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Full text of "Estudios críticos de Filosofia, politica y literatura"

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ESTUDIOS CRÍTICOS 



DE 



filosofía, política 



Y LITERATURA 



POR 



D. F. DE PAULA CANALEJAS 

J>K LA ACADEMIA ESPAÑOLA T DEL CLAUSTRO DE LA UNIVERSIDAD 

DE MADRID. 



1^ 



MADRID 

CARLOS BAILLT-BAILUERE. 

UBIBIO DB LA UNITBBSIDAD CBNTBAL, DEL CORGKBSO 
•■ LOS BBÍfOaBt DIPUTADOS T DB LA ACADBHIA DB JURISPBUDBSCIA 

T LlZaiSLAClON 

— Pla%a de Topete, núm. 10. — 
Pabis , J. B. Bailliere 6 hijo.— Londrbs , Bailliers. 

1872. 



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I 



AL LECTOR. 



Confieso que no sin satisfacción he coleccío* 

nado algunas páginas de las escritas en un período 

que puedo llamar largo período (1858-1870) , eíD 

-diasen que la sucesión de los acontecimientos mata 

la memoria y cansa al tiemp*. Es un coatettta- 

miento para mí advertir boy, que pienso como 

pensaba, que juzgo como juzgué* y que en 4874, 

son mis aspiraciones y creencias las mismas que 

en 1858 al salir de las aulas. Lo tengo por r«reza 

•en dias de tan general mudanza ; pero no se debe 

á mi espíritu lo raro del caso » sino á las ventajas 

<^e una convicción sistemática y filosófica. 

La aspiración cristiana y el sentido predominante 
-de una escuela racionalista, comprensiva, sistema* 
tica y profundamente religiosa , que mira en Dios 



> 



TI AL LECTOR. 

el principio y el fundamento de la ciencia y de Ifi^ 
vida 9 han sido y son Fas direcciones que ha procu- 
rado seguir mi razón, pero con libertad é inde- 
pendencia , sin sobrecogerse por los dolores y pe* 
ligros espirituales que causa el noble y viril ejer- 
cicio de la libertad. 

Arraigadas de antiguo en mi espíritu estas opi- 
niones, ratificadas y corregidas una y otra vez, con^ 
la mayor pureza de intención y bajo la mirada de 
una conciencia desconfiada y recelosa , los último» 
socesos (1870) han sido para mí una demostra- 
ción histórica de la verdad y necesidad de las doc- 
trinas con tanto amor reverenciadas por mi inte- 
ligencia. 

Los pueblos y nacionalidades latinos cancerado»- 
por un individualismo , que negando lo general, 
debia correr empujado por una fatalidad lógica' 
al materialismo atomístico ateo é impuro; no 
han tenido noticia de sí , ni recordado su tradi- 
cional esfuerzo, en el dia de los sacrificios y del^ 
heroísmo. Flacos de voluntad y acometidos de 
una parálisis espiritual , ni han sabido vencer , ni 
ser dignos en la derrota. Apartaron de Dios Bt^ 
pensamiento y lo divino desapareció de su sér^. 



AL LECTOR» Vil 

quedando solo la convulsión y el espanto de la 
materia al huir del dolor. Sin Dios no hay moraU 
ni patria, ni familia, ni deber, ni esfuerzo, ni con- 
ciencia. La moral independientes es una hipocresía 
histriónica; el cosmopolitisimo , como ley social, 
nn amano embustero ; el interés individual , como 
Griterío político , una alucinación senil. 

El rugido de los ateos colectivistas que piden el 
fnego del profundo para destruir el orden existente» 
es una consecuencia del materialismo epicúreo, que 
poniendo la filosofía y la ciencia social al servicia 
de una clase ó de un imperio , se creia en el jonejor 
de los mundos posibles , gozando las mas justas y 
racionales de las leyes. 

No me aterra tanto el ateísmo en el proletariado 
industrial , como el indiferentismo filosófico y re- 
ligioso de las clases instruidas, que gobiernan, 
mandan, enseñan y dirigen. El ateísmo en la mu- 
chedumbre es pasajero : nada mas fácil que encen- 
der en su alma la intuitiva y espontánea afirma- 
ción de lo Divino , y nada mas pronto á despertar 
en las gentes reunidas , que el himno y la oración 
á Dios, á lo justo y á lo bello, que puede dormitar, 
pero que existe esencialmento en el alma del hom-^ 



Tin AL LECTOR. 

bre» Pero la indifereneia del qae presume de docto 
6B pesar y medir, tocar y ver, es verdadera lepra, 
j lepra incurable. Y conao la trama social , y la 
<$ircuIacíoD de la ^da por todos los órganos socia- 
les, exige movimientos constantes de sístole y diás* 
tole en cada uno de los centros, que envien á los de- 
más riquísimo oleaje de ciencia , de virtud y de 
entusiasmo , flaquea esta ley, cuando las clases ins- 
truidas no dan de sí mas que escepticismos pulidos, 
o^imismos ridículos , ó panaceas teocráticas , con- 
tentados por las ignorantes con roncos y espantables 
alaridos de ira y de venganza. 

No entiendo que el mal procede de abajo : en- 
tiendo que radica en lo alto. El indiferentismo de 
las clases instruidas es mas culpable y peligroso 
para el órdeii moral, que el ateísmo irreflexivo y 
teatral del proletariado. La responsabilidad está 
en relación directa con la aptitud y con la instruc- 
ción. Lá ignorancia de la muchedumbre constituirá 
siempre un cargo para las clases ilustradas que por 
serlo, han sido políticas, y es una vergonzosa con- 
fesión de ineptitud ese lamento constante del atraso 
y la ignorancia de los pueblos. ¿Qué se entendió 
por política? La política es una función antes que 



AL LECTOR. IX 

todo, y sobre todo moral. Una demostración pe- 
renne é incesante, por medio de hechos y de 
actos , de la eficacia del órdeñ espiritual y moral 
en la vida délos pueblos. Entendida á la moderna, 
á lo Machíavelo, ó según los doctrinarios, engen- 
dra la novísima, que propalan los sectarios de la 
Internacional. 

Gobernar es educar é instruir indirectamente á 
ios pueblos para el mejor cumplimiento de sus 
deberes religiosos y sociales. La política .que as- 
pira solo al provecho de una clase, de un partido 
ó de una bandera , oscila incesantemente entre la 
barbarie teocrática y la brutalidad del comunismo 
ateo y materialista. La política que por el fin san- 
tifica los medios, conduce necesariamente á la anar- 
quía, que no es mas que el desconocimiento de las 
ideas morales en la vida social. 

La verdadera política consiste en condenar ia 
fuerza del Gobierno que comete el crimen provo- 
cando reacciones y la de los partidos que escandali- 
zan y conspiran. La edad que corre es esencialmente 
democrática, y la universalidad del derecho, que es 
gran ventura, exige con mandato imperativo que la 
política se alimente con la práctica de los deberes 



X AL LECTOR. 

morales. El predomÍDÍo de estas verdades en otros 
siglos y en algunos pueblos, ba causado siempre días 
de prosperidad nacional y de grandeza moral, que 
es la verdadera majestad histórica. El predominio 
de la idea católica dirigiendo la política al logro y 
consecución de un fin espiritual, causó las maravillas 
de la historia castellana y hasta la magnífica deca^ 
dencia Española en los siglos xvii y xviii. Compárese 
atentamente tal decadencia con otros derrumba- 
mientos que han sucedido á manera de tramoya 
teatral , rápida 6 inesperadamente, y el ánimo mas 
distraído reconocerá la fuerza, la constancia y la 
resolución que inspira á los pueblos el perseguir 
una idea y dar la vida en su servicio. 

No es este privilegio del Catolicismo ; sino qoe 
es . propiedad de las ideas siempre que reciban 
culto. Sean las que fueren, Dioso Justicia, Li- 
bertad ó Patria , en todo tiempo han ennoblecido y 
legitimado la política , agrandando el espíritu del 
hombre y haciendo incontrastable su esfuerzo. 

Anidad las ideas en la vida social , en las aulas» 
en el hogar doméstico, en loa museos, en los tem* 
píos, tributadles culto en la plaza pública y en las 
asambleas populares , y con tal alimento , no hay 



AL LECTOR. U 

temor de que caigan los pueblos en las imbecilida- 
des del epicureismo ó de que sigan las blasfemia» 
del ateo. 

Ordenada la vida del hombre y de la Sociedad 
al cumplimiento del fin moral que la verdad de 
Dios demuestra y ensena; en lucha libre aun- 
que penosa, con el error que es el mal, la política 
debe secundar enérgicamente este crecimiento y 
aumento espiritual de los pueblos. Toca al Estada 
cuidar, dirigir, fundar, socorrer y auxiliar cuantas 
fuerzas y energías tiendan á la consecución de 
fines religiosos y morales, dando al olvido la fatal 
doctrina del indiferentismo, que esperaba en la 
iniciativa individual, creyendo que el bien moral 
se engendra en las sociedades como las flores en 
ios bosques. Es necesario condenar las reacciones^ 
las rebeliones , los malos medios , las complaoen- 
cias y las complicidades con todo lo que no con- 
duzca al logro de mayor bien. 

Pero para conseguir que sentido tan puro y re- 
ligioso triunfe sin inútil aparato de tiranías y opre- 
siones que á nada conducen y nada consiguen, pre- 
cisa poner el alma entera en el asunto, siguiendo la 
inspiración democrática de los tiempos. Evitando 



!Sn AL LECTOR. 

vanos formalismos (peligro constante de la ciencia 
«ocial contemporánea), poco meditar necesita el 
reconstituir la religión del alma y la del hogar 
doméstico 9 deduciendo de sus principios los debe- 
res del hombre y los del padre de familia. No es 
difícil tampoco enseñar la religión propia de la 
üldea ó de la villa , llamando á la historia local, 
que coloreando á los ojos' de la fantasía la exis- 
tencia colectivB, pone de bulto los agrado del linde, 
•del caserío ó de la aldea. Conseguidos estos resul- 
lados, ya es mas hacedero el empeño tratando de 
Ja Ciudad , y sencillísismo respecto á la Patria, 
ndadre primera y. cariñosísima, real y verdadera, 
^mo la mujer que nos llevó en sus entrañas, y que 
«xige igual amor y adoración no menos supersti-* 
ciósa por lo exaltada. 

Así poblaremos de ideas la vida en cada uno 
4e sus grados y en cada uno de sus círculos ; así 
habrá ideas que invocar en horas solemnes; solo 
^sí se confortará el ánimo, y el esfuerzo será el 
que cumple á los pueblos viriles. Con tal educa- 
<;ion la vacilación es imposible; imposible el decaí* 
Aliento y el contagio moral. 

Que impone todo ello penosa incumbencia á las 



AL LECTOR. Xllt 

clases ilustradas 9 y que exige discreta y prudeo- 
tísima atención de los gobiernos para enlazar I» 
acción de escuelas, aulas, academias, ateneos y 
corporaciones científicas » no lo niego,; pero en Es- 
paña con buena voluntad y libre espíritu» no ^ 
diflcil la consecución del empeño. Nuestro pueblo, 
riquísimo en intuiciones religiosas y morales , am 
alta tradición literaria, con un arte democrática- 
mente religioso é historia abundantísima, que enno- 
blece pueblos, comarcas y ciudades, exige sola 
una educación filosófica y religiosa , que acoja y 
aproveche las tradiciones de sus escuelas y de^m 
santos populares, uniendo^ en estrecho consorcio y 
maridaje , el carácter genial de la raza, viril y ea^ 
cendido, con una especulación amplia, libérrima, 
y de constante aplicación á la vida. 

Grandemeote aprovecha á fines tan, amables el 
arte, descubriendo los misterios del ser humano y 
sacando á luz lo sobrenatural , que está en el alma, 
y la belleza , que se esconde en el órdep de la9 
creaciones. Abandonando poetas y músicos ^1 bas* 
tardo realismo , que convierte sus obras en gro- 
tescas fotograHas de la degradación individual , y 
abriéndolos críticos anchurosos horizontes al genio,^ 



HV AL LECTOR. 

y deparando el gasto con severas correcciones, 

renacerá la fuerza religiosa y educadora que acom- 

> 

paña siempre á la inspiración artística. 

El curso general de la ciencia en el siglo favo- 
rece el propósito. La exaltación idealista de las 
^escuelas Hegelianas ha engendrado una furiosa 
reacción materialista, cuyos erectos serán sin em- 
bargo pasajeros , dado el carácter irracional de 
•estas escuelas. Se acerca el momento de saciar el 
hambre de los entendimientos con enseñanzas 
«minentemente ontológicas» realistas que demues- 
tren la verdad de Dios, la realidad de las ideas 
de verdad, bondad y belleza, deber y patria, y 
llagan á todos manifiesta la espiritualidad humana, 
y por consiguiente la dignidad del hombre y la 
grandeza de sus destinos. 

Una sola de estas ides^s ba^ta para iluminar y 
tantifícar la vida. El alma que las conozca todas y 
las ame, bieá podrá llamarse en lengua humana 
alma perfecta. La nación en que estas verdades 
tengan largo séquito y sean reverenciadas , será la 
primera entre las principales dé Europa, aunque 
Francia se regenere, Alemania vuelva en sí de su 
paroxismo bélico, se constituya Italia , é Inglaterra 



AL LECTOR. XV 

complete su educación taa Taita de espiritualidad y 
de grandeza moral. 

Un amigo mió, muy querido (1)» que lee, si- 
guiendo el rasguear de mi pluma , se sonrie y me 
llama pietista politico. Si es piedad creer en la 
eficacia de las ideas y juzgar que sin ideas á quien 
rendir la vida, la existencia es martirio incompren- 
sible , soy en efecto pietista ; pero como no aspiro 
al triunfo de ninguna iglesia ni confesión ; como no 
sirvo ni quiero servir á otras gerarqufas que á.las 
esencialmente espirituales, y en Dios tan solo busco 
y encuentro el fundamento y la raiz de toda doc- 
trina y de toda enseñanza, gracias á la razón libre, 
Ubérrimamente consultada , deseo ardientemente, 
por el amor que m^ inspiran la ciencia y la patria, 
que est^ pietismo sirva de refugio á los desespe- 
rados de la política y á los que hoy padecen bajo 
<el poder del escepticismo y del materialismo. 

Así pensaba en 1858 al salir de las aulas, y así 
opino en Agosto de 1 871 , y hé aquí el sentido ge- 
neral de todos los escritos que siguen. 

El Autor. 

(1) Emilio Gastelar. 



I. 



DNA EXPEDICIÓN A MONTSERRAT. 



•^-o- 



A MI QUERIDO AMIGO 

D. MIGUEL MORAYTA. 

Ditxosas puntas altas 
Que Deu vos ha aixecat , 
Per ser de nostre mare 
La guarda natural. 

{Canción popular catalana). 

Y tú llavors ¡oh Verge de Vlctoráí 
Lo teu nom sempre veyas invocat 
Qu' *ls catalans anavan á la gloria 
Cantan lo virolay de Montserrat. 

(V. Balagüer a la Yerge de Montserrat). 

♦ 

I. 

Bien merecen las solemnes impresiones que embsir- 
garon nuestro ánimo en esta ocasión, que consagremos 
algunas líneas á su recuerdo, ya que son tan escasas 
las impresiones de este género que nos es dado gustar 
en la vida monótona y árida de las grandes capitales. 

No soy de los que desean con calenturiento afán 
emociones; tampoco soy de los que las rechazan, con- 
siderándolas un atentado á la paz y tranquilidad del es- 
píritu ; pero cuando la naturaleza ó la tradición me 

CANALEJAS.— 1 



^ UNA EXPEDICIÓN i MONTSERRAT. 

hablan , les abro mí alma para recoger sus palabras , y 
me deleito en contemplar la huella imperecedera que 
dejan en mi alma. 

Divisábamos apenas las costas de Cataluña , para mi 
tan queridas , cuando ya los marineros nos hablaban de 
Montserrat con aeento gozoso , tendiendo sus bracos 
hacia un pico que , rodeado de nubes , se levantaba á 
gran distancia entre un bosque de montanas que pug- 
naban, por esconder á los ojos profanos, el monte sagra- 
do de la antigua Corona de Aragón. Yo no sé cuál será 
la emoción que sobrecoja á los cristianos al descubrir 
los santificados muros de la ciudad de Jerusalen ; pero 
confieso que al ver el alborozo y la emoción de los ca- 
talanes ai mirar á Montserrat, comprendía el júbilo de 
los peregrinos. 

Desde entonces Montserrat fué una pesadilla para 
nosotros; no bastaron los encantos de Barcelona, ni las 
riquezas históricas que encierra esa ciudad tan mimada 
por la tradición: deseábamos llegar al corazón de aque- 
lla historia ; deseábamos sentir el alma de aquellos sé- 
res , conocer el grito de guerra de aquellos ejércitos y 
de aquellas armadas , que avasallaron el Mediterráneo, 
siempre triunfadoras y victoriosas donde quiera que 
desplegaron sus banderas. 

Por fin, en una tarde del mes de agosto, la locomo- 
tora nos arrastraba al través de esas pintorescas már- 
genes del Llobregat, que no tienen rival en nuestra Es- 
pana y que compiten y aun superan á la celebrada 
huerta de Valencia. La locomotora volaba en alas del 
vapor, y nuestro espíritu, sin embargo, estaba ya en 
Montserrat. Por fin, pasamos el túnel de Martorell» 
atravesamos, admirando, el famoso puente del Diablo, 
y poco después la diligencia corría por el camino de 



UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 3 

ISsparraguera. El sol nos hería el rostro , el polvo nos 
sofocaba , y sin embargo , animábamos al conductor, 
deseosos de pisar aquel Montserrat, que devorábamos 
-con los ojos desde nuestra salida de las primeras esta- 
ciones del camino de hierro. El espíritu catalán hervía 
ya en nosotros , y nos llevaba á Montserrat , que es el 
imán de todos los buenos catalanes. 

En Esparraguera abandonamos la diligencia , y á los 
pocos instantes subiamos, oyendo ya las tradiciones del 
rsantuario de boca de nuestro tartanero , la pendiente 
que guia á Gollbató. Montserrat se levantaba á nues- 
tros ojos con toda su majestad. Allí estaba aquel logo- 
grifo que aun estudian los geólogos; allí estaba aquel 
monte sagrado, manantial de contentos , de esperanzas, 
de valor y de fortaleza para Cataluña. 

Ya era noche : el posadero no quiso que subiéramos 
de noche al monasterio ; nos dijo que era peligrosa la 
ascensión ; murmuramos, pero finjimos que nos resig- 
nábamos. — ¿Recuerdas la noche en Collbató? Era la 
víspera de un gran día; ya estábamos poseídos por el 
espirita de lo maravilloso, y la naturaleza desple-» 
gaba á nuestros ojos encantos nunca notados por nos- 
otros. — Un bosque de altos y copudos árboles rodeaba 
á la posada ; el cielo estaba limpio de nubes y vapores; 
la luna yo no sé lo que nos decía , pero sí sé que es- 
tábamos sometidos á una influencia eitraordinaria. De- 
trás una densísima sombra ; era Monserrat ; en frente 
el bosque y la luna en el zenit del horizonte.— ¡ Qué si- 
lencio ! solo se oía nuestra respiración, y solo escuchá- 
bamos la voz de nuestras emociones. Madrid , nuestros 
estudios , nuestros propósitos , todo había enmudecido 
en el fondo de nuestros recuerdos ; aspirábamos lo pre- 
sente • gozábamos aquella noche de agosto al pié de 



I UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 

Montserrat. Yo no sé cuánto tiempo permanecimos eit> 
aquel estado: el posadero nos sacó de él/anuociándo- 
nos que á las tres de la mañana estarían á nuestras ór- 
denes guias y cabalgadoras. ¿Dormimos? creo que no*, 
yo solo recuerdo de aquella noche un torbeiliao de 
monjes , imágenes , milagros y hazañas y precipicios. 
£1 alma se desbordaba ya buscando los espectáculos del 
dia siguiente. 

Comenzábamos á subir ; entrábamos en la región sa- 
grada : era de noche y no veíamos la tierra que pisaban 
los inteligentes asnos , cuya apología chapurreabaa 
nuestros guias; la niña que te ensenaba á tí el catalán, 
y la mujer que me referia el último incendio del bos- 
que. Comenzaron las tintas que anuncian la luz, á reve- 
larnos el camino: nuestros ojos se buscaban deseosos^ 
de interrogarnos. El camino era estrecho ; no media tres 
pies : á la izquierda un pico que se perdia en las nubes,, 
á la derecha un abismo que se perdia en las tinieblas, y 
por aquella senda caminaban nuestras cabalgaduras, hu- 
yendo los guijos del camino y buscando los sitios que al 
borde mismo del precipicio les ofrecían un asiento mas 
blando para sus cascos* ¡Cuántas veces nos vimos sus- 
pendidos sobre el abismo 1 y sin embargo , al escuchar 
que todos los viajeros subían de la misma manera, re- 
primíamos nuestro deseo de abandonar aquella extraña 
montura, y continuábamos mirándonos con ansiedad en 
cada una de las revueltas del camino. Ya hacia una hora 
que continuaba aquella extraSa ascención , cuando el 
sol vino á nosotros : nacia á nuestras plantas, y le veía- 
mos subir como buscándonos; los valles iban saliendo 
de la nada ; los ríos nos mostraban su plateado curso, y 
los pueblos eran puntos blancos que los asemejaba á los 
rebaños tendidos por la llanura. La niebla y la bruma 



UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. S 

de los valles corría eo alas del aura de la mañana, ocul- 
tándonos, ya un monte, ya un valle, y por último, di- 
solvíase en el aire. —¿Recuerdas nuestro diálogo? 

— ¡ Mira á la derecha I 

— ¡ Mira , mira á la izquierda ! 
—¿Ves? 

— ¿Qué pueblo es aquel?- 

— El Bruch, Esparraguera, Martorell , Igualada. 
—¿Aquel monte? 

— Montblanch. 

Y asi ascendíamos , descubriendo á cada paso un pa- 
norama distinto, cada vez mas extenso, mas ilumina- 
•do. La montaña eran rocas hacinadas, moles gigantes- 
cas, colocadas artísticamente y remedando gigantes, 
monstruos y seres disformes. Allí un manojo de rocas 
-que afectaban la forma de cono , mas allá era una pirá- 
mide, allí una roca que nacia en los extremos de aquel 
gigante, y elevándose recta , se levantaba hasta perder- 
se en las nubes. ¿Qué ha herido aquel monte? (No lo sé. 

¿Qué fuego, qué revolución, qué ira del cielo ha 
roto aquella montaña, creando sus mil puntas? Y solo, 
aislado en medio de una extensa llanura , se levanta 
-aquel monstruo de rocas, que tiene seis leguas de cir- 
cuito. 

Recordábamos las descripciones de los viajeros que 
han visitado la Suiza ; recordábamos los Pirineos vas- 
cos, los montes de Asturias y Galicia, nuestra Sierra- 
Morena; pero todo aquello era cosa imaginable , todo 
aquello podíamos figurarlo; pero el cuadro que á. nues- 
tros atónitos ojos se desplegaba no era humano , era di- 
vino. 

¿Qué íbamos á ver, qué íbamos á descubrir en aquel 
iaberinto de rocas y abismos? El hombre lo habitaba 



6 UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 

hacia mil anos , el hombre debía allí haber colocado su 
mejor grandeza , su mas alta maravilla. La naturaleza y 
el hombre estaban frente á frente, ¿quién venceriar 
Esta fué la primera idea que nos asaltó. ¡ El arte! el ar- 
te I exclamábamos ; el arte habrá vencido á la naturale- 
za. Una catedral de León , una catedral de Toledo, una- 
Santa María del Pino , una gran creación gótica , la ca- 
tedral de Colonia. Ese era nuestro deseo, eso esperá- 
bamos admirar. 

Aun no habíamos llegado al monasterio , y hacia ya 
dos horas que habíamos comenzado la expedición^ Por 
fin, al dar una Suelta, en un inmenso anfiteatro que 
dejaba amplias mesetas, descubrimos el monasterio. 

Las rocas resguardaban al monasterio por su espal- 
da , presentando un fondo gris sobre el cual se destaca- 
ba el edificio. Nuestro desencanto fué completo ; no era> 
una creación gótica, era un edificio regular , frió , ins- 
pirado por el renacimiento : era una obra del reinado^ 
de Felipe III de Austria. 

— ¡ No es eso, no es eso ! — exclamamos á una voz. 

El hombre quedaba vencido por la naturaleza. Aque- 
llo no era la creación que se iba levantando en nuestra^ 
fiíntasía al admirar las maravillas que nos mostraba la 
naturaleza. 

Nos apeamos en la hospedería. Aquella palabra aca- 
bó de convencernos que nos hallábamos en un munda 
nuevo. La hospedería del monasterio, era una frase rara^ 
Vez oída en nuestra vida. Nosotros, hijos de la revolu- 
ción , no conocemos ninguna de esas costumbres naci- 
das al calor de aquellas instituciones que la revolución! 
borró del suelo de nuestra patria. Allí, lejos de la so. 
cíedad actual, encontrábamos monjes , un monasterio^ 
lina hospedería. Lo pasado resucitaba. 



UNA EXPEDICIÓN A MONTSERRAT. 7 

Era muy de mañana y resonaban cánticos en la igle- 
da. Atravesamos un patio, no sin saludar los sepulcros 
que, salvados de la bárbara invasión francesa , están co- 
locados en la puerta: Las lápidas nos revelaron los nom- 
bres de los primeros capitanes y mas esforzados varo- 
nes de los ejércitos aragoneses. Saludamos aquellas 
tumbas venerandas ; eran las de los vencedores de Ña- 
póles ; solo queda de sus hazañas loB nombres y aque- 
llas lápidas rotas é ininteligibles. 

La iglesia es pobre y mezquina: yo deseaba bóvedas 
que se perdieran en el espacio , con vidrios de colores, 
y esa luz vacilante y sombría que puebla de misterios y 
apariciones el ámbito de nuestras catedrales. Era una 
nave del renacimiento , espaciosa, iluminada , fría , y 
que, como todas las obras de aquel siglo, hablaba de ra- 
zón , de examen y de libertad. El decorado era mag- 
nifico en otros dias, los franceses la saquearon. Casi 
me alegro: la humildad y la pobreza sientan bien á las 
imágenes. Cantaban los niños las oraciones de la Vir- 
gen: permanecimos largo tiempo escuchando aquellas 
voces infantiles 

C!oncluyeron los rezos, y ya hacia tiempo que nues- 
tros ojos miraban la sagrada imagen que santificaba 
aquella montaña, Nuestra Señora de Montserrat. Qui- 
simos verla muy de cerca, entramos en su camarín y 
pudimos contemplarla. ¿Lo recuerdas? No soy dado á 
los alardes de fé religiosa, que hace poco dominaban á 
ciertos politicos que constituían secta politicoreligiosa. 
Pocas veces el culto fastuoso de nuestros templos ha 
logrado conmover mi alma, y las más de las imágenes 
reverenciadas en nuestra España no han arrancado un 
sentimiento de mi alma; pero ante aquella se doblaron 
mis rodillas. Yo bien sé que el culto que se tributa á 



9 UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 

una imagen, la rodea de una aureola mística, y que ese 
mismo culto ^ue se la tributa , predispone nuestro es- 
píritu á la admiración y al arrobamiento. Hay viajeros 
que visitan sin la menor conmoción Nuestra Señora 
del Pilar, la Virgen de los Desamparados, Nuestra Se* 
ñora de los Reyes ; pero ninguno se acerca sin sentir 
que la emoción embargue su ánimo y algo divino atra- 
viese su espíritu, á la veneranda Virgen de Montserrat. 
Al llegar á ella recordé que era la imagen venerada por 
veinte generaciones; que era la depositaría de sus dolo- 
res , la que habia derramado tesoros de consuelo sobre 
aquellas generaciones, la que poblaba los palacios y al- 
4leas de Cataluña , la que está siempre grabada en los 
corazones de los catalanes. Desde muy niño vi siempre 
invocar en mi casa, en todas las aflicciones de mi fami- 
lia, esa imagen sagrada, y he visto orar á mi madre ante 
su imagen y escuchado su nombre en dias de luto : era 
el Dios de mi hogar. 

Yo habia visto pueblos enteros, en horas de agonía, 
invocarla ; yo habia visto peregrinos agobiados por la 
edad y por el sufrimiento , trepar por las peñas que 
forman los peldaños de su templo , y todos aquellos re- 
cuerdos me asaltaron al acercarme á la Virgen de Mont- 
serrat. Y no era solo mi vida y mis dolores y mis espe- 
ranzas lo que vivia en mi alma; no era solo el recuerdo 
de que aquella imagen había endulzado la existencia de 
cien generaciones ; era también que aquella imagen 
era el corazón de la nacionalidad aragonesa , el grito de 
guerra de sus soldados, la aparición que los guiaba al 
jcombate ; el Santiago de Cataluña. 

Invocando su nombre entraron en Ñápeles los sóida- 
idos de Alfonso V; invocando su nombre, los marinos 
de Lauria rompían las armaduras genovesas y france* 



UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 9 

sas; iüTocando su nombre unos cuantos almoga^vares 
resistían el empuje de los invasores otomanos que de- 
bían romper los muros de la ciudad de Constantino. 

Desde los primeros Condes hasta el prudente Fer- 
nando el católico, toda aquella serie de Condes esforza- 
dos y valerosísimos reyes « los conquistadores de Va- 
lencia , de Mallorca , de Sicilia , Córcega y Cerdefña, los 
Señores de Milán y Ñapóles, los expugnadores de Al- 
mería , los Señores del Mediterráneo , todos vinieron á 
este monte, y todos á pedir inspiración á esta sagrada 
imagen. Aquellos hombres la miraban , y la imagen ha- 
blaba á sus almas yo no sé qué' lengua, que los conver- 
tía en héroes. 

Y cuando la desgracia caia sobre Cataluña , cuando la 
bourgeois dinastía de los Borbónes, en son de guerra , se 
sentaba en el trono de España, la Virgen de Montser- 
rat alentaba á los defensores de Carlos de Austria, como 
había alentado á los que resistían la torpe administra- 
ción del Conde-duque , como había alentado á los que 
en días de Juan II defendían al infortunado principé de 
Víana, y como en nuestros días alentaba, defendía y 
salvaba á los denodados defensores de la Independencia 
patria, en la gigantesca lucha que comenzó el 2 de mayo 
de i 808. 

Así como desde la cima de Montserrat se divisa toda 
Cataluña , así mirando á la' Virgen de Montserrat se co- 
noce toda la historia de Aragón. 

Yo no he sentido en mi vida emoción mas profunda 
ni mas viva ; mí Cataluña vivía en torno de aquella 
imagen ; lo divino , lo heroico de la historia catalana es- 
taba ante mí vista : la fuente de tantos espíritus varo- 
niles y esforzados estaba junto á mí: el escudo de la in- 
dependencia de Cataluña, la defensora de sus libertades 



10 UNA EXBEDIGION i MONTSERRAT. 

era aquella imagen que con eonmo vido ánimo contem- 
plaba. 

Las maravilias de la naturaleza quedaban deshechas: 
ai el arquitecto no había sabido vencer aquel portento, 
la religión, la poesía popular la habia vencido: habia co* 
locado en el centro de aquella gigantesca formación 
una idea ; la idea de una gloria y de su nacionalidad, y 
al contacto de aquella idea la montana Uabia pasado á 
ser un acceaorio, á ser la corteza, la. vestidura que 
guardaba en su seno la creación divina del espíritu del 
pueblo. 

Nada tiene para mí mayor encanto que estas divinas 
creaciones de la fantasía popular , esa religión del ho* 
gar, que tiene un templo en cada corazón, un sacerdo- 
te en cada hombre que sabe orar, y tenia entonces jun- 
to á mi una de esas creaciones una de esas Diosas de 
pueblos , cuyos loores llenan la historia de una raza 
entera. 

lo no sé cuánto tiempo permanecimos adorando 
aquel rostro que quedó profundamente grabado en mi 
memoria. De una frente purísima, nace un perfil com- 
pletamente griego, que se quiebra en la boca , partién- 
dose en dos pliegues, que imprimen sello de bondad in- 
definible á aquel rostro singularísimo. Nos retiramos 
del camarin, no sin volver los ojos á aquella imagen que 
tan poderosa influencia ejercía en nuestro espíritu. 

Continuamos visitando el edificio, y la tradición nos 
seguía por do quiera; aquí el manto de dona Juana la 
Loca , allí la sortija de Francisco I , allí las lámparas de 
los Beyes Católicos, el page de Carlos V, la monedsi de 
Felipe y, y por dónde quiera los vestigios del hierro y 
del fu^o francés. 



UNA EXPEDICIÓN k MONTSERRAT. 11 

11. 

Había caído la noche. ¿Recuerdas la noche en el 
iponasterío? La luna iluminaba los cielos, pero la vista 
se perdía en el horizonte sin alcanzar á distinguir alli 
el fondo, donde existían montanas y valles y ciudades, y 
solo divisaba nieblas que flotaban en la plateada luz de 
la luna. A la espalda las rocas y los montes que proyec- 
taban mil sombras gigantescas. Y allá en sus cirna^, so- 
bre la ermita del Diablo y la de fray Garin , la luna ju- 
gaba con las sombras, creando un mundo de apariciones. 
Sonó la hora de la Salve; la iglesia estaba sola; en e) 
coro los escolares y el organista. La imagen resplandecí» 
rodeada de luces, y nosotros nos recatábamos en las ti- 
nieblas que poblaban el templo. Comenzó el órgano , y 
sus notas volaban sin apagarse nunca por los ángulos del 
templo: despees comenzó la Salve, y aquel canto reso- 
naba en las montañas, y sus peregrinas y origínales ar- 
monías, libres del contacto de los hombres, levantándose 
en un ambiente puro que no infestaba aliento humano, 
ascendían aj cielo. Yo no3é si aquella música es profana 
en algunos de sus cantos; pero si sé que nunca la música 
ha penetrado mas dentro de mi espíritu; yo sé que adi- 
vinaba la frase que venia , y que cuando resonaba eo 
mi oído, sentía satisfecha mi alma ; porque encontraba 
expresada la emoción que palpitaba en mi seno. Un» 
salve, un cántico á la Virgen, allí lejos del mundo, can- 
tada por niños » sin pompa , sin fausto, sin anuncios y 
convocatorias, en un templo solitario , era un espec* 
táculo nuevo que engendró en nosotros un mundo de 

ideas. 

, £n aquella reducida área que parece un escalón sus-- 



IS UNA EXPEDICIÓN X MONTSERRAT. 

pendido ea los espacios, donde no llegan ni los gritos 
de los hombres, existe un monasterio, una sagrada ima- 
gen. Todas estas ideas nos asaltaron aquella noche » 
cuando en uno de los reducidos albergues de la hos- 
pedería traíamos á la memoria las impresiones de 
üquel dia. 

Muj de mañana el guía no5 despertó , era preciso su- 
bir á la cumbre de Montserrat. Trepamos por la mon- 
tana del monasterio, pasamos por una hendidura de dos 
gigantescas rocas, y en una ligera vertiente encontra- 
mos la ermita de Santa Ana. A Hí se reunían los peni- 
tentes á escuchar el sacrificio de la misa, que un mon- 
je celebraba los días sagrados. Rocas , precipicios y ar- 
bustos decoraban aquel panorama limitado por todos 
los lados por figuras cónicas de pedernal que levanta- 
ban su pico hacia las nubes. Lamentábamos el tristísi- 
mo estado de aquellas ermitas , derruidas por manos 
codiciosas , y continuamos nuestra ascensión, si cada 
vez mas peligrosa , cada vez mas rica en impresiones 
y en panoramas vistosísimos. Guantas ermitas encon- 
trábamos despertaban en nosotros iguales ¡deas. El re- 
mordimiento , el dolor, la misantropía, ó el misticismo, 
ya no tienen templos en las montanas de Montserrat: el 
hombre no cuenta ya síis dolores á Dios , se los refiere al 
hombre allanen el seno de aquellas ciudades que se divi- 
san en la llanura envueltas en el humo del carbón de 
piedra y que enlazan con férreos lazos las locomotoras. 
En las alturas todo calla, no se miran los alambres del 
telégrafo , no se escuchan los latidos del vapor , nada 
bumano llega á estas alturas : la naturaleza reina con 
toda majestad. 

Dos horas hacia que perseguíamos por entre aquel 
laberinto de rocas la ermita de San Gerónimo; por fin 



UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 13 

llegamos á ella, y «Hbiendo algunas, varas más, ¿ la mi- 
randa , el pico mas alto del monte sagrado de Cata- 
luña. Desde allí divisábamos toda la comarca. Los Pi- 
rineos , los montes que separan á Aragón de Cataluña^ 
-el mar y, entre sus olas, las Islas Baleares; Manresa, 
Martorell, Igualada, Reus, se extendían á nuestros pies; 
y Monjuich nos señalaba el sitio «donde yace su victi- 
ma.» ¡Qué espectáculo I El águila, meciéndose entre 
nubes, mira con desprecio á los seres que pisan el suelo; 
nosotros, divisando apenas las ciudades mas populosa» 
que se escondían entre los pliegues del terreno , nos^ 
sentíamos humillados. 

Volvimos á la ermita , con el vértigo en la frente y 
la vista confundida; nuestro guia nos lleva á una* ver- 
tiente del monte: dio un grito, y tres ecos clara y. ro- 
bustamente repitieron su voz. El monte estaba anima- 
do: del fondo de los precipicios se levantaban voce» 
que tenian una resonancia extraña 



III. 



Mo sin volver los ojos atrás, abandonamos aquella 
dichosa mansión. Nos despedimos de aquella imagen 
tan querida de un pueblo entero. Al llegar á Collbató, 
solo deseábamos un guia para visitar las ci^evas der 
Montserrat. Hacia muchos años que nadie pisaba aque- 
llas cuevas. Un poeta catalán, Víctor Balaguer, las des- 
cubrió de nuevo, y después de exploradas, describió \o^ 
tesoros de aquellas regiones sombrías. Nosotros quisi- 
mos visitar las cuevas. Trepamos con escalas de made- 



14 UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 

ra á an risco qoe está en la falda del tiionte , y descu- 
brimos un boquerón que se internaba en sus entrañas. 
£1 guia encendió una antorcha; su luz rojiza se proyec- 
taba agigantando las gigantescas rocas que poblaban la 
primera cueva, espaciosa y elevadisima. Las rocas des- 
cansan en el seno de las tinieblas , y la luz , al desper- 
tarlas , crea fantasmas que cruzan, se mueven y cam- 
bian, de postura, según cambia la posición de la luz. 
Abaindonamos la primera cueva , é inclinados nos desli- 
zamos por entre rocas resbaladizas qué , hasta llegar al 
4)amarin , nombre que daba nuestro guia á una cueva 
enriquecida por gran número de estalactitas que , asi 
en las paredes como en el centro, formaban curiosísi- 
mos prodigios. La obra continuaba; la gota de agua, 
cargada de sales, que es el cincel del misterioso escul- 
tor, continuaba hace siglos, y contínifórá aun por siglos 
«u trabajo. Parece mentira que una fuerza ciega é inte- 
ligente ejecute con tanto primor aquellas caprichosas 
^guras que remedan creaciones artísticas, la natura- 
leza ama el estilo gótico» me decias tú , y, en efecto, es 
verdad. Todas aquellas formaciones, parecen copia de 
las ogivas , de las puertas y rosetones que se admiran 
en nuestras catedrales góticas. Por donde quiera en- 
contrábamos creaciones que admiran. Llegamos al pozo 
del Diablo, ¿ lo recuerdas 7 Es un pozo de cien ó mas 
pies de profundidad , en el cual apenas cabe una escala 
tosca de madera , que conduce á nuevos subterráneos. 
El guia nos avisaba los peligros, y así llegamos á otras 
cuevas, cuyo aspecto, á la luz de los fuegos de bengala, 
adquirió un carácter singular. El suelo era cada vez 
mas resbaladizo, y ya caminábamos con ayuda de las 
manos , arrastrándonos por las rocas , que cubiertas 
por una capa de cieno, no prestaban asiento á nuestras 



UNA EXPEDICIÓN A MONTSERRAT. IS 

plantas. El cuidado de la marcha nos impedia admirar 
logúenos rodeaba.. Recordábamos entonces el espec- 
táculo de la miranda. Allí luz y horizonte de leguas y 
leguas , pueblos , villas y ciudades en la llanura , cordi- 
lleras de altísimos montes bajo nuestras platitas ; aquí 
tinieblas, rocas, abismos velados por la oscuridad, y 
un monte altísimo sobre nuestras cabezas. 

Nos sentamos fatigados : el guia nos refirió cómo 
aquellas cuevas hablan sido albergue de los defensores 
de la independencia patria en los dias de la gloriosa lu- 
cha contra Napoleón el Grande. Un cerrajero del pue- 
blo inmediato escondía en aquellos antros sus trabajos 
para proveer de armas á los partidarios. Los franceses 
descubrieron el asilo por el lloro de un niño : el intré- 
pido catalán dejó caer un caldero en un abismo , y el 
ruido de su choque , al rodar entre las penas , repeti- 
dos por mil ecos , espantó á los soldados del Empera- 
dor. Entonces el cerrajero amenazó con disparar su 
trabuco, á cuya explosión se debían hundir las rocas y 
sepultar á franceses y españoles. Los soldados no es- 
peraron á que el valeroso catalán cumpliera su pro- 
mesa, y abandonaron las cuevas. 

Tres horas duró nuestra visita , y ya deseábamos la 
luz y el aire. AI salir parecía que las rocas se anima- 
ban , y como nosotros deseosas de luz , corrían trs^ los 
reflejos de la antorcha. 

La imaginación se exaltaba por momentos , é iba 
dando nombres y animando con deseos á aquellas mo- 
les gigantescas. Todo se mo^ia en torno nuestro, y 
mas de una vez necesitamos acudir á nuestro juicio 
para hacer cesar el vértigo que se enseñoreaba de nos- 
otros. ¡ Cuan fácil es vencer á la imaginación en la vida 
común y regular de las ciudades ; pero cuan pronto se 



16 UNA EXPEDICIÓN Á MONTSERRAT. 

inflama y nos enloquece al sentirse rodeada de acci<- 
denles extraordinarios! 

Pocas veces he gozado con mayor deleite los encan- 
tos de la luz que al salir de las cuevas de Montserrat. 
Volvia los ojos á todos los lados , y el risueño paisaje 
que contemplaba crecia en encantos , como se transd- 
gura, cuando amorosamente. la contemplamos, el ros- 
tro de una mujer amada. Salimos de las cuevas, no sin 
llevar recuerdos de profundas emociones. Las tinieblas 
llenaban aun la imaginación. Recordábamos aquel mag- 
niflco canto del celebrado Byron , en que la iqspira- 
cion, negra como el asunto, corre por sus solemnes es- 
trofas , y entonces comprendíamos cuánta es la verdad 
de aquel canto. Al subir á Monserrat debe entonarse el 
canto de los peregrinos catalanes; pero al descender k 
las cuevas yo aconsejo al viajero que murmure como 
oración el satánico canto á las tinieblas de lord Byron, 

Poco después corríamos hacia Esparraguera : la lo- 
comotora nos arrastró á Barcelona , y al escuchar en 
aquellos días las oraciones que los buenos catalanes di- 
rigen á su Santa Patrona , al oír referir los milagros 
continuos de aquella imagen, al ver pocos días después 
cómo io$ marinos saludaban el lejano pico que se des- 
cubría en lontan^n?a , en tanto el Almogávar hendía 
las azuladas ondas del Mediterráneo, volvían á nosotros 
los recuerdos de Montserrat, y nos asociábamos á 
aquellas oraciones , y nos descubríamos también, sa- 
ludando el sagrado monte que guarda la protectora de 
las libertades y de la independencia de la altiva y es- 
forzada Cataluña. 

Junio, 1858. 



n. 



DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

EN LAS NACIONES LATINAS («). 



— O^AAAAA^>— 



Señores : 

Al dirigiros la palabra desde este sitio, faltariame 
aliento para ello, si no me apresurase ¿ consignar que 
no es mi intento continuar las altas tradiciones de cá- 
tedra tan querida de las letras españolas ; porque nada 
dista tanto de mi , como el propósito de aleccionar, y 
¿cómo hacerlo, cuando miro invertidos los términos de 
toda enseñanza?... en ese sitio los que son y ptieden 
ser maestros , en este el que de íodqs puede recibir ad- 
vertencias, consejos y lecciones. No es otro mi objeto 
que presentar de relieve algunos fenómenos de nuestra 
vida intelectual , indagando las causas de esta general 
turbación que reina en el mundo de las ideas , y de la 
que son fidelísimo reflejo las angustias y dolores que 
nos cercan en la vida práctica. ¿A quién no ha sor>- 
prendido este vacío de la inteligencia, y la falta de pro*- 
fundas convicciones que caracteriza á la generación 
moderna? ¿Quién á solas con su conciencia no se ha 

(') Discurso pronunciado en el Ateneo científico y literario de 
esta corte , en las sesiones del mes de diciembre de 1860. 

CANALEJAS. — 2 



18 DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

aplicado el epíteto de sepulcro blaaqueado? ¿Quién en el 
fondo de lo mas íntimo de su ser, no ha sentido la dolo- 
rosa agonía de este hombre interno que vive como em- 
paredado dentro de nosotros ; porque el aire que nece- 
sita son las ideas ; la sangre que debe animarlo son las 
convicciones razonadas , y las ideis y las convicciones 
en los tiempos que alcanzamos, son exquisitos manja- 
res , por los que suspira la hambrienta inteligencia de 
nuestro pueblo ? 

Llevado de este pensamiento, h¿ mucho tiempo que 
habia concebido el propósito , que hoy, venciendo á mi 
voluntad , rae arrastra hasta este sitio, de ofrecer en 
losco cuadro las dudas , los temores y las inquietudes 
que asaltan á la generación contemporánea, cuando in- 
tenta levantarse á la pura región de las ideas , y que 
son causa de ese desasosiego que combate á los tiempos 
Qiodernos , de esa maniñesta contradicción en que vive 
la Europa latina, y hace que se sucedan, en rápido 
pero sangriento panorama, una tras otra revolución, 
y vayan de tal manera confundidas república?, impe- 
rios y monarquías, que es empresa difícilísima sena- 
lar los caracteres distintivos de estas maneras de ser 
de la vida pública, así como es arduo empeño distin- 
guir en la ciencia contemporánea, las bases y fundamen- 
tos en que descansa la doctrina del derecho y del. de- 
ber , y aquellas que legitiman el uso de las nobles fa- 
cultades del entendimiento, que imprimen sello divino 
en la naturaleza del liombre. 

Cada vez que escucho el coro de imprecaciones que 
van de uno á otro lado de la escena política , cada vez 
que miro esos violentos escritos en que mutuamente 
6e anatematizan los pobres hijos del siglo xix , pregun- 
to á mi vez con asombro : ¿ tan hacedero es en los 



EN LAS NACIONES LATINAS. 19 

tiempos que corremos descubrir la senda que conduce 
á la verdad y posesionarse de ella , que sea tachado, no 
como falta sino como crimen , el \ivir envuelto en las 
tinieblas del error? ¿Existe acaso entre el sin número 
de doctrinas que pululan en la inteligencia del siglo en 
que vivimos , una tan alta y respetada , tan verdadera 
y tan cierta, tan fácil de demostrar, que su simple 
enunciación sea bastante á convertir las dudas en con- 
vicciones , á mover la voluntad , abriendo á la inteli- 
gencia vías sagradas por donde pueda , en alas del ra- 
ciocinio, llegar á la visión de la verdad primera, que 
sostiene y vivifica al mundo infinito del espíritu , como 
al infinito mundo de la naturaleza? ¿Acaso la sociedad 
misma en que vivimos se presenta á nuestros ojos con 
carácter tal , que no encontremos ni luchas, ni contra- 
dicciones en su seno? 

Yo creo, señores , que no hay quizá en la historia 
contemporánea época en que con mas encontradas ten- 
dencias se vea solicitada la actividad del espíritu huma- 
no, como esta en que plugo á la Providencia colocar- 
nos. El siglo XIX , nacido en el mal apagado cráter de 
una revolución, la mas radical y profunda que la histo- 
ria registra en sus añales , ha visto levantarse imperios 
de aúchas fronteras que cayeron al empuje de la Euro- 
pa entera^ ¡que tanto fué menester para vencerlos ! ha 
visto romperse antiquísimas tradiciones , y alzarse 
nuevos tronos que cayeron animismo heridos por la ira 
popular; ha escuchado atrevidas negaciones que han 
declarado desierto el cielo, huérfana la tierra , levan- 
tando solo altares al dios éxito ; ha sentido removerse, 
^Ilá en el fondo de los círculos sociales, una humanidad 
entera, que se ha presentado en calles y plazas, na sola 
reivindicando su dignidad descouocida, sino muchas ve. 



so DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

ees con la amenaza en los labios y el brazo pronto á 
aplicar la ley terrible del Talion. Y en medio de esta 
turbación general y de espanto se ha ofrecido la cien- 
cia , muda, sin una palabra que pudiera servir para.re* 
Telar derechos y deberes , y sobrecogidos por la mar- 
cha general de la humanidad, qiie caminaba mas de prie- 
sa que esos sonadores de abstracciones, y con una cienr- 
cia impotente para abrir ancha senda gor donde pudiera* 
caminar la civilización y el progreso, todos nos hemos 
visto arrojados á la vida , sin brújula , sin estrella que 
consultar, sin timón á que aferramos, á merced del 
tumultuoso oleaje de los acontecimientos , y temiendo 
que la marea , siempre creciente , de la nueva vida^ 
rompiera diques y valladares, y anegara leyes, princi- 
pios é instituciones , sumiendo á la sociedad en eternas 
tinieblas. 

Guando todos hemos crecido en medio de tanta agi- 
tación y sobresalto, ¿es de extrañar que los unos se ha- 
yan reclinado en el seno del escepticismo, buscando en 
el suicidio de la inteligencia remedio á tantos males; 
que otros busquen en la visión del amor divino un ler 
nitivo en el angustioso vivir que les atormenta \^ que 
otros, en fin , invoquen á la materia y miren con amor 
la tierra , á la cual han de volver, para formar nuevos 
seres , juzgando que su destino limitase á que el cuerpo 
viva y crezca , amordazando la conciencia y la razón, 
aunque murmuran instintivamente yo no sé qué de 
verdades racionales y de destinos que debe cumplir el 
hombre en su terrena existencia? ¿ Es de extrañar que 
los más, viendo cómo la vida se aumenta, cómo el pro- 
greso se realiza , siendo cada día mayor el número de 
medios y facultades con que la humanidad se enrique- 
ce , crean que la verdad es cosa desconocida , pero que 



EN LAS NACIONES LATINAS. SI 

^1 hecho la revela , y qae en el instmtivo grito de las 
innchedninbres se esconde la fórmula científica*, y que 
i>asta dejarse llevar por el torrente de los sucesos, por- 
que en el seno de la humanidad vive un n¡os descono- 
-cido que se revelará por completo en la consumación 
ile los tiempos , cuando la voluntad nada tenga que rea- 
lizar, ó porque el impulso que ese Dios imprime es 
-eterno, sin que jamás encontremos punto de descanso 
-en esta peregrinación humana por el espacio, siendo 
-solo ciegos instrumentos de una fuerza ciega , que fa- 
talmente nos arrastra de civilización en civilización, 
como si violentísimo huracán empujara eternamente 
4as generaciones humanas? 

Todas estas tendencias , que se descubren en el seno 
«de. la sociedad actual , dcscúbrénse asimismo en el seno 
del individuo. ¿Quién podrá decir cuál es el ideal de su 
^ida , cuál la ley moral que acata y con la que rela- 
ciona su existencia? Los más buscan en prácticas ex- 
ternas la satisfacción de las necesidades morales y reli- 
-gíosas ; otros creen indi^^no de su alteza personal ren- 
dir acatamiento á verdades supremas, y creerse ligados 
con deberes á los demás hombres; no falta quien cree 
ilenar su vida con verdades de sentido y de experien- 
cia, juzgando visión todo lo que se refiere al orden ra- 
cional , y no pocos juzgan como ley suprema de la vida 
acomodar sus actos á las exigencias sociales , y júzganse 
ejemplos vivos cuando no han sido comprendidos en 
ninguno de los casos previstos en la legislación positiva. 
Si examináramos, señores, el arte como expresión 
-de esta vida social , bastaría citar algunos nombres y 
refrescar en vuestra memoria el argumento de áltennos 
'^res, para comprender desde luego cuan verdadero es 
-el cuadro que ofrezco á vuestta consideración. Si exa- 



22 DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

minásemos la historia política contemporánea , basta* 
ría , señores , enumerar los partidos que pelean en Ift 
candente arena política , para comprender cómo todos 
ellos expresan el estado general de lucha y conturba^ 
cion en que hoy se encuentra la Europa latina, y cadar 
uno de ellos en particular nos pondría de manifiesto 1% 
tendencia á que responde » el interés que entraña , el 
propósito que persigue, y en ese propósito, sin gran^ 
esfuerzo descubriríamos uno 3e los innumerables erro- 
res que ha engendrado la agitada fantasía de un siglo,, 
que ha derruido y reedificado él solo las instituciones 
todas que lentamente elaboraron los pasados siglos. Si 
examináramos la historia religiosa de nuestros dias, en- 
contrariamos á los pocos pasos renovadas todas las he- 
regías que pusieron á prueba en la edad pasada la ener- 
gía del cristianismo y casi todas las doctrinas q.ue desde 
los primeros momentos de la razón han vivido en eV 
entendimiento humano, pero unas y otras*, formula- 
das con mayor vigor, con mas alta concepción racio- 
nal, y sostenidas con incontrastable firmeza y grai^ 
aparato de raciocinio. 

AI estudiar detenidamente esta portentosa vitalidacl 
del espíritu humano, al seguir á unos y otros doctores^ 
sintiendo cómo unas veces la duda hiela nuestro enten- 
dimiento, cómo otras casi se aparece la certeza , cómo 
las más se engendra la contradicción en nuestro espí- 
ritu , al leer sus páginas , en vez de maldecir y conde- 
nar, nos sentimos llevados á prestar auxilio, si nos es^ 
posible darlo, ó á compadecer á los náufragos én ese 
inmenso Océano de la ciencia contemporánea , y & 
aplaudir á los que con serena frente y ánimo resuelta 
se lanzan al fondo de su conciencia, buscando un punta 
de partida para perseverar apoyados en él, hasta poseer 



£N LAS NACIONES LATINAS.. tS 

una verdad primera, qoe &ea verbo redentor en el mundo 
de la inteligenciat Yo de nri sé decir que cuando conside* 
ro las diferentes luchas ¿ que se ha \isto condenado el 
hombre en el curso de la historia, ya para alcanzar una 
patria , para obtener su libertad , ó para esgrimir su 
derecho, ninguna se me parece mas grande , ni lam* 
poco mas angustiosa que la que empeña el hombre de 
la sociedad en que vivimos para crear su entendimien* 
to, vivificando á la par su corazón, y para ver con 
luz clara el ideal esplendente que debe realizar en su 
existencia. » 

"No me extraña, por lo tanto, este espíritu general de 
tolerancia y benevolencia que reina en el examen y 
definición de las doctrinas ; porque á todos se nos aU 
canza , que nunca fué mas verdadera aquella sentencia 
del gran poeta inglés Byron, — la ciencia es el dolor.— 
Todos comprendemos que sea cualquiera la doctrina 
que se profese en los tiempos modernos , no se ha lie* 
gado á poseerla , sin atravesar un purgatorio intelec- 
tqal en el que las mas veces muere la inteligencia ; to- 
dos comprendemos al través de la predicación de una 
doctrina , que aquellas palabras son fruto nacido entre 
tormentas intelectuales , ante las que nada son las mas 
pavorosas de la naturaleza, y por eso acatamos con res* 
peto religioso al hombre, por mas que la doctrina se 
nos aparezca como hija del error. Y no es solo la razón 
indicada la que nos aconseja esa tolerancia en el juicio 
de las doctrinas y sino el creer que la ciencia no es mera 
abstracción, hija de la vanidad de los pensadores, y.que 
por lo tanto no vive alejada del mundo real , sino que 
lo engendra , y muchas veces recibe su influencia , lo 
que nos preceptúa, que consideremos las doctrinas con 
relación á su tiempo, mirando sus a;íitecedentes,y si e^ 



Si DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

posible , determinando en el cuadro general el punto que 
ocupa en el desarrollo cientiflco i la sociedad humana é 
histórica que intentan satisfacer ó que satisfacen, y de 
esta manera juzgaremos con razón , que nos dé el 
acierto , evitando juicios ligeros ó apasionados como hi*- 
jos del momento que pueden turbar la serenidad que 
debe' resplandecer en el que juzga actos ó doctrinas hu- 
manas. 

Y si cansados de mirar por do quier igual confusión 
é idéntico tumulto , descendemos al fondo de nosotros 
mismos, é interrogando á nuestro espíritu , inquirimos 
la causa dé semejajite espectáculo , la razón nos dice 
muy luego que no es otra la causa que la falta de verdad 
que reside en los sistemas filosóficos modernos que han 
presidido y aun presiden el movimiento de la humani- 
dad en las naciones latinas. Tengo por cosa averiguada, 
que asi como la acción en el hombre es estéril cuando 
su inteligencia está conturbada, de la misma manera la 
humanidad cuando carece de pensamiento filosófico , su 
vida es conjunto de accidentes contradictorios, en vez 
de ser la gradual y lenta realización de la esencia hu- 
mana en la sucesión de los tiempos. Hé aquí la causa 
por qué, de acuerdo con la mayor parte de los moder- 
nos pensadores , creo que es imposible exista vida so- 
cial* donde falte la concepción de verdades racionales; 
que es imposible que se funde sobre base sólida , en re- 
ligión , en política y ciencia económica , donde sea des- 
deñado el culto de la razón filosófica. La historia nos 
dice que los accidentes todos que han alcanzado mayor 
influencia y sido causa de singulares beneficios para la 
humanidad, provienen todos'de las verdades filosóficas 
proclamadas en este ó aquel siglo por esa raza divina 
que arranca en Sócrates, y que se perpetúa como glo- 



EN LAS NACIONES LATINAS. tS 

ríosa dinastía, produciendo los nombres mas yeneran- 
dos de la historia. Y corrobora esta verdad la simple 
reflexión de las verdades contenidas en el estudio filo- 
sófico, que son las que después se levantan como dio- 
sas en los templos de las ciencias particulares , y según 
sea el carácter ó sello que la filosofía imprima en su 
frente, así será el culto que se las tribute y la venera- 
ción en que se las tenga. El derecho, la humanidad y la 
naturaleza son ideas y seres que la filosofía define y re- 
vela á las ciencias particulares, al venir á los pies de la 
ciencia señora á recibir el objeto de su estudio, y lo re- 
ciben tal como la filosofía lo ha creado ó lo ha recono- 
cido , en la serie de verdades que constituyen el orga- 
nismo de la ciencia. 

De aquí nace sin duda que las generaciones modernas 
busquen siempre en el estudio de la filosofía la clave de 
los problemas todos que como pavorosas esfinges se 
presentan á su atención, conociendo, que lo fenomenal, 
lo relativo, lo contingente^ lo histórico, en tina pala- 
bra, no puede explicarse y conocerse de otra manera, 
que por lo esencial, lo eterno, lo necesarío, lo racional. 
Por eso la ciencia verdadera se consagra con santo en- 
tusiasmo al cstucTío de la razón, ó al órgano de las ver- 
dades absolutas, por cuyo medio es posible la ciencia, 
porque solo la razón puede darnos el conocimiento de 
Dios, principio y fundamento de todo ser y* de todo co- 
nocimiento. 

Si la Europa entera ha reconocido que se abria para 
la moderna civilización un periodo histórico mas alto 
que los períodos precedentes; si todo ha de vivir según 
su naturaleza propia , pero en relación con lodo lo de- 
más y en armonía ; si bajo esta idea la filosofía en las na- 
«iones germánicas ha intentado , obedeciendo al carác* 



96 DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

ter racional de la época, formularse como filosofía de 
lo absoluto , de lo que es en si y por si, ¿qué dirémos^ 
al contemplar el majestuoso y sin par desenvolvimiento 
de la razón filosófica en aquellas naciones, y al rer 
cuántos y de cuánta alteza son los problemas que ha 
sido preciso resolver , allá , en la última cima de la es- 
peculación racional , en la que cual nuevo Prometeo- 
aun lucha la razón humana y al volver. los ojos á los^ 
pueblos latinos en jos que apenas se ha sospechado ese- 
carácter de la pienda filosófica y en los que los psicólo- 
gos son considerados como forjadores de sueños , y el 
concepto de la metafísica corre parejas con el de la 
evocación de los espíritus ó con esas otras supersticio- 
nes vulgares, que dan claro testimonio de la vida ó fan- 
tasía de los pueblos meridionales ó quizá de su educa< 
cion histórica fruto de siglos precedentes? 

Existen en Europa dos corrientes distintas en las- 
ciencias filosóficas, la una es la que anima á los pensa- 
dores de más allá del Rhin, la otra es la que corre por 
las escuelas francesas, por las de Italia, y las de la Pe- 
nínsula ibérica. No es del momento caracterizar estaa^ 
tendencias; basta á mi propósito sentar que son nota- 
bles, en el método y doctrina, las diferencias que sepa- 
ran á la una de la otra. Quizá la ciencia germánica , ex- 
presión feliz del carácter de aquella raza, conozca como 
fuente hechos históricos que no ha registrado en sus 
anales la historia de los pueblos latinos; quizá un mo- 
vimiento repulsivo, una protesta contra la tendencia de 
las doctrinas germanas , haya motivado ciertos caracte- 
res de la filosofía en los pueblos latinos ; pero de todos- 
modos no es menos cierto que el carácter constitutivo 
de la raza latina y su tradición histórica , han influido^ 
poderosisimamente en la ciencia contemporánea , origí- 



EN LAS NACIONES LATINAS. Vf 

nando tendencias y doctrinas » cuyo reinado en la opi- 
nión pública ha sido causa de no pocos males y de la 
anarquía intelectual en que boy. nos encontramos. Es 
OQ becho evidente que la raza latina , rica en fantasía, 
dotada mas de la individualidad poderosa que lleva al 
arte, que de aquella generalidad que constituye la con- 
cepción cientiñca^ mas pronta para la acción que par» 
el estudio , moviendo con mayor facilidad el brazo que 
la inteligencia, educada bajo concepciones dogmáticas, 
desde el instante en que la autoridad científica por tan- 
tos siglos respetada cayó herida por la maldición revo- 
lucionaria y se vio precisada á formular nuevos credos, 
á resolver problemas pavorosos, unas veces la fantasía, 
otras el sentimiento , forjaron diferentes ídolos que lle- 
vando al espíritu .de los pueblos de uno á otro polo de la 
vida, han procreado esta febril actividad, sib objeto mu- 
chas veces , que no pocas corre tras espectros y som« 
bras, y que siempre causa conmoción y dolor en e( 
seno de la sociedad y en el seno del individuo. 

No es hoy mi objeto entrar en el paralelo y juicía 
comparativo de la ciencia germánica y de la ciencia la* 
tina; tampoco pretendo notar puntos de enlace, para que 
se estimen en razón esas denominaciones de germánica 
y latina, y podamos decir ciencia humana; mis tareas se 
reducen únicamente á ofrecer el cuadro general del des- 
arrollo de la ciencia en las naciones neo-latinas, inda- 
gando los efectos producidos por la influencia de las doc- 
trinas distintas que han predominado en él , ya en lar 
conciencia , ya en la razón, ya en la moralidad del si- 
glo XIX. Si de este cuadro general se deduce que el ca- 
rácter de la ciencia en los pueblos^ neo-latinos es el ca- 
recer de unidad, de ley general de desenvolvimiento;.^ 
si observamos que la lucha de escuelas nace de la ad- 



^ DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

misión de Terdades consideradas como principios pri- 
meros, y que son, sin embargo, contradictorias; si 
sernos que la idea de lo absoluto y de lo infinito , rara 
Tez toma carne en las escuelas filosóficas; si como con- 
secuencia de estos datos la bistoria no es otra cosa que 
•una contiouacion de ideas contradictorias dogmática- 
úñente afirmadas y dogmáticamente contradichas; si, 
>en una palabra , la anarquía intelectual es el rasgo ca- 
racterístico de la filosofía neo latina, quedará suficiente- 
mente explicada la anarquía que reina en política , el 
^acio que se siente en la conciencia y esa indiferencia 
-en materias filosóficas , causa en mi sentir de la pos- 
tración intelectual , artística y moral que deploramos. 

Señores: Una revolución sin igual en los fastos del 
mundo prepara el advenimiento del siglo xix. El mun- 
do feudal y el mundo del renacimiento, aquel con sus 
derechos señoriales , sus municipios ,'8us hermandades, 
«ste con su estado soberano y omnipotente, con sus co- 
ronas forjadas a6 eterno por Dios, y por Dios a6 eterno 
4lestJnadas á una dinastía elegida , desaparecieron ante 
•el huracán revolucionario, como arista seca que arre- 
bata el viento. La negación resonó con eco soberano; 
altares , tronos , leyes y costumbres desaparecieron 
bajo la lava de aquel volcan de sentimientos y aspira- 
ciones que se llama Convención francesa; el nuevo es- 
píritu Invadió el cielo y la tierra, y con el deseo de li- 
i>ertar al hombre , que era su fin supremo, cortó toda 
relación entre la tierra y el cielo, creyendo encontrar 
«n las doctrinas materialistas remedio poderosamente 
eficaz contra todo conato reaccionario. Y el movimiento 
^sensualista que habia encontrado franca acogida en las 
jiltas clases de la sociedad francesa durante los últimos 



EN LAS NACIONES UTINAS. W 

anos de Luis XV, se extendió al pueblo, facilitanda 
así la dictadura corta, pero terrible, como todas las dic- 
taduras de la escuela materialista. En vano Rousseau y 
Yoltaire quisieron mantener al espíritu filosófico en el 
teísmo ó en el deismo , las doctrinas de la Mettríe y de 
Holbach respondían con mayor verdad al movimiento 
general dé negación que hostigaba. á la sociedad france-^ 
sa en la segunda mitad del siglo xviii. La profesión de 
fe del Vicario Saboyana fué fácilmente vencida por el 
Sistema de la naturaleza, de lá escuela materialista. El 
hombre de la naturaleza era la concepción propia de 
aquellos momentos de exaltación política en que se tra-^ 
taba de renovar la vida entera , juzgando la razón, la fé, 
las creencias, como vanas puerilidades de siglos de des- 
potismo y de ignorancia ; porque la escuela materialista 
no alcanzaba que pudiesen subsistir Dios y el hombre 
y huía en la ciencia de todo principio superior á lo hu- 
mano , como huia en política de toda personificación 
que destruyera la igualdad natural de los hombres. Ro- 
binet, Holbach, la Mettrie , comprendieron instintiva- 
mente que la convicción política nace de la creencia 
filosófica, y buscaron én el Sistema de la naturaleza 
una creencia que aislara al hombre en el mundo , asi 
con^o Rousseau establecía una .doctrina que separaba al 
hombre de la sociedad. Poroso, señores, el. primer mo 
mentó de la escuela materialista en Francia , mas debe 
considerarse como un arma política , que como una fas 
verdadera de doctrina filosófica. La verdadera escuela 
materialista, en su. expresión científica, comienza en el 
instante ei) que Garat , Lancelin y Gabanis , partiendo 
de la doctrina del abate de Gondillac , la completan, 
aplicándola á las diferentes ramas del saber humano, 
trayendo , como buena prueba de sus afirmaciones, los 



:S0 DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

adelantos y descubrimientos de las ciencias naturales. 
El hombre que había Conseguido ahogar la revolu- 
ción y forjar una corona mas pesada que la que ciñeron 
Garlo^Magno y Garlos V, temía como á su natural ene- 
miga á la inteligencia, y cuidaba con esmero de que en 
la enseñanza oficial no apareciera el monstruo horro- 
roso de la idea; y sin embargo , la idea fué poco ¿ poco 
levantando la' losa bajo la cual la había sepultado la 
escuela materialista , y Desttu-Tracy y Laromiguiere 
comenzaron á modificar la escuela materialista con la 
sensualista , ofreciendo á la especulación filosófica un 
nuevo dato, que si entonces aparece como de escasa im- 
portancia y trascendencia , andando el tiempo figurará 
como primero y principal en la ciencia psicológica. 

Caído el hombre de Austerlitz , intentó la Europa 
cerrar para siempre la era revolucionaria , agitada aun 
por los recuerdos de los días de la Convención france- 
sa ; pero sintiéndose cada vez más la influencia liberal 
nacida en aquella gigantesca revolución , la filosofía en- 
contró en el ilustre Royer-Collard un intérprete digno, 
^ue se levantó protestando enérgicamente contra la lla- 
mada restauración, y contra el predominio de la es- 
cuela sensualista-, hiriéndola denodadamente en el pe- 
cho , puesto que demostró de una manera cumplida la 
actividad natural y espontánea del espíritu. Esta, se- 
ñores , es la éiK>ca en que se reconoce por fin la exis- 
tencia de un nuevo elemento en la civilización moder- 
na, la época en que el derecho humano es generalmente 
aceptado, y sin tregua y sin descanso consagráronse 
los políticos á arbitrar medios para que coexistieran el 
antiguo y el moderno elemento : esta es la época asi- 
mismo en que se formu|pi por M. Cousin la escuela 
ecléctica, que debia'serel terreno neutral en que se 



EN LAS NACIONES LATINAS. 31 

firmara un tratado de paz solemne entre las diferentes 
escuelas, que desde el nacimiento de la razón filosófica 
«e disputan la posesión y señorío de la ciencia. De 
esta época data la confusión general de verdades y prin- 
cipios que aun en los momentos que alcanzamos enca- 
•dena la actividad del espíritu en los pueblos latinos. AI 
llamamiento de la escuela ecléctica acudieron en con- 
fuso tropel ideas nacidas las unas en el suelo deEscocia, 
oriundas las otras de Alemania , hijas no pocas de la es- 
cuela cartesiana , invocando todas en coro al sentido 
común como juez arbitro , que había de señalarles su 
lugar en la ciencia , dando margen á ese triste estado de 
vacilación y de duda que ha consumido las altas inteli* 
gencias de Jouffroy y de Gousin, y que es causa de la 
decadencia y abatimiento en que la razón filosófica se 
encuentra en el vecino imperio. Esta ciencia que llegó 
á ser oficial, no podia satisfacer ni satisfizo* las necesi- 
dades y aspiraciones todas que engendró'el movimiento 
revolucionario de 1789. La nueva vida á que fué llamas- 
da una gran parte de Fa sociedad francesa, las necesida- 
des que se revelaronen virtud de éste fenómeno, hizo 
que generalmente se presintiera una concepción sinté- 
tica en que todos participaran del bien social , y en la 
que la justicia y el derecho estuvieran realizados y 
cumplidos. La escuela ecléctica había entrevisto una 
conciliación de todos los sistemas filosóficos , una conci- 
liación de todos los intereses y. de todos los derechos en 
e\ dogma doctrinario; pero las escuelas socialistas bus- 
caron con ahinco esa conciliación general y universal, 
y quizá con mas recto sentido filosófico que los mismos 
que blasonaban de filósofos , concibieron que solo era 
posible la solución del problema abarcando en un solo 
pensamiento lo pasado , k) presente y - lo porvenir» 



3t DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA 

Saint-Simon y Fourier parten de una concq[icion ger^ 
neral del mundo , .y aujique sus sistemas carecen de 
condiciones científicas, y son una continuada blasfemia 
contra ia razón filosófica , no puede menos de recono- 
cerseque en su concepción respondían mejor estas es- 
cuelas al espíritu sintético y armónico del siglo , que 
los malhadados ensayos de la escuela ecléctica. 

Qifizk, señores , la aparición de las escuelas de Saint- 
Simón , Fourier y Leroux expresen uno de los rasgiia 
característicos , que es preciso tener muy en cuenta, de 
la raza á que pertenecemos. La ciencia solo nos cautiva 
en su parte de aplicación : las mas veces cuidamos poco 
de los principios que ia determinan ; pero inquirimos 
con solicitud sus aplicaciones á la vida social y á la vida 
política , y llevados por esta necesidad de obrar, que nos^ 
atormenta, preferimos siempre la solución concreta de 
los problemas actuales, á largas y laboriosas indagacio- 
nes sobre la naturaleza é índole de las verdades prime- 
ras y á una rigurosa aplicación de aquellas verdades á 
la vida de la humanidad y del individuo. Preferimos 
siempre la revelación á la demostración: corremos con 
facilidad tras las brillantes creaciones de la fantasía, y 
siempre nos encuentra recelosos y suspicaces el racio- 
cinio. Más pedimos un grito de guerra para el combate, 
que una convicción profunda y razonada que modele 
nuestro ser y rija nuestra vida. Por estas razones ex- 
plicamos la fácil popularidad que alcanzaron las escue- 
las socialistas: nacían de una necesidad generalmente 
sentida , expresaban una tendencia del siglo , ofrecién- 
dose á los ojos del pueblo con una forma eminentemen- 
te poética , que será siempre grata á los pueblos meri- 
dionales. 

Con el sentimiento de reacción que encontró fórmu- 



EN LAS NA-GIONES . lATINAd. 3S 

la en el reinado deluis XVllI, se hizo patente en Fran- 
cia el sentimiento religioso que protestaba d^sde los 
primeros, dias de la revolución , y á las audaces negati- 
Ta« de la escuela materialista qontestó con afirmaciones 
no menos atrevidas. Desde Francia > el sentido de pico- 
téala religioso-político pasó alas naciones latinas > pre- 
sentando así en Italia comp en España idénticos carac- 
teres, si bien puede sostenerse» que la escuela llani^da 
tei^gic^ no toma eñ ambas Penínsulas el carácter po- 
lémico y violento qu^ cacacteriza su aparición en Fran- 
cia. Guandase considera el momento en que aparecen 
en los pueblos latinos los escritores que fundan la es- 
cuela teológica» involuntariamente acude á la imagina- 
ción la idea ya e^^puesta d£ la oposición tle carácter en- 
tre la raza germánica y la. raza latina. Si recordamos 
el vuelo qup toma en Alemania^ la idea racionalista ; si 
desde ia aparieioa Je la filosofía erítica hasta los últimos 
extravíos de la escuela neo begeliana , *'advertimos que 
va en aumento el culto dewla razón y se suceden sin in- 
terrupción las negacipnes de la verdadxatólica» sq 90S 
aparecerán Jas estMielas teológicas del Mediodía como 
una protesta contra la tendencia y carácter de las es« 
cuelas racionalistas^ del Norte. Obedeciendo á esta ley 
histórica, y vivamente impresionado por el espectáculo 
de la revolución francesa , el autor de las Keladas de 
San Petersbuvgo lanzó á la faz de la humanidad el qias 
terrible anatema que en nombre, del catolicisnio podía 
escribirse. Sin embargo de (os propósitos , eminente* 
mente religiosos que animaban ,á M. de Maistre , su ii- 
bso quizá sea nías bi^u exp^^esion del terror política 
de 1793 que de una verdadera xoncépcion cristiana. 
M. de Maislre transporta al cielo el espírilu del Comité 
de salud pública^ el Dios de M. Maistre es siempre, el 

CANALEJAS.— 3 



M DEL ESTABA ACTUAL DE LA FlbOSOFÍA 

Dios derdilttvia.ydtf Sodomá ; la cólera y el castigo son 
suúaioft expresioá; 1¿ p^na, el único lazo que existe 
entre la criatura y el Criador, y la sangré y tó guerra, 
el únicd perfume y la única otacion que puede *el hoiil 
bre dirigir á su Dios. Nunca se ofrece. á sus ojos la idea 
de la bondad ni de la misericordia : jamás esCucba las 
divinas palabras del Evangelio, y siempre tiene en el 
corazón y los labios las terribles (naldiciones de los 
profetas. 

JiS cuestión principal que en .este primer momento 
de la escuela teoldgtca preocupa 'á M. Maistre, es el .se- 
ñalarla intervención de Dios en la vida hunlana, de- 
terminando en leyes bistórícas la idea d» la Providen- 
eia. Andando el tiempo, comprendióse por los adeptos 
de la escuela teológica que no eran bastantes , ni la elo- 
cuente voz de Maistre, jii las ingeniosas teorías de Bo- 
nald á refrenar el movimiento cada «vez nías general del 
espíritu filosófico, y entonces, desde aquel elocuentisi- 
nM) libró de M. de Lamennats , todos los esfuerzos de 
la escuela teológica se dirigieron á cortar ea su raíz la 
Tida del espíritu íHOsófico, negando d carácter inquisi- 
tivo áe la razón humana, y pretendiendo que ella por 
sisóla no tenia fuerza para adelantarse al conocimiento 
de Dios y , por lo tanto, al principio fundamental de la 
cieneta del hombre. Esta singularísima doctrina que 
fundaba una* especie de escepticismo teológico , cundió 
rápidamente , y la cátedra y la prensa se aliaron para 
quitar al hombre toda confianza en el uso legítimo de 
sif razón. Y desde M. Lamemiais, pasando por el filo- 
sa y elocuente teatinoVerituIra d»Ráulica, fué á paraif á 
manos de la Secta que acaudillaban el abate Gaume, 
monsieur Bonetti y ^rau* parte del episcopado- francés» 
Sin embargo, en las Alas misólas decelero resonó ia 



. "^EN LAS NACIONES LATINAS; 3S 

Toz*d6 alarma, yla:Fazt)n elacontró elocuentes y eitór- 
giGos «tefensores en ios Ghaster, Gratry Gognat.y otrds 
•qilQ pusieron de manlftestó los graves males que se se* 
f úian* asi á la religíob «orno á la ciencia de admitir esU| 
a/)yi8ima doctrina, que no contaba cdb pireCedentes en 
la historia de la iglesia católica. 

Los excesos .de lá escuela teológica! robustecieron 
más y más la iníhiencia de los escritores que; partien- 
do de las verdades católioas, procuraban aplicar aque- 
UáB verdades á la ciencia moderna y á la vida social. 
Le^ -escrito!^ de fialiancliQ^ de Bucbez, causaron no poca 
impresión en el espíritu publico, y la idea de que la civi- 
Us^cioQ moderna no ef a incompatible con los progresos 
coYiseguidos, con las verdades conquistadas y aun con 
las aspiraciones á la libertad de tos pueblos modernos, 
fué ^usa de que- lo» esfuerzos de' Bordas-DumouHn« 
Huet y otros encontraron apoyo y gran numera de 
partidarios entre' las clases tod^s de ia sociedad. No es 
de e&trañar el aplauso con que 80'n;acegidas estas doc- 
trinas cristiano -progresivas, si se tiene en cuenta que 
reúnen dos caracteres dignos de alta estima ep nuestra 
época : primero* la unidad de la vida social expresada 
por los dogmas cristianos ,.'y segundo la armonía i°fntre 
la marcha histórica def siglo ¿presente y la forlná rdi- 
gios», que tan profunde selló «^a grabado en el s6h'0ide 
lá sociedad actaaK' Todas esCas doctrinas aáe'más, por su 
carácter religioso social , por su forma dogiAática, se 
adaptad con ma^or facilidad al genio de la raza latina j 
conmueven' eon mayor energía sn espíritu , que los esT 
ludios psicológicos Ó eruditos de la espuela ecléctica. 
. Si preguntantes á la historia de la filosofía cuál es el 
Tilor que tiene toda esta elaboraéion poKlíco- cristiana 
4e la escuela téotógicar.en él sig^o {^tésente , sin gran es«* 



36 DEL ESTAQQ ACTUAL DE LA riLOSOFÚ 

ftierzo se nos alcanza que no es otro el precio en que 
debe estimarse,^que el valor que puedan tener boy t«o-- 
rías sintéticas faltas de base racional, pero que expre- 
san una tendencia real, que os'und de las mas aldis ex- 
celencias de la cijMicia moderna. La ciencia, en el ^^ 
glo XIX, tiende á modelar la >ida social , mostranA^ en 
toda^ las esferas de la existencia la ley que las rige .y la 
naturaleza que lesT es propia ;. pero la ciencia humana 
no puede partir de datos qua sean ajenos á la misnaa 
cienc^ia , y al efeoto, antes de aceptar el procedimimienr 
lo deductivo, que es el verdaden) procedimiento sintió* 
tico, indaga por medio de la inducción la base, ó*saa el 
primer principio, del cual arranca el procedimiento de« 
ductivo: La verdadera ciencia se separa á gran distancia 
de la filosofía materialista y atea'*' del siglo xyhi, y es^ 
por el contrario, eminentemenledreligiosa; pero la-doc* 
trina religiosa de la filosofía moderna rebhazá los prin- 
cipios' de la escuela moderna neo-teológica , porqqe en 
lugar de buscar en la filosofía ile la. religión la araionía 
entre Dios y él hombre, asi como los materialistas fran- 
ceses suprimiaa un término* del ppobiema negando ái 
Dios, los neo-4eólogos modesnós suprimen asimisma 
otro término, negando al hombre y negando^ la libertad 
que constituye su vida -moral. 

$1 dominio de la escuek ecléctica nunca fué en Eran**. 
<?ia completo va universal : oponíanse ¿ ello, no tan solo 
aspiraciones- político-sociales que ya hemos enuncia* 
do ; sino también til carácter de raza que recbaaa toda: 
doctrina que po sea sistcmáftica, como asimismo el mo^ 
cimiento general que alienta á todas las ciencias vMk^ 
T9les y que habipi'de provocar una 'filosofía que contu» 
Tiese las vef dades primeras que constituyen los fnnda-^ 
Bieftlos-^de las ciencias da la. naturaleza. La escQelai 



EN LAS NACIONES LAtlNAS. 37 

«ilécttea , careciemlo é% principio y de criterio, no po- 
4ía extender sü dominación ni al campo de la lijstoria 
<m al de las ciencias naturales» De aquí nace sin duda hl 
«OrTímiento filosófico q-ue se advierte en este mundo 
úei conocimiento; pero como la tradición única que 
«comeryaban las ciencias naturales era la materialista 
del.pasado siglo, tendencia ¿ la oual obedecía, asi Ca'r- 
óót en las matemáticas, como Broussais en la fisiología, 
'^carácter que tomó la filosofía dé las ciencias natura- 
les bo fué mas que una modificación, si bien en seillido 
racional , de los anliguos principios de la escuela«mate- 
TÍaltea. La mas aeabdda T completa expresioji de este 
^saváoCer ,es la escuela positiva fundada por el ilustre 
A. Gomte , que revela la tendencia general de la ciencia 
4é\ siglo en el epíceto dado i su escuela , y qiie respon- 
4!te sustancialmeDte á las doctrinas inaterialistas, en la 
^ooodeBstcioñ superfloíal é injusta qfte hace de las ciencias 
^«Detafisicas, creyendo no son otra cosa que vanas erea- 
^^rottes déla exaltada imaginación de la humanidad en 
-tnn ^aaferas edades. Los soeesos políticos que conde* 
«aro» la. creaoiotí política de la eseuela ecléctica acaba- 
iTon p«r desautorizarla ante la opinión póblica, y el es- 
fiirit» fifosófioo en Francia, fiailto de toda guia, se frac- 
'CÍODé, tomando distintos senderos en manos de los mas 
fSDfosM de sus escritores. Destruido el ediflcip tan labo- 
misamente levantado por Cousin, Jouffroy, Simón, Da- 
mirón y otros escritores , la anarquía filosófica túé tal, 
^que^es de todo punto imposible definir las escuelas ó 
H% tendencias que dominan en Francia desde 1849. En 
^fMfttq que algunos escritores creen que solo en la conti- 
i»iiacioir de la obra critica de Kant estriba el porvéüir 
'*ie la IHosofía , otrps proctíran implantar la escuela He- 
'i;eHana, y no pocos de los ahtiguos discípulos, de la es- 



3S DEL ESTAJK) AGJUAL DE LA FILOSOFÍA 

coela ecléclíá:» se refugian ¿ las^^oct^inas idealisCaá-M 
siglo xvii, crcyeqdo que una reno^cion del Gatiesta^ 
oismo podri» dar .plan y CQpcierto al desarrollo fil4)sór 
ficp.'Reoouvier, Vera« Yacberot /Simón, Saisset^ Chr^* 
try^ Pto.urrison jr otros imprimen estas tendencias & - 
los estudios filosóficos, en tanto que en la esfera derlas*, 
crencia^ pplíticas resuena k podero^ima toz éeV aotor 
de la Justicia en la retoolucion , que falto de toda cmV 
viccioii filosófica esgrime Contra lo «xistenté todas la» 
aricas. que forjan las modernas escuelas, sin <;uidaF del 
enlace. sistemático de sus .doctünaa , lo ^que qaiz¿li«' 
aea tampoco hacedero ^ su inteligencia eminéntaoieiite 
crítica y negativa. Ningún escHtóp.ei) los tieippoas mo- 
dernos 1ia.8abi40kponec mas en relioire^el divoroio que 
existe entjre la idea y el hecho , y\nin^np- expresa con 
mas fuerza que est^ ^udaz póleiliista el «atado de -per- 
turbación filosófica an. que se encaentra el siglo m¿, ^ . 
La'historía de los pueblos latinos, á partir desde; el se* 
gundo tercio del sigto xya, ^ encuentra vinculada aii4a 
hj^tpria francesa; su politi^ no era otra cosa que la'coQ- 
tinuacíQn da la política española; dominó enia fioropa^ 
é imprimió carácter á las do^s. Penínsulas, italiana y .esr 
panol^. Su «filosofía cartesiana , su gran escuela del si- 
glo. xju y él siglo,di».or# de. Luis XIY ejercieron una dic- 
t^^jlura tal en<el mundo de Ja inteligencia, qua«no aa da* 
extrañar que, durante el siglo ^viu y la primera milaA 
dej pjfeseRt^ seaJa histeria del pensamiento en Italia j 
en -b:sp9ña pálido reflejo dal pensamiento francés. Fam- 
della , Ventjirelli , Majiílo, enseñaron y extendieron loa- 
. priocipios deLcártesianisnros así como durante los prl* 
nierpa lustros da^nuestro aígk> Romagtiosi y 6ioje( pror 
pagaron doctrinas cuya filiadon natural se encuentra e^ 
Jas escuelas sensualistas. ISa debe sorprendamos. este fe- 



£N LAS NACIONES liATINAS. 3S 

nómeno que se presenta en la filosofía italiana , si para^ 
mos mienies en que la historiar de esta Península se une 
íntimamente' á la- bistopiar francesa, que Ja república^ el 
directorio, el consulado y el imperior levantaron sus di- 
ferentes ensenas, asi en Francia como. en 4a Península 
italiana. La escasa vida intelectual qué. se despertó:en 
los dias de la república apagóse en lo&ulias del imperio; 
sirviendo solo par.a encender mes y más en ^Icorazon 
del pueblo italiano el santo amor á la independencia y Isi 
aspiración á la nacionalidad ^ que* serán siempre guias 
seguros y fuentes de altos becbos paira los pueblos itá* 
llanos. • 

Al parlabrés. Pascuah Galuppi' es á quien debe induda* 
blemente la Ralia moderna ei coteienzo de. su «listen* 
cia fllosóflca. Dotado de un alto espíritu crítico, el ilus- 
tre profesor de la universidad de Ñapóles expuso á los 
o)os de sus compatriotas la escuela esco^sa; peto iná* 
pirado pot esta tendencia sintétiea , que caracteriza ¿ la 
raza latina,. c^uiso imir á 'la experítnfentacicín psicológica 
algutias inducciones -racionales, que abrieren al genio 
italiano vasten borizontes , en las eualéis la inspiración 
de los sucesores, de Galnppi sa ba desenvueUo eoñ no 
poca gloria de la Italia^y gran provecbo dé las* ciencias 
filosóficas. 

En vano la escuela teológica continuó baciendo ge- 
mir la prensa con escritos que aun arrancaban de laa 
doctrinas sustentadas en lo» siglos medios; en vano hi 
filosofía fué considerada ppr. estos* escritores opmo una 
bmnilde esclava de la teología. Ck)mo discursos de. som- 
bras , comb ecos de doctrinas que pasaron , escuchó 
Italia seipejantes aseveraciones , cuyti^ autoridad era 
iñoy para puesta en tela de juicio , desde que se notaba 
que express(ban una 4;oncepcion intelectual que no era 



10 DEL ESTADO ACTUAL DE LA FILOSOFü'a 

la presente , y que pava ella tos sucesos de la historia 
moderna , las revoluciones realizadas en la ^esfera del 
pensamiento eran hechos que ea.recian de importancia 
é ideas indignas de fijar su atención. Desde entonces 
data ese movimiento liberal, semejante á una resnrrec- 
€ían de la Italia, *que será sin disputa uno de los más 
gloriosos títulos de la época presente. 

I Singular destino es d que ha ejercido en* la época 
moderna la 'Qlosofia' inglesa I Laescuelkde Lockto sir- 
vió de punto de partida al movimiento liberal de la 
Francia en la segunda mitad del pasado siglo: la escuela 
escocesa inspiró á BoyerCollard enr los primero^ lus- 
tros de nuestro siglo, y casi aj mismo tiempo vivificada 
.{M»x Gaiuppi, servia para inaugurar el gran movimiento 
de la Italia moderna 

Antonio Rosmici es el fundador de la escuela ita- 
liana: el molimiento filosófico de Italia puede fácil- 
mente reducirse al pcsisamfento de este eminente' filó- 
sofo, que con justicia ocupa un lugar muy principal 
entre los modernos pensadores. Conocedor de la filoso»' 
fía moderna germánica-, iRosmini juzga que la cnestioQ 
principal en Mosofja estriba en la posibítided del pri- 
mer juicio, que solo es posible por la existencia de tma 
noción primitiva que sirva de fundamento y que preste 
certeaa al conocer. Esta noción suprema e6 la idea del 
ser posible, universal. ó indeterminada, y que es' sus- 
ceptible por su exterior determinación de llegar á ser 
el principio de todos los juicios humanos. De la idea de 
ser deduce Rosmini la noción de sustancia, y desde este 
punto de la ciencia ontológi^ pasa á la psicología y al 
estudio del hombre, en el cual distingue la sustancia es- 
piritual, que somos nosotros mismos, y la sustancia 
cpjrporal, que no somos nosotros ^ por mas que nos 



.EN LAS NACIONES LATINAS. ll 

pertfiie8sca. Bncuéotrase d^de Inegren el sistemtf de 
Rofimiai esa* inluiciaR priiiiiti?a , ifecesarki , absoluta, 
ÍDmutable, ^ue constituye quita la base de toda la.íío- 
fiolía latina, y que basta para asegurar gran vida y 
gran. influencia á cualquier sistema que > recHni en 
flu seno. * . 

Los sucesores de BosminHcuUÍTaron predilectamente 
«1 carácter ontológíco de su doctrina^ menospreciando 
i 1» eacuebí «psicológica , que en su sentir era impotente 
pan resolver el proMema del juicio sintético a príari. 
La escuela de Rosminí es el semillero dondfe crecieron 
Uiteiigencias como las de PelKco , Balbo, Revel y tanlos 
otros que sonaron en conéiliar las reformas que el si- 
glo reclamaba con los principios del catolicismo Bl 
pontificado liberal fue el norte de todas estas intelieen- 
^s , renovando quizá la antigua idea güelfe de los si- 
glos medios. Y esta <M>ncepcion no fué <fñzk otra cosa 
-que una consecuencia del cat&cter eminentemente na* 
eíoml que toma desde su origen la novísima fllosofí< 
italiana, que recibe ona.fdrmyla completa en'Mamiani, 
^pie aspira á una renovación ile Ja antigua fflosofta ita- 
liana, reanudando la indagación filosófica desde el punto 
en que la ^dejaron Campatiella ; Bruño, PofiTponacío y 
Smto Tomás de Aquíno, porque ci^e que al traías de 
tocios eiios se descubre el método natural , el que Dios 
mismo ensena al^ hombre , y el que la esctfóla ifaliana 
lia constantemente observado. En esta escuela nriUta* 
r4m , no tan^olo los filósofos eüackie , sino taml^ita-Ga- 
lü«o, Cristóbal Colon , leónarib de VincTi/euya vida y 
altos beohos no son otraeosa que la eiEpreston com<* 
pteta del método natural /quo constituye él rico pacri- 
«■enio de la filosofía italiana. 

Bsta doctrina recibe del elocuente (Moberti su última 



4t DEL ESTADO AGTUiR. DE LA riLOSOFÍA 

eonsagraéioiK .]gstiri)liecer la primsieia interectual tívH y 
moral de loa Matiatíps, es eL4)bjeto que persigue eiTía 
cieAcía el'ilnstre «scritoif, que^sorre parejas en^el siglo 
presento oon el abate Lamensais, con el que tiene no^ 
pocec^'puntos de coatacto, y que si bien algunas véoesí 
es yeBcido bajo el aspecto oratorio , saca gran Ventaja 
^fno pensador ;^ ecrmo p#ieniista. La doctrina metafí- 
sica de Giobejti sé une estrechamente' á sus.principio9 
políticos» que se resumenren la siguiente paoposicton: 
cceKPapa y*4a Italia ban sido el-»ptíttcíplo déierminaste 
9á¿ toda laDívilizacioo .moderna. Toda la ciWlizacíoa 
•moderna debe Notstr ti9^^ y á la Italia.» GioberH 
{lartedeuna f^raitila iȎtafisita, alcanzada por la intui- 
ción pcimittva ,^y que earáelTe en una misma, sinte- 
si6 el ser j sus predicados , la existencia y susatri- 
hutos, la idea en si y todas laa ideas que expresa» 
la. esencia. * 8u método es sintético : su punto de* 
ppirtída la intuición, feMltad eminentemente objeti« 
^^4 ségun este filósofo, ^ desdeñando la conciencia y 
Isih refletion que nada s^oanzají en la alta esfera deja 
"ciencia. Suprin^ra coiHfuista consiste en la fórmula 
«él ser es,» que muy )uego engendra esta otra yerdad 
fundamental en filosofía «el ser crea lo existente.» Con 
esta féimiiJA ilumina Gioberlí el mundo de Ifi hfteligea- 
cia, eliirden regí y el érden'Iisico, y la metafísica y 1» 
cosnibalogia» reciben su vida y au verdad de- aquel prin- 
cipio primero. Asi como el ^r,>es decir Dios> crea !<► 
exi»4iiite^ de lü toisaúr maaera»Ia unidad ccea lo múlti- 
ple, losubiinte créanlo belte-, et soberano crea al pue- 
blo, la iglesia 6i:ea la civflizacion, la ItaUa crea la Eur o» 
pa, y el Papa 'crea* á 4^ Itatía, y por este ingenioso pro- 
cedimiento , <íioberti enlaza »n sintética enciclopedia 
la» cienoiaa todas, «otiio agrupa la Europa entera, A loa 



KOI .LAS lUGIONES UXIItAS..- «. IJk 

{!Íj^^etiGápítoiio,^paui escuchar la patalea de yida<[ud 
verter^ Lisi labios d^l sucesor de Saii Pe(fro. 

la génfi^racioii liberal íUUana que luchaba desde 1817 
con el intento dé coo^nistar la indep^iil^ncía de la pa- 
tria y-fle-^stabtecer-eH^.su suelo eF reinado de 'kcliber- 
tacl. No debe sorprender i los que conozcan cómo'e> 
e^^ y carácter xle la nacípn imprimen honda «huella 
en el pensamiento del 'fiÍ|6sofo,.qiieesa tendtocia n.ado- 
nal se Reabra aaí en Mamiam-como^u GríobertL íiaSá 
jno^xis^a, su naicfónalidad era un sueno-» b^ italiano^: 
eariréeian ^e^p&tria , era la trjste Poloní» de la Buropa 
aosiáionál , y este dolpr i^ii^isimo giré enlutaba ár.todbs- 
los esipij^itus , fué sin .duda* la. causa xleterminañte; de 
a^^íl^l aspiración á constituir* una ciencia 'nacional,, 
c»i^ol^dose sin duda^ ya que no pp^ian poseer nna p|- 
Iria en la tijsrra^ con t^ner una nacionalidad en la» alta^ 
esferas del jiensamiento. . ^^ , * . • <* 

. Tp^s estas ilusiones, .todosT éstos sumos ftlosóAcos y 
^Uticos murieron, en. los -camj^gs de Movafa. Dead^ 
aque^punto la filosofía italiana entró ef un periodo de 
etaboracion eientífica cuyos caracteres .gjiardan ya ma- 
yor enlace crá el espjifitu deja firosDfia moderna. .Cay<^ 
ei^el.olvi4o |a doctrina ¿^Giobertr, y.si bi^Ia oscuela 
Igps'iflíniana conlínnó con exÍ8tencia«y.-so debió sil vida^ 
á4os elementos nA9ÍctiMtes ^.ilb^nceFrara, ^nó al t^^ft- 
fitu crillea que presidió á las' primeraé lare^ del filó- 
soto de láoveredo. Desde o^itenqáfa la influ^yí^ de lask 
escuelas aleQui^aa'«es visible. El especiieulo que nes* 
ofrepe la fllosf^fía ita^ana en loa: dos nltiifos kistiS^ /ei^ 
paropido al.obiervBdct en Francia y^^l qjueH^fi^ecenttes- 
cm. Esp^r Én tanto ^ue la ésiráela ned/ieológiei^Iucha* 
ano para resobrar su pevdidsr^f^HuenCia i ^Fem>ari pror- 



44 DEL* esta'di^v actual de la filosofía 

pagft un «sceplícísme critico , Mamiáni modl^ca cada 
\ez mas en sentido ontológicp las doctrinas de s» maes- 
tro Rosmini ; Mazzarélla intenta renovar; modtfléáíulo- 
h, la 'escuela critica, j Ansónio 'Franchi- predfca al 
puebio ún naturalismo que las mas veces, llevado de 
«H ardorosa inoiSiginacron; se convierte en el caloir de/la 
Jucha en un materialismo* grosero.' 

Hoy que estamos presenciando, por fin , el establéci- 
inlénlo de'fin reino italiano, es'de presumir que ta vida 
itíteléetual que ocasiona este suceso sea gloriosísima; ek 
^e creer, dadas las condiciones del genio italia'fio , qtie 
vuelva ár Italia Ü cetro filosófico déla Búropsí (atina* que 
«íinieblo que Yia sabido tenovar los estudios del*^d'eré- 
4Sho , puede fácilmente arrebatar á la Francia la f»rima- 
^ia Intefectual que ba gozado hasta ahora sin sotñlíra 
-siquiera de rivalidad , y quizá ; señores , la raza latina 
retíibsr en su cultura* y civilización grandes provechos 
^n este cambio de au(ofMad cieñtiftca , y quizá se en- 
^¡Anda en esta Penírisuía* española nobte emulación, y 
loteemos * por fin iisiéáto en la gran asamblea . dé ios 
pensadores modernos. 

Al fijar los idjos^ éri nuestra EspaSa y ^l pf etebder 
t)uscar en eHa Ia*vída del espíritu en los pasados Agios, 
tñe ofrece á nuestra ¿onsideraclotr un fenómetio digno 
de estudie. España lia permanecido alejada durante los 
Siglos XVI, XVII y xvni del- movimiento "general del es^ 
.píritu^europeo. La política dé la casa de Austria recel<y- 
-sa y suspiaaz en lo que i3oiÍ€eilDia á ia ckíicia , a^(^rse- 
,guir á los heréticos prótestlmtés que vivían. entre nos- 
otros hirió nortalmente eLesplkitu cientifldv que se 
desarrollaba en nuestras universidades bajo fa Inftuen- 
4;ia drt renacimiento literario, vigorcf^amente' secunda- 
4lo por los Beyes Gatótíoos. I.a razón bajo la'domitía- 



EN LAS Ni(CION£S LATINAS. ^ 15^ 

cioQ austciaca ^respira apenas y mnere por último falta 
dq aliento : la fantasía exQltada por urna sucesipn de- 
guerras sangrientas y de maravillosas cüoquistas ^ orea 
uú arte^ue es el único pan que alimenta á la nadoj> 
4urante dos siglos, y que debo á este carácter de predo- 
laimp exclusivo. sus altas excelencia^ así como también 
sus errores y sus fealdades. EÍ espíritu meridional y 
propio dé la raza latina se maniñesta en las escuelas- 
místicas duraínte ios sigíosxvi y xvji, y va á parar des- 
pués de haber encendido el alma de los Granadas, Íléo- 
nes y Teresas de Jesús á manos de aquellos t^ál«ygos y 
ocadores contra los que esjgrimian.sus armas el padr^ 
Isla y el ilustre Feijóo. , . *. 

En Feijóo comienza el renacimiento del espíritu e|^- 
panol : la dinastía de Borbon* habia encadena'do ni^^Sr- 
tra vida á la vida francesa, y así como corrían .ira.s 
el ideal de su arte nuestros poeias y nuestros críticos^ ^ 
así'.tambien el espíritu híspano se agitaba al escuchar 
las doctrinas de los filósofos franceses. H^y , señores,, 
es^ de todo punto imposible hacer justiciajd sabio béqo- 
dÍQtino por sus hercúleos esfuerzos en la encarnizyada 
lucha que se vio precisado ¿ sostener para sacar á.'saivo,. 
no ya las doctrinas dd una escuela , sino verdades* y he- 
chos propios de la esfera de la experimentación. Hoy no 
se nos alcan:^a que aquellas verdades triviales^. aquel 
buen sentido que se despub^en en los escritos de Feijóo, 
encontraran opositores; hoy creemos imposible que las 
teorías sostenid^is por el autor del Teatro, crítica, fue- 
ran, cau^a de gravísimo Qscái^dalo , y de qjie su autor 
fuera considerado como atrevido reformador y coryo 
émulo de Lutero. Pero tal era el estado de la intpligfch- 
cja en el pasado, siglo, y fácil es. do -comprender que si 
en este periodo aparecen algunas obr^s dcr carácter filo- 



'46 nfiL ESTkDO ACTUAL *¿E LA FILOSOFÍA 

8<]|fico''cQ9no b» de Péreird, La Pefia y otros-/ ntf se-'éli- 
cueHtra'éki elkfs mas tradición ni «ñas escuela cfué las 
floeliMnas>6sceÍásticasqúe''se habían petrificado éh%i ití- 
'ielK^eo cía de nuestros doctorees, asi cniasaitlas'ccfnio 
en los claustros. España no \o\ytó á la -vida sjpo pasan- 
do^pof la*dólorosa trai)3fdrniación qué: se cumple 'des- 
de ISe^ á 1814 ; entonces los nombres *de Rousseau; de 
Yollaire 7 Montesquieu están en todos Jes labios , y 
sus doctrinas pasan á ser eí almH del par tido'Jiberat, es- 
pañol, y la téüdéncia nfateriálista v& poco á poco decla^ 
rindoée/iafluyendo de un§mane*ra honda j^profunda 
en ISis -doctrinas y en 1as.' costumbres. INo fué periodo 
para filosofar el que se extiende desde 1S14 á 1833; 
siüQ para proveer á 4a seguridad personal amenazada 
invtqdOs y por todos.. Solo, en 1837 , y después de loS 
sucesos qire inaugura un nueva végimen político y so> 
«iat^ en nue^ra Bspan| y. en Portjjgal comienza á flo- 
recer el novísimo, ."periodo literario, fruto de las IjecciS- 
nes aprendidas en la' emigración .por los mas ilustres 
deȖuestros publicistas y escritores^ peco este nuevo 
periodo científico q4i& dio- origen á un nuevo partido 
político', no fué, como. el ánterier, sino un reflejo de es- 
cuela? francesas ; y -asi como aqu^^^áfbia seguido áb 
escuela enciclopedista, es;e siguió ¿ la escuela eclécitca, 
Lacomiguiere, y Desttu-Trácy, compartieron con Da- 
mlron , Cousin y Joufñroy -el in^pério de la enseñanza 
oficial, en tanto que AnQÍlIon,Bi Cotistant y Giriaot 
fueron los ídolos del nuevo partido. Can traducciones 
y paráfrasis de escritores eclécticos se alimentó á 
nuestra juventud, y bien puede sostenerse que auá pro- 
fesan esta doctrina la mayor parte de las intelig^noias de 
nuestra sociedad, a'^i como ha creado^núestras costum- 
bres y ifuestros sentimientos. Shi* eqrhacgo^ ¿n iuiedtro 



W LAS NAc:iQN^ Lurmké. 47 

suelo encontró la filosofía ecléctica uu terrible friveFsa- 

^ • • • 

rie en Jaime Balines , tmya influ^cMik sobre nuestro 
pueblo ha sido profundísima^.Dptadd»^de-un espirita mas 
sutil que profundo, mas dadoé la 4M>ntrayersia que á la 
meditación^ mas ganoso de rechazar iloctf inas que éki 
su juicio com])rometian el porveflSf filosófieo de Espa- 
ña quede señalarle rumbo cierto 'y guia segura» el 
ilustre autor de la Füosúfia fuinAamé/ni(U no presenta 
un cuadro completo de doctrinas', ni es fácil tampoco 
seoalar en «su» escritos«*el Terdadero espíritu que -Ibs 
aftima. Atraída por la filosofía moderna , Balmes.,til;nde 
en mas de una ocasión ¿ :dt)ic|rinas racionalislas , en 
particular á 1.a escuela L^UKciana; pero en otras re- 
troceden hasta un escepticismo teológico, y otras se 
refugian como eii puerto seguró eú las doctrinas del 
Ang^l d^ \á escuela^. » . 

A partir ^desd^ 1848, el movimiento filosófico en Es- 
pana y Portugal comienza á formularse: la influencia 
de las doctrinas eclécticas caiisa entre nosotros^ los mis- 
mos efectos que notamos en Francia. El materialismo 
y el escepticismo renacen , ias escuelas socialistas der- 
raman sus errores, Donoso.€ortés> extrema las conse- 
cuencias de la escuela neo-teológica en un libro en que 
la elocuencia es tan vigorosa como profundo es el er- 
ror; y por último, hoyen los escritos literarios, políti- 
cos y filosó.fícos, se anuncian á manera de presenti- 
mientos las escuelas todas de la moderna filosofía , así 
la escocesa como la Kantista, la Hegeliana como la po- 
sitiva, la ecléctica como la neo-teológica y laKraúsista, 
y resuena amenazadora la voz del materialismo. 

