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Full text of "Este Concilio Vaticano 1962"

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Mons.  FRANCISCO  ARMANDO  MALDONADO 


ESTE  CONCILIO  VATICANO 

1962 


BX 

830 

1962 

1962 


IES  DEL  SECRETARIADO  PERMANENTE  DEL  EPISCOPADO  VENEZOLANO 


CARACAS 


.M34 


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¡n  2014 


https://archive.org/details/esteconciliovatiOOmald 


^^^^^ 


Motsrs.  FRANCISCO  ARMANDO  MALDONADO 


ESTE  CONCILIO  VATICANO 

1962 


OCT  13  1988 


PUBLICACIONES  DEL  SECRETARIADO  PERMANENTE  DEL  EPISCOPADO  VENEZOLANO 


c  a  r  a  c  a  s 
l  9  6  2 


Este  trabajo  hecho  en  Venezuela,  en  la 
Imprenta  Nacional,  fue  editado  por  dis- 
posición de  la  Secretaría  General  de  la 
Presidencia  de  la  República,  como  un 
homenaje  de  cortesía  y  como  un  aporle 
al  Concilio  Ecuménico. 


ARZOBISPADO  DE  CARACAS 
Gobierno  Superior  Eclesiástico 

Caracas,  27  de  agosto  de  1962 

LM  PRIMASE, 


t  Ramón  I,  Lizardi, 

Obispo  Auxiliar. 
Vic.  General. 


DEDICATORIA 


Al  Eminentísimo  y  Reverendísimo  señor  Cardenal  José  Hum- 
berto Quintero  Arzobispo  de  Caracas. 

Miembro  de  la  Pontificia  Comisión  Central  Preparatoria  del  Concilio 
Ecuménico  Vaticano  II. 

Al  Excelentísimo  y  Reverendísimo  Señor  Doctor  Acacio  Chacón 
Arzobispo  de  Mérida. 

Miembro  de  la  Pontificia  Comisión  Central  Preparatoria  del  Concilio 
Ecuménico  Vaticano  II. 

Al  Excmo.  y  Revdmo.  Señor  Doctor  Segundo  García  Obispo 
Titular  de  Olimpo. 

Vicario  Apostólico  de  Puerto  Ayacucho. 

Consultor  de  la  Pont.  Comisión  de  las  Misiones  Preparatoria  del 
Concilio  Ecuménico  Vaticano  II. 

Al  Excmo.  y  Revdmo.  Señor  Doctor  Luis  Dadaglio  Arzobispo 
Titular  de  Lero. 

Nuncio  Apostólico  de  su  Santidad. 

A  los  Excelentísimos  y  Reverendísimos  Señores  Arzobispo  de 
Ciudad  Bolívar. 

Arzobispo  Titular  de  Cirro  y  Coadjutor  Cum  lure  Suecessionis 
de  Mérida. 

Obispos  de  Maracaibo,  Barquisimeto,  Calabozo,  Cumaná,  Coro, 
San  Cristóbal,  Valencia,  Guarniré,  TrujiUo,  Barcelona,  Maraeay, 
Maturín. 

Vicarios  Apostólicos  de  Caroní,  Machiques,  Tucupita. 

Obispos  Titulares  de  Tamaso,  Assava,  Lamdia  Auxiliares  del 
Emmo.  y  Revdmo.  Sr.  Cardenal  Arzobispo  de  Caracas  y  Obispo 
Titular  de  Vindo,  Auxiliar  del  Emmo.  y  Revdmo.  Arzobispo 
de  la  Habana. 

Padres  Conciliares  Convocados  al  Concilio  Ecuménico  Vaticano 
Segundo. 


Santidad   .11  AX    XXIII,    felizmente   reinante,   autor   y   convocador  del   Concilio  Ecuménica 
secundo;  Presidente  de  la  (omisión  Central  Preparatoria. 


I 

Los  Concilios  Ecuménicos  y  el  Vaticano  Segundo 


Introducción 

Veinte  siglos.  Veinte  concilios  de  la  ecumenicidad.  Más  éste 
que  se  perfila  ahora  sobre  los  avatares  del  fin  de  un  siglo  glo- 
rioso y  crítico.  Al  leer  la  historia  de  los  concilios,  forzosamente 
se  repasan  las  vicisitudes  de  la  Iglesia :  del  dogma,  su  disciplina, 
la  liturgia,  el  derecho  canónico,  la  moral,  el  vaivén  de  su  geo- 
grafía euroasiática.  Como  en  una  pantalla  panorámica  asistimos 
al  cesaropapismo  de  los  grandes  emperadores  y  emperatrices  ro- 
mano-bizantinos, que,  celosos  de  la  integridad  del  dilatado  impe- 
rio, se  asustaban  hasta  de  su  propia  sombra  al  pensar  que  si  la 
unidad  religiosa  se  resquebrajaba,  perecería  a  la  par  la  compacta- 
ción  política.  Tiempos  de  cultura  y  de  fe.  Propicios  para  la 
esquematización.  El  oriente  era  una  universidad  católica.  Con 
sus  escuelas  Alejandrina  y  Antioqueña.  Con  su  segunda  Roma 
que  era  Constantinopla.  Todos  los  monjes,  sacerdotes  y  legos, 
eran  eruditos.  Tenían  la  capacidad  de  distinguir  el  "omousios" 
(consustancial)  del  "omovusios"  (semejante).  El  emperador  ha- 
blaba en  latín  y  los  deliberantes  conciliares  pensaban  en  griego. 
Los  concilios  prueban  entre  otras  cosas  que  el  movimiento  ecu- 
ménico fué  siempre  bandera  de  la  iglesia  católica.  En  esto  como 
en  tantos  diversos  aspectos  ha  llegado  la  hora  de  vindicar  para 
la  Iglesia,  para  el  Papado,  para  la  vitalidad  sustancial  de  la  di- 
vina institución,  la  iniciativa  y  el  ejemplo  primordiales.  Este 
movimiento  que  se  inició  en  Nicea,  junto  con  el  dinamismo  de 
una  vivencia  católica  y  el  mecanismo  de  un  ajetreado  quehacer, 
está  diciendo  muy  a  la  claras  de  la  amplitud  y  supranacionalis- 
mo  de  la  cristiandad.   Y  también  de  su  túnica  que  fué  inconsútil. 

Desde  la  reseña  de  Eusebio  de  Cesárea  hasta  los  últimos 
documentos  de  Juan  XXIII,  todos  nos  cercioran  acerca  de  un 
postulado  básico:  que  no  hay  razas  ajenas  a  la  inquietud  evan- 
gelizadora  de  la  Iglesia,  ni  hay  fronteras  para  la  fe,  ni  horizon- 
tes que  puedan  limitar  la  posibilidad  de  unión  entre  los  cristia- 
nos. Aquel  nos  refiere  que  al  primer  concilio  asistieron :  sirios, 
cilicios,  fenicios,  árabes  palestinos,  egipcios,  tebeos,  libios,  oriun- 
dos de  Mesopotamia,  un  persa,  un  escita,  tracios,  macedonios, 
aqueos,  epirotas,  gente  del  Ponto,  Galacia,  Capadocia,  Frigia, 
Asia,  Panfilia  y  que  hasta  España  que  era  el  fin  de  la  tierra  envió 
nada  menos  que  al  obispo  de  Córdoba,  el  inmenso  Osio.  Hoy  el 
Pontífice  reinante  convoca  a  los  Cardenales,  Patriarcas,  Arzobis- 
pos, Obispos,  Abades  y  Prelados  nullius  flioeceseos.  Abades  Pri- 


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mados,  Abades  Superiores  de  congregaciones  monásticas,  Supe- 
riores generales  de  religiones  clericales  exentas,  de  todo  el  mundo. 
Y  si  el  año  325,  en  una  sala  del  palacio  de  verano  del  emperador 
en  Nicea,  se  sentaron  250  Padres,  hoy  en  la  Basílica  de  San  Pedro 
en  el  Vaticano  habrá  reunidos  unos  8.000  conciliares.  Por  lo 
menos  en  el  pensamiento  del  Papa  están  presentes  también  los 
Patriarcas  ortodoxos  de  Constantinopla,  Antioquía,  Alejandría, 
•Jerusalén  y  otros. 

En  todos  los  textos  de  historia  eclesiástica  y  en  los  grandes 
diccionarios  y  enciclopedias  no  puede  faltar  este  capítulo  de  los 
concilios  ecuménicos.  Las  fuentes,  obras  generales,  compilacio- 
nes, ediciones  regias,  actas,  que  se  consagran  a  la  materia,  ocupan 
tantos  volúmenes,  que  llegan  a  integrar  el  sector  más  opulento 
de  la  historia  de  la  Iglesia.  A  guisa  de  articulistas,  con  ánimo 
de  informar  al  público  venezolano  y  como  un  homenaje  de  los 
católicos  de  este  país  al  concilio  Vaticano  Segundo,  vamos  a  re- 
correr sintéticamente  la  tabla  cronológica  y  temática  de  los  con- 
cilios. Luego  en  dos  estudios  debidos  a  la  pluma  de  los  Padres 
Camelot  y  C.  Vaux  St.-Cyr,  expondremos  un  breve  análisis  de 
los  concilios  ecuménicos  en  la  antigüedad  y  en  el  segundo  milenio 
de  la  vida  de  la  Iglesia.  A  continuación  extractaremos  de  la  co- 
rrespondencia epistolar  de  un  arzobispo  de  Caracas,  que  fué  tes- 
tigo del  Concilio  Vaticano  Primero,  unas  cuantas  notas  acerca 
de  la  presencia  en  dicha  asamblea  de  prelados  venezolanos.  Y 
por  último,  pondremos  en  manos  de  nuestros  lectores  los  docu- 
mentos pontificios  relativos  a  la  indicción,  convocatoria,  fecha 
del  concilio  Vaticano  Segundo ;  así  como  a  la  creación  de  las  Co- 
misiones preparatorias:  sus  componentes,  las  reuniones  de  la 
Comisión  Central;  y  a  la  materia  misma  de  éste  Concilio  Vati- 
cano. Un  folleto  de  divulgación.  Sin  jactarnos  de  teólogos  de- 
seamos que  Venezuela  esté  presente  hoy  también  en  el  movimien- 
to de  opinión  que  señala  como  el  acontecimiento  del  siglo  la 
celebración  en  la  cumbre  de  este  Concilio  Vaticano. 

Cronología  y  temas  de  los  concilios  ecuménicos 

Los  ocho  primeros  reconocidos  por  la  Iglesia  Católica  como 
universales  se  celebraron  en  Nicea,  Constantinopla,  Efeso  y  Cal- 
cedonia. El  teatro  de  los  restantes  fué  Europa.  Los  cuatro  lla- 
mados "grandes  Concilios"  fueron  por  San  Gregorio  Magno  com- 
parados con  los  cuatro  evangelios,  por  haberse  en  ellos  estructu- 
rado los  dogmas  trinitario  y  cristológicos.  He  aquí  una  visión 
de  conjunto: 

1.  Primer  Concilio  de  Nicea  de  Bitinia,  "grande  y  santo 
sínodo  de  los  318  Padres",  convocado  por  Constantino,  bajo  el 
Papa  San  Silvestre  I;  duró  desde  el  20  de  mayo  al  25  de  julio 
del  año  325;  trató  acerca  de  la  consustancialidad  del  Hijo  con 
el  Padre;  contra  Arrio  y  Eusebio  de  Nicomedia  impuso  la  pro- 


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lesión  de  fe  de  Marcelo  de  Ancyra,  Eustacio  de  Antioquía  (obis- 
pos) y  el  diácono  alejandrino  Atanasio;  veinte  disposiciones 
cortas  llamadas  "cánones"  norman  la  disciplina  eclesiástica. 

2.  Primer  Concilio  de  Constantinopla,  convocado  por  Teo- 
dosio,  siendo  Papa  Dámaso  I;  de  mayo  a  julio  del  año  381;  trató 
acerca  de  la  divinidad  del  Espíritu  Santo;  su  símbolo  es  el  de 
Nicea,  que  hoy  rezan  los  sacerdotes  en  la  misa;  cuatro  cánones 
disciplinarios. 

3.  Concilio  de  Efeso,  convocado  por  Teodosio  II,  siendo 
Papa  San  Celestino  I;  22  de  junio  a  17  de  julio  del  año  431; 
trató  sobre  la  maternidad  divina  de  la  Virgen  María;  seis  cáno- 
nes disciplinarios. 

4.  Concilio  de  Calcedonia,  convocado  por  Marciano,  a  ins- 
tancias del  Papa  León  I  Magno ;  8  de  octubre  al  1  •  de  noviembre 
del  año  451 ;  asistieron  600  Padres  (más  que  en  ningún  otro  hasta 
el  Vaticano  I)  ;  materia  definida:  las  dos  naturalezas  en  una 
persona  de  Cristo;  veintiocho  cánones  disciplinarios. 

5.  Concilio  de  Constantinopla  II,  convocado  por  Justiniano, 
de  acuerdo  con  el  Papa  Vigilio;  5  de  mayo  a  2  de  junio  del  año 
553;  condenó  los  "Tres  Capítulos"  nestorianos,  o  sea,  los  escritos 
de  Teodoro  de  Mopsuestia,  Teodoreto  de  Ciro  y  la  carta  defensa 
de  Teodoro  contra  San  Cirilo  de  Alejandría,  escrita  por  Ibas 
de  Edesa. 

6.  Concilio  de  Constantinopla  III,  convocado  por  Constan- 
tino III,  de  acuerdo  con  los  Papas  Agatón  y  León  II;  7  de  no- 
viembre del  año  680  a  16  de  setiembre  de  681 ;  condenó  la  doc- 
trina de  una  sola  voluntad  en  Cristo,  llamada  monotelismo  (así 
como  la  herejía  de  una  naturaleza  en  Cristo  se  llamó  monofi- 
sismo). 

7.  Concilio  de  Nicea  II,  convocado  por  la  emperatriz  Irene, 
siendo  Papa  Adriano  I ;  del  24  de  setiembre  al  23  de  octubre  del 
año  787 ;  trató  sobre  la  licitud  del  culto  de  las  imágenes  sagradas ; 
veinte  cánones  de  disciplina. 

8.  Concilio  de  Constantinopla  IV,  convocado  por  Basilio  I 
Macedonio,  siendo  Papa  Nicolás  I  y  Adriano  II ;  5  de  octubre  del 
año  869  a  28  de  febrero  de  870 ;  liquidación  del  cisma  de  Focio ; 
veintisiete  cánones  disciplinarios. 

9.  Primer  Concilio  de  Letrán  en  Roma,  convocado  por  el 
Papa  Calisto  II;  18  de  marzo  a  6  de  abril  del  año  1123;  confirma- 
ción del  concordato  de  Worms;  veinticinco  "capítulos"  discipli- 
narios. 

10.  Concilio  de  Letrán  II,  convocado  por  Inocencio  II ;  abril 
de  1139;  cisma  de  Anacleto  II;  treinta  capítulos  disciplinarios. 

11.  Concilio  de  Letrán  III,  convocado  por  Alejandro  III ; 


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tres  sesiones  del  5  al  19  de  marzo  de  1179;  trató  de  la  mayoría 
de  dos  tercios  necesaria  para  la  elección  papal,  la  paz  de  Vene- 
cia,  la  agrupación  de  la  catolicidad  contra  las  investiduras  y  el 
cisma;  veintisiete  capítulos  de  disciplina. 

12.  Concilio  de  Letrán  IV,  convocado  por  Inocencio  III ; 
tres  sesiones  del  11  al  13  de  noviembre  de  1215 ;  profesión  de  fe 
contra  los  cátaros ;  transustanciación  eucarística ;  confesión  y  co- 
munión anuales ;  setenta  capítulos  disciplinarios. 

13.  Primer  Concilio  de  Lyon,  convocado  por  Inocencio  IV; 
28  de  junio  al  17  de  julio  de  1245;  materia:  deposición  de  Fede- 
rico II  emperador;  22  capítulos. 

14.  Concilio  de  Lyon  II,  convocado  por  Gregorio  X;  seis 
sesiones  que  fueron  del  siete  de  mayo  al  17  de  julio  de  1274; 
materia:  estatuto  del  cónclave,  unión  con  los  griegos,  la  Cruza- 
da; treintiuno  capítulos. 

15.  Concilio  de  Vienne  en  Francia,  convocado  por  Clemen- 
te V;  tres  sesiones  del  16  de  octubre  de  1311  al  6  de  mayo  de 
1312;  materia:  supresión  de  los  Templarios,  pobreza  de  los  fran- 
ciscanos ;  decretos  de  reforma. 

16.  Concilio  de  Constanza,  convocado  por  el  rey  Segismun- 
do y  el  Papa  Juan  XXIII ;  41  sesiones ;  desde  el  5  de  noviembre 
de  1414  hasta  el  22  de  abril  de  1418;  asuntos  importantes:  el 
gran  cisma,  abdicación  del  Papa  romano  Gregorio  XII,  deposi- 
ción del  Papa  conciliar  Juan  23,  deposición  del  Papa  aviñonés 
Benedicto  XIII  y  elección  del  Papa  Martín  V ;  materias :  conde- 
nación de  Juan  Hus;  Decreto  "Sacrosancta"  sobre  la  supremacía 
del  Concilio  por  encima  del  Papa;  Decreto  "Frequens"  sobx'e  la 
periodicidad  de  los  concilios;  concordatos  con  las  cinco  "nacio- 
nes" conciliares. 

17.  Concilio  de  BasiJea-Ferrara-Florencia,  bajo  el  Papa 
Eugenio  IV;  25  sesiones:  en  Basilea  del  23  de  julio  de  1431  al 
7  de  mayo  de  1437;  en  Florencia  desde  el  16  de  enero  de  1439 
a  febrero  de  1442 :  la  unión  con  los  griegos,  con  los  armenios 
y  con  los  jacobitas. 

18.  Concilio  de  Letrán  V,  bajo  los  Papas  Julio  II  y  León 
X;  12  sesiones  que  van  del  10  de  mayo  de  1512  hasta  el  16  de 
marzo  de  1517 ;  materias :  contra  el  concilio  cismático  de  Pisa ; 
sobre  la  inmortalidad  del  alma;  Decretos  de  reforma. 

19.  Concilio  de  Trento,  bajo  los  Papas  Paulo  III,  Julio  III 
y  Pío  IV;  25  sesiones  desde  el  13  de  diciembre  de  1545  hasta  el 
4  de  diciembre  de  1563;  sesiones  I-VIII  en  Trento;  IX-XI  en 
Bolonia;  XII-XVI  en  Trento;  XVII-XXV  en  Trento.  Materias: 
doctrina  sobre  la  Escritura  y  la  Tradición;  el  pecado  original 
y  la  justificación;  los  sacramentos  y  el  sacrificio  de  la  Misa;  el 


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culto  de  los  santos;  Decretos  de  reforma;  en  especial,  el  "Tamet- 
si",  invalidando  los  matrimonios  contraídos  sin  testigos. 

20.  Primer  Concilio  Vaticano,  convocado  por  Pío  IX;  cua- 
tro sesiones,  desde  el  8  de  diciembre  de  1869  hasta  el  18  de  julio 
de  1870 ;  definición  sobre  la  fe  católica,  el  primado  y  la  doctrina 
de  la  inhabilidad  pontificia. 

En  el  umbral  del  Vaticano  Segundo 

Llegamos  así  a  los  prolegómenos  del  inminente  Concilio  ecu- 
ménico Vaticano  II.  El  mundo  ha  seguido  con  expectación  se- 
rena y  jubilosa  sus  preparativos.  No  con  la  polémica  encendida 
que  precedió  al  de  la  infalibilidad,  sino  con  la  dulce  esperanza  de 
que  se  arribe  a  una  mínima  unidad  cristiana.  Desde  el  25  de 
enero  de  1959  hasta  ahora  es  mucho  lo  que  se  ha  escrito  con  res- 
pecto del  Concilio.  Bien  sea  en  el  lenguaje  periodístico,  cable- 
gráfico  ;  ora  en  el  técnico  y  documentado ;  o  también  en  el  eleva- 
do y  autorizado  de  las  cartas  pastorales  colectivas  de  los  diversos 
episcopados  del  mundo  católico.  Ya  sabemos  que  será  instalado 
el  día  11  de  octubre  de  1962.  Acerca  de  los  temas  que  van  a  ser 
discutidos,  no  se  conoce  aún  la  agenda  definitiva.  Pero  las  innu- 
merables alusiones  que  continuamente  hace  el  Soberano  Pontífice 
en  sus  escritos  y  discursos,  en  sus  audiencias  y  plegarias ;  sus  fór- 
mulas demandando  al  pueblo  de  Dios  oraciones  para  el  feliz  resul- 
tado de  la  asamblea  conciliar ;  las  palabras  taxativas  de  los  docu- 
mentos pontificios:  la  carta  encíclica  "Ad  Petri  Cathedram",  el 
Motu  Proprio  "Superno  Dei  nutu",  la  constitución  apostólica  de 
convocatoria :  "Humanae  salutis",  la  carta  apostólica  "Celebrandi 
Concilii  Oecumenici"  pidiendo  oraciones  para  el  tercer  Pentecos- 
tés preparatorio ;  el  Motu  Proprio  del  2  de  febrero  de  1962  fijando 
fecha  para  la  celebración  del  Concilio ;  el  minucioso  y  progresivo 
nombramiento  de  miembros  y  consultores  de  las  Comisiones  pre- 
paratorias; el  trabajo  elaborado  por  la  Comisión  antepreparato- 
ria que  presidió  el  difunto  Cardenal  Tardini,  cuyo  resultado  fue- 
ron quince  tomos  contentivos  de  los  criterios  de  Obispos  y  Pre- 
lados, las  propuestas  de  la  Curia  Romana  y  los  estudios  de  las 
Universidades  consultadas;  el  acucioso  estudio  de  esos  tomos 
hasta  reducirlos  a  esquemas  preliminares  por  parte  de  las  diver- 
sas Comisiones ;  la  designación  de  nuevos  Cardenales  entresaca- 
dos de  la  Curia  como  especialistas  en  diversas  disciplinas,  o  del 
seno  de  comunidades  religiosas,  o  llamados  de  lejanas  tierras, 
así,  por  ejemplo,  el  Padre  Bea  escriturista,  Larraona  canonista 
y  liturgista;  Albareda,  bibliotecario;  organizadores  como  Testa  y 
di  Jorio;  curiales  como  Roberti,  Jullien,  Bracci,  Confalonieri, 
Heard,  Coussa,  Browne;  diplomáticos  como  Montini,  Marella, 
Cento,  Antoniutti,  Cicognani ;  el  latinista  Bacci ;  los  profesores 
Richaud,  Dópfner,  Kónig,  Suenens;  en  fin  pastores  eximios  co- 
mo todos  los  recién  creados  por  el  Papa  del  Concilio;  y  sobre 
todo,  las  siete  reuniones  plenarias  o  semiplenarias  de  la  Comi- 


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sión  Central  celebradas  en  Ruma  hasta  el  mes  de  junio  de  1962: 
todos  estos  datos  hacen  entrever  algo  del  temario  que  será  es- 
quematizado y  discutido  en  el  gran  Concilio.  El  tema,  pues, 
será  eco  obligado  de  la  consulta  hecha  al  Colegio  Episcopal.  Y 
en  estos  meses  que  nos  separan  de  la  apertura  de  la  asamblea 
ecuménica,  todos  los  Obispos  ya  convocados  tendrán  la  oportu- 
nidad de  revisar  los  decretos  y  constituciones  en  esquema  apro- 
bados por  la  Comisión  Central.  No  cabe  duda  que  a  este  Con- 
cilio Vaticano  le  ha  tocado  la  suerte  y  gloria  de  haber  sido  el 
mejor  y  más  técnicamente  preparado. 

Más  adelante  veremos  pormenorizadamente  la  historia  y  ac- 
tividades de  los  organismos  preparatorios,  o  sea,  de  cada  una 
de  las  Comisiones  encargadas  de  disponer  y  realizar  todo  lo  con- 
cerniente a  la  celebración  del  Concilio.  Este  mecanismo  se  basa 
en  la  finalidad  misma  que  el  Papa  persigue,  inspirado  y  asis- 
tido por  el  Espíritu  Santo,  al  convocar  tan  excepcional  reunión. 
El  Concilio,  en  efecto,  tiene  la  finalidad  de:  promover  el  incre- 
mento de  la  fe  católica;  renovar  las  saludables  costumbres  del 
pueblo  cristiano ;  adaptar  la  disciplina  eclesiástica  a  las  necesi- 
dades de  nuestro  tiempo;  ser  un  espectáculo  maravilloso  de  la 
unidad  cristiana  y  una  suave  invitación  a  buscar  y  encontrar 
la  unión  de  todos  los  cristianos.  A  todo  esto  responde  el  nom- 
bramiento de  las  siguientes  Comisiones  preparatorias :  Comisión 
para  las  cuestiones  pertinentes  a  la  Escritura,  la  Tradición,  la 
Fe  y  las  costumbres ;  Comisión  de  los  Obispos  y  gobierno  do 
las  Diócesis ;  Comisión  de  la  disciplina  del  Clero  y  pueblo  cris- 
tiano ;  Comisión  de  los  Religiosos ;  Comisión  de  la  disciplina  de 
los  sacramentos;  Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia;  Comisión  de 
los  Estudios  y  de  los  Seminarios ;  Comisión  para  la  Iglesia  Orien- 
tal ;  Comisión  para  las  Misiones ;  Comisión  del  Apostolado  seglar. 
Acción  Católica,  religiosa  y  social ;  Secretariado  de  relaciones 
públicas;  Secretariado  para  la  unión  de  los  cristianos;  Secreta- 
riado de  Finanzas  y  técnico.  Y  para  coordinar  todas  estas  Co- 
misiones y  Secretariados,  la  Comisión  Central  presidida  por  el 
Padre  Santo  y  completada  con  un  cuerpo  de  miembros  y  con- 
sultores y  a  la  que  pertenecen  los  Cardenales  Presidentes  de  las 
demás  Comisiones  y  ciertos  Obispos  del  mundo  entero. 


La  nostalgia  de  la  unión  de  los  cristianos 

Los  nueve  siglos  de  separación  de  los  Ortodoxos  y  los  cuatro 
de  la  Reforma  protestante,  en  opinión  del  Cardenal  Bea,  h?n 
dejado  huellas  y  raíces  hondas  de  prejuicios  y  amarguras  difí- 
ciles de  superar.  Por  tanto,  el  Papa  espera,  junto  con  todos  los 
católicos,  no  la  unión  inmediata,  sino  "primero  la  aproximación, 
después  el  contacto  y  por  último  la  perfecta  unión  de  tantos  her- 
manos separados  de  la  antigua  madre  común".  El  movimiento 
unionista  es  más  fuerte  en  los  países  del  mundo  antiguo,  como 


—  16  — 


Inglaterra,  Francia,  Alemania,  Suiza,  que  en  los  Estados  Unidos 
de  Norte  América.  En  aquellas  Naciones  el  deseo  de  la  unión 
procede  en  buena  parte  de  la  acuciosidad  de  los  estudios  bíblicos. 
En  cambio  en  el  nuevo  mundo  las  innumerables  confesiones  re- 
ligiosas provienen  no  de  una  separación  inmediata  de  la  Iglesia 
romana,  sino  de  comunidades  ya  alejadas  de  antaño,  de  donde 
se  sigue  que  las  diferencias  se  han  ido  acentuando  y  los  obs- 
táculos para  la  unión  han  aumentado.  Esta  comprobación,  sin 
embargo,  no  tiende  a  disminuir  el  optimismo  ni  la  importancia 
de  la  auténtica  nostalgia  de  la  unión  cristiana,  como  se  deja  ver 
por  la  constitución  del  Consejo  mundial  de  las  Iglesias,  que  com- 
prende 170  grupos  confesionales  unidos  por  la  base  de  una  fe 
común  en  Jesucristo  Salvador  y  Dios ;  y  por  la  difusión  crecien- 
te del  octavario  de  oraciones  por  la  unidad,  que  se  celebra  en 
todas  partes  del  18  al  25  de  enero  de  cada  año.  Las  posibilida- 
des del  Espíritu  de  Dios,  que  es  Espíritu  de  unidad,  son  infini- 
tamente superiores  a  las  de  los  hombres  y  rebasan  o  desbordan 
nuestra  miope  medida.  Dios  ha  suscitado  ya  en  el  Oriente  cris- 
tiano una  personalidad  paralela  en  persuación,  bondad  y  cordia- 
lidad a  la  de  nuestro  Pontífice  Juan.  Es  la  atrayente  figura 
del  Patriarca  Ecuménico  de  Constantinopla,  Atenágoras,  quien 
acaba  de  realizar  un  supremo  esfuerzo  por  estrechar  los  víncu- 
los entre  las  mismas  iglesias  ortodoxas  y  contactar  las  iglesias 
autocéfalas  o  autónomas  nacionales  monofisitas :  siriaca,  arme- 
nia, copta,  etc.,  con  el  fin  de  lograr  a  su  vez  la  reunión  de  un 
sínodo  panortodoxo.  El  ha  dicho :  "la  unidad  ya  existe  entre  los 
cristianos ;  lo  que  falta  por  hacer  es  la  unión ;  dejemos  a  los  teó- 
logos que  prosigan  sus  discusiones  y  nosotros  unámonos  en  la 
caridad;  las  iglesias  ortodoxas  no  pueden  desolidarizarse  de  las 
iglesias  protestantes  en  su  respuesta  a  la  oferta  de  unión  pro- 
puesta por  Roma". 

Del  2  de  setiembre  al  1«  de  octubre  de  1961  todos  los  orto- 
doxos acudieron  a  Rodas  <m  ¡a  irla  du  Gh¿pre  a  una  conferencia 
previa  a  un  pre-Sínodo  general.  Estuvieron  presentes  los  repre- 
sentantes de  los  antiguos  Patriarcados  de  Constantinopla,  An- 
tioquía,  Alejandría  y  Jerusalén;  de  los  más  modernos  de  Moscú, 
Servia,  Rumania  y  Bulgaria;  de  las  Iglesias  autocéfalas  no  pa- 
triarcales de  Chipre,  Grecia  y  Georgia;  de  las  Iglesias  autóno- 
mas de  Polonia  y  Checoslovaquia.  Asistieron  como  observado- 
res los  representantes  de  las  iglesias  orientales  no  bizantinas: 
copta,  etiópica,  armenia  y  las  sirias  de  Antioquía  y  del  Malabar; 
del  Consejo  Mundial  de  las  Iglesias,  de  los  Anglicanos  norte- 
americanos e  ingleses;  de  los  "viejos-católicos"  en  plan  personal 
asistió  un  observador;  y  de  la  Iglesia  Católica  Romana  a  título 
personal  fueron  invitados:  por  "La  Croix"  el  P.  Wenger,  por 
"Irenikon"  Atanasio  van  Druyven,  por  "Proche  Orient  Chrétien" 
Duprey,  por  "Una  Sancta"  Manuel  Jungelausen  y  por  "Istina" 
de  París,  Dumont.  Como  finalidad  concreta  esta  reunión  tuvo 
la  de  ponerse  todos  de  acuerdo  sobre  los  temas  a  tratar  en  una 


—  17  — 


ulterior  asamblea  pre-sinodal,  que  a  su  vez  fuera  preparación 
de  un  verdadero  Sínodo  con  autoridad  para  tomar  decisiones  con 
carácter  obligatorio  para  todas  las  iglesias  ortodoxas.  También 
se  eligieron  seis  comisiones:  1)  de  Fe,  Dogma  y  Culto;  2)  Ad- 
ministración y  Disciplina  Elesiástica;  3)  Relaciones  de  las  Igle- 
sias ortodoxas  entre  sí;  4)  Cuestiones  teológicas  y  sociales;  5) 
Relaciones  entre  la  Iglesia  ortodoxa  y  las  otras  iglesias  orienta- 
les; 6)  Relaciones  entre  la  Iglesia  ortodoxa  y  las  Iglesias  occi- 
dentales. Se  dió  la  precedencia  a  la  delegación  de  Constanti- 
nopla  y  el  nombre  del  Patriarca  ecuménico  Atenágoras  se  repe- 
tía en  las  celebraciones  litúrgicas.  En  ese  ambiente  de  unidad 
ortodoxa  pareció  resaltar  el  papel  primordial  del  Episcopado  en 
materia  de  responsabilidad  dentro  de  la  Iglesia  y  el  sentido  de 
unidad  que  está  por  encima  de  una  simple  asociación  de  Igle- 
sias locales  autocéfalas. 

También  los  ecumenistas  protestantes  se  reunieron  en  Nue- 
va Delhi  del  19  de  noviembre  al  5  de  diciembre  de  1961.  Fué 
su  tercera  Asamblea  general.  Asistieron  198  delegaciones  con  un 
total  de  1.200  personas,  entre  delegados  oficiales,  consultores,  ex- 
ponentes de  las  Iglesias  Jóvenes,  delegados  fraternales  y  obser- 
vadores. La  autoridad  eclesiástica  envió  como  observadores  a 
los  Padres  Le  Guillou,  del  Centro  Istina  de  París ;  E.  Duff ,  del 
Centro  "Social  Order" ;  J.  Edamarán,  de  rito  siro-malabar ;  Iván 
Extross,  de  Allahabad ;  y  el  profesor  Jan  C.  Groot,  del  Semina- 
rio de  Warmond  en  Holanda.  Los  puntos  que  se  trataron  se 
pueden  reducir  así:  1)  proyección  política  en  cuanto  se  refiere 
a  la  independencia  de  pueblos  antiguamente  libres,  las  relaciones 
raciales  y  el  cese  de  los  experimentos  nucleares;  2) admisión  de 
la  Iglesia  Rusa  en  el  seno  del  Consejo  Mundial  de  las  Iglesias; 
3)  integración  en  el  Consejo  Mundial  del  Comité  Internacional 
de  Misiones;  4)  proselitismo  y  libertad  religiosa.  Por  cierto 
que,  como  anota  el  P.  Angel  Santos  al  margen  de  esta  informa- 
ción, el  poder  cambiar  de  religión  y  de  creencias  no  dice  mucho 
en  favor  de  la  consistencia  de  la  fe  de  los  asambleístas.  5)  las 
exigencias  de  los  seglares.  El  secretario  de  la  Asamblea,  M. 
Hooft,  en  la  sesión  inicial  presidida  por  el  Obispo  Dibelius  de  la 
iglesia  protestante  alemana,  subrayó  la  importancia  de  la  pre- 
sencia de  observadores  católicos.  Y  refiriéndose  al  Secretaria- 
do para  la  Unión  de  los  Cristianos,  dijo :  "La  esencia  de  nuestras 
relaciones  con  el  Secretariado  consiste  en  el  cambio  mutuo  de 
nuestras  informaciones".  En  su  predicación  del  acto  de  clausu- 
ra, el  Pastor  Niemóller,  célebre  en  el  mundo  entero,  exhortó  a 
manifestar  la  unidad  cristiana  por  un  servicio  y  un  testimonio 
comunes.  El  acto  terminó  con  esta  consagración  pronunciada 
en  alta  voz  por  los  asambleístas :  "Confesamos  a  Jesucristo  como 
Salvador  de  los  hombres  y  luz  del  mundo;  nos  sometemos  juntos 
a  sus  mandamientos ;  renovamos  nuestro  compromiso  de  dar  tes- 
timonio de  El  ante  los  hombres ;  nos  ofrecemos  para  ese  servi- 
cio en  el  amor  que  sólo  Jesucristo  suscita;  nuevamente  recibi- 


—  18  — 


mos  el  llamamiento  de  hacer  visible  nuestra  unidad  en  El;  y 
pedimos  que  nos  sea  concedido  para  esta  empresa  el  don  del  Es- 
píritu Santo".  (Datos  recogidos  por  Sal  Terrae  del  Boletín  de 
Información  del  Consejo  Ecuménico  de  las  Iglesias,  Ginebra, 
nn.  42-48) . 

La  coincidencia  de  estos  acontecimientos,  previos  ambos,  al 
Concilio  ecuménico  Vaticano  Segundo,  con  los  que  tanto  las  Igle- 
sias Ortodoxas  como  el  Consejo  Mundial  de  las  Iglesias  han  que- 
rido puntualizar  sus  votos  por  la  unidad  cristiana  y  han  dejado 
constancia  de  sus  aspiraciones  basadas  en  una  común  fe  en  Cristo 
Salvador  y  en  el  dogma  trinitario,  no  deja  de  ser  un  respiro  ali- 
viador en  la  marcha  hacia  la  unión  de  todas  las  almas  que  se 
enaltecen  con  el  nombre  de  cristianas.  Por  otra  parte,  el  9  de 
agosto  de  1960,  en  Düseldorf,  Alemania,  el  Patriarca  católico 
de  Antioquía  y  de  todo  el  Oriente,  Su  Beatitud  Máximo  IV,  afir- 
mó en  una  valiente  conferencia  que  ellos  los  católicos  orientales 
son  los  más  llamados  a  servir  de  enlace  en  el  camino  en  que  todos, 
tarde  o  temprano,  de  una  manera  o  de  otra,  "habremos  de  en- 
contrarnos un  día  para  recobrar  plenamente  la  verdad  de  Cristo". 
La  iglesia  greco-melquita-católica  es  un  factor  poderoso  e  indis- 
pensable con  una  misión  unificadora  para  alcanzar  la  anhelada 
unidad  cristiana.  Quiera,  pues,  el  Señor  que  pronto  las  dificul- 
tades sean  superadas  y  se  entrevean  la  fraternidad  y  la  compren- 
sión sin  cortapisas  de  todo  el  mundo  cristiano,  bajo  la  guía  del 
buen  pastor,  que  a  semejanza  de  Jesús  no  cesa  de  clamar  al  Pa- 
dre: ut  omnes  unum  sint,  que  todos  sean  una  misma  cosa. 

BIBLIOGRAFIA 

BIBLIOGRAFIA.  Hubert  Jedin,  "Breve  Historia  de  los  Concilios", 
Barcelona,  Editorial  Herder,  1960.  De  este  autor  entresacamos  las  siguien- 
tes indicaciones  bibliográficas:  Obras  generales:  Juan  Domingo  Mansi, 
Amplissima  collectio,  en  31  volúmenes,  Florencia,  1759-1798.  Reimpresión 
por  Petit  y  Martin,  en  60  tomos,  Lyon,  1899-1927. 

C.  J.  Hefele,  Historia  de  los  Concilios,  1855-1890. 

H.  Leclerq,  Histoire  des  Conciles.  Continuada  por  P.  Richard  en 
1930-31. 

Eduardo  Schwartz,  Acta  Conciliorum  Oecumenicorum,  25  vols. 
1914-1940. 

Górres-Gesellschaft,  Concilium  Tridentinum,  12  vols.,  1901-1950. 

G.  Alberigo:  Cataloghi  dei  partecipanti  al  concilio  di  Trento  editi  du- 
rante il  medesimo,  en  "Rivista  di  Storia  della  Chiesa  in  Italia",  10  (1956) 
345-373;  11  (1957)  49-94. 

C.  Gutiérrez:  Españoles  en  Trento  (1951). 

L.  Pastor,  Historia  de  los  Papas,  traducción  de  Ruiz  Amado. 

Schneemann  y  Granderath,  Colectio  Lecensis  VII,  1892. 

Mons.  Paul  Guerin,  Concile  Oecumenique  du  Vatican  Son  histoire.  Ses 
decisión  29-6-1868  au  20-10-1870.  Bar-Le-Duc,  París,  1877. 


—  19  — 


N.  del  la  R.  —  El  13  de  agosto  de  1962  el  Comité  Ejecutivo 
del  Consejo  Ecuménico  de  las  Iglesias,  que  representa  197 
confesiones,  reunido  en  París  adoptó  por  unanimidad  el 
acuerdo  de  enviar  dos  teólogos  especialistas  como  obser- 
vadores al  Concilio  Vaticano  II.  Uno  de  esos  teólogos  es 
el  doctor  Lukas  Vischer,  de  la  iglesia  reformada  suiza. 


II 

Los  Concilios  Ecuménicos  en  la  antigüedad 


por  Tomás  Camelot,  O.  P. 
traducción  y  resumen  por  Mons.  F.  A.  M. 


Desde  los  primeros  tiempos  los  Concilios  aparecen  como  ór- 
gano normal  de  la  vida  de  la  Iglesia.  Anacrónico  es  hablar  del 
Concilio  de  Jerusalén,  dando  a  este  término  el  significado  propio 
del  Concilio  de  Trento  o  del  Concilio  Vaticano.  Sin  embargo, 
cierto  es  que  desde  los  comienzos  los  Apóstoles  procedieron  "co- 
legiadamente". Incompleta  y  fragmentaria  es  la  documentación 
que  poseemos  acerca  del  primer  siglo  de  la  historia  de  la  Igle- 
sia: nada  sabemos  de  las  asambleas  que  en  dicha  época  se  hu- 
bieron de  celebrar.  Los  primeros  sínodos  que  conocemos  se  re- 
montan a  la  segunda  mitad  del  siglo  dos,  durante  la  crisis  mon- 
tañista, violenta  irrupción  de  misticismo  y  rigorismo,  que  ame- 
nazó la  pureza  de  la  fe  y  la  unidad  de  la  Iglesia.  En  tal  ocasión 
los  obispos  del  Asia  se  reunieron  varias  veces  para  examinar 
lo  que  predicaban  los  novadores,  condenar  sus  herejías  y  exco- 
mulgar a  sus  secuaces.  Después,  por  iniciativa  del  Papa  Víctor, 
"hubo  sínodos  y  asambleas  de  obispos  por  todas  partes,  en  Pa- 
lestina, en  Asia,  en  el  Ponto,  en  Galia,  en  Roma",  con  motivo  de  la 
controversia  sobre  la  fecha  de  celebración  de  la  Pascua.  En  el 
siglo  tercero  ya  los  sínodos  funcionan  con  regularidad,  por  ejem- 
plo, los  de  Antioquía  de  los  años  264  y  268,  en  los  que  se  depuso 
al  obispo  de  aquella  ciudad,  Pablo  de  Samosate.  La  segunda 
de  esas  asambleas  reunió  unos  ochenta  obispos,  que  comunicaron 
su  sentencia  al  obispo  de  Roma  y  de  Alejandría  y  a  todos  los 
obispos  que  ejercen  el  ministerio  "sobre  la  tierra  habitada" 
(oikumene):  aquí  se  verifica  el  caso  de  un  concilio  provincial 
consciente  de  los  nexos  que  los  unen  "a  toda  la  Iglesia  católica 
que  se  encuentra  bajo  la  bóveda  del  cielo". 

Pero  los  obispos  no  sólo  se  reúnen  por  motivos  graves.  En 
el  Asia  Menor,  en  Capadocia,  los  obispos  tenían  la  costumbre  de 
reunirse  una  vez  al  año;  en  Africa,  dos  veces,  en  torno  al  obis- 
po de  Cartago;  justamente  estos  sínodos  cartagineses  cobran 
fama  cuando  presididos  por  San  Cipriano  se  pronuncian  sobre 
el  problema  de  la  reconcilación  de  los  lapsos  y  del  bautismo  de 
los  herejes.  Son  de  particular  importancia  los  sínodos  romanos 
que  congregan  en  torno  del  Papa  a  los  obispos  de  Italia.  Hasta 
entonces  los  sínodos  reunían  tan  sólo  a  los  obispos  de  una  pro- 
vincia. Pero  el  año  314,  el  emperador  Constantino,  para  poner 
fin  a  los  desórdenes  de  los  donatistas,  convoca  en  Arles  "un  gran 


—  21  — 


número  de  obispos  provenientes  de  lugares  diversos  y  espera  que 
la  conciencia  unánime  de  los  obispos  allí  reunidos  pondrá  fin  a 
la  disputa".  Se  reunieron,  pues,  en  Arles  47  obispos  y  éste  se 
puede  decir  que  es  el  primer  concilio  general  del  Occidente  lati- 
no. El  mismo  carácter  reviste  para  el  Oriente  el  concilio  de  An- 
tioquía  del  año  325,  donde  tomaron  parte  56  obispos  de  Siria, 
Palestina,  Arabia,  Fenicia,  Capadocia:  para  condenar  los  erro- 
res de  Arrio  y  exponer  solemnemente  la  doctrina  tradicional  de 
la  Iglesia.  Dichos  obispos  comunicaron  sus  decisiones  a  todos 
los  demás  obispos,  en  especial  al  de  Roma  y  a  los  de  Italia,  de- 
pendientes de  aquél ;  y  todos  aprobaron  lo  establecido  en  Antio- 
quía  en  materia  de  fe. 

Fué  entonces  cuando  surgió  la  idea  de  un  concilio  que  reu- 
niese todos  los  obispos  de  Oriente  y  de  Asia,  los  del  Egipto  y 
del  Orcidente.  Una  tal  asamblea  se  hacía  posible  entonces,  da- 
das las  pacíficas  relaciones  entre  Iglesia  e  Imperio,  bajo  la  égi- 
da de  Constantino,  quien  sólo  podía  por  su  autoridad  y  recursos 
materiales  congregar  cerca  de  trescientos  obispos  de  todos  los 
ángulos  del  imperio.  El  les  facilitó  el  viaje  y  los  convocó  a  la 
ciudad  de  Ancira  primero  y  luego  a  Nicea.  El  20  de  mayo  del 
año  325  se  abre,  pues,  en  Nicea  de  Bitinia  el  primer  concilio  "ecu- 
ménico". Le  seguirán  siete  más,  hasta  aquel  celebrado  en  Cons- 
tantinopla,  el  año  869-70,  que  depuso  a  Focio,  índice  de  la  cruel 
tensión  entre  Roma  y  el  Oriente  que  se  fué  agravando  hasta  lle- 
gar a  la  ruptura  de  1054.  Estos  concilios  son  reconocidos  como 
ecuménicos  por  el  Oriente  y  el  Occidente  cristianos.  Pasémolos 
en  revista,  indicando  lo  más  esencial  de  cada  uno.  Y  luego  sa- 
caremos algunas  reflexiones  de  carácter  general  sobre  la  histo- 
ria de  dichos  concilios  y  la  eclesiología  que  de  ellos  se  puede  de- 
rivar. 

Nicea,  año  325 

Convocado  por  Constantino  con  el  objeto  de  combatir  la  he- 
rejía de  Arrio.  Participaron  en  él  trescientos  obispos,  casi  todos 
orientales.  Parece  haber  sido  presidido  por  el  famoso  Obispo 
de  Córdoba,  Osio.  El  Papa  Silvestre  estuvo  representado  por 
dos  sacerdotes  romanos.  El  concilio  depone  y  condena  a  Arrio 
y  redacta  un  símbolo  de  la  fe,  que  define  a  Jesucristo  consus- 
tancial con  el  Padre. 

Constantinopla  I,  año  3S1 

Convocado  por  Teodosio  para  liquidar  los  restos  de  la  cri- 
sis arriana.  Participan  150  obispos  todos  orientales.  El  Papa 
Dámaso  no  fué  invitado.  El  Concilio  condena  a  los  "macedonia- 
nos"  que  negaban  la  divinidad  y  la  consustancialidad  del  Espí- 
ritu Santo;  se  confirma  "la  fe  de  Nicea";  entre  los  cánones  dis- 
ciplinarios es  importante  el  tercero,  que  confiere  al  obispo  de 


—  22  — 


Constantinopla,  "la  nueva  Roma",  un  primado  de  honor  después 
del  obispo  de  Roma.  Este  concilio  ha  sido  reconocido  como  ecu- 
ménico únicamente  por  la  tradición  progresiva  de  la  Iglesia. 

Efeso,  año  431 

El  patriarca  de  Constantinopla,  Nestorio,  negaba  que  María 
fuese  la  madre  de  Dios  y  comprometía  en  Cristo  la  unidad  de  la 
persona  divina.  Teodosio  II  por  estas  razones  convocó  un  con- 
cilio, que  fué  presidido  por  San  Cirilo  de  Alejandría,  delegado 
del  Papa  Celestino  I.  Los  legados  del  Papa  estuvieron  presen- 
tes desde  la  segunda  sesión  y  aprueban  la  condena  de  Nestorio. 
El  concilio  aprueba  solemnemente  la  segunda  carta  de  San  Ciri- 
lo a  Nestorio. 

Calcedonia,  año  451 

Un  monje  de  Constantinopla,  Eutiques,  por  reacción  contra 
el  error  nestoriano,  negaba  que  en  Cristo  hubiese  dos  naturale- 
zas, la  divina  y  la  humana.  El  emperador  Marciano  con  el  con- 
sentimiento del  Papa  San  León,  reúne  un  concilio  a  la  orilla  Este 
del  Bosforo,  frente  a  Constantinopla,  en  Calcedonia.  Más  de  500 
obispos,  bajo  la  presidencia  de  los  legados  romanos,  condenan 
y  deponen  a  Eutiques  y  al  patriarca  Dióscoro  de  Alejandría; 
inspirándose  en  una  carta  de  san  León  a  Flaviano,  definen  en 
forma  solemne  la  existencia  en  Cristo  de  dos  naturalezas  per- 
fectas, sin  confusión  ni  cambio  alguno,  sin  división  o  separa- 
ción. Entre  los  cánones  de  disciplina  hay  que  recordar  el  nú- 
mero 28,  no  aprobado  por  san  León,  que  reconocía  a  Constanti- 
nopla el  mismo  primado  que  gozaba  "Roma,  ciudad  soberana". 

Constantinopla  II,  año  553 

La  definición  de  Calcedonia  había  provocado  largas  y  pe- 
nosas discusiones.  Justiniano,  el  emperador  teólogo,  quiso  en 
parte  contentar  a  los  adversarios  de  Calcedonia,  haciendo  con- 
denar por  un  concilio  los  Tres  Capítulos,  escritos  por  Teodoro 
de  Mopsuestia,  Teodoretto  e  Ibas  de  Edessa,  sospechosos  de  nes- 
torianismo.  A  pesar  de  la  oposición  del  Papa  Vigilio  que  había 
sido  conducido  por  la  fuerza  a  Constantinopla,  este  concilio  pre- 
sidido por  el  patriarca  Eutiquio  de  Constantinopla  y  compuesto 
de  unos  150  obispos  todos  orientales,  condena  los  Tres  Capítulos 
y  propone  14  anatemas  que  resumen  las  definiciones  de  Efeso 
y  Calcedonia.  El  Papa  que  no  había  querido  participar  en  las 
sesiones,  terminó,  sin  embargo,  por  reconocer  el  concilio. 

Constantinopla  III,  año  680 

La  herejía  monofisita  (una  naturaleza  en  Cristo),  condenada 
en  Calcedonia  y  Constantinopla,  había  reaparecido  con  un  ropaje 
nuevo  que  reconocía  en  Cristo  una  sola  actividad  o  una  sola  vo- 


—  23  — 


luntad  (monoenergismo  o  monotelismo ) .  Después  de  mucho 
disputar,  el  emperador  Constantino  IV  Pogonato  reúne  en  Cons- 
tantinopla un  concilio  ecuménico,  al  que  participaron,  junto  con 
los  legados  del  Papa  Agatón,  unos  170  obispos.  El  concilio 
condenó  el  monotelismo  y  refiriéndose  a  los  decretos  de  Cal- 
cedonia y  a  la  carta  de  san  León,  definió  el  dogma  de  las  dos 
naturalezas  (dos  voluntades)  en  Cristo.  Fué  aprobado  por  los 
Papas  Agatón  y  León  II. 

Nicea  II,  año  787 

El  año  726  el  emperador  León  III  Isaúrico  había  condenado 
el  culto  de  las  imágenes  sagradas ;  ese  edicto  señala  el  comienzo 
de  una  violenta  persecución  que  durará  por  espacio  de  sesenta 
años.  El  año  787  la  emperatriz  Irene,  apoyada  por  el  Patriar- 
ca Tarasio  de  Constantinopla  y  de  acuerdo  con  el  Papa  Adriano 
I,  convocó  en  Nicea  un  nuevo  concilio  ecuménico,  con  la  presen- 
cia de  dos  legados  del  Papa,  que  justificó  dogmáticamente  la  ve- 
neración y  el  culto  de  las  sagradas  imágenes.  Un  sínodo  convo- 
cado en  Constantinopla  el  año  843  confirmó  esas  decisiones  y 
en  recuerdo  del  triunfo  de  la  doctrina  verdadera  instituyó  la 
"fiesta  de  la  Ortodoxia",  que  se  celebró  el  primer  domingo  de 
cuaresma.  Se  ha  dicho  que  la  Iglesia  llamada  "Ortodoxa",  la 
Iglesia  de  los  "siete  concilios",  nació  precisamente  el  11  de  mar- 
zo del  año  843  (E.  Ammán). 

Estas  breves  noticias  son  ya  suficientes  para  observar  que 
el  carácter  de  los  concilios  ecuménicos  de  los  primeros  siglos  es 
muy  diferente  de  lo  que  nosotros  pensamos  al  imaginarnos  un 
concilio  de  la  Iglesia  universal,  convocado  por  el  soberano  Pon- 
tífice, que  reúne  bajo  su  presidencia  o  la  de  sus  legados  a  los 
obispos  del  mundo  entero,  cuyos  decretos  solemnes  deben  ser 
confirmados  y  promulgados  por  el  Papa.  Sin  embargo,  el  estu- 
dio de  esos  concilios  sirve  para  subrayar  algunos  aspectos  que 
iluminan  la  teología  de  los  concilios  ecuménicos. 

La  convocación  de  los  concilios 

El  Basileus,  o  sea,  el  emperador  no  sólo  desea  la  paz  y  poner 
fin  a  las  disputas  religiosas  que  perturban  sus  estados,  sino  que 
tiene  plena  conciencia  de  su  papel  de  príncipe  cristiano  y  de  su 
tarea  de  velar  por  la  paz  y  la  unidad  de  la  Iglesia.  Al  convocar 
un  concilio,  Constantino,  Teodosio,  Marciano,  Justiniano  no  hacen 
otra  cosa  sino  cumplir  con  los  deberes  de  su  cargo.  Además 
sólo  el  emperador  puede  de  hecho  convocar  y  reunir  obispos,  obli- 
gar a  los  recalcitrantes,  ejecutar  las  sentencias  o  decretos  del 
concilio.  Todo  esto  no  representa  la  menor  dificultad  para  sus 
contemporáneos.  Los  obispos  se  pliegan  espontáneamente  a  las 
órdenes  del  emperador.  Lo  que  para  nosotros  pudiera  parecer 
una  intromisión  peligrosa  del  Estado  en  los  asuntos  eclesiásti- 


—  24  — 


eos  era  para  ellos  un  elemento  normal  de  la  vida  del  imperio 
cristiano.  Hay  que  añadir  también  que,  si  el  emperador  toma 
la  iniciativa  de  convocar  a  concilio,  no  lo  hace  sin  pedir  el  pa- 
recer de  los  obispos.  Ni  faltan  alrededor  del  emperador  prela- 
dos que  le  sugieran  oportunamente  la  idea  de  convocar  la  gran 
asamblea  sacerdotal,  a  fin  de  regularizar  los  negocios  eclesiás- 
ticos. 

Un  lector  moderno  preguntará  qué  parte  le  corresponde  en 
dicha  convocatoria  al  obispo  de  Roma.  Ya  hemos  visto  la  re- 
sistencia del  Papa  Vigilio  al  concilio  del  553.  Cien  años  antes 
san  León,  que  hubiese  deseado  que  el  concilio  se  desarrollara  en 
Italia  y  que  la  asamblea  pedida  por  Marciano  se  dejara  para 
mejores  tiempos,  no  se  opuso,  sin  embargo,  al  concilio  de  Cal- 
cedonia, donde  se  hizo  representar  por  medio  de  legados.  Y  más 
tarde  escribía:  "el  concilio  general  fué  convocado  por  el  empe- 
rador con  consentimiento  de  la  Silla  Apostólica".  Irene  convo- 
cará un  concilio  el  año  787,  previo  acuerdo  con  el  Papa  Adria- 
no. Podemos  concluir  que,  aunque  no  sea  el  Papa  el  que  convo- 
ca, es  él  quien  reconoce  el  concilio  y  en  él  se  hace  representar. 

Ecumenicidad  de  los  concilios 

La  intención  de  los  emperadores  es  la  de  reunir  a  todos  los 
obispos  de  la  tierra  habitada.  San  León  escribe  a  Teodosio  II 
que  espera  después  del  "latrocinio  de  Efeso"  la  sentencia  de 
un  concilio  "en  que  estén  congregados  todos  los  obispos  del  mun- 
do entero".  De  hecho  solo  un  exiguo  número  de  obispos  está 
presente  en  aquellos  concilios.  Vienen  de  provincias  distintas 
y  a  veces  de  regiones  que  no  pertenecen  al  imperio,  como  Arme- 
nia y  Persia;  pero  son  siempre  casi  exclusivamente  orientales. 
El  Occidente  latino  apenas  está  representado  por  los  legados  ro- 
manos. Con  excepción  hecha  de  Vigilio  que  fué  obligado  a  Cons- 
tantinopla,  el  Papa  no  participa  personalmente  en  el  concilio. 
Con  ocasión  del  concilio  de  Arlés,  san  Silvestre  Papa  no  quiso 
abandonar  Roma,  "donde  está  la  sede  de  los  Apóstoles,  donde 
su  sangre  atestigua  la  gloria  de  Dios".  San  León  se  excusa  de 
no  acudir  a  Calcedonia,  diciendo  que  "la  costumbre  no  se  lo  per- 
mite". San  Celestino  antes  del  concilio  de  Efeso  escribe  a  Teo- 
dosio II :  "En  la  persona  de  nuestros  enviados  estamos  presentes 
en  el  sínodo  que  tú  has  querido";  "sin  duda  que  estamos  lejos, 
pero  nuestra  solicitud  os  sigue  de  cerca.  Todos  están  presentes 
en  lo  que  preocupa  al  santo  Apóstol  Pedro".  Debemos  insistir 
en  ésto :  los  legados  de  Roma  dan  al  concilio  el  "conforme"  del 
concilio  romano  y  de  todo  el  episcopado  occidental ;  su  presencia 
sanciona  la  unión  del  Occidente  con  el  Oriente  y  de  hecho  realiza 
la  ecumenicidad  del  concilio.  Así,  a  pesar  de  lo  exiguo  del  nú- 
mero de  los  obispos  y  de  su  proveniencia,  ellos  representan  a  la 
unánime  Iglesia;  se  podría  hablar  de  ecumenicidad  o  universa- 
lidad moral.    Si  hay  una  escisión  como  en  Efeso,  o  en  el  caso 


—  25  — 


de  que  un  concilio  yerre  como  en  Sardi  el  año  343,  entonces  no 
se  reconoce  a  los  disidentes  el  derecho  de  representar  la  ecume- 
nicidad. 

Presidencia  de  los  concilios 

Casi  se  diría  que  es  el  Papa,  aunque  sea  a  través  de  sus  le- 
gados, quien  preside  aquellos  concilios.  Pero  también  aquí  las 
cosas  son  bastante  complejas.  Hay  diversidad  con  respecto  a 
la  práctica  de  los  grandes  concilios  modernos.  Por  ejemplo,  en 
Nicea  toca  al  emperador  la  presidencia  honoraria:  él  pronuncia 
el  discurso  de  apertura,  asiste  a  los  debates  y,  según  refiere  Eu- 
sebio,  participa  en  ellos ;  él  hizo  adoptar  el  término  consustancial 
(homousios) ;  él  obligó  a  los  opositores  a  firmar  la  fórmula  de 
la  fe  etc.  El  primer  puesto  entre  los  asistentes  lo  ocupó  el  obis- 
po de  Córdoba,  Osio,  que  era  consejero  del  emperador;  siguen 
luego  en  la  firma  los  dos  sacerdotes  romanos,  enviados  del  papa 
Silvestre.  En  Efeso  el  conde  Candidiano,  comandante  de  la  guar- 
dia imperial,  es  el  encargado  de  preservar  el  orden  y  la  seguri- 
dad. Lo  hizo  tan  mal  que  san  Cirilo  tuvo  que  proceder  enérgi- 
camente. A  tal  punto  que  en  el  concilio  de  Calcedonia  se  dice  que 
el  de  Efeso  fué  presidido  por  Celestino  de  Roma  y  Cirilo  de  Ale- 
jandría. 

En  Calcedonia  dieciocho  comisarios  imperiales  presiden  de 
hecho  la  asamblea,  imponen  el  orden  y  hacen  aceptar  la  fórmula 
de  fe  deseada  por  el  emperador.  Marciano  personalmente  pre- 
sidió la  sesión  solemne  de  promulgación  del  símbolo  de  fe.  Pero 
el  papel  preponderante  lo  tuvieron  Pascasino  y  Lucencio  que  en 
nombre  de  la  Silla  Apostólica  como  representantes  y  legados  del 
Papa  san  León,  presidieron  y  dirigieron  los  debates,  pronuncia- 
ron la  sentencia  de  deposición  del  patriarca  de  Alejandría,  Diós- 
coro.  Cuando  dieron  lectura  al  Tomo  de  san  León  para  Flaviano, 
los  obispos  exclamaron :  "Pedro  ha  hablado  por  medio  de  León". 
En  Constantinopla,  el  año  681,  se  dirá:  "Pedro  ha  hablado  por 
medio  de  Agatón".  Para  los  que  buscan  en  la  historia  de  los 
concilios  antiguos  un  testimonio  de  la  autoridad  del  obispo  de 
Roma,  este  concilio  de  Calcedonia  constituye  un  vértice  que  nun- 
ca será  igualado.  Recordemos  en  efecto  la  humillación  que  sufre 
cien  años  después  (553)  en  Constantinopla  el  Papa  Vigilio. 

Eclesiología  de  los  concilios 

Nos  toca  ahora  abordar  el  tema  de  la  eclesiología  tal  como 
se  deduce  más  o  menos  explícitamente  de  los  documentos  conci- 
liares, las  actas  o  diarios  de  debates,  cartas,  discursos  y  defini- 
ciones dogmáticas.  Los  obispos  que  se  reúnen  en  estos  primiti- 
vos concilios  tienen  conciencia  de  representar  la  tradición  apos- 
tólica y  la  fe  unánime  de  la  Iglesia.  Proceden  como  sucesores 
de  los  Apóstoles :  Eusebio  paragona  a  los  obispos  de  Nicea  con 


—  26  — 


el  "coro  de  los  apóstoles".  San  Celestino  escribe  a  los  obispos 
de  Efeso:  "debemos  conservar  cuanto  hemos  recibido  de  la  su- 
cesión apostólica".  Y  Atanasio  dice:  "Es  necesario  permanecer 
sobre  la  base  de  los  apóstoles  y  mantener  la  fe  de  los  Padres". 
Los  Padres  se  preocupan  por  asegurarse  de  que  su  doctrina  sea 
la  misma  de  la  Escritura,  la  misma  de  sus  antecesores.  San  Ata- 
nasio, cuando  nos  transmite  el  eco  de  aquellas  discusiones  sobre 
los  textos  bíblicos  que  sirven  de  apoyo  a  la  expresión  "consus- 
tancial" de  Nicea,  dice  que  los  obispos  "respiran  Sagrada  Es- 
critura". El  año  400  se  recopilan  florilegios  y  documentaciones 
patrísticas  que  sirvan  de  fundamento  a  las  definiciones  de  Efe- 
so  y  Calcedonia.  Los  Padres  del  concilio  del  año  553:  "confie- 
san la  misma  y  única  fe  que  han  recibido  de  la  divina  Escritura, 
de  la  enseñanza  de  los  santos  Padres  y  las  definiciones  de  los 
cuatro  santos  sínodos".  El  famoso  "consustancial"  es,  como  dice 
S.  Atanasio,  "la  fe  que  Cristo  nos  ha  dado,  que  los  apóstoles 
predicaron  y  que  nos  ha  sido  transmitida  por  los  Padres  reuni- 
dos en  Nicea  de  toda  la  oikumene.  En  materia  de  fe  los  obis- 
pos no  han  escrito :  nos  hemos  decidido .  .  .  sino :  así  cree  la  Igle- 
sia católica.  Han  confesado  que  lo  que  creen  no  es  nuevo,  sino 
simplemente  el  pensamiento  de  los  apóstoles,  y  que  no  han  es- 
crito descubrimientos  hechos  por  ellos  sino  tan  sólo  lo  que  en- 
señaron los  apóstoles". 

Es  interesante  también  observar  las  apreciaciones  de  Cons- 
tantino expresadas  en  las  cartas  que  escribe  al  terminarse  el  con- 
cilio de  Nicea  para  notificar  sus  decisiones.  Los  negocios  de 
la  Iglesia  sólo  deben  ser  tratados  por  los  obispos  congregados. 
Todo  lo  que  se  resuelve  en  el  concilio  se  debe  atribuir  a  la  vo- 
luntad de  Dios.  Los  obispos  manifiestan  la  unanimidad  de  la 
fe,  conforme  a  la  enseñanza  de  la  Escritura.  Sus  sentencias 
son  las  de  Dios,  pues  el  Espíritu  Santo  está  con  ellos.  Tal  el 
pensamiento  del  emperador.  San  Celestino  al  concilio  de  Efeso : 
"La  reunión  de  los  obispos  atestigua  la  presencia  del  Espíritu 
Santo".  Desde  los  tiempos  del  concilio  de  Arlés  se  creía  que  el 
juicio  de  los  obispos  debía  considerarse  como  juicio  de  Dios,  ya 
que  el  Señor  se  sentaba  en  medio  de  ellos.  Esta  presencia  de 
Cristo  quedó  indicada  en  Efeso,  al  poner  sobre  un  trono  en  me- 
dio de  la  basílica  el  Libro  de  los  Evangelios. 

El  sustrato  de  la  eclesiología  contenida  implícitamente  en 
todos  estos  documentos  de  la  antigüedad  es  el  siguiente :  los  obis- 
pos tienen  conciencia  de  representar  colectivamente  la  unidad 
del  Cuerpo  de  la  Iglesia  (idea  de  colegialidad)  ;  expresan  la  fe 
de  la  Iglesia  porque  son  testigos  y  depositarios  de  la  tradición 
de  los  apóstoles  (idea  de  apostolicidad  o  de  sucesión  apostólica)  ; 
y  el  Espíritu  Santo  está  con  ellos.  La  autoridad  del  concilio  ecu- 
ménico se  deriva  del  hecho  de  ser  una  expresión  viviente  de  la 
universal  Iglesia,  representada  por  los  obispos  sucesores  de  los 
A  costóles  y  custodios  de  la  Tradición  y  de  la  Iglesia  en  que  vi- 


—  27  — 


ven  y  donde  operan  Cristo  y  el  Espíritu  Santo.  Según  dice  san 
León,  las  definiciones  de  Nicea  y  Calcedonia  son  obra  del  Es- 
píritu Santo.  Las  decisiones  del  concilio  son  irreformables,  se 
imponen  a  la  Iglesia  universal,  tienen  plena  y  entera  autoridad ; 
no  se  puede  poner  sobre  el  tapete  lo  que  ha  sido  decretado  por 
el  concilio.  En  especial,  la  fe  de  Nicea,  la  fe  de  los  318  Padres, 
a  semejanza  de  la  palabra  de  Dios,  debe  "permanecer  para 
siempre". 


Hubo  necesidad  de  confirmación? 

Antes  de  terminar,  hay  que  responder  a  esta  pregunta.  No 
tenemos  ninguna  aprobación  o  confirmación  del  Papa,  en  el  sen- 
tido formal  de  la  expresión,  de  los  decretos  de  Nicea,  Efeso  y 
Calcedonia.  Hemos  visto  que  es  el  emperador  el  que  confirma, 
aprueba,  pone  en  ejecución  las  sentencias  contra  Arrio  y  Nes- 
torio.  Sin  embargo,  en  Efeso  los  legados  del  Papa  Celestino, 
llegados  después  que  San  Cirilo  ha  abierto  el  concilio  y  hecho 
condenar  a  Nestorio,  examinan  las  actas  "para  poder  confirmar 
vuestros  juicios,  conforme  a  las  instrucciones  del  sumo  pontífice 
Celestino  y  de  Vuestra  Santidad  (los  obispos  presentes)".  No 
parece  tratarse  aquí  de  una  instancia  superior  que  sanciona  de- 
finitivamente las  decisiones  de  una  asamblea  que  solo  entonces 
adquieren  el  valor  de  una  ley.  No  hay  dos  autoridades  distintas 
y  subordinadas.  O  sea,  el  concilio  deliberante  que  decide,  junto 
con  el  Papa  presente  a  través  de  sus  legados,  es  una  sola  auto- 
ridad. El  sacerdote  Felipe  en  nombre  de  Celestino  dijo:  "Los 
miembros  se  han  juntado  con  su  cabeza,  pues  Vuestra  beatitud 
no  ignora  que  la  fe  y  cabeza  de  los  apóstoles  es  el  beato  apóstol 
Pedro". 

Algo  distinto  sucede  en  Calcedonia.  Los  obispos  piden  a  San 
León  que  confirme  los  cánones  de  disciplina  establecidos  en  au- 
sencia de  los  legados  y  que  por  tanto  no  expresaban  la  opinión 
de  la  unanimidad.  El  papa  se  atribuye  el  derecho  de  casar  (él 
usa  el  término  en  sentido  técnico)  el  canon  28  que  no  respeta 
las  decisiones  de  Nicea  acerca  de  los  respectivos  derechos  de  las 
Iglesias.  San  León  aprueba  las  actas  sinodales  para  evitar  cual- 
quiera interpretación  tendenciosa  y  manifestar  su  acuerdo  con 
el  concilio  en  materia  de  fe.  La  presencia  de  sus  legados  era 
suficiente.  Una  aprobación  formal  no  era  necesaria.  Lo  mismo 
acontece  con  los  concilios  sucesivos  (los  de  Constant.  II  y  III). 
Si  el  emperador  desea  la  aprobación  del  papa,  es  porque  esa 
aprobación  da  fe  del  acuerdo  del  obispo  de  Roma  y  del  episco- 
pado occidental  con  las  medidas  tomadas  en  el  concilio.  No  es 
una  confirmación  propiamente  jurídica. 


—  28  — 


Conclusión 

I)  — El  concilio  ecuménico  en  la  antigüedad  es  una  asamblea 
de  obispos  que  están  conscientes  de  representar  la  Iglesia  uni- 
versal, a  pesar  de  su  exigüidad  y  proveniencia;  la  presencia  de 
los  delegados  del  obispo  de  Roma  asegura  el  vínculo  entre  los 
dos  extremos  del  mundo  cristiano;  ellos  también  tienen  concien- 
cia de  continuar  el  colegio  apostólico  en  cuyo  centro  está  entro- 
nizado Cristo  y  está  presente  y  activo  el  Espíritu  Santo;  son 
depositarios  y  representantes  de  la  Tradición,  intérpretes  de  la 
Escritura;  su  unanimidad  traduce  la  fe  de  la  Iglesia;  por  todo 
ésto  las  decisiones  conciliares  tienen  valor  universal  y  son  ina- 
pelables. 

II)  — De  hecho  el  concilio  lo  convoca  el  emperador.  El  obispo 
de  Roma,  sin  que  intervenga  una  convocatoria  jurídica  y  for- 
mal, acepta  más  o  menos  explícitamente  la  convocación  y  pre- 
side el  concilio  por  medio  de  sus  legados,  a  los  que  se  reconoce 
una  autoridad  preponderante,  como  se  ve  claro  en  el  de  Calce- 
donia. No  se  asoma  la  discusión  de  si  el  concilio  es  superior  al 
Papa  o  al  revés.  Simplemnte  el  concilio  está  unido  al  papa  como 
los  miembros  a  su  cabeza.  No  es  necesaria  una  confirmación 
explícita  del  concilio  por  parte  del  papa,  porque  basta  con  la 
presencia  de  los  legados  romanos.  Se  observa,  por  último,  una 
constancia  sensible  de  estas  características,  durante  los  prime- 
ros siglos,  a  pesar  de  los  complejos  de  las  diversas  situaciones. 
Contemporáneamente  va  en  aumento  y  visiblemente  se  nota  el 
reconocimiento  de  la  autoridad  del  obispo  de  Roma;  y  aun  ad- 
mitiendo que  este  hecho  en  parte  es  debido  a  la  personalidad 
excepcional  del  gran  pontífice  que  fué  san  León,  no  es  menos 
cierto  que,  a  través  de  la  historia  de  estos  concilios,  palpamos 
la  vida  y  el  desarrollo  de  la  Iglesia  en  sus  doctrinas  e  institu- 
ciones. 


BIBLIOGRAFIA 

Denzirger:  Enchiridion  Symbolorum,  Números  54,  85,  111  a.,  148, 
213-218,  289-293,  302-304- 

Libro  de  los  Hechos  de  los  Apóstoles,  6,  2  6;  15,  1-29. 
Eusebio,  Historia    Eclesiástica:  V,  XVI,  10;  XXII;    XXIV,  8;  VII, 
XXX,  2;  X.  V.  23-24. 

Rufino,  Hist.  Eccl.  I,  1;  PL,  21,  467. 

San  León,  Epíst.  114,  1;    Ep.  43;  Ep.  93,  1;  104,  3. 

San  Celestino  Epíst.  19,  1;  Ep.  18,  1. 

San  Atanasio:  De  syn.,  54;  Ad  Afr.,  4;  Ad  Afr.  1;  De  syn.,  5;  De 
decr.  Nic.  syn.,  3;  27. 


—  29  — 


III 


Los  Concilios  Ecuménicos  en  el  Segundo  Milenio 
de  la  Historia  de  la  Iglesia 

Por  B.  M.  Carra  de  Vaux  Saint-Cyr,  O.  P. 

traducción  y  resumen:  por  Mons.  F.  A.  M. 


Debemos  ponernos  en  guardia  contra  el  simplismo  que  puede 
ofuscar  la  fisonomía  propia  de  cada  una  de  esas  asambleas  so- 
lemnes de  la  cristiandad,  llamadas  concilios.  Puesto  que  ellas 
son  expresión  de  su  vida,  no  pueden  menos  de  reflejar  el  perio- 
do histórico  a  cuyas  necesidades  procuran  subvenir.  Esto  nos 
ayudará  a  darnos  una  idea  clara  y  orgánica  de  los  doce  concilios 
que  a  partir  del  lateranense  de  1123  hasta  el  vaticano  de  1869-70, 
se  suceden  a  lo  largo  del  segundo  milenio  de  vida  de  la  Iglesia. 
Vamos  a  distinguir  los  siete  de  la  cristiandad  medieval,  los  dos 
de  la  primera  mitad  del  siglo  XV,  los  dos  del  Renacimiento,  el 
del  XVI  y  el  último  que  se  celebró  en  plena  edad  moderna. 

Del  primero  al  segundo  milenio 

Se  impone  esta  observación:  estas  asambleas  del  cuerpo 
episcopal  son  mucho  más  diversas  entre  sí  que  las  de  la  antigüe- 
dad cristiana.  Lo  que  nada  quita  a  su  legitimidad  y  alcance. 
La  Iglesia  de  Cristo  goza  de  la  promesa  de  una  eterna  duración, 
pero  es  peregrina  en  el  tiempo;  ella  es  Jesucristo  comunicado  a 
los  hombres,  por  tanto,  en  cierto  modo  participa  de  la  mutabilidad 
del  mundo.  Nos  damos  cuenta  perfectamente  de  esto,  cuando 
echándonos  a  la  espalda  los  ocho  concilios  primitivos,  nos  aveci- 
namos al  primer  concilio  lateranense.  Nos  encontramos  en  otro 
mundo.  Aun  geográficamente,  puesto  que  los  concilios  ahora  se 
celebran  en  Occidente,  y  distinto  es  el  universo  mental  que  tene- 
mos por  delante.  En  la  primavera  del  año  1123  sería  vano 
tratar  de  encontrar  en  torno  del  Papa  Calixto  II,  en  Roma,  a  los 
obispos  bizantinos.  Hacía  69  años  que  las  relaciones  entre  Roma 
y  Constantinopla  habían  cesado  por  completo.  Prejuicios,  al- 
tercados, seguidos  de  reconciliaciones  fugaces  estaban  excavando 
un  abismo  de  espíritu  y  de  corazones  entre  las  Iglesias  del  Pa- 
triarcado de  Occidente  con  su  Jefe,  que  es  la  cabeza  universal 
de  la  Iglesia,  al  frente  y  los  Patriarcados  orientales  de  Constan- 
tinopla, Alejandría,  Antioquía  y  Jerusalén.  Muchas  sombras, 
que  anunciaban  tempestades  futuras,  se  condensaban  ya  en  pleno 
siglo  V  alrededor  del  glorioso  Concilio  de  Calcedonia.  Las  dos 
mitades  del  viejo  mundo  romano  se  iban  haciendo  cada  vez  más 
extrañas  una  a  otra. 


—  33  — 


La  última  gran  manifestación  de  unidad  debía  haber  sido 
la  asamblea  ecuménica  de  Constantinopla,  reunida  en  la  capital 
bizantina  los  años  869-870,  que  depuso  a  Focio  y  volvió  a  colo- 
car en  el  trono  de  Santa  Sofía  a  Ignacio,  su  predecesor,  cuyas 
ideas  para  con  los  Latinos  no  diferían  mucho  de  las  de  su  rival. 
Las  relaciones  oficiales  se  veían  complicadas  por  las  intrigas 
de  corte,  a  merced  de  la  cual  se  encontraba  la  sede  patriarcal 
de  Bisanzio,  mientras  que  el  Papado  se  hallaba  ocupado  en  de- 
fender su  independencia  de  la  anarquía  feudal  cada  día  más  cre- 
cida. Esta  situación  ocasionó  el  desencadenarse  de  una  xenofo- 
bia latente,  del  odio  popular  y  del  recíproco  desprecio.  Cuando 
el  16  de  julio  de  1054  el  cardenal  legado  Humberto  puso  sobre 
el  altar  de  S.  Sofía  la  bula  de  ex-comunión  del  patriarca  Miguel 
Cerulario,  nadie  se  dió  cuenta  del  alcance  trágico  de  aquel  gesto. 
Se  lo  juzgó  como  una  diferencia  más,  pero  de  hecho  fué  la 
ruptura  que  todavía  hoy  subsiste  a  novecientos  años  de  distan- 
cia. No  examinaremos  aquí  las  terribles  consecuencias  de  esta 
herida  sangrante  aún  en  el  costado  de  la  Iglesia.  Es  suficiente 
recordarla  y  añadir  que  es  inútil  minimizar  el  desastre  que  fué 
y  sigue  siendo  todavía  hoy  el  gran  cisma  del  Oriente. 

Dentro  de  los  mismos  confines  del  mundo  occidental  nota- 
mos que  una  profunda  ruptura  se  va  pronunciando  entre  los 
siglos  IX  y  XI.  Sabemos  que  desde  el  año  406  las  invasiones 
de  los  bárbaros  habían  sumergido  la  "Romanía";  pero  el  viejo 
mundo  murió  lentamente  y  muy  mucho  de  él  sobrevivía  en 
aquellos  esquemas  de  síntesis  entre  barbarie  y  cultura  de  los 
reinos  ostrogodo  de  Italia,  visigodo  de  España  y  merovingio  de 
las  Galias.  El  imperio  carolingio  vino  como  feliz  conclusión  a 
coronar  lógicamente  todas  esas  tentativas.  Mas  también  fué  una 
victoria  efímera.  El  propagarse  del  Islamismo  sobre  las  pla- 
yas del  Mediterráneo,  su  flota  que  dominaba  los  mares ;  el  aluvión 
devastador  de  las  invasiones  normandas ;  el  asalto  de  los  húnga- 
ros al  corazón  de  los  viejos  pueblos  cristianos;  la  desintegración 
de  la  autoridad  central  por  obra  de  los  secuaces  de  Carlomagno; 
el  desmoronamiento  del  imperio  dividido  en  innumerables  feu- 
dos: todas  estas  catástrofes  destruyeron  el  pasado  a  lo  largo  de 
los  siglos  de  hierro.  Una  humanidad  nueva  nacía  de  aquellas 
ruinas. 

Los  tres  primeros  concilios  lateranenses 

Al  recorrer  las  decisiones  de  esos  tres  primeros  concilios 
ecuménicos  de  Letrán  (marzo  1123,  abril  1136,  marzo  1179), 
se  queda  uno  admirado  de  ver  cuán  largo  espacio  fué  dedicado 
a  la  disciplina  eclesiástica  y  qué  poco  al  dogma.  No  se  debe  ol- 
vidar la  crisis  de  la  que  estaba  la  Iglesia  saliendo  con  sumo 
esfuerzo.  Al  favor  de  la  creciente  anarquía  política,  poco  faltó 
para  que  las  más  altas  y  delicadas  funciones  espirituales  se 
redujesen  a  simples  "beneficios"  rentísticos,  valores  de  bolsa  o 
de  comercio,  blanco  de  codicia.    Los  reyes  y  los  pequeños  seño- 


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res,  todos  estaban  dispuestos  al  asalto  de  la  cosa  sagrada.  La 
misma  Silla  apostólica  corrió  un  riesgo  de  ser  presa  de  algunas 
familias  de  la  aristocracia.  El  renacimiento  del  imperio  de 
Occidente  en  pro  de  los  soberanos  germánicos  pareció  a  cierta 
altura  continuar  la  tradición  carolingia.  El  poder  civil  se 
alineaba  junto  al  poder  espiritual  para  acabar  con  las  dos  pla- 
gas de  la  época:  la  simonía,  o  sea,  el  tráfico  de  las  dignidades 
eclesiásticas,  y  el  nicolaísmo,  esto  es  el  abandono  del  celibato 
eclesiástico.  Desgraciadamente  los  hechos  se  encargaron  de 
probar  a  la  cristiandad  que  no  era  menos  escandaloso  el  que  los 
papas  fuesen  creatura  de  un  Otón  I  o  de  un  Henrique  II.  La 
solución  germánica,  pues,  se  presentaba  así  como  un  remedio 
peor  que  la  misma  enfermedad.  Lo  que  dió  origen  a  la  lucha 
entre  sacerdocio  e  imperio. 

Gracias  a  la  fe  y  energía  indómitas  de  un  puñado  de  religio- 
sos y  monjes,  cuyo  prototipo  es  la  austera  figura  del  papa  Gre- 
gorio VII,  la  Iglesia,  a  través  de  muchas  vicisitudes,  logró  por 
fin  liberarse  de  la  garra  laical  y  alcanzar  su  libertad  de  dedi- 
carse en  integridad  de  pureza  a  las  cosas  de  Dios.  Un  eco  de 
toda  esta  tormentosa  fatiga  lo  encontramos  en  la  veintena  de 
cánones  promulgados  por  el  primer  concilio  lateranense  a  fines 
de  marzo  del  año  1123.  La  simonía  y  la  incontinencia  quedan 
proscritas ;  se  enfrenta  el  problema  de  las  ordenaciones  conferi- 
das por  intrusos;  de  los  antipapas  y  demás  miembros  de  la 
jerarquía  ilegítima,  creados  por  emperadores  enemigos  de  Roma. 
Se  alude  a  la  Cruzada,  que  es  uno  de  los  grandes  acontecimien- 
tos de  la  época  y  constituye  preocupación  constante  de  los  pon- 
tífices. En  fin,  "en  tiempos  en  que  la  Iglesia  está  tan  intima- 
mente vinculada  a  la  vida  de  los  pueblos,  el  concilio  redacta  de- 
cretos de  contenido  no  sólo  religioso  sino  más  bien  social  y  pro- 
vee a  los  intereses  de  los  particulares  o  de  iglesias  locales,  ade- 
más de  interesarse  por  el  bien  de  la  Iglesia  universal"  ( Vernet) . 

Por  fin  la  asamblea  pudo  enorgullecerse  de  poner  fin  a  la 
lucha  por  las  investiduras,  que  era  el  punto  de  mayor  fricción 
entre  ambos  poderes.  El  23  de  septiembre  de  1122,  Calixto  II 
papa  y  Enrique  V  emperador  llegaron  a  un  acuerdo  por  medio 
del  concordato  de  Worms:  los  eclesiásticos  recibirían  de  Dios 
sólo  y  de  sus  representantes  todos  sus  poderes  espirituales  y  que- 
daban obligados  a  rendir  homenaje  al  César  en  lo  temporal. 
Estos  detalles  nos  ayudarán  a  penetrar  mejor  en  el  clima  de  la 
época  y  en  los  problemas  particulares  de  este  periodo  de  la  cris- 
tiandad. Por  último,  vale  la  pena  considerar  que  cuatro  años 
antes  de  la  lateranense  se  había  reunido  una  gran  asamblea  en 
Reims,  donde  se  habían  discutido  problemas  asaz  importantes. 
El  número  de  asistentes  era  casi  igual:  sin  embargo,  uno  de 
los  sínodos  fué  ecuménico  y  el  otro  no,  y  el  criterio  para  dife- 
renciarlos fué  la  voluntad  del  Papa. 

Podemos  ahora  tratar  acerca  de  los  dos  concilios  siguien- 
tes, cuya  historia  es  poco  conocida.   En  el  que  Inocencio  II  con- 


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vücü  en  la  primavera  de  1139  en  Letrán  se  promulgaron  30  caño- 
nes que  más  o  menos  resumen,  en  la  paite  moral  y  disciplinar, 
lo  que  encontramos  en  los  decretos  del  concilio  precedente,  be 
percibe  el  eco  de  la  emoción  producida  por  el  largo  cisma  de 
ocho  años  de  Anacleto  II  (Pedro  Pierleoni).  Incidentalmente,  en 
el  canon  23,  se  ve  asomar  el  error  de  "aquellos  que  condenan  la 
eucaristía  el  bautismo  de  los  niños,  el  sacerdocio  y  el  matrimo- 
nio" Y  quiénes  son  ésos?  Se  ha  pensado  en  los  herejes  con- 
temporáneos más  conocidos :  Arnaldo  de  Brescia,  Pedro  de  Bruys, 
un  tal  Enrique.  Parece  más  bien  probable  que  se  trata  allí  de 
un  fondo  de  errores  común  que  estaban  en  el  ambiente  y  a  tra- 
vés de  los  cuales  se  insinuaba  la  crisis  de  los  cataros.  Volvemos 
a  encontrar  a  estas  personas  en  el  último  canon  del  concilio  111 
lateranense,  que  reunió  Alejandro  III  en  marzo  de  1179  (ó 
sesión). 

El  texto  nos  revela  que  la  herejía  cátara  se  estaba  difun- 
diendo por  Tolosa  y  Gascuña  y  en  la  región  de  Alby  y  otros 
lugares  Vinieron  al  concilio  algunos  discípulos  de  Pedro  Va  ció, 
que  no  eran  herejes,  sino  testigos  de  aquel  despertar  evangélico 
que  iba  a  soliviantar  con  tanto  vigor  la  cristiandad.  Algunos  de 
estos  hombres,  gente  sencilla,  generosa,  pero  exaltada  pararían 
al  fin  en  separarse  de  la  Iglesia.  El  material  disciplinar  ordi- 
nario abunda  en  los  26  cánones  precedentes,  en  los  que  se  insiste 
de  nuevo  en  reclamar  la  dignidad  de  vida  exigida  a  clero.  Deben 
señalarse  por  último  los  desórdenes  causados  por  las  tentativas 
de  los  antipapas  Víctor  IV,  Pascual  III  y  Calixto  III,  que  el 
concilio  intenta  remediar. 

El  cuarto  concilio  lateranense 

Mejor  conocido  y  mucho  más  importante,  el  IV  concilio  la- 
teranense, en  el  punto  de  confluencia  de  los  dos  siglos  mas 
grandes  de  la  cristiandad  medieval,  que  fueron  lo-  siglos  Xll  y 
XIII  aparece  como  el  máximo  concilio  y  así  debió  serlo  p*ra 
sus  contemporáneos.  Convocado  con  dos  años  de  anticipación 
para  noviembre  de  1215  por  el  gran  papa,  gran  pastor  y  político, 
Inocencio  III,  asumió  caracteres  de  extraordinaria  dimensión. 
"Desde  Estonia  hasta  Portugal-escribe  M.  H  Vicaire— ,  desde 
Inglaterra  hasta  el  lejano  Oriente,  los  prelados  se  pusieron  en 
camino  para  la  asamblea.  Todos  debían  estar  presentes  por  lo 
menos  a  través  de  un  representante.  Sólo  se  permitió  perma- 
necer en  su  sede  a  un  obispo  por  cada  provincia.  Asistieron  tres 
patriarcas,  412  obispos,  más  de  800  abades  y  priores,  los  repre- 
sentantes de  los  impedidos,  los  embajadores  de  la  mayoría  de 
los  soberanos  cristianos.  Se  había  llegado  a  uno  de  esos  raros 
momentos  en  el  mundo,  hacia  el  que  parecen  convergir  todos  los 
movimiento-  anteriores.  Los  problemas  que  Inocencio  había 
vigorosamente  confrontado  llegaban  a  su  solución. 

"La  función  del  imperio  latino  de  Oriente  y  sucesión  del 


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latino  germánico,  las  luchas  entre  Francia  e  Inglaterra,  las  cru- 
zadas de  España  y  contra  los  Albigenses,  la  reforma  del  clero  y 
de  los  monjes,  la  constitución  de  la  Universidad  de  París,  la  re- 
glamentación de  las  instituciones  y  doctrinas:  todos  estos  pro- 
blemas, que  el  papa  tenía  a  pechos,  se  encaminaban  a  la  solu- 
ción que  el  mismo  Pontífice  había  propuesto  y  tanto  quería.  La 
Iglesia  gracias  al  mérito  de  Inocencio  se  apuntaba  un  triunfo". 
En  el  curso  de  las  tres  sesiones  solemnes  de  los  días  11,  20  y  30 
de  noviembre,  se  dedicaron  70  cánones  a  las  cuestiones  que  ha- 
bían quedado  en  suspenso,  y  un  decreto  particular  invitaba  a 
todos  los  cristianos  a  la  liberación  de  la  Tierra  Santa.  Recuér- 
dense también  la  profesión  de  fe  contra  los  cátaros,  sobre  Dios, 
la  creación,  la  encarnación,  las  penas  de  la  otra  vida,  el  sacra- 
mento de  la  eucaristía  y  el  canon  21  al  cual  se  remonta  la  obli- 
gación de  la  confesión  y  comunión  pascuales.  Se  intentó  además 
poner  fin  a  las  luchas  entre  Otón  de  Brunswick  y  Federico  de 
Hohenstaufen,  entre  Simón  de  Monfort  y  los  Saint-Gilles,  Rai- 
mundo VI  y  Raimundo  VII. 

El  desarrollo  de  los  acontecimientos  no  fué  el  esperado  por 
los  padres  del  concilio.  La  muerte  prematura  de  Inocencio  hizo 
más  dramática  esa  hora  para  el  historiador  que  tiene  la  posibi- 
lidad de  darse  cuenta  de  lo  precaria  y  fugaz  que  fué  tal  apoteo- 
sis preparada  con  tantos  años  de  esfuerzo.  En  los  años  sub- 
siguientes, aunque  gloriosos,  nos  acercamos  hacia  el  ocaso  de 
aquella  encarnación  terrestre  del  reino  de  Dios  que  quiso  ser  la 
cristiandad  de  la  Edad  Media. 


