Mons. FRANCISCO ARMANDO MALDONADO
ESTE CONCILIO VATICANO
1962
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830
1962
1962
IES DEL SECRETARIADO PERMANENTE DEL EPISCOPADO VENEZOLANO
CARACAS
.M34
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¡n 2014
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Motsrs. FRANCISCO ARMANDO MALDONADO
ESTE CONCILIO VATICANO
1962
OCT 13 1988
PUBLICACIONES DEL SECRETARIADO PERMANENTE DEL EPISCOPADO VENEZOLANO
c a r a c a s
l 9 6 2
Este trabajo hecho en Venezuela, en la
Imprenta Nacional, fue editado por dis-
posición de la Secretaría General de la
Presidencia de la República, como un
homenaje de cortesía y como un aporle
al Concilio Ecuménico.
ARZOBISPADO DE CARACAS
Gobierno Superior Eclesiástico
Caracas, 27 de agosto de 1962
LM PRIMASE,
t Ramón I, Lizardi,
Obispo Auxiliar.
Vic. General.
DEDICATORIA
Al Eminentísimo y Reverendísimo señor Cardenal José Hum-
berto Quintero Arzobispo de Caracas.
Miembro de la Pontificia Comisión Central Preparatoria del Concilio
Ecuménico Vaticano II.
Al Excelentísimo y Reverendísimo Señor Doctor Acacio Chacón
Arzobispo de Mérida.
Miembro de la Pontificia Comisión Central Preparatoria del Concilio
Ecuménico Vaticano II.
Al Excmo. y Revdmo. Señor Doctor Segundo García Obispo
Titular de Olimpo.
Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho.
Consultor de la Pont. Comisión de las Misiones Preparatoria del
Concilio Ecuménico Vaticano II.
Al Excmo. y Revdmo. Señor Doctor Luis Dadaglio Arzobispo
Titular de Lero.
Nuncio Apostólico de su Santidad.
A los Excelentísimos y Reverendísimos Señores Arzobispo de
Ciudad Bolívar.
Arzobispo Titular de Cirro y Coadjutor Cum lure Suecessionis
de Mérida.
Obispos de Maracaibo, Barquisimeto, Calabozo, Cumaná, Coro,
San Cristóbal, Valencia, Guarniré, TrujiUo, Barcelona, Maraeay,
Maturín.
Vicarios Apostólicos de Caroní, Machiques, Tucupita.
Obispos Titulares de Tamaso, Assava, Lamdia Auxiliares del
Emmo. y Revdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Caracas y Obispo
Titular de Vindo, Auxiliar del Emmo. y Revdmo. Arzobispo
de la Habana.
Padres Conciliares Convocados al Concilio Ecuménico Vaticano
Segundo.
Santidad .11 AX XXIII, felizmente reinante, autor y convocador del Concilio Ecuménica
secundo; Presidente de la (omisión Central Preparatoria.
I
Los Concilios Ecuménicos y el Vaticano Segundo
Introducción
Veinte siglos. Veinte concilios de la ecumenicidad. Más éste
que se perfila ahora sobre los avatares del fin de un siglo glo-
rioso y crítico. Al leer la historia de los concilios, forzosamente
se repasan las vicisitudes de la Iglesia : del dogma, su disciplina,
la liturgia, el derecho canónico, la moral, el vaivén de su geo-
grafía euroasiática. Como en una pantalla panorámica asistimos
al cesaropapismo de los grandes emperadores y emperatrices ro-
mano-bizantinos, que, celosos de la integridad del dilatado impe-
rio, se asustaban hasta de su propia sombra al pensar que si la
unidad religiosa se resquebrajaba, perecería a la par la compacta-
ción política. Tiempos de cultura y de fe. Propicios para la
esquematización. El oriente era una universidad católica. Con
sus escuelas Alejandrina y Antioqueña. Con su segunda Roma
que era Constantinopla. Todos los monjes, sacerdotes y legos,
eran eruditos. Tenían la capacidad de distinguir el "omousios"
(consustancial) del "omovusios" (semejante). El emperador ha-
blaba en latín y los deliberantes conciliares pensaban en griego.
Los concilios prueban entre otras cosas que el movimiento ecu-
ménico fué siempre bandera de la iglesia católica. En esto como
en tantos diversos aspectos ha llegado la hora de vindicar para
la Iglesia, para el Papado, para la vitalidad sustancial de la di-
vina institución, la iniciativa y el ejemplo primordiales. Este
movimiento que se inició en Nicea, junto con el dinamismo de
una vivencia católica y el mecanismo de un ajetreado quehacer,
está diciendo muy a la claras de la amplitud y supranacionalis-
mo de la cristiandad. Y también de su túnica que fué inconsútil.
Desde la reseña de Eusebio de Cesárea hasta los últimos
documentos de Juan XXIII, todos nos cercioran acerca de un
postulado básico: que no hay razas ajenas a la inquietud evan-
gelizadora de la Iglesia, ni hay fronteras para la fe, ni horizon-
tes que puedan limitar la posibilidad de unión entre los cristia-
nos. Aquel nos refiere que al primer concilio asistieron : sirios,
cilicios, fenicios, árabes palestinos, egipcios, tebeos, libios, oriun-
dos de Mesopotamia, un persa, un escita, tracios, macedonios,
aqueos, epirotas, gente del Ponto, Galacia, Capadocia, Frigia,
Asia, Panfilia y que hasta España que era el fin de la tierra envió
nada menos que al obispo de Córdoba, el inmenso Osio. Hoy el
Pontífice reinante convoca a los Cardenales, Patriarcas, Arzobis-
pos, Obispos, Abades y Prelados nullius flioeceseos. Abades Pri-
— 11 —
mados, Abades Superiores de congregaciones monásticas, Supe-
riores generales de religiones clericales exentas, de todo el mundo.
Y si el año 325, en una sala del palacio de verano del emperador
en Nicea, se sentaron 250 Padres, hoy en la Basílica de San Pedro
en el Vaticano habrá reunidos unos 8.000 conciliares. Por lo
menos en el pensamiento del Papa están presentes también los
Patriarcas ortodoxos de Constantinopla, Antioquía, Alejandría,
•Jerusalén y otros.
En todos los textos de historia eclesiástica y en los grandes
diccionarios y enciclopedias no puede faltar este capítulo de los
concilios ecuménicos. Las fuentes, obras generales, compilacio-
nes, ediciones regias, actas, que se consagran a la materia, ocupan
tantos volúmenes, que llegan a integrar el sector más opulento
de la historia de la Iglesia. A guisa de articulistas, con ánimo
de informar al público venezolano y como un homenaje de los
católicos de este país al concilio Vaticano Segundo, vamos a re-
correr sintéticamente la tabla cronológica y temática de los con-
cilios. Luego en dos estudios debidos a la pluma de los Padres
Camelot y C. Vaux St.-Cyr, expondremos un breve análisis de
los concilios ecuménicos en la antigüedad y en el segundo milenio
de la vida de la Iglesia. A continuación extractaremos de la co-
rrespondencia epistolar de un arzobispo de Caracas, que fué tes-
tigo del Concilio Vaticano Primero, unas cuantas notas acerca
de la presencia en dicha asamblea de prelados venezolanos. Y
por último, pondremos en manos de nuestros lectores los docu-
mentos pontificios relativos a la indicción, convocatoria, fecha
del concilio Vaticano Segundo ; así como a la creación de las Co-
misiones preparatorias: sus componentes, las reuniones de la
Comisión Central; y a la materia misma de éste Concilio Vati-
cano. Un folleto de divulgación. Sin jactarnos de teólogos de-
seamos que Venezuela esté presente hoy también en el movimien-
to de opinión que señala como el acontecimiento del siglo la
celebración en la cumbre de este Concilio Vaticano.
Cronología y temas de los concilios ecuménicos
Los ocho primeros reconocidos por la Iglesia Católica como
universales se celebraron en Nicea, Constantinopla, Efeso y Cal-
cedonia. El teatro de los restantes fué Europa. Los cuatro lla-
mados "grandes Concilios" fueron por San Gregorio Magno com-
parados con los cuatro evangelios, por haberse en ellos estructu-
rado los dogmas trinitario y cristológicos. He aquí una visión
de conjunto:
1. Primer Concilio de Nicea de Bitinia, "grande y santo
sínodo de los 318 Padres", convocado por Constantino, bajo el
Papa San Silvestre I; duró desde el 20 de mayo al 25 de julio
del año 325; trató acerca de la consustancialidad del Hijo con
el Padre; contra Arrio y Eusebio de Nicomedia impuso la pro-
— 12 —
lesión de fe de Marcelo de Ancyra, Eustacio de Antioquía (obis-
pos) y el diácono alejandrino Atanasio; veinte disposiciones
cortas llamadas "cánones" norman la disciplina eclesiástica.
2. Primer Concilio de Constantinopla, convocado por Teo-
dosio, siendo Papa Dámaso I; de mayo a julio del año 381; trató
acerca de la divinidad del Espíritu Santo; su símbolo es el de
Nicea, que hoy rezan los sacerdotes en la misa; cuatro cánones
disciplinarios.
3. Concilio de Efeso, convocado por Teodosio II, siendo
Papa San Celestino I; 22 de junio a 17 de julio del año 431;
trató sobre la maternidad divina de la Virgen María; seis cáno-
nes disciplinarios.
4. Concilio de Calcedonia, convocado por Marciano, a ins-
tancias del Papa León I Magno ; 8 de octubre al 1 • de noviembre
del año 451 ; asistieron 600 Padres (más que en ningún otro hasta
el Vaticano I) ; materia definida: las dos naturalezas en una
persona de Cristo; veintiocho cánones disciplinarios.
5. Concilio de Constantinopla II, convocado por Justiniano,
de acuerdo con el Papa Vigilio; 5 de mayo a 2 de junio del año
553; condenó los "Tres Capítulos" nestorianos, o sea, los escritos
de Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro y la carta defensa
de Teodoro contra San Cirilo de Alejandría, escrita por Ibas
de Edesa.
6. Concilio de Constantinopla III, convocado por Constan-
tino III, de acuerdo con los Papas Agatón y León II; 7 de no-
viembre del año 680 a 16 de setiembre de 681 ; condenó la doc-
trina de una sola voluntad en Cristo, llamada monotelismo (así
como la herejía de una naturaleza en Cristo se llamó monofi-
sismo).
7. Concilio de Nicea II, convocado por la emperatriz Irene,
siendo Papa Adriano I ; del 24 de setiembre al 23 de octubre del
año 787 ; trató sobre la licitud del culto de las imágenes sagradas ;
veinte cánones de disciplina.
8. Concilio de Constantinopla IV, convocado por Basilio I
Macedonio, siendo Papa Nicolás I y Adriano II ; 5 de octubre del
año 869 a 28 de febrero de 870 ; liquidación del cisma de Focio ;
veintisiete cánones disciplinarios.
9. Primer Concilio de Letrán en Roma, convocado por el
Papa Calisto II; 18 de marzo a 6 de abril del año 1123; confirma-
ción del concordato de Worms; veinticinco "capítulos" discipli-
narios.
10. Concilio de Letrán II, convocado por Inocencio II ; abril
de 1139; cisma de Anacleto II; treinta capítulos disciplinarios.
11. Concilio de Letrán III, convocado por Alejandro III ;
— 13 —
tres sesiones del 5 al 19 de marzo de 1179; trató de la mayoría
de dos tercios necesaria para la elección papal, la paz de Vene-
cia, la agrupación de la catolicidad contra las investiduras y el
cisma; veintisiete capítulos de disciplina.
12. Concilio de Letrán IV, convocado por Inocencio III ;
tres sesiones del 11 al 13 de noviembre de 1215 ; profesión de fe
contra los cátaros ; transustanciación eucarística ; confesión y co-
munión anuales ; setenta capítulos disciplinarios.
13. Primer Concilio de Lyon, convocado por Inocencio IV;
28 de junio al 17 de julio de 1245; materia: deposición de Fede-
rico II emperador; 22 capítulos.
14. Concilio de Lyon II, convocado por Gregorio X; seis
sesiones que fueron del siete de mayo al 17 de julio de 1274;
materia: estatuto del cónclave, unión con los griegos, la Cruza-
da; treintiuno capítulos.
15. Concilio de Vienne en Francia, convocado por Clemen-
te V; tres sesiones del 16 de octubre de 1311 al 6 de mayo de
1312; materia: supresión de los Templarios, pobreza de los fran-
ciscanos ; decretos de reforma.
16. Concilio de Constanza, convocado por el rey Segismun-
do y el Papa Juan XXIII ; 41 sesiones ; desde el 5 de noviembre
de 1414 hasta el 22 de abril de 1418; asuntos importantes: el
gran cisma, abdicación del Papa romano Gregorio XII, deposi-
ción del Papa conciliar Juan 23, deposición del Papa aviñonés
Benedicto XIII y elección del Papa Martín V ; materias : conde-
nación de Juan Hus; Decreto "Sacrosancta" sobre la supremacía
del Concilio por encima del Papa; Decreto "Frequens" sobx'e la
periodicidad de los concilios; concordatos con las cinco "nacio-
nes" conciliares.
17. Concilio de BasiJea-Ferrara-Florencia, bajo el Papa
Eugenio IV; 25 sesiones: en Basilea del 23 de julio de 1431 al
7 de mayo de 1437; en Florencia desde el 16 de enero de 1439
a febrero de 1442 : la unión con los griegos, con los armenios
y con los jacobitas.
18. Concilio de Letrán V, bajo los Papas Julio II y León
X; 12 sesiones que van del 10 de mayo de 1512 hasta el 16 de
marzo de 1517 ; materias : contra el concilio cismático de Pisa ;
sobre la inmortalidad del alma; Decretos de reforma.
19. Concilio de Trento, bajo los Papas Paulo III, Julio III
y Pío IV; 25 sesiones desde el 13 de diciembre de 1545 hasta el
4 de diciembre de 1563; sesiones I-VIII en Trento; IX-XI en
Bolonia; XII-XVI en Trento; XVII-XXV en Trento. Materias:
doctrina sobre la Escritura y la Tradición; el pecado original
y la justificación; los sacramentos y el sacrificio de la Misa; el
— 14 —
culto de los santos; Decretos de reforma; en especial, el "Tamet-
si", invalidando los matrimonios contraídos sin testigos.
20. Primer Concilio Vaticano, convocado por Pío IX; cua-
tro sesiones, desde el 8 de diciembre de 1869 hasta el 18 de julio
de 1870 ; definición sobre la fe católica, el primado y la doctrina
de la inhabilidad pontificia.
En el umbral del Vaticano Segundo
Llegamos así a los prolegómenos del inminente Concilio ecu-
ménico Vaticano II. El mundo ha seguido con expectación se-
rena y jubilosa sus preparativos. No con la polémica encendida
que precedió al de la infalibilidad, sino con la dulce esperanza de
que se arribe a una mínima unidad cristiana. Desde el 25 de
enero de 1959 hasta ahora es mucho lo que se ha escrito con res-
pecto del Concilio. Bien sea en el lenguaje periodístico, cable-
gráfico ; ora en el técnico y documentado ; o también en el eleva-
do y autorizado de las cartas pastorales colectivas de los diversos
episcopados del mundo católico. Ya sabemos que será instalado
el día 11 de octubre de 1962. Acerca de los temas que van a ser
discutidos, no se conoce aún la agenda definitiva. Pero las innu-
merables alusiones que continuamente hace el Soberano Pontífice
en sus escritos y discursos, en sus audiencias y plegarias ; sus fór-
mulas demandando al pueblo de Dios oraciones para el feliz resul-
tado de la asamblea conciliar ; las palabras taxativas de los docu-
mentos pontificios: la carta encíclica "Ad Petri Cathedram", el
Motu Proprio "Superno Dei nutu", la constitución apostólica de
convocatoria : "Humanae salutis", la carta apostólica "Celebrandi
Concilii Oecumenici" pidiendo oraciones para el tercer Pentecos-
tés preparatorio ; el Motu Proprio del 2 de febrero de 1962 fijando
fecha para la celebración del Concilio ; el minucioso y progresivo
nombramiento de miembros y consultores de las Comisiones pre-
paratorias; el trabajo elaborado por la Comisión antepreparato-
ria que presidió el difunto Cardenal Tardini, cuyo resultado fue-
ron quince tomos contentivos de los criterios de Obispos y Pre-
lados, las propuestas de la Curia Romana y los estudios de las
Universidades consultadas; el acucioso estudio de esos tomos
hasta reducirlos a esquemas preliminares por parte de las diver-
sas Comisiones ; la designación de nuevos Cardenales entresaca-
dos de la Curia como especialistas en diversas disciplinas, o del
seno de comunidades religiosas, o llamados de lejanas tierras,
así, por ejemplo, el Padre Bea escriturista, Larraona canonista
y liturgista; Albareda, bibliotecario; organizadores como Testa y
di Jorio; curiales como Roberti, Jullien, Bracci, Confalonieri,
Heard, Coussa, Browne; diplomáticos como Montini, Marella,
Cento, Antoniutti, Cicognani ; el latinista Bacci ; los profesores
Richaud, Dópfner, Kónig, Suenens; en fin pastores eximios co-
mo todos los recién creados por el Papa del Concilio; y sobre
todo, las siete reuniones plenarias o semiplenarias de la Comi-
— 15 —
sión Central celebradas en Ruma hasta el mes de junio de 1962:
todos estos datos hacen entrever algo del temario que será es-
quematizado y discutido en el gran Concilio. El tema, pues,
será eco obligado de la consulta hecha al Colegio Episcopal. Y
en estos meses que nos separan de la apertura de la asamblea
ecuménica, todos los Obispos ya convocados tendrán la oportu-
nidad de revisar los decretos y constituciones en esquema apro-
bados por la Comisión Central. No cabe duda que a este Con-
cilio Vaticano le ha tocado la suerte y gloria de haber sido el
mejor y más técnicamente preparado.
Más adelante veremos pormenorizadamente la historia y ac-
tividades de los organismos preparatorios, o sea, de cada una
de las Comisiones encargadas de disponer y realizar todo lo con-
cerniente a la celebración del Concilio. Este mecanismo se basa
en la finalidad misma que el Papa persigue, inspirado y asis-
tido por el Espíritu Santo, al convocar tan excepcional reunión.
El Concilio, en efecto, tiene la finalidad de: promover el incre-
mento de la fe católica; renovar las saludables costumbres del
pueblo cristiano ; adaptar la disciplina eclesiástica a las necesi-
dades de nuestro tiempo; ser un espectáculo maravilloso de la
unidad cristiana y una suave invitación a buscar y encontrar
la unión de todos los cristianos. A todo esto responde el nom-
bramiento de las siguientes Comisiones preparatorias : Comisión
para las cuestiones pertinentes a la Escritura, la Tradición, la
Fe y las costumbres ; Comisión de los Obispos y gobierno do
las Diócesis ; Comisión de la disciplina del Clero y pueblo cris-
tiano ; Comisión de los Religiosos ; Comisión de la disciplina de
los sacramentos; Comisión de la Sagrada Liturgia; Comisión de
los Estudios y de los Seminarios ; Comisión para la Iglesia Orien-
tal ; Comisión para las Misiones ; Comisión del Apostolado seglar.
Acción Católica, religiosa y social ; Secretariado de relaciones
públicas; Secretariado para la unión de los cristianos; Secreta-
riado de Finanzas y técnico. Y para coordinar todas estas Co-
misiones y Secretariados, la Comisión Central presidida por el
Padre Santo y completada con un cuerpo de miembros y con-
sultores y a la que pertenecen los Cardenales Presidentes de las
demás Comisiones y ciertos Obispos del mundo entero.
La nostalgia de la unión de los cristianos
Los nueve siglos de separación de los Ortodoxos y los cuatro
de la Reforma protestante, en opinión del Cardenal Bea, h?n
dejado huellas y raíces hondas de prejuicios y amarguras difí-
ciles de superar. Por tanto, el Papa espera, junto con todos los
católicos, no la unión inmediata, sino "primero la aproximación,
después el contacto y por último la perfecta unión de tantos her-
manos separados de la antigua madre común". El movimiento
unionista es más fuerte en los países del mundo antiguo, como
— 16 —
Inglaterra, Francia, Alemania, Suiza, que en los Estados Unidos
de Norte América. En aquellas Naciones el deseo de la unión
procede en buena parte de la acuciosidad de los estudios bíblicos.
En cambio en el nuevo mundo las innumerables confesiones re-
ligiosas provienen no de una separación inmediata de la Iglesia
romana, sino de comunidades ya alejadas de antaño, de donde
se sigue que las diferencias se han ido acentuando y los obs-
táculos para la unión han aumentado. Esta comprobación, sin
embargo, no tiende a disminuir el optimismo ni la importancia
de la auténtica nostalgia de la unión cristiana, como se deja ver
por la constitución del Consejo mundial de las Iglesias, que com-
prende 170 grupos confesionales unidos por la base de una fe
común en Jesucristo Salvador y Dios ; y por la difusión crecien-
te del octavario de oraciones por la unidad, que se celebra en
todas partes del 18 al 25 de enero de cada año. Las posibilida-
des del Espíritu de Dios, que es Espíritu de unidad, son infini-
tamente superiores a las de los hombres y rebasan o desbordan
nuestra miope medida. Dios ha suscitado ya en el Oriente cris-
tiano una personalidad paralela en persuación, bondad y cordia-
lidad a la de nuestro Pontífice Juan. Es la atrayente figura
del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Atenágoras, quien
acaba de realizar un supremo esfuerzo por estrechar los víncu-
los entre las mismas iglesias ortodoxas y contactar las iglesias
autocéfalas o autónomas nacionales monofisitas : siriaca, arme-
nia, copta, etc., con el fin de lograr a su vez la reunión de un
sínodo panortodoxo. El ha dicho : "la unidad ya existe entre los
cristianos ; lo que falta por hacer es la unión ; dejemos a los teó-
logos que prosigan sus discusiones y nosotros unámonos en la
caridad; las iglesias ortodoxas no pueden desolidarizarse de las
iglesias protestantes en su respuesta a la oferta de unión pro-
puesta por Roma".
Del 2 de setiembre al 1« de octubre de 1961 todos los orto-
doxos acudieron a Rodas <m ¡a irla du Gh¿pre a una conferencia
previa a un pre-Sínodo general. Estuvieron presentes los repre-
sentantes de los antiguos Patriarcados de Constantinopla, An-
tioquía, Alejandría y Jerusalén; de los más modernos de Moscú,
Servia, Rumania y Bulgaria; de las Iglesias autocéfalas no pa-
triarcales de Chipre, Grecia y Georgia; de las Iglesias autóno-
mas de Polonia y Checoslovaquia. Asistieron como observado-
res los representantes de las iglesias orientales no bizantinas:
copta, etiópica, armenia y las sirias de Antioquía y del Malabar;
del Consejo Mundial de las Iglesias, de los Anglicanos norte-
americanos e ingleses; de los "viejos-católicos" en plan personal
asistió un observador; y de la Iglesia Católica Romana a título
personal fueron invitados: por "La Croix" el P. Wenger, por
"Irenikon" Atanasio van Druyven, por "Proche Orient Chrétien"
Duprey, por "Una Sancta" Manuel Jungelausen y por "Istina"
de París, Dumont. Como finalidad concreta esta reunión tuvo
la de ponerse todos de acuerdo sobre los temas a tratar en una
— 17 —
ulterior asamblea pre-sinodal, que a su vez fuera preparación
de un verdadero Sínodo con autoridad para tomar decisiones con
carácter obligatorio para todas las iglesias ortodoxas. También
se eligieron seis comisiones: 1) de Fe, Dogma y Culto; 2) Ad-
ministración y Disciplina Elesiástica; 3) Relaciones de las Igle-
sias ortodoxas entre sí; 4) Cuestiones teológicas y sociales; 5)
Relaciones entre la Iglesia ortodoxa y las otras iglesias orienta-
les; 6) Relaciones entre la Iglesia ortodoxa y las Iglesias occi-
dentales. Se dió la precedencia a la delegación de Constanti-
nopla y el nombre del Patriarca ecuménico Atenágoras se repe-
tía en las celebraciones litúrgicas. En ese ambiente de unidad
ortodoxa pareció resaltar el papel primordial del Episcopado en
materia de responsabilidad dentro de la Iglesia y el sentido de
unidad que está por encima de una simple asociación de Igle-
sias locales autocéfalas.
También los ecumenistas protestantes se reunieron en Nue-
va Delhi del 19 de noviembre al 5 de diciembre de 1961. Fué
su tercera Asamblea general. Asistieron 198 delegaciones con un
total de 1.200 personas, entre delegados oficiales, consultores, ex-
ponentes de las Iglesias Jóvenes, delegados fraternales y obser-
vadores. La autoridad eclesiástica envió como observadores a
los Padres Le Guillou, del Centro Istina de París ; E. Duff , del
Centro "Social Order" ; J. Edamarán, de rito siro-malabar ; Iván
Extross, de Allahabad ; y el profesor Jan C. Groot, del Semina-
rio de Warmond en Holanda. Los puntos que se trataron se
pueden reducir así: 1) proyección política en cuanto se refiere
a la independencia de pueblos antiguamente libres, las relaciones
raciales y el cese de los experimentos nucleares; 2) admisión de
la Iglesia Rusa en el seno del Consejo Mundial de las Iglesias;
3) integración en el Consejo Mundial del Comité Internacional
de Misiones; 4) proselitismo y libertad religiosa. Por cierto
que, como anota el P. Angel Santos al margen de esta informa-
ción, el poder cambiar de religión y de creencias no dice mucho
en favor de la consistencia de la fe de los asambleístas. 5) las
exigencias de los seglares. El secretario de la Asamblea, M.
Hooft, en la sesión inicial presidida por el Obispo Dibelius de la
iglesia protestante alemana, subrayó la importancia de la pre-
sencia de observadores católicos. Y refiriéndose al Secretaria-
do para la Unión de los Cristianos, dijo : "La esencia de nuestras
relaciones con el Secretariado consiste en el cambio mutuo de
nuestras informaciones". En su predicación del acto de clausu-
ra, el Pastor Niemóller, célebre en el mundo entero, exhortó a
manifestar la unidad cristiana por un servicio y un testimonio
comunes. El acto terminó con esta consagración pronunciada
en alta voz por los asambleístas : "Confesamos a Jesucristo como
Salvador de los hombres y luz del mundo; nos sometemos juntos
a sus mandamientos ; renovamos nuestro compromiso de dar tes-
timonio de El ante los hombres ; nos ofrecemos para ese servi-
cio en el amor que sólo Jesucristo suscita; nuevamente recibi-
— 18 —
mos el llamamiento de hacer visible nuestra unidad en El; y
pedimos que nos sea concedido para esta empresa el don del Es-
píritu Santo". (Datos recogidos por Sal Terrae del Boletín de
Información del Consejo Ecuménico de las Iglesias, Ginebra,
nn. 42-48) .
La coincidencia de estos acontecimientos, previos ambos, al
Concilio ecuménico Vaticano Segundo, con los que tanto las Igle-
sias Ortodoxas como el Consejo Mundial de las Iglesias han que-
rido puntualizar sus votos por la unidad cristiana y han dejado
constancia de sus aspiraciones basadas en una común fe en Cristo
Salvador y en el dogma trinitario, no deja de ser un respiro ali-
viador en la marcha hacia la unión de todas las almas que se
enaltecen con el nombre de cristianas. Por otra parte, el 9 de
agosto de 1960, en Düseldorf, Alemania, el Patriarca católico
de Antioquía y de todo el Oriente, Su Beatitud Máximo IV, afir-
mó en una valiente conferencia que ellos los católicos orientales
son los más llamados a servir de enlace en el camino en que todos,
tarde o temprano, de una manera o de otra, "habremos de en-
contrarnos un día para recobrar plenamente la verdad de Cristo".
La iglesia greco-melquita-católica es un factor poderoso e indis-
pensable con una misión unificadora para alcanzar la anhelada
unidad cristiana. Quiera, pues, el Señor que pronto las dificul-
tades sean superadas y se entrevean la fraternidad y la compren-
sión sin cortapisas de todo el mundo cristiano, bajo la guía del
buen pastor, que a semejanza de Jesús no cesa de clamar al Pa-
dre: ut omnes unum sint, que todos sean una misma cosa.
BIBLIOGRAFIA
BIBLIOGRAFIA. Hubert Jedin, "Breve Historia de los Concilios",
Barcelona, Editorial Herder, 1960. De este autor entresacamos las siguien-
tes indicaciones bibliográficas: Obras generales: Juan Domingo Mansi,
Amplissima collectio, en 31 volúmenes, Florencia, 1759-1798. Reimpresión
por Petit y Martin, en 60 tomos, Lyon, 1899-1927.
C. J. Hefele, Historia de los Concilios, 1855-1890.
H. Leclerq, Histoire des Conciles. Continuada por P. Richard en
1930-31.
Eduardo Schwartz, Acta Conciliorum Oecumenicorum, 25 vols.
1914-1940.
Górres-Gesellschaft, Concilium Tridentinum, 12 vols., 1901-1950.
G. Alberigo: Cataloghi dei partecipanti al concilio di Trento editi du-
rante il medesimo, en "Rivista di Storia della Chiesa in Italia", 10 (1956)
345-373; 11 (1957) 49-94.
C. Gutiérrez: Españoles en Trento (1951).
L. Pastor, Historia de los Papas, traducción de Ruiz Amado.
Schneemann y Granderath, Colectio Lecensis VII, 1892.
Mons. Paul Guerin, Concile Oecumenique du Vatican Son histoire. Ses
decisión 29-6-1868 au 20-10-1870. Bar-Le-Duc, París, 1877.
— 19 —
N. del la R. — El 13 de agosto de 1962 el Comité Ejecutivo
del Consejo Ecuménico de las Iglesias, que representa 197
confesiones, reunido en París adoptó por unanimidad el
acuerdo de enviar dos teólogos especialistas como obser-
vadores al Concilio Vaticano II. Uno de esos teólogos es
el doctor Lukas Vischer, de la iglesia reformada suiza.
II
Los Concilios Ecuménicos en la antigüedad
por Tomás Camelot, O. P.
traducción y resumen por Mons. F. A. M.
Desde los primeros tiempos los Concilios aparecen como ór-
gano normal de la vida de la Iglesia. Anacrónico es hablar del
Concilio de Jerusalén, dando a este término el significado propio
del Concilio de Trento o del Concilio Vaticano. Sin embargo,
cierto es que desde los comienzos los Apóstoles procedieron "co-
legiadamente". Incompleta y fragmentaria es la documentación
que poseemos acerca del primer siglo de la historia de la Igle-
sia: nada sabemos de las asambleas que en dicha época se hu-
bieron de celebrar. Los primeros sínodos que conocemos se re-
montan a la segunda mitad del siglo dos, durante la crisis mon-
tañista, violenta irrupción de misticismo y rigorismo, que ame-
nazó la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia. En tal ocasión
los obispos del Asia se reunieron varias veces para examinar
lo que predicaban los novadores, condenar sus herejías y exco-
mulgar a sus secuaces. Después, por iniciativa del Papa Víctor,
"hubo sínodos y asambleas de obispos por todas partes, en Pa-
lestina, en Asia, en el Ponto, en Galia, en Roma", con motivo de la
controversia sobre la fecha de celebración de la Pascua. En el
siglo tercero ya los sínodos funcionan con regularidad, por ejem-
plo, los de Antioquía de los años 264 y 268, en los que se depuso
al obispo de aquella ciudad, Pablo de Samosate. La segunda
de esas asambleas reunió unos ochenta obispos, que comunicaron
su sentencia al obispo de Roma y de Alejandría y a todos los
obispos que ejercen el ministerio "sobre la tierra habitada"
(oikumene): aquí se verifica el caso de un concilio provincial
consciente de los nexos que los unen "a toda la Iglesia católica
que se encuentra bajo la bóveda del cielo".
Pero los obispos no sólo se reúnen por motivos graves. En
el Asia Menor, en Capadocia, los obispos tenían la costumbre de
reunirse una vez al año; en Africa, dos veces, en torno al obis-
po de Cartago; justamente estos sínodos cartagineses cobran
fama cuando presididos por San Cipriano se pronuncian sobre
el problema de la reconcilación de los lapsos y del bautismo de
los herejes. Son de particular importancia los sínodos romanos
que congregan en torno del Papa a los obispos de Italia. Hasta
entonces los sínodos reunían tan sólo a los obispos de una pro-
vincia. Pero el año 314, el emperador Constantino, para poner
fin a los desórdenes de los donatistas, convoca en Arles "un gran
— 21 —
número de obispos provenientes de lugares diversos y espera que
la conciencia unánime de los obispos allí reunidos pondrá fin a
la disputa". Se reunieron, pues, en Arles 47 obispos y éste se
puede decir que es el primer concilio general del Occidente lati-
no. El mismo carácter reviste para el Oriente el concilio de An-
tioquía del año 325, donde tomaron parte 56 obispos de Siria,
Palestina, Arabia, Fenicia, Capadocia: para condenar los erro-
res de Arrio y exponer solemnemente la doctrina tradicional de
la Iglesia. Dichos obispos comunicaron sus decisiones a todos
los demás obispos, en especial al de Roma y a los de Italia, de-
pendientes de aquél ; y todos aprobaron lo establecido en Antio-
quía en materia de fe.
Fué entonces cuando surgió la idea de un concilio que reu-
niese todos los obispos de Oriente y de Asia, los del Egipto y
del Orcidente. Una tal asamblea se hacía posible entonces, da-
das las pacíficas relaciones entre Iglesia e Imperio, bajo la égi-
da de Constantino, quien sólo podía por su autoridad y recursos
materiales congregar cerca de trescientos obispos de todos los
ángulos del imperio. El les facilitó el viaje y los convocó a la
ciudad de Ancira primero y luego a Nicea. El 20 de mayo del
año 325 se abre, pues, en Nicea de Bitinia el primer concilio "ecu-
ménico". Le seguirán siete más, hasta aquel celebrado en Cons-
tantinopla, el año 869-70, que depuso a Focio, índice de la cruel
tensión entre Roma y el Oriente que se fué agravando hasta lle-
gar a la ruptura de 1054. Estos concilios son reconocidos como
ecuménicos por el Oriente y el Occidente cristianos. Pasémolos
en revista, indicando lo más esencial de cada uno. Y luego sa-
caremos algunas reflexiones de carácter general sobre la histo-
ria de dichos concilios y la eclesiología que de ellos se puede de-
rivar.
Nicea, año 325
Convocado por Constantino con el objeto de combatir la he-
rejía de Arrio. Participaron en él trescientos obispos, casi todos
orientales. Parece haber sido presidido por el famoso Obispo
de Córdoba, Osio. El Papa Silvestre estuvo representado por
dos sacerdotes romanos. El concilio depone y condena a Arrio
y redacta un símbolo de la fe, que define a Jesucristo consus-
tancial con el Padre.
Constantinopla I, año 3S1
Convocado por Teodosio para liquidar los restos de la cri-
sis arriana. Participan 150 obispos todos orientales. El Papa
Dámaso no fué invitado. El Concilio condena a los "macedonia-
nos" que negaban la divinidad y la consustancialidad del Espí-
ritu Santo; se confirma "la fe de Nicea"; entre los cánones dis-
ciplinarios es importante el tercero, que confiere al obispo de
— 22 —
Constantinopla, "la nueva Roma", un primado de honor después
del obispo de Roma. Este concilio ha sido reconocido como ecu-
ménico únicamente por la tradición progresiva de la Iglesia.
Efeso, año 431
El patriarca de Constantinopla, Nestorio, negaba que María
fuese la madre de Dios y comprometía en Cristo la unidad de la
persona divina. Teodosio II por estas razones convocó un con-
cilio, que fué presidido por San Cirilo de Alejandría, delegado
del Papa Celestino I. Los legados del Papa estuvieron presen-
tes desde la segunda sesión y aprueban la condena de Nestorio.
El concilio aprueba solemnemente la segunda carta de San Ciri-
lo a Nestorio.
Calcedonia, año 451
Un monje de Constantinopla, Eutiques, por reacción contra
el error nestoriano, negaba que en Cristo hubiese dos naturale-
zas, la divina y la humana. El emperador Marciano con el con-
sentimiento del Papa San León, reúne un concilio a la orilla Este
del Bosforo, frente a Constantinopla, en Calcedonia. Más de 500
obispos, bajo la presidencia de los legados romanos, condenan
y deponen a Eutiques y al patriarca Dióscoro de Alejandría;
inspirándose en una carta de san León a Flaviano, definen en
forma solemne la existencia en Cristo de dos naturalezas per-
fectas, sin confusión ni cambio alguno, sin división o separa-
ción. Entre los cánones de disciplina hay que recordar el nú-
mero 28, no aprobado por san León, que reconocía a Constanti-
nopla el mismo primado que gozaba "Roma, ciudad soberana".
Constantinopla II, año 553
La definición de Calcedonia había provocado largas y pe-
nosas discusiones. Justiniano, el emperador teólogo, quiso en
parte contentar a los adversarios de Calcedonia, haciendo con-
denar por un concilio los Tres Capítulos, escritos por Teodoro
de Mopsuestia, Teodoretto e Ibas de Edessa, sospechosos de nes-
torianismo. A pesar de la oposición del Papa Vigilio que había
sido conducido por la fuerza a Constantinopla, este concilio pre-
sidido por el patriarca Eutiquio de Constantinopla y compuesto
de unos 150 obispos todos orientales, condena los Tres Capítulos
y propone 14 anatemas que resumen las definiciones de Efeso
y Calcedonia. El Papa que no había querido participar en las
sesiones, terminó, sin embargo, por reconocer el concilio.
Constantinopla III, año 680
La herejía monofisita (una naturaleza en Cristo), condenada
en Calcedonia y Constantinopla, había reaparecido con un ropaje
nuevo que reconocía en Cristo una sola actividad o una sola vo-
— 23 —
luntad (monoenergismo o monotelismo ) . Después de mucho
disputar, el emperador Constantino IV Pogonato reúne en Cons-
tantinopla un concilio ecuménico, al que participaron, junto con
los legados del Papa Agatón, unos 170 obispos. El concilio
condenó el monotelismo y refiriéndose a los decretos de Cal-
cedonia y a la carta de san León, definió el dogma de las dos
naturalezas (dos voluntades) en Cristo. Fué aprobado por los
Papas Agatón y León II.
Nicea II, año 787
El año 726 el emperador León III Isaúrico había condenado
el culto de las imágenes sagradas ; ese edicto señala el comienzo
de una violenta persecución que durará por espacio de sesenta
años. El año 787 la emperatriz Irene, apoyada por el Patriar-
ca Tarasio de Constantinopla y de acuerdo con el Papa Adriano
I, convocó en Nicea un nuevo concilio ecuménico, con la presen-
cia de dos legados del Papa, que justificó dogmáticamente la ve-
neración y el culto de las sagradas imágenes. Un sínodo convo-
cado en Constantinopla el año 843 confirmó esas decisiones y
en recuerdo del triunfo de la doctrina verdadera instituyó la
"fiesta de la Ortodoxia", que se celebró el primer domingo de
cuaresma. Se ha dicho que la Iglesia llamada "Ortodoxa", la
Iglesia de los "siete concilios", nació precisamente el 11 de mar-
zo del año 843 (E. Ammán).
Estas breves noticias son ya suficientes para observar que
el carácter de los concilios ecuménicos de los primeros siglos es
muy diferente de lo que nosotros pensamos al imaginarnos un
concilio de la Iglesia universal, convocado por el soberano Pon-
tífice, que reúne bajo su presidencia o la de sus legados a los
obispos del mundo entero, cuyos decretos solemnes deben ser
confirmados y promulgados por el Papa. Sin embargo, el estu-
dio de esos concilios sirve para subrayar algunos aspectos que
iluminan la teología de los concilios ecuménicos.
La convocación de los concilios
El Basileus, o sea, el emperador no sólo desea la paz y poner
fin a las disputas religiosas que perturban sus estados, sino que
tiene plena conciencia de su papel de príncipe cristiano y de su
tarea de velar por la paz y la unidad de la Iglesia. Al convocar
un concilio, Constantino, Teodosio, Marciano, Justiniano no hacen
otra cosa sino cumplir con los deberes de su cargo. Además
sólo el emperador puede de hecho convocar y reunir obispos, obli-
gar a los recalcitrantes, ejecutar las sentencias o decretos del
concilio. Todo esto no representa la menor dificultad para sus
contemporáneos. Los obispos se pliegan espontáneamente a las
órdenes del emperador. Lo que para nosotros pudiera parecer
una intromisión peligrosa del Estado en los asuntos eclesiásti-
— 24 —
eos era para ellos un elemento normal de la vida del imperio
cristiano. Hay que añadir también que, si el emperador toma
la iniciativa de convocar a concilio, no lo hace sin pedir el pa-
recer de los obispos. Ni faltan alrededor del emperador prela-
dos que le sugieran oportunamente la idea de convocar la gran
asamblea sacerdotal, a fin de regularizar los negocios eclesiás-
ticos.
Un lector moderno preguntará qué parte le corresponde en
dicha convocatoria al obispo de Roma. Ya hemos visto la re-
sistencia del Papa Vigilio al concilio del 553. Cien años antes
san León, que hubiese deseado que el concilio se desarrollara en
Italia y que la asamblea pedida por Marciano se dejara para
mejores tiempos, no se opuso, sin embargo, al concilio de Cal-
cedonia, donde se hizo representar por medio de legados. Y más
tarde escribía: "el concilio general fué convocado por el empe-
rador con consentimiento de la Silla Apostólica". Irene convo-
cará un concilio el año 787, previo acuerdo con el Papa Adria-
no. Podemos concluir que, aunque no sea el Papa el que convo-
ca, es él quien reconoce el concilio y en él se hace representar.
Ecumenicidad de los concilios
La intención de los emperadores es la de reunir a todos los
obispos de la tierra habitada. San León escribe a Teodosio II
que espera después del "latrocinio de Efeso" la sentencia de
un concilio "en que estén congregados todos los obispos del mun-
do entero". De hecho solo un exiguo número de obispos está
presente en aquellos concilios. Vienen de provincias distintas
y a veces de regiones que no pertenecen al imperio, como Arme-
nia y Persia; pero son siempre casi exclusivamente orientales.
El Occidente latino apenas está representado por los legados ro-
manos. Con excepción hecha de Vigilio que fué obligado a Cons-
tantinopla, el Papa no participa personalmente en el concilio.
Con ocasión del concilio de Arlés, san Silvestre Papa no quiso
abandonar Roma, "donde está la sede de los Apóstoles, donde
su sangre atestigua la gloria de Dios". San León se excusa de
no acudir a Calcedonia, diciendo que "la costumbre no se lo per-
mite". San Celestino antes del concilio de Efeso escribe a Teo-
dosio II : "En la persona de nuestros enviados estamos presentes
en el sínodo que tú has querido"; "sin duda que estamos lejos,
pero nuestra solicitud os sigue de cerca. Todos están presentes
en lo que preocupa al santo Apóstol Pedro". Debemos insistir
en ésto : los legados de Roma dan al concilio el "conforme" del
concilio romano y de todo el episcopado occidental ; su presencia
sanciona la unión del Occidente con el Oriente y de hecho realiza
la ecumenicidad del concilio. Así, a pesar de lo exiguo del nú-
mero de los obispos y de su proveniencia, ellos representan a la
unánime Iglesia; se podría hablar de ecumenicidad o universa-
lidad moral. Si hay una escisión como en Efeso, o en el caso
— 25 —
de que un concilio yerre como en Sardi el año 343, entonces no
se reconoce a los disidentes el derecho de representar la ecume-
nicidad.
Presidencia de los concilios
Casi se diría que es el Papa, aunque sea a través de sus le-
gados, quien preside aquellos concilios. Pero también aquí las
cosas son bastante complejas. Hay diversidad con respecto a
la práctica de los grandes concilios modernos. Por ejemplo, en
Nicea toca al emperador la presidencia honoraria: él pronuncia
el discurso de apertura, asiste a los debates y, según refiere Eu-
sebio, participa en ellos ; él hizo adoptar el término consustancial
(homousios) ; él obligó a los opositores a firmar la fórmula de
la fe etc. El primer puesto entre los asistentes lo ocupó el obis-
po de Córdoba, Osio, que era consejero del emperador; siguen
luego en la firma los dos sacerdotes romanos, enviados del papa
Silvestre. En Efeso el conde Candidiano, comandante de la guar-
dia imperial, es el encargado de preservar el orden y la seguri-
dad. Lo hizo tan mal que san Cirilo tuvo que proceder enérgi-
camente. A tal punto que en el concilio de Calcedonia se dice que
el de Efeso fué presidido por Celestino de Roma y Cirilo de Ale-
jandría.
En Calcedonia dieciocho comisarios imperiales presiden de
hecho la asamblea, imponen el orden y hacen aceptar la fórmula
de fe deseada por el emperador. Marciano personalmente pre-
sidió la sesión solemne de promulgación del símbolo de fe. Pero
el papel preponderante lo tuvieron Pascasino y Lucencio que en
nombre de la Silla Apostólica como representantes y legados del
Papa san León, presidieron y dirigieron los debates, pronuncia-
ron la sentencia de deposición del patriarca de Alejandría, Diós-
coro. Cuando dieron lectura al Tomo de san León para Flaviano,
los obispos exclamaron : "Pedro ha hablado por medio de León".
En Constantinopla, el año 681, se dirá: "Pedro ha hablado por
medio de Agatón". Para los que buscan en la historia de los
concilios antiguos un testimonio de la autoridad del obispo de
Roma, este concilio de Calcedonia constituye un vértice que nun-
ca será igualado. Recordemos en efecto la humillación que sufre
cien años después (553) en Constantinopla el Papa Vigilio.
Eclesiología de los concilios
Nos toca ahora abordar el tema de la eclesiología tal como
se deduce más o menos explícitamente de los documentos conci-
liares, las actas o diarios de debates, cartas, discursos y defini-
ciones dogmáticas. Los obispos que se reúnen en estos primiti-
vos concilios tienen conciencia de representar la tradición apos-
tólica y la fe unánime de la Iglesia. Proceden como sucesores
de los Apóstoles : Eusebio paragona a los obispos de Nicea con
— 26 —
el "coro de los apóstoles". San Celestino escribe a los obispos
de Efeso: "debemos conservar cuanto hemos recibido de la su-
cesión apostólica". Y Atanasio dice: "Es necesario permanecer
sobre la base de los apóstoles y mantener la fe de los Padres".
Los Padres se preocupan por asegurarse de que su doctrina sea
la misma de la Escritura, la misma de sus antecesores. San Ata-
nasio, cuando nos transmite el eco de aquellas discusiones sobre
los textos bíblicos que sirven de apoyo a la expresión "consus-
tancial" de Nicea, dice que los obispos "respiran Sagrada Es-
critura". El año 400 se recopilan florilegios y documentaciones
patrísticas que sirvan de fundamento a las definiciones de Efe-
so y Calcedonia. Los Padres del concilio del año 553: "confie-
san la misma y única fe que han recibido de la divina Escritura,
de la enseñanza de los santos Padres y las definiciones de los
cuatro santos sínodos". El famoso "consustancial" es, como dice
S. Atanasio, "la fe que Cristo nos ha dado, que los apóstoles
predicaron y que nos ha sido transmitida por los Padres reuni-
dos en Nicea de toda la oikumene. En materia de fe los obis-
pos no han escrito : nos hemos decidido . . . sino : así cree la Igle-
sia católica. Han confesado que lo que creen no es nuevo, sino
simplemente el pensamiento de los apóstoles, y que no han es-
crito descubrimientos hechos por ellos sino tan sólo lo que en-
señaron los apóstoles".
Es interesante también observar las apreciaciones de Cons-
tantino expresadas en las cartas que escribe al terminarse el con-
cilio de Nicea para notificar sus decisiones. Los negocios de
la Iglesia sólo deben ser tratados por los obispos congregados.
Todo lo que se resuelve en el concilio se debe atribuir a la vo-
luntad de Dios. Los obispos manifiestan la unanimidad de la
fe, conforme a la enseñanza de la Escritura. Sus sentencias
son las de Dios, pues el Espíritu Santo está con ellos. Tal el
pensamiento del emperador. San Celestino al concilio de Efeso :
"La reunión de los obispos atestigua la presencia del Espíritu
Santo". Desde los tiempos del concilio de Arlés se creía que el
juicio de los obispos debía considerarse como juicio de Dios, ya
que el Señor se sentaba en medio de ellos. Esta presencia de
Cristo quedó indicada en Efeso, al poner sobre un trono en me-
dio de la basílica el Libro de los Evangelios.
El sustrato de la eclesiología contenida implícitamente en
todos estos documentos de la antigüedad es el siguiente : los obis-
pos tienen conciencia de representar colectivamente la unidad
del Cuerpo de la Iglesia (idea de colegialidad) ; expresan la fe
de la Iglesia porque son testigos y depositarios de la tradición
de los apóstoles (idea de apostolicidad o de sucesión apostólica) ;
y el Espíritu Santo está con ellos. La autoridad del concilio ecu-
ménico se deriva del hecho de ser una expresión viviente de la
universal Iglesia, representada por los obispos sucesores de los
A costóles y custodios de la Tradición y de la Iglesia en que vi-
— 27 —
ven y donde operan Cristo y el Espíritu Santo. Según dice san
León, las definiciones de Nicea y Calcedonia son obra del Es-
píritu Santo. Las decisiones del concilio son irreformables, se
imponen a la Iglesia universal, tienen plena y entera autoridad ;
no se puede poner sobre el tapete lo que ha sido decretado por
el concilio. En especial, la fe de Nicea, la fe de los 318 Padres,
a semejanza de la palabra de Dios, debe "permanecer para
siempre".
Hubo necesidad de confirmación?
Antes de terminar, hay que responder a esta pregunta. No
tenemos ninguna aprobación o confirmación del Papa, en el sen-
tido formal de la expresión, de los decretos de Nicea, Efeso y
Calcedonia. Hemos visto que es el emperador el que confirma,
aprueba, pone en ejecución las sentencias contra Arrio y Nes-
torio. Sin embargo, en Efeso los legados del Papa Celestino,
llegados después que San Cirilo ha abierto el concilio y hecho
condenar a Nestorio, examinan las actas "para poder confirmar
vuestros juicios, conforme a las instrucciones del sumo pontífice
Celestino y de Vuestra Santidad (los obispos presentes)". No
parece tratarse aquí de una instancia superior que sanciona de-
finitivamente las decisiones de una asamblea que solo entonces
adquieren el valor de una ley. No hay dos autoridades distintas
y subordinadas. O sea, el concilio deliberante que decide, junto
con el Papa presente a través de sus legados, es una sola auto-
ridad. El sacerdote Felipe en nombre de Celestino dijo: "Los
miembros se han juntado con su cabeza, pues Vuestra beatitud
no ignora que la fe y cabeza de los apóstoles es el beato apóstol
Pedro".
Algo distinto sucede en Calcedonia. Los obispos piden a San
León que confirme los cánones de disciplina establecidos en au-
sencia de los legados y que por tanto no expresaban la opinión
de la unanimidad. El papa se atribuye el derecho de casar (él
usa el término en sentido técnico) el canon 28 que no respeta
las decisiones de Nicea acerca de los respectivos derechos de las
Iglesias. San León aprueba las actas sinodales para evitar cual-
quiera interpretación tendenciosa y manifestar su acuerdo con
el concilio en materia de fe. La presencia de sus legados era
suficiente. Una aprobación formal no era necesaria. Lo mismo
acontece con los concilios sucesivos (los de Constant. II y III).
Si el emperador desea la aprobación del papa, es porque esa
aprobación da fe del acuerdo del obispo de Roma y del episco-
pado occidental con las medidas tomadas en el concilio. No es
una confirmación propiamente jurídica.
— 28 —
Conclusión
I) — El concilio ecuménico en la antigüedad es una asamblea
de obispos que están conscientes de representar la Iglesia uni-
versal, a pesar de su exigüidad y proveniencia; la presencia de
los delegados del obispo de Roma asegura el vínculo entre los
dos extremos del mundo cristiano; ellos también tienen concien-
cia de continuar el colegio apostólico en cuyo centro está entro-
nizado Cristo y está presente y activo el Espíritu Santo; son
depositarios y representantes de la Tradición, intérpretes de la
Escritura; su unanimidad traduce la fe de la Iglesia; por todo
ésto las decisiones conciliares tienen valor universal y son ina-
pelables.
II) — De hecho el concilio lo convoca el emperador. El obispo
de Roma, sin que intervenga una convocatoria jurídica y for-
mal, acepta más o menos explícitamente la convocación y pre-
side el concilio por medio de sus legados, a los que se reconoce
una autoridad preponderante, como se ve claro en el de Calce-
donia. No se asoma la discusión de si el concilio es superior al
Papa o al revés. Simplemnte el concilio está unido al papa como
los miembros a su cabeza. No es necesaria una confirmación
explícita del concilio por parte del papa, porque basta con la
presencia de los legados romanos. Se observa, por último, una
constancia sensible de estas características, durante los prime-
ros siglos, a pesar de los complejos de las diversas situaciones.
Contemporáneamente va en aumento y visiblemente se nota el
reconocimiento de la autoridad del obispo de Roma; y aun ad-
mitiendo que este hecho en parte es debido a la personalidad
excepcional del gran pontífice que fué san León, no es menos
cierto que, a través de la historia de estos concilios, palpamos
la vida y el desarrollo de la Iglesia en sus doctrinas e institu-
ciones.
BIBLIOGRAFIA
Denzirger: Enchiridion Symbolorum, Números 54, 85, 111 a., 148,
213-218, 289-293, 302-304-
Libro de los Hechos de los Apóstoles, 6, 2 6; 15, 1-29.
Eusebio, Historia Eclesiástica: V, XVI, 10; XXII; XXIV, 8; VII,
XXX, 2; X. V. 23-24.
Rufino, Hist. Eccl. I, 1; PL, 21, 467.
San León, Epíst. 114, 1; Ep. 43; Ep. 93, 1; 104, 3.
San Celestino Epíst. 19, 1; Ep. 18, 1.
San Atanasio: De syn., 54; Ad Afr., 4; Ad Afr. 1; De syn., 5; De
decr. Nic. syn., 3; 27.
— 29 —
III
Los Concilios Ecuménicos en el Segundo Milenio
de la Historia de la Iglesia
Por B. M. Carra de Vaux Saint-Cyr, O. P.
traducción y resumen: por Mons. F. A. M.
Debemos ponernos en guardia contra el simplismo que puede
ofuscar la fisonomía propia de cada una de esas asambleas so-
lemnes de la cristiandad, llamadas concilios. Puesto que ellas
son expresión de su vida, no pueden menos de reflejar el perio-
do histórico a cuyas necesidades procuran subvenir. Esto nos
ayudará a darnos una idea clara y orgánica de los doce concilios
que a partir del lateranense de 1123 hasta el vaticano de 1869-70,
se suceden a lo largo del segundo milenio de vida de la Iglesia.
Vamos a distinguir los siete de la cristiandad medieval, los dos
de la primera mitad del siglo XV, los dos del Renacimiento, el
del XVI y el último que se celebró en plena edad moderna.
Del primero al segundo milenio
Se impone esta observación: estas asambleas del cuerpo
episcopal son mucho más diversas entre sí que las de la antigüe-
dad cristiana. Lo que nada quita a su legitimidad y alcance.
La Iglesia de Cristo goza de la promesa de una eterna duración,
pero es peregrina en el tiempo; ella es Jesucristo comunicado a
los hombres, por tanto, en cierto modo participa de la mutabilidad
del mundo. Nos damos cuenta perfectamente de esto, cuando
echándonos a la espalda los ocho concilios primitivos, nos aveci-
namos al primer concilio lateranense. Nos encontramos en otro
mundo. Aun geográficamente, puesto que los concilios ahora se
celebran en Occidente, y distinto es el universo mental que tene-
mos por delante. En la primavera del año 1123 sería vano
tratar de encontrar en torno del Papa Calixto II, en Roma, a los
obispos bizantinos. Hacía 69 años que las relaciones entre Roma
y Constantinopla habían cesado por completo. Prejuicios, al-
tercados, seguidos de reconciliaciones fugaces estaban excavando
un abismo de espíritu y de corazones entre las Iglesias del Pa-
triarcado de Occidente con su Jefe, que es la cabeza universal
de la Iglesia, al frente y los Patriarcados orientales de Constan-
tinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Muchas sombras,
que anunciaban tempestades futuras, se condensaban ya en pleno
siglo V alrededor del glorioso Concilio de Calcedonia. Las dos
mitades del viejo mundo romano se iban haciendo cada vez más
extrañas una a otra.
— 33 —
La última gran manifestación de unidad debía haber sido
la asamblea ecuménica de Constantinopla, reunida en la capital
bizantina los años 869-870, que depuso a Focio y volvió a colo-
car en el trono de Santa Sofía a Ignacio, su predecesor, cuyas
ideas para con los Latinos no diferían mucho de las de su rival.
Las relaciones oficiales se veían complicadas por las intrigas
de corte, a merced de la cual se encontraba la sede patriarcal
de Bisanzio, mientras que el Papado se hallaba ocupado en de-
fender su independencia de la anarquía feudal cada día más cre-
cida. Esta situación ocasionó el desencadenarse de una xenofo-
bia latente, del odio popular y del recíproco desprecio. Cuando
el 16 de julio de 1054 el cardenal legado Humberto puso sobre
el altar de S. Sofía la bula de ex-comunión del patriarca Miguel
Cerulario, nadie se dió cuenta del alcance trágico de aquel gesto.
Se lo juzgó como una diferencia más, pero de hecho fué la
ruptura que todavía hoy subsiste a novecientos años de distan-
cia. No examinaremos aquí las terribles consecuencias de esta
herida sangrante aún en el costado de la Iglesia. Es suficiente
recordarla y añadir que es inútil minimizar el desastre que fué
y sigue siendo todavía hoy el gran cisma del Oriente.
Dentro de los mismos confines del mundo occidental nota-
mos que una profunda ruptura se va pronunciando entre los
siglos IX y XI. Sabemos que desde el año 406 las invasiones
de los bárbaros habían sumergido la "Romanía"; pero el viejo
mundo murió lentamente y muy mucho de él sobrevivía en
aquellos esquemas de síntesis entre barbarie y cultura de los
reinos ostrogodo de Italia, visigodo de España y merovingio de
las Galias. El imperio carolingio vino como feliz conclusión a
coronar lógicamente todas esas tentativas. Mas también fué una
victoria efímera. El propagarse del Islamismo sobre las pla-
yas del Mediterráneo, su flota que dominaba los mares ; el aluvión
devastador de las invasiones normandas ; el asalto de los húnga-
ros al corazón de los viejos pueblos cristianos; la desintegración
de la autoridad central por obra de los secuaces de Carlomagno;
el desmoronamiento del imperio dividido en innumerables feu-
dos: todas estas catástrofes destruyeron el pasado a lo largo de
los siglos de hierro. Una humanidad nueva nacía de aquellas
ruinas.
Los tres primeros concilios lateranenses
Al recorrer las decisiones de esos tres primeros concilios
ecuménicos de Letrán (marzo 1123, abril 1136, marzo 1179),
se queda uno admirado de ver cuán largo espacio fué dedicado
a la disciplina eclesiástica y qué poco al dogma. No se debe ol-
vidar la crisis de la que estaba la Iglesia saliendo con sumo
esfuerzo. Al favor de la creciente anarquía política, poco faltó
para que las más altas y delicadas funciones espirituales se
redujesen a simples "beneficios" rentísticos, valores de bolsa o
de comercio, blanco de codicia. Los reyes y los pequeños seño-
— 34 —
res, todos estaban dispuestos al asalto de la cosa sagrada. La
misma Silla apostólica corrió un riesgo de ser presa de algunas
familias de la aristocracia. El renacimiento del imperio de
Occidente en pro de los soberanos germánicos pareció a cierta
altura continuar la tradición carolingia. El poder civil se
alineaba junto al poder espiritual para acabar con las dos pla-
gas de la época: la simonía, o sea, el tráfico de las dignidades
eclesiásticas, y el nicolaísmo, esto es el abandono del celibato
eclesiástico. Desgraciadamente los hechos se encargaron de
probar a la cristiandad que no era menos escandaloso el que los
papas fuesen creatura de un Otón I o de un Henrique II. La
solución germánica, pues, se presentaba así como un remedio
peor que la misma enfermedad. Lo que dió origen a la lucha
entre sacerdocio e imperio.
Gracias a la fe y energía indómitas de un puñado de religio-
sos y monjes, cuyo prototipo es la austera figura del papa Gre-
gorio VII, la Iglesia, a través de muchas vicisitudes, logró por
fin liberarse de la garra laical y alcanzar su libertad de dedi-
carse en integridad de pureza a las cosas de Dios. Un eco de
toda esta tormentosa fatiga lo encontramos en la veintena de
cánones promulgados por el primer concilio lateranense a fines
de marzo del año 1123. La simonía y la incontinencia quedan
proscritas ; se enfrenta el problema de las ordenaciones conferi-
das por intrusos; de los antipapas y demás miembros de la
jerarquía ilegítima, creados por emperadores enemigos de Roma.
Se alude a la Cruzada, que es uno de los grandes acontecimien-
tos de la época y constituye preocupación constante de los pon-
tífices. En fin, "en tiempos en que la Iglesia está tan intima-
mente vinculada a la vida de los pueblos, el concilio redacta de-
cretos de contenido no sólo religioso sino más bien social y pro-
vee a los intereses de los particulares o de iglesias locales, ade-
más de interesarse por el bien de la Iglesia universal" ( Vernet) .
Por fin la asamblea pudo enorgullecerse de poner fin a la
lucha por las investiduras, que era el punto de mayor fricción
entre ambos poderes. El 23 de septiembre de 1122, Calixto II
papa y Enrique V emperador llegaron a un acuerdo por medio
del concordato de Worms: los eclesiásticos recibirían de Dios
sólo y de sus representantes todos sus poderes espirituales y que-
daban obligados a rendir homenaje al César en lo temporal.
Estos detalles nos ayudarán a penetrar mejor en el clima de la
época y en los problemas particulares de este periodo de la cris-
tiandad. Por último, vale la pena considerar que cuatro años
antes de la lateranense se había reunido una gran asamblea en
Reims, donde se habían discutido problemas asaz importantes.
El número de asistentes era casi igual: sin embargo, uno de
los sínodos fué ecuménico y el otro no, y el criterio para dife-
renciarlos fué la voluntad del Papa.
Podemos ahora tratar acerca de los dos concilios siguien-
tes, cuya historia es poco conocida. En el que Inocencio II con-
— 35 —
vücü en la primavera de 1139 en Letrán se promulgaron 30 caño-
nes que más o menos resumen, en la paite moral y disciplinar,
lo que encontramos en los decretos del concilio precedente, be
percibe el eco de la emoción producida por el largo cisma de
ocho años de Anacleto II (Pedro Pierleoni). Incidentalmente, en
el canon 23, se ve asomar el error de "aquellos que condenan la
eucaristía el bautismo de los niños, el sacerdocio y el matrimo-
nio" Y quiénes son ésos? Se ha pensado en los herejes con-
temporáneos más conocidos : Arnaldo de Brescia, Pedro de Bruys,
un tal Enrique. Parece más bien probable que se trata allí de
un fondo de errores común que estaban en el ambiente y a tra-
vés de los cuales se insinuaba la crisis de los cataros. Volvemos
a encontrar a estas personas en el último canon del concilio 111
lateranense, que reunió Alejandro III en marzo de 1179 (ó
sesión).
El texto nos revela que la herejía cátara se estaba difun-
diendo por Tolosa y Gascuña y en la región de Alby y otros
lugares Vinieron al concilio algunos discípulos de Pedro Va ció,
que no eran herejes, sino testigos de aquel despertar evangélico
que iba a soliviantar con tanto vigor la cristiandad. Algunos de
estos hombres, gente sencilla, generosa, pero exaltada pararían
al fin en separarse de la Iglesia. El material disciplinar ordi-
nario abunda en los 26 cánones precedentes, en los que se insiste
de nuevo en reclamar la dignidad de vida exigida a clero. Deben
señalarse por último los desórdenes causados por las tentativas
de los antipapas Víctor IV, Pascual III y Calixto III, que el
concilio intenta remediar.
El cuarto concilio lateranense
Mejor conocido y mucho más importante, el IV concilio la-
teranense, en el punto de confluencia de los dos siglos mas
grandes de la cristiandad medieval, que fueron lo- siglos Xll y
XIII aparece como el máximo concilio y así debió serlo p*ra
sus contemporáneos. Convocado con dos años de anticipación
para noviembre de 1215 por el gran papa, gran pastor y político,
Inocencio III, asumió caracteres de extraordinaria dimensión.
"Desde Estonia hasta Portugal-escribe M. H Vicaire— , desde
Inglaterra hasta el lejano Oriente, los prelados se pusieron en
camino para la asamblea. Todos debían estar presentes por lo
menos a través de un representante. Sólo se permitió perma-
necer en su sede a un obispo por cada provincia. Asistieron tres
patriarcas, 412 obispos, más de 800 abades y priores, los repre-
sentantes de los impedidos, los embajadores de la mayoría de
los soberanos cristianos. Se había llegado a uno de esos raros
momentos en el mundo, hacia el que parecen convergir todos los
movimiento- anteriores. Los problemas que Inocencio había
vigorosamente confrontado llegaban a su solución.
"La función del imperio latino de Oriente y sucesión del
— 36 —
latino germánico, las luchas entre Francia e Inglaterra, las cru-
zadas de España y contra los Albigenses, la reforma del clero y
de los monjes, la constitución de la Universidad de París, la re-
glamentación de las instituciones y doctrinas: todos estos pro-
blemas, que el papa tenía a pechos, se encaminaban a la solu-
ción que el mismo Pontífice había propuesto y tanto quería. La
Iglesia gracias al mérito de Inocencio se apuntaba un triunfo".
En el curso de las tres sesiones solemnes de los días 11, 20 y 30
de noviembre, se dedicaron 70 cánones a las cuestiones que ha-
bían quedado en suspenso, y un decreto particular invitaba a
todos los cristianos a la liberación de la Tierra Santa. Recuér-
dense también la profesión de fe contra los cátaros, sobre Dios,
la creación, la encarnación, las penas de la otra vida, el sacra-
mento de la eucaristía y el canon 21 al cual se remonta la obli-
gación de la confesión y comunión pascuales. Se intentó además
poner fin a las luchas entre Otón de Brunswick y Federico de
Hohenstaufen, entre Simón de Monfort y los Saint-Gilles, Rai-
mundo VI y Raimundo VII.
El desarrollo de los acontecimientos no fué el esperado por
los padres del concilio. La muerte prematura de Inocencio hizo
más dramática esa hora para el historiador que tiene la posibi-
lidad de darse cuenta de lo precaria y fugaz que fué tal apoteo-
sis preparada con tantos años de esfuerzo. En los años sub-
siguientes, aunque gloriosos, nos acercamos hacia el ocaso de
aquella encarnación terrestre del reino de Dios que quiso ser la
cristiandad de la Edad Media.