Este es indudablemente el momento mas^ oportuno 
pars^ procurar dar dirección ¿ esta vida; porque precisa 
salir de esté tormentoso período en que nos agitamos; 



t8 DEL EiTABO ACaiUAL PE LA FILOSOFÍA. 

urge pfblar la inteUgencia, fortalecer el corazón, y en- 
tirar con paso segurp en la siádt y ea ja ciencia. Este es 
el memento en que podencos conocer la cansa de lanto 
sobresalto , este es el instante en que podemos compa«- 
i^r el desarrollo del pensamiento germánico con el lati- 
no, y llegar ¿ descid>rir si la falla de estudios analitícos 
y el amor desordenado á las concepciones sintéticas 
que confo fuegos fátuos^distraen la atención de los pae- 
Blos latinos, y que con suma facilidad forja la arderosa 
fatitasia meridional, son férreos. lazos que encadenan el 
espíritu filosófico en nuestra patria. La hora que suena 
es-yá la<de saber si la política y el arte, y la critica, y la 
vida histórica son miserable producto del tiempo, y 
Gomo el tiempQ, varioi y mudables, ó si por eUcon- 
trario la ciencia puede reiFelarnos-su naturaleza racio* 
nal y eterna , mandándonos con la santa é imperiosa 
voz de la verdad , que á la luz de la ciencia,' miremos la 
política, el arte y la vida entera , para fue cese la anar- 
quía intelectual que nos gangrena , y podamos encon- 
trar algo de racional en éste ser, creado á imagen y se- 
mejanza de Dias^ principio absoluto é infinito dé toda 
vida y de toda ciencia. — Ué dicho. 



ni. 
DI PROGRili POÜnCO «) 



I. 

Los sucesos acaecidos en los últimos lustros y el es- 
pectáculo que nos ofrece la Europa en los momentos 
actuales crean en nosotros el intimo convencimiento de 
que se inaugura un nuevo periodo para la historia po- 
lítica del siglo XIX La política moderna , hija de la tg^ 
volucion francesa de 1789 , entra ya en un período re- 
flexivo, y busca su asiento, no en el instintivo y entu- 
siasta gritp de las muchedumbres , sino que aspira á 
fundar en la razón y en el derecho las verdades y las 
instituciones , que hoy solo posee por derecho de con- 
quista. Pasados los tristísimos dias de combate, arran- 
cadas de su secular asiento altísimas instituciones, con- 
movida en su raíz la vida de las sociedades , no es de 
aLtranar que se busqué la razón del hecho, que se in- 
dague la prístina y racional significación de institutos y 
doctrinas. 

La historia del gobierno representativa y de su In- 
fluencia en la cultura y adelantamiento de los pueblos, 
asi en Francia como en España é Italia , nos revela con 
sobrada clarídad cuáles son las causas del desasosiego y 

(O Sirvió de Introducción ár la Revista La Razón, 

CANALEJAS.— 4 



50 ÜN PROGRAMA POLÍTICO. 

agiucíon que quebrantan las fuerzas de los pueblos, 
que viven ya muy separados de las doctrinas y de las 
prácticas de pasados siglos. Los dogmas mas encomia- 
dos de los partidos militantes no son otra cosa que gri- 
tos de guerra lanzados en el momento supremo del 
combate , no son mas que negaciones de las ideas y de 
las prácticas que se deseaba destruir. No era aquel el 
momento oportuno para indagar la fuente y naluralessa 
de las ideas que se grababan en las banderas ; convenia 
llamar con palabras dulcísimas para el espíritu, y hala- 
güeñas para la dignidad humana, al mayor número po- 
sible de combatientes , y vencer en la lucha ; y cuando 
se consideran los pactos que entre ambos partidos se 
convienen , y que reciben el nombre de constituciones 
políticas, se descubre muy luego que son solo contratos 
que permiten ligera tregua , pero que se escriben con 
reservas mentales- de faltar á su letra y á su espíritu, 
cuando las circunstancias ofrezcan ocasión propicia. 

El detenido estudio de las modernas constitutíones 
(1812-1830-1837-1845-1848-1856-1860) y de los mo- 
dernos partidos confirma esta verdad. Basta inquirir la 
razón de las leyes y el por qué de su reforma , y desde 
luego se descubre la desconfianza, la lucha, la tradición 
política^ que desde años atrás considera como enemigos, 
pero enemigos que el destino condena á vivir como si 
fueran hermanos , á los dos elementos que lo presente 
encierra , á la tradición y á la libertad. Y solo cuando 
lian transcurrido diez lustros, cuando generaciones en- 
teras han perecido en el choque de, esas dos fuerzas so- 
ciales , cuando la libertad ha tomado asiento entre ins- 
tituciones seculares , que á su contacto se han rejuve- 
necido, es cuando la política , buscando en su propio 
seno nuevas ideas y nueva vida , ha conocido que , hija 



UN PROGRAMA POUTIGO. Kf 

4el momento y del encono y de la guerra , no podia 
realizar las nuevas aspiraciones de paz y de progreso 
«ino buscando nueva inspiración, é inspiración mas 
alta , en regiones de luz tranquilas y serenas. 

En odio al derecho divino se proclamó la soberanía 
«lacional, y á cada afirmación de los tradicionalistas 
•contesta una negación de los liberales ; pero el princi- 
pio y la autoridad y el Estado son idénticos en ambos 
•campos, solo que por diferentes manos ejercidos. Cob- 
'viene salir de este periodo político : la victoria está de- 
cidida ; las doctrinas politi^s de pasados siglos están 
vencidas en la ciencia y en la historia , y eS ya tiempo 
de desnudar á la libertad de su carácter desasosegado y 
tribunicio, vestirle la toga viril , y que la política en- 
sene y demuestre la razón que la engendra , la justicia 
que la acompaña , y el provecho' y aumento que reca- 
ban los pueblos que la invocan y reciben. 

El anuncio de esta necesidad en Europa , y muy en 
particular en los pueblos latinos , no es de ayer ; pero 
sucesos políticos han venido á precipitar la si>luciony 
galvanizando por breves instantes la conciencia política 
de los viejos partidos , que por fin cayeron ante los 
hombres que se atrevieron á proclamar su corrupción 
y podredumbre , al mismo tiempo que solo con el amor 
¿ k> eiistente, anunciaban nuevo rumbo y nuevos fines 
para la política. 

Enlázase aquí la causa del nuevo carácter que revis- 
ten las ideas políticas ; porque no solo acusarán los his- 
toriadores á las doctrinas socialistas de los males que 
directamente causaron á la moral y al derecho^ sino 
qne serán señaladas como fuente de otra doctrina polí- 
tica, que tomando el nombre de cesarismo en Francia^ 
j de conservadora en otros pueblos , y diciéndose na* 



SS UN PROGRAMA POLÍTICO. 

cida del movimiento instintivo que la fealdad del socia^- 
Hamo arrancó á los pueblos , mutiló el arto del gobier-^ 
ne, separándolo del consorcio con la ciencia , de coya- 
vecindad tantos beneficios podia recabar ; concentrando 
los principios políticos en la resistencia á todo pro- 
greso y en un tosco empirismo, que sirve para decir 
intenta curar los males sociales, pactando y transigien- 
do cuanda la tempestad crece, y condenando é birienda 
cuando es pasada la tormenta. La hora que avanza es^ 
temeroso espectro para estos partidos, y como lo pa- 
sado no les ofrece punto de apoyo, solo buscan ci- 
miento en los accidentes y circunstancias de lo pre- 
sente , y sobre tan fragilísimas y deleznables bases no 
alcanzan ni es posible que consigan, fundar en la razoñ. 
la marcba de la sociedad , indicándola cierto y seguro 
derrotero. 

Que esta nueva faz y carácter de las doctrinas y do- 
los novísimos políticos es un progreso sbbre los viejos^ 
partidos no hay para qué negarlo ; que es signo de que 
por fin se rompió el férreo círculo de las luchas pasa- 
das es evidente , y bien puede notarse como genei*osa- 
ia aspiración que reunió á sus fundadores. Pero no 
basta cuando la sociedad se siente devorada por ham- 
bre de progreso producir una escuela negativa y empí- 
rica ; no basta alejar de la esfera de la política las ar- 
duas indagaciones sobre la sociedad y su origen , y so^ 
bre el derecho y la libertad , sino que es preciso abor- 
dar estos puntos, resolverlos, y fijar en la vida, como 
estrellas que esclarezcan las vías de la historia contem- 
poránea , las soluciones que en el dominio de la cien- 
cia se conquisten. Que estamos á larga distancia del 
preámbulo de la constitución de 1812 , nadie lo ígnora;^ 
que los dictados de progresista , y moderado , y absolu-^ 



UN PAOCaABIA POLÍTICO. S3 

tista son voces históricas, nadie lo desconoce; y hemos 
coto el ciclo de los viejos partidos, y nos hemos desno- 
*dado de las antiguas denominaciones ,. porgue á todos 
sñ nos alcaiKza hoy que la política no es abigarrada co- 
-lección de máiimas de experiencia personal , sino que 
•^ ciencia, y como tal' tiene principios fijos, inmuta- 
ible^ , y enseñanzas evidentes y ciertas. 

£1 abrazar bajo un solo principio el extenso horizonte 
'de la vida política , mirar en la razón y no en la historia 
«i fundamento y carácter de las instituciones , hacer 
^¡ue desaparezca la rutina del partido y el criterio de 
circunstancias anie la verdad que la razón alcanza y 
•denauestra , es la nueva aspiración política y el nuevo 
-sendero, á cuyo fin podremos encontrar bálsamo para 
^odas las heridas y remedio para todos los males. Ei de- 
stecho, la sociedad , la ley» el individuo, la libertad, el 
Balado, el gobierno, son ideas racionales, no son puras 
^^reaciones históricas ; y si son racionales deben ajus- 
farse al común criterio que- á las ciencias rige. Con- 
^viene por lo tanto indagar la índole y naturaleza de la 
«ciencia política, y concebir científicamente la vida de 
.los pueblos; urge levantar sobre laé aspiraciones y ro- 
-Caa banderas de los viejos partidos, no una ensena, in- 
maturo remedo de aquellos pendones , sino los princi- 
ípios y vtodades que la razón y el estudio nos revelen. 
:¿Los intereses y tradiciones de los partidos, y las exi- 
i^enciasde circunstancias.pasajeras pueden levantarse y 
vivir con esta nueva vida? Por nosotros contesta la his- 
ítcnria contemporánea, desde 1812 hasta nuestros dias. 
- Nace esta confianza , que la razón nos inspira , del 
riMevo carácter con que hoy la ciencia se profesa. Des- 
4^V68 de ensayos y tentativas qqe han puesto á prueba 

energía y fecundidad del espíritu bumano> después 



84 UN PROGRAMA POtÍTIGO. 

de haber entendido por ciencia la arbitraria combina- 
ción de enseñanzas hijas de la sutileza de los doctores^ 
y de haber malgastado en discursos estériles gran in- 
genio y largos anos, el espíritu humano ha compren* 
dido que nada es científico si no es racional y real , y 
que, mecerse en vaporosas regiones, donde no existe 
otro ser que el puro concepto intelectual, es dii^ordar 
la vida y la inteligencia , cuando la inteligencia debe ser 
ley y régimen de la vida. 

Pasaron ya los dias de los doctores sutiles y agudo» 
que discurrisn sobre hipótesis; pasaron los dias en que 
la ciencia, encadenada en estrecho recinto, era solo am- 
brosía que deleitaba á los iniciados , sin que la sociedad 
mirase nunca á la doctrina , influyendo, consolidando ó* 
combatiendo las instituciones ó los proyectos que cre- 
cían y se alimentaban en su seno. Gomo poder social,, 
a ciencia viene al seno de las modernas civilizaciones,, 
lloviendo por do quiera sus enseñanzas, levantando éif 
espíritu de los pueblos , alentando á los que con fé tra- 
bajan en la historia ^ hiriendo á las doctrinas que ener-» 
van ó destruyen la vida, derramando á manos llenas el 
santo manjar de lo bueno^ de lo verdadero y de lo bello, 
para que la obra corresponda á ese ideal explendont» 
que se presenta de continuo á los ojos de las genera- 
ciones modernas. Y 4 tanto alcanza la ciencia 'contem- 
poránea , porque en posesión del único método posibles- 
partiendo de este primer dato, que nuestra conciencia 
nos da de continuo, nuestra existencia , nuestro ser», 
ahonda en el estudio de nuestra naturaleza ; y como si 
fuese rico venero, semejante e&tudio va procurando^ 
datos, que le permiten mirar en torno suyo y recono- 
cer á sus semejantes; que le permiten levantar su vista, 
mas allá de lo humano» y con los mismos datos que eL 



UN PROGRAMA POLÍTICO. 55 

estadio de sí propio le procura , llega al conocimieBto 
racional del ser de los seres , del ser Supremo, abso- 
luto é infinito, de Dios. 

Bien se nos alcanza que los que tienen aun en el co- 
raason ks doctrinas de las escuelas, francesas del pasado 
y de la primera mitad del presente siglo, y ios que blas- 
feman de la razón, condenándola á eterna esterilidad y 
servidumbre eterna, avezados á estimar la ciencia como 
resultado de la experimentación , ó como vaga . é inco- 
herente paráfrasis de conceptos abstractos , rechazan 
esta legítima iüfliiencia deja ciencia en la sociedad, y se 
afonan aun para que el oráculo social sea el empirismo 
ó la tradición. Pero ahuyentadas estas doctrinas de la 
esfera científica, es vano empeño el que fuerza á sus 
sectarios á agitarse y pugnar en la vida política , que la 
poUtica , como ciencia , reclama principios y verdades 
que fecunden y mantengan sus creaciones , y solo la 
doctrina que busca en Dios el fundamento de toda rea* 
iidad y principio de toda verdad , y desde aquel alto 
asiento mira el orbe.de ideas y seres que bajo Dios 
alientan, y las enlaza y agrupa sintéticamente, abrazán- 
dolas en una ojeada, y ve cómo circula la verdad por el 
vasto organismo de la ciencia, derramándose desde la 
Teodicea hasta el último tratado de las ciencias natura* 
les, como la sangre va desde el corazón áias últimas ex- 
tremidades del cuerpo humano; solo esta doctrina puede 
establecer con ánimo entero , afirmaciones en moral y 
en derecho» que iluminen y que vivifiquen las esferas de 
la política. 

Admitida la influencia de la razón y considerada como 
mi poder social y único que tiene fuerza para modelar 
y regir á la sociedad, el espíritu descubre mas anchos 
horizontes y. siente en sí impulso bastante para buscar 



86 Ul« PROGRAMA POLÍTICO. 

y conocer las leyes miraríables y eternas que rigen el 
destino humano, saliendo por fin de mezquinas concep- 
ciones amanadas para ei propio provecho , ó para legi- 
timar errores y violenóias. No ignoramos que para im- 
plantar en la vida política y en la moral y artística , la 
verdad déla ciencia, como única aspiración y única ban- 
dera, precisa excitar y atraer al espíritu, purificar la 
razón como facultad de las ideas absolutas y eternas, y 
avezarla á que busque solo en si propia asiento y con- 
fianza para el estudio, y fuerza para la discusión. No 
ignoramos que es rudo trabajo este dé inquirir y bus* 
car, y solo en la razón poner fé y confianza, y que es 
mas tranquilo y sosegado enajenar la conciencia , para 
que mundanos doctores la trabajen como si fuese dóci- 
lísima cera; pero el deber es ley indeclinable de la mo« 
ral , y como ser inteligente y libre , debe el hombre 
atender al cullívo de su razón para levantarse á Dios en 
alas del conocimiento, por mas que no se alcance esta 
palma de la ciencia sin angustias y sin dolores. 



II. 



Si eb análisis psicológico, como medio preparatorio, 
nos ofrece el punto de partida y el criterio primero de 
certeza , el estudio del Yo , comenzado bajo este crite- 
rio, nos revela las propiedades y los estados del espíri- 
tu , y nos da la existencia de la naturaleza , y en el fon- 
do de aquellas propiedades, cuidadosamente observa- 
das, descubrimos el principio de la ciencia, la idea ma- 
dre , que presta realidad al mundo de lo inteligible , la 
idea del ser, en una palabra. No creemos que la intuí*- 
cion individual, ni la exaltación mística, ó una ab^trac'-* 
4^ion negativa, nos procuren el conocimiento de Dios, 



ÜN PUOGBAMA POLÍTICO. 87 

«ao que lo encontramos en el reflexivo y gradual aná- 
lisis del mundo subjetivo » y ya en el conocimiento del 
«ér, ápice de la ciencia y cumbre de la realidad, con 
«iara y viva cisión, se nos presenta el enlace de las 
•ciencias , porque se nos ofrece el panorama de los se- 
sea reales, constituyendo la majestuosa armonía con 
^ue la mano divina los engendra. 

Y el estudio del ser crea la ontologia , y en el último 
concepto de esta ciencia, en la personalidad divina, nace 
ia teología racional , y el estudio de la teología raciona) 
engendra el espíritu , que ocupa á la psicología, y en el^ 
vestndio del espíritu, al estudiar el conocimiento , brota 
la lógica ; pero no la lógica vana y puramente abstrac- 
ta de aristotélicos y escolásticos, sino la ciencia real del 
«iglo XIX. Y cuando el espíritu llega á este grado, no se 
•contenta con nocioóes abstractas; sino que busca en to- 
da» iaa»esferas el primer principio, y á este amor cor- 
responde la metafísica f poniendo al espíritu en pose- 
•sion del objeto amado. Y continuando ^ el estudio de la 
Tolvntad llama á las ciencias morales , á la ética , á la 
moral y á la deontotogia , que reciben las nociones .ad- 
quiridas en las cienciíis anteriores. Y todas estas cien- 
4:ias nacen solo de la unidad del espíritu y estudian sus 
propiedades. Pero en el examen analítico del Yo , he- 
mos conocido la naturaleza , lo objetivo; y en la ontolo- 
gia bemos conocido la realidad, y por lo tanto se abre 
el estudio de la naturaleza, considerándola como un sis- 
tema encadenado de productos armónicos, viviendo y 
obrando con ley propia y constante , no como masa in- 
forme de materia inerte. Y estudiando el proqesp que 
aigue la naturaleza en cada «no de sus grados, descu- 
brimos el objeto de cada una de las ciencias naturales, 
de la física y la dinámica, y de todas las físieo-matcmá* 



58 UIV PROGRAMA POLÍTICO. 

ticas , de la quimica , y por último , de la fisiología ge- 
neral ú órganosofia, naciendo de estas ciencias genera- 
les los datos que constituyen las que estudian el mun- 
do inorgánico y el mundo orgánico , en sus dos opues- 
tas series , vegetal y animal. 

Y de la unión de la naturaleza y el espíritu resulta 
nn ser de armonía, la humanidad: y sobre el espirita y 
la naturaleza , como la síntesis viva del mundo« apare-^ 
ce el hombre, que reúne caracteres análogos á su con- 
dición de ser armónico. Nada existe que esté fuera del 
alcance de su corazón, de su inteligencia ó de su Tilin- 
tad, centro y condición de la ciencia , las verdades que 
la ciencia del -espíritu estudia , se reflejan en sus facul- 
tades , y él solo alcanza la verdad, porque solo él con- 
cibe *una exacta correspondencia entre sus nociones y 
la realidad sensible» 

Y este nuevo objeto de estudio, funda nuevas' cien- 
cias, morales , políticas ó- históricas,' cuya primera con- 
dición es el ser humanas, respetando la dichosísima ar- 
monía que constituye al hombre , sin convertirlo en 
puro espíritu y sin ahogar tampoco al espíritu , pro- 
curando que el cuerpo solo crezca y viva sin medida. 

Y dd conocimiento de Dios y de las leyes morales y 
del hombre , que las ciencias anteriores nos procuran » 
deducimos que el destino del hombre es realizar el 
bien , y sabemos que cada bien particular que el homr 
brc realiza , es una realización de la ley divina que Ja 
moral nos explica ; y de esta manera la idea del deóer 
se afirma soberanamente en nuestro espíritu , y com- 
prendemos que debemos rechazar hoy falsos deberes» 
que sugestiones impuras nos imponen , sin acatar otros 
que los sancionados por la moral. Y sabemos que para 
realizar el bien, la Providencia nos dotó de medios» es» 



un PROGRAMA POLÍTICO. 69 

tabledendo una ley general de relaciones que se funda 
en la condicionalidad de nuestra naturaleza , que hace 
posible el fin racional del hombre. Esta ley es la que 
engendra la idea de derecho, que es el nombre sagrado, 
el verbo de las sociedades modernas , que ha redimido^ 
ai hombre de la esclairitud y de la servidumbre* y á 1» 
sociedad de la' túuica de NessO que la \estian legisla- 
ciones hijas de pasajeras necesidades ó de fútiles temo- 
res. Esta fecunda y universal noción del derecho es el 
faxo 4e las ciencias políticas, porque es el corazón de) 
hombre y deja humanidad , la revelacicm eterna de 1» 
ciencia, el fruto primero de la ideado Dios, porque 
en Dios se asienta con soberana- afirmación. Destruid» 
la jdea de derecho , la humanidad es asquerosísima pia- 
ra arrojada como presa á la astucia y á la fuerza, que lar 
poseerán eternamente. 

Y como mundo propio, para cumplir el fin asignado^ 
á }a humanidad , porque la unión de dos seres uqiver<- 
sales, naturaleza y espíritu , crea un ser universal ; co- 
mo forma bajo la cual la humanidad aparece en su vid» 
y desarrollo histórico, forma que existe desde que 1» 
humanidad existe, y durari. en tanto subsista la huma- 
nidad 9 > se presenta la sociedad , lazo interno , amoroso» 
vínculo , que estrechando en un solo abrazo á los hom- 
bres , nos revela la existencia de la humanidad, del ser 
que armonizando la naturaleza y el espíritu, vive y 
crece; y se desarrolla bajo la mirada de Dios, adorandio^ 
el bien y la belleza en la vida terrena, en tanto que los- 
indivíduos, cumpliendo la ley moral y en uso de su li- 
bertad , realizan su bien particular y • acuden con su 
esfuerzo á la gran obra en que la hupianidad se afán» 
desde el comienzo de los siglos. Y si. Dios le da al hom- 
bre los medios de trabajo y de vida , sus facultades, sus 



'60 UN PaOGRAMA POLÍTICO. 

^aptitudes , su conoieneia y sa libertad ; la sociedad le 
'4>frece las condiciones precisas para que esos medios 
sean eficaces , respetándolos y garantizándolos por me- 
^0 de ley positiva, y procoráúdole , por medio de aso- 
ciación libre, ayuda, auxilio, contratos y servicios; así 
Como los lazos de la familia, de la amistad , de la soeia- 
bilidad y la atmósfera de la cultura y adelantamientos 
pfa conseguidos , le sirven de luz y prestan calor para 
nuevos ensayos, anuncios de futuros adetantamientos. 
Mutilaban la naturaleza del hombre los que en past- 
ados dias sostuvieron que era la sociedad bija de ptfcto 
^ deconvenio, y suponían, por lo tanto, que era posible 
4x>ncebir al hombre fuera de la sociedad ; desconocían 
la naturaleza humana los que argumentaban contraía 
-sociedad , suponiéndola perversora de los instintos del 
iiombre. La sociedad existe, porque la humanidad exis- 
te, y no es hija de pacto , porque la humanidad no es 
mero conjunto de individuos , sino que es un ser uni- 
versal. La sociedad no corrompe ni pervierte la natu- 
ral y nativa bondad del hombre, porque los que tal sos- 
tienen, y son los modernos sodalistas, no miran la 
sociedad en la razón y tal como la razón la define y 
presenta, sino que estudian la sociedad histórica de esta 
^ aquella época, y juzgan como males ingénitos de la so- 
ciedad, los que son solo fruto amarguísimo de erró- 
neas doctrinas religiosas, políticas ó económicas. Libre 
la sociedad , y libre porque tiene fin que cumplir , no 
idebe ser sometida á ninguno de los flnes particulares 
^e conciba este ó aquel legislador, este ó aquel impe- 
rantersino que su vida, y su libertad, y su derecho de- 
ben ser respetados como lo son los derechos del indivi- 
duo. Si sus instituciones se separan de su genuina y 
ilativa significación, si se organizan otras, dándoles una 



UN PROGRAMA POLÍTICO « 6t 

tidR oficial, si se cohiben ó niegan ias que espontánea-^ 
mente se levantan de su s^io, >y por coiona de este at* 
tificío se coloca el Estado^ con la mano pronta , el oja 
avizor y la prohibición en ios labios , no es de extrañar 
entonces que loi socialistas pidan á voz en grito refor- 
ma ; y como oyen que el Estado se dice omnipotente,, 
quieran á sangre y fuego ser dueños del Estado. 

Si la sociedad es forma necesaria , sin la cual la vid» 
de la humanidad no es posible , conviene aplicar á los^ 
estudios morales y políticos esta idea en su amplitud y 
majestad, no mirando la sociedad como siendo única-^ 
mente sociedad política , sino considerando otros ca- 
racteres originados de un fin particular, que será artiS"^ 
tico, ó científico , ó mercantil. Los individuos crean so* 
ciedades que crecen y se desarrollan, que viven de la 
savia que la libre asociación inocula en su seno , y que- 
so gobiernan según las leyes que nacen de su fin y de su 
constitución interior. De esta manera, ya por la inicia- 
tiva del individuo, ya por la inspiración que brota de I» 
historia , el político mira cómo el seno de la sociedad se 
puebla de estas sociedades particulares , que satisfacen 
las aspiraciones todas del hombre, al mismo tiempo^ 
qae crean nuevos sentidos para la vida , ensanchanda 
las horizontes que puede recorrer la actividad humana 
yjprestando nuevas condiciones al individuo que. se 
sirve de ellas para crecer en su obra y en su inteli^ 
gencia. 

El derecho afirma ; pero no basta la afirmación , faltar 
el medio de obrar; falta la poderosa palanca que, pues- 
ta en manos del hombre , ha de remover los obstáculos^ 
y romper los diques que detengan la corriente de su» 
ideas ó de sus derechos , y la libertad brinda con ese 
medio* Por eso no nos extraña ni nos sorprende que sea 



61 UN PROGRAMA POLÍTICO. 

]a libertad la ioYocaeion de las genenciones contempo- 
ráneas; por eso no nos .marayiUa que cuando la tor- 
menta crece y todo tiembla, y vacila la humanidad» como 
conjuro sagradp, pronuncie siempre la misma palabra, 
libertad; porque creemos que sin la libertad, el mundo, 
la creación entera, seria insoportable mazmorra, y solo 
la libertad la trueca en ancho sendero, por donde la hu- 
manidad camina en busca de la verdad y de la belleza 
que fulguran en el seno de Dios. La Ubertad es al dere- 
cho lo que la acción á la idea ; sin la libertad el derecho 
es un concepto abstracto, que agoniza en el fondo de la 
conciencia individual , y solo la libertad lo realiza , lo 
encarna , lo trae al mundo de la vida , y como muro 
«agrado lo coloca en tomo del hombre. 

Hija del derecho y de la actividad humana , supuesta 
como premisa necesaria en el fin racional que Dios 
asigna al hombre , la libertad tiene todos los títulos le- 
gítimos que la ciencia mas escrupulosa pueda exigir; y 
por lo tanto debe gozar de derecho de ciudadanía en faui 
ciencias morales y políticas. Y como la afirmación de 
la libertad descansa en la afirmación del hombre, tiene 
toda la universalidad que la idea de hombre tenga. Nada 
la limita , ni la coarta , ni la niega , y no encontramos 
en la ciencia política error mas grave que el que con- 
siste en afirmarla como general, negándola como par- 
ticular. 

Y como la Hbertad no puede ir mas allá de donde el 
derecho vaya , es vano el clamoreo de ciertas gentes 
que confunden la libertad con el crimen y que maldi- 
cen á este santo motor del siglo xix. La libertad no 
puede morir en tanto la humanidad exista, porque es 
su función fisiológica ; la libertad asegura el cum¡^- 
miento del fin racional del hombre , y solo á la lui| de 



UN PROGRAMA POLÍTICO. 63 

la libertad se reconoce como hombre nuestra espe- 
cie^ y como hacedor del mundo ,• del bien y la belleza, 
en esta tierra , que encomienda á su obrar el Hacedor 
del Universo. 

Y todos, socialistas, tradicionalistas y doctrinarios 
pugnan por limitar, por Uiegar la extensión de la idea 
de la libertad, y siempre señalan como ejecutor de esta 
obra al Estado. El Estado es una idea racional , no es 
una mera creación histórica ; pero el Estado no puede 
tener mas atribuciones que las que se deriven de la no- 
ción que lo funda. 

Nótase desde luego que el socialismo vive aun de los 
errores de los periodos históricos pasados, y sin gran 
esfuerzo se comprende que no existe otro argumento 
que rompa sus esperanzas que el que consiste en defi- 
nir el Estado. Desde el momento en que se demuestra 
que el Estado es una de las varías instituciones que la 
sociedad engendra , y que por lo tanto ni es toda la so* 
ciedad , ni tampoco es superior á la sociedad, ni á las 
demás instituciones ; desde el instante que se prueba 
€on los ojos fijos en su razón de ser que es solo la ins* 
tiCucion de derecho que mantiene al individuo, á las fa- 
milias y á los pueblos en la integridad de su persona 
y en el libre ejercicio de la actividad , es evidente que 
cesarán las aspiraciones úe los que le creen el Dem ex 
machina , y como tal omnipotente , y como tal cientí- 
fico, artístico, mercantil é industrial. Nada tan contra- 
rio á la naturaleza dei Estado como esa violenta gestión 
que se atribuye en las esferas sociales , donde el arte, 
la ciencia, el comercio y la industria se organizan y vi- 
ven; nada mas opuesto á su fin que esa usurpación de 
funciones y ese limitar constante de la actividad hu- 
mana ; porque su fin es velar para que sean respetadas 



64 UN PROGRAMA POLÍTICO. 

las condiciones libres y racionales del hombre , y puer- 
dan comunicarse dentro de las esferas que la voluntad 
humana crea y organiza. 

Y corre parejas con el error citado la doctrina hoy 
muy admitida que considera al Estado como corona del 
orden social , porque }uzga que el fin político en la s<^- 
cíedad es el que funda y rige los otros fines de la \ida« 
No es tanta la alteza é importancia del fin político, y 
por lo tanto de las instituciones que de él se originan; 
porque la idea poHtica que se ofrece al estudio después 
de la noción filosófica, no es en si idea madre, sino que 
limitada al fin de estudiar medios para realizar el dere- 
cho, mira solo un aspecto particular de la sociedad, 
pero no abraza á la sociedad entera , ni comprende los 
fines todos del hombre. Y si no comprende los fines to*- 
dos del hombre , no puede la institución política (el Es- 
tado) regirlos ni fundarlos; así es que se limita á pres-^ 
tar condiciones á los demás fines, asegurando él'4esar- 
rollo de los derechos por medio del ejercicio complete 
de las libertades. No es por lo tanto el Estado una idea 
propia y particular de la nación, hija de la pelitica con- 
temporánea, sino que el Estado se encuentra en la so- 
ciedad doméstica, en la4)ro¥Íncia , en la nación , en la 
humanidad ; porque en todas estas sociedades existe la 
manifestación del derecho, que garantiza y mantiene en 
su integridad á los individuos de la sociedad doméstica, 
de la municipal , de la nacional y de la humana. Y al 
entrar la familia en la ciudad , el estado doméstico per«* 
manece como tal estado, por mas que los individuos 
de la sociedad doméstica , ya en la ciudadana , originen 
con su asociación otro estado, y permanece el estado de 
la' ciudad al entrar las ciudades, como personalidades^ 
en la provincia , y el estado provincial subsiste al en- 



UN PROGRAMA POLÍTICO. 65 

trar i^s provincias en la nación , y las naciones llenen 
stt estado nacional al entrar en el gran estado, que 
constituirá la libre asociación de los pueblos. 

Miradas á la luz del criterio científico estas aU(|9 no- 
ciones de derecho, sociedad , individuo y estado, no 
tarda la inteligencia en ver la magnifica creación moral 
y política que se desprende de su seno. Las nociones 
que constituyan las^^ ciencias morales, jr piftliticas apare- 
cen vestidas de purísima luz , y bajo la Idea moral , y 
bajo la idea de derecho que las ciencias filosóficas ofre- 
cen, alienta la ciencia política, que enlaza las mas 
apartadas regiones de la vida , muestra cómo lo Bueno 
es solo lo útil» cómo la verdafi es solo lo provechoso; 
como la sacratísima libertad del hombre basta pasa 
romper los nudos y trabas , hijos de los errores de pa- 
sadoa siglos , y para conjurar males que procrean los 
absurdos del siglo presente. .La libertad de la ciencia, 
dice el pensador; la libertad del trabajo, grita el econo- 
mista , aplicando aquel principio, y si el filósofo pide el 
libre desenvolvimiento de la humanidad, sin que cen^ 
suras y mordfoas deshereden de la razón á un pueblo, 
el economista pide la racional comunicación de los^ pro- 
ductos del trabajo, para que ninguno quede deshere-' 
dado de los provechos queja civilización procura. Y de 
esta manera Us ciencias se unen y enlazan: aomo una 
inmensa argumentación , cuyo punto de partida es Dios 
y cuya última dedyccion toca en los accidentes últimos 
de la vida política. Y aprovediando estas nociones, que 
la filosofía y la moral, y la cieocia del derecho, y la eco- 
nomía ofrecen, el político teje las afirmaciones que han 
de servir de fundamento á su eórai*, y midiendo eon 
ojo segurp las necesidades que el estado hislórico re- 
Tela , qiodi^ca y reforma , ahuyentando las sombras de 

CANALEJAS. — S 



66 UN PAOGRAMA POUTIGO. 

la üadieíon, fecandando y Teniendo espirito de Terdad 
y jnstíeia en el desecado seno de las sociedades mo- 
dernas. No hay en política mas derecho que el derecho 
que te filosofía define » no hay otra moral que aqn^eila 
que te razón y el cristianismo consagran , ni otra justi- 
cia que aquelte que el derecho establece, ni* otro pro- 
vecho que el que te «conomia estndte y 'ensena. A te 
política toca únicamente aplicar estas altirimas y yene- 
radas nociones , escuchando el consejo de te historte , y 
tendiendo siempre á que te razón y no la fuerza sea el 
artista del porvenir. ¥ es indecible la confianza qne 
crea ikn el Juiimo del político al miraft &i te historia 
c&mo viene lo futuro, cájano se anundan desde remo- 
tps siglos estas divinas concepciones de derecho y li- 
bertad, cómo sé transforman las45ociedades al sentir sn 
aliento, y cómo artes y ciencias, y poetas, y^guerperos, 
y tribunos, piensan y cantan, trabajan y guerrean, 
para que aquel vago presentimiento se trueque en ley 
y reine cual soberano. Las leyes de te historia brillan 
en cada una de sus páginas. Dios y la libertad liumana 
resplandecen al través de cada suceso, y la armonía de 
razas enteras va apuntando, venciendo' barreras que 
crearon accidentes ó necesidades pasajeras. Hacia ese 
gran concierto camina la historia y te libertad ; y la 
provincia, y la nación, y la raza no imponen mezquinas 
vestiduras ni borran el carácter humano del ser social. 
No creemos que.en este solemne debate en que hoy 
está empeñada la Enropa batallen otros intereses ni 
obr^n otros principios que las negaciones y afirmacio- 
nes expuestas. Háblese en buen hora de razas y sn des- 
tino, y píntense cuadros horrorosos de la lucha suprema 
entre el pan-latinismo y ef pan-germanismo ; 4iosotros 
creemos que tes razas obraron según su.genú), en tanto 



UN PROGRAMA POLÍTICO. 67 

^iie las ideas no rompieron el muro áe la raza , y la 
ciencia fué china , ó india , 6 griega y romana ; creemos 
•que aun en el «establecimiento de las modernas socieda- 
«des, la inspiración de raza movia á pueblos y naciones; 
pero desde que se anunció una idea que no era de raza, 
:sino que era humana , divina , que abrazaba á la huma- 
nidad , no debe ser ya el genio de la raza , sino la idea, 
•el akná y el nudo de la historia. 

Si las nacionalidades se constituyen buscando sus afi«- 
Aes ; si Italia desde los Alpes á Sicilia y desde el Medi- 
*terráneo al Adriático puede llamarse Italia ; si España, 
confundiéndose con Portugal constituye una nacionali- 
dad vigorosa, que en vez de ser la extremidad casi 
tinerte de un mundo, sea el corazón que reciba la vida 
de dos mimdos , del europeo y del africano ; el orga- 
«lismo de Europa , qué ya se dibuja en el horizonte , no 
•tardará en ser una realidad , y el derecho internacio- 
nal , que es hoy torpísima confusión de mandatos , He- 
.garia á ser la ley de vida de esa concertada armonía y 
organismo que han de constituir las naciones de la 
^eja Europa, si la civilización no ha de emigrar á nue- 
W08 continentes. 

in. 

1^0 serán ni nucistros juicios fii nuestra conducta otra 
«cosa que la aplicación de estas verdades. Libres de todo 
compromiso de partido, desnudos de preocupaciones y 
•de odios , sin agravios que vengar, venimos á la vida 
de la política á pelear, no en nombre del hecho, sino en 
nombre de la razón ; venimos á la vida política á pe* 
lear por el derecho y por la libertad. Creemos que toda 
ciencia que no obra é influye sobre la vida es mentira; 



48 UN PROGRAMA POUUGO. 

creemos qae toda política que iio pace de los precepto» 
de la ciencia es funesta ; creemos que todo partido que 
no batalla por la libertad es facción ; cre^mo)» qae todo- 
credo que no confiesa el derecho y la libertad , como el 
medio que tiene el hombre de ser hombre , es Tana^ 
quimera, y por eso abrimos la inteligencia y el corazón* 
á la voz de la humanidad; y esclavos del raciocinio», 
acataremos lo que venza nuestro entendimiento, sia 
que jamás se cierren nuestros ojos al vivo resplandor 
de la verdad, proclamada por la razón. 

Y como la ciencia nos revela que las ideas son lo» 
grandes actores de la historia , nos ponemos al servicio- 
de las ideas; todo otro servicio es servidumbre; y como* 
la razón- nos dieta que el imperio de la fuerza es inicuo 
y anuncio de males , rechazaremos el dominio de 1» 
fuerza ; y como el triunfo de las ideas se consigue con- 
quistando inteligencias , no ensoberbeciendo muche- 
dumbres, aspiraremos á convertir en inteligencias á las- 
plebes, sin adular -sus instintos , sino trocándolos ea 
convicciones. 

Sabemos que la humanidad no camina asaltos; sabe- 
mos que comienza el periodo de predicación de {a ver- 
dad que las últimas escuelas filosóficas han ensenado, y 
nuestras aspiraciones se limitan á que se nos cuente en 
el número de los propagadores de la buena nueva. 

En nombre de la rateen combatiremos; y no él^i* 
mos ni aceptamos otros medios que los medios que ser 
dirigen á la razón de los hombres , y solo cuando te 
opinión pública , la inteligencia común , haya hecho su- 
yas las doctrinas que sustentamos, solo entonces pedi- 
remos que se dé un paso en la vía de la reforma , qü» 
se derrame el agua del bautismo sobre la institución ó> 
él principio que ha de nacer á nueva vida. 



UN prograíia político. 69 

La vida de !as Meas nb es la Vida fugaz de los hom- 
t)res ; y conociendo esta verdad , seria en nosotros sin- 
gular contrasentido no renegar de todo intento que 
tienda á la violencia y á la fuerza , ó que conspire á 
conseguir triunfos pasajeros adulando á Césares ó ¿ tri- 
bunos. Todo paso á la libertad encontrará en nosotros, 
venga de donde venga , ardientes partidarios ; porque 
seguros de que lucirá el dia del triunfo, del derecho y 
de la libertad» solo aspiramos á que nuestros esfuerzos 
llamen' mayores cruzados en esta santa empresa en 
que la humanidad se ve empeñada; y si nosotros no go- 
:zamos de la ciudad de Dios, de la Jerusalen de las li- 
bertades , ¿qué importa ? — habremos cumplido con un 
^eber religioso, con el deber de allanar la senda que 
iian de pisar nuestros hijos. 

— 1860. 



IV. 



DEL RENACIMIEJÍTO 



DE LA poesía catalana 



I. 



Hace anos que, presenciamos en las provincias del 
antigao Principado un fenótfieno .literario de alta im- 
portancia, y es el de juna lengua y una poesía que pro- 
testan contra la ley^ general de la historia, y rompiendo 
su sudario, se levantan ganosas de luz y de vida , pul- 
sando kis liras que en pasados siglos, en manos de va- 
tes inmortales « cautivaron los corazones con dulcísi- 
mos acentos* Los nombres 4e los Rubio, Bofarull ,'Ba- 
laguer. Cal vet, Blancb, Lasarte, etc., etc., oscurecen 
quizá como poetas á los dejos líricos castellanos, y las 
publicaciones se suceden con general aplauso y gran 
contentamiento del pueblo; de manera que no solo exis- 
ten poetas, sino que existe un público que los anima y 
los alienta , en lo que vence asimismo el pueblo de las 
orillas del Llbbregat al que vive en las del turbio* Man- 
zanares. 

Y como centro de este renacimiento, hace ya tres 
años que en U capital del antiguo principado de Gata- 



li DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 

lona se celebran juegos florales; y este suceso, por mas 
que no haya merecido ni aplauso ni censura á ia pren- 
sa literaria de la capital de la monarquía , tiene , en 
nuestro juicio, no poca importancia , y es muy digno 
do que se detenga aigun tanto la mirada del critico, 
para medir el empeño que revela, y gustar los frutos 
que produce. No son los Juegos florales meros certá- 
menes literarios, ni es el intento de los mantenedores 
abrir aacho campo á la inspiración poética para que el 
eco de los aplausos encienda nuevas fantaaiaB, lino que 
nnalto interés se une á su propósito, y el amor patrio 
santifica á sus ojos sus esfuerzos , que nada menos se 
intenta que reverdecer los laureles que ciñeron los an- 
tiguos poetas de la gloriosa Corona de Aragón , y hacer 
que brote de nuevo en lengua catalana la poderosa Ins* 
piraclón que alberga en su s^no el altivo y orgulloso 
pueblo qué fué rey de Italia y señor del Mediterráneo, 
bajo-el cetro de los Pedros y los Alfonsos. 

El erudito escritor é inspirado vate qile abrió los jue- 
gos florales, en su discurso inaugural aduce diferentes 
argumentos, contestando de antemano á los que 'inten- 
taran oponerse al pensamiento de restaurar esta poé- 
tica 'solemnidad, reivindicando con dobilísimo orgullo 
sus antiguas glorias , y sentando que eh nada se opone 
el deseo de conocer los hechos pasados, al espíritu mo- 
derno que pide la unidad nacional , como base y fun- 
damento de mejor vida y mas gloriosos destinos. Cree- 
mos , coiño el señor Bofarull , que en nada perjudica fa 
vida provincial á la vida nacional , porque no es la uni- 
dad póh'tica la negación del carácter de los individuos, 
ni en su nombre puede exigirse el olvido y abjuración 
de su propia vida; sino que- rica en oposlí^iones y dife- 
rencias , en virtud del principio de unidad se armoni- 



DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 79 

zan á la manera que las diferentes notas y^ tonos músi* 
«os eonstituyen una sublime unidad bajo las leyes de la 
«rmonia. Pero si bien la yida provincial , y aun la mu- 
nicipal, deben gozar de todos sus justos derechos den- 
tro de la unidad de la nación ; si bien deben ser aplau- 
didos y animados los estudios histéricos que procuran 
«acar del olvido héroes y preciadas glorias ; si siguien- 
do el impulso del siglo (dado en demasía á los estudios 
iiistóricos), no censuramos que los eruditos catalanes 
recuerden su pasado , y estudien su lengua , y quílaten 
«I ptecio de sus antiguos poetas , y traigan á la memo- 
ria , algutí tanto olvidadiza de otros pueblos', los bene- 
ficios que á la causa de la civilización y de la libertad 
prestó la antigua Corona de Aragón , ninguna relación 
encontramos entre todos estos ai'gumentos y la verda- 
dera cuestión que entrañan los juegos florales de Gata- 
luna. Nadie mas que nosotros admírala historia cata- 
lana , ni nadie repite coa mayor respeto los nombres 
de los Jordis y Masdovelles, ni nadie nos vence en 
amor á esa fengua catalana que siempre resuena dulce- 
mente en nuestros oidos , y que es lengua digna de es- 
tudio ; |>ero si bien creemos que los estudios critico- 
eruditos deben ser proseguidos con él ardor con 'que se 
empeñan en ellos ¡os Bofarnlls , MiM , Cutchet , Bala- 
gner y otros escritores , no juzgamos que la restaura- 
4ñ&n de los juegos florales sea conveniente -ni aun á las 
mistnaá letras catalanas, en cuya hotira se instituyeron. 
¿Qué se propone el moderno Consistorio 7' ¿ Renovar 
el antiguo espíritu de la Corona de Aragón 7 Dícenos 
«que no es tal su propósito ; pués si tal no se propone, 
Ja inscitueiones inálrir, porque nó hay literatura digna 
de este nombre que no sea la expresión de una idea, de 
una civilización y del espíritu de un pueblo ; que no es 



74 DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 

la poesía yano y pueril engendro del artificio y yanidacl 
del rimador ; sino que brota yiya y animada del aeno 
del que siente en el latir de sa corazón los jdeseos de- 
sn pueblo, del que mira en ana lágrimas las lágrimas de 
sns contemporáneos, y á quien vevela el palpitar de su 
cerebro el pensamiento de su siglo. Homero es la he- 
roica guerra; Dante» el dolor y la esperanza de la edad 
media ; el Romancero castellano, la vida del pueblo que- 
regian ios Alfonsos y Fernandos; Calderón, la esencia 
de la Yida del pueblo español ^ y Víctor Hugo, el deseo 
inquieto y la fiebre de las generaciones que, sintiendo 
aun los últimos ecos de «na gigantesca resolución , mi- 
raban ya los anuncios de otra nne^a, que solicitaba si» 
amor con dulcísimas promesas. 

Y si este es el carácter de la poesía , y la estética lo 
dice, y la historia lo confirma , ¿qué significación puede 
alcanzar la literatura que brote al calor de los juegos 
florales de Barcelona? No quedan mas que dos caminos 
i los poetas que acudan á sn llamamiento ; ó cantar 1» 
nacionalidad catalana , lamentando su ruina y esperan- 
do días de restauración , é siguiendo los pasos de lo» 
trocadores catalanes del siglo xv, imitar y parafrasear 
sus cantos, ayudados de las eruditas investigaciones* 
que se hagan en archivos y bibliotecas. 

A esta primera y principal observación se contestar 
sosteniendo que el llanto y la esperanza son la idea ó- 
germen de toda poesía >* y que por lo tanto la inspira- 
ción de los modernos trovadores catalanes serán la es- 
peranza y el llanto. 

Sin necesidad de graves meditaciones , se comprende 
que el llanto podrá ser una fuente de inspiración como 
que inspira un género liteBario ; pero no es posible que 
exista un arte pura y únicamente elegí ato. En la vid» 



DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA GATALAMA. 7lf 

poética, como en toda,yida , la idea de lo que faé nty es* 
impulso bastante á engendrar un renacimiento, y cuan- 
do este amor de lo pasado no ya unido á una gran ccm- 
fianza en lo presente ; es estéril ; y más es elemento* 
dañino que elemento de desarrollo y grandeza. INo^ 
cabe aquí buscar semejanzas con la literatura Dantesca,, 
porque el fondo de la inspiración dantesca es la cienci» 
católica de un pueblo-, coloreada con aquellas tintas ya* 
plácidas , ya terribles con que la fé del siglo xni reyes- 
tía los dogmas cristianos , buscando, en ía idea de un- 
premio ó de na castigo divinos , un solaz , una recom^ 
pensa dedos dolores que sufría Italia. La esperanza gi^ 
bolina del Dante tenia una realidad, y realidad que qui- 
80 llegar á cabo el emperador Enrique , penetrando ei» 
Lombardíá y destruyendo momentáneamente las espe- 
ranzas de los Güelfos. La nacionalidad italiana , destiro-' 
Zada por facciones terribles, era un. dolor justo que te^ 
nía raíz en el corazón; la nacionalidad aragonesa, per-^ 
dida en el siglo xv, como se perdió la castellana al en- 
gendrarse la española , es un dolor que ni la historia* 
legitime , ni «s otra cosa que una queja peVsonal , qner 
nunca puede revestir el carácter altísimo y augusto ne- 
cesario á una idea para «er fuente del arte, la espe*- 
ranza en la unidad, italiana era una confianza en la ley^ 
histórica, visiblemente manifestaba r que tiende á cons- 
tituir, una nacionalidad de cada unidad geográfioa y dé- 
origen , que aparece en la historia ; la esperanzii de la* 
nacionalidad catalana seria como la esperanza de la na- 
cionalidad castellana, leonesa, asturiana, gallega, navar- 
ra , granadina ó sevillana ; una esperanza contra las- 
l^ycs generales , una espectativa de que dejen de ser 
leyes las de la gravedad y de la atracción. Estos senii* 
mientos pueden existir,- pero son solo individuales;^ 



76^ DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 

pueden engendrar un Fenacimiento fugaz y transitorio; 
pero * no tienen fuerza para crear un arte , porque 
ounca será el arte la ¿olorosa contemplación de lo pa- 
sado, sino la ardiente aspiración al porvenir, á lo di- 
-vino y general de la naturaleza del hombre. 

Fuera del elegiaco Jeremías , expresión perfecta del 
tristísimo estado del pueblo judío» no existe en la his- 
toria del pensamiento humano un arte que tenga por' 
única inspiración el dolor, y no es argumento en con-' 
irario el que- pueda formarse en Tísta dé los últimos 
cantos- de los poetas Húngaros, Polacos y Bohemios; 
porque la serTidumbre en que se ven aquellas anti- 
quísimas , gloriosas y venerandas nacionalidades , sdn 
causa natural de ese recuerdo de lo pasado, que no- es 
mas que un grito de injdependeneia. La nacioitialidad 
iiragonesa i¡o ha sido s^esinslda, ni repartida ni esclavi-^ 
2ada : atraíanse mutuamente Castilla y Aragón desde el 
:siglo ^iií ; reconociéronse hermanas en el siglo xv, y: 
se unieron , dejando de ser Castilla lo que era , dejando 
4é ser Aragón lo que fué, para ser ambas España, que 
;Bo hubiera llegado á ser sin su magnifica y providencial 
«unión. Castilla perdió sus Leyes, su carácter, institucio- 
nes venerandas, bajo el cetro austríaco , como |as per- 
•dio Aragón ; pero nacjó España , y Huevos horizontes 
y nías altos. destinos sé ofrecieron á la actividad espa- 
ñola, predominando siempre la política aragonesa sobre 
Ja castellana. 

Y aun aceptadas estas tendencias , aun concediendo 
4[ue sean legítimas á los ojos de la critica literaria, ¿no 
«s posible que los poetas catalanes continúen la tradi^ 
don poética del siglo do oro de las letras catalanas? ¡Nol 
porque la literaMifa catalana , por efecto de las condi- 
^ones bistórícts de aquel pueblo, no tiene* tradición- 



DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 77 

poética 9 carece de arte , en el sentido que decimos arte 
español ó arte italiano, ó arte alemán. Sus primera» 
inspiraciones fueron un eco de la literatura provenzal^ 
cuya lengua tantas afinidades tenia con la suya, y con 
cuya historia tantas veces se había confundido la pro- ^ 
pia, como si fuera vida de hermanos. La influencia> 
proTenzaly vivamente sentida en Cataluña y acariciada 
con particular cuidado por sus reyes, ganó muy luego- 
el espíritu poético, aun naciente en la joven Cataluña, 
y sus poetas se inspiraron en cantos muy conocidos y 
muy gustados en la Provenza. 

No nace la literatura catalana como la de Castilla del 
tosco pero ardiente seno de^ pueblo, sino que brota en 
alcázares reales y crece rápidamente • sí , pero enfer- 
miza, en atmósfera palaciega : este carácter debia ser 
causa del tinte erudito y raras veces popular que dis- 
tingue á los primeros poetas que cantan en la hermosa 
lengua del antiguo Principado. Durante la vida de la 
literatura provenzal , las letras catalanas , como su bis-- 
toria y como su Lengua , participaron de las condicio- 
nes y. caracteres de aquella literatura , sin que notemos- 
en los poetas catalanes de los sigiqs xiii y xiy inspira- 
ción que responda al estado político ó á la cultura de su 
puebjo, y cuando la literatura y la lengua provenzal 
murieron bajo el peso abrumador de las expediciones* 
de los cruzados contra los albigenses , las letras catala- 
nas se encontraron faltas de inspiración y de guia. Des- 
pués de estéril espectacion, los sucesos de la última mi- 
tad del siglo XV, que motivaron la unión de las dos coro- 
nas de Aragón y de Castilla , confundiendo el espíritu 
propio de la nacionalidad catalana con el gran espíritu 
de la nacionalidad española, derramaron la inspiración 
nativa del arte castellano en los cantos de los poetas de 



78 DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 

ias orillas de) Ebipo y del Llobregat. Fundados en estos 
Jiecfaos , sostenemos que la poesía catalana no tiene en 
«u historia tradiciones poéticas ni inspiración bástanle 
l>ara hacer que reverdezcan los laureles que ornaron 
las sienes de sus primeros vates. No es argumento en 
4X>ntra de la opinión que sustentamos el sacar á plaza 
xomo siglo de gloria la época de los consistorios de Gay- 
«aber ; porque aquel renacimiento, como todos los re- 
nacimientos que no tienen una razón en las necesidades 
sociales y políticas de un pueblo, fué relámpago fugaz, 
y no dejó en pos de sí mas que preceptos retóricos y 
^rtes de trovar, y es harto sabido que los trabajos y 
ufanes de los preceptistas y de los retóricos nunca son 
anuncio de grandes periodos literarios , sino , por el 
contrario, claros síntomas de postración y decadencia. 
Los preceptistas alejandrinos y Quíntiliano son buena 
prueba de esta verdad en el arte antiguo , así como pu- 
lulan en los tiempos modernos ejemplos que robus- 
tecen esta opinión. 

Gran fuerza de vela se hace para probar que sí bien 
durante el p<)riodo literario que se extiende hasta 4a ba- 
talla de Muret , la literatura .catalana no fué mas que la 
provenzai , desde mediados del siglo xiv hasta Fernan- 
do el Católico pudo existir una literatura especialmente 
4^atalana. Acéptase el que á mediados del siglo xii no 
e1[istian elementos literarios en Cataluña, y como siem- 
pre será preciso reconocer que la influencia proven- 
zai no murió i|istantáneamente , es justo convertir la 
fecha de 1213 en la de 1250, llegando así á los gloriosos 
días del gran Jaime. Consideramos nosotros al ilustre 
Conquistador como elque forma la nacionalidad, el es- 
píritu patriótico de la corona aragonesa; pero si compa- 
ramos, por ejemplo , la lengua de Serveri de Gerona y 



DEL RBNAGIMÍENTO DE LA POESÍA CATALANA. 79 

de Guiltermo de Betga , con la crónica de Jaime I, ¿po- 
drá sostenerse que la lengua catalana < era la que serbia 
é los poetas para conservar sus inspiraciones? Las re- 
formas políticas éel gran Jaime partían del espíritu na- 
cional , qué es la base de las modernas literaturas , y 
solo desde este punto podría sostenerse que comienza 
la' verdadera inspiración catalana. 

Tomaremos por lo tanto por dato Los tinatges de la 
conquista de Falencia de Febrer, por mas que sea para 
nosotros punto muy dudoso su autenticidad , las obras 
de Raimundo Lulio y las del ilustre Muntaoer, y aun 
cuando en ellas no se encuentre , como sustenta Tiek* 
ñor, solo la tradición provenzal , y sí algo original, ¿el 
espíritu místico de Lulio ó el oscuro pensamiento de 
Muntaner pueden ser considerados como expresión de 
un pensamiento nacional? Turmeda, al escribir su JLlú 
¿re deis mariners , dice que escribe en catalán porque 
nó es háb.'l en el arte de trovar^ lo que nos demuestra 
que aüQ en el comienzo del siglo xiv la influencia de los 
antiguos trovadores era muy sentida. 

Pasemos al siglo xiv, y en este siglo la literatura ca« 
Calana nos ofrece únicamente imitaciones francesas, ita^ 
lianas y lieo-provenzales. En 13^3, bajo los auspicio^ 
de los magistrados , se forma el colegio de los siete tro* 
vadores, y en 1356 Guillermo Molinier escribe su obra 
titulada Leys de amor ^ que servirá de regla á los nue- 
iros trovadores. Llega la época de don Juan I • el ama- 
dor de toda gentileza, y es cosa por todos conocida, que 
los consistorios brotaban por donde quiera , y que las 
leyes retóricas y pedantescas de Vidal y Molinier lle- 
varon la inspiración catalana por aquel estéril sendero, 
ahogando I» briosa y nativar inspiración de la nacionali- 
dad naciente , bajo el peso de una imitación rechazada 



so DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 

por el sentido político y religioso de la nueTa e4ad» 
Gran desventura fué para la poesía catalana la protec-^ 
clon y amparo cortesano que encontró en los reye^^ 
desde D. Juan I hasta Fernando I, fue (á esa malha- 
dada protección se debe el falso carácter que la distin- 
gue y declara literatura convencional y > retórica , flor 
de estufa , no planta lozana nacida al sqplo de los vien- 
tos y vivificada por los rayos del sol. 

Respecto á la influencia francesa , basta citar á Roca-: 
bertí y las traducciones de Cbartier, para que el punto 
quede consignado ; y en cuanto ¿ la italiana» sabido es 
cuan gustados y traducidos fueron por poetas catalanes 
Petrarca y él Divino poeta. 

De esta manera trascurre para la historia de la lite- 
ratura catalana el siglo xiv, y comienza el siglo xv» el 
siglo de oro, así en armas como en letras; pero hay 
que tener ya muy en la memoria que cenia la co- 
rona de Aragón una dinastía castellana. Con gran ri- 
queza y gran magnificencia se abre este brillantísimo 
periodo ; á ia gloria política y militar se une la gloria, 
literaria. Alfonso V y 4 usías Marcb representan el ápi- 
ce político y literario de la nacionalidad aragonesa* 
¿ Cuánto dura este periodo? Diez lustros apenas, y aua 
en estos cincuenta ó sesenta años hay que contar la in- 
fluencia castellana y el calamitoso periodo de don 
Juan II. 

¡Qué diferencias se ofrecen respecto á inspiración 
entre los poetas catalanes del siglo xvi y los que flore- 
cían en Castilla, por la misma época ^ así como qué di« 
ferencías no podrán notarse entre Guillermo de Berga 
y los trovadores provenzales! 

Resulta de lo expuesto que la poesía catalana , como 
su nacionalidad » se unió estrechamente á la. nacionalí- 



DEt REITAGIIIIENTO BÉ LA POESÍA CATALANA. 81 

dad y al arte de Castilla; que desde el siglo xvi no es 
ya la expresión de la cultura leonesa y castellana , sino 
gw abraza aquella joven y robusta nacionalidad que 
bajo el imperio del César luchaba con los protestantes, 
Tencia á los franceses , conquistando á la Italia , y ahu- 
yentaba de sus guaridas á los piratas Argelinos que ha- 
blan puesto en entredicho al mar Mediterráneo , ro- 
bfindolo al tráfico y comercio de los pueblos meridio- 
nales. 

No es argumento que pueda aducirse en pro de la 
restaiiracion de los juegos florales el notar el aplauso 
con que son acogidas en el Tocino imperio las produc- 
ciones de los poetas lemosines; porque aun en nues«- 
tro8 dias es distinto y guarda muy diferente significa- 
ción , el espíritu que anima al Norte de la Francia del 
qne inspira á los cantores del Mediodia. El primer abis- 
mo que separó á los pueblos francos de los galo-roma- 
nos , el carácter diferente que hizo que lucharan de 
continuo los soldados francos con los galo-romanos, se 
perpetúan al través de toda la historia francesa , de tal 
manera que entre los trovadores del Mediodía y los 
troveras del Norte , parece que aun respira el odio im- 
placable de Fredegunda y Brunequílda. La guerra do 
los albigenses de los siglos medios, las luchas religiosas 
sostenidas en guerras posteriores, confirman el que 
aun en nuestros dias el arte de la lengua de Oc es con- 
trario á la inspiración que anima á la lengua de Oil. 
Esta es sin duda la razón de por qué el poema Mireio 
se presenta á los ojos de los críticos parisienses como 
cosa distinta y original , en la varia y múitipie produc- 
ción de la literatura francesa contemporánea. Pero 
como entre la literatura catalana y la española no exis- 
ten estas diferencias de arte y de inspiración , no hay 

CáNALVJáS.— 6 



82 DEL RENAGIlflENTO DE lA POESÍA CATALANA. 

posibilidad de que ios cantos de los poetas catalanes 
sean equiparados con los de Mistral. 

El renacimiento de la literatura catalana con su an- 
tigua y peculiar inspiración es una utopia literaria. 



11. 



No se nos esconde que el sentimiento que obliga 
hoy á los poetas catalanes á cuidar del cultivo de la 
lengua de la antigua corona de Aragón, no es un vano 
y pueril deseo , ni una mera recreación erudita. To^ 
dos sentimos allá en el fondo de nuestro espíritu un 
concierto de dulcísimas armonías cuando resuena en 
nuestros oidos la lengua de nuestros padres, la de 
nuestra infancia , la que dio expresión y prestó forma 
á nuestros amores primeros y á las vagas aspiraciones 
de la edad juvenil ; y este lazo que une la vida de hoy á 
los dias primeros de la infancia , que tantos recuerdos 
levanta y que tantas dulzuras recuerda, ha de ser forzo- 
samente motivo de adoración para la lengua cuyo cul- 
tivo es hoy título de estima y de gloria para los poetas 
catalanes Y si á las consideraciones expuestas se añade 
que esa lengua fué la que hablaron los conquistadores 
de Ñápeles y Sicilia , los que asombraron al Oriente, 
emulando á genoveses y venecianos; si se trae á la me- 
moria que los Jaimes , los Pedros y los Alfonsos em*- 
plearon este riquísimo y enérgico idioma, se compren- 
derá cuan digno es el impulso que mueve á los escrito* 
res catalanes á trabajar, con el deseo de que no quepa 
á su antigua lengua la suerte que ha cabido á los dife- 
rentes dialectos , que en la edad media constituían la 
personalidad lingüistica de diferentes provincias. Pero 
por muy de lamentar que sea la pérdida de estas a'ea-r 



DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 8$ 

«iones literarias , la historia está llena de idénticos su^ 
•cesos 9 y cuando los nombres de Homero y de Hero- 
•doto, de Virgilio y de Tácito, no han sido bastantes 
é saldar las magníficas literaturas de la clásica anti* 
l^edad , no es de creer que el esfuerzo de ios nuevos 
trovadores catalanes consiga suspender el curso de la 
ley histórica que destruye y crea en proTecho de lá 
humanidad entera. Ni las lenguas ni las literaturas re* 
:eucitan. 

No es del momento, y seria completamente ociosa 
-semejante tarea, establecer un paralelo entre la lengua 
que hoy se llama española y la catalana ; pero creemos 
que bien puede afirmarse que la lengua de Rioja y de 
óóngora , de Lope de Vega y Calderón de la Barca, de 
<}uintana y de Espronceda , ofrece á los cultivadores 
de la poesía , caudal copiosísimo que sirva para la ex- 
presión de cualquier concepto ó inspiración poética, 
por alta y levantada que sea. Privada la lengua cata- 
tana desde el siglo xvi de vida pública (si se nos per- 
mite la frase), reducida al uso vulgar de la vida, y á lo 
más empleada en frivolos entretenimientos, no ha re* 
cibido esa influencia que los hechos generales de la his- 
toria, que la marcha de la civilización en una pala- 
bra , ejercen en las lenguas , amoldándolas á nuevas 
tendencias , é imprimiéndolas novísimos caracteres. 

Estas revoluciones del lenguaje constituyen ya uno 
de los axiomas de la ciencia filológica, y quizá, si estu- 
diáramos con detenimiento las causas de lo que muchas 
veces se llama decadencia y corrupción de las lenguas, 
BOtariamos que la decadencia y la corrupción no son 
otra cosa que los efectos ya sentidos de las influencias 
generales que hemos mencionado. Así, por ejemplo, 
cuando seguimos paso á paso la historia de la decaden-v 






Si DEL KÉNAGIMIENTO DE LA POESÍA GATAIAIU^ 

eia y corrupción de ia lengua latina; cuando notamos^ 
el carácter de esta lengua , durante el imperio de \m 
cadas de ios Flavios y Antoninos ; ai ver cómo la^ estre^ 
eba legislación sintáxica admite cánones mas laxos» 
eómo el hipérbaton va abriendo paso á la construccioa 
directa, involuntariamente acude al entendimíetita ll^ 
idea de la generalidad y extensión de la política imípe- 
rial , y la memoria de aquellos hispanos ó galos Que se 
codeaban en el Senado con los degenerados deseen* 
dientes de los antiguos patricios. Si poco después « al 
estudiar el latín eclesiástico^ vemos que ha desapare- 
cido el elemento sintáxico, subsistiendo solo el léxico^ 
que es el material de las lenguas > involuntariamente- 
acude á la fantasía el cambio de espíritu de aquella ci- 
vilización que había abjurado el politeísmo, abrazando 
la fé del Nazareno. 

Por las razones expuestas , no nos sorprende, ni por 
ello dirigiremos cargos á los poetas catalanes, eLves 
que la lengua que emplean se separa á gran distanci* 
dé b lengua de su siglo de oro. Y por muy digno de 
loa que sea el empeño de alguno de dichos escritores», 
de imitar, parafraseando á los escritores del siglo xv,. 
no tendremos á iñaravilla que el resultado de su es- 
fuerzo sea contrario á su propósito, porque la volun- 
tad humana es poca cosa para detener la marcha de la 
historia. ¥ aun cuando consiguieran los nuevos trova- 
dores catalanes hablar la lengua del siglo de oro, ¿suce- 
dería lo mismo con ese elemento poético de la lengaa> 
que generalmente se designa con el nombre de dialecte 
poético? ¿Seria hoy hacedero verter la inspiración en 
la forma ó expresión poética que usaron los Jordis, 
Marchs y Masdovelles? No titubeamos en declarar qne^ . 
en nuestro juicio, es de todo punto iáiposU>le semejante- 



DEL RENAGIMIEirrO DE LK POESÍA GATALAIfA. 88 

«empeño; porque es impasible vivir fuera de la almós^ 

ifera propia del siglo en que pLugo á la Providaoda co* 
loeamos ; porque es de todo punió imposible no seguir 
4a tendencia , no obedecer al gusto de la época históricfi 

Á que pertenecemos. No ya tratándose de renacimn^ii- 

túñ de una literatura y de una lengua , sino ana de la 
inspiración propia y peculiar de un poeta ^ la crítica U^ 

"teraria ha demostrado que no ha existido, que no existe 
quisa , un genio que pueda beber su inspüradon fuera 

-de las creencias ó de los dolores del siglo en que vivo. 
Conócese, por lo tanto, que si respecto á ia inspiración^ 

A la idea madre del poeta , el punto ofrece por. lo me- 
nos gravísimos problemas , es imposible que pueda su* 
ceder cosa diferente respecto al dialecto poético. 

La historia de la poesía puede e^udiarse por los di* 
ferentes caracteres de los dialectos , que sirven paca 
la expresión poética de cada generación. Berceo y el 
arcipreste de Hita usan un dialecto poético que no seríi 

-«I empleado por los poetas de la cérte de Juan II ; y el 
dialecto de la escuela italiana» en el siglo xvi , lo refor- 
ma, y lo levanta quisa el inmortal jefe de la escuela de 
SevUla ;> poco después , Ledesma y Góngora intentan 

-crear un nuevo dialecto poético que responda á las ne» 

«cesídades y aspiracianes de su tiempo. Por esta ley ex«- 
plicamos, por qué en la expresión poética de los nue*- 
voB trovadores catalanes se descubre estrecha intimidad 

^con el carácter que distingue á la poesía contemporá- 
nea. La lectura de las composiciones del deaventurado 
Soíy Podría i de Blanc^ Estrada, Boca y otros, re- 
cnerda la inspiración profunda y consoladora del autor 
de Las Armenias y Las:Hedítamn$s , aaí como la de 
lea cantos dé los señorea Balaguer, Aubió y BofaruU 
trae á la memoria la enérgica del autor, de ía$ Oda^ y 



S6 DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 

de Las Orientales. No es nuestro intento dirigir vm 
eargo por este carácter á los poetas mencionados ^ sin» 
que nuestro propósito se reduce á demostrar cómo, k 
pesar de su deseo de ser meros restauradores de la an^ 
tigua literatura catalana , la musa que atiende ¿ sus in-^ 
vocaciones , no es por cierto la que habitó el pamas* 
del siglo XV , sino que es la del siglo xix. 

Y á nosotros se nos antoja que percibimos en las 
magnificas composiciones de estos verdaderos poeta 
como un ay lastimero que se escapa á la vez de la 
lengua empleada y de la inspiración que la fecunda ; de 
aquella , como lamentándose de que se la obligue á ali- 
mentar en su seno ideas y verdades que jamás sospe- 
chara; de esta como un quejido, ai ver que á la inspira» 
cion ardiente , quizá calenturienta de las generaciones 
modernas, se la obliga á vestir, en vez de ligero y trans- 
parente ropaje que permita adivinar su esencia , la pe- 
sada y férrea armadura de los siglos medios. 
. Nosotros no creemos que haya en los juegos florales 
nada que empaSe el vivo sentimiento de nacionalidad 
que late en el esforzado corazón de Cataluña: visitando» 
sus montanas y sus ciudades hemos ^isto siempre pio- 
lado el desden en el altivo semblante de sus hijos, cuan- 
do han escuchado voces que con angustia hablaban de 
planes extranjeros. Harto sabemos que EspaSa est& 
i;uardada por el Norte con una fortaleza inquebranta- 
i)Ie , que es el heroísmo catalán ; harto sabemos que no 
hay poder bastante para impedir que los descendimtes 
de los héroes del Bruch y de Gerona no se muestren^ 
siempre dignos hijos de tan claros y esforzadísimos va- 
rones: no; nosoCrosno haremos nunca indicación al- 
guna de este género, ni existe en nuestro ánimo la ma» 
tenue sospecha. 



DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA CATALANA. 87 

Tampoco hemos creido nunca que el pueblo catalán 
se muestre desheredado de genio poético : para sentar 
tal afirmación seria preciso no conocer los cantos de 
Rubio, de Bofarull y Balaguer. Lo único que nosotros 
deseamos es que no se resignen los inspirados poetas 
catalanes á vivir de la vacilante vida que puede prestar 
el dolor; lo único que deseamos es que la lira que pul* 
sen no tenga solo una cuerda, la del llanto; queremos 
que la poesía catalana se inspire en el presente y en el 
porvenir, no solo en lo pasado ; que cante la verdad, 
la bondad y la belleza , fuentes de eterna inspiración, 
no solo la historia ; que concurra con todas las fuerzas 
intelectuales y morales del siglo á mejorar al hombre, 
poblando su corazón de esperanzas, de dulces presen-» 
timientos su inteligencia, y de propósitos firmes su vo- 
luntad. 

Para cumplir esta alta misión del arte moderno, cree- 
mos que es preciso aceptar elementos nuevos y cono- 
cidos generalmente, y deploramos nosotros que el canto 
inspirado que resuena en Barcelona , se apague en el 
Ebro, cuando nosotros deseamos, para honra del poeta 
7 provecho de todos , que sus ecos atraviesen el Océa- 
no y regocijen á la familia española que gime allá en las 
Américas. 

Producir un renacimiento, restaurar, asi en litera- 
tura como en política , es gravísimo error : lo que la 
humanidad ha consumido ya no reaparece , y las res- 
tauraciones solo alcanzan á producir momentos litera- 
rios, como la escuela romántica de los Schlegeles^ ó re- 
nacimientos clásicos del precio del intentado por los li- 
teratos de la corte de Carlos IV. La lengua catalana, 
arcaica y eruditamente empleada , no basta á expresar 
el moderno movimiento ; no es argumento el que sea 



88 DEL RENACIMIENTO DE LA POESÍA GATAUNA. 

feliz on poeta usindola para expresar seotímientos in- 
dividuales ; el arte catalán, como arte nacional , no se 
restaura, porque no ba existido, como hemos probado; 
7 el justo respeto y veneración que se debe á la lengaa 
y á la memoria de nuestros padres se satisface conser- 
vando y estimando sus obras ; baciendo lo que BofáruU 
acaba de hacer de una manera tan acabada y perfecta 
€on la Crónica M un tañer. 

Por lo demás , quede libre el genio de los poetas ca- 
talanes : que se inspiren con la vida , con ks ideas, del 
siglo; que canten esta época , sin igual én grandeza, asi 
en verdad como en error. Que consuelen, que animen 
i la humanidad , y no se crean condenados ¿ realamr 
rar una lengua literaria que solo tiene hoy existencia 
vulgar, ni á contemplar con los ojos arrasados en lá- 
grimas el hermoso suelo de Cataluña; ni á sentir salo el 
dolor, mirando cómo el jaramago crece en las ruinas 
de los antiguos castillos , ó cómo se borran las huellas 
de lo pasado en la nueva historia. Por mal consejo Can- 
aremos siempre el que tienda á separar al poeta de ia 
vida presente ; el que le muestre lo presente como «n 
arenal fatigoso limitado por lutados horizontes; d 
que no pueda dirigirle mas precepto que «llora lo pa- 
sado y maldice lo presente.» Que se varíe de oódigo 
poético ; que respeten y veneren lo pasado; pero que 
amen lo presente y adoren el porvenir, 4)oa8olando y 
rejuveneciendo ¿ la humanidad. 

Octubre, 18^. 

» 



V. 

DEL CARÁCTER 

DEL lOTIMIENTO LITERARIO 

EN LA ITALIA CONTEMPORÁNEA. 

Hace ya siglos que cada Tez que resonaba el nombre 
4e ItaKa, bien fuera en discusiones políticas ó en contro- 
versias literarias, se repetian las frases consagradas por 
ia dipkNíBacía austríaca ó por los poetas: «Italia es una 
expresión geográfica : Italia es el pais de los muertos :» 
y estas tristísimas frases se escribían uno y otro día en 
to% orillas dtl Támesis como en Paris , asi en Alemania 
-como en las Iqanas costas americanas. Y quizá de to- 
éoñ los males qae llovían sobre tan infelicísima Pe- 
nínsula 9 era el mas grave este olvido y esta sentencia 
de muerte , que el mundo entero pronunciaba contra 
la desventurada Italia. En vano en 1820 y en 1B48 qui- 
8o dar muestra de la heroica vitalidad que se escondía 
«en su seno ; en vano resonaban en Europa los cantos 
de Hago-Fóscolo y de Alfleri; en vano los emigradoa m- 
eoman «na y otra corte y pedían auxilio y apoyo mo- 
ral; Italia no era mas Que el pais de los muertos , la 
tierra sagrada de la historia ^ la patria de las artes en 
jos siglos XV y XVI, y bajo el recuerdo del Dante y de 



90 DEL CARÁCTER DEL MOVIMIENTO LITERARIO 

Petrarca , y de ios Médicis y de León X , moría la \ida 
actual, y se perdian sin eco los cantos de los poetas, y 
las elocuentes exhortaciones de los doctores. Y sin em- 
bargo, desde el comienzo de este siglo existe en Italia 
un movimiento intelectual de mayor precio que el que 
se cumple en Francia ; una literatura que no palidece 
ante la francesa ; poetas que se alzan al nivel de La- 
martine, de Musset y de Delavigne; filósofos que oscu- 
recen los nombres de Cousin y sus sectarios ; historia- 
dores que compiten con los Thierrys ; repúblicos que 
avergüenzan á los Thiers y Guizots , y sobre todo este 
un santo, un sacratísimo amor de la patria , que íns- 
pura al poeta , y al historiador, y al filósofo, y que le^ 
vanta su fantasía y su inteligencia , como infunde en su 
pecho aquel heroico corazón y gallardo esfuerzo que 
convertía en semi-dioses á los repúblicos de la clásica 
antigüedad. 

Ai sondear esta admirable literatura italiana, al me^ 
dir la vida política del pueblo y la historia de sus már- 
tires, el espíritu se llena de un profundo sentimiento 
de religioso respeto hacia la nación mártir del siglo xix, 
y se levanta la mente al estudio de una ley de justicia y 
de verdad , que causa la singular maravilla que ofrece 
la Italia en los dias que alcanzamos. 

La poesía en Italia tiene fin , pero no es este ni aquel 
fin retórico ; la 4)oesía es el himno de robusta resonan- 
cia que debe encender la ira en los corazones, armar 
el brazo y purificar la vida , para que sea siquiera 
ofrenda digna de esa libertad que debe ser con sangre 
pura rescatada. La filosofía no es la indagación de ver*- 
dades abstractas , es la exaltación y la glorificación de 
Italia , para que sea redimida de la servidumbre en que 
yace ; la historia recuerda lo pasado para dar aliento, ^ 



EN LA ITAUA CONTEMPORÁNEA. 91 

presenta la memoria de la ÍDJuria para mover á la ven- 
ganza , y sobre toda esta conspiración del arte y de I» 
ciencia se alza la música de Verdi, grosera , pero apa- 
sionada , ronca como un rugido de ira , fogosa como lai 
expresión comprimida de un pueblo que forcejea bajo 
el peso abrumador de ejércitos , cindadelas y cañones. 
T han pasado anos y lustros, y los poetas so han reno- 
vado, y la lira que el emigrado dejaba en la orilla del 
Tirreno, era piadosamente recogida por nuevos Tir* 
teos , y de esta manera se perpetuaba esa gigantesca 
conspiración de la libertad contra la tiranía , que dur» 
cien años, y en la que son los verdugos, no las victi- 
mas , los. que se cansan y se postran. 

¿Qué importa que Manzoni y Silvio Pellico se resigr 
nen, si en cambio Mamiani , Guerazzi, Montanelli y el 
ilustre Nicolini continuarán exaltando la fantasía nacio- 
nal , y rejuveneciendo con el arte y con la ciencia el 
alma del pueblo italiano? ¿Qué importa que allá en la» 
mazmorras de Spielberg sufran torturas indecibles los 
Villa y los Qroboni, si queda el heroico Pallavicino 
para mostrar á la Ttalia cómo saben padecer sus hijos T 
¿Qué importa, por último, que las ilusiones de Gio* 
berti, y de Giusti, y de Manzoni mueran como el papada 
liberal en 1849, si queda el Piamonte , con esa adihi-* 
rabie década de trabajo, de esfuerzos gigantescos « de 
educación política, con ese pensamiento de libertad que 
es toda su vida , y que será bastante á engendrar el 
aio 18597 

La historia moderna de Italia es semejante á la his- 
toria antigua : ha •existido, y aun existen quizá güelfoa 
y gibelinos, pero gibelinos y güelfos aman la libertad, 
7 dan su vida por la independencia de la patria. Los> 
primeros ven el enemigo de Italia en las orillas del 



'ti DEL CARÁCTER DEL MOVIMIEIVTO LITERARIO 

Míneio, y quieren armar al Pontifiee contra el enemigo 
4e la Italia. Reeuerdan la historia de los Gregorios, 
Alejandros é Inocencios, y quieren que en nombre de 
la libertad el Pontífice arroje á los eitranjeros del sa- 
ngrado suelo que manchan con su torpe huella. Los gí- 
t>elinos miran el peligro en las orillas del Tiber, y aü* 
tielan armar al pueblo italiano con la conciencia de suB 
íibecfades y de sus derechos , para que nada se oponga 
A sus gloriosos destinos. Los güelfos rodearon al Pontí- 
fice Pío IX en 1846 ; pero el Pontífice , al hablar p<ff 
primera yez como Pontífice , según la expresión de un 
«élebre cardenal, no quiso armará la Italia en nom-r 
l)re de la independencia , y el error de los guelfos m 
l>urgé con sangre generosa en los llanos de Lomberdía 
f ealos muros de Roma. En 1859 fueron los gibelíM» 
les que dirigieron el movimiento : Palestro y Mag«rtt 
Rengaron i Novara , y boy la Europa escacha oon 
¿asombro el grito de Italia que pide su capital , la nmta 
nacionaliitad que pide su corazón, Italia que pide i 
Boma. 

¥ sin embargo, para llegar á 1847 ¡cuántos esfuema 
4e genio y cuántos nobilísimos sacrificios fuerott nece^ 
«arios! En 1806, Hugo Foseólo, leyendo los versos de 
4in joven, nieto del inmortal Beecaria, predijo un poe* 
^ , y el poeta fué , y el amor á la patria su mas art 
aliente inspiración. Amamantado en Dante y el gran 
Alfieri, su inspiración fué robusta, y valiente su canto. 
Cuando el romanticismo se extendió por Frauda^ í/kutf 
:20DÍ adoró á Shakspeare y á Byron, pero siguió aque- 
lla influencia que expresaron Novaiís en Alemania , y 
Oíateaubriand en Francia , y que se tradujo en amor i 
la edad medte , y amor al catolicismo por su aspecto 
4»tético. Por este oamino áe enoonraha la inapiraeíoaL 



Eir LA ITALIA eONTBBtPORÁIfEA. 99^ 

de Manzoni (i) con la fogosa y apasionada de Bercfaet (*)^ 
(Hrjmer jefe del romanticismo, y cuyas poesías expresáis 
con admirable vigor la febril agitación de 1831, y aquel 
noble sentimiento de ira de los carbonarios al ver cóm(^ 
la traición hizo estériles sus esfuerzos. 

A Hanzoni se unió muy luego Silvio-Pellico, y en 
1818 fundaron el Conciliador, periódico de artes y lite- 
ratura que fué romántico, porque la Biblioteca lia" 
liana , revista protegida por el gobierno austríaco, er» 
clásica; pero él Conciliador fué suprimido. Porro y 
Bercbet huyeron ; Romagnosi fué arrestado, y Silvio, 
Maroncelli . Confalonieri y Palla vicino fueron arrastra-r 
dosá los plomos de Venecia yá las mazmorras de 
Spielberg. Manzoni fué respetado ; pero el emperador 
ordenó que los nobles italianos se inscribieran en un» 
especie de libro de oro, bajo pena de perder sus títu- 
los; el conde poeta no se inscribió, y quedó mayor 
poeta sin ser conde. Manzoni fué el jefe de la escuela 
neo-güelfa : su libro sobre la Moral católica preludió el 

(* ) Manzoni nació en 1784. En 1806 escribió la epístola, cansa de 
la profecía de Foseólo. Casado en 1810, su esposa, eminentemente 
piadosa y católica , le atrajo á las creencias y prácticas religiosas. 
El sacerdocio, ideal soñado en sn Ypromesi sposíi , fué la primera 
apologia del clero. Su drama Carmagnola le dio á conocer como une 
de los mas decididos sectarios del romanticismo. Retirado hoy en 
las orillas del Lago mayor, continúa siendo el jefe de los que se 
resignan. 

(^) Éerchet fué el primer apóstol del romanticismo, y se dio á 
conocer por la traducción de la famosa balada de Bürger. En la co- 
lección de sus poesías se distinguen los cantos á la batalla de Leg-^ 
nano y á la derrota del emperador Federico I, y su composición ti-^ 
tulada H, Rimorso , es notabilísima por sus sentimientos patrióti- 
cos y por la energía de la frase. Carbonario en 1821 , se tío preci- 
sado á huir, viviendo en París y Londres. Reapareció en 1848 , fué 
un instante ministro, y murió poco después en el destierro. 



91 DEL CARÁCTER DEL MOVIMIENTO UTERARIO 

Primaio de Gioberti; su fervor religioso inspiró al 
historiador Troya , y Rosmini siguió también la ins- 
piración de Manzoni. Sin embargo , este sentimiento 
«neo-gúelfo se trocó muy luego en un dolor estéril y 
resignado , y esta resignación fué la palabra sacrámen^ 
4al de la ilustre pleyada que desde los primeros mo- 
mentos lo reconoció por jefe , y esta resignación de 
Manzoni se convirtió en descorazonamiento en Silvios- 
Pellico, que al respirar en 1830 el aire de Italia no te- 
nia ya aliento bastante para vivir en aquella atmósfera 
ide fuego. 

Deshecha la escuela lombarda, volvamos los ojos á la 
florentina, que arranca también desde 1831 , ano fatal 
para la libertad italiana. Italia no estaba en Italia , por- 
que en Italia solo babia austríacos: austríacos en Ñapó- 
les, austríacos en las Remanías, austríacos en Milán y 
t¡ú el Píamente. Italia estaba en Spíelberg con SiUio* 
Pellico y Maroncelli, en Suiza con Rossi, con los her- 
manos Ugoni . críticos esclarecidos , con el pensador 
Scalvini , con el gran historiador BoCta ; Italia estaba en 
París y Londres, donde los emigrados de 1821 encon- 
traron aun á Salfi , Barti y Carnevali , los emigrados 
de 1797 , y donde el ardiente Berchet pudo aun estre- 
ichar la mano de Hugo-Fóscolo. Después de esta gene- 
ral dispersión, ¿quién hubiera creído que Italia no era 
tin cadáver ? Y sin embargo, en el centro de la Penín- 
sula , como un oasis , en aquel desierto de desolación y 
espanto, en la ciudad gibeiina por excelencia , en Flo- 
rencia, en la patria del Dante, se refugiaron los emi- 
grados de Ñápeles, Guillermo Poerio, el elocuente ora- 
dor Borelli, el émulo de Mirabeau, Gabriel Pepé> el 
literato Imbriani , y un niño de doce anos que sufría el 
castigo antes de cometer la falta y que se llamaba An?! 



EN LA ITALIA CONTEMPORÁNEA. 95 

Ionio Ranieri. El físico Volta, el astrónomo Amici, hu- 
yeron de Módena, y encontraron también asilo en Flo- 
rencia 9 asi como Giordani , el primer prosista de Ita- 
lia ; y por último, Florencia acogió también al gran 
Leopardi , el mas inspirado de los poetas de la IMÍül 
moderna. 

Beunidos en el palacio de Buodelmonti aquellos ilus- 
tres desterrados , pusieron mano de nuevo en la gran 
obra, y encontraron en la Antología^ fundada por Yieus*- 
seux \ campo para sus ideas y teatro para sus nobilí* 
simos esfuerzos ; pero la Jntologia murió de mano ai- 
rada , porque el Czar de todas las Rusias pidió su su- 
presión. Florencia fué entonces la Atenas de Italia ; allí 
el anciano Coletta O)» ^ '^ edad de cincuenta años, es- 
cribió esa tristísima página de la historia italiana que 
nos refiere los dolores de Mápoles bajo los Borbones 
(1734 á 1825]; allí se debatieron las importantísimas 
Cuestiones á que dio margen la escuela histórica entre 
ÍForti y Mazzei; allí luchó la escuela sensualista, repre- 
sentada por Montani, con la escuela católico-liberal 
que defendía Tomaseo, y por último Gino Capponi , el 
Mecenas, y el amigo, y el protector de estos ilustres 
desterrados, dio allí muestras de su gran corazón y ele- 
:vada inteligencia. 

Pero se acercaba el ano de 1830, y era preciso reco- 
ger lo sembrado. Mamiani llega á las Marcas para su- 
blevar á Florencia : la Romanía tascaba el freno y no 
escondía sus propósitos. Entonces aparecen nuevos 



, (O £n i820 Pietro Coletta contaba cincuenta años cuando escri- 
bió su historia. El estilo es digno de Tácito. En esta empresa le 
ayudaron Giordani , Nicolini y Leopardi. 



96 DEL CARÁCTER DEL MOVIMIENTO LITERARIO 

adalides , Mamiani (^), Montanelli , Guerrazzí (^) polilíi- 
cas , poetas y filósofos , ¿ los Yeinte años predicando 
coa la palabra encendida del poeta y con la graiie del 
filósofo el amor á la libertad , entre tanto que se mos«> 
traban siempre prontos á derramar la sangre por la 
independencia de la patria. Continuó el movimiento 
científico, pero tomó carne en la ciudad del Dante , el 
esj^itu antipapal , opuesto al que dominaba en la es- 
cuela lombarda , y encontró en Nicolini altísima ex* 
presión. Nicolini, con Manzoni y Leopardi, forma 
éí gran triunvirato de la moderna poesía italiana. Nico- 
lini O heredó la energía varonil y la elevación de pen* 
Sarniento de Hugo Foseólo y de Alfieri ; la lengua ad«- 

{}) £1 conde Terencio Mamiani es qaizá el escritor mas conocida 
en Italia. Gomo filósofo ocupa hoy uno de los mas altos puestos, no 
solo en Italia, sino en £aropa. 

(') Guerrazzi es el poeta mas politíco de Italia. Su pensamiento, 
en ei Sitio de Florencia y en la Batalla de Benevento, y en sn Bea- 
trice Cenci, fué despertar á la Italia. Sus novelas no tienen otro ob* 
Jeto. Sacrifica siempre el arte ai fin que se propone. Abogado ea 
Liorna , fué desterrado en 1828 , y desde entonces sn vida ha sido 
una serie de encarcelamientos y destierros. En 1847 fué ministro 
con Montanelli , y su caida es uno de los episodios mas tristes de 
la catástrofe de 1849. 

(3) Este gran poeta nació el 31 de octubre de 178S. En 1803 Hu- 
go-Fóscoio le dedicaba ya uno de sus libros. En 1810 la Acade- 
mia de la Crusca premió su primera obra dramática Polissena. Su 
primer drama politice fué Nabuco. Nabucodonosor era Napoleón. 
En 1805 abandonó la corte del gran duque Fernando, y vivió pobre 
hasta que una inesperada herencia le hizo independiente. Sus es- 
critos literarios en la antología son notabilísimos. En 1827 publicó 
su famosa tragedia FoscarirUy una de las joyas del teatro moderno. 
El drama político fué su única ocupación desde esta fecha. En 1830 
puso en escena su Juan de Prócida, al cual siguió Ludovico Sforza^ 
uno de los estudios históricos mas perfectos de la literatura mo« 
dema. Sus obras maestras son el Amoldo de Breada , poema dra-* 



EN LA ITALIA CONTEMPORÁNEA. 97 

qní^e gran majestad bajo su pluma ; los sentimientos 
dignos encuentran enérgica expresión, y al. escuchar 
sus cantos, y aí leer sus tragedias, el corazón de los ita* 
líanos crecia dentro del pecho* Su Juan de Prócida 
traía á la memoria á los italianos sus altos deberes , y 
bajo el nombre de los franceses se descubrían las odia- 
das facciones de los austríacos. Su Arnaldo de Bres^ 
da y. Filippo Strozzi revelan las dotes que enaltecen á 
Nicolíní, en particular el Arnaldo de Brescia, que fué 
el cYangelio del partido gibelino y el manifiesto político 
de su escuela. 

Tiempo es ya de que consagremos algunas lineas á 
Gíacomo Leopardi , el escritor que á los quince anos 
hablaba el griego antiguo, el poeta que sufría , y amaba, 
y dudaba , como Byron , aventajándole no pocas veces 
en energía ; el anticuario que escribía un libro perte- 
neciente al siglo XIII y cantaba 6on la lengua de Pin- 
daro de tal manera que la docta Alemania no descubrió 
el engaño : el hombre extraordinario que aprendió solo 
el francés , el griego, el hebreo, el inglés y el español; 
el traductor de Herodoto, de Hesiodo y de Virgilio, el 
comentarista de Petrarca. Leopardi pasó los primeros 
anos de su vida como Leibnitz, encerrado en una bi^ 
blioteca ; á los veinte años abandonó aquel retiro, y en 
Roma no encontró pasto bastante para saciar su alma. 
Conoce ¿ Míeburn , rehusa á los veinte y cuatra años 
una cátedra en Berlin , y torna á Recanatí desencan- 
tado, con la duda por vida , y la miseria y el dolor por 
único patrimonio. Comienza por la ciencia y concluye 
por la poesía, i Qué inteligencia y qué espíritu que asi 

mático que do tiene rival en la literatura moderna , y Füippo 
Strozzi y obra qué, según un critico moderno, parece concebida por 
Sbakspeare y escrita por GorneiUe. 

CANALEJAS.— 7 



98 DEL GAQÁGTER DEL ' MOVIMIENTO UTERAtllO 

abrazaba los más arduos problemas de la filología cri- 
tica como los filosóficos , y vertía torrentes de inspira- 
ción en k)S cantos, y raudales de gracia y de ingenio en 
sus sátiras ! Leopardi vivió los últimos anos de su vida 
gracias al óbolo de sus amigos , los emigrados en Tos- 
cana , y murió en Ñapóles , en brazos de Ranieri. 

En Florencia también vivió y murió el primero de 
los poetas populares de nuestro siglo, sin exceptuar á 
Beranger. £1 florentino G. Gineti Giusti consagró su 
musa al pueblo y á la libertad» y si Beranger consoló á 
la Francia durante la negra noche de )a restauración, 
Giusti consoló y reanimó á la desventurada Italia des- 
de 1831 hasta la gran catástrofe de 1849. Poeta popu- 
lar, Giusti no habla la lengua literaria , sino la lengua 
popular ; desdeña el afeite retórico y busca su inspira- 
ción en las eternas nociones de la bondad y de la justi- 
cia , vistiéndolas con el sencillo traje con que se apare- 
cen á la imaginación del pueblo. Su pluma destila hiél 
cuando pinta los excesos de los tiranos, y cada verso se 
asemeja á un dardo, así como cada frase és un gemido 
cuando le acude á la memoria la dolorosa historia de 
su pueblo. Su Dies iroa , ú oración fúnebre del empe- 
rador Francisco I , es una revelación literaria , al mis- 
mo tiempo que fué un acto de valor cívico ; la historia 
de una bota (Italia) es otra sátira^himno, que conmue- 
ve cada vez que se repiten sus enérgicos versos, y por 
último, el Brindisi de GiseUa vino á demostrar que era 
el verdadero poeta popular, que sentía como el pueblo, 
que hablaba como el pueblo, y cuyos cantos resonabaa 
siempre en lo mas hondo del alma del pueblo italiano. 
Las canciones de Giusti , circulando manuscritas en su 
mayor paite , fueron como un lazo sagrado, que unió 
los corazones de los italianos en un deseo común , asi 



EN LA ITALIA CONTEMPORÁNEA. 99 

como llevaban al hogar doméstico este amorá la patria, 
que como fuego sagrado se ha trasmitido en Italia de 
una á otra generación , ai través de los sangrientos y 
dolorosos martirios que les imponía su miserable des- 
tino. 

Digna es de estudio esta oposición entre güelfos y gibe- 
linos; en los estudios históricos , como lo es en ¡a poe- 
sía : si Nicolini y Leopardi pueden oponerse á Mánzoni 
y Pellico ; en la historia, al napolitano Troya podemos 
oponer el ilustre amigo de Leopardi , el historiador Ra- 
Díeri. Troya, desterrado de Ñapóles en 18!Í0, llega á 
Roma , donde perdió sus ideas gibelinas , debidas á una 
asidua lectura del Dante, y se propuso razonar esta 
conversión, y comenzó una peregrinación, visitando 
toda la Italia en pos de argumentos en favor del ponti- 
ficado. Troya comenzó sus tareas, contradiciendo las 
«doctas ignorancias» de INieburh y desdeñando á los 
florentinos , dignos sucesores de Máchiavelo y de Mu- 
ratori. Sus disertaciones y artículos son innumerables, 
y su voluminosa obra concluye con la invasión de Al- 
boino. Ministro en 1848, Troya fué italiano, y ya en- 
tonces sostuvo que era preciso que las razas germana 
y latina se agruparan en torno del pontificado, para re- 
sistir la invasión bárbara y herética de los Czares. La 
cuestión principal para el historiador güelfo es la legi- 
timidad del poder temporal ; averiguar si las donacio- 
nes de Garlo-Magno fueron ó no una imprudente vio- 
lación del derecho y de la justicia. Troya quiso probar 
que los lombardos eran bárbaros y extranjeros en Ita- 
lia , cuando los francos rompieron su cetro y repartie- 
ron sus dominios; que los lombardos hablan abolido las 
leyes romanas, y que solo el Papa i guardián de la hen- 
gua y de la civilización latina , fué la tabla de salvacioa 



100 DEL GABÁOTER DEL MOVIMIENTO LITEBARIO 

para Italia. En sus últimos momentos (1858) Troj» 
comprendió que su vida había sido estéril, porque J2^ 
habia consagrado á sostener una paradoja. 

Cuando Troya visitaba la Italia , y en el monasterio* 
de Monlecassino recogía piadosamente los materiale»» 
para su obra , le acompañaba Ranieri (^j, qu^ buscab» 
materiales para sostener después la tesis contraria. £j> 
8u historia , Ranieri demuestra que los lombardos era» 
los italianos del siglo ix , que la unidad de Italia fué 
siempre su pensamiento político, y que la invasión- 
franca que dio poder secular y un trono al Pontífice 
sustituyó á una autoridad nacional otra extranjera^ 
causa de este prolongado martirio, que ha durado once* 
siglos. Banieri sigue paso á paso á Troya , y demuestra 
sus errores, refuta á Manzoni con el debida respeto, y 
pone de manifiesto que el poder temporal ha sido 1» 
causa primera del dolor y la muerte de Italia Ranieri 
ha sido perseguido, encarcelado, y ninguna de sus obras 
ha salido libre de las garras de la censura ; bien es- 
cierto que los escritos de Gioberti , y los cantos de Ni- 
colini, y los folletos y novelas del M. de Azeglio, y las 
memorias de Montanelli, han sufrido igual suerte; pero- 
en cambio estaban prohibidos «G. Bruno, Machiavelo^ 
Guicbiardini , Muratori , Alfieri, Parini, Pulci, y hasta 
Vico. Todos los libros italianos publicados desde 1815^ 
¿1848 debieran ir precedidos de la historia de su publi- 
cación; y seguros estamos que esos relatos bastarian 
para probar lo inútil de las trabas , y cómo crece el es* 
fuerzo de un pueblo cuando tiene conciencia de que 
cumple un acto meritorio. 

(<) Antonio Ranieri. Della storia i' Italia dal quinto al nono secolo^ 
-^vvero da Teoáotío á Carlomagno. Bruselas, 1841. 



EN LA ITALIA CONTEMPORÁNEA. 101 

Si en poesía cuenta la Ualia contemporánea poetas 
<l€f primer orden como Niccótini , Leopardi , Manzoni, 
Pellico y Giusti ; si entre sus historiadores se cuentan 
Troya , Banieri , Balbo y Cantú ; entre sus novelistas á 
Manzoni, Guerrazzi y Azeglio; entre sus filósofos y 
pensadores encontramos los ilustres nombres de Gio- 
"berti, Rosmíni, Mamiani, Franchf, Ferrari, y otros 
-dignos de la merecida fama de que gozan. 

Bosmini perteneció al clero : protegido por Pió Vil 
y Gregorio XYI , el ilustre filósofo hizo cuanto estuvo 
en lo humjano para no separarse de la tradición ecle- 
siftstica. Su sueño de oro era una teocracia blanda y Il- 
iberal , que uniera con vínculos amorosísimos á todos 
los humanos. Sin embargo, Bosmini fué perseguido; 
iué denunciado, y lo defendieron los patriotas. Su ca- 
'^ácter de filósofo fué causa de la injusticia que sufrió 
^or parte de la curia romana ; y si bien durante los 
.primeros dias del pontificado de Pió IX gozó de alta in- 
fluencia, ya en Mayo de 1848 se leían en el Índice dos 
de sus mas importantes publicaciones. Las doctrinas de 
tBosmini merecen especial estudio, por la novedad que 
•ofrecen , y por la refutación vigorosa del sensualismo 
y del eclecticismo, sus eternos contrarios. 

Bosmini fué atacado, así por los jesuítas como por 
tíos racionalistas , que tachaban su doctrina como con- 
Vtraria á los -derechos de la razón ; pruebtf evidente de 
que cuando luchan frente á frente dos principios, no 
.hay otro medio de alzar bandera que defender el error 
ó la verdad. Reformando la idea rosminiana, se pre- 
:fiénta T. Mamiani , poeta, político, proscrito como to- 
dos, ministro en Boma , diputado después en Turin. Su 
sistema, como declaró él mismo, ofrece el raro espec- 
táculo en Italia de no reconocer otra autoridad que la 



102 D¿L CARÁCTER DEL MOVIMIENTO UTERARIO 

autoridad de la razón. Como Bosmini , sigue ia tendea* 
cía Platónica , tan popular en la historia italiana , y se 
aleja asi del psicologismo francés como del panteísmo 
germánico. Desde 1835 Mamiani es uno de los jefes de 
la filosofía italiana, y sus escritos políticos deben con- 
siderarse como los mas poderosos auxiliares que ha (e-- 
nido la idea liberal. 

Pero el filósofo que en estas últimas décadas ha ejer- 
cido mayor influencia en Italia es Y. Gioberti, el maes- 
tro de Pío IX, como le llamaba el pueblo romana 
en 1847. Dotado de un espíritu eminentemente prac- 
tico, Gioberti no penetra en el santuario de la cienci» 
con el amor puro de la verdad, sino con el deseo de 
encontrar fórmulas que sirvan para activar el moví* 
miento de Italia, para despertarla y para rejuvenecerla» 
Fogoso y apasionado, saludaba en 1834 á Mazzini, como 
al apóstol de nuevo Evangelio político ; pero su verda- 
dero y genuino pensamiento se encierra en el Prímato, 
que dio á la estampa en 1843 , y que causó en toda la 
Península profunda sensación. El Papa, los príncipes^ 
los pueblos, los sacerdotes, los liberales y hasta los 
jesuítas, encontraron en ese libro habilísimo contenta- 
miento y solaz. Al pontificado se le daba el imperio del 
mundo, á los liberales se les decía que se levantaba un 
templo á la libertad , ¿ los pueblos que se pedia su in- 
dependencia,, á los principes que se condenaban las re- 
voluciones; y los pueblos, y príncipes, y laicos, y sacer- 
dotes, aceptaron el libro de Gioberti como la expresión 
completa del ideal codiciado por la Italia. Desde aquel 
punto la escuela güelfa predomina en la política italia- 
na, y si bien durante el pontificado de Gregorio XVI el 
pensamiento de Gioberti encontró alguna oposición^ 
cuando subió al trono Pío IX, Gioberti, Balbo^ el au-^ 



EN LA ITALIA GONTEMPORÁn£A. 1D3 

tút de la Speranze d" Italia ^ y^ Azeglio, dominaron la 
Península , y la famosa amnistía fué una paráfrasis del 
Prímato. Er clero se hizo liberal , y por toda Italia re- 
sonaba aquel «¡viTa Pió IX I» que no era otra cosa que 
un aplauso tributado á las doctrinas del filósofo pia- 
montés. Giober ti continuaba el pensamiento de Dante 
y de Petrarca, de Miguel Ángel y de Rafael, que era la 
conciliación del cristianismo con la tradición pagana; 
llamó ¿ la Iglesia al socorro de la democracia , y la idea 
de un Pontificado liberal fué popular en Europa , é Ita* 
lia alcanzó entonces el singular beneficio de que la Igle- 
sia , la única fuerza iriva que se conservaba en la Pe- 
nínsula , sirviera para llevar á las últimas capas de la 
sociedad el espíritu de libertad, que de otra manera hu- 
biera tardado años y anos en llegar ¿ las mucheduiü- 
bres. 

Sabido es el trágico desenlace de esta ilusión del filó- 
sofo piamontés » que en sus últimos momentos , en vez 
de apostatar como el P. Ventura, escribió el Rinnova" 
mento^ y confesaba en alta voz que su doctrina era er- 
rónea , y que la dominación temporal del Papa era da- 
ñosa hoy que comenzaba la era del verdadero derecho 
internacional. 

Desde 1849 las doctrinas güelfas liberales en Italia no 
han alcanzado ya estima alguna en la opinión pública. 
Su mejor refu^cion fueron los tristes sucesos de que 
hemos hecho mérito. La escuela florentina, desde aquel 
momento, predominó por completo, asi en las ciencias, 
como en el arte, y desde 1849 á 1859 en Turin y en 
Genova fué poco á poco creciendo y desenvolviéndose 
el gran drama cuyo término aun no es conocido. Las 
doctrinas filosóficas de Rosmini y de Gioberti'no tienen 
discípulos, y la Academia filosófica fundada en Genova 



IM DEL CARÁCTER DEL BIOVlMlEim) LITERARIO 

por Mamiani , continúa el estudio bajo la generosa fen- 
ilencia que le imprimió su itqstre fundador, y la in- 
fluencia de la filosofía 'germana, ensanchando los hori- 
zontes de la indagación fliosófica en Italia, presta nuevo 
color y nueva vida á la ciencia italiana. Ferrari y Maz- 
zarella indican ya este nuevo momento de la filosofía 
en Italia, qué, como hijo de una idea mas científica y 
. mas profunda , producirá frutos de mayor precio que 
. los que llevamos indicados. Por su estilo, por su auda- 
. cía 9 por la precisión lógica Se sus escritos se distingue 
Ausonió Franchi, racionalista puro, y á quien Mn Mi- 
.cfaelet y Mr. Mitermacer llaman el primer lógico de 
: nuestro siglo. Su pluma escribiendo, ya la lengua ita- 
• iiana , ya 1» francesa, es un anatema continno que cae 
.Mbre las escuelas neo-católicas á manera de rayo, y 
una eterna proclama al hombre , recordándole sus de- 
.beres como ser racional. Su Racionalismo ts nnaexpo 
: sicion franca de las conclusiones de algunas escuelas 
.modernas : su Filosofía- de la escuela italiana es una 
.«rdiente upoiogía de la doctrina del hereje 6. Bruno. 
Preocupaciones , errores , conveniencias , son cosas en 
>que no para mientes este escritor que puede sostener 
•el paralelo con Proudhon, arrastrado siempre por la 
.ádea, á que consagró su vida, desde el momento en qué 
.«e le apareció cuando se llamaba Bonavino y era sa- 
cerdote católico. Franchi ha llegado á fundar escuelas en 
Italia. 

Los nuevos poetas , como Virgilii Pradt y ^tros dig- 
nos de alta estima , obedecen ya á las nuevas ideas que 
dominan en Italia , y el primero con sus cantos patrió- 
ticos, el segundo con sos leyendas del género del Jhas- 
f}srus^ él uno en Turin y el otro en Ñapóles^ hacen 
4]ue la musa italiana siga nuevos senderos , abandonan- 



EN LA ITAUA CONTBBIPORXnEA. 11(5 

' 4to k iospiraeion q«e Tivié baoe anos en ManEoní y en 
bk escuela iooibarda. 

Italia nace boy, y cuenla con eslos elementos lilera- 

. rio8 , que son los que dap vida ¿ los puebJos : tiene ins- 

, piracion propia, y «sta inspiración, luchando desde 1 81 5, 

ba conseguido que se reúna un Parlamento italiano: 

Italia recibirá por fin la recompensa de sus esfuerzos, 

y no será estéril , como nunca lo ba sido, la sangre de 

. lo6 mártires. 