Los  dos  concilios  de  Lyon 

Transportémonos  ahora  a  la«  riberas  del  Ródano,  en  Lyon, 
gran  centro  comercial,  cuya  posición  geográfica  en  los  confines 
de  Francia  con  el  vasto  imperio  germánico  lo  hacía  prácticamen- 
te independiente.  El  Papa  Inocencio  IV  convocó  allí,  desde  el 
26  de  junio  al  17  de  julio  de  1245,  a  prelados  y  príncipes. 
Las  tres  sesiones  de  los  días  28  de  junio,  5  y  17  de  julio  permi- 
tieron arreglar  algunas  cuestiones  graves,  como  lo  podemos  de- 
ducir de  la  consideración  de  algunos  cánones.  Se  vuelve  sobre 
la  vida  cristiana  y  la  disciplina  eclesiástica.  Dos  peligros  ame- 
nazan la  república  cristiana.  En  las  fronteras,  Jerusalén  torna 
a  caer  en  manos  de  los  infieles;  el  imperio  latino  de  Cons^anti- 
nopla,  que  fué  un  fruto  dudoso  de  la  cuarta  Cruzada,  está  ago- 
nizando; los  Tártaros  dominan  Hungría  yPolonia.  Y  lo  que  es 
peor,  el  emperador  Federico  II,  protegido  de  Inocencio  III  y 
Onofrio  III,  el  pupilo  de  la  Iglesia  de  Roma,  da  oídos  a  su  san- 
gre de  Hohenstaufen  y  de  normando.  Sus  antena  sados  por  lo 
menos  permanecieron  cristianos,  a  üesar  de  fus  diferencias  con 
la  Silla  Apostólica.  Pero  este  siciliano  refinado  y  cruel  es  una 
figura  anacrónica  en  pleno  sip-lo  XIII.  Uno  se  pregunta  si  es 
un  antiguo  pagano  que  se  olvidó  del  tiempo,  un  sultán  oriental 


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caído  sobre  el  Occidente  cristiano,  o  un  señor  despótico  del  Re- 
nacimiento anticipado.  En  todo  caso,  ante  los  ojos  del  Pontífice, 
es  el  enemigo,  un  excomulgado  que  hay  que  abatir.  Y  a  ésto 
provee  el  concilio.  A  pesar  de  la  resistencia  de  sus  partidarios, 
"todos  los  prelados,  apagando  el  cirio  que  llevaban  en  sus  manos, 
declaran  depuesto  y  caído  al  emperador  excomulgado"  (Vernet). 
Las  recriminaciones  no  se  hacen  esperar.  Tanto  el  interesado 
como  algunos  príncipes  negaron  que  el  papa  tuviese  el  derecho 
de  deponer  soberanos.  La  muerte  de  Federico  y  la  victoria  al 
parecer  completa  de  la  Iglesia  hacen  enmudecer  los  ecos  de  la 
lucha  por  un  tiempo.  Luego  veremos  hasta  dónde  llegarán  estas 
grietas  en  el  imponente  edificio  teocrático  del  Medioevo. 

Veintinueve  años  más  tarde  se  reúne  otra  interesante  asam- 
blea en  la  iglesia  primacial  de  San  Juan  de  Lyon.  En  ella  par- 
ticiparon 500  obispos,  60  abades,  más  de  mil  altos  prelados  y 
delegados  de  los  príncipes.  Las  sesiones  se  efectuaron  el  7  y  18 
de  mayo,  el  7  de  junio,  el  6,  16  y  17  de  julio  de  1274.  Estuvie- 
ron presentes  Pedro  de  Tarantasia,  futuro  Inocencio  V;  san 
Buenaventura,  san  Alberto  Magno,  Eudes  Rigaud ;  faltaba  santo 
Tomás  de  Aquino,  muerto  poco  antes,  mientras  se  estaba  pre- 
parando para  ir  al  concilio.  También  participaron  allí  los  de- 
legados de  Miguel  Paleólogo.  El  fin  principal  de  aquella  asam- 
blea fué  la  unión  entre  Griegos  y  Latinos.  Se  habló  de  la  disci- 
plina más  en  el  sentido  de  una  precisión  jurídica  que  como  re- 
forma de  costumbres  propiamente  dicha.  Se  lanzó  un  nuevo  lla- 
mamiento a  las  Cruzadas,  que  fué  una  voz  en  el  desierto,  ya  que 
nadie  lo  escuchó.  Por  su  amplitud  de  miras,  por  el  ingenio  de 
muchos  de  los  que  en  él  participaron,  por  la  unión  restablecida 
con  Bizancio,  este  concilio  que  fué  el  último  del  siglo  XIII,  re- 
cuerda el  esplendor  del  lateranense  de  1215.  Fué  el  canto  del 
cisne. 


El  concilio  de  Vienne  en  Francia 

Han  cambiado  los  tiempos.  Nos  encontramos  en  los  años 
1311-1312.  El  Papa  es  Clemente  V,  antiguo  obispo  de  Bordeaux, 
"impresionable,  débil  de  carácter,  diplomático  ondulante,  hom- 
bre de  medias  tintas,  incapaz  de  sostener  el  parangón  con  Felipe 
el  Hermoso"  (Mollat).  Pero  debemos  confesar  que  era  un 
enfermo  tal  vez  de  cáncer  y  que  tuvo  que  vérselas  con  una 
situación  bastante  difícil.  Los  pontífices  del  fin  del  siglo  ante- 
rior tuvieron  todos  un  gobierno  breve  y  oscuro.  La  única  per- 
sonalidad brillante  de  aquel  tiempo  fué  Bonifacio  VIII  (1294- 
1303),  cuyo  autoritarismo  y  su  voluntad  de  restaurar  el  absolu- 
tismo teocrático  chocaron  contra  un  adversario  terrible.  El 
sobrino  de  san  Luis,  Felipe  el  Hermoso,  que  entonces  reinaba 
en  Francia,  "temperamento  frío  y  calculador,  dotado  de  una  vo- 
luntad obstinada"  (Mollat),  se  afianzaba  en  el  naciente  nacio- 
nalismo y  sobre  la  idea  de  un  Estado  que  sus  juristas,  parien- 


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tes  de  aquellos  de  Federico  I,  habían  sabido  rescatar  del  derecho 
romano,  impregnado  del  concepto  pagano  de  la  ciudad  antigua. 
El  encuentro  fué  asaz  violento.  Sus  resultados  fueron:  la  rebe- 
lión de  los  capetos  con  la  universidad  de  París  a  la  cabeza,  la 
apelación  del  papa  al  futuro  concilio,  la  excomunión  del  sobera- 
no y  sus  principales  consejeros,  y  luego  el  escándalo  increíble  de 
Anagni:  el  papa,  abandonado,  preso  vilipendiado  y  abofeteado 
por  Nogaret,  murió  poco  después  de  haber  sido  puesto  en  li- 
bertad. 

Clemente  V,  su  segundo  sucesor,  no  se  atrevió  a  establecerse 
en  Italia,  dividida  como  estaba  ésta  por  sus  guerras  intestinas, 
sino  que  fijó  su  residencia  en  Francia  y  cayó  en  manos  de  Feli- 
pe, para  quien  el  concilio  sirvió  como  de  arma  de  combate  con- 
tra Bonifacio  y  de  medio  cómodo  para  hacer  estallar  su  golpe 
de  fuerza  contra  los  Templarios.  Abierto  el  16  de  octubre  de 
1311  con  la  asistencia  de  180  prelados,  el  concilio  se  ocupó  antes 
que  nada  de  la  Cruzada,  pero  sin  éxito  alguno.  Habiendo  llega- 
do el  día  20  de  marzo  el  Rey  de  Francia,  las  sesiones  del  22  de 
marzo  y  la  del  3  de  abril  liquidaron  el  asunto  de  los  Templarios, 
suprimidos  por  el  pontífice  "en  virtud  de  su  poder  apostólico  y 
con  la  aprobación  del  concilio,  no  con  una  decisión  infalible, 
sino  para  cumplir  su  deber  pastoral".  El  papa  no  condena,  sino 
suprime,  y  sin  tocar  el  fondo  del  problema,  expresa:  "que  la 
Orden  de  los  Templarios  ha  sido  difamada  demasiado  y  que  no 
tiene  reputación  como  para  subsistir  aún".  La  última  sesión,  el 
6  de  mayo,  elaboró  una  definición  dogmática  sobre  la  unión  del 
alma  con  el  cuerpo,  el  alma  es  verdaderamente  y  de  por  sí  for- 
ma del  cuerpo.  Esta  decisión  fué  ocasionada  por  el  conflicto  de 
los  franciscanos  entre  "espirituales"  y  "comunidad".  Estos 
últimos  acusaban  al  jefe  del  partido  opuesto,  Pedro  Juan 
Olivi,  de  errores  acerca  de  la  naturaleza  humana  de  Cristo.  Así 
terminó  aquel  concilio,  que  fué  definido  muy  a  la  ligera  y  con 
severidad  exagerada  por  un  historiador:  como  "expediente  para 
liquidar  el  proceso  contra  los  Templarios". 

Los  concilios  de  Costanza,  Basilea,  Florencia 

De  todos  modos  el  papado  era  humillado  y  los  sucesos  del 
siglo  XIV  no  contribuyeron  a  realzar  su  prestigio.  El  cautive- 
rio aviñonense,  a  pesar  de  la  valía  personal  de  algunos  pontífi- 
ces y  la  notable  reorganización  de  la  curia,  preparaba  para  la 
Iglesia  días  cruciales.  Gregorio  XI  regresó  a  Roma  en  1377  y 
al  año  siguiente  murió.  La  elección  puso  en  el  trono  de  Pedro 
un  hombre  austero  y  sabio,  aunque  irascible  y  no  muy  diestro, 
Urbano  VI.  Los  cardenales  franceses  de  la  mayoría  nombra- 
ron un  antipapa,  Clemente  VIL  Aunque  muy  deplorable,  el 
expediente  no  era  una  novedad.  Sólo  que  ese  antipapa  no  era 
ya  la  creatura  de  un  César  germánico  rebelde,  sino  el  electo  de 
trece  cardenales.    Durante  40  años,  el  mundo  cristiano  iba  a  ser 


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desgarrado  por  el  gran  cisma  de  Occidente  (1378-1417).  El 
escándalo  fué  horrible.  Las  dos  Iglesias  se  anatematizaban  en 
nombre  del  ideal  del  único  rebaño  y  el  único  pastor.  Por  un 
momento  se  llegó  a  dudar  si  el  sentido  mismo  de  Iglesia  había 
sido  borrado  de  la  conciencia  cristiana.  Después  de  un  periodo 
de  negra  indiferencia,  se  comprendió  que  era  necesario  poner 
término  a  esa  situación,  pero  no  se  sabía  cómo.  Se  pensó  en- 
tonces en  un  concilio  que  depusiera  a  los  papas  rivales  y  nom- 
brase uno  solo  para  todos :  la  asamblea  se  reunió  en  Pisa  el  año 
de  1409  y  llegó  a  la  conclusión  de  dar  a  la  cristiandad  un  tercer 
papa.  Esto  indica  la  preeminencia  del  concilio,  emanación  de 
toda  la  cristiandad,  sobre  el  papa,  que  era  como  diríamos  hoy, 
detentor  del  solo  poder  ejecutivo. 

En  1414  se  hizo  otra  prueba,  bajo  el  patrocinio  del  empe- 
rador Segismundo  de  Luxemburgo.  El  concilio,  ecuménico  nú- 
mero 16,  fué  convocado  por  el  papa  de  Pisa,  Juan  XXIII,  quien 
fué  de  inmediato  destronado.  Abandonado  por  todos  firmó  su 
propia  deposición,  mientras  esperaba  volver  a  ser  cinco  años 
más  tarde  el  cardenal  Baltasar  Cossa.  Así  las  cosas,  el  papa  de 
Roma,  Gregorio  XII,  reconvocó  el  concilio  con  el  fin  de  afirmar 
su  propia  legitimidad  y  después  abdicó  también.  Restaba  tan 
sólo  el  papa  de  Aviñón,  Benedicto  XIII,  español,  profundamen- 
te apegado  a  su  derecho,  que  fué  expulsado  de  Aviñón  y  apertre- 
chado en  la  fortaleza  de  Peñíscola,  a  cada  intento  de  interpela- 
ción del  concilio,  respondía  fulminando  penas  eclesiásticas.  Fué 
depuesto.  Por  fin  la  ingerencia  de  Segismundo  obtuvo  el  nom- 
bramiento, en  su  contra,  de  Otto  Colonna,  con  el  nombre  de 
papa  Martín  V  (6  de  noviembre  de  1417).  El  concilio  no  con- 
tento con  tanto  trabajo  ni  con  la  condenación  de  Wiclef  y  de 
Huss,  quiso  hacer  del  concilio  la  autoridad  suprema  normal  de 
la  Iglesia,  que  debía  convocarse  periódicamente.  "El  concilio 
general  representa  la  Iglesia  católica  y  recibe  su  poder  directa- 
mente de  Cristo ;  todo  el  mundo,  incluso  el  Papa,  debía  obedecerle 
independientemente  de  su  grado  o  dignidad".  Martín  V  no  san- 
cionó tales  decretos.  El  concilio  de  Costanza  se  disolvió  y  todo 
pareció  regresar  a  la  normalidad.  Pero  las  ideas  conciliares 
ardían  debajo  de  la  ceniza.  Eugenio  IV  (1431-1447)  se  dió 
cuenta  muy  pronto  de  esa  situación.  Apenas  elegido,  consiguió 
escapar  a  la  tutela  que  el  sacro  Colegio  le  quería  imponer,  p^ro 
grandes  disgustos  le  ocasionó  el  concilio  reunido  en  Basilea.  En- 
vió un  legado,  disolvió  la  asamblea,  a  pesar  de  la  oposición  de 
muchos ;  se  resignó  a  convocar  otro  concilio,  anuló  luego  sus  de- 
cisiones, hasta  que  por  amor  de  la  paz  acordó  aprobarlo  par- 
cialmente. 

Mientras  tanto,  una  importante  delegación  bizantina,  en- 
cabezada por  el  propio  basileus  y  el  Patriarca,  llegó  a  Ferrara 
para  hablar  con  el  Papa.  De  Ferrara  la  oeste  obligó  al  concilio 
a  trasladarse  a  la  ciudad  de  Florencia.  En  los  meses  de  junio- 
iulio  de  1439  fué  reconocida  en  este  XVII  concilio  ecuménico  la 


—  40  — 


supremacía  de  Roma  y  se  proclamó  la  unión  de  Griegos  y  Lati- 
nos.   Hay  que  reconocer  que,  admitiendo  la  sinceridad  de  al 
gunos  altos  prelados  orientales  como  Besarión  e  Isidoro  de  Kiev, 
el  verdadero  motivo  de  aquella  unión  era  sobre  todo  político,  o 
sea,  el  de  encontrar  en  Occidente  un  apoyo  en  favor  de  la  agoni- 
zante Constantinopla.  La  hostilidad  popular  fué  tan  grande  que 
la  unión  tuvo  que  proclamarse  mucho  más  tarde,  cuando  subió 
al  trono  imperial  de  Constantinopla  su  último  emperador,  que 
fué  rápidamente  deshecho  por  los  victoriosos  ejércitos  del  Sultán. 
En  este  período,  a  las  orillas  del  río  Rhin,  en  el  mismo  otoño 
que  vió  la  unión  de  las  dos  grandes  Iglesias  cristianas,  el  con 
ventículo  de  Basilea  hacía  de  Amadeo  VIII  de  Saboya  el  antipa 
pa  Félix  V.    Por  fortuna  nadie  se  dejó  arrastrar  hacia  el  enga 
ño,  aunque  el  asunto  se  prolongó  ocho  años,  después  ño  los  cua- 
les Amadeo  se  retiró  a  su  castillo  de  Ripaglia. 


El  quinto  concilio  lateranense 

La  Iglesia  aún  no  estaba  fuera  de  peligro.  No  hay  más 
cismas  ni  antipapas.  Sin  embargo,  en  esta  mitad  del  siglo  XV, 
que  ve  el  triunfo  del  Renacimiento,  se  retorna  en  todo  a  lo  anti 
guo:  en  el  arte,  en  los  gustos  y  desgraciadamente  en  las  eos 
tumbres.  El  paganismo  aparece  hasta  en  el  lujo  fastuoso  de 
muchos  prelados,  vástagos  de  grandes  familias,  investidos  de- 
masiado a  la  ligera  de  altas  dignidades.  La  misma  cátedra  de 
Pedro  no  es  extraña  a  tal  descomposición.  Julio  II  entra  a  ca- 
ballo en  una  ciudad  conquistada,  de  yelmo  en  la  cabeza  y  espada 
en  el  puño.  Pero  como  no  se  pisotea  impunemente  el  Evangelio 
ni  se  lastima  en  balde  el  sentimiento  cristiano  de  los  humddes, 
tal  relajamiento  iba  a  preparar  jornadas  terribles  a  la  Iglesia. 
El  25  de  julio  de  1511  convoca  el  papa  un  concilio  general,  obli 
gado  por  la  iniciativa  de  un  grupo  de  cardenales  franceses,  que 
con  el  apoyo  de  Luis  XII  y  de  sus  tropas  estaba  intentando  re- 
novar la  aventura  de  Basilea  y  pretendía  retirar  al  papa  sus 
poderes.  Esto  explica  el  porqué  del  primer  acto  del  auténtico 
concilio  reunido  en  Letrán  el  3  de  mayo  de  1512,  que  fué  cen- 
surar el  conciliábulo  de  Pisa-Milán,  que  al  poco  tiempo,  dejó  de 
existir  y  se  apagó  en  la  ciudad  de  Lyon.  El  21  de  febrero  de 
1513  murió  Julio  II  y  el  11  de  marzo  le  sucedió  León  X  de 
Médici,  quien  resolvió  el  problema  del  momento  que  era  el 
galicanismo  de  Pisa.  La  Pragmática  Sanción  de  Bourges  de  1438. 
resucitada  por  Luis  XII  porque  era  favorable  a  su  causa,  fué 
liquidada  por  un  concordato  firmado  por  Francisco  I,  confirma 
do  por  el  Papa  el  18  de  agosto  de  1516  y  aprobado  por  el  conci 
lio  el  19  de  diciembre.  El  galicanismo  no  desapareció  del  todo.  La 
constitución  Pastor  aeternus,  que  condenaba  explícitamente  la 
Pragmática  Sanción  porque  se  inspiraba  en  las  ideas  de  Basi 
lea-Costanza,  infligió  un  golpe  mortal  a  aquellas  teorías  ronH- 
liares  que  por  poco  triunfaron  el  siglo  precedente. 


—  41  — 


Antes  de  disolverse  la  asamblea,  se  trataron  cuestiones 
anportantes:  el  peligro  turco  inminente  que  hacía  volver  a  la 
escena  el  problema  de  las  cruzadas;  los  destrozos  de  la  herejía 
husita;  la  reforma  de  las  costumbres  y  de  la  mentalidad  ante  el 
neopaganismo  del  Renacimiento.    León  X  y  su  concilio  reatir- 
maron  vigorosamente  la  verdad  católica  sobre  un  punto  funda- 
mental de  la  constitución  de  la  Iglesia.  Los  adversarios  del(  pri- 
mado pontificio  se  vengaron  negando  la  ecumenicidad  del  "con- 
cilio  italiano"  "concilio  de  bolsillo",  llamado  así  por  el  exiguo 
número  de  los  prelados  presentes;    pero  dicho  argumento  no 
vale  Quizá  pudo  hacérsele  el  reparo  de  que  no  hizo  hincapié 
con  energía  sobre  el  esfuerzo  de  una  reforma.  Pero  los  tiempos 
no  dejaban  respirar  fuertemente  a  la  Iglesia.  A  los  siete  meses 
de  la  clausura  del  concilio,  un  joven  monje  agustino,  maestro 
de  la  Universidad  de  Wittemberg,  clavaba  a  las  puertas  del 
«-astillo  las  95  tesis,  en  las  que  sobre  todo  impugnaba  fieramen- 
te las  indulgencias.    "Era  una  cuestión  candente  —escribe  un 
autor—-  tráficos  inconfesables  pretendían  apoyarse  sobre  una 
doctrina  que  en  sí  era  correcta".     (Vicaire).  Tres  anos  mas 
tarde  la  chispa  se  convirtió  en  incendio.    En  poco  menos  de 
medio  siglo,  Alemania  del  norte  y  oriental,  buena  parte  de  Suiza, 
Holanda,  toda  Eseandinavia,  Inglaterra  y  Escocia  quedan  su- 
mergidas por  una  oleada  de  protestantismo  que  fue  al  principio 
luterano  y  después  calvinista.    Polonia,  Hungría  y  Francia  fue- 
ron seriamente  afectadas.    La  revolución  religiosa  marcha  pa- 
rejas con  las  transformaciones  socio-políticas  y  guerras  despia- 
dadas invaden  diversos  países. 

Un  tal  desbarajuste  no  puede  explicarse  por  la  sola  indigna- 
ción de  numerosos  cristianos  a  causa  de  los  abusos  y  escándalos 
en  que  languidece  el  cuerpo  de  la  Iglesia ;  ni  por  la  transforma- 
ción profunda  que  va  cambiando  la  mentalidad  de  los  distintos 
estratos  de  la  sociedad ;  ni  por  el  rencor  de  los  alemanes  contra 
los  italianos  de  la  curia.  El  drama  se  debe  enfocar  sobre  una 
base  profundamente  más  espiritual.  "Lutero  cree  que  su  teo- 
logía progresivamente  revolucionaria,  tiende  a  poner  en  evi- 
dencia una  verdad  ortodoxa:  la  salvación  por  los  solos  méritos 
de  Cristo  la  infinita  grandeza  de  Dios,  la  perversidad  del  hom- 
bre, la  necesidad  de  la  humildad  y  espiritualidad  de  la  religión. 
Es  verdad  que  los  errores  alejan  a  los  cristianos  iluminados, 
pero  esta  intención  proclamada  en  un  lenguaje  directo  y  apa- 
sionado, capaz  de  encontrar  resonancia  en  sus  contemporáneos, 
golpea  las  almas  sinceramente  religiosas  y  al  mismo  tiempo  mu- 
chas otras  que  no  lo  son"  (Vicaire) . 

El  concilio  de  Trento 

Cuál  será  la  acción  de  la  Iglesia  ante  la  nueva  situación? 
Desde  hacía  tiempo  se  hablaba  de  reformas.  El  lateranense 
había  aprobado  algunas,  que  eran  insuficientes  en  la  coyuntura 


—  42  — 


presente.  Con  energía  tenaz  y  dúctil  el  papa  Pablo  III,  apoyado 
por  los  cardenales  más  fervorosos,  celosos  y  resueltos  de  que 
supo  rodearse,  logró  a  pesar  de  las  dificultades  convocar  el  con- 
cilio general  en  Trento  el  13  de  diciembre  de  1545.  Dicho  conci- 
lio se  prolongará  hasta  el  4  de  diciembre  de  1563,  con  cuatro 
interrupciones,  por  un  total  de  quince  años  sobre  los  18  que 
duró.  Fué  trasladado  a  Bolonia,  luego  de  nuevo  a  Trento;  mu- 
chas veces  abandonado  por  los  obispos;  amenazado  ya  por  ei 
emperador,  o  bien  por  el  rey  de  Francia ;  dividido  por  los  intere- 
ses políticos:  pero  siempre  estuvo  reanimado  por  la  voluntad  de 
los  papas  al  través  de  sus  legados :  Pole,  Cervini,  Morone,  Monte 
que  dirigen  personalmente  aquellos  trabajos  en  que  toman  parte 
teólogos  tan  eminentes  como:  Seripando,  los  dos  Soto,  los  jesuí- 
tas Laínez  y  Salmerón;  Cano,  Ruard,  Taper.  De  lo  cual  resulta 
una  obra  imponente  que  da  fisonomía  propia  no  sólo  a  la  Con- 
trareforma, sino  a  toda  la  catolicidad  romana  que  es  su  producto. 

Esta  fué  una  obra  grandiosa,  fruto  de  un  inmenso  esfuerzo 
de  estudio,  de  reflexión,  de  discernimiento,  de  oración,  de  fe,  aun 
entre  las  vicisitudes  políticas  y  las  polémicas  partidistas.  La 
fe  de  la  Iglesia  se  expresa  con  un  vigor  y  precisión  nuevas,  sobre 
la  base  de  la  Sagrada  Escritura  y  la  Tradición  en  un  conjunto 
de  decretos  dogmáticos  que  dominan  por  su  amplitud  y  pro- 
fundidad teológica  y  por  el  espíritu  que  las  anima  los  maravi- 
llosos capítulos  sobre  la  justificación  y  el  sacrificio  de  la  mi- 
sa. La  Iglesia  da  así  su  respuesta  a  un  siglo  que  ansiosamente 
busca  las  leyes  profundas  del  cristianismo,  ávido  de  una  religión 
que  sea  vida  del  alma  y  de  un  culto  espiritual  y  eficaz.  Se  afir- 
ma la  misericordia  de  Dios  para  con  los  hombres,  arrancados 
del  pecado  original  y  de  la  miseria  personal  a  que  son  empuja- 
dos por  las  caídas  cuotidianas.  La  salvación  merecida  sólo  por  el 
Crucificado  tiene  la  inaudita  potencia  de  tocar  intimamente  al 
hombre,  de  alcanzarlo  en  lo  profundo  de  su  libertad  para  curar- 
la y  hacerla  producir  frutos  de  gracia.  Por  ésto  se  proclama  la 
realidad  permanente,  insustituible,  objetiva  de  los  méritos  de 
Cristo.  El  actúa  continuamente  a  través  de  los  siete  sacramen- 
tos, donde  la  eficacia  misteriosa  de  la  gracia  se  da  la  mano  con 
la  fe  y  el  corazón  del  cristiano  en  torno  del  altar,  sobre  el  cual, 
mediante  el  ministerio  del  sacerdote,  se  renueva  de  continuo  el 
sacrificio  único  del  Calvario,  que  es  el  verdadero  culto  en  espí- 
ritu y  en  verdad  (A.  Duval) . 

El  concilio  vaticano 

Tres  siglos  transcurren  entre  la  clausura  del  concilio  de 
Trento  y  el  inicio  del  concilio  vaticano,  vigésimo  concilio  ecu- 
ménico. Siglos  que  han  visto,  tras  la  reforma  católica,  la  lucha 
del  iluminismo  contra  el  fanatismo  y  la  superstición,  y  la  revo- 
lución francesa  que  hablando  humanamente  pareció  haber  dado 
el  golpe  de  gracia  a  la  antigua  fé.  Un  funcionario  del  Direc- 


—  43  — 


torio  escribió  al  saber  la  muerte  de  Pío  VII  en  la  prisión :  "Ha 
muerto  el  Papa  en  Valence;  será  el  último".  La  restauración 
religiosa  del  siglo  XIX  se  encargó  de  desmentir  muy  pronto 
aquella  imprudente  profecía.  La  situación,  sin  embargo,  no  era 
completamente  risueña.  Había  sí  restauración  religiosa,  expan- 
sión misionera  magnífica;  pero  al  mismo  tiempo  se  desencade- 
naban las  fuerzas  del  laicismo.  Estaba  naciendo  un  mundo 
nuevo,  bajo  la  insignia  de  la  industrialización,  dirigida  por  el 
capitalismo  liberal  completamente  extraño  a  Dios,  ateo.  El 
propósito  de  Pío  IX  y  de  los  obispos  reunidos  a  su  alrededor  en 
la  Basílica  vaticana  el  8  de  diciembre  de  1869  era  justamente 
oponer  a  los  múltiples  errores  'una  síntesis  poderosa  en  la  que 
los  fieles  pudieran  encontrar  la  certeza  y  los  espíritus  indecisos 
la  fuerza  de  recapacitar".  La  guerra  franco-alemana  que  abrió 
a  las  tropas  italianas  el  camino  de  Roma,  pondrá  fin  al  concilio 
(18  de  julio  de  1870),  que  no  podrá  concluir  sus  trabajos. 

Una  combinación  de  cánones  y  capítulos  dogmáticos  preci- 
saron la  doctrina  acerca  de  Dios,  la  creación,  las  relaciones  en- 
tre razón  y  fe  frente  a  la  revelación,  la  enseñanza  tradicional 
sobre  la  naturaleza  y  constitución  de  la  Iglesia.  El  último  día 
la  constitución  Pastor  aeternus  proclamó  que  la  infalibilidad 
prometida  por  Cristo  a  su  Iglesia  recae  sobre  su  Jefe,  el  Sobe- 
rano Pontífice,  cuando  éste  define  ex  cathedra  una  verdad  con- 
cerniente a  la  fe  y  las  costumbres,  en  cuanto  pertenece  al  depó- 
sito auténtico  de  revelación.  El  dogma  de  la  infalibilidad 
pontificia  quedará  en  la  historia  como  el  acto  más  decisivo  del 
concilio  vaticano.  Pío  IX  había  ya  prácticamente  ejercido  esa 
infalibilidad  de  un  modo  espectacular  dieciséis  años  atrás  al 
proclamar,  el  8  de  diciembre  de  1854,  el  dogma  de  la  Inmaculada 
Concepción. 

Terminamos  así  la  historia  de  estas  grandes  y  solemnes 
sesiones  de  la  cristiandad,  punto  final  provisorio,  como  lo  de- 
muestra el  gesto  de  S.  S.  Juan  XXIII  al  anunciar  la  convocación 
del  segundo  concilio  vaticano.  Mientras  la  Iglesia  dure  en  el 
mundo,  continúa  su  peregrinación  hacia  la  Jerusalén  celeste,  que 
ella  anuncia,  representa,  en  parte  ya  constituye  y  tiende  a  rea- 
lizar. Es  una  romería  larga,  dolorosa,  obstaculizada  por  el  peso 
de  la  humana  naturaleza.  De  hecho  la  Iglesia  también,  a  seme- 
janza de  nuestro  Señor,  pero  además  con  el  peso  del  pecado, 
está  compuesta  de  carne  y  espíritu  (Hebreos,  2,14).  Sin  em- 
bargo, sobre  este  pueblo  de  Dios,  a  pesar  de  sus  traspiés  cuoti- 
dianos y  excepcionales,  gaje  de  su  misma  existencia,  descansa  y 
esplende  la  gloria  de  Dios,  que  es  amor  y  misericordia,  fuerza  de 
salvación  para  todos  los  que  creen. 


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BIBLIOGRAFIA 


Dictionnaire  de  Théologie  Catholique. 
Historia  de  la  Iglesia,  A.  Fliche  y  V.  Martin. 
Historia  de  la  Iglesia,  G.  de  Plinval  y  R.  Pittet,  2  vol. 
Historia  de  la  Iglesia,  de  dom  Poulet. 

Historia  de  los  Concilios,  Hefele,  traducida  y  comentada  por  dom  Leclercq. 

Amann,  en  Fliche-Martin,  Historia  General  de  la  Iglesia,  tomo  VI,  p.  487. 
—  el  mismo  en  "La  Iglesia  en  poder  de  los  laicos",  ibidem. 

Fliche,  "La  reforma  gregoriana"  del  mismo  en:  Histoire  genérale  de 
l'Eglise,  tomo  VIII. 

Vernet,  'Dict.  Théol.  Cathol.",  tomo  VIII,  col.  2633-2631;  tomo  IX,  col.  1372. 

M.  H.  Vicaire,  "Histoire  de  saint  Dominique",  t.  II,  pp.  13-14;  p.  14;  el 
mismo  en:  '"Histoire  de  l'Eglise"  dirigida  por  G.  de  Plinval,  t.  II, 
p.  17;-p.  18. 

Mollat,  en  "Les  Papes  d'Avignon",  p.  31;  páginas  382-383,  388. 

Leclercq.  "Dict.  Théol.  Cathol.",  t.  XV,  col,  2974  Denzinger,  411. 

A.  Duval,  "Histoire  de  l'Eglise"  dirigida  por  G.  de  Plinval,  t.  II,  p.  449. 

Th.  Camelot,  "/  Concili  ecumenici  nelV antichita" ,  en  "//  Concilio  Ecumé- 
nico", Milán  Vita  e  Pensiero,  1960,  págs.  9-28. 

M.  B.  Carra  de  Vaur  Saint-Cyr,  "/  Concili  ecumenici  nel  secondo  miVennio 
della  Storia  della  Chiesa",  en  "II  Concilio  Ecuménico",  Milán  Societa 
editrice  Vitu  e  Pensiero,  1960,  págs.  29-53. 


IV 


Prelados  Venezolanos  en  el  Concilio  Ecuménico 
Vaticano  Primero 


Asistieron  al  Concilio  convocado  por  Pío  IX  el  arzobispo 
de  Caracas  y  Venezuela,  Monseñor  Dr.  Silvestre  Guevara  y 
Lira  (1852-1876)  ;  el  obispo  de  Mérida,  Monseñor  Juan  Hilario 
Bosset  (1842-1873),  como  miembros  y  Padres  conciliares;  el 
entonces  Pbro.  Dr.  José  Antonio  Ponte,  quien  fué  más  tarde 
sucesor  de  Mons.  Guevara  en  el  arzobispado  de  Caracas,  como 
secretario  de  éste  y  procurador  del  obispo  de  Barquisimeto, 
limo.  Sr.  Víctor  José  Diez,  aunque  en  realidad  no  llegó  a  parti- 
cipar en  las  sesiones,  sino  en  la  inauguración  del  memorable 
Concilio.  Otros  sacerdotes  acompañaron  al  arzobispo  Guevara 
y  Lira  en  calidad  de  familiares.  Pero  el  que  fué  sexto  arzobispo 
de  Caracas  (1876-1883),  Dr.  José  A.  Ponte,  tuvo  la  idea  feliz  de 
transmitir  sus  impresiones  romanas  de  aquel  Concilio  por  lo 
menos  hasta  el  23  de  abril  de  1870,  por  medio  de  cartas  que  fue- 
ron  ávidamente  publicadas  en  el  famoso  diario  caraqueño  "La 
Opinión  Nacional".  El  Sr.  Dr.  José  Tomás  Sosa  Saa,  que  había 
sido  en  sus  tiempos  de  clérigo,  familiar  del  arzobispo  Ponte  y 
durante  toda  la  vida  fué  su  férvido  admirador  y  defensor  cons- 
tante,  recogió  el  año  de  1884  en  un  buen  libro  toda  la  colección 
de  las  cartas  romanas  de  nuestro  arzobispo  así  como  las  reseñas 
de  sus  visitas  pastorales,  algunos  discursos  académicos  del  mi- 
trado caracense  y  las  oraciones  fúnebres  que  en  su  memoria  se 
pronunciaron.  Luego  en  el  año  de  1929  volvió  el  Dr.  Sosa  Saa  a 
salir  en  defensa  de  la  clara  prestancia  del  nombre  del  arzobispo 
Ponte,  que  había  sido  casi  acusado  de  haber  rendido  en  su 
Pontificado  algunas  hiperbólicas  alabanzas  al  Presidente 
Antonio  Guzmán  Blanco.  Con  ese  motivo  publicó  un 
folleto,  donde  entre  otras  cosas  cita  fragmentariamente  algunos 
pasajes  de  las  cartas  romanas  y  conciliares  de  Monseñor  Ponte. 
Lo  mejor,  pues,  nos  parece  reproducir  primero  el  texto  de  Sosa 
Saa  y  luego  unas  dos  cartas  casi  completas  del  arzobispo  Ponte, 
en  las  que  hace  referencia  a  la  participación  de  los  Prelados 
venezolanos  en  el  Concilio  Vaticano  I.  Desde  luego  que  la  Dele- 
gación venezolana  tuvo  que  regresar  muy  pronto  a  la  patria  y 
ya  el  27  de  julio  de  1870  desembarcó  en  la  Guaira  Mons.  Gueva- 
ra y  Lira  para  entrevistarse  con  el  doctor  y  general  Guzmán 
Blanco,  quien  en  ausencia  del  primero  había  asumido  el  gobier- 
no de  la  República,  a  consecuencia  de  su  triunfo,  obtenido  el  27 
de  abril  del  mismo  año,  sobre  la  fusión  liberal-conservadora  que 
derrocó  al  Mariscal  Juan  Crisóstomo  Falcón  el  año  1867,  con  el 


—  47  — 


nombre  de  Revolución  Azul.  Con  la  llegada  al  poder  de  Guzmán 
Blanco  comenzó  el  calvario  del  arzobispo  Guevara  y  Lira  y  el 
de  la  Iglesia  de  Venezuela.  Pero  son  episodios  que  pertenecen  a 
nuestra  historia  patria  y  eclesiástica.  Lo  único  que  nos  interesa 
es  señalar  que  los  Pontificados  de  Pío  IX,  el  Papa  del  Concilio 
Vaticano  y  el  local  de  Monseñor  Guevara  y  Lira  fueron  casi  pa- 
ralelos en  la  grandeza  y  en  el  dolor. 

Ahora  vamos  a  dejar  con  el  lector  al  doctor  Sosa  Saa,  quien 
nos  relata  inspirándose  en  la  correspondencia  de  Monseñor  Ponte 
algo  acerca  del  viaje  e  intervención  de  nuestra  Delegación  vene- 
zolana al  Primer  Concilio  Vaticano. 

"El  inmortal  y  santo  Pío  IX  ocupaba  el  trono  pontificio  y 
acababa  de  convocar  el  Concilio  Ecuménico  Vaticano.  Acudían  a 
Roma  de  las  cinco  partes  del  mundo  los  sucesores  de  los  Apósto- 
les, los  príncipes  de  la  cristiandad.  En  pos  y  en  unión  de  los 
Prelados  que  por  derecho  propio  tienen  asiento,  voz  y  voto  en 
esas  augustas  asambleas,  acudió  multitud  ingente  de  sacerdotes 
ilustres,  ya  como  consultores,  ya  como  secretarios  de  los  Obis- 
pos, y  entre  éstos  hallamos  al  doctor  José  Antonio  Ponte  como 
secretario  privado  del  limo,  señor  Guevara  y  Lira,  arzobispo  de 
Caracas  y  Venezuela,  y  con  poderes  del  limo.  Sr.  Diez.  Obispo 
de  Barquisimeto. 

"A  bordo  del  vapor  Caribe  se  embarca  el  Dr.  Ponte  con  el 
ilmo.  Guevara  y  los  dignos  sacerdotes  que  lo  acompañan:  Fray 
Valentín  de  San  Juan,  José  Ignacio  Bereciartu,  Pedro  León 
Lovera,  Martín  Wendivoxel,  otros  que  no  recordamos  y  su  fa- 
miliar, el  diácono  Ladislao  Amitesarove,  el  cuatro  de  septiem- 
bre de  1869;  el  ocho  trasbordan  en  Fort  de  France  al  Panamá, 
donde  se  reúnen  con  Obispos  de  Centro  y  Sur  América.  En  la 
tarde  del  22  pisan  en  Saint  Nazaire  el  suelo  de  Francia;  de  allí 
a  París  y  a  Marsella;  navegan  en  el  Mediterráneo  y  llegan  a 
Civitavecchia  el  12  de  octubre;  tres  y  media  horas  de  ferroca- 
rril, y  ya  están  en  Roma. 

"Monseñor  Ponte,  el  sacerdote  venezolano  tuvo  por  fin  la 
dicha  de  contemplar  esa  ciudad  y  con  su  historia  en  la  memoria 
y  en  el  libro  recorre  sus  antiguos  edificios  testigos  de  tantas 
civilizaciones,  de  tantos  triunfos  y  de  tantas  grandezas;  visita 
aquellos  sagrados  monumentos  con  sus  recuerdos  memorables. 
Cartas  notables  por  el  estilo  y  por  el  pensamiento  nos  trajeron 
a  través  de  los  mares  en  aquellos  días  de  felices  esperanzas  para 
el  catolicismo  sus  impresiones  en  la  Ciudad  Eterna.  Pío  IX 
con  su  grande  alma  y  su  figura  histórica  sublime;  el  Concilio 
Vaticano,  el  Episcopado  católico  en  su  gloriosa  majestad  fueron 
para  él  la  revelación  completa  de  la  Iglesia  Católica  en  el  poder 
de  su  Pontificado,  en  la  plenitud  de  su  enseñanza  y  en  su  uni- 
versal soberanía;  esa  Roma  con  sus  recuerdos,  con  sus  augustas 
sombras,  con  sus  ruinas,  en  las  que  el  genio  de  la  antigüedad 


—  48  — 


parece  reproducir  todavía  las  voces  del  pasado;  todo  esto  salía 
de  la  pluma  del  doctor  Ponte  en  descripciones  vivísimas  y  rá- 
pidas, como  podía  hacerlas  un  alma  capaz  de  ponerse  en  contac- 
to con  todas  las  grandezas. 

"Esas  doce  cartas  dirigidas  a  los  venerables  sacerdotes  que 
ya  sabemos  formaron  su  corazón  y  desarrollaron  su  inteligen- 
cia en  la  edad  temprana,  los  Reverendos  Fray  Idelfonso  Agui- 
nagalde  y  Martín  Tamayo  Escalona  (había  muerto  el  limo,  se- 
ñor Fernández  Fortique)  ;  una,  la  primera,  al  Deán  doctor  Do- 
mingo Quintero,  y  dos  a  varios  amigos,  principian  el  23  de  octu- 
bre de  1869  y  terminan  el  23  de  abril  de  1870.  Se  publicaron 
en  "La  Opinión  Nacional"  y  en  el  libro  "Recuerdos  del  limo, 
señor  Arzobispo  de  Caracas  y  Venezuela,  Doctor  José  Antonio 
Ponte",  que  tuvimos  la  satisfacción  de  publicar  en  el  año  de  mil 
ochocientos  ochenta  y  cuatro. 

El  amor  de  Monseñor  Ponte  a  la  Patria 

"Habla  el  citado  Dr.  Ponte  de  la  salida  de  La  Guaira  con 
un  cielo  nublado  y  lluvioso  y  continúa  así :  "Con  una  tarde 
serena  y  un  horizonte  despejado  siempre  nos  habría  sido  dolo- 
roso el  alejamiento  de  la  patria  y  no  libre  de  recelos  esa  larga 
travesía  del  Atlántico;  pero  lanzarse  al  océano  al  principio  de 
una  tempestad,  dejando  el  hogar  y  los  amigos,  algunos  de  los 
cuales  nos  acompañaron  hasta  el  buque  y  al  despedirse  nos  es- 
trecharon en  sus  brazos  con  tierna  y  silenciosa  efusión,  era  sin 
duda  muy  recio  aun  para  corazones  acostumbrados  a  esa  especie 
de  emociones.  Yo  sufrí  extraordinariamente,  tanto  que  ni  Pa- 
rís, ni  Versalles  ni  Roma,  ni  el  Vaticano,  ni  aun  la  vista  del 
gran  Pío  IX  han  podido  borrar  de  mi  meromia  el  melancólico 
canto  de  los  marineros  del  Caribe  al  levar  anclas.  Tan  profundo 
así  es  el  amor  a  la  Patria,  aunque  uno  tenga  la  desgracia  de 
verla  dividida  y  ensangrentada".  "Con  qué  tristeza  vimos  cuan 
cerca  de  nosotros  se  detiene  la  corriente  de  la  civilización  y 
como  teme  introducirse  en  nuestro  suelo  ensangrentado  por  la 
guerra". 

"Da  la  noticia  de  que  el  Arzobispo  de  Santiago  de  Chile, 
Iltmo.  señor  Rafael  Valdivieso,  en  unas  elecciones  de  las  Comi- 
siones del  Concilio  fué  favorecido  por  los  votos  de  lujosa  mayo- 
ría y  por  dos  veces,  honor  hasta  entonces  sólo  tributado  al  Ar- 
zobispo de  Westminster:  "Le  diré  de  paso  que,  aunque  he 
celebrado  el  honor  de  la  América  del  Sur  en  esos  testimonios  de 
consideración  y  respeto  tributados  al  limo,  señor  Valdivieso, 
como  venezolano  he  gemido  al  ver  la  superioridad  de  Chile  sobre 
nosotros.  Ah!  el  general  Soublette  (a  quien  en  parte  se  dirigía 
esta  carta)  recordará  muy  bien  que  no  era  así  en  1846.  Entonces 
publicó  "El  Liberal"  de  Caracas  un  cuadro  comparativo  de  las 
dos  Repúblicas,  que  nos  enaltecía  en  extremo.  Algo  parecido 


—  49  — 


escribió  también  el  Dr.  Felipe  Larrazábal  en  1847,  me  parece  que 
en  una  descripción  o  historia  de  la  situación  del  mundo  en  el  año 
transcurrido ;  pero  después  de  esa  época  Chile  no  se  ha  ocupado 
más  que  en  su  engrandecimiento,  mientras  que  nosotros,  con 
diabólica  constancia,  nos  hemos  dado  a  la  tarea  de  odiarnos, 
matarnos  y  saquear  el  tesoro  público.  Quiera  Dios  poner  un 
término  pronto  a  nuestra  criminal  locura.  Sin  embargo,  Ve- 
nezuela no  ha  sido  olvidada  en  estas  elecciones.  El  señor  Bosset 
figuraba  en  dos  o  tres  listas,  entre  ellas  la  del  Cardenal  Anto- 
nelli  y  recogió  no  pocos  votos.  El  señor  Guevara  figuraba  en  la 
de  los  eligendos  para  la  comisión  de  disciplina,  formada  por  el 
mismo  anterior  círculo". 

El  cariño  hacia  Monseñor  Guevara 

"Con  cuánto  cariño  habla  del  limo,  señor  Guevara  nos  lo 
demuestra  este  párrafo  de  su  primera  carta  al  doctor  Quintero 
en  que  le  trata  del  viaje,  de  la  llegada  a  Roma  y  de  la  audiencia 
del  Santo  Padre:  "En  fin,  Pío  IX  manifestó  la  complacencia  de 
un  padre  que  se  siente  amado  de  sus  hijos,  al  recibir  de  ellos 
una  prueba  de  amor  y  de  ternura.  Como  US  comprenderá,  esta 
audiencia  se  prolongó  mucho  más  de  lo  ordinario.  El  señor- 
Guevara,  quien  pudo  gozar  solo  de  toda  la  expansión  del  Santo 
Padre,  no  tuvo  ese  egoísmo,  que  quizás  pudo  haber  sido  justifi- 
cado ;  se  acordó  de  que  él  también  era  padre  de  nosotros  y  pidió 
que  se  nos  admitiese  en  la  presencia  del  primer  Pastor".  Al 
instalarse  el  Concilio:  "A  los  Obispos  se  les  permitía  el  acom- 
pañamiento de  un  sacerdote  y  a  mí  me  tocó  el  honor  de  quedar 
al  lado  del  limo.  Sr.  Guevara,  quien,  como  Arzobispo  y  ya  anti- 
guó, ocupó  un  puesto  superior.  Los  Arzobispos  y  Obispos 
tenían  señalados  sus  asientos  con  números  que  correspondían  a 
las  cédulas  que  se  les  distribuyeron.  Al  señor  Guevara  le  cupo 
el  47  y  el  229  al  señor  Bosset.  Vea  usted  qué  antigüedad  tienen 
ya  nuestros  Obispos,  pues  había  como  setecientas  capas  y  mi- 
tras blancas,  moviéndose  suavemente  por  la  escalera,  en  cuya 
cima  se  hallaba  el  sacro  Colegio  de  Cardenales  y  Pío  IX  como 
corona  del  espectáculo.    Oh!  qué  cuadro  tan  grandioso!". 

La  figura  de  Pío  IX 

"Oigámosle  hablar  del  gran  Pío  IX.  Antes  de  la  audiencia : 
"Ibamos  a  contemplar  la  primera  autoridad  del  mundo,  al 
representante  de  la  Divinidad  en  la  tierra  en  un  hombre,  tan 
alto  por  sus  virtudes  y  su  alma,  como  la  elevada  silla  que  ocupa ; 
íbamos  a  rendirle  los  homenajes  de  la  fe  y  de  la  admiración 
más  sinceras  y  profundas;  íbamos,  en  fin,  a  beber  en  el  manan- 
tial mismo  de  las  gracias,  como  el  ciervo  cediento  que  se  arroja 
presuroso  en  las  fuentes  de  las  aguas.  "Venezuela!  Bolívar! 
— nos  dijo —  sí,  le  han  levantado  una  estatua!  Bueno,  bueno!". 
Rasgo  fino  de  galantería  para  complacer  a  unos  extranjeros 


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era  por  cierto  recordarles  a  su  gran  Libertador".  Al  darles 
la  bendición :  "Como  los  Apóstoles  en  el  Tabor,  todos  caímos  de 
rodillas  y,  como  los  mismos,  después  de  recibida,  quedamos  unos 
momentos  siempre  arrodillados  y  atónitos ;  y  nuestros  ojos  se 
humedecieron  al  ver  que  de  los  de  Su  Santidad  caían  dos  grue- 
sas lágrimas,  sangre  de  su  alma  que  desahogaba  así  el  ardoroso 
fuego  de  su  caridad.  Pasó  aquel  instante  de  transfiguración  y 
volviendo  a  su  calma,  a  su  sonrisa,  a  su  dulzura,  encontramos  en 
él  otra  vez  al  hombre  benigno  y  cariñoso".  Ya  abierto  el  Con- 
cilio escribe:  "Ya  comprenderá  usted  cuánta  majestad  y  vene- 
ración atraería  a  Pío  IX  este  acto  tan  solemne  en  que  tenía  a 
sus  pies  palpablemente  no  sólo  los  corderos,  sino  también  las 
ovejas  del  mundo  católico.  Allí  vi  realizado  por  el  cristianismo 
el  delirio  de  la  monarquía  universal  que  agitó  a  Alejandro,  César 
y  Napoleón.  Pío  IX  reina  verdaderamente  sobre  el  mundo  y 
su  mano  empuña  el  cetro  que  simboliza  su  poder,  la  Cruz!". 

"Otras  bellas  cosas  dice  del  Papado,  pero  basta!  Dejémosle 
que  nos  hable  del  Concilio  Vaticano,  ese  gran  acontecimiento  que 
agitó  al  mundo  en  el  siglo  XIX  y  cuya  feliz  realización  la  con- 
templó el  día  de  la  Inmaculada  Concepción,  el  ocho  de  diciembre 
de  1869. 

En  el  Concilio 

"Nos  cuenta  su  instalación,  su  Reglamento,  el  orden  y  la 
completa  libertad  de  los  Obispos  y  oradores,  la  caridad  y  dul- 
zura en  las  discusiones,  tan  recomendadas  por  Pío  IX,  cómo 
definió  el  dogma  de  la  Infabilidad  etc. 

"El  cuerpo  episcopal  — dice  el  Dr.  Ponte —  pasó  delante  de 
la  estatua  de  Constantino,  quien  miraría  sin  duda  desde  el  cielo 
la  fecundidad  de  su  victoria.  Así  como  al  de  Nicea  él  asistirá 
complacido,  siquiera  sea  en  espíritu,  al  Concilio  Vaticano.  En 
el  siglo  XIX  como  en  el  siglo  IV  se  niega  la  divinidad  de  Jesu- 
cristo: no  hay  más  diferencia  que  en  el  nombre.  Entonces  se 
llamaban  los  enemigos  cristianos  arríanos,  ahora  cristianos  li- 
bres pensadores". 

"Oímos  de  labios  del  Doctor  Juan  Bautista  Castro  (Octavo 
Arzobispo  de  Caracas,  1904-1915)  :  "La  entrada  de  Pedro  en 
la  ciudad  de  los  Césares  viniendo,  pobre  y  despreciado  judío,  a 
sentar  sobre  las  ruinas  del  paganismo  las  bases  de  un  trono 
inmortal !  Sublime  espectáculo  que  se  ha  conservado  como  uno 
de  los  más  conmovedores  y  prodigiosos  de  la  historia,  se  ha 
repetido  de  siglo  en  siglo,  bajo  el  soplo  vivificador  de  la  Iglesia 
Católica". 

"Y  nuestro  doctor  Ponte:  "En  el  mundo  católico  y  fuera 
de  él  tendrá  también  una  influencia  vivificadora  este  Concilio: 
Religión,  filosofía,  política  y  bellas  artes  sentirán  necesaria- 
mente el  soplo  de  la  verdad  y  el  rayo  de  luz  que  partirá  del 


—  51  — 


Vaticano.  No  es  necesaria  la  fe  para  contemplar  este  resultado: 
la  evidencia  de  la  historia  lo  demuestra.  La  filosofía  y  la  idola- 
tría, la  literatura,  la  escultura  tenían  tanto  o  más  brillo  en  tiem- 
po de  Nerón  que  en  el  siglo  XIX.  Pues  bien,  San  Pedro  entró 
a  Roma  solo  y  aquella  civilización  cayó  a  impulso  de  su  palabra. 
La  inteligencia  humana  plegará  ante  la  inteligencia  divina  y  el 
mundo  moral  obedecerá  a  Aquel  a  quien  obedece  el  mundo  físi- 
co. El  sol  sirve  de  centro  a  los  grandes  cuerpos  y  el  Papa  a 
las  almas.  Así  lo  ha  dispuesto  el  Soberano  de  la  materia  y  del 
espíritu  y  la  oposición  a  su  voluntad  es  una  temeraria  presun- 
ción que  traerá  funestas  calamidades,  pero  que  no  logrará  nun- 
ca triunfos  de  importancia  en  la  serie  de  los  siglos". 

Nos  refiere  que  el  schema  del  catecismo  cristiano  ocupaba 
la  atención  del  Concilio  y  era  objeto  de  largos  y  esforzados  dis- 
cursos :  "Risa  causará  a  algunos  en  Venezuela  que  la  primera 
Cámara  del  mundo,  el  Concilio  Vaticano,  esté  pasando  días  en- 
teros en  discutir  un  Catecismo,  cuando  allá  es  asunto  de  vani- 
dad ostentar  ignorancia  de  él.  Esto  prueba  que  no  todos  son 
pensadores  en  nuestra  patria  y  que  desconocen  la  importancia 
de  los  primeros  rudimentos  de  la  fe,  en  los  cuales  el  catolicismo, 
superior  a  todos  los  filósofos  de  la  antigüedad,  resolvió  hasta 
para  el  más  oscuro  entendimiento  los  grandes  problemas  de  la 
filosofía:  Quién  soy?  De  dónde  vengo?  A  dónde  voy?  Todo 
cristiano  puede  responder  desde  luego  a  estas  preguntas  sin 
esfuerzo  alguno,  pudiendo  descansar  con  plena  seguridad  en 
la  revelación  divina.  Y  esto  lo  enseña  nuestro  pequeño  Cate- 
cismo". 

La  Infalibilidad  pontificia 

"Escribe  el  Dr.  Ponte:  "Veinte  Obispos  de  diferentes  par- 
tes del  mundo  redactaron  la  postidata  dirigida  a  la  Comisión  de 
Dogmas,  en  la  cual  se  formula  en  términos  precisos  la  definición 
de  la  infalibilidad  pontificia,  para  que  abra  concepto  sobre  ella 
y  la  someta  a  la  deliberación  del  Concilio,  previa  la  venia  de  Pío 
IX,  conforme  lo  prescribe  el  Reglamento.  Y  ha  sido  tan  bien 
acogida  que  en  menos  de  quince  días  se  ha  revestido  de  cuatro- 
cientas firmas  y  faltan  aun  numerosas  que  no  bajarían  de  dos- 
cientas. A  ellas  debe  añadirse  el  voto  de  la  Comisión,  compues- 
ta de  25  Padres,  Cardenales  y  otros,  cuya  circunspección,  im- 
puesta por  el  lugar  en  que  se  hallan,  o  las  funciones  que  desem- 
peñan, los  hará  abstenerse  de  emitir  su  parecer  hasta  la  hora 
precisa.  Creyente?  fervorosos  anhelan  esta  definición  como  un 
remedio  poderoso  al  desconcierto  de  las  inteligencias  en  el  pre- 
sente siglo.  Y  en  verdad,  si  bien  se  observa,  aparece  desde 
luego  que  todos  los  errores  han  tomado  creces  en  el  seno  de  la 
Iglesia  porque  sus  corifeos  con  su  apelación  a  los  Concilios  han 
logrado  evadir  la  sentencia  primera  de  los  Papas.  Y  cuando 
ee  ha  dejado  oír  la  de  los  Concilios,  ya  las  pasiones  se  han 


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apoderado  de  los  entendimientos  y  de  los  corazones.  Arrio, 
Maeedonio,  Lutero  mismo  no  habrían  envenenado  tanta  masa  de 
cristianos,  si  éstos  hubieran  tenido  que  respetar  como  infalible, 
bajo  pena  de  herejía,  la  primera  condenación  de  sus  doctrinas. 
Hoy  mismo  no  habría  división  entre  los  católicos,  si  el  aparta- 
miento de  las  decisiones  del  Pontífice  se  mirase  como  un  apar- 
tamiento de  la  Iglesia". 

"Se  lamenta  de  que  el  limo,  señor  Dupanloup,  Obispo  de 
Orleans,  quien  había  dicho:  "La  Iglesia  católica  ha  visto  siem- 
pre la  separación  de  personajes  ilustres  de  su  seno,  pero  como 
piedras  caídas  de  un  sólido  edificio,  ni  afectan  su  existencia,  ni 
influyen  sobre  su  estabilidad",  se  presenta  ahora  juzgando  ino- 
portuna la  decisión  de  la  Infalibilidad,  aunque  protesta  su  sumi- 
sión al  cuerpo  episcopal  congregado  alrededor  de  Pío  IX.  "Ore- 
mos — dice- — ,  oremos  por  él  para  que  no  se  marchite  tanta 
gloria  conquistada  con  heroica  bizarría  en  las  batallas  del  Se- 
ñor". Agrega  que  al  Señor  Dupanloup  se  unieron  el  Obispo  de 
Sura  y  cuatro  franceses  más,  pero  que  esta  minoría  galicana 
tan  insignificante  no  estorbaría  la  unánime  decisión  de  más  de 
setecientos  Obispos. 

"Y  más  después:  "Decididamente  la  situación  del  Iltmo. 
señor  Dupanloup  se  ha  hecho  demasiado  azarosa  y  es  triste  que 
sus  viejos  años  deban  soportar  un  peso  moral  tan  atormentador. 
En  cambio,  causa  admiración  la  actitud  de  todo  el  resto  del 
Episcopado  francés".  Nos  pondera  las  condiciones  de  orador 
del  Iltmo.  señor  Mermillod  y  que  al  Obispo  de  Poitiers  en  una 
homilía  de  dos  horas,  que  no  perdió  su  interés  un  solo  momento, 
cuyo  tema  era :  "Oportunidad  de  defender  la  verdad",  se  le 
oyeron  estas  graciosas  y  profundas  ironías : 

"Estrella  de  Belén!  no  aparezcas  en  el  cielo  de  Oriente. 
No  vengas  a  alumbrar  las  inteligencias  de  los  hombres!  Tú  no 
eres  oportuna !  y  si  guiados  por  ti  los  Magos  vienen  a  adorar  al 
Niño  Dios,  se  irritará  Herodes  y  morirán  los  inocentes  de  Belén. 
Para  evitar  esta  desgracia,  es  mejor  que  continuemos  sentados 
en  las  sombras  de  la  idolatría!".  Por  supuesto,  estos  discursos 
no  eran  pronunciándose  en  el  Concilio.  Al  fin  nos  anuncia  que  el 
señor  Dupanloup  se  decía  que  tenía  redactada  la  pastoral  de 
sumisión.  Al  hablar  de  los  elocuentes  oradores  que  se  oyeron 
en  los  templos  de  Roma  en  esos  días  tan  célebres,  se  entusiasma 
al  saber  que  en  el  mismo  Concilio  el  discurso  de  un  Obispo  Pe- 
ruano, el  de  Ayacucho,  Iltmo.  señor  José  Moreyra,  excitó  por 
cinco  veces  aprobaciones  ruidosas,  gran  honor  que  solamente 
habrá  merecido  el  Obispo  de  Nínive,  Iltmo.  señor  Tusani,  y 
exclama:  "Sea  para  la  gloria  de  nuestra  América!".  Nos  cuen- 
ta los  esfuerzos  de  todo  género  que  hizo  el  infierno  para  impedir 
la  declaración  del  dogma,  la  indigna  conducta  de  la  prensa, 
alertando  que  desconfiaran  de  sus  noticias  e  informaciones". 


—  53  — 


Hasta  aquí  el  doctor  José  Tomás  Sosa  Saa.  Ahora  veamos 
a  continuación  la  descripción  escrita  por  Monseñor  Ponte  de  la 
solemne  sesión  inaugural  del  Primer  Concilio  Vaticano;  la  re- 
lación de  su  Reglamento  interior  y  de  debates ;  una  referencia  a 
las  vicisitudes  de  la  definición  del  dogma  de  la  Infalibilidad 
Pontificia,  y  por  último,  la  alusión  al  ambiente  de  la  prensa 
que  en  el  mundo  y  en  Venezuela  se  comportó  entonces  de  bien 
diversa  manera  de  como  lo  está  haciendo  nuestro  servicio  inter- 
nacional informativo  contemporáneo. 

Al  final  de  la  página  21  del  libro  ya  mencionado:  "Recuer- 
dos del  limo,  señor  Arzobispo  de  Caracas  y  Venezuela,  Doctor 
José  Antonio  Ponte",  compilado  por  el  mismo  autor,  encontra- 
mos la  primera  carta  dedicada  por  entero  a  narrar  las  ceremo- 
nias del  Concilio  Vaticano  y  dirigida  también  al  Padre  Martín 
Tamayo,  y  luego  en  la  página  51  de  la  misma  obra  hallamos 
la  del  10  de  enero  de  1870,  con  la  que  prácticamente  cierra  sus 
observaciones  y  noticias,  ya  que  las  siguientes  hasta  el  23  de 
abril  enfocan  los  aspectos  del  Carnaval  y  de  la  Cuaresma  y 
Semana  Santa  en  la  ciudad  de  Roma. 

★ 

Sesión  de  apertura  del  Concilio  Vaticano  Primero  y  nombramien- 
to  de  Comisiones  conciliares.  Reglamento  del  Concilio. 

"Roma,  Diciembre  8  de  1869. 

"Señor  Pro.  Doctor  M.  Tamayo 
"Venerable  Cura  de  Catedral  de  Caracas 
"Amado  amigo  y  bienhechor  mío. 

"Son  las  diez  de  la  noche  y  como  me  sería  impo-ible  dormir 
sin  conversar  con  usted  sobre  las  emociones  del  día,  tomo  la 
pluma  para  darle  cuenta  de  ellas,  seguro  de  que  para  complacer- 
lo no  exigirá  usted  elevación  de  ideas,  ni  corrección  de  estilo.  Le 
bastará  una  sencilla  descripción  hecha  por  mí  del  grandioso  acto 
que  tenía  en  expectativa  al  mundo,  y  cuya  feliz  realización 
hemos  contemplado  hoy.  Su  afecto  generoso  hacia  mí  se  conten- 
tará con  ésto :  el  mío,  muy  humilde,  pero  muy  intenso  hacia 
usted,  quedará  también  satisfecho. 

"Ocho  y  media  de  la  mañana  era  la  hora  fijada  por  el  Santo 
Padre  para  dar  principio  a  la  augusta  ceremonia  que  debía 
acompañar  la  instalación  del  Concilio  Ecuménico  en  el  Vatica- 
no. El  cañón  de  Sant'Angelo  anunció  la  aurora  del  memorable 
día  y  el  ruido  inmenso  de  los  coches  por  las  calles  indicaba  cla- 


—  54  — 


ramente  que  el  mundo  se  agitaba  con  motivo  del  acontecimiento. 
Por  desgracia  una  lluvia  sostenida  y  copiosa  entristecía  el  cielo 
e  impedía  el  tránsito  en  gran  parte  de  la  población ;  pero  no 
fué  bastante  a  sostener  la  concurrencia  que  ya  en  coche,  ya  a 
pie,  se  dirigía  presurosa  a  la  Basílica  de  San  Pedro. 

Comenzamos,  pues,  á  acumularnos,  y  en  media  hora  nos 
reunimos  por  millares.  Formados  en  dos  alas  veíamos  pasar  á 
los  Obispos,  llamando  nuestra  atención  la  inmensa  variedad  de 
fisonomías  y  trajes  especialmente  los  de  los  orientales.  Desde 
el  calzado  hasta  el  bonete  ó  mitra  ofrecen  una  gran  diferencia 
comparados  con  los  del  rito  latino,  brillando  sobre  estos  por  la 
esplendidez  y  la  belleza.  No  tienen  unidad,  según  parece.  Cada 
Diócesis  ó  Patriarcado,  por  lo  menos,  posee  una  forma  distinta 
de  vestido,  llegando  algunos  á  una  originalidad  que  juzgo  dema- 
siado caprichosa.  En  los  bonetes  ó  mitras  han  agotado  las  formas 
geométricas,  y  en  los  mantos  ostentan  los  dibujos  más  graciosos 
y  variados.  Entretenidos  estuvimos  con  tanto  objeto  de  curiosi- 
dad, hasta  que  se  sintió  un  estremecimiento  general  y  oí  como 
que  caían  repentinamente  todos  los  que  estaban  á  mi  derecha. 
Era  el  Papa,  que  venía  á  la  Capilla  Paulina  á  revestirse,  y  á  cuyo 
paso  se  arrodillaba  el  clero.  Con  sonrisa  dulce  y  benévola  volvía 
á  uno  y  otro  lado  su  mirada  paternal  y  nos  bendecía,  hasta  que 
desapareció,  dejando  como  siempre  una  emoción  profunda  en 
los  corazones. 

A  poco  entró  vestido  también  de  pluvial  y  mitra  preciosa 
á  la  capilla  sobre  el  pórtico  y  con  voz  firme  y  sonora  entonó  el 
himno  Veni,  Creator  Spiritus.  Concluido  el  primer  versículo  con- 
tinuaron solos  ocho  cantores  escogidos,  y  la  procesión  comenzó. 
No  se  movían  más  que  los  empleados  subalternos  del  Concilio, 
los  oficiales  que  acompañaban  la  silla  y  los  Obispos.  Las  órdenes 
religiosas,  representadas  en  comisiones  y  otros  cuerpos,  se 
mantuvieron  fijos  en  dos  hileras,  y  sin  embargo,  ¡qué  desfilar 
tan  prolongado  y  bello!  A  los  Obispos  se  permitía  el  acom- 
pañamiento de  un  sacerdote  y  á  mí  me  tocó  el  honor  de 
ponerme  al  lado  de  Monseñor  Guevara,  que  como  Arzobispo  y 
ya  antiguo  ocupa  un  puesto  superior.  Pude,  pues  contemplar 
desde  este  hasta  el  extremo  y  con  bastante  holgura,  la  brillante 
línea.  Como  setecientas  capas  y  mitras  blancas  moviéndose  sua- 
vemente por  la  escalera  en  cuya  cima  se  hallaba  el  Sacro  Colegio 
y  Pío  IX,  como  corona  del  espectáculo.  ¡Oh,  qué  cuadro  tan 
grandioso !  Varias  veces  me  dije  como  Hugo  Foseólo :  S'  io  fosse 
pittore  che  ricca  materia  al  mío  pennello.  Algo  parecido  á  este 
debía  ser  aquel  acto  memorable  en  que  el  Sumo  Pontífice  y  los 
sacerdotes  de  Jerusalen  deslumhraron  á  Alejandro  Magno,  y  le 
hicieron  envainar  la  espada  que  llevaba  contra  el  pueblo  mo- 
numental. 

El  silencio  era  profundo,  ni  el  ruido  de  los  pasos  resonaba 
sobre  el  mármol  del  palacio,  sólo  interrumpía  aquel  de  cuando 


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en  cuando,  la  voz  dulce  y  melodiosa  de  los  cantores  que  ele- 
vaban al  cielo  la  conmovedora  plegaria,  invocando  el  Espíritu 
Divino.  El  cuerpo  episcopal  pasó  por  la  estatua  de  Constantino, 
quien  miraría  sin  duda  desde  el  cielo  la  fecundidad  de  su  victoria. 
Así  como  al  de  Nicea,  él  asistirá  complacido,  siquiera  sea  en 
espíritu,  al  Concilio  Vaticano.  En  el  siglo  XIX,  como  en  el  siglo 
IV,  se  niega  la  Divinidad  de  Jesucristo;  no  hay  más  diferencia 
que  en  el  nombre.  Entonces  se  decían  los  enemigos  cristianos 
arríanos;  ahora  se  llaman  cristianos  libres  pensadores.  Al  frente 
de  la  estatua,  la  procesión  cambió  de  frente  dándole  la  espalda 
y  continuando  hacia  el  pórtico  de  la  Basílica.  Todo  él  estaba 
henchido  de  gente.  La  policía  abrió  una  calle  para  el  libre  paso 
y  aquella  continuó  la  marcha,  haciendo  nueva  convergencia  en  la 
puerta  principal,  por  donde  entró  hacia  la  nave  del  medio. 

La  concurrencia  era  ya  numerosísima:  todo  el  espacio  del 
templo  se  hallaba  ocupado  y  el  desfile  se  hizo  por  el  medio  de 
la  tropa  que  se  formó  en  dos  líneas  a  lo  largo  de  la  nave.  Al 
llegar  á  la  Confesión  (altar  papal)  los  Obispos  hacían  genu- 
flexión con  dirección  á  la  sala  del  Concilio,  que  se  celebrará  en 
la  capilla  de  la  Santísima  Virgen.  El  Papa  dejó  en  la  puerta  la 
sedia  gestoría  y  vino  el  último  á  adorar  la  Majestad  y  recitar  las 
preces  y  oraciones  con  que  debía  terminar  el  himno :  siguió  des- 
pués la  huella  de  los  Obispos  y  ocupó  su  puesto.  Todo  estaba  así 
préviamente  arreglado  con  ese  orden  que  impera  en  Roma  en 
todas  las  solemnidades.  Los  Obispos  y  Arzobispos  tenían  señala- 
dos sus  asientos  con  números  que  correspondían  á  las  cédulas 
que  se  les  distribuyeron.  A  monseñor  Guevara  le  cupo  el  47 :  el 
229  al  Señor  Bosset.  Vea  usted  que  antigüedad  tienen  ya  nues- 
tros Obispos. 

Ya  instalados  en  la  sala  conciliar  se  comenzó  la  misa,  que 
cantó  el  Cardenal  Patrizzi.  Como  de  estilo  no  hubo  más  música 
que  la  vocal,  que  mantuvo  la  gravedad  propia  de  la  fiesta.  Nada 
especial  hubo  en  la  misa  fuera  de  la  omisión  de  la  ceremonia  de 
la  obediencia.  Esta  tuvo  lugar  después  besando  los  Cardenales 
la  mano  del  Papa,  los  Obispos  la  rodilla  y  las  Dignidades  y 
empleados  inferiores  el  pie.  Después  subió  á  la  tribuna  el  señor 
Arzobispo  de  Iconio  y  pronunció  un  largo  discurso  en  latín,  que 
no  se  pudo  oir  sino  por  los  que  estaban  muy  cerca  de  él.  Se  repitió 
el  himno  Veni,  Creator,  se  cantaron  las  letanías  y  antes  de  con- 
cluirse se  levantó  Su  Santidad  y  tomando  la  cruz  en  la  izquierda, 
vuelto  a  los  Obispos  arrodillados,  dijo  esta  nueva  deprecación: 
Ut  hanc  sanctam  Synodum  et  omnes  gradus  Ecclesiae  benedicere 
digneris,  la  cual  repitió  tres  veces  añadiendo  en  la  segunda  regere 
y  en  la  tercera  conservare  digneris.  Ya  comprenderá  usted 
cuánta  majestad  y  veneración  atraería  á  Pío  IX  este  acto  tan 
solemne  en  que  tenía  á  sus  pies,  palpablemente  no  solo  los  corde- 
ros sino  también  las  ovejas  del  mundo  Católico :  allí  vi  realizado 
por  el  cristianismo  el  delirio  de  la  monarquía  universal  que  agitó 


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á  Alejandro,  César  y  Napoleón.  Pío  IX  reina  verdaderamente 
sobre  el  mundo,  y  su  mano  empuña  el  cetro  que  simboliza  su 
poder,  la  Cruz.  Terminadas  las  letanías  con  sus  preces  y  oracio- 
nes era  llegado  el  momento  de  despedir  la  concurrencia  para 
celebrar  la  sesión  primera ;  pero  el  Papa  no  quiso  que  se  guar- 
dase esta  formalidad  y  el  acto  tuvo  lugar  en  sesión  pública.  El 
Secretario  leyó  una  larga  serie  de  artículos  que  debe  resolver 
el  Concilio,  la  cual  terminaba  indicando  para  la  segunda  sesión 
pública  el  6  de  Enero  próximo  venidero.  Se  preguntó  á  los  Obis- 
pos si  aprobaban  la  resolución  y  contestaron  afirmativamente 
con  la  voz  placel.  El  Papa  votó  el  último  en  el  mismo  sentido, 
decretándolo  así,  después  de  lo  cual  entonó  el  Te  Deum,  que  puso 
fin  a  la  instalación  y  primera  sesión  del  Concilio  Vaticano.  La 
función  terminó  á  las  tres  y  media  de  la  tarde  y  á  pesar  del  tiem- 
po lluvioso  la  concurrencia  fue  tan  variada  como  numerosa.  El 
pavimento  de  San  Pablo  presentaba  el  aspecto  de  un  inmenso 
lago  formado  por  el  agua  que  caia  del  calzado  y  de  la  ropa  de 
los  concurrentes,  edificando  sobre  todo  el  ejemplo  de  muchos 
Obispos  que,  escasísimos  de  recursos,  no  han  podido  pagar  los 
coches  y  han  caminado  á  pie  á  ocupar  su  puesto  presentando  al 
mundo  el  modelo  de  la  pobreza  evangélica  en  todo  el  rigor  de  su 
humildad.  El  Santo  Padre  ha  provisto  á  la  habitación  y  alimento 
de  muchos,  pero  ni  ha  podido  proporcionarles  coches,  ni  algunos 
de  ellos  han  querido  gravar  el  exhausto  tesoro  pontificio  con  este 
nuevo  gasto. 

Diciembre  9. —  Está  publicado  ya  el  reglamento  del  Concilio, 
cuyas  disposiciones  principales  puedo  transcribirle.  El  primer 
capítulo  es  una  exhortación  patética  á  los  Obispos  para  que  mul- 
tipliquen los  actos  de  virtud  y  procuren  elevar  ésta  al  grado  más 
eminente.  (1)  Sobre  la  unidad  especialmente  se  les  recomienda  el 
mayor  celo  en  evitar  lo  que  pueda  perturbarla,  y  se  les  recuerda 
que  deben  exhibirse  como  modelos  acabados  en  lo  que  se  refiere 
á  la  doctrina,  la  integridad ,  la  gravedad,  la  santidad  de  la  palabra, 
citando  textualmente  las  de  San  Pablo  á  Tito.  El  séptimo  habla 
de  las  congregaciones  generales  que  preceden  á  las  sesiones  pú- 
blicas. En  ellas  se  ventilarán  todas  las  materias  de  que  conocerá 
el  Concilio.  Ya  el  Santo  Padre  ha  hecho  preparar,  por  comisiones 
de  los  teólogos  más  profundos  de  todos  los  países,  los  proyectos 
de  resolución  de  las  cuestiones ;  pero  él  no  los  ha  aprobado  aún 
de  ninguna  manera.  Si  merecen  la  aprobación  de  la  Congregación 
general,  se  remitirán  á  la  sesión  pública  para  recibir  la  última 
sanción.  Si  han  de  sufrir  modificaciones  ligeras  se  les  harán 
en  la  misma  Congregación:  — Si  notables,  pasarán  á  la  comisión 
respectiva  que  los  reformará  y  volverá  á  presentarlos  á  la  Con- 


(1)  N.  de  la  R.  También  S.  S.  Juan  XXIII,  en  la  oportunidad  de  este 
Concilio  de  1962,  dirigió  una  exhortación  no  menos  patética  a  todos  los 
obispos  en  la  carta  pascual  del  15  de  abril  de  1962:  "Omnes  sane  vident". 


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gregación  general.  A  este  efecto  nombrará  el  Concilio  cuatro 
comisiones  que  se  ocuparán :  la  primera,  de  las  cosas  pertene- 
cientes á  la  fé :  la  segunda,  de  las  relativas  á  la  disciplina :  la 
tercera,  de  lo  relativo  á  las  órdenes  regulares :  la  cuarta,  de  los 
negocios  orientales.  Se  compondrá  cada  comisión  de  veinticuatro 
miembros  elegidos  por  el  Concilio  y  un  Cardenal  que  la  presidirá 
nombrado  por  el  Papa.  Habrá  además  otras  dos  especiales  com- 
puestas de  cinco  miembros  cada  una,  para  estudiar  la  primera, 
las  excusas  de  los  Obispos  ausentes ;  la  segunda,  para  las  cues- 
tiones que  se  susciten  sobre  precedencia,  resolviéndolas  de  pron- 
to sumariamente,  y  presentando  después  ambas  sus  resultados 
á  la  Congregación  general. 

El  segundo  capítulo  declara  que  aunque  el  derecho  de  pro- 
poner las  cuestiones  es  privativo  de  la  Santa  Sede  no  sólo  desea 
sino  que  también  excita  á  los  Obispos  para  que  presenten  los 
puntos  que  deben  estudiarse  en  su  concepto.  Pero  como  en  una 
Asamblea  tan  numerosa  este  derecho  ejercido  sin  reglas  trae- 
ría mucha  pérdida  de  tiempo  y  otros  inconvenientes,  se  le  somete 
á  las  siguientes  reglas.  —  Primera.  La  cuestión  propuesta  debe 
ser  ordenada  al  bien  general  de  la  Iglesia  y  no  al  particular 
de  ninguna  diócesis.  —  Segunda.  Debe  ser  prejuzgada  como  tal 
por  una  comisión  especial  nombrada  por  Su  Santidad  y  com- 
puesta de  Cardenales  y  Obispos.  —  Tercera.  No  debe  contener 
nada  contrario  al  común  sentido  y  á  las  tradiciones  inviolables 
de  la  Iglesia.  —  Cuarta  .Debe  ser  presentada  por  escrito  y  con- 
tener las  razones  que  la  justifiquen  en  sí  misma  y  en  su  opor- 
tunidad. 

El  capítulo  octavo  trata  de  las  sesiones  públicas.  Admitidos 
y  aprobados  los  proyectos  en  la  Congregación  general  y  consi- 
derados y  aprobados  por  Su  Santidad,  serían  leídos  en  la  se- 
sión pública  y  votados  de  nuevo  secretamente  por  papeletas  que 
contendrán  la  voz  placet  ó  non  placet,  las  cuales  recogerán  los 
secretarios :  el  Santo  Padre  pronunciará  la  última  sentencia  y 
mandará  promulgarlos  con  la  siguiente  fórmula :  Decreta  modo 
lecta  placuerunt  ómnibus  Patribus  (nemine  dissentiente)  ó  (tot 
numero  exceptis) .  Nosque  sacro  approbante  Concilio  illa  ita  decer- 
nimus,  statuimus  atque  sancimus  ut  lecta  sunt.  Por  de  contado 
que  se  levantará  el  acta  correspondiente  á  cada  sesión. 

No  me  sería  fácil  seguir  el  orden  del  reglamento  en  esta 
carta,  que  escribo  ya  festinadamente,  temiendo  que  salga  el  correo 
que  debe  enlazarse  con  el  próximo  paquete. 

En  la  Congregación  general  y  en  las  comisiones  se  concede 
un  amplio  derecho  de  palabra.  Los  proyectos  impresos  pasarán 
al  estudio  de  todos  los  Obispos,  y  los  que  quieran  combatirlos  lo 
indicarán  anticipadamente,  por  lo  menos  la  víspera  de  la  Con- 
gregación. El  Secretario  indicará  el  orden  de  los  oradores  según 
la  jerarquía  y  antigüedad  de  cada  uno  y  los  que  deseen  replicar 


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podrán  hacerlo  del  mismo  modo,  obtenida  la  venia  del  Presidente. 
Mucho,  mucho,  mucho,  recomienda  el  Papa  la  caridad  y  la  dul- 
zura en  las  discusiones;  y  prohibe,  además  de  toda  palabra  que 
pueda  herir,  la  publicación,  de  las  cuestiones  que  se  estudian,  y  de 
las  opiniones  que  se  emitan  sobre  ellas  en  las  Congregaciones, 
estableciendo  así  la  responsabilidad  absoluta  y  quitando  la  oca- 
sión de  que  se  agrien  los  ánimos  por  las  contradicciones.  Los  que 
no  son  Obispos  y  tienen  derecho  de  asistir,  prestarán  juramento 
de  silencio. 

Nadie  puede  separase  de  las  sesiones  del  Concilio  sin  grave 
causa  comprobada  ante  la  comisión  de  excusas  y  aprobada  por 
el  Papa.  El  reglamento  termina  declarando  la  legitimidad  de  la 
renta  que  se  perciba  durante  las  sesiones,  por  cuanto  los  que 
asisten  cumplen  un  deber  de  su  cargo  asistiendo  á  ellas.  Como 
usted  ve,  los  Procuradores  no  tenemos  aún  asiento.  Mientras  no 
se  juzgue  y  falle  por  el  Concilio  sobre  la  validez  de  la  excusa,  no 
se  decidirá  si  tenemos  derecho  a  sentarnos  en  la  asamblea.  Hasta 
hoy  no  he  podido  averiguar  el  número  exacto  de  Obispos;  pero 
no  bajará  de  700.  Monseñor  Dupanloup  y  el  Obispo  de  Sura, 
seguidos  por  cuatro  franceses  más,  se  preparan  para  combatir  la 
oportunidad  de  la  definición  de  la  infalibilidad  Pontificia.  El 
cuerpo  episcopal  casi  entero  la  profesa,  y  puedo  asegurarle  que 
si  no  se  pronuncia  sobre  ella  será  únicamente  porque  el  Papa  no 
lo  apruebe.  Se  ignora  aún  lo  que  piensa  Pío  IX  sobre  la  oportu- 
nidad de  esa  definición:  nadie  ha  podido  penetrar  ni  deducir 
su  juicio.  Se  conoce  ya  el  parecer  del  Episcopado  inglés  y  de  casi 
todo  el  americano  del  Norte  y  del  Sur,  favorable  á  la  definición. 

Monseñor  Dupanloup  ha  provocado  con  sus  últimos  escritos, 
manifestaciones  concluyentes  y  ardorosas  sobre  este  punto  tan 
combatido  de  los  hereges  é  incrédulos  como  sostenido  por  los 
verdaderos  católicos.  A  tanto  llega  el  amor  al  Papado  entre  los 
fieles,  que  el  grande  Obispo  de  Orleans  ha  visto  disiparse  á  su 
alrededor  la  atmósfera  de  entusiasmo  y  admiración  que  le  rodea- 
ba para  ir  á  lustrar  más  y  más  á  los  Obispos  de  Westminster  y 
Malinas,  que  lo  han  combatido  con  firmeza.  Su  clero  mismo  co- 
mienza á  protestar  contra  sus  ideas  últimamente  emitidas.  Sin 
embargo,  yo  espero  que  se  inclinará  ante  la  voz  del  Concilio,  y 
que  la  resolución  de  éste  será  para  él  como  para  todo  fiel  la 
última  palabra  sobre  la  cuestión,  y  el  tema  de  nuevos  y  fecundos 
escritos  que  la  defiendan  ante  el  mundo.  Roma  ha  estado  de  fiesta 
con  motivo  de  la  Inmaculada  Concepción  y  la  instalación  de  la 
grande  Asamblea.  La  víspera  se  iluminó  toda,  y  las  bandas  de 
música  recorrían  las  calles  con  alegres  sonatas.  Los  templos  hen- 
chidos de  gentes  pidiendo  á  Dios,  por  intercesión  de  María,  el 
buen  éxito  del  Concilio.  Ayunos,  limosnas,  exposición  del  Santí- 
simo, nada  se  ha  omitido  para  obtenes  la  bendición  del  cielo  sobre 
el  acto  más  trascendental  del  Pontificado  de  Pío  IX.  El  mismo 
asistió  á  las  vísperas  en  los  Santos  Apóstoles,  y  todos  le  observa- 


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ron  preocupado  y  volviendo  á  la  reina  de  los  Angeles  miradas 
de  súplica  y  de  esperanza.  El  amor  del  mundo  á  su  persona  se 
aumenta.  Al  saberse  pocas  horas  antes  que  saldría  á  la  calle, 
como  cinco  mil  personas  se  reunieron  cerca  del  palacio  Vaticano, 
pero  erraron  la  vía  por  donde  salía.  Hubo  quien  le  avisara  del 
deseo  ardiente  de  tantos  extranjeros  y  quiso  presentarse.  La 
emoción  fue  terriblemente  entusiasta.  Sombreros  al  aire,  vivas, 
bendiciones  á  su  nombre,  rodillas  en  tierra,  lágrimas  en  los  ojos, 
no  se  ha  visto  un  homenaje  ni  más  simpático,  ni  más  vivo.  De 
una  de  las  filas  salía  esta  imprecación.  —  Confundantur  qui  te 
perturbant.  El  pagó  las  lágrimas  con  lágrimas  de  sus  ojos  enter- 
necidos y  bendijo  á  los  que  le  honraban  señalándoles  á  Dios, 
objeto  primero  de  alabanza  y  único  autor  de  la  santidad  y  de  la 
sabiduría.  En  el  mundo  católico  y  fuera  de  él,  tendrá  también 
una  influencia  vivificadora  el  Concilio.  —  Religión,  filosofía  po- 
lítica y  bellas  artes  sentirán  necesariamente  el  soplo  de  verdad 
y  el  rayo  de  luz  que  partirá  del  Vaticano.  No  es  necesaria  la  fe 
para  contemplar  ese  resultado.  La  evidencia  de  la  hitsoria  lo 
demuestra.  La  filosofía  y  la  idolatría,  la  literatura  y  la  escultura 
tenían  tanto  ó  más  brillo  en  tiempo  de  Nerón  que  en  el  siglo 
XIX.  Pues  bien,  San  Pedro  entró  á  Roma  sólo,  y  aquella  civili- 
zación cayó  á  impulso  de  su  palabra.  Lo  mismo  y  más  pronto 
sucederá  en  nuestra  época.  La  inteligencia  humana  plegará  ante 
la  inteligencia  divina,  y  el  mundo  moral  obedecerá  á  Aquél  á  quien 
obedece  el  mundo  físico.  El  Sol  sirve  de  centro  á  los  grandes 
cuerpos  y  el  Papa  á  las  almas.  Así  lo  ha  dispuesto  el  Soberano 
de  la  materia  y  del  espíritu,  y  la  oposición  á  su  voluntad  es  una 
temeraria  presunción  que  traerá  funestas  calamidades;  pero  que 
no  logrará  nunca  triunfos  de  importancia  en  la  serie  de  los  siglos. 

"Roma,  Enero  10  de  1870. 
''Señor  Pro.  Doctor  M.  Tamayo. 

"Amado  bienhechor  y  amigo  mío. 

"Por  el  último  paquete  francés  no  le  escribí,  porque  las  sesio- 
nes del  Concilio  no  daban  casi  materia  de  correspondencia.  Mui 
escasa  es  aún  la  que  hoy  ofrecen,  á  pesar  de  que  la  prensa  de  la 
Europa  publica  tantas  versiones  sobre  lo  que  pása  en  el  aula  se- 
creta vaticana. 

Ya  le  he  dicho  que  desconfíe  de  todas  ellas,  inclusive  las  que 
contienen  los  periódicos  católicos.  La  necesidad  de  satisfacer  el 
ansia  de  noticias  les  hace  acoger  cuantos  rumores  les  trasmiten, 
y  estos  como  de  ordinario,  jamás  vienen  de  fuente  autorizada  ó 
competente. 

Mucho  se  ha  hablado  de  círculo  de  oposición,  de  reclamos 
contra  el  reglamento,  de  división  marcada  y  descontento  entre 


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los  Padres  del  Concilio.  Esto  depende  únicamente  de  la  preten- 
sión de  asimilar  nuestra  Asamblea  á  las  agitadas  sesiones  de  los 
Parlamentos.  Imagínanse  ya  al  Papa  como  un  Poder  Ejecutivo, 
ambicioso  de  prerrogativas  y  de  facultades  extensísimas;  al  Con- 
cilio como  un  Congreso  moderador  que  pone  límites  á  su  invasión, 
á  los  oradores  como  tribunas  que  levantan  acentos  valorosos  ó 
hiperbólicos  contra  la  tiranía,  y  al  pueblo  como  sucesor  de  los 
antiguos  romanos  que  hoy  en  San  Pedro  como  antes  en  el  foro, 
asiste,  elemento  activo,  á  aplaudir  á  sus  favoritos  y  censurar  á 
sus  enemigos. 

Ya  usted  comprenderá  qué  diferente  idea  ofrece  de  los  Con- 
cilios el  Catolicismo.  El  Papa  es  un  padre  amado  á  quien  los  Obis- 
pos rodean  de  profunda  y  afectuosa  reverencia;  sus  proyectos 
son  definiciones  de  la  verdad  que  consulta  con  sus  hijos  y  coope- 
radores, sin  más  ambición  que  la  salvación  del  mundo. 

Los  Obispos  exponen  sus  ideas,  con  la  naturalidad  y  sencillez 
de  la  virtud,  unida  á  una  eminente  ciencia.  El  éxito  de  ellos  no 
depende  de  esas  formas  oratorias,  sino  de  la  fidelidad  con  que 
deponen  sobre  las  creencias  de  la  Iglesia  ó  sea  sobre  la  tradición. 

La  barra  brilla  por  su  ausencia  en  las  Congregaciones,  y  el 
oído  más  fino,  y  más  curioso,  por  más  que  se  adhiera  á  la  puerta 
cerrada  del  aula  conciliar,  no  percibiría  sino  el  eco  indefinido 
de  voces  que  no  puede  conocer.  Una  que  otra  noticia  que  no  hiera 
el  secreto  preceptuado,  es  lo  único  que  puede  recogerse  de  los  pru- 
dentes labios  apostólicos.  Así  se  sabe  que  dos  ó  tres  discursos, 
especialmente  el  de  Monseñor  Firrani,  Obispo  in  partibus  de 
Nisibo,  han  hecho  una  emoción  profunda:  que  los  diez  y  nueve 
ó  veinte  restantes  han  sido  poco  impresivos ;  que  han  hablado  en 
pro  y  en  contra  del  Schema  propuesto,  todos  sin  que  ninguna  cir- 
cunstancia dé  á  conocer  amistad  ú  oposición  colectiva  en  él.  Se 
sabe  también  que  aún  faltan  oradores,  cuyas  opiniones  no  se  cono- 
cen, por  lo  cual  no  se  ha  podido  votar  el  referido  Schema.  Así 
la  sesión  pública  del  6  en  que  debió  recibir  su  última  aprobación, 
se  limitó  fuera  de  las  ritualidades  solemnes  acostumbradas,  á  la 
protestación  de  fe  que  hicieron  el  Papa  y  los  Obispos,  continua- 
mente se  celebra  una  en  la  que  quizás  se  decide  la  suerte  del  pri- 
mer Schema. 

Ya  están  nombradas  tres  de  las  cuatro  comisiones  de  que 
le  he  hablado.  Conforme  le  indiqué  están  compuestas  de  Obispos 
tan  ilustres  por  su  ciencia  como  por  su  completa  adhesión  á  la 
cátedra  romana.  Estas  votaciones  dan  á  conocer  bien  que  si  existe 
realmente  un  círculo  galicano,  su  minoría  es  tan  manifiesta  como 
insignificante. 

La  unidad  de  los  Pastores  con  el  Pastor  supremo  se  ostentará 
con  más  brillo  en  el  siglo  XIX.  —  Y  no  sólo  formarán  esa  cadena 
los  misioneros  apostólicos,  como  dicen  los  católicos  liberales  de 


—  61  — 


la  Francia  y  algunos  libres  pensadores,  sino  los  más  ilustres  Obis- 
pos de  la  culta  Europa  y  de  Norte  América. 

La  cuestión  Infalibilidad  del  Papa  que  ocupa  tanto  á  los 
enemigos  de  la  Iglesia,  no  se  ha  propuesto  aún  ni  en  el  Concilio, 
ni  en  particulares  reuniones. 

