastan  unos 
cubos  de  agua  ó  el  enrarecimiento  del  aire,  tapando 
la  boca  de  la  conducción  de  humos  para  acabar  el 
fuego;  aquí,  una  chimenea  de  palastro  puesta  en 
contacto  con  materiales  de  construcción  que  arden 
como  tea,  es  un  peligro  tan  inminente  (^ue  nadie 
duda  del  resultado,  ni  aun  contando,  como  se  cuen- 
ta aquí,  con  un  servicio  de  bombas  y  un  personal 
entendido  y  valiente,  capaz  de  todos  los  sacrificios  y 
dispuesto  á  la  obediencia  ciega  y  pasiva  del  soldado. 
Aquella  llama  que  ardía  en  la  cúpula  parecía  de  fá- 
cil acometimiento,  y  los  bomberos,  obedientes  y  su- 
misos al  mando  del  jefe,  escalaron  la  torre  y  empe- 
zaron á  combatir  las  llamas. 

A  los  pocos  minutos,  el  fuego  traidor,  escondido 
en  la  cubierta,  estalló  de  repente  en  la  base  de  la 
torre,  y  aquellos  hombres,  guiados  por  un  noble  sen- 
timiento, vieron  con  terror  que  á  la  altura  de  150 
pies  se  hallaban  rodeados  de  llamas  por  todas  partes, 


RAKAKL    iniG    Y    VALLS  169 

formando  una  pira  infernal  de  staff  y  madera  que 
no  tardaría  en  consumirse  más  tiempo  que  el  nece- 
sario para  formular  la  resolución  extrema  los  que  ha- 
bían de  elegir,  en  breves  segundos,  entre  morir  en 
un  brasero  ó  aplastados  contra  el  suelo. 

Un  grito  hondo  de  angustia,  lanzado  por  20,000 
personas  que  contemplaban  la  catástrofe,  advirtió  á 
aciuellos  desdichados  la  realidad  de  su  situación. 
])e  pronto,  se  observó  que  aquellos  hombres  se  arre- 
molinaban, se  apoyaban  unos  contra  otros,  como  bus- 
cando •  mutua  protección,  silenciosos,  convencidos 
c^uizá  de  que  era  inútil  pedir  ayuda,  que  sólo  mila- 
grosamente podrían  alcanzar.  Del  grupo  se  desprende 
violentamente  un  bombero,  desata  una  cuerda,  forma 
un  nudo,  la  cuelga  de  un  ángulo  saliente  de  la  torre 
y  empieza  á  descender.  La  atadura  cede,  y  el  desdi- 
chado bombero  se  desploma  y  muere  al  pie  del 
muro.  Los  demás,  con  la  asfixia  en  el  pecho,  y  el 
terror  de  las  llamaradas  que  suben  como  un  volcán 
por  el  perímetro  entero  de  la  torre,  no  vacilan  ya; 
unos  tras  otros  se  tiran,  manteniendo  el  cuerpo  rígi- 
do durante  algunos  segundos,  mientras  les  queda  un 
resto  de  vigor  y  de  esperanza,  dando  vueltas  ense- 
guida, como  una  campana  que  voltea  para  estrellarse 
contra  las  aristas  vivas  del  edificio,  desvanecidos  ó 
locos  de  terror,  muertos  antes  del  choque,  rendidos 
por  las  angustias  de  acjuella  hora  suprema.  Dos  bom- 
beros, dos  íntimos  quizá,  se  abrazan  antes  de  morir* 


17°  VIAJF.    A    AMHKICA 

el  último,  el  capitán,  coge  una  cuerda  hallada  en  una 
de  las  aristas,  empieza  á  bajar,  y  la  cúpula  cede,  y 
cede  la  torre,  y  el  hombre  desaparece  confundido 
entre  los  materiales  que  arden,  formando  un  montón 
informe,  brasero  inmenso  en  donde  se  calcinaron  en 
un  momento  los  huesos  de  aciuel  héroe,  víctima  vo- 
luntaria de  su  deber  y  su  propio  error. 

Las  gentes  ya  no  tienen  valor  para  presenciar 
aquel  terrible  espectáculo,  los  hombres  más  bravos 
vuelven  la  cara,  las  mujeres  lloran  y  se  desmayan,  y 
el  incendio  crece  azotado  por  el  viento,  viéndose  en 
las  innumerables  ventanas  del  edificio  puntos  lumi- 
nosos (jue  corren  y  se  propagan  con  una  velocidad 
aterradora. 

Una  hora  después  todo  el  palacio  ardía,  las  torres 
laterales  se  desplomaban,  y  no  quedaban  en  el  aire 
más  que  los  hierros  retorcidos,  formando  extrañas 
figuras,  obra  de  un  calambre  es]xantoso  en  el  seno  de 
la  muerte.  Los  bomberos,  ya  no  luchan,  miran  agita- 
dos á  todas  partes,  temiendo  i)or  la  Exposición  en- 
tera; el  edificio  más  cercano,  un  cuartelillo  de  bom- 
bas, arde  también,  y  de  las  casas  cercanas  al  sitio  de 
la  catástrofe,  se  tiran  ya  muebles,  ropas...  es  el  pá- 
nico que  corre  como  un  reguero  de  j)ólvora,  ante 
aquella  inmensa  hoguera  (jue  necesitaría  un  mar  para 
apagarse. 

Y  la  muchedumbre  que  ha  ido  á  Jackson  Park  á 
divertirse,  á   gozar   de  un  día  de  sol  espléndido,  de 


RAFAEL    PUIG   Y   VALLS  17I 

fresca  brisa,  se  siente  agitada  y  enloquecida  por  la 
l)alabra  «explosión»,  y  de  repente,  hombres,  mujeres, 
niños,  salimos  todos  corriendo,  sin  saber  á  donde  di- 
rigirnos, temiendo  que  los  caballos  nos  van  á  atro- 
])ellar,  caballos  furiosos  que  no  sé  de  donde  han  sa- 
lido y  (lue  huyen  aterrorizados  de  aquel  fuego  que 
hace  estallar  los  depósitos  de  amoniaco  empleado  en 
las  mezclas  frigoríficas,  esparciendo  la  muerte  y  el 
terror  por  todas  partes. 

Por  fin,  á  las  cuatro  de  la  tarde,  cuando  ya  no 
quedan  más  que  cuatro  muros  ennegrecidos  y  el  es- 
queleto de  hierro  del  palacio,  la  Morgue,  la  triste 
Morgue  de  esta  Exposición  que  ha  costado  centena- 
res de  vidas  y  contará  las  ruinas  por  millares,  se  va 
llenando  de  cuerpos  carbonizados,  de  seres  que  han 
muerto  heroicamente,  sin  un  grito,  ni  una  protesta, 
de  otros  que  han  sucumbido,  sin  gloria,  aplastados, 
y  entre  ellos  alguno  que  dormía  el  sueño  del  borra- 
cho, todos  mezclados  y  confundidos  por  la  igualdad 
aterradora  de  la  muerte. 

Treinta  muertos  van  contados  hasta  hoy,  muchos 
heridos  que  también  morirán,  viudas  y  huérfanos  que 
amparará  la  caridad  pública,  constituyen  el  balance 
espantoso  de  lo  que  es  obra  del  descuido  y  de  la 
falta  de  escrúpulo  con  cjue  se  miran  aquí  los  proble- 
mas más  importantes  de  la  vida  humana.  Si  ayer 
hubiese  soplado  viento  del  Sur,  casi  puede  asegurar- 
se que  la  Exposición  habría  ardido  toda,  producién- 


172  '  VIAJE    Á   AMÉRICA 

dose  una  de  las  mayores  catástrofes  de  la  historia. 
Hoy  cunde  la  noticia  de  que  la  municipalidad  de 
Chicago  enviará  una  comisión  de  estudio  para  averi- 
guar las  condiciones  de  solidez  y  seguridad,  contra 
incendios,  de  los  edificios  de  la  Exposición-  pero  me 
parece  tiempo  perdido  y  satisfacción  irrisoria,  porcjue 
acjuí  se  vive  de  milagro,  y  todos  lo  sabemos,  sin  ne- 
cesidad de  que  nos  lo  digan  los  procuradores  de  la 
grande  urbe  americana. 


El    MlDWAV    l'LAlbANCÜ 


El  Midway  plaisance 


El  Midway  forma  en  el  campo  de  la  Exposición 
una  especie  de  anexo,  estrambote  alegre  de  un  so- 
neto que  guarda  la  nota  picaresca  para  los  dos  úl- 
timos versos,  siendo  los  doce  primeros  obra  maestra 
de  afamado  é  ilustre  poeta.  Y  que  esto  es  así,  voy  á 
probarlo,  acudiendo  á  algo  que  está  fuera  de  lo  que 
encierran  barracones  y  palacios,  casas  de  fieras  y 
templos  faraónicos,  villajes  irlandeses,  alemanes  y 
austriacos,  teatros  turcos,  persas  y  argelinos,  pobla- 
ciones javanesas  y  campos  indios,  montañas  rusas  y 


t?4  VIAJE   A   AMÉRICA 

Ferris-wheel,  porque  todo  esto  con  ser  muy  pintores- 
co y  muy  bonito,  si  se  pone  la  imaginación  al  ser- 
vicio de  esas  empresas,  aun  siendo  la  descripción 
muy  colorista,  de  seguro  verá  el  lector  un  cuadro 
más  animado  cerrando  los  ojos,  que  abriéndolos 
desmesuradamente,  para  leer  los  desabridos  párrafos 
del  colaborador  corresponsal  de  La  Vanguardia  en 
la  Exposición  de  Chicago. 

Lo  que  ya  no  es  tan  fácil  de  ver,  es  lo  que  voy  á 
describir  aquí,  si  no  se  conoce  el  país  y  no  se  estu- 
dian con  algún  cuidado  las  costumbres  y  la  idiosin- 
cracia  de  estas  gentes.  He  visto  a(]uí  tantas  cosas 
y  tan  notables,  que  valen  la  pena  de  ser  contadas, 
(jue  lo  único  c^ue  me  aflige,  es  no  saber  narrarlas 
con  el  color  local  cuya  fiel  traducción  bastaría  para 
acreditar  al  autor  de  tan  interesante  estudio.  Hoy 
va  sólo  una  hoja  suelta,  que  no  sé  si  tendré  valor 
algún  día  de  enlazar  con  un  trabajo  de  mayor  al- 
cance que  tendría  sumo  gusto  en  publicar,  dedican- 
do á  la  mujer  norte-americana  la  atención  (jue  me- 
rece su  rápido  desenvolvimiento  en  el  fecundo  cam- 
po de  la  libertad. 

Los  que  crean  que  la  mujer  libre  es  en  la  Amé- 
rica del  norte  una  excepción,  se  equivocan  grande- 
mente; la  mujer  aquí  no  tiene,  ni  pone  límites  á  sus 
iniciativas:  la  niña,  la  mujer  casada  ó  viuda,  la  de 
alta  clase  y  la  de  mísera  condición,  todas,  absoluta- 
mente todas,  viven    según  cuadra    á  su  fantasía,  sin 


bAFAEL  Pl'IG    Y   VALLS 


t7S 


más  preocupación  que  el  ejercicio  absoluto  é  indis- 
cutible de  su  libre  albedrío  y  omnímoda  voluntad. 
No  me  chocará  que  alguien  dude  de  afirmación 
tan  categórica,  porque  yo  mismo  he  necesitado  ver 
para  creer;  hoy  ya  no  dudo,  ni  tengo  inconveniente 
alguno  en  afirmar  que  la  familia,  tal  como  la  enten- 
demos en  Europa,  tal  como    la  necesitamos  y    exigi- 


La  kleda  Fekkis 


mos  en  España,  no  existe  aquí.  Y  porque  esto  es 
así,  las  hipocresías  de  estas  gentes  resultarían  tenta- 
doras para  Paúl  de  Kock  si  viviera,  y  muy  dignas 
de  ser  contadas,  aunque  sea  sin  llevar  la  vestidura 
con  que  podría  adornarlas  pluma  mejor  cortada  ({ue 
la  mía. 


176  VIAJE  Á  AMÉRICA 

¿Quién  no  conoce  en  Europa  y  América  el  céle- 
bre Board  of  Ladies,  con  su  palacio  destinado  al 
trabajo  de  la  mujer  en  el  mundo,  sus  congresos  y 
fiestas  espléndidas,  sus  sesiones  borrascosas  en  que 
una  dama,  haciendo  oficios  sacerdotales,  eleva  las 
manos  al  cielo  para  pedir  la  bendición  de  Dios, — 
que  no  debe  concederla  si  he  de  juzgar  poco  cari- 
tativa y  cristiana  la  manera  como  se  acusan  unas  á 
otras  de  corruptoras  y  corrompidas, — y  cuanto  se  ha 
contado  y  escrito  acerca  de  la  mujer,  desde  que  as- 
pira á  probar  que  vale  más  moral  é  intelectualmen- 
te  que  el  hombre?  Pues  esas  señoras  se  reunieron 
un  día  en  sesión  y  una  de  ellas,  altamente  escanda- 
lizada de  los  espectáculos  ofrecidos  al  público  en  el 
«Midway  plaisance»,  presentó  á  la  mesa  una  moción 
encaminada  á  investigar  detenida  y  concienzuda- 
mente cuántos^  en  qué  forma,  y  en  qué  sitios,  se 
efectuaban  los  actos  inmorales  que  la.  habían  afecta- 
do tan  hondamente,  pues  lloraba  con  amargura  al 
narrar  los  horrores  del  «Midway»  la  dama  denuncia- 
dora del  comité  de  señoras  de  la  Exposición. 

Nombróse  una  comisión  compuesta  de  tres  seño- 
ras, no  he  podido  averiguar  si  había  alguna  soltera 
entre  ellas,  para  que  estudiara  detenidamente  el 
asunto  y  reconociera  los  sitios  de  corrupción  en 
donde,  según  pública  voz  y  fama,  se  falta  á  las  re- 
glas de  moral.  Las  señoras  nombradas  aceptaron  tan 
triste  misión,  y  levantándose  las  sayas  para  no  man- 


RAKAKI.    rriG    Y    VAI.I.S  177 

charse  con  el  lodo  de  la  corrupción,  fueron  reco- 
rriendo tarde  y  noche  los  teatros  y  barracones  de 
dancing  girls  en  donde  se  baila  la  danse  du  ventre  y 
otros  bailes  parecidos  para  distraer  á  la  bohemia 
universal  (jue,  en  todas  las  exposiciones,  representa 
el  papel  alegre  de  fiestas  en  que  la  ciencia  y  el  arte, 
la  industria  y  el  comercio  son  excusa  poco  alhaga- 
dora  para  toda  clase  de  corrupciones. 

Lo  que  aquellas  señoras  vieron  allí,  Dios  y  ellas 
lo  saben;  tres  días  seguidos  con  sus  noches,  dan 
larga  tregua  para  carga  tan  pesada,  y  tras  tanto  su- 
frimiento y  amargura  tanta,  las  señoras  se  reunieron 
y  deliberaron-,  las  investigadoras  relataron  dichos  y 
hechos  cai)aces  de  sonrojar  á  una  estatua,  y  las  tres 
estuvieron  conformes  en  asegurar  que  preferirían  ver 
muertos  á  sus  hijos  que  saber  que  frecuentaban  si- 
tios que  prostituyen  y  rebajan  la  dignidad  hu- 
mana. 

Las  tres  hijas  de  Sión  lloraron  amargamente,  y 
con  ellas,  la  mayoría  del  Board  of  ladies,  que  acu- 
dieron inmediatamente  á  la  Dirección  general  de  la 
Exposición,  para  que  cerrara  los  sitios  del  «Midway» 
que  escandalizan  al  mundo  con  sus  horrores  é  ini- 
quidades. 

Al  día  siguiente,  la  policía  ordenaba  al  director 
del  teatro  persa  la  clausura  del  local.  Este  pobre 
diablo  (¡ue  había  gastado  una  crecida  cantidad  en 
montar  el  espectáculo,  y  adquirir   el  derecho  de  ex- 


178  VIAJE    Á    AMÉRICA 

hibirlo,  quiso  averiguar  la  causa  de  orden  tan  radi- 
cal á  los  tres  meses  de  abierta  la  Exposición,  y 
supo,  con  sorpresa,  que  la  reclamación  que  motiva- 
ba la  orden  de  cierre  del  local,  estaba  fundada  en 
la  queja  producida  por  las  señoras  que  juzgan  inmo- 
ral el  baile  que  se  ofrece  al  público  en  el  teatro 
persa. 


Una  calle  del  Midway 


Las  exclamaciones  del  director  resultaron  tan  ex- 
presivas como  pintorescas.  «Las  señoras  del  «Board 
of  ladies»,  dijo,  se  presentaron  ostentando  sus  me- 
dallas y  con  la  pretensión  de  que  se  las  colocara  en 
primer  término,  sin  pagar  los  derechos  de  entrada. 
Accedí  gustoso  á  la  petición,  estuvieron  muy  alegres 


KAFAEI,   rUIG    Y   VAI.I.S 


y  satisfechas,  tomaron  café  gratis,  y  se  hacían  len- 
guas de  lo  bonitas  que  son  7ny  poor  girls,  y  de  lo 
bien  que  bailan  y  cantan  los  típicos  aires  del  país. 
Estuvieron  tres  horas  mortales  presenciando  el  es- 
pectáculo, y  volvieron  al  día  siguiente  con  las  mis- 
mas pretensiones,  y  alcanzando  los  mismos  resulta- 
dos. Si  aquellas  señoras  creen  que  mi  teatro  es  un 
lugar  de  corrupción,  lo  mejor  que  habrían  podido 
hacer  era  no  venir  y  no  exponerse  á  manchar  sus 
vestidos  en  tan  inmundo  lugar;  esto  habría  sido  me- 
jor para  su  reputación  y  mis  intereses.» 

Lo  que  ha  pasado  después  no  lo  sé;  registré  con 
cuidado  la  prensa,  y  especialmente  The  Chicago  He- 
rald durante  tres  ó  cuatro  días  después  de  haber 
publicado  la  réplica  contundente  del  director  del 
teatro  persa,  y  no  he  sabido  ver  la  respuesta  de  las 
señoras,  que  quizá  han  creído  deber  contestar,  con 
el  desdén,  las  insolentes  palabras  de  aquel  galeoto, 
contentas  y  satisfechas  de  haber  realizado  tan  magis- 
tralmente  una  obra  de  higiene  moral  digna  de  las 
mayores  alabanzas. 

Lo  que  hay  es  que,  al  día  siguiente,  los  teatros 
se  llenaron  de  gente  de  todos  colores  é  iguales  vicios; 
que  las  dancing  girls  continúan  cantando  y  haciendo 
contorsiones  y  gestos  que  tienen  más  de  asqueroso 
cjue  de  lúbrico,  y  que,  después  de  tantas  lágrimas  y 
tantas  exclamaciones  que  parecen  lamentos  arranca^ 
dos  de  los  libros  santos,  lo  únjco  que  se  ve  claro  y 


i8q  viajf  á  amkkica 

evidente  es  la  escasa  eficacia  (jue  resulta  de  emplear 
plumeros  de  blando  material  para  barrer  y  limpiar 
cloacas,  y  que,  en  cualquiera  otra  i)arte  (jue  no  fue- 
ra la  América  del  norte,  lo  que  se  habría  visto,  sin 
necesidad  de  practicarlo,  es  que,  en  aquella  prueba 
(juedaría  manchada  la  pluma,  (juedando  la  cloaca 
tan  nauseabunda  y  tan  mal  oliente  como  estaba 
antes  de  usar  un  agente  digno  de  más  altas  empre- 
sas y  más  sentidas  aspiraciones. 


Palacio  del  concurso  de  la  belleza 


Cosas...  de  los  Estados  Unidos 


Hace  falta  aquí  una  inteligencia  de  primer  orden 
que  estudie  profundamente  el  movimiento  que  surge 
y  se  desarrolla  en  este  campo  fecundo,  donde  se 
aplauden  todas  las  extravagancias,  y  se  conciben  y 
plantean  las  ideas  más  atrevidas  y  más  peligrosas. 
Estoy  tan  absorto  y  tan  fuera  de  mi  centro  que  á 
veces  se  me  figura  que  vivo  en  un  planeta,  que  no  es 
T.a  Tierra,  y  que  todos  mis  prejuicios,  ideas  y  senti- 
mientos están  en  rebeldía  perpetua  en  mi  cerebro, 
luchando  con  una  corriente  de  fuerzas  variadas,  cuya 
resultante  no  sé  hallar,  por  más  ([ue  busco  con  avidez 


182  VIAJE   A   AMERICA 

la  verdad,  y  la  dirección  (lue  sigue  la  novísima  y  qui- 
zás mal  definida  civilización  americana. 

Y  que  esa  inteligencia,  capaz  de  abarcar  en  su 
conjunto  los  fenómenos  variadísimos  que  se  realizan 
en  el  seno  de  esta  sociedad,  es  indispensable  que 
venga  á  estudiar  estos  grandes  movimientos  de  la 
opinión,  lo  dice,  entre  otras  cosas,  el  Congreso  de  las 
religiones  que  se  está  realizando  en  el  Art-Palace  de 
Chicago,  en  donde  alternan  las  altas  dignidades  de 
la  Iglesia  católica,  con  protestantes,  mahometanos, 
budistas,  clérigos  de  levita,  señoras...  buscando  todos, 
al  parecer,  una  religión  ideal,  única,  especie  de  «vo- 
lapuk» espiritual  que  resuma  todas  las  aspiraciones  y 
los  ideales  místicos  de  la  humanidad. 

Y  dijo  el  presidente  en  su  discurso  inaugural:  «Nos 
reunimos  aquí  los  que  buscamos  la  verdad,  las  gentes 
que  odiamos  el  error,  único  enemigo  de  la  humanidad». 
Y  han  hablado  los  catóUcos,  los  protestantes  de  los 
más  variados  matices,  los  judíos,  los  mahometanos, — 
sólo  silbados  cuando  han  defendido  la  poligamia, — 
los  hijos  de  Budha  y  Confucio,  y  todos  han  sido  es- 
trepitosamente aplaudidos,  porque  los  concurrentes 
opinan  que  en  todas  las  llamadas  religiones  hay  un 
fondo  de  verdad,  de  justicia  y  de  aspiraciones  eleva- 
das, que  son  santas  y  dignas  de   eterna  recompensa. 

Y  los  que  nos  hemos  criado  en  un  rincón  de  Es- 
paña, donde  hemos  aprendido,  porque  así  nos  lo  han 
enseñado,  que  no  hay  más  ciue  una  religión  verdadera, 


RAFAEL  rUIG  Y  VALLS  1 83 

y  que  no  debemos  admitir  sicjuiera,  como  no  sea  en 
el  santo  y  fecundo  campo  de  la  caridad,  á  los  que 
profesan  ideas  religiosas  distintas  de  las  nuestras,  al 
ver  á  las  dignidades  más  altas  de  la  Iglesia  católica 
aceptar  sin  recelos,  la  cooperación  de  personas  ani- 
madas, sin  duda  alguna,  aun  dentro  del  error,  de  las 
mejores  intenciones,  en  la  difusión  de  diversas  ideas 
religiosas,  la  inteligencia  mejor  templada  siente  des- 
fallecimientos, pensando  si  en  este  fin  de  siglo  se  des- 
atan vientos  de  rebeldía  y  de  locura  en  todas  partes 
ó  si  de  esta  civilización,  de  apariencia  externa  seme- 
jante á  la  nuestra,  y  sin  embargo,  tan  distinta  y  tan 
variada  porque  no  encarna  en  esta  sociedad  ferozmente 
individualista,  va  á  surgir  un  mundo  nuevo  que  rege- 
nere la  sangre  y  el  espíritu  de  la  hum^-nidad. 

No  tengo  fuerzas  para  dilucidar  problemas  tan  hon- 
dos; planteada  queda,  en  mi  concepto,  una  nueva  faz 
del  movimiento  religioso  en  el  mundo,  y  seguirlo  para 
atajarlo  ó  encauzarlo,  si  es  menester,  será  una  obra 
de  alta  sabiduría,  ya  que  no  es  posible  sospechar  si- 
.  quiera  que  sea  sólo  episodio  de  una  Exposición,  obra 
en  que  han  intervenido  ó  intervienen  las  más  altas 
inteligencias  de  todas  las  iglesias  americanas,  y  los 
más  templados  propagandistas  de  las  religiones  asiá- 
ticas y  africanas. 

Y  dejando  esta  nota,  tan  llena  de  preocupaciones 
y  tristezas,  otro  signo  característico  de  los  tiempos  y 
las  sociedades  americanas  se  ha  presentado    en  los 


104  VIAJE  Á   AMÉRICA 

campos  de  la  Exposición  con  motivo  de  la  fiesta  del 
Estado  de  Yowa. 

Los  Estados  de  la  Unión  tienen  aquí  su  casa  pay- 
ral,  formando  los  edificios  de  cada  uno  de  ellos  una 
calle  de  variada  arquitectura,  extraña  á  veces,  inte- 
resantes y  dignos  todos  de  visitarse.  Lujosamente 
amueblados,  con  salones  de  lectura,  restaurant,  es- 
critorio, miranda,  etc.,  son  puntos  de  reunión  para 
las  familias  que  visitan  la  Exposición  y  hallan  acjuí 
un  refugio  tranquilo  y  lujoso  en  la  casa  comunal 
eregida  á  la  sombra  de  la  bandera  del  Estado  res- 
pectivo. Cada  uno  de  ellos  celebra  su  fiesta,  y  los 
voluntarios  vienen  con  sus  músicas,  banderas  y  uni- 
formes á  ostentar  su  bizarría  en  los  campos  de  la 
World' s  Fair.  Mandados  por  un  jefe  de  alta  gradua- 
ción, evolucionan  en  la  gran  plaza  de  la  Adminis- 
tración general,  formando  en  parada  y  recorriendo 
las  principales  calles  de  la  ciudad  blanca.  Acude  á 
estas  fiestas  un  gentío  inmenso,  y  las  sociedades 
desfilan  ante  gentes  curiosas  de  presenciar  los  abiga- 
rrados colores  de  las  cintas,  los  botones  y  las  ban^ 
das  de  la  democracia  americana. 

El  batallón  de  Yowa  ha  presentado  una  nove- 
dad que  aplauden  munchas  gentes,  aunque  nadie  se]ia 
explicarse  el  entusiasmo  que  inspiran  cincuenta  mu- 
chachas uniformadas,  que,  entre  las  compañías  de 
soldados,  forman  una  de  amazonas  armadas  de  lan- 
zas, mandadas  por  dos  muchachas  (|ue  llevan  espada 


bAFAEL   rriG   Y   VALLS  1^5 

al  cinto  y  evolucionan  con  cierta  marcialidad  á  pe- 
sar de  las  faldas  y  la  impedimenta  propia  del  traje 
femenino.  Nadie  explica  la  misión  que  se  supone  á 
esas  muchachas,  porque  en  tiempo  de  paz,  como  no 
sea  por  el  gusto  de  lucir  unas  faldas  y  chacjuetita 
azul,  una  pechera  blanca  abollada,  una  gorrita  ma- 
rinera y  unos  guantes  blancos  que  suavizan  el  con- 
tacto de  un  arma  tan  inofensiva  como  es  la  lanza  que 
llevan,  no  sé  para  qué  han  de  servir. 

Por  lo  demás,  y  confieso  humildemente  mi  atra- 
so, yo  preferiría  ver  á  esas  señoritas  remendando  las 
camisas  de  sus  padres  y  hermanos,  antes  que  des- 
empeñando un  servicio  que  nadie  les  exige,  y  que 
lucha  abiertamente  con  la  especial  condición  de  la 
mujer  en  el  mundo. 

Pero  aquí  todo  reviste  formas  tan  extrañas,  que 
no  hay  extravagancia  que  no  sea  acogida  con  sim- 
patía, capricho  qué  no  pueda  realizarse,  ni  exceso 
que  no  pueda  consentirse.  Figúrense  mis  lectores, 
á  un  jefe  de  Estado  á  quien  se  le  subleva  una 
ciudad,  Roanoke-Virginia,  en  donde  una  turba  de 
3,000  hombres  lincha  al  negro  Smith,  lo  cuelga  de 
un  árbol,  forma  una  pira  en  la  plaza  y  lo  quema;  y 
no  contenta  con  tanto  desmán,  persigue  al  alcalde  y 
al  jefe  de  las  tropas  para  lincharlos  también,  y  mien- 
tras todo  eso  sucede,  el  gobernador  disfruta  de  las 
delicias  de  la  IVor/d's  Fair  sin  (jue  se  preocupe  un 
solo  instante  de  lo  que  acontece  en  su  Estado,    ([ue 


l86  VIAJE  Á  AMÉRICA 

cree  ser  el  mejor  de  los  mundos,  y  á  quien  no  so- 
brecogen ni  espantan  las  noticias  que  lee  en  los  pe- 
riódicos, ni  cuida  nadie  de  advertirle  que  ha  de  re- 
gresar á  su  país  y  poner  coto  á  tanto  escándalo  y 
desmán,  porque  confía  en  que  las  cosas  se  arregla- 
rán por  sí  mismas,  cuando  estén  allí  cansados  de  an- 
dar á  tiros  y  sablazos,  que  todo  tiene  fin  en  el  mun- 
do, hasta  la  maldad  de  las  gentes. 

Y  para  consuelo  de  los  que  se  asustan  de  lo  que 
ocurre  en  España,  en  donde  nos  figuramos  que  nues- 
tro pueblo  es  lo  peor  del  mundo,  y  tener  una  idea, 
nosotros,  los  desgobernados,  de  lo  que  son  estas  au- 
toridades, vean  mis  benévolos  lectores  con  que  cal- 
ma y  sangre  fría  se  explica  el  gobernador  del  Esta- 
do de  Virginia,  acerca  del  motín  de  Roanoke, 
M.  Kinney,  según  relación  del  periódico  más  acre- 
ditado de  esta  ciudad  el  The  Daily  ínter  Ocean. 

Un  repórter  supo  que  dicha  autoridad  se  hallaba 
en  el  edificio  de  Virginia  de  esta  Exposición,  y  allí 
se  dirigió  en  busca  de  Mr.  Mac-Kinney,  para  saber 
lo  que  pensaba  de  los  sucesos  de  Roanoke. 

Dice  el  repórter:  «El  gobernador  es  un  anciano 
de  agradable  aspecto,  de  bigote  y  cabello  cano.  Le 
hallé  en  mangas  de  camisa,  con  los  pies  descalzos, 
apoyados  sobre  un  pupitre  y  á  la  altura  de  su  cabeza, 
llevando  unos  calcetines  de  lana  irreprochables,  y 
ofreciendo  el  aspecto  de  una  persona  que  goza  de 
la  vida. 


RAFAEL   PLIG   Y   VAl.LS  187 

Cuando  le  pregunté  acerca  de  la  revuelta  de 
Roanoke,  contestóme  complacido  que  no  tenía  más 
noticias  c^ue  las  publicadas  en  los  diarios,  inclinán- 
dose á  creer  que  eran  exageradas. 

«Porque,  dijo,  los  diarios  suponen  que  el  alcal- 
de Trout  está  herido  en  un  pie,  que  las  tropas  hicie- 
ron 25  disparos  y  mataron  ó  hirieron  á  29  personas, 
lo  que  no  deja  de  ser  una  buena  puntería-,  y  que  no 
había  preguntado  á  nadie  lo  ocurrido,  ni  nadie  se 
había  preocupado  del  asunto.» 

De  todo  ello  infería  que  el  alcalde,  que  es  un 
buen  ciudadano,  habría  obrado  con  la  energía  nece- 
saria, consintiendo,  y  esto  lo  añado  yo,  que  lincha- 
ran, ahorcaran,  arrastraran  á  un  negro,  y  lo  quema- 
ran é  incineraran    en  una  vía   pública  de  Roanoke. 

Si  todo  esto  no  parece  á  mis  lectores  civilizador, 
patriarcal  y  digno  de  envidia,  será  porque  son  difí- 
ciles de  contentar. 


La  calle  del  Cairo 


Antagonismos  cntic  americanos 
y  europeos  acerca  del  Jurado 


Uno  de  los  organismos  más  importantes  de  las 
Exposiciones  universales  es  el  del  Jurado.  La  garantía 
de  los  intereses  generales  y  la  cortesía  internacional 
exigen  que  las  naciones  extranjeras  que  concurren  á 
un  certamen,  conozcan  de  antemano,  cómo  y  cuándo 
ha  de  funcionar  un  organismo  que,  debiendo  reunir 
las  condiciones  de  competencia,  imparcialidad  y  sa- 
ber requeridos  en  esta  clase  de  servicios,  satisfaga 
aquellas   condiciones,    sin  las    cuales    la   función  del 


igo  VIAJE    A    AMHKICA 

Jurado  se  convertiría  en  una  farsa  indigna  de  hom- 
bres serios. 

Y  sin  embargo,  en  América  se  entiende  todo  esto 
de  otra  manera-  en  primero  de  mayo  se  abrió  la 
Worlírs  Fair,  y  á  estas  horas  no  hay  reglamento  es- 
pecial de  jurados,  ni  fecha  en  que  han  de  funcionar 
estatuida,  ni  cosa  alguna  que  revele  un  plan  serio  y 
definido.  Y  ¿cómo  ha  de  haberlo,  si  acaba  de  estallar 
una  excisión  hondísima  entre  la  Comisión  general  de 
la  Exposición  y  los  Delegados  generales  de  todas  las 
naciones  de  Europa  y  de  la  América  Central  y  del 
Sud,  excepto  la  del  Ecuador,  Costa  Rica  y  Venezuela, 
por  discrepancias  tan  esenciales  entre  una  y  otros 
que  se  han  visto  obligados  á  declarar  resuelta  y  so- 
lemnemente, dando  de  ello  cuenta  á  los  respectivos 
gobiernos,  que  si  no  se  modifica  el  criterio  que  ha 
servido  de  norma  para  redactar  el  proyecto  de  ley 
para  la  constitución  del  Jurado,  Inglaterra,  Rusia, 
Alemania,  Francia,  Italia,  España,  etc.,  quedarán  de 
hecho  fuera  de  concurso,  renunciando  á  que  se  juz- 
guen las  instalaciones  que  las  representan,  y  á  ser 
premiadas  por  la  gran  nación  de  la  América  del 
Norte? 

Semejante  resolución  no  pudo  tomarse  sin  mediar 
motivos  trascendentales  y  opinar  que  la  ley,  tal  como 
intentan  promulgarla,  no  ofrece  la  garantía  de  im- 
parcialidad suficiente  para  que  los  expositores  extran- 
jeros queden  al  amparo  de  las  demasías   de  un  pan 


KAKAKI.    rilG   Y    VAI.I.S 


americanismo  tan  exagerado  que  acabaría  por  poner 
á  las  naciones  de  Europa,  y  á  algunas  de  la  América 
del  Sur,  á  los  pies  de  los  caballos. 

Y  para  que  pueda  comprenderse  el  alcance  y  el 
motivo  de  resolución  tan  importante,  jamás  tomada 
hasta  ahora,  ni  siquiera  soñada,  ni  comprendida,  en 
el  antiguo  continente,  voy  á  concretar  cuanto  pueda 
la  causa  de  ello,  y  que  no  ha  sido  otra  que  supri- 
mir por  completo  el  Jurado,  y  sustituirlo  por  Jueces 
periciales,  en  su  mayor  parte  americanos,  que,  sin 
apelación,  resuelvan  de  plano  acerca  de  la  concesión 
del  premio  Ú7iico  que  pretende  otorgar  á  los  exposi- 
tositores  la  Dirección  y  Comisión  general  de  este 
gran  Certamen.  De  modo  que  la  nación  d>emócrata 
por  excelencia,  suprime  el  Jurado  en  la  Exposición, 
cuando  lo  aplica  á  vidas  y  haciendas,  é  iguala  lo  que 
siempre  estará  fuera  del  alcance  del  hombre,  ó  sea, 
la  inteligencia,  el  mérito,  la  pericia  y  cuanto  consti- 
tuye los  más  preciados  dones  del  alma  humana. 

Contra  todo  esto,  Europa  debía  protestar  y  ha 
protestado  enérgicamente;  nosotros  no  podemos  en- 
tregar á  nuestros  expositores  atados  de  pies  y  manos 
á  las  justicias  severas  de  hombres  que  no  piensan  ni 
sienten  como  nosotros  pensamos  y  sentimos;  y  sin 
discutir  aquí,  si  esta  civilización  será  algún  día  supe- 
rior á  la  nuestra,  y  si  los  rumbos  seguidos  hasta  ahora 
son  direcciones  más  ó  menos  borrosas  que  se  modi- 
ficarán en  lo  porvenir,  la  verdad  es  que  no  podemos 


192  VIAJE    Á    AMÉRICA 

aceptarlos,  poríjue  nuestros  i)rincipios  y  criterios, 
propios  de  una  civilización  claramente  definida,  no 
pueden  conciliarse  con  los  puntos  de  vista  tan  nue- 
vos y  tan  extraños  (jue  informan  las  leyes  de  este 
país. 

Cierto  es  (¡ue  admiten  peritos  extranjeros,  pero 
aun  así  no  se  necesita  ser  muy  lince  para  ver,  en  lon- 
tananza, el  ejercicio  constante  de  las  represalias,  hasta 
tal  punto,  que  todo  lo  americano  sería  malo  para 
nosotros  y  todo  lo  europeo  detestable  para  el  ameri- 
cano; y  en  esta  lucha  de  intereses  no  es  difícil  vati- 
cinar que  saldríamos  vencidos. 

Además,  hay  aquí  tanta  ignorancia  en  lo  que  al 
desarrollo  intelectual  é  industrial  de  Europa  se  refie- 
re, que  llegaron  á  ofrecer  á  Francia,  que  ha  hecho 
aquí  un  grande  esfuerzo  y  que  consideran  como  á  su 
hermana  en  el  viejo  mundo,  cuatro  jueces  peritos,  dos 
l)ara  Bellas  Artes,  uno  para  vinos  y  uno  para  sede- 
rías; de  modo  que,  en  lo  demás,  Francia  no  cuenta, 
ó  vale  tan  poco,  (¡ue  no  se  la  considera  digna  si- 
(¡uiera  de  ser  oída. 

No  sé  aun  lo  que  tocaría  en  suerte  á  España, 
cuando  uno  de  los  hombres  más  reputados  por  su 
saber  en  los  Estados  Unidos,  preguntaba  porqué  que- 
ríamos terreno  en  Artes  Liberales,  no  sabiendo,  como 
no  sabía,  lo  que  podríamos  presentar  en  tan  intere- 
sante sección. 

Por  lo  que  respecta  al  premio  único,  si  piden  pri- 


RAFAEL   PUIG   Y  V  <LLS  tg^ 

vilegio  de  invención,  les  auguro  poco  negocio  en 
Europa.  No  sé  hasta  donde  pueda  llegar  la  manía 
igualitaria;  dudo,  sin  embargo,  que  nadie  admita  ahí 
que  puedan  igualarse  dos  inteligencias,  ni  siquiera 
dos  productos  de  inteligencias  distintas.  Pensar  que 
dos  fabricantes  de  objetos  similares  consientan,  cuan- 
do no  salta  á  la  vista  la  perfección,  la  posibilidad  de 
alcanzar  el  mismo  premio,  aun  siendo  único,  y  que 
por  este  solo  hecho  no  tiene  valor  alguno,  es  tener 
muy  poco  conocimiento  de  las  pasiones  y  los  intere- 
ses de  los  hombres. 

Siendo,  pues,  todo  esto  tan  incompatible  con  el 
modo  de  pensar  de  las  naciones  que  concurren  á  este 
Certamen,  creo  que  esos  criterios  van  á  modificarse, 
aun  que  sea  difícil  lo  segundo,  por  ser  ley  votada  en 
las  Cámaras,  y  que,  convencida  la  Dirección  de  que 
el  fin  principal  de  toda  Exposición  quedaría  contra- 
riado desde  el  momento  en  que  las  naciones  extran- 
jeras desisten  de  entrar  en  lucha  pacífica  con  las  de 
este  país,  volverá  sobre  su  acuerdo,  como  lo  ha  he- 
cho ya  en  puntos  de  mucha  menor  importancia,  y  en 
que,  más  que  cuestión  de  intereses  se  trataba  de 
asuntos  de  amor  propio  nacional. 

Los  comisarios  extranjeros  entramos  ya  en  la  Ex- 
posición sin  haber  puesto  el  retrato  en  las  entradas 
de  admisión,  y  se  nos  obliga  únicamente  á  entregar 
en  la  puerta  una  tarjeta  de  visita,  pro  formula,  y  para 
los  efectos  de  la  estadística. 


t94  Viajé  X  América 

Otro  punto  interesante  y  que  causa  á  todo  el  mun- 
do muchos  sinsabores,  es  el  de  los  robos  en  los  re- 
cintos de  la  Exposición.  La  queja  es  tan  general  y 
tan  sentida  que  los  Delegados  y  Comisarios  protestan 
cada  día,  sin  que  se  vea  el  medio  de  que  la  Direc- 
ción general  atienda  eficazmente  tan  justas  reclama- 
ciones. La  sección  puesta  á  mi  cargo  ha  sufrido,  como 
todas,  los  efectos  de  la  desorganización  observada  en 
todas  partes  y  en  todos  los  servicios,  pero  hasta  ahora 
se  ha  reducido  sólo  á  raterías  de  escasa  importancia 
que  han  motivado,  sin  embargo,  enérgicas  reclama- 
ciones y,  por  mi  parte,  la  propuesta  al  Sr.  Delegado 
general  de  una  guardería  bien  montada  que  recorra 
y  ampare  constantemente  los  productos  españoles 
expuestos  en  Manufacturas,  propuesta  que  ha  acep- 
tado el  Sr.  Dupuy  de  Lome  con  el  entusiasmo  que 
tiene  por  cuanto  se  refiere  al  lucimiento  de  la  pro- 
ducción española  en  este  Certamen. 

La  breve  interrupción  de  unas  cuantas  horas  en 
continuar  esta  correspondencia,  me  permite  dar  cuen- 
ta de  un  nuevo  conflicto;  los  que  (juieren  vender  en 
el  recinto  de  la  Exposición  han  de  pagar  el  45  por  100 
del  valor  de  los  productos  á  la  aduana,  y  el  25  por  100 
á  la  Comisión  del  certamen.  Un  suizo,  relojero,  cayó 
en  la  red  tendida  por  una  señora,  que  resultó  ser  una 
detective  ó  agente  de  policía,  para  que  le  vendiera  un 
reloj  de  poco  precio,  y  á  las  pocas  horas  se  le  puso 
en  la  cárcel,  imponiéndole  dos  mil  dollars  de  multa. 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  195 

No  he  de  ser  yo  el  que  abone  la  conducta  inco- 
rrecta del  suizo*  no  he  de  juzgar  tampoco,  porque 
ya  lo  harán  mis  lectores,  el  proceder  de  una  admi- 
nistración pública  que  emplea  determinados  procedi- 
mientos para  averiguar  el  delito  tentando  al  delin- 
cuente, lo  que  sí  haré  constar  es  que  salimos  á 
conflicto  por  día,  que  la  Delegación  suiza  mandó 
cerrar  todas  las  instalaciones  de  su  país  y  que  se 
produjo  una  marejada  hondísima,  que  ha  reclamado 
los  buenos  oficios  del  Ministro  de  la  Confederación 
helvética  en  Washington,  y  una  serie  de  concesiones 
y  componendas  que  no  han  logrado  calmar  la  efer- 
vescencia producida  por  la  mentada  causa,  en  los  ex- 
positores extranjeros. 

Todas  estas  cosas  dan  lugar  á  correspondencias 
pesimistas  que  publican  los  periódicos  españoles, 
leídos  aquí  con  mucha  fruición  por  lo  que  exageran 
y  dicen,  sin  duda,  con  más  tendencia  humorística 
que  otra  cosa.  Alguien  ha  dicho  en  un  periódico, 
cuyo  nombre  no  recuerdo  en  este  instante,  que  la 
seguridad  personal  está  aquí  constantemente  en  peli- 
gro, dando  cuenta  con  mucha  sal  de  episodios  en  que 
intervienen  los  porteros,  cuando  esta  institucmi  euro- 
pea es  planta  exótica  en  Chicago,  y  no  se  halla  en 
toda  esta  ciudad  un  solo  portero,  ni  para  contado, 
ni  para  descrito. 


:  3  \ 


Las  aceras  movibles 


El  Jurado 


Comprendo  la  ansiedad  de  los  expositores  espa- 
ñoles producida  por  las  dificultades  y  desavenencias 
surgidas  entre  europeos  y  americanos,  en  la  cuestión 
del  Jurado  de  la  Exposición  de  Chicago,  y  porque 
la  comprendo  querría  dar  á  mis  lectores  la  grata  no- 
ticia de  haberse  orillado  todas  las  dificultades  y 
vencido  todos  los  rozamientos.  Por  desgracia,  el  con- 
flicto subsiste  hasta  ahora,  y  las  naciones  europeas 
y  sudamericanas  continúan  creyendo  que  es  cues- 
tión de  decoro  cerrar  las  instalaciones  á  la  inspec- 
ción y  al  juicio  del  Jurado,    mientras  se  mantenga 


198  ■    VIAJE  Á   AMÉRICA 

por  la  Dirección  del  Certamen  el  criterio  cerrado  de 
nombrar  jueces  peritos,  y  únicos,  que  se  encarguen  de 
juzgar  el  mérito  de  los  productos,  y  conceder  ó  ne- 
gar el  premio  único  que  podrá  otorgarse  á  los  pro- 
ductos expuestos  en  la  Wold's  Fair  de  Chicago. 

He  creído,  durante  algunos  días,  que  sería  fácil 
hallar  una  fórmula  de  concordia;  hoy  temo  que  el 
camino  emprendido,  halagando  á  determinada  po- 
tencia para  dividir  y  quebrantar  fuerzas,  ha  de  con- 
ducir fatalmente  á  resistencias  invencibles  que  sos- 
tendrán con  tesón  Francia,  Alemania,  Inglaterra, 
España  y  otras  naciones  que  opinan  que  vale  más  el 
mantenimiento  de  principios  fundados  en  la  justicia 
y  la  equidad  que  una  medalla  conseguida  á  expen- 
sas de  concesiones  que  no  se  compadecen  con  nues- 
tro modo  de  ser,  pensar  y  sentir. 

El  asunto  reviste,  sin  embargo,  tanta  importancia, 
que  se  me  resiste  el  creer  que  no  se  ha  de  llegar  á 
una  avenencia  que  comunicaré  inmediatamente  á  los 
lectores  de  La  Va?iguardia  interesados  en  la  buena 
solución  de  este  conflicto. 

Y  aquí  podría  decirse:  bien  venido  seas  mal,  si 
vienes  solo;  porque  son  tantas  y  de  tal  índole  las  di- 
ficultades con  que  tropieza  la  Dirección  del  Certa- 
men, que  dudo  se  halle  cosa  parecida  en  la  ya  larga 
y  azarosa  historia  de  las  Exposiciones  universales  del 
mundo  entero. 

La  subvención  concedida  á  la  Exposición  de  Chi- 


RAFAEL  PUIG   Y   VALLS 


cago  por  las  Cámaras  de  la  gran  federación  norte- 
americana se  dio  en  concepto  de  indemnización  por  los 
perjuicios  que  sufriría  sujetándose  á  la  ley  que  prohibe 
terminantemente  abrir  la  Exposición  en  día  festivo. 
La  Directiva,  ansiosa  de  recabar  recursos  para 
atender  á  los  enormes  gastos  que  ocasiona  este  gran 
Certamen  y  convencida  de  que,  en  días  de  labor,  los 
hombres  no  dejan  aquí  sus  business  para  estudiar  ó 
visitar  la  Exposición,  poco  favorecida  hasta  ahora 
de  forasteros  y  extranjeros,  procuró  con  gran  empeño 
la  apertura  de  la  Exposición  en  día  festivo,  pero  se 
levantó  tal  cruzada  contra  este  proyecto,  que  hasta 
ayer  no  consiguió  abrir  las  puertas,  sobreponiéndose 
á  la  ley,  á  la  opinión  pública  y  á  la  protesta  de  ca- 
tólicos y  protestantes  resueltamente  contrarios  á  la 
infracción  del  precepto  dominical.  A  pesar  de  esto, 
la  Directiva,  que  recibía  á  las  seis  de  la  mañana  de 
Washington  la  orden  terminante  de  mantener  cerra- 
das las  puertas  de  la  Exposición,  se  atrevió  á  abrir- 
las, ya  sea  que  se  creyera  amparada  por  la  ley,  ó 
([ue  intentara  apoyarse  en  la  acción  poderosa  del 
sufragio  popular,  si,  como  se  creía,  invadía  la  ciudad 
en  masa  los  palacios  de  la  Exposición  y  demostraba 
así  que  la  opinión  estaba  con  la  Directiva  y  no  con 
las  Cámaras,  y  el  criterio  restrictivo  de  los  cristianos, 
dictado  por  los  que  tienen  ó  creen  tener  el  derecho 
de  dirigir  las  conciencias  y  recordar  á  los  fieles  el 
cumplimiento  de  los  preceptos  del  Señor. 


200  VIAJE  X   AMÉRICA 

La  prueba  se  ha  hecho,  con  escaso  éxito  por  parte 
de  los  infractores  de  la  ley;  los  jefes  de  la  Exposición 
creían  que  pasarían  por  los  torniquetes,  de  250 
á  300,000  personas  de  pago,  y  los  contadores,  con 
sentida  sorpresa  de  los  agentes  de  tan  colosal  em- 
presa, no  acusaron  mayor  entrada  que  la  de  180,000 
almas. 

La  prueba  ha  sido,  pues,  un  fracaso;  la  ciudad  no 
responde  á  los  deseos  de  la  Directiva;  los  Estados  de 
la  Unión  muestran  su  inquina  y  sus  simpatías  con 
arreglo  á  sus  ya  antiguos  resentimientos,  ó  sea,  del 
Este  contra  el  Oeste,  pues  18  estados  han  abierto  sus 
])alacios,  los  demás  se  han  abstenido  de  ello  en  nombre 
de  la  ley  del  Señor  y  de  la  nación,  y  mientras  los  guar- 
dias colombinos,  barrenderos  y  el  numeroso  personal 
de  la  Exposición  reniega  del  acuerdo,  pensando  en  el 
ocio  y  el  whiskey  que  no  pudo  beber  con  la  trancjui- 
lidad  de  mejores  días,  el  Juez  ha  sentenciado  hoy  á 
la  Compañía,  condenándola  al  pago  de  5,000  dollars 
de  multa,  sin  perjuicio  del  que  pueda  ocasionarle  el 
quebrantamiento  de  la  ley,  que  puede  costarle  2.500,000 
dollars  que  deberá,  según  opinan  algunos,  devolver 
integralmente  á  la  nación,  que  subvencionó  el  Certa- 
men con  la  condición  extricta  de  no  abrir  las  puer- 
tas, al  público,  en  día  festivo. 

Por  fin;  se  ha  dado  con  la  solución  del  Jurado, 
puesto  que,  excepto  Francia   y    Dinamarca,  que  no 


KAFAEI.   rUIG  Y   VALI.S 


quieren  aceptar  las  condiciones  americanas,  las  de- 
más naciones  entran  nuevamente  en  concurso.  A  Es- 
paña nos  dan  20  jurados  peritos,  que  formarán  parte 
de  las  13  agrupaciones  en  que  se  divide  el  Jurado. 
En  estos  grupos  formarán  por  igual,  americanos  de 
esta  república  y  extranjeros  que  oirán  en  alzada  las 
reclamaciones  de  los  agraviados,  exceptuando  los  de 
agricultura  y  ganadería,  en  que  los  primeros  tendrán 
mayoría. 

A  los  jurados  peritos  se  les  darán  750  dollars  de 
indemnización,  250  en  primero  de  "agosto  y  los  500 
restantes  en  septiembre,  si  el  gobierno  de  los  Esta- 
dos Unidos  aprueba  y  ordena  el  pago.  Esto  es  tan 
vago,  según  opinión  general,  que  muchos  creen  que 
no  cobrará  nadie  un  centavo. 

No  quiero,  hacer  comentarios  acerca  de  la  serie- 
dad de  estos  acuerdos,  tanto  por  lo  que  á  los  ame- 
ricanos se  refiere  como  á  lo  (jue  á  los  extranjeros 
toca-  hágalos  á  su  gusto  el  piadoso  lector,  y  hágalos, 
si  puede,  con  espíritu  de  benevolencia. 


INDUSTRIAS  AMERICANAS 


Pullman 


RATAND(3  de  obscquiar  á  los  obreros 
catalanes  que  llegaron  hace  pocos 
días  á  Chicago,  el  señor  Dupuy  de 
Lome  nos  ha  mvitado  á  visitar  la 
gran  colonia  industrial  conocida  con  el  nombre  de 
Pullman,  en  donde  se  fabrican  los  coches-palacios 
(^ue  circulan  por  todas  las  líneas  de  la  gran  repúbli- 
ca norteamericana  y  que  asombran  al  viajero  por  su 
lujo,  su  confort  y  su  baratura.  Llego  en  este  mo- 
mento de  allí,  y  con  las  ideas  frescas  en  la  memo- 
ria, intento  bosquejar  lo  que  he  visto,  que  no  con- 
siente otra  cosa  el  sinnúmero  de  asuntos  que  pudiendo 
dar  margen  á  una  correspondencia  diaria,  llamarían 


204  VIAJE    Á    AM)h<lCA 

poderosamente   la   atención   de   los   lectores   de  La 
Vanguardia. 

Voy,  pues,  á  traducir  lo  que  nos  ha  dicho  en  in- 
glés correcto  y  claro  la  persona  encargada  de  ense- 
ñarnos todas  las  dependencias  de  la  fábrica,  aña- 
diendo sólo  algo  que  revele  impresiones  propias,  y 
(|ue  complete  el  hermoso  cuadro  que  se  presenta  á 
la  vista  del  viajero,  al  llegar  á  la  estación  «Pullman», 
de  la  línea  Illinois  central  que  enlaza  Chicago  á 
New-York. 

Nos  espera  junto  á  la  explanada  de  la  colonia, 
donde  está  trazado  un  jardín  inglés  de  matizada 
hierba,  un  señor  alto,  obeso,  sanguíneo,  que  ofrece 
galantemente  sus  servicios  al  señor  Dupuy,  y  que 
empieza  su  relato  diciendo:  «Señores:  aquí  no  hay 
policía,  ni  juez,  ni  cárcel,  ni  tabernas-,  los  malos 
obreros  no  se  conocen  en  esta  colonia;  el  que  no 
quiere  trabajar  está  aquí  fuera  de  su  elemento;  por 
desgracia,  la  fábrica  está  sufriendo  los  tristes  efectos 
de  la  crisis  que  aqueja  á  todos  los  elementos  y  á 
todas  las  clases  de  la  nación,  y  trabaja  únicamente 
lo  indispensable  para  mantener  á  un  reducido  nú- 
mero de  obreros.» 

«La  parte  dedicada  á  tejidos  de  punto  está  pa- 
rada, el  número  de  carruajes  de  lujo  y  vagones  en 
construcción  es  limitadísimo,  y  si  bien  verán  ustedes 
la  fábrica  en  movimiento,  no  es  sombra  siquiera  de 
la  realidad,» 


RAFAEL   PUIG  Y  YALLS  205 

«Ahí  tienen  ustedes  el  primer  carro  Pullman  cons- 
truido por  su  autor-,  esta  obra  fué  un  asombro  y  un 
escándalo:  asombro  por  su  lujo,  escándalo  por  el 
atrevimiento  de  construir  un  vagón  que  costó  18,000 
doUars,  ó  sea  cuatro  veces  y  medio  el  valor  del  vagón 
de  primera  más  lujoso  construido  en  aquella  fecha; 
y  precisamente  Pullman  cifró,  en  este  escándalo,  todo 
el  éxito  verdaderamente  asombroso  de  una  empresa 
que,  empezada  en  1880,  ha  construido  en  tan  pocos 
años  inmuebles  y  talleres  valorados  en  40  millones 
de  dollars.» 

El  razonamiento  de  Pullman,  que  á  los  62  años 
está  en  pleno  vigor  de  la  vida,  fué  el  siguiente:  «Si 
construyo  vagones  que  valgan  dos  ó  tres  mil  duros 
más  de  lo  que  valen  los  construidos  actualmente, 
todos  los  fabricantes  lo  harán  con  ventaja,  y  en  las 
mismas  condiciones  que  yo  lo  hago;  lo  único  que 
me  da  ventaja  es  la  suposición  de  que  mis  innova- 
ciones son  un  derroche  y  una  locura.» 

El  primer  vagón  (jue  transportó  el  féretro  de 
Lincoln,  llamado  Pioneer,  y  que  por  sus  dimensiones 
obligó  á  desmontar  parte  del  material  fijo  de  la  via 
por  donde  debia  pasar  y  que  tanto  asombro  causó; 
hoy  podria  construirse  por  8,000  dollars,  y  parece 
tan  pobre  y  desmedrado,  como  ricos  y  ostentosos  son 
los  que  se  fabrican  en  la  actualidad. 

Dejamos  el  vagón  histórico  y  entramos  en  el  ta- 
ller  de  vagones-palacios.   Poca  gente  y  escaso  movi- 


2o6  VIAJE  A  AMÉRICA 

miento  en  todas  partes;  parece  aquella  inmensidad 
un  cuartel  abandonado;  muchas  cuadras  ventiladas, 
llenas  de  luz  y  unos  cuantos  vagones  en  construcción. 
En  cada  cuadra  pueden  construirse  solamente  5  PuU- 
man-cars,  subdividido  así  el  espacio  por  temor  á  un 
incendio.  En  el  primer  compartimiento  hay  dos  va- 
gones, uno  con  su  esqueleto  de  madera  perfectamente 
ensamblada  y  cepillada,  el  otro,  pintado,  dorado  y 
barnizado  con  una  pulcritud  admirable.  Y  mientras 
hago  estas  observaciones,  dice  nuestro  amable  cice- 
rone: «El  trabajo  está  aquí  muy  dividido,  pasan  por 
cada  coche  y  antes  de  su  completa  terminación, 
quince  brigadas  de  obreros.  Las  maderas  interiores 
son  de  caoba  fina  de  México  y  Cuba,  la  parte  externa 
tiene  18  manos  de  pintura,  poniéndose  encima  de 
ella  el  dorado  y  después  el  barnizado.  Las  cajas  van 
montadas  sobre  boggies  de  seis  ruedas  y  en  cada 
boggy  se  emplean  450  tornillos.» 

Salimos  de  las  cuadras  de  construcción  de  Pull- 
man, atravesamos  rápidamente  la  sala  de  plantillas, 
echamos  una  rápida  ojeada  al  depósito  ó  secadero  dé 
maderas  destinadas  á  los  vagones  de  viajeros,  y  en- 
tramos en  uno  de  los  edificios  más  curiosos  de'  a 
colonia,  y  que  sería  muy  conveniente  conocieran  los 
(|ue  son  y  los  que  han  de  ser  concejales  de  Barcelona. 
Oigamos  lo  que  dice  Mr.  Duane  Doty: 
«Este  alto  edificio  cobija  el  centro  donde  van  á 
parar  los  detritus  de  la  colonia;  en  este  pozo  actúa 


«  RAFAEL   PUIG  Y  VALLS  267 

una  bomba  aspirante  tan  poderosa  que  sería  capaz 
de  levantar  un  carro  cargado  con  su  caballería,  y 
siendo  este  sitio  el  punto  donde  confluyen  tantas  in- 
mundicias, observen  ustedes  que  no  hay  olor  alguno; 
el  secreto  lo  van  ustedes  á  ver  enseguida»,  levanta 
la  tapa  del  pozo,  aproxima  una  hacha  encendida  á 
la  boca  y  en  seguida  se  nota  que  la  llama  se  dirige, 
ardiendo  con  gran  fuerza,  hacia  el  fondo.  Este  fenó- 
meno no  es  difícil  de  explicar:  el  juego  de  la  bomba 
produce  un  vacío  enorme  en  el  fondo  del  pozo,  y  la 
presión  atmosférica,  actuando  sobre  el  mismo,  pro- 
duce una  corriente  de  arriba  abajo  que  arrastra  con 
gran  facilidad  todos  los  gases  menos  densos  que  el 
aire,  saliendo  por  el  tubo  de  aspiración  que  descarga 
en  la  atmósfera,  á  195  pies  sobre  el  nivel  del  po- 
blado. Todas  estas  aguas  sucias  lanzadas  á  tres  mi- 
llas de  distancia  sirven  para  regar  y  mejorar  las  tie- 
rras de  una  extensa  comarca. 

Y  sigue  diciendo  el  cicerone:  «Observen  ustedes 
estos  frascos,  uno  de  agua  destilada,  otro  de  agua 
del  Michigan,  otro  del  lago  Calumet  y  otro  de  agua 
de  estos  pozos,  ya  saneada;  y  verán  que,  después  del 
agua  destilada  es  la  que  tiene  menos  impurezas». 

Salimos  de  allí  para  ver  el  gran  cuarto  de  má- 
quinas, la  máquina  de  2,500  caballos  de  fuerza  que 
sirvió  en  la  Exposición  de  Filadelfia  de  1876  para 
mover  todos  los  elementos  de  trabajo  de  aquel  gran 
Certamen.  Y  dice   Mr.  Duane:  Mr.  Pullman   compró 


208  VIAJE    Á   AMÉRICA 

esta  joya  The  handso^nest  large  engine  in  the  World — 
la  más  hermosa  del  mundo — en  aquella  feria,  frase 
yankee  estereotipada  que  nos  persigue  como  la  som- 
bra de  Banko  y  que  dice,  ó  quiere  decir:  mísero 
mortal,  abandona  toda  esperanza;  después  de  los 
Estados  Unidos  de  América,  no  hay  más  allá.  The 
best  in  the  World  tn  calles,  plazas,  edificios,  mác^uinas, 
sombreros,  tejas,  medicinas,  el  non  plus  ultra  en  todo. 
Pero  aquí  al  menos,  la  máquina  Corliss  resulta  limpia, 
hermosa,  moviendo  majestuosamente  su  inmenso  vo- 
lante, sin  ruido  ni  trepidación,  casi  exclamaría  sin 
rubor:  The  best.....  si  no  temiera  pecar  por  donde 
pecan  tantos  en  América. 

Pero  no  divaguemos,  sigamos  á  Mr.  Duane: 
«La  máquina   trabaja  á  media    presión,    sus  doce 
calderas  medio  apagadas  esperan  mejores  tiempos,  y 
los  tres  mil  pies  de  ejes  transmisores  no  transforman 
la  fuerza  más  que  en  corto  recorrido.» 

Sigue  nuestra  visita  por  el  taller  de  maquinaria 
destinada  á  la  fabricación  de  tornillos,  y  nos  dicen 
que  8o  hombres  pueden  producir  50  toneladas  de 
estas  piezas  al  día;  vemos  como  se  empalman  las 
ruedas  á  los  ejes  á  la  presión  de  45  toneladas  y  todo 
el  material  necesario  para  la  fabricación  de  llantas, 
roblones,  ejes,  etc.,  etc.,  y  sigue  Mr.  Duane  con  sa- 
tisfacción mal  contenida:  «podemos  construir,  con 
esta  maquinaria,  50  vagones  de  mercancías  por  día, 
ó  sea  un  carro  cada  12  minutos;  fabricamos  también 


,  KAKAEL   I'UIG    Y   VALLS  209 

400  ruedas  de  hierro  fundido  para  vagones  de  mer- 
cancías, y  sin  obstáculo,  podemos  entregar,  semanal- 
niente,  i8  trenes  de  tranvías,  compuestos  de  tres 
Pullmans  cada  uno,  cuando  la  colonia  está  en  plena 
actividad. » 

«Poseemos  900  máquinas  de  variadas  dimensiones, 
reparamos  2,500  vagones  dos  veces  al  año,  y  todo 
esto  y  más  lo  producen  unos  6,300  obreros  que,  con 
sus  familias,  forman  una  población  que  reside  en 
esta  colonia  y  que  suma  unas  12,000  almas.  «Los 
obreros»  y  esto  lo  han  escuchado  los  nuestros  con 
mucha  atención,  «trabajan  siempre  10  horas  diarias, 
y  en  verano  un.  poco  más,  para  que  el  asueto  pueda 
empezar  el  sábado  á  la  una  de  la  tarde.» 

«Los  jornales  se  pagan  ordinariamente  á  razón  de 
2  dollars  por  persona;  trabajan  también  á  destajo, 
ganando  3  y  4  dollars  diarios.  Por  lo  general,  cobran 
(¡uincenalmente  con  cheques  del  banco  Pullman,  co- 
brándose anualmente  términos  medios  comprendidos 
entre  467102  dollars  y  610 173.» 

Después  de  almorzar  en  el  Florence  hotel,  alber- 
gue cómodo  y  elegante,  que  podrían  envidiar  nues- 
tras mejores  ciudades,  Mr.  Duane  Doty  nos  hizo 
proseguir  la  interesante  visita,  interrumpida  á  las  12 
del  día,  de  los  principales  edificios  de  la  colonia 
Pullman. 

Junto  á  la  estación  del  ferrocarril  de  Illinois  y 
enfrente   de  una  gran  plaza,  la   empresa   levantó  un 


«lO  VIAJE   Á   AMÉRICA  , 

palacio  de  piedra,  ladrillo  y  hierro  llamado  «Arcade», 
que,  entre  otras  cosas,  contiene  dos  grandes  centros 
de  civilización  para  la  clase  obrera,  una  hermosa  bi- 
blioteca, con  8,000  volúmenes  y  un  teatro  espacioso. 
La  primera  me  causó  envidia-,  forma  su*  planta  una 
cruz  que  cubre  una  alfombra  que  amortigua  el  ruido 
de  los  visitantes,  y  su  recinto  espacioso,  lleno  de 
anaqueles  puestos  al  alcance  de  la  mano,  barnizados 
y  pulidos  como  espejos,  conteniendo  libros  hábil- 
mente encuadernados,  quQ  pueden  ponerse  sobre 
grandes  mesas  iluminadas  por  la  luz  que  filtra  por 
ancha  claraboya,  más  que  biblioteca  pública  donada 
á  la  colonia  para  instrucción  y  esparcimiento  de  la 
clase  obrera,  me  pareció  refugio  intelectual  de  un 
refinado  que  aviva  sus  ideas  al  calor  del  lujo  y  del 
confort,  entre  muebles,  libros  y  revistas,  que  son  me- 
dio simpático  á  toda  inteligencia  cultivada. 

El  teatro  me  pareció  menos  afortunado  en  su 
forma,  repartición  y  adorno.  No  tienen  los  yankees  el 
don  de  la  belleza,  y  con  el  afán  de  innovar  y  sepa- 
rarse de  los  viejos  moldes,  buscando  algo  nuevo  que 
responda  á  la  idiosincracia  de  las  nuevas  sociedades, 
divagan  y  se  pierden  en  un  mar  de  líneas  y  formas 
extrañas,  cuyo  alcance  no  es  posible  adivinar. 

Salimos  de  la  Arcade  y  visitamos  una  casita  que 
dudo  tenga  más  de  dos  mil  palmos  cuadrados,  habi- 
tada por  uno  de  los  dibujantes  de  la  empresa.  Este 
señor  gana    100  dollars  al  mes,  y  gasta    22  en  casa. 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


No  vi  en  ella  nada  nuevo  y  que  valga  la  pena  de 
describirse,  como  no  sea  la  afirmación  rotunda  de 
que  una  familia  algo  numerosa  no  podría  vivir  allí 
sin  ahogarse. 

No  olviden  ahora  mis  lectores,  que  la  sociedad 
Pullman  dedica  sus  vagones  de  lujo  á  la  circulación 
general  de  la  inmensa  red  de  ferrocarriles  de  Norte 
América  y  que,  en  sus  palacios,  se  come  y  se  duerme, 
corriendo  á  su  cargo  la  manutención  y  lo  que  se  ne- 
cesita para  la  cama  y  mesa  de  numerosísima  clien- 
tela. Claro  es,  por  tanto,  que  la  cuestión  del  lavado 
tiene  en  esta  empresa  una  importancia  de  primer 
orden.  Síganme,  pues,  al  lavadero  que  dista  tanto  de 
recordar  las  escenas  de  L' Assommoir  como  dista  un 
palacio  de  una  pocilga,  para  ver  cómo  se  lavan  cada 
día  80,000  piezas  de  todas  clases. 

En  la  planta  baja  parece  natural,  ya  que  de  lavar 
ropa,  secarla,  repasarla  y  plancharla  se  trata,  buscar 
lavaderos,  extensas  cuadras  de  calefacción  y  nuestras 
planchas  seculares.  Pues  lo  natural  no  resulta  serlo 
aquí,  porque  el  material  destinado  á  este  servicio 
está  completamente  transformado,  y  los  viejos  mol- 
des que  suponen  y  exigen  aquel  bullicio  aterrador  de 
mujeres  picando  y  chillando,  como  cotorras,  en  los 
lavaderos  europeos,  están  convertidos  en  máquinas 
movidas  por  obreras  que  parecen  señoritas,  limpias, 
atildadas,  que  llevan  la  cabeza  cubierta  con  una  go- 
rra de  pinche  de  cocina  y  que,    sin  ruido  ni  afecta- 


212  VIAJE    A   AMIÍKICA 

ción,  repasan  y  planchan  ropas  lavadas  por  medios 
químicos  y  secadas  por  procedimientos  mecánicos, 
centrífugas  que  arrojan  el  agua  en  forma  de  surtidor 
rotativo,  y  que  planchan  cilindros  calentados  con 
gas  y  á  conveniente  temperatura  para  no  quemar  la 
ropa. 