Los dos concilios de Lyon
Transportémonos ahora a la« riberas del Ródano, en Lyon,
gran centro comercial, cuya posición geográfica en los confines
de Francia con el vasto imperio germánico lo hacía prácticamen-
te independiente. El Papa Inocencio IV convocó allí, desde el
26 de junio al 17 de julio de 1245, a prelados y príncipes.
Las tres sesiones de los días 28 de junio, 5 y 17 de julio permi-
tieron arreglar algunas cuestiones graves, como lo podemos de-
ducir de la consideración de algunos cánones. Se vuelve sobre
la vida cristiana y la disciplina eclesiástica. Dos peligros ame-
nazan la república cristiana. En las fronteras, Jerusalén torna
a caer en manos de los infieles; el imperio latino de Cons^anti-
nopla, que fué un fruto dudoso de la cuarta Cruzada, está ago-
nizando; los Tártaros dominan Hungría yPolonia. Y lo que es
peor, el emperador Federico II, protegido de Inocencio III y
Onofrio III, el pupilo de la Iglesia de Roma, da oídos a su san-
gre de Hohenstaufen y de normando. Sus antena sados por lo
menos permanecieron cristianos, a üesar de fus diferencias con
la Silla Apostólica. Pero este siciliano refinado y cruel es una
figura anacrónica en pleno sip-lo XIII. Uno se pregunta si es
un antiguo pagano que se olvidó del tiempo, un sultán oriental
— 37 —
caído sobre el Occidente cristiano, o un señor despótico del Re-
nacimiento anticipado. En todo caso, ante los ojos del Pontífice,
es el enemigo, un excomulgado que hay que abatir. Y a ésto
provee el concilio. A pesar de la resistencia de sus partidarios,
"todos los prelados, apagando el cirio que llevaban en sus manos,
declaran depuesto y caído al emperador excomulgado" (Vernet).
Las recriminaciones no se hacen esperar. Tanto el interesado
como algunos príncipes negaron que el papa tuviese el derecho
de deponer soberanos. La muerte de Federico y la victoria al
parecer completa de la Iglesia hacen enmudecer los ecos de la
lucha por un tiempo. Luego veremos hasta dónde llegarán estas
grietas en el imponente edificio teocrático del Medioevo.
Veintinueve años más tarde se reúne otra interesante asam-
blea en la iglesia primacial de San Juan de Lyon. En ella par-
ticiparon 500 obispos, 60 abades, más de mil altos prelados y
delegados de los príncipes. Las sesiones se efectuaron el 7 y 18
de mayo, el 7 de junio, el 6, 16 y 17 de julio de 1274. Estuvie-
ron presentes Pedro de Tarantasia, futuro Inocencio V; san
Buenaventura, san Alberto Magno, Eudes Rigaud ; faltaba santo
Tomás de Aquino, muerto poco antes, mientras se estaba pre-
parando para ir al concilio. También participaron allí los de-
legados de Miguel Paleólogo. El fin principal de aquella asam-
blea fué la unión entre Griegos y Latinos. Se habló de la disci-
plina más en el sentido de una precisión jurídica que como re-
forma de costumbres propiamente dicha. Se lanzó un nuevo lla-
mamiento a las Cruzadas, que fué una voz en el desierto, ya que
nadie lo escuchó. Por su amplitud de miras, por el ingenio de
muchos de los que en él participaron, por la unión restablecida
con Bizancio, este concilio que fué el último del siglo XIII, re-
cuerda el esplendor del lateranense de 1215. Fué el canto del
cisne.
El concilio de Vienne en Francia
Han cambiado los tiempos. Nos encontramos en los años
1311-1312. El Papa es Clemente V, antiguo obispo de Bordeaux,
"impresionable, débil de carácter, diplomático ondulante, hom-
bre de medias tintas, incapaz de sostener el parangón con Felipe
el Hermoso" (Mollat). Pero debemos confesar que era un
enfermo tal vez de cáncer y que tuvo que vérselas con una
situación bastante difícil. Los pontífices del fin del siglo ante-
rior tuvieron todos un gobierno breve y oscuro. La única per-
sonalidad brillante de aquel tiempo fué Bonifacio VIII (1294-
1303), cuyo autoritarismo y su voluntad de restaurar el absolu-
tismo teocrático chocaron contra un adversario terrible. El
sobrino de san Luis, Felipe el Hermoso, que entonces reinaba
en Francia, "temperamento frío y calculador, dotado de una vo-
luntad obstinada" (Mollat), se afianzaba en el naciente nacio-
nalismo y sobre la idea de un Estado que sus juristas, parien-
— 38 —
tes de aquellos de Federico I, habían sabido rescatar del derecho
romano, impregnado del concepto pagano de la ciudad antigua.
El encuentro fué asaz violento. Sus resultados fueron: la rebe-
lión de los capetos con la universidad de París a la cabeza, la
apelación del papa al futuro concilio, la excomunión del sobera-
no y sus principales consejeros, y luego el escándalo increíble de
Anagni: el papa, abandonado, preso vilipendiado y abofeteado
por Nogaret, murió poco después de haber sido puesto en li-
bertad.
Clemente V, su segundo sucesor, no se atrevió a establecerse
en Italia, dividida como estaba ésta por sus guerras intestinas,
sino que fijó su residencia en Francia y cayó en manos de Feli-
pe, para quien el concilio sirvió como de arma de combate con-
tra Bonifacio y de medio cómodo para hacer estallar su golpe
de fuerza contra los Templarios. Abierto el 16 de octubre de
1311 con la asistencia de 180 prelados, el concilio se ocupó antes
que nada de la Cruzada, pero sin éxito alguno. Habiendo llega-
do el día 20 de marzo el Rey de Francia, las sesiones del 22 de
marzo y la del 3 de abril liquidaron el asunto de los Templarios,
suprimidos por el pontífice "en virtud de su poder apostólico y
con la aprobación del concilio, no con una decisión infalible,
sino para cumplir su deber pastoral". El papa no condena, sino
suprime, y sin tocar el fondo del problema, expresa: "que la
Orden de los Templarios ha sido difamada demasiado y que no
tiene reputación como para subsistir aún". La última sesión, el
6 de mayo, elaboró una definición dogmática sobre la unión del
alma con el cuerpo, el alma es verdaderamente y de por sí for-
ma del cuerpo. Esta decisión fué ocasionada por el conflicto de
los franciscanos entre "espirituales" y "comunidad". Estos
últimos acusaban al jefe del partido opuesto, Pedro Juan
Olivi, de errores acerca de la naturaleza humana de Cristo. Así
terminó aquel concilio, que fué definido muy a la ligera y con
severidad exagerada por un historiador: como "expediente para
liquidar el proceso contra los Templarios".
Los concilios de Costanza, Basilea, Florencia
De todos modos el papado era humillado y los sucesos del
siglo XIV no contribuyeron a realzar su prestigio. El cautive-
rio aviñonense, a pesar de la valía personal de algunos pontífi-
ces y la notable reorganización de la curia, preparaba para la
Iglesia días cruciales. Gregorio XI regresó a Roma en 1377 y
al año siguiente murió. La elección puso en el trono de Pedro
un hombre austero y sabio, aunque irascible y no muy diestro,
Urbano VI. Los cardenales franceses de la mayoría nombra-
ron un antipapa, Clemente VIL Aunque muy deplorable, el
expediente no era una novedad. Sólo que ese antipapa no era
ya la creatura de un César germánico rebelde, sino el electo de
trece cardenales. Durante 40 años, el mundo cristiano iba a ser
— 39 —
desgarrado por el gran cisma de Occidente (1378-1417). El
escándalo fué horrible. Las dos Iglesias se anatematizaban en
nombre del ideal del único rebaño y el único pastor. Por un
momento se llegó a dudar si el sentido mismo de Iglesia había
sido borrado de la conciencia cristiana. Después de un periodo
de negra indiferencia, se comprendió que era necesario poner
término a esa situación, pero no se sabía cómo. Se pensó en-
tonces en un concilio que depusiera a los papas rivales y nom-
brase uno solo para todos : la asamblea se reunió en Pisa el año
de 1409 y llegó a la conclusión de dar a la cristiandad un tercer
papa. Esto indica la preeminencia del concilio, emanación de
toda la cristiandad, sobre el papa, que era como diríamos hoy,
detentor del solo poder ejecutivo.
En 1414 se hizo otra prueba, bajo el patrocinio del empe-
rador Segismundo de Luxemburgo. El concilio, ecuménico nú-
mero 16, fué convocado por el papa de Pisa, Juan XXIII, quien
fué de inmediato destronado. Abandonado por todos firmó su
propia deposición, mientras esperaba volver a ser cinco años
más tarde el cardenal Baltasar Cossa. Así las cosas, el papa de
Roma, Gregorio XII, reconvocó el concilio con el fin de afirmar
su propia legitimidad y después abdicó también. Restaba tan
sólo el papa de Aviñón, Benedicto XIII, español, profundamen-
te apegado a su derecho, que fué expulsado de Aviñón y apertre-
chado en la fortaleza de Peñíscola, a cada intento de interpela-
ción del concilio, respondía fulminando penas eclesiásticas. Fué
depuesto. Por fin la ingerencia de Segismundo obtuvo el nom-
bramiento, en su contra, de Otto Colonna, con el nombre de
papa Martín V (6 de noviembre de 1417). El concilio no con-
tento con tanto trabajo ni con la condenación de Wiclef y de
Huss, quiso hacer del concilio la autoridad suprema normal de
la Iglesia, que debía convocarse periódicamente. "El concilio
general representa la Iglesia católica y recibe su poder directa-
mente de Cristo ; todo el mundo, incluso el Papa, debía obedecerle
independientemente de su grado o dignidad". Martín V no san-
cionó tales decretos. El concilio de Costanza se disolvió y todo
pareció regresar a la normalidad. Pero las ideas conciliares
ardían debajo de la ceniza. Eugenio IV (1431-1447) se dió
cuenta muy pronto de esa situación. Apenas elegido, consiguió
escapar a la tutela que el sacro Colegio le quería imponer, p^ro
grandes disgustos le ocasionó el concilio reunido en Basilea. En-
vió un legado, disolvió la asamblea, a pesar de la oposición de
muchos ; se resignó a convocar otro concilio, anuló luego sus de-
cisiones, hasta que por amor de la paz acordó aprobarlo par-
cialmente.
Mientras tanto, una importante delegación bizantina, en-
cabezada por el propio basileus y el Patriarca, llegó a Ferrara
para hablar con el Papa. De Ferrara la oeste obligó al concilio
a trasladarse a la ciudad de Florencia. En los meses de junio-
iulio de 1439 fué reconocida en este XVII concilio ecuménico la
— 40 —
supremacía de Roma y se proclamó la unión de Griegos y Lati-
nos. Hay que reconocer que, admitiendo la sinceridad de al
gunos altos prelados orientales como Besarión e Isidoro de Kiev,
el verdadero motivo de aquella unión era sobre todo político, o
sea, el de encontrar en Occidente un apoyo en favor de la agoni-
zante Constantinopla. La hostilidad popular fué tan grande que
la unión tuvo que proclamarse mucho más tarde, cuando subió
al trono imperial de Constantinopla su último emperador, que
fué rápidamente deshecho por los victoriosos ejércitos del Sultán.
En este período, a las orillas del río Rhin, en el mismo otoño
que vió la unión de las dos grandes Iglesias cristianas, el con
ventículo de Basilea hacía de Amadeo VIII de Saboya el antipa
pa Félix V. Por fortuna nadie se dejó arrastrar hacia el enga
ño, aunque el asunto se prolongó ocho años, después ño los cua-
les Amadeo se retiró a su castillo de Ripaglia.
El quinto concilio lateranense
La Iglesia aún no estaba fuera de peligro. No hay más
cismas ni antipapas. Sin embargo, en esta mitad del siglo XV,
que ve el triunfo del Renacimiento, se retorna en todo a lo anti
guo: en el arte, en los gustos y desgraciadamente en las eos
tumbres. El paganismo aparece hasta en el lujo fastuoso de
muchos prelados, vástagos de grandes familias, investidos de-
masiado a la ligera de altas dignidades. La misma cátedra de
Pedro no es extraña a tal descomposición. Julio II entra a ca-
ballo en una ciudad conquistada, de yelmo en la cabeza y espada
en el puño. Pero como no se pisotea impunemente el Evangelio
ni se lastima en balde el sentimiento cristiano de los humddes,
tal relajamiento iba a preparar jornadas terribles a la Iglesia.
El 25 de julio de 1511 convoca el papa un concilio general, obli
gado por la iniciativa de un grupo de cardenales franceses, que
con el apoyo de Luis XII y de sus tropas estaba intentando re-
novar la aventura de Basilea y pretendía retirar al papa sus
poderes. Esto explica el porqué del primer acto del auténtico
concilio reunido en Letrán el 3 de mayo de 1512, que fué cen-
surar el conciliábulo de Pisa-Milán, que al poco tiempo, dejó de
existir y se apagó en la ciudad de Lyon. El 21 de febrero de
1513 murió Julio II y el 11 de marzo le sucedió León X de
Médici, quien resolvió el problema del momento que era el
galicanismo de Pisa. La Pragmática Sanción de Bourges de 1438.
resucitada por Luis XII porque era favorable a su causa, fué
liquidada por un concordato firmado por Francisco I, confirma
do por el Papa el 18 de agosto de 1516 y aprobado por el conci
lio el 19 de diciembre. El galicanismo no desapareció del todo. La
constitución Pastor aeternus, que condenaba explícitamente la
Pragmática Sanción porque se inspiraba en las ideas de Basi
lea-Costanza, infligió un golpe mortal a aquellas teorías ronH-
liares que por poco triunfaron el siglo precedente.
— 41 —
Antes de disolverse la asamblea, se trataron cuestiones
anportantes: el peligro turco inminente que hacía volver a la
escena el problema de las cruzadas; los destrozos de la herejía
husita; la reforma de las costumbres y de la mentalidad ante el
neopaganismo del Renacimiento. León X y su concilio reatir-
maron vigorosamente la verdad católica sobre un punto funda-
mental de la constitución de la Iglesia. Los adversarios del( pri-
mado pontificio se vengaron negando la ecumenicidad del "con-
cilio italiano" "concilio de bolsillo", llamado así por el exiguo
número de los prelados presentes; pero dicho argumento no
vale Quizá pudo hacérsele el reparo de que no hizo hincapié
con energía sobre el esfuerzo de una reforma. Pero los tiempos
no dejaban respirar fuertemente a la Iglesia. A los siete meses
de la clausura del concilio, un joven monje agustino, maestro
de la Universidad de Wittemberg, clavaba a las puertas del
«-astillo las 95 tesis, en las que sobre todo impugnaba fieramen-
te las indulgencias. "Era una cuestión candente —escribe un
autor—- tráficos inconfesables pretendían apoyarse sobre una
doctrina que en sí era correcta". (Vicaire). Tres anos mas
tarde la chispa se convirtió en incendio. En poco menos de
medio siglo, Alemania del norte y oriental, buena parte de Suiza,
Holanda, toda Eseandinavia, Inglaterra y Escocia quedan su-
mergidas por una oleada de protestantismo que fue al principio
luterano y después calvinista. Polonia, Hungría y Francia fue-
ron seriamente afectadas. La revolución religiosa marcha pa-
rejas con las transformaciones socio-políticas y guerras despia-
dadas invaden diversos países.
Un tal desbarajuste no puede explicarse por la sola indigna-
ción de numerosos cristianos a causa de los abusos y escándalos
en que languidece el cuerpo de la Iglesia ; ni por la transforma-
ción profunda que va cambiando la mentalidad de los distintos
estratos de la sociedad ; ni por el rencor de los alemanes contra
los italianos de la curia. El drama se debe enfocar sobre una
base profundamente más espiritual. "Lutero cree que su teo-
logía progresivamente revolucionaria, tiende a poner en evi-
dencia una verdad ortodoxa: la salvación por los solos méritos
de Cristo la infinita grandeza de Dios, la perversidad del hom-
bre, la necesidad de la humildad y espiritualidad de la religión.
Es verdad que los errores alejan a los cristianos iluminados,
pero esta intención proclamada en un lenguaje directo y apa-
sionado, capaz de encontrar resonancia en sus contemporáneos,
golpea las almas sinceramente religiosas y al mismo tiempo mu-
chas otras que no lo son" (Vicaire) .
El concilio de Trento
Cuál será la acción de la Iglesia ante la nueva situación?
Desde hacía tiempo se hablaba de reformas. El lateranense
había aprobado algunas, que eran insuficientes en la coyuntura
— 42 —
presente. Con energía tenaz y dúctil el papa Pablo III, apoyado
por los cardenales más fervorosos, celosos y resueltos de que
supo rodearse, logró a pesar de las dificultades convocar el con-
cilio general en Trento el 13 de diciembre de 1545. Dicho conci-
lio se prolongará hasta el 4 de diciembre de 1563, con cuatro
interrupciones, por un total de quince años sobre los 18 que
duró. Fué trasladado a Bolonia, luego de nuevo a Trento; mu-
chas veces abandonado por los obispos; amenazado ya por ei
emperador, o bien por el rey de Francia ; dividido por los intere-
ses políticos: pero siempre estuvo reanimado por la voluntad de
los papas al través de sus legados : Pole, Cervini, Morone, Monte
que dirigen personalmente aquellos trabajos en que toman parte
teólogos tan eminentes como: Seripando, los dos Soto, los jesuí-
tas Laínez y Salmerón; Cano, Ruard, Taper. De lo cual resulta
una obra imponente que da fisonomía propia no sólo a la Con-
trareforma, sino a toda la catolicidad romana que es su producto.
Esta fué una obra grandiosa, fruto de un inmenso esfuerzo
de estudio, de reflexión, de discernimiento, de oración, de fe, aun
entre las vicisitudes políticas y las polémicas partidistas. La
fe de la Iglesia se expresa con un vigor y precisión nuevas, sobre
la base de la Sagrada Escritura y la Tradición en un conjunto
de decretos dogmáticos que dominan por su amplitud y pro-
fundidad teológica y por el espíritu que las anima los maravi-
llosos capítulos sobre la justificación y el sacrificio de la mi-
sa. La Iglesia da así su respuesta a un siglo que ansiosamente
busca las leyes profundas del cristianismo, ávido de una religión
que sea vida del alma y de un culto espiritual y eficaz. Se afir-
ma la misericordia de Dios para con los hombres, arrancados
del pecado original y de la miseria personal a que son empuja-
dos por las caídas cuotidianas. La salvación merecida sólo por el
Crucificado tiene la inaudita potencia de tocar intimamente al
hombre, de alcanzarlo en lo profundo de su libertad para curar-
la y hacerla producir frutos de gracia. Por ésto se proclama la
realidad permanente, insustituible, objetiva de los méritos de
Cristo. El actúa continuamente a través de los siete sacramen-
tos, donde la eficacia misteriosa de la gracia se da la mano con
la fe y el corazón del cristiano en torno del altar, sobre el cual,
mediante el ministerio del sacerdote, se renueva de continuo el
sacrificio único del Calvario, que es el verdadero culto en espí-
ritu y en verdad (A. Duval) .
El concilio vaticano
Tres siglos transcurren entre la clausura del concilio de
Trento y el inicio del concilio vaticano, vigésimo concilio ecu-
ménico. Siglos que han visto, tras la reforma católica, la lucha
del iluminismo contra el fanatismo y la superstición, y la revo-
lución francesa que hablando humanamente pareció haber dado
el golpe de gracia a la antigua fé. Un funcionario del Direc-
— 43 —
torio escribió al saber la muerte de Pío VII en la prisión : "Ha
muerto el Papa en Valence; será el último". La restauración
religiosa del siglo XIX se encargó de desmentir muy pronto
aquella imprudente profecía. La situación, sin embargo, no era
completamente risueña. Había sí restauración religiosa, expan-
sión misionera magnífica; pero al mismo tiempo se desencade-
naban las fuerzas del laicismo. Estaba naciendo un mundo
nuevo, bajo la insignia de la industrialización, dirigida por el
capitalismo liberal completamente extraño a Dios, ateo. El
propósito de Pío IX y de los obispos reunidos a su alrededor en
la Basílica vaticana el 8 de diciembre de 1869 era justamente
oponer a los múltiples errores 'una síntesis poderosa en la que
los fieles pudieran encontrar la certeza y los espíritus indecisos
la fuerza de recapacitar". La guerra franco-alemana que abrió
a las tropas italianas el camino de Roma, pondrá fin al concilio
(18 de julio de 1870), que no podrá concluir sus trabajos.
Una combinación de cánones y capítulos dogmáticos preci-
saron la doctrina acerca de Dios, la creación, las relaciones en-
tre razón y fe frente a la revelación, la enseñanza tradicional
sobre la naturaleza y constitución de la Iglesia. El último día
la constitución Pastor aeternus proclamó que la infalibilidad
prometida por Cristo a su Iglesia recae sobre su Jefe, el Sobe-
rano Pontífice, cuando éste define ex cathedra una verdad con-
cerniente a la fe y las costumbres, en cuanto pertenece al depó-
sito auténtico de revelación. El dogma de la infalibilidad
pontificia quedará en la historia como el acto más decisivo del
concilio vaticano. Pío IX había ya prácticamente ejercido esa
infalibilidad de un modo espectacular dieciséis años atrás al
proclamar, el 8 de diciembre de 1854, el dogma de la Inmaculada
Concepción.
Terminamos así la historia de estas grandes y solemnes
sesiones de la cristiandad, punto final provisorio, como lo de-
muestra el gesto de S. S. Juan XXIII al anunciar la convocación
del segundo concilio vaticano. Mientras la Iglesia dure en el
mundo, continúa su peregrinación hacia la Jerusalén celeste, que
ella anuncia, representa, en parte ya constituye y tiende a rea-
lizar. Es una romería larga, dolorosa, obstaculizada por el peso
de la humana naturaleza. De hecho la Iglesia también, a seme-
janza de nuestro Señor, pero además con el peso del pecado,
está compuesta de carne y espíritu (Hebreos, 2,14). Sin em-
bargo, sobre este pueblo de Dios, a pesar de sus traspiés cuoti-
dianos y excepcionales, gaje de su misma existencia, descansa y
esplende la gloria de Dios, que es amor y misericordia, fuerza de
salvación para todos los que creen.
— 44 —
BIBLIOGRAFIA
Dictionnaire de Théologie Catholique.
Historia de la Iglesia, A. Fliche y V. Martin.
Historia de la Iglesia, G. de Plinval y R. Pittet, 2 vol.
Historia de la Iglesia, de dom Poulet.
Historia de los Concilios, Hefele, traducida y comentada por dom Leclercq.
Amann, en Fliche-Martin, Historia General de la Iglesia, tomo VI, p. 487.
— el mismo en "La Iglesia en poder de los laicos", ibidem.
Fliche, "La reforma gregoriana" del mismo en: Histoire genérale de
l'Eglise, tomo VIII.
Vernet, 'Dict. Théol. Cathol.", tomo VIII, col. 2633-2631; tomo IX, col. 1372.
M. H. Vicaire, "Histoire de saint Dominique", t. II, pp. 13-14; p. 14; el
mismo en: '"Histoire de l'Eglise" dirigida por G. de Plinval, t. II,
p. 17;-p. 18.
Mollat, en "Les Papes d'Avignon", p. 31; páginas 382-383, 388.
Leclercq. "Dict. Théol. Cathol.", t. XV, col, 2974 Denzinger, 411.
A. Duval, "Histoire de l'Eglise" dirigida por G. de Plinval, t. II, p. 449.
Th. Camelot, "/ Concili ecumenici nelV antichita" , en "// Concilio Ecumé-
nico", Milán Vita e Pensiero, 1960, págs. 9-28.
M. B. Carra de Vaur Saint-Cyr, "/ Concili ecumenici nel secondo miVennio
della Storia della Chiesa", en "II Concilio Ecuménico", Milán Societa
editrice Vitu e Pensiero, 1960, págs. 29-53.
IV
Prelados Venezolanos en el Concilio Ecuménico
Vaticano Primero
Asistieron al Concilio convocado por Pío IX el arzobispo
de Caracas y Venezuela, Monseñor Dr. Silvestre Guevara y
Lira (1852-1876) ; el obispo de Mérida, Monseñor Juan Hilario
Bosset (1842-1873), como miembros y Padres conciliares; el
entonces Pbro. Dr. José Antonio Ponte, quien fué más tarde
sucesor de Mons. Guevara en el arzobispado de Caracas, como
secretario de éste y procurador del obispo de Barquisimeto,
limo. Sr. Víctor José Diez, aunque en realidad no llegó a parti-
cipar en las sesiones, sino en la inauguración del memorable
Concilio. Otros sacerdotes acompañaron al arzobispo Guevara
y Lira en calidad de familiares. Pero el que fué sexto arzobispo
de Caracas (1876-1883), Dr. José A. Ponte, tuvo la idea feliz de
transmitir sus impresiones romanas de aquel Concilio por lo
menos hasta el 23 de abril de 1870, por medio de cartas que fue-
ron ávidamente publicadas en el famoso diario caraqueño "La
Opinión Nacional". El Sr. Dr. José Tomás Sosa Saa, que había
sido en sus tiempos de clérigo, familiar del arzobispo Ponte y
durante toda la vida fué su férvido admirador y defensor cons-
tante, recogió el año de 1884 en un buen libro toda la colección
de las cartas romanas de nuestro arzobispo así como las reseñas
de sus visitas pastorales, algunos discursos académicos del mi-
trado caracense y las oraciones fúnebres que en su memoria se
pronunciaron. Luego en el año de 1929 volvió el Dr. Sosa Saa a
salir en defensa de la clara prestancia del nombre del arzobispo
Ponte, que había sido casi acusado de haber rendido en su
Pontificado algunas hiperbólicas alabanzas al Presidente
Antonio Guzmán Blanco. Con ese motivo publicó un
folleto, donde entre otras cosas cita fragmentariamente algunos
pasajes de las cartas romanas y conciliares de Monseñor Ponte.
Lo mejor, pues, nos parece reproducir primero el texto de Sosa
Saa y luego unas dos cartas casi completas del arzobispo Ponte,
en las que hace referencia a la participación de los Prelados
venezolanos en el Concilio Vaticano I. Desde luego que la Dele-
gación venezolana tuvo que regresar muy pronto a la patria y
ya el 27 de julio de 1870 desembarcó en la Guaira Mons. Gueva-
ra y Lira para entrevistarse con el doctor y general Guzmán
Blanco, quien en ausencia del primero había asumido el gobier-
no de la República, a consecuencia de su triunfo, obtenido el 27
de abril del mismo año, sobre la fusión liberal-conservadora que
derrocó al Mariscal Juan Crisóstomo Falcón el año 1867, con el
— 47 —
nombre de Revolución Azul. Con la llegada al poder de Guzmán
Blanco comenzó el calvario del arzobispo Guevara y Lira y el
de la Iglesia de Venezuela. Pero son episodios que pertenecen a
nuestra historia patria y eclesiástica. Lo único que nos interesa
es señalar que los Pontificados de Pío IX, el Papa del Concilio
Vaticano y el local de Monseñor Guevara y Lira fueron casi pa-
ralelos en la grandeza y en el dolor.
Ahora vamos a dejar con el lector al doctor Sosa Saa, quien
nos relata inspirándose en la correspondencia de Monseñor Ponte
algo acerca del viaje e intervención de nuestra Delegación vene-
zolana al Primer Concilio Vaticano.
"El inmortal y santo Pío IX ocupaba el trono pontificio y
acababa de convocar el Concilio Ecuménico Vaticano. Acudían a
Roma de las cinco partes del mundo los sucesores de los Apósto-
les, los príncipes de la cristiandad. En pos y en unión de los
Prelados que por derecho propio tienen asiento, voz y voto en
esas augustas asambleas, acudió multitud ingente de sacerdotes
ilustres, ya como consultores, ya como secretarios de los Obis-
pos, y entre éstos hallamos al doctor José Antonio Ponte como
secretario privado del limo, señor Guevara y Lira, arzobispo de
Caracas y Venezuela, y con poderes del limo. Sr. Diez. Obispo
de Barquisimeto.
"A bordo del vapor Caribe se embarca el Dr. Ponte con el
ilmo. Guevara y los dignos sacerdotes que lo acompañan: Fray
Valentín de San Juan, José Ignacio Bereciartu, Pedro León
Lovera, Martín Wendivoxel, otros que no recordamos y su fa-
miliar, el diácono Ladislao Amitesarove, el cuatro de septiem-
bre de 1869; el ocho trasbordan en Fort de France al Panamá,
donde se reúnen con Obispos de Centro y Sur América. En la
tarde del 22 pisan en Saint Nazaire el suelo de Francia; de allí
a París y a Marsella; navegan en el Mediterráneo y llegan a
Civitavecchia el 12 de octubre; tres y media horas de ferroca-
rril, y ya están en Roma.
"Monseñor Ponte, el sacerdote venezolano tuvo por fin la
dicha de contemplar esa ciudad y con su historia en la memoria
y en el libro recorre sus antiguos edificios testigos de tantas
civilizaciones, de tantos triunfos y de tantas grandezas; visita
aquellos sagrados monumentos con sus recuerdos memorables.
Cartas notables por el estilo y por el pensamiento nos trajeron
a través de los mares en aquellos días de felices esperanzas para
el catolicismo sus impresiones en la Ciudad Eterna. Pío IX
con su grande alma y su figura histórica sublime; el Concilio
Vaticano, el Episcopado católico en su gloriosa majestad fueron
para él la revelación completa de la Iglesia Católica en el poder
de su Pontificado, en la plenitud de su enseñanza y en su uni-
versal soberanía; esa Roma con sus recuerdos, con sus augustas
sombras, con sus ruinas, en las que el genio de la antigüedad
— 48 —
parece reproducir todavía las voces del pasado; todo esto salía
de la pluma del doctor Ponte en descripciones vivísimas y rá-
pidas, como podía hacerlas un alma capaz de ponerse en contac-
to con todas las grandezas.
"Esas doce cartas dirigidas a los venerables sacerdotes que
ya sabemos formaron su corazón y desarrollaron su inteligen-
cia en la edad temprana, los Reverendos Fray Idelfonso Agui-
nagalde y Martín Tamayo Escalona (había muerto el limo, se-
ñor Fernández Fortique) ; una, la primera, al Deán doctor Do-
mingo Quintero, y dos a varios amigos, principian el 23 de octu-
bre de 1869 y terminan el 23 de abril de 1870. Se publicaron
en "La Opinión Nacional" y en el libro "Recuerdos del limo,
señor Arzobispo de Caracas y Venezuela, Doctor José Antonio
Ponte", que tuvimos la satisfacción de publicar en el año de mil
ochocientos ochenta y cuatro.
El amor de Monseñor Ponte a la Patria
"Habla el citado Dr. Ponte de la salida de La Guaira con
un cielo nublado y lluvioso y continúa así : "Con una tarde
serena y un horizonte despejado siempre nos habría sido dolo-
roso el alejamiento de la patria y no libre de recelos esa larga
travesía del Atlántico; pero lanzarse al océano al principio de
una tempestad, dejando el hogar y los amigos, algunos de los
cuales nos acompañaron hasta el buque y al despedirse nos es-
trecharon en sus brazos con tierna y silenciosa efusión, era sin
duda muy recio aun para corazones acostumbrados a esa especie
de emociones. Yo sufrí extraordinariamente, tanto que ni Pa-
rís, ni Versalles ni Roma, ni el Vaticano, ni aun la vista del
gran Pío IX han podido borrar de mi meromia el melancólico
canto de los marineros del Caribe al levar anclas. Tan profundo
así es el amor a la Patria, aunque uno tenga la desgracia de
verla dividida y ensangrentada". "Con qué tristeza vimos cuan
cerca de nosotros se detiene la corriente de la civilización y
como teme introducirse en nuestro suelo ensangrentado por la
guerra".
"Da la noticia de que el Arzobispo de Santiago de Chile,
Iltmo. señor Rafael Valdivieso, en unas elecciones de las Comi-
siones del Concilio fué favorecido por los votos de lujosa mayo-
ría y por dos veces, honor hasta entonces sólo tributado al Ar-
zobispo de Westminster: "Le diré de paso que, aunque he
celebrado el honor de la América del Sur en esos testimonios de
consideración y respeto tributados al limo, señor Valdivieso,
como venezolano he gemido al ver la superioridad de Chile sobre
nosotros. Ah! el general Soublette (a quien en parte se dirigía
esta carta) recordará muy bien que no era así en 1846. Entonces
publicó "El Liberal" de Caracas un cuadro comparativo de las
dos Repúblicas, que nos enaltecía en extremo. Algo parecido
— 49 —
escribió también el Dr. Felipe Larrazábal en 1847, me parece que
en una descripción o historia de la situación del mundo en el año
transcurrido ; pero después de esa época Chile no se ha ocupado
más que en su engrandecimiento, mientras que nosotros, con
diabólica constancia, nos hemos dado a la tarea de odiarnos,
matarnos y saquear el tesoro público. Quiera Dios poner un
término pronto a nuestra criminal locura. Sin embargo, Ve-
nezuela no ha sido olvidada en estas elecciones. El señor Bosset
figuraba en dos o tres listas, entre ellas la del Cardenal Anto-
nelli y recogió no pocos votos. El señor Guevara figuraba en la
de los eligendos para la comisión de disciplina, formada por el
mismo anterior círculo".
El cariño hacia Monseñor Guevara
"Con cuánto cariño habla del limo, señor Guevara nos lo
demuestra este párrafo de su primera carta al doctor Quintero
en que le trata del viaje, de la llegada a Roma y de la audiencia
del Santo Padre: "En fin, Pío IX manifestó la complacencia de
un padre que se siente amado de sus hijos, al recibir de ellos
una prueba de amor y de ternura. Como US comprenderá, esta
audiencia se prolongó mucho más de lo ordinario. El señor-
Guevara, quien pudo gozar solo de toda la expansión del Santo
Padre, no tuvo ese egoísmo, que quizás pudo haber sido justifi-
cado ; se acordó de que él también era padre de nosotros y pidió
que se nos admitiese en la presencia del primer Pastor". Al
instalarse el Concilio: "A los Obispos se les permitía el acom-
pañamiento de un sacerdote y a mí me tocó el honor de quedar
al lado del limo. Sr. Guevara, quien, como Arzobispo y ya anti-
guó, ocupó un puesto superior. Los Arzobispos y Obispos
tenían señalados sus asientos con números que correspondían a
las cédulas que se les distribuyeron. Al señor Guevara le cupo
el 47 y el 229 al señor Bosset. Vea usted qué antigüedad tienen
ya nuestros Obispos, pues había como setecientas capas y mi-
tras blancas, moviéndose suavemente por la escalera, en cuya
cima se hallaba el sacro Colegio de Cardenales y Pío IX como
corona del espectáculo. Oh! qué cuadro tan grandioso!".
La figura de Pío IX
"Oigámosle hablar del gran Pío IX. Antes de la audiencia :
"Ibamos a contemplar la primera autoridad del mundo, al
representante de la Divinidad en la tierra en un hombre, tan
alto por sus virtudes y su alma, como la elevada silla que ocupa ;
íbamos a rendirle los homenajes de la fe y de la admiración
más sinceras y profundas; íbamos, en fin, a beber en el manan-
tial mismo de las gracias, como el ciervo cediento que se arroja
presuroso en las fuentes de las aguas. "Venezuela! Bolívar!
— nos dijo — sí, le han levantado una estatua! Bueno, bueno!".
Rasgo fino de galantería para complacer a unos extranjeros
— 50 —
era por cierto recordarles a su gran Libertador". Al darles
la bendición : "Como los Apóstoles en el Tabor, todos caímos de
rodillas y, como los mismos, después de recibida, quedamos unos
momentos siempre arrodillados y atónitos ; y nuestros ojos se
humedecieron al ver que de los de Su Santidad caían dos grue-
sas lágrimas, sangre de su alma que desahogaba así el ardoroso
fuego de su caridad. Pasó aquel instante de transfiguración y
volviendo a su calma, a su sonrisa, a su dulzura, encontramos en
él otra vez al hombre benigno y cariñoso". Ya abierto el Con-
cilio escribe: "Ya comprenderá usted cuánta majestad y vene-
ración atraería a Pío IX este acto tan solemne en que tenía a
sus pies palpablemente no sólo los corderos, sino también las
ovejas del mundo católico. Allí vi realizado por el cristianismo
el delirio de la monarquía universal que agitó a Alejandro, César
y Napoleón. Pío IX reina verdaderamente sobre el mundo y
su mano empuña el cetro que simboliza su poder, la Cruz!".
"Otras bellas cosas dice del Papado, pero basta! Dejémosle
que nos hable del Concilio Vaticano, ese gran acontecimiento que
agitó al mundo en el siglo XIX y cuya feliz realización la con-
templó el día de la Inmaculada Concepción, el ocho de diciembre
de 1869.
En el Concilio
"Nos cuenta su instalación, su Reglamento, el orden y la
completa libertad de los Obispos y oradores, la caridad y dul-
zura en las discusiones, tan recomendadas por Pío IX, cómo
definió el dogma de la Infabilidad etc.
"El cuerpo episcopal — dice el Dr. Ponte — pasó delante de
la estatua de Constantino, quien miraría sin duda desde el cielo
la fecundidad de su victoria. Así como al de Nicea él asistirá
complacido, siquiera sea en espíritu, al Concilio Vaticano. En
el siglo XIX como en el siglo IV se niega la divinidad de Jesu-
cristo: no hay más diferencia que en el nombre. Entonces se
llamaban los enemigos cristianos arríanos, ahora cristianos li-
bres pensadores".
"Oímos de labios del Doctor Juan Bautista Castro (Octavo
Arzobispo de Caracas, 1904-1915) : "La entrada de Pedro en
la ciudad de los Césares viniendo, pobre y despreciado judío, a
sentar sobre las ruinas del paganismo las bases de un trono
inmortal ! Sublime espectáculo que se ha conservado como uno
de los más conmovedores y prodigiosos de la historia, se ha
repetido de siglo en siglo, bajo el soplo vivificador de la Iglesia
Católica".
"Y nuestro doctor Ponte: "En el mundo católico y fuera
de él tendrá también una influencia vivificadora este Concilio:
Religión, filosofía, política y bellas artes sentirán necesaria-
mente el soplo de la verdad y el rayo de luz que partirá del
— 51 —
Vaticano. No es necesaria la fe para contemplar este resultado:
la evidencia de la historia lo demuestra. La filosofía y la idola-
tría, la literatura, la escultura tenían tanto o más brillo en tiem-
po de Nerón que en el siglo XIX. Pues bien, San Pedro entró
a Roma solo y aquella civilización cayó a impulso de su palabra.
La inteligencia humana plegará ante la inteligencia divina y el
mundo moral obedecerá a Aquel a quien obedece el mundo físi-
co. El sol sirve de centro a los grandes cuerpos y el Papa a
las almas. Así lo ha dispuesto el Soberano de la materia y del
espíritu y la oposición a su voluntad es una temeraria presun-
ción que traerá funestas calamidades, pero que no logrará nun-
ca triunfos de importancia en la serie de los siglos".
Nos refiere que el schema del catecismo cristiano ocupaba
la atención del Concilio y era objeto de largos y esforzados dis-
cursos : "Risa causará a algunos en Venezuela que la primera
Cámara del mundo, el Concilio Vaticano, esté pasando días en-
teros en discutir un Catecismo, cuando allá es asunto de vani-
dad ostentar ignorancia de él. Esto prueba que no todos son
pensadores en nuestra patria y que desconocen la importancia
de los primeros rudimentos de la fe, en los cuales el catolicismo,
superior a todos los filósofos de la antigüedad, resolvió hasta
para el más oscuro entendimiento los grandes problemas de la
filosofía: Quién soy? De dónde vengo? A dónde voy? Todo
cristiano puede responder desde luego a estas preguntas sin
esfuerzo alguno, pudiendo descansar con plena seguridad en
la revelación divina. Y esto lo enseña nuestro pequeño Cate-
cismo".
La Infalibilidad pontificia
"Escribe el Dr. Ponte: "Veinte Obispos de diferentes par-
tes del mundo redactaron la postidata dirigida a la Comisión de
Dogmas, en la cual se formula en términos precisos la definición
de la infalibilidad pontificia, para que abra concepto sobre ella
y la someta a la deliberación del Concilio, previa la venia de Pío
IX, conforme lo prescribe el Reglamento. Y ha sido tan bien
acogida que en menos de quince días se ha revestido de cuatro-
cientas firmas y faltan aun numerosas que no bajarían de dos-
cientas. A ellas debe añadirse el voto de la Comisión, compues-
ta de 25 Padres, Cardenales y otros, cuya circunspección, im-
puesta por el lugar en que se hallan, o las funciones que desem-
peñan, los hará abstenerse de emitir su parecer hasta la hora
precisa. Creyente? fervorosos anhelan esta definición como un
remedio poderoso al desconcierto de las inteligencias en el pre-
sente siglo. Y en verdad, si bien se observa, aparece desde
luego que todos los errores han tomado creces en el seno de la
Iglesia porque sus corifeos con su apelación a los Concilios han
logrado evadir la sentencia primera de los Papas. Y cuando
ee ha dejado oír la de los Concilios, ya las pasiones se han
— 52 —
apoderado de los entendimientos y de los corazones. Arrio,
Maeedonio, Lutero mismo no habrían envenenado tanta masa de
cristianos, si éstos hubieran tenido que respetar como infalible,
bajo pena de herejía, la primera condenación de sus doctrinas.
Hoy mismo no habría división entre los católicos, si el aparta-
miento de las decisiones del Pontífice se mirase como un apar-
tamiento de la Iglesia".
"Se lamenta de que el limo, señor Dupanloup, Obispo de
Orleans, quien había dicho: "La Iglesia católica ha visto siem-
pre la separación de personajes ilustres de su seno, pero como
piedras caídas de un sólido edificio, ni afectan su existencia, ni
influyen sobre su estabilidad", se presenta ahora juzgando ino-
portuna la decisión de la Infalibilidad, aunque protesta su sumi-
sión al cuerpo episcopal congregado alrededor de Pío IX. "Ore-
mos — dice- — , oremos por él para que no se marchite tanta
gloria conquistada con heroica bizarría en las batallas del Se-
ñor". Agrega que al Señor Dupanloup se unieron el Obispo de
Sura y cuatro franceses más, pero que esta minoría galicana
tan insignificante no estorbaría la unánime decisión de más de
setecientos Obispos.
"Y más después: "Decididamente la situación del Iltmo.
señor Dupanloup se ha hecho demasiado azarosa y es triste que
sus viejos años deban soportar un peso moral tan atormentador.
En cambio, causa admiración la actitud de todo el resto del
Episcopado francés". Nos pondera las condiciones de orador
del Iltmo. señor Mermillod y que al Obispo de Poitiers en una
homilía de dos horas, que no perdió su interés un solo momento,
cuyo tema era : "Oportunidad de defender la verdad", se le
oyeron estas graciosas y profundas ironías :
"Estrella de Belén! no aparezcas en el cielo de Oriente.
No vengas a alumbrar las inteligencias de los hombres! Tú no
eres oportuna ! y si guiados por ti los Magos vienen a adorar al
Niño Dios, se irritará Herodes y morirán los inocentes de Belén.
Para evitar esta desgracia, es mejor que continuemos sentados
en las sombras de la idolatría!". Por supuesto, estos discursos
no eran pronunciándose en el Concilio. Al fin nos anuncia que el
señor Dupanloup se decía que tenía redactada la pastoral de
sumisión. Al hablar de los elocuentes oradores que se oyeron
en los templos de Roma en esos días tan célebres, se entusiasma
al saber que en el mismo Concilio el discurso de un Obispo Pe-
ruano, el de Ayacucho, Iltmo. señor José Moreyra, excitó por
cinco veces aprobaciones ruidosas, gran honor que solamente
habrá merecido el Obispo de Nínive, Iltmo. señor Tusani, y
exclama: "Sea para la gloria de nuestra América!". Nos cuen-
ta los esfuerzos de todo género que hizo el infierno para impedir
la declaración del dogma, la indigna conducta de la prensa,
alertando que desconfiaran de sus noticias e informaciones".
— 53 —
Hasta aquí el doctor José Tomás Sosa Saa. Ahora veamos
a continuación la descripción escrita por Monseñor Ponte de la
solemne sesión inaugural del Primer Concilio Vaticano; la re-
lación de su Reglamento interior y de debates ; una referencia a
las vicisitudes de la definición del dogma de la Infalibilidad
Pontificia, y por último, la alusión al ambiente de la prensa
que en el mundo y en Venezuela se comportó entonces de bien
diversa manera de como lo está haciendo nuestro servicio inter-
nacional informativo contemporáneo.
Al final de la página 21 del libro ya mencionado: "Recuer-
dos del limo, señor Arzobispo de Caracas y Venezuela, Doctor
José Antonio Ponte", compilado por el mismo autor, encontra-
mos la primera carta dedicada por entero a narrar las ceremo-
nias del Concilio Vaticano y dirigida también al Padre Martín
Tamayo, y luego en la página 51 de la misma obra hallamos
la del 10 de enero de 1870, con la que prácticamente cierra sus
observaciones y noticias, ya que las siguientes hasta el 23 de
abril enfocan los aspectos del Carnaval y de la Cuaresma y
Semana Santa en la ciudad de Roma.
★
Sesión de apertura del Concilio Vaticano Primero y nombramien-
to de Comisiones conciliares. Reglamento del Concilio.
"Roma, Diciembre 8 de 1869.
"Señor Pro. Doctor M. Tamayo
"Venerable Cura de Catedral de Caracas
"Amado amigo y bienhechor mío.
"Son las diez de la noche y como me sería impo-ible dormir
sin conversar con usted sobre las emociones del día, tomo la
pluma para darle cuenta de ellas, seguro de que para complacer-
lo no exigirá usted elevación de ideas, ni corrección de estilo. Le
bastará una sencilla descripción hecha por mí del grandioso acto
que tenía en expectativa al mundo, y cuya feliz realización
hemos contemplado hoy. Su afecto generoso hacia mí se conten-
tará con ésto : el mío, muy humilde, pero muy intenso hacia
usted, quedará también satisfecho.
"Ocho y media de la mañana era la hora fijada por el Santo
Padre para dar principio a la augusta ceremonia que debía
acompañar la instalación del Concilio Ecuménico en el Vatica-
no. El cañón de Sant'Angelo anunció la aurora del memorable
día y el ruido inmenso de los coches por las calles indicaba cla-
— 54 —
ramente que el mundo se agitaba con motivo del acontecimiento.
Por desgracia una lluvia sostenida y copiosa entristecía el cielo
e impedía el tránsito en gran parte de la población ; pero no
fué bastante a sostener la concurrencia que ya en coche, ya a
pie, se dirigía presurosa a la Basílica de San Pedro.
Comenzamos, pues, á acumularnos, y en media hora nos
reunimos por millares. Formados en dos alas veíamos pasar á
los Obispos, llamando nuestra atención la inmensa variedad de
fisonomías y trajes especialmente los de los orientales. Desde
el calzado hasta el bonete ó mitra ofrecen una gran diferencia
comparados con los del rito latino, brillando sobre estos por la
esplendidez y la belleza. No tienen unidad, según parece. Cada
Diócesis ó Patriarcado, por lo menos, posee una forma distinta
de vestido, llegando algunos á una originalidad que juzgo dema-
siado caprichosa. En los bonetes ó mitras han agotado las formas
geométricas, y en los mantos ostentan los dibujos más graciosos
y variados. Entretenidos estuvimos con tanto objeto de curiosi-
dad, hasta que se sintió un estremecimiento general y oí como
que caían repentinamente todos los que estaban á mi derecha.
Era el Papa, que venía á la Capilla Paulina á revestirse, y á cuyo
paso se arrodillaba el clero. Con sonrisa dulce y benévola volvía
á uno y otro lado su mirada paternal y nos bendecía, hasta que
desapareció, dejando como siempre una emoción profunda en
los corazones.
A poco entró vestido también de pluvial y mitra preciosa
á la capilla sobre el pórtico y con voz firme y sonora entonó el
himno Veni, Creator Spiritus. Concluido el primer versículo con-
tinuaron solos ocho cantores escogidos, y la procesión comenzó.
No se movían más que los empleados subalternos del Concilio,
los oficiales que acompañaban la silla y los Obispos. Las órdenes
religiosas, representadas en comisiones y otros cuerpos, se
mantuvieron fijos en dos hileras, y sin embargo, ¡qué desfilar
tan prolongado y bello! A los Obispos se permitía el acom-
pañamiento de un sacerdote y á mí me tocó el honor de
ponerme al lado de Monseñor Guevara, que como Arzobispo y
ya antiguo ocupa un puesto superior. Pude, pues contemplar
desde este hasta el extremo y con bastante holgura, la brillante
línea. Como setecientas capas y mitras blancas moviéndose sua-
vemente por la escalera en cuya cima se hallaba el Sacro Colegio
y Pío IX, como corona del espectáculo. ¡Oh, qué cuadro tan
grandioso ! Varias veces me dije como Hugo Foseólo : S' io fosse
pittore che ricca materia al mío pennello. Algo parecido á este
debía ser aquel acto memorable en que el Sumo Pontífice y los
sacerdotes de Jerusalen deslumhraron á Alejandro Magno, y le
hicieron envainar la espada que llevaba contra el pueblo mo-
numental.
El silencio era profundo, ni el ruido de los pasos resonaba
sobre el mármol del palacio, sólo interrumpía aquel de cuando
— 55 —
en cuando, la voz dulce y melodiosa de los cantores que ele-
vaban al cielo la conmovedora plegaria, invocando el Espíritu
Divino. El cuerpo episcopal pasó por la estatua de Constantino,
quien miraría sin duda desde el cielo la fecundidad de su victoria.
Así como al de Nicea, él asistirá complacido, siquiera sea en
espíritu, al Concilio Vaticano. En el siglo XIX, como en el siglo
IV, se niega la Divinidad de Jesucristo; no hay más diferencia
que en el nombre. Entonces se decían los enemigos cristianos
arríanos; ahora se llaman cristianos libres pensadores. Al frente
de la estatua, la procesión cambió de frente dándole la espalda
y continuando hacia el pórtico de la Basílica. Todo él estaba
henchido de gente. La policía abrió una calle para el libre paso
y aquella continuó la marcha, haciendo nueva convergencia en la
puerta principal, por donde entró hacia la nave del medio.
La concurrencia era ya numerosísima: todo el espacio del
templo se hallaba ocupado y el desfile se hizo por el medio de
la tropa que se formó en dos líneas a lo largo de la nave. Al
llegar á la Confesión (altar papal) los Obispos hacían genu-
flexión con dirección á la sala del Concilio, que se celebrará en
la capilla de la Santísima Virgen. El Papa dejó en la puerta la
sedia gestoría y vino el último á adorar la Majestad y recitar las
preces y oraciones con que debía terminar el himno : siguió des-
pués la huella de los Obispos y ocupó su puesto. Todo estaba así
préviamente arreglado con ese orden que impera en Roma en
todas las solemnidades. Los Obispos y Arzobispos tenían señala-
dos sus asientos con números que correspondían á las cédulas
que se les distribuyeron. A monseñor Guevara le cupo el 47 : el
229 al Señor Bosset. Vea usted que antigüedad tienen ya nues-
tros Obispos.
Ya instalados en la sala conciliar se comenzó la misa, que
cantó el Cardenal Patrizzi. Como de estilo no hubo más música
que la vocal, que mantuvo la gravedad propia de la fiesta. Nada
especial hubo en la misa fuera de la omisión de la ceremonia de
la obediencia. Esta tuvo lugar después besando los Cardenales
la mano del Papa, los Obispos la rodilla y las Dignidades y
empleados inferiores el pie. Después subió á la tribuna el señor
Arzobispo de Iconio y pronunció un largo discurso en latín, que
no se pudo oir sino por los que estaban muy cerca de él. Se repitió
el himno Veni, Creator, se cantaron las letanías y antes de con-
cluirse se levantó Su Santidad y tomando la cruz en la izquierda,
vuelto a los Obispos arrodillados, dijo esta nueva deprecación:
Ut hanc sanctam Synodum et omnes gradus Ecclesiae benedicere
digneris, la cual repitió tres veces añadiendo en la segunda regere
y en la tercera conservare digneris. Ya comprenderá usted
cuánta majestad y veneración atraería á Pío IX este acto tan
solemne en que tenía á sus pies, palpablemente no solo los corde-
ros sino también las ovejas del mundo Católico : allí vi realizado
por el cristianismo el delirio de la monarquía universal que agitó
— 56 —
á Alejandro, César y Napoleón. Pío IX reina verdaderamente
sobre el mundo, y su mano empuña el cetro que simboliza su
poder, la Cruz. Terminadas las letanías con sus preces y oracio-
nes era llegado el momento de despedir la concurrencia para
celebrar la sesión primera ; pero el Papa no quiso que se guar-
dase esta formalidad y el acto tuvo lugar en sesión pública. El
Secretario leyó una larga serie de artículos que debe resolver
el Concilio, la cual terminaba indicando para la segunda sesión
pública el 6 de Enero próximo venidero. Se preguntó á los Obis-
pos si aprobaban la resolución y contestaron afirmativamente
con la voz placel. El Papa votó el último en el mismo sentido,
decretándolo así, después de lo cual entonó el Te Deum, que puso
fin a la instalación y primera sesión del Concilio Vaticano. La
función terminó á las tres y media de la tarde y á pesar del tiem-
po lluvioso la concurrencia fue tan variada como numerosa. El
pavimento de San Pablo presentaba el aspecto de un inmenso
lago formado por el agua que caia del calzado y de la ropa de
los concurrentes, edificando sobre todo el ejemplo de muchos
Obispos que, escasísimos de recursos, no han podido pagar los
coches y han caminado á pie á ocupar su puesto presentando al
mundo el modelo de la pobreza evangélica en todo el rigor de su
humildad. El Santo Padre ha provisto á la habitación y alimento
de muchos, pero ni ha podido proporcionarles coches, ni algunos
de ellos han querido gravar el exhausto tesoro pontificio con este
nuevo gasto.
Diciembre 9. — Está publicado ya el reglamento del Concilio,
cuyas disposiciones principales puedo transcribirle. El primer
capítulo es una exhortación patética á los Obispos para que mul-
tipliquen los actos de virtud y procuren elevar ésta al grado más
eminente. (1) Sobre la unidad especialmente se les recomienda el
mayor celo en evitar lo que pueda perturbarla, y se les recuerda
que deben exhibirse como modelos acabados en lo que se refiere
á la doctrina, la integridad , la gravedad, la santidad de la palabra,
citando textualmente las de San Pablo á Tito. El séptimo habla
de las congregaciones generales que preceden á las sesiones pú-
blicas. En ellas se ventilarán todas las materias de que conocerá
el Concilio. Ya el Santo Padre ha hecho preparar, por comisiones
de los teólogos más profundos de todos los países, los proyectos
de resolución de las cuestiones ; pero él no los ha aprobado aún
de ninguna manera. Si merecen la aprobación de la Congregación
general, se remitirán á la sesión pública para recibir la última
sanción. Si han de sufrir modificaciones ligeras se les harán
en la misma Congregación: — Si notables, pasarán á la comisión
respectiva que los reformará y volverá á presentarlos á la Con-
(1) N. de la R. También S. S. Juan XXIII, en la oportunidad de este
Concilio de 1962, dirigió una exhortación no menos patética a todos los
obispos en la carta pascual del 15 de abril de 1962: "Omnes sane vident".
— 57 —
gregación general. A este efecto nombrará el Concilio cuatro
comisiones que se ocuparán : la primera, de las cosas pertene-
cientes á la fé : la segunda, de las relativas á la disciplina : la
tercera, de lo relativo á las órdenes regulares : la cuarta, de los
negocios orientales. Se compondrá cada comisión de veinticuatro
miembros elegidos por el Concilio y un Cardenal que la presidirá
nombrado por el Papa. Habrá además otras dos especiales com-
puestas de cinco miembros cada una, para estudiar la primera,
las excusas de los Obispos ausentes ; la segunda, para las cues-
tiones que se susciten sobre precedencia, resolviéndolas de pron-
to sumariamente, y presentando después ambas sus resultados
á la Congregación general.
El segundo capítulo declara que aunque el derecho de pro-
poner las cuestiones es privativo de la Santa Sede no sólo desea
sino que también excita á los Obispos para que presenten los
puntos que deben estudiarse en su concepto. Pero como en una
Asamblea tan numerosa este derecho ejercido sin reglas trae-
ría mucha pérdida de tiempo y otros inconvenientes, se le somete
á las siguientes reglas. — Primera. La cuestión propuesta debe
ser ordenada al bien general de la Iglesia y no al particular
de ninguna diócesis. — Segunda. Debe ser prejuzgada como tal
por una comisión especial nombrada por Su Santidad y com-
puesta de Cardenales y Obispos. — Tercera. No debe contener
nada contrario al común sentido y á las tradiciones inviolables
de la Iglesia. — Cuarta .Debe ser presentada por escrito y con-
tener las razones que la justifiquen en sí misma y en su opor-
tunidad.
El capítulo octavo trata de las sesiones públicas. Admitidos
y aprobados los proyectos en la Congregación general y consi-
derados y aprobados por Su Santidad, serían leídos en la se-
sión pública y votados de nuevo secretamente por papeletas que
contendrán la voz placet ó non placet, las cuales recogerán los
secretarios : el Santo Padre pronunciará la última sentencia y
mandará promulgarlos con la siguiente fórmula : Decreta modo
lecta placuerunt ómnibus Patribus (nemine dissentiente) ó (tot
numero exceptis) . Nosque sacro approbante Concilio illa ita decer-
nimus, statuimus atque sancimus ut lecta sunt. Por de contado
que se levantará el acta correspondiente á cada sesión.
No me sería fácil seguir el orden del reglamento en esta
carta, que escribo ya festinadamente, temiendo que salga el correo
que debe enlazarse con el próximo paquete.
En la Congregación general y en las comisiones se concede
un amplio derecho de palabra. Los proyectos impresos pasarán
al estudio de todos los Obispos, y los que quieran combatirlos lo
indicarán anticipadamente, por lo menos la víspera de la Con-
gregación. El Secretario indicará el orden de los oradores según
la jerarquía y antigüedad de cada uno y los que deseen replicar
— 58 —
podrán hacerlo del mismo modo, obtenida la venia del Presidente.
Mucho, mucho, mucho, recomienda el Papa la caridad y la dul-
zura en las discusiones; y prohibe, además de toda palabra que
pueda herir, la publicación, de las cuestiones que se estudian, y de
las opiniones que se emitan sobre ellas en las Congregaciones,
estableciendo así la responsabilidad absoluta y quitando la oca-
sión de que se agrien los ánimos por las contradicciones. Los que
no son Obispos y tienen derecho de asistir, prestarán juramento
de silencio.
Nadie puede separase de las sesiones del Concilio sin grave
causa comprobada ante la comisión de excusas y aprobada por
el Papa. El reglamento termina declarando la legitimidad de la
renta que se perciba durante las sesiones, por cuanto los que
asisten cumplen un deber de su cargo asistiendo á ellas. Como
usted ve, los Procuradores no tenemos aún asiento. Mientras no
se juzgue y falle por el Concilio sobre la validez de la excusa, no
se decidirá si tenemos derecho a sentarnos en la asamblea. Hasta
hoy no he podido averiguar el número exacto de Obispos; pero
no bajará de 700. Monseñor Dupanloup y el Obispo de Sura,
seguidos por cuatro franceses más, se preparan para combatir la
oportunidad de la definición de la infalibilidad Pontificia. El
cuerpo episcopal casi entero la profesa, y puedo asegurarle que
si no se pronuncia sobre ella será únicamente porque el Papa no
lo apruebe. Se ignora aún lo que piensa Pío IX sobre la oportu-
nidad de esa definición: nadie ha podido penetrar ni deducir
su juicio. Se conoce ya el parecer del Episcopado inglés y de casi
todo el americano del Norte y del Sur, favorable á la definición.
Monseñor Dupanloup ha provocado con sus últimos escritos,
manifestaciones concluyentes y ardorosas sobre este punto tan
combatido de los hereges é incrédulos como sostenido por los
verdaderos católicos. A tanto llega el amor al Papado entre los
fieles, que el grande Obispo de Orleans ha visto disiparse á su
alrededor la atmósfera de entusiasmo y admiración que le rodea-
ba para ir á lustrar más y más á los Obispos de Westminster y
Malinas, que lo han combatido con firmeza. Su clero mismo co-
mienza á protestar contra sus ideas últimamente emitidas. Sin
embargo, yo espero que se inclinará ante la voz del Concilio, y
que la resolución de éste será para él como para todo fiel la
última palabra sobre la cuestión, y el tema de nuevos y fecundos
escritos que la defiendan ante el mundo. Roma ha estado de fiesta
con motivo de la Inmaculada Concepción y la instalación de la
grande Asamblea. La víspera se iluminó toda, y las bandas de
música recorrían las calles con alegres sonatas. Los templos hen-
chidos de gentes pidiendo á Dios, por intercesión de María, el
buen éxito del Concilio. Ayunos, limosnas, exposición del Santí-
simo, nada se ha omitido para obtenes la bendición del cielo sobre
el acto más trascendental del Pontificado de Pío IX. El mismo
asistió á las vísperas en los Santos Apóstoles, y todos le observa-
— 59 —
ron preocupado y volviendo á la reina de los Angeles miradas
de súplica y de esperanza. El amor del mundo á su persona se
aumenta. Al saberse pocas horas antes que saldría á la calle,
como cinco mil personas se reunieron cerca del palacio Vaticano,
pero erraron la vía por donde salía. Hubo quien le avisara del
deseo ardiente de tantos extranjeros y quiso presentarse. La
emoción fue terriblemente entusiasta. Sombreros al aire, vivas,
bendiciones á su nombre, rodillas en tierra, lágrimas en los ojos,
no se ha visto un homenaje ni más simpático, ni más vivo. De
una de las filas salía esta imprecación. — Confundantur qui te
perturbant. El pagó las lágrimas con lágrimas de sus ojos enter-
necidos y bendijo á los que le honraban señalándoles á Dios,
objeto primero de alabanza y único autor de la santidad y de la
sabiduría. En el mundo católico y fuera de él, tendrá también
una influencia vivificadora el Concilio. — Religión, filosofía po-
lítica y bellas artes sentirán necesariamente el soplo de verdad
y el rayo de luz que partirá del Vaticano. No es necesaria la fe
para contemplar ese resultado. La evidencia de la hitsoria lo
demuestra. La filosofía y la idolatría, la literatura y la escultura
tenían tanto ó más brillo en tiempo de Nerón que en el siglo
XIX. Pues bien, San Pedro entró á Roma sólo, y aquella civili-
zación cayó á impulso de su palabra. Lo mismo y más pronto
sucederá en nuestra época. La inteligencia humana plegará ante
la inteligencia divina, y el mundo moral obedecerá á Aquél á quien
obedece el mundo físico. El Sol sirve de centro á los grandes
cuerpos y el Papa á las almas. Así lo ha dispuesto el Soberano
de la materia y del espíritu, y la oposición á su voluntad es una
temeraria presunción que traerá funestas calamidades; pero que
no logrará nunca triunfos de importancia en la serie de los siglos.
"Roma, Enero 10 de 1870.
''Señor Pro. Doctor M. Tamayo.
"Amado bienhechor y amigo mío.
"Por el último paquete francés no le escribí, porque las sesio-
nes del Concilio no daban casi materia de correspondencia. Mui
escasa es aún la que hoy ofrecen, á pesar de que la prensa de la
Europa publica tantas versiones sobre lo que pása en el aula se-
creta vaticana.
Ya le he dicho que desconfíe de todas ellas, inclusive las que
contienen los periódicos católicos. La necesidad de satisfacer el
ansia de noticias les hace acoger cuantos rumores les trasmiten,
y estos como de ordinario, jamás vienen de fuente autorizada ó
competente.
Mucho se ha hablado de círculo de oposición, de reclamos
contra el reglamento, de división marcada y descontento entre
— 60 —
los Padres del Concilio. Esto depende únicamente de la preten-
sión de asimilar nuestra Asamblea á las agitadas sesiones de los
Parlamentos. Imagínanse ya al Papa como un Poder Ejecutivo,
ambicioso de prerrogativas y de facultades extensísimas; al Con-
cilio como un Congreso moderador que pone límites á su invasión,
á los oradores como tribunas que levantan acentos valorosos ó
hiperbólicos contra la tiranía, y al pueblo como sucesor de los
antiguos romanos que hoy en San Pedro como antes en el foro,
asiste, elemento activo, á aplaudir á sus favoritos y censurar á
sus enemigos.
Ya usted comprenderá qué diferente idea ofrece de los Con-
cilios el Catolicismo. El Papa es un padre amado á quien los Obis-
pos rodean de profunda y afectuosa reverencia; sus proyectos
son definiciones de la verdad que consulta con sus hijos y coope-
radores, sin más ambición que la salvación del mundo.
Los Obispos exponen sus ideas, con la naturalidad y sencillez
de la virtud, unida á una eminente ciencia. El éxito de ellos no
depende de esas formas oratorias, sino de la fidelidad con que
deponen sobre las creencias de la Iglesia ó sea sobre la tradición.
La barra brilla por su ausencia en las Congregaciones, y el
oído más fino, y más curioso, por más que se adhiera á la puerta
cerrada del aula conciliar, no percibiría sino el eco indefinido
de voces que no puede conocer. Una que otra noticia que no hiera
el secreto preceptuado, es lo único que puede recogerse de los pru-
dentes labios apostólicos. Así se sabe que dos ó tres discursos,
especialmente el de Monseñor Firrani, Obispo in partibus de
Nisibo, han hecho una emoción profunda: que los diez y nueve
ó veinte restantes han sido poco impresivos ; que han hablado en
pro y en contra del Schema propuesto, todos sin que ninguna cir-
cunstancia dé á conocer amistad ú oposición colectiva en él. Se
sabe también que aún faltan oradores, cuyas opiniones no se cono-
cen, por lo cual no se ha podido votar el referido Schema. Así
la sesión pública del 6 en que debió recibir su última aprobación,
se limitó fuera de las ritualidades solemnes acostumbradas, á la
protestación de fe que hicieron el Papa y los Obispos, continua-
mente se celebra una en la que quizás se decide la suerte del pri-
mer Schema.
Ya están nombradas tres de las cuatro comisiones de que
le he hablado. Conforme le indiqué están compuestas de Obispos
tan ilustres por su ciencia como por su completa adhesión á la
cátedra romana. Estas votaciones dan á conocer bien que si existe
realmente un círculo galicano, su minoría es tan manifiesta como
insignificante.
La unidad de los Pastores con el Pastor supremo se ostentará
con más brillo en el siglo XIX. — Y no sólo formarán esa cadena
los misioneros apostólicos, como dicen los católicos liberales de
— 61 —
la Francia y algunos libres pensadores, sino los más ilustres Obis-
pos de la culta Europa y de Norte América.
La cuestión Infalibilidad del Papa que ocupa tanto á los
enemigos de la Iglesia, no se ha propuesto aún ni en el Concilio,
ni en particulares reuniones.