Basta lo dicba para que se comprenda cuan de ligero 
•proceden los que juzgan que el.moTimiento actual de la 
Península italiana es un movimiento puramente polí- 
tico, bijo del acaso,, de eso que se llama espíritu dema- 
"gégico y ciego impulso de lae muchedumbres. La revo* 
lucion italiana de 1847 fué resultado die la escuela güel- 
€a , acaudillada por Gioberti ; la revolución de 1859 es 
resultado del esfuerzo de la escuela florentina y pia- 
«nontesa , á cuya cabeza debe colocarse á Mamiani. 

Por nuestra parte, no titubeamos en confesar que 
ningún recelo nos causa el porvenir de Italia : Italia será 
una, y será independiente y libre. Italia, una é indepen- 
•diente, se colocará muy luego ala cabeza del movimien- 
to de la raza latina , destronando á Francia , y no es fá- 
«cil prever cuál será el resultado de este Primato cien- 
tífico que ejercerá la nación italiana. Una nación que 
tiene pensamiento y que loba elaborado lenta y do- 
lorosamente al través de ios cadalsos y de los destier- 
ros, es una nación inmortal, porque tiene alma, que la 
ciencia y el arte constituyen el alma de los pueblos. 
4 Cuánto mas triste no es el porvenir de otras naciones 
«que , mirando su vida pobtica , y su vida literaria, y su 
vida científica , se sienten desheredadas de doctrinas, y 
4>on el espíritu cobarde para el estudio, y con los bori* 



106 DEL MOVIM . LITER. EN LA ITALIA CONTEMPORÁNEA. 

zontesdela íntelígeiicia limitados! ¡Cuánto mas triste 
no es el porvenir de una nación que es sepulcro blan- 
queado, que mira con repugnante indiferencia, coma 
pueblos que fueron los últimos en la vida y en la cien- 
cia, se levantan y llegan á éer los primeros; cómo Ios- 
encarcelados* de ayer, ofrecen boy sonriendo, á la som- 
bra de Europa , escuelas fliosóflcas , eminentes poetas, 
altísimos repúblicos, dechados de virtudes cívicas, y un 
pueblo que , gozoso con mirar coronados sus esfuerzos 
de tantos siglos , se prepara á nuevas empresas, en pro* 
de su independencia^ sin recordar siquiera ni el dolor 
suGrido ni la sangre derramada ! 

Si los pueblos solo se redimen por la ciencia , ¿ qué 
será de aquellas naciones que no sientan ya el redentor 
en sus entrañas 7 

Junio, i859. 



VI, 



ALFONSO V DE ARAGÓN EN NiPOLES 



(U21-1423). 



A MI QUERIDO AMIGO 

D. MANUEL BOFARULL Y DE SARTORIU 



-0^0- 



NARRACION HISTÓRICA. 

........ Assi mismo por comunicar con tos sóbre- 
los feítos de Ñapóles, vos plaera saber, como nos- 
seyendo en la yilla de Alguer, en el mes dagostOr 
la Reyna de Ñápeles embió á noB sus misageros, 
con los cuales habernos firmados é concordado» 
los capítulos , transiado de los que les embiamos* 
á nuestra muy cara madre é senyora, é por preci- 
sión de sus negocios embiamos & aquella bora 
nuestros embaxadores é subsidio de doce galeras- 
é cuatro galletas á la dita Reyna , que era assin 
asitiada é streyta por el duch Danjou por mar é- 
por tierra, que si non fuese estado el dito securrí- 
miento asín presto le fuera estado de necesario 6* 
fuyr ó sseyer en manos de sus enemigos. 

» :.E por tal que el dito Duch es allá con su 

potencia , é cada dia no cesa vejarla la dita reyna» 
no veyendo otro remedio á resistir y ofenderlor 
nos embié aquí otra embaxada, con la cual son ve- 
nidos embaladores de Ñapóles , de Gayeta é del 
principe de Taranto, del Duch de Sessa , é de 



108 ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 

otros muytos barones é principales dalla ; rogan- 
tes nos que y Tajamos personalmente, ofreciendo 
. la dita Reyna que luego que y siamos nos dará 
cargo del regimiento de los Reynos.— Al may alto 
príncipe D. Juan , por la gracia de Dios , rey de 
Castilla é de León, nueistiro muy caro é muy ama- 
do primo.» 

(Archivo de la Corona de Aragón, folio GX, 
Registro IX , Cur. sig. sec. de Alfonso, número 
gen. 2671). 

Permaneció Alfonso en Sicilia por espacio de algunos 
meses, procurando el mayor armamento. Se habian 
^aumentado sus esperanzas por felicitaciones recibidas 
Ael Gran Senescal , los Ursinos, del Principe de Táren- 
lo, Jacobo.de Aquino, Francisco de Santo Scverino* 
Andrés de Gápua , y otros barones de Ñapóles , que le 
i)FÍndaban con una empresa al parecer fácil y riqui- 
-^ima en pro¥ecbo(^). Ya por aquel entonces comenzó 
Á mostrarse el desvio de los Consejeros del rey á la ex- 
pedición proyectada , y representándole lo dada á no- 
vedades que era la nobleza napolitana , y lo vario é in- 
constante de la reina Juana , tentaron disuadirle de 
jiquel empeño. Cerraba el rey los oidos á tales conse- 
jos, por mas que comenzara ya la reina á dar muestras 
de su natural veleidoso, procurando concertarse con el 
4uque de Anjou , si bien era disculpable esta conducta, 
AleBdído el gran espacio que el rey tomaba para orde- 
nar sus naves ; y esta dilación , interpretada por saga- 
4:es enemigos del monarca aragonés , era bastante á 
sembrar dudas y^ recelos en el ánimo de Juana de Na- 
dóles. 

No era el monarca aragonés temerario, ni era tam- 

(}) Arch. de la Corona de Aragón , folio 10, Registro núm. 3077. 



ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES* 199 

poco capitán inexperto ; ni menguaba en é) el fuego de 
la decisión tomada , sino que aleccionado por los con- 
tratiempos sufridos en Córcega , examinaba con déte-* 
nido juicio el estado de la Península italiana , para bus- 
car amigos y retraer á los contrarios. Descollaba en-- 
tre los poderosos, en aquellos dias, el duque de Milán, 
Felipe María Visconti , que por el asiento que tentai» 
sus estados en la frontera de Italia» se Teia actojr.en to« 
das las contiendas y parte en todas las negociaciones.. 
De natural inquieto el duque de Milán , sagaz y atenti-' 
simo á su provecho, procurót desde la aparición de Al- 
fonso en la región italiana , concertarse con él « tanto^ 
más cuanto que la vecindad de la isla de Córcega acon- 
sejaba su inteligencia y buenos y recíprocos servicios.. 
Genova era la señora de estas costas: sus naves cubrían 
el Mediterráneo, y cuando el de Milán necesitaba ar- 
nuida, humillábase á los genoveses para que le cedie- 
ran á sueldo sus galeras. Pero la comunidad de Ge- 
nova , como las más de Italia , estaba cancerada por 
facciones enemigas , .que luchaban entre si con aquel* 
encono ^ue hace se ponga en olvido el bieny ía indepen- 
dencia déla patria. Los desterrados de Genova pululaban 
en Italia» y un cambio en su gobierno interior era eos» 
frecuente y en aquellos tiempos tenida por todos como- 
muy próxima. Alfonso conocía el estado de Genova, 
porque encontraron refugio en su corte los enemigo» 
de los Gampofragosos , dominantes entonces en Ge- 
nova, y en esta ocasión llegaron al rey arag(més emi-^ 
sanos del duque, brindándole con su .amistad y su 
alianza , y desde luego proponiéndole la deposición del 
dux de Genova , para que el duque alcanzara el señoría 
de esta ciudad , que era el blanco de sus afanes y dé- 
seos. Envió el rey á Ramón Be^enguer de Loracb par» 



lio . ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 

tratar estos ásjuntos, si bien en sus instrucciones se 
deseolnre desde luego el intento de dar largas á la negó- 
4;iacion , pero esperanzando al duque, para que no tra- 
tase con los genoTeses ei daño de la expedición á Ñá- 
peles {*). 

Crecían en tanto los temores y desconfianzas en la 
'Ciarte de Ñapóles , y decidido á cortarlos, el rey nom- 
bró^ á instancias de la nobleza calabresa , \irey de Ca- 
labria á Juan Fernandez de Ixar, que pasó al ducado 
42on algunas compañías de caballos , y tomó á Mélito y 
Nicastro, venció al marqués de Gotron , y puso toda 
aquella provincia en obediencia del rey. La nueva de 
«stos hechos de armas llegó á Ñápeles , serenando el 
¿nimo de la reina Juana , que rompió los comenzados 
tratos con el de Anjou, enviando embajadores al rey de 
Aragón para que no retardara su salida. 

No fueron tan secretas las negociaciones habidas en- 
tre la reina Juana y el duque de Anjou que no llegaran 
k eidos de Alfonso V, y aconsejado por sus servidores, 
resolvió no comenzar por sí la guerra en el suelo de 
Ñapóles. Entre los capitanes que corrían la Italia en 
pos de oro y aventuras , distinguíase Braecio de Mon^ 
tone, desde los primeros momentos muy aficionado al 
monarca de Aragón , que le correspondió con señales 
de alta estima, por cierto no mal colocadas y recibidas, 
porque Braecio de Montone fué, y es caso rarísimo, 
siempre fiel y leal al rey aragonés. Gomo en el capitán 
de mayor nombradía puso en Braecio de Montone los 
ojos Alfonso V, y á él se le encomendó , con anuencia 
de la reina Juana , el empezar la guerra. No podia ser 

(O Memorial de Ramón Berenguer de Loracb sobre 90 que ba al 
fes per part del senyor rey ab lo duch de Milá.— Arcb. de la Corona 
de Aragón , Registro nám. 5673 , folio 4. 



ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 111 

mas acertada la elecdoD, y dio buena prueba de^elio el 
esforzado capitán en la ripída campaña que emprendió 
contra el renombrado Sforcia, su rival en armas y la 
mas firme columna de la causa de Anjou. En los pri- 
meros dias de junio tomó las armas el capitán Kraccio 
<le Montone , y á los pocos estaba en Ñapóles » después 
•de asaltada Marigiiaiio y verse sorprendida y saqueada 
la inexpugnable Castellamare por el audaz paladín* de 
Juana. 

El nombre de Braccio de Montone decidió al Pontí- 
fice, que muy amigo del de Anjou, buscaba pretexto 
para terciar en la lucha comenzada , y como el caudillo 
del ejército de Juana había sido objeto de las iras del 
pontificado en otros dias, desató contra él á otro aven- 
turero, capitán muy temido, Tartaglía de Lobello , que 
reunido á Sforza puso en grande aprieto al esforzado 
Montone, y no le dejó mal parado; porque en estas 
guerras de Italia la voluntad de los príncipes dependía 
de la de sus servidores, que á su vez mantenían tratos 
y concordias entre si , como gente mercenaria y de es- 
casa ó ninguna fidelidad á sus señores. 

Movido, por fin, de los ruegos de la reina, y creyen- 
do cuadraba ásu dignidad y renombre de valeroso asis- 
tir personalmente á aquella empeñada guerra , cuando 
su rival conducía al combate á sus gentes , resolvió Al-* 
fonso su salida desde el puerto de Mesina» no sin enviar 
antes al duque de Anjou una embajada con el encargo 
de exponerle los motivos que le llevaban á acometer la 
empresa , entre los cuales figuraba como muy principal 
el llamamiento de la afligida y consternada señora, que 
acudió ¿ él implorando favor y ayuda/ Hizo también 
mención Juan Fernandez de Heredia (}) de la existencia 

(«) Arch. de la Corona de Aragón. Re¿. gn., núm. 2671, fól. 96. 



118. ALFONSO V DE ARAOON EN NÁPoIeS. 

de antíquísioios derechos , lo qae debió convencer al 
de Anjou de la decisioa del monarca aragonés , puesto 
que buscaba todo género de tizones para cohonestar 
según fuesen ios sucesos, su expedición á Ñápeles* 
El de Anjou opuso á las razones del monarca aragonés, 
la concesión hecha por la Iglesia á su abuelo, y le acus6 
de ambición y de codicia. 

Con diez y seis galeras armadas y otras naves meno- 
res se hizo el rey á la vela t j k fines de junio se pre- 
sentó en el puerto de Ñápeles, desembarcando con 
ppmpa y regio aparato, y rodeado de muy lucida com- 
pañía de capitanes y barones principales de Aragón y 
Cataluña. Con muestras dd mayor amor recibió Juana 
de Ñápeles á su hijo adoptivo , le confirmó las ofertas 
y distinciones que le habían comunicado sus mensaje* 
ros , y al parecer era sincera y firmísima la alianza que 
se asentaba entre la reina y el joven monarca. Conclui- 
das las fiestas y públicos regocijos, atento Alfonso á su 
empeño, envió ai capitán Montone contra Sforza, lo que 
obligó á este caudillo á buscar seguridad tras los mui- 
ros de Caserta. 

Contaba ya el rey de Aragón con la buena amistad 
del duque de Milán , por haberse firmado en el mes de 
abril la liga tjMada, y según lo' estipulado, envió el rey 
seis galeras al de Milán , que pudo asi pasarse de los 
servicios de los genoveses y proseguir sus planes contra 
aquella ciudad 0). No contento con esta alianza firmó 
también pactos de estrecha amistad y ayuda con Nico- 
lás Genulio , en nombre de les desterrados de Genova; 

Memorial é instrucción de Moss. Joan Fernandez de Heredia , Con- 
celler é Camarlench del senyor Rey, sobre les coses per ell faedo- 
res de part dell dit senyor. 
{}) Arcb. de la Corona de Aragón. Reg. 2672, fol. 47. 



ALFOÜftO V DE ARAGÓN EN NÁÍ'OLES. 115 

porque cuidó »empre Alfénso de* portar I69 vuelos á 
esta eiudad maritioia que podia . coa sus aTmamehtos 
romper sus comunicacioDes con EspaSa y alzar contra 
él las ciudades de Gerdena y de Sicilia coma había he- 
cho con tas de Córcega^ que se mantenían en guerra 
abierta con el gobernador nombrado por Alfonso (i). . 
El Papa no esconitfa ya su parcialidad por el de An- 
jou, V Alfonso de Atagon habia ya enviado en los pri- 
mero- meses del corriente ano á Boma af licenciado 
Tilanova,con encargo de exponer al Ponfiñce las ra- 
zones que le rrastraban & Ñapóles, sin que aquel en- 
viado pudiese recabar contestación ni seguridad lison- 
jera para su señor. Obmo toda Italia estaba en armas, 
y señores y 'comunidades se* mostraban adictos ó des- 
afectos á la¿ causas sostenidas por el de Anjou y el mo- 
narca aragonés , Alfonso , mirando siempre con parti- 
cular cuidado lo que atañía á las potencias marítimas, 
había recibido con afecto á los enviados de Venecia, 
dipntaúdo allá emisarios suyos para contener aquella 
república en los limites de la neutralidad, ya que no 
pudiera llevarla á su campo (^). No desconoció que era el 
Pontífice el enemigo mas temible, y en vista de la cau- 
telosa conducta seguida por la curia , se resolvió el Rey 
á emplear el mayor esfuerzo para tenerlo áraya, y con 
tal objeto partió á Roma el experto Ramón Berenguer 
de Lorach (^) que habia dado muestras de su habilidad, 
negociando la liga con el duque de Milán. Era la misión 

(1) Arch. de la Gorona^de Aragón, fól. 31. Reg. 2672, fól. 5a 

(«) Corona de Aragón. Registro 2671, fól. 70. 

Corona de Aragón. Registro 273, fól. 44. 

(') Registro núm. gen. 2672.— Uemorial de les coses que Moss. ' 
Berengiier de Lorach, ambaxador del senyor rey deu fer é practi- 
car secretament en cor romana, fól. 93.- 

CANALEJAS.— 8 



114 ALFONSO y DE ARAOON EN NÁV^OLBS. 

de ^te fiel servidor protesM contra el cúmulo de ia* 
trigas que se agitaban en la cindad eterna-i exponer por 
segunda vez las causas que llevaban al rey ¿ Ñapóles, y 
amonestar severamente al Pontífice, recordindole cuán- 
to era. e\ poder del rey de Aragón , cuál había sido su 
conducta en los cismas y escándalos en que la Iglesia 
se veía envuelta ; y debía concluir «u amonestación m- 
' dicando que sentiría su señor variar de conducta en 
estos gravísimos asuntos, que tanto interesaban á ia 
corte romana 0), 

El dardo fué certero; la curia conoció que el rey de 
Aragón no «ra un enemigo cualquiera , y recordó que 
allá en España existia con vun remedo de corte un obs- 
tinado antlpapa , y desde luego-mudó de propósito, en- 
viando al cardenal de Santo Angelo, de origen español 
y muy amigo del rey aragonés , á su campo, y al car-* 
denal de Fusco al del duque de Anjou , para que con- 
siguieran tregua y una amistosa concordia. 

Amedrentado ya el Pontífice , para decidir á los se- 
ñores de Italia y á los barones de Ñápeles que.vacíia- 
ban entre los dqs rivales , era urgente encerrar las ar- 

(^) Registro D&m. gen 2672; «E si por yemura per lo dit cardenal 
ó altres fora dit al dit Moss. Ramón qne seria bó que entre lo Pape 
é lo senyor rey se fase concordia sobre los dits arfers, lo dit Moss. 
Ramón, no responent al querii, les dirá que lo dit senyor entre los 
princeps del mon no es reputat axi poch, ne la sua poxanza no es 
Tuy per mar é per térra axi flaca, que aqai il procuraría ó'fara 
deshonor no sia bastan á rentrirle semblant, é que lo dit senyor no 
es asi de poch sentiment que no conega qui lí fa plaer 6 desplaer; 
mes á lo dit Ramón, que lo dit Senyor tan com puxa cessará é ha 
cessat de fer novitat en la Eclesia dé Deu, de la unió de la qual ell 
e3 etat príncipi é fandament, é li sabria molt greu bagaes son 
preposit de mudar. Empero que lo dit Moss. Ramón sab que será 
be quedubte, si no si proviese» de qoalquier gran scandQl. 



ALFONSO V DE ARAGÓN EN nIpOLES. 115 

madas genovcsas en sus puertos, y llevar á cabo lo pac- 
tado con el duque de Milán y los desterrados genove- 
i^. Encomendó el rey esta empresa al esforzado maes- 
tre de Montesa ; que con diez galeras y cuatro naves 
gruesa», pasó á las costas de Genova habiéndosele uni- 
do dos galeras armadas por genoveses desterrados. Al 
recibir tal nueva , con grande aliento salió de Genova 
«na armada no inferior, al mando de Baulisla Campo- 
fragoso , en busca de la aragonesa, y encontrándole en 
iM-mares de Pisa el dia 28 de de octubre se trabó muy 
reñida contienda ; pero la victoria se declaró por los 
aragoneses que apresaron la mayor parte de las ga- 
leras genovesas y á su capitán Campofragoso («). 

La victoria alcanzada por el maestre de Montesa, Ro- 
meo de Corbera, fué importantísima en esta ocasión y 
muy luego se recogieron los frutos. Las galeras que hu- 
yendo de los victoriosos aragoneses, llevaron la fatal 
nueva á Genova , pusieron espanto en los pechos de los 
ciudadanos, y Tomas de Campofragoso aterrado, entre- 
gó la ciudad de Genova á las gentes del duque de Milán 
<[uien la tuvo en perfecto señorío, viendo, gracias al 
esfuerzo aragonés , satisfecha su ambición y su codicia 
No fueron estas únicamente las ventajas que procuró 
A <D. Alfonso V la derrota de la armada genovesa. El 
4uque de Anjou perdió con aquel suceso sus mas po- 
derosos y decididos auxiliares, y la mayoría de los ba- 
rones italianos se ofrecieron al rey de Aragón , juzgan- 
4o ya cercano su completo triunfo. Los legados ponli- 
fictos redéblaron entonces sus esfuerzos para alcanzar 
«na tregua que impidiese recoger en el momento al 

0) Registro gen. núm. 2672, fol. 103.-A1 venerable religiosé 
^mat conceller é almirant de nostres mars, lo maestre de Montesa. 
«apitáde las nostres galeras armadas en la ribera de Genova 



116 ALFONSO V DB ARAGÓN EN nXFOLBS. 

rey de Aragón los opimos frutos de la viotoria; pero» 
no tregua y sino concordia pedia Alfonso, y esta «e 
consiguió por la mediación del cardenal Santo Angek> 
y previo consentimiento de la reina Juana {% DeCm^ 
díase aun Aversa de las armas'.aragonesas, cuando ae 
pactó que el duque de Anjou volverla á Francia, y todo- 
el reino de Ñápeles quedarla sometido ¿ la reina Juana^ 
recibiendo el r^y Alfonso en remuneración efe los gas-* 
tos hechos en la guerra » el ducado de Calabria» queje 
otorgarla el Papa para n y los suyos , sin que por esCti 
concesión se entendiera menoscabado el derecho der 
suceder al trono de Ñapóles » por la adopción de I& 
reina Juana (^). 
No fueron avaros , en efecto^ los legados pontifidoft. 

(1) Registró nüm. 2676, fol 109 del RegisUro general, núm. 2672. 
(') ((Memorial de les coses que Moss. Alvaro Garavito deue facer 
» por el senyor rey en la cort de la senyora reyne é en el reyno de 
» Aragón é apres en Castilla. » 

« Goii les afers del dit senyor ley en aqueste reyno van prospe-^ 
rando por gracia de nuestro senyor é specialmente li dirá como ei 
Papa, que en días pasados se era mostrado favorable del duch». 
Baojou, de algunos dias en asi trae tanto el senyor cardenal de* 
Sant Angelí, legado apostollcal au aquest reyno, toma bien los 
affers del senyor rey, «n tanto que el dito cardenal de Sant Angel>, 

egado del seudito ha tratado pase é concordia en aqueste reyno en- 
aquesta forma: — Quel dito Padre Santo per contemplado onor del , 
dito seúyor quiere é manda que todo el reyno sea reducido á obe^ 
diencia de madame. El ofrece que fará que el duch Danjou torne en 
sos tierras en Francia, é manda asis mateix tornar todas gents dar- * 
mas que por el dito Padre Santo eran stadas enviadas á este reino, & 
fin que madame baya en pacifico todo el dito reyno sin alguna coa-^. 
tradíccion. E no res menos en compensación de las dispensas por eX 
dito senyor feitas de aquestos affers, el dito Padre Santo le ha de 
nuevo otorgado el ducado de Calabria solament á feudo de la 

glesia.» 
Fól. il9, Registro X. Cur. sic. sec. Arch. de la Corona de AragCMU 



ALFONSO V DB ARAGÓN EN ÑAPÓLES. tl7 

Además de los cspüsios dMbos qus quedaron pactados^ 
m iMlÍ0¿ el ánimo del rey para que pasara á Roma, 
doDáe alcanzaria ouanto pudiese desear, y quedarían 
«atísCsebas sus mas altas ambiefoaes(^). Con singular 
contentamiento firmó el rey de Aragón la concordia y la 
lM>munic6 á sus deudos y amigos ;sj en verdad que po- 
día dar por terminada la guerra , por ás^urada la su- 
isesion de la* corona dé Vápoles; y no es marayitla que 
Alfonso V se- creyera feKz poseedor del ducado y título 
^e Calabria, que es el de presunto heredero á ta corona. 
Así se había estipulado; pero aquella concíordia, firmada 
Imjo la presión de la victoria aleansada sobre los geno- 
teses, nació del intento desbatar los progresos de las 
^rmas del rey de Aragón , y selo Alfonso V puso su 
pensamiento y su fé en la obra concebida y realizada 
por los legados pontificios. 

En tanto concertaban los artículos dichos , el rey 
apretaba el cerco puesto á la Cherca , y -era tanto el 
ariiínco con que hoslilii5d>a á la plaza*, y tan valerosos 
y entendidos sus capitanes', Braccio de Montone, el 
deanes celebérrimo Nicolo Picinino y Juan de Veinte- 
mille , que los esfuerzos del aguerrido Sforcia no fue- 
ron bastantes á detener ni por un dia el trabajo del si- 
tio, habiendo sido el capitán del de Anjou roto en fai 
puente de Casal. Sin embargo, el sitio se dilató por 
causa del legado Pontificio, que asegurando al rey se le 
entregarla la plaza, le hiclinó á suspender el ataque con 
razones de paz , dando asi tiempo y ocasión para que 
el duque socorriese á los sitiados. Por último, la Cherca 
«e entregó al legado, y este 1% puso en manos olel Rey, 
4le lo cual todos se regocijaron mucho, por ser aquella 

<*) Arch. de la Corona de Aragón, Registro citado, folio 119. 



118 ALFONSO y DE. AR4GQN CN NÁMLES. 

plaza la Jlave y cüidádela de la praTÚicia de . Laber, j 
mal enemigo para Ñápeles eH manos de los coatrariosk 

Vqr mar y por tierra- la victoria sonreía al monarca; 
el duque de Anjou, abandonado, y sin etro amparo qM 
el valor y la pericia» de Sforcia , se alejó del teatro áe 
la guerra , dirigiéndose á Roma , donde al calmr de la 
curia , creia fundadamente poder arbitrar nuevos me^ 
dios para contradecir al víoiorioso ^fonso. 

Pocos meses hablan bastado para realizar una tan 
grande empresa: las ciudades de Aversa y Cellamare (^)f 
últimos refugios de los anjovinos » fueron entregada» 
por los legados ¿ la reina, y el rey de Aragón podía es- 
cribir á la córXe de don Juan. II de» Castilla que sus ne^ 
gocios iban prpapiprando. Sin. embargo, tenia muy eiv 
su corazón la conducta c^ la corte romana. Yá en lof 
dias en que se trataba de la concordia, pedia la revocar 
clon del cardenal de Flisco, que en vez de Henar su co- 
metido encendía más y más el ánimo «de los ánjovi» 
nos (^); ya, por último, le desplacía la lentitud con qae 
se ejecutaba lo estipulado por el mismo cardenal , i 
quien estaba encomendada dicha ejecución , y-sobre^e»- 
tos asuntos enviaba una y otra embajada á Boma. 

^En Roma se reunieron los enemigos de Alfonso, y 
cruzaban la Italia secretos emisarios que ibaa anun* 
ciando la proximidad de grandes sucesos. El mismo du- 
que de Milán, que poco antes impetraba ^el auxilio del 
monarca aragonés, á quien debía el señorío de jGénov^, 
temeroso de la grandeza á que se iba levantando Al- 
fonso^ gestionaba cerca del P^pa^yie proponía un$ 

0) Registro general, n6m. 2672, fóli€rl42. Arch. de la Corona (Te- 
Aragon. 

(*) Arch. de la Corona de Aragón. Regislro general , aúm. 2676,. 
I&1Í0Í4; 



ALFOIf^CV DE AHÁGOff fiN IfÁPOLES. Ít9 

l^ia para eombatir y arrojar de ilalia.al rey de Aragcüí, 
Bi Pap» prestaba muy amoroso oído á estds gestiones, 
pero no osaba deseubrif sub deseos^; mas ni el legado 
eiimplialo escrito, ni el duque de Milañ serbia ál'^lrey 
como «staba obligado en la pacificacfon de Córcega. 

Y Alfonso, creyendo en las protestas 'que recibía Ide 
toda Italia y en la reina Juana , miraba con Impacien- 
cia, pero sin desconfianza, la lentitud con que el Papa 
y el de Milán obraban- en los asuntos pendientes ; y á 
mediados de junio escribía , mostrando la mayor con- 
ffimza, que el reinp de Ñapóles estaba ya en sn obedien* 
tík (}); que con el duque de Milán faabia asentado nueVa 
concordia por otros diez meses, para que este pudiera 
evmpiir k> pactado respecta á Córcega {% y anadia no 
era necesaria la armada f ) que preparaban los cátala* 
nea para acorrerle. 

Las cébalas del Pontífice y del duque iban fructifi- 
eaado, y entro lo^ poderosos de la Península italiana se 
daiominaba al monarca aragonés el extranjero : se fe^ 
mia su suprema^ é inñuencia en los asuntos de Italfa; 
se le alríbHian*proyectos que lastimaban la independen- 
cia de todos los( pueblos italianos, y Felipe María Vis- 
ccmtí era el alma de esta conjuración , auxiliado en Ná-* 
poles-idtt gran Senescal , dueño absoluto del ánimo de 
ia reina , y según los cronistas de la época duéñó tam- 
bién de aquel corazón tan dado á la licencia y tan ave- 
aado al escándalo. ' 

^ Transcur^ ian Qieses , y Alfonso V no descubría la 
tempestad que iban formando los propósitos del de 
Mikn, las dUaclones del Papa, ^ los manejos del gra& 

(*) Folio 23, Registro ntim. 2676. 

P) Folio 29, Registro general ,'ntiin. 2676. 

(>) Féiio^TO, Reifistro generar, niañ, 2676. 



i^ ALFPffSK) V ]>E AÜAOOÑ EN NÁ;POLES . 

Sd&a86al y lat trakioiiBS'deJlodcí^. Pfira is«fMu:ar nfay 
mjys su ánimo de las Cdsas de Italia , fc^a emisario^ it 
Aragón y Cataluña le comunicaban muy tristes nuevas 
aperea de los sucesos de Castilla , donde la priskm éd 
infante don Enrique. y las gestiones de doña Catalina, 
su esposa , traiai) desasosegados los ánimos. La emba- 
jada de Rema , co/iflada al prudenie Francisco d^ Arí« 
no, su privado y varón excelentisisao y de relevantes 
prendas , gestionaba en vano, para aieanzar la bula con* 
firmando el derecho cte ««ceSion á la corona de Mápo* 
les. La curia dijo hal^erla entregado al eardenai de Satít 
Angelo.; pero bien sea por la muerte de este cardenait 
bieu porque esta bula nó llegase á expedirse» y esta les* 
go por mas probable .y m0jor averiguado, dicbaiMria 
no llegó á niaoos^el monarca aragoaés. 

Resistían aun la autoridad del rey diferentes baroaes 
en la Calabria y en el Bari , aniHiados por Frascisco 
Sforcia , hijo delrcélebre capitán que /eeorria aquaUas 
comarcas, y en Benevento y el Abru2^ otros barones 
laacian aun gala de adhesión ^\ des tercado- duque de An- 
jou. El capitán Sforcia pasó por entonces áNápoks, es- 
cudado con la paz y con un salvo conducto de Bracdo de 
Montone. noipbrado por el rey gran condestable del 
j:eino, y se avistó con el ^ran SeaescaH y fué iMjtF f^' 
tejado por el rey con aquella hidalguía tan propia de ia 
jente española i pero el Senescal aprovechi esta co- 
yuntura para concertarle y esperanzarle, temeroso de 
ique viniese tan & novenos el partido a^oxifio, que no 
4[»udiese servir ni de contrapeso ¿ la inSvenda y «ato- 
ridad del monarca aragonés. Coa estas'esperanzas ere- 
cia el contento de los anjovinos, y fueron tan claras 
las señales de inteligencia entre la corte y. eí bando del 
4le AnjGu, que Alfonso despertó, é instadi^ por #«s oon- 



^j 



ALFeNSO y DB AIIA0ON EM NÁPOLBS. 1M 

jEMjNroB, eaire Um coales se dtotínguia su secretario 
FrancÍBGo de Arjño, coitfenz¿ ¿ mirar ewdadosameiile 
'«n toma suyo. >- 

Las intrigas habían hecho ya tanto camino, que Jua- 
na de.NápoJes no ocultaba ¿ sus cortesanos «uinto le 
importunaba la presencia de los extranjeros , y cuáalo 
4a lastimaba ver el regimiento del reino en manos de un 
firincipe extraño. Bl gran Senescal , viéndose sin aquella 
autoridad que en otros dias fué bastante i arrojar ^el 
-reino al valecoso principe, esposo de Juana, comenzó á 
tratar con sus deudos y mayores amigos los modios de 
4)oniialir al rey, no en el campo y con esfuerzo, sino 
4e uo modo artefo y sin riesgo, propios dé sus meu- 
tquinos pechos , desnudos de hidalguía. Comenzaron los 
tratos para sacar á la reina de la estrechez en que Al* 
<onso la había puesto, y conocidos por el rey, buscó 
remedio eficaz para cortar de raiz la conjuración , y al 
tomar á Ñapóles, después de pasada la peste, que fué 
4»usa de su estancia en Gaeta, donde permanecía dosde 
«1 mes de mayo, el rey llegó ant-es al Csistillo Nuevo, 
donde tenia su real , y ordenó á las galeras que debían 
recibir á la reina, la condujeran al mismo castillo y no 
al de Capuana » su habitual residencia. La desconfianza 
aeonaaíó i laretna salir secretamente de Oseta y pasar 
-por tierra á Ñapóles , y este hecho fué señal de rompi- 
miento, que en taño quiso el rey esconder á los ojos 
;der pueblo con las fiestas, torneos y juegos con que di- 
vertía su curiosidad y- amor & novedades. 

Creyeron los conjurados llegado el día it ejecutar lo 
proyectado, que, según afirman varios autores, era 
nadádmenos ¿[ue asesinar al monarca, hecbo que no 
asonsibr^ba ni era inaudito para la nobleza napolitana, 
j como momento oportuno juagaron el de. una de las 



Utt ALFONlto y BE ARAOON EN IVÁPOLES. 

risitas que él rey hacia á Juana de Ñapóles en m resí^ 
deneia de Capnana. Bl rey había querido parar la con- 
juración prendiepdo al Senescal en el momento en que 
se presentó en el Castillo Nueto, y sin mayor dilación 
pasó ádar cuenta personalmente á la reina de las ra- 
zonen que le hablan aconsejado aquel paso. Subió de 
punto el deseo de los conjurados con aquel suceso , y al 
llegar el rey con lá confianza que le era natural, y con 
algunos de los suyos al medió de la puente (*), se eché 
la compuerta y comenzaron los -del castillo á maltratar 
con ballestas y piedras al rey y á su comltifa. Encendí- 
do el ánimo del monarca con aquella alevosa acción , se 
puso á la cabeza de los pocos que le seguían, queriendo 
vengar et insulto inferido á su majestad; pero herido el 
caballo , siii armas defensifas-y bajo el tiro dtr ios ba- 
Hesteros , corrió gran peligro el monarca aragonés , y 

0) Arch. de la Corona de Aragón. Regisíro 14 de Curia. Sig. Sec. 
F. iOO. 

« Muy alta é muy excelente mi muy cara é muy amada ntaAre é 
senyora. 

Muy alta senyora : Certifico como ya sea en tiempo passado entre 
madama é yo fuesse estada buena é sincera concordia y aquella 
perfección de amor y ferriente devoción que seyer deué entre m9^> 
dre é 611o en manera que todos los reynos de acá, eran e& bueaa 
tranquilidad y en lealtad éobedieacia suya^^ algunos empero bareh 
nes y collaterales de la di^a rey na; envidiosos de tanta concordia 
paz é prosperidad, assincomo aquellos que no quieren hauér senyor 
ñí superior, dins color de servir á la dita r'eyna sembraron tales es- 
cándalos que contra la persona de aquella é mía vinieron á facer 
tractado. E uno de aquestos días á U fia de mayomaf cerca passa^- 
dos, yendo yo con algunos de mi casa, con la confianza que solía en 
el castillo de Capuana , do la dita reyna personalmente era, los sé* 
yos scandal izantes en la presa que yohabia feito por sus demeri» 
los del gran Senescal, en lentrar me flcieron tal novidad que> me- 
ñeíeron retrayer, ele.» etc., ete. 



ALFOnSO y DE ARAfiOff EN üfÁPOLES. HÍ 

kiibieni Ñdo «egara su tnumrte á ne ncorrerld el nobir 
Utímo Juaa de Bardaxi que» con desprecio de su perso- 
B9» le dio su ceiftda » Fecibienáo él honrosa herid» :qiie 
fué testimonio de su lealtad y recuerdo de aquel hazaf- 
ibso hecho, digno de perpetua memoria. En tal aprie- 
to el rey » mibertos yaries de. sus capitanea, entre ellos 
Aiyaro de Garayito, prudentísimo consejero, totas sus^ 
armas y como mejor pudo, tbrné á la ciudad declaran-* 
do la injuria que hiibia recibido. Los ciudadanos corrier 
ron á armarse, y anjoyinos y aragoneses, roto el yaUa-» 
dnr que contenía sus odios, comenzaron á herirse, y te 
turbación y el lumulto fueron generales' por espacio de 
dos dias. La reina encerrada en el castillo de Capuana, 
y ios aragoneses en el P^ueyo y «i el del Oyó, dirigianSe^ 
múluos ataques. En tanto. Sforcia recibia emisarios pa- 
na que se personase en Ñapóles. El pueblo conmoyido- 
é instigado por los que clamaban contra el extranjero, 
cargó i los aragoneses, que.muy luego lo redujeron i> * 
la obediencia. A pesar de quedar sosegado el tumulto, 
poeas yeces se encontró en tan grave peligto el rey d^ 
iosigon; do quiera yoWia los ojos miraba solo ene- 
migos: los señores napolitanos que seguían sus bande» 
ras corrían á engrosar las filas de Sforcia , y resonaban* 
por todas partes gritos de odios y de venganza. El tfiy, 
gpiardándose en sus eastíUos de Ovo y el Nueyo^ pro- 
etüsabá con el mayor esfuerzo conservar el puerto : loa- 
catalanes y aragoneses eran pocos ; pero su natural 
aliento se eialtaba con la contemplación del peligro ea 
qne.se enconUraban; peligro tal, que solo en sus brazos- 
y en ^u valor podían colocar esperanzas. En vano el^ 
rey, disimulando sú enojo, quiso promoví treguas coi^ 
lareine: eiita, lisonjeada con la idea de una pró^im» 
YicMna, enardecida por la.priaíQn'del Senescal y con 



fM ALFONSO Y DE ARAaOIf EN NÁPOUCS. 

«r apoyo, qm se promtcm do Sforeia , rediazé toda idea 
4le paz y concordia , y solo respiraba odio y oMono 
centra el principe qte foé en oUx)S días su esoiido y |Hi 
valedor. 

Por fin Sforcia se presentó á bs puertas de N&polet: 
«1. rey escuchando la Toz-de sn valor , no la toz de la 
prudencia, salió á sn evcnentro con gran golpe de gen* 
<e napolitana y poco mas 'de trescientos calalanes; Al 
-comenzar la acción, los caballerps catalanes, cumplien- 
do como qirien eran, ileraron la confusión á las filas de 
las conspaSias de Sforeiti; pero los sapolilaiios , oreyen- 
4o propina la ocasión de condair con los extranjeros, 
^embistierQal por ia espalda á los catalanes, que no ce* 
olieron ; pero les fueren necesarias desesperadas acome- 
tidas para lograr romper aquella muchedumbro de 
traidores y regresar ¿ Ñápeles. Juan de Moneada y Si- 
món Pérez de Corella levantaron muy alto en «fnd 
temeroso dia el nombre de su nación , y es de |lóm 
que estos 'valerosos capitanes y el no menos vállenle 
Juan de Bardaxi y otres quedaran prisioneros de ^or- 
-cía. Tras los restos de los heroicos catalanes etíteé 
Sforcia en Ñápeles, apodaindode de lá ciudad menos 
4lel Castillo Nuevo y del Ovo, en los cuales se recegie^ 
xon los aragoneses á vender caras sus vidas. 

Al mirarse en aquella amargura , -cenlprendió AUmi" 
«O cuan confiadamente había procedido y oómo había 
4>lvidado el carácter de la reina Juana y la índole espe* 
wCial de aquella guerra, en la cual la traiden y4a velei- 
wdad eran coeas comunes, y qnt nadie considMrabai^^nio 
4eshonrosas é indignas. En pocas horas había penado 
4el fruto de sus victorias : sos vasallos y servidores se 
^encontraban aislados, sitiados y combatidos por sus 
Jimigos de ayer, y sin noticias de lo- qée babia mkr de 



ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES* 1ÍS 

811 rey y «i Benór, qué sitiado on ios castillos de Ñipó- 
les, cifraba todas sus eqieranzas en la armada de Gatl^ 
lona que debía llegar muy luego al puerto. 

Sforeia avisó á tos partidarios del de Anjou de sus 
miorias y les incitó á-seguir sus banderas; porque solo 
con ráfridos movimientos y vigorosas acometidas po- 
dría arrojar á los aragoneses del reino antes de que re- 
c&ieran socorros. Por fortuna el consejo de Sforeia mr 
fué seguido, y pasado el primer impulso , se apresura- 
ban los mis- á poner los ojos en las venganzas que tO' 
inaría el irritado y ofendido monarca» 

Comenzaron á los pocos dias i llegar refuerzos ; fue-^ 
ron estos los que llevados de su lealtad , conduelan 6i-^ 
liberto de Centellas y Bernardo de Cabrera, desde Si« 
oilía, y por gratos que fueran sus víveres y hombres 6 
gmrniciones fatigadas y escasas de mantenimientos , la 
fué mucho más la nueva del próximo arribo de la ar- 
mada de Cataluñ», de que eran heraldos. En efecto el 
jueves 10 de junio entró en el puerto de Ñipóles la ar^ 
mada catalana i las órdenes del conde de Cardona , y 
tajt luefgq como supieron la injuria inferida á su señor 
y el peligro que corria , pidieron i gritos el combate y 
la venganza. 

Arrojó Alfonso Y aquellas gentes sedientas de honra 
sobre la ciudad de Ñipóles, y no como hombres , sina 
como fieras la invadieron con rudos alaridos, pregón de 
Stt venganza. Flacas fueron puertas y torres para déte-* 
iier su furia;. pocos los miles de hombres que guiaba el 
valeroso Sforeia para impedir que fuese su presa la 
dudad entera, y en el corto espacio de veinte horas, los 
antiguos vencedores quedaron vencidos, y se les vio 
saltando los muros por no dar con la puerta, huir de 
aquella tempestad de hierro y fuego que habia desatador 



IM ACFOIfSO V DE ARAGÓN EN NÁPOLBS, 

AUbnso V sobre la oíodad traidora. El isey, deseoeo de 
lavar sa afrenta, metió en persona su estandarte Real 
por las calles de la marina, en tanto el infante D. Pedro 
y los condes de Cardona y Pallas la embestían por dife- 
rentes partes , y como si-quisiera el rey borrar hasta 
«1 recuerdo de su injuria , entregó al fuego la ciudad , y 
^mo buena presa se la arrojó ¿ los soldados. Sforcia 
aalvó á la reina llevándola á A versa, y tras él huyeron 
despavoridos los cortesanos de Juana (^). 

Tal fué el castigo de Ñapóles; la rota de los aragone* 
ses quedaba vengada ; el buen nombre de su nación re-. 
<:obró su brillo. Sforcia , después de poner á salvo. la 
reina , volvió con singular rapidez al campo de batalla 
para defender el castillo de Capuana ; pero fué inútil su 
arrojo; el rey ocupaba ya este eastiilo , con el cual que*- 
4aba en su poder toda la ciudad de Ñapóles, á la que 
perdonó muy luego , mandando cesara el saco y se apa- 
gase el fuego , recibiendo benévolamente el homenaje 
de fidelidad que le rendia de nuevo. 

Sin embargo, la tema de Ñápeles fué suceso que, si 
bien satisfi:&o el enconado ánimo.dei monarca aragonés, 
y aplaudió el ejército como venganza sangrienta de la 
rola y traición anterior , no produjo fruto alguno , y 
tanta sangre y tanto valor sirvieron de poco para al- 
canzar la conquista del reino. Sforcia, si bien derro- 
tado, llevaba consigo la reina Juana, y bien podian 
los anjovinos cantar como victoria el suceso que po- 
nía en sus manos á la reina. Juana de Ñápeles , sta 
el consejo del gran Senescal, sin otro apoyo que el 
de Sforcia , era instrumento que este capitán satoia 

(*) Arch. de la Corona de Aragón. Registro número gen. 1676, 
folio 101. 



ALFONSO V DI ARAGQN EN NADÓLES. tJíl 

a^ovechar en. pre de la causa por él mantenida*. Ea 
efecto, muy luego comenzó á requerir á la reina para 
que adoptase una resolución; llamó al duque de Anjou^ 
;, & pesar de las resistencias que oponía la reina á en- 
Ccegarse en manos de príncipe alguno , la obligaron ¿ 
revocar la adopción de Alfonso de Aragón, alegando 
eomo causa la ingratitud con que babia procedido ^ la. 
iOTasion y toma de Ñapóles , y el grande riesgo en que 
le puso, y del cual salió, gracias al capitán ^forcia» que 
le sacó á salvo. Difiere el relato de la reina de los suce- 
sos que quedan apuntados ; pero le era necesario alte- 
rar la verdad para esconder las razones y la fuerza que 
le obligaba á firmar aquel singular documento. 

La historia escribe con muy negros colores el nomr 
bre de Juana de Ñapóles : sin que sea nuestro propósi* 
to atenuar sus faltas , la imparcialidad exige que se bus*^ 
que alguna disculpa en sus hechos , teniendo en cuenta 
que ya en manos de los anjovinos, ya en poder de 
los aragoneses ,- su conducta era la que placia ¿ sos 
amigos, sus actos los que le exigían sus guardadores» 
IJamó al rey de Aragón, cuando los anjovinos le cau* 
saron mortal sobresalto , y revocó la adopción del mo- 
narca cuando el conde de Sforcia la guardaba en Ñola 
y el de Aragón guerreaba contra ella. Estas razones 
nos mueven á no censurar con durísimas frases la re* 
vocación de que tratamos , como lo hicieron cronistas 
é historiadores de otrps tiempos. 

Er duque de Anjou , tan eficazmente auxiliado por 
Sforcia , comenzó á abogar cerca de Juana en pro de 
su causa. El Papa le ayudó con sus amonestaciones y 
consejos , y cuantos rodeaban á Juana eran entusiastas 
admiradores del príncipe francés. Alfonso Y quiso, con 
el deseo de apartar al de Anjou de todo pacto con la 



198 ALFOlfSO V DE AiUGON BN ÑAPÓLES. 

reina, tratar directamente con; él pero el francés eom^ 
prendió que era mejor fundamento el patrocinio del 
papado 7 la amistad de Juana, que un pactt^ con el der 
Aragón. Poco se hizo esperar la adopción del duqua 
de Anjou por la reina Juana, y fué adoptado de la mis- 
ma manera qae lo babia sido Alfonso de Aragón, filan-- 
do de carácter el francés, sufrió las voluntariedades de* 
la reina durante su gobierno , las que le ocasionaroa 
sinsabores sin cuento y continuas desazones. 

Revocada la adopción de Alfonso Y y adoptado el de 
Anjou , parecía que el derecbo del monarca aragonés 
quedaba profundamente lastimado ; pero la falta de li- 
bertad de la reina en Ñola al firmar ambos documentos 
creaba una contradicción y vicio en el acto , que bien 
pudo servir de fundamento al rey aragonés. Sin duda 
lo entendió así Alfonso V, porque no cejó en su propó- 
sito, y aun cuando eran cada dia mayores las instancias 
de los aragoneses y catalanes para que pasase ¿ sus Es-* 
tados ¿ poner concierto en las cosas dé Castilla , que 
amenazaban producir no pocos males, avisado por ñu 
enemigo del gran Senescal de que la ciudad de Iscla, que 
bien puede llamarse centinela y guarda de la de Ñápa- 
les, podía ser entrada con facilidad, se resolvió á esta 
empresa, apoyado por una de las parcialidades en que . 
estaba Iscla fraccionada. Con el mayor secreto partie- 
ron para Iscla las galeras reales, y por sorpresa se apo- 
deraron los aragoneses de los puntos principales de la 
ciudad, animados por -el ejemplo que les daba Alfonso» 
que más como soldado que como capitán , tomó parte 
en aquella empresa. Dueño de-la ciudad y su castillo, ' 
Alfonso y pudo oponer una victoria al vuelo que iban 
tomando las armas del de Anjou, 

No pudo el rey por mas tiempo desestimar las con- * 



ALFOKSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 129 

tíni}as instancias de aragoneses y catalanes para que 
volviese á sus reinos de Kspana (^); pero su ánimo que- 
daba enamorado de esta empresa de Ñápeles» sembra- 
da para él de indecibles encanaos. Una sumisión com- 
pleta era por entonces su sueno, y Alfonso conocía que 
no debía dar entrada en su pecho á semejantes pensa- 
mientos ; pero abandonar su propósito era cosa en que 
no paró mientes nunca el obstinado príncipe aragonés. 
Para obviar estas dificultades puso los ojos en su her- 
OMno el principe D. Pedro, cuyo esfuerzo conocía que 
alcanzaba justa estima entre la gente de armas , y que 
pedia , con gloria suya y con provecho d^rey, mante- 
ner las banderas aragonesas en Ñapóles. Como auxiliar 
y brazo del principe eligió Alfonso al valerosísimo y 
prudente Braccio de Montone, su gran condestable, 
ocupado á la sazón en el cerco de Aquila , que era para 
él caso.de honra reducir, y que perseveraba con obsti- 
nada resistencia en la parcialidad del de Anjou. Quería 
Braccio de Montone entrar aquella ciudad, porque for- 
maba parte de los dominios que debía á la liberalidad de 
Alfonso y Juana de Ñápeles ; y este deseo, avivado por 
la resistencia que encontraba, encendió en tal punto su 
ánimo, que en vez de acudir al apellido real envió k 
Alfonso sus mejores capitanes, y él continuó en Aqui- 
la, que debía ser teatro de sus últimas hazañas, por- 
que en aquel sitio recibió una herida en un combate, y 
murió mas del dolor que le causaba ver tanta firmeza 
en los defensores de Aquila que la de la gravedad de sus 
heridas. 
Al infante don Pedro y á los capitanes CaMora y 

0) Arch. de la Corona de Aragón, Registro núm. gran. i676, 
folio 114 fid., folio 11, vito. 

CAN ALEJAS, ^9 



130 ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 

Orzo Ursino que le envió Braccio de Montone enco- 
mendó don Alfonso la ciudad de Ñápeles y el man- 
tenimiento de sus derechos, y á mediados del mes de 
octubre se dio á la vela. Desde Gaeta navegó , re- 
conociendo la isla de Ponza, tan triste para él años 
después. 

Cuentan los cronistas de esta corona de Aragón muy 
señaladas y famosísimas cosas del esfuerzo y valor, de 
sus principes y vasallos, y merece añadirse ¿ las cono- 
cidas y exaltadas esta permanencia del infante don Pe* 
dro en Ñápeles, y esta confianza de Alfonso en el valor 
de los soldados á quienes dejaba encomendada tan rica 
presa. Dos mil soldados eran los aragoneses que tenian 
contra sí el poder del duque de Anjou, de la reina Jua- 
xia, de Sforcia, y á todos los barones del reino, el enojo 
del Papa , tan poderoso en aquellos dias, y las arma- 
das genovesas , que cruzando el Mediterráneo mataban 
toda esperanza de socorros y auxilios por parte del 
rey. Y no eran tan solo los enumerados los peligros de 
los pocos soldados y capitanes que rodeaban al prín- 
cipe don Pedro, sino que debian contar con la traición 
que tenia su natural vivienda en los pechos de los ca- 
pitanes aventureros , que por el momento seguían sus 
banderas. Alto ejemplo de confianza y fortaleza ; con 
Cales reyes y semejantes soldados no es de extrañar fue- 
5e en los siglos xiv y xv el reino de Aragón absoluto 
señor y dueño del mar Mediterráneo, desde Túnez k 
Córcega, desde el estrecho de Gibraltar al mar del 
Bosforo. 

La partida de Alfonso fué celebrada con jubiloso cla- 
moreo por sus enemigos : milaneses , romanos , geno- 
veses, venecianos y franceses , creyeron vencido al hijo 
adoptivo de Juana, y los deudos del gran Senescal , ya 



ALFONSO V'DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 131 

t 

4ibre , se agruparon en su torno, prontos á retejer la 
vergonzosa serie de saturnales, que constituían la única 
¥ida de la corte napolitana. Al duque de Anjou se llamó 
vencedor de Alfonso de Aragón , y con el de Milán co- 
:inenzó á concertar los medios para afianzar su domi- 
«lio en Italia: se habló del casamiento del francés con una 
Jiermana del duque de Milán, y atraído por el pano- 
rama de futuras grandezas que se desplegaba á sus ojos, 
-el que poco antes acudía á las comunidades de Italia 
llamándolas á la guerra contra el ingrato extranjero que 
detentaba el reino de Ñapóles, para llegar á la domina- 
ción de la Italia entera, armaba ahora galeras para so- 
^x>rrer á otro extranjero, que quería apoderarse de Ña- 
póles, que era muy del Papa, y contaba con su am- 
paro y protección para acometer todo linaje de em- 
presas. 

Alfonso y estaba aun en el Mediterráneo, y en vez 
4e seguir el camino que le llevó á Italia, sus galeras ha- 
cían rumbo hacia las costas del mediodía de Francia, 
no sin visitar antes la ciudad de. Pisa, donde fué feste- 
jado por los de Florencia. Llegó por fin á las islas Po- 
megas, situadas delante de Marsella, y comunicó á sus 
capitanes el proyecto de entrar la ciudad ' de Marsella, 
principalísimo puerto del Mediterráneo y nervio de la 
fuerza del duque de Anjou. Conocieron sus capitanes 
lo atrevido del propósito ; pero no era el atrevimiento 
cosa que consideraran aquellos valientes podian faltar- 
les para acometida alguna , y recibieron con aclama- 
ciones el intento del belicoso monarca. Los de Marsella 
en tanto reían de la armada catalana y -de sus propósi- 
tos, seguros en su entender, con las defensas buenas y 
muchas que tenia la ciudad, y con la cadena que cerra- 
ba la entrada del puerto, pues tan estrecha era. Toma- 



138 ALFONSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 

ron tierra los catalanes y rindieron una torre; pasaron 
al puerto 7 ocuparon las naves en él ancladas, y cnanda 
se disponían á romper la cadena sobrevino la noche , y 
creyeron prudente los capitanes detener la pelea, en 
atención á lo desconocido del puerto y de la ciudad; 
pero el valerosísimo Juan de Gorbera se opuso á este 
juicio, fué el rey de su opinión , y rompiendo la cadenit 
entraron y se señorearon del puerto. Quisieron defen- 
der el muelle los de Marsella, pero lo rudo de la aco- 
metida les robó el aliento, y se recogieron los marse- 
Ueses á sus calles , decididos á defender sus vidas y sus 
haciendas. La escena de Ñapóles se repitió: para redu- 
cir á los de las torres se las puso fuego : el viento era 
impetuoso, y llevó las llamas á Marsella , y con él el 
pavor á sus defensores , y salvando el rey á las muje- 
res recogidas en los templos , entregó la ciudad á la coh 
dicia de los soldados , que la entraron á saco, aguijo- 
neados por la fama , que la declaraba una de las mas 
ricas ciudades del Mediterráneo. 

Tristísima noche fué para Marsella la del sábado 6 de 
noviembre de 1423. Los soldados catalanes la recorrie- 
ron de uno á otro lado, registrando con la espada la casa 
de, los mercaderes , y el rey en tanto se resolvió, con- 
tra el acertado parecer de muchos de sus capitanes^ 
abandonar á Marsella en vez de guardarla como paso 
para futuras expediciones á la Provenza , y á los pocos 
dias se hizo á la vela , corriendo grandes borrascas y 
peligros en la costa de Cataluña , arribando forzosa- 
mente á Paiamós , después á Barcelona , y por último 
desembarcó en -el Grao de Valencia. 

Sangrienta fué la huella que dejó de su pasa el mo- 
narca aragonés , y el saco de Marsella templó el gozo 
del duque de Anjou y de los suyos, é infundió ma* 



ALFONSO V DE ABA60N BN kXpOLES. 13} 

jar aliento á las guarniciones catabnas de Ñapóles. 
' El saco de Marsella coronaba los hechos del monarca ' 
4iragonés , en la atrevida empresa que comenzó al des- 
•embarcar en INápoIes , cediendo á las reiteradas instan- 
cias de la reina Juana. No escuchó al emprenderla otro 
consejo que el de su esfuerzo : solo muestras de valor 
encontraremos en la historia de estos dias. El espirita 
caballeresco , tan propio de sus anos y tan de su siglo, 
dominaba todo interés poh'tico, y no era de mayor al- 
eada su intento que el que tiene el conseguir el ruidoso 
aplauso que sigue al victorioso. Desconociendo la Ita- 
lia , confió en pactos , y creyó en la fé del cardenal de 
f lisco y de Juana de Ñapóles, y aquella confianza trajo 
los dolorosos días de la conspiración napolitana y la 
tristísima pérdida de sus conquistas. Ignoraba aun el 
arte de ganar amigos y desarmar enemigos; desconocía 
Jos tortuosos senderos en que se empeñaban milano- 
«es, venecianos y genoveses, para realizar velados pen- 
•samientos ; pero mostró á Italia , en esta memorable 
•expedición , cuánto era su arrojo, y cuánto su valor en 
-aquella serie de acometidas contra los mejores capita- . 
«nes del siglo, y en un pais desconocido, donde la perfl- 
«dia era virtud, y valor la traición. 

Sin embargo, la corona de Ñapóles había descansado 
en sus sienes , y .Alfonso Y resolvió ceñir aquella her- 
mosísima corona. Nunca abandonó este proyecto : en 
Jos anos que permanece alejado de las costas napolita- 
nas, en sus cartas al infante don Pedro, al virey, y aun 
•zl duque de Milán , habla siempre de su vuelta á Ita- 
lia, como si en sus reinos de España estuviese en pri- 
siones , y solo concibiera la gloría y la libertad en las 
hermosas playas de su nunca olvidado reino de Ná- 
l^óles. 



131 ALFOITSO V DE ARAGÓN EN ÑAPÓLES. 

Volvió á Italia Alfonso ; pero en esta segunda expedi*^^ 
cion admiraremos , no solo al valiente soldado y caba* 
lleresco principe que lucha en la primera, sino al saga^ 
repúblico, que dirige la política de Europa , moviendOi 
á su antojo señores, reyes, pontífices y concilios. 

Barcelona, julio, 1860. 



vn. 

U ESCDEU KRADSISTi EH E^iSi. 



Sistema de la Filosofía. — Metafísica; primera parte:— 
Análisis: un tomo, 1860. — Ideal de la humanidad 
PARA LA vida: uo tomo, 1860. 

I. 

No intento escribir el juicio de los libros , cuyos tí* 
tulos encabezan este escrito : me limito á anunciarlos» 
apresurándome á reseñar las primeras impresiones que 
sobrecogen al espíritu cuando se hojean tan curiosas é 
importantísimas producciones. Son libros de ciencia , y 
no de ciencia que se adereza y retoca , según las cir- 
cunstancias ó las necesidades lo exigen ; sino que son 
frutos verdaderos» hijos legítimos del espíritu científico, 
de la indagación pura de la verdad. No se encuentra su 
filiación en las tendencias y propósitos de banderías po*» 
líticas ; no abogan por este ó aquel instituto; que con- 
cebidos en la esfera de la ciencia , solo el amor de la 
verdad los engendró y solo hablan en nombre de la« 
razón. 

Avezados estamos á ver cómo se forjan doctrinas 
para patrocinar errores políticos , ó se entran ¿ saca 
sistemas respetables , ó se enmascaran , con intento d» 
que representen un papel convencional en los acaso& 



136 LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. 

de nuestra política contemporáBea ; y muchos tienen 
entendido que esto de tejer doctrinas y sistemas, es 
cosa que se puede ensayar sin que la verdad gima y la 
ciencia se cubra el rostro avergonzada. Mídase ahora 
el precio en que deba estimarse , si ello es posible , el 
intento y el propósito del pensador que llama al espi^» 
xiin á regiones mas altas; que desarrolla como en vasto 
panorama y debidamente enlazadas las mas arduas y 
controvertidas cuestiones que la psicología y la lógica 
trascendental comprenden , y que señala al fin del es- 
tudio la verdadera tierra de promisión de la ciencia»sa 
principio y fundamento. . 

Dicho se está , que de filosofía tratan ambos libros. T 
crece el asombro, porque, ¿cómo no extrañar que se 
escriba de filosofía , donde este nombre aun es peregri- 
no y donde se levanta al solo eco de esta palabra un 
murmullo general de reprobación ? Y no es la reproba- 
ción porque las doctrinas sean estas ó aquellas : lo mal- 
4}ecido es la misma filosofía ; que eso de indagar causas 
y principios , peca para muchos por ridiculo y quimé- 
rico , y para los restantes es anuncio de presunción y 
•orgullo , cuando no de impiedad. Y los libros que anun- 
ciamos, no solo tratan de filosofía , sino que no son ya 
.desmanados remedos de la doctrina de Laromiguiere y 
Desttu-Tracy; ni parodias de Gousin; niconfusa y abi- 
garrada mezcla de doctrinas escocesas y eclécticas ; sino 
que por ellas el ingenio español entra en la gran marea 
intelectual que comenzó en Europa en el último tercio 
del pasado siglo. 

Bi nombre del filósofo , cuyas huellas sigue el autor 
español, es el de Krause; por lo tanto, el pensador qu6 
nos ocupa se coloca en los últimos periodos de la fllo- 
jfiofia moderna, y ofrece á la hambrienta inteligencia de 



LA ESCUELA KBAUSISTA EN ESPAÑA. 137 

la jsventud española la doctrina del último de los gran- 
des maestros de la ciencia en el siglo presente. Apenas 
fie indica este pensamiento , ocurre derramar la vista 
por la Europa latina y examinar si en Francia ó en Ita* 
lia las ciencias filosóficas no ofrecen rasgos que , aten* 
dida la Índole y genio de la raza latina, permitan espe- 
dir luz y calor de sus escuelas ; y desde luego es de ad- 
vertir que Francia se encuentra en un periodo de ela* 
lM>Eacion que ni siquiera permite descubrir el embrión, 
•qae oscila entre ser y no ser , en el fondo del crisol. 
En tanto que el último de los discípulos de la escuela 
«ecléctica busca en el comercio de los grandes pensado- 
«res de la escuela cartesiana medios para popularizar 
doctrinas espiritualistas , los mas profundos de los filó- 
rsofoft modernos en Francia, Vacherot y Vera, pugnan 
ei uno por implantar en la Europa latina la doctrina de 
flegel , y el primero , con no bien definido criterio , va 
^esde Kant á Hegel sin conseguir fijar doctrina ni en- 
lazar sistemáticamente las verdades que la ciencia pro- 
4iuiia% En Italia Rosmini no cuenta discípulos ; Mamiani 
-88 esfuerza con noble ahinco en buscar asienta ontoló- 
;gía> á su doctrina, y Oioberti yace olvidado bajo el peso 
4e sus paradojas y contradicciones ; Franchi predica 
las doctrinas de la joven escuela hegeliana , y ProudboQ 
destruye y maldice, y se escuda con teorías que acepta 
<ó rechaza , según la intención de la polémica lo exige. 
Este aspecto aconsejaba desde luego buscar en las 
escuelas dignas de respeto lo que pueda satisfacer las 
necesidades intelectuales de los pueblos latinos, apro-> 
fiándose á su carácter y tendencia, al mismo tiempo 
^Ud la ciencia y el mas recto juicio nada tenga que opo* 
ner en el actual estado de su estudio, á su método y á 
MA soliieiones. Dichosamente la doctrina profesada por 



138 LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. 

el docto autor de los libros que anunciamos , satís&cé 
cumplidamente ambos extremos. Y tal es mi convicción' 
sobre este punto, que no titubeo en afirmar que la eda-^ 
«ación de la juventud española^ bajo la doctrina referida, 
producirá opimos frutos , y si con ahinco y cuidado se 
prosigue y ensancha la senda que estos libros nos abren, 
no pasarán muchos años sin que la escuela española pre* 
valezca entre las naciones latinas, y sea nuestra España 
la que pueda en cíenéias morales derramar vivísima 
luz sobre las naciones del Occidente de la Europa^ 
Basta para adquirir la convicción que expreso» dete- 
nerse por un momento en el examen comparativo de 
Ips libros últimamente publicados por la prensa filosó- 
fica franco-italiana, y los libros que anunciamos. Ni la 
Meiaphisique y la sdence , de Vacherot, ni los Essai de 
critique , de Renouvier , ofrecen al espíritu amante y 
ganoso de verdad, camino ni resultado. A vuelta de es- 
tudios en que luce indisputable talento filosófico, el mé- 
todo , el punto de partida y el principio de la ciencia 
no se descubren , y estas principalísimas cuestiones^ 
aparecen resueltas en uno de los libros qu^ motivan 
estas líneas. Cuánta sea la. ventaja que por estas sola» 
excelencias saca la obra española á las francesas, no hay 
para qué encarecerlo. 

Ocurre naturalmente, después de las reflexionen 
apuntadas , escribir el nombre del autor de los libros 
que nos permite retar á un juicio comparativo á la 
prensa extranjera y que nos permiten, sin que el amor 
patrio ni sentimiento alguno nos ofusque , decidir en 
favor de los libros españoles. El docto y modestisime 
catedrático déla Universidad central,!). Julián. San& 
del Rio , es el que, para honra suya y de la patria , y 
para provecho de la juventud » ha escrito y dado k la 



LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. 199 

estampa el Sistema de la fiíosofia y el Ideal de la hur 
manidad. 

Confieso ingenuamente que quisiera escribir frases 
encomiásticas sobre el libro y el maestro , y es en va* 
no, porque las busco y no las encuentro. Su libro ten^ 
drá para la generación que há pocos anos salió de laS 
aulas de la Facultad de filosofía y letras, un precio in* 
decible. Nosotros los hemos eseuchado , y hemos sen- 
tido caer una á una sus páginas habladas en nuestro es* 
pírítu , y á su contacto esas densísimas tinieblas que^ 
ahogan al entendimiento cuando se inicia en el estudia 
de la filosofía , aquel caos que forman los sistemas que^ 
se chocan , y se penetran, y se confunden , se iluminaba 
con luz matinal ; y al compás que el libro penetraba ert 
nosotros, aquel primer resplandor se trocaba en des* 
tello, y en rayo, y en luz esplendorosa; y cuando la úl- 
tima página del libro nos forzó á mirar al cielo después- 
de haber escrutado los profundos de la conciencia hu- 
mana, senos apareció el verdadero método, la escala 
mística de Jacob , la escala de conceptos lógicos que- 
como coros de arcángeles y querubines agrupados ea 
torno de Dios, se abrían para permitir el vuelo de la 
enamorada-razón del hombre que ascendía á conocer al 
Ser infinito y absoluto, incondicional y eterno. 

Al maestro le entregábamos la inteligencia , y pen- 
dientes de su persuasiva y original palabra, sentíamos 
cómo la vida crecía^ y el horizonte se ensanchaba, y la 
luz era mas intensa, y de aquella combustión de nues- 
tro espíritu, siempre quedaba como residuo alguna 
idea, que cual preciosa joya, guardábamos en la me*^ 
moria. Así hemos visto crecer y madurar esos libros^ 
libros que han sido el breviario de nuestras inteligen- 
cias , y bé aquí por qué cuanto yo pudiera apuntar 



lio LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. 

an su elogio , se me antoja fría é iadígoa muestra del 
profundo agradecimiento que declaro. ¿Cómo decir la 
gratitud que se siente al recordar ia doctrina y el pro- 
fesor que ba derramado espíritu y vida en el alma, hoy 
^ue el frío cierzo del escepticismo ó repugnante índi« 
lérencia matan ioda convicción filosófica ? ¿Cómo apun* 
lar cuánto es el precio del profesor que ha señalado 
rumbo, y nos muestra norte , hoy que el continuo an- 
lielar y subir de iasxiencias como que oscurece el Dios 
que á todas las crea , y conturba la clara visión del 
alma , que presta á todas vigor y lozanía? 

IL 

Intitúlase uno de los libros anunciados : Metafiska; 
primera parte, jándlüis. Dignas de estudio son las pá- 
ginas á manera de Introducción que encabezan esta 
obra. El autor indaga las causas de los errores que en 
vinaterías filosóficas se propalan, y señala los momentos 
del estudio mas ocasionados ácaer en ellos; y una vez 
señalado el antidoto ó preservativo que cura semejantes 
males ó los previene , define con singular lucidez los 
^caracteres de la filosofía novísima , y fijando la vista en 
el estado- actual de la humanidad, exclama:— «No esti- 
» muremos tanto en un-sistema filosófico ia idealidad 
«exquisita, la trascendencia inmensurable déla doc* 
-» trina como la circunspección del pensamiento , la 
» gradación y medida del procedimiento , la unidad y 

» relación interior de las partes con el todo y sobre 

» todo, la relación viva de toda la doctrina con los iater 
» reses mas nobles, puros y universales de la humani» 
j>dad, en todos los tiempos.» Expuesto su propósilOt 
^ pcQ&sor de la Universidad central examina l9s docr 



LA ESCUELA RKAUSISTA EN ESPAÑA. 14f 

trinas modernas , y con mano segura y tino singalari- 
simo, rasga ei velo que encubre el error primordial de 
los notísimos sistemas, y Kant, Fichte y Schellíng so» 
juzgados con severo , pero elevado y rectísimo criteriOr 
Expone ¿ continuación el pensador español , cuáles s<h»^ 
las razones que inclinaron y vencieron su inteligen- 
cia hacia la doctrina de Krause, y estudia después- 
comparativamente la doctrina de Hegel y de Krause. 
No conocemos entre los escritos dedicados en Europ» 
latina á tratar este punto, cosa que pueda colocarse 
junto al profundo examen de las verdades primeras de 
las doctrinas Hegelianas, que ocupa las últimas páginas- 
de esta notabilísima introducción, en las que sin desco- 
nocer ni por un momento el alto precio en que debe 
estimarse la gigantesca concepción del filósofo de Ber- 
lín, el autor con severo raciocinio demuestra la ventaje 
que el racionalismo armónico saca al idealismo aóso^ 
luto. 

Cumplida contestación se encuentra en esas página» 
á las manoseadas acusaciones que se dirigen á la filoso- 
fía moderna , y no podemos menos de aplaudir la seve- 
ridad de juicio y lo grave de la frase con que se diluci- 
dan puntos tan ocasionados á réplicas airadas y á vio- 
lentas apreciaciones. 

Ábrese este precioso libro con una ojeada general so- 
bre la historia de la filosofía , para determinar el valor 
'histórico de la doctrina que se va á exponer, y cuya le* 
gítimídad resulta de dicho examen. Determínase des- 
pués el carácter de la ciencia ; fúndase su unidad , y el 
concepto de la realidad objetiva se presenta á continua- 
ción , como principio de la verdad de nuestro conoci- 
miento , y entrando en el análisis , y partiendo de nues- 
tro yOf por la certeza que esta percepción procura, se 



tiS LA ESCUEL4 KBAUSISTA EN ESPAÑA. 

Ta desarrollando bajo el escalpelo del anilisis toda la 
doctrina, bajo el criterio que se origina del mismo pun- 
co de partida. ¥ caminando siempre de lo sabido á lo 
no sabido, se resuelve la primera cuestión ,^ en el co- 
oocer en pura percepción que soy yo, — como así mis- 
mo la segunda , que consiste en contestar á la pregunta, 
¿qué soy yo en mi interioridad?— contestación que nos 
lleva como por la mano al conocimiento analítico de la 
naturaleza , al de otros sujetos humanos , y ai del espí- 
ritu. Al comenzar el estudio de las propiedades parti- 
culares del yo, aparece en primer lugar la propiedad 
común á todsft las demás , que es el mudar ^ cuyo estu- 
dio se relaciona inmediatamente con el de su forma 
continua , que es el tiempo. La percepción del mudar 
ocasiona la del fundamento y la de causa, que abren y 
facilitan el estudio de nuestra causalidad , y el de las 
importantísimas cuestiones que ataiien ¿ la potencia y 
á la actividad^ naciendo de este análisis, las percepcio- 
nes de ley, del bien y de la moralidad. Ahondando más 
en el estudio de la potencia y la actividad , se examina 
en su variedad interior, es decir, en sus modos de co- 
nocer, sentir y querer y lo que lleva al estudio de la per- 
cepción analítica del conocer, en cuyo estudio se re- 
suelven las cuestiones — que conocemos, — bajo qué, 
cualidades conocemos,— y cómo conocemos. 

Ai llegar á este punto de la serie de percepciones que 
enumeramos, surge la gran cuestión , el nudo gordiano- 
de la filosofía, la famosa pregunta de la critica : ¿Qué 
.nos autoriza para atribuir á nuestro conocimiento un 
valor objetivo? To be or not to 6e, es la terrible senten- 
cia que leemos en el fondo de este problema, y en efec- 
to, en él va envuelta la vida ó la muerte de la ciencia. 
jConfesamos de buen grado que para nosotros es esta la 



LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. 113 

mas pairorosa de las cuestiones que la filosofía moderna 
ha suscitado, y confesamos asimismo que ni Fichte » ni 
Schelling , ni el mismo Hegd resuelven el enigma pro- 
puesto por Kant. ¿La resuelve la doctrina sustentada 
por el profundo pensador español? Resueltamente afir- 
mo que es la que queda mas airosa en la empresa. ¥ 
4:omo no es del momento entrar en el examen de este 
problema , basta ia desautorizada afirmación que asien- 
to á mi propósito, siquiera para que se comprenda que 
no se esquiva ni se soslayea este terrorífico problema en 
el libro que anuncio , sino que se intenta resolverlo, lo 
que basta para recomendarlo ¿ los amantes de la cien- 
cia, y lo que por sí solo revela su importancia. El con- 
cepto de fundamento ya dado en la anterior indagación 
basa la verdad objetiva, y procura por lo tanto el prin- 
cipio real de ia ciencia. Así llega ia inteligencia al con- 
cepto ser, y al conocimiento de Dios , verdadero fun- 
idamento de la ciencia , principio real que permite que 
el hombre descanse en su conocimiento por ia firmí- 
sima certeza que procura. 

Pero ya sosegados en este divino asiento, vemos que 
no somos aun dueños de nuestro conocer, porque no 
hemos percibido nuestro sentir y querer, y el autor 
^ntra en la percepción analítica del sentimiento y de la 
voluntad. Y aun estudiados los problemas que se refie- 
j:en y que entrañan el ei:ámen del sentimiento y de la 
voluntad , no concluye el estudio analítico ; porque en 
^1 trascurso de la indagación hemos percibido puntos 
fuera de nosotros y sobre nosotros , que sujetándolos á 
examen nos dan el conocimiento de las relaciones del 
mundo y del yo en Dios. Terminado este estudio es 
cuando concluye la ciencia analítica, que procura al su- 
jeto el conocimiento propio y el de su interioridad. 



lii LA ESCUELA KBAÜSISTA EN ESPAÑA. 

fundándolo en Dios. Las cisiones que crean la dístrao- 
eion y preocupación de los sentidos » y que tanto lasti- 
man al rigor y precisión 'científica , desaparecen , y el 
espíritu recobra su libertad , porque es dueño de si 
mismo. 

Pero el digno profesor de la Universidad central ere» 
yó, y creyó acertadamente , que ya en posesión del co^ 
nocimiento real , era preciso fundar sobre este conocí* 
miento el plan de la ciencia y la ley, según la que la 
pensamos , y según la que la construimos. Y siguiendo 
el mismo camino recorrido en la analítica , comienza 
esta indagación con las preguntas: — ¿cuáles son las 
esencias del ser 7-7- ¿qué contiene el ser? y como todo 
conocimiento desde este punto debe ser demostrado en 
la vista real, la forma de su certeza será :— «como Dios 
es Dios » — lo que lleva á determinar la ciencia á la luz 
del principio real, — lo que implica el conocimiento de 
las esencias del ser, que siendo lo constante del ser, son 
las leyes constantes del pensar. — Sigue el estudio de 
las esencias y el organismo de las leyes del pensar, se- 
gún estas esencias , lo que destruye esa malhadada doc- 
trina que considera aun á la lógica como ciencia formal 
y abstracta , porque del análisis resulta qqe la materia 
de la lógica es el conocer y el mismo pensar.— > Graví- 
simas consideraciones acuden al espíritu al meditar so- 
bre este nuevo carácter que la lógica reviste ; pero re- 
pito sobre este punto lo ya indicado sobre otros de 
igual trascendencia : que por hoy no es mi intento en- 
trar de lleno en estas cuestiones , sino recomendar el 
libro que las aborda. Como consecuencia de lo sen- 
tado, entra el señor Sanz del Bio en el estudio de las 
operaciones y funciones lógicas, y consagra, finalmente, 
el último capitulo de su libro á la exposición de la ar- 



LA ESGUBLÁ KRAUjSISTA EN ESPAf^A« IIS 

qnitectónica jó plan coBStructivo científico , recono- 
ciendo como ley objetiva de. la ciencia, la ley del sé^ en 
cqanto el ser es inteligente. 

m. 

Asi termina la Filosofía ancUüica, y esperamos que 
ya que se permite al espirita entrever la segunda par- 
te « ó sea la Filosofía sintética • no se hará esperar por 
mucho tiempo. Tres son hoy los escritores que predi- 
can las doctrinas de l^rause á la Europa latina: Ahrens, 
Tiberghien y Sanz^ del Bip» y del estudio de sus libros 
nace un paralelo digno de eximen. Los tres aceptan en 
todos sus puntos , y bajo todas sus relaciones , las doc- 
trinas del gran fundador del racionalismo armónico^ 
pero difieren en la manera de exposición. Ahrens sa- 
crifica el rigorismo y precisión científica al deseó de 
que las doctrinas sean fácilmente comprendidas. Ti- 
berghien, sin llegar hasta el extremo de Ahrens , no es- 
cucha tonto las ]ey«s de una exposición sistemática, 
como cede al anhelo de infiltrar en la vida filosófica al- 
gunos de los principios, en su juicio muy necesarios 
en el actual estado histórica ; Sauz del Rio, por el con- 
trario ^ escucha solo las prescripciones del sistema y 
busca solo el rigor y la precisión científica , y sobre 
todo presenta siempre en relación las partes todas de 
la ciencia filosófica , encadenadas por la ley interior. Su 
principal intento es hacer resaltar el organismo de la 
ciencia , mostrando cómo sus miembros se enlazan y 
armonizan bajo el principio reaL Este deseo impone al 
filósofo español el deber de caminar siempre en línea 
recta , tejiendo las percepciones , sin permitirle que ya 
exponiendo ó comentando epsanche la senda porque ca- 

CANALEJAS.— 10 



lít LA ESCUELA KRAÜSISTA felf ESPAÑA. 

mina la indagación. De aquí nace sin duda que es piQ*- 
'cise mayor esfuerzo para entrar .en la atmósfera propia 
del sistema , porque rechazando las formas de exposi- 
ción y las divisiones y tratados generalmente admiti- 
dos , ofrece al estudio, no solo la novedad de la doctri- 
na , sino lo peregrino de la forma expositiva ; pero en 
cambio de este ligero inconveniente sus escritos no da- 
rán margen á falsas interpretaciones , ni son ocasiona- 
dos á error, como pueden serlo los de Ahrens y Ti- 
'berghien , porque desde luego y en tedas sus relaciones 
se presenta el concepto objeto de* estudio, y la doctrma 
' se ofrece por lo tanto eslabonada con otras que la Re- 
darán y la aplican. - 

Si la rigorosa y científica exposición de ias doclrintfs 
filosóficas es siempre cualidad recomendable, es mucho 
mas necesario en España , donde bien sea por el des- 
den con que son miradas las ciencias filosóficas , y por 
el mezquino culto que reciben , es cosa frecuente el 
ver tratar puntos filosóficos con. sin igual licencia , con- 
'fundiendo ideas y sistemas, barajando conceptos de di- 
ferente y aún apartada índole, sin escuchar los pre- 
ceptos que nacen del método,, del carácter y del orga- 
nismo de la ciencia. Bajo esta relación aplaudimos sin 
reserva alguna la forma de exposición seguida por el 
señor Sanz del Rio , deseando que en la de la Sinté" 
tica no acepte otra qué la rigorosamente científica. 

IV. 

No tiene el segundo de los libros publicados por él 
señor Sanz del Río el alto carácter científico que des- 
cubrimos en el primero. Intitúlalo so autor: Ideal áeta 
humanidad para la vida, y es una importantísima apli- 



hk ESCUELA KRAUSII^TA EEf ESPAÑA. Ii7 

Moción de la filosofía á ia esfera de la realidad sehsitüey 
-ahmundo histórico, y aim podríase añadir al estado 
social y moral en que nos encontramos; El . profesor 
«español no podia menos de presentar desde luego Ida 
'iierdades qd^, como estrellas 'fijas , guian ai hombre , ó 
icuando menos deben guiarlo ; porque la ciencia no se 
pierde en el vacío , sino que sus enseñanzas asi ilmni* 
^can los vastos horizontes por donde vuela la pura es- 
peculación , como estos teatros mundanos en que áfa- 
aiosamente se arrastra la vida del hombre. La filosofita 
novísima no ha olvidado que es^ una potencia social, 
<[ue áébe .penetrar en la vida , y sabe que escuchando 
«olo él dictado de la razón , debe regular el sentimiento 
7 dirigir la voluntad del hombre. Bajo el principio de 
^ue el homlnce debe realizar la armonía tlesí mismo 
con la humanidad , con voluntad racional, sin otro im- 
pulso que el nacido del conocimiento de su naturaleza 
y buscando solo en Dios el priiicipio supremo » bajo el 
cual toda la armonía se realiza , el escritor español C0- 
mienza su libro fijando la idea de humanidad, mostran* 
doau carácter arm<kiico, y deduciendo los mandamien- 
tos que para el hombre entraita tan alta idea. Definida 
y caracterizada la humanidad , el autor estudia al hom- 
bre en si y en sus relaciones, y entra con esta prepara- 
ción en el estudio de la sociedad, de sus leyes y de sus 
fines. Presentar las instituciones humanas en su estado 
actual , y después su concepción científica , es ia mane* 
ra arbitrada para ofrecer de bullo las ideas que han de 
servir para reformar, fundándolas en razón y en dore* 
dio, las creaciones históricas que hoy vacilan éntrela 
iradieion y el progreso. Luce y campea en todo éste 
escrito, perfumándolo con celestes aromas, la moral di^ 
Tina, que quiere el bien solo por el bien, y se descubra 



118 LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÍYA. 

tn cada una de sus frases un sentido profundo ¿ h par 
que humano, que es fuente de gratas y consoladoras re- 
flexiones. Libro de devoción social é individual, su in- 
fluencia es provechosa para la inteligencia , y á la ves 
mueve la voluntad hacia el bien ^ mostrandb la ley que 
rige los destinos de los seres. Imagen viva.de Dios, el 
hombre solo vive en tanto está unido y subordinado á 
Dios , conociéndolo en la ctencia y rigiéndose siempre 
¿ si propio bajo el precepto de la razón y con los ojos 
fijos en su destino, que es realizar el bien pqr bueno» 
medios. 

Hoy« que en la general reconstrucción que han so- 
firido las ciencias todas , la moral ha sido manchada por 
doctrinas materialistas y por otras que con pretensio* 
nes de místicas, son si c^be mas laibsurdaa que aquellas, 
urge levantar la idea moral , presentándola aplicada á 
la vida^ aconsejando y dirigiendo á la voluntad. Eli»- 
ñor Sanz del Rio ha cetnprendido que la forma rigoro- 
samente científica perjudicaría al libro , y ba prescindía- 
do de ella : sabúi también que el análisis psicológico se- 
guido por Simón, en sus libros Le Deooir y La Liberté^ 
ofrecía el misma inconveniente , y ha preferido dirigir 
sus avisos al hombre considerado en la humanidad y 
en la sociedad. 

Guando el continuo discutir de los partidos políticos 
saca á plaza uno y otro dia las ideas de sociedad , dere^ 
cho , Estado , pero las mas veces disfrazadas por el es* 
púritu de bandería , y mezquina ó erróneamente definir 
das, es^senalado servicio el que presta á su patria el es- 
critor que las ofrece puras é inmaculadas, como surgea 
del seno*de la especulación filosófica , sin que las haya 
alterado ninguno de los pasajeros intereses que contur- 
ban la mente de algunos publicistas. 



LA ESCUELA KITAVSISTA £If ESJPAÑA. 149 

No se pregunte á-^qué partido pertenece el autor , ni 
qué ideas políticas refleja el libro de que tratamos. El 
autor no pertenece á ningún partido militante ; está 
afiliado at psirtido de la ciencia demostrada por la ra-* 
eon. Oigamos su profesión de fé: «El tiempo del fruto 
'CStá aun lejos ; pero el tiempo de la flor ba llegado ya; 
probemos todos con espíritu común á proyectar el 
ideal en la vida humana ; procuremos reflejar esta luz 
en todos los hombres ; consagrémonos con yivo interés 
á reconocer y cumplir nuestro común destino; entonces 
Bos anhuará la esperanza de un mas l»ello porvenir; lo 
que nosotros vemos boy en lejano presentimiento , lo 
werán encano y lo intentaráa las generaciones siguien-» 
ies; Jo que nosotros bémos sembrado ellos. lo harán 
madurar , y bendecirán agradecidos, nuestra memoria.» 

Aepito que no es boy mi intento examinar y valorar 
estos libros: tarea es e^t^ gustosísima para mí y que 
«leocupará muy en breve ; pero la aparición del Ideaí 
-de la humanidad influirá en la conducta política de 
fittestra juventud. Yo de mí sé decir que el oscuro 
«ampo de la política, mirado desde el panto de vista de 
las. doctrinas expuestas en el Ideal , se abre á la luz; 
ae adquiere naeva y firme convicción 4e que la ciencia 
rige «en política , como rige en la alta esfera de la teolo- 
gía racional : y desde el instante en que semejante con- 
vicción se adquiere, se define y dibuja claramente en el 
liorizonte cuál es la misión política que debe cumplir la 
juventud española. 

Hacia tiempo que el ilustre profesor de la Universi- 
dad ce»tral ejercía una saludable inflaencia en la vida 
«imáfloa de nuestra patria : los libros que anunciamos 
•demuelan lo^legitímo de su inOflencia, y explican el 
ce^iele da aus discípulos, l^er nuestra parte íios feliU* 



MO LA ESCUELA KRAUfiiSTA EN ESPAÑA. 

tamos de que los estudios ilosóficos rayen en Espa&r 
iJaaHura en que se encuentran en ias naciones dms^ 
cultas de Europa ; porque abrigamos la intima convic** 
cien de que todo él estudio de la filosofía, dota alr e^fí- 
ritu de fuerza bastante para contrarestar los errores* 
áe^ la ctenda de punido, y para levantar i su natural» 
asiento* la dignidad y la razón del hombre. 

y 

* * 

' V. 

Existe muy arraigada la preocupación de que estas^ 
doctrinas de procedencia germánica se resisten á ia 
fórmula breve y compendiosa , pero precisa , que tant<» 
deleita á nuestro pueblo*. Sin discutir ahora, porque no* 
f» del caso , la mayor ó -menor facilidad con que en- 
tienden y aceptan las inteligencias espaSolas las ense- 
jíanzas propias de las escuelas, alemanas , um cumple* 
demostrar lo infundado de aquella preocupación traMK 
eribiendo los principios y las definiciones del radona^ 
Msma armónico que Sanz del Rio formuló con la inteit'^ 
cien de popularizar ios resultados de su constante ne*» 
dttaci^n. Los principios y las definiciones son las s^-- 
gnieoces. Creo que se publican boy estas definioiones- 
por primera ves. • . 

«RACIONAMSMO ARMÓMCO. 

3) DEFINICIÓN Y PRINCIPIOS. 

»L9 razotii y suley es ia fa€uilad,.fueato y anuoridaik 
•n el conocimieiito cieniífico. Gomo tal le compete eem-» 
probar y juagar tedo^ lo que interesa al e8pinltt.y afee*- 
ta al oóraion, sínswr intervenida qiimpedidíi, ni iíac^^ 



LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. ISl 

bada en sus funcionen en la esfera de la cieqda poc^ in- 
fluencia , poder ó fuente ajena de conotímiento. ip qu^ 
la razón demuestra conforme á sus leyes ¿ternas ,. dtibp 
serádmtido en todas sus consecuencias, y si el juicio 
de la razón mira á nuestra libertad , debe ser cumplir 
do fielmente , lealmente , enteramente, suceda lo^ que 
Sttceda.^os fieles de la razón no contradicen ni admiten 
.desde luego ninguna doctrina, ó sistema,, ú opinión ex- 
traña ; la examinan según sus principies y pruebas, y 
taudmiten basta donde la hallan comprobada y verda-: 
dera -, y no mas allá, ó suspenden la afirmación , dond^ 
solo han hallado la probabilidad. Solo en la adhesión 
intima del espíritu, según pruebas ciertas ,. hay ciencia; 
fuera de este limite soto hay opinión. 

La verdad no se prutba^por el número, ni se pcueba 
por la tpadicion, ni se pmieba por la autoridad, aiumu» 
estos principios merezcan bajo ocros aspectos que el de 
la cienéia, respeto de parte del hombre , y moexan i 
eraiprobar con mas diiigent4>'GQidado y según sus pm-* 
eipios propios, la doctrina que eUos contradicen. Ld 
tradición, como tradición, y la «ulorídad como auioiri-^. 
dad,* pueden apoyar el error tasto como ia verdad, solo^ 
la demostración eienlífica , raaonada , repetida una x 
otra vez con ánimo recto é Jntenci^n sincera , deciide^ 
eonr interna competencia de la verdad de una doctrina 
j p«ede fundarla duraUemente. 

Poáemos enganarnoa sin dudft y admitir como ver^ 
idadero k» falso en Cualquier materia ó ciencia; pero 
esta posibilidad, que es inherente á nuestra limitaeioii 
faeieaatl, no Acusa el pecado contra nuestra natturalezat 
imeligente y racional, denegar ó desesperar d¡e la verdad^;^ 
»{ nos autoriza á admitk una doctrina ú opinión, ven-;- 
ga de donde vuMere, sift examen previo, aegun las hfí^ 



152 LA ESCUELA KRAÜSISTA EN ESPAÑA. 

de la razan (no segttn nnestra ra^on individual).- El re- 
conoeimiento de naestra H^ri(acion.inte^ectual, qne de- 
be acompañarnos en tod^ obra científica, fundará en 
nosotros la circunspección en el examen , la modestia 
en nuestras convicciones, la tolerancia, la imparciali- 
dad para con las opiniones ajenas, y la tendencia á rec- 
tificarlas por principios y medios de razón hasta donde 
estos alcanzan, y no por otros principios ni medios. 
Toda convicción seria y leal, -aunque sea errada, debe 
ser ' respetada y racionalmente examinada y discutiSa, 
que esta es la única forma y- manifestación de la ciencia 
y el solo medio permanente de persuasión. 



* Eo Filosofía , profesamos el racionalismo ; no un ra- 
ckMiaUsmo exclusivo qtie niega las demás facultades y 
fuentes de cotiocimiento en el espíritu , sino un racio** 
nalismó armónico, fundado en la justa estima y justas 
relaciones de todas las facultades cognoscitivas deles- 
pirita, pero todas bajo la forma, carácter, y regula- 
dor unitario y permanente de la razón. -^Todo conoci- 
miento que. fuera inaeoesibie^ incomprensible á la ra- 
zón, por el ^mero hecho de ser conocimiento, seria dea- 
eonformis, inadecuado á la naturaleza racional del espU 
rHu , según ha sido creado y constituido eternafloíeBle 
por Dios,' cuyas obras tddas son pura armonía, pmrof 
eoneiemo y ajustada relación. El raciimalísmo no ad- 
mite ni reconoce otra limitación positiva , histérica,, 
jprescrita al pensamiento que la inherente á nuestra na** 
furaleza racional ; ni admite, ni reeonoee%n ningún es.^ 
iatutd ni pckier humano el derecho de limitar, negar» 
torcer el uso l^ítímo de las facultades constitutivas del 
espíritu , según el deorelo eterna de Dios. 



lA ESCUELA KRAVSISTA EN ESPAÑA. 183 

El racionalismo armónico se ayuda á la "vez de la crí- 
•tica, para corregir el error, científico y de 1% doctrina, 
•¡para fundar , desenvolver, ensenar la verdad . demos- 
trada. 

El racionalismo armónico no lleva al sensualismo; 
-esto es, á la negación de todo lo que excede é supera al 
-sentido ; ni ai materialismo, Como la negación «del espí- 
ritu ; ni al idealismo, como negasion del mundo exte- 
rior; ni al fatalismo, como negación de la libertad; ni 
al ateísmo, como negación de Dios. El racionalismo ar- 
-bmíihoo no es exclusivo, 4ii negativo, ni opositivo; sino 
'qué primeramente es uno, y bajo la unidad es interior* 
mente relativo ; reconoce -todos los principios constitu- 
tivos del hombre y del mundo ; la razón y los sentidos; 
i%s reyes y los hechos; el espíritu y la ipaíeria; el mun- 
do espiritual y el mundo natural ; lo infinito y lo finito» 
Su fin y su obra es reconocer- inductivamente los prin- 
cipios , las leyes , lo inónito, y supremamente el infi* 
sito absoluto sobre lo finito ; deducir sintética y meto- 
idkaníente las verdades contenidas en los principios , y 
ordenarlas en un cuerpo de doctrina, apoyado en nues<- 
tra conciencia como punto de partida , y fundado su* 
firismamente en Dios, como el fundamento de toda rea- 
4idad y el principio y ley de tc^a verdad conocida por 
«1 hombre* Én este procedimiento y ley es cien tífica; y 
<6s demostrativa la filosofía ; y en cuanto reconoce toda 
verdad deductivamente en un principio y verdad su-' 
prema , es sistemitica y orgánica ; e$to' es , reconoce 
cada verdad distinta de todas sin aislarla; distingue sM 
■Separar y reúne sin confundir. 

El reconocimiento de Dios como el objeto de la su- 
fprama inducción raotonaLdal espíritu y el principio de 
«todas tas deducciones de una d»mm verdadera, 90 es 



ÍBi LA ESCUELA KÜAUSISTA ER ESPAÑA. 

el deisma que concibe á Dios como un género y abs- 
traceion fuera del mundo, separado del mundo é in^ 
comprensible para el hombre; no es el panteísmo fue 
confunde á Dios con el mundo, concibiendo un "níos^ 
mundo ó un mundo-Dios. El racionalismo armónica 
conoce á Dios como el absoluto*, infinito y el ser mpre- 
mo sobre el mundo ; distinto como el Ser suprei&o del 
muiído que es el inferior bajo Dios, por Dios, mediante 
Dios. De consiguiente, Dios conoce el mundo, gobierna 
el mundo, guia el mundo al bien con justicia , eos sabii- 
duría, con amor, con arte divino : In Beo sumus^ vM- 
mus ^1 movémúr. Ex ipso et per ipsum et in ipso íunt 
emnia. 

: El raciofl»lisaM> armónico profesa en religión y as^ 
pira á reaKzar, la unión viva de la humanidad y del 
.lionbre en ella con Dios eomo ser supremo. La reli- 
gión es , pues , una velación «y^ aspiración (en coráeoe, 
en inteligencia y en obras) fundamental y permanente 
de toda nuestra naturaleza finita, y señaladamenie del 
espíritu hacia Dios, y debe ser manifestada permanenle 
en toda la humanidad , y en cada socwdad humana, y 
por cada hombre, como hombre , en forma de culto y 
de fin práctico de toda la vida ; para que toda nuceCra 
aeti-f ¡dad finita irectba en si , según su capacidad y mé^ 
rite gradual , el pensamiento y sentimiento de Dies, laa 
inspiraciones y 'beneficios de Dios, y en esta aspíraciam 
y obr>a gradual se asemeje cada ?ex más á Dios y escre^^ 
che con Dios én vida* histórica su alianza eterna. La rfrr 
ttgion, como relación intima, persona^ é btslóricar 
mente manifestable entre rt hombre y Dios , radita 
principalmente en la, conciencia, y puede y debe 8é^ li- 
bre, y perfectible oomo loda lli naturaleza del espivitn{ 
ño ebligada , ni viatentada ^ ni impuesta per esiatmoft 



LA ESGUEfcA KRAUSISTA BN ESPAÑA. 1}& 

bistóvicos ; debe poder manifestarse como toda la natu- 
raleza racíons^i , en unidad de esencia y variedad de for^ 
mas ; debe , en su manifestación histórica (como profe- 
sión de.fé*religiosa)v poder' ser examinada , rectificada^ 
«mejorada; pero es siempre respetable cuando es since* 
ra.9 seria y yerdádera en el hombre, pues que la reli* 
gion expresa las mas intimas, las mas profundas y tras- 
cendentales relaciones de que nuestra naturaleaui racio- 
nal es capaz ; y á esta relación y asunto debe , pues,, 
afücar el hombre el mas serlo y ví?o ioleré», la ^ten- 
6Íon mas diligente y constante per t<^a su vida, par» 
icoi^rmarse en su profesión religiosa , y mejorarla y 
progresar en ella , ó para rectificarla y reformarla , vi- 
viendo en consecuencia con ella. La piedad, pues, se- 
gún este sentido religioso, consiste en una vida, pura y 
sin mancha , en un espíritu elevado, un corazón noble^ 
en una voluntad recta , guiada por el amor desintere- 
sado hacia todos los hombres, y hacia Dios como ser 
suj^'emo y bienhechor; en santificar el trabajo queno& 
pone en comercio activo y prof orcionado á todas núes- 
iras, restantes fuerzas y 9nes con el mundo natural , y 
el espiritual por causa de Dips , y para merecer ante 
Dios y ennoblecer la naturali^za hasta couñrertirla m na 
templo y semejanza de Dios; ei» santificáis honrar^ cul- 
tivar la ciencia y el arte, como los medios de elevarnp» 
á Dios , mediante el espíritu , en armonía virtual y en 
mtítuo auxilio con la religión ; en mirar la vida entera» 
de la humanidad, de sus soeied^uies .y sus indívidiioS' 
(en ojTgánica relación y acción), como un órd^n eteruQ^ 
é kistórico de salvación para todos 1^ seres racionaleftv 
los cuales todos, sin distinción de razas y cyltoa, estái^ 
destinados por Dios^, y llegar&Ot.en.la plenitud defli^ 
vida histórica , y j^urgados de aw falta», á realizar ^i| 



156 LA ESCUELA KRAÜSISTA E!f ESPAÑA. 

4esliao religioso, sepun el decreten de Dios , y segun el 
mérito y capacidad de nneslra lAtaraleza. * 

La religión debe ser ilosurada por* la ciencia y vivifi- 
cada por el amor y las buenas obns. La religión será 
tanto mas pura cuanto mas claro sea el conocimiento 
de Dios y mas iutimo y vivo sea el amor de Dios. Bajo 
la unidad y la armenia fundamental de nuestra natura- 
leza f la religión debe ser practicada en armónica rela- 
ción y concierta con todas tais facultades del espíritu y 
con todas las fuerzas y direcciones de la actividad hu- 
mana ; no con negación , ni exclusión , ni degradación 
de ninguna facultad. ni actividad. Rechazamos, pues, el 
^antropomorfismo, el oscurantismo, el fanatismo y la 
-superstición , y condenamos los cultos , las prácticas y 
prescripciones contrarias ¿ la moral, al derecho y*á la 
razón. 

La fé , cotno la religión , descansa en principios y en 
razoñ , y á esta debe conformarse. La fé se refiere, no 
i las verdades generales que todos pueden percibir y 
oonlprender, si están bastante preparados , sino á los 
lechos y actos (articulares de la vida ; y aplicada á la 
Tida retigiosa , no mira á los atributos- de Dios , sino á 
los decretos de su providencia. La fé ciega , sin regla y 
sin ifiotivos, es uns refiegacion del pensamiento y de la 
libertad; esto es, la degradación del espíritu humano% 



En Moral, reconocemos como consecuencia y aplica* 
^ion de h^métaHsiea, el principio- de oérar et bien por tí 
Hen como ley de Dios y para asemejamos á Dios, ¿n 
-este principio hallamos la luz de nuestra vida , el ca« 
rácter inviólable-de nuestra dignidad racional, y la pren* 
4á y promesa de'nueatro destino eterao. 



LA ESCUELA KRAUSISTA EN ESPAÑA. 157 

El destino del hombre consiste en desenvolverse en 
la totalidad de sos facultades ; de sus relaciones con 
todos los seres, en perfeccionarse como espíritu y como 
cuerpo y como inteligencia » como sentimiento y como 
voluntad , como imaginación y como razón , refiriendo 
y conceftando continuamente éstas facultades en la 
conciencia* para realizarlas en justa proporción, en ar-» 
monia de todas con todas, expresando de este modo en 
la esfera finita una imagen de la armonía absoluta de la 
vida divina. Este destino solo se cumple parcialmente 
en la tierra , y solo es completado en la infinidad del 
tiempo. Se impone constantemente ¿nuestra voluntad 
como un deber, ó como una necesidad moral inherente 
¿ la naturaleza humana. Profesamos , pues, el culto del 
deber, como ley universal del orden moral , que obliga 
¿ todos los hombres, en todo tiempo y por todo lugar; 
que manda el sacrificio y la propia abnegación ante el 
bien de la patria y el de la humanidad; el amor Ji todos 
los hombres , amigos ó enemigos , conciudadanos ó ex- 
tranjeros, pobres ó ricos, incultos ó cultos, buenos 6 
malos, en suma, la imitación de Dios en la vida, ó la 
realización del bien , de lo verdadero , de lo bello, sólo 
por obrar bien, no por interés da las consecuencias, ni 
por espera del premio, ó temor del castigo. 



En Política , el filósofo respeta y obedece la consti- 
tución positiva de su pueblo , acepta leal y libremente 
sus consecuencias con puro s.entidó del bien público y 
mediante este del bien humano en la constitución defi- 
nitiva de la patria universal. Procura, sin embargo, 
al mismo tiempo concurrir por todos los medios legíti- 



168 LA ESCUELA KBAVSISTA BN ESPAÑA. 

mos, paciflcos y acertados y donde es llamado, ál pro- 
greso, reforma ó mejora de su cooslitucion bajo el 
principio de la tolerancia en el todo y parcialmente en 
todas las esferas de la sociedad politice ; desde el Estado 
hasta la localidad ; ó el gobierno del país por el país; 
feajo el principio de la libertad del pensamiento , de la 
prensa , de la enseñanza, de asociación , de compelo, 
¿e industria ; la ínx^íolabílidad personal y de propiedad, 
en suma , la trasformacion gradual de las institactones 
políticas para el desarrollo pacífico y en forma de de- 
recho de todas las institociones , fuerzas y fines socia^ 
les, apreciables por las leyes. Rechaza el privilegio, él 
monopolio , la arbitrariedad en el poder ; condena la 
violencia , venga de donde quiera, porque toda reforma 
sólida y durable debe concertar con el estado contem<« 
poráneo social, y debe prepararse mediante la educa- 
ción, instrucción y civilización del pueblo , y no por 
otros medios. Procura , pues , y concurre con voto , y 
consejo , y ejemplo , á unlversalizar la enseñanza , el 
amor á las virtudes públicas, la proporcionada diatriba* 
clon del trabajo y del goce, para mejorar el estado so- 
cial, y mediante este, el estado y leyes políticas, y con- 
dena y combate todo lo que contribuye á embotar la 
inteligencia, corromper el corazón, á enervaré esclavi- 
zar la voluntad, á comprimir el trabajo, á restringir la 
libertad pública y los derechos de las sociedades loca- 
les; en suma, á retardar, estacionar ó torcer jel movi- 
miento natural progresivo de la inteligencia, la voluntad 
y las fuerzas materiales del pueblo. 

La política es la acción legitima del Estado y de los 
ciudadanos llamados á regir la vida pública, para facili- 
tar, ayudar y promover el progreso de la sociedad ha- 
cia su total destino , mediante leyes , fundadas , de un 



ÍA ESGUEIA UAUSI8TA BN ESPAÑA. 189 

4ftdo, en el estado presente de las instituciones; de otro, 
en eUrecto conocimiento de su estado ideal y Yenidero» 
ésto es, sobre 16 que existe y lo que debe ser; sobre el 
hecho y el derecho. Para llenar este fin , el Estado no 
dd>e ser turbado ni impedido en su acción por ningún 
interés preponderante exclusivo, parcial ó excéntrico. 
Por lo tanto, rechazamos ia intervención del poder ecle- 
siástico, como autoridad, enios negocios públicos; cctrn^ 
también rechazamos la ihtervencion del poder civii 
fm^a de los limites de su fin y medios propios, si com- 
prime ^1 movimiento libre de las fuerzas sociales según 
su naturaleza y su fin relatiro. El Estado debe dejar á 
los esfuerzos individuales sociales todo lo que estos 
pueden hacer por si sin daño ni contra derecho públi- 
co ó privado. Rechazamos , por lo tanto, como injusta 
é invasora la pretensión del Estado á sujetar á su com- 
petencia é intervención toda la actividad social: la cen- 
tralización como sistema de gobierno daña á la educa- 
ción libre, gradual, progresiva de la sociedad y de las 
esferas particulares sociales en su vida interior. 



. En la Sociedad, deseamos la organización de la socie- 
-dad en el todo y en todas sus partes como ideal y ley de 
en destino , y según las leyes de toda acción pública. La 
organización social no es el comunismo , que suprimb 
4a libertad individual, ni es el individualismo que desco- 
noce toda dirección superior; admite y concierta ambos 
Cementos extremos ; consiste en la distribución de to- 
jas las fuerzas sociales en esferas distintas , indepen- 
cUentes unas de otras, y cada una con propia actividad, 
con una misión especial que cumplir^ aunque ligadM 



160 LA ESGUEIA RRAUSISILA EN ESPAÑA. 

entre si y concurrentes á un mismo fin general, como 
funciones de un mismo organisdlo. Asi como ei hombre 
está organizado en el espiritu, y en el cuerpo, y en h 
relación de ambos ; y asi como las funciones de la vida 
humana se reparten entre órganos distintos , sin que 
ninguno quede aislado ni separado de los otros, asi tam-** 
bien, la sociedad es orgánica, cuando el trabajo de todos 
está repartido entre asociaciones diversas, cada una 
propia en si y todos en concertada relación. 