Todo  esto  interesaría  á  nuestras  mujeres  tan  ce- 
losas de  los  cuidados  domésticos,  que  verían  muy 
pronto  dos  cosas  notabilísimas:  que  las  ropas  no  du- 
ran un  par  de  meses,  quemadas  por  los  agentes  quí- 
micos y  los  procedimientos  mecánicos,  y  que  el  re- 
paso de  las  averías,  hecho  con  máquina,  resulta  una 
labor  tan  chapucera  que  causaría  lástima  á  una  mu- 
chacha de  ocho  años,  educada  en  la  escuela  más  des- 
amparada de  una  aldea  española. 

Dudo,  pues,  que  el  procedimiento  americano  ha- 
lle en  España  imitadores  y  pasemos  al  taller  de  va- 
gones y  luego  al  de  ruedas  de  papel  que  resultan 
sumamente  interesantes,  y  en  donde  hallaremos  en 
seguida  lo  que  da  tono  y  color  á  toda  la  civilización 
norteamericana:  el  desarrollo,  en  toda  su  plenitud, 
de  la  máquina  y  el  aniquilamiento  absoluto  del 
obrero  considerado  como  ser  inteligente  dedicado  á 
un  ramo  cualquiera  de  la  industria.  El  taller  de  va- 
gones es  inmenso;  entran  por  sus  puertas  las  made- 
ras de  pino  sobre  vagonetas,  apenas  desbastadas,  y 
salen  por  las  opuestas,  convertidas  en  vagones  cepi- 
llados,  empalmados  y  pintados,    dispuestos  á  correr 


RAFAEL  PUIG  Y   VALLS  213 

por  las  líneas  americanas,  con  velocidades  aterrado- 
ras. El  material  mecánico  empleado  en  el  taller 
])uede  entregarse  al  obrero  más  torpe  y  menos  cono- 
cedor de  la  materia-,  todos  los  movimientos  son  cir- 
culares, todas  las  máquinas  tienen  sus  palancas, 
ruedas,  piñones  y  topes  apropiados  para  que  la  inte- 
ligencia del  obrero  sea  completamente  inútil,  y  las 
maderas,  moviéndose  en  sentido  del  eje  del  taller 
van  quedando  tronzadas,  cepilladas,  regruesadas  y 
empalmadas,  sin  más  esfuerzo  que  separar  los  trozos 
ya  labrados  en  la  primera,  y  colocarlos  en  la  se- 
gunda y  siguientes-  completándose  así,  rápidamente, 
la  obra  de  transformación  del  material. 

A  mitad  del  taller,  el  trabajo  unitario,  el  mode- 
lado de  piezas  queda  terminado,  todos  los  despiezos 
hechos,  las  ruedas  montadas  sobre  los  rieles  esperan 
la  colocación  de  los  tirantes,  tableros,  bandas,  etc.,  y 
á  las  pocas  horas,  el  vagón,  ya  construido,  pasa  á  la 
tercera  sección  del  taller  en  donde  le  dan  unas  ma- 
nos de  pintura,  que  seca  el  aire  circulante,  para  salir 
al  exterior  en  busca  de  carga  y  destino. 

En  realidad,  no  vi  en  ese  taller  nada  nuevo,  ni 
Mr.  Duane  tuvo  empeño  en  presentarlo  como  á  tal; 
lo  que  aquí  atrae  es  la  magnitud  de  la  empresa,  la 
extensión  del  local,  la  organización  del  trabajo,  in- 
tensidad de  labor  y  capital  que  se  condensa,  en  mi 
concepto,  y  explica  un  dato  estadístico  que  anoto 
cuando    dice   nuestro    amable   y    correcto    cicerone: 


I»I4  VIAJE  Á  AMÉRICA 

«Se  calcula  en  los  Estados  Unidos  cjue  el  servicio 
ferroviario  de  esta  nación  desecha  diariamente  cua- 
trocientos vagones  de  carga  y  que,  el  desarrollo  co- 
mercial del  país  exige,  hoy  por  hoy,  un  aumento 
diario  de  doscientos  vagones  para  satisfacer  hol- 
gadamente las  necesidades  del  servicio  de  trans- 
portes.» 

Claro  es  que  en  España  no  podemos  concebir 
este  inmenso  tráfico,  porque  siendo  la  península  una 
porción  reducida  de  territorio  al  lado  de  este  in- 
menso continente,  y  teniendo  una  población  de 
18.000,000  de  habitantes  en  vez  de  64,  la  compara- 
ción resultaría  infantil,  pero,  quizá  no  sería  inútil 
buscar  la  relación  que  existe  entre  las  carreteras 
construidas  y  los  ferrocarriles  en  el  territorio  de  la 
Unión  y  la  que  hay  entre  iguales  elementos  de  trá- 
fico en  España,  y  ver  si  la  comparación  nos  dice 
que  damos  excesiva  preferencia  á  las  primeras  con 
menoscabo  de  los  segundos,  y  si  se  ha  de  pensar 
seriamente  en  transformar  el  procedimiento  para  que 
las  empresas  de  ferrocarriles  vivan  con  mayor  pros- 
peridad, con  mira  á  este  principio  hábilmente  plan- 
teado: «tarifas  baratas  y  gran  tráfico». 

Es  tan  hermoso  y  útil  ese  estudio  que  mis  lecto- 
res me  perdonarán  este  inciso  intercalado  en  el  re- 
corrido de  los  talleres  Pullman.  Y  antes  de  entrar  en 
el  último  departamento  visitado,  donde  se  constru- 
yen  las  renombradas  ruedas  de  papel,  detengámonos 


RAFAEL  PUIG  V  VALtS  2»$ 

aquí  un  poco,  confiando  en  que  no  he  apurado  aún 
la  paciencia  de  los  que  intenten  seguirme  en  tan  in- 
teresante excursión. 

Los  que  no  ahonden  en  este  estudio  creerán  que 
las  ruedas  de  papel  son  baratas,  que  duran  menos 
que  las  de  acero,  que  su  peso  reducido  es  un  ele- 
mento de  aprecio  en  el  tráfico,  y  una  porción  de 
cosas  igualmente  diferentes  de  la  realidad  de  las 
mismas,  y  la  equivocación  es  tan  profunda  que,  sin 
rodeos,  puedo  asegurar  que  las  ruedas  de  papel  va- 
len diez  veces  más  que  las  de  acero,  que  cada  rueda 
vale  unos  ico  dollars,  que  mientras  las  ruedas  ordi- 
narias sólo  recorren,  en  buen  estado,  unas  60,000 
millas,  las  de  papel  hacen  recorridos  de  600,000,  y 
algunas  hay,  que  he  visto  en  el  taller,  que  han  via- 
jado la  enorme  distancia  de  800,000  millas,  y  aunque 
en  este  último  dato  ya  aparece  la  ventaja  de  las  de 
papel  sobre  las  de  acero,  la  real,  la  positiva,  está  en 
la  elasticidad  del  papel  que,  impidiendo  la  trepida- 
ción, impide  también  la  cristalización  del  acero,  y 
por  tanto  su  rotura,  dando,  á  mi  ver,  mayor  suavi- 
dad al  movimiento  de  los  vagones. 

Pero  ¿cómo  siendo  la  pasta  de  papel,  y  pasta  de 
paja  por  añadidura,  resulta  la  rueda  tan  cara? 

Pues,  la  contestación  es  muy  sencilla,  la  parte  de 
rueda  construida  con  pasta  de  papel  es,  digámoslo 
así,  el  armazón,  y  éste  va  cubierto  con  una  llanta  de 
acero  en  sus   bordes  y  dos   chapas  de  hierro  en  sus 


SíIO  VIAJE   Á    AMÉRICA 

caras  roblonadas,  atornilladas  y  remachadas  con 
gran  cuidado  y  precisión. 

Además,  para  que  la  pasta  de  papel  adquiera  la 
dureza  que  es  garantía  de  su  gran  elasticidad,  se  ne- 
cesita que  pase  por  una  serie  de  operaciones,  y  du- 
rante un  espacio  de  tiempo  tan  largo,  que  contri- 
buyen á  que  la  mano  de  obra  encarezca  el  producto, 
que  no  alcanza  más  recomendables  condiciones  que 
las  debidas  á  su  esmerada  labor. 

Mientras  tomo  estos  apuntes,  tengo  á  la  vista  una 
serie  de  roldanas,  agujereadas  en  su  centro  para  el 
paso  de  los  ejes,  que  están  colocándose  sobre  la  pla- 
taforma de  una  prensa  hidráulica  y  que  un  muchacho 
va  empastando  para  que  se  empalmen  perfectamente 
al  someterlas  á  la  presión  de  una  tonelada  por  pul- 
gada cuadrada  y  que,  en  número  de  13  roldanas, 
constituirán  luego  el  espesor  del  ánima  de  la  rueda 
para  pasar  luego  al  secadero,  donde  estarán  tres  me- 
ses, adquiriendo  tan  gran  dureza,  que  al  golpearlas 
suenan  como  una  campana,  con  la  elasticidad  del 
marfil  y  la  resistencia  de  un  cuerpo  que  trabaja  sin 
desgastarse  durante  mucho  tiempo,  bastando  cambiar 
la  llanta  para  ponerla  otra  vez  en  servicio. 

Y  al  dejar  esa  colonia,  con  pena,  pues  sólo  un 
esbozo  de  la  realidad  va  apuntado  en  mi  cartera,  te- 
niendo tantas  cosas  que  hacer  y  tantos  puntos  (|ue 
estudiar,  nos  despedimos  todos  de  Mr.  Duane,  admi- 
rados y  satisfechos   de  haber    visto  una  de   las  coló- 


teAPAEL  PUIG   Y   VALLS  Í17 

nias  más  interesantes  del  mundo,  debida  á  la  inicia- 
tiva de  un  hombre  que  ha  adoptado  la  franca  y 
quizás  brutal  divisa  de  un  verdadero  yankee:  «nada 
para  el  obrero  y  todo  por  el  trabajo»,  es  decir:  «ven- 
tilo y  caliento  mis  cuadras,  monto  las  mejores  má- 
(juinas,  establezxo  los  procedimientos  más  adelanta- 
dos para  que  el  obrero  trabaje  holgadamente  y 
produzca,  con  ánimo  tranquilo,  la  labor  más  per- 
fecta y  acabada  posible.»  Ni  caridad,  ni  filantropía, 
biisiness  forever. 


Milwaukee 


ONÓTONAS  y  descoloridas  resultan 
siempre  las  grandes  ciudades  de 
la  América  del  Norte.  Todas  las 
calles  se  parecen,  todos  los  edifi- 
cios, aun  los  más  suntuosos,  de- 
jan el  ánimo  del  visitante  frío  y  descontento.  Los 
hoteles  deslumhran  por  su  conjunto,  pero  no  deben 
analizarse,  conténtese  quien  los  habite  con  gozar  la 
luz  espléndida  que  se  refleja  sobre  mármoles,  crista- 
les, lámparas  caprichosas,  estucados  de  colores  vivos 
y  brillantes;  el  calor  que  radía  de  los  tubos  encor- 
vados de  los  caloríferos,  excesivo  siempre,  y  que 
sólo  al  que  llega  aterido  de  frío  le  produce  un  bien- 
estar delicioso;  las  escaleras  anchas,  limpias,  tapiza- 
das lujosamente,  que  nadie  pisa  porque  todo  el  mun- 


S2í)  VIAJE  Á  AMÉRICA 

do  aprovecha  los  ascensores,  en  constante  movimien- 
to; los  cuartos,  de  indumentaria  enrevesada,  mezcla 
de  confort  y  ruindad-,  baratillo  extraño  de  camas, 
espejos  y  sillas  que  revelan  un  gusto  detestable  y... 
contento  con  esta  fantasmagoría,  podrá  decir,  como 
dicen  muchos,  que  esto  es  lo  mejor  de  la  tierra  como 
lujo  y  confort. 

De  todo  esto  hay  algo,  aunque  mejorado,  en  la 
ciudad  de  Milwaukee,  que  dista  8o  millas  de  Chica- 
go, pertenece  al  Estado  de  Wisconsin  y  está  sentada 
á  orillas  del  lago  Michigan. 

Y  con  tener  Milwaukee  la  fisonomía  americana, 
cuesta  trabajo  creer  que  una  ciudad  que  tiene  en  su 
seno  tantos  elementos  alemanes,  los  rótulos  de  las 
tiendas,  los  nombres  de  sus  dueños,  la  lengua  de  al- 
gunos de  sus  diarios  y  sobre  todo,  el  porte  de  sus 
individuos,  no  sea  un  pedazo  de  territorio  alemán, 
arrancado  de  las  playas  europeas  y  atracado  á  ori- 
llas del  lago  Michigan. 

Las  calles  anchas  y  en  cuadrícula,  los  tranvías 
eléctricos  que  las  cruzan,  los  inmensos  estableci- 
mientos industriales  que  las  animan,  los  bancos,  las 
iglesias,  los  pórticos  que  las  adornan,  forman  un 
conjunto  deleitoso,  una  nota  pintoresca  de  aquel 
gran  lago  que  no  refleja,  sino  en  poquísimos  días  del 
verano,  un  cielo  puro  y  risueño  que  recuerde  la  in- 
comparable atmósfera  de  nuestra  España. 
■     Milwaukee    tiene    además  para  el  industrial  gran- 


RAFAEL   PUIG    Y    YALLS 


des  atractivos:  Pabst  ha  montado  una  fábrica  de  cer- 
veza como  no  la  soñó  jamás  el  ingenio  de  Gambrinus, 
y  a(iuella  sociedad  enseña  orgullosa  sus  estableci- 
mientos que  ocupan  cuatro  manzanas  de  la  ciudad, 
manteniendo  un  personal  de  lisiados,  puesto  de 
uniforme,  que  acompaña  cada  media  hora  á  los  vi- 
sitantes que,  provistos  de  una  botellita  de  cerveza  y 
un  folleto,  regalo  de  la  casa,  van  á  paso  de  carga 
recorriendo  los  distintos  laboratorios  de  la  fábrica. 

Tan  rápida  fué  la  visita,  que  no  pude  tomar  ni 
un  solo  apunte;  y  así  resultan  barajadas  en  mi  me- 
moria cámaras  de  germinación,  salas  dedicadas  á  la 
limpieza  de  envases,  cajas  llenas  de  botellas  corrien- 
do automáticamente  sobre  tableros  para  llenarse,  ta- 
parse y  ponerse  las  etiquetas;  máquinas  de  vapor 
moviendo  cantidades  enormes  de  líquido  mezclado 
con  lúpulo;  cámaras  frigoríficas  de  conservación  de 
la  cerveza  en  grandes  toneles,  y  mil  otros  detalles 
que  no  deben  interesar  á  los  españoles,  enemigos 
resueltos  de  una  bebida  de  consumo  inmenso,  rival 
afortunado  entre  la  raza  anglo-sajona  de  los  vinos 
que  producimos,  y  que,  siendo  más  higiénicos,  más 
agradables  y  menos  embrutecedores  que  la  cerveza, 
hemos  de  guardar  en  las  bodegas  con  honda  pertur- 
bación de  nuestro  equilibrio  comercial,  y  menoscabo 
de  nuestra  principal  riqueza. 

Más  afortunado    en    la   fábrica  de  Allís,  cuyo  di- 
rector tuvo  la  cortesía  de  disponer  que  un  ingeniero 


222  VIAJE    Á   AMh';KICA 

industrial  sueco  me  acompañara,  y  aprovechando 
también  la  singular  competencia  de  mi  buen  amigo 
y  compañero  de  jurado  D.  Fernando  Aramburo,  vi 
acjuellos  inmensos  talleres,  dedicados  especialmente  á 
la  construcción  de  máquinas  de  vapor  y  de  maqui- 
naria para  molinos  harineros,  de  manera  que  pude 
formar  concepto  de  la  importancia  que  da  la  casa  al 
uso  de  las  herramientas  más  perfeccionadas,  con  las 
que  produce  un  trabajo  copioso  y  perfecto,  empleando 
obreros  de  inteligencia  escasa,  de  aprendizaje  cortí- 
simo, formados  en  cuatro  días,  en  donde  la  máquina 
lo  es  todo,  y  el  obrero  nada  ó  casi  nada.  No  me  in- 
teresó gran  cosa  la  visita;  la  casa  Allís,  que  ocupa 
unos  1,500  obreros,  no  ha  tenido,  desde  su  creación, 
una  sola  huelga,  pero  ahora  las  cuadras  están  casi 
desiertas,  sufriendo  la  influencia  de  los  mercados  que 
perturba  la  honda  crisis  de  la  plata  y  el  exceso  de 
producción. 

La  máquina  de  mayor  importancia,  en  construc- 
ción, no  pasará  de  tener  mil  caballos  de  fuerza;  por 
tanto,  preferí  dedicar  mi  atención  á  la  industria  ha- 
rinera, cuyos  molinos  modernísimos,  construye  Allís 
con  una  perfección  admirable.  Tiene  en  la  fábrica 
un  inmenso  taller  dedicado  á  fundir,  acerar,  estriar 
y  pulir  cilindros  para  la  molinería,  resultando  una 
labor  tan  acabada  que,  al  salir  de  las  manos  del 
obrero,  brillan  como  una  joya,  admirándose  la  per- 
fección de  las  figuras  geométricas  que  la  herramien- 


KAKAEI,    PUIG  Y  VALLS  223 

ta  ha  labrado,  con  precisión  matemática,  y  sin  esfuer- 
zo, como  producto  hermoso  y  fecundo  de  la  inteli- 
gencia humana. 

En  otras  cuadras  estaban  montados  los  molinos,  y 
como  abundan  en  Milwaukee,  me  interesó  el  estudio 
de  una  fabricación  que  en  España  se  desarrolla  ya 
con  provecho. 

A  pocos  pasos  de  la  fábrica  Allís  y  al  pie  del 
Michigan,  acompañado  del  ingeniero  de  la  casa  di 
con  un  molino  modelo.  Allís  construye  el  99  por  100 
de  los  molinos  harineros  instalados  en  el  territorio 
de  la  Unión,  y  con  objeto  de  acaparar  tan  gran  ne- 
gocio, que  el  monopolio  es  aquí  la  base  de  las  asom- 
brosas fortunas  hechas  en  los  Estados  Unidos,  forma 
parte  de  las  compañías  harineras,  proporcionándolas 
capital  en  útiles,  máquinas  y  herramientas. 

Saben,  los  que  se  dedican  á  fabricar  harina,  que 
los  molinos  de  piedra  dan  mayor  rendimiento,  son 
más  sencillos  y  baratos  que  los  de  cilindro,  y  que  la 
harina  producida  en  localidades  pobres,  satisface  úni- 
camente las  necesidades  de  gentes  de  paladar  poco 
delicado.  La  ventaja,  pues,  real  y  positiva,  de  los  mo- 
linos modernos  está  en  la  calidad  del  producto,  en 
producir  harinas  blancas  y  nutritivas,  base  del  pan 
blanco,  hermoso  y  bien  tostado,  que  es  el  mejor  re- 
galo de  las  mesas  bien  servidas. 

En  los  molinos  de  piedra,  el  grano  ha  de  estar 
humedecido,    y    al    molerlo,    la    harina    se    produce 


2  24  VIAJE    A    AMÉRICA 

enseguida,  aplastando  juntamente  las  sémolas  y  el 
salvado,  resultando  de  eso,  una  mezcla  de  harina 
y  salvado  de  difícil  separación;  muchas  veces  el  ca- 
lentamiento de  la  masa,  y  como  consecuencia,  la 
cocción  de  harinas  de  baja  calidad,  produce  pan  mo- 
reno, de  escaso  valor  nutritivo  por  haberse  alterado 
ó  descompuesto  el  gluten. 

En  la  molinería  moderna,  el  trabajo  resulta  más 
complicado,  para  evitar  el  calentamiento  de  la  masa, 
conseguir  la  completa  separación  del  salvado  de  las 
sémolas,  la  producción  de  sémolas  limpias  y  de  di- 
ferentes clases,  y  finalmente,  la  fabricación  de  harina 
blanca,  pura,  nutritiva  y  de  fácil  conservación. 

Todo  este  proceso  exige,  desde  que  cae  el  trigo 
en  la  primera  tolva  hasta  que  se  convierte  en  harina, 
una  serie  de  operaciones  que  no  he  de  seguir  aquí, 
porque  no  tengo  tiempo  ni  competencia  para  escri- 
bir un  libro  sobre  molinería  moderna-,  pero,  que 
puedo  agrupar  en  dos  series  bien  definidas,  la  de  las 
máquinas  ó  los  molinos  trituradores  c^ue  separan  el 
salvado  de  la  masa  general,  y  que  convierten  el  trigo 
en  sémolas,  y  los  molinos  de  cilindro  liso,  que  con- 
vierten las  sémolas  limpias  en  harina. 

Para  comprender  la  técnica  de  esta  doble  opera- 
ción importa  saber  que  un  grano  de  trigo  está  for- 
mado de  una  envolvente,  y  al  hablar  así  prescindo 
del  tecnicismo  botánico,  y  de  granos  aglutinados  de 
diferente  potencia  nutritiva  llamados   sémolas,  cuyos 


RAFAEL   PLIG    Y   VALI-S  225 

í^ranitos  contienen  la  harina.  La  operación  esencial 
de  los  molinos  trituradores,  compuestos  de  dos  cilin- 
dros estriados  que  dejan  entre  sí  un  hueco  de  dos 
milímetros  de  espesor  sobre  el  que  cae  el  trigo,  con- 
siste en  triturar  los  granos  sin  aplastarlos.  De  esta 
primera  operación  resultan:  salvado,  sémola  y  hari- 
na, y  trozos  de  trigo;  los  tres  primeros  se  separan 
de  los  últimos  cpe  pasan  por  otro  laminador  de  gar- 
ganta más  estrecha,  se  vuelven  á  separar  los  elemen- 
tos resultantes,  y  así  continúa  la  operación  hasta  te- 
ner completamente  separados,  por  medio  de  cerne- 
deros, el  salvado,  la  harina,  que  en  cantidad  escasa 
resulta,  y  las  sémolas. 

Los  cilindros  trituradores  están  estriados  en  espi- 
ral de  15  á  20  grados,  formando  las  estrías  de  cada 
par  de  cilindros  ángulos  comprendidos  entre  30  y  40 
grados,  y  dispuestos  de  manera  que,  mientras  un  ci- 
lindro da  500  vueltas,  el  otro  del  mismo  par  no  da 
más  que  200. 

Separadas  las  sémolas  se  guardan  ó  muelen  para 
convertirse  en  harina.  Para  conseguir  esto  último,  se 
emplean  cilindros  lisos  de  distinto  diferencial  en  su 
movimiento,  moliéndose  tres,  cuatro  y  cinco  veces 
en  laminador  de  paso  cada  vez  más  estrecho. 

Los  cernederos,  de  movimiento  oscilatorio,  debi- 
damente preparados,  van  separando  los  diferentes 
residuos  de  la  molienda,  clasificando  las  sémolas  y 
las  harinas  automática  y  primorosamente. 


Z26  VIAJE    Á    AMÉRICA 

Allís  fabrica  molinos  que  producen  50,  75,  100, 
150  y  más  quintales  de  harina  cada  veinticuatro  ho- 
ras, empleando  fuerzas  motrices  de  16,  20,  25  y  más 
caballos  de  fuerza. 

El  desgaste  de  los  cilindros  se  rectifica  en  los  ta- 
lleres de  Allís,  marchando  aquí  este  mecanismo  in- 
dustrial con  una  perfección  admirable. 

No  pretendo  haber  esbozado  siquiera  tan  intere- 
sante estudio,  (lue  recomiendo,  por  creerlo  producti- 
vo, á  los  ciue  tengan  interés  en  moler  cereales  con 
perfección,  y  conservar  harinas  puras,  blancas  y  nu- 
tritivas, procedan  ó  no  del  territorio  nacional. 


La  clausura  de  la  Exposición 


L  sonar   la   hora   postrera   de    la 
Exposición  colombina  de  Chica- 
go, parece  justo   recapitular   la 
impresión  sentida,  y  como  si  se 
tratase   de  historiar   la   vida    de 
un  muerto  ilustre,  prestar  á  sus 
obras  la  atención  reflexiva  que  merece  todo  lo  que 
deja  en  el  mundo,  huella  profunda  de  su  paso  por 
la  tierra. 

Abarcar,  en  su  conjunto,  una  obra  tan  grandiosa 
requeriría  la  inteligencia  de  un  sabio,  la  pluma  exper- 
ta de  un  literato  de  raza  y  el  juicio  frío  é  indepen- 
diente de  un  temperamento  rigurosamente  equili- 
brado. Por  no  ser  ninguna  de  estas  cosas  aporto 
ac^uí  la  impresión  subjetiva,  apuntada  con  severa  im- 
parcialidad, desoyendo  las  alabanzas  de  los  entusias- 


228  VIAJE   A   AMERICA 

tas  y  los  clamores  de  los  pesimistas,  pero,  imparcia- 
lidad unida  á  mi  temperamento  nervioso,  expuesto 
como  todo  lo  que  es  pasión  á  las  injusticias  de  los 
hombres. 

No  trato,  pues,  de  sentar  afirmaciones  rigurosas, 
ni  de  dar  á  cuadro  tan  complicado  los  últimos  reto- 
ques. Mi  pretensión  es  mas  modesta;  y  sólo  pido  á 
mis  lectores  el  convencimiento  de  que  aporto  á  este 
juicio,  no  la  nota  justa,  sino  la  impresión  sincera 
de  lo  que  he  visto  en  la  Exposición  de  Chicago. 

No  es  difícil,  después  de  siete  meses  de  recorrer 
la  White  city,  formar  concepto  de  su  conjunto-,  veo 
su  traza  holgadísima,  abarco  su  fisonomía  con  una 
sola  mirada  y  la  obra  me  parece  genial  y  digna  de 
un  entendimiento  soberano.  Marcar  en  el  papel,  con 
la  vista  fija  en  los  recursos  conque  se  puede  contar 
y  los  servicios  que  se  deben  satisfacer,  la  línea  ondu- 
lada que  se  traza  sobre  centenares  de  hectáreas, 
con  pulso  firme  y  sereno,  combinando  la  forma  pre- 
cisa de  lo  útil,  con  la  obra  de  la  fantasía,  recurso 
poderoso  del  arte  que  da  vida  y  color  al  pensamien- , 
to,  cuando  los  recursos  se  cuentan  por  millones  y  los 
servicios  han  de  compenetrarse  con  el  trabajo  de  to- 
das las  civilizaciones  y  todos  los  pueblos,  la  inteli- 
gencia más  templada  y  serena  ha  de  sentir  desfalle- 
cimientos y  reacciones  de  gigante,  ante  la  solución 
de  un  problema,  que  ha  sido  base  del  desenvolvi- 
miento   de    la   Exposición    entera.    Arguyan    cuanto 


RAFAEL   PL'IG   Y   VALLS 


quieran  los  t¡ue  han  clamado  contra  la  extensión 
exagerada  de  la  White  city,  causa  primera  de  sus 
caídas  y  fracasos,  nadie  podrá  negar  sin  injusticia,. 
que  la  traza  ha  sido  un  portento  de  hermosura.  Los. 
americanos,  autores  de  las  ciudades  en  cuadrícula,  de 
fisonomía  borrosa  y  fría,  lo  son  también  de  la  World's 
Fair  de  líneas  onduladas  y  vistosas,  de  rasgos  artísti- 
cos primorosos,  con  fisonomía  propia  en  cada  por- 
ción de  su  vasto  recinto,  rico  en  color  y  fantasía, 
marco  amplísimo  de  los  edificios  inmensos  que  se 
han  levantado,  con  varia  fortuna,  en  la  Exposición  de 
Chicago. 

Convertir  un  pantano  en  ciudad  urbanizada,  sa- 
nearla y  drenarla,  aprovechar  las  aguas  encharcadas- 
para  que  corrieran  encauzadas  en  ancho  canal,  en- 
lazar esta  obra  quilométrica  con  el  Michigan,  deco- 
rar sus  márgenes  con  prados  y  jardines,  levantar  con 
las  tierras  arrancadas  del  fondo  del  pantano  superfi- 
cies onduladas,  formando  suelo  al  rodal  de  plantas 
y  arbustos  forestales;  la  estatua  escondida  entre  flores 
y  hojarasca,  la  fuente  monumental  dominando  en  la 
Cour  d'Honneur  á  los  dioses  de  la  mitología,  las  es- 
tatuas de  soldados,  héroes,  sabios...  los  puentes  y  las 
góndolas  venecianas  y  las  lanchas  eléctricas,  son  co- 
sas que,  bien  dispuestas,  constituyen  por  sí  solas  un 
esfuerzo  verdaderamente  asombroso. 

Los  edificios,  en  cambio,  por  sus  trazas  y  sus  al- 
zados se  han  levantado,  con  varia  fortuna.  No  basta- 


230  VIAJE   Á    AMÉRICA 

rían  las  páginas  de  este  libro  para  dar  una  idea  de 
aquellas  obras  colosales ^  requiriendo  su  crítica  justa 
y  severa,  minucias  de  detalle  y  pinceladas  de  con- 
junto que,  quizá,  demostrarían  que  sólo  en  lo  fiel- 
mente imitado,  por  no  decir  copiado,  han  hallado  los 
arquitectos  americanos  la  nota  justa  de  lo  bello  y 
-esplendoroso.  Pero,  sería  notoria  injusticia  involucrar 
^n  criterio  tan  riguroso  al  autor  del  Palacio  de  Ma- 
nufacturas que,  sin  desdeñarlas  reglas  de  la  técnica 
y  aun  rindiendo  pleito  homenaje  á  los  estilos  arqui- 
tectónicos que  han  dado  al  mundo  antiguo  su  fama 
artística,  se  ha  mantenido  dentro  de  cierta  indepen- 
dencia, rayana  al  genio,  atreviéndose  á  cubrir  diez 
hectáreas  de  superficie  con  una  sola  nave,  sin  aplas- 
tar el  edificio,  y  manteniendo  su  gallardía  en  aquella 
traza  colosal  y  no  superada  hasta  la  fecha. 

Aficionados  los  norteamericanos  á  lo  grandioso, 
la  erección  de  cúpulas  y  cimborios  de  todos  tama- 
ños, formas  y  colores,  ha  sido  la  pasión  yankee  en  la 
•ciudad  blanca-,  afortunados  en  los  trabajos  de  inge- 
niería, atrevidos  y  enamorados  de  las  osadías  no 
aventajadas  aun,  la  proporción  entre  las  diferentes 
partes  de  una  obra  no  parece  haber  sido  la  preocu- 
pación del  proyectista,  más  interesado  en  discutir  lo 
deforme  y  grandioso  (jue  en  buscar  equilibrios  que 
encarnan  en  lo  vulgar  y  conocido. 

Nadie  habrá  adivinado  tampoco,  por  las  formas 
externas,  el  destino    otorgado  á  palacios   grandiosos 


RAFAEL   I'UIG   V   VAI.LS 


adornados  fastuosamente,  obra  en  c]ue  el  ingenio  del 
artista  olvidó  completamente  la  relación  que  debe 
existir  entre  el  continente  y  contenido  de  los  edificios 
que  tienen  carácter  público. 

En  el  desarrollo  de  los  servicios  no  hubo  tampoco 
la  variedad  en  la  unidad  reveladora  de  una  mano 
experta  y  segura,  propia  de  un  jefe  organizador  y  do- 
tado del  conocimiento  hondo  de  las  necesidades  de 
tan  grande  empresa.  Aplicada  la  división  del  trabajo 
á  un  organismo  complicadísimo,  el  procedimiento 
sólo  pudo  resultar  aceptable  señalando  en  los  puntos 
generales  contactos  de  tangencia  claramente  deter- 
minados, encargando  á  directores  expertos  el  movi- 
miento de  los  diferentes  campos  de  acción,  pero 
con  mira  siempre  á  evitar  rozamientos  y  á  suavizar 
asperezas  que  sólo  puede  realizar  la  Jefatura  indis- 
cutible de  una  jDersona  capaz  de  mover  el  mecanismo 
entero  con  criterio  propio,  sólido,  fijo  é  inquebranta- 
ble. Si  ese  procedimiento  ha  tenido  aquí  feliz  des- 
arrollo, confieso  que  no  he  sabido  verlo;  las  aduanas, 
las  agencias  de  transportes,  el  servicio  ferroviario,  la 
vigilancia,  la  fiscalización  en  las  puertas,  el  Jurado, 
no  han  tenido  engranajes  que  facilitaran  el  movi- 
miento, antes  bien  me  parecen  cabos  sueltos  de  ca- 
bles transmisores  de  energía  cuyo  empalme  resulta 
ser  obra  difícil,  enojosa  y  perturbadora. 

En  los  Palacios,  la  mise  en  schíe,  para  el    que  no 
busca  detalles  y    primores    de    organización ,  para  el 


232  VIAJE  Á    AMÉRICA 

que  no  estudia,  ni  compara,  la  obra  de  conjunto  pa 
rece  harmoniosa  y  muy  lucida;  el  profano  halla  ac^uí 
cuanto  puede  colmar  las  ansias  más  exageradas  de 
aire,  color  y  luz-,  el  inteligente,  en  cambio,  observa 
forzosamente  algo  que  denota  precipitación  en  el 
procedimiento  y  en  la  ejecución. 

Pero  aun  así,  el  que  quiera  estudiar,  halla  aquí 
recursos  agobiadores;  el  que  sabe  buscar,  siente  for- 
zosamente las  tristezas  de  no  poder  acaparar  los  in- 
mensos tesoros  que  la  ciencia  universal  y  el  arte  en 
todas  sus  manifestaciones  han  acumulado  en  este  re- 
cinto digno  de  llamarse  pomposamente  World' s  Fair, 
la  feria  del  mundo,  pero  feria  colosal  en  que  los  an- 
tiguos moldes  ni  siquiera  han  merecido  respetos  de 
anticuario,  tan  radicales  han  sido  los  cambios  reali- 
zados en  la  pompa  conque  se  ha  desenvuelto  en 
América,  la  Exposición  de  Chicago.  Aun  prescindien- 
do del  marco,  de  sin  igual  hermosura;  del  edificio 
holgado  y  portentoso,  de  las  solemnidades  con  que  se 
han  festejado  a(|uí  las  manifestaciones  de  las  ciencias 
y  las  artes,  el  que  recuerde  el  tenderete  adornado 
con  unos  cuantos  cabos  de  vela  iluminando  vistosas 
baratijas,  esbozo,  con  su  cubierta  de  lona  contra  el 
sol  y  la  humedad,  de  los  esplendores  de  hoy,  el  áni- 
mo queda  sobrecogido  de  admiración  ante  los  nue- 
vos horizontes  (jue  la  ciencia  y  el  arte  del  ingeniero 
descubre  cada  día,  señalando  á  las  sociedades  recur- 
sos inagotables  de  ricjueza  y  bienestar. 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS  233 

El  triunfo  de  la  electricidad  en  Chicago  ha  de  con- 
signarse en  la  historia  del  progreso  humano  como  un 
suceso  glorioso.  Y  es  que  el  que  ahonda  en  la  materia 
halla  resuelto  un  problema  trascendental;  la  aplicación 
de  la  electricidad  á  todos  los  mecanismos  y  á  todas  las 
necesidades  de    la  vida  no  significaría   gran  cosa,  si 
sólo  se  tratara  de  la  luz  que  deslumhra,  de  la  fuerza 
que  avasalla,  de  la  electrólisis  que  admira,  ;que  im- 
portaría todo  eso,  aun  siendo  tan  prodigioso,  si  en  el 
fondo    del  problema   no    se   hallara   la   solución  del 
aprovechamiento  intensivo  de  las  fuerzas  vivas  de  la 
naturaleza,   y  con    ella,   la  modificación   radical    del 
trabajo  redimido    por  esas  mismas  fuerzas?   Durante 
siglos    las  hemos    contemplado   con    los   brazos  cru- 
zados sin  saberlas  aprovechar,  cegados  por   la  igno- 
rancia, embrutecidos    por   la   miseria,    hasta   que  la 
ciencia,  esencia  purísima  de   Dios,   nos  ha  enseñado 
que  la  naturaleza  trabaja  para  el  bienestar  del  hombre 
diciéndole,  «aquí   tienes    el   trabajo  incesante  de  la 
materia,  mis  leyes  te  muestran  que  las  aguas  al  despe- 
ñarse, el  aire  al  cambiar  de  densidad,  las  olas  al  agi- 
tarse en  la  superficie  de  los  mares,  los  agentes  telú- 
ricos al  correr  por  los  estratos  terrestres,  son  fuerzas 
ciue  obran  constantemente  en  el  mundo  y  que  te  doy 
gratis  con  la  única  condición  de  que  sepas  transfor- 
marlas y   conducirlas  á    tu  antojo  para   tu  bien  y  el 
de  la  humanidad.    Durante  siglos  te  he  mostrado  en 
las  nubes  el  agente  propulsor   de  la  vida,  te  he  des- 


234  VIAJE    Á    AMÉRICA 

lumbrado  con  sus  rayos,  y  su  fulgor  no  te  ha  dicho 
hasta  ahora  que  aquel  agente  indómito  es  luz,  es  ca- 
lor, es  fuerza...  es  vida,  en  fin,  de  las  sociedades  ham- 
brientas de  paz,  amor  y  caridad.» 

Y  al  reunirse  tantos  portentos  en  Chicago,  el  que 
ha  estudiado  su  esencia,  prescindiendo  de  tanta  luz  y 
tanto  color,  en  aquel  inmenso  mecanismo,  obra  de 
una  lucha  gigantesca,  ha  visto  que  la  apoteosis  eléc- 
trica es  la  nota  culminante  del  Certamen,  nota  reve- 
ladora de  un  cambio  social  fundado  en  la  solución 
de  un  problema  acogido  con  simpatía  en  todas  par- 
tes: el  aprovechamiento  intensivo  de  las  fuerzas  na- 
turales, y  la  modificación  honda  de  todos  los  instru- 
mentos del  trabajo. 

Aquí  tienes,  lector;  sintetizada,  en  mi  concepto,  la 
labor  del  gran  Certamen  americano:  no  hay  en  él 
cosas  nuevas  reveladoras  de  enseñanzas  fecundas, 
pero  hállanse  aquí  realizadas,  en  espacio  reducido, 
convertidas  en  lo  tangible  y  en  lo  práctico,  lo  que 
la  fama  pregona  por  el  mundo,  como  bueno,  útil  y 
provechoso. 

Descarta,  pues,  la  balumba  de  las  fiestas,  las  mas- 
caradas, las  democracias  americanas  luciendo  sus 
abigarrados  batallones,  las  paradas,  los  banquetes  y 
los  saraos,  los  congresos  y  las  discusiones,  fárrago  in- 
digesto de  la  garrulería  universal  y  fijáte  en  lo  porve- 
nir, lleno  de  esperanzas,  porque  el  bien,  que  es  fecun- 
do, que  es  obra  de  Dios,  y  por  tanto,  lo  absoluto,  ha 


RAFAEL   I'IIG    Y   VALLS  235 

de  vencer  aquí,  como  en  todas  las  inmensidades  del 
espacio  infinito,  al  mal,  que  es  contingente  y  forma 
pasajera  del  error  y  la  ignorancia. 

Todo  ha  terminado;  la  fiesta  de  clausura  se  ha 
convertido  en  día  luctuoso  y  de  vergüenza.  Un  mal- 
vado, un  ambicioso,  acaba  de  asesinar  á  Harrison,  al 
Mayor  de  Chicago. 

Las  fiestas,  los  discursos,  las  galas  de  la  ciudad 
se  transforman  en  ayes  de  dolor  y  fúnebres  crespo- 
nes, concluyendo  tristemente  una  de  las  glorias  más 
puras  de  la  América  del  Norte. 

Chicago  entera  inclina  la  frente  ante  el  cadáver 
expuesto  en  capilla  ardiente,  levantada  en  la  casa  de 
la  ciudad  y  á  su  entierro  concurre  todo  un  pueblo, 
ansioso  de  borrar  y  hacer  olvidar  el  crimen  horrendo, 
cometido  en  horas  que  dan  al  acto,  la  significación 
de  delito  de  lesa  patria. 

Yo  no  sé  si  la  democracia  americana  olvidará  la 
memoria  de  Harrison;  en  cambio,  estoy  seguro  de 
que  el  mundo  entero  recordará  siempre  admirado  el 
esfuerzo  colosal  del  pueblo  que  ha  mostrado  tanta 
energía  y  tanta  virilidad  y  pujanza,  al  levantar  una 
de  las  obras  más  portentosas  de  este  siglo:  la  World' s 
Fair  de  Chicago. 

Fin  del  primer  tomo 


ÍNDICE 


PÁcs. 


De  París  á  New-York 7 

Cosas  de  España...  y  de  los  Estados  Unidos.     ...  15 

New-York ^3 

Las  Cataratas  del  Niágara 33 

Chicago 43 

Ingeniería  municipal 53 

Los  preparativos  de  apertura  de  la  Exposición..      .      .  61 

Suma  y  sigue .09 

Apertura  de  la  Exposición 77 

La  sección  española  de  Manufacturas 83 

La  sección  española  de  Agricultura io5 

La  sección  española  de  Vinicultura 121 

Las  secciones  españolas  de  Máquinas  y  Minas. .       .       .  129 

Las  secciones  españolas  de  Guerra  y  Marina.     .       .       .  137 

Las  secciones  españolas  de  Señoras  y  Forestal..      .      .  I45 

Episodios  de  la  Exposición: 
Los   Infantes  de  España  doña  Eulalia  y  don  Antonio 

en  Chicago ^53 

La  llegada  de  las  carabelas I59 

La  catástrofe '"7 

El  Midway  plaisance 1 73 

Cosas...  de  los  Estados  Unidos 181 

Antagonismos  entre  americanos  y  europeos  acerca  del 

Jurado 189 

El  Jurado ^97 

Industrias  americanas: 

Pullman 203 

Milwaukee 219 

La  clausura  de  la  Exposición 227 


VIAJE  Á  AMÉRICA 


VIAJE 

Á 


AMÉRICA 


Estados  Unidos,  Exposición   Universal  de  Chicago, 
México,   Cuba  y  Puerto  Rico 


Rafael  ^ui^  y  Yalls 


TOMO  II 


BARCELONA 

TIPOLITOGRAFÍA   DE    LUIS    TASSO 

Arco  del  Teatro,  21  y  23 

1894 


ES  PROPIEDAD  DEL  AUTOR 


Washington 


I  querido  lector:  Si  estás  cansado 
de  oir  cantar  las  alabanzas  de  la 
Exposición  de  Chicago-,  si  te  re- 
pugna leer  los  detalles  de  la 
muerte  de  un  hombre  que  pensó 
dar  gloriosa  tumba  á  la  gran  feria  del  mundo, 
y  halla  la  suya  abierta  por  la  mano  odiosa  de 
un  asesino  horas  antes  del  30  de  octubre^  si  te 
adolora  contemplar  como  se  enlazan  y  confunden  en 
la  Babel  de  las  grandes  ciudades  americanas,  la  es- 
truenduosa  fiesta  que  ilumina  la  ciencia  con  todos  sus 
esplendores  y  la  industria  con  todas  sus  riquezas, 
con  el  horror  de  trenes  que  chocan  cada  día  produ- 
ciendo víctimas  sin  cuento,  de  incendios  que  devo- 
ran edificios  á  centenares,  de    asesinatos    aleves  que 


-6  VIAJE  A  AMÉRICA 

buscan  víctimas  rodeadas  de  todos  los  prestigios:  ven 
conraigo  á  tierras  más  tranquilas,  donde  el  humo  de 
las  fábricas  no  emponzoña  el  aire  que  se  respira, 
donde  la  agitación  loca  y  febril  del  dollar  no  enlo- 
quece á  los  hombres,  donde  el  sol  brilla,  )¡  la  at- 
mósfera es  transparente,  el  aire  sano  y  la  gente  culta; 
ven  conmigo  á  Washington,  donde  verás  una  ciudad 
que  levanta  monumentos  á  los  mejores  patriotas-,  el 
Capitolio,  á  la  gloria  más  pura  de  la  gran  repú- 
blica norteamericana;  modesto  albergue,  en  la  Casa- 
Blanca,  al  representante  del  pueblo,  y  á  orillas  del 
Potómac  la  tumba  del  Cincinato  de  la  historia 
contemporánea,  que  abatió  la  soberbia  británica  y 
fundó  con  su  alta  sabiduría  el  edificio  colosal,  el 
Código  de  las  libertades  americanas  que  ha  fecun- 
dado todas  las  energías  desplegadas  durante  los  últi- 
mos cien  años,  procurando,  en  tan  corto  espacio  de 
tiempo,  el  desenvolvimiento  más  rápido  y  pvoderoso 
de  una  nacionalidad  que  registra  lá, historia  humana. 
Washington,  más  que  ciudad,  es  panteón  colosal 
que  glorifica  á  los  dioses  de  la  democracia  ameri- 
cana; la  estatua  de  Washington,  sentado  en  silla 
curul,  tronando  como  un  dios  pagano  sobre  las  al- 
turas del  Capitolio,  sintetiza  en  tres  leyendas  pues- 
tas en  el  zócalo  del  monumento,  con  sencillez  es- 
partana, toda  su  historia  y  toda  su  vida:  «El  primero 
en  la  paz»,  «?]1  primero  en  la  guerra»,  «El  primero 
en  el  cora  ,     de  sus  conciudadanos». 


KAKAEI,    ITIG    Y    VAI.I.S 


El  que  supo  hallar  nota  tan  justa,  digno  fué  de 
sentir  tanta  grandeza. 

Y  como  guardianes  del  Capitolio,  altivos  y  arro- 
gantes, los  ungidos  por  el  pueblo  en  el  pórtico  del 
gran  rnonumento,  las  estatuas  de  Colón  y  las  de 
Washington,  Garfield...  que  han  ocupado  unos  tras 
otros  los  puestos  de  honor  como  leaders,  por  no  de- 
cir señores,  de  las  muchedumbres  americanas. 

Pero  no  quiero,  lector  querido,  que  me  sigas  al 
través  de  las  grandes  avenidas  de  Washington,  de 
sus  hermosos  parques  cuajados  de  estatuas  y  monu- 
mentos, ni  quiero  que  formes  concepto  conmigo,  de 
las  bellezas  y  los  defectos  del  Capitolio,  que  tantos 
recuerdos  de  España  y  aun  de  Barcelona  ostenta, 
del  gran  monumento  ([ue  imita  las  agujas  monolíti- 
cas de  Egipto,  de  todo  lo  que  encierra  la  Casa- 
Blanca,  porque  todo  esto  está  ya  descrito  hasta  la  sa- 
ciedad, y  siendo  probable  que  no  daría  con  la  nota 
justa,  más  vale  que  consultes  autores  de  mayor  y 
más  justificado  predicamento,  contentándote  con  ve- 
nir, en  piadosa  peregrinación,  á  la  casa  que  habitó 
en  Mount  Vernon  el  fundador  de  la  República,  y  á 
la  tumba  que  dista  pocos  pasos  del  que  fué,  al  pare- 
cer, dichoso  hogar  de  la  familia  Washington, 

Yo  bien  quisiera  hacer  este  viaje  entre  pocos  y 
aun  silenciosos  amigos;  no  se  va,  ni  se  puede  ir  á 
Mount  Vernon,  sin  meditar,  sm  retrotraer  á  la  vida 
toda  la    historia,  todas    las    dotes  de    mando  de  un 


8  VIAJK    A    AMKKK'A 

hombre  (jiie  llenó  de  gloria  las  tierras  americanas. 
Pero,  no  soy  rico  para  fletar  un  vapor  por  mi  cuen- 
ta, y  he  de  contentarme  con  pagar  cincuenta  centa- 
vos para  que  The  Maid  of  the  Mist,  la  doncella  de 
la  niebla,  me  conduzca  entre  gentlemen  y  ladies  de 
todas  clases  y  categorías,  á  la  Meca  de  la  Repúbli- 
ca de  los  Estados  Unidos. 

La  mañana  está  fría  y  destemplada;  el  Potómac 
arrastra  el  limo  de  aguas  torrenciales,  producto  de 
fuertes  lluvias-,  los  horizontes  están  cerrados  y  los 
pasajeros  arrebujados  en  la  toldilla,  contemplan  si- 
lenciosos las  frondosas  orillas  del  río.  A  las  diez  el 
vapor  señala  la  salida,  abandona  la  dársena  y  em- 
prende la  marcha,  camino  de  Mount  Vernon. 

El  marinero  de  guardia  va  anunciando  á  los  pa- 
sajeros los  puertos  de  parada,  Alexandría,  Port  Foo- 
te,  Fort  Washigton,  Mount  Vernon.  La  gente  sale,  se 
precipita  á  la  pasarela,  y  el  vapor  retrocede  y  nos 
deja  en  la  entrada  del  parque  que  rodea  la  casa 
que  habitó  Washington,  después  de  haber  renun- 
ciado todas  sus  grandezas  para  que  vinieran  hom- 
bres nuevos  á  continuar  la  historia  de  los  Estados 
Unidos. 

La  niebla  que  nos  persigue  toda  la  mañana  da  á 
lo  que  nos  rodea  un  aire  de  tristeza  que  convida 
á  meditar.  El  parque  se  extiende  en  terreno  suave- 
mente ondulado,  formando  una  colina  que  domina 
el  silencioso  Potómac,  (jue,  al  deslizarse  blandamen- 


RAKAF.I.    PL'IG    Y    VAI.I.: 


te,  parece  respetar  el  sueño  inmortal  del  héroe  de 
la  independencia  norteamericana. 

Arboles  forestales  plantados  por  la  mano  de 
Washington,  pinos,  robles,  encinas,  cipreces  pirami- 
dales, árboles  todos  de  hoja  perenne,  dan  al  conjun- 
to la  fisonomía  triste  de  un  cementerio.  A  pocos  pa- 
sos del  río,  una  estrechísima  senda  que  sigue  la  ca- 
ñada de  un  vallecito,  elevándose  rápidamente,  guía 
á  una  pequeña  meseta,  donde  se  halla  la  modesta 
tumba  de  Washington  y  su  mujer  Martha. 

El  que  pretenda  hallar  allí  mármoles  y  bronces, 
leyendas  fantásticas  ó  epitafios  altisonantes,  pierde 
lastimosamente  el  tiempo*,  una  especie  de  capilla, 
que  cubre  una  bóveda  de  cañón  seguido,  construida 
con  toscos  ladrillos  recubiertos  con  lechada  de  cal 
y  vermellón,  dos  tumbas  de  marmol  blanco  que  los 
rigores  del  clima  han  manchado  de  tonos  grises,  el 
nombre  del  que  descansa  allí,  esperando,  según  dice 
un  versículo  de  la  Biblia  apuntado  en  el  paramento 
que  cierra  el  fondo  de  la  capilla,  que  no  morirán  nunca 
los  que  creen,  y  una  verja  de  hierro  toscamente  la- 
brada, cuyas  llaves  fueron  lanzadas  al  fondo  del  río, 
es  cuanto  constituye  el  monumento  funerario  de  un 
hombre  que  sus  contemporáneos  creyeron  que  no  ca- 
bría, tanta  fué  su  gloria  en  la  paz  y  en  la  guerra, 
bajo  la  bóveda  portentosa  del  Capitolio  de  la  capi- 
tal de  la  república. 

Fuera,  y  como  satélites  del  gran  astro,  yacen  los 


lo  viAjF,  X  ami5:rica 

parientes  de  Washington,  orgullosos  aun  en  sus  tum- 
bas de  pertenecer  á  la  familia  del  gran  ciudadano 
norteamericano. 

Y  cuando  la  turba  que  me  acompaña  silenciosa 
se  cansa  de  contemplar  aquellas  tumbas  modestas, 
llevando  cada  cual  en  su  pensamiento,  unos  toda  la 
historia  de  un  pueblo,  otros  la  sencilla  visión  de  una 
grandeza  extinguida,  los  más  la  idea  de  lo  que  no 
se  comprende,  algo  así  como  música  (jue  recoge  el 
viento,  que  acaricia  nuestros  sentidos  sin  dejarnos  la 
huella  de  un  pensamiento  claramente  definido,  yo 
me  quedo  allí  pensando  si  aquel  hombre  que  había 
nacido  para  jefe  de  un  pueblo,  si  aquella  inteligen- 
cia poderosa  que  temía  que  los  hijos  de  los  ricos  se 
corrompieran  en  Europa  y  adquirieran,  entre  corte- 
sanos, sentimientos  adversos  á  la  república  que  él 
había  fundado  con  sencillez  espartana,  se  asustaría 
hoy  del  vuelo  que  alcanza  aquí  la  corrupción,  tan 
grande,  tan  cínica  y  tan  consentida,  que  ostenta  des- 
vergonzada todas  sus  llagas,  sin  (jue  haya  siquiera  una 
mano  piadosa  que  cubra  sus  lacras  con  manto  de  mise- 
ricordia. Aquel  hombre  que  dejaba  en  su  testamento 
una  manda  piadosa  para  fundar  una  Universidad 
donde  la  juventud  aprendiera  á  amar  una  república 
austera  hallaría  hoy  una  sociedad  (jue  ama  desenfre- 
nadamente una  sola  cosa:  el  dollar,  que  alienta  todas 
las  pasiones  y  satisface  todas  las  concupiscencias.  Y 
Washington,  que  creyó   ofrecer  su  modestia  á    Amé- 


KAKAEI.    l'ViC.    Y    VAl.I.S 


rica  como  un  legado  de  paz  y  caridad,  si  resucitara 
creería  que  habían  falseado  su  obra,  permitiendo  que 
entre  ricos  y  pobres  se  levante  la  barrera  infranc^uea- 
ble  que  trata  de  derribar  la  dinamita  y  que  la  co- 
rrupción cortesana  había  penetrado  por  todos  los 
ámbitos  de  la  república,  contemplando  un  pueblo 
ávido  de  medallas,  cintas  y  condecoraciones  ridiculas 
que  parecen  indicar  tendencias  marcadísimas  á  na- 
cientes y  aun  mal  definidas   aristocracias. 

Y  es  que  no  hay  obra  humana  que  no  sea  efíme- 
ra, ni  previsión  que  baste  para  fecundar  las  iniciati- 
vas y  los  desenvolvimientos  de  un  pueblo,  en  sus 
evoluciones  al    través  de    las  edades    y  los  tiempos. 

Se  deja  con  pesar  aquella  tumba  que  enseña  tan- 
tas cosas  á  los  que  la  interrogan  con  buen  sentido; 
y  subiendo  por  suave  cuesta,  á  pocos  pasos  se  halla 
la  casa  de  Washington,  restaurada  con  amore  por 
manos  piadosas  que  han  respetado  con  empeño  su 
tradición,  los  recuerdos  y  las  reliquias  acumuladas, 
el  color  local  de  cuanto  vivificó  el  genio  poderoso 
del  héroe  de  la  independencia  americana. 

El  estilo  de  aquella  mansión,  la  decoración  de 
las  salas  de  fumar,  conversación  y  música,  donde 
apenas  caben  una  docena  de  personas,  el  clavicordio 
la  flauta,  todo  lo  que  constituía  lo  íntimo  del  hogar 
representa,  en  lujo  y  riqueza,  lo  que  puede  gastar  en 
cualquier  parte  una  fortuna  modestísima.  El  cuarto 
donde  murió  Washington,  la  cama  donde    soñaría  el 


12  VIAJE    A    AMltRlCA 

héroe  tantas  grandezas  para  la  patria,  el  sillón  donde 
reclinó  tantas  veces  su  noble  cabeza,  se  conservan 
como  ejemplo  de  modestia  y  objeto    de  veneración. 

Las  paredes,  museo  vivo  de  las  glorias  americanas, 
los  anaqueles,  los  libros  de  predilección,  los  cuadros 
de  historia,  los  autógrafos  en  que  llama  amigos  á  sus 
subordinados,  ofreciéndose  como  su  humilde  servidor, 
los  recuerdos  de  Lafayette,  de  los  compañeros  de 
armas  que  bajo  su  mando  tutelar  alcanzaron  tanta 
gloria,  todo  está  allí  reunido  para  que  las  generacio- 
nes del  presente  y  del  porvenir  desfilen  con  la  cabe- 
za inclinada  ante  uno  de  los  prestigios  más  puros, 
más  desinteresados  y  nobles  de  la  historia  del 
mundo. 

Y  al  volver  al  vapor  para  regresar  á  Washington, 
el  ánimo  parece  sentir  la  influencia  y  el  aliento  po- 
deroso de  tan  altos  ejemplos,  que  allí  se  aprende  á 
amar  la  patria  con  desinterés,  y  sin  más  objetivo  que 
el  bien  común. 


iÍL   TKMi'LO   UK   LOS   AlüK;^10Mii) 


Salt  Lake  City 


He  visitado  la  ciudad'  del  Lago  salado  movido 
por  la  curiosidad,  y  sin  tener  la  pretensión  de  estudiar 
las  costumbres  de  los  mormones.  He  permanecido 
en  ella  cuarenta  y  ocho  horas  que  parecerán  á  toda 
persona  sensata  espacio  demasiado  breve  para  in- 
tentar siquiera  un  estudio  que  requiere,  aún  siendo 
un  movimiento  social  de  limitado  alcance,  tiempo, 
calma,  ocasión  y  juicio  atento  y  seguro  para  poderlo 
apreciar  debidamente. 

Pero  como  la  doctrina  de  Brigham  Young  ha  pro- 
ducido algo  más  que  un  movimiento  de  opinión,  algo 


14  VIAJE   A   AMÉRICA 

(lue  se  traduce  en  trabajo  útil  á  la  humanidad,  me 
pareció  curioso  visitar  un  pueblo,  que  cual  cuña  me- 
tida en  un  cuerpo  extraño  agita  á  la  sociedad  ame- 
ricana, barrena  sus  principios,  impone  sus  leyes, 
establece  su  gobierno  y  predica  una  moral  reñida 
con  cuanto  constituye  la  esencia  de  la  nación  sobre 
que  vive  como  parásito  adherido  á  las  entrañas  de 
su  extenso  territorio,  con  tendencia  manifiesta,  él  que 
es  tan  poca  cosa,  á  devorar  al  monstruo,  imponién- 
dole su  doctrina  y  sus  creencias  religiosas. 

Sería  curioso  ciertamente  averiguar  que  magia 
pudo  convertir  á  la  mujer  libre  y  civilizada  en  esclava 
y  envilecida;  sería  una  obra  meritoria  estudiar  la  del 
patriarca  mormón,  que  duerme  en  los  altos  de  la  ciu- 
dad el  sueño  profundo  de  la  muerte,  él  que  como 
Cristo  dijo  que  resucitaría  entre  los  muertos  para  que 
sus  apóstoles  predicaran  la  buena  nueva  por  el  mundo; 
pero  no  tengo  sabiduría  ni  fuerzas  para  tanto,  bas- 
tándome contemplar,  desde  Prospect  Hill,  la  ciudad 
que  ha  creado  el  genio  mormón,  y  la  llanura  que  se 
extiende  á  sus  pies,  estepa  árida  y  fría  ayer,  campo 
fecundo  y  rico  hoy,  fertilizado  por  la  mano  de  una 
secta  que  extiende  ya  sus  dominios  por  importantes 
territorios,  que  cuenta  más  de  200,000  adeptos,  y  que 
envía  sus  misioneros  á  Europa  no  sé  si  convencidos 
ó  guiados  por  móviles  menos  nobles  y  loables  que 
la  convicción. 

La  capital  de  Utah  es  una  población    de    factura 


RAFAEL   PUIG   Y   VAI.I.R  1 5 

norteamericana  bien  marcada-,  sus  calles  rectas  y 
anchas,  sus  tranvías  eléctricos,  sus  discos  de  alarma, 
sus  policías  con  casco  y  club  en  la  cintura,  sus  tien- 
das abigarradas,  hoteles  inmensos,  edificios  públicos 
estrafalarios,  la  luz  eléctrica  en  todas  partes,  son 
notas  repetidas  en  la  ciudad  de  los  mormones,  como 
lo  son  en  todas  las  grandes  poblaciones  de  la  Unión 
americana.  No  es  eso,  pues,  lo  que  interesa  en  la 
ciudad  del  Lago  salado;  y  el  extranjero,  el  gentil 
para  el  mormón,  que  no  puede  entrar  en  la  mansión 
donde  la  poligamia  esconde  sus  delitos  cometidos 
contra  la  ley  soberana  de  los  Estados  Unidos,  ni 
escuadriñar  sus  prácticas  religiosas,  ni  las  leyes  que 
regulan  los  vínculos  de  aquellas  familias  patriarcales, 
busca  ansioso  las  manifestaciones  externas,  los  mo- 
numentos, las  obras  de  arte,  las  inspiraciones  del 
genio  popular  calcadas  sobre  las  creencias  y  las  as- 
piraciones de  su  espíritu. 

Y  en  un  recinto  que  cierra  alto  muro  de  adobe, 
situado  al  pie  de  una  colina,  como  centro  de  la  ciu- 
dad santa,  escondidos  entre  la  arboleda,  como  teme- 
rosos de  que  los  profanen  las  miradas  de  los  gentiles, 
la  fe  de  los  mormones  ha  levantado  tres  grandes 
edificios:  el  templo,  el  tabernáculo,  y  la  asamblea. 

El  templo  no  puede  verse  más  que  exteriormente, 
su  arquitectura  y  su  forma  no  explican  el  uso  á  que 
está  destinado,  ya  que  sus  cuerpos  avanzados  y  las 
aberturas  de  sus  diferentes  pisos  no  parecen  indicar 


l6  VIAJE    A   AMERICA 

la  construcción  de  un  espacio  cubierto,  semejante  al 
de  nuestras  catedrales,  donde  se  congregue  el  pueblo 
mormón  en  sus  prácticas  religiosas;  y  como  es  inútil 
preguntar  al  guardián  para  que  sirve  aquel  inmenso 
edificio,  especie  de  castillo  feudal  rematado  por  altas 
pirámides,  feo,  desproporcionado,  revelando  única- 
mente la  potencia  financiera  de  un  pueblo  que  puede 


.L    TALEKNACLLU    DE    LOS    MUKMUNHS 


permitirse  el  lujo  de  gastar  cuatro  millones  de  dollars 
en  fabricar  un  palacio,  destinado  probablemente  á 
oficinas  y  á  las  ceremonias  de  carácter  civil  del  mor- 
monismo,  no  tengo  más  remedio  que  buscar,  dando 
un  largo  rodeo,  la  entrada  de  un  edificio  extraño, 
parecido  á  un  elipsoide  de  tres  ejes,  llamado  el  ta- 
bernáculo, rematado  por  una  bóveda  rebajada  que 
cubre    una   planta,    casi    elíptica,    de  aspecto  teatral 


RAFAEL    PUIG    Y    VALLS 


sobre  que  se  levanta  ancha  gradería  que  domina  una 
platea  espaciosa,  en  cuyo  fondo  está  la  tarima  pre- 
sidencial y  un  órgano  potente,  especie  de  altar,  por 
cuyos  tubos  cilindricos  se  elevan  al  cielo  las  plegarias 
del  pueblo  mormón.  Unas  cuantas  lámparas  de  arco 
voltaico,  simétricamente  repartidas  por  la  sala;  com- 
pletan, con  los   bancos,   sillones  y  graderías  el  ajuar 


Interior  del  tabernáculo 


de  un  recinto  que,  sin  cambiar  un  solo  detalle,  podría 
servir  para  espectáculos  teatrales,  como  sirve  ahora 
para  las  grandes  solemnidades  religiosas  de  los  mor- 
mones. 

La  bóveda  fría,  desnuda,  inmensa,  cubierta  con 
una  lechada  de  cal,  sin  una  sola  abertura  por  donde 
pueda  entrar  aire  y  luz  en  un  recinto  confinado  está 


l8  VIAJE   Á    AMÉRICA 

sabiamente  dispuesta  para  convertir  la  sala  en  una 
sonorísima  caja  de  música,  tan  sensible  y  delicada 
que  un  alfiler  caído  sobre  el  suelo,  el  rozamiento  de 
una  mano  con  otra  se  oye  perfectamente  de  todos 
los  ámbitos  de  aquella  inmensa  sala  que  ofrece  8  mil 
asientos  al  pueblo  mormón,  en  sus  grandes  fiestas,  y 
espacio  suficiente  para  doce  mil  personas. 

Las  prácticas  religiosas  consisten  en  lecturas  y 
sermones,  conciertos  y  plegarias  escuchadas  por  un 
pueblo,  al  parecer,  profundamente  convencido,  por 
más  que  la  mala  semilla,  la  tolerancia  impuesta  por 
la  ley,  envíe  á  Ütah  legiones  de  gentiles  que  acaba- 
rán probablemente  con  lo  que  parece  ser  una  chi- 
fladura de  los  profetas  del  marmonismo. 

El  Assembly  Hall,  recuerda  la  arquitectura  em- 
pleada en  las  iglesias  de  las  sectas  protestantes  tan 
comunes  en  los  pueblos  anglo-sajones-,  su  espacio, 
relativamente  reducido,  sus  paramentos  adornados 
con  frescos  que  historian  la  leyenda  mormona,  sus 
elementos  decorativos,  pobres  y  fríos,  no  revelan  en- 
tusiasmos, ni  la  fe  profunda  que  levantó  en  los  tiem- 
pos medioevales  las  asombrosas  catedrales  españolas, 
italianas  y  belgas,  como  si  los  pueblos  nuevos,  par- 
venus  de  raza,  afición  y  convicciones  proclamaran 
constantemente  que  lo  único  admirable  y  digno  de 
loa,  en  el  mundo,  es  la  agrupación  de  la  unidad  se- 
guida de  ceros,  acompañada  del  estúpido  signo  del 
dollar  con  que  se  envanecen,   despreciando  la  mani- 


RAFAEL   PUIG    Y   VAI.I.S  19 

festación  artística,   que  no   estiman  ni  comprenden. 
Los  Estados  Unidos,  que  tienen  establecida  la  ley 
del  divorcio;  en  la  tierra  americana  donde  hay  muje- 
res que  tienen  apuntados  en  su  cartera  tres  ó  cuatro 
maridos,  y  hombres  que  han  paseado  tranquilamente 
otras  tantas  esposas,  viviendo  todos  alegremente  entre 
hijos    que   deben    ser   ya   de   difícil  clasificación,  se 
asustan  hipócritamente  de  la  poligamia,  y  las  Cámaras 
del  país  indignadas  han  prohibido    terminantemente 
la  más  grande  de  las  abominaciones  terrenales.  Pero 
en  Utah,  como  en  todas   partes,  las  leyes  se  acatan, 
pero  no  se   cumplen,  y  el  pacífico    pueblo   mormón 
continúa  discretamente  su  obra,  practicando  el  cono- 
cido precepto  bíblico,  en  sentido  tan  amplio,  que  ha 
dado  ya  al  Lago  salado  lo  que  llaman  our  best  crop, 
nuestra  mejo?'  cosecha,  y  que  con  cierta  cranerie  tenían 
expuesta  en  la  Gran  Feria  del    mundo,  representada 
por  una  gran  fotografía  poblada  de  cabecitas  rubias, 
sonrientes,  llorosas,  bonitas,  feas,  pero    colección  in- 
mensa  de    chiquillos,  que  si  no  son  manifestaciones 
externas  de  costumbres  puras,  lo  parecen  de  una  gran 
fecundidad  y  de  gran  fe  en  los  principios  fundamen- 
tales de  la  iglesia  mormona. 

Y  allí,  en  los  altos  de  la  ciudad,  lejos  del  mun- 
danal bullicio,  donde  no  llega  el  ruido  del  tráfico, 
en  modesto  cottage,  ó  alegre  y  lujoso  hotel,  la  familia 
mormona  esconde  sus  amores  y  se  ríe  de  la  ley  pa- 
tria, y  crece  y  se  multiplica,  reconfortado  en  la  fe  de 


20  VIAJE  Á  AMÉRICA 

aquel  que  duerme  bajo  lauda  inmensa  en  el  cemen- 
terio, sin  nombre,  ni  símbolo  religioso,  rodeada  de 
una  verja  de  hierro,  que  separa  su  tumba  de  la  de 
sus  esposas  que  ostentan  en  sus  piedras  tumulares 
sus  nombres  y  apellidos  para  que  sean  conocidas  en 
la  tierra,  las  que  tuvieron  tanta  fe  en  la  doctrina 
(|ue  envilece  á  la  mujer  redimida  por  Jesucristo. 


Tumba  de  Brigham  Young 


Y  si  el  espíritu  de  Brigham  Young  puede  contem- 
plar el  desenvolvimiento  del  pueblo  mormón,  con- 
tento ha  de  estar  al  ver  como  una  árida  llanura,  de- 
salada y  saneada,  cruzada  de  caminos  y  zanjas  de 
desagüe,  alimenta  miles  y  miles  de  cabezas  de  ganado 
que  enriquecen  á  un  pueblo  que,  formando  hace  43 
^ños  extensa  caravana,  desterrado,  expulsado  por  las 


RAFAfeL   PÜlG    Y   VALLS 


leyes  americanas,  buscó  en  el  desierto,  donde  la  yerba 
no  crecía,  tierra  maldita  sembrada  de  sal,  poblada  de 
razas  indias  enemigas,  refugio  y  paz  para  las  creen- 
cias de  su  espíritu. 