Según nuestro Federalista, que se une desde Caracas á otras
hojas de Francia en el deseo y la esperanza de que no se llegue
á definir, Monseñor Maret y el Obispo de Orleans, serán obs-
táculos poderosos á la promulgación dogmática de esa creencia
general, que Roma desea y por la cual tiene secretas simpatías.
No comprendo verdaderamente ese lenguaje en boca de hom-
bres de talento é instrucción como el señor Doctor Becerra. Una
de dos : ó somos católicos verdaderos, y no podemos dudar de
que el Concilio fallará absolutamente la verdad; ó no pertene-
cemos á esa comunión y entonces debemos alegrarnos de que se
exhiba como una sociedad cualquiera, sometida á la intriga y al
error.
Si somos católicos ¿para qué desear ó temer una definición
ú otra? Ya vendrá la verdad dictada á sus órganos por el Espí-
ritu Divino: si no lo somos, mientras más absurdos acoja el Con-
cilio más seguros estaremos de que en él no reside la infalibili-
dad. Así debiera pensarse en mi concepto, y ponerse límite á la
discusión tan viva que sobre esta materia sigue la prensa europea.
Es necesario observar sin embargo, que con excepción del círculo
de católicos liberales, muy pequeño por su número, todos los de
esta parte del mundo y del Asia, Africa y América, que se ocupan
de su religión y la practican, desean y piden la definición del
dogma ; mientras que los libres pensadores, protestantes y demás
sectas enemigas, lo atacan con un furor espantoso. Quizá esto
decida al fin la cuestión.
Lo que tanto aborrecen nuestros contrarios puede sin duda
hacernos grandes bienes. En cuanto á Monseñor Dupanloup se
sabe que se ha sobrecogido un poco con los elogios entusiastas
de los incrédulos, y en una carta á Monseñor Manning se presenta
con ideas muy modificadas. Le dice además que en las conferen-
cias que ha tenido con Su Santidad, le ha dado explicaciones muy
satisfactorias sobre ciertos conceptos de sus últimos escritos. Es
lo cierto que ni él, ni el señor Arzobispo de París son centros de
ideas, ni tampoco reuniones que pudieran ser calificadas de opo-
sición á la mayoría inmensa del Concilio.
Me detengo un poco en estas particularidades porque los dia-
rios que vienen de fuera no hablan casi de otras cosas, y como á
Venezuela van muchos enemigos del catolicismo, no faltará in-
clinación á juzgar de los Obispos y del Papa, como se juzga de
un poder ejecutivo y de un congreso, es decir considerándolo
— 62 —
como una reunión puramente humana, donde las pasiones é inte-
reses vienen á representar un gran papel.
Sobre su duración es imposible aún juzgar aproximadamen-
te. En un mes de trabajos, nada ha resuelto todavía; pero en
lo sucesivo éstos serán más fecundos, vencidas las dificultades
de organización que hasta ahora le han detenido.
Entre ellas se contaba la disposición de la sala, cuyas con-
diciones acústicas eran del peor efecto. Se ha modificado ya
convenientemente, y la voz del Presidente y de los oradores es-
oída por toda la Asamblea. Los taquígrafos van tomando los dis-
cursos que algunos Obispos han pedido se distribuyan impresos
para mejor estudio del asunto. Quedará, pues, una obra monu-
mental de sabiduría y de elocuencia, gracias á la facilidad con
que se lleva la palabra en la época moderna. Como lo temía en
mi carta anterior, ninguno de nuestros Obispos ha salido electo
en las comisiones. Ni Colombia, ni Venezuela han merecido el
honor de estos nombramientos, que se han llevado Chile, Perú
y la República Argentina. Es innegable que ellas nos aventajan
ya y que nosotros quedaremos postergados, mientras no hagamos
otra cosa que matarnos. Nada más importante nos ofrece la his-
toria del Concilio. Quizá en la próxima correspondencia podré
enviarle un compendio de sus primeras definiciones.
BIBLIOGRAFIA
Datos sacados de:
Anales Eclesiásticos Venezolanos, por Monseñor Nicolás E. Navarro, Ca-
racas, Tipografía Americana, 1929.
"Ilustrísimo Señor Doctor José Antonio Ponte, VI Arzobispo de Caracas
y Venezuela", por José Tomás Sosa Saa, Caracas, 1929.
"Recuerdos del limo. Señor Arzobispo de Caracas y Venezuela, Doctor Jové
Antonio Ponte — Cartas Romaans — Visitas Pastorales — Aléjanos
Discursos". Imprenta de ''El Monitor", 1884, Caracas, por J. T.
Sosa Saa.
— 63 —
V
El Artífice del Concilio Vaticano II
Fue el 25 de enero de 1959, en la sacristía de la Basílica
de San Pablo extramuros de Roma, cuando Juan XXIII se
reunió con 17 cardenales para departir amablemente con ellos
en la intimidad y abrirles su corazón que rebosaba de una
nerviosa, "trepidante", inspiración. El Papa dijo: "Para colmo
de desventuras para los hijos de Dios y de la Iglesia santa,
se añade la tentación y el atractivo hacia unas ventajas de
orden material que el progreso de la técnica moderna, in-
diferente de por sí, agranda y exalta. Todo ello — nos refe-
rimos a este progreso — , mientras distrae de la búsqueda de
los bienes superiores, debilita las energías del espíritu ; conduce
al relajamiento de la disciplina y del buen orden que antes
reinaba con grave perjuicio de lo que constituye la fuerza de
resistencia de la Iglesia y de sus hijos a los errores que en la
historia del cristianismo han llevado siempre a divisiones fatales
y funestas, a la decadencia de la vida espiritual y moral y a
la ruina de las naciones. Esta constatación aconseja una reso-
lución decidida para el reclamo de algunas fuerzas tradicio-
nales de afirmación doctrinal y de sabias ordenaciones de dis-
ciplina eclesiástica, que en la historia de la Iglesia en épocas
de renovación, fueron fruto de una extraordinaria eficacia por
la claridad del pensamiento, la aglutinación de la unidad reli-
giosa y la llama más viva del fervor cristiano. Os damos a
conocer, temblando con un poco de emoción, pero también con
humilde resolución de propósito, el anuncio de la doble cele-
bración de un Sínodo diocesano de la ciudad de Roma y de un
Concilio Ecuménico para la Iglesia Universal. A vosotros no
os son necesarias muchas ilustraciones para comprender el al-
cance jurídico e histórico de estas dos propuestas. Ambas
conducirán fácilmente a la ansiada actuación del Código de
Derecho Canónico, que deberá acompañar y coronar estos dos
ensayos de aplicación práctica de las normas de disciplina
eclesiástica, que el Espíritu del Señor nos irá sugiriendo a lo
largo de nuestro camino".
Y el 2 de febrero de 1960, festividad de la Virgen de
Candelaria, al recibir la tradicional oferta de los cirios, hizo
el Papa, artífice de este Concilio, la siguiente conmovedora
confidencia : "Esta mañana, al acercarnos al altar para la
Misa matutina, hemos hecho la consagración de nuestra humilde
existencia al Concilio Ecuménico". Y el 12 de junio del mismo
año repitió estos mismos pensamientos: "Nuestra plegaria
— 67 —
se ha dirigido a Dios para pedirle luz y gracia y dones para
preparar y, si nos lo concede, para celebrar con fruto el
Concilio Ecuménico Vaticano II, al que hemos consagrado lo
que el Señor nos dé de vida". Es un Papa que habla y mani-
fiesta los íntimos repliegues de su corazón ante el mundo. Se
trata de un voto a Dios. De una inspiración sublime. De una
consagración personal. Han pasado tres años y poco más. Dios
le ha concedido a Juan XXIII el haber superado las etapas de
la preparación del Concilio. Ya lo presiente con serenidad de
espíritu. Véase a continuación el eco de estas palabras que
son solemnes como la iniciación de un rito augusto y arcano,
el eco de estos pensamientos que son divinos, plasmado en los
documentos sobresalientes y más destacados con que el Sumo
Pontífice ha hecho realidad su decisión y su propósito. Estas
Actas de su Magisterio supremo son: el nombramiento de las
Comisiones que se han dado a la tarea ciclópea de organizar
un Concilio en el siglo veinte; la Alocución enderezada a esos
mismos Miembros y Consultores de Comisiones y Secretariados
al comenzar los trabajos antepreparatorios ; la Constitución Apos-
tólica de indicción y convocatoria del Concilio que nos ocupa ;
el Motuproprio de señalamiento de la fecha de apertura de la
Asamblea Ecuménica; la Homilía de la fiesta de Pentecostés de
1962, en donde se escucha el tono constante y apasionado de la
ardiente invocación al Espíritu Santo que ha caracterizado todos
los pasos de estas fases preliminares ; y el último Discurso de
clausura no sólo de la séptima sesión de la Comisión Central
Preparatoria, sino de toda la serie de trabajos que han prece-
dido a la inmediata consulta previa a la celebración del impo-
nente Concilio que se estará naciendo a estas horas en el seno
del Colegio Episcopal, digno sucesor en el espacio-tiempo del
Colegio de los Apóstoles.
CONSTITUCION DE LAS COMISIONES PREPARATORIAS
DEL CONCILIO ECUMENICO
Texto latino de "L'Osservatore Romano" del 5 de junio de 1960.
Inspiración del Altísimo Nos parece el pensamiento, que
desde el principio de Nuestro Pontificado brotó en Nuestra
mente, como flor de primavera imprevista, de convocar un Con-
cilio Ecuménico. En efecto, con esta solemne asamblea de
Obispos en torno al Pontífice Romano, la Iglesia, amada esposa
de Cristo, puede adquirir, en estos agitados tiempos, un nuevo
y mayor resplandor y respecto de los que, gloriándose del nom-
bre cristiano viven con todo separados de esta Sede Apostólica,
brilla de nuevo la esperanza de que, oyendo las voces del divino
Pastor, vengan a la única Iglesia de Cristo
— 68 —
Por eso, el 25 de enero de 1959, en la fiesta de la Con-
versión de San Pablo Apóstol, después de haber asistido a los
Sagrados Ritos en la Basílica Ostiense, manifestamos Nuestro
propósito de convocar un Concilio Ecuménico al Sacro Colegio
Cardenalicio, que lo acogió con expresiones de júbilo y de fer-
vorosos deseos. Más adelante, el 17 de mayo siguiente, en
la fiesta de Pentecostés, para que los primeros trabajos se
ejecutasen con solicitud y diligencia, nombramos una Comisión
Ántepreparatoria del Concilio Ecuménico, compuesta de Prela-
dos muy escogidos de la Curia Romana y presidida por Nuestro
querido hijo el Cardenal Domingo Tardini, Nuestro Secretario
de Estado.
En Nuestra primera Carta Encíclica especificamos que el
Concilio Ecuménico se celebraba con el fin principal de "pro-
mover el incremento de la Fe Católica y una saludable reno-
vación de las costumbres del pueblo cristiano y de adaptar la
disciplina eclesiástica a las necesidades de nuestros tiempos.
Esto constituirá, a no dudarlo, un espectáculo tan maravilloso
de verdad, de unidad y de caridad, que su vista aún a los que
se separaron de esta Sede Apostólica será una suave invitación
— como lo esperamos — a buscar y encontrar la unidad por la
cual Jesucristo dirigió a su Padre celestial tan ardiente súplica"
(Encíclica Ad Patri Cathedram, 29 de junio de 1959, AAS, LI,
p. 511).
Determinamos además que por la sede, en la cual se cele-
braría, el futuro Concilio se denominase Vaticano segundo.
La Comisión Antepreparatoria ha llevado a cabo con suma
diligencia el encargo que Nos le confiamos. Se ha puesto en
contacto con el Episcopado para recibir sus consejos y suge-
rencias acerca de las materias de que se ha de tratar en el
Concilio: y después de haber ordenado cuidadosamente el ma-
terial contenido en las dos mil y más respuestas, enviadas por
Obispos y Prelados con expresiones de regocijo y felicitación,
lo ha puesto en conocimiento de las SS. Congregaciones de la
Curia Romana, que han podido utilizarlo con gran provecho en
la elaboración de las proposiciones que Nos han presentado.
Además, las Universidades de los estudios eclesiásticas y cató-
licas, movidas por un celo semejante, han presentado votos y
estudios sobre asuntos que serán de gran utilidad para la
Iglesia.
Nos mismos hemos seguido estos trabajos de investiga-
ción, realizados con cuidado y diligencia y Nos hemos reser-
vado el examinar personalmente con la mayor atención las
sugerencias y consejos de los Obispos, las proposiciones de las
SS. Congregaciones de la Curia Romana, los votos y los estudios
de las Universidades. Damos, pues, al Señor vivísimas gracias
porque a Nuestro propósito ha correspondido un trabajo tan
— 69 —
generoso y ferviente de Nuestros Venerables Hermanos y que-
ridos Hijos.
Ya del material, tan abundantemente recogido, aparece
claramente de qué asuntos debe ocuparse el próximo Concilio
Ecuménico para el bien de la Iglesia y para la salud de las
almas : ha llegado, pues, el momento de proceder, con la ayuda
de Dios, a la constitución de las Comisiones, que deben atender
al estudio de las materias, que podrán tratarse en el Concilio.
Estarán compuestas de Cardenales, Obispos y Eclesiásticos,
insignes en virtud y doctrina, así del clero secular como del
regular, escogidos en las diversas partes del mundo, para que
aún en esto brille la catolicidad de la Iglesia.
Así que con el presente Mofv proprio establecemos:
1. — Para preparar el Concilio Ecuménico, Vaticano II, se
constituyen las Comisiones Preparatorias, con el fin de estu-
diar los asuntos, escogidos por Nos, a vista de los votos de los
Obispos y las proposiciones de las SS. Congregaciones de la
Curia Romana.
2. — Según sus exigencias cada Comisión podrá dividirse
en secciones o subcomisiones.
3. — Cada Comisión tendrá un Presidente y cierto número
de miembros. El presidente será un Cardenal. Los miembros
serán escogidos entre los Obispos y Eclesiásticos ilustres.
4. — Se agregarán a cada Comisión algunos Consultores
escogidos entre gente experta.
5. — Cada Comisión tendrá su Secretario.
6. — Los Presidentes y los Miembros de cada Comisión, como
también los Consultores y el Secretario serán escogidos por Nos.
7. — Se han constituido diez Comisiones, si fuere necesario
podrán constituirse otras, con Nuestro beneplácito. Las Comi-
siones, pues, son las siguientes:
a) Comisión Teológica, encargada de examinar las cues-
tiones que rozan con la Santa Escritura, la Santa Tradición,
la fe y las costumbres ;
b) Comisión de los Obispos y del gobierno de las diócesis ;
c) Comisión para la disciplina del Clero y del pueblo
cristiano ;
d) Comisión de los Religiosos;
e) Comisión de la disciplina de los Sacramentos;
f) Comisión de la Sagrada Liturgia;
g) Comisión de los Estudios y de los Seminarios ;
h) Comisión para la Iglesia Oriental;
i) Comisión para las Misiones;
j) Comisión del apostolado de los laicos, para todas las
cuestiones relativas a la acción católica, religiosa y social.
8. — Se instituye además un Secretariado para tratar de las
cuestiones tocantes a los medios modernos de difusión del pen-
— 70 —
Sarniento (prensa, radio, televisión, cine, etc.) Este Secreta-
riado estará dirigido por un Prelado, nombrado por Nos y tendrá
Miembros y Consultores igualmente nombrados por Nos.
9. — Demostrando Nuestro amor y benevolencia hacia los
que se llaman cristianos, pero están separados de esta Sede
Apostólica, para que también ellos puedan seguir los trabajos
del Concilio y encontrar más fácilmente el camino para alcanzar
la unidad por la cual "Jesucristo dirigió al Padre Celestial
tan ardiente súplica", instituimos un "Consejo" o Secretariado
especial, presidido por un Cardenal, escogido por Nos, y orga-
nizado, como se ha dicho de las comisiones.
10. — Finalmente se instituye una Comisión Central que
Nos mismo presidiremos, personalmente o por un Cardenal de
Nuestra designación.
Miembros de la Comisión Central serán los Presidentes de
cada Comisión, algunos otros Cardenales, y algunos Obispos de
las diversas partes del mundo.
11. — A la Comisión Central se agregará cierto número de
Consejeros, escogidos entre los Obispos e insignes eclesiásticos.
12. — La Comisión Central tendrá su Secretario, que será
Secretario general.
13. — Los Miembros de la Comisión Central, como también
los Consejeros y el Secretario general serán escogidos por
Nuestra autoridad.
14. — La Comisión Central tiene la misión de seguir y coor-
dinar, si fuese necesario, los trabajos de cada una de las Comi-
siones, de cuyas conclusiones Nos dará una relación, para que
podamos establecer los asuntos de que se ha de tratar en el
Concilio Ecuménico.
A la Comisión Central corresponde además proponer las
normas relativas al desarrollo del futuro Concilio.
15. — Finalmente para proveer a la parte económica y
técnica de la celebración del Concilio, serán constituidos los
convenientes Secretariados.
Todo lo que en esta materia hemos creído útil establecer,
queremos y ordenamos que permanezca firme y decidido, así
como ha sido establecido, en su totalidad y en cada una de sus
partes: sin que obste ninguna cosa contraria.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 5 de junio, fiesta de
Pentecostés, del año 1960, segundo de Nuestro Pontificado.
JUAN XXIII.
— 71 —
ALOCUCION DEL SANTO PADRE
A LOS MIEMBROS DE LAS COMISIONES PONTIFICIAS
Y SECRETARIADOS PREPARATORIOS
DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II
(14 noviembre 1960)
Venerables Hermanos, aviados Hijos:
En la apertura de esta solemne e imponente reunión, que
señala el comienzo de una santa vigilia de trabajo intenso y
pacífico para el Concilio Ecuménico Vaticano II, parece que
vienen muy a propósito las conocidas palabras que preceden
a la bendición episcopal : Sit nomen Domini benedictum: Adin-
torium nostrum in nomine Domini.
El nombre y el auxilio del Señor invocado y bendecido:
¿qué cosa más suave y conmovente?
Con estos auspicios llenos de alegría deseamos hoy ocupar-
nos con vosotros en una conversación del todo familiar y sen-
cilla, que añada luz y fervor al que ya cada uno de nosotros
lleva en la mente y en el corazón.
Los esfuerzos humanos, que han comenzado en la luz y
gracia divina, continuarán después gradualmente, a medida
que nuestra cooperación vaya creciendo en empeño, buena
voluntad y santa energía.
Suele afirmarse que la incertidumbre, la sagrada emoción
— diría — de los primeros pasos, siendo ejercicio de humildad,
pronto se transforma en seguridad animosa, sobre todo si el
sucesivo despejarse del horizonte revela gradualmente la inter-
vención del Señor para iluminar, animar, seguir adelante corde
magno et animo volenti.
Este nuestro Concilio no recibe su nombre de Jerusalén
o de Nicea. Pero es natural que el alma del humilde sucesor
actual de San Pedro, y del Papa Silvestre, que se siente lleno
de ardor ante el proyecto de esta gran empresa, se aplique entre
otras cosas a considerar principalmente el desarrollo histórico
de los veinte acontecimientos de iguales o más vastas propor-
ciones, que se han sucedido durante dos mil años ; a señalar
solicitudes pastorales de la Iglesia; a considerar — digamos —
las particulares y graves contingencias que acompañaron la
celebración de estas memorables reuniones, las dificultades y
contradicciones encontradas en las vicisitudes de las diversas
épocas, a veces más tempestuosas y difíciles que la actual. A
este trabajo de erudición histórica, precioso en sumo grado,
deseamos ante todo invitar a cuantos han recibido la parti-
— 72 —
cular y alta misión de colaborar más directamente en este
Concilio Vaticano Segundo.
Están a nuestra disposición las principales Colecciones mo-
numentales de los Concilios : la Romana ordenada por Paulo V,
la Regia de París, y Nova et Amplissima Collectio de Mansi,
que bajo la dirección del mismo insigne Arzobispo de Luca
llegó a contar más de treinta grandes volúmenes, y que con-
tinuada después por Petit y Martin llegó a los sesenta; por
no mencionar otras preciosas publicaciones de gran valor, en
muchos idiomas.
¡Cuánta doctrina y cuánta historia, erizada, por desgracia,
de dificultades y de luchas, pero coronada siempre de gloriosos
éxitos !
Bendigamos al Señor, venerables Hermanos y amados hijos,
porque a juzgar por las primeras impresiones suscitadas en
el mundo entero al mero anuncio del Concilio, hay muchos
motivos que, por decirlo así, nos permiten gustar anticipada-
mente del espectáculo de la inmutable 5 siempre floreciente
juventud de la obra maravillosa de la acción redentora de
Cristo que es la Iglesia Católica, quam acquisivit sanguine suo
(Act. XX, 28).
Otro punto de importancia es preciso destacar aquí, al
comienzo del enorme trabajo que tenemos delante y deseamos
presentar sin demora al mundo entero.
Los Concilios Ecuménicos del pasado han respondido pre-
ferentemente a varias e importantes preocupaciones de exac-
titud doctrinal relativas a la lex credendi, a medida que las
herejías y errores intentaban penetrar en la antigua Iglesia
en Oriente y Occidente.
En Nicea se puso en discusión la Divinidad del Verbo
divino hecho hombre por la salvación del género humano : el
error de Arrio. En Efeso, la preocupación grave versó sobre
la unidad de la persona del Verbo en las dos naturalezas y
la maternidad de María, la iiTheotocos'\ En Calcedonia nuevas
querellas y discusiones sobre la distinción de las mismas dos
naturalezas. En el siglo XVI se había puesto en peligro funditus
la constitución de la Iglesia, y en Trente se debió y se logró
de hecho restablecer todo sobre las antiguas bases: fe, culto,
sacramentos, disciplina : todo fue restablecido sobre sólidas
bases y puesto en clarísima luz. Finalmente el Concilio Vati-
cano I, en el breve espacio de tiempo que le fue concedido, con
todo vigor revisó nuevamente la divina constitución de la Igle-
sia, en particular lo relativo a la infalibilidad, in relms fidei
et morum, del Promano Pontífice.
Para la convocación de los otros quince Concilios Ecumé-
nicos, además de esos cinco ya enumerados, es verdad que las
ocasiones se presentaron por diversas circunstancias y por el
cuidado de salvaguardar la pureza de lo enseñado por la Iglesia
acerca de algunos puntos doctrinales, pero también por el
cuidado de confirmar y dirigir las conciencias turbadas ante
acontecimientos de carácter religioso o político, en diversas
naciones o contingencias, aunque casi siempre en relación con
las más altas tareas del magisterio eclesiástico, para el servicio
del orden, del equilibrio y de la paz social.
En la época moderna, con un mundo de fisonomía profun-
damente cambiada y que se sostiene difícilmente en medio de los
atractivos y los peligros de la búsqueda casi exclusiva de los
bienes materiales, ante el olvido o el debilitamiento de los prin-
cipios de orden espiritual y sobrenatural que caracterizaban la
implantación y la expansión de la civilización cristiana, a través
de siglos : en la época moderna, digo, más bien que de uno u
otro punto de doctrina o de disciplina que convenga llevar hasta
las puras fuentes de la Revelación y de la Tradición, se trata
de renovar en su valor y esplendor, la substancia del pensar
y del vivir humano y cristiano, del que la Iglesia es depositaría
y maestra por los siglos.
Por lo demás, el deplorar las desviaciones del espíritu hu-
mano, tentado y arrastrado a gozar únicamente de los bienes
terrenos, que los modernos progresos científicos ponen ahora
con facilidad al alcance de los hijos de nuestro tiempo, cierta-
mente es cosa grave y obligatoria. Pero Dios nos libre de exa-
gerar las proporciones hasta el punto de hacernos pensar que
los cielos de Dios ya han quedado definitivamente cerrados
sobre nuestras cabezas ; que verdaderamente tenebrae factae
si/ni super universam terram, y que no nos quede ya otra cosa
que hacer sino derramar lágrimas sobre nuestro fatigoso camino.
Por el contrario, debemos llenarnos de valor.
No. Cristo, Hijo de Dios y Salvador nuestro, no se ha
retirado del mundo que ha redimido; y la Iglesia fundada por
El, una, santa, católica y apostólica, continúa siendo siempre
su místico cuerpo, del cual El es cabeza, con el cual cada uno
de nosotros, los creyentes, está relacionado, al cual pertene-
cemos. El punto importantísimo que todo bautizado debe tener
presente, es éste: el hecho de pertenecer a la Iglesia de Jesús
no es una simple nota de carácter individual, para cada uno,
sino de carácter eminentemente social, para todos. Y ésta es
la significación del apelativo de hoino catholicus, de orbis ca-
tholicus, de Ecclesia Catholica: como queriendo decir que cada
uno .de nosotros, en la Iglesia de Cristo, somos verdaderamente,
de la misma familia divina, hijos y hermanos: qups (Pater)
praescivit et praedestinarit conformes fieri imaginis Filü su i,
ut sit ipse primof/enit.us in multis fratrlbus {Rom., VIII, 29)..
— 74 —
Así pues, cada uno de los fieles pertenece a la catolicidad
toda entera, como cada uno de los sacerdotes y con la debida
distinción de oficios, cada uno de los Obispos; y esto, en fuerza
de la estructura divina que Jesús, Füius Dei fundator Ecclesiae,
imprimió a su institución, hecha para la universalidad y para
la eternidad.
Vosotros comprendéis, Venerables Hermanos y amados hi-
jos, cómo corresponden a estas sencillas indicaciones, las pala-
bras de unidad, de caridad, y de altísimas virtudes, los charis-
mata meliora que San Pablo en su primera epístola a los Corin-
tios se adelanta a enumerar, para común aliento y edificación
(/ ad Corinth., Xll y XIII).
¡Oh! Qué páginas de sublime y emocionada elevación son
ésas del incomparable Apóstol de las gentes, que corresponden
al anhelo expresado por el "unum sint" de la trágica víspera de
la Divina Pasión, y que todavía resuenan, desde el fondo de esa
edad, incluso sobre las innumerables fracciones separadas de
la unidad católica que no dejan de suspirar por el retorno a
la senda del auténtico fundamenfum Apostolorum et propheta-
rum, ipso summo angulari lapide Christo Iesu: in quo. omnis
osdificatio constructa crescit in templum santutn Domini
(Epkes., II, 19).
Amados hijos : todo lo que hemos querido recordar hasta
aquí en estas Nuestras palabras, aunque haya sido ligeramente,
nos lleva a indicar algunas líneas de procedimiento práctico,
sobre el desarrollo del trabajo que hoy se inaugura, tanto por
parte de esta Comisión Central — la más alta — presidida por
el mismo Papa, como para la coordinación de las otras Comi-
siones o Secciones de trabajo, sobre las cuales recaerá la parte
formidable de esta gran tarea, a la que cada uno de vosotros
fue llamado desde los más lejanos horizontes, con una intención,
de pacífica concordia y de exultante fervor.
Queridos hijos: Cuando en la fiesta de Pentecostés de
este año publicamos el Motu Proprio "Supremo dei ñutir, grande
fue el consuelo de entrever y casi presagiar, en el diverso y
rápido crecimiento del fervor religioso, la edificante vitalidad
de las energías espirituales, capaces de llevar Nuestro buen
designio y propósito del Concilio a feliz y alegre término. A
pocos meses de distancia, fieles a una sencilla invitación Nues-
tra, os encontráis aquí presentes ante Nos, constituyendo un
noble ejército, bajo las bóvedas del templo máximo de la Cris-
tiandad, como diciendo: "Adsumus, ecce Ubi".
\ Oh, sed bienvenidos, y que Dios os bendiga !
Algunas informaciones os serán de inmediato y pleno agrado.
En la fase antepreparatoria se ha podido reunir y preparar
un material precioso de investigación y de estudio. Obispos.,
— 75 —
Prelados, Congregaciones Romanas, Universidades han expre-
sado su parecer sereno, motivado, persuasivo, acerca de varios
problemas de inmediata solución. Estas primeras respuestas
se están ahora imprimiendo en una edición ejemplar, que consta
ya de cinco volúmenes: y esperamos otros tantos poco después
de Navidad.
De este copioso arsenal fue de donde se escogieron los asun-
tos que parecieron más dignos de atención para las discusiones
particulares. Ahora esos mismos asuntos serán confiados a
vuestra pericia, queridos hijos, que podría además señalar o
profundizar otros que pareciese necesario y oportuno proponer
y preparar.
Bajo la sabia y prudente guía de cada uno de los presiden-
tes, las Comisiones y los Secretariados están asimismo ya pre-
parados para su tarea, como Nos lo aseguran las primeras cons-
tataciones, y están particularmente dedicados a satisfacer los
deseos y proposiciones de los Obispos, padres venerables de la
noble asamblea.
¡Qué hermoso trabajo, amados hermanos e hijos Nuestros,
va a ser esto !
Al solo pensarlo el ánimo conmovido se regocija y da
gracias al Señor por toda la brillantez y belleza espiritual que
la Santa Iglesia va a conseguir ante el mundo para su edifi-
cación y su aliento.
Es natural que el estudio de preparación requiera ampli-
tud de tiempo, paciencia perseverante en el trabajo, y ejercicio
de la caridad que se embellece con los charismata meliora,
mencionados en el capítulo XIII de la 1' carta de San Pablo
a los Corintios. La experiencia más cercana a nuestros tiempos,
la de Trento y del Vaticano I, servirá de buena dirección y
•enseñanza a las proposiciones, discusiones y conclusiones.
Es también natural que el amor silentii, el sentido de la
moderación, el respeto mutuo sea precioso ornamento de los
estudios y de las reuniones. Todo en el Concilio ha de estar
rodeado de grande circunspección, manteniéndose en su puesto
cada uno de los que en él toman parte. El que las primeras
informaciones que han circulado por el gran mundo hayan
suscitado aun extra saepta Ecclessiae Catholicae respetuosa aten-
ción de parte de los hermanos separados, Nos consuela sobre
manera y Nos hace pregustar la alegría de la unidad de todos
los cristianos en los sentimientos y en la misma oración de
Cristo a su Padre: "Ut unum sint: ut sanctifices eos in.veritate"
(lo. XVII, 19).
Sin embargo el Concilio, como es ya sabido y ha sido repe-
tidamente anunciado, tiene un campo peculiar suyo, como civitas
— 76 —
in monte, y se ocupará al principio exclusivamente de cuanto
concierne a la Iglesia Católica, nuestra madre, y su actual
organización interna.
Spiritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod con-
tinet omnia scientiam habet vocis. Magníficas son estas ex-
presiones del capítulo 1° del Libro de la Sabiduría, como es
estupendo y conmovedor todo el libro. Pero todos los que, aun
sin participar en la profesión íntegra de la fe católica, desean
con ánimo leal y confiado informarse sobre los trabajos del
Concilio, Nos queremos esperar que no encontrarán menos
oportuna y cortés Nuestra invitación a aguardar un poco a que
los Padres hayan terminado su obra y todo esté bien preparado
y mejor dispuesto para los contactos más elevados : inteligencia,
corazón y visión de lo sobrenatural, sobre todo lo cual pueda
posar el Spiritus Domini a gloria y amor de Jesucristo, fundador
de su santa y gloriosa Iglesia.
Bien sabido es, por lo demás, que para completar el cuadro
oficial de las 10 Comisiones entre las cuales está distribuido
el trabajo del Concilio, hemos procedido a la institución de un
Secretariado especial que pueda responder a las referencias
de todos aquellos hermanos nuestros que aunque separados
— como suele decirse — desean seguir la obra del Concilio a
la luz de la verdad, con sentimientos de respeto, de bondad,
y de amable discreción.
Venerables Hermanos y amados hijos:
A esta Nuestra familiar conversación deseamos añadir al-
gunas palabras que eleven nuestras almas a una animosa con-
fianza, y a una santa emulación en las virtudes cristianas y
sacerdotales, que todo el pueblo deba mirar con edificación,
para salud, alegría, y paz del mundo entero.
La celebración de un Concilio de la Iglesia Católica lleva
consigo el estudio de todo un conjunto de materias que se
relacionan con el orden no sólo de los individuos y de las fami-
lias, sino también de todas las naciones, orden que rige las
bases de la convivencia humana.
Desde el decálogo de Moisés hasta los cuatro Evangelios,
todo recibe su fuerza de esto : a saber, de Cristo y de su Iglesia
en cuyo centro Jesús bendito continúa siempre repitiendo las
solemnes palabras: Ego sum lux mundi. Ego sum via, veritas
et vita (lo. VIII, 12; XIV, 6). A estas palabras y a lo que
ellas significan, ponen después un divino sello las últimas, con
que termina el Evangelio de San Mateo: Ecce: ego vobiscum
sum ómnibus diebíis usque ad consummationem saeculi (Mat.,
XXVIII, 20).
¡ Amados hijos ! Durante estos meses, revisando nume-
— 77 —
rosos escritos de la copiosa literatura relativa al último Concilio
Ecuménico Vaticano I, celebrado por Nuestro Predecesor, de
venerada memoria, Pío IX en el año 1869-1870, hemos descu-
bierto un escrito público impreso, redactado por uno de los
espíritus más abitados y aplaudidos en aquel tiempo de acen-
tuado paroxismo antiromano. Iba enderezado con una ironía
de mal gusto a los Obispos, que desde todo el mundo habrían de
acudir al Vaticano, y los comparaba con los antiguos Obispos
de Oriente, reunidos en Nicea para el primer Concilio en el
año 325 : "Vosotros os habéis reunido hoy en Roma para el
nuevo y último Concilio. El primero — el Niceno — fue un
solemne y venerando bautismo de triunfo y de ordenada unidad
para la religión que requerían los tiempos. Este último, el
vuestro, sean las que fueren vuestras intenciones, probará la
gran realidad de una religión agonizante, y consiguientemente
el necesario y no lejano nacimiento de otra nueva" (Scritti
editi ed inediti di G. M., Vol. LXXXVI. (Política. Vol. XXVIII,
Imola, Cooperativa Tip. Ed. P. Galeati, 1940, p. 241).
Hasta aquí las auténticas palabras del desafío, y de las
profecías. A un siglo de distancia podemos comprobar su insa-
nia y lo que merecen estos profetas de Baal — y nunca falta
alguno — qui viderunt et dixerunt falsa et stulta (Threni, II,
14). ¡Dejémoles hablar!, para nuestro ejercicio de vigilancia
y de paciencia, ut reportemus promissionem. Nosotros sigamos
fieles a la palabra de Cristo, la última palabra con la cual Mateo
termina su Evangelio, y que es la confirmación de la victoria
de la Iglesia de Jesús, de nuestra Iglesia, hasta el fin de los
siglos.
Esta reunión de hoy, que congrega a representantes de
todo el mundo, no es todavía la inauguración del nuevo Concilio ;
sino el comienzo y como la consagración de la decidida y amplia
preparación de nuestras energías con miras a su buen éxito,
a tomar determinaciones, a iniciar estudios y discusiones, para
proporcionar vida y doctrina segura.
;, No os parece oir el eco de una voz lejana oue llega a
nuestros oídos y a nuestros corazones? Surge, iUuminare, leru-
salem, quia cénit lumen tnnm, et gloria Domini super te orla
est (Is. LX, 1). El lejano Isaías nos ofrece las notas para el
primer cántico triunfal, que recoge los ecos del melodioso fervor
que se eleva ex ómnibus linguis, et tribubus et populis.
Grandes cosas en verdad — deseamos repetirlo — esperamos
Nos de este Concilio, que no sólo pretende vigorizar la fe, la
doctrina, la disciplina eclesiástica, la vida religiosa y espiritual ;
sino contribuir en gran manera a la consolidación de los prin-
cipios del orden cristiano, en los que se inspira y por los que
se rige el desenvolvimiento de la vida civil, económica, política
y social. La ley del Evangelio debe llegar a todo esto, y no
— 78 —
hay nada que no deba envolver y penetrar de cuanto nos viene
de rore coeli et de pinguedine terrae (Gen. XXVII, 28). Llegar
a todo esto supone una participación consciente, sincera, elevada,
de todos los que integran el orden social — sacerdocio y laicado ;
autoridades constituidas ; actividades intelectuales ; trabajo —
del orden social absorbido con la preocupación de la perfecta
unión de las relaciones entre cielo y tierra, entre vida presente
incierta y peligrosa, y vida eterna y felicísima en la proporción
de nuestra correspondencia como hombres y como cristianos a
los dones de la gracia y de la misericordia del Señor.
Venerables Hermanos, amados hijos :
En la gloria serena y tranquila de este hermoso comienzo
de los trabajos del Concilio, confiado a la competencia y a las
buenas y sabias inspiraciones de cada uno, dignaos recibir el
sursum corda que deseamos dirigir a todos y cada uno de los
presentes en persona o en espíritu ; a los Señores Cardenales,
cercanos y preciosos colaboradores del humilde Sumo Pontífice
episcopus Ecclesiae Romanae y Pastor de la Iglesia Universal;
a los Patriarcas, Arzobispos, Obispos de toda la cristiandad,
extendida en diversos ritos y por todas las regiones del mundo
entero; a los Abades, a todos los miembros del clero, secular y
regular, y a todos los que del estado eclesiástico han sido lla-
mados in partem soüicitudinis, y que pertenecen al corpas
universcUe Ecclesiae para contribuir con la oración, el consejo,
la actividad, al gran acontecimiento, al cual nos ha llamado la
Providencia del Señor, o puesto en condiciones de cooperar.
Desde el primer anuncio del Concilio Ecuménico Vaticano II,
el mundo cristiano ha notado que una corriente de espiritualidad
conmueve las almas con vibraciones insólitas.
Y en las almas sinceras estas vibraciones toman acento
de oración confiada, suave al oído y al corazón : voces de almas
inocentes, voces de almas consagradas, voces de los que sufren,
que se elevan desde todos los puntos de la tierra.
En los primeros años de la historia de la Iglesia, el primer
Papa, Pedro, fue objeto de persecuciones, privado de libertad,
y recluido en prisión. El libro de los "Hechos" es conmovedor
cuando nos refiere cómo toda la Iglesia comenzó a orar por él
sine intermissione. Desde hace veinte siglos continúa la oración
por el Jefe de la Iglesia Católica, y podéis comprender vosotros
cuánto consuelo, seguridad espiritual y tranquilidad produzca
en el Papa el sentirse sostenido así por sus venerables Hermanos
y amados hijos, esparcidos en todo el mundo. Este sentimiento
lo mantiene en continua comunión con la Sancta Ecclesia uni-
ré rsalis, comunión de oración que responde a la oración, comu-
nión de sufrimientos que responde al sufrimiento.
La bondadosa Providencia de Nuestro Señor ha dispuesto
que el Obispo de Roma, reconocido en todos los siglos como
su Vicario en la tierra goce ahora de una libertad personal que
"le permite el ejercicio de su sagrado ministerio espiritual, como
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sucedió al primer Pontífice, Pedro, libre ya de la cárcel de
Herodes.
Pero el Papa tiene una gran pena que llena siempre su
corazón : el recuerdo de muchos, por demás numerosos, amados
Hermanos suyos en el episcopado, de excelentes sacerdotes y
fervorosos fieles que aquí y allá en varias partes del mundo
sufren privación de la libertad humana y religiosa, y aun a
veces física y moral, y hasta opresión comparable a la que
sufrieron los primeros héroes y mártires del cristianismo.
Sabemos Nos lo que significa vivir con Cristo, con su
Evangelio, con su Cruz, y lo que podemos esperar de los ene-
migos de Cristo y de la civilización cristiana. Esto Nos hace
mucho más sensibles a las aflicciones de Nuestros hermanos
que continúan sufriendo en la tribulación ; y Nos anima a apre-
surar para ellos y para todo el mundo el triunfo de la verdad,
de la justicia, de la libertad y de la paz.
El diligente y reflexivo trabajo de la preparación más
directa del Concilio Ecuménico, con la contribución ordenada
y preciosísima de los componentes de las diez Comisiones y de
los Secretariados ya a punto de entregarse a la gran tarea
propuesta a cada uno, tenga siempre presente la voz de la
Iglesia, hecha signo de persecución, en una no interrumpida
comunión de oraciones, de fatigas, y de méritos que asegurarán
el buen éxito de la santa empresa, que nos confía la Providencia,
y asegurarán también la recompensa cierta de la vida presente
y eterna en Cristo Jesús, Rey glorioso e inmortal de los siglos
y de los pueblos. Así sea. (Traducción de la Oficina de Prensa
del Vaticano).
N. DE I„A R. — He aq»¡ la traducción de las palabras y frases latinas empleadas
por S. S. en el curso de esta Alocución. Traducimos para el público, siguiendo el orden
BUceslvio de las1 palabras latinas no repetidas:
(1) Sea bendito el nombre del Señor: nuestra ayuda en el nombre del Señor. (2) con.
generoso corazón y ánimo decidido. (3) la Nueva y Amplísima Colección. (4) que
conquistó con su sangre. (5> la ley de la fe. (6) Madre de Dios. (7) a fondo. (8) en
las cosas de la fe y de costumbres. i9i que las tinieblas se hayan extendido sobre toda
la tierra. (10) hombre católico, orbe católico, Iglesia católica. (lli a los que el Pa-
dre predestinó y dispuso hacer conformes a la imagen de su divino Hijo, para que vengi
El a ser como el primogénito entre muchos hermanos. (12i El Hijo de Dios Fundador
de la Iglesia. ((13) los carismas superiores. ( 14 1 una misma cosa. iló> fundamento
de los Apóstoles y profetas, teniendo por piedra suma angular a Cristo Jesús: en quien
toda edificación construida crece hasta llegar a ser el templo santo del Señor. < 16 1 Por
suprema inspiración de Dios. < 17 1 Presentes Aquí estamos! < 18 1 el amor del silen-
cio. ( 19 » fuera del vallado de la Iglesia Católica. (20) Que sean una misma cosa:
santifícalos en la verdad. (21) como ciudad en el monte. (22i El Espíritu del Señor
colmó el orbe de la tierra y lodo cuanto en el se contiene resuena con el eco de su
voz. (23) el Espíritu del Señor. (24) Yo soy la luz del mundo. Yo soy el camino, la
verdad y la vida. (25) He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los
siglos. (26) que vieron y dijeron cosas falsas y estúpidas. (27> para ganarnos la pro-
mesa. (28) Levántate, ilumínate oh Jerusalén, porque ha llegado tu "luz y la gloria
del Señor ha amanecido para tí! (29) de todas las lenguas, pueblos y naciones. (30) de
lo alto del cielo y de la esplendidez de la tierra. (31) arriba los corazones. (32) obispo
de la Iglesia Romana. (33) para participar de su solicitud. (34) al cuerpo univer-
sal de la Iglesia. (35) sin interrupción. (36) Santa universal Iglesia.
CONSTITUCION APOSTOLICA HUMANAE SALUT1S
(25 de diciembre de 1961; texto latino e italiano en
"L'Osservator Romano" del 26-27).
JUAN OBISPO
SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS
PARA PERPETUA MEMORIA
Introducción.
El Divino Redentor, Jesucristo, que antes de subir al cielo
había conferido a los apóstoles el mandato de predicar el Evan-
gelio a todas las gentes como apoyo y garantía de su misión,
les hizo esta consoladora promesa : "He aquí que yo estaré con
vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos"
{Mateo, 28, 20). Esta divina presencia, viva y operante en
todo tiempo en la Iglesia, se advierte sobre todo en las épocas
más graves para la humanidad. Es entonces cuando la Esposa
de Cristo se muestra en todo su esplendor de maestra de la
verdad y administradora de la salvación ; y es entonces también
cuando Ella despliega todo el poder de la caridad, de la oración,
del sacrificio y del sufrimiento; y esto por medio de bienes
espirituales inconmovibles, los mismos empleados por su Divino
Fundador, que en un momento solemne de su vida declaró:
"Tened confianza, yo he vencido al mundo" (Jo., 16, 33.).
DOLOROSAS COMPROBACIONES
La Iglesia asiste hoy a una crisis real de la sociedad.
Cuando la humanidad está en los comienzos de una nueva era,
tareas de una inmensa gravedad y amplitud esperan a la
Iglesia como en las épocas trágicas de su historia. Se trata,
en efecto, de poner en contacto con las energías vivificantes y
perennes del Evangelio al mundo moderno ; mundo que se vana-
gloria de sus conquistas en el campo técnico y científico, pero
que soporta también las consecuencias de un orden temporal
que por algunos se ha querido reorganizar prescindiendo de Dios.
Por lo que la sociedad moderna se caracteriza por un gran
progreso material al que no corresponde un avance igual en
el campo moral. De aquí el debilitado anhelo de los valores
del espíritu. De aquí la inclinación a buscar casi exclusiva-
mente los goces terrenos que la técnica progresiva pone con
tanta facilidad a disposición de todos. Y de aquí también un
hecho enteramente nuevo, desconcertante :1a existencia de un
ateísmo militante, que opera en escala mundial.
— 81 —
MOTIVOS DE CONFIANZA
Estas dolorosas comprobaciones están pidiendo un deber
de vigilancia y un sentido de responsabilidad. Las almas des-
confiadas no ven más que tinieblas gravitando sobre la faz de
la tierra. Nos, en cambio, queremos reafirmar toda nuestra
confianza en nuestro Salvador, que no se ha apartado del mundo
por El redimido. Más aun, haciendo nuestra la recomendación
de Jesús para saber distinguir "los signos de los tiempos"
(Mateo, 16, 4), nos parece sorprender en medio de tantas
tinieblas no pocos indicios que permiten abrigar buenas espe-
ranzas sobre la suerte de la Iglesia y de la humanidad. Pues
que las guerras sangrientas que se han sucedido en nuestro
tiempo, la ruina espiritual ocasionada por muchas ideologías
y los frutos de tantas experiencias amargas, no se han pro-
ducido sin útiles enseñanzas.
El mismo progreso científico que ha proporcionado al hom-
bre la posibilidad de desencadenar catástrofes por su poder
destructor ha levantado angustiosos interrogantes; ha cons-
treñido a los seres humanos a reflexionar, a darse mejor cuenta
de sus propias limitaciones, a hacer que deseen la paz, que
piensen en la importancia de los valores espirituales; y ha
acelerado el proceso de una más estrecha colaboración y recí-
proca integración entre individuos, clases y naciones, proceso
al que, aún entre mil incertidumbres, parece ya estar encami-
nada la familia humana. Todo esto facilita, sin duda, el apos-
tolado de la Iglesia, puesto que muchos que ayer no se daban
cuenta de la importancia de su misión, hoy, enseñados por la
experiencia, están mucho más dispuestos a acoger sus adver-
tencias.
VITALIDAD ACTUAL DE LA IGLESIA
Si fijamos nuestra atención en la Iglesia, vemos que no ha
permanecido como pasiva espectadora frente a estos aconteci-
mientos, sino que ha seguido paso a paso la evolución de los
pueblos, el progreso científico, las revoluciones sociales; se ha
opuesto decididamente a las ideologías materialistas y nega-
doras de la fe ; ha visto, por último, brotar de su seno y desple-
garse inmensas energías de apostolado, de plegaria, de acción
en todos los campos por parte, sobre todo, de un clero cada
vez más a la altura de su misión, por la doctrina y virtud y, de
otra parte, por la labor de un laicado que cada vez se ha sen-
tido más consciente de sus responsabilidades en el seno de la
Iglesia y en particular de su deber de colaborar con la jerar-
quía eclesiástica. A esto se añaden los inmensos sufrimientos
de cristiandades enteras por los que una multitud admirable
de pastores, de sacerdotes y seglares sellan la coherencia de la
propia fe sufriendo persecuciones de todo género y dando lugar
— 82 —
a actos de heroísmo no inferiores a los de los períodos más
gloriosos de la Iglesia. Así, pues, si el mundo aparece pro-
fundamente cambiado, también la comunidad cristiana se ha
transformado y renovado en gran parte; es decir, se ha forti-
ficado socialmente en la unidad, revigorizado intelectualmente,
purificado interiormente de modo que está pronta para seguir
siendo buen cimiento.
EL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II
Ante este doble espectáculo, el de un mundo que acusa un
grave estado de indigencia espiritual, y la Iglesia de Cristo
todavía tan vibrante y llena de vitalidad, Nos, desde que subi-
mos al Supremo Pontificiado, a pesar de nuestra indignidad y
por un gesto de la Divina Providencia, sentimos el ingente deber
de reunir a nuestros hijos para dar a la Iglesia la posibilidad
de contribuir más eficazmente a la solución de los problemas de
la edad moderna. Por este motivo, acogiendo como venida
de lo alto una voz íntima de nuestro espíritu, hemos creído
estar ya maduros los tiempos para ofrecer a la Iglesia católica
y al mundo el don de un nuevo Concilio Ecuménico, en corres-
pondencia y continuación de la serie de los veinte grandes
concilios que fueron a lo largo de los siglos un verdadero medio
providencial para incremento de gracia y de progreso cristiano.
El eco gozoso que suscitó su anuncio seguido de las oraciones
de toda la Iglesia y de su fervor en los trabajos preparatorios
realmente alentadores, así como el vivo interés, o al menos la
atención respetuosa, por parte de los no católicos e incluso de
los no cristianos, han demostrado de forma la más elocuente
cómo a nadie ha escapado la importancia histórica del aconte-
cimiento.
Por tanto, el próximo Concilio se va a reunir felizmente
y en un momento en que la Iglesia observa más vivo el deseo
de fortificar su fe y de contemplarse en su propia admirable
unidad; cuando también siente más urgente el deber de dar
mayor eficiencia a su sana vitalidad y de promover la santi-
ficación de sus miembros, la difusión de la verdad revelada,
la consolidación de sus estructuras. Será ésta una demostración
de la Iglesia, siempre viva y siempre joven, que percibe el ritmo
del tiempo, que en todos los siglos se va adornando con nuevo
esplendor, que brilla con nuevas luces, que realiza nuevas con-
quistas aun permaneciendo siempre idéntica a sí misma, fiel
a la imagen divina impresa sobre su rostro por el Esposo que
la ama y protege, Cristo Jesús.
En un momento, además, de generosos y crecientes esfuer-
zos que desde diversas partes se realizan a fin de reconstruir
aquella unidad visible de todos los cristianos que responda a
los deseos del Divino Redentor, es muy natural que el próximo
— 83 —
Concilio contenga las premisas de claridad doctrinal y de caridad
recíproca que harán todavía más vivo en los hermanos separa-
dos el deseo del augurado retorno a la unidad y vayan expla-
nando el camino para ella.
Por último, el próximo Concilio está llamado a ofrecer al
mundo descarriado, confuso, ansioso bajo la continua amenaza
de nuevos conflictos espantosos una posibilidad para todos los
hombres de buena voluntad de albergar y disponer pensamientos
y propósitos de paz; paz que puede y debe venir sobre todo
de las realidades espirituales y sobrenaturales, de la inteligencia
y de la conciencia humana iluminadas y guiadas por Dios, crea-
dor y redentor de la humanidad.
PROGRAMA DE TRABAJO DEL CONCILIO
Estos frutos por Nos tan esperados del Concilio, y sobre
los que tan a menudo nos ocupamos, suponen un vasto programa
de trabajo que se está ahora preparando. Programa que mira
a los problemas doctrinales y prácticos más adecuados a las
exigencias de una perfecta conformidad con la enseñanza cris-
tiana para edificación y servicio del Cuerpo Místico, de su
misión sobrenatural y, entre otros, las Sagradas Escrituras, la
veneranda tradición.los sacramentos,la oración, la disciplina ecle-
siástica, las actividades caritativas y asistenciales, el apostolado
seglar, los horizontes misioneros.
Este orden sobrenatural debe, sin embargo, reflejar toda
su eficacia sobre el otro orden, el temporal, que termina muchas
veces por ser desgraciadamente, el único que ocupa y preocupa
al hombre. También en este campo la Iglesia ha demostrado
que quiere ser "mater et magistra", según la expresión de nues-
tro lejano glorioso antecesor Inocencio III, pronunciada en oca-
sión del Concilio Lateranense IV.
Aun no persiguiendo finalidades directamente terrenas, la
Iglesia, sin embargo, no puede desinteresarse en su caminar
de los problemas y de los trabajos de aquí abajo. Sabe cuánto
contribuyen al bien del alma aquellos medios aptos para hacer
más humana la vida de los hombres que han de salvarse; sabe
que vivificando el orden temporal con la luz de Cristo hace
que los hombres se conozcan a sí mismos, los conduce a des-
cubrir en sí mismos la razón de su propio ser, su propia dig-
nidad, su propio fin. De aquí la presencia viva de la Iglesia,
hoy, en los organismos internacionales, de hecho y de derecho;
y de aquí la elaboración de su doctrina social en relación con
la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad civil y todos los
problemas conexos, que ha elevado a un prestigio altísimo su
magisterio, como la voz más autorizada, intérprete y mante-
nedora del orden moral y vindicadora de los derechos y de los
— 84 —
deberes de todos los seres humanos y de todas las comunidades
políticas.
De este modo la influencia bienhechora de las delibera-
ciones conciliares, como Nos vivamente esperamos, habrá de
llegar hasta investir de luz cristiana y penetrar de fervorosa
energía espiritual no sólo la intimidad de las almas sino también
el acerbo colectivo de las actividades humanas.
CONVOCACION DEL CONCILIO
El primer anuncio del Concilio hecho por Nos en 25 de
enero de 1959, fue como la pequeña semilla que Nos lanzamos
con ánimo y con mano trepidante.
Socorridos con la ayuda celestial, Nos dispusimos entonces
al complejo y delicado trabajo de prepararlo.
Han transcurrido ya tres años, a lo largo de los cuales
hemos visto día a día crecer la pequeña semilla y convertirse,
con la bendición de Dios, en un gran árbol.
Al contemplar el largo y fatigado camino recorrido se eleva
de nuestro corazón un himno de gracias al Señor por habernos
prodigado sus auxilios de forma que todo sea desenvuelto del
modo conveniente y dentro de la armonía de los espíritus.
Antes de determinar los temas de estudio con miras al
futuro Concilio quisimos escuchar el prudente e ilustrado parecer
del Colegio Cardenalicio, del Episcopado de todo el mundo, de
los Sagrados Dicasterios de la Curia Romana, de los superiores
generales de las Ordenes y de las Congregaciones religiosas, de
las Universidades católicas y de las Facultades eclesiásticas.
En el período de un año se realizó este ingente trabajo de
consulta, de cuyo examen brotaron con claridad los puntos que
se han de someter a un profundo estudio.
Constituimos entonces los diversos organismos preparato-
rios, a los cuales confiamos la ardua tarea de elaborar los esque-
mas doctrinales y disciplinares, entre los cuales escogeremos aqué-
llos que Nos proponemos someter a la asamblea conciliar.
Tenemos, finalmente, la alegría de comunicar que este in-
tenso trabajo de estudio, al que han prestado su contribución
preciosa los cordenales, obispos, prelados, teólogos, canonistas,
expertos de todas las partes del mundo, llega hoy a su término.
Confiando, pues, en la ayuda del Divino Redentor, principio
y fin de todas las cosas, de su augusta Madre y de San José,
a quien desde el comienzo hemos confiado un tan gran aconte-
cimiento, Nos parece llegado el momento de convocar el Con-
cilio Ecuménico Vaticano II.
— 85 —
Por tanto, tras de haber oído el parecer de nuestros herma-
nos los cardenales de la Santa Romana Iglesia, con la autoridad
de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y
Pablo y con la nuestra, publicamos; anunciamos y convocamos
para el próximo año 1962 el ecuménico y general concilio que
se celebrará en la Basílica Vaticana, en los días que serán seña-
lados oportunamente y que la Divina Providencia querrá depa-
rarnos.
Queremos, en consecuencia, y ordenamos que acudan a este
Concilio Ecuménico por Nos publicado, todos nuestros queridos
hijos cardenales, los venerables hermanos patriarcas, primados,
arzobispos y obispos, tanto residenciales como titulares, y, ade-
más, todos aquellos que tienen el derecho y el deber de intervenir
en el Concilio.
INVITACION A LA ORACION
Y ahora pedimos a cada uno de los fieles y a todo el pueble)
cristiano que participe con sus más vivas oraciones, que acom-
pañe, vivifique y adorne la preparación próxima al gran acon-
tecimiento. Que esta oración se inspire en una fe ardiente,
perseverante; que vaya acompañada de la penitencia cristiana
que la hace más aceptable a Dios y más eficaz ; que esté avalorada
por un esfuerzo de vida cristiana que venga a ser como prenda
anticipada de la disposición adoptada por cada uno de los fieles
de aplicar las enseñanzas y las directrices prácticas que emanen
del Concilio mismo.
Al venerable clero, tanto secular como regular esparcido
por todo el mundo ; a todas las clases de fieles dirigimos nuestro
llamamiento. Pero de modo especial confiamos su éxito a las
oraciones de los niños, puesto que sabemos bien cuán poderosa
es ante Dios la voz de la inocencia y a los enfermos y a los que
sufren para que sus dolores y su vida de inmolación, en virtud
de la cruz de Cristo, se transformen y asciendan hechas oración,
redención, fuente de vida para la Iglesia.
Invitamos también a unirse a este coro de plegarias a todos
los cristianos de las Iglesias separadas de Roma para que el
Concilio se produzca también en su provecho. Nos sabemos
que muchos de estos hijos están ansiosos de un retorno de unidad
y de paz según las enseñanzas y la oración de Cristo al Padre.
Y sabemos también que el anuncio del Concilio no sólo ha sido
acogido por ellos con alegría, sino que no pocos han prometido
ya ofrecer sus plegarias por su feliz resultado y esperan mandar
representantes de sus comunidades para seguir de cerca los tra-
bajos ; todo esto es para Nos motivo de gran consuelo y esperanza
y precisamente para poder facilitar estos contactos hace tiempo
que establecimos un secretariado con este fin determinado.
— 86 —
Repítase así en la familia cristiana el espectáculo de los
Apóstoles reunidos en Jerusalén, después de la Ascensión de
Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró toda unida
en comunión de pensamiento y de plegaria con Pedro y en torno
a Pedro, pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el
Divino Espíritu escuchar de la forma más consoladora la ple-
garia que todos los días asciende a El desde todos los rincones
de la tierra.
"Renueva en nuestra época los prodigios como de un nuevo
Pentecostés; y concede que la Iglesia santa reunida en unánime
e intensa plegaria en torno a María Madre de Jesús y, guiada
por Pedro, difunda el reino del Divino Salvador, que es reino
de verdad, de justicia, de amor y de paz. Así sea". (De la
oración por el Concilio Ecuménico).
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 25 de diciembre, fiesta
de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, de 1961, cuarto de
nuestro pontificado.
Catholicae Ecclesiae Episcoyiis,
Ego Joannes.
87 —
MOTU PROPRIO
EN QUE SE ESTABLECE LA FECHA DE COMIENZO
DEL CONCILIO VATICANO II
El día 25 de diciembre del pasado año 1961, festividad de
la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, llevando a cabo una
decisión que había estado largo tiempo madurando en nuestra
alma, y al mismo tiempo llenando las esperanzas comunes del
mundo católico, hemos convocado la celebración del II Concilio
Ecuménico Vaticano para este año con la constitución apostó-
lica "Humanae salutis".
Actualmente, tras cuidadosa consideración, con el fin de
dar a los participantes en el Concilio la posibilidad de hacer
anticipadamente sus preparativos, hemos llegado a la decisión
de fijar la inauguración del II Concilio Ecuménico Vaticano
para el día 11 del próximo mes de octubre. Hemos escogido
esta fecha especialmente por la razón de que está relacionada
con el recuerdo del gran Concilio de Efeso, que fue de máxima
importancia para la historia de la Iglesia.
Al acercarse reunión tan solemne no podemos dejar de
exhortar de nuevo a todos nuestros hijos para que aumenten
aún más sus plegarias al Señor impetrando un feliz resultado
de este acontecimiento, en lo cual Nos estamos unidos con
nuestros venerables hermanos y amados hijos directamente
relacionados con la labor preparatoria del Concilio Ecuménico,
y en unión de la totalidad del clero y del pueblo católicos, que
ardientemente lo esperan.
Los frutos que ardientemente deseamos de esta celebración
son, sobre todo, éstos : Que la Iglesia, esposa de Cristo, pueda
vigorizar aun más sus divinas energías y extender su benéfica
influencia sobre las almas de los hombres en la máxima ex-
tensión.
En este sentido hay también base para confiar en que los
pueblos, volviendo sus ojos con más confianza hacia Cristo,
alumbrando ?u luz a las naciones — y especialmente a aquellas
que, con mucho dolor, hemos visto sufrir a causa de desastres,
conflictos luctuosos y discordias — , puedan finalmente lograr
la verdadera paz con respeto para sus mutuos derechos y deberes.
Por tanto, tras madura consideración "motu proprio" (por
nuestra propia iniciativa), y en virtud de nuestra autoridad
apostólica, establecemos y decretamos que el II Concilio Ecu-
ménico Vaticano comience el día 11 de octubre del corriente
año.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 2 de febrero, en
la fiesta de la Purificación de la Bienaventurada Virgen María,
año 1962, cuarto de nuestro pontificado.
Juan PP. XXIII.
— 91 —
HOMILIA DE SU SANTIDAD EN LA SOLEMNIDAD
DE PENTECOSTES
(Texto italiano en "L'Osservatore Romano" del 11-12
de junio de 1962)
Recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá
sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la
Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra (Act. 1, 8) .
Venerables hermanos y queridos hijos: El último encuen-
tro de Jesús Resucitado con sus Apóstoles y discípulos fue
verdaderamente un festín de gracias y de alegría. Las expre-
siones de San Lucas "convescens", "loquens de regno Dei"
compendian toda su belleza y encanto.
Mandato dado a sus íntimos de no abandonar la ciudad sino
de permanecer en Sión, para esperar al Espíritu Santo que el
Padre enviaría: "quem mittet Pater in nomine meo" (lo. 14, 26) ;
seguridad del testimonio que ellos darían después al Rabí,
divino vencedor de la muerte y dueño del futuro. "Eritis
mihi testes in ultimum terrae" (Act. 1, 8).
¡Oh, qué palabras las que dirigió Jesús a los primeros
confidentes de sus pensamientos y de su corazón y qué frag-
mento luminoso y lleno de colorido sobre el futuro de su Iglesia :
"eritis mihi testes", en tono profético y solemne, como una
investidura para continuar el apostolado confiado a los suyos
por el advenimiento de su reino de redención y salvación entre
todos los pueblos y en el transcurso de todos los siglos !
El Reino de Cristo y la historia de la Iglesia.
De hecho, el reino de Cristo Jesús, Hijo de Dios, Verbo
Encarnado, Señor del Universo, comenzó desde allí, desde allí
la historia de la Iglesia Católica y Apostólica, una y santa, se
puso en camino para dar ese testimonio. Han transcurrido
veinte siglos. Graves y peligrosas vicisitudes provenientes^ de
la debilidad humana amenazaron con frecuencia aquí y allá la
firmeza de esta admirable institución : dificultades an su camino,
pruebas e incertidumbres por el abandono de algunos, pare-
cieron poner en grave riesgo a veces el carácter de su unidad,
pero la sucesión apostólica jamás ha sido rota: la túnica de
Cristo permaneció inconsútil aunque no faltasen en tiempos
difíciles angustias de alguna desgarradura peligrosa.
Es que la palabra de Jesús sigue siendo vivificante en su
Iglesia. El prodigio se renueva siempre con mayor difusión de
— 92 —
gracia sobre cada uno de los fieles, a veces en forma misteriosa
y grandiosa sobre todo el cuerpo social.
Queridos hijos: Todavía la palabra tranquilizadora de este
"eritis mihi testes" que une con divino acento los acordes a
toda la sustancia viva de los dos Testamentos: la misteriosa
sucesión del pasado, del presente, del porvenir, Jesús, el Rabí
divino está en medio y reúne en su persona, en sus enseñanzas,
en su sangre, la gloria de su realeza.
"Eritis mihi testes". Testimonio doble: testimonio de Je-
sús ante sus más íntimos, siempre "Dominus et Magister" en
la evidencia de la sublime doctrina, en la sucesión de los milagros
hechos, en el Sacrificio cruento, en la Resurrección victoriosa,
en la profusión incesante de gracia y de amor para el hombre
perdonado, para toda la humanidad redimida y elevada de nuevo
a la sublimidad de una familia divina : "de Virgine natus, nobis
id est mundo largitus suam deitatem".
Doble testimonio de elevación y salvación.
El otro testimonio es el testimonio de los discípulos de
Jesús y de sus sucesores, dado al Divino Maestro a lo largo
de los siglos a la continuación de su obra redentora desde
Jerusalén hasta los más apartados confines del mundo.
Sí, "eritis mihi testes" es siempre la palabra, la nota
sublime que une de nuevo los acordes del Antiguo con todo el
Nuevo Testamento. A ella responden como un eco, cual poema
divino y humano, apóstoles y evangelistas, pontífices y mártires,
padres y doctores de la Iglesia, héroes y sagradas vírgenes,
juventudes y experiencias antiguas y modernas, hijos de toda
raza y color, de toda procedencia ética y social, todos aclamando
a Cristo que había anunciado por "os suum proriissionmi Pitras",
fecundadora por el Espíritu de toda gracia de apostolado a su
Iglesia "usque ad consummationem saeculi".
Este primer Pentecostés cuyo recuerdo celebramos hoy, he
aquí que sigue derramando todavía, después de veinte siglos,
su luz sobre nuestras cabezas; encendiendo en nuestros cora-
zones la misma liama con que .°e alegraron los primeros dis-
cípulos del Señor al solo anuncio del Espíritu Santo que el
Padre enviaría, respondiendo a las invocaciones que se elevaban
del Cenáculo unidas a las de María, madre de Jesús.
Ciertamente, venerables hermanos y queridos hijos, el "eritis
mihi testes" va a hallar una nueva y más solemne aplicación de
la promesa de Jesús a sus discípulos; después de dos mil años
todavía vivos, más numerosos que nunca, todavía palpitantes
de afecto y entusiasmo apostólico en derredor suyo.
— 93 —
La reunión litúrgica de hoy — al contemplarla se recrea
la vista y exulta el corazón — compuesta de ancianos venerables
y jóvenes dispuestos para el ejercicio y las tareas del minis-
terio sucerdotal, representa a todo el mundo. Pero ¿no llega
a ser la representación, el primer atisbo del espectáculo que la
gracia del Señor quiere reunir en esta colina del Vaticano el
11 de octubre para suscitar con ello un nuevo ímpetu por la
santificación de la Jerarquía, del clero y del pueblo, para ilu-
minar a las gentes, para aliento vivificador de toda la actividad
humana?
El Redentor, luz de todas las gentes.
Pronto el mundo podrá ver con sus ojos lo que es el Con-
cilio; qué maravillas sabe ofrecer la Santa Iglesia católica en
la luz de su divino Fundador Jesús, cómo la quiso, la hizo y
a lo largo de los siglos sigue vivificándola entregada a la sal-
vación de todas las almas y de todas las gentes; irradiante
esplendor de celestial doctrina y tesoros de gracia y a través
del sacrificio, camino de paz aquí abajo y de gloria impere-
cedera por los siglos sempiternos.