Hasta hoy , solo dos esferas é instituciones sociales 
están organizadas en la Historia ; la esfera religiosa, ó 
la Iglesia (el cuerpo de los fieles) y la esfera política, 6 
el Estado (el cuerpo de ciudadanos). La Iglesia está con 
razón emancipada en los mas de los pueblos de la auto* 
ridad del Estado , y administra , como tal , libremente 
todos los asuntos que son de su competencia. El Estado^ 
á su vez , es independiente de la intervención de la 
Iglesia. Pero la Iglesia y el Estado no son los únicos ór^ 
ganos del cuerpo social ; la ciencia, el arte, la moral, la 
educación y enseñanza, la industria, el comercio y--la 
agricultura son órganos igualmente necesarios y funda- 
mentales de la sociabilidad humana, y deben recibir en 
un dia una organización apropiada á su naturaleza y 4ir- 
monía con todos los demás órganos de la vida pública. 
Cada miembro de la sociedad puede pertenecer bajo di- 
versos respectos i una ó mas de estas esferas y desen* 
volver compuestamente toda la riqueza de su naturales 
za. El Estado , como el órgano del derecho, ó de la jus- 
ticia, es la esfera central que- debe mantener la unidad 
y la armonia entre todos los órganos y direcciones de la 
actividad humana, sin intervenir en su gobierno interior» 
impidiendo la invasión de los unos en los otros , dejan« 
do á cada uno la libertad de sus movimientos , y pres^ 



tk ESCUELA KRAUSiSTA EN ESPAÑA. 161 

Wááo á t<Klos, ooDforme á sus necesidades distintas y la 
partíoQlaridad de su fin, las condiciones necesarias paira 
retiiearío. 

lía sociedad hecha para el hombre, como forma y ma*^ 
niléstacion libre de toda sa natoraleza , debe organizar- 
se bajo el plan de la nataraleza humana. Su fin es hacer 
posible y facilitar á todos sus miembros el cumplimíen* 
to de su destino índividjial y social como seres racio- 
nales; perfeccionándose en la originalidad y la armohía 
át todas sus aptitudes, fuerzas y tendencias. El hombro 
no j^uede Tifir ni cumplir su destino sin el concurso 
de sus semejantes; recibe de todos ellos condiciones y 
las presta reciprocamente. Solo mediante la asociación 
organizada para cada fin de la Tida social , puede cada 
individuo llegar á la realización de su destino segun^ el 
plan de la creación. Luego la sociedad no debe pesar so- 
bre el hombre, sino facilitar su cultura humana. Todo 
hombre tiene derechos absolutos, imprescriptibles, que 
derivan de su propia naturaleza, y no de la voluntad, 
el interés ó la convención de sus semejantes : los dere- 
chos á vivir, á educarse , á trabajar , á la libertad , á la 
igualdad , á la propiedad, á la sociabilidad. La sociedad 
puede y debe organizar estos derechos en el interés de 
todos , en favor de su coexistencia y de su cumpli- 
miento ; puede y debe castigar su infracción ó violación 
para restablecer el derecho y la ley, y corregir la vo- 
luntad del culpable; pero no puede privar de estos de- 
rechos á nadie. Deberán, pues, ser abolidas las penas 
irreparables, y toda institución ó estatuto contrario á 
la razón. La persona humana es sagrada y debe ser 
respetada como tal. El hombre que se hace arbitro de 
la vida y del destino de sus semejantes, comete un 9f>n* 
80 de poder , y se arroga los derechos de Dios. 

CANÁLBJAS.— 11 



162 LA ESCUELA KRADSISTA EN ESPAÑA. 

En Historia , respetamos los hechos, tales como han 
pasado. Debemos indagarlos » analizarlos en sí y en 
sus relaciones con imparcialidad , ya sean contrarios ó 
favorables ¿nuestras convicciones. Miramos la tradición 
como una fuente de enseñanzas para las generaciones 
presentes , no como una norma de apreciación para las 
instituciones actuales, ni como una barrera infranquea- 
ble , que deba detener la marcha progresiva de las so- 
ciedades humanas. Aprobamos el bien , condenamos el 
mal , donde quiera que le encontremos , y esto absola- 
lamente , sin excusar el mal por el bien que pueda hft- 
ber traído, ni desaprobar el bien por el mal que se 
mezcle en él. Juzgamos los hombres y los hechos se- 
gún las leyes eternas de la moral y de la justicia « sin 
preocuparnos por las influencias pasajeras que fascinan 
y tuercen la imaginación, sin entusiasmo, como sin va- 
nas censuras hacia Jo pasado , firmemente persuadidos 
de que si la humanidad es libre y puede momentánea- 
mente errar y faltar, está sostenida por Dios , y sabrá, 
sin embargo de todos los estorbos , cumplir en tiempo 
y lugar dado, su destino sobre la tierra. 



En resumen : 

1.° La primera condición de la ciencia es la indepen* 
dencia de la razón y el libre examen. 

%"" La filosofía se apoya sobre la totalidad de las fa- 
cultades del espíritu, y abraza todos los órdenes de la 
realidad. 

3.^ La religión se eleva á Dios por el espíritu y el 
corazón, en la plena libertad é intimidad de la con- 
ciencia. 

4.^ En política obedecemos la constitución con d 



LA ESGÜKLA KtlAUSISTA Blf ESPASa. 163 

^SMKtido del desarrollo regular y pacifico de las liberta- 
des púbUcas , para lá cultura intelectual y moral del 
jpueblo. 

' 5.^ En sociabilidad queremos el progreso en todo y 
;para todos , la mejora material y moral de todas las 
xlases sociales , mediante el derecho de asociación , y 
restringiendo la acción del Estado en sus justos limites. 

6.® En moral miramos el deber como una ley abso- 
luta que obliga al hombre á hacer el bien por el bien, 
:BÍn mirar á pena ni á premio, y á perfeccionarse en su 
naturaleza entera y en todas sus relaciones. 

7.^ En historia respetamos la verdad de los hechos, 
:y los apreciamos según las reglas de la moral y del de- 
recho, para que sirvan de enseñanza á las generaciones 
presentes, sin comprimir la marcha libre y progresiva 
^e la sociedad.» 

VL 

Este programa , escrito por Sanz del Rio en 1857, 
1>asta para demostrar la severidad y la elevación de la 
4loctrina que profesa y se afana por popularizar el ilus- 
tre catedrático de la Universidad de Madrid. Cktmo es 
«natural , sus esperanzas encuentran apasionada acogida 
>en el corto circulo de sus discipulos. La libertad , en la 
fneditacion que el ilustre profesor aconseja , temeroso 
<Ie que caigan los que le siguen en un estrecho sentido 
de escuela , provocará divergencias y variedades en el 
pensamiento filosófico, al compás que el trabajo inte- 
lectual sea cada vez mas intimo , en los que hoy siguen 
la dirección que él les marca y el impulso que reciben 
<le su fecunda y enérgica actividad. Pero aun cuando 
«sto pueda suceder, .y es muy de esperar que suceda. 



IM LA BSGUBIA KRAUSII$lEIA EN ESFAAa. 

el sentido general y la concepción orgánica de la cien^ 
cia ensenada por &inz del Rio, subsistirá en Espaia , j 
bien puede profetizarse que sus lecciones dejarin una> 
búeila profunda en el pasamiento nacional, si no es que* 
llegan á ser mt ¥iva y abundante manantial para loa^ 
futuros progresos de la fliosofia española , preserván- 
dola de los dos males del siglo , ó Sean , del cpítioismo^ 
que se conTíerte muy luego en escepticismo, y del ma- 
terialismo cada vez mas temible y amenazador. 

Diciembre , 1860. 



•■^ 



« « 



vra, 

DEL áílÁCTER 

DEt POEMA LOS LDSIÁDAS'') 

DE LUIS DE CTtMOENS. 



Vos , Portagaezes , poneos , quando fo]^tes 
Qae ó fraco poder tosso nao pezais ; 
Vo^, (jne aeosta de toss^is Tarias morte^ 
A ley de yidSi eterna dilatáis , 
Ássi do eco deitadas sao as sortea, 
Que TOS por mnitos poneos qtfe se]Ti1s ; 
Muito íátais na sancta eMristatedade 
Que tanto , ó Cftirist o exalta humildade. 

Canto VII, in. . . 
I. 

Por fotal conjunto de accidentes que no es del icaso 
recordar, existen en la Peniasula ibérica dos naciones, 

(*) Lot Ltuiadas se imprioiieron por primera vez en Lisboa el 
:ano 1572 , y nació su celebrado autor en 1525 , según las mejores 
noticias. En cnanto á su yida , la resume alguno de sus biógrafos, 
eseribiénáo actuello de Eece tpectaculum heo áigúúm, virfartis ctík 
mala fortuna composUus ; y en- cuanto á su muerte se conservati 
los dos siguientes fragmentos del poeta: « ¿Qué jamáis ouvlo dieer 
-que em tao peqnenno theatro, como ó de hum pobre leito, qul- 
xe&se á fortuna representar tao grandes desaventuras? ¿E eü , como 
^ ellas nao bastassem, me ponho ainda da sua parte; porque pro- 



166 DEL CARÁCTER DEL POEMA LOS LUSIADAS. 

y se levantan en los aires dos banderas; y sin embar- 
go, la literatura española y la portuguesa caminan uni-^ 
das en tan felicísimo consorcio , que si en las páginas- 
de la historia castellana se encuentra un vacio , si re- 
cordando sus glorias , todos lamentan el no encoptrar^^^ 
un poema épico, la literatura portuguesa lo presenta- 
como digna corona del arte ibérico, y lo es el inmortal 
poema del sin ventura Luis de Gamoens el Orande*..^ 

cnrar resistir á tantos males parecería desavergónbamento,» y alu- 
diendo á la rota de Alcacequi?ir y muerte de don Sebastian escribe^ 
poco antes de la suya : « Emfín acab^rei á vida , é verao todos que 
fin tao affeizoado á minba patria , que nao somente me contente! 
de morrer nelia, mas de morrer com ella.» Falleció el ilustre poeta, 
en el Hospital de los pobres de Lisboa, en el año i 579, y en un^ 
ejemplar de Los Lusiadas, que conserva lord HoUand, y habia-. 
pertenecido á Fr. José Indio, se lee^n la primera página , escrito 
por este religioso : « i Qué cosa mas lastimosa qué ver un tan gran 
ingenio malogrado l Yo le vj morir en un hospital en Lisboa , sin 
tener una sábana. con que cubrirse, después de haber navegado^ 
cinco mil quinientas leguas por mar i i Qué aviso para los que dia^ 
y noche se cansan estudiando sin provecho como la araña en urdir 
telas para cazar moscas l » 

Poco después dé su muerte se colocó el siguiente epitafio en &w 
modesta sepultura. 

AQUÍ JAZ LUIS DE CAH0E5S : PRÍNCIPE DOS POETAS DO 

SED TBMPO: VITEU PODBE i MlSERAVELlÍENTE , á ASSIN 

MORBED Ó AÜKO MDLXXIX. ESTA CAMPA CHE 

MANDOU POR DOM GONZALO CONTINUO, NA 

QrAL ÍE KAO KÜTERáARÁ KRSOA ALGUNA. 

La iglesia de 9anta Ana , donde fué sepultado el ilustre poeta,... 
fué derruida por el terremoto de 175S-, y al reedificarse nadie f en- 
cordó la sepultura de Cámoens. 

I £1 infortunio que amargó su vida no respetó su memorial i Ha^ 
blan con tal elocuencia los hechos, y deja su relato tan honda sen*^ , 
sacien en el ánimo, que seria van^y oficiosa cualquiera refiexioa.- 
q^e yo añadiera J 



DEL CARÁCTER DEL FOBMA LOS LUSIADAS. 167 

Al par de la española y amamantada á los mismos 
pechos , nació y creció la lengua del cantor de Los Lu^ 
riadas ^ j el mismo sol de victoria y desYcntuta ¡fumi- 
no las ensenas dé las huestes lusitanas y españolas , y 
eon igual brío castellanos y portugueses combatieron jr 
arrojaron de este suelo á las tribus agarenas. Con' ge* 
neroso ardimiento y con amor vivísimo, uno y otro 
pueblo adoraron las verdades católicas, y para unos y 
otros poetas fué sagrada inspiración la ardiente creen- 
cia que en sus corazones se atildaba. No causa extra- 
neza , por lo tanto, que no en una , sino en variad eda- 
des, latf letras Castellanas y portuguesas , con tan amo- 
rosísimo vinculo se uñan , que hoy no acertemos á dis- 
tinguir cuál gloria es portuguesa , cuál origen es caste- 
llano. Inútil es para nosotros tal inquisición ; nos bas- 
tan sean glorias ibéricas para que rompamos en pro- 
longado aplauso. 

Interesa consignar que el arte es el mismo en el nací* 
miento y en el desagüe del Tajo; que la inspiración es 
la misma en los poetas castellanos y en los portugue- 
ses; que sus literaturas populares son hermanas , y el 
fondo de creenciary sentimientos , alma de una litera- 
tara , que tan alto renombre conquistan á la española, 
asi pertenece al pueblo lusitano, tomo álos que habitan 
ros dilatados llanos de Castilla. Estudiados comparativa* 
mente los primeros monumentos de la literatura por- 
tuguesa con los primeros de la castellana , conócese que 
concurren los mismos elementos artísticos á su forma- 
ción , y el mismo espíritu alienta su crecimiento. En 
los siglos medios se ofrece la lengua gallega , como re- 
cuerdo de la pasada hermandad , y los poetas castella- 
nos y portugueses olvidap sus diferentes nombres ai 
acndir & esta lengua neutral ; y como ño son otras las 



fi|S ItEI^ CARÁCTER DBL VOBlf A LOS LUgIAl>AS. 

influencias que se dejan ^ntir ep la corte de Lisboa que 
hs aceiUadas en la corle 4^ QisUlla , la poesía eraditft 
de los siglos XIV y xv vist^ el ropaje pro¥e&z«l , Mm'^ 
no ó greco-latino énValladolid, como lo vistea Lishoa; 
j los ecos de su lira se confunden » y. ambos pteblos 
ofrecen creaciones que entrañan iguales sentimieploe. 

Los Lusiadas ofrecen en la bistoria del arte uno de 
lo^ fenómenos mas dignos de estudio y detenido exa- 
men. En las literaturas modernas por dislinlo sendfNro 
caminan la poesía popular y el arte erudito ; y &í bien 
«n España , por una serie de maravillosas transforman 
cienes , el genio nacional anim« to4as b^ formas artís* 
ticas que arraigan en nuestro suelo» y por úIUbm en- 
gendra el teatro ; en otros pueblos caoí&inan tan eiie^n* 
trados el genip oacicnal y el espiritu erudito ea sua le- 
tras , que en ninguno de- los dias de su historia Ikgaiii al 
teatro nacional , ni celebran un poema nacido, del pffp- 
samiento propio y original de sus pueblos. 

En Carneen^ lo mas pu^ díel genio n^ionat y 4^ la 
musa erudita se confundan, produciendo uns^ de^ to wa^ 
ravillas del a,rte. 

Guando la poesía popular Vjega á enUrar en el domi- 
Qio de la inspiración erudita , la tradición literaria^ no 
puede sino prestar forma al nuevo sentimiento aftis- 
McQ que á sus ojos se presenta. Si no abriga ptraA aspi- 
raciones y no falsea la inspiración popular, las formas 
literarias originadas por este maridaje seria- for^piik- 
tnente maravillas en la bistoria del arte. 

Así sucedió al recoger. Lope de Vega la poesía poi^ii- 

4ar, creando nuestro sin par teatro t así sucedió con 

Luis Gamoens.al crear nuestro sin par poema. El tea*- 

tro y el poema nacional son las dos formas destinadas 

Á conservar las ideas y los. sentimientos de los pueblos. 



M&L CARÁCTER ORL POEMA LOB LUSUDAS* 191 

p^tqgm jamte bastó la ki&piraeíon iiidk idual para ani* 
siar lan gígaoitescós meiiúmantos ; qne el lealro y el 
foama nacionai bralan solo en el peDsamiieDto del bom- 
^re> que adora con religiosa adoración el senüotento 
fatrio y ponoce los místicos placeres que procura el 
«ttllo de las letras. Llimese Lope de Vega ó Luis de 
Gamoeos > el que eipresé la inspiración nacional , su 
aomhre será el primero en la literatura naioional. 

El arte erudito, divorciado de la literatura popular, 
Qo consigue sino triunfos pasajeros ; solo alcanza á pro- 
«luctr siglos literarios como el de Juan If de CastUla , y 
yoesia como la poesía 4e los trovadores pro vénzales» 
ia fioesia popular, alejada de la emdila. vaga bascando 
la Isirma ; y si dicbosaniente , como en España , arbitra 
formas perfectas Cómo el romance » sus creaciones son 
«orno sombras que resbalan por la memoria de los pue- 
blos, y su influencia decae, y por fin desaparece, per* 
diéndose en lo vulgar.. Encontrar un momento en el 
que ti ai>te erudito y la poesía popular pierdan su nom* 
bre , convirtiéndose en Uteratura nacional es encon- 
trar un siglo de oro, y si en ese consorcio la inspira* 
<»<Na patria domina á k forma erudita , y la transforva 
^n ddcii instrumento, y es solo el bellísimo templo en 
•el qm veneran los pnehilos el ángel de las inspiraciones 
nacionales, entonces él siglo de oro es el siglo de J«ope, 
y el poema es el poema del inmortal hisitaoo. 

* 

ii. 

La conquista de algunas vordaées aparece cono pa-* 
tmmonio de uoa rasa ; la práetica de ciertos princiinos 
•eadestino^e otra; el^cumpliniento y la realización. do 
Pierias. ck>ctrinaa parece que está como encomendada 



170 DEL CARÁCTER DEL POEMA. LOS LüSUDAS. 

á raza distinta , y en el campo de la historia universal 
nos sorprende el mirar la perseverancia y el ahinco 
coa que cada una de aqneUas razas dan forma y vida al 
pensamiento que las guia, al través de distintas culturas 
y diferentes instituciones. Este sello que caracteriza á 
los pueblos , y que hoy señalan todos los historiadores, 
no solo da la clave para descubrir el sentido de su his- 
toria y de su literatura ; 8iño>que sirve de criterio para 
encaminar los ulteriores esfuerzos de sn civilización. 

En la histeria literaria este carácter es causa de curio- 
sísimos fenómenos, y cuando por todas partes ensorde* 
cea los aires ios gritos de la raza slava, de la germana 
y sajona , y nos recuerdan lo que esconden sus anales 
acerca de sus tradiciones primitivas , es muy del caso 
volver los ojos á nuestra historia literaria. 

Descubre el estudio^ en la historia de los pueblos, 
inspiraciones que estampan tan honda huella en su ge- 
nio literario; que los cambios de las edades y las distin* 
tas vestiduras que se originan de las influencias litera- 
rias, no alcanzan á borrarlas, ni oscurecen su constan- 
te brillo. Como v^iierando sentimiento, se acogen ¿ la 
poesía tradicional y prestan colorido ¿ las leyendas y 
narraciones de ios poetas que nacen y mueren entre la 
muchedumbre, y alguna vez toman carne en la litera-^ 
tura histérica, y aun se hermanan con las creencias re- 
ligiosas; pero^raras veces encuentran fórmula y san- 
ción en la poesia erudita, en el arte que cultivan los 
poetas con amor y estudio. Estas Inspiraciones consti- 
tuyen las tradiciones y poemas de razas, y son la fuente 
de sus esperanzas y no pecas veces del ciego impulso 
que las arroja á heroicas. empresas. Revelaciones del ge- 
nio^ dé una raza, estos cantos expMcan las mas veces 
la historia de un piteUo, y causa no^ poca sorprina al 



Pl^ CIARÁCTSR DIEL FDEUL LOS LUBUDAS. 17 1 

espirito profético que en dios se eóciende y centellea. 
Estos cantos, que como tradiciones conservan algu* 
nos pueblos, y en pa^rticular los de origen slavp, per-^ 
maneoen en todos en el estado de tradiciones, y solo ei» 
Grecia llegaron á encontrar en la lUiada forma literaria^ 
Entre nosotros, si bien no escasean en nuestra litera- 
tura legendaria , el genio de raza alcanza su consagra- 
ción en el'poema Los Lu^iadas de Luis de Gamoens. 

No es de extrañar consideremos al poema de Ga^* 
moens como poema de la raza ibera. Si la inspiración» 
que vive en sus páginas es la in^iracionque crea núes- 
\x% literatura popular y nuestra historia; si á esta ob- 
servación se añade que los sentimientos que engendran» 
los hechos, que con espanto de la historia realizare» 
nuestros capitanes, son sentimientos que en el seno ú^\ 
arte español brotaron ; se conocerá no es opinión y sfí 
verdad lo que escribimos. A estas consideraciones .lite- 
rarias se unen otras, buscadas en los severos campos* 
de- la historia, que completan y coronan este razo- 
namiento. 
. DeposttsHria de la verdad cristiana, la raza ibera, deso- 
piles de arrojar lejos de las playas españolas á los ado- 
llores del Profeta, se sintió movida por aqueiafa»^ 
que impulsó á los discípulos del Galileo ¿ predicsjur 1» 
¿nena nueva del uno al otro limite dd mundo. La raz» 
ibera fué la raza apóstol, y apóstol después de un pro- 
longado martirio que duró siete sígiosi En el nombre 
de Dios , lino y otro navegante partían de las costas deb 
Mediterráneo^ del Atlántico y golfo de Gantabria ; en el> 
nombre de Pios , las vecinas costas de África y las leja* 
ñas de los olvidados imperios del Asia, y las remotas de 
una y otra América vieron hombres de esta raza cla^' 
v^qdbo ea aut orillas el penden ibérico y la cruz del Re- 



m DEL CARÁCTER DEL POEMA LOS LVSIADAEt. 

4entor. Ese es el siglo de oro de nuestra historia : lo 
deseoDocido es para nuestros nayegantes el afaú ar- 
4liente que en su seno sentían nuestros místicos al en- 
tregarse en brazos del amor infinito; era la toat de 
Dios que los llamaba para ceñirles coronas deinmofta- 
jes resplandores. 

Eb esta felicísima edad , el mundo es paítrimonid de 
^nuestra raza, y el Pontificado se apresnra á *sancío»ar 
4iií0stra herencia, legándonos el orbe como único c^- 
po que pudiera ser teatro de las hazañas de los ptreblos 
iberos. Y las primeras oraciones que se levantan en I0k 
^ires dirigidas al Hijo áe María , en las .playas de Ibs 
inundes que crearon nuestros navegantes , con aceiílos 
propios de nuestras lengua» telaron, y los como mila- 
:£ros que la fé inspira en aquellas reglones , de pechos 
iberos nacieron , y si se conquistaron dilatados impe^ 
rios « armas templadas teta el Tajo fueron las conquisfSM 
«doras. 

Altos hedUKS realizó en aquel siglo la raza tfbera ; é 
porfía y encendidos en el mismo fuego , casteilanoa y 
portugueses poblaban los mar^ de nuevos mondos en 
^ue débla levantarse la té cristiana. Diriase que se eer* 
raba una edad histórica y comenzaba nuevo día para 
irae^tro pueblo, y así lo dice boy la 'historia universal^ 
al recoger la de los siglos xv y xvi de las nadónos 
iberas. 

If o existe eá la historia de la Península momctíto ée 
mayor precio, ni de mas* alta, ni mas pura gloria , que 
el brillante periodo de las navegaciones y descubriliAien^ 
tos que abraza el último tercio del siglo xv y lá ptíaaie- 
ra mitad del siglo xvi. Solo en aquellos días es cuando 
l>r&la, pero con claridad sobrehumana , el^alma de fat 
jraza á que pertenecemos; solo en aquellas aaatas hora» 



VKL CARÁCTER NSL POEMA LOS LÜSIADA8. 177 

68 oiiiiido resuena de una manera perceptible» la yoz* 
de nuestro desuno» y saena de tal manera» que pueblos 
y monarcas se arrojan á cumplirlo con varonil esfuer- 
ao, dejando, como quien cumple con un deber sagrado^ 
i la Providencia el cuidar de su éxito y coronamiento. 
La gloria (Si es que es gloria) de los Garlos j Felipes- 
luinca ba sido acariciada por la fantasía popular, porque 
el pueblo comprendió muy luego que era causa ajenar 
é interés extraño el que llevaba i nuestros soldados & 
morir en Alemania y en Flandes , sin otra ley que la 
fuerza , sin otro intento que el.de reducir pueblos ente- 
ros á la triste servidumbre en que yacian los antiguos 
municipios.de Castilla y de León. 

Siempre se ha dicho que el poema ibéiico seria lai 
aar ración de los descubrimientos del siglo xv, y todos 
reconocen que la idea qué precedió ¿ aquellos hechos 
era la mas pura y generosa de la civilización ibérica, y 
por eso creemos que en la historia literaria de nues- 
tros pueblos, el poema de Camoens que canta aquella 
idea , se presenta con el alto carácter de un poema de 
raza. Estudiando detenidamente los varios accidentes 
de la historia literaria , se comprende que la expresión 
4e los sentimientos propios de una raza se ^icuentra en 
la poesía popular ; pero el .pensamiento de su historia, 
la idea madre de su civilización» se encuentra en el arte 
erudito, siendo este el lazo que une estas dos expresio- 
nes del arte de un pueblo. Si en el arte popular cam- 
pea el genio nacional con sus impetuosos arranques» 
eon su energía indomable y con su creciente ardimien- 
to, al arte erudito toca sorprender en sus páginas el al- 
ma de la raza, y formular la idea que el Dios de la his- 
toria depositó en su seno. En la historia literaria de los 
pueblo^ no reconoce la crítica sino dos ó tres monu- 



174 ]»L GABÁGTEA DEL POEMA LOS UJSIAtÜkS. 

mentos qae alcancaí tan alta sígnifícacioit , y si bien'la 
lUiada en el mundo antiguó, y los Nióelungen en la edad 
moderna, son venerados como monumentos del genio 
literario de una raza , y la raza slava cuenta gloriosos 
fragmentos épicos de su poema, en ninguno de estos 
-pueblos se ofrece el sentimiento nacional y el pensa- 
iniento histórico unido á las hermosas y galanas formas 
del arte erudito , como en el poema del poeta lusitano. 

Adorando á su patria como á madre carínosa , ere- 
yendo que el mundo era teatro pequeño para las iglo«- 
rias portuguesas , Luis Gamoens abre su corazón á las 
tradiciones y sentimientos populares, y solo busca luz 
y poesía en las venerandas páginas de la historia. El es^- 
piritu entero del pueblo lusitano^ de la raza ibérica, pa- 
rece que anida en su seno , y los rasgos de valor ,■ de 
lealtad y de fé religiosa que siempre fueron admirados 
por las muchedumbres , encontraron un admirador 
también en el gran.poeta, y á la manera que el poeta 
florentino recogió para su /it/ierno todos, los temores 
que asombraban la imaginación de sus pueblos i Cá* 
moens recogió todos los gritos de entusiasmo que el 
relato de pasadas hazañas arrancaba al corazón de los 
buenos lusitanos. De esta manera la'inspiracíon del 
autor de Los Lusiadas fué sipmpre hermana, hija de la 
inspiración popular ; por eso sus sentimientos encon* 
traron siempre eco en los puehlos iberos. 

Sus estudios literarios no alcanzaron á turbar su fan* 
Casia enamorada de la gloria portuguesa: las glorias de 
los Aquiles , de los Rolandos , y los amores mitológicos 
no fueron bastante á desterrar de su pecho el amor < 
la patria y ¿ la admiración que le causaban las hazañas 
de los Alburquerques y Almeidas^ mas portentosas- aun 
siendo verdaderas^ que las fingidas de los héroep de la 



DBL CARÁCTER DEt PaUlá; LOS LUSIADAS. VIS 

liábala csdKilleresca. Y uniéndose la tradición histórica 
CQn las hazañas de que fué testigo, pudo llevar á cabo 
una de las empresas mas altas de la moderna historia 
literaria , escribir el único poema nacional que se en- 
cuentra en la edad moderna. 

Guando los más de los poetas , enamorados de la tra- 
dicion^ sacrificaban en los altares del arte antiguo, dando 
al olvido los hechos de la historia nacional ; cuando la 
poesía caballeresca llenaba todas las almas , creando en 
Francia, en Italia y en España, una literatura ajena á 
la vida de las nacionalidades , sorpréndeoste amor á la 
nación , que es para Gamoens la única musa y el único 
«objeto de sus cantos. Gomo el Romancero castellano, el 
poema portugués no busca otra tradición que la nacio- 
nal , y en la memoria del pueblo encuentra hechos dig* 
nos de figurar en aquella epopeya que el amor patrio le 
inspira. Don Alfonso, la batalla de Ourique , el heroico 
esfuerzo de Nuno Egas, la trágica historia de doña Jnés» 
la batalla de Aljubarrota , son los incidentes de que se 
sirve el poeta para llevar á la acción general el respeto 
y la simpatía que despierta siempre el relato de altas 
virtudes é iusigoes merecimientos..^ 

En vano registraremos la historia de la literatura cas- 
tellana buscando en los siglos xvi y xvii una obra que 
pueda competir con la del inmortal lusitano en inspi- 
ración patriótica. Lope de Vega , el mas popular y el 
mas nacional de nuestros poetas , concibe alguna vez 
pensamientos análogos, ya en el^an Isidro^ en que re* 
coge piadosamente una tradición popular, ya en la Dra- 
gontea, en que expresa el odio de un pueblo con toda la 
energía , y alguna vez basta con la ira, y rudo, y grosero 
acento con que el pueblo lo expresaba; pero la idea 
celigioso-poUtica que tenia á su sef vicio el brazo espa- 



176 DEL CARÁGTAR ML POEMA LOd LtJdlADAS. 

sol en ei s^lo xvi hacit imposible que padieira llegar á 
sentir » toda sa terdad y j^ureza la iaspiraciotí un- 
cioDaL 

Para llegar á descubrir la firüeriiidad de la inspira* 
cion castellana con la que resplandece eil el poema de 
Gamoens , precisa acudir á la poesia popular, al arte 
primitivo, que es la grave expresión del pueblo, que se 
levanta pura é inmaculada, sin que la mmiehen conlac^ 
tos eruditos. Entre el poema del Cid , el Romancero y 
nuestro teatro, ó la producdon det gran Gamoens , es 
completa la semejamsa en sentimietitos , asi* como se 
descubre desde lue§^ que Vasco de Gama desciende de 
aquel linaje de héroes que , al entender de los juglares^^ 
arrancaba de Laia-Galvo y Nuno Rasura. El pueble lu^ 
sttano, que vive en los cantos del divino poeta , es el 
píuehlo de Pelayo y Alfonso, el de GalataSazor y Ouri^ 
qtte. Su fé es aquella fé ardiente que nunca cede , que 
crece en el infortunio , que ve á Santmgo cabalgando al 
frente de sus milicias : sus aspiraciones son las que sen* 
tian San Fernando, y Don Jaime, y los reyes portugue- 
ses, unos deseando, otros conquistando las playas afri* 
canas : su confianza.es la confianza de Cristóbal Colon, 
que comenzaba su viaje inVocando el nombre de Dios. 

Si al decir de los mas renombrados críticos el arte 
espanjol nace del sentimiento religioso y del amor pa* 
trios y DO puede desconocerse que el amor patrio y el 
sentimiento religioso son las únicas fuentes en que se 
ÍB^)^ira Gamoens; no bay motiro para considerar como 
cosa ajena al arte español el poema de Gamoens , por- 
que los accidentes del lenguaje no bastan á oscurecer la 
idea y la inspiración que imprimen verdadero carácter 
á una obra artística. 

^uiendo el desarrollo de nuestro arte , á la par que 



DEL CARÁCTER ¿KL POEMA LOS LCSIAOAft^ 177 

el crtciníento de nuestra oieionaUdad , notado iguales 
soja los caraeléres cm que se anuocria nuestra litera* 
tura en el poeoia del Cid , ea las obras de Berceo, en 
el romaneero religioso y en el histórico, sintiendo cómo 
la Tida española qne brota en Fernando 1 de Castilla 
crece en brazos de Alfonso e\ de Toledo, y nrirase ya 
ticloriosa en Almería, y reina como señora en- Córdoba 
y.Sevilla , aspirando á atravesar el Estrecho ^ que poco 
después pasan los Alfonsos de Portugal ^ no puede des* 
^nocerseque, asi como la historia portuguesa com- 
pleta í la historia castellana, de la misma manera la ins- 
piración de Camoens jcesume, y gloriosamente corona 
«quel inmenso himno que habia comenzado en la tum* 
ha del Cid , y que al espirar, ahogad.o por la dinastía 
austríaca, Camoens lo recoge en su poema , llevando 
las ^Imas de los que pelearon en defensa de lá patria, 
acongojada y moribunda en Toledo y en Ourique,- á 
pelear en las abrasadas regiones de la India , por la glo^' 
ría y grandeza de la patria , y a. soberana y principal en- 
tre las principales naciones del mundo. 

Vasco de Gama expresa el sentimiento religioso* como 
lo expresaron el Cid y Fernán González : Camoens con- 
cibe d respeto á los monarcas^de la manera digna coa 
que lo sintieron los caudillos de nuestra nacionalidad y 
los poetas poptilares , manera que dista mucho de íaj, 
supersticiosa expresión do los poetas de la corte aus* 
triaca r porque responde al carácter de la monarquía 
española en los siglos medios , no á la monarquía fun- 
dada por Cirios I y Felipe II. 

Según sean españoles ó . portugueses , los ojos que 
contemplen las creaciones de Luis de Camoens, así 
aparecerán con nombre distinto. Para los portugueses, 
el canto del gran poeta es la narración de Jos hazañosos 

CANALEJAS, — 12 



178 DEL CARÁCTER DEL POEMA LOS LUSIADAS. 

hechos de los insignes descubridores de la India , de los 
Vasco de Gama , Almeidas y Albnrquerques, qne *fHn« 
daron aquel poderoso imperio de la India ; para les es- 
pañoles representa los Coiones, Hernán Cortés y Pi- 
zarros , que descubrieron y fundaron aquella domina- 
ción poderosísima en la América , ante la cual son fla« 
eos imperios los de Garlo-Magno y Carlos V: estos y 
aquellos escuchan en este poema el grito- de la naciona- 
lídad ibérica ^ que resuena así en el alma de den Ma- 
nuel , al mirar las lejana^ costas del Asia, como en el 
alma de Isabel la Católica al impulsar el .genio diyino 
del oscuro geógrafo genovés; unos y otros ven en ^ 
p6ema lusitano el instante en que, terminada la misio* 
que cumplieron durante los siglos medips/se abria á su 
porvenir la edad moderna , convidándoles con la con- 
quista para la civilización y para la vida cristiana de 
inmensas regiones que aparecían como evocadas del 
fondo de los mares, para dar campo á la actividad febril 
que caracteriza á la raza ibérica. Españoles y portu* 
gueses celebran á Luis de Camoens como al príncipe de 
los poetas épicos, porque solo á él le ha sido dado llevar 
hasta el poema heroico la inspiración nativa de las ge* 
neracíones ibéricas, expresando con. formas eminente* 
mente artísticas, el momento mas solemne de su histo- 
ria , el instante supremo en que realiza las esperanzas 
concebidas durante la azarosa existencia que le cupo en 
suerte desde el siglo viii , hasta que tornaron al África 
los descendientes de los que rompieron el cetro visi* 
godo. ¿ Cómo no ha de ser grato á oídos españoles el 
noble sentimiento de independencia que respira en el 
poema del vate lusitano al referir aquella tristísima y 
sangrienta batalla de AIjubarrota ? ¿ Cómo no había de 
encontrar profunda resonancia en el pueblo ¿ quien se 



DEL CARÁCTER DEL POEMA LOS LUSIADAS. 179 

deben como símbolos de independencia las majestuosas 
creaciones de Bernardo del Carpió, Fernaii González y 
Rodrigo de Vivar» el noble espíritu qurdicCó el discur* 
so del condestable en el canto IV, que es muy acabada 
modelo de elocuencia militar y alta expresión de vehe- 
mentísimo patriotismo? 

Algunos críticos , y entre otros Hegel, aunque con- 
Alienen en que es emiuenteHHHite uaeional la inspira- 
ción que preside al poema de Luis «de Gamoens , notan 
como d^eeto la cultura literaria que reina en el poe- 
ma, y que en su sentir no se armoniza con aquella es« 
presión nacional. En nuestro juicio, \o% críticos qUe tal 
escriben dan al olvido que el sentimiento de naaionali* 
dad en el poema de Gamoens no es el primer impulso 
enérgico y fiero de una nacion»lidad naciente, que ex- 
citada por el ardor del combate , expresa con singnlar 
rudeza el indomable aliento que la'anima; sino que 
es la nacionalidad considerada en d apo^o de su glo- 
ría, en el momeuto en que mirando, las dificultades 
ya vencidas, y sintiéndose grande y poderosa, adquiere 
la condénela de su destino y ticfnde á realizarlo. Asi 
como seria repugnante por lo contradictorio ver tos 
hechos que constituyen el fondo de los Niebelungens, 
expresados en la elegaortísima forfoa de los poetas del 
lienacimiento; de la misma manera, debemos «oosir 
derar como an ti literaria la expresión de una idea perr 
tenecienCe á un periodo de grandeza y cultura, con 
las formas rudas propias de la poesía popular de los 
siglos medios. Luis de Gamoens, al, expresar el senti- 
miento de nacionalidad propio del siglo en qua escri- 
ba , no aminoró la inspiracicHi nacional , y^ciándola en 
mezquinos moldes ; sino que , por el contrario, el ama- 
neraniien^o propio de los ppptas de su siglo se coi)^ 



f 



\ 



180 DEL CAaÁCTER DEL POEMA LOS LUSIADAS. 

vierte en sos manos en liquísima forttia y en viril ex- 
presión, al eator sin dada de la profunda idea que le 
inspiraba. De otra manera , era de todo punto imposi* 
ble la creacion.de un poema nacional « si había de ser 
digno de este nombre , separándose á gran distancía^de 
las leyendas tradicionales. 

' CritK[uese en buen hora la .intervención .de> los dio- 
ses mitológicos, á que acude el poeta lusitano; repítase 
que ni Venus, ni Baco, ni Marte, ni él Olimpo, son 
maravilloso que deba aparecer en un poema cristia- 
no; que semejantes cargos en nsda aminoran el precio 
eií que debe estimarse la obra dd gran poeta /porque 
DO alteran el carácter principal de la obra , y le dis^ 
culpa el que era en su tiempo opinión general que los 
dioses de la fábula eran personajes alegóricos , y que 
quizá en el siglo en que vivió no le fué dado emplear el 
maravilloso del arte cristiano. 

£1 feliz coneierto que se nota en el poema- de que 
tratamoa entre la inspiración nacional y la forma eru- 
dita , es* cansa del encanto que los pensamientos del 
poeta portugués producen en el ánimo de los que sabo- 
rean sus deleitosos versos, y presenta al mismo tiem- 
po el estado de cultura de la civilización ibérica , y re- 
vela la unidad que adquiere el arte, hermanando ia 
inspiracic»! de los nuevos pueblos ceas: la forma litera- 
ria del renacimiento. Quizá sí el alto ejemplo dado por 
Camoens hubiese sido imitado, la historia literaria no 
tuviera que escribir amarguísimas censuras al valorar 
las épocas literarias en que se dieron al olvido las tra- 
diciones nacionales, bebiendo solo la inspiración en 
obras de ingenios greeo-latinos , y buscando solo la be- 
lleza en ios altares levantados por el arte clásico* 
- £s de todo punto ímp<^ible establecer un paralelo 



DEL GaRÁGTEB del POEMA LOS LUSIADAS. 18 1 

entre los poemas épicos , ^ue con orgullo guardan las 
literaturas modernas, y el poema deCamoens. Arlosto, 
Tasso, Milton y KIopstock responden i diferentes ten- 
dencias de la civilización moderna , y á diferente luz 
deben *ser examinados sus cantos; porique no inten^ 
tan , al loar altos hechos ó profundas creencias encar-^ 
nar las aspiraciones de una raza entera, cantando el 
momento supremo de su historia. £1 -poema de Ca* 
moens respoirde á la idea madre de nuestra historia, al 
pensamiento mas levantado de las generaciones ibérir 
cas, canta los hechos mas heroicos, entre los nobilteímos 
hechos que cuentan nuestras crónicas, y al cantar tanca 
grandeza y hero&mo, el poeta. «portugués comprendió 
cuál era el destino que cumplían nuestros pueblos, é 
iluminaclo con tan vasta concepción» escribió ese poema, 
orguHo\no de un pueblo, no do una nación,, sino de 
una raza entera. 

Y si no cabe paralelo entre los poemas de la litera* 
tura moderna y el poema de Ca moens, ¿cabrá entre 
este y ios magniflcos que constituyen la gloria del arte 
antiguo greco latino? Luis de Ganioens canta las armas 
y los varones que por mares nunca navegados extendie- 
ron iafé; canta hechos nunca imaginados , que no ca- 
bían en el arte de las antiguas civilizaciones; canta una 
gloria que no sonaron los héroes de las leyendas mito- 
lógicas ; canta una edad nueva. No lo ignoraba el gran 
poeta. 

Cesse tudo 6 que á mma antiga cania 
Que ouíro valor mais alto se aleuanta. 

En efecto, ¿qué podría comprender el arte antiguo 
de esa inspiración que brotaba con llamarada inextin- 
guible del seno de una j»za, arrastrándola por el te- 



182 DEL CARÁCTER DEL POEXÁ LOS LD£»UDá$. 

meroso Océano en pos de 4o desconocido?- ¿Qué era 
para el arte antiguo ese cántico de gloria á Dios, que 
buscaba sin cesar un mundo nuevo^ donde dar al aire 
aquel canto, y donde le contestaran los ecos de una na- 
turaleza TÍrgen , y coros de pueblos vírgenes tambiea? 
La idea era nueya ; la literatura moderna sentía un 
poema en sus entrañas, y nació Camoens para*cantarlo« 
La^ historia ibera cumplía su alta misión: la raza ibera 
llevaba la verdad cristiana á nuevos mundos ; era el 
apóstol de las verdades evangélicas; anunciaba la Juz y 
la vida en apartadas regiones; traía á la civilización 
mundos de almas; y sí el poema épico debe encerrar 
una civilización , sí debe abrazar lod^ la vida y el pen- 
samiento entero de la edad /como la Jtiada y \9^ Divina 
comedia , y ser el espejo de las futuras generaciones, el 
poema portugués es el poema de la civilización ibérica; 
porque el penaamiento dé las generaciones iberas en 
aquellos siglos va -en el himno^ que entonaban nuestros 
pueblos cuando las velas de los osados navegantes se 
desvanecían en el confln del áUímo borizonto. 

Julio, imi. 



íx: 

DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA 

DÉ LA filosofía ESPADÓLA 



I. 

Hace anos , que gracias ¿ los esfuerzos de distingui- 
dos literatos, y máy en particular, de los señores Va« 
leray Campoamor, Sanz del Rio, Castro, sin olvidar al 
laborioso presbítero de la Compañía de Jesús, Cue- 
vas, se advierten deseos de sacar á loz lo que haya 
de olvidado y digno de estudio en la edad media y en la 
antigua, respecto á indagaciones fiiosóflcas. Ya no so 
dice, que España se vio desheredada respecto i estu- 
dios filosóficos , y á la par que renace en nuestros dias 
el amor á la ciencia , se recuerdan nombres veneran- 
dos, y se concibe que existió el-peasaiiiiento filosófico, 
si bien coloreándose con el espíritu reinante, y siguien- 
do los senderos que el estado político y religioso le per- 
mitía recorrer. Es una verdad innegable que en todos 
los pueblos, como en todos los individuos, existe.una so- 
tiicion intuitiva de los temerosos problemas que des- 
entraña la metafísica , porque tal es la naturaleza del 
hombre , y en el mero hecho de existir, piensa, y mas 
ó meAós conscientemente continúa su laboreo intelec- 
tual , basta que brilla i sus ojos la solución. Esta solu- 



184 DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA 

cica es las mas veces bija de la educación, de ¡afluen- 
cias extrañas , del genio de raza , de aspiraciones histó^ 
ricas, no es cientiñca ; pero síf ve para ei estudio racio- 
nal, porque guia y advierte 9\ pensador «obre la mane* 
ra y el modo con que deben presentarse las verda- 
des filosóficas 9 é indica cuáles son los problemas y 
el método á que tiende esta razón popular • ó esta 
sentido común, que es- preciso convertir en científico, 
depurándolo, corrigiéndolo y pref tándolé base y an- 
damento. 

Úñense á estas consideraciones de alta iníportanci», 
otra« no menos dignas de atención', que prueban la ne- 
cesidad y urgencia del estudio de que tratamos. El es-^ 
ludio literario de nuestra civilización , es imposiblo si 
no va aeompañado del estudio de nnesira cultura filo- 
sófica, y será causa de que domine la paradoja en la in- 
terpretación de nuestros autores, et desconocer lá tra- 
bazón interior de los eoi^eptos filosóficos que en su 
tiempo constituían el sistema de solucione» adflíiú<li>, 
respecto á Dios , al mundo , al hombre, á la sociedad, y 
á los destinos y fines humanos. En las obras de Cer- 
vantes, como en las de Luis de Granada^ en los poem» 
de Acevedo, 4:omo en los del Cartujano , en los comen- 
tarios del ilustre Santa María á las epístolas de Sénc<* 
cá^ como en los inmortales escritos de Qnevedo , se 
eacnentra nn sistema mas ó menos reflexivo, perocom* 
pieto , en lo concerniente á los problemas indicados. 
Para llegar al conocimiento del alma interior de estos 
celebrados autores, es necesario descubrir el estado de 
la razón filosófica en sa edad para tener un criterio qnl^ 
ños permita ju^ár sas creaciones. 

De aquí sin duda d decaimienio de la critica históri- 
ca y literaria, y la superficialidad vulgar que domina en 



BE LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA. 185 

los ef^critos encaminados á avalorar la obra de nues- 
tros ingenios en las artes ó eñ la poesía. 

¿P^o existe materia para estudio? se pregonta. Re-' 
sueltamente afirmamos que si , y lo demostraremos en 
los Bígoientes apantes. Aun cuando pocos sostengaif 
boy ló contrarío, ia dificultad estriba en abrasar el 
cuadro del estudio. ¿Desde qué punto partir? Si en 
efecto el genio de una raza y de un pueblo «e encnentr» 
indicado, as( desde lol primeros mstantes de la Tída 
histórica, como desde los primeros de %u arte, según 
sostiene el señor Amador de los Ríos ; sí en los poetaB 
hispano-^romanos existen ya rasgos característicos del 
arte español, debemos seguir el mismo camitio y colo« 
car al frente de la filosofía española el noinbre de Lucio 
Anneo Séneca, con tanto mayor motivo, cuanto qué 
Séneca es quizá el autor que ha influido más en iá hh- 
torta de nuestra cultura intelectual , y creemos no pe« 
car de extremados, si hablando de escuelas españolas, 
decHDOs, que en nuestra cultura figura á la par de Arís* 
tóteh» y quizá influye mas que Platón. Séneca hacrea* 
da ehsentido' moral de nuestro pueblo : así en el último 
periodo de la odad media, coitfo en el siglo xvii y aun 
en el xyiii , las doctríoas de Séneca corren de libro en 
libro, y su nombre recibe un acatamiento religioso» 

Pero dejando esté punto (sobre el cual Yolverémos 
aignn dia), junto, al nombre de Séneca, debía figi^rar el 
de Anneo Sereno y C. J. Hígino, y qui2ft J. Moderato 
Columela , en cuyas obras podían encontrarse rasgos 
de la^loetrina estoica en el primero, y quizá de la pita- 
l^fVríca en los s^uientes. En la -edad cristiana. se presen* 
f ¡m en prímer término tos sectarios de Priseiliano, que 
ofrecen no escaso interés , porque revelan un • estado 
de la opinión pública, y ofrecen datos para el estudio 



186 DEL EiSTUDIO DE LA HISTORIA 

de la edad visigoda. Liciaiano nos presenta ya eñ la epís- 
tola á Epifanio doctrinas dignas de estudio, muy etí par- 
ticular, iobre los elementos constitutivos del cuerpo, 
asi como es cariosa la argumentación que explana para 
probar Ja eapii itualidad del alma. Mayor importauíeía 
tiene el libro de San Julián , Pro^nosticon ^ De futura 
vita , y el de Martin Dumiense, Z>0/b^mii/a vüíb kanes '. 
to, en el que aparecen ya. doctrinas de i^éneca, pero 
que nos revelan la tendencia práctica que la Iglesia 
visigoda daba ai cristianismo , separándose más y más 
del espíritu de la Iglesia griega, lo que es tanto mas de 
aplaudir, cuanto eran muy estrechas las relaciones con 
Gonstantinopla. Bachiario con su profesión de f é y 
Paulo Orosio pfrocen indicaciones luminosas, que sír- 
Ten para completar el estudio del gran Isidoro de Sevi- 
lla. San Isidoro, con -su definición de la filosofía, nerum 
humanarum ditmarumque cognitío, con su división 
de física , ¿tica y lógica , nos abre el mundo do la filoso'* 
fía escolástica- y enciende un faro, que será guia do las 
escuelas basta la aparicioB de Santo Tomás de Aquino. 
Su doctrina respecto á Dios y su opinión sobre ol ort* 
gen del mal ( Lióf í, senientiarum , cap. ix) son^ ver- 
daderas fuentes.de sentido filosófico, y advierten la ten-i 
dencia á derramar la doctrina en la vida , para que la 
fortalezca y anime. El estudio de las obras de San isi- 
doroda luz bastante para comprender, por qué el des-» 
arrollo 'de. (a filosofía escolástica. en nuestro suelo aese-r 
para del camino. que sigue en naciones extrañas: no ar>> 
raigo el espíritu puramente formal del escolasticismn 
pn £sp«na , como arraigó en Francia, porque la raíz 
filosófica que es San Isidoro, es mas viva y mas venia- 
dera que las tradiciones puramente eruditas y oscuras 
que existían en las Calías y en Italia. 



DE LA HLOSOFÍA ESPAÑOLA. 181 

Al Qoncfaíir este peripdo, y al abrirse ia edad árabe; 
asaltaa dudas muy graves al que desea indagar la his- 
toria de la filosofía española. ¿Cómo considerar las es- 
cuelas irabes en España? ¿Sen úoicamente eco de tra- 
diciones clásicas y fruto del espíritu del islamismo , ó 
en su desarrollo y crecimiento prevalecen elementos 
nuevos, nacidos en España? Nos inclinamos á esta últi- 
ma opinión» porque de las dos grandes escuelas árabes, 
la mística y la^ propiamente aristotélica , la que en Es- 
pana se arraiga con mas fuerza es la mística, y esta 
tendencia ha sidp y es tan natural en nuestro pueblo, 
se presenta tan obstinadamente en todos los periodos de 
la historia , se apodera con tanla facilidad de nuestros 
•spirilus^ aun de los mas circunspectos y reOexivos, 
que* con razón ha dicho uno de nuestros mes discretiis 
escritores contemporáneos, que aun ios que se llaman 
racionalistas, más pecan por místicos que por racio- 
nalistas. En. nuestro juicio, la escuela que propagan Aii 
Ben Ragel (1032), Ali Albucacen y Qtros , y que ilustra 
el gran Averroes (1306) , es la gran corriente que anu- 
da la indagación antigua á la moderna , que fecunda á la 
edad media con las inmoriales enseñanzas de I» anti- 
güedad, en tantb que ia escuela de Ybn-Topbail, la mis- 
tica, la del filósofo autodidáctico, representa el espíritu 
de nuestra raza y el sentido de nuestro pueblo.. 

Como española reivindicamos asimismo la doctrina 
escéptica renovada por Algazel, quaensi^ñan varios doc- 
tores árabes, porque el misticismo y.el escepticismo se 
confunden en su punto de partida y engendran idénti- 
cas consecuencias, y ambas doctrinas son propias del 
pueblo que adora la intuición y se muestra receloso do 
la razón, del que asfíira á la ciencia , como á la gloria, 
por hechos heiáficos, hijos del arrebato y del entusias* 



188 DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA 

iuo ; dei pueblo que se enardece en el estudio j Ihinia á 
la fañlasía , como se enardece en el combate y (úde la 
muerte antes que el Yencimienlo. Et ^Hrimer fenómeno 
qne produce en estos pudrios el despertar de la refle- 
xión fría y consciente, es el escepticismo, así eomo^el 
resultado áé este escepcíeismo es una deificación del 
sentimiento que crea doctrinas nusttcas, y Tíceoversa, la 
influencia de la reflexión en el místico, que dado al vue- 
lo espontáneo de su espíritu nunca midió su paso ni va« 
loro sus concepciones, ^ski duda, en algunos casos, 
pero en los más la negación y la indiferencia. 

Como españolas reiTíndicames también y <iuizá con 
mejores títulos , las escuelas rabinicas, así la cordobe- 
sa , cómo la toledana y barcelonesa , que infiuyeron 
enérgica y decisivamente en el sentido filosófico de 
nuestras artes y de nue^ra.literatiira. La originalidad 
de la literatui:a española débese en gran parte á la in- 
fluencia rabfoica, y la historia de la Edad media no nos 
será conocida sino* el dia en que sean familiares á 
nuestros eruditos los libros filosóficos de Ybn , Gebirol 
y de los que después difunden sus enseñanzas. El 
moTJmiento es importantísimo y tiene verdadera gran- 
fleza científica.— La escuela* cordobesa, cuyo maestro es 
el Insigne Mainionides, que desdeñándola los cabalistas 
y separándose de los talmudistas , en su Escrutinio *de 
¿as Escrituras, como le llanía Pablo Burgense, ó sea en 
su Birectiú perpíexorum, inicia aquellas vastas y sinté* 
ticas concepciones, que encierran la esencia de una 
edad, y que durante los siglo» medios y aun la edad del 
Renacimiento fueron el alimento principal de los pue- 
j)los meridionales , refleía un espíritu que podríamos 
llamar español; y cosa parecida acontece á la toledana, 
cuyo doctor principal es Aben Ezra, que en sus libros 



DE LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA. 

•de lá Lógica y el de las Lunes y lumbreras eneierra ob- 
servaciones dignas de ser aun boy repetidas. La escuela 
catalana llega á florecimiento con R. Mosclieh bar Nuh- 
hman (1194), que fué vulgarmente oanocido con el 
epíteto de Padre de la ciencia ,. y que dejó discípulos 
del precio de un R Jonah, de un R. Joseph Caspio 
Poco después florece Jbraham Ben Jehudah. — En el 
estudio de la filosofía rabí nica , podemos descubrir más 
quizá que en ningún otro las causas del predominio 
del arte simbólico en nuestras letcaa en los siglos xiv 
y XV, y encontraremos los datos para juzgar del in- 
menso prestigio que consiguió la filosofía luliana. 

En aquella gran trasformacion que sufre la ciencia y 
ia vida en Europa en el siglo xiii, ea aquel gran es- 
fuerzo de la idea católica ^se ofrece en Epjña una figu- 
Ira extraordinaria que se levanta ai par djs la de Tomás 
Aqwio, y expresa de una manera completa el genio 
filosófico de nuestr^i raza. Personificación gigantesca de 
la ciencia nueva , de la nueva civilización , Raimundo 
Lulio protesta atrevidamente contra Averroes , y co- 
mo pedia ^sta el olvido de aquel nombre, faltándole un 
todo científico que oponer al filósofo árabe^ con pas- 
mosa intuición formuló un sistema original é ingenio- 
sísimo. No es del momento exponer los merecimien- 
tos de BaimundoXulio ( lo que intentaremos en otra 
ocasión) (^); pero si el franciscano Alejandro de Hales, 
Alberto el Grande y Santo Tomás de Aquino salvaron 
¿ la ciencia católica de los sectarios de Averroes» bien 
puede oolocarse junto á esos venerandos nombres el de 
nuestro Raimundo Lulio, que sobrepuja á^Alberto y es 

(*j Las doctrinas del doctor* iluminado R. Lulio. Madrid, 1870. 
Un tomo. 120 púgs. 



190 DEL ESTUDIO DH: LA HISTORIA 

mas origipal y sintético que el mismo Santo Tomás de 
Aquino. 

Ci nombre de Raimundo Lulio. llena nuestra hi&toria 
de la edad media. Los lulíanos luchan con los tomistas y 
los escotBtas en nuestras universidades , y no aparece 
en los siglos s^uien tes, hasta Raimundo Sebunde, luz 
capaz de separar nuestra atención del estudio del gian 
autor del Ars magna. 

De estos ligeros apuntes se desprende una observa- 
ción de la mayor importancia que declara una exce- 
lencia. La fllosofia española se desarrolla bajo la in- 
fluencia 'Sucesiva de las tres grandes ideas que han ava- 
sallado al mundo, bajo la influencia del Mosaismo, del 
Islamismo y del Cristianismo. Las grandes escuelas 
gentílicas y racíoBalistas grj^gas no han influido en 
nuestro deseQvolvImiento filosófico durante la Edad 
media. Los rabióos y los árabes, y después Raimupdo 
Lulio, nos separaron del estudio de Platón y de Aristó- 
teles; y cuando llegan á nuestras manos llegan ya dis- 
frazados por los escolásticos. Quizá sea esta una de las 
causas que nos han tenido alejados del gran movimiento 
cartesiano, que para nosotros no tenia rasión de ser, 
porque en nuestro suelo no se habían desarrollado las 
doctrinas platónicas y aristotélicas: quizá por esta cau- 
sa hayamos conservado esa repugnancia instintiva hacia 
las escuelas psicológicas, y corra gozoso nuestro enten- 
dimiento tras concepciones sintéticas hijas de aquellos 
bosquejos que trazaron, bajo. ley de unidad, Maimoni* 
des y Raimundo Lulio; quizá esta educación, que nos 
evita las preocupaciones con que lucha el espíritu de 
Francia para recibir ideas novísimas, sea propicia para 
que arraiguen en nuestro suelo doctrinas sistemáticas y 
armónicas. 



D£ LA FILOSOFÍA ESl»AÍlOLA. 191 

Pero sea de i^ilo lo qw se quiera , y dejando esos 
quizás para poeteriores estadios, y solviendo á nuestro 
asimio; es indudable, repetímos, que Raimundo Se- 
hunde cierra la historia de nuestra filosofía en la edad 
media. Ei emin^te Barcelonés, en su Theoíogfa natu-* 
raiy filosofa con espíritu lihre y con gi*sin método, y en 
la libertad de su pensamiento como que se anuncifi ya 
la nueva edad que despuntaba para las letras y las 
ciencias. 

Dicese generalmente que con Baimundo Sebunde 
(14^2) concluye la -filosofía española; pero es la Terdad 
que en el siglo xvi, en España como en Francia, Italia y 
Alemania, se empeñó muy reñida contienda entre las 
escuelas peripatéticas y los libre-pensadores, lucha que 
revistió diferentes caracteres, según el estado político y 
religioso de las naciones. Acaloróse el sentido filosófico 
con las doctrinas de los protestantes ; pero en España 
este movimiento fué ahogado per la violenta persecu- 
ción políticQ-religiosa que continúa durante el largo rei- 
nado de Felipe II. Desde este punto la ^losofía española 
toma un carácter especial: se separa del movimiento 
general europeo. Abogada la libérrima indagación , que 
constituye la esencia de la filosofía, dominó en nues- 
tras universidades un sentido político, patriótico quizá, 
que hizo buscar en doctrinas romanas y canónicas la 
consagración de la política austríaca , y que las forzó á 
buscar en el Ángel de la Escuela , puerto seguro contra 
la creciente suspicacia de la Inquisición y del iponarca. 
La escuela peripatética domina por completo, y Gabriel 
Vázquez como Rodrigo Arriaga, Hurtado coreo Quirós 
y otros , se empeñaron en aquella ardua tarea de con- 
ciliar á Tomás de Aquino y Aristóteles. A esta escuela 
pertenece el famoso Francisco Suarez (1548-1017), que 



193 DBL ESTUDIO DE LA HISTORIA 

en sus Dispuiaiiones Metaphisicae así trata y dilueida 
las. mas abstrtclas cuestiones de la metafísica , las que 
versan sobre el concepto del ente , como sobre el de 
causa, sustancia, bien, mal, verdad, infinito, finito, etc., 
como en su libro de Anima resuelve la mayor parta de 
las cuestiones psicológicas. Excusado es haMar del pers- 
píciio ingenio y habilidad polémica del ilustre grana- 
dino ; pero en las secciones que consagra al estudio del 
ente en sus divisiones de finito é infinito, á la esencia 
de los entes finitos , y en otras , se encuentran lumino- 
sas indicaciones sobre estos gravísimos problemas. 

Sin embargo, la. vida propia del pensamiento español 
se indica principalmente en la escuela mística, y en 
particular en fray Luis de Granada , jefe y maestro de 
aquella ilustre pléyada de eminentes escritores. La es* 
cuela mística española del. siglo xyjl se separa ágran 
distancia del «misticismo Alejandrino y del misticismo de 
la edad metíia. El misticismo Alejandrino , y aun el de 
la edad media , tienen un carácter objetivo que los lleva 
como por la jnano al panteísmo ; el misticismo español 
del siglo XVI es subjetivo , es hijo legitimo del siglo, en 
que se fundaba la libertad de conciencia y se enaltecía 
la fuerza y la inteligencia individual. No parte de esta ó 
aquella abstracción sobre la unidad ó la sustancia ; ar- 
ranca de un estudió, aunque defectuoso de las faculta- 
des humanas, de una vista de Dios anticipada é intui- 
tiva. Bajo esta relación nos ofrece estudios de alta im- 
portancia , y sirve para demostrar cómo encarnan las 
leyes generales de la historia ; porque hasta este movi- 
miento de reacción en España , que contradice al mo- 
vimiento racionalista de Europa, se origina de la gran 
revolución del siglo xvi. 

A par do la escuela mística , figura la escuela anti- 



DE LA FILOSOFÍA ESPAÍ^OLA. 193 

peí'ipatética , que siguiendo ta corriente de las nueqn 
ideas lucha á brazo partido para derrocar el idoIo de 
la$ aulas ^ Aristóteles. Pocos son en número los aristo- 
télicos; i>ero el precio compensa con usura el núme- 
ro. Figura en primer término el gran Luis Vives. Des- 
pués' de atacar valerosisimamente arlos escolásticos, y 
de señalar los \icios de su método y. sus fatales conse- 
cuencias , Luis Vives escribe su parte dogmática , en la 
cual se encuentran presentimientos de silgunas doctri- 
nas'sostenidas después por las escuelas modernas. Sin 
olvidar al esclar^^cido autor del Examen de ingenios^ 
que abre también un nueyo y original camino á los es- 
tudios filosóficos , preciso es convenir en que Luis Vi- 
ves, en su obra De. causis corrup. art., se mostró uno 
de los mas terribles adversarios de la escolástica , y su 
claro y. recto sentido le hizo adivinar el verdadero. ca- 
rácter de la ciencia, libre de las abstracciones, logo- 
maquias y errores con que la hablan afeado los últimos 
discípulos de la escuela Durandiana. 

Pero los nobles esfuerzos de Luis Vives no dieron 
frutos sazonados : la presión político-religiosa fué mas 
potente que su ingenio, y el estudio de la filosofía fué 
rodando de abismo en abismo hasta las pobres paráfrar 
sis é interpretaciones en quQ la vemos durante el si- 
glo xvii. Libre volaba la fantasía por las regiones del 
arte , y allí debemos buscar el pensamiento filosófico 
durante el reinado del tercero y del cuarto de los Feli« 
pes. No como indagación ordenada y sistemática la fi-; 
losofia aparece en el siglo de oro de nuestras letras; 
pero en Mendoza y en Quevedo, en Cervantes , en Ma? 
riana , y aun en nuestros poetas como Alarcon y el 
gran autor del Mágico Prodigioso, lucen rasgos que der 
ben-ser recogidos para conocer el sentido filosófico, de 

CANALEJAS.— 13 



19i DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA 

sqnéUdL edad. Gomo filósofo que ofrezca algo propio y 
^espontáneo, quizá solo pueda citarle á Sebastian Fox 
Morcillo. Su libro De natura philosophiae , seu de Fia- 
tonis et jirístoletis consentione , es notabilísimo bajo 
muchos aspectos. Platónico, como lo prueban sus co- 
mentarios del Timeoy del Phedon, Fox Morcillo no 
participó del espíritu de secta , j su manera de enten- 
der á Aristóteles guarda cierta analogía con los últimos 
juicios emitidos en nuestros tiempos por doctos bisCo- 
riadores y filósofos. Sobre la oposición de Platón y 
Aristóteles , yió Fox Morcillo un punto de concórdan- 
osla y de enlace ; y esta tendencia , por «í sola , basta 
para asegurarle un título de legítima gloria. No llegó á 
formular el principio superior que debia concertar á 
.esos dos polos sobre los que gira la historia de la filo- 
sofía , ó se limitó á buscar en la doctrina religiosa el 
putito de enlace , trayendo asi á 4a ciencia doctrinas to- 
madas de distinta esfera. No sostendremos nosotros que 
en Fox Morcillo se encuentra la esencia de la doctrina 
cartesiana , porque en nuestro sentir las analogías que 
se descubren entre el filósofo j^spanol y «1 francés , son 
las que fácilmente se advierten entre una escuela de 
carácter platónico y ia escuela fundada por el inmortal 
Descartes ; pero su doctrina merece atención y, repito, 
constituye una de ias glorias mas legitimas de España. 
Si último escritor que presenta conceptos origina- 
les al mediar el siglo xvn , es Oliva Sabuco. En sus 
diálogos se advierten varias. tendencias : se descubre 
como un eco apagado de las doctrinas de los filósofos de 
la edad medía ; su doctrina del macrocosmos y' del mi- 
crocosmos recuerda las concepciones sintéticas de Rai- 
mundo Lulío, y su manera de filosofar es análoga ^á la 
asada por aquellos pensadores. Muy para advertida es 



DB hk FILOSOFÍA ESPAÑOLA. IOS 

la tendencia fisíolégica que apunta en sus obras , parti» 
«ttlarmente sus doctrinas sobre el hombre , que no es 
•otra cosa { Coloquio del conocimiento de sí mismo, ti- 
tulo LXVII, 4/ edición, Madrid, í7^S) que un árbol 
invertido, cuya raiz es el cerebro, de dónde toma los 
jugos necesarios para la vida , la espina dorsal es et 
tronco, y los nervios las ramas y las hojas. Siguiendo iá 
^malogía, va exponiendo las diferentes funciones flsioió- 
^as, comparándolas con las dé las plantas ; pero el 
i^erebro es la raiz , causa y principio, la oficina de ios 
t>uenos y de los perniciosos jugos, de la salud y de la 
'enfermedad ; allí se encuentra la raiz de la vida , de la 
rsensacion , de las pasiones y de todo movimiento, y es 
ol domicilio y e) asiento del s^nia. Dividido en tres cel- 
das , el cerebro es el lugar donde residen las* causas ó 
virtudes de las acciones , corporales y espírítual^es. En 
Ja parte anterior frontal residen oi sentir y el conocer, 
en la parte media y superior la imaginación , el racio- 
iCinio, el juicio, el amor y el aborrecimiento, y en la 
j^arte posterior las facultades que se refieren á la con- 
¿ervacion de la especie. No es del momento, averiguar 
.cómo conciertan estas -doctrinas* con las modernas de 
GaU y sus discípulos; pero lo indid»kado es que la es- 
cuela frenológica tiene antecedentes importantísimos 
«n la filosofía española del siglo xvii (161^). 

Otros nombres pueden presentarse durante esta in- 
lelicísima centuria , que permite seguir la filiación del 
^estudio hasta llegar al siglo xviii, á la renovación de la 
infÜMi entre peripatéticos y anti-escolásticos ; pero nin- 
£imo de ellos varia el carácter general que hemos ex- 
puesto. Ck^n el advenimieúto de los Bórbones se refres- 
có algún tanto el agostado espíritu de nuestra España: 
la restauración iniciada por Felipe V dio frutos , y en- 



196 DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA 

tonces , Luis Losada y Fernandez Valcarce \ como de^ 
fenseres del peripato, y Feijoó, Tosca , Goméz Perei):» 
y Hervas , como abogados de las modernas doctrinag, 
echaron los primeros cimientos para la renovación po- 
lítica , social y literaria de nuestra España , que Forner 
creaba de nueyo recordando sus timbres á sus olyidadi- 
zos compatriotas* 

Limitamos en este punto nuestra tarea , porque hace 
pocos días la Revista Ibérica (^) presentó un cuadro muy 
cumplido del moyimiento filosófico en el siglo xviií. 

IL 

Bastan estas ligeras indicaciones para demostrar que 
es hacedero tejer la historia de la filosofía española , y 
que si bien en sus páginas no se encontrarían nombres 
como los de Descartes y Leibnítz, aparecerían otros 
que pueden figurar al lado de filósofos muy considera- 
dos por la critica 'moderna; y que si bien no se señala- 
ría á nuestra España como cuna de una de aquellas 
transformaciones que lleTan el nombre de Bacon, Des- 
cartes y Spinosa, se o&recerian al hombre pensador ras- 
gos originales , tendencias dignas de tenerse en cuenta 
en la historia del pensamiento humano, y preciosas in- 
dicaciones acerca de la TÍda y destinos, de esta vigorosa 
nacionalidad. 

La empresa hace días que está anunciada: solo falta 
caballero que. la acometa y la dé dichoso remate ; y la 
ocasión es oportunísima , porque en estos momentos 
los menos dados á estudios filosóficos sienten ya qué 
germina entre nosotros el espíritu filosófico ; y en ins- 

O ) Tomo 11,416111.1.0 



DE lA FILOSOFÍA ESPAÑOLA. 197 

tante tan supremo , que influirá de una manera pode- 
rosa en el destino de nuestra patria , será sano con- 
sejo y adyertencía útilísima, el consejo y la advertencia 
^ue se deduzca de la historia del pensamiento ibérico 
'en las edades pasadas. 

Marzo, 1802. 



X. 

DE LAS NOVÍSIMAS OPINIONES 

SOBRE EL ORIGEN T CARÁCTER 

DE LA LENGUA CASTELLANA 



-><- 



Discursos de recepción en la Academia Española , de D. Pedro Fe- 
lipe Monlau y D. Severo Catalina, y contestaciones de los sé- 
ñores D. Juan E. Hartzenbusc)i y D; Tomás Rodríguez Robí. 

I. 

Al compás que crecen y aumentan los adelantos de 
las ciencias filosóficas , mudan dé carácter los estudios 
sobre orígenes de las lenguas ^ y cada vez que la inda- 
gación trae un nuevo elemento á la ciencia, es- preciso 
rehacer el anterior estudio, rectificando lo creido, y en 
ocasiones dando por paradójico lo que como mejor ave* 
riguado se tenia. Nótase este movimiento en nues- 
tras letras, y son ya de mucho bulto las variaciones in- 
troducidas sobre este punto, para que iio consagremos 
algunas páginas á presentar el nuevo aspecto del pro«. 
blema filológico , enumerando las principales de las 
cuestiones que hoy traen dividido y conturbaáo el cam- 
po de 1» filología critica española. 

Escritores regnícolas y extranjeros bao sostenida 



400 OPINIONES SOBRE EL ORIGEN Y CARÁCTER 

muy porfiadas contiendas acerca do la inflaencia latina 
y de la oriental en nuestra lengua, y la controyersia se 
ha ceñido por lo general á definir y precisar el mo- 
mento y la importancia de estas influencias.^ En nues- 
tros dias el señor D* Pedro Felipe Monlau , escritor 
diligentísimo y entendido, siguiendo doctrinas susten- 
tadas en su Diccionario Etimológico^ al s^ recibido en 
la Real Academia' Española, leyó un discurso, en el que 
se defiende la teoría latinista con gran ingenio y no es- 
caso caudal de datos y noticias* 
^ Bel latin, y solo del latin nació, s^gun afirma el se- 
ñor Monlau. ¿Pero cómo? Y á esta pregunta, la cues- 
tión, que era sencilla, se convierte en problema dificilí- 
simo. És indudable que la lengua castellana debe su 
origen á la lengua latina , y la comparación de los léxi- 
cos de ambos idiomas basta para desvanecer toda duda, 
no-splo del léxico de la lengua castellana del siglo xix, 
sino también el del siglo xv.y el del siglo xi. Pasaron 
ya los dias en que podia sostenerse que nuestra lengua 
y liuestro arte habíanse desarrollado al calor dé la len- 
gua, y de la poesía' de los árabes ; pero aun cuando se 
halla simplificada la cuestión bajo este criterio absehito 
de algunos críticos, elimínale desde luego un fenómeno 
ípiportante, y es ese colorido semítico que se refleja en 
nuestro arte , como brilla en nuestro genio y en nues- 
tra inspiración. 

Pero abandonando este incidente , que se convertirá 
en cuestión principal en el discurso del señor Catalina, 
á lai)regunta ¿cómo nació del latin el castellano? con- 
testa el señor Monlau , distinguiendo dos latines , uno 
rústico, otro urbano, y añade á renglón seguido: ¿y de 
cuál de estos latines se formó la lengua casteHana ? No 
niego ninguno de estos hechos.; pero creo que el nuevo 



DE LA LENGUA GASTELLAIf A. 801 

académico plantea la cuestión en un terreno movedizo 
y precipita la pregunta ¿de cuál de estos latines nació 
la lengua castellana? Yo creo que existe , no solo el la- 
tín rustícíés y urbanus , sino también el provincial y el 
tdesUstico. Y no hay que decir que el latiU' provincial 
«8 el rusticus , como tampoco que bajo la UHsma deno- 
minación pueda comprenderse el eclesiástico ; porque 
de muy diferente manera » y obedeciendo á diferente 
impulso, modifican estas distintas clases del latin á la 
lengua docta de los Horacios y Virgilios. 

Importa, antes de entrar en el examen de la corrup- 
ción y decadencia de la lengua latina , caracterizarla en 
breves palabras. 

Nadie apela ya del fallo de la ciencia , que ha conde- 
nado la famosa teoría de la sencillez y tosquedad de las 
lenguas primarías » teoría que murió al morir la del 
origen reflexivo del lenguaje , contra la cual protesta la 
historia entera de las lenguas. Las lenguas 'primitivas, 
eminentemente sintéticas, poseen una variedad pas- 
mosa de flexiones^ una comprensión , una riqueza exu- 
berante. El vasco tiene once modos en la conjugación, 
el sánscrito ocho casos , seis modos y numerosísimas 
desinencias , y este carácter sintético y comprensivo 
de las lenguas primarias se descubre asi en Asia como 
en América. La lengua anaUtica aparece después; y 
mas clara, y mas comunicativa, rompe los mecanis- 
mos de la antigua lengua , separa lo reunido, y la pala- 
bra amabor latina se convierte el J(h mirde gdiebt 
iverden de los alemanes , y en e\yo soy amado de los 
españoles. 

Esta ley es general : si consideramos al inscrito 
como lengua primaria del periodo europeo, al griego 
coma del heténico , y al latin como del moderno , él 



S02 OPINIONES SOBRE EL ORÍGEN T CARÁCTER 

paralelismo de sus revoluciones nos ofreoerá pruebas 
irrecusables. Lengua riquísima , con numerosas desi- 
nencias, con multitud de flexiones y eminentemeiUa 
sintética , el sánscrito se descompone muy lu^o y apa-> 
rece el paíij que reemplaza los casos con las partícur 
las , los tiempos con los verbos auxiliares. El griego 
moderno es el paH del griego antiguo y la lengua neo- 
latina , mata los casos y la voz pasiva y los tiempos de 
su madre la riquísima y sintética lengua latina , como 
el pali hizo con la sánscrita. M. Burnouf expresa una 
alta razón filosófica cuando al explicar esta revolución 
en la lengua asiática añade: «Que el cultivo de una len- 
gua tiende á descomponer y subdividir los signos re- 
presentativos de las ideas y de las relaciones, como 
subdivide y descompone las mismas ideas y relacio- 
nes.» Esta ley la sospechareis los críticos que , como 
Tíraboscbi> sostuvieron que el latín llevaba dentro de- 
si la causa de su decadencia , aludiendo á su artificiosa 
sintaxis y á sus conjugaciones, á la delicadeza de su de- 
clinación , y á aquel maravilloso hipérbaton que per-» 
mitia al escritor la omnímoda libertad de presentar las 
ideas en el orden con que se iban iluminando en su en- 
tendimiento, y no según el orden prescrito por el canoa 
lógico que rige á la^ proposiciones. 

Sin olvidar el carácter fundamental de la lengua la* 
tina , y entrando en sus edades , comparando el canto 
de los Arvales , compuesto en la época de Rómulo, coa 
las leyes de I9» Doce tablas , nótase una gran trasforma* 
cion, y pasando á la, inscripción de Duilio y al epitafio> 
de los Seipiones , sí , se advierte el cambio de unas vo~. 
cales por oirás, la confusión del presente con el futuio; 
pero la disposición gramatical anuncia ya la construc^ 
eioQ peculiar latina, por mas que las termínacionea 



DE LA LENGUA CASTELLANA. ÍM9 

más parezcan propias de una lengua vulgar que de 1» 
lengua docta; observaciones de gran precio, porque de- 
muestra cómo á ios caracteres propios de la lengua la- 
tina se fueron uniendo los que nacian de la gran que** 
relia do plebeyos y patricios , de los que cultivaban re- 
tórica y artísticamente la lengua , para separarse de lar 
que corria entre la plebe y los esclavos. Conquistada 1» 
grao Grecia y gustada en Roma la cultura griega , y» 
los Tersos de Me vio, Pacuvio y Actio nos. presentan 1» 
lengua latina con ley propia, por mas que sea muy yi^ 
síble la influencia griega. 

En su siglo de oro la lengua lalína adquiere sú cánon^ 
porque se cdoca bajo la autoridad de las obras de Ios- 
grandes poetas y escritores que la fijan. Comienza 1» 
decadencia con el imperio, y sigue hasta Glaudiano y 
ButUio, que bien merecen llamarse los últimos escrito- 
res latinos. 

¿Pero existe la lengua rústica ó plebeya? es induda- 
ble: hoy, con lenguas sencillas como las modernas , se- 
encuentra entre las ciases inferiores de la sociedad , ét 
ks que nada separa' del contacto con las clases elevadas, 
y que disponen de medios de educación , una lengu» 
rústica , que es la española ó la francesa , pero que* di- 
fiere de estas en puntos principales ; hecho que apai e- 
ció en Roma con las agravantes que nacian de una len- 
gua dificilísima y de un pueblo que permanecía alejado: 
de las clases inteligentes. Comparados Planto y Teren- 
cío, el cómico popular y el elegante autor, descúbrens» 
desemejanzas; voces ea Planto que no se encuentran^ 
en Tereocio : Suetonio nos cita mas de una como per- 
tenecientes á este lenguaje del pueblo, y Cicerón se ha-" 
bia quejado ya de que Roma -estaba inundada de. gente 
que hablaba incorrectamente r y puede asignarse comer 



'1M6 OPimOIfES SOBRE EL OBÍGEN T CARÁCTER 

desde Lvcano basta Góngora , es indadabie que la len- 
gua latina se modificó en Bq)aña, según exigía 4a len- 
gua 9 el genio y la raza de nuestro pueblo. Cuál fuera 
el grado de esta alteración no es hacedero medirlo, en 
tanto que los estudios sobre las medallas desconocidas 
y primitiTos alfabetos no arroje alguna luz. ¿Es púnica 
•ó es griega la influencia que revelan esos primitivos 
monumentos? ¿Las investigaciones sobre la geografía 
ibérica de Humboldt, y sus relaciones con la Itálica, son 
datos que permiten fijar doctrina 7 Las ingeniosas hipó- 
tesis de M. Fauriel sobre los iberos y los ligurios , ¿ de- 
hen aceptarse como punto de partida? Los últimos es- 
tudios sobre el vascuence» ¿dan luz bastante pra entrar 
-confiadamente en este eximen? En cuanto se refiere á 
ia época anterior á la conquista romana , no se ve mas 
jallá de la influencia púnica y la influencia griega , mal 
definidas ambas y peor apreciadas , y en lo que res- 
pecta á las citas de Strabon (lib. III , cap. III y IV), las 
4e Silio llilico y otros escritores antiguos, así como los 
estudios sobre orígenes celtas é iberos , solo son aun 
fuentes de dudas y perplejidalies. 

Faltando estos datos , ignoramos la historia de la lu- 
cha de la lengua latina y las hispánicas durante la con- 
quista ; ignoramos las categorías á que se sometía la 
lengua- latina, así en punto á pronunciación como por 
•lo que respecta á inflexiones y sintaxis. Reconócese la 
influencia semítica , efecto sin duda de la vida que al- 
canzó eñ España aquella lengua , según apunta Heeren. 
Ulpiano en el libro XXXII del Digesto, enumera diferen- 
les actos que los habitantes de la Galia y del África po- 
dían redactar en lengua gala y en lengua púnica ; y por 
último, San Agustin , en uno de sus sermones , díri- 
giéndose á io^ de Hipona , nos deja indubitado teaiimo*- 



DE LA LENGUA GASTEIJ.ANA. ' 307 

DIO de qae el púnico aun vivia en el siglo v de nuestra 
era, y si en África tenia vida en el siglo y, no es de pre- 
sumir que se hubiesen borrado sus huellas en España en 
los siglos I, II y III. En cuanto al griego, lo conocida que 
«s la historia de la cultura griega, qiie se extiende des- 
de Marsella hasta Sagunto, releva de aducir dato al- 
guno. 

£1 latín eclesiástico influyó como ninguno de los de- 
más «lemeutos en la ruina de la lengua latina , porque 
fué el que convirtió el genio de la lengua de sintético 
en analítico, el que rompió los encantos de la sintaxis 
y prosodia ; el que mató en la lengua de ^ Lacio el espí- 
ritu artístico, la frase elíptica y el bello desorden del 
hipérbaton. 

La predicación imponía á los varones apostólicos y á 
los primeros Padres de la Iglesia la claridad , y esta 
era ley suprema , y al ser obedecida debia derruir el 
elegante periodo latino, para colocar las palabras sen- 
cilla y naturalmente, tendencia que Quiotílíaiio conde 
naba , pcur mas que no ignorase , como no lo había ig- 
norado Cicerón , que existían dos maneras de construir 
el periodo, por inversión y directa ^ sicüt natura ipsa 
tuierit. San Gerónimo amonesta de continuo sobre este 
punto; y no solo es la construcción y la prosodia ta que 
muere á manos de los cristianos , sino que el Uotico re- 
cibe un aumento considerabilísimo de voces hijas del 
espíritu cristiano ó de la vida y necesidades del culto 
echsiástico. 

Estas tres maneras de corrupción , la lengua rústica, 
las lenguas provinciales y el espíritu y lengua cristiana, 
bajo la ley general que hemos reconocido, son las que 
deben tenerse muy en cuenta para apreciar cómo na- 
cen los idiomas^ vulgares. 



sos opmrbNEs sobre el origen y carácter 



II. 



¿ Las lenguas románicas son el latín degenerado en 
boca de los germanos ? ¿ El italiano es el latin vulgar 
como sostiene Gantú? ¿£1' francés y el español son la 
lengua latina hablada por los invasores germanos ? Goii 
ei señor Monla»debe sostenerse que no. £1 latin será 
la madre ; pero ¿ y el padre ? £1 padre es el espíritu de 
raza, lo que es causa de que el latin sea italiano en Ita- 
lia , francés en Francia, español en España : el padre es 
la lengua natural de los pueblos conquistados, la que 
vconstituia su personalidad histórica^ que le servia 
para lanzar el grito de guerra cuando Scipi(m sitiaba 
á Nttman(áa y Julio César peleaba con los valerosos 
galos. 

Cierto es que la lucha entre la lengua que muere y 
las nuevas lenguas será mas rápida en la Bretaña , por* 
que alií no se hablan aclimatado los usos é instituciones 
del pueblo rey ; cierto es que las Gallas , ayudadas de 
los elementos de sus antiguas leof^as , y con el fuá- 
dente germen de los francos, conseguirán en el siglo ix 
romper el encanto y cantar en las plazas sus hechos 
con una lengua que no es la romana ; cierto es que en 
España y en la Provenza la lucha será empeñada, por* 
que aqui , como en la Provenza , lo antiguo y la civili- 
zasion romana habían enamorado las almas y prendido 
los cuerpos, y en Cesaraugusta , y en Tarragona , y eo 
Bilbilis, y en Emérita Augusta, y en Itálica, y en Cór- 
doba, el 4atin besaba los labios que lo hablaban, creyen- 
do que eran labios romanos ; pero sean los que fuesen 
los accidentes históricos , el pueblo venció, y su lengua 
no fué la lengua de los dominadores paganos , sino que 



DE LA LENGUA CASTELLANA. • iM 

pasa á ser la lengua de los grandes libertos del romano 
imperio, de los pueblos cristianos. 

Para resolver con acierto este punto, no es bien co-» 
locarse en el terreno del léxico, sino en el de la gramá- 
tica. Disertando sobre las raices , es fácil , por razone» 
que quedan ya apuntadas , descubrir analogías y seme- 
janzas, y además las causas hist¿ricas son para muy 
tenidas en cuenta. Recuérdense las raices sánscritas, 
ténganse á la vista los resultados de los esfuerzos clási-^ 
eos hechos en Italia por los ostrogodos , iluminados poi^ 
Boecio, y Casiodoro ; los llevados á cabo en España en 
la época visigoda, y que resume San Isidoro, y la sin- 
gular cultura de la Aquitania y de la Provenza hasta la 
época en que Garlo-Magno, transportando á los sabios 
desde el Mediodía al Norte , funda la escuela palatina, y 
no se olvide la gran corriente del culto cristiano que 
inundaba con voces latinas la Franela, y las Gallas, y la 
España ; y si se pesan todas estas causas , no se tei^r& 
á maravilla la semejanza que se descubre entre el lé- 
xico de las lenguas latinas y el de la lengua de Roma» . 
Establézcase el examen en la gramática , que es la ver- 
dadera creación lingüistica de im pueblo, y si bien se 
descubrirán semejanzas entre Francia, y España^ é Ita^ 
lia , no. serán de bulto las que se apunten entre estas 
gramáticas y la latina. 

La teoría que se separa á mayor distancia de la sos- 
tenida boy por tos ¿riticos mas autorizados , es sin dis* 
puta la que combatimos. La dio á luz el ilustre Mura- 
tori, y en su sentir la transformación de la lengua latinan o 
en lenguas vulgares fué exclusivo efecto de la invari#a 
germánica en el siglo v. Descuidada la pronunciación,, 
roto, el eánon de la lengua , presa de la ignorancia y la 
barbarie la cultuca antigua, la rica y preciada lengua do 

CANALEJAS.-— li 



SIO OPINIONES SOBRE EL ORIGEN Y CARÁCTER 

ios poetas y prosistas de Augusto, convirtióse en algo 
sin declinaciones, sin sintaxis y sin prosodia , rudo y 
falto de armonía , que se llamó lengua italiana en aquel 
suelo, francesa en las Galias, provenzal en la Occita^ 
nia , catalana en la Marca , castellana en León y portu- 
guesa en Lusitania. 

No de otra manera disertan hoy los mantenedores de 
semejante teoría ; pero nótase muy luego que sus doc- 
trinas arrancan de supuestos que la historia contra- 
dice. ¿Por qué el latin en el siglo v sufre tan completa 
transformación al pasar de los labios italianos ¿ los ger- 
mánicos , y en los siglos de las conquistas republicanas 
y. en los primeros del imperio no sufre (segiin asientan 
ios partidarios de la doctrioa que contradigo) modifica- 
ción alguna? ¿Por qué no se extiende á los galos y á los 
celtas , y á los belgas , y á los celtíberos , y á los púni- 
cos^ lo que se descubre en los hérulos , y en tos visi- 
godos , y en ios francos- y burgundios ?«- Falta de ra- 
ciocinio eS esta que bien merece notarse, y que desde 
luego declara sospechosa la doctrina que combato. 

Y si los pueblos germanos modificaron el latín , con- 
TÍrtiéndolo en los romances vulgares , el elemento ger* 
minico debía predominar en las lenguas novísimas, y 
la lengua que servia de troquel debia estar dotada da 
rpbustez y vida, suposición que la historia rechaza. 

Esaritorcs de gran precio, y cuya autoridad en los 
estudios crítico-históricos es legítima , han sostenido, y 
aun sostienen , que fué el elemento germánico el 'fiat 
• 4u3Q de la moderna civilización. Sentimientos y costum- 
bres , instituciones y leyes , política y carácter religio- 
so, todo vino ái.la Europa latina con las espadas germá* 
nicas. No titubeo en afirmar que esta influencia st ha 
exagerado, y sacándola de su cauce natural no se ha 



DE LA LENGUA CASTELLANA. tf 1 

«querido conocer que sucede en la conquista gérmima 
lo que en la conquista de la Grecia por los romanos. 
Los vencedores aspiran la cultura de los vencidos, y se 
transforman al contacto de las razas que , sometidas al 
imperio romano, habian ya sacrificado en los altares de 
los dioses» contribuido con su ingenio á la grande obra 
del arite greco romano, y derramado su sangre para que 
*el orbe entero acatara la voz de Boma. Hérulos, visí* 
.¿odos y lombardos ^ cual impetuoso torrente, recorren 
la afligida Italia, y solo se conservan en la lengua vulgar, 
los nombres de los vencedores y sus gritos de guerra, 
y poco después , maravillados de tanta grandeza , los 
«mismos conquistadores ciñen la púrpura , y remedan 
M senado» y bablan en sus ocios la lengua latina. 

Aun en Francia , en los gloriosos dias que siguieron 
á la gran revolución política del siglo viii , cuando el 
elemento germánico parecía ser dueño y señor, Carlo- 
iMagno vuelve los ojos á la tradición clásica, tr^uee en 
instituciones políticas la jerarquía eclesiásüca , y si lie- ' 
vado de un sentimiento piadoso quiete recoger la lea-» 
{ua materna , son vanos sus esfuerzas para formar una , 
gramática teutónica. En España , ya lo hemos dicho» la 
influencia visigoda no crea ni siquiera la unidad ñacio- 
i^al ; la Iglesia alcanza títulos honrosísimos, cuando {os 
bispanoromaüos la dirigen ; se. degrada cuando los visi- 
godos ciñen mitra y empuñan báculo. 

Y no es tan solo la bi^^toria la que desmiente la teopía 
apuntada » sino que ia ciencia nos enseña que los pue- 
blos germanos hablaban lenguas diferentes, fil franco 
jno tenia relaciones con el godo, el borgoñon se separa- 
fba del godo y del franco, el alano, y el suevo, y el van- 
«dalo, llevaban en su seno distintas tradiciones, y en sus 
dabios lenguas desemejantes. ¿ Bajo qué canon debia 



US OPINIONES SOBRE EL ORIGEN Y CARÁCTER 

«fectoarse eda gran transformación de la lengua latinar 
¿Cuál fué la lengua corruptora? En Francia, en los fa- 
mosos juramentos de Sá^ , se encuentran solo dos rai- 
ees germánicas , y aun estas dudosas. 

Recuérdense los numerosos hechos referidos por 
Idacio, ALmiano-Marcelino, Gassiodoro, Gregorio Turo- 
Bense , y se comprenderá cómo desde su primer rao-^ 
mentó la influencia germánica se vio anulada por el es- 
píritu romano, que poseyó las almas de reyes , duque? 
y condes, como la Iglesia se apoderaba del espíritu de 
las muchedumbres. 

Basta ya de influencias germánicas ; que no se bus- 
quen. en el libro de Tácito las costumbres y los prime- 
ros delineamientos de las modernas sociedades » porque 
la historia nos dice que del seúo de la raza latina bro- 
taron ios elementos civilizadores en la historia mo- 
derna. 

Limitada , como la historia declara que lo fué la in- 
fluencia germánica , no hay para qué detenernos en el 
estudio de las teorías lingüisticas que parten de tal 
.principio , asi como ea la celebérrima de M. Bay- 
ilouard, refutada con gran copia de datos y razones por 
el ilustra Fauriel , y cuya* razón de ser es la universal!* 
dad del latin, sostenida por M. Baynouard, falsa premisft^ 
que le condujo á la creencia de una lengua europea in- 
termedia , madre de las lenguas neo-latinas. 

Descartada la influencia germánica , quedan natural- 
mente como únicos elementos transformadores del latía- 
la tradición lingüistica que se conserva en nuestro sue- 
lo, y la ley general que obliga al latin á pasar de lengua? 
sintética á lengua analítica. 



DE LA LENGUA CASTELLANA. Ilt 



III. 



Contestando al notable discurso del señor Monlao, 
<escribió el eminente poeta dramático señor Hartzen-^ 
%usch.y el celoso y entendido colector de nuestro tea* 
«tro, uno i^otabilisiino, no soló por la sana critica y con-r 
«cienzu^os estudios que revela, sino. también por el ati- 
cismo y pulcritud que levantan los escritos del celebra^ 
do autor de Los amantes, de Teruel , al rango de mod^ 
los del buen decir y de buena frase castellana. 

No inquirió el docto académico cómo se formó la 
iengua castellana , que cumplidamente babia desempeo- 
rado esta tarea el señor Monlau; pero se fijó en cuándo 
nació la lengua castellana ; de manera que esta indaga- 
•cion , puramente histórica , debia confirmar las teorías 
asentadas por el nuevo académico; presentando asi á la 
4octa corporación, estudiado bajo el punto de vista teó* 
rico y bajo el aspecto histórico ,. el tema sometido i 
•examen. 

» 

Desentendiéndonos por el momento dei la ingeniosa 
inanera usada por el señor Hartzenbusch para abordar 
«^u asuntó, nos colocaremos desde luego en el siglo x, 
^eMgnado por el señor Monlau como época en la que 
puede afirmarse, no era ya cosa peregrina el romance 
castellano. Respecto al siglo xi no hay que dudar, por- 
que el fuero de Aviles nos releva de toda probanza^ 

¿Qué medios e:(Cogitarémos para esta prueba? Nos es' 
desconocida la lengua nueva, es oral, hablada , no se ha 
fijado aun , no cuenta en su seno gente tan docta que 
rsepa escribirla , y por lo tanto fuerza será acudir á k|, 
•lengua latina. No hay, en efecto, otro ijaedio, y el se-r 
£or Hartzenbusch acude al examen de los documentos 



til OPINIONES SOBRE EL 0RÍ6EN V CARÁCTER 

latinos , para demostrar que la vulgar existia. Advierte- 
antes el docto académico que en su juicio la cartas-pue- 
bla de Aviles está escrita en latin , y robustece este- 
aserto rec'ordando la importancia y objeto de estas car- 
tas^pueblas, que dadas para gentes de índole distinta y 
oriundas de apartados territorios , era preciso buscar 
una lengua que fuera de todos ellos comprendida / y 
ninguna como le lengua docta, la lengua oficial, po- 
día, llenar este cometido. Desde luego asentimos á esta^ 
indicación del ilustre poeta. El documento citado apa- 
rece escrito en latin, pero en un latin acomodado á las- 
varias gentes para quiénes se escribía. Robustécese esta* 
indicación notando que documentos coetáneos aparecen^ 
escritos en lengua que aun podia, con justo titulo, ape- 
llidarse latina, y qne en documentos anteriores, pa- 
labras que aparecen con forma bárbara en el fuere, 
aparecían en castellano , como si de propósito hubie- 
sen sido alteradas. Dedúóese de esta indicación que- 
existia una lettgua ó ienguas. distintas de la que apareee 
escrita, y si continuamos buscando e) rastro de esa len«»- 
gna, encontraremos en documentos pertenecientes al si- 
glo X multitud de palabras, consagradas á expresar ac- 
tos de la vida doméstica , instrumentos de labranzas^ 
filenas del campo, festejos populares , dichos y denues- 
tos propios de villanos, ropas y usos populares, en uns^ 
palabra , que revelan la vida y necesidades de ia clase- 
inÍMÍia del pueblo. Y estos hallazgos no cesan en el si- 
glo X , sino que continúan en el ix , hasta llegar al viii. 
Sigúese con gran fruto este sendero en este linaje de 
indagaciones, porque si recogiéramos en Flores ó en» 
0tvm ÁA. documentos, en el siglo ix y x, notaríamos» 
cómo la construcción, conjugación y declinación hatrían 
stdo basta sometidas á un nuevo canon gramatical; y si 



DE LA LENGVA CASTELLANA. ti 5 

se nos argüía diciéndonos que esta degeneración sintá* 
xica no significaba existencia de lenguas nueras , sino 
que era efecto de causas corruptoras , como ei cristia*» 
nismo, la invasión, etc., etc., demostrada la existencia 
en el siglo viii, y aun en épocas anteriores, de centena* 
res de voces extrañas al léxico de la lengua latina , no 
podria menos de convenirse en que existia una lengua 
á la cual pertenecían esas palabras, usadas al escribir 
en lengua latina. Sobre este punto no cabe la menor 
duda , y seguimos sin vacilar al docto académico basta 
las etimologías de San Isidoro de Sevilla , buscando pa- 
labras que no son latinas ; pero si bien no se nos ofre-* 
cen graves dificultades sobre este punto, nacen al que- 
rer preguntar: ¿y qué lengua era la hablada por el pue* 
blo7¿Qué significa el calificativo de lengua rústica y 
lengua romana , tan usada por ios escritores de la edad 
media? Lengua rt^íúra, ó lengua vulgar, tiene solo una 
significación retórica relativa al 4enguaje culto de los 
escritores de los siglos vj , vii y viii ; pero lengua ro- 
fnana significa lengua popular, y se usa siempre en 
oposición á lengua latina. Con numerosas citas, Ducan- 
ge nos demuestra cómo la lengua romana sucede ¿ la 
latina, y penetra hasta en los palacios, y sube al pulpito, 
y sirve á los seglares; pero aun nos falta averiguar qué 
era esta lengua romana. En Francia fué sin duda aque- 
lla primera revolución del latin que encierra en su 
seno ¿ la lengua de oc y á la de oil; que es latin sin sin- 
taxis latina , sin toces ni casos y con articulo, y em- 
pedrado de palabras celtas , griegas y francesas. En Es- 
pana fué un latin informe , mezclado con ibero, y pú* 
nico» y griego, y hebreo, más ibero en el Korte, máSi 
púnico al Sur, y más griego al Este- 
Creo, por lo tanto, que en el siglo x era ya el ro* 



818 OPINIONES SOBRE EL' ORIGEN Y CARÁCTER 

manee, no lengua rudimeniaria , sino lengua formada* 
Mo examinemos cómo hasta aqui han hecho nuestros 
eruditos la degeneración del latin , relacionándola con 
los dias de su mayor pureza ; no busquemos el solecis- 
mo 7 el barbarismo, busquemos el modismo del ro- 
nquee , la ley gramatical de la lengua nueva que funde 
á la antigua ; no veamos solo la ignorancia , contem* 
piemos la vida nueva que absorbe y se asimila la cul- 
tura antigua para modelarla según requiera el nuevo es* 
píritu que engendraba entonces á los pueblos moder- 
nos. El Diccionario de Ducange, gran monumento le- 
vantado á las lenguas mod^nas , colocado junto á un 
diccionario clásico, ¿no es lección y advertencia bastante 
para mostrarnos con cuánta energía y de cuan antiguo 
el genio moderno pugnaba por romper la estrecha cár- 
cel de la lengua artística de los latinos, para dar al 
viento «in nuevo acento que no cabía en el mundo gre- 
co romano? Sin duda que lo es, y el paralelo que pro- 
pongo demostrará evidentemente cómo , no exclusiva- 
mente por corrupción áe\ latin , sino en gran parte, 
por creación novísima , se forma el léxico de los ro- 
mances vulgares. 

No aceptando la existencia del romance en el siglo ix, 
¿cómo explicar las palabras castellanas que se encuen- 
tran con tal abundancia en los monumentos latinos de 
aquéHa centuria? ¿Cómo explicar que la mayor parte de 
aquellos vocablos aparecen después con idéntica signifi- 
cación é idéntica forma? Si eran solo hijas de la igno- 
rancia del vocablo latino, de muy distintas maneras de- 
bi^-on producirse , y al pasar á manos de los doctos, 
iiubieran estos con suma diligencia procurado resti- 
tuirle su primitiva forma , siendo asi clara muestra de 
su origen. Y, sin embargo, á pesar del desprecio gene- 



DE LA LENGUA CASTELLANA* HIT 

jral con qoe el romance es considerado por los doctos, 
¿ pesar de la lucha obstinada que sostiene el genio na- 
cional con las influencias de la pasada cultora , aquellos 
vocablos permanecen intactos , aquellos solecismos son 
cánones gramaticales » y aquel continuado barbarismo 
^es una nueva lengua. No hay efecto sin causa , y los 
afectos que se notan en los siglos viii y ix, diremos con 
Terdad que nacen de una causa que es la existencia de 
una lengua oral , hija del pueblo, que se imponeá los 
mismos que procuraban alejarla de sus labros. 

Continúa el señor Hartzenbusch su indagación y 
«lamina , ayudado de inscripciones , cómo vivió el la» 
tin en España durante la dominación romana , y con- 
tiene en que debió aquella dominación oral sufrir las 
influencia» del clima , de los hombres y de las lenguas 
habladas por los pueblos conquistados. Con esta base 
üo titubea el docto académico en asegurar que las mo- 
dificaciones y diferencias que se advierten entre el la- 
iin y el castellano provienen de haber prevalecido la 
forma nacional sobre la forma latina ^ observación que 
concuerda con alguna de las emitidas en la primera 
parte de este escrito. 

Bl ilustre académico rechaza la teoría deBI. Bag^ 
Douard , y aunque de pasada , condena la especie vertida 
por un escritor moderno, que declara el castellano hijo 
directo del francés. £1 docto académico, con aquella 
manera peculiar de unir lo levantado del pensamiento 
é la sencillez de la frase , destruye los principales fun- 
damentos de la' singular teoria de M. Damas Hinard , y 
i^ntrando en el examen de las analogías y desemejanzas 
^ue existen entre el provenzal y el castellano, con sana 
crítica y depurado juicio establece la difereiioía qae se- 
para el castellano del provenzal, rompiendo asi el tosco 



218 OPINIONES SOBRE EL ORIGEN Y CARÁCTER 

lazo con que quiso unirlos eHradoclor del Poema éét 
Cid. 

IV. 

> 

Sí la doctrina del señor Monlau peca, en nuestlro 
sentir, por exclusiva y por no haber dado al elementa 
oriental la importancia que le es debida, la tesis del se- 
ñor Catalina incurre en mayor pecado^ aunque en coa- 
trario sentido. 

El joven y distinguido catedrático de la Universidad 
central» D. Severo Catalina, para su discurso de re- 
cepción en la Academia Española , eligió una tesis que 
guardara relación con sus estudios predilectos , y que 
fuera al mismo tiempo adecuada y propia de los fines i 
que se consagra la docta asociación en que ingresaba» 
So creyó oportuno el nuevo académico entretenerse 
en considerar este ó aquel género literario, ni tampoco 
en historiar con ampulosa frase este ó aquel sentí'* 
miento en la patria literatura ; sino que teniendo pre- 
sente que la lengua es el objeto y fin principal de tan 
sabia corporación , puso mano en un tema filológico,, 
procurando fijar cuál es la influencia de las lenguas se- 
míticas en la lengua castellana. En la historia de la len*^ 
gua castellana , ha sido siempre el orientalismo fuente 
de largas disquisiciones , y origen de muy encentrados 
pareceres , creyendo unos que esta influencia fué por- 
tentosa y llegó hasta variar la índole y naturaleza de la 
lengua , y creyendo otros , por el contrario, que fué la 
tal influencia cosa de poco momento, y que en nada al<- 
tero la filiación latina del idioma castdlano. 

Para entrar en este empeñadísimo estudio, el seSor 
Catalina comienza sentando un hecho, y es que la leu- 



DE LA LENGUA CASTELLANA. tl9 

gua púnica , bija de ]as lenguas semíticas , se extendió^ 
por la costa española durante la dominación cartagi- 
nesa, y continuó \ÍYÍendo en las costas de la Tecina* 
Mauritania. Por este camino, desde luego puede afir- 
marse que desde las primeras edades de nuestra histo- 
ria radica en España una influencia semítica. ¿Y cuá- 
les son los caracteres de las lenguas semíticas compa^ 
rados con los propios de las indogermánicas? El nueTó^ 
académico toca rápida pero exactamente* este punto 
en las primeras páginas de su discurso, y en Terdail 
que sentimos se nos aparezca en estas páginas álgu» 
tanto desdeñoso, respecto á la ciencia moderna , en l(^ 
que concierne al origen del lenguaje , puesto que en el 
terreno de la ciencia pura no es tan hacedero, como pre- 
sume el señor Catalina , refutar de una manera ticto- 
riosa las teorías que enumera , y muy en particular I» 
sostenida por la escuela racionalista moderna, resu- 
mida en elocuentes páginas por ei eminente filólogo^ 
M. Renán. No culpamos al señor Catalina por esta faltfr 
de respeto á la ciencia : es achaque que todos padece^ 
mos en estos dias, y efecto de nuestra incompleta edu-^ 
cacibn científica. 

Corresponden , en efecto^ como apunta el señor Ca^ 
talifoa, las lenguas semíticas á los pueblos iiionoteisi>- 
tas, en tanto que las indo-germánieas aparecen como^ 
propias de los que .pueblan de divinidades asi el cielo 
como la tierra y el profundo. No es posible convenir 
con el docto académico en que sea el subjetivismo ek 
carácter de la lengua y expresión semíticas : este c*- 
rácter se nos aparece como mas propio de las lenguas- 
indo-germánicas, y buena demostración de ello nqs ofre- 
cería un paralelo entre la poesía lírica en unas y otras- 
lenguas ; pero el punto vo es de tal trascendencia que 



4tO OPINIONES S^RE EL ORIGEN T CARÁCTER 

merezca por boy atención particular. Como rasgo ca- 
xacterisiico de las lenguas semíticas , el señor Catalina 
presenta la sencillez, y en Yerdad que es de todo punto 
imposible. negar á la lengua hebrea este carácter, causa 
4e que mucbos filólogos la bayan creido pobre, y como 
•embrionaria en la bistoria de las lenguas. Ni declina- 
4SÍones, ni v^ces en los Yerbos, ni modos, ni mas tiem- 
.pos que el pretérito y el futuro , dice , se encuentran 
^n el bebreo, efecto de la extrema sencillez de esta 
lengua poética , y basta recordar la gramática griega 
para comprender cuánta es la diferencia que la se- 
para de las lengua^ indo-germánicas , destinadas á ex- 
presar la riqueza de la fantasía humana y los mas re- 
cónditos y difíciles sentimientos del espíritu , asi como 
Jas mas abstractas y profundas percepciones del enten- 
dimiento. £s imposible concebir ni á Aristófanes ni á 
Aristóteles en las lenguas semíticas. 