No  he  de  decir  aquí,  ni  apuntar  siquiera  lo  que 
pienso  acerca  del  mormonismo,  pero  sí  han  de  tener 
presente  los  que  arrancan  la  fe  del  pueblo,  que  los 
mormones,  con  sus  creencias  falsas  y  absurdas,  pero 
fundadas  en  el  amor,  han  fecundado  el  desierto  y 
poblado  la  tierra  más  ingrata  del  globo,  enriqueciendo 
á  los  que  partieron  pobres  y  desolados  de  las  tierras 
americanas  ricas  y  fecundas;  y  que  con  el  odio  en  el 
corazón  y  muerta  la  fe  en  el  espíritu,  los  campos  fe- 
cundos se  convierten  ya  en  tierras  malditas,  donde 
sólo  puede  levantarse  fatídico  catafalco,  negación 
impura  de  toda  civilización  y  toda  raza  honrada  y 
laboriosa. 

Y  con  ser  tanta  la  labor  mormona,  y  tanto  lo  que 
queda  aún  por  hacer  en  aquellas  tristes  llanuras,  ob- 
servo que  aun  siendo  raza  de  poderoso  aliento,  más 
que  proteccionista,  juzgan  necesaria  para  su  ulterior 
desarrollo  la  prohibición  absoluta,  como  lo  prueba  el 
principio  que  copio  y  recomiendo  á  los  economistas 
españoles,  copiado  de  una  leyenda  puesta  en  los  co- 
ches tranvías  de  la  ciudad  When  yon  spend  a  dollar 
for  foreing  goods  you  are  making  Utah  i'oo  $  poo- 
rer,  cuando  usted  gasta  ufi  dollar  en  géneros  extran- 
jeros está  usted  haciendo  á   Utah  más  pobre  de  un  do- 


VIAJE    A    AMEKICA 


llar.  Y  en  el  corto  recorrido  de  diez  y  ocho  millas 
en  ferrocarril  que  separan  la  ciudad  del  lago  salado, 
observo  aún  extensas  tierras  cubiertas  de  sal  que  sa- 
nearan y  desalaran  por  el  conocido  y  antiguo  proce- 
dimiento de  zanjas  y  riegos,  y  al  llegar  á  Garfield 
beach  completo  mi  visita  al  país  de  Utah.  contem- 
plando un  ostentoso  natatorio,  formado  de  dos  largos 
pabellones,  que  une  un  salón  central  rematado  por 
ostentoso  cimborio,  donde  acude  la  gente  en  verano 
á  oir  los  conciertos,  y  á  solazarse  en  aquel  mar  muer- 
to, de  aguas  casi  tan  densas  como  las  de  aquel  otro 
mar  de  la  desolación  que  en  las  tierras  de  Asia 
guarda  tantos  recuerdos  y  leyendas  cristianas.  Mi 
excursión,  pues,  á  la  ciudad  mormona,  había  termi- 
nado, con  algún  desencanto  ciertamente,  pero,  con- 
tento con  la  satisfacción  de  haber  visto  y  tocado  el 
fenómeno  social  del  mormonismo,  y  contemplado  la 
obra  de  un  fanático  que  prueba  una  vez  más  la  po- 
tencia de  la  fe,  como  veo  tristemente  al  llegar  á  mi 
querida  España  los  horrores  del  descreimiento,  y  la 
negación  del  amor  que  convierte  al  homl)re  en  fiera 
y  la  civilización  en  barbarie. 


San  Francisco  de  California 


L  que  va'  de  la  ciudad  de  los  mor- 
mones  á  San  Francisco,  y  sale  á 
las  once  y  media  de  la  mañana 
de  Salt  Lake  City,  llega  á  la  ca- 
pital de  California  á  las  diez  de 
la  noche  del  día  siguiente.  Bordea  la  línea  férrea 
el  lago  salado  y  hasta  llegar  á  Ogden  no  halla  el 
viajero  el  oasis  que  descansa  su  vista,  fatigada  de 
mirar  aguas  palidísimas  que  no  alegran  orillas  arbo- 
ladas, ni  casas  de  recreo  vistosas,  ni  jardines  llenos 
de  pájaros  y  flores,  viéndose  sólo  la  desolación  de 
la  estepa  en  todas  partes,  y  en  todos  los  horizontes 
del  gran  lago  de  Utah.  Y  el  tren  sigue  corriendo  y 
el  viajero  anhelando  que  el  desierto  americano,  in- 
menso, inacabable,  ponga  término  á  la  desesperante 


04  VIAJE    A    AMÉRICA 

monotonía  de  un  viaje  que  no  responde  á  lo  ([ue  la 
imaginación  pintóle  con  todos  los  colores  del  deseo. 
f  Sólo  las  estaciones  ofrecen  alguna  distracción;  la 
mezcla  de  razas,  el  negro,  el  chino,  el  indio  sioux, 
que  vende  sus  baratijas,  mirando  con  desdén  al  yan- 
kee  que  le  humilla  y  embrutece,  cuando  no  le  per- 
sigue y  mata-  el  indio  mexicano,  el  criollo,  el  sajón,  el 
inglés  de  pura  raza,  son  notas  que  en  el  Far  west  van 
acentuándose,  mostrando,  á  medida  que  el  tren  se 
aparta  del  Atlántico,  pueblos  cada  vez  más  nuevos,  y 
sociedades  menos  cultas,  mezcla  confusa,  aluvión 
monstruoso,  impurezas  sociales  que  el  hombre  va 
arrojando,  empujándolas  al  interior  de  las  tierras 
americanas,  sin  que  nadie  alcance  á  sospechar  si- 
quiera qué  civilización  va  á  surgir  de  aquella  masa 
caótica,  espuma  de  todos  los  pueblos  y  todas  las  razas 
de  la  tierra. 

Los  pueblos  van  sucediéndose,  sin  cambios  en  su 
color  y  su  factura;  la  columna  del  verandah,  la  puer- 
ta, la  jamba,  el  arco,  el  alero,  todo  igual  ó  parecido, 
recordando  la  eterna  máquina,  moviéndose  día  y  no- 
che, que  entrega  al  mercado  las  mismas  piezas,  de 
molde  único,  monótono,  capaz  de  matar  todo  senti- 
miento artístico  en  el  ser  mejor  dotado,  que  embru- 
tece al  obrero  perpetuamente  sometido  al  castigo  de 
máíjuinas  que  cepillan  y  regruesan,  que  empalman 
y  tornean,  sin  descansar  jamás,  sin  variar  una  línea 
en  su  movimiento,  sin  cambiar  un  perfil  en  su  forma; 


RAFAEL    PlIG    Y    VALLS  25 

expresión  de  puntos,  líneas  y  curvas  de  un  esí^uema 
que  trazó  el  ingeniero,  con  la  vista  fija  en  el  negocio, 
en  el  business,  eterno  tormento,  doloroso  torcedor  de 
la  raza  norteamericana. 

Y  cuando  voy  pensando  en  todas  estas  cosas, 
cansado  de  mirar,  sin  ver,  ni  hallar  la  impresión 
alegre  de  mis  ansias,  de  repente,  al  llegar  á  la  cum- 
bre de  la  Sierra  Nevada,  el  tren  se  para  ante  el  pa- 
norama espléndido  de  las  montañas  de  California.  En 
aquel  momento,  el  aire  templado  del  Pacífico,  pare- 
ció que  despertaba  en  mi  ser  todos  los  recuerdos  mal 
dormidos  de  la  patria  ausente:  muchachos  de  rostro 
atezado,  mal  vestidos,  con  cestas  llenas  de  flores,  uvas 
y  naranjas,  movimiento  inusitado  en  la  estación,  re- 
cuerdos de  otros  climas  y  otras  razas,  gentes  que 
gritan  y  alborotan,  el  sol  que  cambia  repentinamente 
de  color,  la  tierra  de  vestidura  y  el  aire  de  olores,  no 
me  permitieron  expresar  más  que  un  solo  sentimiento, 
dirigiéndome  á  un  muchacho  cargado  con  una  cesta 
de  flores,  «chico,  ;hablas  español?»  que  español  pare- 
cía aquel  cielo  puro  y  clima  clemente,  españolas  pa- 
recían aquellas  montañas  llenas  de  perfumes,  pobla- 
das de  árboles  semitropicales,  vigorizados  por  las 
oleadas  de  aire  que  les  envían  las  aguas  tibias  del 
Pacífico-  aquellas  casas  de  campo  de  factura  catala- 
na, recuerdo  quizá  perpetuado  por  los  primeros  po- 
bladores, frailes  humildes  de  las  Baleares  que  han 
dejado  en  California  la  misión  Dolores,  y    con    ella, 


aé  VIAJE    Á   AMáKICA 

cuanto  recuerda  nuestra  religión,  nuestros  cultivos  \ 
nuestras  costumbres,  plantando  los  primeros  viñedos, 
y  los  frutos  más  preciados  de  la  península  ibérica. 

¡Deleitoso  camino!  después  de  tantos  días  de  es- 
tepa y  desierto,  sólo  manchados  por  pueblos  enne- 
grecidos por  el  humo  de  las  fábricas,  ó  el  cottage  del 
colono  americano,  el  ánimo  halla  esparcimiento  al 
bajar  rápidamente  por  curvas  sabiamente  dispuestas, 
por  pendientes  quizá  excesivas,  entre  lindísimas  casas 
de  recreo,  arboledas  de  variadísimos  matices,  pinares 
de  vigorosos  crecirnientos,  y  jardines  de  hermosura 
incomparable,  accidentes  naturales  que  responden 
ciertamente  á  la  belleza  con  que  la  imaginación 
adorna  las  montañas  de  California,  más  ricas  por  la 
perpetua  fertilidad  de  su  suelo  que  por  sus  placeres 
de  oro  ya  casi  agotados,  más  hermosas  para  el  que 
sólo  aspira  á  contemplar  su  flora  rica  y  fecunda  que 
para  el  que  escruta  sus  entrañas  buscando  en  sus 
ocultos  senos  el  metal,  por  cuya  posesión  ahoga  el 
hombre  los  placeres  más  puros  del   alma. 

La  vista  no  puede  saciarse  de  contemplar  la  in- 
trincada orografía  de  aquellas  espléndidas  montañas, 
y  cuando  el  sol  se  pone,  escondiéndose  en  los  hori- 
zontes del  Pacífico,  el  tren  llega  á  Sacramento,  ciudad 
sentada  á  orillas  del  río  del  mismo  nombre,  por  cuyas 
aguas  caudalosas  surcan  barcos  y  vapores  que  cargan 
los  frutos  de  las  tierras  de  California,  al  pie  mismo 
de  los  valles  de  Sierra  Nevada. 


RAFAEL    PUIG    Y   VALI.S  2^ 

Tres  horas  más  tarde  el  tren  llega  á  Oakland;  los 
viajeros  se  apean  al  pie  del  feny-boat,  barco  ó  pon- 
tón, de  manga  anchísima  que  atraviesa  la  bahía  de 
San  Francisco  hasta  llegar  al  pie  de  la  calle  central, 
llamada  Market-street,  que  atraviesa  en  toda  su  lon- 
gitud la  ciudad,  y  en  media  hora,  surca  el  espacio 
comprendido  entre  ambas  poblaciones,  mientras  con- 
templan las  estrellas  que  brillan  fulgurantes  en  el 
cielo  y  el  centelleo  de  las  luces  que  iluminan  el 
puerto  y  la  ciudad  de  San  Francisco. 

San  Francisco,  ¿qué  mano  podrá  narrar  su  belleza 
y  sus  pintorescos  contornos?  ¿qué  pluma  será  capaz 
de  describir  la  fisonomía  especialísima  de  sus  calles 
y  paseos,  de  su  factura,  yankee  ciertamente,  pero 
discrepante  y  con  notoria  ventaja,  en  su  arquitectura, 
en  su  color,  en  su  raza,  en  su  movimiento?...  ;qué 
imaginación  pudo  jamás  concebir  un  parque  como  el 
«Golden  Gate  Park»,  de  vegetación  tropical  esplén- 
dida, de  trazado  amplio  y  suntuoso,  de  líneas  que  no 
pudo  concebir  ciertamente,  como  no  sea  por  incon- 
cebible excepción,  y  Dios  me  perdone  el  agravio  si 
me  equivoco,  ningún  yankee  de  pura  raza,  porque 
situado  en  lo  alto  de  la  ciudad,  rodeado  de  dunas 
arboladas,  cruzado  por  anchas  vías,  adornado  con 
fastuosos  palacios,  umbráculos  y  m.onumentos,  dedi- 
cados á  Garñeld,  Starr  King,  Scott  Key,  autor  del 
himno  Siarspangled  Banner,  con  grandes  recintos  ce- 
rrados, donde  los  animales   silvestres  amansados   pa- 


2S  VIAJE   Á  AMÉRICA 

rece  que  viven  en  libertad,  tan  grande  es  el  espacio 
destinado  á  su  vida  y  esparcimiento,  los  árboles,  las 
orquideas,  las  lianas,  viviendo  al  aire  libre  en  a(|uel 
clima  semitropical  y  á  los  37  grados  de  latitud,  aca- 
riciados por  las  brisas  del  Pacífico,  cuyo  mar  rodea 
á  San  Francisco  habiendo  dibujado  con  su  incons- 
tante oleaje  los  senos,  las  calas  y  los  puertos  naturales 
que  la  abrazan  y  estrechan,  convertida  en  península 
de  tan  atormentada  topografía,  que  sus  calles,  de 
urbanización  dificilísima,  más  que  calles  son  planos 
inclinados  de  más  de  20  por  100  de  pendiente,  cru- 
zadas constantemente  por  tranvías  de  cable,  que 
parecen  destinados  á  grandes  explotaciones  mineras 
más  bien  que  al  tráfico  de  pasajeros,  tan  imposible 
parece  ser  que  haya  seres  humanos  que  confíen  su 
existencia  á  tan  peligroso  medio  de  locomoción. 

En  los  sitios  más  alejados  del  centro  y  en  aque- 
llas pendientes  enormes,  la  población  rica  ha  ador- 
nado la  ciudad  con  un  sinnúmero  de  hoteles,  de 
madera  casi  todos,  caprichosos,  de  arquitectura  enre- 
vesada, proyectos  estrafalarios  de  quien  desdeña  la 
tradición  y  los  antiguos  moldes,  pero  adornados  es- 
pléndidamente por  una  flora  de  primavera  eterna, 
árboles  de  verdes  tan  intensos,  flores  de  colores  tan 
soberbios,  formas  de  hojas,  ramas  y  troncos  tan  ca- 
prichosos y  brillantes,  que  me  fué  forzoso  hacer  un 
esfuerzo  para  creer  (]ue  toda  aquella  potencia  crea- 
dora era  obra  del  mes  de  noviembre,  cuando,  en  este 


RAFAEL    Pl'IG    Y    VAM.S  29 

clima  benigno,  apenas  (jiiedan  hojas  en  los  árboles 
y  flores  en  los  sitios  más  abrigados  de  nuestros  jar- 
dines. 

La  ciudad,  en  sus  edificios  públicos,  no  ofrece  al 
viajero  grandes  perspectivas;  iglesias  pocas  y  peque- 
ñas, la  de  los  jesuitas  grande  y  aparatosa,  la  misión 
Dolores,  construida  de  adobe  en  1778  por  los  misio- 
neros españoles,  es  una  reliquia  veneranda,  recuerdo 
de  los  primeros  pobladores  de  California.  La  arcjui- 
tectura  de  las  iglesias  de  la  montaña  alta  catalana, 
cubiertas  con  bóveda  de  cañón  seguido,  parece  ha- 
berla inspirado;  atirantados  los  paramentos  por  miedo 
á  la  acción  de  los  terremotos,  cubierto  el  adobe  con 
una  lechada  de  cal,  con  altares  vetustos,  levantados 
á  santos  de  mirada  torva,  obra  de  escultores  poco 
aventajados,  todo  rococó  y  de  mal  gusto,  frío,  des- 
nudo, pobre,  con  una  fachada  que  termina  un  cam- 
panil extraño  y  achatado,  parece  todo  antiquísimo, 
cuando  apenas  cuenta  un  siglo  de  existencia. 

A  lo  largo  de  Market-street  y  en  sus  alrededores, 
la  Bolsa,  la  casa  de  correos,  los  Bancos,  el  mercado, 
los  edificios  de  los  principales  diarios,  la  biblioteca 
mercantil,  las  oficinas  de  Minas,  las  escuelas,  las  Ca- 
sas Consistoriales,  merecen  ciertamente  una  mirada, 
pero  no  incitan  á  tomar  un  apunte,  ni  anotar  una 
originalidad  genial.  Todo  nuevo,  brillante,  bonito  en 
suma,  como  obra  que  en  su  conjunto  no  cuenta  aún 
cincuenta  años  de  existencia;  pero  falto    de  origina- 


30  VIAJE   Á    AMÉRICA 

lidad  y  con  tendencias  marcadas  á  modificar  la  fac- 
tura yankee,  y  á  someterse  á  las  reglas  arquitectóni- 
cas del  clasicismo  europeo. 

El  movimiento  comercial  responde  al  espíritu  y  á 
las  necesidades  de  un  Estado  agrícola  por  excelen- 
cia; las  aceras  y  las  calles  llenas  de  envases  que  con- 
tienen naranjas,  uvas,  peras  y  manzanas,  fresas,  vi- 
nos, licores,  suponen  un  acarreo  importantísimo  que 
desemboca  en  los  puertos  y  las  dársenas  para  rellenar 
las  bodegas  de  los  barcos  y  vapores  que  hacen  la 
travesía  de  San  Francisco  á  Alaska  y  á  la  baja  Cali- 
fornia y  también  á  los  puertos  del  Japón  y  de  la  Chi- 
na. A  ciento  cincuenra  millones  de  dollars  asciende 
el  importe  de  las  exportaciones  é  importaciones  que 
se  efectúan  anualmente  por  el  puerto  de  San  Fran- 
cisco, contándose  entre  las  primeras  materias  más 
importantes  de  exportación  el  oro,  la  plata,  el  vino, 
las  frutas,  la  lana  y  entre  las  importadas  el  carbón, 
las  maderas  de  construcción,  el  arroz,  el  azúcar,  el 
té  y  el  café.  En  1890  el  negocio  de  hierro,  harina, 
seda,  pañería,  caña,  cueros,  licores,  construcción  de 
buques,  azúcar,  cristalería,  tasajo,  cordelería,  etc., 
etcétera,  importó  unos  134.000,000  de  dollars. 

Así,  pues,  la  fisonomía  característica  de  San  Fran- 
cisco es  la  de  un  pueblo  dedicado  al  comercio,  en 
que  sé  notan  aficiones  artísticas  y  aun  científicas  re- 
lacionadas con  la  crianza  de  los  vinos  y  el  cultivo  de 
las  tierras  que  hacen  de  dicha  ciudad  un   centro  ci- 


KAFAEL    l'l'IG    Y    VALLS 


vilizador,  (^ue  se  refleja  en  la  hospitalidad  franca  y 
cortés  de  sus  habitantes,  y  en  la  suavidad  de  sus 
formas,  tan  desconocida  en  las  ciudades  del  centro 
de  la  América  del  Norte  que  he  visitado. 

La  población  de  San  Francisco,  en  lo  que  tiene 
de  europea  y  americana,  muestra  el  carácter  que  he 
intentado  esbozar  en  este  artículo;  la  población  chi- 
na, en  cambio,  conserva  su  fisonomía  propia  y  me- 
rece capítulo  aparte  y  detenida  narración.  El  barrio 
chino  es  un  pedazo  de  tierra  asiática  soldado  á  la 
costa  californiana  del  Pacífico,  y  pocas  cosas  ofrece- 
rán al  viajero  europeo  mayores  atractivos,  y  más  de- 
leitosas observaciones,  que  el  estudio  de  las  costum- 
bres de  la  colonia  china  de  San  Francisco,  al  visitar 
los  Estados  de  la  gran  república  norteamericana. 


Ghinatown 


lENE  la  civilización  china  pocos 
secretos  para  los  habitantes  de 
San  Francisco.  La  raza  amari- 
lla, tan  amante  de  sus  costum- 
bres, sus  dioses  y  sus  leyes, 
cuando  se  ve  obligada,  tanto 
la  abruma  la  pobreza,  á  buscar 
trabajo  en  países  extraños,  se  entrega  atada  de  pies 
y  manos  al  vencedor,  y  le  enseña  impúdica  todas  sus 
lacras  y  miserias,  sin  protesta,  sin  manifestación  de 
agravios,  que  esconde  cuidadosamente  en  el  fondo 
de  su  alma.  :  - 

El  extranjero  puede  ver  en  San  Francisco  el  cua- 
dro completo  de  las  costumbres  chinas,  el  templo 
con  todos  sus  fanatismos,  el  bazar  con  sus  extrañ^-s, 
manifestaciones  artísticas,  el  mercado  con  sus  varia- 


34  VIAJE  X  AMÉRICA 

das  mercancías,  la  casa  de  juego  y  su  natural  secuela 
la  casa  de  empeños,  la  botica,  que  parece  antro  de 
conjuros,  el  teatro,  el  lupanar,  los  cafés  donde  se 
fuma  el  opio  y  se  embrutece  toda  una  raza...  no  falta 
allí  más  que  ambiente  propio,  porque  de  prestado 
vive  en  América  aquella  mísera  gente  que,  avezada  á 
frugalidades  inconcebibles  para  los  voraces  anglo-sa- 
jones,  acude  á  los  mercados  de  California,  acepta 
todos  los  oficios  y  escupe  todas  las  miserias,  recoge 
agradecida  las  migajas  que  desdeña  el  indígena,  y  se 
apodera  de  la  labor  del  campo,  la  faena  doméstica 
y  los  provechos  de  las  pequeñas  industrias,  dando  al 
cuerpo  lo  extrictamente  indispensable  para  la  vida; 
y  donde  el  yankee  muere  de  inanición  y  miseria,  el 
chino  halla  aún  el  recurso  de  las  economías,  que 
suma  y  multiplica,  pensando  en  la  hora  feliz  de  la 
repatriación  y  del  olvido  de  las  playas  en  donde  fué 
escarnecido  y  humillado. 

Son  las  ocho  de  la  noche  del  día  3  de  noviembre 
último,  y  mientras  el  guía  hace  gala  de  hablar  un 
francés  que  sólo  se  hizo  para  su  uso  particular,  ob- 
servo cuidadosamente  cuanto  me  rodea,  .escena  ex- 
traña, mezcla  de  dos  civilizaciones  que  no  pueden 
comprenderse,  ni  compenetrarse,  como  no  sea  en  la 
forma  externa,  en  la  casa  de  construcción  americana 
que  adorna  el  farol  chino  y  los  caracteres  de  un 
idioma  bárbaro;  en  la  iluminación  eléctrica  y  las  lu- 
ces que   enciende  la  piedad  á  dioses   y   estatuas   de 


t?AFAEL  PUIG  Y  VALtS  35 

formas  peregrinas  y  actitudes  singulares-,  en  el  coche 
del  tranvía  funicular  que  contrasta  con  trajes  y  co- 
lores de  indumentaria  carnavalesca  que  parece  pedir 
á  gritos  el  uso  en  aquellas  calles,  del  palanquín  chino 
ó  del  píish  push  del  Tont^uín-,  en  el  policeman  gi- 
gante, sanguíneo,  orgulloso,  que  parece  el  vencedor 
de  una  raza  caduca,  embrutecida  y  que  arranca  sagaz 
y  paciente  del  suelo  americano  el  puñado  de  oro  que 
le  negó  el  continente  asiático,  que  vislumbra  al  través 
de  los  vapores  del  opio,  allá,  lejos,  muy  lejos,  en  el 
fondo  del  Pacífico,  donde  está  la  tierra  de  sus  am- 
biciones y  esperanzas. 

Por  la  noche,  cuando  el  americano  se  recoge  y 
digiere  tranquilo,  en  familia,  copa  tras  copa,  la  co- 
piosa cena  que  remata  dignamente  la  serie  de  comi- 
das que  es  uno  de  los  más  bellos  ornamentos  de  la 
civilización  yankee,  el  chino  llena  las  calles  de  Chi- 
natown,  acude  solícito  al  teatro,  al  café,  á  las  casas 
de  juego,  llenas  siempre  de  bote  en  bote,  al  lupanar, 
y  se  acuesta  tarde,  solicitado  por  todas  las  seduccio- 
nes de  sus  vicios  favoritos:  el  opio  y  el  juego. 

El  juego  es  el  escollo  donde  choca  la  codicia  de 
la  raza  china;  hay  en  Chinatown  calles  enteras  donde 
se  juega,  á  pesar  de  la  policía,  que  persigue  tenaz- 
mente á  cuantos  van  á  dejar  sus  economías  en  los 
tugurios  de  San  Francisco.  Hay  en  cada  boca  calle 
un  vigilante  que,  al  ver  una  persona  extraña,  sea  ó 
no  policía,  avisa  á  los  jugadores  que  apaguen  inme- 


36  VIAJE  Á   AMÉRICA 

diatamente  todas  las  luces  de  las  casas  de  juego.  El 
extranjero  observa  como  van  apagándose  las  luces 
rápidamente,  quedando  todo  en  silencio  y  en  el  más 
absoluto  recogimiento.  La  policía  persigue  de  la  misma 
manera  á  los  fumadores  de  opio,  pero  no  basta  su 
vigilancia  para  evitar  el  vicio  clandestino  y  perseguir 
al  que,  echado  sobre  tablas  mal  cubiertas  de  estera, 
en  miserable  recinto  donde  no  se  renueva  el  aire  ni 
penetra  jamás  un  rayo  de  sol,  carga  concupiscente 
su  pipa  de  ancha  boca,  desenrosca  el  tubo  larguísimo 
cuya  boquilla  apoya  en  los  descoloridos  labios  y  as- 
pira el  veneno  de  una  droga  que  despierta  en  el 
cerebro  visiones  encantadoras,  sueños  extraños,  delei- 
tosos, de  intensidad  tanta  que  embrutecen  y  matan. 
Nada  más  triste  que  la  habitación  china,  ni  que  re- 
vele, con  su  espantosa  promiscuidad,  mayor  rebaja- 
miento moral.  Nótase  á  primera  vista  la  ausencia  de 
mujeres  en  el  barrio,  ausencia  que  revela  por  sí  sola 
la  lacra  más  espantosa  que  se  achaca  á  la  raza  ama- 
rilla. 

Recuerdo  como  una  pesadilla  los  fosos  del  teatro 
chino;  cansado  de  ver  tiendas  extrañas,  bazares  llenos 
de  baratijas,  barberos  rapando  las  cejas  y  las  pesta- 
ñas de  los  chinos,  farmacias  de  anaquelería  llena 
de  botes  que  contienen  drogas  desconocidas,  pieles 
de  serpiente,  esqueletos  de  sabandijas,  telarañas  de 
arácnidos  colosales,  algo  así  que  recuerda  á  las  brujas 
medioevales  en  sus  antros,  con  sus  filtros  y  encanta- 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


mientos...  Entramos  por  una  puerta  excusada  en  el 
foso  del  escenario  y  en  las  habitaciones  de  los  acto- 
res. Difícil  es  formarse  idea  por  una  rápida  ojeada 
de  todos  los  recursos  de  la  familia  china,  condensa- 
dos  en  una  habitación  que  desdeñaría  en  Europa  el 
ser  más  pobre  y  envilecido.  No  hay  cárcel  en  nuestro 
continente  que,  en  la  comparación,  no  resulte  man- 
sión espléndida,  porque  los  tableros-camas  superpues- 
tos, como  las  literas  en  un  camarote,  la  indumentaria 
extraña,  todas  las  necesidades  de  la  vida  celebrándose 
en  un  recinto  único,  agrupados  y  confundidos  todos 
los  sexos,  durmiendo  acurrucadas  dos  y  tres  personas 
donde  nó  hay  espacio  para  una  sola;  seres  que  pasan 
años  sin  salir  de  aquellos  camaranchones  inmundos, 
más  terribles  para  el  olfato  que  para  la  vista,  son 
tristezas  espantosas  que  apenas  concibe  un  ser  civi- 
lizado. Y  si  á  todas  estas  miserias  de  la  vida  física 
se  añade  la  fiscaUzación,  por  pura  curiosidad,  de  seres 
más  venturosos  que  vamos  allí  á  sorprender  el  genio 
chino,  sin  aportar  más  que  la  impertinencia  de  nues- 
tros estudios  ó  nuestras  flaquezas,  merecida  tenemos 
la  especie  de  rubor  que  sentí  al  abrogarme  el  derecho, 
al  amparo  de  la  bandera  americana,  de  sorprender, 
sin  el  consentimiento  de  los  agraviados,  todas  las 
flaquezas  y  miserias  del  pueblo  chino. 

Y  en  aquellos  corredores,  donde  se  ven  nichos 
extraños  que  alumbran  cirios  de  colores  y  dioses  en 
su  fondo  de  fealdad   espantosa,  y  ya  por  entre  rejas 


38  VIAJE   Á   AMÉRICA 

de  malla  apretadísima,  actores  que  se  embadurnan 
y  acicalan  con  vestidos  de  seda  brillantísimos,  ence- 
rrados en  habitaciones  tan  pequeñas,  que  no  se  con- 
cibe siquiera  haya  aire  suficiente  para  respirar  y 
escaleras  que  conducen  á  una  intrincada  red  de  co- 
rredores y  cuartos  destinados  á  familias  de  actores 
c^ue  allí  viven,  aman  y  mueren,  atentos  sólo  á  fun- 
ciones teatrales  inacabables  que  duran  semanas 
enteras,  sin  que  el  público  se  canse  de  contemplar 
un  escenario  desnudo,  sin  más  mueble  ni  adorno 
que  el  indispensable  para  el  desenvolvimiento  de  la 
acción  teatral,  en  cuyo  fondo  toca  una  orquesta, 
compuesta  de  seis  ó  siete  músicos  que  tocan  piezas 
de  ritmo  monótono  vulgarísimo,  y  tañen  instrumentos 
de  timbre  chillón,  menos,  sin  embargo,  que  la  voz  de 
los  actores,  hombres  todos  pintados  los  que  desem- 
peñan papeles  de  mujer  con  tendencias  tan  deplora- 
bles para  tipos  varoniles,  que  ellas  solas  bastarían 
para  inspirar  aversión  á  las  funciones  del  teatro 
chino,  si  hubiera  oído  medianamente  educado  capaz 
de  resistir  con  paciencia,  el  ritmo  y  la  monotonía  de 
los  actores. 

La  afición  de  los  chinos  á  las  funciones  teatrales 
es  evidente-,  no  sé  por  qué  extraña  prerrogativa,  la 
del  más  fuerte  quizá,  puede  subir  el  extranjero  al 
escenario  y  sentarse  á  la  vista  del  público  y  en  las 
partes  laterales  del  mismo,  dominando  á  los  espec- 
tadores  de    la   platea,    que    siguen  con  ansia,  y  for- 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  39 

mando  haz  apretadísima,  las  peripecias  de  la  acción 
teatral;  pero  lo  cierto  es  que  esa  prerrogativa  pro- 
duce una  ilusión  completa  al  ver  en  un  gran  recinto 
centenares  de  chinos  agrupados  junto  al  escenario, 
vestidos  con  los  trajes  propios  de  su  nacionalidad, 
atentos,  con  la  mirada  fija  y  excitada,  riendo  estre- 
pitosamente, sin  fijar  siquiera  por  un  momento  la 
atención,  tanta  será  ya  la  costumbre,  en  el  viajero, 
que  se  figura  estar  sólo  y  aislado  en  el  corazón  del 
gran  imperio  asiático. 

Salí  en  el  momento  de  un  cambio  de  escena,  y 
pasando  por  la  sala  de  espera  ó  foyer  vi  reunidos 
los  principales  actores,  vestidos  con  trajes  vistosísi- 
mos, esperando  ser  llamados,  y  sin  mostrar  la  menor 
curiosidad  al  ver  un  blanco  entre  tantos  amarillos. 
La  salida  me  produjo  una  impresión  agradable  al 
respirar  el  aire  puro  del  Pacífico. 

Atravesé  algunas  calles,  trazadas  todas  en  ángulo 
recto  y  llegué  al  templo  principal,  que  no  sé  cómo 
llamarle  porque  la  entrada  tiene  más  bien  apariencia 
de  casa  de  baile  ó  casino  que  de  sitio  dedicado  á  la 
oración  y  al  recogimiento,  siendo  el  primer  piso  el 
lugar  donde  se  han  levantado  los  altares  que  adoran 
los  hijos  del  celeste  imperio.  La  primera  impresión 
es  la  de  una  decoración  teatral-,  hay  allí  tantos  ob- 
jetos extraños,  de  un  culto  desconocido,  figuras  tan 
singulares,  dragones,  esfinges,  culebras,  un  dios  que 
de  la  forma  humana  sólo  tiene  lo  exagerado  y  ridícu- 


40  VIAJE  X  AMÉRICA 

lo,  adornos  de  coloración  intensísima,  dominando 
el  encarnado  y  el  verde,  sedas  hermosísimas,  borda- 
dos preciosos,  marfiles  que  representan  deidades  de 
teogonia  para  mí  desconocida,  fanales  de  alambre 
donde  arden  los  papeles  que  recoge  cuidadosamente 
el  chino  en  todas  partes  como  si  quisiera  ofrecer  en 
holocausto  á  sus  dioses  patrios,  los  secretos  y  las 
ideas  de  la  humanidad,  luces  que  arden  perpetua- 
mente, nichos  que  besa  el  chino,  sitios  de  preferencia 
donde  ora  llorando  y  pidiendo  al  cielo  clemencia  y 
protección,  son  notas  que  recoge  allí  rápidamente  el 
viajero  que  paga  su  tributo,  comprando  unos  sacos 
llenos  de  perfumes  que  derrama  el  chino  en  los  al- 
tares de  sus  deidades  favoritas. 

Salí  de  aquel  templo  con  ideas  de  justicias  ven- 
gadoras, de  monstruos  que  devoran,  de  dioses  que 
exigen  sacrificios,  de  vanidades  humanas  vencidas  y 
humilladas,  sin  haber  visto  un  solo  símbolo  que  sirva 
de  consuelo  y  esperanza  en  las  tribulaciones  de  la 
vida. 

La  noche,  ya  avanzada,  no  se  traducía  en  letargo 
en  las  calles,  llenas  de  celestes;  la  casa  de  empe- 
ños, repleta  de  mil  objetos,  esperaba  aún  al  desdi- 
chado que  había  dejado  su  último  centavo  en  la 
casa  de  juego;  la  silueta  de  la  mujer  embadurnada, 
espantosamente  fea,  sentada  tras  estrecha  celosía, 
ejercitaba  las  seducciones  de  sirena,  el  policeman 
continuaba  siendo  una  nota  rara   en   aquel   cuadro 


RAFAKI.  PUIG    Y   VALLS 


de  costumbres,  y  los  que  estábamos  ya  cansados  de 
ver  cosas  tan  extrañas  y  vicios  tan  horribles,  volvi- 
mos al  hotel  creyendo  que  habíamos  realizado  en 
América  el  grato  sueño  de  un  viaje  al  corazón  de  la 
China. 


El  reporterismo 
y  la  hospitalidad  en  California 


'^  "  I,  llegar  á  San  Francisco  á  las 
diez  de  la  noche,  se  me  propor- 
cionó, media  hora  después,  el 
placer  de  dar  un  shake-hands 
cordial  á  dos  reporters  del  Chro- 
fiicle  y  el  Sun  que  me  eran 
completamente  desconocidos. 

«Buenas  noches,  venimos  á  preguntarle  quién  es 
usted  y  á  qué  viene  á  San  Francisco»;  «pues  miren 
ustedes,  yo,  vamos  al  decir,  no  soy  nadie;  hasta  hace 
pocos  días  he  sido  Comisario  de  Industria  de  Es- 
paña en  la  Exposición  de  Chicago;  ahora  soy  un  ca- 
ballero particular  que  viene  por  su  cuenta  y  riesgo 
á  estudiar  la  importancia  y  el  desarrollo  de  la  vini- 
cultura  en    California.    Ustedes    comprenderán,  si  á 


44  VIAJE   Á   AMÉRICA 

esta  distancia  llegan,  los  clamores  de  los  productores 
de  mi  país,  que  habiendo  alcanzado  la  viticultura  en 
E^spaña  un  desarrollo  anormal,  la  competencia  que 
ustedes»,  me  refería  mentalmente  á  los  vinateros, 
«pueden  hacernos  en  América  tiene  para  nosotros  un 
interés  de  primer  orden,  interés  que  mis  compatriotas 
no  han  sabido  ver,  si  es  cierto,  como  se  dice,  que 
soy  el  primer  español  que  ha  venido  á  California 
con  las  expresadas  miras.» 

«Nuestras  bodegas  están  llenas,  nuestros  caldos  por 
los  suelos,  necesitamos  exportar  los  vinos  á  todo 
trance,  y  como  sospecho  ¡valiente  sospecha  y  sin 
fundamento!  que  los  vinos  de  ustedes  han  de  mez- 
clarse con  los  europeos  para  ser  potables,  vengo  á 
estudiar  los  medios  de  facilitar  la  importación  de 
aquéllos  á  este  país  con  ventaja  de  ambas  naciones.» 

«Ustedes  entienden  claramente  lo  que  digo  ¿verdad? 
porque  mi  inglés  no  va  muy  allá,  y  sentiría  ser  mal 
comprendido.»  <{.0\\,  yesf>,  y  en  efecto,  prescindiendo 
del  cambio  fundamental  del  importe^-  por  el  exporte?', 
la  fraseología  resultó  exacta  en  la  relación  publicada 
textualmente  al  día  siguiente  en  el  Chronicle  de  San 
Francisco.  Se  despidieron  y  me  acosté.  A  la  mañana 
siguiente,  al  volver  á  casa,  hallé  un  buen  número 
de  tarjetas  de  personas  que  deseaban  visitarme  y 
transmitirme  sus  opiniones  acerca  de  la  cuestión  vina- 
tera. La  mayor  parte  me  pareció  gente  de  poco  fuste; 
entre  ellos,  sin  embargo,  llamóme  la  atención  el  quí- 


RAFAEL  PUICÍ  Y  VALLS 


mico  Mr.  Hugh  Frazier  y  el  propietario  de  Napa  Va- 
lley  Mr.  Shram,  que  mostraron  deseos  de  acompa- 
ñarme y  hacerme  ver  lo  más  interesante  de  lo  que 
puede  estudiarse  en  vinicultura  californiana.  Esperá- 
bame el  día  siguiente  en  el  embarcadero  el  químico 
Mr.  Hugh  y  fuimos  juntos  á  Santa  Helena,  capital 
del  condado  de  Napa. 

Atravesamos  la  bahía  de  San  Francisco,  llegamos 
á  Oakland  á  las  ocho  de  la  mañana,  tomamos  el  tren 
en  seguida  y  á  las  diez  y  media  nos  apeamos  en  la 
estación  más  inmediata  á  Santa  Helena,  llamada 
Rutherford.  El  aspecto  del  valle  no  puede  ser  más 
risueño:  extensos  viñedos  que  pueblan  llanos  y  mon- 
tes en  terrenos  de  grandísima  fertilidad,  teñidos  fuer- 
temente por  el  óxido  de  hierro  y  en  donde  pueden 
observarse,  en  los  rodales  de  plantas  desmedradas  y 
sarmientos  cortos,  los  efectos  destructores  de  la  filo- 
xera, que  alternan  con  tierras  destinadas  al  cultivo 
del  maíz,  y  caseríos  alegres  levantados  á  la  sombra 
de  árboles  semitropicales  corpulentos,  que  gozan  de 
la  temperatura  constante  de  aquella  latitud  propia  de 
una  perpetua  primavera. 

Llegamos  á  la  quinta  del  Capitán  Gustave  Nie- 
baum  y  el  químico  ofrecióme  en  primer  término  las 
primicias  de  su  trabajo,  sintetizado  en  extensos  en- 
casillados de  sus  ensayos  cualitativos  y  cuantitativos 
de  los  mostos,  con  el  objeto  de  averiguar  la  época, 
deducida  naturalmente  de  términos  medios,  de  la  ma- 


46  VIAJE   A  AMÉRICA 

turación  de  la  uva  en  las  diferentes  tierras  y  exposi- 
ciones de  los  viñedos  de  la  finca.  Enseñóme  más 
tarde  la  finca  entera,  las  bodegas  repletas  de  vino  y 
los  lagares  llenos  de  mosto  en  fermentación-,  visité 
el  laboratorio,  el  mecanismo  para  separar  el  hollejo 
y  las  pepitas  del  mosto,  los  planos  inclinados  para 
el  transporte  de  la  pulpa,  las  cubas  con  los  nombres 
de  los  vinos,  la  botillería,  revelando  todo  una  limpieza 
esquisita  y  una  atención  preferente  á  los  fenómenos 
complicadísimos  de  una  buena  vinificación.  Y  me 
decía  modestamente:  «cuanto  se  refiere  al  cultivo  de 
la  vid  y  de  los  vinos  es  un  problema  para  nosotros; 
no  sabemos  nada,  cultivamos  á  tientas,  y  á  pesar 
de  cuanto  hemos  aprendido  y  adelantado  en  poco 
tiempo,  no  sabemos  sacar  partido  de  los  recursos 
de  la  vid  en  relación  con  nuestro  suelo  y  nuestro 
clima.» 

«Tenemos  aquí  diferentes  suelos  y  exposiciones 
variadísimas  que  son  un  rompecabezas;  en  este  valle, 
cada  propietario  vendimia  en  época  diferente  y  saca 
vinos  esencialmente  distintos,  aun  siendo  igual  la 
especie  cultivada.  Esta  tarde  iremos  á  ver  las  bode- 
gas de  Mr.  Parrott,  probará  sus  vinos  y  verá 
qué  diferencias  se  hallan  entre  los  de  esta  finca 
y  los  suyos,  estando  las  propiedades  contiguas,  siendo 
iguales  los  cultivos  y  variando    sólo   la   exposición.» 

Fuimos  á  comer  á  Santa  Helena  y  nos  dirigimos 
después  á  la  quinta  de  Mr.  Parrott. 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  47 

Díjome  Mr.  Hugh:  «Creo  que  Mr.  Parrott  ha- 
bla español,  y  seguro  estoy  que  hallará  usted  en 
su  casa  una  hospitalidad  franca  y  agradable.» 

Pasamos  un  puente  al  dejar  un  mal  camino  de 
travesía,  y  entramos  en  la  finca  por  una  senda  ador- 
nada de  árboles  y  arbustos  floridos.  Llegamos  á  una 
plazoleta  sombreada  por  árboles  frondosísimos  y  nos 
apeamos  al  pie  de  una  suntuosa  morada. 

Nos  recibió  una  china,  pulcramente  vestida,  y  nos 
anunció  á  Mr.  Parrott. 

Al  saber  que  era  español,  me  dijo  con  acento  qué 
envidiaría  un  castellano  de  la  meseta  central  de  Es- 
paña: «Usted  desea  marchar  hoy  mismo  y  esto  no 
es  posible;  no  tendría  usted  tiempo  para  ver  lo  que 
viene  á  estudiar»;  «sí,  pero....»  «no  admito  excusas; 
no  le  faltará  á  usted  cama,  mesa  y  hospitalidad  cor- 
dial; soy  más  español  que  usted  y  tengo  interés  en 
hacerle  conocer  nuestro  valle». 

«No  tengo  medios»,  contéstele,  para  sentarme  en 
su  mesa,  no  digo  yo  de  etiqueta,  sino  limpio  y  de- 
centemente; pensaba  regresar  hoy  á  San  Francisco 
y....»  «los  yankees  hacemos  poco  caso  de  estas 
cosas....  no  admito   escusas,  y    vamos  á  la  bodega». 

Con  el  amor  que  siente  un  padre  por  sus  hijos 
predilectos,  mostróme  el  señor  Parrott  la  serie  de  vi- 
nos blancos,  claretes  y  cognacs  que  fabrica  con  una 
maestría  envidiable.  Larga  fué  la  lista  de  los  vinos 
probados  que  escalonamos  razonadamente,  para  que 


48  VIAJE  A  AMÉRICA 

el  paladar  pudiera  juzgarlos  y  apreciarlos  en  su  justo 
valor. 

Pasamos  allí  horas  enteras;  al  anochecer,  probados 
los  vinos  de  Inglehook-vineyard  y  de  la  Villa  de  Pa- 
rrott,  tenía  ya  el  convencimiento  de  que  en  California 
se  producen  vinos  que  pueden  competir  ventajosa- 
mente con  los  sauternes  y  los  claretes  del  mediodía 
de  Francia. 

Los  claretes  no  tienen,  para  mí,  más  defecto  que 
e\  ser  un  poco  ásperos,  como  si  fueran  hijos  de  uva 
cuyo  hollejo,  cargado  de  tanino  y  materias  colorantes, 
diera  al  vino  un  sabor  astringente  en  demasía  y  di- 
fícil de  tragar.  Pero  los  sauternes,  con  un  poco  más 
de  bouquet,  se  venderían  en  Francia  como  si  fueran 
criados  en  los  mejores  viñedos  de  su  propio  país. 

Después  de  probar  30  ó  40  vinos,  y  preguntar  si 
los  mezclaban  con  caldos  europeos,  me  convencí  de 
que  los  vinos  de  California  tienen  los  defectos  de  los 
nuestros,  son  excesivamente  ricos  en  color  y  en  al- 
cohol y  que  sólo  los  vinos  franceses,  por  su  escasa 
graduación,  pueden  importarse  á  América  para  hacer 
el  coupage  con  alguna  ventaja.  Mi  sueño,  pues,  de 
exportación  de  vinos  españoles  á  California  quedaba 
desvanecido. 

.  Regresamos  á  la  quinta  Parrott  cuando  anochecía; 
entramos  en  el  drawingroom,  donde  hallé  á  Mrs.  Pa- 
rrott, su  sobrina  miss  Theresa  Shrieves  y  á  unas 
cuantas   señoras  de  las  propiedades   vecinas,    lujosa- 


RAFAEL   PUIG   Y  VALLS 


mente  ataviadas,  á  que  fui  presentado.  Difícil  es  hallar 
en  el  campo  un  salón  alhajado  con  más  confort,  ni 
(jue  responda  mejor  al  bello  desorden,  mezcla  de 
cosas  bonitas  que  la  moda  actual  pregona  como  la 
última  palabra  del  buen  gusto. 

Mesas  y  sillas  primorosas,  anaqueles  llenos  de 
bibelots,  retratos,  cuadros,  panoplias,  candelabros, 
todo  rico  y  harmónico,  aun  en  su  desorden,  búcaros 
llenos  de  crisantemas  de  riquísimos  colores,  cristales 
de  color  por  donde  penetra  la  luz  tamizada  del  ex- 
terior entre  el  variado  follaje  de  las  orquídeas,  los 
palmitos  arborescentes  y  los  almeces  gigantescos,  y 
en  medio  de  la  conversación  sostenida  en  español, 
inglés  y  francés,  la  señora  de  la  casa  tocó  «La  Pa- 
loma» como  obsequio  al  forastero  español,  y  recuerdo 
de  los  tiempos  juveniles  pasados  en  Bilbao  por  el 
señor  Parrott,  que  no  se  cansaba  de  preguntar  con 
amor  de  hijo  adoptivo  por  cuanto  se  relaciona  con 
nuestra  patria. 

Otra  señorita  silbó,  cantó  y  tocó  con  admirable 
perfección  durante  la  velada,  hasta  que,  llegada  la 
hora  de  cenar,  me  invitaron  á  pasar  á  un  comedor 
digno  de  cuanto  hay  en  aquella  morada  rica  y  fas- 
tuosa. 

Sirven  la  mesa  un  chino  raquítico  y  feo  y  una 
chinita  de  labios  proeminentes  que  lleva  unos  aretes 
azules,  que  hace  resaltar  sobre  su  piel  amarilla,  la 
vivísima  luz  de  los   candelabros.    Su   traje   limpio  y 

4 


50  VIAJE   Á   AMÉRICA 

blanco,  su  pelo  arrebujado  como  el  de  nuestras  cam- 
pesinas, su  voz  estridente  al  contestar  las  preguntas 
que  le  hacía  con  bondad  suma  la  señora  de  la  casa, 
que  parece  tratarla  como  niña  mimada,  su  risa  á 
carcajadas  cuando  la  miro  con  la  curiosidad  propia 
de  mi  ignorancia  en  la  ciencia  étnica,  sus  movimien- 
tos ligeros,  impropios  de  toda  china  respetable,  son 
detalles  que  avaloran  aquella  cena  opípara,  en  mesa 
hospitalaria,  donde  las  señoras  tienen  para  mí  tan- 
tas deferencias  y  los  demás  comensales  tantas  bonda- 
des, sin  más  merecimiento  que  el  de  ser  un  extranjero 
que  llamó  á  su  puerta  pidiendo  sólo  noticias  sueltas 
dé  sus  trabajos,  que  halló  sazonadas  con  mesa  es- 
pléndida; cama  y  habitación  dignas  de  un  palacio,  y 
conversación  cordial  y  deleitosa. 

A  las  doce  de  la  noche,  tras  mucho  hablar  de 
España  y  recordar  en  el  piano  nuestros  tangos,  jotas 
y  boleros,  nos  fuimos  á  la  cama*,  y  al  despertar,  en- 
trando un  sol  espléndido  por  las  ventanas,  sol  y  am- 
biente que  me  recordaban,  tras  tan  largo  período  en 
Chicago  de  cielos  grises  y  pálidos  tonos  en  el  aire, 
el  vivido  color  de  la  atmósfera  patria,  me  faltó  tiempo 
para  gozar  aquellas  brisas  y  aquellos  campos,  plan- 
tados de  vides  y  olivos,  plantas  europeas,  alternando 
con  las  tropicales,  arbustos  aquí,  árboles  colosales  en 
California,  vivificados  por  aquel  sol,  por  aquel  clima, 
más  suave  y  más  dulce  que  el  de  las  costas  catalanas 
y  andaluzas. 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


Al  poco  rato,  y  después  de  haber  recorrido  el 
jardín  lleno  de  rosas,  claveles,  crisantemas  y  gera- 
nios, Mr.  Parrott  me  invitó  á  visitar  la  quinta  de 
Mr.  Shram,  situada  ya  en  el  fondo  de  Napa  Valley. 
En  una  carretela  tirada  por  un  hermoso  tronco  y 
guiada  por  un  cochero  aragonés,  van  las  señoras  de 
la  casa,  que  han  llenado  el  coche  de  flores.  Mr.  Pa- 
rrott va  al  vidrio  y  yo  subo  al  pescante  para  gozar 
mejor  las  preciosas  vistas  del  valle.  Pasamos  Santa 
Helena,  seguimos  una  carretera  polvorienta  y  mal 
trazada  que  me  recuerda  los  caminos  españoles  de 
otros  tiempos,  contemplo  ansioso  la  campiña  llena 
de  luz,  de  ambiente  y  color,  y  al  entrar  en  un  bos- 
que frondoso  donde  apenas  penetra  el  sol,  en  el 
fondo  y  dominando  el  valle  aparece  la  pintoresca 
quinta  de  Mr.  Shram,  orgulloso  con  justo  título  de 
sus  vinos,  de  sus  bodegas,  que  contienen  más  de 
200,000  galones  de  vino,  y  que  me  ofrece  un  almuerzo 
espléndido,  que  sazona  la  más  amable  y  cariñosa 
hospitalidad. 

Llega  la  hora  de  partir  y  regresar  á  San  Francisco. 
Mientras  monto  al  carruaje,  el  verafida/i  se  llena  de 
señoras  y  caballeros,  todos  agitan  los  pañuelos,  todos 
me  desean,  con  un  good  hy  expresivo,  feliz  viaje,  y 
mientras  anoto  en  mi  corazón  esos  ricos  testimonios 
de  la  hospitalidad  californiana,  apunto  también  en 
el  haber  de  mi  vida  dos  de  los  más  hermosos  días 
de  mi  existencia. 


Los  vinos  de  California 


E  ha  llevado  á  California  el   amor 
que    tengo    á  mi  país   y  el    con- 
vencimiento de  que  el  estudio  de 
la  viti-vinicultura  americana  tiene 
para  nosotros  una  importancia  de  primer  orden. 

Los  datos  copiosos  recogidos  en  aquella  hermosa 
región  americana,  voy  á  condensarlos  aquí,  confian- 
do en  que  serán  leídos  atentamente  por  las  personas 
que  sólo  conocen  de  oídas  el  desarrollo  de  la  vini- 
cultura en  las  costas  del  Pacífico,  y  que  confían  aún 
en  que  América,  y  sobre  todo  la  América  del  Nor- 
te, podría  ser  un  mercado  dilatadísimo  para  los  vinos 
españoles.  r 


54  VTAJE  Á   AMéRICA 

Cuando  escribí  el  artículo  referente  á  la  sección 
española  de  vinos  en  la  Exposición  de  Chicago,  in- 
diqué, con  algún  recelo  por  más  que  la  persona  que 
me  había  dado  la  noticia  me  merecía  confianza,  que 
en  California  arrancaban  ya  las  viñas  por  exceso  de 
producción;  hoy  puedo  asegurar  cosas  que  en  mi 
concepto  han  de  causar  asombro  á  mis  lectores,  y 
entre  ellas  son,  que  en  ("alifornia  se  arrancan  las 
viñas,  porque  la  filoxera  las  mata,  porque  tiene  un 
exceso  de  producción  y  porque,  alcanzando  los  vi- 
nos un  precio  fabulosamente  barato,  la  mayor  parte 
de  los  viticultores  tienen  hipotecados  los  viñedos 
y  sólo  confían  en  que  el  cambio  de  cultivo  ha  de 
facilitarles  la  mejora  económica  de  tan  triste  situa- 
ción. 

Y  es  que  este  asombro  es  legítimo  para  los  que 
saben  que  la  tarifa  de  cincuenta  centavos  por  galón, 
aplicada  á  todos  los  vinos,  sea  cualquiera  su  fuerza 
alcohólica,  resulta  prohibitiva  y  que  una  población 
de  sesenta  y  cuatro  millones  de  habitantes  ha  de  ser 
elemento  sobrado  para  consumir  todos  los  vinos  de 
California  y  los  que  producen  los  Estados  de  New- 
York,  Ohio,  Illinois  y  Missouri. 

Pues  este  razonamiento,  que  parece  tan  sólido  y 
tan  irrebatible,  va  á  desvanecerse  leyendo  los  siguien- 
tes datos  estadísticos. 

Promedio  anual  de  las  sustancias  alcohólicas  consu- 
midas por  los  habitantes  de  los  Estados  Unidos: 


RAFAEL  PUIG>  Y  VALLS  55 


GALONES 


Cerveza 1.000.000,000 

Bebidas     espirituosas:   aguardientes, 

cognacs,  etc 20.000,000 

Vino 30.000,000 

Correspondiendo  sólo  una  mitad  del  vino  consu- 
mido al  Estado  de  California,  y  el  resto  á  los  Esta- 
dos del  Este,  mencionados  anteriormente. 

Y  para  los  que  se  asusten,  con  razón,  del  enorme 
desnivel  que  existe  entre  el  consumo  anual  de  mil 
millones  de  galones  de  cerveza  y  cincuenta  millones 
de  espíritus  y  vinos  que  acusan  los  datos  estadísticos 
oficiales  que  me  ha  suministrado  el  «Boárd  of  State 
Viticultural  Commisioners»,  voy  á  dar  algunas  noti- 
cias respecto  á  la  relación  existente  entre  el  galón  y 
el  litro,  entre  la  hectárea  y  el  acre,  á  fin  de  que  sea 
rigurosamente  entendido  en  lo  que  voy  á  decir,  y  se 
forme  así  concepto  claro  de  la  viticultura  y  vinicul- 
tura norteamericanas. 

El  galón  americano  es  más  pequeño  que  el  inglés, 
y  equivale  á  unos  cuatro  litros;  ó  sea  un  poco  más 
de  cinco  botellas  bordelesas;  á  su  vez,  una  hectárea 
contiene  dos  acres  y  cuarenta  y  siete  centavos  de 
acre. 

Estudiadas  esas  relaciones,  he  de  empezar  por 
hacer  presente  que  la  producción  máxima  de  vino 
de  California  ha  sido  de  veinte  millones  de  galones, 


56  VIAJE   k  AMÉRICA 

siendo  algunos  años  de  doce  y  el  promedio  de  quin- 
ce á  diez  y  seis  millones.  Tomando  este  término 
medio  y  multiplicándolo  por  cuatro,  resulta  una  pro- 
ducción anual  de  64.000,000  de  litros,  ó  sean  640,000 
hectolitros  de  vino,  que  con  otro  tanto  producido 
por  los  Estados  del  Este,  New-York,  Ohio,  etc.,  dan 
un  total  aproximado  de  un  millón  doscientos  mil 
hectolitros  de  vino,  término  medio  anual  aceptable 
de  producción  y  consumo  de  vino  en  todo  el  terri- 
torio de  los  Estados  Unidos  de  América. 

Ahora,  el  que  se  fije  en  los  términos  que  voy  á 
poner  á  la  vista  de  mis  lectores,  verá  que  la  conclu- 
sión que  voy  á  deducir  es  rigurosamente  lógica: 

Producción  de  vino  en  Francia  en  1893: 

40.000,000  de  hectolitros. — Población,  36.000,000 
de  habitantes. 

Producción  de  vino  en  los  Estados  Unidos  de 
América  en  1893: 

1.000,000  de  hectolitros. —  Población,  64.000,000 
de  habitantes. 

No  quiero  fiar  á  la  memoria  la  produción  de  Es- 
"paña,  que  no  creo  baje  de  26.000,000  de  hectolitros 
por  18.000,000  de  habitantes,  y  me  limito  á  razonar 
un  poco  los  números  antes  expresados,  cuyo  simple 
enunciado  prueba:  ó  que  se  importan  á  los  Estados 
Unidos  cantidades  inmensas  de  vino  ó  que  en  dicho 
país  no  se  bebe;  no  gusta  el  vino. 

Que  no  se  importan  vinos  lo  dicen  dos  cifras  elo- 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  57 

cuentísimas:  los  50  centavos  de  derechos  aplicados  á 
cada  galón  de  vino  extranjero,  sea  la  que  quiera  su 
graduación,  y  los  mil  millones  de  cerveza  que  con- 
sume anualmente  el  pueblo  de  la  Unión  Americana. 

Y  no  importándose  vinos,  no  hay  más  remedio 
que  llegar  á  la  siguiente  conclusión:  los  americanos 
del  norte  prefieren  los  espíritus  y  la  cerveza  al  vino: 
los  americanos  no  beben  vino,  ni  europeo  ni  ameri- 
cano. Y  si  todo  esto  no  bastara,  tengo  aún,  en  apo- 
yo de  mi  modesta  opinión,  dos  argumentos  de  gran- 
dísima importancia:  el  de  los  cosecheros  arruinados, 
aquellos  que  tienen  sus  viñas  hipotecadas,  y  las  arran- 
can y  cambian  rápidamente  de  cultivo  porque  no 
pueden  vender  su  vino,  y  vino  bueno,  á  doce  centa- 
vos el  galón,  á  dos  reales  y  medio  de  moneda  española 
las  cinco  botellas  b  or  deles  as ,  cuando  pagan  á  dollar  y 
medio  y  dos  doUars  el  jornal  de  diez  horas  á  un 
bracero  de  mediana  capacidad  y  más  mediana  labor; 
y  el  de  las  bodegas  llenas,  en  donde  se  crían  de 
30,000  á  200,000  galones  de  vino,  sin  hallar  com- 
prador que,  por  piedad,  ponga  precio  á  una  mer- 
cancía olvidada  y  tan  fuertemente  protegida  por  las 
leyes  del  país. 

Una  de  las  ventas  que  ha  llamado  poderosamente 
la  atención  en  California  ha  sido  la  de  12,000  galones 
de  vino  clarete  hace  poco  efectuada  por  Mr.  Parrott, 
uno  de  los  criadores  más  inteligentes  en  vinos  de 
Napa   Valley     que    ha   conseguido    un  precio  de  75 


58  VIAJE  Á  AMÉRICA 

centavos  por  galón,  cuando  el  mismo  vino  se  habría 
vendido  en  Europa  á  tres  francos  la  botella  borde- 
lesa  sin  inconveniente  alguno.  Y  al  llegar  á  estas 
conclusiones,  para  muchos  quizá  huelgue  cuanto  voy 
á  decir,  porque  lo  natural  y  lógico  es  suponer  que 
donde  no  hay  gusto  en  comprar  determinada  mer- 
cancía, donde  no  hay  mercado,  aun  dándose  á  vil 
precio  el  producto,  todo  intento  de  importación  ha 
de  fracasar-,  pero,  no  he  ido  á  California,  ni  he  gas- 
tado cinco  días  en  viaje  y  á  gran  velocidad  al  través 
de  los  desiertos  americanos  para  ahondar  tan  poco 
en  asunto  tan  serio,  y  así,  síganme  los  que  quieran 
ver  claro  en  la  producción  de  vinos  de  California 
para  que  se  convenzan  conmigo  de  que  de  los  vinos 
españoles,  con  derechos  y  tarifas  ó  sin  ellos,  sólo  en 
marcas  especiales,  en  vinos  de  lujo,  en  Jerez,  manza- 
nilla, etc.,  podemos  esperar  un  mediano  consumo. 

Los  que  hemos  aprendido  nociones  de  viticultura 
americana  en  los  libros,  nos  figuramos  que  la  zona 
californiana  plantada  de  viña  es  muy  extensa;  ¡qué 
error!  vean  y  mediten  las  cifras  que  van  á  continua- 
ción y  verán  lo  equivocados  que  están: 


Viñas  dedicadas  á  producción  de  vino..  90,000 

ídem  dedicadas  á  uva  de  mesa..      .      .  10,000 

ídem  dedicadas  á  pasas 100,000 


Total  acres. 200,000 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  59 

47 
Dividido  este  total  por  2 ,  resulta  en  hectáreas 

ICO 

una  cifra  escasísima  en  relación  con  los  viñedos  de 
Europa,  que  cuenta  los  viñedos  por  millones  de  hec- 
táreas, y  una  producción  grandísima  de  vino  por 
hectárea  que  admira  más  al  que  ve  la  distancia  que 
existe  entre  las  cepas  plantadas  en  los  campos  de 
California  é  ignora  que  hay  viñas  tan  fructíferas  que 
han  dado  de  60  á  80  libras  por  pie.  Y  como  tam- 
bién se  estudian  en  California  estas  cuestiones,  vean 
mis  lectores  las  contestaciones  categóricas  dadas  á 
varias  preguntas  mías  que  juzgo  de  interés  para  los 
vinateros  españoles. 

¿Sería  fácil  introducir  en  CaUfornia  vinos  de  Es- 
paña para  hacer  el  coupager' 

— No;  los  vinos  de  California  tienen  los  mismos 
defectos  que  los  vinos  españoles;  demasiado  alcohol 
y  mucho  color;  para  est-o  y  aun  en  cantidades  muy 
pequeñas,  preferimos  los  vinos  franceses  á  los  de 
España. 

¿Por  qué  razón  el  pueblo  americano  prefiere  la 
cerveza  y  el  aguardiente  al  vino?  ;Cómo  es  que  dis- 
poniendo California  de  una  prensa  que  tiene  tanto 
ascendiente  en  la  opinión,  y  teniendo  el  productor 
yankee  tanta  iniciativa,  no  consigue  probar  que  el 
vino  es  mejor,  más  higiénico  y  más  agradable  que 
aquellos  líquidos? 


6o  VIAJE  Á  AMÉRICA 

— Pues,  porque  el  pueblo  americano,  compuesto 
de  razas  del  norte,  avezadas  á  líquidos  fuertes,  halla 
en  el  vino  escaso  aliciente,  el  vino  le  resulta  des- 
abrido y  poco  excitante,  y  por  otra  parte,  siendo  tan 
poderosa  la  industria  cervecera  y  tan  rica  la  de  espí; 
ritus,  en  cuanto  entabláramos  la  lucha  en  la  prensa, 
seríamos  irremediablemente  vencidos  los  que  estamos 
ya  arruinados  por  la  falta  de  consumo. — 

Pero,  con  el  tiempo,  y  mediante  la  mejora  de  los 
vinos,  la  educación  del  pueblo  y  la  propaganda  ra- 
cional, el  vino  alcanzará  el  premio  que  merece;  y  es 
más,  á  mi  se  me  figura  que  la  propaganda  de  los  vinos 
americanos  será  beneficiosa  á  los  vinos  de  España, 
porque  el  gusto  se  irá  afinando,  y  los  aficionados  al 
vino,  sabrán  apreciar  mejor  que  ahora  el  aroma,  el 
cuerpo  y  la  finura  de  los  vinos  españoles. 

Sí,  algo  hemos  de  conseguir,  á  largo  ó  larguísimo 
plazo;  pero  no  olviden  los  españoles,  y  eso  me  lo 
decían  como  mof  de  la  fin,  dos  cosas  esencialísimas: 
que  los  criadores  de  vinos  americanos  han  hecho  en 
diez  años  progresos  enormes;  que  entre  los  vinos 
limpios,  de  buen  color  y  bouquet  ya  muy  pronun- 
ciado, vinos  que  envejecen  ya  en  la  cepa  y  en  los 
toneles  y  que  vendemos  hoy,  y  el  zinfa?idel  de  hace 
20  años,  hay  un  abismo,  y  que  California  tiene  una 
zona  vitícola  tan  extensa  como  no  la  tienen  Kspaña 
y  Portugal  juntos. 


De  San  Francisco  á  El  Paso 


NTENTO  razonable  ha  de  parecer  que  du- 
rante mi  estancia  en  los  Estados  Unidos 
haya  procurado  estudiar  con  cuidado  la 
idiosincracia  del  pueblo  americano,  es- 
tudio que  completé  al  salir  de  San  Fran- 
cisco el  día  4  de  noviembre  último,  al  tener  la  des- 
dichada suerte  de  presenciar  uno  de  los  espectáculos 
más  tristes  que  puede  ver  un  hombre  y  que  bastara 
él  solo  para  marcar  y  esculpir  en  mi  cerebro  uno  de 
los  rasgos  fisionómicos  y  más  característicos  del  pue- 
blo yankee,  si  pudiera  aun  caber  la  duda  en  mis 
apreciaciones,  tantas  veces  expuestas  en  las  colum- 
nas de  La  Va?iguardia,  acerca  del  modo  de  ser  y 
sentir  de  aquella  raza. 

En  Oakland    hallé  preparado    el  tren    que  debía 
conducirme  á  El  Paso,   estación  fronteriza  de  Méxi- 


.   6a  VIAJE  Á    AMÉRICA 

co,  al  norte  de  aquella  república,  busqué  el  número 
de  mi  asiento-cama  en  el  Pullman- car  y  esperé  im- 
paciente el  momento  que  debía  marcar  mi  salida  de- 
finitiva de  los  Estados  Unidos  de  la  América  del 
Norte. 

Acostumbrado  ya  á  la  marcha  silenciosa  de  los 
trenes  y  á  su  falta  de  puntualidad,  mi  impaciencia 
no  podía  justificarla  más  que  el  afán  de  ver  llegar  la 
hora  de  mi  repatriación,  aunque  fuera  siguiendo  un 
camino  larguísimo,  colmado  de  peligros.  El  tren  se 
puso  al  fin  en  movimiento,  el  número  de  pasajeros 
era  escasísimo,  y  en  aquel  vagón  inmenso  llamado 
pomposamente  vagón  palacio,  que  había  de  ser  mi 
vivienda  durante  tres  días,  ocurriéronme  en  mi  sole- 
dad las  narraciones  repetidas  en  los  diarios  durante 
los  últimos  meses  de  1893,  de  trenes  asaltados  por 
hombres  enmascarados  y  armados  de  rifles  Winches- 
ter, de  asesinatos  seguidos  de  linchamientos,  de  ro- 
bos inauditos,  con  todo  el  variado  repertorio  de  es- 
cenas salvajes  representadas  de  noche  en  las  inmen- 
sas estepas  de  los  desiertos  americanos.  Tocábame 
recorrer  los  estados  de  Arizona,  New-México  y  Te- 
xas, reputadísimos  por  sus  bandoleros,  y  no  me  pa- 
reció situación  muy  halagüeña  la  de  un  hombre  sólo, 
desarmado  y  dotado  de  escasas  fuerzas  físicas. 

Esas  ideas  no  respondían  ciertamente  al  ambien- 
te que  respiraba  al  atravesar  los  valles  de  la  baja 
California  en  un   día  lleno  de    sol   y  brisa    suave  y 


RAFAEL    PUIG  Y  VALLS  63 

fresca  que  daba  á  mi  temperamento  nervioso  un 
bienestar  indefinible.  Marchando  el  tren  á  gran  velo- 
cidad y  gozando  el  bienestar  del  que  cae  en  la  me- 
ditación sugerida  por  lo  que  le  rodea,  desvanecido 
el  terror  de  un  momento  de  desfallecimiento  de  es- 
píritu, no  sé  yo  cuanto  tiempo  había  pasado,  aun- 
que no  debía  ser  mucho,  cuando  el  maquinista  dio 
la  señal  de  alarma  y  parada  de  tren,  que  se  efectuó 
con  una  celeridad  pasmosa.  El  motivo  no  podía  ser 
más  triste,  el  tren  acababa  de  arrollar  á  dos  hombres, 
lanzarlos  de  la  vía  y  matarlos  instantáneamente.  Ha- 
bía en  una  curva  una  cuadrilla  de  trabajadores,  ocu- 
pados en  el  asiento  del  material  fijo,  curva  en  des- 
monte que  formaba  en  su  centro  una  verdadera  ce- 
lada, en  que  entraron  á  la  vez,  por  desgracia,  dos 
trenes.  Con  el  ruido  y  quizá  el  aturdimiento,  dos 
trabajadores  vieron  al  tren  que  iba  á  San  Francisco, 
se  colocaron  sobre  la  vía  que  creyeron  libre,  y  des- 
cuidando el  convoy  que  llevaba  dirección  contraria 
fueron  arrollados  sin  misericordia. 