Dejad, queridos hijos, que sobre estas relaciones de la
Santa Iglesia con Cristo, que la sostiene como la ha fundado,
sigamos haciendo alguna indicación que sirva de común edifi-
cación y al mismo tiempo de preparación individual y colectiva
al gran acontecimiento cuya espera es tan alegre y deseada.
El Concilio Vaticano Segundo quiere lograr en forma es-
pontánea y de aplicación amplísima expresar lo que Cristo
representa todavía y hoy más que nunca como luz y sabiduría,
como dirección y estímulo, como consuelo y mérito de sufri-
miento humano en la vida presente y garantía de la futura.
El testimonio de la Iglesia universal quiere dirigirse a Jesús
como al "Dominus et Magister" de todos y de cada uno, al
"Pastor Bonus" siempre procurando a su grey alimento de gracia,
pan espiritual para preservarle de los peligros y, finalmente,
al "Sacerdos et Hostia" para memoria y continuación de su
sacrificio por la humanidad y los sufrimientos de la vida, graves
en todo tiempo, pero más graves cuando hay que reconocer
causas o consecuencias de opresión de la persona humana y de
sus fundamentales e inalienables libertades.
En esta luz de doctrina, de seguridad y mérito, la perfecta
fidelidad del cristiano se siente estimulada a la profesión de
fe sincera y de correspondencia absoluta entre pensamiento y
acción y toca el corazón del que anhela una conducta digna
de vida para defensa de comunes ideales y logro de legítimas
aspiraciones.
— 94 —
Esta triple irradiación de luz celestial que Jesucristo, maes-
tro, pastor, sacerdote, reverbera sobre el rostro de su Iglesia
tiene una significación que no escapa a nadie, y más aún puede
invitar a todos a situarse en la exacta perspectiva para com-
prender, conforme a la más acreditada jerarquía de valores, lo
que vale la vida para el hombre, incluso simplemente hombre,
lo que vale más para el cristiano perfecto.
Confiada espera de la humanidad.
Con sentimiento de confiada espera asistimos hoy a nuevos
fenómenos. Es cierto que, después de desaparecidas las dis-
tancias, abiertos los caminos a la conquista del espacio, inten-
sificada la investigación científica y exaltada la producción
técnica, ahora descubrimos en el hombre un estado de ánimo
realmente sorprendente.
Nos parece poder decir que el hombre de estudio y de
acción de este atormentado siglo, atormentado por dos guerras
mundiales y por otros innumerables conflictos de índole diversa,
ya no es tan orgulloso de sí mismo y de sus conquistas ; no está
tan seguro como en los siglos diecioho y diecinueve de poder
alcanzar la felicidad en la tierra y mucho menos de lograr
por sí solo con su talento y energías, aplacar las angustias, des-
echar los temores, superar las debilidades que siempre amena-
zan con vencerlo.
Hablemos más claramente. Después de todas las manifes-
taciones de la literatura contemporánea surge un gemido y los
poderosos de la tierra reconocen no poder levantar al hombre,
no poderlo llevar a ese reino de felicidad y de prosperidad que
siempre es su aspiración ardiente.
Jamás la Iglesia Católica ha dicho a la humanidad que
quiere librarla de la dura ley del dolor y de la muerte. Y no
ha intentado engañarla ni la ha facilitado el lastimoso remedio
de la ilusión. Al contrario, ha continuado afirmando que la
vida es peregrinación y ha enseñado a sus hijos a unirse al
canto de esperanza que resuena todavía en el mundo.
Ahora que el hombre, como aterrado por los progresos
científicos alcanzados, consciente en definitiva que ninguna con-
quista le podrá proporcionar la felicidad, ahora que se suceden,
alternándose y eliminándose, todos los que prometían inútil-
mente eterna juventud y fácil prosperidad, es providencial y
muy natural que la Iglesia levante su voz solemne v persuasiva
y ofrezca a todos los hombres el consuelo de la doctrina y de
esa cristiana convivencia que prepara los esplendores de la ale-
gría eterna para la cual ha sido formado el hombre.
En ningún modo intimidada por las dificultades que en-
cuentran sus hijos y que se deslizan en el servicio que quiere
— 95 —
prestar a la verdad, a la justicia y al amor, siempre fiel a las
consignas de su Divino Fundador, la Iglesia Santa quiere hablar
todavía de El, por consiguiente, a la humanidad; de Cristo
Jesús, Maestro, Pastor. Víctima y sacrificio de expiación y
redención.
"Dominus et Mayister" .
No todos los puntos, numéricamente, de la doctrina cató-
lica serán explicados de nuevo en el próximo Concilio, sino
con especial cuidado los referentes a las verdades fundamen-
tales puestas en tela de juicio o en oposición con las contra-
dicciones del pensamiento moderno como derivación de los errores
de siempre, pero penetrados de diferente manera. El hombre
que desentraña las profundidades de la ciencia y busca el punto
de contacto entre el cielo y la tierra, sabe que ninguna cuestión
permanece insoluble por la doctrina apostólica, que ninguna
solución se ofrece con entendimiento polémico o con facilidad
presutuosa. La verdad resplandece desde arriba, pero alcanzar
la cima no supone esfuerzo para nadie cuando está animado
de voluntad decidida y libre de vínculos opresores.
La Iglesia, continuando en dar testimonio de Jesucristo,
nada quiere quitar al hombre, no le niega la posesión de sus
conquistas y el mérito de los esfuerzos realizados, pero quiere
ayudarle a encontrarse, a reconocerse, a alcanzar aquella ple-
nitud de conocimientos y de convicciones que ha sido en todo
tiempo anhelo de los hombres sabios, incluso al margen de la
divina revelación.
En este inmenso espacio de actividad que se abre ante él,
la Iglesia abraza con solicitud maternal a todo hombre y quiere
persuardirle a que acepte el divino mensaje cristiano que da
orientación segura a la vida individual y social.
Veinte Concilios ecuménicos, innumerables concilios nacio-
nales y provinciales y sínodos diocesanos han aportado una
valiosa contribución al conocimiento de una o más verdades de
índole teológica o moral.
El Concilio Vaticano Segundo se presenta a la catolicidad,
a la humanidad en la firmeza del credo apostólico proclamado
por inmensa asamblea y con la experiencia de una ilustración
doctrinal, además de universal, en una visión de conjunto que
responde mejor al alma del tiempo moderno, y será éste un
acertado testimonio de la enseñanza de Cristo evocado por la
Iglesia a la tradición singular, especialmente del Vaticano Pri-
mero, del Tridentino, del Lateranense Cuarto, gloria preclara
del papa Inocencio III (1215), a la tradición de torios los con-
cilios que señalaron triunfo de verdad penetrada y hecha penetrar
con ardor en el cuerpo social.
— 96 —
'Christtis Pastor".
Os podemos asegurar, queridos hijos, que este nuestro
Concilio Vaticano Segundo pretende y quiere ser sobre todo
gran testimonio y búsqueda de los rasgos característicos del
Buen Pastor.
A la inmensa grey cristiana y católica nunca faltó el sos-
tenimiento que ya el Divino Redentor proporcionaba a las mu-
chedumbres: oración y liturgia, doctrina evangélica, sacramen-
tos y manifestaciones múltiples de actividad pastoral.
La llamada a la vida cristiana y por ella a la vida divina
que es penetración de gracia, está dirigida a todos.
Cristo por el servicio del Apóstol Pedro y de sus Sucesores
y colaboradores, obispos y clero, está siempre elevándolos a la
dignidad de hijos adoptivos de Dios. Las fuentes abiertas por
El son inagotables ; los modos de comunicación con cada una
de las almas, algunas veces inescrutables.
El que desea orientar las aspiraciones de su entendimiento,
sabe que puede descansar en la contemplación de las verdades
eternas ; el que tiene necesidad de expresar los sentimientos del
alma se sumerge en oración y el canto; el que tiene verdadera-
mente hambre y sed de justicia se dirige con confianza serena
a los sacramentos que son signos sensibles productivos de la
gracia. Para ellos todo está santificado: el hombre desde el
comienzo al fin de la peregrinación terrena y en todas las mani-
festaciones individuales y colectivas.
La Iglesia sigue los pasos del Buen Pastor en su místico
peregrinar de pueblo en pueblo y de casa en casa.
Ella sale del recinto cerrado de sus cenáculos y a imitación
y testimonio de su divino Fundador recorre todos los caminos
del mundo, ni sabe contener el fervor del Pentecostés continuado
que la invade y la lleva a conducir a su grey a los pastos exu-
berantes de vita eterna.
Esta es la tarea de la Iglesia católica y apostólica: reunir
a los hombres que los egoísmos y estrecheces podrían mantener
dispersos : enseñarles a orar, llevarlos a la contrición de los
pecados y al perdón, alimentarlos con el Pan eucarístico, reforzar
la unión recíproca con el vínculo de la caridad.
La Iglesia no pretende asistir todos los días a la milagrosa
transformación operada en los apóstoles y discípulos del primer
Pentecostés, no lo pretende pero tarabaja por ello y pide cons-
tantemente a Dios que se renueve el prodigio.
No se maravilla de que los hombres no comprendan en
seguida, su lenguaje; que se sientan tentados a reducir al pequeño
— 97 —
esquema de su vida y de sus intereses personales el código
perfecto de la salvación individual y del progreso social y que
a veces aminoran el paso; sigue exhortando, suplicando, esti-
mulando.
La Iglesia enseña que no puede haber discontinuidad ni
ruptura entre la práctica religiosa individual y las manifesta-
ciones de la vida social.
Depositaría como es de la verdad, quiere penetrarlo todo
y obtener la gracia de santificarlo todo en el ámbito doméstico,
cívico, internacional.
Uno de los motivos de gran consuelo del humilde sucesor
de San Pedro en estos meses de preparación al Concilio, es la
comprobación de la jubilosísima acogida que por doquier en
el mundo sigue haciendo honor a la encíclica "Mater et Ma-
gistra".
Esta puede considerarse como una síntesis inapreciable
y valiosa de doctrina moral pastoral y una excelente introduc-
ción a aquellas orientaciones dirigidas a las conciencias cris-
tianas en materia de economía informada en los principios de
justicia y de caridad humana y evangélica.
La Santa Iglesia justamente pide a sus hijos que no rehu-
yan el grave compromiso de cooperar en la instauración de tal
convivencia de fraternidad de la cual el Salvador Divino, el
"Bonus Pastor animarum" ha dado enseñanzas y ejemplos de
incomparable significación.
"Christús Sacerdos et Hostia".
Queridos hijos : Nuestra conversación religiosa nos ha per-
mitido mirar adelante, desde los fulgores de Pentecostés, hacia
los surcos de la Reunión Conciliar del próximo octubre.
El espíritu alegre de sentirnos unidos a Cristo en evocación
de excelente y fecundo apostolado, al cual responde, como al paso
de Jesús por los caminos de Jerusalén, la muchedumbre que
aplaude sus enseñanzas y sus milagros, tiene, sin embrago, que
someterse a sentimientos de tristeza por otros espectáculos de
los que la vista no logra apartarse y el corazón se conmueve.
Pensamos en los nombres topográficos de las palabras de
Jesús relativos a las condiciones actuales: Jerusalén, Judea,
Samaría y "usque ad ultimum terrae".
Palestina, donde resonó su voz, apenas conserva las huellas
de su paso. Sus enseñanzas se han quitado de allí y todavía
el Libro de ambos Testamentos hace resonar en el mundo el
nombre de países que no pertenecieron a Cristo jamás o no
pertenecen ya. Jerusalén, la ciudad santa de las divinas pro-
— 98 —
mesas y las regiones que la rodean y los territorios limítrofes
son en gran parte ajenos a una misión sagrada que les fue
anunciado primero.
El gran misterio que desgarra nuestra alma está incluido,
pues, en la historia de los pueblos que acogieron y luego repu-
diaron a Cristo y de otros que le negaron obstinadamente y de
algunos en los cuales por ley del Estado nunca abrogada, ni
siquiera ahora que en las asambleas internacionales se pro-
clama el respeto de todas las libertades, se niega a Cristo y a
su doctrina el derecho de ciudadanía.
Y qué decir de aquellas naciones en las que el apostolado
se ha reducido o se está reduciendo a lamentable recuerdo y los
espíritus abatidos no se atreven a prever en breve plazo el éxito
de un renovado movimiento de acción pastoral para luz de cada
alma y para dirección de las familias y de los pueblos
Esto aclara el significado de otra verdad que los discípulos
de Cristo no quieren olvidar: para el cristiano la verdadera
alegría, incluso cuando va acompañada de prudentes propósitos,
fácilmente encuentra tristezas y contradicciones.
Está escrito en el Libro Sagrado que Jesús al contemplar
a Jerusalén desde lo alto sintió deshacerse el corazón y los ojos
en llanto.
¡ Cuántas ciudades y naciones al contemplarlas en las pági-
nas de su historia y a la luz de las maravillas de su pasado,
maravillas de santidad y de heroísmo, de piedad religiosa y de
triunfo de caridad, que las hicieron célebres, evocan un eco de
tristeza: el "tenebrae factae sunt. . . Velum templi scissum
est!" (Luc. 23, 44, 45), de la muerte de Cristo.
Vosotros comprendéis, venerables hermanos y queridos hijos,
la significación de dolorosa actualidad que guardan estas graves
palabras. Y sobre todo esto, como testimonio perfecto de los
ejemplos de Cristo, la Iglesia católica muestra la ley del perdón
aplicada en expresión de expiación, de misericordia y de es-
peranza.
La visión del cenáculo con María y los Apóstoles.
Hoy se renueva la visión del Cenáculo donde María oraba
y esperaba el Espíritu Santo junto con los Apóstoles y Discí-
pulos. Este conmovedor recuerdo del Libro Sagrado que nos
lleva a buscar en todo el mundo y especialmente en el Oriente
cristiano los templos levantados en honor y nombre de la Madre
de Dios. Estén abiertos o cerrados al culto esos templos encie-
rran en las piedras la súplica de los siglos, la angustiosa oración
de nuestros días para alcanzar de Dios que los hombres sigan
o aprendan de nuevo a levantar los ojos al cielo y a esperar de
— 99 —
allí la bendición y la consagración para el trabajo y el progreso
que aquí abajo en el surco sigue abierto en los corazones de la
gran tradición antigua.
Reflexionad, queridos hijos, Cristo, Verbo de Dios hecho
hombre, palabra de verdad y de amor ha anunciado al mundo.
Y este Cristo bendito que ha derramado su caridad y dispen-
sado los dones de la gracia celestial, este Cristo se ve reducido
al silencio por la negativa y los pecados de los hombres y de las
naciones.
Este silencio que recuerda el más sublime momento del
rito litúrgico eucarístico a veces es oración desgarradora, otras
disciplina de prudencia.
El tercer testimonio de Cristo que tenemos que lleva r "us-
que ad ultimum terrae", acompaña a este dolor que el entre-
mezclarse de múltiples causas con frecuencia ajenas y pospues-
tas unas a otras hace profundo e indecible.
No es necesario más explicaciones. Estamos, pues, llama-
dos a dar testimonio de Cristo que en el Sacrificio eucarístico
renueva la inmolación del Calvario.
En la celebración y el éxito del Concilio quiere afirmarse
también la devoción a la Cruz, al sacrificio cruento y místico.
Así se sitúa en su lugar exacto nuestro testimonio al Divino
Maestro.
Llegados a este punto sólo nos queda, venerables hermanos,
acoger con vosotros la santa poesía de Pentecostés, las vibra-
ciones de los corazones hacia el próximo Concilio y la evocación
de] triple testimonio que tenemos que dar de Jesucristo.
Estos mismos sentimientos nos complacemos en comuni-
carlos especialmente a vosotros, jóvenes candidatos al sacerdo-
cio o recién ordenados, cuyo corazón reposa exultante en la
palabra de El, que os llama a participar en su apostolado y
sacrificio.
Representantes como sois de todas las gentes ¡oh, cómo
resplandece vuestra hermosa juventud ofrecida a El en holo-
causto, Verbo de Dios, Rey glorioso e inmortal de los siglos y
de los pueblos! También a vosotros, pues, también a vosotros
se dirige la palabra del Señor, "eritis mini testes".
¡ Sed benditos, que seáis bien acogidos por vuestros herma-
nos y podáis mostrar al mundo con vuestra estola inmaculada
el título más alto y expresivo de vuestra consagración en esta
vida y en la otra para salvación de todos!
Nuestra invocación al Espíritu Santo quiere asociarse ahora
a la oración de nuestra celestial Madre María que asistió a las
alegrías de la infancia de Jesús y a los dolores de su sacrificio.
De aquí la súplica adquiere valor y adopta un tono de entusiasmo.
100 —
¡Oh Santo Espíritu Paráclito, perfecciona en nosotros la
obra comenzada por Jesús, haz fuerte y continua la oración
que elevamos en nombre de todo el mundo: acelera para cada
uno de nosotros el tiempo de una profunda vida interior; da
impulso a nuestro apostolado que quiere llegar a todos los
hombres y a todos los pueblos, redimidos con la Sangre de
Cristo y todos herencia suya. Mortifica en nosotros la pre-
sunción natural y elévanos a las regiones de la santa humildad,
'l<l verdadero temor de Dios, del generoso ánimo. Que ningún
lazo terreno nos impida hacer honor a nuestra vocación; ningún
interés, por negligencia nuestra, debilite las exigencias de la
justicia; que ningún cálculo estreche los espacios inmensos de
la caridad dentro de las estrecheces de los pequeños egoísmos.
Qut todo sea grande en nosotros: la búsqueda y el culto de la
verdad, la prontitud para el sacrificio hasta la cruz y la muerte,
y que todo, finalmente, responda a la última oración del Hijo
al Padre Celestial y a aquella efusión que de Ti, oh Santo
Espíritu del amor, el Padre y el Hijo desearon sobre la Iglesia
y sobre las instituciones, sobre cada una de las almas y de los
pueblos. Amén. amén, alleiuia, aUeluia!
n l)K LA R. — He aquí la traducción de las palabras y frases latinas empicadas
iN»r s. s. en el curso de esta Homilía. Traducimos para el público, siguiendo el orden
Hueeslvo de las palabras latinas no repetidas :
(] comiendo. '2' hablando del reino de Dios (3) a quien el Padre enviará en
mi nombre. <4> Seréis testigos míos hasta el último rincón de la tierra. lói Seréis
mis testigos. Hi> Señor y Maestro. (7i naeido de la Virgen, a nosotros, o s.'a. al mundo
regaló su propia divinidad. ií<> por su boca la promesa del Padre. i9> hasta la con-
sumación de los siglos. cid' El buen Pastor. (11) Sacerdote y Hostia. (12) Cristo
Pastor (13) Madre y Maestra. < 1 4 • El buen Pastor de las almas. (15) Cristo. Sa-
cerdote y Hostia ilii' Se hicieron las tinieblas . . El velo del templo se ha rasgado
— 101 —
ALOCUCION PONTIFICIA EN LA CLAUSURA DE LA
SEPTIMA SESION DE LA COMISION CENTRAL PRE-
PARATORIA DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO II
Miércoles 20 de junio de 1962
Señores Cardenales. Venerables Hermanos y dilectos Hijos:
Con este séptimo encuentro de los componentes de la Comi-
sión Central, el período de preparación de nuestro Concilio
Ecuménico Vaticano II llega a su término con alegría inmensa
y común satisfacción. Para este humilde Siervo de los siervos
del Señor es motivo de ternura el recuerdo de aquel primero
y espontáneo centellear de la pequeña llama que iba a animar
el Concilio Ecuménico, cuando se le apareció delante de los
ojos y del corazón, e inmediatamente la transmitió en fraterna
confidencia a los señores cardenales, allá en la Basílica de San
Pablo extramuros, junto a la tumba del Apóstol de las Gentes,
en la fiesta conmemorativa de su Conversión, el 25 de enero
de 1959.
Han discurrido tres años de trabajo pleno, de leal coope-
ración : tres años, decimos, desde la constitución de la Comisión
Antepreparatoria (el 17 de mayo de 1959) hasta la constitución
de las diez Comisiones y los tres Secretariados (5 de junio de
1959) ; perseverante trabajo, silencioso y proficuo, durante todo
el año 1960; hasta la llegada a su debido tiempo del noble
servicio de esta grande y suprema Comisión Preparatoria Cen-
tral, bajo la presidencia del Papa, desde el 12 de junio de 1961
hasta el día de hoy. Verdaderamente, y nos complacemos en
repetirlo, fueron tres años de magnífica, edificante, devotísima
y ardiente actividad. Faltan pocas horas. Mañana, festividad
del Corpus Christi, volveremos a ver aquella lucecita, que un
día brotó pequeñita cabe la tumba de San Pablo, desplegarse
ahora, cual enorme antorcha en la vastedad esplendorosa de
la plaza de San Pedro, donde un pueblo inmenso la alzará
cantando en torno de Jesús en la gloria de su Divino Sacra-
mento, aclamado en el centro del mundo, como misterio de fe,
misterio de unidad, misterio de paz. Su recorrido, después de
tres años, va desde el templo de San Pablo, primar heraldo del
Evangelio, a la Basílica de San Pedro, Príncipe del Apostolado
y Jefe de la Iglesia universal. No podía ser más feliz y gran-
dioso su paso triunfal.
El más importante, el primer empeño para ol feliz resul-
tado de un Concilio Ecuménico es su meticulosa y perfecta
preparación. Hemos de bendecir a Dios. Gracias a Dios ! Qué
más podríamos esperar, en la medida de las posibilidades huma-
nas, si a ello se añadió tan abundante y preciosa la gracia del
— 103 —
Señor? Después de esta meta adonde se ha llegado en la pre-
paración acabada y oficial, seguirán tres meses de recogimiento
férvidos de trabajo para la Secretaría General y para la Comi-
sión técnico-organizativa. Intensa y más viva será la coope-
ración íntima de los Padres por el mundo esparcidos. Ellos
además podrán disponer su espíritu leyendo, meditando, aco-
tando los esquemas que a cada uno le serán oportunamente
enviados. No se podía prestar un servicio más útil al feliz
éxito del Concilio a partir de su próxima celebración el 11 de
octubre, que esta cooperación la cual será bien recibida. Y
buena cosa sería que se transmita con solicitud a la nueva
Secretaría General o a la persona del cardenal Secretario de
Su Santidad por vía reservada todo lo que, según las circuns-
tancias, a alguno de los Padres le pueda parecer oportuno obser-
var. Todo así se encamina a una mesurada previsión y a un
espíritu de clarificación, tratando de superar con la mejer buena
voluntad cualquiera dificultad en plenitud de paz.
En estas últimas jornadas se examinaron los esquemas
elaborados por las Comisiones preparatorias sobre importantes
problemas de la teología : relaciones entre Iglesia y Estado ;
necesidades de la Iglesia ; Ecumenismo ; disciplina eclesiástica ;
relaciones entre obispos y religiosos; formación de los clérigos,
Escuelas católicas ; Asociaciones católicas ; Apostolado. Las
Subcomisiones de correcciones y de materias mixtas ya están
trabajando para poner al día los esquemas discutidos en esta
última sesión de la Comisión Central. También la Subcomisión
del Reglamento ha llegado a su etapa final.
Siguiendo el complejo trabajo de estos tres años, cuánta
satisfacción y serenidad invaden nuestro espíritu al subrayar
y admirar cada día el esfuerzo inteligente, fervoroso y alegre
de todos : señores cardenales, obispos, moderadores generales
de órdenes y congregaciones religiosas, rectores de Universi-
dades y Ateneos eclesiásticos, prelados y miembros del clero
sécula}- y regular y hasta personalidades del laicado, cuantos
han participado en la preparación constructiva de esta mística
torrt a la que muy bien cuadra el augurio de paz y abundancia
del Salmo 121! Ah ! Nuestras intenciones son rectas y límpi-
das. Esta santa Iglesia que Jesús ha fundado como la ciudad
del Señor se irgue pacífica entre las diversas "torres" de los
hombres, que tienden con mucho a lo que no es gloria de Dios
— y lo decimos prescindiendo de sus tal vez buenas intenciones —
y por tanto resultan motivo de angustia y peligro permanente
para la paz del mundo. Nosotros estamos resueltos a proseguir
en nuestro buen trabajo con tanto mayor empeño por cuanto
vemos que se disponen y componen con brío y entusiasmo los
elementos adecuados para lograr el más feliz y definitivo éxito.
Hay un adagio de antigua sabiduría que dice: "el que
bien comienza ya está a la mitad del camino". Nos encontra-
— 104 —
mos verdaderamente en el comienzo, pero las excelentes demos-
traciones que se vienen multiplicando a través del trabajo y
discusiones de estos tres años, primero de las Comisiones par-
ticulares, luego en la Central, ofrecen al mundo un espectáculo
edificante de una tal devoción a la Iglesia por parte de todos,
que nos hace esperar, más aún nos asegura la favorable res-
puesta del cielo a tantas voces de fraterna concordia y de sin-
cera voluntad de todas las aun enormes energías de que dispone
la heredad de Jesús, visibles e invisibles, de orden natural y
sobrenatural, temporal y eterno.
Ya a punto de partir para vuestras diócesis o para los
diversos menesteres del ministerio pastoral, como descanso de
las prolongadas fatigas y en preparación para las nuevas em-
presas que os esperan, comunicad a todos no sólo las gratas
impresiones de cuanto habéis visto y de la contribución que
cada uno ha prestado a la preparación del Concilio aquí en
Roma, sino también esta clara luz, que no es de crepúsculo
tranquilo sino de matinal aurora, que se perfila para el próximo
octubre, bajo los auspicios de la Madre de Jesús y Madre
nuestra. Insinuad a todos que recen con fervor siempre cre-
ciente, en unión con el Papa, en todas aquellas formas que
vuestra solicitud pastoral os inspire. Esta contribución de ple-
garias en privado y en común por el Concilio es sustancial para
sacerdotes y fieles. Que a todos les complazca el que a las fre-
cuentes exhortaciones ya hechas Nos añadamos invitación sobre
invitación. La santa Misa, el Breviario, el Rosario: todo éso
es una fuente de alimento del fervor, del entusiasmo y de la
exaltación del pueblo cristiano!
Recibid ya para partir otra paterna indicación. El inmi-
nente Concilio prosigue enriqueciendo una literatura, que es
suya, agradable al espíritu y digna de todo respeto. Nos la
vamos gustando con viva complacencia y del mejor modo posible.
Pero desearíamos colocar junto con vosotros sobre esa lectura
y a título de preparación particular para el grande y provi-
dencial acontecimiento del Concilio, una como llamada de aten-
ción o espléndida corona. Se trata de las páginas del Evangelio
de San Juan. Leed y meditad. En el capítulo primero: cielos
abiertos y contemplación del Misterio del Verbo de Dios! La
tierra sacudida por el estremecimiento del Precursor. San Juan
Bautista, cuyo testimonio de austeridad personal, palabra y
sangre, acompaña y da vida a toda la narración del Evangelista !
Luego, el capítulo décimo con la parábola del Buen Pastor, que
auspició Nuestro Pontificado en el discurso del 4 de noviembre
de 1958, día de Nuestra solemne coronación en la Basílica Vati-
cana. En fin el último Sermón del Señor contenido en los
capítulos 14, 15, 16 y 17: sobre todo, la suprema plegaria de
Jesús con el divino anhelo: ut unum sint! Permitidnos un leve
recuerdo que se refiere a Nuestra humilde Persona. Al prin-
— 105 —
cipio de Nuestro Sumo Pontificado decidimos llamarnos Juan,
nombre que por más de seis siglos (1316-1958) había perma-
necido del todo ignorado. Escogimos ese nombre tan querido
a Nos y a toda la Iglesia porque lo llevaron dos personajes que
fueron y son los más cercanos a Cristo, Divino Redentor del
género humano y Fundador de la Iglesia. Juan el Precursor
del Señor — sí, lo repetimos — da testimonio de la luz verdadera
y hoy todavía profiere y hace resonar ese invicto testimonio de
la justicia y de la verdad ante la faz del clero, del pueblo y de
todo el mundo. Que este santísimo Profeta nos asista también
en el desarrollo del Concilio Vaticano y nos dé su eficiente ayuda
para que le sea preparado a Dios un pueblo perfecto, para que
se abran los caminos rectos y las sendas tortuosas se transfor-
men en vías planas, por donde podamos llegar a Cristo Rey,
de modo que todo el género humano pueda ver la salvación de
Dios!
A San Juanj el Discípulo predilecto, le tocó la tarea de
hacer revivir por siempre las grandes confidencias de Jesús
a sus Apóstoles. Todo el mensaje evangélico palpita en sus
páginas sublimes. Es Jesús que en la hora de su partida
quiere prolongar para sus íntimos la gran enseñanza. Sí, en
el momento extremo de su vida terrena, antes de pronunciar el
"Surgite, eamus", que abre el camino del Calvario, el Maestro
recapitula las líneas fundamentales del designio divino, mediante
el cual se deben ayudar los hombres a reconocerse en su dignidad
de hijos de Dios y a volverse con voluntad decidida hacia la
perfección del vivir y del obrar. De este punto, que es el más
alto de la narración evangélica, entre la institución de la San-
tísima Eucaristía y el Sacrificio del Gólgota, saca la Iglesia
humilde y sublime como reflejadas del rostro de su Divino
Fundador las características de su aspecto propio y pone el
acento sobre el mandamiento de iluminar a las naciones, de
salvar a los hombres, de santificar la sociedad.
De esta simple referencia podéis colegir nuestra intención :
en todas esas páginas resplandecen la verdad y la caridad. Son
los elementos indispensables para una vida sacerdotal santa y
santificadora, así como para la vida de todo buen cristiano.
Esa inspiración da luz, fuerzas, suave exaltación a todo aquel
que en el Señor confía, en la seguridad de la victoria de su
Iglesia, una, santa, católica y apostólica, aquí sobre la tierra
y por los siglos eternos. A todos vosotros: "salud, bendición,
paz" ! Amén.
(Traducido del texto latino e italiano del "OsservatorL
Romano", del jueves, 21 de junio de 1962).
— 106 —
VI
Comisiones Preparatorias del Concilio
Vaticano II
LA COMISION CENTRAL
En la primera semana de enero de 1962 apareció La -
edición del volumen Comisiones Pontificias Preparatorias del
Concilio Ecuménico Vaticano II, editado por la Poliglota Vati-
cana por encargo de la Secretaría General de la Pontificia Co-
misión Central. Durante 1961 todos estos importantes organis-
mos han desarrolado una intensa actividad y se ha aumentado
notablemente el número de sus componentes.
Las Comisiones preparatorias, comprendida la Central, son
doce; los Secretariados, tres; estos quince organismos fueron
constituidos por el Padre Santo con el "Motu proprio superno
Dei nutu" en la solemnidad de Pentecostés, el 5 de junio de 1960.
La Comisión Central — como su nombre lo indica- — es aquella
a la que convergen los trabajos de las otras Comisiones, las
cuales están constituidas para estudiar cada uno de los problemas
de su competencia. Estos, después de haber sido puestos en es-
quemas, pasan al examen de la Comisión Central.
El Padre Santo mismo así precisa la tarea de la Comisión
Central : "Se constituye una Comisión Central, que Nos mismo
presidiremos, personalmente o por medio de un cardenal por
Nos designado. Los miembros de la Comisión Central serán los
presidentes de cada una de las Comisiones ; además, algunos
cardenales y también algunos obispos de las diversas partes del
mundo. A la Comisión Central se le añadirá un número deter-
minado de consejeros, escogidos entre los obispos e insignes ecle-
siásticos. La Comisión Central tendrá su secretario, que será
secretario general. La Comisión Central tiene como tarea el se-
guir y coordinar, si fuera necesario, los trabajos de cada una de
las Comisiones, cuyas conclusiones Nos presentará para que
podamos determinar los problemas a tratarse en el Concilio Ecu-
ménico. A la Comisión Central coi-responde también proponer
las normas para el desarrollo del futuro Concilio".
La Comisión Central actualmente cuenta con 102 miembros
y 29 consejeros; su secretario es monseñor Pericles Felici, arzo-
bispo de Somosata y vicario de la basílica patriarcal de San
Pedro.
De los miembros, 63 son cardenales, cinco patriarcas, 27
arzobispos, cuatro superiores generales de Ordenes religiosas.
— 109 —
Los cardenales son de 29 países diversos de los cinco conti-
nentes. Estos son: Argentina, Armenia, Austrialia, Austria,
Brasil, Canadá, China, Colombia, Cuba, Ecuador, Filipinas,
Francia, Alemania, Japón, India, Inglaterra, Irlanda, Italia,
Líbano, Méjico, Mozambique, Holanda, Polonia, Portugal, Es-
paña, Tanganika, Uruguay, Estados Unidos de América, Ve-
nezuela, Perú y Chile.
Considerados según las tareas que tienen, los cardenales de
la Comisión Central pueden ser divididos en dos grupos : 24 son
de la Curia, residentes en Roma ; 38 son obispos o arzobispos
residenciales. Podemos añadir aun que 55 de ellos proceden del
clero diocesano, 7 del clero regular, precisamente del Verbo Di-
vino, de los Sulpicianos, de los Capuchinos, de los Claretianos, de
los Jesuítas, Franciscanos y Salesianos.
Los cinco patriarcas de la Comisión Central representan a
otros tantos países del Oriente Medio. Sólo el de Jerusalén per-
tenece al rito latino y es religioso franciscano; los demás perte-
necen al rito copto, melquita, maronita y caldeo.
Los 27 arzobispos, de los cuales solamente tres son titulares,
ejercen su ministerio pastoral en 25 naciones diversas: Birmania,
Bolivia, Canadá, Ceylán, Chile, Congo, Costa de Oro, El Salvador,
Federación Británica del Caribe, Haití, Indonesia, Inglaterra,
Yugoeslavia, Madagascai, Nueva Zelanda, Paraguay, República
Dominicana, Perú, Estados Unidos, Senegal, Túnez, Unión Sud-
africana, Venezuela, Vietnam y Paquistán.
Del clero diocesano proceden 17 de los arzobispos de la Co-
misión Central y 10 del clero regular. Estos son : un dominico,
un misionero Hijo del Corazón Inmaculado de María, dos oblatos
de María Inmaculada, dos de la Congregación del Espíritu Santo,
uno de la Congregación de la Santa Cruz, un franciscano, uno
de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y uno de la
Compañía de Jesús.
De los seis obispos, dos residenciales y cuatro titulares, dos
del clero diocesano y cuatro del clero regular: un jesuita, un
benedictino, un misionero del Sagrado Corazón de Jesús y uno
de la Sociedad de San Colombano. Los países de donde proceden
son : Australia, Corea, Dinamarca, Alemania y Suiza.
Los superiores de las Ordenes religiosas son cuatro : el abad
primado de los Benedictinos Confederados, el maestro general de
los Dominicos, el ministro general de los Franciscanos y el pre-
pósito general de los jesuítas.
Los consejeros de la Comisión Central, en número de 29,
pertenecen en su mayoría a los diversos Dicasterios romanos, en
los cuales tienen los más altos cargos : dos, por ejemplo, son
asesores de las Sagradas Congregaciones y nueve son secretarios ;
entre ellos hay, además, profesores de los Ateneos eclesiásticos
— 110 —
<le Roma, uno es asistente de la Acción Católica. Muchos de los
consejeros son arzobispos titulares, seis solamente pertenecen al
clero regular: dos benedictinos, dos dominicos, un jesuíta y un
basiliano.
Es interesante, sobre este punto, hacer un parangón con la
Comisión Central — que entonces se llamaba Directora — del
Concilio Vaticano I. Esta estaba compuesta por nueve cardenales,
de los cuales cinco eran presidentes de otras tantas Comisiones
Preparatorias, y ocho consultores procedentes solamente de cua-
tro naciones, escogidos entre los prelados de la curia y los pro-
fesores de ciencias eclesiásticas.
El criterio con que han sido escogidos los miembros y con-
sejeros de la Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecu-
ménico Vaticano II, como del resto de las demás Comisiones Par-
ticulares, ha sido el de la competencia en las diversas disciplinas
eclesiásticas, lo mismo que en la experiencia pastoral. Todas las
naciones del viejo y nuevo mundo están, de esta forma, presentes,
por medio de los cuales los problemas propios de cada una pue-
den quedar ilustrados y discutidos. Tal vez, jamás, como en el
próximo Concilio Ecuménico, la catolicidad de la Iglesia será
visible, no solamente en la celebración de las ceremonias en la
que participan pueblos de todas las lenguas y estirpes, sino tam-
bién en el examen de los problemas a través de los cuales se
reflejan las dificultades y esperanzas de la Iglesia en el mundo
entero.
La Comisión Central hasta ahora ha tenido siete sesiones :
la primera en junio de 1961, del 12 al 20, v la última, del 12 al
20 de junio de 1962. ("L'Osservatore Romano", l-XII-61).
COMISION TEOLOGICA
La Comisión Central ha sido constituida siguiendo ante todo
un criterio de representación, intentando hacerlo lo más uni-
versal posible y, por tanto, la más rica en experiencia pastoral
y la más apta para juzgar las diversas situaciones de los distintos
países, el máximo organismo preparatorio del Concilio Vatica-
no II.
Las comisiones particulares también han sido formadas
sobro la base de la especial competencia en los diversos problemas
a estudiar o destinados a una profunda elaboración, antes de re-
cibir del Santo Padre la aprobación para ser presentados a las
definitivas discusiones del Concilio.
La Comisión Teológica está presidida por el cardenal Alfredo
Ottaviani, secretario de la Suprema Congregación del Santo
Oficio, el cual antes de entrar en la Secretaría de Estado fue
durante varios años profesor de Derecho público eclesiástico.
— 111 —
Está compuesta por treinta y un miembros y treinta y seis con-
sultores. A éstos debe añadirse el secretario, padre Sebastián
Tromp, S J., profesor en la Facultad Teológica de la Pontificia
Universidad Gregoriana, ayudado por un secretario y un archi-
vero, ambos del clero regular.
Desde el comienzo de su actividad, es decir, desde junio de
1960, la Comisión Teológica se ha enlutado con la muerte de su
excelencia monseñor Alberto Stohr, arzobispo de Maguncia,
muerto el 8 de junio de 1961. Además, su excelencia monseñor
Francisco Carpino, arzobispo de Montreal, ha pasado a ser
miembro como consejero de la Comisión Central, después de su
nombramiento de arzobispo titular de Sárdica y asesor de la Sa-
grada Congregación Consistorial.
De los treinta y un miembros, cinco son arzobispos, todos
residenciales, dos de los cuales son del clero diocesano y tres del
clero regular: de la Congregación del Espíritu Santo, de la Con-
gregación del Santísimo Redentor, de los pasionistas.
Los obispos son seis, todos del clero diocosano: dos residen-
ciales y cuatro titúlal es.
Se puede decir que todos los miembros no revestidos de la
dignidad episcopal son profesores de Universidad o de las más
importantes escuelas eclesiásticas del mundo: tres son rectores
magníficos de universidades pontificias, del Lateranense, del
Ateneo Romano de Propaganda Fide y del Antoniano. Los pro-
fesores de la Gregoriana son dos también, son dos los del Angé-
lico, del Lateranense y de la Universidad de Lovaina. Hay tres
miembros de la Academia Teológica romana que enseñan respec-
tivamente en Munich, en Washington y en el Antoniano de Roma.
A estos se añaden cuatro profesores: uno de la Universidad de
Salamanca, uno del Seminario de Milán, uno del Seminario de
Friburgo, uno del Colegio de San Agustín de Roma.
Finalmente, de los no obispos: once miembros son del clero
diocesano y nueve del clero regular: cuatro dominicos, dos fran-
ciscanos, dos jesuítas, y un ermitaño de San Agustín.
En el grupo de los consultores son mayoría los religiosos,
veintisiete sobre treinta y seis: seis jesuítas, cuatro franciscanos,
tres dominicos, dos oblatos de María Inmaculada, dos carmelitas
descalzos, dos salesianos y uno por cada una de las siguientes
familias: Congregación de las Misiones, Congregación del Es-
píritu Santo, Claretianos, Congregación del Santísimo Redentor,
Carmelitas de la Antigua Observancia, Franciscanos Conventua-
les, Capuchinos y Benedictinos.
Junto a los profesores de las Universidades Pontificias y
de los Colegios Religiosos Romanos, hay profesores que enseñan
en centros famosos de estudio de Europa y América: Lovaina.
Lyón, Paderborn, Tréveris, Lille, Angers, Toulouse, Washington,
[nsbruck, Comillas, Ottawa, Madrid.
— 112 —
Tanto los miembros como los consultores de la Comisión
Teológica han realizado numerosas publicaciones de gran impor-
tancia, de las cuales algunas sirven desde hace años como textos
en muchos Seminarios y Universidades. La bibliografía de las
obras de algunos es particularmente densa, alcanzando números
superiores a diez, veinte y, algunos pocos, los treinta títulos. De
esto se deduce que se trata de personas profundamente expe-
rimentadas en problemas teológicos y versados en cuestiones to-
davía en fase de estudio.
Los componentes son, por su nacionalidad de once países :
Bélgica, Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Yugoslavia,
España, Estados Unidos, Suiza y Ucrania. Los consultores, a su
vez pertenecen a doce países distintos : Austria, Bélgica, Canadá,
Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Holanda, España, Suiza, Es-
tados Unidos y Hungría.
Es interesante notar que un consultor religioso, de origen
alemán, es redactor en Brasil de la revista eclesiástica "Brasi-
leira". Lo cual quiere decir que en el seno de la Comisión Teoló-
gica hay también un periodista.
La Comisión Teológica, por exigencias del trabajo, está di-
vidida en cinco subcomisiones, las cuales han realizado un gran
número de reuniones para poder presentar redactados los esque-
mas a la discusión general de la Comisión Teológica en pleno, de
donde saldrán revisados, para ser examinados aún por la Comi-
sión Central. Una larga serie de estadios obligados, que tienen
por fin, en cierto sentido, trabajar un material aún en bruto,
para hacerlo claro y preciso en todos sus términos. Si tuvié-
ramos que poner un ejemplo para hacer comprender mejor este
delicado trabajo de desbrozamiento y afinación realizado por las
comisiones particulares primero, por la subcomisiones a conti-
nuación, después de nuevo por las comisiones particulares y fi-
nalmente por la Comisión Central, espontáneamente pensaríamos
en un horno que quema las escorias superfluas o en un torno que
elimina gradualmente las imperfecciones hasta llegar a la forma
deseada.
No ha de olvidarse que sobre la Comisión Teológica pesa la
responsabilidad de la redacción de esquemas sobre la fe, que es
el fundamento de la salvación. De poco servirán los esquemas
disciplinares, litúrgicos, pastorales, etc., si no estuvieran sólida-
mente enraizados en textos teológicos sólidos. Su eminencia mon-
señor Felici, secretario general de la Comisión Central, ha dicho
justamente que la Comisión Teológica forma "como la espina
dorsal de las otras comisiones". Esta definición da idea exacta
del valor y de la función de la Comisión Teológica. También en
el Concilio Vaticano I se dio importancia a la "Comisión de Teo-
logía Dogmática", la más numerosa de las seis comisiones cons-
tituidas para aquel Concilio, presidida por un cardenal y com-
puesta por veinticuatro consultores.
— 113 —
La Iglesia no cambia sus métodos de trabajo según las di-
versas vicisitudes de los tiempos; trata, sin embargo, de mejo-
rarlos y perfeccionarlos según las exigencias de su mandato y
su celo ardiente por todas las almas.
(O. R. 4-5 de diciembre de 1961).
LA COMISION DE LOS OBISPOS Y DEL GOBIERNO
DE LA DIOCESIS
Si la Comisión Teológica, de la cual hemos hablado ya, está
preferentemente compuesta de profesores, "la Comisión de los
obispos v del gobierno de las diócesis" está formada en su ma-
yoría por pastores en la cura de almas. El motivo de esta elección
aparece evidente, si se piensa que esta Comisión tiene la tarea
específica de estudiar los deberes y los derechos de los obispos
en el ejercicio de su doble potestad de orden y jurisdicción.
Esta Comisión no es muy numerosa, pero en compensación
se distingue por la doctrina y práctica pastoral, cuenta con vein-
titrés miembros de los cuales veinte son arzobispos y obispos, y
veintisiete consultores, de los cuales quince son también arzobis-
pos y obispos. Esta gran presencia de pastores que conocen por
experiencia directa los problemas no sólo espirituales y morales,
sino también culturales y sociales de sus fieles, indica claramente
la importancia del trabajo que la Comisión tiene que realizar,
por mandato del Padre Santo. Muchos de ellos son también au-
tores de obras excelentes que tratan de problemas morales, ju-
rídicos, catequísticos y sobre todo pastorales, los cuales están
hoy más que nunca a la orden del día, por causa de la rápida y
profunda transformación a que están sujetas todas las formas
tradicionales de apostolado.
Preside esta Comisión el cardenal Pablo Marella, arcipreste
de la basílica vaticana y antes nuncio en París, que es no sola-
mente una gran ventana abierta al mundo, sino también un
centro de vida en el que se pueden madurar las experiencias más
diversas.
También el secretario de la Comisión es un arzobispo, S. E.
M. Gaulina, polaco de origen, hombre de grandes conocimientos
adquiridos con ocasión de frecuentes contactos con representan-
tes de muchos pueblos. Le ayudan un secretario y un archivero,
ambos oficiales de la Sagrada Congregación Consistorial.
El cardenal Marella sucede al cardenal Marcelo Mimmi,
muerto el 6 de marzo de 1961. También se ha enlutado la Comi-
sión por la muerte del consultor S. E. M. Brady Guglielmo, ar-
zobispo de San Pablo de Minesota, muerto el 30 de septiembre en
— 114 —
S. E. EUGENIO TISSKKANT
cardenal presidente el «* la Sub-Comisión para las materias inixlas y de la Comisión Ceremonial, nacido
en Nanry el 24 de marzo de 1XH4; ordenado el 4 de acostó de 1 !)!»"; oreado y proclamado cardenal por
Su Santidad Tío XI en el Consistorio de 15 de junio de L936; elegido para la Iglesia titular ar/.obispal
de Iconio el 2o de junio de 1937; Consagrado el 25 de julio del mismo año; obispo de Ostia el 13 de
enero de 1951 y de Porto y Santa Rutina el 1S de febrero de 194(¡; decano del Sacro Colegio, prefecto
de la Sagrada Congregación Ceremonial, bibliotecario y archivista de la s. i. K.
I
Roma, a donde acaba de llegar para asistir a la sesión plenaria
que hubo el 25 de septiembre y el 7 de octubre de 1961.
De los ocho arzobispos miembros de la Comisión cuatro son
residenciales y cuatro titulares; estos últimos, aparte del secre-
tario de la Comisión Episcopal italiana, son coadjutores de gran-
des diócesis como París, Florencia, Lyón. De los doce obispos,
diez son residenciales y dos son auxiliares de centros religiosos
imponentes como Malinas y París.
Figuran aún en la lista : un prelado auditor de la Santa
Rota romana, un canónigo de París, experto en sociología reli-
giosa, y un profesor de Derecho canónico en la Gregoriana.
Este es el aspecto que llamaríamos externo de la Comisión ;
el aspecto interno presenta iguales puntos de interés respecto al
trabajo realizado y al que queda por hacer.
Seis son las subcomisiones que, compuestas en su mayoría
de miembros y consultores, residentes en Roma, tienen verda-
deramente una tarea pesada, pues deben profundizar en los pro-
blemas de su competencia, reducirlos a esquemas, presentarlos
a la Asamblea de todos los componentes de la Comisión, retocar
y a veces refundir la primera estructura según las observaciones
hechas y subrayadas en las votaciones "iuxta modum", y presen-
tar finalmente la nueva reelaboración. Mucho trabajo se ha des-
arrollado por correspondencia, sobre todo con los miembros y
consultores más lejanos de Roma, en un continuo contacto, fre-
cuentemente también telegráfico, entre la Secretaría y los com-
ponentes de la Comisión.
Hay luego también dos subcomisiones consideradas mixtas,
formadas por elementos de la Comisión de los Obispos y Gobierno
de las Diócesis, por una parte, y por otra de elementos de la
Comisión para la disciplina del clero y pueblo cristiano. Estas
dos, como también todas las demás subcomisiones mixtas que
encontraremos en nuestras panorámicas de la preparación del
Concilio, han sido creadas con el fin de coordinar el trabajo sobre
problemas, o casi semejantes, o de interés concomitante, o por
lo menos que tienen entre sí relaciones o puntos en común.
Esta es la Comisión de los Pastores de las Diócesis, que
está a la altura de la Comisión Teológica, si no por la importancia
del contenido de los temas tratados, sí ciertamente por la im-
portancia que ellos tienen exteriormente, hoy tal vez más que
nunca, paira una mayor eficacia en el apostolado de defensa de
los valores de la fe y de la vuelta a Dios de grandes masas de
fieles olvidados de sus deberes religiosos más elementales.
(O. R. 16 de diciembre de 1961).
— 117 —
LA COMISION DE LA DISCIPLINA DEL CLERO
Y PUEBLO CRISTIANO
La Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano
está presidida por el cardenal Pedro Ciriaci, nuncio en Praga
desde 1928 a 1943, en Lisboa de 1934 a 1953, y actualmente pre-
fecto de la Sagrada Congregación del Concilio. Tiene al lado como
secretario, al padre Cristóbal Berutti, dominico, profesor de De-
recho en el Angelicum y consultor de la Sagrada Congregación
del Concilio; prestan su trabajo otros dos oficiales de la Sagrada
Congregación del Concilio.
No será inútil observar, para cuantos no están muy al co-
rriente de la terminología eclesiástica, que la Sagrada Congre-
gación del Concilio y el Concilio Ecuménico son dos cosas clara-
mente diferentes ; la primera es un dicasterio de la Santa Sede
fundado por San Pío V en 1564, para velar por la exacta inter-
pretación y observancia de las normas del Concilio de Trento.
Hoy, terminada su tarea con respecto a los cánones tridentinos,
la Sagrada Congregación del Concilio es el supremo órgano de la
Iglesia que custodia la disciplina del clero y de los fieles, dirige
la instrucción catequística, se preocupa del cumplimiento de los
deberes del párroco y de todas las organizaciones católicas, re-
visa las actas de los concilios no ecuménicos y las conferencias
episcopales. El Concilio Ecuménico, por su parte, como ya todos
saben, es la reunión temporal de todos los obispos del mundo,
por la convocación y bajo la presidencia del Papa o de sus dele-
gados, para estudiar particulares problemas que interesan a la
vida de la Iglesia.
La Comisión de que hablamos hoy está compuesta por treinta
y tres miembros y treinta y cuatro consultores. Una rápida
ojeada a cada una de las personas y a sus particularidades, nos
permite observar que entre los miembros hay cuatro arzob'spos,
seis obispes, doce sacerdotes del clero diocesano, diez sacerdotes
religiosos y un hermano. De los arzobispos, tres son residentes
y uno titular; de los obispos, cuatro son residenciales y dos titu-
lares; de los sacerdotes diocesanos, dos prelados auditores de la
Santa Rota romana, un vicario general, un provicario general,
dos párrocos. El director general de la Unión Apostólica del
C'evn, un asistente central de la .Acción Católica italiana, dos
nvofesoros de Universidad, el presidente del Instituto Histórico
Polaco dp Roma, un miembro de la Comisión para la vigilancia
da los tribunales eclesiásticos. Los sacerdotes religiosos pertene-
cen dos a la Compañía de Jesús y uno a cada una de las siguien-
tes órdpnes y congregaciones : benedictinos, olivetanos. dominicos,
convrntuajrs. capuchinos, misioneros dp la Preciosísima Sangre,
paúles, claretianos, oratorianos, un hermano de las Escuelas
Cristiana^ Só'o hav un religioso entre los obispos titulares, de
la Orden Mequitarista de Viena.
— 118 —
Los consultores, a su vez, son : tres arzobispos, dos residen-
ciales y uno titular; nueve obispos, siete residenciales y dos ti-
tulares ; doce sacerdotes diocesanos ; diez religiosos. De los
consultores del clero diocesano, dos son profesores de Univer-
sidad y uno de colegio, un vicecanciller, dos párrocos, un
vicepresidente del Instituto Pastoral, tres directores de ofi-
cinas catequísticas, un director de un centro nacional para la
enseñanza religiosa. Los diez religiosos se dividen en : dos fran-
ciscanos, dos jesuítas, dos salesianos, un conventual, un lazarista,
uno de la Congregación del Espíritu Santo, uno de la Pía So-
ciedad de San Pablo.
Proceden de trece países: Armenia, Austria, Bélgica, Fran-
cia. Inglaterra, Irlanda, Italia, Yugoeslavia, Alemania, Holanda,
Polonia, España y Estados Unidos ; los diecinueve consultores de :
Argentina, Austria, Brasil, Canadá, Chile, Cuba, Filipinas, Fran-
cia, Alemania, Japón, Inglaterra, Italia, Yugoeslavia, Méjico,
Polonia, España, Suiza, Estados Unidos y Uruguay. Esta vasta
extensión de representaciones, juntamente con la particular com-
petencia de muchos miembros y consultores en el campo de la
enseñanza de la religión y del catecismo en particular, indica la
preocupación de la Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo
Cristiano por la instrucción religiosa, que es el fundamento de
la vida cristiana y la defensa indispensable contra todos los
errores y contra la misma propaganda atea.
Además del carácter jurídico que señalábamos al principio,
la Comisión tiene también un carácter pastoral, tanto más evi-
dente no por la presencia de obispos que es poco numerosa, cuanto
por la presencia de párrocos y directores de oficinas catequís-
ticas diocesanas y nacionales.
Las subcomisiones son diecinueve, casi una por cada es-
quema a formular; naturalmente los mismos miembros perte-
necen a diversas subcomisiones, y los estudios de cada una son
medios a disposición de todas. Hay, además, tres subcomisiones
mixtas : la primera, con la Comisión de los Obispos y del Go-
bierno de las Diócesis ; la segunda, con el Secretariado de Prensa
y Espectáculos, y la tercera, con la Comisión de los Religiosos y
también con la de los Obispos.
Una última observación : a las sesiones plenarias — de or-
dinario— son invitados solamente los miembros, con la excep-
ción de los consultores, que han sido encargados de estudia)' un
tema determinado sobre el cual tienen que dar una relación. Se
puede decir con fundamento que todas las comisiones tienen un
mismo método de trabajo, con relación a la composición de las
comisiones mismas y a los problemas que exigen estudios y di-
versas investigaciones.
O. R. 18-19 de diciembre de 1961) .
— 119 —
LA COMISION DE RELIGIOSOS
La Comisión de Religiosos, el nombre mismo lo indica, es
la que tiene como tarea específica estudiar los problemas de la
vida de los religiosos, entendido en su significado más enérgico,
que comprende los canónigos regulares, los monjes, las órdenes
mendicantes, los clérigos regulares, las congregaciones religio-
sas clericales, las sociedades de vida común sin votos, las con-
gregaciones religiosas seculares, juntamente con determinadas
federaciones nacionales y organizaciones internacionales. Está
presidida por el cardenal Valerio Valeri, antes nuncio en Francia
y elevado a la sagrada púrpura en 1953, hoy prefecto de la Sa-
grada Congregación de Religiosos.
Quizá sea oportuno, para mejor conocer las características
y el trabajo de la Comisión de Religiosos, decir unas palabras
que expliquen la diferencia entre cada una de las familias arriba
enunciadas.
Se llama canónigos regulares a aquellos religiosos que han
unido a la vez, armonizándolos perfectamente, la vida regular y
los oficios canonicales. Son de fundación muy antigua; los ca-
nónicos regulares de San Agustín, por ejemplo, provienen del
siglo IV. Las diversas congregaciones derivadas de ellos y hoy
confederadas, son todas del siglo XI y XII, excepto los premons-
tratenses y crucígeros, que son del siglo XIII.
Los monjes fueron los primeros religiosos que vivieron en
comunidad, fueran o no sacerdotes. El padre del monacado en
Oriente es San Basilio y en Occidente San Benito. Del único
tronco que se remonta al siglo VI han nacido a lo largo de los
siglos en Europa y en América diversas congregaciones benedic-
tinas, unidas después en federaciones en 1893 ; la última en el
tiempo es la Congregación Benedictina eslava, que fue fundada
en 1945.
Hoy los monjes pueden dividirse en cinco clases: la bene-
dictina y cisterciense, para Occidente; la antoniana, paulina y
basiliana, para Oriente. Pues, por ejemplo, los camaldulenses, los
de Valleumbrosa, los silvestrinos y los olivetanos, son todos
derivaciones benedictinas.
Las Ordenes mendicantes se añadieron al monacado al prin-
cipio del siglo XIII, y unen al ideal de la vida en común el de la
pobreza no sólo individual, sino también comunitaria. Recorda-
mos entre las más conocdas Ordenes mendicantes, dominicos,
franciscanos, carmelitas, agustinos, mercedarios, mínimos, sier-
vos de María y trinitarios.
Los clérigos regulares nacieron entre el siglo XVI y XVII,
con el fin de fundar el apostolado sacerdotal en todas las exigen-
cias de la vida regular. Son éstos los jesuítas, barnabitas, so-
mascos, escolapios, camilos, etc..
— 120 —
S. E.. CARLOS CANFALONIKKL
cardenal presidente de la Sub-Comísión de las eorrecefonest nacido en Seveso, .Milán, el 25 de julio
de 1X93, ordenado el IX de marzo de 1916. decido arzobispo de L'A<itiila el 27 de marzo de 1941, con-
sagrado el 4 de mayo de 1941, trasladado a Nlcopolls de Neslo el 22 de febrero de 1950: oreado y
proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio del 15 de diciembre de I95X, del
Título de Santa Inés extramuros. Arcipreste de la Patriarcal Basílica de Santa María Mayor. Se
cretario de la Sagrada Congregación Consistorial, Presidente de la Pontificia Comisión
Pro - América Latina.
Las congregaciones religiosas del clero están formadas por
sacerdotes que viven en comunidad con votos solemnes o también
sin votos. Nacieron entre los siglos XVII y XIX y tienen como
fin el apostolado o las obras de caridad, además del de la propia
perfección, naturalmente. Pertenecen a esta categoría, entre
otros muchos, los pasonistas, redentoristas, maristas, sacramén-
talos, rosminianos, estimatinos, claretianos, salesianos, etc.
Las sociedades de vida común sin votos, son sociedades for-
madas por eclesiásticos o seglares que aún no teniendo votos, o
no teniéndolos públicos, llevan una vida en común con el fin de
conseguir la perfección y dedicarse a las obras ele apostolado. No
son verdadera y propiamente religiosos, pero en muchos sentidos
el Código los equipara a los religiosos. Entre otros citamos a los
filipenses, paúles, lazaristas y sulpicianos y otras muchas insti-
tuciones de carácter exclusivamente misionero, como la Sociedad
de Misiones Extranjeras de París, los padres blancos, el Instituto
Pontificio de Misiones Extranjeras de Milán.
Las congregaciones religiosas seculares se diferencian de
las clericales en cuanto que están formadas generalmente por
miembros que son de ordinario seglares, por ejemplo, los Her-
manos de las Escuelas Cristianas, los Hermanos de las Escuelas
Cristianas de Irlanda, los concepcionistas, etc.
Los Institutos seculares cuya historia comienza en el siglo
XVIII, pero que no han sido reconocidos jurídicamente hasta
1947, son fundaciones cuyos miembros no llevan una vestimenta
particular, no siguen una vida de comunidad según las normas
canónicas, no emiten votos públicos, y conservan también des-
pués de su consagración al Señor, sacerdotes y seglares, la misma
condición social que tenían antes, con todas las consecuencias
jurídicas y prácticas que de ella se derivan. Mediante la práctica
obligatoria de los tres consejos evangélicos se dedican a todas
las formas de apostolado, según las exigencias de la vida mo-
derna. Entre éstos están el Opus Dei, la Compañía de San Pablo.
Las federaciones nacionales y los organismos internaciona-
les surgieron prácticamente del Primer Congreso General de los
Estados de Perfección celebrado en Roma en 1950, y tienen por
fin unir en el plano nacional, primero, y luego en el internacional,
a los Institutos religiosos y seculares, masculinos y femeninos,
según las diversas formas de apostolado a que se dedican, para
favorecer la unión y la intensidad de las fuerzas que actúan en
sectores idénticos.
A muchas de las ramas religiosas masculinas corresponden
otras femeninas con finalidad propia, con las mismas líneas fun-
damentales, de acuerdo con las cualidades femeninas y con las
exigencias del apostolado específico que requiere la presencia,
las dotes y la actividad de la mujer.
La digresión ha resultado un poco larga pero no nos parece
— 123 —
inútil, sobre todo porque en la Comisión de Religiosos resulta
más difícil hacer el cómputo distinguiendo entre el clero dioce-
sano y ei regular: de los veinticuatro miembros, veintidós son
religiosos, entre los que se encuentra un arzobispo, el de Winni-
peg, de Canadá ; tres obispos : Padua y Anagni, de Italia, y de
Albacete, de España ; solamente hay dos miembros del clero dio-
cesano : el arzobispo de Aviñón y el obispo de Allentown. De
veintinueve consultores sólo dos son del clero diocesano : el rector
del Colegio de San Luis de los Franceses, de Roma, y un profesor
del Colegio de San Patricio, de la ciudad de Maynooth, Irlanda.
Los veintidós miembros religiosos pertenecen: dos a la
Orden Benedictina, dos capuchinos, y uno de cada una de las
siguientes órdenes y congregaciones : Dominicos, Franciscanos,
Conventuales, Carmelitas Descalzos, Carmelitas de la Antigua
Observancia, Mínimos, Premonstratenses, Basilianos, Orden de
la Santa Cruz, Jesuítas, Redentoristas, Claretianos, del Sagrado
Corazón de Bétharam, Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón
de María, Congregación de la Santa Cruz, Salesianos, Hermanos
Maristas y del Opus Dei.
Los veintisiete consultores se dividen a su vez en : canónigos
regulares de la congregación suiza de San Mauricio, francis-
canos (cuatro), premonstratenses, cistercienses, cistercienses
reformados, canónigos regulares lateranenses, eudistas, capu-
chinos, eremitas de San Agustín, carmelitas de la Antigua Ob-
servancia, carmelitas descalzos, ministros de los enfermos, pa-
sionistas, misioneros oblatos de María Inmaculada, Congregación
de la Santa Cruz, resurreccionistas, claretianos (dos), misione-
ros de Nuestra Señora de la Salette, Joseí'inos de Asti, hijos de
la caridad, Pía Sociedad de San Pablo y Opus Dei. Se añade a
estos el secretario de la comisión, padre Rousseau, de los misio-
neros oblatos de María Inmaculada ; el minutante y ei archivero,
también religiosos. Para el Concilio Vaticano I, la Comisión de
religiosos estaba compuestas por un cardenal presidente y doce
consultores.
Las naciones a qu-? pertenecen los miembros son : Austria,
Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo, Ho-
landa, Rumania, España y Estados Unidos; a su vez los consul-
tores proceden de: Austria, Bélgica, Canadá, Ecuador, Francia,
Alemania, Irlanda, Italia, España, Suiza y Estados Unidos.
La Comisión ha dividido el trabajo en tres subcomisiones
propias y dos subcomisiones mixtas ; la primera, con la Comisión
de Obispos y del Gobierno de la Iglesia para estudiar los proble-
mas del apostolado, y la segunda, también con la Comisión de los
Obispos y con la Comisión de la Disciplina del Clero, para es-
tudiar las cuestiones que respectan a los Institutos seculares.
Durante 1961, en febrero, murió el padre Quenar Gervasio,
de los asuncionistas.
— 124 —
Los problemas tratados que van desde la santificación de
los religiosos a la organización interna de cada una de las ór-
denes y congregaciones, y las relaciones de las diversas órdenes
religiosas entre sí y con el clero diocesano, se han dividido en
veinte temas principales en torno a los que se agrupan las cues-
tiones de menor importancia.
Para la composición de la Comisión de Religiosos, además
de la competencia para los problemas a estudiar, como, aparece
claro también por las obras de cada uno de éstos, se ha tenido
en cuenta la representación de las diversas instituciones, con una
extensa selección hecha entre los juristas profesores y superiores
y los consultores de la Sagrada Congregación de Religiosos.
Ramas florecientes y siempre nuevas del tronco de la Iglesia,
los religiosos están llamados cada día más a desarrollar, junto
a la actividad específica de su orden, un apostolado de vastísima
extensión en todos los sectores de la sociedad moderna.
(O. R. 20 de diciembre de 1961) .
LA COMISION DE LA DISCIPLINA
DE LOS SACRAMENTOS
En los Sacramentos hay un triple aspecto: el dogmático, el
ritual y el jurídico o disciplinar. El primer aspecto, que trata
de la institución y de los efectos de los Sacramentos, compite al
Santo Oficio y, por tanto — en cuanto concierne al futuro Con-
cilio Ecuménico — , a la Comisión Teológica ; el segundo, que trata
de la manera de administrarlos, de la lengua que ha de usarse
y de las ceremonias que lo acompañan, es de la competencia de
la Sagrada Congregación de Ritos y, por tanto, de la Comisión
de la Sagrada Liturgia; el tercero, que trata de la disciplina de
los Sacramentos, las dispensas particulares y sus mismas con-
secuencias prácticas de la vida externa y social, compite a la
Comisión de la Disciplina de los Sacramentos. Es explicable,
pues, que se le llame de esta manera y no como sería más sen-
cillo : la Comisión de los Sacramentos.
Para mejor hacer comprender la amplitud de sus atribu-
ciones, citamos lo que dice el Código de Derecho Canónico sobre
la competencia de la Sagrada Congregación de la Disciplina de
los Sacramentos que, ocupándose justamente de la misma ma-
teria, lleva el mismo nombre. A esta Sagrada Congregación,
instituida en 1908 por San Pío X, "está encomendada toda la
legislación sobre la disciplina de los Siete Sacramentos, salvo
el derecho de la S. Congregación del S. Oficio y de la S. Con-
— 125 —
gregación de Ritos sobre los ritos y ceremonias que deben ob-
servarse al realizar, administrar y recibir los Sacramentos.
Atañe, por tanto, a ella cuanto suele decretarse y concederse lo
mismo en la disciplina del matrimonio que en la de k>s demás
Sacx-amentos, sin exceptuar la celebración del Sacrificio Euca-
rístico".
La Comisión de la Disciplina de los Sacramentos, presidida
por el cardenal Benedetto Aloisi-Masella, obispo de Palestrina,
prefecto de la S. Congregación de la Disciplina de los Sacra-
mentos y camarlengo de la Santa Iglesia Romana, es la menos
numerosa después de la Comisión Ceremonial. Cuenta, pues, so-
lamente con 25 miembros y 15 consultores, a los que debe aña-
dirse el secretario, padre Ramón Bidagor, S. J. ; un minutante
y un archivero, ambos del Clero Diocesano y oficiales de la S.
Congregación de los Sacramentos.