Según  nuestro  Federalista,  que  se  une  desde  Caracas  á  otras 
hojas  de  Francia  en  el  deseo  y  la  esperanza  de  que  no  se  llegue 
á  definir,  Monseñor  Maret  y  el  Obispo  de  Orleans,  serán  obs- 
táculos poderosos  á  la  promulgación  dogmática  de  esa  creencia 
general,  que  Roma  desea  y  por  la  cual  tiene  secretas  simpatías. 

No  comprendo  verdaderamente  ese  lenguaje  en  boca  de  hom- 
bres de  talento  é  instrucción  como  el  señor  Doctor  Becerra.  Una 
de  dos :  ó  somos  católicos  verdaderos,  y  no  podemos  dudar  de 
que  el  Concilio  fallará  absolutamente  la  verdad;  ó  no  pertene- 
cemos á  esa  comunión  y  entonces  debemos  alegrarnos  de  que  se 
exhiba  como  una  sociedad  cualquiera,  sometida  á  la  intriga  y  al 
error. 

Si  somos  católicos  ¿para  qué  desear  ó  temer  una  definición 
ú  otra?  Ya  vendrá  la  verdad  dictada  á  sus  órganos  por  el  Espí- 
ritu Divino:  si  no  lo  somos,  mientras  más  absurdos  acoja  el  Con- 
cilio más  seguros  estaremos  de  que  en  él  no  reside  la  infalibili- 
dad. Así  debiera  pensarse  en  mi  concepto,  y  ponerse  límite  á  la 
discusión  tan  viva  que  sobre  esta  materia  sigue  la  prensa  europea. 
Es  necesario  observar  sin  embargo,  que  con  excepción  del  círculo 
de  católicos  liberales,  muy  pequeño  por  su  número,  todos  los  de 
esta  parte  del  mundo  y  del  Asia,  Africa  y  América,  que  se  ocupan 
de  su  religión  y  la  practican,  desean  y  piden  la  definición  del 
dogma ;  mientras  que  los  libres  pensadores,  protestantes  y  demás 
sectas  enemigas,  lo  atacan  con  un  furor  espantoso.  Quizá  esto 
decida  al  fin  la  cuestión. 

Lo  que  tanto  aborrecen  nuestros  contrarios  puede  sin  duda 
hacernos  grandes  bienes.  En  cuanto  á  Monseñor  Dupanloup  se 
sabe  que  se  ha  sobrecogido  un  poco  con  los  elogios  entusiastas 
de  los  incrédulos,  y  en  una  carta  á  Monseñor  Manning  se  presenta 
con  ideas  muy  modificadas.  Le  dice  además  que  en  las  conferen- 
cias que  ha  tenido  con  Su  Santidad,  le  ha  dado  explicaciones  muy 
satisfactorias  sobre  ciertos  conceptos  de  sus  últimos  escritos.  Es 
lo  cierto  que  ni  él,  ni  el  señor  Arzobispo  de  París  son  centros  de 
ideas,  ni  tampoco  reuniones  que  pudieran  ser  calificadas  de  opo- 
sición á  la  mayoría  inmensa  del  Concilio. 

Me  detengo  un  poco  en  estas  particularidades  porque  los  dia- 
rios que  vienen  de  fuera  no  hablan  casi  de  otras  cosas,  y  como  á 
Venezuela  van  muchos  enemigos  del  catolicismo,  no  faltará  in- 
clinación á  juzgar  de  los  Obispos  y  del  Papa,  como  se  juzga  de 
un  poder  ejecutivo  y  de  un  congreso,  es  decir  considerándolo 


—  62  — 


como  una  reunión  puramente  humana,  donde  las  pasiones  é  inte- 
reses vienen  á  representar  un  gran  papel. 

Sobre  su  duración  es  imposible  aún  juzgar  aproximadamen- 
te. En  un  mes  de  trabajos,  nada  ha  resuelto  todavía;  pero  en 
lo  sucesivo  éstos  serán  más  fecundos,  vencidas  las  dificultades 
de  organización  que  hasta  ahora  le  han  detenido. 

Entre  ellas  se  contaba  la  disposición  de  la  sala,  cuyas  con- 
diciones acústicas  eran  del  peor  efecto.  Se  ha  modificado  ya 
convenientemente,  y  la  voz  del  Presidente  y  de  los  oradores  es- 
oída por  toda  la  Asamblea.  Los  taquígrafos  van  tomando  los  dis- 
cursos que  algunos  Obispos  han  pedido  se  distribuyan  impresos 
para  mejor  estudio  del  asunto.  Quedará,  pues,  una  obra  monu- 
mental de  sabiduría  y  de  elocuencia,  gracias  á  la  facilidad  con 
que  se  lleva  la  palabra  en  la  época  moderna.  Como  lo  temía  en 
mi  carta  anterior,  ninguno  de  nuestros  Obispos  ha  salido  electo 
en  las  comisiones.  Ni  Colombia,  ni  Venezuela  han  merecido  el 
honor  de  estos  nombramientos,  que  se  han  llevado  Chile,  Perú 
y  la  República  Argentina.  Es  innegable  que  ellas  nos  aventajan 
ya  y  que  nosotros  quedaremos  postergados,  mientras  no  hagamos 
otra  cosa  que  matarnos.  Nada  más  importante  nos  ofrece  la  his- 
toria del  Concilio.  Quizá  en  la  próxima  correspondencia  podré 
enviarle  un  compendio  de  sus  primeras  definiciones. 


BIBLIOGRAFIA 

Datos  sacados  de: 

Anales  Eclesiásticos  Venezolanos,  por  Monseñor  Nicolás  E.  Navarro,  Ca- 
racas, Tipografía  Americana,  1929. 

"Ilustrísimo  Señor  Doctor  José  Antonio  Ponte,  VI  Arzobispo  de  Caracas 
y  Venezuela",  por  José  Tomás  Sosa  Saa,  Caracas,  1929. 

"Recuerdos  del  limo.  Señor  Arzobispo  de  Caracas  y  Venezuela,  Doctor  Jové 
Antonio  Ponte  —  Cartas  Romaans  —  Visitas  Pastorales  —  Aléjanos 
Discursos".  Imprenta  de  ''El  Monitor",  1884,  Caracas,  por  J.  T. 
Sosa  Saa. 


—  63  — 


V 

El  Artífice  del  Concilio  Vaticano  II 


Fue  el  25  de  enero  de  1959,  en  la  sacristía  de  la  Basílica 
de  San  Pablo  extramuros  de  Roma,  cuando  Juan  XXIII  se 
reunió  con  17  cardenales  para  departir  amablemente  con  ellos 
en  la  intimidad  y  abrirles  su  corazón  que  rebosaba  de  una 
nerviosa,  "trepidante",  inspiración.  El  Papa  dijo:  "Para  colmo 
de  desventuras  para  los  hijos  de  Dios  y  de  la  Iglesia  santa, 
se  añade  la  tentación  y  el  atractivo  hacia  unas  ventajas  de 
orden  material  que  el  progreso  de  la  técnica  moderna,  in- 
diferente de  por  sí,  agranda  y  exalta.  Todo  ello  — nos  refe- 
rimos a  este  progreso — ,  mientras  distrae  de  la  búsqueda  de 
los  bienes  superiores,  debilita  las  energías  del  espíritu ;  conduce 
al  relajamiento  de  la  disciplina  y  del  buen  orden  que  antes 
reinaba  con  grave  perjuicio  de  lo  que  constituye  la  fuerza  de 
resistencia  de  la  Iglesia  y  de  sus  hijos  a  los  errores  que  en  la 
historia  del  cristianismo  han  llevado  siempre  a  divisiones  fatales 
y  funestas,  a  la  decadencia  de  la  vida  espiritual  y  moral  y  a 
la  ruina  de  las  naciones.  Esta  constatación  aconseja  una  reso- 
lución decidida  para  el  reclamo  de  algunas  fuerzas  tradicio- 
nales de  afirmación  doctrinal  y  de  sabias  ordenaciones  de  dis- 
ciplina eclesiástica,  que  en  la  historia  de  la  Iglesia  en  épocas 
de  renovación,  fueron  fruto  de  una  extraordinaria  eficacia  por 
la  claridad  del  pensamiento,  la  aglutinación  de  la  unidad  reli- 
giosa y  la  llama  más  viva  del  fervor  cristiano.  Os  damos  a 
conocer,  temblando  con  un  poco  de  emoción,  pero  también  con 
humilde  resolución  de  propósito,  el  anuncio  de  la  doble  cele- 
bración de  un  Sínodo  diocesano  de  la  ciudad  de  Roma  y  de  un 
Concilio  Ecuménico  para  la  Iglesia  Universal.  A  vosotros  no 
os  son  necesarias  muchas  ilustraciones  para  comprender  el  al- 
cance jurídico  e  histórico  de  estas  dos  propuestas.  Ambas 
conducirán  fácilmente  a  la  ansiada  actuación  del  Código  de 
Derecho  Canónico,  que  deberá  acompañar  y  coronar  estos  dos 
ensayos  de  aplicación  práctica  de  las  normas  de  disciplina 
eclesiástica,  que  el  Espíritu  del  Señor  nos  irá  sugiriendo  a  lo 
largo  de  nuestro  camino". 

Y  el  2  de  febrero  de  1960,  festividad  de  la  Virgen  de 
Candelaria,  al  recibir  la  tradicional  oferta  de  los  cirios,  hizo 
el  Papa,  artífice  de  este  Concilio,  la  siguiente  conmovedora 
confidencia :  "Esta  mañana,  al  acercarnos  al  altar  para  la 
Misa  matutina,  hemos  hecho  la  consagración  de  nuestra  humilde 
existencia  al  Concilio  Ecuménico".  Y  el  12  de  junio  del  mismo 
año  repitió  estos  mismos  pensamientos:    "Nuestra  plegaria 


—  67  — 


se  ha  dirigido  a  Dios  para  pedirle  luz  y  gracia  y  dones  para 
preparar  y,  si  nos  lo  concede,  para  celebrar  con  fruto  el 
Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  al  que  hemos  consagrado  lo 
que  el  Señor  nos  dé  de  vida".  Es  un  Papa  que  habla  y  mani- 
fiesta los  íntimos  repliegues  de  su  corazón  ante  el  mundo.  Se 
trata  de  un  voto  a  Dios.  De  una  inspiración  sublime.  De  una 
consagración  personal.  Han  pasado  tres  años  y  poco  más.  Dios 
le  ha  concedido  a  Juan  XXIII  el  haber  superado  las  etapas  de 
la  preparación  del  Concilio.  Ya  lo  presiente  con  serenidad  de 
espíritu.  Véase  a  continuación  el  eco  de  estas  palabras  que 
son  solemnes  como  la  iniciación  de  un  rito  augusto  y  arcano, 
el  eco  de  estos  pensamientos  que  son  divinos,  plasmado  en  los 
documentos  sobresalientes  y  más  destacados  con  que  el  Sumo 
Pontífice  ha  hecho  realidad  su  decisión  y  su  propósito.  Estas 
Actas  de  su  Magisterio  supremo  son:  el  nombramiento  de  las 
Comisiones  que  se  han  dado  a  la  tarea  ciclópea  de  organizar 
un  Concilio  en  el  siglo  veinte;  la  Alocución  enderezada  a  esos 
mismos  Miembros  y  Consultores  de  Comisiones  y  Secretariados 
al  comenzar  los  trabajos  antepreparatorios ;  la  Constitución  Apos- 
tólica de  indicción  y  convocatoria  del  Concilio  que  nos  ocupa ; 
el  Motuproprio  de  señalamiento  de  la  fecha  de  apertura  de  la 
Asamblea  Ecuménica;  la  Homilía  de  la  fiesta  de  Pentecostés  de 
1962,  en  donde  se  escucha  el  tono  constante  y  apasionado  de  la 
ardiente  invocación  al  Espíritu  Santo  que  ha  caracterizado  todos 
los  pasos  de  estas  fases  preliminares ;  y  el  último  Discurso  de 
clausura  no  sólo  de  la  séptima  sesión  de  la  Comisión  Central 
Preparatoria,  sino  de  toda  la  serie  de  trabajos  que  han  prece- 
dido a  la  inmediata  consulta  previa  a  la  celebración  del  impo- 
nente Concilio  que  se  estará  naciendo  a  estas  horas  en  el  seno 
del  Colegio  Episcopal,  digno  sucesor  en  el  espacio-tiempo  del 
Colegio  de  los  Apóstoles. 


CONSTITUCION  DE  LAS  COMISIONES  PREPARATORIAS 
DEL  CONCILIO  ECUMENICO 

Texto  latino  de  "L'Osservatore  Romano"  del  5  de  junio  de  1960. 

Inspiración  del  Altísimo  Nos  parece  el  pensamiento,  que 
desde  el  principio  de  Nuestro  Pontificado  brotó  en  Nuestra 
mente,  como  flor  de  primavera  imprevista,  de  convocar  un  Con- 
cilio Ecuménico.  En  efecto,  con  esta  solemne  asamblea  de 
Obispos  en  torno  al  Pontífice  Romano,  la  Iglesia,  amada  esposa 
de  Cristo,  puede  adquirir,  en  estos  agitados  tiempos,  un  nuevo 
y  mayor  resplandor  y  respecto  de  los  que,  gloriándose  del  nom- 
bre cristiano  viven  con  todo  separados  de  esta  Sede  Apostólica, 
brilla  de  nuevo  la  esperanza  de  que,  oyendo  las  voces  del  divino 
Pastor,  vengan  a  la  única  Iglesia  de  Cristo 


—  68  — 


Por  eso,  el  25  de  enero  de  1959,  en  la  fiesta  de  la  Con- 
versión de  San  Pablo  Apóstol,  después  de  haber  asistido  a  los 
Sagrados  Ritos  en  la  Basílica  Ostiense,  manifestamos  Nuestro 
propósito  de  convocar  un  Concilio  Ecuménico  al  Sacro  Colegio 
Cardenalicio,  que  lo  acogió  con  expresiones  de  júbilo  y  de  fer- 
vorosos deseos.  Más  adelante,  el  17  de  mayo  siguiente,  en 
la  fiesta  de  Pentecostés,  para  que  los  primeros  trabajos  se 
ejecutasen  con  solicitud  y  diligencia,  nombramos  una  Comisión 
Ántepreparatoria  del  Concilio  Ecuménico,  compuesta  de  Prela- 
dos muy  escogidos  de  la  Curia  Romana  y  presidida  por  Nuestro 
querido  hijo  el  Cardenal  Domingo  Tardini,  Nuestro  Secretario 
de  Estado. 

En  Nuestra  primera  Carta  Encíclica  especificamos  que  el 
Concilio  Ecuménico  se  celebraba  con  el  fin  principal  de  "pro- 
mover el  incremento  de  la  Fe  Católica  y  una  saludable  reno- 
vación de  las  costumbres  del  pueblo  cristiano  y  de  adaptar  la 
disciplina  eclesiástica  a  las  necesidades  de  nuestros  tiempos. 
Esto  constituirá,  a  no  dudarlo,  un  espectáculo  tan  maravilloso 
de  verdad,  de  unidad  y  de  caridad,  que  su  vista  aún  a  los  que 
se  separaron  de  esta  Sede  Apostólica  será  una  suave  invitación 
— como  lo  esperamos —  a  buscar  y  encontrar  la  unidad  por  la 
cual  Jesucristo  dirigió  a  su  Padre  celestial  tan  ardiente  súplica" 
(Encíclica  Ad  Patri  Cathedram,  29  de  junio  de  1959,  AAS,  LI, 
p.  511). 

Determinamos  además  que  por  la  sede,  en  la  cual  se  cele- 
braría, el  futuro  Concilio  se  denominase  Vaticano  segundo. 

La  Comisión  Antepreparatoria  ha  llevado  a  cabo  con  suma 
diligencia  el  encargo  que  Nos  le  confiamos.  Se  ha  puesto  en 
contacto  con  el  Episcopado  para  recibir  sus  consejos  y  suge- 
rencias acerca  de  las  materias  de  que  se  ha  de  tratar  en  el 
Concilio:  y  después  de  haber  ordenado  cuidadosamente  el  ma- 
terial contenido  en  las  dos  mil  y  más  respuestas,  enviadas  por 
Obispos  y  Prelados  con  expresiones  de  regocijo  y  felicitación, 
lo  ha  puesto  en  conocimiento  de  las  SS.  Congregaciones  de  la 
Curia  Romana,  que  han  podido  utilizarlo  con  gran  provecho  en 
la  elaboración  de  las  proposiciones  que  Nos  han  presentado. 
Además,  las  Universidades  de  los  estudios  eclesiásticas  y  cató- 
licas, movidas  por  un  celo  semejante,  han  presentado  votos  y 
estudios  sobre  asuntos  que  serán  de  gran  utilidad  para  la 
Iglesia. 

Nos  mismos  hemos  seguido  estos  trabajos  de  investiga- 
ción,  realizados  con  cuidado  y  diligencia  y  Nos  hemos  reser- 
vado el  examinar  personalmente  con  la  mayor  atención  las 
sugerencias  y  consejos  de  los  Obispos,  las  proposiciones  de  las 
SS.  Congregaciones  de  la  Curia  Romana,  los  votos  y  los  estudios 
de  las  Universidades.  Damos,  pues,  al  Señor  vivísimas  gracias 
porque  a  Nuestro  propósito  ha  correspondido  un  trabajo  tan 


—  69  — 


generoso  y  ferviente  de  Nuestros  Venerables  Hermanos  y  que- 
ridos Hijos. 

Ya  del  material,  tan  abundantemente  recogido,  aparece 
claramente  de  qué  asuntos  debe  ocuparse  el  próximo  Concilio 
Ecuménico  para  el  bien  de  la  Iglesia  y  para  la  salud  de  las 
almas :  ha  llegado,  pues,  el  momento  de  proceder,  con  la  ayuda 
de  Dios,  a  la  constitución  de  las  Comisiones,  que  deben  atender 
al  estudio  de  las  materias,  que  podrán  tratarse  en  el  Concilio. 
Estarán  compuestas  de  Cardenales,  Obispos  y  Eclesiásticos, 
insignes  en  virtud  y  doctrina,  así  del  clero  secular  como  del 
regular,  escogidos  en  las  diversas  partes  del  mundo,  para  que 
aún  en  esto  brille  la  catolicidad  de  la  Iglesia. 

Así  que  con  el  presente  Mofv  proprio  establecemos: 

1.  — Para  preparar  el  Concilio  Ecuménico,  Vaticano  II,  se 
constituyen  las  Comisiones  Preparatorias,  con  el  fin  de  estu- 
diar los  asuntos,  escogidos  por  Nos,  a  vista  de  los  votos  de  los 
Obispos  y  las  proposiciones  de  las  SS.  Congregaciones  de  la 
Curia  Romana. 

2.  — Según  sus  exigencias  cada  Comisión  podrá  dividirse 
en  secciones  o  subcomisiones. 

3.  — Cada  Comisión  tendrá  un  Presidente  y  cierto  número 
de  miembros.  El  presidente  será  un  Cardenal.  Los  miembros 
serán  escogidos  entre  los  Obispos  y  Eclesiásticos  ilustres. 

4.  — Se  agregarán  a  cada  Comisión  algunos  Consultores 
escogidos  entre  gente  experta. 

5.  — Cada  Comisión  tendrá  su  Secretario. 

6.  — Los  Presidentes  y  los  Miembros  de  cada  Comisión,  como 
también  los  Consultores  y  el  Secretario  serán  escogidos  por  Nos. 

7.  — Se  han  constituido  diez  Comisiones,  si  fuere  necesario 
podrán  constituirse  otras,  con  Nuestro  beneplácito.  Las  Comi- 
siones, pues,  son  las  siguientes: 

a)  Comisión  Teológica,  encargada  de  examinar  las  cues- 
tiones que  rozan  con  la  Santa  Escritura,  la  Santa  Tradición, 
la  fe  y  las  costumbres ; 

b)  Comisión  de  los  Obispos  y  del  gobierno  de  las  diócesis ; 

c)  Comisión  para  la  disciplina  del  Clero  y  del  pueblo 
cristiano ; 

d)  Comisión  de  los  Religiosos; 

e)  Comisión  de  la  disciplina  de  los  Sacramentos; 

f)  Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia; 

g)  Comisión  de  los  Estudios  y  de  los  Seminarios ; 

h)  Comisión  para  la  Iglesia  Oriental; 

i)  Comisión  para  las  Misiones; 

j)  Comisión  del  apostolado  de  los  laicos,  para  todas  las 
cuestiones  relativas  a  la  acción  católica,  religiosa  y  social. 

8.  — Se  instituye  además  un  Secretariado  para  tratar  de  las 
cuestiones  tocantes  a  los  medios  modernos  de  difusión  del  pen- 


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Sarniento  (prensa,  radio,  televisión,  cine,  etc.)  Este  Secreta- 
riado estará  dirigido  por  un  Prelado,  nombrado  por  Nos  y  tendrá 
Miembros  y  Consultores  igualmente  nombrados  por  Nos. 

9.  — Demostrando  Nuestro  amor  y  benevolencia  hacia  los 
que  se  llaman  cristianos,  pero  están  separados  de  esta  Sede 
Apostólica,  para  que  también  ellos  puedan  seguir  los  trabajos 
del  Concilio  y  encontrar  más  fácilmente  el  camino  para  alcanzar 
la  unidad  por  la  cual  "Jesucristo  dirigió  al  Padre  Celestial 
tan  ardiente  súplica",  instituimos  un  "Consejo"  o  Secretariado 
especial,  presidido  por  un  Cardenal,  escogido  por  Nos,  y  orga- 
nizado, como  se  ha  dicho  de  las  comisiones. 

10.  — Finalmente  se  instituye  una  Comisión  Central  que 
Nos  mismo  presidiremos,  personalmente  o  por  un  Cardenal  de 
Nuestra  designación. 

Miembros  de  la  Comisión  Central  serán  los  Presidentes  de 
cada  Comisión,  algunos  otros  Cardenales,  y  algunos  Obispos  de 
las  diversas  partes  del  mundo. 

11.  — A  la  Comisión  Central  se  agregará  cierto  número  de 
Consejeros,  escogidos  entre  los  Obispos  e  insignes  eclesiásticos. 

12.  — La  Comisión  Central  tendrá  su  Secretario,  que  será 
Secretario  general. 

13.  — Los  Miembros  de  la  Comisión  Central,  como  también 
los  Consejeros  y  el  Secretario  general  serán  escogidos  por 
Nuestra  autoridad. 

14.  — La  Comisión  Central  tiene  la  misión  de  seguir  y  coor- 
dinar, si  fuese  necesario,  los  trabajos  de  cada  una  de  las  Comi- 
siones, de  cuyas  conclusiones  Nos  dará  una  relación,  para  que 
podamos  establecer  los  asuntos  de  que  se  ha  de  tratar  en  el 
Concilio  Ecuménico. 

A  la  Comisión  Central  corresponde  además  proponer  las 
normas  relativas  al  desarrollo  del  futuro  Concilio. 

15.  — Finalmente  para  proveer  a  la  parte  económica  y 
técnica  de  la  celebración  del  Concilio,  serán  constituidos  los 
convenientes  Secretariados. 

Todo  lo  que  en  esta  materia  hemos  creído  útil  establecer, 
queremos  y  ordenamos  que  permanezca  firme  y  decidido,  así 
como  ha  sido  establecido,  en  su  totalidad  y  en  cada  una  de  sus 
partes:  sin  que  obste  ninguna  cosa  contraria. 

Dado  en  Roma,  junto  a  San  Pedro,  el  5  de  junio,  fiesta  de 
Pentecostés,  del  año  1960,  segundo  de  Nuestro  Pontificado. 

JUAN  XXIII. 


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ALOCUCION  DEL  SANTO  PADRE 
A  LOS  MIEMBROS  DE  LAS  COMISIONES  PONTIFICIAS 
Y  SECRETARIADOS  PREPARATORIOS 
DEL  CONCILIO  ECUMENICO  VATICANO  II 

(14  noviembre  1960) 


Venerables  Hermanos,  aviados  Hijos: 

En  la  apertura  de  esta  solemne  e  imponente  reunión,  que 
señala  el  comienzo  de  una  santa  vigilia  de  trabajo  intenso  y 
pacífico  para  el  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  parece  que 
vienen  muy  a  propósito  las  conocidas  palabras  que  preceden 
a  la  bendición  episcopal :  Sit  nomen  Domini  benedictum:  Adin- 
torium  nostrum  in  nomine  Domini. 

El  nombre  y  el  auxilio  del  Señor  invocado  y  bendecido: 
¿qué  cosa  más  suave  y  conmovente? 

Con  estos  auspicios  llenos  de  alegría  deseamos  hoy  ocupar- 
nos con  vosotros  en  una  conversación  del  todo  familiar  y  sen- 
cilla, que  añada  luz  y  fervor  al  que  ya  cada  uno  de  nosotros 
lleva  en  la  mente  y  en  el  corazón. 

Los  esfuerzos  humanos,  que  han  comenzado  en  la  luz  y 
gracia  divina,  continuarán  después  gradualmente,  a  medida 
que  nuestra  cooperación  vaya  creciendo  en  empeño,  buena 
voluntad  y  santa  energía. 

Suele  afirmarse  que  la  incertidumbre,  la  sagrada  emoción 
— diría —  de  los  primeros  pasos,  siendo  ejercicio  de  humildad, 
pronto  se  transforma  en  seguridad  animosa,  sobre  todo  si  el 
sucesivo  despejarse  del  horizonte  revela  gradualmente  la  inter- 
vención del  Señor  para  iluminar,  animar,  seguir  adelante  corde 
magno  et  animo  volenti. 

Este  nuestro  Concilio  no  recibe  su  nombre  de  Jerusalén 
o  de  Nicea.  Pero  es  natural  que  el  alma  del  humilde  sucesor 
actual  de  San  Pedro,  y  del  Papa  Silvestre,  que  se  siente  lleno 
de  ardor  ante  el  proyecto  de  esta  gran  empresa,  se  aplique  entre 
otras  cosas  a  considerar  principalmente  el  desarrollo  histórico 
de  los  veinte  acontecimientos  de  iguales  o  más  vastas  propor- 
ciones, que  se  han  sucedido  durante  dos  mil  años ;  a  señalar 
solicitudes  pastorales  de  la  Iglesia;  a  considerar  — digamos — 
las  particulares  y  graves  contingencias  que  acompañaron  la 
celebración  de  estas  memorables  reuniones,  las  dificultades  y 
contradicciones  encontradas  en  las  vicisitudes  de  las  diversas 
épocas,  a  veces  más  tempestuosas  y  difíciles  que  la  actual.  A 
este  trabajo  de  erudición  histórica,  precioso  en  sumo  grado, 
deseamos  ante  todo  invitar  a  cuantos  han  recibido  la  parti- 


—  72  — 


cular  y  alta  misión  de  colaborar  más  directamente  en  este 
Concilio  Vaticano  Segundo. 

Están  a  nuestra  disposición  las  principales  Colecciones  mo- 
numentales de  los  Concilios :  la  Romana  ordenada  por  Paulo  V, 
la  Regia  de  París,  y  Nova  et  Amplissima  Collectio  de  Mansi, 
que  bajo  la  dirección  del  mismo  insigne  Arzobispo  de  Luca 
llegó  a  contar  más  de  treinta  grandes  volúmenes,  y  que  con- 
tinuada después  por  Petit  y  Martin  llegó  a  los  sesenta;  por 
no  mencionar  otras  preciosas  publicaciones  de  gran  valor,  en 
muchos  idiomas. 

¡Cuánta  doctrina  y  cuánta  historia,  erizada,  por  desgracia, 
de  dificultades  y  de  luchas,  pero  coronada  siempre  de  gloriosos 
éxitos ! 

Bendigamos  al  Señor,  venerables  Hermanos  y  amados  hijos, 
porque  a  juzgar  por  las  primeras  impresiones  suscitadas  en 
el  mundo  entero  al  mero  anuncio  del  Concilio,  hay  muchos 
motivos  que,  por  decirlo  así,  nos  permiten  gustar  anticipada- 
mente del  espectáculo  de  la  inmutable  5  siempre  floreciente 
juventud  de  la  obra  maravillosa  de  la  acción  redentora  de 
Cristo  que  es  la  Iglesia  Católica,  quam  acquisivit  sanguine  suo 
(Act.  XX,  28). 

Otro  punto  de  importancia  es  preciso  destacar  aquí,  al 
comienzo  del  enorme  trabajo  que  tenemos  delante  y  deseamos 
presentar  sin  demora  al  mundo  entero. 

Los  Concilios  Ecuménicos  del  pasado  han  respondido  pre- 
ferentemente a  varias  e  importantes  preocupaciones  de  exac- 
titud doctrinal  relativas  a  la  lex  credendi,  a  medida  que  las 
herejías  y  errores  intentaban  penetrar  en  la  antigua  Iglesia 
en  Oriente  y  Occidente. 

En  Nicea  se  puso  en  discusión  la  Divinidad  del  Verbo 
divino  hecho  hombre  por  la  salvación  del  género  humano :  el 
error  de  Arrio.  En  Efeso,  la  preocupación  grave  versó  sobre 
la  unidad  de  la  persona  del  Verbo  en  las  dos  naturalezas  y 
la  maternidad  de  María,  la  iiTheotocos'\  En  Calcedonia  nuevas 
querellas  y  discusiones  sobre  la  distinción  de  las  mismas  dos 
naturalezas.  En  el  siglo  XVI  se  había  puesto  en  peligro  funditus 
la  constitución  de  la  Iglesia,  y  en  Trente  se  debió  y  se  logró 
de  hecho  restablecer  todo  sobre  las  antiguas  bases:  fe,  culto, 
sacramentos,  disciplina :  todo  fue  restablecido  sobre  sólidas 
bases  y  puesto  en  clarísima  luz.  Finalmente  el  Concilio  Vati- 
cano I,  en  el  breve  espacio  de  tiempo  que  le  fue  concedido,  con 
todo  vigor  revisó  nuevamente  la  divina  constitución  de  la  Igle- 
sia, en  particular  lo  relativo  a  la  infalibilidad,  in  relms  fidei 
et  morum,  del  Promano  Pontífice. 

Para  la  convocación  de  los  otros  quince  Concilios  Ecumé- 


nicos,  además  de  esos  cinco  ya  enumerados,  es  verdad  que  las 
ocasiones  se  presentaron  por  diversas  circunstancias  y  por  el 
cuidado  de  salvaguardar  la  pureza  de  lo  enseñado  por  la  Iglesia 
acerca  de  algunos  puntos  doctrinales,  pero  también  por  el 
cuidado  de  confirmar  y  dirigir  las  conciencias  turbadas  ante 
acontecimientos  de  carácter  religioso  o  político,  en  diversas 
naciones  o  contingencias,  aunque  casi  siempre  en  relación  con 
las  más  altas  tareas  del  magisterio  eclesiástico,  para  el  servicio 
del  orden,  del  equilibrio  y  de  la  paz  social. 

En  la  época  moderna,  con  un  mundo  de  fisonomía  profun- 
damente cambiada  y  que  se  sostiene  difícilmente  en  medio  de  los 
atractivos  y  los  peligros  de  la  búsqueda  casi  exclusiva  de  los 
bienes  materiales,  ante  el  olvido  o  el  debilitamiento  de  los  prin- 
cipios de  orden  espiritual  y  sobrenatural  que  caracterizaban  la 
implantación  y  la  expansión  de  la  civilización  cristiana,  a  través 
de  siglos :  en  la  época  moderna,  digo,  más  bien  que  de  uno  u 
otro  punto  de  doctrina  o  de  disciplina  que  convenga  llevar  hasta 
las  puras  fuentes  de  la  Revelación  y  de  la  Tradición,  se  trata 
de  renovar  en  su  valor  y  esplendor,  la  substancia  del  pensar 
y  del  vivir  humano  y  cristiano,  del  que  la  Iglesia  es  depositaría 
y  maestra  por  los  siglos. 

Por  lo  demás,  el  deplorar  las  desviaciones  del  espíritu  hu- 
mano, tentado  y  arrastrado  a  gozar  únicamente  de  los  bienes 
terrenos,  que  los  modernos  progresos  científicos  ponen  ahora 
con  facilidad  al  alcance  de  los  hijos  de  nuestro  tiempo,  cierta- 
mente es  cosa  grave  y  obligatoria.  Pero  Dios  nos  libre  de  exa- 
gerar las  proporciones  hasta  el  punto  de  hacernos  pensar  que 
los  cielos  de  Dios  ya  han  quedado  definitivamente  cerrados 
sobre  nuestras  cabezas ;  que  verdaderamente  tenebrae  factae 
si/ni  super  universam  terram,  y  que  no  nos  quede  ya  otra  cosa 
que  hacer  sino  derramar  lágrimas  sobre  nuestro  fatigoso  camino. 

Por  el  contrario,  debemos  llenarnos  de  valor. 

No.  Cristo,  Hijo  de  Dios  y  Salvador  nuestro,  no  se  ha 
retirado  del  mundo  que  ha  redimido;  y  la  Iglesia  fundada  por 
El,  una,  santa,  católica  y  apostólica,  continúa  siendo  siempre 
su  místico  cuerpo,  del  cual  El  es  cabeza,  con  el  cual  cada  uno 
de  nosotros,  los  creyentes,  está  relacionado,  al  cual  pertene- 
cemos. El  punto  importantísimo  que  todo  bautizado  debe  tener 
presente,  es  éste:  el  hecho  de  pertenecer  a  la  Iglesia  de  Jesús 
no  es  una  simple  nota  de  carácter  individual,  para  cada  uno, 
sino  de  carácter  eminentemente  social,  para  todos.  Y  ésta  es 
la  significación  del  apelativo  de  hoino  catholicus,  de  orbis  ca- 
tholicus,  de  Ecclesia  Catholica:  como  queriendo  decir  que  cada 
uno  .de  nosotros,  en  la  Iglesia  de  Cristo,  somos  verdaderamente, 
de  la  misma  familia  divina,  hijos  y  hermanos:  qups  (Pater) 
praescivit  et  praedestinarit  conformes  fieri  imaginis  Filü  su  i, 
ut  sit  ipse  primof/enit.us  in  multis  fratrlbus  {Rom.,  VIII,  29).. 


—  74  — 


Así  pues,  cada  uno  de  los  fieles  pertenece  a  la  catolicidad 
toda  entera,  como  cada  uno  de  los  sacerdotes  y  con  la  debida 
distinción  de  oficios,  cada  uno  de  los  Obispos;  y  esto,  en  fuerza 
de  la  estructura  divina  que  Jesús,  Füius  Dei  fundator  Ecclesiae, 
imprimió  a  su  institución,  hecha  para  la  universalidad  y  para 
la  eternidad. 

Vosotros  comprendéis,  Venerables  Hermanos  y  amados  hi- 
jos, cómo  corresponden  a  estas  sencillas  indicaciones,  las  pala- 
bras de  unidad,  de  caridad,  y  de  altísimas  virtudes,  los  charis- 
mata  meliora  que  San  Pablo  en  su  primera  epístola  a  los  Corin- 
tios se  adelanta  a  enumerar,  para  común  aliento  y  edificación 
(/  ad  Corinth.,  Xll  y  XIII). 

¡Oh!  Qué  páginas  de  sublime  y  emocionada  elevación  son 
ésas  del  incomparable  Apóstol  de  las  gentes,  que  corresponden 
al  anhelo  expresado  por  el  "unum  sint"  de  la  trágica  víspera  de 
la  Divina  Pasión,  y  que  todavía  resuenan,  desde  el  fondo  de  esa 
edad,  incluso  sobre  las  innumerables  fracciones  separadas  de 
la  unidad  católica  que  no  dejan  de  suspirar  por  el  retorno  a 
la  senda  del  auténtico  fundamenfum  Apostolorum  et  propheta- 
rum,  ipso  summo  angulari  lapide  Christo  Iesu:  in  quo.  omnis 
osdificatio  constructa  crescit  in  templum  santutn  Domini 
(Epkes.,  II,  19). 

Amados  hijos :  todo  lo  que  hemos  querido  recordar  hasta 
aquí  en  estas  Nuestras  palabras,  aunque  haya  sido  ligeramente, 
nos  lleva  a  indicar  algunas  líneas  de  procedimiento  práctico, 
sobre  el  desarrollo  del  trabajo  que  hoy  se  inaugura,  tanto  por 
parte  de  esta  Comisión  Central  — la  más  alta —  presidida  por 
el  mismo  Papa,  como  para  la  coordinación  de  las  otras  Comi- 
siones o  Secciones  de  trabajo,  sobre  las  cuales  recaerá  la  parte 
formidable  de  esta  gran  tarea,  a  la  que  cada  uno  de  vosotros 
fue  llamado  desde  los  más  lejanos  horizontes,  con  una  intención, 
de  pacífica  concordia  y  de  exultante  fervor. 

Queridos  hijos:  Cuando  en  la  fiesta  de  Pentecostés  de 
este  año  publicamos  el  Motu  Proprio  "Supremo  dei  ñutir,  grande 
fue  el  consuelo  de  entrever  y  casi  presagiar,  en  el  diverso  y 
rápido  crecimiento  del  fervor  religioso,  la  edificante  vitalidad 
de  las  energías  espirituales,  capaces  de  llevar  Nuestro  buen 
designio  y  propósito  del  Concilio  a  feliz  y  alegre  término.  A 
pocos  meses  de  distancia,  fieles  a  una  sencilla  invitación  Nues- 
tra, os  encontráis  aquí  presentes  ante  Nos,  constituyendo  un 
noble  ejército,  bajo  las  bóvedas  del  templo  máximo  de  la  Cris- 
tiandad, como  diciendo:    "Adsumus,  ecce  Ubi". 

\  Oh,  sed  bienvenidos,  y  que  Dios  os  bendiga ! 

Algunas  informaciones  os  serán  de  inmediato  y  pleno  agrado. 
En  la  fase  antepreparatoria  se  ha  podido  reunir  y  preparar 
un  material  precioso  de  investigación  y  de  estudio.  Obispos., 


—  75  — 


Prelados,  Congregaciones  Romanas,  Universidades  han  expre- 
sado su  parecer  sereno,  motivado,  persuasivo,  acerca  de  varios 
problemas  de  inmediata  solución.  Estas  primeras  respuestas 
se  están  ahora  imprimiendo  en  una  edición  ejemplar,  que  consta 
ya  de  cinco  volúmenes:  y  esperamos  otros  tantos  poco  después 
de  Navidad. 

De  este  copioso  arsenal  fue  de  donde  se  escogieron  los  asun- 
tos que  parecieron  más  dignos  de  atención  para  las  discusiones 
particulares.  Ahora  esos  mismos  asuntos  serán  confiados  a 
vuestra  pericia,  queridos  hijos,  que  podría  además  señalar  o 
profundizar  otros  que  pareciese  necesario  y  oportuno  proponer 
y  preparar. 

Bajo  la  sabia  y  prudente  guía  de  cada  uno  de  los  presiden- 
tes, las  Comisiones  y  los  Secretariados  están  asimismo  ya  pre- 
parados para  su  tarea,  como  Nos  lo  aseguran  las  primeras  cons- 
tataciones, y  están  particularmente  dedicados  a  satisfacer  los 
deseos  y  proposiciones  de  los  Obispos,  padres  venerables  de  la 
noble  asamblea. 

¡Qué  hermoso  trabajo,  amados  hermanos  e  hijos  Nuestros, 
va  a  ser  esto ! 

Al  solo  pensarlo  el  ánimo  conmovido  se  regocija  y  da 
gracias  al  Señor  por  toda  la  brillantez  y  belleza  espiritual  que 
la  Santa  Iglesia  va  a  conseguir  ante  el  mundo  para  su  edifi- 
cación y  su  aliento. 

Es  natural  que  el  estudio  de  preparación  requiera  ampli- 
tud de  tiempo,  paciencia  perseverante  en  el  trabajo,  y  ejercicio 
de  la  caridad  que  se  embellece  con  los  charismata  meliora, 
mencionados  en  el  capítulo  XIII  de  la  1'  carta  de  San  Pablo 
a  los  Corintios.  La  experiencia  más  cercana  a  nuestros  tiempos, 
la  de  Trento  y  del  Vaticano  I,  servirá  de  buena  dirección  y 
•enseñanza  a  las  proposiciones,  discusiones  y  conclusiones. 

Es  también  natural  que  el  amor  silentii,  el  sentido  de  la 
moderación,  el  respeto  mutuo  sea  precioso  ornamento  de  los 
estudios  y  de  las  reuniones.  Todo  en  el  Concilio  ha  de  estar 
rodeado  de  grande  circunspección,  manteniéndose  en  su  puesto 
cada  uno  de  los  que  en  él  toman  parte.  El  que  las  primeras 
informaciones  que  han  circulado  por  el  gran  mundo  hayan 
suscitado  aun  extra  saepta  Ecclessiae  Catholicae  respetuosa  aten- 
ción de  parte  de  los  hermanos  separados,  Nos  consuela  sobre 
manera  y  Nos  hace  pregustar  la  alegría  de  la  unidad  de  todos 
los  cristianos  en  los  sentimientos  y  en  la  misma  oración  de 
Cristo  a  su  Padre:  "Ut  unum  sint:  ut  sanctifices  eos  in.veritate" 
(lo.  XVII,  19). 

Sin  embargo  el  Concilio,  como  es  ya  sabido  y  ha  sido  repe- 
tidamente anunciado,  tiene  un  campo  peculiar  suyo,  como  civitas 


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in  monte,  y  se  ocupará  al  principio  exclusivamente  de  cuanto 
concierne  a  la  Iglesia  Católica,  nuestra  madre,  y  su  actual 
organización  interna. 

Spiritus  Domini  replevit  orbem  terrarum,  et  hoc  quod  con- 
tinet  omnia  scientiam  habet  vocis.  Magníficas  son  estas  ex- 
presiones del  capítulo  1°  del  Libro  de  la  Sabiduría,  como  es 
estupendo  y  conmovedor  todo  el  libro.  Pero  todos  los  que,  aun 
sin  participar  en  la  profesión  íntegra  de  la  fe  católica,  desean 
con  ánimo  leal  y  confiado  informarse  sobre  los  trabajos  del 
Concilio,  Nos  queremos  esperar  que  no  encontrarán  menos 
oportuna  y  cortés  Nuestra  invitación  a  aguardar  un  poco  a  que 
los  Padres  hayan  terminado  su  obra  y  todo  esté  bien  preparado 
y  mejor  dispuesto  para  los  contactos  más  elevados :  inteligencia, 
corazón  y  visión  de  lo  sobrenatural,  sobre  todo  lo  cual  pueda 
posar  el  Spiritus  Domini  a  gloria  y  amor  de  Jesucristo,  fundador 
de  su  santa  y  gloriosa  Iglesia. 

Bien  sabido  es,  por  lo  demás,  que  para  completar  el  cuadro 
oficial  de  las  10  Comisiones  entre  las  cuales  está  distribuido 
el  trabajo  del  Concilio,  hemos  procedido  a  la  institución  de  un 
Secretariado  especial  que  pueda  responder  a  las  referencias 
de  todos  aquellos  hermanos  nuestros  que  aunque  separados 
— como  suele  decirse —  desean  seguir  la  obra  del  Concilio  a 
la  luz  de  la  verdad,  con  sentimientos  de  respeto,  de  bondad, 
y  de  amable  discreción. 

Venerables  Hermanos  y  amados  hijos: 

A  esta  Nuestra  familiar  conversación  deseamos  añadir  al- 
gunas palabras  que  eleven  nuestras  almas  a  una  animosa  con- 
fianza, y  a  una  santa  emulación  en  las  virtudes  cristianas  y 
sacerdotales,  que  todo  el  pueblo  deba  mirar  con  edificación, 
para  salud,  alegría,  y  paz  del  mundo  entero. 

La  celebración  de  un  Concilio  de  la  Iglesia  Católica  lleva 
consigo  el  estudio  de  todo  un  conjunto  de  materias  que  se 
relacionan  con  el  orden  no  sólo  de  los  individuos  y  de  las  fami- 
lias, sino  también  de  todas  las  naciones,  orden  que  rige  las 
bases  de  la  convivencia  humana. 

Desde  el  decálogo  de  Moisés  hasta  los  cuatro  Evangelios, 
todo  recibe  su  fuerza  de  esto :  a  saber,  de  Cristo  y  de  su  Iglesia 
en  cuyo  centro  Jesús  bendito  continúa  siempre  repitiendo  las 
solemnes  palabras:  Ego  sum  lux  mundi.  Ego  sum  via,  veritas 
et  vita  (lo.  VIII,  12;  XIV,  6).  A  estas  palabras  y  a  lo  que 
ellas  significan,  ponen  después  un  divino  sello  las  últimas,  con 
que  termina  el  Evangelio  de  San  Mateo:  Ecce:  ego  vobiscum 
sum  ómnibus  diebíis  usque  ad  consummationem  saeculi  (Mat., 
XXVIII,  20). 

¡  Amados  hijos !    Durante  estos  meses,  revisando  nume- 


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rosos  escritos  de  la  copiosa  literatura  relativa  al  último  Concilio 
Ecuménico  Vaticano  I,  celebrado  por  Nuestro  Predecesor,  de 
venerada  memoria,  Pío  IX  en  el  año  1869-1870,  hemos  descu- 
bierto un  escrito  público  impreso,  redactado  por  uno  de  los 
espíritus  más  abitados  y  aplaudidos  en  aquel  tiempo  de  acen- 
tuado paroxismo  antiromano.  Iba  enderezado  con  una  ironía 
de  mal  gusto  a  los  Obispos,  que  desde  todo  el  mundo  habrían  de 
acudir  al  Vaticano,  y  los  comparaba  con  los  antiguos  Obispos 
de  Oriente,  reunidos  en  Nicea  para  el  primer  Concilio  en  el 
año  325 :  "Vosotros  os  habéis  reunido  hoy  en  Roma  para  el 
nuevo  y  último  Concilio.  El  primero  — el  Niceno —  fue  un 
solemne  y  venerando  bautismo  de  triunfo  y  de  ordenada  unidad 
para  la  religión  que  requerían  los  tiempos.  Este  último,  el 
vuestro,  sean  las  que  fueren  vuestras  intenciones,  probará  la 
gran  realidad  de  una  religión  agonizante,  y  consiguientemente 
el  necesario  y  no  lejano  nacimiento  de  otra  nueva"  (Scritti 
editi  ed  inediti  di  G.  M.,  Vol.  LXXXVI.  (Política.  Vol.  XXVIII, 
Imola,  Cooperativa  Tip.  Ed.  P.  Galeati,  1940,  p.  241). 

Hasta  aquí  las  auténticas  palabras  del  desafío,  y  de  las 
profecías.  A  un  siglo  de  distancia  podemos  comprobar  su  insa- 
nia y  lo  que  merecen  estos  profetas  de  Baal  — y  nunca  falta 
alguno —  qui  viderunt  et  dixerunt  falsa  et  stulta  (Threni,  II, 
14).  ¡Dejémoles  hablar!,  para  nuestro  ejercicio  de  vigilancia 
y  de  paciencia,  ut  reportemus  promissionem.  Nosotros  sigamos 
fieles  a  la  palabra  de  Cristo,  la  última  palabra  con  la  cual  Mateo 
termina  su  Evangelio,  y  que  es  la  confirmación  de  la  victoria 
de  la  Iglesia  de  Jesús,  de  nuestra  Iglesia,  hasta  el  fin  de  los 
siglos. 

Esta  reunión  de  hoy,  que  congrega  a  representantes  de 
todo  el  mundo,  no  es  todavía  la  inauguración  del  nuevo  Concilio ; 
sino  el  comienzo  y  como  la  consagración  de  la  decidida  y  amplia 
preparación  de  nuestras  energías  con  miras  a  su  buen  éxito, 
a  tomar  determinaciones,  a  iniciar  estudios  y  discusiones,  para 
proporcionar  vida  y  doctrina  segura. 

;,  No  os  parece  oir  el  eco  de  una  voz  lejana  oue  llega  a 
nuestros  oídos  y  a  nuestros  corazones?  Surge,  iUuminare,  leru- 
salem,  quia  cénit  lumen  tnnm,  et  gloria  Domini  super  te  orla 
est  (Is.  LX,  1).  El  lejano  Isaías  nos  ofrece  las  notas  para  el 
primer  cántico  triunfal,  que  recoge  los  ecos  del  melodioso  fervor 
que  se  eleva  ex  ómnibus  linguis,  et  tribubus  et  populis. 

Grandes  cosas  en  verdad  — deseamos  repetirlo —  esperamos 
Nos  de  este  Concilio,  que  no  sólo  pretende  vigorizar  la  fe,  la 
doctrina,  la  disciplina  eclesiástica,  la  vida  religiosa  y  espiritual ; 
sino  contribuir  en  gran  manera  a  la  consolidación  de  los  prin- 
cipios del  orden  cristiano,  en  los  que  se  inspira  y  por  los  que 
se  rige  el  desenvolvimiento  de  la  vida  civil,  económica,  política 
y  social.    La  ley  del  Evangelio  debe  llegar  a  todo  esto,  y  no 


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hay  nada  que  no  deba  envolver  y  penetrar  de  cuanto  nos  viene 
de  rore  coeli  et  de  pinguedine  terrae  (Gen.  XXVII,  28).  Llegar 
a  todo  esto  supone  una  participación  consciente,  sincera,  elevada, 
de  todos  los  que  integran  el  orden  social  — sacerdocio  y  laicado ; 
autoridades  constituidas ;  actividades  intelectuales ;  trabajo — 
del  orden  social  absorbido  con  la  preocupación  de  la  perfecta 
unión  de  las  relaciones  entre  cielo  y  tierra,  entre  vida  presente 
incierta  y  peligrosa,  y  vida  eterna  y  felicísima  en  la  proporción 
de  nuestra  correspondencia  como  hombres  y  como  cristianos  a 
los  dones  de  la  gracia  y  de  la  misericordia  del  Señor. 
Venerables  Hermanos,  amados  hijos : 

En  la  gloria  serena  y  tranquila  de  este  hermoso  comienzo 
de  los  trabajos  del  Concilio,  confiado  a  la  competencia  y  a  las 
buenas  y  sabias  inspiraciones  de  cada  uno,  dignaos  recibir  el 
sursum  corda  que  deseamos  dirigir  a  todos  y  cada  uno  de  los 
presentes  en  persona  o  en  espíritu ;  a  los  Señores  Cardenales, 
cercanos  y  preciosos  colaboradores  del  humilde  Sumo  Pontífice 
episcopus  Ecclesiae  Romanae  y  Pastor  de  la  Iglesia  Universal; 
a  los  Patriarcas,  Arzobispos,  Obispos  de  toda  la  cristiandad, 
extendida  en  diversos  ritos  y  por  todas  las  regiones  del  mundo 
entero;  a  los  Abades,  a  todos  los  miembros  del  clero,  secular  y 
regular,  y  a  todos  los  que  del  estado  eclesiástico  han  sido  lla- 
mados in  partem  soüicitudinis,  y  que  pertenecen  al  corpas 
universcUe  Ecclesiae  para  contribuir  con  la  oración,  el  consejo, 
la  actividad,  al  gran  acontecimiento,  al  cual  nos  ha  llamado  la 
Providencia  del  Señor,  o  puesto  en  condiciones  de  cooperar. 

Desde  el  primer  anuncio  del  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II, 
el  mundo  cristiano  ha  notado  que  una  corriente  de  espiritualidad 
conmueve  las  almas  con  vibraciones  insólitas. 

Y  en  las  almas  sinceras  estas  vibraciones  toman  acento 
de  oración  confiada,  suave  al  oído  y  al  corazón :  voces  de  almas 
inocentes,  voces  de  almas  consagradas,  voces  de  los  que  sufren, 
que  se  elevan  desde  todos  los  puntos  de  la  tierra. 

En  los  primeros  años  de  la  historia  de  la  Iglesia,  el  primer 
Papa,  Pedro,  fue  objeto  de  persecuciones,  privado  de  libertad, 
y  recluido  en  prisión.  El  libro  de  los  "Hechos"  es  conmovedor 
cuando  nos  refiere  cómo  toda  la  Iglesia  comenzó  a  orar  por  él 
sine  intermissione.  Desde  hace  veinte  siglos  continúa  la  oración 
por  el  Jefe  de  la  Iglesia  Católica,  y  podéis  comprender  vosotros 
cuánto  consuelo,  seguridad  espiritual  y  tranquilidad  produzca 
en  el  Papa  el  sentirse  sostenido  así  por  sus  venerables  Hermanos 
y  amados  hijos,  esparcidos  en  todo  el  mundo.  Este  sentimiento 
lo  mantiene  en  continua  comunión  con  la  Sancta  Ecclesia  uni- 
ré rsalis,  comunión  de  oración  que  responde  a  la  oración,  comu- 
nión de  sufrimientos  que  responde  al  sufrimiento. 

La  bondadosa  Providencia  de  Nuestro  Señor  ha  dispuesto 
que  el  Obispo  de  Roma,  reconocido  en  todos  los  siglos  como 
su  Vicario  en  la  tierra  goce  ahora  de  una  libertad  personal  que 
"le  permite  el  ejercicio  de  su  sagrado  ministerio  espiritual,  como 


—  79  — 


sucedió  al  primer  Pontífice,  Pedro,  libre  ya  de  la  cárcel  de 
Herodes. 

Pero  el  Papa  tiene  una  gran  pena  que  llena  siempre  su 
corazón :  el  recuerdo  de  muchos,  por  demás  numerosos,  amados 
Hermanos  suyos  en  el  episcopado,  de  excelentes  sacerdotes  y 
fervorosos  fieles  que  aquí  y  allá  en  varias  partes  del  mundo 
sufren  privación  de  la  libertad  humana  y  religiosa,  y  aun  a 
veces  física  y  moral,  y  hasta  opresión  comparable  a  la  que 
sufrieron  los  primeros  héroes  y  mártires  del  cristianismo. 

Sabemos  Nos  lo  que  significa  vivir  con  Cristo,  con  su 
Evangelio,  con  su  Cruz,  y  lo  que  podemos  esperar  de  los  ene- 
migos de  Cristo  y  de  la  civilización  cristiana.  Esto  Nos  hace 
mucho  más  sensibles  a  las  aflicciones  de  Nuestros  hermanos 
que  continúan  sufriendo  en  la  tribulación ;  y  Nos  anima  a  apre- 
surar para  ellos  y  para  todo  el  mundo  el  triunfo  de  la  verdad, 
de  la  justicia,  de  la  libertad  y  de  la  paz. 

El  diligente  y  reflexivo  trabajo  de  la  preparación  más 
directa  del  Concilio  Ecuménico,  con  la  contribución  ordenada 
y  preciosísima  de  los  componentes  de  las  diez  Comisiones  y  de 
los  Secretariados  ya  a  punto  de  entregarse  a  la  gran  tarea 
propuesta  a  cada  uno,  tenga  siempre  presente  la  voz  de  la 
Iglesia,  hecha  signo  de  persecución,  en  una  no  interrumpida 
comunión  de  oraciones,  de  fatigas,  y  de  méritos  que  asegurarán 
el  buen  éxito  de  la  santa  empresa,  que  nos  confía  la  Providencia, 
y  asegurarán  también  la  recompensa  cierta  de  la  vida  presente 
y  eterna  en  Cristo  Jesús,  Rey  glorioso  e  inmortal  de  los  siglos 
y  de  los  pueblos.  Así  sea.  (Traducción  de  la  Oficina  de  Prensa 
del  Vaticano). 


N.  DE  I„A  R.  —  He  aq»¡  la  traducción  de  las  palabras  y  frases  latinas  empleadas 
por  S.  S.  en  el  curso  de  esta  Alocución.  Traducimos  para  el  público,  siguiendo  el  orden 
BUceslvio  de  las1  palabras  latinas  no  repetidas: 

(1)  Sea  bendito  el  nombre  del  Señor:  nuestra  ayuda  en  el  nombre  del  Señor.  (2)  con. 
generoso  corazón  y  ánimo  decidido.  (3)  la  Nueva  y  Amplísima  Colección.  (4)  que 
conquistó  con  su  sangre.  (5>  la  ley  de  la  fe.  (6)  Madre  de  Dios.  (7)  a  fondo.  (8)  en 
las  cosas  de  la  fe  y  de  costumbres.  i9i  que  las  tinieblas  se  hayan  extendido  sobre  toda 
la  tierra.  (10)  hombre  católico,  orbe  católico,  Iglesia  católica.  (lli  a  los  que  el  Pa- 
dre predestinó  y  dispuso  hacer  conformes  a  la  imagen  de  su  divino  Hijo,  para  que  vengi 
El  a  ser  como  el  primogénito  entre  muchos  hermanos.  (12i  El  Hijo  de  Dios  Fundador 
de  la  Iglesia.  ((13)  los  carismas  superiores.  ( 14 1  una  misma  cosa.  iló>  fundamento 
de  los  Apóstoles  y  profetas,  teniendo  por  piedra  suma  angular  a  Cristo  Jesús:  en  quien 
toda  edificación  construida  crece  hasta  llegar  a  ser  el  templo  santo  del  Señor.  <  16 1  Por 
suprema  inspiración  de  Dios.  <  17 1  Presentes  Aquí  estamos!  <  18 1  el  amor  del  silen- 
cio. ( 19 »  fuera  del  vallado  de  la  Iglesia  Católica.  (20)  Que  sean  una  misma  cosa: 
santifícalos  en  la  verdad.  (21)  como  ciudad  en  el  monte.  (22i  El  Espíritu  del  Señor 
colmó  el  orbe  de  la  tierra  y  lodo  cuanto  en  el  se  contiene  resuena  con  el  eco  de  su 
voz.  (23)  el  Espíritu  del  Señor.  (24)  Yo  soy  la  luz  del  mundo.  Yo  soy  el  camino,  la 
verdad  y  la  vida.  (25)  He  aquí  que  yo  estoy  con  vosotros  hasta  la  consumación  de  los 
siglos.  (26)  que  vieron  y  dijeron  cosas  falsas  y  estúpidas.  (27>  para  ganarnos  la  pro- 
mesa. (28)  Levántate,  ilumínate  oh  Jerusalén,  porque  ha  llegado  tu  "luz  y  la  gloria 
del  Señor  ha  amanecido  para  tí!  (29)  de  todas  las  lenguas,  pueblos  y  naciones.  (30)  de 
lo  alto  del  cielo  y  de  la  esplendidez  de  la  tierra.  (31)  arriba  los  corazones.  (32)  obispo 
de  la  Iglesia  Romana.  (33)  para  participar  de  su  solicitud.  (34)  al  cuerpo  univer- 
sal de  la  Iglesia.     (35)  sin  interrupción.     (36)  Santa  universal  Iglesia. 


CONSTITUCION  APOSTOLICA  HUMANAE  SALUT1S 


(25  de  diciembre  de  1961;  texto  latino  e  italiano  en 
"L'Osservator  Romano"  del  26-27). 

JUAN  OBISPO 
SIERVO  DE  LOS  SIERVOS  DE  DIOS 
PARA  PERPETUA  MEMORIA 


Introducción. 

El  Divino  Redentor,  Jesucristo,  que  antes  de  subir  al  cielo 
había  conferido  a  los  apóstoles  el  mandato  de  predicar  el  Evan- 
gelio a  todas  las  gentes  como  apoyo  y  garantía  de  su  misión, 
les  hizo  esta  consoladora  promesa :  "He  aquí  que  yo  estaré  con 
vosotros  todos  los  días  hasta  la  consumación  de  los  siglos" 
{Mateo,  28,  20).  Esta  divina  presencia,  viva  y  operante  en 
todo  tiempo  en  la  Iglesia,  se  advierte  sobre  todo  en  las  épocas 
más  graves  para  la  humanidad.  Es  entonces  cuando  la  Esposa 
de  Cristo  se  muestra  en  todo  su  esplendor  de  maestra  de  la 
verdad  y  administradora  de  la  salvación ;  y  es  entonces  también 
cuando  Ella  despliega  todo  el  poder  de  la  caridad,  de  la  oración, 
del  sacrificio  y  del  sufrimiento;  y  esto  por  medio  de  bienes 
espirituales  inconmovibles,  los  mismos  empleados  por  su  Divino 
Fundador,  que  en  un  momento  solemne  de  su  vida  declaró: 
"Tened  confianza,  yo  he  vencido  al  mundo"  (Jo.,  16,  33.). 


DOLOROSAS  COMPROBACIONES 

La  Iglesia  asiste  hoy  a  una  crisis  real  de  la  sociedad. 
Cuando  la  humanidad  está  en  los  comienzos  de  una  nueva  era, 
tareas  de  una  inmensa  gravedad  y  amplitud  esperan  a  la 
Iglesia  como  en  las  épocas  trágicas  de  su  historia.  Se  trata, 
en  efecto,  de  poner  en  contacto  con  las  energías  vivificantes  y 
perennes  del  Evangelio  al  mundo  moderno ;  mundo  que  se  vana- 
gloria de  sus  conquistas  en  el  campo  técnico  y  científico,  pero 
que  soporta  también  las  consecuencias  de  un  orden  temporal 
que  por  algunos  se  ha  querido  reorganizar  prescindiendo  de  Dios. 
Por  lo  que  la  sociedad  moderna  se  caracteriza  por  un  gran 
progreso  material  al  que  no  corresponde  un  avance  igual  en 
el  campo  moral.  De  aquí  el  debilitado  anhelo  de  los  valores 
del  espíritu.  De  aquí  la  inclinación  a  buscar  casi  exclusiva- 
mente los  goces  terrenos  que  la  técnica  progresiva  pone  con 
tanta  facilidad  a  disposición  de  todos.  Y  de  aquí  también  un 
hecho  enteramente  nuevo,  desconcertante  :1a  existencia  de  un 
ateísmo  militante,  que  opera  en  escala  mundial. 


—  81  — 


MOTIVOS  DE  CONFIANZA 


Estas  dolorosas  comprobaciones  están  pidiendo  un  deber 
de  vigilancia  y  un  sentido  de  responsabilidad.  Las  almas  des- 
confiadas no  ven  más  que  tinieblas  gravitando  sobre  la  faz  de 
la  tierra.  Nos,  en  cambio,  queremos  reafirmar  toda  nuestra 
confianza  en  nuestro  Salvador,  que  no  se  ha  apartado  del  mundo 
por  El  redimido.  Más  aun,  haciendo  nuestra  la  recomendación 
de  Jesús  para  saber  distinguir  "los  signos  de  los  tiempos" 
(Mateo,  16,  4),  nos  parece  sorprender  en  medio  de  tantas 
tinieblas  no  pocos  indicios  que  permiten  abrigar  buenas  espe- 
ranzas sobre  la  suerte  de  la  Iglesia  y  de  la  humanidad.  Pues 
que  las  guerras  sangrientas  que  se  han  sucedido  en  nuestro 
tiempo,  la  ruina  espiritual  ocasionada  por  muchas  ideologías 
y  los  frutos  de  tantas  experiencias  amargas,  no  se  han  pro- 
ducido sin  útiles  enseñanzas. 

El  mismo  progreso  científico  que  ha  proporcionado  al  hom- 
bre la  posibilidad  de  desencadenar  catástrofes  por  su  poder 
destructor  ha  levantado  angustiosos  interrogantes;  ha  cons- 
treñido a  los  seres  humanos  a  reflexionar,  a  darse  mejor  cuenta 
de  sus  propias  limitaciones,  a  hacer  que  deseen  la  paz,  que 
piensen  en  la  importancia  de  los  valores  espirituales;  y  ha 
acelerado  el  proceso  de  una  más  estrecha  colaboración  y  recí- 
proca integración  entre  individuos,  clases  y  naciones,  proceso 
al  que,  aún  entre  mil  incertidumbres,  parece  ya  estar  encami- 
nada la  familia  humana.  Todo  esto  facilita,  sin  duda,  el  apos- 
tolado de  la  Iglesia,  puesto  que  muchos  que  ayer  no  se  daban 
cuenta  de  la  importancia  de  su  misión,  hoy,  enseñados  por  la 
experiencia,  están  mucho  más  dispuestos  a  acoger  sus  adver- 
tencias. 

VITALIDAD  ACTUAL  DE  LA  IGLESIA 

Si  fijamos  nuestra  atención  en  la  Iglesia,  vemos  que  no  ha 
permanecido  como  pasiva  espectadora  frente  a  estos  aconteci- 
mientos, sino  que  ha  seguido  paso  a  paso  la  evolución  de  los 
pueblos,  el  progreso  científico,  las  revoluciones  sociales;  se  ha 
opuesto  decididamente  a  las  ideologías  materialistas  y  nega- 
doras  de  la  fe ;  ha  visto,  por  último,  brotar  de  su  seno  y  desple- 
garse inmensas  energías  de  apostolado,  de  plegaria,  de  acción 
en  todos  los  campos  por  parte,  sobre  todo,  de  un  clero  cada 
vez  más  a  la  altura  de  su  misión,  por  la  doctrina  y  virtud  y,  de 
otra  parte,  por  la  labor  de  un  laicado  que  cada  vez  se  ha  sen- 
tido más  consciente  de  sus  responsabilidades  en  el  seno  de  la 
Iglesia  y  en  particular  de  su  deber  de  colaborar  con  la  jerar- 
quía eclesiástica.  A  esto  se  añaden  los  inmensos  sufrimientos 
de  cristiandades  enteras  por  los  que  una  multitud  admirable 
de  pastores,  de  sacerdotes  y  seglares  sellan  la  coherencia  de  la 
propia  fe  sufriendo  persecuciones  de  todo  género  y  dando  lugar 


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a  actos  de  heroísmo  no  inferiores  a  los  de  los  períodos  más 
gloriosos  de  la  Iglesia.  Así,  pues,  si  el  mundo  aparece  pro- 
fundamente cambiado,  también  la  comunidad  cristiana  se  ha 
transformado  y  renovado  en  gran  parte;  es  decir,  se  ha  forti- 
ficado socialmente  en  la  unidad,  revigorizado  intelectualmente, 
purificado  interiormente  de  modo  que  está  pronta  para  seguir 
siendo  buen  cimiento. 

EL  CONCILIO  ECUMENICO  VATICANO  II 

Ante  este  doble  espectáculo,  el  de  un  mundo  que  acusa  un 
grave  estado  de  indigencia  espiritual,  y  la  Iglesia  de  Cristo 
todavía  tan  vibrante  y  llena  de  vitalidad,  Nos,  desde  que  subi- 
mos al  Supremo  Pontificiado,  a  pesar  de  nuestra  indignidad  y 
por  un  gesto  de  la  Divina  Providencia,  sentimos  el  ingente  deber 
de  reunir  a  nuestros  hijos  para  dar  a  la  Iglesia  la  posibilidad 
de  contribuir  más  eficazmente  a  la  solución  de  los  problemas  de 
la  edad  moderna.  Por  este  motivo,  acogiendo  como  venida 
de  lo  alto  una  voz  íntima  de  nuestro  espíritu,  hemos  creído 
estar  ya  maduros  los  tiempos  para  ofrecer  a  la  Iglesia  católica 
y  al  mundo  el  don  de  un  nuevo  Concilio  Ecuménico,  en  corres- 
pondencia y  continuación  de  la  serie  de  los  veinte  grandes 
concilios  que  fueron  a  lo  largo  de  los  siglos  un  verdadero  medio 
providencial  para  incremento  de  gracia  y  de  progreso  cristiano. 
El  eco  gozoso  que  suscitó  su  anuncio  seguido  de  las  oraciones 
de  toda  la  Iglesia  y  de  su  fervor  en  los  trabajos  preparatorios 
realmente  alentadores,  así  como  el  vivo  interés,  o  al  menos  la 
atención  respetuosa,  por  parte  de  los  no  católicos  e  incluso  de 
los  no  cristianos,  han  demostrado  de  forma  la  más  elocuente 
cómo  a  nadie  ha  escapado  la  importancia  histórica  del  aconte- 
cimiento. 

Por  tanto,  el  próximo  Concilio  se  va  a  reunir  felizmente 
y  en  un  momento  en  que  la  Iglesia  observa  más  vivo  el  deseo 
de  fortificar  su  fe  y  de  contemplarse  en  su  propia  admirable 
unidad;  cuando  también  siente  más  urgente  el  deber  de  dar 
mayor  eficiencia  a  su  sana  vitalidad  y  de  promover  la  santi- 
ficación de  sus  miembros,  la  difusión  de  la  verdad  revelada, 
la  consolidación  de  sus  estructuras.  Será  ésta  una  demostración 
de  la  Iglesia,  siempre  viva  y  siempre  joven,  que  percibe  el  ritmo 
del  tiempo,  que  en  todos  los  siglos  se  va  adornando  con  nuevo 
esplendor,  que  brilla  con  nuevas  luces,  que  realiza  nuevas  con- 
quistas aun  permaneciendo  siempre  idéntica  a  sí  misma,  fiel 
a  la  imagen  divina  impresa  sobre  su  rostro  por  el  Esposo  que 
la  ama  y  protege,  Cristo  Jesús. 

En  un  momento,  además,  de  generosos  y  crecientes  esfuer- 
zos que  desde  diversas  partes  se  realizan  a  fin  de  reconstruir 
aquella  unidad  visible  de  todos  los  cristianos  que  responda  a 
los  deseos  del  Divino  Redentor,  es  muy  natural  que  el  próximo 


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Concilio  contenga  las  premisas  de  claridad  doctrinal  y  de  caridad 
recíproca  que  harán  todavía  más  vivo  en  los  hermanos  separa- 
dos el  deseo  del  augurado  retorno  a  la  unidad  y  vayan  expla- 
nando el  camino  para  ella. 

Por  último,  el  próximo  Concilio  está  llamado  a  ofrecer  al 
mundo  descarriado,  confuso,  ansioso  bajo  la  continua  amenaza 
de  nuevos  conflictos  espantosos  una  posibilidad  para  todos  los 
hombres  de  buena  voluntad  de  albergar  y  disponer  pensamientos 
y  propósitos  de  paz;  paz  que  puede  y  debe  venir  sobre  todo 
de  las  realidades  espirituales  y  sobrenaturales,  de  la  inteligencia 
y  de  la  conciencia  humana  iluminadas  y  guiadas  por  Dios,  crea- 
dor y  redentor  de  la  humanidad. 


PROGRAMA  DE  TRABAJO  DEL  CONCILIO 

Estos  frutos  por  Nos  tan  esperados  del  Concilio,  y  sobre 
los  que  tan  a  menudo  nos  ocupamos,  suponen  un  vasto  programa 
de  trabajo  que  se  está  ahora  preparando.  Programa  que  mira 
a  los  problemas  doctrinales  y  prácticos  más  adecuados  a  las 
exigencias  de  una  perfecta  conformidad  con  la  enseñanza  cris- 
tiana para  edificación  y  servicio  del  Cuerpo  Místico,  de  su 
misión  sobrenatural  y,  entre  otros,  las  Sagradas  Escrituras,  la 
veneranda  tradición.los  sacramentos,la  oración,  la  disciplina  ecle- 
siástica, las  actividades  caritativas  y  asistenciales,  el  apostolado 
seglar,  los  horizontes  misioneros. 

Este  orden  sobrenatural  debe,  sin  embargo,  reflejar  toda 
su  eficacia  sobre  el  otro  orden,  el  temporal,  que  termina  muchas 
veces  por  ser  desgraciadamente,  el  único  que  ocupa  y  preocupa 
al  hombre.  También  en  este  campo  la  Iglesia  ha  demostrado 
que  quiere  ser  "mater  et  magistra",  según  la  expresión  de  nues- 
tro lejano  glorioso  antecesor  Inocencio  III,  pronunciada  en  oca- 
sión del  Concilio  Lateranense  IV. 

Aun  no  persiguiendo  finalidades  directamente  terrenas,  la 
Iglesia,  sin  embargo,  no  puede  desinteresarse  en  su  caminar 
de  los  problemas  y  de  los  trabajos  de  aquí  abajo.  Sabe  cuánto 
contribuyen  al  bien  del  alma  aquellos  medios  aptos  para  hacer 
más  humana  la  vida  de  los  hombres  que  han  de  salvarse;  sabe 
que  vivificando  el  orden  temporal  con  la  luz  de  Cristo  hace 
que  los  hombres  se  conozcan  a  sí  mismos,  los  conduce  a  des- 
cubrir en  sí  mismos  la  razón  de  su  propio  ser,  su  propia  dig- 
nidad, su  propio  fin.  De  aquí  la  presencia  viva  de  la  Iglesia, 
hoy,  en  los  organismos  internacionales,  de  hecho  y  de  derecho; 
y  de  aquí  la  elaboración  de  su  doctrina  social  en  relación  con 
la  familia,  la  escuela,  el  trabajo,  la  sociedad  civil  y  todos  los 
problemas  conexos,  que  ha  elevado  a  un  prestigio  altísimo  su 
magisterio,  como  la  voz  más  autorizada,  intérprete  y  mante- 
nedora del  orden  moral  y  vindicadora  de  los  derechos  y  de  los 


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deberes  de  todos  los  seres  humanos  y  de  todas  las  comunidades 
políticas. 

De  este  modo  la  influencia  bienhechora  de  las  delibera- 
ciones conciliares,  como  Nos  vivamente  esperamos,  habrá  de 
llegar  hasta  investir  de  luz  cristiana  y  penetrar  de  fervorosa 
energía  espiritual  no  sólo  la  intimidad  de  las  almas  sino  también 
el  acerbo  colectivo  de  las  actividades  humanas. 

CONVOCACION  DEL  CONCILIO 

El  primer  anuncio  del  Concilio  hecho  por  Nos  en  25  de 
enero  de  1959,  fue  como  la  pequeña  semilla  que  Nos  lanzamos 
con  ánimo  y  con  mano  trepidante. 

Socorridos  con  la  ayuda  celestial,  Nos  dispusimos  entonces 
al  complejo  y  delicado  trabajo  de  prepararlo. 

Han  transcurrido  ya  tres  años,  a  lo  largo  de  los  cuales 
hemos  visto  día  a  día  crecer  la  pequeña  semilla  y  convertirse, 
con  la  bendición  de  Dios,  en  un  gran  árbol. 

Al  contemplar  el  largo  y  fatigado  camino  recorrido  se  eleva 
de  nuestro  corazón  un  himno  de  gracias  al  Señor  por  habernos 
prodigado  sus  auxilios  de  forma  que  todo  sea  desenvuelto  del 
modo  conveniente  y  dentro  de  la  armonía  de  los  espíritus. 

Antes  de  determinar  los  temas  de  estudio  con  miras  al 
futuro  Concilio  quisimos  escuchar  el  prudente  e  ilustrado  parecer 
del  Colegio  Cardenalicio,  del  Episcopado  de  todo  el  mundo,  de 
los  Sagrados  Dicasterios  de  la  Curia  Romana,  de  los  superiores 
generales  de  las  Ordenes  y  de  las  Congregaciones  religiosas,  de 
las  Universidades  católicas  y  de  las  Facultades  eclesiásticas. 

En  el  período  de  un  año  se  realizó  este  ingente  trabajo  de 
consulta,  de  cuyo  examen  brotaron  con  claridad  los  puntos  que 
se  han  de  someter  a  un  profundo  estudio. 

Constituimos  entonces  los  diversos  organismos  preparato- 
rios, a  los  cuales  confiamos  la  ardua  tarea  de  elaborar  los  esque- 
mas doctrinales  y  disciplinares,  entre  los  cuales  escogeremos  aqué- 
llos que  Nos  proponemos  someter  a  la  asamblea  conciliar. 

Tenemos,  finalmente,  la  alegría  de  comunicar  que  este  in- 
tenso trabajo  de  estudio,  al  que  han  prestado  su  contribución 
preciosa  los  cordenales,  obispos,  prelados,  teólogos,  canonistas, 
expertos  de  todas  las  partes  del  mundo,  llega  hoy  a  su  término. 

Confiando,  pues,  en  la  ayuda  del  Divino  Redentor,  principio 
y  fin  de  todas  las  cosas,  de  su  augusta  Madre  y  de  San  José, 
a  quien  desde  el  comienzo  hemos  confiado  un  tan  gran  aconte- 
cimiento, Nos  parece  llegado  el  momento  de  convocar  el  Con- 
cilio Ecuménico  Vaticano  II. 


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Por  tanto,  tras  de  haber  oído  el  parecer  de  nuestros  herma- 
nos los  cardenales  de  la  Santa  Romana  Iglesia,  con  la  autoridad 
de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  de  los  Santos  Apóstoles  Pedro  y 
Pablo  y  con  la  nuestra,  publicamos;  anunciamos  y  convocamos 
para  el  próximo  año  1962  el  ecuménico  y  general  concilio  que 
se  celebrará  en  la  Basílica  Vaticana,  en  los  días  que  serán  seña- 
lados oportunamente  y  que  la  Divina  Providencia  querrá  depa- 
rarnos. 

Queremos,  en  consecuencia,  y  ordenamos  que  acudan  a  este 
Concilio  Ecuménico  por  Nos  publicado,  todos  nuestros  queridos 
hijos  cardenales,  los  venerables  hermanos  patriarcas,  primados, 
arzobispos  y  obispos,  tanto  residenciales  como  titulares,  y,  ade- 
más, todos  aquellos  que  tienen  el  derecho  y  el  deber  de  intervenir 
en  el  Concilio. 

INVITACION  A  LA  ORACION 

Y  ahora  pedimos  a  cada  uno  de  los  fieles  y  a  todo  el  pueble) 
cristiano  que  participe  con  sus  más  vivas  oraciones,  que  acom- 
pañe, vivifique  y  adorne  la  preparación  próxima  al  gran  acon- 
tecimiento. Que  esta  oración  se  inspire  en  una  fe  ardiente, 
perseverante;  que  vaya  acompañada  de  la  penitencia  cristiana 
que  la  hace  más  aceptable  a  Dios  y  más  eficaz ;  que  esté  avalorada 
por  un  esfuerzo  de  vida  cristiana  que  venga  a  ser  como  prenda 
anticipada  de  la  disposición  adoptada  por  cada  uno  de  los  fieles 
de  aplicar  las  enseñanzas  y  las  directrices  prácticas  que  emanen 
del  Concilio  mismo. 

Al  venerable  clero,  tanto  secular  como  regular  esparcido 
por  todo  el  mundo ;  a  todas  las  clases  de  fieles  dirigimos  nuestro 
llamamiento.  Pero  de  modo  especial  confiamos  su  éxito  a  las 
oraciones  de  los  niños,  puesto  que  sabemos  bien  cuán  poderosa 
es  ante  Dios  la  voz  de  la  inocencia  y  a  los  enfermos  y  a  los  que 
sufren  para  que  sus  dolores  y  su  vida  de  inmolación,  en  virtud 
de  la  cruz  de  Cristo,  se  transformen  y  asciendan  hechas  oración, 
redención,  fuente  de  vida  para  la  Iglesia. 

Invitamos  también  a  unirse  a  este  coro  de  plegarias  a  todos 
los  cristianos  de  las  Iglesias  separadas  de  Roma  para  que  el 
Concilio  se  produzca  también  en  su  provecho.  Nos  sabemos 
que  muchos  de  estos  hijos  están  ansiosos  de  un  retorno  de  unidad 
y  de  paz  según  las  enseñanzas  y  la  oración  de  Cristo  al  Padre. 
Y  sabemos  también  que  el  anuncio  del  Concilio  no  sólo  ha  sido 
acogido  por  ellos  con  alegría,  sino  que  no  pocos  han  prometido 
ya  ofrecer  sus  plegarias  por  su  feliz  resultado  y  esperan  mandar 
representantes  de  sus  comunidades  para  seguir  de  cerca  los  tra- 
bajos ;  todo  esto  es  para  Nos  motivo  de  gran  consuelo  y  esperanza 
y  precisamente  para  poder  facilitar  estos  contactos  hace  tiempo 
que  establecimos  un  secretariado  con  este  fin  determinado. 


—  86  — 


Repítase  así  en  la  familia  cristiana  el  espectáculo  de  los 
Apóstoles  reunidos  en  Jerusalén,  después  de  la  Ascensión  de 
Jesús  al  cielo,  cuando  la  Iglesia  naciente  se  encontró  toda  unida 
en  comunión  de  pensamiento  y  de  plegaria  con  Pedro  y  en  torno 
a  Pedro,  pastor  de  los  corderos  y  de  las  ovejas.  Y  dígnese  el 
Divino  Espíritu  escuchar  de  la  forma  más  consoladora  la  ple- 
garia que  todos  los  días  asciende  a  El  desde  todos  los  rincones 
de  la  tierra. 

"Renueva  en  nuestra  época  los  prodigios  como  de  un  nuevo 
Pentecostés;  y  concede  que  la  Iglesia  santa  reunida  en  unánime 
e  intensa  plegaria  en  torno  a  María  Madre  de  Jesús  y,  guiada 
por  Pedro,  difunda  el  reino  del  Divino  Salvador,  que  es  reino 
de  verdad,  de  justicia,  de  amor  y  de  paz.  Así  sea".  (De  la 
oración  por  el  Concilio  Ecuménico). 

Dado  en  Roma,  junto  a  San  Pedro,  el  25  de  diciembre,  fiesta 
de  la  Natividad  de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  de  1961,  cuarto  de 
nuestro  pontificado. 

Catholicae  Ecclesiae  Episcoyiis, 
Ego  Joannes. 


87  — 


MOTU  PROPRIO 
EN  QUE  SE  ESTABLECE  LA  FECHA  DE  COMIENZO 
DEL  CONCILIO  VATICANO  II 

El  día  25  de  diciembre  del  pasado  año  1961,  festividad  de 
la  Natividad  de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  llevando  a  cabo  una 
decisión  que  había  estado  largo  tiempo  madurando  en  nuestra 
alma,  y  al  mismo  tiempo  llenando  las  esperanzas  comunes  del 
mundo  católico,  hemos  convocado  la  celebración  del  II  Concilio 
Ecuménico  Vaticano  para  este  año  con  la  constitución  apostó- 
lica "Humanae  salutis". 

Actualmente,  tras  cuidadosa  consideración,  con  el  fin  de 
dar  a  los  participantes  en  el  Concilio  la  posibilidad  de  hacer 
anticipadamente  sus  preparativos,  hemos  llegado  a  la  decisión 
de  fijar  la  inauguración  del  II  Concilio  Ecuménico  Vaticano 
para  el  día  11  del  próximo  mes  de  octubre.  Hemos  escogido 
esta  fecha  especialmente  por  la  razón  de  que  está  relacionada 
con  el  recuerdo  del  gran  Concilio  de  Efeso,  que  fue  de  máxima 
importancia  para  la  historia  de  la  Iglesia. 

Al  acercarse  reunión  tan  solemne  no  podemos  dejar  de 
exhortar  de  nuevo  a  todos  nuestros  hijos  para  que  aumenten 
aún  más  sus  plegarias  al  Señor  impetrando  un  feliz  resultado 
de  este  acontecimiento,  en  lo  cual  Nos  estamos  unidos  con 
nuestros  venerables  hermanos  y  amados  hijos  directamente 
relacionados  con  la  labor  preparatoria  del  Concilio  Ecuménico, 
y  en  unión  de  la  totalidad  del  clero  y  del  pueblo  católicos,  que 
ardientemente  lo  esperan. 

Los  frutos  que  ardientemente  deseamos  de  esta  celebración 
son,  sobre  todo,  éstos :  Que  la  Iglesia,  esposa  de  Cristo,  pueda 
vigorizar  aun  más  sus  divinas  energías  y  extender  su  benéfica 
influencia  sobre  las  almas  de  los  hombres  en  la  máxima  ex- 
tensión. 

En  este  sentido  hay  también  base  para  confiar  en  que  los 
pueblos,  volviendo  sus  ojos  con  más  confianza  hacia  Cristo, 
alumbrando  ?u  luz  a  las  naciones  — y  especialmente  a  aquellas 
que,  con  mucho  dolor,  hemos  visto  sufrir  a  causa  de  desastres, 
conflictos  luctuosos  y  discordias — ,  puedan  finalmente  lograr 
la  verdadera  paz  con  respeto  para  sus  mutuos  derechos  y  deberes. 

Por  tanto,  tras  madura  consideración  "motu  proprio"  (por 
nuestra  propia  iniciativa),  y  en  virtud  de  nuestra  autoridad 
apostólica,  establecemos  y  decretamos  que  el  II  Concilio  Ecu- 
ménico Vaticano  comience  el  día  11  de  octubre  del  corriente 
año. 

Dado  en  Roma,  junto  a  San  Pedro,  el  día  2  de  febrero,  en 
la  fiesta  de  la  Purificación  de  la  Bienaventurada  Virgen  María, 
año  1962,  cuarto  de  nuestro  pontificado. 

Juan  PP.  XXIII. 


—  91  — 


HOMILIA  DE  SU  SANTIDAD  EN  LA  SOLEMNIDAD 
DE  PENTECOSTES 


(Texto  italiano  en  "L'Osservatore  Romano"  del  11-12 
de  junio  de  1962) 


Recibiréis  la  virtud  del  Espíritu  Santo,  que  descenderá 
sobre  vosotros,  y  seréis  mis  testigos  en  Jerusalén,  en  toda  la 
Judea,  en  Samaría  y  hasta  los  extremos  de  la  tierra  (Act.  1,  8) . 

Venerables  hermanos  y  queridos  hijos:  El  último  encuen- 
tro de  Jesús  Resucitado  con  sus  Apóstoles  y  discípulos  fue 
verdaderamente  un  festín  de  gracias  y  de  alegría.  Las  expre- 
siones de  San  Lucas  "convescens",  "loquens  de  regno  Dei" 
compendian  toda  su  belleza  y  encanto. 

Mandato  dado  a  sus  íntimos  de  no  abandonar  la  ciudad  sino 
de  permanecer  en  Sión,  para  esperar  al  Espíritu  Santo  que  el 
Padre  enviaría:  "quem  mittet  Pater  in  nomine  meo"  (lo.  14,  26)  ; 
seguridad  del  testimonio  que  ellos  darían  después  al  Rabí, 
divino  vencedor  de  la  muerte  y  dueño  del  futuro.  "Eritis 
mihi  testes  in  ultimum  terrae"  (Act.  1,  8). 

¡Oh,  qué  palabras  las  que  dirigió  Jesús  a  los  primeros 
confidentes  de  sus  pensamientos  y  de  su  corazón  y  qué  frag- 
mento luminoso  y  lleno  de  colorido  sobre  el  futuro  de  su  Iglesia : 
"eritis  mihi  testes",  en  tono  profético  y  solemne,  como  una 
investidura  para  continuar  el  apostolado  confiado  a  los  suyos 
por  el  advenimiento  de  su  reino  de  redención  y  salvación  entre 
todos  los  pueblos  y  en  el  transcurso  de  todos  los  siglos ! 

El  Reino  de  Cristo  y  la  historia  de  la  Iglesia. 

De  hecho,  el  reino  de  Cristo  Jesús,  Hijo  de  Dios,  Verbo 
Encarnado,  Señor  del  Universo,  comenzó  desde  allí,  desde  allí 
la  historia  de  la  Iglesia  Católica  y  Apostólica,  una  y  santa,  se 
puso  en  camino  para  dar  ese  testimonio.  Han  transcurrido 
veinte  siglos.  Graves  y  peligrosas  vicisitudes  provenientes^  de 
la  debilidad  humana  amenazaron  con  frecuencia  aquí  y  allá  la 
firmeza  de  esta  admirable  institución :  dificultades  an  su  camino, 
pruebas  e  incertidumbres  por  el  abandono  de  algunos,  pare- 
cieron poner  en  grave  riesgo  a  veces  el  carácter  de  su  unidad, 
pero  la  sucesión  apostólica  jamás  ha  sido  rota:  la  túnica  de 
Cristo  permaneció  inconsútil  aunque  no  faltasen  en  tiempos 
difíciles  angustias  de  alguna  desgarradura  peligrosa. 

Es  que  la  palabra  de  Jesús  sigue  siendo  vivificante  en  su 
Iglesia.    El  prodigio  se  renueva  siempre  con  mayor  difusión  de 


—  92  — 


gracia  sobre  cada  uno  de  los  fieles,  a  veces  en  forma  misteriosa 
y  grandiosa  sobre  todo  el  cuerpo  social. 

Queridos  hijos:  Todavía  la  palabra  tranquilizadora  de  este 
"eritis  mihi  testes"  que  une  con  divino  acento  los  acordes  a 
toda  la  sustancia  viva  de  los  dos  Testamentos:  la  misteriosa 
sucesión  del  pasado,  del  presente,  del  porvenir,  Jesús,  el  Rabí 
divino  está  en  medio  y  reúne  en  su  persona,  en  sus  enseñanzas, 
en  su  sangre,  la  gloria  de  su  realeza. 

"Eritis  mihi  testes".  Testimonio  doble:  testimonio  de  Je- 
sús ante  sus  más  íntimos,  siempre  "Dominus  et  Magister"  en 
la  evidencia  de  la  sublime  doctrina,  en  la  sucesión  de  los  milagros 
hechos,  en  el  Sacrificio  cruento,  en  la  Resurrección  victoriosa, 
en  la  profusión  incesante  de  gracia  y  de  amor  para  el  hombre 
perdonado,  para  toda  la  humanidad  redimida  y  elevada  de  nuevo 
a  la  sublimidad  de  una  familia  divina :  "de  Virgine  natus,  nobis 
id  est  mundo  largitus  suam  deitatem". 

Doble  testimonio  de  elevación  y  salvación. 

El  otro  testimonio  es  el  testimonio  de  los  discípulos  de 
Jesús  y  de  sus  sucesores,  dado  al  Divino  Maestro  a  lo  largo 
de  los  siglos  a  la  continuación  de  su  obra  redentora  desde 
Jerusalén  hasta  los  más  apartados  confines  del  mundo. 

Sí,  "eritis  mihi  testes"  es  siempre  la  palabra,  la  nota 
sublime  que  une  de  nuevo  los  acordes  del  Antiguo  con  todo  el 
Nuevo  Testamento.  A  ella  responden  como  un  eco,  cual  poema 
divino  y  humano,  apóstoles  y  evangelistas,  pontífices  y  mártires, 
padres  y  doctores  de  la  Iglesia,  héroes  y  sagradas  vírgenes, 
juventudes  y  experiencias  antiguas  y  modernas,  hijos  de  toda 
raza  y  color,  de  toda  procedencia  ética  y  social,  todos  aclamando 
a  Cristo  que  había  anunciado  por  "os  suum  proriissionmi  Pitras", 
fecundadora  por  el  Espíritu  de  toda  gracia  de  apostolado  a  su 
Iglesia  "usque  ad  consummationem  saeculi". 

Este  primer  Pentecostés  cuyo  recuerdo  celebramos  hoy,  he 
aquí  que  sigue  derramando  todavía,  después  de  veinte  siglos, 
su  luz  sobre  nuestras  cabezas;  encendiendo  en  nuestros  cora- 
zones la  misma  liama  con  que  .°e  alegraron  los  primeros  dis- 
cípulos del  Señor  al  solo  anuncio  del  Espíritu  Santo  que  el 
Padre  enviaría,  respondiendo  a  las  invocaciones  que  se  elevaban 
del  Cenáculo  unidas  a  las  de  María,  madre  de  Jesús. 

Ciertamente,  venerables  hermanos  y  queridos  hijos,  el  "eritis 
mihi  testes"  va  a  hallar  una  nueva  y  más  solemne  aplicación  de 
la  promesa  de  Jesús  a  sus  discípulos;  después  de  dos  mil  años 
todavía  vivos,  más  numerosos  que  nunca,  todavía  palpitantes 
de  afecto  y  entusiasmo  apostólico  en  derredor  suyo. 