^éntadas estas capitales diferencias, el nucTo acadé- 
mico quilata el precio en que debe estimarse la lengua 
púnica, mostrando que el alfabeto fué don que la culta 
•Grecia recibió de los fenicios , y discurriendo sobre el 
origen y procedencia de los signos , llega al alefato he- 
braico , en el cual el señor Catalina , de acuerdo con 
-García Blanco , descubre una sucesión de ideas tógi- 
«eas , que Te desde el Aleph , creación , hasta el Thau, 
muerte. Desde que, gracias á un ilustre maestro, co- 
nocimos esta ingeniosísima explicación simbólica de los 
^signos del alefato hebraico, hemos considerado siem* 
pre la sucesión del alefato como un efecto del simbo- 
lismo oriental en la escritura , como un grado de aquel 
carácter shnbólice que en todos los imperios orientales 
Ti?e, y que recibe, ya en el símbolo ó ya en el geror 
rgliñeo , ya en Nínive ó ya en lebas , una expresión 



DE LA LENGUA CASTELLANA. SSf 

completa , qne se pierde en ia lengua hebraica , por la 
agitada y tristísima existencia que alcanzó el pueblo de 
Dios. 

Al llegar á la dominación romana , el señor Catalina^ 
de acuerdo con las mejores noticias , sostiene que iap 
lengua universal no fué la lengua romana ; cree que 
bajo la lengua ofícial existía una lengua hija de elemen- 
tos propios , y del elemento púnico, y aun del griego, 
y que esta lengua huyó de los grandes municipios par» 
^ivir en las asperezas de nuestras montañas , conser-' 
dándose en las aldeas y en el seno de las tribus. Y si» 
embargo, el señor Catalina , que aplica esta observa- 
ción á los críticos que sostienen la influencia única del 
latín , la olvida cuando establece la influencia semitica< 
en el grado que en su sentir existe en ia lengua cas- 
tellana. 

La dominación goda, según el nuevo académico, no* 
ejerció gran influencia en nuestra España , y por nues- 
tra parte no titubeamos en asentar que, asi como aque- 
lla dominación no consiguió formar una nacionalidad, 
de la misma manera no consiguió imprimir sello dura- 
dero en el genio de nuestra lengua. La gran tempesta<l 
que rompió por el mediodía, la invasión sarracena,, 
cambió la faz de nuestra nacionalidad > y cambió el ca- 
rácter de nuestra lengua , según el señor Catalina. E) 
semitismo se derrama por España , la lengua árabe se' 
propaga con admirable rapidez, y no es de extrañar 
esta rapidez si se tiene en cuenta que el semitismo la- 
tía bajo la armadura romana gótica. El nuevo acadé- 
mico acepta como verdad la paradoja de la propagación 
de la lengua arábiga en la Península , sin distinguir 
la nacionalidad que crecía en las montañas de Astu- 
rias y de Galicia ,. de los muzárabes que en Córdoba 



922 OPINIONES SOBEE EL ORIGEN Y CARÁCTER 

7 Sevilla \ivian bajo el cetro de los ¿rabe&. Cierto es 
que durante un periodo que no pasa quizá de siglo y 
medio , los eruditos cordobeses y sevillanos se dedi* 
carón al cultivo de las lenguas orientales , saboreando 
€on delicia los sazonados frutos de las letras arábigo - 
hispanas; pero provocada la lucba por el celo quizá in- 
^liscreto de los muzárabes , apagóse aquella cultura ar* 
lifícial , y las letras latino-eclesiásticas nos ofrecen muy 
contadas señales de una influencia oriental. Para nos- 
otros es punto muy dudoso el que se refiere á determi- 
nar la influencia de los muzárabes españoles en la len* 
£ua castellana ; pero no admite para nosotros duda ai-> 
guna el que durante los siglos ix y x, por efecto del odio 
irreconciliable que separaba á los astures de los sarra- 
ceños, como por efecto de los elementos puramente in- 
dígenas que se conservaban en el seno de las cordille^ 
ras cantábrica y astúrica, la lengua que había de lla- 
marse , andando el tiempo, lengua castellana , nació y 
•creció sin mezcla alguna , y sin acusar influencia orien- 
tal. No abona el argumento en contrario^ el aducir el 
nso de vocablos de origen árabe que pueden encon- 
trarse en documentos oficiales del siglo xu, ni tampoco 
en las palabras del mismo origen que se leen en el poe- 
ma del Cid y en los primeros monumentos de las letras 
españolas ; porque referentes estos vocablos á armas ó 
4U)stumbres guerreras , no expresan otra cosa que las 
xeiaciones puramente militares que existían entre el 
pueblo conquistador y el pueblo conquistado, ó la in- 
fluencia que estas relaciones ejercieron en las fajas 
fronterizas, teatro de las mas encarnizadas luchas que 
sostuvieron los defensores de Cristo y los sectarios de 
Maboma. 

Separándonos de la tesis sostenida por el señor Cata- 



DE LA USNaUA CASTELLANA- S23 

Una 9 creemos que la inQuencia oriental, en nuestro 
sentir, no fué nunca popular, sino que en los momen- 
tos en que aparece con mas brillo obra tan solo, en ia 
esfera cortesana ó en el reducido cenáculo de los sa*- 
bios y de los eruditos. Guando sube al trono de Castilia 
el hijo de San Fernando, á mediados del siglo xiii, es 
«1 momento en que , ya por ia instalación de las famo- 
sas academias de Córdoba y Toledo, ya por la influen- 
cia de las traducciones del rabino toledano Jehuda- 
Mosca , por los libros de Isaaque , por las versiones 
del hebreo, del caldeo y del árabe , mandadas cumplir 
por don Alfonso el Sabio, comienzan á influir las len- 
guas orientales en Castilla , basta el punto que acusan 
las obras del mismo don Alfonso y las del autor del 
conde Lucanor.-Que en los tiempos posteriores se amí* 
Boró esta influencia, y hubo empeño después del renaci- 
miento en borrar toda huella oriental , considerándola 
como impureza, es punto que nadie negará al señor Ca- 
talina, como es asimismo justa la censura del nuevo 
académico i, los que se empeñan en latinizar nuestro 
idioma hasta el punto de convertirlo en un pálido re- 
flejo de la lengua romana. Podría presentarse como 
testimonio de la doctrina que sostenemos la consídera- 
<^ioQ de que ni la lengua hebrea ni la arábiga, durante 
su existencia literaria en nuestro suelo, ofrecen formas 
ni géneros literarios que pudieran ejercer una influen- 
cia permanente en las poblaciones españolas , en tanto 
que en pro de la influencia latina encontramos sin nú- 
mero de elementos, hijos de iustitucioncs esenciales 
en nuestra civilización , que debieron influir ó influye- 
ron en el origen y crecimiento de la lengua castellana. 
El señor Catalina no considera , y con razón , el ele- 
manto léxico de las lenguas como el que caracteriza á 



SSi OPINIONES S6BÍIE EL OIIÍ«N Y CARÁCTER 

un idioma , y por io lanto busca en el sintáxico los me"* 
jores argumentos que han do Sostener la Afeis que de- 
fienda. 8egnn el nuevo académico; comparadas la gra- 
mática latio^t y la oriental con Ja española , se d«s« 
cubren mayores semejanzas entre la española y la 
oriental que entre la latina y la espsfflola. En efecfo, las 
lenguas orientales carecen de declinación, carecen de 
Toces sus Yerbos, no existen los circunloquios, no 
tienen mas que dos tiempos , tienen un solo pronom- 
bre relatiYo, hay superlativos en todas las palabras; y 
en la lengua castellana se encuentran la mayor parte 
de estos caracteres ; asi como tampoco se descubre en 
ella el hipérbaton , que es asimismo ajeno á la gramá- 
tica oriental. Gomo deducción de este examen, que 
hace el señor Catalina de muy sutil manera, sienta el 
nueYo académico que la lengua española, mas que como 
lengua neo-latina , debe considerarse como la lengua 
destinada á armonizar el tipo semítico con el indo- 
germánico, reuniendo las mejores condiciones de la» 
lenguas indo -germánicas , con los' mas preciados carac- 
teres de las semíticas. 

Antes de aceptar la doctrina profesada por el doctor 
catedrático de la Universidad central, presentaremos^ 
algunas observaciones que no pueden compaginarse 
con la teoría sostenida con tanta sutileza por el seíior^ 
Catalina. ¿Es cierto, gramaticalmente hablando, que 
los verbos semíticos carezcan de voces y de modos?* 
¿No es coasidarada por algunos gramáticos la for* 
ma niphal, por ejemplo, eñ el verbo hebreo, como la 
voz pasiva de la forma kal? ¿No es la signiteacíon de la 
forma niphal lo que se entiende por voz pasiva? ¿La 
forma pihel, en el mismo verbo hebreo, no es la ac- 
ción calificada , que puede ser considerada como uno 



DE LA LfiffGÜA CASTELLAI^A. %í9 

de Io9 modos que admite la lengua latina? ¿No signifl'ca 
la forma iiipbil la acción mandada, aconsejada ó permi- 
tida ; y la hübpahei no significa la reciprocidad de la 
acción? Pues entonces, ¿cómo podrA sostenerse que el 
Terbo semítico carece de voces y de modos? ¿No se ea- 
coentra además en él el indefinido, el modo imperativo 
y los dos participios benoni y pahul? 

Dudamos por lo tanto de la doctrina expuesta por el 
seSor Catalina , cuando en la cuestión principal , que es 
el Yerbo, no se nos alcanzan las radicales diferencias 
que existen entre el verbo latino y el castellano, y en 
cambio se nos ofrecen muy de bulto varias y muy no- 
tables que existen entre el verbo castellano y el verbo 
semítico, y cuenta que bemos tomado como punto de 
comparación el verbo hebraico, que es primitivo y sen- 
cillo comparado con el verbo arábigo. 

Mayor fuerza hacen en nosotros las observaciones 
respecto á la existencia de un solo pronombre y al au-«> 
mientatívo en on ; pero vuelven á reaparecer nuestras 
dadas cuando tocamos en la sintaxis , á pesar de que en 
este punto és donde el señor Catalina luce con mayor 
brillo sus altas dotes y su escogida erudición , preten- 
diendo probar que existe mayor parentesco entre la 
sfaitaxis castellana y la oriental, que entre aquella y la la- 
tina. Sobre este punto son varías las.cuestíones que se 
ofrecen á lo consideración del critico. Si se toma como 
' punto de comparación cualquiera de los escritores del 
siglo de oro de las letras latinas,, indudablemente las di- 
ferencias entre una y otra sintaxis serán tales, que apa- ' 
recerán como radicalmente distintas ; pero si » por el 
contraria, tomamos como base de la comparación á 
San Agustín , á Paulo Orosio^ ó á cualquiera de los es- 
critores de los; siglos v y vi de la Iglesia^ las diferencias 

CANALEJAS,— 15 



226 OPINIONES SOBRE EL ORÍGEN Y CARÁCTER 

serán mucho menores; y si acudimos á los cronistas de 
los siglos medios, entonces sin gran esfuerzo podrá ha- 
cerse la versión , sin que padezca el genio de la lengua 
castellana. El mismo señor Catalina reconoce que la len- 
gua latina se presenta en la historia como una lengua 
eminentemente literaria, como una lengua erudita , y 
por lo tanto no hay equidad en buscar para el paralelo 
á Tito-Livio ó Tádto, cuando por otra parte buscamos 
monumentos religiosos destinados al pueblo, y cuya ex- 
presión es por lo tanto fácil y sencilla. ¿Qué diría el 
señor Catalina si para hacer el examen que propone 
buscáramos á los poetas literarios de la corte de los ca- 
lifas ó á los rabinos de la misma época? 

Dícese generalmente que los argumentos que prue- 
ban mucho nada prueban , y el argumento aducido por 
el señor Catalina , no tan solo prueba el parentesco en- 
tre la lengua castellana y las orientales , sino que pro- 
baria asimismo que las lenguas provenzai, catalana, 
francesa é italiana, tenian idéntico parentesco que la de 
Castilla con las lenguas semíticas. Así en francés, como 
en italiano, como en catalán , es mas fácil la versión de 
la Biblia , por ejemplo, que la versión literal de Tito 
Lívio ó de Salustio. En todas las lenguas neo-latinas el 
hipérbaton ne puede alcanzar existencia suio desnatu- 
ralizando la índole, propia y la- expresión lógica de las 
ideas que constituyen el carácter de estas lenguas , y 
¿sostendremos por la observación de este fenómeno 
que todas las lenguas neo-latinas tienen carácter oriental? 

Cicerón y QuintiHano distinguían ya entre el régimen 
directo ó lógico, y el hipérbaton , y esta diferencia que 
se advierte cotejando las cartas familiares de Cicerón 
con sus oraciones, nos explica el por qué destruida la 
artificiosa gramática de los retóricos griegos y roma- 



lyE LA LErVGUA CASTEU.AIHA. S27 

nos, y subsistiendo solo el régjmen directo que se en- 
carna en las lenguas neo-latinas como expresión natu- 
ral de una civilización naciente , concuerda la sintaxis 
de las lenguas neo-latínas con la sintaxis que aparece en 
los momentos primitivos y p<^ulare8 de las lenguas se- 
míticas. 

Basta lo dicho para «comprender k importancia.de la 
cuestión suscitada por el señor Catalina en su notabilí- 
simo discurso: las indagaciones filológicas se ümitabaB 
á la esfera de las lenguas neo-latinas ; tiempo €S ya de 
que se ensanche este limitado horizonte , y se busque 
en las lenguas semíticas la razón de ser de muy variai- 
dos fenófnenos de nuestra lengua é hist(»ria literaria. 
Las ligerísimas observaciones que hemos apuntado, 
prueban que el tema es importantísimo-, que el problev 
ma filológico se enlaza con los mas altos problemas de^ 
la filosofía y de la historia , como afirma ^ señor Car 
talina. 

Discípulo predilecto del ilustre Garda Elanco, honra 
y gloria de los hebraizantes españoles, el señor Catalina 
continuaré la escuela fundada por aquel enUnente inaes- 
tro , haciendo que el estudio de las letras bebraicales 
en nuestra Esapña siga muy .de cerca al de las mas cul- 
t^s<naciones extranjeras, sí no las aventaja , reuniendo 
al ca«dal de conocimientos que siempre ha distinguido A 
los hebraizantes españoles, el espíritu critico y filosói- 
AcO'de la moderna filología. En»4iiiestro juicio estos esr 
ludios están ya sujetos á canon científico y no será ti* 
cito de boy en más, lucir ingenio y .fantasear, iiabiando 
de los orígenes y caracteres de las lenguas Indo-sGer- 
fnánicasy de las -Semíticas. El discurso del señor Gar> 
talina señala ya esta tendencia severa y científica pm* 
m?s que ann,86 resienta del. empirismo y ucencia siuq 



228 OPINIONES SOBRE EL ORIGEN T CARÁCTER 

ha dominado en España en estudios críticos y filólo-» 
gicos. 

V. 

Robustécense los argumentos del señor Catalina con 
las consideraciones que expuso en su elegante discurso 
el aplaudido escritor dramático D. Tomás Rodríguez 
Rubí, al contestar al nuevo académico. 

Después de exponer el señor Rubí la doctrina soste- 
nida por el señor Catalina, lo que hace con gran sobrie- 
dad y exactitud, al examinar sus juicios se inclina mani- 
fiestamente á la tesis sustentada por el nuevo académi- 
co. Convenimos con el aplaudido dramático en que seria 
absurdo sostener que la lengua castellana , que cuenta 
«tan agitada historia , es reflejo de una sola influencia, 
pero confunde las influencias con el entronque, que es 
latino , y para evitar toda acusación de exclusivismo , el 
señor Rubí , como el señor Catalina , sostiene que no 
es su intento sustituir á un origen puramente latino 
otro exclusivamente semítico ; pero si la sintaxia es lo 
que constituye la índole de una lengua , y la sintaxis 
castellana no es latina y guarda relación con la semí- 
tica , y los verbos y sus accidentes , y los nombres y 
sus partículas , acusan un origen semítico, es inda- 
dable que , sea cual fuer« la afirmación del señor Ca- 
talina y las protestas del señor Rubí , las consecuen- 
cias de sus trabajos serán esas opiniones exclusivas 
que combaten en los latinistas. 

Confesamos ante todo que la cita del señor Sar- 
miento, respecto á la influencia oriental en los pueblos 
turdetanos y las opiniones que asignan á la leúgua eus- 
kara un origen latino^ son datos que no tienen gran 



DE LA LENGUA CASTELLANA. $29 

fuerza, ni puede en ellos basarse argumentación se- 
vera. Que existieron pueblos que, como los celtas y los 
iberos , sea cual quiera la opinión que se profese res- 
pecto al orden y autoridad de estos pueblos , dejaron 
huella profunda en nuestra lengua , es \erdad que po- 
cos desconocen ; pero es paradójico , en nuestro juicio, 
suponer influencias semíticas en España antes de los 
cartagineses, cuando los datos de que podemos dispo- 
ner nos revelan, por el contrarío, entronques indo*ger- 
minicos. 

El hecho mas importante de lo que aduce el señor 
Rodríguez Rubí para apoyar la tesis del señor Catalina, 
es la permanencia por espacio de diez y seis siglos en 
España de los judíos. El hecho es cierto, y en nuestro 
juicio tocamos en la causa primera y principal del se- 
mitismo español. Desde los primeros días de la era 
cristiana hasta el edicto de 1492, los errantes hijos de 
Jerosalen vivieron en la Península española: ¿pero 
cómo vivieron? cuál fué su influencia? 

La influencia de la raza judía en España dependerá 
del estado político y literario que esta raza alcanzara, 
de la estima que consiguieran sus nombres y sus he- 
chos, y de la autoridad social que ejercieron. Ningún 
pueblo sumido en el servilismo, odiado con odio reli- 
gioso, llega á ejercer influencia social y menos influen- 
cia literaria. ¿ Y cuál es la historia literaria y social de 
la raza judía en nuestra España ? Esta pregunta , gra- 
cias á los trabajos de Castro, Amador de los Rios y 
García Blanco, es boy de fácil contestación. Desde el 
concilio liliberitano se preceptuó por la Iglesia á lo» fie- 
les, huyeran de todo trato y comunicación con los ju- 
díos, que fueron siempre objeto de horror para el pue- 
blo cristiano. Desde el tercero de los concilios toleda** 



230 OPINIONES SOBRE EL ORIGEN Y CARÁCTER 

nos se les obligó, sancionando la costumbre ya admi- 
tida, á vivir en barrios separados, huyendo así su con- 
tacto, y sabidas son las crueles persecuciones de que 
fueron blanco durante los reinados de Sisebuto, de 
Wamba, de Egtca. Lograron algún respiro bajo Witiza, 
y coadyuvaron , por «Itimo, á la conquista de España 
por los árabes , vivkndo con los conquistadores como 
con un pueblo hermano y bienhechor. Comenzada la 
reconquista , la primera noticia que nos conservan las 
crónicas de los judíos son las persecuciones de que fue- 
ron blanco en 845 , en cuya época ya se les quemaba 
vivos por nigrománticos y hechiceros. La muerte de 
un hebreo era hecho que no estaba castigado en las fe- 
yes , en el sigla xi , y en 1108 comienzan las sangrien- 
tas San Barthetemy, de que fueren teatro durante los 
siglos medios todas las ciudades españolas. Solo des- 
pués del rey Sabio comienzan los judíos á alcanzar al- 
gún respeto, siquiera legal , y no intervienen ostensi- 
blemente en la corte de los reyes y en los negocios po- 
líticos hasta el reinado de D. Alfonso el XI y el de su 
hijo D. Pedro; pero pagan muy luego aquel momen- 
táneo favor, con la matanza general que se hizo en 
ellos al subir ai trono D. Enrique de Trastamara ; ma- 
tanza que continuó durante los reinados de la casa bas- 
tarda. 

Si conocida su situación social y política pregunta- 
mos i la historia cuáles fueron las tareas literarias de 
los hijos de Israel durante los siglos medios , no encon* 
trarémos ni memoria de obras literarias de índole po- 
pular, sino que , por el contrario, sus esfuerzos se di- 
rigieron, durante su residencia, entre los árabes orien- 
tales y entre los ulemas de Córdoba , á cultivar los 
estudios misnático& y talmúdicos , y aun siguió esta vo- 



DE JA LENGUA CASTELLANA. 231 

cacíon , manifestándose en las academias toledanas del 
siglo xiii. Con los escritos de R. Samuel Jehuda y los 
del R. Isáaque comienza la literatura rabino-castellana, 
y estas producciones son eminentemente científicas, 
versando, ya sobre materias astronómicas, ya sobre 
cuestiones teológicas y mélicas. Las traducciones de 
las obras de los rabinos que florecieron en nuestro guelo 
durante los siglos xii y xni son latinas, si exceptuamos 
alguna limosina del libro de la astrologia de Aben- 
Hezra. Los libros del estrolabio y de la esfera en el rei- 
nado de Alfonso X, demuestran cómo los rabinos tole- 
danos cuidaban de la lengua castellana , buscando el gé- 
nero é índole propia del nuevo idioma, sin pretender 
nunca avezar á los cristianos á los giros y á las mane- 
ras orientales. 

Dedúcese de lo expuesto que la influencia hebráico- 
árábrga no se dejó sentir en nue»tro país sino á partir 
desde el rey Sabio, en cuya época la lengua castellana 
era ya de mayor edad y tan floreciente , que bastaba á 
encerrar aquella suma de sabiduría que entrañan las 
Partidas , y aquella gallardía y riqueza que valoran las 
obras históricas del hijo de San Fernando. No negare- 
mos que las razas mudejares y judías que vivían en 
nuestras ciudades, en sru contacto con el vulgo, traje- 
ran al paudal léxico de nuestra lengua algunos centena- 
res de palabras; pero en manera alguna fué su influen- 
cia tal que bastara á convertir en semítico el genio de 
la lengua neo- latina, desnudándola de su carácter pro- 
pío. La influencia oriental tiene un periodo marcado y 
una esfera circunscrita , porque para que' una influen- 
cia política ó literaria sea permanente y trascienda 
basta la raiz misma de una nacionalidad., es preciso que 
reine el influyente por gran plazo , en la inteligencia ó 



232 opimoifES sobre el origen t carácter 

en la sociedad , que ofrezca modelos de perfección que 
atraigan y deslombren , y qne estén siempre presentes 
en la memoria del pueblo y de ios artistas que se supo- 
ne reciben su influencia. ¿Cómo replicar que el orienta- 
lismo alcanzó tanta influencia en nuestra lengua , qne 
rehizo su sintaxis , y, sin embargo, no dejó huella en 
nuestra literatura? ¿Cómo explicar que la lengua tenga 
muy subido tinte semítico, y esta imaginación, eminen- 
temente meridional , no baya yestido en ninguno de los 
momentos de su historia las grandilocuentes formas 
orientales? ¿Qué huella oriental se descubre en nuestra 
literatura popular? Rimas, metros, géneros literarios, 
ahisiones , formas poéticas, todo es latino, asi en Ber« 
ceo, en Segara de Astorga y en el Romancero, como 
en el R. D. Santo de Carrion, en el canciller Ayala y 
en el arcipreste de Hita. 

Quince siglos han permanecido en nuestro suelo los 
judíos., y, sin embargo, no hemos aprendido siquiera á 
pronunciar el nombre de Ihowah , que todos pronun- 
ciamos Jehová ; quince siglos han permanecido entre 
nosotros , y no conservamos ni memoria de sus usos y 
costumbres, ni mas que algunas palabras, tachadas hoy 
por mal sonantes , quizá en odio al pueblo que las in- 
trodujo. 

Razones nos suministra este estudio para levantar- 
nos contra la afirmación de que la sintaxis castellana es 
esencialmente la latina, como contra laque sustenta que 
es semítica. Conviene advertir, sin embargo, que no 
está hecha la historia de nuestra lengua. Si tomamos 
cómo punto de mira las obras de Meló, de Mendoza, de 
Mariana , aparecerá probada la identidad de la sintaxis 
liilina y castellana; así como fijándonos en el siglo xvi/ 
en pleno renacimiento clásico, advertimos que la in- 



DE LA LENGUA CASTELLANA. S33 

fluencia arábiga ni rastro deja en nuestra lengua. Pre- 
cisa por lo tanto, en este linaje de estudios, distinguir 
siglos y épocas literarias , y aun escuelas , porque de 
otra manera podria el estudio mas detenido autorizar- 
nos para sostener teorías que , revisadas , serian teni- 
das por paradojas. 

Distíngase con cuidado lo que nos pudieron legar los 
judíos durante el periodo romano y visigodo ; cuéntese 
con la influencia gótica en Asturias durante la recon* 
quista , y con la vitalidad de las lenguas conservada^ en 
las asperezas del Norte , que ya no son esclavas ; recó- 
janse las materias sobre los estudios mozárabes con sin* 
guiar discreción; distíngase la lengua popular de la eru- 
dita , y esta de la cancilleresca ; la lengua de los doctos 
y la de los juglarea de boca y péñola ; fijemos en el si- 
glo del sabio rey las influencias orientales, y señalemos 
sus efectos ; notemos la influencia provenzal é italiana 
en el reinado de Juan JI , así como la greco-latina -en 
el siglo XV y primeros lustros del xvi , y véase con qué 
cuidado borran los doctos humanistas las impurezas 
árabes , y en sus gramáticas y diccionarios pugnan por 
trasformar en sinta]ús y lé:(ico-latínos la sintaxis y lé- 
xico-castellanos^ 

La verdad es conocida después de los i(0elantos de la 
filología moderna. Las lenguas nuevas de Europa tie- 
nen valor propio y fisonomía peculiar. Son analíticas 
respecto al latin , al griego y al sánscrito : pertenecen á 
la familia indo germánica por línea paterna y materna^ 

Si los señores Catalina y Rubí hubieran sido dóciles 
á la voz de la ciencia y no indisciplinados y voluntario- 
sos , facilísimamente hubieran evitado los errores y las 
paradojas , que visten , sin embargo , con singular in- 
genio y donosura» 



íil ÓPmiOPÍÉS SOBRE ÉL ÓRÍGEN Y tÁRÁCtER 

Completando el estudio de los orígenes con el estudio 
de las revolucionen del lenguaje , podremos ya caminar 
desembarazadamente por el áspero camitio de la( filolo- 
gía española» 

Pero hemos rechazado las opiniones exclusivas de los 
orientalistas y de los germanos ; hemos hecho justicia á 
las prelensioúes de los adoradores de la lengua vasca, y 
por lo tanto seria muy digno de censura el que ahora 
incurriéramos en el exclusivismo y estrechez de miras 
de los escritores del pasado siglo. 

Qué no son muchísimas las palabras que poseemos 
en la lengua castellana que no sean latinas, no lo ne- 
garé ni lo afirmaré tampoco : ¿quién me asegurará qtic 
voces que figuran como de origen latino no proceden 
de fuente mas antiguad ¿No es posible, asi cotDo lo ín- 
dica el señor Monlau en las palabras lata , parqtia, 
pífano, etc.í etc.y que puedan ser celtas y godas; que 
muchas otras, y aun los Verbos auxiliares, y hasta su 
misma conjugación, en algtinos tiempos, tenidas por la- 
tinas , puedan originarse de las lenguas perdidas , cuyas 
huellas reconocemos aun eñ la castellana , y que se re- 
lacionan con un tipo común? ¿No ofrece campo para 
dudas fundadas el notar, por ejemplo, que la conjuga- 
ción subjuntiiía del verbo ser, eii las lenguas neo-latinas, 
en particular en la provenzal y en la castellana, se se- 
para dé la forma latina y se acerca á la forma sáns- 
crita , eoisiú si la lengua tornara á sn primitivo ca- 
rácter ? 

No cetremos el horizonte dé la indagación señalando 
solo el mimdo latino y diciendo: del latin y solo del la- 
tin naícié la lengua castellana, ó empeñándonos en des- 
cubrirle al castellano un linaje semítico* 



DE LA LENGUA CASTELLANA. 233 



VI. 



¿La filología crítica do bu^ca boy en otros borissoDtes 
la clave que ba de resolver estas controversias? El sáns- 
crito es boy un estudio que corre parejas con el griego 
y el latín en ios países cultos; ei sánscrito nos abre la 
puerta para conocer la bistoria del arte antiguo; el 
sánscrito no es la madre, pero es la bermana mayor de 
las lenguas indo-germánicas ; en sánscrito se escribie- 
ron obras inmortales que encierran una faz completa 
del pensamiento bumano, y á pesar de los clamores 
del arte , de la filosofía , de la bistoria y de la lingüis- 
tica que piden el conocimiento del sánscrito, como base 
y como guia , esta lengua nó se estudia entre nosotros, 
y su nombre creo que responde en las mientes de nues- 
tros literatos de oficio, á la idea de una lengua descono- 
cida , bija de la extraviada fantasía de algunos filólogos. 

Y á pesar de este menosprecio bacía la lengua sáns- 
crita , tan general como indocto, sin el sánscrito es im- 
posible penetrar en ei estudio crítico y comparado de 
las lenguas europeas , á no ser que, condenando los es- 
tudios realizados en el presente siglo, volvamos , como 
en dias pasados , ¿ probar que la lengua euskara es una 
de las innumerables que se bablaron en la torre Babel, 
ó á sostener que el celta es la lengua primitiva , y de la 
cual son ingratísimas bijas las lenguas europeas. Pero 
como boy la filología y la lingüística son ciencias ; como 
el procedimiento bistórico es posible, semejantes aber- 
raciones pasaron para siempre, sin dejar otra buella 
que un recuerdo que nos sirve para probar cuántas y 
cuan profundas tinieblas rodearon la cuna de la filólo^ 
gía moderna. 



236 OPINIONES SOBRE EL ORIGEN T CARÁCTER 

No ignoro que la paradoja nacida del atrevimiento á 
que convida el cada dia creciente caudal de conocimien- 
tos que recaban los doctos de los estudios filológicos, es 
grave mal ; pero este argumento, por probar dema- 
siado, nada prueba , puesto que con igual fuerza puede 
dirigirse á la filosofía y á la historia , y nadie ba soñado 
en negar la historia y la filosofía. La verdad reconocida, 
y por todos proclamada , es que • prescindiendo de la 
lengua vasca , las lenguas todas de la Europa, y en par- 
ticular las mas antiguas , el griego, el celta y el gótico, 
el slavo y los dialectos teutónicos tienen semejanzas de 
vocabulario y de organización con la lengua sánscrita. 
No faltará quien diga que el hecho no es sorprendente, 
porque la vida histórica, como la luz solar, viene del 
Oriente. 

I^a lengua castellana es hija de la latina. ¿Y de quién 
la latina ? Nadie sostendrá con Ogelio que )a lengua la- 
tina se deduce de la hebraica, ni con Funcio que se en- 
cuentra en el celta el origen de la lengua de Lacio. Po- 
cos sostendrán con Nieburh que es la latina una lengua 
mixta , y aun cuando se quiera con Muller conceder á 
los Siculos gran parte del vocabulario latino, nos que- 
dará la lengua de los Aborígenes por examinar , y ya 
el mismo Muller, aunque de una manera vaga, nos ha- 
bla del sánscrito, opinión robustecida por los estudios 
é investigaciones de Khalproth, Saint-Bartelemy, Calm- 
berg y otros autores , y resueltamente sostenida por el 
ilustre crítico francés M. Fauriel. Y téngase en cuenta 
que recibió raices y espíritu del ario la lengua lati- 
na, no solo por medio del griego, sino directamente. 
El sánscrito ha trasmitido al latin la terminación en 
bus del dativo del plural , la en i del genitivo, y las en 
bilis y en bundus ^ y aun la construcción gramatical de 



DE LA LENGUA CASTELLANA. S37 

las lenguas neo-latinas guarda estrechísima relación con 
la sánscrita , y por último son innumerables las voces 
como juvenis, sóror ^ frater, puer, vir, viátui^ caniSy 
mortuus , etc., etc., que se derivan del sánscrito. 

Marzo, 1863. 



XI. 

LAS ESCUELAS ALEMANAS 

Y SUS CONTRADICTORES. 



Exudes sur la dialectique dans Platón et dans 
Hegel, par P. 5ANET. Un lomo.— La Philosophib de 
Leibnitz, par M. NOÜRRISON. Un lomo. Paris, 1860.— 
Obsbrvations sur le Dibu-monde, de M. Tibergibn, 
par L. A. G&ÜYER. París, 1861.-*L'He6blianisme et 
la philosophib , par A.. Vjora^ 

L 

No es un fenómeno peregrkio, en la historia del pen^ 
Sarniento humano , la oposición y contrariedad que en- 
cuentran las nuevas doctrinas filosóficas : llenas están 
las páginas de la historia de estos sucesos , y narrando 
el origen y crecimiento de todas las escuelas , los histo- 
riadores relatan la lucha , así como las persecuciones 
que la nueva doctrina acarreó á sus fundadores y á sus 
primeros discípulos. Qrecia y la Edad inedia refieren 
el mismo suceso , ya hablando de Sócrates como de los 
Neo-platónicos 3, ya de Scot-Erigena como de Abe- 
lardo y Santo Tomás ; y en los tiempos modernos, 
el cartesianismo fué un objeto de santo horror , y los 
discípulos de Descartes arrostraron , no solo et eno- 



ilO US ESCUELAS ALEJÍIAÑA^ 

jo de los poderosos y las iras del clero; sino tam- 
bién ios desdenes de la opinión y del juicio'público. 
Y caanto mas levantada y de mayor precio es la nuoTa 
escaela , mas airada es la réplica ; y si entraña pensa - 
mientos profundos y doctrinas que requieren largo es* 
tudio, mas profundo es el desden que se afecta, y si, 
por último f aquella doctrina es concepción general y 
siatética, que abraza los mundos todos del conoci- 
mieato, y demuestra aquí lo impotente de la rutina, 
alli lo pueril de la logomaquia , mas allá el eterno vacio 
que en vano se pretende encubrir bajo ridicula fraseo- 
logía, y en todas partes derroca ídolos y destruye erro- 
res y abuyeata absurdos ; entonces no es de extrañar 
que las opiniones se conviertan en odios , que el de- 
nuesto sustituya á la razón , la calumnia al examen y 
que se presencien espectáculos parecidos á este in- 
menso clamoreo que llena el espacio , contra lo que se 
llama filosofía alemana. 

Esta es una vasta conspiración en la que las preocupa- 
ciones se codean con propósitos que no es lícito reve- 
lar á sus mismos autores ; en que temores infundados, 
bijos de la ignorancia, dan la mano á la natural indolen- 
cia del entendimiento en pueblos olvidados de su tradi- 
ción filosófica; enla'que el orgullo que nos dice á todos 
que somos genios , y que debemos rechazar basta la 
autoridad del razonamiento y de la ciencia, corre uni- 
do al espanto que para ciertos espíritus encierran es- 
tas palabras, nuevo y moderno, que son una constante 
predicción y profecía dé que algo se va , y este algo es 
lo que procura el goce de la vanidad ó del poder á 
los que solo saben vivir en lo presente. Y todas estas 
causas juntas crean un circulo férreo en torno de la 
ciencia y la oprimen y encierran , basta que como cau« 



Y ÉtS GdÑTRADlGTORfó. Sil 

daloso torfentci rompe . la presa y se derrama por la 
inteligencia general , conturbándola quizá en el primer 
momento de la inundación y retardando los dichosos 
dias de las flores y los frutos. 

¡Cuánto mas natural y mas humano no seria, puesto 
que de ciencia se trata , discurrir científicamente , re- 
futar después de detenido examen el error conocido, 
inquirir la causa de aquel error y procurar el remedio , 
es decir, la certeza; pero con ese espíritu s«fvero á la 
par que indulgente , que hermana la lógica inflexible 
del pensador con la dulce y persuasiva palabra del que 
enamorado de la verdad i solo aspira á que todos gocen 
en su contemplación inefables dulzurasl 

Pero si tal debia ser el camino que debia recorrer la 
ciencia , no es ese el camino que hoy recorre ; sino que 
es senda de espinas poblada de lazos y abierta á conti- 
nuos acometimientos. Buena prueba de este juicio es 
lo que hoy sucede con la filosofía llamada alemana, na 
solo en nuestra patria, sino en la vecina Francia y en 
Italia. El movimiento de reacción que se intenta provo- 
car, tiene quizá en Francia sus autores; pero encuentra 
auxiliares donde quiera, y encuentra auxiliares, no solo 
en la escuela teocrática , sino también en la escuela 
ecléctica, y hasta en mal aconsejados discípulos de las 
escuelas espiritualistas* 

Compréndese desde luego que existe una escala com- 
pleta de acusaciones contra la filosofía alemana , en la 
que se descubren , asi las acusaciones, de impiedad y 
blasfemia , como las de falta de método y de carencia 
de principios ; asi la de panteísmo, como la de, confuso 
y abigarrado conjunto de frases enigmáticas. Todos los 
enemigos > todos los contrarios encuentran contenta- 
miento en tan larga cadena de dicterios ; todos encuen- 

CANALBJAS.— '16 



8i2 LAS ESCUELAS ALEUANAS 

tran en esa acusación una que escuda sus intereses y 
propósitos, ó que defiende y legitima su indolencia, 
causa de su ignorancia. Por espacio de largos años la 
impugnación no ba salido del terreno de la acusación 
general , de las sentencias absolutas y de los fallos no 
motivados , en cuyo terreno se encuentra aun en Es- 
paña. Ya no se trata de Kant ni de sus extravíos; ya no 
se ridiculiza ¿ Fichte con el célióe de ios mundos , con 
su creación del mundo y de Dios , y ya no es el odiado 
Scbelling el poeta filósofo, el objeto de las iras, es ü^el : 
Hegel, el oscuro, el enigmático, el incomprensible, que 
por fin ya ba sido comprendido, y sobre su escuela des- 
cargan boy á porfía sus golpes los escritores franceses. 
Hegel , sin embargo , babia encontrado gracia ante la 
misma escuela que hoy lo maltrata , y las únicas doc- 
trinas dignas de aprecio que se leían en los libros eciéc* 
ticos eran de procedencia hegeliana ; pero boy que el 
maestro abandona el culto de la filosofía por el de las 
bellas Frondistas , y raspa en las nuevas ediciones de 
sus obras , los principios racionales que babia entre- 
visto, no debe extrañarnos que el amor se convierta en 
aborrecimiento. 

Que estas iras y esta persecución contra la doctrina 
filosófica no debe poner espanto á los ánimos, es una 
verdad que ni consignarse necesita : las armas son des- 
iguales ; pero el triunfo está decretado, y la razón filo- 
sófica , y la Terdad racional saldrán á salvo como han 
salido siempre ; porque no son bastantes los odios ni los 
intereses á oscurecer el brillo de la ciencia , ni á ro- 
barle su natural influjo sobre la inteligencia general. 
Para evitar que las nuevas ideas sigan ahondando en la 
sociedad moderna, seria preciso desnudar alas ciencias 
todas de sm carácter, borrando los pasos últimamente 



Y SUS GONTBADIGTOBES. 843 

dados en el camino de su perfeccionamiento ; seria 
preciso olvidar la historia desde 1773, destruyendo bas- 
ta la memoria de este siglo ; seria necesario borrar los 
nombres de genios esclarecidos; y por último, seria 
indispensable arrancar á la historia sus métodos , sus 
descubrimientos y sus leyes , á las ciencias naturales 
sus leyes, y sus principios al derecho; suprimir su 
fundamento á la moral , su base á la estética , su razón 
de ser á la política , sus leyes y sus verdades á la eco* 
nomia ; porque todas estas ciencias han revestido nuevo 
carácter y han entrado en la edad viril, gracias á las 
doctrinas que se intenta refutar y que solo se consigue 
calumniar. Cítese uno solo desde Kant, que haya flo- 
recido y alcanzado renombre en ciencias ó artes , que 
no se haya amamantado con el nuevo espíritu ; cítese 
una sola ciencia, las matemáticas inclusive, que no 
haya albergado el espíritu moderno , y como conse- 
cuencia de esta encarnttcion no se haya regenerado; 
pero como no se citará , es preciso , por doloroso que 
sea, convenir en que la via está abierta, y que la huma- 
nidad marcha por ella con gran velocidad , y |)or lo 
tanto los alaridos de los tímidos ó de los defraudados en 
sus esperanzas, no lastimarán el sagrado desarrollo de 
la vida humana, que se cumple á impulso de la verdad 
y de la razón. 

Abordemos ya la cuestión principal que motiva este 
escrito. Gracias á las publicaciones de M. Vera , la filo- 
sofía Hegeliana ha comenzado á ser conocida, y por co- 
nocida gustada, en los pueblos latinos: las predicacio- 
nes de la Revista germánica y de M. Facherot han au- 
mentado el amor que inspiraba esa gran escuela , y 
como era general la falta de conTiccion filosófica , de 
aquí que la juventud^ con hambre de verdad , se baya 



244 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

arrojado sobre la doctrina que se le mostraba , y cuyo 
espíritu había ya recibido por la Historia y por la Esté- 
tica» que son boy en toda Europa eminentemente he- 
gelianas. En i^ista de este fenómeno^ los últimos restos 
de la escuela ecléctica han procurado resistir al tor- 
rente, pero declarándose desde luego impotentes para 
la empresa que meditaban , por la explícita confesión 
de que carecían de doctrina, puesto que todos han 
\uelto los ojos á algunos de los grandes nombres de la 
historia, convencidos de que lo que en otros tiempos 
llamaban su escuela , no era armadura del temple nece- 
sario para entrar en liza. 

Basta considerar esta confesión y este propósito de 
los últimos eclécticos para comprender que el hegelia- 
nismo saldrá incólume de la contienda. A cualquiera se 
alcanzará que el movimiento moderno iniciado por el 
filósofo de Koenisberg se separa en carácter y tendencias, 
como si mediara un abismo, de las doctrinas, no de la 
antigüedad y de los siglos medios , sino hasta de las es- 
cuelas del siglo XVII , aun de las mismas doctrinas wol- 
fíana y leibnittana. El titulo solo de la Crítica de la ra- 
zón pura indica este hecho, y es sabido que á la ense- 
ñanza y sentido dualista , que se perpetúa en filosofía, 
desde las escuelas Socráticas hasta Kant , sucede una 
tendencia y sentido uno y sintético, que levantándose á 
un principio primero, busca en ese primer principio el 
fundamento común á esas oposiciones y contradiccio- 
nes que matan la indagación filosófica. Si tan capital es 
la diferencia entre uno y otro periodo filosófico, es evi- 
dente que no puede ser juzgado el segundo, con las doc- 
trinas 7 con los criterios que pulularon <m el primera; 
porque aun las mas altas de aquellas doctrinas y los 
mas estimados de aquellos criterios quedan convencí- 



Y SUS CONTRADICTORES. 8ÍS 

dos de impotencia , cuando se señala el monstruo del 
dualismo en su seno ; tícío capital , error primero, que 
basta para esterilizar una escuela , por gloriosa y ad- 
mirada que sea la serie de sus pensadores. Los proble- 
mas de la filosofía moderna son ininteligibles dentro de 
la escuela leibnítiana ó cartesiana , mucho mas dentro 
de la platónica ó aristotélica, asi como los problemas 
que preocuparon á los cartesianos ó á los eclécticos que 
continuaron la obra de Leibnitz , carecen de sentido 
dentro de las escuelas modernas ; y sucede asi , porque 
aquellas plantean el problema sentando la oposición y 
buscando influencias que cohonesten esta oposición, con 
la armonía que les revela el mundo sensible y el mun- 
do intelectual , en tanto que las escuelas modernas bus* 
can siempre el fundamento y razón común de esos ene- 
migos, que con los nombres de espíritu y materia, alma 
y cuerpo, mundo y Dios . ban convertido la indagación 
filosófica en un campo de batalla, donde luchan Ormutz 
y Abriman. 

Partiendo de este error fundamental , no conciben 
los alistados en las escuelas de los siglos anteriores, que 
el problema se resuelva , sino negando uno de los tér- 
minos de oposición, ya el espíritu, ya la materia, como 
sucede en las antiguas escuelas (idealistas-materialistas- 
spinosismos ), y juzgan .á las escuelas modernas como 
idénticas y semejantes á las que fueron ; y de aquí esas 
acusaciones de plagio que se dirigen contra Hegel y to- 
dos los novísimos filósofos. No quieren comprender 
los que tal discurren que la filosofía moderna es la filo- 
sofía que estudia lo absolutamente infinito y lo infini- 
tamentente absoluto ; es decir, al ser en sí y por sí y 
universal , en el que todos los demás seres encuentran 
su fundamento y su razón de ser, y en el que por lo «^ 



SÍ6 LAS ESGUBLAS ALEMANAS 

tanto debe encontrarse la raíz de esos opuestos, qae son 
opuestos solo relativamente , y en consecuencia no son 
opuestos en el sentido absolutamente contradictorio con 
que los concibió la filosofía del siglo xvii. Del descono* 
cimiento de esta excelencia de la moderna indagación 
nacen las injustas apreciaciones de que hemos hecho 
mérito, porque no concibiendo, no alcanzando un prin- 
cipio y una ley general que abrace el ser y funde ia 
vida, no se concibe lo individual, así en el tiempo como 
en el espacio, sino como opuesto á lo otro individual, 
no como unido á él y constituyendo un infinito orga- 
nismo, en el que todo concepto ó ser individual repre* 
senta el mismo papel que el órgano de un cuerpo ; es 
decir, que siendo uno, siendo órgano, teniendo por lo 
tanto existencia individual, está unido, enlazado con 
otras existencias , y siendo un todo , sea una parte de 
otro todo, á cuya armonía concurre por el estrecho 
vinculo que lo une á él y á los demás individuos, que 
son partes integrantes de aquel todo, y cuya idea gene- 
ral todos ellos expresan. Aplicando esta concepción á la 
historia, las escuelas modernas se enlazan con las pasea- 
das , como las partes de un organismo se enlazan con 
las otras , como las generaciones se eslabonan • como 
las edades de la historia se suceden , y por lo tanto no 
es argumento en contrario, siqo que es muy principal 
elogio» advertir en la concepción general de una escue*- 
la un rasgo platónico, ó una huella aristotélica ; porque 
si hay una escuela que haya conseguido encerrar en su 
vasto seno la indagación filosófica de Teinte siglos, se- 
ñalando á cada verdad su lugar, su enlace á cada doc- 
trina , su base á cada hipótesis , que haya iluminado y 
sistematizado las instituciones que han levantado á la 
humanidad durante cien generaciones, bajo un priná- 



Y SUS CONTRADICTORES. Í47 

pió absoluto é infinito, ul escuela será basta boy la 
expresión mas acabada y mas perfecta de la ciencia bu- 
mana. 

No de otra suerte se presentan en las doctrinas mo- 
dernas las concepciones filosóficas de los tiempos pasa* 
dos , porque no creemos posible , ni digno de grave 
examen , el que se sostenga , por quiei) no lo demues* 
tra , que Hegel no hace mas que copiar á Platón , exa- 
gerándolo, ó que Krause plagia á Porfirio ó á Scot 
Erigena. De notar es, sin embargo, que ya no sea He- 
gel un discípulo de Spinosa , que se le señale otro ori- 
gen y que se designe como su progenitor al filósofo 
mas adorado y mas aplaudido, al gran Platón, cuyo 
nombre ha pasado á ser, en el lenguaje usual , símbolo 
de pureza , de idealidad y de hermosura. Será sin duda 
que hoy que se va entendiendo á Hegel » se desvanecen 
algunas de las pasadas preocupaciones, por mas que 
nazcan otras, condenadas asimismo á desaparecer; es 
que comienzan reconocerse que la filosofía del sentido, 
del sentido común ó del buen sentido^ no es guia se- 
gura para resolver los problemas metafísícos; es que 
los errores que nacen de la vida del sentido y que han 
sido las mas veces elevados al rango de categorías , han 
hecho patente su naturaleza, revelando su esterilidad; 
es, por último^ que el absurdo antagonismo, creado 
por el sentido común entre lo ideal y lo real se ha 
puesto tan de relieve, que ya no es lícito, sin caer en el 
ridiculo, sostenerlo y proclamarlo, y quizá en la nece- 
sidad de hacer esta importantísima confesión, se cree 
rebajar la gloria de los que tras largor afanes han con- 
seguido que se hiciera , murmurándola en el altar de 
Platón , antes que jurarla con la mano puesta en la 1Ó-* 
gica de Hegel. 



Si8 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

Que esta es la importancia del hecho, no hay para qué 
dudarlo, porque basta leer el titulo de la obra de M. Ja- 
net. El escritor francés estudia y compara la dialéctica 
de Platón con la lógica de Hegel , y acusa solo á Hegei 
de haber exagerado la dialéctica platónica. Tocamos por 
lo tanto en el punto mas trascendental de la ciencia 
moderna, ponenjos mano en la Lógica, en la ciencia que 
sirve para indagar la verdad , para demostrarla y para 
aplicarla ; en la ciencia que nos da la certeza , que nos 
da la seguridad de que es ta verdad , lo que afirmamos 
y defendemos, y ponemos mano en la ciencia lógica, 
que hace dos mil anos se ensena en las aulas, se em- 
plea en el estudio, se aplica en las discusiones y se for* 
muía de mil maneras en los variados procedimientos 
que se exigen para la expresión del pensamiento huma- 
no; es decir, que no es ya lo que pensaron nuestros 
antepasados, lo que corregimos y enmeádamos, sioo la 
manera común y corriente do razonar que ha tenido 
la humanidad, en el trascurso de veinte siglos. 

A nadie sorprende y maravilla, que en esta impor- 
tnntisima cuestión baya sido la resistencia obstinada, 
tanto mas obstinada, cuanto nacía , no solo de convic* 
ciones filosóficas, sino de hábítps arraigados , de cos-> 
tumbres generalis^adas» y de cierta especie de sufragio 
universal que en una y otra región, y en uno y otro sin- 
glo , había obtenido la lógica abstracta , puramente for« 
mal, que boy se mira ruda y enérgicamente combatí-r 
da. Llega el momento de la confesión , pero por ua 
resto de encono, adquiri<}o en la pasada contienda 
quiere hacérsela confesión en manos de Platón, y no en 
las de Hegel ó Krause. Sea en buen hora , la ciencia lo 
que necesita, es que la verdad se conozca y se extienda; 
la ciencia Ip qi}e desea, es qq9 un espíritu se salve del 



y SÜS CONTRADICTORES. 249 

error, y es de poco momeoto averiguar el nombre del 
catequista. 

De esta manera, al través de! propósito que ha pre- 
cedido ¿ las tareas de los escritores , cuyos libros anun- 
ciamos, y contra su voluntad y á pesar de su pensa- 
miento, su oposición á la filosofía novísima , da claro 
testimonio del camiao ya hecho, y nos dice que el pen- 
samiento mas esclareeiilo y vilipendiado de la ciencia 
moderna, la realidad de la lógica, lo que daba en tierra 
Gon solo apelar al buen sentido, lo que condenaron 
siempre los eiclécticos y sensualistas ; ha sido ya acep^ 
tado« aunque se le quiere disfra^^ar con formas griegas, 
que oscurezcap el sello germánico que lo caracteriza. 
Si esa doctrina , si la idea hegeliana, no es mas que la 
idea platónica, es preciso convenir en que la filosofía 
platónica ha pern^anecido en estado irudimentario des- 
de el inmortal discípulo de Sócrates hasta el célebre 
catedrático de Berlin ; y en tal caso es necesario tejer 
explicaciones nuevas para las escuelas platónicas, grie-^ 
gas y alejandrinas, así como para los filósofos del rena- 
cimiento, que levantaron la bandera platónica en con- 
tra de la aristotélica , y aun seria preciso apadir, que 
el desarrollo de la filosofía aristotélica no fué tan com- 
pleto como se cree, porque no son menos sorprenden- 
tes las analogías que se descubren entre Aristóteles y 
Hegd , que las que hoy maravillan á M Janet, al {or- 
mar el paralelo entre Platón y Hegel. 

A estos extremos conduce el criterio filosófico de los 
■últimos impugnadores de la filosofía novísima; pero aup 
cuando rechacemos las afirmaciones de M. Janet , por 
lo que respecta á Platón , no nos parecen tan dignas de 
censura como las pretensiones dé los qpe exhumando 
ei nombre de Leibnit:^ pr^op dar á 1^ cicppia n^pdern^ 



2S0 Las escuelas Alemanas 

la luz que lé falta , y la guia de que catece. t^laton^ 
en la historia general del pensamiento humano, repre- 
sentará siempre una faí y tina solución de la indaga- 
ción filosófica; es y será un movimiento necesario en 
el desarrollo de la filosofía ; marca nna conquista gIo->- 
ríoáísima del entendimiento humano ; señala una ten* 
dencia universal del espíritu de la humanidad; Por eso 
se cobcibe que hájra habido platónicos siempre; por eso 
se explica que los que no siguen el desarrollo sistetná* 
iico de la fliosofia y la tniran cohio una variedad de sis- 
tema , que aparece aquí y allá con él carácter indivi- 
dual que les imprime su fundador, sean aun hoy plato* 
ñicos; pero Leibnitz no alcanza tan alta representación. 
No aceptamos el severo juicio de M; Vera sobre el au- 
tor de la Inonadologia,' porque en nuestro sentir la ten^ 
dencia armónica de la filosofía moderna se inicia con 
este ilustre pensador; pero convenimos con M. Vera en 
que no mide Leibnitz la gigantesca estatura de Platón y 
dé Hegel, para que sea posible oscurecer cualquiera de 
aquellos nombres con la autoridad del que escribió la 
Teodicea. C!omprendiendO la tendencia armónica á que 
iba la filosofía , pero falto de concepción sistemática, 
LeibnitZ' , como últimamente la escuela francesa , cayé 
én el eclecticismo ¿ su Teodicea es un ensayo de conci- 
liación ; su monadología es una réplica al mecanismo 
cirtesiano, pero sin base racional, y cuando pretende 
huir de la sombra de Spinosa, que le aterra , ó de las 
observaciones del escepticismo que le acosan, su filoso- 
fía se concentra en el vago significado de algunas frases 
poéticas i que admiten piultíples y variadas interpreta^ 
clones. 

La reaparición de Leibnitz en el estado filosófico, los 
estodíos de lusf Foueher du Gareil y Nourrison ^ aleft^ 



n 



Y SUS CONTRADICTORES. 881 

tados por el Instituto de Francia , no tienen otro sig- 
nificado que el de una defensa becba al abrigo del gran 
matemático, del eclecticismo de la Sorbona , y por lo 
tanto no creemos que sea necesario repetir la incontes- 
tada argumentación que bace pocos a&os arruinó el edi- 
ficio levantado por M. Cousin, y al cual no permane- 
cen fieles ni los mismos fundadores. 

Par» razonar nuestros juicios acerca de los oposito-^ 
res á las doctrinas begelianas y krausistas , establece- 
remos un paralelo entre las figuras que se evocan de lo 
pasado y estas dos últimas de los tiempos presentes, 
examinando de paso cuáles son los adelantos consegui- 
dos por la ciencia moderna , y cuál el provecbo que la 
cultura general recaba de las verdades conquistadas por 
las novísimas escuelas. 



II. 



Al estudiar en el divino Platón la teoría de las Idea$>, 
se interpreta generalmente la doctrina del gran dis- 
cípulo de Sócrates , de una manera estrecba y mez- 
quina , creyendo que no se aplicaba su teoría mas que 
á las concepciones ideales de lo bello, de lo bueno, de 
lo justo, etc., ó bien que se referia solo á las ideas de 
género y especie, y no ba faltado quien entendió la teo- 
ría como circunscrita á las propiedades generales de 
las cosas. Nada mas erróneo que estas interpretaciones 
restrictivas, porqué la concepción platónica de las ideas 
no deja fuera de sí ninguna especie de verdadera exis^ 
tencia. Platón considera como idea , no solo lo que co- 
noce de mas perfecto y sublime, como lo bello, lo bue- 
no, lo justo y la ciencia, sino sus opuestos, como el vi- 
cio, el mal y la injusticia , y en su Pbibebo nos habla 



252 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

de las ideas de lecho, de mesa y nombre. Toda esta 
comprensión se conforma á ia vasta concepción del dis- 
cípulo de Sócrates ^ que en vez de limitar el dominio 
de la ciencia quiere que la ciencia abrace todo el cono- 
cimiento* 

Entendida la teoría de las ideas en esta generalidad, 
explicada la dialéctica platónica como el procedimiento 
que sigue la Idea y que nos lleva á la luz del ser abso- 
luto, era evidente que esta concepción se presentaría 
de nuevo al estudio de los filósofos , para ser examina- 
da bajo novísimos aspectos. Porque no es solo la esen- 
cia de las cosas lo que llama Platón Idea , sino qué las 
ideas expresan asimismo ciertos grados naturales en el 
desarrollo de la vida. « 

De aquí la popularidad que hoy alcanza la filosofía 
platónica. Ta indiqué en páginas anteriores , que esta 
popularidad nacia de haberse vulgarizado la más im- 
portante , quizás , de las conquistas de las modernas 
escuelas filosóficas , á saber : Que la lógica , que la dia- 
léctica, no es un sencillo ejercicio de la inteligencia hu- 
mana , no es una operación puramente subjetiva , fru- 
to de nuestra inteligencia , no solo es la forma, por mas 
que sea forma la disposición interior del razonamiento, 
sino que, por el contrario, la dialéctica es real, es un 
método objetivo y metafisico , porque las leyes del ser 
son las leyes del conocer (^). 

{*) Para esclarecer la grayisima cuestión á que da margen el úl- 
timo libro de M. Janet y ia réplica de M. Vera , conviene exponer 
el problema que tratan ambos escritores. 

No hay para qué insistir sobre su importancia , porque esta se 
declara con decir que es problema lógico , y sabido es que la lógi- 
ca no es solo una base de la cultura humana , sino que es una 
condición del destino del hombre , porque es la ciencia del pensa- 



Y SUS GONTRAÚtCTOREd. 963 

Este hecho basta para que nosotros confiemos en el 
porvenir de la noTísíma filosofía. Befutada la antigua 

miento, y el pensamiento es lo que sella con sello divino esta no* 
bilisima naturaleza racional. Sabido es que, cuanto el hombre sien- 
te , cuanto anhela y cuanto ejecuta, no es mas que aquello que co- 
noce , y por eso el desgraciado que no conoce, no siente ni quiere, 
y la sociedad no escucha sus deseos , la ley no acoge sus hechos ni 
castiga sus delitos. Tal es el marayiUoso privilegio del ser racional, 
que en cuanto ha conocido , es decir, cuando ha recibido algo en 
su espíritu por medio del conocimiento , su corazón se enamora y 
su voluntad sigue únicamente aquel ser que se ha encarnado y vive 
en él , y que ya robusteciendo su energía, ó engendrándola si no 
existia , y es causa de que la vida se convierta en medio de realizar 
aquel conocimiento , y cada dia lo va realizando con aquel empeño 
con que el artista realiza en el mármol el tipo de hermosura que 
entendió su fantasía. Gomo el hombre, la humanidad solo por el 
conocimiento ve lo que es, lo que debe hacer , y solo por el cono- 
cimiento encuentra estimulo y esperanza bastantes para continuar 
la creación espiritual que se llama arte. 

Mídase por este dato la importancia de la lógica, y convéngase 
con nosotros en que es la Lógica parte esencial de la cultura y del 
destino del hombre y de la humanidad. ¿Cómo hablar de ciencia, 
sin invocar la ciencia que enseña lo que es pensar y conocer? ¿Có- 
mo asegurar que existe la ciencia , es decir, un todo de conoci- 
mientos ordenado y cierto, si ignoramos las leyes de este todo, de 
ese orden y de esa certeza, que solo la Lógica nos enseña? 

Pero si existe la mayor conformidad entre los filósofos sobre la 
importancia de la lógica, cesa ese acuerdo cuando se trata de su 
canSicter , porque en estei punto se separan los filósofos antiguos de 
los modernos, y esta materia loes hoy de crudas guerras entre los 
partidarios de los antiguos filósofos y los que siguen las huellas de 
los modernos. Sin acudir á los fundadores de la Lógica y viniendo 
á tiempos mas cercanos recordemos algunas de las definiciones de 
la lógica, que todos hemos repetido y decorado en nuestros prime- 
ros años, comparándolas con la moderna que la define: «Ciencia 
del conocer , » y en la cual se encuentra ya la idea de las novísimas 
escuelas , que tanto execran los que no quieren tomarse el cuidado 
de estudiarlas. Wolf la define diciendo: ea phüosophits pars qu<B 
uium facuUaUi cognascUivcs in verUate cognosecnda ad vitando er- 



254 LA8 £SGl}£LÁS ALEMANAS 

lógica, la que por cfspacio de dos mil anos ba dominado 

sin rival en la ciencia y en la sociedad , es seguro que 

« 

rores docet. Definición que no abraza lo definido, sino qne expresa 
el fin y la manera de obrar de la lógica. Goncuerdan con esta defi- 
nición que tomamos como tipo de las de su especie , cuantas se 
encuentran en los tratados de lógica que corren boy de mano en 
mano y que se explican en nuestras aulas. Lógica moduscognoscen" 
diexplicaíyáicQse en algunos, y aun esta especie es aventurada, 
porque no abraza la tal lógica, en toda su generalidad , todas las fa- 
cultades del alma. Dominaron estas definiciones en las escuelas basta 
que apareció Eant , el que rechazando la definición antigua y en 
consonancia cpn su doctrina, definió la lógica « la ciencia de las le- 
yefi necesarias del entendimiento y la razan y de los puros límites 
del pensamiento en general. » Advierte desde luego el menos pers- 
picuo, que esta definición deja fuera de la jurisdicción de la lógica, 
esferas que se comprenden en la presentada anteriormente y que 
es , a Ciencia del conocer, » T es evidente este aserto , porque las 
leyes son solo una parte de la esencia entera del conocer y del pen- 
sar, no mira á lo que pensamos, sino que únicamente se ocupa de 
cómo pensamos. Para Kantla lógica es solo base y ley del uso del 
entendimiento, pero no órgano de la ciencia ; ensena solo la pura 
forma del conocer , m enseña el objeto mismo , y por lo tanto no 
podemQS en el pensamiento guiarnos por la esencia y leyes del ob- 
jeto cognoscible ya para nosotros. Hasta este punto, existe relación 
y concordancia entre Kant y la antigua lógica; pero aquella inteli- 
gencia soberana , que presintió las soluciones todas de la ciencia, 
se levantó después de esta concepción, distinguiendo la lógica lla- 
mada general, de la lógica trascendental. 

Cop esta concepción fácil era abrazar dentro de la ciencia lógi- 
ca lo trascendental como lo general, porque la lógica como ciencia 
del conocer, comprende ambos términos; pero se oponia á ella el 
resultado general del criticismo. 

Indicado ya el camino desde Kant , las definiciones de la lógica 
son cada vez mas comprensivas, y Kruge al dividir la ciencia en ló- 
gica ó ciencia de pensar, en metafísica ó ciencia del conocer, y en 
estética ó ciencia del sentir, establecía ya una relación estrecha 
entre la metafísica y la lógica, la relación que existe entre el pen- 
sar y el conocer. Asi fiuctüa la lógica considerada ya como ciencia 
del pensar ¿oto, ya juntamente del conocer , durante los primeros 



Y SUB COfiiTfiA DICTO RES. S55 

los errores que pudo engeadrar aquella cienicia incoa)- 
pleta, no tardarán en desaparecer, como ha desapare? 

años del presente siglo, hasta qoie Hegel en la Enciclope4ia y en la 
Lógica la definió: la cien/cia de la idea en si y por si, ó la ciencia de 
la idea pura en los elemientps abstractos del pensamiento, y como 
idea es para él ser infinito y a]i)solutp, y lógico, segnn Hegel, es la 
forma abstracta de la yerdad ó la verdad misma; resulta que la ló- 
gica contiene la verdad pura y suprema. 

Concuerda esta definición en su esencia con la de Krause que 
dice que la lógica es la ciencia del conocer. 

Bastjí^ esta comparación de definiciones p^ra que se comprenda el 
distinto carácter de la lógica moderna qiye es la ciencia del sujeto 
cognoscente y del objeto conocido que abraza ambos t.érminos y 
los e$tu()ia en el estudip del saber y deja ciencia, con la antigua 
lógica qiie solo ^studial^a la niñera de pensar y á lo sumo el modo 
de conocer. 

La lucha entre ambas lógicas ba sido de corta duración, y hoy la 
c|iestion está resuelta y sentenciado el litigio; mas para aclarar 
este punto , expondremos á manera de ampliación , algunas de 
las excelencias de la lógica moderna, parangonándola con la an- 
tigua. 

Es curioso el estudio de la lógica antigua en cuanto concierne á 
la teoría de Iqs términos y de las proposiciqnes, base de la silogis- 
tica, y es curioso porque se advierte cómo la concepción aristoté- 
lica ha sido falseada hasta el punto de convertir su pensamiento, 
que era sin duda el de la lógica real , en este vano y pueril artificio 
que constituye la lógica antigua. Cierto es que Aristóteles no per- 
cibió claramente el estrecho vinculo que unia la lógica á la metafí- 
sica, cierto que llevado de su deseo de herir la teoría de las ideas, 
se advierte en él una tendencia á limitar las operaciones lógicas á 
las fórmulas vacias de la lógica formal ; pero no es menos cierto y 
es mas importante, qqe después de haber en su lógica considerado 
las categorías pomo principios del pensamiento , las considera en la 
metafísica cpmo atributos del ser. No |Bs esta la qnica prueba que 
robustece nuestro aserto; véase el examen del principio de contra- 
dicción y su Teoría de la inteligencia, que está estrechamente 
unida á su teoría del acto y de la esencia , y se comprenderá que 
contra sus deseos, y á pesar de su hostilidad á las ideas platónicas, 
como piatpn, Aristóteles busqa la unidad de la ciencia é iptenta 



fiS6 LAS ESGUfilLA^ ÁLEMANAl^ 

cilio ya la caasa que los engeiodró , el espiritn que loa 
i^iviflcaba. 

fundir la lógica y la metañsica dándoles fondo común é idéntico 
objeto. 

Pero se perdió de vista la concepción aristotélica; el alma de su 
escuela se quedó en Grecia , y al yenir á Europa , en la Edad-media 
recibió otfo espíritu y nuevo colorido : fué solo una Testidura 
griega que encubría, no una doctrina, sino una necesidad histórica 
de los siglos medios. Los principios fundamentales de la antigua ló- 
gica se reducen al principio de cdntradiccion , á la teoría de las 
proposiciones y á la del silogismo: y si miramos de cerca los fa- 
mosos principios de contracción ó de identidad , según Kant , ob- 
servamos que si el principio de contradicción no llega mas que á 
afirmar que una cosa no puede ser otra que ella misma , al mismo 
tiempo y bajo la misma relación , forzoso es convenir ett que el fa- 
moso principio no es otra cosa que una puerilidad , porque nadie 
niega que una cosa es azul en tanto que es azul. Tienen razón los 
que tratan á Hegel de loco y sofista si niega esta verdad , trivial y 
desnuda de todo valor lógico. 

M. Gratry , en su Lógica y en la página 127 del tomo I, comi^- 
za la refutación de Hegel, y al sentar el principio de contradicción ó 
de identidad, dice : «Que se debe afirmar lo que es idéntico y negar 
lo que es contradictorio;» y á renglón seguida para herir la imagi- 
nación de sus lectores escribe : a Hegel niega esto. No admite que 
se excluyan los contradictorios.» El artificio es tosco é indigno 
delilustrePadre del Oratorio. Hegel no niega eso, porque no es 
ese el problema : lo que se trata de indagar en la escuela hegeliana 
es si la contradicción es un principio absoluto, una ley necesaria 
de la cosa ; porque lo que importa saber, no es que el ser vive, en 
tanto que está dotado de vida , sino , si al lado de la vida está la 
muerte , y si la muerte es igualmente necesaria y bienhechora, y 
contribuye, como la vida, á la belleza y hermosura , del universo; 
lo que se pregunta es si existe lo contradictorio absoluto , no la 
contradicción relativa ; lo que se indaga es sí la oposición, la dife- 
rencia y la contradicción , existen bajo unidad y desaparecen en la 
armonía. 

El principio de identidad ó de contradicción como hoy se entiende, 
no es el fundamento de las teorías de las proposiciones como esta- 
blece Gratry. ¿Cómo establecer una proposición universal? ¿Cómo 



T SUS CONTRADICTORES. %67 

Admitida esta doctrina , era natural que se tornaran 
los ojos á ia filosofía platónica , y dada la oposición que 

fandar la división, en la cual se enseña que el género debe dividirse 
en especies irreductibles, en especies cuyos atributos sean opuestos? 
i Cómo se entiende aquí el principio de contradicción? Entiéndase 
como se quiera, resulta que esas especies yesos atributos existen en 
él género, y por consecuencia que un solo y mismo género tiene 
cualidades opuestas. Así, por ejemplo, blanco y azul coexisten en el 
género color, y en el género color se borran las oposiciones blanco 
7 negro. Dejemos el principio de contradicción en manos de sus 
nueyos defensores que lo deGenden valiéndose de ese equivoco 
perpetuo. Pero si examinamos la teoría de los términos de las pro- 
posiciones y del silogismo, lo vacío de la antigua lógica aparecerá con 
mas claridad al examinar los términos de una proposición ó de un 
razonamiento. Nosotros sabemos ya quela lógica nádanos dice acer- 
ca del sentido y valor de aquellos término^ , porque esa indagación 
pertenece á la metafísica; si no son ideas podrán ser cualidades, gé- 
neros, especies ó cantidades; pero desde luege se advierte que no 
pueden ser cualidades, porque las cualidades pertenecen á la natu- 
raleza de las cosas, á su esencia , y ya sabemos que este estudio no 
incumbe á la lógica. ¿Serán géneros y especies? Nos encontramos 
en idéntico caso que el anterior , porque estos géneros y especies 
no serán tales como existen en la naturaleza, es decir, géneros y 
especies dotados de propiedades reales y objetivas, sino unos géne- 
ros y unas especies propias solo de la lógica , cantidades de dife- 
rente magnitud , unidas únicamente por la relación de más ó de 
menos. De aquí el que se haya dicho que la lógica es la lógica de la 
cantidad , de aquí las relaciones entre la lógica y las matemáticas 
que han sido la causa de que algunos filósofos hayan creido poder 
emplear el método matemático en sus estudios filosóficos. 

No nos extraña en vista de estos vicios y vacíos de que adolece la 
antigua lógica que los escritores moderno? que la defienden como 
Walthely en Inglaterra y Gratry en Francia, procuren disfrazar su 
naturaleza, el primero interpretando sus reglas arbitrariamente , 
y el segundo dándole un carácter místico-racionalista que merece 
especial atención. 

Concebida la lógica como ciencia del conocer, va en el conocer 
contenido el pensar, porque tratándose del conocer, debe tratarse 
de todo aquello que pertenece al entendimiento, y por consiguien- 

CANALBJA.S.— 17 



258 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

encuentran las ideas germinicas, era de esperar que se 
fecundasen las ideas y la dialéctica platónicas, para opo- 
nerla ¡á la moderna doctrina. Asi procede M. Janet, 
cuyo libro es el mas importante de cuantos se han pu- 
blicado en esta nueva cruzada , emprendida contra el 
hegelianismo y contra todas las escuelas contemporá- 
neas. ¿ Cuál es la doctrina de Platón respecto á la dia- 
léctica ? ¿ Cuál es la de Hegel sobre el mismo punto? 
Solo conociendo estos datos podremos entrar en el exa- 
men comparativo de ambas escuelas , valorando des- 
pués el precio en que debe ser tenida la aseveración de 
M. Janet. 

Los filósofos modernos no habían ocultado las analo- 
gías que se encuentran entre la doctrina platónica y la 
hegeliana. El ilustre catedrático de la academia de Mi- 
lán , M. Vera, en su Introducción á la filosofía de He- 



te, del pensar, que es aquella actividad mediante la que llegamos á 
conocer. De las consideraciones apuntadas se desprende que la lór 
gica no procede hoy dogmáticamente , presentando fórmulas , que 
se ofrecen al entendimiento como una tradición puramente exte- 
rior , que no encuentra eco en nuestra actividad intelectual ; sino 
que siendo verdadera ciencia, se mantiene siempre dentro de la ver- 
dad de su objeto, constituyéndose gradualmente por medio de inda- 
gación propia, libre y siempre legitima por lo fundada, hasta que se 
convierte en una propiedad del espíritu , en el hábito de nuestro 
recto pensar. De esta manera el espíritu se despierta y mueve á la 
indagación , piensa sobre su propio pensamiento, y mediante una 
ordenada reflexión , llega al conocimiento de su pensar , y de su 
propio conocimiento, y bajo el principio que le da este conocimien- 
to, constituye la ciencia lógica como ciencia real. 

Asi considerada subjetiva y objetivamente^ en su procedimiento 
analítico y en su construcción sintética, la lógica moderna, tal cómo 
Krause y Hegel la exponen, saca ventajas á la antigua y mata ese 
dualismo que 96 establecía entre el pensar y el conoce-, y resuelve 
la duda critica del valor pbjetivo de nuestro conocimiento. 



T SUS CONTRADICTORES. 259 

gel , babia ya dicho que Platón y Hegel senalabaB ei na- 
cimiento y el apoyo de la dialéctica , considerando á 
aquel como el verdadero fundador de la dialéctica (pá- 
gina 129). Platón fué , en efecto, el primero que cono* 
Gió la relación que existe entre las ideas y la dialéctica, 
el primero que comprendió que la dialéctica se eztíen* 
de á todo, que es el método que sigue la idea en todos 
sos desenvolvimientos. M. Janet , escudado con los me- 
jores intérpretes de Platón , sosti^e que la dialéctica 
platónica, en su forma mas alta y verdadera, es un mé- 
todo objetivo y metafisico, por el cual Platón se coloca 
en el seno mismo del ser. La idea y la dialéctica son in- 
separables , y son inseparables no solo en el conoci- 
miento sino en el ser, no solo porque la idea no puede 
ser pensada fuera de su forma dialéctica , sino porque 
no es posible que exista fuera de esta forma ; y como 
según Platón la idea es el principio sustancial y esen - 
cial de los seres , el principio que hace que los seres 
sean, y sean lo que sen, resulta que la dialéctica es ei 
principio esencial y constitutivo de las cosas. 

Pero al llegar á este punto se pretende qi)e Platón ba 
admitido el principio de contradicción , y aun cuando 
el punto pueda ser discutido, atendiendo al lugar que 
ocupan los textos que se citan y al carácter de los diá- 
logos platónicos; sin embargo, aun concediéndolo, la 
verdadera cuestión consiste en averiguar si el principio 
de contradicción cabe en la teoría platónica de las ideas, 
y desde luego se observa que si existen ideas para to- 
das las cosas, y existen ideas para todos los grados de 
la existencia , es evidente que existe la idea de los con- 
trarios ; y como la idea es elemento permanente y sus^ 
tancial, resulta que los contrarios son seres permanen-" 
tes esendados por la idea. Que Platón admite la idea áú 



260 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

los contrarios , es tesis que no niega ninguno de los 
intérpretes , y basta leer al inmortal P^trmenides 6 el 
Sofista para dar el punto por averiguado. No obsta i la 
interpretación de estos textos el que Platón en el Par- 
menides diga que seria absurdo suponer que las cosa» 
iguales pudieran llegar á ser desiguales, ó que añada en 
el Phedón que k) grande no puede llegar á ser lo pe- 
queño, ni lo pequeño lo grande , porque est^s frases, 
se refieren á las ideas , en tanto que siendo esta idea no 
puede ser otra , de manera que lo grande , en tanto que 
es grande no puede ser lo pequeño , lo que nadie niega 
y lo que es racional; pero no se desprende de aquí que 
la idea contraria de otra no sea necesaria como la mis- 
ma idea de que es contraria. 

Pero aun concediendo que Platón haya formulado el 
principio de contradicción » ¿cabe este principio en su 
teoría de las ideas? — ¿Es posible el concebir siquiera 
el principio de contradicción , afirmada ya la idea de 
los contrarios? Es evidente que no; si existe la idea de 
los contrarios , el principio de contradicción no puede 
ser cierto, 6 si es cierto el principio de contradicción no 
existe la idea de los contrarios. ¿Cuál de estos extremos 
se enlaza con la concepción general platónica? Si trae- 
mos á la memoria que Platón combatía con sus doctri- 
nas á la escuela Jónica , así como á la Elea y á los so- 
fistas, mostrando á ios primeros la necesidad de la uni> 
dad y de un principio fijo, invariable y universal , y ¿ 
Iqs segundos la necesidad del movimiento y de la mul- 
tiplicidad, se comprenderá que la doctrina platónica 
tendia aberrar el principio de contradicción, porque, 
de lo contrario, robusteciendo este y afirmando las ideas 
contrarias , dejaba abierto el campo para una vigorosa 
impugnación , porque en vez de resolver el problema 



T SUS CONTRADICTORES. S61 

dejaba subsistir con igual carácter las dos piedras an- 
gulares de las escuelas que combatía. 

M. Janet, al conceder que Platón admite la idea de 
los contrarios y su existencia en el mismo objeto» así 
como que las ideas contrarias están intima é indivisible- 
mente enlazadas entre sí , niega implícitamente que en 
teoría semejante quepa el principio de contradicción , y 
conocido este punto capitalísimo, no alcanzamos ya lá 
razón de las diatribas contra la filosofía hegeliana. Sí 
los contrarios coexisten en un tercer término, llámese 
como se quiera , la doctrina hegeliana ha encontrado su 
base, porque no es más, y confiesa M. Janet que es 
un punto que nadie se entretiene ya en negar. 

¿Cuál es entonces, segunJVI. Janet, la diferencia en- 
tre Platón y Hegel? La diferencia estriba en el método, 
porque Platón dice que dada una idea pura, si esta idea 
fuera sola , seria contradictoria á sí misma , é implica- 
rla contradicción, por lo tanto no podría ser; de lo que 
se deduce que si existe es bajo la condición de otra 
idea , y Hegel, dada una idea, saca de ella su contraria, 
y dada la contradicción se abre paso á otra tercera, 
que no estaba dada en las dos primeras , peio á la cual 
tienden iuTenciblemente las dos contrarias. A este mé- 
todo le llama M. Janet inquisitivo. 

Considerando detenidamente esas palabras de M, Ja* 
net, se advierte una excelencia en el filósofo alemán so* 
bre el griego. Platón emplea únicamente el método ad 
aósurdum , en tanto que Hegel sigue el método de de- 
mostración directa. No basu , como dice M. Vera (en 
su Introducción á la filosofía de Hegel), no basta que la 
dialéctica reúna los términos y forme una serie en la 
cual se encuentren yuxtapuestos , porque esto no seria 
mas qu^ un roétodo exterior, que no llegarla á la ín- 



¿62 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

• 

tiDia naturaleza de sd objeto. Se puede, en efecto, pen- 
sar el ser y el no ser, la causa y el efecto, la sustancia 
y ios accidentes, y buscar después un término medio 
que los una; pero este procedimiento no nos hará co- 
nocer ni la constitución intima de los términos , ni ia 
necesidad de^u relación, porque para llegar á este co- 
nocimiento es preciso un método superior y adecuado 
á la ciencia , y no puede ser otro que el mostrar la 
(Constitución interna de las cosas, hacer ver cómo exis- 
ten las cosas en su esencia y en sus relaciones necesa- 
rias y eternas. Esta- es la demostración directa por los 
principios, lo cual es demostrar, en el recto sentido de 
la palabra.^ 

Para llegar á esta demostración es preciso colocarse 
fuera de toda imagen y de toda representación sensi • 
ble ; conocer la idea en si misma , en su pureza , y en 
su abstracta existencia, determinando sucesivamente 
sus esencias y caracteres intrínsecos. Platón no lo biso 
asi ; Hegel lo ha hecho. 

M. &net dice que el método de Hegel es original, 
pero que es absurdo. Y es absurdo porque es inquisiti- 
w, en tanto que el de Platón es racional, porque es me- 
ramente refutalivo y explieativo. Contrailice M. Janet 
la denominación de deductiva, que pocas páginas antes 
aplicaba & la dialéctica platónica ; pero hagamos caso 
omiso de. estas contradicciones ,. que son habituales en 
los eclécticos, y busquemos el por qué del absurdo 
que en su sentir entraña el método de Hegel. El ab- 
surdo no se origina de que el método sea inquisitivo; 
sino de que Hegel plantea la contradicción, y deísta 
misma contradicción se abre paso á una tercera idea 
que no estaba dada en las dos precedentes. Los bege- 
líanos , al defender este punto capital de su doctrina. 



T SUS CONTRADICTORES. 2fiB 

preguntan, y con razón, qué se entiende por idea dada, 
y bien se tome esta frase en el sentido subjetivo, que- 
riendo expresar ideas constituidas , de tal manera que 
dada una de ellas, la otra lo esté también , en tanto que 
otras no estén dadas de la misma manera , ó bien en el 
objetivo, la frase no tiene sentido, porque todas las ideas 
están dadas, porque todas las ideas existen bajo el mis- 
mo principio, y no existiría la una sin la otra , porque 
serian fragmentos de un tpdo que no existiría , y mal 
pueden existir fragmentos de un todo, miembros de 
un organismo, si el todo ó el organismo no existen. 

Si tal diferencia no existe , el razonamiento que so- 
bre tal distingo pudiera levantarse viene abajo, y Hegel 
queda incólume del ataque que se le pretende dirígir, 
porque en vez de dejar los contrarios en su estado de 
indiferencia, uno junto á otro,. y fundados con igual 
afirmación , como hace Platón , los admite , pero al ad- 
mitirlos demuestra sus relaciones, pasa del uno al otro; 
es decir, los comprende en una unidad superior. De 
esta manera los contrarios se concillan , y esta concilia- 
ción no es un medio artificial y subjetivo , ni im tér- 
mino accidental ó extraño que se les añade , sino un 
término que lesees intrínseco, como ellos son intrín- 
secos á ese término. . 

De lo expuesto hasta aquí se deduce que Platón ha 
enunciado de nna manera general los principios de la 
ciencia y de la dialéctica , pero no los ha realizado ni 
seguido hasta sus consecuencias y aplicaciones. De aquí 
las perplejidades y contradicciones en que incurre el 
inmortal discípulo de Sócrates ; de aquí que habiendo 
•firmado la realidad de los contrarios pueda decirse tam- 
bién que erije el principio de contradicción en funda- 
mental. De aquí que se esfuerce en asentar en algunos 



S64 LAS ESCUELAS ALEMANA^ 

pasajes qae una idea llama necesariamente la idea opues- 
ta , y en otros se afane en suprimir ios contrarios, ha- 
ciendo entrar violentamente lo mismo en lo otro. Estos 
vados nacen de la falta del principio fundamental , y 
este vacio lo llena Hegel completando y fundando las 
vagas enunciaciones de Platón en una teoría mas vasta 
y mas alta, demostrando la idea, diciéndonos lo que 
idea es» cómo sale de otra idea, sistematizándola y 
fundando su verdadera historia. Al llegar á este punto, 
cuya verdad no se oculta á M. Janet, prorumpe , sin 
embargo, en una filipica contra Hegel, aunque con sin- 
gular gracejo, quizá porque sus conatos de gravedad no 
Ye contentaron. En este terreno M. Janet es un escritor 
que regocija; su figura del ser infinito, ocupándose en la 
gimnástica monótona de la cosa en ^ , la cosa por si, y 
la cosa en si y por si, no carece de gracia , así como es 
agudo su paralelo entre las ocupaciones que prestaban 
á Dios los griegos , corriendo por sus florestas con Da - 
nae y otras muchas , y gozándose en bellísimas trans- 
formaciones, en tanto que los alemanes no arbitran 
para Dios otro solaz , en su soledad eterna , que pasar 
de la tesis á la antitesis , y de la antitesis á la síntesis^ 
£1 trozo está graciosamente escrito, y Aierece los aplau- 
sos con que lo ha saludado la prensa ecléctica ; pero de 
todo ello, aun queriendo parar la atención , no se de- 
duce sino que M. Janet cree que es monótona la dialée* 
tica, porque es constante y permanente, como la ley 
lógica expresada por Hegel. 

Pasemos ya , desde el paralelo entre Platón y Hpgel, 
que no lastima la fama del filósofo de Berlín , á los ata- 
ques que M. Janet dirige á la doctrina hegeliana, y cuy» 
consistencia no es de mayor monta» 

M. Janet elige como puntos de ataque al ser, el no 



T SUS CONTBÁDIGTORISS. M6 

ser y el tlegar á ser, y ia coucepcion del ser absoluto, 
lo que constituye , por decirlo asi , la base y el corona- 
miento del edificio. Desde luego se advierte que no es 
manera leal elegir una parte del sistema sin juzgar el 
conjunto, y calorar su concepción y su espíritu; per4> 
puesto que en ese terreno fijan sus reales los eclécti* 
eos , aceptan los hegelianos ia batalla , y la victoria , en 
honor á la verdad • peitsanece fiel á sus banderas. !No 
conociendo el sentido general de ia lógica hegeliana , no 
es fácil comprender el sentido lógico del ser y del no 
<er, asi como del Uegar d ser. Y en efecto, JA. Janet es^ 
cribe: Que el llegar á ser no proviene sino de una yux- 
taposición artificial , y añade que hay en el llegar á ser 
un elemento que no se obtiene nunca por la compara- 
clon del ser y del no ser, que «s el movimiento. Desde 
luego advierten los hegelianos que el movimiento y el 
llegar á ser son dos cosas distintas, porque el movi- 
miento pertenece á la naturaleza , y el llegar á ser es 
la lógica; es decir, es el llegar á ser en su noción lógica 
fuera del tiempo, del espacio y del movimiento. Lo que 
llega á ser no es ni el tiempo, ni el movimiento, ni la 
materia, sino el ser y el no ser puros, los cuales no 
llegan d ser en esjte momento , en la esfera de la natu»* 
raleza , sino en la de la lógica , y lo que llega á ser no 
es liempo ni materia , sino cantidad ó cualidad. De la 
misma manera que el ser no es este ni aquel ser, el lle- 
gar á ser no es aquí el movimiento. De aquí resulta que 
todo el razonamiento de M. Janet^ que descansa en esta 
confusión y que versa sobre la pregunta de si el ser es 
móvil ó inmóvil , carece de significado; porque láscale* 
gorias del movimiento y reposo no pertenecen á lalógica^ 
y el introducirlas violentamente en ella es confundir lus 
limitejs de los seres y hacer imposible su conocimiento^ 



966 ÍAÜ ÉSGtEUS ÁLEÉANAS 

Lo mismo adoatece con el ser ; y así , cuando M. Jb- 
net quiere probar qué no eiíste conexión necesaria en- 
tre el ser j el no ser, comienza su razonamiento di- 
eietido que pueden formarse dos ideas del ser y del no 
ser, sin pensar en el llegar á ser^ y á renglón seguido 
añade : «Sea la idea del ser perfecto, tal como San An- 
selmo y Descartes la describen,» lo que es una conver- 
sión forzada de la primera proposición , porque de lo 
(|ue tratábamos no eta del ser perfecto, ni del Ensrea- 
tísimum de los escolásticos , sino de la noción pura y 
abstracta del ser. El razonamiento continua sobre el 
ser perfecto, aparentando que razona sobre la noción 
pura del ser. Basta lo dicho para conocer la extraña 
confusión en que incurre SI. Janet, y cualquiera alcan- 
za que no es lo mismo discurrir Sobre ei ser que sobre 
el ser perfecto, porque entre uno y otro median una sé- 
rie de atributos y modos , que son los que constituyen 
el ser perfecto^ y que no están comprendidas en ei ser 
puro, en su noeion abstracta^ 

Esta confusión, voluntaria ó involuntaria, es general 
en la crítica de M^ Janet , y de aquí que , restableciflo 
el valor de los términos , desaparezcan las conclusio- 
nes que arbitra , de modo que el ser^ y el no ser^ y el 
llegar á ser objeto de sus iras , quedan fuera del al- 
cance de sus dardos. Ya he repetido que no es mi ob- 
jeto defender como propia la doctrina de Hegel , sino 
mostrar el pretío de los ataques que se le dirigen , sin 
que desconcoea los verdaderos argumentos con que es- 
cuelas modernas refutan la doctrina del gran filósofo de 
Berlín. Sin embargo, á poeo que examinemos esa fa- 
mosa triada, se admira la profundidad de la concep- 
ción. A poeo que examinemos su sistema , notaremos 
que existQp relaciones y diferencias entre las partes 



T SUS CONTRADICTORES. ^67 

cpie lo compone , relaciones , porque esos elementos 
pertenecen á un solo y mismo sistema ; diferencias, 
porque un sistema es un todo que contiene diversos 
elementos. £n un sistema existen además grados, y 
existen por lo tanto términus abstractos , y términos 
concretos, y términos mas ó menos abstractos, y mas 
ó menos concretos, con relación al que les antecede ó 
. les sigue en la serie. 

El comienzo del sistema , el primer punto de la se- 
rie , es el mas abstracto» el menos concreto, y este tér- 
mino es el ser, y del ser no podemos decir ni que él es, 
porque el pronombre y la tercera persona del verbo le 
dan una determinación impropia de la noción abstracta 
del ser, del ser absolutamente indeterminado, del cual 
no podemos decir que es , y no siendo nada determi* 
nado , no es ó es el no ser. Y el ser que no es , ó que 
es el no ser, es también el no ser que es, y por lo tanto 
el llegar á ser. 

De esta sencilla manera se aclara la concepción de la 
famosa trilogía begeliana , y se muestra la unidad del 
ser y del no ser en el Uegar á ser. Y lo que llega á ser 
es la cualidad , la cantidad , la esencia , en lo que el ser, 
el no ser y el Uegar á ser se encuentran combinados 
con otros elementos, ó. momentos de la idea , porque 
han llegado á ser, y llegando á ser es evidente que se 
transforman. 

Pero M. Janet, donde mayor fuerza de remo em* 
plea . es en lo que toca á la concepción de lo absoluto. 
Bien es cierto que puede preguntarse á los eclécticos 
en nombre de qué y con qué doctrina combaten la eon- 
cepcion begeliana ; pero como semejante pregunta que- 
daría sin contestar, pasemos á examinar los cargos de 
M. Janet contra HegeL M. Janel conviene en que Hegel 



S68 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

ni es materialista ni es ateo (ya era tiempo), y no es 
ateo porque admite la existencia de un principio abso- 
luto y per se , pero en su sentir lo absoluto de Hegel no 
es espíritu, porque no bay otro signo característico del 
espíritu que la inteligencia , y de la inteligencia la con- 
ciencia de 8Í , y aun cuando lo absoluto, en el sistema 
de Hegel , llega al pensamiento, y al pensamiento de sí, 
llega por accidente , de modo que solo accidentalmente 
es espíritu , y no siendo espíritu es el capul moriuum 
del análisis y de la abstracción divinizada. M. Janet ro- 
bustece este argumento, llamando en su auxilio á Pla- 
tón, Sócrates, á San Anselmo, á Descartes, á Aristó- 
teles , y de esta mayoría deduce un argumento que re- 
chazamos desde luego^ porque no es probado que la 
mayoría sea signo de razón , porque el mismo Sócra- 
tes, y hasta la figura divina de Jesucristo nos dicen, que 
las mayorías tendrán la fuerza pero no la razón. 

El argumento de M. Janet prueba demasiado, por- 
que se puede aplicar así al absoluto como á todas las 
ideas y á la misma idea del yo y de ia personalidad, y 
como niega toda la relación consustancial, resulta que no 
bay , que no puede haber una naturaleza , una esencia 
común entre las diferentes personalidades. Creer que 
todo lo general necesita para ier, ser tal espíritu deter- 
minado, ó tal persona, es colocarse en un punto de vis- 
ta sensualista y atomístico , negando lo general y lo 
universal, es decir, lo único que hace posible el cono- 
cimiento. 

M. Janet, corrigiendo poco después su proposición, 
se limita á preguntar cómo el espíritu absoluto puedo 
ser el espíritu absoluto si está en el mundo , y estando 
en el mundo» está sometido á las leyes del mundo que no 
pueden ser absolutas. La respuesta és obvia dentro de 



Y SUS CONTRADICTOttES. M9 

h doctrina hegeliana: porque la creación, la proTiden- 
cia, cualquiera relación que se afirme entre el mundo y 
el ser absoluto supone el Ueg€ur á ser del ser absoluto, 
porque un absoluto que no üega á ser^ no es el absoluto 
de la razón , porque el objeto supremo de la razón es 
lo absoluto, es decir, la unidad y la universalidad de las 
cosas. En la doctrina hegeliana existe el ser inmóTil, 
fuera del tiempo y del espacio, y el ser móvil en e( 
tiempo y en el espacio, y el ser inmóvil y móvil que 
existe en el tiempo y fuera del tiempo , en el espacio y 
fuera del espacio, es decir, la lógica, la naturaleza y el 
espíritu, tres ides^s que se presuponen una á otra , y 
que constituyen en la unidad y triplicidad de su esen- 
cia el sistema absoluto del conocimiento. 

La escuela doctrinaría , como que carece de metafí* 
sica, nada puede oponer á estas doctrinas , y se en- 
cuentra sin armas para luchar con el hegelianismo. En 
vano acude á Platón y á Aristóteles para derrocar al gi - 
gante ; sus flechas vuelven á la tierra vencidas por la 
ley de la gravedad, perdido el impulso, antes de llegar ¿ 
la cabeza ó al pecho del coloso. 

No es mi intento rebajar, ni en un Ápice , la gigan- 
tesca estatura que mide el eminente filósofo , que cier- 
ra el gran periodo del siglo xvii ; pocos nombres habrá 
en la historia de la ilosofii^ que puedan parangonarse 
con el de Leíbnitz, y pocos pensadores le excederán 
en riqueza, en profundidad de mitas y en tendencias 
humanas y armónicas. Pero uno de esos pojcos nom- 
bres es el de Hegel , y quizá fué mal consejo para los 
que deseaban restaurar la influencia leibnitiana, provo- 



$70 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

caí' ese garalelo, i todas luces inconveniente para la 
l^loria del filósofo de Hannover. Justo será añadir que 
en mi juicio M. Vera, llevado de su entusiasta adora- 
ción á Hegely ó resentido por las exageraciones de 
M. Saisset, se muestra agresivo , y por lo tanto injusto 
respectó áLeibnítz, porque no es bien descuidar las di« 
ferentes épocas en que vivieron Leibnitz y Hegel, y por 
lo tanto, lo distinto de los problemas que preocupaban 
en cada una de ellas á la inteligencia humana. Leibnitz, 
cerrando la escuela cartesiana y encendiendo con sus 
tareas nn nuevo faro, que debia iluminar á la indaga- 
ción filosófica al finalizar aquel periodo, no puede pa- 
rangonarse con el discípulo de Scbelling, que resume 
todas las tendencias del movimiento que inicia Kant, 
bajo un criterio altísimo , organizando la ciencia y re- 
solviendo problemas no sospechados en los dias de 
Leibnitz. 

Cierto es que las temerarias afirmaciones de M. Sais* 
set al decir que Scbelling no es mas que un kantiano 
transformado en Spinosa, que la dialéctica de Hegel es 
ima pura creación fantástica, y que la filosofía alemana, 
en general, es cosa de escasa ó ninguna importancia, 
son afirmaciones bastantes á exaltar el ánimo del hom- 
bre estudioso, tanto más cuanto que no se puede suponer 
peque por ignorancia el distinguido profesor de la Cor- 
bona de Francia. M.^ai^set reconoce á su pesar, y táci- 
tamente confiesa , que la novísima escuela ecléctica , si 
abandona las ideas que plagió de los sistemas alemanes 
y devuelve á la escuela escocesa los puntos cardinales 
de su refutación del materialismo, queda reducida su 
obra á unps cuantos libros de indagaciones mas erudi- 
tas que propiamente filosóficas, y á algunas páginas 
bien escrU^I sobre el carácter de la moral y de la ps}< 



T SUS CONTRADICTORES. 871 

colegía ; pero el mundo meUfisico ha sido para ella 
siempre cielo cerrado , en el que nunca pudo esparcir 
su prestado espíritu. 

£sta falta de sentido metafjsico engendra en los esr 
critores franceses este y otros juicios sobre la fllosofíijt 
alemana, que exige para ser juzgada algo mas que la 
observación de los hechos de conciencias y los adornos 
retóricos sobre la metafisiea, eón que procuran ocultar 
su carencia de principios los discípulos de M. Gousin. 

Con estos antecedentes podrá con^prenderse fáciji' 
mente que en manos de M. Saisset, el paralelo es un 
ariete que ^e dirige contra Hegel , en tanto que en ma- 
nos de M. Vera es ocasión ^continua de ataques á Leil^ • 
nitz. Lo indudable es que , cometida la imprudencia de 
colocar frente á frente los dos nombres y en actitud 
hostil, el combate d^bia ser de corta duración y fu- 
nesto para Leibnitz. 

Leibnitz no buscó como Spinosa la verdad en solitg« 
ría meditación, sinq que siempre en el seno de la so* 
ciedad 7 tomando parte activa y principal en los suce- 
sos y en las controversias, su espíritu recibió mas que 
el de otros filósofos de su edad , la influencia del carác* 
ter, de las costumbres , necesidades y aspiraciones de 
su siglo. De aquí que los defectos generales de su siglo 
aparezcan en su obra; y aquel deseo de conseguir efec- 
tos , de deslumhrar con falso brillo , unido á una pru* 
dencia tímida y puerilmente cuidadosa de salvar las 
apariencias, se enlaza con una admirable penetración , 
con grandiosos intentos y ardientes deseos de descubrir 
hechos y leyes. Este carácter domina en los trabajos de 
Leil^nitz : jamás lucha con su siglo , siempre busca la 
conciliación, ó por lo menos la tregua en los campos 
rivales , y este espíritu que adquirió en sus tareas di- 



S72 LAS ESCUELAS ALEMANAS. 

|ik>rnátieas , aparece también en sus estudios flIo8óSco«, 
Bajo este punto de vista» que no esconde el ilustre his- 
toriador Ritter, examina M. Vera las principales hipó- 
tesis y solucioftes que ofrecen sus libros, y apunta que 
en la controversia entre católicos y protestantes, ni es 
protestante ni católico, pero busca siempre un mundo 
intermedio en el que puedan vivir protestantes y católi- 
eos , que ni católicos ni protestantes aceptaron. La ti- 
midez de su espíritu resalta en la Teodicea , en la cual 
los problemas nunca se exponen en toda su extensión 
ni se resuelven de una manera clara y terminante. 

A este carácter de la época y del hombre, debe aña- 
dirse que Leibnitz se ocupó pocas veces detenida y es- 
pecialmente de filosofía ; de manera que su sistema se 
forma con largos intervalos , con ocasión de una cor- 
respondencia ó del juicio de un libro, más bajo un pun- 
to de vista critico que por una especulación ordenada y 
metódica. La extensión de sus conocimientos , su in- 
quieta actividad que le arrastraba de las matemáticas á 
los archivos, y de aquí á la teología ó á las ciencias na- 
turales, fué causa de que sus doctrinas no aparecieran 
C9mo sucesivas manifestaciones de un principio prime- 
ro y universalmente reconocido, sino como pensamien- 
tos sueltos, hijos del momento y de la inspiración. 

El mismo reconoce que su tarea ño era otra que in- 
dicar vías é impulsar á otros por ellas , y en mas de 
una ocasión se conduele de que sus estudios filosóflcos 
fueran solo fruto de momentos robados á trabajos mas 
enojosos. 

La excelencia de Leibnitz reside en las matemáticas, 
y aun en este pnnto puede citarse también á HqgeL 
Cierto es que Hegel no ha descubierto el cálculo infini- 
tesimal, pero al tratar de resolver qué sea el infinito 



Y SUS CONTRADICTORES. 273 

matemático, advierte que los matemáticos lo ignoran, 
porque al decir es el infínitamente pequeño y el infini- 
damente grande, es preciso que añadan cuál es la rela- 
ción entre estos dos infinitos que se atraen mutuamen- 
te. Newton , según afirma M. Biot y había ya dicho He- 
ge), no expone en su pureza la teoría matemática de lo 
infinito : llevado Hegel del deseo de abrir el camino para 
llegar á la filosofía del infinito matemático, hizo obser- 
var que como las ^matemáticas tienen pQr objeto la 
cantidad , y la cantidad en la filosofía begeliana no es 
mas que una propiedad , ó sea un momento de las cosas, 
como matemáticas, como ciencia particular, deben 
abandonar la indagación del absoluto matemático á la 
ciencia que conoce la. verdad absoluta. Bajo esta idea 
construye Hegel las matemáticas, como una parte de la 
lógica, y estudiando bajo esta relación el infinito mate.- 
mático , descubre que el infinito matemático ni es la 
cantidad ni la cualidad^ sino que es una relación á la 
vez cuantitativa y cualitativa. El infinito matemátito 
^ara Hegel es una relación que une el elemento fijo y 
cualitativo con el elemento variable y cuantitativo; 
pero por lo mismo que los une , se distingue de ellos 
porque contiene al uno y al otro. La forma pura y uni- 
versal de. esta relación es la potencia , ó sea' la eleva- 
ción á la potencia. 

Un ilustre inatemático , M Hermán Schwarz , ha 
consagrado un trabajo especial á esta parte de la filoso» 
fia de Uegel , y aunque contrario al filósofo de Berlín, 
concluye diciendo «que el análisis de. lo infinito con- 
^)cuerda completamente con los principios deducidos 
»por Hegel en su lógica con rica abundancia de profun- 
»dos pensamientos y con energía dialéctica.» 

Si bajo el punto de vista matemático no queda oscu- 

CANALBJAS. — 18 



^7i CAS ESCUELAS ALEMANAS 

recido el nombre de Hegei poY el de Leibnitz , no hajr 
para qué decir, dadas las anteriores observaciones so- 
bre el carácter gfeneral de las doctrinas de Leibnitz, 
cuánta es la ventaja que saca Uegel al autor de la Mo- 
nadologia. 

£1 punto cardinal de la concepción leibnitiana^ que 
pone de relieve M. Saisset y que ocupa principalmente 
á M. Nourrison, es la monadologia. M. Saisset no titu- 
bea en llamar alleibuitianismo, el cartesianismo pro- 
gresando , y el mismo Leib'nitz al anunciar su descu- 
brimiento , encabezando sus Nuevos Ensayos, rasguea 
un cuadro pomposo de las ventajas y dichas que procu- 
ra á la filosofía su invento. La definitiva exposición de 
los principios de la monadologia se encuentran en los 
dos escritos publicados en 1714, en la Monadologia j 
en los Principios de la naturaleza y de la gracia, fun- 
dados en la razón. 

Leibnitz, al mirar las contradicciones que aparecían 
entre la física cartesiana y sus principios metafísicos, 
acometió la reforma de la doctrina cartesiana, soste- 
niendo coa acierto que toda la naturaleza está llena de 
fuerza, de vida y de almas, y como Pitágoras, anadia^ 
que no se aniquilaba ninguna dé estas almas. Las uni- 
dades son la verdadera fuente de los seres, y de toda su 
fuerza, y de todos sus sentidos; y todo esto no es otra 
cosa que lo que llamamos almas. ParaLeibnitz la fuer- 
za constituye la sustancia de las cosas. En la psicología 
y en la moral, lo mismo que en la física, encuentra 
Leibnitz comprobaciones de su asdrto. Donde existe el 
ser hay vida, donde hay vida hay sustancias; donde hay 
sustancias hay fuerzas. La fuerza llena el universo con 
la inagotable variedad de sus formas. 
Para explicar Leibnitz cómo las mónadas , fuerzan 



Y SUS CONTRADICTORES. 875 

vfpor todas partes difundidas, desiguales por sus grados, 
por sus perfecciones y por la gradación de sus espe- 
•cies> componen el universo, añade como complemento 
de la monadología, la ley de continuidad, según la cnai, 
si bien el universo está poblado de mónadas, ó por me- 
jor decir, las mónadas constituyen el universo, no exis- 
ten dos mónadas exactamente iguales, y no hay entre 
^eUas solución de continuidad, no hay hiatus, no falta 
ningún anillo en la inmensa cadena que enlaza todas las 
mónadas, lo cual se prueba por el principio de tarazón 
suñciente que es el alma lógica de Leíbnitz. 

La monadologia de Leíbnitz expresa una tentativa para 
sistematizar el conocimiento, y no es licito negar que 
fiu dinamismo es un verdadero progreso sobre las teo- 
rías mecánicas de ios cartesianos. Los hegelianos acu- 
san á Leíbnitz porque no hace otra, cosa que reempla- 
2ar el principio mecánico con el dinámico, olvidando 
que en los cuerpos existen estados y relaciones meca- 
nicas. Reemplazar un principio por otro equivale á su- 
()rimir el problema en vez de resolverlo, es mutilar los 
seres, en' vez de presentarlos en todas sus relaciones. 
La solución estriba en demostrar la coexistencia de am- 
bos principios , señalando el puesto que cada uno de 
«líos ocupa en el conjunto de los seres. 

La ley de continuidad que establece Leíbnitz es un 
principio que puede ser tachado de Spínosista , porque 
ja continuidad implica, ó la unidad del ser, ó la unidad 
áe sustancia. Leíbnitz salva esta dificultad , presentando 
una excepción de la ley de continuidad , por lo que res- 
pecta á la unión del alma y el cuerpo, en donde en- 
cuentra un hiatus que no llena la ley de continuidad* 
Este vacio lo llena Leíbnitz con la famosa teoría de la 
4irmonia preestaóiecida f teoría que. no pasa del rango 



S7f tAS ESCUELAS ALEMAKAS 

de una bipétesís ingeniosa qoe elude, pero no resuelve 
la dificoitad ; porque Leibnitz no inquiere qne sea esta 
armonía , ni indaga tampoco si snpone esa armonía la 
unidad de sastancia que se procuraba combatir. 

De la misma manera eludQ Leibnitz la gran cuestión 
que surge al querer fijar las relaciones entre la mónada 
finita y la mónada infinita. Todas las mónadas creadas 
se originan de Dios , que es la unidad primitiTs y la 
sustancia siinple y originaria, y nacen por fulguración^ 
— La dificultad subsiste , porque la palabra fulguración 
carece de valor y sentido filosófico. Además , la distin- 
ción real entre el alma y el cuerpo anteriormente es- 
tablecida por Leibnitz , puede ser contradicha , con au- 
xilio de esta doctrina , porque si Dios es la sustancia 
primitiva y originaría , y la unidad por lo tanto sustan- 
cial de todas las mónadas , el cuerpo y el alma deben 
participar de esta sustancia , y entonces su relación se 
explicará por esa participación que tienen de la sustan- 
cia divina , no por la armonía preestablecida. 