Entre los miembros hay cuatro arzobispos, de los cuales
tres son residenciales y un titular; dos obispos, un residencial y
un titular ; once sacerdotes diocesanos y ocho religiosos. Estos
últimos pertenecen a los Benedictinos, Dominicos, Franciscanos
(dos), Redentoristas, sacerdote del Ssmo. Sacramento y Cla-
retianos.
También es sencillo el cómputo de los consultores : cinco
obispos, de los cuales tres son residenciales y dos titulares, dos
sacerdotes diocesanos, ocho religiosos, pertenecientes : uno a los
Benedictinos, dos a los Dominicos, dos a los Franciscanos y tres
a los Jesuítas.
Las naciones de donde provienen son : Bélgica, Brasil, Co-
lombia, Francia, Alemania, Italia, Yugoeslavia, Líbano, Polonia,
España y Estados Unidos; los países de los consultores son:
Argentina, Australia. Brasil, Canadá, Francia, Italia, Alemania,
Malta, Perú y República Dominicana.
Puesto que diez de sus veinticinco miembros residen habi-
tualmente en Roma y tres en territorio italiano, la comisión ha
confiado a ellos, por ser más fácil su reunión, el trabajo de
profundizar en cada uno de los problemas que se habían tratado
desde un punto de vista general en las sesiones plenarias. Seis
han sido las sesiones reducidas de estos miembros que se reunían
no en forma de subcomisiones, sino como un grupo de trabajo
especializado. Téngase en cuenta, para subrayar aún más la
particular competencia en los temas a estudiar, que entre los
miembros cinco son prelados de Santa Rota Romana, siete pro-
fesores de Universidad, dos consultores de la Sagrada Congre-
gación de Sacramentos, un consultor y un calificador de la Sa-
grada Congregación del Santo Oficio, un consultor de la Comi-
sión Pontificia para la interpretación auténtica del Código de
— 126 —
Derecho canónico. Cuatro de los consultores de- la Comisión de
la Disciplina de los Sacramentos son también consultores de la
Sagrada Congregación de los Sacramentos.
En el cuadro general de los Sacramentos se comprende fá-
cilmente el que, en el estudio de esta Comisión, tengan particular
relieve el Sacramento del Orden y el del Matrimonio, por sus
múltiples consecuencias aún sociales, por la importancia que re-
visten no sólo de cara a los que lo reciben, sino frente a la vida
exterior de la Iglesia y a la sociedad civil. En la elaboración de
los esquemas que tratan las cuestiones más vitales del Sacra-
mento del Orden, la Comisión ha procurado adecuar a las exi-
gencias de la vida moderna la actividad del Clero, considerando
también la oportunidad de renovar instituciones vigentes en los
primeros siglos de la Iglesia. Por cuanto respecta al Matrimonio,
se ha centrado en los medios para tutelar, en la desorientación
moral cada día mayor de nuestra sociedad, la sagrada institución
de la familia. Poner un freno a las corrientes laxistas es no sólo
un deber advertido por todos, sino también un deber urgente.
(O. R. de 2 de enero de 1962) .
LA COMISION DE LA SAGRADA LITURGIA
La Comisión de la Sagrada Liturgia ha adoptado un método
particular de trabajo que ha dado óptimos frutos y que ha sa-
tisfecho a la vez a sus componentes. Se han reducido al mínimo
las reuniones plenarias y, en cambio, se han intensificado las
reuniones de las Subcomisiones, que, constituidas en número de
trece, una para cada tema de estudio, han tenido la misión de
profundizar en cada uno de los temas.
Este método de trabajo ha exigido una particular organi-
zación que puede sintetizarse así : Con la antelación de dos meses
sobre la fecha fijada para la primera reunión plenaria fue en-
viado a todos los miembros un cuestionario, dividido en doce
temas, en los que para cada uno de los problemas se daba un
esquema que contenía las indicaciones de más importancia y se
pedía que respondieran con las observaciones y las propuestas
que juzgaran más oportunas. Llegaron así, además de las res-
puestas a los interrogatorios, una treintena de nuevas propues-
tas. Durante la breve reunión del 14-15 de noviembre de 1960
fueron examinadas las doce cuestiones propuestas, y a ellas se
añadió una decimotercera, creando después, para el estudio de
cada una, una Subcomisión particularmente competente. Cada
Subcomisión se compone de un relator, que es siempre escogido
entre los miembros : de un secretario, que es siempre un consul-
tor, y de cinco o seis especialistas, que pueden ser tanto miem-
— 127 —
bros como consultores. De cada Subcomisión forma parte tam-
bién uno o más obispos, pero nunca en función de relator.
Distribuido así el trabajo, las trece Subcomisiones han
abordado el estudio de sus propios temas, teniendo a su dispo-
sición cuatro meses para hacer llegar a la Secretaría de la Co-
misión sus resultados. Las Subcomisiones formadas por personas
que no residen en Roma han trabajado sobre todo por corres-
pondencia; en cambio, las compuestas por personas cercanas
relativamente entre sí, por su lugar de residencia, se han reunido
más veces en Roma o en ctros lugares.
Hay que añadir a las ya citadas otras cuatro Subcomisiones
mixtas : una con la Comisión de Religiosos, otra con la de Semi-
narios, la tercera con la de Misiones y la cuarta con el Secre-
tariado Pro-Unión.
La Comisión de la Sagrada Liturgia está presidida, después
del fallecimiento del cardenal Gaetano Cicognani, por el cardenal
Arcadio Larraona, prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos ;
el secretario es el padre Aníbal Bugnini, de la Congregación de
la Misión, ayudado por un minutante, también de la Congrega-
ción de la Misión, y por un escribiente-archivero, sacerdote dio-
cesano de origen rumano. Los miembros son 27, y los consul-
tores, 38.
Los 27 miembros se dividen en : un arzobispo, cinco obispos
residenciales, dos obispos titulares, doce sacerdotes del clero dio-
cesano, siete sacerdotes del clero regular y, concretamente, dos
benedictinos, un dominico, un jesuita, un claretiano, uno del Ora-
torio, un misionero de San Vicente. Hay otro benedictino entre
los obispos arriba citados. A su vez, proceden de doce países di-
versos: Austria, Bélgica, Brasil, Congo, Francia, Alemania, In-
glaterra, Iraq, Italia, Yugoeslavia, España y Estados Unidos.
Los 38 consultores comprenden : un arzobispo, cuatro obis-
pos, 16 sacerdotes del clero diocesano, 17 del clero regular. Estos
últimos se desglosan así: seis benedictinos, un premostratense,
dos dominicos, dos jesuítas, uno de la Congregación de San Ba-
silio, un Pallotino, un franciscano, un redentorista, un oratoria-
no, uno de la Congregación de los Sagrados Corazones de Picpus.
Y representan a 17 países: Australia, Austria, Bélgica, Canadá,
Colombia, Congo, Filipinas, Francia, Alemania, India, Irlanda,
Italia, Holanda, Polonia, España, Suiza y Estados Unidos.
Se han producido tres defunciones en el seno de la Comisión :
la del padre Cappelle, abad de Mont Cesar de Lovaina, miembro,
y las de dos consultores : el abad Cannizzaro, de Génova, y de S.
E. Zakrzeweski, presidente de la Comisión Litúrgica en la Con-
ferencia Episcopal de Polonia.
En la composición de la Comisión de la Sagrada Liturgia
se ha querido seguir un doble criterio: el de la especialización
— 128 —
S. E. GUSTAVO TESTA,
cardenal presidente de la (omisión Técnico-Organizativa, nacido en Boltiere, Bérgamo, el 18 de julio
de 1886, ordenado el 28 de octubre de 1010, elegido para la Iglesia titular arzobispal de Amasea el
4 de junio de 1934; consagrado el 1" de noviembre de 1934; creado y proclamado cardenal por Su
Santidad Juan XXIII en el Consistorio del 14 de diciembre de 1959, del Titulo de San Jerónimo
de los Schiavoni; Secretarlo de la S. Congregación de la Iglesia Oriental.
y el de la ecumenicidad. Se advierten así, junto a los arzobispos
y obispos particularmente conocidos en el campo litúrgico, pro-
fesores de Universidad o de escuelas superiores eclesiásticas, pre-
sidentes de Institutos o de Comisiones para la Liturgia, la Música,
el Arte Sacro, ex rectores magníficos, escritores de cuestiones
litúrgicas. Baste decir que están representadas las Universida-
des y los centros de estudios litúrgicos más conocidos, como los
de Roma; de Tréveris, de París, de Innsbruck, de Viena, de To-
losa, de Milán, de Strasburgo, de Friburgo, de Melbourne, de
Bonn, de Washington, de Medellín, de Vitoria, de Leopoldville,
de Manila, de Nimega, de Montreal, de Monaco y de Baviera.
En todo su trabajo preparatorio la Comisión de la Sagrada
Liturgia ha tenido siempre presente tres elementos : el respeto
y la veneración del sacro patrimonio del pasado y de los ritos
litúrgicos actuales; la preocupación de que el clero esté sólida-
mente formado en la inteligencia, comprensión y práctica ; el
anhelo de que la acción pastoral se beneficie ampliamente de una
liturgia en la que participen los fieles activa y conscientemente.
La preocupación pastoral ha dominado todos los trabajos de
la Comisión en una visión abierta a todos los aspectos doctrinales
y prácticos, de modo que pueda proporcionarse de nuevo a la
liturgia del papel que le asignara San Pío X ; es decir, que los
fieles puedan alcanzar, en una visión conciliadora y armoniosa,
"el verdadero espíritu cristiano".
(O. R. de 5 de enero de 1962) .
LA COMISION DE ESTUDIOS Y DE SEMINARIOS
Presidida por el cardenal Pizzardo, obispo de Albano y
prefecto de la Sagrada Congregación de Seminarios y de Uni-
versidades, la Comisión de Estudios y Seminarios es la más
numerosa después de la Central, pues está compuesta de treinta
y seis miembros y de treinta y dos consultores. A éstos debe
añadirse el secretario, padre Agustín Mayer, benedictino, rector
magnífico del Ateneo Pontificio de San Anselmo, de Roma, ayu-
dado por un minutante y un archivero, ambos del Clero Dioce-
sano y oficiales de la Sagrada Congregación de Seminarios y
Universidades.
De los treinta y seis miembros, seis son arzobispos, cuatro
de ellos residenciales y dos titulares ; cinco provienen del Clero
Diocesano y uno es salesiano. Los obispos son diez, seis residen-
ciales y cuatro titulares ; uno es de la Congregación Hospitalaria
del Gran San Bernardo. Hay además doce miembros del Clero
Diocesano y ocho de las siguientes Ordenes religiosas : un sulpi-
ciano, un dominico, un capuchino, un Siervo de María, dos je-
suítas, un estimatino y un salesiano.
— 131 —
De los treinta y dos consultores, hay siete arzobispos, un
obispo, catorce sacerdotes diocesanos, nueve religiosos y un
seglar. Los arzobispos son todos residenciales; el obispo, tam-
bién residencial, es jesuíta; de los religiosos, hay dos dominicos,
un franciscano, tres jesuítas, un escolapio y un oratoriano. El
único seglar de la Comisión es el rector magnífico de la Univer-
sidad Católica del Sagrado Corazón.
Los miembros son de las siguientes naciones : Austria, Ecua-
dor, Francia, Alemania, India, Irlanda, Italia, Portugal, España,
Estados Unidos y Suiza. A su vez, los consultores son de Austria,
Bélgica, Chile, Congo, Francia, Alemania, Guatemala, Italia, Mé-
jico, España y Estados Unidos. Dos bajas ha sufrido la Comi-
sión, una de ellas recientísima : el obispo de Münster (Alemania) ,
monseñor Keller, que murió el 7 de noviembre de 1961, y el
arzobispo de Sassari, monseñor Saba, el 19 de enero de este año.
Para subrayar mejor la competencia de los miembros y
consultores sobre los problemas a estudiar en esta Comisión, es
oportuno mirar las cualidades y actividades de cada uno de los
que la componen, teniendo en cuenta que se ha querido alcanzar
un justo equilibrio entre los hombres intelectuales y los de vida
pastoral.
Tenemos, por tanto, cuatro miembros y tres consultores rec-
tores de Universidades: el de la Gregoriana de Roma, el del
Instituto Católico de París, el del Ateneo de San Anselmo y del
Ateneo Salesiano de Roma, los de las Universidades Católicas
de Milán, Washington y Pamplona; dos miembros decanos de
Facultades Teológicas, del Marianum de Roma y del Seminario
de Venegono de Milán; siete miembros y once profesores de
Universidades bien conocidas como la Gregoriana, el Latera-
nense, la de Propaganda Fide, el Angelicum, el Instituto Bíblico
Franciscano de Jerusalén, el Instituto Católico de París, la Ca-
tólica de Milán, la Universidad del Estado de Roma y las Uni-
versidades Católicas de Bonn, Viene, Tubinga, Würzburg y Sa-
lamanca ; cinco miembros y cuatro consultores rectores o padres
espirituales de Seminarios, un miembro y tres consultores pro-
fesores de Seminarios. A éstos, que siguen de lleno el ritmo de
los estudios, se añaden dos consultores que son miembros de la
Comisión Bíblica y dos miembros de la Academia Teológica Ro-
mana; tres son también presidentes o miembros de comisio-
nes episcopales de Seminarios. Se nota, pues, que tanto los miem-
bros como los consultores tienen en su haber numerosas publi-
caciones, algunas de gran importancia y actualidad.
Como método de trabajo, la Comisión, desde su comienzo
se preocupó de buscarse un sistema de trabajo bastante preciso,
pero también susceptible de cambios según las necesidades. Sobre
la base de las propuestas formuladas por la Central, esta Co-
rnijón prof.íSí>ha de la índole particular de cada una de las cues-
tiones, teniendo presente siempre las peticiones durante el pe-
— 132 —
ríodo antepreparatorio de los obispos, de las Universidades Ca-
tólicas, de los Dicasterios romanos y de las Ordenes religiosas.
El programa se comunicó seguidamente a miembros y consul-
tores para escuchar su parecer; entre tanto varios relatores se
encargaron de estudiar cada uno de los problemas, teniendo en
cuenta las observaciones hechas en las sesiones generales o por
escrito. A su lado, un correlator seguía el desarrollo del trabajo
proporcionando la contribución de las propias experiencias, de
los propios estudios y de los propios consejos.
Después de la presentación de cada relación a la sesión ple-
naria, las eventuales modificaciones requeridas por miembros y
consultores, a través de una libre y prolongada discusión, se
hacían por los relatores en estrecha colaboración con el Secre-
tariado de la Comisión. Se puede, por tanto, decir que el esquema
definitivo, aprobado en la sesión plenaria, es el resultado de una
asidua colaboración y el concreto punto de llegada de los consen-
timientos unánimes de toda la Comisión.
El contenido de estos esquemas es fácil de intuir si se piensa
en los problemas de los seminarios, hoy, desde los espirituales a
los culturales, de los disciplinares a los ascéticos. Se trata de
adecuar programas y métodos, no ya a los gustos de una moda
que busca la novedad por la novedad, sino a las exigencias más
profundas de los hombres de nuestro tiempo, con la intención
de preparar para la Iglesia de mañana, con obediencia a las di-
rectrices del Papa, a sacerdotes cada vez más numerosos, y cada
vez más completos espiritual y culturalmente ; y con el fin tam-
bién de favorecer un mayor desarrollo de los estudios católicos,
desde sus más modestos comienzos hasta los más altos grados
de la cultura.
(O. A. de 28 de enero de 1962) .
LA COMISION DE LAS IGLESIAS ORIENTALES
La Comisión de las Iglesias orientales es ciertamente — y
se comprende fácilmente por qué — la más diversa en su com-
posición, tanto por las naciones, estirpes, lenguas, ritos repre-
sentados cuanto por las cualidades de cada miembro y consultor.
Es también la Comisión que, en cierto sentido, extiende su com-
petencia a un mayor número de problemas por cuanto abraza
todo lo referente a la Iglesia Oriental aun en muchas de las cues-
tiones que son estudiadas a su vez por las diversas Comisiones
preparatorias para la Iglesia occidental.
La Comisión estuvo presidida por el cardenal Acacio Cousa,
recientemente fallecido ; tiene el cargo de secretario el padre Anas-
tasio Welykyj, basiliano de San Josafat, protector del Pontificio
Católico de San Josafat y director de los "Analecta Ordinis S.
— 133 —
Basilii Magni" ; trabajan con éí dos sacerdotes diocesanos, uno
como minutante y otro como archivero.
Los miembros de la Comisión son veintiséis, ocho de los
cuales son arzobispos, siete obispos, un archimandrita, un pre-
lado auditor de la Sagrada Rota, un corepíscopo y ocho religiosos ;
seis de los arzobispos son residenciales y dos titulares, siete del
Clero Diocesano y un religioso, de la Congregación de la Imi-
tación de Cristo; cinco obispos son titulares y dos residenciales,
tres del Clero Diocesano y cuatro religiosos : dos clérigos regu-
lares marianos, un asuncionista y un mequitarista de Venecia.
También el archimandrita, o prior de Monasterio, perte-
nece a los basilianos y es ordinario, con territorio propio. El
corepíscopo, que originariamente era un obispo a quien se le
confiaba el gobierno de un territorio rural bajo la dependencia
del obispo de la ciudad, hoy no posee la dignidad episcopal, pero
continúa ocupando, al menos en algunas iglesias, un puesto pre-
minente entre el clero. Los ocho religiosos pertenecen a las si-
guientes órdenes y congregaciones : un basiliano Alepino, un ter-
ciario regular de San Francisco, un agustino, tres jesuítas y
dos asuncionistas.
En el elenco de las naciones que estos miembros representan
en la Comisión predominan, naturalmente, las orientales, pero
no excluyendo a algunos expertos de países occidentales; tene-
mos, pues, Bélgica, Egipto, Etiopía, Alemania, Grecia, India,
Irak, Italia, Yugoeslavia, Líbano, República Soviética Socialista
Bielorrusa, Rumania, Rusia, Siria, España, Turquía y Ucrania.
Aún es más diverso el elenco de los treinta consultores, que
comprende a dos obispos, nueve sacerdotes diocesanos y 19 reli-
giosos, así repartidos: dos benedictinos, un premostratense, un
basiliano de Grottaferrata, un basiliano de San Josafat, un ba-
siliano Soarita, dos dominicos, dos franciscanos, un agustino, dos
jesuítas, un pasionista, un asuncionista, un carmelita de María
Inmaculada, un franciscano del Atolement y un hermano de la
Predicación de San Marcos.
Los países representados son: Bélgica, Bulgaria, Checoslo-
vaquia, Egipto, Francia, Alemania, Grecia, India, Italia, Letonia,
Líbano, Holanda, Palestina árabe, Rumania, Estados Unidos y
Ucrania. Se da el caso, y quizá no el único, de un consultor que
nació en Turquía, es de nacionalidad armenia y ciudadano jor-
dano. Se puede decir, dando un vistazo de conjunto a los nombres
que figuran en la lista de miembros y consultores, que se ha al-
canzado un feliz equilibrio entre hombres de gobierno y de estu-
dios, entre los representantes de los diversos ritos, entre los ex-
ponentes calificados de muchos pueblos, aun de los que padecen
en este momento graves persecuciones. La Iglesia, y por medio
de ella el Concilio, no se para en el presente, sino que mira al
futuro, sabiendo bien por divina promesa y por la experiencia
134 —
S. K. ALFREDO OTTAVIANI,
cardenal presidente de la Comisión Teológica, nacido en Roma el 29 de octubre de 1890; ordenado
el 18 «le marzo <lc 19IB. creado y i>roclamado cardenal por Pío XII en el Consistorio de 12 de enero
de 1953; consagrado el 1!» de abril de 1962; diácono de Santa María la Dominica: secretario de la
suprema Sagrada Congregación «leí santo oficio.
de los siglos pasados que "Las fuerzas del infierno no prevale-
cerán".
Otra característica interesante de esta Comisión es la di-
versidad de ritos a que pertenecen miembros y consultores.
Los seis ritos principales están representados con sus principales
subdivisiones. Tenemos así : el rito Alejandrino, con las deriva-
ciones de Coptos y Etiopenos; el rito Antioqueno, con los sirios,
maronitas y malabares; el rito Bizantino, con los ucranianos,
rutenos, griegos, italo-albaneses, melquitas, rumanos, rusos, búl-
garos y yugoslavos ; el rito Caldeo, con los caldeos y malabares ;
el rito armeno y el rito latino.
Se observa que en la Iglesia oriental los ritos tienen una
importancia de relieve especial y se distinguen unos de otros por
sus orígenes históricos, geográficos y etnográficos diversos. La
misma diferencia de rito entre la Iglesia oriental y la occidental
no es sólo una expresión externa diversa en ceremonias y len-
guas litúrgicas, sino también una diferencia en la disciplina
canónica. Los ritos orientales están regidos por patriarcas, asis-
tidos por el Sínodo, que tiene amplios poderes personales y ju-
risdiccionales, de modo que la distinción de ritos equivale, en
ciertos aspectos, a la división de diócesis, o mejor dicho, de pa-
triarcados. En algunas ciudades orientales hay patriarcas di-
versos para cada rito; por ejemplo, en Antioquía hay tres, uno
para los católicos de rito siró, otro para los de rito maronita y
otro para los de rito melquita.
Se han creado en el seno de la Comisión seis secciones de
trabajo que abarcan todos los temas de estudio: la Sección Teo-
lógica, Jurídica, Histórica, Litúrgica, Unionista y Pastoral. Hay
además una Subcomisión para las relaciones con los hermanos
separados. Cada una de las secciones ha elaborado su propia
materia, que ha presentado a continuación a la sesión plenaria,
donde era necesario un ulterior trabajo de discusión y profun-
dización para poder poner de relieve las particularidades de cpda
rito, siempre con la intención no sólo de respetar, sino también
de valorizar todas las peculiares características que forman parte
de un patrimonio histórico y religioso, tanto más precioso cuanto
más antiguo.
Todo lo que se ha dicho se refiere, es evidente, solamente a
las Iglesias orientales católicas, que también, con ocasión de las
sesiones comunes, por medio de sus representantes, han mani-
festado la vitalidad que las anima, haciendo de esta manera que
todfis las reuniones resultasen verdaderamente completas v fe-
cundas. La asiduidad a los trabajos, la vivacidad de las discu-
ciones. hechas posible por la más amplia libertad para expresar
las propias opiniones ; la devoción particularmente filial al Pa-
dre Santo Juan XXIII, son, en síntesis, las notas distintivas de
esta Comisión, que ya ha sometido al examen de la Comisión
Central ocho esquemas y trabaja ahora en la elaboración de otros
siete.
— 137 —
LA COMISION DE LAS MISIONES
Es fácil suponer el notable trabajo que le ha tocado desarro-
llar a la Comisión de las Misiones, si se piensa en el avance
misionero conseguido en este siglo, en los problemas graves y
múltiples que varían de un continente a otro, en la acogida de
los pueblos a la religión católica, en las dificultades de los di-
versos países oprimidos por el comunismo o vejados por revo-
luciones. Naturalmente, no decimos que el Concilio pueda y deba
tratar en sus sesiones todas las cuestiones que hoy turban el
horizonte misionero; pero es cierto que la Comisión de las Mi-
siones debe en lo posible estudiar todas las soluciones y reformas
eventuales que parezcan más apropiadas tanto para una prepa-
ración cada vez más indicada de los misioneros como para im-
primir un impulso cada vez más vigoroso a la evangelización de
los pueblos.
Todo el trabajo de la Comisión fue esbozado ya en la pri-
mera reunión de los miembros y consultores el 24 de octubre de
1960. Fue una reunión fructuosa a pesar de ser breve, en la que
se formaron cinco subcomisiones con la tarea de estudiar temas
diversos, como los sacramentos y la liturgia ; el régimen de las
misiones y la reforma del Código; la disciplina del clero y del
pueblo cristiano ; la formación intelectual de clérigos y religiosos ;
la cooperación misionera de los fieles. Estos diversos temas se
han estudiado en función y solamente en el ámbito misional, te-
niendo presentes las especiales circunstancias de los países en
que el catolicismo representa una minoría a veces pequeña y las
exigencias de las jóvenes comunidades cristianas que acaban de
nacer a la fe.
Dadas las dificultades para poder reunir el pleno de la Co-
misión, puesto que muchos de sus miembros y consultores viven
en tierra de misiones, se han realizado solamente dos sesiones
plenarias, la primera del 17 al 26 de abril de 1961 y la segunda
del 20 al 30 de noviembre del mismo año. En compensación, las
subcomisiones, formadas en gran parte por miembros residentes
en Roma, se han reunido una vez por semana ; los secretarios de
cada subcomisión se encontraban luego todos ios meses para co-
ordinar los trabajos con el fin de dar un carácter de unida da
todos los esquemas o artículos, como se han llamado con prefe-
rencia los elaborados por la Comisión de las Misiones.
La Comisión de las Misiones está presidida por el cardenal
Gregorio Pedro Agagianian, patriarca de Cilicia de los Armenios,
prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide; rea-
liza las funciones de secretario monseñor Mathew, arzobispo ti-
tular de Apamea de Bitinia, ayudado por un minutante del clero
diocesano y un archivero, Misionero Oblato de María Inmacu-
lada.
Los miembros de esta Comisión son 22, distribuidos así:
— 138 —
cuatro arzobispos, cuatro obispos y catorce religiosos. De los
arzobispos, uno es residencial y tres titulares ; dos del clero dio-
cesano y dos del clero regular, uno del Verbo Divino y otro
jesuíta.
Entre los obispos predominan los titulares y pertenecientes
a familias religiosas. Pues uno es residencial y tres son titulares,
uno del clero diocesano y tres religiosos, uno benedictino de la
Congregación de Santa Otilia de Misiones Extranjeras, un ca-
puchino y el superior general del Instituto Español de San Fran-
cisco Javier de Misiones Extranjeras. Los religiosos son: bene-
dictinos de la Congregación de Santa Otilia de Misiones Extran-
jeras, ermitaño de San Agustín, dominicos, franciscanos, capu-
chinos, jesuítas, misioneros oblatos de María Inmaculada maria-
nistas y del Verbo Divino.
Los países representados por sus miembros, por lo menos
en cuanto a su origen se refiere, son : Bélgica, China, Francia,
Alemania, Ghana, India, Italia, Holanda, España y Suiza. Sin
embargo, varios de ellos residen o en Roma, en las Curias Gene-
ralicias de sus respectivos congregaciones religiosas, dedicados
a formar futuros misioneros, o e ntierra misional, donde desarro-
llan su ministerio pastoral. La Comisión se vale también de esta
manera de la competencia de los que han sido misioneros y que
hoy dirigen institutos consagrados a las misiones, y de los que
aún viven en primera línea las experiencias más vitales de un
apostolado siempre rico en sacrificio y que, a veces, exige el
heroísmo y el martirio, como lo demuestran los recientes aconte-
cimientos acaecidos en China, Vietnam y Africa.
Los consultores de la Comisión de las Misiones, en número
de 32, tienen las mismas características, prácticamente, que los
miembros : cuatro arzobispos, cuatro obispos, cuatro sacerdotes
diocesanos y veinte religiosos. De los arzobispos dos son resi-
denciales y dos titulares, tres del clero diocesano y uno religioso,
precisamente de los misioneros de Africa ; dos obispos son re-
sidenciales y dos titulares, pero todos religiosos; dos salesianos,
un capuchino y uno de la Congregación de benedictinos de Santa
Otilia de Misiones Extranjeras.
No debe extrañar esta mayoría de religiosos respecto al
clero diocesano, pues son las Ordenes y Congregaciones religio-
sas, antiguas y nuevas, las que han asumido de manera preva-
lente la tarea misionera, disponiendo de hombres y de organi-
zaciones para un trabajo continuado y profundo. Las misiones
de una sola persona son inconcebibles, aunque los ejemplos de
San Francisco Javier y las experiencias de Carlos de Foucault
o de Alberto Peyliguere representan tentativas generosas dignas
de admiración.
Los cuatro sacerdotes diocesanos que figuran entre los con-
sultores de la Comisión tienen todos cargos que les ponen en
— 139 —
contacto con los problemas misioneros. El primero es rector del
Seminario de Manly, en Australia; el segundo es director na-
cional de las Obras Pontificas Misioneras de Alemania; el ter-
cero preside el Instituto de Misionología de Nimega; el cuarto
es profesor de Derecho canónico en el Ateneo Urbaniano. Los
religiosos se distribuyen en: jesuitas, misioneros de Scheut, do-
minicos, franciscanos, conventuales, Compañía de María, Con-
gregación del Espíritu Santo, Misioneros Oblatos de María In-
maculada, Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras, Padres
Blancos, Sociedad de Misiones Extranjeras de Belén en Suiza,
Congregación de las Misiones y mercedarios.
Los países de procedencia, o en los que trabajan los consul-
tores, son múltiples: Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Fili-
pinas, Francia, Alemania, Honduras, India, Irlanda, Italia, Ho-
landa, Pakistán, España, Estados Unidos, Suiza, Tanganika y
Venezuela.
Tenemos aquí la vida de la Iglesia en su juventud siempre
nueva, con sus espíritus de conquista y con su fuerza incontenible
de expansión. Las misiones son la esperanza del futuro; del
próximo Concilio recibirán nuevo impulso, en la dirección indi-
cada por la "Fidei Donum" de Pío XII y la "Princeps Pastorum"
de Juan XXIII.
(O. R. de 8 de febrero de 1962) .
LA COMISION DEL APOSTOLADO SEGLAR
La Comisión del Apostolado Seglar es la que más que nin
guna otra, juntamente con el Secretariado de Prensa y Espec-
táculos, subraya en cierto sentido el aspecto moderno del Concilio
Ecuménico Vaticano II, en cuanto tiene que estudiar problemas
nuevos madurados en la Iglesia de una manera más evidente en
este último siglo. Una Comisión de esta clase sería casi insos-
pechada en la preparación del Concilio Vaticano I, a pesar de
que ya existían diversas formas de apostolado de frutos pre-
ciosos: basta recordar las Conferencias de San Vicente de Paúl,
iniciadas en Francia en 1833 por obra de Federico Ozanam y la
Sociedad de la Juventud Católica, fundada en Italia en 1868 por
Mario Fani y Juan Acquadermi. Sin embargo, el verdadero y
propio apostolado seglar, en el sentido que damos hoy a estos
términos, no estaba aún maduro, ni mucho menos organizado en
el plano internacional. Por tanto, es más delicada la labor que
la Comisión tiene que desarrollar para fijar las bases firmes del
desenvolvimiento que la vida de hoy exige y que la Iglesia espera,
sobre todo para conseguir la vuelta a la fe de las grandes masas
descristianizadas.
Preside la Comisión el cardenal Cento, ya obispo de Acireale
— 140 —
antes de ser nuncio en Caracas, Lima, Bruselas y Lisboa ; es se-
cretario monseñor Glorieux, asistente eclesiástico de la Comi-
sión Permanente de los Congresos del Apostolado Seglar. Cola-
boran como minutantes un salesiano y un archivero de] clero
diocesano.
Después de la Comisión Central y de la de los Estudios y
Seminarios, ésta es la más numerosa, puesto que cuenta con se-
senta y ocho componentes entre miembros y consultores. Están
extensamente representados los arzobispos y obispos, que, en sus
funciones de pastores de las diócesis, son maestros y guías na-
turales de todo apostolado, autorizados consejeros y moderadores
de toda iniciativa de carácter pastoral.
Los miembros de la Comisión son treinta y nueve, cinco de
ellos arzobispos, seis obispos, veintiún sacerdotes diocesanos y
siete religiosos. De los arzobispos, cuatro son residenciales y uno
titular, tres del clero diocesano y dos del clero regular, dominico
el primero y misionero del Sagrado Corazón el segundo. Los obis-
pos son todos del clero diocesano: tres residenciales y tres titu-
lares. Los sacerdotes miembros de la Comisión tienen todos, o
han tenido, cargos de principal importancia en la asistencia, o
en las consiliarías de asociaciones, organizaciones y obras cató-
licas. Hay, por tanto, representaciones calificadas de la Acción
Católica, de los Movimientos Obreros, de las Asociaciones Profe-
sionales, de las Semanas Sociales, de las Obras de Caridad y
Asistencia. Los religiosos, en general, proporcionan a su vez la
contribución notable de sus estudios sobre problemas nuevos de-
rivados de las múltiples formas del apostolado moderno seglar,
manteniendo en la Comisión un justo equilibrio entre la teoría y
la práctica, entre las experiencias directas y la doctrina teológica
y jurídica.
Los países representados por los miembros de la Comisión
son trece: Austria, Bélgica, Chile, Francia, Alemania, India,
Italia, Yugoslavia, Líbano, Holanda, Méjico, España y Estados
Unidos.
Cuanto se ha dicho respecto a los miembros de la composi-
ción de la Comisión puede repetirse con respecto a los veinti-
nueve consultores, así divididos : cuatro arzobispos, todos resi-
denciales y del clero diocesano ; once obispos, ocho residenciales
y tres titulares ; diez del clero diocesano y un misionero de Africa ;
ocho sacerdotes diocesanos y seis religiosos. Estos últimos son
dos dominicos, un jesuíta, un pasionista, un misionero oblato de
María Inmaculada y un marianista.
Los países representados por los consultores alcanzan la
cifra de veintinuno: Australia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Ceilán,
Dahomei (Africa occidental), Francia, Japón, India, Italia, Yu-
goslavia, Méjico, Nueva Zelandia, Polonia, Portugal, España,
Estados Unidos, Suiza, Tanganika, Unión Sudafricana y Uru-
— 141 —
guay. Países totalmente católicos desde antiguo y países repre-
sentados, en la Iglesia, desde hace poco, por minorías ; para todos
se plantea urgente el problema de un apostolado en defensa de
los valores cristianos y de conquista de los alejados, en un mundo
embebido hasta sus raíces de espíritu laico y pagano.
El estudio de esta Comisión, que decíamos debía penetrar
en tantos aspectos, en cuestiones aún no tratadas, se ha dispuesto
subdividiendo la materia, más o menos en bruto, entre grupos
de trabajo formados por elementos de nacionalidades diversas
residentes en Roma, con la intención de, una vez realizado, po-
derse reunir regularmente y preparar un conjunto de textos de
común acuerdo. Dos Subcomisiones se han reunido una vez por
semana. Los esquemas elaborados se mandaban, para revisarlos,
a todos los miembros y consultores ; por tanto, se han redactado
definitivamente sobre la base de sus observaciones.
Una nota peculiar de esta Comisión ha sido los frecuentes
contactos con seglares especializados de las diversas organiza-
ciones católicas, por correspondencia directa y por reuniones in-
dividuales o de grupo. Por ejemplo, la conferencia de presidentes
de las Organizaciones Católicas Internacionales ha creado un
grupo de especialistas que han suministrado a la Comisión do-
cumentos muy útiles para sus trabajos. Es válido también este
hecho para demostrar que los seglares no han sido extraños a
la preparación del Concilio, sino que han podido proporcionarle
su eficaz contribución.
La Comisión ha podido discutir de esta manera los textos
elaborados por los grupos de estudio sobre las diversas cuestiones
propuestas al principio del trabajo preparatorio de la Comisión
Central, sobre la base de las propuestas proporcionadas por los
obispos en el período antepreparatorio. Se trata de aspectos im-
portantes de la vida de la Iglesia, como se han revelado especial-
mente en estos últimos cuarenta años ; a este respecto, tenemos
ya las enseñanzas y directrices de los Papas, desde Pío IX a Juan
XXIII, aparte de las indicaciones surgidas de los dos Congresos
mundiales de apostolado seglar, celebrados ambos en Roma en
1951 y 1957.
En sus líneas generales, la materia estudiada por la Comi-
sión puede reducirse a tres temas de fondo: Acción Católica y
apostelado directo, acción asistencial y caritativa, y acción social.
Para cada grupo se ha constituido una Subcomisión.
Huelga señalar también la estructura verdaderamente in-
ternacional de la Comisión, necesaria para poder confrontar si-
tuaciones diversas, no solamente de continente a continente, smo
también entre países alejados y para acumular las experiencias,
positivas y negativas, de los resultados determinados por las
iniciativas más diversas originadas por las necesidades y exigen-
cias peculiares de cada país. Miembros y consultores han traba-
— 142 —
s. E. PABLO MARELLA,
cardenal presidente (le la (omisión de los Obispos y del Gobierno de las Diócesis, narido en Koma
el 25 de marzo de 1X95: ordenado el 16 de febrero de 1918; elegido para le Iglesia titular arzobispal
de Doclea el 15 de septiembre de 1933; consagrado el 29 de octubre de 1933; creado y proclamado
cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio de 14 de diciembre de 1959, del título de San
Andrés delle Fratte; arcipreste de la patriarcal basílica vaticana; prefecto de la Sagrada Congregación
de la Reverenda Fábrica de San Pedro.
jado de común acuerdo, con la única diferencia en el voto para
manifestarse sobre temas en discusión que eran de competencia
únicamente de los miembros. En ninguna Comisión, y mucho
menos en la del Apostolado Seglar, se pueden tener en menos las
experiencias de personas que antes de enseñar han actuado en
puesto de gran responsabilidad. Y si en el futuro tendremos or-
ganizaciones seglares cada vez más fervientes, cada vez más pre-
paradas, más disciplinadas, lo debemos también al trabajo pro-
fundo y metódico de esta Comisión, que quiere preparar para la
Iglesia de mañana escuadras de seglares numerosos y capaces de
hacer fermentar la masa demasiado amorfa de los cristianos.
Será escuchado de esta manera el deseo más querido al corazón
del Papa, que no cesa de pedir oraciones por "el feliz éxito del
Concilio, para que, siguiendo los pasos de la juventud más ar-
diente de la Iglesia, éste le proporcione su más brillante esplen-
dor".
(O. R. de 11 de febrero de 1962) .
LA COMISION CEREMONIAL
Se puede decir, en cierto sentido, que mientras las demás
Comisiones y Secretariados se encuentran ya finalizando sus
trabajos, esta Comisión tiene aún que empezar su verdadera ac-
tividad, porque, entre otras cosas, es de su competencia — como
su mismo nombre lo indica — la organización de las funciones y
ceremonias religiosas que preceden y acompañan el curso del
Concilio. Y todo esto no puede ser estudiado con mucha antici-
pación, pues faltarían muchos datos necesarios para una plena
visión de conjunto.
Pueden reducirse a cuatro los puntos que esta Comisión
tiene que estudiar : las festividades sagradas, con sus respectivas
ceremonias, que han de realizarse en Roma y en las diversas
diócesis del mundo antes de la apertura del Concilio; las fun-
ciones con las que se dé comienzo a los trabajos del Concilio en
11 de octubre próximo; la exacta distribución de los sitiales de
los padres conciliares durante todo el tiempo que duren las se-
siones plenarias ; las ceremonias de clausura del Concilio.
No se trata, como podría sospecharse a primera vista, de
cuestiones secundarias, en las que no vale la pena pararse. El
Concilio no es solamente una asamblea de trabajo, sino también
es en ciertos momentos, sobre todo, una Asamblea — una verda-
dera iglesia — donde se ora, con la profunda convicción en la
realidad de que el principal Maestro del Concilio es el Espíritu
Santo, el cual guía las mentes y las oraciones de los padres hacia
aquellas conclusiones que mejor responden al bien de las almas.
Además, el Concilio, que desenvuelve la mayor parte de sus ac-
tividades dentro de una necesaria reserva, debe también tener
— 145 —
sus solemnes manifestaciones externas, que, aunque no repre-
sentan la parte esencial, son necesarias para hacer participai
también a los fieles en las intenciones y finalidad del Concilio.
Por lo dicho al principio sobre la competencia y límites de
la Comisión Ceremonial, es evidente que debe preocuparse de
una preparación remota del Concilio y de una preparación no
solamente próxima, sino inmediata del mismo. Hasta hoy la Co-
misión se ha reunido dos veces, el 7 y el 20 de marzo de 1961,
para estudiar las iniciativas más oportunas para excitar en los
fieles de todo el mundo un interés cada vez mayor por el Concilio,
haciéndoles conocer su finalidad y obtener de ellos una contri-
bución de oraciones cada día más fervientes. Ya se han presen-
tado proposiciones concretas a la aprobación de la Comisión Cen-
tral. Es evidente que no se trata de los acostumbrados esquemas
de las demás Comisiones, sino de indicaciones e iniciativas que
podrían resultar útiles para alcanzar el fin arriba indicado.
Son inminentes otras reuniones de esta Comisión para hacer
un profundo examen de todo lo relacionado con la preparación
próxima y el desarrollo mismo del Concilio, sin mezclarse, sin
embargo, en la competencia de la Sub-Comisión de Reglamenta-
ción. Cuantos más numerosos sean los padres conciliares más
diligente debe ser la distribución de cada uno, según el orden
prefijado de acuerdo con su dignidad, títulos y honores.
En lo que respecta a las funciones y ceremonias religiosas
que deben inaugurar, acompañar y seguir los trabajos del Con-
cilio, esta Comisión ha encargado a los consultores la tarea de
estudiar e investigar lo que se realizó a este respecto en Concilios
anteriores y especialmente en el Concilio Vaticano I. Sobre todo
con relación a lo estrictamente litúrgico, la Comisión ha estudiado
los rituales empleados en el I Concilio Vaticano. Puesto que el
próximo Concilio se desarrollará en la misma basílica de San
Pedro, donde el anterior, pueden aprovecharse no pocos aspectos,
lo mismo que el Concilio Vaticano I los adoptó de otros Concilios
precedentes. La Iglesia siempre se muestra respetuosa con todo
lo que represente una tradición consagrada por los siglos.
Efectivamente, las ceremonias de apertura del Concilio
Vaticano I y de las Sesiones solemnes se prepararon de acuerdo
con fuentes antiguas, como los Libros de Ritos, compilados por
Patrizi al final del "Quatrocento" y publicados por primera vez
en 1516, y los Diarios de Parides Grassi, que tratan de la cele-
bración del V Concilio Lateranense. La Comisión Ceremonial
preparatoria del Concilio Vaticano I, constituida el 19 de julio
de 1868, año y medio antes de la apertura del Concilio, realizada
el 8 de diciembre de 1869, estaba compuesta por los cinco pri-
meros maestros de ceremonias pontificios y presidida por el car-
denal prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, que tenía
a su lado como directo colaborador al secretario de la misma Con-
gregación.
— 14« —
Es varia la composición de la Comisión Ceremonial para el
Vaticano II, manteniendo también una estructura parecida en
sus líneas fundamentales. Es la menos numerosa de todas las
Comisiones : cuenta sólo con cuatro miembros y seis consultores.
Presidida por el cardenal Tisserant, prefecto de la Sagrada Con-
gregación Ceremonial, y teniendo como secretario a monseñor
Nardone, secretario de la misma Sagrada Congregación, ayu-
dado por un minutante del Clero diocesano.
Los miembros de la Comisión son todos altas personalidades
de la Familia Pontificia y de la Curia Romana: el mayordomo
de Su Santidad, el sustituto de la Secretaría de Estado de Su
Santidad, el prefecto de Ceremonias Pontificias, el maestro de
Cámara de Su Santidad. Cuatro de los consultores son maestros
de Ceremonias Pontificias, uno benedictino, profesor de Liturgia
en la Universidad Lateranense; otro de la Congregación del Es-
píritu Santo y profesor de Liturgia del Seminario Pontificio
Francés, de Roma.
De esta manera completamos el cuadro en que hemos ido
exponiendo cada Comisión, con rapidez de líneas que recogían
únicamente algunos aspectos, bastantes superficiales, de éstas.
Pero la imagen que se nos ofrece espontáneamente, nada por
cierto irreverente, es la de una rica colmena donde se advierte
un ardiente trabajo de investigación, de selección, de producción
activa y fecunda. Sólo durante el Concilio se podrán apreciar los
frutos de una actividad desarrollada durante meses, velada por
el más discreto de los silencios y realizada con gran paciencia.
Nos resta presentar a los tres Secretariados, que aparte la
diferencia del nombre, en lo demás tienen la misma estructura
de las Comisiones y han desarrollado también un precioso tra-
bajo.
(O. R. de 15 de febrero de 1962) .
EL SECRETARIADO DE PRENSA Y ESPECTACULOS
Al lado de las once comisiones especiales — de las que hemos
dado ya un cuadro panorámico sobre su constitución y trabajos
realizados — han sido creados tres secretariados preparatorios
del Concilio, que tienen una estructura análoga a la de las comi-
siones, pero competencia específica.
Baste, pues, considerar como está formado el Secretariado
de Prensa y Espectáculos, del que ahora nos ocupamos, para
comprender lo que acabamos de afirmar; está constituido por
un presidente, monseñor O'Connor, arzobispo titular de Laodi-
cea de Siria; por un secretario, monseñor Deskur, del clero dio-
— 147 —
cesano, ayudado por un minutante salesiano y un archivero de
la Pía Sociedad de San Pablo; por dieciocho miembros y veinti-
séis consejeros.
Los miembros se subdividen en: siete obispos, seis de ellos
residenciales y uno titular, cinco del clero diocesano y dos del
clero regular (un agustino de la Asunción y un eremita de San
Agustín) ; seis sacerdotes diocesanos, uno de ellos del Opus Dei;
cinco religiosos (dos jesuítas, un asuncionista, uno de la Pía
Sociedad de San Pablo, uno de la Sociedad de Misiones extran-
jeras de Maryknoll) .
Son de diez naciones : Austria, Bélgica, Colombia, Francia,
Alemania, Inglaterra, Italia, Luxemburgo, España y Estados
Unidos. El presidente del Secretariado es de origen norteameri-
cano, y el secretario de origen polaco, aunque ambos viven ac-
tualmente en Roma.
Los consultores están divididos : en tres arzobispos, dos de
ellos residenciales y uno titular; seis obispos, cinco residenciales
y uno titular; once sacerdotes diocesanos; y seis religiosos (dos
dominicos, dos franciscanos, un jesuíta y uno de las Misiones
Extranjeras del Canadá) .
Los consultores proceden de dieciocho países : Argentina,
Austria, Canadá, Colombia, Filipinas, Francia, Alemania, Grecia,
Inglaterra, Irlanda, Italia, Holanda, Polonia, Portugal, Suiza,
Estados Unidos y Hungría.
Si miramos, después de estos aspectos extrínsecos, numéri-
cos y geográficos, las cualidades de miembros y consultores, nos
percatamos de que se trata de elementos especializados por lo
menos en uno de los cuatro sectores de la competencia del Secre-
tariado : Prensa, Radio, Cine y Televisión. El mismo presidente,
antes de venir para dirigir en calidad de rector el Seminario Nor-
teamericano, fue director de un diario católico y es actualmente,
desde hace catorce años, presidente de la Comisión Pontificia
de Cine, Radio y Televisión.
También los demás arzobispos y obispos que forman parte
del Secretariado, tanto como miembros o como consultores, son
en la mayoría presidentes o secretarios de las comisiones epis-
copales que se preocupan, en sus respectivos países, de estos nue-
vos medios del apostolado moderno.
La calidad de los demás miembros y consultores revela
también una gran variedad en sus tareas, en el plano nacional
y en el internacional, en los diversos sectores de los grandes
medios de información : unos son directores de diarios o agen-
cias, presidentes de estudios radiofónicos o cinematográficos,
asistentes y consultores eclesiásticos de emisoras católicas y es-
tatales de televisión, secretarios y consultores de comisiones pon-
— 148 —
S. I . PEDRO CDtlACI,
cardenal presidente d<- la Comisión de la disciplina di-I Otero > pueblo cristiano, nacido en Koma el
2 de diciembre de 1885; ordenado el 18 de diciembre de 1909; elegido para la Iglesia titular arzobis-
pal de Tarso «I 15 de febrero de 1928; consagrado el 18 de marzo de 1928; creado y proclamado car-
denal |Kir Su Santidad rio XII en el Consistorio de enero de 195:!, del titulo de santa Práxedes;
prefecto de la Sagrada Congregación del Concilio.
tiflcias, directores de uniones profesionales, miembros de Insti-
tutos religiosos, especialmente dedicados al apostolado de la
Prensa, redactores de periódicos y revistas. No es fácil indicar
con una denominación genérica las tareas y actividades que tie-
nen significación y especificación diversa en cada país en que
se ejercitan. Se puede afirmar por lo general, que en todos y
cada uno va unido el estudio a la experiencia, el ejercicio directo
del apostolado ambiental a la preocupación por los programas
religiosos y profanos, la convicción personal sobre la importan-
cia de los medios — de común acuerdo en el seno del Secretariado
se han llamado de comunicación social — al conocimiento técnico
de su empleo. Una nota curiosa que demuestra lo reciente de
estas nuevas técnicas, especialmente las audiovisuales, la propor-
ciona el hecho de que la edad media de los componentes del se-
cretariado de Prensa y de Espectáculos es la más baja entre
todas las comisiones preparatorias.
Se han realizado cuatro sesiones plenarias con la siguiente
duración : tres en el mes de noviembre de 1960, cuatro en enero
de 1961, cuatro en abril y quince en octubre del mismo año. Los
miembros y consultores, en un gran porcentaje, han participado
en todas las reuniones. Especialmente para los que procedían de
países más lejanos, el sacrificio del viaje quedaba compensado
en cierto sentido, por la misma utilidad de las reuniones, no so-
lamente por los trabajos de cara al Concilio, sino también por
ofrecérseles la oportunidad de intercambiar las respectivas ex-
periencias, tanto más estimables cuanto que se trata de un mundo
nuevo en el que queda aún mucho por intentar y hacer.
Entre una y otra sesión, se han multiplicado, y no sólo en
Roma, las reuniones de trabajo entre los expertos de cada sec-
tor. Pues se habían constituido tres grupos que comprendían a
todos los miembros y consultores : el de la Prensa, el de la Radio,
Televisión y el del Cine.
Los resultados de los trabajos de grupo se enviaban luego
a todos los que componen el Secretariado para que expusieran
sus observaciones. Relatores diversos presentaban luego a la
Asamblea General los textos redactados, para un ulterior examen
colectivo, después del cual, finalmente, se pasaba a la edición de-
finitiva, trabajo enteramente asignado a la Secretaría General,
para pasar al visto bueno de la Comisión Central.
Ha sido un trabajo amplio y con frecuencia difícil, por
tratarse de problemas en su mayoría nuevos desde el punto de
vista doctrinal y pastoral, y por tratarse también de medios que
por la potencia de su penetración, por la eficacia de formación
y de deformación de la mente y conciencia, exigen una presencia
educadora de la Iglesia, que no puede dejarse a un lado.
Llorar sobre las ruinas morales y espirituales causadas por
una Prensa que no conoce valladares ni controles, o por la li-
— 151 —
cencía que impera en los espectáculos, no es resolver ningún
problema; es preciso preparar medios adecuados para contra-
pesar primero, superar luego, la nefasta influencia del mal pol-
la influencia del bien.
Se han estudiado algunos problemas teniendo en cuenta el
interés que podían tener sobre ellos también otras comisiones.
A este propósito se han formulado los deseos que expresaban los
puntos de vista del Secretariado; tales votos se han trasmitido
luego según su competencia, a las Comisiones de la Sagrada Li-
turgia, de Seminarios, de la Iglesia oriental, de religiosos, y del
Apostolado Seglar. Se ha constituido una sola intercomisión con
la Comisión de la Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano,
para estudiar mejor algunos aspectos jurídicos de común interés.
Se han resumido todos los problemas en un sólo esquema
de Constitución que ilustra, en secciones y capítulos diversos,
todos los instrumentos de comunicación social, desde el punto de
vista doctrinal y pastoral. A pesar de la amplitud y complejidad
que presenta, aún desde el punto de vista muy superficial, este
nuevo campo de las técnicas modernas de difusión del pensa-
miento, se ha querido reducirlo a lo esencial, previendo que el
Concilio deberá tratar problemas generales de una manera es-
pecial y no podrá detenerse en cuestiones particulares, tanto
menos si son secundarias. Para profundizar en las diversas cues-
tiones, se ha tenido que hacer una selección para poder presentar
al examen de la Comisión Central únicamente lo de principal
importancia, ya porque sus influencias se extiendan a todo el
mundo, ya por la importancia que revisten de cara a un verda-
dero y justo apostolado.
A este respecto, el Secretariado se ha servido, si bien de una
manera indirecta, de la competencia de los seglares que trabajan,
con espíritu apostólico y alto sentido de la responsabilidad en
la Prensa en el cine y en las emisoras radiofónicas y televisoras.
Ha sido una contribución preciosa la ofrecida al Secretariado por
personas que por el hecho de permanecer anónimas, no tienen
menor mérito.
Entre las esperanzas que se maduran frente al Concilio,
está también la de una renovación y un impulso eficaz en la
orientación del apostolado moderno, aprovechando las enormes
posibilidades que encierran las técnicas audiovisuales. Aun hay
demasiados cristianos que no estiman en su justo valor la efi-
cacia de la Prensa, del cine, de la radio y de la televisión — y
también aunque en un plazo inferior, del teatro, de los libros, de
los pasquines, de los discos, etc. — , para una acción positiva, y
divulgadora de la verdad y defensa de los valores cristianos. El
mirar con suspicacia los medios de comunicación social, en vez
de realizar un esfuerzo para ponerlos al servicio de la educación
y formación, no es obra inteligente ni mucho menos cristiana.
— 152 —
Pero el hecho mismo de la creación, gracias a la previsión
y prudencia de Juan XXIII, del Secretariado de la Prensa y
Espectáculos preparatorio del Concilio, demuestra que ha llegado
la hora de un apostolado más extenso, coordinado y eficaz, que
se irradie en todo el mundo, penetre en todas las casas, llegue a
todas las conciencias, por medio de los instrumentos cada vez
más perfectos de comunicación.
EL SECRETARIADO PARA LA UNION
DE LOS CRISTIANOS
El Secretariado para la Unión de los Cristianos es, sin duda,
el organismo preparatorio del Concilio Ecuménico Vaticano II,
que, desde el anuncio de su institución, ha suscitado especial in-
terés y esperanzas, dentro y fuera de la Iglesia católica. Aunque
se ha repetido con frecuencia que el próximo Concilio no estará
dedicado a la unión de los cristianos, como el II Concilio de Lyón
o el de Florencia, queda, sin embargo, siempre el hecho de que
en el corazón de todos los que creen en Cristo como Dios y Re-
dentor, hoy es más profunda que nunca la exigencia y el deseo
de unidad, que ciertamente no se advertía hace cien años cuando
se preparaba el Concilio Vaticano I. Y el Secretariado, querido
y creado por el espíritu abierto y el corazón paterno de Juan
XXIII demuestra cómo la Iglesia está presente en la vida de
nuestro tiempo y cómo responde, con sensibilidad maternal, a
las esperanzas de todos los hombres de buena voluntad.
Se han suscitado otras iniciativas en estos últimos años con
la intención de estudiar los problemas de la unión de los cris-
tianos y de preparar los espíritus a un acercamiento. Las almas
de corazón limpio comprenden que ha llegado la hora de limpiar
el terreno de inútiles malezas para poder empezar a construir
un sólido edificio de fraternidad y unidad. Y la Iglesia, que ha
alentado siempre los esfuerzos de todos los hombres generosos
que son cada vez más numerosos para estudiar en común los
problemas de la unidad, ha creído que ha llegado el momento de
dar un paso más, sobre todo con ocasión del Concilio, de una
especial solemnidad. Los fines del Secretariado fueron fijados
claramente por el Padre Santo en el "Motu Proprio", "Superno
Dei nutu". "Para demostrar a los que se llaman cristianos, pero
están separados de esta sede apostólica, con objeto de que ellos
también puedan seguir los trabajos del Concilio y puedan en-
contrar más fácilmente el camino para la unidad por la que Cristo
dirigió al Padre Celestial tan ardiente oración, constituimos un
especial Secretariado, presidido por un cardenal".
Con el fin fundamental de ayudar a los hermanos separados
a seguir más de cerca el Concilio, haciéndoles conocer los pro-
blemas, los intentos, las esperanzas que se cifran hoy en su pre-
— 153 —
paración y mañana en su desarrollo, van unidas otras dos fina-
lidades: la de informar al mismo Concilio sobre las situaciones,
las dificultades, las exigencias de los hermanos separados y la
de estrechar y mantener con ellos relaciones de cordialidad, para
llegar a un conocimiento mutuo más real que luego podrá engen-
drar la estima y el deseo de un encuentro definitivo.
Es en este marco en el que hay que considerar algunos epi-
sodios recientes que han suscitado interés y admiración: la visita
al Padre Santo de altos dirigentes de algunas Iglesias separadas,
el envío a Roma con miras al Concilio de representantes de la
Iglesia anglicana y luterana, la presencia de observadores cató-
licos del Secretariado en la Asamblea de Nueva Delhi, algunas
reuniones de personalidades de la Iglesia católica con arzobispos
orientales, frecuentes contactos epistolares y personales de los
miembros del Secretariado con diversos individuos de las Igle-
sias separadas. Se va creando todo un clima nuevo, y aunque el
camino aparece aún largo y difícil, crecen las posibilidades de un
diálogo abierto y rico en esperanzas. Hace pocos días, con oca-
sión de la visita del Padre Santo a una de las reuniones de clau-
sura de los trabajos del Secretariado, el cardenal Bea, que lo
preside con tanta competencia y dinamismo, podía afirmar :
"Nosotros que desde hace casi dos años trabajamos en este Se-
cretariado hemos podido constata]* mejor que cualquier otro la
utilidad y frutos que ha conseguido esta feliz institución. De
hecho a muchos hermanos, separados de la organización visible
de la Iglesia, aunque unidos con ella por medio del sagrado bau-
tismo, el Secretariado ha ofrecido y continúa ofreciendo la po-
sibilidad y la facilidad de relaciones con la Iglesia católica de
proponer las propias dudas, y de exponer los propios deseos. Todo
esto sin duda ha sido para ellos de gran utilidad y ha conseguido
grandes frutos a la Iglesia católica, especialmente con miras al
próximo Concilio. También el hecho de que nuestro Secretariado
haya podido en seis reuniones plenarias, cada una de las cuales
ha durado una semana, elaborar para el Concilio no pocas rela-
ciones y esquemas de decretos, que hemos consignado a diversas
Comisiones, se debe en gran parte a estos contactos con los her-
manos separados, tanto personalmente como por carta".
El Secretariado está compuesto, aparte del cardenal presi-
dente — que domina perfectamente muchas lenguas modernas y
que ha sido durante muchos años profesor y rector del Instituto
Bíblico — y del secretario, monseñor Willebrands — de origen
holandés, especialista en problemas ecuménicos — de dieciséis
miembros y veinte consultores. Colaboran con el secretario un
minutante del clero diocesano, francés de origen, y un archivero,
norteamericano, del clero regular, de la Congregación de San
Pablo.
Los miembros están divididos en tres arzobispos residen-
ciales procedentes del clero diocesano; cinco obispos, cuatro re-
sidenciales y un titular, cuatro del clero diocesano y un dominico ;
— 154 —
S. E. VALERIO VAI.ERI,
( ardi ñal presidente «le la ( omisión de Religiosos! nacido t-n Santa Flora, diócesis de < ittá della I'ieve.
el 7 de noviembre de lKKi; ordenado el 21 de diciembre de 1ÍI07: elegido para la Iglesia titular ar-
zobispal de Efeso el 1S de octubre de 1927; consagrado el 2X de octubre de 1927; creado y procla-
mado cardenal por Su Santidad I'ío XII en el Consistorio de enero de 1953: del título de San Silvestre
in t'apite; prefecto de la sagrada Congregación de Religiosos. 1
cuatro sacerdotes diocesanos ; cuatro religiosos : un benedictino,,
un jesuíta, un siervo de María, y un misionero sacerdote de San
Pablo.
Las naciones de donde proceden los miembros son: Bélgica,
Francia, Alemania, Inglaterra, Israel, Italia, Holanda, Estados
Unidos, Sudáfrica y Suiza.
Entre los consultores se encuentran: un obispo residencial,
ocho sacerdotes diocesanos, dos dominicos, dos jesuítas, un be-
nedictino, un agustino, un asuncionista, un franciscano, un ora-
toriano, un lazarista y un sulpiciano. Proceden de Bélgica, Ca-
nadá, Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Holanda, Eslovenia,
Escocia, Estados Unidos y Suiza.
Una enumeración como esta es necesariamente árida y no
permite adivinar la gran competencia en los problemas del ecu-
menismo que cada uno de los miembros y de los consultores posee.
Se encuentran directores de periódicos especializados en cuestio-
nes sobre las Iglesias separadas, junto a profesores que desde
hace años profundizan temas teológicos, escriturísticos e histó-
ricos, relativos a la unidad del mundo cristiano. Hay nombres a
quienes se recuerda como pioneros de la idea unionística y otros
que nos muestran a infatigables apóstoles de un ideal que se va
haciendo cada vez más concreto. Por esta razón también el car-
denal Bea podía afirmar en su discurso : "Nosotros trabajaremos
de tal manera que la labor de nuestro Secretariado no sólo sea una
labor administrativa y técnica, sino que se convierta en un ver-
dadero apostolado, fuente de gracias para tantas almas que
buscan sinceramente la unión".
En un discurso por Radio Vaticano, el cardenal Bea también
ha dicho: "Si miramos solamente los obstáculos que hay que
superar, especialmente en el campo doctrinal, podremos sentirnos
desanimados : pues no hay solamente malentendidos, sino tam-
bién numerosas y profundas diferencias doctrinales que nos se-
paran de los ortodoxos y de los protestantes". Sin embargo, con-
tinúa el presidente del Secretariado, tenemos la certeza que nos
da la fe en la fuerza invencible de Cristo, capaz de superar el
escándalo de los errores humanos ; tenemos el gozo de reconocer
que un espíritu de condena contra toda división se va haciendo
cada vez más fuerte y universal; tenemos la nostalgia de todos
los hermanos disidentes hacia la unidad ; tenemos la humildad de
los cristianos que comprenden que son incapaces de volver a unir
las ataduras de hermandad que sus padres rompieron ... El
camino está trazado a los fieles de la Iglesia católica por las
palabras del Padre Santo : "Ofrecer a todo el mundo un maravi-
lloso espectáculo de verdad, unidad y caridad, que visto también
por los que están separados de la sede apostólica, será para ellos
una delicada invitación a buscar y alcanzar la unidad por la que
Cristo dirigió al Padre tan ardiente oración".
(O. R. 16 de marzo de 1962) .
— 157 —
EL SECRETARIADO ADMINISTRATIVO
El Secretariado Administrativo es quizá del que menos se
oye hablar en los trabajos de preparación del Concilio aunque
sea el motor secreto que se preocupa de proveer, en el plano ma-
terial y económico, la vida tan vasta y compleja hoy de cada uno
de los organismos preparatorios, y mañana de todo el Concilio.
El Secretariado Administrativo se constituyó, juntamente
con las demás Comisiones y Secretariados, el 5 de agosto de 1960,
mediante el "motu proprio" "Superno Dei Nutu", en el que se
dice textualmente : "Para atender a la parte económica y técnica
con miras a la celebración del Concilio se constituirán adecuados
secretariados". El plural indica un doble sector: el económico,
de estricta competencia del Secretariado Administrativo, que nos
ocupa, y el técnico o logístico, de competencia, en parte, de la
Comisión Técnico-Organizativa, por lo que respecta al estudio
y a la solución de los problemas relativos a la apertura y al fun-
cionamiento de la Asamblea Conciliar, y en parte también, de
competencia del Secretariado Administrativo, por lo que con-
cierne a la financiación necesaria para un regular desenvolvi-
miento de todas las actividades de la "máquina" poderosa que
es el Concilio.
Cuatro son las características que principalmente se pre-
sentan a los ojos de quien observa la estructura del Secretariado
Administrativo ; el pequeño número de sus componentes ; el pre-
dominio de los seglares — siempre como número — sobre los
eclesiásticos ; la presencia de sólo miembros y exclusión total de
consultores ; la homogeneidad de composición por cuanto se trata
únicamente do representantes de diversos departamentos, en su
mayoría económicos, financieros y técnicos de la ciudad del Va-
ticano. Por tanto, a diferencia de las otras Comisiones y Secre-
tariados precedentes de que anteriormente nos hemos ocupado,
está simplificado al máximo el trabajo analítico basado sobre
distinciones que no existen aquí.
Es presidente del Secretariado el cardenal Alberto Di Jorio,
presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la ciudad
del Vaticano y presidente del Instituto para las Obras de Religión ;
el secretario es monseñor Sergio Guerri. secretario también de
la administración de bienes de la Santa Sede y delegado para la
Administración Especial de la Santa Sede. A su lado trabajan
un minutante sacerdote y un contable seglar.
Los miembros son diez, de los que tres son sacerdotes y
siete seglares, los cuales representan a la Secretaría de Estado,
al Instituto para las Obras de Religión, a la Administración de
los Bienes de la Santa Sede, al Gobiprno del Estado de la ciudad
del Vaticano, a la Administración Especial de la Santa S^de, a
la Florería de los Sagrados Palacios Apostólicos, a la Oficina
Técnica de la Reverenda Fábrica de San Pedro.
— 158 —
El Secretariado Administrativo, a diferencia también de los
otros organismos preparatorios del Concilio, se ha reunido casi
regularmente una vez al mes, no para elaborar esquemas que
proponer a la Comisión Central, sino para preparar balances
consultivos de las expensas ordinarias y extraordinarias que no
son ciertamente de modesta entidad. Puede decirse, además, que
el Secretariado Administrativo, en cierto sentido, ha funcionado
ya antes incluso de su constitución oficial en cuanto que ha hecho
frente a todos los gastos del período comprendido del 17 de mayo
de 1959 al 5 de junio de 1960, entre ellos los mayores, inherentes
a la actividad de la Pontificia Comisión Antepreparatoria. Des-
pués de junio de 1960, el Secretariado ha atendido financiera-
mente a la estable constitución de la Secretaría General de la
Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano
II, al equipo de todas las Oficinas de las Comisiones Particulares,
a la provisión económica de todo el personal necesario para el
regular desenvolvimiento de los trabajos, a los gastos de viaje
de los miembros y consultores llamados a Roma para las reunio-
nes de estudio, en una palabra, a todos los gastos particulares y
generales, ordinarios y extraordinarios que los organismos pre-
paratorios exigen, día por día, desde los sellos de correos a los
viajes, desde el papel y los impresos a los estipendios, desde los
suministros mínimos a la adaptación de les edificios.
Particulares gestiones han sido realizadas por el Secreta-
riado ante diversas entidades para hacer usufructuarios a los
participantes en las reuniones preparatorias y en las futuras del
Concilio, de especiales facilidades para el viaje. Los ferrocarriles
italianos así como algunas grandes sociedades de navegación
como la Italia, Adriática, Tirreña y Lloy Triestino han concedido,
y concederán, descuentos a cuantos, provistos de una tarjeta ex-
pedida por el Secretariado Administrativo, vengan a Roma o
partan de ésta. Las principales compañías aéreas han asegurado
siempre una especial asistencia a los componentes de las Ponti-
ficias Comisiones Preparatorias durante sus viajes, motivados
por trabajos para el Concilio.