—  93  — 


La  reunión  litúrgica  de  hoy  — al  contemplarla  se  recrea 
la  vista  y  exulta  el  corazón —  compuesta  de  ancianos  venerables 
y  jóvenes  dispuestos  para  el  ejercicio  y  las  tareas  del  minis- 
terio sucerdotal,  representa  a  todo  el  mundo.  Pero  ¿no  llega 
a  ser  la  representación,  el  primer  atisbo  del  espectáculo  que  la 
gracia  del  Señor  quiere  reunir  en  esta  colina  del  Vaticano  el 
11  de  octubre  para  suscitar  con  ello  un  nuevo  ímpetu  por  la 
santificación  de  la  Jerarquía,  del  clero  y  del  pueblo,  para  ilu- 
minar a  las  gentes,  para  aliento  vivificador  de  toda  la  actividad 
humana? 

El  Redentor,  luz  de  todas  las  gentes. 

Pronto  el  mundo  podrá  ver  con  sus  ojos  lo  que  es  el  Con- 
cilio; qué  maravillas  sabe  ofrecer  la  Santa  Iglesia  católica  en 
la  luz  de  su  divino  Fundador  Jesús,  cómo  la  quiso,  la  hizo  y 
a  lo  largo  de  los  siglos  sigue  vivificándola  entregada  a  la  sal- 
vación de  todas  las  almas  y  de  todas  las  gentes;  irradiante 
esplendor  de  celestial  doctrina  y  tesoros  de  gracia  y  a  través 
del  sacrificio,  camino  de  paz  aquí  abajo  y  de  gloria  impere- 
cedera por  los  siglos  sempiternos. 

Dejad,  queridos  hijos,  que  sobre  estas  relaciones  de  la 
Santa  Iglesia  con  Cristo,  que  la  sostiene  como  la  ha  fundado, 
sigamos  haciendo  alguna  indicación  que  sirva  de  común  edifi- 
cación y  al  mismo  tiempo  de  preparación  individual  y  colectiva 
al  gran  acontecimiento  cuya  espera  es  tan  alegre  y  deseada. 

El  Concilio  Vaticano  Segundo  quiere  lograr  en  forma  es- 
pontánea y  de  aplicación  amplísima  expresar  lo  que  Cristo 
representa  todavía  y  hoy  más  que  nunca  como  luz  y  sabiduría, 
como  dirección  y  estímulo,  como  consuelo  y  mérito  de  sufri- 
miento humano  en  la  vida  presente  y  garantía  de  la  futura. 

El  testimonio  de  la  Iglesia  universal  quiere  dirigirse  a  Jesús 
como  al  "Dominus  et  Magister"  de  todos  y  de  cada  uno,  al 
"Pastor  Bonus"  siempre  procurando  a  su  grey  alimento  de  gracia, 
pan  espiritual  para  preservarle  de  los  peligros  y,  finalmente, 
al  "Sacerdos  et  Hostia"  para  memoria  y  continuación  de  su 
sacrificio  por  la  humanidad  y  los  sufrimientos  de  la  vida,  graves 
en  todo  tiempo,  pero  más  graves  cuando  hay  que  reconocer 
causas  o  consecuencias  de  opresión  de  la  persona  humana  y  de 
sus  fundamentales  e  inalienables  libertades. 

En  esta  luz  de  doctrina,  de  seguridad  y  mérito,  la  perfecta 
fidelidad  del  cristiano  se  siente  estimulada  a  la  profesión  de 
fe  sincera  y  de  correspondencia  absoluta  entre  pensamiento  y 
acción  y  toca  el  corazón  del  que  anhela  una  conducta  digna 
de  vida  para  defensa  de  comunes  ideales  y  logro  de  legítimas 
aspiraciones. 


—  94  — 


Esta  triple  irradiación  de  luz  celestial  que  Jesucristo,  maes- 
tro, pastor,  sacerdote,  reverbera  sobre  el  rostro  de  su  Iglesia 
tiene  una  significación  que  no  escapa  a  nadie,  y  más  aún  puede 
invitar  a  todos  a  situarse  en  la  exacta  perspectiva  para  com- 
prender, conforme  a  la  más  acreditada  jerarquía  de  valores,  lo 
que  vale  la  vida  para  el  hombre,  incluso  simplemente  hombre, 
lo  que  vale  más  para  el  cristiano  perfecto. 

Confiada  espera  de  la  humanidad. 

Con  sentimiento  de  confiada  espera  asistimos  hoy  a  nuevos 
fenómenos.  Es  cierto  que,  después  de  desaparecidas  las  dis- 
tancias, abiertos  los  caminos  a  la  conquista  del  espacio,  inten- 
sificada la  investigación  científica  y  exaltada  la  producción 
técnica,  ahora  descubrimos  en  el  hombre  un  estado  de  ánimo 
realmente  sorprendente. 

Nos  parece  poder  decir  que  el  hombre  de  estudio  y  de 
acción  de  este  atormentado  siglo,  atormentado  por  dos  guerras 
mundiales  y  por  otros  innumerables  conflictos  de  índole  diversa, 
ya  no  es  tan  orgulloso  de  sí  mismo  y  de  sus  conquistas ;  no  está 
tan  seguro  como  en  los  siglos  diecioho  y  diecinueve  de  poder 
alcanzar  la  felicidad  en  la  tierra  y  mucho  menos  de  lograr 
por  sí  solo  con  su  talento  y  energías,  aplacar  las  angustias,  des- 
echar los  temores,  superar  las  debilidades  que  siempre  amena- 
zan con  vencerlo. 

Hablemos  más  claramente.  Después  de  todas  las  manifes- 
taciones de  la  literatura  contemporánea  surge  un  gemido  y  los 
poderosos  de  la  tierra  reconocen  no  poder  levantar  al  hombre, 
no  poderlo  llevar  a  ese  reino  de  felicidad  y  de  prosperidad  que 
siempre  es  su  aspiración  ardiente. 

Jamás  la  Iglesia  Católica  ha  dicho  a  la  humanidad  que 
quiere  librarla  de  la  dura  ley  del  dolor  y  de  la  muerte.  Y  no 
ha  intentado  engañarla  ni  la  ha  facilitado  el  lastimoso  remedio 
de  la  ilusión.  Al  contrario,  ha  continuado  afirmando  que  la 
vida  es  peregrinación  y  ha  enseñado  a  sus  hijos  a  unirse  al 
canto  de  esperanza  que  resuena  todavía  en  el  mundo. 

Ahora  que  el  hombre,  como  aterrado  por  los  progresos 
científicos  alcanzados,  consciente  en  definitiva  que  ninguna  con- 
quista le  podrá  proporcionar  la  felicidad,  ahora  que  se  suceden, 
alternándose  y  eliminándose,  todos  los  que  prometían  inútil- 
mente eterna  juventud  y  fácil  prosperidad,  es  providencial  y 
muy  natural  que  la  Iglesia  levante  su  voz  solemne  v  persuasiva 
y  ofrezca  a  todos  los  hombres  el  consuelo  de  la  doctrina  y  de 
esa  cristiana  convivencia  que  prepara  los  esplendores  de  la  ale- 
gría eterna  para  la  cual  ha  sido  formado  el  hombre. 

En  ningún  modo  intimidada  por  las  dificultades  que  en- 
cuentran sus  hijos  y  que  se  deslizan  en  el  servicio  que  quiere 


—  95  — 


prestar  a  la  verdad,  a  la  justicia  y  al  amor,  siempre  fiel  a  las 
consignas  de  su  Divino  Fundador,  la  Iglesia  Santa  quiere  hablar 
todavía  de  El,  por  consiguiente,  a  la  humanidad;  de  Cristo 

Jesús,  Maestro,  Pastor.  Víctima  y  sacrificio  de  expiación  y 
redención. 

"Dominus  et  Mayister" . 

No  todos  los  puntos,  numéricamente,  de  la  doctrina  cató- 
lica serán  explicados  de  nuevo  en  el  próximo  Concilio,  sino 
con  especial  cuidado  los  referentes  a  las  verdades  fundamen- 
tales puestas  en  tela  de  juicio  o  en  oposición  con  las  contra- 
dicciones del  pensamiento  moderno  como  derivación  de  los  errores 
de  siempre,  pero  penetrados  de  diferente  manera.  El  hombre 
que  desentraña  las  profundidades  de  la  ciencia  y  busca  el  punto 
de  contacto  entre  el  cielo  y  la  tierra,  sabe  que  ninguna  cuestión 
permanece  insoluble  por  la  doctrina  apostólica,  que  ninguna 
solución  se  ofrece  con  entendimiento  polémico  o  con  facilidad 
presutuosa.  La  verdad  resplandece  desde  arriba,  pero  alcanzar 
la  cima  no  supone  esfuerzo  para  nadie  cuando  está  animado 
de  voluntad  decidida  y  libre  de  vínculos  opresores. 

La  Iglesia,  continuando  en  dar  testimonio  de  Jesucristo, 
nada  quiere  quitar  al  hombre,  no  le  niega  la  posesión  de  sus 
conquistas  y  el  mérito  de  los  esfuerzos  realizados,  pero  quiere 
ayudarle  a  encontrarse,  a  reconocerse,  a  alcanzar  aquella  ple- 
nitud de  conocimientos  y  de  convicciones  que  ha  sido  en  todo 
tiempo  anhelo  de  los  hombres  sabios,  incluso  al  margen  de  la 
divina  revelación. 

En  este  inmenso  espacio  de  actividad  que  se  abre  ante  él, 
la  Iglesia  abraza  con  solicitud  maternal  a  todo  hombre  y  quiere 
persuardirle  a  que  acepte  el  divino  mensaje  cristiano  que  da 
orientación  segura  a  la  vida  individual  y  social. 

Veinte  Concilios  ecuménicos,  innumerables  concilios  nacio- 
nales y  provinciales  y  sínodos  diocesanos  han  aportado  una 
valiosa  contribución  al  conocimiento  de  una  o  más  verdades  de 
índole  teológica  o  moral. 

El  Concilio  Vaticano  Segundo  se  presenta  a  la  catolicidad, 
a  la  humanidad  en  la  firmeza  del  credo  apostólico  proclamado 
por  inmensa  asamblea  y  con  la  experiencia  de  una  ilustración 
doctrinal,  además  de  universal,  en  una  visión  de  conjunto  que 
responde  mejor  al  alma  del  tiempo  moderno,  y  será  éste  un 
acertado  testimonio  de  la  enseñanza  de  Cristo  evocado  por  la 
Iglesia  a  la  tradición  singular,  especialmente  del  Vaticano  Pri- 
mero, del  Tridentino,  del  Lateranense  Cuarto,  gloria  preclara 
del  papa  Inocencio  III  (1215),  a  la  tradición  de  torios  los  con- 
cilios que  señalaron  triunfo  de  verdad  penetrada  y  hecha  penetrar 
con  ardor  en  el  cuerpo  social. 


—  96  — 


'Christtis  Pastor". 


Os  podemos  asegurar,  queridos  hijos,  que  este  nuestro 
Concilio  Vaticano  Segundo  pretende  y  quiere  ser  sobre  todo 
gran  testimonio  y  búsqueda  de  los  rasgos  característicos  del 
Buen  Pastor. 

A  la  inmensa  grey  cristiana  y  católica  nunca  faltó  el  sos- 
tenimiento que  ya  el  Divino  Redentor  proporcionaba  a  las  mu- 
chedumbres: oración  y  liturgia,  doctrina  evangélica,  sacramen- 
tos y  manifestaciones  múltiples  de  actividad  pastoral. 

La  llamada  a  la  vida  cristiana  y  por  ella  a  la  vida  divina 
que  es  penetración  de  gracia,  está  dirigida  a  todos. 

Cristo  por  el  servicio  del  Apóstol  Pedro  y  de  sus  Sucesores 
y  colaboradores,  obispos  y  clero,  está  siempre  elevándolos  a  la 
dignidad  de  hijos  adoptivos  de  Dios.  Las  fuentes  abiertas  por 
El  son  inagotables ;  los  modos  de  comunicación  con  cada  una 
de  las  almas,  algunas  veces  inescrutables. 

El  que  desea  orientar  las  aspiraciones  de  su  entendimiento, 
sabe  que  puede  descansar  en  la  contemplación  de  las  verdades 
eternas ;  el  que  tiene  necesidad  de  expresar  los  sentimientos  del 
alma  se  sumerge  en  oración  y  el  canto;  el  que  tiene  verdadera- 
mente hambre  y  sed  de  justicia  se  dirige  con  confianza  serena 
a  los  sacramentos  que  son  signos  sensibles  productivos  de  la 
gracia.  Para  ellos  todo  está  santificado:  el  hombre  desde  el 
comienzo  al  fin  de  la  peregrinación  terrena  y  en  todas  las  mani- 
festaciones individuales  y  colectivas. 

La  Iglesia  sigue  los  pasos  del  Buen  Pastor  en  su  místico 
peregrinar  de  pueblo  en  pueblo  y  de  casa  en  casa. 

Ella  sale  del  recinto  cerrado  de  sus  cenáculos  y  a  imitación 
y  testimonio  de  su  divino  Fundador  recorre  todos  los  caminos 
del  mundo,  ni  sabe  contener  el  fervor  del  Pentecostés  continuado 
que  la  invade  y  la  lleva  a  conducir  a  su  grey  a  los  pastos  exu- 
berantes de  vita  eterna. 

Esta  es  la  tarea  de  la  Iglesia  católica  y  apostólica:  reunir 
a  los  hombres  que  los  egoísmos  y  estrecheces  podrían  mantener 
dispersos :  enseñarles  a  orar,  llevarlos  a  la  contrición  de  los 
pecados  y  al  perdón,  alimentarlos  con  el  Pan  eucarístico,  reforzar 
la  unión  recíproca  con  el  vínculo  de  la  caridad. 

La  Iglesia  no  pretende  asistir  todos  los  días  a  la  milagrosa 
transformación  operada  en  los  apóstoles  y  discípulos  del  primer 
Pentecostés,  no  lo  pretende  pero  tarabaja  por  ello  y  pide  cons- 
tantemente a  Dios  que  se  renueve  el  prodigio. 

No  se  maravilla  de  que  los  hombres  no  comprendan  en 
seguida,  su  lenguaje;  que  se  sientan  tentados  a  reducir  al  pequeño 


—  97  — 


esquema  de  su  vida  y  de  sus  intereses  personales  el  código 
perfecto  de  la  salvación  individual  y  del  progreso  social  y  que 
a  veces  aminoran  el  paso;  sigue  exhortando,  suplicando,  esti- 
mulando. 

La  Iglesia  enseña  que  no  puede  haber  discontinuidad  ni 
ruptura  entre  la  práctica  religiosa  individual  y  las  manifesta- 
ciones de  la  vida  social. 

Depositaría  como  es  de  la  verdad,  quiere  penetrarlo  todo 
y  obtener  la  gracia  de  santificarlo  todo  en  el  ámbito  doméstico, 
cívico,  internacional. 

Uno  de  los  motivos  de  gran  consuelo  del  humilde  sucesor 
de  San  Pedro  en  estos  meses  de  preparación  al  Concilio,  es  la 
comprobación  de  la  jubilosísima  acogida  que  por  doquier  en 
el  mundo  sigue  haciendo  honor  a  la  encíclica  "Mater  et  Ma- 
gistra". 

Esta  puede  considerarse  como  una  síntesis  inapreciable 
y  valiosa  de  doctrina  moral  pastoral  y  una  excelente  introduc- 
ción a  aquellas  orientaciones  dirigidas  a  las  conciencias  cris- 
tianas en  materia  de  economía  informada  en  los  principios  de 
justicia  y  de  caridad  humana  y  evangélica. 

La  Santa  Iglesia  justamente  pide  a  sus  hijos  que  no  rehu- 
yan el  grave  compromiso  de  cooperar  en  la  instauración  de  tal 
convivencia  de  fraternidad  de  la  cual  el  Salvador  Divino,  el 
"Bonus  Pastor  animarum"  ha  dado  enseñanzas  y  ejemplos  de 
incomparable  significación. 

"Christús  Sacerdos  et  Hostia". 

Queridos  hijos :  Nuestra  conversación  religiosa  nos  ha  per- 
mitido mirar  adelante,  desde  los  fulgores  de  Pentecostés,  hacia 
los  surcos  de  la  Reunión  Conciliar  del  próximo  octubre. 

El  espíritu  alegre  de  sentirnos  unidos  a  Cristo  en  evocación 
de  excelente  y  fecundo  apostolado,  al  cual  responde,  como  al  paso 
de  Jesús  por  los  caminos  de  Jerusalén,  la  muchedumbre  que 
aplaude  sus  enseñanzas  y  sus  milagros,  tiene,  sin  embrago,  que 
someterse  a  sentimientos  de  tristeza  por  otros  espectáculos  de 
los  que  la  vista  no  logra  apartarse  y  el  corazón  se  conmueve. 

Pensamos  en  los  nombres  topográficos  de  las  palabras  de 
Jesús  relativos  a  las  condiciones  actuales:  Jerusalén,  Judea, 
Samaría  y  "usque  ad  ultimum  terrae". 

Palestina,  donde  resonó  su  voz,  apenas  conserva  las  huellas 
de  su  paso.  Sus  enseñanzas  se  han  quitado  de  allí  y  todavía 
el  Libro  de  ambos  Testamentos  hace  resonar  en  el  mundo  el 
nombre  de  países  que  no  pertenecieron  a  Cristo  jamás  o  no 
pertenecen  ya.    Jerusalén,  la  ciudad  santa  de  las  divinas  pro- 


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mesas  y  las  regiones  que  la  rodean  y  los  territorios  limítrofes 
son  en  gran  parte  ajenos  a  una  misión  sagrada  que  les  fue 
anunciado  primero. 

El  gran  misterio  que  desgarra  nuestra  alma  está  incluido, 
pues,  en  la  historia  de  los  pueblos  que  acogieron  y  luego  repu- 
diaron a  Cristo  y  de  otros  que  le  negaron  obstinadamente  y  de 
algunos  en  los  cuales  por  ley  del  Estado  nunca  abrogada,  ni 
siquiera  ahora  que  en  las  asambleas  internacionales  se  pro- 
clama el  respeto  de  todas  las  libertades,  se  niega  a  Cristo  y  a 
su  doctrina  el  derecho  de  ciudadanía. 

Y  qué  decir  de  aquellas  naciones  en  las  que  el  apostolado 
se  ha  reducido  o  se  está  reduciendo  a  lamentable  recuerdo  y  los 
espíritus  abatidos  no  se  atreven  a  prever  en  breve  plazo  el  éxito 
de  un  renovado  movimiento  de  acción  pastoral  para  luz  de  cada 
alma  y  para  dirección  de  las  familias  y  de  los  pueblos 

Esto  aclara  el  significado  de  otra  verdad  que  los  discípulos 
de  Cristo  no  quieren  olvidar:  para  el  cristiano  la  verdadera 
alegría,  incluso  cuando  va  acompañada  de  prudentes  propósitos, 
fácilmente  encuentra  tristezas  y  contradicciones. 

Está  escrito  en  el  Libro  Sagrado  que  Jesús  al  contemplar 
a  Jerusalén  desde  lo  alto  sintió  deshacerse  el  corazón  y  los  ojos 
en  llanto. 

¡  Cuántas  ciudades  y  naciones  al  contemplarlas  en  las  pági- 
nas de  su  historia  y  a  la  luz  de  las  maravillas  de  su  pasado, 
maravillas  de  santidad  y  de  heroísmo,  de  piedad  religiosa  y  de 
triunfo  de  caridad,  que  las  hicieron  célebres,  evocan  un  eco  de 
tristeza:  el  "tenebrae  factae  sunt.  .  .  Velum  templi  scissum 
est!"  (Luc.  23,  44,  45),  de  la  muerte  de  Cristo. 

Vosotros  comprendéis,  venerables  hermanos  y  queridos  hijos, 
la  significación  de  dolorosa  actualidad  que  guardan  estas  graves 
palabras.  Y  sobre  todo  esto,  como  testimonio  perfecto  de  los 
ejemplos  de  Cristo,  la  Iglesia  católica  muestra  la  ley  del  perdón 
aplicada  en  expresión  de  expiación,  de  misericordia  y  de  es- 
peranza. 

La  visión  del  cenáculo  con  María  y  los  Apóstoles. 

Hoy  se  renueva  la  visión  del  Cenáculo  donde  María  oraba 
y  esperaba  el  Espíritu  Santo  junto  con  los  Apóstoles  y  Discí- 
pulos. Este  conmovedor  recuerdo  del  Libro  Sagrado  que  nos 
lleva  a  buscar  en  todo  el  mundo  y  especialmente  en  el  Oriente 
cristiano  los  templos  levantados  en  honor  y  nombre  de  la  Madre 
de  Dios.  Estén  abiertos  o  cerrados  al  culto  esos  templos  encie- 
rran en  las  piedras  la  súplica  de  los  siglos,  la  angustiosa  oración 
de  nuestros  días  para  alcanzar  de  Dios  que  los  hombres  sigan 
o  aprendan  de  nuevo  a  levantar  los  ojos  al  cielo  y  a  esperar  de 


—  99  — 


allí  la  bendición  y  la  consagración  para  el  trabajo  y  el  progreso 
que  aquí  abajo  en  el  surco  sigue  abierto  en  los  corazones  de  la 
gran  tradición  antigua. 

Reflexionad,  queridos  hijos,  Cristo,  Verbo  de  Dios  hecho 
hombre,  palabra  de  verdad  y  de  amor  ha  anunciado  al  mundo. 
Y  este  Cristo  bendito  que  ha  derramado  su  caridad  y  dispen- 
sado los  dones  de  la  gracia  celestial,  este  Cristo  se  ve  reducido 
al  silencio  por  la  negativa  y  los  pecados  de  los  hombres  y  de  las 
naciones. 

Este  silencio  que  recuerda  el  más  sublime  momento  del 
rito  litúrgico  eucarístico  a  veces  es  oración  desgarradora,  otras 
disciplina  de  prudencia. 

El  tercer  testimonio  de  Cristo  que  tenemos  que  lleva r  "us- 
que  ad  ultimum  terrae",  acompaña  a  este  dolor  que  el  entre- 
mezclarse de  múltiples  causas  con  frecuencia  ajenas  y  pospues- 
tas unas  a  otras  hace  profundo  e  indecible. 

No  es  necesario  más  explicaciones.  Estamos,  pues,  llama- 
dos a  dar  testimonio  de  Cristo  que  en  el  Sacrificio  eucarístico 
renueva  la  inmolación  del  Calvario. 

En  la  celebración  y  el  éxito  del  Concilio  quiere  afirmarse 
también  la  devoción  a  la  Cruz,  al  sacrificio  cruento  y  místico. 
Así  se  sitúa  en  su  lugar  exacto  nuestro  testimonio  al  Divino 
Maestro. 

Llegados  a  este  punto  sólo  nos  queda,  venerables  hermanos, 
acoger  con  vosotros  la  santa  poesía  de  Pentecostés,  las  vibra- 
ciones de  los  corazones  hacia  el  próximo  Concilio  y  la  evocación 
de]  triple  testimonio  que  tenemos  que  dar  de  Jesucristo. 

Estos  mismos  sentimientos  nos  complacemos  en  comuni- 
carlos especialmente  a  vosotros,  jóvenes  candidatos  al  sacerdo- 
cio o  recién  ordenados,  cuyo  corazón  reposa  exultante  en  la 
palabra  de  El,  que  os  llama  a  participar  en  su  apostolado  y 
sacrificio. 

Representantes  como  sois  de  todas  las  gentes  ¡oh,  cómo 
resplandece  vuestra  hermosa  juventud  ofrecida  a  El  en  holo- 
causto, Verbo  de  Dios,  Rey  glorioso  e  inmortal  de  los  siglos  y 
de  los  pueblos!  También  a  vosotros,  pues,  también  a  vosotros 
se  dirige  la  palabra  del  Señor,  "eritis  mini  testes". 

¡  Sed  benditos,  que  seáis  bien  acogidos  por  vuestros  herma- 
nos y  podáis  mostrar  al  mundo  con  vuestra  estola  inmaculada 
el  título  más  alto  y  expresivo  de  vuestra  consagración  en  esta 
vida  y  en  la  otra  para  salvación  de  todos! 

Nuestra  invocación  al  Espíritu  Santo  quiere  asociarse  ahora 
a  la  oración  de  nuestra  celestial  Madre  María  que  asistió  a  las 
alegrías  de  la  infancia  de  Jesús  y  a  los  dolores  de  su  sacrificio. 
De  aquí  la  súplica  adquiere  valor  y  adopta  un  tono  de  entusiasmo. 


100  — 


¡Oh  Santo  Espíritu  Paráclito,  perfecciona  en  nosotros  la 
obra  comenzada  por  Jesús,  haz  fuerte  y  continua  la  oración 
que  elevamos  en  nombre  de  todo  el  mundo:  acelera  para  cada 
uno  de  nosotros  el  tiempo  de  una  profunda  vida  interior;  da 
impulso  a  nuestro  apostolado  que  quiere  llegar  a  todos  los 
hombres  y  a  todos  los  pueblos,  redimidos  con  la  Sangre  de 
Cristo  y  todos  herencia  suya.  Mortifica  en  nosotros  la  pre- 
sunción natural  y  elévanos  a  las  regiones  de  la  santa  humildad, 
'l<l  verdadero  temor  de  Dios,  del  generoso  ánimo.  Que  ningún 
lazo  terreno  nos  impida  hacer  honor  a  nuestra  vocación;  ningún 
interés,  por  negligencia  nuestra,  debilite  las  exigencias  de  la 
justicia;  que  ningún  cálculo  estreche  los  espacios  inmensos  de 
la  caridad  dentro  de  las  estrecheces  de  los  pequeños  egoísmos. 
Qut  todo  sea  grande  en  nosotros:  la  búsqueda  y  el  culto  de  la 
verdad,  la  prontitud  para  el  sacrificio  hasta  la  cruz  y  la  muerte, 
y  que  todo,  finalmente,  responda  a  la  última  oración  del  Hijo 
al  Padre  Celestial  y  a  aquella  efusión  que  de  Ti,  oh  Santo 
Espíritu  del  amor,  el  Padre  y  el  Hijo  desearon  sobre  la  Iglesia 
y  sobre  las  instituciones,  sobre  cada  una  de  las  almas  y  de  los 
pueblos.    Amén.  amén,  alleiuia,  aUeluia! 


n  l)K  LA  R.  —  He  aquí  la  traducción  de  las  palabras  y  frases  latinas  empicadas 
iN»r  s.  s.  en  el  curso  de  esta  Homilía.  Traducimos  para  el  público,  siguiendo  el  orden 
Hueeslvo  de  las  palabras  latinas  no  repetidas : 

(]  comiendo.  '2'  hablando  del  reino  de  Dios  (3)  a  quien  el  Padre  enviará  en 
mi  nombre.  <4>  Seréis  testigos  míos  hasta  el  último  rincón  de  la  tierra.  lói  Seréis 
mis  testigos.  Hi>  Señor  y  Maestro.  (7i  naeido  de  la  Virgen,  a  nosotros,  o  s.'a.  al  mundo 
regaló  su  propia  divinidad.  ií<>  por  su  boca  la  promesa  del  Padre.  i9>  hasta  la  con- 
sumación de  los  siglos.  cid'  El  buen  Pastor.  (11)  Sacerdote  y  Hostia.  (12)  Cristo 
Pastor  (13)  Madre  y  Maestra.  <  1 4  •  El  buen  Pastor  de  las  almas.  (15)  Cristo.  Sa- 
cerdote   y   Hostia       ilii'   Se  hicieron   las   tinieblas  .  .    El   velo  del    templo  se  ha  rasgado 


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ALOCUCION  PONTIFICIA  EN  LA  CLAUSURA  DE  LA 
SEPTIMA  SESION  DE  LA  COMISION  CENTRAL  PRE- 
PARATORIA DEL  CONCILIO  ECUMENICO  VATICANO  II 


Miércoles  20  de  junio  de  1962 


Señores  Cardenales.  Venerables  Hermanos  y  dilectos  Hijos: 

Con  este  séptimo  encuentro  de  los  componentes  de  la  Comi- 
sión Central,  el  período  de  preparación  de  nuestro  Concilio 
Ecuménico  Vaticano  II  llega  a  su  término  con  alegría  inmensa 
y  común  satisfacción.  Para  este  humilde  Siervo  de  los  siervos 
del  Señor  es  motivo  de  ternura  el  recuerdo  de  aquel  primero 
y  espontáneo  centellear  de  la  pequeña  llama  que  iba  a  animar 
el  Concilio  Ecuménico,  cuando  se  le  apareció  delante  de  los 
ojos  y  del  corazón,  e  inmediatamente  la  transmitió  en  fraterna 
confidencia  a  los  señores  cardenales,  allá  en  la  Basílica  de  San 
Pablo  extramuros,  junto  a  la  tumba  del  Apóstol  de  las  Gentes, 
en  la  fiesta  conmemorativa  de  su  Conversión,  el  25  de  enero 
de  1959. 

Han  discurrido  tres  años  de  trabajo  pleno,  de  leal  coope- 
ración :  tres  años,  decimos,  desde  la  constitución  de  la  Comisión 
Antepreparatoria  (el  17  de  mayo  de  1959)  hasta  la  constitución 
de  las  diez  Comisiones  y  los  tres  Secretariados  (5  de  junio  de 
1959)  ;  perseverante  trabajo,  silencioso  y  proficuo,  durante  todo 
el  año  1960;  hasta  la  llegada  a  su  debido  tiempo  del  noble 
servicio  de  esta  grande  y  suprema  Comisión  Preparatoria  Cen- 
tral, bajo  la  presidencia  del  Papa,  desde  el  12  de  junio  de  1961 
hasta  el  día  de  hoy.  Verdaderamente,  y  nos  complacemos  en 
repetirlo,  fueron  tres  años  de  magnífica,  edificante,  devotísima 
y  ardiente  actividad.  Faltan  pocas  horas.  Mañana,  festividad 
del  Corpus  Christi,  volveremos  a  ver  aquella  lucecita,  que  un 
día  brotó  pequeñita  cabe  la  tumba  de  San  Pablo,  desplegarse 
ahora,  cual  enorme  antorcha  en  la  vastedad  esplendorosa  de 
la  plaza  de  San  Pedro,  donde  un  pueblo  inmenso  la  alzará 
cantando  en  torno  de  Jesús  en  la  gloria  de  su  Divino  Sacra- 
mento, aclamado  en  el  centro  del  mundo,  como  misterio  de  fe, 
misterio  de  unidad,  misterio  de  paz.  Su  recorrido,  después  de 
tres  años,  va  desde  el  templo  de  San  Pablo,  primar  heraldo  del 
Evangelio,  a  la  Basílica  de  San  Pedro,  Príncipe  del  Apostolado 
y  Jefe  de  la  Iglesia  universal.  No  podía  ser  más  feliz  y  gran- 
dioso su  paso  triunfal. 

El  más  importante,  el  primer  empeño  para  ol  feliz  resul- 
tado de  un  Concilio  Ecuménico  es  su  meticulosa  y  perfecta 
preparación.  Hemos  de  bendecir  a  Dios.  Gracias  a  Dios !  Qué 
más  podríamos  esperar,  en  la  medida  de  las  posibilidades  huma- 
nas, si  a  ello  se  añadió  tan  abundante  y  preciosa  la  gracia  del 


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Señor?  Después  de  esta  meta  adonde  se  ha  llegado  en  la  pre- 
paración acabada  y  oficial,  seguirán  tres  meses  de  recogimiento 
férvidos  de  trabajo  para  la  Secretaría  General  y  para  la  Comi- 
sión técnico-organizativa.  Intensa  y  más  viva  será  la  coope- 
ración íntima  de  los  Padres  por  el  mundo  esparcidos.  Ellos 
además  podrán  disponer  su  espíritu  leyendo,  meditando,  aco- 
tando los  esquemas  que  a  cada  uno  le  serán  oportunamente 
enviados.  No  se  podía  prestar  un  servicio  más  útil  al  feliz 
éxito  del  Concilio  a  partir  de  su  próxima  celebración  el  11  de 
octubre,  que  esta  cooperación  la  cual  será  bien  recibida.  Y 
buena  cosa  sería  que  se  transmita  con  solicitud  a  la  nueva 
Secretaría  General  o  a  la  persona  del  cardenal  Secretario  de 
Su  Santidad  por  vía  reservada  todo  lo  que,  según  las  circuns- 
tancias, a  alguno  de  los  Padres  le  pueda  parecer  oportuno  obser- 
var. Todo  así  se  encamina  a  una  mesurada  previsión  y  a  un 
espíritu  de  clarificación,  tratando  de  superar  con  la  mejer  buena 
voluntad  cualquiera  dificultad  en  plenitud  de  paz. 

En  estas  últimas  jornadas  se  examinaron  los  esquemas 
elaborados  por  las  Comisiones  preparatorias  sobre  importantes 
problemas  de  la  teología :  relaciones  entre  Iglesia  y  Estado ; 
necesidades  de  la  Iglesia ;  Ecumenismo ;  disciplina  eclesiástica ; 
relaciones  entre  obispos  y  religiosos;  formación  de  los  clérigos, 
Escuelas  católicas ;  Asociaciones  católicas ;  Apostolado.  Las 
Subcomisiones  de  correcciones  y  de  materias  mixtas  ya  están 
trabajando  para  poner  al  día  los  esquemas  discutidos  en  esta 
última  sesión  de  la  Comisión  Central.  También  la  Subcomisión 
del  Reglamento  ha  llegado  a  su  etapa  final. 

Siguiendo  el  complejo  trabajo  de  estos  tres  años,  cuánta 
satisfacción  y  serenidad  invaden  nuestro  espíritu  al  subrayar 
y  admirar  cada  día  el  esfuerzo  inteligente,  fervoroso  y  alegre 
de  todos :  señores  cardenales,  obispos,  moderadores  generales 
de  órdenes  y  congregaciones  religiosas,  rectores  de  Universi- 
dades y  Ateneos  eclesiásticos,  prelados  y  miembros  del  clero 
sécula}-  y  regular  y  hasta  personalidades  del  laicado,  cuantos 
han  participado  en  la  preparación  constructiva  de  esta  mística 
torrt  a  la  que  muy  bien  cuadra  el  augurio  de  paz  y  abundancia 
del  Salmo  121!  Ah !  Nuestras  intenciones  son  rectas  y  límpi- 
das. Esta  santa  Iglesia  que  Jesús  ha  fundado  como  la  ciudad 
del  Señor  se  irgue  pacífica  entre  las  diversas  "torres"  de  los 
hombres,  que  tienden  con  mucho  a  lo  que  no  es  gloria  de  Dios 
— y  lo  decimos  prescindiendo  de  sus  tal  vez  buenas  intenciones — 
y  por  tanto  resultan  motivo  de  angustia  y  peligro  permanente 
para  la  paz  del  mundo.  Nosotros  estamos  resueltos  a  proseguir 
en  nuestro  buen  trabajo  con  tanto  mayor  empeño  por  cuanto 
vemos  que  se  disponen  y  componen  con  brío  y  entusiasmo  los 
elementos  adecuados  para  lograr  el  más  feliz  y  definitivo  éxito. 

Hay  un  adagio  de  antigua  sabiduría  que  dice:  "el  que 
bien  comienza  ya  está  a  la  mitad  del  camino".    Nos  encontra- 


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mos  verdaderamente  en  el  comienzo,  pero  las  excelentes  demos- 
traciones que  se  vienen  multiplicando  a  través  del  trabajo  y 
discusiones  de  estos  tres  años,  primero  de  las  Comisiones  par- 
ticulares, luego  en  la  Central,  ofrecen  al  mundo  un  espectáculo 
edificante  de  una  tal  devoción  a  la  Iglesia  por  parte  de  todos, 
que  nos  hace  esperar,  más  aún  nos  asegura  la  favorable  res- 
puesta del  cielo  a  tantas  voces  de  fraterna  concordia  y  de  sin- 
cera voluntad  de  todas  las  aun  enormes  energías  de  que  dispone 
la  heredad  de  Jesús,  visibles  e  invisibles,  de  orden  natural  y 
sobrenatural,  temporal  y  eterno. 

Ya  a  punto  de  partir  para  vuestras  diócesis  o  para  los 
diversos  menesteres  del  ministerio  pastoral,  como  descanso  de 
las  prolongadas  fatigas  y  en  preparación  para  las  nuevas  em- 
presas que  os  esperan,  comunicad  a  todos  no  sólo  las  gratas 
impresiones  de  cuanto  habéis  visto  y  de  la  contribución  que 
cada  uno  ha  prestado  a  la  preparación  del  Concilio  aquí  en 
Roma,  sino  también  esta  clara  luz,  que  no  es  de  crepúsculo 
tranquilo  sino  de  matinal  aurora,  que  se  perfila  para  el  próximo 
octubre,  bajo  los  auspicios  de  la  Madre  de  Jesús  y  Madre 
nuestra.  Insinuad  a  todos  que  recen  con  fervor  siempre  cre- 
ciente, en  unión  con  el  Papa,  en  todas  aquellas  formas  que 
vuestra  solicitud  pastoral  os  inspire.  Esta  contribución  de  ple- 
garias en  privado  y  en  común  por  el  Concilio  es  sustancial  para 
sacerdotes  y  fieles.  Que  a  todos  les  complazca  el  que  a  las  fre- 
cuentes exhortaciones  ya  hechas  Nos  añadamos  invitación  sobre 
invitación.  La  santa  Misa,  el  Breviario,  el  Rosario:  todo  éso 
es  una  fuente  de  alimento  del  fervor,  del  entusiasmo  y  de  la 
exaltación  del  pueblo  cristiano! 

Recibid  ya  para  partir  otra  paterna  indicación.  El  inmi- 
nente Concilio  prosigue  enriqueciendo  una  literatura,  que  es 
suya,  agradable  al  espíritu  y  digna  de  todo  respeto.  Nos  la 
vamos  gustando  con  viva  complacencia  y  del  mejor  modo  posible. 
Pero  desearíamos  colocar  junto  con  vosotros  sobre  esa  lectura 
y  a  título  de  preparación  particular  para  el  grande  y  provi- 
dencial acontecimiento  del  Concilio,  una  como  llamada  de  aten- 
ción o  espléndida  corona.  Se  trata  de  las  páginas  del  Evangelio 
de  San  Juan.  Leed  y  meditad.  En  el  capítulo  primero:  cielos 
abiertos  y  contemplación  del  Misterio  del  Verbo  de  Dios!  La 
tierra  sacudida  por  el  estremecimiento  del  Precursor.  San  Juan 
Bautista,  cuyo  testimonio  de  austeridad  personal,  palabra  y 
sangre,  acompaña  y  da  vida  a  toda  la  narración  del  Evangelista ! 
Luego,  el  capítulo  décimo  con  la  parábola  del  Buen  Pastor,  que 
auspició  Nuestro  Pontificado  en  el  discurso  del  4  de  noviembre 
de  1958,  día  de  Nuestra  solemne  coronación  en  la  Basílica  Vati- 
cana. En  fin  el  último  Sermón  del  Señor  contenido  en  los 
capítulos  14,  15,  16  y  17:  sobre  todo,  la  suprema  plegaria  de 
Jesús  con  el  divino  anhelo:  ut  unum  sint!  Permitidnos  un  leve 
recuerdo  que  se  refiere  a  Nuestra  humilde  Persona.    Al  prin- 


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cipio  de  Nuestro  Sumo  Pontificado  decidimos  llamarnos  Juan, 
nombre  que  por  más  de  seis  siglos  (1316-1958)  había  perma- 
necido del  todo  ignorado.  Escogimos  ese  nombre  tan  querido 
a  Nos  y  a  toda  la  Iglesia  porque  lo  llevaron  dos  personajes  que 
fueron  y  son  los  más  cercanos  a  Cristo,  Divino  Redentor  del 
género  humano  y  Fundador  de  la  Iglesia.  Juan  el  Precursor 
del  Señor  — sí,  lo  repetimos —  da  testimonio  de  la  luz  verdadera 
y  hoy  todavía  profiere  y  hace  resonar  ese  invicto  testimonio  de 
la  justicia  y  de  la  verdad  ante  la  faz  del  clero,  del  pueblo  y  de 
todo  el  mundo.  Que  este  santísimo  Profeta  nos  asista  también 
en  el  desarrollo  del  Concilio  Vaticano  y  nos  dé  su  eficiente  ayuda 
para  que  le  sea  preparado  a  Dios  un  pueblo  perfecto,  para  que 
se  abran  los  caminos  rectos  y  las  sendas  tortuosas  se  transfor- 
men en  vías  planas,  por  donde  podamos  llegar  a  Cristo  Rey, 
de  modo  que  todo  el  género  humano  pueda  ver  la  salvación  de 
Dios! 

A  San  Juanj  el  Discípulo  predilecto,  le  tocó  la  tarea  de 
hacer  revivir  por  siempre  las  grandes  confidencias  de  Jesús 
a  sus  Apóstoles.  Todo  el  mensaje  evangélico  palpita  en  sus 
páginas  sublimes.  Es  Jesús  que  en  la  hora  de  su  partida 
quiere  prolongar  para  sus  íntimos  la  gran  enseñanza.  Sí,  en 
el  momento  extremo  de  su  vida  terrena,  antes  de  pronunciar  el 
"Surgite,  eamus",  que  abre  el  camino  del  Calvario,  el  Maestro 
recapitula  las  líneas  fundamentales  del  designio  divino,  mediante 
el  cual  se  deben  ayudar  los  hombres  a  reconocerse  en  su  dignidad 
de  hijos  de  Dios  y  a  volverse  con  voluntad  decidida  hacia  la 
perfección  del  vivir  y  del  obrar.  De  este  punto,  que  es  el  más 
alto  de  la  narración  evangélica,  entre  la  institución  de  la  San- 
tísima Eucaristía  y  el  Sacrificio  del  Gólgota,  saca  la  Iglesia 
humilde  y  sublime  como  reflejadas  del  rostro  de  su  Divino 
Fundador  las  características  de  su  aspecto  propio  y  pone  el 
acento  sobre  el  mandamiento  de  iluminar  a  las  naciones,  de 
salvar  a  los  hombres,  de  santificar  la  sociedad. 

De  esta  simple  referencia  podéis  colegir  nuestra  intención : 
en  todas  esas  páginas  resplandecen  la  verdad  y  la  caridad.  Son 
los  elementos  indispensables  para  una  vida  sacerdotal  santa  y 
santificadora,  así  como  para  la  vida  de  todo  buen  cristiano. 
Esa  inspiración  da  luz,  fuerzas,  suave  exaltación  a  todo  aquel 
que  en  el  Señor  confía,  en  la  seguridad  de  la  victoria  de  su 
Iglesia,  una,  santa,  católica  y  apostólica,  aquí  sobre  la  tierra 
y  por  los  siglos  eternos.  A  todos  vosotros:  "salud,  bendición, 
paz" !  Amén. 


(Traducido  del  texto  latino  e  italiano  del  "OsservatorL 
Romano",  del  jueves,  21  de  junio  de  1962). 


—  106  — 


VI 


Comisiones  Preparatorias  del  Concilio 
Vaticano  II 


LA  COMISION  CENTRAL 

En  la  primera  semana  de  enero  de  1962  apareció  La  - 
edición  del  volumen  Comisiones  Pontificias  Preparatorias  del 
Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  editado  por  la  Poliglota  Vati- 
cana por  encargo  de  la  Secretaría  General  de  la  Pontificia  Co- 
misión Central.  Durante  1961  todos  estos  importantes  organis- 
mos han  desarrolado  una  intensa  actividad  y  se  ha  aumentado 
notablemente  el  número  de  sus  componentes. 

Las  Comisiones  preparatorias,  comprendida  la  Central,  son 
doce;  los  Secretariados,  tres;  estos  quince  organismos  fueron 
constituidos  por  el  Padre  Santo  con  el  "Motu  proprio  superno 
Dei  nutu"  en  la  solemnidad  de  Pentecostés,  el  5  de  junio  de  1960. 

La  Comisión  Central  — como  su  nombre  lo  indica- —  es  aquella 
a  la  que  convergen  los  trabajos  de  las  otras  Comisiones,  las 
cuales  están  constituidas  para  estudiar  cada  uno  de  los  problemas 
de  su  competencia.  Estos,  después  de  haber  sido  puestos  en  es- 
quemas, pasan  al  examen  de  la  Comisión  Central. 

El  Padre  Santo  mismo  así  precisa  la  tarea  de  la  Comisión 
Central :  "Se  constituye  una  Comisión  Central,  que  Nos  mismo 
presidiremos,  personalmente  o  por  medio  de  un  cardenal  por 
Nos  designado.  Los  miembros  de  la  Comisión  Central  serán  los 
presidentes  de  cada  una  de  las  Comisiones ;  además,  algunos 
cardenales  y  también  algunos  obispos  de  las  diversas  partes  del 
mundo.  A  la  Comisión  Central  se  le  añadirá  un  número  deter- 
minado de  consejeros,  escogidos  entre  los  obispos  e  insignes  ecle- 
siásticos. La  Comisión  Central  tendrá  su  secretario,  que  será 
secretario  general.  La  Comisión  Central  tiene  como  tarea  el  se- 
guir y  coordinar,  si  fuera  necesario,  los  trabajos  de  cada  una  de 
las  Comisiones,  cuyas  conclusiones  Nos  presentará  para  que 
podamos  determinar  los  problemas  a  tratarse  en  el  Concilio  Ecu- 
ménico. A  la  Comisión  Central  coi-responde  también  proponer 
las  normas  para  el  desarrollo  del  futuro  Concilio". 

La  Comisión  Central  actualmente  cuenta  con  102  miembros 
y  29  consejeros;  su  secretario  es  monseñor  Pericles  Felici,  arzo- 
bispo de  Somosata  y  vicario  de  la  basílica  patriarcal  de  San 
Pedro. 

De  los  miembros,  63  son  cardenales,  cinco  patriarcas,  27 
arzobispos,  cuatro  superiores  generales  de  Ordenes  religiosas. 


—  109  — 


Los  cardenales  son  de  29  países  diversos  de  los  cinco  conti- 
nentes. Estos  son:  Argentina,  Armenia,  Austrialia,  Austria, 
Brasil,  Canadá,  China,  Colombia,  Cuba,  Ecuador,  Filipinas, 
Francia,  Alemania,  Japón,  India,  Inglaterra,  Irlanda,  Italia, 
Líbano,  Méjico,  Mozambique,  Holanda,  Polonia,  Portugal,  Es- 
paña, Tanganika,  Uruguay,  Estados  Unidos  de  América,  Ve- 
nezuela, Perú  y  Chile. 

Considerados  según  las  tareas  que  tienen,  los  cardenales  de 
la  Comisión  Central  pueden  ser  divididos  en  dos  grupos :  24  son 
de  la  Curia,  residentes  en  Roma ;  38  son  obispos  o  arzobispos 
residenciales.  Podemos  añadir  aun  que  55  de  ellos  proceden  del 
clero  diocesano,  7  del  clero  regular,  precisamente  del  Verbo  Di- 
vino, de  los  Sulpicianos,  de  los  Capuchinos,  de  los  Claretianos,  de 
los  Jesuítas,  Franciscanos  y  Salesianos. 

Los  cinco  patriarcas  de  la  Comisión  Central  representan  a 
otros  tantos  países  del  Oriente  Medio.  Sólo  el  de  Jerusalén  per- 
tenece al  rito  latino  y  es  religioso  franciscano;  los  demás  perte- 
necen al  rito  copto,  melquita,  maronita  y  caldeo. 

Los  27  arzobispos,  de  los  cuales  solamente  tres  son  titulares, 
ejercen  su  ministerio  pastoral  en  25  naciones  diversas:  Birmania, 
Bolivia,  Canadá,  Ceylán,  Chile,  Congo,  Costa  de  Oro,  El  Salvador, 
Federación  Británica  del  Caribe,  Haití,  Indonesia,  Inglaterra, 
Yugoeslavia,  Madagascai,  Nueva  Zelanda,  Paraguay,  República 
Dominicana,  Perú,  Estados  Unidos,  Senegal,  Túnez,  Unión  Sud- 
africana, Venezuela,  Vietnam  y  Paquistán. 

Del  clero  diocesano  proceden  17  de  los  arzobispos  de  la  Co- 
misión Central  y  10  del  clero  regular.  Estos  son :  un  dominico, 
un  misionero  Hijo  del  Corazón  Inmaculado  de  María,  dos  oblatos 
de  María  Inmaculada,  dos  de  la  Congregación  del  Espíritu  Santo, 
uno  de  la  Congregación  de  la  Santa  Cruz,  un  franciscano,  uno 
de  la  Sociedad  de  Misiones  Extranjeras  de  París  y  uno  de  la 
Compañía  de  Jesús. 

De  los  seis  obispos,  dos  residenciales  y  cuatro  titulares,  dos 
del  clero  diocesano  y  cuatro  del  clero  regular:  un  jesuita,  un 
benedictino,  un  misionero  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús  y  uno 
de  la  Sociedad  de  San  Colombano.  Los  países  de  donde  proceden 
son :  Australia,  Corea,  Dinamarca,  Alemania  y  Suiza. 

Los  superiores  de  las  Ordenes  religiosas  son  cuatro :  el  abad 
primado  de  los  Benedictinos  Confederados,  el  maestro  general  de 
los  Dominicos,  el  ministro  general  de  los  Franciscanos  y  el  pre- 
pósito general  de  los  jesuítas. 

Los  consejeros  de  la  Comisión  Central,  en  número  de  29, 
pertenecen  en  su  mayoría  a  los  diversos  Dicasterios  romanos,  en 
los  cuales  tienen  los  más  altos  cargos :  dos,  por  ejemplo,  son 
asesores  de  las  Sagradas  Congregaciones  y  nueve  son  secretarios ; 
entre  ellos  hay,  además,  profesores  de  los  Ateneos  eclesiásticos 


—  110  — 


<le  Roma,  uno  es  asistente  de  la  Acción  Católica.  Muchos  de  los 
consejeros  son  arzobispos  titulares,  seis  solamente  pertenecen  al 
clero  regular:  dos  benedictinos,  dos  dominicos,  un  jesuíta  y  un 
basiliano. 

Es  interesante,  sobre  este  punto,  hacer  un  parangón  con  la 
Comisión  Central  — que  entonces  se  llamaba  Directora —  del 
Concilio  Vaticano  I.  Esta  estaba  compuesta  por  nueve  cardenales, 
de  los  cuales  cinco  eran  presidentes  de  otras  tantas  Comisiones 
Preparatorias,  y  ocho  consultores  procedentes  solamente  de  cua- 
tro naciones,  escogidos  entre  los  prelados  de  la  curia  y  los  pro- 
fesores de  ciencias  eclesiásticas. 

El  criterio  con  que  han  sido  escogidos  los  miembros  y  con- 
sejeros de  la  Comisión  Central  Preparatoria  del  Concilio  Ecu- 
ménico Vaticano  II,  como  del  resto  de  las  demás  Comisiones  Par- 
ticulares, ha  sido  el  de  la  competencia  en  las  diversas  disciplinas 
eclesiásticas,  lo  mismo  que  en  la  experiencia  pastoral.  Todas  las 
naciones  del  viejo  y  nuevo  mundo  están,  de  esta  forma,  presentes, 
por  medio  de  los  cuales  los  problemas  propios  de  cada  una  pue- 
den quedar  ilustrados  y  discutidos.  Tal  vez,  jamás,  como  en  el 
próximo  Concilio  Ecuménico,  la  catolicidad  de  la  Iglesia  será 
visible,  no  solamente  en  la  celebración  de  las  ceremonias  en  la 
que  participan  pueblos  de  todas  las  lenguas  y  estirpes,  sino  tam- 
bién en  el  examen  de  los  problemas  a  través  de  los  cuales  se 
reflejan  las  dificultades  y  esperanzas  de  la  Iglesia  en  el  mundo 
entero. 

La  Comisión  Central  hasta  ahora  ha  tenido  siete  sesiones : 
la  primera  en  junio  de  1961,  del  12  al  20,  v  la  última,  del  12  al 
20  de  junio  de  1962.  ("L'Osservatore  Romano",  l-XII-61). 


COMISION  TEOLOGICA 

La  Comisión  Central  ha  sido  constituida  siguiendo  ante  todo 
un  criterio  de  representación,  intentando  hacerlo  lo  más  uni- 
versal posible  y,  por  tanto,  la  más  rica  en  experiencia  pastoral 
y  la  más  apta  para  juzgar  las  diversas  situaciones  de  los  distintos 
países,  el  máximo  organismo  preparatorio  del  Concilio  Vatica- 
no II. 

Las  comisiones  particulares  también  han  sido  formadas 
sobro  la  base  de  la  especial  competencia  en  los  diversos  problemas 
a  estudiar  o  destinados  a  una  profunda  elaboración,  antes  de  re- 
cibir del  Santo  Padre  la  aprobación  para  ser  presentados  a  las 
definitivas  discusiones  del  Concilio. 

La  Comisión  Teológica  está  presidida  por  el  cardenal  Alfredo 
Ottaviani,  secretario  de  la  Suprema  Congregación  del  Santo 
Oficio,  el  cual  antes  de  entrar  en  la  Secretaría  de  Estado  fue 
durante  varios  años  profesor  de  Derecho  público  eclesiástico. 


—  111  — 


Está  compuesta  por  treinta  y  un  miembros  y  treinta  y  seis  con- 
sultores. A  éstos  debe  añadirse  el  secretario,  padre  Sebastián 
Tromp,  S  J.,  profesor  en  la  Facultad  Teológica  de  la  Pontificia 
Universidad  Gregoriana,  ayudado  por  un  secretario  y  un  archi- 
vero, ambos  del  clero  regular. 

Desde  el  comienzo  de  su  actividad,  es  decir,  desde  junio  de 
1960,  la  Comisión  Teológica  se  ha  enlutado  con  la  muerte  de  su 
excelencia  monseñor  Alberto  Stohr,  arzobispo  de  Maguncia, 
muerto  el  8  de  junio  de  1961.  Además,  su  excelencia  monseñor 
Francisco  Carpino,  arzobispo  de  Montreal,  ha  pasado  a  ser 
miembro  como  consejero  de  la  Comisión  Central,  después  de  su 
nombramiento  de  arzobispo  titular  de  Sárdica  y  asesor  de  la  Sa- 
grada Congregación  Consistorial. 

De  los  treinta  y  un  miembros,  cinco  son  arzobispos,  todos 
residenciales,  dos  de  los  cuales  son  del  clero  diocesano  y  tres  del 
clero  regular:  de  la  Congregación  del  Espíritu  Santo,  de  la  Con- 
gregación del  Santísimo  Redentor,  de  los  pasionistas. 

Los  obispos  son  seis,  todos  del  clero  diocosano:  dos  residen- 
ciales y  cuatro  titúlal  es. 

Se  puede  decir  que  todos  los  miembros  no  revestidos  de  la 
dignidad  episcopal  son  profesores  de  Universidad  o  de  las  más 
importantes  escuelas  eclesiásticas  del  mundo:  tres  son  rectores 
magníficos  de  universidades  pontificias,  del  Lateranense,  del 
Ateneo  Romano  de  Propaganda  Fide  y  del  Antoniano.  Los  pro- 
fesores de  la  Gregoriana  son  dos  también,  son  dos  los  del  Angé- 
lico, del  Lateranense  y  de  la  Universidad  de  Lovaina.  Hay  tres 
miembros  de  la  Academia  Teológica  romana  que  enseñan  respec- 
tivamente en  Munich,  en  Washington  y  en  el  Antoniano  de  Roma. 
A  estos  se  añaden  cuatro  profesores:  uno  de  la  Universidad  de 
Salamanca,  uno  del  Seminario  de  Milán,  uno  del  Seminario  de 
Friburgo,  uno  del  Colegio  de  San  Agustín  de  Roma. 

Finalmente,  de  los  no  obispos:  once  miembros  son  del  clero 
diocesano  y  nueve  del  clero  regular:  cuatro  dominicos,  dos  fran- 
ciscanos, dos  jesuítas,  y  un  ermitaño  de  San  Agustín. 

En  el  grupo  de  los  consultores  son  mayoría  los  religiosos, 
veintisiete  sobre  treinta  y  seis:  seis  jesuítas,  cuatro  franciscanos, 
tres  dominicos,  dos  oblatos  de  María  Inmaculada,  dos  carmelitas 
descalzos,  dos  salesianos  y  uno  por  cada  una  de  las  siguientes 
familias:  Congregación  de  las  Misiones,  Congregación  del  Es- 
píritu Santo,  Claretianos,  Congregación  del  Santísimo  Redentor, 
Carmelitas  de  la  Antigua  Observancia,  Franciscanos  Conventua- 
les, Capuchinos  y  Benedictinos. 

Junto  a  los  profesores  de  las  Universidades  Pontificias  y 
de  los  Colegios  Religiosos  Romanos,  hay  profesores  que  enseñan 
en  centros  famosos  de  estudio  de  Europa  y  América:  Lovaina. 
Lyón,  Paderborn,  Tréveris,  Lille,  Angers,  Toulouse,  Washington, 
[nsbruck,  Comillas,  Ottawa,  Madrid. 


—  112  — 


Tanto  los  miembros  como  los  consultores  de  la  Comisión 
Teológica  han  realizado  numerosas  publicaciones  de  gran  impor- 
tancia, de  las  cuales  algunas  sirven  desde  hace  años  como  textos 
en  muchos  Seminarios  y  Universidades.  La  bibliografía  de  las 
obras  de  algunos  es  particularmente  densa,  alcanzando  números 
superiores  a  diez,  veinte  y,  algunos  pocos,  los  treinta  títulos.  De 
esto  se  deduce  que  se  trata  de  personas  profundamente  expe- 
rimentadas en  problemas  teológicos  y  versados  en  cuestiones  to- 
davía en  fase  de  estudio. 

Los  componentes  son,  por  su  nacionalidad  de  once  países : 
Bélgica,  Brasil,  Canadá,  Francia,  Alemania,  Italia,  Yugoslavia, 
España,  Estados  Unidos,  Suiza  y  Ucrania.  Los  consultores,  a  su 
vez  pertenecen  a  doce  países  distintos :  Austria,  Bélgica,  Canadá, 
Francia,  Alemania,  Irlanda,  Italia,  Holanda,  España,  Suiza,  Es- 
tados Unidos  y  Hungría. 

Es  interesante  notar  que  un  consultor  religioso,  de  origen 
alemán,  es  redactor  en  Brasil  de  la  revista  eclesiástica  "Brasi- 
leira".  Lo  cual  quiere  decir  que  en  el  seno  de  la  Comisión  Teoló- 
gica hay  también  un  periodista. 

La  Comisión  Teológica,  por  exigencias  del  trabajo,  está  di- 
vidida en  cinco  subcomisiones,  las  cuales  han  realizado  un  gran 
número  de  reuniones  para  poder  presentar  redactados  los  esque- 
mas a  la  discusión  general  de  la  Comisión  Teológica  en  pleno,  de 
donde  saldrán  revisados,  para  ser  examinados  aún  por  la  Comi- 
sión Central.  Una  larga  serie  de  estadios  obligados,  que  tienen 
por  fin,  en  cierto  sentido,  trabajar  un  material  aún  en  bruto, 
para  hacerlo  claro  y  preciso  en  todos  sus  términos.  Si  tuvié- 
ramos que  poner  un  ejemplo  para  hacer  comprender  mejor  este 
delicado  trabajo  de  desbrozamiento  y  afinación  realizado  por  las 
comisiones  particulares  primero,  por  la  subcomisiones  a  conti- 
nuación, después  de  nuevo  por  las  comisiones  particulares  y  fi- 
nalmente por  la  Comisión  Central,  espontáneamente  pensaríamos 
en  un  horno  que  quema  las  escorias  superfluas  o  en  un  torno  que 
elimina  gradualmente  las  imperfecciones  hasta  llegar  a  la  forma 
deseada. 

No  ha  de  olvidarse  que  sobre  la  Comisión  Teológica  pesa  la 
responsabilidad  de  la  redacción  de  esquemas  sobre  la  fe,  que  es 
el  fundamento  de  la  salvación.  De  poco  servirán  los  esquemas 
disciplinares,  litúrgicos,  pastorales,  etc.,  si  no  estuvieran  sólida- 
mente enraizados  en  textos  teológicos  sólidos.  Su  eminencia  mon- 
señor Felici,  secretario  general  de  la  Comisión  Central,  ha  dicho 
justamente  que  la  Comisión  Teológica  forma  "como  la  espina 
dorsal  de  las  otras  comisiones".  Esta  definición  da  idea  exacta 
del  valor  y  de  la  función  de  la  Comisión  Teológica.  También  en 
el  Concilio  Vaticano  I  se  dio  importancia  a  la  "Comisión  de  Teo- 
logía Dogmática",  la  más  numerosa  de  las  seis  comisiones  cons- 
tituidas para  aquel  Concilio,  presidida  por  un  cardenal  y  com- 
puesta por  veinticuatro  consultores. 


—  113  — 


La  Iglesia  no  cambia  sus  métodos  de  trabajo  según  las  di- 
versas vicisitudes  de  los  tiempos;  trata,  sin  embargo,  de  mejo- 
rarlos y  perfeccionarlos  según  las  exigencias  de  su  mandato  y 
su  celo  ardiente  por  todas  las  almas. 

(O.  R.  4-5  de  diciembre  de  1961). 


LA  COMISION  DE  LOS  OBISPOS  Y  DEL  GOBIERNO 
DE  LA  DIOCESIS 

Si  la  Comisión  Teológica,  de  la  cual  hemos  hablado  ya,  está 
preferentemente  compuesta  de  profesores,  "la  Comisión  de  los 
obispos  v  del  gobierno  de  las  diócesis"  está  formada  en  su  ma- 
yoría por  pastores  en  la  cura  de  almas.  El  motivo  de  esta  elección 
aparece  evidente,  si  se  piensa  que  esta  Comisión  tiene  la  tarea 
específica  de  estudiar  los  deberes  y  los  derechos  de  los  obispos 
en  el  ejercicio  de  su  doble  potestad  de  orden  y  jurisdicción. 

Esta  Comisión  no  es  muy  numerosa,  pero  en  compensación 
se  distingue  por  la  doctrina  y  práctica  pastoral,  cuenta  con  vein- 
titrés miembros  de  los  cuales  veinte  son  arzobispos  y  obispos,  y 
veintisiete  consultores,  de  los  cuales  quince  son  también  arzobis- 
pos y  obispos.  Esta  gran  presencia  de  pastores  que  conocen  por 
experiencia  directa  los  problemas  no  sólo  espirituales  y  morales, 
sino  también  culturales  y  sociales  de  sus  fieles,  indica  claramente 
la  importancia  del  trabajo  que  la  Comisión  tiene  que  realizar, 
por  mandato  del  Padre  Santo.  Muchos  de  ellos  son  también  au- 
tores de  obras  excelentes  que  tratan  de  problemas  morales,  ju- 
rídicos, catequísticos  y  sobre  todo  pastorales,  los  cuales  están 
hoy  más  que  nunca  a  la  orden  del  día,  por  causa  de  la  rápida  y 
profunda  transformación  a  que  están  sujetas  todas  las  formas 
tradicionales  de  apostolado. 

Preside  esta  Comisión  el  cardenal  Pablo  Marella,  arcipreste 
de  la  basílica  vaticana  y  antes  nuncio  en  París,  que  es  no  sola- 
mente una  gran  ventana  abierta  al  mundo,  sino  también  un 
centro  de  vida  en  el  que  se  pueden  madurar  las  experiencias  más 
diversas. 

También  el  secretario  de  la  Comisión  es  un  arzobispo,  S.  E. 
M.  Gaulina,  polaco  de  origen,  hombre  de  grandes  conocimientos 
adquiridos  con  ocasión  de  frecuentes  contactos  con  representan- 
tes de  muchos  pueblos.  Le  ayudan  un  secretario  y  un  archivero, 
ambos  oficiales  de  la  Sagrada  Congregación  Consistorial. 

El  cardenal  Marella  sucede  al  cardenal  Marcelo  Mimmi, 
muerto  el  6  de  marzo  de  1961.  También  se  ha  enlutado  la  Comi- 
sión por  la  muerte  del  consultor  S.  E.  M.  Brady  Guglielmo,  ar- 
zobispo de  San  Pablo  de  Minesota,  muerto  el  30  de  septiembre  en 


—  114  — 


S.    E.    EUGENIO  TISSKKANT 


cardenal  presidente  el «*  la  Sub-Comisión  para  las  materias  inixlas  y  de  la  Comisión  Ceremonial,  nacido 
en  Nanry  el  24  de  marzo  de  1XH4;  ordenado  el  4  de  acostó  de  1 !)!»";  oreado  y  proclamado  cardenal  por 
Su  Santidad  Tío  XI  en  el  Consistorio  de  15  de  junio  de  L936;  elegido  para  la  Iglesia  titular  ar/.obispal 
de  Iconio  el  2o  de  junio  de  1937;  Consagrado  el  25  de  julio  del  mismo  año;  obispo  de  Ostia  el  13  de 
enero  de  1951  y  de  Porto  y  Santa  Rutina  el  1S  de  febrero  de  194(¡;  decano  del  Sacro  Colegio,  prefecto 
de  la  Sagrada   Congregación   Ceremonial,  bibliotecario  y   archivista  de  la  s.  i.  K. 


I 


Roma,  a  donde  acaba  de  llegar  para  asistir  a  la  sesión  plenaria 
que  hubo  el  25  de  septiembre  y  el  7  de  octubre  de  1961. 

De  los  ocho  arzobispos  miembros  de  la  Comisión  cuatro  son 
residenciales  y  cuatro  titulares;  estos  últimos,  aparte  del  secre- 
tario de  la  Comisión  Episcopal  italiana,  son  coadjutores  de  gran- 
des diócesis  como  París,  Florencia,  Lyón.  De  los  doce  obispos, 
diez  son  residenciales  y  dos  son  auxiliares  de  centros  religiosos 
imponentes  como  Malinas  y  París. 

Figuran  aún  en  la  lista :  un  prelado  auditor  de  la  Santa 
Rota  romana,  un  canónigo  de  París,  experto  en  sociología  reli- 
giosa, y  un  profesor  de  Derecho  canónico  en  la  Gregoriana. 

Este  es  el  aspecto  que  llamaríamos  externo  de  la  Comisión ; 
el  aspecto  interno  presenta  iguales  puntos  de  interés  respecto  al 
trabajo  realizado  y  al  que  queda  por  hacer. 

Seis  son  las  subcomisiones  que,  compuestas  en  su  mayoría 
de  miembros  y  consultores,  residentes  en  Roma,  tienen  verda- 
deramente una  tarea  pesada,  pues  deben  profundizar  en  los  pro- 
blemas de  su  competencia,  reducirlos  a  esquemas,  presentarlos 
a  la  Asamblea  de  todos  los  componentes  de  la  Comisión,  retocar 
y  a  veces  refundir  la  primera  estructura  según  las  observaciones 
hechas  y  subrayadas  en  las  votaciones  "iuxta  modum",  y  presen- 
tar finalmente  la  nueva  reelaboración.  Mucho  trabajo  se  ha  des- 
arrollado por  correspondencia,  sobre  todo  con  los  miembros  y 
consultores  más  lejanos  de  Roma,  en  un  continuo  contacto,  fre- 
cuentemente también  telegráfico,  entre  la  Secretaría  y  los  com- 
ponentes de  la  Comisión. 

Hay  luego  también  dos  subcomisiones  consideradas  mixtas, 
formadas  por  elementos  de  la  Comisión  de  los  Obispos  y  Gobierno 
de  las  Diócesis,  por  una  parte,  y  por  otra  de  elementos  de  la 
Comisión  para  la  disciplina  del  clero  y  pueblo  cristiano.  Estas 
dos,  como  también  todas  las  demás  subcomisiones  mixtas  que 
encontraremos  en  nuestras  panorámicas  de  la  preparación  del 
Concilio,  han  sido  creadas  con  el  fin  de  coordinar  el  trabajo  sobre 
problemas,  o  casi  semejantes,  o  de  interés  concomitante,  o  por 
lo  menos  que  tienen  entre  sí  relaciones  o  puntos  en  común. 

Esta  es  la  Comisión  de  los  Pastores  de  las  Diócesis,  que 
está  a  la  altura  de  la  Comisión  Teológica,  si  no  por  la  importancia 
del  contenido  de  los  temas  tratados,  sí  ciertamente  por  la  im- 
portancia que  ellos  tienen  exteriormente,  hoy  tal  vez  más  que 
nunca,  paira  una  mayor  eficacia  en  el  apostolado  de  defensa  de 
los  valores  de  la  fe  y  de  la  vuelta  a  Dios  de  grandes  masas  de 
fieles  olvidados  de  sus  deberes  religiosos  más  elementales. 

(O.  R.  16  de  diciembre  de  1961). 


—  117  — 


LA  COMISION  DE  LA  DISCIPLINA  DEL  CLERO 
Y  PUEBLO  CRISTIANO 


La  Comisión  de  la  Disciplina  del  Clero  y  Pueblo  Cristiano 
está  presidida  por  el  cardenal  Pedro  Ciriaci,  nuncio  en  Praga 
desde  1928  a  1943,  en  Lisboa  de  1934  a  1953,  y  actualmente  pre- 
fecto de  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio.  Tiene  al  lado  como 
secretario,  al  padre  Cristóbal  Berutti,  dominico,  profesor  de  De- 
recho en  el  Angelicum  y  consultor  de  la  Sagrada  Congregación 
del  Concilio;  prestan  su  trabajo  otros  dos  oficiales  de  la  Sagrada 
Congregación  del  Concilio. 

No  será  inútil  observar,  para  cuantos  no  están  muy  al  co- 
rriente de  la  terminología  eclesiástica,  que  la  Sagrada  Congre- 
gación del  Concilio  y  el  Concilio  Ecuménico  son  dos  cosas  clara- 
mente diferentes ;  la  primera  es  un  dicasterio  de  la  Santa  Sede 
fundado  por  San  Pío  V  en  1564,  para  velar  por  la  exacta  inter- 
pretación y  observancia  de  las  normas  del  Concilio  de  Trento. 
Hoy,  terminada  su  tarea  con  respecto  a  los  cánones  tridentinos, 
la  Sagrada  Congregación  del  Concilio  es  el  supremo  órgano  de  la 
Iglesia  que  custodia  la  disciplina  del  clero  y  de  los  fieles,  dirige 
la  instrucción  catequística,  se  preocupa  del  cumplimiento  de  los 
deberes  del  párroco  y  de  todas  las  organizaciones  católicas,  re- 
visa las  actas  de  los  concilios  no  ecuménicos  y  las  conferencias 
episcopales.  El  Concilio  Ecuménico,  por  su  parte,  como  ya  todos 
saben,  es  la  reunión  temporal  de  todos  los  obispos  del  mundo, 
por  la  convocación  y  bajo  la  presidencia  del  Papa  o  de  sus  dele- 
gados, para  estudiar  particulares  problemas  que  interesan  a  la 
vida  de  la  Iglesia. 

La  Comisión  de  que  hablamos  hoy  está  compuesta  por  treinta 
y  tres  miembros  y  treinta  y  cuatro  consultores.  Una  rápida 
ojeada  a  cada  una  de  las  personas  y  a  sus  particularidades,  nos 
permite  observar  que  entre  los  miembros  hay  cuatro  arzob'spos, 
seis  obispes,  doce  sacerdotes  del  clero  diocesano,  diez  sacerdotes 
religiosos  y  un  hermano.  De  los  arzobispos,  tres  son  residentes 
y  uno  titular;  de  los  obispos,  cuatro  son  residenciales  y  dos  titu- 
lares; de  los  sacerdotes  diocesanos,  dos  prelados  auditores  de  la 
Santa  Rota  romana,  un  vicario  general,  un  provicario  general, 
dos  párrocos.  El  director  general  de  la  Unión  Apostólica  del 
C'evn,  un  asistente  central  de  la  .Acción  Católica  italiana,  dos 
nvofesoros  de  Universidad,  el  presidente  del  Instituto  Histórico 
Polaco  dp  Roma,  un  miembro  de  la  Comisión  para  la  vigilancia 
da  los  tribunales  eclesiásticos.  Los  sacerdotes  religiosos  pertene- 
cen dos  a  la  Compañía  de  Jesús  y  uno  a  cada  una  de  las  siguien- 
tes órdpnes  y  congregaciones  :  benedictinos,  olivetanos.  dominicos, 
convrntuajrs.  capuchinos,  misioneros  dp  la  Preciosísima  Sangre, 
paúles,  claretianos,  oratorianos,  un  hermano  de  las  Escuelas 
Cristiana^  Só'o  hav  un  religioso  entre  los  obispos  titulares,  de 
la  Orden  Mequitarista  de  Viena. 


—  118  — 


Los  consultores,  a  su  vez,  son :  tres  arzobispos,  dos  residen- 
ciales y  uno  titular;  nueve  obispos,  siete  residenciales  y  dos  ti- 
tulares ;  doce  sacerdotes  diocesanos ;  diez  religiosos.  De  los 
consultores  del  clero  diocesano,  dos  son  profesores  de  Univer- 
sidad y  uno  de  colegio,  un  vicecanciller,  dos  párrocos,  un 
vicepresidente  del  Instituto  Pastoral,  tres  directores  de  ofi- 
cinas catequísticas,  un  director  de  un  centro  nacional  para  la 
enseñanza  religiosa.  Los  diez  religiosos  se  dividen  en :  dos  fran- 
ciscanos, dos  jesuítas,  dos  salesianos,  un  conventual,  un  lazarista, 
uno  de  la  Congregación  del  Espíritu  Santo,  uno  de  la  Pía  So- 
ciedad de  San  Pablo. 

Proceden  de  trece  países:  Armenia,  Austria,  Bélgica,  Fran- 
cia. Inglaterra,  Irlanda,  Italia,  Yugoeslavia,  Alemania,  Holanda, 
Polonia,  España  y  Estados  Unidos ;  los  diecinueve  consultores  de : 
Argentina,  Austria,  Brasil,  Canadá,  Chile,  Cuba,  Filipinas,  Fran- 
cia, Alemania,  Japón,  Inglaterra,  Italia,  Yugoeslavia,  Méjico, 
Polonia,  España,  Suiza,  Estados  Unidos  y  Uruguay.  Esta  vasta 
extensión  de  representaciones,  juntamente  con  la  particular  com- 
petencia de  muchos  miembros  y  consultores  en  el  campo  de  la 
enseñanza  de  la  religión  y  del  catecismo  en  particular,  indica  la 
preocupación  de  la  Comisión  de  la  Disciplina  del  Clero  y  Pueblo 
Cristiano  por  la  instrucción  religiosa,  que  es  el  fundamento  de 
la  vida  cristiana  y  la  defensa  indispensable  contra  todos  los 
errores  y  contra  la  misma  propaganda  atea. 

Además  del  carácter  jurídico  que  señalábamos  al  principio, 
la  Comisión  tiene  también  un  carácter  pastoral,  tanto  más  evi- 
dente no  por  la  presencia  de  obispos  que  es  poco  numerosa,  cuanto 
por  la  presencia  de  párrocos  y  directores  de  oficinas  catequís- 
ticas diocesanas  y  nacionales. 

Las  subcomisiones  son  diecinueve,  casi  una  por  cada  es- 
quema a  formular;  naturalmente  los  mismos  miembros  perte- 
necen a  diversas  subcomisiones,  y  los  estudios  de  cada  una  son 
medios  a  disposición  de  todas.  Hay,  además,  tres  subcomisiones 
mixtas :  la  primera,  con  la  Comisión  de  los  Obispos  y  del  Go- 
bierno de  las  Diócesis ;  la  segunda,  con  el  Secretariado  de  Prensa 
y  Espectáculos,  y  la  tercera,  con  la  Comisión  de  los  Religiosos  y 
también  con  la  de  los  Obispos. 

Una  última  observación :  a  las  sesiones  plenarias  — de  or- 
dinario—  son  invitados  solamente  los  miembros,  con  la  excep- 
ción de  los  consultores,  que  han  sido  encargados  de  estudia)'  un 
tema  determinado  sobre  el  cual  tienen  que  dar  una  relación.  Se 
puede  decir  con  fundamento  que  todas  las  comisiones  tienen  un 
mismo  método  de  trabajo,  con  relación  a  la  composición  de  las 
comisiones  mismas  y  a  los  problemas  que  exigen  estudios  y  di- 
versas investigaciones. 

O.  R.  18-19  de  diciembre  de  1961) . 


—  119  — 


LA  COMISION  DE  RELIGIOSOS 


La  Comisión  de  Religiosos,  el  nombre  mismo  lo  indica,  es 
la  que  tiene  como  tarea  específica  estudiar  los  problemas  de  la 
vida  de  los  religiosos,  entendido  en  su  significado  más  enérgico, 
que  comprende  los  canónigos  regulares,  los  monjes,  las  órdenes 
mendicantes,  los  clérigos  regulares,  las  congregaciones  religio- 
sas clericales,  las  sociedades  de  vida  común  sin  votos,  las  con- 
gregaciones religiosas  seculares,  juntamente  con  determinadas 
federaciones  nacionales  y  organizaciones  internacionales.  Está 
presidida  por  el  cardenal  Valerio  Valeri,  antes  nuncio  en  Francia 
y  elevado  a  la  sagrada  púrpura  en  1953,  hoy  prefecto  de  la  Sa- 
grada Congregación  de  Religiosos. 

Quizá  sea  oportuno,  para  mejor  conocer  las  características 
y  el  trabajo  de  la  Comisión  de  Religiosos,  decir  unas  palabras 
que  expliquen  la  diferencia  entre  cada  una  de  las  familias  arriba 
enunciadas. 

Se  llama  canónigos  regulares  a  aquellos  religiosos  que  han 
unido  a  la  vez,  armonizándolos  perfectamente,  la  vida  regular  y 
los  oficios  canonicales.  Son  de  fundación  muy  antigua;  los  ca- 
nónicos regulares  de  San  Agustín,  por  ejemplo,  provienen  del 
siglo  IV.  Las  diversas  congregaciones  derivadas  de  ellos  y  hoy 
confederadas,  son  todas  del  siglo  XI  y  XII,  excepto  los  premons- 
tratenses  y  crucígeros,  que  son  del  siglo  XIII. 

Los  monjes  fueron  los  primeros  religiosos  que  vivieron  en 
comunidad,  fueran  o  no  sacerdotes.  El  padre  del  monacado  en 
Oriente  es  San  Basilio  y  en  Occidente  San  Benito.  Del  único 
tronco  que  se  remonta  al  siglo  VI  han  nacido  a  lo  largo  de  los 
siglos  en  Europa  y  en  América  diversas  congregaciones  benedic- 
tinas, unidas  después  en  federaciones  en  1893 ;  la  última  en  el 
tiempo  es  la  Congregación  Benedictina  eslava,  que  fue  fundada 
en  1945. 

Hoy  los  monjes  pueden  dividirse  en  cinco  clases:  la  bene- 
dictina y  cisterciense,  para  Occidente;  la  antoniana,  paulina  y 
basiliana,  para  Oriente.  Pues,  por  ejemplo,  los  camaldulenses,  los 
de  Valleumbrosa,  los  silvestrinos  y  los  olivetanos,  son  todos 
derivaciones  benedictinas. 

Las  Ordenes  mendicantes  se  añadieron  al  monacado  al  prin- 
cipio del  siglo  XIII,  y  unen  al  ideal  de  la  vida  en  común  el  de  la 
pobreza  no  sólo  individual,  sino  también  comunitaria.  Recorda- 
mos entre  las  más  conocdas  Ordenes  mendicantes,  dominicos, 
franciscanos,  carmelitas,  agustinos,  mercedarios,  mínimos,  sier- 
vos de  María  y  trinitarios. 

Los  clérigos  regulares  nacieron  entre  el  siglo  XVI  y  XVII, 
con  el  fin  de  fundar  el  apostolado  sacerdotal  en  todas  las  exigen- 
cias de  la  vida  regular.  Son  éstos  los  jesuítas,  barnabitas,  so- 
mascos,  escolapios,  camilos,  etc.. 


—  120  — 


S.    E..    CARLOS  CANFALONIKKL 


cardenal  presidente  de  la  Sub-Comísión  de  las  eorrecefonest  nacido  en  Seveso,  .Milán,  el  25  de  julio 
de  1X93,  ordenado  el  IX  de  marzo  de  1916.  decido  arzobispo  de  L'A<itiila  el  27  de  marzo  de  1941,  con- 
sagrado el  4  de  mayo  de  1941,  trasladado  a  Nlcopolls  de  Neslo  el  22  de  febrero  de  1950:  oreado  y 
proclamado  cardenal  por  Su  Santidad  Juan  XXIII  en  el  Consistorio  del  15  de  diciembre  de  I95X,  del 
Título  de  Santa  Inés  extramuros.  Arcipreste  de  la  Patriarcal  Basílica  de  Santa  María  Mayor.  Se 
cretario    de    la   Sagrada    Congregación    Consistorial,    Presidente    de    la    Pontificia  Comisión 

Pro  -  América  Latina. 


Las  congregaciones  religiosas  del  clero  están  formadas  por 
sacerdotes  que  viven  en  comunidad  con  votos  solemnes  o  también 
sin  votos.  Nacieron  entre  los  siglos  XVII  y  XIX  y  tienen  como 
fin  el  apostolado  o  las  obras  de  caridad,  además  del  de  la  propia 
perfección,  naturalmente.  Pertenecen  a  esta  categoría,  entre 
otros  muchos,  los  pasonistas,  redentoristas,  maristas,  sacramén- 
talos, rosminianos,  estimatinos,  claretianos,  salesianos,  etc. 

Las  sociedades  de  vida  común  sin  votos,  son  sociedades  for- 
madas por  eclesiásticos  o  seglares  que  aún  no  teniendo  votos,  o 
no  teniéndolos  públicos,  llevan  una  vida  en  común  con  el  fin  de 
conseguir  la  perfección  y  dedicarse  a  las  obras  ele  apostolado.  No 
son  verdadera  y  propiamente  religiosos,  pero  en  muchos  sentidos 
el  Código  los  equipara  a  los  religiosos.  Entre  otros  citamos  a  los 
filipenses,  paúles,  lazaristas  y  sulpicianos  y  otras  muchas  insti- 
tuciones de  carácter  exclusivamente  misionero,  como  la  Sociedad 
de  Misiones  Extranjeras  de  París,  los  padres  blancos,  el  Instituto 
Pontificio  de  Misiones  Extranjeras  de  Milán. 

Las  congregaciones  religiosas  seculares  se  diferencian  de 
las  clericales  en  cuanto  que  están  formadas  generalmente  por 
miembros  que  son  de  ordinario  seglares,  por  ejemplo,  los  Her- 
manos de  las  Escuelas  Cristianas,  los  Hermanos  de  las  Escuelas 
Cristianas  de  Irlanda,  los  concepcionistas,  etc. 

Los  Institutos  seculares  cuya  historia  comienza  en  el  siglo 
XVIII,  pero  que  no  han  sido  reconocidos  jurídicamente  hasta 
1947,  son  fundaciones  cuyos  miembros  no  llevan  una  vestimenta 
particular,  no  siguen  una  vida  de  comunidad  según  las  normas 
canónicas,  no  emiten  votos  públicos,  y  conservan  también  des- 
pués de  su  consagración  al  Señor,  sacerdotes  y  seglares,  la  misma 
condición  social  que  tenían  antes,  con  todas  las  consecuencias 
jurídicas  y  prácticas  que  de  ella  se  derivan.  Mediante  la  práctica 
obligatoria  de  los  tres  consejos  evangélicos  se  dedican  a  todas 
las  formas  de  apostolado,  según  las  exigencias  de  la  vida  mo- 
derna. Entre  éstos  están  el  Opus  Dei,  la  Compañía  de  San  Pablo. 

Las  federaciones  nacionales  y  los  organismos  internaciona- 
les surgieron  prácticamente  del  Primer  Congreso  General  de  los 
Estados  de  Perfección  celebrado  en  Roma  en  1950,  y  tienen  por 
fin  unir  en  el  plano  nacional,  primero,  y  luego  en  el  internacional, 
a  los  Institutos  religiosos  y  seculares,  masculinos  y  femeninos, 
según  las  diversas  formas  de  apostolado  a  que  se  dedican,  para 
favorecer  la  unión  y  la  intensidad  de  las  fuerzas  que  actúan  en 
sectores  idénticos. 

A  muchas  de  las  ramas  religiosas  masculinas  corresponden 
otras  femeninas  con  finalidad  propia,  con  las  mismas  líneas  fun- 
damentales, de  acuerdo  con  las  cualidades  femeninas  y  con  las 
exigencias  del  apostolado  específico  que  requiere  la  presencia, 
las  dotes  y  la  actividad  de  la  mujer. 

La  digresión  ha  resultado  un  poco  larga  pero  no  nos  parece 


—  123  — 


inútil,  sobre  todo  porque  en  la  Comisión  de  Religiosos  resulta 
más  difícil  hacer  el  cómputo  distinguiendo  entre  el  clero  dioce- 
sano y  ei  regular:  de  los  veinticuatro  miembros,  veintidós  son 
religiosos,  entre  los  que  se  encuentra  un  arzobispo,  el  de  Winni- 
peg,  de  Canadá ;  tres  obispos :  Padua  y  Anagni,  de  Italia,  y  de 
Albacete,  de  España ;  solamente  hay  dos  miembros  del  clero  dio- 
cesano :  el  arzobispo  de  Aviñón  y  el  obispo  de  Allentown.  De 
veintinueve  consultores  sólo  dos  son  del  clero  diocesano :  el  rector 
del  Colegio  de  San  Luis  de  los  Franceses,  de  Roma,  y  un  profesor 
del  Colegio  de  San  Patricio,  de  la  ciudad  de  Maynooth,  Irlanda. 

Los  veintidós  miembros  religiosos  pertenecen:  dos  a  la 
Orden  Benedictina,  dos  capuchinos,  y  uno  de  cada  una  de  las 
siguientes  órdenes  y  congregaciones :  Dominicos,  Franciscanos, 
Conventuales,  Carmelitas  Descalzos,  Carmelitas  de  la  Antigua 
Observancia,  Mínimos,  Premonstratenses,  Basilianos,  Orden  de 
la  Santa  Cruz,  Jesuítas,  Redentoristas,  Claretianos,  del  Sagrado 
Corazón  de  Bétharam,  Misioneros  Hijos  del  Inmaculado  Corazón 
de  María,  Congregación  de  la  Santa  Cruz,  Salesianos,  Hermanos 
Maristas  y  del  Opus  Dei. 

Los  veintisiete  consultores  se  dividen  a  su  vez  en :  canónigos 
regulares  de  la  congregación  suiza  de  San  Mauricio,  francis- 
canos (cuatro),  premonstratenses,  cistercienses,  cistercienses 
reformados,  canónigos  regulares  lateranenses,  eudistas,  capu- 
chinos, eremitas  de  San  Agustín,  carmelitas  de  la  Antigua  Ob- 
servancia, carmelitas  descalzos,  ministros  de  los  enfermos,  pa- 
sionistas,  misioneros  oblatos  de  María  Inmaculada,  Congregación 
de  la  Santa  Cruz,  resurreccionistas,  claretianos  (dos),  misione- 
ros de  Nuestra  Señora  de  la  Salette,  Joseí'inos  de  Asti,  hijos  de 
la  caridad,  Pía  Sociedad  de  San  Pablo  y  Opus  Dei.  Se  añade  a 
estos  el  secretario  de  la  comisión,  padre  Rousseau,  de  los  misio- 
neros oblatos  de  María  Inmaculada ;  el  minutante  y  ei  archivero, 
también  religiosos.  Para  el  Concilio  Vaticano  I,  la  Comisión  de 
religiosos  estaba  compuestas  por  un  cardenal  presidente  y  doce 
consultores. 

Las  naciones  a  qu-?  pertenecen  los  miembros  son :  Austria, 
Bélgica,  Canadá,  Francia,  Alemania,  Italia,  Luxemburgo,  Ho- 
landa, Rumania,  España  y  Estados  Unidos;  a  su  vez  los  consul- 
tores proceden  de:  Austria,  Bélgica,  Canadá,  Ecuador,  Francia, 
Alemania,  Irlanda,  Italia,  España,  Suiza  y  Estados  Unidos. 

La  Comisión  ha  dividido  el  trabajo  en  tres  subcomisiones 
propias  y  dos  subcomisiones  mixtas ;  la  primera,  con  la  Comisión 
de  Obispos  y  del  Gobierno  de  la  Iglesia  para  estudiar  los  proble- 
mas del  apostolado,  y  la  segunda,  también  con  la  Comisión  de  los 
Obispos  y  con  la  Comisión  de  la  Disciplina  del  Clero,  para  es- 
tudiar las  cuestiones  que  respectan  a  los  Institutos  seculares. 

Durante  1961,  en  febrero,  murió  el  padre  Quenar  Gervasio, 
de  los  asuncionistas. 


—  124  — 


Los  problemas  tratados  que  van  desde  la  santificación  de 
los  religiosos  a  la  organización  interna  de  cada  una  de  las  ór- 
denes y  congregaciones,  y  las  relaciones  de  las  diversas  órdenes 
religiosas  entre  sí  y  con  el  clero  diocesano,  se  han  dividido  en 
veinte  temas  principales  en  torno  a  los  que  se  agrupan  las  cues- 
tiones de  menor  importancia. 

Para  la  composición  de  la  Comisión  de  Religiosos,  además 
de  la  competencia  para  los  problemas  a  estudiar,  como,  aparece 
claro  también  por  las  obras  de  cada  uno  de  éstos,  se  ha  tenido 
en  cuenta  la  representación  de  las  diversas  instituciones,  con  una 
extensa  selección  hecha  entre  los  juristas  profesores  y  superiores 
y  los  consultores  de  la  Sagrada  Congregación  de  Religiosos. 

Ramas  florecientes  y  siempre  nuevas  del  tronco  de  la  Iglesia, 
los  religiosos  están  llamados  cada  día  más  a  desarrollar,  junto 
a  la  actividad  específica  de  su  orden,  un  apostolado  de  vastísima 
extensión  en  todos  los  sectores  de  la  sociedad  moderna. 

(O.  R.  20  de  diciembre  de  1961) . 


LA  COMISION  DE  LA  DISCIPLINA 
DE  LOS  SACRAMENTOS 

En  los  Sacramentos  hay  un  triple  aspecto:  el  dogmático,  el 
ritual  y  el  jurídico  o  disciplinar.  El  primer  aspecto,  que  trata 
de  la  institución  y  de  los  efectos  de  los  Sacramentos,  compite  al 
Santo  Oficio  y,  por  tanto  — en  cuanto  concierne  al  futuro  Con- 
cilio Ecuménico — ,  a  la  Comisión  Teológica ;  el  segundo,  que  trata 
de  la  manera  de  administrarlos,  de  la  lengua  que  ha  de  usarse 
y  de  las  ceremonias  que  lo  acompañan,  es  de  la  competencia  de 
la  Sagrada  Congregación  de  Ritos  y,  por  tanto,  de  la  Comisión 
de  la  Sagrada  Liturgia;  el  tercero,  que  trata  de  la  disciplina  de 
los  Sacramentos,  las  dispensas  particulares  y  sus  mismas  con- 
secuencias prácticas  de  la  vida  externa  y  social,  compite  a  la 
Comisión  de  la  Disciplina  de  los  Sacramentos.  Es  explicable, 
pues,  que  se  le  llame  de  esta  manera  y  no  como  sería  más  sen- 
cillo :  la  Comisión  de  los  Sacramentos. 