Se advierte á primera vista que la ley de continuidad 
fué un ingenioso arbitrio para completar la monadolo- 
gía, y que la armonía fué un aditamento improvisado por 
Leibnitz para dar cima á su teoría. Si examinamos 
atentamente su concepción de la fuerza , al advertir 
que reproduce leibnitz la pflabra entelechia, se alcan- 
za que solo sabemos que I9 fuerza es un quid oculto 
que reside entre la potencia y el acto, lo que no procura 
gran luz para conocer lo que es la fuerza. Decir que la 
mónada es la fuerza , es dejar en tinieblas otras propie- 
dades de los seres , porq^ue con igual verdad podia de- 
cirse que la mónada era la sustancia, ó la forma. La 
que exige la filosofía es que se demuestre racional- 
mente que la fuerza , la sustancia , la forma , son ele- 



Y SUS CONTRADICTORES. 877 

* 

'mentes componentes de las cosas. Sustituir la fuerza á 
la sustancia no es huir del Spinosismo, porque si las 
fnónadas stín fuerzas , como fuerzas no son mas que 
partes de una sola y misma fuerza, lo que obliga ¿ 
Leibnitz á reunirías en la armonía preestablecida , y k 
identificarlas en la mónada de las mónadas. 

Pero si las excelencias de Leibnitz no se encuentran 
ni en la Teodicea ni en las teorías metafísicas enumera* 
das, las descubren los escritores franceses ya citados, 
^en su tendencia conciliadora, y en aquella indulgencia 
general con que acoge Leibnitz las doctrinas mas.opues- 
tas ; pero esta tendencia más era bija del carácter del 
~ bombre que de un principio armónico que permitiera 
á Leibnitz considerar las escuelas filosóficas como mo- 
' mentos parciales de la gran elaboración del pensamien- 
' to bumano , y falto del principio superior, del funda- 
mento que debia encadenar todo el sistema de la histo- 
ria de la filosofía en torno del principio real de la cien- 
cia , cayó en un eclecticismo , mal definido si se quiere, 
y que sus discípulos formularon, y que es el precedente 
del eclecticismo , que quizá pretenden defender los dis- 
persos restos de la escuela fundada por Cousin. 

Este sentido oculto que palpita en los estcritos de 
M. Saisset , Frank y otros, lo declara terminantemente 
M. ISourrison, al terminar un libro sobre Leibnitz, 
diciendo:— « Nosotros quisiéramos contribuir á dÍTul- 
»gar esta gran filosofía de Leibnitz , que bonra al espí- 
«ritu bumano, porque no es otra cosa que una po- 
»tente derivación del cartesianismo... Leibnitz cierra el 
«siglo xvii, al cual es forzoso acudir otra vez , porque 
-»alli se encuentran las vivas fuentes en donde debe vi- 

* 

.i»gorizarse de nuevo la razón.» 

Nosotros , ante esta terminante profesión de fé, anto 



978 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

este ridícalo empeño de encerrar en un férreo parén- 
tesis el siglo xYui y ei movimiento iniciado por sus au- 
tores , preguntaríamos únicamente: ¿Cuáles son las so- 
luciones filosóficas que debemos copiar de ese siglo jlwiT 
Rechazáis el cartesianismo, sustituyendo á la eterna ver- 
dad del punto de partida cartesiano la idea de la fuerza 
á que llegó Leibnitz por la observación del mundo físi- 
co ; á la preponderancia del pensamiento, que es fuerz» 
y además pensamiento , la concepción de la fuerza pur» 
de Leibnitz; rechazáis á Malebranche, maldecís á Spi- 
nosa , de manera que el siglo xvii se reduce á la con- 
tradictoria Teodicea de Leibnitz y á sus hipótesis de la 
ley de continuidad y de la armonía preestablecida. ¿Y es 
eso lo que osáis presentar á la generación avézat^a á las 
magnificencias creadoras de Hegel y de Krause? ¿Con 
qué principio exhumado 4el siglo xvii podréis satisfacer 
esta necesidad de conocimiento sistemático y este an^ 
helo de realidad en el conocimiento, que aqueja á esta 
generación? ¿Cómo explicareis la contradicción del 
mundo,' de la naturaleza y del espíritu, regidos por 
principios que se oponen? ¿Cómo la filosofía del espí- 
ritu y la filosofía de la naturaleza aparecerán como mo- 
mentos de lo absoluto, como sostiene Hegel, ó cAmo- 
demostrareis que la naturaleza y el espíritu son efi un 
principio superior, y bajo este principio superior» 
como demuestra Krause? 

Aun cuando supongamos que laá soluciones Hegeliana 
y Krausista , las dos mas altas que encierra la filosofía 
contemporánea , no fueran satisfactorias bajo el punta 
de vista racional, único criterio en filosofía, no por esa 
quedaría á salvo la tendencia de los últimos eclécticos^ 
¿Es ó no cierto que el carácter de la filosofía hoy es su 
sistematización , que el único medio, de abrazar en. uou 



Y SUS CONTRADICTORES. V19 

conjunto orgánico el mundo, e$ ver bajo un principio 
real y primero, ]a esencia y la relación de todos los sé- 
res? ¿ Es ó no cierto que el espíritu humano gravita há. 
cía una síntesis que ponga fin al dualismo que cancera 
ala ciencia desde Sócrates? ¿Es ó no cierto que ess| 
síntesis la busca , no en una abstracción , sino en una 
realidad ; porque solo en la realidad , y no en las abs- 
tracciones , debe cimentarse el conocimiento cuyas le- 
yes son las leyes del ser real ? ¿ Es ó no cierto 4ue las, 
ciencias naturales indagan hoy con particular, cuidado 
cuanto se refiere á sus principios filosóficos, y buscan el 
enlace de las ciencias naturales con la ciencia eu gene- 
ral? ¿Es ó no cierto que las ciencias morales y políti- 
cas se transforman, invocando principios metáfisicos, y 
que hasta la sociedad estudia sus instituciones y su por- 
venir á la luz de principios generales que la filosofía le 
presta? 

Pues, si todo es palmario, porque son hechos que nos, 
asedian y aun nos acongojan, ¿ha de dar la ciencia \m 
mentís al entendimiento humano^ tornando á predicar 
lo que ya ha consumido la humanidad en su carrera? 
¿ Hemos de hacer mas hondo el abismo que separa á la 
vida de la ciencia? ¿Es posible siquiera semejante ta- 
rea ? Instintivamente condena la conciencia humana tal 
extravío. 

El carácter de la ciencia no nace de la ciencia sola, 
sino que la vida , el desarrollo histórico, ayudan á gra- 
barlo con irresistible buril en su seno. Los problemas 
se resuelven después que se plantean , y cuando exis- 
ten problemas planteados, la ciencia debe resolverlos 
bajo pena de la vida ; es decir, so pena de que la huma- 
nidad la escarnezca y se arroje en brazos del escepti^ 
cismo. 



S80 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

Los problemas que hoy agitan á la humanidad, y que 
iniciaron Kant en la ciencia; y la reToliícion francesa ea 
la vida , tienen entre otras dos principales soluciones 
en la filosofía moderna , la begeliana y la krausista. Es- 
tas dos sojuciones , análogas en muchos puntos , radi- 
calmente distintas en otros, presiden boy á la ¿rdua ta* 
rea de dotarde almas, es decir, de principios á las cien- 
cías particulares. Contra estas dos soluciones se invo- 
can los nombres que hemos visto, y se procura excitar 
el sentimiento patrio tachándolas de alemanas, como 
sí la verdad tuviera nacionalidad exclusiva en la tierra, 
y no fuera patrimonio común y general de la humani- 
dad ; como si las ideas , al arraigar en una nación , no 
tomaran muy luego la fisonomía y peculiar carácter de 
aquel pueblo. Si las escuelas francesas , aprovechando 
su educación filosófica nacional (lo que aprueba el sen- 
tido filosófico), no entran de lleno en el campo de la 
metafísica , continuando la indagación desde el término 
en que la dejaron las escuelas alemanas, desaparece- 
rán muy luego del teatro científico, y el escepticismo 6 
el* materialismo mas repugnante invadirá la conciencia 
general , corrompiendo y manchando toda la vida del 
pueblo de Descartes y Malebranche. 

Expondremos en el siguiente párrafo las impugna- 
ciones directas que se hacen á ambas escuelas , advir- 
tiendo cuál de ellas es la que en nuestra humilde opi- 
nión reúne mayor verdad y es fuente de mas prove- 
chosas deducciones. 

IV. 

' No seremos nosotros los que sacrifiquemos, en ama- 
nados altares , y porque así plazca ó interese á los que 
en ciencia tratan , rompiendo con la verdad , denoste- 



Y SUS CONTRADICTORES. S8t 

«IOS y maldigamos á los grandes pensadores modernos, 
7 muy en particular á Hegel,el odiado, así por los 
«ciécticos como por los sensualistas , asi por los psicó<» 
logos escoceses como los que en continuada blasfemia 
reniegan de la razón , divino atributo de la humanidad. 
Algo mas digno y elevado que los propósitos que se en- 
cubren tras esas impugnaciones basadas en sus puestos 
falsos, algo mas noble que esas hipócritas declaraciones 
■sobre los males que el racionalismo produce guia la 
pluma, y si nuestras convicciones nos arrastran fuera 
úe la escuela hegeiiana, no por eso menguará el res- 
peto y la veneración que tributamos al pensador que 
tía causado la mas profunda y la mas provechosa de las 
revoluciones científicas, desde que la razón existe. No 
•desconoceremos ni por un instante que Uegel,mos* 
irando que lo objetivo, para ser inteligible, debe en sí 
:ser racional , siendo por lo tanto uno con el pensa* 
miento , pudiendo ser conocido como es en sí , arran- 
có de raiz en la ciencia el criticismo de Kant, y destru- 
yó las barreras que la cercaban y oprimían, abriendo 
ancha é iluminada senda que conduce al conocimiento 
real y absoluto. No desconoceremos que Hegel ensayó 
-el sistema universal de la ciencia , haciéndonos entre- 
ver su organismo, porque cada término del pensamien- 
to es la síntesis de todos los precedentes, y á la vez el 
elemento analítico de los que siguen . encontrando sii 
verdad en esta doble relación , con el precedente y con 
^1 siguiente. Con el mas profundo de nuestros pensa- 
dores contemporáneos decimos: «Movimiento es este 
^>verdadera mente gíganfesco del pensamiento que ar- 
^> ranea con mano poderosa de su secular asiento la rea- 
^)lidad objetiva, el espíritu y la naturaleza, la idea y la 
^) vida, y resuelve toda inmovilidad, fijeza y oposición 



S82 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

»de un proceso eterno... que convierte la naturaleza y 
»el espíritu , el hombre y la historia en momentos so- 
«lubles de la idea divina (^) » INo olvidaremos nunca 
este último carácter que presta la mayor de las gran- 
dezas , una grandeza épica, al sistema hegeliano; no*, 
olvidaremos que, gracias á su hercúleo esfuerzo» su filo- 
sofía ha salido del pantano del dualismo, en el que todo- 
impulso era flaco y toda energía dañosa ; pero este res* 
peto ai gran filósofo de Berlín no nos oculta los vicios- 
del sistema que nos separan de sus discípulos. 

Creemos que el movimiento de la filosofía moderna, 
desde Kant , encierra los datos necesarios para aspirar 
ya á la sistematización de la ciencia, que elementos- 
constitutivos de ella son la crítica del conocimiento ha • 
mano de Kant, la sustancialidad y la actividad espontánea 
del sujeto, demostradas por Fichte ; el paralelismo dek 
sujeto y objeto que se desprende de la doctrina de 8che- 
lling y la vitalidad interna y movimiento lógico , y co- 
mo tal ordenado, del pensamiento absoluto, que descu- 
brió el ilustre Hegel; pero estos descubrimientos, que 
han dado origen á sistemas exclusivos y á oposiciones' 
entre si , deben construirse» limitados y rehechos, por 
un principio real y superior que los contenga, y funde» 
y establezca en el lugar necesario , para que puedan 
servir á la vida de la humanidad. Dicho se está que al 
exponer este desiderátum, no creemos que tal necesi- 
dad quede satisfecha con la doctrina hegeliana ; por lo 
que nos vemos forzados á buscar en otra la realización 
de estas aspiraciones. 

Pero ¿son legitimas y racionales esas aspiraciones? 
¿Son racionales y reales? Porque si no lo fueran, la 

(O Sanz del Rio. 



Y SUS CONTRADICTORES. 283^ 

causa de nuestro disentíoiieDto de la doctrina begelia- 
na, seria nn mero juicio particular, ó una aspiración: 
abstracta y subjetiva, que en sí carecería de valor. Eit 
ei problema actual , basta para resolverlo indicar, que 
son tan legitimas esas aspiraciones, que el intentar sa- 
tisfacerlas lat escuela hegeliana , constituye uno de su» 
mas relevantes caracteres ; pero en nuestro sentir no 
consiguió el gran filósofo realizar su propósito. £^ 
abrazar Hegelen su doctrina, en el movimiento pro- 
gresivo del espíritu, todo «I mundo objetivo, el ser y la 
naturaleza, y el mundo subjetivo desde el simple pensa-^ 
miento hasta la idea absoluta, no significa otra cosa, que 
un ensayo de esa sistematización universal del ser, 
bajo ley única y en relación real y viva, que es la aspira- 
ción de que tratábamos. 

Y decimos real y viva , porque la concepción hege- 
liana excede los limites de la filosofía, lo que es huma- 
no y natural se pierde en el cielo de un misticismo in- 
telectual , porque el fin de la ciencia no es la doctrina^ 
de Dios absolutamente ; sino el hombre y Dios , y el 
hombre siendo porque Dios es. Pedíamos un organis- 
mo real en la ciencia, y lo pedimos aun, porque el he* 
geliano le hace aparecer abstracto , no real ; puesto que* 
la unidad , que es el ideal de la ciencia, no es allí inma- 
nente y real, sino que se disuelve en la contiradiccion, y 
necesita de la contradicción para realizarse como ver- 
dadera unidad. Y el organismo es solo posible con la- 
unidad inmanente , que funde en sí, contenga y deter- 
mine la contradicción como forma interior de lo conté- 
nido en la unidad. Es evidente, por lo tanto', que es- 
precisa la unidad llena, real, no vacía é ideal , y la uni^ 
dad hegeliana es abstracta, puramente intencional á- 
imaginada. Y no siendo r<íal é inmanente, ¿cómo las ca- 



"£84 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

^egorías del ser , ei no ser^ y el suceder las mas vacías 
y abstractas , podrán engendrar las sucesivas^ llenas y 
xada vez mas ricas en gérmenes fecundos? 

En nuestro juicio tocamos en el defecto capital de la 
doctrina begelíana. La dialéctica hegeliana, el movi- 
miento lógico del ser , contra el pensamiento del mismo 
lautor, se convierte en un proceso puramente formal y 
abstracto > por la falta de un principio positivo, inma- 
nente y lleno, que sea el suelo donde arraiguen ios di- 
versos momentos del ser. Y es tan palmaria la falta de 
este principio inmanente y real, que el mismo Hegel 
4o da por supuesto ai marcar la tendencia de aquellas 
abstracciones que pasan desde su estado abstracto ¿ 
-otros concretos. ¿Estas tendencias porqué existen? Solo 
pueden existir por y bajo un tipo de realidad que las im- 
pulsa ó que las atrae , y este tipo de realidad que señala 
«el fín de la evolución^ es ei principio inmanente que 
Hegel po presenta, pero que se ve forzado á admitir tá- 
4)itamente. 

Con razón se ha dicho, que el principio y método he- 
^eiiano será á lo sumo un ensayo de filósofo para abra- 
:zar la realidad bajo una misma ley y fórmula; pero no 
«s un principio positivo y evidente, porque este princi- 
pio no se puede alcanzar sino partiendo de una percep- 
4^ion y evidencia real del objeto. El abstracto inicial del 
método hegeliano es una hipótesis dialéctica, tras de la 
^ue aparece por feliz acaso un momento mas concreto, 
pero falta la realidad de aquel primer principio, y así la 
Aey de Ja evolución la encierra Hegel entre los dos tér- 
minos, ser abstracto y totalidad concreta cuando la ley 
4le la idea debe ser evolución absoluta é infinita. La 
^abstracción no puede ponerse como principio primero, 
j;>orque lo abstracto y la abstracción son segunda fun- 



Y SUS CONTRADICTORES. 288^ 

cion del pensar, segunda.producto del ][)ensar, nunca 
primero , bien se considere el conocimiento ocasionado* 
por la sensación, bien dimanando del conocimiento ra- 
cional. La abstracción no puede tener otra realidad qiie- 
la puramente concebida ó reflexionada por el sujeto , na 
una realidad objetiva. La contradicción no puede conce* 
bírse asimismo como una , y como entera, según llege)' 
la produce ; sino que es un momento subordinado de la 
realidad , un momento segundo interior , y solo bajo*^ 
unidad se concibe y explica, y solo bajo unidad se re- 
suelve. 

¿Qué combatimos en este punto primero de la doc- 
trina hegeliana? No es por cierto,, el que Hegel consi- 
dere, como términos ó momentos de la vida dialéctica^ 
la unidad , la oposición interior , y la armonía de los 
opuestos ó la síntesis, no; lo que combatimos es la in- 
versión de ios términos; combatimos el que en vez de- 
presentar como puesta primeramente la simplicidad- 
abstracta, el no ser, no haya colocado la unidad real y 
llena de variedad en su interior; combatimos el que al- 
gunos de sus discípulos presenten la contradicción como 
absolutamente puesta y no con una verdad solamente 
relativa, á los términos que anteceden ; combatimos 
que el concreto total, término último de la evolución, 
Dios , sea el término último en vez de ser el término* 
primero é inicial. 

Esta inversión de los términos verdaderos del pro- 
ceso lógico, produce los siguientes errores: colocar 
como principio inicial de la ciencia , un puro pensa- 
miento abstracto falto de realidad : encerrar el procedo* 
dialéctico entre dos términos arbitrariamente plantea- 
dos » la abstracción y la totalidad concreta : establecer 
un movimiento eternamente incesante , sin un móvil 



'^6 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

jreal , sin una tendencia hija de una iey-típo que lo im- 
pulse : reducir la ciencia á lin discurrir puro, sin una 
evidencia ni elemental ni abtoluta. Cionsecuencias de 
«stos errores son: 1/ el que la ciencia resbale sin tocar 
en la realidad, cuando la ciepcia es el conocimiento ra- 
cional de la realidad; 3.* que la diferencia real entre lo 
-finito y lo infinito, entre el hombre y Dios, desaparezca, 
.y estos opuestos se resuelvan en la identidad del espí- 
ritu absoluto, y como efectos de este error, el que la in- 
dividualidad y sus legitimas consecuencias, la personali- 
dad, la moralidad y la inmortalidad queden disueltas en 
el momento superior y mas verdadero que las consume. 
Los cargos que en general dirigimos aquí á la doc- 
Irina hegeliana, las necesidades ó aspiraciones intelec- 
iuales que nos han servido de norte , suponen un cri- 
terio que nos sirve é ilumina para semejante tarea , y 
DO seria por nuestra parte proceder leal , ocultar el 
nombre y las excelencias de la escuela que completa y 
corrige en nuestro juicio á la escuela hegeliana. Dicho 
se está en lo apuntado, que no militamos en ninguna 

■ 

xle las fracciones de la extinguida escuela ecléctica fran- 
jcesa : reducidos hoy aquellos fllósofos al papel de me- 
ros retóricos, se afanan por suplir con las galas del es- 
tilo y con la declamación, lo que debia ser propio del 
jazonamiento y de lo fecundo de los principios. Tam- 
poco seguimos á los últimos discípulos de la escuela es^ 
cocesa porque el convencimiento reflexivo, el estudio 
j)uramente psicológico , es solo una faz de la ciencia y 
aspiramos á comprenderla en su generalidad. Y como 
doctrinas gangrenadas huimos de los sectarios de ese 
escepticismo-teológico, que bajo estas ó aquell3s formas, 
conspiran siempre contra la vida de la humanidad, por- 
•que conspiran contra la razón humana. 



T SUS CONTRADICTORES. S8? 

En nuestro juicio, la filosofía que rechaza el moli- 
miento moderno que inicia Kant, es doctrina suicida, 
7 no aicanzaráhotra vida que la que puedan alcanzar los 
renuevos de las escuelas del siglo xvii, cuando social, 
cíentífíca, política y religiosamente la historia ha con- 
-sumido ya lo engendrado por aquellos pensadores. En 
Kantcomienza la edad racional, y por lo tanto unita- 
ria de la ciencia , y en las escuelas que le siguen se en- 
cuentran los elementos constitutivos de la ciencia que 
es preciso aceptar. El sistema de la ciencia se crea, 
gracias á las titánicas concepciones de Ficbte, Schelling 
y Hegel , y en este último pensador ya ¿emos indicado 
^ue se entreve su organismo. Pero el que en nuestro 
sentir avanza más en su estudio y ofrece un más com- 
pleto sistema científico es G. Gr. F. Erause. cuya doc- 
trina "Cuenta ya en España tantos y tan distinguidos 
partidarios. 

Krau3e reconoce en la ciencia analítica una eviden- 
cia inmediata, y siempre subsistente, puesto que es la 
de la conciencia, y estudiando las condiciones necesarias 
«de esta evidencia ; supone y afirma las categorías de la 
razón , cuyo fundamento se nos muestra , aunque no 
^ea nuestra razón su fundamento. Diferenciase ya en 
«ste punto Krause de Hegel, porque este en su Feno^ 
menoíogia nos presenta el espíritu elevándose por los 
grados de conocimiento, hasta que sujeto y objeto se 
funden en una identidad indiferente. En Krause , el yo^ 
consciente, aun cuando sea pensado, subsiste en reali- 
dad en* su unidad, sin ser absorbido ni borrado por lo 
absoluto, ni por el pensamiento absoluto, en la razón. 
En Hegel el yo es un producto , abstracto y vacío del 
pensamiento; en Krause las condiciones del conoci- 
miento inmediato yo guian al reconocimiento real, ab- 



^88 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

soluto , fundamento de todo ser y ciencia , y este cono- 
cin9Íento del rea/ absoluto , inmanente en el espíritu 
racional , es traído á reflexión científica! por medio del 
análisis del hecho de conciencia. £n esta realidad abso- 
luta , interiormente activa, inmanente , presente siem- 
pre al espíritu, por más que el espíritu no siempie la 
sepa , se funda , pero no se resuelve, la sustancialidad 
del yo p%üo^ y este fundamento y esta inmanencia hace 
posible el conocimiento del sujeto racional en si y ea 
correlación con Dios. En Krause , la inteligencia tiene 
en lo infinito su homogéneo, una lu? constante, y la vida 
una guia que le encamine á un fin real. En Hegel, el 
absoluto es el Yo elevado á la identidad de la noción , es 
el Yo y Mo-Yo resuelto en la identidad de la Idea; ea 
Krause el absoluto es el condicionante y el supuesto de 
]a realidad del Yo y de su conocimiento. Eo .Krause los 
términos del proceso dialéctico no están invertidos, si- 
no, que el inicial es la unidad real ; la oposición es solo 
relativa bajo unidad, de modo que son momentos clara- 
mente distintos. En Hegél encontramos la actividad 
pensante, móvil y continuamente soluble : en KrausQ, 
la sustancialidad innianente, interior é intelectualmente 
activa. No hay oposición entre las dos doctrinas, sino 
que la hegeliana está comprendida, aun^e enmendada, 
en la krausista , por la sencilla razón de que lo real 
absoluto es intelectual é inteligible á la vez, porque si 
no lo fuera no seria lo real absoluto , y siendo intelec- 
tual inteligible, determina, y por lo tanto llena sus pro- 
piedades interiores, en tanto que el puro pensar de He- 
gel, sin el pensante y sin lo pensado , es un puro abs- 
tracto. 

Las ligeras observaciones que anteceden indican que 
no se descubren en Krause los errores que habíamos 



Y SUS CONTRADICTORES. 889 

enumerado en la escuela hegeliana , y que responde 
mejora las aspiraciones intelectuales de la edad moder- 
na que esta última doctrina. En efecto, aun concediendo 
cuanto he concedido en el trascurso de estos escritos al 
hegelianismo, y sin negarle su magnifica grandeza, no es 
hacedero deseonoceri que descansa todo el edificio he« 
geliano en una abstracción , no es posible negar que es 
idealista* Bajo este aspecto puedo decir que toda la filo- 
sofía antigua está en Hegel , ó que Hegel es el que re- 
sume toda la edad reflexiva de la filosofía que comienza 
en Sócrates. Pero como el' idealismo y la abstracción, 
frutos naturales del periodo reflexivo de la humanidad» 
no son los propios de este periodo racional que hoy 
anuncia la historia , la doctrina hegeliana queda á ma- 
nera de gigantesca meta de lo pasado, cerrando con 
llave de oro la edad histórica trascurrida, y no tiene» 
no debe tener voz ni influencia en la edad racional, á 
no ser que considerando su tentativa de construir en 
un todo orgánico ia realidad y 16 ideal , se vea en esa 
última creación del espíritu .abstracto y puranóente re- 
flexivo, un anuncio y un consejo para la ciencia racio- 
nal, una tentativa generosa para señalar el camino á la 
tida y á la ciencia en la tercera edad de la historia. 

Que la ciencia ha de ser reaí, que no debe fundarse 
en el idealismo y eñ vanos conceptos de la humana in- 
teligencia , es una verdad que tiene por comprobante 
la vida entera de la sociedad presente. En Teología ra- 
cional buscamos una realidad divina , un Dios , que no 
sea vaga y fútil creación dé la fantasía; rechazamos las 
coneepciones deístas , y pedimos el Ser Supremo, ab- 
solutamente infinito é infinitamente absoluto, personal 
y vivo, que conduzca y rija la existencia , y en moral» 
y en derecho, y en todas las ciencias , pedimos con lá- 

CANALEJAS,*— 19 



S90 LAS ESCUELAS ALEMANAS 

grimas en los ojos la realidad de las ideas para que 
obren en la i^ida individual y social. ¡Que lo real sea 
racional I es un grito que surge vehemente y apasiona- 
do como una oración á la ciencia » del fondo de la vida 
religiosa , de la individual y de- la de derecho. Tiempo 
^ ya de que pongamos término á ese olimpo filosófico» 
hijo de la fanfasia reflexiva de la ciencia : basta de ído- 
los y de espectros » ricos de luz y de apariencia , pero 
faltos de ser y de verdad. 

Esta reacción contra el idealismo desenfrenado de los 
últimos lustros, es una tendencia justa y plausible, por 
mas que bajo esta tendencia puedan aparecer los mas 
temerosos de los errores filosóficos. £1 realismo puede 
provocar ó ias afirmaciones materialistas, como suceda 
en la escuela neo-hegeliana, ó la negación de todo prin- 
cipio ó verdad trascendente , como se escucha ya en la 
escuela positivista y proudboniana , y en un momento 
superior de esta tendencia las escuelas místico-panteis- 
tas. Lo primero ya ha Sucedido ; lo segundo no se hará 
esperar per mucho tiempo; pero no de otra suerte vive 
y vivirá la humanidad , y solo depurándose con la cona- 
paracion y el trabajo, el conocimiento se extiende y 
generaliza. 

Ventaja , y de altísima importancia, es comenzar este 
trabajo en la edad presente, bajo una doctrina que evita 
los errores indicados , y que será contra ellos fortislmo 
antemural. La filosofía moderna tiene escrita en su pár- 
rafo inicial la concepción de Krause, que orienta la in- 
dagación, y busca y afirma en la realidad, el ser y el co- 
nocimiento. La filosofía moderna se abre con una doc- 
trina realista y racional, con una concepción armónica, 
que fecundando con la unidad de un principio supre- 
mo, real é inmanente, la gigantesca forma hegeliaoa, 



Y SUS CONTRADICTORES. 491 

«nos permite recoger la herencia de lo pasado, enlazan* 
-do la indagación presente ¿ la de los siglos xvii y xyiii. 
Pero la Biblia filosófica no está escrita , y no toca al 
filósofo el mero papel de expositor y catequista. I>a es- 
cuela Krausista es un punto de partida para la filosofía 
novísima , y la razón exige imperiosamente que se cefi- 
tinúe el trabajo, que se ponga en marcha el doctrinal 
de esa escuela, engrandeciéndose, depurándose, ccrjri« 
:£Íéndose, si es necesario, y comprobando su verdad 
•con libre sentido y perseverante aplicación á la vida. 
Solo así cumplirá el krausismo con el deber que la 
^ciencia impone á toda indagación filosófica. 

Setiembre , 1863. 



xn. 

li REiCQON T LAS REYOLOaONES 



(>) 



Señores : 

No necesita el tema sometido á examen encomios ni 
-encarecimientos. Es notoria su transcendencia y sa 
aplicación i las necesidades y preocupaciones de lo pre- 
sente. Los discursos ya pronunciados , bastan para de* 
mostrar su importancia y para legitimar ia discreción 
•4e la mesa , que ha sometido á nuestro estudio, no uim 
cuestión* pueril ó pedantesca , sino arduo problema que 
entraña una ley ó regla para la vida práctica , y princi- 
palmente para la conducta política. 

Yo, por mi , agradezco á la mesa la ocasión con que 
nos brinda para hacer examen de conciencia en una 
materia, en la que raras veces influye la conciencia mo- 
ral y científica , y las más domina la pasión ó el ins- 
unto, con su noble impulso y sus fervientes amores, 
pero también con sus arrebatos, sus entusiasmos y sos 
•enloquecimientos. Aquí , donde contando con la amis- 
^tad de unos, la indulgencia de otros y la ilustración de 
4odos, seguimos, como veneranda costumbre , la de 
. pensar en voz alta , buscando consejo en los que nos 

(^) Discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid el 10 de di- 
ciembre de 1864. 



S9t LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES* 

escuchan, y pidiendo la enmienda y corrección de nues- 
tro pensamiento, aquí era donde debíamos escrutar pú- 
blicamente nuestro sentido intimo, para sorprender en^ 
su seno nuestra excitada creencia revolucionaria, y ma- 
nifestarla después con la sinceridad que es propia de 
los que solo se proponen decir y relatar lo que luce ea 
su inteligencia y lo que palpita en su corazón. 

Excuse la sección el desaliño y rudeza que adviertas 
en mis palabras: no voy á cuidarlas; quiero ante todo 
ser franco y leal , y limitarme por lo tanto á expresar 
lo que pienso y lo que siento, sobre el tema propuesto. 

El tema nos interroga sobre la necesidad de las re- 
Toluciones, que en el siglo actual han cambiado la cons- 
titución de los pueblos europeos. Yo no puedo respon^ 
der á esta pregunta, sin resolver antes el problema que ^ 
eseonde y que se da por resuelto. En general , ¿ las re- 
unciones pueden considerarse como una ley indecli- 
nable de la existencia humana? ¿Constituyen un recur» 
80 necesario en el plan providencial que la historia hu- 
mana reaUza? ¿Son fenómenos fatales y necesaríoa 
para el progreso y mejora dé la humanidad ?'¿Gonstitu* 
yen las revoluciones la verdadera teoría del progreso,, 
oomo sostienen unos, ó son la consecuencia funesta del 
espíritu liberal y de la ciencia de la edad moderna,. 
€omo otros afirman? 

Si las revoluoiones y las reacciones no responden ¿ 
ninguna ley biológica, no pueden ni deben predicarse^ 
Ni la verdad ni la bondad pueden prestarles su sanción, 
y yo creo por lo tanto que las revoluciones no son ne-^ 
cesarlas. Y no entro en la excepción y distinción de las 
palabras : no distingo, no eaeeptúo : tomo los términos 
^ según su acepción usual, corriente, admitida, cepn- 
prendiendo la revolución democrática lo mismo que la 



LA BRACaOIf Y LAS REVOLUCIONES. 895 

absolutista; y repito que, en mi creencia, no deben ser 
y no serán necesarias las reacciones y las revoluciones. 

Yo mismo, ai escuchar esta proposición que sustenta, 
me miro con sorpresa y encuentro de antema.no en esta 
conducta mía la confirmación mas clara de la doctrina 
general que me obliga á seguirla. Educados en una era 
que los historiadores modernos llamaron la edad de las 
revoluciones; amamantados desde nuestra primera in- 
fancia en el relato de las cruentas batallas que han sos- 
tenido en nuestra patria principios contradictorios ; be* 
hiendo venganza contra ios enemigos de los nuestros 
desde esos primeros instantes de la existencia ; comen- 
zando á colorearse nuestras convicciones con el calor 
de las iras, que la narración del martirio de nuestros 
padres engendró en nuestros juveniles pechos ; la idea 
de la revolución se nos ha aparecido á todos como el 
dia de la mas justa venganza y de las mas debidas ex- 
piaciones. Ya adultos, nuestros estudios históricos nos 
llevaban á la lectura embriagadora de las páginas palpi- 
tantes de Michelet » Luis Blanc y Lamartine» en las que 
el heroísmo de los unos , el sacrificio de los otros , el 
entusiasmo de aquellos y la enérgica virilidad de todos, 
hacia que asistiéramos mudos de asombro, y convulsa la 
fantasía y fatigoso el pecho, á las jornadas de la revolii-- 
don francesa , cuya resonancia crece ai compás que se 
aleja de nosotros la fecha de tan terrible epopeya. 

£n estos libros y en estos espectáculos hemos apren- 
dido á considerar las revoluciones como los mas solem- 
nes momentos de la historia , en los que súbitamente 
resplandecen todas las energías humanas , y se gozan y 
se sufren á la par los tormientos y las glorias que ni ea 
sueños se conciben en la-vida vulgat y prosaica de la 
existeneia común. Después, ya hombres, ai entrar ea 



ÍI96 LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 

esto que hemos convenido en llamar liza ó palenque 
político, hemos amenazado y hemos sido amenazados 
con Ift revolución ; hemos sido emplazados y hemos 
emplazado ante ese tribunal inexorable , acostumbrán- 
donos asi á mirar en la revolución el triunfo, el mo- 
mento del logro de nuestros afanes y de la victoria de 
nuestras ideas sobre los ardides , tramas y crímenes de 
nuestros contradictores. Así el hogar doméstico pri- 
mero, la educación después, y por último la vida pú- 
blica , han contribuido á ofrecernos la idea revolucio- 
naria como un accidenta natural en la marcha de los 
pueblos , que debe aparecer cuando una invocación fer- 
viente la suscite, derramándola por calles y por plazas. 

¿Qué extrañar que con tales antecedentes nuestros 
labios viertan sin temblar la palabra revolución ó reac- 
ción, y nuestros oídos no se estremezcan al escucharla? 
Y cuenta , señores , que yo bien sé que al hablar de es- 
panto y de terror, discurriendo sobre la revolución, in- 
curro en el ridiculo. ¿ Quién es hoy tan menguado que 
palidezca ante el anuncio de una aurora revoluciona- 
ria? ¿Quién es tan débil y tan flaco de ánimo que tiem- 
ble ante ese solemne instante , el mas levantado de la 
vida de los pueblos ? Esa pusilanimidad es -Inverosimfl, 
y, sin embargo, es cierta ; porque yo me apresuro á 
declarar que tiemblo y desfallezco, cuando el horizonte 
oscuro y cargado de mal. comprimida electricidad se 
ilumina con siniestros aunque rápidos fulgores. 

No insisto en esta declaración por el vano alarde de 
confesarme tímido y asujstadizo, cuando los más son 
fuertes é indomables; sino que entiendo que los mis- 
mos que más se glorían de invocar la revolución tem- 
blarían cual yo, si detuviesen su mirada en el signifi- 
cado del hecho revolucionario. Entiendo que es preciso 



LA REAGGlOIf Y LAS REYOLüGIONES. t97 

salir ya do los campos del pensar poético ; creo que es 
ja hora de Tivir en la razón , dejando á la fantasía en 
8u esfera y sin soltarla, como en jurisdicción propia, 
para que campee ubérrimamente por la vida real , y 
mucho menos por la vida política. Que este paso es do- 
loroso ¿quién lo ignora? pero no por eso es menos ne- 
•cesaria la transformación. ¿Quién no ha soñado, como 
Espronceda, con el puiial de Bruto y con la adusta 
frente de Catón? ¿Quién no ha fantaseado en los mo- 
mentos de hastío de esta árida y vulgar vida , cuyos re- 
blados movimientos nos enojan, con 'días de graves y 
universales trastornos , en los que gobierna la pasión 
j la audacia , y Da elocuencia y el atrevimiento encuen- 
tran altares? ¿Quién no se ha visto, ó perseguido por 
las turbas , desdeñando sus amenazas morir despre- 
ciándolas, ó enaltecido y victoreado por la muchedum- 
t)re, acallar y embravecer sus odios , y todo ello en 
manos de lo inopinado, de lo inverosímil y extraordi- 
nario, que hagan sucederse mil emociones encontradas 
«n el pecho, que se dilata en vano para contenerlas? 

Todos nos hemos dado este espectáculo, todos hemos 
ungido, aHá en horas de insomnio, esas historias ; pero 
tí tales fantasías tienen disculpa después de una lectura 
apasionada ó de una conversación ardiente , es crimi- 
nal llevar esta sed de emociones á la vida pública , y 
querer convertir la vida social en una serie indefinida 
de trágicas representaciones. 

Hace ya años que leia unas lecciones pronunciadas 
«n un famosísimo establecimiento, por un' orador no 
menos famoso. El maestro úe aquella juventud con- 
4;luía diciendo (i):^ «^Nuestros padres han visto la re* 

(*) M. Quínet. 



Ü98 lA REACCIÓN T LAS REVOLUCIONES. 

«volucioD en 1793, las guerras de la B«tNáblica y las gr- 
^gantescas del Imperio : deben estar satisfechos , por- 
«que han vivido ;— pero nosotros ¿ qué hemos visto? 
>— los tres dias de julio.*- 1 Ah ! para una vida tan lar- 
»ga tres dias de verdad es bien poca cosa !» 

Ahí tenéis exacta y fideJísimamente expresado el sen- 
timiento del famoso orador francés , y tenéis expresada 
esa sed de emociones y esa hambre de lo extraordin»- 
rio, que nos lleva muchas ateces á desoír el austero y 
severísimo acento de la verdad. 

Y con otra tendencia , aunque con igual sentido, ¿n^ 
escuchamos diariamente ¿ los* que quieren reñir bata- 
llas con la revolución, y la provocan y la retan por el 
fútil placer de creerse audaces y atrevidos? ¿No oís á 
los que la dirigen carteles de desafio, llamando revolu- 
ción á todo progreso, á todo adelanto, á todo mayor y 
mas alto conocer de la verdad , como sí la vida fuera 
otra cosa que una sucesión de estados y situaciones , al 
través de los que la humanidad se reconoce y se siente 
mas religiosa , mejor y mas dueña de si y del mundo 
que se la entregó como patrimonio? ¿Qué insensatez ea 
esta que quiere, y se afana por conseguirlo, que los in- 
ventos de la industria, los progresos de la experiencia, 
los triunfos del entendimiento, no. vengan al mundo- 
como dones divinos y mercedes celestiales , sino que 
surjan armados de todas armas y riñan batallas cen lo 
existente ó con lo pasado? ¡De esta manera se desnatu- 
raliza lo porvenir y se corrompe lo presente I Lo que 
debia venir como auxiliar y como amigo, viene como 
conquistador y en son de guerra; lo que debia ser vista 
como hijo esperado y bendito» es repudiado y malde- 
cido! 

Los unos quieren ser apóstoles de lo futuro, los otroa 



LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 899* 

mártires de lo pasado. Basta de apostolados y marti- 
rios : lo que urge ^s pensar y discutir, y enrojecer el 
yunque con el continuo trabajo y cop el incesante la^ 
boreo de las ideas. 

Ha pasado ya la historia de los periodos de la fanla'* 
sia y de las abstracciones; se anuncia la edad de la rea- 
lidad , es decir, de lo racional y justo ; que la vida , y 
principalmente la vida política , se vista con la dignidad 
severa, la gravedad y la tiesura del que obra conforme 
á la razón y i la justicia. 

Yo creo, señores , que si conseguimos desasirnos dor 
todas las preocupaciones, bijas de la educación y de la 
fantasía, que turban la serenidad del juicio; que si con- 
seguimos arrojar lejos de nosotros la pasión de partida- 
rios, y recta y severamente analizamos este fenómeno 
de las revoluciones y de las reacciones, vosotros, como- 
yo, sentiréis espanto al pronunciar nombres que de- 
bían ser inefables por lo blasfemos. 

Sí , blasfemo, y de ahí el terror que inspira.— Blas- 
femo de la verdad, protervo y rebelde contra las ideas, 
blasfemo de leyes divinas de la razón , que lo son de 
la vida; negación, en una palabra', de todo el órden^ 
racional del espíritu, que legitima nuestra existencia» 
como seres racionales. 

Si las ideas , si las verdades racionales por mucbos^ 
invocadas encontraran verdadero culto; si las procla- 
maciones de la sagrada idea del derecho y de la justicial 
expresaran un ardiente y hondo amor, una mística ado- 
ración, no correrían con tanto aplauso los propósitos- 
revolucionarips. Pero las negaciones de la razón han 
pr«ducidip!,sus naturales efectos : los dicterios contra la 
Ubre especulación humana han fructificado; se ha con- 
seguido desterrar de las inteligencias, todo principio ra- 



300 LA REAGGIOIf Y LAS RfiVOLUCIONES. 

4:ionaI y superior, se ba trabajado con abínco por des- 
racionalizar ai ser racional , y cuando se adquiere la 
4:;onviccion de que la causa de ia~ libertad no tiene mas 
valedores que los que aquí pugnamos por su triunfo, es 
natural que se cuide solo de formar batallones y de de- 
fender baluartes; porque el número y la fuerza son los 
que ban de conseguir el triunfo. — Y en esta conspira- 
-cion contra las ideas políticas todos ban tomado parte: 
los unos proscribían las ideas y condenaban la razón; 
los políticos declaraban que la política era cosa de asta- 
da y de emboscada , ó una serie de alternativas conce- 
siones, y ante tantos y tan continuados esfuerzos se ha 
Tenido abajo la creencia en lo racional , la f é y la espe- 
ranza en las ideas , y la conciencia del porvenir ba des- 
:aparecido de todos los entendimientos. 

Así ban venido formulándose, al compás que se es- 
<;ucbaban las frases neo-católicas , y las escépticas de' 
«doctrinarismo, y las materialistas modernas , Ia3 teorías 
reaccionarias ó revolucionarias, que invocabaa la ira 
Ae arriba ó el entusiasmo de abajo para llevar á seguro 
puerto á las sociedades modernas. Los que sembraron 
cientos recogen tempestades. 

La evolución para mí es lógica: entre el escepticismo 
xientíQco y la proclama sediciosa existe la estrecba co- 
nexión que une la causa al efecto. Si no creo en las 
ideas , no puedo esperar venga á la existencia hu- 
«rnana ninguna otra fuerza ó energía que la que nazca 
<ó resulte del Individuo ó de Ips individuos. Procuraré 
por lo tanto llamar á mi propósito á la mayor suma 
posible de ciudadanos. Si no creo en la existencia de 
ias ideas, poco me preocupará lo justo y lo debido, y 
éuscaré lo útil ó provechoso al mayor número, lo que 
«ne asegura su ayuda. Y es evidente que, como expli- 



LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 30f 

có ya el celebérrimo Florentino, lio debo escrupulizar 
gran cosa en la elección de medios. ¡Buenos serán ]r 
excelentes , si son aptos y bastantes para conseguir el 
ña apetecido ! 

La lógica popular es férrea: dadle el principio, ne- 
gando la realidad suprema, y por lo tanto superior d» 
las ideas ; y si no las deduce , ejecutará las consecuen- 
cias , que es una forma mas clara de deducción. 

Asi hemos llegado á la glorificación de la fuerza , que- 
no otra cosa es la política de hoy. ¿Por qué vosotros,, 
los que aun negáis que la política sea una ciencia, os ir- 
ritáis contra los demagogos, que buscan los medios que 
les aseguran su mas rápido triunfo? ¿No buscáis vos- 
otros los medios mas seguros para perpetuaros en el po- 
der 7 ¿ No son esta y aquella la misma ocupación ? ¿ Na 
arrancan uno y otro afán del descreimiento en las ideas- 
racionales , primeras , supremas , que son la bas^ de 
la política , y por lo tanto las únicas leyes á que debe 
sujetarse la conducta? [¿Enaltecer la fuerza ó la astucia 
no es matar la idea? 

Entre embrutecer las muchedumbres ó embravecer- 
las , entre aherrojarlas ó enloquecerlas, no hay diferen- 
cia. ¿Qué más da la cadena que la pasión , si una y otra 
roban la libertad al hombre ? 

No e:(trañareis , señores , q^ie los que creemos , con 
religiosa convicción^ en la existencia de las ideas absolu- 
tas, que la razón humana, alcanza y conoce, conside- 
remos como una blasfemia invocar las pasiones políti- 
cas , que suponen el desconocimiento de aquellas sobe- 
ranas ideas. — No extrañareis que los que creen, como 
yo , en la armonía del pensamiento y de la realidad, 
cuiden siempre de que se cumpla esta armonía. No 
extrañareis que los que creemos que las ideas obran en 



302 LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 

Ja vida y la conducen y encaminan según leyes divinas y 
sobrehumanas, que el hombre solo puede verlas ó co- 
nocerlas (que todo conocimiento es vista real), pro- 
curen que los divinos actores de la historia llenen sa 
cometido , limitándose la acción individual y colectiva 
á auxiliarlas . realizándolas y defendiéndolas. 

Una vez definida la idea por la ciencia , vista su ra- 
zón , conocido su fundamento y aceptada su verdad» 
pasa á ser la eterna musa que inspira nuestras palabras 
y nuestras acciones. Sin saberlo , inconscientemente, 
l)ajo esta nueva norma se transfigura nuestra inteligen- 
ciia, múdase nuestra conciencia, se cambia nuestra 
conducta, y nos transformamos en una viva encarnación 
de la idea , que por ser verdad se enseñoreó de nos- 
otros. Y este fenómeno, que en la vida individual todos 
hemos sentido, cúmplese de igual manera en la vida 
colectiva. Un principio de justicia alborea en las pri- 
meras edades del pueblo roáiano, y muy luego los ja- 
risconsultos lo proclamaron y las sacras leyes y las 
mas venerandas y seculares instituciones del Pueblo 
Bey recibieron sus nuevas enseñanzas , hasta conver- 
tir las leyes de las XII tablas en el edicto del Pretor. 
Lenta fué esta trasfusion de la nueva sangre en el in- 
menso y adormecido organismo del mundo antiguo; 
pero en la edad moderna ^n la que la vitalidad es uni- 
versal y abraza á la sociedad entera , y en la que es tan 
enérgica, que táchanla los asustadizos de calenturienta» 
cúmplese el fenómeno con mayor rapidez, y son buen 
testimonio de ello las reformas económicas de la vieja 
Inglaterra, conseguidas tras algunos lustros de ince- 
sante é inteligente iniciación. 

Pedidles á los mas ganosos de movimientos revolucio- 
narios que formulen clara , concreta y racionalmente 



LA REACCIÓN T LAS REVOLUCIONES. 303 

SUS aspiraciones; decidles que pidan hoy la reforma de 
lo conseguido ayer, y que mañana señalen la justieia de 
nueva reforma y que demuestren y legitimen sos pre- 
lensiones, razonada y cientiñcamente, y suya será la 
opinión' pública , y con tal valedor no tardará la ley en 
ser purísima expresión del sentir general. — No es la 
\ida pública otra cosa que una serie indefinida de es- 
tados é instituciones sucesivas , en las que encarnan los 
pueblos las ideas que han enamorado su entendimiento, 
y de la misma manera que las ideas en su progreso y 
crecimiento, la última nos señala otra nueva que co- 
mienza á brillar en el mas lejano horizonte de nuestra 
inteligencia, en la vida política, la última conquista 
abre ya el camino para la próximamente futura, y es 
preciso volver á caminar con la misma perseverancia 
y resolución que consiguieren la pasada victoria. 

¡ Que el sendero es largo, se dice , y tan largo, añado 
yo, que es infinito I La humanidad está condenada á 
perseguir lo absoluto y lo perfecto, que no son de este 
mundo; pero á cada paso que da en esta eterna espiral 
de la vida , se siente y reconoce mejor y mas perfecta 
que ayer, ai abandonar la última estacion¿ 

Símbolo, y símbolo expresivo de esta creencia , es la 
teoría matemática* de los Mmites. Enseña la ciencia 
exacta por excelencia que existen ciertas magnitudes, 
las cuales jamás se alcanzan, asi cotno existen siempre 
cantidades menores que toda cantidad dada. Indefinida- 
mente podemos aumentar y crecer, é indefinidamente 
podemos disminuir sin llegar nunca ni á la magnitud 
imaginada , ni á fijar la cantidad menor que concebi- 
mos , fraccionando la dada , por mínima que sea. ¡ Asi 
se desarrolla ante la inteligencia la infinita jerarquía de 
la vida espiritual : piérdense los orígenes en el último 



304 LA REACCIÓN T LAS REVOLUClOlfES. 

fondo <|e los gtádos inferiores, y el Umite último se 
pierde en las alturas siempre mas altas de una perfec« 
clon inaccesible I i Así se presenta á los ojos del política 
la gradación indefinida de mejora y adelantamiento de 
los pueblos, y cumple religiosamente su cometido, tra- 
zando los móviles y los sostenes que deben auxiliar esta 
peregrinación por la senda del bien y la justicia ! 

Las ideas que la razón descubre , que la ciencia ex- 
plica , que la controversia quilata , purifica y extiende, 
son el vapor que impulsa, y la electricidad que reanima 
y fortalece esta incesante peregrinación de las socieda* 
ded buuanas. 

Nada somos ó cosa muy flaca y deleznable , si no lle- 
gamos á ser órganos vivos y encarnación de las ideas: 
nada es ó es cosa abominable la vida política , si no es 
realización racional de las ideas. Firmísima en mí esta 
convicción , por eso he creído que antes de estudiar los 
principios de los modernos revolucionarios , convenia 
declarar cómo entendía la vida progresiva de la huma- 
nidad , y cuál era la expresión política* que concertaba 
con ese modo esencial de la existencia humana. El que 
juzgue la política como realización racional de las ideas, 
y no como una sucesión de reprobadas maquinaciones 
y tramas repugnantes , debe ser constantemente re- 
formista , NUNCA REACCIONARIO Ó REVOLUCIONARIO. 

No es posible ninguna doctrina reaccionaria ó revo- 
lucionaria sino aceptando dos bases ó principios igual- 
mente perniciosos y fatales ; el escepticismo materia- 
lista en todas sus fases , comprendiendo el teológico, ó 
la teoría Proudhoniana del movimiento eterno é ince- 
sante, sin fin ni brújula. Los reaccionarios parten casi 
siempre de la primera ; los que se llaman revoluciona- 
rios parten de la segunda. De*Maistre y Yaldegamas 



LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. ^ 305 

son los filósofos de los revolucionarios ep honra de lo 
pasado : Ferrari y Proudhon los revolucionarios en 
honra del porvenir.. 

Desde que coiyenzó en Huet el escepticismo teolóp- 
gico á revestir caractjéres políticos, d^sde que en el si- 
glo último, y por fin en los primeros lustros del pre- 
sente , se buscó el cimiento del orden político en el 
dogma, ó desde que se confirió al orden político el en- 
cargo apostólico de proteger y difundir lo religioso, era 
de temer que surgieran teólogos políticos y políticos 
teólogos , que confundieran el derecho político con la 
dogmática ó la moral. Se puso la ciencia , como la reH- 
gion, al servicio de la política, y se buscó la sanción 
de teorías enemigas del espíritu progresivo y liberal 
en las necesidades de la Iglesia , ó en los destinos del 
catolicismo. £1 fin religioso absorbió todos los otros 
fines de la vida , y los teólogos á lo De Maistre pudie- 
ron creer en la necesidad de un estado virtualmente 
teocrático, que encerrase en determinadas fórmulas la 
rica y abundosa variedad de aspiraciones que se des- 
piertan en el seno del espíritu humano. Concebidos los 
moldes, solo faltaba la mano vigorosa que obligara al 
incandescente espíritu de la humanidad á retorcerse 
eternamente en esos senos seculares, para que pardura- 
blemente se reprodujeran 103 maravillas del siglo xiii. 
El estado, el poder público, recibió esa misión, y como 
aquel empeño era contra la natural espontaneidad de 
la vida , fué necesario, como siempre que se contraría 
la naturaleza, apelar á la fuerza^ á una dictadura teo- 
crática , que se llama en la historia moderna 1814 
ó 1823 en nuestra España. Las yetadas de San Peters^ 
burgo y el Ensayo sobre el catolicismo son las dos 
proclamas de estos revolucionarios del pasado. £n es- 

CANALBJAS.^20 



306 hk REACCIÓN T LAS REVOLUCIONES. 

tos libros el porvenir histórico se cierra con muro fér- 
reo : la razón que podria verlo está condenada invenci- 
blemente al error ; es preciso detener las espumosas 
4M>rrientes que buscan lo futuro, renuinsarias, y empa- 
jando la presa con brazo esforzado, volcarlas en el tran- 
quilo lago de donde partieron , y buscar en el terror 6 
en la contemplación mística el ohido de nosotros mis- 
mos. ¡Triste y desoladora doctrina! ¿Qué ha do en- 
gendrar esta negación del hombre, sino atentados con- 
tra la libertad y el derecho? 

Y aun cuando hojeamos tan singulares y calenturien- 
tas producciones , cuando respiramos aquel misticismo 
bélico de De-Maistre ó Valdegamas, el espíritu se com- 
place en la hermosa grandeza del error, en la magnifi- 
cencia literaria de tan radical absurdo. Se asiste con 
emoción á la lucha de un pensador que se empeña en 
impedir el paso de tres siglos que ya han pasado, de- 
jando en la historia un arte, una ciencia y un dogma; 
de un pensador que quiere, no reformar lo presente, 
sino rehacer lo pasado , la historia desde el siglo xvi. 
I Pero hasta de tan modesta consolación literaria nos 
privan hoy los acólitos de aquellos grandes revolucio- 
narios, que solo alcanzan á desear unos cuantos des- 
tierros, alguna ley de orden público, y tal cual altera- 
ción en los reglamentos de los cuerpos colegisiadores ! 

Ferrari , el renombrado autor de la Filosofía de la 
JRevoíuzione, definió la revolución llamándola el triunfo 
de la filosofía destinada á gobernar la humanidad , y la 
filosofía que proclama el célebre italiano en un sensua- 
lismo escéptico, una obstinada negación del orden me^ 
tafísico, del orden racional. Proudhon, en su Theorie 
du progres , enaltece asimismo un movimiento ince- 
sante , continuo, ciego, porque no reconoce finalidad. 



LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 307 

ley Di grado, y mal podía reconocerlo cuando el cale- 
tre escritor renioga de lo sustancial, de lo permanente 
y absoluto; En estas tendencias se han engendrado esas 
<loctrinas científicamente blasfemas, que hablan de ma- 
tar lo absoluto, de destronar la metafísica, que ensenan 
-que no hay otra verdad que la (Jue se mide ó se pesa. 
En esa tendencia se han engendrado los absurdos que 
ISngen un estado histórico, basado en la negación de las 
aspiraciones de lo presente; en estas doctrinas, en una 
palabra , se engendran las iras reaccionarias y los en- 
tusiasmos revolucionarios. JNo es esta la ciencia con- 
temporánea, no es esta la doctrina racional , que de- 
clara la existencia de las ideas , y qué nos convence de 
«u asistencia á la vida humana , ennobleciéndola al di- 
rigirla. De la misma manera que las sustancias minera- 
les al solidificarse cristalizan en estas ó aquellas formas 
geométricas, bajo la infiuencia misteriosa de una ley 
desconocida , pero presente ; asi ai venir á la vida pú- 
biiea el espíritu humano, cristaliza en santas conviccio- 
nes de bondad y justicia por el ineludible precepto de 
la razón y de las ideas. ¡No destruyamos esta miste- 
riosa cristalización del espíritu , y obedeciendo á leyes 
supremas , crecerán en fuerza y belleza , hasta llegar á 
ser magníficas y seculares instituciones que amparen 
las nuevas formas que lo futuro engendre! 

Oigo las acusaciones de optimista y de místico. ¡Qui- 
sa no sean injustas ! Pero en estos días de aborreci- 
mientos y de odios , de negaciones y dudas, me com- 
place creer en gloriosos destinos para la familia hu- 
mana, en nobles empresas, noblemente* realizadas. En 
estas horas de amargura y de desconfianza de Dios y 
de la ciencia , me place creer en la asistencia divina j 
en la eficacia de las ideas que concurren ¡con el hom-- 



308 LA REACCIÓN T LAS REVOLUCIONES. 

bre á realizar el plan dÍTÍno, y justo es , en roí sentir,, 
qae cuando tantos odios conspiran contra las ideas, haya* 
quien las ame con entrañable afecto y busque eñ sa 
Yista el embeleso de su pobre inteligencia y el pasmo^ 
de su corazón. 

Pero se me dice, la bístoria no procede de ese modo. 
Cada idea cuenta á millares sus mártires; el dolor es in- 
herente al alumbramiento de lo futuro por lo presente; 
la lucha es inevitable ; el que posee resiste , lo que vie- 
ne debe conquistar, y solo por derecho de conquista, y 
después dA reñir bravas batallas , han conseguido ense- 
ñorearse las ideas y dictar sus preceptos á los codifica- 
dores y á los gobernantes. Desde la aparición del Cris- 
tianismo hasta nuestros dias el progreso se ha cumplida 
revolucionariamente, y el hierro y el fuego han sido 
sus propagadores , y la sangre su bautismo. Es cierto, 
señores, así ha sucedido; pero por lo mismo que ha su- 
cedido no debe ya suceder. ¿ La humanidad está con- 
denada á plagiarse? Cierto que el hombre es siem- 
pre el mismo en su constitución , en sus propiedades j 
en sus aptitudes; cierto que es siempre la misma su 
naturaleza, su virtualidad; pero no es menos cierto que 
nunca se repiten en la vida individual ni en la del gé- 
nero, dos estados idénticos de esas facultades y de esas 
aptitudes. Cierto que su cerebro, y su corazón , y su 
sistema nervioso, y su sistema muscular, son siempre 
JOS mismos ; pero no es menos cierto que no es nunca 
el mismo su pensar, su querer y su sentir. Sometido ¿ 
la ley de tiempo, á la sucesión de estados , al través de 
los cuales marcha, asistido de su conciencia y de sa^ 
memoria, que guarda lo que fué ayer; su inteligencia, 
como su sentimiento, so modifican incesantemente, y 
éi el acto, la obra , es una consecuencia de lo conocido- 



LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 309 

•y deseado, y el querer y el desear inodifícanse de con- 
tinuo, es evidente que ios hechos humanos se diferen* 
^cian de la misma manera y en el mismo grado en que 
se diferencian las causas que los engendran. Y la razón 
es obvia. La vida no es otra cosa que una exterioriza- 
^cion sucesiva y gradual de la esencia , de las virtualida* 
»des humanas. Una vez realizada como pensamiento, 
como creencia ó como institución alguna virtualidad; es 
decir, algo de lo que virtualmente es el hombre, la hu- 
^manidad recoge aqueUa conquista, la engarza en su his- 
toria, brilla, ilumina y pasa á ser nueva causa que des- 
prende del inagotable seno de la humanidad nuevas y 
«mas preciadas creaciones. El efecto de ayer e> causa 
mañana que engendra nuevos efectos, y esta es la ra- 
:2on que impide se repitan las edades y se copien los' 
sucesos , y esta es la causa de la inñnita variedad que 
ofrece la historia universal, por mas que sea siempre 
-e\ mismo el actor de la historia. Lo que sucedió no su- 
cederá. Lo presente es distinto de lo pasado, y Iq futuro 
se diferenciará de lo presente. 

Lo que ha sucedido en el siglo xvi , en el xvii, en los 
'últimos lustros del pasado y en los primeros del pre- 
sente , nos demuestra que la revolución religiosa, que 
4a inglesa y la que derribó el trono de San Luis /hubie- 
ran podido cumplirse sin estrépitos y sin violencias. 
Suprimid en la historia de esos grandes periodos révo- 
4ucionarios , el espíritu de reacción , los enconos y los 
odios, dejad solo las ideas aceptadas y los progresos de- 
seados , y esos progresos y esas ideas aparecen en el 
periodo reformista , que precede ¿ esos grandes cata- 
clismos, en toda su verdad y en toda su magniñcencia. 
¿Sin la reacción de los Estuardos se hubiera provocado 
Ja revolución inglesa? ¿Si Carlos II hubiera cumplido 



310 LA REACCIÓN T LAS REVOLUOONES. 

los pactos que contrajo Monck , y aquellos pactos hu- 
bieran sido leyes para sus sucesores, hubiérase verifi-- 
cado el cambio de dinastía 7 ¿Si la monarquía constitu- 
cional de Luis XVI hubiera sido una verdad , la revo- 
lución francesa hubiera llegado á los dias del terrorT' 
¿Si las naciones europeas hubiesen respetado el princi^ 
pió de no intervención , se hubiera unido el espirita* 
nacional al revolucionario para crear el terrible perio- 
do de la Convención? Es evidente que no. Las ideas ha- 
blan crecido y madurado : los grandes escritores del si- 
glo XVIII , sus discípulos y sus sectarios hablan conse- 
guido que la reforma reinase en la opinión. Las asam- 
bleas provinciales se afanaban por aceptar las reformas^ 
administrativas y económicas; así como el clero, la no- 
bleza y el estado llano acogían las reformas políticas^ 
en los Estados generales. 

Se proclamó la reacción , y tras ella vino la revolu- 
ción , auxiliada del sentimiento patriótico movido en^- 
sus mas hondos afectos de honra é independencia na- 
cional. Se erigió en principio la contradicción de lo pre- 
sente, y surgió lo futuro, negando radicalmente lo ac- 
tual. Por eso entre los revolucionarios franceses figu- 
ran con igual derecho María Antonieta que Vergniaud,. 
Brunsvfrich que Danton, España, Prusia ó Austria, que 
los franciscanos ó los cordeleros , Inglaterra que los ja- 
cobinos, la Vendee que los marselleses. Siempre esas- 
grandes acciones trágicas desenvuelven su acción de la- 
misma manera., L'is ideas : la reacción : la revolución. 
I Gigantesca trilogía que representa la humanidad en-* 
tera con sus entusiasmos y sus pasiones 1 

Pero de estos tres términos no hay ninguno fatal, na- 
hay ninguno necesario á excepción del primero : las 
ideas. Las ideas son porque Dios es. y vienen al mun— 



LA RBAGGION T LAS REVOLUCIONES. 311 

éo porque Dios es, y se encarnan en la inteligencia hu- 
mana porque son en Dios, y porque el hombre tiene 
«n fin que cumplir, y son las ideas los eternos lumina- 
res que le descubren los senderos que debe recorrer. 
Juzgad á la inteligencia mirando y \iendo las idea«, al 
sentimiento embebecido en su amor, á la Toluntad de- 
seosa de realizarlas ; suponed respetuosa á la humani-^ 
dad con estos huéspede3 divinos , y las blasfemias reac- 
cionarias no aparecerán , y los absurdos revoluciona- 
rios ni siquiera serán imaginados. 

Pero, se repite, que estos son deliquios, hijos de un 
espíritu optimista y utópico ; se repite que ese cuadro 
es irrealizable. ¿Por qué , señores? ¿Es irrealizable que 
el ser racional raciocine? ¿Es utópico que el ser inteli- 
gente entienda? ¿Es absurdo que el ser que conoce tie- 
nen su asiento en Dios todas las ideas, ame y venere á 
las ideas? ¿Es mas humano, mas verdadero que el ser 
racional desoiga la razón y escuche solo el rugir de las 
pasiones, y corra arrastrado por las iras , y se empeñe 
en impías luchas contra el orden divino que rige y go* 
bierna al orden natural? ¿Qué ^es lo único que pido para 
que se borren de las páginas tan cruejatas narraciones? 
Solo el respeto á la inteligencia humana y sus manifes- 
taciones. Respetad la inteligencia humana y todo se os 
dará como por ensalmo. ¡Y cómo no, si esa es la ex- 
celsa , la divina cualidad del espíritu del hombre I 
' Yo comprendo que los que conciben la historia hu-> 
mana como una calenturienta sucesión de erupciones 
volcánicas que revelan la sustancia ígnea de la humani* 
dad , que los que comparan la existencia humana con la 
de la naturaleza, porque en su sentir aquella no es mas 
que una prolongación de esta , juzguen á las revolucia- 
nes , cumpliendo fin semejante ai de las tempestades^ 



31%' LA REACCIÓN Y LAS REVOLUCIONES. 

cuando purifican la atmósfera , 6 ai de los movimientos 
subterráneos que llevan á la superficie savia y vitali- 
dad ; pero todos estos errores , rechazados basta con 
menosprecio por la ciencia contemporánea , es harto 
irrisorio que se produzcan en este certamen, querien- 
do fundar en ellos propósitos revolucionarios. Orgánica 
«y gradualmente se desenvuelve la historia, y no exis- 
ten , no pueden existir en la colectividad como ley esas 
bruscas é inopinadas transiciones, esos gigantescos ca- 
taclismos , que acusan siempre la falta de la ley, no su 
presencia. 

Si es hora ya de concertar la conducta política con 
las verdades por todos proclamadas y con los prin- 
cipios por todos conocidos ; como resulta de las ver- 
dades expuestas , como consecuencia precisa de la in- 
declinable obligación en que todos nos encontramos de 
hacer lo pensado y de amar lo conocido , aconsejaría á 
estas nuevas generaciones que hoy se presentan á las 
puertas de la vida política , que separándose de la 
senda emprendida, se colocasen en una actitud digna 
para ellos y altamente provechosa para el país. 

Yo creo que la administración y el gobierno no son 
la política, por mas que en el sentido lato esta com- 
prenda al gobierno y la administración. Separemos del 
hi^mbre administrativo, al hombre de gobierno, del qne 
solo aspira á ser político, del que desea influir en la 
opinión pública. Todos los caminos que conducen al 
poder están tomados , llenos de gentes , llenos de par- 
tidos. Pero está solo y desierto el camino de la inicia- 
ción política , está sin gentes el partido en que deben 
<olocarse los que , reconociendo y declarando que no 
pueden , que no quieren ser hombres de gobierno y do 
administración , aspiren , se consagren , ¡ cuan noble 



LA REACCIÓN T LAS REVOLUCIONES. 318 

'empeño! á f¿icilitar el camino del progreso á la admi- 
nistración y al gobierno, á 'Señalarles los males de hoy, 
4iconsejando la reforma, á pedir la mejora de lo exis- 
tente, á solicitar la enmienda y corrección de lo des- 
acertado é injusto, á abrir nuevos y mas cumplidos ho- 
rizontes, y á mostrarse siempre , en toda ocasión , en 
<:ada instante , descontentos de lo actual , ansiosos del 
porvenir y con el ánimo dispuesto á llamar á si la opi« 
«ion pública-, á dirigirla en pos de aquella reforma de 
4)arácter mas urgente , de mas apremiante necesidad. 
Cl ideal no se agota. 

A la manera que el escultor enamorado de la belleza 
ideal se afana con ardor creciente por dar al mármol 
:aquellas puras y delicadas formasen que se deleitan los 
ojos de su espíritu , y cada vez que ha conseguido fijar 
«ina perfección en la estatua , después del primer ins- 
tante de arrobamiento ve otra cosa mas perfecta que 
palpita ya en la superficie y que quiere salir del fondo 
de la pasada, y torna de nuevo al cincel, y crece su ar- 
dor y aumenta su entusiasmo; del mismo modo com- 
prendo yo esta parcialidad política que , fija la vista en 
el ideal , se esforzara por conseguir la serie de perfec- 
«clones que gradualmente mejoraran lo económico^ lo 
administrativo y lo político, unificando y robusteciendo 
las energías políticas de la sodedad moderna , que ta 
han de sostener en esta eterna peregrinación , hacia, la 
verdad y lo bueno, que no admite fatiga ni descanso. . 

Los.partidos políticos, hijos de eventualidades histó- 
ricas, nacidos al fosfórico resplandor de un acaso, im- 
pulsados por el deseo del triunfo^ no llenan hoy esta 
función política necesaria , de todo punto necesaria, en 
el desarrollo de la vida moderna. Ya que nuestros pa- 
dres y predecesores nos dieron con su meditar las ideas 



Sli LA REACCIÓN T LAS REVOLUCIONES. 

que hoy sirven de alimento á nuestra inteligencia, y 
con sus hechos campo y espacio para decirlas y susten» 
tartes y á nosotros toca el ser, en cuanto las fuerzas de 
cada cual alcancen , sus valedores y sus soldados , de* 
jando á otros el cuidado de administrar y los deberes 
del gobierno. 

¿Qué nombre llevarían estos partidarios? No lo sé ni 
me afano por saberlo : sé que serian progresivos y no 
progresistas , sé que serian liberales y radicalmente li-» 
berales , sin que los republicanos quisieran llamarlos 
hermanos ; sé que la opinión pública , mas larde ó mas 
temprano (no hoy que anda enloquecida y muy ocupa- 
da con los adjetivos y con las denominaciones), con<- 
cluiria por mirar con estima , después con respeto, y 
por último con veneración, á los que Ignorando si exis- 
ten provechos individuales en esto de la política, cui- 
daran solo de dar forma y traer á la realidad las au* 
gustas enseñanzas de la ciencia y los consejos y las ad- 
vertencias que surgen de continuo de la vida real y 
práctica. 

Siempre en la oposición, pero en esta oposición ra- 
zonada y discreta , poco importa al partidario de esta 
doctrina progresiva quesean estos ó aquellos los que la 
realicen: lo que le interesa es que se realice Sean 
6tros , en buen hora , los que administren y gobiernen; 
para el político racionalista, para el hombre de inicia- 
tiva, para el continuo reformista queda la gloria incon- 
cebible hoy de haber iniciado la reforma que causa híe- 
nes , de haber sostenido la opinión pública en sus de-^ 
mandas , y la de haber impulsado á los gobernantes á 
escucharlas. 

Si mañana la reforma hoy solicitada se consignara eik 
ieycs, al pohtico, escrutando profundamente lo actual». 



LA REACCIÓN Y LAS REVOLUaONES. Sllí 

loca decir al siguiente día coál es la nueva reforma que 
precisa cumplir, y pugnar por su triunfo con la misma 
energía que se procuró el triunfo de la ya alcanzadar 
De esta suerte, señores, los paitidos actuales, harto- 
llenos de realidad y aherrojados en las estrechas fór- 
mulas de su credo, tendrían la lección de lo futuro» la^ 
advertencia de lo ideal, la voz continua é incesante dé- 
la perfección á que debe aspirarse y que no debe des- 
atender nunca la sociedad presente 1>e esta suerte, y^ 
que lo pasado y lo presente encuentran tantos aboga- 
dos , contarla también ct n los suyos el porvenir, y der 
esta manera todas las fuerzas políticas que deben con- 
verger á producir la vida pública tendrían su debida^ 
manifestación. 

Si también esto es utópico, si son también sueños y 
visiones, si el considerar como única recompensa, pero- 
como la mas grande de las recompensas y el mas gozo- 
so de los júbilos el ver realizada la reforma que se so^ 
licitó, el ver ya gustado el provecho que se predijo ; si 
esta verdadera misión de la íde^a no puede encontrar 
sacerdotes 9 porque no hay salario para los misioneros;; 
si continúa vacío el tribunado del porvenir, y la gene- 
ración nueva no se siente capaz de ocuparlo ; entonces^ 
seguiremos discutiendo si las revoluciones son ó no le- 
gitimas , si en este ó en aquel caso procede la revolu-^ 
cion , irán discursos y vendrán discursos sobre el de- 
recho de rebelión y el derecha de reprimir, y conti-- 
nuará siendo la política, no el encarnar de las ideas^ 
sino aquella cruda y sangrienta guerra en que los beli- 
gerantes concentran sus fuerzas en torno del poder que- 
desesperadamente defienden los unos y asaltan los otros^ 
con mayor desesperación. 

Pero conste que no es esta la política que nace de I» 



31C LA mEAcaon t las ftETOLuaomB. 

ciencia moderna , fan calomniada ; que no son estas las 
enseñanzas qne se desprraden de las ideas qoe ins^* 
ran á los modernos pensadores ; asi como no debia ser 
la sociedad del siglo xix la poblada de fantos encantos 
j maravillas, la rica en ciencias , la faistnosa en doctri- 
nas , la inmensa en nobilísimas aspiraciones , teatro de 
iocbas, en las qne al desgarrarse los caerpos y al en- 
sordecer los aires con rugidos temerosos , iracondas 
muchedumbres blasfeman de las ideas, ángeles custo- 
dios qne la bondad de Dios colocó en el alma de la 
humanidad, para dirigirla por las magníficas sendas 
•que conducen á una mayor unión con fii , que es el 
«umo bien y la yerdad suprema. 



xm. 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPADÓLAS. 



I. 

Uq escritor (^), conocido ya por sus aficiones filosófi-' 
cas. y consagrado hace tiempo á la enseñanza , dio á la 
estampa un curioso libro sobre la famosa escuela mística 
española , que constituye uno de los mas gloriosos tim- 
bres del siglo XVI , con ser este siglo tan rico en gran* 
dezas y en maravillas. Hace ya años que otro eminen- 
tísimo (^), robado á las letras y á las ciencias , aunque 
espero que temporalmente, por la desasosegada cor- 
riente de nuestra política , concibió y aun bosquejó coa 
rasgos que , por ser suyos, dicho se está que eran da 
mano maestra , un libro con el mismo título y sobre el 
mismo asunto que el publicado por el distinguido pro- 
fesor del Liceo Imperial de Dijon. Me babia alhagado el 
que fuese pluma española la primera que tentase la se-» 
ductora empresa de narrar el portentosa movimiento 
del espíritu filosófico en nuestra patria , juzgando im- 
parcial y rectamente la obra de fray Luis de Granada^ 
fray Luis de León , de Santa Teresa de Jesús , y de to- 
dos-Ios que en pos de estos soberanos ingenios sos- 

(O M. RoQsselot. Paris. Dídier. 1867. 
(*) Kmilio Gastelar. 



318 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

tuvieron y propagaron tan admirable concepción de la 
^ida espiritoal. 

Pero no ha sido asi , y en este punto, como en otros 
muchos de nuestra historia literaria , si el juicio exacto 
y verdadero no es debido á plumas extranjeras , hay 
^ue confesar que iniciaron la tarea , que plantearon el 
problema autores , si no mas entendidos , mas enta- 
•jiastas que los españoles de las glorías literarias de 
nuestro país. M. Rousselot no ha querido escribir ud 
libro de erudición literaria , ha querido escribir y ha 
«escrito un libro de crítica filosófica , comenzando la ex- 
posición con Alejo Yenegas y Pedro Malón de Chaide, 
siguiendo con Juan de Avila , Luis de Granada y fray 
Luis de León , y terminándola con Santa Teresa de Je- 
£us y San Juan de la Cruz. 

En sus últimos capítulos expone : en uno, los carac* 
4éresdel misticismo español, comparándolo en otro cod 
las principales escuelas místicas del Cristianismo. £1 
autor cree que los místicos españoles representan la 
¿aportación filosófica de España en la historia moderna 
de la filosofía , y que así como el movimiento religioso 
^ue personifican tiene una página guardada en la histo* 
jia del catolicismo, el movimiento filosófico que se-» 
nalan debe ser objeto de un capítulo en la historia do 
!a filosofía. De estos dos aspectos, el segunde es el 
^ue me ocupará en este ligero estadio, dejando el pri* 
mero á plumas mas hábiles y mas conocedoras de la 
historia del catolicismo en los tiempos modernos. 

Comienza M. Rousselot su Introducción preguntán- 
dose cuál es la causa y la razón del misticismo, y con- 
testa que su verdadera fuente es la fé , y que cuando el 
misticismo nace de distinta fuente es porque la razón 
desespera y permite al sentimiento un absoluto domi- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 319 

nio. Continúa diciendo que en un pueblo dominado por 
el sentimiento religioso, la tendencia al misticismo es tan 
natural , que á poco que exciten su aparición circuns- 
tancias exteriores , se manifiesta vigorosa y enérgica* 
mente , y añade, que en un pueblo, en una raza dotada 
de singuiar energía y de poderosa vitalidad , de sed in- 
saciable de creencias y de prodigios , tenaz, ardiente, 
heroica , sombría y concentrada , con pasiones violen* 
tas « caldeadas por un sol de África, debia manifestarse» 
y más cuando aquella tenaz lucha de siete siglos excitó 
todos estos caracteres y avivó todos estos sentimtentos, 
produciéndose el misticismo con una viveza y con un 
entusiasmo, hasta entonces sin ejemplo, y después sin 
rival. Sostiene M. Rousselot que apenas España es 
cristiana , es ya mística ; que el misticismo aparece en 
nuestro suelo como un fruto natural y espontáneo, y 
que su historia, durante los siglos medios , y en la épo* 
ca del renacimiento, favoreció siempre el desarrollo de 
esta tendencia natural. Busca ei autor la confirmación 
de esta verdad en la historia, y. partiendo de la conver- 
sión de los visigodos en los dias de Recaredo, sostiene 
que en aquel imperio el rey reinaba, pero que los Con* 
cilios gobernaban : la reconquista vigorizó este espirita 
religioso, y los judíos mantuvieron viva la fé y la unidad 
por el odio que inspiraron. 

El martirio provocado por los mozárabes dio nuevo 
pábulo á la llama , y en esta llama ardia toda la Penín- 
sula cuando Fernando é Isabel fundaron la unidad na- 
cional. Sostiene que la unidad se fundó gracias al sen- 
timiento religioso; advierte que al crear la Inquisición, 
Fernando é Isabel cedían al sentimiento popular, y to- 
dos estos juicios intenta demostrarlos con una ojeada 
hístórico-ttteraria , desde los siglos viii y ix hasta el 



380 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

siglo XV, fijáodose , como es natural , en las Cantigas de 
D. Alfonso X, los miiagros de Berceo, en la Danza gene- 
ral de la muerte , atribuida á D. Santos de Carrion , y 
concluye afirmando , que el espíritu del Renacimiento 
resbaló por el carácter nacional sin modificarlo, á pe- 
sar de los esfuerzos del cardenal Jiménez de Gisneros^ 
de las universidades de Sigúenza y de Alcalá , de Le- 
brija , Pinciano, Sánchez , Montano, León de Castro^ 
Juan de Malara y demás eruditos que popularizaron ea 
Sevilla , Salamanca, Toledo y Alcalá las lenguas y lite- 
raturas griega y latina. 

Juzga después que la sombría desconfianza de la In- 
quisición hirió estos estudios clásicos en su raiz , como 
agostó en flor los orientales, y como causó el que 
la predicación evangélica fuese considerada peligrosa 
por los mas ardientes discípulos de la escuela misfica,, 
y rápidamente refiere la decadencia intelectual y litera- 
ria de España , atribuyéndola á la acción combinada de 
la política y de la Inquisición. Llegado á este punto^ 
M. Rousselot se pret^unta cómo conciliar semejante es- 
tado intelectual y religioso con la gloria literaria del si- 
glo de los Felipes , y cree que la contradicción es mas 
aparente que real, porque, en su sentir^ asi nuestros 
poetas líricos como nuestros escritores dramáticos, 
Lope de Vega como Calderón, Herrera como Góngora, 
desarrollaron los gérmenes nativos del espíritu espa- 
ñol, gérmenes que no eran otros que los religiosos y 
místicos, lo que era causa de que ^1 Jmadis de Gauía 
fuera la lectura predilecta de San Ignacio de Loyola, y 
que ios poemas caballerescos se cambiasen en los poe- 
mas de Caballería á lo divino, y que la poesía dramática 
no fuese otra cosa que una extensión y florecimiento de 
los antiguos autos y misterios de los siglos tt«dios. La 



gSGVELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 321 

imaginación y ei sentimiento predominan » la reflexión 
dnerme^ dice M. Roiisselot; la poesía reina señorial y 
absolutamente sobre la ciencia especulativa y la flloso-- 
fía. Para demostrar esta nueTa tesis vuelve los ojos 
M. Ruusselot á la historia de la ciencia española, consig- 
na que la ñiosofía árabe no influyó ó influyó poco en el 
desarrollo de la ciencia cristiana española ; cree que la 
judaica tampoco ejerció una influencia digna de estima^ 
y buscando filósofos y filosofía , no se detiene basta lle- 
gar al ilustre Raimundo Lulio , al que juzga como uno 
de esos locos que excitan con la sonrisa la admiración 
y el enternecimiento, que no sirven á la humanidad, 
pero que la honran, y de los que bien puede glo- 
riarse una nación en la cual D. Quijote ha sido casi ve- 
rosímil. De Raimundo Lulio pasa á Pedro de Compos- 
tela , á Raimundo de Sabunde y á su Teología natural, 
con quyo nombre y libro concluye esta desgraciada in« 
quisitiva de la filosofía española en- los siglos medios. 
Ya en el siglo de Carlos V, Sepúlveda , Suarez, Mafia-^ 
na,Huartey Quevedo, no son en su juicio mas que 
moralistas; Vitoria, Soto, Melchor Cano, son juriscon- 
sultos ó teólogos, no metafisicos^ y por último, la es- 
cuela tomista, que dominó en las arulas de Alcalá y Sa- 
lamanca desde aquel siglo, ahogando el espíritu en el 
formalismo escolástico, concluyó hasta con la iniciativa 
filosófica de nuestro pueblo. 

Pero si es en vano buscar en España un Abelardo, 
un Alberto el Grande ; un Escolo, un Roger Bacon , un 
Telesio, un Campanella; en cambio á cada paso se en- 
cuentran místicos, y por último florece la gran escuela 
místiíca del siglo xvi, escuela que si no ha pasado por 
la severa disciplina de la escolástica , como los Victori- 
nos. Uerscm y San Buenaventura, no por eso vaga 
» 

CAKALBJAS.— *21 



322 EscoeLAS místicas españolas. 

fuera de toda coneepcíon fiíosóBca , ni desdeña d esta- 
dio de la filosofía , sino qae, por«l contrarío, se sírTe 
de la filosofía, y en mnchas ocasiones descansa en ellm 
y se fortifica con su contacto. 
' Bipidamente narra H. Rousselot la breve historia de 
hs tentativas reformistas en España durante los reina- 
dos de Garlos V y Felipe 11, afirmando que si en alguna 
ocasión y en ai^un tiempo ha existido algún pueblo 
hostil á toda novedad religiosa y á todo sabor herético, 
es el pueblo español; pero cuanto mas difícil es la vida 
de la inteligencia, tanto mas audaz es el sentimiento, y 
si los sectarios son cosa rara é imposible en nuestro 
suelo, los «iluminados» son la verdadera expresión de 
este estado del espíritu y del sentimiento religioso en 
el siglo XVI. 

Después de esta introducción , cuyas ideas capita- 
les he expuesto, pero que no aceptó , M. Rousselot co- 
mienza el estudio de ios místicos españoles con el de 
Alejo de Venegas. 

II. 

Del ilustre toledano Alejo de Venegas, el autor fran- 
cés recuerda su Tránsito doloroso de la vida á la muer- 
te, elegido por el «iistínguido literato D. Eugenio Ocboa 
en su Tesoro de escritores místicos españoles. El pen* 
Sarniento capital de este libro se resume en el con- 
cepto de que la vida es uci largo biartirio, y la muerte 
es la libertad. La ampliación de esta tesis es el objeto 
principal de Venegas en el libro citado. El cristiano, 
guiado aquí en este valle por la fé, la esperanza y la ca- 
ridad , debe renunciar á si , negarse á si mismo ; por- 
que el hombre es en el ser divino mas que en su ser 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 323 

>|^ropio, en el que antes dé ser criado existia ya en el 
pensamiento divino. Dios es el fin del hombre , dice 
Venegas , y la fé nos conduce á él por un camino real; 
la fé no excluye la razón , la fé no destruye el libre al- 
bedrio, y el amor de Dios no tiene roas enemigos que 
-el amor propio y el amor mercenario ó interesado^ 
comenzando á apuntar en este celebrado escritor la 
altísima idea de qne es mal el, amarr á Dios/ünica- 
mente por la esperanza del. premio ó el teúior del cas- 
tigo. 

Alejo de Venegas es mas moralista que místico, mas 
didáctico que ascético, y la abundancia de su palabra y 
.la energía con que condena los vicios de la época , pin* 
'tando los de las clases todas de la sociedad , descubre 
por completo la intención doctrinal de sus escritos. 

De Alejo de Venegas pasa el escritor á Pedro Malón 
de Ghaide , fijándose , como es natural , en la Conver- 
sión de la Magdalena. Recuerda la energía con que el 
famoso agustino defiende el empleo de la lengua caste- 
llana y ataca la lectura de los libros de caballerías; j 
respecto al asunto que le inspira , el autor francés en- 
tiende acertadamente que la Magdalena es el alma pe- 
cadora olvidada de su Dios, el alma que Nora y expía, 
el alma que por fin recibe el perdón del amor divino, 
ríota la viveza de colores con que describe la corrup- 
ción del siglo, uniendo su voz á la de Venogas, para 
tronar contra el lujo insensato, contra los festines, con- 
tra los grandes señores, contra la muchedumbre que se 
^ja arrastrar por todo género de desórdenes y livian- 
dades , y considerándolo como místico, la conversión 
de la Magdalena atestigua un profundo estudio de las 
obras de San Agustín, en el delicado asunto de la pre- 
destinación y de la gracia , considerándola en sus va- 



31t ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

rios caracteres de cooperante, previsora, gratuita , jus^ 
tiflcante y omnipotente. 

Con mayor extensión desenvuelve Malón de Chaide- 
ia teoría del amor divino. Lo considera como la raíz y 
lafuentede todas las pasiones; resumen y criterio de^ 
todas las virtudes ; principio y ley de la vida. Con ra- 
zón se detiene á observar M. Rousselot la teoría peri* 
patética- de Malón de Chaide al establecer las relaciones 
entre el alma y el cuerpo. El alma es la forma del cuer* 
po, como ya había indicado San Agustín; el cuerpo 
vive por el alma , y el alma está tan inclinada á formar 
su cuerpo, que no* es dichosa cuando está separada de 
¿1, y por lo tanto la felicidad de los elegidos no 8er& 
perfecta , sino después de la resurrección de la carne y 
del juicio final. Volviendo al amor, Malón de Chaide^ 
entiende que reúne las cualidades más estimables, sien- 
do noble por su antigüedad , poderoso por su natura- 
leza, y útil por sus efectos. Malón de Chaide, separán- 
dose de la teoría aristotélica antes apuntada , sigue una* 
tendencia platínica, invocando á San Agustín y á Pío- 
tino , al sostener que la creación es un ejemplar divi-^ 
no, que el amor es el artista ó artífice universal de to- 
das las cosas que ordenó el caos y da forma y belleza á' 
lo que no tenia belleza ni«forma, y crea , por último, al 
hombre , prodigándole , no solo los bienes terrenales,, 
sino los de la gracia y del cielo, y bastadla redención. 

En términos verdaderamente magníficos habla Ma- 
lón de Chaide de la belleza que causa la admiración y. 
el amor de los ángeles y de los hombres i y las inspira- 
das páginas que encomia el critico francés , recuerdan 
tanto la ardiente fé del cristianismo , como las admira* 
bles concepciones del platonismo y de la escuela d^ 
Alejandría. Así en la explicación de la belleza , en la de 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 38S 

Dios , representado como el centro de un circulo, del 
H^ual parten innumerables radíos, que son las criaturas, 
•encontrándoise en cada radio y en cada punto de cada 
xádio, porque Dios está en sus obras y sobre ellas, 
^omo dice San Agustín, para gobernarlas, debajo para 
sostenerlas , en el centro para conservarlas , delante 
ijpara conducirlas , detrás para defenderlas , se Tislum- 
¿ran las profundas doctrinas de la escuela Agustiniana» 
y las sanas y nobles tendencias de las escuelas platónl- 
•<;as, admiradas por el ilustre Malón de Chaide. 

Malón de Cbaide adelanta en este camino con planta 
segura bajo la doctrina de San Juan : Omnia per ipsum 
/acia suní et sine ipso factum est nihil: quodfactum 
est in ipso vita eral; y llega el esclarecido,. escritor de 
que tratamos hasta sostener que si las criaturas son in- 
dividualidades distintas en tanto que se derivan de su 
«principio, en su vuelta á Dios son una sola cosa entre 
'SÍ y con Dios. No hay mas que una vida , que está en 
Dios , porque Dios es la vida; ej)fo sum via, vertías et 
Vita; luego las cosas en Dios son el mismo Dios. Esta 
unión , sin embargo, no designa una consustancialidad, 
sjno una conformidad de voluntad por arte del amor. 
Después de la exposición de esta teoría , en que se 
.funden doctrinas de Platón y de Piotino con reminis- 
cencias del Apocalipsis de San Juan, Malón de Cbaide 
lai^lica su teorisPá la historia de la Magdalena. El amor 
y la penitencia salvaron á la pecadora ; sus lágrimas 
borraron sus faltas; su amor la convirtió de Magdalena 
«a María; ni las persecuciones,, ni las armas, ni la 
•cruz, ni la muerte , ni las tinieblas , la separan ya del 
•objeto de su amor, uniéndose con él para toda la éter- 
(jiidad. 

Si Malón de Chaide es el metafísíco del amor, sin du - 



3fS ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

da alguna , el franciscano Juan de los Angeles es pI psi- 
cólogo y d moralista. Mas erudito quizá que Maloír 
de Chaide , es menos filósofo que aquel , gustando mas^ 
de Virgilio, Lucrecio, Ovidio y Marcial, que de Platón^ 
y de Plotino. Tanta autoridad presta Juan de los Ange- 
les á Homero, á Teocrito> á Tibuk>, como á Cicerón y 
á Platón , é invoca después de Ovidio al Areopagita ó á^ 
^an Buenaventura. Sujteoria del amor es reflexiva, ra- 
zonada , escolástica ; distingue entre el amor de fami« 
lia y de la^ patria , conyugal , carnal , y el amor al pró- 
jimo. Mas aristotélico que Malón de Cfaaide , sostiene 
que el alma es tabula rasa , y que puede educarse por 
el ejercicio y por el hábito : considera la voluntad como- 
ona libre , dulce y afectuosa inclinación del alma hácia^ 
Dios; llama á la inteligencia nodriza de la voluntad « y 
afirma que la voluntad y el entendimiento tieneii por- 
fin á Dios , y que para llegar á él son necesarias tres- 
purificaciones ; á saber : renunciar á todas las nociones- 
que nos suministran los sentidos, á todas las represen- 
taciones de la fantasía , porque Dios carece de forma, 
es inimaginable , y abandonar por último , todo razo- 
namiento y silogismo para conocerle , porque Dios na- 
puede ser ni definido ni demostrado. Asi se abren los* 
caminos al amor^ que bajo cualquier forma que se pre- 
sente, su cardinal virtud consiste en unir, convertir y 
transformar el amante en el amado. El amor no puede 
dividirse ; es la muerte de todas las pasiones, cuchillo dé- 
teos los apetitos carnales» y como dijo Porfirio, espe- 
cular con el entendimiento en las cosas divinas ^ es on^ 
ejercicio que purifica al alma, pero el amarlas la dei- 
fica. El amor triunfa de Dios mismo, porque triunfft 
iA(\ su voluntad, de su cólera y de su justicia. 
El alma en la contemnlacion mucre con la muerte d& 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 327 

los ángeles, y cbjibcIo pierde todo recuerdo de h^ cosas 
Bmndanas, y se despoja de pensaroientos y pasiones 
corporales, mantiene una pnra conversación con Aquet 
á quien se asemeja en pureza. Entonces , unida á Dios 
por el éxtasis , siente lo que el conocimiento especula- 
tivo nunca puede darle, y cae en las profundidades dé 
Dios , en cuyo seno se adormece. 

De esta psicología se pasa naturalmente í la moral, 
y con razón encomia M. Rousselot la extrema delica- 
deza del análisis de las pasiones, que hace el francis- 
cano Juan de los Angeles, y que aventaja á los tan aplau- 
didos de la escuela cartesiana. 

El hombre que figura después en el libro que juzgo 
es el de Diego de Estella. M. Bousselot , para juzgarlo 
como místico, no se fija en el libro de la Vanidad dei 
mundOf sino en el intitulado Meditaciones devotísimas 
del amor de Dios, libro que con razón encomiaba ^an 
Francisco de Sales ; porque si bien carece de la profun- 
didad metafísica de Malón de Chaide y del análisis psi- 
cológico de Juan de los Angeles , es mucho nías espon- 
táneo y revela mayor delicadeza y ternura de senti- 
mientos. 

Dios es el ser infinito, cuyo centro está en todas par- 
tes y en ninguna la circunferencia. Dios es el que 
es « en el que no hay si ni no, porque su si permakiece 
para siempre fiel y verdadero. Dios no es sabio, pode- 
roso, bueno como lo son los hombres ó los ángeles; 
porque los hombres y los ángeles son buenos por ac- 
cidente, y Dios lo es por esencia y sustancialmente. No 
hay en él cambio ni accidente > ni hay en lo creado se- 
mejanza ni analogía con él. Pero si Dios es difícil de 
comprender, es fácil de conocer. El pensamiento, como 
ia flecha disparada que hiende los aires hasta tocar ca 



928 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

ei blanco » traspasa las cosas creadas para llegar al fin 
último de la creación : á Dios. Lo creado refleja como 
UQ espejo la omnipotencia y la majestad del Creador, 
siguiendo aquí la magnifica enumeración de las bellezas 
de todo lo creado, que compite, si no aventaja, con la 
Celebrada de Fenelon. 

£1 alma es la imagen viva de Dios. Dios es uno y esti 
^n todas partes. Es principio de la vida y del movi- 
miento, y gobierna todas las cosas. In eo movemur^ vi~ 
vimus e¿ sumus. £1 alma , una en esencia , es triple en 
potencia ; es vegetativa , sensitiva y racional, partici- 
pando de todo lo que tiene vida, de la planta, del bruto 
y del ángel : habita el cuerpo y le da forma , y tiene, 
por último de Dios^ el pensamiento, el razonamiento, 
el sentimiento , que nos permite vivir con la vida es- 
piritual. 

£1 amor es el lazo que existe entre Dios y el hom- 
bre : el fin del hombre es el bien; el bien atrae, porque 
es amable , y el amor arrastra al alma hacia su centro 
natural, hacia Dios, uniéndose el amante y el amado, 
y Cristo ha promulgado para todos la divina ley del 
amor. Dios es el único objeto del amor, y todo gravita 
hacia él. 

Estos autores , si no han escrito un tratado completo 
del amor á Dios,, han dado todos los elementos ne* 
CQsarios para escribirlo. 



III. 



Pasa M. Rousselot después del estudio de estos es- 
critores, al que denomina ei autor escuela ó grupo de 
Santa Teresa , advirliendo que esta denominación no 
establece relaciones de maestro á discípulo, sino que 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 3S9 

denota semejanza de tendencias y parecido de medios. 
Comienza este estudio por él examen de las obras del 
apóstol de Andalucía , del maestro Juan de Avila , del 
€onsultor de Santa Teresa , del orador infatigable que 
derramó á manos llenas en Andalucía su generosa ins* 
piracion y su espontánea y elocuentísima palabra. La 
doctrina del maestro se limita al abandono del mundo 
y al desprecio de la tierra , concentrando la vida en el 
amor de Dios. La única palabra que debe escucharse es 
4a de la fé. Creer es el mas alto homenaje que pode- 
mos rendir á Dios , el único digno de él y la única ma- 
nera digna de comprenderle. £1 infinito es incompren- 
sible para lo finito. M. Rousselot^ exponiendo esta ar- 
diente apología de la fé, dirigida por el venerable maes- 
tro á doña Sancha de Carrillo, y escrita por los anos 
de 1529 á 1530, cree descubrir una refutación de la re- 
forma en España , tanto mas cuanto que al darla á la 
estampa veinte y siete años después de haberla escrito^ 
•cuida preferentemente de esta apología , se ocupa de la 
interpretación de las escrituras , y defiende á la Silla 
apostólica en el disfrute de sus derechos. 

La doctrina mística del maestro Avila no tiene los 
caracteres filosóficos, ya metafísicos, ya psicológicos 
<]ue se advierte en Malón «de Chaide ó en Juan de los 
Angeles. El venerable maestro resume su teoría en la 
vnion de la fé y del amor. Magdalena se salvó porque 
tuvo féy y tuvo fé porque amó^ y amó porque tuvo fé. 

El amor, sin embargo, es superior á la fé, porque se 
enlaza á la voluntad , y la voluntad es superior al en- 
tendimiento, doctrina psicológica constante en los mís- 
ticos españoles. El mundo imperfecto y limitado no 
basta á satisfacer al alma hambrienta de lo infinito. Y 
¿cómo el alma cumplirá. este fin , que consiste en ase-^ 



330 ESCUELAS MÍSTIfiAS ESPAÑOLAS. 

mejarse á Jesucristo y en unirse á Dioft? Por medio del 
amor, que es el móvil de toda criatura. Esta es la doc« 
Irina constante que con una exuberancia de imágenes y 
con acento verdaderamente conmovido expone el após* 
tol de Andalucía en todos sus libros, expresando en to« 
dos una gran impaciencia por la muerte , considerada 
como el momento dichoso de la unión apetecida. Sí al« 
guna doctrina metafísica se revela en sus escritos, con* 
siste en añrmar que la criatura no existe sino en Dios, 
y no puede estar en sí , sino en Dios , y de abí dice 
el Maestro el deber de hacer presencia de Dios den* 
tro de vos , con toda reverencia , pues él está presentí* 
simo á vos ; y asi podrá andar vuestra ánima unida á 
Dios. En él vivimos , nos movemos y tenemos ser ; el 
método mas seguro para, adelantar en esta vía es ia 
meditación y la oración. La oración es una condición 
esencial de la vida religiosa, es una inclinación secreta, 
por la cual el alma comunica con Dios, ya por el pen* 
Sarniento, ya por la contemplación. El hombre, sin 
embargo, debe conocer á Dios sin el concurso de la 
imaginación y sin servirse de las palabras internas ó 
externas. Es preciso creer sin entender, abandonarse i 
Dios y dejarle obrar. Elogia , como era justo, M. Bous- 
selot el cuidado con que Juan de Avila previene ios er* 
rores del futuro jansenismo, la insistencia con que re* 
chaza lo que después servirá de doctrina á Molinos, 
á madama Guyon, y á María de Agreda, y la repeti- 
ción con que aconseja el mayor discernimiento res- 
pecto á las visiones y revelaciones sobrenaturales. 

Después de recordar los nombres de Juan de Dios y 
Diego Pérez de ValladoUd, díscipulos de Juan de Avila, 
se ocupa el autor de fray Luis de Granada, á quien no 
titubea en calificar de discípulo del apóstol de Ándala* 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 33f 

cía. En mi jtúcio, llegamos al gran maestro de la es- 
cuela , al que en este grupo de elegidos y Terdadera*- 
mente inspirados, ocupa el primer lugar, el mas pre- 
eminente, el mas distinguido, si no en cuanto al carácter 
y á la pasión, en lo que toca á la profundidad y á la al- 
teza del discurso. El maestro fray I.uis de Grana- 
da (1504) consagró les primeros años de su juventud aF 
estudio; practicó durante su vida las virtudes evangéli- 
cas , murió el 31 de diciembre do 158^, sin que pued» 
señalarse en su vida mas que la práctica y el ejercicio- 
de las virtudes y de las verdades ensalzadas , y enalte- 
cidas en sus elocuentísimos escritos. Permaneció por 
espacio de veinte anos en p1 famoso monasterio de Scala 
CkBlí , y la larga meditación en que ocupó aquel perio- 
do, decidió así del carácter efe su ánimo, como de la ten- 
dencia de su entendimiento. Numerosas son las obras- 
de fray Luis de Crsinada; un mismo espíritu las anima» 
y si en la Guia de Pecadores encontramos la exposi- 
ción de un ideal de la vida que debe cumplirse, reti- 
rándose del mundo y buscando en la soledad y en la* 
meditación el amor de Dios ; si en la Imitación se pre- 
sentan estos mismos caracteres , aunque en forma ma^ 
apasionada y ardiente , en el Simbolo de la fe , en e^ 
Tratado -de la oración y en otros de sus inmortales es- 
critos se reproducen los problemas suscitados por lo» 
escritores místicos que le babian precedido, si bien conr 
un sentido mas profundo y con una tendencia mas sis- 
temática. 

¿Cuál será'el ideal para fray Luís de Granada? ¿Qué* 
es el hombre? Bl hombre es la imagen de Dios, por la 
voluntad y por la razón. Por la voluntad, porque est» 
ama esencialmente el bien ; por la razón , porque po- 
aee ta idea del bien , y porque está formada de la ver- 



332 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

dad. Separarse de la razón es faltar al orden , y nada 
mas conforme con la esencia de la criatura racional 
^ue vivir según el orden ; es decir, según la razón. La 
razón es , según fray Luis , la luz natural que Dios nos 
da al crearnos , de lo que se sigue que las cosas inteli- 
gibles cuanto mas perfectas son, tanto mas perfeccionan 
«1 entendimiento que las mira. Por la fuerza de la ra- 
2on puede conocerse la existencia de Dios , y demos- 
trarla con abundantes pruebas. ¿Qué es Dios? Dios eB 
<el soberano bien. 

Dios es , porque es perfecto. Es la razón perfecta, 
porque ser razonable es mejor que ser privado de ra- 
JéOVL ; en la bienaventuranza , sobrepuja al > tiempo y al 
«spacio, porque lo que es superior al tiempo y al espa* 
cío es mejor que lo perece^Jpro y limitado. Es la me* 
dida de todas las cosas, es esencialmente bondad y 
amor, por lo que es fuente fecunda de vida y de felici- 
dad. Crea y se comunica , porque es bueno. Es la causa 
eterna y necesaria de todo lo que existe: si él no fuese, 
jiada seria. Sabiduría inJBnita, contiene en si, en la uni- 
dad de su esencia, eternos ejemplares de las cosas; fór- 
mase ideas perfectas de donde manan las especies y las 
)formas de todas las cosas creadas visibles é invisibles, 
de suerte que no hay una que no tenga en él su mo- 
delo, y el tipo conforme al cual fué creada. Dios es la 
xazon y el orden de las cosas: Sol invisible de los espí- 
ritus , que reciben de él toda su luz , y á cuyos rayos 
conciben todo lo que pueden concebir. Fuente del bien 
y de la verdad » es asimismo fuente de la^bellrza. Dios 
•es la belleza que sobrepuja de tal manera á todas las 
J)ellezas visibles , que la mas perfecta es pura deformi- 
dad y fealdad junto á éU La belleza divina es la única 
belleza real , porque es la única eterna, inmutable y 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. US 

Mberana. Am«ir y contemplar esta belleza , bé aqni la 
ciencia y la felicidad á que debe aspirar un hombre en 
esta vida. El fin de la criatura racional es la contem- 
plación de la ítelleza perfecta y la posesión del soberano^ 
bien por la unión del amor. 

Solo l)ios ptiede satisfacer y colmar él deseo de cien- 
cia y el despo del amor del hombre. / 

Para cumplir este fin existen dos caminos; el estudio 
y la oración. Fray Luis de Granada opta por el segun- 
do, y sin negar valor á la ciencia, juzga que la oración 
es camino mas recto y roas seguro. Lo que importa es^ 
conocer á Dios , y para conocerle es preciso amarle y 
conocerse á sí mismo. Conocerse á sí mismo es des- 
preciarse. El hombre , cuanto mas se atna á sí mis- 
mOy mas se aleja de Dios. No caben en el corazón dos 
amores. 

M. Rousselot ^^) juzga esta original doctrina del maes* 
tro Granada oponiéndola á la de la teología escolástica. 
La teología mística se formula en la siguiente frase r 
«Conocimiento de Dios por el amor.» La teología esco- 
lástica es el conocimiento de Dios por la inteligencia, 
Pero la oración no es solamente amar á Dios de hi- 
nojos y con los ojos levantados. 

El gran prelado creia que la oración consistía en le- 
vantarse por encima de sí y de todas las cosas crea- 
das, lanzarse á Dios, unirse á él, y abismarse en este 
océano de amor. Todo buen pensamiento, toda elevación 
de espíritu • todo santo afecto, es una oración. Orar es 
salirse el alma para ir á buscar á Dios, que sale á su 
encuentro ; que la llama á sí como á su nido ; que la 
aloja en sí como en su templo, para que pueda poseer* 

(i) Página 194. 



4l34 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

le , amarle y recibir sus señalados favores. Es un abra- 
co espiritual lieao de delicia ; es el cas|o beso de ia es** 
posa al esposo; es el descanso de Dios con la oración; 
es la regia puerta por la cual entramos en el corazón 
4ie Dios. Es imposible escribir con frases mas vivas los 
trasportes de la>oracíon. Sin embargo, obsérvese con 
exquisito cuidado , que la vida activa conserva su ca- 
xácter propio, porque fray Luis de. Granada reconoce 
^ue amar al prójimo, servirle y sacriCcarse por él , es 
también orar, por mas que sean mas excelentes y mas 
necesarias las virtudes de la contemplación y de la 
pura oración. Las unas, según fray Luis de Granada, 
son como el espíritu de la religión ; las otras , como el 
4;uerpo , y aunque sea menos estimable que el espirita, 
es , sin embargo , una parte importante del compuesto 
4]ue llamamos hombre. El hombre no es solamente al- 
ma, sino cuerpo y alma; por lo que el alma sola sin el 
4;uerpo no constituye al hombre, y el cuerpo sin el alma 
^s un puqado de tierra. De igual suerte el cristianismo 
no es el interior solo ni la sola exterioridad , sino lo 
uno y lo otro reunidos. 

Los actos del cuerpo no son indiferentes en un ser 
i*acional y libro. Fuera de la verdad, la libertad no exis- 
te, porque la libertad es el imperio que se ejerce sobre 
las pasiones: San Pablo, cargado de cadenas, era libre, 
y no lo era el insensato Alejandro dominando al mundo. 
La gracia no destruye la libertad , i^ero el hombre ne* 
4:esita de la gracia. Viene á la tierra desnudo y misera-^ 
ble , sin virtud y sin fuerza, reducido á tender la mano 
á su señor, á su padre, á su Dios; pero este aiiivQ 
mendigo ha conservado de su grandeza caída la razón y 
Ja libertad. El hábito del pecado debilita el libre alba- 
drio, pero no lo destruye; la gracia nos salva y nosjus- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 335' 

tífica , pero el homóré no se santifica sin el hombre , y 
Dios no priva á la libertad humana del campo abierta 
al esfuerzo y al mérito. 

El hombre , dibujado asi por la elocuente pluma de 
fray Luis de Granada, será un cristiano, un cristiano 
místico , al que algunas virtudes , especialmente culti- 
vadas, le llevan á una contemplación mas retirada y 
ociosa que la que exige el cristianismo. 