Paróse  el  tren,  atravesaron  mi  vagón  dos  caballe- 
ros, y  al  regresar,  estando  ya  el  tren  en  marcha,  di- 
jeron tristemente  «dos  hombres  muertos».  Me  levan- 
té, acerquéme  á  la  ventanilla  y  vi  sobre  la  hierba 
dos  hombres  jóvenes,  palpitantes  aun  y  desangrán- 
dose, con  la  cabeza  destrozada.  Este  espectáculo, 
más  que  triste,  me  pareció  desastroso,  porque  más 
inhumano  que  la  muerte  es  considerar  que  bastaron 


64  VIAJE   Á    AMÉRICA 

escasamente  íate  minutos  para  que  el  tren  matara  á 
aquellos  homutcs,  tomara,  no  sé  quién,  nota  de  lo 
ocurrido,  y  volviera  el  convoy  á  emprender  su  cami- 
no, mientras  los  muertos  yacían  solos  y  abandonados 
por  sus  compañeros,  que  continuaban  su  labor,  fríos, 
indiferentes,  como  si  aquellos  cadáveres  fueran  des- 
pojos de  un  naufragio,  escupidos  por  el  mar  en  días 
de  tormenta  sobre  playas  desiertas  é  inhospitalarias. 
Más  desastroso  aun,  sí,  que  no  hay  tormenta  en  el 
mar,  ni  ciclón  en  el  cielo  que  pueda  compararse,  en 
estos  días  de  prueba,  al  odio  y  á  la  indiferencia  que 
parece  haberse  apoderado,  como  desoladora  epide- 
mia, del  corazón  humano. 

Así  empezó  mi  viaje  de  regreso;  señalado  en  su 
primera  etapa  por  la  noticia  abrumadora,  al  llegar  á 
la  capital  de  México,  el  día  9  de  noviembre  á  las 
siete  de  la  mañana,  de  la  explosión  de  una  bomba, 
con  todas  sus  traidoras  y  viles  consecuencias,  en  el 
Liceo  de  Barcelona. 

Y,  sin  embargo,  entre  los  dos  términos  de  esa  es- 
cala de  indiferencias  y  crueldades,  entre  el  odio  de 
un  malvado  y  el  frío  irritante  de  los  c[ue  no  tuvie- 
ron para  los  vencidos  por  fiera  desgracia  ni  una  lá- 
grima, ni  una  mirada  compasiva,  hallo  más  cercano 
al  amor  el  odio  de  una  fiera  que  la  indiferencia 
que  considera  al  ser  humano  como  una  bestia  más 
de  la  escala  zoológica.  Y  aunque  sea  alargar  algo 
más  de  lo  conveniente  ese  orden  de  consideraciones 


RAFAEL   PUIG    Y    YAI.I.S  65 

ciue  viene  á  completar,  en  mi  concepto;^^  1  juicio  (¡ue 
he  formado  de  la  civilización  americana,  permítame 
el  paciente  lector  que  le  presente,  en  episódico  con- 
traste, la  nota  comparativa  de  dos  razas,  la  nota  que 
pinta  como  siente  nuestro  pueblo,  extraviado  por  las 
doctrinas  subversivas,  la  miseria  y  el  hambre,  pero 
bueno  en  el  fondo,  compasivo,  capaz  aun  de  arran- 
ques generosos,  ya  que  ha  visto  como  sabe  sufrir  y 
penar  el  pueblo  americano. 

El  trasatlántico  «Alfonso  XII»  salía  de  Cádiz  el 
1 8  de  diciembre  último,  con  mar  llana  y  ligera  bri- 
sa; el  piloto  del  puerto  dirigía  ya  la  maniobra,  arria- 
das las  escaleras  y  moviéndose  el  barco  lentamente 
en  busca  del  mar  libre  de  obstáculos,  camino  de 
este  puerto.  De  repente  y  desde  la  toldilla  observó 
que  se  había  quedado  á  bordo  un  muchacho  de 
diez  y  seis  á  diez  y  siete  años,  y  con  tono  brusco  y 
señalándole  el  cable  que  pendía  de  estribor  y  á  cuya 
extremidad  había  una  lancha,  le  dijo:  «largo,  inme- 
diatamente bajas  por  la  cuerda  y  te  vas...  largo»; 
el  chico  quedóse  pálido  como  un  muerto,  no  sabía 
si  llorar  ó  protestar,  mudo  de  espanto  dudaba  entre 
sufrir  las  iras  del  piloto  ó  exponerse  á  bajar  por  la 
cuerda  y  deslizarse  con  peligro  de  caer  al  agua.  El 
piloto  insistía  con  ánimo  resuelto,  y  como  el  mucha- 
cho opusiera  á  la  ira  del  marino  la  resistencia  pasi- 
va del  que  teme  jugarse  la  vida  en  la  contienda, 
intervino    en    ella    un   marinero    del    «Alfonso   XII» 


66  VIAJE   Á   AMÉRICA 

con  ánimo  resuelto  y  decidido:  «Pero  hombre,  no  ve 
usted  que  el  chico  tiene  miedo,  que  no  ha  bajado 
nunca  por  una  cuerda  y  está  temblando...  pues  no 
faltaba  más»;  y  amparando  al  cuitado,  salta  la  banda, 
coge  el  cable  y  al  muchacho  por  la  cintura,  lo  suje- 
ta vigorosamente,  le  da  rápida  instrucción  para  que 
le  deje  sueltas  las  manos  y  en  menos  tiempo  del 
que  cuesta  relatarlo,  como  si  fuera  un  padre  amoro- 
so, dejó  al  chico  en  la  lancha,  subiendo  rápidamen- 
te á  bordo  sin  esperar,  probablemente,  las  gracias 
del  agradecido  mancebo. 

Compárese  la  indiferencia  de  los  obreros  de  Ca- 
lifornia con  el  arranque  generoso  del  marinero  del 
«Alfonso  XII»,  y  después  escójase  entre  aquella  ci- 
vilización, orgullosa  de  sus  máquinas,  fría  y  repulsi- 
va como  toda  vanidad,  y  ésta  que  tiene  por  base 
la  familia  con  todas  sus  derivaciones,  costumbres 
humanas  y  sentimientos  piadosos  que  dan  al  prójimo 
el  dictado  de  hermano  y  amigo. 

Los  campos  de  California  van  repoblándose  á  me- 
dida que  se  avanza  en  dirección  al  sur  con  las  plan- 
tas que  son  el  orgullo  de  nuestras  provincias  de  le- 
vante. Arrancadas  las  viñas  en  muchas  partes,  las 
árboles  frutales,  naranjos,  limoneros,  melocotoneros, 
cerezos,  correctamente  alineados,  dominados  en  el 
fondo  de  la  plantación  por  la  quinta,  la  masía  ó  el 
cottage,  constituyen  la  fisonomía  especial  de  la  baja 
California.    Camino  del  Estado  de  ArizOna  ya  no  se 


RAFAEL    rUIG   Y    VALI.S  67 

cruzan  grandes  ríos,  viéndose  sólo  en    lontananza  la 
altiva  cordillera  de  Sierra  Nevada;  los   pueblos  guar- 
dan su  fisonomía  especial,  las   casas,  casi    todas    de 
madera,  no  están  ya    rematadas  por  cubiertas  de  40 
ó  45  grados,  el  frío  no  cuenta   ya  en  las  fértiles  lla- 
nuras, besadas  por  las  brisas  del  Pacífico,  y   cruzan- 
do paralelos    cada  vez  más    cercanos    al  trópico  de 
Cáncer,  las  plantas  tropicales  asoman  ya  por    todas 
partes,  el  indio  se  transforma,  no  es  tan  robusto,  n 
tiene  facciones  tan  angulosas,  y  al  amanecer  del  do 
mingo,  cuando  el  sol  doraba  el  hermoso  valle  de  Los 
Angeles,  donde    se  producen    los  vinos    americanos 
tan  parecidos    á  los    vinos  andaluces  y    portugueses 
después  de  haber  atravesado  el  valle  de  San  Joaquín 
granero  de    California,  y  las    estaciones    llamadas  y 
escritas  en  español,  Merced,  Madera,  Fresno,  que  re 
cuerdan  nuestro  paso  por  aquellos  valles,  llegué  á  las 
ocho  de  la  mañana  á  La  Puebla  de  la  Reina  de  loS 
Angeles,  fundada  por  los  españoles  en  1781,  anexio- 
nada en  1846  á  los  Estados  Unidos  y  formando  hoy 
una  agrupación  de  mas  de  50.000  habitantes,  que  se 
considera  la  segunda  población    de  California  en  ri- 
queza é  importacia  comercial. 

A  medida  que  el  tren  se  aleja  de  Los  Ángeles 
camino  de  San  Diego,  las  plantaciones  son  cada  vez 
más  raras,  hasta  que  ya  antes  de  mediodía  y  de  -le- 
gar á  Yuma,  se  atraviesa  el  desierto  de  Colorado,  en 
que  sólo  se  ven   yucas    y    cactus,    extensos    arenales 


68  VIAJE    Á   AMÉRICA 

matizados  de  sal,  caldeados  por  un  sol  ardiente  que 
en  verano  ofrece  al  viajero  vistosos  espejismos,  de- 
sierto que  en  algunos  puntos  está  por  debajo  del  ni- 
vel del  mar,  solución  de  continuidad  hoy  del  golfo 
de  California,  que  quizá  vuelva  á  invadir  algún  día 
si  un  movimiento  del  litoral  americano  sumerje  otra 
vez  las  tierras  que  un  levantamiento  lento,  fenómeno 
del  volcanismo,  ha  puesto  al  descubierto  en  la  época 
moderna  del  globo  terráqueo.  Y  ya  poco  queda  por 
ver  que  llame  la  atención  en  la  larga  travesía  de  San 
Francisco  á  El  Paso,  como  no  sean  pueblos  que  el 
viajero  pregunta  de  qué  viven,  dónde  se  halla  la  ri- 
queza que  explotan  y  aprovechan,  cómo  crecen  y  se 
desarrollan  en  aquellas  inmensidades  donde  no  hay 
bosques  ni  plantaciones,  teniendo  siempre  á  la  vista 
aquella  Sierra  Madre  de  México,  que  esconderá  aún 
tantas  riquezas  en  sus  entrañas,  y  aquellos  desiertos 
que  las  aguas  del  mar  han  escupido  como  hueso  es- 
téril, ensanchando  prodigiosamente  el  continente 
americano  del  que  se  cuentan  tantos  prodigios,  y  en 
donde  amontona  el  monopolio  tantas  riquezas,  poseí- 
das por  manos  que  han  cruzado  el  territorio  de  ca- 
minos de  hierro,  puesto  los  jalones  de  nacientes  po- 
blados y  quizá  gérmenes  de  nuevas  nacionalidades, 
pero  puntos  perdidos  hoy  en  los  inmensos  campos 
de  California  y  Arizona,  de  Texas  y  New-México, 
más  grandes  que  España  y  Portugal,  Francia  é  Ingla- 
terra, Italia  y  Austria  juntas,    donde   la   vida   nóma- 


KAKAEL    PUIG    Y    VALLS  69 

da  se  ejercita  con  todas  las  manifestaciones  del  sal- 
vajismo, que  la  civilización  pasa  sólo  allí  entre  los 
rieles  de  los  caminos  de  hierro  rápida  y  fugaz,  des- 
vaneciéndose á  la  vista  del  que  suspira  en  aquellas 
landas  desiertas,  como  el  humo  de  la  locomotora  y 
el  vapor  de  la  caldera  en  los  espacios  infinitos  del 
cielo. 

Cansado  de  meditar  sin  comprender  los  misterios 
de  los  vastos  desiertos  americanos,  recojo  una  nota 
artística  en  la  estación  de  Yuma,  que  colora  aquel 
desierto  y  aquella  rígida  nota  de  la  línea  recta  en 
todo:  una  compañía  nómada  que  pasea  por  aquellos 
desiertos  leones  enjaulados,  panteras,  tigres  y  hienas 
en  grandes  carromatos,  indios  que  montan  caballos 
enjaezados  á  la  mexicana,  elefantes  que  guía  un  mu- 
chacho cuarterón,  monos  que  saltan  y  brincan,  mu- 
jeres que  visten  trajes  imposibles,  chillones,  llamati- 
vos, de  raza  difícil  de  clasificar,  y  en  un  gran  carro, 
terminado  por  ancha  plataforma,  una  murga  de  in- 
dios más  ó  menos  auténticos,  que  toca  una  marcha 
discordante,  ensordecedora,  proyectándose  todo  en 
el  cielo  tropical,  que  ensucia  de  tonos  grises  la  ola 
de  aire  caliente  que  levanta  el  sol  en  las  caldeadas 
arenas  del  desierto. 

Pasa  aquella  mascarada  por  delante  del  tren 
lenta  y  majestuosamente;  es  el  reclamo  americano 
que  no  tiene  bastante  campo  en  las  ciudades  y  que 
necesita  las  inmensas   soledades    del    desierto    oara 


■JO  VIAJE   Á    AMÉRICA 

proclamar  que  él  solo  es  el  rey  del  mundo.  Y  la  lo- 
comotora mueve  otra  vez  sus  bielas  y  ruedas  y  el 
tren  sigue  y  sigue  cruzando  estepas  y  pueblos,  ríos  y 
lagunas,  acercándose  cada  vez  más  á  Río  Grande, 
muy  chico  donde  lo  cruzamos,  poco  antes  de  llegar 
á  la  frontera  mexicana,  y  á  la  estación  de  El  Paso, 
en  territorio  aun  de  los  Estados  Unidos  de  la  Amé- 
rica del  Norte. 


De  El  Paso  á  México 


las  dos  de  la  tarde  del  día  6  de 
noviembre  último  llegué  á  la  es- 
tación de  El  Paso,  en  territorio 
de  Texas  de  los  Estados  Unidos 
de  la  América  del  Norte. 
Para  ir  á  la  estación  mexicana  es  menester  atra- 
vesar la  población,  de  fisonomía  yankee,  en  el  con- 
junto y  los  detalles.  Lo  característico  allí  es  el  cam- 
bio de  tipo,  la  aparición  de  nuestra  raza,  del  mestizo 
y  del  indio  mexicano,  esencialmente  distinto  del 
sioux  criado  en  el  Far-West  y  en  los  desiertos  de 
Arizona,  New-México  y  Texas. 

El  indio  mexicano  tiene  en  su  piel  y  en  sus  ras- 
gos fisionómicos  algo  que  recuerda  al  chino,  y  sin 
embargo,  cuando  se  comparan  en  los  restaürants  de 


72  VIAJE    A    AMKKICA 

las  estaciones  donde  concurren,  al  chino  puro,  activo, 
inteligente,  observador,  con  el  indígena  de  México 
indolente,  resignado,  gozando  la  molicie  del  reposo, 
la  única  semejanza  que  aparece  en  los  dos  tipos  es 
la  inmovilidad  fatal  de  su  fisonomía,  la  tristeza  de 
raza,  tan  honda  y  constante  que  parece  haber  des- 
terrado la  risa  de  aquellas  esfinges  humanas. 

«Señor,  ¿quiere  usted  algo?»  me  dijo  un  mestizo  de 
ojos  negros,  rasgados,  soñolientos.  «Sí,  necesito  cam- 
biar dinero-,  ¿podrá  usted  con  todo  esto?»— «y  como 
no»,  contesta  el  mozo  echando  una  rápida  mirada  á 
mi  equipaje  de  mano,  y  con  un  acento  tan  dulce  y 
con  tan  suaves  inflexiones  en  la  voz,  que  cantaba 
más  que  hablaba,  y  al  decirme  que  le  siguiera,  guió- 
me por  aquellas  calles  polvorientas  y  las  sendas  más 
trilladas,  llegando  al  poco  rato,  en  tarde  de  noviem- 
bre tan  calurosa  como  una  de  septiembre  en  Barce- 
lona, al  Banco  de  la  ciudad,  donde  me  dieron  por 
cada  cien  dollars  ciento  setenta  y  dos  pesos  mexi- 
canos. 

Al  ver  tanto  dinero  en  mi  mano,  tentado  estuve 
de  creer  que  soñaba,  porque  si  la  vida  en  México 
había  de  resultar  proporcionada  á  lo  que  cuestan  las 
cosas  aquí,  tomando  por  unidad  el  duro,  iba  á  darse 
el  caso  extraño  de  que  el  viaje  á  Nueva  España  no 
me  costara  nada  ó  casi  nada. 

Regresé  á  la  estación  y  me  tocó  esperar  hasta  las 
cinco   de  la  tarde-,   los  trenes   en  México   no   llevan 


l'UlCi    Y    VALl.S 


])risa;  hay  de  El  Paso  á  México  unas  mil  doscientas 
treinta  millas,  y  para  su  recorrido  necesité  andar,  sin 
descanso,  desde  el  lunes  á  las  cinco  de  la  tarde  á 
las  siete  de  la  mañana  del  jueves  siguiente.  Media 
hora  antes  de  la  partida,  el  expendedor  de  boletos 
abrió  la  taquilla  y  al  pedirle  pasaje  para  la  capital  de 
México,  aunque  el  idioma  del  país  es  el  castellano, 
observé  que  no  me  entendía,  que  domina  aun  en  los 
caminos  de  hierro  de  Nueva  España  el  idioma  de  la 
gran  república  norteamericana. 

Me  figuré,  pues,  que  estaba  aún  en  los  Estados 
Unidos  y  hube  de  reiterar  la  petición  en  inglés. 
«Aquí,  contestóme,  no  damos  pasaje  más  que  hasta 
Ciudad  de  Juárez,  en  donde  está  la  estación  princi- 
pal y  la  Aduana». — «All  right»;  di  diez  centavos,  me 
entregó  un  boleto  y  esperé  la  hora  de  partida. 

A  las  cinco  llegó  el  tren  compuesto  de  vagones 
dé  primera,  segunda,  tercera  y  Pullman-cars,  rotu- 
lados en  inglés,  y  el  consabido  negro,  con  su  uniforme 
azul  y  botones  dorados,  el  revisor  que  chapurreaba 
el  español,  con  el  séquito  y  la  factura  indiscutible 
que  caracteriza  el  servicio  de  las  compañías  norte- 
americanas. Esos  trenes  me  hicieron  el  efecto  de 
avanzadas  de  los  ejércitos  de  la  gran  república  an- 
siosa de  ir  tachonando,  de  estrellas  nuevas,  las  ba- 
rras blancas  y  azules  del  pabellón  americano. 

Partió  el  tren  y  los  aduaneros  empezaron  á  eje- 
cutar sus   funciones;  el  bagaje  de  mano   quedó  revi- 


74  VIAJp;    Á    AMjtKICA 

sado  en  pocos  instantes,  poniendo  en  todos  ellos  un 
rotulillo  que  decía:  «Revisado  por  el  resguardo  de  la 
Aduana  fronteriza  de  la  Ciudad  de  Juárez».  Anoche- 
cía ya  al  llegar  á  Ciudad  de  Juárez  y  allí  revisaron 
mi  equipaje,  cené  y  tomé  pasaje  para  la  capital  de 
los  Estados  Unidos  mexicanos.  En  el  restaurant  es- 
taba en  funciones  una  partida  de  chinos  que  ha  arren- 
dado la  mayor  parte  de  los  servicios  culinarios  de 
las  estaciones  carrileras. 

La  comida  me  pareció  aceptable  y  calcada  en  la 
cocina  norteamericana:  muchas  carnes  asadas,  pocas 
salsas,  agua  helada  á  pasto,  y  la  eterna  banana  en 
campota,  frita,  al  natural,  perfumando  con  su  empa- 
lagosa esencia  todos  los  platos. 

Y  al  dejar  arreglados  mis  cachivaches  en  el  Pull- 
man, observé  en  el  andén  de  la  estación  el  movi- 
miento de  hombres  de  distintas  razas  y  colores,  de 
muchachos  y  niñas  que  vendían  chucherías  y  frutas, 
movimiento  inusitado,  extraño,  fantasmagórico  entre 
sombras  y  penumbras  difuminadas,  algo  que  recuerda 
nuestras  estaciones  de  la  costa  catalana,  en  las  pri- 
meras horas  veraniegas  de  la  noche,  cuando  la  gente 
ansia  ver  el  espectáculo,  siempre  igual  y  siempre  va- 
riado, del  tren  que  llega  y  del  tren  que  parte,  espejo 
fiel  y  triste  de  todos  los  acontecimientos  de  la  vida, 
esperados  con  ansia  como  una  alegría,  vistos  des- 
aparecer con  el  dejo  amargo  del  desengaño. 

Dejé   á  Ciudad    de    Juárez    recordando    á    aquel 


KAKAEL    PUIG    Y    YALLS  75 

hombre  de  raza  azteca  que  defendió,  palmo  á  palmo, 
el  territorio  mexicano,  y  que,  acorralado  en  el  confín 
de  la  república,  sentó  allí  las  bases  de  su  gobierno, 
organizó  sus  huestes,  derrotó  á  sus  contrarios,  los 
lanzó  del  país  y  entró  triunfante  en  la  capital,  dando 
á  su  patria  uno  de  los  períodos  más  largos  de  reposo 
desde  que  se  emancipó  de  la  metrópoli.  Bien  mere- 
cido tenía  que  la  ciudad  que  le  acogió  en  la  desgra- 
cia, conserve  el  nombre  del  que  defendió  la  inde- 
pendencia de  la  nación. 

Ciudad  de  Juárez,  iluminada  apenas  por  el  cente- 
lleo de  las  estrellas,  se  escondía  cada  vez  más  tras  la 
arboleda,  desaparecía  rápida  de  la  vista  del  viajero, 
y  mientras  el  negro  prepara  las  literas  del  Pullman, 
doy  una  ojeada  á  un  guía  que  canta  las  maravillas 
de  México,  llamándole  «Wonderland»,  y  me  dispon- 
go para  gozar,  desde  el  día  siguiente,  la  serie  de 
espectáculos  anticipados  por  relaciones  pintorescas, 
dignas  de  una  imaginación  meridional. 

Al  despertar,  á  primera  hora,  apenas  amanecía; 
recostado  en  la  litera  con  el  visillo  levantado,  observé 
ansioso  la  salida  del  sol.  El  que  no  ha  estado  en  las 
altas  mesetas  mexicanas  no  sabe,  no  tiene  idea  de 
cómo  se  dibuja  en  el  cielo  la  línea  divisoria  de  las 
montañas,  pura,  limpia,  cortada  con  precisión  mate- 
mática que  se  proyecta  en  el  horizonte  como  un 
trazo  que  separa  la  montaña,  de  tonos  violados,  del 
fondo  azul  del  cielo.  No  puede  haber  en  ningún  clima 


76  \' r.Aj K  Á   A M !•: k ii  a 

atmósfera  más  transparente,  ni  tonos  más  calientes 
en  el  aire,  ni  dorado  más  intenso  en  los  rayos  del 
sol,  ni  líneas  más  finas  en  el  cirrus  que  parece  encaje 
de  filigrana  suspendido  en  el  espacio,  y  allí  donde  el 
sol  se  proyecta  intensamente,  donde  la  tierra  abrasa- 
da recibe  amorosa  aquel  beso  ardiente  de  un  sol  que 
no  mitiga,  con  sus  alientos  suaves,  el  agua  reducida 
á  vapor,  parece  que  se  levanta  intensa  hoguera  que 
abrasa  aquellas  inmensas  llanuras.  Pero  cuando  el  sol 
va  subiendo  hacia  el  zenit  y  el  aire  se  hace  menos 
transparente,  y  se  observa  atento  el  llano  inculto,  la 
choza  misérrima  de  adobe  que  ampara  al  indio  az- 
teca, el  pueblo  sin  fisonomía,  que  no  la  tienen  aque- 
llas casas  de  arcilla,  paralalepípedos  de  color  terroso, 
sin  enlucido,  que  no  se  necesita  en  aquel  clima  seco 
para  conservar  su  cohesión,  con  una  abertura  que 
hace  oficio  de  puerta  y  otra  muy  chica  de  ventana, 
alternando  con  barracas  cónicas  de  tierra  y  caña,  y 
desaparecen  los  espejismos  en  el  cielo,  la  realidad  se 
descubre  por  todas  partes,  mostrando  una  miseria  tan 
espantosa  y  una  despoblación  tan  grande,  que  ellas 
solas  bastan  para  explicar  los  continuados  alzamien- 
tos y  sublevaciones  de  aquel  pueblo  vencido  y  hu- 
millado. 

A  las  nueve  de  la  mañana  llegué  á  Chihuahua, 
capital  del  Estado  del  mismo  nombre.  Situada  la 
ciudad  á  bastante  distancia  de  la  estación,  el  agru- 
pamiento  de  las  casas,    su  fisonomía,  la  iglesia  prin- 


RAFAEL   PUIG   Y   VAl.LS 


77 


cipal   con  sus  torres  dominantes,    me  recordaron  las 
ciudades  españolas  de  la  meseta  central  castellana. 

Y  en  la  estación  se  ven  ya  los  hombres  con  za- 
rape y  las  mujeres  con  7'ebozo,  prendas  de  la  indu- 
mentaria mexicana,  remedo  de  nuestras  mantas  y 
pañolones  castellanos,  que  cubren  cuerpos  sin  camisa 
y  pelos   desgreñados,    manifestación   tristísima  de  la 


mas  terrible  miseria.  El  indio,  envuelto  en  su  zarape, 
sentado  en  cuclillas,  triste,  macilento,  mira  como 
pasa  el  tren,  satisfecho  hoy  porque  tiene  aún  algunos 
centavos  ganados  no  recuerda  cuándo  ni  de  qué 
manera,  que  ya  trabajará  mañana,  cuando  sea  pobre 
y  no  tenga  dinero  para  comprar  pulque,  tortillas  y 
un  puñado  de  judías. 


78  VIAJE    Á    AMÉRICA 

¿Qué  le  importa  al  indio  el.  mundo,  del  que  nada 
espera?  Cuando  tiene  hambre  coge  el  fusil  que  le  da 
la  ambición  del  primer  caudillo  que  se  presenta  y 
mata  y  muere  para  llenar  su  vientre,  que  es  la  única 
política  que  domina  su  corazón,  su  entendimiento  y 
sus  entrañas.  Y  al  verle  acurrucado,  tomando  el  sol, 
enteco,  arrugado,  indiferente,  nadie  adivinaría  en 
aquel  ser  envilecido  un  héroe  que  sabe  batirse  con 
singular  bizarría,  sin  preguntar  á  nadie  el  color  de  la 
bandera,  ni  el  derecho  que  defiende,  ni  la  justicia  de 
la  causa  que  puso    en  sus  manos  el    arma  homicida. 

Y  al  poco  rato,  después  de  tomar  el  breakfast 
en  el  restaurant  chino,  aquella  masa  desaparece  len- 
tamente, mientras  el  tren  va  cruzando  campiñas 
abandonadas,  desiertos  inmensos  que  tienen  por 
marco  altísimas  montañas,  atravesando  de  tarde  en 
tarde  alguna  hacienda,  como  dicen  las  gentes  del 
país,  que  tienen  sesenta  y  ochenta  mil  hectáreas  de 
extensión,  verdaderos  falansterios  indios  donde  éstos 
hallan  choza  que  les  cobije,  trabajo  que  alivie  su 
miseria  é  iglesia  que  consuele  sus  pesares.  Necesarios 
son  esos  recursos  en  un  país  donde  las  sequías  lo 
matan  todo,  donde  los  ganados  mueren  en  los  ca- 
minos, hambrientos  y  engañados  por  traidores  espe- 
jismos, y  las  sequías  duran  años  y  años  en  los  Es- 
tados del  norte  de  México,  teniendo  que  abrir  las 
fronteras  á  los  granos  de  Norte  América  para  no  morir 
de  hambre,  produciendo  esto  una  sangría  tan  espan- 


RAFARI.    rriG    Y    V\I 


tosa  en  el  numerario  de  la  Hacienda  mexicana,  (lue 
la  balanza  comercial  acusa  una  pérdida  enorme,  una 
corriente  de  millones  que  empobrece  á  aquella  na- 
ción con  una  rapidez  aterradora.  Esto  me  cuentan 
mis  compañeros  de  viaje,  mostrándome  en  todas 
partes  campos  agostados,  arenales  salitrosos,  tierras 
yermas  y  abandonadas,  chozas  misérrimas,  indios  cu- 
biertos con  sombrero,  modificación  de  nuestro  calañés, 
protector  de  la  cabeza  contra  el  sol  y  la  lluvia  torren- 
cial de  los  climas  tropicales,  mientras  van  pasando 
las  estaciones  de  La  Cruz,  Santa  Rosalía,  Jiménez, 
Torreón,  empalme  de  la  línea  de  Durango,  Jimulco... 
y  el  día  pasa  esperando  aquellas  maravillas  que  no 
vienen  y  aquellas  tierras  tropicales  que  he  soñado 
tantas  veces,  pobladas  de  palmeras,  heléchos  arbo- 
rescentes y  lianas  trepadoras  con  todo  el  cortejo  de 
una  flora  y  fauna  poderosas. 

El  sol  se  pone,  y  el  cielo  vuelve  á  reproducir  el 
espectáculo  sublime  de  un  incendio  que  dora,  al  es- 
conderse en  el  horizonte,  las  cimas  de  las  montañas 
y  las  profundidades  del  cielo.  El  indio,  que  ve  cada 
día  las  fiestas  sublimes  de  la  atmósfera  y  compara 
aquella  luz  y  aquellos  colores  con  las  tristezas  de  sus 
campos  desolados,  ¿cómo  no  ha  de  sentir  la  nostal- 
gia de  otra  vida,  allá,  en  el  fondo  de  aquel  cielo  tan 
hermoso,  tan  puro  y-  trasnparente,  que  parece  ser  una 
promesa  y  una  esperanza? 

Al  día  siguiente,    poco  después  de  las   diez  de  la 


8o  VIAJK    Á   AMÉRICA 

mañana,  uno  de  los  compañeros  de  viaje,  compade- 
cido de  mi  desencanto,  me  coge  de  la  mano  y  me 
conduce  á  la  plataforma  posterior  del  vagón  para 
presenciar  un  cambio  completo  de  decoración,  y  me 
dice:  «Estamos  atravesando  una  de  las  comarcas  más 
ricas  de  México,  en  el  distrito  de  Zacatecas,  región 
argentífera  por  excelencia;  fíjese  usted  en  aquellas 
piedras  blancas  que  marcan  cotos  mineros  y  en  las 
bocas  de  las  minas,  en  cuyas  galerías  hay,  ó  mejor 
dicho,  había  unos  15,000  trabajadores  extrayendo 
mineral  argentífero  del  subsuelo.  Por  desgracia,  el 
monometalismo  y  la  abolición  de  la  ley  Sherman  en 
las  Cámaras  de  Washington  acaban  de  asestar  á  esta 
riqueza  una  herida  mortal.  Los  propietarios  de  las 
minas  están  despidiendo  á  muchos  trabajadores  y  el 
laboreo  de  las  minas  va  disminuyendo  con  una  velo- 
cidad aterradora.» 

«Observe  usted  ahora  el  paisaje:  los  tonos  rojos  y 
calientes  de  estas  montañas,  sus  formas  suaves  y  on- 
duladas, sus  valles  risueños,  embellecido  todo  por  ese 
sol  y  ese  clima  primaveral»,  y  al  salir  de  una  curva, 
como  si  se  levantara  repentinamente  un  telón  de 
boca,  mostróme  en  el  fondo  de  un  valle  la  ciudad  de 
Zacatecas,  escalonada,  con  sus  casas  blancas,  bajas, 
rematadas  por  azoteas,  recordando  las  ciudades  orien- 
tales, hasta  tal  punto,  que  los  que  no  hemos  tenido 
la  suerte  de  visitarlas,  si  nos  hubieran  transportado 
con  los  ojos  cerrados  á  aquel  centro  minero,   con  la 


RAFAEL   PUIG   Y    VALLS 


visión  de  las  fotografías  de  Oriente  en  la  memoria, 
no  habría  habido  uno  solo  que  se  creyera  en  Amé- 
rica; tanta  semejanza  existe  entre  Zacatecas  y  las  ciu- 
dades en  que  se  desarrollaron  los  portentos  que  con- 
memora la  religión  cristiana. 

La  explotación  de  las  minas  se  remonta  al  15 16 
y  se  supone  que  ha  rendido  ya  más  de  800  millones 
de  dollars-,  la  ciudad  está  sentada  sobre  filones  de 
plata  y  en  ella  misma  se  abren  los  pozos  para  la  ex- 
tracción del  precioso  mineral. 

Las  iglesias  se  parecen,  desde  lejos,  á  las  que  se 
veían  en  Chihuahua;  los  edificios  principales,  los  úni- 
cos (^ue  tienen  alguna  grandiosidad,  son  obra  de 
nuestros  antepasados,  y  por  eso  me  decía  mi  com- 
pañero de  viaje:  «cuando  vea  usted,  en  México,  un  edi- 
ficio de  importancia,  una  iglesia  de  buen  tipo  arqui- 
tectónico, un  palacio  majestuoso,  un  cuartel,  un 
ministerio,  lo  mismo  en  la  capital  que  en  los  Esta- 
dos, no  vacile  usted  un  instante  en  creer  que  todo  es 
obra  de  España  y  del  tiempo  de  la  conquista.» 

Poco  tiempo  me  quedó  para  contemplar  aquel 
oasis  llamado  Zacatecas  en  medio  de  tantos  desier- 
tos; los  pasajeros  ocuparon  el  tranvía  que  debía  con- 
ducirles á  la  población,  y  el  tren  emprendió  la  mar- 
cha por  la  gran  pendiente  que  guía  á  Guadalupe,  y 
á  pesar  de  haber  pasado  ya,  á  primeras  horas  de  la 
mañana,  el  trópico  de  Cáncer  y  estar  en  los  climas 
cálidos  de  la  zona  tórrida,  las  yucas,  las  palmas  y  los 

6 


82  VIAJE   Á    AMÉRICA 

nopales  eran  las  únicas  plantas  que  me  recordaban 
el  país  tropical  de  los  bosques  gigantes  y  las  selvas 
encantadoras,  descritas  tan  magistralmente  por  Hum- 
bold. 

A  la  una  llegamos  á  Aguas  Calientes,  almorcé  en 
■un  restaurant  del  país  á  instigación  de  mis  compa- 
ñeros de  viaje,  y,  aunque  descontento  de  mi  condes- 


YUCA 

cendencia,  tuve  la  curiosidad  de  probar  las  celebradas 
-tortillas,  pasta  repugnante  hecha  de  harina  de  maíz 
y  no  sé  qué  más-,  el  pulque,  brebaje  procedente  de  la 
savia  fermentada  del  agave  americano,  muy  parecido 
y  perteneciente  al  mismo  género  de  los  agaves  que 
se  crían  en  la  costa  mediterránea,  y  una  serie  de 
platos  de  origen  español  mal  condimentados  y  sucia- 


KAFAEI,    PUIG    Y    VALLS  83 

mente  ofrecidos,  que  me  hicieron  formar  una  pobrí- 
sima  idea  del  arte  culinario  de  los  Estados  Unidos 
mexicanos. 

Por  fin,  al  día  siguiente,  á  las  siete  de  la  mañana, 
vislumbré  ya  los  célebres  lagos  del  gran  valle  de 
México,  sus  cordilleras  famosas,  sus  volcanes  apaga- 
dos, sus  cimas  más  altas  que  los  picos  más  elevados 
de  los  Alpes,  y  después  de  cinco  días  y  otras  tantas 
noches  de  ferrocarril,  capaces  de  fatigar  al  más  ro- 
busto, bien  merecido  tenía  llegar  al  cerebro  del  país 
de  las  maravillas,  á  la  ciudad  de  Motezuma  y  Her- 
nán Cortés,  de  las  leyendas  heroicas,  la  noche  triste 
y  cuanto  se  relaciona  con  los  hechos  más  gloriosos 
de  la  historia  colonial  de  España. 


La  ciudad  de  México 


lo    antiguo 


EMO  que  muchos  extranjeros,  al  vi- 
sitar la  capital  de  la  república  mexi- 
cana, no  le  hallarán  grandes  atrac- 
tivos. Lo  moderno  vale  poca  cosa, 
lo  que  construyó  el  Virreynato  de 
España  durante  tres  siglos,  sólo  interesará  á  un  re- 
ducido número  de  personas,  amantes  de  la  historia 
del  mundo  y  de  las  proezas  humanas.  Si  el  que 
visita  México  está  imbuido  en  ideas  de  secta,  en 
todas  partes  hallará  las  huellas  de  los  quemaderos 
de  la  inquisición,  del  martirio  de  los  jefes  indios 
humillados  y  vencidos  por  los  conquistadores,  más 
afanosos  de  tesoros  escondidos  que  de  glorias  guerre- 
ras, y  considerará  justo  que  los  mexicanos  no  tengan 
para  Hernán  Corte's  ni  un  recuerdo,  ni  una  alabanza. 


86  VIAJE   Á  AMÉRICA 

Quien  estudie  imparcialmente  la  historia  de  la 
conquista  de  México,  y  observe  cómo  crece  y  se  ci- 
viliza su  raza  indígena,  mientras  en  el  territorio  de 
los  Estados  Unidos  se  extingue,  siendo  más  guerrera 
y  más  viril,  atosigada  por  procedimientos  inhumanos, 
perseguida  á  sangre  y  fuego,  y  acorralada  en  su  propia 
casa,  quizá  hallará  que  la  obra  de  la  conquista  dejó 
en  los  campos  regados  por  tanta  sangre  española, 
algo  más  que  fanatismos  y  codicias,  crueldades  y 
martirios,  que  no  son  ciertamente  los  que  tienen  en 
sus  manos  los  destinos  mexicanos  quienes  puedan 
hacer  alardes  de  clemencia,  y  de  ahorrar  la  sangre 
indígena  que  derraman  á  raudales  en  nombre  de 
ideales  políticos  menos  excusables  que  los  derechos 
de  conquista. 

Si  levantaran  la  cabeza  Iturbide  y  Maximiliano, 
los  dos  emperadores  mexicanos  fusilados  en  nombre 
de  la  revolución  triunfante,  ellos,  que  no  atentaron  á 
la  independencia  del  país  y  procuraron  enaltecerlo  y 
honrarlo,  qué  dirían  de  una  raza  que  reniega  de  su 
sangre  y  halla  vilipendio  en  la  conquista  que  les 
hizo  hombres  civilizados,  cristianos  y  dignos  de  al- 
ternar con  los  pueblos  cultos,  cuando  los  indios, 
que  son  los  más,  más  de  la  mitad  de  la  población, 
no  han  hecho  otra  cosa  que  cambiar  de  señores, 
conquistados  hoy  por  nuestros  hermanos  como  lo 
fueron  hace  cuatrocientos  años  por  nuestros  abuelos, 
y  lanzados  á  continuas  luchas  fratricidas  para  levan- 


RAFAEL    PUIG    Y   VALLS  87 

tar   sobre  el  pavés,  al  más  osado  ó  al  más  fuerte. 

Difícil  ha  de  ser  al  español  ilustrado  sustraerse  á 
esas  consideraciones,  si  de  la  estación  va  á  parar  al 
hotel  Iturbide,  mansión  durante  cortísimo  tiempo 
del  infortunado  emperador  Agustín  I,  ungido  en  la 
catedral  de  México,  á  los  treinta  años  de  edad, 
cuando  acababa  de  libertar  el  territorio  del  dominio 
de  España,  trescientos  años  después  de  aquella 
epopeya  escrita  con  sangre  española  por  un  puñado 
de  hombres  mandados  por  Hernán  Cortés  en  los 
campos  y  montañas  mexicanas,  epopeya  que  no  ne- 
cesita mármoles  ni  bronces  que  la  perpetúen,  que 
mientras  el  mundo  exista,  mientras  exista  México, 
no  habrá  ciudad  ni  aldea,  montaña  ni  llanura  que 
no  guarde,  desde  las  más  hondas  raíces  de  aquella 
nacionalidad  hasta  las  cimas  más  elevadas  de  sus 
cordilleras,  el  recuerdo  del  paso  de  aquellos  guerre- 
ros que  fundaron  un  imperio,  dejando  en  él  el  sello 
imperecedero  de  su  sangre  y  su  genial  valor. 

El  palacio  convertido  en  hotel,  el  patio  rodeado 
de  columnas,  rematadas  por  arcos  de  medio  punto 
en  su  parte  baja,  por  arcos  rebajados  en  el  princi- 
pal y  adintelados  en  el  segundo,  como  si  represen- 
taran aquellos  accidentes  arquitectónicos  épocas 
distintas  en  su  construcción,  el  patio  desnudo,  que 
si  lo  rematara  un  velarium  recordaría  los  patios  an- 
daluces, todas  las  crujías  modificadas  para  las  aten- 
ciones del  café,  billares,  salas  de  lectura  y  restaurant, 


8§  VlAjE    A   AMÉRICA 

todo  lo  banal  y  pobre  de  un  hotel  de  segundo  orden, 
ha  venido  á  rematar  las  glorias  de  un  imperio  sellado 
con  la  sangre  de  un  hombre  que  olvidó  sus  jura- 
mentos para  libertar  á  su  patria  del  llamado  ominoso 
yugo  extranjero. 

Conquistada  la  independencia  en  los  campos  de 
Querétaro  y  Puebla,  Iturbide  entró  triunfante  en  la 
capital  en  septiembre  de  1821;  en  19  de  mayo 
de  1822  el  Libertador  fué  elegido  emperador  por  67 
votos,  y  en  21  de  julio  del  mismo  año,  Iturbide  y  su 
esposa  fueron  coronados  en  la  catedral  de  México, 
para  reinar  sólo  poco  más  de  un  año,  derrocados  en 
marzo  de  1823  por  el  general  Santana.  Desterrado 
y  maldecido,  se  le  concedieron  25,000  duros  anuales 
de  limosna  para  que  viviera  en  suelo  extranjero,  y 
él,  que  había  dado  á  sus  compatriotas  un  territorio 
inmenso,  quince  ó  diez  y  seis  veces  más  grande  (jue 
la  metrópoli,  no  podía  pisar,  sin  ser  llamado  traidor, 
ni  un  palmo  de  tierra  mexicana. 

Al  año  de  la  expulsión,  la  nostalgia,  el  rencor  ó 
ambas  cosas  á  la  vez,  le  hicieron  volver  á  México; 
é  Iturbide  el  Libertador,  el  ungido  en  la  catedral, 
el  ídolo  del  pueblo,  fué  declarado  traidor,  preso  y 
fusilado  en  19  de  julio  de  1824. 

Los  vencedores  no  aventaron  sus  cenizas,  ni 
arrojaron  sus  huesos  á  la  voracidad  de  las  alimañas; 
la  piedad  recogió  el  cadáver  de  Iturbide,  (¡ue  bien 
pudo  cederle  para  tumba  unos    cuantos    palmos  de 


RAFAEL  niG   Y   VALLS 


terreno  á  perpetuidad  en  la  catedral,  en  cambio  de 
un  territorio  independiente,  afianzado  por  la  mano 
poderosa  del  Libertador  mexicano. 

Fuerza  es  desvanecer  esa  impresión  dolorosa  que 
siente  todo  español  de  raza  al  pisar  la  ciudad  de 
México.  Son  tan  recientes  las  fechas,  tan  heterogé- 
neos y  extraños  los  pensamientos  que  levanta  el 
amor  á  España  y  la  idea  de  justicia  ante  la  tumba 
de  un  hombre  que  olvidó  sus  juramentos  y  fué  in- 
grato con  la  metrópoli  que  le  hizo  general  antes  de 
los  30  años  de  edad,  y  le  confió  su  honra,  sus  ejér- 
citos y  sus  intereses,  que  yo,  español,  no  me  atrevo  á 
llamar  traidor  á  Iturbide,  no  me  atrevo  á  infamarle 
como  lo  hicieron  aquellos  que  le  debían  la  libertad 
y  la  independencia,  obcecados  y  vencidos  por  la 
ambición  y  las  ansias  terribles  del  poder. 

Necesito  orear  mi  frente  y  salir  á  la  calle  anima- 
dísima de  San  Francisco,  una  de  las  arterias  prin- 
cipales de  la  capital,  para  desvanecer  tan  tristes 
pensamientos.  La  fisonomía  de  sus  casas  bajas,  pues, 
pocas  tienen  más  de  dos  pisos,  sus  tiendas  de  aire 
puro  español,  los  chicos  que  pregonan  las  mercan- 
cías y  ofrecen  los  diarios  del  día,  los  carruajes  de 
lujo  y  alquiler  que  cruzan  el  arroyo,  la  urbanización 
bastante  bien  entendida,  todo  tiene  aire  europeo, 
todo  recuerda  á  Madrid,  y  al  llegar  á  la  plaza  lla- 
mada «El  Zócalo»  ó  «Plaza  mayor  de  la  Constitu- 
ción», en  cuyo  centro  hay   actualmente    una  especie 


9Ó  VIAJE    Á    AMÉRICA 

de  circo  con  un  jardín  interior  que  la  afea,  hallé 
más  pronunciada  esta  fisonomía  en  los  puestos  de 
venta  de  flores,  en  los  portales  llenos  de  buhoneros 
y  baratijas,  rodeada  por  edificios  públicos  inmen- 
sos, la  catedral,  el  antiguo  palacio  de  los  Virreyes, 
convertido  ahora  en  Ministerios,  la  casa  de  la  ciu- 
dad, jardincillos  y  bosquetes,  estatuas  y  monumen- 
tos en  el  centro,  parada  de  tramways  en  las  partes 
laterales,  y  todo  ello  iluminado  por  un  sol  tropical 
que  no  enturbia  á  2,400  metros  de  altitud  el  vapor 
de  agua,  con  los  indios  envueltos  en  sus  zarapes  y 
rebozos  de  colores  vivos  y  estrafalarios,  cubierta  la 
cabeza  con  el  típico  sombrero  mexicano,  alternando 
con  gentes  de  sociedad  más  culta,  traje  más  atildado 
y  apariencia  más  decente. 

El  edificio  más  notable  por  su  arquitectura  es  la 
catedral.  Empezada  en  1573,  terminóse  en  1667, 
siendo  más  reciente  la  fecha  de  la  terminación  de 
las  torres  que  lleva  la  de  1791.  Dicen  las  gentes  que 
la  catedral  costó  2.200,000  duros,  pero  á  mí  se  me 
figura  que  si  en  esta  cantidad  no  se  cuentan  joyas  y 
obras  artísticas  de  valor  intrínseco  que  no  están  al 
alcance  del  vulgo,  hay  que  estar  prevenido  contra 
esta  cifra  que  parece  calcada  en  las  exageraciones 
yankees,  y  las  cuentas  galanas  que  convierten  á 
América  en  el  país  de  las  Mil  y  una  noches. 

Ea  fachada  de  la  catedral,  achatada  en  el  conjunto 
y  los  detalles,  empotrada  en  dos  grandes  cubos  que 


I 


RAFAEL   ri'IG    Y   VALLS  O* 

sostienen  dos  pesadísimos  campanarios  y  un  anexo 
en  la  parte  Este,  churrigueresco  y  enrevesado  que 
aumenta  la  traza  del  edificio  en  perjuicio  de  su  al- 
zado, no  mantiene,  ni  un  segundo,  la  atención  del 
viajero.  El  interior  frío,  desnudo,  con  el  coro  en  el 
centro  que  corta  sus  ejes  con  menoscabo  de  su 
grandiosidad,  tampoco  puede  compararse  con  los 
templos  españoles  de  arquitectura  más  sentida. 

Tiene  la  catedral  mexicana  cinco  nav^  espaciosas 
y  un  crucero,  rematado  por  una  cúpula  decorada  por 
artistas  afamados.  Descuella  en  el  extremo  de  la 
cruz  latina  el  altar  mayor,  ampuloso,  reluciente,  ro- 
cocó, contraste  inarmónico  con  el  desmantelado  de 
columnas  frías  y  altares  escasos,  pobremente  deco- 
rados. 

Hay,  sin  embargo,  algunos  detalles  suntuarios 
bien  entendidos;  los  pulpitos  y  la  pila  bautismal  de 
ónice,  algunas  verjas  riquísimas  de  oro,  plata  y  cobre, 
el  altar  de  los  reyes,  artístico  y  suntuoso,  la  tumba 
de  Iturbide,  la  de  los  Virreyes  y  la  de  los  ajusticiados 
en  Chihuahua,  rebeldes  á  la  metrópoli,  Hidalgo, 
Aldama,  Allende  y  Jiménez,  que  levantaron  el  pendón 
de  independencia,  sirviendo  como  de  enseña  de 
combate  la  efigie  de  la  virgen  de  Guadalupe,  patro- 
na  de  México.  Al  Este  de  la  plaza  se  levanta  el 
antiguo  palacio  de  los  Virreyes,  construido  sobre  las 
ruinas  del  palacio  de  Motezuma,  último  emperador 
azteca. 


^2  VIAJE  Á   AMÉRICA 

No  hay  en  el  mundo  edificio  más  grandioso  ni 
más  banal  que  el  antiguo  palacio  de  los  Virreyes 
españoles,  convertido  ahora  en  ministerio  de  Estado, 
Hacienda,  Tesorería  y  no  sé  cuántas  dependencias 
más,  con  aire  de  cuartel,  montada  la  guardia  en  las 
puertas,  y  llenos  los  patios  interiores  de  soldados, 
sin  un  detalle  que  merezca  mirarse  ni  apuntarse  en 
la  cartera.  Doce  patios  interiores,  ocho  acres  equi- 
valentes á  unas  cuatro  hectáreas  de  superficie  cu- 
bierta; dos  fachadas  larguísimas  adornadas  con  ven- 
tanas en  los  bajos  y  una  serie  de  balcones  en  el 
principal,  rematados  con  guardapolvos  vulgarísimos 
que  no  recuerdan  ciertamente  los  buenos  tiempos  de 
la  arquitectura  española,  ni  la  intervención  de  una 
inteligencia  artística  en  la  fábrica  de  tan  grandioso 
edificio. 

Al  Sur  de  la  plaza  se  halla  el  palacio  municipal 
albergue  del  gobernador  del  Estado,  con  portales 
de  piedra  de  sillería  y  una  fachada  lindísima,  pero 
de  interior  pobre  y  de  mal  gusto,  tanto  en  la  sala  de 
sesiones,  como  en  el  salón  del  alcalde  y  escalera 
principal.  Adornan  las  paredes  del  municipio  los 
retratos  de  los  presidentes  de  la  República  y  los 
personajes  más  célebres  de  México,  desde  Hidalgo 
hasta  nuestros  días,  que  la  historia  de  aquel  país 
desde  Motezuma  hasta  el  último  Virrey  español  no 
cuenta  para  los  repul)licanos  de  este  siglo. 

Hidalgo,  si    he    de  juzgar    por    los    monumentos 


KAKAEf.    t'l'IG    Y    VAI.I.S 


que  le  ha  levantado  el  patriotismo  mexicano,  es  el 
nombre  más  querido  y  respetado  de  la  República. 

La  primera  herida  causada  al  corazón  de  España 
lo  fué  por  un  humilde  párroco  de  Dolores,  lugar 
cercano  á  Guanajato,  en  15  de  septiembre  de  1810. 

Las  intenciones  de  Hidalgo  fueron  conocidas  por 
el  Virrey,  Hidalgo  conspiraba,  y  alentado  por  sus 
parciales,  pero  sin  escuchar  las  voces  de  la  pruden- 
cia y  sin  la  preparación  necesaria,  cogió  el  fusil, 
mandó  tocar  á  arrebato,  reunió  á  los  indios  en  la 
plaza,  y  proclamó  la  independencia.  Luchó  con  varia 
fortuna,  pero  al  fin  derrotado  por  las  tropas  espa- 
ñolas, acorralado  y  vendido  por  los  suyos,  fué 
arrestado  y  ajusticiado  con  los  principales  cabeci- 
llas Jiménez,  Allende  y  Aldama,  que  descansan  con 
Hidalgo,  en  el  altar  de  los  reyes  de  la  catedral  de 
México. 

Once  años  más  tarde,  el  cura  Morelos  continuó 
la  obra  de  Hidalgo,  terminada  en  182 1  por  el  ge- 
neral Iturbide.  La  ingratitud  del  pueblo  afrentó  más 
tarde  al  general  con  la  tacha  de  traidor,  y  fusilóle, 
como  España  fusiló  á  los  que  atentaron  á  la  posesión 
de  su  más  preciada  colonia. 

Volvamos  á  la  calle  de  San  Francisco  para  ir  á 
buscar  la  avenida  Juárez,  ancha,  hermosa,  soberbia, 
que  termina  junto  al  sepulcro  levantado  en  Chapul- 
tepec  á  los  cadetes  que  murieron  defendiendo  el  te- 
rritorio contra  los  ejércitos  de  los  Estados  Unidos,  y 


94  VIAJE   A   AMÉKICA 

que  recuerda  otra  época  sangrienta,  sino  fatal,  de  la 
historia  mexicana. 

Esta  gran  avenida,  llamada  sarcásticamente  Ave- 
nida Juárez,  es  una  mejora  debida  á  la  emperatriz 
Carlota,  á  aquella  mujer  desdichada  que  perdió  la 
razón  cuando  no  pudo  hallar  en  el  mundo  el  amor 
que  se  hundió  con  su  corona  en  los  campos  san- 
grientos de  Querétaro. 

En  esa  célebre  avenida,  llena  de  monumentos,  no 
hay  más  que  recuerdos  ominosos  que  deprimen  el 
corazón. 

Dos  príncipes  aztecas,  modelados  en  bronce,  de 
nombre  enrevesado,  Ahuitzolt  y  Axayácatl,  de  indu- 
mentaria extraña,  parece  que  guardan  airados  la  en- 
trada del  cielo  indio,  donde  sólo  pueden  penetrar 
sin  peligro  los  hombres  de  su  raza.  En  la  primera 
glorieta  se  halla  el  monumento  dedicado  á  Colón, 
único  europeo  que  ha  hallado  misericordia  en  el  co- 
razón de  los  mexicanos;  en  la  segunda,  el  dedicado 
á  Cuauhtemoctzin,  último  héroe  del  imperio  azteca-, 
la  tercera  se  guarda  para  Hidalgo,  el  enemigo  más 
terrible  de  España;  la  cuarta  á  Juárez,  el  presidente 
indio,  que  guardó  siempre  en  su  corazón  todos  los 
rencores  de  su  raza. 

En  el  monumento  dedicado  al  héroe  azteca  hay 
dos  bajos  relieves  y  dos  leyendas.  El  primero  repre- 
senta á  Cuauhtemoctzin  preso  ante  Hernán  Cortés; 
el  segundo,  la  tortura  del  mismo  príncipe  y  de  Tet- 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  95 

lepanpuetzal  sometidos  al  tormento  para  hacerles 
descubrir  el  escondrijo  de  sus  tesoros.  Las  leyendas 
confían  al  bronce  los  nombres  de  cuatro  héroes 
aztecas. 

Yo  no  sé  qué  hace  allí  Colón,  entre  tantos  indios 
y  tantos  enemigos  de  nuestra  raza;  si  el  Gran  Almi- 
rante despertara  y  viera  tan  empequeñecida  la  figura 
legendaria  de  Hernán  Cortés,  sentiría  amargamente 
haber  descubierto  un  «mundo  cuyos  habitantes,  des- 
pués de  ochenta  años  de  dominar  el  territorio  que 
reivindicaron  en  nombre  de  la  civilización  y  el  pro- 
greso, no  han  sabido  hacer  por  la  raza  indígena  otra 
cosa  que  levantar  tres  monumentos  que  perpetúan  el 
odio  contra  los  que  la  convirtieron  al  cristianismo, 
arrancando  de  sus  pedestales  á  los  dioses  paganos,  y 
como  si  temieran  los  entusiasmos  y  hervores  de  su 
propia  sangre,  calumnian  las  figuras  legendarias  de 
los  héroes  españoles,  sin  cuyo  paso  por  la  tierra 
mexicana  no  serían  otra  cosa  que  míseros  indios  es- 
clavos de  su  cerebro  atrofiado,  y  de  una  sangre  em- 
pobrecida y  degenerada. 

Si  consignara  aquí  que  en  México  no  se  ha  bo- 
rrado el  recuerdo  de  las  antiguas  tradiciones  espa- 
ñolas, y  que  el  acuerdo  tácito,  colmado  de  desdenes, 
con  que  los  hijos  del  país  muestran  olvidar  los 
tiempos  de  la  conquista  y  las  hazañas  portentosas  de 
Hernán  Cortés  y  Alvarado,  no  es  más  que  una  fic- 
ción con  que  se  engañan  á  sí   mismos,  parecería  un 


gó  VIAJE    Á    AMÉRICA 

axioma  ([ue  huelga  en  un  trabajo  dedicado  á  un 
público  culto  é  ilustrado,  conocedor  de  la  historia 
contemporánea  española,  y  de  los  altos  hechos  de 
nuestros  afamados  coní^uistadores. 

Todos  los  pueblos  conc^uistados  conservan  mo- 
numentos dejados  por  sus  dueños  y  señores,  páginas 
de  piedra  ([ue  recuerdan  una  civilización  extinguida 
y  un  período  histórico;  pero  en  parte  alguna  se  con- 
funden y  compenetran  como  en  México,  nuestro 
espíritu  y  nuestra  sangre  con  la  raza  indígena,  ba- 
tida en  los  primeros  tiempos  de  la  conquista,  some- 
tida más  tarde  con  el  apoyo,  después  de  la  noche 
triste,  de  los  tlascaltecas,  confundidos  ya  en  la  co- 
munión del  amor  de  pueblo  á  pueblo  durante  el 
largo  mando  de  los  Virreyes,  en  que  se  levantaron 
las  iglesias  y  los  conventos,  los  palacios  y  los  mo- 
numentos, los  canales  y  las  conducciones  de  aguas 
que  hemos  dejado  en  todo  el  territorio,  como  huella 
poderosa  de  nuestras  ciencias  y  de  nuestras  artes 
animadas  por  el  espíritu  divino  de  nuestra  religión  y 
nuestras  creencias. 

No  se  ha  hecho  aún  en  México  la  paz  en  los 
espíritus,  la  paz  fecunda  que  está  en  el  corazón  y 
no  en  los  labios,  porque  las  generaciones  actuales 
guardan  en  la  memoria  el  recuerdo  vivo  de  nuestra 
historia,  y  no  han  tenido  tiempo  de  borrar  las  hue- 
llas de  nuestra  superioridad  de  raza  y  de  entendi- 
miento, superioridad  que  representa  para  los  leaders 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS  97 

del  país  un  yugo  más  doloroso  que  el  mando  políti- 
co y  la  mano  opresora  del  íisco.  El  día  que  puedan 
levantar  una  catedral  más  alta  que  la  construida  por 
nosotros,  el  día  que  hallen  la  forma  precisa  y  exacta 
para  modificar  el  palacio  de  los  Virreyes,  el  momento 
histórico  en  que  se  levante  al  calor  de  su  potencia 
tropical  una  arquitectura  más  elevada  y  una  litera- 
tura más  noble  y  más  pura  que  la  nuestra,  cuando 
purificado  el  medio  ambiente  de  las  ambiciones  po- 
líticas, nuestra  sangre,  que  circula  por  la  nación  me- 
xicana, nada  deba  envidiar,  ni  pueda  codiciar  á  su 
madre  España,  la  reconciliación  resultará  espontánea- 
mente hecha,  con  evidente  ventaja  de  las  dos  nacio- 
nes hermanas. 

Pero  hoy,  no  habría  un  sólo  mexicano  que  se 
atreviera  á  levantar  una  estatua  á  Hernán  Cortés,  y 
sin  embargo,  no  puede  darse  un  paso  en  la  capital 
sin  hallar  las  huellas  de  aquella  epopeya  que  con- 
vierte á  México  en  una  de  las  ciudades  históricas 
más  importantes  del  mundo. 

Los  mexicanos  imitan  á  los  enamorados  que  ras- 
gan las  fotografías  y  los  recuerdos  de  la  mujer  amada, 
y  no  pueden  arrancarla  del  corazón,  donde  crece  y 
se  agiganta,  con  los  esfuerzos  hechos  para  lanzarla 
del  sitio  en  que  reina  como  dueña  y  señora. 

¡Inútil  porfía!  recórrase  la  ciudad  en  la  dirección 
más  caprichosa,  y  en  todas  partes  hallaré  el  recuerdo 
del  héroe  y  el  árbol  de  la  historia  hispana  trasplañ- 

7 


gS  VIAJE  k  AMÉRICA 

tado  al  suelo  mexicano.  Y  para  probarlo,  voy  á  tomar 
la  catedral  como  punto  de  partida,  y  en  dirección  á 
San  Cosme  siguiendo  la  calzada,  hoy  avenida  de 
hombres  ilustres,  por  donde  huyó  Cortés  y  sus  sol- 
dados durante  la  noche  tf'iste. 

Circundaba  la  ciudad  en  aquella  época  un  ancho 
canal;  los  aztecas,  dueños  de  la  comarca,  se  rebelaron 
contra  los  españoles  y  los  acuchillaron  cruelmente. 
Rechazados  en  aquella  calzada,  al  llegar  huidos  al 
canal,  cayeron  al  agua  y  murieron  en  gran  número, 
cegando  la  corriente,  tan  grande  fué  el  número  de 
los  que  perdieron  allí  la  vida  en  la  refriega.  El  ca- 
pitán Alvarado,  héroe  de  aquella  tragedia,  saltó  la 
corriente  y  pudo  escapar  yendo  á  retaguardia,  ani- 
mando con  su  valor  y  abnegación  á  los  tercios  es- 
pañoles. 

Cortés  llegó  á  Tacuba,  se  sentó  bajo  un  árbol  y 
dicen  que  allí  lloró  por  sus  soldados,  árbol  que  vive 
aún  y  se  conoce  con  el  nombre  de  «El  Árbol  de  la 
noche  triste». 

Cortés  rehizo  su  maltratada  gente,  hizo  una 
alianza  con  los  tlascaltecas,  arrancó  azufre  de  los 
volcanes  para  fabricar  pólvora,  pidió  refuerzos  á 
Cuba,  construyó  una  escuadrilla  en  el  lago  Texcoco, 
y  en  poco  más  de  un  año  reconquistó  la  capital, 
tomada  en  13  de  agosto  de  1521,  levantando  una 
capilla,  llamada  hoy  de  San  Hipólito,  en  conmemo- 
ración del  día  del  santo  en  que  Cortés  pudo  vengar 


RAFAEL   PUIG   Y   VAIXS  99 

la  carnicería  que  los  aztecas  hicieron  en  las  tropas 
españolas. 

Hace  muy  poco  tiempo  que  la  piedad  católica  ha 
restaurado  aquel  templo,  pero  de  tal  manera  que  los 
manes  del  arte  deberían  poner  en  el  portal  de  aque- 
lla iglesia  la  célebre  frase  dantesca:  Guarda  e  passa. 
Echemos,  pues,  una  mirada  sobre  la  lápida  que  dice 
así  y  pasemos.  «En  este  sitio  y  noche  de  i."  de  ju- 
lio de  1520,  llamada  la  noche  triste,  fué  tan  grande 
la  carnicería  de  españoles  por  los  aztecas,  que  al 
tomar  otra  vez  la  ciudad  un  año  más  tarde  los  con- 
quistadores acordaron  construir  en  este  sitio  un  edi- 
ficio conmemorativo,  llamado  capilla  de  los  mártires 
y  dedicarla  á  San  Hipólito  para  recordar  que  en  día 
del  santo  fué  reconquistada  la  ciudad.» 

México  es  la  ciudad  de  las  iglesias  y  los  conven- 
tos-, el  más  grande  ó  uno  de  los  más  grandes  del 
mundo  era  el  convento  de  San  Erancisco,  que  de- 
rribó la  revolución  triunfante.  En  su  recinto  había 
once  iglesias  y  capillas,  un  hospital,  un  refectorio 
para  quinientos  monjes,  un  dilatadísimo  jardín  y  un 
vasto  cementerio. 

La  desamortización  convirtió  el  monasterio  en 
calles  y  solares;  el  hotel  del  Jardín  ocupa  el  sitio 
que  fué  hospital  y  aprovecha  parte  del  jardín  que 
fué  conventual,  la  calle  de  la  Independencia  atra- 
viesa el  área  del  monasterio  que  empezó  Hernán 
Cortés,  á  cuya    iglesia    iba    á    misa  y  donde  estuvo 


lOO  VIAJE  Á   AMÉRICA 

enterrado  65  años,  hasta  1794.  En  aquel  sitio  cons- 
truyeron los  frailes  la  primera  escuela  destinada  á  la 
instrucción  de  los  indios,  levantándose  la  iglesia  con 
los  despojos  de  un  templo  azteca. 

Aquel  inmenso  edificio,  cuna  de  nuestra  domina- 
ción y  de  la  evangelización  de  los  indios,  fué  con- 
fiscado por  el  Presidente  Comonfort,  y  vendido  por 
Juárez;  empezando  así  la  ruina  de  los  recuerdos  de 
España  en  aquel  vasto  imperio  colonial. 

Al  rededor  del  hotel  Iturbide,  situado  en  la  calle 
de  San  Francisco,  se  ve  una  bonita  iglesia,  Santa 
Brígida-,  al  nordeste  La  Profesa,  y  al  sudeste  San 
Agustín,  dedicada  hoy  á  biblioteca  nacional.  Ador- 
nan las  bases  de  las  pilastras,  estatuas  de  los  hom- 
bres de  Estado  mexicanos  y  ocupan  las  capillas  y 
los  paramentos  laterales  lujosos  armarios  llenos  de 
libros  y  documentos  importantes. 

Siguiendo  la  calle  de  San  Francisco  en  sentido 
contrario  á  la  Catedral  se  halla  la  Alameda,  poblada 
de  árboles  cuya  antigüedad  indica  claramente  la 
mano  que  los  ha  sembrado  ó  plantado,  y  al  ter- 
minar la  calle  se  desemboca  en  una  plaza,  cuyo 
centro  ocupa  la  estatua  ecuestre  que  recuerda  á 
primera  vista  la  de  alguno  de  los  reyes  que  hay  en 
las  plazas  de  Madrid. 

La  sorpresa  que  causa  esa  estatua  en  la  capital 
de  México  sólo  puede  compararse  á  la  causada  por 
una  excepción  que  no  parece  deber  admitir  un  prin- 


RAKAEL   PUIG   Y  VALLS 


cipio  claramente  definido.  ¿Qué  hace  allí  la  estatua 
ecuestre  de  Carlos  IV,  del  odiado  rey  que  con  el  re- 
cuerdo de  sus  debilidades  armó  la  mano  de  Hidalgo 
y  más  tarde  la  de  Morelos  é  Iturbide?  ¿quién  con- 
serva aquel  monumento  levantado  en  medio  de  la 
plaza  Mayor  ó  de  la  Constitución  por  los  Virreyes, 
en  1803,  siete  años  antes  de  la  primera  intentona 
de  independencia?  Forzoso  es  averiguar  ese  enigma: 
ese  monumento,  proyectado  por  el  célebre  Tolsa, 
fué  derribado  en  1824,  retirado  al  patio  de  la  Uni- 
versidad hasta  1852,  en  cuya  fecha  pasó  al  sitio  que 
ocupa  hoy,  consignándose,  empero,  que  se  conserva 
como  obra  de  arte  de  gran  merecimiento,  no  como 
recuerdo  de  un  Rey  español. 

Y  ciertamente,  la  estatua  fundida  de  una  sola 
pieza  es  una  obra  soberbia:  tiene  16  pies  de  alzado, 
pesa  treinta  toneladas  y  está  primorosamente  mode- 
lada y  fundida.  El  zócalo  es  sencillísimo,  de  altura 
casi  igual  á  la  estatua,  sin  leyendas  pomposas  en 
sus  paramentos:  consígnase  sólo  el  nombre  de  Tolsa, 
á  cuya  memoria  se  debe  la  conservación  de  una  obra 
artística  que  puso  en  gran  peligro  el  chauvinisme  ri- 
dículo de  los  políticos  mexicanos. 

Si  vamos  siguiendo  el  mismo  camino,  en  direc- 
ción á  Chapultepec,  á  la  izquierda  del  camino  ve- 
remos un  largo  acueducto  compuesto  de  900  arcos, 
concluido  en  1607,  para  abastecer  la  capital;  al  otro 
lado  se  ve  otra  conducción  construida  por  el  Virrey 


102  VIAJE  Á   AMÉRICA 

Bucareli,  cuyos  huesos  descansan  en  el  santuario  de 
Guadalupe. 

¿Qué  más?  10,112  iglesias  y  capillas  católicas 
existen  en  el  territorio  mexicano  y,  casi  todas,  si 
todas  no,  han  sido  levantadas  por  la  piedad  espa- 
ñola. 