Para  mejor  hacer  comprender  la  amplitud  de  sus  atribu- 
ciones, citamos  lo  que  dice  el  Código  de  Derecho  Canónico  sobre 
la  competencia  de  la  Sagrada  Congregación  de  la  Disciplina  de 
los  Sacramentos  que,  ocupándose  justamente  de  la  misma  ma- 
teria, lleva  el  mismo  nombre.  A  esta  Sagrada  Congregación, 
instituida  en  1908  por  San  Pío  X,  "está  encomendada  toda  la 
legislación  sobre  la  disciplina  de  los  Siete  Sacramentos,  salvo 
el  derecho  de  la  S.  Congregación  del  S.  Oficio  y  de  la  S.  Con- 


—  125  — 


gregación  de  Ritos  sobre  los  ritos  y  ceremonias  que  deben  ob- 
servarse al  realizar,  administrar  y  recibir  los  Sacramentos. 
Atañe,  por  tanto,  a  ella  cuanto  suele  decretarse  y  concederse  lo 
mismo  en  la  disciplina  del  matrimonio  que  en  la  de  k>s  demás 
Sacx-amentos,  sin  exceptuar  la  celebración  del  Sacrificio  Euca- 
rístico". 

La  Comisión  de  la  Disciplina  de  los  Sacramentos,  presidida 
por  el  cardenal  Benedetto  Aloisi-Masella,  obispo  de  Palestrina, 
prefecto  de  la  S.  Congregación  de  la  Disciplina  de  los  Sacra- 
mentos y  camarlengo  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  es  la  menos 
numerosa  después  de  la  Comisión  Ceremonial.  Cuenta,  pues,  so- 
lamente con  25  miembros  y  15  consultores,  a  los  que  debe  aña- 
dirse el  secretario,  padre  Ramón  Bidagor,  S.  J. ;  un  minutante 
y  un  archivero,  ambos  del  Clero  Diocesano  y  oficiales  de  la  S. 
Congregación  de  los  Sacramentos. 

Entre  los  miembros  hay  cuatro  arzobispos,  de  los  cuales 
tres  son  residenciales  y  un  titular;  dos  obispos,  un  residencial  y 
un  titular ;  once  sacerdotes  diocesanos  y  ocho  religiosos.  Estos 
últimos  pertenecen  a  los  Benedictinos,  Dominicos,  Franciscanos 
(dos),  Redentoristas,  sacerdote  del  Ssmo.  Sacramento  y  Cla- 
retianos. 

También  es  sencillo  el  cómputo  de  los  consultores :  cinco 
obispos,  de  los  cuales  tres  son  residenciales  y  dos  titulares,  dos 
sacerdotes  diocesanos,  ocho  religiosos,  pertenecientes :  uno  a  los 
Benedictinos,  dos  a  los  Dominicos,  dos  a  los  Franciscanos  y  tres 
a  los  Jesuítas. 

Las  naciones  de  donde  provienen  son :  Bélgica,  Brasil,  Co- 
lombia, Francia,  Alemania,  Italia,  Yugoeslavia,  Líbano,  Polonia, 
España  y  Estados  Unidos;  los  países  de  los  consultores  son: 
Argentina,  Australia.  Brasil,  Canadá,  Francia,  Italia,  Alemania, 
Malta,  Perú  y  República  Dominicana. 

Puesto  que  diez  de  sus  veinticinco  miembros  residen  habi- 
tualmente  en  Roma  y  tres  en  territorio  italiano,  la  comisión  ha 
confiado  a  ellos,  por  ser  más  fácil  su  reunión,  el  trabajo  de 
profundizar  en  cada  uno  de  los  problemas  que  se  habían  tratado 
desde  un  punto  de  vista  general  en  las  sesiones  plenarias.  Seis 
han  sido  las  sesiones  reducidas  de  estos  miembros  que  se  reunían 
no  en  forma  de  subcomisiones,  sino  como  un  grupo  de  trabajo 
especializado.  Téngase  en  cuenta,  para  subrayar  aún  más  la 
particular  competencia  en  los  temas  a  estudiar,  que  entre  los 
miembros  cinco  son  prelados  de  Santa  Rota  Romana,  siete  pro- 
fesores de  Universidad,  dos  consultores  de  la  Sagrada  Congre- 
gación de  Sacramentos,  un  consultor  y  un  calificador  de  la  Sa- 
grada Congregación  del  Santo  Oficio,  un  consultor  de  la  Comi- 
sión Pontificia  para  la  interpretación  auténtica  del  Código  de 


—  126  — 


Derecho  canónico.  Cuatro  de  los  consultores  de- la  Comisión  de 
la  Disciplina  de  los  Sacramentos  son  también  consultores  de  la 
Sagrada  Congregación  de  los  Sacramentos. 

En  el  cuadro  general  de  los  Sacramentos  se  comprende  fá- 
cilmente el  que,  en  el  estudio  de  esta  Comisión,  tengan  particular 
relieve  el  Sacramento  del  Orden  y  el  del  Matrimonio,  por  sus 
múltiples  consecuencias  aún  sociales,  por  la  importancia  que  re- 
visten no  sólo  de  cara  a  los  que  lo  reciben,  sino  frente  a  la  vida 
exterior  de  la  Iglesia  y  a  la  sociedad  civil.  En  la  elaboración  de 
los  esquemas  que  tratan  las  cuestiones  más  vitales  del  Sacra- 
mento del  Orden,  la  Comisión  ha  procurado  adecuar  a  las  exi- 
gencias de  la  vida  moderna  la  actividad  del  Clero,  considerando 
también  la  oportunidad  de  renovar  instituciones  vigentes  en  los 
primeros  siglos  de  la  Iglesia.  Por  cuanto  respecta  al  Matrimonio, 
se  ha  centrado  en  los  medios  para  tutelar,  en  la  desorientación 
moral  cada  día  mayor  de  nuestra  sociedad,  la  sagrada  institución 
de  la  familia.  Poner  un  freno  a  las  corrientes  laxistas  es  no  sólo 
un  deber  advertido  por  todos,  sino  también  un  deber  urgente. 

(O.  R.  de  2  de  enero  de  1962) . 


LA  COMISION  DE  LA  SAGRADA  LITURGIA 

La  Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia  ha  adoptado  un  método 
particular  de  trabajo  que  ha  dado  óptimos  frutos  y  que  ha  sa- 
tisfecho a  la  vez  a  sus  componentes.  Se  han  reducido  al  mínimo 
las  reuniones  plenarias  y,  en  cambio,  se  han  intensificado  las 
reuniones  de  las  Subcomisiones,  que,  constituidas  en  número  de 
trece,  una  para  cada  tema  de  estudio,  han  tenido  la  misión  de 
profundizar  en  cada  uno  de  los  temas. 

Este  método  de  trabajo  ha  exigido  una  particular  organi- 
zación que  puede  sintetizarse  así :  Con  la  antelación  de  dos  meses 
sobre  la  fecha  fijada  para  la  primera  reunión  plenaria  fue  en- 
viado a  todos  los  miembros  un  cuestionario,  dividido  en  doce 
temas,  en  los  que  para  cada  uno  de  los  problemas  se  daba  un 
esquema  que  contenía  las  indicaciones  de  más  importancia  y  se 
pedía  que  respondieran  con  las  observaciones  y  las  propuestas 
que  juzgaran  más  oportunas.  Llegaron  así,  además  de  las  res- 
puestas a  los  interrogatorios,  una  treintena  de  nuevas  propues- 
tas. Durante  la  breve  reunión  del  14-15  de  noviembre  de  1960 
fueron  examinadas  las  doce  cuestiones  propuestas,  y  a  ellas  se 
añadió  una  decimotercera,  creando  después,  para  el  estudio  de 
cada  una,  una  Subcomisión  particularmente  competente.  Cada 
Subcomisión  se  compone  de  un  relator,  que  es  siempre  escogido 
entre  los  miembros :  de  un  secretario,  que  es  siempre  un  consul- 
tor, y  de  cinco  o  seis  especialistas,  que  pueden  ser  tanto  miem- 


—  127  — 


bros  como  consultores.  De  cada  Subcomisión  forma  parte  tam- 
bién uno  o  más  obispos,  pero  nunca  en  función  de  relator. 

Distribuido  así  el  trabajo,  las  trece  Subcomisiones  han 
abordado  el  estudio  de  sus  propios  temas,  teniendo  a  su  dispo- 
sición cuatro  meses  para  hacer  llegar  a  la  Secretaría  de  la  Co- 
misión sus  resultados.  Las  Subcomisiones  formadas  por  personas 
que  no  residen  en  Roma  han  trabajado  sobre  todo  por  corres- 
pondencia; en  cambio,  las  compuestas  por  personas  cercanas 
relativamente  entre  sí,  por  su  lugar  de  residencia,  se  han  reunido 
más  veces  en  Roma  o  en  ctros  lugares. 

Hay  que  añadir  a  las  ya  citadas  otras  cuatro  Subcomisiones 
mixtas :  una  con  la  Comisión  de  Religiosos,  otra  con  la  de  Semi- 
narios, la  tercera  con  la  de  Misiones  y  la  cuarta  con  el  Secre- 
tariado Pro-Unión. 

La  Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia  está  presidida,  después 
del  fallecimiento  del  cardenal  Gaetano  Cicognani,  por  el  cardenal 
Arcadio  Larraona,  prefecto  de  la  Sagrada  Congregación  de  Ritos ; 
el  secretario  es  el  padre  Aníbal  Bugnini,  de  la  Congregación  de 
la  Misión,  ayudado  por  un  minutante,  también  de  la  Congrega- 
ción de  la  Misión,  y  por  un  escribiente-archivero,  sacerdote  dio- 
cesano de  origen  rumano.  Los  miembros  son  27,  y  los  consul- 
tores, 38. 

Los  27  miembros  se  dividen  en :  un  arzobispo,  cinco  obispos 
residenciales,  dos  obispos  titulares,  doce  sacerdotes  del  clero  dio- 
cesano, siete  sacerdotes  del  clero  regular  y,  concretamente,  dos 
benedictinos,  un  dominico,  un  jesuita,  un  claretiano,  uno  del  Ora- 
torio, un  misionero  de  San  Vicente.  Hay  otro  benedictino  entre 
los  obispos  arriba  citados.  A  su  vez,  proceden  de  doce  países  di- 
versos: Austria,  Bélgica,  Brasil,  Congo,  Francia,  Alemania,  In- 
glaterra, Iraq,  Italia,  Yugoeslavia,  España  y  Estados  Unidos. 

Los  38  consultores  comprenden :  un  arzobispo,  cuatro  obis- 
pos, 16  sacerdotes  del  clero  diocesano,  17  del  clero  regular.  Estos 
últimos  se  desglosan  así:  seis  benedictinos,  un  premostratense, 
dos  dominicos,  dos  jesuítas,  uno  de  la  Congregación  de  San  Ba- 
silio, un  Pallotino,  un  franciscano,  un  redentorista,  un  oratoria- 
no,  uno  de  la  Congregación  de  los  Sagrados  Corazones  de  Picpus. 
Y  representan  a  17  países:  Australia,  Austria,  Bélgica,  Canadá, 
Colombia,  Congo,  Filipinas,  Francia,  Alemania,  India,  Irlanda, 
Italia,  Holanda,  Polonia,  España,  Suiza  y  Estados  Unidos. 

Se  han  producido  tres  defunciones  en  el  seno  de  la  Comisión : 
la  del  padre  Cappelle,  abad  de  Mont  Cesar  de  Lovaina,  miembro, 
y  las  de  dos  consultores :  el  abad  Cannizzaro,  de  Génova,  y  de  S. 
E.  Zakrzeweski,  presidente  de  la  Comisión  Litúrgica  en  la  Con- 
ferencia Episcopal  de  Polonia. 

En  la  composición  de  la  Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia 
se  ha  querido  seguir  un  doble  criterio:  el  de  la  especialización 


—  128  — 


S.   E.  GUSTAVO  TESTA, 

cardenal   presidente  de   la   (omisión   Técnico-Organizativa,   nacido  en   Boltiere,   Bérgamo,   el   18  de  julio 
de   1886,   ordenado  el   28  de  octubre  de   1010,  elegido  para  la  Iglesia  titular  arzobispal  de  Amasea  el 
4   de  junio   de   1934;   consagrado  el   1"    de  noviembre  de   1934;  creado  y  proclamado  cardenal   por  Su 
Santidad  Juan   XXIII   en  el   Consistorio  del   14   de  diciembre  de  1959,  del  Titulo  de  San  Jerónimo 
de  los  Schiavoni;  Secretarlo  de  la  S.   Congregación  de  la  Iglesia  Oriental. 


y  el  de  la  ecumenicidad.  Se  advierten  así,  junto  a  los  arzobispos 
y  obispos  particularmente  conocidos  en  el  campo  litúrgico,  pro- 
fesores de  Universidad  o  de  escuelas  superiores  eclesiásticas,  pre- 
sidentes de  Institutos  o  de  Comisiones  para  la  Liturgia,  la  Música, 
el  Arte  Sacro,  ex  rectores  magníficos,  escritores  de  cuestiones 
litúrgicas.  Baste  decir  que  están  representadas  las  Universida- 
des y  los  centros  de  estudios  litúrgicos  más  conocidos,  como  los 
de  Roma;  de  Tréveris,  de  París,  de  Innsbruck,  de  Viena,  de  To- 
losa,  de  Milán,  de  Strasburgo,  de  Friburgo,  de  Melbourne,  de 
Bonn,  de  Washington,  de  Medellín,  de  Vitoria,  de  Leopoldville, 
de  Manila,  de  Nimega,  de  Montreal,  de  Monaco  y  de  Baviera. 

En  todo  su  trabajo  preparatorio  la  Comisión  de  la  Sagrada 
Liturgia  ha  tenido  siempre  presente  tres  elementos :  el  respeto 
y  la  veneración  del  sacro  patrimonio  del  pasado  y  de  los  ritos 
litúrgicos  actuales;  la  preocupación  de  que  el  clero  esté  sólida- 
mente formado  en  la  inteligencia,  comprensión  y  práctica ;  el 
anhelo  de  que  la  acción  pastoral  se  beneficie  ampliamente  de  una 
liturgia  en  la  que  participen  los  fieles  activa  y  conscientemente. 

La  preocupación  pastoral  ha  dominado  todos  los  trabajos  de 
la  Comisión  en  una  visión  abierta  a  todos  los  aspectos  doctrinales 
y  prácticos,  de  modo  que  pueda  proporcionarse  de  nuevo  a  la 
liturgia  del  papel  que  le  asignara  San  Pío  X ;  es  decir,  que  los 
fieles  puedan  alcanzar,  en  una  visión  conciliadora  y  armoniosa, 
"el  verdadero  espíritu  cristiano". 

(O.  R.  de  5  de  enero  de  1962) . 


LA  COMISION  DE  ESTUDIOS  Y  DE  SEMINARIOS 

Presidida  por  el  cardenal  Pizzardo,  obispo  de  Albano  y 
prefecto  de  la  Sagrada  Congregación  de  Seminarios  y  de  Uni- 
versidades, la  Comisión  de  Estudios  y  Seminarios  es  la  más 
numerosa  después  de  la  Central,  pues  está  compuesta  de  treinta 
y  seis  miembros  y  de  treinta  y  dos  consultores.  A  éstos  debe 
añadirse  el  secretario,  padre  Agustín  Mayer,  benedictino,  rector 
magnífico  del  Ateneo  Pontificio  de  San  Anselmo,  de  Roma,  ayu- 
dado por  un  minutante  y  un  archivero,  ambos  del  Clero  Dioce- 
sano y  oficiales  de  la  Sagrada  Congregación  de  Seminarios  y 
Universidades. 

De  los  treinta  y  seis  miembros,  seis  son  arzobispos,  cuatro 
de  ellos  residenciales  y  dos  titulares  ;  cinco  provienen  del  Clero 
Diocesano  y  uno  es  salesiano.  Los  obispos  son  diez,  seis  residen- 
ciales y  cuatro  titulares ;  uno  es  de  la  Congregación  Hospitalaria 
del  Gran  San  Bernardo.  Hay  además  doce  miembros  del  Clero 
Diocesano  y  ocho  de  las  siguientes  Ordenes  religiosas :  un  sulpi- 
ciano,  un  dominico,  un  capuchino,  un  Siervo  de  María,  dos  je- 
suítas, un  estimatino  y  un  salesiano. 


—  131  — 


De  los  treinta  y  dos  consultores,  hay  siete  arzobispos,  un 
obispo,  catorce  sacerdotes  diocesanos,  nueve  religiosos  y  un 
seglar.  Los  arzobispos  son  todos  residenciales;  el  obispo,  tam- 
bién residencial,  es  jesuíta;  de  los  religiosos,  hay  dos  dominicos, 
un  franciscano,  tres  jesuítas,  un  escolapio  y  un  oratoriano.  El 
único  seglar  de  la  Comisión  es  el  rector  magnífico  de  la  Univer- 
sidad Católica  del  Sagrado  Corazón. 

Los  miembros  son  de  las  siguientes  naciones :  Austria,  Ecua- 
dor, Francia,  Alemania,  India,  Irlanda,  Italia,  Portugal,  España, 
Estados  Unidos  y  Suiza.  A  su  vez,  los  consultores  son  de  Austria, 
Bélgica,  Chile,  Congo,  Francia,  Alemania,  Guatemala,  Italia,  Mé- 
jico, España  y  Estados  Unidos.  Dos  bajas  ha  sufrido  la  Comi- 
sión, una  de  ellas  recientísima :  el  obispo  de  Münster  (Alemania) , 
monseñor  Keller,  que  murió  el  7  de  noviembre  de  1961,  y  el 
arzobispo  de  Sassari,  monseñor  Saba,  el  19  de  enero  de  este  año. 

Para  subrayar  mejor  la  competencia  de  los  miembros  y 
consultores  sobre  los  problemas  a  estudiar  en  esta  Comisión,  es 
oportuno  mirar  las  cualidades  y  actividades  de  cada  uno  de  los 
que  la  componen,  teniendo  en  cuenta  que  se  ha  querido  alcanzar 
un  justo  equilibrio  entre  los  hombres  intelectuales  y  los  de  vida 
pastoral. 

Tenemos,  por  tanto,  cuatro  miembros  y  tres  consultores  rec- 
tores de  Universidades:  el  de  la  Gregoriana  de  Roma,  el  del 
Instituto  Católico  de  París,  el  del  Ateneo  de  San  Anselmo  y  del 
Ateneo  Salesiano  de  Roma,  los  de  las  Universidades  Católicas 
de  Milán,  Washington  y  Pamplona;  dos  miembros  decanos  de 
Facultades  Teológicas,  del  Marianum  de  Roma  y  del  Seminario 
de  Venegono  de  Milán;  siete  miembros  y  once  profesores  de 
Universidades  bien  conocidas  como  la  Gregoriana,  el  Latera- 
nense,  la  de  Propaganda  Fide,  el  Angelicum,  el  Instituto  Bíblico 
Franciscano  de  Jerusalén,  el  Instituto  Católico  de  París,  la  Ca- 
tólica de  Milán,  la  Universidad  del  Estado  de  Roma  y  las  Uni- 
versidades Católicas  de  Bonn,  Viene,  Tubinga,  Würzburg  y  Sa- 
lamanca ;  cinco  miembros  y  cuatro  consultores  rectores  o  padres 
espirituales  de  Seminarios,  un  miembro  y  tres  consultores  pro- 
fesores de  Seminarios.  A  éstos,  que  siguen  de  lleno  el  ritmo  de 
los  estudios,  se  añaden  dos  consultores  que  son  miembros  de  la 
Comisión  Bíblica  y  dos  miembros  de  la  Academia  Teológica  Ro- 
mana; tres  son  también  presidentes  o  miembros  de  comisio- 
nes episcopales  de  Seminarios.  Se  nota,  pues,  que  tanto  los  miem- 
bros como  los  consultores  tienen  en  su  haber  numerosas  publi- 
caciones, algunas  de  gran  importancia  y  actualidad. 

Como  método  de  trabajo,  la  Comisión,  desde  su  comienzo 
se  preocupó  de  buscarse  un  sistema  de  trabajo  bastante  preciso, 
pero  también  susceptible  de  cambios  según  las  necesidades.  Sobre 
la  base  de  las  propuestas  formuladas  por  la  Central,  esta  Co- 
rnijón prof.íSí>ha  de  la  índole  particular  de  cada  una  de  las  cues- 
tiones, teniendo  presente  siempre  las  peticiones  durante  el  pe- 


—  132  — 


ríodo  antepreparatorio  de  los  obispos,  de  las  Universidades  Ca- 
tólicas, de  los  Dicasterios  romanos  y  de  las  Ordenes  religiosas. 
El  programa  se  comunicó  seguidamente  a  miembros  y  consul- 
tores para  escuchar  su  parecer;  entre  tanto  varios  relatores  se 
encargaron  de  estudiar  cada  uno  de  los  problemas,  teniendo  en 
cuenta  las  observaciones  hechas  en  las  sesiones  generales  o  por 
escrito.  A  su  lado,  un  correlator  seguía  el  desarrollo  del  trabajo 
proporcionando  la  contribución  de  las  propias  experiencias,  de 
los  propios  estudios  y  de  los  propios  consejos. 

Después  de  la  presentación  de  cada  relación  a  la  sesión  ple- 
naria,  las  eventuales  modificaciones  requeridas  por  miembros  y 
consultores,  a  través  de  una  libre  y  prolongada  discusión,  se 
hacían  por  los  relatores  en  estrecha  colaboración  con  el  Secre- 
tariado de  la  Comisión.  Se  puede,  por  tanto,  decir  que  el  esquema 
definitivo,  aprobado  en  la  sesión  plenaria,  es  el  resultado  de  una 
asidua  colaboración  y  el  concreto  punto  de  llegada  de  los  consen- 
timientos unánimes  de  toda  la  Comisión. 

El  contenido  de  estos  esquemas  es  fácil  de  intuir  si  se  piensa 
en  los  problemas  de  los  seminarios,  hoy,  desde  los  espirituales  a 
los  culturales,  de  los  disciplinares  a  los  ascéticos.  Se  trata  de 
adecuar  programas  y  métodos,  no  ya  a  los  gustos  de  una  moda 
que  busca  la  novedad  por  la  novedad,  sino  a  las  exigencias  más 
profundas  de  los  hombres  de  nuestro  tiempo,  con  la  intención 
de  preparar  para  la  Iglesia  de  mañana,  con  obediencia  a  las  di- 
rectrices del  Papa,  a  sacerdotes  cada  vez  más  numerosos,  y  cada 
vez  más  completos  espiritual  y  culturalmente ;  y  con  el  fin  tam- 
bién de  favorecer  un  mayor  desarrollo  de  los  estudios  católicos, 
desde  sus  más  modestos  comienzos  hasta  los  más  altos  grados 
de  la  cultura. 

(O.  A.  de  28  de  enero  de  1962) . 


LA  COMISION  DE  LAS  IGLESIAS  ORIENTALES 

La  Comisión  de  las  Iglesias  orientales  es  ciertamente  — y 
se  comprende  fácilmente  por  qué —  la  más  diversa  en  su  com- 
posición, tanto  por  las  naciones,  estirpes,  lenguas,  ritos  repre- 
sentados cuanto  por  las  cualidades  de  cada  miembro  y  consultor. 
Es  también  la  Comisión  que,  en  cierto  sentido,  extiende  su  com- 
petencia a  un  mayor  número  de  problemas  por  cuanto  abraza 
todo  lo  referente  a  la  Iglesia  Oriental  aun  en  muchas  de  las  cues- 
tiones que  son  estudiadas  a  su  vez  por  las  diversas  Comisiones 
preparatorias  para  la  Iglesia  occidental. 

La  Comisión  estuvo  presidida  por  el  cardenal  Acacio  Cousa, 
recientemente  fallecido ;  tiene  el  cargo  de  secretario  el  padre  Anas- 
tasio Welykyj,  basiliano  de  San  Josafat,  protector  del  Pontificio 
Católico  de  San  Josafat  y  director  de  los  "Analecta  Ordinis  S. 


—  133  — 


Basilii  Magni" ;  trabajan  con  éí  dos  sacerdotes  diocesanos,  uno 
como  minutante  y  otro  como  archivero. 

Los  miembros  de  la  Comisión  son  veintiséis,  ocho  de  los 
cuales  son  arzobispos,  siete  obispos,  un  archimandrita,  un  pre- 
lado auditor  de  la  Sagrada  Rota,  un  corepíscopo  y  ocho  religiosos ; 
seis  de  los  arzobispos  son  residenciales  y  dos  titulares,  siete  del 
Clero  Diocesano  y  un  religioso,  de  la  Congregación  de  la  Imi- 
tación de  Cristo;  cinco  obispos  son  titulares  y  dos  residenciales, 
tres  del  Clero  Diocesano  y  cuatro  religiosos :  dos  clérigos  regu- 
lares marianos,  un  asuncionista  y  un  mequitarista  de  Venecia. 

También  el  archimandrita,  o  prior  de  Monasterio,  perte- 
nece a  los  basilianos  y  es  ordinario,  con  territorio  propio.  El 
corepíscopo,  que  originariamente  era  un  obispo  a  quien  se  le 
confiaba  el  gobierno  de  un  territorio  rural  bajo  la  dependencia 
del  obispo  de  la  ciudad,  hoy  no  posee  la  dignidad  episcopal,  pero 
continúa  ocupando,  al  menos  en  algunas  iglesias,  un  puesto  pre- 
minente  entre  el  clero.  Los  ocho  religiosos  pertenecen  a  las  si- 
guientes órdenes  y  congregaciones :  un  basiliano  Alepino,  un  ter- 
ciario regular  de  San  Francisco,  un  agustino,  tres  jesuítas  y 
dos  asuncionistas. 

En  el  elenco  de  las  naciones  que  estos  miembros  representan 
en  la  Comisión  predominan,  naturalmente,  las  orientales,  pero 
no  excluyendo  a  algunos  expertos  de  países  occidentales;  tene- 
mos, pues,  Bélgica,  Egipto,  Etiopía,  Alemania,  Grecia,  India, 
Irak,  Italia,  Yugoeslavia,  Líbano,  República  Soviética  Socialista 
Bielorrusa,  Rumania,  Rusia,  Siria,  España,  Turquía  y  Ucrania. 

Aún  es  más  diverso  el  elenco  de  los  treinta  consultores,  que 
comprende  a  dos  obispos,  nueve  sacerdotes  diocesanos  y  19  reli- 
giosos, así  repartidos:  dos  benedictinos,  un  premostratense,  un 
basiliano  de  Grottaferrata,  un  basiliano  de  San  Josafat,  un  ba- 
siliano Soarita,  dos  dominicos,  dos  franciscanos,  un  agustino,  dos 
jesuítas,  un  pasionista,  un  asuncionista,  un  carmelita  de  María 
Inmaculada,  un  franciscano  del  Atolement  y  un  hermano  de  la 
Predicación  de  San  Marcos. 

Los  países  representados  son:  Bélgica,  Bulgaria,  Checoslo- 
vaquia, Egipto,  Francia,  Alemania,  Grecia,  India,  Italia,  Letonia, 
Líbano,  Holanda,  Palestina  árabe,  Rumania,  Estados  Unidos  y 
Ucrania.  Se  da  el  caso,  y  quizá  no  el  único,  de  un  consultor  que 
nació  en  Turquía,  es  de  nacionalidad  armenia  y  ciudadano  jor- 
dano.  Se  puede  decir,  dando  un  vistazo  de  conjunto  a  los  nombres 
que  figuran  en  la  lista  de  miembros  y  consultores,  que  se  ha  al- 
canzado un  feliz  equilibrio  entre  hombres  de  gobierno  y  de  estu- 
dios, entre  los  representantes  de  los  diversos  ritos,  entre  los  ex- 
ponentes calificados  de  muchos  pueblos,  aun  de  los  que  padecen 
en  este  momento  graves  persecuciones.  La  Iglesia,  y  por  medio 
de  ella  el  Concilio,  no  se  para  en  el  presente,  sino  que  mira  al 
futuro,  sabiendo  bien  por  divina  promesa  y  por  la  experiencia 


134  — 


S.   K.   ALFREDO  OTTAVIANI, 


cardenal    presidente   de   la   Comisión   Teológica,   nacido  en   Roma  el   29   de  octubre   de   1890;  ordenado 
el   18  «le  marzo  <lc   19IB.  creado  y   i>roclamado  cardenal  por  Pío  XII  en  el  Consistorio  de  12  de  enero 
de    1953;   consagrado  el    1!»  de  abril  de   1962;   diácono  de   Santa  María  la   Dominica:   secretario   de  la 
suprema  Sagrada   Congregación   «leí   santo  oficio. 


de  los  siglos  pasados  que  "Las  fuerzas  del  infierno  no  prevale- 
cerán". 

Otra  característica  interesante  de  esta  Comisión  es  la  di- 
versidad de  ritos  a  que  pertenecen  miembros  y  consultores. 
Los  seis  ritos  principales  están  representados  con  sus  principales 
subdivisiones.  Tenemos  así :  el  rito  Alejandrino,  con  las  deriva- 
ciones de  Coptos  y  Etiopenos;  el  rito  Antioqueno,  con  los  sirios, 
maronitas  y  malabares;  el  rito  Bizantino,  con  los  ucranianos, 
rutenos,  griegos,  italo-albaneses,  melquitas,  rumanos,  rusos,  búl- 
garos y  yugoslavos ;  el  rito  Caldeo,  con  los  caldeos  y  malabares ; 
el  rito  armeno  y  el  rito  latino. 

Se  observa  que  en  la  Iglesia  oriental  los  ritos  tienen  una 
importancia  de  relieve  especial  y  se  distinguen  unos  de  otros  por 
sus  orígenes  históricos,  geográficos  y  etnográficos  diversos.  La 
misma  diferencia  de  rito  entre  la  Iglesia  oriental  y  la  occidental 
no  es  sólo  una  expresión  externa  diversa  en  ceremonias  y  len- 
guas litúrgicas,  sino  también  una  diferencia  en  la  disciplina 
canónica.  Los  ritos  orientales  están  regidos  por  patriarcas,  asis- 
tidos por  el  Sínodo,  que  tiene  amplios  poderes  personales  y  ju- 
risdiccionales, de  modo  que  la  distinción  de  ritos  equivale,  en 
ciertos  aspectos,  a  la  división  de  diócesis,  o  mejor  dicho,  de  pa- 
triarcados. En  algunas  ciudades  orientales  hay  patriarcas  di- 
versos para  cada  rito;  por  ejemplo,  en  Antioquía  hay  tres,  uno 
para  los  católicos  de  rito  siró,  otro  para  los  de  rito  maronita  y 
otro  para  los  de  rito  melquita. 

Se  han  creado  en  el  seno  de  la  Comisión  seis  secciones  de 
trabajo  que  abarcan  todos  los  temas  de  estudio:  la  Sección  Teo- 
lógica, Jurídica,  Histórica,  Litúrgica,  Unionista  y  Pastoral.  Hay 
además  una  Subcomisión  para  las  relaciones  con  los  hermanos 
separados.  Cada  una  de  las  secciones  ha  elaborado  su  propia 
materia,  que  ha  presentado  a  continuación  a  la  sesión  plenaria, 
donde  era  necesario  un  ulterior  trabajo  de  discusión  y  profun- 
dización  para  poder  poner  de  relieve  las  particularidades  de  cpda 
rito,  siempre  con  la  intención  no  sólo  de  respetar,  sino  también 
de  valorizar  todas  las  peculiares  características  que  forman  parte 
de  un  patrimonio  histórico  y  religioso,  tanto  más  precioso  cuanto 
más  antiguo. 

Todo  lo  que  se  ha  dicho  se  refiere,  es  evidente,  solamente  a 
las  Iglesias  orientales  católicas,  que  también,  con  ocasión  de  las 
sesiones  comunes,  por  medio  de  sus  representantes,  han  mani- 
festado la  vitalidad  que  las  anima,  haciendo  de  esta  manera  que 
todfis  las  reuniones  resultasen  verdaderamente  completas  v  fe- 
cundas. La  asiduidad  a  los  trabajos,  la  vivacidad  de  las  discu- 
ciones.  hechas  posible  por  la  más  amplia  libertad  para  expresar 
las  propias  opiniones ;  la  devoción  particularmente  filial  al  Pa- 
dre Santo  Juan  XXIII,  son,  en  síntesis,  las  notas  distintivas  de 
esta  Comisión,  que  ya  ha  sometido  al  examen  de  la  Comisión 
Central  ocho  esquemas  y  trabaja  ahora  en  la  elaboración  de  otros 
siete. 


—  137  — 


LA  COMISION  DE  LAS  MISIONES 


Es  fácil  suponer  el  notable  trabajo  que  le  ha  tocado  desarro- 
llar a  la  Comisión  de  las  Misiones,  si  se  piensa  en  el  avance 
misionero  conseguido  en  este  siglo,  en  los  problemas  graves  y 
múltiples  que  varían  de  un  continente  a  otro,  en  la  acogida  de 
los  pueblos  a  la  religión  católica,  en  las  dificultades  de  los  di- 
versos países  oprimidos  por  el  comunismo  o  vejados  por  revo- 
luciones. Naturalmente,  no  decimos  que  el  Concilio  pueda  y  deba 
tratar  en  sus  sesiones  todas  las  cuestiones  que  hoy  turban  el 
horizonte  misionero;  pero  es  cierto  que  la  Comisión  de  las  Mi- 
siones debe  en  lo  posible  estudiar  todas  las  soluciones  y  reformas 
eventuales  que  parezcan  más  apropiadas  tanto  para  una  prepa- 
ración cada  vez  más  indicada  de  los  misioneros  como  para  im- 
primir un  impulso  cada  vez  más  vigoroso  a  la  evangelización  de 
los  pueblos. 

Todo  el  trabajo  de  la  Comisión  fue  esbozado  ya  en  la  pri- 
mera reunión  de  los  miembros  y  consultores  el  24  de  octubre  de 
1960.  Fue  una  reunión  fructuosa  a  pesar  de  ser  breve,  en  la  que 
se  formaron  cinco  subcomisiones  con  la  tarea  de  estudiar  temas 
diversos,  como  los  sacramentos  y  la  liturgia ;  el  régimen  de  las 
misiones  y  la  reforma  del  Código;  la  disciplina  del  clero  y  del 
pueblo  cristiano ;  la  formación  intelectual  de  clérigos  y  religiosos ; 
la  cooperación  misionera  de  los  fieles.  Estos  diversos  temas  se 
han  estudiado  en  función  y  solamente  en  el  ámbito  misional,  te- 
niendo presentes  las  especiales  circunstancias  de  los  países  en 
que  el  catolicismo  representa  una  minoría  a  veces  pequeña  y  las 
exigencias  de  las  jóvenes  comunidades  cristianas  que  acaban  de 
nacer  a  la  fe. 

Dadas  las  dificultades  para  poder  reunir  el  pleno  de  la  Co- 
misión, puesto  que  muchos  de  sus  miembros  y  consultores  viven 
en  tierra  de  misiones,  se  han  realizado  solamente  dos  sesiones 
plenarias,  la  primera  del  17  al  26  de  abril  de  1961  y  la  segunda 
del  20  al  30  de  noviembre  del  mismo  año.  En  compensación,  las 
subcomisiones,  formadas  en  gran  parte  por  miembros  residentes 
en  Roma,  se  han  reunido  una  vez  por  semana ;  los  secretarios  de 
cada  subcomisión  se  encontraban  luego  todos  ios  meses  para  co- 
ordinar los  trabajos  con  el  fin  de  dar  un  carácter  de  unida  da 
todos  los  esquemas  o  artículos,  como  se  han  llamado  con  prefe- 
rencia los  elaborados  por  la  Comisión  de  las  Misiones. 

La  Comisión  de  las  Misiones  está  presidida  por  el  cardenal 
Gregorio  Pedro  Agagianian,  patriarca  de  Cilicia  de  los  Armenios, 
prefecto  de  la  Sagrada  Congregación  de  Propaganda  Fide;  rea- 
liza las  funciones  de  secretario  monseñor  Mathew,  arzobispo  ti- 
tular de  Apamea  de  Bitinia,  ayudado  por  un  minutante  del  clero 
diocesano  y  un  archivero,  Misionero  Oblato  de  María  Inmacu- 
lada. 

Los  miembros  de  esta  Comisión  son  22,  distribuidos  así: 


—  138  — 


cuatro  arzobispos,  cuatro  obispos  y  catorce  religiosos.  De  los 
arzobispos,  uno  es  residencial  y  tres  titulares ;  dos  del  clero  dio- 
cesano y  dos  del  clero  regular,  uno  del  Verbo  Divino  y  otro 
jesuíta. 

Entre  los  obispos  predominan  los  titulares  y  pertenecientes 
a  familias  religiosas.  Pues  uno  es  residencial  y  tres  son  titulares, 
uno  del  clero  diocesano  y  tres  religiosos,  uno  benedictino  de  la 
Congregación  de  Santa  Otilia  de  Misiones  Extranjeras,  un  ca- 
puchino y  el  superior  general  del  Instituto  Español  de  San  Fran- 
cisco Javier  de  Misiones  Extranjeras.  Los  religiosos  son:  bene- 
dictinos de  la  Congregación  de  Santa  Otilia  de  Misiones  Extran- 
jeras, ermitaño  de  San  Agustín,  dominicos,  franciscanos,  capu- 
chinos, jesuítas,  misioneros  oblatos  de  María  Inmaculada  maria- 
nistas  y  del  Verbo  Divino. 

Los  países  representados  por  sus  miembros,  por  lo  menos 
en  cuanto  a  su  origen  se  refiere,  son :  Bélgica,  China,  Francia, 
Alemania,  Ghana,  India,  Italia,  Holanda,  España  y  Suiza.  Sin 
embargo,  varios  de  ellos  residen  o  en  Roma,  en  las  Curias  Gene- 
ralicias  de  sus  respectivos  congregaciones  religiosas,  dedicados 
a  formar  futuros  misioneros,  o  e  ntierra  misional,  donde  desarro- 
llan su  ministerio  pastoral.  La  Comisión  se  vale  también  de  esta 
manera  de  la  competencia  de  los  que  han  sido  misioneros  y  que 
hoy  dirigen  institutos  consagrados  a  las  misiones,  y  de  los  que 
aún  viven  en  primera  línea  las  experiencias  más  vitales  de  un 
apostolado  siempre  rico  en  sacrificio  y  que,  a  veces,  exige  el 
heroísmo  y  el  martirio,  como  lo  demuestran  los  recientes  aconte- 
cimientos acaecidos  en  China,  Vietnam  y  Africa. 

Los  consultores  de  la  Comisión  de  las  Misiones,  en  número 
de  32,  tienen  las  mismas  características,  prácticamente,  que  los 
miembros :  cuatro  arzobispos,  cuatro  obispos,  cuatro  sacerdotes 
diocesanos  y  veinte  religiosos.  De  los  arzobispos  dos  son  resi- 
denciales y  dos  titulares,  tres  del  clero  diocesano  y  uno  religioso, 
precisamente  de  los  misioneros  de  Africa ;  dos  obispos  son  re- 
sidenciales y  dos  titulares,  pero  todos  religiosos;  dos  salesianos, 
un  capuchino  y  uno  de  la  Congregación  de  benedictinos  de  Santa 
Otilia  de  Misiones  Extranjeras. 

No  debe  extrañar  esta  mayoría  de  religiosos  respecto  al 
clero  diocesano,  pues  son  las  Ordenes  y  Congregaciones  religio- 
sas, antiguas  y  nuevas,  las  que  han  asumido  de  manera  preva- 
lente  la  tarea  misionera,  disponiendo  de  hombres  y  de  organi- 
zaciones para  un  trabajo  continuado  y  profundo.  Las  misiones 
de  una  sola  persona  son  inconcebibles,  aunque  los  ejemplos  de 
San  Francisco  Javier  y  las  experiencias  de  Carlos  de  Foucault 
o  de  Alberto  Peyliguere  representan  tentativas  generosas  dignas 
de  admiración. 

Los  cuatro  sacerdotes  diocesanos  que  figuran  entre  los  con- 
sultores de  la  Comisión  tienen  todos  cargos  que  les  ponen  en 


—  139  — 


contacto  con  los  problemas  misioneros.  El  primero  es  rector  del 
Seminario  de  Manly,  en  Australia;  el  segundo  es  director  na- 
cional de  las  Obras  Pontificas  Misioneras  de  Alemania;  el  ter- 
cero preside  el  Instituto  de  Misionología  de  Nimega;  el  cuarto 
es  profesor  de  Derecho  canónico  en  el  Ateneo  Urbaniano.  Los 
religiosos  se  distribuyen  en:  jesuitas,  misioneros  de  Scheut,  do- 
minicos, franciscanos,  conventuales,  Compañía  de  María,  Con- 
gregación del  Espíritu  Santo,  Misioneros  Oblatos  de  María  In- 
maculada, Instituto  Pontificio  de  Misiones  Extranjeras,  Padres 
Blancos,  Sociedad  de  Misiones  Extranjeras  de  Belén  en  Suiza, 
Congregación  de  las  Misiones  y  mercedarios. 

Los  países  de  procedencia,  o  en  los  que  trabajan  los  consul- 
tores, son  múltiples:  Australia,  Austria,  Bélgica,  Canadá,  Fili- 
pinas, Francia,  Alemania,  Honduras,  India,  Irlanda,  Italia,  Ho- 
landa, Pakistán,  España,  Estados  Unidos,  Suiza,  Tanganika  y 
Venezuela. 

Tenemos  aquí  la  vida  de  la  Iglesia  en  su  juventud  siempre 
nueva,  con  sus  espíritus  de  conquista  y  con  su  fuerza  incontenible 
de  expansión.  Las  misiones  son  la  esperanza  del  futuro;  del 
próximo  Concilio  recibirán  nuevo  impulso,  en  la  dirección  indi- 
cada por  la  "Fidei  Donum"  de  Pío  XII  y  la  "Princeps  Pastorum" 
de  Juan  XXIII. 

(O.  R.  de  8  de  febrero  de  1962) . 


LA  COMISION  DEL  APOSTOLADO  SEGLAR 

La  Comisión  del  Apostolado  Seglar  es  la  que  más  que  nin 
guna  otra,  juntamente  con  el  Secretariado  de  Prensa  y  Espec- 
táculos, subraya  en  cierto  sentido  el  aspecto  moderno  del  Concilio 
Ecuménico  Vaticano  II,  en  cuanto  tiene  que  estudiar  problemas 
nuevos  madurados  en  la  Iglesia  de  una  manera  más  evidente  en 
este  último  siglo.  Una  Comisión  de  esta  clase  sería  casi  insos- 
pechada en  la  preparación  del  Concilio  Vaticano  I,  a  pesar  de 
que  ya  existían  diversas  formas  de  apostolado  de  frutos  pre- 
ciosos: basta  recordar  las  Conferencias  de  San  Vicente  de  Paúl, 
iniciadas  en  Francia  en  1833  por  obra  de  Federico  Ozanam  y  la 
Sociedad  de  la  Juventud  Católica,  fundada  en  Italia  en  1868  por 
Mario  Fani  y  Juan  Acquadermi.  Sin  embargo,  el  verdadero  y 
propio  apostolado  seglar,  en  el  sentido  que  damos  hoy  a  estos 
términos,  no  estaba  aún  maduro,  ni  mucho  menos  organizado  en 
el  plano  internacional.  Por  tanto,  es  más  delicada  la  labor  que 
la  Comisión  tiene  que  desarrollar  para  fijar  las  bases  firmes  del 
desenvolvimiento  que  la  vida  de  hoy  exige  y  que  la  Iglesia  espera, 
sobre  todo  para  conseguir  la  vuelta  a  la  fe  de  las  grandes  masas 
descristianizadas. 

Preside  la  Comisión  el  cardenal  Cento,  ya  obispo  de  Acireale 


—  140  — 


antes  de  ser  nuncio  en  Caracas,  Lima,  Bruselas  y  Lisboa ;  es  se- 
cretario monseñor  Glorieux,  asistente  eclesiástico  de  la  Comi- 
sión Permanente  de  los  Congresos  del  Apostolado  Seglar.  Cola- 
boran como  minutantes  un  salesiano  y  un  archivero  de]  clero 
diocesano. 

Después  de  la  Comisión  Central  y  de  la  de  los  Estudios  y 
Seminarios,  ésta  es  la  más  numerosa,  puesto  que  cuenta  con  se- 
senta y  ocho  componentes  entre  miembros  y  consultores.  Están 
extensamente  representados  los  arzobispos  y  obispos,  que,  en  sus 
funciones  de  pastores  de  las  diócesis,  son  maestros  y  guías  na- 
turales de  todo  apostolado,  autorizados  consejeros  y  moderadores 
de  toda  iniciativa  de  carácter  pastoral. 

Los  miembros  de  la  Comisión  son  treinta  y  nueve,  cinco  de 
ellos  arzobispos,  seis  obispos,  veintiún  sacerdotes  diocesanos  y 
siete  religiosos.  De  los  arzobispos,  cuatro  son  residenciales  y  uno 
titular,  tres  del  clero  diocesano  y  dos  del  clero  regular,  dominico 
el  primero  y  misionero  del  Sagrado  Corazón  el  segundo.  Los  obis- 
pos son  todos  del  clero  diocesano:  tres  residenciales  y  tres  titu- 
lares. Los  sacerdotes  miembros  de  la  Comisión  tienen  todos,  o 
han  tenido,  cargos  de  principal  importancia  en  la  asistencia,  o 
en  las  consiliarías  de  asociaciones,  organizaciones  y  obras  cató- 
licas. Hay,  por  tanto,  representaciones  calificadas  de  la  Acción 
Católica,  de  los  Movimientos  Obreros,  de  las  Asociaciones  Profe- 
sionales, de  las  Semanas  Sociales,  de  las  Obras  de  Caridad  y 
Asistencia.  Los  religiosos,  en  general,  proporcionan  a  su  vez  la 
contribución  notable  de  sus  estudios  sobre  problemas  nuevos  de- 
rivados de  las  múltiples  formas  del  apostolado  moderno  seglar, 
manteniendo  en  la  Comisión  un  justo  equilibrio  entre  la  teoría  y 
la  práctica,  entre  las  experiencias  directas  y  la  doctrina  teológica 
y  jurídica. 

Los  países  representados  por  los  miembros  de  la  Comisión 
son  trece:  Austria,  Bélgica,  Chile,  Francia,  Alemania,  India, 
Italia,  Yugoslavia,  Líbano,  Holanda,  Méjico,  España  y  Estados 
Unidos. 

Cuanto  se  ha  dicho  respecto  a  los  miembros  de  la  composi- 
ción de  la  Comisión  puede  repetirse  con  respecto  a  los  veinti- 
nueve consultores,  así  divididos :  cuatro  arzobispos,  todos  resi- 
denciales y  del  clero  diocesano ;  once  obispos,  ocho  residenciales 
y  tres  titulares ;  diez  del  clero  diocesano  y  un  misionero  de  Africa ; 
ocho  sacerdotes  diocesanos  y  seis  religiosos.  Estos  últimos  son 
dos  dominicos,  un  jesuíta,  un  pasionista,  un  misionero  oblato  de 
María  Inmaculada  y  un  marianista. 

Los  países  representados  por  los  consultores  alcanzan  la 
cifra  de  veintinuno:  Australia,  Bélgica,  Bolivia,  Canadá,  Ceilán, 
Dahomei  (Africa  occidental),  Francia,  Japón,  India,  Italia,  Yu- 
goslavia, Méjico,  Nueva  Zelandia,  Polonia,  Portugal,  España, 
Estados  Unidos,  Suiza,  Tanganika,  Unión  Sudafricana  y  Uru- 


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guay.  Países  totalmente  católicos  desde  antiguo  y  países  repre- 
sentados, en  la  Iglesia,  desde  hace  poco,  por  minorías ;  para  todos 
se  plantea  urgente  el  problema  de  un  apostolado  en  defensa  de 
los  valores  cristianos  y  de  conquista  de  los  alejados,  en  un  mundo 
embebido  hasta  sus  raíces  de  espíritu  laico  y  pagano. 

El  estudio  de  esta  Comisión,  que  decíamos  debía  penetrar 
en  tantos  aspectos,  en  cuestiones  aún  no  tratadas,  se  ha  dispuesto 
subdividiendo  la  materia,  más  o  menos  en  bruto,  entre  grupos 
de  trabajo  formados  por  elementos  de  nacionalidades  diversas 
residentes  en  Roma,  con  la  intención  de,  una  vez  realizado,  po- 
derse reunir  regularmente  y  preparar  un  conjunto  de  textos  de 
común  acuerdo.  Dos  Subcomisiones  se  han  reunido  una  vez  por 
semana.  Los  esquemas  elaborados  se  mandaban,  para  revisarlos, 
a  todos  los  miembros  y  consultores ;  por  tanto,  se  han  redactado 
definitivamente  sobre  la  base  de  sus  observaciones. 

Una  nota  peculiar  de  esta  Comisión  ha  sido  los  frecuentes 
contactos  con  seglares  especializados  de  las  diversas  organiza- 
ciones católicas,  por  correspondencia  directa  y  por  reuniones  in- 
dividuales o  de  grupo.  Por  ejemplo,  la  conferencia  de  presidentes 
de  las  Organizaciones  Católicas  Internacionales  ha  creado  un 
grupo  de  especialistas  que  han  suministrado  a  la  Comisión  do- 
cumentos muy  útiles  para  sus  trabajos.  Es  válido  también  este 
hecho  para  demostrar  que  los  seglares  no  han  sido  extraños  a 
la  preparación  del  Concilio,  sino  que  han  podido  proporcionarle 
su  eficaz  contribución. 

La  Comisión  ha  podido  discutir  de  esta  manera  los  textos 
elaborados  por  los  grupos  de  estudio  sobre  las  diversas  cuestiones 
propuestas  al  principio  del  trabajo  preparatorio  de  la  Comisión 
Central,  sobre  la  base  de  las  propuestas  proporcionadas  por  los 
obispos  en  el  período  antepreparatorio.  Se  trata  de  aspectos  im- 
portantes de  la  vida  de  la  Iglesia,  como  se  han  revelado  especial- 
mente en  estos  últimos  cuarenta  años ;  a  este  respecto,  tenemos 
ya  las  enseñanzas  y  directrices  de  los  Papas,  desde  Pío  IX  a  Juan 
XXIII,  aparte  de  las  indicaciones  surgidas  de  los  dos  Congresos 
mundiales  de  apostolado  seglar,  celebrados  ambos  en  Roma  en 
1951  y  1957. 

En  sus  líneas  generales,  la  materia  estudiada  por  la  Comi- 
sión puede  reducirse  a  tres  temas  de  fondo:  Acción  Católica  y 
apostelado  directo,  acción  asistencial  y  caritativa,  y  acción  social. 
Para  cada  grupo  se  ha  constituido  una  Subcomisión. 

Huelga  señalar  también  la  estructura  verdaderamente  in- 
ternacional de  la  Comisión,  necesaria  para  poder  confrontar  si- 
tuaciones diversas,  no  solamente  de  continente  a  continente,  smo 
también  entre  países  alejados  y  para  acumular  las  experiencias, 
positivas  y  negativas,  de  los  resultados  determinados  por  las 
iniciativas  más  diversas  originadas  por  las  necesidades  y  exigen- 
cias peculiares  de  cada  país.  Miembros  y  consultores  han  traba- 


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s.   E.   PABLO  MARELLA, 


cardenal  presidente  (le  la  (omisión  de  los  Obispos  y  del  Gobierno  de  las  Diócesis,  narido  en  Koma 
el  25  de  marzo  de  1X95:  ordenado  el  16  de  febrero  de  1918;  elegido  para  le  Iglesia  titular  arzobispal 
de  Doclea  el  15  de  septiembre  de  1933;  consagrado  el  29  de  octubre  de  1933;  creado  y  proclamado 
cardenal  por  Su  Santidad  Juan  XXIII  en  el  Consistorio  de  14  de  diciembre  de  1959,  del  título  de  San 
Andrés  delle  Fratte;  arcipreste  de  la  patriarcal  basílica  vaticana;  prefecto  de  la  Sagrada  Congregación 

de   la   Reverenda   Fábrica   de   San  Pedro. 


jado  de  común  acuerdo,  con  la  única  diferencia  en  el  voto  para 
manifestarse  sobre  temas  en  discusión  que  eran  de  competencia 
únicamente  de  los  miembros.  En  ninguna  Comisión,  y  mucho 
menos  en  la  del  Apostolado  Seglar,  se  pueden  tener  en  menos  las 
experiencias  de  personas  que  antes  de  enseñar  han  actuado  en 
puesto  de  gran  responsabilidad.  Y  si  en  el  futuro  tendremos  or- 
ganizaciones seglares  cada  vez  más  fervientes,  cada  vez  más  pre- 
paradas, más  disciplinadas,  lo  debemos  también  al  trabajo  pro- 
fundo y  metódico  de  esta  Comisión,  que  quiere  preparar  para  la 
Iglesia  de  mañana  escuadras  de  seglares  numerosos  y  capaces  de 
hacer  fermentar  la  masa  demasiado  amorfa  de  los  cristianos. 
Será  escuchado  de  esta  manera  el  deseo  más  querido  al  corazón 
del  Papa,  que  no  cesa  de  pedir  oraciones  por  "el  feliz  éxito  del 
Concilio,  para  que,  siguiendo  los  pasos  de  la  juventud  más  ar- 
diente de  la  Iglesia,  éste  le  proporcione  su  más  brillante  esplen- 
dor". 

(O.  R.  de  11  de  febrero  de  1962) . 


LA  COMISION  CEREMONIAL 

Se  puede  decir,  en  cierto  sentido,  que  mientras  las  demás 
Comisiones  y  Secretariados  se  encuentran  ya  finalizando  sus 
trabajos,  esta  Comisión  tiene  aún  que  empezar  su  verdadera  ac- 
tividad, porque,  entre  otras  cosas,  es  de  su  competencia  — como 
su  mismo  nombre  lo  indica —  la  organización  de  las  funciones  y 
ceremonias  religiosas  que  preceden  y  acompañan  el  curso  del 
Concilio.  Y  todo  esto  no  puede  ser  estudiado  con  mucha  antici- 
pación, pues  faltarían  muchos  datos  necesarios  para  una  plena 
visión  de  conjunto. 

Pueden  reducirse  a  cuatro  los  puntos  que  esta  Comisión 
tiene  que  estudiar :  las  festividades  sagradas,  con  sus  respectivas 
ceremonias,  que  han  de  realizarse  en  Roma  y  en  las  diversas 
diócesis  del  mundo  antes  de  la  apertura  del  Concilio;  las  fun- 
ciones con  las  que  se  dé  comienzo  a  los  trabajos  del  Concilio  en 
11  de  octubre  próximo;  la  exacta  distribución  de  los  sitiales  de 
los  padres  conciliares  durante  todo  el  tiempo  que  duren  las  se- 
siones plenarias ;  las  ceremonias  de  clausura  del  Concilio. 

No  se  trata,  como  podría  sospecharse  a  primera  vista,  de 
cuestiones  secundarias,  en  las  que  no  vale  la  pena  pararse.  El 
Concilio  no  es  solamente  una  asamblea  de  trabajo,  sino  también 
es  en  ciertos  momentos,  sobre  todo,  una  Asamblea  — una  verda- 
dera iglesia —  donde  se  ora,  con  la  profunda  convicción  en  la 
realidad  de  que  el  principal  Maestro  del  Concilio  es  el  Espíritu 
Santo,  el  cual  guía  las  mentes  y  las  oraciones  de  los  padres  hacia 
aquellas  conclusiones  que  mejor  responden  al  bien  de  las  almas. 
Además,  el  Concilio,  que  desenvuelve  la  mayor  parte  de  sus  ac- 
tividades dentro  de  una  necesaria  reserva,  debe  también  tener 


—  145  — 


sus  solemnes  manifestaciones  externas,  que,  aunque  no  repre- 
sentan la  parte  esencial,  son  necesarias  para  hacer  participai 
también  a  los  fieles  en  las  intenciones  y  finalidad  del  Concilio. 

Por  lo  dicho  al  principio  sobre  la  competencia  y  límites  de 
la  Comisión  Ceremonial,  es  evidente  que  debe  preocuparse  de 
una  preparación  remota  del  Concilio  y  de  una  preparación  no 
solamente  próxima,  sino  inmediata  del  mismo.  Hasta  hoy  la  Co- 
misión se  ha  reunido  dos  veces,  el  7  y  el  20  de  marzo  de  1961, 
para  estudiar  las  iniciativas  más  oportunas  para  excitar  en  los 
fieles  de  todo  el  mundo  un  interés  cada  vez  mayor  por  el  Concilio, 
haciéndoles  conocer  su  finalidad  y  obtener  de  ellos  una  contri- 
bución de  oraciones  cada  día  más  fervientes.  Ya  se  han  presen- 
tado proposiciones  concretas  a  la  aprobación  de  la  Comisión  Cen- 
tral. Es  evidente  que  no  se  trata  de  los  acostumbrados  esquemas 
de  las  demás  Comisiones,  sino  de  indicaciones  e  iniciativas  que 
podrían  resultar  útiles  para  alcanzar  el  fin  arriba  indicado. 

Son  inminentes  otras  reuniones  de  esta  Comisión  para  hacer 
un  profundo  examen  de  todo  lo  relacionado  con  la  preparación 
próxima  y  el  desarrollo  mismo  del  Concilio,  sin  mezclarse,  sin 
embargo,  en  la  competencia  de  la  Sub-Comisión  de  Reglamenta- 
ción. Cuantos  más  numerosos  sean  los  padres  conciliares  más 
diligente  debe  ser  la  distribución  de  cada  uno,  según  el  orden 
prefijado  de  acuerdo  con  su  dignidad,  títulos  y  honores. 

En  lo  que  respecta  a  las  funciones  y  ceremonias  religiosas 
que  deben  inaugurar,  acompañar  y  seguir  los  trabajos  del  Con- 
cilio, esta  Comisión  ha  encargado  a  los  consultores  la  tarea  de 
estudiar  e  investigar  lo  que  se  realizó  a  este  respecto  en  Concilios 
anteriores  y  especialmente  en  el  Concilio  Vaticano  I.  Sobre  todo 
con  relación  a  lo  estrictamente  litúrgico,  la  Comisión  ha  estudiado 
los  rituales  empleados  en  el  I  Concilio  Vaticano.  Puesto  que  el 
próximo  Concilio  se  desarrollará  en  la  misma  basílica  de  San 
Pedro,  donde  el  anterior,  pueden  aprovecharse  no  pocos  aspectos, 
lo  mismo  que  el  Concilio  Vaticano  I  los  adoptó  de  otros  Concilios 
precedentes.  La  Iglesia  siempre  se  muestra  respetuosa  con  todo 
lo  que  represente  una  tradición  consagrada  por  los  siglos. 

Efectivamente,  las  ceremonias  de  apertura  del  Concilio 
Vaticano  I  y  de  las  Sesiones  solemnes  se  prepararon  de  acuerdo 
con  fuentes  antiguas,  como  los  Libros  de  Ritos,  compilados  por 
Patrizi  al  final  del  "Quatrocento"  y  publicados  por  primera  vez 
en  1516,  y  los  Diarios  de  Parides  Grassi,  que  tratan  de  la  cele- 
bración del  V  Concilio  Lateranense.  La  Comisión  Ceremonial 
preparatoria  del  Concilio  Vaticano  I,  constituida  el  19  de  julio 
de  1868,  año  y  medio  antes  de  la  apertura  del  Concilio,  realizada 
el  8  de  diciembre  de  1869,  estaba  compuesta  por  los  cinco  pri- 
meros maestros  de  ceremonias  pontificios  y  presidida  por  el  car- 
denal prefecto  de  la  Sagrada  Congregación  de  Ritos,  que  tenía 
a  su  lado  como  directo  colaborador  al  secretario  de  la  misma  Con- 
gregación. 


—  14«  — 


Es  varia  la  composición  de  la  Comisión  Ceremonial  para  el 
Vaticano  II,  manteniendo  también  una  estructura  parecida  en 
sus  líneas  fundamentales.  Es  la  menos  numerosa  de  todas  las 
Comisiones :  cuenta  sólo  con  cuatro  miembros  y  seis  consultores. 
Presidida  por  el  cardenal  Tisserant,  prefecto  de  la  Sagrada  Con- 
gregación Ceremonial,  y  teniendo  como  secretario  a  monseñor 
Nardone,  secretario  de  la  misma  Sagrada  Congregación,  ayu- 
dado por  un  minutante  del  Clero  diocesano. 

Los  miembros  de  la  Comisión  son  todos  altas  personalidades 
de  la  Familia  Pontificia  y  de  la  Curia  Romana:  el  mayordomo 
de  Su  Santidad,  el  sustituto  de  la  Secretaría  de  Estado  de  Su 
Santidad,  el  prefecto  de  Ceremonias  Pontificias,  el  maestro  de 
Cámara  de  Su  Santidad.  Cuatro  de  los  consultores  son  maestros 
de  Ceremonias  Pontificias,  uno  benedictino,  profesor  de  Liturgia 
en  la  Universidad  Lateranense;  otro  de  la  Congregación  del  Es- 
píritu Santo  y  profesor  de  Liturgia  del  Seminario  Pontificio 
Francés,  de  Roma. 

De  esta  manera  completamos  el  cuadro  en  que  hemos  ido 
exponiendo  cada  Comisión,  con  rapidez  de  líneas  que  recogían 
únicamente  algunos  aspectos,  bastantes  superficiales,  de  éstas. 
Pero  la  imagen  que  se  nos  ofrece  espontáneamente,  nada  por 
cierto  irreverente,  es  la  de  una  rica  colmena  donde  se  advierte 
un  ardiente  trabajo  de  investigación,  de  selección,  de  producción 
activa  y  fecunda.  Sólo  durante  el  Concilio  se  podrán  apreciar  los 
frutos  de  una  actividad  desarrollada  durante  meses,  velada  por 
el  más  discreto  de  los  silencios  y  realizada  con  gran  paciencia. 

Nos  resta  presentar  a  los  tres  Secretariados,  que  aparte  la 
diferencia  del  nombre,  en  lo  demás  tienen  la  misma  estructura 
de  las  Comisiones  y  han  desarrollado  también  un  precioso  tra- 
bajo. 

(O.  R.  de  15  de  febrero  de  1962) . 


EL  SECRETARIADO  DE  PRENSA  Y  ESPECTACULOS 

Al  lado  de  las  once  comisiones  especiales  — de  las  que  hemos 
dado  ya  un  cuadro  panorámico  sobre  su  constitución  y  trabajos 
realizados —  han  sido  creados  tres  secretariados  preparatorios 
del  Concilio,  que  tienen  una  estructura  análoga  a  la  de  las  comi- 
siones, pero  competencia  específica. 

Baste,  pues,  considerar  como  está  formado  el  Secretariado 
de  Prensa  y  Espectáculos,  del  que  ahora  nos  ocupamos,  para 
comprender  lo  que  acabamos  de  afirmar;  está  constituido  por 
un  presidente,  monseñor  O'Connor,  arzobispo  titular  de  Laodi- 
cea  de  Siria;  por  un  secretario,  monseñor  Deskur,  del  clero  dio- 


—  147  — 


cesano,  ayudado  por  un  minutante  salesiano  y  un  archivero  de 
la  Pía  Sociedad  de  San  Pablo;  por  dieciocho  miembros  y  veinti- 
séis consejeros. 

Los  miembros  se  subdividen  en:  siete  obispos,  seis  de  ellos 
residenciales  y  uno  titular,  cinco  del  clero  diocesano  y  dos  del 
clero  regular  (un  agustino  de  la  Asunción  y  un  eremita  de  San 
Agustín)  ;  seis  sacerdotes  diocesanos,  uno  de  ellos  del  Opus  Dei; 
cinco  religiosos  (dos  jesuítas,  un  asuncionista,  uno  de  la  Pía 
Sociedad  de  San  Pablo,  uno  de  la  Sociedad  de  Misiones  extran- 
jeras de  Maryknoll) . 

Son  de  diez  naciones :  Austria,  Bélgica,  Colombia,  Francia, 
Alemania,  Inglaterra,  Italia,  Luxemburgo,  España  y  Estados 
Unidos.  El  presidente  del  Secretariado  es  de  origen  norteameri- 
cano, y  el  secretario  de  origen  polaco,  aunque  ambos  viven  ac- 
tualmente en  Roma. 

Los  consultores  están  divididos :  en  tres  arzobispos,  dos  de 
ellos  residenciales  y  uno  titular;  seis  obispos,  cinco  residenciales 
y  uno  titular;  once  sacerdotes  diocesanos;  y  seis  religiosos  (dos 
dominicos,  dos  franciscanos,  un  jesuíta  y  uno  de  las  Misiones 
Extranjeras  del  Canadá) . 

Los  consultores  proceden  de  dieciocho  países :  Argentina, 
Austria,  Canadá,  Colombia,  Filipinas,  Francia,  Alemania,  Grecia, 
Inglaterra,  Irlanda,  Italia,  Holanda,  Polonia,  Portugal,  Suiza, 
Estados  Unidos  y  Hungría. 

Si  miramos,  después  de  estos  aspectos  extrínsecos,  numéri- 
cos y  geográficos,  las  cualidades  de  miembros  y  consultores,  nos 
percatamos  de  que  se  trata  de  elementos  especializados  por  lo 
menos  en  uno  de  los  cuatro  sectores  de  la  competencia  del  Secre- 
tariado :  Prensa,  Radio,  Cine  y  Televisión.  El  mismo  presidente, 
antes  de  venir  para  dirigir  en  calidad  de  rector  el  Seminario  Nor- 
teamericano, fue  director  de  un  diario  católico  y  es  actualmente, 
desde  hace  catorce  años,  presidente  de  la  Comisión  Pontificia 
de  Cine,  Radio  y  Televisión. 

También  los  demás  arzobispos  y  obispos  que  forman  parte 
del  Secretariado,  tanto  como  miembros  o  como  consultores,  son 
en  la  mayoría  presidentes  o  secretarios  de  las  comisiones  epis- 
copales que  se  preocupan,  en  sus  respectivos  países,  de  estos  nue- 
vos medios  del  apostolado  moderno. 

La  calidad  de  los  demás  miembros  y  consultores  revela 
también  una  gran  variedad  en  sus  tareas,  en  el  plano  nacional 
y  en  el  internacional,  en  los  diversos  sectores  de  los  grandes 
medios  de  información :  unos  son  directores  de  diarios  o  agen- 
cias, presidentes  de  estudios  radiofónicos  o  cinematográficos, 
asistentes  y  consultores  eclesiásticos  de  emisoras  católicas  y  es- 
tatales de  televisión,  secretarios  y  consultores  de  comisiones  pon- 


—  148  — 


S.   I  .   PEDRO  CDtlACI, 

cardenal  presidente  d<-  la  Comisión  de  la  disciplina  di-I  Otero  >  pueblo  cristiano,  nacido  en  Koma  el 
2  de  diciembre  de  1885;  ordenado  el  18  de  diciembre  de  1909;  elegido  para  la  Iglesia  titular  arzobis- 
pal de  Tarso  «I  15  de  febrero  de  1928;  consagrado  el  18  de  marzo  de  1928;  creado  y  proclamado  car- 
denal |Kir  Su  Santidad  rio  XII  en  el  Consistorio  de  enero  de  195:!,  del  titulo  de  santa  Práxedes; 
prefecto  de  la  Sagrada  Congregación  del  Concilio. 


tiflcias,  directores  de  uniones  profesionales,  miembros  de  Insti- 
tutos religiosos,  especialmente  dedicados  al  apostolado  de  la 
Prensa,  redactores  de  periódicos  y  revistas.  No  es  fácil  indicar 
con  una  denominación  genérica  las  tareas  y  actividades  que  tie- 
nen significación  y  especificación  diversa  en  cada  país  en  que 
se  ejercitan.  Se  puede  afirmar  por  lo  general,  que  en  todos  y 
cada  uno  va  unido  el  estudio  a  la  experiencia,  el  ejercicio  directo 
del  apostolado  ambiental  a  la  preocupación  por  los  programas 
religiosos  y  profanos,  la  convicción  personal  sobre  la  importan- 
cia de  los  medios  — de  común  acuerdo  en  el  seno  del  Secretariado 
se  han  llamado  de  comunicación  social —  al  conocimiento  técnico 
de  su  empleo.  Una  nota  curiosa  que  demuestra  lo  reciente  de 
estas  nuevas  técnicas,  especialmente  las  audiovisuales,  la  propor- 
ciona el  hecho  de  que  la  edad  media  de  los  componentes  del  se- 
cretariado de  Prensa  y  de  Espectáculos  es  la  más  baja  entre 
todas  las  comisiones  preparatorias. 

Se  han  realizado  cuatro  sesiones  plenarias  con  la  siguiente 
duración :  tres  en  el  mes  de  noviembre  de  1960,  cuatro  en  enero 
de  1961,  cuatro  en  abril  y  quince  en  octubre  del  mismo  año.  Los 
miembros  y  consultores,  en  un  gran  porcentaje,  han  participado 
en  todas  las  reuniones.  Especialmente  para  los  que  procedían  de 
países  más  lejanos,  el  sacrificio  del  viaje  quedaba  compensado 
en  cierto  sentido,  por  la  misma  utilidad  de  las  reuniones,  no  so- 
lamente por  los  trabajos  de  cara  al  Concilio,  sino  también  por 
ofrecérseles  la  oportunidad  de  intercambiar  las  respectivas  ex- 
periencias, tanto  más  estimables  cuanto  que  se  trata  de  un  mundo 
nuevo  en  el  que  queda  aún  mucho  por  intentar  y  hacer. 

Entre  una  y  otra  sesión,  se  han  multiplicado,  y  no  sólo  en 
Roma,  las  reuniones  de  trabajo  entre  los  expertos  de  cada  sec- 
tor. Pues  se  habían  constituido  tres  grupos  que  comprendían  a 
todos  los  miembros  y  consultores :  el  de  la  Prensa,  el  de  la  Radio, 
Televisión  y  el  del  Cine. 

Los  resultados  de  los  trabajos  de  grupo  se  enviaban  luego 
a  todos  los  que  componen  el  Secretariado  para  que  expusieran 
sus  observaciones.  Relatores  diversos  presentaban  luego  a  la 
Asamblea  General  los  textos  redactados,  para  un  ulterior  examen 
colectivo,  después  del  cual,  finalmente,  se  pasaba  a  la  edición  de- 
finitiva, trabajo  enteramente  asignado  a  la  Secretaría  General, 
para  pasar  al  visto  bueno  de  la  Comisión  Central. 

Ha  sido  un  trabajo  amplio  y  con  frecuencia  difícil,  por 
tratarse  de  problemas  en  su  mayoría  nuevos  desde  el  punto  de 
vista  doctrinal  y  pastoral,  y  por  tratarse  también  de  medios  que 
por  la  potencia  de  su  penetración,  por  la  eficacia  de  formación 
y  de  deformación  de  la  mente  y  conciencia,  exigen  una  presencia 
educadora  de  la  Iglesia,  que  no  puede  dejarse  a  un  lado. 

Llorar  sobre  las  ruinas  morales  y  espirituales  causadas  por 
una  Prensa  que  no  conoce  valladares  ni  controles,  o  por  la  li- 


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cencía  que  impera  en  los  espectáculos,  no  es  resolver  ningún 
problema;  es  preciso  preparar  medios  adecuados  para  contra- 
pesar primero,  superar  luego,  la  nefasta  influencia  del  mal  pol- 
la influencia  del  bien. 

Se  han  estudiado  algunos  problemas  teniendo  en  cuenta  el 
interés  que  podían  tener  sobre  ellos  también  otras  comisiones. 
A  este  propósito  se  han  formulado  los  deseos  que  expresaban  los 
puntos  de  vista  del  Secretariado;  tales  votos  se  han  trasmitido 
luego  según  su  competencia,  a  las  Comisiones  de  la  Sagrada  Li- 
turgia, de  Seminarios,  de  la  Iglesia  oriental,  de  religiosos,  y  del 
Apostolado  Seglar.  Se  ha  constituido  una  sola  intercomisión  con 
la  Comisión  de  la  Disciplina  del  Clero  y  del  Pueblo  Cristiano, 
para  estudiar  mejor  algunos  aspectos  jurídicos  de  común  interés. 

Se  han  resumido  todos  los  problemas  en  un  sólo  esquema 
de  Constitución  que  ilustra,  en  secciones  y  capítulos  diversos, 
todos  los  instrumentos  de  comunicación  social,  desde  el  punto  de 
vista  doctrinal  y  pastoral.  A  pesar  de  la  amplitud  y  complejidad 
que  presenta,  aún  desde  el  punto  de  vista  muy  superficial,  este 
nuevo  campo  de  las  técnicas  modernas  de  difusión  del  pensa- 
miento, se  ha  querido  reducirlo  a  lo  esencial,  previendo  que  el 
Concilio  deberá  tratar  problemas  generales  de  una  manera  es- 
pecial y  no  podrá  detenerse  en  cuestiones  particulares,  tanto 
menos  si  son  secundarias.  Para  profundizar  en  las  diversas  cues- 
tiones, se  ha  tenido  que  hacer  una  selección  para  poder  presentar 
al  examen  de  la  Comisión  Central  únicamente  lo  de  principal 
importancia,  ya  porque  sus  influencias  se  extiendan  a  todo  el 
mundo,  ya  por  la  importancia  que  revisten  de  cara  a  un  verda- 
dero y  justo  apostolado. 

A  este  respecto,  el  Secretariado  se  ha  servido,  si  bien  de  una 
manera  indirecta,  de  la  competencia  de  los  seglares  que  trabajan, 
con  espíritu  apostólico  y  alto  sentido  de  la  responsabilidad  en 
la  Prensa  en  el  cine  y  en  las  emisoras  radiofónicas  y  televisoras. 
Ha  sido  una  contribución  preciosa  la  ofrecida  al  Secretariado  por 
personas  que  por  el  hecho  de  permanecer  anónimas,  no  tienen 
menor  mérito. 

Entre  las  esperanzas  que  se  maduran  frente  al  Concilio, 
está  también  la  de  una  renovación  y  un  impulso  eficaz  en  la 
orientación  del  apostolado  moderno,  aprovechando  las  enormes 
posibilidades  que  encierran  las  técnicas  audiovisuales.  Aun  hay 
demasiados  cristianos  que  no  estiman  en  su  justo  valor  la  efi- 
cacia de  la  Prensa,  del  cine,  de  la  radio  y  de  la  televisión  — y 
también  aunque  en  un  plazo  inferior,  del  teatro,  de  los  libros,  de 
los  pasquines,  de  los  discos,  etc. — ,  para  una  acción  positiva,  y 
divulgadora  de  la  verdad  y  defensa  de  los  valores  cristianos.  El 
mirar  con  suspicacia  los  medios  de  comunicación  social,  en  vez 
de  realizar  un  esfuerzo  para  ponerlos  al  servicio  de  la  educación 
y  formación,  no  es  obra  inteligente  ni  mucho  menos  cristiana. 


—  152  — 


Pero  el  hecho  mismo  de  la  creación,  gracias  a  la  previsión 
y  prudencia  de  Juan  XXIII,  del  Secretariado  de  la  Prensa  y 
Espectáculos  preparatorio  del  Concilio,  demuestra  que  ha  llegado 
la  hora  de  un  apostolado  más  extenso,  coordinado  y  eficaz,  que 
se  irradie  en  todo  el  mundo,  penetre  en  todas  las  casas,  llegue  a 
todas  las  conciencias,  por  medio  de  los  instrumentos  cada  vez 
más  perfectos  de  comunicación. 


EL  SECRETARIADO  PARA  LA  UNION 
DE  LOS  CRISTIANOS 

El  Secretariado  para  la  Unión  de  los  Cristianos  es,  sin  duda, 
el  organismo  preparatorio  del  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II, 
que,  desde  el  anuncio  de  su  institución,  ha  suscitado  especial  in- 
terés y  esperanzas,  dentro  y  fuera  de  la  Iglesia  católica.  Aunque 
se  ha  repetido  con  frecuencia  que  el  próximo  Concilio  no  estará 
dedicado  a  la  unión  de  los  cristianos,  como  el  II  Concilio  de  Lyón 
o  el  de  Florencia,  queda,  sin  embargo,  siempre  el  hecho  de  que 
en  el  corazón  de  todos  los  que  creen  en  Cristo  como  Dios  y  Re- 
dentor, hoy  es  más  profunda  que  nunca  la  exigencia  y  el  deseo 
de  unidad,  que  ciertamente  no  se  advertía  hace  cien  años  cuando 
se  preparaba  el  Concilio  Vaticano  I.  Y  el  Secretariado,  querido 
y  creado  por  el  espíritu  abierto  y  el  corazón  paterno  de  Juan 
XXIII  demuestra  cómo  la  Iglesia  está  presente  en  la  vida  de 
nuestro  tiempo  y  cómo  responde,  con  sensibilidad  maternal,  a 
las  esperanzas  de  todos  los  hombres  de  buena  voluntad. 

Se  han  suscitado  otras  iniciativas  en  estos  últimos  años  con 
la  intención  de  estudiar  los  problemas  de  la  unión  de  los  cris- 
tianos y  de  preparar  los  espíritus  a  un  acercamiento.  Las  almas 
de  corazón  limpio  comprenden  que  ha  llegado  la  hora  de  limpiar 
el  terreno  de  inútiles  malezas  para  poder  empezar  a  construir 
un  sólido  edificio  de  fraternidad  y  unidad.  Y  la  Iglesia,  que  ha 
alentado  siempre  los  esfuerzos  de  todos  los  hombres  generosos 
que  son  cada  vez  más  numerosos  para  estudiar  en  común  los 
problemas  de  la  unidad,  ha  creído  que  ha  llegado  el  momento  de 
dar  un  paso  más,  sobre  todo  con  ocasión  del  Concilio,  de  una 
especial  solemnidad.  Los  fines  del  Secretariado  fueron  fijados 
claramente  por  el  Padre  Santo  en  el  "Motu  Proprio",  "Superno 
Dei  nutu".  "Para  demostrar  a  los  que  se  llaman  cristianos,  pero 
están  separados  de  esta  sede  apostólica,  con  objeto  de  que  ellos 
también  puedan  seguir  los  trabajos  del  Concilio  y  puedan  en- 
contrar más  fácilmente  el  camino  para  la  unidad  por  la  que  Cristo 
dirigió  al  Padre  Celestial  tan  ardiente  oración,  constituimos  un 
especial  Secretariado,  presidido  por  un  cardenal". 

Con  el  fin  fundamental  de  ayudar  a  los  hermanos  separados 
a  seguir  más  de  cerca  el  Concilio,  haciéndoles  conocer  los  pro- 
blemas, los  intentos,  las  esperanzas  que  se  cifran  hoy  en  su  pre- 


—  153  — 


paración  y  mañana  en  su  desarrollo,  van  unidas  otras  dos  fina- 
lidades:  la  de  informar  al  mismo  Concilio  sobre  las  situaciones, 
las  dificultades,  las  exigencias  de  los  hermanos  separados  y  la 
de  estrechar  y  mantener  con  ellos  relaciones  de  cordialidad,  para 
llegar  a  un  conocimiento  mutuo  más  real  que  luego  podrá  engen- 
drar la  estima  y  el  deseo  de  un  encuentro  definitivo. 

Es  en  este  marco  en  el  que  hay  que  considerar  algunos  epi- 
sodios recientes  que  han  suscitado  interés  y  admiración:  la  visita 
al  Padre  Santo  de  altos  dirigentes  de  algunas  Iglesias  separadas, 
el  envío  a  Roma  con  miras  al  Concilio  de  representantes  de  la 
Iglesia  anglicana  y  luterana,  la  presencia  de  observadores  cató- 
licos del  Secretariado  en  la  Asamblea  de  Nueva  Delhi,  algunas 
reuniones  de  personalidades  de  la  Iglesia  católica  con  arzobispos 
orientales,  frecuentes  contactos  epistolares  y  personales  de  los 
miembros  del  Secretariado  con  diversos  individuos  de  las  Igle- 
sias separadas.  Se  va  creando  todo  un  clima  nuevo,  y  aunque  el 
camino  aparece  aún  largo  y  difícil,  crecen  las  posibilidades  de  un 
diálogo  abierto  y  rico  en  esperanzas.  Hace  pocos  días,  con  oca- 
sión de  la  visita  del  Padre  Santo  a  una  de  las  reuniones  de  clau- 
sura de  los  trabajos  del  Secretariado,  el  cardenal  Bea,  que  lo 
preside  con  tanta  competencia  y  dinamismo,  podía  afirmar : 
"Nosotros  que  desde  hace  casi  dos  años  trabajamos  en  este  Se- 
cretariado  hemos  podido  constata]*  mejor  que  cualquier  otro  la 
utilidad  y  frutos  que  ha  conseguido  esta  feliz  institución.  De 
hecho  a  muchos  hermanos,  separados  de  la  organización  visible 
de  la  Iglesia,  aunque  unidos  con  ella  por  medio  del  sagrado  bau- 
tismo, el  Secretariado  ha  ofrecido  y  continúa  ofreciendo  la  po- 
sibilidad y  la  facilidad  de  relaciones  con  la  Iglesia  católica  de 
proponer  las  propias  dudas,  y  de  exponer  los  propios  deseos.  Todo 
esto  sin  duda  ha  sido  para  ellos  de  gran  utilidad  y  ha  conseguido 
grandes  frutos  a  la  Iglesia  católica,  especialmente  con  miras  al 
próximo  Concilio.  También  el  hecho  de  que  nuestro  Secretariado 
haya  podido  en  seis  reuniones  plenarias,  cada  una  de  las  cuales 
ha  durado  una  semana,  elaborar  para  el  Concilio  no  pocas  rela- 
ciones y  esquemas  de  decretos,  que  hemos  consignado  a  diversas 
Comisiones,  se  debe  en  gran  parte  a  estos  contactos  con  los  her- 
manos separados,  tanto  personalmente  como  por  carta". 

El  Secretariado  está  compuesto,  aparte  del  cardenal  presi- 
dente — que  domina  perfectamente  muchas  lenguas  modernas  y 
que  ha  sido  durante  muchos  años  profesor  y  rector  del  Instituto 
Bíblico —  y  del  secretario,  monseñor  Willebrands —  de  origen 
holandés,  especialista  en  problemas  ecuménicos —  de  dieciséis 
miembros  y  veinte  consultores.  Colaboran  con  el  secretario  un 
minutante  del  clero  diocesano,  francés  de  origen,  y  un  archivero, 
norteamericano,  del  clero  regular,  de  la  Congregación  de  San 
Pablo. 

Los  miembros  están  divididos  en  tres  arzobispos  residen- 
ciales procedentes  del  clero  diocesano;  cinco  obispos,  cuatro  re- 
sidenciales y  un  titular,  cuatro  del  clero  diocesano  y  un  dominico ; 


—  154  — 


S.   E.   VALERIO  VAI.ERI, 


(  ardi  ñal  presidente  «le  la  (  omisión  de  Religiosos!  nacido  t-n  Santa  Flora,  diócesis  de  <  ittá  della  I'ieve. 
el  7  de  noviembre  de  lKKi;  ordenado  el  21  de  diciembre  de  1ÍI07:  elegido  para  la  Iglesia  titular  ar- 
zobispal de  Efeso  el  1S  de  octubre  de  1927;  consagrado  el  2X  de  octubre  de  1927;  creado  y  procla- 
mado cardenal  por  Su  Santidad  I'ío  XII  en  el  Consistorio  de  enero  de  1953:  del  título  de  San  Silvestre 
in   t'apite;   prefecto   de   la    sagrada    Congregación    de    Religiosos.  1 


cuatro  sacerdotes  diocesanos ;  cuatro  religiosos :  un  benedictino,, 
un  jesuíta,  un  siervo  de  María,  y  un  misionero  sacerdote  de  San 
Pablo. 

Las  naciones  de  donde  proceden  los  miembros  son:  Bélgica, 
Francia,  Alemania,  Inglaterra,  Israel,  Italia,  Holanda,  Estados 
Unidos,  Sudáfrica  y  Suiza. 

Entre  los  consultores  se  encuentran:  un  obispo  residencial, 
ocho  sacerdotes  diocesanos,  dos  dominicos,  dos  jesuítas,  un  be- 
nedictino, un  agustino,  un  asuncionista,  un  franciscano,  un  ora- 
toriano,  un  lazarista  y  un  sulpiciano.  Proceden  de  Bélgica,  Ca- 
nadá, Francia,  Alemania,  Inglaterra,  Italia,  Holanda,  Eslovenia, 
Escocia,  Estados  Unidos  y  Suiza. 

Una  enumeración  como  esta  es  necesariamente  árida  y  no 
permite  adivinar  la  gran  competencia  en  los  problemas  del  ecu- 
menismo  que  cada  uno  de  los  miembros  y  de  los  consultores  posee. 
Se  encuentran  directores  de  periódicos  especializados  en  cuestio- 
nes sobre  las  Iglesias  separadas,  junto  a  profesores  que  desde 
hace  años  profundizan  temas  teológicos,  escriturísticos  e  histó- 
ricos, relativos  a  la  unidad  del  mundo  cristiano.  Hay  nombres  a 
quienes  se  recuerda  como  pioneros  de  la  idea  unionística  y  otros 
que  nos  muestran  a  infatigables  apóstoles  de  un  ideal  que  se  va 
haciendo  cada  vez  más  concreto.  Por  esta  razón  también  el  car- 
denal Bea  podía  afirmar  en  su  discurso :  "Nosotros  trabajaremos 
de  tal  manera  que  la  labor  de  nuestro  Secretariado  no  sólo  sea  una 
labor  administrativa  y  técnica,  sino  que  se  convierta  en  un  ver- 
dadero apostolado,  fuente  de  gracias  para  tantas  almas  que 
buscan  sinceramente  la  unión". 

En  un  discurso  por  Radio  Vaticano,  el  cardenal  Bea  también 
ha  dicho:  "Si  miramos  solamente  los  obstáculos  que  hay  que 
superar,  especialmente  en  el  campo  doctrinal,  podremos  sentirnos 
desanimados :  pues  no  hay  solamente  malentendidos,  sino  tam- 
bién numerosas  y  profundas  diferencias  doctrinales  que  nos  se- 
paran de  los  ortodoxos  y  de  los  protestantes".  Sin  embargo,  con- 
tinúa el  presidente  del  Secretariado,  tenemos  la  certeza  que  nos 
da  la  fe  en  la  fuerza  invencible  de  Cristo,  capaz  de  superar  el 
escándalo  de  los  errores  humanos ;  tenemos  el  gozo  de  reconocer 
que  un  espíritu  de  condena  contra  toda  división  se  va  haciendo 
cada  vez  más  fuerte  y  universal;  tenemos  la  nostalgia  de  todos 
los  hermanos  disidentes  hacia  la  unidad ;  tenemos  la  humildad  de 
los  cristianos  que  comprenden  que  son  incapaces  de  volver  a  unir 
las  ataduras  de  hermandad  que  sus  padres  rompieron ...  El 
camino  está  trazado  a  los  fieles  de  la  Iglesia  católica  por  las 
palabras  del  Padre  Santo :  "Ofrecer  a  todo  el  mundo  un  maravi- 
lloso espectáculo  de  verdad,  unidad  y  caridad,  que  visto  también 
por  los  que  están  separados  de  la  sede  apostólica,  será  para  ellos 
una  delicada  invitación  a  buscar  y  alcanzar  la  unidad  por  la  que 
Cristo  dirigió  al  Padre  tan  ardiente  oración". 

(O.  R.  16  de  marzo  de  1962) . 


—  157  — 


EL  SECRETARIADO  ADMINISTRATIVO 


El  Secretariado  Administrativo  es  quizá  del  que  menos  se 
oye  hablar  en  los  trabajos  de  preparación  del  Concilio  aunque 
sea  el  motor  secreto  que  se  preocupa  de  proveer,  en  el  plano  ma- 
terial y  económico,  la  vida  tan  vasta  y  compleja  hoy  de  cada  uno 
de  los  organismos  preparatorios,  y  mañana  de  todo  el  Concilio. 

El  Secretariado  Administrativo  se  constituyó,  juntamente 
con  las  demás  Comisiones  y  Secretariados,  el  5  de  agosto  de  1960, 
mediante  el  "motu  proprio"  "Superno  Dei  Nutu",  en  el  que  se 
dice  textualmente :  "Para  atender  a  la  parte  económica  y  técnica 
con  miras  a  la  celebración  del  Concilio  se  constituirán  adecuados 
secretariados".  El  plural  indica  un  doble  sector:  el  económico, 
de  estricta  competencia  del  Secretariado  Administrativo,  que  nos 
ocupa,  y  el  técnico  o  logístico,  de  competencia,  en  parte,  de  la 
Comisión  Técnico-Organizativa,  por  lo  que  respecta  al  estudio 
y  a  la  solución  de  los  problemas  relativos  a  la  apertura  y  al  fun- 
cionamiento de  la  Asamblea  Conciliar,  y  en  parte  también,  de 
competencia  del  Secretariado  Administrativo,  por  lo  que  con- 
cierne a  la  financiación  necesaria  para  un  regular  desenvolvi- 
miento de  todas  las  actividades  de  la  "máquina"  poderosa  que 
es  el  Concilio. 

Cuatro  son  las  características  que  principalmente  se  pre- 
sentan a  los  ojos  de  quien  observa  la  estructura  del  Secretariado 
Administrativo ;  el  pequeño  número  de  sus  componentes ;  el  pre- 
dominio de  los  seglares  — siempre  como  número —  sobre  los 
eclesiásticos ;  la  presencia  de  sólo  miembros  y  exclusión  total  de 
consultores ;  la  homogeneidad  de  composición  por  cuanto  se  trata 
únicamente  do  representantes  de  diversos  departamentos,  en  su 
mayoría  económicos,  financieros  y  técnicos  de  la  ciudad  del  Va- 
ticano. Por  tanto,  a  diferencia  de  las  otras  Comisiones  y  Secre- 
tariados precedentes  de  que  anteriormente  nos  hemos  ocupado, 
está  simplificado  al  máximo  el  trabajo  analítico  basado  sobre 
distinciones  que  no  existen  aquí. 

Es  presidente  del  Secretariado  el  cardenal  Alberto  Di  Jorio, 
presidente  de  la  Pontificia  Comisión  para  el  Estado  de  la  ciudad 
del  Vaticano  y  presidente  del  Instituto  para  las  Obras  de  Religión ; 
el  secretario  es  monseñor  Sergio  Guerri.  secretario  también  de 
la  administración  de  bienes  de  la  Santa  Sede  y  delegado  para  la 
Administración  Especial  de  la  Santa  Sede.  A  su  lado  trabajan 
un  minutante  sacerdote  y  un  contable  seglar. 

Los  miembros  son  diez,  de  los  que  tres  son  sacerdotes  y 
siete  seglares,  los  cuales  representan  a  la  Secretaría  de  Estado, 
al  Instituto  para  las  Obras  de  Religión,  a  la  Administración  de 
los  Bienes  de  la  Santa  Sede,  al  Gobiprno  del  Estado  de  la  ciudad 
del  Vaticano,  a  la  Administración  Especial  de  la  Santa  S^de,  a 
la  Florería  de  los  Sagrados  Palacios  Apostólicos,  a  la  Oficina 
Técnica  de  la  Reverenda  Fábrica  de  San  Pedro. 