Una actividad notable ha desarrollado, pues, el Secretariado
Administrativo, aunque muy callada y también no siempre sufi-
cientemente apreciada por quien no llega siquiera a imaginar la
mole inmensa de problemas que plantea la realización de un Con-
cilio en los tiempos modernos, que supera a todo otro anterior
por el número de participantes, por la intensidad y amplitud de
la preparación, por exigencias todavía desconocidas en los años
del Concilio Vaticano I.
¡ Y eso que todavía estamos en el período preparatorio ! Pero
ya el Secretariado Administrativo mira al inmediato futuro,
cuando se inicie y desarrolle el Concilio, teniendo que proveer
a la realización de los proyectos que la Comisión Técnico-Orga-
nizativa aprobará para poner a punto el Aula Conciliar en la
— 159 —
basílica de San Pedro, a fin de hacerla idónea y acogedora, con
adecuada sistematización de las diversas reuniones de estudio en
que participarán activamente más de dos mil padres, y a las que
asistí rán teólogos y canonistas, así como eventuales observadores.
Y no sólo esto; en muchos casos será también el Secretariado
Administrativo el que habrá de ocuparse del alojamiento de los
padres y de su séquito; más aún, existe la incógnita acerca de
la duración del Concilio, por lo que todo cálculo debe ser suma-
mente elástico de modo que permita todas las soluciones posibles.
No se han exteriorizado aquí, por comprensibles motivos de
obligada reserva, cifras de ningún género, como no habíamos re-
velado la esencia de los esquemas preparados por las otras Co-
misiones y Secretariados. Repetimos que para este Secretariado
los esquemas son las cuentas de ingresos y gastos. A los gastos
ya hemos aludido aunque sea superficialmente ; los ingresos, que
provienen de las ofertas de los fieles y del episcopado que miran
al Concilio con tanto amor y tanta esperanza sintiéndolo como un
acontecimiento que interesa a todos, desde el individuo a la
colectividad, requieren por esto la colaboración de todos.
— 160 —
LAS SUBCOMISIONES DEL REGLAMENTO, PARA LAS
MATERIAS MIXTAS Y DE LAS CORRECCIONES
Las Tres Subcomisiones del Reglamento, para las Materias
Mixtas y de las Correcciones se constituyeron en el seno de la
Comisión Central el 7 de noviembre de 1961, y fueron anunciadas
por el mismo Padre Santo con ocasión de la apertura de los tra-
bajos de la segunda Sesión plenaria de la misma Comisión Central
el 7 de noviembre de 1961, y fueron anunciadas por el mismo
Padre Santo con ocasión de la apertura de los trabajos de la
segunda Sesión plenaria de la misma Comisión Central. "Sabemos
—dijo textualmente el Sumo Pontífice — que bulle el trabajo para
cuidar aun de las cosas particulares y los detalles : en efecto, mien-
tras los Miembros de la Comisión Central examinan colegialmente
los esquemas, Subcomisiones particulares redactarán las normas
que se habrán de observar en el futuro Concilio, oportunamente
coordinarán las materias mixtas, juzgarán acerca de las correc-
ciones propuestas en la discusión de esos esquemas". He aquí tra-
bado en síntesis perfecta el propósito por el que fueron creadas
>stas Subcomisiones; réstanos ahora ver las actividades progra-
madas, algunas de las cuales ya se encuentran camino de rea-
lizarse.
La Subcomisión del R<(/lamento.
Esta Subcomisión tiene el fin específico de elaborar las nor-
mas que regularán la apertura y el desenvolvimiento del Concilio,
teniendo en cuenta las leyes canónicas y los pareceres expresados
por los Miembros de la Comisión Central, durante la primera
Sesión tenida del 12 al 20 de junio de 1961. A ninguno escapa la
importancia, más aún la necesidad, y la complejidad de un Regla-
mento para una Asamblea a la que activamente participarán cerca
de 2500 personas con derecho de voto deliberativo. Se trata de
ordenar, del modo más eficiente posible, toda la vida interna del
Concilio, preparando un proyecto de normas que han de someterse
a la aprobación del Padre Santo, donde se establecen los organis-
mos para las actividades de estudio, las modalidades de los deba-
tes, las oficinas de las Comisiones, la distribución de las prece-
dencias, las reglas de las votaciones, los cometidos individuales y
de grupo de todos los que están agregados a los "servicios" con
ocasión de las sesiones plenarias.
La palabra Reglamento no debe tomarse como una limitación
o coercisión de la libertad de los Padres Conciliares, sino más bien
como una guía encaminada a evitar confusiones, a facilitar los
trabajos, a impedir contratiempos y errores de procedimiento.
— 161 —
El Código de Derecho Canónico precisa que está reservada al
Sumo Pontífice la facultad de "fijar las materias a tratarse en
el Concilio y determinar el orden a seguir en su discusión". Por
eso hemos dicho que la Subcomisión del Reglamento prepara un
proyecto que será definitivo sólo después que sea revisado y apro-
bado por el Padre Santo.
En los primeros Concilios de la Iglesia no había Reglamento
y se procedía según las situaciones y los casos. Antes de la aper-
tura del Concilio de Constanza (1414), los teólogos pidieron al
Papa que fijara algunas normas para avanzar mejor en el tra-
bajo; en el V Concilio de Letrán (1512), el mismo Papa había
con antelación redactado un Reglamento que aprobaron después
los Padres Conciliares. En cambio el Concilio de Trento se abrió
(1545) sin normas especiales; y durante su desarrollo, al adver-
tirse la necesidad de un pequeño Código de procedura que agilizara
el trabajo, fué cuando se procedió a fijar reglas según la nece-
sidad de las emergencias. En consecuencia de las experiencias
sufridas, se preparó para el Concilio Vaticano I un Reglamento,
que se dió a conocer a los Padres el 2 de diciembre de 1869, seis
días antes de la solemne inauguración de las Sesiones, por medio
de la Carta Apostólica "Multíplices Ínter", de fecha 27 de noviem-
bre del mismo año.
Ahora cuando ha crecido el número de los participantes al
Concilio, se hace mucho más necesario un Reglamento, a lo que
está proveyendo la Subcomisión presidida por el Cardenal Fran-
cisco Roberti, compuesta por los Cardenales Jaime de Barros
Cámara, Andrés Julien, Arcadio Larraona, Teodoro Guillermo
Heard. Hace de Secretario monseñor Vicente Carbone, Minutante
de la Secretaría de la Comisión Central. Como se podrá observar,
esta como las otras dos Subcomisiones está formada por Carde-
nales de diversa nacionalidad : un italiano, un brasileño, un fran-
cés, un español, un inglés.
La Subcomisión ¡jara las Materias Mixtas
Esta Subcomisión tiene la finalidad sumamente delicada de
estudiar las materias de argumento mixto con el propósito de uni-
ficar los esquemas que han sido redactados por varias Comisiones
y que tienen referencia a la misma o parecida materia. También
esta Subcomisión se ha organizado con un fin práctico esencial-
mente con el intento de aliviar el trabajo del Concilio que ya de
por sí es bastante gravoso a causa del número y la extensión de
los temas que se van a estudiar y discutir. Es fácil comprender
cómo diversas Comisiones habrán podido tratar argumentos casi
idénticos, a pesar de que se hayan constituido muchas Subcomi-
siones mixtas para evitar en lo posible un doble trabajo y una
doble redacción de esquemas. La naturaleza misma de los argu-
— 162 —
S. K. BENEDICTO ALOIS1 MASKLLA,
cardenal presidente de la Comisión de la disciplina de los .Sacramentos, nacido en Pontecorvo el 29
de junio de 1K79; ordenado el 1" rje junio de 1902; elegido para la Iglesia titular de Cesárea de Mau-
ritania , pro hac vice, elevado a arzobispo el 15 de diciembre de 1919; consagrado el 21 de diciembre
de 1919, creado y proclamado cardenal por Su Santidad Pío XII en el Consistorio de 18 de febrero de
1946; obispo de I'alestrina el 21 de junio de 1948; arcipreste de la patriarcal archibasilica lateranense;
prefecto de la Sagrada Congregación de la Disciplina de los Sacramentos; camarlengo de la S. I. K.
meatos hace que no se note entre ellos una distinción tan precisa
que no consienta alguna relación.
La Subcomisión de las Materias Mixtas no ha podido aún
adelantar mucho en su trabajo, porque debe esperar que hayan
sido pasados a la Comisión Central casi todos los esquemas. Esta
última es el gran centro a donde confluyen las elaboraciones de
Comisiones y Secretariados y que, al buscar una formulación de
textos cada vez más perfecta, examina, aprueba, corrige o decide
la unificación, encargando después a la Subcomisión de Materias
Mixtas el cometido de la última actuación.
Ya se prevee que no será poco el trabajo que, después de la
última Sesión del 20 de junio de la Comisión Central, le espera a
esta Subcomisión presidida por el Cardenal Eugenio Tisserant y
compuesta por los Cardenales José Ferretto, Aquiles Liénart,
Ignacio Gabriel Tappouni. Es su Secretario Monseñor Lauro Go-
vernatori, Minutante de la Comisión de los Obispos y del Gobierno
de las Diócesis. También formó parte de esta Subcomisión el Car-
denal Luis Muench, fallecido en febrero de 1962.
La Subcomisión de Correcciones.
La Subcomisión de Correcciones debe proveer a la enmienda
de los esquemas de Constituciones dogmáticas o de los decretos
disciplinares, según las directivas y propuestas de los Miembros
de la Comisión Central. La procedura, pues, que sufren los esque-
mas antes de llegar al Concilio comienza en cada Comisión que
prepara y presenta los esquemas, pasa después a través de la Co-
misión Central que expresa un juicio prudencial acerca de los
mismos sugiere o propone modificaciones o ulteriores elaboracio-
nes y se detiene en esta Subcomisión que enmienda los esquemas,
según el veredicto de la votación y las obsei"vaciones de los Miem-
bros de la Central.
Pero antes de proceder a la corrección de un esquema, la
Subcomisión cataloga sistemáticamente todas las proposiciones
llegadas de la Comisión Central y las envía para conocer su pare-
cer y para los efectos de su consideración a la Comisión de origen
o de procedencia. Luego, observaciones y respuestas, oportuna-
mente recogidas en una síloge que evidencia el proceso sufrido
por el esquema en cuestión, el estado mismo de la cuestión, los
puntos de común acuerdo y los puntos en controversia, pasan por
fin a los Miembros de la Subcomisión, quienes en sesiones ordina-
rias y comunes examinan y discuten dichas observaciones o res-
puestas, con el fin de encontrar sobre todo una solución adecuada
a las palies no concordantes.
Se comprende en seguida que tal manera de proceder y tal
trabajo contribuyen a perfeccionar los esquemas, revelando clara -
— 165 —
mente uno de los aspectos de la variada e intensa actividad de la
íntegra Comisión Central : o sea, la mejor preparación posible de
la extensa, compleja y delicada materia que se debe presentar
a la atención de los Padres del Concilio, a través dé' una colabora-
ción extrema y el más amplio aporte de estudios y de experiencias
calificadas.
Hasta hoy (24 de marzo de 1962) la Subcomisión ha exami-
nado, discutido y corregido 13 esquemas; y otros 10 esperan su
turno en las sesiones que tendrán lugar en los próximos días,
durante la quinta Sesión de la Comisión Central. Los componentes
de esta Subcomisión son el Cardenal Carlos Confalonieri, Presi-
dente, y los Cardenales Clemente Mícara, Santiago Luis Copello.
José Siri, Pablo Emilio Léger, que son Miembros. Secretario de
la Subcomisión es Monseñor Vicente Fagiolo, Minutante en la
Comisión de la Disciplina de los Sacramentos. El trabajo que
espera a esta Subcomisión no es pequeño, pero habida cuenta del
ritmo que la oficina ha impreso a toda su actividad, se tienen
fundados motivos para esperar que seguirá con paso regular,
como lo ha hecho hasta ahora, el trabajo que va desarrollando la
Comisión Central.
LA COMISION TECNICO ORGANIZATIVA
La Comisión Técnico-organizativa fué constituida en la se-
gunda Sesión plenaria de la Pontificia Comisión Central Prepa-
ratoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, el día 7 de noviembre
de 1961, después de haber dado lectura el Secretario general,
Excmo. Mons. Pericles Felici, a algunas disposiciones relativas
al desarrollo de los trabajos y estudio de la misma Comisión Cen-
tral. Además de las tres Subcomisiones ya enumeradas del Regla-
mento, de las Materias Mixtas y de las Correcciones de los esque-
mas, quedó establecido que en el seno de la Comisión Central
funcionaría esta otra Comisión Técnico-organizativa, como inti-
mamente ligada a la Central. Su finalidad es : preparar todas las
cosas necesarias para el desenvolvimiento material y orgánico del
Concilio Vaticano Segundo. Sus componentes son todos expertos
t>n cuestiones técnicas, logísticas, de organización etc. Además de
las invitaciones a los Padres Conciliares que se han extendido de
acuerdo con la Constitución Apostólica "Humani Generis", sobre
convocatoria del Concilio, y de las que se enviarán a los Consul-
tores definitivamente convocados y que tendrán sólo voz en las
deliberaciones que se avecinan, esta Comisión piensa como tarea
propia y específica en proveer al alojamiento de todos los convo-
cados, ofreciéndoles a los que no hayan arreglado por su cuenta
todo lo concerniente a su estadía en la Ciudad de Roma, el alo-
jamiento que generosamente el Padre Santo ha organizado y
preparado dentro de las dependencias del Palacio Apostólico del
— 166 —
Vaticano. Igualmente el cometido de esta Comisión es el de acon-
dicionar el interior de la Basílica de San Pedro en el Vaticano
para el desarrollo de las Sesiones y Congregaciones Conciliares,
con instalaciones adecuadas de luz y de sonido, de asiento, tribu-
nas para los oradores, calefacción moderna etc.
La Comisión tuvo su primera reunión de instalación el miér-
coles 8 de noviembre de 1961 y desde entonces se encuentra en
continua actividad. Está compuesta por su Presidente, que es el
Cardenal Gustavo Testa, y los siguientes Miembros : Cardenales
Francisco Spellman, Arzobispo de Nueva York; Fernando Quiro-
ga y Palacios, Arzobispo de Santiago de Compostela ; Juen Bautis-
ta Montini, Arzobispo de Milán; Pablo María Richaud, Arzobispo
de Burdeos; Julio Dópfner, Arzobispo de Munich; Pablo Marella.
Luis Traglia, Alberto Di Jorio : Presidente de la Reverenda Fá-
brica de San Pedro el primero, respectivamente, Provicario Ge-
neral de Su Santidad para Roma y su Distrito el segundo, y e:
último, Propresidente de la Comisión Pontificia para la Adminis-
tración del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la vigilancia de!
Instituto de las Obras de Religión y de los Bienes de la Santa
Sede. Secretario de la Comisión Técnico-organizativa es el mismo
de la Comisión Central : Su Excelencia Pericles Felici ; y Subse-
cretarios: Mons. Sergio Guerri, Mons. Agustín Casaroli y Mons.
Higinio Cardinale.
BIBLIOGRAFIA
NOTIZIARIO, Boletín diario del Servicio de Prensa de la Pontificia
Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, Ciudad
del Va'.'cano: Características de las Comisiones y Secretariados Prepara-
torios del Concilio Vaticano II:
Comisión Central
JN
1 ."i
2! i
noviembre
1901
Teológica
1 6
diciembre
1961
de los Obispos y del Gobierno
de las
I\;ócesis
)>
18
Q
IIIUICIIIUI t
1 96 1
de la Disciplina del Clero y del
pueblo
cristiano
jí
20
9
diciembre
1961
de los Religiosos
22
L6
diciembre
1961
de la Disciplina de los Sacramentos
25
:¡n
diciembre
1901
mí-» lo Ssío*i"inn í ítiii'trin
26
**
enero
1962
dé Estudios y Seminarios
88
27
enero
1962
de las Iglesias Orientales
ov
9 1
enero
1 Oí»
de las Misiones
,,
41
7
febrero
1962
del Apostolado de los Seglares
43
10
febrero
1962
Ceremonial
44
14
febrero
1962
Secretariado de Piensa y Espectáculos
„
58
O
0
marzo
1002
para la unión de los cristianos
* >u
1 A
marzo
Administrativo
61
17
marzo
1962
Subcomisiones Centrales
I )<• Reglamento
De Corecciones
De Materias Mixtas
03
24
marzo
1962
Comisión Técnico-Organizativa
74
1 1
abril
1962
Revista ECCLESIA, 28 de abril de 1902, N" K)8.r>, páginas 515-541.
— 168 —
s. E. AIU ADIO LARRA ON A,
■ . ■. . m.íi > presidenta de la Comisión de lu Sagrada liturgia P de Ion dareiianos. nacido en Oteiza de
la Solana, Ar<|iiidiócesis de ramplona, el 13 de noviembre de I SK7 ; ordenado el i o de ionio de 1911 ■
«reado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan Wlll en el Consistorio de 14 de diciembre de
1959; consagrado el L9 de abril de I f*t»2 ; diácono de los santos Kiauio > (arlos al (atinari: preíeoto
de lu Sagrada Congregación de los ititos.
(T ADRO SINOPTICO DE LAS IGLESIAS ORIENTALES
I
IGLESIAS DISIDENTES
IGLESIA
RITO RIZANTINO
Griegos
1 ) Patriarcado de Cons-
tatinopla
2 ) Igrlesia de Creta
3) Iglesia de Grecia . .
4) Arzobispado de Chipre
5) Arzobispado de Amé-
rica
Melkitas
1) Patriarcado de Antio-
quía
2) Emigrados de América
3) Patriarcado de Jerusa-
lén
4) Patriarcado de Alejan-
dría
5) Arzobispado de Sinaí. .
Eslü Vos
1) Patriarcado de Moscú. .
2) Rusos emigrados . .
3) Rascolniks
4) Patriarcado serbio . . .
5) Patriarcado búlgaro . .
fi) Iglesia de Polonia ■ .
7) Iglesia de Checoslova-
quia
8) Iglesia de Hungría. ..
Otros pueblos
1 ) Patriarcado rumano . .
2) Catolicado georgiano. .
3) Iglesia albanesa
4) Iglesia finlandesa.. ..
Lengua Litúrgica
griego antiguo
griego antiguo-árabe.
griego antiguo
eslavón
rumano
georgiano
griego antiguo-albanés
eslavón-f inlandés . . .
Estadística
310.000
450.000
(í.500.000
350.000
400.000
8.010.000
287.000
100.000
45.000
150.000
50
582.050
105.000.000?
3.000.000
20.000.000?
7.500.000
0.000.000
350.000
200.001)
40.000
142.000.000
12.000.000
2 500.000
215.000
70.000
14.785.000
IGLESIA
-RITO ARMENIO
1 ) C a t o 1 i cado de Etch-
miadzin
2) Catolicado de Sis . .
3. Patriarcado de Cons-
tantinopla
4) Patriarcado de Jerusa-
lén
5) Arzobispado de Bulga-
ria
<>) Dispersos Europa-Amé-
rica
-RITO SIRO
1) Patriarcado de Antio-
quía
2) Siros ortodoxos Mala-
bar
3) Siros reformados Ma-
labar
-RITO CALDEO
1 ) Catolicado Nestoriano .
2) Grupo del Malabar. . .
-RITO COPTO
1) Patriarcado de Alejan-
dría
2) Iglesia etiópica
Lengua Litúrgica
armenio antiguó
siríaco-árabe
caldco .
copto-árabe
«■héez . .
Estadística
3.000.000
125.000
6O".000
75.000
25.000
500.000
3.785.000
70.000
520.000
175.000
7fi5.00l»
1(10.000
10.000
170.000
L.350.000
5.000.000?
6.350.000
— 172 —
II
IGLESIAS UNIDAS
IGLESIA
1. — RITO BIZANTINO
1) Griegos
2) Diócesis Hadju-Dorog.
.'}) Italo-griegos
4) Patriarcado de Antio-
quia
5) Melkitas dispersos . . .
(>) Rutenos:
a) Ga itzia
1)) Checoslovaquia. ..
c) Hungría
(I) Rukovina (Ruma-
nía)
c) América
7) Yugoslavos
8) Búlgaros
9) Rumanos
2. — RITO ARMENO
1) Patriarcado de Cilicia.
2) Arzobispado de Leopol
3) Dispersos Europa-Amé-
rica
3. — RITO SIRO
1) Patriarcado de Antio-
quía
2) Malankares (India) ..
4. — RITO CALDEO
1 ) Patriarcado de Babilo-
nia
2) Grupo del Malabar. . .
Lengua Litúrgica
griego antiguo ....
eslavo-rumano . .
griego antiguo ....
griego antiguo-árabe
eslavo .
armenio antiguo
siríaco-árabe .
siríaco
caldeo .
Estadística
2.000
182.000
75.000
180.000
50.000
3.602.000
585.000
21.000
76.000
1 .0(58.000
55.000
6.000
1.600.000
7.502.000
60.000
5.000
115.000
180.000
90.000
80.000
170.000
170.00(1
1.050.000
1.220.000
— 173 —
IGLESIA
."..—RITO MARONITA
1) Patriarcado de Antio-
quía
2) Dispersos
RITO COPTO
1 ) Patriarcado de Alejan-
dría
2) Iglesia de Etiopía . . . .
Lkngua Litúrgica
si ríaco-árabe
copto-árabe .
ghéez
CUADRO COMPARATIVO
RITOS
DISIDENTES
CATOLICOS
1)
Rito bizantino . .
165.467.000 (95,67%)
7.502.000 (4,33%)
2)
3.785.000
180.000
3)
765.000
170.000
4)
Rito caldeo
170.000
1.220.000
5)
Rito maronita . .
885.000
6)
Rito copto
6.350.000
125.000
Totales
176.537.000 (94,60%)
10.082.000 (5,40%)
Datos sacados del R. P. Angel Santos Hernándezi en su obra: "Iglesias
de Oriente - Puntos específicos de su Teología", Santander, 1959. Quien
a su vez cita a Janin, en su obra: "Eglises Orientales et Rites Orientaux",
París, 1955.
— 174 —
Vil
El Concilio en Miniatura
Las reuniones de la Comisión Central Preparatoria.
Dijimos ya que ha habido dos fases en el arduo camino hacia
el Concilio. Dos fases preparatorias. La primera concluyó cuando
Su Excelencia Monseñor Pericles Felici, arzobispo titular de
Somosata y secretario general de la Pontificia Comisión Central
Preparatoria, puso en manos de Su Santidad el último de los
quince tomos editados por la Tipografía Poliglota Vaticana, que
en 9.520 páginas contienen las Actas y Documentos Preparato-
rios del Segundo Concilio Vaticano Ecuménico. La primera parte
de estos volúmenes se refiere a las Actas del Sumo Pontífice
Juan XXIII ; tiene dos apéndices relacionados con las cartas de
26 Cardenales y con la conferencia de prensa y entrevista tele-
visada concedida por el Cardenal Tardini. Esta primera parte
de la serie antepreparatoria es del dominio público. Pero los
otros volúmenes restantes permanecen aun secretos y constitu-
yen la base para la empeñosa labor de las Comisiones. Noble
trabajo que se hizo "con paz, actividad y consuelo". La segunda
parte lleva por título : "Pareceres y votos de Obispos y Prelados".
Se divide en ocho tomos. Dos contienen las respuestas de los
obispos de Europa. Uno tercero las de los obispos de Italia por
separado. El cuarto las de los obispos de Asia. El quinto las
respuestas de los obispos de Africa. El sexto comprende la con-
sulta de América del Norte y Central con un total de 348 cartas.
En el tomo séptimo se registran las respuestas de los obispos de
América del Sur y de Oceanía, distribuidas así : 33 de Argentina,
14 de Bolivia, 132 del Brasil, 20 de Chile, 35 de Colombia, 17 del
Ecuador, 3 de las Guayanas, 6 del Paraguay, 28 del Perú, 5 del
Uruguay, 17 de Venezuela. De Oceanía: 30 de Australia, 1 de
Malasia, 3 de Micronesia, 5 de Nueva Guinea y archipiélago de
Bismarck, 3 de Nueva Zelandia, 6 de Polinesia; en total 358 car-
tas. Consta el octavo tomo de las respuestas de los Superiores
Generales de los religiosos. Dos tomos más recogen analítica-
mente en forma de proposiciones, 8.972 por todas, las sugestiones
del Colegio Episcopal y de los Superiores Mayores. O sea, en el
noveno están sintetizadas las cuestiones doctrinales, normas ge-
nerales del Derecho Canónico, disciplina del clero, asuntos refe-
rentes a los seminarios y a los seglares. Y el décimo contiene
proposicionees relativas a los sacramentos, lugares sagrados, pre-
ceptos eclesiásticos, beneficios, bienes temporales, procesos, de-
litos, penas, misiones, ecumenismo, obras sociales y caritativas
de la Iglesia.
— 177 —
La parte tercera consta del tomo titulado : "Proposiciones y
advertencias de las Sagradas Congregaciones de la Curia Ro-
mana". La parte IV, por último, dividida en tres tomos encierra
los estudios de las Universidades Católicas y Facultades Eclesiás-
ticas, a saber: Universidad Gregoriana, Lateranense y Ateneo
de Propaganda Fide; Ateneo Angélico, de San Anselmo, Sale-
siaho, Instituto de Música Sagrada, de Arqueología Cristiana,
Facultad Teológica de San Buenaventura, Colegio Internacional
de Carmelitas Descalzos, el Marianum y 37 Universidades y Fa-
cultades con sede fuera de Roma.
La segunda fase de la preparación del Concilio comenzó el
día 12 de .iunio de 1961 y terminó el 20 de junio de 1962, con las
siete reuniones generales de la Comisión Central. Sus delibera-
ciones también serán editadas en otra serie de volúmenes que
pasarán a manos del Colegio Episcopal. Vamos a resumir en lo
posible algo de esas sesiones históricas, ya que, gracias a la Ofi-
cina de Prensa del Vaticano, periódicos como el Osservatore Ro-
mano y revistas como "La Civiltá Cattolica", Ecclesia, Sal Térras,
Documentation Catholique y muchos otros órganos de publicidad
han transmitido a sus lectores el substrato de las ponencias y
anteproyectos de esquemas preconciliares que se han originado
en el seno de la máxima Comisión. Estas sesiones sí constituyen
una pauta segura para por lo menos presumir que dichas mate-
rias van a ser consideradas por el próximo Concilio. Aunque
bien sabemos que el Concilio no es un parlamento político, sino
una asamblea de toda la Iglesia docente donde la primera moción
corresponde al Espíritu Santo y, por tanto, siempre resultará
aventurado adelantar opiniones acerca de lo que van a discernir
y decretar los Padres conciliares.
Primera sesión de la Comisión Central. — Reglamentación. —
Lengua oficial del Concilio.
La primera asamblea general de ese organismo central, cuyo
Presidente es el Papa, tuvo como todas las demás su lugar en
Roma, fecha 12 a 20 de junio de 1961. Se estudiaron cuestiones
orevias, relativas al reglamento interno del futuro Concilio, orden
de trabajo, estilo, idioma, etc. Asistieron 31 Cardenales, 2 Pa-
triarcas, 12 Arzobispos y Obispos, 4 Superiores Generaos de
Ordenes religiosas y 23 Consultores. Después del discurso del
Padre Santo, los Presidentes de las diversas Comisiones y Secre-
tariados dieron relación de sus trabajos correspondientes y el
Secretario General la rindió con respecto a la Comisión Central.
La audiencia del día 13 trató acerca de las personas que deberían
ser convocadas al Concilio. Ya en la Bula respectiva se sancionó
que deben participar todos los Obispos residenciales y titulares
y cuantos según la legislación canónica vigente están obligados a
comparecer. El día siguiente se trató el punto de la participación
de un determinado número de Teólogos y Canonistas y de la com-
— 178 —
posición de las Comisiones conciliares. Las personas que inte-
grarán esos sectores teológicos y canónicos serán convocadas
oportunamente y las Comisiones conciliares, compuestas de sólo
Padres del Concilio, serán en él determinadas. Cuatro funciona-
ron durante el Vaticano Primero presididas por sendos Carde-
nales : la de la Fe, de la Disciplina, de los Religiosos y de las Igle-
sias Orientales y Misiones. La tarea de estas Comisiones es vol-
ver a examinar, a su debido tiempo, los proyectos de decretos pro-
puestos, en espera de la redacción definitiva. El día 16 se abordó
además otro tema, el del modo a seguir en las discusiones y en la
votación. La solución aceptada no se dió a conocer. Recordamos
que en el Vaticano Primero, Pío IX exhortó a todos a que habla-
ran libremente, pero después hubo de sancionarse que las obser-
vaciones fuesen formuladas por escrito, dentro de los diez días
de presentado el esquema ; la comisión respectiva recogió los pro
y los contra y resumiendo el pensamiento de la mayoría, tornaba
a someter a discusión el schema, hasta que la misma mayoría
lo declaraba suficientemente debatido.
El día 17 se continuó el debate sobre el método de las discu-
siones y la votación conciliares. Luego se trató acerca del idio-
ma que se habrá de emplear. Ya el 3 de julio de 1960 el Cardenal
Antonio Bacci, eminente latinista, publicó un sesudo artículo en
el Osservatore Romano, en 3l que asomaba su opinión de que en
las reuniones solemnes y congregaciones generales deberá preva-
lecer el latín por lo menos escolástico y en la redacción de los do-
cumentos y actas conciliares un latín más cuidado. Un concilio
no es una academia literaria. El lenguaje de los Padres deberá
ser sobre todo científico, preciso, claro y exacto. Luego el 22 de
febrero de 1962 el Padre Santo promulgó su constitución sobre
un renacimiento del estudio y empleo del latín. Pero es posible
que al lado del latín y al margen de las sesiones puedan utilizarse
otras lenguas modernas. Para que el servicio de prensa pueda
efectuarse de un modo conveniente será necesario que un equipo
de buenos latinistas, siguiendo el desarrollo de las discusiones, no
sólo redacte un extracto fiel en latín, sino también una traducción
precisa en las diferentes lenguas vulgares. El día 19 se ventiló
el tema de cómo deben ser registradas las discusiones mismas.
En el Vaticano I hubo un cuerpo de 23 estenógrafos. Ahora hay
uno de 42 universitarios que bajo la dirección del doctor Aloys
Kennerknecht se han entrenado suficientemente en taquigrafía
latina y moderna. Son catorce las naciones representadas en ese
equipo de taquígrafos excepcionales : Alemania, Austria, Ceilán,
Egipto, España, Estados Unidos, Francia, India, Inglaterra, Ir-
landa, Italia, Méjico, Paraguay y Ruanda-Urundi. El día 20. con
un n-ievo discurso del Papa, se dieron por terminadas las audien-
cias de esta primera sesión plenaria de la Comisión Central, de-
dicada a la reglamentación del desarrollo del inminente Concilio
Ecuménico.
— 179 —
Segunda sesión de la Comisión Cent tal — Teología y Disciplina
eclesiástica.
Se abrió el día 7 de noviembre con el saludo de bienvenida
del Padre Santo. Estaban presentes 44 Cardenales entre los
cuales figuraba nuestro Arzobispo de Caracas, el Eminentísimo
Cardenal José Humberto Quintero; 2 Patriarcas, 24 Arzobispos
y Obispos, los 4 Superiores Generales religiosos y 28 Consultores.
El Secretario General, Mons. Felici, dió lectura en latín a algunas
disposiciones relacionadas con el desarrollo de los trabajos y
estudio; entre ellas, la constitución de tres subcomisiones cuyos
objetivos serán: elaborar las normas que regularán el Concilio,
a la luz de las leyes canónicas y los pareceres expresados en la
sesión anterior; estudiar las materias mixtas a fin de unificar
los esquemas redactados por las Comisiones que se refieran a una
misma o parecida doctrina; y la tercera se ocupará de corregir
los esquemas después de haber oído las propuestas de los miem-
bros de la Comisión Central. Quedaba constituida adentro la Co-
misión técnico-administrativa, hoy presidida por el Emmo. Car-
denal Gustavo Testa, cuyo fin es organizar todo lo conducente
al crden material del Concilio: alojamiento, invitación de los
Padres, etc. Los Cardenales Amleto Juan Cicognani y Agustín
Bea propusieron a discusión el tema de una posible invitación
a los no católicos. De momento en la Bula de convocación no
han sido llamados a tomar parte activa en las sesiones del Con-
cilio. En la segunda audiencia el Cardenal Ottaviani propuso
una nueva fórmula de la profesión de fe, que por la legislación
vigente deben emitir los Padres conciliares al iniciar sus tareas
propias en el Concilio. En la discusión que se siguió tomaron
parte todos los presentes. La nueva formulación prevé la fusión
de la actual profesión de fe con el juramento antimoderníst'co.
En la tercera audiencia se trató un Esquema de constitución
sobre las fuentes de la Revelación, siempre bajo la dirección del
Cardenal Ottaviani. Se habla de Constitución porque es el tér-
mino empleado para la exposición de cuestiones doctrinales, como
se usa el término de Decreto para las de orden disciplinar. Hubo
una atenta discusión antes de proceder a la votación. Lo que se
aprueba en estos debates es para ser presentado al Papa en orden
a su ulterior apreciación y definitiva discusión en las sesiones
mismas del Concilio. El día 11 de noviembre se dedicó al clero y
a su proporcionada distribución según las exigencias modernas
para asegurar una asistencia espiritual a zonas siempre crecien-
tes y desprovistas de adecuada instrucción religiosa. Se completó
al día siguiente con el tema de la santidad sacerdotal. Exponía
el Cardenal Pedro Ciriaci, Presidente de la Comisión de la disci-
plina del clero y pueblo cristiano. Este estudio se prosiguió el
día 14 con el Esquema sobre la provisión, unión y división de las
parroquias. Al día siguiente se consideró detenidamente el pro-
blema de la vida de las parroquias en aquellas sociedades some-
— 180 —
tidas a transformaciones radicales debidas a fenómenos de urba-
nismo, de facilidades de medios de comunicación, desarrollo del
turismo, aumento del tiempo libre y otras evoluciones modernas.
Se comenzó a discutir un Esquema de Decreto sobre los deberes
del Párroco en torno a estos aspectos urbanísticos. El próximo
Concilio completará este punto pastoral, ya que se trata de un
tema bien práctico de orden disciplinar.
En la cuarta audiencia se estudió otro punto de carácter ju-
rídico con relación a los oficios y beneficios eclesiásticos, a la
administración de los bienes de la Iglesia y el esquema concreto
sobre los Archivos, Bibliotetcas, Monumentos y obras de arte de
propiedad eclesiástica o de custodia suya en las Iglesias y casas
religiosas. El Padre Santo clausuró personalmente esta segunda
sesión plenaria con un discurso de agradecimiento, el día 17 de
noviembre.
Tercera sesión de la Comisión Central — Dignidad de los Pa-
triarcas orientales.
Se reunió del 16 al 23 de enero de 1962 con la asistencia de
35 Cardenales, 2 Patriarcas, 14 Arzobispos, 2 Obispos, 4 Supe-
riores Generales de religiosos y 29 Consultores. Dieciséis puntos
concretos fueron analizados. En la Comisión Teológica se trata-
ron cuestiones que interesan al Orden Moral; la Comisión de la
disciplina de los Sacramentos discutió sobre la Confirmación, la
Penitencia y el Orden ; en la Comisión de las Iglesias Orientales
se profundizaron las relaciones sobre los sacramentos, los ritos
de la Iglesia, los Patriarcas, las funciones sagradas, el uso de las
lenguas locales en la liturgia oriental ; finalmente se trataron los
problemas teológicos que se relacionan con la íntegra custodia
del depósito de la Fe. Este último Esquema se subdividió por su
amplitud en otros 7 esquemas menores : la Verdad divina, Dios
Creador, la Revelación y el progreso así llamado de los dogmas,
la elevación al orden sobrenatural y espiritismo, el pecado ori-
ginal y monogenismo, la suerte de los niños que mueren sin
bautismo, la reparación vicaria hecha por Cristo para todos los
hombres.
La cuestión del Orden Moral se trató en primer luear.
Existe una desorientación con respecto a los límites entre el bien
y el mal, lo justo y lo injusto, lo verdadero y lo falso, lo lícito y
lo ilícito a tal punto que el mayor pecado de nuestro tiempo es no
creer en la existencia de un Orden Moral que cualifica y distin-
gue ante Dios los pensamientos, deseos y actos humanos; de
donde se siguen los errores de : negar la existencia de Dios, autor
y custodio del Orden Moral; erigir en criterio de moralidad lo
útil, lo deleitable, el bien de la raza, los intereses de una clase, el
poder del Estado; sustituir el Orden Moral por la moral de situa-
ción, individualista o independiente sin idea de Dios ni concepto
— 181 —
de sanción u obligación, todo ello a través de sistemas filosóficos,
modas literarias y doctrinas políticas. Errores que envilecen la
dignidad humana, bajo el pretexto de liberar al hombre de todo
Ügamen que fréne su naturaleza. El orden moral, además de con-
ducir al hombre a la consecución de su verdadero fin, debe pre-
servarlo de todas aquellas prácticas que lo hacen esclavo de men-
talidades, modas, pasiones indignas de su naturaleza intelectual,
no conformes a su propia dignidad. El orden moral precisa los
principios inmutables del pudor, la castidad contra los ataques
de la moda, los espectáculos, la prensa, la opinión hoy vulgarizada
de que todo lo relativo al sexto mandamiento ha sido ya superado
y de que hay que dejar camino abierto a la satisfacción de todas
las pasiones. Por tanto, quizás haya que esclarecer y condenar:
el renacimiento del paganismo, el abuso del psicoanálisis y toda
corriente doctrinal que justifique cuanto directamente contrasta
con el orden moral. Fue relator el Cardenal Ottaviani.
En la segunda audiencia se discutió acerca de los sacramen-
tos de la Confirmación y la Penitencia. Relator el Cardenal
Aloisi-Masella. Hay muchos puntos concretos susceptibles de ser
concordados con referencia a la práctica del sacramento del santo
crisma o confirmación. En la Iglesia latina, sobre todo a partir
del siglo XIII, la confirmación fue distanciándose del bautismo
y su administración quedó reservada al obispo; sólo en los países
de habla española sigue administrándose a los párvulos; en la
Iglesia oriental es conferida por el simple sacerdote y a conti-
nuación del bautismo. Ultimamente se ha agitado el proWema
de la edad en que debe recibirse la confirmación; algunos hacen
de ella el sacramento de la adolescencia (12, 15 años) ; otros un
sacramento anexo a la recepción de la primera comunión (7 años) .
También son puntos de interés : la preparación y responsabilidad
de los padrinos; la oportunidad de extender en la Iglesia latina
aun a los no obispos la facultad de administrar este sacramento,
potestad que ya tienen los Párrocos y sus tenientes en determi-
nados casos de necesidad. Acerca de la Penitencia, el aspecto
que interesó a la Comisión no fué el de la institución divina del
sacramento de la confesión ni el de su validez y eficacia, sino el
jurídico de las facultades concedidas al sacerdote para confesar.
Hoy se encuentran dificultades que hacen penosa la administra-
ción de la Penitencia, por ejemplo, la concentración de masas hu-
manas debida a las rapidísimas comunicaciones y otros motivos
que se presentan a diario en la vida pastoral. Ello aconseja que
se reduzcan al mínimo las condiciones que pueden impedir la ad-
ministración de este sacramento con ocasión, por ejemplo, de pe-
regrinaciones, congresos, grandes concentraciones, a fin de que
haya suficientes sacerdotes aptos para el servicio de las almas
que desean recuperar o aumentar la gracia. Parece, pues, que se
desea ampliar la concesión de las correspondientes licencias mi-
nisteriales.
— 182 —
La tercera audiencia del día 18 continuó estudiando el sa-
cramento del Orden sacerdotal en algunos de sus aspectos prác-
ticos con el deseo de acomodar a las exigencias de la vida moder-
na la actividad del clero, sin excluir la posibilidad de restaurar
instituciones vigentes en los primeros siglos de la Iglesia. El
Diaconado es hoy un simple paso previo para recibir el Presbi-
terado y no tiene una función específica y definitiva, de donde
se p-;igen las mismas disposiciones espirituales, morales, cultura-
les y se imponen las mismas obligaciones que se reclaman e im-
ponen a los sacerdotes. En la Iglesia católica oriental puede ser
admitido al Diaconado un candidato que esté ya casado. Las gra-
ves dificultades en que se debaten los sacerdotes sobrecargados
de trabajo pastoral y en especial los misioneros parecen indicar
que la idea de admitir el Diaconado en la Iglesia latina como ins-
titución aparte y definitiva ya esté madura como para ser discu-
tida en el inminente Concilio. Lo mismo podría decirse, salvadas
las debidas proporciones, con respecto de las órdenes menores,
algunas de las cuales podrían llevarse a un nuevo florecimiento
ccn miras a una ayuda más eficaz y digna del sacerdote. El día
19 de enero, bajo la presidencia del mismo Cardenal Tisserant
que había presidido las anteriores, se abrió la cuarta audiencia
con la relación del Cardenal Amleto Juan Cicognani, Secretario
de Estado de Su Santidad, en su carácter de Presidente de la Co-
misión de las Iglesias orientales. Con la palabra ritos se indican
el modo, el orden y la regla con que se celebran las diversas fun-
ciones sagradas. Las mismas ceremonias más o menos solemnes
se llaman ritos, pero este sentido ha sido modificado por el nuevo
Código de Rúbricas, de 1" de enero de 1961. En sentido estricto
rito significa el conjunto de la liturgia. Así tenemos ritos occiden-
tales y ritos orientales. De los primeros el más conocido y prac-
ticado es el rito romano ; pero existe también el rito ambrosiano
usado en la diócesis de Milán ; el rito mozárabe ya limitado sola-
mente a la Capilla del Corpus de la Catedral de Toledo; el rito
lionés asimilado al romano; y unas variantes del rito romano que
se conservan como propias de las órdenes religiosas cisterciense,
benedictina, dominicana y carmelita. Desaparecieron el rito ga-
licano, el céltico-irlandés y algunos otros. Los principales ritos
orientales son : el Alejandrino, el sirooccidental o Antioqueño, el
bizantino o Constantinopolitano, el sirooriental o Caldeo, el Ar-
menio, cada uno de los cuales tiene sus derivaciones. La Iglesia
considera iguales en dignidad a todos los ritos ; su legislación los
defiende y hasta da cabida a la conformación de otros ritos si lo
exigieren así situaciones o exigencias de determinados pueblos.
La Iglesia exige unidad de fe, no uniformidad en la expresión cul-
tual de esa misma fe. Ya en sus tiempos San Gregorio Magno
escribió : "la diversidad de costumbres no daña en nada a la Igle-
sia, siempre que haya unidad de fe".
Más interesante fue para la Comisión el examen, dentro del
más amplio espíritu fraternal, del esquema ilustrado por el Car-
— 185 —
denal relator para un reconocimiento de la dignidad de los Pa-
triarcas orientales aun en el plano externo, en orden al ejercicio
de sus poderes y al rango de sus precedencias formales. Hay que
hacer una enunciación de principios: en la potestad de jurisdic-
ción dos son únicamente los grados de la sagrada jerarquía ins-
tituidos por Jesucristo: el Sumo Pontífice y el Episcopado a él
subordinado. Hablando de los Patriarcas orientales católicos,
cuya elección debe ser aprobada por el Sumo Pontífice, el presti-
gio histórico de sus sedes, que son de fundación apostólica, pide
que el orden de precedencia y dignidad sea : primero los Patriar-
cados de Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén y
luego los ulteriores Patriarcados creados para los diversos ritos :
siró, maronita, melquita, caldeo, armenio, copto y el latino de
Jerusalén. Otro origen tienen los Patriarcas de la Iglesia latina,
quienes no gozan de aquella superioridad sobre los obispos que
compete como institución eclesiástica supeditada a la autoridad
del Romano Pontífice sólo a los Patriarcas históricos orientales.
Se trata, pues, de títulos honoríficos cuando se dice : el Patriarca
de Venecia, que a su vez deriva su honor del Patriarcado de
Aquilea que data de fines del siglo VI; el de las Indias Occiden-
tales, que es el de Madrid, creado por León X después del descu-
brimiento de América ; el de Lisboa, otorgado por Clemente XI
en 1716; el de las Indias Orientales, dado por León XIII al ar-
zobispo de Goa en 1886. Las decisiones que el Concilio pueda
tomar sobre esa representación y dignidad de los Patriarcas
Orientales será siempre un paso de importancia en el camino
hacia la unión.
El día 21 de enero la Comisión Teológica presentó a la dis-
cusión de la Comisión Central tres esquemas relacionados con la
custodia del depósito de la Fe, la vinculación de la Razón humana
con estas verdades de Fe y las pruebas de la existencia de Dios.
Depósito en el sentido jurídico significa la entrega de algún
objeto no ya en posesión definitiva, sino en custodia para que
sea conservado intacto. Aplicándolo al campo teológico, se en-
tiende por Depósito de la Fe toda la Revelación divina contenida
en la sagrada Escritura y en la Tradición y confiada a la Igle-
sia, junto con la promesa de una asistencia perenne del Espíritu
Santo, a fin de que ninguna de esas verdades quede perdida, al-
terada o manchada. Cristo instituyó un Magisterio vivo e infa-
lible, auténtico, encarnado en Pedro y sus sucesores y en todos
los Obispos de la Iglesia que San Pablo define : "columna y fun-
damento de la verdad". Este Magisterio no sólo debe conservar
inmune de corrupción ese capital doctrinal, sino que debe tener1
siempre actualizada la presentación de esa Verdad según las
necesidades de los tiempos y de las mentalidades. Su objeto y
conocimiento son tarea del Magisterio vivo de la Iglesia. Qué
relaciones tiene la razón humana con estas verdades del Depó-
sito de nuestra Fe? La Iglesia ha valorado justamente la po-
tencia de nuestra razón y ha definido que ella puede llegar al
- 186 —
conocimiento de la existencia de Dios; pero esto no quita que a
veces quede obnubilada e impedida parcialmente para llegar al
conocimiento de las verdades religiosas que por sí misma puede
alcanzar. Aquí entran las teorías que como el existencialismo
no admiten la existencia de verdades inmutables y defienden la
instabilidad de verdades que van cambiando con los tiempos, las
personas y las situaciones hasta llegar a transformarse de rea-
lidades objetivas en fantasmas puramente subjetivos. En 1907
fue condenado este error y Pío XII en la "Humani Generis"
también condena esa filosofía. Acerca de las pruebas de la exis-
tencia de Dios, son ya famosas las cinco vías de Santo Tomás,
a las que pueden añadirse otras que llamamos psicológicas, ba-
sadas en nuestra necesidad, de amor, de justicia y de verdad.
Esta argumentación condena de por sí toda clase de ateísmo,
panteísmo y deísmo. El esquema presentado a la Comisión re-
chaza tanto las doctrinas del evolucionismo materialista como
las del evolucionismo panteísta y teístico. Hay que reafirmar
estos puntos inconcusos de la doctrina revelada en una época
en que tanto van cundiendo la desorientación y la autosuficiencia
sujetiva.
También se examinaron otros puntos en torno a la Revela-
ción y a los dogmas del origen del hombre. La Revelación indica
la manifestación mediante la cual Dios libremente se da a cono-
cer a los hombres; una es natural, por medio de las mismas
criaturas, y otra sobrenatural, que es la Revelación propiamente
dicha, hecha por Dios a los hombres por medio de los Profetas,
los Apóstoles y en especial por medio de Jesucristo, sobre ver-
dades que sobrepasan la potencia cognoscitiva de la razón algu-
nas de ellas. Contra este género de Revelación en la antigüedad
surgió el Pelagiamismo, que negaba su necesidad ; y hoy aparece
el Racionalismo que no admite verdades que extralimiten la ra-
zón; y el Modernismo, que la reduce a un conocimiento progre-
sivo, natural e histórico de las cosas divinas. La Revelación pú-
blica quedó terminada con el último de los Apóstoles. Las Reve-
laciones privadas pueden darse pero sin carácter obligatorio
universal y que la Iglesia es dueña de admitir en casos particu-
lares tras maduro examen. Nunca será demasiada la cautela
de los fieles y la sumisión a los dictámenes de la Iglesia, para
no exponerse a mixtificaciones, fantasmagorías singulares o co-
lectivas, debidas muchas veces a perversidad de los hombres o a
intervenciones diabólicas. No hay aumento o disminución ni
transformación cualitativa objetiva del dogma, pero sí puede
haber un esclarecimiento progresivo de lo que ya está contenido
en la Revelación. Otro punto. El hombre ha sido gratuitamente
elevado por Dios del. orden natural al sobrenatural, sin destruir,
sino antes perfeccionando la misma naturaleza. Es la obra de la
gracia. Debe rechazarse toda teoría que reivindique algún de-
recho humano para tal elevación, o en la dirección opuesta la
desprecie en nombre de un falso humanismo. Tienen cabida aquí
— 187 —
errores como el espiritismo, la reencarnación, la superstición, la
magia y la teosofía. Acerca del pecado de origen, se nota una
tendencia a negar que nuestra naturaleza en su raíz esté debili-
tada, corrompida y tarada con el pecado original. Es una doc-
trina revelada y fundamental de la Iglesia, ésta del pecado ori-
ginal, que el nuevo humanismo no puede aceptar. En relación
directa con ella está la doctrina del monogenismo, o sea, la uni-
dad de la especie humana procedente de un solo par de proto-
parentes. Pío XII declaró inaceptable para un católico el poli-
genismo, que pugna con las fuentes de la Revelación.
Sobre estos puntos discutió con entera libertad la Comi-
sión Central en orden a aprobar o rechazar los esquemas doctri-
nales sobre la materia que de ser aprobados serán presentados
al Padre Santo y por el elevado órgano de Su Santidad al Con-
cilio Ecuménico. El día 24 de enero en la clausura de esta sesión
el Cardenal Ottaviani ilustró los dos últimos esquemas que se
refieren a la oportunidad de administrar lo antes posible el bau-
tismo a los niños recién nacidos, y el segundo a la completa re-
paración por los pecados de todos los hombres realizada por Cris-
to. Un acto de amor perfecto puede bastar al adulto para con-
seguir la gracia y suplir el bautismo en el momento de la muerte,
pero este camino no está abierto al que no ha nacido aún o al
niño recién nacido. De ahí la obligación de los fieles de bautizar
cuanto antes a los niños. Jesucristo satisfizo por toda la hu-
manidad a la justicia divina, asumiendo en sí en función lla-
mada vicaria la responsabilidad humana. De donde se sigue
que el pecado es una verdadera ofensa de Dios y se hace notar
la desorientación hoy frecuente de negar cualquiera valor al pe-
cado, como si no implicase responsabilidad ante Dios, como si
fuera fruto del ambiente, de las situaciones, del subsconciente.
/.No es considerar en poco una culpa por cuya reparación pa-
deció y murió el Hijo de Dios? Terminó la sesión con las pala-
bras de felicitación y agradecimiento del Papa que quiso recor-
dar a San Juan Crisóstomo diciendo : "Vuestro éxito es mi gozo
y vuestra gloria es mi corona".
Cuarta sesión de la Comisión Centra] — Las Universidades de
la Iglesia.
El 20 de febrero abría las sesiones el propio Juan XXIII
con el discurso de bienvenida. Estaban presentes 39 Cardenales,
entre los que se contaba el Arzobispo de Varsovia, Cardenal
Wyszynski; un Patriarca, el Secretario General de la Comisión,
13 Arzobispos, 2 Obispos, 3 Superiores Generales religiosos y
18 Consultores. Los cardenales relatores fueron cinco: Pablo
Marella, Pedro Ciriaci, Valerio Valeri, José Pizzardo y Amleto
Cicognani. Bajo la presidencia del Cardenal Tisserant se inició
la discusión de los dos esquemas sobre la situación actual de las
— 188 —
Diócesis y las Conferencias Episcopales. El conjunto de Obis-
pos residenciales constituye formalmente el organismo sucesor
del Colegio Apostólico, con sus prerrogativas de enseñar, santi-
ficar y gobernar una parte determinada del pueblo cristiano. A
las diócesis se asimilan en su tanto las Abadías y Prelaturas
nvMius, que tienen también su territorio delimitado y que no
dependen de diócesis ninguna. Ya el Derecho Canónico legisla
sobre unas y otras, pero en determinados puntos puede buscarse
una más actualizada ordenación para colocar al Obispo en la
situación más apropiada para conocer, amar y salvar a sus fieles.
Así lo pide el cambio del mundo actual en sus diversos campos :
religioso, geográfico, social, económico, histórico. En cuanto a
las Conferencias Episcopales, no deben estas confundirse con los
Concilios o Sínodos regionales, provinciales o nacionales. Se
hacía necesario estudiar nuevos métodos de apostolado capaces
de influir en las aglomeraciones humanas cada vez más densas;
ya para buscar una actitud común de defensa contra aguerridos
enemigos. De ahí que estas Conferencias de carácter nacional
tienen una finalidad pastoral; se logra unidad de acción y se
evita la desorientación de los fieles ante una posible diversidad
o contradicción de métodos en diócesis limítrofes a veces. Estas
Conferencias poseen sus Estatutos aprobados por la Santa Sede.
Puede darse un paso ulterior en el sentido de sobrepasar las
fronteras nacionales y auspiciar reuniones en las que participen
Obispos de distintas naciones. Es lo que se ha hecho en América
Latina con la creación del Consejo Episcopal Latino Americano
(CELAM). Se trata de un sistema de gobierno contrastado
entre sí por una mutua experiencia que reporta mejores bene-
ficios espirituales para toda la cristiandad.
Al día siguiente el mismo cardenal relator presentó dos
nuevos esquemas sobre las relaciones de los Obispos con la Curia
Romana y sus relaciones con los Párrocos. Pudiera pensarse que
la Santa Sede quiere centralizar demasiado el gobierno de la
Iglesia con una intervención ineludible, al imponer una comuni-
cación constante de los Obispos con los Dicasterios Romanos en
cuestiones de doctrina y en asuntos de disciplina. Pero nosotros
sabemos que esta comunicación y dependencia nace de un dere-
cho divino y de la misma constitución de la Iglesia. Ello redunda
en bien de los fieles y de los Obispos. Y además de los motivos
prácticos y pastorales está el motivo de orden jurisdiccional, ya
que el Papa ejerce su jurisdicción sobre todos los fieles y tiene
la potestad de restringir o ampliar la jurisdicción de los Obispos;
en virtud de esa potestad puede el Papa abocar a su propio tri-
bunal determinadas causas, que en ocasiones hasta encomendará
a los propios Obispos, mediante una mayor aplicación de sus fa-
cultades en el gobierno espiritual y material, dentro de su potes-
tad ordinaria. Cuando existen las correspondientes re'aciones
entre los Obispos diocesanos y la Santa Sede en sus respectivos
Dicasterios Romanos todo se determina mejor. El Obispo ocupa
— 189 —
un puesto intermedio entre la Santa Sede y sus propios fieles
diocesanos. Sus relaciones con estos últimos son directas, pero
generalmente se actúan por medio de los Párrocos que son sus
cooperadores en el ministerio pastoral. La Parroquia viene a ser
el eje sobre el que gira toda la vida pastoral. Una de las princi-
pales obligaciones del Obispo es la selección y el nombramiento
de sus Párrocos. Pero surge una dificultad y estriba en la ina-
movilidad de esos Párrocos sancionada por la legislación vigente.
Parece que en este punto puede haber algún cambio, cuando con
las debidas cautelas parezca convenir para el mejor desempeño
del ministerio apostólico una remoción debida a motivos serios
voluntarios o involuntarios. Esa transferencia la verifica a veces
la Santa Sede con los propios Obispos ; no se ve la razón para que
no pueda a su vez verificarla en determinada ocasión el Obispo
con sus Párrocos. Son temas que deberá afrontar y decidir el
Concilio.
La tercera audiencia se dedicó a dos esquemas relativos a las
obligaciones de los Párrocos en la cura de almas y a los precep-
tos de la Iglesia. Los mismos temas los había tocado el Papa
en la mañana del 23 de febrero en un discurso dirigido al clero
romano. El Párroco como maestro ha de preocuparse de la ins-
trucción catequística; debe predicar la palabra de Dios en sus
homilías ; debe adoctrinar sobre el valor de los sacramentos y sus
ritos litúrgicos. Ello exige una preparación próxima y remota,
primero durante los estudios de su carrera sacerdotal y luepo en
el tiempo de su vida ministerial. Debe saber servirse de fieles
colaboradores, en especial de la Acción Católica. Particular in-
terés merecen las escuelas parroquiales. Como sacerdote debe
concentrar la vida cristiana de la Parroquia en torno al altar,
para lo que se necesita una buena educación litúrgica en el pue-
blo. Como pastor, a todos debe llegar su preocupación : a los
niños, a los jóvenes, a los esposos, a los enfermos, a los pobres,
a los extraviados y aun malévolos, a los que van de paso, viaje-
res, turistas, giróvagos. Por lo que debe llevar al día sus libros
y registros parroquiales. En cuanto al segundo esquema de los
preceptos de la Iglesia, éste se relaciona con las obligaciones de
los mismos cristianos. Además de los Mandamientos de Dios hay
cinco preceptos que la Iglesia impone a sus hijos, a veces con
precepto grave: santificación de las fiestas etc. La Iglesia ha
procurado con atinadas concesiones facilitar lo más posible el
cumplimiento de estos preceptos : misas vespertinas, cambio de
horario en el ayuno eucarístico, amortiguación de abstinencias
y ayunos. Podrá la Iglesia facilitar el cumplimiento práctico de
nuestras obligaciones, pero no podrá abrogar preceptos inheren-
tes a la vida cristiana como son la oración y la penitencia. Toda
verdadera reforma debe partir del interior de cada uno. Cam-
biarán los tiempos, las circunstancias externas, pero esencial-
mente el alma humana no cambia, ella deberá recorrer siempre
— 190 —
s. E. .JOSE PIZZARDO,
cardinal presidente de la ( omisión «i- Estudios j de Seminarlos, nacido en savona el i A de junio di-
1S77; ordenado el 19 de septiembre de 1903; elegido para la Iglesia titular arzobispal de Cirro el 2.S
de mano de 1930; trasladado a la Iglesia titular arzobispal de Nirea el 22 de abril de 1930; consa-
grado el 27 de abril de 1930; creado y proclamado cardenal por Pió XI en el Consistorio de 13 de
diciembre de 1957; obispo de Alhano el 21 de junio de 1948; prefecto de la Sagrada Congregación
de seminarios y Universidades; «ran canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana; camarlengo del
Sacro Colego.
el mismo camino si quiere llegar a la salvación eterna. Hasta
aquí fue relator el cardenal Ciriaci.
El 24 de febrero se continuaron los trabajos de la Comisión
examinando algunos esquemas relacionados con los Religiosos.
Fue relator el Cardenal Valeri. Son tenidas como laicales en el
lenguaje eclesiástico aquellas Congregaciones religiosas, cuyos
miembros en su mayoría no llegan a recibir el sacerdocio. Viven
en comunidad y además de su propia perfección suelen tener
como finalidad obras de apostolado o de caridad. Son el signo de
la maravillosa fecundidad de la Iglesia. Se subrayó la importan-
cia de las que se dedican a la enseñanza. Y ya que se trata de
una misión delicada y difícil, deben prepararse a ella los religio-
sos aun con una formación teológica que los coloque a la altura
de una enseñanza clara, profunda y completa sobre las verdades
de fe y las prácticas de virtud que deben transmitir a sus discí-
pulos. Son 27 las Congregaciones de este tipo aprobadas por la
Santa Sede y de ellas unas 20 se dedican a la formación de la ju-
ventud de toda condición social. Los Institutos seculares llevan
este nombre porque sus miembros no visten hábito ni emiten
votos públicos sino privados, ni cambian su condición social.
Pueden pertenecer a ellos tanto eclesiásticos como seglares quie-
nes conservan una cierta libertad de movimiento pues no quedan
obligados a una vida de comunidad. La constitución Provida Ma-
ter Ecclcsia de Pío XII en 1947 les dió existencia legal. Se dis-
tinguen de las meras asociaciones católicas y también de las Con-
gregaciones religiosas, aunque al igual que ellas persiguen el
ideal de la perfección cristiana. Formas distintas y métodos di-
versos que hacen resplandecer en el mundo paganizante de hoy
el ideal de una perfección que tiene en el Evangelio su código in-
mutable. Las vocaciones religiosas. Es agudo el problema de las
vocaciones tanto religiosas como eclesiásticas. No ayuda nada
a su germinación y desarrollo la vida cómoda y libre de la socie-
dad moderna. Una vez que se haya conseguido la debida seguri-
dad de la vocación, nada debe impedir su normal desenvolvi-
miento en el ambiente más indicado. De la conveniente asegura-
ción de todas estas vocaciones depende la restauración de la vida
cristiana de que tanto nos habla el Papa como uno de los frutos
más apetecidos del inminente Concilio. En la quinta audiencia
se prosiguió la consideración de los dos esquemas relacionados
con la perfección evangélica en la vida contemporánea. Se trata
de la importancia de la vida religiosa en el seno de la Iglesia y
del mismo Estado, y de la necesidad de mantenerla siempre en
un alto nivel de espiritualidad; y al propio tiempo de la eventual
posibilidad de revisar las constituciones de las Ordenes y Congre-
gaciones religiosas más antiguas para adaptarlas a las exigen-
cias de las nuevas técnicas. Eso no quita que sigan en pie las
Ordenes contemplativas que en el plano sobrenatural son supe-
riores a toda otra actividad aun heroica. Es necesario que algu-
— 193 —
nos sufran y oren e intercedan por otros que viven en un natu-
ralismo desenfrenado.
Las exigencias del apostolado moderno, unidas a la escasez
de clero y a la descristianización de naciones que han tenido un
recio abolengo cristiano imponen la necesidad de una unión ma-
yor de las fuerzas para la obra de penetración y la defensa contra
todos los enemigos de la fe. En cuanto al ideal de la perfección
religiosa, ese ideal va unido a las enseñanzas de Cristo, a los
consejos evangélicos. Y si en sus elementos esenciales no puede
prestarse a ninguna acomodación, sí puede tenerla en el modo
de su aplicación según los cambios profundos que experimenta
la humanidad. Otro punto es el de las mutuas relaciones de las
diversas Ordenes entre sí ; debe mantenerse la peculiaridad pro-
pia de cada Instituto, pero debe tenderse con sinceridad a una
unión de cooperación común, aun renunciando a determinados
derechos en aras del bien general. Son temas de alcance práctico
sobre los que a su tiempo se pronunciará autoritativamente el
Concilio. En la última parte los miembros escucharon una rela-
ción del Cardenal Pizzardo sobre vocaciones eclesiásticas. Una
estadística somera demuestra lo acuciante del problema. Mien-
tras en Europa hay un sacerdote por cada 1.100 católicos, en
América Latina hay uno para cada 12.000. Las diócesis que están
en relación con la S. Congregación de Seminarios son 1.100 con
418 millones de fieles con un sacerdote por cada 1.500 fieles.
Serían necesarios 200.000 sacerdotes más para atender a las
necesidades de solos los católicos sin contar los países de Misión,
donde las necesidades son incalculables.
En la sexta audiencia del día 27 de febrero se examinaron
dos nuevos esquemas acerca del ordenamiento de estudios en los
centros de formación sacerdotal. Se trata primero de una ade-
cuada formación humanística y filosófica que capacite para se-
guir con fruto los cursos de las ciencias sagradas. Su fin es pre-
parar sacerdotes cultos que puedan tener una visión universal
de los problemas aun los más modernos y avanzados de la Iglesia
en los diversos campos del apostolado misionero, seglar, unionís-
tico y propagandístico. Cuando no puedan llenar esas condicio-
nes los Seminarios diocesanos, podría buscarse la solución de
abrir Seminarios interdiocesanos o regionales. La formación es-
piritual no es menos necesaria. Desde el Concilio de Trento se
aplicó la solución de los Seminarios diocesanos. Los documentos
pontificios abundan. Las encíclicas Haerent animo de San Pío X,
Ad Catholici Sacerdotii de Pío XI, Humani Generis y Mentí Nos-
trae de Pío XII, y Sacerdotii Nostri Primordia de Juan XXIII,
junto con sus recientes e insistentes alocuciones, contienen una
riqueza de normas sobre la formación espiritual e instrucción
intelectual que debe impartirse en los Seminarios. Es obvio que
cuanto queda dicho acerca de los Seminarios, vale lo mismo para
las Universidades y altos centros de estudios eclesiásticos, donde
— 194 —
se preparan con sus respectivos títulos los que han de ser maes-
tros de los seminaristas. Habrá que explicar con mayor deteni-
miento disciplinas que no caben en los programas de los Semina-
rios ordinarios, como la Patrología, Historia de las Religiones,
Misionología, Arqueología cristiana, Arte sagrado, Historia de
las confesiones no católicas, ciencias sociales, etnológicas, antro-
pológicas, técnicas de periodismo y grandes métodos de informa-
ción y difusión. Pasó revista el cardenal al número de Univer-
sidades y Ateneos de Roma. De todos los Esquemas propuestos
a la Comisión en esta su cuarta sesión, precisamente éste refe-
rente a las vocaciones y a la formación de los seminaristas fue el
que más llamó la atención del Papa y al que dedicó su discurso de
clausura.
Después de las Universidades Eclesiásticas, no podía desaten-
der la Comisión otro esquema muy similar, el de las Universida-
des Católicas donde se educa la flor y nata de la juventud más
escogida de la cristiandad. Tal fue el tema de la última audiencia
del día 28 de febrero. Gloria es de la Iglesia haber iniciado en
la alta Edad Media las primeras Universidades y hoy se ufana
legítimamente de dirigir 37 Universidades en todo el mundo.
Antaño fueron las de Salerno, Bolonia, Oxford, Padua, Tolosa,
Yiena, Leipzig, Lovaina, Cracovia, Praga y Salamanca. Con el
humanismo y el protestantismo vinieron a perder su carácter
sagrado y hasta se convirtieron en focos de herejía y error. De
ahí la preocupación y tenacidad de la Iglesia de tener sus propias
Universidades para que sean fuente de la verdad y del cristia-
nismo. Hoy el alumnado universitario se eleva a 150.000 en las
Universidades de la Iglesia distribuidas así : una en Leopoldville,
1 en Tokio, 1 Beyrout. 1 Manila, 1 en Lovaina, 5 en Francia:
Angers, Lille. Tolouse, Lyon y París; 1 en Milán, 1 en Maynooth
(Irlanda), 1 en Nimega (Holanda), 1 en Lublin de Polonia; 3
en España: Comillas, Pamplona y Salamanca; 13 en América La-
tina : 1 en Buenos Aires, 4 en Brasil : Sao Paolo, Río de Janeiro,
Porto Alegre y Campiñas ; 1 en América Central, 1 en La Haba-
na, 2 en Chile: Santiago y Valparaíso; 2 en Colombia: Bogotá y
Medellín ; 4 en el Canadá : Quebec, Ottawa, Montreal y Sherbroo-
ke; 3 en los Estados Unidos: Washington, Chicago y Niágara
Falls. No entran en la cuenta las Universidades que no ostentan
el título de Católicas, pero son dirigidas por distintas corporacio-
nes católicas o religiosas. "Todas ías ciencias — decía Pío XII —
tienen alguna relación directa o indirectamente con la Religión ;
no sólo la Teología, la Filosofía, la Literatura o la Historia, sino
aun las otras ciencias como son las jurídicas, médicas, físicas,
naturales, cosmológicas paleontológicas. No es suficiente una
enseñanza aun irreprensible en todos los ramos del saber, com-
pletada por una instrucción religiosa superior dada aparte. Es
necesario que el Profesor, aunque su disciplina no toque directa-
mente la conciencia religiosa, esté imbuido plenamente de la re-
ligión católica". Nada extraño, pues, que tanto la Comisión
— 195 —
Central como el propio Concilio presten interés particular al tema
de la educación universitaria católica.