Doce  millones  de  almas  cuenta  México  y,  de 
éstas,  sólo  unas  25,000  profesan  religión  distinta  de 
la  nuestra.  Juárez  quiso  reformar  el  antiguo  estado 
de  cosas;  separó  la  Iglesia  del  Estado,  y  desde  1874 
la  estadística  no  acusa  más  cambios  que  los  siguien- 
tes: Presbiterianos,  90  iglesias  y  4,000  fieles;  meto- 
distas, 15  y  4,000;  baptistas,  16  y  1,000;  menguado 
resultado  en  país  tan  propicio  á  las  exageraciones,  y 
donde  el  indio  puede  ser  fácilmente  seducido  y  en- 
gañado. 

Juárez,  el  hombre  de  las  grandes  reformas,  el  que 
venció  á  los  franceses  y  acabó  con  el  imperio  de 
Maximiliano,  descansa  con  sus  émulos  y  sus  márti- 
res en  el  panteón  erigido  por  el  patriotismo  mexi- 
cano en  la  pequeña  plaza  de  San  Fernando. 

El  mausoleo  parece  un  templo  pagano,  donde 
truena  como  dios  máximo  la  estatua  yacente  de 
Juárez.  A  la  vista  tengo  la  fototipia  que  me  recuer- 
da aquel  monumento  de  mármol,  abierto  en  su  cen- 
tro, sostenido  por  16  robustas  columnas  dóricas,  es- 
triadas, macizas,  que  sostienen  una  bóveda  plana 
que  cobija  á  la  estatua   de    la    república  sentada  en 


RAFAEL   PUIG    Y   VALLS 


103 


la  extremidad  de  la  losa  funeraria,  y  sobre  cuyo  re- 
gazo descansa  la  cabeza  de  la  estatua  yacente  de 
Juárez. 

Los  demás  sepulcros  no  cuentan  apenas,  al  lado 
del  héroe  indio  que  la  patriotería  mexicana  tiene  la 
debilidad  de  comparar  al  austero,  al  honrado,  al 
gran    repiíblico    Washington.  T.eo    los    nombres    de 


Guerrero,  Zaragoza  y  Comonfort,  y  casi  á  los  pies  de 
Juárez  los  nombres  de  Mexía  y  Miramón. 

¡Ah!  todo  lo  iguala  la  muerte,  en  su  seno  no  se 
odian  víctimas  y  verdugos;  la  política  no  habla  hi- 
pócrita en  nombre  de  la  patria  y  no  rebaja  ni  en- 
grandece; los  dramas  de  la  vida  parecen  espejismos 
ante  la  serenidad  augusta  de  la  muerte;  pero  los 
vivos,  los  que  alentamos  llevando  sobre  nuestros  es- 
píritus todas  las  miserias  mundanales,  con  dificultad 


I04  VIAJE    Á   AMÉRICA 

comprendemos  la  promiscuidad  horrorosa  de  hacer 
tronar  aun  después  de  muerto  al  que  mató  en  nom- 
bre de  la  ley  sobre  los  que  también  creyeron  cum- 
plir su  deber  en  aras  de  la  misma  patria  y  quizá 
amándola  honda  y  tiernamente.  Pero  quien  sabe  si 
los  que  tal  hicieran,  comprendían  que  la  reconcilia- 
ción al  pie  de  la  tumba  era  una  idea  santa  y  justa, 
y  pensaron,  tal  vez  con  razón,  que  el  triunfo  no 
siempre  justifica  las  causas,  y  que  la  patria  debe  re- 
conocimiento igual  á  todos  los  que  la  amaron. 

Y  al  llegar  aquí  justo  es  consignar  que  debo  á  la 
exquisita  cortesía  de  mi  buen  amigo,  el  señor  subse- 
cretario del  ministerio  de  Fomento,  don  Gilberto 
Crespo  Martínez,  que  me  presentó  y  recomendó  á 
los  conservadores  del  Museo  de  Antigüedades  de 
México,  el  haber  visto  con  alguna  detención  las  pre- 
ciosas colecciones  de  Historia  natural,  de  Arqueolo- 
gía y  de  Historia  que,  con  gran  competencia  y  ver- 
dadero cariño,  se  guardan  en  la  antigua  Casa  de  la 
Moneda  de  aquella  capital. 

No  ofrece  la  fachada  del  Museo  grandes  atracti- 
vos: una  puerta  que  adornan  columnas  corintias,  un 
vestíbulo  desnudo,  un  patio  central  donde  se  culti- 
van plantas  tropicales  muy  hermosas,  un  señor,  alto 
funcionario  de  la  casa  á  quien  me  presenta  el  señor 
Crespo  y  me  colma  de  atenciones,  es  cuanto  llama 
mi  atención  al  entrar  en  un  edificio  que  contiene  las 
reliquias  más  preciadas  de  la  historia  mexicana. 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


Abren  la  puerta  del  fondo  del  patio  y  entro  en 
un  salón,  acompañado  del  señor  secretario  del  Mu- 
seo á  cuya  inteligente  solicitud  debo  las  pocas  noti- 
cias recogidas  y  que  voy  á  trasladar  al  papel  como 
puede  hacerlo  un  ignorante  como  yo,  en  materias 
que  exigen  estudio  constante,  profundo  y  detenido. 

Hay  en  aquel  salón  páginas  brillantísimas  de  la 
historia  azteca,  de  aquel  pueblo  indio  que  tuvo  su 
teogonia,  su  política,  sus  emperadores  y  sus  guerre- 
ros, que  dominó  grandes  comarcas  y  tuvo  dinastías 
fundadoras  de  civilizaciones  extrañas,  cuyo  centro 
de  radiación  estuvo  en  la  ciudad  que  habitaba  Mo- 
tezuma  en  tiempo  de  la  conquista.  Lo  primero  que 
llama  la  atención  del  viajero  es  el  estado  de  conser- 
vación en  que  se  hallan  las  estatuas  de  los  dioses 
paganos,  las  piedras  de  los  sacrificios,  el  calendario 
azteca...  objetos  todos  hallados  en  las  excavaciones 
hechas,  en  su  mayor  parte  en  la  capital,  conserva- 
ción debida  al  clima  de  las  grandes  mesetas  mexica- 
nas de  los  Estados  del  Norte,  donde  apenas  llueve, 
donde  hiela  raramente,  recordando  los  desiertos  de 
Egipto  en  que  todo  se  conserva  y  tiene  vida  histó- 
rica, representación  de  pueblos  que  han  envejecido 
sin  perder  el  amor  á  sus  antiguas  tradiciones,  que 
enterraron  con  sus  momias  y  las  dinastías  de  sus 
reyes  en  el  fondo  de  tumbas  abiertas  en  la  roca 
imperecedera  de  las  tierras  tropicales.  Quisiera  se- 
guir con  mi  amable   cicerone  la  historia  de  cada  es- 


lo6  VIAJE    Á    AMÉRICA 

tatúa,  la  significación  de  cada  piedra;  quisiera  con- 
tar aquí  los  dolores  del  desdichado  que  ofreció  á 
sus  dioses  vida,  honores,  gloria,  amor,  cuantas  cosas 
puede  ver  el  sabio  en  aquellos  monumentos,  mudos 
para  mí,  elocuentes  para  el  que  sabe  leer  en  los  tra- 
zos esculpidos  en  la  piedra,  en  la  figura  de  un  dios 
de  fisonomía  estrafalaria,  en  las  formas  que  revelan 
aplicaciones  extrañas  borradas  de  la  conciencia  hu- 
mana, relacionado  todo  con  una  civilización  muerta 
que  tuvo  sus  días  de  gloria  y  sus  esperanzas  de  in- 
mortalidad. 

El  tiempo,  lo  que  no  existe  en  el  infinito,  lo  que 
no  empieza  ni  acaba  en  el  espacio,  todos  los  pue- 
blos necesitan  medirlo,  que  sin  él  los  acontecimien- 
tos humanos  no  contarían  en  el  mundo.  Así  no  me 
admira  ver  en  el  fondo  de  la  sala,  y  en  sitio  prefe- 
rente, el  calendario  azteca,  cuya  facsímil  había  fijado 
ya  mi  atención  en  el  Smithsonian  Institution  de 
Washington,  y  que  aun  teniéndolo  á  la  vista,  en  una 
fototipia  que  me  recuerda  sus  rasgos  característicos, 
no  sé  cómo  describir.  Es  una  gran  piedra  porfídica, 
en  donde  se  han  grabado,  entre  los  anillos  de  cir- 
cunferencias concéntricas,  símbolos  extraños  que 
tienen  por  centros  la  cara  de  un  hombre,  represen- 
tación probable  de  un  astro  que  servía  á  los  aztecas 
para  fijar  el  régimen  de  las  estaciones  anuales.  ¿Cómo 
se  contaban  en  aquel  artificioso  enigma  los  aconte- 
cimientos de  la  vida  azteca?  ¿quién  es  capaz  de  ave- 


RAFAEL    PUIG  Y  VALLS 


riguarlo?  que  aun  los  más  sabios,  en  tan  difícil  ma- 
teria se  pierden  en  conjeturas  al  tratar  de  adivinar 
en  los  inflexibles  trazos  de  aquella  piedra,  las  ideas 
que  las  dictaron  y  esculpieron. 

Recorro  la  sala  y  me  salen  al  paso  ídolos  defor- 
mes: el  dios  del  fuego,  llamado  Chac-Mool,  el  dios 
principal  del  antiguo  México*,  guerreros  en  número 
crecido;  el  indio  triste;  las  piedras  de  los  sacrificios, 
por  cuyos  agujeros  debió  correr  la  sangre  de  las  víc- 
timas; figuras  grabadas,  extrañísimas;  símbolos  porten- 
tosos de  bestias  enroscadas,  airadas,  de  fisonomías 
terribles;  estatuas  grandiosas  que  ocupan  los  centros 
de  la  sala,  esperando  la  vuelta  de  aquellas  razas  cu- 
yos descendientes  las  miran  sin  comprenderlas;  que 
murieron  ya  en  el  corazón  de  los  indios,  y  para  siem- 
pre, las  teogonias  de  los  crueles  dioses  paganos. 

Salgo  de  aquel  salón  sin  explicarme  nada  de  lo 
que  he  visto;  son  para  mí  aquellas  figuras  palabras 
sueltas  que  no  forman  ideas  en  mi  cerebro,  y  como 
si  despertara  de  repente  á  la  realidad  de  la  vida, 
al  atravesar  el  patio  y  entrar  en  reducida  habita- 
ción, veo  la  carroza  de  gala  de  los  últimos  empera- 
dores mexicanos,  la  carroza  que  usaron  Maximiliano 
y  su  esposa  al  ser  ungidos  en  la  catedral  de  Mé- 
xico. 

Contraste  terrible  entre  dioses  airados  que  exigían 
el  holocausto  de  sangre  humana,  y  civilizaciones 
modernas  que  coronan    las   víctimas  y  las  llenan  de 


ro8  VIAJE    Á    AMÉRICA 

incienso  y  perfumes  antes  de  fusilarlas  en  los  cam- 
pos de  Querétaro.  No  hay,  pues,  entre  ambas  civili- 
zaciones, más  que  diferencias  de  procedimiento-  pero 
el  fondo  no  revela,  en  ambas,  otra  cosa  que  asc^ue- 
rosos  fanatismos  y  crueldades  terribles. 

Subo  al  primer  piso  y  me  enseñan  un  hermoso 
museo  de  Historia  natural-,  México,  país  de  recursos 
mineralógicos  espléndidos,  de  fauna  y  flora  tropical 
prodigiosa,  sin  grande  esfuerzo  puede  montar  colec- 
ciones de  gran  precio  y  ofrecer  á  sus  hijos  páginas 
llenas  de  datos,  noticias  y  ejemplares  para  el  estu- 
dio de  su  gea  y  la  vida  que  sustenta.  Falta  ya  sólo 
una  sala  para  terminar  la  visita  al  precioso  museo 
mexicano,  sala  que  contiene  para  los  españoles  reli- 
quias de  inestimable  valor. 

En  aquella  sala  podríamos  aprender  mucho,  si 
fuéramos  capaces  de  retrotraer,  condensándolo  en 
un  pensamiento  sintético,  toda  la  historia  colonial 
de  España,  tan  gloriosa,  tan  triste  y  tan  rica  en  en- 
señanzas, experiencias  y  contrastes. 

Hidalgo,  el  párroco  que  trocó  el  cayado  de  pas- 
tor por  arma  homicida,  tiene  allí  su  estandarte,  su 
bastón  y  su  fusil,  y  junto  á  estas  prendas  mexica- 
nas el  estandarte  de  damasco  rojo  que  llevaba  Her- 
nán Cortés  en  los  días  de  la  conquista.  Bien  están  jun- 
tas esta  gloria  y  aquellas  enseñanzas,  que  en  ambas 
cosas  aprenderán  los  hombres  como  se  conquistan 
las    colonias  y  como    se    pierden,  lo  que  pueden  la 


RAFAEL  PÜIG   Y   VALLS  I09 

fuerza  inteligente,  y  los  desaciertos  impulsados  por 
la  codicia  y  el  desgobierno. 

Hay  allí  también  el  escudo  de  Motezuma  y  el 
servicio  de  mesa  de  Maximiliano,  reliquias  de  dos 
emperadores  para  quienes  los  campos  de  México 
estuvieron  sembrados  sólo  de  abrojos  y  espinas. 

Otro  edificio  notable  y  que  vale  la  pena  de  ser 
visto  detenidamente  es  el  palacio  de  la  Minería, 
obra  moderna  de  principios  de  este  siglo,  la  última 
quizá  debida  á  los  Virreyes  españoles.  Ocupa  actual- 
mente su  vastísima  área  el  ministerio  de  Fomento  y 
la  escuela  de  Ingenieros  de  minas.  Para  construirlo, 
la  explotación  de  los  minerales  recargóse  con  el  pago 
de  un  canon  que  se  destinó  á  obra  digna  de  alber- 
gar la  realeza.  Los  que  conocen  la  historia  íntima 
del  país  creen  que,  desterrado  don  Fernando  y  en 
entredicho  la  corona  de  España,  á  principios  de 
siglo,  el  elemento  español  mexicano  pensó  ofrecer  al 
Rey  Fernando  aquel  albergue  suntuoso,  de  escalera 
magnífica,  de  patios  espaciosos  y  espléndidos,  de 
fachadas  artísticas,  de  conjunto  superior  á  cuanto  se 
hizo  en  aquella  capital  por  nuestros  Virreyes  en  los 
primeros  siglos  de  la  conquista. 

En  el  vestíbulo  principal  hay  grandes  aereolitos 
caídos  en  territorio  mexicano,  y  en  las  salas  princi- 
pales, hermosas  colecciones  de  minerales  y  fósiles, 
dignas  de  la  riqueza  minera  del  subsuelo  de  Nueva 
España. 


lio  VIAJE  Á   AMÉRICA 

Ya  anocheciendo,  al  salir  del  Museo,  atravieso  el 
Zócalo,  la  calle  de  San  Francisco,  cruzada  de  ca- 
rruajes cuyos  cocheros,  aun  llevando  vistosas  libreas, 
sólo  excepcionalmente  dejan  el  sombrero  mexicano; 
las  aceras  concurridísimas,  y  en  una  plaza  junto  á  la 
Alameda  Juárez,  un  señor  que  me  acompaña  fija  mi 
atención  en  una  dama,  cuya  silueta  alcanzo  sólo  á 
descubrir  en  un  balcón  y  que  resulta  ser  la  de  la 
señora  viuda  de  Miramón,  de  aquel  general  que 
murió  con  el  emperador  Maximiliano  en  los  campos 
de  Querétaro. 

Allí  mismo,  los  muchachos  pregonan  la  termina- 
ción de  una  algarada,  de  una  nueva  sublevación  que 
durante  un  mes  ha  tenido  en  jaque  á  las  tropas  de  la 
república.  El  jefe  se  había  rendido  imponiendo  con- 
diciones como  si  fuera  beligerante  reconocido.  Y  es 
que  en  México  el  fermento  de  la  guerra  civil  subsis- 
te siempre  en  aquella  sociedad,  convertido  en  ele- 
mento de  resistencia  con  el  que  cuentan  todos  los 
partidos,  que  nadie  está  seguro  de  lo  que  pasará  el 
día  siguiente,  y  de  si  la  víctima  de  la  víspera  se  con- 
vertirá en  dueño  y  señor  de  aquellas  corrompidas 
democracias. 

Y  mientras  veo  pasar  luces  sin  cuento  de  carrua- 
jes que  cruzan  la  Alameda,  escucho  admirado  los 
detalles  curiosos  de  historietas,  en  que  figuran  los 
personajes  más  conspicuos  de  las  repúblicas  ameri- 
canas, nombres  que  no  quiero  recordar    convencido 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  III 

como  estoy  de  que  el  escándalo  es  el  peor  de  los 
pecados,  y  que  quizá  no  están  los  tiempos  para  de- 
rribar reputaciones  cuando  tanta  falta  hace  sumar 
voluntades  en  la  gobernación  de  los  pueblos.  Y  casi 
distraído  oigo  cjue  dicen:  «El  gobernador  del  Esta- 
do Xw.  preparó  una  emboscada  al  jefe  del  Gobierno; 
el  plan  no  podía  ser  más  sencillo;  en  una  cacería 
bien  organizada  debía  guiar  la  mano  experta  de  un 
bandido  la  voluntad  decidida  de  dejar  una  vacante 
en  la  poltrona  presidencial.  El  jefe  del  Gobierno 
averiguó  el  caso,  y  cuando  se  presentó  el  Goberna- 
dor á  convidarle,  aceptó  al  parecer  gustoso,  rogán- 
dole sólo  que  regresara  á  su  Estado  y  aguardara  allí 
el  día  en  que  las  funciones  de  su  cargo  le  permitie- 
ran acudir  á  la  fiesta.» 

»E1  Gobernador  regresó  á  su  casa  aquella  misma 
noche,  y  en  el  vagón  que  lo  conducía  subieron  dos 
desconocidos  que  tomaron  asiento  junto  al  jefe  alu- 
dido. Cuando  el  tren  cruzaba  uno  de  los  territorios 
más  desiertos  de  aquel  país,  uno  de  los  desconoci- 
dos apretó  el  timbre  de  alarma  para  que  el  maqui- 
nista parara  el  tren,  que  supuso  estar  en  peligro. 
Mientras  tanto  el  otro  desconocido  enseñaba  al  Go- 
bernador la  orden  de  arresto,  expedida,  en  forma, 
por  quien  tenía  atribuciones  para  hacerlo.»  No  sé  si 
protestó  el  interesado,  pero  sí  cuentan  malas  len- 
guas, que  el  arrestado  bajó  del  vagón,  se  arrodilló 
junto  á  la  vía  y  murió  fusilado. 


112  VIAJE   Á    AMÉRICA 

Y  decía  otro:  «los  españoles  son  ustedes  delicio- 
sos; su  sentimentalismo  resulta  ridículo  y  contrapro- 
ducente. En  Ame'rica  entendemos  las  cosas  de  Go- 
bierno de  manera  muy  distinta.  Iba  yo  hace  poco  en 
un  tren,  camino  del  norte,  con  varias  señoras;  cuando 
más  distraídos  estábamos,  una  agresión  salvaje  puso 
en  peligro  la  vida  de  una  de  las  damas,  que  se  sal- 
vó milagrosamente.  Junto  á  la  línea,  unos  indios  hi- 
cieron fuego,  y  las  balas  penetraron  en  el  vagón. 
Paróse  el  tren,  perseguimos  á  aquellos  bandidos,  y 
allí  mismo,  sin  más  contemplación  ni  causa  criminal, 
los  fusilamos.» 

»¿Cree  usted  que  con  este  procedimiento  habría 
motivo  de  vanagloria  en  los  que  atentan  á  la  vida 
del  prójimo?» 

No  sé  lo  que  contesté,  porque  ya  otro  señor  pro- 
seguía: 

«¿Recuerdan  ustedes  la  historia  de  aquel  general 
que  entró  en  un  café  y  mató  á  fulano  é  hirió  á  zu- 
tano...? pues  ya  está  en  la  calle,  y  tan  campante.» 

La  verdad  es  que  todo  aquello  no  daba  grande 
idea  de  los  gobiernos  democráticos,  y  pensándolo 
un  poco  y  agrandando  el  cuadro,  quizá  hallaríamos 
que  las  repúblicas  americanas  están  en  manos  de 
dictadores  y  que  la  democracia  estará  en  las  leyes  y 
en  los  organismos  de  aquellos  Estados,  pero  no  en 
el  entendimiento  y  el  corazón  de  los  que  rigen  aque- 
llos pueblos,  manadas   de   hombres    que    cambiaron 


RAFAEL   PUIG   Y    VALLS  I 13 

de  señores  para  ser  tan  esclavos  como  lo  han  sido, 
son  y  serán  siempre  los  que  por  deficiencias  de 
raza,  por  pobreza  de  inteligencia  y  falta  de  dotes  de 
gobierno,  no  tienen  aptitud  para  mandar,  ni  pueden 
conocer  más  elemento  de  orden  que  el  sable  y  la 
opresión. 

Los  que  quieran  afianzar  sus  principios  de  go- 
bierno en  las  ideas  democráticas,  no  deben  ir  á 
América  y  mucho  menos  á  las  repúblicas  de  raza 
española,  si  han  de  guardar  un  resto  de  ilusión  y  de 
esperanza  en  la  panacea  que  á  fines  del  siglo  pasado 
se  impuso  al  mundo  con  tanta  sangre  y  tantas  lágri- 
mas, panacea  redentora  que  después  de  un  siglo  de 
ensayos  no  ha  podido  arraigar  en  el  corazón  de  las 
gentes  civilizadas  del  mundo. 


Chapultepec  y  Guadalupe 


^ 


OYAS  del  suelo  mexicano 
deben  ser,  cuando  son 
tan  renombradas  y  para  verlas  salgo 
temprano  del  hotel  Iturbide,  aprove- 
chando una  mañana  deliciosa  y  un 
sol  espléndido  con  brisas  de  primavera  que  envían  á  las 
altas  mesetas  mexicanas  los  picachos  que  tienen  alturas 
de  17,000  pies  en  que  durante  muchos  siglos  lucharon 
con  varia  fortuna  la  lava  encendida  de  los  volcanes 
y  las  nieves  eternas  de  las  grandes  altitudes.  Paso 
rápidamente  por  frente  de  la  Alameda,  saludo,  admi- 
rado, la  soberbia  estatua  ecuestre  de  Tolsa,  miro  sin 
enojo  los  monumentos  que  levantó  el  patriotismo 
mexicano,  respetable  aun  en  sus  ingratitudes,  y 
gozo  la  vida  espléndida  de  aquella  Avenida  Juárez 


Il6  VIAJE   X    AMÉRICA 

que  al  alejarse  de  la  ciudad  crece  en  hermosura, 
sombreada  por  árboles  majestuosos,  exhuberantes, 
agitados  por  las  vibraciones  de  aquella  luz  que  sa- 
cude sus  complejos  organismos  con  energías  propias 
de  los  climas  tropicales. 

Recorro  en  hora  escasa  la  distancia  comprendida 
entre  la  ciudad  y  Chapultepec,  y  lo  que  parecía, 
visto  desde  lejos,  accidente  insignificante  de  la  lla- 
nura, surje  lentamente  en  el  ocular  del  grande  ante- 
ojo que  forman  las  ramas  al  cruzarse  y  se  levanta  y 
crece  á  mis  ojos,  dibujándose  ya  en  mi  retina  la  co- 
lina con  los  accidentes  caprichosos  de  la  masa  por- 
fídica, en  cuya  cumbre  se  levanta  el  palacio  que  ha 
albergado  ya  á  los  representantes  de  todas  las  formas 
de  gobierno  conocidas:  Virreyes,  Presidentes  y  Empe- 
radores; pasajeros  todos  veleidosos,  encarnación  viva 
y  espejos  fieles  de  las  muchedumbres  y  las  democra- 
cias mexicanas. 

Dejo  á  mi  izquierda  el  acueducto  de  900  arcos 
que  lleva  las  aguas  á  la  capital,  llego  á  la  verja  y  á 
los  muros  que  dibujan  el  contorno  de  lo  que  es  hoy 
mansión  presidencial,  y  sin  que  entorpezca  mi  en- 
trada la  guardia  de  honor  puesta  en  cada  una  de  las 
puertas  del  recinto,  hallóme  de  repente  en  un  jardín 
de  los  trópicos,  en  uno  de  aquellos  paraísos  encan- 
tados que  sueña  el  botánico  ó  el  palanteólogo  cuan- 
do lee  ó  clasifica  los  ejemplares  de  la  flora  de  los 
países  cálidos,  donde  viven  ó  vivieron   los    gigantes 


RAFAEL  PUIG    Y   VALLS  I17 

del  reino  vegetal,  sin  letargos  ni  crecimientos  esta- 
cionales, saturados  durante  siglos  de  savia  ardiente, 
poderosa,  suma  de  energías  capaz  de  vencer  las  in- 
clemencias de  los  tiempos  y  las  vicisitudes  que  sie- 
gan despiadadas  las  generaciones  humanas  en  su  paso 
por  la  tierra. 

Aquellos  árboles  inmensos  que  necesitan  varios 
hombres,  formando  cadena,  para  ser  medidos,  tan 
enormes  son  las  circunferencias  de  sus  troncos,  pa- 
recen pertenecer  á  la  familia  botánica  de  las  cupre- 
sifieas,  siendo  llamado  ahuehete  por  los  indios.  Sus 
ramas  péndolas  llenas  de  musgo,  entrelazadas  con 
festones  de  orquideas,  parece  que  están  adornadas 
para  dar  sombra  á  fiestas  espléndidas  en  que  la  na- 
turaleza ostenta  sus  mejores  galas.  Y  entre  aquellas 
frescas  sombras  y  penumbras  que  rasgan  rayos  de 
sol  ardiente,  un  recuerdo  triste  surge  de  entre  la 
maleza  y  las  flores  de  un  parque  escondido  entre 
peñascos  de  pórfido,  un  monumento,  una  página  de 
aquella  historia  que  no  deberían  olvidar  nunca  los 
mexicanos,  dedicado  á  los  cadetes  que  en  1847 
defendieron  la  independencia  contra  los  ejércitos  de 
la  gran  república  norteamericana,  y  perdieron  la  vida 
sin  poder  evitar  que  el  coloso  les  arrebatara  con  ella 
un  pedazo  de  territorio  inmenso  que  no  sé  yo  si  bas- 
tará para  saciar  el  hambre  devoradora  de  un  pueblo 
(lue  se  figura  que  América  es,  y  debe  ser,  sólo  la  pa- 
tria de  la  gran  familia  yankee. 


Il8  VIAJE   X  AMÉRICA 

Cada  año  los  cadetes  dedican  un  día  á  conme- 
morar la  desdichada  suerte  de  sus  compañeros,  y  el 
presidente  de  la  república  coloca  una  corona  fúne- 
bre sobre  las  cenizas  de  los  mártires. 

Al  pie  mismo  del  monumento  hallo  un  camino  de 
travesía  que  en  pocos  minutos  me  conduce  á  la  cum- 
bre de  la  colina  donde  se  asienta  Chapultepec,  el  pa- 
lacio del  actual  presidente  de  la  república,  Porfirio 
Díaz. 

La  puerta  de  hierro  que  da  acceso  al  jardín  que 
precede  al  palacio,  está  guarnecida  de  tropa  nume- 
rosa: á  la  vista  de  un  extranjero,  el  guardia  llama  al 
sargento,  que  me  niega  la  entrada,  no  recuerdo  ya 
con  qué  pretexto,  y  con  no  poco  disgusto  me  limito 
á  echar  una  ojeada  á  la  parte  exterior  del  edificio, 
que  no  ofrece  signo  alguno  que  revele,  en  el  autor 
del  proyecto,  la  idea  de  levantar  un  palacio  digno  de 
un  jefe  de  Estado. 

Me  limito,  pues,  á  buscar  un  punto  de  mira  y  á 
orientarme,  con  ayuda  de  un  guía,  tomando  como 
origen  un  edificio  conocido.  Lo  consigo  fácilmente 
sabiendo  que  la  iglesia  de  Nuestra  Señora  de  Guada- 
lupe está  al  nordeste  de  Chapultepec,  siendo  aquel 
edificio  uno  de  los  primeros  que  se  conoce  al  llegar 
á  México. 

Al  pie  de  la  colina  veo  los  dos  acueductos  men- 
cionados en  el  capítulo  anterior,  al  Norte,  Atzcapatza- 
lio  y  Tlalnepantla,  sitios  reales  de  pasados  siglos;  más 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  1I9 

allá,  Tacuba,  donde  descansaron,  rotos  y  vencidos,  los 
tercios  españoles,  en  aquella  noche  infausta,  llamada 
la  noche  triste;  al  Sud,  y  al  pie  de  unas  colinas,  Ta- 
cubaya,  que  es  sitio  de  recreo  donde  las  clases  altas 
mexicanas  han  levantado  suntuosas  moradas  de  re- 
creo, y  al  Oeste,  el  Panteón  Dolores,  cementerio  in- 
menso, con  su  rotonda  de  Hombres  ilustres,  donde 
descansan,  entre  otros,  los  restos  de  Arista  y  Lerdo, 
presidentes  que  fueron  de  la  República  mexicana. 

Volviendo  los  ojos  al  Este,  desde  un  punto  apro- 
piado, veo  la  ciudad  de  aspecto  algo  parecido  á  Za- 
catecas, de  algo  que  recuerda  los  pueblos  del  Asia 
menor,  con  sus  azoteas  y  sus  monumentos  achatados, 
su  aspecto  blanquecino  que  no  amortigua  la  nota  pá- 
lida de  los  alrededores,  porque  prescindiendo  de  al- 
gunas huertas,  muy  pocas,  que  se  ven  junto  á  un  pue- 
blo que  se  llama  San  Ángel,  de  los  árboles  que  ador- 
nan las  calzadas  de  la  Verónica  y  Chapultepec,  la 
Alameda  y  el  sitio  en  que  estoy  colocado,  oasis  de- 
licioso de  verdura  y  vegetación  espléndida,  lo  demás 
tiene  aire  de  desierto  que  va  acentuándose  camino 
de  la  Esperanza,  entre  México  y  Veracruz. 

No  percibo  desde  este  punto  más  que  algunas 
manchas  verdes  que  se  ven  en  dirección  á  los  vol- 
canes; pero  todo  induce  á  creer  que  son  campos  de 
agave  que  se  crían  para  recoger  la  savia  que,  fer- 
mentada, da  el  pulque,  delicia  de  los  indios  y  aun  de 
personas  acomodas  del  país. 


120  VIAJE   Á   AMÉRICA 

El  gran  valle  de  México  desde  Cnapultepec  tiene 
para  mí  una  fisonomía  tristísima,  y  digo  para  mí, 
porque  hay  quien  lo  halla  muy  hermoso  y  tiene  una 
verdadera  pasión  por  aquella  alta  meseta  mexicana. 
Cuando  se  lee  en  la  geografía  que  los  picachos  vol- 
cánicos de  Popocatepetl  é  Ixtaccihuatl  están  res- 
pectivamente á  una  altitud  de  17,777  y  17,071  pies, 


equivalentes  á  5,420  y  5,204  ms.,  la  imaginación 
pinta  en  el  cerebro  gigantes  prodigiosos  que  luego 
resultan  tan  pequeños,  vistos  desde  México,  que  la 
ilusión  se  desvanece,  recordando  otras  montañas  me- 
nos elevadas,  y  que  producen  un  efecto  mucho  más 
sorprendente.  El  secreto  de  este  desengaño  estriba 
en  que  la  ciudad  de  México  se  halla  situada  á  2,400 
metros  sobre  el    nivel  del  mar,  y  como  dista   50  mi- 


ÍAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


lias,  ó  sean  8o  kilómetros  de  los  volcanes,  á  tan  enor- 
me distancia,  el  ángulo  que  se  forma  en  la  retina  es 
pequeñísimo,  viéndose  tan  altas  cimas  á  escasa  altu- 
ra sobre  el  valle  principal  de  la  meseta  mexicana. 

El  volcán,  por  otra  parte,  duerme  desde  1802,  y 
los  humos  sulfurosos  no  pueden  verse  á  tan  larga 
distancia.  Aquellos  picachos,  cuando  las  nieblas  no 
los  esconden,  presentan  sus  formas  cónicas  esbeltas, 
cubiertas  de  nieve  desde  los  14,000  pies  de  altura, 
siendo,  según  dicen,  de  fácil  acceso,  y  bastando  dos 
días  para  llegar  á  la  boca  del  volcán,  si  se  pernocta 
en  el  rancho  de  Tlamacas. 

Dejo  con  pena  el  recinto  de  Chapultepec,  tomo 
el  tranvía  y  un  buen  almuerzo  por  un  peso  mexica- 
no en  el  restaurant  que  hay  enfrente  del  hotel  Itur- 
bide,  y  salgo  inmediatamente  para  visitar  el  santuario 
de  Guadalupe,  patrona  de  México  y  dueña  y  señora 
de  los  pobres  indios. 

En  el  Zócalo  hallo  preparado  el  tranvía,  lleno  ya 
de  indios  envueltos  en  sus  zarapes  y  rebozos,  abri- 
gados como  si  estuviera  helando,  que  salió  al  poco 
rato  lentamente,  camino  del  santuario.  Aquella  con- 
currencia indígena  brilla  por  su  recogimiento;  no  se 
oye  ni  una  palabra  ni  se  nota  un  gesto,  nada  que 
denote  la  manifestación  de  una  idea  revelada  en 
ac^uellas  caras  tristes  y  macilentas.  A  la  media  hora 
de  haber  salido  de  la  ciudad  y  al  revolver  una  calle, 
el  coche  entra  en  una  plazoleta   donde  hay  un  mo- 


tii  VIAJE  Á   AMÉRICA 

destísimo  monumento  dedicado  al  párroco  de  Dolo- 
res, á  Hidalgo,  el  primer  insurrecto  en  1810  y  hoy 
el  primer  mexicano.  No  tiene  aquel  monumento 
gran  cosa  que  admirar,  y  aun  figuróseme  ver  tantas 
telarañas  en  el  bronce  y  tanta  suciedad  en  el  zócalo 
que  parecióme  debía  ser  tratado  con  más  decoro  el 
que  dio  la  vida  por  la  independencia  de  su  patria. 
Entrar  en  el  recinto  del  santuario  y  notar  la  fisono- 
mía propia  de  nuestra  tierra,  es  la  primera  revela- 
ción; después  sustituya  la  fantasía  á  nuestras  vende- 
doras de  rosquillas,  buñuelos,  confites  y  frutas,  por 
indios  acurrucados  que  venden  fríjoles,  tortillas  de 
maíz  y  quesadillas;  procure  cambiar  nuestra  vegeta- 
ción algo  raquítica  por  bananas  y  palmeras  lozanas 
de  verde  intenso,  y  esto  basta,  porque  en  lo  demás, 
en  la  arquitectura,  en  el  corte  del  santuario  y  sus 
anexos,  en  el  modo  de  construir,  en  el  color  local 
de  sitios  polvorientos,  sucios,  llenos  de  mendigos, 
no  hay  nada  que  variar,  ni  tilde,  ni  coma  que  po- 
ner, todo  está  allí  en  su  punto;  la  vieja  España  ha 
calcado  en  Guadalupe  sus  viejos  moldes  y  sus  ran- 
cias costumbres.  Lo  primero  que  me  ocurre  es  visi- 
tar una  capillita  que  hay  en  la  parte  lateral  del  san- 
tuario, compuesto  éste  de  dos  iglesias  y  un  jardín 
con  un  pórtico;  junto  á  éste  es  donde  están  los  que 
venden  chucherías  y  recuerdos  de  Guadalupe.  Y  me 
voy  á  aquella  capilla  porque  me  parece  un  edificio 
arrancado  de  nuestras  montañas,  toscamente  construí- 


RAFAEL  PUIG    Y   VALLS  123 

do,  con  SUS  puertas  reviejas,  con  una  especie  de  sur- 
tidor en  el  vestíbulo,  rodeado  de  una  verja,  y  con  un 
vaso  de  metal  sujeto  por  una  cadenita  de  hierro  que 
usan  los  indios  para  beber  el  agua  del  manantial.  En 
el  santuario  llaman  á  ese  edificio  la  Capilla  del  poci- 
to,  que  pozo  de  aguas  ascendentes  debe  ser,  donde 
van  los  indios  á  confortar  su  fe,  creyendo  que  la  vir- 
gen de  Guadalupe,  al  aparecer  al  indio  Juan  Diego, 
hizo  surgir  del  suelo  el  milagroso  manantial. 

La  aparición  de  esta  virgen  en  el  suelo  mexicano 
recuerda  la  de  Lourdes  en  Francia.  Juan  Diego  era 
un  pobre  indio  convertido;  un  día,  mejor  dicho,  un 
sábado,  yendo  á  misa  y  atravesando  la  colina  oyó 
que  los  ángeles  cantaban,  y  presentósele  una  her- 
mosa señora  que  le  encargó  fuera  á  ver  al  obis- 
po y  le  dijera  que  la  virgen  quería  tener  un  tem- 
plo en  el  sitio  en  que  se  encontraba.  Juan  Diego 
cumplió  el  encargo,  pero  el  obispo  necesitó  mayores 
garantías,  y  tras  mucho  ir  y  venir,  la  dama  volvió  á 
presentarse,  dando  al  pobre  indio  un  manojo  de  flo- 
res que  puso  en  su  tilma,  flores  que,  al  enseñarlas  al 
obispo,  desaparecieron  para  convertirse  la  tilma  en 
cuadro,  donde  estaba  pintada  la  virgen  de  Guada- 
lupe que  se  venera  hoy  en  el  templo  y  santuario  del 
mismo  nombre.  Excusado  es  decir  que  el  obispo  no 
opuso  nuevos  reparos,  y  que  la  iglesia  se  construyó 
hasta  alcanzar  los  esplendores  que  ostenta  actual- 
mente. Al  salir  de  la  capilla  del  pocito,  hallé  enfren- 


124  VIAJE    Á   AMÉRICA 

te  la  senda  que  conduce  á  otra  capilla  llamada  de 
carrito,  y  que  ocupa  el  sitio  en  donde  la  virgen  dio 
al  indio  Juan  Diego  las  flores  que  pintaron  la  tilma 
que  se  venera  en  el  templo  principal.  Antes  de  lle- 
gar á  la  cumbre,  unas  indias  me  ofrecieron  la  tie- 
?'?'ifa, — todo  se  pone  allí  en  diminutivo, — que  comen 
los  fieles  con  veneración,  tierra  amasada  con  el  agua 
del  pocito  y  que  me  daban  con  la  perspectiva  de 
que  comprara  sus  celebradas  tortillas,  producción 
nacional  que  dudo  alcance  la  categoría  de  género 
de  exportación. 

La  capilla  del  cerro  no  ofrece  nada  que  merezca 
contarse:  un  altar  mayor  barroco,  un  pulpito  pobrí- 
simo,  las  paredes  enlucidas  con  lechada  de  cal,  los 
altares  con  santos  de  fisonomía  indígena,  y  el  suelo 
con  losas  funerarias,  pintorescas  muchas  de  ellas: 
«ella  duerme»,  «desde  que  tú  descansas  nosotros  pa- 
decemos», con  nombres  que  recuerdan  que  España  ha 
dejado  allí,  con  sus  creencias,  su  sangre  y  sus  hue- 
sos, polvo  fecundo  que  hará  brotar  allí,  algún  día, 
por  ley  de  atavismo,  los  viejos  amores  á  la  metró- 
poli ausente.  Al  exterior,  la  vista  de  la  ciudad,  des- 
teñida por  el  sol  de  la  tarde  que  da  á  todo  la  fiso- 
nomía deslucida  de  una  atmósfera  llena  de  detritus 
humano;  al  Este  el  lago  Textoco,  de  aguas  blanque- 
cinas, que  recuerdan  las  del  mar  salado  de  las  tie- 
rras mormonas,  y  al  pie  del  santuario,  que  se  re- 
construye ó  mejora,   que    no    lo    sé  á  ciencia  cierta, 


RAFAEL   PUIG    Y   VALLS 


que  no  tienen  los  mexicanos  buena  mano  para  dedi- 
carla á  restauraciones.  Y  no  es  que  falte  dinero  para 
intentar  allí^  en  el  terreno  religioso,  grandes  empre- 
sas. Un  día,  y  en  la  capilla  del  cerrito,  un  cura  dijo 
con  sentido  acento,  con  el  acento  dulce  y  florido  de 
las  lenguas  tropicales,  que  la  virgen  no  tenía  corona 
digna  de  su  excelsitud,  y  dirigiéndose  á  los  indios 
les  dijo  que  no  les  pedía  nada,  despojos  sólo  de  la 
que  ya  no  les  servía,  sortijas  de  plata,  hebillas,  ca- 
denas gastadas  por  el  uso,  migajas  nada  más  de  la 
vida  corriente,  y  con  aquellas  migajas  se  recogieron 
600,000  pesos  mexicanos,  arrancados  á  la  piedad  de 
los  indios  para  enaltecer  las  gracias  de  la  Virgen  de 
Guadalupe. 

Y  esa  piedad  se  manifiesta  de  manera  tan  senti- 
da, hay  en  aquellas  caras  tanta  unción  que,  maci- 
lentas y  compungidas,  parecen  arrancadas  de  los 
cuadros  de  Juan  de  Juanes  y  del  Greco.  Sentado  en 
la  iglesia  provisional  donde  se  venera  actualmente  la 
patrona  de  México,  observé  largo  tiempo  un  grupo 
compuesto  de  tres  indios,  padre,  madre  é  hijo,  al 
parecer,  con  un  cirio  encendido  en  la  mano,  puestos 
de  rodillas,  la  mujer  en  medio  de  los  otros  dos,  re- 
zando en  voz  baja,  el  padre  ya  viejo  con  los  ojos 
en  blanco,  el  rostro  demacrado,  la  tez  amarillenta 
de  pergamino,  la  madre  con  el  rosario  en  la  mano 
y  la  cabeza  inclinada  sobre  el  pecho,  el  hijo  miran- 
do fijamente  la  cara  de  la  Virgen  y  quizás  los  refle- 


126  VIAJE   Á   AMÉRICA 

jos  dorados  y  plateados  de  aquel  marco  precioso 
que  rodea  la  tilma  de  Juan  Diego,  convertida  en 
imagen  milagrosa;  y  cada  vez  que  terminaba  la  ple- 
garia, los  tres  pobres  pecadores  se  arrastraban  sobre 
sus  rodillas  avanzando  camino  del  altar  de  la  Vir- 
gen, mirando  sin  ver,  atentos  á  aquella  oración  que 
Dios  sabe  hacia  qué  ideal  se  elevaría-,  y  á  aquel 
grupo  seguían  otros  desdichados,  inclinados,  besando 
el  suelo,  con  actitudes  y  semblantes  sólo  soñados 
por  Ribera,  al  pintar  aquellas  carnes  apocalípticas, 
maceradas  por  la  penitencia,  el  ayuno  y  el  remor- 
dimiento que  se  admiran  en  los  principales  museos 
del  mundo. 

Salí  de  aquella  iglesia  tristemente  impresionado. 
La  raza  india  convertida  al  cristianismo  no  ha  com- 
prendido aún  todo  el  alcance  de  su  conversión.  El 
indio  admira  al  Dios  justiciero,  rígido,  severo,  in- 
flexible, inhumano  quizá,  que  aun  queda  en  su  cora- 
zón algo  de  aquellos  dioses  paganos,  crueles,  airados, 
vengativos,  cuyos  sacerdotes  sacrificaban  seres  hu- 
manos para  domeñar  sus  iras,  y  no  al  Dios  miseri- 
cordioso, al  Dios  de  amor  de  los  cristianos,  que 
perdona  al  arrepentido  con  un  sólo  acto  de  contri- 
ción. Y  las  clases  directoras  mantienen  á  los  indios 
en  estado  de  menor  edad,  embrutecidos  por  el  pulque 
que  beben  con  glotonería  infantil,  sin  renovar  aquella 
sangre  empobrecida,  temiendo  quizá  el  despertar  de 
aquella  raza   que   hoy   sirve  paciente  á  sus  señores. 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  137 

como  carne  de  cañón  ó  bestia  de  carga,  raza  que 
debía  ser  la  dueña  del  territorio  como  descendiente 
de  aquellos  aztecas  y  tlascaltecas  vencidos  primero 
por  Hernán  Cortés  y  Alvarado,  vencidos  también 
ahora  por  hombres  que  reniegan  de  la  sangre  indí- 
gena, y  que  se  avergüenzan  de  ella  si  la  ven  escrita 
en  sus  uñas,  en  su  piel  y  en  su  fisonomía. 

Dicen  que  desde  hace  algún  tiempo  las  escuelas 
de  la  república  se  llenan  de  indios,  que  el  gobierno 
procura  levantar  el  espíritu  del  pueblo,  que  algo  se 
hace  para  infundir  nueva  savia  y  vigor  á  aquella  raza 
que  sólo  así  será  laboriosa  y  rica,  y  sólo  así  podrá 
ser  valla  infranqueable  á  las  tormentas  que  pueden 
levantarse  en  los  Estados  de  la  América  del  Norte 
é  invadir  los  campos  y  las  tierras  casi  vírgenes  de 
la  república  mexicana. 


Queretaro 


El  que  quiera  recordar  conmigo  uno  de  los  acon- 
tecimientos más  tristes  de  la  historia  contemporánea, 
será  necesario  que  retroceda,  camino  del  Norte,  to- 
mando un  boleto  en  la  estación  del  Central  mexicano 
para  ir  hasta  Queretaro,  situado  á  53  millas  de  la 
capital  de  Nueva-España. 

Este  trayecto,  que  hice  de  noche  yendo  de  El 
Paso  á  la  ciudad  de  México,  no  merece  los  honores 
de   una   larga   descripción;  todos    los  pueblos  de  las 


I30  VIAJE    Á  AMÉRICA 

altas  mesetas  mexicanas,  todas  las  chozas  de  los  in- 
dios, con  las  haciendas  famosas  de  miles  y  miles  de 
hectáreas,  con  sus  campos  de  maguey  (agave  ame- 
ricana) palmeras  y  palmitos  arborescentes,  alternando 
con  vastísimas  llanuras  desiertas,  sedientas,  monóto- 
nas, se  repiten  en  sus  rasgos  fisionómicos  con  esca- 
sas variantes,  en  el  largo  recorrido  que  sigue  el 
ferrocarril  central  desde  el  Estado  norteamericano 
de  Texas  hasta  la  capital  de  la  República  de  México. 

Querétaro,  situado  en  valle  frondoso,  regado  por 
aguas  laboriosamente  captadas  en  tiempo  de  los  Vi- 
rreyes y  por  iniciativa  de  nuestro  compatriota  el 
marqués  del  Villar  del  Águila,  lo  primero  que  ofrece 
á  la  vista  del  viajero  es  el  magnífico  acueducto 
construido  desde  1726  á  1738  por  aquel  ilustre  es- 
pañol que,  con  la  conducción  de  aguas  á  Querétaro, 
fertilizó  el  valle,  saneó  la  población,  aseguró  su  por- 
venir y  la  convirtió  en  una  de  las  ciudades  más  ale- 
gres de  la  República  mexicana. 

Por  debajo  de  uno  de  los  arcos  del  acueducto 
pasa  el  tren,  para  llegar,  muy  en  breve,  á  la  ciudad 
que  tantos  templos  levantó  durante  la  dominación 
española,  y  que  se  distingue  especialmente  por  sus 
torres  y  campanarios,  por  sus  tradiciones  y  sus  re- 
cuerdos, por  su  sitio  famoso  que  acabó  con  la  ren- 
dición de  las  tropas  imperiales  mandadas  por  Maxi- 
miliano, y  vendidas  por  López,  y  por  la  tragedia  que 
en   «El   Cerro    de   las   Campanas»,    al    Oeste  de   la 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS 


ciudad,  desarrollóse  inclemente  el  día  19  de  junio 
de  1867,  escribiéndose  allí,  sobre  aquella  tierra  son- 
riente, en  aquel  valle  tropical,  una  de  las  páginas 
más  tristes  de  la  historia  mexicana. 

El  recuerdo  de  aquel  drama  es  tan  reciente,  su 
mecanismo  tan  ruin,  la  intervención  de  los  hombres 
de  Estado  tan  menguada,  y  la  imposición  de  los  que 
aparecen  como  agentes  tan  cruel,  que  no  hay  ni 
puede  haber  para  un  espíritu  reflexivo,  en  la  visita 
á  Querétaro,  más  que  una  idea  capaz  de  subyugarle: 
la  de  examinar  atentamente  la  pequenez  de  los  hom- 
bres de  este  siglo,  y  las  consecuencias  terribles  que 
ha  tenido  el  egoismo  feroz  de  que  dieron  pruebas 
las  naciones  europeas  al  consentir  que  se  fusilara  en 
Querétaro  al  representante  de  nuestra  civilización  en 
América.  En  el  «Cerro  de  las  Campanas»  no  se  fu- 
siló al  usurpador,  triste  y  calumnioso  dictado  con 
que  quiso  Juárez  justificar  su  conducta,  que  allí  cayó, 
quizá  para  siempre,  nuestra  influencia,  nuestra  supe- 
rioridad de  raza,  de  entendimiento  y  de  corazón. 

Y  al  subir  al  «Cerro  de  las  Campanas»,  sin  que- 
rer, sin  poder  determinar  qué  enlace  pueden  tener 
dos  ideas  tan  distintas,  recordé,  con  singular  viveza, 
la  peregrinación  á  Mount-Vernon,  á  las  tumbas  de 
Washington  y  Martha,  su  esposa,  que  dejaron  en  mi 
espíritu  la  idea  del  amor  á  hombres  que  enaltecieron 
nuestra  especie  y  fundaron  una  república  joven,  robus- 
ta, llena  de  fe  y  ardimiento,  resultando  enaltecida  la 


132  VIAJE   Á   AMÉRICA 

figura  de  su  héroe;  recordé  que  aquella  historia  no 
levantó  en  mi  espíritu  una  sola  protesta,  que  los  que 
murieron  en  las  batallas  de  la  independencia  no  de- 
jaron con  su  sangre  el  vaho  inmundo  del  odio  y  del 
rencor,  y  que  vencedores  y  vencidos  resultaban  en 
mi  cerebro  glorificados  en  nombre  del  más  santo  y 
más  puro  de  los  amores:  el  amor  á  la  patria  respec- 
tiva. En  cambio,  en  el  «Cerro  de  las  Campanas», 
no  hallé  más  que  odios  de  raza,  recuerdos  de  la  po- 
lítica pequeña  y  miserable  que  engañó  á  Maximiliano, 
llamado  emperador  por  los  que  mandaban  y  usur- 
pador por  los  vencidos-,  de  López,  que  vendió 
primero  á  la  república  y  al  imperio  más  tarde, 
siempre  vil  para  la  patria;  dé  Escobedo,  el  triunfador, 
(^ue  al  dar  cuenta  de  la  ejecución  de  Maximiliano, 
Miramón  y  Mexía,  puso  al  pie  del  oficio:  «Lo  que 
tengo  el  place?-  de  comunicar  á  usted»,  placer  que 
produce  náuseas  á  la  humanidad  entera;  de  Juárez, 
que  pudo  ser  magnánimo  y  generoso  y  no  resultó 
más  que  ambicioso,  cruel  y  vengativo;  de  Europa, 
que  debió  portarse  enérgica  y  dignamente,  y  no  supo 
ser  más  que  mujerzuela  débil  y  enfermiza;  de  la  ci- 
vilización cristiana,  que  debió  imponerse  en  nombre 
de  lo  que  debe  ser  patrimonio  de  la  humanidad  en- 
tera, y  no  hizo  más  que  abdicar  vergonzosamente 
ante  la  osadía  y  el  odio  de  un  indio  victorioso. 

jAh!  poco  espacio  media   entre    la   tumba  donde 
descansa  el  héroe  de  la  independencia  de  los  Estados 


RAFAEL  PUIG    Y   VAI.LS 


Unidos  y  el  lugar  donde  la  tierra  empapóse  de  la 
sangre  de  Maximiliano,  al  caer  rendido  por  fiera  ven- 
ganza; sin  embargo,  aquellos  puntos  insignificantes 
en  el  ancho  espacio  del  mundo,  tan  próximos  entre 
sí,  determinan  dos  civilizaciones  distintas:  fecunda  la 
primera,  basada  en  el  amor,  en  los  sentimientos 
cristianos  de  un  hombre  que,  con  sus  alientos  pode- 
rosos, infundió  al  Nuevo-Mundo  la  savia  ardiente  de 
la  libertad,  sólo  peligrosa  cuando  se  exagera  y  se 
funde  en  moldes  que  no  labró  con  sus  manos,  y  vi- 
vificó con  su  espíritu,  la  noble  figura  de  Washington*, 
incierta  y  vacilante  la  segunda,  hostigada  siempre 
por  el  mal  ejemplo,  por  la  ambición  que  derrama 
sangre  inútilmente,  sangre  que  no  exige  el  honor  y 
la  independencia  de  la  patria,  y  que  cae  y  caerá 
siempre  como  una  maldición  sobre  el  pueblo  que  lo 
consiente,  por  odio  ó  cobardía,  que  sólo  es  santo, 
fecundo  y  bueno  lo  que  ejecuta  la  mano  guiada 
por  la  serenidad  augusta  de  la  justicia.  Y  mientras 
tengo  la  vista  fija  en  el  reducido  espacio  que  ocupa 
el  lugar  donde  cayeron  Maximiliano,  Miramón  y 
Mexía,  lugar  rodeado  por  una  verja  de  hierro,  en 
las  tres  piedras  tumulares  que  no  dan  sombra  ya  á 
las  cenizas  de  los  mártires,  viene  á  mi  memoria  la 
historia  de  aquellos  días  funestos  en  que  se  derrum- 
baba un  imperio,  mientras  se  celebraban  en  París  las 
fiestas  con  que  Napoleón  III  solemnizaba  el  fausto 
acontecimiento  de   la   visita  del   Czar  de  Rusia  á  la 


134  VIAJE   Á   AMÉRICA 

Exposición  Universal,  preludio  de  otra  caída  más  te- 
rrible, la  de  todo  un  pueblo,  vencido  por  las  garras 
de  las  águilas  prusianas,  y  la  de  seculares  dinastías 
en  España  é  Italia-,  como  si  fuera  todo  ello  castigo 
de  faltas  cometidas  en  nombre  de  principios  egoistas 
c^ue  dejaron  abandonado  al  que  fió  la  conquista 
moral  de  México  á  su  bondad,  y  al  deseo  de  hacer 
la  felicidad  de  un  pueblo  libre.  La  naturaleza,    sin 


embargo,  no  se  cuida  de  entristecer  aquella  página 
dolorosa  de  la  historia  mexicana;  el  sol  de  los  tró- 
picos la  esmalta  con  todos  sus  colores,  las  inflexio- 
nes suaves  de  la  orografía  del  valle,  la  frescura  de 
su  vegetación,  la  ciudad,  en  el  fondo,  con  los  tonos 
blancos  y  pardos  de  su  caserío,  sus  iglesias  y  cam- 
panarios, el  cielo  purísimo  de  tonos  azules,  intensos, 
convidaban  á  olvidar,  á  gozar  de  la  vida,  á  confiar 


RAFAEL    PUIG   Y    VALLS 


en  tiempos  mejores,  en  razas  más  humanas  y  en  ci- 
vilizaciones más  puras,  que  aquellos  quejidos  de  dolor, 
acjuella  exclamación  de  última  hora,  cuando  Maxi- 
miliano se  acuerda  de  la  esposa  amante  y  dice  al 
caer  ¡pobre  Carlota!  al  recogerlos  el  viento  en  el  es- 
pacio como  nota  al  parecer  perdida,  sumóse  á  tantas 
otras  allá,  en  el  cielo,  donde  se  recogen  los  dolores 
humanos,  se  analizan  y  pasan  por  el  crisol  de  cuyo 
seno  brota  la  felicidad,  la  emancipación,  la  reden- 
ción, en  fin,  de  todos  los  que  amamos  y  padecemos 
en  este  mundo  de  miserias. 

Y  fuerza  es  bajar  y  volver  á  la  ciudad,  yendo  en 
peregrinación  al  convento  de  capuchinos  que  sirvió 
de  cárcel  á  Maximiliano  hasta  su  hora  postrera.  Hoy 
ya  no  es  edificio  público;  la  desamortización  pasó 
por  allí  como  ha  pasado  por  otros  países,  que  en 
México  deben  sobrar  brazos,  que  no  ocupaban  los 
que  tenían  acaparada  la  propiedad  con  el  nombre 
de  manos  muertas.  ¡Sueños  de  sectarios!  lo  que  falta 
en  Nueva  España  es  fuerza  viva  que  no  se  impro- 
visa, que  no  brota  de  la  tierra  como  los  hongos  en 
el  bosque,  y  que  sólo  podrá  conseguirse  con  la  paz  y 
la  seguridad,  con  la  instrucción  y  la  mezcla  de  san- 
gre que  avive  las  energías  dormidas  de  aquella  raza 
inerte  y  sedentaria. 

Allí,  en  la  tristísima  mansión,  pueden  verse  aún 
la  mesa  en  que  el  tribunal  militar  firmó  en  14  de 
junio  de  1867  la  sentencia  de  muerte  de  Maximiliano 


136  VIAJE   Á  AMÉRICA 

y  SUS  generales;  los  taburetes  que  ocuparon  Miramón 
y  Mexía  mientras  duró  la  vista  del  proceso,  la  caja 
en  que  se  transportó  el  cuerpo  inerte  del  último 
emperador  mexicano,  y  el  mísero  ajuar  puesto  á  su 
servicio  durante  el  mes  de  cautiverio  que  medió 
entre  el  día  de  la  rendición  de  Querétaro  y  el  del 
fusilamiento  de  Maximiliano,  Miramón  y  Mexía. 

El  emperador  murió  como  mueren  los  bravos, 
mirando  al  enemigo;  sus  generales  no  merecieron  la 
compasión  del  vencedor,  y  cayeron  heridos  por  la 
espalda. 

Pocos  días  después,  las  pocas  poblaciones  defen- 
didas por  las  tropas  imperiales  fueron  rindiéndose 
una  tras  otra,  y  Juárez  entró  en  la  capital  de  la  re- 
pública, fusilando  sin  compasión  á  cuantos  generales 
pudo  considerar  como  á  rivales  temibles,  presuntos 
sucesores  á  la  presidencia  del  Bstado. 

Así  terminó  en  Norte  América  el  ensayo  ya  in- 
tentado por  Iturbide  de  establecer  un  imperio  en 
Nueva  España,  acabada  también  sin  gloria  la  inva- 
sión francesa  que  no  tuvo  un  solo  día  de  fortuna  en 
los  campos  mexicanos.  Al  principiar  la  invasión  en 
el  camino  de  Veracruz,  en  las  tierras  bajas  del  gol- 
fo de  México,  los  soldados  españoles,  franceses  é 
ingleses  no  tuvieron  más  enemigo  que  la  fiebre,  ene- 
migo terrible  que  dejó  las  cercanías  de  Córdoba 
llenas  de  cadáveres  insepultos,  y  que  habría  acabado 
allí  con  aquel  ejército,  si  el   buen  criterio  del  gene- 


KAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


ral  Prim  no  hubiera  recabado,  mientras  se  estipulaba 
el  tratado  de  paz,  tierras  y  climas  más  clementes 
para  los  ejércitos  europeos.  Los  españoles  y  los  in- 
gleses se  embarcaron  otra  vez;  los  franceses  recla- 
maron su  libertad  de  acción,  y  luchando  con  varia 
fortuna  llegaron  á  dominar  el  país  que  entregaron  á 
Maximiliano  más  tarde,  sin  fuerza  y  sin  prestigio. 

Los  Estados  Unidos  no  vieron  jamás  con  buenos 
ojos  la  intervención  europea,  y  aun  menos  la  crea- 
ción de  un  imperio  que  consideraron  perturbador  de 
su  política  democrática.  Juárez  aprovechó  ese  des- 
contento, y  perdonó  al  enemigo  que  en  1847  se 
apoderó  sin  escrúpulos  de  una  gran  parte  del  terri- 
torio mexicano,  pactando  secretos  auxilios  con  los 
enemigos  más  fieros  de  su  raza. 

Maximiliano,  con  su  hidalga  condición,  no  pudo 
hacer  frente  jamás  á  la  guerra  de  insidias  y  dolos, 
de  traiciones  y  sorpresas  de  sus  enemigos,  más  do- 
lorosa  y  difícil  de  vencer  que  la  lucha  entablada 
franca  y  lealmente  en  los  campos  de  batalla.  Carlota, 
la  esposa  mártir,  fué  á  Europa  á  pedir  auxilios  que 
no  supo  hallar  en  parte  alguna,  perdiendo  cuanto 
puede  perder  en  una  hora  la  dama  de  más  alta  al- 
curnia, el  amor  de  un  esposo,  la  corona  de  empe- 
ratriz y  la  razón,  esencia  purísima  del  espíritu. 

En  México  ya  no  quedan  más  que  reliquias  de 
aquella  tragedia:  Juárez  llegó  al  término  de  su  ca- 
rrera colmado  de  honores,  vencedor  de  cuantos  ene- 


138  VIAJE    Á   AMÉRICA 

migos  halló  en  el  camino  de  su  accidentada  exis- 
tencia; Miramón  y  Mexía,  los  leales  al  emperador, 
ocupan  puesto  de  honor  en  el  panteón  de  hombres 
ilustres;  Maximiliano  sólo  dejó  en  México  los  tristes 
despojos  de  su  cautiverio  y  los  más   tristes  aun  de 

una  soberanía  colmada  de  zozobras  y  peligros y 

Carlota,  la  desdichada  esposa,  aun  busca,  en  sus 
horas  de  extravío,  lo  que  sólo  vive  en  su  corazón, 
hasta  donde  no  puede  llegar  con  sus  odios,  para  en- 
redarla en  la  tupida  malla  de  sus  raíces,  la  planta 
maldita  de  la  política. 

Cansado  de  seguir  el  calvario  de  una  historia  que 
los  años  convertirán  en  leyenda,  y  de  ver  iglesias  y 
catedrales,  plazas  y  calles  estrechas,  monótonas  y 
descoloridas  en  las  ciudades  mexicanas,  ansio  volver 
á  la  capital,  arreglar  mi  equipaje  y  abandonar  las 
altas  mesetas  de  Nueva  España,  para  ver  pronto  las 
tierras  doradas  de  los  trópicos,  con  sus  bosques  fa- 
mosos, sus  chozas,  sus  pájaros  y  sus  flores,  tierras 
pródigas  en  sirenas  encantadoras  que  esconden  en 
su  seno  fecundo  la  fiebre  terrible,  compañera  insepa- 
ral)le  de  la  muerte. 


De  México  á  Veracruz 


RDENO  mis  ideas,  concentro 
mi  pensamiento  y  rasgo 
cuartilla  tras  cuartilla  sin  hallar  la 
nota  justa  que  exprese  aquí  con  la 
vehemencia  requerida  el  placer,  el 
goce  intensísimo  experimentado  en 
la  travesía  de  la  capital  mexicana  á  la  ciudad  llamada 
por  Cortés  Santa  Vera  Cruz.  Requiere  esta  narración 
el  empleo  de  colores  que  no  hallo  en  mi  pobre  pa- 
leta*, exige  esta  impresión,  que  vivirá  perpetuamente 
en  mi  memoria,  talento  que  no  tengo,  estilo  sobrio, 
que  no  necesita  forma  galana  la  expresión  exacta  de 
aquel  espectáculo  grandioso,  corrección  de  líneas  que 
den  al  cuadro,  aire,  luz  y  perspectiva,  conjunto  de- 
leitoso que  veo,  con  los  ojos  entornados,  ávidos  aun 


I40  VIAJE   Á    AMÉRICA 

de  aquel  placer  tan  hondamente  sentido  que  ha  de- 
jado en  mi  cerebro  la  sensación  intensa  de  una  be- 
lleza que  no  hay  pluma  ni  pincel  que  pueda  abar- 
carla en  su  conjunto,  que  quien  fuera  capaz  de 
expresarla  haría  obra  digna  de  un  dios. 

La  imaginación  que  sobreexcita  una  narración 
brillante  es  el  enemigo  mayor  del  que  viaja-,  porque 
acontece  con  frecuencia  que  todo  lo  pensado  con 
líneas  holgadas  resulta  pobre,  lo  de  tonos  vivos,  des- 
colorido- donde  creyó  hallarse  una  sacudida  nerviosa 
el  espíritu  no  despierta  ni  concibe,  resultando  em- 
pobrecido, para  la  imaginación  ardiente,  lo  que  fan- 
taseó la  descripción  colorista  de  un  escritor  de  raza. 
Sólo  en  casos  excepcionales,  la  realidad  va  más  allá 
de  lo  pintado  y  sugerido-,  que  la  naturaleza  al  ves- 
tirse con  todas  sus  galas,  mue'strase  genio  inimitable, 
que  no  ha  nacido  aún  el  hombre  que  ha  de  hallar 
en  su  paleta  los  innumerables  tonos  y  loS  brillantes 
colores  con  que  la  luz  matiza  las  tierras,  las  plantas 
y  los  animales  de  los  climas  tropicales. 

Salgo  á  las  siete  y  media  de  la  mañana  de  la 
capital  de  la  república-,  vuelvo  á  saludar  á  la  Virgen 
de  Guadalupe,  patrona  de  México;  echo  una  rápida 
ojeada  á  las  aguas  descoloridas  del  lago  Texcoco,  y 
á  medida  que  me  voy  acercando  á  la  Esperanza,  es- 
tación situada  en  la  divisoria  de  la  alta  meseta  me- 
xicana, los  campos  de  agave  van  multiplicándose, 
el  arenal  va  invadiendo  las  tierras,  arenal  que  parece 


RAFAEL  PUIG    Y   VALLS 


formado  de  polvo  diorítico  finísimo,  levantado  por 
la  velocidad  del  tren  y  que  llena  los  vagones  for- 
mando nube,  donde  apenas  puede  respirarse,  como 
si  la  duna  se  moviera  á  impulsos  del  huracán  y  ame- 
nazara sepultar  bajo  su  oleaje  estéril,  aquella  mani- 
festación de  una  civilización  nueva  que  pretende 
dominar  el  desierto,  él  que  no  respetó  jamás  á  la 
caravana  en  días  de  tempestad,  abrasándola  con  sus 
arenas  ardientes,  y  sepultándola  con  sus  fuerzas  de 
gigante.  Y  dominando  aquel  cuadro,  se  levanta  el 
Drizaba  y  el  Malintzi  con  sus  nieves  eternas,  enorme 
cono,  el  primero,  centinela  del  Atlántico,  que  com- 
templa  ansioso  el  navegante  en  el  proceloso  golfo  de 
México,  buscando  en  su  silueta,  oscurecida  por  la 
niebla,  ó  limpia  y  pura  proyectándose  en  el  cielo,  la 
predicción  del  tiempo,  que  de  aquellas  altitudes  in- 
mensas baja  airado  el  viento  Norte  que  levanta  olas 
de  tempestad,  pone  en  grave  peligro  las  embarcacio- 
nes ancladas  en  el  puerto  de  Veracruz,  hace  inabor- 
dables las  costas  de  la  península  de  Yucatán,  y  co- 
rriendo los  barcos  la  borrasca  en  alta  mar,  movién- 
dose entre  bajos,  estrechos  y  playas,  se  estrellan 
muchas  veces  en  la  costa,  impotentes  ante  la  fuerza 
colosal  del  Norte,  de  aquel  gradiente  barométrico, 
salto  inmenso  que  va  de  los  altos  neveros  del  Dri- 
zaba á  las  tierras  bajas  y  ardientes  del  golfo  mexi- 
cano. 

El  viajero,  cansado  de    ver  campos  de  maguey  y 


142  VIAJE   Á  AMÉRICA 

de  respirar  un  aire  (¡ue  se  masca,  sediento,  cubierto 
el  traje  de  arena,  con  los  ojos  secos  é  irritados,  llega 
por  fin  á  la  estación  de  Esperanza,  confiando  tam- 
bién en  que  ha  puesto  término  á  la  parte  menos  in- 
teresante de  la  travesía,  y  que  en  el  restaurant  ha- 
llará medio  de  refrescar  sus  ojos  y  su  garganta,  y 
reparar  las  fuerzas  perdidas,  en  hora  ya  apropiada 
para  hacer  un  almuerzo  copioso. 

Las  mesas  se  llenan  de  viajeros;  la  comida,  ser- 
vida por  gente  del  país,  sin  ser  un  modelo  del  arte 
culinario,  se  acepta  sin  repugnancia,  y  dispuestos  ya 
á  saborear  las  delicias  del  paisaje,  en  cuanto  arranca 
el  tren  agrúpanse  los  viajeros  en  la  parte  derecha  del 
vagón  porque  el  gran  espectáculo,  la  bajada  hasta 
Córdoba  y  Orizaba,  en  plena  zona  tropical,  empieza 
inmediatamente  con  gran  contentamiento  de  los  ojos, 
ávidos  de  contemplar  aquella  serie  de  cuadros  que 
se  transforma  en  cada  revuelta  del  camino,  sin  que 
sea  posible  pararse  cuando  se  pide  á  gritos  calma 
para  saborear  aquel  paraíso  lleno  de  aire  purísimo 
y  de  luz  intensa  como  no  habrá  visto  jamás  el  que 
sólo  ha  vivido  en  los  campos  y  los  bosques  de  los 
climas  templados,  donde  la  primavera  es  tan  fugaz 
como  la  dicha  humana,  mientras  allí,  y  en  las  alti- 
tudes medias,  las  brisas  de  primavera  mantienen  la 
juventud  de  la  vida  en  todos  los  seres,  remozándose 
en  aquellos  campos  perpetuamente  regados,  bañados 
en  aquel    sol  y  aquel   aire  que  llena  de    ñores  y  pá- 


RAFAEL   PUIG  Y  VALLS 


jaros  las  selvas  y  los  bosques,  dando  á  las  plantas 
tonos  de  color  tan  brillante  y  tan  intenso,  tan  va- 
riado y  tan  hermoso,  que  no  se  concibe  ya  que  pueda 
haberlos  más  hermosos,  ni  aun  en  los  mundos  side- 
rales, que  la  imaginación  ¡pobre  imaginación  humana! 
se  pierde  en  la  contemplación  de  aquel  paisaje  que 
soñó  tantas  veces  al  leer  la  descripción  de  los  bos- 
ques tropicales. 