—  158  — 


El  Secretariado  Administrativo,  a  diferencia  también  de  los 
otros  organismos  preparatorios  del  Concilio,  se  ha  reunido  casi 
regularmente  una  vez  al  mes,  no  para  elaborar  esquemas  que 
proponer  a  la  Comisión  Central,  sino  para  preparar  balances 
consultivos  de  las  expensas  ordinarias  y  extraordinarias  que  no 
son  ciertamente  de  modesta  entidad.  Puede  decirse,  además,  que 
el  Secretariado  Administrativo,  en  cierto  sentido,  ha  funcionado 
ya  antes  incluso  de  su  constitución  oficial  en  cuanto  que  ha  hecho 
frente  a  todos  los  gastos  del  período  comprendido  del  17  de  mayo 
de  1959  al  5  de  junio  de  1960,  entre  ellos  los  mayores,  inherentes 
a  la  actividad  de  la  Pontificia  Comisión  Antepreparatoria.  Des- 
pués de  junio  de  1960,  el  Secretariado  ha  atendido  financiera- 
mente a  la  estable  constitución  de  la  Secretaría  General  de  la 
Comisión  Central  Preparatoria  del  Concilio  Ecuménico  Vaticano 
II,  al  equipo  de  todas  las  Oficinas  de  las  Comisiones  Particulares, 
a  la  provisión  económica  de  todo  el  personal  necesario  para  el 
regular  desenvolvimiento  de  los  trabajos,  a  los  gastos  de  viaje 
de  los  miembros  y  consultores  llamados  a  Roma  para  las  reunio- 
nes de  estudio,  en  una  palabra,  a  todos  los  gastos  particulares  y 
generales,  ordinarios  y  extraordinarios  que  los  organismos  pre- 
paratorios exigen,  día  por  día,  desde  los  sellos  de  correos  a  los 
viajes,  desde  el  papel  y  los  impresos  a  los  estipendios,  desde  los 
suministros  mínimos  a  la  adaptación  de  les  edificios. 

Particulares  gestiones  han  sido  realizadas  por  el  Secreta- 
riado ante  diversas  entidades  para  hacer  usufructuarios  a  los 
participantes  en  las  reuniones  preparatorias  y  en  las  futuras  del 
Concilio,  de  especiales  facilidades  para  el  viaje.  Los  ferrocarriles 
italianos  así  como  algunas  grandes  sociedades  de  navegación 
como  la  Italia,  Adriática,  Tirreña  y  Lloy  Triestino  han  concedido, 
y  concederán,  descuentos  a  cuantos,  provistos  de  una  tarjeta  ex- 
pedida por  el  Secretariado  Administrativo,  vengan  a  Roma  o 
partan  de  ésta.  Las  principales  compañías  aéreas  han  asegurado 
siempre  una  especial  asistencia  a  los  componentes  de  las  Ponti- 
ficias Comisiones  Preparatorias  durante  sus  viajes,  motivados 
por  trabajos  para  el  Concilio. 

Una  actividad  notable  ha  desarrollado,  pues,  el  Secretariado 
Administrativo,  aunque  muy  callada  y  también  no  siempre  sufi- 
cientemente apreciada  por  quien  no  llega  siquiera  a  imaginar  la 
mole  inmensa  de  problemas  que  plantea  la  realización  de  un  Con- 
cilio en  los  tiempos  modernos,  que  supera  a  todo  otro  anterior 
por  el  número  de  participantes,  por  la  intensidad  y  amplitud  de 
la  preparación,  por  exigencias  todavía  desconocidas  en  los  años 
del  Concilio  Vaticano  I. 

¡  Y  eso  que  todavía  estamos  en  el  período  preparatorio !  Pero 
ya  el  Secretariado  Administrativo  mira  al  inmediato  futuro, 
cuando  se  inicie  y  desarrolle  el  Concilio,  teniendo  que  proveer 
a  la  realización  de  los  proyectos  que  la  Comisión  Técnico-Orga- 
nizativa aprobará  para  poner  a  punto  el  Aula  Conciliar  en  la 


—  159  — 


basílica  de  San  Pedro,  a  fin  de  hacerla  idónea  y  acogedora,  con 
adecuada  sistematización  de  las  diversas  reuniones  de  estudio  en 
que  participarán  activamente  más  de  dos  mil  padres,  y  a  las  que 
asistí rán  teólogos  y  canonistas,  así  como  eventuales  observadores. 
Y  no  sólo  esto;  en  muchos  casos  será  también  el  Secretariado 
Administrativo  el  que  habrá  de  ocuparse  del  alojamiento  de  los 
padres  y  de  su  séquito;  más  aún,  existe  la  incógnita  acerca  de 
la  duración  del  Concilio,  por  lo  que  todo  cálculo  debe  ser  suma- 
mente elástico  de  modo  que  permita  todas  las  soluciones  posibles. 

No  se  han  exteriorizado  aquí,  por  comprensibles  motivos  de 
obligada  reserva,  cifras  de  ningún  género,  como  no  habíamos  re- 
velado la  esencia  de  los  esquemas  preparados  por  las  otras  Co- 
misiones y  Secretariados.  Repetimos  que  para  este  Secretariado 
los  esquemas  son  las  cuentas  de  ingresos  y  gastos.  A  los  gastos 
ya  hemos  aludido  aunque  sea  superficialmente ;  los  ingresos,  que 
provienen  de  las  ofertas  de  los  fieles  y  del  episcopado  que  miran 
al  Concilio  con  tanto  amor  y  tanta  esperanza  sintiéndolo  como  un 
acontecimiento  que  interesa  a  todos,  desde  el  individuo  a  la 
colectividad,  requieren  por  esto  la  colaboración  de  todos. 


—  160  — 


LAS  SUBCOMISIONES  DEL  REGLAMENTO,  PARA  LAS 
MATERIAS  MIXTAS  Y  DE  LAS  CORRECCIONES 


Las  Tres  Subcomisiones  del  Reglamento,  para  las  Materias 
Mixtas  y  de  las  Correcciones  se  constituyeron  en  el  seno  de  la 
Comisión  Central  el  7  de  noviembre  de  1961,  y  fueron  anunciadas 
por  el  mismo  Padre  Santo  con  ocasión  de  la  apertura  de  los  tra- 
bajos de  la  segunda  Sesión  plenaria  de  la  misma  Comisión  Central 
el  7  de  noviembre  de  1961,  y  fueron  anunciadas  por  el  mismo 
Padre  Santo  con  ocasión  de  la  apertura  de  los  trabajos  de  la 
segunda  Sesión  plenaria  de  la  misma  Comisión  Central.  "Sabemos 
—dijo  textualmente  el  Sumo  Pontífice —  que  bulle  el  trabajo  para 
cuidar  aun  de  las  cosas  particulares  y  los  detalles :  en  efecto,  mien- 
tras los  Miembros  de  la  Comisión  Central  examinan  colegialmente 
los  esquemas,  Subcomisiones  particulares  redactarán  las  normas 
que  se  habrán  de  observar  en  el  futuro  Concilio,  oportunamente 
coordinarán  las  materias  mixtas,  juzgarán  acerca  de  las  correc- 
ciones propuestas  en  la  discusión  de  esos  esquemas".  He  aquí  tra- 
bado en  síntesis  perfecta  el  propósito  por  el  que  fueron  creadas 
>stas  Subcomisiones;  réstanos  ahora  ver  las  actividades  progra- 
madas, algunas  de  las  cuales  ya  se  encuentran  camino  de  rea- 
lizarse. 

La  Subcomisión  del  R<(/lamento. 

Esta  Subcomisión  tiene  el  fin  específico  de  elaborar  las  nor- 
mas que  regularán  la  apertura  y  el  desenvolvimiento  del  Concilio, 
teniendo  en  cuenta  las  leyes  canónicas  y  los  pareceres  expresados 
por  los  Miembros  de  la  Comisión  Central,  durante  la  primera 
Sesión  tenida  del  12  al  20  de  junio  de  1961.  A  ninguno  escapa  la 
importancia,  más  aún  la  necesidad,  y  la  complejidad  de  un  Regla- 
mento para  una  Asamblea  a  la  que  activamente  participarán  cerca 
de  2500  personas  con  derecho  de  voto  deliberativo.  Se  trata  de 
ordenar,  del  modo  más  eficiente  posible,  toda  la  vida  interna  del 
Concilio,  preparando  un  proyecto  de  normas  que  han  de  someterse 
a  la  aprobación  del  Padre  Santo,  donde  se  establecen  los  organis- 
mos para  las  actividades  de  estudio,  las  modalidades  de  los  deba- 
tes, las  oficinas  de  las  Comisiones,  la  distribución  de  las  prece- 
dencias, las  reglas  de  las  votaciones,  los  cometidos  individuales  y 
de  grupo  de  todos  los  que  están  agregados  a  los  "servicios"  con 
ocasión  de  las  sesiones  plenarias. 

La  palabra  Reglamento  no  debe  tomarse  como  una  limitación 
o  coercisión  de  la  libertad  de  los  Padres  Conciliares,  sino  más  bien 
como  una  guía  encaminada  a  evitar  confusiones,  a  facilitar  los 
trabajos,  a  impedir  contratiempos  y  errores  de  procedimiento. 


—  161  — 


El  Código  de  Derecho  Canónico  precisa  que  está  reservada  al 
Sumo  Pontífice  la  facultad  de  "fijar  las  materias  a  tratarse  en 
el  Concilio  y  determinar  el  orden  a  seguir  en  su  discusión".  Por 
eso  hemos  dicho  que  la  Subcomisión  del  Reglamento  prepara  un 
proyecto  que  será  definitivo  sólo  después  que  sea  revisado  y  apro- 
bado por  el  Padre  Santo. 

En  los  primeros  Concilios  de  la  Iglesia  no  había  Reglamento 
y  se  procedía  según  las  situaciones  y  los  casos.  Antes  de  la  aper- 
tura del  Concilio  de  Constanza  (1414),  los  teólogos  pidieron  al 
Papa  que  fijara  algunas  normas  para  avanzar  mejor  en  el  tra- 
bajo; en  el  V  Concilio  de  Letrán  (1512),  el  mismo  Papa  había 
con  antelación  redactado  un  Reglamento  que  aprobaron  después 
los  Padres  Conciliares.  En  cambio  el  Concilio  de  Trento  se  abrió 
(1545)  sin  normas  especiales;  y  durante  su  desarrollo,  al  adver- 
tirse la  necesidad  de  un  pequeño  Código  de  procedura  que  agilizara 
el  trabajo,  fué  cuando  se  procedió  a  fijar  reglas  según  la  nece- 
sidad de  las  emergencias.  En  consecuencia  de  las  experiencias 
sufridas,  se  preparó  para  el  Concilio  Vaticano  I  un  Reglamento, 
que  se  dió  a  conocer  a  los  Padres  el  2  de  diciembre  de  1869,  seis 
días  antes  de  la  solemne  inauguración  de  las  Sesiones,  por  medio 
de  la  Carta  Apostólica  "Multíplices  Ínter",  de  fecha  27  de  noviem- 
bre del  mismo  año. 

Ahora  cuando  ha  crecido  el  número  de  los  participantes  al 
Concilio,  se  hace  mucho  más  necesario  un  Reglamento,  a  lo  que 
está  proveyendo  la  Subcomisión  presidida  por  el  Cardenal  Fran- 
cisco Roberti,  compuesta  por  los  Cardenales  Jaime  de  Barros 
Cámara,  Andrés  Julien,  Arcadio  Larraona,  Teodoro  Guillermo 
Heard.  Hace  de  Secretario  monseñor  Vicente  Carbone,  Minutante 
de  la  Secretaría  de  la  Comisión  Central.  Como  se  podrá  observar, 
esta  como  las  otras  dos  Subcomisiones  está  formada  por  Carde- 
nales de  diversa  nacionalidad :  un  italiano,  un  brasileño,  un  fran- 
cés, un  español,  un  inglés. 


La  Subcomisión  ¡jara  las  Materias  Mixtas 

Esta  Subcomisión  tiene  la  finalidad  sumamente  delicada  de 
estudiar  las  materias  de  argumento  mixto  con  el  propósito  de  uni- 
ficar los  esquemas  que  han  sido  redactados  por  varias  Comisiones 
y  que  tienen  referencia  a  la  misma  o  parecida  materia.  También 
esta  Subcomisión  se  ha  organizado  con  un  fin  práctico  esencial- 
mente con  el  intento  de  aliviar  el  trabajo  del  Concilio  que  ya  de 
por  sí  es  bastante  gravoso  a  causa  del  número  y  la  extensión  de 
los  temas  que  se  van  a  estudiar  y  discutir.  Es  fácil  comprender 
cómo  diversas  Comisiones  habrán  podido  tratar  argumentos  casi 
idénticos,  a  pesar  de  que  se  hayan  constituido  muchas  Subcomi- 
siones mixtas  para  evitar  en  lo  posible  un  doble  trabajo  y  una 
doble  redacción  de  esquemas.  La  naturaleza  misma  de  los  argu- 


—  162  — 


S.   K.   BENEDICTO  ALOIS1  MASKLLA, 

cardenal  presidente  de  la  Comisión  de  la  disciplina  de  los  .Sacramentos,  nacido  en  Pontecorvo  el  29 
de  junio  de  1K79;  ordenado  el  1"  rje  junio  de  1902;  elegido  para  la  Iglesia  titular  de  Cesárea  de  Mau- 
ritania ,  pro  hac  vice,  elevado  a  arzobispo  el  15  de  diciembre  de  1919;  consagrado  el  21  de  diciembre 
de  1919,  creado  y  proclamado  cardenal  por  Su  Santidad  Pío  XII  en  el  Consistorio  de  18  de  febrero  de 
1946;  obispo  de  I'alestrina  el  21  de  junio  de  1948;  arcipreste  de  la  patriarcal  archibasilica  lateranense; 
prefecto   de   la   Sagrada   Congregación    de   la   Disciplina   de   los   Sacramentos;    camarlengo   de   la   S.  I.  K. 


meatos  hace  que  no  se  note  entre  ellos  una  distinción  tan  precisa 
que  no  consienta  alguna  relación. 

La  Subcomisión  de  las  Materias  Mixtas  no  ha  podido  aún 
adelantar  mucho  en  su  trabajo,  porque  debe  esperar  que  hayan 
sido  pasados  a  la  Comisión  Central  casi  todos  los  esquemas.  Esta 
última  es  el  gran  centro  a  donde  confluyen  las  elaboraciones  de 
Comisiones  y  Secretariados  y  que,  al  buscar  una  formulación  de 
textos  cada  vez  más  perfecta,  examina,  aprueba,  corrige  o  decide 
la  unificación,  encargando  después  a  la  Subcomisión  de  Materias 
Mixtas  el  cometido  de  la  última  actuación. 

Ya  se  prevee  que  no  será  poco  el  trabajo  que,  después  de  la 
última  Sesión  del  20  de  junio  de  la  Comisión  Central,  le  espera  a 
esta  Subcomisión  presidida  por  el  Cardenal  Eugenio  Tisserant  y 
compuesta  por  los  Cardenales  José  Ferretto,  Aquiles  Liénart, 
Ignacio  Gabriel  Tappouni.  Es  su  Secretario  Monseñor  Lauro  Go- 
vernatori,  Minutante  de  la  Comisión  de  los  Obispos  y  del  Gobierno 
de  las  Diócesis.  También  formó  parte  de  esta  Subcomisión  el  Car- 
denal Luis  Muench,  fallecido  en  febrero  de  1962. 


La  Subcomisión  de  Correcciones. 

La  Subcomisión  de  Correcciones  debe  proveer  a  la  enmienda 
de  los  esquemas  de  Constituciones  dogmáticas  o  de  los  decretos 
disciplinares,  según  las  directivas  y  propuestas  de  los  Miembros 
de  la  Comisión  Central.  La  procedura,  pues,  que  sufren  los  esque- 
mas antes  de  llegar  al  Concilio  comienza  en  cada  Comisión  que 
prepara  y  presenta  los  esquemas,  pasa  después  a  través  de  la  Co- 
misión Central  que  expresa  un  juicio  prudencial  acerca  de  los 
mismos  sugiere  o  propone  modificaciones  o  ulteriores  elaboracio- 
nes y  se  detiene  en  esta  Subcomisión  que  enmienda  los  esquemas, 
según  el  veredicto  de  la  votación  y  las  obsei"vaciones  de  los  Miem- 
bros de  la  Central. 

Pero  antes  de  proceder  a  la  corrección  de  un  esquema,  la 
Subcomisión  cataloga  sistemáticamente  todas  las  proposiciones 
llegadas  de  la  Comisión  Central  y  las  envía  para  conocer  su  pare- 
cer y  para  los  efectos  de  su  consideración  a  la  Comisión  de  origen 
o  de  procedencia.  Luego,  observaciones  y  respuestas,  oportuna- 
mente recogidas  en  una  síloge  que  evidencia  el  proceso  sufrido 
por  el  esquema  en  cuestión,  el  estado  mismo  de  la  cuestión,  los 
puntos  de  común  acuerdo  y  los  puntos  en  controversia,  pasan  por 
fin  a  los  Miembros  de  la  Subcomisión,  quienes  en  sesiones  ordina- 
rias y  comunes  examinan  y  discuten  dichas  observaciones  o  res- 
puestas, con  el  fin  de  encontrar  sobre  todo  una  solución  adecuada 
a  las  palies  no  concordantes. 

Se  comprende  en  seguida  que  tal  manera  de  proceder  y  tal 
trabajo  contribuyen  a  perfeccionar  los  esquemas,  revelando  clara  - 


—  165  — 


mente  uno  de  los  aspectos  de  la  variada  e  intensa  actividad  de  la 
íntegra  Comisión  Central :  o  sea,  la  mejor  preparación  posible  de 
la  extensa,  compleja  y  delicada  materia  que  se  debe  presentar 
a  la  atención  de  los  Padres  del  Concilio,  a  través  dé' una  colabora- 
ción extrema  y  el  más  amplio  aporte  de  estudios  y  de  experiencias 
calificadas. 

Hasta  hoy  (24  de  marzo  de  1962)  la  Subcomisión  ha  exami- 
nado, discutido  y  corregido  13  esquemas;  y  otros  10  esperan  su 
turno  en  las  sesiones  que  tendrán  lugar  en  los  próximos  días, 
durante  la  quinta  Sesión  de  la  Comisión  Central.  Los  componentes 
de  esta  Subcomisión  son  el  Cardenal  Carlos  Confalonieri,  Presi- 
dente, y  los  Cardenales  Clemente  Mícara,  Santiago  Luis  Copello. 
José  Siri,  Pablo  Emilio  Léger,  que  son  Miembros.  Secretario  de 
la  Subcomisión  es  Monseñor  Vicente  Fagiolo,  Minutante  en  la 
Comisión  de  la  Disciplina  de  los  Sacramentos.  El  trabajo  que 
espera  a  esta  Subcomisión  no  es  pequeño,  pero  habida  cuenta  del 
ritmo  que  la  oficina  ha  impreso  a  toda  su  actividad,  se  tienen 
fundados  motivos  para  esperar  que  seguirá  con  paso  regular, 
como  lo  ha  hecho  hasta  ahora,  el  trabajo  que  va  desarrollando  la 
Comisión  Central. 


LA  COMISION  TECNICO  ORGANIZATIVA 

La  Comisión  Técnico-organizativa  fué  constituida  en  la  se- 
gunda Sesión  plenaria  de  la  Pontificia  Comisión  Central  Prepa- 
ratoria del  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  el  día  7  de  noviembre 
de  1961,  después  de  haber  dado  lectura  el  Secretario  general, 
Excmo.  Mons.  Pericles  Felici,  a  algunas  disposiciones  relativas 
al  desarrollo  de  los  trabajos  y  estudio  de  la  misma  Comisión  Cen- 
tral. Además  de  las  tres  Subcomisiones  ya  enumeradas  del  Regla- 
mento, de  las  Materias  Mixtas  y  de  las  Correcciones  de  los  esque- 
mas, quedó  establecido  que  en  el  seno  de  la  Comisión  Central 
funcionaría  esta  otra  Comisión  Técnico-organizativa,  como  inti- 
mamente ligada  a  la  Central.  Su  finalidad  es :  preparar  todas  las 
cosas  necesarias  para  el  desenvolvimiento  material  y  orgánico  del 
Concilio  Vaticano  Segundo.  Sus  componentes  son  todos  expertos 
t>n  cuestiones  técnicas,  logísticas,  de  organización  etc.  Además  de 
las  invitaciones  a  los  Padres  Conciliares  que  se  han  extendido  de 
acuerdo  con  la  Constitución  Apostólica  "Humani  Generis",  sobre 
convocatoria  del  Concilio,  y  de  las  que  se  enviarán  a  los  Consul- 
tores definitivamente  convocados  y  que  tendrán  sólo  voz  en  las 
deliberaciones  que  se  avecinan,  esta  Comisión  piensa  como  tarea 
propia  y  específica  en  proveer  al  alojamiento  de  todos  los  convo- 
cados, ofreciéndoles  a  los  que  no  hayan  arreglado  por  su  cuenta 
todo  lo  concerniente  a  su  estadía  en  la  Ciudad  de  Roma,  el  alo- 
jamiento que  generosamente  el  Padre  Santo  ha  organizado  y 
preparado  dentro  de  las  dependencias  del  Palacio  Apostólico  del 


—  166  — 


Vaticano.  Igualmente  el  cometido  de  esta  Comisión  es  el  de  acon- 
dicionar el  interior  de  la  Basílica  de  San  Pedro  en  el  Vaticano 
para  el  desarrollo  de  las  Sesiones  y  Congregaciones  Conciliares, 
con  instalaciones  adecuadas  de  luz  y  de  sonido,  de  asiento,  tribu- 
nas para  los  oradores,  calefacción  moderna  etc. 

La  Comisión  tuvo  su  primera  reunión  de  instalación  el  miér- 
coles 8  de  noviembre  de  1961  y  desde  entonces  se  encuentra  en 
continua  actividad.  Está  compuesta  por  su  Presidente,  que  es  el 
Cardenal  Gustavo  Testa,  y  los  siguientes  Miembros :  Cardenales 
Francisco  Spellman,  Arzobispo  de  Nueva  York;  Fernando  Quiro- 
ga  y  Palacios,  Arzobispo  de  Santiago  de  Compostela ;  Juen  Bautis- 
ta Montini,  Arzobispo  de  Milán;  Pablo  María  Richaud,  Arzobispo 
de  Burdeos;  Julio  Dópfner,  Arzobispo  de  Munich;  Pablo  Marella. 
Luis  Traglia,  Alberto  Di  Jorio :  Presidente  de  la  Reverenda  Fá- 
brica de  San  Pedro  el  primero,  respectivamente,  Provicario  Ge- 
neral de  Su  Santidad  para  Roma  y  su  Distrito  el  segundo,  y  e: 
último,  Propresidente  de  la  Comisión  Pontificia  para  la  Adminis- 
tración del  Estado  de  la  Ciudad  del  Vaticano  y  de  la  vigilancia  de! 
Instituto  de  las  Obras  de  Religión  y  de  los  Bienes  de  la  Santa 
Sede.  Secretario  de  la  Comisión  Técnico-organizativa  es  el  mismo 
de  la  Comisión  Central :  Su  Excelencia  Pericles  Felici ;  y  Subse- 
cretarios: Mons.  Sergio  Guerri,  Mons.  Agustín  Casaroli  y  Mons. 
Higinio  Cardinale. 


BIBLIOGRAFIA 

NOTIZIARIO,  Boletín  diario  del  Servicio  de  Prensa  de  la  Pontificia 
Comisión  Central  Preparatoria  del  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  Ciudad 
del  Va'.'cano:  Características  de  las  Comisiones  y  Secretariados  Prepara- 
torios del  Concilio  Vaticano  II: 


Comisión  Central 

JN 

1  ."i 

2!  i 

noviembre 

1901 

Teológica 

1 6 

diciembre 

1961 

de  los  Obispos  y  del  Gobierno 

de  las 

I\;ócesis 

)> 

18 

Q 

IIIUICIIIUI  t 

1 96 1 

de  la  Disciplina  del  Clero  y  del 

pueblo 

cristiano 

jí 

20 

9 

diciembre 

1961 

de    los  Religiosos 

22 

L6 

diciembre 

1961 

de  la   Disciplina  de  los  Sacramentos 

25 

:¡n 

diciembre 

1901 

mí-»     lo     Ssío*i"inn      í  ítiii'trin 

26 

** 

enero 

1962 

dé  Estudios  y  Seminarios 

88 

27 

enero 

1962 

de  las  Iglesias  Orientales 

ov 

9 1 

enero 

1  Oí» 

de   las  Misiones 

,, 

41 

7 

febrero 

1962 

del  Apostolado  de  los  Seglares 

43 

10 

febrero 

1962 

Ceremonial 

44 

14 

febrero 

1962 

Secretariado  de  Piensa  y  Espectáculos 

„ 

58 

O 

0 

marzo 

1002 

para  la  unión  de  los  cristianos 

*  >u 

1  A 

marzo 

Administrativo 

61 

17 

marzo 

1962 

Subcomisiones  Centrales 

I  )<•  Reglamento 

De  Corecciones 

De  Materias  Mixtas 

03 

24 

marzo 

1962 

Comisión  Técnico-Organizativa 

74 

1  1 

abril 

1962 

Revista  ECCLESIA,  28  de  abril  de  1902,  N"  K)8.r>,  páginas  515-541. 


—  168  — 


s.    E.    AIU  ADIO   LARRA ON A, 

■  .  ■.  .  m.íi  >  presidenta  de  la  Comisión  de  lu  Sagrada  liturgia P  de  Ion  dareiianos.  nacido  en  Oteiza  de 
la  Solana,  Ar<|iiidiócesis  de  ramplona,  el  13  de  noviembre  de  I SK7 ;  ordenado  el  i  o  de  ionio  de  1911  ■ 
«reado  y  proclamado  cardenal  por  Su  Santidad  Juan  Wlll  en  el  Consistorio  de  14  de  diciembre  de 
1959;  consagrado  el  L9  de  abril  de  I  f*t»2 ;  diácono  de  los  santos  Kiauio  >  (arlos  al  (atinari:  preíeoto 
de  lu  Sagrada   Congregación   de   los  ititos. 


(T  ADRO  SINOPTICO  DE  LAS  IGLESIAS  ORIENTALES 


I 

IGLESIAS  DISIDENTES 


IGLESIA 


RITO  RIZANTINO 

Griegos 

1 )  Patriarcado    de  Cons- 
tatinopla  

2 )  Igrlesia  de  Creta  

3)  Iglesia  de  Grecia  .  . 

4)  Arzobispado  de  Chipre 

5)  Arzobispado    de  Amé- 
rica   

Melkitas 

1)  Patriarcado  de  Antio- 
quía  

2)  Emigrados  de  América 

3)  Patriarcado  de  Jerusa- 
lén  

4)  Patriarcado  de  Alejan- 
dría   

5)  Arzobispado  de  Sinaí.  . 

Eslü  Vos 

1)  Patriarcado  de  Moscú.  . 

2)  Rusos  emigrados  .  . 

3)  Rascolniks  

4)  Patriarcado  serbio  .  .  . 

5)  Patriarcado  búlgaro  .  . 
fi)  Iglesia  de  Polonia  ■  . 

7)  Iglesia  de  Checoslova- 
quia   

8)  Iglesia  de  Hungría.  .. 

Otros  pueblos 

1 )  Patriarcado  rumano  .  . 

2)  Catolicado  georgiano.  . 

3)  Iglesia  albanesa  

4)  Iglesia  finlandesa..  .. 


Lengua  Litúrgica 


griego  antiguo 


griego  antiguo-árabe. 


griego  antiguo  

eslavón  

rumano  

georgiano  

griego  antiguo-albanés 
eslavón-f inlandés  .  .  . 


Estadística 


310.000 
450.000 
(í.500.000 
350.000 

400.000 

8.010.000 

287.000 
100.000 

45.000 

150.000 
50 


582.050 

105.000.000? 
3.000.000 
20.000.000? 
7.500.000 
0.000.000 
350.000 

200.001) 
40.000 


142.000.000 

12.000.000 
2  500.000 

215.000 
70.000 

14.785.000 


IGLESIA 

-RITO  ARMENIO 

1 )  C  a  t  o  1  i  cado  de  Etch- 
miadzin  

2)  Catolicado  de  Sis  .  . 

3.    Patriarcado    de  Cons- 
tantinopla  

4)  Patriarcado  de  Jerusa- 
lén  

5)  Arzobispado  de  Bulga- 
ria   

<>)    Dispersos  Europa-Amé- 
rica  

-RITO  SIRO 

1)  Patriarcado   de  Antio- 
quía  

2)  Siros   ortodoxos  Mala- 
bar  

3)  Siros    reformados  Ma- 
labar  


-RITO  CALDEO 

1  )  Catolicado  Nestoriano  . 
2)     Grupo  del  Malabar.   .  . 


-RITO  COPTO 

1)  Patriarcado  de  Alejan- 
dría   

2)  Iglesia  etiópica  


Lengua  Litúrgica 


armenio  antiguó 


siríaco-árabe 


caldco . 


copto-árabe 
«■héez  .  . 


Estadística 


3.000.000 

125.000 
6O".000 
75.000 
25.000 

500.000 


3.785.000 

70.000 
520.000 
175.000 
7fi5.00l» 


1(10.000 
10.000 


170.000 


L.350.000 
5.000.000? 

6.350.000 


—  172  — 


II 


IGLESIAS  UNIDAS 


IGLESIA 

1.  — RITO  BIZANTINO 

1)  Griegos  

2)  Diócesis  Hadju-Dorog. 
.'})  Italo-griegos  

4)  Patriarcado   de  Antio- 
quia  

5)  Melkitas  dispersos  .   .  . 

(>)  Rutenos: 

a)     Ga  itzia  

1))     Checoslovaquia.  .. 

c)  Hungría  

(I)     Rukovina  (Ruma- 
nía)  

c)  América  

7)  Yugoslavos  

8)  Búlgaros  

9)  Rumanos  

2.  — RITO  ARMENO 

1)  Patriarcado  de  Cilicia. 

2)  Arzobispado  de  Leopol 

3)  Dispersos  Europa-Amé- 
rica   

3.  — RITO  SIRO 

1)  Patriarcado   de  Antio- 
quía  

2)  Malankares  (India)  .. 

4.  — RITO  CALDEO 

1 )  Patriarcado  de  Babilo- 
nia  

2)  Grupo  del  Malabar.  .  . 


Lengua  Litúrgica 


griego  antiguo  .... 
eslavo-rumano  .  . 
griego  antiguo  .... 

griego  antiguo-árabe 


eslavo . 


armenio  antiguo 


siríaco-árabe . 
siríaco  


caldeo . 


Estadística 


2.000 
182.000 
75.000 

180.000 
50.000 


3.602.000 
585.000 
21.000 
76.000 

1 .0(58.000 

55.000 
6.000 
1.600.000 


7.502.000 

60.000 
5.000 

115.000 


180.000 


90.000 
80.000 


170.000 


170.00(1 
1.050.000 

1.220.000 


—  173  — 


IGLESIA 

."..—RITO  MARONITA 

1)  Patriarcado  de  Antio- 
quía  

2)  Dispersos  

RITO  COPTO 

1 )  Patriarcado  de  Alejan- 
dría   

2)  Iglesia  de  Etiopía  .  .  .  . 


Lkngua  Litúrgica 


si  ríaco-árabe 

copto-árabe  . 
ghéez  


CUADRO  COMPARATIVO 


RITOS 

DISIDENTES 

CATOLICOS 

1) 

Rito  bizantino  .  . 

165.467.000  (95,67%) 

7.502.000  (4,33%) 

2) 

3.785.000 

180.000 

3) 

765.000 

170.000 

4) 

Rito  caldeo  

170.000 

1.220.000 

5) 

Rito  maronita  .  . 

885.000 

6) 

Rito  copto  

6.350.000 

125.000 

Totales  

176.537.000  (94,60%) 

10.082.000  (5,40%) 

Datos  sacados  del  R.  P.  Angel  Santos  Hernándezi  en  su  obra:  "Iglesias 
de  Oriente  -  Puntos  específicos  de  su  Teología",  Santander,  1959.  Quien 
a  su  vez  cita  a  Janin,  en  su  obra:  "Eglises  Orientales  et  Rites  Orientaux", 
París,  1955. 


—  174  — 


Vil 

El  Concilio  en  Miniatura 


Las  reuniones  de  la  Comisión  Central  Preparatoria. 

Dijimos  ya  que  ha  habido  dos  fases  en  el  arduo  camino  hacia 
el  Concilio.  Dos  fases  preparatorias.  La  primera  concluyó  cuando 
Su  Excelencia  Monseñor  Pericles  Felici,  arzobispo  titular  de 
Somosata  y  secretario  general  de  la  Pontificia  Comisión  Central 
Preparatoria,  puso  en  manos  de  Su  Santidad  el  último  de  los 
quince  tomos  editados  por  la  Tipografía  Poliglota  Vaticana,  que 
en  9.520  páginas  contienen  las  Actas  y  Documentos  Preparato- 
rios del  Segundo  Concilio  Vaticano  Ecuménico.  La  primera  parte 
de  estos  volúmenes  se  refiere  a  las  Actas  del  Sumo  Pontífice 
Juan  XXIII ;  tiene  dos  apéndices  relacionados  con  las  cartas  de 
26  Cardenales  y  con  la  conferencia  de  prensa  y  entrevista  tele- 
visada concedida  por  el  Cardenal  Tardini.  Esta  primera  parte 
de  la  serie  antepreparatoria  es  del  dominio  público.  Pero  los 
otros  volúmenes  restantes  permanecen  aun  secretos  y  constitu- 
yen la  base  para  la  empeñosa  labor  de  las  Comisiones.  Noble 
trabajo  que  se  hizo  "con  paz,  actividad  y  consuelo".  La  segunda 
parte  lleva  por  título :  "Pareceres  y  votos  de  Obispos  y  Prelados". 
Se  divide  en  ocho  tomos.  Dos  contienen  las  respuestas  de  los 
obispos  de  Europa.  Uno  tercero  las  de  los  obispos  de  Italia  por 
separado.  El  cuarto  las  de  los  obispos  de  Asia.  El  quinto  las 
respuestas  de  los  obispos  de  Africa.  El  sexto  comprende  la  con- 
sulta de  América  del  Norte  y  Central  con  un  total  de  348  cartas. 
En  el  tomo  séptimo  se  registran  las  respuestas  de  los  obispos  de 
América  del  Sur  y  de  Oceanía,  distribuidas  así :  33  de  Argentina, 
14  de  Bolivia,  132  del  Brasil,  20  de  Chile,  35  de  Colombia,  17  del 
Ecuador,  3  de  las  Guayanas,  6  del  Paraguay,  28  del  Perú,  5  del 
Uruguay,  17  de  Venezuela.  De  Oceanía:  30  de  Australia,  1  de 
Malasia,  3  de  Micronesia,  5  de  Nueva  Guinea  y  archipiélago  de 
Bismarck,  3  de  Nueva  Zelandia,  6  de  Polinesia;  en  total  358  car- 
tas. Consta  el  octavo  tomo  de  las  respuestas  de  los  Superiores 
Generales  de  los  religiosos.  Dos  tomos  más  recogen  analítica- 
mente en  forma  de  proposiciones,  8.972  por  todas,  las  sugestiones 
del  Colegio  Episcopal  y  de  los  Superiores  Mayores.  O  sea,  en  el 
noveno  están  sintetizadas  las  cuestiones  doctrinales,  normas  ge- 
nerales del  Derecho  Canónico,  disciplina  del  clero,  asuntos  refe- 
rentes a  los  seminarios  y  a  los  seglares.  Y  el  décimo  contiene 
proposicionees  relativas  a  los  sacramentos,  lugares  sagrados,  pre- 
ceptos eclesiásticos,  beneficios,  bienes  temporales,  procesos,  de- 
litos, penas,  misiones,  ecumenismo,  obras  sociales  y  caritativas 
de  la  Iglesia. 


—  177  — 


La  parte  tercera  consta  del  tomo  titulado :  "Proposiciones  y 
advertencias  de  las  Sagradas  Congregaciones  de  la  Curia  Ro- 
mana". La  parte  IV,  por  último,  dividida  en  tres  tomos  encierra 
los  estudios  de  las  Universidades  Católicas  y  Facultades  Eclesiás- 
ticas, a  saber:  Universidad  Gregoriana,  Lateranense  y  Ateneo 
de  Propaganda  Fide;  Ateneo  Angélico,  de  San  Anselmo,  Sale- 
siaho,  Instituto  de  Música  Sagrada,  de  Arqueología  Cristiana, 
Facultad  Teológica  de  San  Buenaventura,  Colegio  Internacional 
de  Carmelitas  Descalzos,  el  Marianum  y  37  Universidades  y  Fa- 
cultades con  sede  fuera  de  Roma. 

La  segunda  fase  de  la  preparación  del  Concilio  comenzó  el 
día  12  de  .iunio  de  1961  y  terminó  el  20  de  junio  de  1962,  con  las 
siete  reuniones  generales  de  la  Comisión  Central.  Sus  delibera- 
ciones también  serán  editadas  en  otra  serie  de  volúmenes  que 
pasarán  a  manos  del  Colegio  Episcopal.  Vamos  a  resumir  en  lo 
posible  algo  de  esas  sesiones  históricas,  ya  que,  gracias  a  la  Ofi- 
cina de  Prensa  del  Vaticano,  periódicos  como  el  Osservatore  Ro- 
mano y  revistas  como  "La  Civiltá  Cattolica",  Ecclesia,  Sal  Térras, 
Documentation  Catholique  y  muchos  otros  órganos  de  publicidad 
han  transmitido  a  sus  lectores  el  substrato  de  las  ponencias  y 
anteproyectos  de  esquemas  preconciliares  que  se  han  originado 
en  el  seno  de  la  máxima  Comisión.  Estas  sesiones  sí  constituyen 
una  pauta  segura  para  por  lo  menos  presumir  que  dichas  mate- 
rias van  a  ser  consideradas  por  el  próximo  Concilio.  Aunque 
bien  sabemos  que  el  Concilio  no  es  un  parlamento  político,  sino 
una  asamblea  de  toda  la  Iglesia  docente  donde  la  primera  moción 
corresponde  al  Espíritu  Santo  y,  por  tanto,  siempre  resultará 
aventurado  adelantar  opiniones  acerca  de  lo  que  van  a  discernir 
y  decretar  los  Padres  conciliares. 

Primera  sesión  de  la  Comisión  Central.  —  Reglamentación.  — 
Lengua  oficial  del  Concilio. 

La  primera  asamblea  general  de  ese  organismo  central,  cuyo 
Presidente  es  el  Papa,  tuvo  como  todas  las  demás  su  lugar  en 
Roma,  fecha  12  a  20  de  junio  de  1961.  Se  estudiaron  cuestiones 
orevias,  relativas  al  reglamento  interno  del  futuro  Concilio,  orden 
de  trabajo,  estilo,  idioma,  etc.  Asistieron  31  Cardenales,  2  Pa- 
triarcas, 12  Arzobispos  y  Obispos,  4  Superiores  Generaos  de 
Ordenes  religiosas  y  23  Consultores.  Después  del  discurso  del 
Padre  Santo,  los  Presidentes  de  las  diversas  Comisiones  y  Secre- 
tariados dieron  relación  de  sus  trabajos  correspondientes  y  el 
Secretario  General  la  rindió  con  respecto  a  la  Comisión  Central. 
La  audiencia  del  día  13  trató  acerca  de  las  personas  que  deberían 
ser  convocadas  al  Concilio.  Ya  en  la  Bula  respectiva  se  sancionó 
que  deben  participar  todos  los  Obispos  residenciales  y  titulares 
y  cuantos  según  la  legislación  canónica  vigente  están  obligados  a 
comparecer.  El  día  siguiente  se  trató  el  punto  de  la  participación 
de  un  determinado  número  de  Teólogos  y  Canonistas  y  de  la  com- 


—  178  — 


posición  de  las  Comisiones  conciliares.  Las  personas  que  inte- 
grarán esos  sectores  teológicos  y  canónicos  serán  convocadas 
oportunamente  y  las  Comisiones  conciliares,  compuestas  de  sólo 
Padres  del  Concilio,  serán  en  él  determinadas.  Cuatro  funciona- 
ron durante  el  Vaticano  Primero  presididas  por  sendos  Carde- 
nales :  la  de  la  Fe,  de  la  Disciplina,  de  los  Religiosos  y  de  las  Igle- 
sias Orientales  y  Misiones.  La  tarea  de  estas  Comisiones  es  vol- 
ver a  examinar,  a  su  debido  tiempo,  los  proyectos  de  decretos  pro- 
puestos, en  espera  de  la  redacción  definitiva.  El  día  16  se  abordó 
además  otro  tema,  el  del  modo  a  seguir  en  las  discusiones  y  en  la 
votación.  La  solución  aceptada  no  se  dió  a  conocer.  Recordamos 
que  en  el  Vaticano  Primero,  Pío  IX  exhortó  a  todos  a  que  habla- 
ran libremente,  pero  después  hubo  de  sancionarse  que  las  obser- 
vaciones fuesen  formuladas  por  escrito,  dentro  de  los  diez  días 
de  presentado  el  esquema ;  la  comisión  respectiva  recogió  los  pro 
y  los  contra  y  resumiendo  el  pensamiento  de  la  mayoría,  tornaba 
a  someter  a  discusión  el  schema,  hasta  que  la  misma  mayoría 
lo  declaraba  suficientemente  debatido. 

El  día  17  se  continuó  el  debate  sobre  el  método  de  las  discu- 
siones y  la  votación  conciliares.  Luego  se  trató  acerca  del  idio- 
ma que  se  habrá  de  emplear.  Ya  el  3  de  julio  de  1960  el  Cardenal 
Antonio  Bacci,  eminente  latinista,  publicó  un  sesudo  artículo  en 
el  Osservatore  Romano,  en  3l  que  asomaba  su  opinión  de  que  en 
las  reuniones  solemnes  y  congregaciones  generales  deberá  preva- 
lecer el  latín  por  lo  menos  escolástico  y  en  la  redacción  de  los  do- 
cumentos y  actas  conciliares  un  latín  más  cuidado.  Un  concilio 
no  es  una  academia  literaria.  El  lenguaje  de  los  Padres  deberá 
ser  sobre  todo  científico,  preciso,  claro  y  exacto.  Luego  el  22  de 
febrero  de  1962  el  Padre  Santo  promulgó  su  constitución  sobre 
un  renacimiento  del  estudio  y  empleo  del  latín.  Pero  es  posible 
que  al  lado  del  latín  y  al  margen  de  las  sesiones  puedan  utilizarse 
otras  lenguas  modernas.  Para  que  el  servicio  de  prensa  pueda 
efectuarse  de  un  modo  conveniente  será  necesario  que  un  equipo 
de  buenos  latinistas,  siguiendo  el  desarrollo  de  las  discusiones,  no 
sólo  redacte  un  extracto  fiel  en  latín,  sino  también  una  traducción 
precisa  en  las  diferentes  lenguas  vulgares.  El  día  19  se  ventiló 
el  tema  de  cómo  deben  ser  registradas  las  discusiones  mismas. 
En  el  Vaticano  I  hubo  un  cuerpo  de  23  estenógrafos.  Ahora  hay 
uno  de  42  universitarios  que  bajo  la  dirección  del  doctor  Aloys 
Kennerknecht  se  han  entrenado  suficientemente  en  taquigrafía 
latina  y  moderna.  Son  catorce  las  naciones  representadas  en  ese 
equipo  de  taquígrafos  excepcionales :  Alemania,  Austria,  Ceilán, 
Egipto,  España,  Estados  Unidos,  Francia,  India,  Inglaterra,  Ir- 
landa, Italia,  Méjico,  Paraguay  y  Ruanda-Urundi.  El  día  20.  con 
un  n-ievo  discurso  del  Papa,  se  dieron  por  terminadas  las  audien- 
cias de  esta  primera  sesión  plenaria  de  la  Comisión  Central,  de- 
dicada a  la  reglamentación  del  desarrollo  del  inminente  Concilio 
Ecuménico. 


—  179  — 


Segunda  sesión  de  la  Comisión  Cent  tal  —  Teología  y  Disciplina 
eclesiástica. 

Se  abrió  el  día  7  de  noviembre  con  el  saludo  de  bienvenida 
del  Padre  Santo.  Estaban  presentes  44  Cardenales  entre  los 
cuales  figuraba  nuestro  Arzobispo  de  Caracas,  el  Eminentísimo 
Cardenal  José  Humberto  Quintero;  2  Patriarcas,  24  Arzobispos 
y  Obispos,  los  4  Superiores  Generales  religiosos  y  28  Consultores. 
El  Secretario  General,  Mons.  Felici,  dió  lectura  en  latín  a  algunas 
disposiciones  relacionadas  con  el  desarrollo  de  los  trabajos  y 
estudio;  entre  ellas,  la  constitución  de  tres  subcomisiones  cuyos 
objetivos  serán:  elaborar  las  normas  que  regularán  el  Concilio, 
a  la  luz  de  las  leyes  canónicas  y  los  pareceres  expresados  en  la 
sesión  anterior;  estudiar  las  materias  mixtas  a  fin  de  unificar 
los  esquemas  redactados  por  las  Comisiones  que  se  refieran  a  una 
misma  o  parecida  doctrina;  y  la  tercera  se  ocupará  de  corregir 
los  esquemas  después  de  haber  oído  las  propuestas  de  los  miem- 
bros de  la  Comisión  Central.  Quedaba  constituida  adentro  la  Co- 
misión técnico-administrativa,  hoy  presidida  por  el  Emmo.  Car- 
denal Gustavo  Testa,  cuyo  fin  es  organizar  todo  lo  conducente 
al  crden  material  del  Concilio:  alojamiento,  invitación  de  los 
Padres,  etc.  Los  Cardenales  Amleto  Juan  Cicognani  y  Agustín 
Bea  propusieron  a  discusión  el  tema  de  una  posible  invitación 
a  los  no  católicos.  De  momento  en  la  Bula  de  convocación  no 
han  sido  llamados  a  tomar  parte  activa  en  las  sesiones  del  Con- 
cilio. En  la  segunda  audiencia  el  Cardenal  Ottaviani  propuso 
una  nueva  fórmula  de  la  profesión  de  fe,  que  por  la  legislación 
vigente  deben  emitir  los  Padres  conciliares  al  iniciar  sus  tareas 
propias  en  el  Concilio.  En  la  discusión  que  se  siguió  tomaron 
parte  todos  los  presentes.  La  nueva  formulación  prevé  la  fusión 
de  la  actual  profesión  de  fe  con  el  juramento  antimoderníst'co. 

En  la  tercera  audiencia  se  trató  un  Esquema  de  constitución 
sobre  las  fuentes  de  la  Revelación,  siempre  bajo  la  dirección  del 
Cardenal  Ottaviani.  Se  habla  de  Constitución  porque  es  el  tér- 
mino empleado  para  la  exposición  de  cuestiones  doctrinales,  como 
se  usa  el  término  de  Decreto  para  las  de  orden  disciplinar.  Hubo 
una  atenta  discusión  antes  de  proceder  a  la  votación.  Lo  que  se 
aprueba  en  estos  debates  es  para  ser  presentado  al  Papa  en  orden 
a  su  ulterior  apreciación  y  definitiva  discusión  en  las  sesiones 
mismas  del  Concilio.  El  día  11  de  noviembre  se  dedicó  al  clero  y 
a  su  proporcionada  distribución  según  las  exigencias  modernas 
para  asegurar  una  asistencia  espiritual  a  zonas  siempre  crecien- 
tes y  desprovistas  de  adecuada  instrucción  religiosa.  Se  completó 
al  día  siguiente  con  el  tema  de  la  santidad  sacerdotal.  Exponía 
el  Cardenal  Pedro  Ciriaci,  Presidente  de  la  Comisión  de  la  disci- 
plina del  clero  y  pueblo  cristiano.  Este  estudio  se  prosiguió  el 
día  14  con  el  Esquema  sobre  la  provisión,  unión  y  división  de  las 
parroquias.  Al  día  siguiente  se  consideró  detenidamente  el  pro- 
blema de  la  vida  de  las  parroquias  en  aquellas  sociedades  some- 


—  180  — 


tidas  a  transformaciones  radicales  debidas  a  fenómenos  de  urba- 
nismo, de  facilidades  de  medios  de  comunicación,  desarrollo  del 
turismo,  aumento  del  tiempo  libre  y  otras  evoluciones  modernas. 
Se  comenzó  a  discutir  un  Esquema  de  Decreto  sobre  los  deberes 
del  Párroco  en  torno  a  estos  aspectos  urbanísticos.  El  próximo 
Concilio  completará  este  punto  pastoral,  ya  que  se  trata  de  un 
tema  bien  práctico  de  orden  disciplinar. 

En  la  cuarta  audiencia  se  estudió  otro  punto  de  carácter  ju- 
rídico con  relación  a  los  oficios  y  beneficios  eclesiásticos,  a  la 
administración  de  los  bienes  de  la  Iglesia  y  el  esquema  concreto 
sobre  los  Archivos,  Bibliotetcas,  Monumentos  y  obras  de  arte  de 
propiedad  eclesiástica  o  de  custodia  suya  en  las  Iglesias  y  casas 
religiosas.  El  Padre  Santo  clausuró  personalmente  esta  segunda 
sesión  plenaria  con  un  discurso  de  agradecimiento,  el  día  17  de 
noviembre. 

Tercera  sesión  de  la  Comisión  Central  —  Dignidad  de  los  Pa- 
triarcas orientales. 

Se  reunió  del  16  al  23  de  enero  de  1962  con  la  asistencia  de 
35  Cardenales,  2  Patriarcas,  14  Arzobispos,  2  Obispos,  4  Supe- 
riores Generales  de  religiosos  y  29  Consultores.  Dieciséis  puntos 
concretos  fueron  analizados.  En  la  Comisión  Teológica  se  trata- 
ron cuestiones  que  interesan  al  Orden  Moral;  la  Comisión  de  la 
disciplina  de  los  Sacramentos  discutió  sobre  la  Confirmación,  la 
Penitencia  y  el  Orden ;  en  la  Comisión  de  las  Iglesias  Orientales 
se  profundizaron  las  relaciones  sobre  los  sacramentos,  los  ritos 
de  la  Iglesia,  los  Patriarcas,  las  funciones  sagradas,  el  uso  de  las 
lenguas  locales  en  la  liturgia  oriental ;  finalmente  se  trataron  los 
problemas  teológicos  que  se  relacionan  con  la  íntegra  custodia 
del  depósito  de  la  Fe.  Este  último  Esquema  se  subdividió  por  su 
amplitud  en  otros  7  esquemas  menores :  la  Verdad  divina,  Dios 
Creador,  la  Revelación  y  el  progreso  así  llamado  de  los  dogmas, 
la  elevación  al  orden  sobrenatural  y  espiritismo,  el  pecado  ori- 
ginal y  monogenismo,  la  suerte  de  los  niños  que  mueren  sin 
bautismo,  la  reparación  vicaria  hecha  por  Cristo  para  todos  los 
hombres. 

La  cuestión  del  Orden  Moral  se  trató  en  primer  luear. 
Existe  una  desorientación  con  respecto  a  los  límites  entre  el  bien 
y  el  mal,  lo  justo  y  lo  injusto,  lo  verdadero  y  lo  falso,  lo  lícito  y 
lo  ilícito  a  tal  punto  que  el  mayor  pecado  de  nuestro  tiempo  es  no 
creer  en  la  existencia  de  un  Orden  Moral  que  cualifica  y  distin- 
gue ante  Dios  los  pensamientos,  deseos  y  actos  humanos;  de 
donde  se  siguen  los  errores  de :  negar  la  existencia  de  Dios,  autor 
y  custodio  del  Orden  Moral;  erigir  en  criterio  de  moralidad  lo 
útil,  lo  deleitable,  el  bien  de  la  raza,  los  intereses  de  una  clase,  el 
poder  del  Estado;  sustituir  el  Orden  Moral  por  la  moral  de  situa- 
ción, individualista  o  independiente  sin  idea  de  Dios  ni  concepto 


—  181  — 


de  sanción  u  obligación,  todo  ello  a  través  de  sistemas  filosóficos, 
modas  literarias  y  doctrinas  políticas.  Errores  que  envilecen  la 
dignidad  humana,  bajo  el  pretexto  de  liberar  al  hombre  de  todo 
Ügamen  que  fréne  su  naturaleza.  El  orden  moral,  además  de  con- 
ducir al  hombre  a  la  consecución  de  su  verdadero  fin,  debe  pre- 
servarlo de  todas  aquellas  prácticas  que  lo  hacen  esclavo  de  men- 
talidades, modas,  pasiones  indignas  de  su  naturaleza  intelectual, 
no  conformes  a  su  propia  dignidad.  El  orden  moral  precisa  los 
principios  inmutables  del  pudor,  la  castidad  contra  los  ataques 
de  la  moda,  los  espectáculos,  la  prensa,  la  opinión  hoy  vulgarizada 
de  que  todo  lo  relativo  al  sexto  mandamiento  ha  sido  ya  superado 
y  de  que  hay  que  dejar  camino  abierto  a  la  satisfacción  de  todas 
las  pasiones.  Por  tanto,  quizás  haya  que  esclarecer  y  condenar: 
el  renacimiento  del  paganismo,  el  abuso  del  psicoanálisis  y  toda 
corriente  doctrinal  que  justifique  cuanto  directamente  contrasta 
con  el  orden  moral.  Fue  relator  el  Cardenal  Ottaviani. 

En  la  segunda  audiencia  se  discutió  acerca  de  los  sacramen- 
tos de  la  Confirmación  y  la  Penitencia.  Relator  el  Cardenal 
Aloisi-Masella.  Hay  muchos  puntos  concretos  susceptibles  de  ser 
concordados  con  referencia  a  la  práctica  del  sacramento  del  santo 
crisma  o  confirmación.  En  la  Iglesia  latina,  sobre  todo  a  partir 
del  siglo  XIII,  la  confirmación  fue  distanciándose  del  bautismo 
y  su  administración  quedó  reservada  al  obispo;  sólo  en  los  países 
de  habla  española  sigue  administrándose  a  los  párvulos;  en  la 
Iglesia  oriental  es  conferida  por  el  simple  sacerdote  y  a  conti- 
nuación del  bautismo.  Ultimamente  se  ha  agitado  el  proWema 
de  la  edad  en  que  debe  recibirse  la  confirmación;  algunos  hacen 
de  ella  el  sacramento  de  la  adolescencia  (12,  15  años)  ;  otros  un 
sacramento  anexo  a  la  recepción  de  la  primera  comunión  (7  años) . 
También  son  puntos  de  interés :  la  preparación  y  responsabilidad 
de  los  padrinos;  la  oportunidad  de  extender  en  la  Iglesia  latina 
aun  a  los  no  obispos  la  facultad  de  administrar  este  sacramento, 
potestad  que  ya  tienen  los  Párrocos  y  sus  tenientes  en  determi- 
nados casos  de  necesidad.  Acerca  de  la  Penitencia,  el  aspecto 
que  interesó  a  la  Comisión  no  fué  el  de  la  institución  divina  del 
sacramento  de  la  confesión  ni  el  de  su  validez  y  eficacia,  sino  el 
jurídico  de  las  facultades  concedidas  al  sacerdote  para  confesar. 
Hoy  se  encuentran  dificultades  que  hacen  penosa  la  administra- 
ción de  la  Penitencia,  por  ejemplo,  la  concentración  de  masas  hu- 
manas debida  a  las  rapidísimas  comunicaciones  y  otros  motivos 
que  se  presentan  a  diario  en  la  vida  pastoral.  Ello  aconseja  que 
se  reduzcan  al  mínimo  las  condiciones  que  pueden  impedir  la  ad- 
ministración de  este  sacramento  con  ocasión,  por  ejemplo,  de  pe- 
regrinaciones, congresos,  grandes  concentraciones,  a  fin  de  que 
haya  suficientes  sacerdotes  aptos  para  el  servicio  de  las  almas 
que  desean  recuperar  o  aumentar  la  gracia.  Parece,  pues,  que  se 
desea  ampliar  la  concesión  de  las  correspondientes  licencias  mi- 
nisteriales. 


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La  tercera  audiencia  del  día  18  continuó  estudiando  el  sa- 
cramento del  Orden  sacerdotal  en  algunos  de  sus  aspectos  prác- 
ticos con  el  deseo  de  acomodar  a  las  exigencias  de  la  vida  moder- 
na la  actividad  del  clero,  sin  excluir  la  posibilidad  de  restaurar 
instituciones  vigentes  en  los  primeros  siglos  de  la  Iglesia.  El 
Diaconado  es  hoy  un  simple  paso  previo  para  recibir  el  Presbi- 
terado y  no  tiene  una  función  específica  y  definitiva,  de  donde 
se  p-;igen  las  mismas  disposiciones  espirituales,  morales,  cultura- 
les y  se  imponen  las  mismas  obligaciones  que  se  reclaman  e  im- 
ponen a  los  sacerdotes.  En  la  Iglesia  católica  oriental  puede  ser 
admitido  al  Diaconado  un  candidato  que  esté  ya  casado.  Las  gra- 
ves dificultades  en  que  se  debaten  los  sacerdotes  sobrecargados 
de  trabajo  pastoral  y  en  especial  los  misioneros  parecen  indicar 
que  la  idea  de  admitir  el  Diaconado  en  la  Iglesia  latina  como  ins- 
titución aparte  y  definitiva  ya  esté  madura  como  para  ser  discu- 
tida en  el  inminente  Concilio.  Lo  mismo  podría  decirse,  salvadas 
las  debidas  proporciones,  con  respecto  de  las  órdenes  menores, 
algunas  de  las  cuales  podrían  llevarse  a  un  nuevo  florecimiento 
ccn  miras  a  una  ayuda  más  eficaz  y  digna  del  sacerdote.  El  día 
19  de  enero,  bajo  la  presidencia  del  mismo  Cardenal  Tisserant 
que  había  presidido  las  anteriores,  se  abrió  la  cuarta  audiencia 
con  la  relación  del  Cardenal  Amleto  Juan  Cicognani,  Secretario 
de  Estado  de  Su  Santidad,  en  su  carácter  de  Presidente  de  la  Co- 
misión de  las  Iglesias  orientales.  Con  la  palabra  ritos  se  indican 
el  modo,  el  orden  y  la  regla  con  que  se  celebran  las  diversas  fun- 
ciones sagradas.  Las  mismas  ceremonias  más  o  menos  solemnes 
se  llaman  ritos,  pero  este  sentido  ha  sido  modificado  por  el  nuevo 
Código  de  Rúbricas,  de  1"  de  enero  de  1961.  En  sentido  estricto 
rito  significa  el  conjunto  de  la  liturgia.  Así  tenemos  ritos  occiden- 
tales y  ritos  orientales.  De  los  primeros  el  más  conocido  y  prac- 
ticado es  el  rito  romano ;  pero  existe  también  el  rito  ambrosiano 
usado  en  la  diócesis  de  Milán ;  el  rito  mozárabe  ya  limitado  sola- 
mente a  la  Capilla  del  Corpus  de  la  Catedral  de  Toledo;  el  rito 
lionés  asimilado  al  romano;  y  unas  variantes  del  rito  romano  que 
se  conservan  como  propias  de  las  órdenes  religiosas  cisterciense, 
benedictina,  dominicana  y  carmelita.  Desaparecieron  el  rito  ga- 
licano, el  céltico-irlandés  y  algunos  otros.  Los  principales  ritos 
orientales  son :  el  Alejandrino,  el  sirooccidental  o  Antioqueño,  el 
bizantino  o  Constantinopolitano,  el  sirooriental  o  Caldeo,  el  Ar- 
menio, cada  uno  de  los  cuales  tiene  sus  derivaciones.  La  Iglesia 
considera  iguales  en  dignidad  a  todos  los  ritos ;  su  legislación  los 
defiende  y  hasta  da  cabida  a  la  conformación  de  otros  ritos  si  lo 
exigieren  así  situaciones  o  exigencias  de  determinados  pueblos. 
La  Iglesia  exige  unidad  de  fe,  no  uniformidad  en  la  expresión  cul- 
tual de  esa  misma  fe.  Ya  en  sus  tiempos  San  Gregorio  Magno 
escribió :  "la  diversidad  de  costumbres  no  daña  en  nada  a  la  Igle- 
sia, siempre  que  haya  unidad  de  fe". 

Más  interesante  fue  para  la  Comisión  el  examen,  dentro  del 
más  amplio  espíritu  fraternal,  del  esquema  ilustrado  por  el  Car- 


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denal  relator  para  un  reconocimiento  de  la  dignidad  de  los  Pa- 
triarcas orientales  aun  en  el  plano  externo,  en  orden  al  ejercicio 
de  sus  poderes  y  al  rango  de  sus  precedencias  formales.  Hay  que 
hacer  una  enunciación  de  principios:  en  la  potestad  de  jurisdic- 
ción dos  son  únicamente  los  grados  de  la  sagrada  jerarquía  ins- 
tituidos por  Jesucristo:  el  Sumo  Pontífice  y  el  Episcopado  a  él 
subordinado.  Hablando  de  los  Patriarcas  orientales  católicos, 
cuya  elección  debe  ser  aprobada  por  el  Sumo  Pontífice,  el  presti- 
gio histórico  de  sus  sedes,  que  son  de  fundación  apostólica,  pide 
que  el  orden  de  precedencia  y  dignidad  sea :  primero  los  Patriar- 
cados de  Constantinopla,  Alejandría,  Antioquía  y  Jerusalén  y 
luego  los  ulteriores  Patriarcados  creados  para  los  diversos  ritos : 
siró,  maronita,  melquita,  caldeo,  armenio,  copto  y  el  latino  de 
Jerusalén.  Otro  origen  tienen  los  Patriarcas  de  la  Iglesia  latina, 
quienes  no  gozan  de  aquella  superioridad  sobre  los  obispos  que 
compete  como  institución  eclesiástica  supeditada  a  la  autoridad 
del  Romano  Pontífice  sólo  a  los  Patriarcas  históricos  orientales. 
Se  trata,  pues,  de  títulos  honoríficos  cuando  se  dice :  el  Patriarca 
de  Venecia,  que  a  su  vez  deriva  su  honor  del  Patriarcado  de 
Aquilea  que  data  de  fines  del  siglo  VI;  el  de  las  Indias  Occiden- 
tales, que  es  el  de  Madrid,  creado  por  León  X  después  del  descu- 
brimiento de  América ;  el  de  Lisboa,  otorgado  por  Clemente  XI 
en  1716;  el  de  las  Indias  Orientales,  dado  por  León  XIII  al  ar- 
zobispo de  Goa  en  1886.  Las  decisiones  que  el  Concilio  pueda 
tomar  sobre  esa  representación  y  dignidad  de  los  Patriarcas 
Orientales  será  siempre  un  paso  de  importancia  en  el  camino 
hacia  la  unión. 

El  día  21  de  enero  la  Comisión  Teológica  presentó  a  la  dis- 
cusión de  la  Comisión  Central  tres  esquemas  relacionados  con  la 
custodia  del  depósito  de  la  Fe,  la  vinculación  de  la  Razón  humana 
con  estas  verdades  de  Fe  y  las  pruebas  de  la  existencia  de  Dios. 
Depósito  en  el  sentido  jurídico  significa  la  entrega  de  algún 
objeto  no  ya  en  posesión  definitiva,  sino  en  custodia  para  que 
sea  conservado  intacto.  Aplicándolo  al  campo  teológico,  se  en- 
tiende por  Depósito  de  la  Fe  toda  la  Revelación  divina  contenida 
en  la  sagrada  Escritura  y  en  la  Tradición  y  confiada  a  la  Igle- 
sia, junto  con  la  promesa  de  una  asistencia  perenne  del  Espíritu 
Santo,  a  fin  de  que  ninguna  de  esas  verdades  quede  perdida,  al- 
terada o  manchada.  Cristo  instituyó  un  Magisterio  vivo  e  infa- 
lible, auténtico,  encarnado  en  Pedro  y  sus  sucesores  y  en  todos 
los  Obispos  de  la  Iglesia  que  San  Pablo  define :  "columna  y  fun- 
damento de  la  verdad".  Este  Magisterio  no  sólo  debe  conservar 
inmune  de  corrupción  ese  capital  doctrinal,  sino  que  debe  tener1 
siempre  actualizada  la  presentación  de  esa  Verdad  según  las 
necesidades  de  los  tiempos  y  de  las  mentalidades.  Su  objeto  y 
conocimiento  son  tarea  del  Magisterio  vivo  de  la  Iglesia.  Qué 
relaciones  tiene  la  razón  humana  con  estas  verdades  del  Depó- 
sito de  nuestra  Fe?  La  Iglesia  ha  valorado  justamente  la  po- 
tencia de  nuestra  razón  y  ha  definido  que  ella  puede  llegar  al 


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conocimiento  de  la  existencia  de  Dios;  pero  esto  no  quita  que  a 
veces  quede  obnubilada  e  impedida  parcialmente  para  llegar  al 
conocimiento  de  las  verdades  religiosas  que  por  sí  misma  puede 
alcanzar.  Aquí  entran  las  teorías  que  como  el  existencialismo 
no  admiten  la  existencia  de  verdades  inmutables  y  defienden  la 
instabilidad  de  verdades  que  van  cambiando  con  los  tiempos,  las 
personas  y  las  situaciones  hasta  llegar  a  transformarse  de  rea- 
lidades objetivas  en  fantasmas  puramente  subjetivos.  En  1907 
fue  condenado  este  error  y  Pío  XII  en  la  "Humani  Generis" 
también  condena  esa  filosofía.  Acerca  de  las  pruebas  de  la  exis- 
tencia de  Dios,  son  ya  famosas  las  cinco  vías  de  Santo  Tomás, 
a  las  que  pueden  añadirse  otras  que  llamamos  psicológicas,  ba- 
sadas en  nuestra  necesidad,  de  amor,  de  justicia  y  de  verdad. 
Esta  argumentación  condena  de  por  sí  toda  clase  de  ateísmo, 
panteísmo  y  deísmo.  El  esquema  presentado  a  la  Comisión  re- 
chaza tanto  las  doctrinas  del  evolucionismo  materialista  como 
las  del  evolucionismo  panteísta  y  teístico.  Hay  que  reafirmar 
estos  puntos  inconcusos  de  la  doctrina  revelada  en  una  época 
en  que  tanto  van  cundiendo  la  desorientación  y  la  autosuficiencia 
sujetiva. 

También  se  examinaron  otros  puntos  en  torno  a  la  Revela- 
ción y  a  los  dogmas  del  origen  del  hombre.  La  Revelación  indica 
la  manifestación  mediante  la  cual  Dios  libremente  se  da  a  cono- 
cer a  los  hombres;  una  es  natural,  por  medio  de  las  mismas 
criaturas,  y  otra  sobrenatural,  que  es  la  Revelación  propiamente 
dicha,  hecha  por  Dios  a  los  hombres  por  medio  de  los  Profetas, 
los  Apóstoles  y  en  especial  por  medio  de  Jesucristo,  sobre  ver- 
dades que  sobrepasan  la  potencia  cognoscitiva  de  la  razón  algu- 
nas de  ellas.  Contra  este  género  de  Revelación  en  la  antigüedad 
surgió  el  Pelagiamismo,  que  negaba  su  necesidad ;  y  hoy  aparece 
el  Racionalismo  que  no  admite  verdades  que  extralimiten  la  ra- 
zón; y  el  Modernismo,  que  la  reduce  a  un  conocimiento  progre- 
sivo, natural  e  histórico  de  las  cosas  divinas.  La  Revelación  pú- 
blica quedó  terminada  con  el  último  de  los  Apóstoles.  Las  Reve- 
laciones privadas  pueden  darse  pero  sin  carácter  obligatorio 
universal  y  que  la  Iglesia  es  dueña  de  admitir  en  casos  particu- 
lares tras  maduro  examen.  Nunca  será  demasiada  la  cautela 
de  los  fieles  y  la  sumisión  a  los  dictámenes  de  la  Iglesia,  para 
no  exponerse  a  mixtificaciones,  fantasmagorías  singulares  o  co- 
lectivas, debidas  muchas  veces  a  perversidad  de  los  hombres  o  a 
intervenciones  diabólicas.  No  hay  aumento  o  disminución  ni 
transformación  cualitativa  objetiva  del  dogma,  pero  sí  puede 
haber  un  esclarecimiento  progresivo  de  lo  que  ya  está  contenido 
en  la  Revelación.  Otro  punto.  El  hombre  ha  sido  gratuitamente 
elevado  por  Dios  del.  orden  natural  al  sobrenatural,  sin  destruir, 
sino  antes  perfeccionando  la  misma  naturaleza.  Es  la  obra  de  la 
gracia.  Debe  rechazarse  toda  teoría  que  reivindique  algún  de- 
recho humano  para  tal  elevación,  o  en  la  dirección  opuesta  la 
desprecie  en  nombre  de  un  falso  humanismo.  Tienen  cabida  aquí 


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errores  como  el  espiritismo,  la  reencarnación,  la  superstición,  la 
magia  y  la  teosofía.  Acerca  del  pecado  de  origen,  se  nota  una 
tendencia  a  negar  que  nuestra  naturaleza  en  su  raíz  esté  debili- 
tada, corrompida  y  tarada  con  el  pecado  original.  Es  una  doc- 
trina revelada  y  fundamental  de  la  Iglesia,  ésta  del  pecado  ori- 
ginal, que  el  nuevo  humanismo  no  puede  aceptar.  En  relación 
directa  con  ella  está  la  doctrina  del  monogenismo,  o  sea,  la  uni- 
dad de  la  especie  humana  procedente  de  un  solo  par  de  proto- 
parentes.  Pío  XII  declaró  inaceptable  para  un  católico  el  poli- 
genismo,  que  pugna  con  las  fuentes  de  la  Revelación. 

Sobre  estos  puntos  discutió  con  entera  libertad  la  Comi- 
sión Central  en  orden  a  aprobar  o  rechazar  los  esquemas  doctri- 
nales sobre  la  materia  que  de  ser  aprobados  serán  presentados 
al  Padre  Santo  y  por  el  elevado  órgano  de  Su  Santidad  al  Con- 
cilio Ecuménico.  El  día  24  de  enero  en  la  clausura  de  esta  sesión 
el  Cardenal  Ottaviani  ilustró  los  dos  últimos  esquemas  que  se 
refieren  a  la  oportunidad  de  administrar  lo  antes  posible  el  bau- 
tismo a  los  niños  recién  nacidos,  y  el  segundo  a  la  completa  re- 
paración por  los  pecados  de  todos  los  hombres  realizada  por  Cris- 
to. Un  acto  de  amor  perfecto  puede  bastar  al  adulto  para  con- 
seguir la  gracia  y  suplir  el  bautismo  en  el  momento  de  la  muerte, 
pero  este  camino  no  está  abierto  al  que  no  ha  nacido  aún  o  al 
niño  recién  nacido.  De  ahí  la  obligación  de  los  fieles  de  bautizar 
cuanto  antes  a  los  niños.  Jesucristo  satisfizo  por  toda  la  hu- 
manidad a  la  justicia  divina,  asumiendo  en  sí  en  función  lla- 
mada vicaria  la  responsabilidad  humana.  De  donde  se  sigue 
que  el  pecado  es  una  verdadera  ofensa  de  Dios  y  se  hace  notar 
la  desorientación  hoy  frecuente  de  negar  cualquiera  valor  al  pe- 
cado, como  si  no  implicase  responsabilidad  ante  Dios,  como  si 
fuera  fruto  del  ambiente,  de  las  situaciones,  del  subsconciente. 
/.No  es  considerar  en  poco  una  culpa  por  cuya  reparación  pa- 
deció y  murió  el  Hijo  de  Dios?  Terminó  la  sesión  con  las  pala- 
bras de  felicitación  y  agradecimiento  del  Papa  que  quiso  recor- 
dar a  San  Juan  Crisóstomo  diciendo :  "Vuestro  éxito  es  mi  gozo 
y  vuestra  gloria  es  mi  corona". 

Cuarta  sesión  de  la  Comisión  Centra]  —  Las  Universidades  de 
la  Iglesia. 

El  20  de  febrero  abría  las  sesiones  el  propio  Juan  XXIII 
con  el  discurso  de  bienvenida.  Estaban  presentes  39  Cardenales, 
entre  los  que  se  contaba  el  Arzobispo  de  Varsovia,  Cardenal 
Wyszynski;  un  Patriarca,  el  Secretario  General  de  la  Comisión, 
13  Arzobispos,  2  Obispos,  3  Superiores  Generales  religiosos  y 
18  Consultores.  Los  cardenales  relatores  fueron  cinco:  Pablo 
Marella,  Pedro  Ciriaci,  Valerio  Valeri,  José  Pizzardo  y  Amleto 
Cicognani.  Bajo  la  presidencia  del  Cardenal  Tisserant  se  inició 
la  discusión  de  los  dos  esquemas  sobre  la  situación  actual  de  las 


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Diócesis  y  las  Conferencias  Episcopales.  El  conjunto  de  Obis- 
pos residenciales  constituye  formalmente  el  organismo  sucesor 
del  Colegio  Apostólico,  con  sus  prerrogativas  de  enseñar,  santi- 
ficar y  gobernar  una  parte  determinada  del  pueblo  cristiano.  A 
las  diócesis  se  asimilan  en  su  tanto  las  Abadías  y  Prelaturas 
nvMius,  que  tienen  también  su  territorio  delimitado  y  que  no 
dependen  de  diócesis  ninguna.  Ya  el  Derecho  Canónico  legisla 
sobre  unas  y  otras,  pero  en  determinados  puntos  puede  buscarse 
una  más  actualizada  ordenación  para  colocar  al  Obispo  en  la 
situación  más  apropiada  para  conocer,  amar  y  salvar  a  sus  fieles. 
Así  lo  pide  el  cambio  del  mundo  actual  en  sus  diversos  campos : 
religioso,  geográfico,  social,  económico,  histórico.  En  cuanto  a 
las  Conferencias  Episcopales,  no  deben  estas  confundirse  con  los 
Concilios  o  Sínodos  regionales,  provinciales  o  nacionales.  Se 
hacía  necesario  estudiar  nuevos  métodos  de  apostolado  capaces 
de  influir  en  las  aglomeraciones  humanas  cada  vez  más  densas; 
ya  para  buscar  una  actitud  común  de  defensa  contra  aguerridos 
enemigos.  De  ahí  que  estas  Conferencias  de  carácter  nacional 
tienen  una  finalidad  pastoral;  se  logra  unidad  de  acción  y  se 
evita  la  desorientación  de  los  fieles  ante  una  posible  diversidad 
o  contradicción  de  métodos  en  diócesis  limítrofes  a  veces.  Estas 
Conferencias  poseen  sus  Estatutos  aprobados  por  la  Santa  Sede. 
Puede  darse  un  paso  ulterior  en  el  sentido  de  sobrepasar  las 
fronteras  nacionales  y  auspiciar  reuniones  en  las  que  participen 
Obispos  de  distintas  naciones.  Es  lo  que  se  ha  hecho  en  América 
Latina  con  la  creación  del  Consejo  Episcopal  Latino  Americano 
(CELAM).  Se  trata  de  un  sistema  de  gobierno  contrastado 
entre  sí  por  una  mutua  experiencia  que  reporta  mejores  bene- 
ficios espirituales  para  toda  la  cristiandad. 

Al  día  siguiente  el  mismo  cardenal  relator  presentó  dos 
nuevos  esquemas  sobre  las  relaciones  de  los  Obispos  con  la  Curia 
Romana  y  sus  relaciones  con  los  Párrocos.  Pudiera  pensarse  que 
la  Santa  Sede  quiere  centralizar  demasiado  el  gobierno  de  la 
Iglesia  con  una  intervención  ineludible,  al  imponer  una  comuni- 
cación constante  de  los  Obispos  con  los  Dicasterios  Romanos  en 
cuestiones  de  doctrina  y  en  asuntos  de  disciplina.  Pero  nosotros 
sabemos  que  esta  comunicación  y  dependencia  nace  de  un  dere- 
cho divino  y  de  la  misma  constitución  de  la  Iglesia.  Ello  redunda 
en  bien  de  los  fieles  y  de  los  Obispos.  Y  además  de  los  motivos 
prácticos  y  pastorales  está  el  motivo  de  orden  jurisdiccional,  ya 
que  el  Papa  ejerce  su  jurisdicción  sobre  todos  los  fieles  y  tiene 
la  potestad  de  restringir  o  ampliar  la  jurisdicción  de  los  Obispos; 
en  virtud  de  esa  potestad  puede  el  Papa  abocar  a  su  propio  tri- 
bunal determinadas  causas,  que  en  ocasiones  hasta  encomendará 
a  los  propios  Obispos,  mediante  una  mayor  aplicación  de  sus  fa- 
cultades en  el  gobierno  espiritual  y  material,  dentro  de  su  potes- 
tad ordinaria.  Cuando  existen  las  correspondientes  re'aciones 
entre  los  Obispos  diocesanos  y  la  Santa  Sede  en  sus  respectivos 
Dicasterios  Romanos  todo  se  determina  mejor.  El  Obispo  ocupa 


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un  puesto  intermedio  entre  la  Santa  Sede  y  sus  propios  fieles 
diocesanos.  Sus  relaciones  con  estos  últimos  son  directas,  pero 
generalmente  se  actúan  por  medio  de  los  Párrocos  que  son  sus 
cooperadores  en  el  ministerio  pastoral.  La  Parroquia  viene  a  ser 
el  eje  sobre  el  que  gira  toda  la  vida  pastoral.  Una  de  las  princi- 
pales obligaciones  del  Obispo  es  la  selección  y  el  nombramiento 
de  sus  Párrocos.  Pero  surge  una  dificultad  y  estriba  en  la  ina- 
movilidad  de  esos  Párrocos  sancionada  por  la  legislación  vigente. 
Parece  que  en  este  punto  puede  haber  algún  cambio,  cuando  con 
las  debidas  cautelas  parezca  convenir  para  el  mejor  desempeño 
del  ministerio  apostólico  una  remoción  debida  a  motivos  serios 
voluntarios  o  involuntarios.  Esa  transferencia  la  verifica  a  veces 
la  Santa  Sede  con  los  propios  Obispos ;  no  se  ve  la  razón  para  que 
no  pueda  a  su  vez  verificarla  en  determinada  ocasión  el  Obispo 
con  sus  Párrocos.  Son  temas  que  deberá  afrontar  y  decidir  el 
Concilio. 

La  tercera  audiencia  se  dedicó  a  dos  esquemas  relativos  a  las 
obligaciones  de  los  Párrocos  en  la  cura  de  almas  y  a  los  precep- 
tos de  la  Iglesia.  Los  mismos  temas  los  había  tocado  el  Papa 
en  la  mañana  del  23  de  febrero  en  un  discurso  dirigido  al  clero 
romano.  El  Párroco  como  maestro  ha  de  preocuparse  de  la  ins- 
trucción catequística;  debe  predicar  la  palabra  de  Dios  en  sus 
homilías ;  debe  adoctrinar  sobre  el  valor  de  los  sacramentos  y  sus 
ritos  litúrgicos.  Ello  exige  una  preparación  próxima  y  remota, 
primero  durante  los  estudios  de  su  carrera  sacerdotal  y  luepo  en 
el  tiempo  de  su  vida  ministerial.  Debe  saber  servirse  de  fieles 
colaboradores,  en  especial  de  la  Acción  Católica.  Particular  in- 
terés merecen  las  escuelas  parroquiales.  Como  sacerdote  debe 
concentrar  la  vida  cristiana  de  la  Parroquia  en  torno  al  altar, 
para  lo  que  se  necesita  una  buena  educación  litúrgica  en  el  pue- 
blo. Como  pastor,  a  todos  debe  llegar  su  preocupación :  a  los 
niños,  a  los  jóvenes,  a  los  esposos,  a  los  enfermos,  a  los  pobres, 
a  los  extraviados  y  aun  malévolos,  a  los  que  van  de  paso,  viaje- 
res,  turistas,  giróvagos.  Por  lo  que  debe  llevar  al  día  sus  libros 
y  registros  parroquiales.  En  cuanto  al  segundo  esquema  de  los 
preceptos  de  la  Iglesia,  éste  se  relaciona  con  las  obligaciones  de 
los  mismos  cristianos.  Además  de  los  Mandamientos  de  Dios  hay 
cinco  preceptos  que  la  Iglesia  impone  a  sus  hijos,  a  veces  con 
precepto  grave:  santificación  de  las  fiestas  etc.  La  Iglesia  ha 
procurado  con  atinadas  concesiones  facilitar  lo  más  posible  el 
cumplimiento  de  estos  preceptos :  misas  vespertinas,  cambio  de 
horario  en  el  ayuno  eucarístico,  amortiguación  de  abstinencias 
y  ayunos.  Podrá  la  Iglesia  facilitar  el  cumplimiento  práctico  de 
nuestras  obligaciones,  pero  no  podrá  abrogar  preceptos  inheren- 
tes a  la  vida  cristiana  como  son  la  oración  y  la  penitencia.  Toda 
verdadera  reforma  debe  partir  del  interior  de  cada  uno.  Cam- 
biarán los  tiempos,  las  circunstancias  externas,  pero  esencial- 
mente el  alma  humana  no  cambia,  ella  deberá  recorrer  siempre 


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s.   E.  .JOSE  PIZZARDO, 


cardinal  presidente  de  la  (  omisión  «i-  Estudios  j  de  Seminarlos,  nacido  en  savona  el  i  A  de  junio  di- 
1S77;  ordenado  el  19  de  septiembre  de  1903;  elegido  para  la  Iglesia  titular  arzobispal  de  Cirro  el  2.S 
de  mano  de  1930;  trasladado  a  la  Iglesia  titular  arzobispal  de  Nirea  el  22  de  abril  de  1930;  consa- 
grado el  27  de  abril  de  1930;  creado  y  proclamado  cardenal  por  Pió  XI  en  el  Consistorio  de  13  de 
diciembre  de  1957;  obispo  de  Alhano  el  21  de  junio  de  1948;  prefecto  de  la  Sagrada  Congregación 
de  seminarios  y  Universidades;  «ran  canciller  de  la  Pontificia  Universidad  Gregoriana;  camarlengo  del 

Sacro  Colego. 


el  mismo  camino  si  quiere  llegar  a  la  salvación  eterna.  Hasta 
aquí  fue  relator  el  cardenal  Ciriaci. 

El  24  de  febrero  se  continuaron  los  trabajos  de  la  Comisión 
examinando  algunos  esquemas  relacionados  con  los  Religiosos. 
Fue  relator  el  Cardenal  Valeri.  Son  tenidas  como  laicales  en  el 
lenguaje  eclesiástico  aquellas  Congregaciones  religiosas,  cuyos 
miembros  en  su  mayoría  no  llegan  a  recibir  el  sacerdocio.  Viven 
en  comunidad  y  además  de  su  propia  perfección  suelen  tener 
como  finalidad  obras  de  apostolado  o  de  caridad.  Son  el  signo  de 
la  maravillosa  fecundidad  de  la  Iglesia.  Se  subrayó  la  importan- 
cia de  las  que  se  dedican  a  la  enseñanza.  Y  ya  que  se  trata  de 
una  misión  delicada  y  difícil,  deben  prepararse  a  ella  los  religio- 
sos aun  con  una  formación  teológica  que  los  coloque  a  la  altura 
de  una  enseñanza  clara,  profunda  y  completa  sobre  las  verdades 
de  fe  y  las  prácticas  de  virtud  que  deben  transmitir  a  sus  discí- 
pulos. Son  27  las  Congregaciones  de  este  tipo  aprobadas  por  la 
Santa  Sede  y  de  ellas  unas  20  se  dedican  a  la  formación  de  la  ju- 
ventud de  toda  condición  social.  Los  Institutos  seculares  llevan 
este  nombre  porque  sus  miembros  no  visten  hábito  ni  emiten 
votos  públicos  sino  privados,  ni  cambian  su  condición  social. 
Pueden  pertenecer  a  ellos  tanto  eclesiásticos  como  seglares  quie- 
nes conservan  una  cierta  libertad  de  movimiento  pues  no  quedan 
obligados  a  una  vida  de  comunidad.  La  constitución  Provida  Ma- 
ter  Ecclcsia  de  Pío  XII  en  1947  les  dió  existencia  legal.  Se  dis- 
tinguen de  las  meras  asociaciones  católicas  y  también  de  las  Con- 
gregaciones religiosas,  aunque  al  igual  que  ellas  persiguen  el 
ideal  de  la  perfección  cristiana.  Formas  distintas  y  métodos  di- 
versos que  hacen  resplandecer  en  el  mundo  paganizante  de  hoy 
el  ideal  de  una  perfección  que  tiene  en  el  Evangelio  su  código  in- 
mutable. Las  vocaciones  religiosas.  Es  agudo  el  problema  de  las 
vocaciones  tanto  religiosas  como  eclesiásticas.  No  ayuda  nada 
a  su  germinación  y  desarrollo  la  vida  cómoda  y  libre  de  la  socie- 
dad moderna.  Una  vez  que  se  haya  conseguido  la  debida  seguri- 
dad de  la  vocación,  nada  debe  impedir  su  normal  desenvolvi- 
miento en  el  ambiente  más  indicado.  De  la  conveniente  asegura- 
ción de  todas  estas  vocaciones  depende  la  restauración  de  la  vida 
cristiana  de  que  tanto  nos  habla  el  Papa  como  uno  de  los  frutos 
más  apetecidos  del  inminente  Concilio.  En  la  quinta  audiencia 
se  prosiguió  la  consideración  de  los  dos  esquemas  relacionados 
con  la  perfección  evangélica  en  la  vida  contemporánea.  Se  trata 
de  la  importancia  de  la  vida  religiosa  en  el  seno  de  la  Iglesia  y 
del  mismo  Estado,  y  de  la  necesidad  de  mantenerla  siempre  en 
un  alto  nivel  de  espiritualidad;  y  al  propio  tiempo  de  la  eventual 
posibilidad  de  revisar  las  constituciones  de  las  Ordenes  y  Congre- 
gaciones religiosas  más  antiguas  para  adaptarlas  a  las  exigen- 
cias de  las  nuevas  técnicas.  Eso  no  quita  que  sigan  en  pie  las 
Ordenes  contemplativas  que  en  el  plano  sobrenatural  son  supe- 
riores a  toda  otra  actividad  aun  heroica.  Es  necesario  que  algu- 


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nos  sufran  y  oren  e  intercedan  por  otros  que  viven  en  un  natu- 
ralismo desenfrenado. 

Las  exigencias  del  apostolado  moderno,  unidas  a  la  escasez 
de  clero  y  a  la  descristianización  de  naciones  que  han  tenido  un 
recio  abolengo  cristiano  imponen  la  necesidad  de  una  unión  ma- 
yor de  las  fuerzas  para  la  obra  de  penetración  y  la  defensa  contra 
todos  los  enemigos  de  la  fe.  En  cuanto  al  ideal  de  la  perfección 
religiosa,  ese  ideal  va  unido  a  las  enseñanzas  de  Cristo,  a  los 
consejos  evangélicos.  Y  si  en  sus  elementos  esenciales  no  puede 
prestarse  a  ninguna  acomodación,  sí  puede  tenerla  en  el  modo 
de  su  aplicación  según  los  cambios  profundos  que  experimenta 
la  humanidad.  Otro  punto  es  el  de  las  mutuas  relaciones  de  las 
diversas  Ordenes  entre  sí ;  debe  mantenerse  la  peculiaridad  pro- 
pia de  cada  Instituto,  pero  debe  tenderse  con  sinceridad  a  una 
unión  de  cooperación  común,  aun  renunciando  a  determinados 
derechos  en  aras  del  bien  general.  Son  temas  de  alcance  práctico 
sobre  los  que  a  su  tiempo  se  pronunciará  autoritativamente  el 
Concilio.  En  la  última  parte  los  miembros  escucharon  una  rela- 
ción del  Cardenal  Pizzardo  sobre  vocaciones  eclesiásticas.  Una 
estadística  somera  demuestra  lo  acuciante  del  problema.  Mien- 
tras en  Europa  hay  un  sacerdote  por  cada  1.100  católicos,  en 
América  Latina  hay  uno  para  cada  12.000.  Las  diócesis  que  están 
en  relación  con  la  S.  Congregación  de  Seminarios  son  1.100  con 
418  millones  de  fieles  con  un  sacerdote  por  cada  1.500  fieles. 
Serían  necesarios  200.000  sacerdotes  más  para  atender  a  las 
necesidades  de  solos  los  católicos  sin  contar  los  países  de  Misión, 
donde  las  necesidades  son  incalculables. 

En  la  sexta  audiencia  del  día  27  de  febrero  se  examinaron 
dos  nuevos  esquemas  acerca  del  ordenamiento  de  estudios  en  los 
centros  de  formación  sacerdotal.  Se  trata  primero  de  una  ade- 
cuada formación  humanística  y  filosófica  que  capacite  para  se- 
guir con  fruto  los  cursos  de  las  ciencias  sagradas.  Su  fin  es  pre- 
parar sacerdotes  cultos  que  puedan  tener  una  visión  universal 
de  los  problemas  aun  los  más  modernos  y  avanzados  de  la  Iglesia 
en  los  diversos  campos  del  apostolado  misionero,  seglar,  unionís- 
tico  y  propagandístico.  Cuando  no  puedan  llenar  esas  condicio- 
nes los  Seminarios  diocesanos,  podría  buscarse  la  solución  de 
abrir  Seminarios  interdiocesanos  o  regionales.  La  formación  es- 
piritual no  es  menos  necesaria.  Desde  el  Concilio  de  Trento  se 
aplicó  la  solución  de  los  Seminarios  diocesanos.  Los  documentos 
pontificios  abundan.  Las  encíclicas  Haerent  animo  de  San  Pío  X, 
Ad  Catholici  Sacerdotii  de  Pío  XI,  Humani  Generis  y  Mentí  Nos- 
trae  de  Pío  XII,  y  Sacerdotii  Nostri  Primordia  de  Juan  XXIII, 
junto  con  sus  recientes  e  insistentes  alocuciones,  contienen  una 
riqueza  de  normas  sobre  la  formación  espiritual  e  instrucción 
intelectual  que  debe  impartirse  en  los  Seminarios.  Es  obvio  que 
cuanto  queda  dicho  acerca  de  los  Seminarios,  vale  lo  mismo  para 
las  Universidades  y  altos  centros  de  estudios  eclesiásticos,  donde 


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se  preparan  con  sus  respectivos  títulos  los  que  han  de  ser  maes- 
tros de  los  seminaristas.  Habrá  que  explicar  con  mayor  deteni- 
miento disciplinas  que  no  caben  en  los  programas  de  los  Semina- 
rios ordinarios,  como  la  Patrología,  Historia  de  las  Religiones, 
Misionología,  Arqueología  cristiana,  Arte  sagrado,  Historia  de 
las  confesiones  no  católicas,  ciencias  sociales,  etnológicas,  antro- 
pológicas, técnicas  de  periodismo  y  grandes  métodos  de  informa- 
ción y  difusión.  Pasó  revista  el  cardenal  al  número  de  Univer- 
sidades y  Ateneos  de  Roma.  De  todos  los  Esquemas  propuestos 
a  la  Comisión  en  esta  su  cuarta  sesión,  precisamente  éste  refe- 
rente a  las  vocaciones  y  a  la  formación  de  los  seminaristas  fue  el 
que  más  llamó  la  atención  del  Papa  y  al  que  dedicó  su  discurso  de 
clausura. 