Ya para terminar esta sesión, propuso el Cardenal Cicogna-
ni un nuevo esquema sobre los preceptos de la Iglesia para los
católicos orientales. Concuerdan en sustancia con el anterior-
mente presentado para los católicos latinos. El Papa cerró con
su discurso de rigor, al que hemos aludido, la densa sesión.
Quinta sesión de la Comisión Central — Liturgia — Misiones en
los nuevos territorios independientes.
El lunes 26 de marzo, bajo la presidencia del Cardenal Tisse-
rant, prosiguieron los trabajos de la Comisión. A esta sesión
asistieron 46 cardenales, entre los que figuraban los nuevos Pur-
purados Da Costa Nunes, Albareda, Browne, Landázuri, Sue-
nens; 14 Arzobispos, 3 Obispos, 1 Patriarca, tres Superiores Ge-
nerales de Ordenes Religiosas y 16 Consultores. Se puede decir
que los temas únicos de todas las jornadas de esta quinta sesión
fueron : la Sagrada Liturgia y las Misiones, ilustrados por sus
relatores los Cardenales Arcadio Larraona y Gregorio Pedro
Agagianan, respectivamente. La liturgia es el culto público que
nuestro Redentor como Cabeza de la Iglesia rinde al Padre y
que la sociedad de los fieles rinde a su Cabeza y por medio de El
al eterno Padre. Es brevemente el culto integral del Cuerpo
Místico de Cristo. La liturgia no es toda la actividad de la Igle-
sia, pero es la fuente de donde brota la gracia y el término al
que se encaminan las almas. Sin condenar las formas de piedad
individual, la S. C. de Ritos exhorta a "instruir a los fieles sobre
la importancia suma de la liturgia, que por su misma naturaleza
sobrepasa en dignidad todas las demás formas de devoción".
Dos cosas debemos tener en cuenta cuando se habla o se escribe
de reforma litúrgica: solamente a la Silla Apostólica respecta
la reglamentación de la liturgia y la aprobación de los libros
litúrgicos ; su organización, pues, depende de la autoridad de la
Iglesia. Y por otra parte, los elementos divinos de la liturgia,
instituidos por el divino Redentor no pueden ser cambiados por
los hombres ; pero sus elementos humanos pueden sufrir modifi-
caciones, según las exigencias de los tiempos y de las almas.
Entre los libros concernientes a la sagrada liturgia se deben prin-
cipalmente señalar : el Misal, el Breviario, el Pontifical, el Mar-
tirologio, el Ceremonial de los Obispos, los propios de los Oficios
y Misas particulares de las diócesis o de una Orden religiosa, el
Memorial de los Ritos de Benedicto XIII, la Instrucción Clemen-
tina para las Cuarenta Horas, la colección de los Decretos de la
Sagrada Congregación de Ritos. En los primeros decenios del
siglo pasado tuvo comienzo el movimiento litúrgico. Pío XII
dice: "Si comparamos el presente de este movimiento con el de
hace treinta años hay que reconocer que ha tenido un progreso
— 196 —
S. K.. CiKEGOKIO ! I ■IIUii XV AOAOIANIAN,
'■mili nal presidente de la Comisión de las .Misiones, nacido en Akbaltztkhe. obispado armenio del Caucaso(
el IX de septiembre de 1X95; ordenado el íii de diciembre de 1917; elegido para la Iglesia titular de
Comuna de Armenia el II de .julio de 19:15; consagrado el 21 de julio del mismo año; elegido patriarca
de Clllela de los Armenios el :i0 de noviembre de 19117 y confirmado en el Consistorio del l'S fie di-
ciembre del mismo año; oreado y proclamado cardenal por Tío XI en el Consistorio de IX de febrero
de 1946, del titulo de San Bartolomé de la Isla; prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Pide.
innegable tanto en extensión tomo en profundidad. El impulso
principal tanto en materia doctrinal como en aplicaciones prácti-
cas se debe a la Jerarquía y en especial a San Pío X que con su
Motu proprio Abhinc dúos anuos de 23 de octubre de 1913 im-
primió al movimiento litúrgico un empuje decisivo".
El martes 27 el mismo cardenal ponente ilustró un esque-
ma de constitución sobre "el Sagrado Misterio Eucarístico". El
centro de toda la liturgia es el sacrificio de la Misa. Y el miste-
rio de la Santísima Eucaristía es el vértice de la religión cristia-
na. Es necesario que los fieles no asistan a la Misa como espec-
tadores mudos, sino que participen activamente en ella, asimi-
lando el espíritu, comprendiendo los ritos, ofreciéndose junto
con la hostia y el vino, comulgando a poder ser inmediatamente
después del sacerdote. Es indispensable una instrucción adap-
tada a la inteligencia de los cristianos y es útil una revisión que,
aun dejando intacto el orden actual de la misa, ponga más de
manifiesto su naturaleza, el significado de los gestos, la agilidad
del rito primitivo; una selección de los textos escriturísticos de
la primera parte doctrinal y didáctica de la Misa podría ayudar
a los fieles a unirse más íntimamente al sacerdote en la segunda
parte sacrif ical ; grandes autores han subrayado la utilidad de
presentar a la meditación del pueblo un número mayor y mejor
de pasajes de la Sagrada Escritura; la misma homilía, en vez
de ser un apéndice marginal, resultaría como parte de ia liturgia
de la palabra. La Comisión con una exacta visión de equilibrio
entre el pasado y el presente y teniendo como finalidad de sus
observacionees "una participación activa y consciente de los fie-
les en las acciones litúrgicas", se abocó al examen del antepro-
yecto de constitución.
Los esquemas de los Decretos sobre las Misiones ponen de
relieve la tarea misionera de la Iglesia, que recibió de su mismo
divino Fundador el encargo de publicar el Evangelio a todas las
criaturas. Esa tarea, como lo dice el origen de la palabra misio-
nera, es parte integrante e irrenunciable de la vida de la Iglesia.
Los problemas de las Misiones son hoy más complicados que
nunca. Sus necesidades y exigencias se ilustran en esta sesión
a la luz de las directrices de las encíclicas papales: "Evangelü
praecones", "Fidei Doman" de Pío XII y "Princeps Pastorum"
de Juan XXIII. En la tercera audiencia o jornada la Comisión
ha tratado de encontrar alguna solución para las situaciones es-
peciales que plantea el apostolado misionero, pues los problemas
comunes a todos los sacerdotes revisten una fisonomía caracte-
rística cuando se trasplantan a tierras de Misión. Los sacerdotes
foráneos están en función del clero autóctono en el sentido de
que su deber es el de dejar establecida una nueva cristiandad,
capaz de desenvolverse por sí misma. La primera preocupación
de un apóstol es la de forjar sus continuadores. Las mismas
Obras Misionales llegará un momento en que se retirarán, pues
— 199 —
no son un fin para sí mismas, sino que tienden a dejar estable-
cida una Iglesia en tierra nueva con propias raíces. Gracias a
los heroicos sacrificios hechos durante largos años por los Mi-
sioneros, hoy podemos contemplar un clero autóctono y un im-
pulso vigoroso en esta dirección de expansión de la Iglesia. La
constitución del episcopado local iniciada por Pío XI el 28 de
octubre de 1926 con la consagración de seis obispos chinos, hecho
que se repitió en 1928 y 1933, hoy es una maravillosa realidad
y constituye un acontecimiento normal en la vida de la Iglesia.
Pío XII pudo presentar un cuadro consolador de los progresos
alcanzados en 25 años desde la publicación de la "Rerum Ecle-
siae" hecha en 1926 por Pío XI, y esas cifras compulsadas por
Pío XII hoy las vemos mejoradas y superadas en el espacio de
apenas 10 años. La Jerarquía Católica ha sido erigida en Corea,
Indonesia, Vietnam, el Congo ex-belga, Ruanda-Urundi, Rodesia
del Norte y Nyassalandia por Su Santidad Juan XXIII. Sólo en
el año 1961 han sido erigidas 12 nuevas diócesis en países de
Misión, 2 vicariatos ; seis prefecturas fueron elevadas a diócesis ;
se nombraron un arzobispo, ocho obispos residenciales, un vi-
cario apostólico, cinco obispos auxiliares y un obispo coadjutor:
todos del clero diocesano nativo. "El hecho más significativo es
que hoy mismo — dijo el cardenal ponente — forman parte de
esta Comisión convocada para discutir los esquemas sobre el
clero y religiones en tierras de misión los cardenales de China,
India, Japón, Filipinas y Africa y al lado de ellos dos arzobispos
africanos, un arzobispo vietnamita y un arzobispo indonesio".
También el Concilio en su variada amplitud convertirá en reali-
dad el sueño de Benedicto XV y Pío XI.
El tema específico discutido el 30 de marzo estuvo relacio-
nado con los misioneros pertenecientes a las Ordenes o Congre-
gaciones religiosas. Los religiosos misioneros son hoy cerca de
16.000 solamente en Africa y Asia. Se puede pensar en los Ins-
titutos Misioneros como en escuelas formadoras de almas apos-
tólicas. Todo esto exige que las cuestiones planteadas, como los
medios de santificación personal, las dificultades de ^mpareiar
la vida religiosa con la actividad pastoral, la exención de la ju-
risdicción del ordinario diocesano hayan tenido que ser estud'a-
das a la luz de las particulares situaciones existentes en las Mi-
siones. Es cierto que la vida religiosa trasplantada de los viejos
moldes a los nuevos y originales de los territorios de Misión
puede representar un fecundo fermento de vida cristiana, un
testimonio de perfección evangélica, una invitación para las
almas generosas. Las vocaciones florecidas en estas décadas son
la prueba de un trabajo cumplido y también un premio a esa
obra valiente y heroica que Ordenes antiguas y Congregaciones
recientes han llevado a cabo para la difusión del Evangelio, res-
petando y valorando las tradiciones, las costumbres, la cultura,
la historia, la civilización de cada pueblo. Inmediatamente des-
pués de la votación sobre este esquema, tomó la palabra el Car-
— 200 —
denal Larraona para ilustrar el tercer capítulo de un proyecto de
constitución sobre la sagrada Liturgia, acerca de los sacramentos
y sacramentales.
El 31 de marzo prosiguió el debate sobre los sacramentos,
no en su aspecto doctrinal, pues ya el Concilio de Trento definió
esta materia en los 13 cánones de la séptima sesión, y San Pío X
en 1907 condenó los errores de los Modernistas contra los sacra-
mentos, sino en relación con lo que estipulan los cánones 731 y
733 del Código de Derecho Canónico sobre su administración y
el ceremonial prescrito por los libros litúrgicos. Toda la liturgia
es un símbolo de los misterios cristianos. Los sacramentos, ade-
más de indicar en forma de símbolo una realidad invisible, pro-
ducen o acrecientan la realidad que significan por medio del rito.
También a tenor del canon 1.194 se estudio el tema de los sacra-
mentales. Se distinguen de los sacramentos por diversos mo-
tivos : son de institución eclesiástica, no producen la gracia, pero
obtienen por intercesión de la Iglesia favores espirituales, pueden
variar en su número. Muchos son los sacramentales : la oración
en general, el Padrenuestro y las oraciones públicas, en particu-
lar, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita, las uncio-
nes, las consagraciones, los alimentos bendecidos, la recitación
del Yo Pecador y otros actos de humildad, las limosnas y las
obras de misericordia, las múltiples bendiciones de personas y
cosas. El libro litúrgico que contiene las rúbricas de ios sacra-
mentales, así como los ritos de los sacramentos, es el Ritual cuya
primera publicación oficial se remonta al año 1614 por obra de
Pablo V. Contiene el Sacramentarlo que trata de los sacramentos
administrados por los sacerdotes ; los cantos y plegarias de las
procesiones litúrgicas ; los ritos fúnebres, la colección de bendi-
ciones que puede dar un sacerdote y el formulario de los exor-
cismos. La Comisión examinó algunas partes del Ritual en su
jornada de ayer. Hoy el cardenal relator siguió ilustrando el
cuarto y quinto capítulo del esquema de constitución, que tienen
como tema el Oficio Divino y el Año Litúrgico.
El Oficio Divino viene a ser la oración misma de Cristo con-
tinuada a lo largo de los siglos por los sacerdotes. Generalmente
para nombrar el Oficio Divino se emplea la palabra Breviario,
que significa sumario o abreviación del gran Oficio que se cele-
braba en las abadías del Medievo. Desde los primeros siglos de
la Iglesia había "cursus" para uso de los monjes, o sea, una serie
de salmos, lecturas y oraciones. Estos "cursus" acabaron por
formar muchos libros cuyo uso resultaba imposible a los que via-
jaban. En 1215 Inocencio III aprobó una de las muchas reduc-
ciones ya difundidas en aquel entonces. Fué el primer breviario,
según el uso de la Curia Romana. Abreviado ulteriormente fue
codificado por el Concilio de Trento y publicado por Pío V en
1565. Se hicieron otras revisiones en los siglos 17 y 18. San Pío
X aprobó una muy completa en 1911. En 1945 Pío XII autorizó
— 201 —
una nueva versión de los salmos y en 1960 se realizaron otras
modificaciones con el nuevo Código de Rúbricas. Es deseo de la
Iglesia que los fieles también se unan a los sacerdotes en la reci-
tación o en el canto de algunas partes del Breviario, por ejemplo,
las Vísperas. Juan XXIII en más de una ocasión ha dirigido
profundas exhortaciones a todo el clero sobre la dignidad y
belleza del Oficio Divino. Baste recordar la "Sacrae Laudis" del
6 de enero de 1962, en que precisamente encarece a los que tienen
la obligación de rezar el Breviario a aplicarlo en su unión por el
feliz resultado del Concilio Ecuménico. El año litúrgico comienza
con la primera dominica de Adviento; luego se desarrolla por
medio de ciclos que además de representar en sínttesis los pe-
ríodos de la historia humana, tienen como fin hacer revivir los
principales momentos de nuestra redención realizada por la en-
carnación, pasión, muerte y resurrección de Cristo; los ciclos se
agrupan en torno a las fiestas que recuerdan los grandes miste-
rios de Navidad, Pascua de Resurrección y Pentecostés. Las
fiestas de los santos y en especial de la Virgen María se insertan
en el ciclo litúrgico como prueba de los frutos de la redención, y
para excitar a cada cristiano a imitarlos. En la última parte de
esta audiencia el Cardenal Agagianán desarrolló una relación
sobre el esquema de Decreto acerca de los Sacramentos y la Li-
turgia en los países de Misiones. Son los mismos problemas pero
en cuanto reflejan la situación en que se encuentran los misio-
neros.
Esta semana de trabajos se cerró con el examen de tres es-
quemas presentados por el Cardenal Presidente de la Comisión
de Misiones soba-e la disciplina del pueblo cristiano en las Misio-
nes, los estudios eclesiásticos y la cooperación misionera. Quedan
firmes los principios que han inducido a la Iglesia a dictaminar
los preceptos que favorecen la santificación de los fieles en cual-
quiera parte que vivan. La Iglesia se preocupa de no imponer
obligaciones demasiado gravosas o que se encuentren en contra-
dicción con la mentalidad y costumbre de un pueblo. Pero hoy,
frente a los peligros que amenazan la fe, no basta ser cristiano:
es preciso ser apóstol. De aquí la necesidad de la formación de
los seglares para que no sólo cultiven la fe, sino que la propaguen
con el ejemplo, la palabra y la vida. Lo que cuenta en el aposto-
lado seglar tanto en las Misiones como en otras partes es una
profunda formación espiritual, la sumisión a la Jerarquía y la
unión de todos los que trabajan por Cristo. Primera preocupa-
ción de Obispos y Misioneros es la creación de nuevos seminarios,
la promoción de vocaciones eclesiásticas, la formación espiritual
y cultural de los seminaristas. En Africa hay 151 seminarios
menores con 15.586 alumnos y 35 seminarios mayores con 1.825
alumnos. En la India 38 seminarios menores, 10 mayores. En
Pakistán 1 seminario mayor. En Birmania 4 menores y un se-
minario mayor. En Ceilán 6 menores y uno regional. En Indo-
nesia 16 menores y 6 mayores. En el Vietnam 16 menores y 6
— 202 —
mayores. En Tailandia un seminario regional; en Corea 2 meno-
res y uno mayor; en Hong-Kong- 1 menor y otro mayor; en For-
mosa 3 menores; en Japón 2 seminarios mayores. Pero hay paí-
ses donde a causa de la invasión comunista la vida católica y sus
seminarios han sufrido un golpe muy recio como en China, Corea
del Norte, Laos y Vietnam del Norte. Es necesario la cooperación
de todos los cristianos, fieles y sacerdotes, enrolados en las gran-
des Obras Misionales; la Obra Pontificia de la Propagación de
la Fe; la de San Pedro Apóstol de la que depende el Colegio de
S. Pedro Apóstol de Roma, donde actualmente estudian 102 alum-
nos; la de la Santa Infancia, que recaudó más de seis millones
de dólares en 1960; la Pontificia Unión Misional del Clero, que
cuenta con unos 250.000 socios sin contar los de la Iglesia del
silencio; sus direcciones nacionales repartidas por todo el mundo
son 52.
El lunes 2 de abril la Comisión continuó el examen de los
capítulos 6, 7 y 8 del esquema de constitución de Liturgia sobre
Música, Canto y Arte Sagrados. La Iglesia se ha servido siempre
para el esplendor del culto de todo lo bueno que la naturaleza pro-
duce y de todo lo bello que el ingenio del hombre crea. Los orna-
mentos, los vasos sagrados, las vestiduras del altar son objeto
de leyes particulares que establecen la materia, la forma, la me-
dida de su confección. Sobre la música sagrada hay en la Iglesia
una tradición que alcanza los primeros tiempos del cristianismo.
Desde San Gregorio Magno hasta Juan XXIII, desde el Concilio
de Trento hasta el próximo, las prescripciones respecto al canto
y a la música sagradas persiguen un solo fin, el de rendir home-
naje a Dios y fomentar la devoción en ei pueblo cristiano, para
lo cual hay que evitar todo lo que sea profano y, mucho peor, sen-
mal. En 1562 el Concilio de Trento estableció que hay que alejar
de las ig;lesias aquellas músicas que tanto respecto del canto como
del órgano fomenten la impureza. Un siglo después en 1657 Ale-
jandro VII con la constitución Piac sollicitudinis studio prohibe
la música y el canto no a tono con el lugar y culto sagrados. Be-
nedicto XIV en 1750 vuelve a precisar dicha legislación con el
fin de que la música ejecutada en los templos sirva para edifica-
ción y no para escándalo de los fieles. En los tiempos recientes
han surgido documentos como el Motu Proprio de San Pío X;
"Tra le sollecitudini" de 1930; la constitución "Divini cuHus sane-
titatem" de Pío XI; la encíclica "Mcdiator Dri" de 1947 y la
"Mnsicae sacrae disciplina'' de 1955 de Pío XII; a ésto se añade
para recopilar las enseñanzas pontificias la Instrucción de la S.
C. de Ritos el año de 1958. Junto a la música, tiene un puesto
de excepción el Arte sagrado, que siendo imagen de las cosas
espirituales ha de levantar el alma hacia las celestes visiones y de
inspirar sentimientos de fe. expresiones de esperanza y actos de
caridad. En 1903 San Pío X dió instrucciones para el estableci-
miento en todas las diócesis de una Comisión de Música Sagrada ;
la Secretaría de Estado en 1924 dictó iguales disposiciones para
— 203 —
el Arte Sagrado en las diócesis de Italia; y las Comisiones para
la Sagrada Liturgia fueron recomendadas por la "Mediator Dei"
en 1947. Ahora la Instrucción de la S. C. de R. aconseja que las
tres Comisiones no trabajen por separado sino que se unan y es-
fuercen por resolver de común acuerdo sus problemas.
En la segunda parte de la reunión la Comisión escuchó un
informe de Su Excelencia Martín O'Connor, Presidente de la
Comisión de Prensa y Espectáculos y de la Pontificia Comisión
de Cine, Radio y Televisión, acerca de los instrumentos de comu-
nicación social para la difusión del pensamiento y las noticias,
para el desarrollo de la cultura y las distracciones. Aunque la
prensa se diferencia en algunos aspectos de los demás medios
técnicos audiovisuales, tiene, sin embargo con ellos muchos pun-
tos de contacto por lo que respecta a su poder de información y
a su influjo en la formación de la opinión pública. Bajo este as-
pecto del provecho común fueron estudiados por la Comisión.
Por la primera vez en la preparación del Concilio se tocan temas
como éste. El Código de Derecho Canónico cita una sola vez los
periódicos, pero no se refiere a la radio, al cine, a la televisión
ya que son de reciente invención. Hoy estos instrumentos han
entrado en el hogar y en la vida de millones de personas y n~>
pueden ser subestimados. Hay en el mundo más de 8.000 perió-
dicos diarios con una tirada de 290 millones de ejemplares; más
otros 22.000 títulos de diversas revistas con otros 200 millones
de ejemplares. Las salas cinematográficas son cerca de 170.000
con una frecuencia media de 18.000 millones de espectadores
Emisoras de radio 6.000 con 400 millones de aparatos receptores ;
cerca de un mil estaciones de televisión con 120 millones de tele-
visores. Y es posible que las transmisiones de televisión puedan
hacerse de un continente a otro por medio de satélites articiales.
La sabia observación de S. E. O'Connor se acaba de ver confirma-
da con el lanzamiento al espacio del Satélite "Telstar" cuyo primer
programa de transmisiones intercontinentales se verificó el día
23 de julio de 1962. El programa se intituló: "América, julio 23,
1962". Estos instrumentos unidos o separados poseen una fuerza
de penetración y persuasión incomparable. Junto con la noticia
y la imagen difunden opiniones, principios, doctrinas que rápida-
mente cambian costumbres, modos de pensar y de vivir. La Igle-
sia tiene el derecho y el deber de intervenir con el fin de salva-
guardar los derechos fundamentales del hombre, su dignidad
cristiana, los postulados del bien y de la verdad. Documentos
pontificios recientes, como la encíclica "Vigilanti Cura" de Pío
XI sobre el cine, y la "Miranda Prorsus" de Pío XII sobre cine,
radio y televisión; y los discursos de Juan XXIII a los periodistas
exponen les motivos de orden religioso y moral que impulsan a
la Iglesia a emitir palabras de aliento o de condena, pero siempre
de guía para alcanzar el mejor provecho de la sociedad. Respecto
a los problemas de la libertad del arte, sobre libertad ele informa-
ción, libertad de la descripción del mal, la Iglesia presenta so'u-
— 204 —
S. E. FERNANDO t'ENTO.
cardenal presidente de la Comisión del Apostolado Seglar, nacido en Pollenza, diócesis de .Macerata.
el 10 de agosto de 1XK1; ordenado el 23 de diciembre de 1906; decido para Acireale el 22 de julio
de 1922; consagrado el :t de septiembre el mismo año; promovido para la Iglesia titular arzobispal
de Setenóla Pieria el 24 de junio de 192G; creado y proclamado cardenal por Su santidad -luán
en el Consistorio de 15 de diciembre de 1959, del titulo de San Eustaquio, diaconia elevada pro hac \ ice
a titulo presbiteral. Penitenciario .Mayor de la S. I. R.
•ciones orientadoras y seguras. No es del espíritu de la Iglesia
oponerse a lo nuevo. Todos los inventos del ingenio y de la cien-
cia los bendice la Iglesia. Los quiere emplear para dar gloria a
Dios, educar los corazones, divulgar el bien, procurar la paz.
Condenando en los espectáculos y en la prensa lo que ofende a
Dios, mutila o deforma la verdad, menosprecia los principios mo-
rales, engendra la corrupción, difunde el odio o aconseja el mal.
la Iglesia lo que hace es frenar la licencia bajo cualquiera dis-
fraz, pero no impide la libertad.
La misión de la Iglesia es recordar a toda clase de personas
sus deberes particulares frente a los diversos medios de comu-
nicación social. A los periodistas, productores, actores : que no
pueden sustraerse a la ley moral que regula las acciones huma-
nas. A los que usan esos medios : que hay normas precisas de
moral que no pueden infringirse sin daño colectivo e individual.
A los padres, maestros, sacerdotes, educadores : que sobre ellos
pesa un grave deber de vigilancia y custodia. A la autoridad ci-
vil : que aun respetando la libertad, ella tiene la obligación de
defender las buenas costumbres de los pueblos y el bien común
de los ciudadanos. Así concluyó esta quinta sesión con las pala-
bras de estímulo y aplauso del Soberano Pontífice, como de cos-
tumbre.
Sexta sesión de la Comisión Central — El mundo de las migra-
ciones — Santidad del estado religioso — Sublimidad del
matrimonio cristiano.
El 4 de mayo a las 9 y media de la mañana comenzó en el
Palacio Apostólico del Vaticano la sexta sesión de la Comisión
Central con la asistencia de 42 Cardenales, 2 Patriarcas, 17 Ar-
zobispos, 3 Obispos, 3 Superiores Generales religiosos y 17 Con-
sultores, bajo la presidencia del Cardenal Tisserant. Terminó sus
trabajos el sábado 12 de mayo después de nueve jornadas densas
de fecundas discusiones, caracterizadas por tres notas funda-
mentales que el Padre Santo se dignó subrayar en su discurso
de clausura. "Con verdadera complacencia hemos advertido que
estaban señalados en el orden del día problemas teológicos refe-
rentes a la Iglesia, el matrimonio y la familia; problemas dis-
ciplinares que consideran aspectos de las ordenanzas tanto de la
Iglesia oriental como de la occidental; problemas pastorales su-
mamente actuales como el del gobierno de las diócesis y la ins-
trucción catequística de los fieles". Los esquemas desarrollados
en esta sesión fueron 18, algunos divididos en partes, subdividi-
das estas a su vez en capítulos, con un total de 32 opúsculos de
424 páginas. Los cardenales relatores fueron 6, cada uno para
temas distintos, de la competencia de las Comisiones por ellos
presididas: Pablo Marella, Pedro Ciriaci, Alfredo Ottaviani, Va-
lerio Valeri, Benedicto Aloisi-Masella y Amleto Cicognani. En
— 207 —
la primera jornada el Cardenal Marella presentó dos esquemas
de Decretos: el primero sobre los obispos coadjutores y auxilia-
res, y el segundo sobre la misión del obispo en la cura de almas.
Todo período histórico tiene sus problemas. A veces la tarea de
un obispo en su normal desarrollo se ve dificultada y por circuns-
tancias especiales se agrava el peso de su responsabilidad y de
su ministerio pastoral, por ejemplo, por la excesiva amplitud o
crecimiento de la diócesis, por la precaria salud del mismo obis-
po, por su avanzada edad. En estos casos la Iglesia acostumbra
conceder como ayuda al obispo un coadjutor o auxiliar. Si el
coadjutor se da a la sede sin derecho a sucesión, se llama ''obispo
auxiliar". Ya en los primeros tiempos de la Iglesia existió esa
costumbre y el Concilio de Trento al abrogar los derechos de
sucesión en los beneficios eclesiásticos, hizo una excepción con
los obispos coadjutores en los casos de urgente necesidad o de
evidente utilidad para la diócesis. Para realizar sus propias ta-
reas los obispos necesitan formarse cooperadores, cultivando las
relaciones eclesiásticas y religiosas; utilizando y canalizando
todas las energías de su clero y también de las religiosas ; prepa-
rando apóstoles seglares; creando o vigorizando las asociaciones
y obras sociales, asistenciales, culturales, técnico-administrativas
etc. que son la expresión de la presencia de la Iglesia en la so-
ciedad moderna. Estos tiempos imponen al pastor y a sus in-
mediatos colaboradores la necesidad de un ministerio más ágil
en sus métodos y más amplio en sus medios. Ya el apostolado no
puede reducirse a la simple custodia del rebaño. Hoy la gente
fácilmente pasa de una región, o nación o continente a otro por
motivos de estudio, de trabajo, de comercio, de deporte, de turis-
mo, de inmigración. Es el fenómeno de las migraciones desde
la externa de país a país hasta la interna en el seno de la misma
nación, llámese éxodo rural o concentración urbana etc. A la
emigración verdadera se añade el problema de los fugitivos, los
desarraigados, individuos y masas víctima de desequilibrios so-
ciales y políticos que buscan fuera de la patria los medios para
reconstruir su vida. Son situaciones extrañas que a veces se con-
vierten en tragedias o dramas, donde todos los valores humanos
y en especial los morales, espirituales y religiosos son pisoteados
o comprometidos. Generosas iniciativas para venir en ayuda de
tantos hermanos abandonados o perseguidos, nunca han faltado
por parte de los particulares y de organizaciones que demuestran
la sensibilidad y presencia de la Iglesia en medio del sufrimiento
humano, con realizaciones de caridad, de asistencia, de servicio
social.
La carta magna del apostolado entre los emigrantes es la
"Exul Familia", constitución apostólica de Pío XII que ahora en
agosto cumple diez años. Hoy los problemas de la asistencia a
los emigrantes vienen tratados en el Consejo Supremo de la
Emigración fundado el 1" de agosto de 1952 en el seno de la
Sagrada Congregación Consistorial. También a esta misma Con-
— 208 —
gregación fue confiada la dirección del Secretariado Internacio-
nal del Apostolado del Mar en favor de la gente y trabajadores
marineros. Esta gente que pasa largo trecho de su vida sobre las
embarcaciones y rara vez pueden acercarse a su propio párroco
necesitan del desvelo pastoral de obispos y sacerdotes. Pío XII
también encomendó a la Consistorial el encargo de proyectar una
constitución del "Apostolatus eoeli" sobre la base del Apostolatus
maris para proveer al cuidado espiritual del personal del trans-
porte aéreo. Bajo otros aspectos los nómadas y gitanos que viven
en barracones vagando en caravanas de un país a otro, también
tienen exigencias propias en el plano espiritual. Así come las tie-
nen las masas de turistas. La Iglesia es madre de todos y quiere
salvar a todos, sea cual fuere su profesión y el país donde viviere.
En la segunda jornada, el día 5 de mayo, la Comisión examinó
los innumerables aspectos y problemas de orden moral y espiri-
tual inherentes a estas nuevas formas de vida, así como la ma-
nera de encontrar métodos nuevos de apostolado para hacer llegar
hasta los alejados de la Iglesia el mensaje de la salvación.
Se continuó estudiando los últimos capítulos del esquema de
constitución sobre la Iglesia, ilustrados por el Cardenal Otta-
viani, su relator. La función y posición de los religiosos y de los
seglares en la vida de la Iglesia. En la Iglesia han tenido siempre
una gran importancia los estados de perfección. Innumerables
almas, a todo lo largo de veinte siglos de cristianismo, han enri-
quecido esa nota característica de la Iglesia que es la santidad,
siguiendo la práctica de los consejos evangélicos de obediencia,
castidad y pobreza. Xo puede considerarse váhda la objeción de
los que dicen que pertenecer a una Orden o Congregación religio-
sa es envilecerse, como si los votos profesados significasen el
aplastamiento del libre desarrollo de las dotes individuales. La
disciplina o reglamento religioso no se inventó para destruir lo
que hay de bueno en la naturaleza humana, sino que se propone
arrancar las raíces del mal para hacer crecer las mejores cuali-
dades. El que renuncia a los propios bienes no se mutila sino se
libera de un peso material para conquistar los bienes del espíritu.
Se estudiaron, pues, estos aspectos doctrinales o la motivación
sobrenatural del estado de perfección, gracias a los cuales estas
Ordenes y Congregaciones religiosas continúan prosperando en
la Iglesia y proporcionan frutos abundantes de buenos eiemplos.
de oraciones reparadoras, de ciencia eclesiástica y profana, de
obras de caridad, apostolado y santidad. El último capítulo de la
I parte del esquema de constitución se refiere al apostolado de los
seglares en el mundo moderno en colaboración con el apostolado
jerárquico de la Iglesia. Se ha escrito mucho acerca de la teolo-
gía del apostolado seglar. Hay contraposición entre laicado y lai-
cismo. Desde el punto de vista religioso el primero es de signo
positivo cuando no neutral, el segundo es de signo negativo. La
misión personal y privada de los seglares en las cosas humanas
no atañe a la autoridad de los pastores de la Iglesia, ni exige un
— 209 —
estado religioso especial, aunque se alimente de la misma fuente
de la gracia que es Cristo y tienda a la consecución del mismo fin
que es la salvación. Pero hay una misión que cumplir en el
mundo del seglar y es la de santificar en cierto sentido desde
dentro ese mundo en que ellos viven. En cuanto ejercen un apos-
tolado organizado en colaboración directa del laicado con el tra-
bajo pastoral de la Jerarquía, de la Iglesia, es claro que su acti-
vidad debe quedar subordinada a la autoridad del obispo. Tam-
bién en sus aspectos sociales en los que esta acción puede ejercer
una influencia en la sociedad civil, la participación del laicado
en el trabajo apostólico de la Iglesia, debe ser dirigida y guiada
por la jerarquía, que es la autoridad competente para juzgar las
repercusiones morales de los problemas suscitados en el orden
económico y social. Esto no es sino un anticipo de lo que la Co-
misión estudiará en su última sesión, cuando se aboque a exa-
minar las conclusiones de la Comisión del Apostolado Seglar.
El Cardenal Valeri en la mañana del 11 de mayo presentó
algunos capítulos de un esquema sobre aspectos prácticos de las
vocaciones religiosas y la formación de los aspirantes al estado
religioso. El canon 1353 dice: Los sacerdotes y especialmente los
párrocos pongan particular atención para que los niños que
muestran algún indicio de vocación eclesiástica sean alejados con
especiai cuidado de las tentaciones del mundo, sean formados en
la piedad, sean iniciados en los primeros estudios de las letras y
cultivados en los primeros comienzos de su vocación. Todo esto
puede decirse en particular sobre las vocaciones religiosas porque
tal vez a causa de la mentalidad mundana y laicista de hoy una
vocación al estado religioso encuentre aún mayores dificultades
para desarrollarse que las vocaciones eclesiásticas. Las fantas-
magorías acerca del voto de obediencia y de pobreza y el temor
de todo lo que signifique penitencia y mortificación contribuyen
a que se retraigan las almas generosas de los jóvenes que pen-
saban consagrarse a Dios. De aquí la necesidad de buscar y de-
fender toda clase de vocaciones religiosas, masculinas y femeni-
nas, en aquellos ambientes donde hallan un terreno propicio para
germinar y madurar como lo son las asociaciones y escuelas ca-
tólicas. El deseo y la necesidad de vocaciones religiosas no deben
jamás perdonar u olvidar la calidad por estar buscando la can-
tidad. Ni deben ser reducidos los ideales propios, las constitucio-
nes o reglamentos, el espíritu de una familia religiosa con la in-
tención de favorecer el ingreso de nuevos candidatos. El fin de
cada Instituto debe ser presentado en su desnuda realidad y si
fuere preciso en toda su austeridad. Se debe acudir a la oración.
En todo tiempo serán eficaces para los jóvenes los ejemplos de vi-
da santa, de apostolado generoso, de caridad ilimitada procedentes
de los religiosos y comunidades que están más en contacto con los
seglares. Cuando un aspirante llega a los umbrales del Instituto
religioso sea bien acogido, pero debe ser examinado bien, para
que después no vaya a ser objeto de pesadillas. Los superiores,
— 210 —
directores espirituales, médicos si fuere preciso, cada uno en su
campo, sepan que asumen una responsabilidad ante Dios y ante
los propios subditos y hermanos, lo mismo despreciando una ver-
dadera vocación con un examen demasiado superficial, que acep-
tándola por buena con una prisa poco laudable por las pruebas
que eran tan solo una apariencia de vocación. La vocación es
apenas el comienzo de un largo camino. Infortunios, obstáculos,
desánimos han de preverse y prevenirse en la medida de lo po-
sible. Se impone una obra de formación segura, inteligente, só-
lida y verdaderamente íntegra, como dicen los estatutos anejos
a la constitución apostólica "Sedes sapientiae" del 7 de julio de
1956. Esta obra pretende forjar un hombre nuevo y antes de
transformar en un santo y en un apóstol a un hombre debilitado
por las imperfecciones, requiere una larga prueba en los años
de noviciado y una gran paciencia durante todo el período de los
estudios. Estos mismos estudios humanísticos y científicos, filo-
sóficos y teológicos, deben cooperar a la formación integral de la
mente y del corazón, de la voluntad y la conciencia.
En la última parte de la audiencia anterior y en la del día
12 de mayo fueron examinados por la Comisión cinco esquemas
de Decretos elaborados por la Comisión de la Disciplina de los
Sacramentos que se refieren a los impedimentos matrimoniales,
a los matrimonios mixtos, al consentimiento matrimonial, a la
celebración del matrimonio y a los procesos matrimoniales. Mu-
chos peligros acechan hoy al matrimonio, desde el divorcio hasta
una mentalidad materialista y hedonista que tiende a despojarlo
de todo contenido sagrado para reducirlo a un contrato de poca
importancia y de duración incierta. Se impone una obra de vi-
gilante educación en las jóvenes generaciones repleta de convic-
ciones religiosas profundas y de conciencia viva de la responsa-
bilidad individual y social que el matrimonio lleva consigo. La
disciplina actual que regula el matrimonio se remonta al Con-
cilio de Trento y fué codificada en el Derecho Canónico. La Igle-
sia, aunque admite como único matrimonio válido el religioso,
reconoce, sin embargo, la competencia del Estado sobre los efec-
tos civiles del matrimonio. A este propósito deben tenerse muy
en cuenta las normas de León XIII en su encíclica "Arcannm"
del 10 de febrero de 1880. Los impedimentos matrimoniales son
circunstancias relativas a la persona de los contrayentes que por
ley divina o eclesiástica quedan inhábiles para contraer un ma-
trimonio lícito o válido. En la legislación eclesiástica 'os impedi-
mentos que hacen ilícito el matrimonio son : el voto simple de vir-
ginidad, castidad perfecta, de no contraer matrimonio, de recibir
las órdenes sagradas; la mixta religión; y el parentesco legal que
se deriva de la adopción en los países que así lo sancionan. De
estos impedimentos la Iglesia suele dispensar con algunas cau-
telas. Se llaman de otro lado impedimentos dirimentes, o sea,
que desligan a los esposos, aquellos que hacen al matrimonio no
sólo ilícito sino también inválido y son: la falta de edad (menos
— 211 —
de 16 años pava ei hombre y menos de 14 para la mujer) ; la im-
potencia antecedente y perpetua, que no ha de confundirse con la
esterilidad; un vínculo matrimonial anterior; la disparidad de
cultos ; el orden sagrado ; la profesión religiosa solemne ; el rapto ;
el crimen ; la consanguinidad ; la afinidad ; la pública honestidad ;
el parentesco espiritual y el parentesco legal donde es conside-
rado como tal por la ley civil. La Iglesia puede dispensar de
aquellos impedimentos dirimentes que son de derecho positivo
eclesiástico; pero no puede dispensar de aquellos que son de de-
recho natural y divino. Las condiciones prefijadas por la Iglesia
para conceder la dispensa del matrimonio mixto, o sea, entre
una persona católica y la otra perteneciente a una religión cris-
tiana no católica, son : promesa del cónyuge no católico de res-
petar las convicciones religiosas del cónyuge católico; promesa
de ambos cónyuges de bautizar y educar en la religión católica a
todos los hijos. Esta promesa ha de hacerse por escrito y debe
tener certeza moral de que será mantenida. Con las mismas cau-
telas la Iglesia puede dispensar del impedimento de disparidad
de cultos, que existe entre un católico y un esposo no cristiano,
no bautizado. Para la validez del matrimonio es esencial el con-
sentimiento de los esposos, este consentimiento libre no puede
ser suplido por ninguna autoridad humana. Es inválido el ma-
trimonio contraído por la fuerza, la violencia o por un temor
grave ejercido injustamente desde afuera. Es inválido el matri-
monio que se pretende contraer con un acto positivo de la vo-
luntad de no querer el mismo matrimonio o de excluir los deberes
o derechos conyugales, o de desechar cualquiera otra propiedad
esencial del matrimonio.
Según el Código de Derecho Canónico, en lo relativo a la
forma de celebración del matrimonio, son válidos solamenfe
aquellos que son contraídos ante el párroco o el Ordinario del
lugar o ante un sacerdote delegado por el párroco o por el
Ordinario, y ante dos testigos que entre nosotros se llama padri-
nos. En casos extraordinarios, como el peligro de muerte y otros
parecidos, hay previstas excepciones particulares. También en
los cánones 1.960 a 1.992 están contenidas las normas específicas
relativas a los procesos matrimoniales en lo que concierne al
fuero competente, la formación del tribunal, los derechos y obM-
gaciones del defensor del vínculo, los testigos, las investigaciones,
las publicaciones de los actos, las apelaciones contra la sentencia.
El fin prefijado por la Iglesia en todos estos procesos es la sal-
vación de las almas. Temas todos estos de suma importancia,
dado que el matrimonio representa la constitución oficial y sa-
grada de la familia, célula primigenia de la sociedad humana.
— 212 —
S. E. AGUSTIN BEA,
cardenal presidente del Secretariado para la unión de los cristianos, de la Compañía de Jesús, nacido
en Rieddbohringen, arquidiócesis de Friburgo, el 28 de mayo de 1881 ; ordenado el 25 de agosto de 1912;
creado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio de 14 de diciembre de
1959; consagrado el 19 de abril de 1962; diácono de San Sabas.
Séptima sesión de la Comisión Central — Los Seglares una fuer-
za de base — Eeumenismo y Unión: una esperanza en la
cumbre.
El día 12 de junio de 1962 se dió comienzo a la séptima y
postrera reunión de la Comisión Central Preparatoria, bajo la
Presidencia del Cardenal Eugenio Tisserant, decano del Sacro
Colegio, Presidente de la Comisión Ceremonial y de la Sub-Co-
misión para las materias mixtas en preparación para el Concilio.
Se inició la discusión de los problemas de la formación espiritual,
moral, intelectual, pastoral de los seminaristas; el ordenamiento
general de los estudios y la enseñanza en los seminarios. Fué
relator el Cardenal Pizzardo. El cuidado y la selección de las
vocaciones eclesiásticas ha sido preocupación constante de la
Iglesia. Disposiciones referentes al cultivo de las vocaciones se
encuentran en el I y II Concilios de Toledo (siglos 6 y 7) ; en los
pontificados de S. Gregorio Magno, Honorio I, León III e Ino-
cencio III. Pero el Seminario nació en el Concilio de Trento, que
en su sesión 13, canon 18, establece que toda iglesia catedral lo
mismo que toda sede episcopal debe reunir un cierto número de
alumnos, educarlos religiosamente y formarlos en la disciplina
eclesiástica, de modo que tales colegios sean un vivero de minis-
tros de Dios. El Concilio Tridentino quiso coronar la obra de la
restauración de la fe y de la moral católica asegurando la prepa-
ración de un clero idóneo. Un historiador, el Cardonal Palavi-
cino, afirma que la hazaña de los Padres de aquel Concilio que
duró 18 años y medio con dificultades de todo género, "estaría
suficientemente recompensada sólo con haber procurado a la
Iglesia los seminarios, único instrumento apto para fortalecer la
sagrada disciplina". La importancia, función y exclusiva fina-
lidad del Seminario de preparar a los jóvenes para el sacerdocio
están sancionadas en el Código, en los cánones 1.354 y 1.366 que
recogen las mismas palabras de Trento. Sobre los superiores
del Seminario dice León XIII: "la conducta ejemplar del que
preside es el lenguaje más persuasivo para inspirar en los jóve-
nes el convencimiento de sus propios deberes y el amor al bien".
La selección de estos superiores es uno de los más delicados co-
metidos de un obispo. Lo que cuenta para trabajar en el reino
de Dios no es la cantidad sino la calidad. Tanto que sin duda
alguna es mejor correr el riesgo de desaprovechar una vocación
probable, que caer en el peligro de confiar la guarda del rebaño
a un mercenario. Hay errores que se insinúan tomando pretexto
de ciertas corrientes modernas que auspician una forma de edu-
cación abandonada a la libre iniciativa y a las tendencias de cada
cual. Un rector de seminario consagrado obispo dice : "Se puede
estar tentado, al hablar del sacerdote del mañana, de insistir
sólo en las situaciones nuevas que se le van a presentar; pero,
antes de ser el sacerdote de mañana, importa ser el sacerdotte de
siempre. Las sublimes funciones del sacerdote exigen que él viva
- 215 —
una gran santidad hecha a base de piedad, castidad, desinterés,
celo por la gloria de Dios y salvación de las almas, espíritu de
disciplina, ciencia y fe". Estos mismos conceptos, como se ha
dicho en otra sesión, los han repetido los documentos de los Papas
de los últimos tiempos, desde la "Haerent animo" de San Pío X
hasta los hodiernos discursos de Juan XXIII.
En su segunda jornada la Comisión prosiguió el estudio de
otros esquemas siempre ilustrados por el Cardenal Pizzardo sobre
las Escuelas Católicas y la obediencia al sagrado Magisterio en
la enseñanza de las ciencias sagradas. La enseñanza es tarea
fundamental de la Iglesia que así hace honor a la orden del Di-
vino Maestro: "Id y enseñad". La escuela es el medio normal
para la formación del entendimiento y la educación del corazón.
La Iglesia tiene derecho tanto a tener sus propias escuelas como
a permeabilizar de espíritu cristiano las escuelas del Estado. "En
la escuela — decía Pío XII — está para todas las almas la salva-
ción o la ruina". Está en juego algo de un valor moral, espiritual
tan grande que la Iglesia no puede permanecer indiferente ante
el problema de la escuela. Lo mismo que para los seminarios el
Concilio de Trento imprimió a las escuelas católicas un nuevo
impulso, al recomendar su fundación allí donde no existían, hacer
revivir las desaparecidas y devolver su primitivo esplendor a las
ya existentes. Impuso el Concilio a los sacerdotes la obligación
de procurar que se impartiese a todos, a pobres y a ricos, una en-
señanza esmerada y completa a cargo de maestros que supiesen
juntar la fe a la ciencia. Así se volvía a los tiempos en que sólo
la Iglesia se preocupaba de la enseñanza no ya del catecismo sino
de toda otra materia, desde la gramática a la filosofía. Surgieron
en los años del Concilio los colegios de los jesuítas y los barna-
bitas; poco más tarde los de los Hermanos de las Escuelas Cris-
tianas y de los Escolapios, por no citar sino algunos de los insti-
tutos más famosos de la época. San Carlos Borromeo fundó en
Pavia un colegio universitario; lo mismo hizo el Cardenal Ghis-
lieri que fue después el Papa Pío V. La escuela al separarse de
la Iglesia adquirió un aspecto que llamaríamos hoy aconfesional,
pero que en realidad era antireligioso. León XIII observó que
"no podría imaginarse medio más universal y eficaz para sus-
traer a la sociedad del influjo de la Iglesia que la escuela laica".
Esta fue la visión realista de las cosas que Pío XI expuso en la
encíclica "Divini Ulitis Magistri". Es doloroso comprobar que
en este campo una larga costumbre del predominio de la escuela
estatal ha ofuscado en muchos la noción misma del derecho a la
libertad de la escuela. Al defender esa libertad la Iglesia está
defendiendo la libertad de la familia a la que compete la primor-
dial obra educativa, y la libertad del individuo que no puede ol-
vidar su fin sobrenatural, ni siquiera al escoger los medios hu-
manos para su perfeccionamiento intelectual. La Iglesia no re
contenta con una actitud defensiva, sino que se preocupa de que
sus escuelas y maestros estén a la altura de su misión en mé-
— 216 —
todos y programas, en seriedad de estudios y en modernidad de
espíritu. El derecho a la libertad de enseñanza implica deberes
en la preparación y elección de los educadores, en la vigilancia
de los que enseñan, en la formación de una opinión pública cons-
ciente sobre este problema, en la organización de los padres y re-
presentantes y de los fieles para una cooperación moral y ma-
terial siempre más coherente con su fe.
La Comisión de Estudios y de Seminarios completó su tra-
bajo preparatorio presentando también una ilustración sobre el
tema del magisterio de la Iglesia en las ciencias sagradas. Quien
quiera enseñar en la Iglesia y con la Iglesia debe atenerse primero
a lo que ella enseña. Esto no quita que los teólogos y los científicos
se preocupen en dar un fundamento sólido a las cuestiones de la
vida. La Santa Sede alaba y promueve las eruditas investigacio-
nes y especulaciones de los teólogos que profundizan en las ver-
dades reveladas y no dudan en considerar, explicar y sostener las
declaraciones del magisterio eclesiástico con seriedad científica,
a la luz de la razón iluminada por la fe, esto es, "con sentido de
Iglesia". Pero los teólogos no ejercen su oficio por derecho di-
vino, sino por delegación de la Iglesia. Decisiva para el conoci-
miento de la verdad no es la opinión theologorum, sino el sensus
Ecclesix. En la enseñanza, pues, expóngase la verdad según la
doctrina de la Iglesia, luego los errores a ella contrarios. El
maestro debe considerar si esos errores nacen de algún principio
falso, o de la indebida aplicación de un principio justo, o de un
defecto de método, o de un insuficiente estudio del problema. El
que enseña Sagrada Escritura considerará como un deber sacro-
santo no alejarse ni un ápice de la común doctrina y de la tra-
dición de la Iglesia. Sobre los estudios de filosofía y teología, re-
cuérdese el canon 1.366 que muestra en Santo Tomás de Aquino
al maestro a quien deben acogerse las razones, doctrina y princi-
pios. A la luz de aquellos principios clarificadores podrán ser
juzgados en lo que valgan los vastos movimientos culturales y li-
terarios, las corrientes del pensamiento moderno, las lagunas
también y los peligros del tecnicismo.
En la siguiente jornada se estudió el tema: colaboración de
los institutos religiosos en el ministerio pastoral de los obispos.
Es un esquema que ha sido fruto de un trabajo realizado en equi-
po por la Comisión de los obispos y del gobierno de las diócesis
y por la de religiosos, a través de la Sub-Comisión de materias
mixtas. La Iglesia tiene necesidad de la cooperación del clero
secular y del regular para llenar la misión de santificar al pueblo
cristiano. También a los miembros no sacerdotes de los Institutos
consagrados al ideal de la perfección incumbe un deber mayor
que a los simples seglares de trabajar con diligencia y entrega
por el acrecimiento del Cuerpo Místico de Cristo. Los obisoos
en todo tiempo han pedido ayuda a los religiosos y la piden hoy
de un modo especial. A las tareas propias del religioso se añade
— 217 —
para muchos de ellos la del apostolado verdadero en perfecta
concordancia con los obispos y dentro de la más fraternal cola-
boración con el clero diocesano. De estas observaciones funda-
mentales se desprenden algunas normas que se refieren a la
jurisdicción de cada obispo en su propia diócesis; la fidelidad
de los religiosos a los ideales de su propia vida, aun en medio
del apostolado; los derechos de la exención religiosa; los modos
de colaboración entre ambos cleros. Nuevas exigencias surgidas
por doquiera merecen ser consideradas y reguladas a fin de fa-
vorecer la eficacia del apostolado en medio del pueblo, junto con
el desarrollo de las entidades religiosas y el progreso en el ca-
mino de la perfección de cada uno de los religiosos. El punto de
mayor interés jurídico es el de la exención. Ella consiste en un
privilegio por el que los religiosos que de él disfrutan, en vez de
depender del obispo territorial, dependen directamente de la
Santa Sede. Fue concebido dicho privilegio con el objeto de pro-
curar un beneficio mayor de la Iglesia y en beneficio de los ins-
titutos agraciados, que pueden así desarrollarse más orgánica-
mente dentro de una autonomía de estructuras y .le régimen
interno más cónsono con su propia vitalidad. El Sumo Pontífice
puede, pues, disponer mejor de las notables fuerzas espirituales
y morales que cada familia religiosa representa y aplicarlas a las
necesidades de la Iglesia en visión universal y panorámica. Los
primeros ejemplos de exención embrional se remontan a fines
del siglo IV en Oriente. El primer caso de exención propiamente
dicha lo encontramos en Roma el año 601. En el 628 Honorio I
la concedió al monasterio de Bobbio; el 741 el Papa Zacarías la
otorgó al monasterio de Cassino; Urbano II al de Cava en 1092;
Alejandro III al de Florencia en 1176. En el siglo XII todos los
monasterios prácticamente eran exentos y así lo fueron por ex-
tensión las nuevas órdenes y congregaciones hasta caer en cierto
abuso. Los Concilios de Constanza, IV de Letrán y el de Trento
establecieron restricciones, en el sentido de no menoscabar la
autoridad del obispo. El actual Código hace suyas las disposi-
ciones de Trento y de los documentos pontificios de San Pío V,
Gregorio XV, Clemente XII, Benedicto XIV, León XII. Para
comprender el espíritu de la exención, hay que recurrir a las
palabras de Juan XXIII que dirigió a los Superiores religiosos
participantes en la asamblea promovida por la Pontificia Comi-
sión pro América Latina. "Se trata de agrupar las santas ener-
gías de la Iglesia, las maravillosas fuerzas de las antiguas ór-
denes religiosas, de las numerosas congregaciones, sociedades e
institutos masculinos y femeninos de perfección y de apostolado
y de los más recientes Institutos seculares : para orientarlos can
mayor eficacia hacia los amplios horizontes que se abren a su
benéfico influjo".
Después de esta discusión de las relaciones entre Obispos y
Religiosos, el Cardenal Ciriaci presentó tres esquemas de Decre-
tos sobre las Asociaciones de los fieles, la limosna de las Misas
— 218 —
y los legados píos, la admisión a las órdenes sagradas de minis-
tros acatólicos conversos. Cuestiones estas que no revisten no-
vedad, pero que tal vez en el seno del Concilio o de la Comisión
que prepara la revisión futura del Código serán objeto de una
adaptación a las exigencias de los tiempos que han cambiado.
En la mañana del 15 de junio de 1962, habiéndose hecho la vota-
ción sobre el examen de los tres Esquemas de disciplina ya men-
cionados, la Comisión prosiguió estudiando el final del Esquema
sobre los Estados de Perfección. Según el derecho vigente, son
tres las categorías en que se divide el estado de perfección, o sea,
el estado religioso que sirve para conquistar la perfección cris-
tiana: las Ordenes y Congregaciones clericales y seglares; las
Sociedades sin votos públicos; y los Institutos Seculares. Las
Sociedades de vida común sin votos están formadas por eclesiás-
ticos y seglares que, aun no teniendo votos o no siendo éstos pú-
blicos, llevan una vida en comunidad con intención de alcanzar
la perfección y entregarse a las obras del apostolado. Ya se ha
hablado acerca de los Institutos seculares. Los estados de per-
fección se distinguen tanto del estado episcopal como del clero
diocesano. Al referirse a la variedad dentro de la unidad de la
suprema aspiración de la vida religiosa, el Cardenal Valeri ter-
minó recordando que el estado religioso representa ciertamente
un ideal de vida más alto y querido a Dios que el estado matri-
monial ; el estado de perfección no puede considerarse como un
medio para evitar las molestias de la vida, pues impone graves
sacrificios ; el estado de perfección no por esto último debe con-
siderarse como imposible a la buena voluntad de aquellos cris-
tianos que se entregan con absoluta confianza a la gracia del
Señor.
El sábado 16 de junio la Comisión examinó los dos últimos
esquemas sobre la preparación necesaria para recibir los sagra-
mentos del Orden y del Matrimonio, ilustrados por el Cardenal
Marella; y un esquema presentado por el Cardenal Cicognani
Amleto, referente a la unidad de la Iglesia en relación con las
Iglesias Orientales. La dignidad sacerdotal que hace de un hom-
bre un ministro de Dios y un padre de las almas, es tan alta que
exige una pureza de costumbres y una santidad de vida perfecta,
en cuanto es humanamente posible. El libro del Pontifical inculca
a los nuevos dióconos su obligación de ser claros, limpios, puros
y castos. La insistencia con que los Sumos Pontífices tocan al-
gunos principios de ascética sacerdotal demuestra cómo la exi-
gencia fundamental para el sacerdote que quiere hacer fecundo
su ministerio es la práctica eminente de todas las virtudes. Por
ello la preparación para el Sacerdocio debe ser esmeradamente
cuidada. Se necesita un aprendizaje de años para adquirir una
virtud sólida capaz de salir airosa de los primeros contactos con
el mundo y de mantenerse en medio de los reclamos e incitaciones
al mal, a todo lo largo de la vida sacerdotal. La castidad no es
una virtud que se rige por sí sola, sino que se nutre por la pie-
— 219 —
i
dad y la candad. Sin la piedad hasta los ritos más augustos
serán celebrados por rutina, mecánicamente. Y el ejercicio de
la caridad es preservación de las graves caídas a las que conduce
la debilidad de los sentidos.
También es grande la dignidad del sacramento del Matri-
monio y exige que los jóvenes esposos se preparen con objeto de
que la celebración del matrimonio no sea solamente lícita y vá-
lida, sino espiritualmente fructuosa. No puede ser un acto cele-
brado con ligereza, por razón de las tareas duraderas y recípro-
cas que impone este sacramento. Ni puede ser determinado por
interés, pasión o capricho, porque están en juego, junio con la
felicidad humana de los esposos y los hijos, su salvación eterna.
Incumbe a los pastores de almas el deber de instruir, educar,
formar en una visión cristiana de la vida a los esposos para que
consideren al matrimonio en su realidad, sus responsabilidades,
sus acechanzas, sus dificultades y en los medios de la gracia
sobrenatural que ayudan a superarlas. Obligación grave para
el párroco el examen de los esposos, no sólo para cerciorarse de
que no hay impedimentos, sino para conocer si los pretendientes
están espiritualmente preparados para dar el paso trascendental.
Acerca de la unidad de la Iglesia, el Cardenal exponente
habló del doble aspecto de la Iglesia como "esposa del Cordero",
ya triunfante, y como Iglesia que debe trabajar sirviéndose de
las estructuras humanas en la sociedad. Con relación a este as-
pecto terreno y temporal, tienen su razón de ser las leyes y las
penas, la autoridad y la jurisdicción, la jerarquía y sus diversos
grados. La unidad visible de la Iglesia está centrada en Pedro,
quien en nombre de Cristo y en sus sucesores gobierna, juzga y
da leyes. Esta unidad puede ser conservada únicamente por la
sumisión de todos los fieles a la autoridad constituida por Cristo,
es decir, al Papa y a los Obispos a él unidos. Pero la unidad no
es uniformidad. No se anula la diversidad de las tradiciones,
costumbres, exigencias propias de un pueblo o de una región.
Sin embargo, especialmente en este caso es necesaria la autori-
dad que úna y coordine. Son demasiado graves los daños que
causan a las almas las divisiones operadas en la Iglesia en el
transcurso de los siglos. Hay que intentar todos los medios,
sobrenaturales y humanos, para volver a traer al único redil a
todos los alejados de él. Los medios humanos van desde los teo-
lógicos a los jurídicos, desde los disciplinares a los psicológicos
y prácticos. Ante problemas tan graves, el Cardenal relator ter-
minó con las palabras de San Basilio: "Haz, Señor, que cesen
las divisiones en la Iglesia; reúne a los dispersos y trae al buen
camino a los errantes, para conducir a todos a tu santa, católica
y apostólica Iglesia".
El lunes 18 de junio se abocó la Comisión al estudio de un
largo Esquema de constitución sobre el Apostolado de los Segla-
res, ilustrado por el Cardenal Cento. Este Apostolado de los
— 220 —
S. I . ALBERTO I)E JORIO.
cardenal presidente del Secretariado Administrativo, nacido en Roma el 18 de julio de 1884; ordenado
el 18 de abril de 1908; creado y proclamado cardenal por Su Santidad Juan XXIII en el Consistorio
del 15 de diciembre de 1958; consagrado el 19 de abril de 1962; diácono de Santa Pudenciana,
diaconía pro hac vice.
Seglares no es una novedad en la Iglesia. Basta leer el libro de
los Hechos de los Apóstoles, la historia de las persecuciones de
ios primeros siglos y la misma historia de la Iglesia para darse
cuenta de la presencia de este apostolado. Pero en nuestro tiem-
po, mientras muchas actividades de orden temporal se han va-
ciado de esplritualismo, se ha despertado también un nuevo fer-
vor en las filas de los creyentes para devolverle un aspecto cris-
tiano a todas las expresiones de la vida. De aquí la necesidad
para estos apóstoles seglares de poner a disposición de la Iglesia
la propia pericia profesional, su propia cultura, su experiencia y
su fe. Cuando a la manifestación de la propia fe se añade un
ejercicio verdadero de apostolado, se necesita un mandato, una
misión de la Jerarquía que asume así la responsabilidad. A los
sacerdotes corresponde la función de formar y guiar espiritual-
mente a los seglares y a éstos la tarea de unirse organizada-
mente bajo la dependencia de la Jerarquía para estudiar la ma-
nera de realizar un apostolado eficiente que converja con todas
las asociaciones católicas en el único fin de ayudar a la Iglesia a
salvar las almas. Hay organizaciones que se proponen favorecer
la difusión de la doctrina cristiana por medio del catecismo, la
prensa, la enseñanza, los medios audiovisuales; otras se dedican
a la conquista de los alejados, la conversión de los infieles o la
penetración y transformación de los ambientes hostiles; otras
colaboran con el apostolado litúrgico, la asistencia social, las
obras de caridad. Se puede hablar de un apostolado familiar;
de un apostolado educativo; de un apostolado obrero y profesio-
nal, urbano o rural; de un apostolado internacional; del aposto-
lado por la unión de los cristianos, en base a la comprensión ; del
apostolado Misional para atraer a la Iglesia masas descristiani-
zadas, o para vivificar el arte, la cultura, las costumbres, el de-
porte, los espectáculos y todos los distintos aspectos de la vida
contemporánea.
También es apostolado el que se mueve en el plano de la ca-
ridad ; el que se desarrolla en la zona social, económica, política
con el fin de hacer penetrar los principios de la doctrina social
cristiana en hombres e instituciones, en las leyes y en el mundo
del trabajo, en la escuela y en la administración pública, en los
organismos internacionales, en el uso de las nuevas conquistas
técnicas. El Evangelio no se hizo sólo para los individuos, sino
también para la sociedad y cada una de sus partes. El influjo
evangélico con fermentos de justicia y caridad debe atravesar,
gracias a la labor de cristianos convencidos y coherentes, todas
las capas de la vida, desde el núcleo familiar hasta la comunidad
cívica ; desde las estructuras de cada Estado particular hasta las
estructuras federativas, internacionales, mundiales. Sólo en esta
difusión capilar y universal de los principios cristianos puede
consistir la garantía del verdadero progreso, del genuino apos-
tolado y de la paz. La Iglesia que tiene por misión salvar a todos
los hombres sabe que es su deber salvarlos al través de los medios
— 223 —
humanos que están a su disposición sin sacarlos del mundo, sino
santificándolos en esa sociedad y al mismo tiempo santificando
la sociedad humana por el apostolado de los mejores miembros
del laicado católico.
En la relación introductoria de la mañana del 19 de junio el
Cardenal Ottaviani presentó la última parte del Esquema de
Constitución sobre la Iglesia, referente al Magisterio y Autori-
dad de la Iglesia ; las relaciones entre Iglesia y Estado ; deber y
necesidad de la Iglesia de anunciar el Evangelio a todo el mundo ;
el Ecumenismo en la Iglesia. Esta jornada fue presidida por el
Cardenal Clemente Mícara, Vicario General del Papa para la
diócesis de Roma. La Iglesia, "columna y fundamento de la
verdad", ha recibido de su divino Fundador la promesa de una
asistencia indefectible del Espíritu Santo que la hace inmune
de todo error en su enseñanza y permite que ella custodie fiel-
mente el Depósito de la Revelación, completo desde la muerte
del apóstol San Juan. Existe en la Iglesia un Magisterio vivo,
perenne y auténtico. No es la doctrina de un hombre la que ex-
pone el Romano Pontífice cuando con la plenitud de su autoridad
define y condena, como tampoco es la opinión de una asamblea
la expresada por los Obispos unidos con el Papa durante los Con-
cilios Ecuménicos. En un caso y en el otro Cristo habla por boca
de Pedro y de los Apóstoles en comunión con El; es el Espíritu
Santo el que infunde su luz para que el Depósito de la Fe sea
mantenido íntegro y pueda también ser, por medio del estudio,
más claramente conocido. La Iglesia no puede ceder o faltar a
esta su tarea de guardiana y maestra de la verdad. "Más fuerte
que los obstáculos que se le oponen por todas partes, no ha ce-
sado jamás de combatir por el libre ejercicio de su magisterio",
como dijo León XIII en su encíclica Libertas del 20 de junio de
1898.
Al magisterio del Romano Pontífice, aunque no hable ex ca-
thedra, se le debe religioso asentimiento en la medida que así lo
requiera la intención y voluntad del Papa que se deducen de la
índole misma de los documentos, de la frecuente exposición de
la misma doctrina, o de la manera de expresarla. Algunas Cons-
tituciones Apostólicas, las Encíclicas y Alocuciones de mayor
importancia, que son documento del magisterio ordinario, contie-
nen habitualmente doctrinas ya conocidas, pero expuestas con
mayor precisión. También sobre este aspecto concerniente a la
obediencia que se debe prestar al magisterio del Sumo Pontífice,
escribió León XIII su encíclica Sapientise Christianse del 10 de
junio de 1890. "Con sencillez de corazón como a Cristo, no con
el ánimo de ser observados y de complacer a los hombres, sino
ansiosos de hacer la voluntad de Dios y de servirlo a El única-
mente", como dice San Pablo, así debemos mirar la autoridad del
Papa y la de los Obispos. Autoridad y potestad de la Iglesia.
Esta se extiende a todo lo que respecta a la salvación eterna de
— 224 —
las almas : "a todo lo que en el munoo hay de sagrado", como
escribe León XIII en la encíclica Inmortale Dei del 1" de noviem-
bre de 1885. Entre las cosas que indirectamente pueden influir
sobre la fe y los bienes espirituales se encuentra la política.
"Cuando la política llega al altar, entonces la religión, la Iglesia
y el Papa tienen no solamente el derecho sino también el deber
de dar indicaciones y directrices que las almas católicas tienen
derecho a reclamar y el deber de cumplir". Así Pío XII.