Al  dejar  la  estación  de  Esperanza  la  transforma- 
ción es  tan  rápida  como  el  cambio  de  una  decora- 
ción teatral.  A  las  tierras  y  los  arenales  de  las  altas 
mesetas  mexicanas,  al  trazado  monótono  de  la  línea 
férrea  sentada  sobre  borrosa  llanura,  al  campo  plan- 
tado de  maguey,  á  la  choza  india  de  paralalepípedos 
de  adove  de  color  de  tierra  sucio,  al  aire  transpa- 
rente y  suave  de  las  grandes  altitudes,  suceden  tie- 
rras fuertes  y  mantillosas,  sobre  las  que  parecen 
haber  pasado,  dejando  allí  sus  despojos,  las  llamara- 
das de  un  incendio,  la  vía  que  dibuja  con  sus  suti- 
les contornos  una  obra  de  ingeniería  portentosa,  el 
bosque  con  sus  pinares  propios  aun  de  climas  tem- 
plados en  las  partes  altas  y  sus  plantas  de  la  tierra 
caliente  en  las  medias  y  bajas  de  la  cordillera-,  la 
choza  prismática,  primitiva,  cubierta  de  bambú,  sen- 
tada con  arcilla,  albergue  de  las  razas  indias  des- 
cendientes de  las  que  descubrieron  los  primeros  po- 
bladores, y  las  oleadas  de  nubes  y  nieblas  que  suben 
del  Atlántico,  lamiendo  aquellas  tierras  calcinadas  y 


144  VIAJE    Á    AMÉRICA 

regando  aquellas  flores  y  plantas  atosigadas  por  sed 
insaciable.  Y  en  aquel  inmenso  escenario,  la  vista  se 
pierde,  sin  saber  qué  partido  tomar,  si  dedicar  la 
atención   á  un   trazado   de   ferrocarril,    único   en  el 


T^^' 


/         V 


mundo,  en  que  los  trenes  parecen  despeñarse,  atra- 
vesando túneles  y  puentes,  muy  superior  á  cuanto  he 
visto  en  el  paso  de  los  Alleghenies,  Rocky  Moun- 
tains,  Sierra  Nevada  y  en  muchas  comarcas  europeas, 
ó  si   fijarla  únicamente   en   aquellos    paisajes   donde 


I 


RAKAEL    PUIG    Y    VALLS 


crecen  confundidos  el  plátano  y  la  pina,  los  nopales 
y  las  palmeras,  los  naranjos  y  los  limoneros,  la  caña 
de  azúcar  y  el  café,  formando  bosques  tupidos  llenos 
de  flores  de  colores  vivísimos,  con  festones  de  orquí- 
deas, con  chozas  escondidas  á  la  sombra  de  árboles 
colosales,  regado  todo  por  aguas  abundantes,  derre- 
tidas en  los  flancos  del  pico  de  Orizaba,  mientras  el 
tren  desciende  rápidamente  formando  zig-zag  con 
curvas  de  corto  radio,  apoyándose  constantemente 
en  la  caja  abierta  en  la  roca  de  acantiladas  ver- 
tientes. 

Desde  grande  altura  se  ve  ya  la  estación  de  Mal- 
trata, situada  en  el  fondo  del  valle  alto,  sobre  pe- 
(jueña  planicie  que  debió  ser,  en  otras  edades,  fondo 
de  un  lago,  y  más  tarde  se  atraviesa  el  valle  llamado 
La  Joya  hasta  entrar  en  la  estación  de  Orizaba,  en 
pleno  país  tropical.  La  estación  presenta  á  la  llegada 
del  tren  un  verdadero  cuadro  de  costumbres.  Los 
negros,  casi  desnudos,  ofrecen  á  los  viajeros  flores  y 
frutas,  abundando  las  naranjas,  los  plátanos  y  las 
chirimoyas,  llamadas  en  el  .país  la  fruta  de  los  án- 
geles; los  indios,  con  sus  trajes  de  colores  vivísimos; 
los  mestizos,  con  su  piel  de  color  cetrino  y  sus  ojazos 
soñadores;  la  estación,  rodeada  de  árboles  frondosí- 
simos y  arbustos  de  flores  grandes  y  hermosas;  la 
población,  dominada  por  la  iglesia,  recordando  los 
pueblecitos  escondidos  en  las  hondonadas  de  las  sie- 
rras andaluzas,  y  todo  ello  animado  por  la  vibración 


146  VIAJE   Á  AMÉRICA 

nerviosa  de  la  raza  de  los  trópicos,  gritando,  sacu- 
diendo á  los  que  vienen  y  van  con  la  cordialidad 
sentida  de  sangre  de  raza  latina,  inoculada  por  los 
conquistadores  en  las  venas  de  la  raza  indiana. 

El  tren  sale,  y  la  gente  grita  aún,  y  agita  los  pa- 
ñuelos, mientras  el  extranjero  vuelve  á  gozar  con 
ansia  de  aquel  espectáculo  que  no  llega  á  saciarle,  y 
pasan  las  estaciones,  y  se  cruzan  arroyos  rumorosos, 
mientras  la  tarde  va  cayendo  y  las  nieblas  arrastrán- 
dose por  los  picachos,  bajan  por  las  vertientes  dando 
sombras  de  melancolía  á  aquellos  espléndidos  paisa- 
jes que  recuerdan  los  tiempos  bíblicos,  paraísos  en- 
cantados, poblados  por  los  primeros  hombres  de  que 
nos  hablan  los  libros  santos  y  las  santas  escrituras. 
Y  ya  á  últimas  horas  de  la  tarde,  cuando  se  inicia 
el  crepúsculo  que  anticipa  la  niebla  que  corona  las 
alturas,  el  espectáculo  colorista  de  la  estación  de 
Orizaba  se  reproduce  en  la  de  Córdoba,  con  la  mez- 
cla de  razas  y  la  orgía  de  colores,  de  frutos  y  flores, 
de  zarapes  y  rebozos,  de  hombres  blancos,  negros  y 
amarillos,  como  si  aquella  tierra  fecunda  fuera  capaz, 
ella  sola,  de  vaciar  en  sus  moldes,  al  calor  del  sol 
tropical,  la  concreción  pasmosa  de  todos  los  reinos 
de  la  naturaleza,  formados  allí  como  centro  vital 
para  esparcirse  luego  por  todo  el  haz  de  la  tierra. 

Salgo  de  Córdoba  y  el  crepúsculo  va  amorti- 
guando lentamente  la  tensión  de  mi  espíritu,  soste- 
nida largo   tiempo  por   una   excitación   nerviosa   de 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  ,  147 

goces  intensísimos-,  y  como  fin  de  fiesta,  al  entrar  el 
convoy  en  una  garganta  estrechísima,  de  vertientes 
arboladas,  de  tonos  obscuros  que  acrecientan  turbo- 
nadas de  niebla  de  colores  blancos  y  pardos  que 
rasgan  las  sombras  del  monte,  aparecen  de  repente 
como  cuadro  final  la  cascada  de  Atoyac,  formando 
vistosas  caídas  y  estrepitosos  remolinos  que  animan 
aquel  paisaje  solitario,  lamiendo  los  pies  de  frondosos 
bosques  tropicales.  Desde  allí,  recorrido  el  Paso  del 
Macho,  el  país  de  los  portentos  con  sus  bosques  y 
sus  arroyos,  sus  pueblos  y  sus  razas,  se  desvanece 
como  un  sueño;  el  tren  atraviesa  rápido  la  llanura 
de  Veracruz,  árida  y  triste,  tan  triste  como  el  pensar 
del  viajero  que,  dejando  á  la  espalda  un  paraíso, 
teme  hallar  traidora  muerte  en  las  calles  de  la  ciudad 
que  se  considera  patria  y  cuna  de  la  desoladora 
fiebre  amarilla. 

Anochecido  ya,  los  compañeros  de  viaje  resumen 
sus  impresiones,  y  antes  de  llegar  á  la  estación  se 
calcula  la  mejor  manera  de  pasar  la  noche  en  la  te- 
mida ciudad  de  Veracruz. 

En  el  vagón  que  me  ha  tocado  en  suerte  va  un 
fraile  italiano,  una  familia  mexicana  y  dos  muchachos 
de  Córdoba  que  van  á  pasar  unos  días  de  asueto  en 
la  Habana. 

El  fraile  italiano  me  incita  á  embarcarme  en  se- 
guida, si  el  viento  norte,  tan  temible  en  el  puerto  de 
Veracruz,  lo  permite;  acepto  su  consejo,  y  después  de 


148  VIAJE  Á    AMÉRICA 

cenar  en  un  hotel  de  la  ciudad,  nos  vamos  al  puerto, 
poco  menos  que  á  tientas,  y  sin  saber  dónde  vamos, 
ni  quién  nos  dirige.  El  miedo  á  la  fiebre  nos  hace 
cometer  una  verdadera  calaverada,  fiándonos  de  un 
botero  que  no  sabemos  quien  es,  cerrada  la  noche, 
sin  más  luz  cjue  el  fulgor  de  las  estrellas,  ni  más  co- 
nocimiento de  nuestro  destino  que  el  nombre  del 
trasatlántico  español  que  ha  de  zarpar  del  puerto  al 
día  siguiente,  con  rumbo  á  la  Habana. 

Mi  buen  fraile  y  yo,  nos  fiamos  de  nuestro  acom- 
pañante, que  nos  hace  atravesar  un  portal  de  la  ciu- 
dad, nos  lleva  á  la  escollera,  silba  para  que  atraquen 
una  barca,  y  entre  el  acompañante  y  el  botero  me 
bajan  al  fondo  de  la  lancha,  temiendo  ya  si  el  miedo 
á  la  fiebre  me  había  hecho  escoger  un  peligro  real, 
embarcándome  en  un  puerto  abierto,  soplando  el 
norte  en  noche  obscura,  y  á  distancia  del  trasatlán- 
tico anclado  junto  al  fuerte  de  San  Juan  de  Ulúa. 
El  fraile  no  estaba  muy  tranquilo,  ni  yo  tampoco:  el 
botero  empezó  á  remar,  el  barco  á  moverse  más  de 
lo  que  convenía  á  la  estabilidad  del  vehículo,  y  el 
trasatlántico  «Reina  Cristina»  á  mostrarnos  sus  cá- 
maras y  salones  iluminados  esple'ndidamente  con  lu- 
ces eléctricas,  proyectándose  su  inmenso  casco  y  si- 
lueta oscura  en  el  fondo  del  cielo. 

Al  avanzar,  el  gigante  iba  creciendo,  mi  miedosa 
lo  desconocido  aminorándose,  y  tras  una  recapitula-  i 
pión  de   tan  variadas   emociones  experimentadas  en 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  t49 

un  solo  día,  al  subir  la  escalera  de  á  bordo  y  entre- 
gar mi  pasaje  al  camarero,  parecióme  que  mi  pecho 
se  dilataba  y  que  había  ganado  y  merecido  el  des- 
canso entre  los  míos,  amparado  en  el  golfo  mexicano 
por  la  bandera  augusta  de  la  patria. 


De  Veracruz  á  la  Habana 


mediados  de  noviembre,  no  podía 
resistirse  el  calor  en  los  camaro- 
tes del  «María  Cristina».  Las 
aguas  del  golfo  mexicano  me  pa- 
recieron aquella  noche  tan  tibias, 
como  si  las  hubiera  calentado  el 
fuego  central  de  la  tierra.  Recuerdo  haber  pasado  una 
noche  angustiosa,  una  noche  de  verano  en  un  camarote 
caldeado  todo  el  día  por  el  sol  de  los  trópicos,  y  el 
aire  abrasador  de  la  zona  tórrida.  El  primer  rayo  de 
luz  que  filtró  por  la  porta,  avivó  mis  deseos  de  dar 
el  último  adiós  á  las  tierras  mexicanas,  y  me  levanté 
rápidamente  para  ver  la  silueta  de  la  ciudad  apes- 
tada, la  traza  del  puerto,  y  los  muros  artillados  del 
castillo  de  San  Juan  de  Ulúa. 


15*  VIAJE  X   AMÉRICA 

El  capitán  del  «María  Cristina»  no  parecía  tran- 
quilo; el  barómetro  bajaba  y  oscilaba  sometido  á 
cambios  bruscos  de  presión;  el  mar  aparecía  man- 
chado en  su  superficie,  inquieto,  como  si  en  su  seno 
se  agitaran  fuerzas  de  resultantes  infinitas;  la  mon- 
taña estaba  cubierta  de  niebla,  mostrándose  ceñuda  é 
irritada;  el  norte  crecía  al  bajar  por  riscos  y  malezas, 
despeñándose  sobre  las  llanuras  en  busca  del  equili- 
brio que  no  hallaba  en  las  capas  calientes  y  bajas  de 
la  atmósfera,  y  el  vapor  que  salía  á  chorros  de  las 
calderas  del  trasatlántico,  al  chocar  contra  las  placas 
vibrantes  del  silbato,  parecía  responder  á  la  impa- 
ciencia del  capitán  para  acabar  pronto  y  cambiar  el 
peligroso  puerto  de  Veracruz  por  el  mar  libre,  cruel 
á  veces,  pero  jamás  traidor,  donde  la  fiereza  de  las 
olas  y  la  pericia  del  que  manda  una  nave,  pueden 
luchar  noblemente,  oponiendo  á  la  fuerza  de  las 
aguas,  la  fuerza  del  ingenio  y  del  saber. 

Mis  compañeros  de  viaje  iban  embarcándose  y 
tomando  posesión  de  sus  camarotes;  los  botes,  llenos 
de  equipajes  y  mercancías,  rodeaban  el  buque  con 
deseos  de  acabar  pronto,  y  al  terminar  la  maniobra 
y  recogerse  la  balija  del  correo,  contemplo  por  úl- 
tima vez  la  ciudad  de  Veracruz  extendida  sobre 
playa  bajísima,  rodeada  de  dunas,  donde  crecen 
ejemplares  aislados  de  palmera  real;  ciudad  levan- 
tada con  edificios  de  fisonomía  española,  de  poca 
altura,  rematados  por  azoteas,   pintados   con  colores 


RAFAEL  rUIG   Y  VALLS  153 

chillones,  ostentando  grandes  rótulos  de  fondas,  que 
de  lejos  recuerdan  los  paradores  de  nuestras  diligen- 
cias, con  un  puerto  apenas  esbozado,  abierto  á  su 
principal  enemigo,  el  norte,  que  entra  en  aguas  de 
Veracruz  como  dueño  y  señor  de  vidas  y  haciendas, 
sin  que  haya  buques  con  anclas  bastante  robustas, 
ni  cables  bastante  fuertes  para  contrarrestar  las  fu- 
rias de  aquel  coloso  que  convierte  el  puerto  de  Ve- 
racruz en  uno  de  los  puertos  más  peligrosos  del 
mundo. 

Mientras  el  «María  Cristina»  arría  sus  escaleras  y 
cierra  sus  escotillas,  doy  la  última  mirada  al  San 
Juan  de  Uliia,  tan  desmantelado  y  pobre  como  otros 
castillos  que  todos  conocemos,  retrotrayendo  á  mi 
memoria  los  recuerdos  que  guarda  en  su  recinto-,  y 
el  buque  empieza  á  mover  su  hélice  poderosa  y  á 
luchar  con  la  mar  de  proa  al  principio  y  de  costado 
más  tarde,  que  ha  de  mantenerse  constantemente  en 
su  travesía  de  Veracruz  á  la  Habana.  El  trasatlántico 
español  se  mantiene  gallardamente  sobre  el  mar  em- 
bravecido; al  cuarto  de  hora  de  navegar,  el  pasaje 
recobra  su  tranquilidad  al  ver  cómo  lucha  el  coloso 
contra  el  mar  con  ventaja,  y  cómo,  á  pesar  del 
viento  y  el  oleaje,  el  «María  Cristina»  anda  con  bas- 
tante rapidez  y  sin  que  los  balanceos  fatiguen  excesi- 
vamente á  los  atribulados  pasajeros.  La  travesía  no 
fué  afortunada;  fatigónos  el  norte  constantemente  y 
el  pasaje    se  mareó    hasta  el  estrecho  de  la  Florida. 


íS4  VlAJft   X   AMÉRICA 

En  tres  días  se  atraviesa  el  golfo  de  México  y  puede 
llegarse  sin  dificultad  desde  Veracruz  á  la  Habana 
con  tres  singladuras.  Nosotros  pusimos  cuatro,  y  no 
pudimos  decir  que  perdiéramos  el  tiempo. 

No  estuvo,  pues,  agradable  la  travesía,  ni  puedo 
contar  este  viaje  entre  los  llamados  de  recreo.  Cinco 
personas  acudíamos  sólo  á  la  mesa  de  primera,  y 
aun  no  todos  los  días  pudimos  resistir  hasta  el  fin 
los  balanceos  del  «María  Cristina».  De  los  cinco,  uno 
era  un  fraile  italiano  que  iba  á  Bilbao,  para  partir, 
á  los  pocos  días  de  llegar  á  España,  en  dirección  á 
Chile;  otro,  era  un  mexicano  que  acompañaba  á  dos 
hermanas  suyas  á  la  Habana;  los  tres  restantes,  dos 
mexicanos  de  Córdoba  y  yo,  íbamos  á  la  capital  de 
Cuba  por  recreo  y  curiosidad.  Cito  estas  personas, 
que  recuerdo  como  si  las  estuviera  viendo,  porque 
están  relacionadas  con  un  acontecimiento  que  me 
causó  en  la  Habana  una  impresión  dolorosísima. 

El  fraile  italiano  tenía  un  miedo  terrible  al  vó- 
mito y  su  mayor  pena  consistía  en  tener  que  pasar 
cuatro  días  en  la  Habana,  esperando  la  salida  del 
vapor;  el  mexicano  que  acompañaba  á  sus  hermanas, 
tenía  la  constante  preocupación  del  mismo  mal,  y 
sólo  los  dos  chicos  de  Córdoba,  que  no  tenían  más 
allá  de  25  años  cada  uno,  contaban,  con  placer,  las 
horas  que  faltaban  para  llegar  á  Cuba,  donde  con- 
fiaban pasar  unas  cuantas  semanas  de  recreo  en  la 
Chorrera   y  los   sitios   más  reputados  de  la   isla  por 


Rafael  puig  y  valLs  i§$ 

SUS  placeres  y  atractivos.  No  teníamos  á  bordo  no- 
ticias ciertas  del  estado  sanitario  de  la  grande  An- 
tilla;  se  sabía  que  el  año  había  sido  rudo  y  que  la 
fiebre  había  atacado  fuertemente  en  la  Florida,  en 
las  costas  del  Pacífico  y  el  Atlántico  de  México,  en 
Cuba  y  Puerto  Rico,  lo  mismo  á  los  extranjeros  que 
á  los  hijos  del  país;  pero,  estando  ya  avanzada  la 
estación,  á  mediados  de  noviembre,  los  más  recelosos 
creían  que  el  peligro  en  Cuba  debía  ser  remoto  y  que 
era  probable  librar  bien  del  contagio. 

Los  compañeros  de  Córdoba,  acostumbrados  á 
vivir  en  la  zona  rayana  á  la  fiebre,  no  parecían  pre- 
ocuparse ni  parar  mientes  en  lo  que  decíamos;  lle- 
gamos á  la  Habana,  cada  cual  tomó  su  camino  y 
aquellos  muchachos,  guiados  por  algunos  compa- 
triotas suyos  que  viven  en  Cuba,  em.pezaron  la  vida 
regalada  que  imaginaron,  contentos  y  alegres,  en  los 
sonrientes  campos  del  valle  de  Orizaba. 

A  los  ocho  días  de  estar  en  la  Habana  y  cuando 
ya  me  convencí  de  que  había  cometido  una  impru- 
dencia, leyendo  un  periódico  de  la  localidad  supe 
que  uno  de  los  dos  muchachos  de  Córdoba  acababa 
de  morir  de  un  ataque  fulminante  de  fiebre  amarilla. 
En  el  mismo  diario  leí  en  seguida:  «la  fiebre  ha  te- 
nido este  mes  un  aumento  de  consideración»,  no  ig- 
norando allí  nadie  que  habían  muerto  algunos  pasa- 
jeros que  acababan  de  llegar  á  la  Habana  en  el 
«Alfonso  XII»,    procedentes  de  la  península,  y    pro- 


156  VIAJE   Á  AMÉRICA 

duciendo  entre  los  novatos  una  alarma  que  no  sa- 
bíamos disimular. 

Después  de  cuatro  días  de  navegación,  la  isla  de 
Cuba  empezó  á  dibujarse  en  el  horizonte.  Uno  de 
los  objetos  de  mis  ansias  estaba  ya  á  la  vista;  pude 
dar  la  vuelta  al  mundo,  y  preferí  visitar  nuestras 
Antillas  y  estudiar  sobre  aquella  tierra  candente  las 
múltiples  cuestiones  que  la  agitan  y  devoran.  Los 
montes  de  la  isla  fueron  creciendo  á  mi  vista,  como 
si  salieran  lentamente  del  fondo  de  los  mares,  y  á  las 
nueve  de  la  mañana,  en  día  de  luz  intensa,  dorando 
el  sol  aquellas  tierras  y  caseríos,  centelleando  en  las 
aguas  tranquilas  los  rayos  de  luz  ardiente,  el  «María 
Cristina»  atravesó  la  boca  de  la  bahía,  entre  el  cas- 
tillo del  Morro  y  el  castillo  de  la  Punta,  mientras 
un  corneta  tocaba  la  marcha  real  española  con  an- 
sias, sin  duda,  de  saludar  el  pabellón  de  la  patria, 
arbolado  en  los  mástiles  del  trasatlántico. 

Los  pasajeros  del  «María  Cristina»  contemplaban 
ávidamente  el  puerto  de  la  Habana,  de  cuyo  tráfico 
se  cuentan  maravillas;  y  vimos  aparecer,  en  primer 
término,  los  buques  de  la  escuadrilla  española;  en  el 
fondo  y  amarrados  á  los  muelles  algunos  vapores  na- 
cionales y  extranjeros;  y  cruzar  la  bahía  los  ferryhoats 
á  la  americana,  con  sus  máquinas  de  balancín,  mo- 
viéndose lentamente,  para  transportar  pasajeros  y 
mercancías  á  Puerto  Real,  camino  de  Guanabacoa  y 
Matanzas.  Los    muelles    se  desarrollan  siguiendo    las 


KAKAEL    ri'IG    Y    VAI.I.S 


inflexiones  de  tierra  firme,  y  á  lo  largo  de  los  mismos 
vense  acumuladas  las  mercancías,  azúcar,  café,  ron, 
frutas,  en  tinglados  de  escasa  cabida  y  corte  anti- 
cuado, que  no  responden  á  la  riqueza  y  fama  del 
comercio  de  un  puerto  de  primera  clase,  y  de  la  ciu- 
dad más  rica  y  famosa  del  archipiélago  antillano. 

No  sé  si  la  impresión  que  me  causó  la  bahía  de 
la  Habana  corresponde  á  la  realidad  de  las  cosas; 
parecióme,  en  primer  término,  escasamente  concu- 
rrida; ni  el  número  ni  la  calidad  de  los  buques  an- 
clados en  el  puerto  respondían  á  la  idea  que  me 
había  formado  del  tráfico  de  la  Habana,  y  digo  que 
no  ha  de  ser  justa  la  impresión  recibida,  porque  lle- 
gué á  la  isla  en  plena  crisis,  pocos  meses  después 
de  la  suspensión  de  pagos  del  Banco  Español  de  la 
Habana,  y  cuando  el  stock  de  azúcar  en  almacén  era 
tan  formidable  que  bastaba  él  solo  para  explicar  la 
paralización  de  todas  las  fuerzas  vivas  de  la  isla. 

El  desembarco  efectuóse  rápidamente;  multitud  de 
barcos,  tripulados  por  negros,  en  su  mayor  parte, 
ofrecía  á  los  pasajeros  cómodo  vehículo  para  saltar 
á  tierra.  Los  botes  de  la  bahía,  cubiertos  con  toldo 
de  lona  que  preserva  á  los  viajeros  de  los  rayos  so- 
lares, llevan  los  bultos  á  la  Aduana,  donde  se  mo- 
lesta muy  poco  á  los  que  declaran  estar  exentos  del 
pago  de  derechos,  siendo  todo  el  mundo  tratado  allí 
por  los  funcionarios  del  ramo  con  exquisita  cortesía. 
Un  coche  de  plaza,   que  no  ofrece  cosa  alguna  que 


IS8  VIAJE  Á   AMÉRICA 

merezca  contarse,  cruzando  plazas  y  calles,  condú- 
jome  por  la  de  O'Reilly  al  Parque,  donde  está  em- 
plazado mi  albergue  llamado  Hotel  de  Inglaterra. 

Acostumbrado  á  los  hoteles  de  la  América  del 
Norte,  me  avengo  con  dificultad  á  la  indumentaria 
de  mi  habitación,  situada  en  un  patio  central,  sin 
luz  directa,  pobremente  amueblada,  mal  oliente  y... 
muy  cara,  tan  cara  como  pudiera  serlo  un  cuarto  de 
primer  orden  en  un  hotel  de  primera  clase.  Recapi- 
tulo, pues,  mis  impresiones  habaneras,  mientras  hago 
un  boüt  de  toilette,  y  no  resultan  lisonjeras.  Sospecho 
que,  al  ir  del  puerto  á  la  fonda,  he  atravesado  una 
buena  parte  de  la  ciudad,  la  más  nueva  quizá,  y  la 
policía  municipal  resulta  estar  tan  atrasada  que  es 
difícil  ver  una  ciudad  más  sucia,  más  pobre  y  más 
toscamente  empedrada  que  la  Habana. 

Calles  estrechas,  estrechísimas,  por  cuyas  aceras 
no  puede  pasar  más  de  una  persona,  si  ha  de  quedar 
arroyo  bastante  holgado  para  que  crucen  por  él  dos 
carruajes  sin  peligro;  casas  bajas,  tan  bajas  que  en  su 
mayoría  no  tienen  más  de  un  piso;  toldos  horizon- 
tales ó  ligeramente  inclinados,  con  otros  verticales  y 
divisorios  en  las  calles,  que  tamizan  la  luz  y  dan  al 
interior  de  las  tiendas  una  entonación  triste  y  pobre; 
almacenes  grandes  en  general,  pero  poco  adornados 
y  vistosos,  por  más  que  hay  en  ellos  cuanto  puede 
necesitar  la  dama  de  gusto  más  refinado  y  exquisito; 
arroyos  llenos  de  baches,  descuidados,  mal  barridos, 


RAFAEL   PUIG   Y   VALI.S 


aun  aquellos  que  corresponden  á  calles  principales  y 
de  más  escogida  y  numerosa  concurrencia. 

Listo  ya  para  salir  á  la  calle,  desde  el  saloncito 
de  conversación  del  hotel  de  Inglaterra,  fijo  mi  aten- 
ción en  el  Parque,  sitio  céntrico  de  la  ciudad  y  de 
reunión  durante  la  noche,  cuando  una  música  militar 
solicita  el  favor  del  público,  y  observo  en  el  centro 
una  dilatada  plataforma  en  medio  de  la  cual  está 
emplazada,  sobre  zócalo  sencillísimo,  una  estatua  en 
mármol  de  doña  Isabel  II,  obra  de  un  escultor  cuyo 
nombre  no  me  interesa,  y  á  los  costados  del  monu- 
mento, macizos  de  flores  que  alternan  con  árboles 
desmedrados,  candelabros  de  gas  y  asientos  de  ma- 
dera. Rodean  la  plaza  ó  Parque  los  teatros  más  no- 
tables de  la  Habana:  Tacón,  Pairet  y  Albisu,  pero 
ninguno  de  ellos  presenta  fachadas  monumentales 
que  fijen  la  atención  del  viajero  y  merezcan  una  des- 
cripción detallada. 

Llama  la  atención  en  aquella  plaza  la  falta  de 
criterio  con  que  se  determinó  su  traza,  pues  siendo 
porticada  en  algunas  partes,  presenta  soluciones  de 
continuidad  inexplicables,  en  otras,  con  evidente 
desventaja  para  la  buena  visualidad  del  conjunto. 
Hay  en  la  misma  el  Centro  de  bomberos  del  co- 
mercio, instituto  digno  de  merecidas  alabanzas;  al- 
gunos edificios  particulares  vistosos,  uno  de  ellos 
paralizado  hace  bastantes  años;  cafés  bastante  lujo- 
sos y  de  holgadas  formas,  y  uno  de  los  casinos  más 


l6o  VIAJE    Á    AMÉRICA 

famosos    del    mundo,    conocido    con  el    nombre    de 
«Centro  Asturiano.» 

Mas  todo  esto  y  lo  que  me  queda  por  reseñar, 
que  no  es  poco,  nada  significa  al  lado  de  lo  que 
compone  la  estructura  íntima  de  un  centro  donde  se 
agita  todo  el  trabajo  fecundo  de  la  isla,  se  acumulan 
enormes  riquezas,  se  acrecientan  grandes  ambiciones 
y  se  alimentan  esperanzas  pavorosas  para  el  porvenir 
del  poderío  y  la  riqueza  de  España.  Algo  he  de  de- 
cir de  todo  eso,  que  su  estudio  interesa  á  todos  los 
(jue  aman  la  patria,  su  integridad,  sus  prestigios  y 
su  gloria. 


El  Parque 


En  la  Habana 


Quisiera  rectificar  mi  primer  juicio  respecto  á  las 
condiciones  de  la  capital  de  Cuba;  pero,  cuanto  más 
conozco  su  vialidad  é  higiene,  sus  calles  y  paseos, 
sus  edificios  públicos  y  particulares,  me  afirmo  más 
en  el  concepto  que  formé  al  apreciarla,  en  su  con- 
junto, desde  la  bahía,  y  al  recorrer  algunas  plazas  y 
calles,  yendo  de  la  Aduana  al  hotel  de  Inglaterra. 

Nótase,  en  primer  término,  durante  el  día  falta  de 
animación,  lo  mismo  en  el  centro  que  en  los  barrios 
apartados  de  la  ciudad,  las  calles  del  Obispo  y 
O'Reilly,    el  Parque,  el  Prado,    sitios  un  tanto  apar* 


l6a  VIAJE  Á  AMÉRICA 

tados  de  los  muelles,  lo  mismo  que  la  Plaza  de  Ar- 
mas en  donde  está  la  Capitanía  general,  y  los 
alrededores  de  la  misma,  centros  comerciales  de  im- 
portancia, la  Universidad,  las  agencias  de  vapores, 
la  Aduana,  etc.,  etc.,  no  consiguen  mayor  anima- 
ción; las  señoras  salen  muy  poco  y  en  carruaje,  los 
hombres  de  negocios  usan  constantemente  coches  de 
alquiler,  durante  las  horas  de  sol,  y  sólo  en  los  mer- 
cados se  nota  movimiento  durante  las  primeras  horas 
de  la  mañana  en  la  abigarrada  multitud  de  razas, 
negros,  mulatos,  chinos,  que  van  invadiendo  la  isla 
desde  que  los  Estados  Unidos  pusieron  cortapisas  y 
reparos  á  la  afluencia  de  celestes  en  las  costas  de 
California,  criollos  y  blancos,  gritando  y  empujándose 
en  el  continuo  tráfico  menudo  necesario  á  la  vida 
de  una  población  extensísima  que  goza  de  confort  y 
lujo,  y  se  abastece  de  buenas  carnes,  excelente  pesca 
y  frutas  sabrosísimas  de  perfume  delicado  y  exqui- 
sito. Es  un  espectáculo  original  para  los  peninsulares, 
ver  los  puestos  de  frutas,  en  los  mercados,  producto 
de  una  Flora  completamente  distinta  de  la  nuestra, 
con  un  perfume  tan  intenso  c^ue  embriaga,  domi- 
nando el  olor  del  plátano,  fruto  que,  en  grandes  ra- 
cimos, de  tamaños  variados,  forma  manojos  que  re- 
cubren los  bastidores  de  las  mesas,  los  pies  derechos 
de  las  cubiertas,  colgando  de  todas  partes  como  si 
fuera,  y  lo  es  realmente,  artículo  de  consumo  ilimi- 
tado; los  cocos  verdes  cubiertos  aún  con  su  cascara 


RAFAEL   PÜIG   Y   VALLS    '  163 

carnosa,  recién  cortados  de  los  cocoteros  para  dar  á 
l)eber  la  leche  vegetal  que  contienen,  refrescante, 
fresca,  higiénica  y  deleitosa;  las  chirimoyas  de  pulpa 
de  color  de  sangre,  con  su  cascara  negruzca  y  forma 
elipsoidal,  menos  dulce  que  la  generalidad  de  las 
frutas  tropicales,  pero  de  esencia  delicadísima,  pasta 
que  se  deshace  en  la  boca  y  que  da  al  paladar,  sin 
fatigarle,  un  gusto  exquisito  é  incomparable;  la  pina 
verde,  cubierta  con  sus  hojas  florales,  de  tonos  ama- 
rillos, con  la  acidez  deleitosa  que  rellena  su  carne 
jugosa,  tierna  y  llena  de  perfumes;  los  mangos  que 
no  he  podido  probar  y  que  dicen  ser  excelentes, 
la...  pero,  ¿á  qué  continuar  la  lista  interminable  de 
aquella  Flora  espléndida,  si  no  hay  pluma  que  pueda 
describirla  sin  quitarle  los  perfumes  de  sus  esencias 
y  los  colores  brillantes  con  que  se  engalana,  ro- 
bando á  la  luz  los  matices  y  las  gamas  de  sus  innu- . 
merables  tintas  y  delicados  tonos? 

Y  al  salir  de  los  mercados,  las  calles  porticadas 
de  los  alrededores  mantienen  aún  la  fisonomía  de 
casas  de  venta,  que  tienen  sus  horas  de  vida  agitada, 
prolongación  de  aquellos  centros  donde  no  penetra 
el  sol,  y  apenas  la  luz,  como  si  el  aire  libre  hubiera 
de  llevarse  los  colores  brillantes  de  las  flores,  los 
perfumes  de  los  frutos,  los  jugos  de  las  carnes  y  la 
substancia  toda  del  vientre  de  la  Habana,  que  ne- 
cesita reponer  las  fuerzas  perdidas  en  un  clima  ener- 
vante, traidor,  que  fatiga  y  liquida  la  sangre,  que  ni 


104  VIAJE   X   AMÉRICA 

fuerza  tiene  para  teñir  las  pálidas  mejillas  de  la  raza 
criolla. 

Por  las  noches,  el  Parque  se  llena  de  gente-,  la 
animación  crece  hasta  las  diez^  los  negritos  que  vo- 
cean los  periódicos  del  día,  los  buhoneros  con  sus 
baratijas,  los  concurrentes  á  Tacón,  Payret  y  Albisu 
que  salen  á  respirar  el  aire  fresco  en  la  calle,  los 
cafés  Central  y  Tacón  llenos  de  luz  y  consumidores, 
la  banda  militar  animando  el  cuadro  y  tocando  lo 
mejor  de  su  repertorio,  dan  al  centro  de  la  Habana, 
durante  las  primeras  horas  de  la  noche,  una  anima- 
ción extraordinaria. 

Alguna  gente  circula  por  el  Prado,  centro  aris- 
tocrático, iluminado  con  luz  eléctrica  que  va  del 
Parque  al  castillo  de  la  Punta,  sitio  agradable,  de 
buen  caserío,  donde  se  disfruta  la  brisa  del  Atlántico 
y  la  tranquilidad  de  sitio  poco  frecuentado  por  ca- 
rruajes y  gentes  dedicadas  al  comercio  al  por  menor. 

De  más  tránsito  y  lucida  concurrencia  disfrutan, 
durante  el  anochecer,  las  calles  de  Empedrado, 
O'Reilly,  Obispo  y  Teniente  de  Rey,  casi  paralelas 
entre  sí  y  de  ejes  normales  á  la  bahía,  con  sus  tien- 
das profusamente  iluminadas  y  aparadores  bien  sur- 
tidos, que  pierden  el  aire  de  tristeza  (jue  tienen  du- 
rante el  día  y  les  da  la  luz  filtrada  al  través  de  toldos 
y  cortinas  de  malla  tupida,  tendidos  sobre  calles  es- 
trechísimas que  se  defienden  de  los  rayos  caloríficos 
del  sol  y  de  su  luz  intensa  y  devoradora. 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  165 

Más  concurridas  están  aún  las  calles  transversales 
á  las  mencionadas  en  el  párrafo  anterior,  llenas  de 
tabernas  y  de  gente  bulliciosa  que  busca  el  placer 
venal,  ofrecido  á  manos  llenas,  tras  balcones  y  ven- 
tanas enrejadas,  por  celestinas  y  mujeres  de  todas 
las  castas  y  de  todos  los  colores;  desde  el  negro  aza- 
bache al  blanco  del  sajón,  pasando  por  el  tipo  mu- 
lato que  es  la  tentación  y  el  peligro  más  grande  de 
los  hogares  antillanos,  según  opinión  de  los  que  co- 
nocen á  fondo  las  costumbres  y  las  pasiones  de 
nuestros  hermanos  de  Cuba  y  Puerto  Rico.  La  ale- 
gría, en  aquellos  barrios,  muéstrase  al  exterior  rui- 
dosa y  desvergonzada-,  vívese  allí,  poco  menos  que 
en  la  calle,  y  los  escritores  realistas  hallarían  con 
poco  esfuerzo  y  poco  gasto,  materia  sobrada,  aun- 
que poco  decente,  al  correr  de  la  pluma.  Dicen  las 
gentes  del  país  que  no  se  recorren  aquellas  calles  sin 
peligro,  que  el  vino  y  el  amor  son  pendencieros,  que 
es  vario  el  humor  de  razas  que  junta  sólo  el  placer 
breves  instantes,  y  que  la  curiosidad  tiene  allí,  al- 
gunas veces,  castigo  muy  superior  al  pecado  venial 
cometido,  yendo  tras  el  conocimiento  de  costumbres 
que  sólo  se  distinguen  en  las  diferentes  latitudes  del 
mundo  por  el  escenario  y  la  forma  con  que  las  de- 
cora la  idiosincracia  especial  de  cada  pueblo. 

Y  si  de  aquellos  antros,  donde  se  mueven  figuras 
tan  extrañas  y  tipos  tan  distintos,  iluminados,  en  sa- 
las desmanteladas   de   mueblaje   sucio   y   raído,   por 


l66  VIAJE   Á    AMÉRICA 

candilejas  y  velones,  donde  alternan  la  india  mexi- 
cana de  cara  aplastada,  ojos  velados  y  tristes  que 
recuerdan  los  rasgos  fisionómicos  de  la  raza  amarilla 
y  especialmente  del  pueblo  chino,  con  negras  de  la- 
bios carnosos  y  caídos,  mulatas  de  ojos  avispados  y 
labios  rojos  y  concupiscentes,  cuarteronas  y  blancas 
solicitando  favores  con  las  ansias  de  la  miseria  y  el 
vicio,  se  pasa  al  teatro  Tacón  en  días  de  l)eneficio, 
numerosísimos  allí,  (]ue  todos  los  motivos  son  buenos 
para  ejercer  actos  de  caridad  ó  filantropía  en  la  so- 
ciedad culta  y  humanitaria  de  la  capital  de  Cuba, 
nótase  la  sacudida  de  una  transformación  tan  radical 
que  el  ánimo  parece  recrearse  en  acjuella  atmósfera 
tibia  y  perfumada,  en  aquella  sala  llena  de  luz  y  mu- 
jeres hermosas,  lujosamente  ataviadas,  luciendo  esco- 
tes soberbios,  de  aquellos  (jue  desafían  á  la  maledi- 
cencia cuando  duda  si  los  esconde  el  pudor  ó  la 
fealdad. 

Desde  un  palco  platea  á  cpie  me  invita  la  cordial 
y  ostentosa  hospitalidad  de  un  amigo,  recreo  la  vista 
mirando  la  finísima  traza  de  la  platea,  cómoda,  hol- 
gada y  elegante,  los  palcos  quizá  un  tanto  pe(iueños, 
especialmente  los  proscenios  con  relación  á  la  capa- 
cidad del  teatro,  el  adorno  sobrio  y  bien  entendido, 
la  iluminación  espléndida  y  bien  repartida,  el  aire 
entrando  por  las  aberturas  cerradas  sólo  con  per- 
sianas, pero,  aun  así,  habiendo  en  la  sala  intenso 
calor,  el  teatro   lleno,  las   partes  altas  con  gente  de 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  167 

color,  mulatos  especialmente,  que  aplauden  de  ma- 
nera estruendosa  un  drama  titulado  «La  mulata >,  en 
cuya  trama  romántica  figura  como  heroína  una  mujer 
de  color,  víctima  de  blancos  viciosos  y  criminales; 
en  los  palcos  y  platea  señoras  irreprochablemente 
vestidas,  dominando  las  morenas,  de  ojos  grandes, 
encantadores,  y  cabellos  negros,  tan  negros  como 
los  tienen  únicamente  aquí  los  que  usan  ó  abusan  de 
la  química,  y  caballeros  con  frac  ó  smoking,  elegan- 
tes y  atentos  con  las  damas,  á  las  cuales  obsequian 
con  dulces  y  flores. 

A  última  hora  y  á  la  salida  de  los  teatros,  la 
buena  sociedad  cubana  cena  en  los  restaurants  del. 
Parque  y  calles  anejas,  cuyo  servicio  es  esmerado,  ó 
toma  helados  y  chocolates  en  los  cafés  y  cervecerías, 
hasta  que  los  tranvías  del  Cerro  y  el  Vedado  y  los 
carruajes  de  particulares,  en  hora  avanzada  de  la 
noche,  van  desapareciendo  del  Parque,  que  recobra 
la  tran(iuilidad  perdida  durante  las  últimas  horas  de 
la  tarde  y  primeras  de  la  noche. 

Y  ya  que  he  citado  el  Cerro  y  el  Vedado,  centros 
de  veraneo  de  los  habaneros,  algo  he  de  apuntar 
aquí,  aunque  no  tenga,  especialmente  el  Cerro,  fiso- 
nomía propia  (jue  lo  distinga  de  otras  calles  excén- 
tricas de  la  capital  de  Cuba,  como  no  sea  por  su 
caserío  más  suntuoso  y  sus  jardines  tropicales,  donde 
reside  ó  mejor  residía  la  sociedad  más  selecta  de 
aquella   ciudad,    y   se    daban    fiestas    brillantísimas, 


l68  VIAJE   X  AMÉRICA 

cuando  el  dinero  abundaba  y  decía  la  gente  que  la 
Habana  era  una  de  las  ciudades  más  ricas  del  mundo. 
Quizá  la  fisonomía  borrosa  de  hoy,  en  calle  no  muy 
ancha,  polvorienta  y  llena  de  baches,  cuyo  eje  sigue 
un  tranvía   de    coches   reviejos  y   descoloridos,   lan- 


zando los  vehículos  que  la  cruzan  oleadas  de  polvo 
que  dan  á  las  fachadas,  ya  descascarilladas,  aparien- 
cias de  pobreza  y  suciedad,  presentaba  entonces 
signos  de  mayor  grandeza,  grandeza  que  hoy  se 
oculta  en  el  fondo  de  las  quintas  y  en  los  jardines 
verdaderamente  espléndidos,  en  que  la  palmera  real 


RAFAEL   PUIG    Y  VALLS  169 

y  el  cocotero  alzan  sus  troncos  y  sus  palmas  por  en- 
cima de  las  azoteas,  como  muestra  de  la  fecundidad 
asombrosa  del  suelo  y  el  clima  de  la  grande  antilla 
española.  Una  visita  hecha  á  una  familia  habanera 
distinguidísima  que  habita  en  el  Cerro,  me  permitió 
echar  una  rápida  ojeada  al  interior  de  aquellas 
casas. 

Tiene  la  fachada  fisonomía  italiana,  algo  que  re- 
cuerda las  casas  de  Pompeya  reconstruidas;  breve 
pórtico  facilita  el  paso  á  un  vestíbulo  grande,  limpio, 
que  sirve  de  entrada  á  las  habitaciones  y  de  cochera, 
que  alineados  están  allí  tres  carruajes,  cubiertos  y  en- 
fundados. El  criado,  que  va  en  mangas  de  camisa, 
me  guía  á  una  de  las  habitaciones  que  da  al  jardín, 
y  como  la  señora  no  me  espera  ni  me  conoce,  me 
da  tiempo  para  escudriñar  la  extructura  de  la  casa, 
de  habitaciones  espléndidas  por  su  holgura  y  lim- 
pieza; techos  elevadísimos  que  enseñan  sin  reparo 
sus  cabrios  desnudos  de  madera  finísima,  con  sus 
bovedillas  enlucidas  como  las  paredes,  blanco  todo 
y  reluciente,  contrastando  con  el  verde  intenso  de 
las  persianas  que  cubren  todas  las  aberturas,  dejando 
al  aire  del  jardín  ancho  espacio  para  circular  por 
las  habitaciones  amuebladas  con  sillas  y  sillones  de 
rejilla,  cómodos,  ligeros,  apropiados  al  clima,  ador- 
nadas las  paredes  con  grandes  cuadros  de  afamados 
pintores,  abundando  los  muebles  de  maderas  ricas, 
patrimonio  de  los  bosques  cubanos;  cómodas,  arma- 


I70  VIAJE  X   AMÉRICA 

rios,  anaqueles,  marcos  ostentosos  de  espejos  bise- 
lados, pero  pegado  todo  á  las  paredes,  sin  consentir 
(jiie  el  aire  halle  en  las  habitaciones  obstáculos  para 
circular  libremente,  y  dando  al  conjunto  una  fisono- 
mía un  tanto  fría  para  los  (jue  estamos  acostumbra- 
dos á  ver  salones  alfombrados,  cuajados  de  muebles, 
con  sillas  y  sillones  tapizados,  abundando  los  con- 
tornos suaves,  redondos,  blandos,  que  constituyen 
una  base  de  confort  completamente  distinta  de  la 
indumentaria  propia  de  los  climas  tropicales. 

Terminada  la  visita,  echo  una  rápida  ojeada  al 
barrio,  y  mientras  espero  el  tranvía  que  me  ha  de 
conducir  al  hotel,  por  casualidad  topo  con  una  pa- 
reja de  negros,  un  Tenorio  y  una  Menegilda  que  sin 
preocuparse  de  mi  venida,  entablan  el  más  intere- 
sante colot^uio. 

Es  difícil  dar  con  un  negro  más  asqueroso:  bajo, 
rechoncho,  con  la  cara  pustulosa;  ella,  fea  también, 
sucia,  mal  vestida,  con  la  cara  sebosa  y  reluciente 
que  adornan  labios  carnosos,  violáceos  y  profunda- 
mente agrietados. 

La  chica  se  dolía  de  que  se  atreviera  á  pararla  un 
hombre  que  no  conocía;  el  negrito  no  parecía  preocu- 
parse de  los  lamentos  de  la  joven  y  bastaron  pocos 
segundos  para  desarrollar,  con  frase  brevísima,  su 
atrevido  pensamiento.  Ella  no  se  dejaba  convencer, 
la  faltaba  la  presentación  previa:  «pero  hombre,  si 
yo  no  le  conozco  á  usted...  ¡usted  que  se  figura!  ^acaso 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS  I?» 


me  detengo  yo  con  el  primero  que  pase  por  la  calle?... 
vaya  usted  á  trabajar,  hombre,  vaya  usted  á  traba- 
jar...»; y  él,  apurado  ya,  respondió:  «pero,  mujer, 
¿cómo  es  posible  que  no  sienta  usted  lo  que  siento 
yo  por  usted,  si  me  estoy  muriendo  por  usted?»  y 
los  ojos  del  negrito  relucían  como  carbones  encen- 
didos, sin  poderse  convencer  de  que  las  ansias  que 
sentía  no  lograran  vencer  los  rigores  de  aquella 
Venus  que  había  inspirado  pasión  tan  honda  al 
atrevido  mancebo.  La  negrita,  contrariada,  aguan- 
taba á  pie  firme  la  rociada  amorosa;  el  Tenorio  no 
])arecía  haber  agotado  sus  argumentos,  y  como  el 
tranvía  no  había  de  esperar  la  terminación  de  aquella 
escena  idílica  para  continuar  su  carrera,  allí  quedó 
mi  pareja  amartelada,  terminando  el  prólogo  de  la 
comedia  ó  drama  amoroso. 

Tampoco  deben  buscarse,  en  la  capital  de  Cuba, 
edificios  arquitectónicos  suntuosos,  catedrales  de  traza 
holgada,  iglesias  ricamente  decoradas,  edificios  pú- 
blicos elegantes,  jardines  grandes  y  bien  dispuestos, 
porque  se  perdería  lastimosamente  el  tiempo. 

La  Habana  no  tiene  la  pretensión  de  ser  una 
ciudad  monumental;  todo  lo  que  hay  en  ella  notable 
se  ha  de  estudiar  en  su  historia  y  en  su  trabajo, 
historia  que  es  la  de  la  patria  española,  como  suyo 
es  el  desenvolvimiento  de  su  riqueza  que  hemos 
arrancado  con  nuestros  brazos  y  nuestra  inteligencia 
del  suelo  cubano. 


172  VIAJE   A  AMÉRICA 

Pero  hay  en  el  recinto  de  la  ciudad  páginas  tan 
hermosas  de  nuestra  historia,  que  sería  desdén  cri- 
minal pasar  por  la  Habana  sin  leerlas. 

Descansan  en  su  catedral  las  cenizas  del  hombre 
que  escribió  la  página  más  gloriosa  y  más  pura  de 
la  historia  de  la  humanidad. 

En  modestísima  plaza  porticada,  cuyo  nombre  no 
recuerdo,  mirando  á  la  calle  de  Empedrado,  leván- 
tase, sobre  breve  escalinata,  la  catedral  de  la  Habana. 
Su  fachada  gótico-latina  de  piedra  sillar  ennegrecida, 
en  cuyos  paramentos  y  entre  columnas  pareadas 
hánse  abierto  desnudas  hornacinas;  flanqueada  por 
dos  torres  de  escasa  altura,  con  ancha  y  holgada 
puerta  central  y  dos  laterales  más  pequeñas  y  simé- 
tricas, dan  al  conjunto  un  aire  de  pobreza  que  re- 
cuerda las  iglesias  de  los  antiguos  conventos  espa- 
ñoles. No  presentan  mayor  grandeza  las  naves  en  su 
traza  y  sus  alzados;  las  líneas  correctas  de  sus  arcos 
y  columnas  resultan  frías,  los  altares  pobres,  nada 
hay  allí  que  distraiga  la  atención  de  un  modesto 
mausoleo  que  lleva  al  pie  esta  leyenda: 

«¡Oh  restos  é  imagen  del  grande  Colón! 
Mil  siglos  durad  guardados  en  la  urna, 
Y  en  la  remembranza  de  nuestra  Nación.» 

mirando  al  altar  mayor  y  á  la  izquierda  del  presbi- 
terio, un  retrato  orlado  sostenido  por  una  especie 
de  zócalo  en  que  están  esculpidos  anclas,  cables,  y 
un  reloj    de   arena   en  que  se  apoya  la  leyenda,  es 


RAFAEL    PUIG   Y   VALLS 


cuanto  recuerda  al  viajero  que  allí,  según  dicen,  des 
cansan  las  cenizas  del  gran  Almirante,  cuya  grandeza 
no  cabe  en  el  mundo. 


Allí  estuve  largó  tiempo  contemplando  aquella 
urna  funeraria  que  guarda  los  despojos  de  nuestra 
gloria  más  pura,  recordando  nuestra  larga  historia 
colonial,  nuestras  conquistas,  nuestros  héroes,  som- 
bras y  penumbras  del  pasado,  manchas  de  un  sol 
que  no  se  apagará  mientras  el  mundo  exista,  dejando 


174  VIAJE   A   AMÉRICA 

en  el  espacio  la  estela  luminosa  de  las  leyendas  espa- 
ñolas. Y  ante  aquellas  cenizas  venerandas,  mi  frente 
inclinóse  reverente,  que  después  de  Cristo,  no  ha 
cabido  á  ningún  ser  humano  más  alto  destino,  ni 
misión  más  santa,  que  Colón  trajo  al  mundo,  en  su 
cerebro,  la  semilla  de  nuevas  civilizaciones  cuyo 
desenvolvimiento  vasto  y  fecundo  no  es  capaz  de 
abarcarlo,  en  su  conjunto,  el  entendimiento  humano. 
Y  al  ver  allí  una  corona,  que  una  augusta  dama 
española  dejó  al  pie  de  aquel  mausoleo,  y  las  ban- 
deras y  estandartes  de  la  flotilla  de  carabelas  que 
vista  de  lejanos  mundos  debía  parecer  fantástico  es- 
pejismo que  reproducía,  al  cabo  de  cuatro  siglos, 
aquella  epopeya  gloriosa  de  Colón  y  los  Pinzones 
flotando  aún  sus  imágenes  imborrables  sobre  las  olas 
del  mar,  yo  no  puedo  pensar,  sin  desfallecimiento 
de  espíritu,  qué  pecados  de  raza  se  cometieron  en 
México,  en  Chile,  en  el  Perú,  en  las  Indias  del 
Oeste  para  que  nuestro  dominio  de  aí^uellas  inmen- 
sas tierras  se  convertiera  en  causa  primera  de  nues- 
tra decadencia,  mientras  triunfan  y  prosperan  pueblos 
que  han  aportado  al  Nuevo  Mundo  ideas  de  exter- 
minio, de  usurpación,  que  fusilan  sin  compasión  al 
indígena,  al  que  embrutecen  primero,  para  herirlo 
con  mano  más  segura  después,  persiguiéndolo  á 
muerte  hasta  las  praderas  y  los  arenales  más  remo- 
tos de  los  desiertos  americanos. 

La   ley    de   Indias   que    amparaba   con    cristiano 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS 


anhelo  al  indígena,  que  respetaba  sus  tierras,  sus 
mujeres  y  sus  hijos,  contra  las  demasías,  las  sober- 
bias y  las  ambiciones  del  colono,  no  logró  respetos 
de  naciones  que  deberían  inclinar  su  cabeza  ante 
nuestra  raza  humana  y  colonizadora.  Y  cuando  vi 
tanta  gloria  iluminada  sólo  por  la  luz  filtrada  por 
mezquino  ventanal,  y  vino  á  mi  memoria  el  Capito- 
lio majestuoso  de  Washington,  con  sus  cúpulas  so- 
berbias, y  la  tumba  de  Juárez,  la  catedral,  y  los  pa- 
lacios de  México,  y  recordé  las  fiestas  colombinas  en 
que  España,  la  patria  del  gran  descubridor,  hizo 
modestísimo  papel,  mi  espíritu  no  supo  hallar  la  razón 
de  tantas  tristezas,  y  mi  corazón  y  mi  sangre  se  re- 
belaron contra  las  injusticias  de  los  hombres  y  las 
crueldades  del  destino. 

De  aquel  vasto  imperio  colonial  en  América,  no 
nos  queda  ya  más  que  Cuba  y  Puerto-Rico,  dos  joyas 
valiosísimas  de  aquella  corona  ceñida  durante  tres 
siglos  por  los  Reyes  de  España,  y  que  no  la  tendrá 
ya  igual  ningún  potentado  de  la  tierra;  y  si  por  ley 
fatal  de  la  suerte  hemos  de  perderlas  también,  si 
no  hemos  de  aprender  jamás,  ya  que  sabemos  con- 
quistarlas y  civilizarlas,  como  se  administran  las  colo- 
nias, no  consintamos  siquiera  que  los  restos  de  Colón, 
si  están  allí  realmente,  se  pierdan  también  para  Es- 
paña, mostrando  así  al  mundo  que  podemos  perderlo 
todo  menos  el  amor  á  la  tradición  y  á  las  glorias  de 
la  patria. 


176  VIAJE    Á    AMÉRICA 

Salí  de  la  catedral  con  la  pesadumbre  de  las 
grandezas  extinguidas,  de  algo  que  vibra  en  el  cere- 
bro ardiente  y  poderoso,  y  se  apaga  inclemente  en 
el  frío  del  medio  en  que  se  habita  cuando  nada  res- 
ponde á  los  entusiasmos  de  la  vida.  Y  al  ir  camino 
de  la  Plaza  de  Armas,  al  terminar  la  calle  del 
Obispo,  doy  con  un  alegre  square,  lleno  de  flores, 
plantas  y  palmeras  tropicales,  rodeando  una  estatua 
de  Fernando  VII  que  distrae  mi  atención,  harto  en- 
tretenida con  tristes  recuerdos,  y  en  él  hallo  el  pa- 
lacio del  Gobernador  general,  vasto  ediíicio  de  ar- 
quitectura moderna,  con  bajos  porticados  y  arcos  de 
medio  punto,  cuyos  machones,  adornados  con  pilas- 
tras rematadas  con  sencillísimos  capiteles  que  sos- 
tienen larguísimo  balcón  que  vuela  sobre  la  plaza,  y 
á  su  vez  sirve  de  base  á  modestas  columnas  sobre 
las  que  va  un  friso  sencillo  rematado  por  un  reloj 
de  torre. 

Frente  al  palacio  un  templete  histórico  atrae  la 
vista  del  viajero,  templete  erigido  á  la  memoria  de 
Colón  por  ser  el  sitio  donde  se  celebró  por  vez  pri- 
mera en  la  isla  de  Cuba  el  santo  sacrificio  de  la  misa. 

En  15 19  una  ceiba  arrogante  ocupaba  el  sitio  del 
templete,  y  á  su  sombra  erigióse  el  primer  altar  á 
Dios,  invocado  por  Colón  al  tomar  posesión  del 
continente  americano.  Su  arquitectura  nada  recuerda. 
El  autor  de  la  obra  no  supo  dar  al  monumento  el 
sabor  de  la  época  y  de  la  localidad;  quizá  más  que 


RAFAEL  PUIG   Y   YALLS 


un  edificio  mezquino  habría  sido  natural  perpetuar 
la  ceiba,  continuar  la  tradición,  buscar  algo  en  la 
arcjuitectura  mexicana,  en  la  choza  india,  ^qué  sé  yo? 
algo  c}ue  no  fuera  un  edificio  banal  y  pobre  arran- 
cado al  arte  europeo.  Me  limito,  pues,  á  recordar  el 
bronce  que  perpetúa  fechas  y  crónicas  de  la  historia 
del  descubrimiento,  cuva  leyenda  dice  así: 


«Reinando  el  Señor  Don  Fernando  Vil,  siendo 
Presidente  y  Gobernador  don  Francisco  Dionisio 
Vives. 

La  fidelísima  Habana,  religiosa  y  pacífica,  erigió 
este  sencillo  monumento  decorando  el  sitio  donde 
el  año  1 5 19  se  celebró  la  primera  misa  y  cabildo;  el 
Obispo  don  Juan  José  Díaz  de  Espada  solemnizó 
el  mismo  Augusto  Sacrificio  el  día  9  de  marzo 
de  1598.» 

ja' 


178  VIAJE  k  AMÉRICA 

Y  al  acabar  de  leer  lo  que  acabo  de  apuntar,  sin 
querer,  me  pregunto  qué  hacen  allí  los  nombres  del 
Rey  don  Fernando  y  del  Gobernador  don  Francisco 
Dionisio  Vives,  personas  muy  respetables  ciertamente, 
pero  que  quitan  carácter  de  época  al  recuerdo  y  que 
nada  tienen  que  ver  con  el  descubrimiento  de 
América,  siendo  verdaderamente  sensible  que  haya 
personas  que  busquen  notoriedad  á  la  sombra 
augusta  de  la  historia  y  que,  las  generaciones  que 
las  suceden,  consientan  este  tormento  á  los  que 
vamos  á  visitar  lugares  sagrados,  llevando  en  el  co- 
razón el  piadoso  recuerdo  de  los  azares,  las  luchas, 
las  alegrías  y  las  tristezas  de  la  patria. 

Y  como  el  día  no  fué  afortunado,  hallando  en 
todas  partes  motivos  de  tristeza,  apunto  aquí,  para 
que  todo  responda  á  mi  humor  endiablado,  recor- 
dando aquel  bronce  que  da  á  la  Habana  el  dictado 
de  pacifica,  los  siguientes  datos  que  me  comunica 
un  amigo,  conocedor  de  las  condiciones  de  la  ciu- 
dad bajo  el  punto  de  vista  de  su  seguridad  y  de- 
fensa. 

Rodean  la  Habana  una  serie  de  fuertes,  unos 
que  protegen  la  entrada  de  la  bahía,  y  son  el  casti- 
llo del  Morro  y  el  castillo  de  la  Punta,  que  cruzan 
sus  fuegos  y  hacen  sumamente  peligroso  el  paso  de 
la  boca  del  puerto  á  una  flota  enemiga.  Defiende 
también  la  bahía  el  fuerte  de  La  Cabana,  que  puede 
estar  guarnecido  por  cuatro  mil  hombres. 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  I79 

Las  baterías  de  La  Cabana  y  La  Pastora,  con 
su  batería  de  los  Doce  Apóstoles,  están  armadas 
con  245  cañones,  emplazados  á  flor  de  tierra  y 
con  arreglo  á  las  necesidades  de  la  táctica  mo- 
derna. 

Al  Este  de  la  ciudad  y  á  una  milla  de  la  misma 
está  el  fuerte  núm.  4,  y  al  sudoeste  ^la  Torre  de 
Cogimar.  Bastan,  según  opinión  de  los  inteligentes, 
los  650  cañones  emplazados  en  varios  fuertes  y  es- 
pecialmente en  el  del  Morro,  La  Cabana  y  los  fuer- 
tes del  Príncipe  y  de  Santo  Domingo  de  Atares 
para  arrasar  la  ciudad  en  muy  pocas  horas,  mientras 
las  baterías  de  la  Pastora  y  la  de  los  Doce  Apósto- 
les mantendrían  en  respeto  los  fuegos  de  una  flota 
enemiga.  Los  fuertes  de  San  Nazario,  de  la  Plaza, 
Santa  Clara,  La  Chorrera  y  la  Torre  de  Bañes  com- 
pletan un  circuito  de  hierro,  que  no  responde  á  la 
idea  de  aquella  lápida,  y  que  recuerda,  en  canibio, 
revueltas  pasadas,  guerras  civiles,  odios  de  raza,  am- 
biciones mal  refrenadas,  futuras  complicaciones  in- 
ternacionales, un  mundo  de  problemas  que  deberían 
madurar,  con  su  estudio  y  resolución,  nuestros  hom- 
bres de  Estado,  infundiendo  á  nuestro  pueblo  idea- 
les nuevos,  conceptos  claros  del  estado  social  y 
político  en  que  vivimos,  algo  de  la  realidad  obscure- 
cida tras  falaces  políticas  y  derechos  engañosos,  en- 
señándole, á  la  vez  que  los  derechos,  el  deber  de  ser 
justos,  fuertes,  sobrios  y  respetables.  Si  así  lo  hicié- 


l8o  VIAJE  X   AMÉRICA 

ramos,  los  cañones  del  castillo  del  Morro  y  La  Ca- 
bana serían  sólo  signos  de  soberanía,  (iiie  la  integri- 
dad de  la  patria  estaría  sólidamente  asegurada  con 
el  amor  á  la  Metrópoli  de  nuestros  hermanos  de 
Cuba. 


Los  edificios  públicos  de  la  Habana 


XGRATO  sería  si  olvidara  la  hospitalidad 
cubana.  Hallé  en  la  Habana  tanta  con- 
sideración y  tanto  afecto,  amistad  tan 
cariñosa  y  cuidado  tan  exquisito,  tanta 
solicitud  para  que  no  enfermara  y  tan 
buen  consejo  para  evitar  posibles  contagios,  que 
parecíame  vivir  en  familia,  entre  hermanos  queridos, 
ansiosos  de  mostrarme  su  consideración  y  su  afecto. 
Y  no  se  crea  que  se  pecara  allí  de  exageración  que 
empalaga  y  de  timidez  del  que  ignora,  que  no  hubo 
escondrijo  que  se  me  ocultara,  ni  aun  los  de  carácter 
macabre,  en  hospitales  y  escuelas,  en  cementerios  y 
morgue  que  no  cabía  en  las  distinguidas  personas 
que  me  acompañaban,  catedráticos  de  la  Universidad 
de  la  Habana  y  de  la  Escuela  de  medicina,  doctores 
de    fama  y  médicos  del  hospital  de  Nuestra  Señora 


1 82  VIAJE   Á  AMÉRICA 

de  las  Mercedes,  miedos  irreflexivos-,  atentos  sólo  á 
mostrar  al  forastero  como  se  cultiva  la  ciencia  en  la 
Habana  y  se  procura  ensalzar  el  nombre  de  España 
en  las  colonias. 

La  visita  á  la  Universidad  procuróme  la  honra  de 
ser  presentado  al  señor  Rector  y  á  los  señores  De- 
canos de  las  facultades  allí  establecidas,  quejosos  de 
la  falta  de  un  buen  edificio  y  de  museos  y  coleccio- 
nes dignos  de  la  capital  de  Cuba.  Yo  no  sé  si  aquel 
caserón  fué  convento,  pero  lo  que  sí  se  ve,  á  pri- 
mera vista,  es  la  falta  de  condiciones  que  tiene  para 
servir  de  centro  docente,  en  la  ciudad  más  impor- 
tante y  rica  del  archipiélago  antillano.  Y  lo  peor 
es  que  cuantos  esfuerzos  y  gastos  se  hagan  para 
mejorar  aquel  edificio  goteroso,  presentando  al  aire 
libre  sus  cuchillos  de  armadura  de  formas  enrevesa- 
das antiquísimas,  sus  aulas  pequeñas  y  obscuras,  sus 
museos  pobres  y  mal  acondicionados,  será  dinero 
tirado,  sino  se  empieza  por  derribar  todo  lo  existente, 
y  levantar,  con  recursos  copiosos,  lo  que  ha  de  ser 
la  mejor  gala  del  elemento  inteligente  é  ilustrado  de 
la  Habana. 

No  puedo  recordar  sin  terror  el  anejo  de  la  cá- 
tedra ó  sala  de  autopsias  de  la  Escuela  de  Medicina; 
ancha  mesa  de  marmol  rodeada  de  extensa  gradería 
de  madera,  cubierto  todo  por  una  armadura  de  ti- 
rantes, pendolones,  y  riostras  de  viejos  moldes,  en- 
trando por  ella  luz  vivísima,  en  aquel  lugar  de  tris- 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS  183 

tezas,  donde  la  ciencia  busca  los  secretos  de  la  vida 
en  la  obra  obscura  y  miserable  de  la  muerte,  cons- 
tituyen la  sala  donde  se  aprende  como  funcionan  las 
visceras  del  cuerpo  humano,  vencidas  en  la  lucha  por 
la  existencia,  traidora  y  tristemente.  Y  al  salir  de  allí, 
en  estrecha  alacena  de  madera  blanca,  formando 
doble  anaquel,  tendidos,  con  los  miembros  entume- 
cidos, los  cuerpos  rapados,  la  cabeza  afeitada,  obra 
de  navaja  tosca,  que  profana  sin  escrúpulo  ni  mise- 
ricordia, dos  cadáveres  desnudos  yacían  en  aquel 
antro,  el  de  un  negro  y  el  de  un  blanco^  esperando 
la  acción  irreverente  del  bisturí  que  diseca,  de  la 
ciencia  que  analiza,  de  la  mano  inhábil  que  aprende 
en  carne  muerta  las  palpitaciones,  el  funcionamiento, 
y  el  equilibrio  de  la  vida. 

Fácil  sería  pintar  aquí,  disecar  también  con  la 
pluma  lo  que  vi  y  tengo  aún  grabado  en  la  memo- 
ria, como  si  aquellos  cuerpos  rígidos,  aquellas  mue- 
cas horribles,  aquellos  coágulos  de  sangre,  hubieran 
dejado  en  mi  cerebro  la  fotografía  imborrable,  con 
todas  sus  manchas  y  colores,  de  la  espantosa  obra 
de  la  muerte. 

Aquella  terrible  visión  necesitaba  un  momento 
de  descanso,  y  aunque  parezca  extraño,  hállele  con- 
solador y  efectivo  en  el  hospital  de  Nuestra  Señora 
de  las  Mercedes.  Situado  en' los  extremos  de  la  ciu- 
dad, en  sitio  elevado,  hermoso,  que  domina  el 
campo    y    el    poblado,    aquella    mansión,    más    que 


184  VIAJE  Á   AMÉRICA 

lugar  de  dolor  parece  quinta  de  inválidos  donde 
hallan  refugio  y  amor  los  ancianos  y  los  desva- 
lidos. 