Después  de  las  Universidades  Eclesiásticas,  no  podía  desaten- 
der la  Comisión  otro  esquema  muy  similar,  el  de  las  Universida- 
des Católicas  donde  se  educa  la  flor  y  nata  de  la  juventud  más 
escogida  de  la  cristiandad.  Tal  fue  el  tema  de  la  última  audiencia 
del  día  28  de  febrero.  Gloria  es  de  la  Iglesia  haber  iniciado  en 
la  alta  Edad  Media  las  primeras  Universidades  y  hoy  se  ufana 
legítimamente  de  dirigir  37  Universidades  en  todo  el  mundo. 
Antaño  fueron  las  de  Salerno,  Bolonia,  Oxford,  Padua,  Tolosa, 
Yiena,  Leipzig,  Lovaina,  Cracovia,  Praga  y  Salamanca.  Con  el 
humanismo  y  el  protestantismo  vinieron  a  perder  su  carácter 
sagrado  y  hasta  se  convirtieron  en  focos  de  herejía  y  error.  De 
ahí  la  preocupación  y  tenacidad  de  la  Iglesia  de  tener  sus  propias 
Universidades  para  que  sean  fuente  de  la  verdad  y  del  cristia- 
nismo. Hoy  el  alumnado  universitario  se  eleva  a  150.000  en  las 
Universidades  de  la  Iglesia  distribuidas  así :  una  en  Leopoldville, 
1  en  Tokio,  1  Beyrout.  1  Manila,  1  en  Lovaina,  5  en  Francia: 
Angers,  Lille.  Tolouse,  Lyon  y  París;  1  en  Milán,  1  en  Maynooth 
(Irlanda),  1  en  Nimega  (Holanda),  1  en  Lublin  de  Polonia;  3 
en  España:  Comillas,  Pamplona  y  Salamanca;  13  en  América  La- 
tina :  1  en  Buenos  Aires,  4  en  Brasil :  Sao  Paolo,  Río  de  Janeiro, 
Porto  Alegre  y  Campiñas ;  1  en  América  Central,  1  en  La  Haba- 
na, 2  en  Chile:  Santiago  y  Valparaíso;  2  en  Colombia:  Bogotá  y 
Medellín ;  4  en  el  Canadá :  Quebec,  Ottawa,  Montreal  y  Sherbroo- 
ke;  3  en  los  Estados  Unidos:  Washington,  Chicago  y  Niágara 
Falls.  No  entran  en  la  cuenta  las  Universidades  que  no  ostentan 
el  título  de  Católicas,  pero  son  dirigidas  por  distintas  corporacio- 
nes católicas  o  religiosas.  "Todas  ías  ciencias  — decía  Pío  XII — 
tienen  alguna  relación  directa  o  indirectamente  con  la  Religión ; 
no  sólo  la  Teología,  la  Filosofía,  la  Literatura  o  la  Historia,  sino 
aun  las  otras  ciencias  como  son  las  jurídicas,  médicas,  físicas, 
naturales,  cosmológicas  paleontológicas.  No  es  suficiente  una 
enseñanza  aun  irreprensible  en  todos  los  ramos  del  saber,  com- 
pletada por  una  instrucción  religiosa  superior  dada  aparte.  Es 
necesario  que  el  Profesor,  aunque  su  disciplina  no  toque  directa- 
mente la  conciencia  religiosa,  esté  imbuido  plenamente  de  la  re- 
ligión católica".    Nada  extraño,  pues,  que  tanto  la  Comisión 


—  195  — 


Central  como  el  propio  Concilio  presten  interés  particular  al  tema 
de  la  educación  universitaria  católica. 

Ya  para  terminar  esta  sesión,  propuso  el  Cardenal  Cicogna- 
ni  un  nuevo  esquema  sobre  los  preceptos  de  la  Iglesia  para  los 
católicos  orientales.  Concuerdan  en  sustancia  con  el  anterior- 
mente presentado  para  los  católicos  latinos.  El  Papa  cerró  con 
su  discurso  de  rigor,  al  que  hemos  aludido,  la  densa  sesión. 

Quinta  sesión  de  la  Comisión  Central  —  Liturgia  —  Misiones  en 
los  nuevos  territorios  independientes. 

El  lunes  26  de  marzo,  bajo  la  presidencia  del  Cardenal  Tisse- 
rant,  prosiguieron  los  trabajos  de  la  Comisión.  A  esta  sesión 
asistieron  46  cardenales,  entre  los  que  figuraban  los  nuevos  Pur- 
purados Da  Costa  Nunes,  Albareda,  Browne,  Landázuri,  Sue- 
nens;  14  Arzobispos,  3  Obispos,  1  Patriarca,  tres  Superiores  Ge- 
nerales de  Ordenes  Religiosas  y  16  Consultores.  Se  puede  decir 
que  los  temas  únicos  de  todas  las  jornadas  de  esta  quinta  sesión 
fueron :  la  Sagrada  Liturgia  y  las  Misiones,  ilustrados  por  sus 
relatores  los  Cardenales  Arcadio  Larraona  y  Gregorio  Pedro 
Agagianan,  respectivamente.  La  liturgia  es  el  culto  público  que 
nuestro  Redentor  como  Cabeza  de  la  Iglesia  rinde  al  Padre  y 
que  la  sociedad  de  los  fieles  rinde  a  su  Cabeza  y  por  medio  de  El 
al  eterno  Padre.  Es  brevemente  el  culto  integral  del  Cuerpo 
Místico  de  Cristo.  La  liturgia  no  es  toda  la  actividad  de  la  Igle- 
sia, pero  es  la  fuente  de  donde  brota  la  gracia  y  el  término  al 
que  se  encaminan  las  almas.  Sin  condenar  las  formas  de  piedad 
individual,  la  S.  C.  de  Ritos  exhorta  a  "instruir  a  los  fieles  sobre 
la  importancia  suma  de  la  liturgia,  que  por  su  misma  naturaleza 
sobrepasa  en  dignidad  todas  las  demás  formas  de  devoción". 
Dos  cosas  debemos  tener  en  cuenta  cuando  se  habla  o  se  escribe 
de  reforma  litúrgica:  solamente  a  la  Silla  Apostólica  respecta 
la  reglamentación  de  la  liturgia  y  la  aprobación  de  los  libros 
litúrgicos ;  su  organización,  pues,  depende  de  la  autoridad  de  la 
Iglesia.  Y  por  otra  parte,  los  elementos  divinos  de  la  liturgia, 
instituidos  por  el  divino  Redentor  no  pueden  ser  cambiados  por 
los  hombres ;  pero  sus  elementos  humanos  pueden  sufrir  modifi- 
caciones, según  las  exigencias  de  los  tiempos  y  de  las  almas. 
Entre  los  libros  concernientes  a  la  sagrada  liturgia  se  deben  prin- 
cipalmente señalar :  el  Misal,  el  Breviario,  el  Pontifical,  el  Mar- 
tirologio, el  Ceremonial  de  los  Obispos,  los  propios  de  los  Oficios 
y  Misas  particulares  de  las  diócesis  o  de  una  Orden  religiosa,  el 
Memorial  de  los  Ritos  de  Benedicto  XIII,  la  Instrucción  Clemen- 
tina  para  las  Cuarenta  Horas,  la  colección  de  los  Decretos  de  la 
Sagrada  Congregación  de  Ritos.  En  los  primeros  decenios  del 
siglo  pasado  tuvo  comienzo  el  movimiento  litúrgico.  Pío  XII 
dice:  "Si  comparamos  el  presente  de  este  movimiento  con  el  de 
hace  treinta  años  hay  que  reconocer  que  ha  tenido  un  progreso 


—  196  — 


S.    K..    CiKEGOKIO    !  I ■IIUii    XV  AOAOIANIAN, 


'■mili  nal  presidente  de  la  Comisión  de  las  .Misiones,  nacido  en  Akbaltztkhe.  obispado  armenio  del  Caucaso( 
el  IX  de  septiembre  de  1X95;  ordenado  el  íii  de  diciembre  de  1917;  elegido  para  la  Iglesia  titular  de 
Comuna  de  Armenia  el  II  de  .julio  de  19:15;  consagrado  el  21  de  julio  del  mismo  año;  elegido  patriarca 
de  Clllela  de  los  Armenios  el  :i0  de  noviembre  de  19117  y  confirmado  en  el  Consistorio  del  l'S  fie  di- 
ciembre del  mismo  año;  oreado  y  proclamado  cardenal  por  Tío  XI  en  el  Consistorio  de  IX  de  febrero 
de  1946,  del  titulo  de  San  Bartolomé  de  la  Isla;  prefecto  de  la  Sagrada  Congregación  de  Propaganda  Pide. 


innegable  tanto  en  extensión  tomo  en  profundidad.  El  impulso 
principal  tanto  en  materia  doctrinal  como  en  aplicaciones  prácti- 
cas se  debe  a  la  Jerarquía  y  en  especial  a  San  Pío  X  que  con  su 
Motu  proprio  Abhinc  dúos  anuos  de  23  de  octubre  de  1913  im- 
primió al  movimiento  litúrgico  un  empuje  decisivo". 

El  martes  27  el  mismo  cardenal  ponente  ilustró  un  esque- 
ma de  constitución  sobre  "el  Sagrado  Misterio  Eucarístico".  El 
centro  de  toda  la  liturgia  es  el  sacrificio  de  la  Misa.  Y  el  miste- 
rio de  la  Santísima  Eucaristía  es  el  vértice  de  la  religión  cristia- 
na. Es  necesario  que  los  fieles  no  asistan  a  la  Misa  como  espec- 
tadores mudos,  sino  que  participen  activamente  en  ella,  asimi- 
lando el  espíritu,  comprendiendo  los  ritos,  ofreciéndose  junto 
con  la  hostia  y  el  vino,  comulgando  a  poder  ser  inmediatamente 
después  del  sacerdote.  Es  indispensable  una  instrucción  adap- 
tada a  la  inteligencia  de  los  cristianos  y  es  útil  una  revisión  que, 
aun  dejando  intacto  el  orden  actual  de  la  misa,  ponga  más  de 
manifiesto  su  naturaleza,  el  significado  de  los  gestos,  la  agilidad 
del  rito  primitivo;  una  selección  de  los  textos  escriturísticos  de 
la  primera  parte  doctrinal  y  didáctica  de  la  Misa  podría  ayudar 
a  los  fieles  a  unirse  más  íntimamente  al  sacerdote  en  la  segunda 
parte  sacrif ical ;  grandes  autores  han  subrayado  la  utilidad  de 
presentar  a  la  meditación  del  pueblo  un  número  mayor  y  mejor 
de  pasajes  de  la  Sagrada  Escritura;  la  misma  homilía,  en  vez 
de  ser  un  apéndice  marginal,  resultaría  como  parte  de  ia  liturgia 
de  la  palabra.  La  Comisión  con  una  exacta  visión  de  equilibrio 
entre  el  pasado  y  el  presente  y  teniendo  como  finalidad  de  sus 
observacionees  "una  participación  activa  y  consciente  de  los  fie- 
les en  las  acciones  litúrgicas",  se  abocó  al  examen  del  antepro- 
yecto de  constitución. 

Los  esquemas  de  los  Decretos  sobre  las  Misiones  ponen  de 
relieve  la  tarea  misionera  de  la  Iglesia,  que  recibió  de  su  mismo 
divino  Fundador  el  encargo  de  publicar  el  Evangelio  a  todas  las 
criaturas.  Esa  tarea,  como  lo  dice  el  origen  de  la  palabra  misio- 
nera, es  parte  integrante  e  irrenunciable  de  la  vida  de  la  Iglesia. 
Los  problemas  de  las  Misiones  son  hoy  más  complicados  que 
nunca.  Sus  necesidades  y  exigencias  se  ilustran  en  esta  sesión 
a  la  luz  de  las  directrices  de  las  encíclicas  papales:  "Evangelü 
praecones",  "Fidei  Doman"  de  Pío  XII  y  "Princeps  Pastorum" 
de  Juan  XXIII.  En  la  tercera  audiencia  o  jornada  la  Comisión 
ha  tratado  de  encontrar  alguna  solución  para  las  situaciones  es- 
peciales que  plantea  el  apostolado  misionero,  pues  los  problemas 
comunes  a  todos  los  sacerdotes  revisten  una  fisonomía  caracte- 
rística cuando  se  trasplantan  a  tierras  de  Misión.  Los  sacerdotes 
foráneos  están  en  función  del  clero  autóctono  en  el  sentido  de 
que  su  deber  es  el  de  dejar  establecida  una  nueva  cristiandad, 
capaz  de  desenvolverse  por  sí  misma.  La  primera  preocupación 
de  un  apóstol  es  la  de  forjar  sus  continuadores.  Las  mismas 
Obras  Misionales  llegará  un  momento  en  que  se  retirarán,  pues 


—  199  — 


no  son  un  fin  para  sí  mismas,  sino  que  tienden  a  dejar  estable- 
cida una  Iglesia  en  tierra  nueva  con  propias  raíces.  Gracias  a 
los  heroicos  sacrificios  hechos  durante  largos  años  por  los  Mi- 
sioneros, hoy  podemos  contemplar  un  clero  autóctono  y  un  im- 
pulso vigoroso  en  esta  dirección  de  expansión  de  la  Iglesia.  La 
constitución  del  episcopado  local  iniciada  por  Pío  XI  el  28  de 
octubre  de  1926  con  la  consagración  de  seis  obispos  chinos,  hecho 
que  se  repitió  en  1928  y  1933,  hoy  es  una  maravillosa  realidad 
y  constituye  un  acontecimiento  normal  en  la  vida  de  la  Iglesia. 
Pío  XII  pudo  presentar  un  cuadro  consolador  de  los  progresos 
alcanzados  en  25  años  desde  la  publicación  de  la  "Rerum  Ecle- 
siae"  hecha  en  1926  por  Pío  XI,  y  esas  cifras  compulsadas  por 
Pío  XII  hoy  las  vemos  mejoradas  y  superadas  en  el  espacio  de 
apenas  10  años.  La  Jerarquía  Católica  ha  sido  erigida  en  Corea, 
Indonesia,  Vietnam,  el  Congo  ex-belga,  Ruanda-Urundi,  Rodesia 
del  Norte  y  Nyassalandia  por  Su  Santidad  Juan  XXIII.  Sólo  en 
el  año  1961  han  sido  erigidas  12  nuevas  diócesis  en  países  de 
Misión,  2  vicariatos ;  seis  prefecturas  fueron  elevadas  a  diócesis ; 
se  nombraron  un  arzobispo,  ocho  obispos  residenciales,  un  vi- 
cario apostólico,  cinco  obispos  auxiliares  y  un  obispo  coadjutor: 
todos  del  clero  diocesano  nativo.  "El  hecho  más  significativo  es 
que  hoy  mismo  — dijo  el  cardenal  ponente —  forman  parte  de 
esta  Comisión  convocada  para  discutir  los  esquemas  sobre  el 
clero  y  religiones  en  tierras  de  misión  los  cardenales  de  China, 
India,  Japón,  Filipinas  y  Africa  y  al  lado  de  ellos  dos  arzobispos 
africanos,  un  arzobispo  vietnamita  y  un  arzobispo  indonesio". 
También  el  Concilio  en  su  variada  amplitud  convertirá  en  reali- 
dad el  sueño  de  Benedicto  XV  y  Pío  XI. 

El  tema  específico  discutido  el  30  de  marzo  estuvo  relacio- 
nado con  los  misioneros  pertenecientes  a  las  Ordenes  o  Congre- 
gaciones religiosas.  Los  religiosos  misioneros  son  hoy  cerca  de 
16.000  solamente  en  Africa  y  Asia.  Se  puede  pensar  en  los  Ins- 
titutos Misioneros  como  en  escuelas  formadoras  de  almas  apos- 
tólicas. Todo  esto  exige  que  las  cuestiones  planteadas,  como  los 
medios  de  santificación  personal,  las  dificultades  de  ^mpareiar 
la  vida  religiosa  con  la  actividad  pastoral,  la  exención  de  la  ju- 
risdicción del  ordinario  diocesano  hayan  tenido  que  ser  estud'a- 
das  a  la  luz  de  las  particulares  situaciones  existentes  en  las  Mi- 
siones. Es  cierto  que  la  vida  religiosa  trasplantada  de  los  viejos 
moldes  a  los  nuevos  y  originales  de  los  territorios  de  Misión 
puede  representar  un  fecundo  fermento  de  vida  cristiana,  un 
testimonio  de  perfección  evangélica,  una  invitación  para  las 
almas  generosas.  Las  vocaciones  florecidas  en  estas  décadas  son 
la  prueba  de  un  trabajo  cumplido  y  también  un  premio  a  esa 
obra  valiente  y  heroica  que  Ordenes  antiguas  y  Congregaciones 
recientes  han  llevado  a  cabo  para  la  difusión  del  Evangelio,  res- 
petando y  valorando  las  tradiciones,  las  costumbres,  la  cultura, 
la  historia,  la  civilización  de  cada  pueblo.  Inmediatamente  des- 
pués de  la  votación  sobre  este  esquema,  tomó  la  palabra  el  Car- 


—  200  — 


denal  Larraona  para  ilustrar  el  tercer  capítulo  de  un  proyecto  de 
constitución  sobre  la  sagrada  Liturgia,  acerca  de  los  sacramentos 
y  sacramentales. 

El  31  de  marzo  prosiguió  el  debate  sobre  los  sacramentos, 
no  en  su  aspecto  doctrinal,  pues  ya  el  Concilio  de  Trento  definió 
esta  materia  en  los  13  cánones  de  la  séptima  sesión,  y  San  Pío  X 
en  1907  condenó  los  errores  de  los  Modernistas  contra  los  sacra- 
mentos, sino  en  relación  con  lo  que  estipulan  los  cánones  731  y 
733  del  Código  de  Derecho  Canónico  sobre  su  administración  y 
el  ceremonial  prescrito  por  los  libros  litúrgicos.  Toda  la  liturgia 
es  un  símbolo  de  los  misterios  cristianos.  Los  sacramentos,  ade- 
más de  indicar  en  forma  de  símbolo  una  realidad  invisible,  pro- 
ducen o  acrecientan  la  realidad  que  significan  por  medio  del  rito. 
También  a  tenor  del  canon  1.194  se  estudio  el  tema  de  los  sacra- 
mentales. Se  distinguen  de  los  sacramentos  por  diversos  mo- 
tivos :  son  de  institución  eclesiástica,  no  producen  la  gracia,  pero 
obtienen  por  intercesión  de  la  Iglesia  favores  espirituales,  pueden 
variar  en  su  número.  Muchos  son  los  sacramentales :  la  oración 
en  general,  el  Padrenuestro  y  las  oraciones  públicas,  en  particu- 
lar, la  señal  de  la  cruz,  la  aspersión  con  agua  bendita,  las  uncio- 
nes, las  consagraciones,  los  alimentos  bendecidos,  la  recitación 
del  Yo  Pecador  y  otros  actos  de  humildad,  las  limosnas  y  las 
obras  de  misericordia,  las  múltiples  bendiciones  de  personas  y 
cosas.  El  libro  litúrgico  que  contiene  las  rúbricas  de  ios  sacra- 
mentales, así  como  los  ritos  de  los  sacramentos,  es  el  Ritual  cuya 
primera  publicación  oficial  se  remonta  al  año  1614  por  obra  de 
Pablo  V.  Contiene  el  Sacramentarlo  que  trata  de  los  sacramentos 
administrados  por  los  sacerdotes ;  los  cantos  y  plegarias  de  las 
procesiones  litúrgicas ;  los  ritos  fúnebres,  la  colección  de  bendi- 
ciones que  puede  dar  un  sacerdote  y  el  formulario  de  los  exor- 
cismos. La  Comisión  examinó  algunas  partes  del  Ritual  en  su 
jornada  de  ayer.  Hoy  el  cardenal  relator  siguió  ilustrando  el 
cuarto  y  quinto  capítulo  del  esquema  de  constitución,  que  tienen 
como  tema  el  Oficio  Divino  y  el  Año  Litúrgico. 

El  Oficio  Divino  viene  a  ser  la  oración  misma  de  Cristo  con- 
tinuada a  lo  largo  de  los  siglos  por  los  sacerdotes.  Generalmente 
para  nombrar  el  Oficio  Divino  se  emplea  la  palabra  Breviario, 
que  significa  sumario  o  abreviación  del  gran  Oficio  que  se  cele- 
braba en  las  abadías  del  Medievo.  Desde  los  primeros  siglos  de 
la  Iglesia  había  "cursus"  para  uso  de  los  monjes,  o  sea,  una  serie 
de  salmos,  lecturas  y  oraciones.  Estos  "cursus"  acabaron  por 
formar  muchos  libros  cuyo  uso  resultaba  imposible  a  los  que  via- 
jaban. En  1215  Inocencio  III  aprobó  una  de  las  muchas  reduc- 
ciones ya  difundidas  en  aquel  entonces.  Fué  el  primer  breviario, 
según  el  uso  de  la  Curia  Romana.  Abreviado  ulteriormente  fue 
codificado  por  el  Concilio  de  Trento  y  publicado  por  Pío  V  en 
1565.  Se  hicieron  otras  revisiones  en  los  siglos  17  y  18.  San  Pío 
X  aprobó  una  muy  completa  en  1911.  En  1945  Pío  XII  autorizó 


—  201  — 


una  nueva  versión  de  los  salmos  y  en  1960  se  realizaron  otras 
modificaciones  con  el  nuevo  Código  de  Rúbricas.  Es  deseo  de  la 
Iglesia  que  los  fieles  también  se  unan  a  los  sacerdotes  en  la  reci- 
tación o  en  el  canto  de  algunas  partes  del  Breviario,  por  ejemplo, 
las  Vísperas.  Juan  XXIII  en  más  de  una  ocasión  ha  dirigido 
profundas  exhortaciones  a  todo  el  clero  sobre  la  dignidad  y 
belleza  del  Oficio  Divino.  Baste  recordar  la  "Sacrae  Laudis"  del 
6  de  enero  de  1962,  en  que  precisamente  encarece  a  los  que  tienen 
la  obligación  de  rezar  el  Breviario  a  aplicarlo  en  su  unión  por  el 
feliz  resultado  del  Concilio  Ecuménico.  El  año  litúrgico  comienza 
con  la  primera  dominica  de  Adviento;  luego  se  desarrolla  por 
medio  de  ciclos  que  además  de  representar  en  sínttesis  los  pe- 
ríodos de  la  historia  humana,  tienen  como  fin  hacer  revivir  los 
principales  momentos  de  nuestra  redención  realizada  por  la  en- 
carnación, pasión,  muerte  y  resurrección  de  Cristo;  los  ciclos  se 
agrupan  en  torno  a  las  fiestas  que  recuerdan  los  grandes  miste- 
rios de  Navidad,  Pascua  de  Resurrección  y  Pentecostés.  Las 
fiestas  de  los  santos  y  en  especial  de  la  Virgen  María  se  insertan 
en  el  ciclo  litúrgico  como  prueba  de  los  frutos  de  la  redención,  y 
para  excitar  a  cada  cristiano  a  imitarlos.  En  la  última  parte  de 
esta  audiencia  el  Cardenal  Agagianán  desarrolló  una  relación 
sobre  el  esquema  de  Decreto  acerca  de  los  Sacramentos  y  la  Li- 
turgia en  los  países  de  Misiones.  Son  los  mismos  problemas  pero 
en  cuanto  reflejan  la  situación  en  que  se  encuentran  los  misio- 
neros. 

Esta  semana  de  trabajos  se  cerró  con  el  examen  de  tres  es- 
quemas presentados  por  el  Cardenal  Presidente  de  la  Comisión 
de  Misiones  soba-e  la  disciplina  del  pueblo  cristiano  en  las  Misio- 
nes, los  estudios  eclesiásticos  y  la  cooperación  misionera.  Quedan 
firmes  los  principios  que  han  inducido  a  la  Iglesia  a  dictaminar 
los  preceptos  que  favorecen  la  santificación  de  los  fieles  en  cual- 
quiera parte  que  vivan.  La  Iglesia  se  preocupa  de  no  imponer 
obligaciones  demasiado  gravosas  o  que  se  encuentren  en  contra- 
dicción con  la  mentalidad  y  costumbre  de  un  pueblo.  Pero  hoy, 
frente  a  los  peligros  que  amenazan  la  fe,  no  basta  ser  cristiano: 
es  preciso  ser  apóstol.  De  aquí  la  necesidad  de  la  formación  de 
los  seglares  para  que  no  sólo  cultiven  la  fe,  sino  que  la  propaguen 
con  el  ejemplo,  la  palabra  y  la  vida.  Lo  que  cuenta  en  el  aposto- 
lado seglar  tanto  en  las  Misiones  como  en  otras  partes  es  una 
profunda  formación  espiritual,  la  sumisión  a  la  Jerarquía  y  la 
unión  de  todos  los  que  trabajan  por  Cristo.  Primera  preocupa- 
ción de  Obispos  y  Misioneros  es  la  creación  de  nuevos  seminarios, 
la  promoción  de  vocaciones  eclesiásticas,  la  formación  espiritual 
y  cultural  de  los  seminaristas.  En  Africa  hay  151  seminarios 
menores  con  15.586  alumnos  y  35  seminarios  mayores  con  1.825 
alumnos.  En  la  India  38  seminarios  menores,  10  mayores.  En 
Pakistán  1  seminario  mayor.  En  Birmania  4  menores  y  un  se- 
minario mayor.  En  Ceilán  6  menores  y  uno  regional.  En  Indo- 
nesia 16  menores  y  6  mayores.  En  el  Vietnam  16  menores  y  6 


—  202  — 


mayores.  En  Tailandia  un  seminario  regional;  en  Corea  2  meno- 
res y  uno  mayor;  en  Hong-Kong-  1  menor  y  otro  mayor;  en  For- 
mosa  3  menores;  en  Japón  2  seminarios  mayores.  Pero  hay  paí- 
ses donde  a  causa  de  la  invasión  comunista  la  vida  católica  y  sus 
seminarios  han  sufrido  un  golpe  muy  recio  como  en  China,  Corea 
del  Norte,  Laos  y  Vietnam  del  Norte.  Es  necesario  la  cooperación 
de  todos  los  cristianos,  fieles  y  sacerdotes,  enrolados  en  las  gran- 
des Obras  Misionales;  la  Obra  Pontificia  de  la  Propagación  de 
la  Fe;  la  de  San  Pedro  Apóstol  de  la  que  depende  el  Colegio  de 
S.  Pedro  Apóstol  de  Roma,  donde  actualmente  estudian  102  alum- 
nos; la  de  la  Santa  Infancia,  que  recaudó  más  de  seis  millones 
de  dólares  en  1960;  la  Pontificia  Unión  Misional  del  Clero,  que 
cuenta  con  unos  250.000  socios  sin  contar  los  de  la  Iglesia  del 
silencio;  sus  direcciones  nacionales  repartidas  por  todo  el  mundo 
son  52. 

El  lunes  2  de  abril  la  Comisión  continuó  el  examen  de  los 
capítulos  6,  7  y  8  del  esquema  de  constitución  de  Liturgia  sobre 
Música,  Canto  y  Arte  Sagrados.  La  Iglesia  se  ha  servido  siempre 
para  el  esplendor  del  culto  de  todo  lo  bueno  que  la  naturaleza  pro- 
duce y  de  todo  lo  bello  que  el  ingenio  del  hombre  crea.  Los  orna- 
mentos, los  vasos  sagrados,  las  vestiduras  del  altar  son  objeto 
de  leyes  particulares  que  establecen  la  materia,  la  forma,  la  me- 
dida de  su  confección.  Sobre  la  música  sagrada  hay  en  la  Iglesia 
una  tradición  que  alcanza  los  primeros  tiempos  del  cristianismo. 
Desde  San  Gregorio  Magno  hasta  Juan  XXIII,  desde  el  Concilio 
de  Trento  hasta  el  próximo,  las  prescripciones  respecto  al  canto 
y  a  la  música  sagradas  persiguen  un  solo  fin,  el  de  rendir  home- 
naje a  Dios  y  fomentar  la  devoción  en  ei  pueblo  cristiano,  para 
lo  cual  hay  que  evitar  todo  lo  que  sea  profano  y,  mucho  peor,  sen- 
mal.  En  1562  el  Concilio  de  Trento  estableció  que  hay  que  alejar 
de  las  ig;lesias  aquellas  músicas  que  tanto  respecto  del  canto  como 
del  órgano  fomenten  la  impureza.  Un  siglo  después  en  1657  Ale- 
jandro VII  con  la  constitución  Piac  sollicitudinis  studio  prohibe 
la  música  y  el  canto  no  a  tono  con  el  lugar  y  culto  sagrados.  Be- 
nedicto XIV  en  1750  vuelve  a  precisar  dicha  legislación  con  el 
fin  de  que  la  música  ejecutada  en  los  templos  sirva  para  edifica- 
ción y  no  para  escándalo  de  los  fieles.  En  los  tiempos  recientes 
han  surgido  documentos  como  el  Motu  Proprio  de  San  Pío  X; 
"Tra  le  sollecitudini"  de  1930;  la  constitución  "Divini  cuHus  sane- 
titatem"  de  Pío  XI;  la  encíclica  "Mcdiator  Dri"  de  1947  y  la 
"Mnsicae  sacrae  disciplina''  de  1955  de  Pío  XII;  a  ésto  se  añade 
para  recopilar  las  enseñanzas  pontificias  la  Instrucción  de  la  S. 
C.  de  Ritos  el  año  de  1958.  Junto  a  la  música,  tiene  un  puesto 
de  excepción  el  Arte  sagrado,  que  siendo  imagen  de  las  cosas 
espirituales  ha  de  levantar  el  alma  hacia  las  celestes  visiones  y  de 
inspirar  sentimientos  de  fe.  expresiones  de  esperanza  y  actos  de 
caridad.  En  1903  San  Pío  X  dió  instrucciones  para  el  estableci- 
miento en  todas  las  diócesis  de  una  Comisión  de  Música  Sagrada ; 
la  Secretaría  de  Estado  en  1924  dictó  iguales  disposiciones  para 


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el  Arte  Sagrado  en  las  diócesis  de  Italia;  y  las  Comisiones  para 
la  Sagrada  Liturgia  fueron  recomendadas  por  la  "Mediator  Dei" 
en  1947.  Ahora  la  Instrucción  de  la  S.  C.  de  R.  aconseja  que  las 
tres  Comisiones  no  trabajen  por  separado  sino  que  se  unan  y  es- 
fuercen por  resolver  de  común  acuerdo  sus  problemas. 

En  la  segunda  parte  de  la  reunión  la  Comisión  escuchó  un 

informe  de  Su  Excelencia  Martín  O'Connor,  Presidente  de  la 
Comisión  de  Prensa  y  Espectáculos  y  de  la  Pontificia  Comisión 
de  Cine,  Radio  y  Televisión,  acerca  de  los  instrumentos  de  comu- 
nicación social  para  la  difusión  del  pensamiento  y  las  noticias, 
para  el  desarrollo  de  la  cultura  y  las  distracciones.  Aunque  la 
prensa  se  diferencia  en  algunos  aspectos  de  los  demás  medios 
técnicos  audiovisuales,  tiene,  sin  embargo  con  ellos  muchos  pun- 
tos de  contacto  por  lo  que  respecta  a  su  poder  de  información  y 
a  su  influjo  en  la  formación  de  la  opinión  pública.  Bajo  este  as- 
pecto del  provecho  común  fueron  estudiados  por  la  Comisión. 
Por  la  primera  vez  en  la  preparación  del  Concilio  se  tocan  temas 
como  éste.  El  Código  de  Derecho  Canónico  cita  una  sola  vez  los 
periódicos,  pero  no  se  refiere  a  la  radio,  al  cine,  a  la  televisión 
ya  que  son  de  reciente  invención.  Hoy  estos  instrumentos  han 
entrado  en  el  hogar  y  en  la  vida  de  millones  de  personas  y  n~> 
pueden  ser  subestimados.  Hay  en  el  mundo  más  de  8.000  perió- 
dicos diarios  con  una  tirada  de  290  millones  de  ejemplares;  más 
otros  22.000  títulos  de  diversas  revistas  con  otros  200  millones 
de  ejemplares.  Las  salas  cinematográficas  son  cerca  de  170.000 
con  una  frecuencia  media  de  18.000  millones  de  espectadores 
Emisoras  de  radio  6.000  con  400  millones  de  aparatos  receptores ; 
cerca  de  un  mil  estaciones  de  televisión  con  120  millones  de  tele- 
visores. Y  es  posible  que  las  transmisiones  de  televisión  puedan 
hacerse  de  un  continente  a  otro  por  medio  de  satélites  articiales. 
La  sabia  observación  de  S.  E.  O'Connor  se  acaba  de  ver  confirma- 
da con  el  lanzamiento  al  espacio  del  Satélite  "Telstar"  cuyo  primer 
programa  de  transmisiones  intercontinentales  se  verificó  el  día 
23  de  julio  de  1962.  El  programa  se  intituló:  "América,  julio  23, 
1962".  Estos  instrumentos  unidos  o  separados  poseen  una  fuerza 
de  penetración  y  persuasión  incomparable.  Junto  con  la  noticia 
y  la  imagen  difunden  opiniones,  principios,  doctrinas  que  rápida- 
mente cambian  costumbres,  modos  de  pensar  y  de  vivir.  La  Igle- 
sia tiene  el  derecho  y  el  deber  de  intervenir  con  el  fin  de  salva- 
guardar los  derechos  fundamentales  del  hombre,  su  dignidad 
cristiana,  los  postulados  del  bien  y  de  la  verdad.  Documentos 
pontificios  recientes,  como  la  encíclica  "Vigilanti  Cura"  de  Pío 
XI  sobre  el  cine,  y  la  "Miranda  Prorsus"  de  Pío  XII  sobre  cine, 
radio  y  televisión;  y  los  discursos  de  Juan  XXIII  a  los  periodistas 
exponen  les  motivos  de  orden  religioso  y  moral  que  impulsan  a 
la  Iglesia  a  emitir  palabras  de  aliento  o  de  condena,  pero  siempre 
de  guía  para  alcanzar  el  mejor  provecho  de  la  sociedad.  Respecto 
a  los  problemas  de  la  libertad  del  arte,  sobre  libertad  ele  informa- 
ción, libertad  de  la  descripción  del  mal,  la  Iglesia  presenta  so'u- 


—  204  — 


S.   E.    FERNANDO  t'ENTO. 


cardenal  presidente  de  la  Comisión  del  Apostolado  Seglar,  nacido  en  Pollenza,  diócesis  de  .Macerata. 
el  10  de  agosto  de  1XK1;  ordenado  el  23  de  diciembre  de  1906;  decido  para  Acireale  el  22  de  julio 
de  1922;  consagrado  el  :t  de  septiembre  el  mismo  año;  promovido  para  la  Iglesia  titular  arzobispal 
de  Setenóla  Pieria  el  24  de  junio  de  192G;  creado  y  proclamado  cardenal  por  Su  santidad  -luán 
en  el  Consistorio  de  15  de  diciembre  de  1959,  del  titulo  de  San  Eustaquio,  diaconia  elevada  pro  hac  \  ice 
a  titulo  presbiteral.   Penitenciario  .Mayor  de  la  S.  I.  R. 


•ciones  orientadoras  y  seguras.  No  es  del  espíritu  de  la  Iglesia 
oponerse  a  lo  nuevo.  Todos  los  inventos  del  ingenio  y  de  la  cien- 
cia los  bendice  la  Iglesia.  Los  quiere  emplear  para  dar  gloria  a 
Dios,  educar  los  corazones,  divulgar  el  bien,  procurar  la  paz. 
Condenando  en  los  espectáculos  y  en  la  prensa  lo  que  ofende  a 
Dios,  mutila  o  deforma  la  verdad,  menosprecia  los  principios  mo- 
rales, engendra  la  corrupción,  difunde  el  odio  o  aconseja  el  mal. 
la  Iglesia  lo  que  hace  es  frenar  la  licencia  bajo  cualquiera  dis- 
fraz, pero  no  impide  la  libertad. 

La  misión  de  la  Iglesia  es  recordar  a  toda  clase  de  personas 
sus  deberes  particulares  frente  a  los  diversos  medios  de  comu- 
nicación social.  A  los  periodistas,  productores,  actores :  que  no 
pueden  sustraerse  a  la  ley  moral  que  regula  las  acciones  huma- 
nas. A  los  que  usan  esos  medios :  que  hay  normas  precisas  de 
moral  que  no  pueden  infringirse  sin  daño  colectivo  e  individual. 
A  los  padres,  maestros,  sacerdotes,  educadores :  que  sobre  ellos 
pesa  un  grave  deber  de  vigilancia  y  custodia.  A  la  autoridad  ci- 
vil :  que  aun  respetando  la  libertad,  ella  tiene  la  obligación  de 
defender  las  buenas  costumbres  de  los  pueblos  y  el  bien  común 
de  los  ciudadanos.  Así  concluyó  esta  quinta  sesión  con  las  pala- 
bras de  estímulo  y  aplauso  del  Soberano  Pontífice,  como  de  cos- 
tumbre. 

Sexta  sesión  de  la  Comisión  Central  —  El  mundo  de  las  migra- 
ciones —  Santidad  del  estado  religioso  —  Sublimidad  del 
matrimonio  cristiano. 

El  4  de  mayo  a  las  9  y  media  de  la  mañana  comenzó  en  el 
Palacio  Apostólico  del  Vaticano  la  sexta  sesión  de  la  Comisión 
Central  con  la  asistencia  de  42  Cardenales,  2  Patriarcas,  17  Ar- 
zobispos, 3  Obispos,  3  Superiores  Generales  religiosos  y  17  Con- 
sultores, bajo  la  presidencia  del  Cardenal  Tisserant.  Terminó  sus 
trabajos  el  sábado  12  de  mayo  después  de  nueve  jornadas  densas 
de  fecundas  discusiones,  caracterizadas  por  tres  notas  funda- 
mentales que  el  Padre  Santo  se  dignó  subrayar  en  su  discurso 
de  clausura.  "Con  verdadera  complacencia  hemos  advertido  que 
estaban  señalados  en  el  orden  del  día  problemas  teológicos  refe- 
rentes a  la  Iglesia,  el  matrimonio  y  la  familia;  problemas  dis- 
ciplinares que  consideran  aspectos  de  las  ordenanzas  tanto  de  la 
Iglesia  oriental  como  de  la  occidental;  problemas  pastorales  su- 
mamente actuales  como  el  del  gobierno  de  las  diócesis  y  la  ins- 
trucción catequística  de  los  fieles".  Los  esquemas  desarrollados 
en  esta  sesión  fueron  18,  algunos  divididos  en  partes,  subdividi- 
das  estas  a  su  vez  en  capítulos,  con  un  total  de  32  opúsculos  de 
424  páginas.  Los  cardenales  relatores  fueron  6,  cada  uno  para 
temas  distintos,  de  la  competencia  de  las  Comisiones  por  ellos 
presididas:  Pablo  Marella,  Pedro  Ciriaci,  Alfredo  Ottaviani,  Va- 
lerio Valeri,  Benedicto  Aloisi-Masella  y  Amleto  Cicognani.  En 


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la  primera  jornada  el  Cardenal  Marella  presentó  dos  esquemas 
de  Decretos:  el  primero  sobre  los  obispos  coadjutores  y  auxilia- 
res, y  el  segundo  sobre  la  misión  del  obispo  en  la  cura  de  almas. 
Todo  período  histórico  tiene  sus  problemas.  A  veces  la  tarea  de 
un  obispo  en  su  normal  desarrollo  se  ve  dificultada  y  por  circuns- 
tancias especiales  se  agrava  el  peso  de  su  responsabilidad  y  de 
su  ministerio  pastoral,  por  ejemplo,  por  la  excesiva  amplitud  o 
crecimiento  de  la  diócesis,  por  la  precaria  salud  del  mismo  obis- 
po, por  su  avanzada  edad.  En  estos  casos  la  Iglesia  acostumbra 
conceder  como  ayuda  al  obispo  un  coadjutor  o  auxiliar.  Si  el 
coadjutor  se  da  a  la  sede  sin  derecho  a  sucesión,  se  llama  ''obispo 
auxiliar".  Ya  en  los  primeros  tiempos  de  la  Iglesia  existió  esa 
costumbre  y  el  Concilio  de  Trento  al  abrogar  los  derechos  de 
sucesión  en  los  beneficios  eclesiásticos,  hizo  una  excepción  con 
los  obispos  coadjutores  en  los  casos  de  urgente  necesidad  o  de 
evidente  utilidad  para  la  diócesis.  Para  realizar  sus  propias  ta- 
reas los  obispos  necesitan  formarse  cooperadores,  cultivando  las 
relaciones  eclesiásticas  y  religiosas;  utilizando  y  canalizando 
todas  las  energías  de  su  clero  y  también  de  las  religiosas ;  prepa- 
rando apóstoles  seglares;  creando  o  vigorizando  las  asociaciones 
y  obras  sociales,  asistenciales,  culturales,  técnico-administrativas 
etc.  que  son  la  expresión  de  la  presencia  de  la  Iglesia  en  la  so- 
ciedad moderna.  Estos  tiempos  imponen  al  pastor  y  a  sus  in- 
mediatos colaboradores  la  necesidad  de  un  ministerio  más  ágil 
en  sus  métodos  y  más  amplio  en  sus  medios.  Ya  el  apostolado  no 
puede  reducirse  a  la  simple  custodia  del  rebaño.  Hoy  la  gente 
fácilmente  pasa  de  una  región,  o  nación  o  continente  a  otro  por 
motivos  de  estudio,  de  trabajo,  de  comercio,  de  deporte,  de  turis- 
mo, de  inmigración.  Es  el  fenómeno  de  las  migraciones  desde 
la  externa  de  país  a  país  hasta  la  interna  en  el  seno  de  la  misma 
nación,  llámese  éxodo  rural  o  concentración  urbana  etc.  A  la 
emigración  verdadera  se  añade  el  problema  de  los  fugitivos,  los 
desarraigados,  individuos  y  masas  víctima  de  desequilibrios  so- 
ciales y  políticos  que  buscan  fuera  de  la  patria  los  medios  para 
reconstruir  su  vida.  Son  situaciones  extrañas  que  a  veces  se  con- 
vierten en  tragedias  o  dramas,  donde  todos  los  valores  humanos 
y  en  especial  los  morales,  espirituales  y  religiosos  son  pisoteados 
o  comprometidos.  Generosas  iniciativas  para  venir  en  ayuda  de 
tantos  hermanos  abandonados  o  perseguidos,  nunca  han  faltado 
por  parte  de  los  particulares  y  de  organizaciones  que  demuestran 
la  sensibilidad  y  presencia  de  la  Iglesia  en  medio  del  sufrimiento 
humano,  con  realizaciones  de  caridad,  de  asistencia,  de  servicio 
social. 

La  carta  magna  del  apostolado  entre  los  emigrantes  es  la 
"Exul  Familia",  constitución  apostólica  de  Pío  XII  que  ahora  en 
agosto  cumple  diez  años.  Hoy  los  problemas  de  la  asistencia  a 
los  emigrantes  vienen  tratados  en  el  Consejo  Supremo  de  la 
Emigración  fundado  el  1"  de  agosto  de  1952  en  el  seno  de  la 
Sagrada  Congregación  Consistorial.  También  a  esta  misma  Con- 


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gregación  fue  confiada  la  dirección  del  Secretariado  Internacio- 
nal del  Apostolado  del  Mar  en  favor  de  la  gente  y  trabajadores 
marineros.  Esta  gente  que  pasa  largo  trecho  de  su  vida  sobre  las 
embarcaciones  y  rara  vez  pueden  acercarse  a  su  propio  párroco 
necesitan  del  desvelo  pastoral  de  obispos  y  sacerdotes.  Pío  XII 
también  encomendó  a  la  Consistorial  el  encargo  de  proyectar  una 
constitución  del  "Apostolatus  eoeli"  sobre  la  base  del  Apostolatus 
maris  para  proveer  al  cuidado  espiritual  del  personal  del  trans- 
porte aéreo.  Bajo  otros  aspectos  los  nómadas  y  gitanos  que  viven 
en  barracones  vagando  en  caravanas  de  un  país  a  otro,  también 
tienen  exigencias  propias  en  el  plano  espiritual.  Así  come  las  tie- 
nen las  masas  de  turistas.  La  Iglesia  es  madre  de  todos  y  quiere 
salvar  a  todos,  sea  cual  fuere  su  profesión  y  el  país  donde  viviere. 
En  la  segunda  jornada,  el  día  5  de  mayo,  la  Comisión  examinó 
los  innumerables  aspectos  y  problemas  de  orden  moral  y  espiri- 
tual inherentes  a  estas  nuevas  formas  de  vida,  así  como  la  ma- 
nera de  encontrar  métodos  nuevos  de  apostolado  para  hacer  llegar 
hasta  los  alejados  de  la  Iglesia  el  mensaje  de  la  salvación. 

Se  continuó  estudiando  los  últimos  capítulos  del  esquema  de 
constitución  sobre  la  Iglesia,  ilustrados  por  el  Cardenal  Otta- 
viani,  su  relator.  La  función  y  posición  de  los  religiosos  y  de  los 
seglares  en  la  vida  de  la  Iglesia.  En  la  Iglesia  han  tenido  siempre 
una  gran  importancia  los  estados  de  perfección.  Innumerables 
almas,  a  todo  lo  largo  de  veinte  siglos  de  cristianismo,  han  enri- 
quecido esa  nota  característica  de  la  Iglesia  que  es  la  santidad, 
siguiendo  la  práctica  de  los  consejos  evangélicos  de  obediencia, 
castidad  y  pobreza.  Xo  puede  considerarse  váhda  la  objeción  de 
los  que  dicen  que  pertenecer  a  una  Orden  o  Congregación  religio- 
sa es  envilecerse,  como  si  los  votos  profesados  significasen  el 
aplastamiento  del  libre  desarrollo  de  las  dotes  individuales.  La 
disciplina  o  reglamento  religioso  no  se  inventó  para  destruir  lo 
que  hay  de  bueno  en  la  naturaleza  humana,  sino  que  se  propone 
arrancar  las  raíces  del  mal  para  hacer  crecer  las  mejores  cuali- 
dades. El  que  renuncia  a  los  propios  bienes  no  se  mutila  sino  se 
libera  de  un  peso  material  para  conquistar  los  bienes  del  espíritu. 
Se  estudiaron,  pues,  estos  aspectos  doctrinales  o  la  motivación 
sobrenatural  del  estado  de  perfección,  gracias  a  los  cuales  estas 
Ordenes  y  Congregaciones  religiosas  continúan  prosperando  en 
la  Iglesia  y  proporcionan  frutos  abundantes  de  buenos  eiemplos. 
de  oraciones  reparadoras,  de  ciencia  eclesiástica  y  profana,  de 
obras  de  caridad,  apostolado  y  santidad.  El  último  capítulo  de  la 
I  parte  del  esquema  de  constitución  se  refiere  al  apostolado  de  los 
seglares  en  el  mundo  moderno  en  colaboración  con  el  apostolado 
jerárquico  de  la  Iglesia.  Se  ha  escrito  mucho  acerca  de  la  teolo- 
gía del  apostolado  seglar.  Hay  contraposición  entre  laicado  y  lai- 
cismo. Desde  el  punto  de  vista  religioso  el  primero  es  de  signo 
positivo  cuando  no  neutral,  el  segundo  es  de  signo  negativo.  La 
misión  personal  y  privada  de  los  seglares  en  las  cosas  humanas 
no  atañe  a  la  autoridad  de  los  pastores  de  la  Iglesia,  ni  exige  un 


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estado  religioso  especial,  aunque  se  alimente  de  la  misma  fuente 
de  la  gracia  que  es  Cristo  y  tienda  a  la  consecución  del  mismo  fin 
que  es  la  salvación.  Pero  hay  una  misión  que  cumplir  en  el 
mundo  del  seglar  y  es  la  de  santificar  en  cierto  sentido  desde 
dentro  ese  mundo  en  que  ellos  viven.  En  cuanto  ejercen  un  apos- 
tolado organizado  en  colaboración  directa  del  laicado  con  el  tra- 
bajo pastoral  de  la  Jerarquía,  de  la  Iglesia,  es  claro  que  su  acti- 
vidad debe  quedar  subordinada  a  la  autoridad  del  obispo.  Tam- 
bién en  sus  aspectos  sociales  en  los  que  esta  acción  puede  ejercer 
una  influencia  en  la  sociedad  civil,  la  participación  del  laicado 
en  el  trabajo  apostólico  de  la  Iglesia,  debe  ser  dirigida  y  guiada 
por  la  jerarquía,  que  es  la  autoridad  competente  para  juzgar  las 
repercusiones  morales  de  los  problemas  suscitados  en  el  orden 
económico  y  social.  Esto  no  es  sino  un  anticipo  de  lo  que  la  Co- 
misión estudiará  en  su  última  sesión,  cuando  se  aboque  a  exa- 
minar las  conclusiones  de  la  Comisión  del  Apostolado  Seglar. 

El  Cardenal  Valeri  en  la  mañana  del  11  de  mayo  presentó 
algunos  capítulos  de  un  esquema  sobre  aspectos  prácticos  de  las 
vocaciones  religiosas  y  la  formación  de  los  aspirantes  al  estado 
religioso.  El  canon  1353  dice:  Los  sacerdotes  y  especialmente  los 
párrocos  pongan  particular  atención  para  que  los  niños  que 
muestran  algún  indicio  de  vocación  eclesiástica  sean  alejados  con 
especiai  cuidado  de  las  tentaciones  del  mundo,  sean  formados  en 
la  piedad,  sean  iniciados  en  los  primeros  estudios  de  las  letras  y 
cultivados  en  los  primeros  comienzos  de  su  vocación.  Todo  esto 
puede  decirse  en  particular  sobre  las  vocaciones  religiosas  porque 
tal  vez  a  causa  de  la  mentalidad  mundana  y  laicista  de  hoy  una 
vocación  al  estado  religioso  encuentre  aún  mayores  dificultades 
para  desarrollarse  que  las  vocaciones  eclesiásticas.  Las  fantas- 
magorías acerca  del  voto  de  obediencia  y  de  pobreza  y  el  temor 
de  todo  lo  que  signifique  penitencia  y  mortificación  contribuyen 
a  que  se  retraigan  las  almas  generosas  de  los  jóvenes  que  pen- 
saban consagrarse  a  Dios.  De  aquí  la  necesidad  de  buscar  y  de- 
fender toda  clase  de  vocaciones  religiosas,  masculinas  y  femeni- 
nas, en  aquellos  ambientes  donde  hallan  un  terreno  propicio  para 
germinar  y  madurar  como  lo  son  las  asociaciones  y  escuelas  ca- 
tólicas. El  deseo  y  la  necesidad  de  vocaciones  religiosas  no  deben 
jamás  perdonar  u  olvidar  la  calidad  por  estar  buscando  la  can- 
tidad. Ni  deben  ser  reducidos  los  ideales  propios,  las  constitucio- 
nes o  reglamentos,  el  espíritu  de  una  familia  religiosa  con  la  in- 
tención de  favorecer  el  ingreso  de  nuevos  candidatos.  El  fin  de 
cada  Instituto  debe  ser  presentado  en  su  desnuda  realidad  y  si 
fuere  preciso  en  toda  su  austeridad.  Se  debe  acudir  a  la  oración. 
En  todo  tiempo  serán  eficaces  para  los  jóvenes  los  ejemplos  de  vi- 
da santa,  de  apostolado  generoso,  de  caridad  ilimitada  procedentes 
de  los  religiosos  y  comunidades  que  están  más  en  contacto  con  los 
seglares.  Cuando  un  aspirante  llega  a  los  umbrales  del  Instituto 
religioso  sea  bien  acogido,  pero  debe  ser  examinado  bien,  para 
que  después  no  vaya  a  ser  objeto  de  pesadillas.  Los  superiores, 


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directores  espirituales,  médicos  si  fuere  preciso,  cada  uno  en  su 
campo,  sepan  que  asumen  una  responsabilidad  ante  Dios  y  ante 
los  propios  subditos  y  hermanos,  lo  mismo  despreciando  una  ver- 
dadera vocación  con  un  examen  demasiado  superficial,  que  acep- 
tándola por  buena  con  una  prisa  poco  laudable  por  las  pruebas 
que  eran  tan  solo  una  apariencia  de  vocación.  La  vocación  es 
apenas  el  comienzo  de  un  largo  camino.  Infortunios,  obstáculos, 
desánimos  han  de  preverse  y  prevenirse  en  la  medida  de  lo  po- 
sible. Se  impone  una  obra  de  formación  segura,  inteligente,  só- 
lida y  verdaderamente  íntegra,  como  dicen  los  estatutos  anejos 
a  la  constitución  apostólica  "Sedes  sapientiae"  del  7  de  julio  de 
1956.  Esta  obra  pretende  forjar  un  hombre  nuevo  y  antes  de 
transformar  en  un  santo  y  en  un  apóstol  a  un  hombre  debilitado 
por  las  imperfecciones,  requiere  una  larga  prueba  en  los  años 
de  noviciado  y  una  gran  paciencia  durante  todo  el  período  de  los 
estudios.  Estos  mismos  estudios  humanísticos  y  científicos,  filo- 
sóficos y  teológicos,  deben  cooperar  a  la  formación  integral  de  la 
mente  y  del  corazón,  de  la  voluntad  y  la  conciencia. 

En  la  última  parte  de  la  audiencia  anterior  y  en  la  del  día 
12  de  mayo  fueron  examinados  por  la  Comisión  cinco  esquemas 
de  Decretos  elaborados  por  la  Comisión  de  la  Disciplina  de  los 
Sacramentos  que  se  refieren  a  los  impedimentos  matrimoniales, 
a  los  matrimonios  mixtos,  al  consentimiento  matrimonial,  a  la 
celebración  del  matrimonio  y  a  los  procesos  matrimoniales.  Mu- 
chos peligros  acechan  hoy  al  matrimonio,  desde  el  divorcio  hasta 
una  mentalidad  materialista  y  hedonista  que  tiende  a  despojarlo 
de  todo  contenido  sagrado  para  reducirlo  a  un  contrato  de  poca 
importancia  y  de  duración  incierta.  Se  impone  una  obra  de  vi- 
gilante educación  en  las  jóvenes  generaciones  repleta  de  convic- 
ciones religiosas  profundas  y  de  conciencia  viva  de  la  responsa- 
bilidad individual  y  social  que  el  matrimonio  lleva  consigo.  La 
disciplina  actual  que  regula  el  matrimonio  se  remonta  al  Con- 
cilio de  Trento  y  fué  codificada  en  el  Derecho  Canónico.  La  Igle- 
sia, aunque  admite  como  único  matrimonio  válido  el  religioso, 
reconoce,  sin  embargo,  la  competencia  del  Estado  sobre  los  efec- 
tos civiles  del  matrimonio.  A  este  propósito  deben  tenerse  muy 
en  cuenta  las  normas  de  León  XIII  en  su  encíclica  "Arcannm" 
del  10  de  febrero  de  1880.  Los  impedimentos  matrimoniales  son 
circunstancias  relativas  a  la  persona  de  los  contrayentes  que  por 
ley  divina  o  eclesiástica  quedan  inhábiles  para  contraer  un  ma- 
trimonio lícito  o  válido.  En  la  legislación  eclesiástica  'os  impedi- 
mentos que  hacen  ilícito  el  matrimonio  son :  el  voto  simple  de  vir- 
ginidad, castidad  perfecta,  de  no  contraer  matrimonio,  de  recibir 
las  órdenes  sagradas;  la  mixta  religión;  y  el  parentesco  legal  que 
se  deriva  de  la  adopción  en  los  países  que  así  lo  sancionan.  De 
estos  impedimentos  la  Iglesia  suele  dispensar  con  algunas  cau- 
telas. Se  llaman  de  otro  lado  impedimentos  dirimentes,  o  sea, 
que  desligan  a  los  esposos,  aquellos  que  hacen  al  matrimonio  no 
sólo  ilícito  sino  también  inválido  y  son:  la  falta  de  edad  (menos 


—  211  — 


de  16  años  pava  ei  hombre  y  menos  de  14  para  la  mujer)  ;  la  im- 
potencia antecedente  y  perpetua,  que  no  ha  de  confundirse  con  la 
esterilidad;  un  vínculo  matrimonial  anterior;  la  disparidad  de 
cultos ;  el  orden  sagrado ;  la  profesión  religiosa  solemne ;  el  rapto ; 
el  crimen ;  la  consanguinidad ;  la  afinidad ;  la  pública  honestidad ; 
el  parentesco  espiritual  y  el  parentesco  legal  donde  es  conside- 
rado como  tal  por  la  ley  civil.  La  Iglesia  puede  dispensar  de 
aquellos  impedimentos  dirimentes  que  son  de  derecho  positivo 
eclesiástico;  pero  no  puede  dispensar  de  aquellos  que  son  de  de- 
recho natural  y  divino.  Las  condiciones  prefijadas  por  la  Iglesia 
para  conceder  la  dispensa  del  matrimonio  mixto,  o  sea,  entre 
una  persona  católica  y  la  otra  perteneciente  a  una  religión  cris- 
tiana no  católica,  son :  promesa  del  cónyuge  no  católico  de  res- 
petar las  convicciones  religiosas  del  cónyuge  católico;  promesa 
de  ambos  cónyuges  de  bautizar  y  educar  en  la  religión  católica  a 
todos  los  hijos.  Esta  promesa  ha  de  hacerse  por  escrito  y  debe 
tener  certeza  moral  de  que  será  mantenida.  Con  las  mismas  cau- 
telas la  Iglesia  puede  dispensar  del  impedimento  de  disparidad 
de  cultos,  que  existe  entre  un  católico  y  un  esposo  no  cristiano, 
no  bautizado.  Para  la  validez  del  matrimonio  es  esencial  el  con- 
sentimiento de  los  esposos,  este  consentimiento  libre  no  puede 
ser  suplido  por  ninguna  autoridad  humana.  Es  inválido  el  ma- 
trimonio contraído  por  la  fuerza,  la  violencia  o  por  un  temor 
grave  ejercido  injustamente  desde  afuera.  Es  inválido  el  matri- 
monio que  se  pretende  contraer  con  un  acto  positivo  de  la  vo- 
luntad de  no  querer  el  mismo  matrimonio  o  de  excluir  los  deberes 
o  derechos  conyugales,  o  de  desechar  cualquiera  otra  propiedad 
esencial  del  matrimonio. 

Según  el  Código  de  Derecho  Canónico,  en  lo  relativo  a  la 
forma  de  celebración  del  matrimonio,  son  válidos  solamenfe 
aquellos  que  son  contraídos  ante  el  párroco  o  el  Ordinario  del 
lugar  o  ante  un  sacerdote  delegado  por  el  párroco  o  por  el 
Ordinario,  y  ante  dos  testigos  que  entre  nosotros  se  llama  padri- 
nos. En  casos  extraordinarios,  como  el  peligro  de  muerte  y  otros 
parecidos,  hay  previstas  excepciones  particulares.  También  en 
los  cánones  1.960  a  1.992  están  contenidas  las  normas  específicas 
relativas  a  los  procesos  matrimoniales  en  lo  que  concierne  al 
fuero  competente,  la  formación  del  tribunal,  los  derechos  y  obM- 
gaciones  del  defensor  del  vínculo,  los  testigos,  las  investigaciones, 
las  publicaciones  de  los  actos,  las  apelaciones  contra  la  sentencia. 
El  fin  prefijado  por  la  Iglesia  en  todos  estos  procesos  es  la  sal- 
vación de  las  almas.  Temas  todos  estos  de  suma  importancia, 
dado  que  el  matrimonio  representa  la  constitución  oficial  y  sa- 
grada de  la  familia,  célula  primigenia  de  la  sociedad  humana. 


—  212  — 


S.  E.  AGUSTIN  BEA, 


cardenal   presidente  del  Secretariado  para  la  unión  de  los  cristianos,  de  la  Compañía  de  Jesús,  nacido 
en  Rieddbohringen,  arquidiócesis  de  Friburgo,  el  28  de  mayo  de  1881  ;  ordenado  el  25  de  agosto  de  1912; 
creado   y   proclamado  cardenal   por  Su  Santidad  Juan   XXIII   en  el   Consistorio  de  14  de  diciembre  de 
1959;   consagrado  el   19  de  abril  de   1962;  diácono  de  San  Sabas. 


Séptima  sesión  de  la  Comisión  Central  —  Los  Seglares  una  fuer- 
za de  base  —  Eeumenismo  y  Unión:  una  esperanza  en  la 
cumbre. 

El  día  12  de  junio  de  1962  se  dió  comienzo  a  la  séptima  y 
postrera  reunión  de  la  Comisión  Central  Preparatoria,  bajo  la 
Presidencia  del  Cardenal  Eugenio  Tisserant,  decano  del  Sacro 
Colegio,  Presidente  de  la  Comisión  Ceremonial  y  de  la  Sub-Co- 
misión  para  las  materias  mixtas  en  preparación  para  el  Concilio. 
Se  inició  la  discusión  de  los  problemas  de  la  formación  espiritual, 
moral,  intelectual,  pastoral  de  los  seminaristas;  el  ordenamiento 
general  de  los  estudios  y  la  enseñanza  en  los  seminarios.  Fué 
relator  el  Cardenal  Pizzardo.  El  cuidado  y  la  selección  de  las 
vocaciones  eclesiásticas  ha  sido  preocupación  constante  de  la 
Iglesia.  Disposiciones  referentes  al  cultivo  de  las  vocaciones  se 
encuentran  en  el  I  y  II  Concilios  de  Toledo  (siglos  6  y  7)  ;  en  los 
pontificados  de  S.  Gregorio  Magno,  Honorio  I,  León  III  e  Ino- 
cencio III.  Pero  el  Seminario  nació  en  el  Concilio  de  Trento,  que 
en  su  sesión  13,  canon  18,  establece  que  toda  iglesia  catedral  lo 
mismo  que  toda  sede  episcopal  debe  reunir  un  cierto  número  de 
alumnos,  educarlos  religiosamente  y  formarlos  en  la  disciplina 
eclesiástica,  de  modo  que  tales  colegios  sean  un  vivero  de  minis- 
tros de  Dios.  El  Concilio  Tridentino  quiso  coronar  la  obra  de  la 
restauración  de  la  fe  y  de  la  moral  católica  asegurando  la  prepa- 
ración de  un  clero  idóneo.  Un  historiador,  el  Cardonal  Palavi- 
cino,  afirma  que  la  hazaña  de  los  Padres  de  aquel  Concilio  que 
duró  18  años  y  medio  con  dificultades  de  todo  género,  "estaría 
suficientemente  recompensada  sólo  con  haber  procurado  a  la 
Iglesia  los  seminarios,  único  instrumento  apto  para  fortalecer  la 
sagrada  disciplina".  La  importancia,  función  y  exclusiva  fina- 
lidad del  Seminario  de  preparar  a  los  jóvenes  para  el  sacerdocio 
están  sancionadas  en  el  Código,  en  los  cánones  1.354  y  1.366  que 
recogen  las  mismas  palabras  de  Trento.  Sobre  los  superiores 
del  Seminario  dice  León  XIII:  "la  conducta  ejemplar  del  que 
preside  es  el  lenguaje  más  persuasivo  para  inspirar  en  los  jóve- 
nes el  convencimiento  de  sus  propios  deberes  y  el  amor  al  bien". 
La  selección  de  estos  superiores  es  uno  de  los  más  delicados  co- 
metidos de  un  obispo.  Lo  que  cuenta  para  trabajar  en  el  reino 
de  Dios  no  es  la  cantidad  sino  la  calidad.  Tanto  que  sin  duda 
alguna  es  mejor  correr  el  riesgo  de  desaprovechar  una  vocación 
probable,  que  caer  en  el  peligro  de  confiar  la  guarda  del  rebaño 
a  un  mercenario.  Hay  errores  que  se  insinúan  tomando  pretexto 
de  ciertas  corrientes  modernas  que  auspician  una  forma  de  edu- 
cación abandonada  a  la  libre  iniciativa  y  a  las  tendencias  de  cada 
cual.  Un  rector  de  seminario  consagrado  obispo  dice :  "Se  puede 
estar  tentado,  al  hablar  del  sacerdote  del  mañana,  de  insistir 
sólo  en  las  situaciones  nuevas  que  se  le  van  a  presentar;  pero, 
antes  de  ser  el  sacerdote  de  mañana,  importa  ser  el  sacerdotte  de 
siempre.  Las  sublimes  funciones  del  sacerdote  exigen  que  él  viva 


-  215  — 


una  gran  santidad  hecha  a  base  de  piedad,  castidad,  desinterés, 
celo  por  la  gloria  de  Dios  y  salvación  de  las  almas,  espíritu  de 
disciplina,  ciencia  y  fe".  Estos  mismos  conceptos,  como  se  ha 
dicho  en  otra  sesión,  los  han  repetido  los  documentos  de  los  Papas 
de  los  últimos  tiempos,  desde  la  "Haerent  animo"  de  San  Pío  X 
hasta  los  hodiernos  discursos  de  Juan  XXIII. 

En  su  segunda  jornada  la  Comisión  prosiguió  el  estudio  de 
otros  esquemas  siempre  ilustrados  por  el  Cardenal  Pizzardo  sobre 
las  Escuelas  Católicas  y  la  obediencia  al  sagrado  Magisterio  en 
la  enseñanza  de  las  ciencias  sagradas.  La  enseñanza  es  tarea 
fundamental  de  la  Iglesia  que  así  hace  honor  a  la  orden  del  Di- 
vino Maestro:  "Id  y  enseñad".  La  escuela  es  el  medio  normal 
para  la  formación  del  entendimiento  y  la  educación  del  corazón. 
La  Iglesia  tiene  derecho  tanto  a  tener  sus  propias  escuelas  como 
a  permeabilizar  de  espíritu  cristiano  las  escuelas  del  Estado.  "En 
la  escuela  — decía  Pío  XII —  está  para  todas  las  almas  la  salva- 
ción o  la  ruina".  Está  en  juego  algo  de  un  valor  moral,  espiritual 
tan  grande  que  la  Iglesia  no  puede  permanecer  indiferente  ante 
el  problema  de  la  escuela.  Lo  mismo  que  para  los  seminarios  el 
Concilio  de  Trento  imprimió  a  las  escuelas  católicas  un  nuevo 
impulso,  al  recomendar  su  fundación  allí  donde  no  existían,  hacer 
revivir  las  desaparecidas  y  devolver  su  primitivo  esplendor  a  las 
ya  existentes.  Impuso  el  Concilio  a  los  sacerdotes  la  obligación 
de  procurar  que  se  impartiese  a  todos,  a  pobres  y  a  ricos,  una  en- 
señanza esmerada  y  completa  a  cargo  de  maestros  que  supiesen 
juntar  la  fe  a  la  ciencia.  Así  se  volvía  a  los  tiempos  en  que  sólo 
la  Iglesia  se  preocupaba  de  la  enseñanza  no  ya  del  catecismo  sino 
de  toda  otra  materia,  desde  la  gramática  a  la  filosofía.  Surgieron 
en  los  años  del  Concilio  los  colegios  de  los  jesuítas  y  los  barna- 
bitas;  poco  más  tarde  los  de  los  Hermanos  de  las  Escuelas  Cris- 
tianas y  de  los  Escolapios,  por  no  citar  sino  algunos  de  los  insti- 
tutos más  famosos  de  la  época.  San  Carlos  Borromeo  fundó  en 
Pavia  un  colegio  universitario;  lo  mismo  hizo  el  Cardenal  Ghis- 
lieri  que  fue  después  el  Papa  Pío  V.  La  escuela  al  separarse  de 
la  Iglesia  adquirió  un  aspecto  que  llamaríamos  hoy  aconfesional, 
pero  que  en  realidad  era  antireligioso.  León  XIII  observó  que 
"no  podría  imaginarse  medio  más  universal  y  eficaz  para  sus- 
traer a  la  sociedad  del  influjo  de  la  Iglesia  que  la  escuela  laica". 
Esta  fue  la  visión  realista  de  las  cosas  que  Pío  XI  expuso  en  la 
encíclica  "Divini  Ulitis  Magistri".  Es  doloroso  comprobar  que 
en  este  campo  una  larga  costumbre  del  predominio  de  la  escuela 
estatal  ha  ofuscado  en  muchos  la  noción  misma  del  derecho  a  la 
libertad  de  la  escuela.  Al  defender  esa  libertad  la  Iglesia  está 
defendiendo  la  libertad  de  la  familia  a  la  que  compete  la  primor- 
dial obra  educativa,  y  la  libertad  del  individuo  que  no  puede  ol- 
vidar su  fin  sobrenatural,  ni  siquiera  al  escoger  los  medios  hu- 
manos para  su  perfeccionamiento  intelectual.  La  Iglesia  no  re 
contenta  con  una  actitud  defensiva,  sino  que  se  preocupa  de  que 
sus  escuelas  y  maestros  estén  a  la  altura  de  su  misión  en  mé- 


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todos  y  programas,  en  seriedad  de  estudios  y  en  modernidad  de 
espíritu.  El  derecho  a  la  libertad  de  enseñanza  implica  deberes 
en  la  preparación  y  elección  de  los  educadores,  en  la  vigilancia 
de  los  que  enseñan,  en  la  formación  de  una  opinión  pública  cons- 
ciente sobre  este  problema,  en  la  organización  de  los  padres  y  re- 
presentantes y  de  los  fieles  para  una  cooperación  moral  y  ma- 
terial siempre  más  coherente  con  su  fe. 

La  Comisión  de  Estudios  y  de  Seminarios  completó  su  tra- 
bajo preparatorio  presentando  también  una  ilustración  sobre  el 
tema  del  magisterio  de  la  Iglesia  en  las  ciencias  sagradas.  Quien 
quiera  enseñar  en  la  Iglesia  y  con  la  Iglesia  debe  atenerse  primero 
a  lo  que  ella  enseña.  Esto  no  quita  que  los  teólogos  y  los  científicos 
se  preocupen  en  dar  un  fundamento  sólido  a  las  cuestiones  de  la 
vida.  La  Santa  Sede  alaba  y  promueve  las  eruditas  investigacio- 
nes y  especulaciones  de  los  teólogos  que  profundizan  en  las  ver- 
dades reveladas  y  no  dudan  en  considerar,  explicar  y  sostener  las 
declaraciones  del  magisterio  eclesiástico  con  seriedad  científica, 
a  la  luz  de  la  razón  iluminada  por  la  fe,  esto  es,  "con  sentido  de 
Iglesia".  Pero  los  teólogos  no  ejercen  su  oficio  por  derecho  di- 
vino, sino  por  delegación  de  la  Iglesia.  Decisiva  para  el  conoci- 
miento de  la  verdad  no  es  la  opinión  theologorum,  sino  el  sensus 
Ecclesix.  En  la  enseñanza,  pues,  expóngase  la  verdad  según  la 
doctrina  de  la  Iglesia,  luego  los  errores  a  ella  contrarios.  El 
maestro  debe  considerar  si  esos  errores  nacen  de  algún  principio 
falso,  o  de  la  indebida  aplicación  de  un  principio  justo,  o  de  un 
defecto  de  método,  o  de  un  insuficiente  estudio  del  problema.  El 
que  enseña  Sagrada  Escritura  considerará  como  un  deber  sacro- 
santo no  alejarse  ni  un  ápice  de  la  común  doctrina  y  de  la  tra- 
dición de  la  Iglesia.  Sobre  los  estudios  de  filosofía  y  teología,  re- 
cuérdese el  canon  1.366  que  muestra  en  Santo  Tomás  de  Aquino 
al  maestro  a  quien  deben  acogerse  las  razones,  doctrina  y  princi- 
pios. A  la  luz  de  aquellos  principios  clarificadores  podrán  ser 
juzgados  en  lo  que  valgan  los  vastos  movimientos  culturales  y  li- 
terarios, las  corrientes  del  pensamiento  moderno,  las  lagunas 
también  y  los  peligros  del  tecnicismo. 

En  la  siguiente  jornada  se  estudió  el  tema:  colaboración  de 
los  institutos  religiosos  en  el  ministerio  pastoral  de  los  obispos. 
Es  un  esquema  que  ha  sido  fruto  de  un  trabajo  realizado  en  equi- 
po por  la  Comisión  de  los  obispos  y  del  gobierno  de  las  diócesis 
y  por  la  de  religiosos,  a  través  de  la  Sub-Comisión  de  materias 
mixtas.  La  Iglesia  tiene  necesidad  de  la  cooperación  del  clero 
secular  y  del  regular  para  llenar  la  misión  de  santificar  al  pueblo 
cristiano.  También  a  los  miembros  no  sacerdotes  de  los  Institutos 
consagrados  al  ideal  de  la  perfección  incumbe  un  deber  mayor 
que  a  los  simples  seglares  de  trabajar  con  diligencia  y  entrega 
por  el  acrecimiento  del  Cuerpo  Místico  de  Cristo.  Los  obisoos 
en  todo  tiempo  han  pedido  ayuda  a  los  religiosos  y  la  piden  hoy 
de  un  modo  especial.  A  las  tareas  propias  del  religioso  se  añade 


—  217  — 


para  muchos  de  ellos  la  del  apostolado  verdadero  en  perfecta 
concordancia  con  los  obispos  y  dentro  de  la  más  fraternal  cola- 
boración con  el  clero  diocesano.  De  estas  observaciones  funda- 
mentales se  desprenden  algunas  normas  que  se  refieren  a  la 
jurisdicción  de  cada  obispo  en  su  propia  diócesis;  la  fidelidad 
de  los  religiosos  a  los  ideales  de  su  propia  vida,  aun  en  medio 
del  apostolado;  los  derechos  de  la  exención  religiosa;  los  modos 
de  colaboración  entre  ambos  cleros.  Nuevas  exigencias  surgidas 
por  doquiera  merecen  ser  consideradas  y  reguladas  a  fin  de  fa- 
vorecer la  eficacia  del  apostolado  en  medio  del  pueblo,  junto  con 
el  desarrollo  de  las  entidades  religiosas  y  el  progreso  en  el  ca- 
mino de  la  perfección  de  cada  uno  de  los  religiosos.  El  punto  de 
mayor  interés  jurídico  es  el  de  la  exención.  Ella  consiste  en  un 
privilegio  por  el  que  los  religiosos  que  de  él  disfrutan,  en  vez  de 
depender  del  obispo  territorial,  dependen  directamente  de  la 
Santa  Sede.  Fue  concebido  dicho  privilegio  con  el  objeto  de  pro- 
curar un  beneficio  mayor  de  la  Iglesia  y  en  beneficio  de  los  ins- 
titutos agraciados,  que  pueden  así  desarrollarse  más  orgánica- 
mente dentro  de  una  autonomía  de  estructuras  y  .le  régimen 
interno  más  cónsono  con  su  propia  vitalidad.  El  Sumo  Pontífice 
puede,  pues,  disponer  mejor  de  las  notables  fuerzas  espirituales 
y  morales  que  cada  familia  religiosa  representa  y  aplicarlas  a  las 
necesidades  de  la  Iglesia  en  visión  universal  y  panorámica.  Los 
primeros  ejemplos  de  exención  embrional  se  remontan  a  fines 
del  siglo  IV  en  Oriente.  El  primer  caso  de  exención  propiamente 
dicha  lo  encontramos  en  Roma  el  año  601.  En  el  628  Honorio  I 
la  concedió  al  monasterio  de  Bobbio;  el  741  el  Papa  Zacarías  la 
otorgó  al  monasterio  de  Cassino;  Urbano  II  al  de  Cava  en  1092; 
Alejandro  III  al  de  Florencia  en  1176.  En  el  siglo  XII  todos  los 
monasterios  prácticamente  eran  exentos  y  así  lo  fueron  por  ex- 
tensión las  nuevas  órdenes  y  congregaciones  hasta  caer  en  cierto 
abuso.  Los  Concilios  de  Constanza,  IV  de  Letrán  y  el  de  Trento 
establecieron  restricciones,  en  el  sentido  de  no  menoscabar  la 
autoridad  del  obispo.  El  actual  Código  hace  suyas  las  disposi- 
ciones de  Trento  y  de  los  documentos  pontificios  de  San  Pío  V, 
Gregorio  XV,  Clemente  XII,  Benedicto  XIV,  León  XII.  Para 
comprender  el  espíritu  de  la  exención,  hay  que  recurrir  a  las 
palabras  de  Juan  XXIII  que  dirigió  a  los  Superiores  religiosos 
participantes  en  la  asamblea  promovida  por  la  Pontificia  Comi- 
sión pro  América  Latina.  "Se  trata  de  agrupar  las  santas  ener- 
gías de  la  Iglesia,  las  maravillosas  fuerzas  de  las  antiguas  ór- 
denes religiosas,  de  las  numerosas  congregaciones,  sociedades  e 
institutos  masculinos  y  femeninos  de  perfección  y  de  apostolado 
y  de  los  más  recientes  Institutos  seculares :  para  orientarlos  can 
mayor  eficacia  hacia  los  amplios  horizontes  que  se  abren  a  su 
benéfico  influjo". 

Después  de  esta  discusión  de  las  relaciones  entre  Obispos  y 
Religiosos,  el  Cardenal  Ciriaci  presentó  tres  esquemas  de  Decre- 
tos sobre  las  Asociaciones  de  los  fieles,  la  limosna  de  las  Misas 


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y  los  legados  píos,  la  admisión  a  las  órdenes  sagradas  de  minis- 
tros acatólicos  conversos.  Cuestiones  estas  que  no  revisten  no- 
vedad, pero  que  tal  vez  en  el  seno  del  Concilio  o  de  la  Comisión 
que  prepara  la  revisión  futura  del  Código  serán  objeto  de  una 
adaptación  a  las  exigencias  de  los  tiempos  que  han  cambiado. 
En  la  mañana  del  15  de  junio  de  1962,  habiéndose  hecho  la  vota- 
ción sobre  el  examen  de  los  tres  Esquemas  de  disciplina  ya  men- 
cionados, la  Comisión  prosiguió  estudiando  el  final  del  Esquema 
sobre  los  Estados  de  Perfección.  Según  el  derecho  vigente,  son 
tres  las  categorías  en  que  se  divide  el  estado  de  perfección,  o  sea, 
el  estado  religioso  que  sirve  para  conquistar  la  perfección  cris- 
tiana: las  Ordenes  y  Congregaciones  clericales  y  seglares;  las 
Sociedades  sin  votos  públicos;  y  los  Institutos  Seculares.  Las 
Sociedades  de  vida  común  sin  votos  están  formadas  por  eclesiás- 
ticos y  seglares  que,  aun  no  teniendo  votos  o  no  siendo  éstos  pú- 
blicos, llevan  una  vida  en  comunidad  con  intención  de  alcanzar 
la  perfección  y  entregarse  a  las  obras  del  apostolado.  Ya  se  ha 
hablado  acerca  de  los  Institutos  seculares.  Los  estados  de  per- 
fección se  distinguen  tanto  del  estado  episcopal  como  del  clero 
diocesano.  Al  referirse  a  la  variedad  dentro  de  la  unidad  de  la 
suprema  aspiración  de  la  vida  religiosa,  el  Cardenal  Valeri  ter- 
minó recordando  que  el  estado  religioso  representa  ciertamente 
un  ideal  de  vida  más  alto  y  querido  a  Dios  que  el  estado  matri- 
monial ;  el  estado  de  perfección  no  puede  considerarse  como  un 
medio  para  evitar  las  molestias  de  la  vida,  pues  impone  graves 
sacrificios ;  el  estado  de  perfección  no  por  esto  último  debe  con- 
siderarse como  imposible  a  la  buena  voluntad  de  aquellos  cris- 
tianos que  se  entregan  con  absoluta  confianza  a  la  gracia  del 
Señor. 

El  sábado  16  de  junio  la  Comisión  examinó  los  dos  últimos 
esquemas  sobre  la  preparación  necesaria  para  recibir  los  sagra- 
mentos  del  Orden  y  del  Matrimonio,  ilustrados  por  el  Cardenal 
Marella;  y  un  esquema  presentado  por  el  Cardenal  Cicognani 
Amleto,  referente  a  la  unidad  de  la  Iglesia  en  relación  con  las 
Iglesias  Orientales.  La  dignidad  sacerdotal  que  hace  de  un  hom- 
bre un  ministro  de  Dios  y  un  padre  de  las  almas,  es  tan  alta  que 
exige  una  pureza  de  costumbres  y  una  santidad  de  vida  perfecta, 
en  cuanto  es  humanamente  posible.  El  libro  del  Pontifical  inculca 
a  los  nuevos  dióconos  su  obligación  de  ser  claros,  limpios,  puros 
y  castos.  La  insistencia  con  que  los  Sumos  Pontífices  tocan  al- 
gunos principios  de  ascética  sacerdotal  demuestra  cómo  la  exi- 
gencia fundamental  para  el  sacerdote  que  quiere  hacer  fecundo 
su  ministerio  es  la  práctica  eminente  de  todas  las  virtudes.  Por 
ello  la  preparación  para  el  Sacerdocio  debe  ser  esmeradamente 
cuidada.  Se  necesita  un  aprendizaje  de  años  para  adquirir  una 
virtud  sólida  capaz  de  salir  airosa  de  los  primeros  contactos  con 
el  mundo  y  de  mantenerse  en  medio  de  los  reclamos  e  incitaciones 
al  mal,  a  todo  lo  largo  de  la  vida  sacerdotal.  La  castidad  no  es 
una  virtud  que  se  rige  por  sí  sola,  sino  que  se  nutre  por  la  pie- 

—  219  — 


i 


dad  y  la  candad.  Sin  la  piedad  hasta  los  ritos  más  augustos 
serán  celebrados  por  rutina,  mecánicamente.  Y  el  ejercicio  de 
la  caridad  es  preservación  de  las  graves  caídas  a  las  que  conduce 
la  debilidad  de  los  sentidos. 

También  es  grande  la  dignidad  del  sacramento  del  Matri- 
monio y  exige  que  los  jóvenes  esposos  se  preparen  con  objeto  de 
que  la  celebración  del  matrimonio  no  sea  solamente  lícita  y  vá- 
lida, sino  espiritualmente  fructuosa.  No  puede  ser  un  acto  cele- 
brado con  ligereza,  por  razón  de  las  tareas  duraderas  y  recípro- 
cas que  impone  este  sacramento.  Ni  puede  ser  determinado  por 
interés,  pasión  o  capricho,  porque  están  en  juego,  junio  con  la 
felicidad  humana  de  los  esposos  y  los  hijos,  su  salvación  eterna. 
Incumbe  a  los  pastores  de  almas  el  deber  de  instruir,  educar, 
formar  en  una  visión  cristiana  de  la  vida  a  los  esposos  para  que 
consideren  al  matrimonio  en  su  realidad,  sus  responsabilidades, 
sus  acechanzas,  sus  dificultades  y  en  los  medios  de  la  gracia 
sobrenatural  que  ayudan  a  superarlas.  Obligación  grave  para 
el  párroco  el  examen  de  los  esposos,  no  sólo  para  cerciorarse  de 
que  no  hay  impedimentos,  sino  para  conocer  si  los  pretendientes 
están  espiritualmente  preparados  para  dar  el  paso  trascendental. 

Acerca  de  la  unidad  de  la  Iglesia,  el  Cardenal  exponente 
habló  del  doble  aspecto  de  la  Iglesia  como  "esposa  del  Cordero", 
ya  triunfante,  y  como  Iglesia  que  debe  trabajar  sirviéndose  de 
las  estructuras  humanas  en  la  sociedad.  Con  relación  a  este  as- 
pecto terreno  y  temporal,  tienen  su  razón  de  ser  las  leyes  y  las 
penas,  la  autoridad  y  la  jurisdicción,  la  jerarquía  y  sus  diversos 
grados.  La  unidad  visible  de  la  Iglesia  está  centrada  en  Pedro, 
quien  en  nombre  de  Cristo  y  en  sus  sucesores  gobierna,  juzga  y 
da  leyes.  Esta  unidad  puede  ser  conservada  únicamente  por  la 
sumisión  de  todos  los  fieles  a  la  autoridad  constituida  por  Cristo, 
es  decir,  al  Papa  y  a  los  Obispos  a  él  unidos.  Pero  la  unidad  no 
es  uniformidad.  No  se  anula  la  diversidad  de  las  tradiciones, 
costumbres,  exigencias  propias  de  un  pueblo  o  de  una  región. 
Sin  embargo,  especialmente  en  este  caso  es  necesaria  la  autori- 
dad que  úna  y  coordine.  Son  demasiado  graves  los  daños  que 
causan  a  las  almas  las  divisiones  operadas  en  la  Iglesia  en  el 
transcurso  de  los  siglos.  Hay  que  intentar  todos  los  medios, 
sobrenaturales  y  humanos,  para  volver  a  traer  al  único  redil  a 
todos  los  alejados  de  él.  Los  medios  humanos  van  desde  los  teo- 
lógicos a  los  jurídicos,  desde  los  disciplinares  a  los  psicológicos 
y  prácticos.  Ante  problemas  tan  graves,  el  Cardenal  relator  ter- 
minó con  las  palabras  de  San  Basilio:  "Haz,  Señor,  que  cesen 
las  divisiones  en  la  Iglesia;  reúne  a  los  dispersos  y  trae  al  buen 
camino  a  los  errantes,  para  conducir  a  todos  a  tu  santa,  católica 
y  apostólica  Iglesia". 

El  lunes  18  de  junio  se  abocó  la  Comisión  al  estudio  de  un 
largo  Esquema  de  constitución  sobre  el  Apostolado  de  los  Segla- 
res, ilustrado  por  el  Cardenal  Cento.   Este  Apostolado  de  los 


—  220  — 


S.    I  .   ALBERTO   I)E  JORIO. 


cardenal   presidente  del  Secretariado  Administrativo,  nacido  en  Roma  el  18  de  julio  de  1884;  ordenado 
el  18  de  abril  de  1908;  creado  y  proclamado  cardenal  por  Su  Santidad  Juan  XXIII  en  el  Consistorio 
del  15  de  diciembre  de  1958;  consagrado  el  19  de  abril  de  1962;  diácono  de  Santa  Pudenciana, 

diaconía  pro  hac  vice. 


Seglares  no  es  una  novedad  en  la  Iglesia.  Basta  leer  el  libro  de 
los  Hechos  de  los  Apóstoles,  la  historia  de  las  persecuciones  de 
ios  primeros  siglos  y  la  misma  historia  de  la  Iglesia  para  darse 
cuenta  de  la  presencia  de  este  apostolado.  Pero  en  nuestro  tiem- 
po, mientras  muchas  actividades  de  orden  temporal  se  han  va- 
ciado de  esplritualismo,  se  ha  despertado  también  un  nuevo  fer- 
vor en  las  filas  de  los  creyentes  para  devolverle  un  aspecto  cris- 
tiano a  todas  las  expresiones  de  la  vida.  De  aquí  la  necesidad 
para  estos  apóstoles  seglares  de  poner  a  disposición  de  la  Iglesia 
la  propia  pericia  profesional,  su  propia  cultura,  su  experiencia  y 
su  fe.  Cuando  a  la  manifestación  de  la  propia  fe  se  añade  un 
ejercicio  verdadero  de  apostolado,  se  necesita  un  mandato,  una 
misión  de  la  Jerarquía  que  asume  así  la  responsabilidad.  A  los 
sacerdotes  corresponde  la  función  de  formar  y  guiar  espiritual- 
mente  a  los  seglares  y  a  éstos  la  tarea  de  unirse  organizada- 
mente bajo  la  dependencia  de  la  Jerarquía  para  estudiar  la  ma- 
nera de  realizar  un  apostolado  eficiente  que  converja  con  todas 
las  asociaciones  católicas  en  el  único  fin  de  ayudar  a  la  Iglesia  a 
salvar  las  almas.  Hay  organizaciones  que  se  proponen  favorecer 
la  difusión  de  la  doctrina  cristiana  por  medio  del  catecismo,  la 
prensa,  la  enseñanza,  los  medios  audiovisuales;  otras  se  dedican 
a  la  conquista  de  los  alejados,  la  conversión  de  los  infieles  o  la 
penetración  y  transformación  de  los  ambientes  hostiles;  otras 
colaboran  con  el  apostolado  litúrgico,  la  asistencia  social,  las 
obras  de  caridad.  Se  puede  hablar  de  un  apostolado  familiar; 
de  un  apostolado  educativo;  de  un  apostolado  obrero  y  profesio- 
nal, urbano  o  rural;  de  un  apostolado  internacional;  del  aposto- 
lado por  la  unión  de  los  cristianos,  en  base  a  la  comprensión ;  del 
apostolado  Misional  para  atraer  a  la  Iglesia  masas  descristiani- 
zadas, o  para  vivificar  el  arte,  la  cultura,  las  costumbres,  el  de- 
porte, los  espectáculos  y  todos  los  distintos  aspectos  de  la  vida 
contemporánea. 

También  es  apostolado  el  que  se  mueve  en  el  plano  de  la  ca- 
ridad ;  el  que  se  desarrolla  en  la  zona  social,  económica,  política 
con  el  fin  de  hacer  penetrar  los  principios  de  la  doctrina  social 
cristiana  en  hombres  e  instituciones,  en  las  leyes  y  en  el  mundo 
del  trabajo,  en  la  escuela  y  en  la  administración  pública,  en  los 
organismos  internacionales,  en  el  uso  de  las  nuevas  conquistas 
técnicas.  El  Evangelio  no  se  hizo  sólo  para  los  individuos,  sino 
también  para  la  sociedad  y  cada  una  de  sus  partes.  El  influjo 
evangélico  con  fermentos  de  justicia  y  caridad  debe  atravesar, 
gracias  a  la  labor  de  cristianos  convencidos  y  coherentes,  todas 
las  capas  de  la  vida,  desde  el  núcleo  familiar  hasta  la  comunidad 
cívica ;  desde  las  estructuras  de  cada  Estado  particular  hasta  las 
estructuras  federativas,  internacionales,  mundiales.  Sólo  en  esta 
difusión  capilar  y  universal  de  los  principios  cristianos  puede 
consistir  la  garantía  del  verdadero  progreso,  del  genuino  apos- 
tolado y  de  la  paz.  La  Iglesia  que  tiene  por  misión  salvar  a  todos 
los  hombres  sabe  que  es  su  deber  salvarlos  al  través  de  los  medios 


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humanos  que  están  a  su  disposición  sin  sacarlos  del  mundo,  sino 
santificándolos  en  esa  sociedad  y  al  mismo  tiempo  santificando 
la  sociedad  humana  por  el  apostolado  de  los  mejores  miembros 
del  laicado  católico. 

En  la  relación  introductoria  de  la  mañana  del  19  de  junio  el 
Cardenal  Ottaviani  presentó  la  última  parte  del  Esquema  de 
Constitución  sobre  la  Iglesia,  referente  al  Magisterio  y  Autori- 
dad de  la  Iglesia ;  las  relaciones  entre  Iglesia  y  Estado ;  deber  y 
necesidad  de  la  Iglesia  de  anunciar  el  Evangelio  a  todo  el  mundo ; 
el  Ecumenismo  en  la  Iglesia.  Esta  jornada  fue  presidida  por  el 
Cardenal  Clemente  Mícara,  Vicario  General  del  Papa  para  la 
diócesis  de  Roma.  La  Iglesia,  "columna  y  fundamento  de  la 
verdad",  ha  recibido  de  su  divino  Fundador  la  promesa  de  una 
asistencia  indefectible  del  Espíritu  Santo  que  la  hace  inmune 
de  todo  error  en  su  enseñanza  y  permite  que  ella  custodie  fiel- 
mente el  Depósito  de  la  Revelación,  completo  desde  la  muerte 
del  apóstol  San  Juan.  Existe  en  la  Iglesia  un  Magisterio  vivo, 
perenne  y  auténtico.  No  es  la  doctrina  de  un  hombre  la  que  ex- 
pone el  Romano  Pontífice  cuando  con  la  plenitud  de  su  autoridad 
define  y  condena,  como  tampoco  es  la  opinión  de  una  asamblea 
la  expresada  por  los  Obispos  unidos  con  el  Papa  durante  los  Con- 
cilios Ecuménicos.  En  un  caso  y  en  el  otro  Cristo  habla  por  boca 
de  Pedro  y  de  los  Apóstoles  en  comunión  con  El;  es  el  Espíritu 
Santo  el  que  infunde  su  luz  para  que  el  Depósito  de  la  Fe  sea 
mantenido  íntegro  y  pueda  también  ser,  por  medio  del  estudio, 
más  claramente  conocido.  La  Iglesia  no  puede  ceder  o  faltar  a 
esta  su  tarea  de  guardiana  y  maestra  de  la  verdad.  "Más  fuerte 
que  los  obstáculos  que  se  le  oponen  por  todas  partes,  no  ha  ce- 
sado jamás  de  combatir  por  el  libre  ejercicio  de  su  magisterio", 
como  dijo  León  XIII  en  su  encíclica  Libertas  del  20  de  junio  de 
1898. 