Sin embargo, M. Rousselot, aceptando esta idea, 
cuida de distinguir este cristiano místico de fray Luis 
de Granada del tipo místico sonado por Gerson. En so 
sentir, fray Luís de Granada es demasiado filósofo para 
llegar á aquel resultado : si las tendencias místicas do- 
minan , si es místico por la m:«nera de comprender la 
naturaleza divina y la humana , las relaciones entre 
ambas y el fin que asigna al hombre , si es verdad que 
quiere que el cristiano abrace la vida angélica y sobre- ^ 
natural y la viva en este mundo, estima y enaltece la 
caridad como la primera de las virtudes. 

En su juicio, el amor es el arma roas eficaz del catO"> 
iicismo contra sus adversarios. La perfección de la vida 
cristiana depende de la caridad , repite fray Luis , y la 
vida será mas perfecta cuanto mas activa y sobresa- 
liente sea la caridad. 

El ilustre crílíco francés afirma con acierto, que es 
fácil seguir el desarrollo gradual de la idea mística en 
las obras de fray Luis de Granada. Se indica en el Tra^ 
tado de la Oración^ se expone mas precisamente en el 
capítulo XV del libro I de la Guia de pecadores, y ad- 
quiere ya una exposición completa en los últimos li- 
bros del Memorial, y, por último, en la Introducción al 
Símbolo de la fé (1582), asi como se manifiesta en el Elo- 
gio de la vida ascética y en el de losPadres del desierto. 



336 ESCUELAS MISTIGAS ESPAÑOLAS. 

Con justicia se reconoce y encomia la profunda ins* 
truccíon de fray Luís de Granada. Cita , en efecto, con 
tanta oportunidad como exactitud , lo mismo á Aristó- 
teles , Virgilio, Plotino, Séneca, Apiano, Pindaro, Cice- 
rón, que á ran Agustín, Santo Tomás y San Bernardo^ 
los evangelistas y los profetas» Kzaita los beneOcios d& 
la instrucción t porque amará Dios, dice, es bueno; 
pero amarlo entendiétido sus beneficios es mucho me- 
jor. INo extrañemos este espíritu común á los místicos 
consagrados á luchar contra el protestantismo» para 
cuya lucha se armaban de todas armas. Sin embargo, 
el estudio no basta para formar uñ verdadero amador 
de Dios. El predicador necesita tanto de la ciencia como 
de la oración y de la soledad para difundir la luz en el 
alma de sus oyentes , continúa el maestro Granada. £& 
misticismo de fray Luis de Granada favorece en alta 
grado la observación psicológica. Fray Luis conoce los 
mor^ístas antiguos, clasifica los deberes de igual modi> 
que se clasifican en el libro De Oficiis, elogia á Séneca 
y á Aristóteles , y el primero y segundo libro de la 
Guia , y el primero del Memorial , son verdaderos tra^ 
tados de moral. Analiza, con verdadera delicadeza, y 
aun con espíritu sutil , los desórdenes de la imagina- 
ción , y aun del amor propio, y distingue con admira- 
ble profundidad los caracteres del verdadero desinterés 
que constituyen el verdadero mérito. Expone con pre- 
cisión que la causa de nuestras prevaricaciones consiste 
por lo general en la cobardía de la voluntad , y no en la 
ignorancia de los deberes , y ensalza la libertad moral, 
con gran elevación de pensamiento. 

Sus obras son predicaciones morales; divide, argu- 
menta , demuestra , prevé las objeciones , cita aulori- 
dades y ejemplos con fácil abundancia. No es solo mo* 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. ^ 337- 

ralista, resueltamente debe escribirse que es filósofo, de 
la manera que 3e podia serlo en £spana. No es un ene- 
migo sistemático del racionalismo, por mas que prefiera 
mejor via para llegar al mismo objeto. Como conocedor 
de Santo Tomás , afirma la posibilidad de que la razón 
demuestre la existencia de Dios, y así lo consigna en su 
Catecismo. Además la razón es necesaria para com- 
prender la creación exterior^ la tierra y el hombre , y 
[jara aplicar el principio de las causas finales. Después 
de citar varios pasajes de la Guia , de la Oración y de 
las Meditaciones, dice M. Rousselot: «Su pensamiento 
«>y su palabra se engrandecen y magnifican al hablar de 
»Díos, de su ser y de sus atributos. No tiene la pro- 
j»fundidad de Bossuet en sus elevaciones , pero es mas 
«elocuente porque es mas místico. Mas platónico que 
x> Bossuet, no cede en platonismo ni á Fenelon.» 

Debe Bgurar fray Luis de Granada en el grupo ilus- 
tre de los platónicos del cristianismo y entre los teólo- 
gos que han servido á la Iglesia , tanto por la ciencia 
como por su vida y sus virtudes. Si aun en la segunda 
mitad del siglo xix es una honra para un teólogo com- 
prender que la teología seria presa de un peligroso 
vértigo separándose de la filosofía, porque solo la razón 
puede salvar el alma religiosa del doble escollo, del 
moral escepticismo de Pascal ó del misticismo brutal de 
Molinos;-- ¿cuánto mas no debe elogiarse en un teó- 
logo del siglo xYi? Y si se recuerda que ese teólogo per- 
tenece al pais de la Inquisición, que es dominico, y 
además místico, preciso será concluir que el raciona- 
lismo, ó sea el uso natural y legítimo de la razón en- 
cierra bondad cuando recibe un testimonio tan desinte- 
resado y tan puro. 

CANALEJAS. — 22 



338 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 



IV. 



CioQ el mismo título, y al lado de fray Luís de 6ra* 
nada, reclama un puesto su discípulo fray Luis de León» 
porque si en los últimos anos de su Tida se familiarizó 
con las obras de Santa Teresa, hacia mucho tiempo co- 
nocia y gustaba de las de fray Luis de Granada , en las 
que había aprendido mas que en toda la teologia de 
la escuela , según escribía el mismo León á Arias Mon- 
tano. 

Apoyado en documentos muy conocidos y que no es 
del caso repetir, dedica un capitulo ei escritor francés 
al proceso de que fué Tíctima el agustino, procurando 
en este examen mas que otra cosa reconocer la cansa 
de su persecución , y la encuentra en los violentos ata- 
ques dirigidas por el Maestro de Salamanca á la igno- 
rancia del clero. 

Advierte las hermosas condiciones de carácter qoe 
revela fray Luis de León durante aquel azaroso pe- 
riodo , y cuida de no omitir la famosa frase de «decíamos 
ayer,» con que volvió á reanudar sus lecciones. ¿ Qué 
revolución moral se había operado en el fondo de so 
pensamiento durante tan largo proceso y tan larguísi- 
mos sufrimientos? M. Rousselot la encuentra decla- 
rada en la exposición del libro de Job , y estudia de* 
teoidamente este comentario. Hé aquí las conclusiones 
generales. 

La interpretación de Job es espiritualista, cristiana; 
mas que esto, mística. Se encuentran rasgos clarísimos 
de Platón mismo ; pero el misticismo ocupa el lugar 
principal. Fray Luis de León , sin embargo , conserva 
6us derechos á la actividad : místico por la resignación, 



ESGCELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 339 

f)or el amor y por la fé ^ es hombre para luchar contra 
•«I dolor. Bajo este punto de TÍsta , su comentario es la 
refutación del fatalismo. 

Aquel hombre recto , sencillo de corazón , temeroso 
<le Dios y caritativo, que acepta las pruebas bendiciendo 
4a mano que le hiere, y que se defiende con energía 
contra la calumnia, ¿es Job ó fray Luis de León? Aque- 
llos falsos amigos, fariseos orgullosos de su ciencia de 
escuela y de su fé oficial , ¿son los patriarcas idumeos ó 
-son los acusadores de fray Luis? ¡Qué triste y dulce 
frase la de que la persecucioii de la inocencia perjudica 
é Dios y favorece la impiedad ! Todo su pensamiento se 
-revela en la conclusión del comentario cuando explica 
6l sentido de la intervención divina al terminar el ter- 
rible drama Bíblico. Dios proclama por su amigo y ser- 
"vídor á Job el perseguido, y gracias á él, perdona á sus 
calumniadores. Dios detesta la inhumanidad y la menti- 
ra por mas que se disfrace de celo religioso : siante los 
hombres Job erraba y sus amigos eran los defensores 
<le la religión, á los ojos de Dios mentían arrastrados 
.por su presuntuoso amor propio, mintiendo en su len- 
guaje y en su intención. Así manifiesta Dios su amor 
'infínitoálos hombres^ aun á aquellos que le han ofendi- 
do, y así devuelve bien por mal. Es propio de las almas 
heroicas y de los hijos verdaderos de Dios el pagar del 
'Znismo modo á la maldad humana, no encontrando en 
el recuerdo de las injurias sufridas cada día, sino ma7 
yores bondades. Santa venganza provechosa al prójimo 
y agradable á Dios y satisfactoria aun para la debilidad 
humana; porque no hay venganza mas completa que la 
<;onfusion del ofensor cuando recibe beneficio de ma- 
líes del ofendido. Que esta interpretación se aleja mu- 
cho del pensamiento del autor desconocido del libro de 



340 ESCUELAS místicas españolas. 

Job no 68 de negar ; pero este comentario es la última^ 
palabra de la vida moral'de fray Luis de León del hom- 
bre que habia aceptado aquella divisa : sufrir ó morir; 
divisa que se parafrasea por completo en el comentario 
citado. 

M. Rousselot escribe una ingeniosísima frase. Este 
precioso libro de fray Luis de León es una protesta^ 
dice , es el manual de la paciencia cristiana , que bien 
se necesitaba en el siglo xvi. 

Enaltecido así el hombre, mejor dicho comprendido 
y tan exactamente el hombre , estudia en el capitulo si- 
guiente él autor que analizó á fray Luis de León como 
teólogo y como filósofo. Obedeciendo á las órdenes de 
sus superiores publicó sus inmortales libros en los cua- 
les no se Te descuidada ni desconocida ninguna de las 
fuentes que podían servir al sentimiento religioso de 
su siglo. Después describe la Perfecta casada, en cayo 
libro consiguió fundir á Salomón y á Sócrates, forman- 
do un manual para la esposa y para la madre ^ que aun 
puede aceptarse como regla y que deberá siempre 
leerse por los que amen la virtud y la vida religiosa del 
deber. Cierto que no cree que las mujeres deben en- 
tregarse á las ciencias y á las altas especulaciones ; pero 
sus consideraciones sobre el lujo y la vida disipada , su 
pintura de la vida doméstica^ sus descripciones de la 
naturaleza y la sagacidad con que previene todos los 
males y todas las turbaciones del alma^ así como la fir- 
meza con que exige el cumplimiento de los deberes, for- 
man de este libro un consejero divino que quisiera ver 
en manos Ae todas las mujeres. 

Después de haberse ocupado de la moral , fray Luís 
se ocupó del dogma, corrigiendo la propensión, muy 
común en su siglo , de abstraer en la contemplación de 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 341 

Cristo SU humanidad, circunscribiéndose á la fácilmente 
panteista y heterodoxa de su sola divinidad. Esta tén^ 
4encía gnóstíca , que inquietaba también á Santa Tere- 
sa, como inquietó después á fiossuet^ es el tema del 
libro inmortal: «Los nombres de Cristo»» que consi-* 
dera fray Luis como la mas provechosa de sus produc- 
ilíones. 

Enumerando alguno de los nombres bajo los cuales 
se designa al Dios- hombre , expone fray Luís su mi^ 
-sioa divina, y demuestra su divinidad por el estudio de 
la naturaleza humana. Este punto de vista considerado 
aua como necesario en los estudios teológicos por el 
padre Gratry, lo desenvuelve por extenso fray Luis de 
Leen, recogiendo de paso todo lo que la ciencia religiosa 
atesoraba en su tiempo de mas alto y mas excelente» 
siendo exacto , » como indica el crítico que expongo, 
que no existe entre el libro de fray Luis y el del pseudo- 
Dipnisio otra analogía que la analogía del título. Pero 
no porque fray Luis de León no entre de lleno en el 
-estudio de la naturaleza divina descuida las enseñanzas 
4e la filosofía. Con ocasión de una .teoría de los nom- 
^fores y las ideas, fray Luis da noticia de sus conviccio- 
nes y conocimientos filosóficosl El hombre tiene "^u ser 
en Dios : en Dios se mueve, respira y vive. Su fin es el 
^de asemejársele. Dios que es el bien , la fuente de todo 
rser, que contiene en su inteligencia las ideas y las ra- 
*2ones de todo lo que crea porque es bueno, lo ha creado 
semejante á El, porque no puede producir una cosa 
-que no se le asemeje , y cuando obra se toma á si mis- 
mo por modelo. Pero esta semejanza virtual tiene gra- 
-dos en los seres, y es tanto mas completa cuanto mas se 
4iproxima á El. Dios en si lo contiene todo , y el medio 
4e asemejársele es que cada ser se relacione con lo» de- 



3i8 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

más, y manteniéndose en si sea igualmente sosten de 
todos los demás. 

En esto consiste la perfección : cada ser tiende á ser 
nn mundo perfecto; es en todos los otros, y todos los 
otros son en El , y asi su deber está en todos los otros^. 
y el ser de los demás está en su propio ser : de aqui los^ 
lazos que encadenan al mundo entero en un todo in- 
menso; asi la multiplicidad se reduce á la unidad, y sin^ 
embargo cada cosa permanece distinta y separada. El 
hombre colocado, entre lo material y lo espiritual, ea 
un compuesto que encierra lo uno y lo otro, es un mii- 
crocosmos , un mundo abreviado. 

Por la tendencia á la unidad puede la criatura aveci-» 
narse á Dios , de quien emana, de Dios que es la uni- 
dad suprema , una sola esencia , una simple é indivisi-^ 
ble perfección en un número infinito de perfecciones di- 
versas. 

Si tal es la perfección , ¿cómo llegar á ella? I\o es po- 
sible que las cosas, siendo materiales y groseras, se 
contuvieran las unas en las otras. Cada upa tiene , inde- 
pendientemente d.e su ser propio y real que está en si. 
otro ser parecido á aquel del cual procede , pero mas^ 
vago y mas sutil, Gracias á este ser, pueden existir to- 
das estas en el entendimiento, y así puede decirse que- 
cada cosa está en todas, y todas están en cada una. Coa 
relación á su ser material, todas necesitan un lugar 
particular^ el espacio, y por su ser espiritual todas 
están en la inteligencia. Del mismo modo dice fray Luis 
que, colocando diferentes espejos en torno mío , todos 
Ireflejarán al mismo tiempo mi imagen, y todas las imá- 
genes se vendrán á mis ojos ,* y de mis ojos pasarán á 
mi alma ; asi las imágenes de las cosas tienen ser en 
nuestro entendimiento cuando las ep tendemos y cuan— 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 3i3 

do las nombramos con nuestras bocas y lenguas» 
Lo que ellas son en si mismas, lo son en nuestro en- 
« tendimiento , si este es recto , y en nuestro lenguaje , sí 
este es exacto , en una palabra , las cosas son en si la 
realidad ; en el entendimiento y en el lenguaje son la 
representación de la realidad , es decir , de sí misma, 
para que el hombre pueda ir á su fln participando de 
todo lo que no es él. Deduce de aquí que el nombre es 
la misma cosa que el objeto nombrado , no en su ser 
real , sino en el ser que le da el lenguaje y el entendi- 
miento y el fin , y el objeto de ios nombréis consiste en 
que por su mediación estén en nosotros las cosas que 
los nombres desigqan. 

Ahora bien ; si el nombre se sustituye al objeto nom- 
brado y toma su lugar, de tal manera que aquel está en 
nosotros, ios nombres de Dios deben ser imágenes de 
Dios , sustituyéndose á Dios mismo. Fray Luis de León 
no retrocede ante esta objeción. Cierto es , dice el maes • 
tro , que siendo Dios un abismo de ser y de perfección, 
una palabra finita no puede ser la imagen de un ser in- 
finito; pero en primer lugar el nombre que Dios se da 
á si mismo» siendo la palabra interna por la cual El se 
llama eternamente el que es, es el Verbo divino que 
engendra en sí , y que vive eternamente en su seno, y 
la palabra que usamos para expresarlo es un signo que 
nos hace conocer este pensamiento , ese Verbo divino. 
Además , al decir que Dios tiene nombres propios, 6 
al decir que tal hombre es el suyo , no entendemos un 
nombre perfecto , porque lo nombramos como lo com- 
prendemos , y jamás con un nombre entero y que le 
iguale, porque el signo exterior del pensamiento jamág 
puede exceder al mismo pensamiento. Si Dios está 
presente en nosotros y en el fondo de nuestro ser, est& 



311 ESCUELAS místicas ESPAÑOLAS. 

may lejos de nuestros ojos y del conocimiento clarísi- 
mo por el que suspira nuestra intelif^encia. En esta 
tierra de tinieblas su faz no se ba manifestado á nues- 
tros ojos , y fuerza nos es tener en su lugar un nombre, 
una imagen en el espíritu, una palabra en los labios por 
imperfecta y grosera que sea. Cuando el bombre salga 
de esta esclavitud y de estas tinieblas, entonces el 
nombre de Dios será Bi mismo; pero aquí abajo , en 
este destierro , e% necesario que sean numerosos sus 
nombres, como son numerosas sus perfecciones. 

Sí de esta doctrina de fray Luis de León pasamos á 
la doctrina de las ideas , pronto se reconocerá la teoría 
de las especies sensibles y de las especies inteligibles, 
percibiéndose aquel sabor á platonismo que enaltece la 
filosofía de Bossuet lo mismo que la de Fenelon y la de 
Malebranche. Aunes mas platónica la concepción de 
las ideas en Dios , en Dios que contiene en si las for- 
mas , las razones y los ejemplares de todas las cosas. 
M. Róusselot hace un exacto paralelo entre las .doctri- 
nas de fray Luis de León y las de los doctores alejan- 
drinos, y se pregunta ú la concordancia de doctrina 
entre el ilustre místico y Ptotino es fortuita ó es efecto 
de un conocimiento detenido y meditado de aquellos 
filósofos. El crítico francés, para explicar estas influen- 
4cias en fray Luis de León, acude á Maimonides y á Ibn- 
Cebirol, cuyos ensayos pudieron ser conocidos por fray 
Luis de León muy versado en la lengua hebrea, y es sa- 
bido que en el siglo xiii se tradujo con repetición elFon^ 
Fitoí del rabino español. Ibn-Gebirol es un místico que 
quiere concordar á Moisés y á Plotino. Fray Luis de 
León es un místico que concilla á Platón con la Biblia. 

Dios crea libremente sin recibir ningún aumento de 
Ber ni felicidad , sino porque es bueno, y para comuni- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 345 

car sus bienes á la criatura. Dios se comunica Ei mismo 
por medio de su Hijo y uniendo en su persona la natu- 
raleza humana y la naturaleza divina , realiza la unidad 
personal de lo creado y de lo increado. Tal es la causa 
final , la explicación última de la creación, explicación 
mística y de un misticismo que procede quizá de San 
Pablo y de San Juan. Para fray Luis dé León , el bom* 
bre es un microcosmo ; filosóficamente refleja al hom- 
bre y á Dios ; teológicamente , es la imagen de Cristo, 
hombre y Dios. Aplica también la teoria de las ideas 
ti[>os A la cuestión de la gracia ; proclama el libre albe- 
drio, porque el mérito consiste, no en recibir la gracia, 
sino en usar bien de ella. Muy de observar es que to* 
4as estas fórmulas de fray Luis de León suscitarían 
hoy sospechas de panteísmo; pero en el siglo xvi no se 
abusaba de la palabra como se abusa hoy. No se pier- 
de como Fenelon en la contemplación del ser, sino que» 
como Bossuet , enumera las perfecciones divinas para 
adelantar .mAs y mAs en su conocimiento. M. Rousselot 
sostiene que , como todos los místicos , fray Luis de 
León bordea ios abismos del panteísmo, en el cual solo 
€aen los mas metafisicos. 

A fray Luis le salva el sentimiento enérgico del Yo, 
y su enérgica ortodoxia. Concluye el autor francés que 
fray Luis merece el titulo de filósofo, A pesar de la evi- 
dente reserva con que trata estas cuestiones. «Si el pen- 
«Sarniento, añade , hubiese sufrido en España menos 
«trabas y ligaduras, la filosofía hubiese tenido, como 
»en otros países, su raíz y su desarrollo; mas que un 
j»intérprete erudito y profundo de la Escritura , mas 
«que un moralista delicado y sagaz , fray Luis hubiera 
«sido un filósofo, y quizás un gran filósofo Oj.» 

(*) Rousselot , pág. 278. 



3i6 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÍfOLAS. 

M. Rousselot dedica un excelente capitulo ai estudio 
de fray Luis de León como poeta, cuyos juicios revelan 
dotes críticas literarias dignas de estima , así como de* 
muestra un exacto y profundo conocimiento de la len- 
gua castellana en la traducción de algunas odas del ilus* 
tre jefe de la escuela de Salamanca. M. Rousselot con- 
sidera á nuestro poeta como uno de los mas eminentes 
líricos de la edad moderna , encontrando pocos nom- 
bres que puedan ponerse á su lado. 

Por encargo de la emperatriz María emprendió fray 
Luis de León escribir la vida de Santa Teresa ; no es- 
cribió mas que cinco ó seis páginas ; pero conservamos 
su apología de las obras de la santa y la epístola de- 
dicatoria, epístola y apología que son mas que una 
adhesión , una declaración de fé mística , asi como las 
elocuentes palabras de fray Luis sirven de paso nata* 
ral y de introducción preciosa al estudio de la gran doc* 
tora de Avila. 

V. 

Sus libros, decía fray Luis, traen á Dios á los ojos 
del alma , ensenan cuan fácil es encontrarle , y cuan 
dulce y amable es para los que le encuentran ; ilumina 
en las cosas oscuras y comunica al alma el fuego dei 
cielo. Esta mujer, portento y milagro de su siglo, hon- 
ra de su sexo, gloria de España y de la Iglesia católica,, 
nació, como es sabido, el miércoles 28 de marzo de 
1515, en Avila. Su madre , dona Beatriz de Ahumada^ 
dirigió su alma en sus primeros años. Gonlaba apenas 
siete anos cuando huyó de la casa paterna en compañía 
de un hermano de cuatro, para ir á buscar el martirio 
en tierra de moros ; devueltos á sus padres los fugiti- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 3IT 

TOS , se retiraron á unas ermitas que construyeron en 
el fondo del jardín de la casa. Joven gustó del mundo y 
del adorno, y sobre todo de la conversación , en la cual 
brillaba su ingenio ; se deleitaba peyendo con su her- 
mano Rodrigo libros de caballería , y sobre todo crecift 
en la tendencia exaltada y melancólica de su madre 
dona Beatriz de Ahumada. Muerta esta , casada su her- 
mana mayor, entró por fin en el monasterio de la En- 
carnación , en el cual profesó el 2 de noviembre de 
1535. Tenia entonces veinte años. Sin embargo» aun 
después de su profesión atravesó un periodo de tibieza, 
religiosa ó creyó atravesarlo, y pasó insensiblemente 
de la devoción al misticismo, hasta el 1553, en cuya fe- 
cha una lectura de las confesiones de San Agustín de- 
terminó la manifestación de sus talentos y de su ca- 
rácter. 

Consagra aun unos nueve anos A estudiarse á sí mis- 
ma , y solo en cuanto se siente en plena posesión de sa 
estado, entra , por la reforma de la orden , en la histo* 
ria de su tiempo, y en la historia general de la iglesia» 
El misticismo de Santa Teresa es un misticismo perso- 
nal y espontáneo, y no es producto de la influencia de 
la orden. Su intento principal es oponer á la reforma 
religiosa un arma, que juzga la mejor y mas eicelente 
para la lucha ; el amor. Se inquieta, no por el triunfa 
de la Iglesia , sino que llora por la suerte de los des- 
graciados que siguen el error ; combatir á Lulero y 
á Cal vino es elevar el alma, es unir la oración y la cari- 
dad, porque Santa Teresa los ama á pesar de su cegue- 
dad 9 ora por ellos, llora y gime por su suerte futura^ 
y daría gustosa su vida por rescatarla. 

Con este pensamiento intentó la reforma de la ór- 
dea de ios Carmelitas, obedeciendo á una necesidad de 



348 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

la época , comprendida también por Ignacio de Loyola 
y sus discípaios. 

Consagrada á esta tarea desde el 25 de agosto de 1561 
hasta p1 5 de abril de 1582 , fundó diez y siete conven- 
tos de mujeres y quince de hombres. Es punto menos 
^ue imposible apreciar hoy debidamente este periodo de 
h vida de la ilustre doctora ; es preciso recordar que 
estaba sola , seguida por unas cuantas de sus compane- 
ras ; que las confortaba , que dirigía á otras , que vigi- 
laba y velaba por todas, sosteniéndolas con su ejemplo, 
sus libros y sus cartas. Que aconsejando á unos, pro- 
tegiendo á otros , excitó los celos de algunos , y hasta 
las sospechas de no pocos/hasta el punto de verse dete- 
nida y conjurada como demoniaca , sufriendo las amar- 
guras consiguientes. Que viajando sin cesar por es- 
pacio de diez anos de Medina del Campo á Yaliadolid, 
de Toledo á Salamanca , de Sevilla á Segovia, de Gra- 
nada á Burgos , sufrió desaires , miserias , persecu- 
ciones ; pero que venció todos ios obstáculos en esta 
vida militante , humilde y enérgica á la vez , en la cual 
practicó constantemente su divisa «sufrir ó morir.» En 
medio de estos acontecimientos exteriores , sn misti- 
•cismo se* engrandeció ; la acción no impidió en ella el 
progreso de la contemplación. Bscribió primero sn 
fFida,9 que Arnauld comparaba á las Confesiones de 
San Agustín ; escribió el Camino de la perfección des- 
pués, libro que constituye, con las Moradas del alma^ 
el escrito mas importante bajo el punto de vista de la 
doctrina. Vienen después el Libro de las fundaciones^ 
la explicación de El Cantar de los cantares , y, por úl- 
timo la copiosa Colección de cartas , modelos literarios 
en su género , y que declaran , bajo todos puntos de 
vista, las adorables cualidades de la ilustre reformadora* 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 349 

Teresa de Jesús recibió una educación intelectual 
muy señalada para su tiempo; muchas veces, dice, que 
gran cosa son el saber y las letras para todo , y repite 
que sí la vida espiritual es peligrosa para las mujeres 
es porque son ignorantes. Añade que son muy de te- 
mer los semi sabios, y en todas partes elogia y aplaude 
el estuUío y la ciencia. En cuanto á los místicos confiesa 
que se ha amamantado en su estudio, aunque añade 
que por espacio de muchos años no pudo entenderlos, 
y. que cuando los entendió, gracias á una iluminación 
superior, reconoció que no podia seguirlos. M. Bous- 
selot se complace en reconocer la buena fé y la veract* 
dad de la ilustre doctora , cuando habla de sus obras 
compuestas sin maestro, «que son todo fruto de su ge- 
nio y de su corazón.» Guando comenzó á escribir (1561), 
la mayor parte de ios libros devotos y místicos habían 
sido prohibidos por el Index de 1546 y 1550. No sabia la- 
tín y su memoria era tan flaca que era imposible que re- 
cordara por completo doctrinas tan perfectas. Dios solo 
es su libro y con £l no tiene necesidad de otros libros. 
Cierto que consulta con los teólogos famosos de su tiem- 
po; pero consulta principalmente su estado interior, 
movida por humildad y excesivas desconfianzas. Los 
teólogos la tranquilizan, la animan y la fortalecen ; pero 
ninguno la guía. Dios solo es su maestro: su sinceridad 
es admirable , su paciencia no tiene límites, su sencillez 
es siempre encantadora y abre siempre su alma , como 
podia abrirla á los pies del confesor, en sus momentos 
de éxtasis divino. Si el misticismo habia enaltecido su 
inteligencia, habia asimismo hecho mas exquisita su sen- 
sibilidad ; los afectos naturales de la vida nunca se bor- 
ran de su corazón. ¡ Con qué dolor abandona la casa pa- 
'tetna al tomar el velo ! Aquel es uno de los mas crue- 



3S0 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

les dolores que la apenaron. Cuando murió su padre 
pareció que le arrancaban el alma; vigilaba con cui- 
-dado la educación de sus sobrinos y sobrinas , aconse- 
jándolas en cartas cariñosísimas : las cartas á su her- 
mano son modelos de ternura fraternal, y los suyos en- 
cuentran en ella consuelo y dirección en todas las vi- 
cisitudes de la'^vida. 

No es de extrañar , ni ¿ nadie sorprende , que con 
estas altas dotes de inteligencia y de sentimiento ejer- 
tíerík una impresión tan viva en su tiempo , que desde 
luego las gentes la llamaron santa. Canonizada en 16^, 
fué un doctor de la Iglesia; por decreto de las Cortes es 
la segunda patrona de España , y ciento noventa años 
ilespues fué generalísima de los ejércitos españoles en 
la guerra de la Independencia. Elocuentes testimonios 
de la admiración y del respeto con que en todos tiem- 
pos y edades ha sido saludado el nombre de la inmortal 
Carmelita. Murió en Alba de Tormes el jueves 4 de oc- 
tubre de 1582 á la edad de sesenta y siete años seis me- 
ses y siete días. 

VI. 

£1 cielo astronómico ha tenido sus novelistas : sabios, 
filósofos , poetas , soñadores :' el viaje á las inmensas 
regiones de lo infinito ha educado á ingenios de todas 
clases y de todo género. £1 cíelo en el sentido cristiano, 
este cielo interno , en el cual el alma encuentra á su 
Creador y el de la tierra , ha tenido también los suyos 
que son los místicos, solo que en vez de novelas han es- 
crito las historias de su propio corazón; es decir, no- 
bilísimos ensueños ó tristes aberraciones, según la 
Índole y carácter del narrador. 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 361 

Hé aquí el de Santa Teresa. 

Existe un castillo edificado de un solo diamante, de 
un cristal admirable , digno del huésped celeste que se 
<lignó residir en ¿1 , digno de la fiesta del amor divino 
que el aiipa celebra en él con su esposo. Llegar á este 
castillo es el fin del místico. ¿Dónde está? En nuestra 
alma: y entrar es entrar en sí. Pues qué , ¿se entra en 
lo que ya se está? Si , entrar en si es conocerse, y des- 
pués conocer á Dios en etl centro mismo de este mara- 
villoso castillo , en lo mas profundo del alma, i Cuan 
pocos consiguen entrar ! La condición para conocerse, 
«s despojarse de todo lo que hay de terrestre en nos- 
otros. 

Asi se entra en el palacio magnifico del Rey eterno. 
Per animum meum ascendam ad iUum. Dios está en 
todas partes. Donde quiera que está Dios allí está el 
cielo. San Agustín buscaba á Dios por el Universo, y lo 
-encontró en su propio corazón. Guando el alma ha lle- 
gado á franquear el dintel del castillo, cuya puerta ejs 
la oración , es preciso que recorra sucesivamente las 
<8iete moradas que contiene. Cada morada corresponde 
á una forma ó á un grado de oración; y libre ya de las 
groseras vestiduras de los sentidos, se pasa de la ora- 
ción vocal á la mental hasta llegar al éxtasis, y por úl- 
timo, al vuelo libre y seguro del espíritu. 

La oración exige la meditación : el alma recoge todas 
sus facultades y entra mas prcrfundamente en sí misma, 
y de este trabajo natural resultan contentos que sin te- 
ner nada de sobrenaturales, brotan en nosotros por 
«fecto de la oración y de la meditación. Traspasadas así 
las tres primeras moradas, se llega á aquella en que no 
está la cosa en pensar mucho , sino en amar mucho; 
porque cuando el alma comienza á adquirir algo de so- 



38Í ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS^ 

brenatural , que le es imposible consegnir por sí mis- 
ma, toca un mundo nuevo, mundo de misterios del 
cual solo Dios tiene la llave. Guando á la meditación ha 
sucedido la contemplación , la calma y el reposo reem*» 
plazan al movimiento y al esfuerzo. El entendimiento 
busca la verdad meditando, y una vez obtenida, la 
contempla en silencio. Entonces se suspende el ejercf- 
cio de las facultades, porque el alma no produce, reci- 
be. Dios presenta entonces al entendimiento cosas so- 
brenaturales y divinas: difunde en él rara abundancia 
de luz á ñn'de que las vea de una ojeada sin acto disca- 
sivo, sin atención ni trabajo. Basta dejar á Dios el cui- 
dado de producir en nosotros esta suspensión de la li- 
bre actividad de nuestra inteligencia. 

El entendimiento se deja penetrar é iluminar por la 
luz de arriba, del cielo , y se sume en la admiración; 
esta contemplación que suspende el ejercicio de las fa- 
cultades, causa un mayor conocimiento de las cosas di-> 
vinas y ennoblece los afectos. Entonces el alma se se- 
para de si misma ; no sabe si obra , solo sabe que Dios 
la baña en ondas de luz y de gracia , y así llega á la 
quinta morada , á la oración de unión. 

En la oradon de unión el alma se siente de nuevo 
activa , porque la unión divina se funda en la caridad, 
en el amor al prójimo , y esta es la verdadera unión, 
porque no hay mas voluntad qne la voluntad de Dios» 
En este estado trabaja para fundar el edificio espiritual 
y ser merecedora del porvenir: A cada paso que se va 
dando en este aislamiento del mundo , el camino es mas 
difícil ; pero por fin las palabras divinas ahuyentan los 
temores y las melancolías de la imaginación , y se llega 
á la sexta morada, al éxtasis, en la que Dios está en el 
alma como en el cielo empíreo , y én la cual Dios co«- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 353 

mtenza á descubrir sus secretos , haciéndola entre- 
ver las felicidades que la reserva en la vida futura. En- 
tonces tienen lugar las visiones intelectuales y lasrepre- 
sentalivas cuándo Jesús se muestra y es visto por ios 
sentidos. Estas últimas son inferiores á las visiones in- 
telectuales, cuya sublime naturaleza no permite sir- 
van de tema de conversación. Por último , Dios arre- 
bata al alma y la lleva á la séptima morada de una ma- 
nera imprevista y violenjta. Este es el vuelo del es- 
píritu. El verse arrebatar el alma causa algunas veces 
sobresalto , pero se encuentra después en una región 
de luz infinitamente mas brillante que la terrenal , y en 
la que en un momento se penetran y conocen tantas 
maravillas que serian necesarios muchos anos para 
imaginar una mínima parte. ¿Pero el alma se separa 
del cuerpo? Del mismo modo que el sol en el cielo , sus 
rayos tienen tanta fuerza, quB no mudándose él de 
allí^ de pronto llegan acá, el espíritu puede quedán- 
dose en su puesto, salir de sí mismo. 

Bioá desciende á la sustancia del alma), en su centro 
interior, y allí la instruye sin palabras, sin auiiHo 
de pingua sentido. Los misterios vedados á los ojos del 
nofundo, fulguran á los ojos del alma con el explendor 
de la inefable^ verdad. El alma es una sola cosa con 
Dios : mi amado á mí, y yo á mi amado. Así como es 
imposible separar dos llamas ardiendo, porque for- 
man inmediatamente una sola , así es imposible sepa- 
raral amante y al amado. El alma sabe entonces que 
procede de Dios, que Dios está en ella como un ar- 
royo que la fecunda, como una flecha qoe la pene- 
tra, como la vida de su vida, y esta unión es per- 
manente é indisoluble, es el comienzo de la bien- 
aventuranza prometida á los el<igidos. En medio de 

CANALBJAS.— 23 



36i ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

estos goc«s tan puros , el alma no • puede permanecer 
extraña á la vida terrestre; porque la voz de la impía 
realidad la advierte que aun dura su destierro. Origi- 
nase de aquí una doble vida : una parte del ser humano 
l»arece habitar las alturas del cielo ; la otra se arrastra 
por el lodo : el alma contemplativa se golpea fatalmente 
en el brutal contacto de este mundo , exclamando : ¡Oh 
muerte , quien te temerá á ti que das la vida! ¡ Oh vida 
enemiga de mi dicha, por qué no me será permitido 
terminarte! Te sufro porque mi Dios le sufre : te cuido 
porque £i te me díó; pero no me hagas traiciona no 
seas ingrata. 

La vida espiritual es . una lucha , cuya arma es el 
amor, y cuyo precio es Dios. Todos los místicos han 
contado los grados de esta vida, valiéndose de la alego-- 
ría : los unos imaginan una escala mística , los otros un 
jardín , otros una estrella mística , y los más los tres 
caminos: el de la purificación, el de la ¡lumiDacion y el 
de la unión. San Buenaventura escribe El viaje del es- 
píritu hacia Dios; San Juan Glímaco, La escala del Pa- 
raíso ; Santa Catalina de Bolonia , Las siete almas espi- 
rituales; la castellana Santa Teresa de Jesús, El Casti/lo 
del alma , pagando asi tributo con este castillo, que es 
preciso tomar, al espíritu bélico y místico de nuestra 
patria. E)n esa forma expone Santa Teresa de Jesús un 
sistema de misticismo cristiano, cuyo punto de partida 
es la observación interior, la observación psicológica. 
La tendencia cristiana se une admirablemente aquí Con 
la máxima socrática , porque el hombre que se ignora 
á sí mismo no puede conocer á la divinidad, ni tribu- 
tarle los homenajes debidos. Bossuet debia. repetir la 
doctrina muchos años después. Para Santa Teresa, lo 
mismo que para Sócrates y para todo filósofo, el cono<^ 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 35B 

•«cimieDlo de sí mismo no es un fln , sino un medio. 
M. Rousselot se maravilla con razón de las poderosas 
intuiciones que se descubren en los escritos de la doc- 
tora de Avila. Ai hablar del alma , por ejemplo, com- 
^prende , como Platón y Santo Tomás , que la división 
escolástica del alma no obsta á su indívisibHi<dad , y re* 
nueva la distinción platónica entre alma y espíritu. Al 
.hablar de las facultades expone acertadamente el papel 
y la importancia de cada una de ellas en la vida aní- 
mica , y es muy de estimar cuanto dice respecto á la 
imaginación, esa hermana de la memoria y de la melan- 
colía, y consigue llegar á la sana doctrina, exponiendo 
que el entendimiento debe corregirla y guiarla, y como 
lian repetido pensadores contemporáneos, dijo ya Santa 
Teresa, que la» quimeras de la imaginación eran mas 
importunas que dañosas. 

A pesat^de sus trasportes místicos , nunca sacrifica 
ni el libre albedrio, ni íá personalidad humana , y aun 
en la morada , donde se cumple el místico himeneo, el 
aloiía conserva conciencia de los maravillosos fenóme- 
.no8 que alli se realizan. De notar es también que Santa 
Teresa no encierra el alma en la estéril-inmovilidad de 
una oración inerte , de un egoísmo culpable : quiere 
^ue trabaje en su perfeccionamiento, que merezca, que 
el amor á Dios se derrame en torrentes de caridad para 
sus semejantes. Los progresos que se consiguen en el 
amor á Dios se conocen en los que se alcanzan en el 
amor al prójimo, y la unión divina es la recompensa de 
la caridad. Con razón exclama M. Rousselot: «El misti- 
cismo español tiene la virtud que falta á todo el si-* 
^lo XVI , á Lutero como al duque de Alba , á Felipe II 
4Somo á Galvino : la piedad. Y. se destaca por esta vir« 
tuá vigorosamente del fondo sangriento y sombrío det 



356 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOJLAS. 

siglo mas implacable de la edad moderna. » El criticc^ 
francés no titubea en confe^r la gran distancia que se- 
para á Teresa de Jesús de la presuntuosa madama Gu- 
yon. La humildad de Santa Teresa es tan admirabi<^ 
como su inspiración. En la época en que Telesío, espe- 
rando á Bacon y Descartes , ensaya nuevos métodos- 
para la filosofía , Santa Teresa daba el suyo á la sola' 
filosofía entonces posible en España , al misticismo ca- 
tólico. Con razón y muy discretamente el gran Leibnita 
tenia en estima predilecta sus inmortales escritos. No- 
tables son las palabras que dedica el critico de que me 
ocupo á la cuestión de lo sobrenatural respecto á Santa 
Teresa de Jesús. Tuvo éxtasis , visiones , revelaciones» 
Ella lo ha dicho, y basta que lo diga para ser cierto. 
¿Se intentará una explicación de estos éxtasis acudiendo 
á circunstancias de raza, familia, temperamento, sexo^ 
educación , latitud , etc. , etc. ? No lo creemo«¡> digo con. 
M. Rousselot. ¿Se acudirá , como Muratorí , á la imagi- 
nación? Cierto es que la imaginación y la fé unidas pue- 
den producir singulares fenómenos; pero Santa Te- 
resa los distinguía , y la imaginación no basta para ex- 
plicar ni eí éxtasis ni el genio. ¿Por qué , pregunto un» 
y cien veces, no admitir para el sentimiento religioso 
lo que se admite para el sentimiento estético , lo subli- 
me? La creación estética ¿n5 es una visión, repito & 
mi vez? La fé y el amor divino ¿no es un elemento de 
nuestra naturaleza ? No hay razón en considerar como- 
natural y humana la inspiración de Virgilio ó del Dan- 
te , y querer explicar como estados patológicos las ins- 
piraciones de Santa Teresa. Además la ciencia fisioló- 
gica moderna no desconoce el éxtasis intelectual , y 
apoyado en M: Boismont y M. Parchappe sostiene el 
critico francés que existe una intuición de la fé cohio 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 3^7 

'«liste la intuición del genio. Con frase severa , pero 
Justáy condena las explicaciones así magnéticas como ca- 
talépticas é histéricas, intentadas últimamente sobre la 
ilustre doctora de Avila, y concluye diciendo: «Los pin- 
tores españoles se complacen en representar á ' Santa 
Teresa escribiendo, en tanto que una paloma, símbolo 
del Espíritu Santo, le habla al oido.» Esta alegoría ¿ no 
iiene una significación mas verdadera y profunda que 
Ja inspiración de una musa dictandt) un poema? 

VIL 

M. Rousselot dedica los siguientes capítulos de su li- 

'1)ro al estudio de la que llama escuela de Santa Teresa. 
Figura en primera linea en este grupo San Juan de la 

<Cruz , su segundo en la reforma de la orden , su here- 
dero, su hijo en la doctrina. Nacido en 1542, de fa- 
milia humilde , Juati de la Cruz pasa á Toledo : poco 
después toma el hábito en el monasterio de Santa Ana, 
•en Medina', completando su educación en el colegio de 

..la orden en Salamanca. Versado en la teología sobre 
todo en la Escritura, no desconocía la filosofía tomista; 
pero no es posible confundirle con los platónicos Ma- 
lón de Chaide , Granada y León, Poeta ^ la poesía brota 

. de sus labios como una forma natural de su entusias- 

< mo. Es el mas impersonal y el mas subjetivo de los 
poetas, y es escritor sin ser literato. Juan de la Cruz 

i^no es profesor, ni predicador, ni escritor teológico; su 
vocación es puramente religiosa. 

Contaba veinte y cinco años cuando encontró de paso 

^en Medina á Santa Teresa de Jesús. Aquel monje ascé- 
tico, pálido, de aspecto débil , que mas era un espíritu 

^tte un cuerpo ; de alma ardiente y elevada inteligen^ 



3B8 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

Gia; en pos siempre de una regla más y más estrecha y 
de una vida más y más mortificada , era el coadjutor 
natural de Santa Teresa de Jesús. Si Santa Teresa in^ 
encarcelada en Sevilla por la Inquisición, San Juan so- 
frió nueve meses en los, calabozos de Toledo, habién- 
dole salvado la intercesión de Santa Teresa , que se di- 
rigió al mismo Felipe II. Murió San Juan á los cua- 
renta y nueve anos de edad, en 14 de diciembrede 1591. 

En cuanto á la doctrina, San Juan de la Cruz parte 
del principio de que la perfección de la vida espiritual 
es la posesión de' Dios por el amor, que es la unión per- 
fecta que acompañada del conocimiento es posible en 
esta vida, en la cual el hombre puede ser un ángel , y 
aun más que un ángel. Para llegar á este fin es preciso- 
arrojar lejos de si las pasiones, los apetitos, los deseos» 
purificándose incesantemente por medio de austera pe- 
nitencia , y es preciso educar de un modo especial Jas • 
facultades humanas, para que contribuyan eficazmente, 
á la consecución de tan alto propósito. San Juan de la 
Cruz, extremando las doctrinas,de Santa Teresa, sos- 
tiene que es necesario desnudar al entendimiento de 
todo lo que contiene , llegando á la abstracción total y 
á la contemplación pasiva. Desnudo el entendimiento,, 
yacía la memoria^ anulada la imaginación y los senti- 
dos, desligada , pgr último, la voluntad de júbilos, es- 
peranzas, dolores, hasta el punto de que los reemplace- 
la caridad, y las virtudes teologales se sustituyan á las- 
facultades del alma , se atraviesa la vía purgativa para 
entrar en la vía iluminativa^ en la cual^ sin embargo, 
esperan á un alma cristiana grandes turbaciones y ter- 
ribles combates. 

Dios le da la luz ; pero esta luz » que ilumina al alm» 
y la purifica , es nojDhe oscura , {)orque la sabiduría di- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 3B9 

Tina es tan resplandeciente , que la deslumbra como el 
sol deslumhra al boíio. En esa noche luchan las dos na- 
turalezas, la humana y la divina» ;f el alma, delante de 
Dios, queda anhelosa y fatigada, sumida en las tinieblas 
y en un estado semejante á la muerte. Reconoce en^ 
tonces su miseria y pequenez; su espíritu se conmueve 
y se anonada reconaciendo sus males , y como Jonás se 
encuentra en una tumba oscura y viva , que debe atra- 
vesar para llegar á la resurrección que le espera. Ham- 
brienta y sedienta , sus facultades son cavernas inmen- 
sas y vacías que no se llenan menos que con lo infinito. 
El infinito, este es el único alimento que jcalmará SU 
hambre y su sed. San Juan de la Cruz conoce que des- 
hacerse de la naturaleza humana es empresa superior 
al hombre; pero Dios le auxilia y desciende al fondo de 
la sustancia del alma, al centro mas profundo, y el alma 
llega entonces á su centro, que es Dios. Entonces, como 
en la séptima morada de Santa Teresa do Jesús, el alma 
vive la vida de Dios , sus facultades se vuelven como 
divinas , por mas que su sustancia no se trueque en la 
sustancia divina. Al llegar ¿ este extremo, la palabra le 
falta á San Juan de la Cruz , acumula comparaciones y 
metáforas, sirviéndose principalmente de la oriental 
alegoría del Cantar délos cantares. Dios duerme en el 
seno de la esposa, unido á ella en dulce abrazo, y tí 
alma siente la respiración de jDias , hasta que llega el 
momento dichoso en que el último velo, ki vida , se 
rompe al escuchar dulcísima palabra que murmura en 
sus oidos: «Vuélvete, paloma. 9 

M. Rousselol no extraña que estas atrevidas doctrinas 
«ttscitaran grandes controversias cristiano- teológicas en 
su tiempo* y hasta veinte y siete afios después de hi 
muerte del santo no se autorizaran sus libros. 



360 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

Si el ataque f aé yigoroso , la defensa foé ardiente ; sas 
apologistas cuidan principalmente de presentarlo como 
díscípalo de Santa Teresa de Jesos ; pero si esto es 
exacto, hay que observar que San Juan precede de 
Santa Teresa en doctrina , como Porphyro de Plotino 
y Malebranche de Descartes. Sndesden por la inteligen- 
cia y por la realidad terrestre no reconoce freno ni li- 
mite ; Santa Teresa conduce al cristiano , paso á paso y 
gradualmente, por el mundo espiritual basta llegar al 
vuelo del alma. San Juan de la Cruz lo sume de pronto 
é inopinadamente en las profundidades del éxtasis mas 
exaltado. 

Representa San Juan de la Cruz el punto extremo 
del misticismo en España: es el mas lógico de los mis- 
ticos, porque es el roas apasionado, el mas audaz, por- 
que es el mas desligado del mundo , porque es el que 
más lo desprecia ;. el menos filósofo, porque es el que 
mas se olvida del hombre, y -sin embargo , su desprecio 
por la realidad humana le lleva hasta' exclamar que Dios 
no puede ser ninguna realidad, corriendo el riesgo de 
no ver en Dios masque una idea , formulando casi una 
de las mas audaces doctrinas de la metafísica moderna. 

Las últimas palabras de San Juan de la Cruz de* 
muestran su absoluta convicción y muere tranquilo 
porque ha cumplido bien y noblemente su obra. La re- 
forma Luterana apenas le preocupaba , como no pre- 
ocupa á los demás místicos españoles , sabiendo que el 
amor cristiano bastaba para vencerla y humillarla. 
M. Rousselot concluye diciendo : «Ignoro si puede cí- 
«tarseotro ejemplo en la historia de la filosofía , sin ex- 
^eeptuar á Plotino, de un esfuerzo tan prodigioso para 
«huir del mundo y llegar á Díqs directamente^ sin caer 
•en la inmoralidad , en el idiotismo y en la locura ; es- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 361 

wfúerzó tanto mas portentoso cuanto que no cuenta con 
»otro apoyo que la intuición de la té , sin ningún auxi- 
•»Iio de la filosofía (í)». 

Consagra el áltimo capitulo histórico M. Rousselot á 
Oerónimo Gracian de la madre de Dios, otro de los dis- 
cípulos predilectos de Santa Teresa de Jesús, y que es 
en cuanto á la doctrina un eco fíel, pero debilitado de 
Santa Teresa, pudiéndosele considerar mas como su 
expositor que como su discípulo. 

Juan de Jesús María (1564-1615), general de la or- 
den de los Carmelitas y autor de una Fida de Santa 
Teresa y es un docto teólogo, discípulo de Santa Teresa 
y de Platón , qne intenta formular con orden y enlace 
la doctrina de su excelsa maestra. Fuera de este método 
7 de esta ordenación, Juan de Jesús María no hace otra 
cosa que confirmar las doctrinas de la Santa , apoyán- 
dose en la autoridad de la escuela del Areopagita, de los 
Victorinos y San Buenaventura, escribiendo en un 
látin puro, elegante y embellecido con comparaciones é 
imágenes, en un verdadero latin del renacimiento. Juan 
de Jesús María señala la transición entre el floreci- 
miento y la decadencia del misticismo en España. Des- 
pués de Santa Teresa y de San Juan de la Cruzjque es- 
criben con una sencilla sinceridad la historia de su 
alma, aparecen los doctores que explican lo que pasó 
«n el alma de los demás, y no debe extrañarnos que la 
teología mística se formule metódicamente, porque es 
un arte que ensena á los hombres á vivir aquí en la 
tierra una vida divina. Después de la espontaneidad la 
reflexión , después de los poemas la poética. Llegado á 
ios primeros días del siglo xvii , después de la ardiente 

<«) Pág. -108. 



381 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

explosión del misticismo en España, comienzan los tm- 
tados escolásticos y los libros de deYOcion , en los qae 
domina ese ascetismo práctico, y una casuística del 
amor divino reemplaza á la psicología y á la metafísica, 
sotil algunas Yeces, pero siempre profunda, que hemos 
admirado en Granada, León , Santa Teresa y San Juan 
de la Cruz. ' 

ASÍ termina la parte histórica del libro que expongo. 
Cn los capítulos siguientes M. Rousselot estudia los ca- 
racteres del misticismo español y sus resultados; y la 
compara por último con las principales escuelas del 
misticismo cristiano. 

Sean cualesquiera mis opiniones sobre estos extre- 
mos, al terminar la exposición histórica, es muy de- 
bido, tributar un homenaje de respeto y consideradoD 
al docto escritor que de manera tan acabada y detenida 
ha juzgado periodo tan interesante de nuestra historia» 
estudiando con cariñosa y siempre creciente atención 
nombres tan dignos de . respeto como olvidados por 
nuestra incuria y por la corriente de los.tíempos., ven- 
ciendo las graves y« numerosas dificultades del asunto» 
con una laboriosidad y un celo que no es común eú loa 
escritores extranjeros que se ocupan de la historia in- 
telectual de nuestra España. Sin pireocupaciones , y 
aceptando la lección misma que daba el asunto, M. Rous- 
selot ha conseguido escribir la mas exacta y verdadera 
de las historias hasta hoy intentadas de este gran perio- 
do de la escuela mística española , y faltarla á mi deber 
si no le felicitase sincera y cordíalmente por haber lie- 
yado á fin tan cumplido empresa tan meritotia. 

Debia esta manifestación antes de exponer algunas 
observaciones sobre los juicios del ilustrado escritor 
francés. 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 369r 



VIH. 



Incurre en mi juicio, en gravisiinos errores el autor 
francés , cuando intenta en laJntroduccíon de su übro* 
bosquejar los precedentes filosóficos de las escuelas mis^ 
ticas del siglo xvi. Nacen quizá estos errores no solo 
de falta de estudio en lo que toca y concierne á la civi- 
lización espanolja, sino también de un error de con- 
cepto filosófico ai estimar el misticismo. N.o es su orí-- 
gen, como entiende el escritor francas, el arrebato j 
la exaltación de la fé religiosa, ni natíe tampoco exclusi- 
Tamente de la vehemencia con que se confiesa un dog* 
ma religioso. Bl mlsiicisnK) tiene raiz mas honda, por- 
que se origina de la espontaneidad de la razón human» 
con entera independencia de las creencias en dogmas 
positivos, de suerte que las escuelas alejandrinas del 
mismo modo que muchas racionalistas de las contem- 
poráneas, se desentienden de todo punto de los dogmas 
Je las religiones positivas, y su carácter de devoción 
religiosa es hijo legítimo de especulaciones metafísicas- 
y no de la exaltación con que se abraza el credo 4le esta 
ó de aquella Iglesia. Sin necesidad de acudir á citas 
históricas, basta traer á la memoria el carácter ^e las 
escuelas indias, de las alejandrinas y. de algunas novísi- 
ipas de Alemania para comprender qu^ el escritor 
francés dio base niuy mezquina y origen muy efímero^ 
al misticismo,, cuando lo creyó puro y exclusivo efecto 
de una creencia exaltada en los dogmas de la reyelacioa. 
Por el contrario, apunta principalmente el misticismo 
en las escuelas racionalistas, y la historia de las ideas- 
platónicas , los argumentos metafísicos para probar la 
existencia de Dios y aun de las intuiciones de los dísci- 



364 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

puios y sectarios de Schelling, atestiguan que en un 
punto dado del procedimiento racional, qué es por 
cierto el mas alto , se declara e^ta verdad"; á saber : que 
existe en la razón humana cuando especula libremente, 
tendencia marcadísima , impulso irresistible , ¿ la unión 
con lo divino, sin distinguir las mas veces si el Dios con 
el que se une es el Ser Supremo y personal ó el Gran 
todo ó la sustancia única' de Spínosa. 

Si en la historia de la filosofía encuéntrase á cada 
paso ia confirmación de estos juicios, aun es mayor su 
«videncia cuando se trata de períodos históricos ante- 
riores á la. aparición de la escuela critica , y en los que 
por lo tanto no se habia llevado á cabo el exquisito aná- 
lisis que sirve de base ¿ Kant, para medir el alcance y 
irascendencia de las farcultades cognitivas. ' 

Si el escritor francés hubiese tenido en cuenta este 
carácter del misticisiho , las escuelas místicas españo- 
las no se presentarían en su libro como un episodio 
propio y peculiar de la historia del catolicismo en Es- 
pana, sino ique le hubiera sido fácil justipreciar, como 
éi apetecía ^ la aportación del genio filosófico español á 
la historia universal de la filosofía. 

No es esto negar que existan en' nuestro pueblo y eñ 
nuestra raza tendencias muy marcadas á la contem- 
plación mística ; ni es de negar tampoco que la viveza 
de la fantasía, la energía de la volütitad, el anhelo de 
ia representación perfecta y cumplida y la juvenil es- 
pontaneidad de nuestro pueblo en tas edades pasadas, 
prepararon el terreno para que toda especulación mis- 
tiaa encontrase grande aplauso y soberana acogida en 
^as escuelas españolas. 

£s tan viva y penetrante la intuición en nuestro pue* 
hlo , cuadra tanto á su genial el arranque y temeraria 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 365 

arrojo en todo hecho y en toda especulación, qut á poco 
que le abriesen caminos y se le brindara con tal espec- 
táculo, era de esperar la popularidad de esos métodos 
y de esas enseñanzas. 

Pero no nace esta genialidad ni de la conversión de 
Recaredo, ni de ios Concilios Toledanos, ni tampoco es 
efecto de una educación histórica. No hay que confun- 
dir las consecuencias de una organización teocrática é 
de una lucha religiosa con la genialidad de la raza, con 
las tendencias y caracteres dominantes en la cultura, 
filosófica de un pais. £1 escritor francés juzga muy de 
ligero y con escaso caudal de noticias el movimiento 
literario de los siglos medios. Se equivoca al suponer 
que durante la época visigoda la filosofía era cosa ex- 
traña y desconocida» olvidando á Isidoro de Sevilla, ol- 
vidando á los doctos arzobispos toledanos , y descono- 
ciendo los efectos de las controversias religiosas du- 
rante el mismo periodo visigodo. Y en plena edad me- 
dia es de todo punto imposible hacer c^so omiso en la 
historia de la filosofía española , de. las, escuelas árabes 
y judias , y de^ los nombres famosos que ilustrando el 
siglo XI y XII , contribuyen efipacísimamente á dirigir, 
i fecundar el sentido filosófico d^ nuestra España. 
Las traducciones que cita pertenecientes al siglo xii el 
mismo escritor ¿ no son de autores árabes? ¿No con- 
fiesa que San Fernando, y después Alfonso X honraron 
y estimaron á judíos y árabes , vertiendo al castellano 
las mas famosas de sus producciones? ¿No es un hecho 
4tte Raimundo Lulio se alza en son de protesta contra 
las escuelas arábigas , y, sin embargo, en su método, 
en muchos de sus argumentos» en nó pocas de sus doc- 
trinas , se advierten, las huellas de enseñanzas árabes, 
y jes patente la influencia de los discípulos, de Maimóni- 



366 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

*■ 

des? Eatos datos debieron indicar al crítico francés que 
•el movimiento filosófico, durante ios siglos medios , en 
España, es originalisimo, como que concurren á carac- 
terizarlo cristianos, árabes y judíos; y lo únrco que 
prevalece de todas aquellas doctrinas y queda arraigado 
-en el fondo de la razón popular, es lo que atañe á los 
problemas de la metafísica , y sobre todo los que se re- 
lacionan con los de la Teología natural. De aqui él ca- 
rácter de la escuela luliana ; de aquí también la expli- 
-cacion sencillísima de por qué las luchas de la escolás- 
tica no encontraron en España el favor y la populari- 
dad quotsonsiguíeron en Italia y en Francia hasta los 
primeros lustros del siglo xv. 

Si el crítico francés no hubiera procedido tan de li- 
|[ero en el juicio de la edad media española , y la figura 
de Raimando Lulio le hubiera merecido la atención de 
que es digna, no dudaría , al hablar de los antecedentes 
V orígenes del misticismo español, porque en los libros 
lulianos veriá á toda luz antecedentes y noticias. Fué 
muy popular en la edad media , entre otros libros 
escritos por Raimundo Lulio , el que intituló Bían^ 
Ruerna. En aquel libro, impreso después varias veces, 
se encuentran fos diálogos y cánticos del amigo y ^l 
amado ; y dice así al principio del Hbro : « Comienza el 
»librodel Amigo y el Amado y Cánticos de Amor en- 
«tre los dos » liste libro nació, según el autor, de con- 
siderar la manera por la cual contemplaba en Dios. 
«Los caminos, dice Lulio, por los cuales el amigo busca 
•al amade son largos, llenos de meditaciones, suspiros 
j»y lloros, é iluminados con amores. Preguntábale el 
3>amado al amigo ¡-^¿Recuerdas alguna cosa con que yo 
»te haya retribuido pbr quererme tú amar? y contes- 
jotaba el amigo :— Sí; porque no distingo entre los traba*- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 347 

«jos y los placeres que tú me das. Preguntábale el uno 
j»al otro :— qué cosa es mas visible : el amado en el ami- 
Jigo ó el amigo en el am^do, y responde que el amado 
»es visto por amor, y el amigo por suspiros, dolores y 
«perseverancia. Preguntó el amigo al entendimiento y 
•á la voluntad cuál de los dos llegarla mas pronto al 
»amado: corrieron ambos y llegó mucho mas pronto el 
«entendimiento que la voluntad. Preguntaron al ami- 
^go:— ¿He dónde vienes? vengo de mi amado. *-¿ Don- 
»de vas? voy á mi amado.-^ ¿ Cuándo volverás? esta- 
•ré con mi amado.— ¿Cuánto estarás con tu amado? 
•» Tanto cuanto estén en él mis pensamientos. El amado 
«enamora constantemente al amigo y le- acude y forta- 
» léce en sus decaimientos para que lo ame con mayor 
1» pasión ; de suerte que en el decaimiento consigue ma- 
»yor goce y nuevo brio.» — De esta manera, y expo- 
niendo por completo toda su doctrina en preguntas y 
respuestas , entre ei amigo y el amado, Raimundo Lu- 
lio excita y aguijonea al alma para que en alas de la in- 
tuición , que es amor, y en alas del amor que es intui- 
ción , esté constantemente el pensamiento del amigo en 
el amado, porque de esta manera está con él y en él. 
Después de este famoso libro, que no permite ya duda 
alguna sobre los antecedentes del misticismo en Es- 
paña , escribió también Raimundo Lulio el Arte de la 
contemplación , que no fué menos popular que los diá-^ 
logos entre el amigo y el amado, cuyo concepto y ten- 
dencia no pueden olvidarse al tejer la historia del mis- 
cicismo español , so pena de caer en los errores de jui- 
cio y de doctrina en que incurre el critico francés 
M. Rousselot. Según Lulio, « Tan alto y excelente es el 
soberano bien , y tan bajo por sus culpas y pecados va 
el hombre , que es diftcilisimo subir el alma á la con* 



368 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

templacíon de Dios ; por tanto es necesario el arte de 
contemplación» para ayudar al entendimiento y á la no- 
luntad en su ascenso, á fin de que puedan contemplar 
á Dios en sus honores y en sus dignidades » Divide Lu- 
lio en doce partes el tratado, diciendo que el método 
del libro consiste en contemplar primero las virtudes- 
divinas, como esencia y unidad, y después , tenienda 
por objeto el alma del contemplador, contemplar aque- 
llas virtudes divinas en la memoria , entendimiento y 
voluntad , y va exponiendo cómo cada una de estas vir- 
tudes divinas puede contemplarse en otra que facilite 
su inteligencia. Las condiciones de la contemplación, 
según Lulio, son la disposición del contemplador y ei 
lugar que se elige para la contemplación , siendo iguala 
mente perjudiciales el exceso de alegría y el exceso de. 
aflicción, necesitando ei auxilio de la soledad, para que 
se alejen del entendimiento y de la voluntad los cui- 
dados y estímulos del mundo. 

Asi , capítulo por capítulo, describe el autor las con* 
templaciones, colocando al contemplador ante el espec- 
táculo de la noche serena , dirigiendo su pensamiento y 
su voluntad á la consideración dp la bondad divina, para 
gozarse después en la de otras perfecciones y dignida* 
des de Dios. Interrumpe i cada paso la consideración 
filosófica de Lulio con arrebatos líricos , con plegarias y 
oraciones, dando así al libro un carácter poético-popu- 
lar que explica, en mi sentir, la boga y fama que con- 
siguieron en los siglos xiv y xv estas páginas místicas 
del ilustre contradictor de Averrofis. 

No paran aquí las enseñanzas y las influencias lulia- 
ñas que es necesario registrar para tejer la historia del 
misticismo español. El famoso libro de las Contempla- 
dones , fruto del ai^te de la contemplación , contiene 



• 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 369 

una exposición detenida y completa del sistema luliano, 
ba}o la ley de una constante determinación del conoci- 
miento de lo divino, alcanzado intuitivamente , en vir- 
tud del ascendimiento del alma humana ¿ Dios , por los 
caminos y por los modos que describe el Arte de la con- 
templación. 

Recordando estos libro» no es posible tachar de pa- 
radógica la especie de que la historia del misticismo en 
España arranca principalmente de la escuela' de Lulio; 
la mas popular y la mas adecuada al gusto, tradiciones 
y enseñanzas propias , y recibidas de nuestro pueblo. 
£a la segunda mitad del siglo xiv.y en todo el siglo xv 
los discípulos del Doctor iluminado difundieron con 
ahinco y laudable perseverancia las enseñanzas lulia- 
nas; y en tanto que los dominicos profesaban en escue* 
las y universidades la doctrina de Santo Tomás de 
Aquino, los franciscanos, principalmente desde el púl«* 
pito, y dirigiéndose á la muchedumbre, aguijoneaban 
el sentimiento y la fantasía con las elocuentes declama- 
ciones del solitario mallorquín. 

Si el carácter y la influencia de la escuela luHana hu- 
bieran merecido mayor atención al critico francés, no 
le hubiera extrañado la forma literaria, poética, naas 
moral que metafísica , mas práctica que especulativa, 
con que aparece el misticismo al rayar el siglo xvi. No 
es el misticismo español enseñanza recóndita de las- 
aulas ni de los doctores ; no nace en las cátedras uni- 
versitarias, ni procede de este ó aquel error métafísico, 
ni permanece tampoco velado y oculto en las abstrac- 
ciones de un vaporoso idealismo. Su mérito y principal 
excelencia consiste en ostentar los caracteres contra- 
rios á todo escolasticismo, arrancando de la esponta- 
neidad del espíritu en su contacto y relación con lo di- 

CANALBjis.— II 



370 ESCUELAS místicas españolas. 

vino, y tendiendo constantemente á regijr y á modelar 
la vida del alma , y basta á servir de ley y de norma 
para toda ocasión, y accidente de cuantos puedan afec- 
tar la serenidad y belleza de la tranquila y reposada 
unión y consorcio del alma con Dios. 

Lo único que se advierte , á medida que adelanta el 
siglo XVI , que al pasar de AJejo Yenegas á Malón de 
Chaide , llegando á los Luises de León y de Granada, es 
una tendencia subjetiva , cada vez mas marcada , y que 
se refleja con toda energía en Malón de Cbaide y en el 
franciscano Juan de los Angeles. Diego de Estella, lo 
mismo que Juan de Avila , reproducen el carácter del 
misticismo luliano, y el apóstol de Andalucía , con su 
elocuente y fascinadora palabra, difundió el mismo 
sentido y propósitos idénticos á los que babian enarde* 
cido en el siglo xiv al ermitaño del monte Randa. £1 
mártir mallorquín y el apóstol de Andalucía son , con 
Teresa de Jesús y Juan de la Cruz , la bermosa y pura 
e;cpresion de la tendencia práctica y popular de la filo- 
sofía española. 

IX. 

é * 

No es difícil ya, indicados los antecedentes y bosqae- 
jado el carácter del misticismo español , decir qué es 
de aceptar, y qué no puede admitirse de cuanto escribe 
M. Rousselot al estudiar en los últimos capítulos de su 
libro ios resultados y caracteres del misticismo espa- 
ñol , y al comparar las escuelas españolas con las otras 
místicas de la edad cristiana. 

No puede el crítico francés desconocer caracteres 
filosóficos en la bistoría del misticismo español , por- 
que, en efecto, en los maestros, como en los discípulos. 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 371 

,ise arranca siempre del supuesto del ñn humano, que 
4^nsiste en aspirar y conseguir el conocimiento , el 
amor, y por último , la unión con Dios El primer gra- 
vdo de esta educación es el conocimiento de sí mismo; 
^pero este conocimiento no es mas que vía preparatoria 
'para llegar al conocimiento de lo perfecto y de lo infl- 
oiito. Sin embargo, este subjetivismo, que se advierte 
en todas las escuelas españolas del siglo xvi, constituye 
la originalidad de nuestras escuelas místicas, y las dis- 
tingue y separa radicalmente de todas las de otros si- 
glos y de otras épocas. El exaltado sentimiento de la 
personalidad , genial en nuestro pueblo, preservó ins- 
tintivamente á los místicos del siglo xvi de los errores 
7 extravíos del panteísmo. M. Rousselot no desconoce 
-éste carácter psicológico de nuestras escuelas » y en- 
tiende con razón que gracias á él se separan nuestros 
doctores del siglo xvi de las corrientes papteistas y 
Jaun de las enseñanzas, muy predicadas en aquel siglo, 
del Agustianismo , aceptado por Lutero y Calvino. El 
Jibre albedrío, la libertad humana , encuentra en nues- 
tros místicos ardientes y apasionados defensores , y les 
inspira atrevimientos de frase y de concepto verdade- 
ramente admirables. Sin duda por dejar á un lado las 
especulaciones sobre el ser y su unidad, y por-conser- 
<var tan viva la idea de la libertad, son. sus preceptos 
humanos, profundamente morales, sin contradecir, 
xomo los de otros místicos , los deberes de la caridad y 
de las buenas obras. San Juan de la Cruz , como Santa 
Teresa de Jesús, reúnen al ascetismo la mas ardiente 
-caridad , y se explica que aquellas doctrinas inspiraran 
-á Tomás de Villanueva , á San Diego y á San Juan de 
Dios, tipos perfectos y acabados de la caridad cristiana, 
•conserYando asi el elemento activo, sin el que no es 



378 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

posible la moralidad en la Tida homana. Este carácter 
del misticismo español , qae así aparece en Baimundo^ 
Lulio como en Santa Teresa de Jesús, se origina de 1» 
importancia que atribuyen todos los doctores de estasr 
escuelas á la voluntad del hombre , basta el punto, de 
considerar la unión con Dios como un efecto de la vo* 
l^untad 9 y no como una unión de sustancias , ó camo 
una identidad de conceptos , M. Rousselot , al confesar 
que el misticismo español es psicológico y moralista^ 
indica que si cuadran estos caracteres á la predicación^ 
y favorecen la difusión de tales doctrinas, en cambio lo» 
que se gana en extensión se pierde en profundidad». 
Entiendo que no para la atención el critico francés en 
la importancia de la doctrina sobre la voluntad, que es- 
capital en filosofía , y que no desconocieron nuestros 
místicos , buscando en la voluntad la explicación , n<^ 
solo deí la libertad humana , sino de la causalidad indi* 
Tídual y propia , concertando estos conceptos con uno 
metafísico y ontológico, que es la ley del amor que en* 
Dios y en las criaturas existe y los .atrae mutua y re— 
dprocamente. En mi juicio, es una verdadeja intui- 
ción , y quizá la mas original y profunda de la filosofía- 
en el siglo xvi , la concepción de la voluntad de la ma- 
nera amplia con que aparece en fray Luis de Granada^ 
y principalmente en Santa Teresa de Jesús. Sin utilizar 
observaciones que se desprenderían de un paralelo en- 
tre estas concepciones místicas y algunas doctrinas del* 
siglo actual, como las de Maine de Biran, Schopenhauer^ 
Secretan y otros ; basta entender que , según la graa 
doctora de Avila, la voluntad causa en el alma los dife- 
rentes esudos intelectuales y morales que describen el» 
itinerario del alma en su ascensión á Dios • para com- 
prender que aparece en estos librps la voluntad conu^ 



BS^GUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 373 

'tina faerza divina que liga internamente ios seréis hu- 
inanes con Dios ; y que esta fuerza dfyina, por su pro- 
|rio impulso, y excitada por íncentiTos y llamamientos 
nacidos del amor, pasa de la potencia al acto, causando 
Jos diversos estados en que van sucesivamente decla- 
^ndose sus excelencias , gracias á su enérgica y redo- 
blada tendencia , libremente seguida , hacia el fin que 
corresponde ai destino de los seres humanos. 

Sin necesidad de grandes esfuerzos podria descubrirse 
•en esta concepción de la voluntad un elemento ontoló- 
,^o real y vivo, que concertando con antiguas enseñan- 
zas católicas y tomistas sobre la creación y el principio 
de individualización, explicarían por qué era innecesario 
sA filósofo místico discurrir extensamente sobre los 
^conceptos del Ser y de su unidad , de lo finito y dé lo in* 
4nito. En mi opinión el enlace de la filosofía española 
^on la filosofía universal europea en el siglo xvi , se en- 
>cn60tra en este punto , y n6 creo pecar de exageración 
at sostener que la mayor parte de los extravíos y sobre 
todo, la causa de la esterilidad de las escuelas cartesia- 
nas , se originaron de haber'desatendido ú olvidado la 
aportación filosófica del genio español á la historia de 
4a filosofía europea. Es de todo punto imposible ir á 
perderse en el conceptualismo , ó en el vago idealismo 
^e las escuelas francesas , desde el momento que se co- 
4iozca y afirme en la voluntad un elemento ontológico, 
y entiendo que la escuela^ mística española', mas ó me- 
aos explícitamente , sobre todo en fray Luis de Grana- 
da y en Santa Teresa de Jesús, hace esta soberana afir- 
mación y dé ella parte al exponer el ascendimiento del 
alma & Dios. 

No merece esta concepción que hoy calificaríamos de 
4ni8cendental el juicio que estampa M. Rousselot. No 



374 ^ ESCUELAS . MÍSTICAS ESPACIÓLAS. 

lastima á la profundidad de la concepción el carácter 
popular y de constante y continua aplicación al ri^* 
men de la vida , que imprimen á sus libros y á sus es- 
peculaciones los doctores místicos, antes es de aplaudir 
este espíritu eminentemente cristiano y que hoy llama- 
riamos democrático, de los santos y doctores españoles^- 
del siglo XVI , que encerraba una protesta codtra la pe-^ 
dantería universitaria, á ia par que obedecía á la pro^ 
funda y exacta consideración de que poco ó nada es lar 
ciencia que no causa y determina una vida mas alta y 
mas perfecta, Asi como la vida eS para la ciencia, por- 
que el saber lleva al conocimiento y al amor de Dios^ 
así la ciencia es para la vida, porque sin ella no tiene 
explicación, valor ni estima la existencia del hombre«- 
Convengo en que no todo es original y espontáneo, 
7 que al hablar de subjetivismo no es lícito desconocer 
que al fin y al cabo, fray Luis de Granada , fray Luis de 
León y Santa Teresa de Jesús viven en el siglo xvi, 
que es el siglo de la reforma luterana y 4e las grandes- 
controversias religiosas. Se ha dicho ya , y en mi juicie 
biep dicho está , que el misticismo español era la ver- 
dadera réplica cristiana al protestantismo^ y la protesta^ 
tácita pero vehementísima , contra él impío propósito- 
de discutir y resolver los problemas teológicos con la 
furia de las armas. Nuestros místicos , princípalmtMite 
fray Luis de] León y Santa Teresa , se afligían , pero- 
no se irritaban con la aparición del luteranismo : y so- 
ardiente caridad les alejaba de la crueldad con que uno y 
otro bando pugnaba por el triunfo de sus dogmas res- 
pectivos. Confiaban tanto el profesor de Salamanc» 
como la doctora de Avila en la eficacia del amor divino^ 
que entendían no habia ni mas escudos ni mas es|w- 
das para ia iglesia, que este amor y la inagotable cari- 



ESCUELAS MÍSTICAS feSPAÑOLAS. 375 

dad en que se expresaba. En mas de una ocasión Santa 
Teresa llegaba en sus oraciones y en sus plegarias ai 
mas \iolento de los sacrificios que la abnegación puede 
inspirar, aceptando de buen grado penas, martirios 
para *su alma y el alejamiento mismo de Dios , siempre 
que Tolviesen al seno de la fé los que escandalizaban al 
mundo con sus herejías. 

Pero no solo se relacionan los místicos españoles con 
el siglo XTi y sus predicaciones por este purísimo y no- 
ble sentido de caridad , que contrasta con la crueldad 
teológica de uno y otro bando , sino que la libertad de 
examen que partía de una afirmación inmediata, res- 
pecto al conocimiento que da la propia conciencia, in- 
fluye en el sentido psicológico y subjetivo que distingue 
la manera de las escuelas místicas , demostrando que 
aun en las oposiciones de doctrinas y de escuelas que 
se producen en el seno del siglo , se advierte la intluen- 
cía y predominio del sentido y espíritu general de la 
edad. Sin el impulso que recibió el subjetivismo del mo- 
vimienlo religioso acaudillado por Lutero y Galvino, el 
mistícísmo español no hubiera revestido el carácter 
psicológico y libre , con que aparece en los Luises, en 
Santa Teresa, y en San Juan de la Cruz. 

Pero prescindiendo de estos merecimientos históri* 
eos que seria larguísima tarea, enumerar y definir, los 
hay en fais escuelas místicas españolas de valor perma- 
nente, porque sirven , engranan y auxilian á la indaga- 
ción general filosófica. 

Atebado queda el método y procedimiento psicológico 
y he señalado la doctrina de la voluntad , como una en- 
señanza de precio, que á ser seguida hubiera precavido 
los efectos del conceptualismo de las escuelas cartesia- 
nas. Consecuencia de estas brillantes intuiciones es la 



« 



376 ESCUELAS místicas ESPAÑOLAS. 

misma doctrina, del alma profesada por los doctores 
místicos , mas completa en las escuelas españolas del 
siglo XVI, que en las escuelas francesas del siglo presente. 
El sentido que no permite á los místicos confundir el 
alma con el yo ; las fuerzas y energías que ¿ cada mo- • 
mentó señalan en el alma, los estados propios del éxta- 
sis; las numerosas y enérgicas manifestaciones de la 
espoutaneidad , que concuerdan con el animismo, son, 
en mi sentir, luminosas indicaciones que la psicología 
racional debe recoger, para evitar aquella clausura y an- 
gustioso cerramiento del espíritu en que cae la ciencia 
del alma en Jos días de Reid, Gousín y HamHton. Los 
dualismos y los imposibles que enervan hoy la acción 
de la ciencia psicológica desaparecerían en mi sentir, si 
se volviera al estudio del alma bajo el criterio altísimo, 
fecundo y profundamente verdadero , con que conce- 
bían la espiritualidad los doctores del siglo xvi. 

Estas escuelas por sus enseñanzas propias no son 
tampoco peligrosas para el progreso ulterior de la ra- 
zón fílosóñca; porque no hay en los místicos españoles 
propósito ni cmpeSo de negar y contradecir la impor- 
tancia de la razón humana. Nunca se ve en ellos, como 
en otros místicos , paralelo entre la razón y la fé ó en- 
tre el sentimiento y la inteligencia que concluya con des- 
precios á aquella , ni con desdenes á esta. Los místicos 
españoles iinstintivamente abrazan el conjunto de las 
facultades y á todas ellas acuden para reconocer y des- 
cribir el ascendí miento del alma á Dios y la participa- 
ción que el alma consigue del sumo bien , de la suma 
bondad y de la total belleza. Bajo este aspecto , ni el 
misticismo de los Victorinos , ni el de Gerson , ai el de 
la petulante y vanidosa Mme. Guyon , permiten ua pa- 
ralelo con Luis de Granada 6 ¿^anta Teresa de Jesús; 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 377 

cii cabe tampoco buscar ea ninguna relación y concepto 
semejanzas entre la doctrina de los místicos españoles 
<on el molinosismo descaradamente ensenado por ma-* 
dame Guyon , ni aun con el quietismo de que se acusó 
después ¿ Fenelon. Ni fray Luis de Granada , ni Santa 
Teresa han olvidado nunca los- actos y las buenas obras, 
<|ue constantemente las predican como necesarias para 
la vida espiritual, y sin cesar escribe su pluma que el 
amor al prójimo es una de las mas hermosas formas 
•del amor á Dios. Tampoco encontró acogida en las es- 
•cuelas españolas la doctrina del aniquilamiento com- 
pleto del alma y la desaparición del alma en el seno* de 
Dios. Nuestros doctores al hablar de anihilacion del al* 
ma, entendían solo y explicábanlo así, que era la de 
todo impulsa, tendencia ó deseo que la apartará de su 
verdadero destino, el amor y el conocimiento de Dios, 
-sin que pueda con verdad afirmarse que enseñaron 
nuestros doctores del siglo xvi, cosa que conspire di- 
recta ni indirectamente contra la eterna permanencia 
de la individualidad, siendo, y siendo por si, aun en 
ios in3tantes supremos del goce y dicha de la unión con 
Oíos. 

No creo exagerar ni deducir consecuencias cuyos da- 
tos y razones no consten en las páginas que anteceden, 
^1 sostener que el mavimiento filosófico español con sn 
método psicológico, con su fecunda intuición de la uni* 
dad anímica , cen el valor ontológico atribuido á la vo- 
luntad, relacionada siempre con la ley suprema del amor 
•diviaOy que es interna, sustancial y realísima en todo lo 
«xisteate , sacaba gran ventaja al movimiento cartesia* 
119 y hubiera sido de estima y de decisiva importan- 
cia para los destinos futuros de la filosofía, precipi- 
tando el progreso de las soluciones unitarias retarda- 



378 ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 

do por el falso psicologismo de escoceses y franceses.. 

Estos brillantes destinos de la filosofía española que- 
daron como promesas, en la historia universal de la filo- 
sofía , por efecto del aislamiento en que qaedó el inge- 
nio español gracias á la política desastrosa de la casa de 
Austria. La libertad en la indagación tan esencial en los 
estudios filosóficos y tan propia del ímpetu intuitivo de 
los doctores místicos, fué imposible, una vez trabada la 
contienda entre la política española y la luterana , y 1» 
falta de estas condiciones cegó el manantial de enseñan- 
zas que se encontraba en los escritos de los Luises y 
Santa Teresa de Jesús , convirtiéndose aquella gloriosa 
vida espiritual en el ascetismo formalista , casuista y 
gerundiano que revela la balumba de libros de devoción 
que pervierten el sentido religioso de nuestro puebla 
en el siglo xvíi. / 

Hoy el cuadro del movimiento filosófico del siglo xvr 
trae al entendimiento el problema de si seria hacedero, 
y no solo hacedero , sino provechoso para la vida y para 
las ciencias concertar el sentido y -la tendencia de la 
mística española, en lo que hay de esencial y de metaCK 
sico en sus lecciones, con el movimiento novísimo que^ 
como ya se ha dicho, no repugna el misticismo y busca 
con avidez fórmulas amplias; hijas de principios supre- 
mos , én las cuales se resuelvan y desaparezcan aque- 
llas antinomias de la razón humana que la ironía kan- 
tista dejó sobre el tapete, dualismos que la ligereza fran- 
cesa ha señalado en teología, en metafísica y en psico- 
logia. £1 empeño no se me antoja imposible, mucho 
mas para los que siguiendo tradiciones españolas, bus- 
quen el concepto de Dios fuera ó por encima de las de- 
finiciones dogmáticas del judaismo, del cristianismo 6 
del mahometismo, y en esta superior esfera de la teo- 



ESCUELAS MÍSTICAS ESPAÑOLAS. 37^ 

logia racional consigan hallar el principio de la ciencia^ 
lleno de realidad y resplandeciendo con verdad eterna. 
Para nuestras aulas es esta ocupación provechosisimaT 
Para nuestraá academias , cuidado muy propio de su 
instituto, y para nuestra juventud un método y maner» 
acertadísima de estudiar la ciencia en su sentido real, 
no en su sentido histórico, viniendo desde luego á I» 
meditación y contemplación de ios problemas que agi- 
tan y preocupan á la especulación filosófica del si- 
glo XIX. 

Agosto, i868. 



XIV. 

LA EDDCAQON ARTÍSTICA DE 

LA MUJER C). 



Señoras : 

Confieso que desde el dia en que vi ineludible la obli-' 
gacion ^gracias á la cariñosa insistencia de amigos res-' 
petables) de dirigir esta conferencia, sobre la educación 
artística de la mujer, ando á vueltas con mi propio pen- 
samiento , buscando traza y modo de comenzarla ; y 
por más que he consultado lo que escribían sobre el 
arte del bien hablar los grandes maestros de la anti- 
güedad, no he recibido auxilio; porque lo nuevo y 
peregrino del caso sorprende y excede á cuanto habian 
presentido sobre exordios Cicerón y Quintiliano. Au- 
menta mi perplejidad el asunto de la conferencia, que 
tratando de materias al parecer de la incumbencia de 
los filósofos y los doctos , y debiendo preceder á todo 
juicio un examen detenido de las condiciones y faculta- 
des del espíritu bumano, el temor de cansar vuestra 
atención con estas áridas especulaciones , me encierra 
eh un laberinto de muy dificultosa salida , y no es fácil 

(*) Discurso pronunciado en las Conferencias dominicales de la 
UniTersidad , el dia 7 de marzo de 1868. 



2Si LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 

4iue yo salga , si en esta , como en todas las ocasiones 
4e la yida, no me prestáis, señoras mías, el auxilio, 
que nace de la beneTolencia con que de ordinario alen- 
tais á los que la imploran franca y sinceramente. 

Digan lo que quieran , y díganlo como quieran los 
filósofos, todos estos conceptos de arte, poesía, edu- 
«cacíon artística ó literaria, no son tan extraños á la na- 
turaleza humana ni tan ajenos á la \ida común y ordi- 
naria , que sea imposible sentirlos y conocerlos escu- 
chando por breves instantes la toz interior que en nos- 
, otros habla , y atendiendo al significado é importancia 
^e nuestros mismos actos. Empeñándome por estas 
fáciles sendas , que son las únicas que le es dado á mi 
entendimiento recorrer, creo repetir una verdad muy 
sabida, un hecho experimental , diciendo que las facul- 
tades que sobresalen é imprimen sello á vuestro espí- 
ritu y lo caracterizan por completo » son la sensibili- 
dad y la faqtasia. 

¿ Hay necesidad de repetiros que el sentimiento es 
vuestro verdadero mundo« y la vida Üel corazón vues- 
tra verdadera vida , y que toda la actividad de vuestra 
alma se concentra en la fantasía , desarrollando en vos- 
otras una fuerza incontrastable , que causa la dicha y 
«1 contentamiento de los seres que, según los diferen- 
tes periodos de la existencia , os consideran como am- 
paro y como refugio, como ensueño y esperanza , ó 
como consuelo y apoyo, porque sois , en efecto, am- 
paro para el niño, esperanza é ideal explendente para 
el joven, y firme é inquebrantable sosten para el hopoi- 
bre viril, que os asocia i los infortunios áá las ven- 
turas de su trabajosa ó plácida existencia? 

No : es harto sabido que estas facultades causan vues - 
tra excelencia y vuestro predominio ; que hermanadas 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 383 

ia. sensibilidad y la fantasía, influyéndose mutua y reci-> 
procamente ¿n virtud de un lazo interno que las une, 
el sentimiento, como una llaúaarada intensa que brota 
<iel corazón, asciende á la fantasía , la domina, la sub- 
yuga y la inspira , obligándoos á seguir aquella inspira- 
4^¡on en obras y en pensamientos , y siendo por lo tanto 
¿rbitra y señora de vuestros destinos. 

Y que es así y no es esta ninguna enseñanza de filo- 
sofía lo conoceréis si, cerrando los ojos por un mo- 
mento á esta vida exterior que os atrae y os excita, 
dirigís vuestras' hermosas pupilas al fondo de vuestra 
■ ^Ima, y atenta y silenciosamente la contempláis en los 
variados momentos de su existencia. Ninas aun , muy 
ninas , balbuceando apenas la lengua de vuestros pa- 
dres , y hasta hablando aquel lenguaje especial , entre- 
•cortado, confuso, que solo las madres tienen el privile- 
gio de entender, la sensibilidad infantil se. excita pode- 
rosamente con ocasión de los juegos propios de la edad. 
y remedáis las caricias maternales y toda |a vida de la 
familia , y repetís los cantos de la nodriza , meciendo 
los juguetes con que os regocija el cariño paternal , y 
<)oiuo un poeta dramático, la niña crea aventuras y di- 
rige la voz á personajes imaginarios que la rodean , y 
•con ellos se enoja, y llora, y gime ó palmotea y ^e em- 
belesa, según le place imaginar en aquel mundo encan- 
tado, del que es creadora su apasionada fantasía. 

Mirad, mirad , señoras mías, todo el destino futuro 
úe vuestra vida como compendiado y resumido en es- 
tas infantiles creaciones de vuestro sentimiento y de 
vuestra imaginación. ¡ Fingís escenas de la vida .real y 
positiva en aquello^ juegos ; sufris y gozáis según sdn 
las escenas , que no tienen otra verdad que la verdad 
que vosotras mismas les prestáis , y que , sin embargo;^ 



38t LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DB LA MUJER. 

nttbian de lágrimas los. bernosos ojos de la infancia^ 
haciendo sufrir á ios padres , que se apresuran á con- 
solar con toda la solicitud' de su alma dolores crueles^ 
pero imaginarios I . 

Salidas de la infancia, creciendo la energía de Toes- 
tro sentimiento, aumentando la vivacidad de viiestr» 
fantasía en las horas de insomnio ó en las de un trabajo 
extremadamente manual y mecánico, que no interesa á 
vuestro espíritu , continuáis forjando dulces quimeras, 
haciendo deleitosos castillos en el aire , imaginando el 
ser perfecto dotado de hermosura y de nobleza , de al- 
tas y relevantes cualidades , que ha de satisfacer las as- 
piraciones que brotan del casto y enamorado pecho de 
la doncella. \ Qué tipos tan explendentes de inusitada y 
rara perfección, de desconocida grandeza , de heroica 
generosidad , de exquisita sensibilidad , no se levaatao 
en esos momentos solemnes, del fondo de vuestra fan- 
tasía! Las mas adorables creaciones de la poesía,'la mas 
perfecta inspiración de los poetas que mejor han re- 
presentado la belleza ideal del hombre, palidecen ante 
esa nube de seres perfectos que se escapan de la fanta- 
sía de la doncella , al tejer como en una novela los des- 
tinos futuros de su vida , y que ella considera como la 
única capaz de saciar la sed de belleza y de bondad que 
aqueja á su. corazón. 

No creáis que estos cantillos en el aire , verdaderos 
poemas de vuestra fantasía , son los únicos de vuestra 
vida ; porque vuestra vida pasa entre un continuo sen- 
tir y un fantasear constante. Elevadas al noble sacerdo- 
cio de madres de familia « buscáis en el esposo la cum- 
plida y perfecta realización de vuestros ensueños; me- 
ciendo después al hijo de vuestro amor, comenzáis una 
nueva serie de castillos en el aire, sonando gloriosos 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA WlÉll. 9É¡t 

destinos , innumerables dicbas, y todo linaje de pef fefc!- 

Gíones y de virtudes párá él qué es h cifra en que Se 

compendia todo vuestro cariño y la causa de todas 

Vuestras aspiraciones. Niñas, doncellas , esposas , ma- 

*dresde familia, vuestraocupacion constante, la' vidia 

de todb nuestro espíritu trascurre eñ los límite^ Ide esta 

^creaciofa' artística y fantástica , én la cual deseáis pri- 

*mero cdntemplaros felices , y en la cual deseáis; por 

último; contemplar dichosos á los que pasan á ser él 

'fin y oHjeto de vuestra existencia, á vuestros esposos y 

tuestrbs hijos. 

Ue¿^ ; señoras mias , el momento en que estas pu- 
ras c¿^ñcepciones de vuestra fantasía, estos sueños en- 
cantados , este embeleso de la doncella ó esta ardiente 
aspitáfcion de la esposa y de la madre chocan con la 
realidad, y ¡ay de' vosotras! si vuestra idealidad no con- 
cuerda ton la realidad ; si lo tosco, lo grosero, lo insen- 
sible , daoídó origen á lo vulgar y á lo prosaico, agota el 
>audal vivo y constante de sentimientos que deben fluir^ 
ételuatnente de vuestro corazón, ó agosta aquella rica 
jr abundante exhalación poética de idealidades y perfec- 
''donbs,'que son la forma de vuestro' s^entimiento , que 
fiendé siiempre al cielo, patria común de toda verdad 
y de toda belleza, de toda idealidad y de toda poesía. 
** Entonces coYniénza el dolor de la vida, dolor sin con* 
'su6to, porque las más veces es tin dolor niudo, sin ei- 
pansiones ni confidencias^, y entonces comienza esa lu- 
thi verdaderamente. heroica, (|ué Sostenéis á brazo par- 
tido ccm la realidad, á fin de trasformar cuanto* gro- 
^ro 6s rodea en bello, lo innoble en noble, en sensi- 
Ule lo insensible, y en'püro y perfecto lo que anda su* 
lifído en las iinperfecciónés de la impureza. Entonces, 
(Ifbmo el verdadera aniátá, que idealiza las formas de 

CANALEJAS*— -2S 



.386 LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MDJER. 

la naturaleza para que sean un digno reflejo de la cx- 
pléndída poesía que inunda su alma , os empeñáis en 
regenerar los caracteres, en corregir, enmendar y pa- 
rificar, para que el esposo corresponda á la alta ideali- 
dad que vio en sus sueños la enamorada doncella » y á la 
manera que el escultor desbasta el mármi)l, y con cin- 
cel inspirado , procura aparezcan en la estatua todas las 
perfecciones que acaricia su genio, y admire el mundo 
«na hermosura perfecta y celestial ; desbasUis el espí- 
ritu de vuestros hijos, enriqueciéndolo, adornándolo, 
embelleciéndolo con nobles y levantadas aspiraciones, 
encantándolo con el amor á la verdad y á la belleza, 
para que sea pasmo de las gentes, y regocijo y consuelo 

de su madre. 

Yo no quiero repetir, porque seria sorprender vues- 
tros mas recónditos secretos , todas las inquietudes y 
todos ios dolores de esa continuada tarea de vuestra 
vida , que os absorbe por completo. Yo no quiero re- 
'petiros, ¡que harto lo sabéis! la frialdad que sobrecoge 
at corazón y que lo biela de espanto, cuando huye la es- 
peranza de hacer brotar un hombre nuevo del que, aun 
á vuestro lado, no percibe los latidos de dolor de vues- 
tro pecho, ni sospecha siquiera el desencanto de vues- 
tra imaginación , cuando inspirado por la fiebre del in- 
terés, se pierde en las oscuridades de lo grosero y de 
lo innoble , ó cuando desoyendo el instintivo grito de 
la belleza va á perderse en los abismos del vicio. Yo no 
puedo decir, porque no hay lengua humana que lo 
diga , el desesperado dolor de una madre cuando el hijo 
aparece á sus ojos , no cinendo la auréola que su apa- 
sionado espíritu deseaba , sino vistiendo el sambenito 
de la ignorancia, del vicio ó del crimen. | Las que seáis 
madres , las que seáis esposas, sintiendo este espantosa 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 387 

«ufrir, comprendereis que no hay, en efecto, lengua 
^ue lo diga, ni mas corazón que el maternal que lo 
«ieixta ! 

Asi quiso Dios que fuese vuestra existencia , y tal es 
«1 noble destino que os impuso. Vuestras facultades , la 
sensibilidad y la fantasía , son las necesarias para cum- 
plirlo, porque Dios, al imponéroslo, os dio medios para 
realizarlo. Meditando sobre este destino y sobre esta 
existencia , yo descubro que se resume en este pensa-' 
^niento : trasforroar lo real en ideal , lo feo en hermo- 
so, lo innoble en noble , el ser manchado por el vicio 
en ser puriñcado por la virtud; y esta trasformacion es 
la que constituye el carácter de la poesía , es el fin del 
arte ; de modo que sois , señoras , artistas por deber y 
por obligación , y que como el poeta , el escultor ó el 
músico, estáis obligadas á descubrir y á hacer patente, 
al través dé las espesas capas de la ignorancia , de la 
indignidad y del vicio, los divinos rasgos de la belleza^ 
^ue están en el fondo de todo espíritu humano, de la 
misma manera que el músico descubre la armonía en 
el fondo de todo movimiento, del mismo modo que el 
pintor descubre el color en las entrañas de la luz , y 
•de la misma suerte que el poeta hace que ascienda una 
humareda constante de melodías, de todo lo que siente 
y vive en ios infinitos espacios del mundo. Si : la vida 
es un arte. Existe el arte de la vida , y el noble ^anhelo 
de encaminar todas sus' energías á un fin purísimo, be- 
llo y religioso^ debe ser la preocupación constante de 
la doncella y de la matrona , y de aquí nacen las mas 
excelentes virtudes. 

El punto ya está declarado. Ya sabéis lo que es arte 
y lo que es poesía. 

Vuestra vida es vida de artista , con la diferencia de 



tS^ LA EDÚGAGION ARTÍSTICA DE LA MUJER. 

que la realidad obedece sumisa al artista cuando la tras- 
íovnt^ con la poderosa magia del genio, y para vosotras 
la realidad es rebelde, os desconoce las mas veces, os 
repele mücbas , y en no pocas esta rebelión es tan im- 
pía , que os hiere y os asesina el mismo por el cual ha- 
bláis en vuestros sueños de abnegación, concentrado- 
toda la energía de vuestros amores, para hacerlo digna 
de virtud y de nobleza. 

¡ Cómo no venir en vuestro auxilio en tal extremi- 
dad ! ¡ Cómo no prestaros el débil concurso de nues- 
tras fuerzas en esa noble y generosa empresa de enno- 
blecer y regenerar los caracteres en el seno de la fa- 
milia, y de crear espíritus generosos y viriles que 
amen á Dios y sirvan á la virtud y á la patria , decla- 
rando en una serie de actos nobilísimos y' de pensa- 
jmientos elevados, la santa influencia de la bendita ma- 
jer que les llevó en sus entrañas I 

Os lo repito, señoras , sois artistas , debéis ser ver- 
daderas artistas en el seno de la familia ; artistais qu& 
no trabajan el mármol, el lienzo ni la palabra, sino 
que su materia es la vida y el espíritu humano. Artis- 
tas que si la creación no brota, no solo sufren el 
desencanto que experimenta el poeta ó el pintor al ver 
que la imagen no resuena en el canto ó no se figura en 
el cuadro: sino que sufre el intenso dolor de la esposa 
desconocida ó de la madre olvidada, desconocimiento y 
olvido que á su vez causa la desdicha y la maldición de 
los que de este modo atentan á la santidad de la fa- 
muía, y 

El medio eficacísimo para educar la sensibilidad, para 
encender la'fantasiá,és encaminarlas por las vías no- 
bles y racionales ; es la educación artística , de cuya 
imprescindible necesidad n'b creó dudéis éí^ recordíndo 



LA EDUGACIOIf ARTÍSTICA. DE Ur BIlIJEn., ?89i 

«nis palabras en el silencio de la noche , escucbai3 losi 
latidos de vuestro corazón , y escrutando los misteHos. 
de vuestra copciencia ,. consideráis lo que debéis hacer, 
para influir en el espíritu de la familia, para causar, no, 
solo vuestra dicha , sino la que os interesa mucho más^ 
«dada vuestra abnegación sin limites, la de vuestros pa-, 
'dres , hijos y esposos. 

La sensibilidad y la fantasía se educan por el arte^ 
por la poesía ; y sean cualesquiera las definiciones qué 
os den de Arte y de Poesía , y las que leáis en los libros 
de los sabios y de los filósofos /consideradla solo como, 
•la gran madre del género humano, que con la misma^ 
solicitud que vosotras'cuidais de corregir, de guiar> dQ^ 
ennoblecer el espíritu de vuestros hijos, cuida de le-, 
vanlar á la contemplación de la hermosura y de la be- 
ileza, el espíritu de la humanidad entera. Como santa y 
J)endita madre, la poesía, qu6 nunca nos abandona, que 
nunca^ ha abandonado ¿ la humanidad , que nunca la 
abandonará , en medio de los atentados de la vida de) 
sentido, de la vida grosera y material, de la pasión, 
'fisiológica y del vicio, nos ofrece creaciones que irra- 
dian luz celeste, purificadora de nuestra inteligencia y 
nuestro corazón, restableciendo en el espíritu , con- 
turbado por el prosaísmo de la vida finita y limitada, 
la noción del ideal bello, del ideal verdadero y del ideaL 
de bondad , cuya existencia, en el fondo del alma, ates- 
tigua de un modo indudable el divino origen del espí- 
ritu del hombre. 

Inconcebible seria , y mas que inconcebible verdade- 
ramente repugnante la vida humana , si entregada á to- 
das las sugestiones de los sentidos , á los consejos del 
interés y al afán de goces , de influencia y poder, que 
4esata todas las pasiones y las vehemencias nacidas 



3jP0 . LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 

fuera de lo moral y de lo justo, careciese de esta divina 
fuerza de la belleza , que restablece en nuestro espirita 
el perdido equilibrio y que contrapone á los cuadros 
aflictivos ó repugnantes de la existencia ordinaria ó vol- 
gar, los nobilísimos de la existencia humana, tal cual 
debe ser, atendiendo lo elevado de su origen , lo glorio- 
so de su destino y las nobles facultades y caracteres con 
que la dotó la Providencia. El arte es una escala cons- 
tantemente ofrecida al espíritu humano para ascender 
á lo divino : la belleza es un verdadero ángel custodio^ 
que agita sus alas , deseoso de tender el vuelo á los an- 
chos horizontes del ideal, que aletea constantemente en 
el fondo de nuestra alma, y para abrir campo ¿ este án- 
gel , es necesario que la educación literaria nos diga el 
modo y la manera de fundir por el contacto de la be- 
lleza. lo grosero y lo feo que el roce de la vida vulgar y 
ordinaria va depositando en nuestro espíritu como una 
capa de duro mármol, que nos aisla y nos encadena á 
la realidad , y nos sujeta en su fondo, de la misma ma- 
nera que la losa funeraria encierra y cubre el cadáver^ 
porque el espíritu que no- siente la belleza y que no as- 
pira á ella, es verdaderamente repugnante cadáver, do- 
tado tan solo de movimiento físico ó mecánico. 

Esta regeneración del espíritu humano por la belle^ 
za , igual á la regeneración del espíritu humano por la 
bondad y por la verdad , la cumplen , influyendo en las 
diferentes propiedades de nuestro espíritu, las creacio- 
nes artísticas , la estatua , el cuadro, la sinfonía , que 
dejan enamorada y embellecida el alma humana , y 
mas principalmente que estas artes, el conjunto de to- 
das ellas, el arte divino, que crea estatuas tan impere- 
cederas como mármoles y bronces por medio de la pa- 
labra, cuya eficacia creadora y cuya fui iza de conser- 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 391 

yacíon es para ei espiritu lo que la fuerza misteriosa 
que engendra la circulación de nuestra sangre por nues- 
tras venas y nuestras arterias , llevando á nuestros ór- 
ganos vida , y con la vida el movimiento y la salud. 

Cuidad, señoras mias , de que la poesía, á la cual en- 
comendais la salud de vuestra alma , la regeneración de 
vuestro espíritu, sea verdadera. jCómo conocerlo? me 
preguntáis con. vuestras miradas. Es sencillo el medio: 
08 basta vuestro propio corazón y vuestra propia fan- 
tasía , siempre que con verdadera efusión filial abráis 
una y otra á las castas caricias de la inspiración poéti- 
ca, siguiendo con espontánea irreflexión la voz que 
blandamente os convida ¿ gozar las perspectivas del 
.mundo ideal , del mundo de lo infinito. No es difícil el 
criterio; porque la belleza, á la vez que inspira, lleva 
en sí misma la regia del juicio ; basta purificar el espí- 
ritu de toda sugestión indigna , basta rechazar enérgi* 
camente toda preocupación y todo pérfido consejo na- 
cido de nuestros sentidos ó de nuestros intereses , para 
que liuestro espíritu distinga con precisión la her- 
mosura de la fealdad , lo grosero de lo poético. 

Si después de leer un libro, sí después de asistir á la 
representación de ún drama . de una comedia ó de una 
tragedia, en la secreta comunicación de vuestra con- 
ciencia no os sentís mejores , mas aptas para el sacrifi- 
cio que el deber impone, mas prontas á la abnegación,, 
y no experimentáis ese sacudimiento eléctrico que parte 
del corazón y despierta mística sed de perfeccione» 
en el entendimiento, arrojad sin escrúpulo aquel li- 
bro , reprobad sin temor aquella escena , porque ni el 
libro es poético, ni la escena es bella. Si, por el contra- 
rio, al compás de la lectura , sentis crecer el corazón 
dentro del pecho, si cruzan por vuestro espiritu como 



^99 LA . EDUCAqiOrTj ARTÍSTICA. D£ LA MUJER.. 

exhalaciones y metfíoros .luminosos , enérgicas decisio-: 
nes en pro del bien ,,<Ie¡ 1^ \irtud ; si las lágrimas que 
▼íef'ten. vuestros ojo^ resbalan silenciosamente y sin 
descanso , purificando como una, lluvia, del cielo toda 
T^estra alma ; si la figura de aquel personaje ó de aque- 
Ua beroina os asedia dia y noche , infundiéndoos valor, 
^n^rgia , y centuplicando la vitalidad sensible de mues- 
tro corazón, entonces no temáis : lo divino está frente & 
ypsotras , lo divino os toca , y seguid sin temor á aquel 
Uiágico iniciador en los misterios de la belleza. 

Pero cuidad mucho, señoras mias, y no olvidáis que 
la imaginación , si participa de la vida del sentimiento, 
se conforta igualmente con la vida de la inteligen^cia , y. 
^ue 1h verdadera poesía toca igualmente á la intell^en- 
c;ia que al corazón , de la misma manera que mueve la 
voluntad hacia el bien y hacia la virtud , sin necesidad 
de decirlo ; porque asi como todo casto a;n,or jlui;nÍDa 
la inteligencia y robustece la voluntad, asi la 'belleza 
por su natural divino, ensancha el entendiipjent<¡> y^h^ce, 
inquebrantable el propósito. ' ■ 'M n 

No ; no es verdadera iniciación de la beÜeza ni jrer^. 
daaera poesía , esa excitación nerviosa , esa ca^alepsía 
moral que causan^ esa vaga melancolía sin fin y sin .ob- 
jeto, que sobreexcitan en vosotras, páginas ridiculamen- 
te afectadas y cantos ridiculamente sonoros. El libro,^ 
la novela ó el drama que solo busquen la conmoción, 
«in pretender que del seno de aquella conmoción surja 
un propósito noble ó levantado , y un conocimiento 
mas claro y evidente de nuestro destino, es fruto de 
una inspiración enfermiza , de un desordenado afán de 
«mociones , que conduce fatalmente á la esterilidad y 
quebrantamiento del espíritu, sin otro fruto que el en- 
loquecimiento pasajero de una embriaguez, que no por 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA I^UJER^ 393 

ser del alma es menos repugnante que la del cuerpo. 
Sentir^ si ; pero sentir para conocer y para convertiros 
en instrumentos dóciles y apasionados, en enérgica» 
sacerdotisas de vuestros deberes. No sentir por s^- 
tir, no llorar por llorar ; sino sentir y llorar para qu/e 
nuestra alma sea mas blanda , mas caritativa , mas ac-i 
cesible al dolor ajeno, mas pronta al consuelo y al sacrí;^ 
flcio, si el sacrificio fuese necesario. La sensibilidad es 
una facultad del espíritu que va unida á otras faculta- 
des : educadla siempre en esta relación , y desechad sin 
escrúpulo libros y novelas , poesías y dramas , cuya 
alcance se limite á conmover vuestro espíritu , arran- 
4^ndo lágrimas á vuestros ojos . sin despertar ideas en 
Ja inteligencia y propósitos en la voluntad. 