El  catalán  halla  en  aquella  santa  casa  el  espíritu 
de  la  patria  pequeña  informando  todo  el  servicio 
del  hospital.  Las  hermanas  son  catalanas  y  como 
tales  dignas  hijas  de  la  patria  del  trabajo  y  del 
amor  al  prójimo.  No  he  visto  en  parte  alguna  hos- 
pital más  limpio  y  más  hermoso,  formado  de  pabe- 
llones independientes,  con  grandes  aberturas,  por 
donde  entra  el  aire  aromatizado  de  los  jardines  y 
patios,  vasto  arsenal  de  aire  puro,  constantemente 
renovado,  que  oxida  todas  las  impurezas  sin  dejar 
rastro  en  parte  alguna  de  mal  olor  y  suciedad. 

La  botica  es  un  local  lujoso,  vasto  y  limpio;  la 
iglesia  sencilla  y  elegante*,  la  cocina  grande,  repleta 
de  comestibles  de  primera  calidad,  capaz  para  un 
servicio  intensivo;  los  jardines  están  llenos  de  árbo- 
les, arbustos  y  flores  hábilmente  distribuidos,  la  luz 
entra  en  todas  partes  alegrando  aquella  mansión  de 
tristezas,  y  el  personal,  orgulloso  de  contribuir  á 
obra  tan  santa,  cuida  á  los  enfermos  con  cariño 
fraternal. 

También  pasó  por  allí  la  ciencia  médica  con 
todos  sus  refinamientos:  el  enfermo  deja  en  la  puer- 
ta su  ropa  inficionada,  (}ue  pasa  á  la  estufa,  adquie- 
re ropa  limpia  y  propia  de  un  enfermo,  y  al  salir 
vuelve  á  hallar   su    traje  limpio  y  aseado  en  el  com- 


RAFAEL    PUIG   Y    VALI.S  183 

partimiento  correspondiente,  después  de  haber  toma- 
do baños  y  duchas,  si  los  ha  menester,  en  local 
apropiado  y  provisto  de  los  aparatos  hidroterápicos 
pregonados  por  la  higiene  y  adoptados  por  la 
ciencia. 

El  que  visita  aquel  hospital  no  puede  impresio- 
narse: sus  corredores  anchos  y  ventilados,  su  aire 
puro,  la  luz  dando  á  todas  las  habitaciones  tonos  de 
alegría,  los  árboles  y  las  flores  que  saludan  al  enfer- 
mo desde  los  patios  acariciados  por  la  brisa  del 
Atlántico,  no  dejan  al  espíritu  tiempo  ni  vagar  para 
que  ahonde  en  las  tristezas  de  aquellos  seres  que 
estoy  viendo  aún;  y  entre  ellos:  mísero  convale- 
ciente de  fiebre  amarilla  arrancado  á  la  muerte  en 
hora  de  crisis  tremenda,  triste  maníaco  de  luenga 
l)arba,  cabeza  de  estudio  de  viejo  que  lleva  en  su 
cráneo  esculpidas  huellas  de  hondas-  desdichas; 
mujer  que  la  fiebre  atosiga  y  sueña  quizá  con  vida 
próspera  y  dichosa;  tísico  que  muere  lentamente 
entre  flores  que  ilumina  el  sol  ardiente  de  los  trópi- 
cos... ¿qué  sé  yo?  seres  que  la  caridad  ampara,  la 
ciencia  estudia  y  la  religión  consuela,  qué  habrá  di- 
fícilmente para  aquellos  desgraciados  mayor  lenitivo 
y  alegría  (^ue  el  que  proporciona  al  enfermo  y  al 
desvalido  el  hospital  modelo  de  la  Habana. 

Del  hospital  al  cementerio  el  tránsito  no  ha  de 
de  parecer  estrafalario,  y  sin  cuidarnos  de  dar  largo 
rodeo  por  camino  de  travesía,  en  pocos  minutos  me 


l86  VIAJE   Á    AMÉRICA 

guían  mis  buenos  amigos  al  cementerio  nuevo  de  la 
Habana. 

El  sol  ya  declina  cuando  llegamos  al  pórtico 
ostentoso  que  da  acceso  á  aquella  ciudad  de  los 
muertos,  llena  de  monumentos,  de  estatuas,  de  cru- 
ces, de  epitafios...  recuerdos  de  familias,  de  catástro- 
fes, de  odios  políticos,  de  la  gran  masa  anónima 
que  sólo  ampara  la  cruz  augusta  extendiendo  sus 
brazos  amorosos  sobre  blancos  y  negros,  sobre  peca- 
dores y  justos,  ricos  y  pobres,  iguales  todos  en  el 
seno  de  la  muerte. 

El  cementerio  de  la  Habana  contiene  páginas 
tristísimas  de  nuestra  historia  colonial;  una  sola,  la 
más  cruenta,  borra  de  mi  memoria  el  recuerdo  de 
los  bomberos  que  murieron  heroicamente  en  un  in- 
cendio horroroso  perpetuado  en  un  mausoleo  digno 
del  patriotismo  y  la  piedad  del  pueblo  cubano,  y 
me  fijo  únicamente  en  el  monumento  que  los  estu- 
diantes habaneros  dedicaron  á  los  niños  fusilados, 
en  hora  inclemente,  por  haber  profanado  la  tumba 
de  un  español,  el  periodista  Castañón,  asesinado 
alevosamente  en  New-York  por  un  insurrecto  cu- 
bano. 

Si  fuera  posible  arrancar  del  libro  que  narra  las 
luchas  de  la  guerra  civil  en  Cuba  la  página  de 
aquellas  horas  de  frenesí  patriótico,  si  aquellas  pie- 
dras que  conmemoran  un  hecho  que  llorarán  siem- 
pre   amargamente    españoles    y    cubanos,    pudieran 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  1&7 

transformarse  en  monumento  de  perdón  en  que  cu- 
pieran los  nombres  de  vencedores  y  vencidos,  glori- 
ficados todos  por  el  valor  ostentado  y  el  sacrificio 
de  la  sangre  derramada  en  ambos  campos,  la  hu- 
manidad entera  podría  regocijarse  de  un  olvido  que 
cuadra  bien  al  temperamento  cristiano  y  caballeroso 
de  españoles  y  cubanos. 

Yo  de  mí  sé  decir  que  salí  de  aquel  cementerio 
hondamente  afligido,  hallando  en  mi  corazón  igual 
acogida  víctimas  y  matadores;  y  rogando  á  Dios 
que  ilumine  á  los  pueblos  y  les  preserve  de  los  arre- 
batos de  las  pasiones  que  dejan  en  el  corazón  y  la 
conciencia  huellas  amargas,  que  sólo  suaviza  el  cum- 
plimiento del  deber  patrio  hondamente  sentido  y 
con  justicia  realizado. 

Al  salir  del  cementerio,  el  crepúsculo  vespertino 
da  al  campo  cubano  un  verde  intenso,  obscuro,  ra- 
diando oleadas  de  aire  caliente,  de  olores  extraños 
que  no  logran  distraer  mi  atención  entristecida.  A 
los  pocos  minutos  atravesamos  el  paseo  de  Jesús  del 
Monte,  lleno  de  tranvías  y  carruajes,  pasamos  por 
delante  de  la  Pila  de  la  India,  que  domina  un  her- 
moso boulevard,  y  entramos  ya  en  el  Parque,  en 
hora  regocijada,  cuando  la  población  sale  á  respirar 
la  brisa  del  mar,  y  se  confunden  en  el  jardín  todas 
las  razas  y  todos  los  colores,  dominando,  tronando 
con  sus  atractivos,  la  criolla  y  la  mulata,  frutos  her- 
mosos de  la  grande  Antilla  española. 


l88  VIAJE   Á   AMÉRICA 

En  el  Parque,  punto  céntrico  de  la  ciudad,  y 
junto  al  hotel  de  Inglaterra,  tiene  el  comercio  de  la 
Habana  establecida  la  central  de  bomberos.  Montan 
constantemente  la  guardia,  en  la  puerta  principal, 
dos  caballos  tordos,  de  raza  percherona,  robustos, 
relucientes,  rellenos  del  tejido  adiposo  que  cría  una 
alimentación  sana  y  una  vida  tranquila  y  sosegada, 
colocados  simétricamente  al  eje  de  la  bomba  de  va- 
por, dispuesta  siempre  á  acudir  con  rapidez  al  punto 
incendiado. 

La  bomba  de  vapor,  de  tonos  encarnados,  con 
su  chimanea  metálica  de  líneas  elegantes,  su  hogar 
cargado  y  dispuesto  para  aumentar  la  tensión  del 
vapor  en  la  caldera,  siempre  calentada  por  medio 
de  una  manga  que  pone  en  comunicación  la  caldera 
de  la  central  con  la  de  la  bomba,  los  collares  sus- 
pendidos y  colocados  á  ambos  lados  de  la  lanza  del 
carro,  los  caballos  ya  enjaezados  y  dispuestos,  la  \i- 
gilancia  incesante  y  exquisita,  todo  revela  el  cuidado 
y  la  previsión  con  que  se  atiende  en  la  Habana  el 
servicio  de  incendios  terribles  como  en  parte  algu- 
na, por  la  condición  de  los  edificios,  la  naturaleza 
de  las  mercancías  de  fácil  combustión  y  gran  rique- 
za almacenadas  en  los  muelles  y  depósitos  comer- 
ciales, y  la  frecuencia  de  vientos  huracanados  que 
en  días  de  incendio  podrían  causar  la  ruina  de  la 
Habana. 

El  servicio  de  señales,  las  bombas  de  vapor  y  de 


RAFAEL    PUIG   Y   VALLS  lOQ 

mano,  las  herramientas  y  los  utensilios,  las  camillas 
y  los  botiquines,  imitación,  ó  mejor,  reproducción 
del  material  empleado  en  los  Estados  Unidos,  no 
puede  ser  más  perfecto,  siendo  para  los  jefes  y  en- 
cargados de  las  maniobras  motivo  de  singular  com- 
placencia, el  enseñar  á  los  forasteros  una  de  las  jo- 
yas más  preciadas  del  servicio  público  habanero. 

Acompañóme  á  la  central  el  médico  de  los  bom- 
beros, don  Antonio  de  Gordón,  hallando  allí  una 
acogida  tan  simpática  y  cortés  que  no  es  para  olvi- 
dada. En  pocos  segundos  púsose  la  central  en  movi- 
miento, simulóse  la  señal  de  incendio,  agitáronse  los 
caballos  de  guardia,  soltáronse  automáticamente  los 
ronzales,  colocáronse  los  caballos,  amaestrados  en 
esta  maniobra  y  sin  instigación  alguna,  al  pie  de  la 
lanza,  cayeron  los  collares  suspendidos  sobre  aque- 
llos animales  y  cogió  el  cochero  las  bridas;  bastando 
trece  segundos  para  salir  la  bomba  con  todo  el  ma- 
terial y  personal  necesario  y  acudir  al  sitio  en  que 
estallara  el  incendio  simulado. 

Con  el  aturdimiento  que  produce  la  agitación  y 
el  desplazamiento  de  los  caballos,  la  sonería  en  vi- 
bración, el  personal  ocupando  sus  puestos,  aquel 
desorden,  ordenado  en  tan  pocos  segundos,  produce 
el  efecto  de  la  instantaneidad,  pareciendo  imposible 
que  pueda  evitarse  el  atropello  de  los  muchachos 
que  contemplan  embobados  una  maniobra  tan  repe- 
tida  en  la   puerta   de    la  central,  y  que  produce  el 


19°  VIAJE   A   AMÉRICA 

efecto  deslumbrador  de  todo  lo  aparatoso  y  adorna- 
do con  colores  vivos  y  brillantes. 

Enseñóseme  el  material  prolijamente,  la  división 
de  la  ciudad  en  cuarteles,  los  empalmes  eléctricos 
con  los  centros  de  alarma,  el  esquema  de  señales  y 
una  multitud  de  cosas,  vistas  con  ojos  de  profano, 
pero,  curiosas,  nimias,  interesantes,  como  todo  lo 
que  guía  directamente  á  la  perfección  de  un  servi- 
cio humanitario  que  entusiasma  á  tantas  gentes 
hasta  sacrificar  la  vida  por  la  existencia  de  un  des- 
conocido, por  la  hacienda  que  no  rinde  beneficio, 
en  nombre  todo  de  un  deber  voluntariamente  con- 
traído y  de  la  caridad  noblemente  ejercitada. 

En  estos  tiempos  de  egoismos  feroces  y  bajas 
pasiones,  es  un  consuelo  hallar  en  el  camino  de  la 
vida  y  en  lejanas  tierras,  ejércitos  guiados  única- 
mente por  el  deber,  ejércitos  que  buscan  al  que  está 
en  peligro  y  le  socorren  con  exposición  propia,  que 
salvan  la  hacienda  ajena  sin  ánimo  de  compartirla, 
obrando  con  abnegación  y  desinterés. 

¡Dichosos  los  que  ejercitan  virtudes  tan  santas! 
¡Dichosos  los  que  nos  enseñan  con  su  ejemplo  cómo 
se  ama  al  prójimo  y  se  cumplen  heroicamente  los 
mandamientos  de  la  ley  de  Dios! 

Acepten,  pues,  los  bomberos  de  la  Habana,  mi 
respeto  y  admiración,  que  consigno  gustoso  en  estas 
páginas,  debidos  á  sus  relevantes  servicios  y  heroico 
comportamiento. 


RAFAEL   PUIG  Y  VALLS 


A  pocos  pasos  de  la  central  de  bomberos  se 
halla  el  Centro  Asturiano.  Dominan  en  la  isla  de 
Cuba  tres  elementos  peninsulares:  el  asturiano,  el 
gallego  y  el  catalán,  pero  hay  que  confesar  que  las 
grandes  iniciativas,  el  leader  de  la  isla,  el  que  im- 
pone su  criterio,  bulle  y  se  agita,  es  el  asturiano. 

No  sé  á  punto  fijo  el  número  de  colonos  que 
tiene  Asturias  en  Cuba;  lo  que  si  puede  asegurarse 
es  que  las  pequeñas  industrias  y  los  comercios  más 
ricos  están  en  manos  de  los  hijos  del  Cantábrico, 
que,  siendo  en  gran  número,  España  puede  contar 
con  su  patriotismo,  que  los  que  iniciaron  la  Recon- 
quista en  los  altos  montes  de  Covadonga  no  han  de 
perder  en  Cuba  la  reputación  de  valientes,  tenaces 
y  sufridos  que  conquistaron  en  la  península  y  que 
escribieron  con  tinta  indeleble  en  la  historia  de 
España. 

Forman  los  asturianos  en  la  Habana  una  legión 
nutrida  y  compacta.  Pobres  y  ricos  mantienen  el 
tacto  de  codos  que  da  fuerza  al  individuo  y  á  la 
comunidad,  y  levantaron  la  casa  pairal  en  el  mejor 
sitio  de  la  Habana,  con  una  ostentación  y  riqueza 
capaces  de  atestiguar,  de  decir  en  síntesis  expresiva: 
so?nos  aquí  los  primero^  y  los  mejores. 

Ni  en  los  Estados  Unidos,  ni  en  parte  alguna,  he 
visto  un  Club  montado  con  mayor  riqueza,  que  ma- 
neje más  cuantiosos  ingresos  y  que  haya  sabido  or- 
ganizar con  mayor  tino  un  establecimiento  que  pro- 


192  VIAJE    Á    AMIlKICA 

porciona  solaz  á  los  ricos,  educación  é  instrucción 
á  los  niños  y  amparo  y  protección  á  los  pobres.  No 
puede  ambicionar,  quien  no  sea  un  magnate,  salo- 
nes más  espléndidos  y  mejor  decorados;  no  puede 
pedir  el  aficionado  á  la  instrucción  clases  mejor 
montadas,  donde  se  ensena  en  lenguas  y  matemáti- 
cas cuanto  necesitan  las  clases  dedicadas  al  comer- 
cio, ni  el  que  cjuiere  divertirse,  sin  olvidar  á  los  que 
padecen,  mejor  pan,  medicina  y  consejo  que  el  que 
da  el  Centro  Asturiano  á  los  hijos  del  Cantábrico 
que  no  han  sabido  hallar  en  los  campos  de  Cuba 
vida  independiente  y  hogar  libre  de  las  tristezas  del 
que  sufre  los  rigores  de  la  miseria. 

Fuimos  al  Centro  asturiano  unos  cuantos  catala- 
nes de  los  (jue  nos  reuníamos  todos  los  días  en  el 
hotel  de  Inglaterra,  acompañados  por  don  Rosendo 
Fernández,  comisario  en  Chicago,  representante  de 
la  isla  de  Cuba  y  vocal  activo  é  inteligente  de  la 
Junta  del  Centro. 

Acogidos  en  aquella  casa  como  amigos,  ilumina- 
dos y  engalados  los  salones  para  que  pudiéramos 
apreciar  todas  sus  bellezas,  examinadas  detenida- 
mente las  obras  de  arte  que  adornan  la  biblioteca, 
la  sala  de  Juntas  y  el  salón  de  baile,  centro  de  pri- 
mores y  buen  gusto,  tanto  en  su  hermosa  columnata 
como  en  los  espejos,  muebles,  lucernas  y  luces  de 
paramento,  realzado  todo  por  los  colores  del  solado 
de  mármol  y  los  tonos  delicados  de  las  paredes,  so- 


RAFAEL  PUIG   Y  VAL1.S  igj 

bria  y  artísticamente  pintadas,  siendo  sólo  de  sentir 
que  aquel  salón  inmenso  esté  cortado  en  ángulo 
recto,  siguiendo  las  líneas  de  la  manzana,  con  un 
teatro  en  el  vértice  en  forma  de  chaflán,  recargado 
de  ornamentación  en  su  boca  de  escenario,  des- 
entonando algo,  pareciendo  nota  chillona  en  aquel 
concierto  de  harmonía  que  existe  entre  todos  los 
elementos  que  constituyen  el  salón  principal  del 
Centro  asturiano  de  la  Habana.  Siento  no  recordar 
los  nombres  de  las  personas  que  obsequiaron  aquella 
noche  á  la  pequeña  colonia  de  Barcelona,  para  en- 
viarles, en  nombre  de  todos  los  favorecidos,  un  re- 
cuerdo de  gratitud. 

Aquí,  con  ser  Barcelona  una  ciudad  que  no  se 
asusta  de  una  cifra  más  ó  menos  pomposa,  cuando 
sepa  que  el  Centro  asturiano  tiene  un  presupuesto 
anual  de  más  de  100,000  duros  para  atender  á  su 
casa,  á  sus  niños  y  á  sus  pobres,  fuerza  será  confe- 
sar 'H'.e  no  ha  llegado  la  capital  de  Cataluña  á  po- 
seer un  elemento  de  distracción  cuyo  confort  no 
tiene  aquí  igual,  ni  parecido,  hermanado  con  un 
pensamiento  piadoso  y  patriótico,  que  donde  halla 
el  pobre  protección  \  amparo,  la  patria  encuentra 
siempre  brazos  que  la  defiendan  y  labios  que  la  ben- 
digan. 

Cuatro  casas  de  salud,  «La  Benéfica»  «Garcini», 
«Quinta  del  Rey»  é  «Integridad  Nacional»,  con  un 
presupuesto    anual  de  40,000  duros,  están   manteni- 


194  VIAJK   X  AMÉRICA 

das  por  el  Centro  asturiano;  casas  en  donde  hallan 
albergue  y  salud  ó  consuelo  y  piadosa  sepultura 
unos  cien  enfermos  á  manutención  diaria.  No  basta 
aún  esto:  la  sociedad  ampara  también  á  los  pobres 
vergonzantes,  á  los  que  repugnan  la  promiscuidad 
tristísima  del  hospital,  y  les  da  asistencia  médica  y 
medicinas  gratis  en  las  farmacias  más  importantes 
de  la  ciudad. 

Ahora  piensa  aquel  Centro  construir  una  gran 
casa  de  salud,  un  gran  «sanatorium»  para  los  po- 
bres y  los  desvalidos,  testimonio  del  ferviente  amor 
que  las  clases  ricas  de  Asturias  sienten  por  sus  her- 
manos de  Cuba. 

Y  ya  en  camino  para  conocer  los  centros  de  ins- 
trucción con  que  cuenta  la  isla,  acompañado  galan- 
temente por  don  Francisco  Vidal,  catedrático  de 
paleontología  de  la  Universidad  de  la  Habana,  visité 
el  Real  Colegio  de  Belén,  dirigido  por  los  Padres 
de  la  Compañía  de  Jesús  que  allí,  como  en  todas 
partes,  prestan  á  la  causa  de  Dios  y  de  la  sociedad 
el  concurso  de  su  saber  y  su  inteligencia.  Tenía 
para  mí  aquella  casa  singular  atractivo  que  no  podía 
olvidar,  como  no  olvidan  cuantos  dedican  su  aten- 
ción al  desenvolvimiento  de  las  ciencias,  el  concurso 
que  presta  el  observatorio  de  la  Habana  á  la  meteo- 
rología endógena  y  exógena  del  mundo,  desde  que 
lo  dirigió  el  padre  Viñes,  el  incansable  meteorólogo, 
el  que  pedía  limosna  en  nombre  de  la  ciencia  á  los 


RAFAEL    PUIG   Y   VALLS  I95 

comerciantes  de  la  Habana  para  publicar  sus  hojas 
y  sus  cartas,  sus  folletos  y  sus  libros,  comprar  ins- 
trumentos, montar  los  aparatos  de  sismografía  y  sis- 
mometría,  ponerlos  en  estación  y  pagar  al  mundo 
sabio,  tan  desdeñado  en  España,  la  contribución 
honrosa  de  su  concurso,  enalteciendo  así  el  nombre 
de  la  patria,  el  de  la  Compañía  de  Jesús  y  el  de  sus 
generosos  protectores. 

Yo  siento  no  poder  insertar  en  estas  páginas  los 
nombres  de  los  comerciantes  habaneros  que  han 
ayudado  al  Padre  Viñes  en  su  obra-,  que  aunque  el 
hombre  de  negocios  viera  en  la  obra  del  ilustre  je- 
suita,  tras  la  idea  fecunda  la  utilidad  recabada,  no 
pidiendo  á  los  hombres  más  de  lo  que  puede  dar  la 
naturaleza  humana,  aun  así  y  como  ejemplo,  citaría 
gustoso  aquellos  nombres,  para  que  Barcelona  viera 
que  en  otras  partes  y  en  territorio  patrio,  se  realiza 
holgadamente  lo  que  aquí  sólo  ha  podido  esbozarse, 
en  la  Real  Academia  de  Ciencias  y  Artes,  gracias  á 
la  munificencia,  nunca  bastante  agradecida,  de  nues- 
tras corporaciones  populares. 

También  he  pedido  yo  limosna  aquí  en  nombre  de 
la  ciencia,  pero  con  éxito  escaso  ó  nulo,  mas  no  im- 
porta el  resultado  á  quien  está  dispuesto  á  igual  prue- 
ba cuantas  veces  sean  menester,  guardando  sólo  en  su 
corazón  este  desengaño  con  el  dolor  que  no  afecta 
á  su  humilde  condición,  si  no  á  la  creencia  de  que 
estamos  aún  muy  lejos    de    los    entusiasmos  que  le- 


196  VIAJE   Á  AMÉRICA 

vantan  el  espíritu  público  y  preparan  los  hombres  y 
las  multitudes  á  grandes  empresas  dignas  de  España. 

Vi  en  el  colegio  de  los  jesuitas  cuanto  revela  la 
tradición  de  personas  avezadas  á  montar,  organizar 
y  desenvolver  el  difícil  servicio  de  la  enseñanza; 
museos  copiosos  y  bien  clasificados,  colecciones  bien 
entendidas,  gabinetes  ricamente  dotados;  pero,  en 
los  altos  del  edificio,  en  el  observatorio,  falta  ya  el 
espíritu  vivificador  del  Padre  Viñes,  falta  el  entu- 
siasmo del  que  convierte  el  servicio  en  un  culto,  del 
que  ve  á  Dios  en  todas  partes  y  cree  hallarse  más 
cerca  de  Él  cuando  busca  é  interpreta  sus  leyes 
augustas,  cuando  siente  palpitar  la  tierra  en  el  sis- 
mómetro,  cuando  sigue  la  nube  é  investiga  donde 
se  halla  el  vórtice  del  ciclón,  cuando  combina  ele- 
mentos directos  ó  comunicados  para  la  predicción 
del  tiempo  del  día  siguiente,  cuando  acumula  pa- 
ciente los  elementos  estáticos  y  dinámicos  de  la 
atmósfera  para  descubrir  la  síntesis  hermosa  y 
espléndida  de  las  leyes  de  los  meteoros,  pensando 
siempre  en  el  fin,  que  escapa  hoy  á  la  inteligencia 
humana  y  (^ue  habrá  hallado  el  Padre  Viñes,  sin 
duda  alguna,  en  un  mundo  mejor,  premio  de  sus 
virtudes,  su  ciencia  y  su  abnegación. 

Contmúe  pagando  el  observatorio  de  los  Padres 
Jesuitas  de  la  Habana  la  contribución  debida  á  la 
ciencia,  que  honrará  así  la  memoria  del  que  fué  glo- 
ria .purísima  de  la  meteorología  española. 


RAFAEL   PUIG   Y  VALLS  197 

Al  día  siguiente  salí  temprano  del  hotel,  en  día 
cubierto  del  mes  de  noviembre,  atravieso  el  Parque 
y  por  la  calle  del  Obispo  me  dirijo  al  muelle  de  Luz 
en  busca  del  Ferryboat,  que  atraviesa  la  bahía  en 
pocos  minutos,  atraca  junto  á  la  estación  de  Regla, 
subo  en  el  Pullman  correspondiente  y  bajo  poco 
tiempo  después  en  Guanabacoa,  casi  suburbio  de  la 
Habana,  para  visitar  el  colegio  de  los  Padres  Esco- 
lapios, dirigido  por  el  P.  Muntadas. 

La  calidad  de  catalán  es  una  credencial  que  abre 
todas  las  puertas  de  la  casa;  el  P.  Muntadas,  que 
estaba  enfermo,  tuvo  la  galantería  de  recibirme,  de 
hablarme  de  una  porción  de  cosas  que  embellecía 
su  palabra  fácil  y  sencilla,  y  de  expresarme  su  pena 
por  haberle  impedido  el  mal  estado  de  su  salud  vi- 
sitarme en  la  Habana,  como  deseaba. 

Agradecí,  como  pude,  tanta  bondad,  y  guiado  por 
dos  Padres  hijos  de  Cataluña,  recorrí  detenidamente 
el  colegio  de  Guanabacoa. 

No  tiene  aquella  casa  apariencias  de  edificio 
moderno;  su  claustro  central  cuyo  patio  adornan 
plantas  tropicales,  sus  paredes  desnudas  y  enjabel- 
gadas,  su  ornamentación  modesta  y  anticuada  dan 
al  conjunto  del  edificio  aire  de  convento  levantado 
en  tiempos  medioevales.  Pero  en  cuanto  se  recorren 
las  salas  de  museos,  laboratorios  y  gabinetes  de  en- 
señanza, y  se  fija  la  atención  en  los  aparatos  é  ins- 
trumentos del  gabinete  de  física  y  en  el  -laboratorio 


198  VIAJE   Á   AMÉRICA 

de  experiencias  químicas,  en  las  colecciones  de  ani- 
males y  plantas  disecados,  en  los  elementos  petro- 
gráficos, minerales,  rocas  y  fósiles,  se  vé  fácilmente 
que  el  espíritu  científico  moderno  ha  entrado  por 
aquellas  puertas,  para  mantener  en  su  punto  el  cré- 
dito de  la  enseñanza  que  han  enaltecido  siempre  los 
hijos  de  San  José  de  Calasanz. 

Los  dormitorios,  espaciosos  y  bien  dispuestos;  el 
comedor  limpio  y  ventilado-,  el  gimnasio,  la  piscina, 
el  patio  de  recreo,  elementos  que  se  han  ido  creando 
á  medida  del  crecimiento  de  la  casa  y  el  favor  del 
público-,  la  capilla,  el  salón  de  actos  académicos,  en 
cuyo  fondo  hay  un  teatro  destinado  al  recreo  y  á  la 
educación  de  los  colegiales,  forman  un  conjunto  har- 
mónico que  revela  la  manera  de  desenvolverse  la 
enseñanza  en  aquel  centro  de  educación  científica, 
moral  y  religiosa. 

Las  celdas  de  los  Padres  se  hallan  en  la  parte 
alta  del  edificio.  Desde  ellas,  y  estando  las  puertas 
abiertas,  con  vistas  al  patio  central,  se  abarca  el 
conjunto  de  una  galería  de  arcos  adintelados,  soste- 
nidos por  pies  derechos  de  madera  y  una  barandilla 
sencillísima  que  los  enlaza,  que  recuerda  las  casas 
de  campo  catalanas,  estando  esa  ilusión  sostenida 
entonces  por  cuanto  me  rodeaba,  y  especialmente 
por  la  lengua  empleada,  y  que  me  parecía  dulcí- 
sima, en  lejanas  tierras,  esa  lengua  catalana  que 
tantas  veces  he  juzgado,  con  perdón   sea  dicho    de 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS  X99 

los  catalanistas,  ruda,   áspera  y  concisa  en  demasía. 

Los  Padres,  casi  unos  muchachos,  que  hacía  poco 
tiempo  habían  salido  de  Barcelona,  apenas  aclima- 
tados, sufriendo  los  rigores  de  aquel  clima  incle- 
mente, recordaban  con  las  ansias  de  la  nostalgia  á  la 
patria  ausente.  Uno  de  ellos  criaba  en  su  celda  no 
sé  cuantos  pájaros,  consolándose  quizá  con  el  canto 
de  aquellos  alados  prisioneros  más  felices  que  él, 
digno  esclavo  del  deber  y  de  cristiana  resignación. 

Me  despidieron  en  la  puerta  con  afectuosos  apre- 
tones de  mano  y  ojos  encendidos  por  el  llanto,  que 
pensaron  enviar  sin  duda  á  la  tierra,  con  sus  votos 
de  un  viaje  venturoso,  algo  de  su  ser,  de  sus  recuer- 
dos, que  me  llevaba  con  sus  ansias  á  la  patria  ca- 
talana. 

Volví  á  la  Habana  y  dediqué  la  tarde  y  parte  de 
la  noche  á  visitar  una  fábrica  de  hilados  de  yute  y 
henequén  y  la  planta  eléctrica,  fusionada  á  la  fá- 
brica del  gas,  que  funcionan  con  gran  prosperidad. 

La  fábrica  de  yute  y  henequén  que  trabaja  bajo 
la  razón  social  Heydrich  Raffloer  y  C.^,  empezó  muy 
modestamente-,  hasta  ahora  se  ha  dedicado  á  la  fa- 
bricación de  jarcia,  pero  intenta  ya  mayores  empre- 
sas y  trata  de  tejer  sacos  de  yute,  en  grande  escala, 
para  facilitar  envases  á  la  industria  antillana  del 
azúcar,  café  y  cacao.  Posible  es  que  se  esté  mon- 
tando ya  la  maquinaria  norte  americana  que^estaba 
encargada  hacía    tiempo    en    los  Estados   Unidos,   y 


300  VIAJE   k  AMÉRICA 

que  cuente  ya  la  Habana  con  un  elemento  más 
de  riqueza,  instigador  y  ejemplo  vivo  de  otras  em- 
presas de  mayor  alcance,  que  vayan  á  aumentar  la 
riqueza  y  los  recursos  poderosos  de  la  perla  de  las 
Antillas. 

En  barrio  apartado  y  junto  al  mar,  en  edificio  de 
pobre  apariencia,  ha  levantado  la  industria  la  planta 
eléctrica  de  la  Habana. 

No  corresponde  el  interior  á  lo  que,  visto  desde 
fuera,  parece  cuadra  abandonada  de  un  edificio  in- 
dustrial de  pocos  medros.  En  cuanto  se  entra  en  la 
sala  de  dinamos,  recuérdase  enseguida  la  limpieza,  el 
orden,  la  pulcritud,  la  habilidad  característica  de  la 
raza  yankec.  Todo  brilla  allí,  atestiguando  la  pros- 
peridad y  un  servicio  bien  organizado,  las  máquinas 
de  vapor  de  no  sé  cuantas  expansiones,  con  su  mar- 
cha silenciosa  y  acompasada,  las  dinamos  con  sus 
pasmosas  rotaciones  y  sus  corrientes  nacidas  miste- 
riosamente en  aquella  ordenada  masa  de  hilos  me- 
tálicos, sugestionada  por  la  acción  de  un  poderoso 
imán  que  van  á  encender  los  carbones  filiformes  de 
lámparas  incandescentes,  situadas  á  largas  distancias, 
donde  se  acumula  el  calor,  por  miles  de  grados, 
ante  la  resistencia  que  les  opone  una  frágil  y  ape- 
nas perceptible  línea  de  substancia  carbonizada,  ó 
los  carbones  cónicos  de  arco  voltaico  separados 
por  tenue  capa  de  aire  que  resulta  para  la  corriente 
resistencia  enorme,  vencida  acumulando  en  reducido 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS 


espacio  un  foco  portentoso  de  calor  que  adornan 
todos  los  colores  de  una  luz  que  se  descompone  en 
mil  matices,  y  que  deslumhra  como  si  fuera  un  pe- 
dazo de  materia  arrancado  del  sol. 

¡Misterios  de  la  ciencia  que,  sabiendo  tanto,  no  ha 
logrado  aun  arrojar  de  su  seno  el  empirismo,  como 
no  ha  logrado  el  sol  limpiar  sus  manchas,  ni  ha 
conseguido  el  hombre  desarraigar  de  su  mente  el 
misterio,  que  nos  sale  al  paso  á  cada  instante,  pro- 
clamando nuestra  ignorancia  y  nuestra  mísera  con- 
diciónl 

La  visita  hecha  á  la  planta  eléctrica  fué  suma- 
mente entretenida;  un  subjefe  norte  americano, 
encargado  de  la  maniobra  diaria,  mostró  grande  em- 
peño en  que  viera,  con  todos  sus  detalles,  el  montaje, 
la  disposición,  el  reparto  de  las  dinamos  con  rela- 
ción á  los  barrios  de  la  ciudad,  el  desarrollo  que  ha 
ido  teniendo  el  alumbrado  eléctrico  en  la  Habana, 
y  una  porción  de  detalles  muy  ingeniosos  que  no 
serían  una  novedad  para  los  iniciados  en  estos  estu- 
dios, y  que  resultarían  enojosos  para  los  profanos. 
No  insisto,  pues,  en  esta  descripción  como  no  sea 
para  decir  que  la  electricidad  tiene  en  la  Habana 
fervientes  admiradores,  y  que  es  posible  alcance, 
en  breve,  gran  desarrollo  en  la  vialidad  y  en  la  pe- 
queña industria,  como  lo  ha  alcanzado  ya  como 
elemento  de  iluminación  en  las  calles,  las  casas  y 
los  edificios  públicos  más  notables  de  la  ciudad. 


30a  VIAJE    Á   AMÉRICA 

Y  antes  de  describir  lo  más  interesante,  sin  duda 
alguna,  de  la  industria  habanera,  por  su  riqueza,  su 
trascendencia  y  su  colorido  local:  «la  fábrica  de  ta- 
bacos», permítame  el  lector,  aunque  sea  desviando  por 
completo  el  curso  de  sus  ideas,  y  dando  un  salto  en  el 
orden  de  los  asuntos  tratados,  pero  ajustándome  á 
lo  contingente  de  la  vida,  que,  en  su  curso  diario, 
pasa  incesante  de  lo  serio  á  lo  jovial,  y  de  lo 
trascendente  á  lo  fútil,  como  corre  un  río  en  las 
horas  del  día  tan  pronto  sobre  lecho  blando  y  de 
suave  pendiente,  como  sobre  accidentado  asiento 
que  transforma  el  agua  pura  y  cristalina  en  espu- 
mas y  airadas  corrientes,  en  cataratas  que  rugen 
y  rompientes  que  amenazan,  así  he  de  pasar  ahora 
de  lo  serio  y  hondo  de  la  enseñanza  que  es  agua 
fecunda,  y  de  la  electricidad  que  es  luz,  calor  y 
fuerza  que  espanta,  á  una  escena  pintoresca,  de  color 
tan  singular,  que  ya  querría  verla  en  un  cuadro  de 
pintor  colorista,  capaz  de  sentir  en  su  cerebro  todas 
las  vibraciones  de  la  luz  ardiente  y  poderosa  de  los 
trópicos  para  trasladarla,  con  el  aliento  del  genio,  á 
la  tela  que  admite  el  tono,  el  color,  la  perspectiva, 
el  movimiento,  el  aire,  todas  las  condensaciones  de 
la  realidad  arrancadas  al  arte  del  dibujo  y  la 
pintura  por  el  artista  de  raza.  Escena  que  aún  con- 
templo gozoso  con  los  ojos  entornados,  y  que  tro- 
piezo con  ella  después  de  ver  los  portentos  de  la 
ciencia  en  la  planta  eléctrica,  y  los  adelantos  de  la 


RAFAEL   PUIG   Y    VALLS  803 

industria  en  la  fábrica  de  yute  y  henequén,  cuando 
las  calles,  iluminadas  artificialmente,  cerrado  ya  el 
crepúsculo  y  engalanadas  con  guirnaldas  de  flores  y 
cadenas  de  papel  están  llenas  de  bote  en  bote,  es- 
perando una  procesión  de  negros,  devotos  del  ar- 
cángel San  Rafael  que  llevan  en  andas,  con  alegría 
infantil,  formando  un  conjunto  abigarrado  de  hom- 
bres, mujeres  y  niños,  con  sus  trajes  de  días  de  fiesta, 
multicolores,  brillantes,  limpios,  más  brillantes  y 
limpios  cuando  se  proyectan  sobre  aquellas  caras 
sebosas,  relucientes,  de  fisonomía  variadísima,  que 
no  me  canso  de  mirar,  llevando  cirios  encendidos  y 
ramos  de  flores,  pero  sin  que  nadie  consiga  poner 
orden  en  aquella  masa  que  reza,  canta  y  ríe,  con- 
tenta de  ser  admirada  y  lucir  sus  mejores  preseas; 
cuando  estallan  de  repente  las  luces  de  bengala  que 
abrillantan  el  cuadro  con  sus  colores  rojos  y  verdes, 
encendiendo  todas  aquellas  fisonomías  con  tonos 
indescriptibles  y  formas  apocalípticas,  extrañas  é  in- 
concebibles. Y  aquel  arcángel  que  sonríe,  con  su  cara 
afeminada,  con  su  tez  blanca  y  sonrosada,  cubierto 
el  busto  de  flores  y  joyas,  sostenido  por  aquellas 
manos  negras  de  piel  rugosa  y  la  atención  de  ojos  que 
centellean  en  el  fondo  de  órbitas  horrendas,  los  pobres 
negros  que  murmuran  oraciones  dirigidas  á  aquel  ser  de 
raza  distinta  que  les  mira  compasivo,  forman,  en  reali- 
dad, un  contraste  que  me  domina,  y  sigo  aquella  proce- 
sión sin  cansarme  de  admirar  aquel  extraño  y  abiga- 


a04  VIAJE   Á   AMÉRICA 

rrado  conjunto,  creyendo  que  me  hallo  en  el  conti- 
nente negro,  en  aquella  Abisinia  cristiana,  á  miles 
de  millas  de  la  realidad,  donde  esos  espectáculos 
han  de  ser  frecuentes  y  revestir  formas  tan  raras 
como  las  que  me  proporcionó  la  Habana  negra 
aquella  nache,  mostrándome  una  escena  que  ha 
quedado  grabada  en  mi  imaginación  con  caracteres 
tan  hondos  y  tan  brillantes,  que  los  juzgo  imborra- 
bles é  imperecederos  en  mi  memoria. 

Los  fabricantes  de  azúcar  tienen  montados  sus 
artefactos  en  los  campos  de  Cuba;  los  que  tuercen 
tabaco  tienen  sus  manufacturas  en  la  ciudad  de  la 
Habana. 

No  me  interesaba  gran  cosa  el  cultivo  de  la  caña 
y  la  fabricación  de  azúcar,  que  puede  estudiarse  en 
muchos  ingenios  de  la  península  y  especialmente  en 
los  alrededores  de  Málaga,  donde  tuve  ocasión,  hace 
ya  muchos  años,  de  examinar  tan  interesante  indus- 
tria; por  otra  parte,  en  los  ingenios,  la  máquina  y  la 
química  dominan,  en  absoluto,  el  procedimiento;  en 
las  manufacturas  del  tabaco,  la  inteligencia  y  la 
habilidad  del  obrero  constituyen  la  esencia  de  una 
de  las  industrias  más  ricas  del  mundo. 

Y  como  estaba  ya  tan  fatigado  de  ver  en  los 
Estados  Unidos  la  supremacía  de  la  máquina  sobre 
la  inteligencia  y  la  habilidad  del  obrero,  como  la 
máquina  resulta  ya  invasora  hasta  llegar  al  embrute- 
cimiento de  los  encargados,  no  de  dirigirla,  sino  de 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS  203 

manejarla  y  auxiliarla,  convirtiéndose  el  obrero  en 
obediente  y  sumiso  servidor  de  la  materia  inerte,  al 
entrar  en  las  cuadras  de  las  manufacturas  de  tabacos, 
en  donde  el  obrero  pone  toda  su  inteligencia  y  la 
habilidad  de  sus  manos  á  beneficio  de  un  poderoso 
instrumento  de  trabajo,  que  en  vez  de  atrofiar  el 
cerebro  y  los  brazos  aguza  el  entendimiento  y  afina 
la  voluntad,  parece  que  el  espíritu  halla  allí  más  di- 
latados horizontes,  algo  que  encarna  mejor  en  la 
naturaleza  humana,  que  la  máquina  pone  frente  á 
frente  dos  terribles  desigualdades,  tan  hondas  como 
invencibles:  la  del  ingeniero,  que  ha  llegado  á  vencer 
tantas  resistencias  y  acumular  tantas  combinaciones 
que  pasman,  presentando  al  mundo  una  obra  digna 
del  cerebro  humano,  obra  de  la  reflexión  y  del  estu- 
dio, y  la  del  obrero,  incapaz  de  comprender  el  fun- 
damento ideal,  la  fórmula  sintética,  el  esquema  de 
líneas  matemáticas,  la  serie  de  coeficientes  cuya  in- 
tervención habilísima  ha  producido  el  mecanismo,  y 
que,  no  siendo  capaz  de  comprenderlo,  vese  redu- 
cido á  la  triste  condición  de  esclavo  de  aquella  in- 
teligencia tan  grande  que  impone  al  ignorante,  sin 
quererlo,  la  triste  esclavitud  del  trabajo  inconsciente. 
En  las  manufacturas  de  tabaco,  el  asombro  toma 
una  dirección  más  humana  y  consoladora*,  veo  en 
una  mesa  una  cantidad  enorme  de  hoja  curada  y 
dispuesta  para  sü  clasificación,  y  un  obrero  inteli- 
gentísimo, formado  al  calor  de  un  aprendizaje  largo 


2o6  VIAJE   Á   AMÉRICA 

y  fecundo,  que  las  va  amontonando,  pero  con  tanta 
precisión,  rapidez  y  cuidado,  con  mira  á  una  clasifi- 
cación tan  larga  y  enrevesada,  con  objetos  tan  múl- 
tiples, teniendo  siempre  á  la  vista  la  serie  de  tabacos 
de  clases,  formas  y  condiciones  variadísimas,  que  ha 
de  satisfacer  las  exigencias  de  mercados,  de  gustos  y 
necesidades  distintas,  que  la  separación  de  tan  gran 
número  de  hojas,  que  apenas  logra  distinguir  el  pro- 
fano, supone  dos  cosas  que  no  podrá  conseguir 
jamás  la  máquina,  que  aquella  selección  tan  fina 
habrá  de  ser  siempre  obra  de  la  inteligencia  humana 
y  su  labor  objeto  que  asegure  á  la  mano  de  obra  el 
porvenir,  casi  siempre  incierto,  para  el  proletariado 
que  dedica  hoy  sus  brazos  á  la  industria. 

Pero  no  he  de  adelantar  ideas,  si  no  he  de  in- 
troducir confusión  en  cuanto  voy  á  decir,  respecto 
á  la  industria  tabacalera. 

Importa  ante  todo  formar  concepto  de  la  prepa- 
ración de  la  hoja  que  llega  á  la  Habana,  formando 
paquetes  de  un  octavo  de  metro  cúbico  aproxima- 
damente, que  entran  en  almacén,  y  se  amontonan 
en  un  recinto,  sin  ventilación  alguna,  mediante  una 
clasificación  previa,  en  que  la  procedencia  tiene  un 
interés  de  primer  orden.  Para  los  que  no  estamos 
acostumbrados  á  la  atmósfera  que  se  forma  en  un 
almacén  de  tabaco  en  rama,  la  respiración  es  tan 
difícil  que  la  primera  impresión  es  de  esfixia,  de 
algo  que  se  agarra  á  la  garganta,  irrita  la  tráquea  y 


RAFAEL   PUIG   Y  YALLS 


comprime  los  bronquios,  poco  dispuestos  á  sufrir 
aquellas  emanaciones  acres  en  que  parece  dominar 
un  alcaloide.  Pasada  la  primera  alarma,  los  pulmo- 
nes van  tranquilizándose,  y  la  circulación  se  resta- 
blece, aunque  esté  poco  satisfecha,  respirando  aquel 
aire  que  dicen  ser  antiséptico,  y  enemigo  resuelto 
del  cólera  y  la  fiebre. 

En  los  paquetes  que  van  arrollados  á  la  corteza 
de  la  palma  real  ó  cocotero,  que  no  estoy  seguro  de 
este  detalle,  se  ha  cuidado  ya  de  que  la  hoja  forme 
manojos,  dispuestos  de  manera  que*no  pierda  la  ho- 
mogeneidad, textura  y  humedad  necesaria  para  con- 
servar su  finura,  sólo  comparable  á  la  piel  de  cabri- 
tilla más  suave  y  delicada. 

Antes  de  que  la  hoja  pase  del  almacén  á  la  mesa 
del  operario  ha  de  entrar  en  la  cámara  de  fermen- 
tación, encerrándola  á  granel  en  toneles  de  madera, 
abiertos  por  sus  extremos,  donde  humedeciéndola 
con  un  poco  de  agua  salitrosa  se  calienta  lentamente, 
sufriendo  una  fermentación  que  parece  tener  por 
objeto  principal  neutralizar,  algún  tanto,  la  acción 
de  la  nicotina,  veneno  activísimo  que  estraga  y  em- 
bota el  paladar,  poco  apto  entonces  para  apreciar 
los  aromas  delicados,  y  los  principios  esenciales  del 
tabaco  de  buena  hoja. 

La  hoja,  una  vez  fermentada,  sufre  una  verdadera 
fiscalización,  en  la  mesa  de  aquel  operador  de  que 
hice  mención  en  anteriores   párrafos,  haciendo   ante 


2oS"  VIAJE   Á   AMÉRICA 

todo  una  gran  división  que  consiste  en  separar  la 
hoja  de  tripa  de  la  hoja  de  capa,  la  que  resulta  pi- 
cada, manchada  ó  excesivamente  nerviosa,  de  la  que 
no  tiene  tara  alguna,  mancha  ó  agujero,  que  resulta 
suavísima  á  la  mano,  que  se  pliega  con  facilidad 
como  si  fuera  y  es  realmente  untuosa  al  tacto,  va- 
riando sólo  en  el  color  que  ha  de  resultar,  sin  em- 
bargo, homogéneo,  y  evitar  que  lagartee,  ó  lo  que 
es  lo  mismo,  que  expuesto  el  tabaco  á  la  luz  se 
decolore  en  unas  partes  para  formar  veteados  ex- 
traños, que  el  comprador  deshecha,  convencido  de 
que  aquel  cambio  de  tonos  es  resultado  de  una  mo- 
dificación intrínseca,  que  resulta  en  menoscabo  de 
la  calidad  del  producto. 

Hecha  la  clasificación  por  calidades  y  dimensio- 
nes, procede  el  reparto,  entregándose  á  los  opera- 
rios, llamados  torcedores,  la  cantidad  de  hoja  de  tripa 
y  capa  que  necesitan  para  elaborar  el  tabaco,  de 
clase  única,  que  se  confía  á  su  habilidad. 

Téngase  en  cuenta,  por  lo  que  al  tal^aco  habano 
se  refiere,  que  tanto  la  tripa  como  la  capa  proceden 
de  hoja  cultivada  en  Cuba,  teniendo  los  fabricantes 
de  aquella  Antilla  el  buen  sentido  de  no  consentir, 
en  este  concepto,  ni  en  otro  alguno  que  ataña  á  la 
buena  calidad  del  producto,  la  menor  adulteración. 
Los  dueños  de  las  fábricas  vigilan  constantemente 
la  primera  materia  y  la  mano  de  obra,  dando  así  un 
ejemplo   que   no   deberían   perder   de  vista  los  que 


RAFAEL   PUIG  Y   VALLS  209 

saben  cómo  se  ha  perdido  el  crédito  de  nuestros 
vinos  en  los  mercados  del  centro  y  del  sur  de 
América,  y  qué  daño  inmenso  se  ocasiona  al  país 
cuando  la  codicia  nos  ciega  y  la  inmoralidad  nos 
ahoga. 

Los  torcedores  ocupan  unas  mesitas  bajas,  colo- 
cadas en  fila,  que  recuerdan  las  mesas  de  los  niños 
en  las  escuelas  de  primera  enseñanza.  La  separación 
de  mesas,  en  cuadras  de  regulares  dimensiones,  es 
la  que  prescribe  el  movimiento  holgado  del  obrero, 
y  la  superficie  de  la  tabla  de  las  mismas,  la  que 
exige  el  montón  de  tripa  colocado  en  la  parte  iz- 
quierda, el  manojo  de  hoja  de  capa  en  la  derecha,  y 
la  cuchilla  afilada  y  limpia,  al  alcance  siempre  de  la 
mano  del  obrero,  en  el  centro. 

El  torcedor,  sentado  en  una  silla,  no  muy  alta,  y 
con  los  tres  elementos  citados  en  el  párrafo  ante- 
rior, sobre  la  mesa  que  tiene  enfrente,  empieza  por 
extender  la  hoja  de  capa  sobre  una  superficie  lisa, 
valiéndose  del  canto  de  la  cuchilla;  en  seguida, 
con  su  parte  afilada,  corta  los  rebordes  inferiores 
de  la  hoja  y  toda  la  parte  que  sobresale  de  los 
nervios,  de  modo  que  el  limbo  se  acerque  lo  más 
posible  á"  un  plano,  á  una  hoja  de  papel  finísimo, 
sin  granos,  nervios,  ni  solución  de  continuidad  y, 
una  vez  conseguido,  suelta  el  torcedor  la  cuchilla, 
coge  un  pedazo  de  tripa,  hoja  de  buena  calidad, 
pero    que   no   tiene   el    color,    la   homogeneidad,   la 


2IO  VIAJE   X   AMÉRICA 

finura  y  sobre  todo  la  continuidad  de  tejido,  que 
agujerea  muchas  veces  algún  insecto  y  requiere  la 
buena  hoja  de  capa  y  lo  coloca  encima  de  ésta,  lo 
comprime  con  las  dos  manos,  formando  aproxima- 
damente un  cilindro  y  luego  con  un  golpe  de  mano 
habilísimo  arrolla  la  capa  á  la  tripa,  quedando  ésta 
completamente  cubierta  y  de  modo  tal  que  los  dos 
extremos  del  tabaco,  uno  se  afila  con  los  dedos  y  se 
sujeta  la  parte  de  hoja  suelta  con  un  poco  de  saliva, 
y  el  otro,  se  corta  con  la  cuchilla,  formando  un 
plano  normal  al  eje  del  tabaco. 

La  operación  es  tan  corta  y  rápida,  tan  hábil  y 
segura,  dando  al  tabaco  una  forma  tan  regular,  que 
supone  en  la  mano  que  la  ejecuta  una  flexibilidad 
inteligente,  ya  que  con  un  solo  golpe  se  consigue 
dar,  al  conjunto,  forma  abultada  en  el  centro,  cilin- 
drica en  el  extremo  y  afilada  ó  cónica  en  el  opues- 
to. Los  dueños  de  las  fábricas  se  complacen  en  en- 
señar esta  operación  á  los  forasteros  que  adivinan 
la  difícil  facilidad  de  ejecutarla  bien  y  holgadamente, 
en  mucho  menos  tiempo  del  que  he  necesitado  para 
describirla. 

Los  torcedores  trabajan  en  silencio  y  escuchan 
con  suma  atención  á  un  lector  que  ocupa  el  centro 
de  la  cuadra  encima  de  un  entarimado  que  domina 
la  altura  media  de  las  mesas. 

No  recuerdo  quién  paga  al  lector,  si  el  dueño  de 
la  fábrica  ó  los  torcedores,  que  distraen  algún  tanto 


RAFAEL  PUIG   Y    VALLS 


la  monotonía  de  su  trabajo,  puramente  manual,  con 
las  descripciones  románticas  ó  realistas  de  los  nove- 
listas favoritos.  Lo  que  sí  se  ve  claramente  es  que 
los  obreros  aceptan  con  gusto  esta  intervención  de 
la  literatura  en  sus  faenas  diarias. 

El  lector,  á  juzgar  por  los  que  he  oído,  no  se 
distingue  por  su  fácil  y  prosódica  expresión,  y  si  ha 
hecho  profesión  de  tal,  ó  el  oficio  es  difícil  ó  el  es- 
tudio resulta  deficiente.  Habla  despacio  y  claro,  le- 
vanta mucho  la  voz,  pero  las  narraciones  resultan 
descoloridas  y  las  acentuaciones  y  los  incisos  mal 
apuntados.  La  verdad  es  que,  á  juzgar  por  el  papel 
que  representa,  más  que  lector  resulta  pararrayos, 
que  en  tiempo  de  la  guerra  separatista,  y  aun  poste- 
riormente, en  aquellas  cuadras  donde  el  elemento 
peninsular  se  codea  con  el  mestizo,  y  el  español  de 
pura  raza  con  el  insurrecto  presunto,  se  acumulaba 
tanta  electricidad  y  se  fraguaban  tan  pavorosas  tor- 
mentas, que  el  silencio,  interrumpido  sólo  por  el 
lector,  pareció  á  tirios  y  troyanos,  á  patronos  y 
obreros  un  procedimiento  apropiado  para  templar 
opiniones  que  pasaban  fácilmente  de  los  labios  á 
las  manos,  de  los  argumentos  á  la  cuchilla,  convir- 
tiéndose el  fecundo  campo  del  trabajo  en  semillero 
de  odios  en  que  germinaba  potente  la  guerra  civil. 

El  lector,  con  sus  descripciones,  distrae  la  aten- 
ción del  obrero,  evita  discusiones,  mantiene  amista- 
des, alcanzándose  con   poco  dinero,  sino  la  paz  que 


213  VIAJE   A   AMÉRICA 

exige  del  espíritu  mayores  estímulos,  siquiera  tregua 
y  descanso. 

En  la  fábrica  «La  Corona»,  que  es  la  que  mejor 
he  visto  en  la  Habana,  hay  instalada  la  confección 
de  cigarrillos  con  una  serie  de  máquinas  sumamente 
ingeniosas  que  con  rapidez,  perfección  y  economía, 
preparan,  al  día,  una  cantidad  fabulosa  de  cajetillas. 

No  tuve  tiempo  para  estudiar  detenidamente  esta 
industria-,  una  rápida  ojeada  no  basta  para  ahondar 
en  lo  que  es  algo  difícil  y  complicado,  y  para  no 
exponerme  á  decir  cosas  vagas  é  inciertas,  vale  más 
añadir,  como  término  de  este  artículo,  algunas  notas 
estadísticas  que  darán  idea  de  la  importancia  que 
tiene  en  el  mundo  la  industria  tabacalera  de  Cuba. 

En  la  Habana  se  cuentan  unos  cien  fabricantes 
de  tabaco,  y,  entre  ellos,  hay  quince  casas  reputadas 
como  las  primeras  entre  las  mejores. 

La  hoja  superior,  única,  la  que  da  al  tabaco  cu- 
bano su  reputación  es  la  de  Vuelta  de  Abajo,  cuya 
cuenca  tiene  una  extensión  calculada  de  240  leguas 
cuadradas.  Esta  hermosa  y  riquísima  región  produce 
unos  750  kilogramos  de  hoja  íina  por  hectárea, 
mientras  producen  sólo  unos  400  kilos  por  hectárea 
las  otras  comarcas,  lo  que  supone  un  rendimiento 
de  un  10  por  100  sobrepujado  grandemente  en  Vuelta 
de  Abajo. 

El  suelo  de  Cuba,  ligeramente  arenoso,  suelto, 
fresco  y  muy  rico,  y  su  clima,  se  prestan  admirable- 


RAFAfeL  PUIG  Y   VALLS  2l3 

mente  al  cultivo  de  las  mejores  especies  de  tabaco. 
El  valle  de  Güines  da  el  mejor  rapé,  la  cuenca  del 
río  San  Sebastián  la  hoja  mejor  para  cigarrillos,  y 
en  Consolación,  San  Cristóbal,  Guanajay  y  Holguín 
hojas  de  varias  clases,  que  suelen  mezclarse  para 
disminuir  su  fuerza  excesiva. 

La  Habana  produce  anualmente  unos  200  millo- 
nes de  cigarros,  y  la  isla  consume,  con  ayuda  de  los 
torcedores,  que  tienen  una  afición  grandísima  al 
producto  que  elaboran,  por  valor  de  25  millones  de 
pesetas. 

En  tabacos  y  cigarrillos,  en  un  país  en  que  fu- 
man los  hombres,  las  mujeres  y  los  niños,  ¿quién  es 
capaz  de  calcular  la  cantidad  de  hoja  consumida? 

¡Bendito  país,  que  tiene  campos  y  tierras  tan 
fecundos,  productos  tan  valiosos  y  manufacturas  tan 
ricas!  España,  mientras  cuente  con  su  imperio  colo- 
nial, nunca  será  tan  pobre  como  se  dice,  pues  posee 
las  islas  más  ricas,  más  hermosas  y  más  fecundas  de 
la  tierra. 


Impresiones 
acerca  de  la  política  cubana 


ODO  lo  que  he  visto  en  la  Ha- 
bana, lector  querido,  he  pro- 
curado traducirlo  fielmente  en 
cuanto  va  expuesto  en  las  pá- 
ginas de  este  libro  y,  en  este 
instante,  cuando  hago  examen 
de  conciencia,  y  repaso  rápi- 
damente la  impresión  de  conjunto,  agrupando  en 
fotografía  de  perspectiva  general,  fotografía  que 
Lippmann  no  sabría  arrancar  de  mi  memoria  con 
todos  sus  colores,  detalles  y  siluetas,  á  pesar  de  su 
genial  inteligencia,  observo  que  el  esbozo  de  tan 
hermoso  cuadro,  por  desgracia  mía,  no  responde 
á  lo  que  veo  cuando  cierro  los  ojos  y  se  forma  en 
la  cámara  obscura  de  mi  cerebro   aquel  cuadro   tan 


2l6  VIAJE   Á   AMÉRICA 

lleno  de  luz  y  de  perspectivas,  que  durante  diez 
y  siete  días,  embargó  todas  las  potencias  de  mi  espí- 
ritu, y  dominóle  con  el  influjo  soberano  de  su  es- 
pléndida belleza.  Pero  si  analizo  y  cotejo  la  impre- 
sión sentida  con  la  expresión  manifestada,  prescin- 
diendo de  formas  y  estilo  que  mi  pobre  inteligencia 
no  ha  sabido  adornar,  contento  estoy  de  haber  ex- 
puesto mis  pensamientos  sin  haber  alterado,  por  pa- 
sión ó  ruindad,  lo  que  creo  haber  visto  en  la  ciudad 
de  la  Habana. 

A  pesar  de  ello,  ¿quién  es  capaz  de  asegurar  que 
lo  visto  está  bien  observado  y  lo  observado  bien 
traducido?  Que  en  el  lógico  encadenamiento  de  im- 
presiones y  juicios  juega  importante  papel  el  tempe- 
ramento, la  idiosincracia  individual,  lado  flaco  de 
toda  expresión  en  que  juegue  importante  papel  la 
apreciación  de  la  belleza.  Y  si  temo  haber  errado  en 
la  descripción  de  lo  que  he  visto  y  tocado,  ¿cómo 
evitar  temores  más  hondos  cuando  intento  formar 
concepto  del  estado  político- social  de  Cuba,  valién- 
dome de  las  opiniones  consultadas,  sacando  prove- 
chos de  la  diversidad  de  juicios  escuchados-  con 
profunda  atención,  y  sin  perder  de  vista  el  tempera- 
mento, la  opinión  política  profesada,  el  medio  social 
en  que  se  vive  y  multitud  de  circunstancias  cuya 
apreciación  exije  un  tacto,  un  conocimiento  del  co- 
razón humano,  y  hasta  una  cierta  intuición  sólo 
otorgada    á    inteligencias    privilegiadas,    capaces   de 


RAFAEL  PUIG   Y   VALLS  217 

formar    un    juicio    rapidísimo,    exacto,    salvador,   en 
horas  críticas  de  la  vida  social? 

Y  si  resulta  de  la  investigación  practicada  y  de 
la  observación  atenta,  una  serie  de  discrepancias 
capaces  de  perturbar  el  ánimo  más  templado  y  más 
sereno  ¿cómo  evitar  el  temor  quien  entienda  que  en 
todo  ha  de  ser  el  que  escribe  justo,  severo,  desapa- 
sionado é  independiente,  de  que  la  voluntad  no 
halle  en  las  demás  potencias  del  alma  ayuda  en  las 
flaquezas  del  entendimiento? 

Seguir  á  los  optimistas,,  sería  cerrar  los  ojos  á  la 
luz;  atender  sólo  la  opinión  pesimista,  entregarse  á 
la  desesperación.  «Nunca  fué  la  isla  de  Cuba  tan 
rica  como  ahora»,  dicen  los  primeros;  «¡qué  sueño! 
si  estamos  á  dos  dedos  de  la  ruina»,  replican  los 
segundos.  «La  tranquilidad  está  asegurada.  España 
dominará  la  isla  porque  los  separatistas  saben  muy 
bien  que  Cuba  no  sería,  abandonada  de  la  metrópo- 
li, otra  cosa  que  la  república  negra  de  Haiti»;  «¡bah! 
;y  los  Estados  Unidos?  ¿y  la  riqueza  mestiza?  ¿y  la 
inteligencia  del  cubano?»,  contestan  los  amigos  de 
la  autonomía  de  la  isla. 

Y  entre  tan  discordes  opiniones  ¿dónde  está  la 
verdad?  ¡Ah!  la  verdad  está  quizá  en  otra  parte,  }  el 
verdadero  peligro  más  que  en  el  Reformismo  y  la 
Autonomía,  más  que  en  las  luchas  de  la  Unión  cons- 
titucional con  el  Reformismo  que  sueña  con  la  Di- 
putación única,  como  panacea  de  los  males  que  pa- 


2l8  VIAJE  Á   AMÉRICA 

dece  Cuba,  se  halla  en  las  singulares  condiciones  en 
que  se  desarrolla  el  trabajo  en  la  isla  y  en  tener  sus 
principales  mercados  en  los  Estados  Unidos. 

Cómo  dudar  de  la  buena  fe  y  del  sincero  espa- 
ñolismo de  muchos  hombres  que  militan  en  las  filas 
del  reformismo,  que  durante  la  guerra  separatista 
han  dado  á  la  patria  española  su  sangre  y  sus  rique- 
zas, que  contribuyen  con  su  trabajo  y  su  inteligencia 
al  enaltecimiento  de  España  en  Cuba  y  que,  sin 
embargo,  intentan  recabar  de  la  Metrópoli,  y  lo  in- 
tentan con  una  energía  y  un  entusiasmo  que  da 
mucho  que  pensar,  el  establecimiento  de  la  Diputa- 
ción provincial  única  que  habría  de  parecerse  á  una 
Cámara,  sin  facultades  legislativas,  ciertamente,  pero 
establecida  en  la  Habana,  centralizadora,  bajo  el 
punto  de  vista  de  la  isla,  pero  con  atribuciones  des- 
centralizadoras,  con  respecto  á  la  Metrópoli-,  Cáma- 
ra que  dominada,  algún  día,  por  los  separatistas, 
podría  ser  una  verdadera  Convención  de  donde  sur- 
giría con  la  elocuencia  propia  de  la  raza  tropical,  el 
incendio  pavoroso  de  nueva  guerra  civil,  convirtiéndose 
rápidamente  en  legisladora,  en  Poder  ejecutivo,  en 
dueña  y  señora  de  la  isla,  como  representante  del  su- 
fragio popular,  y  ejecutora  de  sus  decretos  y  resolucio- 
nes. Y  como  no  he  de  creer  que  ese  peligro  lo  desco- 
nozcan los  españoles  que  patrocinan  de  buena  fe  el 
pensamiento,  al  adoptarlo  en  un  período  de  tiempo 
realmente   pavoroso    para    la   isla,  cuando  el  Banco 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  219 

Español  suspendió  los  pagos,  el  azúcar  estaba  de- 
preciado y  la  mano  de  obra  envilecida  por  las  tari- 
fas del  bilí  Mac-Kinley,  que  protegían  la  importa- 
ción de  tabaco  en  rama  á  los  Estados  Unidos  é 
imponían  crecidísimos  derechos  al  tabaco  torcido; 
claro  es  que  la  idea  dominante,  la  preocupación 
obsesiva  fué  la  de  mejorar  la  situación  económica 
de  Cuba,  buscando  medios  efectivos  y  prácticos  de 
ponerse  en  buenas  relaciones  con  el  mejor  mercado 
de  la  isla,  el  que  consume  el  90  por  100  de  su 
stock  de  azúcar,  el  que  compra  frutas  tropicales  por 
valor  de  cinco  millones  anuales  de  dollars,  el  que 
importa  millones  y  millones  de  hoja  de  tabaco  en 
rama  para  convertirlo  en  tabaco  torcido,  aprove- 
chando su  Virginia,  Kuntucky,  etc.,  para  tripa  y  la 
hoja  cubana  para  capa;  mercado  inmenso,  de  64  mi- 
llones de  habitantes  que  se  llama  Estados  Unidos. 
Y  como  las  colonias  no  hallan  en  la  Metrópoli  mer- 
cado bueno  y  seguro,  como  algunas  veces  resultan 
sacrificadas  á  los  intereses  peninsulares,  la  Diputa- 
ción única,  formando  un  núcleo  vigoroso,  y,  ha- 
blando claramente,  imponiéndose,  si  llegara  el  caso, 
en  las  cuestiones  económicas,  procuraría  lentamente 
alcanzar  la  autonomía  económica,  precursora,  mal 
que  les  pese  á  los  patrocinadores  del  reformismo, 
de  la  autonomía  política  y  social. 

A  este  estado  de  cosas  nos  ha  conducido  el  mal- 
estar económico  de  la  isla  de  Cuba,  á  este  estado, 


24é  VIAJE   Á  AMÉRICA 

peligrosísimo  por  las  simpatías  que  despierta,  los 
lazos  que  ata  y  las  relaciones  que  estrecha  con  los 
Estados  Unidos,  poco  decididos,  hoy  por  hoy,  á 
salvar  el  estrecho  de  la  Florida  con  ansias  de  con- 
quista, que  bastante  faena  tienen  hoy  en  su  casa, 
para  ocuparse  en  la  ajena;  á  este  estado  hemos  lle- 
gado, lleno  de  peligros  más  ó  menos  remotos  que 
no  consiguen  despertar  la  atención  de  nuestros 
hombres  de  Estado,  para  que  se  convenzan  de  que 
los  vínculos  de  la  sangre  no  son  bastante  fuertes 
para  asegurar  el  amor  de  los  pueblos,  cuando  falta 
el  pan  de  cada  día  y  la  ruina  resulta  ser  la  triste 
compensación  de  sacrificios  hechos  recientemente  en 
sangre,  inteligencia  y  dinero  en  nombre  de  la 
patria. 

Los  ñañigos  y  los  bandoleros  de  los  campos  de 
Cuba  no  son  más  que  signos  de  los  tiempos;  si  el 
ñañiguismo  retoña  y  el  bandolerismo  crece,  es  que 
el  trabajo  no  cunde,  la  plantación  no  rinde,  la  zafra 
no  produce,  y  estos  sumandos  tienen  para  los  espa- 
ñoles de  Cuba  una  traducción  pavorosa:  la  de  que  la 
Metrópoli  no  sabe  amparar  los  intereses  de  sus  hijos, 
en  cuyos  corazones  se  debilita  el  amor  que  sienten, 
porque  no  los  proteje  ni  consuela.  Mientras  el  ejér- 
cito tiene  fe  en  la  pericia  de  los  generales  que  han 
de  guiarle  en  el  combate,  la  victoria  es  casi  segura; 
si  esta  fe  que  salva  y  alienta  se  pierde,  el  enemigo 
tiene  la  mitad  del  camino  andado    para    vencer    al 


RAFAEL   PUIG  Y  VALLS  221 

que,  desmoralizado,  entra  ya  rendido  en  la  con- 
tienda. 