Al  magisterio  del  Romano  Pontífice,  aunque  no  hable  ex  ca- 
thedra,  se  le  debe  religioso  asentimiento  en  la  medida  que  así  lo 
requiera  la  intención  y  voluntad  del  Papa  que  se  deducen  de  la 
índole  misma  de  los  documentos,  de  la  frecuente  exposición  de 
la  misma  doctrina,  o  de  la  manera  de  expresarla.  Algunas  Cons- 
tituciones Apostólicas,  las  Encíclicas  y  Alocuciones  de  mayor 
importancia,  que  son  documento  del  magisterio  ordinario,  contie- 
nen habitualmente  doctrinas  ya  conocidas,  pero  expuestas  con 
mayor  precisión.  También  sobre  este  aspecto  concerniente  a  la 
obediencia  que  se  debe  prestar  al  magisterio  del  Sumo  Pontífice, 
escribió  León  XIII  su  encíclica  Sapientise  Christianse  del  10  de 
junio  de  1890.  "Con  sencillez  de  corazón  como  a  Cristo,  no  con 
el  ánimo  de  ser  observados  y  de  complacer  a  los  hombres,  sino 
ansiosos  de  hacer  la  voluntad  de  Dios  y  de  servirlo  a  El  única- 
mente", como  dice  San  Pablo,  así  debemos  mirar  la  autoridad  del 
Papa  y  la  de  los  Obispos.  Autoridad  y  potestad  de  la  Iglesia. 
Esta  se  extiende  a  todo  lo  que  respecta  a  la  salvación  eterna  de 


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las  almas :  "a  todo  lo  que  en  el  munoo  hay  de  sagrado",  como 
escribe  León  XIII  en  la  encíclica  Inmortale  Dei  del  1"  de  noviem- 
bre de  1885.  Entre  las  cosas  que  indirectamente  pueden  influir 
sobre  la  fe  y  los  bienes  espirituales  se  encuentra  la  política. 
"Cuando  la  política  llega  al  altar,  entonces  la  religión,  la  Iglesia 
y  el  Papa  tienen  no  solamente  el  derecho  sino  también  el  deber 
de  dar  indicaciones  y  directrices  que  las  almas  católicas  tienen 
derecho  a  reclamar  y  el  deber  de  cumplir".  Así  Pío  XII. 

Lo  que  tiende  por  su  naturaleza  al  bien  temporal  de  los 
hombres  pertence  a  la  autoridad  civil.  La  Iglesia  no  se  mezcla 
en  cuestiones  que  no  le  tocan,  siempre  que  quede  a  salvo  la  ley 
divina.  En  cuestiones  relacionadas  con  el  fin  sobrenatural  de  la 
Iglesia  y  el  natural  del  Estado,  como  son  el  matrimonio,  la  edu- 
cación de  los  jóvenes  etc.  la  Iglesia  lo  que  quiere  es  que  no  se 
impida  su  propio  fin;  que  los  bienes  superiores  de  las  almas  no 
sean  ignorados  o  sacrificados  a  intereses  secundarios.  La  auto- 
ridad civil  no  puede  ser  indiferente  a  la  religión  y  mucho  menos 
contraria  a  ella.  "Los  Estados  no  pueden  comportarse  impía- 
mente como  si  Dios  no  existiese,  o  tratar  de  la  religión  como  cosa 
extraña,  o  adoptar  una  entre  muchas  indiferentemente;  sino 
que  tienen  la  obligación  de  honrar  a  Dios  en  aquella  forma  que 
El  mismo  quiso  que  se  hiciera". 

El  20  de  junio  la  Comisión,  presidida  por  el  Cardenal  Míca- 
ra,  terminó  sus  labores  al  estudiar,  después  de  haber  escuchado 
la  Alocución  del  Papa  que  nosotros  publicamos  en  el  capítulo  V 
de  esta  obrita,  la  ilustración  del  Esquema  sobre  el  Ecumenismo, 
presentado  por  el  Cardenal  Agustín  Bea,  quien  enfocó  el  asunto 
no  bajo  un  aspecto  teológico  sirio  pastoral. 

Entre  las  cuestiones  que  preocupan  a  la  Iglesia  se  encuen- 
tra ésta  de  la  división  abierta  desde  siglos  más  o  menos  lejanos 
en  el  seno  de  la  unidad  de  los  creyentes.  Ante  esa  realidad  dolo- 
rosa  la  Iglesia  no  ha  cesado  nunca  de  trabajar  para  que  todas  las 
comunidades  disidentes  cristianas  encuentren  el  camino  de  la 
casa  paterna,  como  tampoco  ha  cesado  de  mirar  con  benevolencia 
todos  los  esfuerzos  que  se  realizan  hasta  por  los  no  católicos  para 
abrir  los  ánimos  a  pensamientos  o  caminos  de  unidad  verdadera. 
La  Iglesia  se  complace  al  ver  que  el  movimiento  ecuménico  se 
desarrolla  y  busca  ayudar  con  sus  oraciones  la  buena  voluntad 
de  los  que  buscan  la  unión  y  estimula  todo  trabajo  en  el  aspecto 
teológico  y  pastoral  para  que  con  mayor  claridad  brille  el  centro 
de  la  unidad.  Pero  es  necesario  tener  mucha  prudencia  para  no 
ceder  a  impulsos  generosos  y  para  no  caer  en  formas  equívocas 
de  indiferentismo  religioso,  de  interconfesionalismo,  de  compro- 
miso con  el  riesgo  de  agravar  en  lugar  de  sanear  el  actual  estado 
de  cosas.  El  irenismo  ecuménico  es  algo  muy  distinto  de  la  ver- 
dadera unidad  recomendada  y  querida  por  Cristo. 

La  palabra  ecumenismo  como  es  usada  hoy  por  los  no  ca- 


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tólicos  y  por  los  protestantes  indica  una  manera  de  entendimien- 
to como  una  Federación  de  igualdad  de  derechos  de  todas  las 
iglesias  cristianas.  Según  esa  teoría,  todas  las  iglesias  son  cul- 
pables de  la  separación  igualmente ;  ninguna  podría  presumir  de 
ser  la  única  y  verdadera  Iglesia  de  Cristo,  sino  una  parte  de  ella ; 
la  futura  iglesia  resultante  de  la  unión  de  las  diversas  existentes 
en  la  actualidad  no  sería  idéntica  a  ninguna,  sino  una  iglesia 
nueva.  Sobre  estas  bases,  a  las  que  la  Iglesia  católica  no  puede 
adherirse,  se  han  celebrado  las  asambleas  pancristianas  de  Edim- 
burgo en  1910,  Estocolmo  en  1925,  Lausana  en  1917,  Oxford  en 
1937.  El  Consejo  Mundial  de  Iglesias  se  formó  en  1946  y  tuvo 
las  siguientes  reuniones:  en  Amsterdam,  1948,  la  primera;  la 
segunda  en  1954  en  Evanston,  América;  y  en  Nueva  Delhi  en 
1961  la  tercera.  Los  trabajos  de  esta  última  fueron  seguidos  por 
observadores  católicos.  La  Iglesia  católica  no  esperó  este  movi- 
miento de  ecumenismo  para  intentar  encontrar  todos  los  cami- 
nos posibles  de  la  unión.  Es  bien  sabido  que  el  II  Concilio  de 
Lyon,  el  de  Florencia,  el  de  Trento  documentan  los  esfuerzos 
llevados  a  cabo  para  alcanzar  el  ideal  indicado  por  Cristo.  En 
tiempos  más  recientes  Pío  IX,  el  8  de  setiembre  de  1868,  con  la 
carta  Arcano  Divinae  Providentiae  Consüio,  invitó  en  términos 
cordiales  a  los  obispos  ortodoxos  al  Concilio  Vaticano  I;  a  los 
protestantes  les  anunció  sin  invitarlos  el  mismo  Concilio  en  carta 
del  13  de  setiembre  del  mismo  año;  León  XIII  dio  nuevo  impulso 
a  las  iniciativas  de  unión ;  Pío  X  aprobó  el  Octavario  pro  Unión 
iniciado  el  año  1909.  Más  tarde  se  concretó  una  "conferencia" 
de  todos  los  católicos  qué  se  habían  consagrado  a  los  problemas 
ecuménicos  y  que  tuvo  un  programa  muy  similar  al  elaborado 
por  el  Papa  Juan  XXIII  al  constituir  el  Secretariado  para  la 
Unión  de  los  Cristianos,  como  preparación  de  este  Concilio  Va- 
ticano II :  o  sea,  aunar  experiencias  en  cuestiones  referentes  a 
la  unión  y  establecer  relaciones  basadas  en  la  recíproca  confianza 
con  los  hermanos  separados. 

Para  enlazar  este  esquema  con  el  propuesto  por  la  Comisión 
Teológica  sobre  el  mismo  tema  del  Ecumenismo,  esta  última  Co- 
misión ilustró  también  un  esquema  acerca  de  la  Virgen  María. 
Madre  de  Dios  y  Madre  de  los  hombres.  En  efecto,  este  Concilio 
se  abrirá  el  día  de  la  Maternidad  de  María.  Pío  IX  en  la  Bula 
IneffabiUs  Deus  del  8  de  diciembre  de  1854  observó:  "Estamos 
llenos  de  certísima  esperanza  y  de  la  confianza  más  plena  de  que 
la  Santísima  Virgen  quiera  con  su  valiosísimo  patrocinio  hacer 
que  todos  los  cristianos  separados  de  nosotros  vuelvan  al  sen- 
dero de  la  verdad  y  de  la  justicia".  Y  Juan  XXIII  determina  bien 
el  significado  de  la  devoción  que  la  Iglesia  católica  rinde  a  la 
Virgen  María,  con  el  fin  de  prevenir  las  posibles  objeciones  que 
puedan  hacer  los  hermanos  separados:  "Algunos  en  el  pasado 
quisieron  criticar  este  sentimiento  como  si  se  tratase  de  una 
adoración  que  sólo  a  Dios  es  debida.  Es  claro  que  los  católicos 
veneran  a  la  Madre  de  Jesús  con  todo  su  entusiasmo  sabiendo 


—  226  — 


que,  a  causa  de  sus  prerrogativas,  de  su  insigne  privilegio  de  ser 
la  Madre  del  Hijo  de  Dios  hecho  hombre,  de  los  dones  que  ella 
recibió  del  Señor  y  de  su  poderosa  intercesión,  Ella  es  la  criatura 
que  sobre  la  tierra  más  se  acerca  a  Dios.  Nos  llevamos  siempre 
a  Jesús  en  el  corazón,  fuente  de  fortaleza,  de  consuelo  y  aliento. 
De  modo  semejante  tenemos  con  nosotros  siempre  la  imagen  de 
María". 

Los  demás  esquemas  preparados  por  el  Secretariado  para  la 
unión  de  los  cristianos  versan  sobre  estos  temas :  la  necesidad 
de  la  oración  para  alcanzar  de  Dios  la  gracia  de  recomponer  en 
perfecta  unidad  las  partes  que  se  han  separado  del  tronco  fron- 
doso y  vivo  de  la  Iglesia;  la  importancia  de  la  palabra  de  Dios, 
como  instrumento  de  educación  del  pueblo  cristiano  para  que  ma- 
dure en  él  la  necesidad  de  la  unidad  y  a  ella  ajuste  su  conducta; 
el  deseo  de  la  Iglesia  de  extender  los  beneficios  de  la  Redención 
a  todos  los  pueblos.  Con  el  examen  de  estos  últimos  temas,  clau- 
suró la  séptima  y  última  Sesión  de  la  Comisión  Central  Prepara- 
toria de  este  Concilio  Vaticano  Segundo,  cuyos  trabajos  y  esfuer- 
zo: realizados  en  el  espacio  de  un  año  hemos  llamado  al  encabe- 
zar este  capítulo  :  "El  Concilio  en  miniatura" . 


BIBLIOGRAFIA 

NOTIZIARIO,  Boletín  diario  del  Servicio  de  Prensa  de  la  Pontificia 
Comisión  Central  Preparatoria  del  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  Secre- 
taría General,  Ciudad  del  Vaticano,  Números  1,  del  lunes  6  de  noviembre 
de  1£'61,  hasta  el  N"  S7,  del  23  de  junio  de  1&62. 

Revista  SAL  TERRAE,  marzo  de  1962,  N"  3,  páginas  160-174;  abril 
de  1£'62,  páginas  217-232;  mayo  de  1C62,  páginas  282-2S'6. 

Revista  semanal  ECCLESIA.  Páginas  112,  113,  114,  11."),  116,  145,  14fi, 
147,  148,  14&;  273,  274,  27-",;  300-315;  435-441;  469-473;  625-628;  655-658; 
651;  787-7S0;  561. 


—  227  — 


CROQUIS  DEL  AULA  DISPUESTA  EN  LA  NAVE  CENTRAL 
DE  LA  BASILICA  DE  SAN  PEDRO  PARA  LA  CELEBRACION 
DEL  CONCILIO  ECUMENICO  VATICANO  SEGUNDO 


Código  interpretativo  de  los  números  del  presente  croquis: 

-1. — Estatua    en    bronce    de    San    Pedro    revestida    de    ornamentos  pontificales. 

2 .  — Altar  portátil,  llamado  del  Cardenal  Rampolla,  colocado  delante  de  la  estatua  do  í.'an 

Pedro;  sobre  el  altar  se  expone  el  libro  de  los  Santos  Evangelios.  Para  la  celebra- 
ción de  la  Misa,  dicho  altar  se  puede  mover  hacia  el  centro  del  canal,  de  modo  que 
pueda  ser  visto  por  todos  los  Padres  del  Concilio  y  por  el  Sumo  Pontífice. 

3.  —  Trono  Papal,  delante  de  la  Confesión,  sobre  una  tarima  a  la  que  se  sube  por  dos  es- 

calerillas de  once  gradas  que  están  a  los  lados.  El  trono  tiene  tres  gradas,  balda- 
quino y  dosel  tapizado;  está  enmarcado  dentro  de  las  columnas  salomónicas  del  Bal- 
daquino de  Bernini.     Todo  el  conjunto  está  montado  sobre  dispositivo  con  ruedas. 

4 .  — Mesa  de  la  Junta  Directiva  y  Presidencia  del  Concilio,  con  sendos  escritorios  a  los 

lados  para  el  Secretario  General  y  el  personal  de  Secretaría;  todo  organizado  sobre 
una  tarima  plana. 

5.  — Sillones   para   los    Emmos.    Cardenales   con   escritorio  y   reclinatorio,    dispuestos  enci- 

ma de  ocho  escalones  con  diez  bancas  en  fila  por  cada  escalón  de  la  gradería;  los 
asientos  están  divididos  por  dos  pasajes  adaptados  en  forma  de  pequeña  escalinata;  las 
bancas  están  recubiertas  con  tela  roja.     Total:  88  puestos. 

6.  Asientos  para  los  Excelentísimos  Patriarcas,  con  escritorio  y  reclinatorio,  semejan- 
tes a  las  bancas  de  los  Emmos.  Cardenales;  recubiertos  con  paño  verde.  Total: 
(i  puestos. 

7  Asientos  para  los  Padres  del  Concilio,  con  escritorio  y  reclinatorio,  dispuestos  en 
gradería  y  subdivididos  en  sectores,  con  seis  bancos  por  fila  y  pasajes  en  escalinata; 
los  sectores  son  16  a  cada  lado  del  canal  central  con  puestos  en  número  de  60  a  84 
como  máximo  por  cada  uno  de  los  lü  sectores.  Total:  2.265  puestos.  El  canal  o 
pasaje  central  tiene  un  ancho  de  5,'30  metros. 

8.  — Tribunas  altas  situadas  en  las  arcadas  laterales  con  entrada  posterior,  sobre  cada 

Tribuna  se  pueden  colocar  51  poltronas-escritorios  para  un  total  de  30o  puestos. 

9.  — Pulpito  para  el  orador  oficial,   comunicaciones  generalas,  etc. 

10.  — Mesa  escritorio  para  taquígrafos. 

11.  -Mesa  para  el   escrutinio  de  los  votos;  para  los   Prelados  "Oficiales  de  las  votaciones. 

12.  — Tribuna  de  San  Andrés  para  Misiones  Extranjeras  con  poltronas  para  120  puestos. 

13.  — Tribuna  de  San  Longinos  para  ei  Cuerpo  Diplomático,   con  200  puestos. 

14  -  Tribuna  de  Santa  Elena  para  los  Periodistas  acreditados,  con  250  puestos,  cayo  es- 
pacio puede  ser  aumentado  según  las  necesidades. 

15. — Tribuna  de  la  Santa  Faz  o  de  Santa  Verónica,  con  40  puestos  para  aparatos  d.'  ra- 
diocronislas.   telecronistas,  etc. 

Ai    Puntos  de  micrófonos   (uno  para  cada  dos  sectores  de  bancos  i   para  los  Padres 
Conciliares;  máxima  distancia  de  cada  asiento:  15  metros. 

B)  Pasajes  en  el  plano  de  la  planta  para  el  tránsito  de  la  nave  central  a  las  late- 
rales. 

C)  Escaleras  de  acceso  a  las  Tribunas. 

Di  Sector  de  Mecanógrafos.  Ei  Cabina  de  amplificadores;  cent  rali:  a  d'e  grabaciones 
Fi  Servicios  en  general  colocados  a  ambos  lados  del  Aula  Conciliar  y  separados 
de  la  misma.     (íi   Cruz  Roja  y   Puestos  de  Socorro. 


—  230  — 


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Cardenal  Agustín  Bea  

Cardenal  Alberto  de  .lorio  .  .  .  . 

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Consultores  .  . 

Totales  . . 

INDICE  GENERAL  DE  LOS  ESQUEMAS  DISCUTIDOS  Y 
APROBADOS  POR  LA  PONTIFICIA  COMISION  CENTRAL 
PREPARATORIA  DEL  CONCILIO 
ECUMENICO  VATICANO  II 


Se  han  examinado  sucesiva  y  complexivamente  en  las  seis 
Sesiones  de:  noviembre  de  1961,  enero,  febrero,  marzo-abril,  ma- 
yo y  junio  de  1962,  SETENTA  ESQUEMAS  de  Constituciones 
y  Decretos,  contenidos  en  119  opúsculos  con  un  total  de  2.060 
páginas.  He  aquí  el  orden  de  dichos  Esquemas  presentados  por 
las  Comisiones  y  Secretariados  encargados  de  elaborarlos  y  cu- 
yos Presidentes  los  ilustraron  ante  la  Comisión  Centra! : 

Comisión  Teolóyiea.  6  Esquemas  de  Constitución  divididos  en  23 
opúsculos : 


I  Las  Fuentes  de  la  Revelación 

II  El  Orden  Moral 

III  El  Depósito  de  la  Fe 

IV  Castidad  y  Familia 

V  La  Iglesia 


a)  naturaleza,  función,  miembros 

b)  Episcopado  y  Sacerdocio. 

c)  oficio  y  dignidad  de  los  Obispos 

d)  posición  y  cometido  de  los  Religiosos  y  Seglares 

e)  Magisterio  y  Autoridad  de  la  Iglesia 

f )  relaciones  entre  Iglesia  y  Estado 

g)  necesidad  y  deber  de  anunciar  el  Evangelio  a 
todas  las  gentes 

h)  ecumenismo  católico 


VI  María  Madre  de  Dios  y  de  los  hombres 

Comisión  de  los  Obispos  y  del  Gobierno  de  ¡as  Dióeesis,  6  Esque- 
mas contenidos  en  9  opúsculos : 

VII  Limites  de  las  Diócesis 

VIII  Conferencias  Episcopales 

IX  Relaciones  entre  Obispos  y  Párrocos 

X  Relaciones  entre  Obispos  y  Curia  Romana 

XI  Obispos  Coadjutores  y  Auxiliares 

XII  Relaciones  entre  Obispos  y  Religiosos 


—  233  — 


Comisión  de  la  Disciplina  del  Clero  y  Pueblo  Cristiano,  17  Es- 
quemas de  Decretos  en  17  opúsculos: 

XIII  Distribución  dei  Clero 

XIV  Santidad  Sacerdotal 

XV  Hábito  y  Tonsura 

XVI  Provisión,  unión  y  división  de  Parroquias 

XVII  Deberes  de  los  Párrocos 

XY1II  Oficios  y  Beneficios  Eclesiásticos 

XIX  Patrimonio  histórico  y  artístico  de  la  Iglesia 

X  X  Cura  de  almas 

XXI  Catecismo 

XXII  Preceptos  de  la  Iglesia 

XXIII  Asociaciones  de  los  fieles 
XXIY  Limosna  de  la  Misa 

XXV  Mandas  y  Donaciones  Pías 

XXVI  Ordenaciones  sagradas  de  Ministros  acatólicos 
convertidos  al  Catolicismo 

Comisión  de  los  Religiosos,  1  Esquema  de  Constitución,  dividido 
en  secciones,  contenido  en  11  opúsculos: 

XXVII  Los  Estados  de  Perfección 

a)  Congregaciones  Religiosas  laicales 

b)  Institutos  Seculares 

c)  Las  vocaciones  al  estado  religioso 

d )  Importancia  del  estado  de  perfección 

e)  Vida  interior  de  los  religiosos 

i")  Fidelidad  a  las  Constituciones  y  adaptación  a 
exigencias  nuevas 

g)  Formación  de  jóvenes  aspirantes  al  estado  re- 
ligioso 

Comisión  de  la  Disciplina  de  los  Sacramentos,  9  Esquemas  de  De- 
cretos contenidos  en  9  opúsculos : 

XXVIII  El  Sacramento  del  Orden  Sacerdotal 
a)     Diaconado  y  Ordenes  Menores 

XXIX  El  Sacramento  de  la  Confirmación 

XXX  El  Sacramento  de  la  Penitencia 


—  234  — 


XXXI  El  Sacramento  del  Matrimonio 

XXXII  Preparación  para  el  matrimonio 

XXXIII  P'orma  de  la  celebración 

XXXIV  Impedimentos  matrimoniales 

XXXV  Consentimiento  de  los  esposos 

XXXVI  Procesos  matrimoniales 

XXXVI I  Matrimonios  Mixtos 

Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia,  1  Esquema  de  Constitución, 
subdividido  en  8  Capítulos,  contenido  en  5  opúsculos: 

XXXVIII  La  Sagrada  Liturgia 

a)  Principios  generales 

b)  Los  libros  litúrgicos 

c)  Movimiento  litúrgico 

d)  El  Sacro  Misterio  Eucarístico 

e)  Sacramentos  y  Sacramentales 

f)  El  Oficio  Divino 

g)  El  año  litúrgico 

h)  Los  útiles  sagrados;  música  y  arte  sagrados 

Comisión  de  Estudios  y  Seminarios,  3  Esquemas  de  Decretos  en 
6  opúsculos  y  2  Esquemas  de  Constituciones  en  6  opúsculos : 

XXXIX  Las  Vocaciones  Elesiásticas 

XL  Formación  de  los  candidatos  al  sacerdocio 

a)  Formación  espiritual 

b)  Disciplina 

c)  Adoctrinamiento  pastoral 
XLI           Las  Escuelas  Católicas 

XLII  Las  Universidades  Católicas 

a)  Universidades  de  la  Iglesia 

b)  Estudios  académicos 

XLI II         Obediencia  al  Magisterio  de  la  Iglesia  en  la  en- 
señanza de  las  ciencias  sagradas 

('omisión  de  las  Iglesias  Orientales,  11  Esquemas  de  Decretos  en 
igual  número  de  opúsculos : 

XLIV         Los  Ritos  en  la  Iglesia 
XLV  Los  Patriarcas  Orientales 

XLVI         Relaciones  en  las  funciones  sagradas  con  los  cris- 
tianos orientales  no  católicos 


—  235  — 


XLVII  Uso  de  la  lengua  vernácula 

XLVIII  Los  Sacramentos  en  la  Iglesia  Oriental 

XLIXII  Preceptos  de  la  Iglesia  Oriental 

L  Las  facultades  de  los  Obispos 

LI  Instrucción  Catequística 

LII  Calendario  perpetuo  y  fecha  de  celebración  de  la 
Pascua 

LUI  El  Oficio  Divino 

LIY  La  Unidad  de  la  Iglesia 


Comisión  de  ¡as  Misiones,  7  Esquemas  de  Decretos,  contenidos 
en  7  opúsculos : 


LV 

LVI 

LVII 

LVIII 
LIX 

LX 

LXI 


Empeño  Misionero  de  la  Iglesia 
Disciplina  del  Clero 

Disciplina  de  los  Religiosos  en  tierras  de  Misión 

Liturgia  en  los  países  de  Misión 
La  vida  cristiana  en  las  Misiones 

Estudios  y  Seminarios 

Cooperación  Misionera 


Comisión  del  Apostolado  de  los  Seglares,  1  Esquema  de  Constitu- 
ción, dividido  en  tres  partes,  contenido  en  4  opúsculos: 

LXII  Nociones  generales  sobre  Apostolado  Seglar 

LXIII  Acción  Apostólica 

LXIV  Acción  Caritativa 

LXV  Acción  Social  de  los  Seglares 


Secretariado  de  Prensa  y  Espectáculos,  1  Esquema  de  Constitu- 
ción, dividido  en  2  partes,  subdividido  en  varios  títulos,  con- 
tenido en  6  opúsculos : 

LXVI  Principios  de  la  Iglesia  sobre  los  problemas  de 
la  Información  y  de  la  Formación  de  la  Opinión 
Pública 


—  236 


Secretariado  para  la  Unión  de  los  Cristianos,  4  Esquemas  de  De- 
cretos en  igual  número  de  opúsculos : 

LXVI1        Ecumenismo  Católico  bajo  el  punto  de  vista  pas- 
toral 

LXVIII      Necesidad  de  la  oración  para  la  Unión 

LXIX         La  Palabra  de  Dios  como  instrumento  de  forma- 
ción del  pueblo  para  el  sentido  y  acción  unitarios 

LXX  La  libertad  Religiosa. 


-  237  - 


S.  E.  JUAN  MARTIN  O'CONNOR, 

arzobispo,  presidente  del  Secretariado  de  Prensa  y  Espectáculos,  nació  en  Scranton  el  1H  de  mayo  de 
1Í>00;  fue  ordenado  sacerdote  el  día  16  de  marzo  de  1924,  y  obispo  electo  para  la  sede  titular  de  Tespia 
el  II  de  noviembre  de  1942;  posteriormente  fue  elevado  por  Pío  XII  a  la  sede  arzobispal  titular  de 
Laodlcea  y  nombrad»  asistente  al  Solio  Pontificio.  En  la  actualidad  es  presidente  de  la  ('omisión 
Pontificia  para  el  Cine,  la  Radio  y  la  Televisión. 


APENDICE 


I 


QUE  DICE  EL  CODIGO  DE  DERECHO  CANONICO 
ACERCA  DEL  CONCILIO  ECUMENICO 


LIBRO  II,  PARTE  I,  SECCION  II,  TITULO  VII,  CAPITULO  II 
LIBRO  III,  PARTE  IV,  TITULO  XXIV  y  LIBRO  V,  PARTE  III, 

TITULO  XIII 

Canon  222.  Parágrafo  1" — No  puede  haber  Concilio  Ecumé- 
nico si  no  ha  sido  convocado  por  el  Romano  Pontífice. 

Parágrafo  2" — Pertenece  al  mismo  Romano  Pontífice  pre- 
sidir, por  sí  o  por  otros,  el  Concilio  Ecuménico,  determinar  y 
señalar  las  cosas  que  en  él  han  de  tratarse  y  el  orden  a  seguir, 
así  como  trasladar,  suspender,  disolver  el  Concilio  y  confirmar 
sus  decretos  *. 

NOTA. — Concilio  Ecuménico  o  universal  es  la  asamblea  de  los  Obispos  de 
todo  el  orbe  católico,  convocada  por  el  Romano  Pontífice  para 
deliberar  y  resolver  los  asuntos  de  la  Iglesia  universal,  bajo  la 
presidencia  y  con  la  aprobación  del  mismo  Romano  Pontífice. 
Puede  presidir  el  Concilio  el  Romano  Pontífice  por  sí  mismo  o 
por  sus  delegados. 

Los  Concilios  ecuménicos  celebrados  hasta  ahora  son  veinte, 
incluido  el  de  Constanza. 

El  Primero  fué  el  de  Nicea  (a.  325)  y  el  último  el  Vaticano, 
convocado  el  año  1869  y  suspendido  el  1870.  Los  ocho  primeros 
se  celebraron  en  Oriente. 

Canon  223.  Parágrafo  1" — Son  convocados  al  Concilio  y  tie- 
nen en  él  derecho  de  voto  deliberativo : 

N"  1" — Los  Cardenales  de  la  Santa  Iglesia  Romana,  aunque 
no  sean  Obispos;  (hoy  todos  son  obispos). 

N"  2" — Los  Patriarcas,  Primados,  Arzobispos  y  Obispos  re- 
sidentes, aunque  todavía  no  estén  consagrados; 

N"  3" — Los  Abades  y  Prelados  nullius; 

N"  4" — El  Abad  Primado,  los  Abades  Superiores  de  Con- 
gregaciones monásticas  y  los  Superiores  generales 
de  religiones  clericales  exentas ;  pero  no  los  de  otras 
religiones,  a  no  ser  que  otra  cosa  se  establezca  en 
el  decreto  de  convocación. 

Parágrafo  2" — Los  Obispos  titulares,  si  se  les  convoca  al 
Concilio,  tienen  también  voto  deliberativo,  a  no  ser  que  otra 
cosa  se  prevenga  expresamente  en  la  convocatoria.  (Han  sido 
•convocados  para  este  Concilio  Vaticano  II) . 

—  243  — 


Parágrafo  3" — Los  teólogos  y  canonistas  que  acaso  fueren 
invitados  al  Concilio,  sólo  tienen  voto  consultivo  * 

NOTA. — Para  que  el  Concilio  sea  ecuménico  no  es  preciso  que  asistan  todos 
ni  la  mayor  parte  de  los  que  tienen  derecho  de  asistir,  sino  que 
basta  que,  hecha  la  convocatoria  general,  asista  un  número  su- 
ficiente para,  junto  con  el  Romano  Pontífice,  representar  moral- 
mente  toda  la  Iglesia. 

Canon  224.  Parágrafo  1" — Si  alguno  de  los  llamados  al 
Concilio,  según  el  canon  223,1,  no  pudiere  asistir  al  mismo  por 
justo  impedimento,  debe  mandar  un  procurador  y  probar  ei 
impedimento. 

Parágrafo  2" — Si  el  procurador  es  uno  de  los  Padres  del 
Concilio,  no  goza  de  doble  voto;  si  no  lo  fuere,  puede  asistir  so- 
lamente a  las  sesiones  públicas,  pero  sin  voto ;  mas  terminado 
el  Concilio,  tiene  derecho  a  firmar  sus  actas. 

Canon  225.  Ninguno  de  los  que  deben  asistir  al  Concilio 
puede  retirarse  antes  que  el  Concilio  esté  debidamente  clausura- 
do, a  no  ser  que  hubiese  obtenido  licencia  del  presidente,  después 
de  conocida  y  comprobada  la  causa  para  ausentarse. 

Canon  226.  A  las  cuestiones  propuestas  por  el  Romano  Pon- 
tífice pueden  los  Padres  añadir  otras,  con  tal  que  sean  antes 
aprobadas  por  el  Presidente  del  Concilio. 

Canon  227.  Los  decretos  del  Concilio  no  tienen  fuerza  defi- 
nitiva de  obligar,  si  no  son  confirmados  por  el  Romano  Pontífice 
y  promulgados  por  mandato  de  él  *. 

NOTA. — No  teniendo  las  resoluciones  conciliares  fuerza  definitiva  sino  en 
cuanto  son  confirmada*  por  el  Romano  Pontífice,  sigúese  que 
el  Concilio  ecuménico  no  es  sujeto  de  potestad  adecuadamercU 
distinto  del  Sumo  Pontífice.  Por  lo  cual  no  puede  apelarse  del 
Papa  al  Concilio  universal  (canon  228,  parágrafo  2),  y  si  alguno 
lo  hiciere,  incurre  en  graves  penas  (canon  2332).  La  confirma- 
ción del  Romano  Pontífice  puede  ser  expresa  o  tácita,  anteceden- 
te, concomitante  o  subsiguiente. 

Canon  228.  Parágrafo  1" — El  Concilio  Ecuménico  goza  de 
potestad  suprema  en  toda  la  Iglesia. 

Parágrafo  2"— De  la  sentencia  del  Romano  Pontífice  no  se 
puede  apelar  al  Concilio  Ecuménico  *. 

NOTA. — El  Concilio  ecuménico  tiene  potestad  suprema  en  cuanto  está 
unido  con  el  Papa  como  el  cuerpo  con  la  cabeza. 

Canon  229.  Si  muriere  el  Romano  Pontífice  durante  la 
celebración  del  Concilio,  éste  se  interrumpe  por  disposición  del 

—  244  — 


mismo  derecho  hasta  que  el  nuevo  Pontífice  mande  reanudarlo 
y  continuarlo. 

Canon  1323.  Parágrafo  1" — Hay  que  creer  con  fe  divina  y 
católica  todo  lo  que  se  contiene  en  la  palabra  de  Dios  escrita  o 
en  la  tradición  divina  y  que  la  Iglesia  por  definición  solemne  o 
por  su  magisterio  ordinario  y  universal  propone  como  divina- 
mente revelado. 

Parágrafo  2" — El  dar  definiciones  solemnes  pertenece  tanto 
al  Concilio  Ecuménico  como  al  Romano  Pontífice  cuando  habla 
ex-cathedra. 

Parágrafo  3" — No  se  ha  de  tener  por  declarada  o  definida 
dogmáticamente  ninguna  verdad,  mientras  no  constare  mani- 
fiestamente *. 

NOTA. — El  magisterio  ordinario  y  universal  de  la  Iglesia  es  el  ejercido 
por  todos  los  Obispos  del  mundo  en  sus  diócesis  bajo  la  depen- 
dencia del  R.  Pontífice.  Las  enseñanzas  del  magisterio  ordinario 
tienen  igual  valor  que  las  del  solemne. 

Canon  1406.- — Parágrafo  1" — Están  obligados  a  hacer  la 
profesión  de  fe,  según  la  fórmula  aprobada  por  la  Sede  Apostó- 
lica: 

N"  1" — Ante  el  presidente  o  su  delegado,  los  que  asisten  al 
Concilio  Ecuménico  o  particular  o  al  Sínodo  dioce- 
sano con  voto,  ya  sea  consultivo,  ya  deliberativo; 
pero  el  presidente  la  hará  ante  el  mismo  Concilio  o 
Sínodo ; 

NOTA. — Mientras  la  Sede  Apostólica  no  disponga  otra  cosa,  a  la  profesión 
de  fe  prescrita  en  este  canon  se  ha  de  añadir  el  juramento  anti- 
modernístico  según  la  fórmula  contenida  en  el  Motu  proprio 
'Sacrorum  antistitum",  dado  por  Pío  X,  el  1  de  septiembre  de 
1910  (S.  C.  S.  Of.,  22  de  marzo  de  1918;  A.  A.  S.,  X,  136). 

Canon  2332.  Los  que  apelan  al  Concilio  Universal  de  las 
leyes,  decretos  o  mandatos  del  Romano  Pontífice  que  por  el  tiem- 
po lo  fuere,  son  todos  y  cada  uno  de  ellos  sospechosos  de  herejía 
y  caen  ipso  fado  en  excomunión  reservada  de  un  modo  especial 
a  la  Sede  Apostólica,  cualquiera  que  sea  su  estado,  grado  o  con- 
dición, aunque  ésta  sea  real,  episcopal  o  cardenalicia;  y  las  Uni- 
versidades, Colegios,  Cabildos  y  otras  personas  morales,  cual- 
quiera que  sea  el  nombre  con  que  se  las  designe,  incurren  en 
entredicho  reservado  asimismo  de  un  modo  especial  a  la  Sede 
Apostólica  *. 

NOTA. — Figura  de  delito:  Para  que  exista  el  delito  a  que  se  refiere  el 
canon,  es  necesario:  a)  que  la  apelación  sea  formal;  esto  es,  que 
se  recurra  al  Concilio  como  superior  del  Papa;  pero  no  es  nece- 


—  245  — 


sario  que  sea  judicial;  b)  que  se  apele  de  las  leyes,  etc.,  del  Papa 
mismo,  no  bastando  la  apelación  contra  los  actos  de  la  Curia 
Romana,  a  no  sev  que  se  hayan  realizado  en  virtud  de  mandato 
especial  del  Papa  o  hayan  sido  confirmados  por  él  en  forma 
específica;  c)  que  la  apelación  se  interponga  para  ante  el  Con- 
cilio Universal,  hállese  ya  convocado  o  no. 

Penalidad :  Las  penas  son  todas  latae  sentevtiae.  El  entredicho 
parece  que  tiene  el  carácter  de  censura. 


II 

CARTA  PASTORAL  COLECTIVA  DEL  EPISCOPADO 
VENEZOLANO  ANTE  EL  PROXIMO  CONCILIO 
ECUMENICO  VATICANO 

El  Cardenal  Arzobispo  de  Caracas,  los  Arzobispos  y  Obis- 
pos de  Venezuela,  al  venerable  Clero  y  a  todos  los  fieles  de  la 
República:  Salud  y  Bendición  en  el  Señor!. 

Ya  para  finalizar  este  año  1961,  junto  con  nuestros  pater- 
nales votos  por  la  paz,  concordia  y  prosperidad  de  todos  los 
hogares  del  país,  deseamos  hacer  llegar  hasta  vosotros,  amados 
hijos,  uno  como  eco  de  la  fausta  noticia  que  acabamos  de  conocar 
acerca  de  la  indicción  promulgada  en  Roma  del  Concilio  Ecumé- 
nico Vaticano  Segundo,  a  tenor  de  la  Bula  Pontificia  Humaiiae 
salutis  de  Su  Santidad  el  Papa  Juan  XXIII,  felizmente  reinante. 
El  próximo  año  registrará  en  sus  fastos,  que  habrán  de  ser  me- 
morables, la  apertura  y  celebración  en  la  capital  del  mundo 
cristiano  de  una  asamblea  de  sagrados  Pastores  de  la  Iglesia 
que,  por  el  número  y  cosmopolita  procedencia  de  sus  convoca- 
dos, siendo  en  la  más  plena  acepción  de  la  palabra  ecuménica  y 
católica,  no  encontrará  par  en  la  accidentada  y  secular  serie  de 
los  veinte  Concilios  que  la  precedieron.  Mucho  se  ha  hablado 
y  escrito  al  margen  de  esa  reunión  plenaria,  universal  y  apostó- 
lica que  significa  el  Concilio,  desde  el  mismo  día  29  de  enero  de 
1959,fecha  en  que  el  Soberano  Pontífice,  "no  sin  una  inspiración 
o  instinto  sobrenatural",  anunció  su  celebración.  Para  la  ade- 
cuada y  cabal  apreciación  de  dicho  acontecimiento  religioso 
juzgamos  lo  más  conveniente  atenernos  a  los  ya  múltiples  co- 
mentarios, exégesis  y  alusiones  que  el  mismo  Romano  Pontífice 
ha  hecho  al  respecto,  bien  sea  en  documentos  expresamente  de- 
dicados al  futuro  Concilio,  o  en  sus  Cartas  Encíclicas,  o  en  ho- 
milías, discursos  y  audiencias  generales. 

Podemos  resumir  su  pensamiento  acerca  de  la  finalidad, 
proyección,  atualidad,  naturaleza,  conveniencia  y  frutos  espera- 
dos de  ese  Concilio  en  la  forma  siguiente:  el  Concilio  Ecuménico 
no  es  una  reunión  parlamentaria,  pero  si  representativa  de  la 
Iglesia,  que  en  la  persona  de  sus  sagrados  Pastores,  los  Padres 


—  246  — 


arzobispo  secretario  General  de  la  Comisión   Central   Preparatoria,   nacido  en  Segni  el   1"   de  agosto 
de   1911,  ordenado  el   28  de  octubre  de   1933.   electo  [>ara   la   Iglesia  titular  arzobispal  de   Samosata  el  3 
de  septiembre  de   1960;  consagrado  el  28  de  octubre  de  1960. 


del  Concilio,  sostenidos  y  apoyados  por  la  oración  del  pueblo 
cristiano,  como  sucesores  de  los  Apóstoles  y  convocados  por  el 
Obispo  de  Roma,  que  es  el  Vicario  de  Jesucristo,  se  congregan 
para  tratar  y  resolver  los  asuntos  de  la  Iglesia  universal;  para 
juzgar,  decidir  y  enseñar  a  la  luz  de  los  principios  sobrenaturales 
de  la  fe,  sobre  los  acuciantes  problemas  que  estremecen  en  la 
actualidad  el  espíritu  humano:  para  estudiar  con  la  infalible 
asistencia  del  Espíritu  Santo  la  más  adecuada  solución  a  las 
inquietudes  planteadas  por  la  compleja  realidad  del  momento 
que  nos  ha  tocado  vivir. 

Por  medio  de  sus  órganos  auténticos  de  magisterio  y  go- 
bierno, la  Iglesia,  al  través  de  los  Padres  Conciliares,  que  son 
extracción  del  pueblo  y  testigos  de  la  hora  presente,  desea  po- 
nerse a  tono  con  el  asombroso  progreso  de  la  humanidad  que 
abre  panoramas  inéditos  a  la  evangelización.  Reconstruyendo  la 
verdad  sobre  la  base  de  la  caridad,  sin  componendas  con  ninguna 
clase  de  materialismo  ni  traicionar  el  depósito  que  le  ha  sido 
confiado,  el  Concilio  aspira  devolver  a  la  Iglesia  con  meridiana 
luz  su  fi.-onomía  de  esposa  inmaculada  del  Cordero.  Quiere  ser 
un  espectáculo  maravilloso  de  la  unidad  cristiana  y  vigoriza- 
ción  de  la  doctrina,  disciplina  y  fe  católicas  y  una  suave  invita- 
ción a  buscar  y  encontrar  la  unión  de  todas  las  iglesias.  A  seme- 
janza de  la  voz  de  Isaías  y  de  San  Juan  Bautista,  "que  clama  en 
el  desierto:  preparad  los  caminos  del  Señor",  el  Concilio  per- 
sigue como  fin  enderezar  los  caminos  tortuosos,  colmar  los  tre- 
mendos vacíos  del  alma  contemporánea,  terraplenar  los  abismos 
que  amenazan  separar  más  y  más  a  los  hermanos.  No  estará 
ausente,  no,  el  pueblo  que  adquirió  Jesús  con  su  preciosísima 
sangre  de  las  deliberaciones  del  Concilio;  antes  por  lo  contrario, 
la  gran  familia  signada  con  la  esperanza  y  el  amor  del  Redentor 
será  el  objetivo  principal  de  los  Padres  conciliares. 

"De  hecho  — dice  el  Papa —  un  Concilio  es  un  acontecimien- 
to destinado  a  dejar  una  huella  indeleble  en  la  Historia  de  la 
Iglesia.  Ha  sido  así  en  todos  los  que  ya  se  celebraron;  en  esas 
veinte  constelaciones  que  brillan  en  la  Iglesia  y  que  fascinan  la 
mente  por  la  consideración  de  las  grandiosas  consecuencias  de 
ellos  derivadas  en  lo  que  respecta  a  la  pureza  de  la  doctrina,  la 
santidad  de  las  costumbres,  la  piedad  religiosa,  la  disciplina 
eclesiástica,  el  impulso  misionero.  Las  condiciones  históricas 
que  acompañaron  los  Concilios  nos  permiten  con  plena  confian- 
za en  el  Señor  y  casi  nos  obligan  a  ensanchar  el  ánimo  a  la 
esperanza,  en  la  seguridad  de  los  frutos  que  se  obtendrán  tam- 
bién del  próximo  Concilio"  (1).  "No  faltan  quienes  murmurando 
tímidamente  preguntan  si  amenazan  graves  males  al  mundo. 
Intentamos  humilde  pero  firmemente  contribuir  a  restablecer  la 
confianza  entre  los  hombres,  avivar  la  concordia,  extender  el 
respeto  a  la  persona  humana  que  Cristo  redimió  y  a  establecer 
la  paz  ventajosa  para  todos  los  mortales"  (2). 


—  249  — 


"Todas  estas  razones  de  esperanza  deben  movernos  a  pedir 
al  Espíritu  Paráclito,  Dedo  de  la  diestra  del  Padre,  que  guíe  esta 
empresa  de  tanto  peso  y  lleve  adelante  con  sus  dones  de  sabi- 
duría y  consejo  el  trabajo  común.  Este  es  el  libro  que  se  nos 
entrega  para  que  lo  desenvolvamos  con  la  ayuda  de  Dios.  En  él 
están  ocultas  las  lamentaciones,  el  vaticinio  y  los  ayes  que  pue- 
den aplicarse  a  los  tiempos  presentes  y  futuros.  De  las  lamen- 
taciones preferimos  no  hablar,  y  por  lo  que  a  los  ayes  se  refiere, 
bastante  tiene  cada  quien  con  poner  ante  los  ojos  sus  propios 
cuidados  y  preocupaciones.  Invocamos  la  luz  del  Espíritu  divino 
a  fin  de  que  recibáis  amorosamente,  amados  hijos,  estas  pala- 
bras que  se  refieren  a  una  obra  que  es  para  utilidad  de  la  Iglesia, 
provecho  de  la  sociedad  moderna  y  que  está  tan  unida  con  el 
progreso  espiritual  de  las  almas"  (3) . 

Ante  todas  estas  consideraciones  con  las  que  Nosotros  los 
Arzobispos  y  Obispos  de  Venezuela  os  hemos  querido  informar, 
amados  hijos,  acerca  del  notable  y  sobrenatural  acontecimiento 
que  se  avecina  y  haciendo  propias  las  palabras  del  Sumo  Pontí- 
fice, ya  en  nuestra  última  Conferencia  Episcopal  celebrada  en 
Los  Teques,  dispusimos  declarar  como  en  efecto  declaramos 
Año  de  oración  por  el  feliz  éxito  del  Concilio  Ecuménico  Vati- 
cano Segundo  el  año  próximo  de  1962.  A  tal  efecto  os  recomen- 
damos afectuosamente  que  tengáis  muy  en  cuenta  las  especia- 
les intenciones  del  Apostolado  de  la  Oración,  aprobadas  por  Su 
Santidad  para  1962.  O  sea,  que  ofrezcáis  al  Corazón  divino  de 
Jesús,  por  medio  del  Corazón  Inmaculado  de  María,  todas  vues- 
tras oraciones,  obras,  trabajos  y  sufrimientos,  durante  cada 
uno  de  los  meses  del  año,  así: 

Enero:  para  que  la  preparación  del  Concilio  Ecuménico 

proceda  con  diligencia  extraordinaria; 

Febrero:  para  que  todos  los  fieles  cristianos  en  medio  de  las 

preocupaciones  de  la  vida  presente  se  dediquen  con 
mayor  frecuencia  a  la  oración; 

para  que  la  reforma  de  las  costumbres  de  todos  los 
cristianos  nos  conduzca  a  una  restauración  de  la 
vida  social; 

para  que  todos  los  enfermos  encuentren  alivio  y 
fortaleza  en  la  fe  y  la  esperanza  cristianas; 

para  que  una  mayor  estima  y  un  mejor  conoci- 
miento o  comprensión  entre  los  Católicos  y  los 
cristianos  separados  allane  el  camino  de  la  verda- 
dera unidad ; 

para  que  todos  los  bautizados  en  Cristo  obedezcan 
de  buen  grado  las  inspiraciones  del  Espíritu 
Santo; 


Marzo : 

Abril: 

Mayo : 

Junio: 


—  250  — 


Julio:  para  que  todos  los  que  tomen  parte  en  el  Concilio 

sean  colmados  de  luz  sobrenatural; 

Agosto:  para  que  todos  los  fieles,  por  medio  de  fervor  osas 

oraciones  y  mortificaciones  del  cuerpo,  colaboren 
con  el  Concilio ; 

Septiembre:  para  que  las  tareas  del  Concilio  Ecuménico  se  cum- 
plan con  toda  felicidad  y  lleguen  al  término  desea- 
do: 

Octubre:  para  que,  a  través  del  Magisterio  infalible  del  Con- 

cilio Vaticano  Segundo,  sean  de  todos  claramente 
conocidos  los  errores  y  los  peligros  contra  la  fe  y 
las  costumbres ; 

Noviembre:  para  que  el  Sumo  Pontífice,  asistido  de  un  auxilio 
peculiar  del  Espíritu  Santo,  sapientísima  y  enérgi- 
camente pueda  presidir  el  Concilio  Ecuménico; 

Diciembre:  para  que  al  Concilio  Vaticano  Segundo  dé  un  tes- 
timonio admirable  de  la  verdad,  la  unidad  y  la  ca- 
ridad de  la  Iglesia. 


Además  ordenamos  que  tanto  la  Hora  Santa  de  este  fin 
de  año  en  todos  los  templos  de  nuestra  República,  como  los  tra- 
dicionales Meses  de  Marzo,  dedicado  a  San  José  Protector  de  la 
Iglesia  y  Patrón  del  Concilio:  de  Mayo,  consagrado  a  la  Virgen 
María ;  de  Junio  al  Corazón  de  Jesús ;  de  Septiembre  a  la  Virgen 
de  Coromoto;  y  de  Octubre  al  Rosario  de  María  Santísima,  sean 
exclusivamente  ofrecidos  y  celebrados  en  el  año  1962  por  las 
intenciones  y  fines  arriba  expresados. 

En  los  Ejercicios  piadosos  que  en  dichos  meses  se  acostum- 
bran, cada  día  será  recitada  la  oración  al  Espíritu  Santo  por  el 
Concilio  que  se  publica  al  pie  de  estas  Letras. 

Y  así,  amados  hijos,  con  el  fervor  de  Dios  y  contando  con 
vuestras  abnegadas  y  copiosas  oraciones,  teniéndoos  siempre 
presente,  concurriremos  a  las  excepcionales  sesiones  del  Conci- 
lio Vaticano,  en  la  dulce  esperanza  de  que  todos  vosotros  aca- 
taréis y  pondréis  en  práctica  con  el  espíritu  de  fe,  de  unidad  y 
de  adhesión  a  la  Iglesia  que  os  caracteriza,  todas  las  resolucio- 
nes que  emanen  de  tan  augusta  Asamblea. 

Estas  Nuestras  Letras  serán  leídas  en  el  primer  día  festivo 
siguiente  a  su  recibo,  en  todas  las  iglesias  y  capillas  de  nuestras 
jurisdicciones  eclesiásticas. 

Dadas  en  la  festividad  de  Navidad  de  1961. 


—  251  — 


f    JOSE  HUMBERTO  CARDENAL  QUINTERO 
Arzobispo  de  Caracas 

ACACIO  CHACON,  Arzobispo  de  Mérida.  JUAN  JOSE  BER- 
NAL  ORTIZ,  Arzobispo  de  Ciudad  Bolívar.  JOSE  RAFAEL 
PULIDO  MENDEZ,  Arzobispo  Coadjutor  de  Mérida.  FRAN- 
CISCO JOSE  ITURRIZA  GUILLEN  Obispo  de  Coro.  PEDRO 
PABLO  TENREIRO  F.,  Obispo  de  Guanare.  CRISPULO  BENI- 
TEZ  FONTURVEL,  Obispo  de  Barquisimeto.  CRISANTO  DARIO 
MATA  COVA,  Obispo  de  Cumaná.  ALEJANDO  FERNANDEZ 
FEO,  Obispo  de  San  Cristóbal.  DOMINGO  ANTONIO  ROA 
PEREZ,  Obispo  de  Maracaibo.  JOSE  ALI  LEBRUN  MORATI- 
NOS,  Obispo  de  Maracay.  ANTONIO  J.  RAMIREZ  SALAVE- 
RRIA,  Obispo  de  Maturín.  ANGEL  PEREZ  CISNEROS,  Obis- 
po de  Barcelona.  MIGUEL  ANTONIO  SALAS,  Obispo  de  Cala- 
bozo. JOSE  LEON  ROJAS  CH.,  Obispo  de  Trujillo.  JOSE  RIN- 
CON BONILLA,  Auxiliar  del  Emmo.  Sr.  Cardenal  Arzobispo  de 
Caracas.  RAMON  INOCENTE  LIZARDI,  Auxiliar  del  Emmo. 
Sr.  Cardenal  Arzobispo  de  Caracas.  CONSTANTINO  GOMEZ 
VILLA,  Vicario  Apostólico  del  Caroní.  SEGUNDO  GARCIA,  Vi- 
cario Apostólico  de  Pto.  Ayacucho.  MIGUEL  AURRECOE- 
CHEA  P.,  Vicario  Apostólico  de  Machiques.  ARGIMIRO  AL- 
VARO GARCIA,  Vicario  Apostólico  de  Tucupita.  JACINTO 
SOTO,  Vicario  Capitular  de  Valencia.  ANGEL  POLACHINI. 
Administrador  Apostólico  de  la  Prelatura  Nullius  de  San  Fer- 
nando de  Apure. 


Notas. — (1)  Discurso  de  S.  S.  a  la  Comisión  Central  Prepara- 
toria del  Concilio  Ecuménico  Vaticano  II,  el  12  de 
junio  de  1961. 

(2)  y  (3)  Discurso  de  S.  S.  a  la  misma  Comisión,  el 
8  de  noviembre  de  1961. 


—  252  — 


ORACION  AL  ESPIRITU  SANTO  POR  EL  CONCILIO 


Oh  Espíritu  Santo,  enviado  por  el  Padre  en  el  nombre  de 
Jesús,  que  asistís  a  la  Iglesia  con  vuestra  presencia  y  la  dirigís 
infaliblemente,  dignaos,  os  lo  rogamos,  derramar  la  plenitud 
de  vuestros  dones  sobre  el  Concilio  Ecuménico. 

Dulcísimo  Maestro  y  consolador,  iluminad  los  espíritus  de 
nuestros  Obispos,  que,  respondiendo  celosamente  al  Soberano 
Pontífice,  se  reunirán  en  Concilio. 

Haced  que  este  Concilio  tenga  frutos  abundantes;  que  la 
luz  y  la  fuerza  del  Evangelio  se  extiendan  cada  vez  más  en  la 
sociedad  humana;  que  la  religión  católica  y  la  actividad  de  las 
obras  misioneras  acrecienten  su  vigor;  y  que,  en  fin,  la  doctrina 
de  la  Iglesia  sea  más  plenamente  conocida  y  las  costumbres 
cristianas  experimenten  un  saludable  progreso. 

Dulce  Huésped  de  las  almas,  confirmad  nuestras  inteligen- 
cias en  la  verdad  y  disponed  nuestros  corazones  en  la  obediencia 
para  que  recibamos  con  sincera  sumisión  todas  las  decisiones 
del  Concilio  y  las  pongamos  en  práctica  con  entusiasmo. 

Os  rogamos  también  por  las  ovejas  que  no  están  en  el  único 
aprisco  de  Jesucristo,  a  fin  de  que  del  mismo  modo  que  se  hon- 
ran de  ser  cristianas,  lleguen  igualmente  por  fin  a  la  unidad, 
bajo  el  cayado  del  único  Pastor. 

Renovad  en  nuestra  época,  como  en  un  nuevo  Pentecostés, 
vuestras  maravillas  y  conceded  a  a  Santa  Iglesia  que,  en  una 
plegaria  unánime  insistente  y  perseverante  a  María,  la  Madre  de 
Jesús,  bajo  la  guía  de  San  Pedro  se  extienda  el  reino  de  nuestro 
divino  Salvador,  reino  de  verdad,  de  justicia,  de  amor  y  de  paz. 
Así  rea. 

(El  23  de  septiembre  de  1959,  la  Sagrada  Penitenciaría 
Apostólica,  en  virtud  de  los  poderes  que  le  han  sido  otorgados 
por  Su  Santidad  Juan  XXIII,  ha  tenido  a  bien  conceder  las  in- 
dulgencias siguientes : 

Primera. — Parcial  de  diez  años  para  los  fieles  que  la  reci- 
tasen con  contricción  y  devoción.  Segunda. — Plenaria,  pudiendo 
ser  ganada  una  vez  al  mes  con  las  condiciones  habituales  por  los 
fieles  que  la  repitiesen  piadosamente  cada  día  durante  un  mes. 
No  obstante,  las  disposiciones  en  contrario. 

N.  Cardenal  Canali,  Penitenciario  mayor. 
S.  de  Angelis,  Sustituto). 


—  255  — 


III 


Vigilia  Bíblico-Litúrgica  por  el  Concilio  Vaticano  II 

Texto  francés  de  Mons.  Jean  RODHAIN,  Secreta- 
rio Gral.  del  "Secours  Catholique". 

Traducción  y  adaptación:  por  Mons.  F.  A.  Maldonado  y 
Pbro.  Francisco  Miguel  Seijas. 


1. — OREMOS  CON  LA  IGLESIA  TRIUNFANTE 

INTRODUCCION 

Lector  1. —  Después  de  Pentencostés  la  Iglesia  se  ha  reunido  en 
Concilio  veinte  veces. 

Celebrante. — De  nuevo  hoy  la  Iglesia  se  prepara  para  otro 
Concilio,  el  vigésimo  primero. 

Lector  2. —  Henos  aquí  reunidos  hoy  con  toda  la  Iglesia  para 
orar,  por  petición  del  Sucesor  de  Pedro,  por  el  éxito  del 
Concilio. 

Celeb. — Pidamos  ante  todo  con  la  Iglesia  triunfante : 

La  Iglesia  de  la  tierra  no  es  otra  cosa  que  el  reflejo  de  la 
Iglesia  del  cielo.  No  son  dos  Iglesias  distintas.  El  Jefe 
único  del  Cristianismo  es  Cristo  Jesús. 
San  Pablo  nos  lo  recuerda  en  su  carta  a  los  cristianos  de 
Efeso.  Oigámoslo. 

Lect.  1. — Lectura  de  la  Epístola  de  San  Pablo  a  los  Efesios.  IV. 
7,  13: 

Lect.  2. — "Hermanos,  a  cada  uno  de  nosotros  ha  sido  dada  la 
gracia  en  la  medida  del  don  de  Cristo.  Por  lo  cual  dice: 
subiendo  a  las  alturas,  llevó  cautiva  a  la  cautividad,  re- 
partió dones  a  los  hombres.  Eso  de  "subir",  ¿qué  signi- 
fica sino  que  primero  bajó  a  estas  partes  bajas  de  la 
tierra?  El  mismo  que  bajó  es  el  que  subió  sobre  todos 
los  cielos  para  llenarlo  todo;  y  El  constituyó  a  los  unos 
apóstoles,  a  los  otros  profetas,  a  éstos  evangelistas,  a 
aquellos  pastores  y  doctores,  para  la  perfección  consu- 


NOTA:  es  conveniente  que  esta  vigilia  la  presida  desde  el  Presbiterio  un 
Sacerdote  acompañado  por  dos  Seglares.  En  las  comunidades 
de  religiosas,  o  en  colegios  y  organizaciones  de  Acción  Católica 
pueden  alternarse  diversos  Coros. 


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mada  de  los  santos,  para  la  obra  del  ministerio,  para  la 
edificación  del  cuerpo  de  Cristo,  hasta  que  todos  alcance- 
mos la  unidad  de  la  fe  y  del  conocimiento  del  Hijo  de 
Dios,  cual  varones  perfectos,  a  la  medida  de  la  plenitud 
de  Cristo". 

(Epístola  de  la  Misa  de  los  Santos  Apóstoles). 

Celeb.— La  Iglesia  de  la  tierra  no  es  otra  cosa  que  el  reflejo  de 
la  Iglesia  del  cielo.  Juntos  invoquemos  por  el  Concilio  a 
aquellos  a  quienes  la  Iglesia  nos  presenta  como  los  jefes 
de  la  Cristiandad. 

LETANIAS  DE  LOS  SANTOS  (Cantadas  por  el  coro  y 
los  asistentes) . 

Todos.— 'Kyrie,  eleison. 
Christe,  eleison. 
Kyrie,  eleison. 
Christe,  audinos. 
Christe,  exaudi  nos. 
Pater  de  caelis,  Deus,  miserere  nobis. 
Fili,  Redemptor  mundi,  Deus,  miserere  nobis. 
Spiritus  Sánete,  Deus,  miserere  nobis. 
Sancta  Trinitas,  unus  Deus,  miserere  nobis. 

Celeb.— Roguemos  a  Nuestra  Señora,  rodeada  de  los  Angeles  y 
de  aquellos  que  personifican  a  los  Patriarcas,  y  los  Pro- 
fetas de  la  Iglesia  antigua. 

Todos.— Sancta  María,  ora  pro  nobis. 

Sancta  Dei  Genitrix,  ora  pro  nobis. 
Sante  Michael,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Gabriel,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Raphael,  ora  pro  nobis. 

Omnes  sancti  Angelí  et  Archangeh,  orate  pro  nobis. 
Omnes    sancti  beatorum    Spirituum  ordines,  orate  pro 
nobis. 

Sánete  Joannes  Baptista,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Joseph,  ora  pro  nobis. 

Omnes  sancti  Patriarchae  et  Prophetae,  orate  pro  nobis. 

Celeb —Imploremos  ahora  por  el  Concilio  a  los  doce  primeros 
Obispos  y  a  los  cuatro  Evangelistas  del  Concilio  de  Je- 
rusalén  y  de  la  Iglesia  primitiva. 

Todos.— Sánete  Petre,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Paule,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Andrea,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Jacobe,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Joannes,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Thoma,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Jacobe,  ora  pro  nobis. 


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Sánete  Philippe,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Bartholomaee,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Matthaee,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Simón,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Thaddaee,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Matthia,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Barnaba,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Lúea,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Maree,  oara  pro  nobis. 

Omnes  Sancti  Apostoli  et  Evangelistae,  orate  pro  nobis. 
Omnes  sancti  Dicipuli  Domini,  orate  pro  nobis. 
Omnes  sancti  Innocentes,  orate  pro  nobis. 

Celeb. — Por  el  Concilio  invoquemos  a  los  Diáconos  a  cuyo  cui- 
dado estuvieron  los  pobres,  y  con  ellos  a  los  Mártires  que 
sucumbieron  gloriosamente,  reunidos  de  dos  en  dos. 

Todos. — Sánete  Stephane,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Laurenti,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Vincenti,  ora  pro  nobis. 
Sancti  Fabiane  et  Sebastiane,  orate  pro  nobis. 
Sancti  Cosma  et  Damiane,  orate  pro  nobis. 
Sancti  Gervasi  et  Protasi,  orate  pro  nobis. 
Omnes  sancti  Martyres,  orate  pro  nobis. 

Celeb. — Invoquemos  por  el  Concilio,  a  los  Doctores  de  la  Ense- 
ñanza y  a  los  Maestros  de  la  Caridad. 

Todos. — Sánete  Silvester,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Gregori,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Ambrosi,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Augustine,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Hieronime,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Martine,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Nicolae,  ora  pro  nobis. 

Omnes  sancti  Pontífices  et  Confessores,  orate  pro  nobis. 
Omnes  sancti  Doctores,  orate  pro  nobis. 

Celeb. — Imploremos  por  el  Concilio,  a  los  Sacerdotes  y  los  con- 
templativos. 

Todos. — Sánete  Antoni,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Benedicte,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Bernarde,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Dominice,  ora  pro  nobis. 
Sánete  Francisce,  ora  pro  nobis. 

Omnes  sancti  Sacerdotes  et  Levitae,  orate  pro  nobis. 
Omnes  sancti  Monachi  et  Eremitae,  orate  pro  nobis. 

Celeb. — Supliquemos  por  último  a  los  seglares  canonizados  para 
que  intercedan  por  el  Concilio  de  los  tiempos  actuales. 


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Todos. — Sancta  María  Magdalena,  ora  pro  nobis. 
Sancta  Agatha,  ora  pro  nobis. 
Sancta  Lucia,  ora  pro  nobis. 
Sancta  Agnes,  ora  pro  nobis. 
Sancta  Caecilia,  ora  pro  nobis. 
Sancta  Catharina,  ora  pro  nobis. 
Sancta  Anastasia,  ora  pro  nobis. 

Omnes  sanctae  Virgines  et  Viduae,  orate  pro  nobis. 
Omnes  sancti  et  sanctae  Dei,  intercedite  pro  nobis. 
Agnus  Dei,  qui  tollis  peccata  mundi,  parce  nobis,  Domine. 
Agnus  Dei,  qui  tollis  peccata  mundi,  exaudí  nos,  Domine. 
Agnus  Dei,  qui  tollis  peccata  mundi,  miserere  nobis. 
Christe,  audi  nos. 
Christe,  exaudí  nos. 
Kyrie,  eleison. 
Christe,  eleison. 
Kyrie,  eleison. 

Lect.  1. — Oremos  hermanos. 

Celeb. — "Oh  Espíritu  Santo,  enviado  por  el  Padre  en  el  nombre 
de  Jesús,  que  asistís  a  la  Iglesia  con  vuestra  presencia  y 
la  dirigís  infaliblemente,  dignaos,  os  lo  rogamos,  derramar 
la  plenitud  de  vuestros  dones  sobre  el  Concilio  Ecumé- 
nico". 

(Oración  de  S.  S.  Juan  XXIII,  por  el  Concilio). 

Lect.  2. — Después  de  haber  invocado  al  Espíritu  Santo,  adoré- 
mosle en  silencio. 

Coros. — Canto  de  aclamación: 
"Vcni  creator  spiritus". 


2.— OREMOS  CON   LA  IGLESIA  MILITANTE 

Lect.  1. — "Vosotros  como  piedras  vivas  sois  edificados  en  casa 
espiritual".  (Epist.  De  S.  Pedro  II,  5) . 

Celeb. — Oremos  con  la  Iglesia  Militante.  La  Iglesia  sobre  la 
tierra  es  la  cantera  donde  se  edifica  la  Jerusalén  celes- 
tial. El  Concilio  será  rejuvenecimiento  y  renovación  de 
este  edificio:  la  Iglesia. 

Sobre  la  tierra,  la  Iglesia  es  esta  morada,  donde  reunidos 
como  verdaderas  piedras  vivas,  servimos  cada  uno  para 
nuestro  cometido. 

Lect. — Oigamos  la  Lectura  del  Pontifical  en  la  ordenación  de 
los  Diáconos. 


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CELEB. — "Es  verdaderamente  justo  y  necesario,  es  nuestro  de- 
ber y  en  ello  está  nuestra  salvación,  daros  gracias  siem- 
pre y  en  todas  partes,  oh  Señor,  Padre  Santo,  Dios  eter- 
nal  y  todopoderoso,  que  confieres  las  dignidades,  asignas 
a  cada  uno  su  rango  en  jerarquía  y  repartes  las  funcio- 
nes. Eres  Tú  quien,  permaneciendo  siempre  inmutable, 
renuevas  todas  las  cosas  y  todo  lo  regulas  para  Aquel 
que  es  vuestra  Palabra,  vuestra  Fuerza,  y  Vuestra  Sa- 
biduría, Jesucristo,  vuestro  Hijo,  nuestro  Señor.  Es  vues- 
tra Providencia  eterna  la  que  prepara  y  asigna  a  cada 
época  todo  lo  que  le  conviene.  Eres  Tú  quien  hace  que  el 
Cuerpo  de  Cristo,  vuestra  Iglesia  — formada  para  la  va- 
riedad de  los  dones  de  la  gracia  del  Cielo  y  compuesta 
por  diversos  miembros,  unidos  para  la  lucha  admirable 
que  les  espera — ,  crezca  y  se  extienda  para  que  se  engran- 
dezca vuestro  templo".  (Pontifical). 

Celeb. — Oremos,  hermanos  míos. 

Oh  Dios,  que  con  piedras  vivas  y  escogidas  preparas 
eterna  morada  a  tu  Majestad,  auxilia  a  tu  pueblo  supli- 
cante, para  que  cuanto  se  extienda  tu  Iglesia  en  templos 
materiales  tanto  se  acreciente  en  aumentos  espirituales. 
(Postcommunio.  Misa  de  la  Dedicación  de  una  Iglesia). 

Lect.  1. — Y  por  esta  variedad  de  piedras  en  la  Iglesia  y  el  Con- 
cilio. 

Lect.  2. — Y  por  esta  variedad  de  intenciones  en  la  Iglesia  y  el 
Concilio. 

Lect.  1. — Oremos  como  la  Iglesia  nos  lo  enseña  el  Viernes  Santo: 
Estas  oraciones  especifican  las  intenciones  de  la  Iglesia 
en  el  día  en  que  su  Soberano  se  inmola  para  cimentar 
estas  piedras  con  su  sangre. 


ORACIONES  DEL  VIERNES  SANTO: 
Celeb. — Por  la  Santa  Iglesia  toda. 

Lect.  1.- — Oremos  hermanos  amadísimos,  por  la  santa  Iglesia  de 
Dios,  para  que  Nuestro  Señor  se  digne  pacificarla,  unirla 
y  guardarla  por  toda  la  redondez  de  la  tierra,  sometién- 
dole los  principados  y  las  potestades  del  mal,  y  nos  per- 
mita pasar  una  quieta  y  sosegada  vida  glorificando  a 
Dios  Padre  Todopoderoso. 

Lect.  2. — Oremos.  Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  que  revelaste  en 
Cristo  tu  gloria  a  todas  las  naciones ;  /  conserva  las  obras 


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de  tu  misericordia,  /  para  que  tu  Iglesia,  extendida  por 
todo  el  mundo,  /  preservere  estable  en  la  fe,  /  confesando 
tu  Nombre. 

Lect.  1. — Levantaos. 

Celeb. — Por  el  Soberano  Pontífice. 

Lect.  1.— Oremos  también  por  nuestro  beatísimo  Papa  Juan 
XXIII,  para  que  Dios  nuestro  Señor,  que  le  eligió  en  el 
orden  del  episcopado,  le  conserve  para  su  santa  Iglesia 
salvo  e  incólume,  a  fin  de  que  rija  el  santo  pueblo  de  Dios. 

Lecg.  2. —  Oremos.  Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  sempiterno  Dios,  /  en  cuyas  disposiciones 
estriba  todo,  /  atiende  propicio  a  nuestras  súplicas,  /  y 
consérvanos  por  tu  misericordia  al  Pastor  que  nos  has 
escogido;  /  a  fin  de  que  la  grey  cristiana,  /  bajo  tus 
auspicios  gobernada,  /  a  las  órdenes  de  tan  gran  Pontí- 
fice, /  aumente  en  los  méritos  de  su  fe. 

Lect.  1. — Levantaos. 

Celeb. — En  vísperas  del  Concilio  oremos  especialmente  por  to- 
dos aquellos  sobre  quienes  pesa  la  responsabilidad  de  su 
preparación. 

Lect.  1. — Oremos  también  por  todos  los  Presbíteros,  Diáconos, 
por  todos  los  dirigentes,  los  militantes,  los  seglares  y  por 
todo  el  santo  pueblo  de  Dios. 

Lect.  2. — Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  sempiterno  Dios,  /  que  con  tu  Espíritu 
santificas  y  gobiernas  todo  el  cuerpo  de  la  Iglesia:  /  es- 
cúchanos, al  rogarte  por  sus  diversos  órdenes ;  /  para  que 
con  el  don  de  tu  gracia  /  te  sirvan  fielmente  /  todos  los 
grados  de  su  jerarquía. 

Lect.  1. — Levantaos. 

Celeb. — En  vísperas  del  Concilio  oremos  por  la  paz  de  las  na- 
ciones. 

Lect.  2. — Oremos  también  por  todos  los  Jefes  de  Estado  y  por 
sus  ministerios  y  potestades;  para  que  el  Dios  y  Señor 
nuestro  dirija  sus  inteligencias  y  corazones  según  su  vo- 
luntad para  nuestra  perpetua  paz. 

Lect.  1. — Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  en  cuyas  manos  están 
todos  los  poderes  /  y  los  derechos  de  todos  los  pueblos: 
atiende  benigno  a  aquellos  que  nos  rigen  con  potestad; 
/  para  que  en  todas  partes  bajo  la  protección  de  tu  dies- 


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tra  /  se  mantenga  firme  constantemente  /  la  integridad 
de  la  religión  /  y  la  seguridad  de  la  patria. 

Lect.  2. — Levantaos. 

CELEB. — En  víspera  del  Concilio  oremos  por  los  que  buscan  la  fe. 

Lect.  1. — Oremos  también  por  nuestros  Catecúmenos,  para  que 
nuestro  Dios  y  Señor  les  abra  los  oídos  del  corazón  y  la 
puerta  de  la  misericordia ;  reciban  en  el  bautismo  la  remi- 
sión de  todos  sus  pecados ;  sean  con  nosotros  incorporados 
a  Cristo  Jesús  Señor  nuestro. 

Lect.  2. — Oremos  Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  que  fecundizas  a  tu 
Iglesia  con  nueva  prole:  /aumenta  en  nuestros  catecúme- 
nos /  la  fe  y  la  inteligencia :  /  para  que  regenerados  en 
la  fuente  del  bautismo,  /  se  agreguen  al  número  de  tus 
hijos  adoptivos. 

Lect.  2. — Levantaos. 

Celeb. — En  víspera  del  Concilio  oremos  por  los  pobres  de  Cristo. 

Lect.  1. — Oremos,  hermanos  amadísimos,  a  Dios  Padre  Omnipo- 
tente, para  que  purifique  al  mundo  de  todo  error,  disipe 
las  enfermedades,  ahuyente  el  hambre,  abra  las  cárceles, 
rompa  las  cadenas,  conceda  a  los  caminantes  regreso,  a 
los  enfermos  salud,  y  a  los  navegantes  puerto  de  salva- 
ción. 

Lect.  2. — Oremos.  Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  consuelo  de  los  afli- 
gidos, /  fortaleza  de  los  atribulados,  /  lleguen  a  Ti  los 
ruegos  de  los  que  en  cualquiera  tribulación  te  invocan : 
/  para  que  en  sus  necesidades  se  regocijen  todos  /  de  la 
asistencia  de  tu  misericordia. 

Lect.  2. — Levantaos. 

Celeb. — En  víspera  del  Concilio  oremos  por  la  unidad  de  la 
Iglesia. 

Lect.  1. — Oremos  también  por  los  herejes  y  cismáticos,  para  que 
nuestro  Dios  y  Señor  los  libre  de  todos  sus  errores  y  se 
digne  volverlos  a  la  santa  Madre  Iglesia  Católica  y  Apos- 
tólica. 

Lect.  2. — Oremos.  Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  que  a  todos  salvas 
/  y  no  quieres  que  nadie  se  pierda;  /  vuelve  los  ojos  a  las 
almas  seducidas  por  diabólico  engaño  /  para  que  adju- 


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rando  la  perversidad  de  la  herejía,  /  los  corazones  des- 
carriados vuelvan  sobre  sí  mismos  /  y  tornen  a  la  unidad 
de  tu  verdadera  doctrina. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  que  ni  siquiera  a  los 
judíos  excluyes  de  tu  misericordia;  /  admite  nuestras  sú- 
plicas que  en  vista  de  la  obcecación  de  aquel  pueblo  te  pre- 
sentamos; /  para  que  conociendo  la  luz  de  tu  verdad  que 
es  Cristo,  /  sean  libertados  de  sus  tinieblas. 

Lect.  2. — Levantaos 

Celeb. — En  víspera  del  Concilio,  oremos  por  la  conversión  de 
los  paganos. 

Lect.  1. — Oremos  finalmente  por  los  paganos:  para  que  Dios  to- 
dopoderoso arranque  la  iniquidad  de  sus  corazones;  de 
modo  que,  abandonando  sus  ídolos,  se  conviertan  a  Dios 
vivo  y  verdadero  y  a  su  Hijo  único  Jesucristo  Dios  y  Se- 
ñor nuestro. 

Lect.  2. — Arrodillémonos. 

Todos. — Omnipotente  y  sempiterno  Dios,  /  que  no  buscas  la 
muerte,  /  sino  siempre  la  vida  de  los  pecadores :  /  acepta 
propicio  nuestra  oración  /  y  libértalos  del  culto  de  los 
ídolos  /  y  agrégalos  a  tu  santa  Iglesia  /  para  gloria  y  ala- 
banza de  tu  Nombre. 

Celeb. — Oremos  especialmente  por  todos  los  que  trabajan  direc- 
tamente en  el  Concilio. 

Lect.  1. — por  los  teólogos. 

— por  los  miembros  de  las  cosimiones. 
— por  el  Apostolado  de  los  seglares. 

Todos. — Padre  Nuestro  que  estás  en  los  cielos.  .  .  etc. 

Lect.  2. — Oremos  finalmente  por  nosotros  mismos,  a  fin  de  que 
después  del  Concilio, 

— nos  adhiramos  con  fe  a  sus  declaraciones, 
— nos  sometamos  con  verdadera  obediencia  a  sus  decisio- 
nes. 

Todos. — Padre  Nuestro,  que  estás  en  los  cielos .  . .  etc. 
Celeb. — Y  así,  de  todas  partes  la  oración  se  elevará  por  el  éxito 
del  Concilio. 

Todos. — Desde  nuestros  campos  y  ciudades  se  elevará. 
—  De?de  nuestras  montañas  y  nuestros  valles. 
— Desde  nuestras  fábricas  y  nuestras  oficinas. 
— Desde  nuestros  claustros,  escuelas  y  colegios. 
— Desde  el  lecho  de  nuestros  enfermos. 
— Desde  la  mesa  de  nuestros  altares  y  talleres. 


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CANTO:  Marcha  de  la  Iglesia 

TODO  EL  PUEBLO : 


Tú  reinarás,  este  es  el  grito 
que  ardiente  exhala  nuestra  fe : 
Tú  reinarás,  oh  Rey  bendito, 
pues  Tú  dijiste:  ¡Reinaré! 

Reine  Jesús  por  siempre ! 
Reine  su  Corazón ! 
En  nuestra  Patria,  en  nuestro  suelo, 
que  es  de  María  la  Nación! 
En  nuestra  Patria,  en  nuestro  suelo, 
que  es  de  María  la  Nación ! 


3.— OREMOS  CON  LA  IGLESIA  PADECIENTE 

(Todos  en  pie). 

Lect.  1. — Oremos  finalmente  con  la  Iglesia  padeciente. 

Celeb. — La  Iglesia  es  la  Caridad  de  Cristo  en  el  mundo.  Ella 
agrupa  y  encierra  a  todas  las  almas.  También  a  aquellas 
que  han  salido  de  la  Iglesia  que  milita  en  la  tierra,  y 
ahora  esperan  que  se  les  abran  las  puertas  de  la  Iglesia 
triunfante. 

Lect. — Epístola  San  Pablo  a  los  Tesalonicenses. 

Celeb. — "No  queremos,  hermanos,  que  ignoréis  lo  tocante  a  la 
suerte  de  los  muertos,  para  que  no  os  aflijáis  como  los 
demás  que  carecen  de  esperanza.  Pues  si  creemos  que  Je- 
sús murió  y  resucitó,  así  también  Dios  por  Jesús  tomará 
consigo  a  los  que  se  durmieron  en  El.  Esto  os  decimos 
como  palabra  del  Señor:  que  nosotros,  los  vivos,  los  que 
quedamos  para  la  venida  del  Señor,  no  nos  anticiparemos 
a  los  que  se  durmieron;  pues  el  mismo  Señor,  a  una  or- 
den, a  la  voz  del  arcángel,  al  sonido  de  la  trompeta  de 
Dios,  descenderá  del  cielo,  y  los  muertos  en  Cristo  re- 
sucitarán primero;  después,  nosotros,  los  vivos,  los  que 
quedamos,  junto  con  éllos,  seremos  arebatados  en  las  nu- 
bes, al  encuentro  del  Señor  en  los  aires,  y  así  estaremos 
.  siempre  con  el  Señor".  (1  Thess.  A,  13-18) 

Celeb. — En  vísperas  del  Concilio,  oremos  con  nuestros  difuntos. 

(Salmo  50)  "Miserere". 

O:  "De  Profundis". 


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LECT.  1. — Oremos  hermanos. 

Todos. — Oración —  Rogárnoste,  Señor,  /  que  aprovechen  nues- 
tras súplicas/  a  las  almas  de  tus  siervos,  y  siervas,  /  pa- 
ra que,  libres  de  todo  padecimiento,  /  las  hagas  partici- 
pantes de  tu  bendición. 

Lect.  1. — La  Iglesia  dolorosa  no  se  halla  solamente  en  el  Pur- 
gartorio. 

Celeb. — En  las  reuniones  del  Concilio  estarán  ausentes  los  re- 
presentantes de  la  Iglesia  del  silencio. 

Que  el  Concilio  logre  la  libertad  de  todos  los  cristianos  que 
viven  bajo  la  opresión. 

Lect.  1. — Oremos  para  que  sus  sufrimientos  actuales  sean  bene- 
ficiosos al  Concilio. 

Lect.  2. — Oremos,  hermanos. 

Todos. —  Rogárnoste,  Señor,  /  acojas  benigno  las  súplicas  de  tu 
Iglesia:  /  a  fin  de  que,  destruidas  toda  suerte  de  adver- 
sidades y  errores,  /  pueda  servirte  con  entera  libertad. 

COROS. — Parce,  Domine,  Parce  populo  tuo,  nc  in  aeternum,  iras- 
caris  no  bis.  (1) 

Celeb. — En  el  Concilio  estarán  presentes  los  Obispos  de  innu- 
merables pueblos  que  padecen  hambre.  Llevarán  ellos  a 
la  faz  de  la  Iglesia  el  "Misereo)"  de  naciones  enteras  que 
carecen  del  pan  de  cada  día. 

Lect.  1. — Pidamos  que  la  verdadera  caridad  aclare  nuestra  mi- 
rada. 

Lect.  2.— Que  ella  despierte  nuestra  generosidad  y  anime  nues- 
tras parroquias. 

Lect.  1. — Oremos,  hermanos. 

Todos. — Señor  Dios,  /  Tú  haces  servir  todas  las  cosas  para  el 
bien  de  los  que  os  aman;  /  pon  dentro  de  nuestros  cora- 
zones /  el  impulso  invencible  de  vuestra  caridad  /  a  fin 
de  que  los  deseos  de  vuestra  inspiración  /  no  puedan  ser 
alterados  por  tentación  alguna. 

COROS. — Parce,  Domine,  Parce  populo  tuo,  ne  in  aeternum,  ¿ras- 
caris  nobis. 

Celeb.— Al  Concilio  comparecerán  los  Obispos  de  muchísimos 
cristianos  sin  trabajo,  sin  techo,  sin  clero. 


(1)     "Perdona  a  tu  Pueblo  Señor". 


—  265  — 


Lect.  1. — Que  el  Concilio  haga  que  nuestras  parroquias  se  vuel- 
van misioneras,  que  haya  un  despertar  de  vocaciones  de 
misericordia,  para  con  los  pueblos  que  esperan  técnicos, 
enfermeros  y  apóstoles. 

Lect.  2. —  Oremos,  hermanos. 

Todos. — Oh  Dios  que  quieres  que  todos  los  hombres  /  se  salven 
y  lleguen  al  conocimiento  de  la  verdad,  /  te  rogamos  man- 
des operarios  a  tu  mies  y  les  concedas  predicar  con  toda 
confianza  tu  palabra ;  /  a  fin  de  que  por  la  predicación  de 
tu  Evangelio  /  conozcan  todos  los  pueblos  a  Ti  solo  y 
verdadero  Dios  /  y  Aquél  a  quien  Tú  has  enviado,  /  tu 
Hijo,  nuestro  Señor.  (Oración  de  la  Misa  por  Ja  Propa- 
gación de  la  Fe) . 

Coro  y  TODOS:  Parce,  Domine,  Parce  populo  tuo,  ne  in  aeter- 
num  irascaris  nobis. 

(Entra  el  cortejo  de  la  Exposición  o  de  la  Misa). 

Celeb. — "El  que  tuviere  bienes  de  este  mundo,  y,  viendo  a  su 
hermano  pasar  necesidad,  le  cierra  sus  entrañas,  ¿cómo 
morará  en  él  la  caridad  de  Dios?  (1  S.  Juan,  3,  17). 

Coros. — Ubi  Caritas  et  amor,  Deus,  ibi  est.  ( 1 ) . 

Celeb. — "Si  vas  a  presentar  una  ofrenda  ante  el  altar,  y  allí  te 
acuerdas  de  que  tu  hermano  tiene  algo  contra  ti.  deja  allí 
tu  ofrenda  ante  el  altar,  ve  primero  a  reconciliarte  con 
tu  hermano,  y  vuelve  a  presentar  tu  ofrenda".  (S.  Mat., 

5,  23  y  2 A). 
Coros. — Ubi  Caritas  et  amor,  Deus  ibi  est. 

Celeb. — "Habrá  un  solo  Pastor  v  un  solo  rebaño".  (S.  Juan,  10, 
16). 

Coros. — Ubi  Caritas  et  Amor,  Deus  ibi  est. 

Celeb. — "Yo  soy  el  pan  de  vida ;  el  que  viene  a  Mí  ya  no  tendrá 
más  hambre,  y  el  que  cree  en  Mí  jamás  tendrá  sed".  (S. 
Juan,  6,  35). 

Coros. — Ubi  Caritas  et  Amor,  Deus  ibi  est. 

Celeb. — "Sálvanos,  Señor  Dios  nuestro  y  júntanos  a  todos  de 
todas  las  naciones  para  que  podamos  cantar  tu  santo 
Nombre  y  nos  gloriemos  en  tu  alabanza".  (Salmo  105,  U7). 
Alabemos  al  Señor  porque  es  bueno,  porque  es  eterna  su 
misericordia. 

Coro  y  TODOS. — Canto:  "(Cantemos  al  Amor  de  los  Amores)". 

Se  puede  rezar  la  misa  Votiva  N"  20:  por  la  Unidad  de 
la  Iglesia,  o  en  razón  de  la  brevedad  se  da  la  BENDICION 
EUCARISTICA. 


( 1 )     "Donde  hay  Amor  y  caridad  allí  está  Dios!" 


—  266  — 


INDICE 


INDICE 

Página 


Dedicatoria   7 

CAPITULO  I 
Los  Concilios  Ecuménicos  y  el  Vaticano  Segundo 

Introducción   11 

Cronología  y  temas  de  los  concilios  ecuménicos   12 

En  el  umbral  del  Vaticano  Segundo.  —  La  nostalgia  de  la  unión  de 

los  cristianos   16 

CAPITULO  II 

Los  Concilios  Ecuménicos  en  la  antigüedad 

Nicea  año  325   22 

Constantinopla,  I,  año  381   22 

Efeso,  año  431   23 

Calcedonia,  año  451   23 

Constantinopla  II,  año  553   23 

Constantinopla  III,  año  680   23 

Nicea  II,  año  787   24 

La  convocación  de  los  concilios   24 

Ecumenicidad  de  los  concilios   25 

Presidencia  de  los  concilios   26 

Eclesiología  de  los  concilios   26 

Hubo  necesidad  de  confirmación  ?   28 

Conclusión   29 

CAPITULO  III 

Los  Concilios  Ecuménicos  en  el  segundo  milenio 
de  la  historia  de  la  Iglesia 

Del  primero  al  segundo  milenio   33 

Los  tres  primeros  concilios  lateranenses   34 

El  cuarto  concilio  lateranense   36 

—  269  — 


Página 


Los  dos  concilios  de  Lyon   37 

El  concilio  de  Vienne  en  Francia   38 

Los  concilios  de  Constanza,  Basilea,  Florencia   39 

El  quinto  concilio  lateranense   41 

El  concilio  de  Trento   42 

El  concilio  Vaticano  1   43 

CAPITULO  IV 
Prelados  Venezolanos  en  el  Concilio  Ecuménico  Vaticano  I 

El  amor  de  Monseñor  Ponte  a  la  Patria   49 

El  cariño  hacia  Monseñor  Guevara   50 

La  figura  de  Pío  IX   50 

En  el  Concilio   51 

La  Infalibilidad  Pontificia   52 

La  Sesión  de  apertura  del  Concilio  Vaticano  I.  —  Nombramiento  de 

Comisiones.  —  Reglamento  del  Concilio   54 

CAPITULO  V 
El  Artífice  del  Concilio  Vaticano  II 

El  Motupioprio  de  la  constitución  de  las  Comisiones  y  Secretariados 

Preparatorios   68 

Alocución  del  Santo  Padre  a  los  Miembros  y  Consultores  de  las 

Comisiones  y  Secretariados  Preparatorios   72 

Constitución  Apostólica  de  la  convocatoria  del  Concilio   81 

El  Motuproprio  del  señalamiento  de  la  fecha  de  celebración.  —  Ho- 
milía de  Pentecostés  de  1962   91 

Discurso  Pontificio  en  la  clausura  de  la  VII  Sesión  de  la  Comi- 
sión Central  Preparatoria   103 

CAPITULO  VI 
Comisiones  y  Secretariados  Preparatorios 

Comisión  Central   109 

Comisión  Teológica   111 

Comisión  de  los  Obispos  y  del  Gobierno  de  las  Diócesis   114 


—  270  — 


Página 


Comisión  de  la  Disciplina  del  Clero  y  Pueblo  Cristiano   118 

Comisión  de  Religiosos   120 

Comisión  de  la  Disciplina  de  los  Sacramentos   125 

Comisión  de  la  Sagrada  Liturgia   127 

Comisión  de  Estudios  y  de  Seminarios   131 

Comisión  de  las  Iglesias  Orientales   133 

Comisión  de  las  Misiones   138 

Comisión  del  Apostolado  de  los  Seglares   140 

Comisión  Ceremonial   145 

Secietariado  de  Prensa  y  Espectáculos   147 

Secretariado  para  la  unión  de  los  cristianes   153 

Secretariado  Administrativo   158 

Subcomisiones  del  Reglamento,  para  las  Materias  Mixtas  y  de  las 

Correcciones   161 

La  Subcomisión  del  Reglamento   161 

La  Subcomisión  para  las  Materias  Mixtas   162 

La  Subcomisión  de  las  Correcciones   165 

La  Comisión  Técnico-Organizativa   166 

Cuadro  sinóptico  de  las  Iglesias  Orientales   171 

CAPITULO  VII 
El  Concilio  en  Miniatura 

Las  Reuniones  de  la  Comisión  Central  Preparatoria   177 

Primera  Sesión.  —  Reglamentación.  —  Lengua  oficial  del  Concilio.  178 

Segunda  Sesión.  —  Teología  y  Disciplina  Eclesiástica   180 

Tercera  Sesión.  —  Dignidad  de  los  Patriarcas  Orientales   181 

Cuarta  Sesión.  —  Las  Universidades  de  la  Iglesia   188 

Quinta  Sesión.  —  Liturgia.  —  Misiones  en  los  nuevos  territorios 

independientes   196 

Sexta  Sesión.  —  El  mundo  de  las  migraciones.  —  Santidad  del  es- 
tado religioso.  —  Sublimidad  del  matrimonio  cristiano   207 

—  271  — 


Página 


Séptima  Sesión.  —  Los  Seglares  una  fuerza  de  base.  —  Ecume- 

nismo  y  Unión:  una  esperanza  en  la  cumbre   215 

Croquis  del  aula  conciliar   229 

Cuadro  esquemático  sobre  la  preparación  del  Concilio  Vaticano  II.  231 
Indice  general  de  los;  esquemas  aprobados  por  la  Comisión  Central 

Preparatoria   233 


APENDICE 

I  Qué  dice  el  Código  de  Derecho  Canónico  acerca  del  Concilio 
Ecuménico   243 

II  La  Carta  Pastoral  Colectiva  del  Episcopado  Venezolano  ante  el 

próximo  Concilio  Ecuménico  Vaticano   246 

III  Vigilia  Bíblico-Litúrgica  pro  Concilio  Vaticano  II   256 


—  272  —