Lo que tiende por su naturaleza al bien temporal de los
hombres pertence a la autoridad civil. La Iglesia no se mezcla
en cuestiones que no le tocan, siempre que quede a salvo la ley
divina. En cuestiones relacionadas con el fin sobrenatural de la
Iglesia y el natural del Estado, como son el matrimonio, la edu-
cación de los jóvenes etc. la Iglesia lo que quiere es que no se
impida su propio fin; que los bienes superiores de las almas no
sean ignorados o sacrificados a intereses secundarios. La auto-
ridad civil no puede ser indiferente a la religión y mucho menos
contraria a ella. "Los Estados no pueden comportarse impía-
mente como si Dios no existiese, o tratar de la religión como cosa
extraña, o adoptar una entre muchas indiferentemente; sino
que tienen la obligación de honrar a Dios en aquella forma que
El mismo quiso que se hiciera".
El 20 de junio la Comisión, presidida por el Cardenal Míca-
ra, terminó sus labores al estudiar, después de haber escuchado
la Alocución del Papa que nosotros publicamos en el capítulo V
de esta obrita, la ilustración del Esquema sobre el Ecumenismo,
presentado por el Cardenal Agustín Bea, quien enfocó el asunto
no bajo un aspecto teológico sirio pastoral.
Entre las cuestiones que preocupan a la Iglesia se encuen-
tra ésta de la división abierta desde siglos más o menos lejanos
en el seno de la unidad de los creyentes. Ante esa realidad dolo-
rosa la Iglesia no ha cesado nunca de trabajar para que todas las
comunidades disidentes cristianas encuentren el camino de la
casa paterna, como tampoco ha cesado de mirar con benevolencia
todos los esfuerzos que se realizan hasta por los no católicos para
abrir los ánimos a pensamientos o caminos de unidad verdadera.
La Iglesia se complace al ver que el movimiento ecuménico se
desarrolla y busca ayudar con sus oraciones la buena voluntad
de los que buscan la unión y estimula todo trabajo en el aspecto
teológico y pastoral para que con mayor claridad brille el centro
de la unidad. Pero es necesario tener mucha prudencia para no
ceder a impulsos generosos y para no caer en formas equívocas
de indiferentismo religioso, de interconfesionalismo, de compro-
miso con el riesgo de agravar en lugar de sanear el actual estado
de cosas. El irenismo ecuménico es algo muy distinto de la ver-
dadera unidad recomendada y querida por Cristo.
La palabra ecumenismo como es usada hoy por los no ca-
— 225 —
tólicos y por los protestantes indica una manera de entendimien-
to como una Federación de igualdad de derechos de todas las
iglesias cristianas. Según esa teoría, todas las iglesias son cul-
pables de la separación igualmente ; ninguna podría presumir de
ser la única y verdadera Iglesia de Cristo, sino una parte de ella ;
la futura iglesia resultante de la unión de las diversas existentes
en la actualidad no sería idéntica a ninguna, sino una iglesia
nueva. Sobre estas bases, a las que la Iglesia católica no puede
adherirse, se han celebrado las asambleas pancristianas de Edim-
burgo en 1910, Estocolmo en 1925, Lausana en 1917, Oxford en
1937. El Consejo Mundial de Iglesias se formó en 1946 y tuvo
las siguientes reuniones: en Amsterdam, 1948, la primera; la
segunda en 1954 en Evanston, América; y en Nueva Delhi en
1961 la tercera. Los trabajos de esta última fueron seguidos por
observadores católicos. La Iglesia católica no esperó este movi-
miento de ecumenismo para intentar encontrar todos los cami-
nos posibles de la unión. Es bien sabido que el II Concilio de
Lyon, el de Florencia, el de Trento documentan los esfuerzos
llevados a cabo para alcanzar el ideal indicado por Cristo. En
tiempos más recientes Pío IX, el 8 de setiembre de 1868, con la
carta Arcano Divinae Providentiae Consüio, invitó en términos
cordiales a los obispos ortodoxos al Concilio Vaticano I; a los
protestantes les anunció sin invitarlos el mismo Concilio en carta
del 13 de setiembre del mismo año; León XIII dio nuevo impulso
a las iniciativas de unión ; Pío X aprobó el Octavario pro Unión
iniciado el año 1909. Más tarde se concretó una "conferencia"
de todos los católicos qué se habían consagrado a los problemas
ecuménicos y que tuvo un programa muy similar al elaborado
por el Papa Juan XXIII al constituir el Secretariado para la
Unión de los Cristianos, como preparación de este Concilio Va-
ticano II : o sea, aunar experiencias en cuestiones referentes a
la unión y establecer relaciones basadas en la recíproca confianza
con los hermanos separados.
Para enlazar este esquema con el propuesto por la Comisión
Teológica sobre el mismo tema del Ecumenismo, esta última Co-
misión ilustró también un esquema acerca de la Virgen María.
Madre de Dios y Madre de los hombres. En efecto, este Concilio
se abrirá el día de la Maternidad de María. Pío IX en la Bula
IneffabiUs Deus del 8 de diciembre de 1854 observó: "Estamos
llenos de certísima esperanza y de la confianza más plena de que
la Santísima Virgen quiera con su valiosísimo patrocinio hacer
que todos los cristianos separados de nosotros vuelvan al sen-
dero de la verdad y de la justicia". Y Juan XXIII determina bien
el significado de la devoción que la Iglesia católica rinde a la
Virgen María, con el fin de prevenir las posibles objeciones que
puedan hacer los hermanos separados: "Algunos en el pasado
quisieron criticar este sentimiento como si se tratase de una
adoración que sólo a Dios es debida. Es claro que los católicos
veneran a la Madre de Jesús con todo su entusiasmo sabiendo
— 226 —
que, a causa de sus prerrogativas, de su insigne privilegio de ser
la Madre del Hijo de Dios hecho hombre, de los dones que ella
recibió del Señor y de su poderosa intercesión, Ella es la criatura
que sobre la tierra más se acerca a Dios. Nos llevamos siempre
a Jesús en el corazón, fuente de fortaleza, de consuelo y aliento.
De modo semejante tenemos con nosotros siempre la imagen de
María".
Los demás esquemas preparados por el Secretariado para la
unión de los cristianos versan sobre estos temas : la necesidad
de la oración para alcanzar de Dios la gracia de recomponer en
perfecta unidad las partes que se han separado del tronco fron-
doso y vivo de la Iglesia; la importancia de la palabra de Dios,
como instrumento de educación del pueblo cristiano para que ma-
dure en él la necesidad de la unidad y a ella ajuste su conducta;
el deseo de la Iglesia de extender los beneficios de la Redención
a todos los pueblos. Con el examen de estos últimos temas, clau-
suró la séptima y última Sesión de la Comisión Central Prepara-
toria de este Concilio Vaticano Segundo, cuyos trabajos y esfuer-
zo: realizados en el espacio de un año hemos llamado al encabe-
zar este capítulo : "El Concilio en miniatura" .
BIBLIOGRAFIA
NOTIZIARIO, Boletín diario del Servicio de Prensa de la Pontificia
Comisión Central Preparatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, Secre-
taría General, Ciudad del Vaticano, Números 1, del lunes 6 de noviembre
de 1£'61, hasta el N" S7, del 23 de junio de 1&62.
Revista SAL TERRAE, marzo de 1962, N" 3, páginas 160-174; abril
de 1£'62, páginas 217-232; mayo de 1C62, páginas 282-2S'6.
Revista semanal ECCLESIA. Páginas 112, 113, 114, 11."), 116, 145, 14fi,
147, 148, 14&; 273, 274, 27-",; 300-315; 435-441; 469-473; 625-628; 655-658;
651; 787-7S0; 561.
— 227 —
CROQUIS DEL AULA DISPUESTA EN LA NAVE CENTRAL
DE LA BASILICA DE SAN PEDRO PARA LA CELEBRACION
DEL CONCILIO ECUMENICO VATICANO SEGUNDO
Código interpretativo de los números del presente croquis:
-1. — Estatua en bronce de San Pedro revestida de ornamentos pontificales.
2 . — Altar portátil, llamado del Cardenal Rampolla, colocado delante de la estatua do í.'an
Pedro; sobre el altar se expone el libro de los Santos Evangelios. Para la celebra-
ción de la Misa, dicho altar se puede mover hacia el centro del canal, de modo que
pueda ser visto por todos los Padres del Concilio y por el Sumo Pontífice.
3. — Trono Papal, delante de la Confesión, sobre una tarima a la que se sube por dos es-
calerillas de once gradas que están a los lados. El trono tiene tres gradas, balda-
quino y dosel tapizado; está enmarcado dentro de las columnas salomónicas del Bal-
daquino de Bernini. Todo el conjunto está montado sobre dispositivo con ruedas.
4 . — Mesa de la Junta Directiva y Presidencia del Concilio, con sendos escritorios a los
lados para el Secretario General y el personal de Secretaría; todo organizado sobre
una tarima plana.
5. — Sillones para los Emmos. Cardenales con escritorio y reclinatorio, dispuestos enci-
ma de ocho escalones con diez bancas en fila por cada escalón de la gradería; los
asientos están divididos por dos pasajes adaptados en forma de pequeña escalinata; las
bancas están recubiertas con tela roja. Total: 88 puestos.
6. Asientos para los Excelentísimos Patriarcas, con escritorio y reclinatorio, semejan-
tes a las bancas de los Emmos. Cardenales; recubiertos con paño verde. Total:
(i puestos.
7 Asientos para los Padres del Concilio, con escritorio y reclinatorio, dispuestos en
gradería y subdivididos en sectores, con seis bancos por fila y pasajes en escalinata;
los sectores son 16 a cada lado del canal central con puestos en número de 60 a 84
como máximo por cada uno de los lü sectores. Total: 2.265 puestos. El canal o
pasaje central tiene un ancho de 5,'30 metros.
8. — Tribunas altas situadas en las arcadas laterales con entrada posterior, sobre cada
Tribuna se pueden colocar 51 poltronas-escritorios para un total de 30o puestos.
9. — Pulpito para el orador oficial, comunicaciones generalas, etc.
10. — Mesa escritorio para taquígrafos.
11. -Mesa para el escrutinio de los votos; para los Prelados "Oficiales de las votaciones.
12. — Tribuna de San Andrés para Misiones Extranjeras con poltronas para 120 puestos.
13. — Tribuna de San Longinos para ei Cuerpo Diplomático, con 200 puestos.
14 - Tribuna de Santa Elena para los Periodistas acreditados, con 250 puestos, cayo es-
pacio puede ser aumentado según las necesidades.
15. — Tribuna de la Santa Faz o de Santa Verónica, con 40 puestos para aparatos d.' ra-
diocronislas. telecronistas, etc.
Ai Puntos de micrófonos (uno para cada dos sectores de bancos i para los Padres
Conciliares; máxima distancia de cada asiento: 15 metros.
B) Pasajes en el plano de la planta para el tránsito de la nave central a las late-
rales.
C) Escaleras de acceso a las Tribunas.
Di Sector de Mecanógrafos. Ei Cabina de amplificadores; cent rali: a d'e grabaciones
Fi Servicios en general colocados a ambos lados del Aula Conciliar y separados
de la misma. (íi Cruz Roja y Puestos de Socorro.
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INDICE GENERAL DE LOS ESQUEMAS DISCUTIDOS Y
APROBADOS POR LA PONTIFICIA COMISION CENTRAL
PREPARATORIA DEL CONCILIO
ECUMENICO VATICANO II
Se han examinado sucesiva y complexivamente en las seis
Sesiones de: noviembre de 1961, enero, febrero, marzo-abril, ma-
yo y junio de 1962, SETENTA ESQUEMAS de Constituciones
y Decretos, contenidos en 119 opúsculos con un total de 2.060
páginas. He aquí el orden de dichos Esquemas presentados por
las Comisiones y Secretariados encargados de elaborarlos y cu-
yos Presidentes los ilustraron ante la Comisión Centra! :
Comisión Teolóyiea. 6 Esquemas de Constitución divididos en 23
opúsculos :
I Las Fuentes de la Revelación
II El Orden Moral
III El Depósito de la Fe
IV Castidad y Familia
V La Iglesia
a) naturaleza, función, miembros
b) Episcopado y Sacerdocio.
c) oficio y dignidad de los Obispos
d) posición y cometido de los Religiosos y Seglares
e) Magisterio y Autoridad de la Iglesia
f ) relaciones entre Iglesia y Estado
g) necesidad y deber de anunciar el Evangelio a
todas las gentes
h) ecumenismo católico
VI María Madre de Dios y de los hombres
Comisión de los Obispos y del Gobierno de ¡as Dióeesis, 6 Esque-
mas contenidos en 9 opúsculos :
VII Limites de las Diócesis
VIII Conferencias Episcopales
IX Relaciones entre Obispos y Párrocos
X Relaciones entre Obispos y Curia Romana
XI Obispos Coadjutores y Auxiliares
XII Relaciones entre Obispos y Religiosos
— 233 —
Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano, 17 Es-
quemas de Decretos en 17 opúsculos:
XIII Distribución dei Clero
XIV Santidad Sacerdotal
XV Hábito y Tonsura
XVI Provisión, unión y división de Parroquias
XVII Deberes de los Párrocos
XY1II Oficios y Beneficios Eclesiásticos
XIX Patrimonio histórico y artístico de la Iglesia
X X Cura de almas
XXI Catecismo
XXII Preceptos de la Iglesia
XXIII Asociaciones de los fieles
XXIY Limosna de la Misa
XXV Mandas y Donaciones Pías
XXVI Ordenaciones sagradas de Ministros acatólicos
convertidos al Catolicismo
Comisión de los Religiosos, 1 Esquema de Constitución, dividido
en secciones, contenido en 11 opúsculos:
XXVII Los Estados de Perfección
a) Congregaciones Religiosas laicales
b) Institutos Seculares
c) Las vocaciones al estado religioso
d ) Importancia del estado de perfección
e) Vida interior de los religiosos
i") Fidelidad a las Constituciones y adaptación a
exigencias nuevas
g) Formación de jóvenes aspirantes al estado re-
ligioso
Comisión de la Disciplina de los Sacramentos, 9 Esquemas de De-
cretos contenidos en 9 opúsculos :
XXVIII El Sacramento del Orden Sacerdotal
a) Diaconado y Ordenes Menores
XXIX El Sacramento de la Confirmación
XXX El Sacramento de la Penitencia
— 234 —
XXXI El Sacramento del Matrimonio
XXXII Preparación para el matrimonio
XXXIII P'orma de la celebración
XXXIV Impedimentos matrimoniales
XXXV Consentimiento de los esposos
XXXVI Procesos matrimoniales
XXXVI I Matrimonios Mixtos
Comisión de la Sagrada Liturgia, 1 Esquema de Constitución,
subdividido en 8 Capítulos, contenido en 5 opúsculos:
XXXVIII La Sagrada Liturgia
a) Principios generales
b) Los libros litúrgicos
c) Movimiento litúrgico
d) El Sacro Misterio Eucarístico
e) Sacramentos y Sacramentales
f) El Oficio Divino
g) El año litúrgico
h) Los útiles sagrados; música y arte sagrados
Comisión de Estudios y Seminarios, 3 Esquemas de Decretos en
6 opúsculos y 2 Esquemas de Constituciones en 6 opúsculos :
XXXIX Las Vocaciones Elesiásticas
XL Formación de los candidatos al sacerdocio
a) Formación espiritual
b) Disciplina
c) Adoctrinamiento pastoral
XLI Las Escuelas Católicas
XLII Las Universidades Católicas
a) Universidades de la Iglesia
b) Estudios académicos
XLI II Obediencia al Magisterio de la Iglesia en la en-
señanza de las ciencias sagradas
('omisión de las Iglesias Orientales, 11 Esquemas de Decretos en
igual número de opúsculos :
XLIV Los Ritos en la Iglesia
XLV Los Patriarcas Orientales
XLVI Relaciones en las funciones sagradas con los cris-
tianos orientales no católicos
— 235 —
XLVII Uso de la lengua vernácula
XLVIII Los Sacramentos en la Iglesia Oriental
XLIXII Preceptos de la Iglesia Oriental
L Las facultades de los Obispos
LI Instrucción Catequística
LII Calendario perpetuo y fecha de celebración de la
Pascua
LUI El Oficio Divino
LIY La Unidad de la Iglesia
Comisión de ¡as Misiones, 7 Esquemas de Decretos, contenidos
en 7 opúsculos :
LV
LVI
LVII
LVIII
LIX
LX
LXI
Empeño Misionero de la Iglesia
Disciplina del Clero
Disciplina de los Religiosos en tierras de Misión
Liturgia en los países de Misión
La vida cristiana en las Misiones
Estudios y Seminarios
Cooperación Misionera
Comisión del Apostolado de los Seglares, 1 Esquema de Constitu-
ción, dividido en tres partes, contenido en 4 opúsculos:
LXII Nociones generales sobre Apostolado Seglar
LXIII Acción Apostólica
LXIV Acción Caritativa
LXV Acción Social de los Seglares
Secretariado de Prensa y Espectáculos, 1 Esquema de Constitu-
ción, dividido en 2 partes, subdividido en varios títulos, con-
tenido en 6 opúsculos :
LXVI Principios de la Iglesia sobre los problemas de
la Información y de la Formación de la Opinión
Pública
— 236
Secretariado para la Unión de los Cristianos, 4 Esquemas de De-
cretos en igual número de opúsculos :
LXVI1 Ecumenismo Católico bajo el punto de vista pas-
toral
LXVIII Necesidad de la oración para la Unión
LXIX La Palabra de Dios como instrumento de forma-
ción del pueblo para el sentido y acción unitarios
LXX La libertad Religiosa.
- 237 -
S. E. JUAN MARTIN O'CONNOR,
arzobispo, presidente del Secretariado de Prensa y Espectáculos, nació en Scranton el 1H de mayo de
1Í>00; fue ordenado sacerdote el día 16 de marzo de 1924, y obispo electo para la sede titular de Tespia
el II de noviembre de 1942; posteriormente fue elevado por Pío XII a la sede arzobispal titular de
Laodlcea y nombrad» asistente al Solio Pontificio. En la actualidad es presidente de la ('omisión
Pontificia para el Cine, la Radio y la Televisión.
APENDICE
I
QUE DICE EL CODIGO DE DERECHO CANONICO
ACERCA DEL CONCILIO ECUMENICO
LIBRO II, PARTE I, SECCION II, TITULO VII, CAPITULO II
LIBRO III, PARTE IV, TITULO XXIV y LIBRO V, PARTE III,
TITULO XIII
Canon 222. Parágrafo 1" — No puede haber Concilio Ecumé-
nico si no ha sido convocado por el Romano Pontífice.
Parágrafo 2" — Pertenece al mismo Romano Pontífice pre-
sidir, por sí o por otros, el Concilio Ecuménico, determinar y
señalar las cosas que en él han de tratarse y el orden a seguir,
así como trasladar, suspender, disolver el Concilio y confirmar
sus decretos *.
NOTA. — Concilio Ecuménico o universal es la asamblea de los Obispos de
todo el orbe católico, convocada por el Romano Pontífice para
deliberar y resolver los asuntos de la Iglesia universal, bajo la
presidencia y con la aprobación del mismo Romano Pontífice.
Puede presidir el Concilio el Romano Pontífice por sí mismo o
por sus delegados.
Los Concilios ecuménicos celebrados hasta ahora son veinte,
incluido el de Constanza.
El Primero fué el de Nicea (a. 325) y el último el Vaticano,
convocado el año 1869 y suspendido el 1870. Los ocho primeros
se celebraron en Oriente.
Canon 223. Parágrafo 1" — Son convocados al Concilio y tie-
nen en él derecho de voto deliberativo :
N" 1" — Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana, aunque
no sean Obispos; (hoy todos son obispos).
N" 2" — Los Patriarcas, Primados, Arzobispos y Obispos re-
sidentes, aunque todavía no estén consagrados;
N" 3" — Los Abades y Prelados nullius;
N" 4" — El Abad Primado, los Abades Superiores de Con-
gregaciones monásticas y los Superiores generales
de religiones clericales exentas ; pero no los de otras
religiones, a no ser que otra cosa se establezca en
el decreto de convocación.
Parágrafo 2" — Los Obispos titulares, si se les convoca al
Concilio, tienen también voto deliberativo, a no ser que otra
cosa se prevenga expresamente en la convocatoria. (Han sido
•convocados para este Concilio Vaticano II) .
— 243 —
Parágrafo 3" — Los teólogos y canonistas que acaso fueren
invitados al Concilio, sólo tienen voto consultivo *
NOTA. — Para que el Concilio sea ecuménico no es preciso que asistan todos
ni la mayor parte de los que tienen derecho de asistir, sino que
basta que, hecha la convocatoria general, asista un número su-
ficiente para, junto con el Romano Pontífice, representar moral-
mente toda la Iglesia.
Canon 224. Parágrafo 1" — Si alguno de los llamados al
Concilio, según el canon 223,1, no pudiere asistir al mismo por
justo impedimento, debe mandar un procurador y probar ei
impedimento.
Parágrafo 2" — Si el procurador es uno de los Padres del
Concilio, no goza de doble voto; si no lo fuere, puede asistir so-
lamente a las sesiones públicas, pero sin voto ; mas terminado
el Concilio, tiene derecho a firmar sus actas.
Canon 225. Ninguno de los que deben asistir al Concilio
puede retirarse antes que el Concilio esté debidamente clausura-
do, a no ser que hubiese obtenido licencia del presidente, después
de conocida y comprobada la causa para ausentarse.
Canon 226. A las cuestiones propuestas por el Romano Pon-
tífice pueden los Padres añadir otras, con tal que sean antes
aprobadas por el Presidente del Concilio.
Canon 227. Los decretos del Concilio no tienen fuerza defi-
nitiva de obligar, si no son confirmados por el Romano Pontífice
y promulgados por mandato de él *.
NOTA. — No teniendo las resoluciones conciliares fuerza definitiva sino en
cuanto son confirmada* por el Romano Pontífice, sigúese que
el Concilio ecuménico no es sujeto de potestad adecuadamercU
distinto del Sumo Pontífice. Por lo cual no puede apelarse del
Papa al Concilio universal (canon 228, parágrafo 2), y si alguno
lo hiciere, incurre en graves penas (canon 2332). La confirma-
ción del Romano Pontífice puede ser expresa o tácita, anteceden-
te, concomitante o subsiguiente.
Canon 228. Parágrafo 1" — El Concilio Ecuménico goza de
potestad suprema en toda la Iglesia.
Parágrafo 2"— De la sentencia del Romano Pontífice no se
puede apelar al Concilio Ecuménico *.
NOTA. — El Concilio ecuménico tiene potestad suprema en cuanto está
unido con el Papa como el cuerpo con la cabeza.
Canon 229. Si muriere el Romano Pontífice durante la
celebración del Concilio, éste se interrumpe por disposición del
— 244 —
mismo derecho hasta que el nuevo Pontífice mande reanudarlo
y continuarlo.
Canon 1323. Parágrafo 1" — Hay que creer con fe divina y
católica todo lo que se contiene en la palabra de Dios escrita o
en la tradición divina y que la Iglesia por definición solemne o
por su magisterio ordinario y universal propone como divina-
mente revelado.
Parágrafo 2" — El dar definiciones solemnes pertenece tanto
al Concilio Ecuménico como al Romano Pontífice cuando habla
ex-cathedra.
Parágrafo 3" — No se ha de tener por declarada o definida
dogmáticamente ninguna verdad, mientras no constare mani-
fiestamente *.
NOTA. — El magisterio ordinario y universal de la Iglesia es el ejercido
por todos los Obispos del mundo en sus diócesis bajo la depen-
dencia del R. Pontífice. Las enseñanzas del magisterio ordinario
tienen igual valor que las del solemne.
Canon 1406.- — Parágrafo 1" — Están obligados a hacer la
profesión de fe, según la fórmula aprobada por la Sede Apostó-
lica:
N" 1" — Ante el presidente o su delegado, los que asisten al
Concilio Ecuménico o particular o al Sínodo dioce-
sano con voto, ya sea consultivo, ya deliberativo;
pero el presidente la hará ante el mismo Concilio o
Sínodo ;
NOTA. — Mientras la Sede Apostólica no disponga otra cosa, a la profesión
de fe prescrita en este canon se ha de añadir el juramento anti-
modernístico según la fórmula contenida en el Motu proprio
'Sacrorum antistitum", dado por Pío X, el 1 de septiembre de
1910 (S. C. S. Of., 22 de marzo de 1918; A. A. S., X, 136).
Canon 2332. Los que apelan al Concilio Universal de las
leyes, decretos o mandatos del Romano Pontífice que por el tiem-
po lo fuere, son todos y cada uno de ellos sospechosos de herejía
y caen ipso fado en excomunión reservada de un modo especial
a la Sede Apostólica, cualquiera que sea su estado, grado o con-
dición, aunque ésta sea real, episcopal o cardenalicia; y las Uni-
versidades, Colegios, Cabildos y otras personas morales, cual-
quiera que sea el nombre con que se las designe, incurren en
entredicho reservado asimismo de un modo especial a la Sede
Apostólica *.
NOTA. — Figura de delito: Para que exista el delito a que se refiere el
canon, es necesario: a) que la apelación sea formal; esto es, que
se recurra al Concilio como superior del Papa; pero no es nece-
— 245 —
sario que sea judicial; b) que se apele de las leyes, etc., del Papa
mismo, no bastando la apelación contra los actos de la Curia
Romana, a no sev que se hayan realizado en virtud de mandato
especial del Papa o hayan sido confirmados por él en forma
específica; c) que la apelación se interponga para ante el Con-
cilio Universal, hállese ya convocado o no.
Penalidad : Las penas son todas latae sentevtiae. El entredicho
parece que tiene el carácter de censura.
II
CARTA PASTORAL COLECTIVA DEL EPISCOPADO
VENEZOLANO ANTE EL PROXIMO CONCILIO
ECUMENICO VATICANO
El Cardenal Arzobispo de Caracas, los Arzobispos y Obis-
pos de Venezuela, al venerable Clero y a todos los fieles de la
República: Salud y Bendición en el Señor!.
Ya para finalizar este año 1961, junto con nuestros pater-
nales votos por la paz, concordia y prosperidad de todos los
hogares del país, deseamos hacer llegar hasta vosotros, amados
hijos, uno como eco de la fausta noticia que acabamos de conocar
acerca de la indicción promulgada en Roma del Concilio Ecumé-
nico Vaticano Segundo, a tenor de la Bula Pontificia Humaiiae
salutis de Su Santidad el Papa Juan XXIII, felizmente reinante.
El próximo año registrará en sus fastos, que habrán de ser me-
morables, la apertura y celebración en la capital del mundo
cristiano de una asamblea de sagrados Pastores de la Iglesia
que, por el número y cosmopolita procedencia de sus convoca-
dos, siendo en la más plena acepción de la palabra ecuménica y
católica, no encontrará par en la accidentada y secular serie de
los veinte Concilios que la precedieron. Mucho se ha hablado
y escrito al margen de esa reunión plenaria, universal y apostó-
lica que significa el Concilio, desde el mismo día 29 de enero de
1959,fecha en que el Soberano Pontífice, "no sin una inspiración
o instinto sobrenatural", anunció su celebración. Para la ade-
cuada y cabal apreciación de dicho acontecimiento religioso
juzgamos lo más conveniente atenernos a los ya múltiples co-
mentarios, exégesis y alusiones que el mismo Romano Pontífice
ha hecho al respecto, bien sea en documentos expresamente de-
dicados al futuro Concilio, o en sus Cartas Encíclicas, o en ho-
milías, discursos y audiencias generales.
Podemos resumir su pensamiento acerca de la finalidad,
proyección, atualidad, naturaleza, conveniencia y frutos espera-
dos de ese Concilio en la forma siguiente: el Concilio Ecuménico
no es una reunión parlamentaria, pero si representativa de la
Iglesia, que en la persona de sus sagrados Pastores, los Padres
— 246 —
arzobispo secretario General de la Comisión Central Preparatoria, nacido en Segni el 1" de agosto
de 1911, ordenado el 28 de octubre de 1933. electo [>ara la Iglesia titular arzobispal de Samosata el 3
de septiembre de 1960; consagrado el 28 de octubre de 1960.
del Concilio, sostenidos y apoyados por la oración del pueblo
cristiano, como sucesores de los Apóstoles y convocados por el
Obispo de Roma, que es el Vicario de Jesucristo, se congregan
para tratar y resolver los asuntos de la Iglesia universal; para
juzgar, decidir y enseñar a la luz de los principios sobrenaturales
de la fe, sobre los acuciantes problemas que estremecen en la
actualidad el espíritu humano: para estudiar con la infalible
asistencia del Espíritu Santo la más adecuada solución a las
inquietudes planteadas por la compleja realidad del momento
que nos ha tocado vivir.
Por medio de sus órganos auténticos de magisterio y go-
bierno, la Iglesia, al través de los Padres Conciliares, que son
extracción del pueblo y testigos de la hora presente, desea po-
nerse a tono con el asombroso progreso de la humanidad que
abre panoramas inéditos a la evangelización. Reconstruyendo la
verdad sobre la base de la caridad, sin componendas con ninguna
clase de materialismo ni traicionar el depósito que le ha sido
confiado, el Concilio aspira devolver a la Iglesia con meridiana
luz su fi.-onomía de esposa inmaculada del Cordero. Quiere ser
un espectáculo maravilloso de la unidad cristiana y vigoriza-
ción de la doctrina, disciplina y fe católicas y una suave invita-
ción a buscar y encontrar la unión de todas las iglesias. A seme-
janza de la voz de Isaías y de San Juan Bautista, "que clama en
el desierto: preparad los caminos del Señor", el Concilio per-
sigue como fin enderezar los caminos tortuosos, colmar los tre-
mendos vacíos del alma contemporánea, terraplenar los abismos
que amenazan separar más y más a los hermanos. No estará
ausente, no, el pueblo que adquirió Jesús con su preciosísima
sangre de las deliberaciones del Concilio; antes por lo contrario,
la gran familia signada con la esperanza y el amor del Redentor
será el objetivo principal de los Padres conciliares.
"De hecho — dice el Papa — un Concilio es un acontecimien-
to destinado a dejar una huella indeleble en la Historia de la
Iglesia. Ha sido así en todos los que ya se celebraron; en esas
veinte constelaciones que brillan en la Iglesia y que fascinan la
mente por la consideración de las grandiosas consecuencias de
ellos derivadas en lo que respecta a la pureza de la doctrina, la
santidad de las costumbres, la piedad religiosa, la disciplina
eclesiástica, el impulso misionero. Las condiciones históricas
que acompañaron los Concilios nos permiten con plena confian-
za en el Señor y casi nos obligan a ensanchar el ánimo a la
esperanza, en la seguridad de los frutos que se obtendrán tam-
bién del próximo Concilio" (1). "No faltan quienes murmurando
tímidamente preguntan si amenazan graves males al mundo.
Intentamos humilde pero firmemente contribuir a restablecer la
confianza entre los hombres, avivar la concordia, extender el
respeto a la persona humana que Cristo redimió y a establecer
la paz ventajosa para todos los mortales" (2).
— 249 —
"Todas estas razones de esperanza deben movernos a pedir
al Espíritu Paráclito, Dedo de la diestra del Padre, que guíe esta
empresa de tanto peso y lleve adelante con sus dones de sabi-
duría y consejo el trabajo común. Este es el libro que se nos
entrega para que lo desenvolvamos con la ayuda de Dios. En él
están ocultas las lamentaciones, el vaticinio y los ayes que pue-
den aplicarse a los tiempos presentes y futuros. De las lamen-
taciones preferimos no hablar, y por lo que a los ayes se refiere,
bastante tiene cada quien con poner ante los ojos sus propios
cuidados y preocupaciones. Invocamos la luz del Espíritu divino
a fin de que recibáis amorosamente, amados hijos, estas pala-
bras que se refieren a una obra que es para utilidad de la Iglesia,
provecho de la sociedad moderna y que está tan unida con el
progreso espiritual de las almas" (3) .
Ante todas estas consideraciones con las que Nosotros los
Arzobispos y Obispos de Venezuela os hemos querido informar,
amados hijos, acerca del notable y sobrenatural acontecimiento
que se avecina y haciendo propias las palabras del Sumo Pontí-
fice, ya en nuestra última Conferencia Episcopal celebrada en
Los Teques, dispusimos declarar como en efecto declaramos
Año de oración por el feliz éxito del Concilio Ecuménico Vati-
cano Segundo el año próximo de 1962. A tal efecto os recomen-
damos afectuosamente que tengáis muy en cuenta las especia-
les intenciones del Apostolado de la Oración, aprobadas por Su
Santidad para 1962. O sea, que ofrezcáis al Corazón divino de
Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de María, todas vues-
tras oraciones, obras, trabajos y sufrimientos, durante cada
uno de los meses del año, así:
Enero: para que la preparación del Concilio Ecuménico
proceda con diligencia extraordinaria;
Febrero: para que todos los fieles cristianos en medio de las
preocupaciones de la vida presente se dediquen con
mayor frecuencia a la oración;
para que la reforma de las costumbres de todos los
cristianos nos conduzca a una restauración de la
vida social;
para que todos los enfermos encuentren alivio y
fortaleza en la fe y la esperanza cristianas;
para que una mayor estima y un mejor conoci-
miento o comprensión entre los Católicos y los
cristianos separados allane el camino de la verda-
dera unidad ;
para que todos los bautizados en Cristo obedezcan
de buen grado las inspiraciones del Espíritu
Santo;
Marzo :
Abril:
Mayo :
Junio:
— 250 —
Julio: para que todos los que tomen parte en el Concilio
sean colmados de luz sobrenatural;
Agosto: para que todos los fieles, por medio de fervor osas
oraciones y mortificaciones del cuerpo, colaboren
con el Concilio ;
Septiembre: para que las tareas del Concilio Ecuménico se cum-
plan con toda felicidad y lleguen al término desea-
do:
Octubre: para que, a través del Magisterio infalible del Con-
cilio Vaticano Segundo, sean de todos claramente
conocidos los errores y los peligros contra la fe y
las costumbres ;
Noviembre: para que el Sumo Pontífice, asistido de un auxilio
peculiar del Espíritu Santo, sapientísima y enérgi-
camente pueda presidir el Concilio Ecuménico;
Diciembre: para que al Concilio Vaticano Segundo dé un tes-
timonio admirable de la verdad, la unidad y la ca-
ridad de la Iglesia.
Además ordenamos que tanto la Hora Santa de este fin
de año en todos los templos de nuestra República, como los tra-
dicionales Meses de Marzo, dedicado a San José Protector de la
Iglesia y Patrón del Concilio: de Mayo, consagrado a la Virgen
María ; de Junio al Corazón de Jesús ; de Septiembre a la Virgen
de Coromoto; y de Octubre al Rosario de María Santísima, sean
exclusivamente ofrecidos y celebrados en el año 1962 por las
intenciones y fines arriba expresados.
En los Ejercicios piadosos que en dichos meses se acostum-
bran, cada día será recitada la oración al Espíritu Santo por el
Concilio que se publica al pie de estas Letras.
Y así, amados hijos, con el fervor de Dios y contando con
vuestras abnegadas y copiosas oraciones, teniéndoos siempre
presente, concurriremos a las excepcionales sesiones del Conci-
lio Vaticano, en la dulce esperanza de que todos vosotros aca-
taréis y pondréis en práctica con el espíritu de fe, de unidad y
de adhesión a la Iglesia que os caracteriza, todas las resolucio-
nes que emanen de tan augusta Asamblea.
Estas Nuestras Letras serán leídas en el primer día festivo
siguiente a su recibo, en todas las iglesias y capillas de nuestras
jurisdicciones eclesiásticas.
Dadas en la festividad de Navidad de 1961.
— 251 —
f JOSE HUMBERTO CARDENAL QUINTERO
Arzobispo de Caracas
ACACIO CHACON, Arzobispo de Mérida. JUAN JOSE BER-
NAL ORTIZ, Arzobispo de Ciudad Bolívar. JOSE RAFAEL
PULIDO MENDEZ, Arzobispo Coadjutor de Mérida. FRAN-
CISCO JOSE ITURRIZA GUILLEN Obispo de Coro. PEDRO
PABLO TENREIRO F., Obispo de Guanare. CRISPULO BENI-
TEZ FONTURVEL, Obispo de Barquisimeto. CRISANTO DARIO
MATA COVA, Obispo de Cumaná. ALEJANDO FERNANDEZ
FEO, Obispo de San Cristóbal. DOMINGO ANTONIO ROA
PEREZ, Obispo de Maracaibo. JOSE ALI LEBRUN MORATI-
NOS, Obispo de Maracay. ANTONIO J. RAMIREZ SALAVE-
RRIA, Obispo de Maturín. ANGEL PEREZ CISNEROS, Obis-
po de Barcelona. MIGUEL ANTONIO SALAS, Obispo de Cala-
bozo. JOSE LEON ROJAS CH., Obispo de Trujillo. JOSE RIN-
CON BONILLA, Auxiliar del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de
Caracas. RAMON INOCENTE LIZARDI, Auxiliar del Emmo.
Sr. Cardenal Arzobispo de Caracas. CONSTANTINO GOMEZ
VILLA, Vicario Apostólico del Caroní. SEGUNDO GARCIA, Vi-
cario Apostólico de Pto. Ayacucho. MIGUEL AURRECOE-
CHEA P., Vicario Apostólico de Machiques. ARGIMIRO AL-
VARO GARCIA, Vicario Apostólico de Tucupita. JACINTO
SOTO, Vicario Capitular de Valencia. ANGEL POLACHINI.
Administrador Apostólico de la Prelatura Nullius de San Fer-
nando de Apure.
Notas. — (1) Discurso de S. S. a la Comisión Central Prepara-
toria del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 12 de
junio de 1961.
(2) y (3) Discurso de S. S. a la misma Comisión, el
8 de noviembre de 1961.
— 252 —
ORACION AL ESPIRITU SANTO POR EL CONCILIO
Oh Espíritu Santo, enviado por el Padre en el nombre de
Jesús, que asistís a la Iglesia con vuestra presencia y la dirigís
infaliblemente, dignaos, os lo rogamos, derramar la plenitud
de vuestros dones sobre el Concilio Ecuménico.
Dulcísimo Maestro y consolador, iluminad los espíritus de
nuestros Obispos, que, respondiendo celosamente al Soberano
Pontífice, se reunirán en Concilio.
Haced que este Concilio tenga frutos abundantes; que la
luz y la fuerza del Evangelio se extiendan cada vez más en la
sociedad humana; que la religión católica y la actividad de las
obras misioneras acrecienten su vigor; y que, en fin, la doctrina
de la Iglesia sea más plenamente conocida y las costumbres
cristianas experimenten un saludable progreso.
Dulce Huésped de las almas, confirmad nuestras inteligen-
cias en la verdad y disponed nuestros corazones en la obediencia
para que recibamos con sincera sumisión todas las decisiones
del Concilio y las pongamos en práctica con entusiasmo.
Os rogamos también por las ovejas que no están en el único
aprisco de Jesucristo, a fin de que del mismo modo que se hon-
ran de ser cristianas, lleguen igualmente por fin a la unidad,
bajo el cayado del único Pastor.
Renovad en nuestra época, como en un nuevo Pentecostés,
vuestras maravillas y conceded a a Santa Iglesia que, en una
plegaria unánime insistente y perseverante a María, la Madre de
Jesús, bajo la guía de San Pedro se extienda el reino de nuestro
divino Salvador, reino de verdad, de justicia, de amor y de paz.
Así rea.
(El 23 de septiembre de 1959, la Sagrada Penitenciaría
Apostólica, en virtud de los poderes que le han sido otorgados
por Su Santidad Juan XXIII, ha tenido a bien conceder las in-
dulgencias siguientes :
Primera. — Parcial de diez años para los fieles que la reci-
tasen con contricción y devoción. Segunda. — Plenaria, pudiendo
ser ganada una vez al mes con las condiciones habituales por los
fieles que la repitiesen piadosamente cada día durante un mes.
No obstante, las disposiciones en contrario.
N. Cardenal Canali, Penitenciario mayor.
S. de Angelis, Sustituto).
— 255 —
III
Vigilia Bíblico-Litúrgica por el Concilio Vaticano II
Texto francés de Mons. Jean RODHAIN, Secreta-
rio Gral. del "Secours Catholique".
Traducción y adaptación: por Mons. F. A. Maldonado y
Pbro. Francisco Miguel Seijas.
1. — OREMOS CON LA IGLESIA TRIUNFANTE
INTRODUCCION
Lector 1. — Después de Pentencostés la Iglesia se ha reunido en
Concilio veinte veces.
Celebrante. — De nuevo hoy la Iglesia se prepara para otro
Concilio, el vigésimo primero.
Lector 2. — Henos aquí reunidos hoy con toda la Iglesia para
orar, por petición del Sucesor de Pedro, por el éxito del
Concilio.
Celeb. — Pidamos ante todo con la Iglesia triunfante :
La Iglesia de la tierra no es otra cosa que el reflejo de la
Iglesia del cielo. No son dos Iglesias distintas. El Jefe
único del Cristianismo es Cristo Jesús.
San Pablo nos lo recuerda en su carta a los cristianos de
Efeso. Oigámoslo.
Lect. 1. — Lectura de la Epístola de San Pablo a los Efesios. IV.
7, 13:
Lect. 2. — "Hermanos, a cada uno de nosotros ha sido dada la
gracia en la medida del don de Cristo. Por lo cual dice:
subiendo a las alturas, llevó cautiva a la cautividad, re-
partió dones a los hombres. Eso de "subir", ¿qué signi-
fica sino que primero bajó a estas partes bajas de la
tierra? El mismo que bajó es el que subió sobre todos
los cielos para llenarlo todo; y El constituyó a los unos
apóstoles, a los otros profetas, a éstos evangelistas, a
aquellos pastores y doctores, para la perfección consu-
NOTA: es conveniente que esta vigilia la presida desde el Presbiterio un
Sacerdote acompañado por dos Seglares. En las comunidades
de religiosas, o en colegios y organizaciones de Acción Católica
pueden alternarse diversos Coros.
— 256 —
mada de los santos, para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcance-
mos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
Dios, cual varones perfectos, a la medida de la plenitud
de Cristo".
(Epístola de la Misa de los Santos Apóstoles).
Celeb.— La Iglesia de la tierra no es otra cosa que el reflejo de
la Iglesia del cielo. Juntos invoquemos por el Concilio a
aquellos a quienes la Iglesia nos presenta como los jefes
de la Cristiandad.
LETANIAS DE LOS SANTOS (Cantadas por el coro y
los asistentes) .
Todos.— 'Kyrie, eleison.
Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
Christe, audinos.
Christe, exaudi nos.
Pater de caelis, Deus, miserere nobis.
Fili, Redemptor mundi, Deus, miserere nobis.
Spiritus Sánete, Deus, miserere nobis.
Sancta Trinitas, unus Deus, miserere nobis.
Celeb.— Roguemos a Nuestra Señora, rodeada de los Angeles y
de aquellos que personifican a los Patriarcas, y los Pro-
fetas de la Iglesia antigua.
Todos.— Sancta María, ora pro nobis.
Sancta Dei Genitrix, ora pro nobis.
Sante Michael, ora pro nobis.
Sánete Gabriel, ora pro nobis.
Sánete Raphael, ora pro nobis.
Omnes sancti Angelí et Archangeh, orate pro nobis.
Omnes sancti beatorum Spirituum ordines, orate pro
nobis.
Sánete Joannes Baptista, ora pro nobis.
Sánete Joseph, ora pro nobis.
Omnes sancti Patriarchae et Prophetae, orate pro nobis.
Celeb —Imploremos ahora por el Concilio a los doce primeros
Obispos y a los cuatro Evangelistas del Concilio de Je-
rusalén y de la Iglesia primitiva.
Todos.— Sánete Petre, ora pro nobis.
Sánete Paule, ora pro nobis.
Sánete Andrea, ora pro nobis.
Sánete Jacobe, ora pro nobis.
Sánete Joannes, ora pro nobis.
Sánete Thoma, ora pro nobis.
Sánete Jacobe, ora pro nobis.
— 257 —
Sánete Philippe, ora pro nobis.
Sánete Bartholomaee, ora pro nobis.
Sánete Matthaee, ora pro nobis.
Sánete Simón, ora pro nobis.
Sánete Thaddaee, ora pro nobis.
Sánete Matthia, ora pro nobis.
Sánete Barnaba, ora pro nobis.
Sánete Lúea, ora pro nobis.
Sánete Maree, oara pro nobis.
Omnes Sancti Apostoli et Evangelistae, orate pro nobis.
Omnes sancti Dicipuli Domini, orate pro nobis.
Omnes sancti Innocentes, orate pro nobis.
Celeb. — Por el Concilio invoquemos a los Diáconos a cuyo cui-
dado estuvieron los pobres, y con ellos a los Mártires que
sucumbieron gloriosamente, reunidos de dos en dos.
Todos. — Sánete Stephane, ora pro nobis.
Sánete Laurenti, ora pro nobis.
Sánete Vincenti, ora pro nobis.
Sancti Fabiane et Sebastiane, orate pro nobis.
Sancti Cosma et Damiane, orate pro nobis.
Sancti Gervasi et Protasi, orate pro nobis.
Omnes sancti Martyres, orate pro nobis.
Celeb. — Invoquemos por el Concilio, a los Doctores de la Ense-
ñanza y a los Maestros de la Caridad.
Todos. — Sánete Silvester, ora pro nobis.
Sánete Gregori, ora pro nobis.
Sánete Ambrosi, ora pro nobis.
Sánete Augustine, ora pro nobis.
Sánete Hieronime, ora pro nobis.
Sánete Martine, ora pro nobis.
Sánete Nicolae, ora pro nobis.
Omnes sancti Pontífices et Confessores, orate pro nobis.
Omnes sancti Doctores, orate pro nobis.
Celeb. — Imploremos por el Concilio, a los Sacerdotes y los con-
templativos.
Todos. — Sánete Antoni, ora pro nobis.
Sánete Benedicte, ora pro nobis.
Sánete Bernarde, ora pro nobis.
Sánete Dominice, ora pro nobis.
Sánete Francisce, ora pro nobis.
Omnes sancti Sacerdotes et Levitae, orate pro nobis.
Omnes sancti Monachi et Eremitae, orate pro nobis.
Celeb. — Supliquemos por último a los seglares canonizados para
que intercedan por el Concilio de los tiempos actuales.
— 258 —
Todos. — Sancta María Magdalena, ora pro nobis.
Sancta Agatha, ora pro nobis.
Sancta Lucia, ora pro nobis.
Sancta Agnes, ora pro nobis.
Sancta Caecilia, ora pro nobis.
Sancta Catharina, ora pro nobis.
Sancta Anastasia, ora pro nobis.
Omnes sanctae Virgines et Viduae, orate pro nobis.
Omnes sancti et sanctae Dei, intercedite pro nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, parce nobis, Domine.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, exaudí nos, Domine.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Christe, audi nos.
Christe, exaudí nos.
Kyrie, eleison.
Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
Lect. 1. — Oremos hermanos.
Celeb. — "Oh Espíritu Santo, enviado por el Padre en el nombre
de Jesús, que asistís a la Iglesia con vuestra presencia y
la dirigís infaliblemente, dignaos, os lo rogamos, derramar
la plenitud de vuestros dones sobre el Concilio Ecumé-
nico".
(Oración de S. S. Juan XXIII, por el Concilio).
Lect. 2. — Después de haber invocado al Espíritu Santo, adoré-
mosle en silencio.
Coros. — Canto de aclamación:
"Vcni creator spiritus".
2.— OREMOS CON LA IGLESIA MILITANTE
Lect. 1. — "Vosotros como piedras vivas sois edificados en casa
espiritual". (Epist. De S. Pedro II, 5) .
Celeb. — Oremos con la Iglesia Militante. La Iglesia sobre la
tierra es la cantera donde se edifica la Jerusalén celes-
tial. El Concilio será rejuvenecimiento y renovación de
este edificio: la Iglesia.
Sobre la tierra, la Iglesia es esta morada, donde reunidos
como verdaderas piedras vivas, servimos cada uno para
nuestro cometido.
Lect. — Oigamos la Lectura del Pontifical en la ordenación de
los Diáconos.
— 259 —
CELEB. — "Es verdaderamente justo y necesario, es nuestro de-
ber y en ello está nuestra salvación, daros gracias siem-
pre y en todas partes, oh Señor, Padre Santo, Dios eter-
nal y todopoderoso, que confieres las dignidades, asignas
a cada uno su rango en jerarquía y repartes las funcio-
nes. Eres Tú quien, permaneciendo siempre inmutable,
renuevas todas las cosas y todo lo regulas para Aquel
que es vuestra Palabra, vuestra Fuerza, y Vuestra Sa-
biduría, Jesucristo, vuestro Hijo, nuestro Señor. Es vues-
tra Providencia eterna la que prepara y asigna a cada
época todo lo que le conviene. Eres Tú quien hace que el
Cuerpo de Cristo, vuestra Iglesia — formada para la va-
riedad de los dones de la gracia del Cielo y compuesta
por diversos miembros, unidos para la lucha admirable
que les espera — , crezca y se extienda para que se engran-
dezca vuestro templo". (Pontifical).
Celeb. — Oremos, hermanos míos.
Oh Dios, que con piedras vivas y escogidas preparas
eterna morada a tu Majestad, auxilia a tu pueblo supli-
cante, para que cuanto se extienda tu Iglesia en templos
materiales tanto se acreciente en aumentos espirituales.
(Postcommunio. Misa de la Dedicación de una Iglesia).
Lect. 1. — Y por esta variedad de piedras en la Iglesia y el Con-
cilio.
Lect. 2. — Y por esta variedad de intenciones en la Iglesia y el
Concilio.
Lect. 1. — Oremos como la Iglesia nos lo enseña el Viernes Santo:
Estas oraciones especifican las intenciones de la Iglesia
en el día en que su Soberano se inmola para cimentar
estas piedras con su sangre.
ORACIONES DEL VIERNES SANTO:
Celeb. — Por la Santa Iglesia toda.
Lect. 1.- — Oremos hermanos amadísimos, por la santa Iglesia de
Dios, para que Nuestro Señor se digne pacificarla, unirla
y guardarla por toda la redondez de la tierra, sometién-
dole los principados y las potestades del mal, y nos per-
mita pasar una quieta y sosegada vida glorificando a
Dios Padre Todopoderoso.
Lect. 2. — Oremos. Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / que revelaste en
Cristo tu gloria a todas las naciones ; / conserva las obras
— 260 —
de tu misericordia, / para que tu Iglesia, extendida por
todo el mundo, / preservere estable en la fe, / confesando
tu Nombre.
Lect. 1. — Levantaos.
Celeb. — Por el Soberano Pontífice.
Lect. 1.— Oremos también por nuestro beatísimo Papa Juan
XXIII, para que Dios nuestro Señor, que le eligió en el
orden del episcopado, le conserve para su santa Iglesia
salvo e incólume, a fin de que rija el santo pueblo de Dios.
Lecg. 2. — Oremos. Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente sempiterno Dios, / en cuyas disposiciones
estriba todo, / atiende propicio a nuestras súplicas, / y
consérvanos por tu misericordia al Pastor que nos has
escogido; / a fin de que la grey cristiana, / bajo tus
auspicios gobernada, / a las órdenes de tan gran Pontí-
fice, / aumente en los méritos de su fe.
Lect. 1. — Levantaos.
Celeb. — En vísperas del Concilio oremos especialmente por to-
dos aquellos sobre quienes pesa la responsabilidad de su
preparación.
Lect. 1. — Oremos también por todos los Presbíteros, Diáconos,
por todos los dirigentes, los militantes, los seglares y por
todo el santo pueblo de Dios.
Lect. 2. — Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente sempiterno Dios, / que con tu Espíritu
santificas y gobiernas todo el cuerpo de la Iglesia: / es-
cúchanos, al rogarte por sus diversos órdenes ; / para que
con el don de tu gracia / te sirvan fielmente / todos los
grados de su jerarquía.
Lect. 1. — Levantaos.
Celeb. — En vísperas del Concilio oremos por la paz de las na-
ciones.
Lect. 2. — Oremos también por todos los Jefes de Estado y por
sus ministerios y potestades; para que el Dios y Señor
nuestro dirija sus inteligencias y corazones según su vo-
luntad para nuestra perpetua paz.
Lect. 1. — Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / en cuyas manos están
todos los poderes / y los derechos de todos los pueblos:
atiende benigno a aquellos que nos rigen con potestad;
/ para que en todas partes bajo la protección de tu dies-
— 261 —
tra / se mantenga firme constantemente / la integridad
de la religión / y la seguridad de la patria.
Lect. 2. — Levantaos.
CELEB. — En víspera del Concilio oremos por los que buscan la fe.
Lect. 1. — Oremos también por nuestros Catecúmenos, para que
nuestro Dios y Señor les abra los oídos del corazón y la
puerta de la misericordia ; reciban en el bautismo la remi-
sión de todos sus pecados ; sean con nosotros incorporados
a Cristo Jesús Señor nuestro.
Lect. 2. — Oremos Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / que fecundizas a tu
Iglesia con nueva prole: /aumenta en nuestros catecúme-
nos / la fe y la inteligencia : / para que regenerados en
la fuente del bautismo, / se agreguen al número de tus
hijos adoptivos.
Lect. 2. — Levantaos.
Celeb. — En víspera del Concilio oremos por los pobres de Cristo.
Lect. 1. — Oremos, hermanos amadísimos, a Dios Padre Omnipo-
tente, para que purifique al mundo de todo error, disipe
las enfermedades, ahuyente el hambre, abra las cárceles,
rompa las cadenas, conceda a los caminantes regreso, a
los enfermos salud, y a los navegantes puerto de salva-
ción.
Lect. 2. — Oremos. Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / consuelo de los afli-
gidos, / fortaleza de los atribulados, / lleguen a Ti los
ruegos de los que en cualquiera tribulación te invocan :
/ para que en sus necesidades se regocijen todos / de la
asistencia de tu misericordia.
Lect. 2. — Levantaos.
Celeb. — En víspera del Concilio oremos por la unidad de la
Iglesia.
Lect. 1. — Oremos también por los herejes y cismáticos, para que
nuestro Dios y Señor los libre de todos sus errores y se
digne volverlos a la santa Madre Iglesia Católica y Apos-
tólica.
Lect. 2. — Oremos. Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / que a todos salvas
/ y no quieres que nadie se pierda; / vuelve los ojos a las
almas seducidas por diabólico engaño / para que adju-
— 262 —
rando la perversidad de la herejía, / los corazones des-
carriados vuelvan sobre sí mismos / y tornen a la unidad
de tu verdadera doctrina.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / que ni siquiera a los
judíos excluyes de tu misericordia; / admite nuestras sú-
plicas que en vista de la obcecación de aquel pueblo te pre-
sentamos; / para que conociendo la luz de tu verdad que
es Cristo, / sean libertados de sus tinieblas.
Lect. 2. — Levantaos
Celeb. — En víspera del Concilio, oremos por la conversión de
los paganos.
Lect. 1. — Oremos finalmente por los paganos: para que Dios to-
dopoderoso arranque la iniquidad de sus corazones; de
modo que, abandonando sus ídolos, se conviertan a Dios
vivo y verdadero y a su Hijo único Jesucristo Dios y Se-
ñor nuestro.
Lect. 2. — Arrodillémonos.
Todos. — Omnipotente y sempiterno Dios, / que no buscas la
muerte, / sino siempre la vida de los pecadores : / acepta
propicio nuestra oración / y libértalos del culto de los
ídolos / y agrégalos a tu santa Iglesia / para gloria y ala-
banza de tu Nombre.
Celeb. — Oremos especialmente por todos los que trabajan direc-
tamente en el Concilio.
Lect. 1. — por los teólogos.
— por los miembros de las cosimiones.
— por el Apostolado de los seglares.
Todos. — Padre Nuestro que estás en los cielos. . . etc.
Lect. 2. — Oremos finalmente por nosotros mismos, a fin de que
después del Concilio,
— nos adhiramos con fe a sus declaraciones,
— nos sometamos con verdadera obediencia a sus decisio-
nes.
Todos. — Padre Nuestro, que estás en los cielos . . . etc.
Celeb. — Y así, de todas partes la oración se elevará por el éxito
del Concilio.
Todos. — Desde nuestros campos y ciudades se elevará.
— De?de nuestras montañas y nuestros valles.
— Desde nuestras fábricas y nuestras oficinas.
— Desde nuestros claustros, escuelas y colegios.
— Desde el lecho de nuestros enfermos.
— Desde la mesa de nuestros altares y talleres.
— 263 —
CANTO: Marcha de la Iglesia
TODO EL PUEBLO :
Tú reinarás, este es el grito
que ardiente exhala nuestra fe :
Tú reinarás, oh Rey bendito,
pues Tú dijiste: ¡Reinaré!
Reine Jesús por siempre !
Reine su Corazón !
En nuestra Patria, en nuestro suelo,
que es de María la Nación!
En nuestra Patria, en nuestro suelo,
que es de María la Nación !
3.— OREMOS CON LA IGLESIA PADECIENTE
(Todos en pie).
Lect. 1. — Oremos finalmente con la Iglesia padeciente.
Celeb. — La Iglesia es la Caridad de Cristo en el mundo. Ella
agrupa y encierra a todas las almas. También a aquellas
que han salido de la Iglesia que milita en la tierra, y
ahora esperan que se les abran las puertas de la Iglesia
triunfante.
Lect. — Epístola San Pablo a los Tesalonicenses.
Celeb. — "No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la
suerte de los muertos, para que no os aflijáis como los
demás que carecen de esperanza. Pues si creemos que Je-
sús murió y resucitó, así también Dios por Jesús tomará
consigo a los que se durmieron en El. Esto os decimos
como palabra del Señor: que nosotros, los vivos, los que
quedamos para la venida del Señor, no nos anticiparemos
a los que se durmieron; pues el mismo Señor, a una or-
den, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de
Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo re-
sucitarán primero; después, nosotros, los vivos, los que
quedamos, junto con éllos, seremos arebatados en las nu-
bes, al encuentro del Señor en los aires, y así estaremos
. siempre con el Señor". (1 Thess. A, 13-18)
Celeb. — En vísperas del Concilio, oremos con nuestros difuntos.
(Salmo 50) "Miserere".
O: "De Profundis".
— 264 —
LECT. 1. — Oremos hermanos.
Todos. — Oración — Rogárnoste, Señor, / que aprovechen nues-
tras súplicas/ a las almas de tus siervos, y siervas, / pa-
ra que, libres de todo padecimiento, / las hagas partici-
pantes de tu bendición.
Lect. 1. — La Iglesia dolorosa no se halla solamente en el Pur-
gartorio.
Celeb. — En las reuniones del Concilio estarán ausentes los re-
presentantes de la Iglesia del silencio.
Que el Concilio logre la libertad de todos los cristianos que
viven bajo la opresión.
Lect. 1. — Oremos para que sus sufrimientos actuales sean bene-
ficiosos al Concilio.
Lect. 2. — Oremos, hermanos.
Todos. — Rogárnoste, Señor, / acojas benigno las súplicas de tu
Iglesia: / a fin de que, destruidas toda suerte de adver-
sidades y errores, / pueda servirte con entera libertad.
COROS. — Parce, Domine, Parce populo tuo, nc in aeternum, iras-
caris no bis. (1)
Celeb. — En el Concilio estarán presentes los Obispos de innu-
merables pueblos que padecen hambre. Llevarán ellos a
la faz de la Iglesia el "Misereo)" de naciones enteras que
carecen del pan de cada día.
Lect. 1. — Pidamos que la verdadera caridad aclare nuestra mi-
rada.
Lect. 2.— Que ella despierte nuestra generosidad y anime nues-
tras parroquias.
Lect. 1. — Oremos, hermanos.
Todos. — Señor Dios, / Tú haces servir todas las cosas para el
bien de los que os aman; / pon dentro de nuestros cora-
zones / el impulso invencible de vuestra caridad / a fin
de que los deseos de vuestra inspiración / no puedan ser
alterados por tentación alguna.
COROS. — Parce, Domine, Parce populo tuo, ne in aeternum, ¿ras-
caris nobis.
Celeb.— Al Concilio comparecerán los Obispos de muchísimos
cristianos sin trabajo, sin techo, sin clero.
(1) "Perdona a tu Pueblo Señor".
— 265 —
Lect. 1. — Que el Concilio haga que nuestras parroquias se vuel-
van misioneras, que haya un despertar de vocaciones de
misericordia, para con los pueblos que esperan técnicos,
enfermeros y apóstoles.
Lect. 2. — Oremos, hermanos.
Todos. — Oh Dios que quieres que todos los hombres / se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad, / te rogamos man-
des operarios a tu mies y les concedas predicar con toda
confianza tu palabra ; / a fin de que por la predicación de
tu Evangelio / conozcan todos los pueblos a Ti solo y
verdadero Dios / y Aquél a quien Tú has enviado, / tu
Hijo, nuestro Señor. (Oración de la Misa por Ja Propa-
gación de la Fe) .
Coro y TODOS: Parce, Domine, Parce populo tuo, ne in aeter-
num irascaris nobis.
(Entra el cortejo de la Exposición o de la Misa).
Celeb. — "El que tuviere bienes de este mundo, y, viendo a su
hermano pasar necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo
morará en él la caridad de Dios? (1 S. Juan, 3, 17).
Coros. — Ubi Caritas et amor, Deus, ibi est. ( 1 ) .
Celeb. — "Si vas a presentar una ofrenda ante el altar, y allí te
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti. deja allí
tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con
tu hermano, y vuelve a presentar tu ofrenda". (S. Mat.,
5, 23 y 2 A).
Coros. — Ubi Caritas et amor, Deus ibi est.
Celeb. — "Habrá un solo Pastor v un solo rebaño". (S. Juan, 10,
16).
Coros. — Ubi Caritas et Amor, Deus ibi est.
Celeb. — "Yo soy el pan de vida ; el que viene a Mí ya no tendrá
más hambre, y el que cree en Mí jamás tendrá sed". (S.
Juan, 6, 35).
Coros. — Ubi Caritas et Amor, Deus ibi est.
Celeb. — "Sálvanos, Señor Dios nuestro y júntanos a todos de
todas las naciones para que podamos cantar tu santo
Nombre y nos gloriemos en tu alabanza". (Salmo 105, U7).
Alabemos al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia.
Coro y TODOS. — Canto: "(Cantemos al Amor de los Amores)".
Se puede rezar la misa Votiva N" 20: por la Unidad de
la Iglesia, o en razón de la brevedad se da la BENDICION
EUCARISTICA.
( 1 ) "Donde hay Amor y caridad allí está Dios!"
— 266 —
INDICE
INDICE
Página
Dedicatoria 7
CAPITULO I
Los Concilios Ecuménicos y el Vaticano Segundo
Introducción 11
Cronología y temas de los concilios ecuménicos 12
En el umbral del Vaticano Segundo. — La nostalgia de la unión de
los cristianos 16
CAPITULO II
Los Concilios Ecuménicos en la antigüedad
Nicea año 325 22
Constantinopla, I, año 381 22
Efeso, año 431 23
Calcedonia, año 451 23
Constantinopla II, año 553 23
Constantinopla III, año 680 23
Nicea II, año 787 24
La convocación de los concilios 24
Ecumenicidad de los concilios 25
Presidencia de los concilios 26
Eclesiología de los concilios 26
Hubo necesidad de confirmación ? 28
Conclusión 29
CAPITULO III
Los Concilios Ecuménicos en el segundo milenio
de la historia de la Iglesia
Del primero al segundo milenio 33
Los tres primeros concilios lateranenses 34
El cuarto concilio lateranense 36
— 269 —
Página
Los dos concilios de Lyon 37
El concilio de Vienne en Francia 38
Los concilios de Constanza, Basilea, Florencia 39
El quinto concilio lateranense 41
El concilio de Trento 42
El concilio Vaticano 1 43
CAPITULO IV
Prelados Venezolanos en el Concilio Ecuménico Vaticano I
El amor de Monseñor Ponte a la Patria 49
El cariño hacia Monseñor Guevara 50
La figura de Pío IX 50
En el Concilio 51
La Infalibilidad Pontificia 52
La Sesión de apertura del Concilio Vaticano I. — Nombramiento de
Comisiones. — Reglamento del Concilio 54
CAPITULO V
El Artífice del Concilio Vaticano II
El Motupioprio de la constitución de las Comisiones y Secretariados
Preparatorios 68
Alocución del Santo Padre a los Miembros y Consultores de las
Comisiones y Secretariados Preparatorios 72
Constitución Apostólica de la convocatoria del Concilio 81
El Motuproprio del señalamiento de la fecha de celebración. — Ho-
milía de Pentecostés de 1962 91
Discurso Pontificio en la clausura de la VII Sesión de la Comi-
sión Central Preparatoria 103
CAPITULO VI
Comisiones y Secretariados Preparatorios
Comisión Central 109
Comisión Teológica 111
Comisión de los Obispos y del Gobierno de las Diócesis 114
— 270 —
Página
Comisión de la Disciplina del Clero y Pueblo Cristiano 118
Comisión de Religiosos 120
Comisión de la Disciplina de los Sacramentos 125
Comisión de la Sagrada Liturgia 127
Comisión de Estudios y de Seminarios 131
Comisión de las Iglesias Orientales 133
Comisión de las Misiones 138
Comisión del Apostolado de los Seglares 140
Comisión Ceremonial 145
Secietariado de Prensa y Espectáculos 147
Secretariado para la unión de los cristianes 153
Secretariado Administrativo 158
Subcomisiones del Reglamento, para las Materias Mixtas y de las
Correcciones 161
La Subcomisión del Reglamento 161
La Subcomisión para las Materias Mixtas 162
La Subcomisión de las Correcciones 165
La Comisión Técnico-Organizativa 166
Cuadro sinóptico de las Iglesias Orientales 171
CAPITULO VII
El Concilio en Miniatura
Las Reuniones de la Comisión Central Preparatoria 177
Primera Sesión. — Reglamentación. — Lengua oficial del Concilio. 178
Segunda Sesión. — Teología y Disciplina Eclesiástica 180
Tercera Sesión. — Dignidad de los Patriarcas Orientales 181
Cuarta Sesión. — Las Universidades de la Iglesia 188
Quinta Sesión. — Liturgia. — Misiones en los nuevos territorios
independientes 196
Sexta Sesión. — El mundo de las migraciones. — Santidad del es-
tado religioso. — Sublimidad del matrimonio cristiano 207
— 271 —
Página
Séptima Sesión. — Los Seglares una fuerza de base. — Ecume-
nismo y Unión: una esperanza en la cumbre 215
Croquis del aula conciliar 229
Cuadro esquemático sobre la preparación del Concilio Vaticano II. 231
Indice general de los; esquemas aprobados por la Comisión Central
Preparatoria 233
APENDICE
I Qué dice el Código de Derecho Canónico acerca del Concilio
Ecuménico 243
II La Carta Pastoral Colectiva del Episcopado Venezolano ante el
próximo Concilio Ecuménico Vaticano 246
III Vigilia Bíblico-Litúrgica pro Concilio Vaticano II 256
— 272 —