Con este sencillo criterio, que no es más que la pu^ 
reza primitiva de vuestra alma , y que nace de recono- 
cer U bondad natural del espíritu humano, podéis con- 
fiadamente abrir el poema ó la novela , y presenciar el 
espectáculo que la actividad artística del siglo os ofrece 
c^mo medios de educación; pero desconfiad de esas no- 
velas y de tojios esos dramas que no hacen otra cosa que 
presentar á vuestros ojos una exacta fotografía de lo 
que es , una reproducción fiel de la miseria moral , de 
la indignidad « del vicio y del escándalo, dibujandoen 
todos sus aspectos la vulgar y 'prosaica realidad de la 
vida. E3as fotografías no obedecen á la inspiración ar- 
tística , y son verdaderos atentados contra el arte; por- 
que la inspiración no ve las cosas como los ojos del 
cuerpo las ven; sino que penetrando en la esencia pro- 
pia de los hechos y de los seres , las mira tales cuales 
deben ser, y como en efecto son en la inteligencia di- 
vina , y no como hacen que aparezcan la corrupción y 
la grosería del mundo de pasiones y de intereses, que 



391 LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 

perTierten la natural índole de las cosas y contrarian 
la natural dirección é impulso de los hombres hacia el 
bien supremo, y la belleza absoluta. 

Dominadas por esta natural aspiración á la belleza, 
acudid sin recelo á esos templos del arte , que desde 
tiempos antiguos sirTen de ejemplo y de enseñanza á 
las generaciones ; pero acudid al teatro buscando tan 
solo la pura y santa emoción de la belleza, que tras- 
forma y diviniza el ser humano, y no el pueril solaz y 
el grosero entretenimiento del hombre inculto, que Ta 
i saciar los ojos, y nada mas que los ojos de la cara. Ta 
estoy seguro, señoras mias, que dominadas de aquella 
emoción y atraídas por el puro afán de contemplar la 
belleza , apartareis con disgusto y con indignación Ibs 
ojos de la escena profanada , cuando en vez de las con- 
cepciones sublimes de los poetas [que enseñan cóntia 
lo divino reside en la natjiraleza del hombre , la Teais 
invadida por torpes bacantes , cuya atrevida desenvol- 
tura solo complace á mancebos indignos de ostentar la 
belleza de la juventud , y divierte á la degradada senili- 
dad á quien el cielo privó de la solemne majestad del 
anciano (^). 

Yo ya sé que vosotras no legitimáis con Tuestra pre- 
sencia esas profanaciones del arte y de la belleza. To 
bien sé que ninguna , ni doncella ni madre de familia, 
fija por un momento sus ojos en el conjunto de grose- 
ría y de vulgaridad , á que se da el pomposo título de 
representación escénica en algunos de nuestros coli- 
seos. Yo bien sé que formáis la liga santa de la belleza» 
y por lo tanto del pudor y de la castidad , de la poesía 

(*) Alúdese á ciertas escenas mimico-coreográficas que afeaban 
entonces ]a historia de los teatros madrileños , bago la denomina- 
ción de género bnfo. 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 39( 

y del ideal , para reprobar con vuestro desprecio ese 
industrialismo destinado á halagar instintos que el hom- 
bre debe siempre vencer; pero es preciso, y absoluta- 
mente indispensable, si habéis de ser respetadas y vues- 
tra influencia social ba de ser eficaz y provechosa/ que 
seáis inflexibles é intolerantes contra todo lo que en el 
campo de la novela ó en la representación teatral cons- 
tituya un atentado contra el arte , no consintiendo en 
ninguna ocasión ni con ningún motivo caer en una puni- 
ble complicidad con los reos convictos y confesos de in- 
dignidad literaria , bien se crean poetas ó novelistas . 6 
bien se llamen actores , cuando en verdad y en justicia 
no son mas que torpes juglares y miserables histriones. 

Todo esto fácilmente se alcanza á vuestro espíritu, y 
yo no necesito más que apelar á vuestra conciencia y 
suplicaros que la escuchéis, para que mis consejos sean 
atendidos, y para que en beneficie nuestro y en bene- 
ficio social podamos esperar con vuestro concurso, que 
toque á su fin al reinado de lo grosero y de lo vulgar en 
el arte y en la novela , y que no esté lejano tampoco el 
último dia del imperio del histrionismo en el teatro. 

A vosotras os cumple , os lo repito, formar esa santa 
liga en pro de la belleza ; prometeos á vosotras mis- 
mas , ante vuestra conciencia , no leer ni escuchar la 
que no sea bello, y por lo tanto puro^ noble, moraL 
Como que el artista y la sociedad se influyen mutua y 
recíprocamente , influiréis en la inspiración del Arte; 
que todo esto se alcanza y todo esto se consigue por 
vuestra educación literaria, sirviéndoos á la vez esta 
influencia que hoy imprimís, para preparar el auxilio y 
la ayuda que á su vez os han de prestar el teatro , la 
novela , la poesía , para cumplir en el seno de la fami- 
lia aquel destino educador y nobilísimo, que engen- 



996 LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJEB. 

4rando vuestra dicha, causa á la vez la de vuestros es- 
posos y la de vuestros hijos. 

Et bien que hoy causéis os será devuelto con usu- 
ra ; porque esta es una ley aplicable á todos los órga- 
nos sociales , y fuera de esas momentáneas desviacio- 
nes que experimentan las literaturas de todos los pue- 
blos, y que son lo que los accidentes á la ley general, 
la creación poética que cumplen los poetas líricos ó 
dramáticos , y que realizan asimismo los novelistas , es 
un auxiliar eficacísimo para vuestra misión, es una pá- 
gina cada dia nueva del inmenso é infinito poema del 
ideal , que el genio del arte ofrece á la contemplación 
de vuestro espíritu, para que encontréis la energía y la 
fuerza necesaria para el cumplimiento de vuestro des- 
tino. Ya no necesito yo deciros que la poesía no es un 
entretenimiento, no es una pura recreación, sino que 
veis por la manera apasionada y vehemente con que 
toca al alma , y por la virtud que en la misma encien- 
de , es honesta , y por lo tanto debida ocupación de 
todo espíritu que considere la vida humana como el 
cumplimiento de altísimos deberes , para cuyo cumpli- 
miento es necesaria ayuda , eficaz, directa, verdadera- 
mente divina , como lo es la que nos presta la inspira- 
c\on del artista , confortándonos con el espectáculo de 
la belleza , que es la misma divinidad. 

Desechad sobre este punto preocupaciones infunda- 
das ; la verdadera poesía es una educación de la inteli- 
gencia y del sentimiento ; y la novela y el teatro, pre- 
sentándonos la vida tal como debe ser, y no como es, 
sin decirlo, ensenándolo indirectamente , nos invitan á 
modelar la nuestra, según el eterno ejemplar de verdad 
y de virtud , que constituye el fin religioso de nuestro 
existir. Después de la lectura düJla Ascensión^ de fray 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 397 

Luís ; de la lectura de la Noche serena, del mismo poe* 
ta; después de meditar al seguir el pensamiento del au- 
tor de la Epístola moral, ó de sentir deshacerse el alma 
en emociones y en lágrimas, al repetir la intensa y 
magnífica melodía que del sentimiento humano y del 
sentimiento divino forman los grandes poetas , el alma 
se siente mas llena de Dios , mas apasionada de lo di- 
vino y mas pronta á esa exaltación de la virtud, que 
crea los heroísmos del sentimiento. 

Después de asistir á la representación de La Fida es 
Sueño, del gran dramático ; de Ganar amigos, del gran 
moralista , ó de haber sentido todas las pasiones que se 
combatían en el puro seno de Isadel de Segura . cantada 
por el ilustre decano de nuestra poesía dramática Con- 
temporánea, es evidente que. os sentís mas dignas, mas 
nobles, mas sedientas de la belleza y de la bondad , y 
por lo tanto se ha conseguido un grado de educación en 
vuestra cultura y un singular adelantamiento en vues^ 
tra perfección. 

Pero ¿este consorcio y maridaje con la poesía, está 
exaltación del sentimiento; este misticismo del arte 
trasportado á la vida, no puede producir daño, n6 
puede poblar de quimeras la fantasía de la doncella y 
de la madre » y aun de la esposa , y separándola de la 
realidad de la vida, enloquecerla, empeñándola en péi^- 
seguir seres fantásticos , buscando aventuras portento- 
sas 7 ¿ No es posible que se produzcan aquellas cómi- 
cas parodias vivas de los dramas sentimentales de hfá 
pocos años , que poblaban nuestras tertulias y eran el 
regocijo de los maleantes , asi como ia desesperación 
de los padres y de los esposos^ ÍSb ; porque la educa- 
tíon literaria.es okia educación severa, es una discipU-» 
iia ¿ata él sentiimento y mía Keccion para la ioteligeA* 



r , 



9M LA KoucáaoR kmsncÁ. de l4 hujki. 

da» á la irez que un mandato para la irolonCadL No ea 
tan solo un excitante nerTíoso^ ni es la galería de es- 
pectros y sombras ensangrentadas de nuestros escrito- 
res terroristas , sino que por ser una creación sujeta al 
tipo eternal de la belleza, se apodera de todo nuestro 
ser, y en la armonía de todas nuestras facultades^ en d 
punto central de nuestro espíritu , en la médula espi- 
nal de nuestra alma (perdonad la frase), deposita la ins- 
piración artística , que si^un adonde toca y adonde se 
dirige, es luz para el entendimiento, emoción para la 
sensibilidad y energía para la voluntad. 

Pero ¿á qué molestaros? ¿A qué repetirse un hecho 
que en el silencio de vuestra meditación y en el dolor 
de vuestros sentimientos habéis muchas veces recono- 
cido? ¿ A qué repetiros que la poesía educa, si es sa- 
bido que por su naturaleza celestial levanta al hombre 
i Dios, como le levanta la verdad, como le levanta 
la bondad? ISada mas sabido (por mas que no nos ha- 
yamos dado cuenta de ello), al buscar en nuestra me- 
moria los ejemplos que hemos pretendido imitar en los 
acasos y accidentes de nuestra vida. — ¿Quién no recuer- 
da qué fué Ofelia^ Julieta ó Besdémona^ creadas por 
Shakspeare , ó Marienne , creada por Calderón , ó la 
Esclava de su Galán , ó la Blanca de Garda de Casta-- 
ñar, ó Virginia, la que os ha enseñado el camino de 
abnegación y de firmeza , de lealtad , hasta el punto de 
no estimar la propia existencia mas que como un holo- 
causto con que rendir tributo al padre, al esposo, ¿ los 
hijos , ó á los deberes de doncella ó de madre ? Si ; es 
preciso vivir en ese mundo creado por la fantasía de 
los artistas de todos los siglos y de todas las edades, 
mundo mas expléndido que este de la miserable reali- 
dad , que nos enloda y nos mancha ; vivir en el com- 



LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJ[ER. 399 

pleto florecimiento de estos gérmenes divinos que se 
esconden en el seno de todas las facultades y de cada 
una de las energías del espirita del hombre. Si os acu- 
can de perseguir un ideal, vanagloriaos de la acusación, 
porque tal es el fin de la vida; porque eso equivale á 
colaborar con Dios al destino universal de las creacio- 
nes. Perseguid el ideal, amadlo, procurad que resplan- 
dezca en la vida que os rodea ; buscadlo con afán para 
cumplirlo luego, encarnándolo en el corazón de vues- 
tros hijos , y habréis merecido bien de la patria , y 
la bendición del cielo caerá sobre vuestras cabezas, 
•enardecidas por laaspiracion á lo perfecto y á lo su- 
blime. 

No es áspero el camino. Es una suave pero larguí- 
sima senda , que á manera de gigantesca espiral ciñe 
altísima montaña. No hay asperezas ni abrojos que las- 
timen Vuestros pies. Como aquella mística ascensión 
del gran poeta de los siglos medios, del inmortal can- 
tor del dogma católico, cada vez que llegáis á una de 
las mesetas de esta altísima montaña , dejais tras si una 
flaqueza del cuerpo, una mancha del espíritu^ y lenta- 
mente el horizonte se va ensanchando ; la luz que pri- 
mero se anuncia en pálidos albores destella y centellea; 
pierde el cuerpo sus deformidades físicas ; los perezo- 
sos sentidos se tornan sutiles y penetrantes ; la inteli- * 
:gencia, como que se ilumina por una antorcha interior 
que todo lo aclara , y el espíritu ya ve lo angélico y se- 
ráfico ; el cuerpo es un vapor en el cual se quiebran 
los rayos de la luz, formando en torno del alma vistoso 
ropaje de suavísimas tintas , y, por último, cuando des- 
pués de haber sacudido toda la existencia grosera y 
mundana se llega á la deseada cumbre, entonces, como 
él perfume de una flor que por los hilos conductores 



100 LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA DE LA MUJER. 

que indica el rayo luminoso del sol, con vuelo eléctrico, 
lánzase á buscar el imán que lo atrae allá en el mundo 
de lo infinito; asi se lanza el espíritu del hombre al seno 
divino para recibir el; premio de sus merecimientos, 
por haber demostrado en sus hechos y aspiraciones 
que era en verdad el ser creado á imagen y semejanza 
de Dios, fuente y manantial perenne de toda belleza y 
de toda santidad. 



í: 



' I . 



K. 



: i i 



XV. 

LO predstArh» t lo histórico. 



L 

Seria ya larguísima narración la que contara los cam- 
bios y mudanzas de la historia en el trascurso de la 
primera mitad del siglo actual. Ennoblecida por la filo- 
sofía, aumentada por las indagaciones filológicas y por 
los sorprendentes descubrimientos de los arqueólogos 
orientales , la historia ha crecido tanto en alteza , dig- 
nidad científica y aspiraciones religiosas, como ha en- 
sanchado sus limites y extendido sus fronteras , con- 
quistando edades é imperios dilatados, que los críticos 
de pasados tiempos presentían como oscuros antece- 
dentes de los griegos y de los romanos, únicos actores 
que aparecían á toda luz, con fisonomía propia y he- 
chos adecuados á su carácter y condiciones. 

El continente asiático , explorado con exquisita dili- 
gencia y con una tenacidad heroica por sabios tan sa- 
gaces como discretos , abrió sus senos ; y primero la 
India , después el Egipto^ por último asirlos y babilo- 
nios, fueron sucesivamente apareciendo en el campo 
de la historia , y el hombre , que se creía nacido ayer, 
y que » refiriendo sus orígenes modesta y circunspec- 
tamente , no escribía mayor cifra que la de 5873 anos 

CANALEJAS. — 26 



402 LO PREHISTÓRICO Y LO HISFÓRIGO. 

como fecha de la creación , según Usserio, ó la clásica 
de 4199, según el P. Petayio, fijando en aquel día el 
Diluvio universal , pudo llenar con la cronología india 
y con la cronología egipcia, no solo aquel lapso de 
tiempo, sino que aun fué estrecho el campo para ex- 
tender las historias y las dinastías que tos cronólo- 
gos egipcios f indios y chinos presentaban como de una 
certeza matemática. La primera dinastía egipcia florece 
por los anos 5004 (A. dé J. C); y escritores tímidos, 
entre los tradicionalistas contemporáneos (}), escriben 
confiadamente esta fecha , como la del primer momen- 
to de la luz histórica en aquel antiquísimo imperio. 
Pero á su vez esta fecha fué considerada como hija de 
la meticulosidad ; y otros eruditos , pidiendo auxilios á 
la astronomía y datos á la arqueología, afirmaron re- 
sueltamente que era preciso señalar, como comienzo 
üe aquella historia, los anos que van desde el 19141 
al 19564 (A. de J. C). 

Esta conquista de catorce ó quince mil años, de abo- 
lengo para la especie humana debia satisfacer la noble 
ansiedad del es^tudio, y mostrando la antigüedad de la 
especie , llenar de serena confianza en sus futuros des- 
tinos al espíritu del hombre. Veinte milanos de exis- 
tencia histórica ofrecen ancho campo á la indagación y 
al estudio ; veinte mil anos de sucesión en las ideas , en 
los hechos, en las concepciones y en los propósitos hu- 
manos , ofrecen manjar suficiente para saciar toda avi- 
dez de ciencia y de saber ; pero como el espíritu del 
hombre ni con la contemplación de lo infinito se sacia, 
aun llegado á este último límite de la higtoria , á esta 
primera luz de la vida , de la cual guarda conciencia la 

<^} M. Leoormant. 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. i93 

liumaDÍdad , y cuya memoria puede resucitarse mer- 
ced á tareas ^filológicas ó arqueológicas , quiso salvar 
aquel límite , traspasar las fronteras de lo histórica y 
entrarse por los mundos de lo desconocido ó completa* 
mente olvidado, buscando aquella historia nunca re- 
cordada que precede á la sabida ó sospechada. A lo his- 
tórico se enlazó lo prehistórico ; y en el corto espacio 
de algunos lustros, los geólogos, escrutando misterios 
en las entrañas y profundidades de la tierra , reconsti- 
tuyeron la historia , no ya del hombre, sino de la tier- 
ra ; y al llegar á las últimas edades de la historia del 
planeta sospecharon la presencia del rey de la Crea- 
-cion , considerándolo en aquellas condiciones primiti- 
vas, toscas y humildísimas^ en que tuvo que cometí- 
zar á romper los caminos que conducían á la majestad y 
soberanía , hoy por todos confesada , pero entonces di- 
fícilmente conseguida. No titubearon algunos escrito- 
res modernos ; y mal aconsejados , quisieron pintar el 
cuadro de aquellas primitivas existencias , ocupadas en 
el arduo empeño de domeñar á la naturaleza , sacando 
de ella fuerza y auxilios para su futuro desarrollo y en- 
grandecimiento, hasta que , rematada tal empresa , pu- 
dieran rehacer el mundo de la materia , acomodándolo 
á sus propósitos y á sus condiciones. Ya no nos basta- 
ron los veinte mil anos de la cronología histórica , ni 
tampoco aquellos otros extensísimos periodos que la 
cronología filológica nos permite adivinar ; sino que/ 
entrando en esa esfera de las supuestas edades primiti- 
vas , cuyos vestigios aparecían sepultados en las pro- 
fundidades de la tierra por las grahdes conmociones 
^cosmogónicas , el estudio traspasó la época geológica 
presente, recorrió todo el periodo cuaternario, recons- 
tituyó la forma de los continentes , devolvió su Océano 



491 LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

al desierto de Sahara , zurció nuestro estrecho de 6i- 
braltar con las cordilleras del Atlas, de A^el y de Tú- 
nez, unió la Sicilia á Italia, las islas británicas á ia Fran- 
cia, y volvió á estudiar la Fauna y la Flora, antes y 
después del periodo glacial que cambió las condiciones* 
climatológicas dé los dos hemisferios. Estas distintasr 
decoraciones de nuestro planeta, influyendo poderosísi- 
mámente en todos los seres vivos y animados, creaban 
monstruos que la fantasía humana no ha podido aun- 
adivinar ni percibir lo característico de aquellas defor- 
mes criaturas. Entonces, dicen ^ apareció el hombre; 
los instrumentos de piedra son sus primeros útiles , y 
nuevos hallazgos han permitido sospechar roas antiguo^ 
abolengo ; porque no solo en el periodo cuaternario, 
sino en el periodo terciario, lucha ya con las sucesivas^ 
manifestaciones del reino animal , que le disputaban su 
poderío y prímacía. No dudo que si las ciencias natu- 
rales encuentran camino para representarse la Tida 
aun en periodos anteriores al terciario, también enton- 
ces se discutirá el problema de la presencia del hom- 
bre en aquel periodo; porque á mi entender, no es me^ 
DOS imposible y extraordinaria la hipótesis del horabre^ 
síík la naturaleza que le sustente , y en cuyo seno crez-- 
ca y viva , que la hipótesis de la naturaleza sin el hom- 
bre en periodos que , por mas que se llamen prima- 
rios ó secundarios , aquella prioridad es sqlo la de una 
edad ó periodo, pero no la original y primera en la su. 
cesión de los tiempos. Así como todas las edades histó- 
ricas están comprendidas en el úUimo periodo geoló- 
gicoy á su vez todos los periodos geológicos están com- 
prendidos en otro genesiaco, que se enlaza con el úl- 
timo periodo cósmico, á que pertenezca fundamental- 
mente el orden actual de las existencias. Ya en estas 



ff 

LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. MS 

^alturas del tiempo, verdadero infinito matemático, en 
«1 que por su aglomeración las cifras ya nada dicen al 
sentido ni á la inteligencia , surge el problema del ori- 
gen del hombre ; y es de ver á la anatomia comparada 
«estudiando la vesícula germinativa (^), con el afán de 
-sorprender parentesco ó filiación entre el germen hu- 
mano y el germen del animal , exponiendo los oaminos 
y los pasos por donde llega lo informe á tener forma, 
lo inorgánico á ser orgánico, y á convertirse la fuerza 
«€íega en inteligencia consciente y en voluntad libre , ó 
lo que es lo mismo, á establecer la sucesión entre el 
orangután , el chimpancé y el gorilla , y Platón , San 
Agustín y Santa Teresa de Jesús. No diré yo que todos 
los naturalistas prehistóricos que se consagran á este 
«delicadísimo estudio den muestras de tan cómica hu- 
mildad , considerando lo humano como un desarrollo 
superior de lo animal; solo indico que, ya en este pun- 
'to, lo prehistórico toca en lo metafisico, y el buen sen- 
tido aconseja pedir enseñanzas y lecciones á la razón 
áiumana , para que nos revele la verdad sobre la nato- 
«raleza y origen de este sé.v humano cuya historia se 
pierde para los geólogos prehistóricos en las cavernas 
del periodo cuaternario, ó á lo sumo en algún antro del 
periodo terciario. 

Importa no olvidar esta relación que el simple bueti 
-sentido establece. Lo histórico, lo prehistórico, por úl- 
timo lo metafisico. Lo histórico, siguiendo solo esta vfe 
experimental , debe darnos luz para adivinar lo prehis- 
tórico; y al tocar el misterio ó el absurdo ante el cráneo 
de la caverna terciaria , la explicación del misterio ó la 
^refutación del absurdo debe pedirse á la metafísica , y 

»<*) Huxley. 



406 LO PREHISTÓRICO T LO HISTÓRICO. 

de antemano, sin que sepamos cuál sea su última pala- 
bra, sin creer que la verdad sea patrimonio de esta á 
aquella escuela, de esta <^ aquella secta, lo que de modo 
segurísimo y con entera evidencia sabemos y aOrmamos 
es que solo la filosofía da la clave del enigma , porqae 
solo ella es la competente , cuando se trata de lo hu- 
mano isspiritoal , para decir y fallar, y solo en el seno 
de la filosofía podrán resolverse los misteriosos proble- 
mas sobre el origen ,xarácter y condición del hombre. 
Si la arqueología prehistórica no hubiera salido del 
sendero que le señalaron las primitivas exploraciones, 
la historia no veria con sobresalto y profunda alarma 
las aplicaciones que se hacen de tales estudios ; pero 
cuando aquellos estudios sirven para la historia posi- 
tiva y filosófica del hombre (i), para estudiar su posi- 
ción ante la historia (% para ensanchar los limites de 
la zoología y paleontología (^) general; cuando se pre- 
tende con su auxilio determinar el puesto y lugar. del 
hombre en la naturaleza (*), y se llega á tomar estos 
estudios por criterio para disertar sobre el origen dri 
hombre y de las sociedades ('); cuando se presume, por 
último, dogmatizar sobre el pasado, el presente y el 
porvenir (^) del hombre , tomando como pasado lo que 
se deduce de las investigaciones arqueológico-prehistó- 
rlcas ; cuando» finatmente , se habla de ciencia , y de 
ciencia nueva, como si otros Vicos anunciaran un» 
nueva ley y filosofía de la historia con criterio experi- 

(<) 6. de Mortillet. Patís, 1864-Í868. 

(^ J. Lubbok: trad. franc. Paris, i868, 

(») P. Gervais. Paris, 1868. 

(«) Th. H. Huxley, Paris, 1868. 

(•) Mme. C. Royer. Paris, 1870. 

i*) L. Buchner : trad. franc. Paris , 1870. 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 107 

mental , hijo de la observación ; conviene, y es de todo 
punto necesario, interrogar á esta nueva ciencia y pre- 
caver ala antigua, tan menospreciada por los novísi- 
mos doctores, de esta intrusión del materialismo mo- 
derno en el estudio de lo histórico y de sus leyes. 

Tratan los nuevos doctores solo de hechos , de expe- 
rimentos y de inducciones y generalizaciones legítimas, 
y en su horror á la metafísica y á la filosofía , se atre- 
ven á decir que desconocen , y no escuchan ni han es- 
cuchado nunca la voz de la propia conciencia , y es 
Conveniente (en cuanto sea posible) amoldarse á esta 
singular manera de razonar, que consiste principal- 
mente en contradecir ¿ la razón. 

II. 

Pero, ¿ dónde comienza y dónde concluye lo prehis- 
tórico? ¿ Es un hecho universal y común á toda la his- 
toria de la humanidad lo prehistórico estudiado en Eu- 
ropa ó América ? 

Sin llegar á los orígenes siquiera del griego y latina, 
historia conocida y completamente ilustrada en este si- 
glo por doctísimos varones , el interés principal nacido 
de la novedad nos lleva ¿ la historia del Asia, ó á la bis- 
toria antigua del Oriente, por completo rejuvenecida y 
trasformada en el trascurso de algunos anos. 

Lo prehistórico no ha tomado aun asiento en la his- 
toria oriental , y allí no encontramos aun este prologa 
ó prefacio de la edad de piedra , que precede 'á la edad 
histórica. Las fSimoseiS cavernas y ciudades lacustres. 
que nuestros viajeros han reconocido en la Suiza ó en 
el Perigord no han aparecido aun en las orillas del Gan- 
ges ó del Indo. Quizá aquellas vesículas sociales se han 



408 LO PREHISTÓBIGO Y LO HISTÓRICO. 

desarrollado de modo diferente en el antiguo conti- 
nente , donde las tradiciones paradisiacas llenan el es- 
píritu de tanta alegría, y lo visten de tanta belleza como 
lo amargan y afean las lúgubres narraciones de las cró- 
nicas del hombre de las cavernas y las églogas piscato- 
rias de las ciudades lacustres, que con manifiesto deseo 
de mortificar nuestro amor propio, nos cuentan los 
cantores de la edad arqueo-litica. 

Sin que neguemos la posibilidad de que un Boucher 
des Perthes encuentre en las mesetas centrales del Asia 
aquellos famosos martillos de pedernal que dieron co- 
mienzo al estudio prehistórico ,. lo cierto es que á nues- 
tra noticia no ba llegado teoría alguna sobre tan tristísi- 
mas edades en el mundo oriental. Quizá, repetimos, to- 
maron otro camino las razas del continente asiático; 
quizá acudieron á la madera de sus bosques mas que á 
los cantos rodados de sus torrentes para fabricar armas 
y utensilios , que es mas fácil doblar un bastón que ho- 
radar un pedernal ; quizá mas amigas de la luz y del 
aire que las razas occidentales, prefirieron á las ca- 
vernas ciudades aéreas , asentadas en las copas y ramas 
de sus seculares y magníficos bosques ; pero bien sea 
por estas ó por otras razones , el hecho es que no te- 
nemos aun ciencia arqueológica prehistórica asiática, 
como aseguran que la hay europea y americana* 

Pero si esto priva al historiador oriental de asuntos 
|)ara pintar cuadros de las primitivas luchas del hombre 
<;on las hienas y los osos, ó conotros carniceros niucbo 
mas espantables, no por eso falta tema para grave y se- 
-suda meditación. Cierto que se priva de asistir & esa 
¿orprendfsnte metamorfosis del goriUa en úntropisco (>), 

i*) M. Bergman. 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 409 

del antrapisco en negro, dei negro en cobrizo ó ama- 
rillo, y de este en bfanco y en inglés ó alemán ; cierto 
que no podrá extasiarse con la no menos maravillosa 
trasformacion de ios instintos del companero ó rival 
■del oso de las cavernas , hasta llegar al heroísmo reli- 
gioso ó civil; ni tampoco podrá estudiar cómo germina 
«I orden social del primer apretón de manos de los 
dos pobladores de distintas cavernas que se asociaron 
para rechazar los ataques y scometidas de algún carni- 
cero gigantesco^ causa ocasional de la sociedad humana; 
pero en cambio profunda meditación y largo estudio 
etnográfico y filológico le exigirán los hondos proble- 
mas del origen y primeros pasos de la vida histórica 
an Asia.' 

Razas distintas, lenguas diferentes, concepciones re- 
iigiosas diversas , originalidad tenaz , opuesta y carac- 
terística en pueblos fronterizos, incomunicación y vida 
priyativa en unos pueblos, verdadera aptitud y misión 
para propagar y difundir en otros ; rápidos crecimien- 
tos y decadencias no menos rápidas , todo esto aparece 
' «n primera linea en las primeras páginas del estudio 
oriental. Cierto que la hipótesis acude en auxilio de la 
investigación ; pero la hipótesis tiene caracteres racio- 
nales , porque se apoya en la índole y esencia del hom- 
<)re, en las leyes propias de 8« vida, y se ayuda con 
4ÓS dsítos que le suministran tradiciones religiosas > afi- 
nidades filológicas , rasgos etnográficos , caracteres de 
cultura parecidos ó semejantes^ y todo esto legitima 
inducciones que á sii vez están en consonancia con lo 
4]ue enseña la filosofía de la historia* 

¿ Qué raza es la que comienza la historia en Asia? 
Tanto la historia positiva coúsio la conjetural, en cuanto 
la conjetura es licita y disculiiable. , presentan como ñc% 



lio LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

tores de la historia las razas blancas. La historia de 
aquella primitiva lucha con las razas negras y amari- 
llas que se percibe confusamente en las tradiciones de 
los pueblos arios y en las tradiciones de los pueblos se- 
míticos, no pasa de conjetura, y tiene el carácter de 
hipótesis alrevidisima, faltándole aun á la ciencia etno- 
gráfica razón y fundamento para establecer en la histo* 
ria del continente asiático las primitivas relaciones en- 
tre las tres grandes razas humanas que en él apare- 
cen, puesto que la roja habita exclusivamente el conti- 
nente americano. Si la raza blanca luchó con la negra 
y la venció, auxiliada quizá de la amarilla , como per- 
mite suponer una interpretación muy admitida del ar- 
gumento del Ramayana , es también punto que perte- 
nece á la historia conjetural , y del que nada dicen ni 
nada aclaran los mas antiguos monumentos de aquellas 
remotísimas edades. La historia de la raza blanca cons- 
tituye la historia humana conocida , y á lo sumo co- 
mienza á penetrarse hoy la >^ida misteriosa de la ama- 
rilla, representada principalmente por el imperio chino. 

Aquí lo prehistórico ; pero lo prehistórico nada sabe 
de semejantes problemas. 

¿Es que la historia de la raza negra ha precedido fc I» 
de la blanca , ó duerme aun en el porvenir la actividad 
histórica de las razas negras? Entiendo lo primero, sin 
que tenga en mi apoyo mas que razones generales, y 
me fundo exclusivamente en la teoría del progreso. La» 
razas , en su sucesión histórica , van significando una 
esencíalidad espiritual cada vez mas pura ; y á esta 
esencialidad espiritual mas alta corresponde una ma- 
yor belleza del cuerpo, porque el cuerpo es- la creación 
del espíritu .es la vivienda que el alma se crea para su 
• existencia terrena, niejorándola y embelleciétidola al 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 111 

compis que asciende y se espiritualiza, mis y más el 
alma. Cuando tenga como prefacio la historia asiática 
sus edades arqueolíticas y neolíticas , como sucede á la 
historia occidental , tengo de antemano por averiguada 
que la coloración de los futuros arqueólogos esclare- 
cerá esta relación etnográfica , aprovechando las vaga» 
indicaciones que en apoyo de mí tesis pueden colegirse 
del origen de las denominaciones étnicas en la raza 
ariana. Todas estas denominaciones coinciden en la 
significación de brillante, lustroso, blanco, noble, lo cual 
bien puede estimarse como el grito de victoria de la 
raza blanca, encontrando el blasón y el título en la be- 
lleza fisiológica. 

Tengo para mí que la edsid arqueolítica , en que tan 
miserable se presenta la humanidad , no es edad histó- 
rica de nuestra raza, ni expresa uno de los períodos de 
su vida. No se sigue de aquí que partícipe de las opi- 
niones de los poligenistas , sino que , por el contrario»^ 
la unidad de la especie humana es una verdad que la 
anatomía comparada, la fisiología, y, por último, la ra- 
zón filosófica, me presentan exenta de toda duda y de 
grave contradicción. La especie humana es una; va- 
riándose en el tiempo ; diversificándose en el espacio; 
intimándose cada vez más con el espíritu en el tras- 
curso de las edades , y relacionándose con la naturaleza 
en el grado propio de las condicionas geológicas , fisio- 
lógicas y climatológicas del continente ó la localidad en 
que trascurre su existencia. 

Afirmada la unidad de la especie , es de escaso inte- 
rés para el estudio histórico el tejer la genealogía de la 
especie humana , buscando un foco único, ó estable- 
ciendo la existencia de diferentes centros en vario» 
continentes y países: una ú otJra enseñanza no destrn- 



418 LO PREHISTÓBIGO Y LO HISTÓRICO. 

ye la unidad de ia especie, y uqa y otra recibeii sencUbi 
«xplícacion. Siguiendo las revoluciones del globo, tor- 
náronse continentes los archipiélagos ^ y se convirtie- 
ron en extensos y accidentados archipiélagos antiguos 
/continentes. De ios conflictos á que pueda d^ margen 
•esta discusión se salva siempre la idea de la relación 
«utre Dios y el hombre , y la de la esencialidad espiri- 
tual de la especie; y estas dos ideas bastan para que la 
bistoria se esclarezca , tenga sentido y contribuyan á la 
4>uUura general los trabajos del historiador. 

Pero ni la arqueología ni la filología nos permiten es- 
tudiar como unidad , que integra y generalmente se 
desarrolla , la historia de la especie humana. Los filólo- 
gos, no tanto por respeto á la tradición mosaica como 
por la debida obediencia á lo que el estudio declaraba, 
lian dividido en dos grandes corrientes la historia , si- 
guiéndola , ya en las razas de carácter semítico, ya en 
las de carácter indo-europeo. Lengua, usos,costum- 
i)res y concepciones religiosas , todo es distinto y de- 
semejante en uno y en otro pueblo. Sin embargo, re* 
/cogiendo las tradiciones de los indios , de los persas y 
4le los hebreos, se nota cierta afinidad y semejanza , y 
«in sorpresa , conocida la unidad de la especie humana, 
-se escuchan tradiciones idénticas y tan parecidas , que 
racionalmente el crítico supone una historia común y 
general á todos esos pueblos. 

La mas semejante de todas «sas tradiciones es la de 
«ina antigua existencia paradisiaca. Los indios hablan 
áel Merou; los persas, del Albordj y de sus cuatro 
ríos; el Génesis, del Edén y de sus cuatro rios ; y to- 
das estas tradiciones concuerdan , no solo en que fué 
«quel paraíso el teatro de jas primeras dichas y de la 
pureza del hombre, sino en que desde alM partieron las 



LO PREHI1STÓRIG0 Y LO HISTÓRICO. 119 

• 

sacesivas emigraciones que llevaron las razas humana» 
por todos los ámbitos del mundo. Prescindiendo de la 
graVe discusión sostenida por los mas eminentes eru- 
ditos contemporáneos , sobre si estas tradiciones , lo 
mismo que la del diluvio, son de origen semítico, ó, si,, 
por el contrario, aparecen como espontáneas y origi- 
nales de la India, lo que todo eilo indica es una contra- 
dicción patente y palmaria entre estas tradiciones reli* 
glosas de los pueblos y los descubrimientos de ios ar- 
queólogos prehistóricos; porque» en tanto que, los uno» 
cantan idilios , pintan seductores paisajes y describe» 
vida casi bienaventurada, los otros nos refieren trage- 
dias representadas en oscuros antros, en los que se 
disputan la posesión de la presa feroces carniceros y 
hombres no menos fej^oces. 

¿Cómo conciliar esta oposición? ¿ Cómo. resolver taD 
radicales contradicciones entre la universal creencia y 
los datos, noticias y 'fragmentos de cráneos y de ha* 
chas de la arqueología prehistórica occidental? 

INo es fácil la tesis , y busque la conciliación quien 
esté dispuesto á semejante trabajo. Por mi parte juzgo 
mas racional , y por lo tanto mas verdadera , la hipó- 
tesis que sirve de inspiración á los libros religiosos del 
Oriente , que las inducciones que permiten los fósiles 
(le la arqueología prehistórica. No concibo el individuo 
sin la especie , ni me explico la especie sin la sociedad 
nómada ó sedentaria , pero sociedad al fin : raza , na- 
ción , pueblo ó tribu , pero al fin asociación de fuerza, 
comunicación espiritual , vida colectiva , que ponga de 
bulto y de relieve las cualidades esenciales del espíritu 
del hombre. 

No tomo, porque no son de tomar, al pié de la letra 
las narraciones de los libros sagrados de todos los pue- 



414 LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

blos orientales ; pero si acepto su espíritu como la ex- 
presión poética de aquel encantador periodo de la es- 
pontaneidad humana, rico en intuiciones , y en el que 
una sensibilidad exquisita , después amortigdada y en- 
vejecida , unía la hnmanidad á la naturaleza , y repre - 
sentaba plástica y figurativamente en síntesis parciales, 
pero abundantes en color y en vida , el origen y des- 
tino de la naturaleza del hombre. Paradisiaca puede lla- 
marse aquella edad , considerándola como idilio de ia 
infancia humana , así como la razón entreve en la su- 
cesiva cronología otras edades paradisiacas que repre- 
sentan la idealidad y la aspiración de los periodos ma- 
yores de la historia. Quizá , y sin quizá, cada edad his- 
tórica que marca uno de los grandes periodos de esta 
integración espiritual, que el hombre persigue al través 
del agitado curso de las edades, tiene un paraíso. El 
ser humano se conforta y recrea en esos oasis que 
marcan la plenitud de uno de los aspectos de su natu- 
raleza, y aumenta indefinidamente con magniflcentí- 
sima belleza, el decorado del futuro paraíso, á que 
tiende su espíritu. 

Unidad de la especie humana como razón y funda- 
mento de la historia. — Esencialidad espiritual de la 
misma.— Diversidad de los caracteres espirituales, sig- 
nificándose en razas diversas. Tales son los principios 
que han de servir de criterio al historiador cuando 
abandone el periodo conjetural y entre en el terreno 
propiamente histórico. 

No repugna , ni á la filología , ni tampoco á la etno- 
grafía , la hipótesis de una unidad primitiva de la raza 
blanca , ni tampoco el cuadro de una existencia com- 
prensiva de lo semítico y de lo indo-europeo, antes de 
la sjeparacion de las raices que constituyen el germen 



LO PREHISTÓRICO Y 1.0 HISTÓRICO. 416 

•de una y otras lenguas. En ese estado paradisiaco, cu- 
yos recuerdos se conservan en todas las tradiciones re- 
ligiosas del Oriente > pudieron vivir los hombres , pu- 
4ieron verificarse las primitivas emigracionjes al Occi- 
4ente, pudieron crearse los gérmenes sociales por las 
razas que dominaron á esas otras de carácter menos 
espiritual , y cuyos restos en las cavernas occidentales 
del periodo cuaternario indican , por su prognatismo y 
«condiciones craneoscópicas , una inferioridad que las 
«condenaba á su desaparición del continente civilizado. 
£1 predominio de la raza blanca señala el momento 
preciso de la historia propiamente dicha. Pero, aun en 
«ste terreno, ¿dónde comienza lo prehistórico? La falta 
4e cronología en la Biblia^ desde Abraham al diluvio^ ha 
permitido á los unos dilatar la serie de los tiempos an- 
tidiluvianos hasta una fecha anterior á la época cuater- 
naria , por creer hablan descubierto restos humanos en 
las capas superiores de los terrenos terciarios. Otros 
«creen mas acertado considerar el diluvio como un fe- • 
nómeao que expresa la continuación de diferentes ac*- 
. •cidentes de índole análoga en el periodo cuaternario; y 
otros, por último, no creen que el diluvio se exten- 
•diera á más que á los primitivos núcleos de la raza . 
blanca , lo que explicarla el olvido que respecto á este 
hecho importantísimo manifiestan las tradiciones mas 
■antiguas de ía raza negra. Gomo que ninguna de estas 
«explicaciones permite una contradicción científica por 
parte de los naturalistas , principalmente por no exis- 
tir, como con insistencia ha repetido Silvestre de Sacy, 
una cronología bíblica, bien puede , sin escrúpulo cien* 
tífico, y aun úa escrúpulos religiosos, admitirse cual- 
quiera de estas explicaciones, por mas que en mi ho« 
milde opinión la postrera es la que mejor satisface á la 



ÍÍ6 LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

sana razón. Pero aun salvadas estas dificaltades, el his- 
toriador se encuentra perplejo al comenzar la narra- 
cion , no sabiendo si precede en el orden de los tiem- 
pos la raza semítica á la indo-europea » ó si , por el 
contrario, la historia de la indo europea, ofreciendo 
mas caracteres de originalidad y un desarrollo mas uni- 
versal y continuado permite encontrar en esta y no en 
la semítica el hilo conductor. 

Aquí es ya necesario dejar la palabra á la cronología 
y recoger ios datos que nos suministran los estudios y 
las hipótesis mas atrevidas de los eruditos contempo- 
ráneos ; advirtiendo que la medición cronológica de 
todo este periodo anti-diluviano, á contar desde el pre- 
dominio de la raza blanca y la del periodo de las iu- 
chas entre la raza blanca y las demás que le disputa- 
ron el dominio del continente asiático y europeo, se es- 
capa á todos los esfuerzos de la ciencia ; porque asi 
como no existe un libro histórico que , á contar desde 
el diluvio, no limite la narración á la historia particu- 
lar de un pueblo ó de una raza, tampoco hay cronolo- 
gía universal, sino peculiar y propia á ios hebreos , á 
ios caldeos , á los indios , á los chinos , á los egipcios y 
á los persas. De la comparación de estas diversas cro- 
nologías no induce la ciencia , por lo menos yo no 
acierto á inducir , una cronología universal. Por otra 
parte , ya en este terreno de lo histórico, ni me sor- 
prende , ni me aparecen como absurdas las mas atre- 
vidas hipótesis y conjeturas. Quince ó veinte mil anos^ 
veinte ó veinte y cuatro mil, cinco ú ocho mil, según 
los sinólogos , los egiptólogos ó los indianistas , no con- 
siguen crear en mi sorpresa ni asombro, i Es tan lenta 
la marcha de la humanidad ! {Tarda tanto en difundirse 
el menor concepto, la mas vaga noción I Es tan pere- 



LO MEHISTÓRIGO Y LO HISTÓRICO. 117 

zosa y tan accidentada la sucesión de los hechos» sobre 
todo en las edades primitivas, que hasta me parece na- 
tural gue la conquista del grado de cultura que acusan 
j revelan los mas antiguos monumentos de que queda 
memoria exija esos extensísimos períodos que, con au- 
xilio de la astronomía , señalan algunos escritores á los 
orígenes de la civilización egipcia , de la ariana y de la 
china. M. G. Rodier, estudiando las instituciones astro- 
nómicas^ sostiene que por los años 19364 A. de J. G. 
se generalizó en la India el uso de la semana para me- 
dir el tiempo, del mes de veinte y ocho dias , y del año 
de trece meses. Que los indios conservaron religiosa- 
mente estas formas hasta la institución del año sideral 
por Manú (el 19337 A. de J. C), fecha que señala el 
origen del graá período de las manuntaras, á cuyo pe* 
riodo corresponden las mas antiguas instituciones civi- 
les y religiosas de que guarda memoria la India. El 
mismo sagaz critico observa que , al dotar de estas ins- 
tituciones á su pueblo, los arios, habían ya abandonado 
SQ residencia primitiva en el Asia Central. De suerte 
que es preciso suponer una era anterior á la de las 
manuntaras para medir los tiempos de la residencia de 
la familia aria en su cuna primitiva y antes de que el 
enfriamiento del clima les obligara á emigrar hacia el 
mediodía , atravesando el Himalaya , y estableciéndose 
en los fértiles valles que riegan los afluentes superiores' 
del Ganges y del Indo. En cuanto á Egipto, el mismo 
escritor señala como conjeturales el período de Phta, 
que comienza el año 30778 A . de J. C. , el período 
Phre, que, calcula aproximativamente; comienza el ano 
2177*8 A. de J. C. Estos periodos están seguidos de 
otros cuatro hasta llegar al periodo de Horus , que co- 
mienza el año 18790 A. deJ. C. La división del año 

CANALEJAS. — 27 



118 LO PREHISTÓRICO T LO HISTÓRICO. 

agrícola en Egipto en tres estaciones , inundaeian, ger- 
minación y recolección, corresponde á la división vé- 
dica , que distinguía la estación de las lluvias de la es-* 
tacion de la sequía » y á estas dos de la de la fresciwft. 
Después de estas eras se señala ya como de completa 
exaaitud histórica la de Thoth , que comienza el ano 
17932 A. de J. G. Respecto á los pueblos delJran» 
sostiene Rodier que comieáza su historia con la exci- 
sión que los separó de los pueblos arios, sus hermanos» 
por los anos 13901 A. de J. G. Y la historia es ya 
cierta en la fecha de 8488 A. de J. G. En cuanto i 
los caldeos , las Indicaciones astronómicas y geológicas 
de M. Adbemar y Rodier señalan la mas remota tradi- 
ción de este pueblo» como recordando la época del di- 
luvio, por los años de 12850 A. de J. G. De manera 
que la historia de asirlos y babilonios está encerrada 
en las fechas de 13901 á 1585 A. de J. G. Repito una 
vez masque no es posible tejer una verdadera crono- 
logía bíblica , por no referirle las indicaciones de los 
hechos y de los acontecimientos de los libros judaicos á 
nn elemento fijo, como son los datos astronómicos que 
facilitan los cálculos de los cronólogos modernos : ven- 
taja es esta muy singular de la narración bíblica , que 
ha permitido y permitirá á la exégesis religiosa con- 
cordar los resultados de la ciencia con las indicaciones 
del texto sagrado. 

Aun aceptando las afirmaciones de M. Bodier, que 
creo son las mas atrevidas y las mas ingeniosas en el 
estado actual de la ciencia , contamos para lo histórico 
un término medio de veinte mil anos de existencia so- 
cial y culta para la especie humana. Aun aceptando la 
teoría de M. Adbemar y los datos caldáicos sobre el di- 
luvio, obtenemos una humanidad post-diluviana y ana 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 119 

tHimaDÍdad pre-diluviana , cuya historia llena eso exr 
tensísimo periodo de doscientos siglos , desde euya fe- 
oha el hombre aparece con cierta cultura que le per- 
mite, estudiar los solsticios , los coluros , equinoccios j 
otros fenómenos astronómicos, con ayuda de los cua- 
les fija y determina el momento que vive j mide la 
:gloriosa existencia de sus instituciones y de sus legisla^ 
dores. 

¿Cuándo existió esa humanidad anatómicamente en- 
lazada con el Chimpancé , rival de los grandes mamífe- 
ros y pobladora de cavernas y de antros? ¿ Qué anti- 
quedad y qué duración es preciso suponer al periodo 
«uaternario, última edad geológica de la tierra? ¿Cuán- 
tos centenares de miles de año% se quieren señalará 
€Ste peííodo para que en su trascurso pueda el salvaje 
ée las cavernas convertirse en el sacerdote indio ó cal^- 
deo, que mide y fija el tiempo con los ojos puestos en 
el movimiento de los cuerpos celestes ? 

La verdadera ciencia no puede consentir hipótesis 
que contradicen hasta la ley de las revoluciones del 
^iobo, y que convierten el período cuaternario, cuyos 
afectos y frescas huellas no permiten darle mayor an- 
tigüedad que la de los doscientos ó trescientos siglos que 
la historia ya señala, en un periodo indefinido que cuente- 
millares de siglos de existencia: Lo prehistórico, por lo 
tanto, no tiene los caracteres universales de que alar- 
dean algunos escritores contemporáneos , sino que , á 
lo sumo (y haciendo todo género de concesiones), debe 
<^onsiderarse como indicación de un estudio arqueóla* 
^ico local y muy sujeto á los accidentes , ya geológicos/ 
ja históricos , de una comarca ó de una raza ó nacío*- 
ualidad. *•' ' 

El estudio experimental y a posleriori de la historia' 



"v 



4S0 LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

debe hacerse profundizando en el conocimiento de las 
lengiias, literaturas y religiones orientales. El estudio 
de la llamada arqueología prehistórica del Occidente es 
y será siempre fuente de error, y de error graYís^mo, 
cuando se abriga la pretensión de reconstituir con sa^ 
ayuda la fisonomía y caracteres de las primeras edade» 
de la historia humana. 



III. 



. ]Bi que no pudieran hoy los prehistóricos formar con. 
sus enseñanzas cuerpo de doctt-ina respecto á esas eda- 
des que con ahinco escrutan » no seria para mí motivo 
razonable de impugnación ni de censura; pero como los 
mas populares y aplaudidos entre sus doctores, no solo 
describen y pintan, sino, que exponen la ley del progre- 
so humano, y no solo saben del pasado sino que profe- 
tizan , es justo y muy debido estimar el valor y las- 
consecuencias de sus hipótesis. 

Los hallazgos en las cavernas, los cráneos de Borre- 
by ó Neanderthal , los huesos coino los útiles , son da* 
tos que se emplean para la demostración de tesis an- 
tropológicas f históricas , y hasta de psicología racional 
y teodicea ; y cuando tal se hace , no debe extrañarse 
que con afán y no sin inquietud se interrogue sobre su 
razón y fundamento ¿ la nueva ciencia. 

Tratándose de historia , seria muy del caso estudiar 
el concepto racional , fijando las condiciones propias de 
toda historia , y por último , , decidir de quién ó de qué 
era la historia que traíamos entre manos , puesto que 
todo concepto histórico supone un sujeto , que sufro 
cambios y modificaciones, pero conservando su esen- 
cia á través de tales cambios y mudanzas ; uaa serie y 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. i21 

progresión de esas Inudanzas; y por último, lasleyes 
de causa y de finalidad, que motivan y justifican la lenta 
realización en el tiempo» de todo lo que estaba en po- 
tencia y contenido virtualmente en el sujeto de la his- 
toria. 

Pero para los más de los autores á que me refiero, 
€s ocioso hablar de leyes y principios ; porque , en su 
odio y mortal enemiga á la filosofía , entienden y escri- 
ben (^) que todo esto de leyes y de principios , de can- 
sas y de fundamentos , constituye un tejido de sonidos 
que , prescindiendo de su mérito acústico, carecen dq 
valor, verdad y trascendencia. 

La historia , para los nuevos doctores , es tan solo la 
sucesión cronológica de los cambios y vicisitudes ob- 
servados en todos aquellos seres que pueden ser cono- 
cidos por ios sentidos ó por aquellos medios auxiliares 
de la experimentación, que duplican y ensanchan el 
campo jurisdiccional de los sentidos. 

Pero aun en este caso, y admitiendo esta singular 
^condepcion del estudio científico, lo prehistórico será 
historia ; historia muy anterior á las mas antiguas y le- 
janas tradiciones de que guarde memoria la humani- 
dad ; pero historia al cabo, porque se trata de hechos 
sucesivos, recogidos y observados con detenida y es- 
crupulosa atención. Si hay sucesión de hechos, los he- 
chos serán análogos ; y esta analogía justificará el que 
se agrupen para presentarlos como mfembros y partes 
integrantes de la ciencia prehistórica. 

Pero la historia (aun esta antiquísima y primitiva) es 
humana ; que por lo menos , el sujeto de la historia es 
«1 hombre. En efecto, el mas reciente y fresco de loi 

(<) M. Vipcbow. 



ItS LO PREHISTÓRICO T XO HISTÓRICO. 

papeles prehistóricos se ocupa del hombre , de su pa- 
sado para llegar á conocer su presenté , y de su pre* 
senté para inducir en son de profecía su porvenir {^y. 
La historia vulgar, no prehistórica , procede de ma- 
nera análoga. Refiere el pasado del hombre, pinta su 
presente, y da consejos para lo porvenir. ¿Pero el su* 
jeto es el mismo ? ¿ El hombre de M. Buchner es el 
hombre de Vico, de Bossuet, de Herder siquiera, de 
Hegel ó Krause? ¿El hombre prehistórico es el hom- 
bre histórico? 

¿El hombre prehistórico es esencialmente racional? 
¿Es un espíritu , una razón , ó la razón y el espíritu 
servido por órganos ? Los prehistóricos no dicen taL 
Hay quienes consideran principalmente al espíritu , y 
en lo espiritual descubren la esencialidad humana ; los 
prehistóricos suponen que el hombre es un animal , y 
no descubren en la animalidad del hombre cosa que lo 
distinga esencialmente y separe de los demás seres de 
las escalas zoológicas. 

El habitante de las cavernas de Aurignac , hace cin* 
cuenta mil ó cien mil anos, ¿era un ser racional, cons- 
ciente, libre , ó era una expresión superior de las es- 
pecies ó géneros antropiscos que señalan el paso áei 
Chimpancé al hombre , ó eran monos antropoidea de 
mas perfecto organismo que los estudiados hasta boy 
por la anatomía comparada, y cuyo tipo. genérico se 
perdió en alguna de las grandes conmociones de nues- 
tro globo ? 

Es la primera condición de toda historia determinar 
el sujeto de la misma. ¿De quién se trata en las narra- 
ciones prehistóricas? ¿Del hombre? Y si se trata del 

(<) M. Baehner. 



LO PBÉHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 4tó 

hombre , ¿ este hombre procede de los monos antro- 
poídes 7 ¿ Si ó no ? 

Hé aquí el nervio de la cuestión; y acudiendo á Hux- 
ley ó á Buchner, no es difícil la contestación. Bucbner 
se ocupa en contestar á esta pregunta: — ¿Qué es él 
hombre?— «Voy á ocuparme — dice— en determinar 
»el puesto que ocupa nuestra especie en el sistema zoo- 
alógico; en conocer qué punto y logar ocupa relativa- 
«mente al. mundo animal , y principalmente respecto á 
»los representantes superiores de los cuadrúpedos ver* 
•tebrados, tan próximos al tipo humano por sü confor- 
«macion y por su organización.»— Decian los escolásti- 
cos que cuestión planteada equivalía á cuestión resuel- 
ta ; y basta ver cómo Buchner plantea las que estudia, 
para adivinar las solueiones. Buchner sostiene y de-^ 
flende el origen animal de la humanidad , repitiendo 
con Claparede : «Mas vale ser un mono perfeccionado 
que un Adán decaído.» 

Admitido e^te origen, explícase ya satisfactoriamente 
la caverna de Aurignac » y la edad de piedra , y sus pe- 
riodos arqiieolíticos y neolíticos > y hasta otro ultra- 
arqueolitieo , que llegue hasta el famoso cráneo de 
Neanderthal , el mas antiguo de los datos craneológicos 
prehistóricos. Aquí , según doctos prehistóricos , liega-^ 
mos ya al periodo terciaria, en el que el rostro del 
hombre tmia una expresión horriblemente bestial, sal^ 
fxge y gimia (*). 

Pero ¿no podia darse de mano á esta cuestión de orí' 
gen y procedencia del hombre,— dicen los mas modera- 
dos de los prehistóricos? ¿No podríamos estudiar, re- 
coger datos y noticias , formar conjeturas é hipótesis» 

(i) Baehner. 



424 LO PREHISTÓRICO T LO HISTÓRICO. 

sih eotrarnos por esas esferas de la espiritualidad é 
animalidad del hombre ? No : porque toda ley se actua- 
liza en el sujeto que la obedece y cumple, y la esencia 
y naturaleza de este se relaciona con la ley cuya inves- 
tigación nos ocupa. Si el hombre es ser racional y li- 
bre , las leyes de su historia serán muy distintas de 
aquellas naturales que rigen y gobiernan al mundo 
zoológico ; si , por el contrarío, no se desemeja en sn 
esencia de los cuadrúpedos vertebrados, sería insigne 
locura y extravío, como el de los alquimistas , entrete- 
nerse en buscar leyes morales , causas y fundamentos 
metafísicos. 

Sí tal convicción abrigase , no seria yo el que pre- 
guntara qué es la historia humana con relación á Dios, 
con relación á los eternos principios de verdad, belleza 
y bondad ; porque tal discurrir seria una negación de 
la animalidad que sintiera respirar, digerir y crecer ó 
morir, en los centros nerviosos de iñi aparato t^erebro- 
espinal. 

Las leyes históricas , como los fines de la vida social, 
son grave asunto de estudio y de interés, bajo el su- 
puesto de que el hombre es ser racional, de esencia es- 
piritual, apto por lo tanto para la realización de la ver- 
dad , bondad y belleza. De otra manera importa poco. 
Es un capitulo mas de la zoología* 

Pero ¿ no podríamos distinguir los pródromos de It 
historia, lo / prehistórico, y por último, lo histórico, 
concibiendo en ese período prodrómico la evoibcion 
que muda y cambia á los cuadrumanos antropiscos en 
hombres, y en lo prehistórico — desde el cráneo de 
Neanderthal hasta la edad neolítica — la educación y 
progreso del salvaje hasta llegar á las condiciones pro- 
pias de la cultura histórica ? Desentendiéndonos de ese 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 125 

período prodrómico de la historia , ¿no podriamos de- 
jar á los arqueólogos naturalistas la edad prefaifitórica 
y á los filólogos historiadores la edad histórica? Ne: 
porque el concepto de la historia tiene uno de sus fun- 
damentos en el hombre ; el criterio de la historia tiene 
eo el hombre su raíz , y uno y otro cambian , según se 
altera la definición del hombre. Por otra parte , esa 
evolución , que da inteligencia á lo ininteligente, razón 
á lo irracional , libertad al autómata , ideas al ser ins- 
tintivo, es una ley metafísica que no pueden aceptar 
los que blasonan de fieles ai materialismo, y si preten«- 
den explicarla como un hecho que se revela al través 
de las lentes de un microscopio, deben discurría y de- 
mostrarla. 

O la doctrina de Darwin , como dogma^ del origen y 
gradual aparición del hombre de Neanderthal, ó la li- 
bre especulación humana , escrutando en su concien- 
cia y descubriendo en su razón las leyes y la esencia de 
su ser y de su existencia. O la teoría de Darwin como 
génesis , ó la ley del progreso que las escuelas espiri- 
tualistas explican y demuestran. Los eclecticismos y 
los sincretismos son altos y detenciones en la historia 
de la ciencia, que no tienen sino un valor relativo, his- 
tórico. Sirven para orientar al espíritu, para plan- 
tear los problemas con mas extensión y nueva co- 
pia de datos , pero enervan para la indagación de la 
verdad. 

Yo no quiero saber si entre los prehistóricos hay es- 
critores ó aficionados que , como el h^roe de Moliere, 
propalan materialismo sin saberlo ; lo que no es posí*- 
ble desconocer, recorriendo los libros y publicaciones 
4e estos últimos. aSos , es que las investigaciones pre- 
históricas se interpretan poi: Huzley, Vogt » Budmer, 



116 LO PREHISTÓRICO T LO HISTÓRICO. 

Hackel , como pruebas y datos que robustecen doctrK 
n&s materialistas , y principalipente á la doctrina dar- 
winiana. 

¿Pero tomará otros rumbos ese estudio? Yo no sé 
del porvenir, y solo me ocupo de lo presente , y de la 
tendencia y propósitos que hoy dia de la fecha descu- 
bren los autores y los citados libros. 

Importa por lo tanto definir al hombre como sujeto 
de la historia. Los mas afamados de los doctores pre- 
históricos la definen de la manera que resulta de los si- 
guientes razonamientos. 



IV. 



Si mis lectores han continuado la lectura hasta estas 
lineas, saben ya que, como es lógico .y natural , la fisio- 
logía prehistórica , la historia prehistórica y la cosmo- 
logía prehistórica tienen un fundamento, y este funda- 
mento es el nueTO concepto de la naturaleza y de la 
filosofía de la naturaleza , que corre de aula en aula y 
de escuela en escuela, gracias á los libros de Darwin, 
Vogt, Virchow , Moleschot, Buchner, etc., aderezados 
y compuestos de mil maneras por los fisiólogos y na- 
turalistas franceses. 

¿Es una resurrección del materialismo del siglo xviii? 
Los prehistóricos niegan el hecho, por mas que sea 
evidentísimo, y alegan que el materialismo del siglo pa- 
sado era puro efecto de doctrinas psicológicas, en tanto 
que el de este siglo nace del progreso y de los resulta- 
dos sorprendentes conseguidos por las ciencias de ob- 
servación. El sensualismo y el materialismo del siglo 
pasado eran filosóficos; el de éste siglo es naturalista y 
positivo. Aon euando en esta apreciación haya no pioce 



LO PIIEHISTÓRIÓO Y LO HISTÓRICO. IVl 

de exacto, el hecho es que las conclusiones sostenidas 
por los materialistas del siglo pasado respecto al origen 
del hombre son idénticas á las que hoy sostienen los 
4iutores antes citados. Lan\arck es el precursor de Dar^ 
win. M. Vircbow repite siempre que es necesario to^ 
mar las cosas como son realmente , y no como pode^ 
mos pensarlas (Denken); es decir, que profesa el mé- 
todo experimental , y cree que basta este método para 
el conocimiento real de las co^as. Ni M. Virchow ni 
sus discípulos se preocupan de la verdad de este mé- 
todo experimental , ni discuten su legitimidad , ni ana* 
lizan el procedimiento que sigue el sujeto que estudia, 
para adquirir certeza y evidencia de su propio conocí* 
miento; porque todas estas cuestiones fueron el dédalo 
en que se perdió la escuela sensualista francesa del si- 
glo pasado, dando ocasión á que los doctores de la es> 
cuela ecléctica y de la escocesa , refutaran la fisiología 
sensualista , y tras ella cayeran en el ohido las ense- 
. panzas cosmológicas y zoológicas que se ereian fruto y 
resultado de aquellas especulaciones. Los materialistas 
modernos evitan este escollo desdeñando la psicología; 
y descartada toda cuestión relativa á método, criterio 
y modo de cotíocer, afirman resueltamente lo que apa- 
rece en el fondo del crisol , en la punta del escalpelo ó 
al través del microscopio. Si aceptando esta condena- 
ción de todo procedimiento psicológico se pid^ á la 
nueva escuela que exponga la doctrina ó el concepto 
que forma de la naturaleza , ó el sistema que sus dis- 
tintas explicaciones sobre los variados fenómenos de lo 
orgánico ó de lo inorgánico, crean por su encadena- 
miento y enlace, contestan desdeñosamente que eso era« 
lo qué se llamaba Filosofía de la naturaleza , y que hoy 
hasta el vocablo e» injurioso para la verdadera cien- 



It8 LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

€ia (1), y solo debe aplicarse en señal de menosprecio. 

Dedúcese que no cabo negación mas violenta y radi- 
4^1 , ni en cuanto al método, ni en cuanto al fondo del 
conQcer humano, que esta altanera pretensión de la 6ah 
cuela materialista , sostenida con indecibles violencias 
de estilo, por los mas populares áe sus doctores, y may 
señaladamente por Buchner , en su aplaudido libro 
Fuerza y Materia ; y dnte tal negación , que suscita los 
mas arduos é interesantes problemas en que puede 
emplearse la razón humana , no es de extrañar que, yft 
«n el terreno antropológico, ya en el cosmológico, se 
acuda á cerrar el paso á los partidarios de una nueva 
doctrina , opuesta á todo lo que la razón humana de- 
clara , y á todo lo que las intuiciones del hombre seña- 
lan como causa y objeto de la existencia general hist¿^ 
rica de nuestra especie. 

Sin discutir los métodos psicológicos ó metafisicos 
que mas ó menos legítimamente hayan empleado las 
escuelas espiritualistas , y aceptando el concepto hu- 
mano tal como por sus precedentes prehistóricos y por 
sus afinidades anatómicas ó fisiológicas lo explican y 
presentan los jefes de la escuela materialista , conviene 
poner de bulto y relieve el fundamento de tales afirma- 
ciones y la nueva ley de progreso, según el compilador 
de la doctrina que combato. M. Buchner, después de 
haber disertado extensamente sobre el pasado prehis- 
tórico y sobre la civilización de las edades arqueolití- 
cas, comienza su demostración afirmando que es in« 
cuestionable el lazo de semejanza y analogía , en cuanto 
é las leyes orgánicas y á las funciones , que existe en-» 
«tre el hombre y el animal, y supone que , examinando 



(}) M. Bncbner. • 



\ 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 189 

sin preocupaGion á este bípedo implume , lo clasifica- 
remos entre los vertebrados mamíferos , colocándolo 
en el orden de los gimios , atendiendo á que la estruc- 
tura de los huesos , del cráneo y cejcebro, la conforma- 
ción de la mano y del pié , los dientes , los músculos y 
visceras, etc., etc., descansan en los mismos principios; 
resultando de este estudio que las diferencias que dis- 
tinguen al hombre del goriila ó del chimpancé son 
menores que las que 'existen entre el goriila y los mo* 
nos inferiores. 

Comparados los cuatro géneros de monos antropoi- 
dea , cada uno de ellos se asemeja ai hombre por un 
rasgo característico, y hasta se descubre una afinidad 
patente con las razas de la Australia ó con los negros 
del África. Tan allá van estas semejanzas , que el sai- 
miri de la América meridional mide un ángulo facial 
de 65^ á 66% cinco grados menos que el del negro, y 
exactamente igual al ángulo calculado para el famoso 
cráneo de Neanderthal No solo la configuración exter- 
na , sino la interna , enlazan el hombre á los monos 
antropoides. 

Apesar de estas conclusiones, el doctor Bucfaner afir- 
ma que existe gran diferencia entre el hombre y sus 
mas próximos parientes en la clase de los mamíferos, 
principalmente en el grado de magnitud y en el desar^ 
rollo, ya del sistema óseo, ya del muscular, ya en un 
órgano, como la laringe , el cerero, etc.; pero son es- 
tas particularidades y anomaUas individuales que no 
tocan á lo general y especifico. De la anatomía pasa 
Bacbner á la fisiología , y descubre igual semejanza, 
.sin mas diferencias que una estructura mas compli- 
cada, mas perfecta conformación y desarrollo mas re- 
guiar ; en una palabra , aolo difér^cias de grado y de 



43A LO PREHISTÓIUGO T LO HISTÓRICO. 

desarrollo ; lo que por otra parte concuerda con las le- 
yes generales de la i^ida , que yan señalando este per^ 
feccionamiento en el ascenso de tas especies inferiores 
d las superiores. Todos los órganos , todas las funcio^ 
nes que se descubren en él bombre , se encuentran asi- 
mismo en el animal , con quien se le compara , y se 
cumplen del mismo modo en el uno que en el otro. 

Con tales conclusiones, critica Bucbner á los que 
atribuyen preeminencias al hombre , y pasa resista á 
los distintos pVivilegios que se han considerado como 
razón y causa de aquella excelencia.. El primero y mas 
importante de los órganos ai cual se enlazan , según 
Bucbner, en el hombre y en el animal, todas las acti- 
yidades intelectuales , es el cerebro, que aparece ya en 
los peces , y que ya realizándose de grado en grado 
hasta las especies superiores. En el hombre y en el 
mono la perfección del cerebro es semejante ó análoga 
en sus rasgos característicos , sin mas diferencia que el 
mayor volumen cerebral en el bombre y la mayor ri- 
queza de pormenores anatómicos. En efecto, dice Bucb- 
ner, no es solo por el volumen, sino por una perfec- 
ción relativa de cada una de sus partes, y sobre todo 
por lo numerosas, profundas y simétricas de las clr* 
cunvoluciones del cerebro, y en su consecuencia por 
un desarrollo mas considerable de la sustancia gris , — 
sustancia nerviosa que especialmente afecta ¿ la activi- 
dad intelectual— por lo que el cerebro humano aven- 
taja al de los mamíferos mas próximos y semejantes al 
hombre. Pero no hay rasgos diferentes ni desemejan- 
zas manifiestas ; todo es relativo, y aun esos pormeno- 
res y esas perfecciones están ya indicadas en los cere«* 
bros de los gimios. 

Para compleur esta demostración , afirma el doctor 



\ 



LO PREHISTÓRICO T LO HISTÓRICO. 131 

Bucbuer que es de absoluta necesidad acudir á una 
ciencia importantísima, la embriología, ó sea la histo- 
ria del desarrollo.de los seres organizados. Y tocando 
en estas alturas , el doctor alemán vuelve los ojos á 
Darwin» que ba impreso á la historia natural orgánica 
una enérgica y novísima dirección , mostrando que ea 
el mundo vivo todo depende del desenvolvimiento. 

Esta cita justifica mis anteriores afirmaciones. Los 
profetas de la escuela positivista , los que niegan la le- 
gitimidad de toda proposición , ley ó fórmula general, 
y no quieren considerar los cuerpos sino tal como los 
conocen , con la. punta del escalpelo ó por el reactivo 
químico, y no admiten dudas sobre la facultad de cono- 
cer las cosas tales como ellas son en 'sí ; los que poseen 
las lentes del microscopio ó los filos del escalpelo, afir- 
man de una manera dogmática y musUmica que en el 
mundo vivo la ley causativa y generadora es el desen- 
volvimiento, la evolución. Es un hurto á Hegel. 

¿Qué es la evolución? ¿Qué entidad superior é inin* 
teligible para el escalpelo y el microscopio, y aun para 
^1 telescopio, es esa que causa y funda todas la maravi- 
llas de la vida , y produce el oleaje de trasformaciones 
por las que va la materia de lo inorgánico á lo orgá- 
nica , y del reposo al movimiento 7 

Los nuevos doctores nada dicen sobre esa ley supe- 
rior y suprema; se contentan .con admitirla deificán- 
dola , y una vez admitida , es el verdadero Beus ese 
maquina de las creaciones materiales. No es difícil , ya 
admitida la ley, afirmar dictatorialmente que todo ser 
vivo, desde el comienzo de su existencia > posee una 
forma rudimentaria infinitamente diferente de la que 
ostentará en el esplendor y apogeo de su desarrollo. Y 
ya no es aventurado sostener que , para conseguir tai 



r 



áSS LO PBEHISTÓRIGO T LO HISTÓKIGO. 

perfeecionamieDCo, recorre iodo ser vivo tma serie de 
modificaciones, verdaderos grados de su desarroUo^ 
que se engendran , sin duda , múiua , sucesiva é tude- 
finidatneníe , partiendo siempre del haevecülo ó celdi* 
lia germina! , donde reside toda esa fuerza potencial, 
que en la infinidad del tiempo se desenvaelife. 

Libados con tanta facilidad al bneTeclllo germina- 
tivo, no hay diflcnlud tampoco «n afirmar que en to- 
dos ios seres títos es idéntico el bnevo, y que no hay 
gran diferencia entre el de la gallina y el de la mnjen 
La vesícula germinativa, que es el núcleo que se en- 
cuentra en el viieUus , tiene á su vez un nucléolo ó 
punto germinativo, que es como un cuerpo compren- 
dido en la vesícula. La embriología va siguiendo estos 
primeros gérmenes , que se trasforman eá celdas em- 
brionarias , que son á la vez bases del organismo fu- 
turo, procediendo la naturaleza como el arquitecto que 
iltiliza materiales distintos, aunque todos comprendi- 
dos en las celdas embrionarias. Durante el primer pe- 
riodo de la vida embrionaria, el embrión , aun de los 
animales mas distintos , como los mamíferos , pájaros 
ó las tortugas, es tan semejante, que la diversidad de 
volumen es su única diferencia. 

Esta observación, que seria importante , no es« sin 
embargo, cosa averiguada , porque ni Baer ni Buchner 
pueden sostener que no existan diferencias positivas en 
la constitución química del embrión , y todas las seme- 
janzas se fundan en las apariencias exteriores, y en la 
mayor ó menor semejanza de la ley de su crecimiento. 
Sin embargo, aun cuando los observadores no han po- 
dido descubrir ni saber cosa pertinente sobre este pun- 
to , Huxley, lo mismo que fiuchner, inducen ayudados 
por analogías, que el hombre no difiere en su origen ni 



^ 



LO PREHISTÓBICO Y LO HISTÓRICO. 133 

en su crecimiento de lo que se observa en los demás 
seres de la escala zoológica ^ y con singular complacen- 
cia siguen estalHeciendo el paralelo entre la gestación 
del hombre y la de los mamíferos. ¡ En cada uno de los 
periodos de la vida intrauterina encuentran semejan- 
zas que llevan como por la mano á la identidad de orí- 
gen y de esencia , no debiendo olvidar la cola, ^ue al 
comenzar el período embrionario se desarrolla en el 
bombre , como' en todos los demás mamíferos , pero 
que á la sexta ó séptima semana queda reducida á un 
órgano rudimentario , compuesto de las tres ó cuatro 
vértebras que constituyen la extremidad inferior dé la 
columna vertebral ; y esta cola humana malograda , se- 
gún Hackel , es testimonio infalible de que el hombre 
desciende de antepasados muy provistos de cola! Otros 
muchos legados de animalidad descubren los nuevos 
doctores en la observación anatómica del feto, como 
son los músculos que sirven para menear el pabellón de 
la oreja ^— tan movible eo ciertos ciiadrúpedos — el 
hueso intermaxilar y otros fenómenos que justifican su 
axioma de que no hay diferencias ni desemejanzas en- 
tre el desarrollo del mamífero y el desarrollo del hom- 
bre. Cierto es que el mismo Hackel había dicho que las 
delicadas diferencias constitutivas de los huevos, y muy 
especialmente las intrínsecas y virtuales , que no pue- 
den descubrirse por lo grosero de los procedimientos 
de exploración , deben aceptarse como la razón pri- 
mera de todas las desemejanzas individuales ; pero está 
regla de prudencia del famoso embriologisia se olvida 
muy luego, para tener el placer de ir señalando en el 
desarrollo anatómico del hombre los legados de nues- 
tros innumerables é infinitos ascendi^tes, que recuer- 
dan nuestro origen , dejándonos las agallas , la C0I9 ^ el 

CANALEJAS.— 28 



43Í LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

movimieato de las orejas y todos los demás rasgos que 
nos unirían y enlazarían amorosamente con las escalas 
inferiores zoológicas , á no ser por la ingrata determi- 
nación de atrofiar todos aquellos impulsos de la anima- 
lidad que toma nuestra naturaleza , por causas y razo- 
nes difíciles de explicar para los prehistóricos materia- 
listas. 

. £1 hombre se parece , primero i un pez , despoes i 
un anfibio, después á un vertebrado, y Va recorriendo 
en su desarrollo todos los momentos y variedades del 
organismo, desde las mas ínfimas á las mas altas esca- 
las; y no para aquí la ley ; sino que la serie de formas 
que cualquier individuo de cualquiera especie recorre, 
desde el hiievo á la tumba , es una rápida .recapitula- 
ción de las múltiples formas especificas que han atra- 
ve^do los ascendientes da la especie actual en la ex- 
tensísima duración de los períodos geológicos. 

Compréndese, escribía Buchner, que, gracias á la 
famosa teoría de Darwin , la doctrina de la genealogía 
orgánica , por una incesante serie de metamorfosis , se 
ha aplicado y debe aplicarse al hombre, engendrando 
la curiosidad y la espectacion de todas las personas 
doctas. Expuesta la genealogía animal del hombre por 
Htixlcy, otros doctores la han difundido y popularizado 
en> Francia, en Alemania y en Inglaterra; sin embargo, 
ninguno dc^ los escritores citados se atreve á sostener 
qw el hombre desciendcde ninguna de. las especies de 
monos antropoidea contemporáneos , por mas que sea 
evidente que descienden , segun Huxiey, por metamor*. 
fosis gradual, de una rama desgajada del mismo tronco 
de que parten las especies de monos antropóides. Des- 
graciadamente , hay una solución de continuidad entre 
una y otra especie ; y el razonamiento capital de las 



N 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. i35 

«uevas enseñanzas , faltando la serie que va desde «I 
i^bimpancé al hombrease reduce á la siguiente pre- 
gunta, que con un candor admirable formula Bueb- 
tier:— Si se acepta la idea de una gran ley de evolución 
orgánica, ¿qué otra bipótesis puede sustentarse' sobre 
•el origen del bombre? ¿ Cómo figurarse que esa ley ge- 
neral de evolución se haya cortado en un punto, y 
gracias á una intervención sobrenatural, y un miembro 
nuevo y tan importante como el bombre baya venido 
é interrumpir la serie de los seres ?— Ck)mo se ve, 
aceptando por completo la idea de una gran ley de evo- 
lución orgánica , no ofrece dificultades el asunto. De 
manera que« confesando la bipótesis del darwinismé 
de grado en grado y de celda en celda , pasamos , nó 
4ilel mono al hombre , sino del infusorio al hombre ; y 
no ya del infusorio, sino del bongo al hombre , y, por 
júltimo, de la materia inorgánica al bombre ; porque la 
gran ley, según Huxiey, es esta: «De lo informe á lo 
-que tiene forma propia; de lo inorgánico á lo orgánico; 
de la fuerza ciega á la inteligencia libre y consciente.* 
Pero llegados al bombre por el sucesivo perfecciona- 
. miento del organismo, no es para olvidada la noción 
«que sobre las primeras edades humanas nos dan los 
novísimos autores. Según Hackel » el primer ensayo de 
^mcarnacion humana, la forma transitoria inmediata 
entre el gimió mas antropoide y el bombre , el troD*- 
«co común de todas las especies humanas , es un tipo 
que ba desaparecido, y que se llama bombre.primitivo, 
Binno primígenius. La costumbre de andar de pié , de 
donde se siguió la diferenciación de las extremidades 
anteriores , que se convirtieron en manos , en tanto 
qne las posteriores se Tolvian pies, fué lo que distin- 
guió al tipo humana primitivo de los tipos gimíos. Este 



I3S LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

tipo primiüvo ni hablaba ni tenia conciencia. Era ne- 
gro, lanudo, andaba encorvado, y habitó un continente 
boy sumergido. Gracias á esta precaución de Uackel^ 
de pintar asi tai teatro y tai actor, no le es difícil ima- 
ginar después al hombre verdadero dotado ya de pala- 
-bra. Este último progreso, es decir, la aparición del 
lenguaje articulado, coincidió con el perfeccionamiento 
de la laringe , que, según Hackel, corresponded su vez^ 
al desarrollo del cerebro. 

Ya entonces se habia subdividido el nuevo animal en 
especies y series ; y es muy de creer, añade , que no- 
pocas de aquellas especies -han desaparecido por com- 
pleto, conservándose solo las de cabellera lanosa y ca- 
bellera lacia, que fueron á poblar, unos al INorte , y 
otros al Sur del Ecuador. Quizá los hotentotes son Ios- 
restos del primer tipo, y los malayos del segundo. Li 
raza blanca se desprendió del tronco malayo, y á su 
vez se dividió en las dos razas , semítica é indogermá- 
nica, enseñoreándose esta última de todo el globo co« 
nocido. Salvado así todo obstáculo y descartada lod» 
dificultad, éntrase la nueva escuela por los campos de 
la historia, y no titubea en repetir, sobre el origen del * 
lenguaje humano, atributo especialisimo del hombre; 
que es un resultado de lentos y penosísimos progre- 
sos, y decide que el lenguaje es una adquisición lenta y 
gradual del hombre; que nace y se origina de los gri- 
tos inarticulados que el dolor ó el placer arrancaban al 
hombre primogénito, que se arrastraba por las quebra- 
duras y selvas ea las edades primitivas; y sin temor St 
la nota de plagiarios , repiten la antigua doctrina de la 
Onomatopeya y se complacen en seguir la historia de 
los procedimientos gramaticales, del mismo modo que 
siguieron el desarrollo del embrión en la vida intra* 



LO PBEHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 137 

«terina , sin confesar ¡siquiera que ni el escalpelo ni 
^1 microscopio aprovechan para semejante estudio. 

¡ Después del lenguaje , la vida social , la política ó la 
^artística, y por último la negación, como es de presumir 
"de todas esas entidades metafísicas y de esos delirios 
¿umanos, frutos del contubernio de la ignorancia y de 
^a hipocresía , que se llaman Dios, ley moral, belleza, 

"derecho ; y después yo no sé después qué glorioso 

4)orvenir reservan estos nuevos doctores á nuestra 
Taza ; pero es de presumir que , de i)erfecc¡on*en per- 
fección , nuestro organismo llegará á convertir la ur- 
dimbre humana en un delicadísimo tejido de aromas, 
«creciendo la potencia y actividad de sus sentidos de tal 
•manera , que no hay cosa imaginada ni imaginable que 
4)ucda servir de tipo para una comparación! 

Este es el hombre , según los doctores dé la nueva 
^^iencia. La historia no es posible; y cuantas indagacio- 
nes y estudios se verifiquen para demostrar la animalí- 
•dad esencial del hombre, serán ocasión y fuente de er- 
i*or para los estudios históricos , sociales y filosóficos. 

¿Por qué? 



La hipótesis de una eterna trasformácion de las es- 
pecies , que se cumple gracias á la selección natural y 
á la lucha de la vida (strugle for Ufé), si esclarece algu- 
nos fenómenos que justifican el principio ya sabido da 
la variedad en la especie, no explica la incesante serie 
de trasforniaciones que supone la antropología prehis- 
tórica para que reconozcamos ó señalemos como dis- 
tintas edades de la historia humana , las edades de los 
«monos antropoidcs, del hombre primogénito, cuya esp6- 



I3S LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

cié ba desaparecido, y la del hombre mudo y seWáticoy 
que en un estado intelectual verdaderamente crepuscik 
lar, y guiado solo por el instinto, abre la serie de per- 
feccionamientos que han de concluir por presentar á la^ 
especie en el punto y grado en que hoy la estudia y 
considera la ciencia humana. La selección que la natu- 
raleza cumple eligiendo los tipos mas perfectos de las- 
especies , para que la tradición hereditaria mejore y 
perpetúe sus rasgos distintivos , supone un criterio en- 
el que elige ó selecciona, ó por lo menos un plan ge- 
neral que imprime tendencia y finalidad á las fuerzas- 
de la naturaleza; y sin embargo, ninguno de los docto- 
res que buscan en la ley de la trasforma^ion de las es- 
pecies la palingenesia novisima . se atreve á sospechar 
siquiera que la selección natural sea declaración de- 
fuerza superior é inteligente, rasgo de virtualidad espi- 
ritual que constituya la esencia , razón y fundamento- 
de las leyes , especies , géneros é individuos de la natu- 
raleza. 

No hay mas que materia y fuerza , se afirma grave- 
mente ; y la fuerza no es mas que una propiedad de la 
materia ; y si no se repite que el pensamiento es una 
secreción del cerebro, se indica que es un movimienta 
de la materia. La vida es mera combinación particular 
d^ la materia , que aparece cuando se dan circunstan- 
cias favorables para ello en el medio, y á cada cambia 
de este corresponde un cambio equivalente y propor- 
cionado en las formas de la vida. A cada capa terres- 
tre corresponde una vida que con ella se relaciona ; & 
las capas mas antiguas corresponden formas mas an- 
tiguas y vida rudimentaria, y ¿ las capas novisimaa- 
formas perfectísimas y vida mas activa y ordenada. El 
aire, el calor, la humedad, combinan las fuerzas de la^ 



LO PREHISTÓBICO T LO HISTÓRICO. (Í9 

materia, y sni^gení de estas combinaciones infinidad de 
organismos microscópicos que constituyen el mundo 
de los infusorios. Desde esta espontánea generación , la 
Tída y los organismos , encaminados y dirigidos por las 
leyes de la trasformacion de las especies , circulan, y 
continúan ese extensísimo y eternal proceso sin co- 
mienzo y sin fin. La nueva ciencia es un tosco y per- 
petuo comentario del poema de Lucrecio. 

Con tales antecedentes no aparecerá ya atrevida mi 
proposición, consistente en afirmar que no hay ley 
histórica , que no hay por lo tanto verdadera histonUt 
sí, como preámbulo y prolegómenos de lá humana , se 
escriben enseñanzas é hipótesis análogas ó semejantes 
á las indicadas. La historia, ó se limita á la modesta y 
empírica forma de los anales ó de las crónicas , ó ad- 
mite ley, proceso, finalidad , y por lo tanto la propie- 
dad en el hombre, individual y genéricamente conside- 
rado, de realizar todas las virtudes que están en él, co- 
laborando asi con Dios al cumplimiento del pian y de- 
signios de la creación. Sin este ideal de perfección, que 
ilumina. y guia por el conocimiento claro y perfecto de 
ese ideal , y sii^ la facultad de cumplirlo con plena y 
entera conciencia y con absoluta libertad , no hay his- 
toria; y en vez de referir hechos que desvelen la ley 
de la vida y que conduzcan al través de esta incesante 
educacioQ á la humanidad , el historiador debe limi- 
tarse á consignar en sus anales lo que las impetuosas 
fuerzas de la materia causen en la gradación de las es- 
pecies , ea la vida particular de cada una de ellas. Bl 
progreso consiste en un acrecentamiento sucesivo del 
ser, apropiado y coordinado á sns fines. Supone por 
lo tanto el ser finito y espontáneo, porque solo el ser 
espontáneo puede crecer y acrecentarse , y rechazar 



410 LO PREHISTÓmCO Y LO HISTÓBICO. 

con actos repetidos los limites que detienen y embar»* 
zan SQ aeti?ídad , ensanchando el círcoio de sa aedoii. 
La espontaneidad es propiedad que conviene solo al es- 
pirito y que repugna á la materia orgánica ó ino^- 
nica , sujeta á la acción mecánica y fatal del proceso 
físico ó quimico. El progreso se cumple en el ser ; por- 
que seria mera apariencia si no hubiera un sujeto ea el 
cual se efectuase, mejorando efectivamente su realidad 
en la prosecución de los tiempos y en la variedad de 
las circunstancias en que puede encontrarse aquel 8«- 
jetp. Por el contrario, en la doctrina de los que conci- 
ben la historia según los prolegómenos prehistóricos, 
no hay progreso, sipo desarrollo, por el aumento su- 
cesivo de energía ; de suerte que el embrión qne se 
convierta en el feto de un animal » y que será un dis 
«n individuo de aquella especie , no puede ser en sos 
fases sucesivas sujeto de un acrecentamiento que se 
cumpla por adiciones sustanciales. El acrecentamiento 
de que se trata en el progreso debe ser conforme al fn 
del ser, y el bien solo puede determinar la dirección 
del progreso; y ha de ser coordinario al fin , porque es 
absolutamente necesario que todos los elementos man- 
tengan relaciones de proporción y armonía con el de la 
finalidad del ser. 

No puede negarse que solo lo finito espontáneo es 
capaz de acrecentamiento y de progreso ;' pero no to- 
dos los seres finitos son susceptibles de ese acrecenta- 
miento particular que llamamos progreso, y que se re- 
fleja en la historia humana. Solo los seres espirituales 
ó de esencia espiritual pueden ser sujetos inmediatos 
del progreso, porque reúnen en la unidad de su eiis- 
tencia lo idéntico y lo variable , lo permanente y lo 
transitorio, Lo permanente y esencial de miestra nata- 



LO PBEHISTÓRIGO Y LO HIStÓRIGO. Üi 

ñien , reaUzftdo espontáneníDente por nuestra activi- 
dad espiritual , la anmenta cualitativamente y causa 
nvestra educación y progreso. Los demás seres , por la 
doble limitación en que está su principio sensitivo, ya 
p<Mr el límite que nace de su esencia , ya por el que 
origina su falta de relaciones con la ley de finalidad , ya 
porque , y es la razón principal , solo indírecianíMite se 
relacionan con lo absoluto, son incapaces de progreso. 
Baeionalmente , lo absoluto, con la universalidad de lo 
Terdader.0, lo bueno y lo bello, es el principio de las 
series interminables del progreso ; de donde se sigue 
que todo ser capaz de progreso, y por lo tanto de rea- 
lizar su esencia , debe estar en comunicación directa 
con lo absoluto. El conocimiento espontáneo ó racional 
establece esta comunicación directa en el ser moral; y 
desde el punto en que existen en el mundo seres que 
estén en comunicación directa con lo absoluto y lo in- 
finito, es posible y es necesario, como a posteriorílo 
justifica la historia , el progreso humano ; y por lo tan- 
to, se origina el estudio histórico, que no es otra cosa 
que ei conocimiento de los esfuerzos del ser moral hu- 
mano, para conseguir ese acrecentamiento cuantitativo 
y cualitativo que nace del comercio y comunicación 
con lo divino. 

Los prehistóricos que, como Mad. Clemence Boyer, 
inducen por los restos que las exploraciones paleonto- 
lógicas han recogido, y por los útiles que la arqueolo- 
gía prehistórica ha clasificado, las leyes de la historia 
humana se limitan á reseñar la sucesión de estados 
tnaa ó menos selváticos , y reconstituyen , á semejanza 
de Guvier, elemento por elemento, los caracteres físi-- 
eos, y hasta el temperamento y los hábitos de aquella 
bestia primitiva que nos señalan como tronco y raíz de 



tlA liO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

ia especie humana (^). Bata Tiril escritora , que conA- 
gue vencer hasta la presunción del sexo al sostener Te- 
hementemente la tesis de la esencialídad animal del 
hombre , y sobre todo de la descendencia del mono, 
escribe sin el menor reparo que , de igual suerte que 
los órganos físicos son el desarrollo de formas orgáni» 
cas anteriores , las facultades mentales son el resultado 
del desarrollo de estados anteriores , por lo que se ex- 
plica su estajdo actual. En el hombre primitivo, dice, 
estaban como en fermento los instintos y las pasiones 
de sus ascendientes , todos clasificados en las escalas 
zoológicas ; pero al mismo tiempo no titubea en afir- 
mar que aquel hombre primitivo no estaba desprovista 
de sentido estético, ni carecía de sentido moral. Confe^* 
sienes singulares que antes de escribirse debian razo- 
narse , demostrando que la idea de lo bello y el s^itide 
moral no eran tampoco cosa ajena ¿ los famosos ascen- 
dientes que se figuran en el árbol genealógico aaímal 
de la humanidad. Pero advertiré que se llama idea de 
lo bello á la elección.— que dice Mad. Clemence Royer 
— precede á la unión sexual ; descubriéndose aquí i la 
damd habituada á la vida de los salones , y no al natu- 
ralista , que sabe que el mico ó cualquiera otro animal 
no elige ni escoge 4 la hembra , haciéndola conocer sa 
preferencia con rendimientos y genuñexiones. De esta 
manera no es difícil suponer en los antropiscos y en 
los monos antropoides la preexistencia de todas las 
ideas y de todos los sentimientos , si se confunden los 
sentimientos y las ideas hasta el punto en que los con- 
funde Mad. Clemence Royer. El sentimiento religiosD 

0) Mad. Clemence Royer.— OH^ine de Vhomme et socteíé^ pa- 
gina 205. 



LO PüBHISTÓBICO T LO HI&Ti^ICO. 41? 

e$ el único qae^ según la escritora francesa , falta á las 
razas inferiores ; porque este sentimiento ó instinto no 
aparece sino cuando se intenta reducir ó mantener á 
pueblos y razas en vergonzosa servidumbre; y lo único 
original que distingue al hombre de los demás próce^ 
res zoológicos , es el instinto de la industria , que le 
llevó á prepararse armas para la defensa y el ataque 
en las luchas de ]a vida. 

La causa y razón de estos nuevos instintos , el por 
qué de este desarrollo moral, el motivo de estos albo- 
res de cultura y civilización no ios indican los doctore» 
de la nueva ciencia , limitándose á decir que son puros^ 
efectos de las condiciones de vida en que se encuen- 
tran , invirticndo asi los términos naturales de la cues- 
tión , puesto que las condiciones de vida en que se en^ 
cuentran son resultados de las facultades y propiedades 
que en el hombre se revelan. 

Bajo este concepto la historia de la humanidad no 
es posible; y lo único que puede tejerse es la suce* 
sion de las manifestaciones ciegas y fatales del orga- 
nismo, desde el infusorio al hombre, y desde el pri- 
mer instinto brutal y selvático del hombre primitivo 
hasta la elucubración científica de Pascal , Leibnitz 6 
Newton. 

La verdad y el dictado del buen sentido y de la ra- 
^on , & pesar del fanatismo propio del sectario, luce 
aun en libros como el de la escritora francesa á que 
aludía, confesándose que el hombre que aparece al me. 
diar la época terciaria , aunque con los instintos ma» 
primitivos y feroces, mostraba ya lo distintivo de una 
humanidad f destinada á luchar con la naturaleza , que 
le escatimaba los medios dé vivir y de perpetuarse. Y 
este primer dia de triunfo racional es el que vio la 



áU LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 

primera haóha ó lanza de piedra empu&ada por el bom- 
bee de las cavernas. 

Ya en la época cuaternaria el hombre adquiere it 
^acnltad de perfeccionarse indefinidamente , y en la 
-edad del rengífero se significa el gasto artístico, que 
«después, en la neolítica y en las del bronce y el hierro, 
fué patentizándose en el tallado de las armas y «teosi- 
<lios, que se conservan en los museos prehistóricos. 

¿Cómo se ban verificado estos cambios? ¿Qué desar- 
rollos de organismo mejores , y qué mas completo des- 
envolvimiento de la masa cerebral se descubre ya en- 
tre el hombre de la edad del bronce y del hierro y el 
sacerdote ario que entona los himnos del Big-Veda? 
Ninguna; y, sin embargo, la diferencia , bajo el punto 
4e vista moral , artístico, cientifico, de la cultura hu- 
mana entre la edad neolítica y la edad de Sócrates ó 
Platón ,«s mucho mas honda que la que pudo existir 
•entre la edad arqueolitica y la de los antropoides y 
liombres primitivos. 

T á pesar de tamañas diferencias , y no obstante 
prodigios tan visibles en artes , ciencias ó letras, ni la 
•craneología ni la anatomía pueden señalar ni señalan 
.diferencias que expliquen tan notoria diversidad. 

La identidad y permanencia de la especie humana en 
los treinta ó cuarenta siglos de historia conocida, la 
Identidad del tipo y la organización, en las razas históri- 
cas que se suceden hace ya miles de anos , dan testimo- 
nio de que aquella fuerza evolutiva de la materia , que 
¡había llegado desde la primitiva celdilla del infusorio 
^asta el cerebro del hombre de la edad de bronce , ha 
terminado^ Señalamos, por lo tanto , el apireo, el tér- 
mino final y último de las series naturales, la natura- 
Jeza no tiene ya en qué elegir. La humanidad es lo 



LO PRBHISTÓIUGO Y LO HISTÓBIGO. 4lft 

leoto y lo perfecto. E\ cerebro humano tiene ya toda» 
laa circunvoluciones y toda la masa gris nerviosa de 
que es capaz ; y no seria inducción atrabiliaria ni atre- 
vida , sospechar que esta parálisis que sufre la ley na-^ 
tural hace miles de años es síntoma tristísimo y pre- 
cursor de muerte pésima y adminicula para todos lo» 
organismos. 

¿ Es (en contra de esta sospecha) que^ la perfeclibili-' 
dad de la materja y la de los organismos que engendra, 
gracias á sus propiedades dinámicas, tiene un limite, 6 
es que , habiendo engendrado la fuerza al pensamiento 
se encarga ya á esta nueva fuerza el orden y dirección 
de ios organismos ? Hipótesis de este género se- leen ft 
oada momento en las fantasías y pergeños proféticos de 
las escuelas que combato, en lanto que se separa con 
premeditada precaución la vista de la tarea verdadera- 
mente filosófica , que consiste en distinguir el desar- 
rollo y el progi^eso, y en fijar la aptitud y capacidad 
para el desarrollo de la materia y de la fuerza. 

Las leyes que se pretenden tinducir de los estudios 
prehistóricos equivalen á la negación radical de la his*^ 
loria humana , y mucho mas si, como es debido —■ por- 
que asi lo ordena la razón -* se considera y respeta á la 
historia como á una educación progresiva del espíritu 
del hombre bajo la idea de Dios , del Ser infinitamente 
perfecto y absoluto. 



VI. 



No es fácil poner con razón punto final en estas ma- 
terias. Gomo en la historia van intrínsecamente unidos 
la idea y el hecho, el hecho y la idea, se pasa de una 
consideración antropológica á otra metafísica ó de Teo* 



416 LO PREHISTÓRICO T LO HISTÓRICO. 

4ic6a y con una facilidad qae solo puede sorprender á 
los que desconozcan el Terdadero carácter de la his- 
toria. 

El criterio de los prehistóricos obliga á recordar en- 
smanzas y lecciones , ya de la cosmología , ya de la an- 
tropología , ya de la ciencia de Dios y de la ciencia del 
espíritu ; y con tales ocasiones no es fácil hacer pooto. 

Sin embargo, yo concluyo aquí, porque mi único ob- 
jeto queda realizado. Pretendía advertir á. los aplicados 
que y por la puente de las in?estigaciones prehistóricas, 
se nos entraba con aires de conquistadora la doctrina 
materialista en el campo de los estudios morales é his- 
tótícos. Advertíalo, no porque no crea en el derecho 
de todo pensador á ser materialista y ateo, y á decir en 
?oz alta que lo es; sino porque es necesario que el que 
lo sea no lo esconda , y argumente, y razone, y declare 
su propósito y tendencias al adicionar con cosas pere- 
grinas la historia de las primitivas edades, y ai suponer 
hipótesis sobre el origen del hombre , cuide de qoe 
guarden relación con lo» que él sepa y entienda sobre la 
esencialidad humana. 

- Asi^ no se inducirá á nadie al error; las doctrinas, ya 
sin disfraz ni careta , podrán discutir ante la razón ge- 
. neral ; porque para discutirlas es provechoso y conve- 
nientísimo que las doctrinas que combaten se vean el 
rostro. 

Si me he equivocado en mis juicios , pronto estoy á 
rectificar; si no digo bien cuando afirmo la espiri- 
tualidad humana y su relación con la divina , ni aun 
con esta espiritualidad tengo hecho pacto, que solo la 
Terdad me atrae ; y si se me demostrara que andaba 
feera de razón , quemada lo reverenciado, y reveren- 
ciaría —por mas que hoy se me antoje imposible —i 



LO PREHISTÓRICO Y LO HISTÓRICO. 447 

esos ascendientes y progenitores que voluptuosamente 
se balanceaban, en la edad terciaria, en las copas de los 
árboles , sostenidos por su flexible cola, muy ajenos de 
los tristes tiempos, en que algunos adarmes mas'de^ti^- 
tanda gris en el cerebro provocarían esta falta de res- 
peto filial, de que yo bago alarde, y que , según los doc- 
tores de la nueva ciencia , es un rasgo blasfemo , hijo 
del orgullo y de la soberbia humana. 

Diciembre , 1870. 



FIN. 



ÍNDICE. 



■•o^ 



Al Lkctor V 

1.— Una expedición á Monserrat 4 

II.— Del estado actual de la Filosofía en las naciones latinas. 17 

III.— Un programa político. 49 

I V.-r- Del renacimiento de la poesía catalana. . . . . .71 

V. — Del carácter del movimiento literario en la Italia con- 
temporánea. . ' " 89 

VI.— Alfonso V de Aragón en Ñapóles (1421-1423). ... 107 

VII.»— La escuela Krausista en España. . . . * 135 

VIII.— Del carácter del poemaLos Lusiadas, de Luis de Ca- 

moens. . .' 165 

IX.— Del estudio de la Historia de la Filosofía española. . 18J 
X. — De las Novísimas Opiniones sobre el origen y carácter 

de la Lengua Castellana 199 

XI.— Las escuelas alemanas y sus contradictores 239 

XII.— La Reacción y las Revoluciones 293 

XIII.— Escuelas místicas españolas 317 

XIV. — La Educación artística de la Mujer 381 

XV.— Lo Prehistórico y lo Histórico 401 



I 



FIN DEL ÍNDICE. 



CAKiXBJA$.^29 



LIBREBk DE O. GARLOS MILLT-BAILUERB . 

Plan de Topete, nAm. 10, Madrid. 

LA CREACIÓN. 

Por M. Edgdr QVINET; tradaccion de D. Eoffeniode Ochoa, 
de la Real Academia E*ipafiola. Madrid, 1871. Esta magDÍ6ci 
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titato, y tradacida ai castellano por D. Euj^enio de O'choa, 
déla Academia E^pafiola. Madrid, 1871. Uh lomo en 12.^ coo 
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LA MUJER DE TRE^NTA AÑOS. 

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D. Enrique Hernández. Madrid, 1867. Un tomo en 12.^3 
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— s— • 

GUU TEÓRICO-PRÁCTICA 

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DEL ARTISTA CANTANTE. 

Por Lean GIRALDONI, ariisla y socio honorario de varías 
Academias filarmónicas; iradticida a! espaiSot por José Maria 
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La familia Braillard. Dos tomos. 
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Bl Asno del señor Martin. Un tomo. 
Una Mujer con tres caras. Dos tomos. 
Un Racimo de grosella. Un tomo. 
Los Hijos del bulevar. Un tomo. 
La Dama de los tres corsés. Un tomo. 
La Baronesa Blaguiskof. Un tomo. 
El nieto de Cartovche. Un tomo. 
Una casa de Tócame-Roque. Un tomo. 
Madamii Tapin, Un tomo. 
ün marido Juan Lanas. Un tomo. 
La gran ciudad ó Paris hace veinte y cinco años. Un toqio. 
Papá Suegro. Un tomo. 
El Vonserge de la calle delBac. Un tomo. 
La señora de Pantalón. Un tomo. 
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— 8 — 
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JULLIEN Y V. PAIUSOT; revisada y traducida al español por 
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De la Real Academia de la Historia. 

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buen p9pel y esmerada impresión . de mas de 400 páginas cada 
uno, comprendiendo el primero mil quinientas seguidillas, cla- 
sificadas convenientemente, y precedidas de un discurso sobre 
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sociedad y puede considerarse como el verdadero libro popu- 
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circunstancia procurará dislraeefon al lector. 

m. ODIO A BORDO. 

Novela escrita en francés por M. G. de la LANDELLE; tra- 
ducida al castellano por D. Felipe Carrasco do Molina. 
Madrid, 1862. []t\ tomo en 12.^3 pesetas y 50 céntimos de pe* 
seta en Madrid y provincias, franco de porte. 



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Madrid , 1867. ün lomo eii 12." Precio : 3 pesetas en Madrid y 
3 pesetas y 50 cent, de peseta en provincias^ franco de por le. 

Contiene : I Horacio.- II.. Un paseo por América.— III. El Emigrado* 
— IV. El Español fuera de España. - V. Un Enigma. — VI. No hay 
buen fin por mal camino. — VII. Hilda. — VIH. Necrópolis. — IX. fie- 
ruerdos de Amberes. — X. Florencia. — XI. De Jaffa á Jerusalen.— 
XII. jMesa revuelta. 

HISTORIA DE LA ISLA DE CUBA. 

Por D. Jncobo de la PEZUELA , de la Academia de la Histo- 
ria. Mfldrid, 1868. Cualro lomos en 8.^ mafínificamenle en- 
cuadernados en lela á la inglesa, S4 pesetas en Madrid y ^8 
en provincias, franco de porte. 

LA RESURRECCIÓN DE ROCAfflBOLE. 

Novela escrita en francés por PONSON Dü TERRATL; tra- 
ducida al castellano por D. Enrique Hernández. Madrid, 
1868.1869. Obra completa. 

Tomos. Madrid. ' ^Provincias 

I: El Presidio de Tolón. . . 3 pesetas 3 péselas 80 cénl. de peseta. 

II : San Lázaro 3 — 3 — 50 — — 

III: ÍM Taberna maldila . . 3 — 3 — 50 — — ' 

IV: La Casa de locos 8 — 3 — 50 — — 

V : El Subterráneo 3 — 3 — 50 — — 

Esta profluccion del noveli.4;i mas popular es hoy dia de un 
ini<>rés indescriptible. Todos los que hayan leido tos Dramas 
de París sñbriiw el mérilo de estas novelas; y la presente es 
el complemenlo,, puesto que todos ios personajes juegan un pa- 
pel muy importante. 

LAS NOCHES DE LA MAISON DOKÉE. 

Novela escí ila en francés por PONSON DU TERRA IL ; tra- 
ducida por D. Felipe Carrasco de Molina. Madrid, 1865. 
Un lomo en 8.*^, 2 pesetas y SO c^nt. de peseta en Madrid y 
provincias, franco deporte, 



— 1 — 
EL 'JARDINERO 

DE LOS SALONES. 

O 4itedecu1l¡var los flores en las habitaciones, en ias ven- 
(ar.as y en los balcones, por YSABEAÜ; verUdo del francés a. 
castellano por D.José Brun y ? di gés. Segunda edición ^ ilus- 
trada con 13 grabados ínterca'ados en el texto. Madrid* 1872. 
Un tomo en 1^.* encuadernado en tela á la inglesa, 3 pesetas 
y 25 cent, de peseta en Madrid y 3 pesetas y 73 cent, en pro- 
vincias, franco de porte. 

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.^ I DE 

D. CARLOS BAILLY-BAILLIERE 

PLAZA DE TOPETE, NÚM- 10, MADRID, 

Esta publicajoion en la que se anuncia lo mas selecto en obraf^ 
de ciencias, artes y literatura que salen d luz en España, Fran- 
cia, Alemania, Bélgica, Italia, Inglaterra, Portugal, etc., etc.. 
sé remite graiis á todo el que lo solicita. 

También hay una sección destinada á obras de lanee proce- 
dentes de varias Bil)liolecas, en las que se hace, por lo me- 
nos, una rebaja de un 50 por 100 sobre su primitivo valor. 

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MR. AUBRY 

FABRICANTE DE INSTRUMENTOS DE ClRtTGÍA , FÍSICA 

T MATEMÁTICAS. 

Esta Gasa (rué Saint-Jacques, núm. liO, París), la primer;i 
en su género, establecida hace mas de cincuenta años, surte 
los principales despachos de París, asi como también losdd 
extranjero. En general, la fabricación de casi todos los nue* 
vos instrumentos le están confiados, pues su habilidad, per- 
fección, precisión y exactitud en todo ello, la ha hecho acree- 
dora á tener la preferencia sobre todas. 

Madrid.— Imp. de BaiUy-Baillíere. 



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