Pues  bien,  y  aunque  sea  doloroso  decirlo,  los 
españoles  de  Cuba  han  perdido  la  fe  en  los  hom- 
bres que  nos  gobiernan,  y  temen  que  no  han  de 
saber  hallar  jamás,— por  falta  de  estudio  y  conoci- 
miento de  los  intereses  coloniales,  por  creerlos,  en 
varias  ocasiones,  en  pugna  con  los  de  la  Península 
ó  por  causas  que  no  menciono,  que  de  sobra  están 
tantas  tristezas  en  la  conciencia  pública, — el  proce- 
dimiento salvador  de  una  política  sabia,  patriótica 
y  sobre  todo  que  dé  paz  á  los  espíritus  y  prosperi- 
dad al  comercio  y  á  la  industria  cubana. 

Y  ante  esta  incertidumbre,  los  que  tienen  en  la 
isla  su  patrimonio  y  su  familia,  los  que  se  ven  cada 
día  amenazados  por  el  elemento  díscolo,  perturba- 
dor, ambicioso  que  tiene  puesto  ojo  avizor  en  las 
desdichas  de  la  Metrópoli  que  alienta  la  idea  sepa- 
ratista, juzgan  quizá  meritorio  aflojar  los  vínculos 
que  les  unen  á  la  patria  común,  por  temor  de  que 
nuestros  desaciertos  los  rompan  traidora  y  brus- 
camente, pensando  que  ya  ha  llegado  la  hora  de 
que  busquen  protección  en  sus  propias  fuerzas  y  re- 
cursos, si  los  gobiernos  de  España  nada  han  de 
hacer  en  su  provecho  y  pretenden  ignorar  eterna- 
namente  lo  que  ellos  tienen  aprendido  de  memoria, 
aunque  no  sea  más  que  para  dar  la  razón  á  los  que 
opinan  que  sabe  más  el  loco  en  su  casa  que  el  cuer- 


923  VIAJE   A   AMÉRICA 

do  en  la  ajena,  y  que,  si  la  ruina  cundiera  en  los 
campos  de  Cuba,  sin  la  ayuda  del  elemento  insular, 
todos  los  tesoros  y  toda  la  sangre  de  p]spaña  no 
bastarían  para  sostener  nuestra  soberanía  en  el  mar 
de  las  Antillas. 

^Tienen  razón  en  este  modo  de  pensar  los  refor- 
mistas? En  realidad,  la  nueva  fórmula  política  reve- 
la, en  mi  concepto,  desesperación  y  cansancio;  es  la 
fórmula  hallada  para  reunir  los  descontentos  de  va- 
rios partidos  que  aportarán  masas  al  nuevo,  pero 
que  no  matarán  aspiración  alguna.  La  fórmula  resul- 
ta tan  vaga,  que  puede  acoger  bajo  su  ancha  ban- 
dera todas  las  hipocresías,  y  el  autonomista  y  sepa- 
ratista cabrán  en  el  reformismo  como  cabe  el  áspid 
en  el  pecho  generoso  que  le  da  calor  y  abrigo. 

Muy  difícil  es  averiguar  el  término  de  lo  que  es 
protesta  viva  del  elemento  español  contra  la  inmo- 
ralidad y  los  desaciertos  de  la  Metrópoli,  protesta 
que  aviva  la  crisis  padecida  y  no  curada,  el  bando- 
lerismo, el  ñañiguismo,  la  cuestión  monetaria  viril- 
mente sostenida,  y  el  deseo  de  recobrar  la  tranquili- 
dad perdida,  haciendo  fructíferas  las  conquistas  del 
trabajo  y  de  la  paz. 

Y  como  todo  se  enlaza  en  este  período  de  des- 
venturas, Cuba,  que  no  espera  casi  nada  de  nuestro 
mercado,  lo  espera  casi  todo  de  los  Estados  Unidos, 
que  por  la  vía  de  Tampa  importa  sus  más  valiosas 
frutas,  y  con   sus   grandes  vapores,  y  en  cinco  días, 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS 


transporta  á  New-York  sus  azúcares,  su  café  y  su 
tabaco,  pendientes  hoy  y  en  entredicho  de  la  solu- 
ción salvadora  de  la  rebaja  de  tarifas,  acordada  ya 
ó  casi  acordada  en  las  Cámaras  de  Washington, 
sugestionadas  virilmente  por  la  política  personal, 
personalísima,  mal  que  les  pese  á  nuestros  republi- 
canos, del  Presidente  Cleveland,  que  impone  su  veto 
con  una  frecuencia  que  valdría  la  pena  de  ser  medi- 
tada por  los  soberanos  constitucionales  de  Europa. 
Y  como  creo  dejar  consignados  aquí  los  verdade- 
ros peligros  que  amenazan  hoy  nuestra  integridad, 
yo  que  no  soy  hombre  de  Estado,  pero  sí  vehemen- 
te patriota,  al  dar  la  voz  de  alarma,  sólo  me  resta 
pedir  á  Dios  que  nos  ilumine  y  salve  la  integridad 
de  la  patria. 


MATANZAS 

La  Cueva  de  Bellamar  y  el  valle  de  Yumurí 


Te  convido  hoy,  lector,  á  una  excursión  deliciosa. 
Es  necesario  madrugar  un  poco,  atravesar  la  bahía 
cuando  el  sol  pinta  de  color  escarlata  los  cirrus  sus- 
pendidos en  las  altas  regiones  atmosféricas,  y  coger 
el  primer  tren  que  sale  de  la  estación  de  Regla  á  las 
seis  y  media  de  la  mañana,  deja  el  ramal  de  Guana- 


226  VIAJE  X  AMÉRICA 

bacoa  y  se  desvía  al  Este,  camino  de  Matanzas  y 
Cienfuegos. 

Parte  el  tren,  y  en  breve  domino  una  gran  exten- 
sión de  la  campiña  cubana.  El  cielo  clemente  me 
depara  un  día  fresco,  cubierto,  que  mitiga  los  tonos 
vivísimos  de  la  luz  tropical.  La  orografía  ligeramente 
ondulada  en  la  región  que  atraviesa  el  tren,  los  cam- 
pos cubiertos  de  caña  dulce,  casi  ya  sazonada,  los 
bohios  y  ranchos  de  la  raza  negra,  puestos  al  abrigo 
de  palmeras  reales,  cocoteros  y  ceibas  gigantescos, 
algunos  pueblos  que  desfilan  y  van  difuminándose 
lentamente  en  el  horizonte,  como  espejismos  que  se 
desvanecen  en  el  desierto,  tierras- rojas  teñidas  por 
óxidos  de  hierro  que  dan  tonos  calientes  al  paisaje, 
mitigados  por  el  verde  intenso  de  las  plantas  y  el 
blanco  plateado  de  los  troncos  de  la  palmera  real, 
el  ingenio  escondido  mostrando  su  chimenea  achatada 
entre  árboles  y  flores,  la  labor  del  campo,  en  fin, 
mostrando  toda  la  savia  de  un  elemento  que  abre  su 
seno  fecundo  al  colono,  dándole  espléndidas  cose- 
chas, es  cuanto  observo  mientras  el  tren  recorre  el 
espacio  de  85  millas,  comprendido  entre  la  capital 
de  Cuba  y  la  ciudad  de  Matanzas. 

Unas  cuantas  calles,  sin  fisonomía  especial,  la  ca- 
rretera polvorienta,  paralela  casi  al  ancho  cauce  de 
un  río  que  en  su  lecho,  lleno  de  guijarros,  obra  de 
informe  acarreo,  muestra  tener  veleidades  y  arrogan- 
cias de  torrente,  un  puente  y  un  cauce  estrecho    en 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS 


cuyo  fondo  se  ve  la  bahía  con  sus  aguas  tranquilas 
que  dora  el  sol  marchando  al  zenit,  y  luego  calles 
anchas,  limpias,  tranquilas,  de  casas  bajas  que  dan 
á  la  ciudad  un  aspecto  seductor,  un  porte  conocido, 
arrancado,  con  todos  sus  detalles,  de  los  pueblos 
de  la  costa  catalana,  constituyen  el  fugaz  panorama 
de  la  ciudad  puesto  á  la  vista  del  viajero. 

Matanzas,  si  fué  eregida  allá  en  lejanos  tiempos, 
cuando  la  conquista  sacrificaba  al  indio  bravo  para 
someterle  y  rendirle,  los  que  fomentaron  su  población, 
roturaron  sus  campos  y  abrieron  su  puerto  al  comercio 
del  mundo,  debieron  ser  catalanes,  que  no  puede 
mentir  tan  descaradamente  la  fisonomía  especial  de 
aquella  ciudad,  que  tiene  en  la  cumbre  que  la  domina 
la  capilla  de  Montserrat,  y  en  sus  calles  nombres  de 
paisanos  nuestros  que  aun  viven,  y  han  tenido  su 
cuarto  de  hora  de  popularidad  en  no  lejanos  tiempos. 

No  recuerdo,  si  la  fonda,  junto  á  la  plaza  de  Ar- 
mas y  frente  á  la  iglesia  de  San  Carlos,  se  llama  de 
Francia,  lo  que  si  sé  es  que  encanta  la  limpieza,  la 
frescura  y  la  disposición  de  sus  habitaciones,  amue- 
bladas con  gusto  y  en  condiciones  que  no  es  fácil 
hallar  en  ciudades  españolas  muy  conocidas,  y  de 
importancia  muy  superior  á  la  de  Matanzas. 

Un  ligero  desayuno  de  carne  buena  y  pescado 
sabroso,  con  vinos  de  buena  calidad,  agua  helada  á 
pasto  y  frutas  frescas  y  jugosas,  predispone  el  áni- 
mo á  visitar  la  Cueva  de  Bellamar,  prodigio  de  la 


228  VIAJE  Á  AMÉRICA 

naturaleza,  que  dista  unas  tres  millas  de  Matanzas. 
En  la  puerta  de  la  fonda  hallo  preparado  un 
carruaje,  de  nombre  conocidísimo  y  que  veo  por 
primera  vez  en  mi  vida,  la  volanta,  coche  que  la 
moda  va  desterrando  de  la  isla,  sin  que  logren  am- 
pararlo sus  condiciones  especiales  y  por  las  que  me- 


recería más  cariño  del  que  muestran   tener   por   ella 
los  moradores  de  Cuba. 

La  volanta  es  nuestra  calesa,  perfeccionada  con 
arte  tal,  que  la  suavidad  de  sus  movimientos  y  la 
seguridad  del  transporte  no  son  más  que  obra  del 
mecanismo,  estudiado  con  perfecto  conocimiento  de 
su  estabilidad,  en  relación  con  las  necesidades  que 
ha  de  servir.  La  volanta,  que  es  un  carruaje  de  dos 
ruedas,  sólidamente  construido,  pasa  sin   volcar   por 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS  "iZQ 

sitios  donde  un  coche  de  cuatro  ruedas  comprome- 
tería la  vida  de  los  viajeros.  Una  brevísima  definición 
dará  idea  de  la  volanta,  que  no  es  otra  cosa  que  una 
calesa  de  limonera  muy  larga  y  de  ruedas  muy  altas, 
separadas  por  un  eje  muy  ancho,  colocadas  inmedia- 
tamente detrás  de  la  caja  del  vehículo.  La  limonera 
larga  da  al  carruaje  un  movimiento  de  balance  tan 
suave,  que  no  hay  resorte,  por  fino  que  sea,  que 
pueda  comparársele,  y  la  anchura  del  eje,  el  grueso 
de  llanta  y  la  altura  y  la  robustez  de  las  ruedas, 
movimientos  suaves,  por  ser  comparativamente  de 
larga  duración  el  desplazamiento  del  vehículo  y  tener 
una  base  de  sustentación  tan  ancha  y  tan  favorecido 
el  centro  de  gravedad  que  es  casi  imposible  volcar. 
La  volanta,  á  pesar  de  tener  limonera,  engancha  dos 
caballos,  y  en  realidad  no  necesita  cochero,  sino 
postillón  que  monta  el  caballo  exterior,  teniendo 
constantemente  cogidas  las  riendas  del  caballo  de  la 
limonera  para  guiarle  por  los  más  escabrosos  cami- 
nos. Montaba  aquel  caballo  como  postillón  un  negro, 
de  barba  blanca,  con  el  látigo  en  bandolera,  que 
esperaba  impaciente  en  la  puerta  de  la  fonda.  Con 
la  capota  arrollada  y  asiento  hondo  y  blando  de 
chagrín  pardo  en  el  fondo  de  la  volanta,  la  toma  de 
posesión  del  vehículo  parecióme  feliz  augurio  de  có- 
modo viaje.  A  pesar  de  ello,  una  rápida  y  distraída 
mirada  no  basta  para  formar  concepto  de  las  cuali- 
dades de  la  volanta;  pero  cuando  el  negro  sacude  el 


230  VIAJE  Á  AMÉRICA 

látigo  y  aquellos  caballos  escuálidos  y  macilentos 
arrancan  el  vehículo  por  aquellas  calles  al  trote  largo, 
y  se  observa  que  sin  muelles,  ni  resortes,  al  apoyarse 
toda  la  caja  del  coche  en  el  eje  por  un  lado  y  sobre 
el  collar  del  caballo  por  el  otro  por  el  intermedio  de 
la  larguísima  palanca  de  la  limonera,  que  da  al  con- 
junto el  rítmico  movimiento  de  un  palanquín,  y  que 
en  la  travesía  de  un  camino  de  rodadas  inverosími- 
les, saltando  sobre  cantos  en  arista,  ni  la  sacudida 
molesta,  ni  el  desequilibrio  espanta,  el  viajero,  sin 
darse  cuenta  de  ello,  ha  de  estudiar  un  mecanismo 
que  tales  condiciones  ostenta,  bendiciendo  al  autor 
de  un  carruaje  indispensable,  por  lo  cómodo  y  seguro, 
en  los  caminos  que  atraviesan  la  manigua,  y  por  lo 
suave  y  elegante  en  sus  líneas  amplias  y  fastuosas, 
en  las  calles  y  los  paseos  de  las    ciudades    cubanas. 

Con  tan  buena  disposición  de  ánimo,  rendido  el 
caballo  de  la  limonera,  que  al  pararse  cayó  como 
herido  por  un  rayo,  llegué  al  cottage  que  cubre  la 
boca  de  la  Cueva  de  Bellamar. 

El  chino  que  está  encargado  del  papel  de  cicerone, 
espera  sin  duda  más  importante  comitiva  y  no  tiene 
prisa;  al  poco  rato  llega  otra  volanta,  y  el  guía  se 
decide  á  encender  su  farol,  creyendo  que  ya  tiene 
cuenta  abrir  la  puerta  de  la  cueva. 

Mis  compañeros  de  excursión,  más  prácticos  ó 
mejor  informados  que  yo,  se  aligeraron  de  ropa,  se 
proveyeron  de  abanicos  y  á  una  señal  del  chino,  que 


KAFAEL    PUIG   Y   VALLS  331 

no  brilla  por  su   elocuencia,  la  comitiva  se  puso   en 
movimiento. 

Una  cueva  que  no  tiene  su  puerta  ó  boca  al  ex- 
terior, pierde  su  fisonomía  especial-,  meterse  por  es- 
cotillón en  una  cueva,  cubierta  por  un  edificio,  hágase 
lo  que  se  quiera,  su  entrada  parecerá  siempre  la  de 
un  sótano  ó  subterráneo  artificial.  La  grandiosidad 
de  la  cueva  de  Arta,  sin  su  pórtico  inmenso  mirando 
al  Mediterráneo,  perdería  la  mitad  de  su  importancia 
y  el  mejor  de  sus  encantos.  La  cueva  de  Bellamar, 
sin  embargo,  cuando  se  ha  vencido  esta  contrariedad 
y  se  han  bajado,  por  anchas  y  cómodas  escaleras,  sus 
tramos  principales,  el  espectáculo  que  ofrece  al  via- 
jero resulta  encantador.  La  naturaleza  ha  tenido  en 
Bellamar  de  Matanzas  la  coquetería  de  formar  una 
cueva  de  cristal  purísimo,  en  cuyas  facetas  se  des- 
compone la  luz,  arrebolándolas  con  todos  los  colores 
del  arco  iris.  No  busque  el  viajero  en  Bellamar  la 
grandiosidad  de  la  cueva  de  Arta  y  del  Mammoth- 
Cave  de  los  Estados-Unidos,  pero  tiene  indecibles 
encantos  en  sus  columnas  calizas,  sus  estalactitas  y 
estalagmitas,  sus  formas  elegantes  en  algunas  partes 
y  caprichosas  en  todas,  formadas  por  aguas  bicarbo- 
natadas,  que  no  tenían  en  disolución  ningún  óxido 
que  las  tiñera-,  en  sus  cámaras  de  nombres  capricho- 
sos, el  Manto  de  Colón,  El  Templo,  El  Guardián  de 
los  Espíritus...  en  aquellas  agujas  inmensas  que  pare- 
cen desprenderse  de  las  bóvedas  sostenidas  por  arro- 


93»  VIAJE   Á    AMÉRICA 

gantes  columnas,  y  que  las  bengalas  llenan  de  luces 
rojas,  verdes  y  blancas,  sobre  cuya  masa  cristalina 
los  rayos  se  refractan  y  reflejan,  choques  que  produ- 
cen luces  y  sombras  cuyos  efectos  cautivan  la  fantasía 
más  ardiente.  Los  pasadizos  estrechos,  cuya  atmósfera 
enrarecida  ahoga;  las  salas  inmensas  de  aire  viciado 
que  no  se  renueva,  de  bengalas  cuyo  vaho  no  se  ha 
pegado  aun  en  las  paredes,  de  respiraciones  humanas 
que  flotan  aún  en  el  espacio,  aire  pegajoso,  húmedo, 
que  pesa  como  plomo  sobre  el  pecho  y  da  angustias 
que  llenan  la  piel  de  gotas  de  sudor,  el  agua  crista- 
lina que  gotea  por  todas  partes  y  filtra  por  las  ren- 
dijas, como  trabajadora  que  completa  su  obra,  sin 
cansancio,  obra  de  los  siglos  bordada  por  ese  ele- 
mento que  parece  el  espíritu  vivificador  de  la  natu- 
raleza, tan  majestuoso  cuando  brama  en  la  catarata 
y  en  el  mar  embravecido,  como  seductor  en  Cueva 
de  Bellamar,  convertido  en  hada  que  edifica  lenta- 
mente, sin  martillo,  ni  cincel,  sin  aparatosos  anda- 
mios,  sin  ruido  y  sin  apremios,  valiéndose  sólo  de 
las  substancias  que  lleva  en  disolución,  que  arroja  de 
su  seno  como  espíritu  que  se  purifica  con  la  acción 
santa  del  trabajo. 

La  excursión  dura  una  hora  escasa,  si  el  visitante 
no  tiene  empeño  en  recorrer  toda  la  parte  de  la 
Cueva  recientemente  descubierta,  y  al  volver  á  la  luz 
y  respirar  aire  más  puro,  agitados  aún  los  nervios  por 
tan  variadas  impresiones,  siéntese  un  bienestar  inde- 


RAFAEL   PUIG    Y  VALLS  233 

finible  cjue  crece  con  las  caricias  de  la  brisa  del  mar, 
sacudida  por  la  rápida  carrera  de  la  volanta  que  baja 
por  aquellos  riscos,  teniendo  la  bahía  de  Matanzas 
á  la  vista,  la  ciudad  recostada  al  pie  de  hermosas 
colinas,  hasta  llegar  á  la  carretera  bordeada  de  ho- 
telitos  primorosos,  adornados  con  todos  los  colores 
y  perfumes  de  la  Flora  tropical. 

La  volanta  cruza  otra  vez  la  ciudad,  deja  las  cal- 
zadas buenas  por  arroyos  de  calles  malísimamente 
adoquinadas,  salta  el  vehículo  y  rechinan  las  llantas 
de  sus  ruedas  sobre  cantos  y  piedras  de  cortes  afi- 
lados, y  al  chocar  las  herraduras  de  los  caballos 
sobre  cuerpos  tan  duros,  se  produce  un  ruido  infer- 
nal que  atrae  á  la  población  negra  de  Matanzas, 
ávida  siempre  de  ver  pasar  la  volanta,  con  su  indu- 
mentaria especial  que  estima  ya  sólo  el  forastero.  Un 
cuarto  de  hora  más  y  la  colina  donde  está  la  capilla 
de  Montserrat  queda  dominada,  entrando  ufano  el 
vehículo  en  la  verde  meseta  donde  la  piedad  ha  le- 
vantado modesto  albergue  á  la  Patrona  de  Cata- 
luña. 

Y  al  llegar  allí  el  espíritu  se  recrea,  dominando 
la  bahía  y  ciudad  de  Matanzas,  el  valle  de  Yumurí, 
el  río  San  Juan  y  toda  la  comarca  que  se  extiende 
al  pie  de  la  ciudad,  camino  de  la  Habana.  El  valle 
de  Yumurí,  en  cuya  vaguada  corre  el  río  del  mismo 
nombre,  es  un  accidente  orográfico  tan  hermoso,  que 
renuncio,  por  falta  de  fuerzas,  á  describirlo.  Abárcase 


234  VIAJE   Á  AMÉRICA 

desde  la  capilla  de  Montserrat,  en  su  conjunto;  ancho, 
de  laderas  poco  sinuosas  y  muy  tendidas,  en  el  fondo, 
donde  las  aguas  han  labrado  el  abra  por  donde  en- 
tran las  aguas  en  el  mar,  cubierto  de  naranjales,  pal- 
meras, cocoteros  y  bohios;  más  lejos,  y  en  las  ver- 
tientes, la  palmera  real  y  la  ceiba  que  parecen 
guardianes  altaneros  de  los  cañamerales  y  cafetales 
que  crecen  en  aquellas  tierras  pródigas  y  fecundas, 
la  entonación  general  del  suelo  de  color  rojo,  vario 
en  sus  matices  como  debe  serlo  en  su  fertilidad;  el 
conjunto,  algo  así,  en  que  el  artista  perdería  sus 
pinceles,  incapaces  de  traducir  tanta  belleza. 

Y  cansado  ya  de  mirar  con  tanta  avidez  y  de 
sentir  tantos  placeres  en  día  tan  aprovechado,  des- 
pués de  saludar  á  la  Reina  soberana  de  las  montañas 
catalanas,  en  un  rincón  de  pradera,  bajo  unos  árboles 
frondosos,  hallo  grato  fin  de  fiesta  en  un  grupo  de 
negros  que  aprovecha  el  domingo  en  gira  de  campo, 
bailando  al  son  de  un  tamboril  y  de  extraños  instru- 
mentos, algo  que  recuerda  la  danza  del  baile  del 
segundo  acto  de  «Aida»,  con  los  dedos  levantados, 
doblegando  el  cuerpo  con  balanceo  rítmico  y  movi- 
miento lascivo,  cubierto  el  cuerpo  de  las  mujeres  con 
sayas  de  colores  vivísimos,  dominando  el  rojo  y  el 
blanco,  menos  rojo  y  menos  blanco,  sin  embargo, 
que  los  labios  y  los  dientes  de  las  negras,  sonrientes, 
alegres,  bullidoras,  con  ojos  avispados,  mostrando  en 
todo  la  alegría   propia  de  niños   grandes,  que  gozan 


RAFAEL   PUIG   Y    VALLS 


de  la  vida  en  medio  de  la  espléndida  naturaleza  de 
los  campos  de  Cuba. 

Cuando  regresé  á  Matanzas  anochecía;  y  como  la 
ciudad  estaba  de  fiesta  y  preparándose  para  asistir  á 
la  función  (¡ue  se  daba  en  el  teatro  por  aficionados 
con  el  fin  de  allegar  recursos  para  el  ejército  de 
África,  las  calles  se  llenaron  de  gente,  los  voluntarios 
lucieron  una  vez  más  su  típico  uniforme,  notándose 
desusado  movimiento  en  los  alrededores  del  teatro, 
animado  por  los  curiosos  y  los  que,  solicitados  por 
generoso  impulso,  iban  á  dejar  en  manos  de  la  Co- 
misión gestora  unos  cuantos  pesos  para  aliviar  la 
suerte  de  los  pobres  soldados  españoles  que  en  los 
campos  de  Melilla  no  pudieron  hallar,  ni  aun  pagán- 
dolo, con  la  vida,  provechos  y  gloria  para  la  patria. 

El  teatro  fué  llenándose  de  gente;  teatro  poco 
holgado,  pero  limpio,  bonito,  preparado  para  mitigar 
los  rigores  de  un  clima  caluroso  y  húmedo,  copia  en 
escala  reducida  de  los  coliseos  de  la  Habana,  que 
albergó  aquella  noche  á  todo  el  elemento  español  de 
Matanzas.  La  obra  de  desempeño  escogida  por  los 
aficionados  matanceros  fué  «Marina»,  interpretada 
discretamente  con  ayuda  de  una  muchacha  que  se 
dedica  al  teatro  y  que  al  dar  sus  primeros  pasos  en  la 
escena  demuestra  tener  relevantes  cualidades  para 
alcanzar,  en  breve,  provechoso  aplauso. 

La  función  terminó  á  hora  avanzadísima  de  la 
madrugada,    sin    incidente    alguno    que    merezca   la 


¿36  VIAJE   Á   AMÉRICA 

pena  de  contarse;  se  recogieron  unos  centenares  de 
pesos  para  nuestro  ejército,  y  la  ciudad  de  Matanzas, 
á  pesar  de  la  crisis  y  la  quiebra  reciente  de  la  casa 
comercial  más  importante  de  la  isla,  pagó  á  la  patria 
el  tributo  de  su  amor  y  conmiseración,  recordando 
las  angustias  del  soldado,  que  quiso  aliviar,  envián- 
dole,  como  madre  cariñosa,  el  ahorro  que  guarda 
en  los  días  de  prueba  para  sus  mejores  hijos. 


Dediqué  la  mañana  siguiente  á  recorrer  la  ciudad; 
su  aspecto  simpático  de  los  días  festivos,  no  lo  altera 
movimiento  inusitado  de  tráfico,  ni  en  el  centro,  ni 
en  la  periferia;  el  centro,  la  Plaza  de  Ai  mas,  en  donde 
está  emplazado  el  palacio  del  Gobernador,  adornado 
con  melancólico  jardín  de  los  trópicos  en  que  do- 
mina la  palmera  real,  con  sus  formas  airosas,  rodeado 


RAFAEL   PUIG  Y   V4LLS  237 

por  una  hilera  de  árboles  frondosos,  pero  muerte 
todo,  sin  movimiento,  como  si  el  sol  que  vivifica 
aquella  espléndida  vegetación,  diera  á  la  naturaleza 
entera  ansias  de  sueño  irresistible;  el  palacio  del 
Gobernador,  con  su  pórtico  de  arcos  de  medio  punto, 
de  extensa  fachada,  de  tres  cuerpos  que  remata  un 
reloj  de  torre;  los  edificios  de  la  plaza,  muy  bajos, 
casi  todos  reducidos  á  tiendas  grandes,  ventiladas  y 
limpias,  con  algunos  edificios  de  aire  moderno,  en 
uno  de  los  que  está  instalado  el  Casino  Español,  lu- 
josamente amueblado,  con  su  teatrito,  salón  de  lectura 
espacioso  y  sala  de  baile  en  que  se  han  prodigado 
las  arañas  que  recuerdan  el  salamó  antiguo  de  los 
entoldados,  es  cuanto  constituye  la  fisonomía  especial 
del  centro  de  Matanzas. 

La  ciudad  está  cruzada  por  dos  ríos,  el  San  Juan 
y  el  Yumurí,  que  dividen  la  población  en  tres  partes, 
conocidas:  la  norte,  con  el  nombre  de  Versalles;  la 
central,  situada  entre  los  cauces  de  aquellos  ríos, 
por  la  ciudad  vieja,  y  la  sud,  por  Pueblo  nuevo. 

La  parte  llana  está  embellecida  con  calles  anchas, 
bien  urbanizadas,  tanto  en  las  aceras  como  en  los 
arroyos;  las  calles  en  pendiente,  como  la  tienen  muy 
rápida,  quizá  por  temor  á  fuertes  erosiones,  están 
desigual  y  viciosamente  empedradas.  En  una  tienda 
vi  establecido  un  pequeño  observatorio  meteorológi- 
co, montado  con  auto-registradores  que  me  dio  al- 
guna  envidia,  pues   siendo    Matanzas   población    de 


238  VIAJE   Á   AMéRICA 

reducido  vecindario,  tiene  en  su  seno  un  signo  de 
progreso  que  no  ha  alcanzado,  que  yo  sepa,  al  menos, 
la  segunda  capital  de  España. 

Cansado  de  recorrer  una  ciudad  que  no  ofrecía 
ya  nuevos  puntos  de  vista,  preparé  mi  regreso  á  la 
Habana.  La  bahía,  las  iglesias,  los  edificios  públicos 
y  la  silueta  general,  abarcada  desde  la  cúspide  de  la 
colina  en  que  está  situada  la  capilla.de  Montserrat; 
los  ríos,  el  San  Juan,  que  inunda  á  veces  la  llanura 
y  la  parte  baja  de  la  ciudad-,  el  Yumurí,  que  cansado 
de  surcar  un  hermoso  valle,  abre  brecha  estrecha  y 
profunda  al  pie  de  Matanzas  y  se  precipita  al  mar, 
abandonando  su  detritus  en  el  fondo  dé  aguas  tran- 
quilas que  no  conmueven,  cuando  son  profundas,  ni 
los  vientos  ni  las  tempestades,  elementos  son  de  un 
cuadro  de  una  perspectiva  general  encantadora,  de 
fisonomía  accidentada,  capaz  de  grabarse  en  la  me- 
moria, que  sólo  aparece  difuminado  en  el  cerebro  lo 
que  se  ofrece  á  la  vista  con  líneas  borrosas,  desco- 
loridas, monótonas  como  las  de  llanura  intermina- 
ble que  se  pierde  en  el  horizonte  visible. 

Y  al  regresar  por  la  tarde  á  la  Habana,  cuando  el 
sol  declina  y  la  tierra  secada  por  el  aire  abrasador  del 
trópico  ha  perdido  sus  tonos  brillantes  y  la  vegeta- 
ción sus  energías,  cansada  de  una  exhalación  que 
agota  sus  fuerzas  y  de  un  trabajo  molecular  prodi- 
gioso que  tiene  por  motor  los  rayos  luminosos  del 
sol,  la  naturaleza  entera  parece  postrada  y  poseída 


RAFAEL   PUIG  Y  VAM.S 


de  ansias  de  reposo,  cayendo  también  las  brisas  que 
levantan  durante  el  día  oleadas  de  polvo,  detritus 
de  variados  fermentos,  restos  condensados  de  cuanto 
respira  sobre  la  tierra,  lanzando  á  la  atmósfera  las 
impurezas  de  la  realidad,  ponzoña  viva,  que  flota 
hasta  perderse  en  las  horas  tranquilas  de  la  noche 
sobre  la  tierra  que  la  purifica  y  con  ayuda  de  los 
gases  atmosféricos  y  fermentaciones  complicadas  la 
transforma  en  gérmenes  de  vida  que  el  sol  despierta 
por  la  mañana,  hallando  dispuesta  la  tierra  para  tra- 
bajar, producir  y  marchar...  camino  de  las  grandes 
incógnitas  de  la  ciencia  humana.  Y  en  ese  fenómeno 
singular,  la  apreciación  de  los  hechos,  los  aconteci- 
mientos, los  paisajes  cambian  de  color  y  el  espíritu 
se  entristece  con  el  crepúsculo  vespertino,  abatido, 
cansado,  esperando  el  día  que  levanta  con  el  sol 
ilusiones  y  esperanzas  nuevas  en  el  corazón  humano. 
Por  esto,  el  campo  de  Cuba  no  me  pareció  tan  her- 
moso al  regresar  de  Matanzas  á  la  Habana;  por 
esto  quizás,  y  aun  descontando  la  parte  subjetiva 
en  la  apreciación  de  la  belleza,  necesité  descanso 
para  apreciar,  en  su  justo  valor,  las  singulares  gracias 
con  que  Dios  ha  dotado  los  campos  y  los  montes 
de  la  grande  Antiila  española. 

Se  acercaba  ya  la  hora  de  partir  y  apenas  me 
quedaba  tiempo  para  echar  una  rápida  ojeada  á  la 
Quinta  de  Palatinos,  á  la  de  los  Molinos,  residencia 
de  verano  del  Capitán  general  de  Cuba;  á  los  hos- 


240  VIAJE    Á   AMÉRICA 

pítales  de  San  Felipe  y  Santiago  que  forman  parte 
de  la  cárcel  y  que  sólo  vi  exteriormente;  al  Hospi- 
tal Paula,  destinado  á  mujeres;  el  de  San  Lázaro,  á 
leprosos,  y  el  de  San  Ambrosio,  á  militares-,  á  la 
Real  Casa  de  Beneficencia,  asilo  de  huérfanos-,  al 
Asilo  de  Mendigos,  y  San  José,  escuela  de  reforma 
para  muchachos  díscolos,  y  á  la  Casa  de  Recogidas, 
hogar  de  mujeres  desgraciadas  que  necesitan  y  hallan 
allí  el  consuelo  de  la  religión  y  la  tranquilidad  per- 
dida en  las  borrascas  de  la  vida. 

El  río  Almendares,  en  noches  de  luna,  la  Cho- 
rrera, como  sitio  de  recreo,  el  Vedado,  donde  la 
amistad  ofrecióme  una  velada  encantadora,  un  pue- 
blecito  de  los  alrededores,  cuyo  nombre  he  olvidado, 
donde  visité  una  fábrica  de  cerveza  y  otra  de  hielo, 
pertenecientes  al  mismo  dueño  y  montadas  con 
arreglo  á  los  últimos  adelantos,  visto  todo  de  prisa 
y  corriendo,  constituyen  la  visión  fugaz  de  mis  úl- 
timas horas  en  Cuba. 

Llegó  el  30  de  noviembre  y  el  trasatlántico 
«Alfonso  Xn»  mostraba  su  gallarda  silueta  en  la 
bahía  de  la  Habana,  esperando  la  hora  de  salida  fi- 
jada para  las  cinco  de  la  tarde.  Mis  buenos  amigos 
me  esperaban  ya  para  acompañarme  á  bordo-,  en  el 
puerto,  una  comisión  de  la  Cámara  de  Comercio 
me  tenía  preparada  una  falúa  de  vapor,  que  surca 
rápidamente  las  aguas  y  me  lleva  al  «Alfonso  XII», 
recordándome  y  agradeciéndome  servicios  que  dicen 


RAFAEL   PUIG    Y    VALLS 


presté  á  Cuba  en  Chicago,  cuando  yo  fui  el  honrado 
con  tanta  confianza  y  debía  ser  grato  deber  para  mí, 
como  funcionario  público  y  como  español,  merecer 
algo  de  Cuba,  que  es  el  pedazo  más  hermoso  de  la 
corona  de  España  y  el  orgullo  más  legítimo  de  la 
historia  patria.  Más  tarde  llegaron  los  catedráticos  de 
la  Universidad  que  me  habían  acompañado  en  mis 
excursiones,  los  barceloneses,  contertulios  en  el  Hotel 
de  Inglaterra,  amigos  todos  que  me  recomendaron 
al  Capitán,  al  Sobrecargo,  al  Médico,  con  tan  afec- 
tuoso interés  que  no  sé  cómo  mostrar  mi  gratitud, 
consignada  aquí  como  testimonio  de  afecto  y  con- 
sideración. 

El  cañonazo  de  despedida,  cuando  el  sol  se  ha 
puesto  ya,  mientras  la  hélice  del  trasatlántico  re- 
mueve las  tranquilas  aguas  de  la  bahía,  me  invita  á 
dar  una  rápida  ojeada  al  puerto  y  á  la  ciudad  cu- 
bierta por  las  sombras  pálidas  del  crepúsculo,  á  los 
fuertes  erizados  de  cañones,  á  los  curiosos  que  agitan 
los  pañuelos,  y  mientras  unos  gritan  «¡Viva  España!» 
y  otros  «¡Buen  viaje!»,  el  corneta  de  una  de  las  for- 
talezas toca  la  marcha  real,  pareciéndome  que  todo 
se  condensa  en  una  aspiración  sola,  suma  de  las 
nostalgias  de  los  que  envidian  á  los  que  regresan  á 
la  patria,  oculta  á  sus  inquietas  miradas  tras  las 
brumas  por  donde  sale  el  sol. 

El  «Alfonso  XII»  atraviesa  la  boca  de  la  bahía, 
la  mar  llana  nos  promete  venturoso  viaje,  y  los  pa- 

i6 


343  VIAJE  Á  AMÉRICA 

sajeros,  mudos  ante  el  panorama,  con  la  vista  fija  en 
la  ciudad  que  enciende  lentamente  los  faroles  de  sus 
calles  y  plazas,  squares  y  jardines,  va  desapareciendo, 
hundiéndose  en  el  horizonte,  como  desaparecen 
todas  las  realidades  de  la  vida,  que  el  pasado  parece 
sueño,  fantasma  que  se  desvanece  tras  el  horizonte 
creado  por  nuestra  fantasía,  espléndido  en  la  aurora 
de  la  juventud,  triste  y  limitado  en  la  vejez,  como 
realidades  sin  encanto  y  esperanzas  inciertas  y  du- 
dosas. 

El  trasatlántico  enciende  sus  luces  eléctricas-  el 
salón  de  conversación,  el  comedor,  los  pasillos  y 
escaleras  que  lucen  aún  los  adornos  de  sus  días  de 
fiesta,  brillan  como  ascua  de  oro;  los  pasajeros  van 
acudiendo  á  la  mesa,  primera  comida  de  una  serie  llena 
de  incertidumbres  y  peligros,  que  en  veinte  días  de 
travesía  caben  muchas  sorpresas;  y  durante  los  tres 
días  que  dura  el  viaje  de  la  Habana  á  Puerto  Rico, 
veo  pasar,  como  vistas  en  kaleidoscopio,  la  silueta  de 
Cuba,  después  las  Inaguas,  posesión  inglesa,  de  tierras 
bajas,  sobre  las  que  se  levanta  un  faro  de  bastidor 
metálico,  con  sus  grandes  cruces  de  San  Andrés,  que 
harán  vibrar  los  vientos  en  días  de  tormenta;  más 
tarde  aún,  la  isla  de  Santo  Domingo,  con  sus  mon- 
tañas imponentes,  la  isla  veleidosa  que  se  acuerda 
en  días  de  prosperidad  de  la  metrópoli,  se  entrega 
sin  reservas  como  hija  arrepentida  y  la  paga  con 
desvío  luego,  no  dejando   á   los   ejércitos   españoles 


RAFAEL   PUIG   Y   VALLS 


más  territorio  que  el  pisado  con  las  armas  en  la 
mano-,  recuerdos  de  nuestra  historia  antillana  que 
tanto  enseña  y  tan  poco  se  aprende,  recuerdos  que 
se  desvanecen  ante  la  realidad  de  la  llegada  á 
Puerto  Rico,  á  las  siete  de  la  mañana  del  día  4  de 
diciembre,  anclando  en  medio  de  la  bahía,  rodeada 
por  tierras  tan  hermosas  que  la  vista  sorprendida 
parece  gozar  por  vez  primera  de  todos  los  encantos 
y  bellezas  de  las  tierras  tropicales. 


De  Puerto  Rico  á  España 


las  siete  de  la  mañana  llegué  á 
Puerto  Rico.  Cuando  la  tierra  está 
empapada  de  rocío,  los  árboles 
remozados  por  el  descanso  de  la 
noche,  el  ambiente  purificado  por 
el  sosiego  de  las  capas  de  aire  que 
sedimenta,  por  acción  mecánica,  cuanto  flota  en  la 
atmósfera  sacudido  por  el  viento;  cuando  la  natura- 
leza entera  parece  presentarse  al  que  madruga  con 
su  toilette  matinal  hecha  con  esmero,  para  renovar 
sus  prodigios  y  presentarse  á  la  vista  del  hombre 
con  sus  prestigios  de  coqueta  refinada,  parece  esco- 
gida de  intento  para  que  el  viajero  pueda  contemplar 
la  bahía  de  San  Juan  de  Puerto  Rico,  adornada  con 


246  VIAJE   Á.  AMÉRICA 

todas  las  pompas  y  galas  de  la  espléndida  vegetación 
tropical. 

No  tiene  aquella  isla  la  grandeza  de  líneas  de 
Cuba,  ni  presenta  la  bahía  de  San  Juan  el  encanto 
de  una  gran  ciudad,  como  la  Habana  con  su  puerto 
y  sus  dársenas,  edificios  públicos,  iglesias  y  campa- 
narios, cuarteles  y  fortificaciones;  pero  el  campo,  cu- 
bierto de  cafetales  y  pueblecitos  escondidos  en  los 
repliegues  de  valles  encantadores,  la  montaña  capri- 
chosamente proyectada  en  el  cielo,  cubierta  de  fron- 
dosos bosques  de  cocoteros,  y  la  ciudad  escalonada 
en  rápida  pendiente,  mostrándose,  toda  ella,  á  la  vista 
del  viajero,  con  sus  tonos  vivísimos  de  color,  sus  per- 
sianas pintadas  de  verde,  su  jardinito  á  la  orilla  del 
mar,  sus  edificios  públicos  que  asoman  por  todas 
partes,  capitanía  general,  cuarteles,  iglesias,  con  an- 
sias de  contemplar  la  bahía,  y  el  movimiento  maríti- 
mo con  sus  botes  tripulados  por  negros,  los  trasatlán- 
ticos con  su  porte  majestuoso,  las  lanchas  de  vapor 
y  los  cañoneros  de  la  marina  de  guerra  española, 
las  aguas  de  la  bahía  que  parecen  las  de  un  lago,  las 
de  fuera  de  puntas,  en  la  otra  parte  del  Morro,  que 
saltan  y  echan  espumas,  mostrándose  airadas  contra 
los  obstáculos  de  las  escolleras,  espectáculo  es  curioso 
que  no  pierde  su  prestigio  con  el  tiempo,  que  á  los 
diez  y  nueve  grados  de  latitud  norte,  los  cambios 
bruscos  de  la  atmósfera,  la  nube  que  cruza  el  espa- 
cio y  riega  los  campos    derramando    copiosa    lluvia 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS  247 

sobre  la  tierra  sedienta,  el  viento  que  agita  las 
aguas  y  levanta  olas  espantosas  en  el  Suar  de  las 
Antillas,  las  brisas  que  acarician  y  besan  aquella 
vegetación  espléndida,  refrescando  su  follaje  fatigado 
y  rendido,  el  aire  que  cambia  constantemente  de 
densidad  y  de  color,  sin  perder  el  brillo  intenso  que 
conserva  á  la  luz  del  sol  toda  su  fuerza  y  sus  colo- 
res, matices  son  de  un  cuadro  inmenso,  siempre  el 
mismo  y  siempre  variado,  que  tiene  por  marco  el 
mar,  tallista  prodigioso  que  ha  dibujado  la  silueta 
de  la  isla  de  Puerto  Rico  con  primores  y  perfiles  de 
consumado  artista. 

Y  cuando  cesa  el  movimiento  al  rededor  del 
«Alfonso  XII»  y  los  pasajeros  se  deciden  á  visitar  la 
ciudad,  multitud  de  barqueros  me  ofrecen  su  lancha, 
que  en  pocos  minutos  me  deja  al  pie  del  desembar- 
cadero para  recorrer  la  capital  de  la  isla,  que  á  juz- 
gar por  su  perspectiva,  no  ha  de  exigir  mucho  tiem- 
po á  la  atención  del  viajero.  El  microscópico  jardín 
que  está  junto  á  la  escalinata  del  muelle,  no  merece 
más  que  una  rápida  ojeada,  empezando  á  los  pocos 
pasos  la  rampa  de  una  calle  que  sigue  la  máxima 
pendiente  de  la  colina  en  que  está  edificado  San 
Juan  de  Puerto  Rico.  Los  ejes  de  las  calles  trans- 
versales, siguiendo  aproximadamente  las  trazas  de 
líneas  de  nivel,  son  casi  horizontales,  desarrollándose 
en  ellas  las  edificaciones  más  bellas,  los  edificios 
públicos    más    notables,  la  iglesia  más  ostentosa,  la 


248  VIAJE  Á  AMÉRICA 

plaza  en  que  se  halla  la  Casa  Consistorial,  y;  en  el 
extremo,  casi  en  las  afueras,  otra  plaza,  en  donde 
se  abrían  las  fundaciones  de  un  monumento  dedica- 
do á  Colón,  proyectado  por  un  artista  italiano  que 
hizo  conmigo  la  travesía  de  la  Habana  á  Puerto 
Rico,  y  se  estaba  remozando  un  teatrito  muy  bo- 
nito, demasiado  chico,  quizás,  para  una  población 
de  30,000  almas,  y  junto  á  las  murallas  que  van  á 
derribarse  á  petición  del  vecindario,  que  se  ahoga 
ya  dentro  de  un  recinto  amurallado  que  los  técnicos 
juzgan  ya  inútil  para  la  defensa  de  la  plaza,  y  los 
higienistas  cinturón  que  oprime  con  sus  ligaduras 
los  pulmones  y  la  fuerza  expansiva  de  una  ciudad 
que  crece  y  se  desarrolla  á  impulsos  de  su  riqueza 
y  su  trabajo. 

En  parte  opuesta  del  barrio  descrito  y  sobre  la 
misma  curva  de  nivel  se  halla  la  Capitanía  general, 
edificio  típico  y  con  cierto  aire  de  grandiosidad;  en 
sus  cercanías,  un  cuartel  espacioso  con  un  patio 
central  donde  puede  formar  un  regimiento,  y  cua- 
dras ventiladas  y  espaciosas,  cuartel  que  costó  tanto 
dinero,  que  doña  Isabel  II  preguntó  si  se  contruía 
de  plata;  junto  á  ellos  también,  otro  caserón  inmen- 
so, no  sé  si  hospital  ó  casa  de  Maternidad,  formando 
un  grupo  de  edificación  de  carácter  público  que  re- 
vela los  desvelos  de  la  metrópoli  por  la  preciosa 
isla  que  tiene  una  densidad  de  población  superior  á 
la  de  todas  las  islas  del  Archipiélago    antillano,  que 


•RAFAEL   PUIG  Y  VALLS  249 

tiene  en  sus  costas  poblaciones  importantísimas  y 
más  lindas,  según  el  decir  de  las  gentes,  que  la  ca- 
pital; que  cultiva  todas  las  tierras  y  los  montes,  aun 
los  más  fragosos  y  alejados  de  los  centros  de  pobla- 
ción, donde  se  cría  riquísimo  café,  cacao,  caña  dul- 
ce, tabaco  que  exporta  profusamente  con  provechos 
cada  día  más  importantes,  que  va  desarrollando, 
aunque  con  excesiva  lentitud,  los  ferrocarriles  del 
litoral,  que  tiene  buenas  carreteras  y  un  buen  servi- 
cio de  obras  públicas,  y  que  sin  la  invasión  de  la 
plata  mexicana,  pesadilla  allí,  como  en  muchas  par- 
tes, de  un  porvenir  tenebroso  ante  el  problema  de 
la  cuestión  monetaria,  cuya  solución  es  tormento  de 
gobiernos  y  sabios,  no  creo  opinión  optimista  ase- 
gurar que  la  isla  de  Puerto  Rico  goza  de  envidiable 
prosperidad  y  que  es  una  de  las  colonias  que  han 
dado  y  dan  prestigios  más  justificados  al  colono  y  al 
comercio  español. 

Por  la  tarde,  la  excursión  á  Santurce  y  Río  Pie- 
dras completó  la  breve  visita  hecha  á  la  isla  de 
Puerto  Rico,  de  la  que  guardo  tan  grato  recuerdo  y 
tan  pintorescas  perspectivas.  Para  ir  á  la  estación 
del  tranvía  de  vapor,  desde  el  cuartel,  forzoso  será 
desandar  el  camino  recorrido  y  volver  á  la  parte 
baja  de  la  ciudad,  al  pie  de  la  plaza  que  debe  osten- 
tar ya  á  estas  horas  la  estatua  de  Colón. 

Un  modestísimo  cobertizo  de  madera,  un  peque- 
ño andén    donde  para  un  tren  de  una  locomotora  y 


250  VIAJE   Á   AMÉRICA 

dos  vagones  á  la  americana,  que  hacen  la  7iavette, 
como  dicen  los  franceses,  en  vía  estrecha,  no  sé  si 
de  un  metro  ó  de  setenta  y  cinco  centímetros  de 
anchura,  constituyen  el  vehículo  que  recorre,  en  la 
longitud  de  unos  cinco  kilómetros,  el  espacio  com- 
prendido entre  la  capital  y  Río  Piedras,  población 
de  escaso  vecindario,  que  se  halla  casi  en  el  centro 
de  la  curva  que  cierra  la  bahía  de  San  Juan  de 
Puerto  Rico.  El  que  visita  la  isla  y  descuida  por  ig- 
norancia ó  indolencia  el  recorrido  de  aquella  línea, 
bien  puede  tener  entendido  que  ha  perdido  una  de 
las  perspectivas  más  deliciosas  de  la  tierra.  No  se 
crea  que  hay  en  aquel  cuadro  de  la  naturaleza  em- 
bellecido por  el  arte,  grandiosidad,  ni  el  espectáculo 
hondo  de  extensos  horizontes  colmados  de  acciden- 
tes, no,  lo  que  se  ve  en  aquel  valle  lo  abarca  la  vis- 
ta en  conjunto  y  sin  esfuerzo;  lo  que  se  admira  es 
la  compenetración  de  las  obras  de  una  naturaleza 
ardiente  y  poderosa,  con  el  arte  de  construir  y  com- 
binar; es  el  hotelito  primoroso  que  sombrean  árbo- 
les deleitosos  y  flores  de  sin  igual  hermosura;  es  la 
cabana  y  el  bohío,  escondidos  en  un  rodal  que  pa- 
rece arrancado  del  fondo  de  la  manigua  y  trasplan- 
tado en  el  seno  mismo  de  un  pueblo  culto  y  ena- 
morado de  las  artes;  es  la  mezcla  de  las  razas  co- 
deándose sobre  el  pretil  del  verandah,  donde  se 
ven  juntas  la  belleza  mestiza  y  la  negra  de  azabache, 
la  rubia   de    ojos    que    sueñan  y  la  mulata  de  mirar 


RAFAEL  PUIG  Y  VALLS 


que  fascina-,  es  la  continuada  sucesión  de  hotelitos 
y  jardines,  de  masas  de  cocoteros  y  palmeras,  de 
árboles  forestales  gigantescos  y  plantaciones  varia- 
das, síntesis  de  la  fecundidad  prodigiosa  de  los  tró- 
picos, utilizada,  con  gusto  exquisito,  por  los  dicho- 
sos habitantes  de  la  isla. 

Al  llegar  á  Río  Piedras,  la  ilusión  se  desvanece; 
á  la  derecha,  charcas  pantanosas  y  tierras  bajas*,  á  la 
izquierda,  el  pueblo,  de  fisonomía  vulgar,  en  cuyas 
cercanías  vi  la  quinta  de  verano  del  capitán  gene- 
ral con  su  jardín,  donde  crecen  cafetales,  cocoteros 
y  plátanos  en  abundancia,  y  un  edificio,  como  puede 
tenerlo  cualquier  burgués  acomodado;  á  lo  lejos,  la 
manigua  que  atraviesa  polvorosa  carretera  que  se 
pierde  en  el  horizonte...  después,  ansia  de  regresar 
para  deleitarme  otra  vez  en  lo  que  no  volveré  á  ver 
probablemente  jamás. 

Al  día  siguiente,  el  «Alfonso  XII»,  después  de 
cargar  sendos  sacos  de  café  y  azúcar,  regalo  osten- 
toso de  Puerto  Rico  al  ejército  de  África,  levó  an- 
clas, disparó  el  cañonazo  de  despedida,  atravesó  la 
boca  de  la  bahía,  y  como  si  despertara  á  la  reali- 
dad, después  de  tener  la  vista  fija  en  aquellas  tie- 
rras de  portentosa  fertilidad  y  en  aquella  ciudad 
aseada,  limpia,  bonita,  con  la  brusca  sacudida  de  la 
mar  libre,  embravecida,  saltando  las  olas  en  las  rom- 
pientes, como  catarata  que  se  despeña  de  alturas 
inaccesibles,  siento  que  la  preocupación  se  apodera 


252  VIAJE  Á   AMÉRICA 

de  mi  espíritu,  que  las  ansias  de  volver  á  mi  casa, 
de  abrazar  á  los  míos,  de  estrechar  la  mano  amiga 
que  auguróme  buen  viaje,  levantan  en  mi  corazón 
el  dejo  amargo  de  la  duda,  y  mientras  la  isla  se 
hunde  en  el  horizonte  y  el  mar  nos  rodea  por  todas 
partes,  mar  airado,  ceñudo,  lleno  de  espumas  que 
azotan  los  flancos  del  coloso...  y  pasan  días  y  días, 
sin  descanso,  oyendo  como  la  hélice  gira  con  estré- 
pito en  el  aire,  produciendo  un  ruido  aterrador, 
como  se  rompe  la  vajilla  y  crujen  las  cuadernas  del 
buque,  como  si  no  pudiera  resistir  las  embestidas  de 
aquel  oleaje  furioso,  con  mar  de  proa  que  modera 
la  velocidad,  con  marejada  gruesa  que  produce  ba- 
lanceo espantoso,  pienso  con  ansiedad  en  la  hora  de 
llegada,  en  el  día  afortunado  en  que  volveré  á  ver 
las  costas  de  mi  patria. 

Llegó,  por  fin,  la  hora  suspirada;  el  tiempo  apia- 
dóse al  fin  de  los  pobres  viajeros  del  «Alfonso  Xll>\ 
y  á  las  2  de  la  tarde  del  día  i6  de  diciembre 
de  1893,  con  la  vista  fija  en  el  horizonte  y  con  algo 
en  mi  ser  que  levantaba  oleadas  de  alegría  que  anu- 
daban mi  garganta,  volví  á  contemplar  las  tierras 
patrias,  las  costas  españolas  del  Atlántico,  en  cuyo 
fondo  se  divisaba  la  ciudad  culta,  la  hermosa  Cádiz, 
y  mientras  tomaban  cuerpo  y  realidad  en  mi  cere- 
bro aquellas  brumas  difuminadas  en  el  horizonte, 
no  se  me  ocurrió  cosa  más  digna  de  aquel  suceso 
venturoso,  que    dar    gracias   fervorosas    á    Dios,  que 


RAFAEL  PUIG   Y  VALLS  253 

me  había  colmado  de  dichas  en  mi  camino  y  cjue 
me  permitía  volver  sano  y  salvo  al  lado  de  los 
que  siempre  me  amaron,  para  vivir  y  morir  entre 
los  míos,  en  el  seno  augusto  de  la  patria  espa- 
ñola. 


La  conclusión  de  un  libro 


AMAS  podré  pagarte,  lec- 
tor querido,  la  gratitud 
que  te  debo  por  haber  leído  estas 
páginas  dictadas  al  calor  de  una  con- 
vicción profunda,  intuitiva  ayer,  re- 
sultado hoy  de  paciente  observación  y  continuado 
estudio.  Y  al  hacer  examen  de  conciencia,  para 
resumir,  en  poquísimo  espacio,  el  trabajo  de  nueve 
meses  pasados  en  América  acopiando  datos,  noti- 
cias, discursos,  hechos,  cuanto  contribuye  á  labrar 
en  el  entendimiento  el  concepto  claro  de  los  hom- 
bres y  las  cosas,  aun  siendo  corto  el  tiempo  em- 
pleado y  mi  saber  escaso,  oblígame  á  decir  lo  que 
siento  y  pienso,  á  condensar  en  un  punto  concreto 
el  objetivo  de  mi  labor,  si  he  de  justificar,  de  alguna 


256  VIAJE   Á    AMáKICA 

manera,  la  osadía  de  haber  escrito  tantas  páginas 
que  si  no  por  su  calidad,  por  su  número,  arrojan 
material  suficiente  para  sumarse  en  las  de  un  libro. 

Los  Estados  Unidos  vistos  al  través  de  sus  in- 
venciones y  riquezas  parecen  un  cuento  de  hadas; 
cuando  se  tocan  de  cerca,  la  ilusión  se  desvanece, 
quedando  en  el  espíritu  el  sombrío  presentimiento 
de  una  civilización  movediza,  que  no  lleva  rumbo 
fijo  y  que  puede  encontrar,  en  su  camino,  insupera- 
bles escollos.  Han  creado  un  Estado  sin  familia,  han 
desligado  á  las  gentes  de  los  vínculos  que  ata  el  co- 
razón, y  la  idea  de  patria  resulta  una  cosa  tan  vaga 
que  ha  de  ser  para  los  yankees  un  anacronismo 
propio  de  sociedades  caducas  vislumbradas  desde 
allí  al  través  de  las  brumas  del  Atlántico,  vegetando 
sobre  las  tierras  cansadas  de  la  vieja  Europa. 

La  libertad  individual  absoluta,  la  autoridad  pa- 
ternal desconocida,  la  emancipación  de  los  niños, 
aceptada  apenas  trasponen  los  umbrales  de  la  pu- 
bertad; la  madre  que  olvida  con  el  divorcio  á  los 
hijos;  el  padre  que  contrae,  solicitado  por  el  instinto, 
nuevos  vínculos  que  desatan  las  tormentas  conyu- 
gales; hermanos  germanos  que  apenas  se  conocen; 
hermanos  consanguíneos  que  ni  pueden  odiarse;  ho- 
gares que  forma  el  placer  y  borra  el  dolor,  no 
pueden  ser  raíces  que  ahonden  en  el  suelo  de  la 
patria  para  constituir  tronco  fuerte  y  robusto,  capaz 
de  mantenerse  erguido  en  las  luchas  sociales. 


RAFAEL    PUIG   Y  VALLS 


Búsqiiese  el  término  de  comparación  en  España 
y  se  verá  que  aquí  la  santidad  del  hogar  es  una 
necesidad  sentida  por  todos:  el  hombre  peor  dotado, 
el  que  esconde  sus  delitos  en  cárceles  y  presidios, 
necesita  creer  en  la  santidad  de  su  madre,  en  un 
hogar  honrado  donde  pasó  las  horas  más  tranquilas 
y  más  hermosas  de  la  vida,  donde  se  desarrollaron 
el  amor  á  la  patria  pequeña,  los  entusiasmos  por  la 
grande,  el  interés  por  el  terruño  y  la  casa,  llena  de 
recuerdos,  de  ilusiones  y  esperanzas,  compenetrán- 
dose de  tal  manera  esos  afectos,  el  amor  á  la  familia 
y  á  la  patria,  que  forman  en  el  corazón  primero  y 
en  la  inteligencia  después  una  sola  idea,  como  los 
sumandos  de  una  adición  cuando  son  homogéneos 
forman  un  total,  un  todo  expresivo  de  una  cantidad 
clara,  precisa  é  indiscutible. 

En  los  Estados  Unidos,  todo  eso  es  puro  roman- 
ticismo; los  padres  imitan  á  los  pájaros,  viendo  con 
gusto  que  los  hijos  se  emancipan  cuando  tienen  alas 
para  volar;  el  niño  solicitado  por  el  afán  de  acumu- 
lar dinero,  ansia  torcedora  de  toda  la  familia  yankee; 
la  niña  arrullada  por  la  idea,  aceptada  por  todos,  de 
su  inteligencia  precoz,  educada  é  instruida  fácil- 
mente con  destinos  sólo  esbozados  en  aquellas  so- 
ciedades, pero,  con  inclinaciones  claramente  mani- 
nifestadas,  encuentran  el  hogar  menguado  para  sus 
iniciativas,  y  se  lanzan  al  espacio,  sin  cuidarse  na- 
die de  averiguar  si  la  frágil  máquina  de  su  temprana 


258  VIAJE   Á   AMÉRICA 

inteligencia  resultará  globo  dirigido  por  mano  ex- 
perta ó  alas  de  cera  que  derretirá  la  primera  ráfaga 
de  pasión  hallada  en  el  proceloso  océano  de  la  vida. 

La  familia,  afirmada  con  elementos  tan  delezna- 
bles, no  arraiga  en  el  corazón  de  nadie-,  los  padres 
creen  haber  cumplido  sus  deberes,  si  han  cuidado 
de  que  no  faltara  á  sus  hijos  el  pan  de  cada  día-, 
los  hijos  emancipados  en  edad  temprana,  olvidan 
fácilmente  beneficios  que  no  han  echado  raíces  en 
el  corazón,  y  tras  largas  ausencias,  el  hogar  se  borra 
de  la  inteligencia,  desapareciendo  con  él  cuanto  es- 
timula los  puros  afectos  del  alma. 

Los  que  nos  hemos  acostumbrado  á  ver  que  la 
familia,  sólidamente  establecida,  es  la  unidad  sobre 
que  descansa  toda  la  organización  de  un  Estado, 
con  dificultad  entenderemos  que  sea  posible  mante- 
ner un  cuerpo  social  robusto,  con  elementos  entecos, 
con  unidades  que  por  su  índole  y  contextura  no 
tienen  aptitud  alguna  para  contribuir  á  la  solidez 
del  edificio,  que  si  falta  el  interés  real  que  reside  en 
el  amor,  todo  lo  demás  resulta  tan  contingente  como 
las  mudanzas  de  los  tiempos  y  las  opiniones  de  los 
hombres. 

Y  si  ese  argumento  no  tuviera  la  importancia  ca- 
pital que  asigno  á  las  condiciones  en  que  se  des- 
envuelve la  civilización  norteamericana-,  si  la  forta- 
leza de  que  dio  pruebas  convincentes  durante  la 
guerra  de  Secesión  pareciera  signo  evidente  de  que 


RAFAEL    PUIG   Y   VAM.S  259 

las  unidades,  aun  reducidas  al  individuo,  cuando 
saben  agruparse  y  manejarse,  resultan  capaces  de 
producir  organismos  poderosos;  si  la  prosperidad 
en  que  ha  vivido  durante  los  últimos  años,  des- 
arrollando la  riqueza  de  una  manera  verdadera- 
mente portentosa,  legendaria,  de  que  apenas  po- 
demos formamos  aquí  una  idea  clara,  dijera  que  en 
los  Estados  Unidos  si  la  familia  no  sabe  formar 
grupos  unitarios  enlazados  por  el  interés  sagrado 
del  hogar,  se  agrupan,  en  cambio,  los  elementos 
afines  de  otra  manera  para  que  los  organismos 
económicos  crezcan  y  se  desarrollen  dando  al  Es- 
tado grandes  energías  y  al  individuo  enormes  ri- 
quezas; aun  así,  aun  admitido  todo  esto,  hallo  al 
individuo  desarmado  ante  el  infortunio,  ante  el  do- 
lor, ante  la  enfermedad,  hallo  en  todas  partes  el 
desamparo  más  profundo  en  el  enfermo  que  va  al 
hospital  ó  á  la  casa  de  salud,  porque  en  su  casa,  si 
la  tiene,  no  hay  quien  pueda  cuidarle;  en  el  que 
busca  el  calor  de  la  familia,  que  no  se  reúne  para 
comer,  como  no  sea  á  primera  hora  en  el  breakfast, 
rápido  y  silencioso,  precursor  de  los  cuidados  de 
una  jornada  agobiadora;  la  mujer  que  come  casi 
siempre  en  el  bar  ó  el  restaurant,  los  hijos  que  go- 
zan ya  de  su  independencia  y  que  van  ó  no  á  com- 
partir las  alegrías  y  las  tristezas  del  hogar,  costum- 
bres son  de  un  pueblo  que  ha  montado  una  civili- 
zación que  entristece,  quitando  á  todas  las  manifes- 


26o  VIAJE    Á    AMÉRICA 

taciones  de  la  vida  lo  único  que  tiene  encantos,  la 
sola  cosa  que  nos  ata  á  la  tierra,  el  amor  de  la  fa- 
milia, formando  agrupación  sólida,  permanente,  es- 
cudo poderoso  contra  el  mal,  la  desgracia,  la  enfer- 
medad y  la  miseria. 

En  esas  condiciones,  el  norteamericano  trabaja 
para  satisfacer  sus  ideales,  sus  egoismos,  sus  ambi- 
ciones, sus  ansias  de  poder...  el  español  tiene  la  vis- 
ta fija  en  los  suyos,  en  el  arraigo  del  hogar  que  per- 
petuarán los  hijos,  los  hermanos,  los  sobrinos,  que 
serán  su  continuación  en  la  familia,  creada  con  el 
sudor  de  su  frente,  y  ennoblecida  con  su  trabajo 
honrado  y  fecundo. 

Surgen  de  aquí,  como  es  natural,  organismos 
completamente  distintos  en  el  modo  de  ser  de 
aquellas  sociedades  comparadas  con  las  nuestras, 
pero  tan  complicadas  y  tan  inmorales,  que  cuanto 
se  diga  ha  de  parecer  exageración  de  principio,  y 
mucho  más  en  España,  en  donde  tantas  gentes  pre- 
gonan nuestra  decadencia,  nuestro  mal  gobierno,  la 
ignorancia  de  nuestros  hombres  de  Estado,  lo  enre- 
vesado y  difícil  de  nuestra  Administración  en  todas 
sus  ramas  y  poderes,  sin  ocurrirles  cosa  más  hala- 
güeña que  la  de  compararnos  cada  día,  y  con  una 
insistencia  digna  de  mejor  causa,  á  los  riffeños,  mo- 
delos en  que  se  mira  al  parecer  mucha  gente,  si  he 
de  juzgar  las  cosas  por  el  uso  de  ellas,  siendo  triste 
que    abusen    del    procedimiento  nuestras  eminencias 


RAFAEL   rUIG    Y   VALLS 


políticas  y  literarias,  más  amantes  de  hacer  frases 
que  nos  deshonran,  que  de  respetar  á  los  que  viven 
cristiana  y  honradamente  trabajando,  sufriendo  y  pa- 
gando culpas  ajenas,  culpas  de  unos  cuantos,  los 
menos,  que  arman  una  gritería  infernal,  dejando  sin 
opinión  á  los  más  que  sólo  piden  orden,  paz,  tran- 
quilidad y  respetos  para  la  patria. 

Larga  sería  mi  tarea  si  tuviera  que  hacer  un  tra- 
bajo comparativo  entre  los  organismos  de  carácter 
público  norteamericanos  y  los  nuestros-,  nuestra  in- 
moralidad, con  ser  mucha,  no  puede  compararse,  ni 
en  política,  ni  en  administración  con  aquélla;  como 
mecanismo  político  resulta  aquello  tan  enrevesado 
como  esto,  y  en  el  concepto  del  respeto  debido  á 
las  leyes,  desde  el  policía  que  emplea  procedimien- 
tos que  en  España  levantarían  cada  día  una  tormen- 
ta, hasta  los  linchamientos  realizados  por  las  masas 
blancas  poco  menos  que  á  diario,  con  un  refina- 
miento de  crueldad  que  hiela  la  sangre,  habría  tela 
cortada  para  probar  que  si  España  es  una  continua- 
ción del  Riff,  esta  comarca  se  extiende  hasta  los 
confines  del  Nuevo  Mundo,  floreciendo  el  procedi- 
miento africano,  pujante  y  vigoroso  en  las  tierras 
vírgenes  de  la  América  del  Norte. 

No  he  de  ahondar  en  eso,  que  para  ello  forzoso 
sería  escribir  un  nuevo  libro;  y  como  mi  objeto  está 
ya  alcanzado,  bueno  es  que  sepan  cuantos  han  creí- 
do de  buena  fe,  como  yo,  que  somos  el  pueblo  más 


262  VIAJE    Á    AMÉRICA 

degradado  del  inundo  poríjue  nos  lo  han  repetido 
muchas  gentes,  olvidando  los  respetos  debidos  á  las 
personas  honradas  que  abundan  aquí,  como  en  to- 
das partes,  que  el  país  de  los  espejismos,  de  las 
grandes  riquezas,  de  las  ciudades  llenas  de  prodi- 
gios, de  los  hombres  políticos  más  eminentes  de  la 
tierra,  de  los  grandes  patriotas,  resultan,  vistos  de 
cerca,  hombres  hechos  del  barro  deleznable  con  que 
se  forman  también  aquí  los  nuestros,  que  allí,  como 
aquí,  están  las  masas  plagadas  de  miserias  físicas, 
morales  é  intelectuales,  dignas  de  redención...  fal- 
tándonos sólo  aquí  lo  que  abunda  ó  abundaba  hace 
poco  en  todas  partes  menos  en  España:  un  poco 
más  de  respeto,  amor  y  consideración  á  la  tierra 
donde  hemos  nacido,  en  donde  tenemos  y  guarda- 
mos el  patrimonio  de  las  afecciones,  que  sólo  enal- 
teciendo el  amor  de  patria  conseguiremos  la  consi- 
deración de  los  extraños  y  la  satisfacción  de  un  alto 
deber  cumplido. 


FIN 


ÍNDICE 


PÁcs. 

Washington 5 

Salt  Lake  City 13 

San  Francisco  de  California 23 

Chinatown 33 

El  reporterismo  y  la  hospitalidad  en  California.       .       .  43 

Los  vinos  de  California 53 

De  San  Francisco  á  El  Paso 61 

De  El  Paso  á  México 7^ 

La  ciudad  de  México 85 

Chapultepec  y  Guadalupe 115 

Querétaro 129 

De  México  á  Veracruz I39 

De  Veracruz  á  la  Habana 151 

En  la  Habana 161 

Los  edificios  públicos  de  la  Habana 181 

Impresiones  acerca  de  la  política  cubana 215 

Matanzas: 

La  Cueva  de  Bellamar  y  el  valle  de  Yumurí.     .      .      .  225 

De  Puerto  Rico  á  España 245 

La  conclusión  de  un  libro 255 


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7 


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